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Full text of "Historia de la iglesia en Mexico"

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ría  de  la  iglesia 

EN 

MÉXICO 


POR  EL 
P.  MARIANO  CUEVAS,  S.  J. 


TOMO  IV 

1 700  -  1 800 


LIBRO  PRIMERO 

INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

LIBRO  SEGUNDO 

LAS  MISIONES 

LIBRO  TERCERO 
LA  DESTRUCCIÓN 

CUARTA  EDICIÓN 

Ediciones 


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MÉJICO,        D    .        F    . 
19    4    2 


Nihil   Obstat 
ENRICUS  VALLE,  S.  J. 


Imprimi  potest 

LUDOVICUS  VEGA,  S.  J. 

PRAEP.  PROV.  MEX. 


Imprimatur 

El  Paso,  12  Decembris  1927 

ANTONIUS  JOSEPHUS, 

Episcopus  Elpasensis 


Propiedad  Reaislrada. 
Queda  hecho  el  depósito  que 
marca  la  ley. 


HISTORIA  DE  LA  IGLESIA 

EN 

MÉXICO 


AL  ILMO.  SR.  DR.  D. 

PEDRO  VERA  Y  ZURIA 

dignísimo  arzobispo  de  PUEBLA 

Y  AL  VENERABLE 

CLERO  ANGELOPOLITANO 

EN  EL 

CUARTO  CENTENARIO  DE  LA  FUNDACIÓN 

DE  SU  DIÓCESIS, 

RESPETUOSAMENTE 

EL  AUTOR. 


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bibliografía  general 
siglo  xviii 


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Adame  et  Arriaga  Josephus. — Imperialis  Mexicana  Universitas. 

Alcedo  Antonio  de. — Diccionario  geográfico  e  histórico  de  las  Indias  Oc- 
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Apuntes  para  la  historia  eclesiástica  de  las  provincias  qvf  formaron  el 
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Arlegui  José  de. — Crónica  de  la  santa  provincia  de  N.  P.  S.  Francisco 
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Arricivita  Juan  Domingo. — Crónica  Seráfica  y  Apostólica  del  Colegio  de 
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Arricivita  Juan  Domingo. — Crónica  Seráfica  y  Apostólica  del  Colegio  de 
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Arróniz   Joaquín. — Ensayo    de   una   historia   de    Drizaba. — Drizaba,    1867. 

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Balthasar  Juan  Antonio. — Carta  de  edificación  en  que  participa  a  los 
superiores  y  colegios  de  Nueva  España,  la  fervorosa  vida  y  religio.sas  vir- 
tudes del  Ven.  P.  Domingo  de  Quiroga,  religioso  de  la  Compañía  de  Jesús. 
— México,  1751. 

Bandos  y  reglamentos  publicados  en  Nueva  España  por  el  Virrey  Don  An- 


10  bibliografía  general 

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Basurto  J.  Trinidad. — El  Arzobispado  de  México, — México,  1901. 

Becerra  Moreno  Juan.^ — Relación  del  funeral,  entierro  y  exequias  del 
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Beleña  Eusebio  Ventura. — Recopilación  sumaria  de  todos  los  autos  acor- 
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Bellido  Joseph. — Vida  y  obras  de  la  Ven.  Madre  Anna  Águeda  de  San 
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Belmar   Francisco. — Lenguas  indígenas   de   México. — México,  1905. 

Beristáin  de  Sousa  José  Mariano. — Biblioteca  Hispano-Americana  Sep- 
tentrional o  Catálogo  y  noticia  de  los  literatos  que,  nacidos  o  educados,  o  flo- 
recientes en  la  América  Septentrional  Española,  han  dado  a  luz  algún  escri- 
to o  lo  han  dejado  preparado  para  la  prensa. — México,  1816-21. 

Bermúdez  de  Castro  Diego  Antonio. — Teatro  angelopolitano   o   Historia 

de  la  Puebla. — Año  de  1746. 

Botturini  Benaducci  Lorenzo. — Idea  de  una  nueva  historia  general  de  la 
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Breve  de  N.  Santísimo  Padre  el  Sr.  Urbano  VIII  acerca  de  la  alternativa 
de  los  religiosos  de  N.  P.  San  Francisco  de  esta  Provincia  del  Santo  Evan- 
gelio de  México. — México,  1690. 

Breve  apostólico  y  estatutos  generales  para  erección  y  gobierno  de  la 
Custodia  de  misioneros  franciscanos  observantes  de  Propaganda  Fide,  en  las 
provincias  internas  de  Nueva  España. — Madrid,  1781. 

Burgoa   Francisco. — Geográfica  Descripción. — México,   1674. 

Catalogus  personarum  et  domiciliorum,  in  quibis  Societas  Jesu  Mexica- 
na pro  Gloria  Dei  ex  Instituto  laborat. — Mexici,  1751. 

Cabrera  Miguel. — Maravilla  americana  y  conjunto  de  raras  maravillas 
obsei-vadas  con  la  dirección  de  las  reglas  del  arte  de  la  pintura  en  la  pro- 
digiosa imagen  de  Nuestra  Señora  de  Guadalupe  de  México. — México,  1756. 

Cabrera  y  Quintero  Cayetano  de. — Escudo  de  armas  de  México. — Mé- 
xico, 1746. 

Carrillo  y  Ancona  Crescencio. — El  Obispado  de  Yucatán.  Historia  de  la 
fundación  y  de  sus  obispos,  desde  el  siglo  XVI  hasta  el  XIX. — Mérida  de 
Yucatán,  1895. 

Carrillo  y  Pérez  Ignacio. — Pensil  americano  florido  en  el  rigor  del  in- 
vierno, la  imagen  de  María  Santísima  de  Guadalupe  aparecida  en  la  corte 
Septentrional  América  México. — México,  1797. 


bibliografía  general  11 

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bla, 1896-1897. 

Cartas  importantes  para  ilustrar  la  Historia  de   Sinaloa. — México,   1856. 

Castañares  Manuel. — Colección  de  documentos  relativos  al  departamen- 
to de  California. — México,  1845. 

Castañeda  Nájera  Pedro  de. — Relation  du  voyage  de  Cíbola. — París,  1838. 

Castets  Emíle. — Mexique  et  Califomie,  souve*iirs  et  descriptionfi. — Pa- 
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Castro  Santa  Ana  José  Manuel  de. — Diario  de  sucesos  notables. — Mé- 
xico, 1854. 

Cavo  Andrés. — Los  tres  siglos  de  México  durante  el  gobierno  español 
hast^  la  entrada  del  Ejército  trigarante. — México,  1836-38. 

Colección  de  documentos  eclesiásticos  de  México,  o  sea  antigua  y  mo- 
derna legislación  de  la  Iglesia  Mexicana. — Amecameca,  1887. 

Colección  eclesiástica  mexicana. — México,   1834. 

Colección  general  de  las  provincias  tomadas  por  el  Gobierno  sobre  el 
extrañamiento  y  ocupación  de  temporalidades  de  los  Regulares  de  la  Com- 
pañía que  existían  en  los  dominios  de  S.  M.,  de  España,  Indias  e  Islas  Fi- 
lipinas.—Madrid,  1767-1769. 

Colección  de  Obras  y  Opúsculos  pertenecientes  a  la  Milagrosa  Aparición 
de  la  Bellísima  Imagen  de  Nuestra  Señora  de  Guadalupe. 

Concilio  Provincial  Mexicano  IV.  Celebrado  en  la  ciudad  de  México  el 
año  de  1771.— Querétaro,  1898. 

Couto  Bernardo. — Diálogo  sobre  la  Historia  de  la  Pintura  mi  México. 
— México. 

Croix  Marqués  de. — Varias  cartas  publicadas  por  A.  Núñez  Ortega. — 
Bruxelles,   1884. 

Curiosidades  históricas.  Apuntes  para  la  historia  de  los  prin>ero6  pobla- 
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Dávila  E.  F. — Sonora  histórico  y  descriptivo. — Nogales,  Arizpe,  1894. 

Dávila  y  Arrillaga  José  Mariano. — Continuación  de  la  historia  de  la 
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bla, 1888-89. 

Decorme  Gerardo,  S.  J. — Historia  de  la  Compañía  de  Jesús  en  la  Re- 
pública Mexicana  durante  el  siglo  XIX  (edición  privada). — Guadalajara,  1914. 

Díaz  Barroso  Francisco. — El  Arte  en  Nueva  España. — México,  1923. 

Documentos  para  la  historia  de  México.  Cuaderno  histórico  de  las  agre- 
siones y  hazañas  de  tres  célebres  apaches  sublevados  en  el  Estado  de  Chi- 
huahua a  principios   del   presente   siglo. — México,   1857. 

Echeverría  y  Veitia. — Baluartes  de  México.  Descripción  histórica  de  las 
cuatro  milagrosas  imágenes  de  Nuestra  Señora  que  se  veneran  en  la  ciudad 
de  México. — México,  1820. 


12  bibliografía  general 

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Espinosa  Isidro  Félix.— Crónica  de  la  Provincia  Franciscana  (de  Mi- 
choacán). 

Esteynesser  Juan  de. — Florilegio  medicinal  de  todas  las  enfermedades. 
—  México,  1712. 

Faría   Francisco   Javier. — Vida   del   P.    Pedro   de   Velasco. — México,   1753. 

Fernández  de  San  Salvador  Agustín  Pomposo. — Los  jesuítas  quitados  y 
restituíd>os  al   mundo.    Historia   de   la   Antigua   California. — México,    1816. 

Fernández  üribe,  J.  Patricio. — Sermón  de  Nuestra  Señora  de  Guada- 
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Florencia  Francisco  áo. — Historia  de  la  Provincia  de  la  Compañía  de 
Jesús  de  Nueva  España. — México,  1694. 

Florencia  Francisco. — La  estrella  del  Norte  de  México,  aparecida  al  ra- 
yar el  día  de  la  luz  evangélica  en  este  Nuevo  Mundo.  Historia  de  Nuestra 
Señora  de  Guadalupe  de  México. — México,  1688. 

Florencia  Francisco. — Menologio  de  los  varones  más  señalados  en  per- 
fección religiosa  de  la  provincia  de  la  Compañía  de  Jesús  de  Nueva  España. 

Fónseca  Fabián  y  Carlos  Urrutia. — Historia  general  de  Real  Hacienda. 
— México,  1845. 

Fuente  Vicente  de  la. — Historia  de  las  sociedades  secretas  antiguas  y 
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Galindo  y  Villa  d'e  Jesús. — El  Presbítero  D.  José  Antonio  Álzate  y  Ramí- 
rez.   Apuntes  biográficos. — México,  1890. 

Gándara  Salvador. — Necrologías.  Carta  sobre  la  vida  y  muerte  del  Pa- 
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García  Francisco. — Vida  y  Martirio  del  V.  P.  Diego  Luis  de  San  Vítores. 
—Madrid,  1683. 

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García  Cubas  Antonio. — Cuadro  geográfico,  estadístico,  descriptivo  e  his- 
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García  Parado  Francisco.- Vida  de  la  Venerable  María  de  Je.sús,  Religio- 
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Gemelli  Carcri  Gio.   Francesco.— Giro  del   mondo. — Napoli,  1708. 

Gómez  de  la  Parra  Joseph.— Panegírico  funeral  de  la  vida,  en  la  muerte 
del  limo.  Sr.  D.  Manuel  Fernández  de  Santa  Cruz. 


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González  Obregón  Luis. — Época  colonial  (México  viejo).  Noticias  his- 
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Hemáez  Javier. — Bulas,  Breves  y  otros  Documentos  relativos  a  la  Igle- 
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Izquierdo  Joseph. — Del  pronóstico.  (Tesis). — México,  1885. 

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Guadalupe,  recibidas  en  1668  y  1723. — Amecameca,   1889. 

Instrucciones  que  los  virreyes  de  la  Nueva  España  dejaron  a  sus  suce- 
sores.— México,  1873. 

Instrumentos  y  autos  originales,  hechos  sobre  la  fundación  del  conven- 
to de  religiosas  agustinas  de  la  gloriosa  Sta.  Ménica  de  esta  ciudad  de  Gua- 
dalajara. — Guadalajara,   1857. 

Jesús  María  Félix  de. — Vida  de  la  Ven.  Sierva  de  Dios,  Sor  María  de 
Jesús,  religiosa  en  el  monasterio  de  la  Concepción  de  Puebla  ae  los  Angeles. 
—Roma,   1756. 

La  ciudad  de  México.  Contiene  el  origen  de  los  nombres  de  muchas  de 
sus  calles  y  plazas,  del  de  varios  establecimientos  públicos  y  privados,  y  no 
pocas  noticias  curiosas  y  entretenidas. — México,   1900. 

Larrea  Alonso. — Crónica  de  la  Orden  de  l^uestro  Seráfico  P.  San  Fran- 
cisco.  (Provincia  de  Michoacán). — México,  1882. 

Lazcano  Francisco  Javier. — Vida  del  P.  Juan  Antonio  Oviedo. — Méxi- 
co, 1770. 

Lemus  Diego  de. — Vida  y  milagros  de  la  Venerable  Madre  Sor  María  de 
Jesús  angelopolitana,  religiosa  del  convento  de  la  Limpia  Concepción,  de  la 
Ciudad  de  los  Angeles  en  Nueva  España. — León,  1683. 

Martínez   Gracixia  M. — Apuntes  sobre  la  Historia  de  Oaxaca. — 1883. 

Mayora  Juan. — Relación  de  la  vida  y  virtudes  del  P.  Antonio  Herdoña- 
na,  de  la  Compañía  de  Jesús. — México,  1758. 

Medina  José  Toribio. — La  imprenta  en  México.    Epítome. — 1539-1810. 

Medina  José  Toribio. — Historia  del  Tribunal  del  Santo  Oficio  de  la  Inqui- 
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Medina  José  Toribio. — La  imprenta  en  la  Puebla  de  los  Angeles.  (1640- 
1821).— Santiago  de  Chile,  1905. 

Montúfar  Alonso. — Información  que  mandó  practicar  con  motivo  de  vm 
sermón,  etc. — México,  1891. 

Mota  Padilla  Matías  de  la. — Historia  de  la  conquista  de  la  provincia  de 
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14  bibliografía  general 

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Obregón,  Fernández,  Rang-el,  Bese. — Historia  de  la  Antigua  California. 
— México,  1816. 

Ojea  Hernando. — Libro  Tercero  de  la  Historia  Religiosa  de  la  Provincia 
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Orozco  y  Jiménez  Francisco. — Colección  de  Documentos  Inéditos  relati- 
vos a  la  Iglesia  de  Chiapas. — San  Cristóbal,  1911. 

Ortega  Pérez  Gallardo. — Historia  genealógica  de  las  familias  más  an- 
tiguas de  México.  Tercera  edición,  corregida  y  aumentada  con  profusión  de 
datos  y  documentos  históricos  e  ilustrada  con  hermosas  cromolitografías. 
—México,  1902. 

Ortega  José. — Apostólicos  Afanes  de  la  Compañía  de  Jesús. — Barcelo- 
na, 1754. 

Oviedo  Juan  Antonio  de. — Elogios  de  muchos  hermanos  coadjutores  de 
la  Compañía  de  Jesús  que  en  las  cuatro  partes  del  mundo  han  florecido  con 
grandes  créditos  de  santidad. — México,  1755. 

Palou  Francisco. — Relación  histórica  de  la  vida  de  Fr.  Junípero  Serra 
y  de  las  misiones  que  fundó  en  la  California  Septentrional  y  nuevos  estable- 
cimientos de  Monterrey. — México,  1787. 

Pardo  Diego. — Vida  regulada  de  las  hijas  de  la  Orden  Tercera  de  Peni- 
tencia de  San  Francisco. — México,  1729. 

Pardo  Francisco. — Vida  y  virtudes  de  la  Madre  María  de  Jesús,  religio- 
sa en  el  convento  de  la  Limpia  Concepción  de  la  Virgen,  de  la  ciudad  de  los 
Angeles. — México,  1676. 

Peña  Ignacio  de  la. — Trono  mexicano  en  el  convento  de  religiosas  po- 
bres capuchinas;  su  construcción  y  adorno  en  la  insigne  ciudad  de  Méxi- 
co.—Madrid,  1728. 

Pérez  Salazar   Francisco. — La  Pintura  en  Puebla. — México,   1923. 

Pimentel  Francisco. — Historia  crítica  de  la  poesía  en  México. — Méxi- 
co, 1892. 

Ponce  de  León  Joseph  Antonio  Eugenio. — La  azucena  entre  espinas  re- 
presentada en  la  vida  y  virtudes  de  la  Ven.  Madre  Luisa  de  Santa  Catarina, 
definidora  de  su  convento  de  Santa  Catarina  de  Sena  de  Valladolid  de  Mi- 
choacán. — México,  1756. 

Prince  L.  Bradford. — Histórical  Sketches  of  New  México. — Kansas  Ci- 
ty, 1883. 

Quiroga  Domingo  de. — Compendio  breve  de  la  vida  y  virtudes  de  la 
Ven.  Francisca  de   San  Joseph. — México,  1729. 

Quixano  Zavala  Manuel. — La  venerable  Congregación  del  Oratorio  de 
San  Felipe  Neri  de  la  villa  de  San  Miguel  el  Grande  expone  los  motivos  con 
que  ha  resistido  ser  visitada  en  cuanto  tal,  y  en  cuanto  Casa  de  estudios;  y 


BIBUOGRAFIA  GENERAL  15 

para  no  separar  de  sus  deliberaciones  al  P.  Dr.  Juan  B.  Díaz  de  Gamarra, 

—México,  1782. 

Ramírez  Aparicio  Manuel. — Los  Conventos  suprimidos  en  México. — Mé- 
xico, 1883. 

Reglas  y  Ordenaciones  de  las  Religiosas  de  la  Limpia  e  Inmaculada  Con- 
cepción.— México,  1758. 

Relaciones  de  todas  las  cosas  que  en  el  Nuevo  México  se  han  visto  y  sa- 
bido, así  por  mar  como  por  tierra,  desde  el  año  de   1538  hasta  el  de  1626. 

Relación  histórica  de  la  fundación  de  este  convento  de  Nuestra  Señora 
del  Pilar,  Compañía  de  María,  vulgarmente  llamada  la  Enseñanza  en  esta 
ciudad  de  México  y  compendio  de  la  vida  y  virtudes  de  N.  M.  R.  M.  María 
Ignacia  Azlor  y  Echervez,  su  fundadora  y  patrona. — México,   1793. 

Revilla  Manuel  G.— El  Arte  en  México.— 1923. 

Revilla  Manuel  G. — El  arte  en  México  en  la  época  antigua  y  durante  el 
gobierno  virreinal. — México,  1893. 

Ríos  Arce  Francisco  R. — Puebla  de  los  Angeles  y  la  Orden  Dominicana. 
—Puebla,  1910. 

Riu  y  Cabanas  Ramón. — Piezas  Inéditas  del  Concilio  IV  Provincial  Me- 
xicano.— México,  1903. 

Rivadeneyra  Joaquín  Antonio. — Manual,  compendio  del  Regio  Patrona- 
to.— Madrid,  1755. 

Rivera  Manuel. — Los  Gobernantes  de  México. — México,  1873. 

Robles  Antonio. — Diario  de  Sucesos  Notables. — México,  1853. 

Sánchez  Daniel. — El  V.  P.  Fr.  Antonio  Margil  de  Jesús. — Guate- 
mala, 1917. 

Sánchez  de  Castro  Joseph  Jerónimo. — Vida  de  la  Ven.  Madre  Sor  An- 
tonia de  la  Madre  de  Dios,  agustina  recoleta  y  fundadora  en  el  convento  de 
Santa  Mónica  de  Puebla. — México,  1747. 

Saravia  Atanasio  G. — Los  misioneros  muertos  (mártires)  en  el  Norte 
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Sedaño   Francisco. — Noticias  de   México. — México,   1880. 

Soto  Mayor  Francisco. — Historia  del  Colegio  Apostólico  de  Nuestra  Se- 
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Solórzano  Pereira  Joannes  de. — Disputatio  de  Indiarum  jure,  sive  de 
justa  Indiarum  Occidentalium  inquisitione,  acquisitione  et  retentione  tribus 
libris  comprehensa. — Matriti,  1629. 

Sosa  Francisco. — El  episcopado  mexicano.  Galería  biográfica  ilustrada 
de  los  ilustrísimos  señores  arzobispos  de  México,  desde  la  época  colonial  hasta 
nuestros  días. — México,  1877. 

Sonora  Marqués  de. — Las  Misiones  de  Sonora  y  Arizona. — México,  1913- 
1922. 

Torres  Miguel  de. — Vida  y  muerte  de  la  Madre  Bárbara  Josefa  de  San 


16  bibliografía  general 

Francisco,  religiosa  del  convento  de  la  Santísima  Trinidad  de  Puebla  de  los 
Angeles. — México,   1725. 

Ulloa   Antonio. — Noticias   Americanas. — Madrid,    1772. 

Valdés  Eugenio. — Vida  admirable  y  penitente  de  la  Ven.  Madre  Sor  Se- 
bastiana  Josepha    de    la    Santísima    Trinidad. — México,    1765. 

Valverde  Téllez  Emeterio. — Apuntaciones  históricas  sobre  la  filosofía  en 
México. — México,   1896. 

Valverde   Téllez. — Bibliografía   filosófica   mexicana. — México,    1907. 

Vanegas  Miguel. — El  Apóstol  Mariano  representado  en  la  vida  del  Ve- 
nerable P.  Juan  María  de  Salvatierra. — México,  1754. 

Vanegas   IMiguel. — Noticia   de   California   y   de   su   conquista   temporal   y 
espiritual  hasta   el   tiempo   presente. — Madrid,   1757. 

Vera    Fortino   H. — Contestación    Histórico-Crítica,    etc. — Querétaro,    1892. 

Vctancurt   Agustín. — Menologio  Franciscano. — México,   1871. 

Viaje   de   indios   y  diario   del   Nuevo   México,  escrito   por   el  R.    P.   Juan 
Agustín  de  Morfi. 

Vidal  José. — Vida  ejemplar,  muerte  santa  y  regocijada  del  angelical  her- 
mano Miguel  de  Omana,  de  la  Compañía  de  Jesús. — México,  1682. 

Vilaplana    Hermenegildo. — Vida    portentosa    del    americano    septentrional 
apóstol  el  Ven.  Fr.  Antonio  Margil  de  Jesús. — México,  1763. 

Villagrá  Gaspar  de. — Historia  de  la  Nueva  México. — Alcalá,  1610. 

Zarandona   Antonio,    S.   J. — Historia    de    la   extinción   y   restablecimiento 
de  la  Compañía  de  Jesús.  Madrid,  1890. 


PARTE  PRIMERA 


INSTITUCIONES  Y  LABOR 

DE  LA 

IGLESIA  ORGANIZADA 


CAPITULO  PRIMERO 

NUESTEA  MADRE  SANTÍSIMA  DE  GUADALUPE 


Orientaciones  históricas. — Extensión  del  culto  sobre  toda  la  nación. — 
Diferentes  ermitas  y  santuarios. — La  villa  de  Guadalupe.— El  cerrito  y  el 
Pocito. — Santuarios  de  Nuestra  Madre  en  provincias. — Sobre  los  milagros. — 
Informaciones  de  1666. — Cartas  de  la  reina  doña  Ana  de  Austria. — El  patro- 
nato de  la  ciudad  y  de  la  nación. — El  caballero  Botturini. — La  Colegiata. 


bibliografía  especial 

AMOBT    EUSEBIO. — De    Bwelationibus    et    Apparitionibus. — Venecia,    1750. 

AIíTICOL,!,   ESTEBAN. — Historia   de   la   Aparición   de   la   Santísima  Virgen    de   Gua- 
dalnpe. — México,   1897. 

COLECCIÓN. — Colección    de   Obras   y    Opúscnlos   pertenecientes   a  la  Milagrrosa   Apa- 
rición   de   la   Bellísima    Imagen    de    Ntra.    Señora   de   Guadalupe. 

FERNANDEZ   DE    URIBE,   J.    PATRICIO.— Sermón    de   Ntra.    Señora   de   Goadalape 
de  Bléxicc— México,   1801. 

FLORENCIA,    FRANCISCO.— EstreUa    del   Norte    de    México.— Madrid,    1785. 

MONTUFAR    AXONSO. — Información    que    mandó    practicar   con    motivo    de   un    Ser- 
raón,   etc. — México,    1891. 

TERA  FORTINO   H.— Contestación   Histórico-Crítica,   etc.— Querétaro   1892. 

\TEBA,     ORTINO     H. — Informaciones     sobre     la    Milagrosa     Aparición. — Amecameca, 
1888. 


20         INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

^.ONIENDO  las  cosas  en  su  debido  punto  histórico  y  en  su 
debido  punto  teológico,  debemos  comenzar  este  capítulo 
asentando  claramente  que  la  Virgen  de  Guadalupe  y  la 
devoción  hacia  Ella  de  todo  el  pueblo  mexicano,  no  son, 
como  alguien  ha  dicho,  el  alma  de  la  Iglesia  Mexicana,  si  con 
ello  quieren  dar  a  entender  que  sin  esa  imagen  venerada  no  sub- 
sistiría nuestra  fe;  y  que  la  material  desaparición  de  tan  preciosa 
reliquia  determinaría  la  ruina  irreparable  de  la  labor  católica  en 
nuestra  Patria.  No  hay  ni  verdad,  ni  utilidad  en  tales  afirmacio- 
nes: el  alma  de  la  Iglesia  aquí  como  en  cualquiera  parte  del  orbe, 
es  Jesucristo  Dios  y  Señor  nuestro,  in  quo  est  vita  et  resurrectio 
riostra. 

Quedando  la  Virgen  Santísima  en  su  amable  secundario  pues- 
to de  mediadora,  sí  podemos  afirmar  que  por  Ella  y  bajo  su  precio- 
so manto  quiere  Dios  que  se  conserve  la  fe  católica  en  México,  y 
que  su  devoción  venga  a  ser  como  el  sello  de  nuestro  carácter  re- 
ligioso así  reconocido  entre  los  fieles  todos  de  la  universal  cristian- 
dad. Por  algo  en  las  naciones  extranjeras,  cuando  se  quiere  ser 
cortés  con  un  mexicano  decente,  nada  resulta  tan  oportuno  como 
hablarse  y  preguntarle  sobre  la  Virgen  de  Guadalupe.  Por  algo 
también  atacan  a  la  Virgen  de  Guadalupe  los  que  quieren  quitar- 
nos el  carácter  nacional. 

Desde  que  en  1531  se  apareció  milagrosamente  en  el  Tepeyac 
hasta  nuestros  mismos  días,  no  hay  época  interesante,  ni  momento 
crítico  de  nuestra  historia,  que  no  se  vean  iluminados  por  los  re- 
flejos del  Tepeyac;  nuestros  gobiernos  desde  la  época  virreinal 
veían  vinculado  su  prestigio  y  popularidad  con  su  adhesión  a  la 
Virgen  de  Guadalupe,  así  como  por  el  contrario,  el  apartamiento 
de  ella  ha  sido  en  determinados  casos  la  inequívoca  señal  de  go- 
bernantes desprestigiados  e  inmorales. 


No  hay  base  histórica  para  suponer  que  los  primeros  años  a 
raíz  de  la  Aparición  se  haya  contraído  su  culto  ni  a  sola  la  raza  in- 
dígena, ni  a  sola  la  ciudad  de  México.  Pocos  textos  hay  tan  claros 
y  tan  contundentes  en  este  punto  como  el  que  en  otro  lugar  estam- 
pamos, el  de  fray  Diego  de  Santa  María,  en  su  carta  a  Carlos  V, 
focha  en  México  el  24  de  marzo  de  1575.  A  pesar  de  la  poca  afición 
que  este  fraile  tenía  a  dicha  devoción,  por  lo  que  ésta  restaba  de  li- 


C.  I.  NUESTRA  MADRE  SANTÍSIMA   DE  GUADALUPE  21 

mosnas  a  su  convento  de  Guadalupe  de  Extremadura,  tuvo  que  con- 
fesar que:  entre  la  gente  de  esta  tierra  (Nueva  España)  poco  me- 
nos que  todos,  dejaban  de  hacerle  alguna  manda  en  su  testamento 
a  Nuestra  Señora  de  Guadalupe  extramuros  de  la  ciudad  de  Méxi- 
co. Lo  cual,  añade,  se  prueba  por  las  cláusulas  de  los  testamentos 
que  se  han  hecho  y  hacen  de  aquel  tiempo  a  esta  parte  (1).  Dios 
había  querido  que  esta  devoción  fuese  nacional,  y  la  historia  nos  di- 
ce haberse  realizado  tan  bondadosos  designios. 

La  tempestad  que  en  1556  quiso  armar  fray  Francisco  de  Bus- 
tamante  contra  los  sentimientos  guadalupanos  de  las  masas,  pare- 
ce haber  servido  entonces  mismo,  para  darles  mayor  auge  y  publi- 
cidad ;  y  para  tiempos  posteriores  cuales  so'n  los  nuestros,  nos  dejó 
una  prueba  más  de  que  el  pueblo  todo  a  quien  él  se  oponía,  creía 
verdaderamente  en  la  Aparición  y  en  la  intervención  sobrenatu- 
ral para  que  en  la  tilma  quedase  estampada  la  imagen;  pues  como 
es  bien  notorio,  Bustamante  combatía  con  el  argumento  de  que  la 
había  pintado  el  indio  Marcos.  A  nada  vendría  tal  afirmación  (por 
otra  parte  falsa)  si  solamente  se  tratase  de  impugnar  una  devo- 
ción :  para  quitar  la  devoción  a  una  imagen,  no  es  razón  de  peso  el 
que  haya  salido  de  pincel  humano,  cualquiera  que  sea.  Traía  Bus- 
tamante a  colación  el  referido  aserto,  porque  lo  que  pretendía  ata- 
car era  la  creencia  universal  en  que  la  devoción  se  fundaba,  o  sea 
la  de  la  intervención  sobrenatural  de  Dios  en  la  pintura  de  la  Vir- 
gen del  Tepeyac. 

Desde  aquella  época  principalmente,  la  devoción  del  pueblo 
mexicano  ha  ido  siempre  en  crecimiento. 

Describirla  es  el  tema  de  este  capítulo.  Muchos  de  nuestros 
lectores  se  han  maravillado  del  silencio  que  sobre  tema  tan  propio 
de  esta  obra  hemos  guardado  en  los  dos  tomos  antecedentes  de 
esta  historia.  Obedecía  tan  sólo  a  conveniencias  de  método,  las 
mismas  que  ahora  nos  llaman  a  reunir,  haciendo  centro  en  nues- 
tro siglo  XVIII,  los  elementos  todos  de  la  segunda  etapa  de  nues- 
tra historia  guadalupana. 

Incluímos  aquí  breves  noticias  sobre  su  templo  patronal  en 
el  Tepeyac,  los  rasgos  más  salientes  de  su  culto,  la  labor  de  la  Igle- 
sia y  de  egregios  literatos  en  torno  a  la  devoción  nacional,  que  se 


(1)     Véase  tomo  II  apéndices  8-10. 


22        INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

corona  con  la  oficial  y  solemnísima  jura  del  Patronato  y  la  canó- 
nica erección  de  la  Colegiata  de  Guadalupe. 

La  primera  morada  de  la  imagen  de  Guadalupe  (retrocedien- 
do por  unos  momentos  a  su  origen)  fué  la  casa  de  fray  Juan  de 
Zumárraga  en  la  esquina  que  mira  a  sur  y  oriente,  de  la  calle  de 
la  Moneda  y  cerrada  de  Santa  Teresa.  Ahí  estuvo  hasta  el  26  de 
diciembre  del  mismo  año  1531  en  que  fué  por  primera  vez  trasla- 
dada a  una  ermita  provisional  al  pie  del  Tepeyac.  En  este  punto 
coinciden  abonados  testigos  de  la  información  practicada  en  1666. 

La  ermita  o  enramada  fué  tan  provisional,  que  al  poco  tiempo 
la  sagrada  imagen  estaba  ya  de  vuelta  en  la  catedral,  colocada  sobre 
la  puerta  mayor :  el  mejor  sitio  donde  pudo  dejarla  D.  Fr.  Juan  de 
Zumárraga,  dada  la  prisa  que  tenía  de  irse  a  Europa.  A  su  regre- 
so, 1533,  con  procesión  o  sin  ella  (que  no  es  cosa  bien  aclarada), 
pasó  la  imagen,  para  quedarse  ya,  a  una  ermita  que  según  los  tes- 
tigos de  la  información  "era  de  adobe  sin  género  de  cal  y  canto,  y 
que  tendría  un  estadio  de  alto;"  y  todos  convienen  en  que  "era 
muy  chica  y  angosta."  Llamemos  a  ésta  la  primera  ermita.  De 
ella  aún  quedaban  paredes  viejas  en  tiempo  de  Lasso  de  la  Vega 
a  mediados  del  siglo  XVIL 

No  dejaremos  de  consignar  aquí  que  el  señor  Zumárraga,  jun- 
tamente con  Hernán  Cortés,  salió  a  pedir  limosna  por  las  calles  de 
México  para  la  construcción,  no  sabemos  si  de  esta  primera  o  de 
la  segunda  ermita.  Y  no  se  crea  que  confundimos  esta  piadosa 
acción  emprendida  en  mancomún  por  el  santo  prelado  y  el  noble 
conquistdor,  con  otro  acto  semejante  por  ellos  mismos  ejecutado 
para  dar  comienzo  a  la  primera  catedral.  Este  dato  lo  leímos  per- 
sonalmente en  un  documento  oficial  enviado  desde  Nueva  España 
al  Rey,  o  al  Consejo  de  Indias;  aunque  ciertamente  muy  posterior 
a  los  hechos  narrados,  con  ocasión  de  pedirse  alguna  concesión  o 
privilegio  para  la  devoción  a  la  Virgen  de  Guadalupe  (2). 

Con  tal  colecta,  o  con  parte  de  ella,  debió  hacerse  la  segunda 
ermita  que  estuvo  en  uso  desde  los  tiempos  de  Zumárraga  hasta 
1600,  y  ésta  fué  según  se  dice  la  sacristía  del  actual  templo  pa- 
rroquial de  Guadalupe.  Que  esta  sacristía  no  fué  la  primera  ermi- 
ta, se  prueba  por  no  convenirle  las  señas  de  ser  de  adobe,  y  de  un 


(2)     Este  escrito  lo  leímos  en  el  Archivo  de  Sevilla  en  1911.  Perdimos 
la  signatura  y  no  hemos  vuelt»»  a  encontrarla. 


C.  I.  NUESTRA  MADRE  SANTÍSIMA  DE  GUADALUPE  23 

estadio.  Añádese  con  mayor  o  menor  fundamento,  que  la  pieza 
contigua  que  ahora  sirve  de  bautisterio,  fué  la  habitación  de  Juan 
Diego;  y  así  reza  una  inscripción  al  parecer  del  siglo  XVII,  que 
aún  se  ve  en  un  muro  de  la  habitación  referida. 

La  tercera  ermita  ocupó  parte  del  terreno  donde  se  encuentra 
la  actual  basílica.  Dedicóla  en  1622  D.  Juan  Pérez  de  la  Serna,  y 
se  dice  que  el  costo  de  ella  fué  de  cincuenta  mil  pesos.  Esta  noti- 
cia se  nos  hace  increíble:  con  50  mil  pesos  entonces  se  hacía  mu- 
cho más  que  lo  que  de  hecho  llegó  a  ser  esta  tercera  ermita,  si  he- 
mos de  dar  fe  a  las  pinturas  de  su  época ;  a  no  ser  que  hubiese  con- 
tinuado la  malversación  de  fondos  de  que  ya  se  había  acusado  a  al- 
gunos mayordomos,  relacionados  con  las  primeras  ermitas.  He  aquí 
cómo  describe  el  bachiller  Miguel  Sánchez  la  que  él  llama  segunda 
y  nosotros  tercera  ermita :  "se  plantó,  dice,  poco  distante  de  la  pri- 
mera, teniendo  al  monte  por  respaldo.  Es  de  bastante  capacidad  y 
de  muy  hermosa  arquitectura,  con  dos  puertas,  una  al  Poniente, 
con  su  plaza  real  que  remata  en  el  camino ;  otra  a  la  parte  del  Medio 
día  que  mira  a  México,  con  dos  hermosas. torres  que  le  acompañan; 
el  techo  es  de  artesón,  obra  curiosa  y  costosa,  de  más  esmero  en  la 
capilla  mayor,  que  toda  es  una  pina  de  oro,  donde  están  pendientes 
más  de  sesenta  lámparas  de  plata  grandes  y  pequeñas.  El  altar  ma- 
yor a  la  parte  del  Norte  tiene  su  retablo  de  tres  cuerpos,  en  la  es- 
cultura, de  todo  arte  y  en  lo  dorado,  de  todo  primor.  Ocupa  el  me- 
dio la  milagrosa  Imagen  de  la  Santísima  Virgen  en  un  taber- 
náculo precioso  de  plata,  labrado  tan  primorosamente  que  vence  la 
obra  a  la  materia,  cuya  puerta  es  de  espejos  cristalinos,  y  dos  es- 
pejos solos  cogen  la  Imagen  desde  los  pies  a  la  cabeza.  Este  ta- 
bernáculo lo  dedicó  y  consagró  el  Excmo.  Señor  D.  García  Sarmien- 
to de  Sotomayor  y  Luna,  conde  de  Salvatierra,  siendo  Virrey  de 
esta  Nueva  España." 

Cuanto  más  crecía  la  devoción,  más  pequeño  iba  pareciendo 
el  santuario;  y  así  todos  suspiraban  por  la  construcción  de  un 
gran  edificio  que  había  de  ser  en  el  mismo  lugar  que  ocupaba  la 
tercera  ermita,  por  alguna  idea  que  se  tenía,  no  sabemos  con  qué 
fundamento,  de  que  precisamente  en  ese  punto  había  sido  la  últi- 
ma aparición.  Es  lástima  por  cierto,  que  por  este  o  por  otros  mo- 
tivos se  hubiese  derribado  esa  joya  de  arte  y  de  tradición  que  aca- 
ba de  describimos  el  eruditismo  bachiller  Sánchez. 

Derribado  que  fué,  el  edificio  en  1692  y  depositada  entre  tan- 


24         INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

to  la  Imagen  en  la  iglesia  de  los  indios,  hoy  parroquia,  fué  puesta 
la  primera  piedra  del  gran  templo  actual,  el  26  de  marzo  de  1695 
por  el  insigne  arzobispo  D.  Francisco  Aguiar  y  Seijas.  Trabajóse 
con  gran  rapidez  relativamente  a  lo  que  por  aquel  tiempo  se  acos- 
tumbraba, puesto  que  pudo  dedicarse  en  1709. 

Para  no  detenernos  en  la  descripción  de  este  templo  cuyas  lí- 
neas generales  son  tan  bien  conocidas  por  todos  los  mexicanos;  y 
de  todas  maneras  están  mejor  descritas  por  el  fotograbado,  que 
por  nuestra  pluma,  pasaremos  a  dar  noticia  del  primer  núcleo  de 
los  tesoros  y  joyeles  de  nuestro  Templo  Nacional.  Obra  del  monje 
benedictino  Fr.  Antonio  de  Jura,  fué  el  tabernáculo  de  plata  do- 
rada a  fuego  en  el  que  entraron  tres  mil  doscientos  cincuenta  y 
siete  marcos  de  plata,  ocupando  el  centro  el  marco  de  la  imagen, 
todo  él  de  oro  de  veintitrés  quilates  con  un  peso  de  cuatro  mil  mar- 
cos castellanos.  La  plata  labrada  para  el  servicio  del  altar  ascen- 
día a  trece  mil  setecientos  siete  marcos  de  plata.  Había  también 
desde  el  tiempo  del  gran  bienhechor  Villaseca  una  estatua  de  plata 
maciza,  del  tamaño  natural,  que  se  estrenó  en  1566  con  presencia 
del  arzobispo  Montúfar,  celebrándose  con  un  opíparo  banquete  a 
expensas  del  donante.  Había  además  gran  copia  de  custodias,  cá- 
lices y  otros  vasos  sagrados  ornados  con  rica  pedrería.  Dos  de  los 
candiles  eran  de  oro,  con  peso  de  dos  mil  doscientos  trece  caste- 
llanos, y  una  de  las  lámparas  pesaba  setecientos  cincuenta  mar- 
cos de  plata. 

Todas  estas  riquezas  eran  muy  inferiores  para  representar  en 
extensión  y  en  intensidad  la  devoción  del  pueblo  mexicano  hacia 
su  Reina  y  Patrona.  Ella  fué  por  de  pronto  la  que  formó  el  pueblo 
y  después  Villa  de  Guadalupe  o  Tepeyac  que  los  españoles  lla- 
maron Tepeaquilla  y  que  había  quedado  disperso  y  desbaratado 
desde  que  Gonzalo  de  Sandoval  fijó  allí  sus  reales  o  campamento 
en  1520.  Después  de  la  conquista,  ni  el  terreno  salitroso  y  malo, 
ni  la  configuración  del  suelo,  tenían  atractivo  para  volver  a  con- 
gregar a  los  antiguos  habitantes,  mas  no  bien  apareció  la  Virgen, 
los  indios,  mayormente  los  de  Cuautitlán  encontraron  un  atracti- 
vo irresistible,  como  puede  verse  en  las  ya  citadas  informaciones. 
Y  a  tal  grado  creció  allí  la  población  indígena,  que  de  Tepeaquilla 
pudo  decir  en  1575  D.  Francisco  Cervantes  de  Salazar  que  era  una 
"gran  ciudad  de  indios." 

En  1625  los  vecinos  llegaban  a  cinco  mil,  y  ya  de  ambas  razas: 


C.  I.  NUESTRA  MADRE  SANTÍSIMA  DE  GUADALUPE 


25 


indios  y  españoles.  Animada  la  población  por  el  concurso  de  innu- 
merables peregrinos  unida  ya  a  México  por  magnífica  carretera 
construida  en  1604  bajo  la  dirección  de  Fr.  Juan  de  Torquemada, 
el  historiador;  el  pueblo  de  Guadalupe  que  con  tal  nombre  empezó 
a  designarse  oficialmente  desde  1563  aspiró  a  fines  del  siglo  XVIII 
al  título  de  Villa,  que  a  pesar  de  los  celos  de  su  vecina  y  cabecera, 
Santiago  Tlaltelolco,  fué  por  fin  otorgado  por  el  buen  rey  Fernan- 
do VI  a  los  28  días  de  diciembre  del  año  de  1743. 


Tercera  ermita  y  contornos,  S.  XVII. 

Desde  entonces  con  cierta  familiaridad  y  cariño  todos  los  me- 
xicanos llamamos  a  esa  población  sin  más  aditamentos,  la  Villa, 
palabra  que  tanto  encierra  para  nosotros  de  recuerdos  y  tradicio- 
nes. Posteriormente  fué  declarada  ciudad;  pero  nos  es  más  sim- 
pático seguirle  llamando  "la  Villa." 

No  omitiremos  el  dar  noticia  de  otras  dos  importantes  capillas 
que  son  como  complemento  del  santuario ;  y  ciertamente  comple- 
mento de  toda  peregrinación  o  piadosa  visita  a  la  INIadre  de  los  me- 
xicanos. Es  la  primera  de  estas  capillas,  la  del  Cerrito  edificada  en 
1660  por  un  vecino  del  lugar,  D.  Cristóbal  de  Aguirre.  Además  de 
la  veneración  que  inspira  recordando  una  de  las  apariciones,  tiene 
la  capilla  del  Cerrito  para  muchos  una  tierna  simpatía  de  dolor  y 
amor,  como  que  a  su  sombra  descansan  las  cenizas  de  nuestros  pa- 
dres. 

Del  siglo  XVIII  son  la  rampa  y  la  escalinata  que  a  derecha  e 
izquierda  respectivamente,  suben  desde  la  base  del  cerrito;  y  de 
ese  mismo  siglo  era  también,  forjada  en  piedra,  una  barca  con  su 


26         INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

mástil  y  sus  velas  desplegadas,  exvoto  de  ciertos  náufragos  por 
intercesión  de  la  Virgen  librados. 

También  es  típica  y  devotísima  la  capilla  del  Pocito  junto  a 
la  base,  y  al  oriente  de  la  montañuela.  En  su  centro  hay  un  ma- 
nantial de  aguas  minerales  y  medicinales  que  el  pueblo  bebe  enco- 
mendándose con  gran  fe  a  la  Santísima  Virgen,  y  donde  se  han  se- 
guido no  pocas  curaciones.  El  edificio  actual  comenzado  en  1777,  se 
debe  a  la  abnegación  y  constancia  del  clásico  colector  de  limosnas 

D.  Calixto  González  Abencerraje.    Fué  su 
felicísimo  arquitecto  D.  Francisco  Guerre- 
ro y  Torres  cuyo  nombre  es  de  justicia  que 
.;     ,  figure  en  primera  línea  entre  los  arquitec- 

tos mexicanos  e  intérpretes  del  arte  na- 
cional. 

Tales  son  los  elementos  integrantes  de 
la  Villa ;  del  corazón  de  México ;  elementos 
que  ojalá  pudiesen  estar  muy  apartados  de 
las  mal  delineadas  calles  y  multitud  de  su- 
cios edificios  que  se  han  ido  apelmazando 
(sin  orden  ni  concierto,  tan  en  desacuerdo 
con  el  sagrado  tesoro  que  ahí  guarda- 
mos. 

Fuera  de  la  Capital,  levantáronse  tam- 
bién desde  el  siglo  XVII  ermitas  y  aun 
grandiosos  templos  en  honor  de  la  Santísi- 
ma Virgen  de  Guadalupe,  siendo  uno  de  los 

Don    Calixto    González  •        •        i  i  /^  '¡^  ^  ¡_' 

Abencerraje.  principales  el  quc  CU  Qucrctaro  levanto  a 

sus  expensas  D.  Juan  de  Caballero  y  Osio, 
edificio  que  se  comenzó  en  1675  y  se  concluyó  a  fines  de  abril 
de  1680.  Está  desde  entonces  hasta  nuestros  días  a  cargo  de  la 
benemérita  Congregación  de  Presbíteros  seculares  de  que  pos- 
teriormente habremos  de  ocuparnos,  no  sin  dejar  aquí  estam- 
padas las  consoladoras  cláusulas  con  que  la  Reina  Madre,  Do- 
ña María  Ana  de  Austria,  concedió  el  permiso  de  fundación,  y 
son  como  sigue:  "En  la  Ciudad  de  Querétaro  hay  una  Congre- 
gación de  todos  los  clérigos  y  de  muchos  vecinos  de  ella,  dedi- 
cada al  culto  de  Nuestra  Señora  de  Guadalupe,  consuelo  y  devoción 
universal  de  aquellas  provincias;  la  cual  desea  fabricar  una  iglesia 
donde  colocar  esta  Santa  Imagen.  Y  por  no  reconocer  inconvenien- 


C.  I.  NUESTRA  MADRE  SANTÍSIMA  DE  GUADALUPE  27 

te  en  ello  y  ser  la  Ciudad  de  Querétaro  la  tercera  de  aquel  reino  en 
lo  populosa,  sin  que  haya  yiinguiia  ciudad  en  que  no  tenga  capilla 
especial  Nuestra  Señora  de  Guadalupe . . .  por  la  presente  con- 
cedo licencia  a  la  Congregación  de  Nuestra  Señora  de  Guadalupe 
sita  en  la  Ciudad  de  Querétaro,  para  que  pueda  fabricar  una  ca- 
pilla en  que  colocar  la  Santa  Imagen.  Fecha  en  Madrid  a  10  de 
Octubre  de  1671"  (3). 

No  obstante  ser  tan  principal  el  templo  guadalupano  de  Que- 
rétaro, por  esa  misma  real  cédula  que  acabamos  de  citar,  se  echa- 
rá de  ver  que  en  todas  las  ciudades,  por  lo  menos  las  populosas,  ha- 
bía ya  capilla  especial  de  Nuestra  Señora  de  Guadalupe.  Existía 
por  de  pronto  la  que  en  1663  había  ya  edificado  D.  Francisco  de 
Castro  en  San  Luis  Potosí,  cuya  interesante  historia  queda  ya  in- 
dicada anteriormente  (4). 

Elocuentes  como  eran  todas  estas  manifestaciones  de  culto  y 
sincera  devoción;  numerosas,  cada  vez  más,  las  peregrinaciones; 
cuantiosas,  aunque  no  sabemos  si  muy  bien  aprovechadas,  las  li- 
mosnas hechas  al  Santuario  Nacional;  aumentaba  todo  esto  y  se 
propagaba,  entre  otras  cosas  por  las  correspondencia  de  amor  y 
beneficios  otorgados  por  la  Santísima  Virgen  a  sus  devotos. 

Uno  de  tales  beneficios  muy  principal,  en  que  pocos  se  han  fi- 
jado, es  el  ser  la  Virgen  del  Tepeyac  uno  de  los  pocos  elementos 
que  tenemos  para  consolidar  nuestra  unidad  nacional.  Discordes 
como  estamos  por  causas  etnológicas,  políticas  y  sociales,  todavía 
la  inmensa  mayoría  de  la  Nación  se  reconoce  hermana  con  las  mis- 
mas tendencias  y  con  los  mismos  amores  cuando  los  peregrinos  de 
todos  los  Estados,  las  historias  de  todas  nuestras  casas  y  las  al- 
mas de  todo  mexicano  bien  nacido,  convergen  a  reconocer  por  su 
única  Reina,  a  la  Madre  bendita  del  Tepeyac. 

Respecto  a  los  milagros  por  la  Virgen  Santísima  obrados  en  ca- 
sos particulares,  debemos  hacer  constar  que  se  les  da  tal  nombre  so- 
lamente en  el  sentido  lato  y  tolerado  de  la  palabra  "milagro."  Los 
que  por  millares  se  cuelgan  en  las  paredes  del  santuario  en  iguritas 
de  cera,  plata  y  oro,  o  en  las  nacioTmlisimas  tablitas,  donde  la 
buena  voluntad  suele  correr  parejas  con  la  pésima  ejecución  ar- 
tística, son  por  regla  general  alusivas  a  favores  esp^^iales,  fundá- 


is)    Ced.  Lafragiia,  Puebla. 

(4)     Véease  tomo  III,  parte  primera  cap.  IV. 


28 


INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 


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[■,MAI>RE.DE  Dios  I>fi  GVXDAi.  V? -., 

',- /   ^  DE  Mtnco.  ■; '    ,      , 

-^  •:     *  CELEBRADA 

i<;>JEnfn  Hiftotia  ,cool2Profécu<it¡capicu!o¿o2tí<ii:i 
■?  •     Apocaüpíít.  Aticvocion  del 'JiduUei  Miguel 
SancbczPrrsbÍKto, 

DEDICADA 

.«  «rS».  J.í  Cc-r'rrs  i!  \t  nrí^i,  TtpiKn  de  h  Sau  Xslrfij  iUir». 
f  ■lí'U.lf  »caM,Cta<%titT,V!Oñfft ,  j y'tttthituíotttt  Ca». 


damente  atribuidos  a  la  intercesión  de  la  Madre  de  Dios.  Habrá 
sin  duda  entre  ellos  algunos  milagros  verdaderos;  pero  por  carecer 
de  las  necesarias  declaraciones  de  la  autoridad  eclesiástica,  no  es- 
tamos obligados  a  recibirlos  como  tales. 

Tampoco  nos  parece  conve- 
niente sacar  las  cosas  de  quicio 
para  que  a  la  fuerza  resulte  mi- 
lagro de  la  Virgen,  donde,  ha- 
i  blando  con  llaneza  y  sinceri- 
.  dad  histórica,  no  hubo  realmen- 
te milagro.  Tal  acontece  con 
ciertos  autores  antiguos  y  al- 
gún moderno,  al  tratar  de  la  fa- 
mosa inundación  de  la  ciudad 
de  México  el  año  de  1629,  en 
que  ciertamente  fué  traída  des- 
de su  santuario  la  Virgen  San- 
<  tísima  de  Guadalupe,  y  en  que 
ciertamente  pudo  haber  hecho 
el  milagro;  pero  de  hecho  no 
tuvo  a  bien  hacerlo ;  entre  otras 
razones  (nos  repetimos)  para 
dar  a  los  mexicanos  una  lección 
de  que  no  hay  que  esperar,  ni 
aun  siquiera  pedir  milagros, 
cuando  no  se  quieren  poner  los  medios  y  causas  segundas  para  im- 
pedir el  mal  de  que  deseamos  ser  librados.  Después  de  traer  la 
Virgen  a  México,  confiesa  el  autor  aludido  "la  inundación  conti- 
nuaba, aumentábanse  los  estragos  así  en  la  vida  como  en  los  bienes, 
con  tales  (sic)  espantosas  proporciones,  que  con  fecha  16  de  Octubre 
el  arzobispo  escribió  a  España  haber  muerto  en  aquel  corto  tiempo 
de  mes  y  medio  más  de  treinta  mil  indios ;  y  de  veinte  mil  familias 
españolas  que  antes  de  la  inundación  había  en  México,  apenas  que- 
daban en  la  ciudad  cuatrocientas.  Como  consecuencia  necesaria  de 
estos  desastres,  sobrevino  la  peste,  ocasionada  de  la  humedad,  del 
hambre,  de  la  corrupción  de  cadáveres,  etc." 

Empezó  la  inundación  en  1629  y  ese  mismo  año  se  trajo  a  la 
Virgen  y  no  se  acabó  todo  sino  en  1634.  ¿En  dónde  está  el  milagro? 
se  preguntan  el  mismo  P.  Florencia  y  su  gran  reproductor  del  si- 


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C.  I.  NUESTRA  MADRE  SANTÍSIMA  DE  GUADALUPE 


29 


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t   t     DEMEXIGO 


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glo  XIX,  y  resuelven  muy  formalmente  que  el  milagro  consistió  en 
que  fuese  castigo  de  agua  en  vez  de  castigo  de  fuego  que  le  corres- 
pondía por  sus  pecados  a  la  ciudad  de  México ;  y  ésto  según  revela- 
ción que  tuvo  cierta  religiosa  o  criada  de  convento. 

Pasando  de  este  caso  a  la  tesis 
general,  toca  a  la  crítica  histórica, 
sana  y  cristiana  hacer  observar  que 
la  protección  de  Dios  y  de  sus  san- 
tos, las  más  de  las  veces  no  se  ha- 
ce por  medio  de  milagros ;  así  como 
también  que  protección  no  siempre 
significa  liberación  de  los  males 
temporales,  sino  paciencia  para  so- 
brellevarlos y  para  trocarlos  en 
nuestro  provecho  y  merecimiento; 
tal  fué  la  providencia  de  Dios  con 
sus  más  regalados  amigos,  con  sus 
mártires,  con  todos  sus  apóstoles  y 
con  su  misma  Madre  Santísima  . . . 


ELPlUNCIPiO.V  MILAGROSO  OklG;r 


■"S*». 


3  «¡11!:  tubo  el  Síotuitir,  de  la  Vi.-gcnMA  ru/.  N'-Sífioa  -^l 


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DE  GVADALVFE. 

Exrraauros:  En  h  .\pPARlClONaiJm¡r¿?'; ..  • 
SobcianaScñoo.ydefupiC'i',-"  1.1 '  ■    -  r. 


*í  ArCobii'K.»  u::. tvjvxiío 


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-í  de  fa  MAgeftad,  Virrey, Govcrnidov, 
Capitán  Genial  decíra  _ 
Efpaña,}'  Frcíidente <ic  ■  • 
Real  Aiídicnciádetilt 


CON-LlCftNCJA.' 


ÍO 


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El  pueblo,  y  todo  el  pueblo  me-   j*''/***^ 
xicano  era  entusiasta  devoto  de  la 

Virgen  aparecida.  La  Iglesia,  veía  con  gusto,  alentaba  y  sostenía 
tan  popular  devoción ;  empero  parte  oficial  con  su  solemne  liturgia, 
aún  no  había  tomado  hasta  1663. 

En  dicho  año  el  canónigo  D.  Francisco  de  Siles  lectoral  de 
la  metropolitana  de  México,  cuyos  méritos  en  virtud  y  letras  son 
ya  bien  conocidos  de  nuestros  lectores,  movido  del  vivísimo  deseo 
que  siempre  tuvo  de  promover  el  culto  de  la  prodigiosa  imagen  de 
Nuestra  Señora  de  Guadalupe,  propuso  al  limo,  señor  D.  Diego 
Osorio  de  Escobar  y  Llamas,  obispo  de  Puebla,  gobernador  del  ar- 
zobispado de  México  y  virrey  de  Nueva  España,  y  al  venerable  ca- 
bildo de  la  metropolitana,  el  plausible  proyecto  de  pedir  al  sumo 
pontífice  Alejandro  VII  el  insigne  beneficio  de  que  el  día  12  de  di- 
ciembre, en  que  se  hace  memoria  anual  de  la  Aparición  de  la  santa 
imagen,  fuese  día  de  precepto  en  todo  el  entonces  Reino  Mexicano ; 
y  que  en  ese  día  se  rezara  el  oficio  propio  en  memoria  de  im  hecho 


80         INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

tan  grandioso  y  tan  fausto  para  la  Nación  e  Iglesia  Mexicana.  Vi- 
nieron en  ello  el  arzobispo  virrey  y  el  cabildo;  pero  para  dar  más 
realce  y  eficacia  a  la  petición,  se  dispuso  que  no  sólo  el  cabildo  ecle- 
siástico, sino  también  el  ilustre  ayuntamiento  de  la  ciudad,  las  ór- 
denes religiosas  y  la  Real  Universidad,  firmasen  la  súplica  que  jun- 
to con  la  suya,  el  arzobispo  elevaría  a  la  Sede  Apostólica.  Toda  la 
ciudad  dio  vivas  muestras  de  satisfacción  y  gozo  al  imponerse  del 
proyecto;  y  en  un  mismo  cuaderaillo  se  registraron  las  instancias 
que  todas  las  religiones  y  colegios  de  la  ciudad  de  México  hacen  al 
pontífice  Alejandi-o  VII  para  que  apruebe  la  fiesta  de  María  Santí- 
sima de  Guadalupe.  Se  leen  trece  firmas  del  cabildo  metropolitano, 
diez  de  la  orden  de  Santo  Domingo,  dieciocho  de  la  de  San  Fran- 
cisco, once  diegninos,  doce  agustinos,  diez  carmelitas,  once  merce- 
darios  y  veintitrés  de  la  Compañía  de  Jesús;  entre  los  cuales  lee- 
mos ei  nombre  del  P.  Francisco  Florencia  y  el  del  P.  Baltasar  Gon- 
zález. De  la  Real  Universidad  de  México  lóense  los  nombres  de 
quince  catedráticos,  no  contando  los  religiosos  y  otros  dignatarios 
eclesiásticos  que  componían  el  claustro :  y  en  todo  fueron  ciento 
veintitrés  varones  sabios  que  atestiguaban  el  portento,  y  supli- 
caban por  la  gracia  de  la  concesión  apostólica. 

El  Procurador  de  Siles  en  Ro- 
^i^!^¿5MMf4íB.^¿i?^^t|  "^^  respondió,  "que  aunque  se  ha- 
4Í  ,  h^-^^^^^'tíy-i  T-T-^^'"  ^^^^  presentado  dichas  cartas  y 
CiíE^E  EL  ÑOR  I  l^-Í¿  papeles  ante  Su  santidad,  y  vísto- 
Jy  DE  MEXIGO,  ;í>  se  en  la  Congregación  de  Ritos; 

,"!¿'lNÍ;JwIt'^í<!ÍL«.^l/Lo,;:j^^  por  no  ir  testificados  de  la  mane- 


«1 


4riinc¿cl<>iyjíO,y  dífuCumliicnfuCiliObilpil;  '¿Í^ 


3v"*";^:::i^;^íí¿;^Ct:;X^^  tes  casos  la  Congregación,  le  pa- 

35Eo;,Slr;aachM;;:;oúim.S!:d.K||  recia  que  lo  más  que  por  ahora 

S^se^of'^  ^'=  GUADALUPE  de  Mctico.  q.jc  icr'^  gg  podía  ospcrar,  era  un  Rescrip- 

•^»  apaiedoenl*  iTun):»  Je  Jijín  Diego.  "'*?•  .  .  j  i    '       i 

'n  coMPvsou  c<<'  to  Remisorial  que  contendría  las 

2^i       ^  •  .¿tuop,¡'<¿iw<irUs^'s.  ^    ^      ^^  preguntas  por  cuyo  tenor  se  exa- 

k  minasen  los  testigos  del  milagro 


«5-.  DKDICALA  Ip-  .   í>f 


•*¿  jíi.  ü.Cfrtmnciri'aíudiiu.M^triunKdc.-'  ''^j.   v  circunstancias  de  el ;  y  senaia- 


V         ;:ov-:naípropnis¿cU  Aparición  de  1^  seu  diputados  que  en  nombre  de 

«'  'lasantknr^se..  t^  g^    Santidad    hiciesen    plenaria 

2,;      co-  1  os  svi.tRroRiisr       í í«  infoiTnación  de  todo,  con  lo  cual 

*¿^  .  o     /'  .,,,  gg  pasaría  al  petitorio  de  dicha 

" ■ '  •  -    "'  gracia." 


C.  I.  NUESTRA  MADRE  SANTÍSIMA  DE  GUADALUPE  31 

De  este  párrafo  que  es  del  P.  Florencia,  y  de  todo  lo  que  se 
presenta  de  documentación  en  este  punto,  realmente  no  se  ha  po- 
dido inferir  sino  con  mucha  ligereza,  que  en  Roma  se  había  admi- 
tido la  introducción  de  la  causa,  ni  menos  aún  que  la  Congregación 
hubiese  mandado  cartas  remisoriales  para  proceder  a  la  instruc- 
ción del  proceso  en  nombre  de  Su  Santidad. 

Lo  que  verdaderamente  pasó,  es  que  sin  aguardar  a  que  se  de- 
signase la  comisión  pontificia,  se  instruyó  un  proceso  de  informa- 
ción en  la  seguridad  moral  de  que  podría  elevarse  en  su  tiempo  y 
con  ciertos  requisitos,  a  la  categoría  de  proceso  pontificio;  pero 
conste  en  honor  de  Siles,  que,  contra  todo  lo  que  dice  Florencia,  no 
"pi*esentó  el  Canónigo  a  los  jueces  comisarios,  enviado  de  la  Curia 
Romana,  el  interrogatorio  que  se  debía  observar  en  el  examen  de 
los  testigos."  Todo  lo  contrario  consta  en  el  proemio  de  las  men- 
cionadas informaciones  (o). 

Es  nuestra  humilde  opinión  que  si  las  informaciones  de  1666 
no  progresaron  ni  aun  siquiera  entraron  en  el  campo  oficial  de  la 
Sagrada  Congregación  de  Ritos,  fué  precisamente  i)orque  se  ade- 
lantaron, aunque  de  buena  fe,  los  canónigos  de  México  en  la  trami- 
tación legal  del  asunto.  Invistieron  a  Siles,  sin  ser  competentes  pa- 
ra ello,  de  un  cargo  que  había  de  venir  de  Roma  por  un  escrito 
de  la  Sagrada  Congregación. 

Atribuir  la  ineficacia  de  los  documentos  guadalupanos  ante  la 
corte  romana,  a  que  se  extravió  la  copia  de  ellos  en  manos  de  cier- 
to canónigo  de  Sevilla,  por  cuyo  medio  Siles  los  había  remitido  a  la 
Ciudad  Eterna,  nos  parece  una  disculpa  pueril  e  insuficiente;  pues 
el  mismo  Siles  mandó  otra  copia  a  Roma,  y  otra  tercera  fué  por  me- 
dio del  virrey  al  Consejo  de  Indias,  y  de  allí  a  la  Embajada  Espía- 
ñola  ante  el  Papa,  según  adelante  veremos.  Y  que  el  proceso  no  en- 
tró en  la  consideración  de  la  Sagrada  Congregación  es  cosa  cierta : 
consérvase  en  su  archivo,  minuciosamente  catalogados,  todos  los 
papeles  aun  de  mucha  menor  importancia  que  el  proceso  de  1666, 
y  de  éste  no  hay  ni  vestigio  (6). 


(5)  Véase,  Informaciones,  etc.,  página  sétima,  edición  de  1889. 

(6)  Con  increíbles  trabajos  y  gracias  a  la  especial  recomendación  del 
Excmo.  Señor  Cardenal  Vico,  y  a  la  solicitud  de  Monseñor  Verde,  logré  pe- 
netrar en  lo  más  interior  y  más  elevado  del  Vaticano,  allá  por  la  rampa  en 
caracol,  obra  del  Bramante,  al  Archivo  secretísimo  de  la  Congregación  de 
Ritos.  No  contentándome  con  los  catálogos,  vi  tomo  por  tomo,  los  que  su- 
puse que  podían  contener  algo  del  asunto;  mas  no  encontré  ni  un  solo  do- 


32  INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

Si  bien  es  ciei*to  que  el  proceso  infoi*matorio  de  1666  no  tuvo 
validez,  ni  por  ende  efecto  canónico;  no  por  eso  dejó  de  tener  gran 
valor  histórico. 

Visto  por  Siles  el  resultado  tan  poco  halagüeño  del  primer  cua- 
dernillo enviado  a  Roma  en  1663,  a  pesar  de  todas  las  firmas  que 
lo  calzaban  y  de  las  escrituras  y  narraciones  que  lo  acompañaban, 
expuso  al  cabildo  metropolitano  la  situación,  y  su  opinión  de  que  se 
entablase  información  jurídica  mientras  venían  las  remisoriales. 
El  cabildo  aceptó  la  idea  y  comisionó  para  su  desarrollo  a  cuatro 
hombres  ciertamente  de  valer:  el  deán  Poblete,  el  chantre  Cáma- 
ra y  los  sabios  capitulares  D.  Juan  de  la  Barreda  y  D.  Nicolás  del 
Puerto.  Quedó  pues  el  negocio  en  buenas  manos ;  entre  cuatro  per- 
sonas algo  más  sabias  y  fidedignas  que  los  cuatro  señores  antiapa- 
ricionistas,  tan  empeñosos  en  denigrar  y  ridiculizar  la  obra  de  los 
comisarios. 

Eligieron  éstos  al  mismo  Siles,  al  fiscal  eclesiástico  Zuricalday 
y  a  D.  Antonio  de  Gama,  clérigo  presbítero,  con  los  correspondien- 
tes oficiales,  para  la  apertura,  continuación  y  término  del  proceso. 

Veinte  fueron  los  testigos  examinados ;  entre  ellos  siete  indios 
y  un  mestizo  de  Cuautitlán,  pueblo  de  Juan  Diego,  donde,  como  era 
muy  natural,  se  esperaban  más  abundantes  y  más  seguras  tradi- 
ciones. Estas  infoiTnaciones  se  hicieron  con  todo  sosiego  desde  el 
día  7  hasta  el  22  de  enero  de  1666.  Pensar  que  estos  indios  eran 
ineptos  para  testificar,  es  completamente  gratuito.  Entonces  como 
ahora,  al  lado  de  indios  menos  capaces,  los  hay  también  muy  capa- 
ces por  su  sentido  común  y  por  su  conciencia,  de  testificar  y  de  ju- 
rar lo  que  testifican. 

Los  mismos  que  tratan  de  desvirtuar  estos  actos  no  se  atreven 
a  afirmar  que  hubo  perjurio  a  sabiendas,  ni  por  parte  de  estos  in- 
dios principales,  ni  menos  por  parte  de  los  egregios  eclesiásticos 
que  jurando  in  verbo  sace7'dotis  hubieran  pecado  muy  torpemente, 
celebrando  bajo  el  nombre  de  Dios  e  invocándole  por  testigo,  de  la 
burda  farsa  que  quieren  fingirse  los  antiaparicionistas. 

Los  otros  testigos,  examinados  eji  México,  ante  el  gravísimo 
jurado  de  los  cuatro  canónigos  primeramente  nombrados  fueron: 


cumento  que  a  él  se  refiriese.  Acompañáronme  y  me  ayudaron,  sirviéndome 
como  de  testigos,  el  P.  Joaquín  Echenique,  de  la  Compañía  de  Jesús,  y  el 
joven  Joaquín  Soto  Tbarra,  estudianto  de  filosofía  en  el  Colegio  Pío  Latino 
Americano.     Esto  fué  en  enero  de  1924. 


C.  I.  NUESTRA  MADRE  SANTÍSIMA  DE  GUADALUPE  83 

el  piadoso  y  erudito  presbítero,  licenciado  D.  Miguel  Sánchez,  fi- 
lipense,  de  sesenta  años  de  edad ;  Fr.  Pedi'o  de  Oyangueren,  domi- 
nico, de  ochenta  y  cinco  años;  Fr.  Antonio  de  Mendoza,  agustino, 
de  sesenta  y  siete;  Fr.  Juan  Herrera,  mercedario  de  setenta  y  uno; 
Fr.  Bartolomé  Tapia,  franciscano,  de  cincuenta  y  cinco ;  Fr.  Pedro 
de  San  Simón,  caniielita,  de  sesenta  y  cinco;  el  P.  Diego  de  Mon- 
roy,  prepósito  de  la  casa  profesa  de  la  Compañía  de  Jesús,  de  se- 
senta y  cinco;  Fr.  Juan  de  San  José,  provincial  de  los  dieguinos; 
Fr.  Pedro  de  San  Nicolás,  de  setenta  y  un  años,  de  la  orden  de  San 
Juan  de  Dios;  Fr.  Nicolás  Cerdán,  provincial  de  la  orden  de  San 
Hipólito  de  sesenta  y  uno. 

El  11  de  marzo  fueron  examinados  los  testigos  seculares,  el 
primero  D.  Miguel  de  Cuevas  y  Dávalos,  de  ochenta  y  un  años,  si- 
guiéndole D.  Diego  Cano  Moctezuma,  Caballero  de  Santiago,  de  se- 
senta y  un  años. 

La  conformidad,  en  lo  sustancial  dentro  de  la  variedad,  pero  no 
contradicción,  en  lo  accidental,  que  se  nota  en  las  diversas  informa- 
ciones, la  ingenuidad  y  sencillez  que  respiran,  les  dan  un  carácter 
de  documento  de  primer  orden  para  comprobar  y  confiíTnar  las  pri- 
mitivas historias  sobre  la  Aparición ;  y  es  señal  de  muy  mala  fe  en- 
tre los  críticos  del  bando  opuesto,  el  tratar  de  dar  a  estas  informa- 
ciones la  pretensión  de  pruebas  directas  de  la  Aparición.  No  hubo 
tal,  ni  se  pretendió,  sino  únicamente  buscar  una  prueba  indirecta  o 
sea  de  que  había  tradición  de  padres  a  hijos.  Los  hijos  eran  en  este 
caso  los  declarantes  sobre  el  primitivo  milagi^o  y  poitentoso  origen 
de  la  sagrada  imagen  que  sus  padres  presenciaron.  Tampoco  quie- 
re decir  que  porque  fueron  veinte  los  testigos,  no  había  en  la  Nueva 
España  más  que  veinte  que  pudiesen  dar  testimonio  de  la  existencia 
de  la  tradición,  sino  que  para  llenar  el  trámite  canónico  a  que  dicho 
proceso  se  encaminaba,  se  creyó  bastante  ese  limitado  número  que 
por  otra  parte  podía  y  debía  hacer  fe,  por  razón  de  su  calidad,  ante 
cualquier  tribunal  que  no  estuviese  dominado  por  el  prejuicio. 

Pero  como  ya  hemos  insinuado,  ni  las  solicitudes  del  canónigo 
Siles,  ni  las  actividades  del  P.  Florencia  enviado  a  Roma  dos  años 
después,  pudieron  rehacer  el  mal  comienzo  que  tuvo  por  falta  de 
protocolo  y  fórmulas  iniciales.  Y  como  no  volvieron  a  suplirse  és- 
tas, también  quedaron  sin  efecto  las  gestiones  que  dos  años  más 
tarde  hizo  la  poderosísima  reina  Doña  María  Ana  de  Austria,  se- 
gún se  desprende  de  dos  preciosos  documentos  que  descubrimos  en 


34  INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

el  Archivo  de  la  Embajada  Española  ante  la  Santa  Sede,  y  que  lee- 
rán nuestros  lectores  con  gran  consuelo.  El  uno  es  de  2  de  abril 
de  1670  y  dice  así: 

"Marqués  de  Astorga,  Primo,  del  Consejo  de  Estado,  Embaja- 
dor en  Roma :  Habiéndome  dado  cuenta  el  Marqués  de  Mancera  de 
la  singular  devoción  que  en  Nueva  España  tienen  los  habitadores 
de  aquel  Reyno  a  una  imagen  de  Nuestra  Señora  de  Guadalupe,  que 
según  noticias  bien  fundadas,  apareció  el  día  12  de  diciembre,  (re- 
cién conquistado  el  Reyno)  una  legua  distante  de  México.  Y  desean- 
do yo  que  para  la  celebridad  de  esta  devoción  se  conceda  una  festi- 
vidad particular  para  el  mismo  día  de  la  Aparición,  como  también 
la  aprobación  de  su  rezo  que  se  propondrá,  por  ser  para  un  fin  jus- 
to y  loable,  y  que  redundará  en  gran  consuelo  de  aquellos  fieles.  He 
querido  encargaros  (como  lo  hago)  que  luego  que  se  haya  exaltado 
Sumo  Pontífice,  interpongáis  en  mi  nombre  los  oficios  que  tuviereis 
necesario  a  fin  de  impetrar  las  dos  gracias  referidas,  obrando  en 
ello  muy  eficazmente.  Y  de  lo  que  resultare  me  daréis  cuenta.  De 
Madrid  a  2  de  Abril  de  1670.— YO  LA  REYNA.  (Secretario)  D. 
Pedro  de  Medrano." 

El  segundo  escrito,  dirigido  al  famoso  P.  Nithard  Embajador 
en  1672  de  la  Corte  Española  ante  la  Santidad  del  Papa  Clemente 
X  dice  así: 

"Muy  reverendo  en  Christo  (Cardenal)  Nithard,  mi  muy  caro 
y  muy  amado  amigo,  de  el  Consejo  de  Su  Majestad,  En  Roma  ad  in- 
terim :  el  Marqués  de  Mancera  Virrey  de  la  Nueva  España,  en  car- 
ta de  26  de  noviembre  del  año  pasado  de  1671,  me  ha  represen- 
tado la  pretensión  que  la  Iglesia  de  la  Ciudad  de  México,  y  algunos 
prelados  y  personas  de  aquel  Reyno  tienen  pendiente  en  esa  Corte 
Romana,  en  la  celebridad  y  oficio  de  Nuestra  Señora  de  Guadalupe, 
aparecida  después  de  conquistadas  aquellas  provincias,  y  de  haberse 
publicado  la  Doctrina  Evangélica.  Sobre  que  escribí  el  año  pasado 
de  670  al  Marqués  de  Astorga,  vuestro  antecesor  en  la  Embajada, 
para  que  en  mi  nombre  lo  suplicase  a  Su  Santidad,  por  la  universal 
devoción  a  que  exhorta  esta  santa  Imagen,  y  por  la  perfección  y 
maravillosa  incorruptibilidad  que  todos  dicen  sobrenatural,  y  por 
las  misericordias  que  experimentan  los  que  la  invocan,  vuelve  a 
hacer  instancias  el  Marqués  para  que  impetre  esta  gracia.  Y  ha- 
biéndose visto  en  el  Consejo  de  Indias  y  consultándoseme  sobre  ello, 
ha  parecido  rogaros  y  encargaros  como  lo  hago,  solicitéis  can  Su 


C.  I.  NUESTRA  MADRE  SANTÍSIMA  DE  GUADALUPE  35 

Beatitud,  tenga  por  bien  de  conceder  la  gracia  que  se  pide,  repitien- 
do las  instancias  que  hicimos  por  el  consuelo  que  causará  a  todos 
ios  habitantes.  De  Madnd  a  30  de  Junio  de  1672.— YO  LA  REY- 
NA."  (7). 

En  memoria  y  agradecimiento  al  ferviente  guadalupano,  D. 
fray  Tomás  de  Monterroso,  obispo  de  Oaxaca,  dejaremos  aquí  es- 
tampadas traduciéndolas  del  latín,  las  tiernas  palabras  que  el  10 
de  mayo  de  1667  escribía  a  Alejandro  VII  haciendo  causa  común 
con  el  cabildo  metropolitano :  "Toda  esta  Nueva  España  tiene  por 
cusa  certísima  que  en  un  lugar  llamado  Guadalupe,  se  apareció  la 
Virgen  María  a  un  indio  pobre ;  pero  lleno  de  fe  y  de  amor  de  Dios. 
Estamos  también  en  la  creeaicia  de  que  están  en  manos  de  Vuestra 
Santidad  las  infonnaciones,  así  como  las  súplicas  (que  son  de  casi 
tíjdos)  pidiendo  que  se  conceda  Oficio  propio  de  Santa  María  de 
Guadalupe. 

"Yo  vi  esta  Santísima  Imagen  de  Guadalupe  pintada  en  la  ca- 
pa del  pobre  indio ;  yo  vi  las  multitudes  de  ciudadanos  mexicanos  y 
de  otros  pueblos  que  concurren  a  visitar  el  Santuario  de  esta  Ima- 
gen, y  casi  en  todos  los  iniehlos  de  la  Nueva  España  hay  una  ima- 
gen de  la  Virgen  Santísima  de  Guadalupe,  por  todos  venerada. 

"Tal  vez  a  Vuestra  Santidad  está  resellado  el  instituir  esta 
festividad,  como  la  fiesta  de  Nuestra  Señora  de  Las  Nieves  fué  ins- 
tituida por  vuestro  antecesor,  Liberio.  Tal  vez  pudiera  parecer 
bien  a  Vuestra  Santidad  alguna  de  las  dos  oraciones  que  aquí  envío. 

"Sed  propicio,  Santísimo  Padre,  a  este  Nuevo  Mundo,  a  este 
nuevo  Reyno,  para  que  por  la  intercesión  de  esta  Imagen  se  con- 
viertan los  indios  de  la  idolatría ,  etc."  (8). 

* 
*       * 

Aunque  de  hecho  era  ya  la  Guadalupana  la  principal  patrona 
de  Nueva  España,  no  tuvo  este  título  oficial  sino  hasta  el  año  de 


(7)  Archivo  de  la  Embajada  Española.     Legajo  116  fols.  44  y  67. 

(8)  Las  oraciones  propuestas  por  el  Señor  Monterroso  son  las  siguientes: 
"Omnipotens  Deus,  qui  Sacratissimam  Virginem  Mariam  in  Matrem  miseri- 
cordiae  et  auxilium  peccatoris  praeelegisti;  concede  ut  per  imaginem  Vir- 
ginis  Mariae  de  Guadalupe,  ab  ipsa  Virgine  in  pallio  pauperis  Indii  depictam, 
nos  misen,  eius  intercessione  apud  te  misericordiam  consequamur." 

El  otro  modelo  de  oración  es  el  siguiente: 

Deus,  qui   ad  auxilium  indorum   Novae  Hispaniae  Virginem   Mariam   ad 


36  INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

1746.  Diez  años  antes,  la  terrible  peste  llamada  Matlatzahuatl  se 
extendió  rápidameaite  por  toda  la  ciudad  de  México,  hiriendo  esta 
vez  no  solo  a  los  indios,  sino  también  a  los  españoles.  Por  millares 
caían  los  enfermos  diariamente,  y  por  centenares  morían. 

Aterrorizado  el  vecindario  por  los  crecientes  estragos  de  la 
peste,  volvió  los  ojos  como  era  natural  a  la  Virgen  Santísima  de 
Guadalupe,  nombrándola  su  patrona.  Dícese  que  reunido  el  cabildo 
de  la  ciudad  de  México  el  día  11  de  febrero  de  1737,  se  preguntaban 
los  regidores  llenos  de  desaliento  y  tristeza:  ¿Cómo  es  que  la  San- 
tísima Virgen  invocada  en  su  imagen  había  acudido  a  los  ruegos  de 
sus  devotos,  y  ahora  no  se  apiadaba  de  la  ciudad  tan  terriblemente 
contagiada?  A  ésto  contestó  uno  de  ellos  "Señores,  no  hay  más 
remedio  que  el  que  se  propuso  el  mes  pasado,  jurar  por  Patrona 
principal  de  la  ciudad  a  la  Santísima  Virgen  en  su  prodigiosa  Ima- 
gen." La  respuesta  superó  a  la  demanda,  pues  se  acordó  por  la  res- 
petable corporación  jurar  a  la  Santísima  Virgen  por  patrona,  no 
sólo  en  la  ciudad  de  México,  sino  de  toda  la  Nueva  España,  nom- 
brando sus  diputados  para  conseguirlo  de  los  demás  ayuntamientos, 
a  los  regidores  perpetuos  D.  Felipe  Cayetano  de  Medina  y  Saravia 
y  a  D.  José  Francisco  de  Cuevas  y  Aguirre;  acordóse  igualmente 
que  se  excitase  al  cabildo  metropolitano,  deseoso  ya  anterionnente 
de  dar  este  paso  tan  consolador,  y  aunque  hubo  algunas  dificulta- 
des de  mero  trámite  canónico,  nunca  apareció  la  de  la  supuesta  du- 
da acerca  de  la  Aparición,  como  torpemente  y  sin  documentarse, 
afiíTna  el  malévolo  autor  de  cierto  escrito. 

Hechas  las  votaciones  por  aclamación,  tuvieron  que  reiterarse 
por  exigir  el  Derecho  Canónico  para  estos  casos  votaciones  preci- 
samente secretas.  Unánimes  los  miembros  de  ambos  cabildos,  y  ob- 
viadas algunas  dificultades  o  escrúpulos  por  parte  del  señor  arzo- 
bispo, fijóse  el  27  de  abril  para  que  los  comisionados  de  ambos  ca- 
bildos prestaran  el  juramento  en  la  capilla  del  palacio  de  los  vi- 
rreyes, porque  a  la  sazón  el  Sr.  arzobispo  Vizarrón  y  Eguiarreta 
desempeñaba  el  cargo  de  virrey  por  la  muerte  del  marqués  de  Ca- 
safuerte. 

Llegado    el    día,  ocurrieron    al    real    palacio    los    comisiona- 


pauperem  Indum  misisti,  et  in  eius  pallio  imaginem  eiusdem  Virginis  coloribus 
expressam  intendisti;  concede  ut  qui  Virginis  Matris  implorant  auxilium,  apud 
te  veniam  peccatorum  consequantur. 

Archivo  Vaticano,   Vescovi   62  fol.  135,   136. 


El  triunfo  4e  Jesucristo. — Pintor  Mexicano. 


C.  I.  NUESTRA  MADRE  SANTÍSIMA  DE  GUADALUPE  37 

dos  del  cabildo  eclesiástico,  acompañados  de  su  secretario,  y  los 
del  secular,  bajo  mazas,  con  el  teniente  del  alguacil  mayor  y  el 
escribano  del  cabildo:  tomaron  asiento  en  sillas  puestas  abajo  de 
la  tarima  del  altar,  al  lado  derecho  los  primeros  y  al  lado  izquierdo 
los  segundos ;  el  ai'zobispo  revestido  de  medio  pontifical,  con  amito, 
estola  y  capa  pluvial,  se  sentó  en  medio  delante  del  altar,  ésto  des- 
pués de  haber  hecho  todos  una  breve  oración  de  rodillas.  El  secre- 
tario de  cámara  y  gobierno  hizo  una  relación  de  los  autos  hasta  el 
úitimo,  en  cuya  virtud  se  hallaban  allí,  y  entonces  puestos  en  pie 
y  la  mano  sobre  el  pecho  los  dignatarios  eclesiásticos,  y  de  rodillas 
los  del  ayuntamiento,  con  la  mano  entre  las  del  arzobispo,  los  cua- 
tro simultáneamente  y  en  ejercicio  de  los  poderes  para  ellos  con- 
feridos, juraron  Patrona  Principal  de  México  a  la  Virgen  Santa 
I\íaría  de  Guadalupe ;  guardar  y  hacer  que  se  guarde  perpetuamen- 
te por  festivo  y  de  precepto  en  esta  ciudad  y  sus  contornos,  el  12 
de  diciembre  de  cada  año  en  que  se  celebraba  ya  su  Aparición; 
obligáronse  también  expresamente  a  solemnizar  dicho  día,  y  a  hacer 
su  fiesta  con  todo  el  aparato  posible  en  la  iglesia  de  su  santuario, 
y  a  ocurrir  a  la  Congregación  de  Ritos  para  que  confirmara  la  fes- 
tividad y  patronato,  concediéndole  oficio  propio  y  octava;  com- 
prendió por  último  el  juramento,  la  obligación  en  que  quedaban  de 
Ijrocurar  que  el  patronato  se  extendiese  a  toda  la  Nueva  España, 
y  a  solicitar  del  Superior  Gobierno,  que  consignase  por  de  tabla  es- 
ta fiesta.  Admitido  el  juramento  en  esta  forma,  volvió  el  arzobispo 
al  altar  a  dar  gracias,  rezando  el  Tedeum.  Con  anticipación  se  ha- 
bía prevenido  a  todos  los  templos  que  soltaran  sus  campanas  luego 
que  oyeran  tañer  las  de  la  catedral,  y  así  se  ejecutó;  a  una  señal 
convenida,  comenzó  en  la  iglesia  matriz  un  repique  a  vuelo  y  se 
generalizó  en  toda  la  ciudad. 

A  este  acto  que  llamaríamos  sustancial  de  la  jura  del  patro- 
nato, siguióse  la  solemne  promulgación  entre  fiestas  y  solemnida- 
des nunca  igualadas,  con  verdadero  derroche  de  arte,  de  entusias- 
mo y  de  alegría. 

No  cabe  en  las  proporciones  y  carácter  de  esta  obra  el  dete- 
nerse a  describir  tales  fiestas;  pero  no  podemos  dejar  de  referir 
lo  que  vino  a  ser  como  su  digno  coronamiento:  la  noticia  que  a 
tambor  batiente  y  por  voz  de  pregonero  mandó  publicar  el  alcalde, 
a  saber:  que  la  peste  había  desaparecido.  Así  fué  en  efecto,  si  he- 
mos de  dar  crédito  al  uniforme  sentir  de  graves  autores  a  quienes 


38  INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

nadie  contradijo  entonces,  a  quienes  tampoco  han  logrado  contra- 
decir (bien  lo  quisieran)  los  mancomunados  autores  antiaparicio- 
nistas  que,  aunque  ellos  lo  nieguen,  dan  bien  ciaros  indicios  de  ser, 
lisa  y  llanamente,  antiguadalupanos. 

El  patronato  empero,  según  hemos  visto  por  los  acuerdos  acu- 
mulados de  ambos  cabildos  no  había  de  ser  únicamente  sobre  la 
ciudad  de  México,  sino  sobre  todo  lo  que  entonces  se  llamaba  Nue- 
va España.  Para  lo  cual  los  comisarios  residentes  en  la  ciudad  de 
México,  se  dirigieron  a  los  cabildos  y  autoridades  de  las  principa- 
les villas  y  ciudades  de  la  Nueva  España,  habiendo  obtenido  como 
era  de  esperarse  respuesta  afirmativa  y  entusiasta  de  todas  ellas. 

Reunidos  los  pareceres  y  solventadas  ciertas  dificultades  de 
orden  particular,  tuvieron  verificativo  la  jura  y  la  promulgación 
del  Patronato  Nacional  de  la  Virgen  Santísima  de  Guadalupe:  los 
comisarios  juraron  por  sí  y  en  nombre  de  los  cabildos  eclesiásti- 
cos y  seculares  de  estos  dilatadísimos  reinos,  cuyos  poderes  pre- 
sentaron por  "Patrona  general  de  ellos  a  la  Santísima  Virgen 
Nuestra  Señora  en  su  portentosa  imagen  que  se  venera  en  su  San- 
tuario de  Guadalupe,  de  tenerla  y  venerarla  por  su  Universal  Patro- 
na,  y  de  guardar  por  festivo  el  12  de  diciembre  de  cada  año." 

En  este  día  12  de  diciembre  de  1747  puede  decirse  que  se  veri- 
ficó la  Unidad  Nacional  de  México. 

Posteriormente  los  cabildos  metropolitanos  en  representación 
de  todos  los  del  reino,  ocurrieron  a  la  Sagrada  Congregación  de 
Ritos,  a  fin  de  que  se  obtuviese  la  canónica  confirmación  del  pa- 
tronato. 

Por  muerte  de  los  primeros  procuradores  para  este  objeto  de- 
signados, se  retardaron  dichas  tramitaciones  hasta  el  año  1751  en 
que  partía  para  Europa  como  procurador  de  la  provincia  de  Mé- 
xico de  la  Compañía  de  Jesús,  el  P.  Francisco  López  de  la  misma 
Compañía.  Encargáronle  del  asunto  los  referidos  cabildos,  y  el 
P.  López  con  el  pulso,  cordura  y  acierto  que  le  eran  característicos ; 
dio  cima  a  su  empresa  en  una  entrevista  que  tuvo  con  el  preclaro 
pontífice  Benedicto  XIV  a  quien  presentó,  juntamente  con  la  His- 
toria de  la  Aparición  (la  redactada  en  italiano  por  Nicocelli),  una 
preciosa  imagen  de  la  Virgen  de  Guadalupe,  ante  la  cual  pronunció 
el  pontífice  aquellas  memorables  palabras:  Non  fecit  taliter  omni 
nationi.  Esta  imagen  se  conserva  en  la  Iglesia  de  las  monjas  de  la 
Visitación  de  Roma. 


C.  I.  NUESTRA  MADRE  SANTÍSIMA  DE  GUADALUPE 


39 


El  P.  López  llegó  a  México  en  1756  como  un  verdadero  triun- 
fador: penetró  en  la  colegiata  con  el  breve  de  Su  Santidad  sobre 
el  cuello  con  listones  muy 


ricos  y  cordones  de  oro.i 
La  bula  del  patronato 
primorosamente  minia- 
da en  pergamino,  lleva 
por  fecha  la  de  25  de  ma- 
yo de  1754. 


r^ 


1 


w»*. 


Contemporáneamente 
a  las  primeras  tramita- 
ciones sobre  el  patrona- 
to, se  agitaba  el  proyecto 
de  la  coronación  de  la 
imagen,  suceso  a  que  al- 
gunos autores  han  dado 
demasiada  importancia ; 
pero  que  en  realidad  se 
redujo  a  conatos  de  un 
piadoso  particular  ex- 
tranjero, el  caballero  Lo- 
renzo Botturini,  persona- 
je ciertamente  de  muy 
buena  voluntad  y  de  al- 
gún mérito;  aunque  tal 
vez  de  poco  tacto  en  el 
desarrollo  de  sus  grandiosos  planes. 

Es  innegable  el  cariño  que  tenía  a  la  Virgen  de  Guadalupe,  y 
muy  de  agradecerse  la  buena  voluntad  de  coronarla;  pero  hubo 
algo  en  esto  mismo,  que  disgustó  a  las  autoridades,  aun  a  las  ecle- 
siásticas, y  es  muy  posible  que  haya  sido  la  causa  de  ese  desagrado, 
el  que  produce  por  regla  general  ver  inmiscuirse  a  un  extranjero 
en  asuntos  muy  íntimos  y  muy  trascendentales  de  otra  tierra  que 
no  es  su  patria. 

Botturini  reunió  joyas  pedidas  a  los  particulares  para  labrar 
la  corona,  y  sin  la  aprobación  del  arzobispo  de  México,  como  él 


Rrimera  página  de  la  bula  de  Benedicto  XIV, 
concediendo  misa   y   oficio  propio. 


40  INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

mismo  lo  confiesa,  se  entendió  directamente  con  los  canónigos  del 
Vaticano  para  obtener  el  privilegio  de  la  coronación:  y  este  privi- 
legio le  vino  en  seguida,  por  cierto  sin  el  pase  regio  que  exigían 
las  detestables  leyes  del  patronato. 

Complemento  y  refuerao  de  sus  planes,  era  cierta  historia  de 
las  apariciones  que  D.  Lorenzo  pensaba  escribir.  Para  ella  se  ha- 
bía documentado  con  gran  copia  de  manuscritos,  parte  de  ellos  no 
muy  notables  por  cierto,  referentes  a  las  apariciones,  y  otra  par- 
te, mucho  mayor,  sobre  otros  temas  de  la  antigüedad  mexicana. 

Botturini  tuvo  mala  suerte:  el  virrey,  conde  de  Fuenclara,  lo 
puso  preso,  secuestrándole  su  archivo  y  biblioteca,  y  lo  mandó  a 
España  bajo  partida  de  registro. 

Después  de  varios  años  de  espera  en  España,  Botturini  obtuvo 
su  rehabilitación,  el  permiso  de  regresar  a  México,  que  no  aprove- 
chó, y  una  compensación  por  sus  manuscritos;  pero  no  éstos  últi- 
mos, que  debían  quedar  en  el  virreinato. 

Mucho  se  ha  culpado  al  gobierno  español  por  su  conducta  con 
Botturini ;  asunto  que  no  nos  atañe,  y  que  pueden  discutir  los  histo- 
riadores de  lo  civil ;  pero  sí  nos  parece  que  tratándose  de  un  acervo 
documental  como  el  que  se  creía  que  tenía  Botturini,  es  obligación 
de  los  gobiernos  impedir  que  salgan  de  la  nación,  y  es  laudable  por 
otra  parte  que  el  gobierno  los  adquiera  para  el  bien  público,  me- 
diante la  anuencia  de  sus  legítimos  poseedores,  y  la  consiguiente 
generosa  compensación  a  los  mismos. 

No  está  tampoco  por  demás  el  decir,  en  vista  del  catálogo  de 
obras  de  Botturini,  novísimamente  publicado  por  nuestro  Museo 
Nacional,  y  en  vista  de  otro  catálogo  más  completo  que  yo  acabo 
de  traer  de  Sevilla,  que  las  piezas  de  verdadero  valor  son  bien  po- 
cas, y  si  se  trata  de  la  Virgen  de  Guadalupe,  no  hay  más  que  cua- 
tro de  gran  interés  que  probablemente  las  obtuvo  D.  Lorenzo  de 
la  herencia  Sigüenza  y  Góngora  a  los  jesuítas  de  San  Pedro  y  San 
Pablo  de  México. 

Dicho  se  está  que  las  gestiones  de  Botturini  referentes  a  la  co- 
ronación se  quedaron  sin  efecto  ninguno,  aunque  ciertamente 
la  Virgen  Santísima  se  las  habrá  largamente  recompensado  en 
el  cielo. 

Cuatro  cartas  inéditas  de  este  buen  caballero  incluidas  en 
nuestros  apéndices,  darán  luz  y  amplitud  a  las  escasas  noticias  que 
aquí  hemos  podido  consignar. 


C.  I.  NUESTRA  MADRE  SANTÍSIMA  DE  GUADALUPE 


41 


* 
»        * 


A  otro  centro  histórico  reduciremos  en  tomo  posterior,  otras 
noticias  sobre  la  institución  y  fundación  de  una  colegiata  en  el 
Santuario  de  Guadalupe.  Conviene  sin  embargo,  apuntar  desde 
ahora  que  su  origen  práctico  se  debe  a  cien  mil  pesos  legados  por 
D.  Andrés  Plasencia 
vecino  de  México  en 
esta  ciudad,  fallecido 
por  abril  de  1707. 

Doce  años  después 
resolvía  Felipe  V  que 
la  parroquia  de  Gua- 
dalupe se  erigiese  en 
colegiata. 

Pocos  asuntos  han  te- 
nido tramitación  más 
desproporcionada  di-  f^^ 
fusa  y  papelista,  que  ,]. 
éste;  sólo  lo  que  hay 
de  ello  en  la  Embajada 
Española  en  Roma  y 
en  el  archivo  de  Sevi- 
lla pesa  varias  arro- 
bas. 

La  erección  pontifi- 
cia expedida  por  Su 
Santidad  Benedicto 
XIII  en  1725,  y  reno-  >| 
vada  el  de  1729  y  el  de 
1731,  cometía  la  erec- 
ción   a    los    obispos; 

mas  las  bulas  definitivas,  fueron  las  de  Benedicto  XIV  fechadas  el 
15  de  Julio  de  1746,  y  la  erección  tuvo  lugar  el  6  de  marzo  de  1749. 


-^r- 


Portada  de  la  Bula   di-  erección  do  la  Colegiata. 


CAPITULO  II 

LAS  BELLAS  ARTES  EN  LA  IGLESIA  MEXICANA 


Consideraciones  generales. — Los  misioneros  y  los  pintores  indígenas  pri- 
mitivos.— Los  dibujos  de  Acolman. — Pintores  célebres  antiguos. — Los  cuadros 
de  grandes  autores  europeos  en  México. — Insignes  pintores  modernos. — El 
ideal  religioso. — ESCULTURA. — Estatuas  de  las  fachadas. — Estilo  del  siglo 
XV'II. — Los  Cora  de  Puebla. — Tolsa.— Escultores  modernos.— ARTES  MENO- 
RES.—La  platería.— Elaboración  de  la  seda. — Ebanistas. — Sobre  nuestros  gra- 
badores.— Cerámica. — Cuidado  de  nuestras  obras  de  arte. 


bibliografía  especial 

AI.VARKZ,  JOSÉ  3IANUEL..— L.aH  pinturas  de  la  .Vcailemla  Nacional  de  Bellas 
Arte».— México,    VJYl. 

COL'TO,    BERNARDO. — DlAIogo    sobre    la    Historia    de    la    Pintura    en    México. — 

México,    1872. 

DÍAZ    BARBOSO,    FRANCISCO.— El    Arte    en    Nueva    España. — 1923. 

1I:KNANDEZ  VILI^A,  AGUSTIN. — Breves  Apuntes  sobre  la  Antigrua  Escuela  de 
Pintura   en    Mí.vioo. — Mí'xico,    1910. 

GONZÁLEZ,    OBRE(;ON. — Las     Calles    de    Míxlco.— Méxifo,    1022. 

PÉREZ  S.VLAZAR,  FR.ANCISCO. — Altfunos  datos  sobre  la  Pintura  en  Puebla  en 
la    épo<a    colonial.— México,    1023. 

REVIT.LA,    MANL'KE   O.— El   .Arte  en    Míxico.— México,   1023. 

Ríos  .ARCE,  FRANCISCO  B. — Puebla  de  los  Angeles  y  la  Orden  Dominicana. — 
Puebla,  1910. 


C.  II.  LAS  BELLAS  ARTES  EN  LA  IGLESIA  MEXICANA  43 

lENE  que  ser  este  capítulo  uno  de  los  primeros  de  este 
volumen,  porque  su  centro  histórico  (según  nuestro  plan 
propuesto  desde  el  principio  de  esta  obra)  casi  debiera 
estar  en  la  anterior  centuria,  compenetrado  como  estu- 
vo el  arte,  con  la  construcción  y  decorado  de  nuestros  templos. 

En  segundo  lugar,  porque  resulta  oportuno  describir  desde  lue- 
go lo  material  y  decorativo  de  la  Iglesia  Mexicana,  del  siglo  XVIII 
para  tener  una  composición  de  lugar  que  represente  la  que  en  rea- 
lidad disfrutaban  los  personajes  entre  quienes  viviremos  durante 
el  curso  de  la  lectura  de  este  tomo  (1). 

El  arte  viene  de  Dios,  es  como  una  sombra  de  su  infinita  belle- 
za;  y  el  arte  bien  entendido  nos  lleva  a  Dios.  Por  eso  la  Santa  Igle- 
sia, en  Roma  como  en  todas  partes,  apenas  sale  de  las  catacumbas, 
protege,  bendice  y  santamente  utiliza  el  arte  y  a  los  artistas. 


* 


No  podemos  repetir  con  nuestros  historiadores  del  arte  en  Mé- 
xico, que  los  primeros  pasos  de  la  pintura  en  nuestro  país  quedaron 
marcados  con  las  pinturas  que  para  el  aprendizaje  del  catecismo 
hicieron  los  misioneros,  porque  a  la  verdad,  lo  que  de  este  género 
conocemos,  y  conocemos  bastante,  nos  lleva  casi  a  la  proposición 
contraria,  o  sea  que  si  todas  esas  pinturas  instructiva:^  eran  tan 
desgraciadas  y  tan  pueriles,  tal  sistema  hubiera  sido  el  mejor  para 
ridicularizar  el  arte;  y  aun  se  exponían  a  que  de  rechazo  sufriese 
menoscabo  la  misma  instrucción  religiosa  que  deseaban  impartir. 

En  cambio,  según  queda  ya  probado,  con  los  documentos  de 
Gante,  Garcés  y  Zumárraga,  no  menos  que  con  el  Códice  de  Saha- 
gún  y  otros,  los  frailes  se  pusieron  a  enseñar  entre  otras  cosas, 
pintura,  escultura  y  música  a  los  indígenas,  lo  cual,  sin  embargo, 
no  da  derecho  a  imaginarse  que  de  ahí  haya  salido  "una  pléyade  de 
maestros,"  ni  aun  siquiera  uno  solo  mientras  no  se  pruebe;  y  to- 
davía no  se  ha  probado. 

¿Pues  entonces  de  dónde  salieron  esos  artistas  de  quienes  dice 
Bernal  Díaz  del  Castillo,  "que  los  pintores  que  aquí  se  iban  forman- 
do eran  muy  extremados  oficiales.  .  .  que  me  significa  a  mi  juicio 


(1)     Por   obvias   razones   los   grabados   correspondientes   a   este   capítulo 
van  repartidos  en  todo  el  tomo. 


44         INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

que  aquel  tan  nombrado  pintor  como  fué  el  muy  antiguo  Apeles,  y 
de  los  de  nuestros  tiempos,  que  se  dicen  Berruguete  y  Michael  Án- 
gel, ¡ni  de  otro  moderno  ahora  nuevamente,  natural  de  Burgos, 
que  se  dice  que  en  sus  obras  tan  primas  es  otro  Apeles,  del  cual 
se  tiene  gran  fama ;  no  harán  con  sus  muy  sutiles  pinceles  las  obras 
de  los  esmei'iles  ni  relicarios  que  hacen  tres  indios,  grandes  maes- 
tros de  aquel  oficio,  mexicanos,  que  se  dicen,  Andrés  de  Aquino  y 
Juan  de  la  Cruz  y  el  Crespillo?"  Ante  estas  frases,  no  hay  ni  que 
decir  que  son  exageraciones  del  buen  Bernal  en  momentos  de  exal- 
tación optimista  y  ...  a  los  ochenta  años  de  su  edad.  ¡  Laudator 
temporis  acti!  Lo  que  si  tenemos  que  hacer  observar,  es,  que  los 
tres  indios  nombrados  por  el  conquistador,  no  eran  como  se  anda 
escribiendo,  pintores  en  la  acepción  llana  de  la  palabra,  sino  gra- 
badores y  orfebres,  y  que  el  Aquino  no  es  el  Marcos  tan  malamente 
traído  por  los  cabellos,  sino  Andrés  a  secas.  Si  hubiera  habido 
en  el  primer  tercio  del  siglo  XVI  indios  que  valieran  la  pena, 
hubieran  dejado  siquiera  rastro  de  su  arte  o  de  su  estilo,  como  lo 
dejaron,  ya  lo  hemos  dicho,  trabajando  de  canteros,  albañiles  o 
de  pendolistas,  que  en  esta  línea  dejaron  mucho  muy  bueno;  pero 
de  pintores  ni  rastro. 

Con  los  primeros  franciscanos,  tal  vez  ya  desde  la  segunda  o 
tercera  barcada,  como  ellos  decían,  debió  venir  el  que  dibujó  los 
claustros  de  Cholula,  Huejotzingo  y  Acolman,  trabajos  que  no  pue- 
den llamarse  pinturas  a  boca  llena,  sino  dibujos  al  blanco  y  negro, 
que  tampoco  supone  un  artista  que  lo  ejecutase,  sino  un  fiel  repro- 
ductor de  las  portadas  déutero-incunables  que  consigo  trajeron  los 
primeros  frailes;  porque  ésto  y  no  otra  cosa  son  los  tan  ponde- 
rados cuadros,  aunque  eso  sí  muy  simpáticos  y  de  notable  valor 
histórico;  y  ya  son,  aunque  rudimentario,  un  verdadero  paso  ar- 
tístico dado  por  y  para  la  Iglesia. 

Para  la  Iglesia  también  y  por  ella  alentados,  y  por  ella  paga- 
dos, fueron  los  restantes  pintores  de  que  vamos  a  dar  noticia,  y 
este  es  el  motivo  porque  los  juzgamos  de  nuestra  plena  incumbencia. 

Empezamos  no  dando  cabida,  ni  aun  siquiera  personalidad 
real,  a  un  Rodrigo  de  Cifuentcs  que  no  parece  haber  existido  más 
que  en  los  dichos  no  probados  del  por  lo  demás,  benemérito  conde 
de  la  Cortina  (2). 


(2)     Véase   Gouto.    Diálog-o  sobre   la  Historia   de   la  Pintura  en  México. 
Vaginas  11-14. 


C.  II.  LAS  BELLAS  ARTES  EN  LA  IGLESIA  MEXICANA  45 

Nómbrase  entre  los  tenidos  en  el  segundo  tercio  del  siglo  XVI, 
a  un  Andrés  de  Concha,  de  quien  dice  el  cronista  Burgoa :  "para  la 
pintura  (del  Convento  de  Yanhuitlán)  vino  así  mesmo  del  Esco- 
rial, el  Apeles  de  este  nuevo  mundo,  Andrés  de  Concha,  tan  cientí- 
fico en  su  arte,  que  cada  imagen  suya  parece  idea  de  la  naturaleza; 
la  valentía  de  las  líneas  de  relieve  y  sombra  es  con  tanta  propiedad, 
que  daba  alma  a  las  figuras,  y  hízolas  de  lienzo  sobre  tablones  em- 
palmados para  este  retablo."  Estas  obras  a  que  se  refiere  Burgoa 
fueron  el  año  de  1541.  Hacia  1560  llegó  el  flamenco  Simón  Pereyns, 
o  como  aquí  se  le  llamaba.  Perinés,  que  trabajó  largos  años  en  Mé- 
\ico ;  como  que  todavía  en  el  de  1586  leemos  un  dato  que  demuestra 
estar  aún  entonces,  en  pleno  período  de  actividades:  en  el  libro  de 
cuentas  del  mayordomo  de  la  fábrica  de  la  catedral,  leemos:  "a  Si- 
món Perinés,  pintor,  setenta  y  dos  pesos  de  oro  por  la  pintura  de 
seis  lienzos  del  retablo  que  se  hizo  para  dicha  iglesia,  e  por  las 
molduras  que  hizo  para  los  dichos  lienzos,  dorados  y  estofados,  a 
doce  pesos  cada  uno."  Este  parrafito  nos  da,  además,  idea  del  bajo 
precio  a  que  se  cotizaban  entonces  las  obras  de  arte.  Perinés  fué 
el  autor  del  cuadro  de  Ntra.  Señora  que  se  venera  en  el  altar  del 
Perdón,  y  se  dice  que  fué  ejecutado  por  orden  de  la  Inquisición, 
y  en  pena  de  ciertos  desatinos  pronunciados  por  el  artista  flamen- 
co. Hay  quien  asegura  haber  visto  la  firma  del  pintor  Zumaya  al 
pie  del  cuadro. 

Que  este  último  autor  y  otro  por  nombre  Francisco  de  Mora- 
les vivían  en  México  contemporáneamente  a  Perinés,  es  cosa  cier- 
ta; mas  no  hay  de  ellos  obra  reconocida.  Lo  mismo  puede  decirse 
de  Alonso  Vázquez,  pero  no  de  su  discípulo  Juan  Rúa  autor  de  los 
cuadros  del  retablo  de  Cuautinchán. 

A  principios  de  nuestro  gran  siglo  XVII  estaba  ya  en  México 
Baltasar  de  Echave,  uno  de  tantos  insignes  vascongados,  astros 
de  primera  magnitud  en  la  Historia  de  México.  Nació  en  Zumaya 
pueblo  noble  y  pintoresco,  a  las  orillas  del  Cantábrico,  a  pocos  ki- 
lómetros de  la  casa  donde  naciera  San  Ignacio  de  Loyola.  No  hay 
duda  que  Echave  viajó  y  vio  mucho  antes  de  llegar  a  la  Nueva  Es- 
paña; porque  con  ser  muy  dueño  y  señor  de  sus  ideales,  no  dejan 
de  traslucirse  en  sus  obras  inspiraciones  de  algunos  afamados  pin- 
tores europeos.  En  su  cuadro  el  Martirio  de  San  Pontiano,  no  me- 
nos que  en  la  Adoración  de  los  Reyes,  sus  figuras  y  sus  muscula- 
turas reflejan  a  su  maestro,  el  Ticiano;  así  como  en  la  Concesión 


46         INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

de  la  Porciúncula,  los  paños  y  el  juego  de  luces  recuerdan  muy 
vivamente  los  que  pintaba  el  Greco  en  sus  mejores  épocas. 

Lo  más  notable  de  Baltasar  de  Echave  el  viejo,  así  llamado 
para  distinguirlo  del  otro  pintor,  hijo  suyo,  de  igual  nombre  y 
apellido,  es  que,  con  haber  sido  tan  fecundo,  hacía  todas  sus  obras 
muy  perfectas  y  acabadas;  mas  observamos  que,  si  en  alguna  de 
ellas  se  nota  aparente  descuido,  es  porque  vemos  de  cerca  los  cua- 
dros que  él  hizo  para  que  se  vieran  a  gran  distancia. 

En  pos  de  Echave  el  viejo,  viene  Luis  Juárez  ciertamente  na- 
cido en  México,  cuyos  primeros  cuadros  llevan  fecha  de  1610.  Me- 
nos gi*andioso  que  Echave  en  la  composición,  menos  majestuoso' 
en  el  aire  de  sus  personajes,  es  sin  embargo  más  devoto  y  más  ex- 
presivo; su  obra  maestra  aunque  muy  poco  citada,  es  la  Aparición 
de  la  Santísima  Virgen  a  San  Ildefonso.  Para  los  mexicanos  es  un 
consuelo  el  ver  en  los  cuadros  de  nuestro  Juárez,  el  reflejo  de  la 
piedad  de  su  tiempo:  que  involuntaria  y  necesariamente  los  pin- 
tores retratan  lo  que  ven  y  lo  que  sienten.  ¡  Qué  jóvenes  había  en- 
tonces tan  sencillas  y  tan  virginales!  nos  decimos  al  ver  los  án- 
geles que  rodean  a  Sa7i  Ildefonso;  y  añadimos,  qué  dificultades  ten- 
dría hoy  el  buen  Luis  Juárez  para  encontrar  modelos  semejantes. 

Vascongado  también,  a  juzgar  por  su  apellido,  era  Sebastián 
de  Arteaga,  de  quien  tenemos  pocas  obras,  pero  tal  vez  las  mejores 
de  nuestras  galerías;  la  que  a  todas  supera  por  su  originalidad, 
fuerza  de  expresión  y  efecto  mágico  de  su  claro  obscuro,  es  el  Santo 
Tomás  tooando  el  costado  de  Cristo.  Con  muy  pocos  golpes  de  luz, 
en  los  seis  personajes  que  ahí  figuran,  expresa  seis  caracteres  dife- 
rentes, y  un  intenso  y  grave  amor  en  la  figura  de  Nuestro  Señor 
Jesucristo. 

José  Juárez,  también  del  primer  tercio  del  siglo  XVII  es  el 
que  imprime  más  vida  y  movimiento  en  su  composición,  en  su 
Visión  celeste  de  San  Francisco  recuerda  el  devoto  garbo  de  Zur- 
barán,  mientras  que  en  su  Adoración  nos  lleva  a  pensar  en  los 
del  mismo  tema  de  Gentile  y  de  Lippo  Lippi. 

Enti-e  tanto  en  Puebla,  ciudad  ya  entonces  de  mucha  importan- 
cia, trabajaba  como  miniaturista  de  la  catedral,  Luis  de  la  Vega 
Lagarto,  que  según  se  dice,  se  hizo  pagar  cien  mil  pesos  por  su  tra- 
bajo, casi  a  mil  pesos  cada  libro  de  coro,  pues  al  decir  de  Bermúdez 
de  Castro,  minió  ciento  tres  volúmenes.  Esto  sencillamente  no  lo 
creemos.  Ni  la  catedral  de  Toledo  tenía  ciento  tres  libros  miniados. 


C.  II.  LAS  BELLAS  ARTES  EN  LA  IGLESIA  MEXICANA  47 

De  todas  maneras  Vega  Lagarto  fué  un  gran  pintor  como  puede 
verse  por  las  reproducciones  que  bondadosamente  nos  ha  cedido 
D.  Mariano  Bello.  Su  escuela  es  netamente  italiana,  y  tanto  en 
las  expresiones  psicológicas  como  en  el  colorido,  nos  hace  pensar 
en  Grottaferrata. 

En  el  siglo  XVII  brilla  en  Puebla  en  primera  línea  el  Lie.  Gar- 
cía Ferrer,  que  tanta  parte  tuvo  en  la  construcción  de  la  catedral 
como  arquitecto  y  autor  que  es  de  los  cuadros  del  altar  de  los  Re- 
yes, por  los  que  pagó  el  cabildo  cuatro  mil  pesos  que  vendrían  a  ser 
como  cuarenta  mil  en  nuestros  tiempos.  El  retablo  en  que  están 
estos  cuadros  es  obra,  nada  menos,  que  de  Montañés,  el  célebre 
escultor  sevillano. 

Echave  el  mozo,  hijo  del  gran  pintor  vascongado  que  hemos 
dado  a  conocer,  fué  un  artista  citable,  pero  muy  inferior  a  su  pa- 
dre, como  puede  verse  en  la  poca  naturalidad  que  imprime  a  los 
movimientos  de  sus  figuras,  y  en  la  frialdad  general  de  sus  temas. 
En  el  Entierro  de  Cristo  sin  embargo,  hay  dos  figuras  secunda- 
rias de  primer  orden.  El  triunfo  del  Cristianisvio  y  el  triunfo  di 
la  Iglesia  que  decoran  la  sacristía  de  la  catedral  de  Puebla,  son 
obras  de  Echave  el  mozo ;  aunque  no  de  tanto  mérito  por  ser  toma- 
das de  dos  láminas  de  Rubens. 

Cristóbal  de  Villalpando  y  Juan  Correa,  español  el  primero 
(3)  y  mexicano  el  segundo,  fueron  los  más  prominentes  pintores 
a  principios  del  siglo  XVIII.  El  cuadi'o  de  Villalpando  que  aquí 
reproducimos  nos  da  fiel  idea  de  su  estilo  en  general  y  de  la  un- 
ción que  imprimía  en  los  rostros. 

De  Villalpando  es  el  magnífico  cuadro  mural  de  la  sacristía  de 
la  catedral  de  México  que  representa  el  Triunfo  de  la  Iglesia.  Los 
otros  tres,  La  Lucha  de  San  Miguel  con  el  d^  gón,  La  Entrado 
triunfal  de  Cristo  y  La  Coronación  de  la  Santísima  Virgen  se  de- 
ben al  pincel  admirable  de  Correa.  En  el  cuadro  últimamente  ci- 
tado puede  verse  una  de  las  mejores  figuras  de  nuestro  Divino 
Salvador,  donde  compiten  la  devoción  y  el  arte;  infunde  venera- 
ción y  arrebata  por  su  colorido  y  por  su  dibujo ;  parece  que  el 
Señor  avanza  hacia  nosotros  para  llevarnos  al  cielo.  Las  cuestio- 
nes de  gusto  son  muy  sujetivas  y  variadas;  pero  creemos  que  en 
presencia  de  imagen  tan  bella,  habrá  muchos  que  coincidan  con 
nuestra  manera  de  sentir. 


(3)     Esto  afirma  mi  erudito  amigo  D.  Antonio  Cortés, 


48         INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

Se  ha  tildado  a  los  dos  autores  últimamente  mencionados,  de 
haber  dado  una  tonalidad  excesivamente  severa,  y  por  lo  mismo 
poco  adecuada  para  los  asuntos  gloriosos  de  estos  cuadros;  pero 
otros  peritos  en  el  arte  nos  dicen  que  esa  tonalidad  no  la  dieron 
los  autores,  sino  el  tiempo  que  todo  lo  cambia:  es  evidente  entre 
técnicos  y  hasta  entre  tlapaleros,  que  el  blanco  oxigenado  se  con- 
vierte en  amarillento;  el  azul,  en  verde  ceniciento;  y  en  cambio 
ios  rojos  palidecen  y  todo  en  general  ofrece  un  conjunto  que  no 
tenía  el  cuadro  cuando  salió  de  manos  de  sus  autores. 

Juan  Rodríguez,  emparentado  con  los  mencionados  pintores 
del  segundo  apellido,  fué  llamado  por  sus  contemporáneos  el  Apeles 
mexicano.  Entre  otros  muchos  cuadros  suyos,  el  más  notable  es  el 
de  la  Ado7ución  que  figura  en  el  centro  del  altar  de  los  Reyes; 
obra  maestra  muy  comparable  con  la  de  los  grandes  pintores  es- 
pañoles de  su  época.  De  él  es  también  el  San  Ignacio  ante  Cristo, 
que  reproducimos,  tan  venerable  y  tan  vivo. 

Descendiente  de  vascongados,  pero  nacido  en  México,  fué  Jo- 
sé de  Ibarra  venido  al  mundo  a  fines  del  siglo  XVII  y  fallecido  a 
mediados  del  siguiente.  Su  capo  lavoro  es  el  episodio  de  la  Mujer 
adúltera,  donde  sobre  una  perspectiva  a  la  romana,  campean  ros- 
tros, mayormente  el  de  la  protagonista  que  se  acercan  con  mucho 
a  los  del  gran  Murillo.  Tres  cuadros  de  Ibarra  poco  mencionados, 
pero  a  nuestro  juicio  de  inmenso  valor,  se  encuentran  en  el  museo 
de  Guadalajara,  y  representan  episodios  de  la  vida  de  Santo  Do- 
mingo de  Guzmán. 

El  primer  gran  pintor  que  a  los  mencionados  subsigue  en  or- 
den cronológico,  es  nuestro  por  todos  conceptos  nacionalísimo,  D. 
Miguel  Cabrera,  oaxaqueño,  aunque  no  como  alguien  ha  escrito, 
indio  mixteco.  Por  una  moderna  tendencia  mal  sana  en  el  fondo, 
se  ha  tratado  de  menoscabar  la  fama  artística  de  este  gran  hom- 
bre. Afortunadamente  ahí  quedan  sus  cuadros  los  innumerables 
cuadros  con  que  enriqueció  gran  número  de  iglesias  y  conventos  de 
Nueva  España,  como  testimonios  inequívocos  del  dominio  que  este 
hombre  tenía  en  su  arte,  para  con  él  expresar  el  fondo  de  la  psico- 
logía cristiana,  y  dar  forma  a  la  belleza,  tal  como  se  concibe  por  la 
mentalidad  mexicana.  Por  todo  esto  decimos  lo  que  decían  sus  con- 
temporáneos, que  Cabrera  nos  llega  al  alma.  Su  Virgen  del  Apoca- 
lipsis que  se  conserva  en  la  Academia  de  Bellas  Artes ;  sus  cuadros 
de  la  Preciosa  Sangre  y  de  la  Mater  Societatis  lesu  que  están  en 


C.  II.  LAS  BELLAS  ARTES  EN  LA  IGLESIA  MEXICANA  49 

Tepotzotlán ;  pero  más  que  íiiingiino,  el  San  José  patrocinando  a 
los  estudiantes  de  San  Ildefonso,  que  (no  sabemos  cómo)  fué  a 
parar  al  museo  de  Guadalajara ;  son  tal  vez  las  obras  maestras  de 
nuestro  autor,  aunque  es  muy  difícil  afirmarlo  en  lo  absoluto,  dado 
el  gran  número  de  obras  que  para  hacerlo  había  que  comparar  y 
juzgar.  Bien  sabemos  que  fué  la  especialidad  de  Cabrera  pintar 
Vírgenes  de  Guadalupe  muy  conocidas  en  toda  la  Nueva  España 
y  en  el  sur  de  la  España  antigua.  Son  muy  hermosas,  ciertamen- 
te; pero  no  hay  que  seguir  diciendo  que  son  copias  fieles  del  ori- 
ginal; de  mano  de  hombre  no  ha  salido  copia  fiel  del  original: 
Digitus  Dei  est  hic  . . . 

Morlete  Ruiz,  Vallejo  y  Alcibar,  muerto  éste  a  fines  del  siglo 
XVIII  cierran  el  ciclo  de  los  grandes  pintores  de  la  época  colonial. 

El  número  empero  de  los  dedicados  al  arte  en  aquel  entonces, 
y  por  cieiix)  con  felicidad  y  fruto,  es  mucho  mayor,  como  puede 
calcularse  por  las  listas  publicadas  por  los  autores  citados,  listas 
que  deben  perpetuarse  no  tan  sólo  a  título  de  erudición,  sino  por- 
que es  un  deber  hacer  que  pasen  a  la  posteridad  honrosamente  los 
nombres  de  quienes  tanto  fomentaron  la  piedad  cristiana  y  la  glo- 
ria de  Dios  y  sus  santos. 

*      * 

A  la  Iglesia  Mexicana  toca  también,  en  gran  parte  por  lo  me- 
nos, la  gloría  de  haber  traído  y  atesorado  no  pocas  obras  de  arte 
de  los  grandes  genios  mundiales,  ennobleciendo  así  a  nuestra  que- 
rida patria  y  dándole  por  ello  mismo  una  especial  dignidad  y  pres- 
tancia de  que  no  pueden  gloriarse  otras  naciones  del  continente 
americano. 

Por  razones  que  fácilmente  comprenderá  quien  esté  al  tanto 
de  las  épocas  que  atravesamos  este  capítulo  tiene  que  salir  incom- 
pleto por  cuanto  nos  es  imposible  localizar  y  aun  designar,  mucho 
rnenos  reproducir,  buen  número  de  pinturas  desconocidas  al  pú- 
blico que  existen  aún  en  nuestra  patria,  procedentes  de  notables 
artistas  nacionales  y  extranjeros.  Habrá  pues  que  contentarse, 
tratándose  de  estos  últimos,  con  presentar  aquellos  cuya  existen- 
cia ya  es  del  dominio  público. 

La  catedral  de  México  posee  un  precioso  original  de  Murillo, 
llamado  la  Virgen  de  Belem,  de  la  que  sacó  muchas  y  buenas  copias 


50         INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

moderaas  nuestro  hábil  pintor  Mata  Reyes.  Esta  Virgen  fué  re- 
galo que  hizo  al  cabildo  metropolitano  el  Sr.  Arzobispo  Rubio  y 
Salinas. 

La  catedral  de  Guadalajara  posee  una  encantadora  Purísima 
original  también  de  Murillo.  En  la  Academia  de  Bellas  Artes 
hay  un  San  Juan  de  Dios  y  un  San  Juan  Bautista  bebiendo  agua 
en  la  roca,  también  del  mismo  pintor  sevillano. 

Dícese  que  la  vida  de  San  Francisco  que  son  seis  cuadros  de 
grandes  dimensiones  trasladados  al  museo  de  Guadalajara,  son 
también  del  mismo  autor;  mas  para  quien  haya  visto,  como  pasa 
al  que  estas  líneas  escribe,  centenares  de  Murillos  auténticos,  es 
cosa  clara  y  evidente  que  no  pudieron  salir  de  sus  manos  esas 
obras  por  lo  general  muy  inferiores.  Es  sin  embargo  nuestra  hu- 
milde opinión  que  en  uno  de  esos  cuadros,  en  la  cabeza  del  San 
Francisco  presidiendo  la  mesa  de  sus  frailes,  sí  hay  pinceladas  y 
luces  de  Bartolomé  Esteban  Murillo. 

Luces  y  rasgos  son  aquellos  que  nos  confirman  en  nuestra 
opinión  de  ser  asimismo  murillesco,  otro  San  Francisco  propie- 
dad de  los  beneméritos  coleccionadores  Don  Rodolfo  y  D.  José 
Luis  Bello,  quienes  lo  conservan  como  preciosa  joya  en  su  insig- 
ne pinacoteca. 

Doce  murillos  hubo  en  México  en  propiedad  de  la  Iglesia,  y 
que  merced  a  las  leyes  de  desamortización,  pasaron  a  manos  ex- 
tranjeras. Nos  peiTnitimos  copiar  a  este  propósito  un  erudito  pá- 
rrafo de  nuestro  excelente  amigo  el  ingeniero  y  arquitecto  D. 
Manuel   Francisco  Alvarez.    Dice  así: 

"Entre  los  quinientos  cuadros  que  en  su  vida  pinto  Murillo,  son 
de  contarse  doce,  que  según  dice  Luis  Alfonso,  en  la  vida  que  escri- 
bió de  aquel  pintor,  hubo  de  pintar  referentes  a  la  vida  de  Nues- 
tra Señora,  por  encargo  de  una  devota  mexicana,  quien  los  donó 
a  un  convento  de  aquel  país,  quizás  de  Puebla."  Dice  dicho  escri- 
tor lo  siguiente:  "Cuando  se  declaró  allí  (México)  la  desamorti- 
zación de  los  bienes  eclesiásticos,  trasportó  a  París  ocho  de  la  co- 
lección nombrada  (pues  los  otros  cuatro  desaparecieron)  un  caba- 
llero americano  deudor  de  gruesas  sumas  al  Barón  Goya  Borras, 
noble  valenciano,  residente  a  la  sazón  en  la  capital  francesa,  en 
cuya  casa  los  dejó  en  depósito.  Muerto  el  Barón  y  no  pagada  la 
deuda  del  depositario,  los  albaceas  de  aquél  quedáronse  con  los  cua- 
dros a  título  de  indemnización,  hallándose  hoy  (1886)  repartidos 


C.  II.  LAS  BELLAS  ARTES  EN  LA  IGLESIA  MEXICANA  51 

de  esta  suerte :  los  actuales  Barones  de  Goya  Borras  poseen  los  cua- 
dros enumerados  en  el  texto,  "El  Nacimiento  de  la  Virgen,"  "La 
Presentación  al  Templo,"  "La  Visitación"  y  "La  Coronación  en  la 
Gloria;"  Doña  Margarita  O'Brien  de  Marco  de  Pojit,  hermana  de 
la  Baronesa,  dos:  "Los  Desposorios"  y  el  "Tránsito  de  la  Virgen," 
que  guardan  en  su  Castillo  de  Habare  (Pas-de  Calais).  Todos  los 
de  la  colección,  a  juzgar  por  los  que  en  Madrid  se  hallan,  son  de 
gran  tamaño,  y  figuras  poco  menos  que  del  natural ;  su  mérito  es 
indudable.  El  Duque  de  Moxny  ofreció  a  lo  que  parece,  ochocientos 
mil  francos  por  los  ocho  lienzos,  que  estimaban  sus  dueños  en  un 
millón."    Hasta  aquí  el  Sr.  Alvarez. 

Se  hace  mención  también  de  una  Santa  Águeda  de  Murillo  do- 
nada a  la  Academia  por  D.  Alejandro  Ruiz  Olaharrieta.  Tiénense 
por  originales  de  Lucca  Giordano  tres  cuadros:  el  Nacimiento,  la 
Presentación  y  la  Asunción  que  se  exponen  hoy  día  en  el  museo  de 
Guadalajara.  Pertenecen  a  la  galería  del  Carmen,  para  la  cual 
los  trajo  de  Europa  el  ilustrado  P.  Nájera. 

Existe  también  en  el  mismo  museo  una  tabla  pequeña,  obra 
a  nuestro  humilde  parecer,  de  Filipino  Lippi  que  representa  a  la 
Santísima  Virgen  dictando  la  regla  a  San  Bernardo. 

De  Rivera  "el  Españoleto"  hay  allí  mismo  un  San  Isidro,  (?) 
probablemente  original,  y  una  cabeza  de  San  Andrés  Apóstol  con 
todas  las  trazas  de  ser  obra  de  dicho  autor. 

De  Zurbarán  tenemos  la  Cena  de  Emaús  que  perteneció  al  con- 
vento de  San  Agustín  de  México,  y  que  por  mucho  tiempo  se  tuvo 
como  procedente  del  pincel  de  Arteaga,  hasta  que  mandado  limpiar 
el  cuadro  se  descubrió  la  firma  de  su  verdadero  autor. 

La  Señora  Vinent  Vda.  de  Martínez  del  Río,  es  dueña  de  un 
Zurbarán  auténtico  de  grandes  dimensiones.  Del  mismo  es  tam- 
bién sin  duda  alguna,  un  San  Pedro  llora^ido  de  D.  Rodolfo  y  D. 
José  Luis  Bello. 

De  Van  Dike  posee  un  ejemplar,  el  Retrato  de  un  caballero,  el 
insigne  coleccionista  y  pintor,  D.  Mariano  Bello,  hermano  de  D. 
Rodolfo.  Posee  asimismo  dos  originales  de  Juan  de  Juanes  que  re- 
presentan la  Adoración  y  la  Coronación  de  la  Virgen. 

De  Guido  Reni  hay  en  nuestra  academia  dos  originales :  Santa 
Bárbara  y  Santa  Catarina. 

Las  siete  virtudes  que  se  exponen  en  la  referida  institución 
son  probablemente  de  Leonardo  de  Vinci,  así  como  la  Santa  Rosa- 


52         INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

lía  que  reproducimos,  propiedad  de  un  particular.  Mas  lo  que  se 
tiene  en  la  Academia  de  Rubens,  Veronese,  Rembrandt  y  Ticiano, 
según  peritos,  no  pasan  de  ser  muy  buenas  copias.  Y  a  propósito  de 
este  último  autor,  corre  la  versión  en  el  pueblo  de  Tzintzuntzan, 
primitiva  capital  de  Michoacán  de  ser  obra  suya  el  Entierro  del 
Señor  venerado  en  aquella  antiquísima  paiToquia. 

Bien  quisiéramos  que  así  fuera;  pero  la  verdad  de  las  cosas 
es,  que  siguiendo  la  opinión  de  peritos  en  el  arte,  y  después  de  ha- 
ber visto  muchísimos  Ticianos  no  podemos  seguir  creyendo  en  el 
supuesto  origen  a  que  nos  hemos  referido. 

*      * 

Toda  esa  cristiandad  del  arte  en  México  durante  los  mejores 
siglos  de  nuestra  historia  dejó  sus  frutos  imperecederos  en  las 
obras  de  arte  y  en  sus  reproducciones,  así  como  también  en  nues- 
tras historias  y  críticas  de  arte,  y  en  una  especie  de  herencia  que 
desde  entonces  se  ha  venido  perpetuando  en  nuestros  artistas  de 
verdad.  Porque  es  Ujn  hecho  que  su  buen  gusto  y  sus  nobles  sen- 
timientos los  han  llevado  a  empaparse  en  los  modelos  antiguos,  por 
lo  que  no  solamente  han  escogido  temas  en  su  mayor  parte  sagra- 
dos sino  que  los  han  sabido  llevar  con  una  unción  y  sentimiento, 
raro  ya  en  las  turbulentas  épocas  del  siglo  XIX  en  que  vivieron, 
y  raro  también  entre  los  mismos  pintores  contemporáneos  suyos, 
del  extranjero. 

Por  todo  esto  la  Historia  Eclesiástica  debe  mencionar  con 
agrado,  considerándolos  como  retoños  y  herederos  de  nuestros  cris- 
tianísimos pintores  de  antaño,  a  los  artistas  D.  Santiago  Rebull, 
autor  de  aquel  Sacrificio  de  Abraham  que  nos  arrancó  lágrimas 
desde  la  niñez ;  a  D.  Rafael  Flores  por  su  devotísimo  Cristo  servido 
por  los  ángeles;  a  nuestro  inolvidable  maestro  D.  Juan  Urruchi, 
cuyo  Cristo  rodeado  de  los  niños  tuvo  la  gloria  de  atraerse  el  odio 
de  cierto  ministro  de  Instrucción  Pública ;  a  D.  José  María  Ibarra- 
rán  y  Ponce  por  su  Mártir  cristiano  y  sus  muchos  rostros  de  Jesu- 
cristos  llenos  de  amor  y  majestad;  a  D.  Luis  Monroy  por  su  cua- 
dro la  Caridad  cristiana;  a  D.  Salomé  Pina  por  su  San  Carlos  Bo- 
rroineo;  y  al  P.  Gonzalo  Carrasco,  glorioso  superviviente  y  genui- 
no representante  de  aquel  grupo,  gloria  y  consuelo  de  nuestra  pa- 
tria, quien  con  bríos  de  juventud  comienza,  continúa  entre  muchos 


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C.  II.  LAS  BELLAS  ARTES  EN  LA  IGLESIA  MEXICANA  53 

trabajos  y  lleva  a  feliz  término  innumerables  obras  de  arte,  desde 
las  láminas  portátiles  hasta  la  estupenda  decoración  del  templo  de 
la  Sagrada  Familia  en  la  ciudad  de  México,  obras  todas  donde  por 
encima  de  su  acabado  dibujo,  selecto  colorido  y  composición  llena 
de  vida,  aparece  siempre  el  alma  de  su  autor  tan  grande  y  tan 
unida  con  Dios. 


No  han  faltado  autores  críticos  que  casi  se  lamentan  de  que 
la  idea  religiosa  haya  sido  el  alma  del  arte  pictórico  en  nuestra  pa- 
tria. A  todos  ellos  de  una  buena  vez  respondióles  el  gran  his- 
toriador crítico  de  arte,  D.  Manuel  de  la  Revilla  con  un  brillante 
párrafo  que  la  Historia  de  la  Iglesia  tiene  obligación  de  apropiár- 
selo enterito,  con  alabanza  para  su  autor. 

"¿Por  ventura  (dice  el  Sr.  Revilla)  el  haber  sido  casi  exclusi- 
vamente religiosos  los  asuntos  que  trataron  nuestros  pintores,  dis- 
minuirá el  mérito  total  de  su  trabajo?  De  ningún  modo,  pues  difí- 
cilmente podrá  hallarse  asunto  que  en  interés  y  belleza  supere  a 
los  religiosos  y  que  sea  más  digno  de  despertar  la  fantasía  del  ar- 
tista. Estrecha  relación  tiene  la  pintura  religiosa  con  lo  ultrate- 
rreno,  con  el  problema  del  más  allá,  del  que,  sean  cuales  fueren  las 
dudas  que  asalten  la  inteligencia,  siquier  la  dejan  rendida  en  el 
árido  campo  del  escepticismo,  nunca  podrá  prescindir  del  todo, 
porque  nunca  podrá  prescindir  en  absoluto  de  la  creencia  y  de  la 
esperanza,  esas  dos  poderosas  alas  que  sostienen  al  hombre  en  su 
paso  por  la  vida.  Todo  lo  que  con  ello  se  relacione,  sea  filosofía, 
literatura  y  arte,  tiene  que  traer  al  ánimo  e  interesarle  vivamente. 
Si  a  ésto  se  añade  que  en  las  historias  de  los  héroes  del  Cristianis- 
mo, y  en  particular  en  la  de  su  divino  Fundador,  superabundan 
las  escenas  poéticas,  tiernas,  variadas,  sorprendentes,  conmovedo- 
ras en  sumo  grado  y  capaces  por  lo  mismo  de  abrir  vastos  horizon- 
tes al  sentimiento  y  a  la  fantasía,  se  comprenderá  cuan  importan- 
te es  el  género  religioso  que  ocupó  a  nuestros  pintores,  que  dio 
motivo  al  mayor  número  de  las  obras  de  los  extranjeros,  y  que 
proporcionó  los  mejores  lauros  con  que  se  enorgullecen  las  escuelas 
italiana,  española,  holandesa,  flamenca,  alemana  y  francesa."  Has- 
ta aquí  el  Sr.  Revilla  pocos  meses'  antes  de  pasar  a  ese  más  allá, 
y  como  esperamos  a  los  amorosos  brazos  de  ese  "divino  Fundador" 
a  quien  rindió  tan  hernioso  y  tan  justo  tributo. 

También  es  noble  que  hagamos  nuestras  las  palabras  que  al 


54         INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

fin  de  su  libro  dedica  a  España:  "Honroso  fué  para  aquella  nación 
que  con  igual  prontitud  que  debelaba  imperios,  enseñaba  las  artes 
de  la  paz  a  los  vencidos,  el  haber  comunicado  la  bella  arquitectura, 
la  estatuaria  y  la  pintura  a  su  colonia;  así  como  motivo  es  de  le- 
gítimo orgullo  para  México  el  no  haber  sido  tierra  estéril  para  tan 
noble  enseñanza." 

* 

La  escultura  en  Nueva  España  estuvo  siempre  en  un  grado 
muy  inferior  al  que  ocupó  la  pintura.  Con  todas  las  disposiciones 
que  para  arte  tan  noble  se  nos  quiera  suponer,  lo  cierto  es  que  no 
pasaron  de  la  potencia  al  acto,  entre  otras  cosas,  porque  no  vino 
sino  hasta  las  postrimerías  del  siglo  XVIII  un  maestro  escultor 
que  tal  nombre  mereciese. 

Hemos  ya  tocado  en  otro  lugar  lo  referente  a  las  estatuas  de- 
corativas de  las  fachadas,  a  las  que  por  su  destino  no  se  les  puede 
exigir  mucho.  Fabricadas  de  materias  bastas  y  para  la  intemperie ; 
sólo  por  excepciones  se  encontraron  obras  de  arte  en  piezas  de  este 
género. 

El  cuadro  central  de  San  Agustín  de  México,  y  las  dos  de  los 
entrepaños  de  la  sublime  portada  de  Acolman,  es  casi  lo  único  cita- 
ble  en  lo  que  pudiéramos  llamar  estatuaria  exterior.  Después  de 
ellas,  en  el  grado  nada  más  que  de  aceptables,  pueden  recordarse 
las  de  las  portadas  de  Tepotzotlán  y  del  Sagrario  Metropolitano. 
Sólo  a  la  llegada  de  Tolsa  se  irguieron  gigantescas  e  imponentes 
sobre  el  centro  de  la  portada  de  nuestra  catedral  las  tres  virtudes 
teologales,  fe,  esperanza  y  caridad,  forjadas  por  el  cincel  y  genio  del 
ilustre  valenciano,  lo  mismo  que  las  ocho  estatuas  de  los  santos  doc- 
tores que  coronan  las  torres  de  la  citada  basílica. 

Es  natural  que  se  exija  más  en  las  esculturas  interiores  de  los 
templos,  ya  porque  las  materias  son  más  maleables,  ya  principal- 
mente por  estar  destinadas  a  la  pública  veneración. 

De  España  vinieron  a  los  principios  algunas  buenas  imágenes, 
entre  las  que  puede  contarse  el  Cristo  llamado  de  los  conquistadores 
que  se  venera  en  su  capilla  de  la  catedral  de  México,  regalo  según 
dice  el  limo.  Sariñana,  de  Carlos  I  de  España  y  V  de  Alemania. 

Fué  también  de  las  primeras  esculturas  venidas  de  la  Penín- 
sula, la  Virgen  del  Apocalipsis  que  estuvo  largos  años  en  la  iglesia 
de  Jesús  Nazareno,  y  fué  hace  poco,  torpemente  sustituida  por 


C.  11.  LAS  BELLAS  ARTES  EN  LA  IGLESLA.  MEXICANA  55 

otra  de  mucho  menos  valor.  Supliéronse  las  exigencias  del  culto 
en  los  primeros  tiempos  con  fabricación  del  país,  de  una  materia 
muy  especial  cual  fué  la  del  olote  o  corazón  de  la  mazorca  de  maíz 
pulverizado  y  conglutinado.  Tal  es  la  materia  de  que  está  hecha  la 
Virgen  de  la  Salud  de  Pátzcuaro;  y  se  dice  que  el  procedimiento 
ha  de  atribuirse  a  D.  Vasco  de  Quiroga. 

Copia  como  eran  las  esculturas  aquí  labradas  de  las  que  se  iban 
produciendo  en  España,  y  especialmente  en  Sevilla;  al  igual  que 
ellas  eran  devotas,  respirando  la  serenidad  y  pureza  del  ascetismo 
español  en  sus  siglos  de  oro ;  pero  también  no  puede  negarse,  como 
sus  modelos,  resultan  rígidas,  monótonas  vistas  en  conjunto,  y  la 
mayor  parte  de  ellas  excesivamente  ornamentadas  en  sus  vestidu- 
ras. De  esta  clase  de  estatuas,  obras  en  su  mayor  parte  del  último 
tercio  del  siglo  XVII  y  primera  mitad  del  XVIII,  aceptables  y  bue- 
nas, aunque  no  lleguen  a  obras  maestras,  no  hay  solamente  la  do- 
cena o  poco  más  a  que  quiere  reducirlas  el  Sr.  Revilla.  Por  centena- 
res todavía  pueden  contarse  esparcidas  por  toda  nuestra  repúbli- 
ca, estatuas  de  santos  y  santas,  ángeles  y  arcángeles,  tan  buenas  y 
mejores  que  las  doce  del  altar  de  los  Reyes  por  dicho  autor  citadas. 

Es  muy  difícil  de  precisar  si  la  mayor  parte  de  nuestras  esta- 
tuas de  santos  son  hermosas  o  feas,  lo  que  sí  decimos  es  que  hay 
tantas  de  estas  últimas  que  bastan  para  probar  el  espíritu  de  fe  y 
piedad  que  hay  en  la  nación,  en  virtud  de  la  cual  tan  fácilmente 
podemos  abstraer  de  la  materia  y  errores  de  la  forma,  y  remontar- 
nos con  la  mente  a  contemplar  al  santo  que  se  quiera  representar 
con  formas  a  veces  tan  pobres,  tan  pueriles  o  tan  ridiculas.  Fran- 
camente no  sabemos  qué  habrán  respondido  delante  de  Dios  los  pre- 
lados que  por  apatía  o  por  una  débil  condescendencia  han  pennitidr 
que  continúen  a  la  pública  veneración  esperpentos  que  por  su  fac- 
tura y  por  su  presentación  están  prohibidas  por  leyes  positivas  de 
la  Iglesia,  y  por  el  sensiis  communis  fidelium.  Muchos  de  los  Sres. 
obispos  han  tropezado  en  sus  buenos  intentos  con  dificultades  in- 
superables. 

Como  por  otra  parte  no  era  costumbre  que  los  escultores  mar- 
casen sus  obras  con  sus  nombres,  la  mayor  parte  de  nuestras  esta- 
luas  eclesiásticas  son  hoy  obras  anónimas.  De  ahí  que  los  primeros 
nombres  por  nuestros  historiadores  del  arte  citados,  sean  los  del 
maestro  José  Villegas  de  Cora,  Zacarías  de  Cora  y  otro  José  Ville- 
gas, discípulo  del  primero,  que  al  cabo  del  tiempo  resulta  llamarse 


66 


INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 


también  Villegas  de  Cora.  Teoiían  estos  empeñosos  ai-tistas  su  ta- 
ller en  la  ciudad  de  Puebla.  Sin  más  elementos  que  sus  propios  re- 
cursos y  los  modelos  que  tenían  de  la  antigüedad,  en  su  imperiai 
basílica,  o  en  otros  preciosos  templos  de  la  Angelópolis,  los  Coras 
a  principios  del  siglo  XIX  prestaban  grandes  servicios  al  arte  y  al 
culto  religioso. 

De  D.  José  Villegas  de  Cora  refiere  el  tantas  veces  citado  Sr. 
Ilevilla,  para  probar  el  aprecio  que  del  artista  se  tenía,  la  siguiente 
anécdota  que  nos  pennitimos  transcribir: 

"Cuentan  todavía  en  la  actualidad  los  escultores  de  Puebla, 
que  habiendo  estado  en  España  como  diputado  a  cortes,  el  obispo 
de  aquella  diócesis,  D.  Antonio  Joaquín  Pérez  trajo  consigo  a  su 
regreso  de  la  Península,  una  preciosa  escultura  en  madera,  del  Niño 
Jesús,  y  que  habiendo  llamado  para  mostrársela,  a  D.  José  Ville- 
gas de  Cora,  díjole  en  tono  de  broma  luego  que  la  hubo  enseñado, 
que  aprendiese  a  hacer  estatuas  como  aquella;  a  lo  cual  el  artista 
dio  por  única  respuesta  el  partirle  la  cabeza  a  la  celebrada  imagen, 
sacándole  de  ella  una  cedulita  que  tenía  escrito  el  nombre:  "José 

Villegas  de  Cora." 


Templo  do  Loreto,  obra  de  Tolsa. 


D.  Manuel  Tolsa  naci- 
do en  1757  en  Enguera  del 
reino  de  Valencia,  pasó  a 
México  en  1791  a  hacerse 
cargo  de  la  sección  de  es- 
cultura en  la  recién  fun- 
dada Academia  de  San 
Carlos,  para  lo  cual  nó- 
tese de  paso,  Su  Santi- 
dad el  Papa  Pío  VI  había 
proporcionado,  proceden- 
tes de  los  museos  del  Va- 
ticano, buen  número  de 
los  primeros  modelos  que 
I  habían  de  servir  para  la 
restauración,  o  mejor  di- 
cho la  introducción  de  la 
verdadera  escultura  en 
nuestro  país. 


C.  II.  LAS  UELLAS  ARTES  EN  LA  IGLESIA  MEXICANA 


57 


Tolsa  nos  dejó  insignes  monumentos  como  arquitecto,  entre 
los  que  debe  contarse  por  parte  nuestra,  la  Iglesia  de  Loreto,  algo, 
nuevo  y  atrevido  en  el  género  de  construcciones  eclesiásticas. 

Además  de  las  ya  mencionadas  estatuas  de  las  tres  Virtudes, 
debámosle  la  encantadora  estatua  de  la  Concepción  de  la  catedral 
de  Puebla,  y  las  de  los  Cuatro  doctores  que  decoran  el  tabernácu- 
lo de  ese  mismo  templo. 

Aparte  de  su  la- 
bor personal,  Tol- 
sa nos  dejó  heren- 
cia artística  en  sus 
discípulos,  princi- 
palmente en  el  in- 
dígena Patino  Ix- 
tolique,  y  en  dos  i- 
lustres  queretanos, 
Perusquía  y  Arce. 
De  este  último 
entre  otras  obras, 
se  distingue  la  es- 
tatua del  patrono 
de  Querétaro,  San- 
tiago Apóstol.  En 
pos  de  ellos  vienen 
citados  como  escul- 
tores de  nota,  fray 
Sebastián  Galle- 
gos, e  1  maestro 
Bartolico  y  Fran- 
cisco Rodríguez, 
haciendo  todos 
ellos  de  Querétaro 
como  el  centro  y 
mercado  clásico  de 
nuestra  escultura 
religiosa  nacional; 

Ciprés  de  la  Catedral  de  Puebla.  perO    la    Verdad    OS 

que  la  pacotilla  venida  del  extranjero  en  este  ramo  como  en  otros 
muchos  de  artes  e  industrias  viene  a  matar  todo  el  aliciente  y  la  in- 


58 


INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 


dividualidad  que  son  necesarios  para  sostener  cuanto  dependa  de 
actos  humanos. 


*      * 


Sería  una  exageración  el  afirmar  que  las  artes  menores  vivían 
exclusivamente  de  la  Iglesia :  la  paz  y  la  riqueza  de  nuestros  dos  do- 
rados siglos  (1572-1767)  se  dieron  a  conocer  entre  otras  cosas  en  la 
prosperidad  material,  en  el  bienestar  y  hasta  lujo  de  las  familias. 
Cada  casa  de  las  muchas  familias  de  renombre  que  entones  había 
(aún  alcanzamos  a  ver,  algo  así  como  penumbra  de  ello)  era  una 
especie  de  museo  donde  había  derroche  de  sedas  y  terciopelos,  tibo- 
res de  China  y  multitud  de  objetos  de  marfil  calado,  bordados  de  la 
India  y  de  Filipinas,  con  que  cada  año  nos  enriquecía  la  tan  menta- 
da nao  de  Acapulco;  y  en  todas  partes  abundantes  vajillas  de  plata 
de  nuestras  mimis,  que  nuestros  plateros  cincelaban,  repujaban  o 
afiligranaban  con  una  maestría  y  buen  gusto  de  que  aún  quedan 
acá  y  acullá  esparcidos,  innumerables  testigos  mudos  en  los  obje- 
tos que  han  logrado  escapar  de  tantísima  rapiña  como  ha  cundido 
en  la  época  y  bajo  el  manto  del  liberalismo. 


r 


Tibor  que  perteneció  a  la  Catedral 
de  México. 


Tibor  que  perteneció  a  la  Catedral 
de  México. 


C.  II.  LAS  BELLAS  ARTES  EN  LA  IGLESIA  MEXICANA  5» 

Todo  este  bienestar  de  las  familias  daba  su  principal  razón  de 
ser,  en  el  orden  material,  a  las  artes  menores  de  nuestro  país.  ¿  Pe- 
ro ese  mismo  bienestar  (mirando  al  fondo  de  las  cosas)  no  era  la 
Iglesia  quien  lo  había  fundado  y  lo  sostenía?  Como  ya  lo  hemos 
indicado  en  otra  ocasión,  ella  directamente  con  el  esplendor  de  su 
culto  y  sus  regias  funciones  de  aquel  entonces,  era  ocasión  y  causa 
para  que  las  ai*tes  menores  no  solamente  trabajasen,  sino  que  se 
perfeccionasen  y  de  todas  maneras  se  ennobleciesen ;  porque  nunca 
es  más  noble  el  trabajo  que  cuando  es  por  Dios  y  para  Dios. 

La  Iglesia  además  perpetuó  e  inmortalizó  los  méritos  artís- 
ticos de  los  obreros  del  pasado,  como  que  si  no  fuera  por  los  edifi- 
cios y  artefactos  vinculados  con  el  culto,  no  tendríamos  ni  idea  de 
lo  que  fueron  nuestros  edificios  nacionales;  y  nuestro  pasado  po- 
dría parecer  tan  prosaico  como  lo  es  el  de  nuestros  vecinos  del 
norte. 

El  gremio  más  nuestro  y  de  los  que  más  trabajaron  para  la 
Iglesia  fué  el  de  la  platería,  bajo  la  protección  de  sus  patronos  Ma- 
ría Inmaculada  y  San  Eligió.  A  ello  se  deben  los  millares  de 
arrobas  de  plata  labrada  que  tenían  cada  una  de  las  principales 
diócesis,  hasta  que  los  últimos  virreyes  para  cubrir  gastos  hechos 
contra  nuestra  propia  independencia,  y  después  de  ellos  todos  los 
gobiernos  liberales,  redujeron  tales  tesoros  de  arte  a  una  mínima 
y  miserable  expresión.  ¡  Cuándo  se  hubieran  imaginado  los  sacerdo- 
tes de  nuestros  dorados  siglos,  que  sus  sucesores  en  el  ministerio 
habíamos  algún  día  de  celebrar  con  cálices  de  pacotilla  francesa,  y 
que  nuestros  candeleros  y  servicio  de  altar  habían  de  ser  tan  rui- 
nes y  tan  exóticos  como  los  que  ahora  tenemos! 

De  manos  de  la  platería  mexicana  salió  aquella  custodia  de 
oro  amarillo  macizo,  cuajado  de  diamantes  del  Brasil  que  no  había 
técnico  que  se  atreviese  a  valuarla.  Dícese  que  el  minero  Borda, 
por  una  especie  de  contrato  familiar  con  cierto  amigo  suyo,  con- 
vino con  él  en  que  si  ambos  hacían  fortuna,  se  habían  de  mandar 
anualmente  algo  así  como  muestra,  de  sus  riquezas.  El  amigo  dio 
en  el  Brasil  con  una  mina  de  diamantes.  Borda  en  Taxco  con  uno 
de  nuestros  más  productivos  minerales.  Cada  año  iba  al  amigo  la 
barra  de  oro,  que  él  compensaba  con  un  puñado  de  brillantes.  Des- 
pués de  muchos  años  de  tales  intercambios,  Borda  se  puso  a  echar 
cuentas  sobre  el  empleo  que  podía  darles  a  tantas  riquezas  y  resol- 
vió, como  lo  más  natural  del  mundo,  hacer  una  custodia  para  en  ella 


60  INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

exponer  a  la  veneración  del  público  al  Santísimo  Sacramento  del 
altar  (4). 

A  Juárez  debemos  el  que  con  otras  muchas  riquezas  nuestras 
pasase,  por  vil  precio,  al  extranjero.  La  Sra.  duquesa  de  Mier, 
ilustre  dama  mexicana,  la  recompró,  aunque  ya  despojada  de  los 
famosos  brillantes,  para  donarla  generosamente  no  como  hubiera 
querido  a  su  propia  patria,  porque  habría  vuelto  a  desaparecer, 
sino  a  la  catedral  de  París  donde  actualmente  se  utiliza. 

* 

*      * 

Después  de  los  plateros  y  orfebres,  la  industria  de  la  seda  fué 
tal  vez  la  que  más  se  empleó  en  el  servicio  de  la  Iglesia,  Con  la  an- 
tigua cría  del  gusano  de  seda  en  Oaxaca  y  con  los  obrajes  para  la 
elaboración  de  la  misma,  principalmente  en  Puebla,  teníamos  para 
cubrir  en  buena  parte  los  pedidos  de  nuestros  templos  y  catedrales, 
y  para  dar  trabajo  a  los  bordadores  y  artífices  que  realmente  hon- 
raban a  nuestra  nación.  Trabajados  unos  en  Filipinas  y  otros  en 
México,  pero  por  bordadores  chinos,  existen  aún  no  pocos  ejempla- 
res de  ornamentos  sui  generis  donde  campean  bien  armonizados 
elementos  chinescos  y  del  país.  Mas  como  era  tanto  y  tan  espléndi- 
do el  culto,  se  trajo  mucho  y  muy  bueno  de  la  imperial  Toledo,  rei- 
na de  las  industrias  textiles  en  España, 


A  nuestros  ebanistas  y  entalladores  debemos  tantas  sillerías, 


(4)  Sedaño,  en  sus  "Curiosas  Noticias  de  México,"  nos  da  las  siguien- 
tes: "La  custodia  grande  en  que  se  pone  el  Santísimo  Sacramento  en  la  octa- 
va de  Corpus  y  días  de  primera  clase  en  la  Santa  iglesia  Catedral  de  esta  ciu- 
dad de  México,  fué  antes  de  la  parroquial  de  Tasco,  propia  del  minero  D.  José 
de  la  Borda,  que  había  hecho  sólo  donación  del  uso,  reservándose  la  propiedad, 
está  guarnecida  por  un  lado  de  diamantes  y  por  otro  de  esmeraldas,  y  la 
cruz  de  arriba  de  sólo  diamante  por  ambos  lados.  Tiene  costo  de  más  de 
cien  mil  pesos.  La  compró  la  santa  iglesia  Catedral,  y  se  estrenó  el  día  de 
Corpus  del  año  de  1773  en  10  de  Junio,  lo  que  es  sólo  el  sol  o  círculo,  y  en  2  de 
Junio  de  mil  setecientos  setenta  y  cuatro  siguiente,  también  día  de  Corpus, 
se  estrenó  el  pie  igualmente  guarnecido  de  piedras  preciosas." 

Castro  Santana  dice  que  él  vio  la  custodia  y  añade:  al  verla  dije  con  el 
P.  Sartorio,  célebre  poeta: 

Guárdeos  el  Cielo 

De  los  inicos 

Que  de  sus  garras 

Que  de  sus  picos. 


Remate  de  portada  en  el  edificio  de  la  Inquisición.— Cárceles  "de  Picazo." 


C.  II.  LAS  BELLAS  ARTES  EN  LA  IGLESIA  MEXICANA 


61 


maravillas  de  paciencia  y  de  buen  gusto  como  aún  pueden  verse  en 
nuestras  catedrales.  La  de  Puebla,  sin  embargo,  que  es  la  mejor  de 
todas,  incrustada  de  nácar  y  carey,  no  parece  ser  obra  nacional, 
i  Pues  qué  diremos  de  esos  órganos  gigantescos,  armados  en 
muebles  de  tapincerán,  perfectamente  acabados  y  elegantemente 
modelados ! 


Pulpito   de   San   Sebastián,   México,   D.    F. 


Cuando  uno  ve  lo  que  queda,  junto  con  la  admiración  viene  la 
tristeza,  por  lo  que  se  perdió,  y  más  cuando  se  ven  objetos  cierta- 
mente sustraídos  de  las  iglesias  sirviendo  de  adorno,  no  a  la  casa 
de  Dios,  para  lo  que  fueron  hechos,  sino  a  tal  o  cual  dama  capri- 
chosa, con  muy  poco  temor  de  Dios  y  muy  escasos  indicios  de  edu- 
cación cristiana. 


62  INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 


* 
*         * 


Con  los  ebanistas  trabajaban  casi  siempre  los  doradores  que 
nos  dejaron  monumentos  como  el  altar  de  los  Reyes,  o  como  la  ca- 
pilla de  Covadonga  en  Santo  Domingo,  que  son  la  envidia  de  cier- 
tos visitantes  forasteros. 

La  industria  de  la  imprenta  como  medio  de  propaganda  sí  es- 
tuvo, ya  lo  veremos  más  adelante,  muy  relacionada  y  muy  al  ser- 
vicio de  la  Iglesia ;  pero  como  obra  de  arte,  hay  que  confesarlo,  no 
honra  a  nuestra  patria.  Nuestros  grabados  antiguos,  tal  vez  con 
excepción  que  no  conocemos,  son  sencillamente  detestables;  y  gra- 
bados antiguos  llamo  hasta  los  del  primer  tercio  del  siglo  XIX.  En- 
tonces como  de  un  salto,  nuestros  impresores,  grabadores  y  encua- 
dernadores se  pusieron  a  gran  altura,  de  la  cual  volvieron  a  des- 
peñarse otros  veinte  años,  a  contar  desde  1870  o  cerca. 


Nuestra  cerámica  nacional  será  todo  lo  simpática  y  patriótica 
que  se  quiera ;  y  de  un  arte  relativo,  porque  sale  de  manos  de  indios 
y  porque  eran  (que  ya  no  son)  de  poco  precio;  pero  desengañémo- 
nos, ni  nuestros  "talaveras"  ni  los  mismos  "talaveras"  de  España 
serán  nunca  aceptados  como  obras  de  arte  a  boca  llena. 

Respecto  a  lo  que  pudiéramos  llamar  baja  cerámica  o  fabri- 
cación de  azulejos  lo  mismo  que  de  la  industria  de  hierro,  hemos  ya 
hecho  mención  de  ellas  al  hablar  en  otro  tomo  de  la  construcción  y 
ornamentación  arquitectónica  de  nuestros  templos. 


* 

* 


i  Qué  parte  ha  tenido  la  Iglesia  en  la  conservación  de  las  obras 
de  arte?  Hay  quienes  culpan  a  eclesiásticos  de  la  pérdida  y  desa- 
parición de  muchos  objetos  artísticos. 

No  puede  negarse  que  en  México,  como  en  cualquiera  parte  del 
mundo,  es  muy  posible  que  haya  habido  sacerdotes  descuidados  y 
malos  administradores;  pero  que  hayan  sido  muchos  no  es  más  que 
una  torpe  calumnia,  y  los  que  menos  derecho  tiene  a  hablar  sobre 
la  venta  de  una  casulla  o  de  un  pedazo  de  columna,  son  los  que  con 


C.  II.  LAS  BELLAS  ARTES  EN  LA  IGLESIA  MEXICANA  63 

SUS  ideas  de  toda  la  vida,  se  han  hecho  solidarios  del  que  regaló  a 
protestantes  americanos  la  joya  artística  e  histórica  de  San  Fran- 
cisco; y  destruyó  el  templo  de  Santiago  con  todos  sus  tesoros;  y 
regaló  nuestras  joyas  al  extranjero;  y  se  apropió  de  novecientos 
sesenta  templos :  lo  que  significó  destruir  todos  sus  tesoros  de  arte. 
Tampoco  deben  hablar  los  solidarios  del  otro,  que  llegó  a  dar  acuer- 
do para  que  se  vendiesen  al  extranjero  buen  número  de  nuestros 
mejores  cuadros  que  estaban  en  la  Academia  de  Bellas  Artes.  Y  si 
las  pérdidas,  reales  o  supuestas,  se  deben  a  la  real  o  supuesta  igno- 
rancias de  los  curas,  los  que  menos  derecho  tienen  a  echárselas  en 
cara  son  los  que  les  han  robado  sus  bibliotecas;  los  que  tratan  de 
hacerles  imposible  la  vida  científica,  y  sencillamente,  la  vida. 


CAPITULO  III 

EL  EPISCOPADO  Y  EL  CLERO  SECULAR 


Consideraciones  generales. — Lanziego,  Gómez  Parada,  Escalona  y  Caba- 
ftas. — Sedevacantes  y  sus  perjuicios. — Política  y  boato. — Fundaciones  de  nue- 
vas diócesis. — Tendencias  al  servilismo. — Relaciones  con  Roma. — Sobre  los  ca- 
bildos catedrales. — Clero  rural  y  urbano. — Cárcel  de  curas  en  Tepotzotlán. 


bibliografía  especial 


AlNDRXDE  VICENT£  I)£  F. — Noticias  bibliográficas  sobre  los  limos.  Prelados  de 
S*nora,   •dei    Híñalo»   y    de    i)urunKo.--Mí''XÍco   1809. 

CAKRIL,L.O    Y    ANCONA.    CKESCKNCIO.— Kl    Obispado    de    Yuratán.— Mérida,    1892. 

CAK.KION,   ANTONIO.— lliKtoria  de  la  Ciudad   de    Puebla  do  los  Andeles.— 1886. 

CAY,    .lOSK    ANTONIO.— Historia   de    Oaxaca.— Móxico,    1881. 

MAKTINEZ    (iilAOlDA    >!.— Apuntes    sobre    la    Historia   de   Oaxaca. — 1883. 

MOTA  PADILLA  MATÍAS. — Historia  de  la  Conquista  de  la  Nueva  Galicia.— México, 
1870. 

OltOZCO  Y  JIMÉNEZ,  FRANCISCO.— Colección  de  Documentos  Inéditos  relativos  a 
la  Iglesia   de   Chiapas. — Síiii   Gristóhal    1911. 

RIVERA,    .MANUEL. — Los   (iobornantes   de   México. 

SOSA,    FRANCISCO.— El    Episcoir.wlo    Mexicano.— 1877. 


C.  III.  EL  EPISCOPADO  Y  EL  CLERO  SECULAR  65 


¡EXENTA  y  dos  fueron  los  limos,  y  Rvmos.  Sres.  prela- 
dos que  ocuparon  las  sedes  episcopales  de  nuestra  pa- 
tria durante  el  siglo  XVIII.  México  tuvo  siete  arzobis- 
pos; Puebla  diez  obispos;  Oaxaca  ocho;  Michoacán  diez; 
Cíiiapas  once;  Guadalajara  diez;  Yucatán  catorce;  Durango  on- 
ce; y  las  nuevas  diócesis  de  Linares  y  Sonora  desde  que  fueron 
creadas,  cuatro  y  tres  respectivamente;  lo  que  hace  un  total  de 
ochenta  y  cinco  episcopados;  mas  como  hubo  trece  prelados  que 
sirvieron  sucesivamente  a  dos  diócesis,  y  aun  alguno  a  tres,  que- 
dan repartidas  las  sedes  entre  setenta  y  dos  personalidades  que 
hemos  numerado. 

Quedan  todos  estos  prelados,  atendiendo  la  alta  dignidad  que 
ocuparon,  respetuosamente  consignados  con  las  fechas  principa- 
les de  sus  vidas,  en  la  lista  que  aparece  al  fin  de  este  capítulo. 

No  está  mal  que  en  cada  diócesis  como  pasa  en  las  de  México, 
Yucatán,  Oaxaca,  Sonora  y  Durango,  haya  una  acuciosa  pluma  que 
perpetúe  la  memoria  de  sus  prelados;  hasta  puede  verse  con  cier- 
to gusto,  ad  aedificationem,  que  de  cada  uno  de  ellos  nos  hagan  ta- 
les biografías  o  panegíricos,  que  resultan  todos  de  igual  mérito  y 
tamaño,  en  manera  semejante  a  lo  que  pasa  con  sus  retratos  al 
óleo  que  adornan  las  salas  capitulares.  Cuando  empero,  después 
de  un  par  de  siglos  se  les  mira  desde  lejos  a  todos  juntos,  compa- 
rándolos no  ya  con  el  ideal  de  obispo,  sino  con  lo  que  otras  histo- 
rias llaman  obispos  excelentes,  o  buenos,  o  medianos;  entonces  las 
dimensiones  cambian  no  poco,  y  cuando  el  historiógrafo  quiere  con- 
signar los  hechos  y  memoria  de  los  prelados  sobresalientes,  es  muy 
posible  que  se  encuentre  con  bien  pocos  de  ellos.  Así  nos  pasa  con 
nuestro  siglo  XVIII,  donde  como  en  el  siglo  XVII,  nos  encontramos 
con  una  serie  de  respetables  medianías;  aunque  con  la  triste  di- 
ferencia, de  que  tratándose  de  algunos  obispos  de  las  postrimerías 
del  siglo  que  vamos  historiando,  hallaremos  en  su  contra  cargos 
graves  que  no  se  pudieron  hacer  a  ningún  obispo  del  siglo  XVII. 
Es  indudable  que  los  nombres  de  Lanziego  y  Eguilas,  arzo- 
bispo de  México ;  Escalona,  obispo  de  Michoacán ;  Cabanas  de  Gua- 
dalajara; y  Gómez  Parada  de  esta  última  y  de  Yucatán,  tienen  es- 
peciales y  sobresalientes  títulos  para  que  la  Historia  se  ocupe  de 
ellos  con  agradecimiento  y  bien  merecida  alabanza. 

D.  F.  José  Lanziego  y  Eguilas  nació  en  Viana  del  Reino  de  Na- 
varra el  año  de  1655.  A  los  quince  años  pidió  a  sus  padres  la  ben- 


66  INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

dición  para  ingresar  al  monasterio  de  Nájera  como  monje  de  la 
orden  de  San  Benito.  Y  digamos  de  una  vez,  que  toda  la  vida  se 
le  conoció  que  era  monje,  y  buen  monje;  muy  embebido  en  la  pie- 
dad y  lleno  de  un  espíritu  bien  diferente  al  de  los  obispos  áulicos 
que  ya  empezaban  a  verse  en  España,  como  una  triste  reproducción 
de  los  obispos  áulicos  franceses. 

En  la  Península  fué  Lanziego  abad  de  su  monasterio,  califi- 
cador de  la  Suprema  Inquisición  y  predicador  del  Rey  Felipe  V; 
o  en  otros  términos,  el  Bourdaloue  de  España.  Nombrado  obispo  en 
1711,  no  recibió  sus  bulas,  ni  hizo  entrada  solemne  sino  hasta 
fines  de  1714. 

Aparte  de  su  recogimiento  y  devoción  monacal,  se  distinguió 
por  su  desprendimiento  con  que  hizo  varias  fundaciones  de  cuan- 
tía sin  pararse  en  gastos;  y  tan  remoto  siempre  del  espíritu  de 
finanza,  que  se  murió  sin  saber  distinguir  el  valor  de  las  monedas. 

Hay  una  frase  sobre  la  vida  del  Sr.  Lanziego  que  fácilmente 
se  dice;  pero  que  bien  examinada,  nos  declara  todo  un  mundo  de 
sacrificios  por  parte  del  prelado.  Esta  frase  dice:  "visitó  toda  su 
Diócesis,"  y  este  toda  significa  intensive  et  extensive,  que  no  dejó 
parroquia  ni  doctrina  que  no  visitase,  desde  Acapulco  hasta  Tam- 
pico.  De  esta  visita  se  conservan  preciosas  cartas  de  relación,  de 
las  que  en  su  lugar  citaremos  algunos  párrafos  muy  edifi- 
cantes (1). 

Como  una  gloria  especial,  casi  exclusiva  del  Sr.  Lanziego,  de- 
bemos hacer  constar  que  estuvo  en  paz  con  su  venerable  cabildo. 
Aquí  va  íntegra  la  carta  en  que  lo  hace  constar  al  rey  de 
España: 

"Debiendo  poner  en  noticia  de  V.  M.  los  singulares  sujetos 
que  componen  este  mi  Venerable  Cabildo,  debo  decir  para  gloria 
de  Dios  en  lo  general :  que  después  de  cuatro  años  y  medio  que  es- 
toy administrando  y  sirviendo  esta  mi  Silla  arzobispal,  no  he  lle- 
gado a  saber,  ni  aun  a  oír  de  ninguno  de  los  individuos  que  lo  com- 
ponen, cosa  que  pueda  denigrar  ni  desdecir  a  las  obligacioens  del 
estado  sacerdotal,  y  decoroso  porte  de  sus  personas;  con  la  refle- 
xión de  que  hablo  a  V.  Majestad  con  la  formalidad  y  expresión  que 
debo  de  justicia  a  mi  dignidad  Pontifical,  a  que  añado  también  pa- 
ra gloria  de  Dios  la  integridad  y  pureza  de  las  resoluciones  de  to- 


(1)     A.  G.  de  I.  62-4-39. 


C.  III.  EL  EPISCOPADO  Y  EL  CLERO  SECULAR  67 

dos  en  las  juntas  Capitulares,  en  que  digo  a  V.  Majestad  la  paz 
y  unánime  atención  en  el  obrar;  y  porque  entre  comunidades  suele 
haber  su  diferencia  de  humores;  sólo  en  un  individuo  (confesando 
sus  buenas  costumbres)  hallo  una  puntita  de  genio,  que  por  su 
nimia  viveza  suele  ser  perjudicial,  aunque  no  con  mala  intención; 
de  que  espero  sacar  algún  fruto  con  mis  paternales  correcciones,  y 
puedo  decir,  que  ya  con  efecto  se  va  enmendando,  y  espero  que  la 
sombra  de  V.  Majestad  me  ha  de  servir  no  más  de  para  contener 
sus  vivezas;  porque  no  tiene  más  qué  reformar.  Nuestro  Señor 
guarde  a  V.  Majestad,  como  deseo.  México  y  Marzo  30  de  1717"  (2). 

Tuvo  Lanziego  en  1720  el  deseo  muy  laudable  de  reunir  un 
concilio  mexicano,  o  por  lo  menos  un  sínodo.  Así  escribía  el  16  de 
agosto:  "En  cumplimiento  de  mi  pastoral  oficio,  debo  poner  en 
noticia  de  V.  Majestad,  que  hace  más  de  cien  años  que  en  esta 
Nueva  España  no  se  ha  celebrado  Concilio  Provincial,  y  con  la  ex- 
periencia de  las  seis  visitas  a  que  he  salido  por  casi  todas  las  pro- 
vincias de  mi  Arzobispado,  estoy  reconociendo  la  necesidad  que 
hay  de  restablecer  y  reparar  la  disciplina  cristiana  y  eclesiástica, 
especialmente  en  un  reino  donde  sus  naturales  gozan  aún  los  privi- 
legios de  los  neófitos:  habiendo  llegado  a  tanto  nuestra  flaqueza 
que  oigo  decir  no  estar  en  uso  ni  observancia  este  nuetro  Concilio 
Mexicano,  siendo  para  mí  venerabilísimo.  Suplico  a  V.  Majestad 
se  sirva  interponer  orden  Real  para  este  efecto,  a  cuya  sombra  es- 
pero se  logre  este  mi  deseo,  y  en  su  consecuencia  se  sirva  V.  Ma- 
jestad darme  su  consentimiento  para  pasar  al  Papa  con  esta  mi 
determinación,  y  proponerle  algunos  dubios  que  en  esta  materia 
se  me  han  ofrecido,  y  se  proceda  con  acierto.  Nuestro  Señor  guar- 
de la  Real  Persona  de  V.  Majestad  los  muchos  años  que  cada  día 
le  suplico,  y  toda  esta  monarquía  necesita."  Del  Consejo  de  In- 
dias se  le  respondió  que  se  atuviese  al  concilio  tercero  mexicano,  y 
que  para  lo  que  hubiese  menester,  reuniese  sínodo  diocesano,  el 
cual  no  sabemos  por  qué  no  llegó  a  reunirse  (3). 

Agotado  materialmente  por  el  trabajo,  en  particular  por  el 
de  sus  visitas  y  el  que  personalmente  tomó  sobre  sí  en  la  epidemia 
que  asoló  la  ciudad  de  México,  el  Señor  Lanziego  entregó  su  es- 
píritu a  Dios  el  17  de  enero  de  1728.    Poco  antes  de  expirar,  pro- 


(2)  A.  G.  I.  62-4-38. 

(3)  A.  G.  L  64-4-38. 


G8  INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

nuncio  estas  notables  palabras:  "¡Qué  dulce  muerte  me  ha  dado 
Dios !  Dicen  que  el  morir  es  amargo,  para  mí  es  muy  dulce ;  bendita 
sea  su  bondad,  nada  me  aflige,  ni  tengo  especial  dolor  que  atormen- 
te mi  cuerpo,  ni  particular  cuidado  que  perturbe  mi  alma." 

Contemporáneamente  al  Sr.  Lanziego,  florecía,  gobernando  la 
diócesis  de  Yucatán,  el  limo.  Sr.  D.  Juan  Gómez  de  Parada,  naci- 
do en  la  ciudad  de  Compostela,  en  el  hoy  Estado  de  Nayarit,  de  pa- 
dres nobles  y  ricos  que  fueron  D.  Ginés  Gómez  de  Valdés  y  Do- 
ña Ana  de  Parada  y  Mendoza.  Educóse  en  la  ciudad  de  México, 
primero  en  San  Ildefonso  y  luego  en  el  Colegio  de  Santos,  y  ya 
sacerdote  se  fué  a  redondear  sus  estudios  a  la  Universidad  de  Sa- 
lamanca. En  cuanto  nos  es  conocido,  el  Sr.  Parada  fué  entre  todos 
nuestros  obispos  del  siglo  XVIII,  el  de  más  letras  y  erudición. 

Entró  a  gobernar  la  Diócesis  de  Yucatán  el  7  de  diciembre 
de  1716  con  todos  los  bríos  e  iniciativas  que  podían  esperarse  de 
sus  38  años.  Con  más  fortuna  que  el  Sr.  Lanziego,  logró  reunir  y 
teiTninar  felizmente  un  sínodo  diocesano,  con  la  gloria  de  ser  el 
primero  celebrado  en  nuestra  patria.  Comenzó  dicha  respetable 
reunión  el  6  de  agosto  de  1722,  y  finalizó  el  lo.  de  octubre  del  mis- 
mo año.  Tenemos  a  la  vista  una  copia  manuscrita,  contemporánea, 
de  sus  actas,  donde  no  sabemos  qué  admirar  más,  si  la  erudición 
con  que  el  prelado  glosa  los  cánones  del  tercer  concilio  mexicano, 
el  tacto  y  oportunidad  con  que  los  aplica  a  sus  diocesanos,  o  el  ce- 
lo apostólico  de  que  se  ve  animado  todo  este  conjunto  de  leyes  y 
ordenaciones.  Pocos  libros  habrá  tan  útiles  como  éste  para  el  cle- 
ro de  Yucatán,  y  para  conocer  la  psicología  y  manera  de  ser  de  los 
habitantes  de  la  península  maya. 

En  perfecta  armonía  con  el  excelente  gobernante,  que  por  una 
verdadera  excepción,  tuvo  Yucatán,  suave  y  enérgico  en  el  gobier- 
no, organizador  por  excelencia;  se  atrajo  el  Sr.  Parada,  como  era 
natural  las  miradas  del  Consejo  de  Indias,  a  cuya  propuesta  fué 
trasladado  primero  a  Guatemala,  y  últimamente  a  la  sede  de  su 
propia  patria,  Guadalajara.  Aquí  se  le  recibió  con  el  entusiasmo 
que  puede  suponerse  en  una  madre  que  por  largo  tiempo  ha  estado 
oyendo  grandes  alabanzas  de  su  hijo,  sin  poder  disfrutar  de  su  pre- 
sencia. La  edad,  la  experiencia  y  las  mayores  facilidades  que  para 
su  ministerio  encontraba  en  la  Nueva  Galicia,  colocaron  al  Sr.  Pa- 
rada en  un  puesto  muy  elevado  en  el  afecto  y  estimación  de  toda 
la  Nueva  España. 


% 


limo.  Sr.  Dr.  D.  José  Lanziego  y  Eguilas. 

Episcopado  Mexicano. — Sosa. 


C.  III.  EL  EPISCOPADO  Y  EL  CLERO  SECULAR  69 

Hizo  la  visita  de  la  mayor  parte  de  tan  vasto  obispado ;  reedi- 
ficó el  seminario  eclesiástico  y  el  colegio  de  niñas;  fundó  veinte 
iglesias  y  administró  el  sacramento  de  la  Confirmación  a  más  de 
ochenta  mil  personas.  Fomentó  también  el  comercio  marítimo  por 
la  costa  del  sur  a  la  provincia  de  Guatemala;  y  llenó  de  méritos 
y  bendiciones  falleció  de  73  años,  a  14  de  enero  de  1751. 


Michoacán  puede  ciertamente  gloriarse  de  contar  entre  sus 
limos,  prelados  a  D.  Juan  José  Escalona  y  Calatayud.  Hijo  de 
las  casas  solares  de  su  apellido  en  la  Villa  de  Quer  en  la  Rioja,  co- 
legial del  de  San  Jerónimo  de  Alcalá,  y  después  del  mayor  de  San 
Bartolomé  de  la  Universidad  de  Salamanca,  doctor  teólogo,  canóni- 
go penitenciario  de  la  catedral  de  Calahorra,  y  capellán  mayor  del 
Real  Monasterio  de  la  Encarnación  de  Madrid.  De  la  mitra  de  Ca- 
racas donde  estuvo  poco  tiempo,  fué  promovido  en  1729  a  la  de 
Valladolid  de  Michoacán,  en  cuya  visita  se  quebró  una  pierna,  y 
pensó  por  esto  renunciar  el  obispado ;  pero  lo  sirvió  apostólicamente 
ocho  años.  Socorrió  con  largas  limosnas  a  los  misioneros  del  Cole- 
gio de  Querétaro;  benefició  singularmente  a  los  padres  del  Orato- 
rio de  San  Felipe  Neri  de  San  Miguel  el  Grande;  y  trabajó  porque 
estableciesen  otra  congregación  en  su  capital.  Fué  maravillosa  su 
misericordia  y  liberalidad  con  los  pobres,  para  quienes  enviaba  a 
comprar  ropas  a  las  ferias  de  Acapulco  y  Jalapa;  siendo  él  mismo 
tan  pobre,  que  llegó  el  caso  de  que  le  prestasen  una  camisa  mien- 
tras se  lavaba  la  que  llevaba  puesta ;  y  de  que  le  diesen  un  pañuelo 
para  limpiar  el  sudor  de  su  rostro,  estando  haciendo  confirmacio- 
nes. Dio  cuantiosas  limosnas  a  las  iglesias  de  Indaparapeo,  Tarím- 
baro  y  Ozumatlán.  Concluyó  a  sus  expensas  el  convento  de  religio- 
sas de  Santa  Catarina  de  Valladolid.  Regaló  a  su  catedral  unas  al- 
fombras que  costaron  ocho  mil  pesos;  construyó  el  palacio  epis- 
copal, y  labró  la  Hospedería  del  Santuario  de  Guadalupe,  donando 
a  ésta  una  lámpara  de  plata,  y  haciendo  una  hermosa  calzada  des- 
de la  ciudad.    Levantó  desde  los  cimientos  el  templo  de  Nuestra 
Señora  de  los  Urdíales,  y  erigió  la  ayuda  de  parroquia  de  San  José, 
Fomentó  los  conventos  de  las  órdenes  religiosas  de  su  Diócesis,  y 
especialmente  los  de  agustinos  de  Valladolid  y  Charo.    Fundó  en 
su  capital  un  colegio  para  educación  de  niñas,  el  llamado  de  las 


70         INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

Rosas;  y  otro  en  Celaya  para  recogimiento  de  mujeres  virtuosas. 
Repartió  muchos  dotes  de  a  mil  pesos  para  casadas,  y  de  tres  mil 
para  monjas;  y  como  buen  patricio,  fundó  un  hospital  en  su  pa- 
tria. Aumentó  en  su  catedral  el  número  de  prebendas;  y  presen- 
tó un  plano  al  rey  para  la  construcción  de  sus  torres  y  fachada 
principal.  Por  último  extendiendo  sus  brazos  en  cruz,  y  puestos 
los  ojos  en  un  crucifijo,  dio  su  espíritu  a  Dios  en  23  de  mayo  de 
1737,  a  los  62  años  de  edad,  en  la  hacienda  llamada  del  Rincón,  a 
media  legua  de  Valladolid,  a  donde  fué  trasladado  y  sepultado  su 
cadáver  con  gran  pompa,  celebrándose  después  suntuosas  exequias. 
A  los  siete  años  de  difunto  se  encontraron  sus  entrañas  tan  fres- 
cas y  con  la  sangre  tan  viva,  que  obligó  este  extraordinario  suce- 
so al  vicario  a  hacer  una  información  judicial  y  auténtica,  que  se 
publicó  el  año  1746,  por  el  P.  Escobar,  agustino.  Escribió  nues- 
tro venerable  obispo  en  estilo  dulcísimo,  una  pastoral  intitulada: 
"Instrucción  para  una  vida  perfecta."  Imp.  en  México  por  Ho- 
gal  1737.  Y  son  dignas  de  notarse  las  siguientes  expresiones  con 
que  concluye:  "Vuestro  Pastor  que  os  ama  tiernamente  en  el  Se- 
ñor, os  bendice  en  su  nombre  y  os  dedica  ésta. — Juan  indigno  obis- 
po de  Michoacán,  próximo  a  morir"  (4). 

Navarro  era,  y  de  la  Villa  de  Espronceda  el  ilustre  prelado 
que  aún  parece  vivir  por  lo  mucho  que  se  le  quiere  y  se  le  recuerda 
en  la  ciudad  de  Guadalajara:  D,  Juan  Cruz  Ruiz  de  Cabanas  y 
Crespo.  Tuvo  buenos  estudios  en  Pamplona  y  Salamanca;  buena 
administración  con  muestras  de  gran  tino  en  Palencia,  Valladolid, 
Jaén,  Cuenca,  Badajoz  y  Burgos.  En  1794  fué  promovido  a  la  Se- 
de de  León  de  Nicaragua  de  que  nunca  tomó  posesión,  pues  bien 
pronto  fué  nombrado  obispo  de  la  Nueva  Galicia.  Llegó  a  su  ca- 
tedral el  3  de  diciembre  de  1796,  y  desde  ese  mismo  día  dio  mues- 
tras de  sus  virtudes  y  carácter;  diciendo  festivamente  a  su  cabil- 
do que  le  había  dispuesto  un  magnífico  banquete.  "Buen  chasco 
os  habéis  llevado  en  disponer  esta  comida  de  príncipe;  mi  estóma- 
go no  está  habituado  a  estos  manjares,  antes  bien  los  rechaza . . . 
Sin  embargo,  continuó,  os  haré  compañía  y  así  veré  eJ  trato  que 
se  dan  mis  canónigos;  ya  se  ve  que  estamos  en  la  rica  América 
donde  sin  duda  no  hay  necesitados."  Quedándose  pensativo  por 
algunos  momentos  concluyó:  "hoy  es  la  fiesta  de  uno  de  los  sacer- 


(4)     Beristáin. 


C.  III.  EL  EPISCOPADO  Y  EL  CLERO  SECULAR  71 

dotes  más  santos  que  ha  tenido  la  Iglesia  de  Dios;  supongo  que  el 
Apóstol  de  las  Indias  os  estará  tan  agradecido  de  lo  que  habéis 
hecho  en  su  culto,  como  yo  lo  quedo  de  vuestros  obsequios." 

Sobre  la  sólida  base  de  alta  oración  y  continuado  estudio  que 
llenaban  el  fondo  de  su  día  y  de  sus  días,  el  Sr.  Cabanas  dedicó 
sus  primordiales  atenciones  a  la  formación  de  su  clero.  A  su  era- 
rio particular  debióse  en  su  mayor  parte,  el  amplio  y  bien  cons- 
truido seminario,  presa  hoy,  como  tantos  otros  edificios  de  la  Igle- 
sia, de  la  rapiña  liberal. 

La  actividad  que  desplegó  en  su  pastoral  oficio  se  hace  increí- 
ble, si  no  constara  por  autoridades  irrecusables.  Se  prestó  además 
a  coadyuvar  a  todas  las  fundaciones  piadosas,  como  fueron  el  Co- 
legio del  Sagrado  Corazón  de  Jesús  y  el  Apostólico  de  Zapopan; 
empleó  gruesas  sumas  en  la  construcción  de  muchos  templos  den- 
tro y  fuera  de  Guadalajara;  e  inmensas  fueron  las  cantidades  con 
que  socoitíó  a  los  necesitados  hasta  quedarse  sin  más  alhajas  de 
valor  que  su  anillo  y  su  pectoral. 

Monumento  de  la  caridad  del  Sr.  Cabanas,  no  menos  que  de 
la  grandeza  de  su  alma,  es  el  hospicio  de  pobres  que  levantó  a  sus 
expensas  en  la  capital  de  su  diócesis.  Por  la  solidez  de  su  cons- 
trucción, por  la  amplitud  y  abundancia  de  sus  galerías,  por  la  ade- 
cuada distribución  de  sus  departamentos,  el  Hospicio  Cabanas  es 
sin  duda  alguna  lo  mejor  que  en  su  género  tenemos  en  la  Repúbli- 
ca. Su  vista,  sin  embargo,  inspira  gran  tristeza,  la  misma  que  in- 
funde un  cuerpo  al  que  se  le  arranca  el  alma ;  porque  allí  falta,  en 
su  centro,  en  la  hermosísima  capilla,  el  alma  de  la  institución,  el 
Dios  del  amor  y  de  la  caridad,  por  quien  únicamente  trabajaba  y 
hacía  aquella  fundación  el  venerable  prelado.  Si  éste  se  levantara 
del  sepulcro  renunciaría  a  que  llevase  su  nombre  una  institución 
de  donde  fué  arrojado  Jesucristo  y  la  maternal  intervención  de  la 
Iglesia. 

Para  los  mexicanos  en  general,  no  ya  solamente  para  los  ja- 
liscienses,  tiene  el  Sr.  Cabanas  otros  motivos  de  gratitud  y  alaban- 
za ;  los  que  se  le  deben  por  haber  permanecido  en  el  país  y  al  fren- 
te de  su  diócesis,  en  los  momentos  críticos  de  nuestra  independen- 
cia y  autonomía  nacional,  en  que  otros  prelados  menos  conscien- 
tes de  sus  obligaciones,  abandonaron  su  grey  para  no  desagradar 
a  un  rey  terreno;  y  tofdo  esto  con  harto  detrimento,  como  en  su 
lugar  veremos,  de  la  fe  y  de  las  costumbres  en  nuestro  país. 


72        INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

Lleno  de  días  y  de  méritos,  falleció  el  Sr.  Cabanas  el  28  de 
noviembre  de  1824  a  los  73  años  de  su  edad  y  29  de  Pontificado. 

*      * 

Hablando  del  aspecto  que  en  general  presenta  el  Episcopado 
Mexicano  del  siglo  XVIII,  y  comparándolo  con  el  del  siglo  anterior, 
es  opinión  de  personas  autorizadas,  que  desmereció,  y  más  todavía 
en  época  determinada,  hacia  el  último  tercio  del  siglo;  salvo  hon- 
rosas excepciones. 

Por  de  pronto  no  se  remediaron  algunos  de  los  capitales  de- 
fectos observados  en  el  siglo  XVII:  seguían  los  larguísimos  perío- 
dos de  sedevacante  sin  ocurrírseles  a  los  buenos  señores  del  Con- 
sejo de  Indias,  practicar  en  materia  de  obispados,  lo  que  ya  se  ha- 
cía tocante  a  autoridades  civiles;  o  sea  tener  preparado  un  "pliego 
de  mortaja"  en  que  estaba  ya  nombrado  el  que  había  de  suceder 
inmediatamente  al  difunto. 

Estos  fatales  interinatos  resultaban  peores  en  este  siglo  que 
en  el  anterior,  porque  de  hecho  algunos  cabildos  sedevacante  se 
propasaron  en  tanto  grado  que  de  Roma  mismo  tuvieron  que  lla- 
mar la  atención  con  muy  graves  palabras.  Y  no  dejaremos  de 
observar  que  no  hay  mal  que  por  bien  no  venga,  y  el  bien  en  este 
caso,  fué  el  ponerse  la  Iglesia  Mexicana  en  comunicación,  aunque 
fuera  para  ser  reprendida,  con  el  Vicario  de  Cristo  (5). 

Siguió  también  como  era  natural,  esa  inquietud  en  la  máxima 
parte  de  los  prelados  por  regresar  a  la  Península,  nacida  del  hu- 
mano deseo  que  se  tiene  de  volver  a  la  patria;  o  suspirando  por 
una  mitra  más  encumbrada,  o  hasta  por  un  capelo  cardenalicio. 
A  eso  tal  vez  se  encaminaba  la  indirecta  de  cierto  prelado  en  su 
carta  al  rey:  "es  verdad  que  no  se  puede  obligar  a  uno  a  que  sea 
obispo;  mas  el  que  no  acepta  un  obispado  en  Indias,  nunca  debía 
ser  consultado  para  otra  dignidad  y  empleo  . . .  Parece  dureza  pre- 
cisar a  un  gran  letrado  a  que  venga  a  Indias  o  deje  su  casa,  con- 


(5)  Esto  acontecía  en  1703  por  ocasión  que  dio  el  cabildo  de  México  dis- 
pensando sobre  jurados  de  afinidad  en  causas  matrimoniales,  haciéíidose  pres- 
tar para  ello  ciertos  privilegios  que  creían  tener  los  padres  dominicos,  y  que 
en  Roma  no  les  fueron  reconocidos.  Todo  este  proceso  se  encuentra  en  el 
archivo  secretísimo  de  la  Congregación  del  Consistorio  (vulgo  "le  Corazze") 
que  nos  fué  abierto  el  año  de  1924  por  especial  favor  del  eminentísimo 
señor  cardenal  Delay. 


C.  III.  EL  EPISCOPADO  Y  EL  CLERO  SECULAR  7a 

veniencias  y  familia ;  pero  como  el  bien  del  Reino  es  superior  al  de 
un  particular,  sería  oportuno  el  que  las  plazas  de  las  Reales  Audien- 
cias de  esta  Nueva  España  fueran  escalón  seguro  para  las  de  ese 
Reino,  pasados  cinco  años  de  residencia  en  éste ;  con  lo  cual  se  alen- 
tarían muchos  a  la  aceptación,  y  no  se  cansarían  aquí . .  . ,  etc."  (6). 

Luz  especial  sobre  algunas  deficiencias  en  nuestros  prelados 
arroja  la  carta  del  buen  arzobispo  Lanziego  fechada  el  25  de  ene- 
ro de  1718  (7).  Dice  así:  "He  llegado  a  pensar,  comenzando  por  las 
cabezas  de  los  Reverendos  Arzobispos  no  han  visitado,  ni  podi- 
do visitar  su  Arzobispado,  por  senectud.  En  que  hago  juicio  que 
en  esta  Nueva  España  conviene  muy  mucho  que  los  Prelados  sean 
de  mediana  edad  y  con  fuerzas  para  visitar  estos  Arzobispados; 
que  por  rudeza  de  los  naturales  necesitan  de  trabajar  más  que 
cuantos  Prelados  tiene  la  Iglesia  de  Dios,  y  ya  porque  V.  Majes- 
tad los  ha  ocupado  en  empleos  políticos,  cuya  atención  les  ha  impo- 
sibilitado de  poder  atender  a  la  visita  de  sus  Diócesis ;  de  que  re- 
sulta la  relajación  de  costumbres  y  la  omisión  de  los  párrocos  en 
el  cultivo  y  labor  pertinaz  y  frecuente  que  se  debe  tener  con  los 
Indios,  debiendo  decir  a  V.  Majestad  que  pasan  de  treinta  años 
los  parajes  que  voy  visitando,  que  no  han  visitado  desde  el  tiempo 
de  el  Reverendo  Arzobispo  Seijas  de  gloriosa  memoria;  y  en  lo 
antecedente  a  este  Reverendo  Prelado,  hacía  setenta  años  que  es- 
te Ai^obispado  no  se  visitaba." 

Apunta  en  estas  líneas  el  devoto  metropolitano  el  perjuicio 
que  acarreaba  para  la  Iglesia  la  costumbre,  o  casi  costumbre  de 
echar  mano  de  los  prelados  para  el  gobierno  político  del  virreinato. 
Más  que  en  el  siglo  anterior,  se  acentuó  en  éste,  pues  cuatro  de  los 
ocho  arzobispos  que  durante  el  siglo  ocuparon  la  sede  metropolita- 
na, fueron  virreyes  al  mismo  tiempo  que  arzobispos ;  con  lo  cual  di- 
cho se  está,  y  los  hechos  lo  comprobaron,  que  como  virreyes  fueron 
muy  medianos,  y  por  otra  parte  el  oficio  pastoral  sufrió  por  ello 
gran  detrimiento.  Esto  fué  entre  otras  causas,  porque  el  cargo  vi- 
rreinal los  ponía  en  un  plan  de  lujo  poco  en  armonía  con  los  ideales 
evangélicos.  En  Europa  había  ya  un  exceso  de  lujo  entre  los  prela- 
dos de  aquel  siglo,  y  aquí  se  acentuó  más  desde  mediados  del  siglo 


(6)  Archiv.  provincial  de  Toledo.    Sección  Lorenzana.    Carta  a  Su  Ma- 
jestad.   México,  24  de  octubre  de  1771. 

(7)  A.  G.  L  62-4-39. 


74  INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

XVII  ese  lujo  excesivo,  autorizándolo  por  cierto,  y  casi  reglamen- 
tándolo el  aparatoso  Palafox.  A  su  "santo  ejemplo"  apelaban  para 
cohonestar  su  poco  edificante  demanda  de  aumento  de  sueldos,  el 
arzobispo  Lorenzana  y  otros  tres  que  con  él  firmaron  la  famosa 
calla  de  1771,  No  nos  resistimos  a  copiar  algunas  líneas  de  ella 
que  hacen  a  nuestro  propósito:  "Un  Arzobispo  de  México,  dicen, 
es  indispensable  que  tenga  un  competente  número  de  pajes,  que 
siempre  salen  cuatro  con  antorchas  en  todas  sus  asistencias.  Para 
sus  caminatas  y  solemnes  concurrencias  ha  de  ir  con  decencia, 
porque  de  lo  contrario  se  repararía  mucho  en  este  país  en  el  que 
también  se  ha  de  hacer  visible  el  decoro  exterior  de  la  dignidad 
Episcopal."  Hasta  aquí  tenían  razón,  pero  en  el  parrafito  si- 
guiente va  más  allá,  y  dice  así :  "El  venerable  Sr.  D.  Juan  de  Pala- 
fox  pone  un  catálogo  de  los  principales  familiares,  capellanes,  pajes 
y  de  otros  oficios,  que  no  creemos  los  tenga  ni  el  Arzobispo  de  To- 
ledo, y  en  Osma  no  tendría  (el  mismo  Sr.  Palafox)  aun  la  tercera 
parte,  ni  hemos  oído  de  Obispos  que  tengan  maestre-salas,  y  otros 
que  allí  nombra  ese  Prelado  tan  digno  de  colocarse  en  los  altares; 
y  todo  esto  será  por  la  razón  de  que  juzgó  necesario  o  conveniente 
para  el  buen  régimen  de  su  Casa  y  Diócesis."  ¡  Qué  lejos  estaban 
estos  obispos  del  siglo  XVIII,  de  Fr.  Juan  de  Zumárraga  que  hacía 
sus  viajes  a  pie  y  descalzo! 

Pintoresca  por  demás  es  la  siguiente  descripción  de  un  arzo- 
bispo presidiendo  una  corrida  de  toros  (8). 

Dice  así:  "Vendidas  todas  las  localidades,  exceptos  los  Palcos 
del  Virrey  y  los  Tribunales,  llegó  su  lima,  a  las  tres  de  la  tarde 
acompañado  de  las  autoridades,  en  el  orden  siguiente:  en  primer 
término  los  Alcaldes  ordinarios  en  coche,  lo  mismo  que  los  Regido- 
res, Corregidor  y  Real  Audiencia.  En  seguida  venía  una  carroza  de 
respeto,  luego  el  crucero  con  la  cruz  alta  que  precede  a  los  arzobis- 
pos, y  por  último  el  Virrey,  que  era  el  mismo  Arzobispo  en  elegan- 
tísima carroza  forrada  interiormente  de  seda  de  China,  blanca, 
con  bordaduras  de  oro,  dorada  por  fuera  con  sumo  arte;  habiendo 
estrenado  esa  tarde  este  rico  vehículo.  Seis  hermosos  caballos  tira- 
ban de  ellas,  indicando  la  alta  jerarquía  del  ocupante.  Paseó  la  pla- 
za toda  esta  lujosa  comitiva,  y  ocupado  el  Palco  de  honor  por  su 
Excelencia,  y  hecha  la  señal  por  el  alguacil  de  guerra  al  torilero, 


(8)     Rangel.    Historia  del  Toreo  en   México.    México   1924. 


C.  III.  EL  EPISCOPADO  Y  EL  CLERO  SECULAR  75 

dio  principio  la  corrida,  que  resultó  deslucida  por  lo  manso  de  los 
toros. 

"La  corrida  de  la  tarde  siguiente,  a  la  que  concurrió  el  Arzobis- 
po con  el  mismo  ceremonial,  fué  más  animada  por  la  bravura  de  los 
toros  y  el  arrojo  y  destreza  de  los  toreros  de  a  pie  y  de  a  caballo. 
Igual  fué  la  corrida  del  15,  con  la  que  se  dio  por  concluida  la  tem- 
porada." 

Causaba  irritante  disgusto  a  algunos  de  esta  ciudad,  el  fausto 
con  que  vivía  el  Sr.  arzobispo,  y  la  manera  tan  poco  apropiada  a 
su  carácter  eclesiástico,  de  concurrir  a  las  corridas  de  toros.  Con 
este  motivo  salieron  dos  o  tres  manuscritos,  con  versos  satíricos, 
infamatorios  y  denigrativos,  según  dice  el  edicto  del  Santo  Oficio, 
cuyo  tribunal  los  mandó  recoger  con  graves  penas  para  los  que  los 
ocultaran,  por  criticar  las  obras  y  costumbres  de  cierto  príncipe 
eclesiástico. 

En  verdad  que  era  grande  el  boato  del  virrey  arzobispo :  con 
ocasión  de  haber  recibido  el  palio,  dio  una  comida,  que  por  la  des- 
cripción que  de  ella  nos  queda,  fué  opíparo  banquete,  al  que  asis- 
tieron como  invitados  de  honor  los  capitulares  y  los  oidores  de  la 
Real  Audiencia.  El  lugar  que  ocuparon  en  la  mesa  fué :  al  lado  de- 
recho de  su  lima,  el  oidor  más  antiguo,  como  presidente  de  la  sa- 
la, al  izquierdo  el  señor  deán  y  el  maestrescuela;  el  chantre  siguió 
después  de  los  oidores,  etc.,  etc.  Se  comenzó  la  comida  a  las  doce 
en  punto,  y  se  acabó  a  las  dos  y  media  de  la  tarde.  Hubo,  según 
decían  algunos,  treinta  platillos:  diez  de  pescados,  diez  de  carnes 
y  diez  de  dulces ;  otros  afirmaban  que  los  platillos  fueron  cincuenta 
de  diversas  viandas,  así  de  pescados  exquisitos,  como  de  carnes  y 
aves  diferentes,  con  tres  antes  y  cinco  géneros  de  dulces,  entre 
éstos  una  cajeta  de  Michoacán  (de  Celaya)  para  cada  convidado, 
pasteles  y  pastelones,  varias  frutas  del  tiempo  y  diversas  clases  de 
vinos  y  nevados.  Después  de  la  comida  sirvió  el  secretario  de  su  ex- 
celencia, D.  Diego  Bustos,  con  el  aguamanos,  una  toalla  mojada  en 
agua  de  azahar, . . . 

Todos  estos  datos  que  nos  suministra  Castro  Santa  Ana  en  su 
famoso  diario  de  Sucesos  Notables,  nos  llevan  ciertamente  a  deplo- 
rar que  un  obispo  tenga  que  tratarse  como  virrey ;  pero  ésto  en  rea- 
lidad no  era  por  culpa  de  él,  y  ya  una  vez  puesto  en  el  cargo  no  ha- 
cía nada  que  no  hubieran  hecho  los  demás  virreyes.  El  boato  por 
consiguiente,  así  desplegado,  ni  acusa  inmoralidad  intrínseca  como 


76        INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

se  ha  pretendido,  ni  da  derecho  a  que  a  aquel  arzobispo  se  le  cuel- 
gue el  epíteto  de  "gastrónomo." 

Se  ha  tachado  a  los  obispos  del  siglo  XVIII  de  haber  mostra- 
do poca  iniciativa.  No  negamos  que  hay  en  ello  mucho  de  verdad, 
pero  hay  que  considerar  como  atenuante,  lo  difícil  que  era  tener 
iniciativa,  dadas  las  circunstancias  que  los  rodeaban.  Todo  lo  que 
supusiese  innovación  era  recibido  con  horror  la  primera  mitad  del 
siglo  en  el  Supremo  Consejo  de  Indias,  y  había  que  derrumbar  pa- 
ra implantar  algo  nuevo;  toda  una  máquina  de  leyes  antiquísimas 
y  de  prejuicios  con  que  el  regio  patronato  tenía  atados  de  pies  y 
manos  los  actos  y  las  mismas  iniciativas  de  todo  el  mundo  eclesiás- 
tico, desde  el  cardenal  arzobispo  de  Toledo  hasta  el  último  sacris- 
tán o  doctrinero. 

Por  eso  es  más  de  alabarse  la  actitud  que  en  diversos  períodos 
del  siglo  que  historiamos,  asumieron  ciertos  prelados  para  solven- 
tar el  urgentísimo  y  trascendental  problema  de  la  creación  de  nue- 
vos obispados.   Clamando  estaban  al  cielo  todas  esas  inmensas  re- 
giones del  norte  por  un  pastor  que  dirigiese  y  fijase  los  trabajos, 
por  otra  parte  heroicos  de  los  misioneros,  y  sin  embargo,  muy  po- 
cos fueron  los  obispos  que  en  este  sentido  se  atrevieron  a  dirigirse 
a  la  Corona.    Nos  permitimos  copiar  a  este  propósito  las  palabras 
de  una  carta  colectiva  escrita  en  mil  setecientos  setenta  y  uno,  es 
decir,  con  siglo  y  medio  de  retraso.    Dice  así :  "La  experiencia  ha 
enseñado  desde  la  Conquista,  que  la  erección  de  obispados  y  divi- 
sión de  otros  ya  erigidos,  ha  producido  admirables  efectos  a  la 
real  Corona,  porque  con  las  Sillas  episcopales  se  formaliza  el  go- 
bierno espiritual,  se  arreglan  los  pueblos  y  parroquias,  se  hacen 
ciudades  insignes  las  que  antes  eran  poblaciones  mal  formadas,  se 
contienen  los  alborotos,  se  condecoran  los  gobiernos  y  alcaldías  ma- 
yores; se  establecen  Universidades  y  Estudios;  se  forman  cuerpos 
de  milicias  provinciales;  se  cultivan  con  mayor  esmero  e  inteligen- 
cia los  campos ;  se  perfeccionan  los  oficios  y  artes ;  se  afianza  y  fo- 
menta el  comercio;  se  buscan  y  trabajan  con  mayor  tesón  las  mi- 
nas; se  autoriza  a  los  cabildos  eclesiásticos  y  seculares;  se  atiende 
inejor  a  la  administración  de  justicia;  se  sofocan  en  tiempo  las  in- 
testinas disensiones;  se  aseguran  más  y  más  en  la  debida  obedien- 
cia estos  dominios  y  se  hacen  más  respetables  a  todas  las  naciones 
extranjeras. 

"En  tiempo  del  Señor  Carlos  I  se  erigieron  los  obispados  de 


C.  III.  EL  EPISCOPADO  Y  EL  CLERO  SECULAR  77 

esta  provincia  mexicana:  México,  Tlaxcala  o  Puebla,  Michoacán, 
Guadalajara,  Oaxaca,  Guatemala  y  Yucatán.  Después  de  dos  si- 
glos y  medios  no  se  ha  dividido  ni  erigido  de  nuevo  otro  alguno,  más 
que  el  de  Durango,  cuyo  territorio  se  separó  de  Guadalajara;  y  con 
todo  es  tan  dilatado  e  inmenso,  que  no  se  ha  verificado  ni  cabe  ve- 
rificarse que  los  prelados  de  Guadalajara  y  Durango  visiten  todos 
los  pueblos  de  sus  diócesis  a  causa  de  las  enormes  distancias,  y  de 
que  hay  algunas  misiones  y  territorios  tan  remotos,  con  tantos  des- 
poblados intermedios  infestados  por  gentiles,  que  sería  necesaria 
una  gran  escolta."   Hasta  aquí  la  carta  (9). 

Sirvió  tal  vez  esta  carta  para  activar  la  erección  del  obispado 
de  Linares  pedido  por  los  misioneros  de  nuestro  noreste  desde  el 
primer  tercio  del  siglo  XVII.  Con  la  prontitud  característica  del 
Consejo  de  Indias  respondió  ciento  veintitrés  años  más  tarde  con 
una  real  cédula  en  que  no  fundaba  el  obispado  pero  en  cambio  da- 
ba el  real  permiso  para  que  se  empezasen  las  informaciones  si  con- 
venía o  no.  Once  años  más  tarde  o  sea  en  1764  se  pidió  otro  infor- 
me y  aunque  respondió  el  asesor  general  D.  Juan  Antonio  Pala- 
cio que  la  cosa  urgía,  no  sirvieron  estas  prisas  sino  para  nuevas 
consultas,  levantamiento  de  mapas  y  oficiales  testimonios  que  retar- 
daron el  asunto  otros  trece  años  hasta  que  por  fin  la  Santidad  de 
Pío  VI  expidió  en  25  de  diciembre  de  1777  la  bula  "Relata"  por  la 
que  quedó  erigida  la  diócesis  de  Linares  con  su  sede  episcopal  en 
la  población  de  este  nombre  y  como  sufragánea  de  la  arquidiócesis 
de  México.  Sus  límites  fueron  al  norte  la  indefinida  región  de  la 
Nueva  Francia ;  al  sur  una  línea  que  nunca  llegó  a  fijarse  que  la 
dividía  de  los  obispados  de  Guadalajara  y  Durango ;  al  este  la  Huas- 
teca, Panuco  y  costas  del  Seno  Mexicano ;  al  oeste  Sonora  y  Nuevo 
México.  Comprendía  pues  grosso  modo  los  estados  de  Nuevo  León, 
Coahuila  y  muy  buena  parte  de  Texas. 

Los  cuatro  obispos  que  tuvo  en  este  siglo  cuyos  datos  cronoló- 
gicos aparecen  en  la  tabla  general  sostuvieron  una  vida  dificilísima 
como  podía  preveerse  en  tierras  tan  extensas  y  con  tan  pocos  ele- 
mentos de  cultivo  espiritual. 

Dos  años  más  tarde  que  la  diócesis  de  Linares  erigía  el  mismo 
Pontífice  Pío  VI  la  diócesis  de  Sonora  cuyo  primer  obispo  que  fué 
D.  fray  Antonio  María  de  los  Reyes,  no  se  presentó  en  su  dióce- 


(9)     Toledo.    Lorenzana  1.  c. 


•i&         INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

sis  sino  hasta  1782.  Su  residencia  episcopal  se  le  fijó  en  Arizpe,  y 
abarcaba  su  extensión  los  actuales  Estados  de  Sonora,  Sinaloa,  Ba- 
ja y  Alta  California,  o  mejor  dicho,  volvía  a  quedar  sin  límites  al 
norte,  porque  como  dicen  los  mismos  prelados  que  suscribieron  la 
citada  carta,  de  aquellas  regiones  no  se  tenía  noticia  más  que  por 
relaciones  de  algunos  viajeros. 

Al  último  arzobispo  del  siglo  XVIII  se  le  preguntó  por  parte 
de  la  Corona,  si  convenía  la  erección  de  otros  obispados  hacia  el 
rumbo  de  Acapulco.  La  pregunta  no  disgusta  sino  el  que  se  haya 
hecho  tan  tarde  y  con  tan  pocas  ganas  de  darle  cumplimiento  a 
esos  dizque  deseos,  como  posteriormente  los  hechos  lo  demostra- 
ron. Entre  otros  párrafos  incluidos  en  la  respuesta  que  fué  del 
limo.  Sr.  D.  Francisco  Javier  de  Lizana,  hallamos  los  siguientes: 
"La  ciudad  y  puerto  de  Acapulco  de  que  al  presente  se  trata,  dista 
más  de  ochenta  leguas  de  México,  y  según  las  noticias  que  he  ad- 
quirido, no  ha  visto  dentro  de  su  recinto  al  Araobispo  de  la  Me- 
trópoli en  el  largo  espacio  de  siglo  y  medio. . .  Es  pues  no  solamen- 
te útil  sino  enteramente  precisa,  la  creación  de  un  nuevo  Obispo 
que  pueda  atender  personalmente  a  las  necesidades  de  aquel  terri- 
torio, y  me  parece  podrán  demarcarse  sus  límites  desde  el  Río  Hua- 
intlán  hasta  el  mar,  tomando  la  porción  que  ahora  es  de  este  Ar- 
zobispado, otra  del  Obispado  de  Puebla,  y  otra,  aunque  más  peque- 
ña, del  de  Valladolid,  y  destinando  para  Sede  Episcopal  la  pobla- 
ción de  Chilapa,  por  su  buen  temperamento.  Por  cuyo  medio  se 
logrará  cortar  la  excesiva  extensión  de  las  Mitras  de  México,  Pue- 
bla y  Valladolid ;  se  dará  la  correspondiente  al  nuevo  Obispado  con 
suficiente  renta;  se  podrán  conseguir  y  verificar  las  ventajas  y  re- 
glas, y  lograránse  los  piadosos  designios  de  nuestro  Soberano,  evi- 
tándose al  mismo  tiempo  el  riesgo  inminente  de  perder  la  vida,  en 
que  se  ven  colocados  no  pocas  veces,  curas  y  feligreses,  por  la  ne- 
cesidad de  pasar  el  río  en  tiempo  de  aguas.  . . ." 

Once  días  después  de  enviar  esta  carta,  el  arzobispo  escribía 
otra  que  nos  demuestra  los  horizontes  geográficos  que  para  la  crea- 
ción de  nuevos  obispados,  se  abrieron  en  el  Consejo  de  Indias.  En- 
cierran datos  muy  interesantes,  por  lo  que  nos  vemos  en  el  deber 
de  transcribir  esta  comunicación:  "Muy  Señor  mío:  En  cumpli- 
miento de  lo  prevenido  por  Real  cédula,  me  ha  pasado  oficio  este 
Virrey,  para  que  informara  sobre  la  erección  de  tres  nuevos  Obis- 
pados :  uno  en  las  costas  del  Sur  o  de  Acapulco ;  otro  en  las  de  Ve- 


C.  III.  EL  EPISCOPADO  Y  EL  CLERO  SECULAR  79 

racruz ;  otro  en  San  Luis  Potosí,  Villa  de  Valles  o  Valle  del  Maíz. 
La  gravedad  del  asunto  y  la  prevención  superior  para  que  se  trate 
con  separación  sobre  cada  uno  de  estos  tres  nuevos  Obispados,  al 
mismo  tiempo  que  me  obliga  a  proceder  con  la  reflexión  más  dete- 
nida, me  ha  inclinado  también  a  ceñir  por  ahora  mi  Informe  a  sólo 
el  primero,  cuyas  circunstancias  tengo  más  bien  conocidas. 

"Hubiera  quedado  con  sosiego  sobre  la  obligación  de  concien- 
cia en  este  punto,  con  el  Informe  que  he  dirigido  al  Virrey,  si  a 
muy  pocos  días  de  la  dirección  no  hubiera  llegado  a  mis  manos 
carta  de  uno  de  aquellos  curas,  en  que  me  da  noticia  del  miserable 
estado  de  sus  feligreses,  tan  entregados  a  la  embriaguez,  lascivia 
y  otros  vicios;  que  truecan  de  consortes  y  huyen  a  los  montes 
cuando  son  buscados  para  cumplir  con  los  preceptos  de  la  Iglesia, 
como  sucede  también  en  otros  parajes. 

"Penetrado  amargamente  mi  interior  de  la  perdición  de  estas 
almas,  he  pasado  al  Virrey  copia  de  dicha  carta,  y  no  puedo  me- 
nos de  dirigir  a  los  pies  del  Trono,  por  mano  de  V.  E.,  la  repre- 
sentación adjunta,  en  que  hago  presente  a  V.  Majestad  la  urgen- 
cia de  colocar  cuanto  antes  un  Obispo  en  aquellos  países,  aunque 
sea  en  clase  de  Auxiliar,  y  los  medios  que  me  parecen  más  a  pro- 
pósito y  más  brevemente  efectivos. 

"Los  mismos  lo  podrán  ser  tal  vez  por  iguales  establecimientos 
en  los  territorios  en  que  se  tengan  por  necesarios;  pero  me  he  li- 
mitado actualmente  al  de  Acapulco,  porque  no  he  dado  hasta  de 
aquí  infoi-me  sobre  otro,  y  porque  según  las  noticias  que  tengo, 
parece  que  debe  atenderse  con  preferencia  la  erección  de  éste  cuan- 
do llegue  el  caso  de  inforaiar  al  Virrey  en  el  próximo  mes  de  Ju- 
nio sobre  los  otros  dos;  no  omitiré  tampoco  manifestar  las  razo- 
nes poderosas  que  acreditan  con  evidencia,  ser  superfina  la  crea- 
ción de  un  nuevo  Obispado  en  Querétaro,  llevándose  a  efecto  la 
de  San  Luis  Potosí,  Villa  de  Valles,  o  Valle  del  Maíz ;  en  cuyas  ca- 
pitales, y  no  en  la  de  Querétaro,  que  quedaría  entonces  a  un  extre- 
mo del  Obispado,  concurren  las  cualidades  ventajosas  que  tengo 
expuestas  en  el  infomie  y  que  por  no  verificarse,  son  la  causa  de 
que  no  podamos  los  Prelados  cumplir  con  nuestra  obligación  en 
Diócesis  de  extensión  muy  dilatada"  (10). 

Fuera  de  estas  iniciativas  que  pueden  llamarse  particulares. 


(10)     Archivo  General  de  Indias  96-4-11. 


80         INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

y  la  convocación  del  sínodo  de  Yucatán,  a  que  ya  nos  hemos  refe- 
rido, no  encontramos  otras  de  mayor  importancia  en  nuestros  pre- 
lados del  siglo  dieciocho.  Se  ve  que  D.  Vasco  de  Quiroga  y  D.  Juan, 
de  Zumárraga  no  tuvieron  sucesores  en  su  espíritu  de  civilización 
práctica  del  indígena;  y  D.  Alonso  de  Cuevas  y  Dávalos  no  tuvo 
ni  antecesores  ni  sucesores  en  la  magnanimidad,  acierto  y  valen- 
tía con  que  trató  de  solventar  nuestros  verdaderos  males  políti- 
cos (11). 

Si  de  nuestros  prelados  de  la  segunda  mitad  del  siglo  se  trata, 
existe  muy  seria  opinión  de  que  les  incumbía  haber  seguido  otra 
marcha  de  la  que  siguieron  respecto  a  los  destinos  políticos  del 
país.  Es  increíble  que  se  les  hayan  ocultado  las  probabilidades  de 
una  próxima  independencia,  y  la  imposibilidad,  por  parte  de  Es- 
paña para  poder  contener  ese  movimiento.  En  todo  caso  la  obli- 
gación de  un  prelado  que  en  la  extensión  de  la  palabra  debe  ser 
padre  y  pastor  de  su  grey,  debía  llevarles  como  llevó  al  ilustrísimo 
señor  Cabanas  a  no  desampararla;  a  suavizar  y  enderezar  hacia 
Dios  esos  inevitables  movimientos  que  bien  pronto  iban  a  cambiar 
la  marcha  toda  del  país. 

De  alabarse  son  la  oficiosidad  y  espíritu  servicial  del  obispo 
Núñez  de  Haro,  contribuyendo  con  el  virrey  a  la  instalación  de  un 
jardín  botánico  en  la  capital,  no  menos  que  en  la  construcción  de 
un  cementerio  higiénico.  Laudables  son  asimismo  los  esfuerzos 
de  varios  prelados  por  difundir  la  lengua  castellana,  como  por  es- 
pecial cédula  recomendaba  el  rey  a  los  obispos.  Gusta  ver  al  ar- 
zobispo de  México  en  tanta  armonía  con  el  ayuntamiento  de  la 
capital,  que  hasta  le  ayuda  con  sus  decretos  y  pastorales  a  la  per- 
secución de  los  bandidos,  o  a  la  supresión  del  contrabando.  Tam- 
poco nos  desagrada  que  cedan  un  poco,  dentro  de  lo  digno,  respecto 
al  derecho  de  asilo,  de  que  tanto  abusaron  los  malhechores  en  épo- 
cas anteriores;  y  en  general,  la  mayor  accesibilidad  de  nuestros 
prelados  para  con  las  autoridades  civiles.  Pero  esto  mismo  no  deja 
de  entristecernos  por  ver  en  todo  ello  un  fondo  de  debilidad  que 
llegó  a  su  colmo,  como  adelante  veremos,  en  la  actitud  tan  baja  y 
servil,  pues  no  merece  otro  nombre,  con  que  se  pusieron  varios 
prelados  de  la  Nueva  España  a  las  órdenes  del  gabinete  volteriano 


(11)     Véase  tomo  III  de  esta  obra,  parte  tercera,  capítulo  primero. 


C.  III.  EL  EPISCOPADO  Y  EL  CLERO  SECULAR  81 

de  Madrid  para  preparar  la  destrucción  y  ruina  de  la  universal 
Compañía  de  Jesús. 

En  favor  del  Episcopado  Mexicano  del  siglo  dieciocho  está 
el  haber  sostenido  y  entablado  ya  de  una  manera  sistemática  sus 
relaciones  con  Roma.  Siempre,  como  era  natural,  hubo  alguna  co- 
rrespondencia, la  qué  llaman  "de  Potestad  de  orden  sacramental." 
por  la  que  el  Romano  Pontífice  firmaba  el  final  y  decisivo  nombra- 
miento de  los  obispos.  Aparte  de  esto,  algunos  de  nuestros  prela- 
dos escribieron  cartas  aisladas  a  los  romanos  pontífices.  ¿  Pero  por 
qué  desde  1585  en  que  el  Papa  Sixto  V  estableció  la  visita  Ad  lími- 
va,  no  existen  sino  poquísimos  informes  de  los  que  a  esta  visita  van 
de  derecho  vinculados?  La  dificultad  en  la  correspondencia  que  a 
tan  largas  distancias  existía  entonces,  daría  explicación  a  la  pér- 
dida de  alguna  de  estas  cartas  de  delación;  pero  no  a  la  carencia 
casi  absoluta  de  ellas  durante  un  siglo,  desde  la  promulgación  del 
decreto  ya  mencionado  de  Sixto  V.  En  otro  lugar  daremos  un  ín- 
dice de  la  correspondencia  de  nuestros  obispos  anteriores  al  siglo 
dieciocho  con  el  Romano  Pontífice;  por  ahora  bástenos  consignar 
para  honra  suya,  los  nombres  de  los  limos.  Sres.  Núñez  de  la  Ve- 
ga, Vidal  de  Moctezuma  y  de  Olivares,  obispos  de  Chiapas,  los 
de  Garavito,  Cervantes  y  Diez  de  Velasco,  obispos  de  Guadalaja- 
ra,  Alcalde  obispo  de  Yucatán,  Elizacoechea  y  Tamarón,  obispos 
de  Durango;  y  de  los  ai-zobispos  de  México,  Juan  Ortega  Monta- 
ñés, y  Lanziego  que  enviaron  en  nombre  suyo  procuradores  que 
los  supliesen  en  la  visita  Ad  límina,  y  con  ellos  las  relaciones  des- 
criptivas de  sus  diócesis  que  leímos  y  que  íntegras  copiamos,  en  el 
archivo  secretísimo  de  la  Congregación  del  Consistorio. 

Las  relaciones  que  algunos  de  nuestros  obispos  escribieron, 
aparecen  en  el  siguiente  capítulo  de  esta  historia,  tanto  porque 
completan  mucho  de  lo  que  de  cada  diócesis  debe  conocerse,  cuan- 
to por  revelarnos  la  mentalidad  e  ideas  de  gobierno  que  prevalecían 
en  nuestro  Episcopado  durante  el  siglo  que  vamos  dando  a  conocer. 

»      * 

Si  del  Episcopado  pasamos  a  las  ilustres  corporaciones  capi- 
tulares de  nuestras  insignes  catedrales,  parécenos  que  tenemos  los 
suficientes  fundamentos  para  asentar  que  fueron  de  bien  en  me- 
jor, aunque  siempre  lamentando  la  penuria  de  hombres  verdadera- 


82         INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

mente  conspicuos  que  de  entre  ellos  pudieran  haber  salido  para  el 
campo  de  las  ciencias  o  de  las  letras.  El  Dr.  Eguiara  y  Eguren  buen 
teólogo  y  excelente  bibliógrafo  y  su  sucesor  D.  Mariano  Beristáin  y 
Sousa,  son  ciertamente  dos  luminares  de  primer  orden  en  el  cielo 
de  nuestra  patria  literatura.  En  pos  de  ellos,  aunque  muy  lejos, 
han  de  citarse  en  el  terreno  de  la  ciencia  o  de  la  elocuencia  los  nom- 
bres de  Adame  y  Arriaga,  Aldaco,  Arechederreta,  Barrientos  y 
Cervantes,  Beye  y  Cisneros,  Bermúdez  de  Castro,  Castoreña  y  Ur- 
zúa,  Cuevas  Don  Iñigo,  Elizacoechea,  Escalante  y  Colombres,  Fer- 
nández Uribe.  Flores  Alatorre  D.  Félix,  los  tres  Gómez  de  Cer- 
vantes, D.  Diego  de  Guevara,  Hoyos  y  Mier.  Legaspi,  Ita  y  Parra, 
Luyando,  Monteagudo,  Omaña,  Osores,  Primo  de  Rivera  (D.  Mi- 
guel) Rocha  y  Díaz,  Zorrilla  y  Trujillo  y  otros  que  se  distinguie- 
ron en  la  cátedra  universitaria  o  en  el  pulpito. 

Ofrecen  en  general  los  canónigos  de  este  siglo  un  aspecto  más 
pacífico  y  dan  idea  de  mejores  relaciones  con  sus  prelados  que  en 
tiempos  pasados.  Si  algo  se  nota  de  desacuerdo,  es  en  los  comien- 
zos del  siglo,  por  más  que  hay  que  tener  en  cuenta  que  se  trataba 
del  nervioso  y  un  tanto  dominante  arzobispo  Ortega  Montañés,  que 
es  quien  se  queja  de  la  altivez  de  su  cabildo.  El  ingenuo  Castro  San- 
tana  nos  pinta  el  siguiente  episodio  que  tuvo  lugar  el  año  de  1703 : 
"Habiéndose  citado  a  cabildo  por  orden  del  Señor  Arzobispo,  con 
pena  de  ocho  días  de  puntos  al  que  faltase  a  él,  vino  el  secretario  de 
Su  Ilustrísima  con  la  respuesta  de  escrito  que  se  presentó  el  día  de 
difuntos,  y  con  la  multa  de  los  tres  mil  pesos ;  y  lo  tuvieron  los  ca- 
nónigos fuera,  todo  el  tiempo  que  duró  la  misa  mayor  y  la  posesión 
del  medio  racionero ;  y  habiendo  avisado  de  que  venía  a  hacer  noto- 
ria la  dicha  respuesta,  dijo  el  cabildo  que  si  traía  orden  de  llevar 
respuesta,  entrase ;  a  que  respondió  que  no  traía  orden  para  ésto,  y 
habiéndosele  reconvenido  por  tres  veces  en  orden  a  ésto,  y  respon- 
dió lo  mismo ;  se  le  respondió  que  se  fuese,  porque  el  Cabildo  no  re- 
cibía escrito  sin  que  se  le  recibiese  la  respuesta;  y  con  todo  esto 
se  fué  el  dicho  secretario  y  dio  cuenta  a  Su  lima,  que  pasó  luego  a 
dar  parte  al  Señor  Virrey;  el  cual  le  dijo  que  no  era  parte,  que 
Su  lima,  usase  del  recurso  que  le  pareciese,  porque  dicho  Señor 
Virrey  no  entendía  en  esta  materia,  ni  sabía  lo  que  pedía  el  Ca- 
bildo; y  con  esta  respuesta  se  volvió  el  Sr.  Arzobispo  a  su  palacio." 

Algo  podría  desorientar  otra  noticieja  también   de  aquellos 
tiempos  suministrada  por  el  mismo  pintoresco  diario.     Nos  dice: 


C.  III.  EL  EPISCOPADO  Y  EL  CLERO  SECULAR  83 

"este  día  en  el  cabildo  dio  de  mojicones  al  canónigo  D.  Domingo 
Bandujo  el  canónigo  de  Ciudad  Rodrigo."  Para  consuelo  nuestro 
debemos  observar  que  estos  canónigos  deben  ser  imaginarios,  pues 
en  ninguna  de  las  listas  de  capitulares  que  conocemos  se  encuentran 
los  apellidos  de  los  supuestos  señores. 

La  finalidad  colectiva  de  los  cabildos  eclesiásticos  se  obtenía 
ciertamente  en  las  catedrales  de  Nueva  España,  por  lo  menos  en  lo 
de  sostener  y  dar  esplendor  al  culto.  Y  aquí  es  oportuno  hacer  ver  a 
nuestros  lectores  la  diferencia  que  existía  y  existe  entre  las  tierras 
donde  hay  diócesis  y  catedrales  y  cabildos  bien  organizados,  y 
aquellas  otras  tierras  que  no  pasaron  de  ser  tierras  de  misiones. 
Por  santo  que  sea  el  misionero,  por  noble  y  heroica  que  sea  su  la- 
bor, al  fin  y  al  cabo  ésta  es  algo,  pasajero,  que  no  tiene  más  carác- 
ter que  el  de  trabajo  de  vanguardia,  y  de  preparación  para  el  esta- 
do canónico,  duradero  y  fijo  de  las  iglesias  organizadas.  Veamos  si 
no,  en  nuestra  misma  patria,  la  diferencia  que  hay  entre  región  y 
región  de  las  dos  especies  señaladas:  las  tierras  que  fueron  sola- 
mente de  misión,  por  cualquier  contingencia  se  veían  sin  misione- 
ros, y  la  remoción  de  un  solo  hombre,  sin  facilidades  para  sustituir- 
le, determinó  muchas  veces  la  pérdida  de  una  cristiandad  entera,  y 
cuando  esto  sucedió  en  gran  escala,  como  en  el  destierro  de  los  je- 
suítas, o  en  otras  revoluciones  posteriores;  una  sola  firma  da  al 
traste  con  la  labor  de  tres  siglos.  Las  catedrales  en  cambio,  ofrecen 
mucho  más  arraigo,  entre  otras  cosas,  por  su  manera  de  ser :  menos 
ocupados  que  los  misioneros  en  arreglar  vidas  ajenas,  menos  moles- 
tos, digámoslo  así  a  los  hombres  malos  de  cada  región,  resisten  a  to- 
dos los  embates,  como  resisten  al  vendabal  las  plantas  de  tallo  fle- 
xible. 

Por  esto  vemos  repetidas  veces  que  en  el  trastorno  de  las  re- 
voluciones antirreligiosas  vienen  por  tierra  frailes  y  monjas  y  con- 
ventos y  seminarios;  pero  los  cabildos  catedrales  pasados  unos 
cuantos  días,  si  se  quiere,  de  balazos  y  de  ruido  y  de  escondite ;  pa- 
sito a  pasito  como  las  hormiguitas  a  su  hormiguero,  vuelven  los 
Srés.  capitulares  a  sentarse  en  su  churigueresco  sitial  de  caoba 
a  entonar  con  la  misma  tranquilidad  y  el  mismo  acento  de  sus  her- 
manos del  siglo  XVIL  "Inclinavi  cor  meum  ad  faciendas  justifi- 
cationes  tuas." 

El  clero  parroquial  según  diócesis  estaba  dividido  de  la  si- 
guiente manera  a  mediados  del  siglo  XVIIL  En  México  había  202 
parroquias,  en  Oaxaca  101,  en  Chiapas  45,  en  Yucatán  76,  en  Du- 


84  INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

rango  60,  en  Puebla,  aproximadamente,  150;  de  igual  manera  en 
Michoacán  y  Guadalajara  había  respectivamente  120  y  90  lo  que 
nos  da  un  total  de  844  parroquias. 

Poco  podremos  decir  respecto  al  clero  secular  del  siglo  XVIII 
que  traiga  ideas  nuevas,  y  no  porque  no  haya  tenido  historia,  sino 
porque  su  vida  oculta,  aislada,  disgregada,  que  tal  ha  sido  y  sigue 
siendo,  dejó  a  la  posteridad  sin  elementos  que  bien  deseáramos, 
para  dar  forma  plástica  y  concretar  en  personas  determinadas  todo 
ese  monte  de  sacrificios,  de  devoción  y  de  piedad  que  supone  en 
nuestro  clero  secular,  el  sólo  haber  sostenido  el  ministerio  parro- 
quial, en  tan  vastas  extensiones,  entre  tan  variados  climas,  lenguas 
y  razas  como  ofrece  nuestra  patria. 

El  clero  urbano,  para  distinguirlo  del  que  trabajaba  en  los  pue- 
blos y  lugares  apartados  del  campo,  había,  con  muy  buen  acuerdo, 
organizádose  en  las  tres  congregaciones:  de  San  Francisco  Javier 
radicada  en  la  Santa  Veracruz,  la  de  San  Pedro  en  la  Santísima,  y 
la  del  Divino  Salvador  en  la  Profesa.  Análogas  a  éstas  se  organi- 
zaron otras  en  provincias,  señalándose  entre  ellas  la  de  Puebla  bajo 
ía  advocación  de  San  Pedro  en  el  hospital  y  templo  de  su  nombre. 

Época  hubo  en  que  a  algunos  de  los  congregados  les  dio  por 
llamarse  "orden  de  nuestro  Padre  San  Pedro ;"  pero  nunca  llegaron 
a  tener  votos  religiosos,  que  son  los  que  constituyen  sencillamente 
las  órdenes.  Clausura  interior  y  régimen  muy  parecido  al  regular, 
tuvieron  los  de  la  congi-egación  de  Nuestra  Señora  de  Guadalupe 
de  Querétaro,  y  sobre  todo  los  sacerdotes  de  la  Pía  Unión  que  ya 
desde  el  principio  del  siglo  se  transformó  en  congregación  del  Ora- 
torio de  Sn.  Felipe  Neri,  con  iguales  bases  y  reglamentaciones  que 
la  que  este  amable  santo  fundara  en  la  Ciudad  Eteraa.  Por  eso  ya 
desde  entonces  se  les  ha  considerado  entre  las  familias  regulares, 
y  en  este  sentido  volveremos  a  ocuparnos  de  ellos  en  otro  lugar. 

Sin  que  del  todo  echemos  la  culpa  al  clero  secular,  no  puede  ne- 
garse que  algo  dice  en  contra  suya  un  párrafo  de  carta  que  el  limo 
Sr.  Lanziego  dirigía  al  rey  Don  Fernando  Sexto,  al  regresar  de 
una  visita  pastoral  girada  por  buena  parte  de  su  diócesis:  "Por 
las  dificultades,  dice,  que  los  Prelados  encuentran  en  visitar  sus 
Diócesis  tan  dilatadas,  resulta  la  flojedad  de  los  ministros,  que  la 
mayor  parte  se  contentan  con  ir  a  decir  Misa  a  los  pueblos,  sin  ex- 
plicarles la  Doctrina  Cristiana,  ni  trabajar  en  los  indios  con  aque- 
lla perseverancia  de  que  necesita  la  rudeza  de  su  genio,  aunque 


San  Juan  en  Patmos. — Martín  de  Vos. 

Catedral  de  México. 


C.  III.  EL  EPISCOPADO  Y  EL  CLERO  SECULAR  85 

me  quieran  decir  que  esta  es  la  causa  de  no  tener  conocimiento  ex- 
plícito de  Dios,  como  algunos  me  lo  dicen,  atribuyéndolo  a  su  in- 
capacidad, no  es  así,  ni  lo  puede  ser,  porque  los  indios  tienen  en- 
tendimiento, así  para  la  música,  como  para  la  pintura  y  demás  ar- 
tes fabriles,  como  se  experimenta  con  los  que  se  crían  en  casa  de 
españoles,  que  con  su  trato  y  comunicación  se  hacen  ladinos  y  ca- 
pataces ;  y  se  ve  en  la  cabecera  de  Tepotzotlán  donde  está  el  novi- 
ciado de  la  Compañía  de  Jesús,  que  tiene  escuela  de  lengua  caste- 
llana, y  se  crean  indios  hábiles  y  de  razón,  y  por  consiguiente  con 
la  inteligencia  de  conocer  a  Dios,  si  se  les  explica.  Pero  realmente 
se  ha  visto  falta  del  celo  de  la  salvación  de  estas  almas,  por  lo 
cual  si  esto  va  así  y  no  toma  otra  forma,  los  indios  serán  siempre 
indios,  y  tendrán  a  riesgo  su  salvación  por  esta  perniciosa  ignoran- 
cia de  la  santa  fe ;  y  por  lo  mismo  que  confiesan  que  son  rudos,  ne- 
cesitan los  Ministros  de  mayor  aplicación  y  frecuencia  con  ellos 
para  instruirlos.  He  considerado  ser  también  medio  esencial  que 
en  los  pueblos  donde  hay  congrua  suficiente,  se  ponga  un  Minis- 
tro de  pie  fijo,  que  se  viva  con  los  indios,  y  sobre  ellos  para  que 
tengan  persona  a  quien  venerar  y  temer,  con  cuya  presencia  se 
recelen  y  desvíen  de  sus  torpezas,  embriagueces,  supersticiones  y 
aun  idolatrías,  y  tengan  persona  que  como  padre  los  instruya,  ad- 
ministre, gobierne  y  pacifique  sus  quejas,  porque  tengo  por  conclu- 
sión cierta  que  si  a  los  indios  se  deja  vivir  solos,  todos  los  días 
del  mundo  seguirán  así  por  conservarse  en  su  rusticidad  y  liber- 
tad perniciosa.  Con  la  frecuencia  y  trato  de  su  Ministro  se  domes- 
ticarán y  con  su  doctrina  y  ejemplo  serán  racionales  y  aun  santos ; 
porque  no  considero  en  el  mundo  nación  alguna  más  dócil,  más  hu- 
milde, más  obsequiosa  e  inclinada  a  la  adoración,  menos  codiciosa 
y  avarienta;  y  así  me  dicen  en  mis  visitas  los  hombres  de  juicio, 
que  los  indios  serán  como  nosotros  quisiéramos. 

"Pero  me  temo  que  estos  dos  medios  referidos,  por  ser  tan  del 
servicio  de  Dios  y  la  salvación  de  mis  indios,  han  de  tener  alguna 
contradicción.  No  me  hace  fuerza  el  que  poniendo  Ministros  en 
pueblos  de  vecindad  y  suficiente  congrua,  se  menoscaben  el  recibo, 
y  aumentando  Ministros  crezca  el  gasto;  porque  esto  sería  ante- 
poner el  interés  a  la  salvación  de  las  almas,  lo  cual  es  indigno  de 
un  espíritu  cristiano,  cuanto  más  religioso"  (12). 


(12)     A.  G.  I.  64-2-39. 


86  INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

Por  el  mismo  tiempo  el  prelado  de  Yucatán  estaba  también 
muy  quejoso  de  alguna  parte  de  su  clero.  A  esto  obedece  un  canon 
especial  de  su  celebrado  sínodo  que  copiaremos  aquí:  "Habiendo 
hallado  con  sumo  dolor  nuestro  en  nuestra  Diócesis  muchos  sacer- 
dotes y  ministros  totalmente  ignorantes  de  la  latinidad  necesaria 
para  entender  la  Misa  y  el  rezo  divino  y  de  la  teología  Moral  pre- 
cisa para  administrar  sacramentos,  y  de  la  doctrina  para  enseñar- 
la a  los  rudos  indios;  a  los  cuales  (sacerdotes)  hemos  suspendido; 
y  que  este  imponderable  daño  ha  venido  del  poco  celo  y  fidelidad 
de  algunos  examinadores  por  cuyas  manos  corría  privadamente  la 
aprobación  de  los  sujetos:  por  tanto  estatuímos  que  los  exámenes 
para  conferir  órdenes  o  beneficios,  o  licencias  de  confesar  o  admi- 
nistrar los  demás  sacramentos,  hayan  de  ser  precisamente  en  públi- 
co, en  una  pieza  de  nuestro  Palacio  Episcopal,  haciendo  concurrir  a 
ellos  a  todos  los  clérigos  ordenados  y  todos  los  demás  que  no  se 
hallen  ocupados  en  otros  ministerios"  (13). 

Tratándose  de  reforma  del  clero  es  preciso  hacer  siquiera  men- 
ción de  la  ideada  por  D.  Alonso  Núñez  de  Haro.  Ocho  años  después 
de  desterrados  los  jesuítas,  o  sea  en  1775,  el  referido  arzobispo  vi- 
sitó el  colegio  de  Tepotzotlán  y  le  vino  el  pensamiento  de  valerse 
de  tan  soberbio  edificio  para  establecer  en  él  una  casa  de  retiro,  re- 
forma y  corrección  penal  del  clero  secular.  Hizo  en  efecto  un  re- 
glamento donde  al  mismo  tiempo  que  sus  buenas  intenciones,  se 
nos  descubre  el  poco  tacto  y  conocimiento  del  corazón  humano  que 
tanto  era  menester  en  este  caso;  pues  tenía  este  reglamento  dos 
partes:  la  primera  para  los  sacerdotes  que  deseasen  descansar  es- 
piritualmente,  instruirse  en  la  soledad  y  al  lado  de  una  buena  bi- 
blioteca; los  cuales  también  con  el  recuerdo  de  los  misioneros  je- 
suítas que  allí  se  habían  formado,  habían  de  ser  misioneros  entre 
indios  fieles  o  infieles,  aprender  para  ellos  sus  lenguas  múltiples  y 
difíciles  y  trabajar,  por  supuesto,  sin  estipendio  o  limosna  alguna. 
i  Como  si  fuera  tan  fácil  improvisar  vocaciones  religiosas;  y  pre- 
cisamente de  las  más  difíciles  y  abnegadas! 

Claro  está  que  esta  primera  parte  del  plan  de  Núñez  de  Haro 
no  echó  raíces,  ni  siquiera  frutos  perceptibles;  tanto  más,  cuanto 
que,  junto  con  ellos  y  con  la  misma  reglamentación  interior  habían 


(13)     Sínodo  de  Yucatán,  Libro   primero.  Título   segundo.     Sección  pri- 
mera. 


C.  III.  EL  EPISCOPADO  Y  EL  CLERO  SECULAR 


87 


de  ir  allí  pero  a  título  de  forzados  y  penados,  los  clérigos  que  por 
sus  ignorancias  o  por  sus  faltas  mayores  estaban  sentenciados  a 
encierro  o  cárcel  eclesiástica. 

Esto  último  fué  lo  único  que  cuajó  y  aun  duró  por  largos  años. 
Todavía  visitando  en  nuestra  niñez  el  colegio  de  Tepotzotlán,  es- 
cuchamos de  labios  de  un  señor  muy  anciano,  hijo  de  aquel  pueblo, 
la  manera  con  que  eran  traídos  en  medio  de  escolta  y  con  suma  du- 
reza, los  clérigos  penados;  y  estos  sus  recuerdos  deben  haber  co- 
rrespondido al  primer  decenio  del  siglo  XIX. 

En  capítulo  posterior  a  éste,  haremos  mención  especial  de  al- 
gunos de  los  muchos  sacerdotes  ejemplares  que  brillaron  en  el  Cle- 
ro Mexicano  en  la  décima  octava  centuria. 

Cerramos  este  capítulo  con  un  estado  de  las  rentas,  congruas 
y  salarios  que  correspondían  al  episcopado  y  alto  clero  de  la  Nue- 
va España  en  las  diversas  diócesis  hasta  entonces  (1755)  fundadas. 
Está  entresacado  de  los  diversos  datos  oficiales  contenidos  en  el 
legajo  que  se  cita  del  Archivo  General  de  Indias. 

Respecto  a  las  cantidades  que  los  obispos  percibían,  no  deben 
olvidar  nuestros  lectores  que  de  ella  tenía  que  salir  como  una  ter- 
cera parte  para  sueldos  y  demás  gastos  del  provisorato;  otra  ter- 
cera parte  para  lo  que  hoy  llamaríamos  gastos  de  representación  y 
el  acudir  a  las  limosnas,  campo  ilimitado  para  el  que  serían  insufi- 
cientes todas  las  rentas  del  mundo. 

ESTADO   DE   LAS   CONGRUAS   Y  SALARIOS   EN  PESOS   FUERTES 

DE  PLATA  DE  LAS  CATEDRALES  DE  NUEVA  ESPAÑA. 

AÑO  DE  1755.     A.  G.  I.  96-4-4. 


Arcediano  y 

Canónigo*  de 

Racio- 

Medio 

Obispo 

Deán 

Dignidad  e*< 

Op.  y  de  Gra. 

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Rarioneros 

México 

60  000 

6018 

5215 

4012 

2808 

1404 

Puebla 

60  000 

679.5 

5885 

4527 

3169 

1584 

Guadalajara.... 

7  000 

800 

700 

600 

400 

000 

Oaxaca 

8  000 

1426 

1236 

950 

0000 

0000 

Michoacán 

40  000 

6188 

5302 

4079 

2885 

1427 

Chiapas 

6  000 

500 

400 

300 

0000 

0000 

Yucatán 

4  999 

1328 

1151 

885 

619 

0000 

Durango 

5  000 

500 

500 

300 

200 

0000 

Colegiata  de 

(Abad) 

Guadalupe.... 

2250 

1500 

900 

0000 

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Arciiivo  de  Indias. 


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julio    de 
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24    marzo   1774 

1775 

22  nov.   1795 

8  mayo   1827 

20  sept.  1709 
16  abril   1772 
19   julio   1737 
19   nov.    1756 

1772 

21  dic.    1768 

1772 

12  junio  1781 

1794 

1794 

26  febrero  1812 

6  marzo  1786 
1802 

TRASLADADO  A 

Guadalajara,    1771 
Bogotá  en  1779 

Guadalajara,   1722 

Puebla  en  1734 
Michoacán  en   1747 
Michoacán  en   1757 

No  tomó  posesión 

Guadalajara,   1794 

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10   marzo   1788 

1794 

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Michoacán 

Lima 

Córdoba 

Falencia 

Canarias 

México 
Burgos 
Mérida 
Navarra 
Burgos 
Toledo 

Navarrete 
Jaén 

Orihuela 

Málaga 

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F.  Antonio  Alcalde. 

D.    Diego   Peredo. 

D.   Manuel  de  Vargas  y   Rivera. 

D.   Antonio   Caballero   Góngora. 

F.   Luis  de   Pina  y   Mazo. 

D.  Pedro  Agustín   Estévez. 

OBISPOS   DE   DURANGO 

D.  Ignacio  Diez  de  la  Barrera. 

D.   Pedro  Tapiz. 

D.    Benito   Crespo. 

D.  Martín  Elizacoechea. 

D.   Pedro  Sánchez  de  Tagle. 

D.   Pedro   Tamarón. 

D.  José  Vicente   Díaz   Bravo. 

D.  Antonio  Macarayuca. 

D.    Esteban   Tristán. 

F.    José   Joaquín    Granados. 

D.   Francisco   Gabriel   de   Olivares. 

OBISPOS    DE    SONORA 

F.  Antonio  de  los  Reyes. 
F.    J.    Joaquín    Granados 
F.   Damián   Martínez. 

CAPITULO  IV 

RELACIONES  AD  LIMINA 

Arzobispado  de  México. — Obispado  de  Antequera  o  Oaxaca. — Obisjxado  de 
Chiapas. — Obispado  de  Guadalajara. — Obispado  de  Yucatán. — Obispado  de 
Durango. 


'EGUN  acabamos  de  indicar  en  el  precedente  capítulo, 
nuestro  Episcopado  empezó  por  fin  a  cumplir  con  el  pre- 
cepto apostólico  por  el  Papa  Sixto  V  establecido  de  la 
visita  ad  límina  o  sea  de  que  los  obispos  todos  del  orbe 
cristiano,  en  persona  si  les  es  posible  y  si  no,  y  con  la  debida 
dispensa,  por  procurador,  visiten  las  tumbas  de  los  Apóstoles  San 
Pedro  y  San  Pablo,  rindan  al  Sumo  Pontífice  respetuosa  obedien- 
cia y  presenten  por  escrito  la  relación  y  el  estado  de  sus  respec- 
tivas diócesis. 

Con  sólo  la  vaga  noticia  de  que,  probablemente  se  encontra- 
rían relaciones  de  tal  clase,  procedentes  de  nuestros  obispos,  pro- 
curé examinarlas  y  copiarlas  en  la  Ciudad  Eterna.  Monseñor  An- 
gelo Mercati  digno  prefecto  del  Archivo  Vaticano,  bondadosísimo 
como  fué  conmigo  en  todo  lo  que  pudo  ayudarme,  mostróse  en  gran 
manera  pesaroso,  porque  los  papeles  que  esta  vez  pedía,  ni  caían 
bajo  su  dominio,  ni  veía  fácil  que  se  me  concediese  copiarlos,  ni 
aun  verlos,  como  quiera  que  foiTnaban  parte  del  archivo  secretí- 
simo de  la  Congregación  del  Consistorio.  Mas  con  una  tarjeta  suya 
de  presentación,   acudí   ante  el   eminentísimo   Sr.   cardenal  Delai 


Imo.  Sr.  D.  Fr.  Francisco  Martínez  de  Tejada.  Obispo  de  Guadalajara. 

GaleiTÍa  del  V.  Cabildo. 


C.  IV  RELACIONES  AD  LIMIXA  98 

prefecto  del  Consistorio  quien  con  toda  amabilidad  y  con  frases 
muy  benévolas  para  nuestra  Patria,  hizo  que  se  me  abriera  el  ci- 
tado archivo  donde  con  gran  placer  pude  copiar  las  relaciones  que 
forman  este  capítulo  y  otras  varias  que  contienen  riqueza  de  datos 
y  noticias  históricas. 

Desgraciadamente  faltan  ahí  por  completo  relaciones  de  las 
diócesis  de  Puebla  y  Michoacán,  que  en  vano  buscamos  bajo  estos 
epígrafes  como  también  bajo  los  de  "Tlaxcala"  y  "Pátzcuaro," 
"los  Angeles"  "Tzintzuntzan." 

Aun  con  estas  deficiencias,  que  de  alguna  manera  suplimos  en 
otros  lugares  de  este  mismo  volumen,  la  reunión  de  las  relaciones 
que  pudimos  copiar,  traduciéndolas  del  latín  en  que  fueron  escritas, 
forman  un  hermoso  capítulo  donde,  al  mismo  tiempo  que  el  piado- 
so sentir  de  los  prelados,  van  apareciendo  como  en  vista  panorá- 
mica y  en  conjunto  las  diversas  diócesis  en  ellas  descritas.  Cree- 
mos verdaderamente  que  los  solos  textos  sin  mancharlos  con  nues- 
tras notas  y  observaciones,  serán  la  mejor  manera  de  presentar, 
la  Historia  de  la  Iglesia  ^Mexicana  escrita  por  sus  propios  obispos. 


* 
*       * 


RELACIÓN  AD  LIMINA  ENVIADA  POR  EL  ILMO.  SR. 
D.  MANUEL  RUBIO  Y  SALINAS  ARZOBISPO  DE  MÉXICO 
EL  20  DE  JUNIO  DE  1767. 

"En  esta  ciudad  de  México,  sujeta  al  imperio  de  los  Reyes  Ca- 
tólicos desde  el  año  de  1521  e  ilustrada  por  muchos  títulos  de  no- 
bleza, es  la  Sede  de  la  Iglesia  Metropolitana  y  tiene  una  muy  her- 
mosa Catedral  de  tres  naves,  por  esbeltas  columnas  sustentada. 
Erigióla  el  año  de  1534  el  9  de  septiembre,  nuestro  Santísimo  Pa- 
dre Clemente  VII  de  feliz  recordación. 

"Hay  en  esta  Catedral  cinco  dignidades  de  las  cuales  la  prin- 
cipal es  la  del  Deanato;  diez  canónigos,  seis  raciones  y  otras  tan- 
tas medias  raciones.  La  presentación  para  todas  ellas  pertenecen 
al  Rey  de  España.  Cuatro  de  las  canongías  se  dan  por  méritos  lite- 
rarios mediante  oposición,  éstas  son  las  del  Lectoral,  Magistral, 
Penitenciario  y  Doctoral,  siguiendo  en  ésto  las  costumbres  de  las 
Catedrales  de  España.  Todos  los  canónigos  tienen  voz  en  el  cabildo. 
En  el  coro  se  visten  uniformemente  con  sobrepelliz  blanco  y  capa  de 


94        INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

color  negro,  según  que  se  observa  en  las  Catedrales  de  los  Reinos 
de  Castilla. 

"Todos  los  sobredichos  están  obligados  a  residir  en  la  Ciudad. 
Las  cinco  Dignidades  se  turnan  en  las  fiestas  de  rito  doble  para 
cantar  la  misa;  en  los  otros  días,  los  canónigos  por  turno,  van  di- 
ciendo la  misa  conventual  diaria  pro  populo. 

"Todo  el  clero  catedral  se  sustenta  de  los  diezmos  los  cuales,  se 
dividen  en  cuatro  partes  iguales,  la  primera  pertenece  íntegramen- 
te al  Arzobispo  de  la  segunda  Deán,  y  cabildo  y  demás  ministros 
de  la  Catedral;  las  otras  dos  partes  se  subdividen  en  nueve  de  las 
cuales,  dos  tocan  al  Rey  Católico  en  señal  de  superioridad  y  se  le 
aplican  por  derecho  de  patronato.  Lo  sobrante  se  reparte  entre  la 
fábrica  (culto  de  la  Catedral),  el  Hospital  del  Amor  de  Dios  y  la 
Mesa  Capitular  por  partes  convencionales,  mas  no  iguales. 

"Los  seis  racioneros,  que  deben  ser  diáconos  han  de  prestar 
lodos  los  días  servicio  del  altar;  los  medio  racioneros,  que  deben 
de  ser  subdiáconos,  tienen  obligación  de  cantar  en  el  coro.  Hay  ade- 
más seis  capellanes  de  erección  y  otros  ocho  de  dotación  particular, 
seis  acólitos,  sacristán,  organista,  pertiguero,  ecónomo  y  otros  ofi- 
ciales inferiores  en  servicio  de  la  Iglesia.  Hay  también  diez  y  seis 
monaguillos  decentemente  revestidos  que  ayudan  en  el  sei^icio  de 
coro  y  en  el  canto  gregoriano.  Viven  estos  niños  en  su  Colegio  es- 
pecial bajo  la  disciplina  de  un  Rector  y  otros  maestros  señalados 
por  el  cabildo;  para  lo  cual  se  aplican  los  réditos  de  un  capital  de 
diez  y  seis  mil  pesos. 

"Los  estipendios  que  diariamente  se  distribuyen  a  los  capitu- 
lares, son  tan  sólo  para  los  que  estén  presentes  a  todas  las  horas 
canónicas  y  además  se  les  da  la  parte  que  les  tocaba  a  los  ausentes 
con  culpa,  esto  es  después  de  pasado  el  trimestre  que  se  les  concede 
de  vacación. 

"La  fábrica  espiritual  de  la  iglesia  se  lleva  muy  gran  parte  de 
los  gastos  en  la  magnificencia  del  culto,  en  la  provisión  no  sólo 
abundante  sino  riquísima  de  la  sacristía,  en  la  capilla  de  músicos 
solemnísima  y  en  los  salarios  de  los  sirvientes;  tan  grandes  son 
estos  gastos  que  cada  año  llegan  a  unos  cincuenta  y  dos  mil  pesos. 
A  estas  entradas  hay  que  añadir  algunas  rentas  particulares  en 
favor  del  culto  y  sacristía,  algunas  posesiones  de  la  mesa  capitular 
y  censos  vinculados  a  la  obligación  de  decir  misa  que  maneja  tam- 
bién la  Catedral  fundaciones  de  aniversario  y  dotaciones  de  don- 


C.  IV.  RELACIONES  AD  LIMINA  95 

celias.    Al  Arzobispo  le  vienen  a  tocar  incluyendo  los  réditos  cin- 
cuenta mil  pesos  cada  quinquenio   (1). 

**Hay  en  la  Catedral  catorce  capillas  laterales  magníficamente 
decoradas:  el  altar  mayor,  llamado  de  los  Reyes,  sobresale  entre 
los  demás  por  su  tamaño  y  hermosura.  Cerca  del  centro  de  la 
Iglesia  se  levanta  el  tabernáculo  que  llega  casi  hasta  el  techo  sobre 
columnas  de  mármol  y  en  forma  piramidal;  tiene  cuatro  frentes, 
cada  uno  con  su  altar  entre  los  cuales  se  levanta  un  trono  de  plata 
y  hay  también  otro  de  plata  dorada  donde  se  reserva  el  Santísimo 
Sacramento.  En  medio  de  la  Iglesia  y  frente  al  Tabernáculo  está 
colgada  una  lámpara  hermosísima  cuyo  valor  es  de  unos  setenta 
mil  pesos.  Un  rico  barandal  de  bronce  circunda  el  presbiterio  y 
forma  calle  hasta  el  coro. 

"La  patrona  de  la  Catedral  es  la  Virgen  Santísima  en  el  mis- 
terio de  su  Asunción  a  los  Cielos,  cuya  imagen  de  oro  purísimo, 
adornada  con  piedras  preciosas,  no  se  acertaría  a  valuar.  Hay  dos 
magníficos  órganos  y  en  los  altares,  tanto  de  las  capillas  como  de 
otras  partes  de  la  Iglesia  se  levantan  estatuas  de  santos,  hechas 
do  plata  y  hay  vasos  sagrados,  ornamentos  riquísimos  y  de  mate- 
rias preciosas  y  es  cosa  clara  para  todos  que  por  lo  que  atañe  al 
esplendor  del  culto,  esta  Iglesia  Mexicana  se  levanta  tanto  sobre 
las  demás  Quantum  lenta  solent  inter  vihurna  cupressL 

"Junto  a  dicha  Catedral  al  lado  del  Oriente  está  la  nueva  Pa- 
rroquia del  Sagi-ario  en  fonna  de  cruz  perfecta,  construida  parte  a 
mis  expensas  y  parte  a  expensas  de  los  parroquianos.  No  se  ha  ter- 
minado aún  su  construcción  pero  se  terminará  el  año  próximo  y 
ha  costado  hasta  ahora,  ciento  veinticinco  mil  pesos;  entre  tanto 
los  sacramentos  se  administran  en  otra  capilla  de  la  Iglesia  Ca- 
tedral por  cuatro  párrocos  para  ello  señalados. 

"Inmediato  a  la  Iglesia  Metropolitana  está  el  Seminario  que 
erigió  el  Arzobispo  Don  Francisco  de  Aguiar  y  Seijas.  En  dicho 
Seminario  hay  veinte  jóvenes,  los  prescritos  en  su  fómiula  de  erec- 
ción que  se  educan  en  ciencias  y  buenas  costumbres.  Para  su  manu- 
tención concun'en  según  las  normas  del  Tridentino  los  párrocos 
diocesanos,  el  Obispo  y  la  mesa  capitular.  Además  de  los  dichos 


(1)     El  Arzobispo  se  refiere  al  líquido  que  percibe  después  de  papar  su 
provisorato,  gastos  die  Curia,  etc.   Véase  el  Estado  que  precede  a  este  capítulo. 


96         INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

alumnos  de  beca,  hay  otros  cien  que  pagan  pensión  que  visten  tam- 
bién traje  talar,  previa  información  de  legitimidad  y  buenas  cos- 
tumbres. Al  frente  de  ellos  están  tres  maestros  de  latinidad,  otros 
tantos  de  filosofía  y  dos  de  teología  moral  y  escolástica.  Para  su 
educación  está  señalado  un  Rector,  un  Vice-rector  y  un  administra- 
dor de  las  rentas;  y  como  por  regla  general,  del  Seminario  es  de 
donde  salen  para  el  ministerio  parroquial,  habiendo,  como  hay  en 
los  pueblos  tanta  variedad  de  lenguas,  tuve  por  necesario  poner 
otros  dos  maestros  para  que  enseñasen  las  dos  más  generalmente 
habladas  en  este  Arzobispado,  a  saber,  la  Mexicana  y  la  Otomí. 

"Vinculadas  a  este  Seminario  hay  cuatro  capellanías  que  se 
han  de  conferir  a  alumnos  del  mismo  y  estas  capellanías  al  presente 
rentan  nueve  mil  pesos.  De  acuerdo  con  el  Tridentino  establecí  un 
consejo  de  dos  canónigos  y  otras  personas  elegidas  por  el  capítulo 
y  el  clero,  para  que  cada  año  exijan  cuentas  sobre  el  régimen  y  ad- 
ministración del  Seminario ;  yo  mismo  personalmente  lo  he  visitado 
varias  veces  procurando  que  se  cumplan  completamente  sus  consti- 
tuciones, que  los  colegiales  asistan  los  días  de  fiesta  a  la  Catedral 
y  que  adelanten  en  estudio  y  en  la  virtud. 

"La  ciudad  de  México  tiene  cinco  parroquias  de  españoles  con- 
tando con  la  del  Sagrario;  y  seis  parroquias  para  Indios;  tiene 
veintitrés  monasterios  y  colegios  de  varones,  y  cuatro  hospederías 
de  dichos  conventos.  Hay  quince  monasterios  de  monjas  sujetos  al 
Ordinario ;  además  de  éstos  hay  cuatro  sujetos  a  los  Franciscanos 
Observantes  y  uno  a  los  Dominicos.  Hay  siete  colegios  para  niños 
y  cuatro  para  niñas;  siete  hospitales;  templos  donde  se  reserva 
el  Santísimo  Sacramento  ochenta  y  cinco.  Tenemos  además  Tri- 
bunal de  la  Santa  Inquisición,  Real  Cancillería  y  Universidad. 

"Extramuros  de  la  Ciudad  se  levanta  la  insigne  y  Real  Colegia- 
ta de  Santa  María  de  Guadalupe  Patrona  de  esta  Nueva  España; 
sus  canónigos  son  diez,  seis  los  racioneros,  al  frente  de  los  cuales 
está  un  Abad.  Esta  Colegiata  la  erigí  yo  en  1748  en  virtud  del  co- 
rrespondiente Breve  apostólico.  Entre  los  canónigos  hay  un  Peni- 
tenciario y  un  Magistral.  Después  de  muchas  discusiones  porque 
pretendían  ellos  estar  exentos  de  mi  jurisdicción,  por  fin  de  cuen- 
tas ha  quedado  el  Cabildo  sometido  a  ella.  La  última  definitiva  sen- 
tencia por  Real  decreto  no  hace  mudanza  en  este  punto  a  no  ser  la 
prescrita  por  Real  cédula  de  1752:  según  ella,  compete  al  Arzo- 
bispo de  México  nombrar  y  elegir  la  mitad  del  número  de  canónigos 


C.  IV.  RELACIONES  AD  LIMINA 


97 


98         INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

y  demás  beneficiados,  a  la  manera  que  suele  hacerse  para  la  pro- 
visión de  parroquias,  previa  la  aprobación  del  nombrado,  tanto  en 
teología  moral  como  en  alguna  de  las  lenguas  indígenas,  y  esto 
como  presentados  por  el  vice-patrono  o  sea  el  Virrey. 

"Se  les  confiere  el  beneficio  para  que  se  ejerciten  en  oír  las 
confesiones  de  los  indios  que  concurren  a  este  célebre  Santuario  y 
para  que,  cuando  ya  no  haya  indios  que  confesar,  estén  en  el  coro 
ocupados  en  el  canto  eclesiástico  según  las  horas  canónicas  por  la 
mañana  y  por  la  tarde  a  la  manera  que  se  hace  en  la  Catedral. 
Está  enriquecida  esta  Iglesia  con  muchos  tesoros  y  con  continuas 
ofrendas  pero  todo  esto  pertenece  al  culto  divino  y  en  honra  de  la 
Santísima  Virgen,  pues  los  capitulares  reciben  sus  pagas  del  Real 
erario. 

"Esta  ciudad  de  México  y  cabeza  de  la  Nueva  España  extiende 
su  Diócesis  de  mar  a  mar  en  un  terreno  de  ciento  ochenta  leguas. 
Tiene  un  palacio  arzobispal  bastante  amplio  y  cómodo  y  otro  en  el 
pueblo  de  Tacubaya  con  su  jardín,  ameno  y  abundante  en  flores, 
frutos  y  legimibres  que  mi  predecesor  Don  Juan  Antonio  de  Viza- 
rrón  construyó  para  el  descanso  y  fácil  trabajo  de  los  arzobispos 
de  México. 

"Hay  en  este  Arzobispado  otras  cuatro  Ciudades,  pero  la  úni- 
ca digna  de  consideración  es  la  de  Querétaro  que  tiene  dos  parro- 
quias nueve  conventos  de  hombres  y  dos  de  monjas  y  así  mismo  dos 
casas  de  recogimiento.  Otra  ciudad  menos  importante  se  llama  To- 
luca  en  la  cual  hay  una  parroquia  y  cuatro  conventos  de  frailes. 

"Una  cosa  no  dejaré  de  decir  y  es  que  esta  Iglesia  Mexicana  no 
goza  de  ningún  privilegio,  y  no  sólo  ésto,  sino  que  entre  las  demás 
iglesias  de  las  Indias  Septentrionales  es  la  única  que  se  halla  pri- 
vada de  todas  las  prerrogativas  que  le  competen  por  derecho  común 
y  ésto  después  de  dos  siglos  que  la  Nueva  España  se  viene  ilustran- 
do con  la  virtud,  nobleza  y  sabiduría  de  sus  prelados  y  capitulares. 
Así  que  el  Arzobispo  cuando  celebra  de  Pontifical  en  los  días  solem- 
nes, no  usa  de  los  honores  de  la  prelación,  haciéndose  a  un  lado  con 
intolerable  abuso  las  reglas  del  ceremonial  romano:  solamente  le 
acompañan  cuando  dice  misa  un  Dignidad  que  hace  de  diácono,  un 
canónigo  de  subdiácono,  un  racionero  que  tiene  la  mitra  y  un  medio 
racionero  que  sostiene  el  báculo,  y  si  el  Prelado  va  a  la  Iglesia,  le 
reciben  solamente  cuatro  capitulares  si  bien  a  la  vuelta  le  acompa- 


C.  IV.  RELACIONES  AD  LIMINA  99 

ñan  todos  pero  no  suben  hasta  el  Palacio  Episcopal  sino  un  cape- 
llán del  coro, 

"Tocante  a  la  construcción  de  la  Iglesia  Catedral  que  está  por 
terminarse,  es  de  saberse  que  se  le  debían  por  parte  de  las  reales  ca- 
jas ciento  cuarenta  y  cinco  mil  pesos;  elevé  un  ocurso  al  Rey  Fer- 
nando (VI)  y  dio  una  Real  Cédula  para  que  dicha  cantidad  se  pa- 
gase; pero  el  pago  se  ha  quedado  en  suspenso  por  las  dificultades 
que  ha  puesto  el  fiscal  regio,  pidiendo  todas  las  cuentas  de  la  fá- 
brica de  la  Iglesia  y  todos  los  documentos  de  las  deudas  que  se  han 
formado  en  diversos  tiempos:  entretanto  desde  el  año  treinta  de 
este  siglo  carecemos  de  la  antigua  contribución  que  para  la  cons- 
trucción del  templo  se  pagaba,  pues  los  Indios  que  eran  quienes  la 
pagaban,  fueron  declarados  libres  del  referido  pago  y  por  todo  esto 
la  Catedral  por  la  parte  de  fuera  se  ve  sin  terminar  y  deforme. 

"Las  Iglesias  Parroquiales  de  la  Diócesis,  que  por  todas  son 
doscientas  dos;  como  no  reciben  parte  ninguna  de  los  diezmos  ni 
tienen  haciendas  o  réditos,  viven  tan  solamente  de  limosnas  even- 
tuales y  siendo  la  mayor  parte  de  ellas  tan  exiguas,  no  hay  espe- 
ranza de  que  su  pobreza  se  remedie.  Sin  embargo  es  tanta  la  piedad 
de  los  fieles  de  ambos  sexos  y  tanta  su  devoción,  mayormente  tra- 
tándose de  Indios,  que  siempre  se  encargan  del  culto  de  la  Iglesia, 
administrando  y  acrecentando  con  toda  fidelidad  y  devoción  sus  or- 
namentos, que  tienen  muy  limpios  y  sus  vasos  sagrados  preciosos, 
que  saben  conservar  muy  bien. 

"Los  eclesiásticos  por  regla  general  son  dóciles,  idóneos  para 
desempeñar  las  funciones  de  su  sagrado  ministerio  y  suficientemen- 
te instruidos.  Casi  en  todas  las  parroquias  hay  establecidas  cofra- 
días del  Santísimo  Sacramento  y  de  las  Animas  del  Purgatorio  y 
otras  muchas  que  la  piedad  cristiana  ha  instituido  en  honor  de  la 
Santísima  Virgen  y  de  los  Santos  Patronos  de  cada  Pueblo.  Tales 
cofradías,  por  regla  general  no  tienen  posesiones  ni  haciendas  por 
donde  puedan  pagar  los  estipendios  de  sus  misas,  mas  éstas  se  pa- 
gan por  las  limosnas  de  los  parroquianos  que  recoge  el  designado 
como  tesorero.  Los  niños  acuden  bien  a  los  catecismos  y  los  párrocos 
tienen  en  ello  asidua  vigilancia.  Y  en  todo  lo  demás  por  la  misericor- 
dia de  Dios,  toda  la  Diócesis  que  está  a  mi  cargo  vive  en  perfecta 
paz. 

"Pero  no  puede  pasar  en  silencio  lo  tocante  a  la  increíble  dis- 
persión en  que  viven  los  indígenas,  muy  separados  de  sus  Iglesias 
Parroquiales  de  donde  resulta  que  se  necesitarían  muchos  ministros 


100         INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

para  que  pudiesen  atender  a  parroquianos  que  viven  a  distancia  de 
veinte,  treinta,  y  hasta  cincuenta  leguas.  Si  hay  Indios  que  carecen 
de  instrucción  y  que  caen  en  vicios  muy  grandes,  proviene  sola- 
mente de  su  propia  desidia  y  de  que  exprofeso  se  apartan  de  sus 
curatos.  Por  esta  causa  de  las  grandes  distancias  y  de  la  dificultad 
de  recibir  los  sacramentos  y  de  oír  misa,  erigí  según  los  preceptos 
del  Concilio  y  con  consentimiento  del  Virrey,  que  en  estas  partes  es 
necesario,  doce  parroquias  más  a  instancias  de  los  parroquianos, 
mediante  la  asignación  hecha  por  ellos  de  una  congrua  competente 
para  la  manutención  del  cura  y  promesa  muy  debida  aunque  muy 
espontánea  de  que  ellos  sostendrán  el  culto." 

INSTRUCCIÓN  DEL  ILMO.  SR.  DR.  D.  ISIDRO  SARI- 
ÑANA  Y  CUENCA  OBISPO  DE  LA  SANTA  IGLESIA  DE  AN- 
TEQUERA VALLE  DE  OAXACA  EN  LAS  INDIAS  OCCIDEN- 
TALES, AL  RDO.  PADRE  FRANCISCO  DE  REINA  DE  LO  QUE 
EN  NOMBRE  Y  CON  PODER  DE  S.  S.  ILMA.  HA  DE  INFOR- 
MAR ACERCA  DE  ESTE  OBISPADO  A  NUESTRO  SANTÍSI- 
MO PADRE  INOCENCIO,  POR  LA  GRACIA  DIVINA  PAPA 
XI.  AÑO  DE  1688. 

*'La  Diócesis  es  muy  dilatada,  y  corre  por  más  de  ciento  y  se- 
senta leguas,  del  mar  del  Norte  al  mar  del  Sur,  y  en  una  y  otra  cos- 
ta tengo  Beneficios  Parroquiales  y  de  Oriente  a  Poniente,  desde  los 
confines  del  Obispado  de  Puebla  a  los  del  Obispado  de  Chiapas  se 
extiende  por  más  de  cien  leguas.  Están  erigidos  en  ella  ciento  y  un 
Curatos  en  esta  forma:  dos  Curas  Rectores  en  el  Sagrario  de  esta 
Santa  Iglesia  Catedral  de  Antequera ;  el  Curato  de  Jalatlaco,  de  In- 
dios, en  los  suburbios  de  esta  ciudad,  a  cuidado  de  clérigo  secular; 
y  cuarenta  y  cuatro  que  administran  religiosos  del  orden  de  Pre- 
dicadores. Unos  y  otros  curas  se  proveen  por  presentación  de  Ntro. 
Rey  Católico  de  las  Españas,  y  por  Canónica  institución  y  colación 
que  les  hago. 

"La  Iglesia  Catedral  consta  de  cuatro  dignidades.  Deán,  Arce- 
diano, Chantre  y  Tesorer/'>,  y  de  cinco  Canongías :  de  las  cuales  las 
dos  se  proveen  por  concurso  de  oposición,  que  son  Magistral,  de 
Pulpito  y  Doctoral,  Los  oficios  diurnos  se  celebran  con  decencia,  se 
sigue  el  coro  con  observancia  y  hay  muy  competente  Capilla  de  mú- 
sica. La  cuarta  Episcopal  es  tan  corta  que  sólo  tiene  hasta  siete 
mil  pesos  con  poca  diferencia. 


limo.  Sr.  Dn.  Juan  Gómez  Parada. 

Gal.  del  V.  Cabildo  de  Guadalajara. 


C.  IV.  RELACIONES  AD  LIMINA  101 

"La  mayor  parte  de  este  Obispado  es  de  caminos  muy  arduos,  y 
fragosos,  con  ríos  que  necesitan  de  balsa  para  su  paso,  y  en  algunos 
de  puentes  al  aire  tejidos  y  formados  de  bejucos.  Las  temperaturas 
son  variadas,  muchas  ardentísimas,  algunas  frías  y  otras  templa- 
das. Las  lenguas  indias  que  hablan  los  naturales  son  veinte  y  cuatro 
y  algunas  de  ellas  tan  ásperas  y  difíciles  de  pronunciar,  que  partim 
gutture,  partim  rvarihus  proferuntur;  y  que  por  eso  son  imposibles 
de  escribir.  Esta  variedad  hace  muy  difícil  la  abundancia  de  minis- 
tros; pero  la  aplicación  del  clero  secular,  aunque  es  corto,  y  de  los 
religiosos  Dominicanos  dan  en  el  tiempo  presente  cuantos  pueden, 
aunque  a  la  verdad  son  pocos  en  tan  dilatada  mies,  para  la  mejor 
administración  y  predicación  que  deseo,  para  cuya  consecución  apli- 
co cuidado  y  diligencia  en  la  instrucción  de  la  juventud,  y  fomento 
de  las  letras,  especialmente  en  el  colegio  Seminario,  que  conforme  al 
decreto  del  Sagrado  Concilio  Tridentino,  y  con  Letras  Apostólicas 
de  Nuestro  muy  Santo  Padre  Inocencio  XI  está  erigido  en  esta  ciu- 
dad con  el  título  de  Santa  Cruz,  en  el  cual  se  alimentan,  educan  e 
instruyen  al  presente  veintiocho  colegiales  con  su  Rector,  clérigo  de 
virtud  y  estudios  que  cuida  su  aplicación;  y  en  el  Colegio  de  San 
Bartolomé,  fundado  asimismo  en  esta  ciudad  por  el  Venerable  Obis- 
po, Mtro.  D.  Fr.  Bartolomé  Ledesma,  Prelado  que  fué  de  Esta  San- 
ta Iglesia,  con  cuyas  rentas  se  pueden  sustentar  cómodamente  al  pre- 
sente, de  ocho  a  diez  estudiantes,  que  por  la  fundación  de  dicho  Co- 
legio deben  ser  de  facultades  mayores,  cuyo  gobierno  está  también 
a  cuidado  de  un  clérigo  secular  de  virtud  y  letras. 

"En  dicho  Colegio  de  Santa  Cruz  se  lee  curso  de  Artes,  Teología 
Escolástica  en  dos  cátedras,  de  Prima  y  Vísperas;  y  Teología  Mo- 
ral. Esta  cátedra  última  fundó  y  dotó  el  Rdo.  Obispo  D.  Fr.  Barto- 
lomé de  Ledesma,  y  en  ella  se  sigue  la  doctrina  de  su  docta  Suma 
que  dejó  impresa  para  este  fin.  Hay  en  este  Colegio  una  grande  Li- 
brería de  todas  facultades,  y  erudición  que  le  dejó  y  donó  el  Rdo. 
Obispo  D.  Nicolás  del  Puerto,  mi  antecesor.  En  el  Colegio  de  la 
Compañía  de  Jesús  de  esta  ciudad  se  lee  Gramática,  curso  de  Artes 
y  Teología  Escolástica ;  y  a  uno  y  a  otro  concurren  bastante  número 
de  estudiantes,  que  dan  esperanzas  de  abundancia  de  ministros. 

"Hay  también  en  esta  ciudad  un  Colegio  de  niñas,  para  cuya 
fundación  dejó  sus  bienes  en  años  pasados  un  clérigo,  Cura  bene- 
ficiado en  este  Obispado ;  y  lo  erigí  y  puse  en  ejecución  en  veinte  y 
siete  de  enero  del  año  ochenta  y  seis,  donde  se  alimentan,  educan  e 


102       INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

instruyen  en  virtud  y  ejercicios  propios  de  mujeres  honestas,  ocho 
doncellas,  que  entran  con  información  de  legitimidad  y  limpieza;  y 
de  presente  se  han  dotado  otros  dos  lugares  para  otras  dos  niñas. 
Gobiérnalas  con  título  de  Rectora  una  mujer  anciana  en  que  se 
procura  concurran  las  partes  de  virtud,  madurez  y  prudencia.  Es 
titular  del  Colegio  la  Presentación  de  Nuestra  Señora;  y  se  ha  de 
pedir  a  Nuestro  Beatísimo  Padre  se  digne  conceder  indulgencia 
plenaria  perpetua  a  todas  las  personas,  que  confesadas  y  comulga- 
das hicieren  oración  en  dicha  Iglesia,  como  su  Santidad  lo  mandare 
el  día  de  la  Presentación,  veinte  y  uno  de  noviembre. 

"Tengo  visitadas  personalmente  parte  de  las  sierras,  la  costa 
del  Sur  y  las  Mixtecas  alta  y  baja:  provincias  que  constan  de  cua- 
renta y  cinco  iglesias  parroquiales,  en  cuyos  distritos  hay,  y  a  cuya 
administración  pertenecen  cuatrocientos  cuarenta  y  un  pueblos, 
en  que  he  administrado  el  santo  Sacramento  de  la  Confirmación  a 
treinta  y  seis  mil  novecientas  setenta  personas,  sin  otras  que  he 
confiíTnado  en  diferentes  partes.  He  reconocido  bien  instruidos  en 
la  doctrina  cristiana  a  los  niños  y  niñas  que  en  sus  lenguas  natura- 
les y  maternas  lo  saben  y  dicen  con  mucha  gracia :  lo  cual  he  experi- 
mentado preguntándosela  y  examinando  por  mí  mismo  en  presencia 
de  los  Párrocos  y  personas  inteligentes  en  sus  idiomas.  En  la 
visita  de  la  costa  del  Sur  vi  un  viernes  de  esta  Cuaresma  salir  a 
los  principios  de  la  noche  una  procesión  de  penitencia,  en  que  las 
mujeres  Indias,  recogida  la  vestidura  superior  sobre  la  cerviz,  des- 
cubierta la  espalda  y  también  el  rostro  con  admirable  humildad  y 
sinceridad  se  iban  azotando  con  disciplinas  de  ramal  y  recios  gol- 
pes, llevando  algunas  debajo  del  brazo  izquierdo  a  los  hijuelos  de 
pecho :  cosa  que  edifica  y  enternece,  Y  tengo  noticia  se  hace  esta 
misma  disciplina  en  algunos  otros  pueblos  del  Obispado,  y  en  todos 
la  hacen  los  varones  y  muchas  indias,  de  sangre,  la  Semana  Santa, 
en  que  verdaderamente  está  resplandeciente  la  buena  educación 
y  doctrina  de  aquellos  primeros  Varones  apostólicos,  que  pasaron  a 
la  conquista  espiritual  de  este  nuevo  mundo ;  y  también  el  cuidado 
con  que  contribuyen  los  ministros  actuales,  unos  con  más  fervorosa 
aplicación,  otros  con  menos,  y  si  en  uno  u  otro  se  reconoce  descuido, 
se  aplican  medios  para  que  cumplan  con  su  obligación. 

"Entre  estos  consuelos  padezco  el  dolor  de  que  en  algunos  pue- 
blos se  conservan  resabios  de  la  gentilidad  e  idolatría,  con  oblación 
de  sacrificios,  a  cuyo  remedio  con  el  favor  y  gracia  del  Señor,  he 


C.  IV.  RELACIONES  AD  LIMINA 


103 


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104        INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

aplicado  todo  cuidado  y  diligencia,  llegando  personalmente  por  el 
año  de  ochenta  y  tres  al  pueblo  de  San  Vicente  del  Beneficio  de 
Exutla,  donde  descubrí  dos  indios  Maestros  y  Dogmatistas,  que  te- 
nían libros  para  este  diabólico  magisterio ;  y  otros  libros  se  quema- 
ron públicamente  en  la  plaza  de  esta  ciudad,  poniéndolos  al  fuego 
los  mismos  reos,  a  los  cuales  después  de  azotados  por  las  calles,  ab- 
solví de  la  excomunión  públicamente  con  las  solemnidades  que  dis- 
pone el  Ritual  Romano,  cuyas  graves  ceremonias  verdaderamente 
los  mueven  mucho,  y  conducen  al  terror  y  conocimiento  de  sus  de- 
litos. Otros  Maestros  y  Dogmatistas  he  recluido  por  más  o  menos 
años  en  conventos  de  religiosos  de  esta  ciudad,  donde  sirven  y  son 
también  instruidos  y  doctrinados. 

"Y  por  el  año  de  1685  pasé  al  Beneficio  de  Santa  María  Ozelos- 
tepeque,  donde  en  la  forma  referida  reconcilié  con  la  Iglesia  ciento 
veinticuatro  indios  idólatras  de  diferentes  pueblos  de  aquellas  sie- 
rras. Tengo  por  cierto  hay  enmendado  mucho,  y  lo  que  aún  dura  de 
este  daño  proviene  de  que  en  la  inopia  que  padezco  de  ministros,  no 
cabe  frecuente  y  repetida  la  predicación  que  se  requiere  para  la  to- 
tal extirpación  de  estas  culpas;  para  lo  cual  será  muy  conveniente 
que  Su  Santidad  se  sirva  de  conceder  los  jubileos  y  gracias  de  misio- 
nes y  doctrinas,  cómo  y  en  la  forma  que  están  concedidas  al  Sr. 
Obispo  de  Puebla ;  de  la  facultad  que  Su  Santidad  me  tiene  concedi- 
da entre  otras  para  conceder  tres  veces  indulgencia  plenaria  al  año, 
he  usado  en  las  visitas  de  Mixteca  y  costa,  donde  he  hallado  con- 
curso de  gente  ladina,  predicando  yo  en  lengua  castellana,  y  en 
la  india  los  ministros,  con  fruto  y  consuelo  mío.  En  esta  ciudad  de 
Antequera,  donde,  como  en  todas  las  populares,  hay  virtudes  y 
vicios,  he  dispuesto  y  se  han  hecho  dos  misiones:  una  por  los  Pa- 
dres de  la  Compañía  de  Jesús,  y  otra  por  los  Padres  Misioneros  de 
la  regular  observancia  de  San  Francisco,  de  las  que  se  ha  conse- 
guido copioso  fruto.    Antequera  y  Mayo  23  de  1688." 

RELACIÓN  AD  LIMINA  DEL  ILMO.  DON  FRAY  VIDAL 
MOCTEZUMA,  OBISPO  DE  CHIAPAS,  FIRMADA  EN  1752. 

"La  cabeza  de  esta  diócesis  es  la  Ciudad  Real  de  Chiapas  del 
Reino  de  Guatemala,  única  ciudad  en  todo  él,  muy  exhausta  de  ve- 
cinos por  lo  pobre  de  comercios  y  recia  de  temperamento.  Su  Igle- 
sia Catedral  con  el  título  de  San  Cristóbal  fué  fundada  por  nuestro 


C.  rV.  RELACIONES  AD  LIMINA  105 

Rey  Don  Carlos  V:  su  cabildo  se  compone  de  cuatro  Dignidades, 
fuera  de  la  Episcopal,  y  que  son:  Deán,  Arcediano,  Chantre  y 
Maestrescuela;  fuera  de  estas  dignidades  tiene  un  canónigo,  pues 
aunque  la  merced  fué  de  dos,  el  otro  se  suprimió  (por  cederse 
su  congrua)  al  Tribunal  de  la  Santa  Inquisición.  A  este  cabildo  le 
asisten  en  el  coro  y  en  los  demás  ejercicios  de  la  Iglesia  seis  capella- 
nes que  llaman  de  coro,  y  un  sacristán  mayor,  y  los  días  festivos 
doce  colegiales  de  un  Seminario  que  fundó  el  limo,  y  Revmo.  Sr. 
Don  Marcos  Bravo  de  la  Serna  Obispo  que  fué  de  esta  Diócesis. 
Por  la  escasez  de  sujetos  eclesiásticos,  varios  músicos  que  asisten 
al  coro  son  seculares,  porque  la  cortedad  no  permite  otra  decencia 
mayor,  aunque  éstos  asisten  con  la  posible.  Esta  Catedral  es  la 
única  Parroquia  en  toda  la  Ciudad  con  sólo  un  cura  colado. 

"Conventos  de  religiosas  hay  cuatro:  Santo  Domingo,  San 
Francisco,  La  Merced,  y  San  Ignacio  de  Loyola;  uno  de  monjas  con 
título  de  la  Encarnación  sujetas  al  Obispo  y  un  hospital  de  San 
Juan  de  Dios.  Dentro  de  la  Ciudad  y  sus  barrios  hay  tres  capillas : 
una  de  la  Virgen  de  la  Caridad,  otra  de  San  Nicolás,  y  otra  de 
Santa  Lucía;  otras  hay  fuera,  con  la  advocación  de  San  Cristóbal. 

"En  todo  el  Obispado  y  sus  Pueblos  hay  cuarenta  y  cinco  pa- 
rroquias :  En  las  diez  son  curas  clérigos,  en  las  treinta  y  tres  son 
religiosos  dominicos  y  en  las  dos  religiosos  franciscanos  y  así  en 
todas  estas  Iglesias  como  en  todas  las  enunciadas  hay  ciento  diez 
capellanías  y  de  éstas  por  la  deterioración  de  las  fincas,  unas  están 
perdidas  del  todo  y  otras  muy  decaecidas  en  el  recibo  y  otras  con  el 
principal  completo  y  otras  fincadas  en  alhajas  y  fincas  de  mayor 
valor,  especialmente  las  que  se  han  impuesto  en  mi  tiempo,  pues  por 
la  ruina  que  he  visto  en  las  otras,  he  procurado  se  aseguren  en 
partes  muy  radicadas.  Asimismo  hay  trescientas  y  sesenta  Cofra- 
días cuyo  culto  se  mantiene  con  limosna  de  los  fieles  y  todo  se  vi- 
sita por  el  Obispo  de  esta  Diócesis. 

"No  hallo  otra  cosa  digna  de  poner  en  noticias  de  V.  Rma.  por 
no  haber  otra  cosa  de  entidad  en  todo  el  Obispado,  el  que,  aunque 
por  sus  asperezas  en  los  caminos  es  bien  trabajoso,  no  he  dejado 
de  visitarlo  anualmente,  con  cuya  diligencia  he  logrado  por  la  mi- 
sericordia de  Dios,  consumir  entre  los  indios  la  idolatría  que  reina- 
ba en  ellos  y  al  presente  está  ésto  en  muy  cristiana  paz,  y  para  que 
se  conserve  en  ella  y  yo  logre  más  asiento  en  mi  pastoral  oficio, 
quedo  esperando  del  favor  de  V.  Rma.  me  negocie  con  las  facultades 


106        INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

y  privilegios  arriba  anunciados,  la  bendición  de  Nuestro  Santísimo 
Padre  a  cuyos  santísimos  pies  vuelvo  a  suplicar  a  V.  Rma.  una 
con  toda  veneración  con  la  que  también  espero  haga  V.  Rma.  una 
visita  a  los  sagradbs  lugares  de  los  santos  Apóstoles,  pues  aseguro 
d  V.  Rma.  que  sólo  la  confianza  que  me  asiste  del  celo  y  favor  con 
que  V.  Rma.  lo  ha  de  practicar,  puede  templar  el  sentimiento  que 
tengo  de  no  poderlo  ejecutar  personalmente  por  la  distancia  tan 
crecida  que  embaraza  mi  deseo. 

"V.  Rma.  me  dispense  tanta  molestia  y  no  tenga  ociosa  mi  vo- 
luntad, pues  cerciorado  de  ésta,  puede  impartirme  cuanto  sea  de 
su  mayor  satisfacción,  con  la  que  puedo  de  este  negocio  que  fío  al 
cuidado  de  V.  Rma.  cuya  vida  guarde  Dios  muchos  años." 

RELACIÓN  AD  LIMINA  DEL  ILUSTRISIMO  SEÑOR  DON 
FRAY  FRANCISCO  DE  SAN  BUENAVENTURA  DIEZ  DE  VE- 
LASCO,  OBISPO  DE  GUADALAJARA,  FIRMADA  EL  5  DE 
ABRIL  DE  1757. 

"Esta  Ciudad  de  Guadalajara  es  cabeza  o  Metrópoli  de  la  Pro- 
vincia de  Nueva  Galicia  en  esta  parte  de  la  América  Septentrional 
que  llamamos  Nueva  España.  Reside  en  ella  la  Real  Audiencia  con 
su  Presidente  que  es  el  Gobernador  de  la  Provincia,  sujeta  al  Rey 
Católico,  como  casi  todas  las  regiones  de  las  Indias  Occidentales. 

"Hay  en  esta  Ciudad  Iglesia  Catedral,  erigida  hace  casi  dos  si- 
glos bajo  la  advocación  de  la  Asunción  de  la  Santísima  Virgen; 
aunque  su  consagración  tuvo  lugar  hace  pocos  años,  tocándole  a  mi 
predecesor  Don  Fray  Manuel  Mimbela.  La  estructura  material  de 
la  Iglesia  es  de  bastante  amplitud  y  muy  hermosa.  Casi  junto  a 
ella  está  el  Palacio  Episcopal  que,  como  el  Templo,  ofrece,  gracias 
a  Dios,  buenas  condiciones  de  resistencia. 

"Hay  en  esta  nuestra  Iglesia  Catedral  instituidas  doce  preben- 
das solamente,  a  saber :  tres  dignidades,  cuatro  raciones,  y  cinco  ca- 
nongías  de  las  cuales  dos  son  de  oficio  a  saber :  La  Magistralía  y  la 
Doctoral.  Sirven  también  a  la  Catedral  clérigos  beneficiados  que 
llaman  capellanes  de  coro,  músicos  y  otros  ministros.  Tiene  órga- 
nos que  han  costado  mucho  dinero  y  todos  los  vasos  sagrados  y  or- 
namentos necesarios  para  la  celebración  del  culto  divino,  con  tanta 
riqueza  y  abundancia  que  apenas  si  la  aventajan  alguna  otra  Cate- 
dral de  este  Reino.  Todos  los  días  se  cantan  a  su  debido  tiempo  las 


C.  IV.  RELACIONES  AD  UMINA  107 

horas  canónicas  y  la  misa  conventual,  aplicada  según  institución, 
por  los  bienehechores  de  la  Iglesia,  a  las  cuales  misas  asistimos  con 
mucha  frecuencia  con  todos  los  clérigos  que  no  tengan  ministerio 
especial  durante  ese  tiempo. 

"Esta  Ciudad  no  puede  decirse  que  es  ni  muy  grande  ni  muy 
pequeña,  por  lo  cual  no  tiene  sino  una  sola  parroquia  con  una  Igle- 
sia auxiliar  para  los  habitantes  españoles  y  otras  dos  para  la  ad- 
ministración de  los  Indios  que  viven  en  dos  pueblos  vecinos  a  los 
suburbios  de  la  Ciudad.  A  cargo  de  las  parroquias  de  españoles,  es- 
tá un  clérigo  secular,  mientras  que  las  de  los  Indios  están  ser-vidas 
por  religiosos  de  San  Francisco  y  de  San  Agustín. 

"En  los  demás  lugares  de  nuestra  Diócesis  existen  muchas  pa- 
iToquias  al  frente  de  las  cuales  están  clérigos  seculares  y  religiosos 
de  San  Francisco  y  algunos  también  de  San  Agustín  y  nos  consta 
que  los  clérigos  seculares  aplican  la  misa  conventual  por  sus  parro- 
quianos como  está  mandado.  Hemos  procurado  dividir  algunas  de 
estas  parroquias  como  ha  parecido  oportuno.  En  todas  ellas  se  pro- 
cura y  vigila  para  que  se  tenga  buena  administración  de  sacramen- 
tos, explicación  de  la  doctrina  cristiana,  sobre  todo  a  los  Indios. 

"Tiene  hasta  ahora  esta  Ciudad  seis  conventos  de  religiosos: 
Santo  Domingo,  San  Francisco,  San  Agustín,  El  Carmen  descalzo, 
la  Merced  y  la  Compañía  de  Jesús,  a  los  que  hay  que  agregar  dos 
hospitales  administrados  por  religiosos,  el  de  San  Juan  de  Dios, 
y  el  de  Belén,  o  de  Incurables. 

"Hay  aquí  también  cuatro  monasterios  de  monjas,  sujetos  al 
Ordinario  aunque  son  de  varios  Institutos,  dos  de  ellos  tienen  las 
constituciones  de  Santo  Domingo,  pero  uno  solo  es  de  la  estricta  ob- 
servancia; otro  convento  es  el  de  Santa  Teresa  para  carmelitas 
descalzas  y  el  cuarto  finalmente,  es  el  de  Santa  Ménica  para  recole- 
tas de  San  Agustín.  En  todos  estos  conventos,  por  la  Divina  Mise- 
ricordia florece  en  gran  manera  la  regular  observancia,  se  guarda 
la  debida  clausura  y  se  difunde  suave  olor  de  santidad.  En  lo  res- 
tante de  la  Diócesis  no  existe  más  convento  de  monjas,  que  uno  de 
Capuchinas  en  la  Villa  de  Santa  María  de  los  Lagos,  fundado  hace 
poco,  bajo  nuestra  jurisdicción  y  obediencia.  Conventos  de  religio- 
sos hay  en  Zacatecas  los  mismos  casi  que  en  esta  Ciudad  y  lo  mis- 
mo se  diga  de  Aguascalientes  donde  ya  hay  tres  fundados. 

"Todos  los  Monasterios  de  religiosos  aun  los  más  exiguos  es- 
tán exentos  de  nuestra  jurisdicción  porque  en  las  Indias  todavía 


108        INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

no  están  debidamente  puestas  en  ejecución  las  bulas  de  Urbano  VIII 
y  de  Inocencio  X  en  vigor  de  las  cuales  los  conventos  pequeños  es- 
tán sujetos  a  la  jurisdicción  del  Ordinario. 

"También  está  erigida  en  esta  Ciudad  la  Congregación  del  Ora- 
torio de  San  Felipe  Neri,  integrada  por  competente  número  de  re- 
ligiosos que  hacen  gran  fruto  en  los  prójimos,  oyendo  sus  confesio- 
nes, predicándoles  la  divina  palabra  y  ejercitándolos  en  obras  de 
piedad  muy  útiles  a  la  Ciudad.  Además  hay  otra  Congregación  de 
clérigos  oblatos  de  San  Carlos  Borromeo  aunque  todavía  no  ha  to- 
mado incremento. 

"Tiene  asimismo  esta  Ciudad  un  colegio  Seminario,  bajo  la  ad- 
vocación del  Patriarca  San  José;  erigido  según  las  normas  del  Con- 
cilio Tridentino.  Hace  poco  se  trasladó  a  un  edificio  cercano  a  la  Ca- 
tedral y  de  magnífica  estructura.  Hay  en  él  dotadas  veinticuatro  be- 
cas que  se  proveen  de  acuerdo  con  el  Tridentino  en  favor  de  jóvenes 
pobres,  los  que  se  sustentan  del  tres  por  ciento  impuesto  como  pen- 
sión, tanto  a  nuestra  cuarta  parte  episcopal  como  a  las  demás  pre- 
bendas y  beneficios  jurados.  Además  de  los  veinticuatro  seminaris- 
tas de  beca  hay  cuarenta  de  paga.  Para  la  instrucción  y  disciplina 
de  todos  ellos  hay  un  maestro  de  canto,  dos  de  gramática,  uno  de  fi- 
losofía, uno  de  teología  escolástica  y  otro  de  moral  y  finalmente  uno 
de  sagrada  escritura  a  quienes  se  les  paga  de  los  réditos  anuales  del 
Colegio.  Además  de  éstos  hay  un  profesor  de  lengua  mexicana  por 
cuenta  del  Real  erario  para  la  instrucción  de  los  ministros  destina- 
dos a  parroquias  de  indios. 

"Hay  otro  Colegio  Seminario  bajo  el  patrocinio  de  San  Juan 
Bautista,  bajo  el  cuidado  y  gobierno  de  religiosos  de  la  Compañía  de 
Jesús,  cuyos  alumnos,  que  son  muy  numerosos,  frecuentan  las  aulas 
de  dicha  Compañía  donde  se  les  enseñan  las  mismas  sobre  dichas 
facultades.  Tocante  a  Colegios  de  niñas  hay  dos  en  esta  Ciudad,  uno 
de  ellos  incorporado  a  conventos  de  monjas  y  bajo  su  cuidado  y  di- 
rección, el  otro  es  independiente,  bajo  el  cuidado  de  una  prefecta. 
En  los  dos  Colegios  se  procura  con  todo  empeño  que  las  educandas 
se  críen  en  el  santo  temor  de  Dios  y  ejercicio  de  las  virtudes  y  sal- 
gan bien  preparadas  quier  para  la  vida  religiosa  quier  para  el  ma- 
trimonio. 

"Tiene  además  esta  Ciudad  una  casa  de  reclusión  para  mujeres 
arrepentidas.  Institución  que  sólo  estaba  en  sus  comienzos  cuando 
llegamos  a  esta  Diócesis,  ya  está  del  todo  perfecta  y  terminada;  las 


C.  IV.  RELACIONES  AD  UmNA  109 

pensionadas  viven  de  limosnas  de  los  fieles  y  de  las  multas  por  dis- 
pensaciones matrimoniales,  que  aplicamos  en  su  favor. 

"Por  toda  la  Diócesis  lo  mismo  que  en  esta  Ciudad  hay  muchas 
Cofradías  en  honra  de  Dios  y  de  los  Santos,  y  para  ejercitar  obras 
de  caridad  que  viven  de  dichas  Cofradías,  exceptuando  algunas  que 
cuentan  con  fondos  propios  aunque  modestos. 

"El  clero  de  nuestro  Episcopado  no  es  muy  numeroso  p>ero  es 
en  cambio  de  buenas  costumbres  y  por  regla  general  provisto  de 
los  suficientes  conocimientos;  pero  para  que  éstos  progresen  y  se 
aumenten,  existen  las  conferencias  de  casos  morales  que  hemos  es- 
tablecido para  cada  semana;  lo  mismo  pasa  en  la  Ciudad  de  Zaca- 
tecas donde  hay  mayor  número  de  clérigos  y  lo  mismo  en  toda  Ciu- 
dad de  Españoles  donde  moren  ocho  y  aun  sólo  seis  sacerdotes. 
Aquí  en  Guadalajara  esas  conferencias  se  tienen  en  nuestra  pre- 
sencia para  que  los  clérigos  asistan  con  puntualidad  a  ellas  y  para 
que  estudien  más.  Sólo  p>or  causa  de  ausencia  de  la  Ciudad  o  de  en- 
fermedad, hemos  dejado  de  asistir  a  algunos  exámenes  de  los  orde- 
nados o  sinodales  preparatorios  para  las  Ordenes,  que  celebramos 
en  todas  las  témporas  del  año. 

"Respecto  a  los  fieles  de  nuestra  Diócesis  podemos  decir  que 
como  en  las  otras  provincias  de  esta  América,  se  componen  de  va- 
rias clases  de  gentes  y  naciones,  siendo  las  principales  la  de  espa- 
ñoles y  la  de  los  indios.  Los  españoles,  tanto  los  nacidos  en  la  anti- 
gua España  como  en  la  Nueva  no  tienen  vicio  particular  de  que 
sean  notados ;  los  indios  empero  son  muy  dados  a  la  embriaguez,  de 
la  que  no  logi-an  enmendarlos  ni  las  penas  que  los  jueces  les  impo- 
nen, ni  el  cuidado  y  continuas  represiones  de  los  párrocos;  pero 
fuera  de  este  vicio  no  tienen  otros  de  consideración,  por  más  que, 
son  gentes  rudas  y  aptos  solamente  para  el  trabajo  manual,  son 
en  cambio  mansos,  humildes  y  muy  inclinados  al  culto  divino.  Esto 
se  puso  más  de  manifiesto  con  ocasión  de  nuestra  visita  por  toda 
esta  Diócesis  que  aunque  se  extiende  por  lo  ancho  y  por  lo  largo  a 
más  de  quinientas  leguas  españolas  (razón  para  que  el  Consejo 
Real  piense  en  dividirla)  sin  embargo  cada  seis  años  la  hemos  re- 
corrido casi  toda. . . . 

"En  los  confines  de  este  nuevo  obispado  viven  muchas  tribus 
de  indios  bárbaros  de  cuya  conversión  se  ocupan  con  todo  fervor 
y  empeño  religiosos  procedentes  de  los  Colegios  de  Propaganda  Pi- 
de, el  de  la  Cruz  de  Querétaro  y  el  de  Guadalupe  de  Zacatecas  así 


no        INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

como  también  los  Padres  de  la  Compañía  de  Jesús.  A  todos  con 
singular  piedad  y  munificencia,  los  sustenta  con  sus  limosnas  el 
Rey  Católico." 

RELACIÓN  AD  LIMINA  DEL  ILUSTRISIMO  SEÑOR  DON 
FRAY  IGNACIO  PADILLA  Y  ESTRADA  (AGUSTINO)  NATU- 
RAL DE  MÉXICO,  OBISPO  DE  YUCATÁN,  FIRMADA  EL  2  DE 
ABRIL  DE  1759. 

"Después  de  visitar  toda  mi  Diócesis,  presentaré  a  Vuestra 
Santidad  la  exacta  narración  de  lo  que  a  ella  se  refiere. 

"Tiene  la  Iglesia  Catedral  de  Mérida  cuatro  dignidades :  Deán, 
Arcediano,  Chantre  y  Maestrescuela;  dos  canónigos  que  toman, 
alternándose,  los  cargos  de  Penitenciario  y  Magistral ;  hay  además 
dos  racioneros.  Las  canongías  sólo  se  obtienen  de  gracia  por  parte 
del  Rey  de  España.  Viven  todos  estos  de  los  diezmos,  que  apenas 
si  bastan  para  los  que  ahora  hay  y  que  de  ninguna  manera  permiten 
que  se  aumente  su  número. 

"Aparte  de  los  dichos,  sirven  a  esta  Iglesia  Catedral,  seis  ca- 
pellanes, un  sacristán  mayor,  dos  menores  y  cantores  que  aunque 
pocos  en  número,  están  bien  instruidos  en  su  oficio,  así  que  los  ofi- 
cios divinos  pueden  hacerse  con  la  debida  solemnidad. 

"Lo  que  me  causa  gran  pena  es,  la  escasez  que  encontré  de  or- 
namentos y  la  gran  pobreza  de  vasos  sagrados  y  demás  cosas  ne- 
cesarias al  culto  divino;  tanto  que  me  ha  sido  necesario  contraer 
deuda  para  suplir  lo  necesario.  Además,  de  mi  propio  dinero  mandé 
traer  de  la  Ciudad  de  México  ornamentos,  tan  ricos  y  magníficos  que 
según  todos  confiesan,  pudieran  bien  figurar  entre  los  mejores  de 
aquella  Iglesia  Metropolitana;  regalé  además  a  esta  Catedral  un 
trono  para  el  Santísimo,  de  maravillosa  estructura  y  perfecta  eje- 
cución, adornado  con  brillantes  y  gran  variedad  de  otras  piedras 
preciosas  cuyo  precio  asciende  a  once  mil  pesos  fuertes.  También 
le  doné  un  cáliz  de  oro  macizo  y  otros  varios  de  plata,  con  lo  que 
ya  pueden  celebrarse  decentemente  los  divinos  oficios. 

"Tiene  esta  Iglesia  su  Seminario  de  niños,  según  las  normas 
del  Tridentino  el  que  yo  encontré  como  en  su  cuna  y  comienzos  fun- 
dado por  nuestro  Predecesor  sin  más  personal  que  un  Rector,  dos 
maestros  de  latinidad,  uno  de  música  y  cinco  seminaristas  de  beca. 
Así  que,  con  gran  cuidado  y  diligencia  me  empeñé  en  acrecentarlo 


C.  IV.  RELACIONES  AD  LIMINA  111 

y  primeramente  en  sus  rentas,  librándolas  de  los  censos  con  que 
estaban  gravadas,  mediante  treinta  y  dos  mil  pesos  que  les  pro- 
curé y  con  otros  doce  mil  pesos  les  amplié  y  compuse  el  edificio. 
Además  fundé  las  cátedras  de  filosofía  y  teología,  puse  otro  profe- 
sor más  de  latín  y  señalé  un  Vice-rector  y  ecónomo.  En  la  Academia 
de  esta  Ciudad  (Mérida)  habían  hasta  ahora  seguido  en  los  cursos 
literarios  la  doctrina  de  Suárez  y  por  eso  yo  creí  que  sería  muy 
oportuno  y  conveniente  el  fundar  la  escuela  según  los  preceptos  del 
Angélico  Doctor  Santo  Tomás  en  un  Seminario  Tridentino ;  por  eso 
de  mis  rentas,  mandé  traer  a  Puebla  dos  profesores  de  la  doctrina 
tomística,  uno  de  los  cuales  ya  terminó  su  curso  de  filosofía,  con 
gran  provecho  de  la  juventud  y  ahora  asciende  a  enseñar  la  teolo- 
gía dogmática;  el  segundo  se  ocupa  de  enseñar  los  rudimentos  de 
la  dialéctica.  A  estos  dos  profesores,  aparte  de  su  correspondiente 
sueldo,  les  ayudo  con  algún  subsidio  o  regalo. 

"En  estos  últimos  días  los  alumnos  de  beca  que  se  sustentan 
de  los  diezmos  son  ya  catorce  y  además  hay  otros  trece  de  paga, 
otros  muchos  jóvenes  externos  acuden  a  las  clases  de  literatura,  lo 
que  nos  infunde  ánimo  y  confianza  de  que  en  lo  poi'venir  ha  de 
aumentarse  más  y  más  la  enseñanza  clerical. 

"Hay  en  esta  Ciudad  y  Diócesis  un  solo  convento  de  Monjas 
donde  hay  setenta  de  ellas,  y  es  del  Instituto  de  la  Concepción.  Mi 
Predecesor  Don  Juan  Gómez  de  Parada,  trabajó  mucho  por  su  dis- 
ciplina y  reforma;  había  entre  otros  abusos  el  de  que  las  criadas 
del  convento  saliesen  a  hacer  la  compra.  Muchos  de  los  fondos  del 
monasterio  se  había  menoscabado  por  la  negligencia  de  sus  admi- 
nistradores y  sólo  con  cinco  años  de  trabajo  he  logrado  nivelarlos. 

"Los  regulares,  que  son  franciscanos  observantes,  tiene  en  todo 
el  Obispado  de  Yucatán  una  sola  Provincia  y  se  llama  de  San  José, 
cuya  cabeza  reside  en  esta  Ciudad  de  Mérida;  tienen  también  en 
ella  un  convento  de  recoletos.  Los  demás  frailes  están  al  frente  de 
parroquias  las  que  van  dejando  según  mueren,  en  manos  del  clero 
secular  de  acuerdo  con  órdenes  recibidas  de  su  Majestad  el  Rey. 

"Bajo  el  título  de  San  Francisco  Javier,  tiene  aquí  un  Colegio 
la  Compañía  de  Jesús  con  ocho  religiosos  que  trabajan  por  la  salud 
de  las  almas  y  educación  de  la  juventud.  De  la  Universidad  que 
por  concesión  Pontificia  y  Regia  tienen,  están  encargados  dos  profe- 
sores de  teología  y  uno  de  filosofía,  aparte  de  los  maestros  de  gra- 
mática y  uno  que  enseña  a  los  niños  pequeños  los  rudimentos  de 


112        INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

Jeer  y  escribir.  Llenos  del  fuego  y  entusiasmo  de  su  santo  Padre 
Ignacio,  además  de  los  estudios  sostienen  estos  padres  el  ministe- 
rio diario  de  las  confesiones,  el  de  la  predicación  al  pueblo,  la  asis- 
tencia a  los  moribundos,  la  visita  a  las  cárceles  y  hospitales  todo  con 
grande  edificación  del  público. 

"Tienen  también  estos  PP.  a  su  cargo  el  gobierno  de  otro  semi- 
nario, llamado  de  San  Pedro  al  que  ayudo  grandemente  en  sus  de- 
ficiencias pecuniarias. 

"Los  hermanos  de  San  Juan  de  Dios  tienen  hospital  admi- 
nistrado por  tres  hermanos  y  un  capellán;  está  este  hospital  dedi- 
cado a  la  curación  y  convalecencia  de  los  Indios.  Apenas  si  podía 
sostenerse  por  sus  escasísimas  rentas  así  como  por  la  estrechez 
e  incomodidad  del  local.  No  pudiéndolo  yo  sufrir,  les  edifiqué  una 
nueva  casa  y  les  atiendo  en  sus  frecuentes  necesidades. 

"En  otras  poblaciones  de  la  Diócesis  sobresalen  Valladolid, 
antiguamente  muy  populosa,  Villa  celebérrima  por  sus  riquezas  y 
por  la  nobleza  de  sus  habitantes,  pero  ahora  ha  decaído  y  perdido 
su  opulencia  y  ornamentación.  Necesita  sin  embargo  todavía  de 
dos  parroquias,  una  para  indios  y  otra  para  españoles,  cuyos  curas 
y  vicarios  trabajaban  muy  bien  en  su  ministerio. 

"La  segunda  población  es  Campeche  a  donde  ha  concurrido 
gran  multitud  de  Ciudadanos  y  donde  florece  el  comercio  con  otros 
reinos.  Está  al  frente  de  su  gobierno  espiritual  un  sacerdote  Doctor 
en  filosofía  que  vela  cuidadosamente  por  aquellas  almas:  viven  en 
Campeche  muchos  clérigos  encargados  de  dar  el  pasto  espiritual 
a  las  almas,  tienen  una  Iglesia  parroquial  perfectamente  acabada 
y  decorada  con  soberbios  altares  e  imágenes,  preciosos  ornamen- 
tos, y  vasos  sagrados  y  suelen  desplegar  tanta  pompa  y  aparato  en 
la  celebración  de  los  divinos  misterios  que  superan  en  ello  hasta  a 
la  misma  Catedral  de  Mérida.  A  causa  de  haber  aumentado  el  con- 
curso de  los  fieles  fué  necesario  agrandar  la  Iglesia  para  lo  cual 
apliqué  ocho  mil  pesos  de  un  piadoso  legado. 

"La  Compañía  de  Jesús  tiene  también  en  el  citado  Puerto  un 
pequeño  domicilio,  mas  es  tanta  su  pobreza  que  apenas  si  pueden 
sostenerse  ahí  tres  religiosos,  pero  acabo  de  darles  trece  mil  pesos 
para  que  terminen  la  Iglesia  en  cuya  construcción  están  trabajando 
con  mucho  empeño.  También  hay  ahí  hospital  de  San  Juan  de  Dios, 
tan  pequeño  y  tan  pobre  como  el  de  Mérida. 

"Las  parroquias  de  este  Obispado  son  setenta  y  seis,  de  las  cua- 


C.  IV.  RELACIONES  AD  LIMINA  113 

les  cincuenta  y  cuatro  están  a  cargo  de  clérigos  seculares  y  las 
veintidós  restantes  al  de  franciscanos  observantes.  Yo  visité  per- 
sonalmente estas  parroquias  haciendo  un  recorrido  de  seiscientas 
veinte  leguas,  practicando  en  cada  parroquia  la  inspección  de  to- 
das las  cofradías,  libros  parroquiales,  vasos  y  ornamentos  sagra- 
dos. Todas  las  parroquias  de  los  pueblos  están  ya  habilitadas  con 
muy  buenos  ornamentos  y  en  todas  ellas  se  hacen  solemnidades 
religiosas.  Para  lograrlo,  apliqué  a  iglesias  pobres,  lo  que  sobraba 
en  las  localidades  más  ricas.  Muchas  parroquias  cuyos  techos  eran 
de  palma  o  de  paja  mandé  que  las  cubriesen  con  techo  de  bóveda. 

"Ha  sido  para  mí  de  grande  alegría  y  consuelo  el  conocer  esta 
pobrecita  y  neófita  nación  de  los  indios  mayas,  que  a  pesar  de  estar 
como  quien  dice  en  la  infancia  de  su  fe,  sabe  y  comprende  los  mis- 
terios divinos,  los  dogmas  y  disciplinas  católicos  con  mucha  preci- 
sión y  claridad  y  penetran  muy  bien  en  los  mandamientos  de  Dios. 
No  hay  un  solo  pueblo  ni  lugar  ni  aldea  donde  no  se  cumpla  exactí- 
simaniente  con  el  precepto  de  la  confesión  y  comunión  pascual. 

"Todos  por  lo  regular,  con  singular  alegría  acuden  a  la  parro- 
quia los  domingos  y  días  de  fiesta  a  oír  la  explicación  de  la  doctrina 
cristiana  y  los  sermones  y  asistir  a  los  divinos  oficios.  Tienen  es- 
pecial devoción  hacia  la  Virgen  Santísima  y  al  Santísimo  Sacra- 
mento de  la  Eucaristía.  Muchos  son  los  que  comulgan  en  ambas 
fiestas  así  como  en  los  terceros  domingos  de  cada  mes,  en  que  el 
Santísimo  se  expone  a  la  pública  veneración. 

"En  cada  Iglesia  está  fundada  la  Cofradía  del  Santísimo  Sacra- 
mento y  hay  muchas  de  la  Virgen  Santísima.  Todos  en  peligro  de 
muerte  reciben  los  santos  sacramentos  y  los  que  no  viven  muy  le- 
jos de  las  Iglesias,  dan  a  Dios  su  espíritu  auxiliados  de  algún  sa- 
cerdote." 

RELACIÓN  AD  LIMINA  DEL  ILMO.  SR.  OBISPO  DE  DU- 
RANGO  DON  PEDRO  TAMARON,  FECHA  EL  PRIMERO  DE 
ENERO  DE  1765. 

"Por  concesión  de  nuestro  Santísimo  Padre  el  Papa  Paulo  V 
fué  fundado  este  Obispado  el  año  de  1620,  y  al  siguiente  le  fue  dada 
posesión,  por  procurador,  a  su  primer  Obispo,  en  esta  Ciudad  de  Du- 
rango,  donde  desde  el  principio,  fué  establecida  la  Sede  Episcopal. 

"La  patrona  de  toda  la  Diócesis  es  la  Virgen  Santísima  bajo  la 


114        INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

piadosa  advocación  de  su  Inmaculada  Concepción.  El  edificio  mate- 
rial de  la  iglesia  Catedral  está  constituido  de  bóvedas  y  si  no  es  no- 
table por  su  amplitud,  lo  es  ciertamente  por  su  altura  y  proporcio- 
nes. De  uno  y  otro  lado  hay  capillas  construidas  con  mucho  ai^te 
y  trabajo;  sus  paredes  cubiertas  con  retablos,  dorados  perfectamen- 
te hasta  la  parte  de  arriba,  hacen  que  aparezca  hermosa,  magnífi- 
ca y  admirable. 

"El  coro  con  sus  sitiales  está  fabricado  de  selectas  y  pulidas 
maderas  que,  aunque  de  suyo  ya  son  hermosas,  van  adornadas  cu- 
riosamente con  varios  adornos  de  oro  y  de  colores.  A  ambos  lados 
del  coro  levántanse  sendos  órganos  que  en  unión  con  otros  instru- 
mentos músicos  alegran  el  alma  con  sus  armoniosos  sonidos.  A  la 
hermosura  y  estructura  del  templo  corresponde  la  de  su  alta  torre 
que  se  levanta  en  un  ángulo  de  la  iglesia,  a  manera  de  pirámide, 
sosteniendo  19  campanas  de  gran  peso  y  en  su  cúspide  se  yergue 
hermosísima  una  gran  cruz  de  hierro. 

"Respecto  al  culto  de  la  Iglesia  Catedral  debemos  decir  que  es- 
tá suficientemente  provista  de  todo  género  de  ornamentos  y  vasos 
sagrados. 

Para  celebrar  los  divinos  oficios  hay  instituidas  tres  Digni- 
dades a  saber  el  Deán,  el  Arcediano  y  el  Chantre;  cuatro  canó- 
nigos incluyendo  en  este  número  al  Magistral  y  al  Doctoral,  pero 
no  al  Penitenciario.  Hay  además  dos  racioneros,  doce  capellanes 
de  coro,  ocho  acólitos,  dos  sochantres  y  dos  organistas  con  un  maes- 
tro de  capilla  y  otros  varios  músicos  de  diversos  instrumentos.    Hay 
además  maestro  de  ceremonias,  sacristán  mayor,  y  sacristán  me- 
nor, pertiguero  y  perrero.  Todos  asisten  a  la  misa  mayor  y  a  las 
horas  canónicas  y  son  muy  empeñosos,  así  que  puedo  alegrarme 
en  el  Señor  de  que  los  oficios  divinos  se  celebran  en  nuestra  Cate- 
dral con  la  debida  solemnidad  y  gran  concurso  del  pueblo. 

"Incluida  en  esta  Catedral  hay  una  amplia  y  bien  decorada  ca- 
pilla, destinada  a  la  administración  de  los  sacramentos  y  a  parro- 
quia, la  única  que  hay  en  la  ciudad.  Tiene  un  párroco  ayudado  de 
cuatro  vicarios,  su  sacristán  y  dos  acólitos,  puestos  por  la  archico- 
fradía  del  Santísimo  Sacramento,  para  que  acompañen  con  velas  en- 
cendidas el  Cuerpo  Santísimo  del  Señor,  cuando  es  llevado  a  los  en- 
fermos. 

"Los  confines  de  este  Obispado  son :  por  el  Oriente  y  parte  del 
Sur,  el  Obispado  de  Guadalajara,  por  otra  parte  del  Sur  se  extiende 
quinientas  leguas  hasta  el  mar  llamado  del  Sur  (Pacífico)  por  don- 


C.  IV.  RELACIONES  AD  LIMIN^  115 

de  parece  que  entra  el  río  Colorado  (?)  a  la  isla  o  península  de  Ca- 
lifornia :  por  el  Norte  y  el  Occidente  hay  tierras  de  inmensa  exten- 
sión, desconocidas  y  por  descubrir,  donde  viven  varias  naciones  bár- 
baras de  indios  enemigos :  de  Sur  a  Norte  es  decir  desde  Huaynamo- 
ta  que  está  en  la  provincia  de  Nayarit,  hacia  Guadalajara,  hasta 
Tliaos  que  es  el  último  pueblo  del  Nuevo  México,  hay  en  línea  rec- 
ta, quinientas  leguas;  de  Oriente  a  Poniente  mide  la  diócesis  dos- 
cientas cincuenta  leguas. 

"En  estas  vastísimas  tierras  es  donde  está  dispersa  a  grandes 
distancias  la  grey  que  nos  ha  sido  confiada ;  tierras  que  están  divi- 
didas a  lo  largo  por  una  montaña  vulgarmente  llamada  la  Sierra 
Madre,  la  que  comienza  desde  la  provincia  de  Guadalajara,  donde 
tiene  de  ancho,  según  se  dice,  cien  leguas,  pero  en  nuestra  diócesis 
en  parte  es  de  ochenta  leguas  y  en  pai-te  de  sesenta  y  por  lo  más 
angosto  sesenta,  según  calculamos  en  las  visitas  que  hicimos  a 
caballo  por  esta  región.  A  la  anchura  de  esta  montaña  corresponde 
su  altura  pues  es  tan  alta  que  sus  cúspides  parecen  que  tocan  el 
cielo.  Está  esta  montaña  llena  de  peñas  y  pedregales,  de  modo  que 
su  cumbre  es  inaccesible;  en  partes  es  muy  fría  y  hasta  se  cubre 
de  nieve  y  en  otras  calurosísima  y  por  todos  lados  es  tierra  desier- 
ta, llena  de  cardos  y  espinas  y  de  grandes  peligros.  En  el  centro  de 
esta  Sierra  Madre  se  ven  valles  profundísimos  en  donde,  conflu- 
yendo ríos  caudalosos,  siempre  hay  perpetuo  verdor  y  se  pueden 
coger  abundantes  frutos.  En  estos  puntos  así  favorecidos  de  la  na- 
turaleza hay  muchos  pueblos  de  cristianos  que  ahí  confluyen  pre- 
cedidos de  sus  párrocos. 

"Los  privilegios  de  este  Obispado,  o  prerrogativas,  son  las  lla- 
madas sólitas  de  que  gozan  todos  los  Obispos  de  Indias  y  además 
otras  secretas  concedidas  por  la  Sagrada  Penitenciaría.  Por  lo  de- 
más en  los  casos  de  difícil,  o  mejor  dicho,  imposible  recurso  a  la 
Sede  Apostólica,  nos  vemos  precisados  a  dispensar  algunas  veces 
en  los  casos  reservados,  atendiendo  a  la  salvación  de  las  almas. 

"Fuera  de  la  Capital  que  es  la  Ciudad  de  Durango,  no  hay  en 
la  diócesis  otra  población  que  goce  de  tal  título  ni  en  toda  su  ex- 
tensión existe  alguna  iglesia  colegiata. 

"El  estado  del  número  de  iglesias  parroquiales  y  no  parroquia- 
les incluyendo  también  los  oratorios  que  hay  en  todo  el  Obispa- 
do es  el  siguiente:  Iglesias  parroquiales  60  a  cargo  de  clérigos 
seculares,  ayudados  por  74  vicarios  o  vicepárrocos,  pues  los  dis- 


116        INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

tiitos  de  cada  párroco  son  tan  amplios  que  cada  parroquia  tiene 
bajo  su  jurisdicción,  20,  30  y  hasta  40  leguas  a  la  redonda. 

"Para  la  más  cómoda  y  pronta  administración  de  aquellos  pa- 
rroquianos que  viven  en  sus  propias  haciendas  con  sus  familias 
y  su  gente  de  campo,  hay  capillas  particulares  en  cada  una  de  es- 
tas haciendas  con  las  debidas  licencias. 

"Las  parroquias  tienen  sus  ornamentos  y  vasos  sagrados  en 
proporción  a  sus  entradas  pero  a  ninguna  le  falta  lo  necesario  pa- 
ra celebrar  y  en  esta  nuestra  ultima  visita  mandamos  que  de  todo 
se  hiciese  inventario  para  su  mejor  conservación,  administración 
y  uso. 

"Aparte  de  las  iglesias  parroquiales  hasta  aquí  mencionadas, 
hay  otras  cuatro  con  el  nombre  de  doctrinas,  a  cargo  de  francisca- 
nos de  la  menor  observancia  a  las  cuales  parroquias  están  sujetas 
44  misiones,  administradas  por  otros  tantos  frailes  de  la  mencio- 
nada orden.    Los  pueblos  atendidos  por  estas  misiones  son  57. 

"Los  religiosos  de  la  Compañía  de  Jesús  repartidos  en  4  re- 
giones a  saber:  Sonora,  Sinaloa,  Chinipas  y  Tarahumara  adminis- 
tran 197  pueblos  de  indios  distribuidos  entre  75  misioneros,  que  los 
pueden  atender  suficientemente,  pues,  por  lo  bien  instruidos  que  es- 
tán los  indios,  se  ve  que  los  misioneros  pueden  bien  cumplir  con  su 
cargo.  Estos  padres  de  la  Compañía  de  Jesús  tienen  privilegio  de 
administrar  el  sacramento  de  la  Confirmación,  el  que  empezaron  a 
utilizar  en  tiempo  de  nuestro  episcopado.  De  estas  parroquias  de 
jesuítas  hemos  también  visitado  algunas. 

"En  toda  la  Diócesis  hay  actualmente  257  sacerdotes  secula- 
res incluyendo  en  este  número  los  canónigos,  prebendados,  párro- 
cos y  vicarios.  Los  fieles  de  ambos  sexos  y  de  todas  edades  que  es- 
tán bajo  nuestro  cuidado  pastoral,  han  sido  por  mandato  nuestro, 
empadronados  y  llegan  al  número  de  doscientos  cincuenta  mil 
ciento  cincuenta;  por  lo  cual  continuamente  exclamamos  "la  mies 
es  mucha  y  los  operarios  pocos."  Este  es  el  trabajo  y  aflicción  del 
Obispo:  constreñidos  por  esta  necesidad  y  extrema  carencia  de 
ministros,  hemos  conferido  las  sagradas  órdenes  hasta  la  del  pres- 
biterado sin  la  congrua  sustentación  prescrita  por  los  sínodos,  si- 
no solamente  a  título  de  los  ministerios  que  van  a  desempeñar;  a 
esto  nos  vimos  obligados  en  conciencia,  e  imitando  en  este  punto 
a  los  obispos  predecesores  nuestros  y  ni  aun  así  podemos  cubrir 
las  más  urgentes  necesidades. 


Coro  de  la  Catedral  de  México. 


C.  IV.  RELACIONES  AD  LIMINA  117 

"Monasterios  de  religiosos  hay  pocos  en  la  Diócesis;  en  Duran- 
go  hay  4  uno  de  franciscanos  con  doce  frailes,  uno  de  agustinos 
con  uno  o  dos  frailes,  un  colegio  de  la  Compañía  de  Jesús  con  10 
o  doce  sacerdotes  incluyendo  entre  éstos  los  maestros  que  enseñan 
desde  primeras  letras,  gramática,  retórica,  filosofía,  y  teología  tan- 
to moral  como  escolástica,  teniendo  además  bajo  su  cuidado  el  se- 
minario conciliar  de  clérigos,  cuyo  edificio  está  pegado  al  colegio. 
De  los  dichos  seminaristas,  doce,  como  adscriptos  al  servicio  de  la 
Iglesia  Catedral,  se  sustentan  de  los  diezmos  y  de  los  beneficios, 
esto  es  de  un  3  por  ciento  de  las  rentas  que  éstos  producen.  Los  de- 
más seminaristas  que  son  alrededor  de  60  ó  70  y  se  llaman  super- 
numerarios, son  de  paga. 

"El  cuarto  monasterio  es  el  hospital  de  San  Juan  de  Dios  en  el 
cual  se  curan  enfermos  de  ambos  sexos  con  la  debida  separación 
de  departamentos,  los  cuidan  y  asisten  9  ó  10  religiosos  ejercitados 
en  su  instituto  de  caridad. 

"En  otras  partes  de  la  Diócesis  tienen  los  Padres  Francisca- 
nos otros  5  conventos  pequeños  con  uno,  dos,  o  a  lo  más  tres  reli- 
giosos. Los  Jesuítas  tienen  otras  tres  casas  que  llaman  residencias, 
donde  viven  tres  o  cuatro  sacerdotes. 

"Un  solo  Monasterio  de  la  Orden  de  Predicadores  hay  en  toda 
la  Diócesis  y  éste  es  el  del  Real  de  Minas  de  Sombrerete  por  otro 
nombre  llamada  Villa  de  Llerena ;  en  él  viven  ocho  religiosos  y  aun- 
que se  fundó  como  casa  de  estudios,  no  parece  que  acudan  a  él  es- 
tudiantes. 

"No  hay  convento  ninguno  de  monjas  en  toda  la  Diócesis.  En 
lo  conventos  pequeños  no  está  en  vigor  la  jurisdicción  episcopal. 
Tampoco  hay  Montepíos  en  la  Diócesis. 

"Tocante  a  Cofradías,  son  las  más  principales,  las  del  Santísi- 
mo Sacramento  y  de  la  Purísima  Concepción,  instituidas  en  la  Ca- 
tedral, así  como  las  del  Rosario  y  las  Animas,  que  también  están 
en  las  parroquias  mayores ;  en  otras  partes  hay  cofradías  en  honor 
del  santo  Patrono  del  lugar;  pero  como  casi  todas  estas  cofradías 
son  pobres,  los  cofrades  tienen  que  ir  pidiendo  limosna  por  la  Dió- 
cesis, para  cubrir  sus  gastos  y  hacer  sus  funciones,  según  lo  pudi- 
mos observar  en  nuestra  visita." 


CAPITULO  V 
LAS  ORDENES  ANTIGUAS 

Novedades  en  la  organización  y  en  el  personal  de  las  tres  órdenes. — Los 
dieRuinos. — Observaciones  sobre  el  espíritu  religioso. — Comodidad,  ociosidad. 
— Las  alternativas. — Rasgos  reprochables. — Defectos  en  las  comunidades — 
Las  visitas  de  Ubach  y  Trabaloni. — Crítica  de  ía  palabra  "relajación." — La  pa- 
peleta de  1754. — Los  colegios  de  Propaganda  Fide. — Santa  Cruz  de  Querétaro. 
Zacatecas  y  San  Fernando  de  México. — El  plan  del  padre  Pimentel. — Solución 
final  del  problema  de  las  parroquias. 

bibliografía  especial 

CASTRO  SANTA  ANA  JOSÉ  MANUEL,. — Diario  de  los  Sacesos  Notables. — Mé- 
xico,   1854. 

ESCOBAR    MATÍAS. — Americana    ThebaUla Mí'xico,     1024. 

ESPINOSA  ISIDRO   FEI.IX. — í'rfinica  de  la  Provineia  Franciscana  (de  Michoacán). 

ESPINOSA  ISIDRO  FEl^IX. — Crónica  Apostólica  y  Seráfica  de  todos  lo»  ColeRfios 
de    PropaKanda    Fide    de    esta    Xiicn^a    España. — México.    17.^)6. 

T.ARKEA  ALONSO. — Crónica  de  la  Orden  de  Nuestro  Seráfico  P.  San  Francisco 
(Provincia   de   Miclioa«án).— Mt'xifo,    18S2. 

OJEA  HERNANDO. — TJbro  Tercero  de  la  Historia  RcIÍK¡osa  de  la  Provincia  de 
México,   de  la  Orden    de   Santo    Dominco. — México,   ISO?. 

PAT.Or    FRANCISCO. — Vida    de    Fr.    Junípero    Serra. — Mcxifo.   1TS7. 

R.IMIREZ    AP.XRICIO    MANUEI>. — l-os    Conventos    suprimidos   en    México. — México, 

1861. 

SÁNCHEZ   DANIET.. — El    V.   P.   Fr.    Anlonlo   MarKÜ    de    Jesós. — Oiiatemaln.    1817. 

SOTO  M.WOR  FR.ANCISCO. — Historia  del  Coleulo  Apostólico  de  Nuestra  Señora 
ñt    Guadalupe    de    Za<at<-c4is.     Zacateoiis,    1S.80. 

VII.I.API.ANA  HERMENEGILDO.— Vida  del  V.  P.  Fr.  Antonio  Margil  de  Jesüs.— 
México,  1763. 


C.  V.  LAS  ORDENES  ANTIGUAS 


119 


»«¿iw*j> 


AS  crónicas  o  proyectos  de  crónica  en  este  siglo,  a  diferen- 
cia de  lo  que  pasaba  en  siglos  anteriores,  son  muy  es- 
casas. Cronistas  tenían  casi  todas  las  órdenes,  pero  sus 
escritos  en  virtud  de  una  prudencia  elemental,  no  se  pu- 
blicaban sino  hasta  después  de  bien  muertos  sus  contemporáneos, 
y  como  los  tiempos  que  habían  de  corresponder  a  su  impresión, 
fueron  los  tan  revueltos  principios  del  siglo  XIX,  resultó  que  en 
su  mayor  parte  se  han  quedado  inéditas,  o  perdidas.  Lo  que  queda, 
por  regla  general  e  reduce  casi  todo  a  biografías  de  sujetos  parti- 
culares y  son  muy  escasas  las  visitas  de  conjunto  y  las  observacio- 
nes de  orden  general  que  nos  ofrecen. 


Antiguo   coro   de    San    t^ancisco   de   México 

Arañando  pues  de  acá  y  de  acullá,  podemos  dar  noticia  de  lo 
esencial :  las  novedades  en  la  organización  de  las  provincias  religio- 
sas, el  bosquejo  de  sus  respectivos  caracteres  o  espíritu,  como  siem- 
pre, con  sus  luces  y  sus  sombras ;  y  finalmente,  la  nueva  faz  de  sor- 
da persecución,  de  que  todas  fueron  víctimas  en  el  último  tercio  de 
la  malhadada  centuria  que  historiar  deseamos. 


Los  franciscanos,  orden  que,  por  su  prioridad  en  nuestra  na- 
ción, por  su  número  y  por  su  popularidad,  se  distinguió  sobre  todas 


120         INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

ios  demás,  quedaba  sustancialmente  con  la  misma  organización  y 
número  de  conventos  mayores  que  quedó  descrita  en  otro  lugar  de 
esta  obra  y  que  sería  inútil  repetir  ( 1 ) .  Desde  aquella  época  no  hubo 
más  novedades  que  las  jurídicas,  de  declarar  como  se  hizo  en  1612, 
provincias  formadas  y  completas,  las  que  hasta  entonces  habían  vi- 
vido con  el  título  de  custodia  de  Jalisco  y  custodia  de  Zacatecas. 
La  primera  de  estas  dos  provincias  llegó  a  tener  en  1761,  según  es- 
tado manuscrito  que  a  la  vista  tenemos,  los  siguientes  conventos: 
Guadalajara  con  57  religiosos;  Cocula,  Zapotlán,  Tlajomulco  y  Te- 
colotlán  cada  uno  con  7  religiosos;  Etzatlán,  Ahualulco  y  Tuxpan 
con  5 ;  Amacueca,  Acaponeta  y  Ahuatlán  cada  uno  con  4  y  Autlán 
con  3.  Aparte  de  ésto  tenían  otros  religiosos  empleados  en  vicarías 
y  misiones.  El  personal  de  la  provincia  era  155  frailes  de  los  que, 
128  eran  sacerdotes,  17  coristas  y  10  legos  (2). 

La  provincia  de  Zacatecas  tenía  8  conventos :  San  Luis  Potosí 
con  38  frailes ;  Zacatecas  con  30 ;  Durango  con  18 ;  Sombrerete  con 
10 ;  el  Parral  con  9 ;  Chihuahua  con  10 ;  Monterrey  con  10 ;  Charcas 
con  8.  Las  doctrinas  y  vicarías  de  esta  provincia  eran  las  siguientes: 
Chalmititlán,  Río  Blanco,  Matehuala  y  Mezquital  cada  una  con  dos 
frailes;  Guamazota,  Lajas  y  Tlaxcalilla  con  un  fraile.  Aparte  de 
ésto  tenían  18  misioneros  como  en  su  lugar  veremos.  El  número  de 
regulares  era  de  167  (3). 

En  las  provincias  constituidas  de  México  y  Yucatán,  fuera  de 
la  entrega  de  parroquias  a  que  luego  nos  referiremos,  no  hubo  va- 
riante notable  que  conozcamos.  Respecto  a  la  de  Michoacán,  vemos 
que  el  número  de  frailes  había  aumentado  hasta  el  de  doscientos 
setenta  y  seis,  y  que  habían  fundado  durante  la  mitad  del  siglo 
XVIII  nuevos  conventos:  en  San  Miguel  el  Grande,  Irapuato,  Tlal- 
pujahua,  Zitácuaro,  Salvatierra  y  otros  cinco  pequeños,  a  saber: 
en  Zacapo,  Sta.  Ana,  Pechatero,  Matamala,  Acapulco,  y  uno  de  la 
Tercera  Orden  en  León,  a  cargo  de  dos  religiosos.  Tenían  además 
17  misiones  de  que  en  otro  lugar  nos  ocuparemos. 

Si  de  la  organización  de  la  orden  seráfica  pasamos  a  la  sagra- 
da orden  de  predicadores,  hallaremos  el  siguiente  estado  por  ellos 
escrito  en  1761  para  la  provincia  de  Santiago  de  México :  en  el  Co- 
legio" Imperial  de  México  92  religiosos ;  20  en  el  colegio  de  Porta- 


(1)  Véase  tomo  2o.  página  161  y  siguientes. 

(2)  Arch.  Prov.  do  Toledo.     Sección  Lorenzana  est.  10.  703. 

(3)  Arch.  P.  de  Toledo. 


C.  V.  LAS  ORDENES  ANTIGUA. 


121 


OA.LLE  r;3  T^.-'zn rr.TJt.. 


C.A.LI.E    DE    SA.3Nr    EliAJSrCISCO. 


122         INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

coeli;  9  en  la  Piedad;  31  en  Zacatecas;  11  en  Guadalajara;  10  en 
Querétaro;  10  en  San  Juan  del  Río;  10  en  Sombrerete;  en  Ameca- 
meca  9  y  otros  tantos  en  Cuantía  y  en  Atzcapotzalco.  Los  conventos 
menores,  que  ellos  llamaban  vicarías  de  doctrina,  tenían  respecti- 
vamente Tepetlaoxtoc  cuatro  religiosos;  Tenango  y  Chalco  tres 
cada  uno ;  Tepetixplan,  Acuautla  y  Tepotztlán  dos  religiosos.  El  nu- 
men» de  religiosos  en  toda  la  provincia  era  de  doscientos  ocho, 
aparte  de  diez  misioneros  enviados  de  España  que  esperaban  se 
les  fijase  su  destino  (4). 

La  provincia  de  Puebla  quedó  separada  de  la  de  México  con 
sólo  seis  conventos  en  la  Angelópolis  con  unos  cien  frailes  entre 
todos;  el  de  Veracruz  con  veinte  y  otros  dos  pequeños  en  Cuixtla- 
huaca  y  Tepozcolula.  Por  todos  eran  130  religiosos. 

En  la  provincia  de  San  Hipólito  o  de  Oaxaca  había  a  media- 
dos del  siglo,  220  religiosos  repartidos  en  25  conventos. 

Canónicamente,  el  convento  de  Chiapas  y  el  de  San  Cristóbal 
formaban  parte  de  la  provincia  con  el  de  Guatemala;  pero  en  rea- 
lidad estaban  separados  de  ella,  tanto  que  a  principios  del  siglo  XIX 
hubo  que  hacer  la  formal  división.  Tenían  entre  dichos  dos  con- 
ventos unos  30  religiosos. 


Tocante  a  los  franciscanos,  no  dejaremos  de  decir  que  este  si- 
glo XVIII  fué  en  el  que  tomó  más  auge  una  importante  rama  de 
la  orden  de  la  que  hasta  ahora  poco  nos  hemos  ocupado  la  llamada 
"de  la  más  estrecha  observancia"  y  vulgarmente  de  dieguinos. 
El  Orden  Seráfico,  dice  Andrade,  "tuvo  reformas.'  De  la  de  San 
Pedro  de  Alcántara,  nació  la  llamada  de  los  descalzos  que  tenían 
diez  y  seis  provincias,  una  de  ellas  es  la  de  San  Diego  de  México. 

Se  erigió  en  custodia  el  19  de  agosto  de  1593,  y  por  Breve  del 
Sr.  Clemente  VIII  de  16  de  setiembre  de  1599  en  provincia.  De- 
jaron el  convento  de  San  Cosme  donde  habían  morado  y  pasaron 
a  San  Diego  cuya  iglesia  se  dedicó  el  12  de  setiembre  de  1621. 
Había  a  mediados  del  siglo  XVIII  unos  180  religiosos  en  el  país  (5). 


(4)  Arch.  Prov.  Toledo.  Lie.  Lorenzana. 

(5)  En  1771  tenían  los  diepruinos  en  nuestra  patria  diez  y  seis  conven- 
tos: el  de  San  Diego  de  México,  cuyos  patronos  fueron  D.  Mateo  Manlon  y  su 
mujer;  pasó  por  parentesco  a  los  mariscales  de  Castilla,  y  después  por  enlace 
de  familia  a  los  condes  del  Valle  de  Orizaba.  El  de  Santa  Bárbara  de  Puebla 
fundado  en  1691.     El  de  San  Ildefonso  de  Oaxaca  fundado  en   1692.     El  de 


C.  V.  LAS  ORDENES  ANTIGUAS 


128 


£.1 MA T^NlTkOAVTATCcüESEFUSOrNl^  ¡cr.EÜAl^Ki.CdVENTO  lAlPEjiJALlE  MPS.  ^OAirJVCxO 


i24         INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 


Refiriéndonos  a  las  comunidades  religiosas  que  poblaban  los 
conventos  establecidos  en  las  ciudades  y  villas  del  país,  ¿cuál  era  su 
espíritu  y  su  vigor  religioso  en  este  siglo?  Prescindimos  momen- 
táneamente para  nuestra  respuesta,  de  las  recriminaciones  graves 
que  tan  injustificadamente  se  empezaron  a  suponer,  como  por  sis- 
tema, en  todos  los  religiosos  de  todos  los  conventos  de  toda  la  do- 
minación española  en  América.  Esta  racha  de  falsedad  y  de  ca- 
lumnia sería  muy  mal  elemento  para  formar  un  verdadero  juicio 
histórico. 

Esto  supuesto,  lo  primero  que  racionalmente  debemos  asentar 
es  que  no  se  puede  hacer  un  juicio  uniforme  sobre  los  conventos,  to- 
mados en  globo:  las  comunidades  como  los  individuos,  dependien- 
do como  dependen,  de  factores  morales,  pueden  ocupar  muy  diver- 
sos grados  de  observancia  y  de  fervor  religioso. 

En  la  orden  franciscana,  se  vio  siempre  más  vida,  más  abne- 
gación y  más  espíritu  apostólico,  pues  sin  referirnos  aún  a  los  cole- 
gios apostólicos  que  dicha  orden,  y  sólo  ella,  sostuvo  en  nuestra 
patria,  es  muy  de  advertirse  que  de  los  mismos  no  incluidos  en  los 
tales  colegios,  siguieron  saliendo  siempre  para  las  más  arduas  y 
lemotas  misiones,  franciscanos  por  lo  menos  de  las  tres  provincias 
centrales ;  que  los  de  Yucatán  bastante  quehacer  tenían  en  su  pro- 
pia casa,  y  bastantes  dificultades  que  vencer.  Y  aunque  es  verdad 
que  los  dominicos  y  agustinos  tuvieron  también  misiones,  fueron 


Nuestra  Señora  de  los  Angeles  de  Churubusco;  este  convento  fundado  prime- 
ro por  los  padres  franciscanos,  lo  dejaron.  El  de  San  Bernardo  de  Taxco,  fun- 
dado en  1552.  El  de  San  Francisco  de  Pachuca  fundado  en  1596.  En  el  siglo 
pasado  se  segregó  de  la  provincia,  incorporándose  a  los  colegios  apostólicos 
de  PROPAGANDA  FIDE.  El  de  San  Antonio  de  Sultepec  fundado  en  1599. 
El  de  Nuestra  Señora  de  Guía  de  Acapulco  fundado  en  1608,  y  a  los  seis  años 
pasó  a  la  provincia  de  franci.scanos  de  San  Pedro  y  San  Pablo  de  Michoacán. 
El  de  San  Antonio  de  Querétaro  fundado  en  1613,  por  fray  Gabriel  de  los 
Angeles,  uno  de  los  fundadores  de  la  provincia.  El  de  Santa  María  Magda- 
lena de  San  Martín  Texmelucan,  fundado  en  1615  primero  en  el  pueblo  de  San 
Salvador.  El  de  San  José  Cuautla  fundado  en  1640.  El  de  San  Pedro  Alcán- 
tara de  Guanajuato  fundado  en  1663.  El  de  la  Purísima  Concepción  de  Aguas- 
calientes,  fundado  en  1667.  El  de  San  José  de  Tacubaya,  donde  establecieron 
su  noviciado.  El  Marqués  de  Villapuente  dio  para  su  construcción  80.000  pe- 
sos. El  de  San  Antonio  de  Córdoba  fundado  en  1686.  El  de  Nuestra  Señora  de 
Guadalupe  de  Morelia  fundado  en  1761.  La  crónica  de  esta  Provincia  la  escri- 
bió e  imprimió  en  1682,  el  P.  Baltasar  Medina.  En  uno  de  los  apéndices  que 
contiene  la  serie  de  los  provinciales  de  México  se  verá  los  que  gobernaron 
esta  provincia. — V.  Andrade.     Notas  a  Sedaño. 


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C.  V.  LAS  ORDENES  ANTIGUAS 


125 


incomparablemente  menos  que  las  sostenidas  por  las  diversas  ra- 
mas de  la  orden  seráfica,  y  de  mucho  menos  dificultades. 


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Obsérvese  además,  y  ésto  es  en  abono  de  las  órdenes  que  tenían 
misiones  vivas,  que  de  que  todos  los  religiosos  no  fueran  enviados 
de  hecho  a  trabajar  entre  infieles,  no  se  signe  el  que  no  hayan  teni- 


126         INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

do  todos  los  elementos  de  obediencia  y  de  esfuerzo  apostólico  para 
aceptar  y  continuar  tan  gloriosa  labor,  si  les  iiubiese  sido  mandada. 
Los  ingratos  e  irreflexivos  que,  olvidados  del  bien  que  hicieron  los 
franciscanos  en  las  misiones,  se  fijan  únicamente  para  criticarlos 
en  los  que  se  quedaban  en  las  villas  o  ciudades,  pasándola  como  ellos 
dicen  con  toda  comodidad,  deben  reflexionar  que  esos  conventos  de 
las  ciudades  no  pueden  ser  abandonados :  en  las  ciudades,  no  menos 
que  en  las  misiones,  sino  más;  hay  almas  que  salvar  y  muchas  de 
ellas  no  quieren  salvarse  por  ministerios  de  clérigos  seculares,  sino 


Convento    de    San    Oosine,    México 

de  religiosos.  Si  en  Europa  se  tienen  por  bien  empleados  los  religio- 
sos en  las  ciudades,  ¿por  qué  no  habría  de  ser  también  lo  mismo  en 
la  parte  europeizada  de  la  Nueva  España? 

Lo  de  vivir  cómodamente  es  cosa  muy  relativa;  el  cómodamen- 
te de  los  seglares  estaba  bien  lejos  de  las  comunidades  religiosas, 
y  las  incomodidades  que  se  pueden  ofrecer  a  un  misionero  no  hay 
razón  para  que  se  las  busque  artificialmente  y  sin  necesidad  el  que, 
por  obediencia  y  otras  buenas  razones,  haya  de  permanecer  en  las 
ciudades. 


C.  V.  LAS  ORDENES  ANTIGUAS 


127 


No  hay  derecho  a  declarar  ociosos  a  los  frailes  conventuales 
del  siglo  antepasado,  porque  no  hay  pruebas  para  ello.  Las  hay  de 
lo  contrario ;  casi  toda  la  obra  de  decorado  y  ornamentación  de  nues- 
tros templos  conventuales,  obra  ingente  y  estupenda,  de  que  tan 
sólo  nos  dan  una  remota  idea  los  restos  que  han  escapado  a  la  ra- 
pacidad liberal,  son  obras  que  no  pueden  haberse  hecho  sino  por 
una  labor  muy  continuada,  si  no  siempre  en  la  ejecución  misma  del 
artefacto,  sí  en  la  recaudación  y  administración  de  los  fondos,  en 
la  tramitación  y  consecución  de  los  necesarios  infinitos  permisos 


Antesacristía  da  San  Francisco,  México 

reales  y  virreinales  y  episcopales  y  del  provincial,  y  del  guar- 
dián y  del  prior,  barreras  que  indefectiblemente  había  que  salvar 
con  trabajo  y  tesón  y  constancia,  barreras  y  obstrucciones  absur- 
das muchas  veces,  que  sin  más  enemigos,  ellas  solas  son  capaces  de 
dar  al  traste  no  digo  con  las  obras,  sino  hasta  con  los  alientos  y  na- 
tural iniciativa  de  quien  no  sea  varón  muy  firme  y  esforzado. 

Sostener  el  culto  en  su  correspondiente  predicación,  asiduo 
confesonario,   asistencia  a  los   enfermos  y  muchas  menudencias, 
pero  continuas  e  indispensables;  siempre,  pero  más  en  el  piadoso 


128         INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

siglo  XVIII,  daban  materia  más  que  suficiente  a  todos  los  religiosos 
del  monasterio,  que  realmente,  según  las  cifras  que  arrojan  los 
estados  de  que  disponemos,  venían  a  resultar  s'»  impre  pocos  en  pro- 
porción a  la  respectiva  importancia  de  sus  templos  y  conventos. 

Añadiendo  a  estas  reflexiones  la  cantidad  de  ilustres  y  edifi- 
cantes varones  que  vivían  en  los  claustros,  venimos  a  la  conclusión 
de  que  las  comunidades  mexicanas  comparadas  con  las  de  Europa  y 
hasta  con  los  mismos  ideales,  no  pueden  con  derecho  llamarse  co« 
munidades  relajadas  ni  aun  en  el  sentido  más  mitigado  de  la  pala 


lluinas  de  San  Francisco,  Zacatecas 

bra ;  cuánto  menos  en  el  sentido  que  le  dio,  en  las  postrimerías  del 
siglo,  la  calumnia  masónica,  de  que  a  su  tiempo  nos  ocuparemos. 

Con  todo  esto  no  queremos  decir  que  no  haya  habido  sus  quie- 
bras temporales  en  tal  o  cual  convento,  sus  rasgos  bien  desedifican- 
tes en  algunos  grupos,  sus  enormidades  y  aun  verdaderos  crímenes 
en  individuos  y  así  lo  verán  nuestros  lectores  en  algunos  reflejos 
históricos  que  les  proporcionaremos  y  en  otros  que  omitimos  en 
gracia  de  las  proporciones  históricas. 

Quedaba  por  de  pronto  en  pie  y  vivo  el  cáncer  de  las  famosas 


C.  V.  LAS  ORDENES  ANTIGU  \S  129 

alternativas,  pero  a  decir  verdad  y  hablando  en  general,  ofrece  me- 
nos desedificación  y  menos  pasión  que  en  el  siglo  anterior.  Hasta 
puede  decirse  que  resulta  edificante  si  se  considera  que,  creciendo 
como  crecían  en  gran  desproporción  el  número  de  criollos  sobre  el 
de  peninsulares,  era  insigne  la  humildad  de  aquellos  en  resignarse 
a  que  centenares  de  sus  hermanos  fuesen  gobernados  por  muy  po- 
cos extranjeros.  Estos  también  a  su  vez,  son  de  alabarse  y  admi- 
rarse pues,  suponiéndoles  como  es  natural,  un  mínimum  de  delica- 
deza, tenía  que  serles  muy  penoso  el  fungir  de  autoridades,  donde 
no  eran  elegidos  según  lo  pedían  sus  constituciones  por  sus  her- 
manos conventuales,  sino  impuestos  por  mano  extraña  y  seglar. 
Porque  es  lo  cierto  que  si  siempre  se  vio  la  mano  del  rey  en  este  pun- 
to de  alternativas,  en  el  siglo  XVIII,  aunque  velada  con  un  decreto 
pontificio,  ya  no  había  otra  cosa  más  que  la  mano  del  rey  y  el  te- 
mor de  que  los  criollos  promoviesen  la  independencia  del  país. 

Bien  claramente  lo  da  a  entender  u-n  procurador  peninsular 
dominico,  escribiendo  en  carta  íntima  al  Rmo.  maestro  general  Pi- 
pía: "Se  debe,  dice,  suponer  que,  (en  Indias)  es  precisa  autoridad 
de  superior  que  sea  de  los  criados  en  España  y  teniendo  como  tienen 
estas  provincias  gran  dependencia  del  gobierno  secular  de  España, 
tengan  siempre  gente  de  confianza  con  los  poderes  de  ella  para  que, 
como  legítimas  partes  represente  en  el  Consejo  Real  de  las  Indias 
sus  negocios  y  acciones."  Aunque  no  se  ve  muy  fuerte  lógica  en  las 
citadas  palabras ;  la  intención  se  ve  bien  clara. 

No  obstante  el  deseo  que  aparece  en  este  y  otros  pasajes  de  su 
interesante  carta,  el  dicho  procurador,  hace  observar  que  se  ve  en 
gran  apuro  para  cubrir  las  altas  vacantes  de  la  provincia  con  el  es- 
caso y  pobre  personal  peninsular  de  que  disponía;  por  eso  se  queja 
de  que  se  le  presente  para  provincial  de  México  a  cierto  padre  es- 
pañol "que  vino  a  América  incorporado  en  la  familia  del  virrey 
marqués  de  Valero,  el  que,  aun  antes  de  haber  cumplido  un  año  lo 
expelió  de  su  palacio,  y  dijo  que  lo  expelía  porque  le  había  alboro- 
tado a  toda  su  familia."  Poco  después  el  así  expelido,  presentábase 
al  virrey  con  un  pliego  contra  algunos  sujetos  de  la  orden;  mas 
el  virrey,  lo  envió  con  Dios  e,  inmediatamente  llamó  con  su  mayor- 
domo al  P.  provincial  y  le  entregó  el  pliego  y  le  dijo :  "el  P.  Arroyo 
después  de  haberme  inquietado  mi  Palacio  parece  que  intenta  ha- 
cer lo  mismo  con  la  Provincia.  Yo  en  todo  mi  gobierno  jamás  me 
he  querido  meter  en  elecciones,  ni  ahora  lo  haré,  suponiendo  que 


J30         INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

Vuestra  Paternidad  hará  su  deber,  Vuestra  Paternidad  castigúele 
muy  bien,  para  que  las  cosas  y  secretos  de  su  religión  no  las  traiga 
a  tribunales  seculares." 

En  otro  párrafo  de  la  misma  carta  quéjase  el  procurador  de 
que  desde  España  se  le  propone  en  primer  lugar  para  el  futuro 
provincialato  "por  tocarle  a  gachupín"  (son  sus  textuales  pala- 
bras), al  P.  Antonio  Pinto  "sujeto  que,  aunque  Maestro,  es  de  tan 
poca  representación  en  México  que  es  la  irrisión  de  todos  con 
Quienes  trata,"  Por  esta  razón  propone  en  su  lugar  los  nombres 
de  varios  criollos  "religiosos  muy  buenos,  muy  doctos  y  muy  afec- 
tas al  restablecimiento  de  la  provincia"  (6). 

La  paz  en  que  habían  transcurrido  las  elecciones  agustianas 
hasta  mediados  del  siglo,  rompióse  bruscamente  con  los  aconteci- 
mientos así  narrados  en  su  precioso  diario  por  Castro  Santa  Ana. 
"Por  el  año  pasado  de  1752,  esta  provincia  del  dulcísimo  Nombre 
de  Jesús,  de  religiosos  agustinos  calzados,  celebró  su  capítulo  pro- 
vincial y  fué  electo  el  M.  R.  P.  Dr.  y  M.  Fr.  Ignacio  Lazo  de  la  Ve- 
ga, natural  de  este  reino :  por  parte  de  los  vocales  alegaron  de  nuli- 
dad, y  parte  favorecieron  dicho  capítulo,  el  que  sostuvo;  y  ocurrie- 
ron unos  y  otros,  con  testimonio  de  lo  ejecutado,  ante  su  General, 
quien  consultó  con  varias  personas  doctas  que  le  dieron  dictamen, 
y  en  su  vista,  declaró  por  nulo  el  referido  capítulo,  y  nombró  por 
Provincial  al  R.  P.  M.  Fr.  Antonio  Beltrán,  y  por  definidores  a  los 
RR.  PP.  MM.  Fr.  José  Vidal,  Fr.  Carlos  Nieve,  Fr.  Simón  Cervan- 
tes, Fr.  Francisco  Javier  Velarde,  y  por  Visitadores  a  los  RR.  PP. 
MM.  Fr.  Marcos  de  la  Corte,  Fr.  José  Sanromando,  y  por  ministro 
ejecutor  al  R.  P.  M.  Fr.  Pedro  Nuraváin,  todos  los  referidos  de  los 
vocales  que  alegaron  de  nulidad  en  el  citado  capítulo ;  y  habiéndose 
presentado  en  el  Consejo  de  Indias  la  citada  patente  para  su  pase 
IX)r  parte  de  vocales  contrarios,  se  pretendió  el  que  se  suspendiese. 
Dióse  vista  al  Sr.  Fiscal,  quien  vino  pidiendo  el  que  se  diese  el  pase ; 
así  se  mandó  y  expidió  S.  M.  Real  cédula  a  este  gobierno  y  Real 
Audiencia,  para  que  la  hiciese  cumplir  y  observar. 

"Llegados  los  despachos  a  esta  capital,  se  presentaron  al  Real 
acuerdo  por  el  citado  ministro  ejecutor:  diósele  entero  y  debido 
cumplimiento,  mandando  el  que  así  se  observase,  y  hoy  17  del  que 
corre,  estando  presente  el  R.  P.  Vicario  Provincial  y  su  Definitorio, 


(6)     El  original  de  esta  carta  lo  encontramos  en  el  archivo  de  la  Univer- 
sidad de  Salamanca,  entre  papeles  procedentes  del  convento  de  San  Esteban. 


C.  V.  LAS  ORDENES  ANTIGUAS 


131 


se  le  hizo  saber  dicha  patente,  la  que  obedecieron  con  todo  rendi- 
miento y  en  su  consecuencia  dieron  la  obediencia  de  tal  Provincia 
al  nominado  R.  P.  Fr.  Antonio  Beltrán,  y  a  su  nuevo  Definitorio." 

Más  escandalosamente  narrado  que  el  anterior  suceso  está  el 
ocurrido  en  el  convento  de  San  Francisco  de  México.  El  día  20  de 
agosto  de  1780,  dice  el  citado  cronista :  "hubo  un  alboroto  en  el  con- 
vento de  San  Fran^ 
cisco  contra  el  padre 
Guardián  Fr.  Mateo 
Jiménez,   de   forma 
que  tuvieron  el  atre- 
vimiento   de    pren- 
derlo y,  a  las  cuatro 
de  la  tarde  vinieron 
dos  frailes  a  ver  al 
Sr.  Virrey  Mayorga, 
y  éste  mandó  llamar 
luego  al  Alcalde  de 
corte,  D.  José  Urí- 
zar  y  al  escribano  D. 
José   Villaseca    que 
pasaron  al  convento 
a  poner  en  libertad, 
de  orden  de  su  Exa. 
al  Guardián,  y  que 
el  Provincial  entre- 
gase  los   autos  que 
estaban      formados 
sobre  dicho  guardián,  y  habiendo  ido  dicho  Alcalde  de  corte  con  la 
orden  del  Virrey,    no  lo  obedecieron,  por  lo  que  esa  misma  noche 
se  tomaron  otras  providencias  para  el  día  venidero,  y  el  día  24  a  las 
seis  de  la  mañana  se  juntaron  los  frailes  y  llamaron  a  capítulo,  en 
él  eligieron  nuevo  guardián  a  Fr.  Simón  Pizarro  y  echaron  su  re- 
pique de  campanas  pidiendo  al  otro  guardián  todavía  en  la  cárcel, 
y  a  las  diez  de  este  día  volvió  a  pasar  el  Alcalde  de  corte  el  Sr.  Urízar 
con  los  escribanos,  de  orden  del  Virrey  para  que  pusieran  en  liber- 
tad al  P.  Jiménez  y  todavía  no  quisieron  y  se  tomó  la  providencia 
de  poner  la  tropa  sobre  las  armas  y  cercar  el  convento.  Por  fin,  saca- 
ron al  padre  guardián  de  la  cárcel  y  lo  dejaron  en  su  empleo  y  cesó 


Claustro  de  San   Agustín,  Querétaro 


132        INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

todo ;  pero  está  siguiendo  el  proceso.  El  día  22  en  la  noche  mandó 
el  señor  Arzobispo  que  no  se  tocasen  campanas  ni  se  dijese  misa, 
pero  el  día  23  se  compuso  todo  y  quedaron  contentos." 

Este  trastorno  momentáneo  puede  explicarse  sin  recurrir  a  hi- 
pótesis de  relajación,  con  sólo  suponer  mala  intelig'encia  sobre  lo 
auténtico  de  la  autoridad  del  guardián  y  el  derecho  que  en  tal  caso 
asistía  al  definitorio  para  encarcelarlo. 

Aparte  de  estos  y  semejantes  episodios  accidentales  y  de  nin- 
guna manera  esenciales  ni  a  las  comunidades  ni  mucho  menos  a  la 
orden,  hubo  acá  y  acullá  tratándose  de  particulares  algunos  rasgos 
mucho  más  desedificantes;  para  muestra  copiaremos  algunos. 

Otra  acuarela:  El  día  8  de  febrero  de  1782  el  centinela  que  se 
hallaba  en  el  Palacio  del  Arzobispo,  se  puso  a  jugar  con  un  lego  de 
San  Francisco,  y  se  le  disparó  el  fusil  y  se  lastimó  el  dedo  chiquito 
de  la  mano.  "El  día  24  de  Octubre  de  1787,  se  alborotaron  los  frai- 
les de  San  Hipólito  contra  los  del  Espíritu  Santo ;  y  aunque  son  de 
una  misma  religión  se  dieron  de  palos,  e  hirieron  a  uno  del  Espí- 
ritu Santo,  por  lo  que  fué  tropa  de  la  Corona  a  sosegarles,  y  el  asun- 
to se  remitió  a  la  Real  Audiencia."  Tampoco  podemos  pasar  por 
alto  la  horrible  noticia  de  que  "el  día  29  de  Octubre  de  1793,  se  em- 
pezó a  ver  en  la  real  audiencia  el  recurso  de  fuerza  interpuesto  en 
causa  del  padre  mercedario  Fr.  Jacinto  Miranda,  que  asesinó  a  su 
prelado.  El  informe  se  concluyó  el  día  31  del  mismo  mes,  habiendo 
hablado  el  Fiscal  del  crimen  D.  Francisco  Javier  de  Borbón." 

Los  libros  de  visitas,  o  sean  colecciones  de  memoriales  en  que 
los  visitadores  de  la  orden  dejaban  asentado  lo  que  en  sus  respec- 
tivos conventos  había  que  remediar  o  por  el  contrario  alentarse  y 
fomentarse,  nos  dan  idea  muy  clara  de  la  realidad  y  tanto  más  fi- 
dedigna, cuanto  que  dichos  escritos  no  eran  como  las  crónicas  de 
entonces  ad  edificationem  sino  para  el  uso  interior  de  los  monaste- 
rios y  con  fines  independientes  de  la  historia.  Poseemos  varios  de 
estos  libros,  donde  vemos  a  los  superiores  de  las  diversas  órdenes, 
con  gran  consuelo  nuestro,  fungir  en  su  cargo,  bien  asentados  sobre 
los  principios  sobrenaturales,  cuidar  de  que  haya  oración,  disci- 
plina, unión  fraterna  y  caridad.  En  el  libro  correspondiente  al  con- 
vento franciscano  de  Tlaxcala,  vemos  que  el  provincial  se  preocu- 
paba porque  los  jóvenes  "se  mantengan  en  los  santos  noviciados 
hasta  que  salgan  para  estudios  de  Artes,  porque  de  salir  con  el  pre- 
texto de  estudiar  gramática  o  catequizar  los  pueblos,  se  siguen  mu- 


C.  V.  LAS  ORDENES  ANTIGUAS  133 

chas  y  graves  incomodidades;"  preocúpase  también  por  la  guarda 
exacta  del  silencio,  imponiendo  penitencia  a  los  que  lo  "quebran- 
ten ;"  Ítem  decreta  "que  por  título  de  corrección  se  envíen  a  los  co- 
ristas menos  fervorosos  a  alguna  casa  de  recolección  o  de  retiro 
de  las  varias  que  los  franciscanos  tenían  en  la  Nueva  España."  En 
otra  ocasión,  dijo,  "debemos  urgir  la  forzosa  obligación  de  admi- 
nistrar con  puntualidad  los  santos  sacramentos  y  enseñar  y  predi- 
car la  doctrina  cristiana,"  y  a  este  propósito  reprende  con  vehe- 
mencia "la  pésima  enfermedad  de  la  modorra,  quiero  decir,  la  cra- 
sa ignorancia  que  tocamos  en  algunos  de  nuestros  religiosos  por 
la  imponderable  pigricia  de  no  ver  ni  abrir  un  libro  moral,  cuyo 
sentimiento  saca  a  nuestros  ojos  lágrimas  de  compasión,  por  adver- 
tir que  apenas  hay  entre  éstos  quien  pueda  resolver  un  caso,  ni  la 
más  fácil  dificultad,  materia  que  no  podemos  disimular  por  los  ru- 
bores que  cada  día  pasamos  en  cuantos  sínodos  se  ofrecen." 

En  la  visita  del  año  36,  el  Provincial  Leoz  exclamaba  con  san- 
ta ira:  "hay  algunos  que  no  entienden  lo  que  mandamos  o  se  dan 
por  desentendidos  de  nuestros  formales  preceptos,  por  cuyo  motivo 
viven  fuera  de  los  claustros,  en  continua  ociosidad  privándose  de 
las  flores  de  virtud  y  sazonados  frutos  que  pudieran  dar  en  el  re- 
cogimiento y  frecuente  estudio  de  libros  espirituales  para  común 
utilidad  de  los  fieles  y  desempeño  cabal  de  sus  obligaciones."  Al 
año  siguiente  fray  José  Pérez  reprendía  severamente  a  unos  frai- 
les que  jugaban  a  los  naipes,  a  otros  que  se  dieron  al  comercio;  y 
a  los  que  sin  justificación  quebrantaban  el  precepto  de  la  descalcez. 
Todos  estos  avisos  y  mil  como  ellos  que  citar  pudiéramos,  nos  lle- 
van a  la  vida  real  franciscana  con  sus  defectos  pero  corregidos, 
porque  era  una  religión  viva  y  vigorosa. 

En  la  visita  que  fray  Juan  de  Ubach  hizo  en  1786  de  las  pro- 
vincias dominicanas  de  México,  Puebla,  Oaxaca  y  Guatemala,  dejó 
preceptos  muy  terminantes  sobre  la  abolición  del  peculio  particu- 
lar, la  administración  de  bienes,  y  como  grave  falta  contra  el  voto 
de  pobreza  condenó  la  actitud  del  religioso  que,  de  tal  modo  se  en- 
trega a  la  administración  de  los  bienes  de  la  comunidad,  que,  obli- 
gándose a  dar  al  convento  cierta  suma  o  cantidad  mensual  o  anual, 
lo  restante  se  le  conceda  como  gratificación  al  religioso  administra- 
dor, y  termina  reprendiendo  las  curiosidades  y  delicadezas  en  el 
hábito. 

Ya  que  de  la  visita  del  P.  Ubach  tratamos,  no  dejaremos  de  pre- 


134        INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

Sentar  la  pintura  o  caricatura  (que  más  bien  nos  parece  lo  último) 
presentada  al  dicho  visitador  por  cierto  nervioso  prelado  de  Cen- 
tro América,  "Muy  reverendo  P.  Visitador  Fr.  Juan  Ubach.  Muy 
Señor  mío :  Recibí  la  de  Vuestra  Reverendísima  de  30  de  Septiem- 
bre del  año  pasado,  por  la  que  me  dice  que,  deseoso  de  cumplir  las 
soberanas  intenciones  de  Su  Majestad  se  le  hace  preciso  que,  con 
el  mayor  sigilo  le  informe  del  porte  de  los  religiosos  de  su  Orden, 
conventuales  en  esta  ciudad  de  San  Salvador  con  los  demás  puntos 
que  vuestra  reverendísima  quiere  saber,  a  lo  que  debo  informar 
con  verdad  y  pureza.  En  cuanto  a  que  si  viven  de  común  digo :  que 
no,  pues  esta  tierra,  que  es  devota  y  aplicada  a  pagar  misas,  la  que 
menos  a  un  peso  duro,  se  guarda  el  religioso  esta  plata  y  cuantas 
obvenciones  puede  adquirir,  porque  las  celebridades  que  suelen  ha- 
cer en  el  convento  son  a  costa:  todos  estos  dineros  que  pagan  en 
particular,  cada  religioso,  se  queda  con  ellos  para  mantener  su  de- 
cencia que  llaman  ellos  a  achocar  su  bolsillo  aunque  el  convento  les 
da  de  comer  y  hábitos  y  su  mesada  de  cinco  o  seis  pesos  para  la 
barba,  zapatos  y  lavandera.  Que  en  este  convento  ha  habido  cinco 
religiosos  de  Misa,  al  presente  hay  cuatro  y  dos  legos  con  el  prior. 
Este  último  es  el  nervio  fundamental  para  el  buen  gobierno  y  dis- 
ciplina religiosa  que  deben  observar  y  como  buen  prelado  hacer 
efectiva  la  religiosidad  y  demás  anexo;  pero  aunque  me  sea  rubo- 
icso  con  verdad  digo  a  vuestra  reverencia  que  el  dicho  prelado 
es  sujeto  muy  seculariego  y  en  los  sermones  que  le  he  oído  del  pa- 
triarca y  el  Rosario,  desvergonzado  audaz  y  osado,  largando  pedra- 
das y  bachillerías  no  viniendo  al  caso,  dando  que  decir;  y  murmu- 
ran su  genio,  metiéndose  en  la  república  a  hacer  partidos  con  los 
seculares,  queriendo  gobernarla,  todo  ajeno  de  un  religioso  prelado, 
que  debe  dar  ejemplo,  vivir  en  su  convento,  visitar  poco  o  nada" 
(7). 

Los  preceptos  principales  impuestos  por  el  Rmo.  Travalloni 
general  de  los  agustinos,  a  las  provincias  mexicanas  fueron:  para 
prohibir  el  ayudarse  de  poderes  seculares  en  la  celebración  de  los 
capítulos,  para  vedar  que  se  recibiesen  criollos  en  el  noviciado,  si 
al  mismo  tiempo  no  se  recibía  con  ellos  suficiente  número  de  pe- 
ninsulares para  sostener  la  alternativa.  Prohibía  además  los  tra- 
tos y  contratos  con  bienes  de  convento ;  bajo  pena  de  pecado  el  ju- 
gar apuestas;  prescribía  la  vida  común  en  toda  su  observancia  y 
el  que  sin  compasión,  a  los  seis  años  de  gobierno  se  removiese  a  los 


(7)     A.  G.  I.  97-4-12. 


C.  V.  LAS  ORDENES  ANTIGUAS  135 

que  lo  hubiesen  ejercido  para  que,  la  duración  en  el  empleo  no  fo- 
mentase ambiciones  y  el  deseo  de  mandar  "Desiderium  domina- 

tionis"  (8). 

La  palabra  relajación  es  muy  relativa :  en  boca  de  un  religioso 
puede  significar  únicamente  cierta  flojedad  de  espíritu,  pero  dentro 
todavía  de  lo  esencial  de  la  vida  religiosa  y  muy  compaginable  en 
la  práctica,  con  el  estado  de  gracia  y  amor  filial  a  Dios  Nuestro  Se- 
ñor. En  boca  del  historiador  sectario,  con  la  palabra  relajación  se 
quiere  inculcar  la  idea  de  prostitución  y,  sin  más  fundamentos  que 
los  de  la  malicia  propia  y  la  sorprendida  buena  fe  de  sus  lectores, 
arrojan  sistemática  y  convencionalmente  el  estigma  de  relajación 
sobre  los  ungidos  del  Señor.  No  es  esto  lo  peor,  sino  que  ciertos  ca- 
tólicos de  ruin  carácter  se  vienen  haciendo  eco  de  los  calumniado- 
res por  aquello  de  que  "hay  que  concederles  algo ;"  "nosotros  debe- 
mos de  ser  los  primeros  imparciales,"  o  bien  abrumados  por  un 
montón  de  anécdotas  volterianas  y  falsísimas,  sembradas  con  toda 
riialicia  del  mundo  en  el  terreno  abonado  de  la  ignorancia,  o  en 
f'l  de  la  corrompidísima  juventud  del  otro  bando. 

De  la  realidad  histórica  en  que  con  toda  sinceridad  hemos  co- 
locado a  nuestros  lectores,  a  saber:  defectos  humanos  y  no  graves 
en  las  provincias  religiosas,  faltas  notables  de  disciplina  pero  acci- 
dentales en  algunas  comunidades,  torpes  pecados  y  hasta  crímenes 
sangrientos  en  algunos  individuos ;  de  todos  estos  elementos,  repe- 
timos, a  la  prostitución  habitual  y  universal  de  los  religiosos  y  a 
la  degeneración  moral  que  se  les  quiere  achacar,  media  un  inmenso 
abismo  y  el  verdadero  amante  de  la  historia,  católico  o  no  católico, 
no  debe  transigir,  tratándose  de  reputaciones  ajenas,  con  asertos 
que  no  traen  sus  pruebas  firmes  y  proporcionales. 

Suélese  recurrir,  a  falta  de  mejores  pruebas,  a  las  relaciones 
del  fraile  apóstata  y  mentiroso  Tomás  Gage  del  siglo  XVII  estirán- 
dolas por  lo  que  puedan  sei-vir,  hasta  el  siglo  XVIII ;  a  las  "Noticias 
Secretas"  de  América  del  Sur,  que  los  españoles  ignorantes  extien- 
den, por  comodidad,  a  toda  la  América;  a  la  "Instrucción"  sin  prue- 
bas de  un  virrey,  ligerísimo  de  carácter,  profundo  despreciador  de 
México  e  inficionado  ya,  del  odio  protestante-masónico  de  su  épo- 
ca. Recúrrese  también  no  pocas  veces  a  frases  de  eclesiásticos 
contra  eclesiásticos,  pero  dándoles  a  los  diferentes  epítetos  y  a  las 
palabras  desorden,  relajación  o  indecencia  un  sentido  que  nunca 


(8)     A.  G.  I.  97-4-12. 


136        INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

tuvieron  en  la  mente  ni  aun  siquiera  en  la  época  de  los  acusadores 
y  juzgando  los  críticos  cleorófobos  por  lo  que  tales  epítetos  signifi- 
can en  sus  propias  estragadas  vidas.  Pero,  aun  concediendo  que 
fuesen  válidas  las  acusaciones  hechas  por  enemigos,  nunca  halla- 
rán que  ninguno  de  ellos  pruebe  tesis  tan  universal  y  tan  maligna, 
como  la  formulada  por  los  que  quieren  cohonestar  sus  rapiñas  con 
decir  que  eran  inmorales  los  perjudicados,  o  sea  las  venerandas 
órdenes  religiosas  a  quienes  debe  México  la  única  época  en  que  fi- 
guramos como  gente  decente. 

Dos  son  aparte  de  las  referidas,  las  armas  más  eficaces  de  la 
calumnia,  y  por  ello  las  más  esgrimidas ;  el  acumular  anécdotas  fal- 
sas o  verdaderas  para  que,  los  minios  habentes,  desentendiéndose 
de  tres  o  cuatro  premisas  que  harían  falta,  unlversalicen  y  reten- 
gan, además,  con  vivos  colores,  estos  elementos  de  denigración. 

De  más  apariencia  y  como  eje  documental  de  su  campaña  es 
una  papeleta  que  nadie  se  atreve  a  llamar  R&al  Cédula,  fechada  en 
Madrid  el  20  de  julio  de  1754,  en  que  se  lee:  "Habiendo  considera- 
do la  piedad  del  rey,  el  grande  desorden  que  se  ha  experimentado 
en  admitir  tan  crecido  número  de  individuos  en  las  religiones,  con 
descrédito  y  menosprecio  de  sus  santos  institutos,  con  que  se  ha 
conmovido  su  real  ánimo  a  que  se  tomase  el  más  suave  y  oportuno 
remedio ;  y  que  los  religiosos  como  columnas  de  la  iglesia  se  man- 
tuviesen en  su  mayor  perfección  para  que  no  sean  objeto  de  tan 
continuadas  sátiras  y  murmuraciones,  antes  bien  sean  el  claro  es- 
pejo donde  deba  mirar  el  secular,  para  que  con  su  ejemplo  y  santa 
emulación  al  paso  que  se  aumentan  las  virtudes  se  disminuyan  los 
vicios  cediendo  todo  en  gloria  de  Dios.  Por  tanto  S.  M.  en  acuerdo 
de  la  Santa  Sede  está  resuelto  que  por  espacio  de  diez  años  no  se 
admita  individuo  alguno  en  ninguna  religión  por  ningún  pretexto; 
y  pasado  dicho  tiempo  se  presentará  a  S.  M.  la  necesidad  de  la 
provincia  y  convento  de  ella  para  que  se  admitan  los  que  se  halla- 
ren convenientes. 

"Asimismo,  habiéndose  experimentado  los  continuos  excesos 
de  muchos  individuos  en  las  religiones  y  el  crecido  número  de  após- 
tatas, y  que  todo  esto  ha  resultado  de  haber  entrado  en  éstas  de 
menor  edad,  y  que  cuando  se  han  hallado  en  la  más  avanzada,  se 
han  visto  precisados  a  las  instituciones  de  tan  santo  instituto,  y 
llevados  de  sus  pasiones  han  prorrumpido  en  tan  feos  y  semejan- 
tes procederes:  en  adelante  no  se  admita  ninguno  que  no  tenga 


C.  V.  LAS  ORDENES  ANTIGUAS  137 

veintiún  años,  so  pena  que  se  procederá  con  todo  rígor  contra  el 
delincuente. 

"Respecto  de  los  crecidos  números  de  bienes  de  algunos  religio- 
sos y  de  la  cortedad  de  otros  ha  resuelto  S.  M.  que  a  todos  se  consi- 
dere anualmente  el  sustento  y  decencia,  sin  que  falte  lo  necesario 
para  el  culto  divino,  regulando  el  número  de  individuos  de  cada 
convento  para  que  de  este  modo  vivan  con  más  quietud  sin  moles- 
tar a  los  fieles,  y  que  el  vasallo  viva  también  más  aliviado. 

"Habiendo  llegado  varios  recursos  a  S.  M.  de  últimas  volunta- 
des y  testamentos,  obras  pías  de  algunos  que  mal  aconsejados  per 
los  individuos  de  algunas  religiones,  con  perjuicio  de  sus  legítimos 
y  forzados  herederos  los  han  inducido  a  que  dejasen  sus  bienes  a 
su  religión  con  conocido  daño  de  sus  conciencias,  y  salvación  de  su 
alma;  ha  resuelto  S.  M.  que  ningún  religioso  se  mezcle  en  seme- 
jantes testamentos  y  últimas  voluntades  del  que  sano  o  enfermo 
dispusiere  su  testamento. 

"Confiando  (sic)  por  la  experiencia  la  grande  familiaridad 
de  muchos  religiosos  a  la  entrada  de  muchas  casas,  interesando  en 
la  disposición  de  ellas,  y  que  de  esto  ha  resultado  perjudiciales  in- 
quietudes con  bastante  descrédito  de  ambas  partes.  Manda  S.  M.  a 
todos  los  superiores  tengan  mucho  cuidado  y  vigilancia  en  que  se 
observe  la  clausura  con  el  mayor  rigor,  porque  de  este  modo  res- 
plandezca el  estado  religioso  sin  que  la  emulación  tenga  que  tildar- 
se en  la  menor  cosa." 

Dando  por  auténtica  esta  papeleta,  no  por  eso  hay  derecho  a 
darle  el  alcance  que  se  quiere:  primeramente,  porque  no  da  de  sí 
frase  ninguna  de  donde  se  pueda  inferir  la  pretendida  general  co- 
rrupción del  clero  regular ;  segundo,  porque  al  fin  y  al  cabo  es  opi- 
nión de  un  tribunal  laico,  e  intruso  a  juzgar  materias  eclesiás- 
ticas, influido  además,  como  se  ve  claramente,  de  la  naciente  ma- 
sonería española  y  de  su  consigna  británica  protestante,  de  difa- 
mar al  clero.  El  buen  Fernando  VI  y  algunos  honrados  seglares  y 
eclesiásticos,  inconscientemente  y  hasta  con  buenas  intenciones, 
vinieron  esta  vez  a  ser  un  instrumento  de  esta  persecución  inicial 
y  vergonzante,  en  que  se  hablaba  de  reforma,  pero  lo  que  se  pre- 
tendía era  solamente  difamación. 

Es  de  advertirse  además,  que  esta  papeleta  no  fué  girada  úni- 
camente para  Nueva  España  sino  allá  en  general  y  en  vago  para 
todos  los  dominios  del  Rey  Nuestro  Señor,  y  bien  sabemos  que  or- 


138        INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

denaciones  de  esta  clase,  procedentes  como  eran,  de  infonnes  muy 
ajenos  de  los  que  de  México  se  enviaban,  solían  caer  aquí  como  una 
bomba,  preguntándose  todo  el  mundo:  "¿a  qué  vendrá  esto?"  y 
riéndose  los  más  entendidos  del  aturdimiento  del  Consejo  de  In- 
dias, que  tantas  veces  legisló  sin  tomarse  la  molestia  de  ver  un  ma- 
pa y  sin  distinguir  entre  las  múltiples  psicologías,  antecedentes,  y 
circunstancias,  que  diferenciaban  a  tantas  razas  como  poblaban  la 
América.  Por  esto  tal  vez,  esa  papeleta,  donde  van  supuestas  tan- 
tas acusaciones,  tuvo  a  bien  el  ahorrarse  las  pruebas. 

Además  de  estas  pruebas  negativas,  en  virtud  de  las  cuales 
quedan  en  posesión  de  su  fama  colectiva  las  órdenes  religiosas,  por 
la  Santa  Iglesia  reconocidas  y  sostenidas ;  ocúrresenos  el  argumen- 
to del  sentido  común  cristiano,  demostrado  por  la  benevolencia 
con  que  el  pueblo  de  todas  condiciones  los  aceptaba.  El  pueblo  los 
mantenía,  les  daba  sus  hijos,  les  abría  sus  conciencias. 

Parte  de  ese  pueblo  era  la  juventud  más  sana  de  todo  el  país 
que,  dejando  padre,  madre  y  todas  las  cosas,  siguió,  en  el  siglo 
XVIII  como  lo  había  hecho  en  los  anteriores,  engrosando  las  filas 
de  estos  venerables  ejércitos.  Si  las  órdenes  religiosas  no  hubieran 
pasado  de  un  montón  de  zánganos  y  degenerados,  ni  nuestra  ju- 
ventud, con  su  buen  sentido  práctico,  se  les  hubiese  adherido,  ni 
sus  padres  ni  familias  (y  aquí  entraba  todo  México)  hubiesen  per- 
mitido lo  que  en  tal  caso  pudiera  llamarse  estado  de  prostitución  de 
sus  propios  hijos. 

La  prueba  que  sobre  el  buen  espíritu  de  los  regulares  del  siglo 
XVII  ofrecimos  en  el  tomo  anterior  a  éste,  al  raciocinar  sobre  el 
fervor  que  supone  en  las  comunidades  el  sostén  y  ensanchamiento 
del  campo  misional;  cobra  más  fuerza,  en  el  siglo  XVIII,  porque 
nunca  como  en  su  última  mitad,  tomó  entre  nosotros  auge  el  espí- 
ritu apostólico  con  su  concomitante  coi*tejo  de  abnegación,  pacien- 
cia, humildad  y  todas  las  virtudes  cristianas. 

* 

Nos  referimos  a  los  colegios  apostólicos  de  Propaganda  Fide, 
honra  y  gloria  de  la  religión  seráfica,  instituciones  verdaderamen- 
te provinciales,  cuyo  perfume  de  santidad  embalsamó  por  largos 
años  la  atmósfera  de  nuestra  Patria. 

Había  en  la  provincia  franciscana  de  Michoacán  en  los  últi- 


C.  V.  LAS  ORDENES  ANTIGUAS  139 

mos  años  del  siglo  XVII,  un  santo  y  venerable  varón,  llamado  Fr. 
Antonio  Linaz  de  Jesús  María.  "Después  de  conseguir  el  laudo  de 
la  jubilación  en  la  cátedra,  dice  el  egregio  cronista  Espinosa  (9), 
cuando  ya  desengañado,  era  todo  su  anhelo  dar  gusto  al  Señor  que 
con  tanta  eficacia  lo  llamaba  para  instrumento  de  las  mayores  em- 
presas de  su  gloria  y  para  que  emplease  sus  lucidos  talentos  en  be- 
neficio de  las  almas,  no  acertaba  el  camino  a  que  la  interna  inspira- 
ción le  llamaba.  Por  tres  veces  abrió  los  santos  evangelios  y  de  su 
lección  se  halló  con  tres  caminos,  dudando,  si  se  retiraría  a  una  Re- 
colección o  si  se  emplearía  en  convertir  gentiles  o  predicar  desen- 
gaños por  las  plazas." 

En  1679  ido  a  España,  decidióse  a  ofrecerse  para  misionero 
apostólico;  predicó  con  celo  y  éxito  increíble  en  varias  populosas 
ciudades  de  España,  mas  su  amor  a  México  le  inspiró  por  entonces, 
de  acuerdo  con  su  general,  el  Rmo.  Samaniego,  el  tornar  a  predi- 
car entre  gentiles.  Samaniego  le  hizo  ver  que  el  celo  bien  ordenado 
pedía  la  fundación  de  un  apostolado  no  de  doce  hombres  mortales, 
Sino  un  colegio  apostólico  con  que  pudiera  darse  perpetuidad  a  la 
obra,  y  para  ello  le  extendió  una  patente  de  la  que  con  gusto  copia- 
remos algunos  párrafos,  pues  por  su  unción  y  elevación  de  miras, 
nos  hacen  retroceder  dulcemente  a  los  tiempos  de  Gante,  Zumárra- 
ga  y  Motolinia:  "habiendo  considerado  (dice  el  Generalísimo)  que 
el  Instituto  y  Profesión  de  los  frailes  menores,  según  el  espíritu, 
celo  e  intención  de  N.  P.  San  Francisco  es  vivir  y  obrr.r,  no  para  sí 
solos,  sino  para  bien  universal  de  los  próximos,  así  fieles  como  in- 
fieles, por  los  cuales  Cristo  Nuestro  Señor  derramó  su  preciosa 
Sangre,  y  padeció  muerte  de  Cruz,  que  conforme  a  esto  sería  muy 
conveniente  al  bien  espiritual  de  las  almas,  y  de  mucha  gloria  de 
Nuestra  Seráfica  Religión,  que  se  ejecutase  el  sobredicho  medio 
que  V.  P.  nos  había  propuesto  para  tan  piadoso  fin.  .  . .  Por  tanto, 
en  virtud  de  las  presentes  nombramos,  e  instituímos  a  V.  P.  por 
nuestro  Comisario  Delegado  para  dicho  efecto,  y  le  mandamos  con 
el  mérito  de  la  santa  obediencia  que  vaya  y  discurra  por  todas  las 
Provincias  de  España,  ejercitando  el  santo  ministerio  de  la  Misión, 
en  todas  las  Ciudades,  Villas  y  lugares  y  exhortando  a  los  religio- 
sos de  nuestra  Orden,  que  hallare  idóneos  para  dicha  Misión,  hasta 


(9)  Crónica  apostólica  y  seráfica  de  todos  los  colegios  de  Propaganda 
Fide  de  esta  Nueva  España  de  misioneros  franciscanos  observantes.  Méxi- 
co 1746. 


140        INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

el  número  de  veinticuatro,  para  que  lo  acompañen  en  ella  y  le  ins- 
tituímos por  legítimo  Superior  y  Prelado  de  dichos  religiosos . . ." 
r)espués  de  otras  facultades  que  se  contienen  en  las  letras  del  ge- 
neral, dice,  dará  otras  patentes  con  las  constituciones,  que  ha  de 
observar  el  nuevo  seminario.  La  data  es  en  el  convento  de  Madrid 
en  veintinueve  de  octubre  de  mil  seiscientos  y  ochenta  y  un  años. 

Vacilábase  sobre  el  sitio  en  que  había  de  erigirse  el  colegio 
apostólico,  inclinándose  el  P.  Linaz  a  que  fuese  en  San  Juan  del 
Río  o  en  Orizaba,  pero  una  cédula  real  terminó  el  asunto,  al  seña- 
lar el  convento  de  la  Cruz  de  Querétaro,  que  los  franciscanos  de  la 
provincia  de  Michoacán  debían  ceder  con  todos  sus  muebles  y  or- 
namentos, al  colegio  de  misioneros  apostólicos,  lo  que  llegado  el 
tiempo,  se  verificó  con  no  poco  sacrificio  del  antiguo  personal  y 
gran  edificación  de  los  nuevos  pobladores. 

Con  17  padres  y  2  hermanos  legos  llegó  el  P.  Linaz  a  Veraciniz 
el  10  de  Mayo  de  1682,  y  después  de  grandes  penalidades  sufridas 
desde  el  puerto  hasta  México,  y  notable  celo  apostólico  por  todo  el 
camino  desplegado,  fué  a  recibir  de  manos  de  los  conventuales  de 
Querétaro  el  tantas  veces  célebre  convento  de  la  Cruz,  lo  que  tuvo 
lugar  en  20  de  noviembre  de  1683. 

Es  muy  interesante  saber  la  vida  que  estos  misioneros  lleva- 
ban en  su  convento  mientras  no  estaban  en  actual  ejercicio  de  mi- 
siones y  cómo  se  formaban  los  jóvenes  para  tan  santo  ministerio 
destinados.  Espinosa  nos  los  describe  así:  "En  este  convento  que 
por  su  retiro  convida  a  entregarse  con  más  libertad  a  entender  en 
las  cosas  del  Cielo,  se  entabló  desde  los  principios  un  porte  de  vida 
que  era  de  admiración  y  de  ejemplo.  Como  el  Venerable  fundador 
de  este  Colegio  Apostólico  fué  varón  extático,  dispuso  la  vida  re- 
gular de  los  misioneros,  de  forma  que  no  tuviesen  un  instante  ocio- 
so :  y  que  los  hallase  el  enemigo  común  siempre  ocupados.  El  tiempo 
se  tuvo  y  tiene  repartido  hasta  hoy  en  esta  forma.  A  media  noche, 
como  es  de  costumbre  en  nuestra  religión  seráfica,  se  levantan  los 
religiosos  a  maitines,  que  rezan  con  devota  pausa ;  y  después  de  és- 
tos, rezada  la  letanía  de  Nuestra  Señora,  se  tiene  una  hora  de  ora- 
ción mental. 

A  las  cinco  y  media  en  verano,  y  a  las  seis  de  la  mañana  en  in- 
vierno se  dice  Prima,  y  en  saliendo  se  van  a  decir  Misa,  unos  des- 
pués de  otros,  en  que  se  pasa  largo  tiempo.  A  las  ocho  se  rezan  las 
tres  horas  menores  y  se  dice  la  Misa  Conventual.  Ordenan  las  Bu- 


C.  V.  LAS  ORDENES  ANTIGUAS  141 

las  Apostólicas,  que  después  de  Nona  se  tenga  conferencia  de  los 
idiomas  o  de  teología  Mística,  si  no  hubiere  confesiones  que  oír :  que 
en  tal  caso  da  facultad  al  Guardián  para  que  las  dispense.  Son  tan- 
tas y  tan  continuas  confesiones  las  que  ocurren  de  dentro  y  fuera 
del  lugar,  que  aun  ocupando  toda  la  mañana,  llega  la  hora  de  me- 
diodía sin  acabar  la  penosa  tarea.  Y  fué  loable  costumbre  desde  el 
principio  no  despedir  penitentes.  Suelen  quedar  de  ordinario  dos 
horas  y  media  de  tiempo  para  el  estudio:  y  no  las  logran  los  que 
van  a  confesiones  de  enfermos,  siendo  forzoso  no  dejar  pasar  par- 
tícula de  tiempo,  como  amonesta  al  justo  el  Espíritu  Santo.  A  las 
cinco  y  media  siguen  completas  y  la  letanía,  y  una  hora  entera  de 
la  oración  mental  que  se  concluye  rezando  en  cruz  la  estación  del 
Santísimo  Sacramento.  De  allí  se  baja  al  refectorio  a  la  cena,  y 
acabada,  van  todos  a  cantar  la  Tota  Pulchra  a  la  Concepción  Pu- 
rísima. Se  hace  después  la  disciplina  en  los  días  que  toda  la  religión 
la  ordena ;  y  en  el  espacio  que  resta  hasta  tocar  a  silencio,  que  es  a 
las  ocho,  se  reconcilian  los  que  quieren,  y  otros  visitan  los  altares 
o  se  ocupan  en  algún  virtuoso  ejercicio.  Tocado  silencio,  todos  se 
retiran  a  las  celdas  con  que  se  cierra  en  estas  ocupaciones  un  vir- 
tuoso círculo." 

De  esta  escuela  de  santidad  y  de  esta  formación  espiritual  tan 
sólida  fué  de  donde  salieron  una  pléyade  de  hombres  nuevos,  de 
apóstoles  insignes  que  evangelizaron  y  renovaron  los  cristianos 
alientos  entre  los  fieles  e  infieles  según  puede  verse  en  la  preciosa 
crónica  del  P.  Espinosa,  fuente  fidedigna  y  abundantísima  de  la 
que  habremos  de  tomar  muchos  datos,  para  el  capítulo  de  las  misio- 
nes en  que  florecieron  y  produjeron  opimos  frutos,  los  gloriosos 
hijos  del  santo  y  poético  convento  de  la  Cruz  de  Querétaro. 

Vistos  los  buenos  resultados  que  éste  produjo,  los  habitantes 
de  Zacatecas  a  raíz  de  una  misión  que  ahí  predicaron  a  fines  del  si- 
glo XVII  los  misioneros  apostólicos,  reunieron  en  un  momento  can- 
tidad más  que  suficiente  para  fundar  un  colegio  de  misioneros,  ce- 
diendo al  mismo  tiempo  el  Santuario  de  Guadalupe  para  dicho  ob- 
jeto. Mas  la  fundación  no  pudo  tener  lugar  sino  hasta  1707,  año 
en  que  fray  Antonio  Margil  de  Jesús  uno  de  los  primeros  compa- 
ñeros del  P.  Linaz  se  trasladó  a  la  opulenta  ciudad  minera  con  otros 
cinco  religiosos,  procedentes  todos  de  Santa  Cruz  de  Querétaro,  y 
padres  que  fueron  de  esa  legión  de  franciscanos  aguerridos,  cuyos 
restos  aún  conocimos. 


142        INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

Don  José  S.  Noriega  que  alcanzó  el  colegio  apostólico  de  Zaca- 
tecas en  plena  florescencia  nos  deja  las  siguientes  líneas  llenas  de 
colorido  y  sobre  todo  llenas  de  enseñanza  y  de  edificación :  "Desde 
luego,  dice,  se  establecieron  en  el  Colegio  la  observancia  de  las  re- 
glas de  San  Francisco,  las  constituciones  generales  de  la  Orden,  y 
las  particulares  del  nuevo  Instituto  de  Misioneros  dadas  por  los 
Sumos  Pontífices  desde  1682  hasta  la  época  de  la  fundación  del  Co- 
legio. 

"El  sitio  en  que  éste  se  halla  es  un  valle  plano,  con  mucho  des- 
censo para  el  S.  E. :  el  temperamento  muy  frío  y  reseco,  y  el  terre- 
no feraz,  cosechándose  en  la  extensa  huerta  que  cultivan  los  reli- 
giosos, toda  clase  de  verduras  y  frutas  propias  del  clima.  El  edifi- 
cio tiene  trescientas  varas  de  largo  del  E.  al  O.  y  ciento  cincuenta  de 
ancho  del  N.  al  S.,  y  su  frontispicio  mira  al  Oeste:  comprende  la 
Iglesia  dedicada  a  Nuestra  Señora  de  Guadalupe,  la  vivienda  de  los 
religiosos  y  las  capillas  del  noviciado  y  enfermería. 

"El  templo  construido  en  1721  con  todas  las  reglas  arquitectó- 
nicas, consta  de  una  nave,  dirrigida  de  E.  a  O.  de  cincuenta  varas 
de  largo  y  nueve  de  ancho,  y  otra  que  corre  de  N.  a  S.,  haciendo 
crucero  con  la  primera ;  ambas  formadas  por  nueve  bóvedas,  soste- 
nidas por  los  arcos  respectivos,  y  coronada  la  de  enmedio  con  una 
bella  cúpula. 

"La  vivienda  de  los  religiosos  se  compone  de  cinco  manzanas 
de  mampostería  de  dos  pisos,  en  las  que  se  hallan  ochenta  y  seis 
celdas,  el  noviciado,  la  enfermería,  la  biblioteca,  los  claustros  y  seis 
oficinas  con  las  piezas  respectivas  para  el  servicio  económico :  tam- 
bién contiene  un  amplio  aljibe  compuesto  de  seis  bóvedas  en  el  que 
se  recoge  agua  pluvial  para  el  uso  de  la  comunidad.  El  menaje  se 
reduce  a  utensilios  y  muebles  estrictamente  necesarios:  cada  celda 
contiene  una  tarima,  una  mesa  y  un  estante  para  libros.  La  ropa 
de  uso  es  la  túnica,  frazadas  y  zaleas,  no  habiéndose  permitido  ja- 
más colchones  ni  ropa  de  lino.  Tanto  en  los  claustros,  como  en  el 
templo  se  hallan  algunas  pinturas  y  esculturas  de  notable  mérito, 
distinguiéndose  entre  las  primeras,  una  colección  de  catorce  cua- 
aros,  del  célebre  mexicano  Miguel  Cabrera,  que  representan  la  vi- 
da de  la  Santísima  Virgen.  En  la  biblioteca  del  colegio,  compuesta 
de  poco  más  de  doce  mil  volúmenes,  hay  un  surtido  selecto  de  obras 
religiosas  y  científicas. 

"Establecido  el  colegio  de  Guadalupe,  lo  mismo  que  los  otros  de 


C.  V.  LAS  ORDENES  ANTIGUAS  143 

SU  clase,  con  el  importante  objeto  de  propagar  la  fe,  ha  correspon- 
dido dignamente  a  su  Instituto.  A  los  dos  años  de  fundado  salió  el 
V.  P.  Margil  con  otro  religioso  a  predicar  la  fe  a  los  Nayaritas, 
que  residían  cien  leguas  al  Oeste  de  Zacatecas. 

"El  mismo  año  de  1716  salió  el  V.  P.  citado,  con  otros  sacerdo- 
tes para  Tejas,  donde  fundaron  las  misiones  de  Nacodoches,  Nues- 
tra Señora  de  los  Dolores  y  San  Miguel.  Posterio miente  se  erigie- 
ron las  misiones  de  Nuestra  Señora  de  la  Luz,  Nuestra  Señora  del 
Rosario,  Nuestra  Señora  del  Refugio,  Espíritu  Santo,  San  José, 
San  Antonio  de  Valero,  Purísima  Concepción,  San  Juan  Capistra- 
no,  y  San  Francisco  de  la  Espada,  que  sirvieron  los  religiosos  de 
Guadalupe  hasta  el  año  de  1823.  En  Tamaulipas  fundaron  igual- 
mente en  1748  y  1749  las  misiones  de  Altamira,  Horcasitas,  Hoyos, 
Escandón,  Presas,  Santander,  Soto  la  Marina,  Camargo,  Reinosa, 
Burgos  y  Padilla,  sirviéndolas  hasta  el  año  de  1766  que  las  pasaron 
a  los  religiosos  franciscanos  de  Michoacán.  Cuando  se  extinguió 
la  Compañía  de  Jesús,  recibió  el  colegio  de  Guadalupe  las  17  misio- 
nes que  en  la  Tarahumara  habían  establecido  los  padres  jesuítas, 
y  fundó  éste  otras  cinco  cuyo  total  de  veintidós  entregó  en  1827  a 
los  franciscanos  de  Jalisco  y  Zacatecas.  Por  último  en  1832  pasa- 
ron los  religiosos  de  Guadalupe  a  la  California,  donde  recibieron 
diez  misiones,  de  las  cuales  aún  conservan  algunas. 

"Desde  que  se  fundaron  los  Colegios  Apostólicos  de  Propaganda 
Fide,  se  estableció  que  la  subsistencia  de  los  misioneros  que  fuesen 
a  tierras  de  infieles  sería  expensada  por  el  erario  nacional,  asig- 
nándose al  efecto  a  cada  uno  de  300  a  450  pesos  anualmente,  que 
no  siempre  se  les  ha  pagado  con  puntualidad.  La  del  colegio  de 
Guadalupe  depende  de  las  limosnas  y  oblaciones  voluntarias  de  los 
fieles,  pues  lo  que  recibe  de  los  sueldos  de  los  misioneros  se  entre- 
ga a  éstos  para  sus  gastos  personales :  al  efecto  tiene  un  limosnero 
para  la  ciudad  de  Zacatecas,  otro  para  las  minas,  y  cuatro  que  se 
llaman  del  campo:  en  los  principales  lugares  que  recorren  los  mi- 
sioneros hay  síndicos  que  son  los  que  compran  y  tratan  lo  que  ne- 
cesita el  colegio.  Este  facilita  religiosos  para  predicar  y  administrar 
los  sacramentos  a  todas  las  parroquias,  pueblos,  haciendas  y  ran- 
chos que  los  piden  sin  exigir  jamás  limosna  o  renumeraciones  por 
los  servicios  que  presta :  también  hospeda  a  todas  las  personas  que 
llevan  conocimiento  de  sí,  dándoles  celda,  cama,  desayuno,  comida, 
cena  y  un  religioso  que  les  sirva  por  todo  el  tiempo  que  gusten  per- 


144        INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

manecer  allí  sin  que  tampoco  tengan  que  pagar  retribución  algu- 
na: a  las  personas  desconocidas,  y  a  las  mujeres  que  lo  necesitan, 
se  les  da  de  comer  en  la  portería,  auxiliándose  de  esta  manera  con 
alimentos  ciento  o  más  individuos  diariamente. 

"Lo  numeroso  que  siempre  ha  sido  la  comunidad  del  colegio  de 
Guadalupe  desde  que  se  fundó,  ha  contribuido  sin  duda  a  que  se 
conserven  con  toda  rigidez  la  pureza  de  costumbres,  caridad  y  la- 
boriosidad que  han  caracterizado  a  estos  religiosos.  Más  de  700 
alumnos  ha  tenido  este  establecimiento  en  los  146  años  que  lleva  de 
existencia,  y  raras  habrán  sido  las  épocas  en  que  haya  contado  me- 
nos de  70  religiosos.  En  1841  había  81,  de  los  cuales  45  eran  sacer- 
dotes, 22  coristas  y  14  legos,  cuyo  número  debe  ser,  con  corta  dife- 
rencia, el  mismo  que  hoy  existe." 

* 

*       * 

Aunque  muchas  veces  se  intentó  fundar  en  la  ciudad  de  Mé- 
xico un  colegio  apostólico,  desde  la  llegada  del  P.  Linaz,  intentos 
que  crecieron  cuando  en  1731  fray  Martín  de  Jesús  dio  una  sonada 
y  fructuosa  misión  en  la  referida  Imperial  Ciudad ;  no  tuvo  efecto 
tal  fundación  sino  en  1731,  y  ésto  en  calidad  de  hospicio  u  hospede- 
ría. Mas  no  se  decidían,  dice  el  P.  Espinosa,  para  ver  si  se  les  pro- 
porcionaba sitio  más  cómodo  que  el  de  la  capillita  del  barrio  de  Ne- 
catitlán ;  y  aquí  nos  pinta  las  propuestas  de  los  regidores  que  copia- 
remos para  el  solaz  de  los  capitalinos  de  cepa :  "Por  parte  de  la  No- 
bilísima Ciudad,  se  nos  ofrecieron  las  casas  y  sitios  que  llaman  de 
las  Panaderías,  y  caen  delante  del  convento  de  Nuestra  Señora  de 
la  Merced;  no  era  apropósito  para  el  fin  de  nuestro  Sagrado  Ins- 
tituto. Registré  en  la  Albarrada  de  San  Lázaro ;  y  era  muy  bueno 
para  convento  recoleto.  Ofrecióse  sin  dificultad  una  Capilla 
nombrada  Cancopinca;  y  la  mucha  distancia  de  México  desbarató 
el  intento  de  solicitarla.  Pusieron  otros  la  mira  en  una  capilla  cer- 
cana al  Molino  Blanco,  que  es  ayuda  de  Parroquia  del  Convento  de 
Tacuba ;  otros  de  los  regidores  de  la  Ciudad,  facilitaban  se  pusiese 
el  Hospicio  en  San  Antonio  de  las  Huertas ;  pero  en  todas  estas  pro- 
puestas, remiraban  los  Misioneros  las  muchas  dificultades  que  se 
les  ofrecían  para  ejercitar  dentro  de  la  Ciudad  su  Sagrado  Institu- 
to. Lo  mismo  sucedió  con  un  sitio  que  ofreció  un  singular  bienhe- 
chor, detrás  de  San  Pablo,  en  las  Curtidurías.  Por  último  la  mayor 


C.  V.  LAS  ORDENES  ANTIGUAS 


145 


parte  de  los  Sres.  Regidores  estaban  de  dictamen  de  entregarnos 
el  Santuario  de  Nuestra  Señora  de  los  Remedios;  aunque  otros  se 
recelaban  de  que  tomando  allí  asiento  los  Misioneros,  no  tendrían 
libertad  las  Sras.  esposas  de  los  regidores  para  ir  como  van  a  vestir 
a  la  Santa  Imagen." 

El  hospicio  se  convirtió  en  el  gran  Colegio  Apostólico  de  San 
Fernando,  en  virtud  de  la  real  cédula  de  13  de  octubre  de  1733. 
Desde  entonces  continuaron  las  obras  de  ampliación  del  convento, 
con  el  auxilio  de  las  limosnas,  y  el  templo  que  es  el  mismo  que  hoy 
conocemos  se  terminó  y  bendijo  el  19  de  abril  de  1755,  habiéndose 
colocado  la  primera  piedra  el  15  de  octubre  de  1735. 


Ruinas  del  Convento  de  San  Fernando,  México. 


Los  otros  colegios  de  Propaganda  Fide,  a  saber :  el  de  Drizaba, 
Pachuca,  Cholula  y  Zapopan  fueron  fundados  en  el  siglo  XIX  como 
a  su  tiempo  referiremos. 

El  colegio  de  Nuestra  Señora  de  Guadalupe  es  independiente 
de  los  otros  colegios  y  se  gobierna  por  sus  leyes  particulares  y  las 
generales  de   la   orden.    El   discretorio,   compuesto   del   guardián 


146      INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

cuatro  religiosos  ameritados  y  los  que  han  sido  guardianes  y  comi- 
sarios de  misiones,  ejerce  en  cierto  modo  el  poder  legislativo,  pues 
da  y  reforma  las  leyes  particulares,  acuerda  los  gastos  y  revisa  las 
cuentas  que  llevan  los  síndicos.  El  guardián,  electo  cada  tres  años 
por  la  comunidad,  ejecuta  los  acuerdos  del  discretorio,  hacen  que 
se  guarden  y  observen  las  leyes  particulares,  e  impone  penas  por 
las  faltas  leves.  Cuando  algún  religioso  comete  alguna  falta  consi- 
derable, es  remitido  a  las  provincias  de  franciscanos  para  que  allí 
compurgue  la  pena  que  merezca. 

Aunque  casi  todos  los  religiosos  del  colegio  de  Nuestra  Señora 
de  Guadalupe  han  resplandecido  por  su  caridad  y  virtud,  descue- 
llan entre  todos  algunos  que  han  sido  notables,  ya  por  la  santidad 
de  su  vida,  ya  por  sus  obras  literarias,  o  ya  por  haberse  distin- 
guido en  la  oratoria  sagrada.  Deben  mencionarse  entre  los  pri- 
meros al  R.  P.  Fr.  Antonio  Margil  de  Jesús,  declarado  por  la 
Iglesia  eminente  en  virtudes,  y  a  los  RR.  PP.  Fr.  José  Guerra, 
Luis  Delgado,  e  Ignacio  Herice. 

En  los  claustros  del  colegio  se  ven  los  retratos  de  muchos  de 
estos  religiosos,  y  los  de  algunos  que  por  haber  sufrido  el  martirio 
o  por  cualquiera  otra  causa  han  sido  considerados  dignos  de  ser- 
vir de  ejemplo  a  la  comunidad. 

* 
*      » 

No  dejaremos  de  mencionar,  tratándose  de  colegios  apostóli- 
cos, el  grandioso  plano  y  laudables  esfuerzos  de  fray  Mariano  Ló- 
pez Pimentel,  hijo  de  una  principalísima  familia  mexicana  y  autor 
del  proyecto  de  un  gigantesco  seminario  misionero  cuyo  dibujo  pue- 
den ver  nuestros  lectores  en  uno  de  los  adjuntos  grabados.  Quería 
el  P.  Pimentel  que  fuese  "Colegio  y  Seminario  magno  de  varias 
lenguas,  ciencias  y  artes  para  la  completa  educación  de  hijos  de 
gentiles  y  formar  de  ellos  artesanos,  maestros  y  catequistas  y  una 
clerecía  de  misioneros  micionales  que  vayan  a  convertir  a  los  gen- 
tiles, hablándoles  en  su  propia  idioma.  Se  le  dio  extensión  (al  pla- 
no) para  dos  mil  individuos  nacionales  y  que  cada  año  salgan  cien- 
to para  convertir  a  los  infieles." 

No  eran  meros  planes  los  del  P.  Pimentel ;  ya  tenía  apalabra- 
dos insignes  bienhechores  que  tal  obra  emprendiesen  cuando  sobre- 
vino la  guerra  de  Independencia,  y  él  se  vio  obligado  a  renunciar 


C.  V.  LAS  ORDENES  ANTIGUAS  147 

a  la  comisión  que  tenía,  y  a  los  fondos  y  sobrados  arbitrios  "por 
haber  sido  robados  y  saqueados  los  generosos  donantes"    (10). 

No  teiTiiinaremos  este  capítulo  sobre  los  regulares  sin  apuntar 
que  a  mediados  de  este  siglo  y  después  de  doscientos  años  de  lucha, 
tuvo  fin  la  debatida  cuestión  de  las  parroquias.  Fernando  VI  dio 
una  cédula  fecha  en  Aran  juez  a  23  de  junio  de  1767  en  que,  conser- 
vando en  lo  sustancial  las  reales  órdenes  que  ya  había,  para  que  los 
regulares  que  administraban  parroquias  entregasen  éstas  al  clero 
secular,  mitigó  sin  embargo  dichos  mandatos  con  las  siguientes 
condiciones:  primera,  que  los  curatos  se  fueran  secularizando  a 
medida  que  fueran  vacando.  La  segunda,  que  ocurriendo  una  va- 
cante, el  arzobispo  u  obispo  a  quien  tocare,  de  acuerdo  con  el  virrey 
o  la  autoridad  correspondiente,  examinara  si  era  de  conservarse  ese 
curato,  atendiendo  a  su  situación,  a  la  distancia  que  guardaba  de 
los  otros  curatos  y  a  la  aspereza  del  terreno,  supuesto  que  uno  de 
los  objetos  de  la  secularización  era  regularizar  y  uniformar  la  ad- 
ministración espiritual.  La  tercera,  que  los  regulares  pudiesen  con- 
servar dos  curatos  de  los  más  pingües  cada  religión,  con  tal  que 
fuesen  conventos  en  forma,  con  ocho  frailes  por  lo  menos,  en  los 
cuales  habían  de  recogerse  los  que  estaban  dispersos  en  las  iglesias, 
conventículos,  llamados  visitas  y  doctrinas.  La  cuarta,  que  los  or- 
namentos, vasos  sagitados,  alhajas,  muebles  y  demás  cosas  perte- 
necientes a  las  parroquias,  inclusas  las  fábricas,  se  entregaran  a 
los  mismos  curas,  dejando  a  los  religiosos  lo  que  les  pei-teneciera, 
atento  el  origen  de  las  fundaciones  y  la  voluntad  de  los  donantes. 

Un  contemporáneo  que  no  era  religioso  nos  deja  de  los  hechos 
aludidos  la  siguiente  descripción  más  elocuente  que  cuanto  decir 
pudiéramos. 

"La  mañana  del  23  con  comisión  de  Su  lima.,  el  Dr.  D.  José 
Perea,  promotor  fiscal  de  esta  curia,  acompañado  con  el  Dr.  D.  Ga- 
briel García  Arellano,  pasó  al  pueblo  de  Tacuba,  y  auxiliado  del  al- 
calde mayor  le  aposesionó  del  curato  de  él.  Todos  los  demás  curas 
provistos  han  salido  para  sus  partidos  con  comisión  a  los  jueces 
eclesiásticos  y  despachos  auxiliatorios  de  S.  E.  para  los  alcaldes 


(10)     Archivo  General  de  Indias.     94-4-1. 


148       INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

mayores,  a  fin  de  que  se  les  entre  luego  en  posesión:  son  impon- 
derables las  expresiones  de  sentimiento  que  los  vecinos  y  república 
de  naturales  han  hecho,  viendo  salir  de  sus  conventos  a  los  reli- 
giosos, por  el  amor  contraído  que  de  padres  a  hijos  les  han  tenido 
desde  que  se  conquistó  este  reino,  y  viendo  que  cesa  ya  el  culto  de 
sus  terceras  órdenes  y  demás  jubileos  que  gozaban  las  órdenes  se- 
ráfica, dominicana  y  agustina." 


LEYENDA  DEL  PLANO  DE  SAN  FRANCISCO  DE  MÉXICO  POR  ANTONIO 
garcía  cubas  "LIBRO  DE  MIS  RECUERDOS"  PAG.  61,  MÉXICO,  D.  F. 


A. — Hotel  Iturbide.  B. — Casa  de  Diligencias.  C. — Callejón  de  Dolores, 
que,  con  la  apertura  de  la  nueva  calle,  forma  hoy  la  de  la  Independencia. 
D. — Fraguas   de  la   Casa  de   Diligencias,    (hoy   Depósito   de   mármoles). 


C  M. — Calle  de  la  Independencia.  F. — Calle  de  Gante.  G  M. — Calle  de 
San  Juan  de  Letrán.  1. — Templo  grande  de  San  Francisco,  su  hermosa  nave 
completamente  desmantelada  sirvió  después  de  la  exclaustración,  de  caballe- 
rizas del  Circo  Chiarini  y  más  tarde  de  templo  protestante.  2. — Capilla  de  la 
Purísima.  Ha  desaparecido.  3. — Capilla  de  Balvanera.  4. — Atrio,  del  cual 
sólo  existe  una  pequeñísima  parte.  5.— CAPILLA  DE  LOS  SERVITAS.  Tem- 
plo primitivo  de  San  José  de  los  Indios.  Fué  destruido  y  en  su  lugar  y  en  el 
jardín  inmediato  se  levantó  el  Hotel  Americano,  esquina  NE,  de  la  nueva  ca- 
lle de  Gante.  Con  otra  parte  de  dicho  lote  y  con  la.  de  algunas  celdas  y  claus- 
tros inmediatos,  tuvo  su  ampliación  el  Hotel  Iturbide.  6. — Celda  del  P.  Ca- 
pellán de  los  Servitas.  7. — Habitación  y  jardín  del  Capellán  de  Aranzazú, 
ambos  destruidos  por  la  apertura  de  dicha  calle  .8. — Capilla  de  Aranzazú.  Sir- 
vió por  algún  tiempo  de  bodega  y  cobraría,  y  al  fin  fué  destruida  para  levan- 
tar en  su  lugar  y  en  el  atrio  correspondiente  el  moderno  templo  de  San  Felipe. 
9. — Portada  de  la  calle  de  San  Francisco.  10. — Tercer  Orden.  En  su  lugar 
existen  una  casa  particular  y  el  Hotel  Guardiola.  11. — Celda  del  Capellán  y  ha- 
bitación del  Padre  Provincial.  12. — Capilla  de  la  Segunda  Estación.  13. — Porta- 
da de  la  calle  de  San  Juan  de  Letrán.  Los  números  11,  12  y  13,  casas 
del  Sr.  G.  Torres.  14. — Capilla  del  Sr.  de  Burgos  sustituida  con  la  parte  del 
atrio  hasta  la  portada  del  templo  grande,  por  la  casa  número  13  de  San  Juan 
de  Letrán.  En  la  parte  principal  de  esta  portada,  que  desapareció,  se  veía  un 
bajo  relieve  que  representaba  a  la  Purísima  y  al  Sutil  Escoto  en  actitud  de 
escribir.  15. — Celda  del  Capellán  de  dicho  templo.  16. — Claustro  exterior,  en  el 
que  se  hallaban  los  cuadros  relativos  a  la  vida  del  Bto.  Sebastián  de  Aparicio. 
Este  claustro  y  la  habitación  antes  expresada  forman  hoy  la  casa  número  12 
de  San  Juan  de  Letrán.  En  el  piso  superior,  la  biblioteca  antigua  ha  sido 
sustituida  por  el  templo  protestante  "Unión  Evangélica."  17. — La  Santa  Es- 
cuela, hoy  la  casa  número  12.  18. — Portería.  19. — Escalera  principal  y  Ca- 
pilla del  Noviciado  en  el  entresuelo.  19. — Bodega  y  en  el  piso  superior,  Sala 
Capitular  y  al  frente  el  antecoro.  20. — Claustro  principal.  Circo  y  Teatro 
de  Chiarini,  primero  y  templo  protestante  evangélico  después.  21. — Antesa- 
cristía. 22. — Sacristía.  Este  departamento  forma  la  entrada  para  el  templo 
protestante  por  la  calle   de   Gante.   23. — Celda   del   P.    Guardián   y   Sacristán 


C.  V.  LAS  ORDENES  ANTIGUAS  149 

mayor.  Desapareció  con  la  apertura  de  la  calle  de  Gante.  24. — Jardín  y  Pan- 
teón. El  primero  también  desapareció  por  igual  motivo  y  en  el  lugar  del 
segundo  se  construyeron  las  casas  números  10,  12  y  14  de  la  expresada  calle. 
25. — Bodegas.  26. — Patio  y  en  el  piso  superior  claustros  y  celdas  de  los 
religiosos.  27. — Escalera  adornada  con  buenos  cuadros,  existentes  hoy  en  la 
Academia  de  Bellas  Ai'tes,  y  representan  pasajes  de  la  vida  del  Bto.  Salvador 
de  Horta.  28. — Sala  del  de  profundis,  ocupada  en  parte  por  la  casa  del  Dr.  La- 
vista.  29. — Salón  del  Refectorio.  30,  31  y  32. — Patios  de  diversos  depar- 
tamentos y  en  piso  superior  pasillos  y  celdas.  33. — Antiguas  bodegas. 
34. — Patio.  35. — En  el  piso  superior  claustros,  celdas  y  capilla  de  la  en- 
fermería. La  celda  marcada  con  una  estrella  es  aquella  en  la  que  murió  el 
V.  Fr.  Antonio  Mai'gil  de  Jesús.  36. — Parte  del  convento  arrendado  por 
los  religiosos  a  la  Casa  de  Diligencias.  37. — Caballerizas  de  la  Casa  de  Di- 
ligencias. 38. — Gran  Jardín  de  San  Francisco,  hoy  perteneciente  al  Hotel 
del  Jardín.  39. — Patio  del  Noviciado.  40,  41,  y  42. — Patio  zaguán  y  cua- 
dras del  cuartel.  43. — En  el  piso  inferior  bodegas  del  jardín  y  en  el  superior 
el  constado  que  se  extendía  por  el  claustro  de  la  calle  de  Zuleta.  44. — Be- 
lla Capilla  del  Calvario.  En  el  piso  superior  la  Capilla  de  San  Antonio  trans- 
formada en  habitación  del  Administrador  del  Hotel.  45. — Celdas  pertene- 
cientes hoy  al  Hotel  del  Jardín, 


CAPITULO  VI 

LA  compañía  de  jesús 


El  personal  de  la  provincia  Mexicana. — Proyectos  de  su  división. — Nue- 
vas fundaciones. — Métodos  de  educación  y  de  enseñanza. — La  devoción  al 
Sacratísimo  Corazón  de  Jesús. — Los  ejercicios  espirituales. — Defectos  meno- 
res.— Asesinato  del  padre  Segura. — Consideraciones  sobre  temporalidades 
jesuíticas. 


bibliografía  especial 


ALEGRE  FRANCISCO  JAVIER. — Historia  de  la  Compañía  de  Jesús  en  Nueva  Es- 
paña.— Mí'xico,  1812. 

.'VSTRAIN  ANTONIO. — Historia  de  la  Compañía  de  Jesús  «n  la  Asistencia  de  Es- 
paña.—Madrid,   192.5. 

B.ILTHASAR   JUAÍí   ANTONIO.— Vida  y   Virtudes  del  P.    Domingro   Quiroga. 

C.'VRRION  ANTONIO.— Historia  de  la  Ciudad  de  los  .AnRcles. — Puebla,  1897. 

CASTRO   SANTA   ANA. — Diario   de   Sucesos   Notables.- México,   l^^iS. 

GONZAT^EZ  OBREGON  l^UIS. — L.as   Calles  de  Mí-xico. — Mí'^xico,  1922. 

M.VYORA  JUAN. — Vida  y  Virtudes  del  P.  Antonio   Herdoñana. — México,  1758. 

LAZCANO  FRANCISCO  J.'VVIER.— Vida  del   V.  Juan  .Vntonio  Oviedo.— México,  1770. 

MEDINA  TORIBIO.— La  Impronta  en  México — Santiago  de  Chile,  1910. 


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C.  VI.  LA  compañía  de  JESÚS  151 


^A  provincia  mexicana  de  la  Compañía  de  Jesús  que  al 
principio  del  siglo  contaba  con  quinientos  veintitrés  su- 
jetos (1),  fué  progresivamente  aumentando,  pero  nun- 
ca llegó  al  supuesto  número  de  setecientos  sino  que  se  que- 
dó  en  el  de  seiscientos  setenta  y  ocho,  cifra  máxima  a  que  llego 
en  su  apogeo  o  sea  al  tiempo  de  la  expatriación,  decretada  por 
Carlos  III  y  ejecutada  el  25  de  junio  de  1767.  De  ellos,  cuatrocien- 
tos diez  y  ocho  eran  sacerdotes,  ciento  treinta  y  siete  escolares, 
y  ciento  veintitrés  hermanos  coadjutores.  Por  razón  de  su  grado 
eran:  profesos  de  cuatro  votos,  trescientos  cuarenta  y  cinco;  de 
tres  votos,  seis;  coadjutores  espirituales  veinticuatro;  sacerdotes 
escolares,  ciento  diez;  escolares  no  sacerdotes,  veintidós;  coadju- 
tores temporales  formados,  ochenta  y  siete;  no  formados,  treinta. 
Jesuítas  nacidos  en  el  virreinato  de  Nueva  España,  cuatrocientos 
sesenta  y  cuatro ;  españoles  peninsulares,  ciento  cincuenta  y  tres ; 
alemanes,  cuarenta  y  cuatro;  italianos,  doce;  franceses  dos;  por- 
tugueses dos;  irlandeses  uno.  Estaban  repartidos  todos  estos  su- 
jetos, en  cuarenta  y  ocho  comunidades  diferentes,  tomando  como 
comunidades  separadas  las  que  tenían  rector  o  superior  propio 
y  como  una  misma  comunidad,  los  sujetos  repartidos  en  las  mi- 
siones de  infieles  que  reconocían  como  superior  inmediato  al  que 
estaba  nombrado  para  alguna  de  las  regiones  que  llevaban  el  tí- 
tulo de  misión  (2). 

La  razón  del  aumento  tan  desproporcional,  de  sujetos,  que  se 
observa  en  este  siglo  comparándolos  con  los  anteriores,  obedece  a 
dos  causas  y  primeramente,  a  que  se  levantó  la  orden  generalicia 
que  existía  de  limitar  a  un  número,  cortísimo  por  cierto,  el  de  novi- 
cios que  cada  año  podían  admitirse  (3).  En  efecto,  viendo  por  ex- 
periencia los  padres  generales  que  había  entre  los  nativos  del  país 
número  suficiente  de  jóvenes  bien  preparados  para  la  vida  de  la 
Compañía,  viendo  que  de  entre  ellos  ya  formados,  había  lo  suficiente 
para  llevar  airosamente  nuestros  estudios,  nuestras  misiones;  que 
podían  hacerse  cargo  de  las  cuatro  quintas  partes  de  los  rectorados, 
con  contento  de  todos,  y  que  podían  desempeñar  airosamente  los 
más  altos  y  delicados  cargos  de  la  provincia,  levantaron  aquella 


(1)  A.  G.  N.  Jesuítas  308. 

(2)  Véase  el  catálogo  sumario  de  Zelis. 

(3)  Astráin  O.   C.   Tomo  VI,  p.  453,  y  VH  p.   224. 


152       INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

rara  prohibición,  y  Tepotzotlán  el  clásico  y  amable  noviciado  se  vio 
lleno  de  jóvenes  de  las  mejores  familias  a  juzgar  por  los  apellidos 
que  aparecen  en  los  catálogos. 

No  pocas  veces  el  notición  social  era  el  de  la  entrada  en  la 
Compañía  de  sujetos  de  primer  orden.  Oigamos  por  ejemplo  al  po- 
pular Castro  Santa  Ana  en  su  diario :  "Este  mismo  día  (20  de  no- 
viembre) en  el  colegio  de  Tepotzotlán,  noviciado  de  la  sagrada 
Compañía  de  Jesús,  tomó  la  ropa  el  Lie.  D.  Pablo  Timoteo  Malo  y 
Castro,  colegial  y  actual  rector  del  colegio  mayor  y  viejo  de  San- 
tos, quien  en  lo  más  florido  de  sus  años,  renunció  de  estos  empleos, 
y  la  merced  del  hábito  de  Santiago  que  tenía,  y  las  conveniencias 
que  franqueaban  su  crecido  patrimonio,  méritos,  y  los  de  su  difunto 
padre  el  Sr.  Br.  D.  Pedro  Malo  y  Villavicencio,  del  orden  de  Cala- 
trava,  del  consejo  de  S.  M.,  oidor  decano  de  esta  real  audiencia, 
presidente  que  fué  de  ella,  y  capitán  general  de  esta  Nueva  España : 
abandona  al  mundo  con  tan  prudente  elección. 

"El  Dr.  Jacobo  Mariano  Vallarta  y  Palma,  natural  de  Puebla, 
de  sus  principales  familias,  abogado  de  esta  real  audiencia,  cole- 
gial huésped  en  el  mayor  de  los  Santos,  defensor  del  juzgado  de 
capellanías  y  obras  pías  de  este  arzobispado,  asesor  de  la  superin- 
tendencia de  la  real  casa  de  moneda,  abogado  del  cabildo  eclesiás- 
tico, del  de  Puebla  y  su  noble  ayuntamiento,  sujeto  de  conocida  lite- 
ratura y  circunstancias,  y  quien  se  hallaba  con  ciertas  esperanzas 
de  mayores  adelantamientos;  lo  abandonó  todo,  y  hoy  día  de  la 
fecha  tomó  la  ropa  en  el  noviciado  de  Tepotzotlán  de  la  sagrada 
Compañía  de  Jesús,  dejando  a  muchos  envidiosos  de  no  tener  tan 
acertada  deliberación."  Hasta  aquí  el  Diario. 

Contribuyeron  también  al  aumento  de  la  provincia  las  expe- 
diciones que  se  enviaron  de  Europa  y  señaladamente  de  Alemania. 
Todos  los  Padres  enviados  como  procuradores  a  Roma,  solían  traer 
expediciones,  algunas  de  ellas  bien  numerosas  de  obreros  verda- 
deramente apostólicos  para  la  viña  del  Señor.  Se  embarcaron  para 
México  no  niños  sino  ya  hombres  hechos  y  formados,  sabiendo 
que  venían  a  vivir  entre  los  indios,  a  padecer  y  deseosos  de  morir 
por  Cristo.  Estas  expediciones  tuvieron  su  límite  y  una  oculta  pero 
decidida  persecución  hacia  los  años  de  1760  en  virtud  de  reales  ór- 
denes de  Carlos  III  emanadas  de  aquel  fondo  masónico  que  gober- 
naba de  hecho  en  el  gabinete  de  Madrid. 

El  haber  seiscientos  setenta  y  ocho  sujetos,  no  era  de  suyo  ra- 


C.  VT.  L-A  compañía  de  JESÚS  153 

zón  suficiente  para  dividir  en  dos,  una  Provincia  de  la  Compañía 
de  Jesús,  pero  sí  lo  era  y  mucho  la  imposibilidad  de  visitarlos  y  go- 
bernarlos, dadas  las  largas  distancias  que  los  separaban.  Querer 
que  hubiese  gobierno  único  y  unión  fraternal  práctica  en  la  pro- 
vincia tan  larga  como  desde  Cádiz  a  Berlín  era  algo  absurdo.  Por 
eso  en  1720  y  luego  en  1751  se  trató  en  las  respectivas  congrega- 
ciones provinciales  de  dividir  la  provincia,  pero  nunca  se  convino  en 
la  manera  de  hacer  tal  división ;  y  la  razón  de  no  convenir,  aunque 
no  la  vemos  apuntada  en  ningún  autor,  nos  parece  ser  que  ninguna 
de  las  partes  dividendas  quería  quedarse  sin  la  ciudad  de  México, 
que  como  ahora  era  la  sine  qua  non  de  todos  los  negocios  y  la  fuen- 
te, o  canal  por  lo  menos,  de  todos  los  recursos  de  la  Nueva  España. 
En  el  tapete  estaba  la  cuestión  hacia  las  postrimerías  del  siglo, 
cuando  sobrevino  la  catástrofe  de  la  expatriación  de  los  jesuítas. 


* 
*      * 


Tocante  a  las  fundaciones  de  este  siglo  hechas  por  la  Compa- 
ñía de  Jesús  en  Nueva  España,  comenzaremos  por  decir,  que  la  de 
los  colegios  de  Guatemala  no  tiene  por  qué  buscarse,  como  lo  hace 
un  distinguido  autor,  en  el  siglo  XVIII ;  sino  en  los  comienzos  del 
XVII,  según  que  en  su  lugar  dejamos  expuesto  (4). 

Las  verdaderas  fundaciones  de  este  siglo  son  la  de  Campeche 
en  1714  empezada  con  dinero  del  capitán  Santelín  y  terminada  en 
1759  con  trece  mil  pesos  afrontados  por  el  obispo  de  Yucatán,  D. 
fray  Ignacio  Padilla  y  Estrada  (5). 

Respecto  a  la  residencia  de  Chihuahua  el  padre  Alegre  se  ex- 
presa en  los  siguientes  términos :  "Había  mucho  tiempo  que  revol- 
vía en  su  ánimo  estos  piadosos  designios  (de  fundación  en  Chihua- 
hua) el  Ilustre  Sr.  D.  Manuel  de  Santa  Cruz,  Caballero  de  Orden 
de  Santiago,  Gobernador  de  la  Nueva  Vizcaya,  y  tratado  el  asunto 
con  el  Padre  Luis  Mancuso,  Visitador  de  las  Misiones  de  Tepehua- 
nes  y  por  su  medio  con  el  P.  Provincial,  Gaspar  Rodero.  Se  resolvió 
éste  a  mandar  al  P.  Francisco  Navarrete  que  administraba  la  Mi- 


(4)  Más  largamente  puede  verse  en  la  obra  del  Padre  Alegre,  Tomo  2o., 
páginas  17  y  161  y  el  mismo  distinguido  autor  hace  las  referencias  de  tales 
fundaciones  en  el  tomo  que  le  corresponde.  Véase  Astráin,  Tomo  VII,  pá- 
ginas 228,  235  y  239. 

(5)  Véase  el  capítulo  Relaciones  ad  Límina  en  este  tomo. 


l.'J4       INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

sión  de  San  Borja,  que  pasase  a  la  misma  villa  para  acalorar  la  fun- 
dación en  presencia  del  Sr.  Gobernador  que  actualmente  se  hallaba 
en  ella.  Su  Señoría  mostró  al  Padre  la  licencia  del  Sr.  Virrey, 
fecha  en  25  de  Noviembre  (1717)  y  añadió  que  no  faltando  otra 
cosa,  eligiesen  sus  Reverencias  el  sitio  que  les  pareciese  más  opor- 
tuno sin  reparar  en  gastos. 

"El  Padre  Antonio  Arias  de  Ibarra,  Visitador  de  la  Provincia 
de  Tarahumara  con  ios  PP.  Ignacio  de  Estrada  y  Francisco  Nava- 
rrete,  agradecida  al  Sr.  Gobernador  su  generosa  piedad,  eligieron 
ci  sitio  que  les  pareció  más  a  propósito,  en  que  hoy  está  el  seminario. 
Se  recurrió  por  la  necesidad  al  Ilustrísimo  D.  Pedro  Tapiz,  Obispo 
de  Guadiana  o  Durango  quien  con  expresiones  de  no  menor  aprecio 
que  las  de  Su  Excelencia,  la  concedió  gustosamente.  Tiráronse  los 
cordeles  para  la  planta  del  nuevo  edificio  con  el  nombre  de  Nuestra 
Señora  de  Loreto,  el  día  24  de  enero  de  1718  y  con  toda  la  asisten- 
cia y  aparato  que  permitía  el  lugar,  se  colocó  la  primera  piedra  el 
día  2  de  febrero.  Habíanse  añadido  poco  antes  nuevos  fondos  a  di- 
cho seminario  con  la  donación  que  de  la  Hacienda  de  Santo  Domin- 
go de  Tabalopa  hizo  la  noble  Señora  Doña  María  de  Apresa  por  es- 
critura firmada  y  aceptada  por  el  P.  Luis  Mancuso  en  21  de  Enero 
de  este  mismo  año"  (6). 

En  1720  se  estableció  la  pequeñísima  residencia  de  Celaya  de- 
bido a  las  instancias  y  solicitud  de  Don  Manuel  de  la  Cruz  y  Saravia. 

De  mayor  importancia  fué  la  fundación  del  Colegio  de  la  Ha- 
bana bajo  la  advocación  de  San  José  en  1724  debida  a  los  empeños 
del  Sr.  obispo  D.  Pedro  Morel  de  Santa  Cruz,  quien  mandó  que  en 
la  Parroquial  se  diese  a  los  PP.  Castrolí  y  Barona,  jesuítas  mexica- 
nos, toda  facilidad  para  el  ejercicio  de  su  ministerio.  La  fundación 
no  fué  muy  rumbosa  que  digamos,  como  que  comenzó  la  clase  en 
una  pieza  pequeña  y  baja  que  servía  de  cochera  al  Sr.  obispo;  su- 
plía en  cambio  el  buen  deseo  de  los  habaneros  quienes  en  tiempo  re- 
lativamente corto  lograron  ver  lleno  de  alumnos  y  de  esperanzas  el 
sólido  colegio  y  la  veneranda  iglesia  que  aun  hoy  se  admira  en  el 
corazón  de  la  Ciudad.  Como  la  Habana  según  nuestro  plan,  desde  el 
comienzo  adoptado,  no  entra  en  nuestra  historia,  sólo  hacemos  men- 
ción de  la  fundación  para  que  quede  bien  asentado  y  bien  entendido 
que  fué  de  la  provincia  mexicana. 

D.  Nicolás  de  Ventosillo,  eclesiástico  natural  de  León,  quiso 


(6)     Alegre,   Tomo  Tercero,  pág.   178. 


C.  VI.  LA  compañía  de  JESÚS  155 

fundar  en  su  ciudad  natal  un  hospicio  de  jesuítas,  entendiéndose 
bajo  tal  nombre,  una  residencia  cuyo  fin  principal  era  el  de  dar 
centro  de  acción  y  lugar  de  descanso  espiritual  y  material  a  los 
religiosos  destinados  a  misiones  volantes  en  la  comarca,  y  por  co- 
marca en  nuestra  Nueva  España  del  siglo  XVIII  entendíase  la 
friolera  de  cien  o  ciento  cincuenta  leguas  a  la  redonda.  Aceptada 
por  el  P.  provincial  la  fundación,  D.  Nicolás  "otorgó  instrumento 
en  que  se  obligó  a  ceder,  como  cedía,  todos  sus  bienes  para  la  enun- 
ciada fundación,  los  cuales  consistían  en  cuatro  haciendas  con 
sus  casas,  términos  y  linderos  y  competente  número  de  ganados  y 
sus  ai>eros  y  semillas,  que  estaba  todo  apreciado  en  setenta  mil 
pesos,  fuera  de  lo  que  han  aumentado  los  frutos  que  se  hallan  a 
disposición  de  la  referida  Provincia  de  la  Compañía  de  Jesús  de 
México,  de  un  solar  de  casas  muy  suficiente  para  la  fábrica  ma- 
terial de  la  Iglesia  y  Colegio,  de  cincuenta  mil  pesos  en  reales  para 
el  gasto  de  la  obra  y  de  trescientos  marcos  de  plata  copella  para 
comprar  ornamentos  y  las  demás  alhajas  esenciales"  (7). 

Con  el  modesto  título  de  hospicio  continuó  unos  quince  años 
aquel  establecimiento.  Entonces  se  trató  de  darle  carácter  de  cole- 
gio, y  según  nos  dice  la  cédula  real  antes  citada,  se  obtuvieron  favo- 
rables informes,  así  del  virrey  como  del  obispo  y  del  ayuntamiento 
de  León.  Esta  Villa,  dice  la  misma  cédula  real,  tiene  solamente  una 
parroquia  que  administran  los  religiosos  de  San  Francisco,  en  cuya 
comunidad  no  hay  más  que  el  guardián,  el  cura  y  otro  religioso,  y 
un  hospital  de  San  Juan  de  Dios  para  la  curación  de  los  enfermos 
pobres.  Obsei*\-ando  la  buenísima  voluntad  de  todas  las  personas 
que  debían  intervenir  en  este  negocio,  la  Compañía  se  apresuró  a 
dar  forma  de  colegio  al  modesto  hospicio  de  León.  En  el  catálogo 
de  1749  se  le  llama  colegio  iniciado,  sin  duda  porque  debía  faltar 
algún  requisito  para  la  plena  conclusión  de  la  obra,  mas  en  el  1767 
se  le  llamó  colegio  sencillamente,  y  siete  sujetos  integraban  su 
personal. 

Desde  fines  del  siglo  XVII  se  había  establecido  en  Guanajuato 
la  Congi'egación  de  San  Francisco  Javier,  a  quien  en  la  Iglesia  de 
Guadalupe,  casi  fuera  del  lugar,  se  hacía  cada  año  por  marzo  un 
solemne  novenario.  El  piadoso  eclesiástico  que  rezaba  la  novena, 
por  su  particular  afecto  a  nuestra  religión,  al  llegar  a  la  petición 
secreta  añadía  en  alta  voz :  "pídanle  todos  al  Señor  por  intercesión 


(7)     A.  G.  I.  87-7-1. 


156       INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

del  Santo,  que  nos  traiga  a  este  lugar  Padres  de  la  Compañía." 
Asistió  este  año  (1732)  como  otros  muchos  a  la  novena,  la  no- 
ble Sra.  Da.  Josefa  Teresa  del  Busto  y  Moya,  de  la  casa  de  los  ilus- 
tres marqueses  de  San  Clemente,  y  una  de  las  más  distinguidas  y 
poderosas  del  país.  Se  le  ofreció  en  esta  ocasión  vivísimamente  el 
pensamiento  de  fundar  en  Guana juato  colegio  de  la  Compañía.  Vol- 
vió a  su  casa  sin  haber  comunicado  a  nadie  aquel  pasajero  ofreci- 
miento. A  poco  rato  entró  a  visitarla  el  vicario  y  juez  eclesiástico 
de  la  Villa,  D.  Juan  de  Osio  y  Ocampo,  y  rodando  sobre  varios  asun- 
tos la  conversación,  llegó  a  decirle  que  con  su  caudal,  aun  sacada  la 
legítima  de  sus  hijos,  podía  hacer  mucho  bien  a  Guanajuato  fun- 
dando allí  un  colegio.  En  el  ánimo  piadoso  y  discreto  de  la  señora 
no  dejó  de  hacer  alguna  impresión  la  armonía  y  consonancia  de 
aquellas  palabras  con  la  idea  que  se  le  había  tan  poco  antes  ofre- 
cido, y  contrayendo  más  la  conversación  dijo  que  estaba  pronta, 
como  conviniese  en  ello  su  hijo  el  Dr.  D.  Ildefonso  de  Aranda,  clé- 
rigo presbítero,  que  era  el  arbitro  de  todos  sus  negocios.  Supo  éste 
que  pendía  de  su  resolución  un  asunto  tan  importante  y  partién- 
dose luego  a  ver  a  su  madre,  no  sólo  le  aprobó  su  designio,  diciendo 
que  era  lo  mejor  que  podía  hacer  de  su  caudal  sino  que  prometió 
concurrir  también  con  diez  mil  pesos  de  su  legítima  paterna.  Se 
ofreció  fuera  de  eso  a  tratar  personalmente  el  negocio  con  el  P. 
provincial,  que  no  estaba  lejos  en  la  visita  de  los  colegios  vecinos. 
Era  esto  a  fines  de  marzo  de  1732,  y  pocos  meses  después 
pasó  el  P.  Oviedo  (provincial)  a  Guanajuato.  La  piadosa  funda- 
dora hallando  que  podía  disponer  de  cincuenta  mil  pesos  de  quin- 
to, ofreció  liberalmente  toda  esta  cantidad  para  dote  del  colegio. 
Añadió  una  obligación  de  mantener  cinco  sujetos,  tres  operarios,  un 
maestro  de  gramática  y  otro  de  escuela  por  tiempo  de  seis  años 
que  se  daban  de  término  para  alcanzar  las  licencias  del  rey  y  del  P. 
General.  Para  la  fábrica  del  colegio  e  iglesia  hizo  escritura  de  diez 
mil  pesos  el  ilustre  Sr.  D.  Francisco  Matías  del  Busto  y  Moya, 
marqués  de  San  Clemente,  y  de  cinco  mil  D.  Miguel  Gervás. 

Aceptadas  estas  condiciones  y  obligándose  la  Compañía  a  con- 
seguir licencia  del  rey,  volvió  el  padre  provincial  a  México  y  envió 
a  Guanajuato  los  primeros  jesuítas,  y  por  superior  al  P.  Mateo 
Delgado,  que  entraron  con  gran  regocijo  de  todo  el  lugar  el  29  de 
septiembre  de  1732  (8). 


(8)    V.  Alegre  III,  242. 


Santa    Uosalia. — Leonardo    de   Vinci    (?). 


C.  VI.  LA  compañía  de  JESÚS  157 

El  colegio  de  San  Francisco  Javier  de  Puebla  de  los  Angeles 
se  dice  que  fué  fundación  del  P.  Antonio  Herdoñana,  y  así  está 
impreso  en  historias  modernas.  El  siempre  protestó  de  ello  y  en 
especial  a  la  hora  de  su  muerte.  En  cierto  sentido  los  que  afirman  y 
los  que  niegan  tienen  razón :  el  P.  Herdoñana,  como  buen  religioso, 
no  era  dueño  canónicamente  de  un  sólo  céntimo  de  la  cuantiosa  he- 
rencia recibida  de  su  madre  Da.  Angela  Roldan,  pero  en  realidad 
él  fué  el  autor  de  la  idea  y  con  dinero  que  había  de  ser  suyo  fué  con 
lo  que  hizo  el  colegio ;  de  éste  afirma  el  P.  García  y  lo  podemos  can- 
firmar  nosotros  pues  a  la  vista  lo  tenemos  cuando  estas  líneas  es- 
cribimos: "Es  el  Templo  de  San  Javier  de  la  Puebla  uno  de  los 
más  hermosos  que  han  hecho  los  jesuítas,  su  adorno  es  de  todo 
gusto,  sus  imágenes  bellísimas,  su  cúpula  arrogante,  tiene  una  sola 
torre;  pero  la  fachada  es  de  tres  cuerpos  de  un  dórico  caprichoso. 
La  vivienda  del  colegio  es  amplia,  cómoda  y  muy  bien  distribuida, 
goza  de  la  luz  del  sol  naciente,  y  de  libre  ventilación  en  todos  sus 
departamentos.  Costó  esta  obra  más  de  cuarenta  mil  pesos  sin 
contar  con  los  adornos  del  templo  que  se  estrenó  el  día  3  de  Diciem- 
bre de  1751,  y  sustituyó  a  la  capilla  de  San  Miguel  de  indios." 

Este  colegio  fué  creado  en  pro  y  utilidad  exclusivamente  de 
los  indios  a  cuya  raza  era  el  P.  Herdoñana  singularmente  afecto ;  y 
las  condiciones  vinculadas  a  su  fundación  fueron  las  siguientes: 
los  jesuítas  debían  por  lo  pronto  cuidar  de  la  escuela  en  que  se  hu- 
biese de  enseñar  a  los  indios  las  primeras  letras.  Debían  destinarse 
dos  o  más  de  estos  religiosos  para  hacer  misión  a  los  indios  cada 
año  por  espacio  de  dos  o  tres  meses,  en  aquellos  de  las  diócesis  de 
Puebla  que  fuesen  señalados  por  el  ordinario.  "Cada  ocho  días  al- 
guno de  los  religiosos  del  expresado  colegio  hará  plática  o  sermón 
a  los  indios.  En  la  iglesia  del  colegio  habrá  asistencia  cotidiana  al 
confesonario,  y  estarán  prontos  los  jesuítas  para  salir  a  adminis- 
trar el  sacramento  de  la  penitencia  a  los  indios  enfermos,  aunque 
fuere  a  distancia  de  dos  o  tres  leguas." 

Respecto  a  la  fundación  en  este  siglo  XVIII  no  sólo  proyec- 
tada sino  llevada  a  feliz  término,  de  la  residencia  jesuítica  de 
Puerto  Príncipe,  no  hay  porqué  dudar  como  lo  hace  un  egregio  au- 
tor, pues  aparece  bien  clara  en  el  catálogo  vulgarísimo  de  1767, 
dotada  con  cuatro  sacerdotes  y  un  hermano  coadjutor. 

El  trabajo  de  los  jesuítas  en  la  enseñanza  de  la  juventud  mexi- 
cana,  si   no   es  por  la  mayor  extensión   de   ella   a   doce  centros 


153      INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESLA  ORGANIZADA 

más  de  los  que  regenteaba  en  el  siglo  anterior,  puede  decirse  que 
no  experimentó  variación  alguna  que  pueda  consignarse  en  la  his- 
toria; señal  de  que  el  plan  adoptado  desde  el  principio  fué  algo 
bien  pensado  y  de  que  la  experiencia  y  frutos  alcanzados  corrobo- 
raron la  estima  que  los  jesuítas  tenían  de  su  plan  de  educación  y  de 
enseñanza.  Esta  estribaba  por  completo  en  el  orden  sobrenatural, 
en  los  principios  fijos  de  la  fe  y  de  la  piedad  que  los  jesuítas  de 
todos  tiempos  tenemos  como  base  única  e  insustituible  de  toda  edu- 
cación y  como  elemento  necesario  para  que  la  juventud  no  se  pre- 
cipite en  la  más  abominable  corrupción. 

Para  historiar,  como  siempre  debiera  hacerse,  los  ideales  y  mé- 
todos de  los  educadores,  nada  tenemos  por  más  exacto  que  el  pen- 
sar del  excelente  jesuíta  Pérez  de  Rivas,  bosquejo  entonces  como 
ahora  de  la  mentalidad  de  sus  hermanos.  Al  fin  del  capítulo  21  ha- 
blando del  ministerio  de  la  educación  que  ejerce  la  Compañía  dice: 
"Que  aunque  es  muy  útil,  juntamente  es  bien  trabajoso  reducir  a 
disciplina  y  enseñanza  tanto  número  de  mancebos  y  niños  y  go- 
bernarlos y  sujetarlos  con  suavidad  y  amor  al  estudio  de  la  virtud 
y  letras ;  intento  tan  dificultoso  que  lo  pueden  echar  de  ver  los  pa- 
dres camales  que  apenas  lo  pueden  conseguir  con  sólo  dos  o  tres 
hijos  que  tienen  debajo  de  su  obediencia."  En  el  capítulo  XXII  tra- 
ta de  los  medios,  instintos  y  habilidades  propias  de  que  dota  Dios 
a  cada  criatura  para  que  consiga  el  fin  a  que  le  destinó,  y  aplicán- 
dolo a  la  Compañía,  añade:  "Se  puede  sin  encarecimiento  decir, 
que  por  la  bondad  divina,  no  crían  con  mayor  afecto  y  amor  los 
padres  carnales  a  sus  hijos,  que  aquel  con  que  los  maestros  de  la 
Compañía  cuidan  del  aprovechamiento  en  virtud  y  letras  de  sus 
discípulos  que  miran  como  a  sus  hijos.  Y  es  la  razón  porque  como 
no  esperan  ni  tienen  atención  a  otra  paga  ni  premio  en  la  tierra, 
que  servir  a  Dios  en  esta  prolija  ocupación  y  trabajoso  ministe- 
rio, siendo  este  fin  mucho  más  alto,  levantado  y  eficaz  que  el  del 
estipendio  o  premio  temporal ;  de  aquí  es  que  aviva  más  altamente 
los  deseos  y  afectos  santos  de  los  maestros  religiosos  de  la  Com- 
pañía para  vencer  dificultades  e  intentar  medios  con  que  aprove- 
char en  letras  y  virtud  a  sus  discípulos.  De  aquí  nace  el  orden,  el 
aprovechamiento  en  letras,  el  ejercitarlos  en  varios  actos  públicos 
literarios  y  declamaciones  recitadas  que  sirven  de  ensayos  para 
cuando  después ...  se  oponen  a  puestos  o  cátedras,  pueden  lucir. 
Para  esto  también  sirven  los  coloquios,  comedias  latinas  que  a  ve- 
ces se  representan,  los  premios  varios  de  los  que  se  aventajan  . . . 


C.  VI.  LA  COMPAÑÍA  DE  JESÚS  159 

lo  cual  pertenece  al  estudio  de  las  letras  y  a  la  nobilísima  poten- 
cia del  entendimiento  que  se  procura  cultivar.  Pues  si  vamos  a 
la  otra  potencia  efectiva  del  alma  que  es  la  voluntad,  bien  co- 
nocidos son  los  medios  que  procura  y  ejercita  la  Compañía,  pre- 
tendiendo aficionar  y  enderezar  la  tierna  edad  por  el  camino  de 
la  virtud,  y  que  por  ella  se  encamine  a  la  bienaventuranza  que  es 
su  último  y  felicísimo  fin.  A  esto  se  ordenan  las  Congregaciones 
devotas  que  se  instituyen  de  los  estudiantes  ...  a  eso  mismo  el 
leerse  libros  espirituales;  y  todo  esto  finalmente  se  confirma,  sus- 
tenta y  perfecciona  con  la  frecuencia  de  los  santos  sacramentos . . . 
en  las  capillas  particulares  muy  adornadas  y  aseadas,  que  ordi- 
nariamente tienen,  aparte  de  las  iglesias  públicas,  en  sus  estudios 
para  la  juventud.  Estos  medios  que  ha  enseñado  e  inspirado  Dios 
a  los  maestros  de  la  Compañía,  bien  se  ve  que  los  seglares  no 
tienen  comodidad  para  poderlos  ejercitar."  En  el  capítulo  XIII, 
hablando  de  los  que  se  practicaban  en  el  Colegio  de  San  Ildefonso, 
menciona  también  las  pláticas  espirituales  que  se  hacían  los  do- 
mingos a  los  de  la  Congregación  de  la  Virgen,  y  los  días  señala- 
dos para  la  confesión  y  comunión,  cuya  frecuencia,  dice:  "aunque 
no  les  obliga  más  que  cada  mes,  pero  el  fervor  y  devoción  de  mu- 
chos no  se  contenta  con  esto,  sino  que  los  frecuentan  de  ocho  en 
ocho  días."  Vuelve  a  recordar  que  los  jesuítas  no  se  mueven  por 
interés  temporal  para  sufrir  un  tan  continuo  cuidado  y  trabajo,  y 
concluye  así:  "Fuera  de  las  calidades  y  ejercicios  virtuosos  y  no- 
bles en  que  se  cría  la  juventud  en  nuestros  colegios,  concurren  otras 
notablemente  provechosas  a  esa  edad ...  la  compañía  virtuosa  de 
los  que  tienen  delante  le  incita  a  la  virtud.  Si  hay  algún  díscolo  o 
tocado  de  enfermedad  (moral)  contagiosa  o  viciosa,  luego  es  expe- 
lido de  la  comunidad.  Tiene  sus  entretenimientos  honestos  con  aque- 
llos que  son  de  una  misma  edad  y  ejercicios,  y  todo  ayuda  a  la  ale- 
gría con  que  la  noble  juventud  pide  criarse,  como  se  lo  encarga  a  los 
padres  carnales  el  apóstol  San  Pablo,  que  tuvo  grande  cuenta  con 
la  juventud  cristiana,  que  es  el  plantel  de  la  Iglesia  (y  del  Estado) 
exhoilando  a  los  padres  que  no  afligiesen  ni  les  diesen  ocasión  de 
amargura  y  enojo  a  los  hijos.  Y  porque  no  entendiesen  que  les  pro- 
hibía el  castigo  cuando  fuese  menester,  declara  luego  la  calidad 
con  que  se  ha  de  aplicar  diciendo:  "Ediccate  illos  in  disciplina,  et 
correctione  Domini."  Este  consejo  de  San  Pablo  procuran  guardar 
nuestros  religiosos  en  los  colegios  seminarios  cuando  se  ofrece  ha- 
ber necesidad  de  corrección  y  castigo,  que  aun  en  las  comunidades 


160       INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

más  santas  es  necesario  algunas  veces,  cuánto  más  en  una  edad  de 
suyo  alentada,  libre  y  bulliciosa.  Pero  al  fin  es  gobernada  por  reli- 
giosos a  quienes  Dios  por  particular  título  se  la  tiene  encomendada, 
y  con  él  es  sei'vido  de  dar  su  divina  gracia  para  criarla  en  virtud  y 
letras ;  y  si  éstas  no  las  hermanara  la  Compañía  con  el  santo  temor 
de  Dios  y  jugo  de  la  devoción  que  procura  imprimir  en  esta  tierna 
edad,  poco  logro  tuvieran  sus  trabajos." 

Este  modo  tan  tranquilo,  tan  natural  y  tan  cristiano  de  pen- 
sar sobre  los  problemas  de  la  educación,  era  el  de  nuestros  maes- 
tros del  siglo  XVIII  según  de  sus  cartas  y  relaciones  se  puede 
colegir. 

Esas  congregaciones  de  la  Santísima  Virgen  a  que  Rivas  se 
refiere,  que  venían  a  ser  como  el  alma  de  los  colegios  y  el  más  po- 
deroso resorte  educativo,  seguían  al  estudiante  por  toda  la  vida; 
más  que  centros  de  alumnos  llegaron  a  serlo  de  exalumnos  que  eran 
sencillamente  los  prohombres  y  jefes  de  familia  en  cada  ciudad. 
Fiesta  de  la  congregación  jesuítica  de  la  Santísima  Virgen,  equi- 
valía a  poner  en  movimiento  y  entusiasmo  a  lo  mejor  de  la  pobla- 
ción, togados,  caballeros,  sacerdotes,  etc.,  y  por  ende  a  sus  familias, 
servidumbre  y  allegados.  He  aquí  como  nos  describe  el  fidedigno 
Castro  Santana,  uno  de  los  actos  reglamentarios  de  la  Congrega- 
ción verificado  en  la  mañana  del  22  de  febrero  de  1756.  "La  muy 
ilustre  Congregación  de  la  Purísima,  sita  en  el  Colegio  de  San  Pe- 
dro y  San  Pablo,  dio  la  anual  comida  magna  a  más  de  trescientos 
reos  en  las  tres  cárceles :  de  corte,  de  ciudad  y  arzobispal,  saliendo 
de  dicho  colegio  su  comunidad,  congregantes,  eclesiásticos  y  secu- 
lares, que  se  componen  de  la  nobleza  y  comercio,  precedidos  de  su 
prefecto,  R.  P.  Dr.  y  Maestro  Juan  Antonio  Oviedo,  todos  con  ár- 
ganas y  canastillas  en  que  llevaban  fruta,  pan,  panochas,  bizcochos, 
puros,  y  detrás  cantidad  de  indios  cargadores  con  ollas  y  peroles  de 
diversidad  de  viandas,  que  se  ministró  a  dichos  reos  con  abundan- 
cia, dándoles  después  en  reales  lo  que  se  colecta  en  aquel  día  por 
los  regidores  congregantes ;  practícase  dos  veces  cada  mes  el  llevar 
a  los  hospitales  y  casas  de  dementes,  por  las  tardes,  de  cenar,  y 
cada  año  de  vestir,  todo  lo  necesario  a  los  referidos  dementes, 
cuyo  número  siempre  pasa  de  200,  debiéndose  todo  este  beneficio 
a  las  imposiciones  que  para  ello  han  hecho  muchos  de  sus  congre- 
gantes vivos  y  difuntos." 

Si  de  la  educación  pasamos  a  la  mera  instrucción  o  enseñanza 
de  las  letras  y  ciencias,  parécenos  poder  decir  con  toda  certeza 


C.  VI.  compañía  de  jesús  161 

que  la  Compañía  ganó  en  este  siglo.  Por  solo  encontrarse  en  la  pro- 
vincia mexicana,  hombres  de  la  talla  de  Alegre,  Clavijero,  Mañero 
Landívar,  etc.,  se  puede  inferir  que  había  mejor  formación  y  ho- 
rizontes nuevos,  aunque  eso  sí,  dentro  de  los  moldes  antiguos  de 
las  letras  clásicas  greco  latinas,  y  de  la  filosofía  aristotélica.  Co- 
natos hubo  de  reformas  en  la  enseñanza  de  acuerdo  con  lo  que  ya 
desde  entonces  empezó  a  llamarse  filosofía  experimental;  pero 
pronto  se  encargaron  desde  la  curia  generalicia  de  encauzar  estas 
tendencias  en  los  principios  aristotélicos  "como  hasta  aquí  lo  han 
hecho  los  más  (escribía  el  P.  Visconti)  ni  parece  hay  causa  o  mo- 
tivo alguno  para  declinarlo,  y  aunque  a  alguno  le  pareciere  lo  con- 
trario, en  los  hijos  de  la  Compañía  que  profesan  exacta  obediencia, 
debe  pesar  por  causa  muy  suficiente  el  saber  que  así  lo  creen  y 
ordenan  los  superiores."  En  cuanto  al  método,  añadía  el  mismo 
general,  "en  estas  cuestiones  y  controversias  de  la  física  experi- 
mental se  conserve  y  retenga  el  método  silogístico"  (9). 

No  falta  quien  inculpe  a  la  Compañía  de  haber  anulado  a  sus 
propios  escritores,  y  bastó,  dicen,  que  éstos  se  vieran  libres  en  Bo- 
lonia para  producir  obras  tas  egregias.  Con  mejor  espíritu  y  aten- 
diendo más  a  las  realidades;  se  puede  asegurar  que  la  Compañía 
alienta  y  apoya  a  sus  escritores  cuanto  le  es  dable;  pero  muchas 
veces  pasa  que  ella  y  ellos  con  laudable  y  noble  acto,  tienen  que  sa- 
crificar a  uno  o  varios  escritores  y  prescindir  de  sus  posibles  triun- 
fos para  atender,  sin  gloria  humana,  a  una  docena  de  muchachos 
en  quienes  todo  brilla,  menos  el  agradecimiento. 

Debió  haber  quejas  fundadas  por  parte  de  los  profesores,  res- 
pecto al  poco  estímulo  y  apoyo  que  les  dieron  algunos  de  nuestros 
rectores,  puesto  que  el  citado  general,  P.  Visconti,  no  dudó  de  es- 
cribir a  éstos  por  medio  del  provincial :  "que  se  provea  y  adminis- 
tre a  los  maestros  de  lo  necesario,  así  para  aprender  como  para 
enseñar,  y  los  rectores  tengan  entendido  y  se  persuadan  que  el  di- 
nero de  los  colegios  se  emplea  muy  bien  en  compy^ar  libros ;  también 
deben  los  rectores  administrar  a  los  maestros  los  premios  que  se 
suelen  repartir  entre  los  discípulos ;  y  que  si  hubieren  de  tener  al- 
guna función,  recitar  alguna  oración  o  dar  al  público  alguna  repre- 
sentación, para  lo  cual  fuere  menester  algún  aparato,  deben  de  bue- 
na gana  hacer  los  gastos  y  no  permitir  de  ninguna  manera  que  los 


(9)     Cartas    Generales   y   Provinciales.    Archivo   del   Museo   Nacional   de 
México. 


162       INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

nuestros,  fuera  de  sus  trabajos,  pongan  algo  suyo.  Importa  mu- 
cho se  vean  a  menudo  estas  funciones  literarias,  así  por  el  bien 
de  la  facultad  como  por  la  fama  y  lustre  de  la  escuela;  y  conviene 
mucho  que  el  rector  con  los  demás  PP.  del  colegio  asistan,  no  tan 
sólo  para  honrar  la  fiesta  con  su  asistencia,  sino  para  ser  testigos 
y  elogiadores  de  aquel  religioso  trabajo. 

"A  los  maestros  no  les  impongan  otros  gravámenes;  bastante 
carga  llevan  con  no  faltar  a  su  ministerio,  ni  les  queda  tiempo 
vaco  para  poder  emplearlo  en  otras  cosas.  Antes  bien  se  les  debe 
aligerar  y  aliviar  el  trabajo  que  ciertamente  es  ímprobo  y  apenas 
tolerable,  para  que  no  lleguen  a  fatigar  en  demasía  y  quebrantar 
su  salud.  Debe  dárseles  algún  alivio  con  que  recobren  el  ánimo, 
concediéndoseles  algunas  vacaciones  a  tiempo,  a  los  más  solícitos 
y  diligentes  en  su  empleo,  y  deben  ser  tratados  con  mayor  benig- 
nidad; y  a  los  que  fueren  remisos  procúrese  estimularlos  al  tra- 
bajo y  a  las  obligaciones  de  su  oficio." 

*      * 

Nada  desmerecieron  los  jesuítas  del  siglo  XVIII  en  el  incan- 
sable y  extenso  ejercicio  de  sus  ministerios  sacerdotales,  crecían 
o  mejor  dicho,  se  agigantaban  sus  labores  misionales  en  el  norte 
de  la  Nueva  España,  como  en  su  lugar  veremos;  eran  además  so- 
licitados por  casi  todos  los  obispos  para  misiones  volantes  en  las 
villas  y  ciudades  de  la  parte  civilizada  de  nuestro  país;  solamente 
lo  que  en  esta  materia  ha  llegado  escrito  hasta  nosotros,  daría  mar- 
gen a  una  historia  de  por  sí,  y  tópicos  más  que  abundantes  para 
nuestros  literatos  anecdotistas,  si  no  les  resultara  como  está  pasan- 
do, más  cómodo  y  sencillo  inventar  sandeces  dizque  nacionales,  que 
leer  manuscritos  antiguos  para  encontrar  verdades  históricas. 

Dos  variantes  ofrecieron  los  ministerios  de  los  jesuítas  en  este 
siglo;  primeramente:  su  ascética,  su  predicación,  y  en  una  palabra 
su  vida,  empezada  ya  a  impregnarse  de  la  preciosísima  devoción 
al  Sagrado  Corazón  de  Jesús,  en  la  que,  como  es  sabido,  siempre 
desde  que  apareció  en  el  mundo  cristiano,  se  han  distinguido  los 
buenos  hijos  de  la  Compañía.  Aparte  de  la  reimpresión  de  libros 
europeos  dedicados  a  la  explicación  o  propaganda  de  tan  amable 
devoción,  se  imprimieron  aquí  otras  diecinueve  obras  sobre  el 
mismo  asunto  de  que  nosotros  tenemos  noticia.  Fué  la  primera  en 
1732  la  del  P.  Antonio  de  Mora  natural  de  Puebla  de  los  Angeles 


C.  VI.  LA  compañía  de  JESÚS  163 

de  quien  dice  el  enadito  Beristáin:  "Fué  Rector  del  Colegio  Máxi- 
mo de  esta  Corte;  sujeto  en  quien  no  sólo  concurrieron  las  señala- 
das prendas  de  gran  literatura  en  la  Escholastica  y  Moral,  y  con 
muchas  ventajas  en  la  teología  Mística,  sino  también  las  de  vir- 
tud y  discreción  para  el  gobierno  de  sus  hijos  espirituales,  a  quie- 
nes incansable  y  suavemente  dirigía  todos  los  ratos  que  a  sus  in- 
dispensables distribuciones  usurpaba:  diósele  sepultura  haciendo 
sus  oficios  los  RR.  PP.  dominicos  a  quienes  asistieron  otros  mu- 
chos de  las  demás  Comunidades."  El  libro  del  P.  Mora  se  intitula: 
"Devoto  culto,  que  debe  dar  el  Christiano  a  el  Sagrado  Corazón  de 
Christo  Dios  y  Hombre.  Sacado  del  libro  que  de  este  argumento 
escribió  en  Roma  y  dedicó  a  nuestro  Muy  Santo  P.  Benedicto  Dé- 
cimo tercio  el  R.  P.  Joseph  de  Gallifet  de  la  Compañía  de  Jesús, 
Asistente  de  la  provincia  de  Francia. 

Como  popular  y  útil,  fuélo  más,  un  librito  llamado  "Día  fe- 
liz en  obsequio  del  amoroso  Corazón  de  Cristo  Jesús"  que  en  1755 
publicaba  el  P.  Francisco  Javier  Lazcano,  hijo  también  de  la  pia- 
dosa Angelópolis  donde  nació  en  1702  y  entró  en  la  Compañía  a  los 
quince  años  de  su  edad.  Fué  uno  de  los  jesuítas  más  movidos,  más 
populares  y  ardientes  que  tuvo  la  orden  en  el  siglo  XVIII ;  deján- 
donos innumerables  folletos,  sermones  y  biografías  con  que  conti- 
nuamente tenía  ocupadas  las  prensas.  Murió  en  México  en 
1772   (10). 

En  los  años  de  1755  y  siguientes  el  buen  Castro  Santana  nos 
dejó  consignadas  las  siguientes  consoladoras  noticias:  "El  6  de  Ju- 
nio se  celebró  en  distintas  iglesias  de  esta  capital  la  festividad  del 
Divino  Corazón  de  Jesús,  cuya  devoción  se  ha  difundido  por  todo  el 
reino."  Y  en  1756,  "la  tierna  devoción  del  Divino  Corazón  de  Jesús 
se  ha  extendido  con  gran  fervor  en  esta  ciudad,  y  en  las  más  de  sus 
iglesias  se  celebró  hoy  25  del  que  corre,  y  por  dotación,  en  la  de  re- 
ligiosas descalzas  nuevas,  manifiesto  el  Divinísimo  Sacramento, 
con  jubileo,  siendo  orador  el  R.  P.  M.  José  del  Castillo,  de  la  Sa- 
grada Compañía  de  Jesús;  y  en  su  colegio  real  de  San  Ildefonso 
se  halla  fundada  con  autoridad  apostólica,  congi'egación  en  que 
se  tributan  continuos  y  reverentes  cultos." 


(10)  La  descripción  de  las  obras  sobre  el  Sagrado  Corazón  a  que  nos 
referimos,  pueden  verse  en  "La  Imprenta  en  México,"  de  Don  Toribio  Medina, 
bajo  los  números  3247,  3340,  3421,  4329,  3681,  3863,  3942,  3962,  4143,  4254, 
4258,  4360,  4538,  4540,  5067,  5630,  5778,  7291. 


164       INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 


La  otra  nueva  poderosísima  arma  que  empezaron  a  esgrimir 
los  jesuítas  de  una  manera  ya  metodizada  y  en  regla,  fué  la  de  dar 
tandas  de  ejercicios  espirituales  de  encierro  y  en  casa  especial  para 
ello,  a  los  seglares;  antes  de  hacer  la  historia  de  la  casa  se  nos 
ocurre  reprochar  a  aquellos  buenos  hermanos  de  la  antigua  pro- 
vincia mexicana:  Tuvieron  que  aguardar  dos  siglos  para  fundar 
una  institución  tan  suya  por  una  parte,  tan  trascendental  y  tan 
necesaria  por  otra.  ¿No  habían  caído  en  la  cuenta  de  la  diferen- 
cia tan  grande  que  hay  entre  quienes  han  hecho  ejercicios  y  los 
que  no  han  pasado  por  ellos?  ¿No  sabían  que  los  ejercicios  son  el 
alma  de  su  propio  instituto  y  la  razón  de  ser  de  todas  las  ener- 
gías que  caracterizan  a  su  orden? 

En  el  mismo  sitio  donde  hoy  está  el  flamante  edificio  del 
Ministerio  de  Comunicaciones  en  la  ciudad  de  México,  estuvo  des- 
de el  primer  tercio  del  siglo  XVII  el  noviciado  que  fundara  D. 
Andrés  de  Cai^ajal;  en  esta  misma  casa,  como  arriba  escribimos, 
empezaron  a  darse  las  primeras  tandas  desde  por  los  años  de  1665 
en  que  apareció  la  edición  mexicana  más  antigua  que  conocemos 
del  precioso  librito  "Ejercicios  Espirituales  de  San  Ignacio."  Mas 
lo  que  propiamente  fué  la  casa  de  ejercicios  con  el  nombre  de  Ara 
Coeli,  comenzóse  por  influencias  de  los  jesuítas  el  año  de  1717  con 
donaciones  particulares.  Lo  que  los  padres  consideraron  como  la 
piedra  fundamental  de  la  casa,  fué  un  legado  de  diez  mil  pesos 
que  con  ese  destino  dejó  el  marqués  de  Villa  Puente,  aumentados 
con  otros  diez  mil  pesos  que  en  otro  legado  dejó  para  el  mismo  fin 
el  Lie.  D,  Juan  Antonio  Velázquez  y  Mena;  y  con  casi  otro  tanto 
que  el  P.  Agustín  de  Jáuregui,  albacea  de  éste,  aumentó  del  re- 
manente de  los  bienes  para  lo  que  tenía  libertad. 

El  pensamiento  de  fundar  una  casa  para  dar  los  Ejercicios 
dispuestos  por  San  Ignacio  de  Loyola,  fué  del  P.  Matías  Blanco,  y 
aunque  promovió  eficazmente  su  fundación,  no  pudo  lograrla,  pues 
murió  sin  verla  ni  aun  comenzar;  la  semilla  sin  embargo,  fructificó 
cultivada  por  la  mano  del  P.  Cristóbal  Escobar  y  Llamas,  natural 
de  Tingüindín,  diócesis  de  Michoacán,  rector  del  colegio  y  maes- 
tro de  arquitectura,  que  fué  quien  lo  construyó,  comenzando  la 
obra  el  año  1751  con  sólo  los  diez  mil  pesos  del  marqués  de  Villa- 
puente  (11). 


(11)     El  P.  Cristóbal  Escobar  y  Llamas  profesó  el  Instituto  de  la  Com- 


San   Francisco   pintado  por  Murillo. 


C.  VI.  LA  compañía  de  JESÚS  165 

Amplio,  sólido  y  bello  fué  el  edificio  hecho  por  el  P.  Escobar : 
componíase  de  dos  patios  con  la  entrada  por  la  calle  de  la  Estampa 
de  San  Andrés.  Todo  el  primer  piso  era  de  bóveda  en  ambos  pa- 
tios, sobre  columnas  cuadradas,  y  el  piso  segundo  de  terrado. 
Tuvo  dos  capillas  interiores  provistas  de  ornamentos  y  vasos  sa- 
grados suficientes  y  ricos,  con  una  custodia  bellísima;  los  apo- 
sentos de  los  ejercitantes  y  del  P.  Director,  el  refectorio  y  co- 
cina amueblados  con  todo  lo  necesario  para  cada  uno  de  ellos;  el 
edificio  entero  guardaba  total  independencia  del  colegio,  conser- 
vando la  indispensable  comunicación  para  pasar  de  una  casa  a  la 
otra,  por  dos  puertas  interiores. 

Obra  de  tanta  importancia  no  pudo  hacerse  en  poco  tiempo 
ni  con  poco  dinero ;  y  como  las  limosnas  no  eran  muchas  ni  repeti- 
das, la  obra  caminaba  despacio;  mas  al  fin  hubo  de  concluirse  el 
año  1760.  El  día  8  de  diciembre  se  bendijo  la  capilla  principal,  y  al 
año  siguiente  comenzaron  a  darse  tandas  de  Ejercicios,  habiendo 
llegado  el  costo  de  la  casa  a  ciento  cincuenta  mil  pesos.  Los  PP.  de 
la  Compañía  por  gratitud  mandaron  hacer  los  retratos  de  los  dos 
primeros  donantes:  del  marqués  de  Villapuente  y  del  licenciado 
Velázquez  de  tamaño  casi  natural,  en  dos  lienzos  distintos. 

El  marqués  de  Villapuente  no  sólo  dio  para  la  fábrica  mate- 
rial los  diez  mil  pesos  que  dijimos,  sino  que  con  cuatro  mil  más  de- 
jó el  gasto  de  vino  y  cera  para  la  capilla  de  los  Ejercicios;  pero  fal- 
taba dotar  las  tandas:  a  ésto  acudieron  el  obispo  de  Puebla,  D. 
Domingo  Pantaleón  Abreu,  quien  dio  cuatro  mil  pesos  para  alimen- 
to de  los  ejercitantes  en  la  primera  tanda  del  año;  el  capitán  D. 


pañía  de  Jesús  en  Tepotzotlán  a  12  de  enero  de  1716,  después  de  haber  ves- 
tido la  beca  del  Real  Colegio  de  San  Ildefonso  de  México,  y  de  haber  recibido 
en  su  Universidad  los  primeros  grados.  Enseñó  en  su  religión  la  retórica,  la 
fiiosofía  y  la  teología:  fué  rector  del  citado  colegio  y  provincial  de  la  Nueva 
España  en  1743.  Insigne  protector  y  promovedor  de  las  letras,  levantó  nue- 
vamente el  citado  Real  Seminario,  adornando  a  México  con  edificio  cuya 
magnificencia  corresponde  a  la  dignidad  de  las  ciencias  que  en  él  se  cultivan. 
Hizo  nuevo  plan  de  estudios;  aumentó  hasta  trescientos  el  número  de  cole- 
giales; fundó  para  los  más  sobresalientes  teólogos  una  borla  de  doctor,  y 
para  los  canonistas  una  licenciatura;  y  dotó  la  cátedra  del  Maestro  de  las 
sentencias  para  que  la  sirviera  en  la  Universidad  un  alumno  de  dicho  colegio. 
Piadoso  igualmente  hizo  la  casa  de  Ejercicios  espirituales  en  el  de  San  An- 
drés. Murió  con  universal  sentimiento  en  el  pueblo  de  Coatepec  el  año  de  1760, 
dejando  a  más  de  varios  MANUSCRITOS  TEOLÓGICOS,  que  se  conservan 
en  la  Biblioteca  de  la  Universidad  de  México,  DOS  REPRESENTACIONES 
AL  REY,  muy  doctas,  y  las  "NUEVAS  CONSTITUCIONES  Y  REFORMA 
DE  ESTUDIOS  DEL  REAL  COLEGIO  DE  SAN  ILDEFONSO." 


16Ó       INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

Sebastián  de  Aciburu,  que  con  igual  cantidad  dotó  otra,  que  quiso 
iiubiera  en  el  mes  de  octubre  de  cada  año;  la  Sra.  Da.  Josefa  Leo- 
nor de  Recabarren  quien  dio  nueve  mil  pesos  para  que  con  sus  ré- 
ditos se  dieran  tandas  de  Ejercicios  sin  designación  de  ninguna 
especial;  y  por  último  el  Dr.  D.  Martín  José  Migueleña,  que  con 
tres  mil  pesos  dotó  mía  tanda  de  cinco  días,  sin  añadir  nada  a  su 
fundación.  Posible  es  y  aun  muy  probable,  que  el  padre  director  de 
los  Ejercicios,  con  el  fin  de  igualar  y  regularizar  las  tandas  reu- 
niera los  tres  mil  pesos  del  Dr.  Migueleña  a  los  nueve  de  la  Sra. 
Da.  Leonor,  y  con  los  doce  hiciera  tres  tandas,  resultando  de  ello 
que  el  año  del  estreno  de  la  casa  pudieran  darse  cinco,  con  treinta 
personas  cada  una.  Otra  señora  fundó  con  tres  mil  pesos  tandas 
de  cinco  días  para  personas  ocupadas. 

Estos  cinco  principales  bienhechores  fueron  considerados  siem- 
pre como  fundadores :  el  primero  de  la  casa,  los  otros  cuatro  de  los 
Ejercicios;  más  tarde  con  la  cooperación  de  algunos  devotos,  se 
aumentó  el  número  de  tandas  anuales  hasta  diez  y  también  el  de 
los  ejercitantes.  En  esta  conformidad  continuó  la  casa  hasta  la  me- 
morable expulsión  de  los  jesuítas,  que  si  más  dilata  la  encuentra 
con  mayores  dimensiones,  pues  en  esos  días  la  estaban  acrecen- 
tando dos  piadosos  bienhechores  en  un  solar  que  a  ese  fin  compra- 
ron en  la  calle  de  la  Estampa  de  San  Andrés,  al  poniente  de  la  ca- 
sa. Después  de  la  extinción  de  la  Compañía  pasó  a  ser  Hospital  de 
San  Andrés,  que  todavía  alcanzamos  en  nuestra  niñez  (12). 

A  mediados  del  siglo,  hacer  los  Ejercicios  espirituales  en  San 
Andrés  era  punto  de  que  se  preciaban  los  más  distinguidos  y  cris- 
tianos personajes  de  la  Capital;  bajo  la  fecha  6  de  setiembre  de 
1755  nos  dice  el  tantas  veces  citado  diario  de  Castro  Santana:  "El 
limo,  señor  arzobispo  de  esta  metrópoli  concluyó  los  ejercicios  que, 
con  doce  familiares  y  otros  varios  sujetos  tomó  por  espacio  de 
ocho  días  en  la  santa  casa  de  Araceli,  del  Colegio  de  San  Andrés, 
de  la  sagrada  Compañía  de  Jesús,  habiendo  ejemplarizado  a  todos 
los  que  concurrieron  a  ellos  el  modo  con  que  dicho  Sr.  se  portó,  si- 
guiendo todos  los  actos  y  ejercicios  en  el  modo  que  pudiera  hacerlo 
el  más  pobre  individuo,  no  permitiendo  se  le  diese  el  trato  corres- 
pondiente a  su  dignidad :  dio  dichos  ejercicios  el  R.  P.  José  Carrillo 


(12)  De  noticias  tomadas  por  D.  José  Marroquí  de  un  estado  de  la  Con- 
taduría General  de  Temporalidades,  hecho  en  México  el  año  de  1779.  Archivo 
General  de  la  Nación.    Temporalidades,  año  citado. 


C.  VI.  LA  compañía  de  JESÚS  167 

Altamirano  de  dicha  sagrada  Compañía  y  director  de  la  expre- 
sada casa ;"  y  al  mes  siguiente  se  concluyó  una  tanda  de  ejercicios 
en  la  santa  casa  de  Araceli  del  colegio  de  San  Andrés,  de  la  sagrada 
Compañía  de  Jesús,  en  la  que  fué  uno  de  los  ejercitantes  el  Sr.  co- 
ronel D.  Juan  Vicente  Güemez  y  Horcasitas,  primogénito  de  la  casa 
de  S.  E.  el  Sr.  virrey. 

En  1752  (dice  el  Diario)  "Su  lima,  mandó  fijar  edicto  para 
que  todos  los  clérigos  de  este  Arzobispado  que  quisieren  tener  ejer- 
cicios ocurran  a  la  casa  de  ellos  que  se  fabricó  en  el  Colegio  de  San 
Andrés  de  la  sagrada  Compañía  de  Jesús  de  esta  corte  siendo  del 
cargo  de  S.  S.  lima,  la  manutención  de  todos  los  que  fueren."  ¡  Estos 
son  edictos! 


La  Compañía  de  Jesús  era  un  cuadro  de  luces,  pero  también 
con  sombras.  De  éstas  tenemos  que  hablar ;  aunque  sean  como  algu- 
nas lo  fueron  muy  espesas;  y  ciertamente  no  alabamos  a  antiguos 
historiadores  por  habérselas  callado. 

Después  de  afirmar  el  Padre  Astráin  en  su  egregia  Historia 
de  la  Compañía  de  Jesús,  que  floreció  la  observancia  regular  en  la 
provincia  de  México,  laméntase  de  no  poseer  los  documentos  cuales 
son' las  cartas  de  los  generales,  avisos  de  visitadores,  etc.,  en  que 
se  reflejan  de  ordinario  la  vida  real  de  la  provincia;  y  otros  suce- 
sos y  rasgos  que  al  mismo  tiempo  que  noticias  contienen  no  pocas 
y  saludables  enseñanzas.  Reunidos  y  auténticos,  nosotros  hemos  en- 
contrado documentos  en  abundancia,  principalmente  de  generales 
y  provincias  de  que  copiamos  no  pocos  fragmentos  relativos  a  los 
defectos,  de  la  misma  manera  y  con  los  mismos  sanos  fines,  que 
lo  hicimos  en  el  volumen  anterior  a  éste. 

En  general  estos  papeles  acusan  satisfacción  de  parte  de  los 
generales,  aunque  explícitamente,  lo  que  más  se  hace  resaltar,  son 
los  defectos,  tanto  porque  eran  más  raros  que  las  virtudes,  cuanto 
porque  el  fin  práctico  de  las  cartas  era  suprimirlos  y  castigarlos. 

De  intolerable  abuso  califica  el  P.  Miguel  Ángel  Tamburini  "el 
de  tanta  multitud  de  criados  que  se  permiten  en  las  casas  y  colegios, 
no  para  todos  en  común,  sino  para  servar  a  cada  uno  en  particular, 
sin  reparar  en  los  gravísimos  inconvenientes  que  de  tan  perni- 
cioso abuso  se  pueden  temer:  la  desedificación  y  aun  escándalo  de 
ver  a  unos  hombres,  obligados  por  su  instituto  a  servir  a  todos, 


168       INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  0RGANIZA1>A 

metidos  a  muy  señores  y  caballeros,  servidos  de  pajes  como  lo  po- 
día hacer  un  seglar  que  no  tiene  las  leyes  particulares  de  humildad 
a  que  está  obligado  un  religioso.  ¿Sirven  estos  criados  de  balde? 
tengo  por  cierto  que  no,  y  según  eso,  ¿de  dónde  sale  el  estipendio 
que  se  les  paga?  Entre  tantos  testigos  de  acciones  domésticas,  cuán- 
tos chismes,  cuántas  murmuraciones,  cuántos  embustes  no  se  es- 
parcirán entre  ellos  sobre  el  modo  de  proceder  de  los  padres.  No 
puedo  persuadirme  que  los  padres  naturales  de  los  muchachos  sir- 
vientes no  estén  disgustados,  viendo  que  sus  hijos  están  uno  y  otro 
año  ocupados  en  servir  sin  hacer  adelantamiento  en  algún  oficio. 
Ordeno  que  sin  réplica  ni  demora  alguna  se  despidan  los  criados 
particulares  sin  respeto  ni  atención  a  graduación,  canas  y  achaques ; 
si  algún  padre  necesita  quien  lo  ayude,  para  eso  son  los  hermanos 
coadjutores.  Ordeno  asimismo  a  todos  los  superiores  locales  que 
no  consientan  entrar  a  nadie  en  los  aposentos  si  tuvieren  aun  la 
más  remota  sospecha  de  que  los  que  entran  en  ellos  van  a  barrerlos, 
hacer  cama,  llevar  agua,  lumbre,  etc.,  y  si  hallaren  o  supieren  de 
alguno  que  así  se  deja  servir,  le  den  luego  al  punto  una  pública  pe- 
nitencia, la  cual  se  agravará  si  la  culpa  se  repitiere.  Pero  no  por  lo 
dicho  se  quita  que  haya  número  proporcionado,  según  estilo  y  cos- 
tumbre, para  servir  en  la  sacristía,  ropería  y  cocina  y  otras  ofici- 
nas de  comunidad"  (13). 

El  mismo  Prepósito  General  se  quejaba  refiriéndose  a  México 
de  que  cuando  un  sujeto  se  muda  de  un  colegio  a  otro,  por  no  haber 
vestuario  competente  en  el  colegio  de  donde  sale,  se  le  entrega  el 
dinero  correspondiente  para  que  él  se  vista  a  su  modo,  que  es  cosa 
indigna  y  ocasión  de  faltas  contra  el  voto  de  la  pobreza.  También 
se  me  avisa  (continúa)  de  otro  desorden  particular  en  orden  a  re- 
cibir algún  estipendio  de  misas  si  no  en  dinero,  a  lo  menos  en  otros 
donecillos  correspondientes. 

Reprensiones  de  otros  órdenes  fueron  viniendo  sucesivamente 
como  son  los  que  se  siguen :  "es  muy  ajeno  a  nuestro  modo  de  vida 
el  asistir  a  funciones  profanas  de  comedias,  entremeses  y  otras  se- 
mejantes, en  lo  que  parece  no  se  ha  reparado  en  México,  o  por  lo 
menos  ha  sido  nimia  la  condescendencia  de  los  superiores  que  no 
han  hallado  palabras  de  cortesía  y  modestia  con  que  excusarse  de 
los  convites  que  tal  vez  hacen  los  Señores  Virreyes  a  semejantes 
funciones.  También  oigo  que  hay  facilidad  en  admitir  convites  para 


(13)     Carta  de  16  de  Noviembre  de  1717. 


C.  VI.  LA  compañía  de  JESÚS  169 

procesiones  públicas  de  las  cuales  por  nuestros  privilegios  estamos 
exceptuados." 

Las  órdenes  y  encargos  sobre  el  uso  del  tabaco  se  siguieron  re- 
pitiendo por  parte  de  varios  PP.  Generales;  por  eso  el  P.  Provin- 
cial Alejandro  Romano  lanzó,  comentando  una  carta  generalicia  las 
siguientes  frases:  "ya  es  materia  aquesta  que  nos  debe  llenar  de 
corrimiento  y  vergüenza  pues  ha  dado  margen  un  vicio  por  sí  tan 
asqueroso,  a  que  nos  vengan  de  Roma  tantas  órdenes,  con  fin  de  su 
remedio,  cuantos  son  los  despachos  que  de  allá  han  venido  para  es- 
ta nuestra  Provincia,  desde  que  el  dicho  vicio  contra  el  decoro  de 
ella  y  de  sus  antiguos  religiosos  estilos  se  llora  introducida,  para 
ofensión  y  asco  de  casi  todos.  El  Rector  vele  con  eficacia  en  orden 
a  desterrarlo  imponiendo  para  ello  la  penitencia  conveniente"  (14). 

Pasáronse  también  avisos  sobre  el  abuso  de  andar  en  coche, 
"permitiéndose  sin  embargo  que  alguna  vez  o  por  causa  de  ir  a  al- 
gún lugar  de  recreación  distante  de  la  Ciudad,  o  por  razón  de  algu- 
na urbanidad,  que  no  desdiga  de  la  modestia,  se  salga  una  o  dos 
leguas.  Por  las  calles  especialmente  en  México  y  en  la  Puebla, 
(donde  es  más  frecuente  este  desorden)  prohibo  enteramente  este 
abuso  a  todos  los  hermanos  coadjutores  y  estudiantes,  como  a  todos 
los  padres  que  no  pasaren  de  treinta  años."  Más  tarde  se  modificó 
un  poco  la  orden  permitiendo  Su  Paternidad,  "que  el  Provincial  use 
en  sus  visitas  de  calesa  de  dos  ruedas,  pero  no  podía  usar  ni  coches 
ni  forlones." 

Hubo  en  el  primer  tercio  del  siglo  una  acusación  que  formula- 
ron al  padre  general  y  él  devolvió  en  los  siguientes  términos: 
"Oigo  que  los  Padres  que  cuidan  de  las  Congregaciones,  se  van  sa- 
liendo con  algunas  exenciones  y  privilegios,  como  es  eximirse  de 
algunas  cargas  y  ministerios  comunes  a  todos  los  operarios;  no  es 
razón  permitírselas  sino  intimárselas  con  toda  expresión,  etc."  Al 
intimar  esta  frase  el  P.  provincial  del  general  a  los  rectores,  hace 
la  siguiente  advertencia  :"antes  de  pasar  a  otra  cosa  quiero  dejar 
prevenido  a  V.  R.  lo  que  con  el  parecer  de  los  PP.  Consultores  he 
determinado  explicar  acerca  de  la  inteligencia  (del  aviso  del  P. 
general),  y  es  que,  haciendo  la  debida  distinción  entre  unos  y  otros, 
Prefectos  de  Congregaciones,  de  ningún  modo  se  debe  inmutar  la 
práctica  asentada  que  tienen  aquellos  prefectos  cuyas  Congrega- 


(14)      Carta  fechada  en  México  el  15  de  Febrero  de  1719. 


170        INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

ciones  piden  función  de  pulpito  cada  ocho  días,  que  es  del  todo  cier- 
to que  juntas  éstas  con  diversas  asistencias  al  confesonario  que  di- 
chos PP.  tienen,  trabajan  más  en  nuestros  ministerios  que  el  más 
afanado  operario;  por  donde  estando  a  la  mente  de  dicho  orden, 
digo  que  en  todo  su  rigor  debe  comprender  y  comprende  a  aquellos 
Prefectos  que  dan  pleno  cumplimiento  al  cargo  de  tales  con  un  ser- 
món y  plática  cada  mes." 

En  1723  escribían  de  Roma:  "la  casa  Profesa  está  reducida  a 
una  Parroquia  de  muchas  misas  cantadas  que  turban  el  ministerio 
de  confesar,  y  lo  peor  es  que  se  hacen  estas  funciones  sin  tener  fon- 
dos para  ellas,  gravando  a  los  seglares  con  pedirles  limosnas  y  ser- 
les molestísimo  ésto  que  tan  ajeno  es  de  nuestro  Instituto.  Quítese." 

La  indiscreción  de  algunos  en  publicar  defectos  de  sus  herma- 
nos y  superiores;  la  remisión  o  descuido  en  los  ejercicios  espiritua- 
les; ia  exquisitez  de  ciertos  reverendos  para  sus  comidas,  que  ha- 
bían de  ser  traídas  de  fuera  de  casa  y  condimentadas  por  monjas; 
merecieron  sus  respectivos  avisos  y  penitencias.  Vino  en  cambio, 
facultad  a  los  provinciales  en  1735  para  conceder  "el  uso  de  re- 
lojes de  ruedas  por  justas  causas,  pero  con  calidad  que  su  precio  sea 
moderado  y  con  la  debida  edificación  y  ocultamente,  y  lo  tengan  en 
poder  del  superior  cuando  su  uso  no  fuere  necesario,  por  razón  de 
hacer  camino  u  otra  cosa  semejante." 

El  citado  Padre  Retz  da  dos  graves  amonestaciones  que  debe- 
mos dar  a  conocer:  la  primera  se  debió  al  justo  temor  que  infun- 
dieron en  los  superiores  las  caídas  de  algunos  sujetos,  padres  y  her- 
manos, que  claro  está,  fueron  inmediatamente  despedidos  de  la 
Compañía.  Para  preservar,  pues,  a  los  demás  escribía,  "que  se  tu- 
viese especial  vigilancia  sobre  el  exceso  de  visitar  mujeres,  darles 
]íx  mano,  sentarse  en  los  cojines  del  estrado,  rezar  con  ellas  y  otras 
semejantes  llanezas,  indignas  de  un  jesuíta,  y  que  aun  en  los  segla- 
res deben  ser  reprendidas.  En  ésto,  termina  el  General,  deseo  muy 
de  veras  el  remedio  sin  desistir  hasta  extirpar  semejantes  abusos." 

El  segundo  aviso,  rarísimo,  es  como  sigue :  "No  creyera  que  la 
omisión  y  descuido  con  los  enfermos  hubiese  llegado  a  tal  estado  en 
esa  Provincia,  que  si  los  enfermos  no  son  Superiores,  llegan  a  que- 
dar como  abandonados,  viéndose  obligados  muchas  veces  a  pedir  o 
mendigar  de  fuera  la  comida  y  medicinas;  mas  son  tantos  los  la- 
mentos que  sobre  esto  se  me  hacen  y  de  tanta  autoridad  que  me 
hace  creíble  ser  grande  la  omisión  de  los  Superiores  con  los  enfer- 


C.  VI.  LA  COMPAÑÍA  DE  JESÚS  171 

mos,  poca  su  caridad  y  muy  necesaria  la  vigilancia  y  celo  del  Pro- 
vincial a  dar  pronto  y  eficaz  remedio,  amonestando  y  reprendiendo 
muy  seriamente  a  los  Superiores  que  en  esto  faltasen,  y  significán- 
doles mi  voluntad  y  deseo  de  su  enmienda  y  que  procedan  conforme 
al  espíritu  de  la  Compañía  y  a  los  ejemplos  que  en  esta  materia  nos 
dejó  N.  P.  San  Ignacio,  y  cuando  así  amonestados,  prosiguiesen  en 
su  omisión,  basta  esta  falta  para  no  ponerlos  jamás  a  gobierno  al- 
guno, y  aun  para  deponerlos." 

De  los  desacuerdos  que  hubo  en  el  siglo  XVII  entre  jesuítas 
criollos  y  extranjeros,  parece  que  en  este  que  historiamos  tuvo  no- 
table enmienda,  y  sólo  descubrimos  asomos  de  ellos  en  ciertas  fra- 
ses acá  y  acullá  escapadas  a  algún  misionero  (15). 

* 
*       * 

La  sombra  muy  detisa  a  que  nos  referimos,  que  aparece  en 
nuestro  siglo  XVIII,  es  la  del  tristemente  célebre  asesinato  del  P. 
Nicolás  Segura,  prepósito  de  la  casa  profesa  de  México,  perpetrado 
la  noche  del  7  al  8  de  marzo  de  1743  por  el  hermano  coadjutor  de 
la  m4sma  casa,  José  Villaseñor. 

Claro  es  que  este  asesinato,  único  en  la  historia,  cometido  por 
un  jesuíta,  nada  quita  ni  pone  en  la  fama  de  la  orden.  Pero  cier- 
tamente indica  flojedad  punible  en  determinados  superiores,  el 
haber  retenido  contra  toda  la  costumbre  de  la  Compañía  a  un  hom- 
bre de  los  antecedentes  que  contra  el  asesino  vinieron  a  resultar  en 
el  proceso,  antecedentes  que  un  buen  superior  ya  debía  tener  desde 
antes,  muy  bien  conocidos. 


No  queremos  terminar  este  capítulo  sin  tocar  un  punto  que  to- 
das las  medianías  ven  como  algo  esencial  de  la  Compañía  de  Jesús : 
sus  riquezas.  Ciñéndonos  a  la  provincia  de  México  y  al  siglo  XVIII 
hay  que  asentar  que  era  una  provincia  bien  acomodada  y  hasta  ri- 
ca, o  hablando  con  más  precisión,  era  una  provincia  donde  había 
casas  ricas.  Así  lo  escribía  con  toda  sinceridad  el  padre  Ceballos, 


(15)     Archivo  General  de  la  Nación.  Sección  de  Historia,  número  333. 


172       INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

provincial,  en  toda  intimidad  al  P.  Jaime  Torres :  "Es  mucho  lo  que 
se  exagera  nuestra  opulencia;  lo  cierto  es  que  sólo  tres  colegios  de 
la  Provincia  están  ricos.  Otros  tienen  lo  preciso,  muchos  están  car- 
gados de  censos,  deudas,  y  en  gran  necesidad  y  éstos,  serán  diez  a 
lo  menos"  (17). 

Existen  es  cierto,  varias  listas  de  haciendas  tenidas  como  pro- 
piedad de  la  Compañía  de  Jesús.  Sobre  ellas  debemos  hacer  las  si- 
guientes observaciones:  Primera;  algunas  de  tales  listas  están  he- 
chas por  enemigos  de  antaño  y  de  hogaño  o  con  el  fin  de  exagerar 
tendenciosamente  o  con  el  fin  de  hacerse  más  fácilmente  dueños  de 
la  propiedad  que,  como  todas  las  llamadas  de  temporalidades  o  res- 
tos de  los  jesuítas,  se  malbarataban. 

Segunda  observación :  en  las  mismas  listas  hechas  de  buena 
fe,  aun  cuando  vayan  respaldados  los  nombres  de  las  fincas  con  es- 
crituras de  propiedad,  en  realidad  no  eran  las  haciendas  que  así 
aparecen,  lisa  y  llanamente  de  la  orden,  sino  puestas  a  su  nombre; 
unas  eran  de  monjas  hermanas  de  algún  jesuíta,  o  bien  de  algún 
convento  de  religiosas,  otras,  y  éstas  eran  muchas,  de  los  colegiales, 
pues  de  sus  frutos  se  habían  de  alimentar  y  vestir;  y  de  ésto  los 
jesuítas  no  podían  disponer;  no  eran  dueños  sino  administradores. 

Tercera  observación:  las  extensiones  que  tenían  algunas  ha- 
cienda.s  de  que  tanto  se  admiran  algunos  europeos,  aquí  y  entonces 
significaban  muy  poco,  y  menos  aún  si  esas  haciendas  eran  en  te- 
rrenos áridos  como  hay  tantos  en  la  República.  Haciendas  buenas 
se  compraban  entonces  por  dos  o  tres  mil  pesos.  Hágase  una  con- 
sideración análoga  respecto  a  las  cabezas  de  ganado:  ¿qué  signi- 
ficaba tener  tres  mil  ovejas,  si  cada  oveja  valía  un  real,  y  en  cam- 
bio cada  libro  que  tenía  que  traerse  de  Europa  costaba  treinta  o 
cuarenta  reales? 

A  pesar  de  todo  esto,  insistimos  en  que  los  jesuítas  estaban 
ricos,  y  que  si  no  lo  estaban  debían  de  estarlo;  porque  para  soste- 
ner todos  esos  colegios  tan  suntuosos  como  procedía,  dado  el  con- 
cepto que  hay  que  tener  de  la  educación  y  de  la  dignidad  de  la  pa- 
tria; para  levantar  desde  sus  cimientos  esos  palacios  cuyos  moder- 
nos usurpadores  no  aciertan  ni  a  remendar;  para  mantener  bi- 
Ijliotecas  no  solamente  bien  provistas  sino  que  progresasen  al  mis- 
mo paso  que  progresan  las  letras  y  las  ciencias;  para  sostener  el 


(16)     A.  G.   I.  61-4-5. 


O" 


■f. 


C.  VI.  LA  compañía  de  JESÚS  173 

esplendor  del  culto  en  las  ciudades;  y  para  mantener,  en  el  más 
estricto  sentido  de  la  palabra,  a  los  ochenta  mil  indios  de  sus  misio- 
nes, tenían  los  jesuítas  que  tener  o  procurárselo  si  no  lo  tenían, 
mucho  dinero. 

Concediendo  pues  que  eran  ricos,  lo  que  propiamente  hay  que 
preguntar  es,  si  eran  excesivamente  ricos.  Podríamos  dudar  en  ab- 
soluto si  no  nos  pusiera  ya  en  terreno  firme  una  carta  del  general 
de  la  Compañía  de  Jesús,  firmada  en  abril  de  1736  y  comunicada 
por  el  provincial  Juan  Antonio  Oviedo  el  28  de  octubre  del  siguien- 
te año  y  dice  así :  "En  el  aviso  último  que  llegó  el  mes  pasado  a  la 
Veracruz,  recibí  un  despacho  aunque  atrasado  de  N.  P.  General,  y 
en  la  décima  carta  informado  Su  Paternidad  de  las  muchas  hacien- 
das de  que  suelen  cargarse  nuestros  colegios  con  reparo  y  desedifi- 
cación y  aun  murmuración  de  los  seglares,  dice  así:  "En  virtud  de 
santa  obediencia,  pena  de  pecado  mortal,  mando  que  ningún  colegio, 
residencia  o  casa  nuestra  compre  hacienda  cualquiera  o  bienes  raí- 
ces o  estables,  si  tiene  lo  bastante  para  la  manutención,  regulada  és- 
ta y  sus  rentas,  por  decenio.  Mando  con  el  mismo  precepto  que  ni 
las  dichas  casas,  colegios  y  residencias  puedan  comprar  los  dichos 
bienes,  ni  el  Procurador  de  Provincia,  para  ésta  o  para  los  colegios, 
sin  que  primero  por  parte  del  colegio,  casa,  etc.,  se  haga  un  tratado 
de  la  evidente  utilidad  de  la  compra;  y  que  dicho  tratado  examina- 
do del  Provincial  y  consultores  ordinarios,  sea  firmado  y  aprobado 
de  la  mayor  parte  de  éstos,  y  con  la  cual  aprobación  en  mayor  nú- 
mero de  votos,  el  Provincial  dará  la  licencia  que  se  pide  in  scriptis; 
y  si  no  hay  tal  aprobación  no  puede  dar  la  licencia.  Mando  finalmen- 
te con  el  mismo  precepto  de  santa  obediencia,  que  siempre  que  se 
haya  de  tratar  en  consulta  sobre  dar  la  referida  licencia,  se  lean 
en  la  dicha  consulta  estos  tres  preceptos  míos.  Debo  esperar  que  es- 
to baste,  pues  si  no,  no  será  muy  difícil  el  prohibir  toda  compra  de 
éstas  sin  expresa  licencia  mía,  pues  los  graves  daños  que  de  esto 
pudieran  resultar  son  muy  inferiores  a  los  del  gravísimo  descrédito 
y  vil  nota  que  resulta  de  lo  contrario  en  una  Provincia  fundada 
solamente  para  ganar  almas  a  Cristo." 

Para  nosotros  que  conocemos  lo  que  es  la  Compañía  de  Jesús, 
la  carta  nos  lleva  a  un  raciocinio  muy  firme :  si  a  pesar  de  un  pre- 
cepto de  santa  obediencia  bajo  pecado  mortal,  los  jesuítas  siguieron 
reteniendo  sus  haciendas,  es  que  sencillamente  no  eran  éstas  bienes 
superfinos;  que  ningún  selecto  grupo  de  consultores  de  la  Compa- 


174       INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

nía  se  echa  encima  un  pecado  mortal  cual  sería  el  que  cometiesen 
adquiriendo  bienes  después  de  la  citada  prohibición. 

Para  no  sacar  de  sus  debidas  proporciones  este  capítulo,  deja- 
remos para  otro  lugar  las  menciones  honoríficas  de  los  muchos 
preclaros  sujetos  que  en  letras  y  en  virtud  produjo  la  provincia 
mexicana  durante  esta  centuria. 


CAPITULO  VII 

SOBRE   LOS   CONVENTOS   DE   RELIGIOSAS   EN   LA   NUEVA   ESPAÑA 


Catalina  de  Bustamante  y  sus  beatas. — Planes  de  Fray  Juan  de  Zumárra- 
ga. — Las  Concepcionistas. — Las  Dominicas. — La  Familia  de  Santa  Clara. — 
Carmelitas  descalzas. — Capuchinas  y  Brígidas. — La  Madre  Azlor  de  la  Com- 
pañía de  María. — Consideraciones  y  datos  sobre  el  número  de  conventos,  es- 
píritu religioso  y  bienes  temporales  de  las  monjas. 


bibliografía  especial 

BURGOA,    FRANCISCO. — Geografía    Descxipción. — México,     1674. 
CASTRO     SANTANA,     JIAXUEI^. — Diario     do    Sux-esos    Notables. — México,    1854. 
garcía   cubas,   ANTONIO. — El    Libro   de  mis   Recuerdos. — México,   1904. 
JESÚS    MARÍA,    FÉLIX    DE.— Vida    de    Sor    María    de    Jesús. — Roma,    1756. 
Relación    Histórica    de    la    Fundación    del    Convento    de    Nuestra    Señora   del    Pilar, 
Compañía  de  María. — México,   1793. 

ROBLES,    .ANTONIO. — Diario    de    Sucesos    Notables.- México,    1853. 
SEDAÑO,    FRANCISCO.— Noticias    de    México.— México,    1880. 
8IGUENZ.A    y    GONGOR.%,    CARLOS. — Paraíso    Occidental. — México,    1648. 
ULLO.A,    ANTONIO. — Noticias    Americanas. — Madrid,    1772. 
VETANCURT,    AGUSTÍN. — Menologio    Franciscane. — México,    1871. 


176       INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

^-N^AonLA^^,  pesar  de  nuestra  estima  y  veneración  hacia  las  religio- 
sas, vírgenes  que  a  Dios  consagradas,  emplean  su  vi- 
da en  lo  mejor  que  ser  humano  puede  emplearla:  en 
adorar  y  hacer  reverencia  a  Dios  Nuestro  Señor  y 
en  desagraviarle  por  las  injurias  que  recibe  de  los  pecadores;  a 
pesar  también  de  que  estas  esposas  de  Jesucristo  resplandecen 
tanto  en  la  Historia  Eclesiástica  Mexicana ;  razones  visibles  de  mé- 
todo nos  han  hecho  esperar  hasta  este  siglo  XVIII  que  vamos  his- 
toriando, para  exponer,  siempre  dentro  de  las  propias  proporcio- 
nes las  noticias  históricas  principales  que  sobre  el  tema  hemos  lo- 
grado conocer.  Advertimos  deliberadamente  que  si  omitimos  algu- 
nos episodios  románticos  que  corren  como  moneda  de  buen  cuño 
histórico,  es  porque  no  hemos  descubierto  ni  verdad,  ni  verosimi- 
litud en  semejantes  fábulas. 


Desde  a  pocos  años  de  llegado  a  México  fray  Juan  de  Zumá- 
rraga,  vemos  algo  así  como  monasterio  en  México  y  en  Texcoco; 
una  reunión  de  mujeres  españolas  piadosas  que  ayudadas  de  indias 
formales  y  devotas,  se  dedicaban  a  preservar  y  doctrinar  niñas  in- 
dígenas. Figuraba  al  frente  de  estas  beatas  que  tal  era  el  nombre 
serio  y  oficial  con  que  se  les  conocía,  una  Catalina  de  Bustamante, 
mujer  ciertamente  de  mucho  temple  y  piedad  según  pudo  conocerse 
en  la  defensa  de  una  india  doncella  contra  la  perversidad  de  un  tal 
Luis  de  Berrio,  hermano  del  Oidor  Delgadillo,  que  al  fin  logró  sa- 
carla por  las  tapias  del  convento.  En  otra  ocasión  también,  repren- 
dió con  mucha  energía  en  la  puerta  de  Santo  Domingo  la  procaci- 
dad y  mala  lengua  del  furibundo  D.  Gonzalo  de  Salazar. 

Tanto  a  esta  Catalina  de  Bustamante  como  a  sus  compañeras 
se  les  llamaba  madres  por  el  vulgo  de  los  conquistadores;  y  su  ca- 
sa que  estaba  "cabe  la  Iglesia  Mayor,"  se  designaba  con  el  nombre 
de  Convento  de  la  Madre  de  Dios. 

El  año  de  1529  escribía  al  Consejo  de  Indias  el  señor  Zumá- 
rraga :  "debe  hacerse  mayor  la  casa  donde  se  críen  las  hijas  de  los 
naturales  en  México ;  y  que  de  nuevo  se  hagan  otras  en  algunas  pro- 
vincias; y  que  haya  religiosas  profesas  que  las  doctrinen;  y  que  to- 
men las  hijas  de  los  principales,  seyendo  de  cinco  años  arriba. 

"La  casa  de  México  se  puede  hacer  más  cumplida,  fácilmente; 
y  en  las  otras  provincias  que  se  hagan  por  la  orden  que  se  hicieron 


C.  VII.  SOBRE  LOS  CONVENTOS  DE  RELIGIOSAS  EN  LA  N.  ESPAÑA  177 

las  de  Texcuco  y  Otumba  y  Tepeapulco  y  Huejotzingo  y  Tlaxcala  y 
Chilula  y  Cuyoacán  que  quedaron  fechas  y  muy  pobladas  de  las  hi- 
jas de  los  naturales"  (1). 

El  presidente  del  Consejo  respondió  secamente :  "Religiosas  de 
votos  no  conviene  que  haya  al  presente,  a  mi  parecer." 

La  razón  porque  pedía  el  Sr.  Zumárraga  que  fuesen  verdade- 
ras religiosas  de  votos  y  clausura,  se  ve  claramente  por  otra  carta 
suya  muy  curiosa  que  copiamos  aquí : 

'Tarácenos  cosa  provechosa  e  muy  necesaria  haber  en  esta 
ciudad  de  México  un  monasterio  suntuoso  de  monjas  profesas  de  la 
manera  de  Castilla,  con  que  ellas  tengan  cuidado  con  las  hijas  de 
los  naturales  y  las  doctrinasen  y  tuviesen  en  todo  recogimiento  y 
encerramiento;  porque  de  esta  manera  serían  enteros  cristianos 
ellos  y  ellas,  y  tomarían  doctrina  de  la  honestidad  y  recogimiento 
de  las  dichas  monjas ;  y  sus  padres  las  darían  de  mejor  voluntad  que 
las  dan  en  estos  monasterios,  donde  no  hay  esa  guarda  ni  encerra- 
miento, ni  paredes  altas,  ni  lo  puede  haber  de  la  manera  que  agora 
están,  y  por  eso  las  dan  de  mala  gana,  porque  en  su  gentilidad  las 
solían  poner  muy  encerradas  y  como  nadie  las  viese ;  y  haciéndose 
así,  allende  de  la  doctrina  que  tomarían  en  las  cosas  de  nuestra  san- 
ta fe  católica,  para  cuando  de  allí  saliesen  a  se  casar,  enseñarían  a 
sus  maridos  e  casas  las  cosas  de  nuestra  santa  fe,  y  alguna  poli- 
cía honesta  e  buen  modo  de  vivir;  e  porque  para  este  efecto  V.  M. 
mandó  edificar  un  recogimiento  e  casa  en  esta  ciudad  cabe  la  iglesia 
mayor,  en  el  cual  al  presente  se  recogen  algunas  hijas  de  los  natura- 
les, y  se  han  casado  e  se  casan  de  allí  cuando  son  de  edad ;  y  hemos 
visto  el  sumo  provecho  que  de  estar  en  el  dicho  recogimiento  e  doc- 
trina se  ha  seguido,  y  vemos  el  mayor  que  se  seguiría  si  las  maes- 
tras que  a  estas  enseñasen,  hubiesen  profesado;  porque  las  muje- 
res que  de  estas  partes  han  venido,  como  no  fuesen  obligadas  a 
clausura  ni  obediencia,  salen  y  andan  fuera  y  disponen  de  sí  a  su 
voluntad,  sin  haber  lugar  de  ser  compelidas  para  que  estén  en  las 
dichas  casas  e  no  se  nos  vayan,  como  las  más  se  han  ido,  porque  las 
aventajan  partidos  en  casas  de  seglares;  e  porque  de  haber  el  dicho 
monasterio  se  seguiría  sacar  las  monjas  tales  maestras  de  las  natu- 
rales, que  no  tuviésemos  necesidad  de  ir  a  Castilla  por  más,  porque 
toda  la  tierra  se  provería  del  dicho  monasterio,  como  hemos  dicho 


(1)     A.  G.  L  51-6-2122. 


178       INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

de  los  estudiantes  del  colegio.  A.  V.  M.  suplicamos,  porque  el  sitio 
que  está  tomado  en  que  agora  están,  es  poco  y  tiene  muy  poquito 
edificado,  y  está  en  lugar  y  cabo  donde  no  se  le  puede  dar  anchura 
y  espacio  conveniente,  y  está  en  lugar  y  parte  tan  pública,  que  los 
naturales  huyen  y  excusan  cuanto  pueden  de  traer  ahí  a  sus  hijas; 
suplicamos  a  V.  M.  mande  dar  un  sitio  e  lugar  convenible,  tal  cual 
se  requiere  para  edificar  el  dicho  monasterio,  e  le  mande  señalar 
un  pueblo  que  le  edifique,  y  después  de  edificado  e  mantenga  las  di- 
chas religiosas  e  niñas  hijas  de  los  naturales  que  allí  se  encerraren, 
entretanto  que  a  dichos  monasterios  se  adquiere  o  le  dejan  algunas 
personas  alguna  dotación  perpetua  con  que  se  pueda  sustentar :  cer- 
tificamos a  V.  I\I.  que  lo  que  más  conviene  para  la  conversión  y 
cristiandad  de  éstos,  es  el  colegio  y  monasterio  de  ellas,  y  una  de 
las  más  aceptas  limosnas  que  nosotros  podemos  alcanzar  que  V.  M. 
puede  hacer." 

Los  deseos  del  primer  obispo  de  México  no  se  vieron  coronados 
sino  hasta  el  año  de  1540,  con  la  llegada  de  las  monjas  de  la  Con- 
cepción, que  él  personalmente  había  arreglado  en  aquella  su  fruc- 
tífera estancia  en  la  ciudad  de  Toledo.  Bajó  un  día  el  venerable 
prelado  al  Zocodover,  pasó  por  la  Puerta  de  la  Sangre  al  Hospital 
de  Santa  Cruz,  en  construcción,  y  de  allí  a  lo  que  aún  se  llamaba 
vulgarmente  el  Alcázar  bajo,  y  hoy  el  Monasterio  de  la  Concepción, 
donde  tenía  una  sobrina  religiosa,  moradora  en  dicha  casa.  De  fun- 
dación noble  y  legendaria,  el  monasterio  toledano  puede  decirse  que 
estaba  en  el  verdor  de  su  primitiva  observancia  bajo  la  regla  funda- 
mental de  San  Francisco,  sin  que  por  esto  pudieran  llamarse  las 
monjas  a  boca  llena,  franciscanas,  pues  tanto  la  casa  matriz  tole- 
dana, como  sus  fundaciones  en  México  fueron  de  hecho  exentas  de 
la  jurisdicción  de  la  orden  seráfica;  y  cuando  alguna  vez  preten- 
dieron sujetársele,  la  orden  no  las  admitió,  porque  a  la  verdad  ha- 
bía muchas  variantes,  aunque  no  pueden  llamarse  relajaciones,  de 
la  primitiva  regla  de  San  Francisco. 

Mediante  breve  de  Su  Santidad  Paulo  III,  y  acuerdo  del  vi- 
rrey Mendoza,  fundaron  estas  religiosas  en  México  en  la  última 
manzana  hacia  el  poniente,  de  lo  que  entonces  se  llamaba  la  Traza, 
cuadrilátero  demarcado  por  Hernán  Cortés  para  que  dentro  de  él 
exclusivamente  residiesen  los  españoles.  Las  casas  eran  del  capi- 
tán y  conquistador  Andrés  de  Tapia,  a  quien  parece  que  pertene- 
cieron desde  el  principio  esos  solares  y  todo  lo  que  hoy  es  plaza  de 


C.  VIL  SOBRE  LOS  CONVENTOS  DE  RELIGIOSAS  EN  LA  N.  ESPAÑA  179 

Villamil,  y  las  dos  manzanas,  a  saber,  donde  está  el  Templo  de  la 
Concepción  y  la  inmediata  hacia  el  sur.  Añadiéronse  más  tarde  al- 
gunas casas  compradas  a  D.  Luis  de  Castilla. 

Las  monjas  fundadoras  venidas  de  Toledo,  llamábanse  Paula 
de  San  Ana,  Luisa  de  San  Francisco  y  Francisca  Evangelista; 
y  las  primeras  novicias  aquí  recibidas,  Ana  de  San  Buenaventura 
e  Isabel  de  los  Angeles,  hijas  respectivamente  de  Alonso  Dávila  y 
de  Juan  Tapia.  En  un  librito  manuscrito,  propiedad  sin  duda  de  al- 
guna monja  de  las  primitivas,  se  leen  estas  devotas  frases:  "San 
Juan  Bautista  es  abogado  de  esta  casa  de  la  Concepción,  que  nos  le 
dio  el  santo  arzobispo  que  sea  en  gloria,  D.  Fr.  Juan  de  Zumárraga, 
primer  obispo  de  México.  Señalósele  para  que  le  hubiésemos  por 
Patrón  del  cielo,  cuando  S.  S.  nos  bendijo  la  iglesia  y  la  claustra 
de  nuestro  Monasterio;  y  cada  año  le  cantamos  una  Misa  y  unas 
Vísperas  en  su  día,  o  en  su  octava." 

En  el  año  de  1586  se  expidió  en  favor  de  este  monasterio  una 
bula  firmada  por  Sixto  V,  no  como  malamente  se  ha  escrito  para 
que  pudiesen  hacer  los  cuatro  votos  de :  pobreza,  castidad,  obedien- 
cia y  clausura,  sino  para  que  estos  votos  que  antes  eran  simples 
(dispensables  por  el  prelado)  se  elevasen  a  profesión  solemne,  o  sea 
que  su  dispensación  dependía  de  la  Santa  Sede. 

La  pobreza  con  que  empezaron  pasó  a  miseria,  cuando  la  inun- 
dación de  1629  dejó  a  la  comunidad  sin  casa  y  sin  socorros  hasta 
que  primeramente  un  capitán  Aguirre,  y  después  el  anciano  D.  Si- 
món de  Haro,  cuya  beneficencia  es  proverbial  en  los  fastos  de  nues- 
tra historia,  tomaron  por  su  cuenta  lo  que  realmente  pudo  llamarse 
fundación  del  monasterio,  un  edificio  inmenso  con  huerta  en  su  in- 
terior, y  jardines  y  lago,  y  algo  muy  especial,  callejuelas  interiores 
para  habitación  del  personal  adherido  al  convento. 

Porque  es  de  saberse  que  estas  buenas  monjas  aparte  de  las 
celdas  que  tenían  en  el  claustro,  que  pudieran  llamarse  su  habita- 
ción oficial,  tenían  viviendas  costeadas  por  sus  familias,  donde  se 
alojaba  la  criada  o  criadas  de  la  monja,  y  no  pocas  veces  niñas  huér- 
fanas u  otras  mujeres  piadosas  que  querían,  sin  ser  monjas,  tener 
vida  de  recogimiento.  Cuáles  fueron  los  efectos  de  tan  inverosímil 
mescolanza,  se  verá  en  artículos  posteriores. 

Además  de  la  fundación  propiamente  dicha,  cuatrocientos  diez 
y  seis  mil  pesos  en  barras  de  plata  y  oro,  que  les  dejó  Haro,  tenían 
las  monjas  para  el  sustento  y  progreso  de  su  monasterio  las  dotes 


180         INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

que  teóricamente  eran  de  cuatro  mil  pesos  cada  una ;  y  decimos  teó- 
ricamente, porque  eran  muchos  los  casos  en  que  entraban  con  dis- 
pensa de  dote  o  de  parte  de  él. 

En  1760  este  monasterio  obtuvo  de  Carlos  III  el  título  de  real, 
y  con  ello  el  derecho  de  esculpir  en  su  fachada  las  armas  reales  que 
se  encargaron  de  raspar  setenta  años  más  tarde  nuestros  envidio- 
sos y  chavacanos  revolucionarios. 

Este  convento  de  la  Concepción  no  es  solamente  el  más  anti- 
guo de  todos  los  de  la  Nueva  España,  sino  que  también  es  el  más 
fecundo;  ya  que  fueron  fundaciones  suyas  los  de  Regina,  Balvane- 
ra,  Jesús  María,  Santa  Inés,  San  José  de  Gracia  y  la  Encarnación ; 
además  los  de  la  Concepción  de  Puebla  y  de  Yucatán.  Por  esta  ra- 
zón las  religiosas  de  todos  los  conventos  usaban  igual  hábito,  o  si 
acaso  con  muy  pocas  diferencias :  túnica  y  escapulario  de  estameña 
blanca,  manto  azul,  velo  negro  con  toca  blanca  que  cubría  hasta 
el  pecho ;  sobre  el  peto  y  sobre  el  escapulario  un  escudo  redondo  que 
solía  ser  una  miniatura  en  cobre  o  en  pergamino  de  la  imagen  de  la 
Santísima  Virgen  Inmaculada ;  otro  escudo  semejante,  aunque  más 
pequeño,  llevaban  en  el  manto  sobre  el  hombro  derecho. 

La  primera  fundación  salida  de  las  monjas  concepcionistas  de 
México,  fué  la  del  convento  de  Regina  en  1570,  o  según  otros  en 
1573.  No  tuvieron  biehechor  fijo  sino  hasta  principios  del  siglo 
XVII,  en  el  honorable  Caballero  D.  Melchor  de  los  Terreros.  Sus 
bienes  al  terminar  la  exclaustración  según  el  Calendario  de  Onti- 
veros,  eran  sesenta  y  dos  casas  que  producían  veintiocho  mil  sete- 
cientos cincuenta  y  siete  pesos  al  año;  y  noventa  y  tres  mil  sete- 
cientos veinticinco  pesos  en  capitales  activos. 

De  la  fundación  de  Regina  salieron  el  Convento  de  Oaxaca  en 
1596,  el  de  San  Bernardo  de  México  en  1636  y  el  de  San  Miguel  el 
Grande  en  1756. 

La  fundación  canónica  del  convento  de  Jesús  María  es  de  fines 
de  1578  y  se  debe  a  un  honrado  español  seglar  llamado  Pedro  To- 
más Denia,  y  a  aquel  buen  sacerdote  Gregorio  de  Pesquera  a  quien 
ya  conocen  nuestros  lectores  como  amigo  de  San  Ignacio  de  Loyola 
y  abnegado  rector  del  colegio  de  San  Juan  de  Letrán.  Estos  dos 
señores  recogieron  por  los  principales  minerales  de  México  las  pri- 
meras sumas  de  dinero  para  la  fundación ;  y  lo  que  es  más,  traje- 
ron a  su  partido  a  aquel  honradísimo  viejo  que  tanta  autoridad  te- 
nía en  toda  la  Nueva  España,  D.  Bernardino  de  Albornoz.  De  acuer- 


ün  ángulo  del  Templo  de  Santa  Clara. — Qiierétaro. 


C.  VIL  SOBRE  LOS  CONVENTOS  DE  RELIGIOSAS  EN  LA  N.  ESPAÑA  181 


?TE£a>E!6l6; 


do  con  todo  ello  el  virrey  Enríquez  y  el  arzobispo  Moya  de  Contre- 
ras,  púsose  a  la  obra  comprando  casas  por  el  rumbo  de  la  Maríscala, 

trasladándose  nue- 
ve monjas  fundado- 
ras de  la  Concep- 
ción, y  eligiéndose 
las  primeras  novi- 
cias de  entre  las  hi- 
jas de  los  conquis- 
tadores, "las  más 
nobles,  las  más  des- 
amparadas y  las 
más  expuestas  por 
su  mayor  belleza," 
según  rezan  las  ac- 
tas de  Cabildo  co- 
rrespondientes a  27 
de  abril  de  1679. 

El  día  señalado 
de  las  monjas  fun- 
dadoras, que  fué  el 
día  10  del  mismo 
mes  de  enero,  a  las 
tres  de  la  tarde,  el 
arzobispo  asistido 
del  cabildo  ecle- 
siástico y  acompa- 
ñado de  la  real 
audiencia  y  de  mu- 
chos particulares,  se 
presentó  en  la  por- 
tería del  convento 
de  la  Concepción ; 
la  comunidad  en  procesión,  presidida  por  su  abadesa,  trajo  allí  a 
las  diez  elegidas  para  fundadoras;  el  arzobispo  les  leyó  pública- 
mente el  nombramiento  que  en  ellas  había  recaído,  y  aceptado  por 
todas  también  en  público  en  aquella  solemnidad,  salieron  una  en 
pos  de  otra,  y  colocadas  en  literas,  fueron  llevadas  a  su  nueva  casa 
enmedio  del  lucido  acompañamiento  que  concurría  al  acto.  Llega- 


■>lbA  DDECUMPLYR.  2coAiNÓ5  DE  t. 
■•DOE3T£MOKASTER10:P,1?E5EL 

Í4%5ENORA¿K£.LlGl05  .AS  JDELg^^LCOM  W^ 

'  -Í^^NTODELAVMACULAdÁ"OT]tiEFeiO>   * 
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,  ^, QA?O.STaLICOEN3gJV'NlQD£15/^| 

^^'•%^?ÍA5  5EI^RA5P£  LJGl  05A.5DEES  h  l>/fO^ 
WASTERiOKTANSALrDO  A  FÜÑOÁR  ■'T^ 
^%IER,0ELC0H5ENT0i)lEG]r^tCCELY 
|L?<C  ÍUDÁD  DE  OAX  ACÁ  El  A]a)D03C 

'  ■  maní     ^ 

*QLA3M%»'-f 


i'SPEDÁOOEN ESfEMON AS  f^Q LAS í- '      ' 
ÍyiRefi£K£NDA5f<!AP4£¿f.liri  .)OR/S  . 
DEÓANTABSKrYDArELaMOOE  ¡74':)  LA^rf 
(^t  AEN50>im?A^PLI¿LI/j$.3^___     ,,  — 
EL  REC1NTQEM5YG  ADO.CPvtlij^  DEAIU ' 
|.EJO5.fYNlLftA5DL0S5AGR:¿^C?O5  DO 
CtOílE5Sl£ES'rANENLA5P£CRlNAS;  Y 
.LA-^llECPOR  D£^^^^Yf  U£!^A  PRESTA  Y 
rCLÉ.SIA.  SEHZQW¡M)'CE  l7gl3!&00 
|BAE)E5^LAH)l^ERJLNQA  M¿vDR£:^'. 
"P.YAAUCUSTINaDE  SLpiOkjK  .SANTA  A^r' 


Placa  en   el   muro   de  Kegina 


182 


INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 


das,  las  recibió  el  arzobispo  en  la  iglesia,  bajo  suntuoso  sitial,  y 
colocadas  a  los  lados  de  él,  se  les  leyeron  las  Ordenanzas  formadas 


M^SSrT^^pSS^m^STSTí 


Ruinas  del  Convento  de  Jesús  María. — México. 


para  el  gobierno  del  convento  que  abrían,  que  eran  con  ligeras  va- 
riaciones las  mismas  por  las  que  se  gobernaba  el  de  la  Concepción, 
por  ser  la  regla  misma.  Después  de  lo  cual  se  procedió  a  la  dis- 
tribución de  los  oficios,  dándose  el  de  abadesa  a  la  M.  Isabel  Bau- 
tista; ella  en  agradecimiento  a  esa  merced,  y  también  en  señal  de 
obediencia  a  su  prelado,  se  levantó  de  su  asiento  y  le  besó  la  mano; 
otro  tanto  hicieron  una  después  de  otra  las  nueve  restantes.  Con- 
cluido este  acto,  el  arzobispo  y  la  comitiva  condujeron  a  las  mon- 
jas de  la  iglesia  a  la  portería. 

Poco  permanecieron  las  monjas  en  su  primer  domicilio  por  lo 
desfavorable  de  su  situación,  ya  que  por  aquel  entonces  aquellos  eran 
arrabales  y  pantanos  insalubres.  Pasáronse  al  sitio  en  que  desde 
entonces  ha  estado  el  convento  y  templo  de  Jesús  María. 

Felipe  11  lo  adoptó  bajo  su  real  patronato,  dotándolo  muní- 
ficamente, y  se  dice  que  esto  se  debe  a  que  desde  el  principio  fué 
allí  puesta  en  calidad  de  pupila  una  niña  como  de  8  años  de  quien 
las  malas  lenguas  rumoraron  que  tenía  sangre  real.  Lo  cual  des- 


C.  VIL  SOBRE  LOS  CONVENTOS  DE  RELIGIOSAS  EN  LA  N.  ESPAÑA  183 

pues  de  bien  estudiado,  a  nosotros  nos  parece  tener  muy  poco  fun- 
damento histórico. 

Es  esta  conseja  una  de  las  muchas  que  inventan  ciertos  autores 
contemporáneos  para  hacer  sus  novelas  históricas  imprcsionantexs. 

Poco  interés  ofrecen  las  vicisitudes  económicas  del  convento 
de  Jesús  María,  que  con  el  resto  de  su  historia  escribió  bajo  el  títu- 
lo del  "Paraíso  Occidental,"  nuestro  insi^e  polígrafo,  D.  Carlos 
de  Sigüenza  y  Góngora.  Sus  rasgos  históricos  de  interés  general 
sobre  la  vida  canónica  y  espiritual  de  las  religiosas  se  bosquejarán 
en  su  lugar. 

El  convento  de  San  José  de  Gracia  usurpado  por  los  protestan- 
tes en  la  actualidad,  fué  fundación  de  D.  Fertmndo  de  Villegas  en 
1610,  aunque  parece  que  la  intención  no  fué  la  de  concederle  toda 
la  casa.  Si  hemos  de  creer  al  presbítero  Gutiérrez  Dávila  (2). 


Kuiaas  del  Convento  de  Santa  Inés. 


La  toma  de  posesión  de  la  otra  parte  de  la  casa  no  fué  muy  edi- 
ficante, pues  aconteció  que  no  queriendo  las  monjas  tener  por  más 
tiempo  a  las  recogidas  por  vecinas,  y  resistiéndose  ellas  a  salir, 


(2)     Vida  y  \'irtudes  del  P.  Domingo  Pérez  Barcia, 
bro  2o.  Capítulo  Primero. 


Madrid  1820.     Li- 


184         INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

aquellas  romiDÍeron  la  pared  abriendo  un  portillo  ai  Recogimiento, 
para  que  entrando  como  entraron,  a  él  las  seglares  del  monasterio 
(que  eran  las  criadas  y  las  llamadas  niñas)  no  dejaron  en  el  Reco- 
gimiento mujer  que  no  pusiesen  violentamente  en  la  calle. 


Patio  de  la  Encarnación. 

El  convento  de  Balvanera  no  data  desde  1573,  porque  lo  que 
hubo  por  aquellos  años  fué  solamente  un  recogimiento  voluntario 
de  mujeres  seglares  bajo  el  nombre  de  Santa  Mónica.  Fué  en  el 
primer  tercio  del  siglo  Vil  cuando  se  dio  a  conocer  como  convento 
de  monjas.  Había  en  él  nada  menos  de  ciento  veinte  que  debieron 
ser  las  mismas  recogidas ;  pero  con  la  dirección  y  armazón,  por  de- 
cirlo así,  de  las  Concepcionistas.  Reconocieron  como  fundadora  a  la 
piadosísima  Doña  Beatriz  de  Miranda  viuda  del  apartador  de  oro 
de  la  Casa  de  Moneda.  La  primera  piedra  se  puso  el  3  de  mayo  de 
1667. 

El  convento  de  religiosas  de  Santa  Inés  fué  también  de  regla 
y  fundación  concepcionista,  levantado  en  1600  a  expensas  de  los 
marqueses  de  la  Cadena.  Es  tal  vez  este  convento  el  de  menos  ex- 
tensión y  suntuosidad  de  los  edificados  por  la  orden  en  México; 


C.  VIL  SOBRE  LOS  CONVENTOS  DE  RELIGIOSAS  EN  LA  N.  ESPAÑA  185 

aunque  sí  se  sabe  que  su  torre  derribada  en  pocos  momentos  por 
la  barbarie  liberal,  era  una  de  las  más  esbeltas  de  nuestra  ciu- 
dad. 

Claustro  verdaderamente  regio  fué  el  edificado  por  las  monjas 
de  la  Encarnación,  restaurado  modernamente,  o  mejor  dicho,  pro- 
fanado con  las  monstruosas  pinturas  dignas  de  ciertos  cerebros  e 
inspiradas  en  la  peor  de  las  marihuanas.  Debióse  su  construcción 
a  fines  del  siglo  XVII  al  opulento  y  cristiano  caballero  D.  Alvaro 
de  Lorenzana. 

Mencionadas  las  fundaciones  de  Oaxaca  y  de  San  Miguel  el 
Grande,  añadiremos  sobre  este  convento,  por  lo  significativos  los  da- 
tos que  nos  proporciona  en  su  diario,  D.  Antonio  Castro  Santa  Ana, 
«n  la  fecha  21  de  enero  de  1756:  "El  Sr.  Arzobispo  nombró  del 
Convento  de  Regina  Coeli  de  esta  ciudad,  los  fundadores  del  Con- 
vento de  Recoletas  de  Nuestra  Señora  de  la  Concepción,  que  con  su 
cuantioso  patrimonio  hace  Doña  María  Loreto  de  Canal  y  Hervás, 
niña  doncella,  natural  de  aquella  Villa  de  San  Miguel,  patrona  y  de 
las  primeras  fundadoras  que  han  de  ser  de  dicho  convento.  Fueron 
conducidas  las  fundadoras  desde  Regina  al  Santuario  de  Nuestra 
Señora  de  Guadalupe  en  donde  se  hallaba  Su  lima,  quien  les  dio 
¿a  comunión ;  despidiéndolas  con  expresiones  de  grande  afecto,  y 
tomando  los  coches  de  camino,  continuaron  su  derrotero.  Aseguran 
que  pasarán  de  doscientos  mil  pesos  el  costo  del  convento  de  dichas 
monjas."  Después  reseña  el  recibimiento  que  se  les  hizo  en  San  Mi- 
guel por  el  Sr.  alférez  real,  D.  Francisco  de  Landeta,  conde  de 
Logo,  tutor  de  Doña  María  Loreto  de  Canal.  Tuviéronse  nueve  días 
de  misas  y  sermones;  al  anochecer,  los  gremios  sacaron  carros 
triunfales  iluminándose  las  calles  y  quemándose  varios  artificios 
de  fuego;  representáronse  varias  comedias,  corriéronse  toros  (¡a 
propósito  de  monjas!)  y  fué  general  el  júbilo  de  aquel  vecindario 
por  tan  plausible  motivo,  siendo  crecidos  los  concursos  así  de  aque- 
lla jurisdicción,  como  de  las  vecinas. 

D.  Juan  Márquez  Orozco,  rico  comerciante  de  México,  dejó  un 
grueso  capital  para  fundación  de  un  convento  de  monjas  cister- 
cienses  el  año  de  1621.  Como  no  se  pudo  obtener  que  viniesen  las 
monjas  deseadas,  los  albaceas  se  figuraron  que  cumplían  la  volun- 
tad del  difunto,  estableciendo  con  el  nombre  de  bernardas,  otro 
convento  más  de  concepcionistas  como  en  efecto  lo  ejecutaron  en 
1636  tres  monjas  de  Regina,  hermanas  del  difunto  fundador. 


186 


INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 


Pasemos  ya  a  otras  familias  religiosas,  y  primeramente  a  las 
dominicas  que  tuvieron  su  origen  en  la  ciudad  de  Antequera  o 
Oaxaca. 

El  benemérito  prelado  de  aquella  diócesis,  D.  fray  Bernardo 
de  Alburquerque,  considerando  y  con  mucha  razón,  todas  las  difi- 
cultades que  suponía  el  traer  monjas  desde  España  hasta  Oaxaca, 
cortó  por  lo  sano;  reunió  para  que  fundasen  no  a  diez  vírgenes, 


Ruinas  del  Convento  de  Capuchinas. 


como  dice  el  cronista  Burgoa,  sino  a  nueve  vírgenes  y  una  viuda 
llamada  Juana  de  Santo  Domingo. 

Dice  además  el  citado  escritor  que  el  Sr.  obispo  Alburquerque 
iinpetró  de  San  Pío  V  la  dispensa  de  trámites  para  el  estableci- 
miento y  profesión  religiosa  de  ellas.  La  verdad  es  que  se  nos  hace 
difícil  de  creer,  y  más  cuando  vemos  que  San  Pío  V  había  muerto 
cinco  años  antes  de  la  fundación.  Tuvo  ciertamente  el  santo  Pon- 
tífice correspondencia  con  el  Sr.  Alburquerque,  y  la  copiamos  ín- 


C.  VII.  SOBRE  LOS  CONVENTOS  DE  RELIGIOSAS  EN  LA  N.  ESPAÑA  187 

tegra  en  el  Archivo  del  Vaticano ;  mas  en  ninguna  parte  de  ella  en- 
contramos rastro  ni  de  la  petición,  ni  de  la  concesión. 

Fray  Bernardo  de  todas  maneras  procedió  intrépidamente:  hi- 
zo ir  de  México  dos  monjas  clarisas  para  que  fuesen  algo  así  como 
maestras  de  novicias;  pero  como  era  natural,  y  más  dado  el  carác- 
ter del  obispo,  a  los  pocos  meses  regresaron  a  su  convento.  Como  las 
novatas  no  sabían  de  coro  ni  de  canto  llano,  les  puso  al  frente  como 
maestro  de  capilla  a  un  fraile  dominico  que  dio  muy  buen  resultado. 

De  este  convento,  mexicano  por  los  cuatro  costados,  provienen 
las  fundaciones  de  monjas  dominicanas  de  que  se  gloría  nuestro 
país:  es  la  primera  el  convento  de  Santa  Catalina  de  México,  fun- 
dado hacia  1680  a  solicitud  de  dos  señoras  llamadas  las  felipas.  A 
éste  siguió  el  de  Valladolid  fundado  en  1697  por  el  Sr.  arzobispo 
D.  Alonso  Guerra,  y  casi  contemporáneamente  el  de  Guadalajara, 
según  los  deseos  del  Sr.  Mendiola  e  instancias  del  cabildo  ante  su 
majestad,  alegando  "que  en  toda  esta  provincia  no  hay  monasterio 
de  monjas  donde  puedan  entrar  en  religión  hijas  y  nietas  de  per- 
sonas pobres  que  hubiesen  servido  en  el  descubrimiento  y  pacifica- 
ción de  la  tierra."  Pertenece  también  a  la  rama  dominicana  el  fer- 
voroso convento  de  catarinas  en  la  ciudad  de  Pátzcuaro. 

* 
*       * 

En  otro  grupo  diferente  hay  que  mencionar  a  las  monjas  cla- 
ras o  clarisas  que  dependieron  en  su  gobierno,  no  del  ordinario, 
sino  de  los  prelados  franciscanos. 

Tuvieron  también  en  nuestra  patria  un  origen  vernáculo  y 
muy  especial,  como  que  en  sus  primeros  años  no  hubo  más  conven- 
to que  la  reunión  de  una  señora  llamada  Francisca  de  San  Agustín, 
con  sus  cinco  hijas,  y  luego  algunas  otras  amigas  que  bajo  la  direc- 
ción de  un  franciscano  se  auto-erigieron  en  convento,  y  auto-deno- 
minaron religiosas  de  nuestra  Madre  Santa  Clara.  Después  de  mu- 
chos dimes  y  diretes  entre  el  arzobispo  y  los  franciscanos,  sobre 
quién  tendría  la  jurisdicción  de  ese  conventículo;  la  viuda  y  sus 
hijas  tomando  un  partido  más  práctico,  interpusieron  al  ayunta- 
miento de  México,  y  por  medio  de  un  italiano  Esteban  Taruffino 
que  iba  a  Roma,  se  dirigieron  nada  menos  que  al  Papa  San  Pío  V, 
impetrando  la  canónica  confirmación  de  lo  que  no  era  más  que  pía 
unión.  El  santo  Pontífice  accedió  benignamente  en  2  de  abril  de  1670 


188         INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

según  letras  autógrafas  que  hemos  visto  en  el  Archivo  del  Vati- 
cano (3). 

Su  convento  definitivo  adjunto  al  que  hoy  es  templo  de  Santa 
Clara,  se  empezó  a  mediados  del  siglo  XVII ;  fueron  los  fundadores 
con  quinientos  mil  pesos  D.  Andrés  Arias  Tenorio  y  el  Lie.  Juan 
de  Ontiveros. 

Los  indios  del  barrio  de  San  Juan,  queriendo  en  1591  tener  un 
convento  en  sus  cercanías,  impetraron  de  D.  Luis  de  Velasco  la 
lundación  del  de  San  Juan  de  la  Penitencia,  cuyas  primeras  reli- 
giosas procedentes  del  convento  de  Santa  Clara,  tomaron  posesión 
en  1698,  recibidas  por  los  naturales,  dice  el  P.  Vetancurt,  con  baile 
y  otras  demostraciones  de  regocijo.  Mucho  contribuyó  con  sus  li- 
mosnas el  mismo  Ontiveros  bienhechor  de  Santa  Clara. 

Franciscanas  y  clarisas ;  pero  no  descalzas,  sino  de  las  que  lla- 
man urbanistas,  fueron  las  monjas  de  Santa  Isabel,  del  convento 
levantado  en  el  primer  tercio  del  siglo  XVII,  en  el  sitio  que  hoy  ocu- 
pa, cavando  su  propia  sepultura,  nuestro  pobre  teatro  nacional.  El 
principal  recurso  pecuniario  para  la  construcción,  procedía  de  Do- 
ña Catalina  Peralta,  aunque  mucho  ayudó  también  el  piadosísimo 
capitán  D.  Pedro  Andrés  de  Carvajal. 

De  los  conventos  de  Santa  Clara  y  de  S.  Juan  de  la  Penitencia 
de  México,  salieron  8  monjas  el  3  de  julio  de  1608  para  fundar  el 
convento  de  Santa  Clara  en  Puebla  de  los  Angeles,  cuya  dotación 
se  debió  a  diversos  bienhechores  que  contribuyeron  con  pequeñas 
cantidades,  y  no  como  alguien  ha  dicho,  a  Doña  Isabel  de  Villanue- 
va;  porque  esta  señora  no  hizo  más  que  ofrecer  y  no  cumplir  su 
ofrecimiento,  y  esta  clase  de  personas  'no  son  las  que  la  gratitud 
debe  asentar  en  los  fastos  de  la  Historia.  La  Iglesia  de  las  claras 
de  Puebla,  edificada  varias  veces,  quedó  definitivamente  concluida 
en  1692.  Fué  célebre  este  convento,  entre  otras  cosas,  porque  sos- 
tenía regenteada  por  religiosas,  una  célebre  botica  en  la  que  se  so- 
corrían muchos  pobres ;  y  por  la  receta  de  sus  camotes  en  dulce  que 
tanto  dinero  ha  llevado  al  comercio  de  Puebla.  Fundación  de  los 
dos  conventos  de  México  es  el  de  Santa  Clara  de  Atlixco,  debido  a 
la  liberalidad  del  bachiller  Antonio  Pérez  de  las  Casas,  presbítero 
y  cura  beneficiado  de  dicha  villa. 

Hijo  del  convento  de  Santa  Clara  de  México  es  asimismo,  el 


(3)     Archivo  Vaticano.  Armario  Núm.  XLIV,  Folio  70-70  V.  O. 


C.  VII.  SOBRE  LOS  CONVENTOS  DE  RELIGIOSAS  EN  LA  N.  ESPAÑA  189 

de  la  misma  advocación  en  la  ciudad  de  Querétaro,  fundado  en  1607 
y  terminado  en  1633.  Su  templo  riquísimo  es  citado  como  el  más 
perfecto  en  su  estilo  barroco  colonial. 

La  fundación  más  digna  de  considerarse  en  toda  la  Historia 
Mexicana,  es  la  del  convento  de  Coi-pus  Christi,  destinado  exclusi- 
vamente a  religiosas  indígenas.  Esta  fundación  es  el  índice  de  un 
importantísimo  momento  histórico:  el  de  la  dignificación  muy  jus- 
ta y  muy  debida  de  la  psicología  indígena,  hasta  entonces  víctima 
de  un  lamentable  prejuicio.  Dos  siglos  enteros  habían  corrido  desde 
la  Conquista ;  se  había  tenido  oportunidad  más  que  suficiente  para 
reconocer  la  suficiencia  en  fe  y  en  costumbres  de  los  indios,  y  aún 
se  vivía,  sin  embargo,  bajo  la  falsa  impresión  de  que  eran  ineptos 
para  la  vida  religiosa. 

El  virrey,  marqués  de  Valero  tiene  la  gloria  de  haber  abierto 
el  campo,  recabando  con  presteza  inusitada  los  peiTnisos  eclesiásti- 
cos, y  las  limosnas  como  él  mismo  decía,  "para  obra  tan  santa." 

No  pocas  dificultades  hubo,  tanto  en  el  Consejo  de  Indias  como 
por  parte  de  la  ciudad  de  México,  y  por  parte  también,  triste  es  de- 
cirlo, de  tres  religiosos  de  la  Compañía  de  Jesús,  consultados  por  la 
real  audiencia.  La  resolución  fué  favorable  en  último  resultado. 
El  lunes  10  de  setiembre  de  1724  fué  el  Sr.  arzobispo  a  bendecir 
el  convento,  al  que  pasaron  sus  cuatro  fundadoras:  Petra  de  San 
Ignacio,  abadesa,  Teresa  de  San  José,  María  Antonia  Micaela  y 
María  Gregoria  Manuela.  El  sábado  15  en  la  mañana,  el  deán,  Dr. 

D.  Rodrigo  García  Flores,  llevó  el  Santísimo  Sacramento  desde  la 
catedral  al  nuevo  templo,  que  iba  a  santificar  con  su  presencia. 

La  procesión  de  ese  día  fué  de  las  más  solemnes,  para  casos 
semejantes;  casi  igualó  a  la  procesión  del  Corpus:  iban  primero 
los  mayordomos  y  rectores  de  todas  las  cofradías  y  hermandades 
fundadas,  y  las  iglesias  de  la  ciudad  con  sus  insignias  y  estandar- 
tes; seguía  el  orden  tercero  de  San  Francisco,  tras  él  las  co- 
munidades de  todas  las  religiones,  por  este  orden :  San  Hipó- 
lito, Bethlemitas,  San  Juan  de  Dios,  la  Merced,  San  Agustín, 
observantes  de  San  Francisco  y  Santo  Domingo,  después  el  cle- 
ro presidido  por  el  cabildo  eclesiástico;  seguía  el  deán  con  el 
Sacramento,  y  luego  el  Sr.  arzobispo  con  el  corregidor  y  los 
tribunales.  A  otro  día  se  celebró  la  dedicación  con  misa  canta- 
da por  el  mismo  deán  y  sermón  que  predicó  el  Dr.  D.  José  Ig- 


190         INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

nació  Castoreña  y  Urzúa,  sermón  que  corrió  impreso.  Continuan- 
do las  funciones  de  iglesia  por  tres  días. 

Solicitó  el  fundador,  como  era  debido,  la  aprobación  pontificia 
para  su  establecimiento,  y  la  obtuvo  del  Señor  Benedicto  XIII  por 
breve  de  26  de  junio  de  1727,  en  el  cual  se  aprobó  la  fundación,  sin 
relajar  en  nada  la  condición  y  calidad  de  las  personas  que  habían 
de  entrar  en  el  convento.  El  rey  alcanzó  el  que  sus  monjas  observa- 
ran, como  las  descalzas  reales  de  Madrid,  la  regla  de  Santa  Clara 
en  toda  su  pureza ;  y  para  más  conformarse  ésta  con  aquella  comu- 
nidad, se  trajo  copia  de  las  ceremonias  y  ejercicios  que  allá  se  prac- 
tican. 

En  el  mismo  día  de  la  dedicación  de  la  iglesia,  comenzaron  a 
darse  hábitos  a  indias  caciques,  que  continuaron  entrando. 

El  primero  de  mayo  del  mismo  año  de  1728,  vistió  el  hábito 
de  la  casa,  Doña  María  Teresa  de  los  Reyes  Valeriano  y  Moctezu- 
ma, sexta  nieta  del  emperador  de  este  nombre;  y  un  año  después, 
el  12  de  junio.  Doña  María  Josefa  Velasco  y  Sedeño,  natural  de  la 
Nueva  Galicia,  de  muy  noble  y  esclarecida  prosapia  en  aquel  reino. 
Entró  también  en  el  noviciado  el  29  de  julio  de  1731  Sor  María  Ger- 
trudis de  los  Dolores,  natural  de  México  en  el  barrio  de  San  Pablo, 
hija  de  D.  José  de  Santa  María  Galicia. 

En  medio  del  natural  placer  que  las  monjas  sentían  mirando 
prosperar  su  comunidad,  tuvieron  la  pesadumbre  de  recibir  la  no- 
ticia de  la  muerte  del  marqués  de  Valero,  su  fundador,  acaecida 
en  Madrid,  y  con  la  noticia  recibieron  su  corazón  que  les  dejó  en 
testamento. 

Pusieron  para  perpetua  memoria  de  la  fundación  y  del  funda- 
dor, sobre  la  puerta  de  la  calle,  grabada  en  piedra,  la  inscripción 
siguiente:  "Este  convento  de  religiosas  Franciscas  indias  hijas 
de  caciques,  y  no  para  otras,  se  edificó  y  fundó  por  el  Exmo.  Sr.  D. 
Baltasar  de  Zúñiga  y  Guzmán  Sotomayor  y  Mendoza,  Marqués  de 
Valero  Ayamonte  y  Alenquer,  siendo  Virrey,  Gobernador  y  Capitán 
General  de  este  Reino,  Gentil  Hombre  de  la  Cámara  de  Su  Majes- 
tad y  Oidor  de  su  Real  Audiencia." 

Olvidando  la  voluntad  del  fundador  y  desconociendo  su  propio 
interés,  las  religiosas  de  este  Convento  recibieron  en  él,  hacia  los 
años  de  1741  o  42,  tres  novicias  españolas,  de  que  tuvo  noticia  re- 
servada el  rey,  y  en  real  orden  de  12  de  octubre  de  1745  mandó 


C.  VII.  SOBRE  LOS  CONVENTOS  DE  RELIGIOSAS  EN  LA  N.  ESPAÑA  191 

que  saliesen  desde  luego,  y  que  en  lo  sucesivo  no  se  permitiese  que 
entraran  otras  que  no  fueran  indias. 

Desde  este  convento  de  Corpus  Christi,  y  con  las  mismas  ba- 
ses, salieron  las  fundaciones  de  Cosamaluapan  y  de  Nuestra  Señora 
de  los  Angeles  en  Oaxaca,  ambas  a  mediados  del  siglo  XVIII. 


•  *       * 

La  orden  capuchina  tuvo  su  origen  en  la  franciscana;  pero 
en  realidad  es  ya  cosa  muy  edificante,  siendo  sin  comparación  ma- 
yor la  pobreza  y  austeridad  de  las  capuchinas. 

Sin  contar  las  infructuosas  tentativas  del  arzobispo  Sagade 
Bugueiro  para  traer  capuchinas  de  Toledo  en  1564,  diremos  tan 
sólo  lo  que  realmente  llegó  a  verificarse,  y  fué,  que  saliendo  nueva 


Santa  Isabel 


misión  de  la  referida  Imperial  Ciudad,  en  1665,  llegaron  a  México 
el  7  de  octubre  de  ese  mismo  año.  Salieron  a  recibirlas  hasta  la  ga- 
rita el  virrey,  marqués  de  Mancera  con  su  esposa,  el  deán  y  algu- 
nos prebendados,  varios  oidores  y  muchas  personas  eclesiásticas 
y  seculares,  quienes  las  trasladaron  en  sus  coches  para  traerlas  al 
centro  de  la  ciudad.  A  su  entrada  repicaron  en  la  catedral  y  en 
otras  iglesias. 

Estas  inusitadas  demostraciones  hablan  mucho  en  favor  de  la 


192        INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

sociedad  de  México  en  aquel  entonces,  y  en  favor  de  la  vida  espiri- 
tual, hablando  en  general;  porque  estas  buenas  religiosas  eran  co- 
mo la  personificación  del  más  elevado  ascetismo  y  alta  espirituali- 
dad. Respetando  y  queriendo  nuestro  público  a  las  demás  religiosas, 
en  éstas  veía  algo  más,  veía  en  ellas  "mucho  a  Dios"  para  usar  de 
la  frase  que  por  aquellos  tiempos  usaba  un  obispo  de  la  Nueva  Es- 
paña, y  por  eso  las  monjas  capuchinas  se  atrajeron  entonces  y  se 
siguen  atrayendo  muy  especial  simpatía  de  las  personas  verdade- 
ramente espirituales. 

Los  primeros  cuasi  fundadores  de  estas  religiosas  en  México, 
fueron:  Doña  Isabel  de  Haro  y  el  Bachiller  D.  Diego  de  Rivera; 
bendiciéndose  el  nuevo  templo  en  1673 ;  pero  la  casa  que  ellas  habi- 
taban era  de  lo  más  pobre  y  destartalado  que  se  pueda  imaginar. 
Las  pobres  capuchinas  no  pensaron  en  componer  su  convento,  an- 
tes bien  lo  rehusaron;  algunos  bienhechores  suyos,  lastimados  de 
la  incomodidad  en  que  vivían,  solicitaban  la  aquiescencia  de  ellas 
para  hacerle  ciertas  mejoras  urgentes,  tales  como  dar  a  las  ofi- 
cinas más  apropiada  forma,  levantar  los  claustros,  abrigar  la  en- 
fermería, y  otras;  pero  la  abadesa,  sor  Lorenza  Bernarda,  no  vi- 
no en  ello,  pareciéndole  que  en  consentirlo  se  faltaba  a  la  pobreza, 
comparando  el  convento  con  una  posada,  que  por  destartalada  que 
se  encuentre,  nunca  se  detiene  el  caminante  a  componerla,  siguien- 
do imperturbable  su  camino;  y  si  esto  hacía  tratándose  del  indis- 
pensable albergue,  con  mayor  severidad  aplicaba  su  doctrina,  cuan- 
do se  le  daban  objetos  de  alguna  comodidad  o  descanso  para  las  re- 
ligiosas; con  palabras  suaves  volvía  los  dones  a  los  bienhechores, 
diciendo  que  no  podía  ella  permitir  lo  que  no  permitía  su  regla;  en 
otras  ocasiones  solía  decir:  "casa  de  capuchinas  y  alhajas  no  dicen 
bien,  cuanto  más  vacía  más  hermosa."  Tanta  austeridad,  sin  em- 
bargo, hubo  de  ceder  ante  la  necesidad,  o  acaso  intervino  precepto, 
ello  fué  que  a  la  postre  consintió  en  que  se  reformara  el  convento, 
y  ya  muy  adelantada  la  construcción  de  la  iglesia  comenzó  la  re- 
paración de  la  casa;  siendo  uno  de  los  que  más  contribuyeron  D. 
Francisco  Romero  de  Quedo. 

Fué  este  convento  raíz  de  donde  brotaron  siete  de  los  ocho 
que  hubo  de  la  misma  regla  en  la  república;  pero  de  él  directamen- 
te sólo  salieron  las  fundaciones  de  Puebla,  Querétaro,  Lagos  y  la 
Villa  de  Guadalupe.  Las  fundadoras  salieron  de  México  el  27  de 
enero  de  1704. 


C.  VIL  SOBRE  LOS  CONVENTOS  DE  RELIGIOSAS  EN  LA  N.  ESPAÑA  193 

La  segunda  fundación  que  se  hizo  fué  la  de  Querétaro:  salie- 
ron de  aquí  el  31  de  julio  de  1721. 

El  19  de  enero  de  1756  salió  la  fundación  para  Lagos. 

La  última  fundación  que  hizo  esta  casa  fué  la  de  la  Villa  de 
Guadalupe;  el  15  de  octubre  pasaron  de  aquí  allá  las  madres  Ma- 
ría Manuela,  María  Magdalena,  Mariana  de  San  Juan  Nepomuce- 
no  como  prelada  y  siete  compañeras  más. 

Sin  otros  cambios  que  los  que  dejamos  asentados,  duró  este 
convento  de  México,  ciento  noventa  y  cinco  años,  estimado  de  mu- 
chos y  respetado  de  todos,  porque  sus  moradoras  siempre  se  con- 
servaron en  su  primitivo  fervor.  Sin  la  austeridad  de  su  segunda 
abadesa,  tal  vez  excesiva,  conservaron  siempre  incólume  su  regla; 
a  las  pretendientes  daban  una  instrucción  para  que  se  arreglaran 
a  ella,  formada  de  veinticinco  advertencias  sobre  las  cuales  habían 
de  reflexionar  maduramente  para  probar  su  vocación.  Tales  adver- 
tencias más  parecían  propias  para  alejar  del  claustro  a  las  solici- 
tantes, que  para  llamarlas  a  él :  campeaba  en  ellas  un  espíritu  cons- 
tante de  abnegación  de  sí  mismas  y  de  humildad  profunda,  perfec- 
to desasimiento  de  las  cosas  terrenas,  continuo  trabajo  corporal  y 
ocupación  espiritual,  sueño  corto  e  interrumpido  por  la  asistencia 
a  maitines  a  las  doce  de  la  noche.  No  obstante  esto,  como  nunca 
han  faltado  en  México  damas  virtuosas,  había  siempre  número  de 
pretendientes  esperando  lugar,  que  no  fácilmente  se  presentaba, 
en  razón  de  ser  limitado  a  treinta  y  tres  el  número  de  estas  reli- 
giosas. 


La  Santa  Madre  Teresa  de  Jesús  no  tuvo  convento  en  México 
sino  hasta  en  1616  fundado  de  una  manera  bien  original :  dos  reli- 
giosas de  Jesús  María,  sor  Inés  de  la  Cruz  (muy  diferente  de  la 
poetisa)  y  sor  Mariana  de  la  Encarnación,  deseosas  y  con  razón, 
de  mayor  observancia,  y  enteradas  por  la  lectura  de  la  obra  de  la 
Virgen  de  Avila,  de  su  santa  regla  y  manera  de  vivir,  decidiéronse  a 
fundar  tan  resueltamente,  como  se  probó  por  la  santa  tenacidad  y 
ejemplar  tesón  con  que  vencieron  las  muchas  y  muy  variadas  difi- 
cultades que  desde  el  principio  les  salieron  al  paso.  Una  de  ellas  fué 
que  las  monjas  carmelitas  de  Puebla  establecidas  antes  que  ellas, 
se  creían  con  derecho  a  ser  las  fundadoras,  a  lo  que  con  muy  buena 
gracia  les  respondieron  las  de  México,  que  si  ellas,  las  de  Puebla, 
de  simples  seglares  que  habían  sido  allá  en  Veracruz,  se  transfor- 


194       INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 


marón  sin  más,  en  religiosas ;  ellas  que  ya  habían  estado  acostum- 
bradas a  la  obediencia  regular,  más  fácilmente  entrarían  en  la  ob- 
servancia de  Santa  Teresa  de  Jesús.  Encontraron  un  pudiente  y 
generoso  bienhechor  en  D.  Esteban  Molina  de  Mosquera  que  les 

construyó  su  iglesia  y  convento,  sien- 
do éste  el  menor  en  tamaño  de  todos 
los  de  la  ciudad  de  México. 

Entre  estas  monjas  estuvo  la  poe- 
tisa sor  Juana  Inés  de  la  Cruz  como 
novicia,  mas  no  pudo  profesar  por 
no  acompañarle  la  salud  para  el  cum- 
plimiento de  la  regla  tan  áspera  y  de 
tanta  abnegación. 

El  convento  de  Santa  Teresa  la 
Nueva  de  la  ciudad  de  México,  situa- 
do en  la  Plazuela  de  Loreto  data  de 
principios  del  siglo  XVIII. 

El  de  carmelitas  descalzas  de  Pue- 
bla, como  ya  hemos  insinuado,  comen- 
zó en  Veracruz  por  la  pía  unión  de 
j     siete  beatas  dirigidas  por  el  jesuíta 
Antonio   Ruiz   y   amparadas   por   el 

Ruinas   de   San   Jerónimo.— Puebla.    obispO  D.   DiegO   RoVldnO.      El   26   de 

diciembre  de  1604  recibieron  el  há- 
bito de  manos  del  virtuoso  prelado;  hecho  que  hicieron  perpetuar 
en  un  precioso  cuadro  mural  colocado  aún  sobre  el  coro  alto  donde 
aparecen  los  personajes  mencionados  que  intervinieron  en  la  fun- 
dación. El  insigne  jesuíta  angelopolitano  Martínez  de  la  Parra 
publicó  una  historia  de  este  convento  en  1726. 

Otro  convento  hijo  del  que  acabamos  de  reseñar  quedó  esta- 
blecido mediante  la  generosidad  de  D.  Antonio  Nogales  Dávila, 
i  unto  al  templo  de  la  Soledad.    Esto  fué  en  1745. 

Conventos  hermanos  de  hijas  de  Santa  Teresa  son:  el  de 
Querétaro  a  principios  del  siglo  XIX,  y  el  de  Morelia,  ya  de  1824, 
fundación  de  la  condesa  de  Pinillos. 


La  última  orden  contemplativa  que  se  estableció  en  la  Nueva 
España  fué  la  de  Santa  Brígida  en  1743,  aun  cuando  habían  sido 


C.  VIL  SOBRE  LOS  CONVENTOS  DE  RELIGIOSAS  EN  LA  N.  ESPAÑA  195 

esperadas  muchos  años  antes.  Fueron  sus  fundadores,  D.  José 
Francisco  de  Agidrrc  y  su  mujer,  Da.  Gertrudis  Roldan,  quienes 
les  compraron  lo  que  entonces  era  una  especie  de  charco  o  laguna 
en  las  afueras  de  la  ciudad,  y  hoy  es  la  manzana  de  San  Juan  de 
Letrán  —  Juárez  —  López  —  Independencia. 

Las  monjas  de  este  Convento  procedían  del  de  Vitoria  en  Es- 
paña ;  y  según  lo  estipulado  por  la  real  cédula  de  concesión,  nunca 
pasaron  de  veinticuatro,  aunque  suplían  el  número  con  el  fervor 
de  su  espíritu.  Fué  el  de  la  ciudad  de  México  el  único  convento  que 
tuvieron  en  nuestra  patria. 


*       * 


Ya  habrán  echado  de  ver  nuestros  lectores,  cómo  los  justos 
deseos  de  D.  fray  Juan  de  Zumárraga  de  que  hubiese  en  México 
mujeres  dedicadas  a  la  enseñanza,  había  quedado  sin  efecto.  Nunca 
acabaremos  de  encarecer  suficientemente  la  clarividencia  de  aquel 
santo  varón  cuando  insistía  tanto,  cual  si  leyera  las  necesidades  del 
porvenir,  en  que  hubiese  educación  de  niñas,  altos  estudios  para 
las  jóvenes,  imprenta  y  "molinos  de  papel"  al  servicio  de  la  Igle- 
sia, regularización  de  los  cabildos  catedrales  y  santa  inquisición 
para  todos.  Cuánto  hubiera  ganado  la  Iglesia,  considérenlo  bien 
nuestros  lectores,  encarrilada  por  estas  líneas  tan  armónicas  y  tan 
prácticas,  trazadas  por  nuestro  primer  obispo. 

Parece  increíble  que  con  tanto  prelado  y  tanto  bienhechor 
como  hubo  en  los  tiempos  subsiguientes  no  hubiese  habido  quien 
fundase  conventos  de  religiosas  dedicadas  a  la  enseñanza. 

Toca  la  gloria  de  haber  sido  la  fundadora  de  esta  institución 
en  México,  en  todos  sentidos,  a  la  noble  y  animosa  hija  de  Coahuila, 
Doña  Mana  Ignacia  Azlor,  hija  segunda  de  D.  José  Azlor  Virto  de 
Vera  y  de  Doña  Ignacia  Javiera  Echevers  y  Valdés,  y  nieta  por 
consiguiente  de  los  condes  de  Uara  y  de  los  marqueses  de  San  Mi- 
guel de  Aguayo  y  Santa  Olalla. 

Nació  la  madre  Azlor  en  San  Francisco  de  Patos,  Coahuila, 
hacienda  de  su  mayorazgo  materno,  el  día  9  de  octubre  de  1715. 

Huérfana  de  padre  y  madre  a  los  18  años,  sólo  pensó  en  fun- 
dar en  México  la  Compañía  de  María,  de  religiosas  vulgarmente 
llamadas  de  la  Enseñanza,  institución  reciente  de  la  Santa  Madre 


196       INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

Lestonnac.  Estos  deseos  se  los  había  inculcado  desde  la  niñez  su 
piadosa  madre. 

Desdeñando  brillantísimos  partidos  que  se  le  presentaban,  y 
venciendo  increíbles  dificultades  embarcóse  para  España  e  ingresó 
en  el  convento  de  Tudela  en  1737,  donde  profesó  el  2  de  febrero  de 
1745.  De  allá  se  trajo  once  compañeras,  dos  novicias  y  dos  preten- 
dientes con  quienes  se  embarcó  en  Cádiz  en  1753.  Al  llegar  a  Mé- 
xico depositó  en  manos  del  provisor  y  en  las  arcas  del  convento  de 
Regina,  para  la  fundación  proyectada,  setenta  y  dos  mil  pesos,  sin 
contar  sus  muchas  joyas.  Dio  además  millares  de  cabezas  de  ganado. 

Para  la  fundación  se  compraron  dos  casas  antiguas  en  la  calle 
de  Cordobanes :  la  una  a  D.  Andrés  Otáñez  y  la  otra  al  convento  de 
la  Encarnación.  En  estas  casas  permanecieron  hasta  su  exclaustra- 
ción, y  son  las  que  están  a  un  lado  y  otro  del  templo  de  la  Enseñan- 
za, donde  actualmente  en  edificios  robados  está  como  para  irrisión 
de  los  usurpadores  el  Palacio  llamado  de  "Justicia." 

Termináronse  las  obras  en  1754  con  un  costo  de  cincuenta  y 
siete  mil  pesos. 

Desde  que  llegaron  a  México  estas  religiosas  les  señaló  el  Sr. 
arzobispo  cien  pesos  mensuales  para  su  manutención  lo  que  se  ve- 
rificó hasta  que  murió.  En  28  de  noviembre  de  1757  aprobó  dicho 
prelado  en  foiTna  de  derecho  la  fundación,  concediendo  a  la  Madre 
Azlor  el  patronato,  por  su  vida  y  después  a  sus  sobrinos  los  señores 
conde  de  San  Pedro  del  Álamo  y  marqués  de  Aguayo,  que  enton- 
ces vivían;  y  después  a  quien  llevare  el  título  de  marqués  de  San 
Miguel,  por  línea  recta;  y  faltando  éste,  quien  eligiere  la  comuni- 
dad de  las  monjas. 

El  primer  capellán  de  este  convento  fué  el  Sr.  D.  Manuel 
Rojo,  canónigo  de  la  santa  iglesia  catedral  de  México,  y  después 
arzobispo  de  Manila.  La  primera  prelada  con  el  nombre  de  presi- 
denta, fué  la  madre  María  Ignacia  Sártolo  y  Colmenares,  y  en  24 
de  marzo  de  1765  fué  electa  priora,  la  madre  Azlor,  que  fué  reelec- 
ta y  duró  en  el  gobierno  hasta  el  6  de  abril  de  1767  en  que  murió, 
de  edad  de  51  años. 

En  el  convento  de  Regina  estuvieron  las  religiosas  un  año, 
tres  meses  y  diez  días.  La  primera  iglesia  que  se  hizo  en  una  sala, 
se  estrenó  el  dicho  año  de  1754  a  18  de  diciembre.  En  2  de  diciem- 
bre se  dedicó  la  nueva  iglesia  que  hoy  existe,  llevándose  en  proce- 
sión al  Santísimo  Sacramento,  y  al  otro  día  se  hizo  la  función  de  la 


Convento  de  la  Concepción. — San  Miguel  Allende. 


C.  VIL  SOBRE  LOS  CONVENTOS  DE  RELIGIOSAS  EN  LA  N.  ESPAÑA  197 

dedicación  siendo  arzobispo  el  limo.  Sr.  D.  Alonso  Núñez  de  Haro 
y  Peralta,  con  grande  solemnidad. 

Disfrutó  el  convento  de  la  Enseñanza  la  estimación  general 
de  la  ciudad  de  México :  sus  monjas  eran  tenidas  por  de  lo  más  ilus- 
tradas, de  trato  franco  y  afable,  virtuosas  sin  gazmoñería,  dotadas 
de  los  dones  de  gobierno  y  de  enseñanza;  allí  se  formaron  buenas 
hijas,  buenas  esposas  y  buenas  madres.  Natural  efecto  de  esta  cau- 
sa fué  que  poblaran  aquel  claustro  y  aquel  colegio  miembros  de  las 
principales  familias  de  todo  el  territorio  nacional,  y  lo  fué  igual- 
mente el  que  comenzara  a  tener  mayor  amplitud  en  sus  fondos. 

A  principios  del  siglo  XIX  tuvo  lugar  la  fundación  de  Irapua- 
to  debido  a  los  condes  de  Pérez  y  de  Valenciana.  La  fundación  de 
Aguascalientes  es  de  1708  debida  en  buena  parte  al  limo.  Sr.  Ca- 
bafias,  obispo  de  Guadalajara  y  al  presbítero  Mariano  Guerrero 
que  les  cedió  su  casa. 

Con  el  nombre  de  Enseñanza  nueva  se  conocen  las  comunida- 
des para  monjas  indias,  bajo  la  misma  regla  de  la  Enseñanza 
o  Compañía  de  María.  A  12  de  diciembre  de  1753  dice  Robles:  "El 
día  12  del  que  corre,  se  estrenó  el  colegio  del  Señor  San  Ignacio  de 
doncellas  indias,  el  que  se  fabricó  a  solicitud  de  los  reverendísimos 
padres  jesuítas  del  colegio  de  San  Gregorio,  y  se  halla  frente  de  la 
puerta  principal  de  su  iglesia ;  corre  de  Oriente  a  Poniente,  con  to- 
das las  oficinas  necesarias,  portería  con  su  torno,  locutorio,  salas 
de  labor,  dormitorios,  enfermería  y  otras  varias  proporcionadas 
y  cómodas;  tienen  su  rectora,  portera  y  directoras;  empleándose  en 
ejercicios  mujeriles;  dirígenlas  dichos  reverendísimos  padres;  en 
comunidad  pasan  a  la  expresada  iglesia  a  oír  misa,  confesar  y  co- 
mulgar. Las  fundadoras  fueron  diez  y  ocho,  y  continuarán  en  en- 
trar otras  muchas,  esperándose  gran  fruto  de  esta  obra  tan  agra- 
dable a  los  ojos  de  Dios,  por  la  virtud,  devoción  y  ternura  con  que 
muchas  de  éstas  se  han  visto  frecuentar  los  sacramentos  en  la  ex- 
presada iglesia." 

Muy  variadas  preguntas  ocurren  en  presencia  de  los  datos  his- 
tóricos que  sobre  las  religiosas  exponemos ;  cuya  respuesta  nos  pa- 
rece ser  de  la  incumbencia  de  la  crítica  histórica  y  católica. 

¿  Cómo  es  posible  que  haya  habido  tanto  convento  y  tanta  mon- 


J9S       INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

ja  en  la  Nueva  España?  La  respuesta  es,  que  por  el  contrario,  de- 
bemos maravillarnos  del  poco  número  de  los  unos  y  de  las  otras; 
porque  en  verdad,  cincuenta  y  siete  conventos  con  un  total  de  mil 
setecientas  monjas  que  es  el  número  máximo,  que  alcanzaron  en  la 
época  colonial,  son  cifras  sumamente  cortas  si  se  atiende  a  la  ex- 
tensión y  aun  a  la  misma  población  de  nuestro  país  en  la  época  co- 
lonial; y  se  acentuará  nuestra  admiración  si  pensamos  que  en  la 
antigua  España,  que  en  todos  los  asuntos  religiosos  nos  servía  de 
ejemplo,  el  número  de  monasterios  proporcional,  y  también  absolu- 
tamente hablando,  era  inmensamente  mayor  que  el  que  aquí  dis- 
frutábamos. Explicaciones  de  nuestra  relativa  escasez  en  esta  lí- 
nea, se  ofrecen  dos  muy  obviamente:  la  primera  es  que  por  una 
aberración,  que  ya  expusimos,  las  indígenas  y  mestizas,  es  decir, 
la  inmensa  mayoría  de  las  mujeres  del  país,  fueron  por  dos  siglos 
y  medio  rechazadas  a  priori,  de  la  vida  religiosa ;  y  otra  explicación 
se  encuentra  si  comparamos  los  tiempos  antiguos  con  los  presen- 
tes: en  aquellos,  las  jóvenes  no  encontraban  el  mundo  tan  incom- 
patible con  la  vida  espiritual,  como  lo  encuentran  y  con  mucha  ra- 
zón, las  jóvenes  decentes  de  nuestros  días;  precisamente  por  la 
inmensa  dificultad  que  en  salvar  sus  almas  encuentran  éstas  en  el 
mundo,  hay  ahora  diez  veces  más  monjas  mexicanas  que  en  la  an- 
tigüedad. 

De  otro  rumbo  viene  la  pregunta  de  que  para  qué  servían  esas 
monjas,  pocas  o  muchas.  Para  esas  personas  que  tal  pregunta  hacen, 
la  primera  respuesta  es :  que  había,  hay  y  habrá  monjas  en  todo  el 
mundo  porque  nadie  puede  abolir  el  derecho  natural  de  escoger  un 
modo  de  vivir  que  a  cada  uno  más  le  plazca,  con  tal  que  sea  honra- 
do ;  sin  esperar  que  todo  el  mundo  lo  entienda  y  se  agrade  de  él,  ni 
menos  otras  personas,  incapacitadas  para  juzgar  sobre  temas  de 
bien  vivir.  La  segunda  respuesta  para  los  mismos  interrogantes,  la 
tienen  en  las  primeras  líneas  de  este  capítulo;  y  si  no  se  enteran 
de  las  excelencias  de  la  vida  religiosa,  es  a  causa  de  los  anteojos 
verdes  que  les  ha  puesto  la  educación  liberal. 

Sobre  la  decantada  relajación  de  los  conventos,  participan  las 
religiosas,  aunque  ciertamente  en  menor  grado,  de  las  calumnias 
lanzadas  contra  los  regulares  en  general. 

La  verdad  de  las  cosas  es  que  no  hubo  relajación  en  el  sentido 
que  quieren  dar  a  esta  palabra  nuestros  eternos  difamadores:  No 
hay  base  histórica  en  que  la  supuesta  relajación  pueda  sustentarse;. 


C.  VII.  SOBRE  LOS  CONVENTOS  DE  RELIGIOSAS  EN  LA  N.  ESPAÑA  199 

aunque  haya  que  conceder  caídas  individuales,  a  veces  muy  vergon- 
zosas, escándalos  privados  en  materia  de  fe  y  de  costumbres  de  tal 
o  cual  religiosa  casi  siempre  castigados  por  los  competentes  tribu- 
nales, y  que  nada  significan,  contra  las  colectividades  de  sus  respec- 
tivas épocas ;  ni  menos  como  se  quiere  contra  todas  las  colectivida- 
des de  todas  las  monjas,  de  todas  las  épocas,  en  toda  la  Nueva  Es- 
paña. 

Hechas  estas  salvedades,  que  por  otra  parte  están  ya  en  la  con- 
ciencia pública  y  en  el  buen  sentido  de  la  nación,  podemos  pasar  a 
otro  punto  de  vista  y  preguntarnos  si  con  relación  a  los  ideales  o  a 
las  normas  escritas  de  las  diferentes  órdenes;  ¿hubo  relajación  en 
nuestros  conventos?  InteiTogación  es  ésta  a  que  no  se  puede  res- 
ponder sino  distinguiendo  entre  tiempo  y  tiempo,  entre  convento 

y  convento. 

Hacemos  desde  luego  constar  que  de  las  capuchinas,  brígidas 
y  monjas  de  la  Enseñanza,  no  conocemos  más  que  alabanzas,  ad- 
miración y  simpatías  generales. 

Respecto  a  las  demás  familias  religiosas,  aun  tratando  de  la 
época  en  que  más  quisieran  cebarse  los  amigos  e  inventores  de  es- 
cándalos conventuales,  hallamos  estas  terminantes  palabras  que, 
en  informe  secreto  al  Consejo  de  Indias,  escribía  el  sagaz  visitador, 
D.  Juan  de  Palafox,  con  fecha  20  de  mayo  de  1647 :  "antes  y  des- 
pués de  la  cédula  de  V.  M.  tengo  hecha  visita  secreta  de  los  más 
conventos  de  esta  ciudad ;  y  por  la  misericordia  de  Dios  de  quien 
emanan  todos  los  bienes,  no  he  hallado  cosa  escandalosa  que  nece- 
site de  hacer  castigo  público,  ni  que  pase  de  las  comunes  imperfec- 
ciones que  se  corrigen  con  una  obediencia ;  antes  muchas  religiosas 
de  vida  espiritual  y  ejercicio  de  la  mayor  perfección  en  todas  virtu- 
des, ni  la  pobreza  y  desdicha  en  que  hoy  se  hallan  generalmente  les 
permite  otro  género  de  entretenimiento  ilícito,  a  que  estaré  con  la 
vigilancia  y  cuidado  en  que  me  ponen  las  obligaciones  de  mi  oficio 
pastoral,  y  la  ejecución  de  lo  que  V.  M.  con  tan  cristiano,  recto  y 
piadoso  celo  me  manda"  (4). 

Atendiendo  al  citado  testimonio  y  a  otros  semejantes  que  de  di- 
versas épocas  pudiéramos  citar,  no  dejaremos,  sin  embargo,  de  re- 
conocer, como  hemos  dicho,  defectos  en  las  diversas  familias  reli- 
giosas, y  en  unas  más  que  en  otras.  Lo  que  el  provincial  francisca- 


(4)     A,  G.  I.  60-4-2. 


200       INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

no  en  su  visita  al  convento  de  Santa  Clara  dejó  anotado  para  su 
corrección,  se  reduce:  a  que  las  monjas  enfermas  no  se  curen  fuera 
del  local  designado  para  enfermería;  que  no  se  deje  salir  con  faci- 
lidad del  convento  a  sus  criadas  o  mozas  de  servicio;  que,  pues 
se  ha  tenido  noticia  de  que  hay  monjas  que  tienen  hasta  tres  criadas, 
se  les  obligue  a  no  tener  más  de  una  para  cada  siete  monjas,  y  que 
éstas  las  tengan  en  tal  manera  vestidas  como  corresponde  a  cria- 
das de  religiosas,  que  por  lo  tanto  no  traigan  chinelas  ni  chapines 
con  listones  de  colores;  que  no  dejen  pasar  dentro  de  la  clausura  a 
los  albañiles  y  negros  cargadores,  y  si  hay  necesidad,  entren  acom- 
pañados de  personas  de  confianza;  que  no  se  use  de  la  reja  del  coro 
como  locutorio,  y  otras  menudencias  por  el  estilo  (5). 

De  mayor  cuantía  eran  las  faltas  que  se  observaron  en  otros 
monasterios,  y  tanto  peores  cuanto  que  no  eran  actos  separados, 
sino  costumbres  muy  arraigadas  y  generales.  Nos  referimos  a  la 
admisión  de  multitud  de  mujeres  seglares  que  sin  voto  ni  regla,  ni 
cosa  que  lo  valga,  convivían  con  las  religiosas,  unas  a  título  de  cria- 
das, otras  de  viudas  pensionadas,  y  otras  finalmente  en  calidad  de 
niñas;  pero  esta  palabra  era  muy  elástica,  porque  con  ella  se  de- 
signaban las  que  por  sus  cortos  años  merecían  verdaderamente  el 
nombre;  las  más  crecidas  y  hasta  las  solteras  octogenarias  se  lla- 
maban niñas.  De  ahí  sin  duda  la  peregrina  costumbre  que  por  cier- 
to ya  va  desapareciendo,  de  que  las  criadas  llamen  niñas  a  todas 
las  mujeres  de  la  familia  a  quien  sirven. 

"Ofréceseme  decir,  escribe  un  autor  del  siglo  XVII,  que  siem- 
pre me  han  parecido  los  conventos  grandes  como  un  pueblo  de  mu- 
chas naciones,  con  multitud  de  mozas  y  criadas  que  han  entrado  de 
tantos  géneros  de  metales ;  y  lo  malo  es  que  cada  monja  tiene  dos 
y  tres,  y  las  más  tan  forzadas  que  buscan  cada  día  por  dónde  huir- 
se. Dijo  una  monja  que  el  rey  del  Infierno  llamó  a  consulta  a  todos 
sus  sátrapas  y  ministros  para  pedirles  su  parecer  acerca  de  cómo 
relajaría  los  conventos  de  religiosas,  y  después  de  muchos  votos  y 
gritos  salió  decretado  que  les  diesen  mozas;  y  así  se  ha  visto  que 
ha  sucedido,  pues  tienen  más  inquietudes  y  pleitos  por  ellas,  que 
tuvieran  en  sus  casas  con  la  familia." 

Desagradable  como  es  a  toda  persona  que  entiende  de  obser- 
vancia regular,  lo  que  acabamos  de  describir,  tiene  un  atenuante, 


(5)     Manuscrito  en  el  Archivo  del  Museo  Nacional. 


C.  VII.  SOBRE  LOS  CONVENTOS  DE  RELIGIOSAS  EN  LA  N.  ESPAÑA  201 

si  atendiendo  a  la  realidad  histórica,  consideramos  que  la  llamada 
orden  concepcionista  era,  según  los  tiempos  y  atmósfera  en  que 
fué  fundada,  algo  intermedio  entre  la  vida  seglar  y  la  vida  monás- 
tica. Si  en  vez  de  haberlas  llamado  monjas  se  les  hubiese  dado  el 
nombre  de  begidnas  como  en  Bélgica,  todo  esto  que  pasó  entre  ellas 
nos  hubiese  parecido  lo  más  natural  del  mundo ;  y  entonces  sus  con- 
ventos habríanse  llamado  beguinajes  o  cosa  semejante  y.  . .  todo 
el  mundo  en  paz. 

El  contacto  con  el  mundo  llevólas  también  a  otras  ridiculeces 
y  pequeños  abusos:  tales  fueron  en  el  convento  de  Jesús  María  y 
en  el  de  San  Jerónimo,  el  encarrujar  y  escarolar  los  hábitos,  el  usar 
pulseras  de  azabache  y  el  cocinar  cada  una  en  particular  su  propia 
refección;  mas  de  esto  último  no  tuvieron  ellas  toda  la  culpa,  sino 
cierto  arzobispo  que  les  dio  licencia  para  ello. 

Conocemos  los  pareceres  de  algunos  eclesiásticos  del  siglo 
XVIII  y  señaladamente  el  del  exaltado  Fabián  y  Fuero :  no  ofrecen 
más  datos  que  los  que  lealmente  hemos  expuesto  en  este  capítulo,  y 
por  eso  sus  vehementes  apreciaciones  nos  parecen  injustas  y  de 
marcado  sabor  jansenista. 

Tampoco  hay  por  qué  reprobar  la  hermosa  costumbre  de  ata- 
viarse lujosamente  y  coronarse  de  rosas  el  día  en  que  profesaban. 
Era  día  de  gloria  y  celebraban  sus  espirituales  bodas  con  el  dulcí- 
simo Esposo  de  nuestras  almas,  Cristo  Jesús.  Cuánto  inspiran  los 
múltiples  retratos  de  profesas,  guardados  en  nuestro  Museo 
Nacional. 

No  admitimos  los  datos  que  sobre  las  propiedades  y  caudales 
de  las  monjas  da  cierto  autor  popular ;  en  primer  lugar  por  las  fuen- 
tes de  donde  parece  haberse  documentado.  Los  que  despojaron  a 
las  monjas  en  cierta  etapa  de  la  incautación  les  convino  hacerlas 
aparecer  dueñas  de  tesoros  plutónicos.  Las  estadísticas  hacen  fe, 
únicamente  cuando  están  hechas  por  personas  honradas  y  sin  in- 
tereses ligados  con  las  estadísticas. 

En  segundo  lugar  hay  que  tener  en  cuenta  que  muchas  de  las 
fincas  que  aparecen  en  los  inventarios,  estaban  gravadas,  algunas 
muy  pesadamente ;  de  otras,  las  monjas  no  eran  más  que  las  admi- 
nistradoras, aunque  a  nombre  suyo  estuvieran  las  escrituras :  que 
las  verdaderas  propietarias  eran  las  famosas  niñas  que  habitaban 
el  convento  en  pupilaje. 


202        INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

Con  todo  esto  no  queremos  negar  que  las  religiosas  estuviesen 
bien  acomodadas,  a  excepción  de  las  capuchinas  que  vivían  estric- 
tamente de  la  limosna  cotidiana. 

La  mala  administración,  empero,  a  que  nos  hemos  referido, 
fué  más  bien  culpa  de  algunos  administradores;  que  ya  desde  en- 
tonces existía  el  repugnante  tipo  de  ladrones  a  título  de  beatos  pro- 
tectores de  las  instituciones  religiosas- 

A  pesar  de  todas  estas  manchas,  el  balance  general  resulta  muy 
en  favor  de  los  conventos  de  monjas  en  la  Nueva  España;  fueron 
planteles  de  virginidad,  obediencia  y  oración  cuyo  perfume  trascen- 
día hacia  el  mundo,  logrando  con  todo  esto,  mucho  bien  en  la  socie- 
dad. 

En  otra  parte  tendremos  que  hacer  mención  y  sucintas  bio- 
grafías de  las  que  más  resplandecieron  por  su  virtud  y  santidad. 


CAPITULO  VIII 

LA  VENERABLE  MADRE  MARÍA  DE  JESÚS 


Diversas  etapas  de  la  causa  de  su  beatificación. — Estado  actual  del  pro- 
ceso.— El  aspecto  de  Puebla  a  fines  del  Siglo  XVL — Padres,  nacimiento  e  in- 
fancia de  María  de  Jesús. — Entra  en  el  convento  de  la  Concepción. — Funda- 
ción y  primeros  días  del  monasterio. — La  novicia. — Tentaciones  contra  la  pu- 
reza.— Frases  de  un  notable  sermón. — Elevada  oración  de  la  venerable. — Sus 
padecimientos  y  humillaciones. — Cómo  llenaba  su  día. — De  su  caridad  y  celo. — 
Dones  de  Dios. — Su  santa  muerte. 


bibliografía  especial 

ACEV'EDO    MANUEL,. — Benedicti   Papae   XIV.     Doctrina   de   servornm    Dei   Bestlfic»- 

tlone. — Vonocia,    176.5. 

G.^BCI.V    P.VKDO,    FR^VÍíCISCO. — Vida    de    la    Venerable    María    de    Jesús    Beligriosa 
en    el    Convento    de    la    Purísima    Concepción    de    Puebla    de    los    Angele*. — México,    1676. 

JBSrS    M.XRIA,    FÉLIX    De. — Vida   de   la   Venerable   3Iaría    de    Jesús. — Roma,    1756. 

Reglas    y    Ordenaciones    de    las    Religiosas    de    la    limpia    e    inmaculada    Concepción. 
—México.    1758. 

BIOS,   FRANCISCO.— Puebla  de  los  Angeles  y  la  Orden   Dominicana.— Puebla,   1910. 


204        INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 


UBO  en  la  Nueva  España  desde  mediados  del  siglo  XVII 
hasta  mediados  también  del  siguiente  siglo,  pero  acen- 
tuándose más  en  esta  última  época,  un  movimiento 
eclesiástico  intensamente  espiritual  y  entre  nosotros 
nuevo.  Nos  referimos  al  entusiasmo  y  actividades  desplegadas  an- 
te la  Santa  Sede  Apostólica  con  el  fin  de  elevar  al  honor  de  los  al- 
tares a  una  amable  e  ilustre  compatriota  nuestra:  la  hoy  Venera- 
ble Madre  María  de  Jesús,  honra  y  gloria  muy  esp^ialmente  de 
Puebla  de  los  Angeles  su  ciudad  natal,  teatro  de  sus  virtudes  y  se- 
pulcro de  sus  preciosos  restos. 

Decimos  que  fué  nuevo  entre  nosotros  este  movimiento,  por- 
que si  bien  es  cierto  que  anteriormente  a  la  causa  de  la  sierva  de 
Dios,  habíase  ya  entablado  y  llevado  a  feliz  término  la  beatificación 
y  la  canonización  de  nuestro  ilustre  compatriota  San  Felipe  de  Je- 
sús, también  lo  es,  que  la  tramitación  de  esta  última  causa  se  hizo 
casi  toda  en  Europa  y  sin  intervención  de  nuestra  jerarquía  ecle- 
siástica, y  menos  aún  del  pueblo  mexicano. 

* 
♦       * 

Por  enero  del  año  pasado  de  1924  tuvimos  el  consuelo  de  reco- 
rrer los  procesos  de  beatificación  de  esta  ejemplar  sierva  de  Dios, 
que  se  conservan  en  muy  buen  estado  por  cierto,  en  los  archivos 
de  la  Embajada  Española  ante  el  Vaticano,  donde  nos  fueron  su- 
ministrados por  el  peritísimo  y  amable  archivero,  R.  P.  Pou  de  la 
sagrada  religión  seráfica  (1). 

Por  buenos  que  fueran  los  deseos  del  obispo  Palafox  (si  es  que 
realmente  los  tuvo)  de  promover  la  causa  de  la  madre  María  de  Je- 
sús, falleció  dos  años  antes  de  ser  él  promovido  a  la  sede  angelopoli- 
tana ;  lo  cierto  es  que  la  verdadera  iniciativa  no  se  le  debe  a  él,  sino 
al  limo.  Sr.  D.  Diego  Osorio  de  Escobar  y  Llamas,  quien  en  1661 
mandó  hacer  un  proceso  informativo  sobre  las  virtudes  de  la  ve- 
nerable madre;  pero  pasó,  que  los  capitulares  encargados  de  su 


(1)  Legajo  631.  A  páginas  342  comienza  la  vida  de  la  Venerable  Madre 
«scrita  por  su  director  espiritual,  y  autor  del  célebre  tratado  sobre  Mística, 
P.  Mig-uel  Godínez  de  la  Compañía  de  Jesús,  de  donde  principalmente  tomamos 
nuestras  notas,  y  de  donde  también  parecen  haberlas  tomado  los  autores  que 
citamos,  de  siglos  pasados. 


La  Purísima  Concepción. — Miniatura  de  Luis  Vega  Lagarto. 


C.  VIII.  LA  VENERABLE  MADRE  MARÍA  DE  JESÚS  205 

ejecución,  parece  que  no  estaban  muy  fuertes  en  las  formalidades  de 
derecho  en  punto  a  beatificaciones,  treinta  años  antes  prescritas 
por  Urbano  VIIL 

Devuelto  de  Roma  este  conato  de  proceso,  ya  en  las  postrime- 
rías del  gobierno  del  Sr.  Osorio  y  en  los  comienzos  del  de  su  suce- 
sor, D.  Juan  de  Santo  Mathía  Sáenz  de  Mañozca,  o  sea  en  1672  a 
1(573 ;  se  envió  a  Roma,  amparado  con  un  procurador  y  con  una  car- 
ta de  la  reina  gobernadora,  otro  proceso  más  arreglado  que  el  pri- 
mero, proceso  que  ya  mereció  el  honor  de  que  el  Papa  Clemente  X 
nombrase  ponente  de  la  causa.  Fué  éste  el  eminentísimo  cardenal 
Carpinco;  pero  quien  más  trabajó  y  lo  hizo  con  gran  aliento  hasta 
el  fin  de  su  vida,  fué  el  insigne  obispo  D.  Manuel  Fernández  de 
Santa  Cruz.  A  ello  le  impelía  aparte  del  deseo  de  la  glorificación  de 
María  de  Jesús,  el  de  que  sirviese  de  ejemplo  e  intercesora  para  la 
reforma  espiritual  de  todas  las  religiosas  de  la  Nueva  España,  tan 
deseada  por  el  celoso  pastor. 

Quería  entre  otras  cosas,  activar  la  información  legal  antes  de 
que  muriesen  los  testigos  de  las  virtudes  de  la  sierva  de 
Dios,  mas  no  se  lo  concedieron  las  remisoríales  necesarias  porque 
no  habían  pasado  aún  los  diez  años  canónicamente  requeridos  desde 
la  presentación  del  proceso  infoiTnativo.  Por  todo  esto,  en  1686 
emanó  de  la  Sagi-ada  Congregación  el  desconsolador  rescripto: 
"Non  constare  de  reqidsitis,"  que  en  romance  quiere  decir:  no  cons- 
ta que  se  hayan  llenado  los  requisitos  necesarios. 

En  1695  remitióse  el  examen  de  testigos  que  pasaron  de  ciento 
cuarenta,  y  junto  con  este  expediente  fué  el  proceso  menor  llama- 
do "de  non  cultu"  encaminado  a  probar  que  no  se  había  dado  a  la 
venerable  culto  prematuro  e  ilegal  con  que  tantas  causas  de  bea- 
tificación se  han  echado  a  perder. 

Crecía  el  trabajo  y  ansiedad  entre  los  solicitantes  y  devotos  ca- 
da vez  más  numerosos,  por  las  dificultades  naturales  de  las  distan- 
cias a  Roma,  y  mala  comunicación  mediante  Madrid,  con  la  Sede 
Apostólica.  La  esperanza,  sin  embargo,  parece  que  crecía.  Mas  cuál 
no  sería  el  desencanto  general  al  recibirse  en  1721  el  rescripto  de  la 
Sagrada  Congregación  fechado  en  dos  de  marzo  del  año  anterior  que 
rezaba :  "negative,  et  amplhis  non  proponatur;"  que  se  traduce,  que 
no,  y  que  no  se  vuelvan  a  presentar  más  con  ese  proceso.  Si  a  esto 
se  añade  la  muerte  del  procurador  en  Roma  y  la  del  Sr.  obispo,  alma 
de  todo  el  negocio;  en  lo  humano  había  todos  los  elementos  para 


206        INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

que  se  pusiese  término  y  punto  final  a  la  causa  de  beatificación; 
pero  las  monjitas  concepcionistas  de  Puebla,  con  un  impulso  que 
sin  duda  partía  de  aquel  santo  rinconcito  donde  estaban  las  cenizas 
de  su  amadísima  hermana,  con  esa  constancia  que  caracteriza  todas 
las  obras  de  Dios,  acudieron  de  nuevo  a  Roma  en  1733  con  tan  bue- 
nos resultados,  que  la  Sagrada  Congregación  de  Ritos  en  1735  plenis 
votis,  o  sea  por  unanimidad  de  votos,  pronunció :  praevio  recessu  a 
decissis,  coniviissionem  posse  sigivoiri,  si  Sanctissimo  Domino  nos- 
tro  visum  fuerit;"  lo  que  viene  a  significar :  "volviendo  atrás  de  la 
decisión  tomada  (en  1720)  resolvemos  que  puede  nombrarse  la  co- 
misión canónica  para  la  causa  de  la  beatificación  y  canonización 
de  la  venerable  sierva  de  Dios  María  de  Jesús,  monja  profesa  en 
el  venerable  monasterio  de  la  Inmaculada  Concepción  de  la  ciudad 
de  Puebla  de  los  Angeles,  en  las  Indias  Occidentales,  si  así  lo  tiene 
a  bien  Nuestro  Santísimo  Padre." 

Y  nuestro  Santísimo  Padre,  que  era  entonces  Clemente  XII 
henigne  annuit,  accedió  a  ello  benignamente.  Consecuencia  de  lo 
cual  fueron  tres  remisoriales :  la  primera  para  la  instrucción  de 
los  procesos,  ya  con  autoridad  apostólica,  sobre  las  virtudes  y  mi- 
lagros in  specie  de  la  venerable  madre  María  de  Jesús  (1735) ; 
otras  haciendo  constar  la  observancia  del  non  cultu  (1737) ;  y  otras 
para  hacer  el  proceso  sobre  la  fama  de  santidad,  virtudes  y  mila- 
gros in  genere. 

En  virtud  de  todo  esto  se  elaboraron  procesos  en  toda  regla, 
los  que  se  terminaron  en  1753  y  llegaron  a  Roma  el  12  de  marzo 
de  1756. 

No  se  estancó  el  proceso  como  alguien  ha  dicho  en  ese  año  de 
1756;  siguió  su  paso  lento,  pero  seguro,  hasta  su  fin,  hasta  lo  úl- 
timo que  tiene  que  hacer  la  Sagrada  Congregación  o  sea  la  sesión 
llamada  técnicamente  preparatoria  (se  sobreentiende  a  la  decla- 
ración pontificia) ;  y  esta  sesión  tuvo  lugar  el  18  de  noviembre  de 
1775  a  las  tres  y  media  de  la  tarde,  estando  presentes  los  eminen- 
tísimos señores  cardenales  y  los  consultores  de  la  Sagrada  Con- 
gregación de  Ritos.  En  la  reseña  oficial  incluida  en  el  sumario  del 
proceso  autenticado  y  sellado,  se  lee  que  interrogada  la  veneranda 
asamblea  an  constet  de  virtiitibiis  cardinalibits  et  theologalibus  in 
gradu  heroico  ....  suffragati  fuerunt;  lo  que  significa :  que  pregun- 
tados los  referidos  eminentísimos  señores  cardenales  y  los  consul- 
tores, si  les  constaba  (según  los  procesos)  de  que  la  sierva  de  Dios, 


C.  VIII.   LA  VENERABLE   MADRE   MARÍA   DE  JESÚS  207 

María  de  Jesús,  poseyó  las  virtudes  cardinales  y  teologales  en  grado 
heroico,  los  consultores  dieron  su  voto  afirmativo  (2). 

¿Por  qué,  pues  se  suspendió  en  1775  una  causa  ya  tan  ade- 
lantada? Nos  figuramos  que  fué  porque  la  Corona  de  España  lejos 
de  patrocinarla,  como  lo  había  hecho,  vería  tal  vez  hasta  con  resen- 
timiento la  canonización  de  una  sierva  de  Dios,  cuya  vida  estaba 
tan  ligada  con  los  miembros  conspicuos  de  la  Compañía  de  Jesús, 
principalmente  con  el  P.  Godínez ;  pues  ya  sabemos  el  odio  y  perse- 
cución que  por  estos  tiempos  se  desencadenaba  desde  el  trono  es- 
pañol contra  todo  lo  que  pudiese  prestigiar  a  la  recién  extinta  Com- 
pañía de  Jesús. 

El  Papa  Pío  VI,  diez  años  después,  sosegadas  un  tanto  las  re- 
feridas animosidades  dio  en  1785  la  última  palabra  que  se  podía 
dar  y  que  pueden  ver  nuestros  lectores  en  los  auténticos  decretos 
que  aquí  estampamos:  "que  las  virtudes  de  la  V.  Sierva  de  Dios 
Sor  María  de  Jesús  quedaban  de  tal  modo  aprobadas  que  podía  ya 
procederse  a  todo  lo  restante  de  su  Causa,  dando  principio  al  eixa- 
nien  de  los  tres  milagros." 

Desde  entonces  hasta  1865  en  que  se  terminaron  las  últimas 
diligencias  no  ha  dejado  de  tocarse  y  trabajarse  la  causa  de  la  V. 
madre  hasta  empleando  para  ello  un  medio  que  afortunadamente  no 
tuvo  verificativo;  la  intervención  nada  menos  que  del  impío  conde 
de  Azara  para  que  el  Papa  dispensase  de  los  tres  milagros  reque- 
ridos. Otros  procuradores  no  pretendían  tanto  sino  tan  sólo  el  que 
la  Santa  Sede  diese  por  válidos  cualesquiera  de  los  muchos  mila- 
gros anteriores  a  la  postulación,  proposición  que  también  fué  re- 
chazada. 

Cartas  a  Femando  VII,  al  ministro  Polier  y  después  de  la 
Independencia,  a  D.  Antonio  López  de  Santa  Ana  y  finalmente  ur- 
gencias verbales  expuestas  en  1865  por  el  muy  ilustre  Sr.  Zama- 
cona  enviado  para  este  efecto  ante  la  Santa  Sede,  son  los  últimos 
trámites  que  sobre  el  asunto  nos  son  conocidos  mediante  documen- 
tos de  un  archivo  particular,  de  Puebla. 


(2)  El  sumario  del  proceso  autenticado  y  sellado  está  en  un  cuaderni- 
to  pequeño  dentro  del  citado  legajo  631. 

Consulté  sobre  este  proceso  en  enero  de  1924  con  el  P.  Aureliano  Fagella, 
procurador  de  las  causas  de  beatificación  y  canonización  que  sigue  ante  la 
Curia  Romana,  la  Compañía  de  Jesús;  y  en  vista  del  último  párrafo  c^e 
acabamos  de  copiar,  me  dijo  que  ya  prácticamente  no  había  nada  que  hacer, 
y  que  podía  felicitarse  México  de  tener  tan  adelantada  esta  causa. 


208       INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

Todo  esto  era  andarse  por  las  ramas  y  olvidarse  de  que  lo  que 
la  Santa  Sede  exige  son  tres  milagros  bien  y  canónicamente  com- 
probados. Milagros  en  el  sentido  vulgar  de  la  palabra  no  paran  de 
verificarse  por  intercesión  de  la  venerable,  lo  único  que  falta  es 
que  con  un  poquito  de  diligencia  se  tomen  las  declaraciones  necesa- 
rias y  se  entregue  a  un  técnico  el  asunto  para  que  consten  ante  la 
Santa  Sede. 

Por  parte  de  los  fieles  lo  que  resta  es  encomendarse  con  fe  a  la 
sierva  de  Dios  para  que  él  la  ilustre,  haciendo  tres  milagros  de  pri- 
mer orden  y  bien  claros. 

Conocidos  estos  datos,  ellos  mismos  explicarán  a  nuestros  lec- 
tores la  razón  de  ocuparse,  y  precisamente  en  este  tomo,  de  la  His- 
toria de  la  Iglesia  en  México,  de  la  vida  y  virtudes  de  la  venerable 
madre  María  de  Jesús. 

Entraremos  en  dicha  biogi'afía  fundándola  principalmente  en 
la  documentación  vinculada  con  el  proceso,  sin  prescindir  empero, 
de  los  libros  impresos  anunciados  al  frente  de  este  capítulo,  ni  de 
los  documentos  que  bondadosamente  nos  suministra  el  remanente 
de  la  antigua  comunidad  de  concepcionistas  de  Puebla. 

* 

*       * 

En  1579,  año  del  nacimiento  de  María  de  Jesús,  Puebla  de  los 
Angeles,  su  patria,  ofrece  un  aspecto  moral  importantísimo  y  sin- 
gular en  la  historia  de  la  Nueva  España.  Era  Puebla  la  ciudad  ideal 
y  típica  de  la  colonización  española  en  América,  donde  los  mejores 
españoles  al  lado  de  los  mejores  indígenas  y  en  perfecta  armonía 
con  ellos,  levantaron  de  nueva  planta,  y  buena  planta  por  cierto,  la 
ciudad  más  pacífica,  y  vista  en  conjunto,  la  más  hidalga  que  existe 
de  este  lado  del  mar.  Si  los  mismos  ángeles  del  cielo  no  delinearon 
para  sus  fundadores  el  perímetro  y  traza  de  esta  ciudad,  ciertamen- 
te la  han  protegido  con  otros  muchos  dones  y  beneficios. 

La  humilde  fundación  iniciada  en  1530  por  el  oidor  Salmerón, 
había  en  el  lapso  de  medio  siglo,  elevádose  a  gran  altura  en  todos 
los  órdenes.  Su  principal  riqueza  consistía  en  la  fertilidad  de  los 
campos,  y  su  riqueza  moral  se  basaba  en  que  el  núcleo  y  lo  más  pu- 


DECRETO 

EN  LA   CONGREGACIÓN 

De  .r.A  Beatificación  y  Cano.nizacíok 
DE  LA  VENERABLE  SÍERVA  DE  DIOS 

K^^  \j^  .A.  ivi  ijL  lí^  X  i\   .U  AÍi  J  jlS  O  U  a  . 

Monja  Profesa  je^acl  Sagrado  Gonvenío  de    la   Purísima  Goncc.  j 

luicstra  Señora  la' Virgen  Mar^  de.  la"  Ciudad  de  la  Puefe  jí 

geles;  tú    las  Iridias  Occidentales. 

SOBRE  E.IL  -RUBIO 

^^'t'cofísfa  de  ¡as  Virttides  T^dogales ..  iy,  Esperanza^  y  jfzarldad  par, 
'don'-  Dios^y  el  iPróximOy  tamhiende  la^  Car  díñales  Prudenciayjustkia 
■Fortaleza y  y  Templanza^  y  sm  anexas  en  grado  heroico ,.   en   el  caso 

y  para  el  efeüo  de  qu^  st  trata, 

:Aw,„ ,.  v™.,=  Si„„  ..  D,^  .0.  .:.«u  L,  ,BSÜ> 

murió  con  grande  fama  de  Santidad  en  el  dia  orjce  deí  mes  de  Junio  dei '  año 
?tic  mil  se¡s¿iehto$5  Ireiiua  y  $ietc;:  corr  tpíjo  modios  impedimentos  retarda- 
ron su  causa  de' tal  suerte,  que  h'asta  él  áfio  dánnil  Gcrecicntos  treinta  y 
cinco  solamente  se  publicó  la  ^ow?/j/5«  de  sii   btroduccion^  y    d    juicio 
,íobrc  las  Virtudes  de  la  Sierva  de.  .Dios  fue  »rÍítieíiirriejirc*^iíisütuIdo  ca  el 
día  siete  del  mes  de  Diciembre  del  año  de  mi!  ¿ifíccj^ntós  sceíí  stó  ^  d^f?*.  en.  ¡q'^ 
se  celebró  la  Congregación  ante  preparatoria ^cn  ti  l*a.Ucl6    deí  Cardenal 
■Mafcfusci<  de  esclarecida  níemoria,.  que  r^-í»  íiitonccs  Relator  de  la  Causa. 
Dcspues-'SC;  trató  la  mish^a  qtiestjoii.  on..    .¿.en  h  Ccngrcgacion  prepa- 
;ratoria^  €]ue  se  celebró  en  el  Palacio:  Apostólico    ácmediato   al.  Vaticano 
'en  seis  í3e  Noviembre  de  mil  sctecieiítiás  setenta  y  cinco.  Y  por  tercera, 
-en  la  Congregación  general'  temda  ca  presencia  de  Nró.   Smó.  Padre  el 
Scrior  PÍO  Vh  Qn.  veinte   y  uno  <ífe  jfünío   de  este  prcpt^r>re   ano  de  nv I 
>;cientos  ochenta  y^  cinco» 

Estedia,  pues,  eñ  que  juntos ;  en  Consejo  los  KR.  t^-^rí^rnaíes,  y 
otros  varones,  fue  propuesta  la  duda  atrjba  enunciada  poi  .  Cardenal 
Eugenio  Vizconde  Relator  de  la  Causa,  fueron  rodos  de  sentir,  que  coa 
efecto  debian  apreciarse  las  Virtudes  de  la  Sierva  de  Dios  en  ei  grado 
0\  heroicas.  Mas  como  refi&sionasen,  que  el  número  de  los  Testigos  da 
roido,  era  menor  del  que  prescriben  las  Constituciones  Apostóücss,  y  qi><.' 


.iiii>...á  .ios  que  hM.í  \c5- f^k^hatí  cícitiua'.  íx^üisíLos  p-sra  coiSHbs  con  ,s. 
gnrlrfaí-cn   la.dasG.de  TesEígOíí  rjc  oído  t^eLprimef  grado,  Rieroniífe  di 
*"   ci)^  que  este  defeclo  de bia*  ..corn pencarse,  ^licíranda   tin    tercer  Mil.; 
.^i  uji.  s€giii¥  coítstaba  .de  h  hih  •'-  ^^"  ^    *^-' '^    Fadis  Beri?di€fc(>¿XIV.  pu- 
^''""'ía  en  mil  seceGkntos  eiriuacaí  -atro.     ^' 

EflH(p- no- obstante  Kra  Sido.  iWc  el   Señor  PÍO    VI.   diBrió    par.i 
una  ü¿mpQ:rcí  pronunciar  3cntencí¿6  definitiva  eh  un  negocio  de  ranra  im- 
pOTÍanGÍá:i««nfvCÍ  dc8Íg»Ío    '     sicai^iar  ^r  medio  de. sus  eontinyas  y  f^r- 
vorpsas  oraciones^  Una  lir^  aiaa  €i)p?osrv  Y  abundan^      de   aqael   Dios    de-- 
quien    *■    'ender>      ''         lorraies    todafSf-  iás   gracias  y   dones    m?ignílico5. 
petó-  csia  sabia,  y  pi^kiCutí?  suspsMO»  dcí  áiiímade  su  Santidad,  Iw  t< 
riidc?  fí'ií  el  dh  de  hoy^  tñ  que  híibigndo  hccbo-  .venir  i  su  presencia  á  los^- 
RR.jCardcnaks  Eugenio  Vizconde^  Relaíor  de  la  Gi^usa,  y.  Ji^n'Archin- 
to  Prefcdo  ,d^  la  Sagrada  Corierejraciüa  delitos,  al  R.  F.  Carlos  Erskirt 
PromorcnF  de  I*  Fe,  y  á  mi  d  í;'Ubí:crÍpioSsc:i"í:iarioj  después  de  acabado  ef 
Santo  .SacFÍfícIo  de  la  Misa^  é  implorado  nncvamcnte  ti  ausílio.  divino,  de- 
creto su  Santidad  í:2  jfja^  te  Virtudes  áe^a-  Venerable  Sur  va   de   Dios- 
SOR  María  de  jesús ^quaJahim  de  tal  modo  aprúbadas.,  que- 
pedia  ya  precederse  d  todo         ',7taf¡fs  d^, su  Causa,  dando  principio  oí, 
éxdtnerí  de  ío/ tré^  -Mi/agros. 

y  asinciismo  mandó  .sií  Santtídad  qae  se  diese  á  luz,  y  se  agregase: 
este  mismo  Decr<?to  2.  las  ^c'  Sagrada  Congregación  de  Ritos  el 

^ia  3  de  Jtúia  déí  año-  de  i  ^h 


J.€ard^ArvUntp]Pr 


En. el  lugar  ^  del  SelíOc 


Julio  lidarta  de  Somalia. 

Secreíario  ¿éh  Sagradci  Cüngíiegacicii 


C.  VIII.  LA  VENERABLE  MADRE  MARÍA  DE  JESÚS  211 

diente  de  sus  habitantes  eran  labradores,  es  decir,  elemento  mucho 
más  sano  que  los  aventureros  que  todavía  vagaban  por  nuestro 
norte  en  pos  de  conquistas  y  en  son  de  guerra;  mejor  también  que 
los  que  rondaban  por  nuestras  regiones  mineras  o  por  nuestros  ma- 
leantes puertos,  o  bien  a  caza  de  algún  empleo  en  la  capital  que  el 
buen  Fr.  Juan  de  Zumárraga  llamaba  "esta  gran  Babilonia,"  de 
México. 

Las  riquísimas  haciendas  de  panllevar,  la  portentosa  repro- 
ducción de  sus  ganaderías,  los  ciento  treinta  mil  morales  de  Hue- 
jotzingo ;  y  sobre  todo,  su  cercanía  al  principal  emporio  de  la  Nue- 
va España,  hicieron  de  Puebla  una  ciudad  industrial  de  cuyos  obra- 
jes salían  para  toda  la  Nueva  España,  desde  la  basta  jerga  hasta 
el  riquísimo  terciopelo  de  seda ;  y  loza  y  vidrio  y  cristales  y  sombre- 
ros. . .  es  decir,  que  por  Puebla  andaba  buena  parte  de  la  vitalidad 
de  la  Nueva  España. 

En  la  parte  religiosa  estaba  ya  también  para  el  último  tercio 
del  siglo  XVI  en  estado  casi  de  perfección,  porque  como  las  fami- 
lias españolas  estaban  tan  bien  organizadas  bajo  sus  prelados  y 
pastores,  había  todos  los  elementos  para  que  de  entre  ellas  surgiese 
un  clero  vernáculo,  autorizado  y  sosegado  que  por  esta  causa  supe- 
ró, \isto  en  conjunto,  al  de  otras  regiones  de  nuestra  patria.  La  la- 
bor de  los  franciscanos  y  dominicos  con  la  raza  indígena;  la  de 
estos  últimos  religiosos  y  de  la  Compañía  de  Jesús  en  la  educación 
de  la  juventud,  llegaron  a  fines  del  siglo  a  su  apogeo,  y  sin  duda  al- 
guna al  mejor  período  que  han  tenido  desde  entonces  en  nuestra 
historia. 

Los  prelados  que  estaban  al  frente  de  grey  tan  feliz,  princi- 
palmente D.  Diego  Romano,  que  era  todo  un  príncipe,  fueron  verda- 
deramente el  alma  de  todo  ese  mo\imiento  ascendiente  y  glorioso 
de  la  ciudad  de  los  Angeles. 


* 


Procedente  de  la  antigua  España  y  de  la  noble  Valladolid, 
había  venido  a  México  a  mediados  del  siglo  XVI,  Sebastián  Tome- 
lín,  quien  casó  en  México  con  una  buena  joven  de  esta  ciudad,  lla- 
mada Francisca  Campos,  o  del  Campo,  con  la  cual  se  trasladó  a  re- 
sidir en  Puebla  a  causa  probablemente,  de  la  cercanía  de  sus  hacien- 
das, en  esas  regiones  ubicadas.   Fueron  estos  dos  felices  consortes 


212        INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

los  padres  de  la  niña  María  de  Jesús,  venida  al  mundo  el  21  de  fe- 
brero de  1579  (3). 

No  faltan  escritores  que  según  el  estilo  de  la  época  en  que  es- 
cribieron, rodean  de  prodigios  y  apariciones  los  días  previos  al  na- 
cimiento de  la  venerable ;  bien  pudo  ser,  pero  no  insistimos  en  ello 
para  pasar  a  los  datos  más  sólidos  y  que  más  en  cuenta  se  tuvieron 
en  el  proceso  de  beatificación. 

Con  excesiva  buena  voluntad  se  nos  pinta  una  infancia  de  la 
venerable  extrañamente  privilegiada:  un  sacerdote  tiene  revela- 
ción especial  y  la  ve  nacer  en  forma  de  astro;  ella  a  los  tres  años 
de  edad,  perdía  los  sentidos  medita^ido  en  las  cosas  celestiales,  y  a 
los  seis  salió  con  un  hermanito  suyo  en  busca  de  la  vida  anacorética ; 
a  esa  misma  edad  tenía  ya  la  impresión  de  las  llagas  de  Cristo ;  re- 
velaciones y  visitas  de  las  ánimas  del  purgatorio,  etc.,  etc.  Por  nues- 
tra parte  no  acabamos  de  comprender  cómo  puede  haber  pruebas 
serias  de  todo  lo  dicho,  versando  como  versan  sobre  un  sujeto  sin 
uso  de  la  razón,  y  sin  comprobantes  extrínsecos  que  lo  suplan.  Por 
otro  lado  estos  rasgos  de  infancias  milagrosas,  si  tal  vez  producen 
la  admiración  de  algunos  sencillos,  en  otros,  en  cambio,  pueden  dar 
origen  a  un  desaliento  nacido  de  no  verse  privilegiados  ni  visitados 
por  las  ayudas  extraordinarias,  que  los  biógrafos  en  general  del 
siglo  XVII,  se  empeñaron  en  que  fuesen  ordinaHas  para  todos  sus 
biografiados. 

Más  edificante  nos  resulta  el  ver  a  María  de  Jesús  a  los  diez 
años  padeciendo  con  una  suave  resignación  los  dolores  y  enferme- 
dades con  que  Dios  quiso  visitarla  en  esa  edad,  y  considerar  la  for- 
taleza espiritual  de  su  alma  en  los  años  que  vivió  en  el  mundo; 
porque  aunque  no  lo  dicen  los  autores  y  tratan  (menos  cuerdamen- 


(3)  Esta  fecha  ya  no  es  discutible  ante  la  siguiente  fe  de  bautismo: 
"El  Bachiller  Bartolomé  Fernández  de  Salazar,  Cura  teniente  del  Sagrario  de 
la  Santa  Iglesia  Catedral  de  la  Puebla  de  los  Angeles,  certifico  que  en  uno 
de  los  libros  en  que  se  escriben  los  nombres  de  los  que  en  esta  Parroquia  se 
bautizan,  a  fojas  ciento  y  veintisiete  a  la  vuelta  está  una  partida,  que  es  la 
primera  y  como  se  sigue:  "En  veinticinco  de  Febrero  de  mil  quinientos  y 
setenta  y  nueve  años,  el  Cura  Tomás  Ruiz  bautizó  a  María,  hija  de  Sebastián 
Tomelín  y  Francisca  de  Campos.  Fué  padrino  Alonso  de  la  Guerta.— Tomás 
Ruiz  de  Zúñiga." 

"Y  para  que  conste  haber  dicha  partida  en  dicho  libro  a  que  me  remito 
y  estar  fielmente  sacada  a  pedimento  de  la  Madre  María  de  la  Cruz,  Abadesa 
del  Convento  de  Ntra.  Sra.  de  la  Concepción  de  esta  Ciudad,  di  esta  certifi- 
cación y  la  firmé  en  los  Angeles  en  treinta  de  agosto  de  mil  seiscientos  y 
setenta  y  nueve  años.— Bachiller  Bartolomé  Fernández  de  Salazar. 


La  Purísima  Co„copei6„.-Mini.t„n.  .,.  Vega   Lagarto. 


C.  VIII.  LA  VENERABLE  MADRE  MARÍA  DE  JESÚS  213 

te)  de  ocultar  la  verdadera  situación  moral  de  María  de  Jesús  en 
su  juventud,  ellos  mismos  sin  quererlo,  dan  todos  los  elementos  para 
que  conozcamos  que  esta  purísima  azucena  creció  y  se  irguió  muy 
elevada,  con  su  cáliz  vuelto  al  cielo ;  pero  en  medio  de  zarzas  y  es- 
pinas. Entre  otras  tuvo  las  espinas  de  las  calumnias  y  falsos  tes- 
timonios, que  nos  dan  una  idea  de  la  sociedad  en  que  por  precisión 
tenía  que  vivir  y  moverse.  Nótese  a  este  propósito,  que  según  co- 
3nún  sentir  de  autores  y  testigos,  su  hermosura  corporal  era  extra- 
ordinaria, y  así  lo  comprueban  los  tradicionales  retratos  que  de 
ella  se  conservan,  uno  de  los  cuales  publicamos  en  estas  páginas. 

Ella  había  nacido  para  Jesucristo  y  otro  estado  que  no  fuese 
el  de  esposa  de  su  divino  Maestro,  repugnaba  a  su  alma  en  abso- 
luto. De  ahí  la  lucha  con  su  padre  y  con  buena  parte  de  su  familia. 
Porque  su  padre,  rico  y  bastante  mundano,  se  había  forjado  el 
plan  invariable  de  casar  a  su  hija  con  determinado  joven  de  fami- 
lia muy  principal  y  mayorazgo.  Esta  era  una  de  las  dificultades  de 
aquella  época  para  las  jóvenes;  que  sus  matrimonios  se  los  arre- 
glaban sus  deudos  sin  tener  en  cuenta  los  personales  afectos  de  la 
desposada,  sino  el  medro  y  aumento  de  la  casa,  la  unión  de  fortunas 
o  de  títulos,  y  en  una  palabra,  lo  secundario  en  vez  de  lo  prin- 
cipal. 

Sebastián  Tomelín  era  en  este  punto  uno  de  tantos  señorones 
de  su  tiempo,  y  además  tenía  un  carácter  en  extremo  iracundo  y 
arrebatado. 

Otra  cualquiera  joven  con  menos  temple  que  el  de  María  de 
Jesús,  se  hubiera  doblegado  ante  tan  inusitada  presión  por  parte 
de  su  padre,  y  dejando  el  llamamiento  de  Dios,  hubiera  entrado  sin 
voluntad  en  el  matrimonio  para  llevar  en  él  una  vida  de  grandes 
amarguras  y  de  grandes  peligros.  Pero  el  espíritu  de  la  virgencita 
angelopolitana  y  su  unión  con  Dios,  la  levantaron  sobre  su  siglo, 
sobre  su  edad  y  sobre  la  debilidad  de  su  sexo;  y  por  ésto  para  las 
propuestas  de  matrimonio  que  en  todos  los  tonos  le  hizo  su  padre, 
nunca  tuvo  más  respuestas  que  un  no  respetuoso,  firaie  y 
tranquilo. 

Además  del  carácter  y  auxilios  ordinarios  del  Señor,  le  dio  en 
esta  ocasión  algo  muy  extraordinario:  estando  en  oración  vio  a  la 
Santísima  Virgen  vestida  de  blanco,  con  un  manto  azul  y  que  le 
pedía  a  Dios  Trino  y  Uno  le  diese  a  aquella  criatura  para  su  con- 
vento de  la  Concepción,  a  lo  que  condescendió  el  Señor;  y  pasando 


214        INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

más  adelante  la  súplica  de  la  Soberana  Reina,  le  rogó  que  la  ben- 
dijese, como  lo  hizo. 

Ya  verá  el  lector  que  entramos  en  un  nuevo  terreno  de  lo  so- 
brenatural. Así  como  no  puede  aceptar  ni  la  Iglesia  para  sus  deci- 
siones, ni  el  historiador  crítico  para  sus  narraciones,  poi'tentos 
inverosímiles  o  ridículos,  así  tampoco  deben  de  rechazar  los  que 
presentan  los  caracteres  de  verdad  o  de  sensata  probabilidad.  Des- 
preciando la  hipercrítica,  producto  al  fin  y  al  cabo  de  aberraciones 
mentales  y  detestando  la  incredulidad  materialista,  que  no  admite 
los  milagros  de  Dios  (aunque  por  otro  lado  admita  todo  lo  extraor- 
dinario e  invisible  del  espiritismo)  es  menester  que  el  lector  cris- 
tiano se  haga  cargo  de  que  es  una  realidad  consoladora  la  interven- 
ción directa  de  Dios  o  de  sus  santos  con  algunas  almas  escogidas; 
que  así  pasó  en  la  antigüedad,  y  que  así  sigue  pasando  hasta  en 
nuestro  propio  y  corrompido  siglo  XX.  Sin  este  sano  criterio  la 
biografía  de  María  de  Jesús  perdería  mucho  de  su  interés  históri- 
co y  de  la  eficacia  sobre  nuestra  propia  vida  y  edificación. 

No  le  faltarían  en  este  paso  de  su  vida  personas  de  las  llama- 
das prudentes  que  le  aconsejarían  esperar,  "dar  tiempo  al  tiempo," 
no  precipitar  los  acontecimientos,  dar  gusto  a  su  padre  aplazando 
siquiera,  su  entrada. . .  Mas  nada  de  esto  encajaba  en  un  carácter 
como  el  suyo,  y  más,  previendo  como  preveía,  que  para  ella,  el  es- 
perar podía  significar  peligro  y  ruina  de  su  vocación.  Así  que, 
de  acuerdo  con  su  madre,  piadosísima  señora  y  temerosa  de  Dios, 
burlando  los  centinelas  que  su  padre  le  había  puesto  para  que  conti- 
nuamente la  vigilaran,  fuese  al  monasterio  de  la  Concepción  donde 
muy  en  secreto  concertó  su  entrada  con  las  monjas,  y  días  más  tar- 
de, aprovechando  la  ocasión  de  haber  jubileo  en  la  iglesia  del  Car- 
men; a  la  vuelta  de  él  escabulléndosele  a  su  hermano,  que  era 
aquella  vez  el  centinela  en  turno,  se  fué  al  convento  de  la  Concep- 
ción, distante  pocas  calles  del  Carmen.  Cuando  estuvo  dentro,  con  la 
sonrisa  en  los  labios  y  los  ojos  en  el  cielo,  le  dijo  a  Dios,  y  le  dijo 
al  mundo :  "De  aquí  no  salgo." 

Al  saber  lo  que  había  pasado,  Sebastián  Tomelín  se  desplomó 
víctima  de  un  ataque,  que  lo  tuvo  veinticuatro  horas  sin  sentido; 
y  viéndose  a  las  puertas  de  la  muerte,  recibió  los  sacramentos,  pero 
al  mismo  tiempo  hizo  un  testamento  en  que  desheredaba  a  su  hija 
por  desobediente.   ¡  Valiente  cosa,  qué  le  importaba  a  ella  perderse 


C.  VIII.  LA  VENERABLE  MADRE  MARÍA  DE  JESÚS  215 

el  plato  de  lentejas,  si  al  fin  podía  decir  con  San  Francisco :  "Deus 
nt^us  et  omnia"! 

* 
*       * 

Tiempo  es  de  que  conozcamos  por  dentro  y  desde  su  origen 
el  convento  cuyas  puei-tas  acaban  de  abrirse  a  la  amable  prófuga. 

Había  en  Puebla  por  los  años  de  1593  un  anciano  sacerdote, 
por  nombre  D.  Leonardo  Ruiz  de  la  Peña  que  deseoso  de  hacer  algo 
bueno  con  el  mucho  dinero  que  Dios  le  había  hecho  heredar  de  sus 
padres,  prometióle  fundar  un  convento  para  religiosas  de  la  Purí- 
sima Concepción.  Difiriendo  iba  más  de  lo  conveniente  el  cumpli- 
miento de  su  promesa,  cuando  en  cierta  ocasión,  al  cruzar  un  río, 
fué  aiTebatado  por  la  corriente  de  modo  que  ya  le  daban  por  muer- 
to los  que  le  acompañaban  "aumentando  éstos,  dice  cierto  autor, 
las  corrientes  de  las  aguas  con  las  que  de  sus  ojos  vertían  sobre 
aquel,  si  cristalino,  lúgubre  monumento  de  su  señor."  Entonces  le 
pareció  al  buen  cura  ver  a  la  Santísima  Virgen  que  alargándole  la 
orla  de  su  manto  para  que  se  asiese  de  ella,  le  salvó  la  vida ;  pero 
exhortándolo  a  que  diese  cumplimiento  a  su  promesa. 

Llegado  que  hubo  a  Puebla  de  vuelta  de  su  viaje,  cumplió  su 
promesa  haciendo  las  escrituras  de  fundación  del  convento,  do- 
tándolo en  treinta  mil  pesos.  Esto  fué  el  15  de  junio  de  1586  ante 
Melchor  de  Molina  escribano  público,  lo  que  aprobó  el  obispo  D. 
Diego  Romano,  y  el  buen  virrey  D.  Luis  de  Velasco  el  segundo. 

El  convento  pudo  inaugurarse,  terminadas  sus  obras,  en  1593, 
sin  que  su  fundador,  muerto  poco  antes,  tuviese  el  gusto  de  verlo 
estrenado. 

Martes  23  de  febrero  de  1593,  víspera  del  glorioso  Apóstol  San 
Matías  llegaron  a  esta  ciudad  tres  religiosas,  que  con  las  licencias 
necesarias  salieron  para  esta  fundación  del  religioso  convento  de 
la  Purísima  Concepción  de  la  ciudad  de  México,  corte  de  esta  Nue- 
va España,  las  cuales  fueron  las  siguientes. 

La  R.  M.  Leonor  de  los  Angeles  por  abadesa,  siendo  de  edad 
de  45  años  y  con  28  de  profesión:  hija  legítima  de  D.  Juan  de  Cue- 
vas y  de  Doña  Ana  (y  no  María)  Téllez  Girón,  apellidos  ilustres 
que  hacían  notoria  su  nobleza.  Era  esta  madre  tía  del  arzobispo 
D.  Alonso  de  Cuevas.  La  madre  Francisca  de  los  Angeles  vino  por 
maestra  de  novicias,  siendo  de  36  años  de  edad  y  21  de  hábito.  La 
madre  Isabel  de  San  Jerónimo  vino  por  tesorera,  siendo  de  edad  de 


216        INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

31  años  con  16  de  profesión.  A  estas  señoras  religiosas  se  juntó  la 
madre  Beatriz  de  Santo  Tomás,  monja  profesa  en  el  convento  de 
Santa  Catalina  de  Sena  de  esta  ciudad,  teniendo  35  años  de  edad  y 
habiendo  18  que  había  hecho  su  solemne  profesión  en  dicho  su  pri- 
mero convento,  del  cual  salió  con  privilegio  que  para  ello  le  conce- 
dió el  santísimo  señor  Sixto  V,  para  que  mudando  hábito  y  conven- 
to hiciese  nueva  profesión  de  la  regla  de  la  Purísima  Concepción. 

En  pos  de  estas  fundadoras,  entraron  cuatro  jóvenes  angelo- 
politanas,  y  se  cerró  la  clausura,  esto  es  se  empezó  la  vida  regular 
de  lleno,  el  día  del  Apóstol  San  Matías  de  1593,  y  todos  los  autores 
están  de  acuerdo  en  que  empezó  y  se  sostuvo  los  primeros  años  con 
muy  buen  espíritu  y  fervor.  El  año  de  1600  había  ya  treinta  y  seis 
monjas  sin  contar  las  fundadoras  con  cuyas  dotes  que  eran  al  prin- 
cipio de  dos  mil  quinientos  pesos,  fué  prosiguiéndose  la  construc- 
ción del  templo  y  del  convento. 

Desde  entonces,  reza  un  apunte  del  siglo  XVIII,  el  convento 
se  llevaba  las  atenciones  de  la  ciudad  y  los  anhelos  de  las  que  desea- 
ban ser  esposas  de  Jesucristo,  que  a  porfía  pretendían  matricularse 
en  su  coro. 

A  pesar  de  las  trabas  puestas  por  las  mismas  religiosas  y  por 
los  prelados,  limitando  el  número,  siempre  ha  habido  jóvenes  es- 
perando su  tumo  para  entrar,  y  cuando  ésto  se  escribe,  añade  el 
cronista,  "han  muerto  al  mundo  para  vivir  en  dicho  convento  ha- 
ciendo solemne  profesión  trescientas  treinta  y  nueve  religiosas; 
esto  es  hasta  el  19  de  septiembre  de  1723." 

Como  al  convento  de  la  Concepción  iba  lo  más  granado  de  la 
rica  ciudad  de  los  Angeles,  llegó  a  ser  éste  uno  de  los  mejor  esta- 
blecidos en  el  orden  temporal :  a  fines  del  siglo  XVIII  tenía  un  ca- 
pital de  quinientos  mil  pesos.  Tenían  de  gastos  anuales,  un  año  con 
otro  veinticinco  mil  pesos.  Sustentaba  el  convento  dos  capellanes 
con  doscientos  pesos  anuales  de  salario;  un  sacristán  mayor  con 
cuatro  sii-vientes,  dos  médicos,  un  cirujano  y  un  barbero;  un  ma- 
yordomo con  mil  pesos  de  salario  y  un  cobrador  con  cuatrocientos 
pesos ;  y,  es  frase  del  cronista,  "un  abogado  a  destajo  para  los  plei- 
tos que  pueden  ofrecerse." 

* 
*       * 

En  este  convento  que  acabamos  de  describir  era  admitida  nues- 
tra María  de  Jesús  en  mayo  de  1598. 


C.  Vm.  LA  VENERABLE  MADRE  MARÍA  DE  JESÚS  217 

La  Madre  abadesa  estaba  bien  enterada  de  sus  obligaciones 
que  le  prescriben:  "No  sea  recibida  para  monja  ninguna  contra  su 
voluntad,  ni  que  esté  compelida  o  instigada  de  sus  padres  o  parien- 
tes para  hacerlo,  o  por  otra  cualquier  manera.  Den  noticia  a  la  que 
quisiere  entrar  y  declárenle  la  aspereza  de  la  vida  religiosa."  Así, 
ofreciendo  a  la  postulante  la  cruz  de  Cristo,  fué  como  la  recibió. 

Besó  María  de  Jesús  las  santas  reglas,  besó  y  regó  con  sus  lá- 
grimas su  tan  deseado  hábito  blanco  como  el  lirio,  y  su  manto  color 
de  cielo,  y  así  se  presentó  llena  de  ternura  y  agradecimiento  ante 
Cristo  Sacramentado. 

Bien  pronto  se  enturbiaron  estas  alegrías  al  recibir  la  noticia 
del  estado  en  que  se  encontraba  su  padre,  y  del  paroxismo  de  ira 
a  que  había  llegado,  tanto  que  quería  matar  a  su  esposa  la  buena 
Doña  Francisca  del  Campo,  por  haber  sido  cómplice,  decía  él,  de  la 
desobediencia  de  su  hija.  Esta  se  serenó,  y  sin  vacilar  un  punto  en 
su  vocación,  tomó  la  pluma  y  escribió  a  su  padre  tal  carta,  tan  bien 
razonada  y  tan  sentida,  que  logró  ablandar  con  ella  aquel  corazón 
semibestial,  en  forma  que  hasta  llegó  a  revocar  la  cláusula  testa- 
mentaria por  la  que  había  desheredado  a  su  hija. 

Otra  gi'an  tribulación  tuvo  la  pobre  virgencita  a  los  pocos  días 
de  recibida  en  el  monasterio.  Fué  el  caso  que  se  presentó  en  la  por- 
tería preguntando  por  la  madre  abadesa  un  gallardo  y  apuesto 
joven,  quejándose  amargamente  de  María  de  Jesús.  Afirmó  que 
antes  de  su  entrada  en  el  noviciado  ella  había  tenido  relaciones  con 
él,  relaciones  que  llegaron  tan  adelante,  que  hasta  le  había  dado 
palabra  de  casamiento.  Todo  esto  lo  dijo  con  tal  fingimiento  y  apa- 
riencia de  veracidad,  que  la  buena  de  la  abadesa  cayó  de  lleno,  y 
tuvo  además  la  indiscreción  de  comunicar  ésto  más  de  lo  debido. 
Como  era  natural,  se  levantó  contra  la  pobre  joven  una  verdadera 
tempestad  de  críticas  y  amenazas  contra  las  cuales  no  tenía  defen- 
sa ninguna  en  este  mundo.  Por  eso  no  buscó  ella  en  el  mundo  la  de- 
fensa, sino  en  Cristo  nuestro  bien,  adjutor  in  trihiilationibiis  quoe 
invenerunt  nos  nimis;  y  el  Señor  se  encargó  en  efecto  de  la  honra 
de  su  siei-va,  deshaciéndose  todo  el  nublado  de  manera  inesperada: 
porque  a  las  pocas  semanas,  aquel  mismo  joven  fué  encontrado  en 
una  casa  particular  en  ocasión  y  forma  tan  sospechosa,  hablando 
con  una  joven,  que  los  padi'es  de  ésta,  según  las  hidalgas  costum- 
bres de  aquellas  épocas,  sin  más  averiguaciones  le  obligaron  a  des- 
posarse con  su  hija.   Dios  por  otra  parte  tocó  el  corazón  del  joven. 


218        INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

y  éste  fué  a  retractarse  de  todo  lo  dicho  delante  de  la  precipitada 
abadesa  (4). 

Con  los  fervores  y  poca  experiencia  de  la  juventud,  María  de 
Jesús  empezó  su  vida  religiosa,  como  la  han  hecho  otros  muchos 
santos,  con  excesivas  penitencias  y  algunas  otras  prácticas  tan  ra- 
ras, como  era  tomar  disciplina  de  mano  ajena,  rogando  además  a 
la  disciplinante  que  la  abofetease  reciamente  en  el  rostro.  Mas  por 
aquellos  días  se  le  apareció  el  divino  Maestro,  y  con  rostro  de  paz 
y  de  amor,  le  indicó  nuevo  camino,  y  le  dio  esta  altísima  lección: 
"Hija,  tu  ejercicio  será  guardar  tu  regla." 

Aquí  en  rigor  pudiéramos  dar  por  terminada  la  biografía  de 
la  venerable  madre,  remitiéndonos  a  las  santas  reglas  de  su  ins- 
tituto, y  diciendo  que  son  la  exacta  pintura  moral  de  nuestra  bio- 
grafiada ;  pero  como  quiera  que  las  mismas  reglas  no  son  para  to- 
dos igualmente  difíciles  de  cumplir ;  como  dentro  de  las  mismas  re- 
glas hay  todavía  grados  y  grados,  extensos  campos  que  unos  re- 
corren y  otros  no;  incúmbenos  apuntar  siquiera  en  resumen,  los 
episodios  más  salientes  de  su  vida,  que  caben  todos  ellos  bajo  estos 
epígrafes:  dolor  y  amor. 

Es  laudable  en  alto  grado  la  tendencia  de  los  antiguos  biógrafos 
de  María  de  Jesús  al  darnos  cuenta  de  lo  que  constituyó  el  fondo  y 
parte  heroica  de  su  vida  espiritual;  nos  referimos  a  las  tenaces, 
vehementes  y  duraderas  tentaciones  contra  su  predilecta  y  santa 
virtud  de  la  pureza,  combate  terrible  con  la  cual  Nuestro  Señor 
quiso  probar  a  su  sierva  y  dar  en  ella  ejemplo  y  aliento  al  inmenso 
número  de  personas  buenas  y  fieles,  cuya  vida  es  una  perpetua 
lucha. 


(4)  Terminado  el  año  de  probación,  María  de  Jesús  pronunciaba  de- 
lante del  Santísimo  Sacramento  y  firmaba  llena  de  gozo  las  siguientes  pa- 
labras que  copiamos  del  original:  "Yo  Sor  María  de  Jesús  hija  legítima  de 
Sebastián  Tomelín  y  de  Francisca  de  Campos  su  legítima  mujer,  vecinos  que 
son  de  esta  Ciudad;  por  el  amor  y  servicio  de  Nuestro  Señor  Jesucristo  y  de 
la  Inmaculada  Concepción  de  su  gloriosísima  Madre,  hago  voto  y  prometo 
a  Nuestro  Señor  Jesucristo  y  a  la  Bienaventurada  Virgen  María  y  a  los 
Santos  Apóstoles  San  Pedro  y  San  Pablo  y  a  todos  los  Santos  y  a  vuestra 
merced  Sr.  Dr.  D.  Pedro  Gutiérrez  de  Piza  en  cuyas  manos  hago  mi  pro- 
fesión en  nombre  del  limo.  Sr.  Dr.  Don  Diego  Romano  Obispo  de  Tlaxcala 
y  de  todos  sus  Sucesores,  de  vivir  todo  el  tiempo  y  espacio  de  mi  vida,  en 
obediencia,  sin  propio,  en  castidad  y  perpetuo  encerramiento,  so  la  regla  del 
Sr.  Papa  Julio  II  a  nuestra  Orden  concedida  y  confirmada.  Y  por  verdad  lo 
fumé  en  mi  nombre  a  diez  y  siete  de  Mayo  de  mil  quinientos  noventa  y  nueve 
años.— María  de  Jesús. — Pedro  Gutiérrez  de  Piza.— Isabel  de  Sn.  Jerónimo, 
Abadesa.— Isabel  de  la  Concepción,  Maestra." 


C.  VIII.  LA  VENERABLE  MADRE  MARÍA  DE  JESÚS  219 

A  las  cuales  tentaciones  se  unió  (vistas  las  cosas  con  el  crite- 
rio ascético  moderno)  algo  que  pudiéramos  llamar  tentaciones  re- 
flejas, es  decir  el  efecto  que  producen  estas  tentaciones  excitando 
la  mente  y  todo  el  sistema  nervioso,  con  tendencias  a  ver,  a  imagi- 
nar y  a  sentir  pecado  donde  realmente  no  lo  hay. 

Tomándolas  de  los  apuntes  de  Godínez,  director  espiritual  de 
María  de  Jesús,  el  bachiller  Pardo  estampa  las  frases :  "Desde  que 
fué  novicia  esta  sierva  de  Dios,  padeció  contra  la  castidad  tantas 
sugestiones,  ímpetus  tantos  y  tan  violentos  del  espíritu  inmundo, 
que  porque  campease  más  y  más  la  limpieza  de  esta  flor,  o  la  va- 
lentía de  esta  azucena,  permitió  Nuestro  Señor  y  le  dio  licencia  al 
demonio  para  que,  como  a  otro  Job,  atoiTnentase  sus  sentidos  y  mar- 
tirizase sus  imaginaciones  con  vehementísimos  asaltos  y  tentaciones 
abominables  de  incontinencia,  conspirándose  y  embraveciéndose' 
contra  ella  de  tal  suerte  las  baterías  de  satanás,  y  los  incentivos 
de  la  impureza,  que  lo  que  el  enemigo  más  atroz  le  traía  sutil  y  ocul- 
tamente a  la  imaginación,  lo  veía  la  atribulada  virgen  con  los  ojos 
coiTK)rales ;  y  como  a  otra  Santa  Catalina  de  Sena  se  le  ponían  de- 
lante de  los  sentidos  las  sombras  del  abismo  en  figuras  escandalo- 
sas. La  sierva  de  Dios  resistía  con  prontitud  y  con  invicta  magna- 
nimidad, acudiendo  al  punto  al  amparo  de  la  Virgen  Santísima,  y 
haciendo  áspera  penitencia  para  domar  su  cuerpo."  De  tal  suerte 
continuaban  y  arreciaban  las  tentaciones,  pasando  al  modo  reflejo 
de  que  ya  hemos  hablado,  que  en  sus  ojos  y  en  sus  manos,  y  en  las 
partes  más  inocentes  de  su  cuerpo  sentía,  o  creía  sentir  el  atractivo 
de  la  sensualidad.  De  tal  suerte  que  hasta  el  dar  la  mano  para  salu- 
dar, el  tocar  sus  propias  manos,  y  en  lo  que  es  naturalísimo  y  pre- 
ciso, juntar  sus  propios  dedos,  se  figuraba  hallar  incentivo  y  pe- 
ligro. 

Aun  cuando  el  máximun  de  sus  tentaciones  en  este  sentido 
fué  solamente  en  determinadas  épocas  de  su  vida;  pero  nunca  en 
toda  ella  dejó  de  luchar,  y  gracias  al  auxilio  de  Dios  Nuestro  Se- 
ñor, nunca  dejó  de  triunfar. 

Lo  peor  de  todos  estos  trabajos,  y  esta  es  una  especial  tribu- 
lación de  las  monjas  de  clausura,  fué  que  no  siempre  encontraba 
directores  espirituales  que  como  el  P.  Gk>dínez  le  ensanchasen  el 
corazón  para  libremente  correr  por  los  caminos  del  Señor. 

Mas  no  dejaba  el  Señor  de  enviarle  de  vez  en  cuando  santos 
varones  que  la  alentasen  en  medio  de  tan  reñidos  combates.  Fué 
uno  de  ellos  el  santo  obispo  Mota  y  Escobar,  en  cuyo  tiempo  se  es- 


220         INSTITUCIONES  Y  LABOE  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

treno  (año  de  1617)  el  amplio  convento  y  el  rico  templo  de  las 
monjas  concepcionistas.  Co'nvocados  los  cabildos,  dice  el  cronista, 
las  religiones  y  el  clero,  "con  plausible  pompa  y  celebérrima  auto- 
ridad, se  ordenó  la  procesión  desde  la  Iglesia  Catedral  hasta  la  Con- 
cepción, trayendo  el  Sr.  Obispo  el  Santísimo  Sacramento.  Estaban 
adornadas  y  vestidas  las  calles  de  tapices,  colgaduras  y  altares,  y 
dispuestos  muchos  géneros  de  artificios,  fuegos,  danzas  y  otras  fes- 
tivas invenciones  que  hicieron  ostentativa  la  función;  pero  aunque 
con  tantas  circunstancias  se  hizo  regocijada,  la  que  le  dio  el  auge 
al  gusto,  y  el  lleno  a  la  autoridad,  fué  la  majestuosa,  docta  y  eru- 
dita oración  del  Sr.  Obispo." 

Nos  permitimos  copiar  parte  de  este  típico  discurso  porque 
creemos  que  su  lectura  nos  pondrá  muy  en  el  interior  de  la  madre 
María  de  Jesús,  consolada  y  reanimada  en  la  peor  época  de  sus  ten- 
taciones, con  las  palabras  de  tan  venerando  prelado.  Decía  así  en 
su  peroración :  "Os  dice  Jesucristo :  religiosa  de  la  Concepción,  her- 
mana mía,  esposa  mía,  ya  soy  venido  a  mi  jardín ;  y  como  en  los 
días  de  fiesta  cursan  los  hombres  sus  jardines,  yo  en  esta  fiesta  me 
he  entrado  en  el  mío,  donde  quiero  gozar  todas  las  flores  de  él,  y 
formar  un  ramillete  de  todas  ellas,  que  trascienda  sobre  todas  las 
fragantes  cazueletas  del  mundo.  No  hay  mirra  que  así  deleite  el 
olfato  de  Dios  como  la  mortificación  de  una  monja,  que  olvidada 
de  cuanto  el  siglo  tiene  de  deleite,  joyas,  perlas  y  galas,  se  amortajó 
en  vida  y  enterró  consigo  su  propia  voluntad  y  gusto,  por  sólo  ha- 
cer el  gusto  y  voluntad  de  Dios.  No  hay  azucena  que  iguale  en  su 
olor  al  que  exhalan  los  castos  pensamientos  y  los  continuos  desve- 
los y  cuidados  en  guarda  de  su  pureza  y  entereza.  No  hay  rojo  de 
claveles  que  así  campeen,  como  los  golpes  de  la  disciplina.  Ni  los 
lirios  de  tan  hermoso  color  cárdeno  como  las  ojeras  de  la  esposa 
que  se  trasnocha  en  la  oración ;  ni  jazmines  tan  puros  como  los 
retiros  por  guardarse  en  su  candidez  limpia.  Y  porque  en  los  jar- 
dines no  se  satisface  el  gusto  con  sólo  el  olor  de  las  flores,  sino  hay 
también  que  gustar,  dijo  el  Esposo :  Comedí  favum  cura  melle  meo: 
Gocé  de  mi  colmena,  comí  de  su  miel,  logré  su  cera.  Ahora  ven  cuan 
al  propósito  las  he  llamado  abejas,  y  a  su  casa  colmena,  que  es  reino 
de  cera  y  miel.  Coge  Dios  aquí  cera  con  que  arde  el  buen  ejemplo 
de  sus  vidas  y  religión,  para  luz  de  las  repúblicas  y  ciudades ;  con 
que  se  alientan  las  religiosas  a  profesar  castidad  y  vida  angélica. 
Come  Dios  de  la  miel  de  su  panal  cuando  gusta  de  los  ejercicios  de 


Venerable  Madre  María  de  Jesús 
Convento  de  la  Concepción.     Pufbla. 


C.  VIII.  La  VENERABLE  MADRE  MARÍA  DE  JESÚS  221 

SUS  siervas,  que  la  miel  se  toma  en  la  Sagrada  Escritura  por  cual- 
quiera gusto  y  dulzura  espiritual;  y  así  se  junta  con  el  bocado  de 
la  leche :  Mel  et  tac,  significa  hartura  con  gusto.  Esta  os  dé  Dios  en 
esta  casa  y  jardín,  donde  le  tenéis  como  esposo,  y  no  entre  neblina 
y  humo,  sino  patente;  aunque  disfrazado  entre  accidentes,  pero 
dando  la  fe  claras  luces  y  noticias  de  que  ahí  está  su  gloria.  Esta 
gocéis  en  la  eterna,  alabándole  en  el  coro  de  los  serafines.  Amén." 


María  de  Jesús  según  las  máximas  del  mundo,  hubiera  sido  una 
vulgaridad:  ni  escribió  libros,  ni  hizo  fundación  de  ninguna  cla- 
se, ni  obras  de  caridad  y  beneficencia  aparatosa ;  y  aunque  fué  su- 
periora  a  todas  nunca  fué  superiora  de  rmdie.  Vivió  como  Cristo 
en  Nazaret,  y  su  grandeza  consistió  en  la  práctica  heroica  de  las 
virtudes  cristianas,  mediante  el  cumplimiento  de  su  regla.  Por  este 
motivo,  si  su  canonización  llega  a  verificarse,  será  de  una  alta  tras- 
cendencia, porque  equivale  a  canonizar  una  vez  más  el  cumplimiento 
de  la  voluntad  de  Dios  y  la  ascética  cristiana,  que  profesó  nuestra 
venerable  madre. 

Si  la  oración  es  la  raíz  y  al  mismo  tiempo  el  mayor  preserva- 
tivo de  la  virtud,  la  oración  de  María  de  Jesús  fué  sublime,  como 
nos  lo  atestiguan  las  textuales  palabras  de  su  director  espiritual, 
el  P.  Miguel  Godínez,  gran  maestro  de  espíritu  y  autor  de  uno  de 
los  más  acreditados  libros  sobre  Teología  Mística.  "Yo,  dice  este  es- 
te siervo  de  Dios,  por  más  de  treinta  años  traté  muchas  almas  muy 
perfectas  en  la  oración;  pero  esta  santa  mujer  fué  de  las  más  per- 
fectas que  hay  en  esta  materia." 

Diferentes  fueron  los  modos  con  que  la  enriqueció  Dios  en  el 
ejercicio  de  la  oración,  hasta  llegarle  a  conceder  un  género  de  con- 
templación por  el  cual  gozaba  de  un  excelentísimo  modo  de  unión 
con  Dios,  sobre  lo  que  se  expresa  así  el  mismo  citado  director:  "A 
sólo  una  alma  en  toda  mi  vida  encontré  que  tuviese  esta  oración, 
y  ésta  andaba  muy  endiosada;  pero  ésto  fué  después  de  treinta 
años  de  oración,  persecuciones,  testimonios  y  afrentas;  que  nunca 
costó  poco  lo  que  mucho  vale." 

Estas  últimas  palabras  nos  llevan  a  fijarnos  en  la  corona  de 
espinas  y  en  la  cruz,  que  aparte  de  las  interiores  de  que  ya  hemos 
hablado,  le  dio  el  Señor  en  sus  enfermedades.  Con  sencillez  tal  vez 
excesiva  un  biógrafo  antiguo  las  cataloga  con  diez  y  siete  diversos 


222        INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

nombres  que  no  repetiremos  en  gracia  de  la  seriedad.  Mas  aparte 
de  esto  (triste  es  decirlo)  le  pasaba  lo  mismo  que  a  su  contemporá- 
nea Margarita  María  de  Alacoque:  muchas  de  sus  propias  herma- 
nas en  religión,  o  por  malos  informes,  o  por  una  natural  envidia 
mal  mortificada,  veían  con  malos  ojos  a  la  sierva  de  Dios,  y  no  se 
detenían  en  ello,  sino  que  pasaban  a  zaherirla  y  molestarla  tratándo- 
la de  embustera,  hipócrita  e  ilusa,  que  tenía  hechicerías  y  pactos 
con  el  demonio,  etc.  Una  hasta  llegó  a  cometer  el  pecado  mortal  de 
escupirle  a  la  cara.  De  todo  ello  nos  daba  claro  indicio  un  fragmen- 
to de  carta  del  tantas  veces  citado  P.  Godínez  (5).  Dice  así:  "Ma- 
dre María  de  Jesús:  extraño  mucho  que  ya  no  me  avise  de  traba- 
jos, cruces  y  testimonios,  por  lo  cual  se  me  ofrece  decirle  que  ya 
no  es  la  que  solía  ser,  y  que  debe  de  experimentar  que  como  ^1  ma] 
ladrón  que  padecía  en  el  monte  con  Cristo,  bajaron  a,  Vuestra  Re- 
verencia de  la  cruz.  ¿Qué  es  ésto  Madre?  ¿Hay  treguas,  hay  año, 
mes,  días  y  aun  hora  sin  dolores  en  el  cuerpo,  sin  aflicciones  en  el  al- 
ma, sin  mengua  en  la  honra?  Ya  no  debe  ser  la  Madre  María  de  Je- 
sús, la  embustera,  la  hipócrita,  la  que  vende  revelaciones  falsas,  la 
ambiciosa  que  desea  y  pretende  oficios.  ¿  No  es  por  ventura  todavía 
la  afrenta  del  Convento  de  la  Concepción?  ¿No  es  la  revoltosa,  la  que 
solía  andar  en  los  tribunales  de  los  Obispos  y  Vicarios  por  envaido- 
ra  y  embustera?  ¿No  es  la  fingida  y  aturdida  y  la  madre  de  las  car- 
tujas? Si  acaso.  Madre,  le  han  llegado  a  faltar  aquestas  dichas, 
elogios  y  joyas,  mucho  le  ha  faltado  a  Vuestra  Reverencia.  Si  no  se 
desayuna  con  media  docena  de  testimonios  falsos,  andará  muy  ham- 
brienta su  alma." 

Trataron  en  cierta  ocasión  las  monjas  de  más  espíritu  en  el  con- 
vento, de  nombrarla  abadesa;  pero  las  otras  se  dieron  más  prisa 
dando  al  prelado  malos  informes  de  María  de  Jesús  y  peores  al  que 
dirfgía  o  mangoneaba  las  elecciones,  el  cual  en  una  de  esas  pláticas 
que  preceden  a  las  elecciones,  (pláticas  en  que  la  astucia,  el  amor 
propio  y  el  abuso  de  autoridad  pueden  hacer  tanta  palanca  en  las 
electoras  tímidas  y  perplejas),  el  dicho  gran  elector  dijo  terribles 
injurias  y  afrentas  contra  la  venerable  madre,  tratándola  de  he- 
chicera, comparándola  a  la  monja  de  Portugal  y  a  la  pitonisa  de  la 
Escritura.  Con  lo  cual,  dicho  se  está,  que  no  salió  electa  abadesa. 

En  otra  elección  fué  puesta  en  la  tabla  por  portera  mayor; 


(5)     Archivo  de  la  Embajada  Española   ante   el   Vaticano. — Legajo   361. 
—Página  367. 


C.  VIII.  LA  VENERABLE  MADRE  MARÍA  DE  JESÚS  223 

pero  SUS  contrarias  que  no  podían  verla  ni  con  sombra  de  autori- 
dad, escribieron  al  Sr.  obispo,  que  era  recién  llegado,  cosas  tan  in- 
dignas sobre  ella,  que  la  borró  del  oficio  y  puso  otra  en  su  lugar. 


¿Cómo  empleaba  su  tiempo  María  de  Jesús?  En  el  verdade- 
ro principio  del  día,  o  sea  a  las  doce  de  la  noche,  invariablemente 
se  levantaba  a  cantar  llena  de  dulzura  la  santa  salmodia  de  los  mai- 
tines. A  la  madrugada,  después  de  un  rato  de  contemplación,  can- 
taba con  sus  monjas  las  horas  menores  y  oía  la  santa  misa,  reci- 
biendo con  la  mayor  frecuencia  posible  el  Sacratísimo  Cuerpo  de 
Nuestro  Señor  Jesucristo.  Por  cierto  que  una  vez,  queriendo  su 
abadesa  probar  su  obediencia  en  lo  que  más  podía  costarle,  le  man- 
dó que  se  abstuviese  de  comulgar ;  mas  Dios  compadecido  del  sacri- 
ficio de  su  sierva,  le  concedió  un  beneficio  muy  singular,  y  fué  que 
en  el  momento  de  volverse  el  sacerdote  al  pueblo  con  la  sagrada 
forma  en  las  manos,  volando  ésta  por  los  aires  se  fué  directamen- 
te a  los  labios  de  la  venerable  María  de  Jesús  que  gustosa  lo  recibió, 
y  sumamente  agradecida  a  tan  señalado  beneficio. 

El  resto  del  día  lo  llenaba,  pero  completamente  lleno,  en  ejerci- 
tar la  caridad  en  cuantas  formas  le  era  dable ;  primeramente  como 
lo  pide  esta  virtud  cuando  es  bien  ordenada,  con  los  de  casa,  por 
eso  siempre  era  la  primera  que  con  gran  resistencia  física  y  la  son- 
risa en  los  labios,  acudía  a  cuidar  de  las  enfermas  de  casa ;  ella  les 
hacía  la  comida,  les  aplicaba  las  medicinas,  componía  sus  camas, 
solicitábales  regalos  y  limpiaba  los  vasos  inmundos;  y  ésto  no  so- 
lamente tratándose  de  las  religiosas,  sino  de  las  mismas  criadas, 
y  con  tanto  mayor  gusto  y  servicialidad  cuanto  menos  agradeci- 
miento podía  esperar  de  algunas. 

Compadecida  María  de  Jesús  de  esa  turbamulta  de  criadas  y 
pupilas,  recogidas  y  huéspedes  que  pululaban  por  todo  el  convento, 
estableció  para  ellas  unas  clases  de  catecismo  que  con  grande  acti- 
vidad y  constancia  sostuvo  hasta  el  fin  de  sus  días,  inculcándoles 
con  muy  buena  maña  y  donaire  las  santas  verdades  de  nuestra  fe 
y  moral  cristiana;  y  queriendo  reducir  a  la  práctica  y  encarrilar 
lo  que  en  las  doctrinas  proponía,  fundó  para  la  misma  servidumbre 
y  demás  parásitos  del  convento,  la  cofradía  del  Santísimo  Rosario, 
por  especial  mandato  de  la  Santísima  Virgen,  que  para  encomen- 
dárselo, se  le  apareció.  Los  frutos  de  esa  cofradía  pueden  juzgarse 
por  las  palabras  de  agradecimiento  que  le  dirigió  la  Santísima  Vir' 


224        INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

gen:  "Hija,  el  servicio  que  me  has  hecho,  y  el  bien  que  a  tus  her- 
manas se  les  ha  seguido  en  este  convento,  con  esta  Cofradía,  lo  lo- 
grarán los  demás  a  su  imitación." 

No  es  verdadera  la  noticia  que  nos  dan  algunos  autores,  de  que 
después  de  idos  a  España  sus  parientes,  al  poco  tiempo  de  haber 
entrado  la  venerable  en  el  convneto,  ya  no  volvió  a  hablar  con  nin- 
gún seglar.  Por  el  contrario,  la  vemos  que  con  frecuencia,  con  los 
debidos  permisos  y  cautelas,  hizo  mucho  bien  con  sus  conversacio- 
nes, valiéndose  de  los  medios  naturales  y  de  los  extraordinarios  que 
el  Señor  para  este  efecto  le  había  concedido,  así  que,  puede  decirse 
que  Dios  le  concedió  la  gracia  de  hacer  muy  notables  conversiones. 

Citaremos  a  este  propósito  dos  episodios:  A  un  personaje  de 
alta  jerarquía  que  obraba  mal  en  los  puestos  que  obtenía,  mandó 
el  Señor  a  su  sierva  que  lo  corrigiese  de  su  parte.  Ella  confusa  de 
humilde,  tres  días  instó  en  la  oración  para  que  Su  Majestad  le  en- 
viase otro  nuncio  de  más  autoridad ;  mas  el  Señor  le  mandó  que  ella 
lo  ejecutase,  y  así,  resuelta,  le  envió  a  llamar  a  la  reja  donde  le  ha- 
bló muy  al  alma  de  parte  del  Señor;  y  viendo  el  sujeto  que  le  decía 
cosas  de  su  interior,  le  oyó  benévolo  y  se  enmendó. 

En  otra  ocasión,  una  religiosa  moza  frecuentaba  las  rejas  con 
personas  del  siglo,  cuyas  conversaciones  podía  excusar.  La  vene- 
rable madre  se  las  procuraba  estorbar,  y  un  día  entrando  en  la  re- 
ja le  dijo,  ¿hasta  cuándo?  y  otro  día  que  estaba  escribiendo  un  papel 
oyó  las  mismas  palabras,  y  de  nada  hizo  caso.  Envióle  un  recado 
con  otra  religiosa,  intimándole  cuan  arriesgada  tenía  su  salvación ; 
pero  con  el  pretexto  de  aprender  a  tocar  un  instrumento,  proseguía 
en  sus  conversaciones ;  mas  Dios  le  atajó  los  pasos  con  la  última  en- 
fermedad, en  la  que  se  dispuso  bien  y  lloró  el  tiempo  perdido.  Y  lle- 
gando a  lo  último,  le  avisaron  a  la  prelada  que  ya  era  tiempo  de  irle 
a  echar  la  bendición ;  aunque  podía  acabar  de  comer,  porque  estaba 
en  el  refectorio,  mas  la  venerable  madre  pidió  que  no  se  detuviese, 
y  yendo  con  prisa,  luego  que  la  bendijo,  expiró.  La  difunta  se  la- 
mentó después,  de  los  muchos  años  que  tenía  que  pasar  en  el  pur- 
gatorio. 


Interminables  nos  haríamos  narrando  y  aquilatando  las  vir- 
tudes tan  sólidas  y  tan  elevadas  que  adornaban  el  alma  de  la  ve- 
nerable madre.    Pasemos  ya  a  decir  dos  palabras  sobre  los  dones 


C.  VIII.  LA  VENERABLE  MADRE  MARÍA  DE  JESÚS  225 

extraordinarios  con  que  el  Señor  la  enriqueció,  entre  otras  cosas, 
para  que  esas  virtudes  no  quedasen  ocultas,  y  la  Iglesia  y  los  fieles 
nos  fijásemos  en  ellas.  Comenzaremos  por  un  don  que  alguien  quiere 
explicar  como  meramente  natural.  Nosotros  entregamos  la  tesis  a 
los  teólogos  y  filósofos  para  su  estudio,  y  pasamos  a  lo  que  aquí  nos 
toca,  a  narrar  los  hechos  como  los  recibimos  de  fuentes  fidedignas 
y  aprobadas.  Nos  referimos  a  la  facultad  que  ciertamente  tuvo  des- 
de niña,  de  ver  a  largas  distancias;  pues  como  dice  el  P.  Migue] 
Godínez,  el  confesor:  "Apenas  sucedía  cosa  grande  en  la  Iglesia 
que  Dios  Nuestro  Señor  no  se  lo  revelase  a  esta  santa  Virgen.  Y  así 
se  halló  presente  en  espíritu  cuando  en  el  Reino  de  los  Abisinios, 
el  Emperador  de  Etiopía  dio  la  obediencia  a  la  Sede  Apostólica  en 
11  de  febrero  de  1626.  No  se  le  escondió  la  muerte  del  Señor  Grego- 
rio XV,  a  8  de  julio  de  1623.  Vio  las  exequias  en  Madrid  del  Sr.  Rey 
Felipe  III,  murió  a  31  de  marzo  de  1621 ;  y  la  del  Serenísimo  In- 
fante, D.  Carlos,  el  año  de  1623.  Se  halló  presente  al  rompimiento 
de  las  paces  que  hizo  Luis  XIII  con  España,  el  dicho  año  de  1623 ; 
y  vio  la  sangrienta  batalla  que  se  dieron  los  ejércitos  de  estos  dos 
poderosos  reinos  en  que  murió  gran  número  de  soldados.  Y  daba  las 
señas  del  Rey  de  Francia,  como  que  lo  había  visto. 

"Tenía  noticia  de  todos  los  combates  que  en  larga  guerra  de 
diez  y  ocho  años  le  dio  el  enemigo  a  la  Venerable  Madre  Isabel  de  la 
Encarnación  en  su  convento  de  Carmelitas  Descalzas  de  Puebla;  y 
al  ver  la  porfiada  batería  del  contrario,  la  ayudaba  la  Venerable  con 
oraciones.  Y  en  el  mismo  convento  estaba  a  los  fines  de  su  vida  la 
Madre  Teresa  de  Jesús  en  una  fuerte  batalla  de  tentaciones  con  los 
enemigos,  y  le  dijo  el  Señor:  "Hija,  ayuda  con  tus  oraciones  a  esta 
tu  hermana;"  lo  cual  hizo  con  fervientes  deseos  de  su  triunfo  que 
iogró,  pasando  de  esta  vida,  vencedora,  dándole  las  gracias  por  lo 
que  la  había  favorecido. 

"Vio  el  año  de  628  el  lamentable  fracaso  de  la  pérdida  de  la  flo- 
ta que  iba  de  estos  reinos  y  que  dio  en  manos  de  los  enemigos.  Y 
quien  veía  lo  que  pasaba  tan  lejos,  a  menos  distancia  poco  se  le  en- 
cubriría; y  así,  estando  una  noche  con  otras  religiosas,  y  su  com- 
pañera la  Madre  Agustina,  les  dijo :  encomienden  a  Dios  a  nuestro 
hermano  el  Lie.  Luis  Fernández  de  Bocanegra,  que  se  ve  ahora  en 
un  gran  peligro.  Asustóse  la  Madre  Agustina,  más  que  todas  por  ser 
sobrina  de  este  Cura ;  y  observ^ando  el  día  y  la  hora,  supo  después 
que  en  aquella  ocasión  se  le  habían  arrojado  unos  mulatos  escanda- 


226        INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

losos  con  las  espadas  desnudas,  a  matarlo,  porque  los  había  repren- 
dido. Y  sin  saber  cómo,  sosegaron  su  furia  y  no  le  hicieron  daño. 
"D.  Andrés  Fernández  de  Miranda  aguardaba  en  flota  un  gran- 
de empleo ;  y  sabiendo  que  algunas  naos  habían  padecido  naufragio, 
esperaba  cuidadoso  la  noticia  de  su  infortunio;  de  que  notició  la 
Madre  Leonor  de  San  Andrés,  hermana  de  este  sujeto,  a  la  Vene- 
rable María  de  Jesús ;  y  habiéndose  ésta  puesto  en  oración,  a  breve 
espacio  Dios  la  consoló  con  que  no  había  padecido  pérdida  su  her- 
mano, y  daba  la  seña  hasta  de  la  marca  de  los  fardos." 

*       * 

Terreno  más  difícil  que  el  que  acabamos  de  atravesar  es  el  de 
las  revelaciones  que  de  cosas  celestiales  tuvo  con  mucha  frecuen- 
cia la  V.  M.  María  de  Jesús.  Por  de  pronto,  con  la  Sagrada  Congre- 
gación, hay  que  rechazar  como  inverosímiles  algunos  de  estos  por- 
tentos que  no  existieron  más  que  en  la  exaltada  imaginación  de  al- 
gunas personas,  como  admitir  por  ejemplo,  el  que  un  Niño  Jesús 
de  madera  le  haya  dado  un  puntapié  en  el  rostro  a  una  religiosa, 
porque  dijo  que  la  escultura  no  le  gustaba.  Hay  varias  de  estas  pue- 
rilidades impresas  en  las  biografías  de  María  de  Jesús  que  lejos 
de  ayudar  a  la  veneración  y  a  la  prosecución  de  la  causa,  la  podrían 
entorpecer,  y  hacer  inaceptables,  por  concomitancia,  otros  favores 
que  real  y  verdaderamente  Dios  Nuestro  Señor  le  concedió. 

¿  Fueron  las  visiones  y  apariciones  de  María  de  Jesús  algo  ob- 
jetivo o  meramente  una  impresión  subjetiva  con  fundamento  remo-^ 
to  en  la  objetividad?  Cosa  es  ya  esta  imposible  de  discernir,  reco- 
nociendo en  general  con  los  autores  de  mística  modernos,  la  posi- 
bilidad de  que  haya  tenido  revelaciones  del  un  género  o  del  otro; 
siempre  queda  en  pie  que  eran  grandes  favores  de  Dios,  y  una  es- 
pecie de  cielo  anticipado.  Porque  tal  es  sin  duda  verse  acompañada 
y  amaestrada  de  la  Virgen  Santísima;  ser  transportada  a  la  Jeru- 
salem  Celestial ;  disfrutar  de  la  conversación  con  los  ángeles  y  con 
los  santos;  pero  sobre  todo,  y  es  para  nosotros  el  dato  más  vene- 
rando y  más  amable  de  la  vida  de  María  de  Jesús,  el  haber  vivido 
desde  el  principio  de  su  noviciado  teniendo  a  su  lado  a  Cristo  Nues- 
tro Señor,  salud  y  vida  nuestra,  sin  perderlo  un  instante  de  vista. 

Una  cosa  haremos  observar  sobre  estas  revelaciones  y  favores 
extraordinarios  concedidos  a  la  sierva  de  Dios,  y  es  que  cada  uno 
de  ellos,  como  cada  paso  de  su  vida,  iban  marcados  con  los  tres  in- 


C.  VIII.  LA  VENERABLE  MADRE  MARÍA  DE  JESÚS  227 

conf u'ndibles  sellos  que  llevan,  todas,  y  solas  las  obras  de  Dios :  paz, 
obediencia  y  coyistancia. 

Era  muy  natural  que  quien  tanto  había  gustado  de  las  delicias 
de  la  otra  vida  y  de  las  amarguras  de  este  valle  de  lágrimas,  desea- 
se ya  salir  de  éste  para  aquella.  ISIuchas  veces  se  lo  había  pedido  al 
Señor,  pero  siempre  con  resignación.  Concedióle  el  Señor  sus  de- 
seos el  11  de  junio  de  1637. 

Desde  el  día  de  la  ascensión  supo  que  se  iba  a  morir,  y  como 
para  ella  la  muerte  no  era  sino  el  ir  a  su  verdadera  patria,  y  a  verse 
cara  a  cara  con  su  divino  Esposo,  puede  decirse  que  los  días  que  me- 
diaron desde  entonces  hasta  el  de  su  muerte,  fueron  los  más  felices 
de  su  vida. 

Cuando  el  Sr.  obispo  D.  Gutierre  Bernardo  de  Quirós,  fué  a 
darle  la  última  despedida,  preguntándole  si  quería  algo  que  arre- 
glar en  esta  vida  con  sus  deudos  o  amigos,  respondió:  ¡sólo  a  Dios 
quiero;  a  todos  los  dejo  en  manos  de  Dios!  "¿Qué  se  os  ofrece,  her- 
mana, preguntó  su  abadesa,  qué  pedís?"  y  ella  respondió:  la  ben- 
dición, madre,  mortaja  y  sepultura.  Con  toda  calma  dio  su  espí- 
ritu al  Señor  el  día  de  su  predilecta  fiesta  del  Corpus  Christi  a  las 
tres  de  la  tarde,  a  los  57  años  de  su  santa  vida. 

Muchos  son  los  milagros  que  el  pueblo  fiel  desde  entonces  has- 
ta nuestros  días  atribuye  a  la  intercesión  invocada  de  la  V.  M.  Ma- 
ría de  Jesús,  especialmente  cuando  se  han  utilizado  como  medio 
de  su  celestial  poder  algunas  reliquias  o  imágenes  suyas. 

La  difusión  y  desproporción  con  la  obra  a  que  nos  llevaría  la 
narración  de  tantos  episodios,  no  menos  que  el  temor  que  siempre 
nos  acompaña  de  juzgar  asuntos  que,  por  fuero  especial,  pertene- 
cen a  tribunales  muy  superiores  a  nuestro  criterio  particular,  cree- 
mos más  conveniente  el  ceder  la  relación  de  tales  sucesos  a  los  es- 
critores que,  después  de  aprobados  tales  milagros  por  la  Iglesia, 
puedan  presentarlos  al  público  para  la  justa  y  deseada  glorificación 
de  nuestra  dulcísima  y  amable  paisana  la  venerable  madre  María 
de  Jesús. 


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CAPITULO  IX 
LA  SANTA  INQUISICIÓN 


Prosperidad  y  popularidad  de  la  inquisición. — Sueldos  de  los  inquisidores. 
— Muestras  de  la  labor  inquisitorial. — Brujerías  en  Coahuila. — Calumniosa  aser- 
ción sobre  solicitantes. — La  inquisición  y  los  indios. — Un  célebre  edicto. — Con- 
sideraciones generales. 


bibliografía  especial 

CASTRO  SANTA  ANA,  JOSÉ  MANÜEI,. — I>iar¡o  de  Sucesos  Notables.— México,  1884. 

garcía  ICAZBAL,CETA,  JOAQUÍN.— Bibliografa  Mexicana  del  Siglo  XVI.— México, 
1886.  '    ' 

MEDINA,  TORIBIO. — Historia  del  Tribunal  del  Santo  Oficio  de  la  Inquisleión 
en   México. — Santiago   de   Chile,   1905. 

ROBLES,   ANTONIO.— Diario   de   sucesos   notables.— México,    1853. 


UCHAS  veces,  situados  frente  al  magnífico  palacio 
que  la  Santa  Inquisición  edificara  para  su  residencia 
y  despachos,  en  el  corazón  mismo  de  esta  imperial 
ciudad,  o  bien,  paseándonos  por  su  soberbio  claustro 
que  tanto  recuerda  al  del  Alcázar  de  Toledo,  o  reconstruyendo  ima- 
ginariamente escenas  del  pasado  en  sus  principescos  salones,  nos 
confií-mamos  contra  el  sentir  o  el  simular  de  algunos  autores,  en 
que  la  Inquisición  hasta  algo  más  allá  de  mediados  del  siglo  XVIII 
no  había  decaído. 

No  decaía  de  su  puesto  de  honor  y  por  eso  en  las  funciones  ofi- 


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Reverso  de  inscripción  de  una  portada  de  la  Inquisición. 


C.  IX.  LA  SANTA  INQUISICIÓN  229 

cíales  de  gran  gala  y  en  los  besamanos  de  palacio,  lo  mismo  que  en 
los  actos  públicos  universitarios,  los  señores  inquisidores  ocupaban 
siempre  el  puesto  honorífico  que  habían  tenido  durante  los  reina- 
dos de  todos  los  austrias  y,  si  se  quiere,  aun  ganaron  terreno  y  po- 
pularidad. Tal  se  ve  por  ejemplo  en  el  acta  del  cabildo  secular,  co- 
rrespondiente al  6  de  febrero  de  1712,  día  en  que  el  muy  ilustre 
ayuntamiento,  organizando  como  estaba,  la  temporada  de  toros  que 
había  de  principiar  una  semana  después,  discurrió  y  asentó  que, 
"estando  inmediatas  las  fiestas  del  nacimiento  del  Serenísimo  Se- 
ñor Infante,  y  dispuesta  la  Plaza  del  Volador  para  que  en  ella  se 
lidien  toros,  y  porque  tan  glorioso  asunto  pide  todas  las  demostra- 
ciones que  puedan  corresponder  a  él,  y  que  sea  con  el  mayor  júbilo 
y  regocijo,  y  que  todos  lo  tengan  y  gocen;  y  porque  la  Nobilísima 
Ciudad  le  tendrá  en  que  los  Señores  Inquisidores  vean  los  toros, 
para  que,  siendo  servidos,  se  consiga,  se  acuerda  que  los  Señores 
Don  Pedro  Jiménez  y  el  Conde  de  Fresno,  a  quienes  se  nombra  por 
Comisarios,  conviden  de  parte  de  esta  Muy  Noble  Ciudad  a  los  di- 
chos Señores  Inquisidores  para  que  asistan  y  vean  la  Fiesta  de  los 
Toros;  y  desde  luego  el  Sr.  Conde  disponga  dos  lumbreras  en  la 
acera  de  Palacio,  con  sus  celosías  verdes  y  adornos  correspondien- 
tes, para  que,  teniendo  gusto  de  asistir,  vean  en  ellas ;  cuidando  del 
demás  agasajo  de  aguas  frescas  y  dulces,  las  tardes  que  asistan" 

(1). 

No  es  creíble,  como  alguien  afirma,  que  ya  desde  el  primer 
tercio  del  siglo  empezasen  a  faltar  candidatos  para  cubrir  las  va- 
cantes de  oficios  inquisitoriales  mayores  o  menores.  La  verdad 
es  que  las  nóminas  siempre  aparecen  llenas  y  que  seguían  viniendo 
de  la  antigua  España  por  sólo  un  puesto  de  inquisidor,  fiscal  y  hasta 
alguacil  del  Santo  Oficio,  no  pocos  letrados  y  gente  de  valer. 

Tampoco  decayó  en  el  Santo  Oficio  durante  las  seis  primeras 
décadas  del  siglo  su  espíritu  de  vigilancia  y  laboriosidad:  formó 
por  de  pronto  todos  los  procesos  que  en  tendenciosa  historia  cita 
cierto  autor  extranjero  y  formaron  además  otros  muchos  que  pu- 
do haber  citado  y  que  puede  ver  el  curioso  lector  en  el  archivo  ge- 
neral público  de  la  Nación  reunidos  en  doscientos  sesenta  y  tres  to- 
mos de  más  de  mil  páginas  en  promedio,  donde  los  respectivos  ex- 
pedientes se  conservan  (2). 


(1)  Véase  Rangel,  Historia  del  Toreo  en  México,  pág.  III. 

(2)  O  por  lo  menos,  se  debían  de  conservar.  Decimos  ésto,  porque  hace 


230        INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

Pero  si  no  decayó  en  laboriosidad  el  Santo  Tribunal,  decayó 
en  energías :  así  lo  hemos  llegado  a  sospechar  al  ver  que  ya  no  hubo 
más  que  un  castigado  con  pena  capital  y  que  en  general  los  casti- 
gos del  siglo  XVIII  parecen  mitigarse  ¿  pero  se  puede  culpar  de  ésto 
a  los  inquisidores?  La  verdad  es,  que  no,  mientras  no  nos  conste 
(y  no  nos  puede  constar)  que  hubo  más  reos  que  tal  castigo  me- 
reciesen. Unos  arguyen:  hubo  sin  duda  crímenes  graves,  porque  el 
mundo  es  siempre  mundo,  luego  la  Inquisición  fué  débil  en  no  cas- 
tigarlos ;  otros  en  cambio  es  posible  que  arguyan  al  revés :  si  la  In- 
quisición bien  vigilada  y  en  manos  de  hombres  sanos,  no  aplicó  en 
las  seis  primeras  décadas  más  que  una  vez  la  pena  de  muerte,  es 
que  no  hubo  más  crímenes  de  su  incumbencia  que  mereciesen  pa- 
tíbulo. El  mundo  es  mundo  en  lo  tocante  a  costumbres  y  aun  ahí 
caben  muchos  distingos,  pero  tocante  a  puntos  de  fe,  el  mundo  vi- 
gilado, amenazado,  y  escarmentado,  es  muy  diferente  del  que  no 
disfruta  de  tales  beneficios  de  Dios. 

La  judería  mexicana  o  mejor  dicho,  portuguesa  en  México, 
había  visiblemente  por  lo  menos,  terminado;  por  eso  apenas  si  en 
los  procesos  vuelve  a  aparecer  algún  secuaz  de  la  secta  de  Moisés; 
los  crímenes  perseguidos  por  la  Inquisición  eran  los  de  herejía  en 
todos  sus  grados,  superstición,  bigamia,  maleficios,  blasfemias,  si- 
mulación de  sacerdocio,  irreverencias  a  Dios  y  a  sus  Santos,  etc., 

Inútil  y  prolijo  sería  reseñar  tanto  proceso;  sólo  para  dar  la 
idea  necesaria,  mencionaremos  algunos  de  tantísimos  casos  como 
citar  pudiéramos.  En  22  de  julio  de  1701  la  Inquisición  castigó  a 
un  alto  personaje,  caballero  que  se  había  casado  dos  veces  con  la 
especialísima  circunstancia  que  la  segunda  vez  lo  había  hecho  en 
peligro  de  muerte.  En  1708  se  celebró  auto  particular  en  la  iglesia 
de  Santo  Domingo  en  que  se  penitenciaron  tres  herreros;  un  fray 
Juan  de  San  Diego,  apóstata  de  su  religión  y  sacrilegamente  ca- 
sado; otro  José  Lazcano  por  maleficios  contra  su  mujer;  un  lego 
de  San  Hipólito  porque  celebró  tres  veces  misa,  confesó  y  dio  la  co- 
munión;  un  José  Mendoza  de  Puebla  por  blasfemo,  heretical  de 
obra  y  por  escrito  "con  conatos  próximos  de  pacto  explícito  con  el 


pocos  meses  quedó  mojada  buena  parte  de  dichos  volúmenes,  pues  al  Supre- 
mo Gobierno  se  le  ocurrió  poner  precisamente  encima  del  Archivo  Nacional, 
un  gimnasio  y  baños  para  el  Estado  Mayor  Presidencial  de  los  cuales,  de- 
partamentos por  tres  días  consecutivos  estuvo  goteándose  el  Archivo,  inun- 
dándose una  buena  parte  de  él  y  mayormente  los  volúmenes  a  que  nos  referimos. 


C.  IX.  LA  SANTA  INQUISICIÓN  231 

demonio  haciéndole  cédulas  e  invocándolo;"  una  María  de  los  Ríos, 
mestiza,  por  hechos  y  dichos  de  hechicerías  y  dar  polvos  y  pájaros 
para  efectos  amatorios"  aunque  nunca  surtieron  su  efecto. 

A  mediados  de  siglo  la  vigilancia  y  diligencio  del  Santo  Oficio 
se  reveló  por  sus  gestiones  nada  menos  que  en  la  lejana  provincia 
de  Coahuila,  donde  se  había  descubierto  una  complicidad  de  hechi- 
cería y  brujería.  "Para  practicar  las  convenientes  investigaciones 
y  por  no  existir  allí  comisario  de  las  calidades  que  se  necesitaban, 
nombraron  a  los  religiosos  de  Querétaro,  que  se  trasladaron  al  lu- 
gar infestado  y  que  durante  año  y  medio,  practicando  con  todo  si- 
gilo las  diligencias  necesarias  para  evitar  una  conmoción,"  de  que 
nos  recelábamos,  decían,  por  estar  emparentados  algunos  de  los 
cómplices  con  la  más  principal  gente  de  dicha  provincia  y  haberse 
llegado  a  hacer  público  por  la  misma  y  mala  conducta  del  comisa- 
rio y  notario  del  aquel  partido,  y  fué  Dios  servido  que  se  lograse 
concluir  dichas  diligencias  en  la  forma  que  esperábamos  del  celo 
y  prudencia  de  dichos  religiosos;  pero  siendo  la  gente  de  aquella 
provincia  muy  propensa  a  todo  vicio  y  con  particularidad  al  de  la 
lujuria,  no  deteniéndose  por  conseguir  sus  torpes  apetitos  en  cuan- 
tos medios  le  propone  el  demonio,  valiéndose  de  diferentes  supers- 
ticiones que  los  indios  e  indias  suelen  comunicarles  y  facilitarles, 
y  concurriendo  también  el  que  es  muy  común,  faltar  allí  al  jura- 
mento, hemos  procedido,  decían,  con  gran  tiento. 

Recluyéronse  en  efecto  en  cárceles  secretas  del  Tribunal  cua- 
tro mujeres  y  un  hombre  que  se  decía  las  acompañaba,  pero  des- 
pués de  examinadas  se  perjuraron  y  últimamente  se  mantuvieron 
negativas  en  lo  de  ser  apóstatas  y  tener  pacto  con  el  demonio,  sin 
que  pudiese  adelantarse  mucho  más  en  la  causa,  a  pesar  de  haber 
eaiviado  allí  un  hombre  tan  competente  como  fray  Hermenegildo 
de  Villaplana  (3). 

En  medio  de  la  relación  de  estos  y  otros  muchos  semejantes 
procesos  inquisitoriales,  un  historiógrafo  extranjero  que  como  bi- 
bliógrafo goza  de  grande  y  merecida  reputación,  sale  de  repente 
con  una  verdadera  enormidad  que,  de  ser  cierta,  resultaría  un  ver- 
dadero borrón  e  infamia  para  buena  parte  del  clero  mexicano  del 


(3)     Cartas  de  25  de  junio  de  1753  y  de  10  de  julio  de  1754,  así  citado 
por  Don  Toribio  Medina. 


232      INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

siglo  XVIII :  asienta  estas  categóricas  palabras :  "Ningún  delito  más 
común  por  ese  entonces,  que  las  solicitaciones  en  el  confesionario." 
Toda  persona  medianamente  instruida  en  disciplina  eclesiástica  y 
hasta  con  sólo  el  sentido  común  cristiano,  conoce  el  alcance  de  esta 
acusación  y  reconoce  la  triple  gravedad  del  crimen;  porque  solici- 
tar un  sacerdote  y  precisamente  en  el  confesionario  a  una  persona, 
aparte  del  pecado  de  impureza  y  violación  del  voto,  incluye  la  de  la 
profanación  y  desprestigio  del  sacramento  que  está  administrando 
en  representación  de  Jesucristo  Nuestro  Señor.  Por  esto  la  Santa 
Iglesia  considera  este  horrendo  pecado,  reservado  para  su  absolu- 
ción al  mismo  Romano  Pontífice  y  los  que  tal  cometiesen  deben  de 
quedar  inhabilitados  para  el  ejercicio  de  su  sagrado  ministerio  y 
castigados  con  gravísimas  penas. 

Por  todas  estas  razones  el  historiador  que  asienta  la  frase  que 
acabamos  de  estampar  tiene  que  probarla,  lo  cual  supone,  primero, 
que  cita  número  suficiente  de  tales  delitos  cometidos  en  el  siglo  a  que 
se  refiere;  segundo,  que  reconozca  y  nos  haga  reconocer  que  tales 
delitos  no  fueron  únicamente  sospechados,  acusados,  juzgados  y  has- 
ta procesados  sino  que  fueron  castigados  y  con  una  pena  tal,  que 
suponga  la  certeza  de  los  jueces  en  su  fallo;  tercero,  que  lo  que  tenga 
así  averiguado  lo  documente,  sobre  todo  tratándose  de  un  autor  que 
tuvo  a  su  disposición  todos  los  documentos  de  Simancas,  Madrid,  Se- 
villa y  México;  un  autor  que  acostumbra  documentarse  hasta  con 
exageración,  como  lo  hace  en  los  mismos  párrafos  sobre  materias 
insignificantes  que  aparecen  al  lado  de  sus  acusaciones  tan  gra- 
ves ;  un  autor  que  por  su  innegable  talento  sabe  perfectamente  que 
en  casos  como  éste  habrá  quien  le  pida  lógica  y  documentación. 

¿Qué  hace  él  en  cambio?  acepta,  eso  sí,  todo  lo  que  pueda  ha- 
llar en  la  materia;  no  deja  pasar  nombre,  apellido,  orden  religiosa, 
cargo  y  todos  los  pelos  y  señales  que  puede  de  los  (por  él)  acusados 
de  solicitación  y  si  se  trata  de  un  jesuíta  tiene  la  especial  fruición 
de  decir  si  a  mano  viene,  que  era  profeso  de  cuarto  voto.  Con  todo 
esto  viene  a  dar  a  sus  noticias  tinte  de  veracidad  y  de  buena  infor- 
mación, pero  después,  sorprendiendo  la  buena  fe  de  los  lectores,  en- 
treverando unas  cosas  con  otras,  mezclando  adjetivos  que  para  los 
menos  versados  suenan  casi  lo  mismo,  se  va  por  páginas  y  pági- 
nas perpetrando  uno  de  los  más  sórdidos  sofismas  históricos  que 
conocemos. 

Ciento  ocho,  nada  menos,  son  los  sacerdotes  que  hace  aparecer 


C.  IX.  LA  SANTA  INQUISICIÓN  233 

entre  los  solicitantes,  número  ciertamente  enorme  tratándose  de 
la  gravedad  de  tal  delito,  pero  todavía  aun  así,  no  hay  derecho  a 
decir  que  "ningún  delito  era  más  común  por  entonces." 

Además,  leyendo  despacio  esas  mismas  páginas,  obsei-vamos 
que  aunque  todos  llevan  al  lado  de  su  nombre  y  apellido  la  palabra 
"solicitación"  o  "solicitante"  de  unos  se  dice,  que  fueron  acusados, 
de  otros  procesados,  de  otros,  que  se  resolvieron  síis  causas  de  soli- 
citación o  que  remitían  las  causas,  o  que  sus  causas  eran  falladas, 
o  que  ellos  eran  enjuiciados.  Ahora  se  pregunta  ¿Ser  acusado,  ser 
enjuiciado,  serle  remitida  la  causa,  o  serle  resuelta,  habérsele  falla- 
do (aunque  sea  en  favor)  significa  que  se  es  reo  de  un  delito?  De 
los  veinte  grupos  en  que  habla  de  sacerdotes  solicitantes,  sólo  en 
seis  afirma  que  fueron  o  castigados  o  penitenciados. 

Anda  muy  escaso  de  citas  el  aludido  autor  en  todos  los  puntos 
que  se  refieren  a  sus  solicitantes.  Poco  nos  importa  la  falta  de  ci- 
tas tratándose  de  los  que  solamente  fueron  acusados  o  procesados, 
de  éstos  ya  nos  descartamos  puesto  que  el  mismo  autor,  ávido  de 
recriminarlos,  no  lo  hace,  pero  sí  desearíamos  cita  y  relación  com- 
pleta tratándose  de  esos  seis  grupos  que  a  su  juicio  fueron  culpables. 
Pues  bien,  de  esos  seis  grupos,  cuatro  aparecen  sin  cita  o  lo  que  es 
lo  mismo  sin  documentación,  se  trataría  pues  de  que,  haciéndole 
una  excepción  que  él  rehusa  para  casos  sin  importancia,  le  creyé- 
semos bajo  su  palabra  de  honor,  precisamente  en  los  momentos  en 
que  se  muestra  historiador  pragmático  o  sea  con  decidido  empeño 
de  defender  una  tesis. 

Quedan,  pues,  en  pie,  de  todos  sus  párrafos  en  que  trata  de  so- 
licitantes, dos  grupos  que  sí  parecen  documentados,  los  únicos  a  que 
hay  que  prestar  atención ;  en  uno  de  ellos  los  penitenciados  son  dos, 
en  el  otro,  un  solo  penitenciado;  en  resumen,  por  confesión  implí- 
cita, aunque  involuntaria  del  mismo  autor,  los  sacerdotes  peniten- 
ciados por  el  Santo  Oficio  durante  cien  largos  años  fueron  en  nú- 
mero de  tres. 

Pero,  insistimos  ¿por  qué  no  pone  como  en  otras  muchas  oca- 
siones la  clase  de  penitencia  que  les  fué  impuesta?  Si  era  penitencia 
grave  (gravísima  tenía  que  ser)  sería  la  única  señal  por  donde 
conociésemos  el  haber  incurrido  el  acusado  en  el  crimen  y  en  este 
caso,  estamos  moralmente  seguros  de  que  el  autor  hubiese  pintado 
con  todos  sus  pelos  y  señales  la  tal  penitencia,  que,  con  toda  seguri- 
dad, él  conoce  perfectamente. 


234        INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

Si  la  penitencia  fué  leve ;  lo  que  probablemente  pasó  fué  lo  si- 
:guiente:  que  por  circunstancias  extrínsecas,  el  tribunal  llego  a  te- 
ner serias  dudas  de  las  acusaciones  y  que  más  bien  como  remedio 
preventivo  dieron  al  acusado  el  castigo  de  que  se  trata. 

Decimos  que  en  estos  casos  de  solicitación  no  puede  haber  ave- 
riguación cierta,  porque  no  puede  haber  en  el  juicio  testigos  que 
hagan  fe:  el  único  posible  testigo  en  un  crimen  que  pasa  en  el  se- 
creto de  la  confesión  entre  el  confesor  y  una  mujer,  no  puede  ser 
más  que  una  mujer,  que  por  regla  general,  tratándose  de  estos  ca- 
sos, es  gente  histérica  que  hace  muy  poca  fe  en  cualquier  tribunal. 

¿Después  de  todo  esto,  hay  derecho  para  asentar  que  ningún 
delito  fué  más  común  en  el  siglo  XVIIl  que  las  solicitaciones  en  el 
confesonario  ? 

Queda  siempre  en  pie  el  problema,  aunque  ya  muy  secundario, 
de  ¿por  qué  hubo  ciento  ocho  acusaciones  de  solicitación?  Proba- 
blemente habrá  habido  más  de  ciento  ocho  y  aun  más  de  doscientas, 
es  decir  que  cada  año  había  un  par  de  chismes  en  tan  delicada  ma- 
teria, pero  eso  ya  no  es  lo  mismo  que  cometer  los  sacerdote  el  negro 
delito  de  que  se  les  acusaba. 

La  explicación  de  las  acusaciones  es  muy  sencilla :  no  faltarían 
tampoco  en  el  siglo  XVIII  solteronas  incasables  cuyo  desamparo, 
unido  a  determinadas  tendencias,  las  ponía  en  un  estado  o  tensión 
psicológica  en  que  creían,  porque  lo  deseaban  intensamente,  que 
alguien  se  interesaba  por  ellas  y  puestas  ya  en  esa  textura  las  mu- 
jeres, los  dedos  se  les  antojan  huéspedes  y  ven  en  estos  casos  y 
oyen  imaginariamente,  hasta  el  grado  de  poderlo  jurar,  lo  que  en 
realidad  no  son  más  que  fantasías.  Alternando  con  estos  períodos 
de  histerismo,  se  suceden  en  los  mismos  destrozados  caracteres  pe- 
ríodos de  achicamiento  y  timidez  increíbles.  Entonces  era  cuando, 
conocedoras  de  las  excomuniones  y  castigos  que  hay  en  realidad 
impuestos  por  la  Santa  Sede  contra  las  personas  que  solicitadas  en 
confesión,  no  delatan  al  solicitante,  entraban  en  un  vértigo  de  las 
dos  pasiones,  deseo  y  temor,  que  les  hacía  decir  horrores, ...  a  re- 
serva de  que  al  día  siguiente  fuesen  a  desdecirse  y  el  tercero  día  a 
ratificarse.  Y  perdonen  nuestros  lectores  esta  disgresión  psicoló- 
gica en  gracia  de  la  realidad  histórica. 


Había  desde  1575  un  real  decreto  excluyendo  a  los  indios  de  la 


C.  IX.  LA  SANTA  INQUISICIÓN  23b 

jurisdicción  del  Santo  Oficio  de  la  Inquisición,  se^n  recordarán 
nuestros  lectores  que  quedó  expuesto  en  el  primer  tomo  de  esta 
cbra  (4),  y  no  hubo,  que  sepamos,  nada  intermedio  que  lo  invali- 
dase; por  eso  la  Inquisición,  como  tal,  no  volvió  a  mezclarse  en 
asuntos  de  indígenas,  si  bien  en  repetidas  ocasiones  se  levantaron 
dificultades,  por  intervenir  indios  en  procesos  inquisitoriales. 

No  obstante  tales  prohibiciones,  que  decían  únicamente  con  el 
referido  tribunal,  había  desde  el  siglo  XVII  cuerdas  personas  que 
opinaban  porque  tales  limitaciones  se  anulasen:  se  habían  estas 
prohibiciones  obtenido  en  fuerza  de  las  razones  expuestas  por  el 
famoso  licenciado  D.  Sancho  Sánchez  de  Muñón,  más  bien  con  ca- 
rácter de  interinidad  o  suspensión.  "Entiendo,  decía,  que  sería  una 
de  las  cosas  más  importantes,  que  por  agora  se  suspendiese  la  In- 
quisición cuanto  a  los  naturales,  por  ser  tan  nuevos  en  la  fe,  gente 
flaca  y  de  poca  sustancia"  (5).  Pero  es  claro  que  razones  que  fue- 
ron buenas  para  los  indios  tal  como  estaban  en  1575,  podían  no 
valer  dos  siglos  más  tarde,  cuando  ya  los  indígenas  no  tenían  sino 
los  rasgos  etnológicos  asemejándose  en  todo  lo  demás  a  los  restan- 
tes pobladores  de  la  Nueva  España.  A  los  obispos  por  de  pronto  no 
les  resultaba  nada  ventajoso  el  que  a  título  de  ser  indios  o  de  pare- 
cerlo,  viviesen  impunes,  multitud  de  bigamos,  blasfemos,  hechi- 
ceros y  brujos  sumamente  perjudiciales  para  el  buen  régimen  y 
edificación  de  sus  respectivos  pueblos.  Además  cualquiera  que  fue- 
se la  legislación  del  trono  sobre  un  tribunal  que  en  gran  parte  pu- 
diera llamarse  suyo,  cual  era  ciertamente  el  de  la  Inquisición, 
subsistía  como  cosa  aparte  la  jurisdicción  meramente  eclesiástica, 
de  los  obispos  en  virtud  de  la  cual  y  mucho  antes  de  que  la  Inqui- 
sición se  fundase,  ellos  son  los  jueces  natos  de  los  delitos  contra 
la  fe  y  costumbres,  por  sus  respectivos  subditos,  cometidos. 

A  estas  condiciones  y  a  la  necesidad  de  atajar  abusos,  se  de- 
bió la  actitud  que  varios  prelados  tomaron  castigando  faltas  so- 
bre la  fe  y  costumbres  de  los  indígenas.  Así  en  1690  D.  Isidro  Sa- 
riñana  habiendo  encontrado  indios  dogmatistas  y  maestros  de  ido- 
latría en  once  pueblos  de  la  tierra  de  Xúchil  celebró  auto  en  la 
iglesia  catedral  reconciliando  a  uno  y  penitenciando  a  otros.  En 
1731  en  la  iglesia  parroquial  de  Santiago,  tuvo  lugar  otro  auto  de 
indios  a  que  concurrió,  presidiendo,  el  Dr.  D.  Miguel  de  Aldave 


(4)  Pág-ina  380,  edición  de   1922. 

(5)  A.  G.  I.  58-5-8. 


236       INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

Rojo  de  Vera,  provisor  y  vicario  general  de  los  indios  y  chinos  de 
este  arzobispado,  los  notarios  y  ministros  de  su  juzgado,  los  RR. 
?P.  curas  ministros  de  las  restantes  parroquiales,  gobernadores, 
justicias  y  fiscales  de  todas  las  parcialidades  de  los  indios;  en  él 
salieron  a  pública  penitencia  tres  indios  y  la  estatua  de  otro,  ve- 
cinos del  pueblo  de  Nahuelampa,  de  la  doctrina  de  Tzacualtipan, 
en  la  Sierra  de  Mezitlán,  por  hechiceros  supersticiosos;  una  india 
del  Real  de  Omitían,  por  ilusa,  curandera,  embustera;  otra  de 
esta  ciudad  por  duplicidad  de  matrimonio;  un  indio  también  de 
aquí  por  el  mismo  crimen;  fueron  condenados  a  auto  en  forma  de 
penitentes,  con  insignias  correspondientes  a  sus  delitos  y  rótulos 
que  lo  denotasen,  vela  verde  y  soga,  en  abjuración  de  levi,  fusti- 
gación en  la  puerta  de  la  iglesia,  a  usanza  de  doctrina,  penitencias 
saludables,  medicinales,  espirituales  y  reclusión,  a  ellos  en  conven- 
tos de  religiosos,  y  a  ellas  en  hospitales  y  recogimientos  por  el 
tiempo  que  en  las  sentencias  se  expresan. 

También  fué  condenado  en  este  auto  a  combustión  (y  se  eje- 
cutó la  sentencia)  un  esqueleto  del  principal  y  más  venerado  ídolo 
de  los  nayaritas,  adornado  de  distintas  alhajas  propias  de  su  fero- 
cidad, y  algunas  destinadas  para  los  sangrientos  inhumanos  sacri- 
ficios con  que  le  tributaban  adoraciones,  el  cual  se  remitió  al  Excmo. 
Sr.  virrey,  D.  Manuel  José  de  Carranza  y  Guzmán,  capitán  del 
presidio  de  San  Francisco  Javier,  con  una  relación  historial  del 
R.  P.  Urbano  de  Covarrubias,  de  la  Compañía  de  Jesús,  en  que  da 
razón  de  los  triunfos  de  nuestra  santa  fe  y  destrucción  y  aniqui- 
lación "de  distintos  ídolos  y  adora  torios  que  tenían  los  bárbaros  e 
incultos  habitantes  de  aquella  retirada  provincia." 

En  1755  Castro  de  Santa  Ana  en  su  curioso  diario  nos  da  la 
siguiente  noticia:  "Esta  misma  mañana,  el  Dr.  D.  Francisco  Jimé- 
nez Caro,  canónigo  penitenciario  de  la  santa  Iglesia,  provisor  y  vi- 
cario general  de  los  naturales  (y)  chinos  de  este  arzobispado,  tuvo 
auto  de  fe  en  la  principal  iglesia  de  nuestro  padre  San  Agustín,  ha- 
ciendo pro  tribunali  en  su  presbiterio  con  el  promotor  fiscal  de  esta 
curia  eclesiástica;  su  alguacil  mayor,  notarios  y  ministros,  curas 
clérigos  y  religiosos  de  las  parroquias  de  naturales  de  estos  con- 
tomos, los  gobernadores,  alcaldes  y  demás  oficiales  de  su  repúbli- 
ca. Salieron  con  coronas,  sogas  y  velas  verdes,  seis  naturales,  los 
tres  hombres  y  tres  mujeres,  cinco  de  éstos  por  casados  dos  veces, 
y  otro  por  embustero,  los  que  al  siguiente  día  por  la  mañana  se 


C.   IX.   LA   SANTA   INQUISICIÓN  237 

pasearon  por  las  calles  públicas  de  esta  ciudad,  dándoles  100  azo- 
tes: el  concurso  de  ambos  días  fué  numeroso  y  crecido"  (6). 

A  estas  providencias,  ciei'tamente  escasas,  empleadas  por  los 
diferentes  prelados  contra  los  peligros  de  la  fe  de  nuestras  razas 
indígenas,  debe  adjuntarse  cierto  edicto  que  el  provisorato  de  Mé- 
xico, en  sede  vacante,  promulgó  el  año  de  1755,  correspondiendo  a 
una  real  cédula  de  Carlos  III,  fecha  en  Aranjuez  a  13  de  mayo  de 
1755  en  el  que  el  detestable  hipócrita  monarca  después  de  quitarles 
a  los  indios  idólatras  sus  más  esforzados  misioneros,  encargaba 
la  continuación  del  exteraiinio  de  la  idolatría.  Copiaremos  alguna 
de  las  frases  más  sustanciales  o  más  típicas  del  edicto  del  provisor 
sin  que  ello  signifique  que  le  demos  nuestro  asenso  total  como  si  se 
tratase  de  verdades  históricas. 

En  el  referido  documento,  después  de  congratularse  por  los 
triunfos  obtenidos  anteriormente  contra  las  supersticiones,  etc.,  se 
dice:  "Ordenamos  que  en  lo  de  adelante  no  se  hagan  ni  permitan 
los  nescuitiles,  representaciones  al  vivo  de  la  pasión  de  Cristo  Nues- 
tro Redentor,  palo  del  volador,  danzas  de  santiaguito,  ni  otros  bai- 
les supersticiosos  en  idioma  alguna,  aunque  sea  en  nuestro  vulgar 
castellano  y  sin  embargo  de  que  se  pretenda  honestar  que  los  nes- 
cuitiles les  son  incentivos  a  los  indios  para  su  devoción  y  que  por 
tales  espectáculos  se  mueven,  pues  de  este  modo  les  entra  con  más 
facilidad  la  fe  por  la  vista  que  por  el  oído ;  respecto  a  que  si  en  los 
principios  de  promulgada  la  ley  evangélica  en  estos  reinos  se  juz- 
gó medio  oportuno,  por  la  incapacidad  de  los  naturales  sus  habita- 
dores, y  para  su  cristiana  instrucción,  el  permiso  de  semejantes 
representaciones,  ya  en  estos  tiempos  en  que  han  corrido  más  de 
dos  siglos  y  medio,  es  disonante  y  obsta  la  mencionada  general  re- 
petida prohibición,  por  los  gravísimos  pecados,  imperdonables  in- 
consecuencias, irrisiones,  vanas  observancias,  irreverencias,  supers- 
ticiones y  demás  justas  causas  que  la  motivaron. 

"Asimismo  mandamos  en  virtud  de  santa  obediencia,  y  so  pena 
de  excomunión  mayor  latae  sententiae,  trina  canónica  inonitione 
praemissa,  a  todos  los  que  no  fueren  indios,  y  a  éstos,  bajo  la  de 
veinticinco  azotes,  a  usanza  de  doctrina,  un  mes  de  cárcel,  y  otras 
a  nuestro  arbitrio,  que  sabiendo  que  algún  indio  de  este  arzobis- 
pado o  de  los  de  las  Islas  Filipinas  que  residen  en  su  distrito,  y 
vulgaiTnente  llaman  chinos,  ha  cometido  algún  delito  contra  nues- 


(6)     Castro  de  Santa  Ana.  Diario  de  sucesos  notables,  páginas  68  y  176. 


238       INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

tra  santa  fe,  lo  denuncien  ante  Nos,  o  ante  su  párroco,  o  juez  ecle- 
siástico donde  se  hallaren,  dentro  de  seis  días  primeros  siguientes 
después  de  haberse  leído  y  publicado  este  nuestro  edicto,  como  de 
él  tuvieren  noticia  en  cualquiera  manera,  que  le  damos  y  asignamos 
por  tres  términos  y  el  último  peremtorio,  y  que  dentro  del  dicho 
tiempo  ocurran  los  indios  o  chinos,  que  por  su  fragilidad  se  halla- 
ren incursos  en  haberse  casado  o  querido  casarse,  segunda  o  más 
veces,  teniendo  su  primera  mujer  o  maridos  vivos,  o  sido  causa 
de  que  otros  lo  ejecuten,  o  que  hayan  blasfemado  de  Dios,  Nuestro 
Señor,  la  Santísima  Virgen  María,  o  sus  santos  o  menospreciado 
sus  imágenes  o  celebrado  misa  y  confesado  sin  ser  sacerdotes  o 
reiterado  los  santos  sacramentos  del  bautismo  o  confirmación,  o 
abusando  de  ellos  y  del  de  la  extremaunción;  o  celebrado  pacto  o 
(como  ellos  dicen)  hecho  concierto,  o  tlatoleádose  con  el  demonio 
o  ejecutado  curaciones  supersticiosas,  valiéndose  de  medios,  en  lo 
natural  inconducentes  para  la  sanidad;  o  abusando  de  los  pipilt- 
ziiyitles,  peyote,  chupamirtos  o  rosas,  o  de  otras  hierbas  o  anima- 
les; o  fingido  milagros,  revelaciones,  éxtasis  y  arrobos,  u  ocurrido 
a  otros  para  que  les  adivinen  cosas  venideras,  distantes  y  ocultas, 
o  ejecutándolo  ellos  mismos  o  llevado  ofrendas  comestibles,  mu- 
ñecos, cera  o  zahumerio  a  las  cuevas,  cerros,  ojos  de  agua,  jagüe- 
yes o  ríos,  con  el  fin  de  regalar  al  aire  u  otros  elementos;  o  ado- 
rado algunos  animales  o  cosas  insensibles,  contraviniendo  el  pri- 
mer precepto  del  Decálogo  y  a  la  solemne  profesión  que  hicieron 
en  el  sacrosanto  bautismo,  en  que  renunciaron  al  demonio  y  a  sus 
pompas;  o  dejándose  llevar  del  abuso  que  se  practica  en  algunos 
curatos  en  la  medicina  llamada  papas,  que  les  hacen  algunos  cade- 
jos de  la  cabeza  con  ciertos  ingredientes,  y  aseguran  que  se  han 
de  morir  en  cortándoselos ;  o  creído  en  el  canto  o  lloro  del  tecolote, 
en  salud  o  enfermedad,  o  en  que  tienen  potestad  para  conjurar  el 
granizo,  mediante  las  ceremonias  que  a  este  fin  ejecutan  . . . 

"Declaramos  en  su  fuerza  y  vigor  y  también  ser  general  la 
prohibición  que  se  ha  hecho  en  algunas  jurisdicciones  de  la  repre^ 
sentación  de  pastores  y  reyes,  por  las  irreverencias  que  se  ejecu- 
tan y  profanación  de  vestiduras  y  ornamentos  sagrados,  como  el 
uso  de  las  ruedas  grandes,  (de  cohetes)  por  su  excesivo  costo  y 
continuas  desgracias  que  se  experimentan  . . . 

"Y  así  mismo  no  deberse  usar  de  los  libros  y  papeles  escritos 
por  los  indios  o  chinos,  en  cualquier  idioma,  bajo  los  títulos  de 
Testamento  de  Nuestro  Sr.,  Revelaciones  de  la  Rasión,  Oraciones 


C.  IX.  LA  SANTA  INQUISICIÓN  239 

de  Santiago,  San  Bartolomé,  San  Cosme,  Sa7i  Damián,  ij  Modo  de 
conseguir  Mujeres;  por  contener  oraciones  ridiculas  y  de  falsa  doc- 
trina, blasfemias  prácticas,  revelaciones  supuestas  y  promesas  erró- 
neas y  escandalosas  y  por  ésto  debe  manifestarse  en  ese  Tribunal  o 
ante  los  jueces  eclesiásticos  y  párrocos  de  cada  territorio  los  que 
se  encontraren,  y  los  repertorios,  supersticiosos  Calendarios,  don- 
de estén  asentados  por  sus  propios  nombres  todos  los  naguales  de 
astros,  elementos,  aves,  peces  y  otros  animales,  y  tablas  con  pintu- 
ras extraordinarias  de  la  muerte,  de  que  abusan  los  curanderos, 
como  también  de  piedras  de  varios  colores  para  pronosticar  si  el 
enfermo  ha  de  morir  o  no;  y  que  descubra  lo  que  otras  personas 
tuvieren  y  ocultaren,  a  efecto  de  que  se  presenten,  y  se  nos  remi- 
tan del  mismo  modo  que  se  ha  de  ejecutar  con  todos  los  papeles 
por  donde  se  ensayan  los  ejemplos  de  dominicas  de  cuaresma,  nes- 
cuitiles,  danzas,  y  demás  que  se  hallaren  de  esta  calidad. 

"Y  mandamos  que  en  lo  futuro  se  eviten  los  abusos  que  se  han 
obsei-\-ado  al  tiempo  de  pedirse  a  las  novias  para  sus  matrimonios 
por  los  que  llaman  huegües;  el  que  antes  de  celebrarse  este  santo 
sacramento  sirvan  en  las  casas  de  las  susodichas  los  que  las  preten- 
dan por  esposas ;  y  la  vana  observancia  del  baile  de  la  camisa,  en- 
trega de  los  trastos  agujerados  y  otras  cosas  ridiculas  que  ejecu- 
tan con  el  depravado  fin  de  averiguar  el  estado  de  la  desposada,  el 
fandango  "del  olvido"  de  los  maridos  difuntos  y  el  abuso  y  em- 
briaguez que  practican  en  los  nueve  días  del  duelo,  especialmente 
en  el  último  a  lo  que  llaman  Uorar  al  difunto,  por  el  mal  destino 
que  estamos  informados  le  dan  al  dinero  que  colectan  en  dicho 
tiempo,  que  pudieran  convertir  en  algunos  sufragios."  Hasta  aquí 
el  edicto. 

Este  y  el  proceder  general  de  los  provisores  tocante  a  las  cau- 
sas de  indios  suscitaron  quejas  por  parte  del  Santo  Oficio,  cual  si 
aquellos  usurpasen  su  jurisdicción.  Especialmente  daba  en  rostro 
a  los  inquisidores  el  que  por  parte  de  la  mitra  se  despachasen  para 
entre  indios  títulos  de  notarios,  familiares,  consultores  y  califica- 
dores. "Como  que  le  son  impropios  (decían),  ridículos  e  imperti- 
nentes, por  no  poder  proceder  contra  dichos  indios  como  herejes 
y  sospechosos,  sino  como  quebrantadores  de  las  leyes  y  preceptos 
divinos." 

Es  posible  que  lo  de  repartir  y  denominar  cargos  análogos  a 
los  del  Santo  Oficio  haya  sido  menos  oportuno  y  prudente,  pero 


240       INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

esto  era  muy  accidental  y  cuestión  casi  de  nombre.  En  el  fondo  los 
inquisidores  no  tenían  motivo  razonable  para  quejarse  ni  de  los 
castigos  infligidos  por  los  prelados  ni  mucho  menos  del  edicto. 

Por  otros  conceptos  sí  habría  que  hacer  algunas  observacio- 
nes sobre  este  documento  y  es,  a  nuestro  juicio,  que  generaliza 
más  de  lo  conveniente  y  exagera  el  espíritu  de  superstición  de  los 
indios.  Ve  supersticiones  en  algunos  usos  y  costumbres  donde, 
podría  haber  más  o  menos  puerilidad,  como  en  el  baile  del  "san- 
tiaguito"  o  en  el  palo  del  "volador,"  pero  que  nada  tiene  que  ver 
con  la  fe  y  costumbres. 

El  móvil  o  resorte  de  este  edicto  está  en  la  frase  donde  se  nos 
indica  la  voluntad  de  Carlos  III  sobre  las  idolatrías.  Veían  por  una 
parte  que  agradaban  al  monarca  y  por  otra  que  los  pobres  indios 
no  se  habían  de  quejar  del  edicto  y  de  ahí  el  recargar  los  colores 
oscuros  de  este  cuadro  nacional.  Lo  mismo  había  pasado  un  siglo 
antes,  cuando  a  Felipe  IV  le  dio  por  derrocar  a  papelazos,  desde 
Madrid,  los  ídolos  que  ya  estaban  bien  muertos  y  sepultados,  por  lo 
menos  en  México;  también  entonces  hubo  edictos  y  hasta  un  libro 
entero  lleno  de  inexactitudes  a  base  del  cual  se  pidió  ascenso  en  el 
escalafón  de  la  jerarquía  eclesiástica  para  el  fiel  capellán  que  con 
tanto  trabajo  suyo  trataba  de  darle  gusto  a  su  sacarreal  majestad. 


La  Santa  Inquisición,  ya  lo  hemos  visto,  no  languideció  desde 
el  principio  del  siglo.  Hasta  por  los  años  de  1760  no  podía  decirse 
que  desmereciese  del  noble  abolengo  que  sostuvo  con  tanto  prove- 
cho de  la  Nueva  España.  Hasta  estas  fechas  para  toda  persona 
sensata,  la  Santa  Inquisición  debe  ser  mirada  con  el  amor  que  se 
mira  a  la  justicia  y  a  la  salvaguardia  de  la  paz  y  tranquilidad  pú- 
blica. Aunque  más  benigna  de  lo  que  fuera  menester,  la  Inquisición 
Mexicana  quemando  herejes,  azotando  blasfemos,  bigamos  y  hechi- 
ceros y  demás  degenerados  de  la  especia  humana,  cumplió  con  la 
dura  pero  noble  misión  que  tenía  a  su  cargo  y  ésto  no  tan  sólo  por 
su  apego  y  fidelidad  a  su  fe  católica  al  estilo  de  Castilla  la  Vieja, 
sino  porque  una  especie  de  tacto  y  sentido  práctico  derivado  del 
conocimiento  de  nuestra  patria  les  hacía  ver  a  los  inquisidores,  la 
necesidad  de  reprimir  esas  turbas  en  sus  caminos  aviesos  y  torcidos. 

Cuándo  y  cómo  y  con  qué  tristes  efectos  tuvo  lugar  la  verda- 
'tera  decadencia  de  la  Inquisición,  lo  veremos  en  otro  capítulo. 


CAPITULO  X 
EL  ALTO   MOVIMIENTO   INTELECTUAL 


Comparación  con  los  siglos  anteriores. — Noticias  bibliográficas  sobre 
nuestros  más  prominentes  intelectuales. — Alegre,  Abad,  Maneiro,  Guevara, 
León  y  Gama,  Clavijero. — Menciónense  honoríficamente  otros  autores. — Su- 
marías reseñas  de  nuestras  publicaciones  sobre  lenguas  indígenas,  parenté- 
tica,  ascética  y  ciencias  sagradas  superiores. — Fundación  eclesiástica  de  la 
prensa  mexicana. — La  real  y  pontificia  universidad  de  México  y  sus  constitu- 
ciones palafoxianas. — Se   citan  algunos  colegios. 


bibliografía  especial 

ADA3IE   Y    ARRIAGA,    JOSÉ.— Constituciones    de   la    Real    y    Pontificia    Universidad 
de  México. — México,  1775. 

ANDRADE,    VICENTE    DE    P.— Ensayo    bibUogrráfico    mexicano    del    sigrlo    XVU.— 
México,   1899. 

BERISTAIN    Y    SOUSA,    JOSÉ    MARI.ANO.— Biblioteca    hispano-americana    septen- 
trional.— Amecameca,    1673. 

EGri.4RA   Y   EGUREX,   JUAN   JOSÉ.— Biblioteca   Mexicana.— México,   1755. 

LEÓN,    NICOLÁS.— Bibliografía    mexicana   del    siglo    XVIII.— México,    1902-1907. 
]VL\NEIRO,    JOSÉ    LUIS.- De    Vitis    Aliquot    Mexicanorum.— Bolonia,    1702. 

ESCOBEDO,   FEDERICO.— Geórgicas   mexicanas.    (Versión   de   RUSTICATIO   MEXI- 
C.AN.'V).— México,    1924. 

MEDINA,   JOSÉ  TORIBIO.— Biblioteca  hispano-americana.— Santiago   de   Chile,   1900. 

MEDIN.\,    JOSÉ    TORIBIO.— La    imprenta    en    México.— Santiago    de    Chile.    1908. 

PISIEXTEL,    FR.4NCISCO.— Historia   Crítica  de   la  Literatura   y    de   las    Ciencias    en 
México.— México.    1SS.3. 

V.\LVERDE,    TELLEZ    EMETERIO. — BibUografía    filosófica   Mexicana.— León,    1913. 


242       INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 


>NA  especie  de  fatalismo  parece  que  se  apodera  de  no 
pocos  historiógi'afos  cuando  escriben  sobre  el  siglo 
XVIII:  a  fueraa  y  en  todo  ha  de  ser  un  siglo  en  de- 
clinación; la  moral  pública,  la  política,  las  artes,  las 
ciencias  todo  ha  de  bajar  según  se  aleja  del  áureo  siglo  XVI  o 
de  la  romántica  siguiente  centuria.  La  historia  documentada  y 
sin  tesis  ninguna  que  demostrar,  encontrará  que  el  siglo  XVIII 
como  todo  lo  humano,  si  en  parte  pierde,  por  otro  lado  gana,  si 
en  un  sentido  baja,  en  otro,  más  o  menos,  se  puede  levantar. 

Cualquiera  que  haya  sido  la  declinación  general  de  nuestra 
patria  en  el  siglo  XVIII,  asunto  de  que  tendremos  que  ocupamos 
en  otro  lugar  de  esta  obra,  lo  cierto  es  que  en  las  manifestaciones 
intelectuales  superó  como  veremos,  a  la  de  los  siglos  anteriores. 

El  fondo  de  la  erudición  vulgar  y  el  grupo  o  grupos  de  media- 
nías estuvieron,  es  verdad,  al  nivel  de  sus  antepasados,  pero  las 
eminencias,  los  hombres  y  los  libros  que  vienen  a  dar  el  tono  y  ca- 
rácter a  su  época,  fueron  sin  duda  alguna  más  sobresalientes  y 
también  más  conocidos  en  el  extranjero  en  esta  que  en  las  anterio- 
res centurias. 

Si  empezamos  por  la  literatura  de  alto  coturno,  subiendo  de 
ahí,  por  la  historia  y  por  la  filosofía,  a  las  ciencias  sagradas  teoló- 
gicas y  a  las  que  de  ellas  se  derivan,  ascética  popular,  parenética 
y  vulgarización  cristiana;  advertimos  por  de  pronto  que  no  hubo 
anteriormente  poeta  épico  en  nuestra  patria  que  superase  los  ro- 
tundos hexámetros  de  la  magnífica  versión  de  la  Ilíada,  pieza 
inmortal  de  nuestro  insigne  polígrafo  veracruzano  Francisco  Ja- 
vier Alegre;  tampoco  tuvo  precedente  el  autor  de  la  "Rusticatio 
Mexicana"  Rafael  Landívar;  y  el  mejor  latinista  que  había  vivido 
en  la  Nueva  España,  Cervantes  Salazar,  se  queda  muy  atrás  en  la 
puridad  del  lenguaje,  en  lo  clásico  del  giro  y  variedad  de  formas, 
si  se  compara  a  Juan  Luis  Maneiro,  hijo  también  del  mencionado 
puerto  de  Veracruz. 

El  trabajo  del  padre  Clavijero,  su  obra  monumental  de  histo- 
ria de  México  no  tiene  la  frescura,  digámoslo  así,  evangélica,  de  los 
códices  de  Sahagún,  pero  supone  más  laboriosidad,  más  trabajo 
de  síntesis  y  de  crítica  y  ofrece  más  utilidades  por  la  amplitud  y 
variedad  de  su  temas. 

Entre  nuestros  filósofos,  el  padre  la  Veracruz  y  el  padre  Rubio 


C.  X.  EL  ALTO  MOVIMIENTO  INTELECTUAL  243 

(que  ni  fueron  nuestros  porque  ambos  nacieron  en  España)  son 
los  únicos  citables,  pero  siempre  dentro  de  su  línea,  o  sea  de  glosa- 
dores a  la  antigua,  de  la  filosofía  peripatética.  Nuestro  guanajua- 
tense  Guevara  sin  romper  completamente  los  moldes  de  la  antigüe- 
dad, inicia  ya  un  nuevo  camino  con  no  escaso  mérito  y  bajo  un  plan 
mucho  más  práctico  y  didáctico.  Las  ciencias  exactas  nunca  habrían 
contado  con  un  León  y  Gama  del  siglo  XVIII  y  ni  soñaron  siquiera 
las  ciencias  naturales  en  tener  un  sabio  de  tanta  potencia  y  de  tan- 
ta actividad  como  lo  fué  el  presbítero  D.  Antonio  Álzate. 

Teólogos,  es  claro  que  los  tuvimos  de  primer  orden  en  fray 
Bartolomé  de  Ledesma  y  en  Ortigosa,  pero  el  último  no  fué  autor 
de  ninguna  obra  completa  y  el  ilustre  dominicano  escribió  tan  sólo 
un  trabajo  parcial,  que  no  puede  compararse  al  grandioso  monu- 
mento teológico  que  nos  dejó  el  ya  citado  Padre  Francisco  Javier 
Alegre. 

Hechas  estas  consideraciones  hay  que  confesar  en  cambio  que 
no  se  levantaron  entre  nosotros,  ni  menos  en  el  prosaico  ambiente 
del  siglo  XVIII,  ningún  Ruiz  de  Alarcón,  ninguna  Sor  Juana,  ni 
ningún  predicador  de  la  talla  de  Martínez  de  la  Parra. 


Pasemos  pues  a  dar  noticias  y  datos  biográficos  sobre  los  ci- 
tados personajes  de  primer  orden,  que  se  mueven  todavía  llenos  de 
vida  en  el  proscenio  de  nuestra  historia,  datos  y  noticias,  que  no 
por  ser  del  dominio  común  podemos  omitir. 

Nacido  el  Padre  Francisco  Javier  Alegre  el  12  de  noviembre 
de  1729,  pasó  muy  joven  a  estudiar  retórica  y  filosofía  en  el  cole- 
gio de  San  Ignacio  de  Puebla.  A  los  diez  y  siete  años  tomó  en  Te- 
potzotlán  la  sotana  de  la  Compañía  de  Jesús.  Terminado  su  novi- 
ciado, entró  de  lleno  con  su  prodigioso  talento  de  asimilación  en 
todo  género  de  estudios.  Llegó  pronto  al  alma  de  la  literatura  clási- 
ca, la  que  a  su  vez,  parece  haber  empapado  su  alma,  de  suerte  que 
todo  lo  que  después  escribió  iba  infonnado  de  ella  y  respirando  el 
arte,  la  lógica  y  la  prestancia  que  acompañan  indefectiblemente  al 
pensamiento  clásico  romano.  El  padre  Alegre  se  trasladó  a  la  Haba- 
na por  motivo  de  su  salud  y  regresó  después  de  siete  oños  a  Mérida, 
donde  regenteó  la  cátedra  de  Cánones,  mas  luego  fué  vuelto  a  lla- 
mar a  México  para  que  continuase  la  historia  de  la  provincia  je- 
suítica mexicana  que  había  comenzado  el  padre  Francisco  de  Fio- 


244        INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

renda;  pero  Alegre,  por  justas  causas,  tomó  la  dicha  historia  desde 
el  principio,  recurriendo  a  los  documentos  primitivos,  como  hemos 
tenido  ocasión  de  verlo,  pues  al  repasarlos  nosotros,  encontramos 
la  firma  abreviada  de  Alegre  con  la  señal  de  "visto."  Sacó  cuatro 
tomos  de  los  cuales  se  publicaron  tres  en  1841  en  impresión  esme- 
rada como  todas  las  que  dirigía  el  benemérito  de  la  prensa  mexica- 
na, D.  José  Mariano  Lara.  En  poder  de  la  sucesión  de  Joaquín 
García  Icazbalceta  parece  que  estaba  el  cuarto  tomo  inédito  donde 
se  narran  las  vidas  de  varones  ilustres  de  la  Compañía  de  Jesús. 
Cuánto  supere  esta  obra  por  la  riqueza  de  sus  datos,  por  la  selec- 
ción de  ellos  entre  la  increíble  multitud  de  manuscritos  que  manejó 
y  por  la  foiTna  y  estilo  en  que  los  expone,  a  las  otras  crónicas  me- 
xicanas y  a  las  historias  castellanas  de  otras  provincias  de  la  Com- 
pañía de  Jesús,  es  cosa  palmaria  a  quien  conozca  las  obras  aquí 
comparadas. 

Alegre,  además,  ya  desterrado  en  Bolonia,  publicó  su  traduc- 
ción latina  de  la  Uíada  en  catorce  mil  rotundos  exámetros  latinos  y 
además  otro  poema  suyo,  original,  sobre  la  conquista  de  Tiro  por 
Alejandro,  que  llamó  la  Alejandríada;  aparte  de  la  teología,  de 
la  que  separadamente  hablaremos  y  de  otras  veinte  obras  meno- 
res donde  la  misma  diversidad  de  materias  hacen  resaltar  más 
el  privilegiado  talento  de  su  autor  (1). 

Arrojado  con  sus  hermanos  al  destierro  de  Bolonia  en  1767, 
estuvo  tan  lejos  de  ser  infiel  a  su  madre  la  Compañía,  como  lo  fue- 
ron muchos,  que  se  dedicó  allí  a  ser  el  maestro  gratuito  de  sus  her- 
manos en  religión  aun  después  de  extinguida  la  orden  y  esto  ade- 
más de  no  pocos  trabajos  en  el  pulpito  y  confesonario  y  de  la  pu- 
blicación de  sus  libros,  lo  que  supone  un  trabajo  increíble.  Al  que, 
añadido  el  hondo  pesar  del  destierro  y  las  consiguientes  molestias, 
vinieron  a  quitarle  la  vida  el  16  de  agosto  de  1788  a  los  cincuenta 
y  ocho  años  de  su  edad.  Está  sepultado  en  la  misma  ciudad  de  Bo- 
lonia, en  la  iglesia  de  San  Blas,  de  donde  debieran  traerse  sus  res- 
tos y  colocarlo  en  muy  honorífico  monumento. 

No  hace  muchos  años  cierto  historiógrafo,  creyó  ver  en  las 
obras  de  Alegre  disgusto  para  con  sus  superiores  y  después,  saltan- 
do por  encima  de  muchas  premisas,  concluye  tachando  al  ilustre 


(1)  Véase  la  lista  completa  de  sus  obras  en  la  bibliografía  filosófica  me- 
xicana escrita  por  el  limo.  Sr.  D.  Emeterio  Valverde  Téllez,  tomo  primero, 
páginas  133  y  211  y  tomo  segundo,  página  492. 


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Gal.  del  Museo   N.  de  México. 


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C.  X.  EL  ALTO  MOVIMIENTO  INTELECTUAL  245 

mexicano  de  vengativo  y  rencoroso  para  con  la  Compañía,  por  el 
sólo  hecho  de  haber  sido  en  lo  particular  cortés  con  el  obispo  Fa- 
bián y  Fuero.  Conste  que  protestamos  contra  esta  verdadera  'Ven- 
ganza tardía"  del  que  tales  cosas  estampó  contra  el  ilustre  literato 
mexicano.  . . . 

El  P.  Diego  José  Abad  nació  en  una  hacienda  de  labor  cerca 
del  pueblo  de  Jiquilpan,  a  primero  de  julio  de  1727.  Instruido  allí 
en  las  primeras  letras  y  en  la  latinidad  por  maestros  que  le  pro- 
porcionaron sus  ricos  padres,  fué  trasladado  a  México  y  estudió 
filosofía  en  el  colegio  de  San  Ildefonso.  A  los  catorce  años  tomó  la 
sotana  de  la  compañía  de  Jesús  en  el  noviciado  de  Tepotzotlán  y 
en  los  colegios  de  Zacatecas  y  México  enseñó  retórica,  filosofía,  y 
derecho  canónico  y  civil ;  antes  de  los  40  años  perdió  la  salud  y  no 
hallando  alivio  en  los  médicos,  se  dedico  con  increíble  ardor  al  es- 
tudio de  la  medicina,  y  a  ello  debió  haber  alargado  la  vida  hasta 
los  52  años,  en  medio  de  los  trabajos  de  su  navegación  y  destierro 
a  Italia :  salió  de  la  Nueva  España  en  1767,  siendo  rector  del  cole- 
gio de  Querétaro  y  se  estableció  en  Ferrara:  allí,  sin  embargo  de 
su  salud  débil  y  enfenniza,  continuó  la  obra  que  había  comenzado 
en  Querétaro  "Heroica  de  Deo  carmina,"  que  sin  noticia  del  autor 
se  imprimió  en  Cádiz  en  1769  con  sólo  29  cantos:  corregidos  y 
aumentados  luego  hasta  33,  se  reimprimieron  en  Florencia  en  1773. 
No  envanecido  ni  aun  satisfecho  el  P.  Abad  con  los  elogios  que  me- 
reció su  obra  de  varios  distinguidos  literatos,  castigó  de  nuevo  sus 
versos,  y  con  el  aumento  de  otros  cinco  cantos  lo  reimprimió  en 
Ferrara  en  1775.  Finalmente  en  Bolonia,  a  donde  pasó  a  buscar 
mejor  temperamento  para  su  salud,  concluyó  la  idea  que  se  había 
propuesto,  de  presentar  al  público  una  suma  completa  de  los  miste- 
rios de  la  religión,  cantados  digna  y  heroicamente  en  43  cantos  la- 
tinos, que  dedicados  a  la  juventud  mexicana,  se  publicaron  en  Ce- 
sena  en  1780,  pocos  meses  después  de  su  fallecimiento  acaecido  en 
Bolonia  a  30  de  setiembre  de  1779. 

De  este  insigne  poema  del  P.  Abad  se  han  hecho  tres  traduc- 
ciones cuyo  mérito  podrá  estimar  el  paciente  lector,  una  por  el 
jesuíta  Francisco  Javier  Lozano  a  mediados  del  siglo  XVIII,  otra 
por  un  fray  Diego  de  Bringas  y  la  última  por  el  presbítero  Enri- 
que Villaseñor,  de  la  diócesis  de  Zamora. 

Más  que  como  obra  poética,  ha  de  considerarse  la  obra  del  P. 
Abad  como  una  brillante  síntesis  de  la  teodicea  en  la  que  se  revela 


246        INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

profundo  y  devoto  pensador.     Ha  tenido  la  obra  cinco  ediciones 
aparte  de  las  traducciones  mencionadas  (2). 

Rafael  Landívar  nació  en  Guatemala  cuando  ésta  era  parte 
de  nuestro  virreinato,  pero  vino  a  México  desde  muy  joven  y  todo 
su  poema  es  testigo  de  que  su  mentalidad  y  su  corazón  estaban  lle- 
nos de  amor  a  México.  A  los  diez  y  nueve  años,  el  de  1750  entró  en 
la  Compañía  de  Jesús ;  enseñó  retórica  y  poética  en  Tepotzotlán  y 
en  los  colegios  de  Puebla  y  de  México;  fué  expulsado  en  1767  y 
murió  en  Bolonia  en  1793.  Su  "Rusticatio  Mexicana,"  o  sea  descrip- 
ción de  nuestros  campos  y  de  todo  lo  que  con  ellos  se  relaciona, 
dentro  de  su  corteza  latina  y  de  su  sabor  netamente  virgiliano,  lle- 
va en  realidad  la  imagen  más  bella  que  se  ha  idealizado  de  nuestra 
patria. 

Aunque  después  de  muchos  años,  Landívar  ha  logrado  un  tra- 
ductor ideal,  inmejorable,  en  nuestro  excelente  amigo  el  Sr.  Pbro. 
D.  Federico  Escobedo,  que  a  principios  del  año  de  1925  ha  pre- 
sentado, precedida  de  eruditísimo  prólogo,  una  traducción  admira- 
ble en  once  mil  versos  castellanos,  obra  que  honra  a  las  letras  me- 
xicanas no  menos  que  a  nuestro  venerable  clero  entre  cuyas  filas 
milita  este  sabio  sacerdote. 

Juan  Luis  Maneiro  entró  en  la  Compañía  de  Jesús  a  los  ca- 
torce años  de  su  edad  en  1759,  fué  también  expatriado,  pero  pudo 
regresar  a  México  donde  falleció  en  1802 :  está  sepultado  en  la  igle- 
sia de  San  Sebastián.  Su  "Vida  de  varones  ilustres  mexicanos" 
escrita  en  latín  digno  de  Comelio  Nepote,  es  joya  de  primer  orden 
como  pieza  literaria  no  menos  que  como  elemento  de  enseñanza  as- 
cética y  edificación. 

Pasando  al  terreno  de  la  filosofía  y  al  mencionado  P.  Gueva- 
ra, es  preferible  transcribir  las  palabras  del  limo.  Sr.  Valverde  y 
réllez:  "Nació  el  P.  Guevara  en  la  ciudad  de  Guanajuato  a  30  de 
noviembre  de  1748;  se  hizo  jesuíta  en  mayo  de  1764;  salió  para 
Italia  desterrado  en  1767. 

"Con  las  INSTITUTIONES  PHILOSOPHIAE  del  P.  Gueva- 
ra inauguramos  en  México  una  prudente  reforma  en  la  Filosofía 
de  la  Escuela.  Y  no  es  que  mucho  antes  no  se  hubiesen  cultivado 
con  ahinco  y  provecho  las  ciencias  naturales ;  sino  que  se  marcó  de 
una  manera  más  decidida  y  franca  la  distinción  formal  y  específica 


(2)     Sobre  otros  trece  opúsculos  del  mismo  autor  véase  Valverde,  O.  C. 
Tomo  primero,  páginas  109  y  491. 


C.  X.   EL  ALTO   MOVIMIENTO   INTELECTUAL  247 

entre  la  filosofía  propiamente  dicha  y  las  ciencias  inferiores;  de 
un  modo  más  solemne  que  ante  el  reducido  auditorio  de  una  cla- 
se, se  rompió  con  una  tradición  mal  entendida  y  viciosa  de  suyo; 
pues  venía  aplicándose  el  mismo  método  deductivo  de  las  especu- 
laciones metafísicas,  a  las  ciencias  esencialmente  experimentales. 
Más  aún  dentro  de  la  metafísica,  surgió  y  se  robusteció  con  pode- 
rosa fuerza  de  reacción,  la  protesta  contra  las  nimiedades  y  cavi- 
íaciones  churriguerescas  a  que  algunos  llevaron  el  método  deducti- 
vo, contra  el  respeto  ciego  y  tradicional  a  los  antiguos  maestros; 
en  favor  del  método  experimental,  del  discurso  personal,  de  la  crí- 
tica seria,  de  la  discusión. . . ."  (3). 

Don  Antonio  León  y  Gama  fué  tal  vez  el  primer  mexicano  en 
quien  se  fijó  la  ciencia  europea.  El  gran  astrónomo  Lande  lo  hizo 
brillar  en  Europa,  publicando  su  nombre  en  su  obra  intitulada  "Co- 
nocimientos de  los  Tiempos"  en  la  que  aparece  nuestro  gran  mate- 
mático y  astrónomo  como  autor  de  la  exacta  observación  de  la  al- 
tura del  polo  respecto  de  la  ciudad  de  México.  Y  no  contento  con 
esta  honra,  le  escribió  desde  París  en  1773 :  "Veo  con  placer  que 
tiene  México  en  vos  un  sabio  astrónomo. . .  cultivaré  con  ardor 
vuestra  correspondencia." 

Tuvo  León  y  Gama  comisiones  muy  honrosas  y  muy  delicadas 
por  parte  del  Gobierno,  que  desempeñó  airosamente.  Once  son  las 
obras  suyas  impresas  que  citan  nuestros  bibliógrafos  y  es  cierto 
que  dejó  otras  varias  sin  publicar.  Murió  en  su  patria  la  ciudad  de 
México,  el  12  de  setiembre  de  1802  y  está  sepultado  en  la  iglesia 
de  la  Profesa.  Hacemos  de  él  mención  en  esta  historia  eclesiástica, 
no  tan  sólo  porque  fué  discípulo  del  jesuítico  colegio  de  San  Ilde- 
fonso, sino  porque  además  era  un  hombre  muy  piadoso  y  especial- 
mente devoto  de  la  Virgen  Santísima  de  Guadalupe.  Dudábase  a 
este  respecto  si  era  verdad  el  que  hubiese  escrito  la  historia  de  la 
aparición  de  esta  Celestial  Señora  y  nosotros  mismos  estábamos 
poseídos  de  la  duda,  pero  afortunadamente  vino  a  nuestras  manos 
procedente  de  Málaga,  y  está  ya  en  nuestro  poder  este  precioso 
documento  hológrafo  de  nuestro  ilustre  compatriota  León  y  Ga- 
ma (4), 

Don  Antonio  Álzate  no  era  solamente  naturalista,  aunque  las 


(3)  Valverde,  O.  C,  página  107. 

(4)  Perteneció   al   archivo   particular  del   limo.    Sr.   D.   Laureano  Veres 
Acevedo. 


248        INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

ciencias  naturales  fueron  su  rama  favorita;  era  un  talento  univer- 
sal, claro  y  lleno  de  vida,  aunque  a  veces  un  poco  inquieto  y  super- 
ficial, dotado  por  otra  parte  de  gran  viveza  de  estilo  y  pasmosa  eru- 
dición. Trató  de  filosofía  y  de  botánica,  de  artes  y  ciencias,  de  ins- 
trumentos de  física  y  de  silogismos,  del  gusano  de  la  seda  y  de  la 
cantidad  de  las  sílabas  latinas,  etc.,  etc.  Poco  más  de  cuarenta  son 
las  obras  suyas  formales  que  se  conocen,  pero  lo  que  más  le  distin- 
gue es  su  buen  deseo  de  vulgarización  científica  sostenida  por  medio 
del  ''Diario  literario  de  México."  Había  nacido  Álzate  en  el  pueblo 
de  Ozumba,  cerca  de  Chalco  en  el  arzobispado  de  México,  murió 
de  agotamiento  en  México  a  los  61  años  el  2  de  febrero  de  1799. 
La  Gaceta  de  México  hizo  un  elogio  necrológico  que  se  recopilaba 
en  estos  términos:  "Álzate  sirvió  al  orbe  literario,  como  un  buen 
filósofo,  trabajó  por  ser  útil  a  la  Patria  como  un  buen  ciudadano 
y  observó  siempre  una  conducta  arreglada  como  buen  sacerdote." 
Fué  enterrado  en  el  convento  de  la  Merced  donde  hoy  se  levanta 
uno  de  nuestros  inmundos  mercados. 

Pasemos  al  grupo  de  los  historiadores.  Clavijero  nació  en  la 
ciudad  de  Veracruz  el  9  de  setiembre  de  1731 ;  desde  muy  niño  por 
razón  de  los  cargos  de  su  padre  tuvo  que  viajar  mucho  por  la  Nue- 
va España  y  ocasión  con  ello  para  hablar  como  las  hablaba,  varias 
de  nuestras  lenguas  indígenas;  preparación  remota  toda  ella,  para 
la  especial  vocación  de  historiador  que  Dios  le  deparaba;  hizo  sus 
estudios  con  los  jesuítas  de  Puebla  e  ingresó  después  en  la  Com- 
pañía de  Jesús  a  los  dieciséis  años. 

En  ella  perfeccionó  además  de  sus  estudios  sagrados,  los  de  las 
principales  lenguas  del  país  de  que  formó  una  colección  de  oracio- 
nes en  veinte  lenguas  diferentes.  Lo  que  más  le  atrajo  fué  la  gran 
colección  de  documentos  históricos  que,  como  herencia  al  colegio 
de  San  Pedro  y  San  Pablo,  le  había  legado,  muriendo  en  la  Compa- 
ñía de  Jesús,  el  P.  Carlos  de  Sigüenza  y  Góngora.  Ahí  fué  de  donde 
sacó  el  núcleo  y  el  principal  tesoro  de  noticias  para  la  obra  que, 
por  largo  tiempo  fraguada,  vino  por  fin  a  editar  en  el  destierro. 
Poco  antes  de  él,  estaba  en  el  colegio  de  Valladolid  al  mismo  tiem- 
po que  en  él  cursaba  como  discípulo  el  entonces  joven,  D.  Miguel 
Hidalgo  y  Costilla. 

Expatriado  con  sus  heiTnanos  de  religión,  se  estableció  en  Fe- 
rrara donde  el  favor  y  gracia  del  conde  Aquiles  Crispo  y  de  su 
hijo  Benito  le  franquearon  mientras  ahí  estuvo,  su  casa  y  su  ex- 


C.  X.  EL  ALTO  xMOVIMIENTO  INTELECTUAL  249 

quisita  biblioteca.  Trasladóse  luego  a  Bolonia  donde  formó  una 
academia  literaria  para  la  cual  convidó  a  sus  paisanos  y  hermanos 
por  medio  de  un  plan  muy  sabio  y  metódico.  Su  casa  era  llamada 
comúnmente  la  casa  de  la  sabiduría. 

Lo  grotesco  y  erróneo  de  cierto  libro  intitulado  "Reflexiones 
filosóficas  sobre  América"  escrito  por  el  prusiano  Pauu,  lo  deter- 
minó a  dar  forma  al  acervo  documental  que  de  México  había  lle- 
vado y  al  considerable  que  había  obtenido  en  Europa,  principal- 
mente en  el  Instituto  de  Ciencias  de  Bolonia  y  en  Florencia. 

Dudábase  si  el  original  de  esta  obra  fué  escrito  en  italiano, 
pues  no  parecía  por  ningún  lado  el  original  castellano  cuya  exis- 
tencia suponían  nuestros  antiguos  bibliófilos.  Hoy  podemos  ya  de- 
cir con  gi-an  satisfacción  que  ese  original  íntegro  y  hológrafo  de 
nuestro  ilustre  historiador  nacional  existe,  está  ya  en  nuestro  poder 
y  en  posibilidad  de  publicarse  tal  como  él  lo  escribió  y  lo  pensó. 

En  todas  paii^es  fué  muy  bien  recibida  la  obra  de  Clavijero, 
excepto  en  España,  donde  se  libró  real  cédula  de  persecución  con- 
tra el  libro  por  el  negro  crimen  de  ser  obra  de  un  ex-jesuíta,  aun- 
que las  razones  que  oficialmente  se  dieron  eran  porque  "El  Rey 
se  halla  enterado  de  que  en  la  Historia  de  México  que  publicó  en 
italiano  el  ex-jesuíta  D.  Francisco  Javier  Clavijero  en  cuatro  tomos 
en  cuarto,  y  se  ha  traducido  al  castellano  con  deseos  de  que  se  im- 
prima en  España,  se  hallan  algunos  pasajes  poco  conformes  a  la 
verdad  de  la  Historia,  denigrativos  del  honor  de  nuestra  Nación  e 
injuriosos  a  tan  gloriosa  y  justa  conquista"  (5). 

Trece  obras  más  escribió  este  ilustre  mexicano  dentro  del  gé- 
nero histórico  y  literario.  Murió  a  la  temprana  edad  de  cincuenta 
y  cinco  años  el  2  de  abril  de  1787  en  la  ciudad  de  Bolonia  y  sus  res- 
tos se  conservan  en  la  iglesia  de  Santa  Lucía  de  dicha  ciudad. 

* 
♦       * 

Recordadas  ya  estas  altas  personalidades  y  sus  correspondien- 
tes obras  de  nuestro  mundo  intelectual,  como  debía  hacerlo  la  his- 
toria de  la  Iglesia  de  México,  pasaremos  a  mencionar  otros  perso- 
najes que,  sin  tener  la  elevación  y  universal  aplauso  que  merecie- 
ron los  que  acabamos  de  reseñar,  todavía  viéndolos,  en  el  teatro 
menor,  o  interior,  de  nuestra  patria,  resultan  en  ella  y  cada  uno 


(5)     A.  G.  L  118-5-21. 


¿50        INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

en  su  línea,  hombres  de  verdadero  mérito,  cuyas  obras  se  verán 
con  honra  y  con  no  poca  utilidad  en  toda  buena  biblioteca  mexicana. 

Abundantísimo  en  noticias  y  fuentes  de  muchos  historiadores 
de  segunda  mano,  aunque  desagradable  por  su  rebuscado  estilo  es  el 
Pbro.  D.  Cayetano  Cabrera  y  Quintero,  autor  de  la  voluminosa  his- 
toria "Escudo  de  Anuas  de  la  Ciudad  de  México." 

Andrés  Cavo,  jesuíta  tapatío,  dejó  sin  publicar  muchos  ele- 
mentos ordenados  para  una  historia  que  posteriormente  publicó 
a  su  modo  y  bajo  el  título  de  los  "Tres  Siglos  de  México,"  D.  Carlos 
Ma.  Bustamante.  No  se  puede  formar  juicio  definitivo  sobre  las 
dotes  de  Cavo  como  historiógrafo,  porque  para  ello  nos  faltaría  co- 
nocer la  última  redacción  que  él  pensaba  dar  a  sus  apuntes. 

Fray  José  Arlegui  vascongado,  fray  Isidro  Félix  de  Espinosa, 
queretano  y  fray  Baltasar  Medina,  natural  de  la  ciudad  de  Mé- 
xico fueron  tres  fecundos  cronistas  de  la  seráfica  observancia,  que 
en  nada  desdijeron  de  los  siglos  anteriores  y  vienen  a  ser  historia- 
dores fundamentales  en  cuanto  se  relacionen  a  sus  misiones  del 
norte  de  la  Nueva  España. 

Muy  inferior  a  ellos  es  Granados  el  autor  franciscano  de  las 
"Tardes  Americanas"  donde  sin  embargo  el  elemento  subjetivo  nos 
interna  en  la  manera  de  pensar  de  los  eclesiásticos  y  escritores  de 
su  tiempo.  Villaseñor  supérale  en  su  "Teatro  Americano"  publi- 
cado en  1746,  obra  oficial  de  vasta  información,  buen  plan  y  estilo 
autorizado. 

Don  Matías  de  la  Mota  Padilla,  después  de  Tello,  es  la  mayor 
autoridad  histórica  de  nuestro  poniente  y  buena  parte  de  nuestro 
norte,  como  que  la  Nueva  Gialicia  abarcaba  los  actuales  Estados  de 
Jalisco,  Nayarit,  Sinaloa,  Zacatecas,  Durango  y  todo  nuestro  nor- 
te con  sus  correspondientes  colindantes  de  los  Estados  Unidos.  Si 
esta  historia  tan  rica  y  bien  hilada  se  llegase  a  documentar  a  la 
moderna,  lo  que  no  es  muy  difícil,  dado  el  gran  acopio  de  documen- 
tos fuentes,  que  se  van  descubriendo  y  publicando  merced  a  la  ini- 
ciativa y  eficacia  del  actual  arzobispo  Sr.  Orozco  y  Jiménez;  ten- 
dríamos en  la  obra  del  insigne  tapatío  un  verdadero  monumento 
nacional. 

Los  dos  bibliógrafos  Eguiara  y  Beristáin,  son  hombres  de 
grandísimo  mérito  y  sus  obras  son  imprescindibles,  como  instru- 
mentos de  trabajo  a  todo  hombre  de  letras  que  quiera  ocuparse  de 
nuestro  país. 


C.  X.  EL  ALTO  MOVIMIENTO  INTELECTUAL  251 


En  el  terreno  de  la  filosofía  son  de  citarse  especialmente  los 
nombres  de  Gamarra,  Peralta  y  Rotea.  Peralta  nació  en  Zumpango 
y  escribió  varias  disertaciones  escolásticas  de  mérito,  que  obtuvie- 
ron los  honores  de  la  reimpresión  en  Europa.  El  P.  Dr.  Juan  Be- 
nito Díaz  de  Gamarra  y  Dávalos  de  la  congregación  del  Oratorio 
en  San  Miguel  el  Grande  nació  en  Zamora  de  Michoacán  en  1745  y 
escribió  libros  filosóficos  de  sólida  doctrina  y  con  tendencias  nue- 
vas respecto  a  lo  que  hasta  entonces  se  conocía.  Le  ayudó  en  su 
obra  el  Pbro.  D.  Agustín  Rotea,  hombre,  según  Álzate,  de  singular 
talento  y  extrema  laboriosidad,  pero  que,  por  su  pobreza  y  mala 
suerte,  apenas  si  fué  conocido.  "Aunque  no  dejó  obra  impresa  con 
su  nombre  (dice  Álzate)  el  amor  a  la  verdad  me  obliga  a  manifestar 
que  la  pai'te  geométrica,  incluida  en  el  curso  de  filosofía  del  Dr. 
Gamarra,  la  compuso  D.  Agustín  de  Rotea,  aunque  no  siguió  el  mé- 
todo de  su  invención,  porque  con  esta  condición  se  le  encargó." 

Zúñiga  y  Ontiveros  como  matemáticos  y  Navarrete  por  sus  ver- 
sos de  elevada  inspiración,  cierran  esta  segunda  fila  de  nuestros 
intelectuales  del  siglo  XVIII. 

Vista  en  conjunto,  también  superaba  a  la  correspondiente  de 
siglos  anteriores ;  y  era  muy  natural :  la  cultura  era  más  extensa 
y  más  intensa ;  venían  de  Europa  mucho  más  libros  y  más  baratos 
que  antes  y  en  lo  humano  también  había  más  alicientes  para  ad- 
quirir ciencia  y  más  facilidades  para  darla  a  conocer. 


Demos  ahora  un  vistazo  a  los  diversos  sectores,  o  disciplinas, 
como  entonces  se  decía,  relacionadas  con  la  misión  de  la  Iglesia  o 
su  personal. 

Treinta  y  tres  fueron  las  obras  nuevas  y  dignas  de  considera- 
ción que  sobre  lenguas  indígenas  se  imprimieron  en  este  siglo  apar- 
te de  otras  muchas  reimpresas  que  habían  sido  escritas  anterior- 
mente. Las  lenguas  cahita,  tepehuana  y  tarahumara  tuvieron  ya 
sus  gramáticas  o  artes,  como  entonces  se  les  decía. 

La  predicación,  si  exceptuamos  los  últimos  tres  años  del  siglo, 
siguió  el  estilo  con  que  se  había  iniciado  en  el  primer  tercio  del  si- 
glo XVII :  nos  quedaríamos  cortos  llamándole  hinchada,  ampulosa 
o  churrigueresca ;  era  algo  más :  era  un  desequilibrio  que  como  mu- 


252        INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

chos  de  los  de  su  especie,  precisamente  por  serlo,  cunden  y  se  pro- 
pagan sin  medida.  Un  hombre  sensato  no  podía  obtener  el  suspira- 
do título  de  predicador  si  no  dejaba  en  la  sacristía  las  dos  terceras 
partes  del  sentido  común  y  hasta  un  buen  pedazo  del  sentido  cris- 
tiano. La  única  explicación  que  se  nos  ocurre  acerca  de  aberracio- 
nes tan  profundas  y  generales  (ya  lo  apuntamos  en  otro  lugar)  es 
la  de  que  esos  señores  se  vieron  en  la  necesidad  de  apelar  a  lo  ex- 
traordinario y  llamativo  para  poder  tener  auditorios  de  gente  mun- 
dana la  que  de  otra  manera,  no  se  esperaba  que  hubiese  de  concu- 
rrir a  la  iglesia.  No  de  otra  suerte  que  en  el  atrio  de  la  iglesia  se 
ponían  fuegos  artificiales  y  se  pagaba  un  pirotécnico  que  inventase 
castillos  y  rehiletes  y  arabescos  imposibles,  con  fuegos  y  luces  de 
colores ;  así  para  dentro  de  la  iglesia  los  cofrades  o  curas  que  que- 
rían tener  en  su  fiesta  a  lo  más  granado  de  la  población,  tenían  que 
pagar  un  pirotécnico  intelectual  para  que  con  voz  meliflua  o  re- 
tumbante según  el  caso,  los  tuviese  con  un  palmo  de  boca  abierta; 
como  fray  Juan  de  San  Miguel,  lector  jubilado,  calificador  del  San- 
to Oficio,  examinador  sinodal  del  obispado  de  Durango,  ex-custodio 
y  guardián  actual  del  convento  de  la  ciudad  de  San  Luis  Potosí,  con 
su  panegírico  intitulado  "Espejo  para  todos  los  reyes  del  mundo, 
descifrado  en  la  estatua  de  Nabucodonosor.  Mejorado  para  los  Re- 
yes de  España  en  el  magnífico  corazón  de  la  muerta  majestad  de 
nuestro  católico  Rey  Carlos  IL"  Un  fray  Pedro  Aguirre  predicó 
dos  largas  horas  sobre  "El  hijo  verdadero  y  antonomástico  Padre  de 
la  seráfica  descalcez,  hija  única  de  su  Seráfico  Padre  San  Fran- 
cisco." Fray  Manuel  Anduaga,  predicador  jubilado;  (merecía  ser- 
lo) tomó  como  tema:  "Oruga  inmunda  en  mariposa  sagrada  con- 
vertida y  en  la  mejor  luz  abrasada"  y  todavía  en  1790,  un  tal  He- 
rrera Bracamontes  (con  doce  líneas  más  de  cargos  y  títulos)  se  des- 
colgó con  "El  gran  monstruo  de  los  cielos,  Sr.  San  Agustín." 

No  repetiremos  por  ser  análogo  al  que  pusimos  en  el  tomo  an- 
terior nuestro  criterio  completo  sobre  estos  sermones ;  haremos  sí, 
notar  que  probablemente  por  el  finito  o  por  los  aplausos  obtenidos, 
este  género  de  literatura  absorbió  como  un  cincuenta  por  ciento  de 
las  energías  intelectuales  del  elemento  eclesiástico.  Los  sermones  de 
esa  clase,  como  contenían  teología  y  a  veces  muy  profunda,  historia 
sagrada  y  profana,  poesía  de  todos  los  géneros  con  rimas  y  semi- 
rimas;  venían  a  presentar  una  manera  fácil  de  lucir  todo  lo  que  el 
predicador  sabía  y  nos  imaginamos  que  muchos  se  dirían:  "entre 


C.  X.  EL  ALTO  MOVIMIENTO  INTELECTUAL  253 

escribir  una  obra  seria  que  pocos  han  de  leer,  o  predicar  un  ser- 
món que  con  alas  de  mariposa,  a  poca  costa  ha  de  volar  por  toda  la 
Nueva  España,  démonos  a  este  género  que  con  él  haremos  más 
provecho."     ¿Tendrían  razón  en  pensar  así? 


Los  libros  de  devoción,  parenética  y  ascética,  puede  decirse  que 
foi-man  el  setenta  por  ciento  de  nuestros  impresos  del  siglo  XVIII. 
Claro  está  que  esta  noticia  no  puede  hacer  buen  estómago  a  los  que 
no  comprendan  la  vida  espiritual,  tal  vez,  sin  embargo,  mitigarían 
su  juicio  atendiendo  a  los  efectos  producidos.  ¿Presentaba  acaso 
aquella  sociedad  del  siglo  XVIII  las  lacras  de  crimen,  degradación 
y  relajamiento  que  presentan  en  la  actualidad  las  generaciones 
foiTnadas  lejos  de  Jesucristo? 

¿Había  en  la  ciudad  de  México  los  31,000  crímenes  de  sangre 
que  se  registraron  en  1925? 

Al  mismo  tiempo,  sin  embargo,  que  alabamos  la  buena  inten- 
ción que  supone  toda  esta  producción  de  ascética,  no  dejaremos  de 
lamentarnos,  hablando  en  general,  de  su  poco  valer  y  seriedad.  De 
las  mil  setecientas  y  tantas  obritas  de  este  género  que  reseñan  los 
bibliógrafos,  no  hallamos  más  que  treinta  y  nueve  que  merezcan  ci- 
tarse y  de  esas  mismas  muy  pocas  superan  a  la  mediocridad ;  conta- 
ríamos entre  ellas  las  siguientes:  una  cartilla  en  diálogos  acerca 
(le  la  confesión  y  sus  requisitos,  para  enseñanza  y  quietud  de  escru- 
pulosos, escrita  a  principios  del  siglo  por  el  mercedario  fray  Fran- 
cisco Gorosito;  otro  librito  que  sabemos  que  fué  muy  provechoso 
entre  los  jóvenes;  tenía  por  título  "El  Comulgador"  y  venía  a  ser 
una  explicación  de  la  regla  diez  y  ocho  de  la  congregación  de  la 
Purísima,  que  se  refiere  a  la  confesión  y  comunión ;  y  además  daba 
los  medios  para  facilitar  la  frecuencia  y  mayor  aprovechamiento 
en  la  recepción  de  los  santos  sacramentos.  Parece  que  su  autor  fué 
el  ya  elogiado  P.  Núñez  de  Miranda. 

El  jesuíta  Juan  Antonio  de  la  Mora  dio  a  la  estampa  el  año 
de  1721  una  obra  suya  de  trescientas  sesenta  y  dos  páginas  intitu- 
lada "Alientos  a  la  verdadera  confianza  y  poderosos  motivos  para 
moverse  a  la  perfecta  contrición  de  las  culpas,  dispuestos  en  varias 
meditaciones  para  las  almas  temerosas  y  pusilámines,"  de  este  li- 
bro se  hicieron  otras  varias  ediciones. 

El  P.  Antonio  de  Oviedo,  siete  años  después,  sacó  la  primera 


254        INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

edición  de  un  cuadernillo  en  ciento  veintidós  páginas  que  tuvo  gran- 
de aceptación  y  muchas  reimpresiones;  llevaba  por  título  "Destie- 
rro de  ignorancias  en  orden  al  más  acertado  y  fácil  uso  de  los  san- 
tos sacramentos  de  la  confesión  y  comunión." 

El  "Método  para  vivir  a  Dios  sólo"  libro  en  quinientas  vein- 
tidós páginas  es  una  obra  muy  sólida  en  su  doctrina  y  llena  de  un- 
ción en  su  espíritu.  Figura  como  su  autor  un  P.  Ignacio  Tomay,  pe- 
ro es  bien  sabido  que  tal  nombre  no  es  más  que  un  seudónimo  del 
P.  José  María  Genovesi. 

Fué  muy  popular  un  libro  de  fray  Miguel  de  Santa  María, 
franciscano,  intitulado  "El  Peregrino  con  guía"  volumen  de  qui- 
nientas treinta  páginas  apostilladas,  del  que  debieron  tirarse  gran 
cantidad  de  ejemplares  pues  en  todas  las  bibliotecas  de  México  se 
da  con  duplicados  y  hasta  triplicados  de  ellos. 

El  jesuíta  Cosme  José  Díaz,  natural  de  Aguascalientes,  escri- 
bió un  opúsculo  publicado  en  1763  llamado  "El  carácter  de  las  de- 
vociones" cuya  reimpresión  nada  costaría  y  sería  de  grande  utili- 
dad en  la  vida  cristiana. 

¿Pero  qué  son  estas  producciones  y  pocas  más,  que  se  les  pu- 
dieran añadir  entre  ese  may^emagniim  de  vaciedades,  ridiculeces 
y  hasta  positivos  errores,  donde  corrió  verdadero  peligro  de  naufra- 
gar la  fe  de  los  lectores?  Citemos  entre  innúmeros  de  su  ralea,  el 
librito  llamado  "Mística  toalla  o  dulce  ejercicio  para  enjugar  a 
Cristo  Nuestro  Señor  Caído  y  mojado,  en  las  negras  aguas  del  to- 
rrente Cedrón."    Este  libro  se  reimprimió  siete  veces. 

Un  jesuíta  lanzó  al  público  en  1765  su  folleto  "Receta  espiri- 
tual contra  dolores  cólicos,  de  hijada,  de  piedra,  de  ríñones  y  contra 
cualquier  otro  género  de  enfermedad."  También  se  reimprimió 
este  libro. 

Todavía  a  fines  del  siglo  salió  una  sor  María  Águeda  de  San 
Ignacio  con  su  esperpento  en  ciento  cuatro  páginas  bajo  el  epígra- 
fe: "Devoción  en  honra  de  la  purísima  leche  con  que  fué  alimen- 
tado el  Niño  Jesús"  y  claro  está,  se  reimprimió. . .  y  los  obispos, 
tan  quitados  de  la  pena. 

* 

*       * 

Entre  las  ciencias  sagradas  superiores,  aparte  de  siete  libros 
relacionados  con  la  liturgia,  que  más  bien  venían  a  cubrir  necesi- 
dades del  culto;  aparte  también  de  cinco  folletones  de  orden  jurí- 


C.  X.  EL  ALTO  MOVIMIENTO  INTELECTUAL  255 

dico,  de  carácter  casi  privado  y  destinados  a  solventar  litigios  par- 
ticulares ;  no  encontramos  en  las  ciencias  sagradas  superiores  fue- 
ra de  los  libros  ya  especialmente  descritos  al  principio  de  este  ca- 
pítulo, sino  seis  obras  que  son :  "Despertador  de  noticias  teológicas 
morales"  obra  en  seiscientas  veinte  páginas,  que  publicó  a  prin- 
cipios del  siglo,  el  franciscano  Clemente  de  Ledesma. 

Obra  seria,  pero  como  casi  todas  las  de  su  género,  una  repe- 
tición más  de  tesis  medioevales,  fué  el  libro  en  tres  tomos,  aunque 
dos  solamente  impresos,  del  tantas  veces  citado  Dr.  Eguiara:  "Se- 
lectae  Dissei-tationes  Mexicanae  ad  Scholasticam  spectantes  Theolo- 
giam;  Tribus  Tomis." 

El  "Succus  Theologiae  Moralis"  del  P.  Oviedo,  si  no  tiene  el 
mérito  de  la  novedad,  ni  de  la  claridad,  tuvo  por  lo  menos  el  de  la 
economía,  dando  así  facilidades  a  que  nuestro  clero  ocupado,  repa- 
sase a  poco  precio  y  en  poco  tiempo,  lo  más  necesario  para  poderse 
sentar  en  el  confesionario. 

El  dominico  andaluz,  Cruz  y  Moya,  publicó  en  castellano  sus 
"Resoluciones  morales  y  canónicas  acerca  del  bautismo."  No  cono- 
cemos el  libro,  pero  lo  vemos  citado  con  alabanza ;  por  lo  menos  es 
libro  de  fuste  por  sus  cuatrocientas  y  tantas  páginas. 

El  P.  Miguel  Vanegas  en  unión  con  el  P.  Juan  Francisco  Ló- 
pez, es  el  autor  del  popularísimo  "Manual  de  Párrocos,"  tantas  ve- 
ces reproducido,  en  seiscientas  cuarenta  y  nueve  páginas.  Publicó- 
lo la  imprenta  de  Jáuregui  en  1783. 

Merece  también  citarse,  por  haber  reimpreso  a  todo  lujo  los 
concilios  mexicanos,  el  arzobispo  Lorenzana. 

Al  terminar  esta  revista  de  autores  mexicanos,  chicos  y  gran- 
des, es  donde  muy  naturalmente  ocurre  el  increpar  a  los  que  vivie- 
ron en  el  último  tercio  del  siglo,  no  por  lo  que  escribieron,  sino  por 
lo  que  dejaron  de  escribir.  Tenían  ya  el  país  infestado  de  masones 
y  herejes  de  toda  ralea  y  no  hubo  entre  nosotros  ninguno  que  les 
hiciese  frente.  Ni  nos  satisface  la  respuesta  de  que  en  Europa  mis- 
ma, andaba  retrasada  la  defensa  y  que  nuestra  literatura  de  este 
género  está  vinculada  con  la  europea.  En  nuestras  bibliotecas  ha- 
bía material  más  que  sobrante,  para  componer  antídotos  nacionaJes, 
contra  venenos  nacionales  y  sobraban  también  cabezas  que  pudie- 
sen encargarse  de  ello.  Y  si  los  últimos  obispos  se  percataron  del 
mal,  como  lo  demuestran  sus  cartas,  ¿con  qué  conciencia  se  queda- 
ron en  su  rutina  y  no  excitaron  por  lo  menos  a  los  escritores  de  su 


256        INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

época  a  que  fuesen  hombres  de  su  tiempo?  ¡Cosa  bien  lamentable 
es  que  en  ciencias  sagradas  y  especialmente  en  apologética,  ciertas 
naciones  y  ciertas  órdenes,  inclusos  los  jesuítas,  traigan  siempre 
su  reloj  con  ciento  cincuenta  años  de  retraso! 


Saliendo  de  los  templos  y  de  las  catedrales,  nuestro  público 


r,tyim^mrf:^--r.f^ 


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J  Afc€RÍC>«v|AS  U5LÜ2EÍpU  ít 
I  C«STÍ^,P0R|!JCLORIÓSAC 

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Inscripción  colocada  on  la  entrada  del  Colegio  de  Tlaltelolco. 

del  siglo  XVIII,  por  lo  menos  desde  1720,  se  daba  ya  el  lujo  de  leer 
la  prensa  periódica.  Tanto  la  viuda  de  Calderón  como  Hogal  y  otros 


C.  X.  EL  ALTO  MOVIMIENTO  INTELECTUAL 


257 


impresores  habían  ido  menudeando,  pero  no  de  una  manera  perió- 
dica los  noticiones  de  relativa  actualidad  que  de  Europa  traían  seis 
o  siete  veces  al  año,  las  flotas  arribadas  a  nuestro  puerto. 

Los  jesuítas  seguían  haciendo  correr  entre  sus  amigos  las 
cartas  edificantes  y  las  biografías  de  preclaros  sujetos  de  la  pro- 
vincia, imitándolos  en  esto  último  algunas  órdenes  religiosas.  Pre- 
paraba todo  esto  al  periodismo  pero  éste  no  llegó  sino  hasta  el  pri- 
mero de  enero  de  1722,  a  iniciativa  del  presbítero,  y  después  obis- 
po de  Yucatán,  Dr.  D.  Juan  Ignacio  Castoreña  Urzúa  y  Goyeneche, 
abad  que  era  entonces  de  la  congregación  de  presbíteros  secula- 
res, constituida  en  la  iglesia  de  la  Santísima,  de  la  ciudad  de  Mé- 
xico bajo  la  advocación  de  Señor  San  Pedro.  Quede  pues  bien  asen- 
tado que  quien  introdujo  el  periodismo  en  México,  fué  un  eclesiás- 
tico, un  miembro  del  clero,  porta-estandarte  entonces  de  la  civili- 
zación y  del  progreso.  De  donde  se  sigue  que  los  que  celebran  cen- 
tenarios del  periodismo  sin  hacer  mención  del  P.  Castoreña,  se  po- 
nen en  la  categoría  de  grandes  ignorantes  o  de  solemnes  ingratos. 

Tuvo  nuestro  primer  periódico  vi- 
da muy  corta,  como  que  murió  en 
julio  del  mismo  año  22,  sofocado  el 
aliento  de  su  fundador,  con  la  ru- 
da e  injusta  crítica,  los  dicterios  y 
hasta  calumnias  con  que  sus  muchos 
émulos  y  envidiosos  le  atacaron. 

"Don  Juan  Ignacio  Castoreña  y 
Urzúa,  dice  Beristáin,  nació  en  la 
ciudad  de  Zacatecas  y  fué  colegial 
del  Real  de  San  Ildefonso  de  México 
y  doctor  jurista  de  esta  Universidad. 
Habiendo  pasado  a  España  recibió 
el  grado  de  Doctor  teólogo  en  la  de 
Avila,  y  lo  incorporó  después  en  Mé- 
xico a  donde  regresó  con  una  pre- 
benda de  la  metropolitana,  y  en  don- 
de fué  catedrático  de  Sagrada  Escri- 
tura 20  años,  canónigo  chantre,  in- 
quisidor ordinario,  abad  de  San  Pe- 
dro, provisor  de  indios  y  vicario  general  de  los  conventos  de  monjas 
cuyos  empleos  y  los  títulos  de  teólogo  de  la  nunciatura,  de  Espa- 


D.   Ignacio   Castoreña  y  Urzúa. 


258       INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 


ña,  capellán  y  predicador  del  Rey  Carlos  II,  coronó  la  mitra  de  Yu- 
catán, a  que  fué  presentado  en  1729.  Se  consagró  en  México  y  tomó 
posesión  de  su  obispado  en  1730,  pero  falleció  a  los  tres  años,  en 
Mérida,  teniendo  65  de  edad.  Fundó  en  su  patria,  Zacatecas,  el 
colegio  de  los  MIL  ANGELES  para  educación  de  las  niñas.  Re- 
edificó y  adornó  la  capilla  de  Nuestra  Señora  del  Pilar  del  cerro  de 
Chapultepec,  de  la  que  no  ha  quedado  vestigio  alguno.  Promovió 
la  causa  de  beatificación  del  venerable  canónigo  de  México  D.  Juan 
González,  ermitaño  y  misionero;  y  a  su  instancia  escribió  su  vida 
el  P.  Miguel  Vanegas,  jesuíta.  Dotó  en  la  casa  Profesa  de  México, 
la  fiesta  de  la  conversión  de  San  Ignacio  de  Loyola ;  y  lo  mismo  hi- 
zo en  el  colegio  imperial  de  Madrid  y  en  el  de  Almonacid.  En  la 
L'Uiversidad  de  México,  dotó  también  la  fiesta  de  la  Concepción  que 
hacen  los  padres  dominicos  del  colegio  de  Portacoeli.  En  la  iglesia 
de  San  Sebastián  de  PP.  carmelitas  descalzos,  fundó  el  aniversario 

de  la  santificación  de  San 
José,  para  el  segundo  do- 
mingo de  octubre.  En  la 
villa  de  Agreda,  donde  fa- 
lleció la  Ven.  M.  María  de 
Jesús,  dotó  el  novenario 
de  los  dolores  de  la  Virgen 
Santísima.  Y  en  su  metro- 
politana fundó  un  aniver- 
sario en  memoria  del  Ven. 
Juan  González  y  otro  por 
los  prelados  y  prebenda- 
dos de  dicha  iglesia.  Fué 
el  primero  que  publicó  en 
México  GACETAS  o  pe- 
riódicos, sufriendo  por  el 
bien  público  las  murmu- 
raciones de  los  egoístas  e 
ignorantes,  enemigos  de  la 
luz,  y  de  la  común  utili- 
dad." 

Reanudóse  la  interrum- 
pida    labor     periodística, 
también  por  otro  clérigo,  ordenado  in  sacris,  D.  Juan  Francisco 


GACETADEMEXICa 

Y  noticias  de  Tiu^X'd'Efpaña,  que  fe  im'^rimir.vi  cada  mes  ¡y  comten- 
{(xn  ík/Je  ¡riíttetQ  de  Htniro  it   iyzz, 

A  NobiU/slma  Meníco,  caWlj  ¿cía  Mi/tva-Hrpaña,  y  corazón  de  U 
"■Amciicz.cclfbruloídos  iiglos  cumplido»  oc  fd  CoxK)uiAacI  d* 
¿c  clgloriofoMxíTyríi.  Hypolitofu  l'acrcm  i  i  j.  de  Agoftodc  f[ 
año  páíladot  con  íelUvas  dcínonüradon^s  ck  íuminanas,  mifc^- 
f as,  y  CGlgiduns,  y  con  paíTco  la  vifpcrjtvy  dij.oioniados  á  cavi- 
líu,  el  Etc.  Señor  Vincy,  Rcjd  Audicncii,  Tiibiinalcs.Oudjd:  / 
Ci\aJlfrii;Sicod  ElUodartc  ReiJcJ  Conde  dt  el  Valle  de  Oii- 
z.iba  fu  Regidor,  fe  foicmrúio  por  «es  diis.y  ei  dia  \\  de  la  A  — 
fiírapcion  de  N.  Señora  Titular  de«flxSania  Iglefia  Meux>poliuna,  ^  corono  f\j  hci  • 
woíoTc^\o  de  Gallardercí,  luzcí,  y  con  los  mis  ticos  OmAnoenios  coloco  en  Ui 
Alur  Mayor  la  Billifiinu  Imagen  di  Oro  de  la  Rcyna  de  los  Angele  i  .  Predícd  ac 
Pontif.ol  vna  Eloquínrifiima  Oiicion  Pantí^yn'ca  Moral,  et  Ulfimo  y  Rmo  Scr-^^c 
M.D.  Fr  lofcph  LiiKiego.  y  Eguilaz  fu  ArqcAjifi>o.  La  feliz  duración  de  cf.a  Coi- 
le  c(\rcaa  íu  tercer  Siglo,  con  clqual  comienza  i  dar  a  las  ptcnfa,s  íui  memoria»  dig- 
OR  de  mayor  ouniíclliCíOn,  a^Biadai  en  cílas  Cí^rtAj  puciimpí imillas  es  polí- 
tica tan  racíoAa)*  como  auihonuida  de  todas  lasCortctdc  la  Euiopa,  d^tndollaK- 
umpa  tas  noticias  que  ©Curren  en  ei  breve  ucmpo  de  íierc  días,  por  el  diftiico  capaz 
de  fus  dominios:  DifufU  cOa  cofWnbrt  lia  lleeado  bafla  la  tmpcrtJ  Lima,  Corte  ce- 
Ubre  del  PerJ,  y  prifticandoctla  plaufibLe  dífigercta,  imprime  cada  mes  fus  acic- 
^imietiTovv  noCcndo  merx)s  la  Muy  Uluflxe  Mc\)COt  Corona  de  eflos  Reyuos,  co 
cnlenca  i  planicaí  efVi  política  con  Usftcrncias  de  c)  Exmo.  Señor  MarqujsdcVj 
loroi  oazieodo  con  eíW/  roas  mcmoi^lcs  los  acienos  de  fu  goviemrK  i  mrroduaen 


rtiTov  V 
cnlenca  i  planicaí  efVi  política  con  Usftcrncias  de  c)  Exmo.  Señor  MarqujsdcVj. 
loroi  nazieodo  con  eíW/  roas  mcmoi^lcs  los  acienos  de  fu  goviemrK  i  mrroduaen* 
<kf  paralo  venidero cfte  vrbino  eflylo.que  hechanUan  cíenoslos  Cumlcí  de  Moico. 
;;'arirDayor  *u]noridad  dcfj  Ciu'iJd,^  conociinicnto  de  <'ügrandeiJ  'No  carece  do 
vtilidid.pur*  i  mas  de  el  general  momo  de  la^  Gacnis,  ftendo  eftas  vnj  Fidclif>ima 
relación  de  io^ue  acaece  en  cfUs  dilaudas  Regiones,  puede  fin  tiabafo  quaíquici 
dífcmo»  con  la  di'igericía  de  ¡unuiíls,  formal  vnosArulcs  en  lo  futuro,  en  que  un 
eícuydadoderniminarloí.loprecl  aplaufode  efcrivirlos,  y  loscorrcfpondjenie*-.  ei 


de  complacer  i  loífjxje  de  la  Loropa  piden  noticias  de  la  A'mc\ita,  para  eniiquezei 
con  no\ edad  fus Hirtoriaí.  Noteneocfcnipulodc  que  fe  me  ñfcaJizrn  algunas  indi- 
TidiulidadcTi  que  fi  por  viAiS  en  eüi  Ci'idid  continuamente,  no  fon  novedad  2  lo« 
presentes,  fcunadauxi£Íoni  los  que  las  oyen  diAaum,  y  ctedito  de  México  en  lOJa 
el  Vniyerío. 

Fs  roftumbrc  deMxdrid  Poi»cr  cida  Conefeparada  »  poi  eílofe  pone  aquí  :^d% 
Ciuda^i  dividida,  en  fai  que  fon  Capitales  de  Obiípidos^Provinc' 
con  cf .a  díAincion  fe  lean,  con  mayor  commodid^d 

hfcxico  f-ftneto  de   1722 


vincia5.y  Pucmos.  |  in|<i 


Etífl  prfmcrOi  afsiílid  fu  £  i,c  i  la  Caíla  Proícn^  de  la  Sa^tíAí  CompaAi»  de  )E- 
S\S.  í^ond:  cavvrT\orii  de  fu  nombre,  cerebia  I4  de  l*  C  ucwiiuiíOrr    ti  Ayun. 

1 


Ayui 


C.  X.  EL  ALTO   MOVIMIENTO   INTELECTUAL  259 

Sahagún  Arévalo  Ladrón  de  Guevara,  quien  publicó  su  "Compen- 
dio de  noticias  mexicanas"  desde  1728  a  1730.  Can  el  nombre  de 
"Gazeta  Mexicana"  se  continuó  con  37  números  cada  uno  de  cuatro 
páginas.  Luego,  desde  1740  hasta  diciembre  de  42,  en  que  dejó  de 
publicarse,  iba  con  el  nombre  de  "Mercurio  Mexicano."  La  otra 
gaceta  editada  por  D.  Manuel  Antonio  Valdés,  en  la  imprenta  de 
Zúñiga  Ontiveros,  empezó  en  1748  y  terminó  en  1810  sustituida 
por  la  Gaceta  del  Gobierno  de  México. 

* 

Siete  mil  quinientos  y  tantos  son  los  impresos  dados  a  conocer 
por  nuestras  bibliografías,  impresas  sin  incluir  otros  600  descu- 
biertos por  el  inteligente  y  feliz  Lie.  Pérez  Salazar  y  de  Haro ;  pero 
estos  datos  no  deben  despistarnos :  la  máxima  parte  de  tales  impre- 
sos no  son  libros  en  el  sentido  llano  de  la  palabra :  se  trata  muchas 
veces  de  cuadernos,  cuadernitos,  pliegos  y  hasta  hojas  sueltas ;  por 
lo  que  los  que  las  describen  más  bien  debieran  llamarse  cuadernó- 
grafos,  o  fonógrafos.  Acusan,  sin  embargo,  las  cifras  mencionadas 
que  la  cultura  era  mayor,  con  gran  desproporción,  comparándola 
con  la  de  siglos  anteriores  y  que  realmente  en  nuestra  patria  ya 
había  en  aquellos  buenos  tiempos,  verdadera  atmósfera  intelectual, 
propicia  para  que  en  ella  fructificasen  con  libros  propios  y  maestros 
vernáculos,  los  suficientes  ingenios  para  tener  un  país  próspero  y 
auto-gobernado. 


La  Real  y  Pontificia  Universidad  de  México  no  da,  ciertamente, 
materia  suficiente  para  especial  capítulo,  porque  su  marcha  regu- 
lar, y  felizmente  monótona,  no  ofrece  el  número  y  calidad  de  noti- 
cias que  pudo  ofrecernos  en  épocas  anteriores  y  aquí  es  donde  hay 
que  exclamar  ¡  felices  los  pueblos  que  no  tienen  historia ! 

No  nos  parece  exacta  la  comparación  que  se  hace  de  nuestra 
Universidad  con  el  telón  y  bambalinas  de  un  teatro  que  sólo  sirven 
para  dar  vista  y  algo  de  carácter  a  la  escena.  No ;  la  Universidad 
era  un  ser  vivo,  que  más  bien  pudiera  compararse  al  traspunte  en  un 
escenario,  que  ayuda,  dirige,  y  armoniza  las  diversas  funciones  de 
los  que  aparecen  en  la  escena. 

Como  hijos,  casi  todos  nuestros  sabios,  de  la  misma  Alma  Ma- 


260         INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

ter,  se  sentían  por  este  solo  hecho,  fuertes,  respaldados  y  en  sus  ma- 
los tiempos  y  en  sus  momentos  de  ímpetu,  debidamente  contenidos 
por  el  peso  de  dignidad,  inherente  a  tan  respetable  corporación. 

Aparte  de  ésto  y  contra  todo  lo  que  se  hable  de  supuestas  de- 
cadencias, la  Universidad  seguía  fomentando  las  empresas  de  sus 
hijos  con  la  adquisición  continua  de  los  mejores  libros  que  en  Euro- 
pa se  iban  publicando  y  que  ella  se  encargaba  de  poner  al  alcance 
del  público  en  su  biblioteca.  Fomentaba  también  aunque  con  menos 
éxito  que  antaño,  las  aptitudes  poéticas  de  nuestra  juventud,  me- 
diante juegos  y  certámenes;  pero  el  principal  fomento  consistía  en 
los  muy  respetables  y  solemnes  actos  públicos,  verdaderos  torneos 
en  el  palenque  de  las  ciencias  sagradas  y  profanas  donde  a  veces 
hubo  como  luego  veremos,  exhibiciones  admirables  de  ingenio  y  de 
erudición. 

Adame  y  Arriaga  en  su  prólogo  a  las  terceras  constituciones 
de  la  Real  y  Pontificia  Universidad,  nos  hace  de  ésta  un  extenso 
elogio  de  que  entresacamos  los  datos  principales. 

"Hasta  1775  habíanse  graduado  en  esta  noble  academia  mil 
ciento  sesenta  y  dos  doctores  y  maestros  a  los  que  deben  agregarse 
los  que  se  han  instruido  en  los  colegios,  conventos  y  estudios  parti- 
culares que  hay  en  este  Arzobispado  y  en  los  Obispados  de  Puebla, 
Valladolid,  Guadalajara,  Antequera  y  Durango,  pertenecientes  a 
esta  Universidad." 

De  la  Universidad  salieron  ochenta  y  cuatro  señores  arzobis- 
pos y  obispos  y  muchos  eminentes  togados  y  hasta  miembros  de  los 
supremos  consejos  de  Indias  y  Castilla  e  infinidad  de  canónigos  y 
dignidades,  jueces,  regidores,  abogados  y  médicos  y  excelentes  ca- 
tedráticos que  brillaron  en  las  mismas  universidades  más  célebres 
de  la  antigua  España.  En  la  de  Salamanca  fué  catedrático  de  teo- 
logía nuestro  doctor  D.  Juan  de  Cervantes,  nuestro  Maldonado,  de 
derecho  canónico,  así  como  de  derecho  civil  los  doctores  mexicanos 
Vega  y  Zuazo  y  de  filosofía  el  Dr.  Parada.  En  la  de  Alcalá  leyó  fi- 
losofía el  Dr.  Cortés ;  en  la  de  Valladolid  regenteó  una  cátedra  de  cá- 
nones Guevara,  en  Sevilla  una  de  teología  Cervantes  y  en  Granada 
una  de  leyes  el  Dr.  Padilla. 

Entre  los  casos  de  ingenio,  más  brillantes,  de  que  nos  informa 
el  citado  Adame  y  Arriaga,  recordaremos  el  de  D.  Antonio  Calderón 
de  quien  se  dice  que  sustentó  un  acto  público  de  teología  en  que 
contestaba  en  prosa  o  verso  a  voluntad  de  los  interrogantes.    Tenía 


C.  X.  EL  ALTO   MOVIMIENTO  INTELECTUAL  261 

este  Calderón  una  memoria  tan  feliz  para  recibir  y  retener  las  es- 
pecies que  luego  que  leía  un  libro  lo  vendía,  porque  ya  no  necesita- 
ba de  él,  por  quedarle  tan  firmes  las  materias  aue  trataba,  que 
cuando  se  le  ofrecía,  no  sólo  tenía  presentes  los  puntos,  sino  que 
citaba  fielmente  los  lugares  y  hasta  las  páginas  de  cuyos  hechos, 
añade  el  cronista,  viven  aún  muchos  y  fidedignos  testigos. 

También  hacen  recuerdo  de  un  D.  Antonio  Adar  de  Mosquera 
que  podía  improvisar  en  cuatro  lenguas,  castellano,  mexicano,  co- 
coneca  (?)  y  angolana,  con  aplauso  universal.  D  José  Brizuela 
sustentó  un  acto  de  veinticuatro  materias.  D.  Andrés  Llanos  ofre- 
ció decir  de  memoria  cualquier  párrafo  que  se  le  preguntase,  del 
derecho  civil  y  explicarlo  conforme  al  sentir  de  los  más  sólidos  in- 
térpretes, lo  que  cumplió  exactamente  con  aplauso  universal.  D. 
Juan  de  Dios  Lozano  pidió  que  se  le  asignase  cualquier  punto  de  los 
cuatro  libros  de  Pedro  Lombardo,  comprometiéndose  a  dar  cáte- 
dra sobre  todos  ellos.  D.  Pedro  Vasconcelos,  ciego  de  nacimiento, 
era  de  tan  singular  ingenio  y  comprensión,  que  al  oído  aprendió 
perfectamente  gramática,  retórica,  filosofía  y  teología,  cuyos  gra- 
dos obtuvo  y,  no  satisfecha  su  vasta  capacidad  con  estas  especies, 
£e  dedicó  a  la  jurisprudencia  teórica  y  práctica,  citando,  cuando 
se  ofrecía,  fielmente,  los  autores,  lugares  y  páginas  que  le  habían 
dictado. 

Como  estos  ejemplos  pueden  verse  otros  muchos  en  el  citado 
prólogo,  que  demuestran  ciertamente  nuestro  aserto  de  que  en  la 
Universidad  había  vitalidad  e  impulso  hacia  el  progreso,  según  se 
entendía  en  su  época. 

*     * 

Ya  recordarán  nuestros  lectores  cómo  el  obispo  D.  Juan  de 
Palafox  y  Mendoza,  siendo  visitador  general  del  reino,  allá  por 
los  años  de  mil  seiscientos  cuarenta  y  tres,  había  hecho  unas  cons- 
tituciones para  la  Universidad  de  México.  Como  esas  constitucio- 
nes no  gustaron,  tuvo  que  haber  cédula  especial  para  que  se  pusie- 
sen en  vigor,  y  no  bastó  la  cédula  y  la  Universidad  siguió  su  anti- 
gua marcha,  hasta  el  cambio  de  atmósfera  general  que  hubo  en 
1775.  Porque  por  esos  años  había  de  privar  forzosamente  todo  lo 
que  fuese  anti- jesuítico  y  por  tanto  habíase  de  poner  por  las  nubes 
todo  es  de  Palafox,  feroz  enemigo  de  la  Compañía  y  de  ahí  el  deseo 
de  que  rigieran  sus  "sabias"  constituciones. 


262         INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

Por  ahí  corren  muchos  ejemplares  de  la  edición  de  1775,  en 
cuyas  páginas  pueden  admirar  nuestros  lectores  y  todo  el  mundo, 
la  más  solemne  vulgaridad  que  jamás  se  haya  visto  en  materia  de 
reglamentación;  pero  no  es  esto  lo  peor;  léanse  estas  famosas  cons- 
tituciones desde  el  principio  hasta  el  fin  y  dígasenos  donde  está  en 
ellas  el  elemento  de  educación  cristiana  para  tanta  y  tan  noble  ju- 
ventud. Se  habla,  claro  está,  de  tener  capilla  y  capellanes  con  tanto 
más  cuanto  de  sueldo,  de  procesiones,  y  fiestas  de  los  patronos,  con 
tales  más  cuales  asuetos  o  danzas,  ¿  pero  dónde  se  habla  de  las  per- 
sonas, medios  y  maneras  para  formar  esos  corazones ;  para  dirigir 
espíritus  o  siquiera  para  encadenar  esa  imaginación  y  esas  pasio- 
nes tan  vehementes,  características  del  pobre  criollo  meíxicano? 
Mientras  hubo  jesuítas  ellos  por  medio  de  sus  congregaciones  ma- 
rianas  en  que  estaban  inscritas  las  cuatro  quintas  partes  de  la  Uni- 
versidad, se  encargaban  de  orientar  a  nuestra  juventud,  pero  des- 
de 1767  no  tenemos  noticia  de  que  aquellos  jóvenes  hayan  encon- 
trado quien  viese  por  la  sólida  dirección  de  sus  conciencias.  No  fué 
como  se  cree  un  cambio  de  ideas  tan  rápido,  el  de  muchos  hombres 
de  letras  y  aun  sacerdotes  en  el  primer  tercio  de  nuestro  siglo  XIX. 
De  más  lejos  venía  el  mal :  de  su  juventud  semi-pagana  en  las  aulas 
y  bajo  las  palafoxianas  constituciones  de  nuestra  Universidad. 

* 
*       * 

Nada  diremos  en  este  su  propio  capítulo  de  los  seminarios, 
puesto  que  ya  los  han  visto  nuestros  lectores,  descritos  por  sus 
propios  prelados  en  las  "Relaciones  ad  Limina"  que  componen  uno 
de  nuestros  anteriores  capítulos.  Lástima  que,  faltando  las  corres- 
pondientes a  Puebla  y  Michoacán,  carezcamos  por  ello  de  los  de- 
seados datos  sobre  sus  importantes  seminarios. 

El  de  Puebla,  después  de  la  ampliación,  que  no  debe  llamarse 
fundación,  hecha  por  el  Sr.  Palafox,  recibió  mayores  impulsos  del 
limo.  Sr.  D.  Manuel  Fernández  de  Santa  Cruz.  Puso  este  prelado 
al  corriente  las  rentas  de  los  colegios  de  San  Juan  y  de  San  Pedro, 
que  Palafox  había  reunido  y  organizó,  comprando  haciendas  de  la- 
bor, la  pensión  conciliar  con  lo  que  pudieron  hacerse  ya  gastos 
que  ascendían  a  más  de  diez  y  seis  mil  pesos  anuales.  Al  obispo 
Santa  Cruz  también  se  debe  la  mayor  y  mejor  parte  de  la  biblio- 
teca palafoxiana,  enriquecida  más  tarde  con  once  mil  volúmenes 
con  que  la  obsequió  el  canónigo  Irigoyen. 


Plano  del  Colegio   de  las  Vizcaínas. 


264 


INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 


En  lo  material  como  edificio,  el  del  seminario  de  Morelia,  su- 
peraba sin  duda  a  todos  los  demás.  Puso  su  primera  piedra  el  23 
de  enero  de  1760  el  limo.  Sr.  D.  Anselmo  Sánchez  de  Tagle  y  diez 
años  más  tarde,  pudo  ya  admitir  solemnemente  a  los  primeros  se- 
minaristas de  esta  institución  eminentemente  suya  y  siempre  dis- 
tinta del  colegio  de  San  Nicolás,  que  fué  el  verdadero  yriiner 
seminario  de  la  América  Latina.  Formó  el  ilustre  fundador  y  dio 
a  la  imprenta  unas  muy  completas  constituciones  para  el  régimen, 
instrucción  y  educación  de  la  juventud  clerical  michoacana.  Aun- 
que manchado  por  manos  usurpadoras,  ahí  queda  el  regio  pala- 
cio construido  por  la  munificencia  y  piedad  del  ilustre  Sánchez 
de  Tagle. 

Superó  el  siglo  XVIII  a  los  anteriores,  en  la  educación  que  se 
proporcionó  durante  él  bajo  el  amparo  de  la  Iglesia,  al  sexo  feme- 
nino. El  recogimiento  de  Belén,  el  grandioso  Colegio  de  la  Ense- 
ñanza en  México,  los  de  Jesús  María  y  Santa  Gertrudis  en  Puebla, 
el  de  las  Rosas,  fundado  por  el  Sr.  Escalona  en  Morelia,  el  de 
Santa  Ménica  en  Guadalajara,  los  de  la  Enseñanza  en  Irapuato 


Patio   del   Colegio   de   las   Vizcaínas 

y  otras  poblaciones  del  interior  fueron  otras  tantas  pruebas  de 
nuestro  aserto. 

El  más  notable  de  todos  estos  colegios  por  su  edificio  verda- 


C.  X.   EL  ALTO   MOVIMIENTO   INTELECTUAL  265 

deramente  regio  es  el  llamado  de  las  Vizcaínas  en  la  ciudad  de 
México,  fundación  a  que  especialmente  concurrieron  los  tres  pia- 
dosos vascongados  Aldaco,  Meave  y  Echeveste;  el  edificio  quedó 
terminado,  la  institución  reglamentaria  y  en  marcha  bajo  el  am- 
paro real  en  1775.  Es  bendición  de  Dios  y  especial  protección 
de  su  patrono  San  Ignacio  de  Loyola  la  permanencia  y  prospe- 
ridad no  menos  que  la  disciplina  y  buen  espíritu  de  este  colegio 
de  las  Vizcaínas,  único  glorioso  recuerdo  viviente,  de  nuestra  no- 
ble antigüedad. 


CAPITULO  XI 

galería  biográfica  de  algunos  eclesiásticos  y  seglares 

distinguidos  por  su  virtud 


Consideraciones  g-encrales. — Hombres  de  gobierno. — Ascetas  y  varones 
apostólicos. — "El  padre  de  los  ahorcados." — Una  gloria  sonorense. — Modelos 
del  clero  secular. — Bosquejo  de  la  sociedad  de  México  a  mediados  del  siglo. — 
Los  caballeros  cocheros  del  Santísimo. — Un  ilustre  portugués. — Borda,  Eche- 
veste,  Caballero,  Terreros. — Otros  bienhechores. — Autoridades  virtuosas. — Un 
buen  gobernador  de  Yucatán» — Vergara,   Ferrer  y   Dávalos. 


bibliografía  especial 

CARRII>LO    Y   ANCONA,   CBESCENCIO.— El   Episcopado   de  Yu/catán.— Mérida,   1895. 

DAVII.A,    JOSÉ    MARIANO.— /Vrtículos    en    el    Diccionario    Universal.— México,    1884. 

ESCOBAR,   MATÍAS.— .Imcricana   Thebaida.— México,    1924. 

garcía,  ESTEBAN. — Crónica  de  la  Provincia  Agustina  del  Santísimo  Nombre  de 
Jesús.— Jladrid,   1918. 

CAY,   JOSÉ    ANTONIO.— Historia   de   Oaxat.». —México,    1881. 

liEON  NICOL,.4S.— Biografía  del  Capitán  Manuel  Fcrnándex  Fiallo.  (Bibliografía 
Mexicana   No.   397). 

MANÍ-:!!!!,   JO.ANNIS   AI.OVSII.— !)«>  Vltls   AUnuot    Moxicanorum.— Bononianae,   1791. 

OVI>;i)0,  .JUAN  ANTONIO. — MenoloKio  de  los  Varones  mi'is  señalados  en  Perfección 
Rclis:iosa  de  la  Provincia  de  la  Compañía  de   Jesús   de  la  Nueva  España. — México,   1747. 


C.  XI.  ALGUNOS  ECLESIÁSTICOS  Y  SEGLARES       267 

UNQUE  los  datos  biográficos  que  en  este  capítulo  prc^- 
tendemos  bosquejar,  aparezcan  aislados  unos  de  otros 
y  como  limitados  a  tal  o  cual  personalidad ;  en  realidad, 
y  en  virtud  de  lo  que  ente-ndemos  por  la  Comunión  de 
ío7  Santos,  todas  las  acciones  y  virtudes  de  los  fieles  vienen  a  for- 
mar un  conjunto  armónico  y  con  la  diversidad  de  esfuerzos  parti- 
culares: oración  y  contemplación,  predicación,  caridades,  misiones, 
catequesis;  todos  contribuyen  al  progreso  y  al  esplendor  de  la  glo- 
ria de  Dios  sobre  la  tierra. 

En  el  cuerpo  místico  de  la  Iglesia  cuya  alma,  vida  y  corazón 
es  nuestro  divino  Salvador,  Jesús,  hay  diversidad  de  miembros  que 
participan  de  esa  vida  y  que  con  diferentes  funciones,  a  su  vez  la 
demuestran  y  dilatan:  los  hombres  de  oración  son  como  las  venas 
por  donde  corre  la  vida  sobrenatural  a  los  demás  miembros ;  a  los 
nervios  pueden  compararse  los  hombres  que  se  distinguen  más  por 
su  actividad  y  celo  apostólico ;  a  los  músculos  los  varones  que  repre- 
sentan el  mayor  esfuerzo,  cuales  fueron  los  misioneros,  y  así  como 
los  huesos  son  el  sostén  y  armazón  del  cuerpo,  así  los  hombres  de 
gobierno  y  de  grandes  responsabilidades  (cuando  lo  hacen  bien  en 
su  cargo)  son  los  elementos  de  sostén  y  resistencia.  De  todo  ello, 
como  veremos,  tuvo  la  Iglesia  Católica  en  México  en  las  dos  épocas 
del  interesante  siglo  XVIII ;  hablemos  primeramente  de  los  ecle- 
siásticos, y  en  segundo  lugar  de  los  seglares. 

Los  dominicos  presentaron  al  principio  del  siglo,  en  fray  Felipe 
Galindo  y  Chávez  un  personaje  digno  de  figurar  con  honra  en  los 
gloriosos  fastos  de  su  orden :  nació  en  el  puerto  de  Veracruz,  y  muy 
joven  aún  tomó  el  hábito  en  el  convento  grande  de  México,  fué  prior 
de  su  convento  y  de  los  de  Veracruz  y  San  Luis  de  Puebla,  y  más 
tarde  provincial ;  pero  su  celo  apostólico  que  le  impelía  a  las  em- 
presas arduas  y  al  sacrificio,  llevóle  a  las  misiones  de  Sierra  Gorda 
en  las  que  fundó  ocho  reducciones  y  los  conventos  de  Sombrerete, 
Querétaro  y  San  Juan  del  Río. 

Mas  he  aquí  que  de  repente,  le  fué  quitada  su  dulce  cruz  de 
misionero  para  trocársela  por  el  obispado  de  Guadalajara,  donde 
aún  se  guardan  de  él  felicísimos  recuerdos ;  hizo  la  sacristía,  ofici- 
nas de  la  contaduría  y  concluyó  la  lonja  de  la  catedral ;  donó  a  su 
iglesia  un  rico  sagrario  de  plata  y  un  vaso  de  oro  con  piedras  pre- 
ciosas para  el  depósito  del  jueves  santo;  fundó  el  colegio  semi- 
nario de  dicha  ciudad,  dotó  sus  cátedras  y  les  dio  librería;  visitó 


268        INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

dos  veces  el  obispado,  internándose  hasta  las  misiones  de  Coahuila, 
y  falleció  el  día  7  de  marzo  de  1702. 

Los  franciscanos  guardan  con  veneración  la  memoria  de 
su  gran  provincial,  fray  Vicente  Arnaldo,  hijo  del  puerto  y  ciudad 
de  Campeche ;  entró  por  su  humildad,  para  lego  a  los  16  años  de  su 
edad ;  pero  percatados  los  superiores  bien  pronto  de  sus  habilidades, 
le  dieron  estudios  sacerdotales  cuyas  órdenes  recibió  apadrinado 
por  dos  legos  de  su  orden  en  memoria  de  su  primera  intención.  Fué 
guardián  de  varios  conventos  y  predicador  de  gran  fama;  los  últi- 
mos años  de  su  vida  fueron  de  grandes  sufrimientos  no  solamente 
por  los  trastornos  que  vio  en  su  orden,  sino  pj^  las  enfermedades 
que  lo  visitaron,  causándole  éstas  una  extraordinaria  obesidad  que 
le  tuvo  recluido  los  últimos  doce  años  que  vivió. 

Activísimo  provincial  de  la  orden  de  Nuestra  Señora  de  la 
Merced,  fué  fray  Baltasar  de  Alcocer  y  Sariñana,  de  quien  el  cro- 
nista Andrade  nos  dice  lo  siguiente :  "fué  maestro  de  Artes  y  doctor 
en  teología  por  la  Universidad,  maestro  de  número  de  la  Provincia, 
catedrático  de  filosofía,  rector  del  Colegio  de  Belén,  Comendador 
del  convento  grande  de  esta  Capital,  y  uno  de  los  provinciales  que 
más  han  trabajado  por  el  esplendor  de  la  Provincia;  gastó  mucho  di- 
nero en  la  fábrica  del  convento  de  México,  perfeccionando  su  claus- 
tro alto,  que  es  uno  de  los  mejores  que  en  su  línea  tiene  la  capital ;  lo 
adornó  con  balconería  de  hierro  y  con  primorosas  pinturas  de  los 
mejores  artistas  que  entonces  había  en  la  capital,  de  los  mártires, 
confesores  y  vírgenes  de  la  Religión  Mercedaria,  que  desgraciada- 
mente por  haberse  maltratado  han  sido  después  retocados  por  ma- 
nos poco  diestras;  en  su  tiempo  se  hicieron  también  los  cuadros 
antiguos  de  la  vida  de  San  Pedro  Nolasco,  que  había  en  el  claustro 
bajo  y  de  que  apenas  ha  quedado  tal  cual,  como  muestra  de  su  mé- 
rito ;  en  el  centro  de  este  patio  dispuso  una  fuente  que  ya  no  existe, 
pero  que  fué  muy  curiosa  en  su  tiempo:  formábanla  cuatro  riscos 
en  que  estaban  grabadas  en  piedras  las  apariciones  de  Nuestra  Se- 
ñora de  Guadalupe;  fabricó  igualmente  la  gran  sala  general  que 
servía  para  los  actos  literarios ;  en  sus  visitas  de  Provincial  regaló 
a  todos  los  conventos  de  la  Provincia  ornamentos,  vasos  sagrados 
y  otras  alhajas," 

Entre  sus  mejores  provinciales  pudieran  citar  los  jesuítas  al 
P.  Francisco  Ceballos,  que  nació  en  Antequera  de  Oaxaca  a  13  de 
octubre  de  1704.  Fué  colegial  de  San  Bartolomé  de  su  patria,  hasta 


C.  XI.  ALGUNOS  ECLESIÁSTICOS  Y  SEGLARES  269 

que  en  1720  abrazó  en  México  el  instituto  de  la  Compañía.  Enseñó 
en  varios  colegios  de  su  provincia  la  latinidad,  retórica,  filosofía 
y  teología ;  y  siendo  rector  del  de  San  Andrés  de  México  fué  nom- 
brado en  1758  procurador  a  Madrid  y  Roma.  A  su  vuelta  en  la  flota 
que  condujo  a  Veracruz  al  virrey  marqués  de  Cruillas,  lo  eligió  éste 
por  su  confesor  y  director  espiritual.  En  1763  fué  nombrado  pro- 
vincial de  la  Nueva  España,  y  en  1767  volvió  a  Europa  por  el  decre- 
ta de  expatriación,  y  allí  falleció  en  1770.  Era  religioso  de  virtud 
y  sabiduría  consumadas;  dulcísimo  y  amabilísimo  para  todos; 
singularmente  devoto  de  la  Eucaristía;  tanto  que  en  Bolonia  era 
conocido  por  el  "sacerdote  extranjero  que  visita  diariamente  las 
iglesias  donde  está  descubierto  el  Santísimo  Sacramento."  Fomen- 
tó los  buenos  estudios  en  el  tiempo  de  su  provincialato ;  sacó  de  la 
Habana  al  P.  Alegre  para  encargarle  la  Historia  de  su  provincia  y 
la  regencia  de  una  academia  de  bellas  letras;  exhortó  al  P.  Cla\a- 
jero  a  que  enseñara  la  filosofía  moderna;  y  representó  al  general 
de  su  religión  para  la  erección  de  una  cátedra  de  lengua  griega  en  el 
colegio  de  San  Ildefonso  de  la  Puebla,  y  otra  de  matemáticas  en  el 
de  San  Pedro  y  San  Pablo  de  México,  cuyos  laudables  proyectos 
frustró  la  inopinada  expatriación;  pero  que  no  privarán  a  nuestro 
Ceballos  de  la  gloria  de  haberlos  intentado.  Escribió  "muchos  tra- 
tados teológicos,"  que  pasaron  a  la  Biblioteca  de  la  Universidad  de 
México,  y  "la  vida  y  virtudes  del  P.  Fernando  Konsag  de  la  Com- 
pañía de  Jesús,  insigne  misionero  de  California." 

Hombre  en  verdad  eminente  fué  el  P,  D,  Pedro  Arellano  y  So- 
sa del  Oratorio  de  San  Felipe  Neri,  nacido  en  el  Mineral  de  Taxco 
en  1651.  Por  una  rara  excepción,  los  biógi'afos  no  nos  dicen,  como  en 
otras  muchas  ocasiones,  que  hubiese  sido  santo  desde  su  nacimien- 
to, por  el  contrario,  nos  pintan  en  él  un  muchacho  vivo  y  travieso 
que  se  fuga  de  la  casa  de  sus  padres,  y  que  entra  por  fuerza  a  estu- 
diar con  los  jesuítas.  Y  no  fué  lo  peor  eso,  sino  que  salido  del  cole- 
gio, su  vida  no  fué  muy  ejemplar,  y  aun  habiéndose  ordenado  de 
sacerdote  el  año  de  1775,  continuó  con  sus  costumbres  relajadas, 
entregado  solamente  a  los  caprichos  de  la  moda,  a  la  disipación  del 
juego,  a  los  paseos,  y  especialmente  a  ser  tenido  por  hombre  intré- 
pido y  valiente ;  de  manera  que  con  escándalo  de  todos  andaba  arma- 
do de  un  puñal  y  se  entrometía  en  peligi'osas  aventuras,  que  muchas 
veces  le  proporcionaban  su  genio  violento  y  su  afición  a  dar  mú- 
sica en  los  estrados,  aunque  sin  mal  fin  y  sólo  por  la  vanidad  de 


270        INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

mostrar  su  destreza  en  la  vihuela.  La  repentina  muerte  de  una 
hermana  muy  joven  a  quien  amaba  tiernamente  y  algunos  otros 
desengaños  que  por  aquellos  mismos  días  tuvo,  hicieron  entrar 
dentro  de  sí  a  D.  Pedro  y  resolverlo  a  variar  de  costumbres.  Su 
conversión  fué  verdadera  y  eficaz:  arrojó  de  sí  los  vestidos  precio- 
sos, las  armas  y  los  naipes,  y  poniéndose  bajo  la  dirección  del  ve- 
nerable jesuíta  P.  Antonio  Núñez  de  Miranda,  principió  una  vida 
enteramente  conforme  a  la  santidad  de  su  estado,  entregándose  a 
la  oración,  a  la  penitencia,  al  retiro,  al  estudio  y  al  desmpeño  de 
los  ministerios  de  su  profesión.  Incorporado  en  la  confraternidad 
de  la  Unión,  después  Oratorio  de  San  Felipe  Neri,  el  P.  Sosa  fué 
como  la  personificación  de  la  piedad  sacerdotal,  alta  oración,  cari- 
dad incansable ;  y  excelentes  dotes  de  gobierno  le  acompañaron  por 
todo  el  resto  de  su  vida,  y  de  él  puede  decirse  con  verdad  haber  sido 
el  alma  de  su  venerable  y  amable  congregación.  Murió  el  7  de  mar- 
zo de  1719. 


Por  su  excepcional  actividad,  no  menos  que  por  su  trato  de 
gentes  y  por  su  popularidad,  se  distinguió  el  P.  Miguel  Castillo,  na- 
tural de  la  ciudad  de  México.  En  su  juventud  cursó  la  medicina  con 
el  célebre  Dr.  Escobar,  pero  conociendo  por  el  estudio  de  esta  cien- 
cia la  fragilidad  de  la  vida  mortal  y  deseando  asegurar  la  eterna, 
se  hizo  jesuíta  el  año  de  1726.  Desde  entonces  el  ganar  almas  fué 
para  él  su  santa  pasión :  aún  no  terminaba  sus  estudios  en  San  Pe- 
dro y  San  Pablo  y  ya  tenía  formada  una  especial  congregación 
de  cocheros  y  lacayos  a  quienes  predicaba  en  la  calle  mientras  los 
ricachones  de  sus  amos  asistían  a  la  noble  congregación  de  la  Anun- 
ciata  dentro  del  templo.  No  había  una  sola  calle,  una  sola  plazuela 
adonde  no  se  presentara  el  P.  Castillo,  y  subiendo  sobre  una  mesa, 
no  hiciera  resonar  su  voz  de  rayo  contra  los  pecadores,  atemorizán- 
dolos con  la  exposición  de  las  tremendas  verdades  eternas;  todos 
los  domingos  y  otros  días  festivos  bajaba  a  la  portería  del  colegio 
de  San  Pedro  y  San  Pablo  en  punto  de  las  tres  de  la  tarde,  donde  lo 
esperaba  ya  la  multitud  del  pueblo,  y  poniéndose  a  su  frente,  lle- 
vando un  estandarte  con  la  imagen  de  la  Madre  Santísima  de  la 
Luz,  la  guiaba  ya  a  esta  plazuela,  ya  a  otra,  prefiriendo  siempre  la 
más  inmediata  a  los  públicos  paseos,  y  allí  explicaba  algún  punto 
de  la  doctrina  cristiana,  predicaba  un  sermón  moral,  y  se  volvía  des- 


C.  XI.  ALGUNOS  ECLESIÁSTICOS  Y  SEGLARES  271 

pues  al  colegio  acompañado  de  mayor  concurso  que  el  que  había 
salido,  entonando  las  letanías  de  la  Virgen  y  otras  devotas  cancio- 
nes, hasta  llegar  a  la  portería  donde  despedía  a  su  numeroso  audi- 
torio que  había  recogido,  con  un  fervoroso  acto  de  contrición ;  esta 
misma  misión  la  hacía  también  a  lo  menos  dos  días  a  la  semana  en 
la  plaza  llamada  el  "Baratillo."  Semanariamente  se  le  veía  en  las 
cárceles,  particularmente  en  las  llamadas  de  los  teipas  de  San  Juan 
y  Santiago,  en  que  eran  encerrados  los  indios,  de  quienes  ninguno 
tenía  el  menor  cuidado,  ni  para  sus  alimentos,  ni  para  agitar  sus 
causas,  ni  instruirlos  en  sus  deberes  religiosos  y  sociales.  Otros 
días  iba  a  los  hospitales,  y  preferentemente  a  los  de  San  Lázaro  y 
San  Antonio  Abad,  donde  estaban  confinados  los  enfermos  más  as- 
querosos; ora  se  le  veía  en  las  arrecogidas,  ora  con  ios  obrajes,  pa- 
naderías y  tocinerías  explicando  la  doctrina,  predicando  a  aquellos 
infelices  y  hasta  prestándoles  los  servicios  más  bajos  y  abatidos,  al 
par  que  repugnantes  a  la  naturaleza,  especialmente  en  un  hombre 
delicado  y  que  había  nacido  de  acomodada  familia.  Nada  extraño 
debe  parecer  a  la  vista  de  lo  que  hemos  referido  muy  en  compendio, 
que  cuando  en  una  ocasión  el  P.  Castillo  fué  enviado  a  Valladolid 
para  convalecer  de  una  grave  enfermedad,  habiendo  vuelto  a  esta 
capital  en  un  coche,  al  reconocerlo  cuando  entraba  en  la  garita,  hu- 
biera el  pueblo  quitado  las  muías  y  conducido  como  en  triunfo  por 
una  considerable  distancia  hasta  que  movido  de  sus  muchas  lágri- 
mas y  ruegos,  permitiese  que  volvieran  a  uncirse  las  muías  para 
llegar  al  colegio.  Entre  las  personas  sensatas  y  acomodadas  no  era 
menor  el  concepto  de  que  disfrutaba  el  P,  Castillo ;  un  personaje  de 
la  primera  nobleza  y  sumamente  rico  de  esta  ciudad,  cuando  nuestro 
misionero  dejaba  de  verlo,  le  reconvenía  amistosamente,  diciéndole: 
"padre  Miguel,  ¿qué  ya  no  hay  pobres  en  México,  o  juzga  V.  R.  que 
la  voluntad  o  el  caudal  se  ha  agotado?"  Y  como  en  cierta  vez  le 
hubiera  llevado  el  padre  la  cuenta  de  las  cantidades  con  que  había 
socorrido  a  ciertas  familias  vergonzantes,  dijo  delante  del  mayor- 
domo y  administradores:  "la  palabra  de  este  padre  vale  más  que 
las  cuentas  mejor  documentadas;  cuando  os  pida,  sea  lo  que  fuere, 
dádselo  al  punto,  síti  expresar  en  vuestras  cuentas  sino  haberlo 
pedido  el  P.  Castillo."  En  los  sudores  de  esta  laboriosa  vida  re- 
cibió el  P.  Castillo,  así  como  los  demás  de  sus  hermanos,  la  orden 
para  salir  expulsó  de  su  patria ;  y  aun  en  aquel  momento  manifestó 
todos  los  quilates  de  su  ardiente  caridad,  porque  aunque  atravesa- 


272        INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

do  de  dolor  por  la  desgracia  de  su  amada  madre  la  Compañía,  do- 
bló como  todos  la  cabeza  al  decreto  de  proscripción;  pero  tranqui- 
lamente muy  pronto  se  dispuso  a  partir  con  los  demás  padres,  per- 
maneció impasible  a  las  sentidas  exclamaciones  del  pueblo,  a  quien 
oía  repetir  su  nombre  en  medio  de  mil  lamentos,  aun  más  allá  del 
templo  de  Guadalupe  hasta  donde  fué  acompañando  a  los  deste- 
rrados ;  sólo  en  el  dicho  santuario  ante  la  Patrona  de  los  mexicanos, 
sus  ojos  se  llenaron  de  lágrimas,  y  éstas  fueron  las  últimas  que  de- 
rramó por  su  patria.  Fué  el  último  que  murió  en  el  puerto  de  Vera- 
cruz  al  salir  desterrados  los  jesuítas,  y  quedó  sepultado  con  otros 
33  que  allí  fallecieron,  en  su  iglesia  parroquial. 

Con  buena  parte  del  trabajo  del  P.  Castillo  tuvo  que  cargar 
el  conspicuo  presbítero  secular  D.  Juan  Francisco  Domínguez,  na- 
cido en  la  Villa  de  Atlixco  el  17  de  setiembre  de  1725.  Hecha  su 
carrera  con  los  jesuítas,  a  los  dos  años  de  ordenado,  sirvió  por  otros 
nueve  el  curato  de  Singuilucan  y  otros  tantos  el  de  Jalatlaco.  En 
1770  lo  trajo  al  Sagrario  Metropolitano  el  arzobispo  Lorenzana, 
y  colocado  ya  en  este  puesto,  se  descubrió  el  brillo,  los  quilates  y  el 
precio  de  esta  joya  inestimable,  entre  las  muchas  que  esmaltaban 
en  esa  época  la  sagrada  mitra. 

No  cabe  en  el  juicio,  dice  un  biógrafo  suyo,  cómo  se  daría 
tiempo  para  confesar  y  predicar  casi  diariamente  hasta  sus  últi- 
mos días,  en  su  parroquia,  en  las  cárceles,  escuelas  de  Cristo,  y  en 
la  congregación  de  los  Oblatos;  pero  lo  cierto  es  que  le  sobraba 
para  rezar  el  oficio  divino,  para  estudiar  lo  que  tenía  que  predicar, 
y  para  vacar  a  la  oración  mental.  Como  su  ciencia  era  la  ciencia 
de  los  santos,  compuso  varios  opúsculos  devotos  y  morales,  que 
forman  un  vasto  cuerpo  de  obra  predicable,  de  la  que  una  parte 
quedó  inédita,  y  parte  se  imprimió.  Su  semblante  manifestaba  la 
franqueza  y  mansedumbre  que  forman  el  timbre  característico  del 
Sr.  cura  Domínguez;  su  frente  serena  indicaba  la  calma  con  que 
conducía  al  pueblo  de  Dios  en  medio  de  los  combates;  su  ojo  pe- 
netrante manifestaba  su  discernimiento  en  escudriñar  las  concien- 
cias; sus  sienes  hundidas  con  la  corona  de  espinas  de  la  dignidad 
parroquial,  y  la  extenuación  de  todo  el  cuerpo,  descubría  su  vida 
contemplativa,  laboriosa  y  penitente. 

Singular  fué  también  la  actividad  de  fray  Rodrigo  Galindo, 
mercedario,  natural  de  México.  Siendo  provincial  erigió  un  colegio 
de  estudios  con  el  título  de  San  Pedro  Pascual,  en  el  antiguo  con- 


C.  XI.  ALGUNOS  ECLESIÁSTICOS  Y  SEGLARES  273 

vento  de  Belén,  el  año  de  1687,  cuyo  primer  rector  con  el  nombre 
de  comendador,  fué  el  padre  predicador  Fr.  Baltasar  Alcocer.  En 
lo  que  más  sobresalió  el  P.  Galindo  fué  en  una  caridad  tan  ardien- 
te con  los  pobres  y  enfermos,  que  era  llamado  por  todos  "'San  Juan 
de  Dios  vivo."  En  aquella  epidemia,  escribe  el  P.  Andrade,  que  hubo 
en  México  el  año  de  1692,  andaba  Galindo  como  el  más  humilde  no- 
vicio, asistiéndonos  no  sólo  a  los  sacerdotes,  sino  a  todo  el  novicia- 
do, dando  de  comer,  sacando  las  vasijas  más  inmundas,  aliviándo- 
nos con  amorosas  palabras.  Una  persona  le  dijo  un  día:  padre, 
mire  V.  R.  su  dignidad,  a  lo  que  respondió:  Vaya  con  Dios  ¿pues 
para  qué  me  llaman  nuestro  padre,  si  no  me  he  de  mostrar  padre 
con  mis  hijos?  En  otra  ocasión  cayó  un  techo  y  cogió  debajo  unos 
peones,  lastimándolos  considerablemente,  hízoles  llevar  a  su  celda, 
llamó  cirujano,  costeóles  la  cura,  medicinas  y  comida,  no  reservó 
para  ellos  ni  sus  camisas  ni  sus  sábanas.  Finalmente  hubo  en  Mé- 
xico una  peste  de  tabardillo  el  año  de  1693,  que  se  llevó  muchos  y 
grandes  sujetos  de  nuestra  religión ;  asistíales  el  caritativo  padre 
como  padre,  y  como  era  la  peste  tan  contagiosa,  lo  inficionó :  llevá- 
ronle sus  deudos  la  milagrosa  imagen  del  Señor  de  la  Columna,  que 
se  venera  en  la  parroquia  de  Santa  Catarina  Mártir,  y  dijo:  Señor, 
no  te  pido  vida  ni  salud,  sino  que  la  peste  pare  en  mí;  lo  que  en 
efecto  sucedió,  no  muriendo  después  otro  religioso. 

El  año  de  1729  llamaba  a  las  puertas  de  la  congregación  del 
Oratorio  con  que  se  honra  la  villa  de  San  Miguel  Allende,  el  joven 
capitalino  Luis  Alfaro,  Ordenado  de  sacerdote  cinco  años  después, 
se  dedicó  con  el  mayor  fervor  a  la  predicación,  confesonario  y  de- 
más ministerios  de  su  instituto,  edificando  a  toda  la  población  por 
su  arreglada  vida  y  santas  costumbres.  En  1746  habiendo  conse- 
guido licencia  de  sus  superiores,  y  siempre  en  calidad  de  filipense, 
se  trasladó  a  Atotonilco,  y  en  ese  pueblo  edificó  desde  sus  cimien- 
tos el  famoso  santuario  de  Jesús  Nazareno,  cuya  dedicación  se  hizo 
en  20  de  julio  de  1748.  En  ese  santuario  continuó  su  vida  ejem- 
plar, cuya  fama  se  conserva  hasta  el  día,  dedicado  a  las  funciones 
sacerdotales  por  espacio  de  treinta  años,  especialmente  dando  ejer- 
cicios espirituales,  en  los  que  hizo  notabilísimas  conversiones  de 
muy  rebeldes  y  obstinados  pecadores.  Esta  casa  de  ejercicios  de 
Atotonilco  que  se  consei-vaba  hasta  los  comienzos  de  la  actual  perse- 
cución religiosa,  es  de  lo  más  típico  de  la  piedad  popular  mexicana : 
de  todo  el  interior  de  la  República  y  aun  de  remotos  Estados,  concu- 


274        INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

rren  allí  a  hacer  sus  ejercicios  espirituales,  muchos  centenares  de 
gente  del  pueblo,  y  son  ya  proverbiales  las  durísimas  penitencias 
que  se  imponen,  así  como  el  espíritu  de  compunción  con  que  lloran 
sus  pecados  y  recuerdan  la  santísima  Pasión  de  Nuestro  Señor 
Jesucristo. 

Fué  Alfaro  varón  humildísimo,  de  carácter  muy  dulce,  lleno  de 
amor  de  Dios  y  caridad  con  los  prójimos,  exactísimo  en  el  cum- 
plimiento de  todos  los  deberes  de  su  estado,  de  oración  muy  eleva- 
da, y  de  rara  mortificación;  en  una  palabra,  "un  sacerdote  fiel  y 
según  el  corazón  de  Dios,"  como  lo  apellidó  el  Dr.  Gamarra  en  la 
oración  fúnebre  que  predicó  en  sus  exequias  y  que  hemos  visto  im- 
presa. Fué  igualmente  hombre  no  común  en  su  literatura,  especial- 
mente en  ciencias  eclesiásticas,  y  autor  de  varios  opúsculos  piado- 
sos que  han  visto  la  luz  pública  y  que  rebosan  una  particular  un- 
ción que  mueve  a  piedad  los  corazones.  Se  asegura  haber  escrito 
también  un  compendio  de  la  obra  grande  de  los  "Salmaticenses," 
y  otros  opúsculos  teológicos  que  se  han  perdido  manuscritos.  Mu- 
rió este  verdadero  hijo  de  San  Felipe  Neri  a  22  de  marzo  de  1776,  y 
su  venerable  cadáver  descansa  en  el  citado  santuario  de  Atotonilco. 

Otro  modo  especial  de  manifestar  su  caritativa  actividad  fué 
el  que  distinguió  al  jesuíta  chiapaneco,  Juan  Manuel  Ascaray,  ope- 
rario por  largos  años  en  la  Profesa  de  México.  Por  esa  época  los 
jesuítas  estaban  exclusivamente  encargados  de  la  asistencia  de  las 
cárceles  públicas,  con  especialidad  de  la  que  se  llamó  la  "Acorda- 
da," a  la  que  eran  conducidos  los  reos  más  criminales  por  sus  ro- 
bos y  asesinatos.  El  laborioso  ministerio  de  instruir  a  estos  des- 
graciados, de  prepararlos  a  la  muerte,  de  asistirlos  en  capilla  y 
acompañarlos  hasta  el  patíbulo,  le  tocó  en  suerte  al  P.  Ascaray,  y 
en  él  trabajó  por  muchos  años  con  admirable  fruto  de  las  almas 
de  esas  víctimas  de  la  justicia  humana,  para  cuya  dirección  tenía 
una  especialísima  gracia.  Cuéntanse  cosas  muy  extraordinarias  en 
el  particular  ocurridas  a  este  celoso  jesuíta,  que  no  era  conocido 
con  otro  nombre  en  el  pueblo,  que  con  el  de  "padre  de  los  ahorca- 
dos." Murió  en  la  casa  profesa  el  domingo  lo.  de  mayo  de  1746. 
Su  cuerpo  fué  encontrado  incorrupto  el  año  de  1764,  por  primera 
vez,  y  por  segunda,  por  el  de  1783. 

En  magnífico  latín  nos  dejó  el  P.  Maneiro  la  vida  del  P.  Ra- 
fael Campoy,  natural  de  Sonora  y  de  la  noble  ciudad  de  Alamos, 
hijo  de  D.  Francisco  Javier  Campoy  y  de  Da.  Andrea  Gastelu. 


C.  XI.  ALGUNOS  ECLESIÁSTICOS  Y  SEGLARES  275 

Después  de  grandes  vicisitudes  en  sus  estudios  que  hizo  en  México, 
Campoy  se  decidió  a  hacerse  jesuita  a  los  18  años  de  su  edad.  Ter- 
minado su  noviciado,  se  dio  a  devorar  libros  y  fué  sin  duda  uno  de 
los  que  más  leyeron  y  asimilaron  entre  los  jesuítas  mexicanos.  La 
vastísima  erudición  que  desde  entonces  adquirió  fué  reconocida 
por  grandes  jesuítas  como  Galiano,  Abad,  Clavijero,  Parreño,  Ale- 
gre, Cerda,  Dávila,  Cisneros,  y  otros  de  muy  claros  ingenios  que 
vivieron  en  su  compañía  en  el  colegio  de  México;  y  muchos  años 
después  le  pidieron  en  Italia  su  consejo  y  parecer  sobre  escritos 
sapientísimos,  de  que  lo  constituían  inteligente  censor. 

El  P.  Campoy  enseñó  letras  humanas  en  Tepotzotlán,  filo- 
sofía en  el  colegio  de  Veracruz,  donde  fué  prefecto  de  la  congre- 
gación de  los  Dolores;  volvió  a  la  casa  profesa  de  México  a  dedi- 
carse a  sus  importantísimos  ministerios;  pero  apenas  pasados  al- 
gunos meses,  a  instancias  de  los  principales  veracruzanos,  regre- 
só a  aquel  puerto,  donde  permaneció  por  quince  años  hasta  la  ex- 
pulsión de  1767.  Aquella  ciudad  fué  el  teatro  de  las  glorias  del  P. 
Campoy,  tanto  en  los  ministerios  de  su  instituto,  cuanto  en  sus  es- 
tudios y  trabajos  literarios;  las  costumbres  tan  estragac'as  gene- 
ralmente en  ese  puerto  eran  en  tiempo  de  la  residencia  del  P.  Cam- 
poy, muy  cristianas  y  morigeradas,  debido  todo  al  celo  y  elocuen- 
cia de  su  predicación,  a  la  acertada  dirección  de  los  cabezas  de  fa- 
milia, y  a  la  instrucción  que  daba  en  diversos  días  a  la  juventud  de 
ambos  sexos,  a  las  frecuentes  misiones  que  hacía,  en  fin,  en  toda 
la  ciudad;  para  comprender  todo  el  prestigio  que  allí  se  adquirió 
el  verdadero  jesuíta,  bastará  decir,  que  habiendo  dispuesto  los  su- 
periores cerrar  aquel  colegio  por  su  carencia  de  fondos,  en  un  lu- 
gar que  siempre  ha  sido  muy  costoso  vivir,  el  ayuntamiento,  el  co- 
mercio y  los  principales  vecinos  proporcionaron  las  rentas  si-.ficien- 
tes  para  un  establecimiento  de  tanta  utilidad  pública.  No  menos 
fué  el  puerto  de  Veracruz  el  teatro  de  las  glorias  literarias  del  P. 
Campoy:  sus  profundos  conocimientos  en  las  matemáticas,  la  físi- 
ca, la  astronomía,  la  geografía  y  mecánica,  hacían  su  aposento  la 
reunión  de  los  oficiales  de  la  marina  española,  que  al  par  que  reco- 
gía grandes  frutos  del  saber  del  padre,  contribuía  a  aumentarlo, 
hablando  con  él  de  náutica,  de  viajes,  de  idiomas,  y  de  otros  ramos 
de  su  profesión. 

Esta  comunicación,  que  generalmente  continuaba  después  por 
escrito,    dio    al    P.    Campoy    un    renombre    europeo;    admiran- 


276        INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

dose  todos  de  ver  hasta  qué  grado  llegaba  la  erudición  del  jesuíta; 
así  es,  que  sus  cartas  arrancaron  grandes  aplausos  en  Madrid, 
como  lo  refiere  Mayáns;  y  el  célebre  P.  Isla  contrajo  desde  enton- 
ces una  tan  estrecha  amistad  con  nuestro  mexicano,  que  duró  has- 
ta la  muerte,  habiéndose  estrechado  más  cuando  después  de  la  ex- 
pulsión llegaron  a  conocerse  ambos  en  Bolonia. 

El  P.  Campoy  era  el  oráculo  de  todo  lo  que  se  llamó  Nueva  Es- 
paña, consultándole  las  autoridades  sobre  los  puntos  más  delicados 
y  útiles  de  colonización,  comercio,  erección  de  pueblos,  navegación 
y  otros;  de  aquí  es,  que  trabajando  asiduamente  sobre  estas  mate- 
rias, con  los  materiales  que  se  le  remitían,  había  formado  el  pro- 
yecto en  Veracruz,  que  después  realizó  en  Italia,  de  levantar  un 
plano  general  de  toda  la  República  Mexicana,  con  los  particulares 
de  las  que  eran  antes  provincias.  Había  comenzado  igualmente  a 
interpretar  los  libros  "De  la  Naturaleza  de  las  Cosas"  de  Plinio 
veronense,  para  lo  que  había  ya  reunido  inmensos  materiales  de  las 
ciencias  naturales;  pero  no  era  otro  su  objeto  que  el  de  escribir 
bajo  los  principios  de  aquel  autor,  una  obra  de  historia  natural, 
que  no  fuese  inferior  a  las  de  Buffon  y  Bomare.  La  expulsión  de 
los  jesuítas  originó  la  pérdida  de  la  mayor  parte  de  estos  manuscri- 
tos, que  muchos  habrían  sido  de  la  mayor  utilidad  a  México  inde- 
pendiente. 

Durante  la  navegación  de  los  jesuítas  proscritos,  el  P.  Cam- 
poy fué  el  que  más  contribuyó  a  endulzarles  aquel  amargo  viaje,  en- 
treteniéndose con  ellos  en  amenas  conversaciones  de  las  grandiosas 
cosas  que  iba  a  admirar  en  Europa ;  y  los  marineros,  pilotos  y  ofi- 
ciales de  la  marina,  quedaban  no  menos  asombrados  de  los  cono- 
cimientos que  sobre  esa  profesión  tenía  el  P.  Campoy,  y  la  facili- 
dad con  que  todo  lo  comprendía  y  explicaba. 

Llegado  a  Italia,  prosiguió  la  obra  de  Plinio  que  había  comen- 
zado en  Veracruz ;  y  tanto  en  Ferrara  como  en  Bolonia,  donde  prin- 
cipalmente residió,  era  generalmente  conocido  en  las  pescaderías, 
mercados,  huertas  y  jardines,  a  todos  los  cuales  sitios  acudía  dia- 
riamente a  observar  todos  los  objetos  de  la  naturaleza  en  sus  tres 
reinos,  para  tomar  nota  de  ellos,  y  compararlos  con  los  que  había 
observado  en  su  patria.  El  que  quería  gozar  de  la  presencia  del  P. 
Campoy  en  su  casa,  no  tenía  que  hacer  otra  cosa,  sino  invitarlo  a 
ver  un  objeto  de  historia  natural.  En  los  demás  ramos  de  las  cien- 
cias y  bellas  artes  era  igual  la  aplicación  del  P.  Campoy.  Fué  por 


C.  XI.  ALGUNOS  ECLESIÁSTICOS  Y  SEGLARES       277 

Último  uno  de  los  cuatro  de  la  provincia  de  México  que  defendie- 
ron la  autoridad  del  decreto  de  extinción  de  los  jesuítas,  contra  los 
ataques  de  los  herejes,  dando  una  muestra  de  su  reverencia  y  ob- 
sequio debido  a  los  decretos  de  la  Santa  Sede,  aun  en  una  materia 
que  tanto  le  afectaba  y  era  tan  sensible.  Pidió  con  el  mayor  fervor 
los  últimos  sacramentos,  y  fortalecido  con  ellos,  falleció  con  la  ma- 
yor tranquilidad  el  29  de  diciembre  de  1777,  de  poco  más  de  cin- 
cuenta y  cuatro  años  de  edad ;  su  cuerpo  quedó  sepultado  en  la  pa- 
rroquia de  la  Virgen,  vulgarmente  llamada  la  de  la  Caridad. 

Dos  flores  escogeremos  del  fecundísimo  huerto  agustiniano. 
Dice  el  Maestro  Escobar :  "Nada  inferior  a  los  primitivos  padres 
fué  el  venerable  padre  maestro  fray  Juan  Camargo,  prior  digní- 
simo e  hijo  de  este  convento  de  Valladolid.  Rectísimo  y  observantí- 
simo  prelado.  Sus  virtudes  fueron  manifiestas  a  toda  la  provin- 
cia. Murió  en  opinión  de  santo  en  nuestro  convento  de  Zacatecas, 
y  allí  es  venerada  su  memoria,  encomendándose  a  su  alma  los  ve- 
cinos de  aquella  gran  ciudad.  Fueron  y  son  pregoneros  de  su  san- 
tidad los  venerables  religiosos  padres  de  la  Recolección  de  Nuestra 
Señora  de  Guadalupe,  quienes  con  los  nuestros  se  hallaron  a  su 
dichoso  tránsito. 

"Siguió  la  misma  observancia  de  sus  antepasados  el  venerable 
cura,  fray  Marcelo  de  Elizarrarás,  varón  castísimo  y  de  vida  in- 
culpable de  que  puede  dar  testimonio  la  incorrupción  de  su  cuerpo 
que  descansa  en  la  sacristía  de  nuestro  convento  de  Charo.  Fué 
hijo  del  Convento  de  Valladolid,  y  su  dignísimo  prelado  escribió 
su  vida  para  ejemplar  a  los  futuros,  y  que  vean  que  en  todos  tiem- 
pos hay  y  ha  habido  ilustres  y  venerables  varones  en  esta  pro- 
vincia." 

Cerraremos  estos  elogios  de  eclesiásticos  con  dos  de  clérigos  se- 
culares que  perpetúa  en  su  diario  Castro  Santa  Ana :  "el  uno  es  D. 
Francisco  Rodríguez  Nabarijo,  natural  de  esta  ciudad  de  México, 
cura  que  fué  de  la  parroquia  de  la  Santa  Veracruz,  abogado  de  la 
real  audiencia,  consultor  del  Santo  Oficio,  catedrático  de  Cód^'go, 
jubilado  en  la  real  Universidad,  Maestrescuela  y  dignidad  en  la 
santa  iglesia  catedral,  provisor  y  vicario  general  que  fué  por  largo 
tiempo  de  este  Arzobispado ;  sepultóse  de  cabildo  la  mañana  del  15 
en  dicha  santa  iglesia  catedral,  con  asistencia  de  los  señores  minis- 
tros, real  Universidad,  comunidades,  prelados,  congregación  de  Sr. 
San  Pedro,  de  que  fué  Abad,  y  parte  de  la  nobleza.  Fué  varón  ejem- 
plar de  distinguida  literatura,  de  suma  humildad,  excelente  limosne- 


278        INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

ro,  como  lo  acredita  que  durante  el  tiempo  de  sus  empleos  repartió 
en  limosnas,  fundaciones  de  capillas,  dotes  de  religiosas,  beneficio 
de  varios  conventos,  adornos  de  sus  iglesias,  hasta  el  mes  de  abril 
del  año  próximo  pasado,  la  cantidad  repartida  fué  de  161,300  y  más 
pesos,  manteniendo  su  persona  con  una  moderada  decencia,  circuns- 
tancias todas  que  han  hecho  generalmente  lamentada  y  sentida  su 
falta." 

El  otro  sacerdote  a  quien  se  refiere  el  autor  del  diario,  es  D. 
Nicolás  de  los  Angeles  Chimalpopoca,  de  quien  dice  era  natural  del 
barrio  de  San  Antonio  Abad,  cacique  y  principal  de  los  naturales  de 
este  reino,  sujeto  muy  erudito  en  todas  sus  facultades,  cura  del  par- 
tido de  Temascalcingo :  sepultósele  en  la  iglesia  del  colegio  de  San 
Gregorio,  de  la  Compañía  de  Jesús  de  esta  ciudad,  con  asistencia  de 
numeroso  concurso  y  de  los  gobernadores  principales  de  las  parcia- 
lidades de  San  Luis  y  Santiago. 

Multiplicando  tal  vez  por  centenares  el  número  de  edificantes 
varones  eclesiásticos,  que  hasta  aquí  hemos  someramente  biografia- 
do, añadiéndoles  las  falanges  de  misioneros  que  de  vez  en  cuando 
venían  a  rehacer  sus  fuerzas  al  centro  de  la  Nueva  España,  agre- 
gando además  el  gran  número  de  novicios  y  jóvenes  religiosos  cuyas 
virtudes  por  regla  general  no  se  consignaron,  pero  cuyo  fervor  de 
espíritu  era  innegable ;  tendremos  una  idea  de  la  vida  que  se  vivía 
en  nuestros  claustros  y  catedrales  por  ambos  venerables  cleros  se- 
cular y  regular. 


Otro  teatro  de  la  gloria  de  Dios  es  el  mundo,  donde,  por  corrom- 
pido que  esté,  nunca  faltan  varones  ejemplares  en  todos  los  estados 
y  condiciones  sociales  que  den  gloria  a  Dios  en  el  ejercicio  de  las  vir- 
tudes cristianas ;  cuanto  más  si  ese  mundo  atraviesa  por  una  época 
de  fe  y  de  religión  como  las  que  disfrutamos  hacia  mediados  del  si- 
glo XVIII. 

Inspirándonos  en  los  diarios  contemporáneos,  procuraremos  dar 
un  útil  bosquejo  de  la  vida  de  fe  y  alegría  en  que  nuestro  pueblo 
se  deslizaba.  Si  nos  situamos  en  la  plaza  real,  frente  a  nuestra  ca- 
tedral, veremos  pasar  al  virrey  acompañado  del  oidor  más  anti- 
guo en  grandioso  carruaje  y  escoltado  todavía  de  los  reales  ala- 
barderos, aunque  eso  sí,  ya  con  sombrero  de  tres  picos,  o  de  tres 
vientos  como  entonces  se  decía.  Por  otro  lado,  "la  Excma.  Sra. 


C.  XI.  ALGUNOS  ECLESIÁSTICOS  Y  SEGLARES  279 

Virreina  sale  de  su  Palacio  montada  a  caballo,  acompañada  de 
muchos  caballeros,  su  caballerizo  y  familiares,  para  el  real  Alcázar 
de  Chapullepec,  pasando  de  allí  a  una  casa  de  campo  y  huerta  en 
la  Ribera  de  San  Cosme,  en  donde  tuvo  un  opíparo  banquete,  y  a 
la  tarde  un  primoroso  festejo,  con  gran  golpe  de  música,  restitu- 
j'éndose  después  del  anochecer,  a  su  palacio." 

Cuando  ya  no  podemos  seguir  las  comitivas,  nos  mezclamos 
entre  los  corrillos  y  allá  se  habla,  ponderándola  en  gran  manera,  de 
la  hermosísima  cruz  de  fierro  que  acaban  de  poner  en  la  catedral, 
"de  unas  tres  varas,  con  su  veleta  grande,  grabada  en  uno  y  otro 
lado  la  oración  de  SANCTUS  DEUS,  y  en  medio  de  ella  un  óvalo 
de  a  cuarta,  en  que  se  puso  por  un  lado  una  bellísima  cera  de 
AGNUS  con  su  vidriera,  y  en  otro  lado  una  lámina  en  que  se  es- 
culpió a  Señora  Santa  Frisca,  abogada  de  los  rayos." 

Más  allá,  dos  canónigos,  tres  beneficiados  y  tres  capellanes  ds 
monjas  comentan  la  nueva  nómina  que  acaba  de  traer  la  última  flo- 
ta de  Veracruz,  y  algo  parecido  en  su  terreno,  hacen  varios  escri- 
banos de  cámara  y  corchetes  del  Santo  Oficio. 

Entretanto,  del  imperial  convento  de  Santo  Domingo,  fray 
José  Fonseca  padre  presentado  y  comisario  del  Santo  Rosario,  va 
"al  arquillo  principal  del  baratillo  grande,  donde  se  erigió  un  pri- 
moroso altar  que  pasaba  de  las  azoteas,  colgado  de  ricas  telas  de 
plata  y  oro,  guaniecido  de  grandiosas  fuentes  de  plata,  y  en  su  me- 
dianía la  Santísima  Imagen  de  Nuestra  Señora  del  Rosario,  a  quien 
juraron  por  su  patrona  y  abogada;  y  a  las  cinco  de  la  tarde  vino 
un  rosario  del  Imperial  convento  de  Ntro.  Padre  Santo  Domingo, 
con  toda  su  comunidad,  y  la  más  exquisita  música  de  esta  ciudad; 
uno  de  los  religiosos  dijo  una  doctísima  plática  promoviendo  el  cul- 
to y  devoción  del  Santísimo  Rosario,  la  concurrencia  fué  en  extre- 
mo grande,  los  artificios  de  fuego  exquisitos." 

Las  señoras  que  en  gran  número  salen  de  misa  del  altar  del 
Perdón  hablan  de  que  la  virreina  estrenó  un  collar  de  corales  y 
unos  guardamecíes  de  rosa  y  oro,  que  se  casa  Lupe  Luyando  con  el 
capitán  Elizalde,  y  que  no  se  casa  Concha  Pérez  con  Jacinto  Mar- 
tínez; que  Teresa  Castañeda  se  va  de  monja  a  la  Concepción,  y 
que  se  despide  mañana  con  un  chocolate  en  la  deja  del  costado  del 
convento;. . .  que  quién  predica  en  la  Profesa  y  quién  deja  de  pre- 
dicar en  San  Francisco  en  la  próxima  cuaresma. 

La  cuaresma  significaba  en  aquellos  tiempos  cuarenta  días  de 


280        INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

ayuno,  cuarenta  días  de  sermón,  de  repasar  el  catecismo  y  de  arre- 
glar las  cuentas  con  Dios.  Se  cerraba  con  la  semana  santa  que  era 
en  México  algo  muy  grandioso  y  conmovedor.  Sobre  ese  tiempo 
leemos  noticias  como  las  siguientes:  "De  orden  de  S.  E.  se  echó 
bando  en  las  partes  acostumbradas,  previniendo  que  la  mañana 
siguiente  a  las  nueve,  no  anduviesen  coches  hasta  el  sábado  venide- 
ro, después  de  que  se  cantase  la  gloria,  porque  se  había  experimen- 
tado en  otros  años  el  que  algunas  personas  no  guardaban  esta  prác- 
tica, andando  en  sus  forlones  hasta  dadas  las  doce  del  Jueves  San- 
to. En  el  día  nombrado  el  Sr.  Virrey  después  que  volvió  de  la  Ca- 
tedral, hizo  la  función  del  Lavatorio  en  el  salón  de  Palacio,  cantó 
el  Evangelio  el  lie.  D.  Francisco  Esquivel,  su  capellán,  y  le  dio  a 
cada  uno  de  los  pobres  después  de  lavados,  lienzo  y  paño  para  ves- 
tidos, algunos  pesos,  que  dicen  darían  a  cada  uno  en  todo  hasta  60 
pesos.  Por  la  noche  de  ese  gran  jueves,  todo  el  mundo  en  silencio 
recorría  los  monumentos,  y  el  cronista  apuntó:  muy  adornados  es- 
tuvieron los  monumentos  de  las  iglesias  de  esta  ciudad ;  pero  la  de 
más  ventaja  fué  la  de  nuestro  Padre  San  Agustín,  que  se  iluminó 
toda,  y  llegaron  sus  luces  a  tres  mil  cuatrocientas  ochenta  y  dos, 
y  cuarenta  candiles;  también  hubo  curioso  que  contó  los  sujetos 
decentes  que  iban  en  la  última  procesión  del  Santo  Entierro,  y  pa- 
saron de  tres  mil. 

"El  viernes  por  la  noche  los  Sres.  Virreyes  y  su  familia  asis- 
tieron de  incógnitos  en  la  santa  Iglesia  Catedral  a  las  tinieblas, 
que  se  cantaron  con  la  mayor  magnificencia  y  con  especialidad  el 
MISERERE  con  un  gran  golpe  de  música,  dispuesto  por  su  maes- 
tro de  capilla,  el  célebre  Jerusalem;  el  concurso  fué  innumerable 
Y  la  función  se  acabó  a  las  diez  de  la  noche. 

"La  mañana  de  Pascua,  desde  la  cárcel  araobispal  al  Sagrario, 
se  colgaron  las  calles  vistosamente,  regándolas  de  flores  y  í>onien- 
do  arcos  en  ellas  para  la  procesión  que  salió,  del  Divinísimo  Sacra- 
mento, para  que  cumpliesen  con  el  precepto  los  reos  de  ella,  que 
pasaron  de  más  de  cuarenta,  iba  mucha  clerecía  con  luces,  la  mú- 
sica de  la  iglesia,  los  cuatro  curas,  y  el  más  antiguo  de  ellos  llevaba 
a  Su  Majestad  bajo  un  rico  palio  de  tisú  y  sus  varas  de  plata  de 
martillo ;  detrás  iba  de  respeto  una  rica  estufa,  la  que  tiraban  cor- 
pulentas muías;  el  refresco  fué  con  la  misma  pompa  y  el  concurso 
numeroso. . .  fué  numerosa  la  concurrencia  que  a  la  ida  y  a  la  vuel- 
ta se  mantenía  en  las  calles,  las  que  se  vieron  alfombradas  de  flo- 


C.  XI.  ALGUNOS  ECLESIÁSTICOS  Y  SEGLARES  281 

íes,  y  en  todas  ellas  diversidad  de  clarines,  chirimías  e  instrumen- 
tos de  música. . . ." 

¡  Qué  diéramos  ahora  por  que  en  nuestras  cárceles  resplande- 
ciese otra  vez  la  pascua  florida,  y  que  se  les  llevase  a  los  presos  pa- 
ra su  regeneración  el  Santísimo  Sacramento,  en  vez  de  los  actua- 
les medios  de  "refomia:"  la  marihuana  y  el  trapo  rojinegro! 

Después  de  la  cuaresma  venía  con  más  fuerza  y  con  un  mo- 
tivo elevado  el  período  de  alegría  espiritual;  estas  pascuas  dice  el 
diario:  "muchas  de  las  familias  de  esta  ciudad  han  pasado  a  di- 
vertirse a  los  deliciosos  pueblos  de  Tacubaya,  Mixcoac,  Coyoacán, 
San  Ángel  y  San  Agustín  de  las  Cuevas,  el  más  distante,  de  tres 
leguas;  en  ellos  hay  hermosas  casas  de  campo,  amenos  jardines, 
crecidas  huertas  con  todo  género  de  exquisitas  y  delicadas  frutas, 
abundantes  aguas  en  pulidas  fuentes,  pilas  y  tanques,  en  sus  cer- 
canías ;  tiene  frondosos  lugares  los  que  pasean  frecuentes,  teniendo 
opíparos  banquetes,  festejos  y  armoniosa  música  y  diversión  de 
todo  género  de  juegos." 

Estos  rasguitos  y  otros  mil  que  constan  en  diarios  ingenuos 
y  sin  tesis  ninguna  que  probar,  y  que  pueden  le>er  nuestros  lecto- 
res con  gran  fruición,  nos  ponen  en  el  verdadero  felicísimo  esce- 
nario en  que  florecieron  nuestros  cristianos  antepasados  del  siglo 
XVIII,  y  no  las  caricaturas  copiadas  de  Moratín,  con  que  quiso  ca- 
lumniar a  su  propia  patria  un  desgraciado  escritor. 

Muchos  ilustres  caballeros  de  la  ciudad  de  México  quedan  jun- 
tamente encomiados  con  la  sola  vivida  narración  que  nos  hace 
el  diario  sobre  la  fundación  de  la  Cofradía  de  Caballeros  Cocheros 
del  Santísimo  Sacramento;  dice  así:  "Hase  formado  (1758)  una 
cofradía  del  Santísimo  Sacramento,  aprobada  por  S.  lima.,  de  los 
caballeros  mozos  patricios  de  este  reino,  para  servir  de  cocheros 
al  Divinísimo,  siempre  que  salga  de  viático  para  los  enfermos,  del 
principal  curato  del  Sagrario  de  esta  santa  Iglesia,  sirviendo  en 
los  días  festivos,  dos  de  ellos,  el  uno  de  cochero  y  el  otro  de  sota- 
cochero,  con  sus  cuatro  muías,  y  los  demás  días  uno  con  sólo  un 
tronco,  asistiendo  desde  las  siete  de  la  mañana  hasta  las  nueve  de 
la  noche,  habiéndose  obligado  a  mantener  las  muías  y  pagar  a  los 
mozos  que  las  cuidan;  han  hecho  unifoiTnes,  libreas  encarnadas 
con  galones  y  ojales  de  plata,  chupas  y  vueltas  de  lustrina  (raso) 
blancas,  y  en  el  pecho  de  la  casaca  un  escudo  de  oro  con  el  Diviní- 
simo ;  las  botas  blancas.  Principiaron  a  servir  desde  el  Jueves  San- 


282        INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

to,  23  del  que  corre ;  hállanse  congregados  los  siguientes :  el  mayo- 
razgo D.  José  Ángel  de  Cuevas  Aguirre  y  Avendaño,  regidor  perpe- 
tuo de  esta  ciudad  y  alcalde  ordinario  que  fué  de  ellas,  móvil  princi- 
pal de  esta  cofradía,  y  a  quien  nombraron  por  rector  de  ésta ;  el  ma- 
yorazgo D.  José  Gorráez  así  mismo  regidor  de  dicha  ciudad  y  secre- 
tario de  Gobierno :  el  mayorazgo  D.  Atanasio  de  Zúñiga  y  Prado,  re- 
gidor de  ella;  D,  José  Antonio  Gorráez  Malo,  primogénito  de  la  ca- 
sa mayorazgo  de  los  Sres.  Mariscales  de  Castilla ;  D.  Justo  Regues- 
to  y  Davales,  primogénito  de  la  casa  y  mayorazgo  de  los  Sres.  Con- 
des de  Miravalle;  D.  Rudesindo  José  Jiménez  Bolio  y  Santa-Ana; 
D.  Francisco  de  Velasco  y  Medina  y  Torres,  actual  alcalde  ordina- 
rio de  esta  ciudad ;  D.  José  Medina  y  Torres ;  D.  Manuel  Santaella 
Melgarejo  y  LfOberal;  D.  Manuel  Rivadeneira  Barrientes;  D.  Ale- 
jandro Cosío  Al  varado,  primogénito  de  la  casa  y  mayorazgo  de  los 
señores  Marqueses  de  Uluapa ;  el  mayorazgo  de  los  Sres.  Marqueses 
D.  José  del  Villar  VilLamil  y  Alvarado;  D.  José  Mateos  y  Quirino; 
D.  Anastasio  Santef ices,  Pablo  Fernández ;  D.  Juan  Antonio  Picado 
Pacheco  y  Carranza;  el  Conde  de  la  Moraleda;  D.  José  Lanteri;  D. 
José  Narvarte;  D.  Nicolás  de  Castro  Romeo;  Lie.  D.  José  González 
Castañeda,  colegial  antiguo  del  de  Santos ;  D.  Tiburcio  Alabarrano ; 
D.  Francisco  Peña  Flores,  otros  varios  caballeros  que  pretenden 
entrar  en  esta  ilustre  Archicofradía." 

Este  buen  ejemplo  de  los  aristócratas  movió  a  los  de  clases 
mf eriores  a  confirmar  una  congregación  ya  existente :  "habrá  tiem- 
po de  16  años  (dice  Castro  en  1758)  que  D.  Manuel  Villerías,  tier- 
no devoto  del  Divinísimo  Sacramento,  congregó  a  varios  hermanos 
oficiales,  gente  pobre  para  que  todas  las  noches  concurriesen  al  Sa- 
grario de  esta  iglesia  para  acompañar  con  luces  en  todas  las  es- 
taciones que  hiciese  el  Divinísimo  por  Viático,  a  los  enfermos,  y 
cada  día  han  ido  aumentando,  incluyéndose  en  la  hermandad  algun- 
nos  eclesiásticos,  mercaderes,  cantores  y  músicos,  quienes  acom- 
pañan con  sus  instrumentos,  cantando  los  salmos  del  Miserere,  y 
rezando  el  santísimo  Rosario  con  gran  devoción  y  ejemplo,  aunque 
las  noches  sean  oscuras,  frías  y  airosas,  sin  obstarles  fuertes  agua- 
ceros, pues  tienen  para  este  efecto  unas  ropas  talares  con  capuchas 
para  guarecer  las  cabezas,  y  cada  uno  de  éstos  concurre  con  la  li- 
mosna que  voluntariamente  quiere  para  el  gasto  de  la  cera  con  que 
alumbran,  cuyo  importe  percibe  el  tesorero  que  tienen  nombrado, 
y  a  mayor  abundamiento  han  hecho  varias  alhajas  de  plata  de  mar- 


C.  XI.  ALGUNOS  ECLESIÁSTICOS  Y  SEGLARES       283 

tillo  para  el  culto  del  Señor,  y  si  en  otra  de  las  parroquias  de  esta 
capital  oyen  tocar  a  estación,  el  rector  despacha  ocho  de  los  her- 
manos con  cirios  para  que  acompañen  a  Su  Majestad;  y  el  mes 
pasado  se  presentaron  ante  Su  lima,  pidiéndole  se  sii'viera  hacer 
esta  hermanad,  Cofradía,  con  el  título  de  los  Santos  Angeles,  la 
que  confirmó  y  aprobó  bajo  de  las  condiciones  que  tiene  hechas." 


Si  de  estos  grupos  pasamos  a  individuos  particulares  encon- 
trámonos  a  principios  del  siglo  con  un  ilustre  caballero  portugués 
cuyo  nombre  deben  perpetuar  las  iglesias  todas  de  la  Nueva  Espa- 
ña: "Gloríase  la  simpática  ciudad  de  Oaxaca,  dice  D.  Nicolás  León, 
por  haber  abrigado  en  su  seno  al  esclarecido  varón,  objeto  de  estas 
líneas,  y  su  justo  orgullo  se  funda  en  el  recuerdo  de  munificentísi- 
mos  hechos  que  ofuscados  por  el  transcurso  de  los  años,  digno  y  me- 
ritorio es  revivirlos. 

D.  Manuel  Fernández  Fiallo  de  Boralla  nació  en  la  Villa  de 
Serpa  (Portugal)  el  año  de  1631,  y  fueron  sus  padres  D.  Francis- 
co Fernández  de  Fiallo  y  Doña  María  de  Boralla,  nobles  y  con 
fortuna  más  que  mediana.  Fué  el  menor  de  solos  dos  hijos  habidos, 
y  también  el  preferido  por  sus  progenitores  a  causa  de  la  índole 
suave  y  corazón  sensible  que  dio  a  conocer  desde  muy  niño. 

Apenas  había  cumplido  siete  años  de  edad,  cuando  conociendo 
sus  padres  el  amor  que  a  los  pobres  tenía,  le  encargaron  repartiese 
entre  ellos  cierta  cantidad  de  dinero,  favoreciendo  así  el  desarrollo 
de  pasión  tan  noble  y  humanitaria. 

De  competente  edad,  ingresó  en  la  milicia,  bajo  las  órdenes  de 
caudillos  españoles  y  asistiendo  a  varias  funciones  de  guen:*a. 

En  una  de  ellas  fué  hecho  prisionero  por  los  moriscos,  y  cau- 
tivo, pemianeció  entre  ellos  durante  algún  tiempo. 

El  número  de  sus  años  de  cautiverio  ha  sido  imposible  preci- 
sarlo, sábese  tan  solo  que  fué  redimido  en  unión  de  otros  prisione- 
ros a  quienes  por  sus  malas  condiciones  de  salud  ayudó  de  regreso 
a  España,  llevando  sobre  sus  hombros  la  provisión  de  víveres  que 
se  les  suministró. 

A  la  muerte  de  sus  padres,  y  quizás  por  no  haber  quedado  con 
grandes  bienes  de  fortuna  se  trasladó  a  Nueva  España,  eligiendo 
para  su  residencia  la  ciudad  de  Oaxaca.  A  esta  ciudad  llegó  el  14  de 
mayo  de  1665.  Parece  que  antes  residió  algún  tiempo  en  Michoa- 
cán. 


284        INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

Modesto  en  su  porte,  humilde  en  su  trato,  cariñoso,  afable  y 
caritativo,  bien  pronto  se  conquistó  el  aprecio  de  sus  conciudada- 
nos, a  la  par  que  sus  respetos. 

Algo  de  sus  costumbres  y  algunos  raros  sucesos  que  le  acon- 
tecieron, nos  lo  refiere  con  toda  la  sencillez  de  su  tiempo,  el  jesuí- 
ta Ordóñez,  su  panegirista. 

"Fué,  dice,  su  devoción  de  muchos  años,  madrugaba  a  las  tres 
de  la  mañana,  íbase  a  San  Francisco  a  oír  Misa  y  frecuentar  los 
sacramentos.  Recogióse  con  este  cuidado  una  noche  víspera  de  la 
Natividad  de  María  Santísima,  y  dormido  profundamente,  soñó, 
que  lo  amagaban  de  robarlo,  quitándole  la  vida,  y  que  la  Virgen 
Ntra.  Señora  le  decía.  Duerme  no  te  levantes.  Así  fué,  y  durmió 
tanto  que  lo  despertó  la  luz  del  día;  contrastado  de  éste  que  juzgó 
acaso,  se  vistió  aprisa,  y  por  una  puertecilla  excusada  se  fué  a  su 
devoción,  refirió  a  su  confesor  el  caso  y  el  sueño ;  volvió  a  su  casa, 
y  abriendo  las  puertas  por  donde  se  entraba  de  ordinario,  subió  y 
halló  a  la  única  criada  y  a  un  chicuelo  atados  fuertemente  y  lasti- 
mados. ¿Qué  es  ésto?  preguntó.  — Es,  señor,  que  unos  hombres 
que  esta  noche  entraron  por  esas  tapias  nos  pusieron  así,  amena- 
zándonos de  muerte  si  alguno  daba  voces:  su  intento  era  robarte, 
quitándote  la  vida,  porque  así  lo  preparaban,  espiando  para  lograr- 
lo cuando  abrieses ;  pero  mejor  lo  hizo  Dios  con  nosotros,  que  tú  te 
doiTniste  hasta  que  te  despertó  la  luz  que  a  ellos  ahuyentó. 

"Esperaba  en  la  Veracruz  para  navegar  sobre  las  aguas  del 
mar  la  mayor  parte  de  su  hacienda  en  grana. . .  cuando  con  repen- 
tino asalto  el  enemigo  saqueó  aquel  puerto,  y  dando  de  ojos  los  pi- 
ratas en  la  bodega  que  depositaban  su  caudal,  lo  escapó  Dios  de 
sus  manos,  y  fué  doble  el  beneficio,  porque  con  la  suya  libró  tam- 
bién la  hacienda  de  otros  dos  vecinos  de  esta  ciudad.  Y  por  ésto  en 
Ja  flota  inmediata  navegó  su  grana  a  la  Europa,  y  bien  vendida  la 
retornó  multiplicadas  las  ganancias,  a  su  casa. 

"Yacía  enfeiTno  y  muy  de  riesgo,  un  amigo  a  quien  empobrecie- 
ron contratiempos,  en  ocasión  de  que  D.  Manuel  se  postró  por  su 
última  enfeiTnedad,  y  descuidando  totalmente  de  sí,  sin  insinuar 
algún  efecto,  de  los  que  aquejan  a  un  doliente,  todo  su  cuidado  fué 
asistir  al  amigo  enfeiTno,  con  repetidos  considerables  socorros  a  su 
familia ;  y  ésto  sin  que  alguno,  ni  los  que  con  frecuencia  lo  asistía- 
mos, como  sus  obligados,  ni  otros  de  sus  familiares,  entendiésemos 
tal  limosna;  secreto  verdaderamente  admirable,  tanto  como  el  de 


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Don  Manuel  Fernández  Fiallo. 


C.  XI.  ALGUNOS  ECLESIÁSTICOS  Y  SEGLARES  285 

otra  obra  pía,  para  la  que  dio  más  de  veinticinco  mil  pesos,  sin  sa- 
ber de  ellos  otro,  que  el  que  los  recibió. 

"¿Qué  ha  hecho  Dios  de  fulana,  nuestra  vecina?  pre^mtó  cier- 
ta vez  a  su  críada.  Y  lo  decía  por  ciei-ta  señora,  que  cargada  de  hi- 
jos, y  viuda  se  retiró  pereciendo,  a  un  barrio  lejos  de  la  ciudad.— Se- 
ñor, vive  en  tal  paite,  ella  y  sus  hijos  desnudos.  Y  en  ésto  no  se 
habló  más.  Otro  día  con  gran  disimulo  cogió  cantidad  de  varas  de 
lienzos,  llenó  una  taleguilla  de  pesos,  echó  por  guía  a  la  criada 
para  que  no  viese  el  bulto,  y  paso  a  paso,  arrastrándose,  porque  ya 
estaba  enfermo,  se  fué  a  la  casa,  llegó  la  criada  a  la  puerta,  y  ha- 
ciéndole señas  desde  lejos  que  pasase  adelante,  llegó  solo,  visitó  a 
su  antigua  vecina  y  dejándola  con  sus  dos  hijos  vestidos  y  dineros, 
se  volvió  muy  sereno  como  si  nada  hubiese  hecho. 

"En  cierta  ocasión  a  media  noche,  iba  un  hombre  con  una  car- 
ga a  cuestas,  reconoció  que  lo  seguía  la  ronda  y  echó  por  otra  calle. 
Hui-táronle  la  vuelta  los  ministros,  y  saliéndole  al  paso,  le  dijeron : 
"aquí  del  Rey;"  arrojóse  y  dio  con  el  bulto  en  el  suelo,  escondiendo 
el  rostro  por  no  ser  conocido,  instaba  la  guardia,  y  el  de  la  carga 
viéndose  estrecho  dijo :  llegue  el  Sr.  alcalde  que  sólo  su  merced  ha 
de  conocerme;  manda  éste  que  su  comitiva  se  retire,  y  descubrién- 
dose aquel,  se  halló  el  juez  con  el  capitán  D.  Manuel  Fiallo  que  lle- 
vaba en  hombros  un  ajuar  de  cama  para  un  enfermo,  y  confundido 
de  que  lo  cogiesen  en  hurto  tan  piadoso,  quisiera  antes  haberse  se- 
pultado debajo  de  la  tierra. . . . 

"Vida  tan  meritoria  tenninó  el  domingo  19  de  mayo  de  1790 
a  las  3  de  la  tarde,  a  los  77  años  de  su  edad,  en  la  casa  número  49 
de  la  antigua  calle  de  San  Nicolás,  hoy  día  8a.  de  la  Avenida  Hi- 
dalgo, en  Oaxaca." 

Los  padres  jesuítas,  como  tan  obligados,  le  hicieron  magnífi- 
cas honras  en  su  iglesia,  hoy  de  la  Concepción,  y  allí  mismo  fué 
inhumado  (1). 


(1)     Réstanos  tan  sólo    formar    una    detallada  noticia  de  los  cuantiosos 
donativos  que  hizo: 

En  limosnas  privadas  y  dotes  para  doncellas,  en  el  espacio  de  cua- 
renta años $  500,000 

Para  el  templo  de  la  Merced 66,000 

A  San  Agustín 30,000 

Para  la  Compañía _ 80,000 

A  San  Francisco 20,000 

Al  hospital  de  San  Juan  de  Dios  para  diez  camas 30,000 

Al  convento  del  Carmen 14,000 


286        INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

Otro  bienhechor  de  la  iglesia  fué  el  célebre  minero  D.  José 
de  la  Borda,  francés  según  algunos,  o  según  su  contemporáneo 
autor  del  diario,  aragonés ;  de  quien  dice  el  mismo  cronista :  "Ha- 
biendo tenido  Su  Santidad  noticia  de  la  persona  de  D.  José  de  la 
Borda,  vecino  y  minero  del  real  de  Taxco,  de  sus  ajustados  proce- 
dimientos, cristiana  vida  y  difusión  con  que  a  manos  llenas  ha  des- 
pendido de  muchos  años  a  esta  parte  una  suma  de  plata  que  en  las 
minas  ha  adquirido,  entrando  muchas  religiosas  en  varios  conven- 
tos de  esta  misma  ciudad  con  competentes  dotes,  socorriendo  todo 
género  de  necesidades  en  los  pobres  y  fabricando  un  suntuoso  tem- 
plo para  parroquia  en  el  referido  real ;  que  su  arquitectura,  reta- 
blos, ornamentos,  custodia,  vasos  sagrados,  lámparas,  candiles, 
hacheros  y  blandones  pasa  su  costo  de  600,000  pesos;  se  dignó  su 
Piedad  de  escribirle  una  carta  dándole  las  gracias,  concediéndole 
muchas  indulgencias,  privilegios  y  el  altar  de  ánima  en  dicho  tem- 
plo, la  que  pocos  días  ha,  recibió  con  el  aprecio  correspondiente  a 
tan  especial  honor, 

"Vino  a  la  Nueva  España  el  año  de  1716,  de  16  años  de  edad. 


Colegio  de  Niñas 11,000 

A   los  betlehemitas 3,000 

Para  cinco  sacerdotes  seglares  cuya  obligación  era  llevar  las  varas 

del  palio  y  el  guión 16,000 

Para  treinta  y  tres  huérfanas 198,000 

Legados  para  la  Compañía -         20,000 

Además  de  todo  lo  dicho,  dotó  muchas  fiestas  anuales,  lámparas  per- 
petuas, capellanías  y  otras  varias  fundaciones.  Reedificó  las  casas  del  ayun- 
tamiento, ensanchó  las  cárceles,  fabricó  las  carnicerías,  y  por  más  de  seis 
años  hizo  que  a  su  costa  se  repartiesen  a  los  pobres,  de  limosna,  gran  can- 
tidad de  carnes,  e  hizo  varias  fuentes  públicas  para  comodidad  y  ornato 
de  los  ciudadanos  y  de  la  ciudad.  En  su  testamento  dejó  a  los  pobres  ver- 
gonzantes toda  su  ropa,  y  todos  los  géneros  y  efectos  que  sus  encomende- 
ros le  remitiesen  de  España,  reducidos  a  metálico,  y  todo  ello  ascendió  a  la 
respetable  suma  de  $80,000.  Sábese  también  que  compró  el  terreno  de  la 
plaza  del  mercado,  y  luego  lo  cedió. 

Unido  al  cura  Ibarra  reparó,  o  por  mejor  decir,  construyó  la  iglesia  y 
casa  cural  del  Marquesado,  razón  por  la  cual  se  conservan  en  la  portada 
de  dicho  templo  los  retratos  de  ambos,  siendo  el  del  cura  Ibarra  el  de  la 
izquierda,  y  el  de  Fiallo  el  de  la  derecha.  ^ 

Di.st¡nguió  con  especialidad  a  los  jesuítas,  y  a  su  muerte  los  nombro 
herederos  del  remanente  de  sus  bienes. 

Algo  más  que  la  humilde  estatua  existente  en  el  citado  lugar  merece 
este  insigne  benefactor  de  la  ciudad  de  Oaxaca,  deuda  de  gratitud  que  los 
hijos  de  ella  deben  saldar,  erigiéndole  un  monumento  digno  de  ambos. 

En  estos  últimos  tiempos  y  al  formarse  la  moderada  nomenclatura  de  la 
ciudad,  el  ilustrado  cuanto  modesto  Sr.  D.  Francisco  Uriarte,  no  olvidó  a 
Fiallo,'  quedando  con  este  nombre  una  de  sus  calles. 


C.  XI.  ALGUNOS  ECLESIÁSTICOS  Y  SEGLARES  287 

Casó  en  Taxco  en  1720  con  Da.  Teresa  Verdugo,  y  enviudó  siete 
años  después,  de  cuyo  matrimonio  procedieron  el  Dr.  D.  Manuel 
de  la  Borda  y  la  Madre  Ana  María  de  San  José,  monja  en  el  con- 
vento de  Jesús  María  de  México.  Trabajó  minas  en  Tlalpujahua, 
Taxco  y  Zacatecas,  con  tal  felicidad,  que  en  todas  tuvo  bonanza, 
habiendo  ganado  en  ellas  cosa  de  cuarenta  millones  de  pesos,  que 
gastó  con  suma  liberalidad  en  obras  piadosas  y  caritativas  en  be- 
neficio del  país.  Construyó  la  Iglesia  parroquial  de  Taxco,  en  cuya 
obra  material  invirtió  471,572  pesos,  además  del  costo  no  menos 
considerable  de  ornamentos  y  vasos  sagrados,  de  los  cuales  la  cus- 
todia que  hoy  tiene  la  Catedral  de  México,  y  que  se  hizo  para  aque- 
lla iglesia,  costó  cerca  de  100,000  pesos.  A  sus  expensas  se  ejecu- 
taron obras  públicas  de  grande  utilidad  en  Taxco,  y  auxilió  gene- 
rosamente a  aquella  población,  y  a  Cuernavaca  en  sus  años  de  es- 
casez, siendo  muchos  y  extraordinarios  los  actos  de  generosidad 
que  de  él  se  refieren.  Su  hijo  el  Dr.  D.  Manuel  de  la  Borda  constru- 
yó la  Iglesia  de  Guadalupe  de  Cuernavaca,  y  los  jardines  de  la  casa 
que  tuvo  en  aquella  ciudad,  en  la  que  años  después  recibió  esplén- 
didamente al  Arzobispo  Haro  en  la  Visita  que  hizo  de  aquella  parte 
del  Arzobispado,  dándole  una  función  en  los  mismos  jardines,  ilu- 
minados con  luces  de  colores  y  fuegos  artificiales,  digna  de  un  mo- 
narca.   Murió  en  Cuernavaca  el  30  de  Mayo  de  1778." 

"El  19  de  Octubre  de  1755  falleció  a  los  sesenta  años  de  su 
edad,  el  General  D.  Francisco  Echeveste,  natural  de  Vizcaya;  veci- 
no y  del  comercio  que  fué  de  Manila,  y  treinta  años  ha,  de  estar  de 
Prior  en  el  consulado ;  entérresele  en  la  Iglesia  de  nuestro  Padre  San 
Francisco,  con  asistencia  de  un  lucido  concurso;  aseguran  testó 
800,000  pesos;  fueron  sus  albaceas  D.  Manuel  de  Aldaco,  D.  Am- 
brosio Meave  y  otros  sujetos ;  sus  mandas  y  legados  han  sido  arre- 
glados a  su  cristiana  y  ajustada  vida;  pasa  lo  que  dio  durante  el 
tiempo  que  se  mantuvo  en  esta  ciudad,  en  misas,  dotes  de  monjas 
y  limosnas,  de  200,000  pesos.  Deja  al  Hospital  de  la  Caridad  de 
Manila  50,000  pesos,  al  Hospital  de  Betlhemitas  de  esta  corte  para 
dote  de  camas,  50,000  pesos,  el  fondo  para  que  con  sus  réditos  se  le 
digan  todos  los  días  siete  misas  en  la  Iglesia  del  Señor  San  Agus- 
tín ;  10,000  pesos,  a  las  religiosas  de  la  Enseñanza  y  escuela  de  Ma- 
ría ;  y  otras  muchas  mandas  y  legados  a  distintas  personas  que  se 
ignoran." 

El  bachiller  D.  Juan  Caballero  y  Osio :  uno  de  los  hombres  más 


288        INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

piadosos  y  caritativos  que  ha  habido  en  nuestra  América,  fué  na- 
tural de  la  ciudad  de  Santiago  de  Querétaro,  primer  alguacil  ma- 
yor de  esa  ciudad,  cuando  secular ;  y  después  de  sacerdote,  comisa- 
rio de  corte  del  santo  oficio,  por  la  suprema  y  general  Inquisición ; 
comisario  de  la  Santa  Cruzada,  insigne  fundador,  patrono  y  tres 
veces  benemérito  de  la  muy  ilustre  y  venerable  congregación  de 
Nuestra  Señora  de  Guadalupe  de  esa  misma  ciudad,  hombre  lleno 
de  piedad  y  adornado  de  las  más  realzadas  prendas.  Concurrió  con 
cuantiosísimas  sumas  de  dinero  al  establecimiento,  aumento  o  per- 
fección de  muchas  iglesias.  A  los  pobres  forasteros  los  socorría  con 
doscientos  treinta  pesos  para  que  se  restituyeran  a  sus  tierras.  Te- 
nía dada  orden  a  los  confesores  y  médicos  que  por  medio  de  un  pa- 
pel le  avisaran  las  necesidades  de  los  enfermos  para  socorrerlos 
prontamente. 

Todo  esto  hizo  este  piadoso  clérigo  dentro  de  esa  ciudad,  y 
fuera  de  ella  distribuyó  lo  siguiente:  fabricó  de  nuevo  la  iglesia 
del  convento  de  Santa  Clara  de  México.  Dio  mil  pesos  para  la  por- 
tada del  Oratorio  de  San  Felipe  Neri  de  esta  capital.  Les  fincó  a 
los  padres  8,000  pesos  para  pan,  y  les  dio  mientras  vivió,  carnero 
y  medio  cada  semana  para  su  comida.  Ayudó  a  la  fábrica  del  co- 
legio de  Belem,  y  socorrió  a  sus  alumnas  por  espacio  de  treinta 
años,  con  dos  carneros  todas  las  semanas.  Hizo  de  nuevo  el  novi- 
ciado de  los  padres  jesuítas  del  colegio  de  Tepotzotlán,  en  que  gas- 
tó más  de  sesenta  mil  pesos.  Concluyó  la  iglesia  de  Santo  Domingo 
de  Guadalajara.  Dio  a  los  padres  provincial  y  procurador  de  la 
Compañía  de  Jesús  de  esta  provincia  mexicana,  ciento  cincuenta 
mil  pesos  con  varios  ornamentos,  ropa  y  otras  muchas  cosas  para 
las  misiones  del  descubrimiento  de  las  Californias.  Fundó  en  Lo- 
groño (que  era  la  patria  de  su  padre)  una  hermosa  capilla,  en  que 
dotó  una  misa  todos  los  días  de  fiesta.  Dio  muchos  dotes  para  reli- 
giosas, así  en  México  como  en  Querétaro.  Finalmente  dio  mientras 
estuvo  vivo,  tanta  gruesa  de  limosnas,  que  nunca  las  pudo  computar 
el  guarismo,  pareciendo  imposible  el  que  alcanzasen  las  cuatro  ha- 
ciendas que  tenía,  a  tanta  profusión  de  caridad.  Este  hombre  tan 
generoso,  caritativo  y  limosnero,  fué  al  mismo  tiempo  un  sacerdo- 
te humilde,  virtuoso  y  arreglado. 

Antes  de  ser  electo  por  primer  alguacil  mayor  de  esta  ciudad, 
concluyó  en  México  sus  estudios  hasta  quedar  graduado  en  teolo- 
gía: después  fué  condecorado  no  sólo  con  la  sublime  dignidad  del 


C.  XI.  ALGUNOS  ECLESIÁSTICOS  Y  SEGLARES  289 

sacerdocio,  sino  con  los  honoríficos  cargos  de  comisario  del  Santo 
Oficio  y  de  la  Cruzada,  como  dijimos  antes;  y  en  fin,  fué  enriquecido 
con  un  muy  cuantioso  patrimonio ;  pero  en  medio  de  estos  honores, 
de  riqueza  y  opulencia,  se  portaba  en  todo  como  un  clérigo  particu- 
lar, sirviendo  a  tantos  cuantos  lo  ocupaban,  con  la  mayor  genero- 
sidad. Cuando  hizo  la  donación  de  los  ciento  y  cincuenta  mil  pesos 
para  las  misiones  de  las  Californias,  se  la  hizo  presente  al  rey  de 
España  el  R.  P.  Bernardo  de  Rolandegui,  ex-provincial  de  la  Com- 
pañía de  Jesús  de  México,  y  procurador  general  en  Madrid;  y 
por  ella  le  escribió  su  majestad  las  gracias,  instituyéndolo  "Ade- 
lantado de  la  California";  mas  él  renunció  este  honorífico  título, 
por  cuya  renuncia  le  ofreció  dos  obispados  en  España,  los  que  tam- 
poco aceptó,  pues  sólo  procuraba  en  aquel  tiempo  disponerse  para 
la  muerte.  Con  este  fin  se  retiraba  todos  los  años  al  Colegio  de  San 
Ignacio  de  padres  jesuítas  de  esta  ciudad  a  tomar  los  ejercicios 
de  alma  y  cuerpo.  En  este  tiempo  entregaba  al  padre  rector  del  co- 
legio la  llave  de  un  arca  en  que  había  una  gran  cantidad  de  dinero, 
dándole  orden  de  que  a  cualquiera  que  justificara  algún  débito  o 
acción  contra  sus  bienes,  al  instante  sin  darle  cuenta,  le  pagase  lo 
que  fuera ;  y  para  que  ésto  llegase  a  noticia  de  todos,  observó  en  los 
últimos  años  de  su  vida,  no  sólo  decir  a  los  criados  lo  publicaran, 
sino  el  poner  rotulones  en  las  esquinas  que  decían :  Si  alguno  tuvie- 
re alguna  cosa  que  pedir  contra  los  bienes  de  D.  Juan  Caballero 
y  Osio,  ocurra  al  padre  rector  del  Colegio  de  la  Compañía  de  Je- 
sús, que  teniendo  justicia,  será  pagado.  Al  tiempo  de  sus  ejercicios 
hacía  confesión  general,  y  formaba  cada  año  su  testamento,  en  el 
que  es  de  advertir  una  cosa  muy  singular,  y  es  que  dentro  del  año 
lo  cumplía  en  lo  piadoso;  y  así,  si  legaba  dotes,  misas,  o  limosnas, 
al  instante  se  efectuaba;  si  determinaba  fabricar  alguna  iglesia, 
se  hacía  cálculo  de  su  costo,  y  se  apartaba  de  sus  bienes  antes  del 
año,  aunque  gastaba  en  ella  mucho  más;  pues  varias  veces  repar- 
tía para  su  adorno  los  ricos  ornamentos  de  su  oratorio,  y  aun  su 
plata  labrada.  El  año  de  1669  repartió  todo  cuanto  tenía,  de  suerte 
que  se  quedó  sólo  con  un  crucifijo  sobre  su  mesa.  Murió  este  gene- 
roso y  caritativo  sacerdote  lleno  de  virtudes  y  santas  obras,  en  la 
casa  donde  estuvo  la  alhóndiga  de  Querétaro,  el  día  11  de  abril  de 
1707,  a  los  sesenta  y  tres  años  de  su  edad,  y  fué  sepultado  en  la 
Santa  Casa  de  Loreto,  dentro  de  una  caja  de  hierro,  mandando  po- 
ner por  epitafio  sólo  estas  breves  palabras.     "Haec  requies  mea." 


290       INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

D.  Pedro  Romero  de  Terreros,  primer  conde  de  Regla,  nació 
por  los  años  de  1710  en  Cartagena,  del  arzobispado  de  Sevilla; 
era  hijo  de  D.  Felipe  y  de  Da.  Ana  Terreros  Ochoa  y  Castilla. 

Como  alcalde  ordinario  en  Querétaro  fueron  innumerables  los 
bienes  que  proporcionó  a  la  población ;  y  hablando  el  P.  Villaf ranea 
de  esta  época,  exclama  con  el  acento  de  la  verdad:  "¿Qué  miserias 
no  remedió?  ¿Qué  desgracias  no  precavió?  ¿Cuál  fué  el  litigante 
que  se  pudo  quejar  justamente  de  no  haber  sido'  atendido  por  sus 
derechos?  aun  a  aquellos  a  quienes  daba  la  ley  una  repulsa  de- 
sabrida en  sus  injustas  pretensiones  llevaban  a  lo  menos  el  des- 
pacho favorable  del  trato  humano  y  benigno  con  que  el  juez  los 
desengañaba. 

Faltaban  víveres  para  la  expedición  contra  Panzacola,  el  con- 
de de  Regla  abrió  sus  trojes  y  3,000  cargas  de  trigo  fué  el  pobre 
socorro  con  que  contribuyó  para  las  necesidades  del  Estado. 

Comprendió  la  importancia  de  las  misiones;  de  esos  religiosos 
que  con  el  crucifijo  en  la  mano  y  la  palabra  divina  penetraban 
hasta  el  aduar  del  salvaje:  presididos  y  misiones,  he  aquí  la  mu- 
ralla única  de  nuestra  frontera.  Estaba  reservado  para  el  siglo 
de  las  combinaciones  y  cálculos,  ver  ésto  en  la  abyección.  El  con- 
de de  Regla  abrió  sus  cofres,  prodigó  sus  limosnas,  y  después  de 
algún  tiempo,  los  RR.  PP.  guardianes  del  Apostólico  Colegio  de 
Propaganda  Fide  de  Querétaro,  pudieron  certificar  que  para  los 
piadosos  objetos  antes  indicados,   habían   recibido   90,823  pesos. 

Entre  sus  papeles  hay  partidas  por  este  tenor:  41,993  desde 
febrero  de  1755  a  setiembre  de  1756  como  limosnas  para  la  fá- 
brica del  convento  de  San  Fernando,  además  del  colateral  y  el 
órgano. 

Para  el  colegio  de  Pachuca,  1,000  mensuales;  se  le  han  perdo- 
nado algunos  miles  como  limosna;  una  librería  que  naufragó  en 
el  navio  "Buen  Consejo;"  para  el  aumento  de  su  fábrica  80,000 
pesos. 

Además  de  ésto  las  Capuchinas  de  Guadalupe,  Corpus  Christi, 
San  Pablo,  el  Hospicio  de  pobres;  y  especialmente  las  poblaciones 
de  Querétaro  y  Pachuca  conservan  mil  y  mil  recuerdos. 

Por  último,  y  como  testimonio  más  benéfico  y  auténtico  de 
su  bondad,  puede  citarse  el  Monte  de  Piedad,  fundado  en  1774  con 
la  dotación  de  300,000  pesos  para  socorrer  por  vía  de  préstamo  a 
las  urgencias  del  público,  con  el  moderadísimo  premio  de  tres  gra- 


C.   XI.   ALGUNOS   ECLESIÁSTICOS   Y    SEGLARES  291 

nos  cada  seis  meses.  Hoy  se  cobra  un  duplo  por  los  quebrantos  que 
padeció  anteriormente  este  útil  establecimiento.  En  un  documento 
auténtico  que  tenemos  a  la  vista,  hablándose  del  Monte  de  Pie- 
dad, dice:  "que  desde  su  fundación  hasta  el  fin  de  Noviembre  de 
1802  fueron  socorridos  942,184  individuos,  con  la  gruesa  suma 
de  16.688,514  de  pesos." 

Estos  son  los  actos  más  notables  de  la  vida  pública  del  Sr.  Te- 
rreros; en  cuanto  a  los  privados  fueron  tan  abundantes  y  repeti- 
dos, que  sería  necesario  ocupar  muchas  páginas  para  enumerarlos. 

En  medio  de  las  prodigiosas  riquezas  que  le  prodigó  el  cie- 
lo, conservó  siempre  un  carácter  humilde,  un  genio  amigo  de  tratar 
con  dulzura  y  cariño  a  los  inferiores,  y  unas  costumbres  puras,  so- 
brias y  sencillas  que  en  esos  tiempos  le  acarrearon  la  crítica  de  mu- 
chos de  sus  parientes  y  títulos  de  Castilla,  para  quienes  era  una 
continua  y  práctica  lección  la  vida  ejemplar  y  virtuosa  del  conde. 

Concedióle  Dios  larga  vida  sobre  la  tierra,  como  a  todo  varón 
justo;  pero  agobiado  por  los  años  sintió  próximo  su  fin.  Entonces 
reunió  a  sus  hijos  e  hizo  que  en  su  presencia  se  leyese  una  carta 
elocuente  y  llena  de  solemnidad.  Así  terminó  su  vida  a  los  71 
años  de  su  edad,  en  28  de  noviembre  de  1781. 

De  estos  insignes  bienhechores  así  como  de  los  ya  en  otra  par- 
te de  esta  obra  conocidos,  nos  ocupamos,  y  con  mucho  gusto  por 
cierto,  no  sólo  en  fuerza  del  agradecimiento,  sino  porque  en  los  ri- 
cos, el  dar  supone  verdadera  virtud  cristiana:  es  un  acto  heroico 
para  ellos.,  más  que  para  el  pobre,  desprenderse  de  los  dineros  que 
ya  en  su  imaginación  por  muchas  veces  han  contemplado  como 
fuente  y  origen  de  otras  riquezas  mayores ;  el  desprendimiento  en- 
tre ellos  de  una  parte  de  su  capital  tiene  todo  el  valor  que  en  los 
coleccionistas  tendría  el  deshacerse  de  un  objeto  integrante  de  su 
muy  acariciada  colección. 

Mas  no  por  esto  hemos  de  olvidar  a  otros  bienhechores  de  me- 
nor escala,  como  fué  por  ejemplo  D.  Juan  Altamirano,  asentista 
y  contador  de  las  cajas  reales,  que  dejó  para  obras  pías  250,000 
pesos,  de  los  cuales  20,000  eran  para  la  Misión  de  Sonora.  Este 
señor  murió  a  los  85  años  de  su  edad,  en  1757. 

Tampoco  olvidaremos  a  Da.  Leonor  de  Recabarren  fallecida 
tres  años  antes;  la  que  dotó  a  perpetuidad  cuatro  tandas  de  ejer- 
cicios, o  lo  que  es  lo  mismo,  dejó  dinero  suficiente  para  que  cuatro 


292       INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

veces  al  año  treinta  y  tres  caballeros  pudiesen  hacer  gratis  los 
ejercicios  espirituales,  pagando  ella  su  alimentación. 

Un  año  antes  falleció  en  el  Hospital  de  Inocentes  de  la  Cari- 
dad, un  pobre  hombre  Manuel  Villegas,  medio  asimplado,  limosne- 
ro que  fué  del  dicho  hospital  26  años,  en  cuyo  tiempo  recogió  más 
de  mil  pesos  para  los  locos,  o  como  entonces  se  decía  los  inocentes, 
mendigando  de  puerta  en  puerta ;  y  añade  el  cronista  por  su  cuen- 
ta, "era  muy  querido  de  todos  los  que  le  comunicaban,  por  el  sazo- 
nado genio  y  gracejo  con  que  pedía;  enterrósele  en  la  Iglesia  de  San 
Hipólito  con  palma  y  corona,  y  con  asistencia  de  innumerable  con- 
curso, siendo  muy  sensible  su  falta  a  aquellos  religiosos." 

Fué  también  muy  popular  y  de  mucho  mérito  el  hermanito 
Jerónimo  Velázquez  que  era  ,donado  y  limosnero  de  las  madres  in- 
ditas de  Corpus  Christi.  El  31  de  julio  de  1790  fué  su  entierro  en 
el  convento  de  San  Francisco,  y  se  le  hizo  como  si  fuera  de  un  pre- 
lado: llevó  la  capa  del  P.  provincial  y  se  le  enterró  en  el  presbite- 
rio en  sepultura  separada. 

* 
*       * 

No  faltaron  hombres  de  virtud  muy  excelente  entre  persona- 
jes investidos  de  autoridad  y  mando,  y  por  ende  con  más  mérito, 
pues  ya  sabemos  que  a  la  mayor  parte  de  los  hombres  tanto  les  pen» 
judica  el  verse  en  tales  alturas.  Uno  de  ellos  fué  el  coronel  Váz- 
quez de  Lorrea  de  cuya  muerte  dice  el  diario :  "El  20  de  Febrero 
de  1576  se  le  participó  a  S.  E.  por  el  corregidor  de  Querétaro,  có- 
mo habiendo  llegado  a  aquella  ciudad  el  teniente  coronel  D.  José 
Vázquez  de  Lorrea,  provincial  de  la  Santa  Hermandad  por  S.  M., 
en  estos  reinos,  había  ajusticiado  en  ella  a  cuatro  salteadores. 
A  los  tres  días  le  sobrevino  un  fuerte  tabardillo,  y  aunque  se  le  asis- 
tió con  esmero  por  los  médicos,  tomó  cuerpo  el  accidente,  y  habien- 
do hecho  todas  las  disposiciones  de  cristiano,  falleció  y  fué  sepultado 
en  la  iglesia  del  Beaterío  de  Santa  Rosa  (de  donde  era  insigne  bien- 
hechor), asistiendo  el  ayuntamiento,  prelados  y  nobleza  de  aquella 
ciudad  de  donde  era  natural.  Fué  muy  sensible  a  S.  E.  esta  noticia, 
lamentable  a  esta  república  y  reino  por  la  falta  de  un  ministro  tan 
exacto,  vigilante  y  desinteresado  e  integérrimo,  freno  y  terror  de 
los  bandidos,  facinerosos,  bandoleros,  salteadores  y  macutenos,  a 
quienes  seguía  hasta  ponerlos  en  el  suplicio  en  la  forma  que  lo  prac- 


San  Pc-dro,  pintado  pm-  /niharái 


C.   XI.   ALGUNOS   ECLESIÁSTICOS   Y   SEGLARES  293 

tico  SU  difunto  padre,  D.  Miguel,  cuya  falta  fué  tan  sensible  por 
haber  quedado  ya  en  edad  competente  de  continuar  la  comisión; 
murió  a  la  edad  de  46  años  de  edad;  dejó  un  hijo  de  15  años,  quien 
(aunque  dicen  tener  ya  la  Acordada)  sus  pocos  años  no  le  permitían 
servirla." 

Sobre  el  excepcional  gobernador  de  Yucatán  D.  Antonio  Fi- 
gueroa  y  Silva,  nada  puede  darnos  mejor  luz  que  una  carta  del  Sr. 
obispo  Gómez  de  Parada  dirigida  al  rey,  y  dice  así :  "Me  ha  parecido 
ser  muy  del  servicio  de  Dios  y  de  V.  M.  informarle  sinceramente 
del  ajustado  gobierno  y  buenas  operaciones  de  D.  Antonio  de  Fi- 
gueroa  y  Silva,  Mariscal  de  Campo  de  vuestros  Reales  Ejércitos 
y  Gobernador  de  aquella  Provincia,  por  lo  que  pude  concluir  a  que  no 
queden  por  acá  sepultadas  en  el  olvido,  y  a  que  sus  sucesores  se  ani- 
men a  imitarlas  y  aplicarse  con  esfuerzo  como  D.  Antonio,  a  vues- 
tro real  servicio  y  bien  de  sus  vasallos. 

"Al  entrar  en  su  gobierno  se  halló  con  la  fatalidad  de  la  total 
falta  del  único  alimento  por  falta  de  la  cosecha  del  maíz,  de  que 
no  halló  para  el  socorro  común,  y  se  aplicó  con  tal  desvelo,  y  dis- 
currió tales  arbitrios  para  el  común  alivio,  que  pudo  darle  al  pue- 
blo el  que  no  se  podía  imaginar  hasta  la  futura  cosecha,  que  ha- 
biendo sido  moderada  la  hizo  muy  abundante  con  las  órdenes  que 
dio  y  forma  con  que  se  había  de  vender  el  maíz,  quitando  la  anti- 
gua con  que  los  principales  la  encarecían  a  su  arbitrio,  y  sin  poner 
tasa,  con  sólo  hacerlo  vender  a  su  vista,  se  redujo  a  la  baratura  que 
no  se  había  visto  en  muchos  años. 

"El  decoro  y  gravedad  de  su  porte  y  persona  es  ejemplo  en  la 
devoción  y  compostura  de  todas  sus  acciones,  el  recato  de  su  casa 
y  familia,  como  cosa  no  acostumbrada  a  verse,  ha  movido  más  que 
muchos  sermones  a  la  composición  de  las  disolutas  costumbres  de 
aquella  Provincia.  La  actitud  de  la  justicia,  el  celo  y  cuidado  de 
las  costumbres  ahora  es  cuando  lo  he  comenzado  a  ver.  Ya  se  ven 
castigados  por  la  justicia  Real  en  lo  más  remoto,  los  jugadores, 
los  amancebados,  los  que  abandonan  a  sus  mujeres  y  obligaciones, 
dados  a  una  vida  disoluta.  Ya  los  jueces  inferiores  siguen  el  mismo 
rumbo  y  se  respeta  la  justicia  y  teme  el  que  peca  lo  irremediable 
del  castigo,  y  se  sabe  que  el  servicio  de  Dios  es  el  de  Vuestra  Ma- 
jestad. 

"El  esmero  y  cuidado  que  ha  puesto  en  el  gobierno  de  los  rudos 
indios  ha  sido  tal  cual  ellos  lo  necesitan,  como  el  que  tiene  un  padre 


294       INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

O  madre  de  familia  de  las  cosas  mínimas  de  su  casa,  llevándolos 
de  la  mano,  y  a  veces  con  fuerza  aun  para  su  propio  bien ;  cuidando 
de  que  hagan  milpas  para  su  sustento,  de  sus  norias  y  demás  cosas 
que  aun  siendo  necesarias  para  su  vivir  las  ha  olvidado  su  deja- 
miento. Los  ha  protegido  y  defendido  de  los  que  abusan  de  su  sim- 
plicidad y  vileza  de  ánimo,  y  les  pretendían  agraviar  según  los  usos 
antiguos;  y  sobre  todo,  con  no  haber  hecho  repartimientos,  ni  per- 
mitido el  que  otros  lo  hayan  hecho  por  conocimiento,  ni  aun  al  te- 
sorero de  Cruzada;  les  ha  hecho  infinitos  beneficios  y  redimídolos 
de  infinitos  males. 

"El  porte  que  conmigo  ha  tenido  y  con  el  estado  eclesiástico  ha 
sido  como  el  de  un  gobernador  cristiano  y  discreto,  habiéndole 
merecido  el  respeto  y  atención  que  no  había  experimentado  en  otros, 
ofreciéndoseme  de  oficio  y  de  antemano  para  todo  cuanto  necesita 
un  Obispo  que  pretende  la  reforma  de  su  Diócesis.  De  que  ha  resul- 
tado el  que  sin  ruido  ni  violencia  alguna  haya  yo  podido  remediar 
mucho,  viendo  los  subditos  que  ambos  íbamos  a  un  fin,  y  que  cada 
uno  de  los  dos  en  su  materia  pretendía  imprimir  la  imagen  misma 
de  las  buenas  costumbres  con  suma  conformidad  en  los  dictáme- 
nes. Y  por  último,  se  ha  esmerado  D.  Antonio  en  formar  aquella 
república  introduciéndose  todas  las  costumbres  y  estilos  racionales 
y  virtuosos  con  que  se  crió,  excitando  y  enseñando  a  sus  veci- 
nos a  la  devoción,  disponiendo  que  los  Regidores  de  la  Ciudad  y 
villas,  en  forma  de  tales  cumpliesen  con  la  Iglesia  el  Jueves  San- 
to, con  el  Clero,  como  se  hace  en  todas  partes  para  el  buen  ejemplo ; 
habiéndose  hecho  cargo  de  edificar  de  bella  arquitectura  desde  los 
fundamentos,  la  ruinosa  Iglesia  de  Santa  Ana,  ayuda  de  parroquia 
de  la  Ciudad,  asistiendo  personalmente  de  sobrestante  como  es 
preciso,  por  no  poderse  de  otra  suerte  lograr,  y  lo  que  es  más  de 
aplaudir,  condenando  a  los  culpados  del  vulgo  a  trabajos  personal- 
mente en  la  obra,  y  a  los  de  mayor  esfera  culpados  en  amanceba- 
miento, juegos  y  demás  vicios  que  tan  plagada  tenían  la  tierra,  en 
multas  pecuniarias  para  dicha  obra  pía  con  el  celo  que  pudiera  el 
más  vigilante  Obispo. 

"Todo  lo  cual  así  como  llevo  referido,  lo  he  visto  y  celebrado 
en  poco  más  de  dos  años  de  su  gobierno,  y  dado  de  ello  a  Dios  gra- 
cias, debiéndoselas  dar  a  V.  M.  muy  rendidas,  pues  nos  envía  tales 
gobernadores  que  solicitan  edificar,  mirar  por  el  público,  y  por  el 
servicio  de  V.  M.  cuya  Católica  Real  Persona  guarde  su  Divina 


C.   XI.   ALGUNOS   ECLESIÁSTICOS    Y    SEGLARES  295 

Majestad  los  muchos  años  que  le  ruego  y  deseo  para  el  bien  de  su 
santa  iglesia.  Tlacotalpan  de  la  Provincia  de  Tabasco  y  Julio  20 
de  1728. — Juan  Obispo  de  Yucatán,  Electo  de  Guatemala." 

Deben  también  citarse  con  su  merecido  encomio  los  nombres 
de  D.  Eliseo  Llanos  de  Vergara,  alcalde  de  México,  rector  de  la 
cofradía  antiquísima  y  nobilísima  de  la  Santa  Veracruz,  miembro 
de  las  mesas  directivas  de  todas  las  archicofradías,  tercero  de  to- 
das las  terceras  órdenes,  y  en  una  palabra  bienhechor  de  todo  Mé- 
xico. Se  le  hizo  entierro  muy  solemne  y  se  le  dobló  en  todas  las 
iglesias  de  la  capital. 

En  pos  aparecen  los  nombres  de  D.  Ignacio  Ferrer,  natural 
de  Puebla,  oficial  mayor  de  la  secretaría  virreinal,  cargo  que  ejer- 
ció por  muellísimos  años  con  grande  probidad  y  virtud;  D.  José 
Dávalos  Espinosa,  decano  de  la  orden  de  Santiago,  regidor  perpe- 
tuo de  México;  a  quien  por  su  grande  integridad  y  actividad  en- 
cargaron siempre  los  virreyes  las  comisiones  de  más  consecuencia 
para  beneficio  del  público.  Tampoco  hemos  de  olvidarnos  del  pro- 
tomédico  de  la  ciudad,  D.  Manuel  Avila  que  dedicó  la  mejor  parte 
de  su  vida,  renunciándolo  todo,  a  cuidar  de  los  enfermos  bajo  el 
humilde  hábito  de  San  Juan  de  Dios. 

Mucho  deploramos  la  escasez  de  datos  biográficos  sobre  cris- 
tianos indígenas  que  con  tanto  gusto  hemos  consignado  en  los  dos 
tomos  anteriores  a  éste,  y  no  menos  escasos  son  los  de  vírgenes 
que  en  el  estado  secular  sirvieron  a  Dios  Nuestro  Señor.  ¿Cómo  no 
se  les  ocurrió  a  tanto  escritor  de  biografías,  en  vez  de  contarnos 
tantos  prodigios  y  milagros  increíbles,  el  ofrecernos  una  pintura 
de  lo  que  ciertamente  eran  tantas  señoras  mexicanas,  llenas  de  fe 
y  de  dulzura,  y  el  verdadero  tesoro  de  una  nación?  Tendremos  que 
contentamos,  como  ahora  se  hace,  con  "el  soldado  incógnito,"  con 
ofrecer  a  la  madre  incógnita,  al  ideal  de  la  señora  mexicana,  las 
alabanzas  que  tanto  se  merece,  según  que  se  ven  reflejadas  a  tra- 
vés de  tantas  generaciones,  en  los  cristianos  corazones  de  sus  des- 
cendientes. 


PARTE  SEGUNDA 


LAS    MISIONES 


CAPITULO  PRIMERO 

MISIONES  DEL  CONTINENTE 


La  relación  de  Revillagigedo. — Misiones  en  la  Baja  Sonora  y  en  la  Pi- 
mería — Adquisiciones  en  beneficio  de  los  indios. — Misiones  de  la  Nneva  Viz- 
caya— Tepehuanes  y  Tarahumares. — Misiones  de  la  provincia  de  Coahuila. — 
Nueva  Extremadura. — Trabajos  apostólicos  en  el  nuevo  reino  de  León. — Mi- 
siones en  Tampico. — Entrada  y  establecimiento  de  las  misiones  del  Nayarit. 
— Espíritu  y  dificultades  de  las  misiones  en  el  siglo  XVIII. 


bibliografía  especial 

Ar.EGBE,  JAVTEB. — Historia  de  la  Compañía  de  Jesús  en  Noera  Espaüía.— Mé- 
xico,   lí^L'. 

ABBECIVITA,  JUAN  DOMINGO.— Crónica  Seráfica  y  Apo«t6U<»  d«I  Oolerio  de 
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ASTRAIX,  ANTONIO. — Historia  de  la  Compañía  de  Jesús  en  la  Asistencia  de 
Espaffa. — Madrid,  1925. 

ESPINOSA,  ISIDRO  FÉLIX  DE.— Chronlca  ApostóUra  y  SeráHca  de  todos  Io«  Co- 
legios de  Propag^anda   Tide  de  esta  Nueva  EspaiSa. — México,   1746. 

HEBN.VEZ,  JAVIEB. — Balas,  Breves  y  otros  Documentos  relativos  a  la  Iglesia  de 
América. — Bruselas,  1S79. 

OBOZCO  Y  BERBA,  MANTEL.— Documentos  para  la  Historia  de  Méxlce.  4a.  Serie. 
Tomos   1  a  7. — México,   1787. 

OBTEG.A,   JOSÉ. — Apostólicos    afanes    de   la   Compañía   de   Jesús. — Barcelona,   1754. 

PEBEZ  DE  EIVAS,  AND  BES  .—Historia  de  los  Triunfos  de  Nuestra  Santa  Fe. — 
Madrid,  1&45. 

SÁNCHEZ,    DANIEL.- Fray    .\ntonio    Margll    de    Jesús.— Guatemala,    1917. 

SOTO  MAYOB,  FB.ANCISCO.— Historia  del  Colegio  Apostólico  de  Zacatecas.— Za- 
catecas,  ISSÍ). 

PAL.\r,    FB.4>íCISCO.— Vida   de   Fray   JunIi»ero    Serra.— México,   1787. 

VAN'EGAS,  JIIGCEL. — El  Apóstol  Mariano  representado  en  la  Vida  deJ  V.  P.  Joan 
Harfa  de  Salvatierra. — México,  1754. 


300  LAS  MISIONES 

UNQUE  la  creación  de  los  obispados  del  norte  ya  daría 
oportunidad  para  que  las  misiones  se  reseñasen  entre 
las  instituciones  de  la  Iglesia  organizada,  sin  embargo, 
las  realidades  históricas  hasta  el  fin  del  siglo  XVIII  y 
por  muchos  años  después,  nos  llevan  a  la  dolorosa  conclusión  de 
que  aquellos  organismos  parciales  no  vivían  del  gran  organismo 
jerárquico  de  la  Iglesia  Mexicana  y  les  faltaba  mucho  para  llegar 
a  ello. 

La  historia  de  las  Misiones  en  nuestro  siglo  XVIII  es  nada 
menos  que  la  historia  de  la  mayor  parte  de  la  República,  porque 
aunque  la  línea  de  civilización  había  ya  avanzado,  determinada  por 
los  puntos:  Soto  la  Marina,  Monterrey,  Monclova,  y  al  otro  lado 
de  la  Sierra  Madre,  hasta  Ostimuri  o  Alamos;  por  otra  parte  las 
conquistas  hacia  el  norte  se  extendían  cada  vez  más  en  comarcas 
más  extensas  y  cada  vez  más  pobladas  y  salvajes. 

Nosotros,  sin  embargo,  no  nos  internaremos  por  ellas  indefi- 
nidamente: persistimos  en  nuestro  límite  inicial,  dejando  de  na- 
rrar, con  mucho  dolor,  conquistas  espirituales  tan  eclesiásticas  y 
tan  mexicanas  como  fueron  las  emprendidas  en  Texas  por  misione- 
ros queretanos,  en  la  Nueva  California,  por  misioneros  zacateca- 
nos,  y  en  Nuevo  México  por  la  antiquísima  y  benemérita  provincia 
del  Santo  Evangelio,  y  sólo  por  unos  momentos  nos  asomaremos  a 
esas  regiones  para  recoger  reverentes  la  sangre  de  nuestros  már- 
tires y  paisanos  allá  derramada,  para  con  ella  honrar  las  páginas 
de  esta  historia. 


Con  haber  diferentes  crónicas  sobre  nuestras  misiones  en  el 
continente,  faltaba  una  historia  de  conjunto  y  la  echaron  de  me- 
nos en  el  gabinete  de  Carlos  III ;  por  lo  que  en  31  de  enero  de  1784 
se  giró  real  orden  que  recibió  el  virrey  D,  Matías  de  Calvez  para 
que  tal  historia  se  escribiese.  Verdaderamente  no  sabían  lo  que  pe- 
dían y  la  gran  dificultad  que  encerraba  el  contestar  al  interrogato- 
rio que  con  tanta  facilidad  formularon  en  Madrid. 

Sólo  la  eficacia  del  segundo  Revillagigedo  y  el  talento  y  laborio- 
sidad de  su  anónimo  cronista,  lograron  después  de  diez  años, 
reunir  y  redactar  un  conjunto  de  noticias  ordenadas  sobre  las  mi- 
siones que  para  nosotros  resulta  un  documento  de  primer  orden: 
sus  datos  en  efecto,  y  en  cuanto  hemos  podido  comprobarlo,  son 


C.   I.    MISIONES   DEL   CONTINENTE  301 

exactos  y  pueden  documentarse  con  las  mismas  piezas  manuscritas 
que  le  sirvieron  de  base  y  ahora  se  encuentran  en  el  Archivo  Gene- 
ral de  la  Nación  en  tres  secciones:  "Intendencias,"  "Provincias 
Internas"  y  "Misiones."  La  imparcialidad  de  su  criterio  se  prueba 
por  un  juicio  reflejo;  por  el  buen  concepto  que  muestra  de  la  labor 
jesuítica  en  dichas  misiones,  no  acá  y  acullá,  sino  embebido  en  todo 
el  documento,  aun  sabiendo  que  con  ello  iba  a  molestar  en  gran 
manera  a  los  anti jesuíticos  ministros  de  Carlos  III,  que  tales  infor- 
mes pedían. 

Aun  cuando  principalmente  narra  Revillagigedo  los  hechos 
acaecidos  en  las  postrimerías  del  siglo,  con  mirada  retrospectiva 
sintetiza  los  hechos  pasados  y  por  todo  ello,  esta  preciosa  caii;a  tie- 
ne que  ser  el  insustituible,  inmejorable  documento  entre  sus  con- 
temporáneos para  la  historia  de  nuestras  misiones  del  norte.  Por 
eso,  lo  habremos  de  utilizar  descartando  para  apéndices  los  esta- 
dos y  partes  áridas  menos  necesarias  y  supliendo  lo  que  el  buen 
virrey  no  consignó  en  su  escrito,  porque  tampoco  se  le  pedía,  pero 
que  para  nosotros  resulta  muy  principal:  la  vida  espiritual  de  las 
misiones  con  sus  vicisitudes  y  sus  salientes  particularidades,  así 
en  hechos  como  en  individuos. 

Hechas  estas  advertencias,  irán  viendo  sucesivamente  nues- 
tros lectores  la  descripción  de  las  misiones  de  Sonora  y  Sinaloa, 
las  de  la  Intendencia  de  Durango,  principalmente  la  de  la  Tara- 
humara,  las  de  Coahuila  y  Nuevo  León  así  como  las  del  nuevo  San- 
tander en  el  hoy  Estado  de  Tamaulipas.  En  cambio,  no  nos  parece 
incluir  en  esta  genera]  descripción  las  llamadas  misiones  de  Río 
Verde,  pues  aunque  con  tal  nombre,  no  eran  más  que  parroquias  de 
regulares,  ni  tampoco  la  de  Sierra  Gorda,  ya  historiada  en  el  siglo 
anterior  donde  tuvo  su  centro  histórico,  y  más,  habiéndose  secula- 
rizado a  mediados  del  siglo  que  historiamos. 

*         * 

Divídese  la  provincia  de  Sonora  en  tres  grandes  partidos  o  ju- 
risdicciones, que  se  denominan  y  conocen  por  los  nombres  de  la 
misma  provincia,  y  Pimería  Baja  y  Alta:  se  halla  situada  la  pri- 
mera a  las  vertientes  de  la  Sierra  Madre ;  empieza  la  segunda  desde 
el  presidio  de  San  Carlos  de  Buenavista,  en  las  márgenes  del  río 
Yaqui  hasta  el  real  de  la  Cieneguilla,  sobre  la  distancia  de  117  le- 
guas, extendiéndose  la  tercera  desde  este  mismo  real  hasta  el  río 


302  LAS  MISIONES 

Colorado,  y  retrocediendo  por  la  línea  de  presidios  avanzada  al  nor- 
te de  la  provincia,  hasta  el  de  Frontera,  colindante  con  el  Janos, 
oue  es  el  último  de  la  Nueva  Vizcaya. 

Los  territorios  comprendidos  en  las  cuatro  últimas  partidas 
de  la  recopilación  antecedente,  fueron  el  teatro  de  los  apostólicos 
afanes  de  los  regulares  de  la  extinguida  Compañía  de  Jesús,  desde 
el  año  de  1591,  que  fué  el  de  su  ingreso  en  Sinaloa,  hasta  el  de  1767 
de  su  expatriación. 

En  este  tiempo  fundaron  y  administraron  todas  las  misiones 
de  la  provincia,  dejándolas  en  el  estado  más  floreciente  y  en  el  de 
secularizar  o  erigir  en  curatos  la  de  los  partidos  de  Sinaloa,  Os- 
timuri,  y  aun  algunas  de  las  de  ambas  Pimerías,  entregándolas  al 
ordinario. 

Se  iban  a  tomar  estas  providencias  cuando  se  verificó  la  ex- 
pulsión de  lo  jesuítas,  y  como  fué  casi  momentánea,  no  se  halla- 
ron tan  pronto  como  se  necesitaban,  los  recursos  de  sustituir  a  es- 
tos religiosos,  con  los  que  después  de  algún  tiempo  se  hicieron  car- 
go de  las  desamparadas  misiones. 

Para  su  mejor  antiguo  gobierno  las  dividieron  los  regulares 
extinguidos  en  rectorados,  con  la  justa  mira  de  que  los  misioneros 
tuviesen  siempre  a  la  vista  un  inmediato  superior  que  celase  sobre 
su  conducta  y  procedimientos. 

Era,  pues,  cada  pueblo  de  misión  una  grande  familia  que, 
compuesta  de  multitud  de  personas  de  los  dos  sexos  y  de  todas  eda- 
des, reconocían  dócilmente  la  discreta,  suave,  y  prudente  sujeción 
de  su  ministro  doctrinero,  que  miraba,  cuidaba  y  atendía  a  sus  fe- 
ligreses como  verdadero  padre  espiritual  y  temporal,  instruyéndo- 
les en  la  vida  cristiana  y  civil. 

Todos  estaban  impuestos  en  el  catecismo,  asistiendo  con  pun- 
tualidad a  la  misa  en  los  días  festivos,  a  la  doctrina  y  a  los  ejerci- 
cios devotos ;  y  muchos  entendían  y  hablaban  el  idioma  castellano, 
siendo  también  muy  raro  el  regular  extinguido  que  no  sabía  o  no 
se  aplicaba  a  entender  el  de  los  indios  de  su  misión. 

Ninguno  de  éstos  andaba  desnudo;  se  cubrían  con  vestuarios 
humildes,  pero  decentes  y  aseados;  nunca  les  faltaba  su  regular  y 
sobrio  alimento,  y  cada  familia  tenía  su  pequeña  casa,  choza  o 
jacal  dentro  de  pueblos  formales,  tanto  más  reunidos  en  los  terri- 
lorios  avanzados  a  la  frontera,  cuanto  era  mayor  su  exposición  a 
las  hostilidades  de  las  naciones  bárbaras  o  gentiles,  por  cuya  ra- 


C.  I.  MISIONES  DEL  CONTINENTE  303 

zón  no  sólo  se  cercaban  con  sencillas  murallas  o  tapias  de  adobe  o 
piedra,  sino  que  se  defendían  con  pequeños  torreones  fabricados 
sobre  los  ángulos  de  la  población. 

Las  iglesias  eran  capaces  y  proporcionadas;  algunas  podrían 
llamarse  suntuosas  con  respecto  a  su  destino  y  situación,  y  por  lo 
común  lo  eran  todas  en  sus  altares,  en  sus  imágenes,  en  sus  pintu- 
ras exquisitas,  y  en  la  rica  y  aun  opulenta  provisión  de  ornamen- 
tos, vasos  sagrados  y  otros  utensilios. 

Las  casas  de  los  padres  ministros,  sus  modestos  pero  comple- 
tos muebles,  los  almacenes  y  trojes  para  depósito  y  conservación 
de  semillas,  frutos,  géneros  y  efectos  de  primera  necesidad,  eran 
edificios  y  adquisiciones  que  acreditaban  el  arreglo  y  económico 
gobierno  de  los  fundadores  de  las  misiones  de  Sonora. 

Nada  de  esto  podía  hacerse  con  los  cortos  sínodos  de  300  pe- 
sos que  consignaba  la  piedad  del  rey  a  cada  misionero,  y  cobraba 
anualmente  uno  de  los  regulares  extinguidos,  con  el  título  de  pro- 
curador, en  las  cajas  de  esta  capital;  pero  así  como  se  esmeraban 
los  padres  ministros  en  cuidar  muy  particularmente  del  alimento, 
vestuario  y  educación  cristiana  de  sus  indios,  también  les  obligaron 
con  prudencia  a  trabajar  en  las  labores  del  campo,  y  en  las  que  po- 
dían desempeñar  dentro  de  sus  pueblos  con  conocidas  y  ventajosas 
utilidades. 

Por  este  medio  llegaron  las  misiones  de  los  regulares  extin- 
guidos, casi  en  lo  general,  a  la  mayor  opulencia,  aumentándose  sus 
bienes  con  las  mercedes  de  tierras  que  registraron,  y  de  que  toma- 
ron posesión  con  títulos  reales  para  establecer  estancias,  o  ranchos 
de  ganados  mayores  y  menores,  con  abundantes  criaderos  de  ye- 
guas, caballos  y  muías. 

Estos  bienes  temporales,  adquiridos  en  propiedad  para  bene- 
ficio de  los  indios,  y  de  los  pueblos  e  iglesias,  se  consideraron  co- 
rrespondientes a  los  regulares  extinguidos  al  tiempo  de  su  expa- 
triación ;  y  como  entonces  por  no  haber  otros  misioneros  que  los 
sustituyesen,  se  pusieron  a  cargo  de  distintas  personas  seculares, 
con  nombramientos  de  comisarios  reales,  hasta  que  el  Sr.  marqués 
de  Sonora,  siendo  visitador  general,  dispuso  su  devolución  a  los 
nuevos  ministros  sagrados,  ha  sido  esta  la  verdadera  causa  motriz 
de  la  ruina  de  las  misiones,  hallándose  el  mayor  número  de  ellas 
sin  sacerdotes,  sin  iglesias  y  sin  los  bienes  de  comunidad  que  disi- 
paron los  comisarios  reales. 


304  LAS   MISIONES 

La  misión  de  Sonora  es  una  de  las  que  merecen  el  mayor  cui- 
dado y  atención,  por  su  vecindad  inmediata  a  la  península  de  Ca- 
lifornia, por  lo  dilatado  de  sus  territorios,  que  pueden  llamarse 
desiertos,  sin  embargo  de  que  según  los  últimos  padrones  formados 
en  el  año  de  1781,  consistía  el  número  de  sus  habitantes  en  87,644 
personas  de  los  dos  sexos,  de  todas  edades  y  castas. 

Por  lo  descubierto  de  sus  costas  del  mar  del  sur  y  por  las  ri- 
quezas que  ofrece  esta  provincia  en  sus  minerales  y  placeres  de  oro 
y  plata,  en  la  fertilidad  de  sus  campos,  muy  a  propósito  para  la 
abundancia  de  cría  de  ganados,  para  la  siembra  de  toda  clase  de 
semillas  y  frutos,  y  para  el  cultivo  del  algodón,  grana  y  añil;  y 
finalmente  en  sus  placeres  de  perlas,  descubiertos  y  abandonados 
por  la  falta  de  gentes  y  de  auxilios,  y  por  las  hostilidades  de  los 
indios  bárbaros,  merece  Sonora  el  mayor  cuidado  y  atención. 


MISIONES  DE  LA  INTENDENCIA  DE  DURANGO, 
ESTABLECIDAS   EN  EL  TERRITORIO  DE   LA   NUEVA  VIZCAYA 

Esta  provincia  es  el  centro  de  todas  las  internas,  y  la  mayor, 
más  rica,  poblada  y  de  antigua  conquista:  se  halla  entre  los  23° 
33'  de  latitud  boreal  y  entre  los  225«  y  271«  de  longitud,  contada 
desde  el  meridiano  de  Tenerife,  y  se  subdivide  en  cuatro  partes  o 
grandes  territorios  que  se  conocen  por  los  nombres  de  Tepehuanes, 
Tarahumara,  Topia  y  Batopilas. 

La  ciudad  de  Durango  o  Guadiana,  la  villa  del  Nombre  de  Dios, 
los  valles  de  Santiago  de  Papasquiaro  y  San  Bartolomé,  los  reales 
de  minas  del  Parral,  del  Oro,  de  Indee,  Chihuahua  y  Conguariachi, 
son  las  principales  poblaciones  de  Nueva  Vizcaya,  habiéndose  sus- 
traído de  ella  y  agregado  a  la  provincia  de  Coahuila,  en  virtud  de 
real  orden  de  21  de  mayo  de  1785,  el  grande  pueblo  de  Parras  y  la 
villa  del  Saltillo. 

Según  los  últimos  padrones  formados  en  los  años  de  79,  80  y 
81,  pasan  de  120,000  personas  de  los  dos  sexos  y  de  todas  edades  y 
castas  las  que  pueblan  esta  dilatada  provincia,  capaz  de  mantener 
un  millón  de  gentes  en  sus  fértilísimos  y  verdaderamente  desier- 
tos territorios. 

Fueron  muchas  las  naciones  que  poblaban  los  territorios  de 
Nueva  Vizcaya  al  tiempo  de  su  conquista;  pero  hasta  fines  del  si- 


C.  I.  MISIONES  DEL  CONTINENTE  305 

glo  XVI  no  empezaron  a  reducirse  y  congregarse  en  las  misiones 
que  fundaron  los  regulares  extinguidos,  y  algunas,  aunque  en  corto 
número,  los  franciscanos  de  la  provincia  de  Zacatecas. 

Los  regulares  extinguidos  administraron  las  de  su  cargo  ba- 
jo las  mismas  reglas  de  buen  gobierno  que  las  de  Sonora,  entre- 
gando a  la  mitra  las  que  pudieron  secularizarse  en  distintos 
tiempos. 

En  el  de  la  expatriación  de  dichos  religiosos  dejaron  vivas  27 
misiones  que  despojadas  de  sus  bienes  temporales,  se  pusieron  a 
cargo  de  sacerdotes  clérigos  y  de  los  misioneros  del  colegio  apos- 
tólico de  Nuestra  Señora  de  Guadalupe  de  Zacatecas. 

En  cuanto  a  gobierno  y  política  de  los  pueblos  de  Indios,  se 
han  tomado  en  todos  tiempos  muchas  providencias  arregladas  a  las 
leyes  por  mis  antecesores,  por  los  gobernadores  de  las  provincias, 
y  por  los  comandantes  generales ;  pero  como  todos  los  vicios  de  pro- 
vincias internas  son  de  constitución,  no  es  muy  fácil  remediarlos,  ni 
por  consecuencia  las  malas  costumbres  de  los  indios,  su  aplicación 
y  desidia  a  la  agricultura,  a  las  artes  y  a  todo  lo  que  pueda  contri- 
buir a  sus  intereses  particulares  que  desprecian,  prefiriendo  la  li- 
bertad o  el  desahogo  de  sus  inclinaciones  para  la  embriaguez,  a  la 
lujuria  y  al  robo. 


MISIONES  DE  LA  PROVINCIA  DE  COAHUILA 

O  NUEVA  EXTREMADURA,  COMPRENDIDA  EN  EL  GRANDE  DISTRITO 

DE  LA  INTENDENCIA  DE  SAN  LUIS  POTOSÍ 

En  la  mitad  del  siglo  próximo  pasado  (1650),  se  ocupó  o  con- 
quistó una  parte  de  los  inmensos  y  desiertos  territorios  que  se  supo- 
nen correspondientes  a  la  provincia  de  Coahuila,  situada  entre  los 
26  y  32  grados  de  latitud  boreal,  y  entre  los  262  y  272  grados  de 
longitud  desde  el  meridiano  de  Tenerife. 

La  temporada  del  in^iorno,  extremadamente  fría  en  esta  pro- 
vincia, se  reduce  a  los  meses  de  noviembre,  diciembre  y  enero, 
siendo  del  mismo  modo  calurosas  las  demás  estaciones  del  año,  pero 
muy  saludable  el  temperamento;  lo  que  se  atribuye  a  la  limpieza 
de  los  territorios. 

Todo  su  número  consistía,  según  los  padrones  del  año  de  80, 
en  8,319  almas ;  pero  hoy  es  mayor  la  población,  porque  en  cumplí- 


306  LAS  MISIONES 

miento  de  la  real  orden  de  21  de  mayo  de  1785,  se  separaron  de  la 
provincia  de  Nueva  Vizcaya  y  agregaron  a  la  de  Coahuila  las  ju- 
risdicciones del  Saltillo  y  Pan-as,  de  competentes  vecindarios. 

Fundaron  estas  misiones  los  religiosos  de  la  provincia  de  Ja- 
lisco; administraron  muchos  años  las  de  San  Juan  y  San  Bernar- 
do los  del  colegio  apostólico  de  la  Santa  Cruz  de  Querétaro,  y  hoy 
se  hallan  todas  a  cargo  de  los  descalzos  de  Pachuca. 

Muchos  serían  los  indios  que  desde  la  mitad  del  siglo  XVI  so- 
licitaron o  se  ofrecieron  al  catequismo,  si  se  regula  el  número  de 
ellos  por  el  de  sus  naciones;  pero  lo  cierto  es  que  se  redujeron  muy 
poco  a  los  pueblos  de  misión  en  su  establecimiento,  y  que  solamen- 
te han  quedado  unos  cortos  restos  de  aquellas  naciones,  con  la  con- 
fusa memoria  de  sus  nombres. 

La  corta  porción  de  indios  reducidos  en  la  provincia  de  Coa- 
huila ha  causado  al  erario  del  rey  el  dispendio  de  millones  de  pesos 
en  el  discurso  de  117  años,  desde  el  de  1676  que  fué  el  del  estableci- 
miento de  la  primera  misión,  para  mantenerlas,  sosegar  inquietu- 
des de  los  mismos  indios  con  tropas  volantes  y  presidíales,  y  con- 
servar el  dominio  de  un  dilatado  país,  que  aunque  cubierto  de  nu- 
merosa gentilidad,  nunca  ha  sido  posible  atraerle  a  la  religión  y 
al  vasallaje. 

Erigidas  las  misiones,  se  mercenaron  o  señalaron  a  cada  uno 
los  términos  o  tierras  de  su  pertenencia  con  tanta  generosidad,  que 
la  que  menos  cuenta  por  suyos  cincuenta  sitios  de  ganado,  habién- 
doseles franqueado  todos  los  auxilios  que  pudieron  conducirlas  al 
estado  más  opulento. 

Sin  embargo,  ni  estos  medios  poderosos,  ni  los  que  procura- 
ban proporcionar  los  religiosos  de  Jalisco  a  beneficio  de  los  indios 
reducidos,  alcanzaron  al  arreglo  de  sus  pueblos  de  misión,  hasta 
que  en  el  año  de  1690  se  condujeron  a  la  de  San  Miguel  de  Aguayo 
catorce  familias  de  tlaxcaltecas  del  pueblo  de  San  Esteban  del  Sal- 
tillo, colonia  de  la  antigua  Tlaxcala,  para  que  instruyesen  a  los  neó- 
fitos en  las  labores  del  campo,  en  la  cría  y  conservación  de  gana- 
dos, y  en  las  fábricas  de  su  iglesia,  casas  y  oficinas  necesarias. 

Esta  acertada  providencia  fué  repetida  en  el  año  de  1694, 
trasladándose  otras  diez  familias  tlaxcaltecas  a  la  misión  de  San 
Bemardino  de  la  Candela,  y  siendo  hoy  estos  indios  los  dueños  ver- 
daderos de  las  cuatro  primeras  misiones  y  que  llamaremos  bajas, 
para  la  más  fácil  o  menos  confusa  explicación  de  su  actual  esta- 


C.    I.    MISIONES    DEL    CONTINENTE  307 

do,  y  del  que  tienen  las  otras  cuatro  misiones  altas,  avanzadas  al 
norte,  y  establecidas  en  los  partidos  de  Gigedo  y  presidio  del  Río 
Grande. 

Las  veinticuatro  familias  tlaxcaltecas,  que  se  han  ido  aumen- 
tando felizmente  desde  el  tiempo  de  su  transmigración,  componen 
con  otras  cincuenta  y  nueve  de  varias  castas,  los  vecindarios  de  las 
cuatro  misiones  bajas,  porque  de  los  indios  reducidos  han  quedado 
solamente  las  ciento  ochenta  y  una  personas  de  los  dos  sexos  y 
de  todas  las  edades  que  existen  en  la  misión  de  San  Miguel  de 
Aguayo. 

También  se  ha  minorado  considerablemente  el  número  de  los 
que  se  congregaron  en  las  cuatro  misiones  altas,  sin  embargo  de 
que  en  la  de  San  Francisco  de  Vizarrón  fué  admitida  una  porción 
de  los  julimes,  venados,  cíbolos,  norteños  y  cholones,  fugitivos  de 
la  Nueva  Vizcaya. 

Las  costumbres  de  estos  indios  vagantes,  y  de  los  correspon- 
dientes a  las  parcialidades  reducidas  de  Coahuila,  no  pueden  ser 
más  perversas,  porque  dominados  de  toda  clase  de  vicios,  y  en  par- 
ticular de  la  embriaguez,  huyen  del  trabajo,  y  siempre  hambrientos 
y  desnudos,  se  roban  unos  a  otros  cuanto  pueden,  ejecutando  lo 
mismo  en  los  demás  territorios  de  la  provincia;  y  dando  repetidas 
sospechas  de  que  cuando  no  se  unan  con  los  apaches  lipanes  para 
hostilizar,  les  sir\^an  de  espías  o  les  avisen  el  estado  de  nuestras 
poblaciones  y  los  movimientos  de  las  tropas  para  que  sean  menos 
aventurados  los  insultos. 

No  así  los  indios  tlaxcaltecas,  porque  conservando  la  cons- 
tante fidelidad  heredada  de  sus  mayores,  forman  la  parte  más  se- 
gura y  recomendable  de  los  vecindarios  de  Coahuila,  de  suerte 
que  sus  pueblos  florecientes  deberían  ya  erigirse  en  curatos,  aun- 
que a  los  nuevos  párrocos  se  les  consignase  algún  sínodo  a  los 
principios  de  su  establecimiento,  porque  siempre  sería  menor  es- 
te gravamen  que  el  de  los  que  ahora  satisface  la  real  hacienda  a 
los  religiosos  que  administran  las  misiones. 

Las  altas  podrían  también  erigirse  en  curatos,  estableciéndo- 
se uno  en  el  presidio  del  Río  Grande,  y  otro  en  la  misión  del  Dul- 
císimo Nombre  de  Jesús  de  Peyotes,  situada  en  el  paraje  más  fe- 
cundo de  la  provincia,  a  distancia  de  500  pasos  de  la  doctrina  de  San 
Francisco  de  Vizarrón  y  a  la  de  un  cuarto  de  legua  de  la  de  San 
Pedro  de  Gigedo ;  siendo  tan  fácil  esta  reunión,  como  la  de  las  mi- 


308  LAS  MISIONES 

siones  de  San  Juan  y  San  Bernardo,  que  se  hallan  ubicadas  a  me- 
dio cuarto  de  legua  del  presidio  de  Río  Grande,  en  sus  extremos 
de  oriente  a  poniente. 

Aunque  todos  los  indios  de  la  provincia  usan  de  sus  idiomas, 
entienden  y  hablan  perfectamente  el  castellano,  por  lo  que  no  ne- 
cesitan los  religiosos  misioneros  de  aplicarse  ímprobamente  a  sa- 
ber los  distintos  de  sus  feligreses. 

Desde  que  se  fundaron  las  misiones  han  tenido  sus  gobernado- 
res, alcaldes  y  regidores :  se  eligen  y  nombran  anualmente  con  arre- 
glo a  las  leyes  de  la  Recopilación;  el  gobernador  de  la  provincia 
aprueba  los  nombramientos  de  los  cabildos  respectivos  a  las  misio- 
nes bajas,  y  el  capitán  del  presidio  del  Río  Grande  los  de  las  co- 
rrespondientes a  las  altas. 

Estos  cabildos  cuidan  del  buen  gobierno  y  policía  de  sus  pue- 
blos, oyen  las  quejas  de  los  indios  y  les  administran  justicia;  pero 
en  las  causas  criminales  entienden  los  jueces  reales  del  partido, 
con  apelación  al  gobernador  de  la  provincia  de  quien  son  tenientes 
o  subdelegados. 

En  niguna  misión  se  ha  hecho  formal  repartimiento  de  tie- 
rras. El  gobernador  de  las  misiones  bajas  señala  el  pedazo  que  debe 
cultivar  en  el  año  cada  indio,  padre  de  familia,  y  ellos  son  dueños 
de  las  semillas  que  cosechan,  de  los  frutos  que  cogen,  y  de  los  es- 
quilmos de  sus  pequeños  rebaños  de  ganado  mayor  y  menor. 

En  las  misiones  altas  se  hacen  las  siembras  de  comunidad,  y 
los  misioneros  ejercitan  los  oficios  de  padres  espirituales  y  tempo- 
rales, obligando  a  los  indios  a  que  trabajen  en  las  labores  del  cam- 
po, en  alzar  sus  cosechas,  y  custodiarlas  en  sus  trojes  y  almacenes; 
les  asisten  diaria  y  semanariamente,  con  todo  lo  que  necesitan  para 
su  alimento;  cuidan  de  sus  vestuarios,  de  la  venta  y  expendio  opor- 
tuno de  las  semillas  y  frutos  sobrantes,  del  ganado  que  no  necesi- 
tan, y  de  los  tejidos  de  lana  y  algodón  que  se  fabrican  en  los  obra- 
jes establecidos  por  los  religiosos  de  la  Santa  Cruz  de  Querétaro, 
en  las  misiones  de  San  Juan  de  Dios  y  San  Bernardo. 

Los  indios  de  ellas,  y  los  de  las  de  Vizarrón  y  Peyotes  serían 
fáciles,  si  no  se  entregasen  a  la  ociosidad  y  a  los  vicios,  y  si  fuesen 
menos  inclinados  al  hurto,  siendo  ésto  causa  de  que  los  padres  mi- 
nistros tengan  de  valerse  con  precisión  de  algunos  hombres  de  los 
que  llaman  de  razón,  que  en  la  clase  de  mayordomos  y  ayudantes 
conducen  a  los  indios  al  trabajo,  cuidando  las  siembras  y  ganados 


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C.  I.  MISIONES  DEL  CONTINENTE  309 

y  de  la  custodia  de  las  semillas,  frutos  y  esquilmos  de  cuyas  ventas 
salen  también  parte  de  los  gastos  del  culto  divino. 

Las  iglesias  se  mantienen  decentes,  sus  fábricas  son  de  adobe, 
exceptuándose  la  de  San  Juan  Bautista,  que  es  de  piedra,  y  la  de 
igual  solidez  que  empezaron  los  religiosos  del  colegio  de  Querétaro 
en  la  de  San  Bernardo  y  que  concluida  podrá  ser  la  mejor  de  toda 
la  provincia,  de  suerte  que  sólo  la  de  la  misión  de  la  Candela  ame- 
naza próxima  ruina,  y  debe  pensarse  en  su  reedificación. 

No  hay  hermandades  ni  otras  cofradías  que  la  que  fundó  en 
la  misión  de  San  Francisco  de  Tlaxcala  con  el  título  de  Nuestra 
Señora  de  la  Concepción,  el  reverendo  obispo  de  Guadalajara,  D. 
Juan  Santiago  de  León  Garavito,  cuando  visitó  la  provincia  en  el 
año  de  1682 ;  pero  la  corta  renta  que  dejó  impuesta  se  ha  perdido,  y 
no  tiene  la  cofradía  otros  fondos  que  el  de  las  pequeñas  limosnas  de 
los  fieles,  corriendo  su  colectación  a  cargo  de  un  indio  tlaxcalteca, 
que  con  el  nombramiento  de  mayordomo  hace  los  gastos  precisos 
y  rinde  sus  cuentas  al  fin  del  año  al  cura  de  la  villa  de  Monclova, 
con  intervención  del  padre  misionero. 

Los  del  colegio  de  Propaganda  Fide  de  Pachuca  se  encargaron 
de  todas  las  misiones  desde  el  año  de  1781,  con  real  aprobación  de 
S.  M.  que  solicitó  el  Sr.  caballero  de  Croix,  siendo  comandante  ge- 
neral de  provincias  internas;  y  no  hay  duda  que  estos  religiosos 
han  correspondido  a  las  esperanzas  bien  fundadas  de  su  virtud  y 
celo,  pues  es  notorio  que  han  restablecido  hasta  lo  posible  el  esta- 
do decadente  en  que  se  hallaban  las  misiones  de  la  provincia  de 
Coahuila;  pero  resplandecerían  más  sus  afanes  apostólicos,  si  lo- 
grasen la  reducción  de  las  numerosas  parcialidades  de  apaches,  li- 
panes,  natagees  y  mezcaleros,  que  siempre  se  han  resistido  al  ca- 
tecismo y  al  suave  dominio  del  rey,  y  que  han  ejecutado  las  mayo- 
res hostilidades  en  las  provincias  internas. 

MISIONES  DEL  NUEVO  REINO  DE  LEÓN 

El  nuevo  Reino  de  León  fué  descubierto  y  ocupado  en  los  años 
inmediatos  a  la  conquista  de  la  metrópoli  de  estos  dominios :  dista 
de  ella  130  leguas  al  norte;  está  situado  por  la  parte  del  este  de  la 
Siei*ra  Madre,  extendiéndose  al  pie  de  ella  N.  S.  desde  los  23  hasta 
los  28  grados  de  latitud  boreal,  y  desde  los  270  hasta  los  272  de  lon- 
gitud, contada  desde  el  meridiano  de  Tenerife:  lo  rodean  las  juris- 
dicciones de  Coahuila,  Colonia,  Nueva  Galicia  y  Nueva  Vizcaya; 


310  LAS  MISIONES 

es  su  situación  áspera  y  montuosa;  su  temperamento  inclina  a  cá- 
lido; sus  territorios  producen  mucho  maíz  y  caña  dulce,  mante- 
niendo abundantes  crías  de  toda  especie  de  ganados;  en  sus  sie- 
rras se  han  descubierto  infinitos  materiales  de  plata  de  cortas  e 
inferiores  leyes,  y  el  número  de  sus  vecindarios  puede  exceder  de 
16,000  almas. 

Los  primeros  gobernadores,  abusando  de  sus  facultades,  re- 
partían a  los  indios  en  varias  encomiendas,  sin  poner  particular  cui- 
dado en  que  les  enseñasen  los  dogmas  católicos,  ni  el  interés  y  co- 
modidades de  la  vida  racional,  hasta  que  los  religiosos  franciscanos 
de  la  provincia  de  Zacatecas  fundaron  por  los  años  de  675  y  676, 
ocho  misiones  en  distintos  territorios  del  Nuevo  Reino. 

Los  encomenderos  no  recibían  tributos  de  sus  indios;  pero  les 
obligaban  con  rigor  a  que  trabajasen  en  sus  estancias  y  haciendas, 
abandonándolos  cuando  no  necesitaban  de  su  servicio,  para  que 
buscasen  el  alimento,  en  los  montes  y  sierras,  donde  vivían  bárba- 
ramente en  su  entera  libertad. 

De  todos  los  insinuados  graves  males,  y  de  la  situación  débi- 
lísima en  que  se  hallaban  las  ocho  referidas  misiones,  dio  cuenta 
al  rey  el  reverendo  obispo  de  Guadalajara,  D.  Juan  Santiago  Ga- 
ravito,  después  de  haber  hecho  la  visita  más  prolija  de  su  diócesis. 

En  consecuencia  se  expidió  real  cédula  de  14  de  marzo  de  1765, 
en  que  conformándose  con  lo  acordado  en  el  supremo  Consejo  de 
Indias,  en  vista  de  un  juicioso  dictamen  muy  arreglado  a  las  leyes 
de  la  Recopilación  que  expuso  su  fiscal,  y  de  que  se  incluyó  copia, 
se  dignó  prevenir  S.  M.  que  oyendo  el  virrey  el  voto  consultivo  del 
acuerdo  de  esta  audiencia  y  pidiendo  nuevos  informes  al  obispo  de 
Guadalajara,  se  tomasen  prontas  y  serias  providencias  para  poner 
en  el  mejor  estado  las  misiones  del  Nuevo  Reino  de  León,  y  reducir  a 
los  indios  infieles,  libertando  a  éstos  y  a  los  ya  cristianos  de  todo  ser- 
vicio personal,  y  que  se  extinguiesen  para  siempre  las  encomiendas. 

Conseguida  la  tranquilidad  de  unos  y  otros  se  suprimieron 
las  encomiendas,  y  arregladas  las  misiones  se  fué  también  logrando 
la  secularización  de  algunas,  pues  en  el  año  de  1767  sólo  existían 
la  de  Nuestra  Señora  de  Guadalupe,  Concepción,  Purificación  y 
San  Cristóbal. 

En  este  último  tiempo  ejecutó  la  visita  y  revista  de  presidios 
internos  el  teniente  general  marqués  de  Rubí ;  y  habiendo  manifes- 
tado en  su  informe  general,  que  el  Nuevo  Reino  de  León  no  se  ha- 
llaba ya  expuesto  a  invasiones  de  enemigos  y  que  sus  vecindarios 


C.  I.  MISIONES  DEL  CONTINENTE  311 

podían  defenderse  por  sí  mismos  en  el  caso  de  ocurrir  nuevas  hos- 
tilidades, mandó  S.  M.  en  el  artículo  27  de  la  instrucción  inserta  al 
reglamento  de  presidios  del  año  de  1772,  que  se  reformase  el  que 
existía  en  la  ciudad  de  Monterrey,  capital  de  dicho  reino  y  que  en 
cada  una  de  las  cuatro  referidas  misiones  se  pusiesen  dos  soldados 
salvaguardias. 

En  el  año  de  1773  comisionó  el  virrey  D.  Antonio  Bucareli 
al  gobernador  de  la  provincia  D.  Francisco  Echegaray,  para  que 
acreditase  el  cumplimiento  de  lo  determinado  por  S.  M.  como  se  ve- 
rificó inmediatamente,  sin  otra  diferencia  que  la  de  no  haberse 
puesto  los  dos  soldados  salvaguardias  en  la  misión  de  Nuestra  Se- 
ñora de  Guadalupe,  que  ya  se  había  extinguido,  porque  no  tenía 
indio  alguno. 

Es  cierto  que  cuando  ejecutó  su  visita  el  teniente  general, 
marqués  de  Rubí,  se  hallaba  sosegado  el  Nuevo  Reino  de  León; 
pero  en  el  año  de  74  empezaron  a  experimentar  grandes  hostilida- 
des de  los  apaches,  lipanes  y  mezcaleros,  que  no  resistían  los  vecin- 
darios, poniéndolos  en  la  mayor  consternación. 

Se  tomaron  las  providencias  de  alistarlos  en  compañías  de  mi- 
licias, de  prevenir  al  comandante  inspector  de  presidios  D.  Hugo 
Oconor,  que  las  tropas  de  la  frontera  de  Coahuila  procurasen  pre- 
caver el  ingreso  de  los  indios  enemigos,  y  de  colocar  un  destaca- 
mento de  25  hombres  en  la  villa  de  San  Juan  de  Horcasitas,  o  Pun- 
ta de  Lampazos, 

Todo  fué  infructuoso,  porque  cada  día  tomaban  mayor  incre- 
mento las  hostilidades  de  los  apaches,  y  aunque  en  el  año  de  78 
trató  el  virrey  de  facilitar  auxilios  más  eficaces  poniéndose  de 
acuerdo  con  el  comandante  general  independiente  de  provincias 
internas,  caballero  de  Croix,  le  manifestó  este  jefe  que  todas  se  ha- 
llaban del  mismo  modo  hostilizadas  que  el  Nuevo  Reino  de  León; 
que  era  muy  corto  el  número  de  tropas  de  su  mando  para  ocurrir 
a  todas  partes;  y  por  último  que  el  débil  destacamento  de  Punta 
de  Lampazos  no  haría  progresos  sobre  los  indios  enemigos. 

El  virrey  pensó  desde  luego  en  restablecer  la  compañía  refor- 
mada por  el  reglamento  de  presidios,  no  con  las  23  plazas  de  su 
antigua  dotación  sino  con  la  116;  pero  suspendió  sus  providencias 
hasta  recibir  la  soberana  aprobación  del  rey,  que  solicitó  en  carta  de 
27  de  enero  de  1779,  número  4,220,  y  S.  M.  se  dignó  concederla  por 
real  orden  de  9  de  mayo  del  propio  año. 

Sin  embargo,  la  compañía  no  se  arregló  hasta  fines  del  de  82, 


S12  LAS  MISIONES 

gobernando  estos  dominios  el  virrey  D.  Martín  de  Mayorga;  pero 
como  no  cesaban  las  hostilidades,  se  trató  de  mejorar  el  estableci- 
miento de  milicias,  formando  un  cuerpo  de  dragones  provinciales, 
que  debió  de  componerse  de  cinco  escuadrones,  para  que  alternasen 
en  las  fatigas  del  servicio  de  frontera. 

Así  se  determinó  y  puso  en  práctica,  originándose  crecidos  gas- 
tos y  muchas  confusiones  en  su  arreglada  y  legítima  distribución ; 
por  lo  que  volviendo  a  correr  el  expediente  de  la  materia  sus  perezo- 
sos trámites,  concluyó  en  marzo  de  84  con  haber  resuelto  el  virrey 
D.  Matías  de  Gálvez,  que  quedando  existente  la  compañía  volante 
do  Punta  de  Lampazos,  se  levantasen  otras  dos,  poniéndolas  todas 
en  igual  respectiva  fuerza  de  100  plazas. 

Así  se  mantuvieron  hasta  el  día  primero  del  año  de  1789,  en 
que  mi  antecesor  D.  Manuel  Antonio  Flores  dispuso  la  reforma  de 
las  dos  compañías  de  aumento,  y  que  lo  tuviesen  los  sueldos  y  ha- 
beres de  los  oficiales  y  tropa  de  la  de  Punta  de  Lampazos,  dando 
cuenta  al  Rey  de  estas  providencias  por  conducto  del  Sr.  bailío  D. 
Antonio  Valdés,  en  carta  número  949,  de  26  de  abril  del  año  referido. 

No  se  ha  recibido  real  orden  de  aprobación  y  aunque  el  gober- 
nador actual  del  Nuevo  Reino  D.  Manuel  Bahamonde,  ha  solicitado 
en  repetidas  representaciones  el  restablecimiento  de  las  dos  compa- 
ñías reformadas,  nunca  he  condescendido  a  sus  instancias,  persua- 
diéndome de  que  por  ahora  no  hay  motivo  urgente  para  reforzar  las 
defensas  de  aquella  provincia,  constituyendo  el  real  erario  en  un 
nuevo  gravamen  de  gastos,  cuando  me  desvelo  para  economizarlos 
en  todo  lo  posible. 

Así  acaba  de  verificarse  en  las  misiones  que  existían  en  el  men- 
cionado Nuevo  Reino,  pues  conformándose  con  fundados  dictámenes 
del  Rdo.  obispo  Dr.  D.  Andrés  Llamas  de  Valdés,  y  a  pedimento 
del  fiscal  D.  Ramón  de  Posada,  se  han  secularizado  las  de  la  Puri- 
ficación y  Concepción,  agregándolas  al  curato  del  valle  del  Pilón, 
distante  media  legua  de  la  primera  y  una  de  la  segunda,  porque 
aquella  se  componía  de  gentes  que  llaman  de  razón,  sin  indio  algu- 
no, y  porque  el  número  corto  de  los  congregados  en  ésta  se  hallan 
bien  reducidos  y  civilizados,  de  suerte  que  sólo  ha  quedado  la  de 
San  Cristóbal  de  Gualiaces. 

Es  de  antigua  fundación,  y  de  las  que  se  arreglaron  en  el  año 
de  1715,  por  el  gobernador  D.  Francisco  Barbadillo:  dista  dos  y 
media  leguas  al  poniente  de  la  villa  de  Linares,  y  como  treinta  al 


C.  I.  MISIONES  DEL  CONTINENTE  313 

oriente  de  la  ciudad  de  Monterrey;  está  situada  en  un  valle  ame- 
no y  despejado,  con  la  extensión  de  una  legua  por  cada  viento,  en 
cuyo  ámbito  se  comprenden  de  seis  a  siete  caballerias  de  tierras 
limpias  y  desmontadas,  con  dos  manantiales  o  sacas  de  aguas  que 
fecundan  sus  sembrados,  capaces  de  producir  abundantes  cosechas 
de  maíz  y  otras  semillas. 

Para  instruir  en  los  principios  de  la  fe  a  los  indios  gentiles  que 
se  congregaron,  se  tomó  la  providencia  de  trasladar  cincuenta  fami- 
lias tlaxcaltecas  del  pueblo  de  San  Miguel  Mesquitic,  jurisdicción  de 
San  Luis  Potosí ;  y  aunque  se  retiraron  a  los  tres  años,  subsisten  al- 
gunos de  sus  descendientes,  que  forman  la  primera  clase  de  las  fa- 
milias reducidas  en  la  misión  de  San  Cristóbal,  distinguiéndose  to- 
das por  el  orden  que  sigue  (1). 

Los  tlaxcaltecas  conservan  su  heredada  fidelidad  y  buenas  in- 
clinaciones :  los  imitan  en  todo  los  gualahuices  y  borrados,  bien  ins- 
truidos en  el  catecismo,  en  el  idioma  castellano,  aplicados  y  obedien- 
tes; pero  los  demás  indios  son  perversos,  porque  siempre  han  vi- 
vido en  su  entera  libertad,  ociosos,  vagantes,  sin  religión,  entrega- 
dos bárbaramente  a  todo  género  de  vicios  y  consumando  sus  ini- 
quidades con  los  robos  y  muertos  que  han  ejecutado  y  continúan  en 
el  Nuevo  Reino,  y  en  la  colindante  provincia  de  Santander,  ya  so- 
los, o  ya  en  unión  de  los  indios  gentiles  de  la  sierra  de  Tamaulipas. 

Me  ha  comunicado  estas  sensibles  noticias  el  P.  provincial  de 
Jalisco,  ratificándose  el  gobernador  del  Nuevo  Santander,  conde 
de  Sierra-Gorda,  con  la  referencia  de  ocho  homicidios  que  acaban 
de  ejecutar  en  varios  parajes  de  la  provincia  de  su  cargo,  y  mu- 
chos expedientes  antiguos  y  modernos  que  califican  los  pérfidos 
procedimientos  de  las  tres  últimas  naciones  congregadas  en  la  mi- 
sión de  San  Cristóbal. 

Para  ocurrir  al  remedio  más  pronto  de  estos  graves  males  he 
pedido  nuevos  y  justificados  informes  al  reverendo  obispo  y  al 


(1)     Núms.       Nombres  de  las  Naciones.       No.  de  familias       No.  de  almas. 

1  Tlaxcaltecas  11  41 

2  Gualahuices.  27  112 

3  Borrados.  19  95 

4  Come-Pescados.  4  17 

5  Aguaceros.  8  33 

6  Malincheños.  30  92 


Totales.      99  390 


S14  LAS  MISIONES 

gobernador  del  Nuevo  León,  a  fin  de  tomar  las  últimas  determina- 
ciones sujetando  a  los  indios  malos  en  su  mismo  pueblo,  dividién- 
dose con  sus  familias  en  distintos  domicilios  o  disponiendo  que  se 
conduzcan  a  esta  capital  si  fueren  incorregibles. 

En  este  último  caso  podrá  secularizarse  la  misión  de  San  Cris- 
tóbal, agregándola  al  curato  de  la  villa  inmediata  de  Linares,  se 
reformarán  sus  dos  salvaguardias,  y  otras  dos  que  se  aumentaron 
de  las  misiones  extinguidas,  Purificación  y  Concepción,  quedando 
enteramente  libre  la  real  hacienda  del  pagamento  de  estos  sueldos, 
y  de  los  tres  sínodos  con  que  se  asistía  igual  número  de  religiosos 
a  razón  de  250  pesos,  pero  si  hubiere  de  permanecer  la  misión  de 
San  Cristóbal  cuidará  mucho  que  se  encargue  a  uno  o  dos  padres 
ministros  de  acreditada  conducta,  prudencia,  virtud  y  talento:  de 
que  los  dos  ministros  o  cuatro  salvaguardias  sean  hombres  de  va- 
lor y  buenas  costumbres,  de  que  el  gobernador  de  la  provincia  vi- 
site con  frecuencia  la  misión,  hasta  conseguir  su  perfecto  arre- 
glo, contribuyendo  el  celo  pastoral  del  reverendo  obispo  al  logro 
de  estos  fines  importantes  al  servicio  de  Dios  y  del  rey. 

Por  último,  tratando  en  particular  expediente  sobre  mejorar 
el  establecimiento  de  milicias  del  Nuevo  Reino  de  León,  para  que 
con  la  compañía  volante  de  Punta  de  Lampazos  defiendan  vigoro- 
samente los  territorios  de  la  provincia,  franqueándose  recíprocos 
auxilios,  y  combinando  sus  movimientos  con  los  que  deban  ejecutar 
las  tropas  del  Nuevo  Santander,  para  impedir  las  hostilidades  de 
los  apaches,  lipanes  y  mezcaleros,  y  sujetos  los  indios  borrados  de 
las  sierras  Madre  y  Tamaulipas,  facilitándose  de  este  modo  la  re- 
ducción de  éstos  últimos  en  las  misiones  de  la  mencionada  provin- 
cia del  Nuevo  Santander. 

Desde  el  año  de  1726,  propusieron  a  S.  M.  el  gobernador  que 
era  entonces  del  Nuevo  Reino  de  León,  D.  José  de  Jáuregui,  D. 
Antonio  Ladrón  de  Guevara,  vecino  de  la  misma  provincia  y  D. 
Narciso  Martín  de  Montecuesta,  alcalde  mayor  en  aquel  tiempo  de 
la  villa  de  Santiago  de  Valles,  la  conquista  y  reducción  de  la  multitud 
de  naciones  de  indios  gentiles  que  tenían  sus  aduares  o  rancherías  en 
C'l  trozo  de  costa  del  Seno  Mexicano,  nunca  reconocido  por  los  es- 
pañoles, desde  el  río  de  Tampico,  hasta  el  paraje  donde  desemboca 
al  mar  el  Grande  o  Bravo  del  Norte,  y  en  los  territorios  inmedia- 
tos y  ásperas  serranías  que  hoy  se  comprenden  en  el  distrito  o  pro- 
vincia del  Nuevo  Santander,  entre  los  22"  y  29"  de  latitud  boreal 


C.  I.  MISIONES  DEL  CONTINENTE  315 

y  entre  los  273'^  y  277*^  de  longitud  del  meridiano  de  Tenerife.  Con- 
fina por  el  N.  con  la  provincia  de  Texas;  por  el  S.  con  la  sien-a 
de  la  Huasteca ;  por  el  O.  con  el  Nuevo  Reino  de  León,  y  por  el  E. 
con  el  Golfo  de  México,  que  baña  sus  costas. 

Se  ejecutó  en  los  siete  años  que  verdaderamente  deben  con- 
tarse desde  el  de  1749  hasta  el  de  55,  en  que  hizo  sus  fatigas  reco- 
mendables el  coronel  de  milicias  D.  José  Escanden.  Fueron  remu- 
neradas con  el  título  de  Sierra-Gorda. 

En  cuanto  a  misiones,  previno  S.  M.  en  la  precitada  real  cé- 
dula de  29  de  marzo  de  63,  que  se  mantuviesen  agregadas  o  inme- 
diatas a  los  pueblos  de  españoles ;  pero  que  a  éstos  y  a  los  indios  se 
hiciese  señalamientos  y  repartimientos  respectivos  de  tierras  y 
aguas,  arreglándose  también  los  sínodos  de  los  padres  ministros, 
que  importaban  en  su  antiguo  establecimiento  6,150  pesos  anuales. 

A  la  verdad,  no  pueden  llamarse  misiones  todas  las  que  se  ex- 
presan en  relación  precedente  porque  la  mayor  paii:e,  o  no  tienen 
indios,  o  subsisten  gentiles,  los  que  entran  y  salen  por  temporadas, 
ofreciendo  reducirse,  y  nunca  cumpliendo  sus  promesas. 

Serían  excepción  de  esta  regla  general,  las  misiones  de  Nues- 
tra Señora  de  la  Soledad  de  Igoyo,  San  Antonio  de  Tula,  Palmillas, 
San  Pedro  Trespalacios,  San  Joaquín,  Santa  Ana,  Concepción, 
Nuestra  Señora  del  Rosario,  San  Vicente,  Guadalupe  y  San  José; 
pero  casi  todos  los  indios  congregados  en  la  de  San  Joaquín,  Santa 
Ana  y  Concepción,  sobre  la  frontera  del  norte  viven  dispersos  en 
la  costa  del  Río  Grande,  en  los  montes  y  en  su  barbaridad :  sin  otra 
diferencia  de  la  de  no  cometer  hostilidades  y  concurrir  de  auxilia- 
res en  nuestras  campañas  contra  los  apaches ;  siendo  de  muy  nue- 
va erección  las  tres  últimas  misiones,  y  por  consecuencia,  no  hay 
más  que  cinco  de  indios  reducidos. 

Tampoco  deberían  llamarse  villas  unos  pueblos,  que  carecien- 
do de  reales  títulos,  usan  de  aquella  impropia  denominación,  com- 
poniéndose de  cortos  vecindarios  todos  miserables  y  la  mayor  parte 
de  mulatos  y  demás  castas  infectas,  las  que  acaso  pueden  haber 
impedido  los  progresos  felices  de  las  misiones  agregadas  a  sus 
mismos  pueblos  porque  los  indios,  naturalmente  inclinados  a  la 
ociosidad  y  a  toda  clase  de  vicios,  necesitan  para  corregirlos  el 
buen  ejemplo  de  familias  o  gentes  de  mejores  costumbres. 

Ya  se  ve  que  no  es  fácil  hallarlas,  y  que  lo  sería  mucho  menos 
en  el  corto  tiempo  de  siete  años,  que  como  ya  he  dicho,  se  emplea- 


316  LAS  MISIONES 

ron  en  emprender  y  conseguir  la  ocupación  de  la  grande  colonia 
o  provincia  del  Nuevo  Santander;  pero  también  es  cierto  que  ella 
caminaba  dichosamente  a  su  prosperidad  y  que  tal  vez  los  buenos 
deseos  de  conducirla  a  la  mayor  perfección,  abrieron  la  puerta  a 
nuevas  ideas  y  determinaciones,  acelerando  y  variando  a  cada  ins- 
tante las  providencias  y  los  establecimientos. 

Sea  como  fuere,  no  han  correspondido  las  resultas;  pues  ve- 
mos que  en  el  discurso  de  43  años,  lejos  de  haber  progresado  la  co- 
lonia en  la  reducción  de  sus  indios,  en  su  pacificación,  en  el  arre- 
glo de  sus  vecindarios,  bienes  de  campo  y  riquezas  minerales,  se 
halla  todo  en  la  mayor  decadencia. 

Las  parcialidades  de  indios  tanambres,  mezquites,  aracates, 
politoc,  palalhuelques,  aretimes,  truenos  y  otras  distintas  razas 
conocidas  por  el  nombre  genérico  de  chichimecas  han  hostilizado 
en  toda  la  provincia,  haciendo  tan  presto  la  guerra  más  sangrien- 
ta, como  solicitando  y  celebrando  la  paz. 

Estos  alternados  y  frecuentes  procedimientos  son  las  pruebas 
m.ás  constantes  de  la  veleidad  y  perfidia  de  unos  enemigos  caseros, 
que  siendo  desde  su  origen  los  primeros  habitantes  del  país,  tie- 
nen por  consecuencia  a  completos  conocimientos  de  sus  territorios. 

Cuando  se  presentaban  en  cualquier  pueblo  con  la  pretensión 
de  celebrar  la  paz,  se  distribuían  en  las  casas  de  los  vecinos,  dis- 
frutaban del  acogimiento,  mientras  les  faltaba  de  comer  en  la  sie- 
rra, y  en  el  instante  que  no  necesitaban  del  socorro,  volvían  a  rom- 
per la  guerra,  llevando  las  ventajas  de  haberse  impuesto  del  es- 
tado de  nuestras  poblaciones  y  de  nuestros  descuidos  para  ejecu- 
tar sus  insultos  -con  mayor  confianza  y  seguridad,  no  sólo  en  la 
provincia,  sino  también  en  el  Nuevo  Reino  de  León,  en  la  Huas- 
teca, y  villa  de  Valles,  señoreándose  de  los  caminos  reales  que  con- 
ducen a  estos  parajes,  y  a  la  jurisdicción  de  Tampico. 

Fundaron  las  misiones  de  la  Colonia  los  religiosos  del  colegio 
apostólico  de  Nuestra  Señora  de  Guadalupe  de  Zacatecas,  adminis- 
trándolas hasta  el  año  de  1769  en  el  que  hicieron  su  entrega  a  los 
de  la  provincia  del  Santo  Evangelio  de  Michoacán,  y  de  su  mismo 
título  con  abundancia  de  bienes  temporales. 

No  puede  atribuirse  ciertamente  su  disipación  a  los  nuevos 
ministros  porque  en  el  año  de  85,  se  les  separó  de  su  manejo,  encar- 
gándolo a  personas  seculares,  hasta  que  instruido  el  respectivo  ex- 
pediente, muy  intrincado  y  cumuloso,  determiné  en  el  de  90,  con 


Riquísima   Capilla   de  la   Catedral   de   Puebla. 


C.  I.  MISIONES  DEL  CONTINENTE  317 

previos  pedimentos  del  fiscal  de  real  hacienda,  que  se  restituyesen 
las  temporalidades  al  cuidado  de  los  religiosos  misioneros. 

La  misión  de  Elguera,  inmediata  a  la  villa  de  Santander,  en 
el  sitio  de  Palmitos,  se  hallaba  sin  indios,  porque  desde  el  año  de 
G9  empezaron  a  inquietarse,  pereciendo  todos  en  una  campaña  eje- 
cutada por  la  compañía  de  la  colonia  en  el  de  80. 

Trasladada  al  mencionado  sitio  de  Palmitos  la  misión  de  Nues- 
tra Señora  del  Rosario,  nada  tienen  que  apetecer  ios  indios  pintos 
y  sus  compañeros,  porque  poseen  muy  buenas  tierras  de  regadío; 
pueden  fomentar  la  cría  de  ganados,  y  emplearse  a  jornal  en  las 
labores  de  los  vecinos  de  la  villa  de  Santander,  cuidando  de  admi- 
nistrarles el  pasto  espiritual  un  religioso  dieguino  del  colegio  de 
Propaganda  Fide  de  Pachuca,  con  el  sínodo  de  350  pesos  anuales. 

Este  expediente  se  ha  instruido  con  informes  del  goberna- 
dor de  la  colonia  de  los  padres  misioneros  y  pedimento  del  fiscal 
de  real  hacienda,  sucediendo  lo  mismo  con  los  respectivos  a  la  erec- 
ción de  las  tres  últimas  misiones  de  San  Vicente,  Nuestra  Señora 
de  Guadalupe,  San  José  de  las  Palmas ;  bien  que  sólo  la  primera  se 
ha  establecido  por  cuenta  de  real  hacienda  y  las  otras  dos  se  han 
costeado  por  sujetos  particulares  bienliechores,  que  proporcionan 
los  mencionados  religiosos  del  colegio  de  Pachuca,  quienes  las  ad- 
ministran todas  con  los  sínodos  correspondientes. 

Deben  esperarse  felices  efectos  de  estas  nuevas  misiones;  pe- 
ro no  los  aseguro  hasta  que  el  tiempo  los  acredite,  porque  la  velei- 
dad de  los  indios  y  el  mal  ejemplo  de  los  gentiles  sus  compatriotas 
pueden  variar  la  buena  disposición  con  que  se  han  ofrecido  al  ca- 
tequismo. 

MISIONES  DE  TAMPICO 

Su  capital,  la  villa  de  Santiago  de  los  Valles,  está  situada  se- 
gún el  Teatro  Americano  de  Villaseñor,  en  la  latitud  Norte  de  43» 
5'  a  140  leguas  de  esta  capital ;  pero  todas  las  noticias  antiguas  y 
modernas,  aseguran  que  la  distancia  no  excede  de  cien  leguas;  y 
también  son  contestes  en  cuanto  a  las  que  median  en  las  misiones 
detalladas  en  el  estado  último. 

La  expresada  capital  es  el  punto  más  avanzado  a  la  colonia 
del  Nuevo  Santander,  y  por  consecuencia  debe  reputarse  como  pri- 
mera población  de  frontera,  siéndolo  también  las  inmediatas  de 
Aquismón,  Santiago  y  Santa  Ana  Tanlajax. 


318  LAS  MISIONES 

Esta  misión,  las  de  Huehuetlán,  Palma,  Acapulco,  Guayabos, 
Sauz  y  Tamapache,  se  hallan  dentro  de  la  Sierra  Madre  o  Gorda 
las  de  Tancayalab,  Tamitad  y  Tampasquí,  a  las  vertientes  de  la  mis- 
raa,  sierra,  pero  en  tierras  muy  llanas ;  y  las  de  Tampico  y  Ozulua- 
ma  sobre  la  costa  del  mar. 

Ninguna  tiene  verdaderamente  términos  o  linderos  señalados 
con  títulos  correspondientes;  y  aunque  se  discurren  que  no  sean 
bastantes  legítimos  los  de  las  haciendas  y  estancias  de  los  espa- 
ñoles y  agentes  de  castas,  éstas  y  aquellos  son  dueños  o  poseedores 
por  lo  general  de  las  mejores  tierras,  y  por  consecuencia  no  hay 
qué  repartir  a  los  indios,  quienes  siembran  algunos  pedazos  de  cor- 
ta consideración,  y  siguen  de  peones  en  las  indicadas  haciendas. 

Alguna  vez  han  intentado  promover  que  se  declaren  a  sus  pue- 
blos los  términos  de  sus  verdaderas  y  legítimas  pertenencias;  pero 
esta  solicitud  nunca  pasó  de  los  principios,  y  así  subsiste  por  natu- 
ral desidia  de  los  interesados,  falta  de  ánimo,  inteligencia  o  fa- 
cultades para  la  secuela  de  un  pleito  acaso  interminable. 

Todo  esto  influye  a  la  escasez  de  bienes  particulares  y  comunes 
de  los  indios  y  de  sus  misiones;  pero  en  la  mayor  parte  de  los  te- 
rritorios de  la  custodia  se  cosechan  con  abundancia  el  maíz,  frijol 
y  caña  dulce;  se  fomentan  las  crías  de  ganados  mayores  y  se  dis- 
fruta de  la  pesca  de  cam.arón  y  robalo  en  los  pueblos  del  partido 
de  Tantoyuca,  situados  sobre  la  costa  del  Seno  Mexicano. 

Los  indios  de  la  villa  de  Valles  no  pagan  tributo  por  el  privi- 
legio de  fronterizos,  ni  los  serranos  de  la  Palma,  Acapulco,  Gua- 
yabos y  Sauz;  pero  los  demás  contribuyen  a  este  real  derecho,  y 
todos,  como  las  gentes  de  casta,  satisfacen  los  parroquiales  en  ma- 
yor o  menor  cantidad  según  sus  posibilidades,  pues  con  ellos,  con 
los  sínodos  y  con  el  servicio  personal  de  los  indios,  subsisten  los 
religiosos  misioneros  y  atienden  al  culto  divino. 

Las  iglesias  están  fabricadas  con  tierra,  lodo,  palos  y  zacate 
o  paja,  a  excepción  de  Villa  de  Valles  y  Santa  Ana  Tanlajax,  que 
son  de  cal  y  canto,  y  no  carecen  de  ornamentos,  vasos  sagrados 
y  demás  utensilios. 

Todas  las  misiones  de  la  custodia  corresponden  al  arzobispa- 
do de  México,  y  el  juzgado  eclesiástico  se  ejerce  por  los  sujetos 
que  nombre  el  reverendo  diocesano,  según  le  parece,  teniendo  ahora 
a  su  cargo  los  curas  de  Panuco,  Tempoal  y  Tampamolón. 

Hay  muchos  indios  impuestos  y  observantes  de  los  dogmas 


C.  I.  MISIONES  DEL  CONTINENTE  319 

católicos,  bien  inclinados,  laboriosos  y  que  hablan  el  castellano; 
pero  en  el  mayor  número  domina  el  ocio,  la  embriaguez  y  la  igno- 
rancia estúpida;  usan  solamente  de  su  idoma,  y  algimos  no  se 
confiesan  hasta  la  hora  de  la  muerte. 

Trascienden  estos  males,  y  acaso  con  efectos  más  perjudiciales 
y  sensibles  a  las  gentes  que  llaman  de  razón,  entregadas  también 
con  desenvoltura  escandalosa  al  vicio  de  la  lujuria;  y  todo  provie- 
ne de  que  faltando  el  buen  orden  en  la  situación  local  de  la  mayor 
parte  de  los  pueblos,  y  siendo  muchos  los  ranchos  y  estancias, 
viven  dispersas  las  familias  de  indios  y  castas,  sucediendo  lo  mis- 
mo con  poca  diferencia  en  los  misioneros  de  Santa  Catalina  Már- 
tir de  Río  Verde. 

Tuvo  principio  su  fundación  en  el  año  de  1607,  por  el  padre 
fray  Juan  de  Cárdenas;  pero  no  se  llamó  custodia  hasta  que  se 
declaró  su  erección  por  junta  general  que  celebró  la  orden  seráfica 
en  Segovia  el  año  de  1621,  sujetándola  después  a  la  subordinación 
y  dependencia  de  San  Pedro  y  San  Pablo  de  Michoacán  (que  tiene 
su  grande  convento  en  la  ciudad  de  Querétaro)  para  que  no  le  fal- 
tase el  oportuno  auxilio  de  religiosos  misioneros. 

El  referido  P.  Cárdenas,  y  su  sucesor  fray  Juan  Bautista 
Molinedo,  natural  de  Vizcaya,  vieron  bien  correspondidos  sus  afa- 
nes apostólicos  con  el  establecimiento  de  las  primeras  misiones,  y 
el  aumento  progresivo  de  ellas  obligó  a  que  el  P.  fray  Martín  de 
Herrón  ocurriese  a  la  piedad  del  rey  en  el  año  de  1677,  solicitando 
el  socorro  de  sínodos. 

Se  concedieron  inmediatamente,  y  se  pagaron  de  real  hacienda 
hasta  el  año  de  1751,  en  que  los  reunió  la  provincia  de  Michoa- 
cán siendo  su  prelado  fray  Felipe  Velasco,  y  virrey  de  Nueva 
España  mi  padre  el  conde  de  Revillagigedo.  Por  ser  florecientes 
las  misiones,  no  necesitaban  sus  padres  ministros  de  otros  auxilios 
que  los  que  ya  recibían  en  las  obvenciones  y  limosnas  de  sus  fe- 
ligreses. 

El  pueblo  de  Santa  Catalina  de  Río  Verde,  situado  en  2S^  de 
latitud  norte,  en  jurisdicción  de  San  Luis  Potosí  dentro  de  la  Sie- 
rra-Gorda, y  en  distancia  de  poco  menos  de  cien  leguas  al  noroeste 
de  este  capital,  es  la  primera  misión  de  la  custodia  y  curato  colado 
que  conserva  la  mencionada  provincia  de  religiosos  franciscanos 
de  Michoacán. 


CAPITULO  II 

DIFICULTADES   Y   ESPÍRITU   DE   LOS   MISIONEROS 


Inmensidad  de  las  extensiones  descubiertas. — Las  tribus  salvajes. — Las 
nuevas  lenguas. — Las  autoridades  civiles  y  militares — Fracaso  de  conversión 
de  los  apaches. — Inversión  de  los  sínodos. — Distribución  de  los  misioneros. — 
Observaciones  del  obispo  de  Durango. — Direcciones  biográficas. 


bibliografía  especial 

LA  MISMA  QUE  EN  EL  CAPITULO  ANTERIOR 


E  acuerdo  con  lo  que  en  el  anterior  capítulo  prometi- 
mos, naremos  notar  las  particularidades  que  ofrecen 
las  misiones  del  noi*te  en  esta  decimaoctava  centuria, 
comparadas  con  la  anterior. 
Todas  las  dificultades  se  aumentaron  y  los  elementos  humanos 
de  aliento  y  de  sostén  disminuyeron.  Aquella  feliz  ignorancia  que 
sobre  la  extensión  de  tierras  por  conquistar,  tuvieron  los  misione- 
ros y  prelados  hasta  el  primer  tercio  del  siglo,  se  convirtió  en  un 
conocimiento  aterrador  de  lo  que  en  realidad  tenían  aún  por  delan- 
te para  conquistar  y  civilizar.  Viajeros  atrevidos,  náufragos  erran- 
tes, franceses  curiosos,  procedentes  de  las  colonias  de  la  Luisiana, 
o  indios  escapados  de  sus  errabundas  tribus,  vinieron  en  conjunto 
a  dar  noticias  de  que  las  tierras  por  conquistar  se  extendían  por 


C.   II.   DIFICULTADES   Y   ESPÍRITU   DE   LOS   MISIONEROS       321 

el  norte,  el  doble  y  el  triple  que  todo  lo  ya  conquistado  de  la  Nueva 
España. 

Hemos  llamado  aterradoras  las  noticias  así  adquiridas,  por- 
que no  tan  sólo  se  anunciaban  largas  tierras  de  mil  dificultades 
llenas,  y  de  ferocísimas  bestias  cruzadas,  sino  que,  además,  las  ra- 
zas pobladoras,  nómadas  muchas  de  ellas,  presentaban  tantos  ele- 
mentos de  terror,  cuantas  eran  las  lenguas  que  hablaban  y  por 
consiguiente  las  nuevas  dificultades  que  habían  por  ello  mismo  de 
arrostrar  los  que  quisiesen  doctrinarlos. 

Según  se  extendía  el  campo  misional  hacia  el  norte,  se  nota- 
ba que  sus  habitantes  eran  cada  vez  más  feroces  y  las  turbas  de  in- 
dios lipanes,  comanches  y  otras  muchas  comprendidas  bajo  el  im- 
preciso nombre  de  apaches,  cruzaban  veloces,  desiertos  y  monta- 
ñas por  centenares  de  leguas,  sembrando  el  pánico  y  llevando  por 
doquiera  un  terror  que  pudiéramos  llamar  apocalíptico,  y  que  nos 
trae  a  la  memoria  aquellos  versículos  de  la  espantosa  profecía  de 
Habacuc  cuando  retrataba  a  los  invasores  caldeos:  "Gente  llena 
de  amargura,  gente  veloz  errante  sobre  la  faz  de  la  tierra  para 
apoderarse  de  lo  ajeno;  raza  horrible  y  terrible,  sus  caballos  son 
más  ágiles  que  los  leopardos  y  más  veloces  que  el  hambriento  lobo 
vespertino.  Se  esparcían  sus  caballabadas,  y  sus  jinetes  vendrán 
de  lejanas  tierras,  volarán  raudos  como  el  águila  cuando  va  a  de- 
vorar; arrojáronse  todos  sobre  la  presa  y  sus  rostros  semejarán 
al  viento  abrasador." 

A  diferencia  de  los  primitivos  indios,  los  de  este  siglo  eran 
grandes  jinetes  y  disponían,  por  buenas  o  por  malas,  de  las  inmen- 
sas caballadas  que  con  asombrosa  fecundidad  se  habían  propagado 
por  las  regiones  del  norte.  Disponían  además  de  aiTnas  habidas  en 
los  presidios  españoles  o  franceses  de  los  que  también  habían 
aprendido  no  pocos  elementos  de  táctica  militar.  En  cierta  ocasión, 
como  se  narra  en  la  crónica  del  P.  Arricivita,  un  individuo  rubio, 
con  casaquín  y  tricornio,  o  como  él  dice,  sombrero  de  tres  vientos, 
era  quien  guiaba  a  ciertas  tribus  asaltantes  a  la  margen  del  río 
Gila.  Pero  nada  mejor  declara  la  creciente  ferocidad  de  las  india- 
das que  se  iban  descubriendo,  como  el  número  y  calidad  de  los  mar- 
tirios acaecidos  en  este  siglo,  mayor  en  proporción  que  los  del  an- 
terior, si  se  tiene  en  cuenta  que  por  parte  del  Gobierno  español 
había  incomparablemente  más  elementos  de  ataque  y  de  defensa 
para  el  resguardo  de  los  presidios  y  misiones. 


322  LAS  MISIONES 

* 
*        * 

Insistiendo  en  la  dificultad  de  las  lenguas,  que  acabamos  de 
apuntar,  transcribiremos  de  la  preciosa  obra  del  filólogo  argentino, 
P.  Guillermo  Fourlong,  S.  J.,  las  siguientes  noticias  referentes  a 
este  siglo  con  que  se  da  un  solemne  mentís  a  cuantos  tachan  de  ne- 
gligentes a  los  misioneros,  comparándolos  como  siempre,  con  la 
eterna  docena  de  sus  antecesores  del  siglo  XVI. 

Abrióse  el  siglo  filólogo  con  el  compendio  del  arte  de  la  len- 
gua de  los  tarahumares,  escrito  por  el  P.  Tomás  de  Guadalajara, 
que  perfeccionó  después  su  compañero  el  toluqueño  Roa,  a  quien 
so  debe  igualmente  un  diccionario  en  dicha  lengua.  El  jesuíta  ale- 
mán Steffel,  después  de  trabajar  durante  doce  años  entre  los  ta- 
rahumares, compuso  y  publicó  en  1731  su  "Tarahumarishes  Wor- 

terbuck." 

Según  afinna  Clavijero,  Guadalajara  compuso  otra  gramáti- 
ca del  idioma  tepehuano.  Y  el  P.  Benito  Rinaldini  fué  autor  del 
"Arte  de  la  Lengua  Tepehuana,  con  Vocabulario,  Confesonario  y 
Catecismo,"  publicada  en  1743. 

El  misionero  Villafane  redujo  a  reglas  la  lengua  huacare,  así 
como  el  P.  Natal  Lombardo  le  lengua  tequina. 

El  P.  Nicolás  Mercado  fué  el  misionero  de  Sinaloa  que  descu- 
brió que  los  indios  de  la  costa  del  sur  hablaban  un  dialecto  del 
náhuatl,  y  fué  el  primero  en  estudiar  sus  afinidades  con  aquel  idio- 
ma en  un  "Arte  de  la  lengua  mexicana,  según  el  dialecto  que  usan 
los  indios  de  la  costa  del  Sud  de  Sinaloa,"  obra  que  disponía  para 
la  imprenta  cuando  le  sobrevino  la  muerte,  pocos  años  antes  de  ser 
expulsados  los  jesuítas  en  1867. 

El  misionero  Francisco  Loaiza,  según  Beristáin,  escribió  dos 
libros  sobre  los  diferentes  idiomas  que  se  usan  en  la  provincia  de 
Sonora,  y  el  P.  Diego  Pablo  González,  maestro  en  el  idioma  cahita, 
escribió  un  manual  en  dicha  lengua. 

El  jesuíta  mexicano,  José  Ortega,  trabajó  durante  treinta  años 
en  las  misiones  del  Nayarit,  habiendo  sido  visitador  de  todas  ellas 
y  cura  del  pueblo  de  Jesús  María  y  José.  Es  del  mismo  P.  Ortega 
una  relación  que  incluyó  el  P.  Fluviá  en  el  libro  de  "Apostólicos 
Afanes"  y  que  alude  a  la  visita  pastoral  que  en  1731  hizo  a  aquel 
pueblo  el  limo.  Sr.  D.  Nicolás  Gómez  de  Cervantes. 

"Uno  de  estos  días  que  se  ocupó  su  Ilustrísima  en  confirmar  a 


C.   II.   DIFICULTADES  Y   ESPÍRITU   DE   LOS   MISIONEROS       323 

los  indios,  pidió  antes  de  la  sagrada  ceremonia  a  una  india,  que  se 
llegaba  a  recibir  este  sacramento,  que  le  dijera  una  de  las  oracio- 
nes que  le  señaló;  y  me  rogó  la  india,  por  estar  yo  allí  inmediato 
(escribe  el  P.  Ortega),  cómo  la  había  de  rezar,  si  en  idioma  cora 
o  en  castellano.  Me  preguntó  S.  I.  ¿qué  era  lo  que  decía  la  india? 
Informado  por  mí,  le  dijo  que  la  rezara  en  castellano,  lo  que  hizo 
prontamente,  y  después  se  le  mandó  que  la  dijera  en  cora;  y  aunque 
aquel  celoso  prelado  no  la  entendía,  la  devoción  con  que  la  india 
la  rezó  lo  llenó  de  tanto  gusto,  que  le  rebosaba  por  el  semblante. 
Después  de  haber  acabado  en  la  Iglesia,  luego  que  se  restituyó  a 
la  sala  de  su  descanso,  me  mandó  llamar,  y  me  dijo:  "¡Ah,  Padre 
mío !  Dios  sabe  el  consuelo  que  ha  tenido  mi  corazón  viendo  a  estos 
indios  más  adelantados  en  la  fe,  aun  no  teniendo  siete  años  de  con- 
versión, que  muchos  pueblos  cristianos  con  casi  doscientos  años 
de  reducidos.  Sucedióme,  prosiguió  Su  Ilustrísima,  preguntarle  a 
uno  de  esos  cristianos  antiguos,  que  había  llegado  a  confirmarse, 
que  me  dijera  el  Credo,  y  no  pudiendo  atar  ni  desatar,  le  mandé  al 
Fiscal  o  Maestro  del  pueblo . . .  ¿No  quiere  V.  R.  (concluyó  aquel 
dignísimo  Obispo)  que  me  admire  de  ver  tan  trocadas  las  suertes? 
Y  me  encargó  que  imprimiera  a  expensas  suyas  las  Oraciones, 
Doctrina,  el  Confesonario  y  Vocabulario  en  idioma  cora,  como  se 
hizo  al  año  de  haber  entrado  Su  Señoría  . . ." 

Así  fué  en  efecto,  pues  en  1732  publicóse  en  México,  y  a  ex- 
pensas de  aquel  prelado,  el  "Confesonario,  manual  que  en  lengua 
cora  dispuso  el  P.  José  Ortega,  y  el  vocabulario  en  lengua  caste- 
llana y  cora." 

El  P.  Sedelmayer,  famoso  misionero  alemán  en  Sonora,  com- 
puso un  vocabulario  de  la  lengua  pima,  y  el  P.  Piccolo  parece  que 
escribió  también  obras  fundamentales  en  varios  de  los  dialectos 
de  California,  aunque  el  primer  diccionario  de  la  lengua  principal 
del  sur  de  dicha  península,  según  queda  atrás  referido,  parece  que 
se  debe  al  P.  Juan  Bautista  Cozano.  A  éste  siguió  el  P.  Everardo 
Helen  que  con  grandes  trabajos  había  compuesto  una  doctrina 
cristiana  en  la  lengua  cochimí,  hablada  por  los  habitantes  del  cen- 
tro y  norte  de  la  Península. 

Desde  1738  hasta  1767  trabajó  también  en  las  gloriosas  misio- 
nes de  California,  el  alemán  P.  Francisco  Benon  Ducrue,  autor 
de  unos  "Specimina  linguae  califomiae,"  publicados  por  Von  Murr 
en  su  "Journal."  Aunque  de  época  anterior  debemos  mencionar 


324  LAS  MISIONES 

aquí  al  P,  Adán  Gilgg,  quien  según  Vanegas  (II,  211),  nunca  pudo 
vencer  las  dificultades  de  su  lengua,  pero  que  no  obstante  es  el 
autor  de  un  "Vocabulario  de  las  lenguas  eudero,  pima  y  seris." 
Por  estos  breves  rasgos,  entresacados  de  la  preciosa  y  sólida 
obra  del  P.  Fourlong,  podrán  ver  nuestros  lectores  los  esfuerzos  y 
buen  espíritu  que  toda  esa  labor  supone  en  los  más  conocidos,  y 
hasta  calumniados  misioneros  mexicanos  del  siglo  XVIII. 


Otra  y  no  pequeña  dificultad  que  distinguió  a  los  obreros  de 
la  viña  del  Señor,  a  que  nos  vamos  refiriendo,  fué  la  obstrucción 
e  impiedad  de  muchas  de  las  autoridades  civiles  y  militares  con 
que  tuvieron  que  habérselas  principalmente  desde  el  año  de  1740 
en  adelante. 

No  queremos  hacer  punto  de  apoyo  en  la  documentación,  abun- 
dantísima por  cierto,  emanada  de  los  mismos  misioneros,  ya  que 
aunque  a  nuestro  juicio  sinceras,  aún  correrían  peligro  de  ser  ta- 
chadas por  algunos  como  parciales.  Mas,  copiaremos  un  párrafo 
del  virrey  Revillagigedo  que  resume  nuestra  idea. 

"Suponiendo  santos  a  todos  los  ministros  de  las  misiones,  y 
muy  a  propósito  para  su  ministerio,  nada  adelantarán  si  encuen- 
tran injustas  oposiciones  en  los  gobernadores  de  las  provincias, 
en  los  jefes  militares  subalternos  o  en  los  jueces  reales;  pues  todos 
deben  concurrir  con  sus  auxilios  a  sostener  las  buenas  providencias 
y  a  conservarse  el  decoro,  respeto  y  recíproca  armonía  que  asegu- 
ran la  subordinación  de  los  subditos,  sus  felicidades  y  el  más  im- 
portante servicio  de  Dios  y  del  rey." 

Por  vía  de  ilustración  en  la  materia,  transcribimos  un  precio- 
so fragmento  de  carta,  relación  inédita,  escrita  por  el  P.  Miguel 
Sola,  uno  de  los  últimos  misioneros  jesuítas  en  el  norte  de  Sonora. 

Muchos  años  después  de  la  expulsión,  este  padre  recordaba  y 
escribía  en  su  destierro  de  Rímini,  donde  murió  el  16  de  marzo  de 
1800,  sus  heroicas  tentativas  y  felices  comienzos  en  la  reducción 
nada  menos  que  de  la  tan  terrible  apachería,  así  como  el  triste 
fracaso  de  obra  tan  grandiosa,  debido  a  la  hostilidad  y  mala  fe  de 
un  gobernador  y  de  su  cortejo.  Dice  así:  "Llegó  el  tiempo  en  que 
bajó  su  cabeza,  de  los  apaches,  a  quien  para  conocerlo  llamé  Bau- 
tista, que  era  como  el  padre  o  patriarca  de  toda  esa  ranchería.  Así 
se  gobiernan  todos  estos  bárbaros,  tanto  que  unas  rancherías  de 


pHwy^ "    '/j 


lOI    r.  .Iiinii   Ma.   de  Salvatit-rra. 

Oal.  <hl  Museo  X.  de  México. 


C.   II.   DIFICULTADES  Y   ESPÍRITU   DE  LOS   MISIONEROS       325 

una  misma  lengua  no  tienen  ni  vasallajes  ni  unión  sino  cuando  se 
citan  para  hacer  alguna  campaña  contra  otras  naciones  o  contra  los 
españoles.  Y  entre  sí  las  rancherías  se  roban  los  ganados  que  hurtan 
a  los  españoles,  y  pelean  como  si  no  fueran  de  una  misma  nación. 

"Vino  en  fin  nuestro  Bautista  ya  a  la  puesta  del  sol,  y  protestó 
que  quería  hablar  conmigo,  que  tenía  que  decir  muchas  cosas.  Vi- 
nieron a  avisarme  y  pronto  partí  al  presidio.  Se  me  presentó  con 
la  mayor  humildad  y  adhesiones  de  su  misión ;  yo  lo  alenté  y  con- 
forté en  su  turbación,  que  para  un  indio,  cabeza  de  una  crecida 
ranchería,  que  casi  lo  adoraba  y  recibía  sus  órdenes  de  rodillas, 
era  admirar  cómo  me  miraba.  Lo  hice  sentar ;  empezó,  según  el  in- 
térprete declaró  de  esta  manera:  Ea,  Padre,  aquí  me  tienes,  yo 
deseo  estar  contigo  como  están  tus  hijos  del  pueblo,  porque  mi  co- 
razón totalmente  se  ha  mudado.  Yo  hasta  ahora  he  vivido  matando, 
hurtando  y  haciendo  cuanto  daño  he  podido.  Ahora  quiero  mudar 
de  vida  y  estar  sujeto  a  ti  para  que  me  enseñes  cómo  debo  vivir. 
Lo  que  siento  es  que  yo  soy  sordo  y  mudo  a  tus  palabras,  porque 
yo  no  entiendo  tu  lengua;  pero  tendrás  paciencia  conmigo  hasta 
que  los  dos  nos  entendamos.  Yo,  habiendo  oído  por  boca  del  in- 
térprete (que  ciertamente  perdería  mucho)  un  razonamiento  tan 
expresivo,  con  una  confesión  de  sus  delitos  tan  cabal,  enternecido 
como  padre,  lo  animé  de  nuevo,  lo  exhorté  a  la  perseverancia  de 
aquella  su  determinación,  y  para  facilitarle  la  principal  dificultad 
así  suya  como  mía,  le  aseguré  que  yo  me  aplicaría  a  aprender  su 
lengua,  como  lo  hice  con  los  indios  ópatas,  pues  más  fácil  es  que 
uno  aprenda  la  de  muchos,  que  no  los  muchos  aprendan  la  lengua 
de  uno.  Así  Dios  lo  hizo  enviando  al  Espíritu  Santo  que  comuni- 
case a  pocos  apóstoles  las  lenguas  de  todas  las  naciones  a  quienes 
habían  de  predicar.  Que  el  medio  mejor  para  que  yo  aprendiese 
su  lengua  era  el  que  me  trajesen  dos  niños  grandecitos  con  quie- 
nes ir  yo  ejercitándome.  El  capitán  lo  regaló  y  sustentó  muy  bien 
y  yo  al  día  siguiente  me  volví  a  mi  pueblo,  y  él  con  sus  naturales 
muy  contento.  Así  estuvieron  yendo  y  viniendo,  ya  en  tropas  de 
hombres  y  mujeres,  ya  hombres  solos  con  toda  confianza,  aunque 
no  con  tanta,  como  ellos  me  insinuaron,  tuvieran  si  vinieran  a  lof 
pueblos  de  mi  Misión.  A  ésto  yo  siempre  les  respondía  que  mis  in- 
dios, agraviados  de  sus  procederes  anteriores,  podían  usar  de 
alguna  violencia  que  yo  no  pudiera  atajar,  y  tendría  yo  que  sentir 
que  a  mis  hijos  los  apaches  los  molestaran  e  hicieran  mal  alguno. 


326  LAS  MISIONES 

"En  este  intermedio  en  que  ellos  yendo  y  viniendo  hallaron 
buena  acogida  en  los  presidios,  más  se  aficionaban,  y  con  tanta  con- 
fianza y  fidelidad  vivían  en  las  sierras  inmediatas  de  Cavallona, 
vecinas  al  presidio,  que  el  Capitán  se  valía  de  ellos  para  correos 
que  llevasen  cartas  del  presidio  a  Janos.  Fui  de  parecer  que  nos- 
otros los  visitásemos  en  sus  tierras  para  corresponderás  por  una 
parte  sus  visitas,  y  por  otra  viesen  ellos  que  no  les  temíamos.  Este 
mismo  parecer  le  había  yo  dado  al  capitán  dos  años  antes  que  ba- 
jaron también  de  paz,  aunque  no  con  las  circunstancias  de  ahora. 
Pero  habiendo  el  capitán  díchoselo  al  capellán  del  presidio,  éste  le 
respondió:  ¿Qué  necesidad  hay  de  que  vaya  el  Padre?  ¿No  soy  yo 
sacerdote  como  él?  Yo  iré  con  los  soldados.  Partieron,  y  así  que 
vieron  los  indios  bárbaros  que  no  iba  yo,  todos  huyeron  a  las  cum- 
bres, y  aunque  se  acercaron  (sic)  gritándoles  el  capellán  que  tam- 
bién era  padre,  ellos  le  respondieron  en  su  lengua  que  él  no  estaba 
bueno  como  yo,  y  así  no  hubo  foraia  de  que  bajara  ninguno.  Con 
esta  experiencia  ahora  no  intentaron  excluirme,  antes  me  conce- 
dieron la  tropa  y  aun  el  mismo  capellán  me  acompañó  a  la  ex- 
pedición. 

"Los  cité  para  el  lugar  donde  pensaba  poner  el  pueblo,  y  que 
allí  me  esperasen  todos  juntos,  que  quería  tener  el  consuelo  de 
verlos  a  todos  y  a  cada  uno  de  ellos.  Llegó  el  día  y  partí  a  encon- 
trar a  mis  nuevos  hijos  en  el  Señor,  y  todos  a  excepción  de  dos 
hombres  de  mayores  años  esperaban  en  el  lugar  señalado  hasta 
que  yo  llegué,  y  vieron  los  que  esperaban  el  modo  con  que  yo  los 
trataba.  Se  destacó  un  mocetón  de  su  voluntad  para  persuadir  a 
los  otros  que  bajasen  a  verme.  Ellos  pronto,  sin  atreverse  a  soltar 
las  armas  vinieron  al  estribo  de  mi  caballo,  y  poniéndoles  yo  con 
agrado  la  mano  en  la  cabeza  fueron  de  su  voluntad  tendiendo  en  el 
suelo  las  lanzas  que  tenían  en  las  manos.  Perdieron  el  recelo  que 
les  causaba  la  tropa  por  el  cariño  con  que  yo  los  trataba.  Con  esta 
acción,  yo,  que  hasta  tanto  que  se  sosegasen  aquellos  ánimos  tan 
aguenidos  y  bárbaros,  me  había  mantenido  a  caballo  por  lo  que 
pudiera  suceder,  me  bajé  de  él,  e  hice  que  los  que  me  acompañaban 
se  bajaran.  Estos  enarbolaron  una  gran  cruz  que  tenía  prevenida 
para  el  triunfo  y  para  las  "arrodilladas,"  lo  que  ejecutaron  los 
bárbaros  en  dos  filas,  una  de  hombres  y  otra  de  mujeres,  como  se 
ponen  en  los  pueblos  de  indios,  hice  entonar  una  canción  que  de- 
cían en  aquellas  tierras,  compuesta  de  los  misterios  principales  de 


C.  II.  DIFICULTADES  Y  ESPÍRITU  DE  LOS  MISIONEROS  327 

nuestra  santa  fe.  Ellos  a  su  modo  acompañaban  alegrísimos  a  los 
indios  de  mi  Misión  y  a  los  soldados  que  a  una  cantaban  las  ala- 
banzas de  Dios.  En  aquellas  incultas  tierras  se  hacen  las  funciones 
con  gusto  y  alegría  bárbaros;  y  hombres  y  mujeres  me  cerca- 
ban a  porfía  y  tocaban  como  si  yo  fuese  de  otra  especie  distinta 
de  los  hombres,  y  aunque  les  reñían  los  soldados,  pero  como  veían 
que  yo  no  me  fastidiaba  ni  de  su  hediondez  ni  desaliño,  no  hacían 
caso  de  la  reprensión.  Andaban  continuamente  siguiéndome  como 
un  perrillo  a  su  amo,  que  no  me  dejaban  rezar  sin  estar  presentes. 

"Acabada  la  función  les  dije  que  allí  se  había  de  poner  el  pue- 
blo, que  se  mantuviesen  alí  hasta  tanto  que  podía  enviar  de  los 
indios  Ópatas  de  mi  Misión  que  enseñasen  a  formar  casas.  Que 
ahora  viniesen  conmigo  para  traer  víveres  para  que  allí  comiesen 
ellos;  oyendo  del  intérprete  la  orden,  al  punto  varios  mozos  se 
montaron  en  ancas  de  los  indios  de  mi  comitiva,  no  queriendo  ve- 
nir con  los  soldados  . . .  Les  mandé  dar  unas  fanegas  de  maíz  y  unos 
toros  para  que  llevaran  a  la  nueva  ranchería  para  que  se  mantu- 
vieran mientras  yo  volvía  a  dirigir  la  obra  del  pueblo.  A  pocos  días 
me  trajeron  los  muchachos  que  les  pedí,  pero  no  se  los  admití  pa- 
ra que  no  se  huyeran  y  avisasen  cuan  pocos  eran  los  indios  de  mi 
pueblo,  y  así  les  dije  los  mantuviesen  allá  en  las  rancherías  hasta 
que  yo  fuera  a  vivir  con  ellos.  Con  ésto  me  cercioré  ya  del  ánimo  de 
ellos,  que  si  no  fuera  verdadero,  no  hubieran  arriesgado  sus  hijos 
que  aman  mucho  ellos  y  se  confirmaron  más  en  mi  buen  y  desinte- 
resada voluntad,  que  no  les  tomaba  a  sus  hijos  para  mi  servicio, 
aun  cuando  gustosos  me  los  ofrecían. 

"Al  punto  di  cuenta  de  lo  que  había  obrado,  esperanzas  que  te- 
nía y  demostraciones  de  aquellos  bárbaros  y  buenas  disposiciones 
para  recibir  el  Evangelio  y  cultivarlos  en  vida  civil.  El  Procura- 
dor general  de  Misiones,  prontamente  pasó  a  visitar  al  Sr.  Virrey 
y  darle  parte  de  todo  lo  que  yo  le  escribía.  El  Virrey  celoso  de  una 
conquista  de  indios  tan  bárbaros  que  más  de  cien  años  no  sólo  han 
demorado  la  extensión  del  dominio  español,  sino  que  con  sus  hos- 
tilidades han  despoblado  de  los  españoles  muchos  pueblos,  hacien- 
das, reclusiones  y  minas  reales,  se  alegró  grandemente,  y  dice  al 
P.  Provincial :  V.  R.  escriba  a  este  padre  misionero  que  tiene  las 
cajas  reales  abiertas  para  que  gaste  cuanto  juzgare  conveniente 
para  la  estabilidad  de  la  nueva  reducción  que  el  Rey  Ntro.  Señor 


328  LAS  MISIONES 

dará  por  bien  hecho  cuanto  se  gastara,  como  siquiera  se  empezase 
a  reducir  tan  bárbara  nación. 

"Entre  tanto  que  fué  el  informe  y  vino  la  resolución,  los  apa- 
ches de  otras  rancherías  (que  es  una  nación  la  más  extendida  y 
aguerrida  que  se  reconoce  en  aquellas  tierras,  pues  ocupa  de  Orien- 
te a  Poniente  más  de  cuatrocientas  leguas,  y  de  Norte  a  Sur  más 
de  sesenta)  vinieron  a  hacer  daño  a  distancia  de  veinte  leguas  del 
presidio  de  Fronteras,  donde  éstos  estaban  de  paz,  e  insultaron 
y  robaron  los  ganados  y  caballada  de  los  españoles  habitantes  de 
Tonibabi  y  otros  ranchos  de  la  misma  gente  española.  Al  punto 
con  el  sentimiento  de  su  pérdida  alzaron  el  grito,  empezaron  a  dar 
querellas  al  Virrey,  de  los  indios,  que  estaban  de  paz  en  el  presidio, 
y  que  éstos  con  el  salvo-conducto  de  estar  de  paz  los  tiranizaban  e 
insultaban.    Así  que  llegó  la  voz  del  hurto  al  presidio,  el  capitán 
llamó  a  Bautista  y  le  reconvino  del  hurto  que  habían  hecho,  él  con 
evidencia  le  satisfizo  que  los  suyos  no  habían  sido,  pues  en  aquellos 
días  todos  habían  estado  allí  juntos  donde  les  puso  el  Padre,  y  que 
los  otros  que  habían  salido  a  cazar,  habían  vuelto  con  la  caza  de 
venados  y  animales  silvestres.  Que  él  prontamente  saldría  y  ave- 
riguaría quiénes  habían  sido,  y  les  quitaría  la  presa  si  los  alcan- 
zaba. Salió,  pues,  con  los  suyos  y  después  de  cuatro  o  cinco  días 
volvió  diciendo  que  los  enemigos  que  habían  hecho  el  hurto  le  lle- 
vaban mucha  delantera,  que  no  los  habían  podido  alcanzar,  que  eran 
indios  de  adelante  del  río  Xila  (Gila).  Ni  aun  este  empeño  de  los  in- 
dios que  estaban  en  paz  ni  la  evidencia  que  no  habían  faltado  de 
aquellas  inmediaciones  en  el  tiempo  del  huiix),  bastó  para  aquietar 
a  los  españoles,  antes  más  y  más  clamaban  al  Virrey,  instándole  que 
cogiese  a  los  de  paz,  que  eran  los  que  insultaban  la  tierra  con  el 
título  de  estar  de  paz.  El  Virrey,  hombre  inexperto  y  de  ningún  co- 
nocimiento de  estas  naciones,  juntó  a  los  españoles  para  un  Con- 
sejo de  guerra  (¿y  qué  consejo  le  habían  de  dar  los  apasionados  y 
adoloridos  con  la  pérdida  de  sus  bienes?)   no  reflexionaban  que 
son  estos  apaches  unas  naciones  que  no  reconocen  entre  sí  una  ca- 
beza ni  una  ley,  ni  unión  alguna,  tanto  que  entre  sí  se  roban  los 
bienes,  entre  sí  tienen  guerra  como  con  los  españoles;  que  sólo  los 
de  cada  ranchería  forman  cuerpo  para  defenderse    de   las    otras 
rancherías.     Si  hubiesen  reflexionado  ésto,  fácilmente  podía  en- 
tenderse que  no  se  podía  atribuir  el  daño  a  los  que  estaban  de  paz, 
pudiendo  haber  sido  tantísimas  otras  rancherías,  con  las  cuales 


C.  II.  DIFICULTADES  Y  ESPÍRITU  DE  LOS  MISIONEROS  329 

los  que  estaban  de  paz  no  tenían  relación  alguna;  y  más  no  ha- 
biendo para  atribuirlo  a  éstos  indicio  alguno. 

"Según  la  pasión  y  sentimientos  de  los  españoles  fué  el  pare- 
cer del  Consejo,  que  se  arrestasen  los  indios  que  estaban  de  paz 
en  el  presidio ;  que  para  ésto  se  arrimasen  los  indios  ópatas,  pimas 
y  españoles  que  estuviesen  allí  prontos,  en  los  pueblos  de  mi  Mi- 
sión para  que  sirviesen  en  cualquiera  resistencia  y  siguiesen  a  los 
suyos  que  huyesen. 

"Ya  dispuestas  todas  las  tropas,  una  mañana  me  hallé  con  una 
carta  del  capitán  en  que  me  suplicaba  me  llegase  al  presidio,  que 
tenía  algo  que  comunicarme.  Yo  prontamente  salí  de  mi  Misión 
para  Corodeguatzi,  en  donde  habiendo  llegado,  como  es  costumbre 
en  estas  tierras  que  a  la  hora  que  entra  un  sacerdote,  repican  las 
campanas,  oyeron  mis  voces  los  apaches  y  a  porfía  hombres  y  mu- 
jeres corrieron  a  encontrarme,  inocentísimos  de  lo  que  les  iba  a 
suceder.  Con  pretexto  de  que  iba  a  descansar,  me  separó  el  capitán 
de  mis  queridos  hijos  y  me  leyó  la  carta  del  Virrey,  en  que  por  pa- 
recer de  todos  los  españoles  le  mandaba  cogiese  con  la  menos  san- 
gre que  pudiese  a  los  apaches  que  esta.ban  de  paz.  Yo  sorprendido 
y  adolorido  con  una  orden  tan  tirana.  ¿Y  para  ésto  me  llama  V. 
M.?  le  dije,  ¿por  ventura  están  claras  las  pruebas  de  que  estos  in- 
dios de  paz  han  sido  los  que  robaron  la  caballada  de  los  españoles? 
El  encogiéndose  de  hombros,  dijo:  a  mí  me  es  fuerza  obedecer. 
Sin  que  V.  R.  viniera,  no  los  podía  yo  coger  sin  mucha  sangre.  Con 
esta  resolución  me  sacó  fuera  de  su  cuarto,  acompañándome,  y  ha- 
biendo por  algún  acto  divertido  a  los  indios  allí  fuera,  ya  que  tenía 
dispuestos  sus  soldados  dentro  del  patio  de  su  casa,  donde  aún  no 
se  hallaba  seguro  su  poco  corazón ;  gritó :  todos  los  apaches  entra- 
rán adentro  y  tomarán  maíz  para  comer.  Todos  ellos  a  porfía  en- 
traron, y  dando  de  mano  a  la  puerta  cerráronla  con  el  fuerte  ras- 
trillo y  salieron  de  los  cuartos  de  la  casa  los  soldados  que  estaban 
apostadas  para  la  ejecución.  Cayeron  sobre  los  hombres  los  más 
fuertes  y  armados,  sobre  las  mujeres  otra  patrulla,  y  maniatando 
a  los  hombres  y  mujeres,  vino  el  herrero  con  dos  fuertes  grillos  de 
una  vara  de  hierro  y  aseguraron  al  Bautista  con  uno  y  a  Pedro  su 
hermano  con  otro,  que  quedaron  casi  imposibilitados  para  andar; 
a  los  demás  hombres  pusieron  grillos,  a  unos  solos,  a  otros  con  dos, 
para  que  alcanzaran  las  prisiones.  Yo  ya  sobrecogido  de  dolor,  me 
había  retirado  de  la  presencia  de  tan  bárbara  tiranía,  cuando  a 


330  LAS  MISIONES 

poco  tiempo  me  gritaron  los  soldados  que  una  india  vieja  se  tiraba 
a  matar  dándose  de  cabezadas  en  las  piedras,  pues  no  podía  usar 
de  las  manos.  Al  oír  las  voces,  salí  y  vi  aquel  doloroso  espectáculo 
de  mis  pobres  indios ;  ellos  como  podían  se  me  arrimaban  y  abra- 
zaban, yo  con  la  natural  compasión  e  interior  pena  hice  que  no 
atendía  a  sus  cariños  y  me  arrimé  a  donde  estaba  mi  pobre  vieja 
despedazada  con  las  demás  mujeres,  a  quienes  habían  ajustado  las 
cuerdas  de  las  manos  que  ya  parecía  que  les  quería  brotar  la  san- 
gre. Viendo  aquella  tiranía  con  unas  pobres  mujeres  encerradas 
entre  las  cuatro  paredes  de  un  patio  de  la  fortaleza,  grité  a  los 
soldados  reprendiéndoles  de  aquella  crueldad  cuando  no  tenían  que 
temer;  y  mandé  que  les  quitaran  aquellas  ligaduras,  a  lo  que  obe- 
decieron sin  oposición,  aun  no  siendo  yo  su  superior.  Quitaron  las 
ligaduras,  a  las  mujeres,  las  que  al  punto  con  aquel  alivio  empeza- 
ron a  respirar,  y  la  vieja  a  sosegarse  de  su  impaciencia  y  con  ac- 
ciones a  darme  los  agradecimientos  por  aquel  alivio  que  les  había 
conseguido. 

"Yo  me  volví  a  mi  Misión  con  el  desconsuelo  de  haber  sido  un 
alcahuete  de  semejante  tiranía  y  de  dejar  en  aquel  miserable  esta- 
do a  los  que  ya  miraba  como  a  hijos  míos.  El  capitán  al  punto  le- 
vantó su  tropa  para  seguir  a  algunos  de  los  que  echaron  de  menos, 
porque  el  día  antes  habían  ido  a  cazar.  Estos,  advirtiendo  la  falta 
de  sus  parientes,  se  fueron  a  la  sierra  con  otros  pocos  que  ya  se 
les  habían  agregado  con  la  buena  acogida  que  ellos  habían  experi- 
mentado en  aquel  tiempo  que  estaban  de  paz.  Como  no  estaban 
muy  lejos  para  la  pronta  partida  de  nuestra  tropa,  dieron  con  ellos; 
pero  en  aquellos  pocos  que  hallaron  encontraron  tal  resistencia, 
que  hicieron  huir  a  los  nuestros  que  eran  en  número  mucho  mayor 
que  ellos.  Volvieron  con  dos  o  tres  flechados  de  soldados  e  indios, 
y  con  la  burla  de  uno  de  ellos  que  había  ido  de  correo  a  Janos,  que 
le  llamaba  para  que  recibiese  la  carta  respuesta.  Así  se  volvieron 
al  presidio  con  un  pequeño  muchacho,  que  su  madre  no  pudiéndolo 
cargar,  lo  había  dejado  escondido  entre  unas  ramas,  donde  lo  pre- 
sintió y  denotó  un  caballo  haciendo  extremos.  Se  apeó  el  soldado 
a  ver  qué  cosa  estaba  allí,  halló  al  niño  y  se  lo  trajo  consigo. 

"Dióse  parte  al  Virrey  de  la  famosa  presa,  y  pronto  mandó  que 
todos  estos  apaches  con  otros  dos  seris  que  tenía  presos  en  el  pre- 
sidio, los  condujesen  en  collera  a  México  para  cantar  en  esta  Corte 


C.  II.  DIFICULTADES  Y  ESPÍRITU  DE  LOS  MISIONEROS  331 

el  triunfo.  En  pocos  días  estaba  todo  dispuesto  para  la  marcha. 

"Salió  del  presidio  de  Fronteras  la  miserable  collera  de  indios 
cogidos,  y  salieron  para  el  Poniente  a  encontrar  en  el  presidio  de 
Río  Chico  los  pocos  seris,  y  unidos  prosiguieron  su  viaje.  Ya  que 
habían  caminado  adelante  de  Sinaloa,  en  que  llevaba  más  de  cien 
leguas  andadas,  entraron  en  un  rancho  a  hacer  noche  los  soldados, 
por  una  parte  ya  confiados  de  la  seguridad  de  su  presa  que  no  había 
hecho  movimiento  alguno  en  tanto  camino ;  por  otra,  una  fiesta  que 
en  el  rancho  había  (se  engolaron  con  la  bebida  y  el  baile),  con  que 
los  apaches  pudieron  quebrantar  las  prisiones  y  escapar,  y  para 
no  dejar  a  sus  dos  cabezas,  Bautista  y  Pedro,  cuyas  prisiones  eran 
dificilísimas  de  quebrantar,  los  tomaron  en  hombros  y  los  condu- 
jeron a  una  profunda  cañada,  o  para  que  se  ingeniasen  los  dos  có- 
mo pudiesen  quitarse  aquellas  gruesas  cadenas,  o  para  que  allí 
muriesen  y  no  a  manos  de  los  soldados.  Los  seris  avisaron  de  la 
fuga  y  salieron  en  seguimiento  de  los  fugitivos.  Los  sueltos,  hom- 
bres y  mujeres  se  habían  ya  subido  a  una  alta  serranía  para  ar- 
marse, como  consiguieron  en  poco  tiempo,  continuando  su  \iaje 
hasta  sus  tierras,  haciendo  notables  daños  en  los  ranchos  interme- 
dios, matando  gentes,  ganados,  y  llevándose  una  doncellita  espa- 
ñola del  rancho  de  Encinillas,  que  quemaron. 

"Los  soldados  dieron  con  el  rastro  de  los  dos  que  habían  dejado 
en  cañada,  y  como  a  "moro  muerto,  gran  lanzada"  acometieron 
con  las  lanzas.  Bautista  cogió  la  que  le  hirió  y  apretándola  contra 
sí,  se  quitó  la  vida.  Pedro,  que  era  un  indio  que  habiendo  obrado 
con  rtíucha  caridad  con  unos  cautivos  españoles.  Dios  le  daba  más 
luces,  gritó  pronto:  "No  mata,  yo  cristiana,  yo  cristiana."  medias 
palabras  españolas  que  había  aprendido  en  el  presidio.  El  soldado, 
herido  lo  subió  a  caballo,  lo  llevó  al  misionero  de  Mocorito,  quien 
lo  bautizó  y  a  poco  tiempo,  de  la  herida  murió  con  tan  dichosa 
muerte. 

"Este  fué  el  éxito  de  tan  bárbara  tiranía  de  que  esperaban  los 
aplausos  y  ascensos  de  la  Corte.  Pero  Dios  no  permite  se  premien 
tan  brutales  injusticias"  (1). 

Hasta  aquí  la  interesante  y  significativa  relación  del  P.  Sola. 


Además  de  los  muchos  casos  particulares  de  oposición  y  ver- 


«<,«,  ^l^     Biblioteca    Nazionale    Vittorio    Emanuele    (Roma)    Fondo    Jesuítico 
3601.  Fase.  2. 


332  LAS  MISIONES 

dadera  persecución  contra  los  misioneros,  hubo  algunas  acusacio- 
nes por  parte  de  particulares  y  aun  de  obispos,  que  ligeramente 
apuntaremos. 

Una  de  ellas,  sobre  la  que  se  levantó  largo  expediente,  fué 
sobre  el  destino  que  los  superiores  provinciales  daban  a  los  sínodos 
u  observaciones  con  que  los  misioneros  eran  atendidos  por  parte  de 
la  Corona.  Fué  un  hecho  confesado  por  los  mismos  aludidos  pro- 
vinciales, que  en  efecto,  ellos  se  quedaban  con  parte  de  los  sínodos 
o  con  todos  ellos,  y  no  sólo  eso,  sino  que  encima  les  ponían  una  con- 
tribución a  determinados  misioneros  para  gastos  de  la  provincia. 

Vistas  así  las  cosas,  sin  más  amplias  explicaciones,  parecería 
una  injusticia  lo  que  los  provinciales  hacían,  pero,  hicieron  obser- 
var, y  con  mucha  razón,  primeramente:  que  la  Corona  no  asigna- 
ba cantidad  ninguna  para  la  manutención  y  gasto  de  ciento  y  tan- 
tos novicios  destinados  exclusivamente  a  sustituir,  andando  el  tiem- 
po, a  los  misioneros;  por  donde,  en  verdad  podía  decirse  que  ese 
dinero  de  misiones  quedaba  para  las  misiones. 

Ciei-to  era  que  sin  esos  sínodos  muchos  misioneros  la  pasaron 
mal  y  en  grande  pobreza,  pero  ésto  no  fué  más  que  por  culpa  de 
ellos:  porque  para  el  siglo  XVIII,  con  sus  indios  medio  civilizados, 
con  tierras  suficientemente  fértiles,  y  relativa  facilidad  para  obte- 
ner aperos  de  labranza,  la  máxima  parte  de  los  misioneros  jesuí- 
tas y  algunos  franciscanos  que  quisieron  imitarlos,  tuvieron  cose- 
chas, aprovisionamientos  de  cereales  y  hasta  grandes  ganaderías 
con  las  que  quedaron  moralmente  independizados  de  los  reales 
subsidios  y  sin  detrimento  de  la  pobreza  religiosa,  ya  que  todo  lo 
empleaban  en  las  misiones  y  que,  en  su  trato  personal  (hay  muchas 
pruebas  de  ello),  eran  verdaderamente  pobres  y  aun  miserables. 


Moderna  es  la  acusación  de  haber  sido  mal  hecha  la  distribu- 
ción del  trabajo  misional  y  prematuras  las  expediciones  y  avan- 
zadas hacia  el  norte  de  las  fundaciones  misionales. 

Si  de  expediciones  aisladas  se  trata,  como  las  heroicas  de  los 
PP.  Kino,  Consag,  Salvatierra,  y  la  increíble  del  franciscano  Car- 
ees, la  Historia  no  puede  tener  para  ellos  sino  grandes  y  muy  me- 
recidas alabanzas.  Explorar  la  tierra  en  nombre  de  la  Iglesia  y 
con  fines  apostólicos,  es  siempre  laudable  y  en  estos  casos  fué  de 
mucha  utilidad  y  edificación. 


C.  II.  DIFICULTADES  Y  ESPÍRITU  DE  LOS  MISIONEROS  333 

Otra  cosa  tal  vez  habría  que  pensar  no  sobre  las  expediciones 
aisladas,  sino  sobre  la  fundación  de  misiones  sin  la  debida  gradua- 
ción y  cercanía  de  unas  con  otras ;  tanto  por  parte  de  los  francis- 
canos, como  de  los  jesuítas,  todo  fué  echar  hacia  el  norte  dejando 
a  uno  y  otro  lado  y  aun  a  retaguardia,  muchos  enemigos  que  fueron 
en  lo  material  el  azote  de  las  misiones  y  que  quedaron  y  siguen 
quedando  como  verdaderas  lagunas  de  gentilidad  en  nuestra  patria. 

La  explicación  de  este  avance  hacia  el  norte  no  creemos  que 
deba  buscai*se  en  las  ansias  de  dar  con  la  gran  Quivira,  soñada 
por  el  P.  Niza,  sino  simple  y  sencillamente  se  debió  a  que  hacia  el 
norte  los  colonos  españoles  iban  dando  con  mejores  tierras  y  los 
misioneros  con  nuevas  indiadas  que  por  su  número  y  por  su  calidad 
eran  campo  más  abonado  para  sus  apostólicos  afanes. 

En  la  dificultad  en  que  nos  hallamos  para  formular  por  cuenta 
nuestra  una  descripción  comparativa  de  las  dos  órdenes  misione- 
ras en  el  norte  de  México:  franciscanos  y  jesuítas,  habrá  que  ce- 
der la  palabra  al  Sr.  obispo  de  Durango,  D.  Pedro  Tapiz,  cuyas 
son  las  siguientes  líneas  que  entresacamos  de  una  relación  suya  fir- 
mada en  Corodeguatzi,  a  26  de  agosto  de  1715   (2),  y  dice  así: 

"En  las  misiones  que  administran  y  están  a  cargo  de  los  RR. 
PP.  de  la  Sagrada  Compañía  de  Jesús,  que  son  once  las  que  he  visi- 
tado hasta  aquí,  he  hallado  los  indios  con  tan  buena  crianza  y  edu- 
cación en  lo  espiritual  y  temporal,  como  lo  califica  la  decencia  en 
sus  templos  y  culto  divino,  celo  y  aplicación  en  los  PP.  a  enseñar 
a  los  indios  la  Doctrina  cristiana  y  hacerles  que  aprendan  a  leer, 
escribir  y  contar  y  otros  oficios,  que  al  mismo  paso  que  he  salido 
de  estas  misiones  consoladísimo  y  edificadísimo  de  ver  el  apostó- 
lico celo  con  que  estos  PP.  atienden  a  dirigir  las  almas  de  aquellos 
pobres  a  fin  de  su  salvación,  desvelándose  en  quitarles  las  embria- 
gueces, bailes  y  otros  abusos  que  usaban  en  su  gentilidad  (en  que 
hay  ya  muy  poco  o  nada  que  corregir)  y  en  el  paternal  amor  con 
que  los  cuidan  y  atienden,  esmerándose  en  que  vayan  vestidos  y 
tengan  que  comer;  he  quedado  confundido  de  ver  el  desprecio, 
humildad  y  mortificación  propia  con  que  tratan  algunos  sus  per- 
sonas para  enseñar  a  todos,  así  indios  como  españoles,  con  el  ejem- 
plo, el  camino  seguro  de  la  gloria,  que  me  ha  parecido  conveniente 
reprenderlos   amorosamente   como   indecencia,   pero   aseguro  que 


(2)     A.  G.  L  67-5-15. 


334  .  LAS  MISIONES 

en  mi  interior,  lo  hice  con  confusión  mía;  y  porque  acaso  podrá 
causar  novedad  este  informe  por  algunas  noticias  que  la  emulación 
esparce,  supongo  que  es  verdad  que  estas  misiones  están  bien  abas- 
tecidas y  tienen  lo  que  han  menester,  porque  los  PP.  siembran  tri- 
go, maíz  y  otras  legumbres  y  crían  ganado,  en  especial  mayor, 
y  que  lo  que  sobra,  después  de  suplir  lo  necesario  para  la  misión  lo 
venden ;  pero  también  aseguro,  como  testigo  ocular,  que  ésto  se 
emplea  en  la  fábrica  de  las  iglesias  que  en  todos  los  pueblos  tienen 
decentísimas,  en  sus  ornamentos  y  ornato  para  la  celebración  de 
los  oficios  divinos  que  se  cantan  con  tanta  solemnidad,  que  habien- 
do concurrido  el  día  de  nuestro  Patriarca  San  Ignacio  en  la  Misión 
de  San  Francisco  Javier  de  Satevó,  canté  la  misa  pontifical  que 
oficiaron  los  indios,  así  con  canto  de  música  como  con  instrumen- 
tos de  bajón,  chirimías,  arpas,  violín  y  órgano,  que  todos  les  ense- 
ñan, teniendo  a  este  fin  un  maestro  de  Capilla,  que  lo  es  también 
indio ;  hubo  sermón  que  predicó  el  P.  Rector  y  misionero  de  la  Mi- 
sión de  Coyachic,  y  toda  la  función  se  celebró  con  solemnidad  y  de- 
cencia que  se  pudiera  en  la  Catedral.  En  ésto  pues,  en  socorrer  a 
los  indios  y  en  dar  limosnas  a  otras  iglesias,  como  a  muchos  espa- 
ñoles pobres  que  acuden  a  pedirla,  gasta  lo  que  sobra  a  las  misiones, 
y  por  esta  razón  siento  que  lo  multiplica  Dios,  como  tiene  ofrecido  a 
los  que  ejercitan  la  caridad.  Y  porque  algunos  ven  que  con  tanto  ce- 
lo se  mantienen  dichas  misiones,  sin  necesidad,  las  publican  opulen- 
tas. Pero  habiendo  yo  experimentado  y  visto  todo  lo  referido,  no  he 
podido  excusar  el  hacer  a  V.  M.  esta  representación,  y  ojalá  todas 
las  doctrinas  y  misiones  estuvieran  al  cuidado  de  los  PP.  de  la  Sa- 
grada Compañía  de  Jesús,  que  sin  duda  los  prelados  gozarían  de 
mucho  alivio,  descanso  y  consuelo. 

"Por  lo  que  mira  a  las  doctrinas  y  misiones  de  la  Sagrada  Re- 
ligión de  San  Francisco,  son  las  que  he  visitado  hasta  aquí  doce,  y 
he  visto  las  cosas  tan  al  contrario  que  las  iglesias  están  en  lo  co- 
mún muy  maltratadas,  con  poco  adorno  y  falta  de  ornamentos,  las 
misiones  y  doctrinas  pobres,  los  indios  desnudos,  mal  instruidos  y 
educados  y  sin  depósito  de  nuestro  Señor  Sacramentado  en  algunas 
iglesias  de  las  doctrinas,  originándose  todos  estos  efectos  de  lo  que 
con  sinceridad  y  con  el  celo  de  su  remedio  representaré  a  V.  M. 

"Es  común  práctica  en  las  misiones  y  doctrinas  que  están  a  car- 
go de  esta  Sagrada  Religión,  el  no  permanecer  en  ellas  los  PP.  mi- 
sioneros y  doctrineros  porque  sus  Superiores  los  mudan  cada  Ca- 


C.  II.  DIFICULTADES  Y  ESPÍRITU  DE  LOS  MISIONEROS  335 

pítulo  que  celebran,  y  a  muchos  antes,  y  así  es  raro  el  que  una  Doc- 
trina y  misión  se  conserve  más  tiempo  que  dos  o  tres  años;  pres- 
cindo si  tienen  o  no  motivos  justos  para  estas  mutaciones,  sí  sólo 
represento  a  V.  M.  que  de  ésto  se  sigue,  que  como  los  Ministros 
miran  las  doctrinas  como  de  paso,  no  solicitan  con  la  eficacia  que 
debieran  su  adelantamiento,  el  reparo  y  adorno  de  las  iglesias,  ni 
la  prevención  de  ornamentos  necesarios  para  el  divino  culto  y  ce- 
lebración de  los  divinos  oficios.  Sigúese  también  que  no  les  cobran 
amor  a  los  indios,  ni  los  indios  a  los  PP.,  y  de  esta  falta  de  corres- 
pondencia y  amor  se  origina  el  no  obedecer  los  indios  a  los  padres 
y  tratar  éstos  mal  a  los  indios  sin  cuidar  de  enseñarles  oficios  y 
otras  facultades  en  que  en  otras  misiones  están  bien  instruidos, 
pues  ni  saben  leer  ni  escribir,  ni  música,  ni  hay  cantores  que  sepan 
oficiar  una  misa,  si  no  es  en  tal  o  cual  misión,  y  viven  los  indios  en 
su  pobreza  y  desnudez.  También  se  sigue  el  no  aplicarse  los  PP.  a 
aprender  la  lengua  de  los  indios  y  consiguientemente  no  son  capa- 
ces por  esta  ignorancia  de  enseñarles  la  Doctrina  cristiana  ni  po- 
derlos confesar,  si  no  es  a  los  que  supieren  o  entendieren  la  lengua 
castellana  como  prácticamente  lo  he  experimentado  en  muchas  mi- 
siones y  doctrinas  en  que  me  ha  sido  preciso  pedir  a  los  PP.  de  la 
Compañía  algunos  clérigos  más  cercanos  a  dichas  misiones,  vinie- 
sen a  confesar  los  indios  para  administrarles  el  santo  sacramento 
de  la  Confirmación,  sobre  que  he  dado  la  providencia  de  noticiarlo 
al  Gobernador  de  esta  Provincia  y  Vice-Patrón  de  V.  M.  para  que 
provea  el  remedio,  porque  como  estas  misiones  no  reciben  colación 
canónica  sino  es  los  que  están  en  las  doctrinas  erigidas  por  tales,  no 
sabe  el  Obispo  lo  que  los  superiores  de  la  Religión  ponen,  hasta 
que  llega  el  caso  de  la  Visita." 

Dando  la  fe  que  se  merece  a  la  relación  del  limo.  Sr.  D.  Pedro 
Tapiz,  que  acabamos  de  copiar,  todavía  a  priori  y  a  posteriori,  se 
puede  afirmar  de  las  misiones,  más  que  de  cualquiera  otra  iglesia 
o  parroquia,  que  valían  tanto  como  individualmente  sus  misione- 
ros; el  misionero  es  el  alma  en  su  jurisdicción  y  en  muchas  leguas 
a  la  redonda ;  por  ésto,  si  a  la  muerte  de  un  misionero  lleno  de  Dios 
y  del  celo  de  la  salvación  de  las  almas,  sucedía  otro  de  menos  es- 
píritu, hombre  cuitado,  poco  industrioso,  suspirando  por  regresar  a 
los  colegios  o  conventos  cómodos,  etc.,  etc.,  su  apatía  y  desinterés 
se  reflejaban  en  las  misiones  y  todo  caía  por  tierra. 


336  LAS  MISIONES 


Las  órdenes  religiosas  conocedoras  del  mérito  de  los  misione- 
ros en  general,  y  en  particular  del  de  sus  hijos  que  más  descolla- 
ron en  tan  gloriosas  empresas,  tuvieron  el  buen  sentido  de  perpe- 
tuarlos dando  a  la  estampa  sus  biografías;  ésto  nos  ahorra  el  re- 
producirlas con  la  extensión  que  se  merecen,  pero  no  podemos  dejar 
de  mencionar  a  las  grandes  columnas  siquiera,  de  nuestros  apostóli- 
cos varanes.  La  orden  seráfica  después  del  P.  Fr.  Antonio  Linaz, 
fundador  de  los  colegios  apostólicos  en  Nueva  España,  hombre 
excepcional  y  de  elevado  espíritu,  ensalza  la  memoria  de  Fr.  Fran- 
cisco Casañas,  el  mártir  de  Nuevo  México;  de  Fr.  Francisco  Esté- 
vez,  de  Fr.  Antonio  Bustamante;  pero  sobre  todo  de  Fr.  Junípero 
Serra  y  de  Fr.  Antonio  Margil  de  Jesús.  La  vida  de  estos  dos  após- 
toles, tan  íntimamente  ligada  con  nuestra  historia  del  siglo  XVIII, 
son  el  espejo  en  que  hasta  ahora  se  miran  los  fervorosos  hijos  de 
San  Francisco  de  Asía,  y  con  grande  gusto  y  aprovechamiento 
pueden  verse  los  correspondientes  libros  citados  del  comienzo  de  es- 
te capítulo. 

Maneiro,  Alegre  y  Vanegas  en  la  antigüedad,  y  en  los  tiempos 
más  modernos  Dávila  y  Arrillaga,  Icazbalceta  y  el  Archivo  General 
de  la  Nación  con  sus  preciosas  publicaciones,  ya  bien  vulgarizadas, 
nos  relevan  del  grato  deber  de  extendemos  más  ampliamente  sobre 
las  biografías  por  ellos  publicadas,  de  insignes  jesuítas  misione- 
ros ya  honrosamente  citados  en  el  discurso  de  esta  obra. 


CAPITULO  III 

LAS  MISIONES  DE  CALIFORNIA 


Primeras  expediciones  a  California, — Entrada  del  padre  Juan  María  de 
Salvatierra. — Primeras  fundaciones. — Caracteres  generales  de  la  labor  misio- 
nal— Descripción  de  la  vida  cristiana  de  California. — La  misión  desde  1767. 
— Los  fondos  piadosos  de  la  California. 


bibliografía  especial 

CLAVIJKBO,  FRA1ÍCI8CO  JAVIER.— HistorU  de  la  Antigrua  California.— México, 
18.Ó2. 

FON8ECA  Y  tJRBUTIA  C— Historia  de  R«al  Hacienda.— México.  1853. 

FERNANDEZ  DE  SAN  SALVADOR,  A.  P.— Historia  de  la  Antl^na  California.— Mé- 
xico, 1816. 

OBREGON  BALTAS.\R  DE. — Historia  de  los  Descubrimientos  Antigruos  y  Modernos 
de  la  Nneva  España. — México,  1924. 

OBREGON  FERN.\NDEZ,  R.ANGEL.— (Archivo  General  de  la  Nación  T.  VIII).— Las 
Misiones  de  Sonora  y  Arizona. — México,  1913  —  1922. 

ORTEGA  JOSÉ. — .^ipost-ólicos  Afanes  de  la  Compañía  de  Jesús. — Barcelona,  1754. 

PALAU    FRANCISCO.- Vida  de   Fray   Junípero   Serra.— México,   1787. 

SONORA  MARQUES  DE.— Informes  Generales  al  Excmo.   Señor  Virrey.— 1857. 


338  LAS  MISIONES 


I OMENZ AREMOS  este  capítulo  por  decir  que  bajo  el  nom- 
bre de  California  entendemos  lo  que  por  tal  nombre  se  en- 
tendía en  el  siglo  XVIII:  La  península  de  la  Baja  Cali- 
fornia, hasta  treinta  y  dos  grados  y  medio,  si  bien,  algu- 
nos particulares,  sin  verdadero  fundamento  para  ello,  llamaron  Alta 
o  Nueva  California  a  deteiminadas  regiones  al  este  del  Río  Gila,  en 
el  hoy  Estado  de  Arizona. 

Al  contrario  de  lo  que  les  ha  pasado  a  muy  importantes  comar- 
cas y  poblaciones  de  nuestra  República  que  carecen  de  historia  y 
documentos  primitivos.  California  tuvo  exceso  de  ello,  porque  real- 
mente ni  por  la  calidad  de  sus  terrenos  áridos  y  mezquinos,  ni 
por  sus  habitantes,  siete  u  ocho  mil  en  conjunto  a  fines  del  siglo 
XVIII,  ni  aun  siquiera  por  la  labor  misional  (total,  cuarenta  misio- 
neros en  setenta  años)  merece  tanto  como  de  ella  se  ha  escrito  y 
publicado. 

Pero  California  siempre  ha  sido  región  de  misterio  y  de  ilusio- 
nes. En  el  primer  tercio  del  siglo  XVI,  se  creyó  que  por  aquel  rum- 
bo andaba  la  gran  Quivira  y  las  famosas  Siete  Ciudades  que  ima- 
ginadas por  Fr.  Marcos  de  Niza,  revolvieron  el  espíritu  aventure- 
ro de  muchos  conquistadores,  aun  a  pesar  de  las  más  positivas  rela- 
ciones de  Vázquez  Coronado. 

Los  que  primeramente  conocieron  de  hecho  la  California,  no 
fueron  como  dice  Clavijero,  Ordoño,  Jiménez  y  su  gente  de  mar; 
que  ya  antes  habían  ido  por  los  años  de  1529,  dos  capitanes  de  Ñuño 
de  Guzmán,  nombrados  Marcos  Ruiz  de  Rojas  y  Melchor  Díaz  de 
Alarcón  con  un  viaje  tan  feliz,  que  al  fin  de  él  pudieron  afirmar 
por  lo  que  habían  visto  y  recorrido,  que  la  California  era  península 
y  no  isla.  A  ellos  pues  y  no  al  P.  Kino  es  a  quien  se  debe  el  primer 
conocimiento,  así  como  el  haberlo  divulgado  se  debe  al  primer  his- 
toriador mexicano  Baltasar  de  Obregón.  El  es  quien  en  su  preciosa 
"Historia  de  los  Descubrimientos"  nos  dejó  las  siguientes  líneas: 
"Descubrió  el  Río  del  Tizón  (El  Colorado),  Marcos  Ruiz  de  Rojas, 
en  el  cual  vieron  mucha  suma  de  indios,  aunque  desnudos  e  que  ha- 
bitaban en  casas  debajo  de  tierra,  el  cual  (río)  asimismo  anduvo 
y  visitó  Melchor  Díaz  e  Alarcón  por  mar  e  tierra ;  estos  dos  fueron 
capitanes  de  Ñuño  de  Guzmán;  el  cual  río  está  en  el  Ancón  de  la 
California;  es  muy  hondo  e  de  altísimos  barrancos  e  no  se  ha  sabi- 
do que  gente  habita  por  él  arriba.  Viene  a  desahogar  a  la  mar  del 


C.  III.  LAS  MISIONES  DE  CALIFORNIA  339 

Sur  de  los  Llanos  de  las  Vacas.  Este  brazo  de  mar  llamado  Ancón 
está  poblado  de  gente  en  todo  él,  aunque  no  se  sabe  su  modo  de  ves- 
tir, comer  y  cosas,  mas  de  que  se  han  visto  gran  cantidad  de  humos 
en  la  costa  y  tierra  adentro.  Entiéndese  está  toda  poblada.  Toda 
esta  costa  es  firme  e  participante  con  la  Quebira,  Cíbola  Tibuex, 
Nuevo  México  e  la  Florida." 

Instruido  probablemente  por  uno  de  estos  descubridores,  Her- 
nán Cortés  despachó  por  mayo  de  1532,  dos  navios  de  los  que  sólo 
llegó  el  de  Ordoño  Jiménez  (1). 

En  1533  envió  otra  expedición  cuyos  preparativos  nos  describe 
gloriosamente  en  los  siguientes  términos :  "Ha  más  de  siete  meses 
que  yo  salí  de  mi  casa  para  el  despacho  de  estos  navios  y  los  cinco  de 
ellos  (de  los  meses)  he  estado  siempre  residiendo  en  este  astillero  sin 
quitarme  de  sobre  la  obra  ...  y  con  residir  en  persona  en  este  puer- 
to sobre  la  obra  con  todos  mis  criados  y  con  más  de  30  oficiales  es- 
pañoles que  traigo  (que  hay  hombre  de  ellos  a  quien  doy  cuatro- 
cientos pesos  de  oro  de  minas  por  año)  .  .  .  está  la  obra  en  término 
que  sin  duda  (placiéndole  a  N.  S.),  se  harán  a  la  vela  estos  navios, 
a  más  tardar  a  mediados  de  agosto,  y  aunque  me  cueste  hasta  en- 
viarlos más  de  treinta  mil  castellanos,  de  más  del  mucho  trabajo  de 
mi  persona,  quedo  satisfecho,  porque  salen  ahora  dos  navios  e  uno 
de  más  de  noventa  toneles  machos  y  el  otro  de  cerca  de  setenta, 
los  más  recios  y  de  mejor  clavazón  e  madera  que  pudiera  salir  de 
Castilla,  con  mucho  bizcocho  de  Castilla  hecho  en  México  e  mucho 
vino  e  vinagre  e  aceite  e  quesos  e  carne  e  pescado  e  un  par  de  pilo- 
tos que  el  uno  de  ellos  no  se  puede  mejorar  en  el  mundo  y  la  mejor 
gente  de  mar  que  puede  haber  en  levante,  e  mucha  artillería  e  muni- 
ciones e  jarcia  e  gente  de  guerra  e  todos  oficios  de  navios  e  herre- 
ros doblados  e  boticario  e  botica  todo  muy  bueno  e  tan  cumplido 
que  teman  todo  bastimento  para  más  de  año  y  medio ...  Y  demás 
de  esto  queda  medio  acabada  una  nao  de  más  de  doscientos  toneles 
y  otro  navio  pequeño  con  mucho  del  aderezo  necesario  para  el  re- 
tomo, que  yo  espero  en  Dios  que  ha  de  ser  tal,  que  dello  sea  nuestra 
Santa  Fe  católica  muy  ensalzada  y  S.  M.  servido  y  todos  aprove- 
chados" (2). 


(1)  Carta  de  Hernán  Cortés  al  Consejo  de  Indias.     Tehuantepec,  25  de 
enero  de  1533. 

(2)  Cuevas,     Cartas  y  otros  documentos  de  Hernán  Cortés.     Págs.  111 
y  siguientes. 


340  LAS  MISIONES 

Aunque  tenía  Cortés  desi^io  de  enviar  por  capitán  "persona 
que  sea  de  experiencia  y  caballero  y  de  los  que  me  ayudaron  a  ga- 
nar la  tierra,"  a  última  hora  decidió  ponerse  él  mismo  al  frente 
de  su  armada.  "En  el  dicho  viaje  (dice),  pasé  muchos  trabajos  y 
peligros  y  estuve  muchas  veces  a  punto  de  ahogarme,  tanto  que  los 
que  iban  conmigo  estuvieron  todos  desnudos  para  echarse  al  agua, 
que  si  Dios  milagrosamente  no  'nos  remedia,  todos  pensamos  ser 
ahogados;  y  volví  con  bastimento  sin  mirar  en  dicho  peligro  que 
había  pasado  y  proveí  y  remedié  la  dicha  gente.  Y  después  viendo 
el  poco  remedio  que  para  pasar  adelante  tenía,  dejé  poblada  la  di- 
cha tierra  y  en  ella  hasta  treinta  hombres  españoles  con  doce  caba- 
llos y  les  dejé  el  dicho  bastimento,  y  proveídos  para  diez  meses, 
ansí  de  maíz  como  de  ovejas  y  tocinos  y  puercos,  gallinas  y  otras 
cosas  necesarias  con  intención  de  tornar  a  hacer  la  dicha  armada 
y  hacer  otra  mayor  de  nuevo;  y  volví  a  esta  N.  E.  a  dar  orden  en 
ello.  Y  a  causa  que  algunos  parientes  de  los  que  dejé  en  la  dicha 
tierra  se  quejaban,  nuestro  Visorrey  de  esta  Nueva  España  D. 
Antonio  de  Mendoza,  me  mandó  enviase  por  la  dicha  gente  y  la 
trujiese,  lo  cual  yo  hice"  (3). 

Ulloa  mandado  por  Cortés  posteriormente,  Alarcón,  Sebas- 
tián Vizcaíno,  Antonio  de  Luna  con  su  yerno  Baltasar  de  Obregón 
y  otros  muchos  aventureros,  quién  por  cuenta  propia,  quién  a  ex- 
pensas de  la  real  caja,  estuvieron  haciendo  expediciones  tan  difí- 
ciles como  infructuosas  que  nuestros  lectores  pueden  ver,  como 
trivial  y  repetidísima  materia  en  una  de  tantas  publicaciones  so- 
bre California  (4). 

La  entrada  definitiva  debióse  principalmente  al  P.  jesuíta  Juan 
Ma.  de  Salvatierra  en  1697.  A  propósito  de  ella  pidió  el  Consejo  de 
Indias  a  la  audiencia  de  Guadalajara  que  hiciera  relación  e  infor- 
mase de  cuanto  pudiera  conducir  a  la  mejor  inteligencia  y  gobier- 
no de  la  recién  fundada  misión.  De  dicha  relación  firmada  por  los 
licenciados  Palma,  Feijoo  y  Miranda,  entresacamos  las  siguientes 
líneas :  "Nunca  Señor,  más  cerrada  la  puerta  de  la  California ;  nun- 
ca más  impenetrable  e  intransitable  juzgaba  el  prudente  juicio  hu- 
mano esta  Provincia,  que  después  de  la  última  expedición  hecha  por 
el  año  de  ochenta  y  tres  (1683)  y  siguientes  a  el  cargo  del  Almirante 
D.  Isidro  de  Atondo  con  dos  navios  de  línea  de  más  de  cien  perso- 


(3)  Memorial  de  Hernán  Cortés  al  Emperador.    1539. 

(4)  Véase  Clavijero.    Historia  de  la  Baja  California.    Lib.  I,  Cap.  I  a  VIL 


I',  ilernatido  de  Tovar. — Mártir  eii   Tcix'liiiaues. 

Galería  del  Jesús,   Roma. 


C.  III.  LAS  MISIONES  DE  CALIFORNIA  341 

ñas  entre  soldados  y  gente  de  mar.  Todo  el  poder  de  la  Real  Ha- 
cienda para  pagas  y  pertrechos,  tres  años  continuos  de  insistencia 
en  aquellas  playas,  diferentes  entradas  hasta  la  contracosta,  y  lo 
que  es  más  el  fervor  del  mismo  P.  Ensebio  Francisco  Kino  y  los 
Padres  Juan  Bautista  Cozano  y  Pedro  Goñi  desesperaron  de  la  per- 
manencia, determinaron  imposible  la  empresa  y  abandonaron  su 
prosecución,  no  habiendo  debido  en  todo  aquel  tiempo  a  la  tierra 
reconocida,  un  pedazo  propicio  para  la  cultura,  a  el  cielo  un  rocío 
ni  al  temperamento  más  que  continuadas  enfermedades  y  algunas 
muertes. 

"Así  quedó  la  California  el  año  de  1786,  no  sin  grave  dolor 
de  los  Padres  que  dejaban  sin  esperanza  de  remedio  y  pasto  espi- 
ritual a  los  hijos  californios,  tanto  que  al  dicho  P.  Juan  Bautista 
Cozano  costó  el  juicio  que  no  ha  podido  después  recuperar.  Sin 
haber  quedado  otro  buen  efecto  de  esta  empresa,  que  un  pedazo  de 
vocabulario  que  el  dicho  P.  formó  del  trato  que  con  ellos  tuvo  y 
sirvió  después  a  el  P.  Juan  María  de  Salvatierra. 

"Habiendo  este  P.  pasado  a  esta  pai-te,  de  los  estados  de  Mi- 
lán y  ocupádose  de  las  misiones  de  la  Tarahumara,  siendo  después 
Visitador  de  todas  ellas,  lo  sacó  la  obediencia  para  el  rectorado  del 
Colegio  de  esta  ciudad  (de  Guadalajara)  donde  era  tanto  el  amor 
que  mostraba  a  sus  tarahumares  que  le  oímos  decir  que  si  se  le 
permitiera,  saliera  de  rodillas  desde  esta  ciudad  hasta  sus  misiones. 
Movido  de  la  misericordia  Divina,  convirtió  el  amor  de  la  Tarahu- 
mara, en  ansias  de  la  California:  era  esto  pov  el  año  de  noventa  y 
cuatro  en  que  sin  embargo  de  no  hallar  persona  que  apoyase  su 
dictamen,  no  hablaba  ni  trataba  de  otra  cosa  que  de  fervorizar  los 
desmadrados  ánimos;  y  habiendo  sido  llamado  por  maestro  de  no- 
vicios y  rector  de  Tepotzotlán  todas  sus  oraciones  y  ejercicios  se 
dedicaban  a  la  entrada  y  conversión  de  las  Californias  y  a  extra- 
ordinarias diligencias  así  con  el  Conde  de  Moctezuma,  Virrey  de  es- 
ta Nueva  España,  como  con  su  provincial  Juan  de  Palacios  para 
que  le  permitiesen  la  licencia  de  entrar  en  dicha  provincia  a  que 
halló  no  pequeña  resistencia,  en  el  primero  por  las  órdenes  de  V.  M. 
que  en  virtud  de  los  informes  de  la  última  expedición  de  D.  Isidro 
de  Atondo  había  mandado  por  entonces  suspender  la  conquista;  y  en 
f^l  segundo  porque  hallándose  la  Real  Hacienda  tan  extenuada  que  no 
se  le  podía  satisfacer  los  situados  de  las  Misiones  de  Sinaloa,  Sonora 
y  el  Parral,  y  por  estar  empeñada  la  Provincia  en  considerables 


342  LAS  MISIONES 

sumas;  más  se  hallaba  en  términos  la  Compañía  de  dejar  dichas 
Misiones,  que  de  encargarse  de  otras,  dependientes  sólo  de  la  Pro- 
vincia y  del  fervor  del  dicho  P.  Juan  María ;  pero  nada  de  esto  fué 
bastante  para  que  dejara  de  repetir  las  instancias,  consiguiendo 
con  ellas  despacho  y  licencia. 

"A  este  principio  se  siguió  buscar  medios  que  a  su  ardiente 
deseo  (aun  los  muy  limitados  para  tan  grande  empresa),  parecie- 
ron bastantes,  y  el  que  más  se  señaló  desde  los  principios  y  después 
fué  el  Bachiller  D.  Juan  Caballero  y  Osio  presbítero  vecino  de  la  ciu- 
dad de  Querétaro  que,  demás  de  las  proporciones  con  que  ha  con- 
tribuido para  los  gastos,  destinó  veinte  mil  pesos  para  la  funda- 
ción de  las  dos  primeras  Misiones,  cuya  renta  de  quinientos  pesos 
cada  una,  tiene  hoy  corriente. 

"Animado  el  P.  Salvatierra  con  estos  refuerzos  y  juzgando  la 
Compañía  que  le  pareció  suficiente,  como  Capitán  General  de  ella 
pasó  el  año  de  noventa  y  seis  a  la  California  y  asentado  su  tren  en 
el  real  que  puso  por  nombre  de  Loreto,  dispuso  una  fortificación 
que  pudiese  servir  de  resguardo  para  cualquiera  invasión  o  asalto, 
como  lo  tuvo,  en  que  dejando  castigados  los  indios,  sirvió  de  asen- 
tar la  paz  con  menor  recelo  para  lo  de  adelante.  Siguióle  luego  su 
compañero  el  P.  Francisco  María  Piccolo  y  en  los  dos  primeros  años 
padecieron  estos  dos  padres  intolerables  trabajos  hallándose  mu- 
chas veces  necesitados  por  la  falta  de  matenimientos  y  poca  es- 
peranza de  la  manutención  de  la  tierra  a  despedir  toda  la  gente, 
quedándose  solo,  a  vivir  y  morir  por  aquellos  bárbaros  y  a  su  mer- 
ced y  disposición,  hasta  que  con  la  noticia  de  la  lengua  Moqui  de 
que  procuraron  informarse,  fueron  extendiéndose,  llevándolos  los 
mismos  naturales  a  algunos  parajes  menos  incómodos  y  más  a  pro- 
pósito para  reducción  de  pueblos,  adelantándose  después  de  apren- 
dida la  lengua  Laimona  más  universal  entre  aquellas  gentes  a  el 
estado  en  que  hoy  se  halla  aquella  conversión,  descubrimiento  y 
pacificación  de  que  mejor  constará  a  V.  M.  por  la  declaración  de 
Francisco  Javier,  indio  californio  a  quien  tratamos  y  vimos  aquí 
con  otros  dos  compañeros  semejantes  en  el  todo  a  los  demás  in- 
dios, aunque  algo  más  robustos  y  fuertes,  y  por  la  de  D.  Luis  Tor- 
tolero,  su  primer  capitán. 

"Este,  Señor,  es  el  feliz  principio  que  han  dado  los  Padres  a 
la  pacificación  y  conversión  de  la  California  de  cuyos  términos 
aunque  se  sabe  el  principio  y  punta  de  San  Lucas,  pero  no  las  dis- 


C.  III.  LAS  MISIONES  DE  CALIFORNIA  343 

tancias  que  comprende;  empresa  que  ha  tomado  con  tanto  empeño 
el  dicho  P.  Eusebio  Francisco  Kino  que  en  estos  dos  últimos  años 
ha  hecho  tres  viajes:  el  primero  con  el  P.  Juan  María  de  Salvatie- 
rra y  en  él  desde  Hiaqui  anduvieron  docientas  leguas,  costeando 
desde  las  ISIisiones  últimas  de  Sonora,  reconociendo  que  el  mar 
cuanto  más  se  alargaba,  se  angostaba  más,  y  por  la  falta  de  basti- 
mentos se  volvieron,  teniendo  por  fijo  ser  dichas  Californias  tierra 
firme  con  la  Nueva  España. 

"El  segundo  viaje  lo  hizo  solo  dicho  P.  Eusebio  y  anduvo  por 
el  mismo  rumbo  cuatrocientas  leguas,  llegando  hasta  un  grande 
río  que  llaman  Colorado  o  el  de  la  Tierra  Colorada,  y  después  de 
él  entró  treinta  leguas  a  lo  que  le  pareció  en  tierra  de  la  California 
y  dejando  cartas  para  que  las  llevasen  a  el  P.  Juan  María  por  tie- 
rra y  viendo  que  no  había  habido  razón  o  seguridad  de  que  llegasen, 
se  volvió. 

"El  tercero  (viaje)  con  el  P.  Manuel  González  también  de  la 
Compañía  saliendo  los  dos  con  determinación  de  llegar  donde  es- 
taba dicho  P.  Juan  María  y  acabar  de  certificarse  que  se  podían 
comunicar  por  tierra,  pero  habiendo  llegado  al  dicho  río  Colorado, 
y  entregándose  a  los  indios  gentiles  para  que  en  una  balsa  los  pasa- 
sen las  corrientes,  los  metieron  en  el  mar  donde  dichos  indios  gen- 
tiles los  largaron  y  se  fueron,  quedando  por  dos  o  tres  días  a  la 
Providencia  de  Dios,  que  al  cabo  de  ellos  los  echó  con  la  resaca  a 
la  orilla  muy  lastimados  de  que  quedaba  muy  enfermo  el  dicho  P. 
Manuel  González  que  son  las  últimas  noticias  que  hemos  tenido  y 
guardamos  más  especiales  relaciones. 

"Las  grandes  utilidades  de  la  pacificación  de  esta  nueva  tie- 
rra, los  repetidos  deseos  y  empeños  que  siempre  ha  habido,  las  ma- 
nifiestan, la  primera  y  la  principal,  la  reducción  de  tanto  número 
de  infieles  a  el  gremio  de  nuestra  Santa  Fe  Católica ;  la  extensión  de 
los  dominios  de  V.  M.  en  otro  reino  que  no  ofrece  menos  riqueza 
que  el  del  Perú  y  esta  Nueva  España  en  minerales  y  perlas  de  que 
todas  sus  playas  y  islas  están  llenas,  siendo  el  mantenimiento  de 
algunos  isleños  y  playanos  el  ostión,  y  aunque  de  lo  visto  hasta 
ahora  el  oriente  de  las  perlas  no  es  el  mejor  por  haber  salido  mu- 
chas aplomadas,  pero  siendo  los  comederos  y  placeres  sin  número, 
bien  se  puede  esperar  que  algunos  ofrezcan  también  sin  número  la 
riqueza  de  que,  ya  movida  la  codicia  de  algunos,  con  diversos  pre- 
textos fabrican  barcos  o  lanchas  que  bastan  a  la  corta  travesía 


344  LAS  MISIONES 

desde  Hiaqui,  San  Ignacio  de  Orne,  y  otros  parajes  de  Sinaloa  y 
Sonora,  y  también  sii-ven  para  el  comercio  y  condución  de  algunos 
mantenimientos. 

"Abundantísimas  salinas  de  que  se  pueden  cargar  navios  en- 
teros, sirven  de  dar  escalas  y  puertos  a  la  Nao  de  Filipinas  para 
que  pueda  hacer  aguadas,  refrescar  los  víveres  y  dejar  los  enfer- 
mos que  tanto  perecen,  desde  que  se  monta  la  punta  de  San  Lu- 
cas hasta  el  puerto  de  Acapulco.  Y  por  fin  el  descubrimiento  de 
tanta  tierra  que  si  se  ha  de  estar  a  las  antiguas  demarcaciones  de 
Sebastián  Vizcaíno,  llega  hasta  a  ofrecer  breve  travesía  de  mar  con 
las  innumerables  islas  del  Japón"  (5). 

Los  primeros  trabajos  del  P.  Salvatierra  nadie  mejor  que  él 
nos  los  podrá  contar  como  lo  hace  en  el  preciso  memorial  que  a 
continuación  publicamos.  Dice  así:  "Muy  Poderoso  Señor:  Yo 
Juan  María  de  Salvatierra  de  la  Compañía  de  Jesús,  Superior  de 
la  Misión  del  Reino  de  las  Carolinas  o  California,  parezco  delante 
de  V.  A.  en  la  mejor  forma  que  me  concede  el  derecho  y  represento 
en  primer  lugar  sumariamente  a  V.  A.  el  estado  presente  de  la 
conquista  espiritual  y  temporal  de  una  parte  de  este  Reino. 

"Y  digo  que  después  de  haberse  saltado  el  pie  en  este  Reino 
debajo  de  la  sombra  de  las  armas  de  S.  M.  nuestro  Rey  D.  Carlos 
II,  (que  Dios  guarde)  por  octubre  del  año  de  mil  seiscientos  y  no- 
venta y  siete,  después  de  sustentado  y  rechazado  con  victoria  un 
asalto  violento  de  todos  los  gentiles  comarcanos  en  13  de  noviembre 
del  año  susodicho;  después  de  vencida  una  batalla  de  campo  a 
campo  por  nuestros  españoles  con  muchos  muertos  de  los  enemi- 
gos, en  2  de  abril  del  año  de  mil  seiscientos  y  noventa  y  ocho,  des- 
pués de  pasadas  grandes  faltas  de  socorros,  pérdidas  de  embarca- 
ciones y  10  meses  continuados  de  guerra,  trabajos  todos  bien  lo- 
grados a  los  cuales  echó  Dios  bendición  otorgada  de  la  mano  de 
María  la  Gran  Madre  de  Dios  Conquistadora  y  en  su  casa  de  Lo- 
reto  la  primera  pobladora  de  este  Reino;  hoy  día  de  la  fecha  de 
esta  representación  y  memorial  se  hallan  en  este  puerto  de  Loreto 
Concho  arrimado  a  la  bahía  de  San  Dionisio  como  en  veintiséis 
grados  de  altura,  sesenta  almas  de  crist'anos  de  la  Nueva  España 
entre  padres,  españoles  y  gentes  de  familias;  treinta  hombres  de 
armas  españolas  incluyendo  Capitán  y  Alférez,  dos  españoles  aven- 
tureros sin  sueldo,  diez  indios  amigos  de  la  Nueva  España  armados 


(5)     A.  G.  I.  67-1-41. 


C.  III.  LAS  MISIONES  DE  CALIFORNIA  345 

de  arco  y  flechas,  dos  mulatos  sirvientes,  cinco  filipinos  Pampangos 
y  el  resto  mujeres  y  niños  con  caserías  de  adobes  y  otras  de  esta- 
cadas y  tierra,  todo  en  orden  y  bien  techadas  y  rodeado  todo  de  un 
fuerte  recinto  de  estacada  y  tierra  para  resistir  las  amias  de  in- 
dios con  una  lancha,  varada  en  la  playa  a  que  pueden  servir  los  fi- 
lipinos en  caso  de  grande  urgencia.  Tiene  otras  dos  fragatas  y  una 
lancha  en  la  mar,  que  van  y  vienen  asistidos  los  tres  barcos  de  trein- 
ta hombres  de  mar,  todos  pagados  con  sueldos  proporcionados, 
así  la  gente  de  milicia  en  tierra  como  en  la  mar:  el  Capitán  del 
Presidio  y  de  las  dos  fragatas  a  quinientos  pesos  cada  uno;  el  ca- 
bo de  la  lancha  a  doscientos  y  sesenta  y  seis  pesos;  los  soldados  a 
trescientos  pesos ;  el  Alférez  a  trescientos  y  cincuenta ;  los  marinos 
a  varios  precios,  de  quince  hasta  veinte  pesos ;  los  grumetes  a  doce 
pesos  y  la  gente  de  tien-a  que  no  son  soldados  españoles  reputado 
uno  con  otro,  vienen  reputados  en  doce  pesos  de  sueldo;  de  suerte 
que  los  salarios  solos  pasan  entre  mar  y  tierra  de  diez  y  seis  mil 
pesos. 

"Añádase  a  ésto  el  gasto  cierto  y  por  otra  parte  incierto  en  la 
cantidad  de  pertrechos  nuevos  de  barcos,  cables,  anclas,  calafateos 
y  semejantes  gastos  y  remiendos,  mas  el  gasto  de  bastimentos,  pues 
a  toda  la  gente  de  tierra  y  mar  se  les  dan  además  de  los  salarios, 
raciones  de  carne,  maíz  o  harina  y  miniestras,  y  manteca  para  días 
de  pescado  y  en  esto  entran  las  primeras  mujeres  españolas  por 
privilegio  hasta  que  vivan,  que  así  lo  ha  estilado  S.  M.  en  otras 
muchas  poblaciones. 

"ítem,  el  gasto  de  pólvora,  balas  y  otras  armas,  y  el  regalo 
proporcionado  de  semillas  y  vestidos  para  atraer  estas  nuevas  ra- 
ciones para  el  camino  del  cielo  y  para  el  cultivo  de  sus  tierras,  que 
se  enseñen  a  labrarlas  con  gusto  hasta  que  den  fruto,  que  así  lo  es- 
tila S.  M.  Y  todo  esto  junto  cada  año,  cuesta  muchos  millares  de 
pesos  afuera  de  los  salarios.  Dos  efectos  seguros  que  ha  habido  y 
hay  hoy  día  entre  manos  para  tantos  gastos,  son  solamente  la  li- 
mosna prometida  de  palabra  de  seis  benefactores  que  ofrecieron 
dar  cada  uno  a  trescientos  pesos  cada  año  por  el  espacio  de  cinco 
años  y  en  primeros  de  enero  del  año  venidero  (1701),  se  cumpli- 
rán las  cinco  pagas;  y  a  ésto  se  obligaron  sin  escritura,  y  todas 
juntas  estas  limosnas  montan  cada  año  mil  y  novecientos  pesos 
que  es  sólo  una  pequeña  parte  de  los  gastos  de  cada  año.  Todo  el 
lesto  es  de  limosnas  y  limosnitas  dadas  de  los  fieles  cristianos,  sin 
haber  limosnero  en  propiedad,  que  pida  limosna  con  los  requisitos 


346  LAS  MISIONES 

ordinarios  de  instancias  eficaces,  de  suerte  que  aunque  se  tiene 
cuenta  hasta  del  medio  que  cae  y  se  pone  al  libro,  pero  parece  cosa 
más  venida  del  cielo  que  diligenciada  en  la  tierra,  y  es  notorio  por 
parte  que  se  han  pagado  con  puntualidad  los  salarios  así  en  reales 
como  en  géneros,  según  y  como  ha  sido  el  gusto  de  cada  soldado  y 
marinero,  con  libranzas  de  muchos  millares  de  pesos  que  han  ido  a 
México  y  han  sido  pagados  en  dos  años  y  medio,  que  queda  enar- 
bolado  el  estandarte  de  la  Santa  Cruz,  amparado  de  las  armas  Rea- 
les, que  en  este  espacio  de  tiempo  se  han  dilatado  con  las  glorias 
de  la  Cruz,  de  suerte  que  hoy  domina  a  las  muchas  gentes  que  ro- 
dean este  real  de  Loreto  Concho,  desde  esta  costa  del  estrecho, 
hasta  la  contracosta  del  mar  Oceánico,  obedientes  como  dos  mil  gen- 
tiles y  más  de  mil  catecúmenos,  instruidos  en  sus  idiomas  en  los 
misterios  de  nuestra  Santa  Fe,  en  los  pueblos  de  Loreto  Concho, 
San  Juan  Hondo  y  San  Francisco  Javier  Piamundo  en  el  riñon 
de  la  sierra  con  casas,  iglesitas  y  una  buena  iglesia  empezada  en 
Loreto  con  campanas  y  varas  de  justicia  en  los  tres  puestos,  donde 
obedecen  los  indios  a  el  llamamiento,  así  de  los  padres  como  del 
capitán.  En  Loreto  los  mismos  indios  castigan  y  azotan  a  los  de- 
lincuentes; ellos  mismos  cuidan  solos  de  nuestros  ganados  menor, 
caballar  y  vacuno  y  nunca  se  ha  echado  de  menos  una  sola  cabe- 
za en  catorce  meses  que  los  cuidan. 

"Hanse  descubierto  en  este  espacio  de  tiempo  tierras  buenas 
para  ganados  y  así  mismo  para  siembras.  Hace  reconocido  ser  to- 
das tierras  con  temperamento  muy  sano,  así  para  hombres  como 
para  animales  que  multiplican  las  ocho  especies  que  se  han  traído 
de  la  otra  banda  de  la  Nueva  España,  de  suerte  que  nos  ha  dañado 
mucho  en  este  punto  el  desvío  de  los  barcos. 

"Sábese  que  en  este  estrecho  tienen  bastantes  placeres  de 
conchas  aunque  con  pocas  perlas,  por  destruir  los  indios  los  place- 
res a  causa  de  sus  hambres,  y  poblada  la  tierra  de  ganado  perdona- 
rán a  la  concha  que  se  podrá  coger  de  sazón  y  la  codicia  misma  les 
enseñará  a  no  destruir  los  placeres. 

"Hanse  ya  descubierto  así  mismo  las  vistosas  conchas  azules 
de  la  contracosta,  y  la  mayor  riqueza  es  haberse  dado  el  agua  del 
santo  Bautismo  a  algunos  centenares  de  párvulos  que  con  sus  pa- 
dres catecúmenos  a  son  de  campana  entran  a  doctrina  en  las  tres 
susodichas  poblaciones;  y  a  la  hora  que  se  escribe  esta  petición,  nos 
hallamos  aquí  con  caciques  de  la  dominación  de  las  dos  costas  y  de 


C.  III.  LAS  MISIONES  DE  CALIFORNIA  347 

las  dos  riberas  de  Noi-te  a  Sur  de  este  Loreto.  Y  finalmente  por  no 
ser  prolijo  en  este  informe  me  remito  a  las  relaciones,  algunas  de 
las  cuales  andan  impresas  y  con  tanta  verdad  que  llegando  aquí 
donde  se  halla  el  original  de  las  cosas,  a  una  voz  dicen  confronta 
la  copia  con  el  original ;  en  ella  se  ven  los  grandes  bienhechores  D. 
Juan  Caballero  y  D.  Pedro  Gil  de  la  Sierpe  y  demás;  se  ve  el  valor 
del  Capitán  Antonio  García  de  Mendoza,  celo,  prudencia  y  protec- 
ción para  los  pobres  naturales  de  este  reino,  perseverancia  en  lle- 
var adelante  la  conquista  para  Dios  y  para  el  Rey,  y  lo  mismo  se  re- 
conoce en  los  demás  oficiales.  Alférez  y  Veedor,  Cabos  de  escuadra 
y  del  resto  de  la  Compañía  poco  número  de  gente,  casi  toda  gente 
escogida,  así  de  España  y  Europa  como  de  la  Nueva  España  y  en- 
tre ellos  un  capitán  de  infantería  reformado  y  otros  cabos  refor- 
mados como  constará  de  sus  firmas,  ayudando  fraternalmente  a 
una  con  valor,  tesón,  alegría  y  desinterés  a  la  conquista  del  reino : 
Y  como  el  sueldo  con  que  los  paga  el  Rey  a  quien  todos  servimos 
en  esta  conquista  y  cuya  es  la  tierra,  mar,  costas  e  islas  que  con- 
quistamos, es  sueldo  de  limosnas  dadas  a  Nuestra  Señora  de  Lo- 
reto y  a  vista  de  tejas  abajo  tan  incierta,  no  obstante  viéndome 
ellos  algo  apurado  por  la  incertidumbre  de  las  pagas  me  suelen 
consolar  desde  el  primero  el  Capitán,  Alférez,  Veedor  y  demás 
cabos,  oficiales  y  soldados  casi  todos  diciéndome  que  en  esta  con- 
quista Mariana  servirían  de  buena  gana  al  Rey  comiendo  raíces 
y  vistiendo  palmas,  y  los  oigo  a  todos  y  me  consuela  verlos  tan 
alentados"  (6). 

Nada  desdijeron  de  los  comienzos  de  esta  misión  los  posterio- 
res trabajos  de  los  jesuítas  en  aquella  península,  como  tampoco 
desdijeron  los  sucesores  del  P.  Salvatierra,  de  la  grandeza  de  áni- 
mo por  él  desplegada.   Algunos  tal  vez  le  superaron. 

Increíbles  viajes  de  exploración  semejantes  aunque  no  tan 
historiados  como  los  de  Kino,  verificaron  el  austríaco  Consag,  el 
tapatío  Basaldúa,  el  sevillano  Tamaral,  el  oaxaqueño  Sestiga  y  el 
aragonés  Bravo.  Mas  a  todos  superó  el  hondureno  Ugarte  por  su 
increíble  esfuerzo  físico  y  moral,  por  su  iniciativa  universal  y  por 
el  fervor  de  espíritu  en  que  se  mantuvo  hasta  su  muerte  en  labor 
tan  ardua  y  tan  difícil  cual  era  la  de  la  misión  de  California,  siendo 
así  que  su  natural  talento,  sus  lauros  ya  conquistados  en  las  aulas 


(6)     A.  G.  I.  67-1-41. 


348  LAS  MISIONES 

de  México  y  otras  mil  prendas  que  le  adornaban,  podrían  ser  para 
otros  espíritus  más  débiles  que  el  suyo,  pretextos  suficientes  para 
cambiar  su  cruz  por  otra  menos  dura  y  pesada. 

Excursiones  por  mar  y  tierra,  trabajo  personal  físico  de  al- 
bañil  y  de  carpintero;  paciencia  increíble  en  la  catequesis  y  aun 
en  la  sola  convivencia  con  aquella  indiada  tan  detestable  y  aviesa; 
lucha  continua  con  las  autoridades  del  virreinato  y  hasta  con  el 
Consejo  de  Indias  para  obtener  y  (no  lo  obtenía  generalmente), 
el  mezquino  pago  de  las  necesarias  fuerzas  militares,  la  continua 
busca  de  los  bienhechores  para  matar  el  hambre  a  los  neófitos  y 
la  continua  zozobra  de  muerte  en  que  vivían  los  misioneros  después 
del  levantamiento  de  los  indios  pericues  y  del  martirio  que  luego 
describiremos  de  dos  ilustres  misioneros;  formaron  los  elemen- 
tos del  cuadro  de  conjunto  que  sobre  la  historia  de  California  nos 
ofrecen  las  múltiples  y  verídicas  relaciones  que  sobre  ella  existen. 

De  labios  del  P.  del  Barco,  probablemente,  fué  de  donde  el  P. 
Clavijero  recibió  la  descripción  que  nos  hace  de  la  vida  de  las  mi- 
siones de  California,  en  los  siguientes  términos:  "El  lugar  prin- 
cipal de  cada  misión  donde  residía  el  misionero,  era  un  pueblo  en 
que  a  más  de  la  iglesia,  la  habitación  del  misionero,  el  almacén,  la 
casa  de  los  soldados  y  las  escuelas  para  los  niños  de  uno  y  otro  se- 
xo, había  varias  casillas  para  las  familias  de  los  neófitos  que  vivían 
allí  de  pie.  Los  otros  lugares  más  o  menos  distantes  del  principal, 
en  los  cuales  vivían  los  restantes  neófitos  pertenecientes  a  la  mis- 
ma misión,  carecían  regularmente  de  casas  y  sus  habitantes  vivían 
a  campo  raso,  según  su  antigua  costumbre.  Los  pueblos  de  la  pe- 
nínsula eran  unos  veinte,  todos  edificados  por  los  misioneros  a 
grande  costa. 

**Las  iglesias  de  las  misiones,  aunque  pobres  por  la  mayor 
parte,  se  mantenían  con  toda  la  decencia  y  aseo  posibles.  La  de  Lo- 
reto  estaba  muy  bien  adornada  y  era  muy  grande;  la  de  San  José 
de  Comondú,  edificada  por  el  P.  Francisco,  era  de  tres  naves,  y  la 
de  San  Francisco  Javier,  fabricada  de  bóveda  por  el  P.  Miguel  del 
Barco,  era  muy  hermosa.  Cada  iglesia  tenía  su  capilla  de  mú- 
sicos, y  en  cada  misión  había  una  escoleta  en  donde  algunos  niños 
aprendían  a  cantar  y  a  tocar  algún  instrumento,  como  arpa,  violín, 
violón  y  otros. 

"Las  festividades  y  funciones  eclesiásticas  se  celebraban  con 
todo  el  aparato  y  solemnidad  posibles,  y  los  neófitos  asistían  a  ellas 


La  Virgen  del  Apocalipsis.— Correa. — Tepotzotlán. 


C.  III.  LAS  MISIONES  DE  CALIFORNIA  349 

con  tal  silencio,  modestia  y  devoción,  que  en  nada  cedían  a  los  pue- 
blos más  religiosos  del  cristianismo. 

"Diariamente  decía  misa  el  misionero,  y  la  oían  todos  los  neó- 
fitos del  pueblo  y  todos  los  que  se  hallaban  en  él.  En  la  misma  igle- 
sia repasaban  la  doctrina  cristiana  y  cantaban  en  alabanza  de  Dios 
y  de  la  Santísima  Virgen  un  cántico  que  los  españoles  llamaron 
alabado,  porque  comienza  con  esta  palabra.  Después  se  les  distri- 
buía el  atole,  esto  es,  aquellas  poleadas  de  maíz  que  usan  para  des- 
ayunarse todos  los  indios  de  México.  En  los  días  de  trabajo  des- 
pués del  desayuno  iban  a  trabajar  al  campo,  porque  estando  ex- 
pensados en  todo  por  la  misión  y  siendo  para  ellos  los  frutos  de 
aquellas  labores,  era  justo  que  se  ocupasen  en  ellas,  y  era  también 
útil  a  su  salud  espiritual  y  corporal,  el  distraerse  de  la  ociosidad  y 
acostumbrarse  a  la  vida  laboriosa.  Pero  sus  trabajos  eran  muy  mo- 
derados porque  se  distribuían  entre  muchos  brazos  las  pocas  labo- 
res que  se  hacían.  Al  medio  día  volvían  al  pueblo  a  comer.  Su  co- 
mida consistía  en  una  gran  cantidad  de  pozole  o  maíz  cocido  en 
agua,  muy  apreciado  por  ellos,  al  cual,  en  algunas  misiones  más 
acomodadas  y  abundantes  en  ganado,  se  añadía  un  plato  de  carne 
y  otro  de  legumbres  o  fruta.  Después  de  un  largo  descanso  volvían 
al  campo,  y  terminando  el  trabajo  antes  de  ponerse  el  sol,  se  reu- 
nían a  toque  de  campana  en  la  iglesia  a  rezar  el  rosario  y  cantar 
la  letanía  de  la  Virgen  y  el  alabado.  Concluido  ésto,  cenaban  y  se 
retiraban  a  sus  casas.  Cuando  no  había  que  hacer  en  el  campo, 
cada  uno  se  ocupaba  en  su  oficio. 

"La  misma  distribución  se  observaba  con  las  tribus  de  afuera 
pertenecientes  a  la  misión,  cuando  se  hallaban  en  el  pueblo;  pero 
cuando  estaban  en  sus  respectivos  lugares,  repasaban  por  la  ma- 
ñana la  doctrina  cristiana,  rezaban  algunas  oraciones  y  cantaban 
el  alabado ;  después  se  iban  al  bosque  a  buscar  su  sustento,  y  cuan- 
do volvían  a  la  tarde,  cantaban  la  letanía  antes  de  irse  a  descansar. 
Cada  una  de  estas  tribus  estaba  a  cargo  de  un  neófito  fiel  y  de  bue- 
nas costumbres,  que  cuidaba  de  que  no  se  omitiesen  estos  ejercicios 
de  piedad  ni  hubiese  ningún  desorden,  y  de  todo  daba  cuenta  al 
misionero.  En  las  misiones  nuevas  cada  semana  se  quedaban  con 
el  misionero  y  eran  mantenidas  por  él,  dos  tribus  de  las  de  fuera 
r.  instituirse  mejor  en  la  doctrina  cristiana  y  afirmarse  en  la  fe,  y 
yéndose  aquellas  venían  otras  dos.  En  las  misiones  antiguas  se  que- 
daban dos  tribus  de  fuera  el  sábado  y  el  domingo  y  se  iban  el  lunes. 


350  LAS  MISIONES 

En  la  fiesta  principal  de  la  misión  y  en  la  semana  Santa  se  reu- 
nían todas  las  tribus  en  la  cabecera. 

"El  misionero  les  predicaba  a  sus  neófitos  todos  los  domingos 
y  días  de  fiesta,  y  algunas  veces  entre  semana,  e  iba  prontamente 
a  donde  era  llamado  a  administrar  los  sacramentos  a  los  enfer- 
mos, para  lo  cual  tenía  que  andar  diez  y  a  veces  veinte  leguas. 

"En  la  administración  de  la  Eucaristía  usaban  los  misioneros 
de  mucha  circunspección,  no  dándola  sino  a  los  que  se  hacían  capa- 
ces de  ella  por  su  instrucción,  y  dignos  por  la  firmeza  en  la  fe  y 
por  una  vida  verdaderamente  cristiana.  Entre  ellos  había  muchos 
que  no  limitándose  al  cumplimiento  anual,  comulgaban  en  algunas 
festividades,  preparándose  diligentemente  y  teniendo  una  conduc- 
ta cual  requiere  la  frecuencia  en  alimentarse  con  el  cuerpo  sacro- 
santo de  Jesucristo. 

"Como  la  educación  es  el  fundamento  de  la  base  de  la  vida  civil 
y  cristiana,  todos  los  niños  y  niñas  de  la  misión  de  seis  a  doce  años 
se  educaban  en  la  cabecera,  a  vista  y  a  eixpensas  del  misionero,  en 
cuyo  tiempo  se  instruían  en  lo  perteneciente  a  la  religión  y  buenas 
costumbres,  y  aprendían  aquellas  artes  de  que  era  capaz  su  tierna 
edad.  Unos  y  otros  estaban  en  casas  separadas :  los  niños  al  cuidado 
de  un  hombre  de  confianza,  y  las  niñas  al  de  una  matrona  honrada. 

"El  celo  infatigable  de  los  misioneros  ayudado  de  la  divina 
gracia,  no  podía  dejar  de  producir  frutos  abundantísimos.  Aque- 
lla península  sepultada  antes  por  tantos  siglos  en  la  barbarie  más 
horrorosa,  llegó  a  ser  casi  toda  cristiana  en  el  espacio  de  setenta 
años ;  de  modo  que  desde  el  cabo  de  San  Lucas  hacia  los  23"  hasta 
Cabujacamanga  a  los  31"  no  había  un  solo  hombre  que  no  cono- 
ciese y  adorase  al  verdadero  Dios,  y  lo  que  es  mucho  más  aprecia- 
ble,  se  formó  un  cristianismo  tan  puro  e  inmaculado,  que  se  pare- 
cía al  de  la  primitiva  Iglesia.  A  excepción  de  algunos  pericues  que 
por  su  mala  índole  y  los  malos  ejemplos  y  sugestiones  de  los  ope- 
rarios de  las  minas,  causaban  muchos  disturbios  y  ocasionaban  dis- 
gustos a  los  misioneros;  todos  los  neófitos  de  la  California  obser- 
vaban una  vida  piadosa,  inocente  y  laboriosa.  Casi  nunca  se  veían 
entre  ellos  aquellos  desórdenes  escandalosos  que  son  tan  comunes 
aun  en  las  ciudades  más  cristianas.  Si  alguno  incurría  en  alguna 
falta,  aunque  fuera  secreta,  él  mismo  era  el  primero  en  pedir  el 
castigo,  y  habiéndole  sufrido,  daba  las  gracias  al  misionero  por 
su  paternal  corrección,  besándole  la  mano.  Este  uso  de  tanta  edifi- 


C.  III.  LAS  MISIONES  DE  CALIFORNIA  351 

cación  y  desconocido  a  nuestros  cristianos,  era  común  en  la  Ca- 
lifornia" (7). 

"Al  tiempo  de  la  expulsión  de  la  Compañía  de  Jesús,  escribía 
el  Conde  de  Revillagigedo,  había  existentes  15  misiones.  Se  supri- 
mieron tres  por  disposición  del  señor  marqués  de  Sonora:  fueron 
entregadas  las  restantes  en  el  año  de  1767  a  los  franciscanos  del 
colegio  apostólico  de  San  Fernando  de  esta  capital,  y  en  el  de  1772, 
las  recibieron  los  de  Santo  Domingo,  que  vinieron  de  España  con 
este  destino,  y  que  continúan  administrándolas. 

"En  su  tiempo  han  aumentado  cinco  misiones,  y  los  francis- 
canos o  fernandinos  fundaron  la  de  la  Nueva  California,  luego  que 
se  descubrieron  y  ocuparon  los  puertos  de  San  Diego  de  Monterrey 
y  San  Francisco  (8). 

"Las  misiones  de  antiguo  establecimiento  se  reducían  en  el 
año  de  1767  a  los  territorios  que  median  desde  el  cabo  de  San  Lu- 
cas, situado  en  la  latitud  de  22  grados  48  minutos,  hasta  los  30 


(7)  Clavijero   Historia  de  la  Antigna  o  Baja  California.  Págs.  110  y  111. 

(8)  Existiendo  por  consecuencia  en  la  península  las  misiones  siguien- 
tes: Antigua  California.  ,     „r-i/  j 

la. Nuestra   Señora  de  Loreto,   situada  en  la  altura  de  25  ¥2   grados,  y 

erigida  en  20  de  octubre  de  1697.  ,     .^nn 

2a San  Francisco  Javier,  en  la  de  25  grados:  en  ídem  de  1699. 

3a.— Santa  Rosalía  Mulegé,  en  la  de  26  grados,   40  minutos:   en  el  año 

de  1705. 

4a.— San  José  Comondú,  en  la  de  26  grados:  en  1708. 

5a. — La  Purísima  Concepción  en  la  de  26  grados:  en  1718. 

6a.— Santiago  de  las  Coras,  en  la  de  23  grados:  en  1719. 

7a.— Nuestra  Señora  del  Pilar  y  Todos  Santos,  en  la  de  23  grados,  4  mi- 
nutos: en  dicho  año. 

8a.— Nuestra  Señora  de  Guadalupe,  en  la  de  27  grados:  en  1720. 

9a.— San  Ignacio  de  Loyola,  en  la  de  28  grados:  en  1725. 

10a.— San  José  del  Cabo,  en  la  de  22 ¥2   grados:  en  1730. 

lia.— Santa  Gertrudis,  en  la  de  28 Vs  grados:  en  1752. 

12a.— San  Francisco  de  Borja,  en  la  de  30  grados:  en  1762. 

13a.— San  Fernando  de  Belicatá,  en  la  de  31  grados:  era  el  pueblo  de 
Santa  María,  visita  de  jurisdicción  de  Guadalupe,  que  con  el  título  de  San  Fer- 
nando la  trasladaron  los  religiosos  de  este  colegio  al  paraje  de  Belicatá,  en 
el  año  de  1769. 

14a. — Nuesti-a  Señora  del  Rosario  de  Viñadaco,  en  la  altura  de  30  gra- 
dos, 6  minutos:  erigida  en  7  de  enero  de  1774. 

15a. — Santo  Domingo  de  la  Frontera,  en  la  de  30  grados,  40  minutos: 
en  30  de  agosto  de  1776. 

16a. — San  Vicente  Ferrer,  en  la  de  31  grados,  13  minutos:  en  20  de  di- 
ciembre de  1780. 

17a._San  Miguel  de  Encino,  en  la  de  22  grados,  4  minutos:  en  27  de 
marzo  de  1787. 

18a.— Santo  Tomás,  en  la  de  31  grados,  32  minutos:  en  26  de  ídem  de  1791. 


352  LAS  MISIONES 

grados  30  minutos  en  que  se  halla  la  misión  de  Santa  María  de 
Todos  Santos,  pero  enlazadas  las  de  nueva  erección,  se  han  exten- 
dido hasta  los  36  grados  y  56  minutos,  donde  existe  la  de  San  Fran- 
cisco, cubriendo  toda  la  costa  por  el  espacio  de  más  de  700  leguas. 

"No  consta  que  se  haya  observado  formalidad  alguna  judi- 
cial en  el  señalamiento  de  términos  o  linderos  de  cada  jurisdicción 
de  regulares  extinguidos:  las  establecían  arbitrariamente  sin  otra 
regla  que  la  de  una  'pi'udente  cotisideración  a  las  distancias  de  unas 
a  otras  misiones,  confoiTne  iban  adelantando  sus  conquistas  espi- 
rituales, y  esto  mismo  se  continúa  practicando  hasta  ahora  en  to- 
da la  península. 

"Las  parcialidades  o  naciones  de  indios  habitantes  en  los  te- 
rritorios de  antigua  ocupación,  se  conocían  por  los  distintos  nom- 
bres de  Vchitls,  Coras,  Pericues,  Guaicuras,  Cantiles,  Cayeyus  y 
otros  muchos.  En  los  años  de  40  se  computaba  el  número  de  estas 
gentes  en  22,000  almas  de  los  dos  sexos  y  de  todas  edades;  pero 
cuando  se  retiraron  los  regulares  extinguidos,  no  excedieron  de 
8.000  y  ahora  no  llegan  a  6,000,  incluyéndose  las  familias  de  las 
cinco  nuevas  misiones  aumentadas  por  los  dominicos. 

"Se  atribuye  esta  notable  decadencia  o  diminución,  a  fre- 
cuentes epidemias,  y  lo  más  cierto  al  mal  venéreo :  peste  incurable 
y  radicada  en  los  indios  californios  que  ha  destruido  parcialida- 
des enteras. 

"Los  de  la  baja  península  de  que  estoy  tratando,  hablan  dis- 
tintos idiomas,  pero  todos  se  entienden  y  usan  generalmente  el 
castellano,  a  excepción  de  los  congregados  en  las  nuevas  misiones 
y  de  algunos  indios  viejos  incapaces  de  aprenderlo. 

"Cada  misión  debe  ser  administrada  por  dos  religiosos  de 
Santo  Domingo :  en  el  día  faltan  seis,  cuyo  reemplazo  es  corriente 
por  antigua  práctica  y  porque  así  está  determinado  en  real  cédula 
de  8  de  abril  de  1770  y  en  los  autos  formados  para  su  cumplimiento. 

"El  desempeño  de  estos  misioneros  es  conforme  a  las  leyes  y 
a  su  sagrado  instituto,  pues  en  los  diarios  ejercicios  de  misa,  doc- 
trina, rosario,  plática  doctrinal  y  administración  de  sacramentos, 
cuidan  de  la  instrucción  cristiana  y  civil  de  los  indios. 

"Algunos  religiosos  se  han  dedicado  a  saber  perfectamente 
los  idiomas  de  sus  feligreses  formando  artes  y  vocabularios  de  que 
se  valen  los  demás,  aunque  se  usa  en  general  del  castellano  como 
ya  se  ha  dicho. 


C.  III.  LAS  MISIONES  DE  CALIFORNIA  353 

"Cada  misionero  goza  el  sínodo  de  350  pesos  anuales  que  se 
pagan  del  grueso  fondo  piadoso  que  adquieren  los  padres  jesuítas, 
y  de  que  daré  noticia  en  su  lugar. 

"No  perciben  obvenciones  ni  derechos  algunos  de  los  indios 
ni  de  la  tropa  de  la  compañía  presidial  de  LfOreto,  ni  de  los  vecinos 
españoles  y  de  distintas  castas  que  residen  en  aquel  presidio,  desta- 
camentos y  real  de  minas  de  Santa  Ana. 

"Las  iglesias  en  su  culto  y  adorno  interior,  se  mantienen  con 
toda  la  decencia  posible ;  pero  particularmente  en  las  diez  antiguas 
misiones,  pues  se  hallan  bien  provistas  de  ornamentos,  vasos  sa- 
grados y  plata  labrada. 

"Las  fábricas  son  del  tiempo  de  los  regulares  extinguidos  me- 
nos la  de  San  Ignacio,  donde  se  ha  construido  una  iglesia  que  en 
California,  y  aun  en  otros  territorios  más  civilizados,  podría  lla- 
marse magnífica,  a  expensas  del  celo,  eficacia  y  fatigas  laudables 
del  P.  Fr.  Juan  Crisóstomo  Gómez,  que  fué  ministro  muchos  años 
de  la  misión. 

"En  todas  hay  cofradías  del  Rosario,  fundadas  con  patente 
del  Rmo.  padre  general  de  la  orden  de  Santo  Domingo,  y  corres- 
pondientes licencias  del  ordinario;  pero  se  reducen  a  un  libro  de 
asientos  de  los  cofrades  y  nada  más. 

"En  cada  misión  hay  un  gobernador  indio,  que  se  elige  el  día 
lo.  del  año,  congregándose  todos  los  naturales  en  la  iglesia.  El  pa- 
dre ministro  propone  tres  de  los  más  idóneos:  se  nombra  al  que 
distinga  la  pluralidad  de  votos,  lo  aprueba  el  capitán  del  presidio 
de  Loreto  y  lo  firma  el  gobernador  de  la  provincia. 

"El  de  misión  limita  sus  facultades  y  obligaciones  a  entender 
en  asuntos  dé  corta  entidad,  y  aun  en  éstos  procede  con  dictamen 
y  dirección  del  religioso  misionero,  porque  los  indios  no  son  capa- 
ces de  obrar  por  sí  solos,  con  justicia,  rectitud  y  acierto;  siendo 
éstos  todos  sus  estatutos  municipales  de  gobierno  y  policía. 

"Los  propios,  rentas  o  fondos  de  cada  pueblo  de  misión,  se 
reducen  a  la  labranza  del  campo  y  cría  de  ganados,  cuyas  cosechas 
y  esquilmos  disfrutan  los  indios  en  comunidad,  bajo  la  administra- 
ción de  sus  misioneros,  quienes  hacen  verdaderamente  de  padres 
espirituales  y  temporales;  de  suerte  que  el  indio  trabaja  cuando 
se  lo  mandan  y  el  producto  de  sus  afanes  se  convierte  en  el  sobrio 
sustento  y  humilde  vestuario  de  ellos  y  de  sus  familias,  aplicándose 
lo  que  sobra  al  culto  divino  y  fomento  de  los  mismos  pueblos. 


354  LAS  MISIONES 

"Los  padres  misioneros  llevan  sus  cuentas  en  libros  formales; 
el  prelado  o  padre  presidente  los  examina  en  sus  visitas,  y  a  fin 
de  año  remite  extractos  de  estas  cuentas  al  gobernador  de  la  pro- 
vincia, para  que  dándola  al  virrey,  de  lo  que  resulte  bueno  o  malo, 
apruebe  lo  primero,  y  remedie  lo  segundo  con  sus  oportunas  de- 
terminaciones. 

"Los  indios  de  la  Antigua  California  son  naturalmente  ocio- 
sos y  estúpidos,  voluptuosos,  embusteros,  desconfiados  y  amantes 
áb  la  vida  libre  y  brutal  que  gozaban  en  los  montes  antes  de  su 
reducción  (9). 

"El  territorio  es  cubierto  de  ásperas  serranías;  pero  fecundo 
en  los  cortos  parajes  donde  hay  aguas,  y  pueden  hacer  siembras  de 
todo  género  de  semillas,  cosechándose  también  uva,  dátil,  plátano, 
aceituna,  higos,  granadas,  limones  y  naranjas;  pero  todo  en  corta 
cantidad,  porque  las  tierras  que  se  ofrecen  al  cultivo  son  pequeños 
lugares,  o  valles  de  las  sierras,  situados  en  diversas  distancias. 

"Sin  embargo,  suelen  expenderse  con  estimación  los  tibores 
de  vino  y  aguardiente,  como  también  las  frutas  secas,  en  la  misma 
península  y  en  la  provincia  de  Sonora ;  pudiendo  ser  renglones  de 
mucha  utilidad  la  pesquería  de  perlas  exquisitas  de  que  abunda  to- 
da la  costa  oriental,  y  las  pieles  de  nutria ;  pero  cualquier  cosa  que 
se  proyecte  sobre  estos  puntos  es  cosa  impracticable  por  la  falta 
de  gente. 

"Ya  está  dicho  que  toda  la  Antigua  California  se  siembra  de 
comunidad,  y  que  por  consecuencia  no  se  han  hecho  repartimien- 
tos de  tierras  a  los  indios,  ni  tampoco  es  posible,  porque  ni  ellos 
desean  bienes  en  propiedad,  ni  jamás  procurarían  su  conservación 
y  fomento,  si  no  se  les  obligase  a  trabajar  por  sus  padres  minis- 
tros; además  de  que  siendo  escasos  los  manantiales  de  agua,  sue- 
len pasarse  muchos  años  sin  lluvias  de  consideración;  y  el  que  se 
explica  con  ellas  es  de  tal  extremo,  que  las  crecientes  arrollan  pre- 
sas, siembras  y  tierras,  dejándolas  de  modo  que  para  poner  en  co- 
rriente las  nuevas  labores,  es  necesario  trabajar  largo  tiempo  y 
acaso  con  poco  fruto. 

"Hay  esperanzas  de  que  puedan  ser  mayores  los  de  las  cinco 
nuevas  misiones  establecidas  por  los  religiosos  dominicos,  porque 
como  avanzadas  al  Norte  se  han  situado  en  territorios  más  fér- 
tiles y  menos  escabrosos,  pero  aún  no  es  tiempo  de  asegurar  estas 
ventajas. 

(9)     Habla  el  Virrey,  de  como  aparecían  a  fines  del  siglo. 


C.  III.  LAS  MISIONES  DE  CALIFORNIA 


355 


"No  son  comparables  las  ventajas  del  estado  que  tenían  las 
misiones,  cuando  las  administraban  los  regulares  extinguidos ;  pero 
ésto  se  atribuye  a  que  podían  sostenerlas  y  fomentarlas  con  las 
cuantiosas  limosnas  que  agenciaban,  a  la  máxima  prudente  de  no 
mantener  en  las  misiones  religioso  alguno  que  no  fuese  muy  a  pro- 


pósito, al  incremento  que  después  ha  ido  tomando  la  grave  enfer- 
medad gálica  de  que  adolecen  los  indios ;  y  por  último,  a  que  cuando 


356  LAS  MISIONES 

se  hizo  la  expulsión  de  los  jesuítas  no  hubo  prontamente  otros  re- 
ligiosos que  los  reemplazasen,  y  se  encargaron  las  temporalidades 
a  individuos  ineptos  o  codiciosos  que  las  disiparon  totalmente." 


La  esterilidad  no  imaginada  de  la  Baja  California,  la  necesi- 
dad de  mantener  como  a  niños,  a  los  neófitos  nativos  del  país  y  la 
que  de  todo  esto  se  seguía;  la  conducción  por  mar  de  lo  más  nece- 
sario para  la  vida ;  pusieron  a  los  misioneros  en  el  más  imprescin- 
dible deber  de  arbitrarse  fondos  extraordinarios  para  la  funda- 
ción y  sostenimiento  de  las  misiones. 

El  gobierno  español  ocupado  en  sus  dispendiosas  y  para  nos- 
otros inútiles  guerras  con  diversas  potencias  europeas,  si  quería 
contribuir  a  las  misiones,  no  podía  hacerlo,  y  lo  que  es  peor,  no 
concedía  la  entrada  a  nuevas  tierras,  porque  no  se  podía  acudir  a 
los  misioneros,  ni  aun  con  el  miserable  subsidio  acordado  para 
otras  misiones.  Estas  dificultades  propuestas  por  el  virrey  y  por 
el  provincial  de  los  jesuítas,  fueron  solventadas  por  el  fervoroso 
P.  Salvatierra,  buscando  generosos  bienhechores  que  se  compro- 
metiesen a  sostener  las  misiones  para  gloria  de  Dios  y  provecho 
de  sus  almas.  Esto  solo  ya  fué  un  bien  grande  hecho  a  la  Nueva 
España  por  lo  que  directamente  se  pretendía  y  porque  así  se  incul- 
caba y  propagaba  en  el  elemento  seglar  el  espíritu  misional,  emi- 
nentemente cristiano  y  que  tanto  eleva  y  ennoblece  a  las  naciones. 

D.  Juan  de  Caballero  y  Osio,  doña  María  de  Borja,  la  familia 
Luyando,  la  congregación  de  los  Dolores  de  Guadalajara,  el  con- 
tador D.  Juan  de  la  Sierpe  de  la  misma  ciudad,  D.  Juan  Altamira- 
no  y  doña  Teresa  Cifuentes  de  la  ciudad  de  México  y  otros  muchos 
piadosos  caballeros  y  damas,  serán  siempre  acreedores  a  la  gra- 
titud de  los  californios  de  la  Compañía  de  Jesús  y  de  la  Iglesia, 
por  la  generosidad  que  mostraron  con  sus  cuantiosos  donativos 
para  la  fundación  de  las  misiones  de  la  Baja  California. 

Pero  quien  más  se  distinguió  entre  todos,  fué  el  marqués  de 
Villapuente,  cuyas  liberalidades  y  el  buen  espíritu  con  que  las  ha- 
cía, deben  figurar  en  la  Historia  de  la  Iglesia  Universal,  pero  muy 
especialmente  en  la  de  México,  ya  que  a  ella  devolvió  generosamen- 
te lo  que  con  tanta  largueza  le  había  prodigado  nuestro  suelo. 

El  relato  más  completo  que  sobre  la  materia  conocemos,  es 
*^1  siguiente  ya  muy  conocido  del  P.  Alegre:  "Puede  decirse  con 


C.  III.  LAS  MISIONES  DE  CALIFORNIA  357 

verdad  que  no  hubo  en  tiempo  del  Marqués  de  Villapuente,  obra 
alguna  piadosa  a  que  no  concurriese  con  tanta  alegría,  que  no  ca- 
biéndole el  gozo  en  el  pecho  prorrumpía  en  acciones  de  gracias  a 
Nuestro  Señor  por  las  ocasiones  que  le  proporcionaba  de  hacer 
bien  a  los  pobres.  Fué  ésto  muy  particular,  que  sus  cuantiosísimas 
limosnas  tuvieron  siempre  por  objeto,  más  que  la  pobreza  corpo- 
ral, el  remedio  espiritual  de  las  almas.  Por  este  medio  consiguió 
haber  sido  en  su  vida  y  ser  hasta  hoy  el  apóstol  de  muchísimos 
pueblos  y  naciones,  que  las  casas  y  misioneros  dotados  con  sus  li- 
mosnas redimen  cada  día  de  las  tinieblas  de  la  infidelidad  y  de  la 
culpa. 

"En  el  África,  fuera  de  grandes  sumas  remitidas  en  diversos 
tiempos  para  redención  de  cautivos,  fundó  en  Argel  un  hospicio  de 
padres  franciscanos  Observantes  para  el  amparo  y  pasto  espiri- 
tual de  los  cautivos  cristianos.  En  el  Asia,  a  costa  de  muchos  ma- 
les, remedió  a  innumerables  cristianos  de  las  vejaciones  que  por  la 
fe  de  Jesucristo  padecían  en  algunos  reinos  de  la  India,  en  el  Ja- 
pón y  en  la  China.  Aquí  para  el  sustento  de  misioneros,  catequis- 
tas y  fábricas  de  iglesias,  envió  en  diferentes  ocasiones,  más  de 
100,000  pesos.  En  Macao  fundó  una  casa  o  cuna  de  misericordia, 
para  recoger  los  niños  que  cada  día  amanecían  expuestos  en  las 
calles,  según  el  uso  bárbaro  de  la  gente  pobre  de  aquel  país.  Para 
el  mismo  fin  de  sustentar  ministros  catequistas,  envió  cantidades 
muy  gruesas  a  los  reinos  de  Travancor,  Ternate,  Maduré  y  Coro- 
mandel,  sosteniendo  aquellas  florecientes  iglesias  que  entre  las  con- 
tinuas hostilidades  de  los  paganos,  hubieran  perecido  muchas  ve- 
ces sin  este  socorro. 

"En  Filipinas  fundó  un  presidio  de  indios  boholanos,  contra 
las  invasiones  de  los  moros  que  cerraban  el  paso  a  la  propagación 
del  Evangelio.  Fabricó  en  la  India  oriental  la  iglesia  de  Pondichie- 
r'i  y  remitió  a  Jerusalem  mucha  porción  de  pesos  para  adorno  de 
los  Santos  Lugares  y  seguridad  de  los  piadosos  peregrinos. 

"En  la  América,  prescindiendo  de  continuas  diarias  limosnas 
en  mendigos  y  vergonzantes,  de  muchas  dotes  de  virtuosas  donce- 
llas, de  capellanías  y  obras  de  la  misma  naturaleza  de  menos  con- 
siderable costo;  empleó  más  de  800,000  pesos  en  la  fábrica  del 
convento  de  San  José  de  Tacubaya,  de  religiosos  descalzos  de  San 
Francisco,  y  más  de  200,000  en  misiones,  barcas  y  otras  necesida- 
des de  California.  Fundó  en  la  Pimería  las  dos  misiones  de  Busa- 


358  LAS  MISIONES 

nic  y  Sonoidac,  mudándose  por  su  devoción  en  el  de  San  Miguel 
el  nombre  que  antes  tenía  de  San  Marcelo.  Ayudó  con  1,000  pesos 
a  la  fundación  de  una  casa  de  ejercicios  en  México.  Debiéronle  no 
poco  fomento  las  misiones  del  Nayarit,  las  de  Monqui  y  las  de  Nue- 
vo México, 

"En  Europa  costeó  las  informaciones  para  la  Beatificación 
del  V.  P.  Luis  de  La  Puente,  reedificó  y  dotó  de  nuevo  el  colegio  de 
Santander,  fabricó  y  adornó  el  colegio  e  iglesia  de  la  Cueva  de  Man- 
resa,  teatro  de  la  penitencia  de  nuestro  Padre  San  Ignacio  y  cuna  de 
la  Compañía.  Comenzó  a  fundar  un  colegio  de  misioneros  en  la  casa 
y  castillo  de  Javier  del  Reino  de  Navarra.  Sirvió  al  Sr.  D.  Fe- 
lipe V  con  un  regimiento  de  560  hombres  armados  y  mantenidos 
a  su  costa  por  cerca  de  año  y  medio,  servicio  que  Su  Majestad  re- 
compensó ofreciéndole  el  virreinato  de  Méjico  y  él  rehusó  este  ho- 
nor, prefiriendo  a  todo,  la  tranquilidad  de  su  conciencia.  En  su  úl- 
tima ancianidad  peregrinó  desde  Méjico  hasta  la  casa  de  Nazareth 
y  ciudad  de  Loreto,  vestido  de  un  paño  grosero  y  con  voto  de  no 
quitarse  la  barba  hasta  haber  adorado  aquel  santo  lugar.  Ofreció 
a  la  Santísima  Virgen  en  su  santa  casa,  dones  opulentísimos,  hizo 
por  todo  el  camino  innumerables  limosnas,  partió  a  Roma  y  en  el 
Jesús  tuvo  los  Ejercicios  de  Nuestro  Padre  San  Ignacio.  Volvió  a 
España  y  ofreció  en  Zaragoza  preseas  riquísimas  al  templo  e  ima- 
gen del  Pilar.  Hospedóse  en  Madrid  en  el  colegio  imperial  de  la 
Compañía  de  Jesús  donde,  habiendo  dado  tres  días  antes  su  capa 
de  limosna,  se  dio  así  mismo  al  Señor,  pidiendo  ser  admitido  en  la 
Compañía.  Hechos  con  ternura  y  edificación  de  toda  la  corte  los 
votos  religiosos,  falleció  el  día  13  de  febrero  de  1739"  (10). 

Las  cláusulas  testamentarias  de  Villapuente  que  a  California 
se  refieren  tomadas  de  la  copia  legalizada  que  existe  en  el  Archivo 
General  de  Indias,  son  las  siguientes :  ". . .  es  mi  voluntad  que  des- 
pués de  los  días  de  la  dicha  señora  mi  prima  doña  Gertrudis  de  la 
Peña  marquesa  de  las  Torres,  y  ejecutadas  las  demás  disposiciones 
que  van  prevenidas  en  esta  memoria  conformes  a  mi  expresa 
voluntad;  las  haciendas  de  Santiago  de  Tlautla  y  San  Luis  de  las 
Peras  o  San  Luis  Michimaloya  con  todos  los  ranchos  y  tierras  que 
les  pertenecen  y  que  con  justo  título  les  puedan  pertenecer  y  todos 


(10)     Astráin.    Historia   de   la   Compañía   de   Jesús.   T.   VII.   Págs    242 
a  244. 


C.  III.  LAS  MISIONES  DE  CALIFORNIA  359 

SUS  ganados,  así  muladas  y  caballadas  como  ganado  vacuno,  bo- 
yadas, aperos  de  las  labores  que  en  dichas  haciendas  hubiere,  cuan- 
do dicho  tiempo  llegue:  y  asimismo  las  tierras,  laboríos,  agosta- 
deros o  dehesas,  ganados  mayores  y  menores,  y  con  todo  lo  demás 
que  me  pertenece  y  con  justo  título  me  pueda  pertenecer  en  la  ju- 
risdicción de  Guadalcázar,  Palmillas,  Tula,  Monte  Alberne,  Jau- 
mabe  y  demás  parajes  que  van  citados  en  esta  memoria  y  todo  cons- 
ta por  papeles  que  paran  en  mi  poder.  Todo  lo  dicho,  poco  o  mucho, 
en  el  estado  que  entonces  tuviere,  lo  dejo  y  aplico  a  las  misiones 
de  Californias  para  que  con  su  renta  anual,  rebajados  los  gastos 
y  costas  necesarias  para  la  conservación  de  dichos  bienes,  y  con  lo 
que  quedare  en  limpio  de  lo  que  fructificaren,  se  asista  y  socorra 
anualmente  a  otras  misiones  que  de  nuevo  se  fundaren  fuera,  y 
aparte  de  las  que  al  presente  están  fundadas  en  dichas  Californias, 
o  para  que  en  dichas  Californias  se  funde  un  colegio  o  residencia  en 
donde  se  socorran  de  ministros  operarios  las  misiones  o  parajes 
que  los  necesitaren,  o  por  larga  edad  de  aquellos  reverendos  pa- 
dres aunque  sean  mozos,  porque  los  muchos  y  grandes  trabajos 
aunque  sean  muy  gloriosos  y  dignos  de  envidia,  les  ocasionan  per- 
der la  salud  o  padecer  muchos  quebrantos  en  ella  muchas  veces. 
Y  en  todo  lo  referido  suplico  y  ruego,  con  la  veneración  que  debo  a 
los  reverendos  padres  superiores,  ejecuten  con  dichos  bienes  lo 
que  les  pareciere  más  del  agrado  y  servicio  de  Dios  Nuestro  Señor 
y  que  no  me  olviden  en  sus  santos  sacrificios  y  oraciones." 

Con  la  masa  de  los  grandes  donativos  y  de  sus  réditos,  for- 
móse el  muy  historiado  capital  conocido  hasta  nuestros  mismos 
días,  con  el  nombre  de  "Fondos  Piadosos  de  California"  que  admi- 
nistraron exclusivamente  los  jesuítas,  para  lo  que  deputaron  un  es- 
pecial procurador  de  la  misma  orden,  que  residía  habitualmente 
en  el  colegio  de  San  Andrés  de  la  ciudad  de  México. 

Extinguida  la  Compañía  de  Jesús  pasaron  a  río  revuelto,  a  in- 
corporarse con  los  demás  bienes  que  bajo  el  título  de  'Temporalida- 
des" fueron  puestos  bajo  la  administración  detestable  e  infiel  de 
oficiales  reales.  Y  todos  están  conformes  en  lo  mucho  que  durante 
ese  tiempo  mermaron  los  fondos  piadosos  de  California,  y  por  de 
pronto,  al  año  de  expulsados  los  jesuítas,  sólo  pudo  dar  cuenta 
el  marqués  de  Croix  al  conde  de  Aranda,  de  135,192  pesos  4  tomines 
10  y  ^2  granos. 

En  el  año  de  1782  formó  ramo  especial  con  administradores 


360  LAS  MISIONES 

especiales  de  dichos  fondos  piadosos  pagados  muníficamente;  en 
lugar  de  los  jesuítas  que  administraban  de  balde. 

Mas,  lejos  de  remediarse  las  negligencias  y  filtraciones  de  tan 
respetables  fondos  fueron  considerablemente  mermando,  como  en 
carta  de  1784  que  en  su  lugar  verán  nuestros  lectores,  aseguraba 
el  segundo  conde  de  Revillagigedo. 

Siguieron  las  reales  órdenes  y  el  aumento  de  empleados  y  ad- 
ministradores de  los  fondos  piadosos,  pero  la  ruina  de  ellos  se  acen- 
tuaba como  puede  colegirse  de  las  siguientes  líneas  que  todavía 
en  1795  escribía  secretamente  al  virrey  Branciforte,  el  Consejo 
de  Indias:  "Por  la  carta  de  V.  E.  fecha  30  de  junio  último,  y  estado 
que  acompaña,  se  ha  enterado  el  Rey  de  la  decadencia  en  que  se 
hallan  las  haciendas  del  fondo  piadoso  de  Californias,  por  su  des- 
cuidada administración  que  ha  corrido  a  cargo  de  fiscales  reales 
y  que  para  remediar  este  daño  no  encuentra  V.  E.  otro  arbitrio 
que  encargarla  a  sujeto  inteligente,  de  notorio  abono,  pureza  y 
conducta,  con  las  correspondientes  fianzas  para  que  atienda  y  cele 
las  fincas  del  dicho  ramo  de  hacienda  y  que  no  decaiga  obra  tan 
piadosa . . .  todo  ello  sin  perjuicio  de  lo  que  el  Rey,  con  detenido 
examen  del  asunto  delibere  acerca  de  la  enajenación  de  las  expre- 
sadas fincas  y  de  la  imposición  de  su  valor  en  efectos  reditua- 
bles" (11). 

Publicamos  entre  estas  páginas  dos  fotograbados  correspon- 
dientes a  los  estados  que  en  las  citadas  fechas  culminantes  de  los 
piadosos  fondos  fueron  presentados  ante  el  supremo  tribunal  de 
cuentas  de  Madrid;  lo  que  nos  libra  de  más  áridas  y  menos  preci- 
sas relaciones. 

Para  los  que  hayan  de  historiar  las  vicisitudes  de  nuestra  pa- 
tria relacionadas  con  la  Iglesia  durante  la  presidencia  del  general 
Porfirio  Díaz,  queda  el  relatar  la  reclamación  que  de  estos  fondos 
confiscados  por  los  gobiernos  liberales,  hizo  el  gobierno  de  los  Es- 
tados Unidos,  así  como  el  pleito  internacional  que  sobre  dichos 
fondos  se  ventiló  y  falló  contra  el  gobierno  mexicano  en  el  Tri- 
bunal Internacional  de  la  Haya. 

Mas  concretándonos  al  siglo  XVIII  nos  creemos  en  el  derecho 
de  hacer  las  siguientes  observaciones :  esos  bienes,  claro  está,  nunca 
pudieron  ser  del  gobierno  mexicano ;  su  acción  contra  ellos  fué  una 


(11)    A.  G.  I.  97-4-5. 


C.  III.  LAS  MISIONES  DE  CALIFORNIA  ?6l 

de  tantas  usurpaciones  contra  los  sagitados  derechos  de  la  Iglesia ; 
pero  de  ahí  no  se  sigue  que  tales  bienes  o  la  máxima  parte  de  ellos 
haya  de  considerarse  como  legítima  posesión  de  instituciones  esta- 
blecidas en  la  Alta  California;  y  ésto  por  varias  razones  que  pasa- 
mos a  expresar  sumariamente. 

Todo  el  capital  constitutivo  de  los  fondos  piadosos  de  Califor- 
nia fué  donado  mucho  antes  de  la  conquista  y  descubrimiento  de 
la  Alta  California.  Los  bienhechores,  lo  mismo  que  los  funciona- 
rios y  notarios  por  cuyas  manos  pasaron  los  testamentos  de  los  do- 
nantes, hacen  expresa  determinación  de  que  dichos  fondos  se  da- 
ban para  la  Península  de  California,  y  la  Alta  California  no  es  pe- 
nínsula, sino  continente.  Verdad  es  que  en  los  mismos  testamentos 
y  en  otros  muchos  escritos  contemporáneos  se  habla  de  las  Califor- 
rdas,  en  plural,  pero  ésto  no  significa  como  se  pretende,  las  dos  ac- 
tuales Californias,  sino  el  archipiélago  de  la  que  algún  tiempo  se 
supuso  isla  de  California  con  sus  múltiples  adyacentes,  no  de  otra 
suerte  que  se  dice:  las  Filipinas,  las  Marianas  o  Carolinas. 

Adviértase  también  que  la  Alta  California  tuvo  por  verdade- 
ro y  primitivo  nombre,  en  su  conquista,  "Nueva  California"  lo  que, 
según  el  uso  de  entonces,  indicaba  ser  región  muy  distinta  de  la 
que  llevaba  el  mismo  nombre  sin  el  referido  calificativo:  Nuevo 
México  fué  cosa  muy  diferente  de  México;  Nueva  Galicia,  Nueva 
Vizcaya,  Nuevo  León,  tuvieron  muy  poco  que  ver  con  León,  Galicia 
y  Vizcaya  y  la  sola  semejanza  parcial  de  los  nombres  no  daba  de- 
recho a  los  habitantes  de  las  nuevas  regiones  para  apropiarse  los 
legados  hechos  en  favor  de  las  antiguas. 

Ni  se  nos  diga  que  la  Nueva  California  es  una  prolongación 
de  la  antigua ;  vecindad  no  es  lo  mismo  que  prolongación ;  la  Nueva 
California  por  sus  orígenes  étnicos,  por  la  configuración  y  clase 
de  sus  terrenos,  por  el  diversísimo  tiempo,  personal,  y  manera  de 
su  conquista,  es  otra  cosa  completamente  aparte  de  la  antigua  y 
verdadera  California.  Si  la  semejanza  de  nombres  y  vecindad  diera 
derecho  a  apropiarse  los  bienes  del  homónimo,  con  sólo  haberse 
llamado  California,  el  poniente  de  Canadá,  hubiera  podido  querer 
compartir  también  de  los  piadosos  fondos. 

Hay,  sobre  todo,  una  capitalísima  razón  intrínseca  para  no 
desviar  esos  fondos  de  sus  verdaderos  dueños:  (las  misiones  de  la 
Baja  California)  y  es  que  la  única  razón,  porque  daban  los  bien- 
hechores esas  cuantiossas  sumas  era  por  la  increíble  pobreza  de  ta- 


362  LAS  MISIONES 

les  misiones,  que  de  otra  suerte  ni  ellos  habrían  dado,  ni  los  misio- 
neros pedídoles  con  buena  conciencia  fundaciones  que  no  eran  ne- 
cesarias. Pues  bien,  esa  pobreza,  tema  incesante  de  las  cartas  de 
los  misioneros  de  la  Baja  California  no  existía,  ni  mucho  menos, 
en  la  Nueva  California,  región  riquísima,  una  de  las  más  ricas  del 
mundo,  no  sólo  ahora  en  virtud  del  moderno  y  activísimo  cultivo 
norteamericano,  sino  desde  entonces  mismo,  como  puede  verse  en 
las  siguientes  frases  oficiales  del  Conde  de  Revillagigedo :  "Ha  sido 
tan  fecunda  (la  tierra)  en  las  misiones  de  la  Nueva  California, 
que  en  el  día  poseen  24,640  cabezas  de  ganado  vacuno;  26,286  del 
de  lana;  4,040  de  pelo  cabrío;  402  del  de  cerda,  y  3,338  yeguas, 
muías  y  caballos;  habiendo  recogido  en  la  última  cosecha  15,197 
fanegas  de  trigo;  2,497  de  cebada;  7,625  de  maíz,  y  1,719  de  frijol, 
garbanzo,  lenteja  y  haba. 

"Estos  bienes  que  multiplican  felizmente  los  fértiles  territo- 
rios de  California,  y  su  muy  saludable  clima,  son  los  que  sostienen 
y  fomentan  sus  misiones,  donde  no  hay  cofradías  y  hermandades, 
ni  otros  estatutos  municipales  de  gobierno  y  policía,  que  los  que  se 
observan  en  los  antiguos  establecimientos. 

"Todo  esto  corre  a  cargo  de  los  femandinos  en  sus  respectivas 
misiones,  como  también  las  ventas  que  se  hacen  de  semillas,  frutos 
y  ganados  sobrantes  a  los  presidios  y  embarcaciones  del  Rey  que 
conducen  los  situados  y  provisiones  de  géneros  y  efectos  para  los 
nuevos  establecimientos  de  la  península,  siendo  éste  el  único  co- 
mercio que  ahora  se  hace,  y  el  de  pieles  de  nutria  y  lobos  marinos. 

"Se  han  formado  distintos  proyectos  para  fomentar  el  ramo 
de  peletería,  la  pesca  de  ballena,  sardina  y  salmón ;  el  buceo  de  per- 
las, el  laboreo  de  minas,  las  siembras,  beneficio  y  cultivo  de  algo- 
dón, cáñamo  y  lino,  la  extracción  de  trigos  y  harinas  para  San 
Blas ;  pero  de  todos  estos  puntos  sólo  podría  tener  efecto  el  último, 
pues  los  demás  son  empresas  aventureras  en  unos  dominios  suma- 
mente distantes,  cuya  conservación  y  defensa  serían  tanto  más  cos- 
tosos al  erario  del  Rey,  cuanto  fueren  mayores  el  uso  y  fomentos 
de  sus  riquezas  y  comercio." 

¿Con  todos  estos  elementos  de  vida,  tenían  derecho  los  fer- 
nandinos  ni  mucho  menos  los  sucesores,  de  apropiarse  las  funda- 
ciones que  fueron  hechas  para  las  misiones  de  los  pobres  califor- 
nios del  sur?  y  nótese  bien  que  la  mayor  parte  de  esos  fondos  esta- 
ba señalada  y  expresamente  destinada  a  determinadas  misiones  por 


C.  III.  LAS  MISIONES  DE  CALIFORNIA  363 

cantidades  inalienables  aunque  fuera  a  favor  de  otras  misiones  de 
la  misma  Antigua  California. 

Es  también  de  advertir  que  aunque  el  gobierno  español,  des- 
pués de  expulsados  los  jesuítas  en  1767,  aplicó  parte  de  los  piado- 
sos fondos  a  algunas  misiones  de  la  Nueva  California,  esto  no  fué 
haciéndolas  dueñas  del  fondo  ni  dándoles  derecho  de  propiedad,  ni 
aun  siquiera  de  administración,  sino  que  expresamente  se  dice  en 
la  referida  oficial  relación :  "No  perciben  obvenciones  ni  derechos ; 
pero  se  asiste  a  cada  misionero  con  el  sínodo  de  400  pesos  anuales 
del  fondo  piadoso  que  dejaron  los  regulares  extinguidos,  y  del  mis- 
mo fondo,  se  franquean  mil  pesos,  tanto  a  los  fernandinos  como  a 
los  dominicos,  para  el  establecimiento  respectivo  de  misión  nueva." 

Exponemos  nuestra  humilde  opinión  acerca  de  los  fondos 
piadosos  de  California  por  creerlos  íntimamente  vinculados  con 
nuestro  tema  y  porque  pueden  sugerir  alguna  idea  de  justicia  para 
un  arreglo  amistoso  o  ante  los  tribunales  canónicos,  entre  los  dos 
prelados  a  quienes  respectivamente  incumba  reclamar  y  devolver 
dichos  bienes,  seguros  como  están  estos  Excmos.  señores  de  que  un 
fallo  en  el  fuero  civil  no  debe  ser  el  último  determinante  en  mate- 
rias y  bienes  eclesiásticos. 


CAPITULO  IV 

NUESTROS  MÁRTIRES 


Diez  soldados  mexicanos  mártires  en  las  Islas  Marianas.— Los  Apóstoles 
de  Milpillas.— Los  padres  Rebullida  y  Zamora.— El  P.  Miguel  de  Almanza.— 
Los  jesuítas  Tamaral  y  Carranco.— Los  padres  Tello  y  Rowen.— Fray  Javier 

de   Silva. Fray   Francisco  Ganzábal. — Los  cuatro  mártires  de   San  Sabás. — 

Fray  Luis  Jaime  y  sus  compañeros.- Fray  Felipe  Guillen.— El  P.  Garcés  y  sus 
compañeros. 


bibliografía  especial 

ARBICIVITA,  JUAN  DOMINGO. — Crónica  Seráfica  y  Apostólica  del  Coledlo  d« 
PropaKanda   Fide,   de  la  Santa  Cruz   de  Querétaro. 

ESPINOSA,  ISIDKO  FKI>IX. — Crónica  Apostólica  y  Seráfica  de  todos  los  Colegios 
de   Propaganda   Fide   de  esta   Nueva  España. — Mf'xioo,    1746. 

(íARCIA,    FB.XNCISCO. — Vida  y   Martirio   del    V.    P.   lílepo  Luis   de  San  Vitores.— 

Madrid.  1H8.3. 

KINO,    EÜSEIJIO    ICO. — Las    Misiones    de    Sonora   y    Arizona. — Mc'-xico,   1922. 

OROZCO  y  líERR.V,  M.^NUEL. — Documentos  para  la  Historia  de  México,  4a.  Serie 
(publicados    por)    Materiales  para  la  Historia  de  las   Misiones   del   Norte. — México,   1856, 

y  IS-jT. 

ORTEO.A,  .lOSE. — Historia  del  Nayarit,  Sonora,  Sinaloa  y  ambas  Californias.  ("A- 
postólicos   afanes   de  la  Compañía   de  .lesfls   en   la   América   Septentrional").   México,   1&87. 

I'RINCE  L,.   liRADFORI).— Hlstorlcal   Sketches  of  New  México. — Kansas  City,  18S3. 

8ARAVI A,  AT.VNASIO  O. — I^os  misioneros  muertos  (mártires)  en  el  Norte  de  Nae- 
va  España. — Durango,  1020. 

SOTO  MAYOR,  JOSÉ  FR.VNCISCO.— Historia  del  Colegio  Apostólico  de  Nuestra 
Seflora  de  Guadalupe  de  Zarcateca».— Zacatecas,   18S9. 


C.  IV.  NUESTROS   MÁRTIRES  365 


•  N  perfume  especial  embalsamaba  el  ambiente  de  nues- 
tra católica  patria  a  los  principios  del  siglo  XVIII  con 
las  noticias  recientemente  divulgadas  por  los  libros  im- 
presos sobre  la  vida  y  martirio  del  P.  Diego  Luis  de 
San  Vítores,  muerto  cruelmente  en  odio  de  la  fe  católica  por  los  ha- 
bitantes semi-salvajes  de  las  Islas  Marianas,  suceso  acaecido  el 
año  de  1672. 

Aunque  el  P.  San  Vítores  era  madrileño,  nuestra  patria  lo  veía 
como  algo  muy  suyo,  porque  en  su  larga  demora,  esperando  en  la 
ciudad  de  México  la  oportunidad  para  embarcarse  hacia  el  ponien- 
te en  la  famosa  nao  que  zarpaba  de  Acapulco  a  Filipinas;  el  P. 
San  Vítores,  infatigable  en  su  celo  apostólico,  con  sus  misiones,  y 
su  admirable  talento  organizador  puso  en  verdadera  conmoción 
espiritual  a  toda  la  ciudad.  Desde  entonces  él  miró  a  México  a  su 
vez  con  gran  cariño;  de  entre  las  muchas  amistades  que  contrajo 
obtuvo  gruesas  limosnas  para  sus  misiones  para  las  Islas  Maria- 
nas a  que  iba  destinado  y  reclutó  buen  número  de  mexicanos  entre 
misioneros,  soldados  y  civilizadores  que  le  siguieron  con  entusiasmo 
y  algunos  de  ellos  regaron  con  su  sangre  como  lo  hizo  su  maestro 
y  jefe,  esa  misión  que  todos  consideraban  como  una  extensión  trans- 
marina de  la  Iglesia  Mexicana. 

En  la  preciosa  biografía  del  referido  ínclito  matritense  escrita 
por  el  P.  Francisco  García  se  nos  ofrecen  edificantes  datos  sobre 
la  vida  y  martirio  de  estos  ilustres  mexicanos,  datos  que  nos  vemos 
en  la  gustosa  obligación  de  perpetuar  en  estas  páginas. 

"El  proto-mártir  de  las  Islas  Marianas,  como  que  murió  antes 
que  el  mismo  P.  San  Vítores,  fué  nuestro  compatriota  Diego  Bazán. 
Cinco  meses  habían  corrido  de  paz  desde  que  los  misioneros  entra- 
ron en  la  isla,  aunque  no  sin  trabajos  ni  peligros,  cuando  empezaron 
los  preludios  del  martirio  del  P.  San  Vítores  por  las  muertes  de 
algunos  compañeros  seglares,  de  los  cuales  fué  el  primero  Diego 
Bazán.  Enviábale  el  P.  Francisco  Solano  con  una  carta  para  el  P. 
San  Vítores.  Supo  el  viaje  de  Bazán,  Quipuha,  el  Principal,  que 
siendo  cristiano  parecía  en  las  costumbres  gentil,  teniendo  con  pú- 
blico escándalo  una  mujer  casada  como  sí  fuera  propia.  Amonestóle 
diversas  veces  el  sier^'o  de  Dios,  ya  con  halagos,  ya  con  amenazas, 
y  él  ciego  con  la  pasión  respondía,  que  más  quería  irse  al  infierno, 
que  dejar  la  mujer.  Por  esta  causa  aborrecía  al  venerable  padre  y 
a  sus  compañeros  como  fiscales  y  jueces,  que  querían  poner  freno 


366  LAS  MISIONES 

a  SUS  apetitos,  y  ahora,  sabiendo  que  pasaba  Diego  Bazán,  se  vino 
con  su  manceba  a  Chuchugu,  no  distante  del  camino  y  solicitó  a  los 
del  pueblo  para  que  le  matasen.  Ofreciéronse  dos  indios  y  saliendo 
al  camino  se  hicieron  encontradizos,  y  trabando  con  él  pláticas  de 
amistad,  cuando  lo  vieron  descuidado,  le  dio  el  uno  con  un  machete 
y  el  otro  le  atravesó  con  una  lanza,  de  que  luego  quedó  allí  muerto 
a  los  31  de  marzo  de  1672,  sin  tener  más  causa  para  la  muerte,  que 
las  reprensiones  que  daba  a  Quipuha  el  siervo  de  Dios,  en  que  se 
introdujo  algunas  veces  el  mismo  Diego  Bazán,  por  ser  amigo  de 
Quipuha,  y  dolerle  su  perdición ;  su  cuerpo  fué  arrojado  en  un  hoyo. 

"Muerte  por  tan  buena  causa,  merece  una  particular  memoria. 
Fué  Diego  Bazán  natural  de  la  ciudad  de  México,  bien  dispuesto  e 
inclinado,  hijo  de  padres  humildes  por  la  fortuna,  muy  honrados 
por  haber  tenido  tal  hijo,  que  los  ilustre  con  su  sangre  derramada. 
Era  de  catorce  años  cuando  el  P.  San  Vítores  vino  a  México  para 
pasar  a  Marianas,  y  le  llamó  para  aquella  Misión  con  modo  bien 
singular.  Encontróle  un  día  en  el  Portal  que  llaman  de  las  Flores, 
en  la  plaza  mayor  de  México;  y  mirándole  con  atención  y  cariño 
le  dijo:  Hijo,  ¿quieres  venir  conmigo  a  ser  mártir?  Respondió  al 
punto  que  sí,  y  luego  lo  tomó  por  compañero  con  consentimiento 
de  sus  padres,  y  le  trujo  a  su  lado,  instruyéndole  en  todas  las  vir- 
tudes cristianas,  necesarias  para  formar  un  soldado  misionero,  que 
tal  fué  en  las  Marianas ;  porque  no  solamente  mostró  valor  grande 
on  las  guerras  de  Tinián,  y  de  Guam,  y  en  todas  ocasiones  que  se  le 
ofrecieron,  defendiendo  la  causa  de  la  fe;  pero  también  mostró  el 
celo  apostólico,  acompañando  a  los  padres  en  sus  misiones,  y  hacien- 
do algunas  por  sí,  enviado  del  V.  Padre,  que  conocía  mucho  su  vir- 
tud y  ejemplo,  le  fiaba  empresas  de  mucha  gloria  de  Dios;  sufrien- 
do el  verdadero  soldado  de  Jesucristo  con  grande  constancia,  y  ale- 
gría golpes,  afrentas,  e  irrisiones,  mostrando  más  valor  en  esta 
victoria  de  sí  mismo,  que  en  la  de  sus  enemigos,  y  dando  a  enten- 
der que  conocía  y  estimaba  las  riquezas  de  la  Cruz,  y  cuan  grande 
gloria  es  padecer  contumelias  por  el  nombre  de  Cristo.  Cuatro 
años  de  tan  ejemplar  vida,  le  merecieron  tan  dichosa  y  preciosa 
muerte,  que  sin  duda  lo  fué  mucho  en  los  ojos  del  Señor  la  que  pa- 
deció por  causa  de  la  castidad  y  de  la  fe,  y  lo  que  creo  más,  por 
ambas  juntas." 

Posteriormente  fué  muerto  por  los  mismos  infieles  Juan  Bel- 
trán,  natural  de  Sinaloa  a  quien  le  atravesaron  la  pierna  con  una 


C.  IV.   NUESTROS  MÁRTIRES  367 

lanza  envenenada.  Fué  a  las  Islas  Marianas  ya  hombre  de  más  de 
cincuenta  años,  con  deseo  de  servir  a  Dios,  dice  el  citado  biógrafo, 
y  murió  con  la  esperanza  de  gozarle  por  una  eternidad. 

Años  más  tarde  padecieron  martirio  dos  soldados  compañeros. 
El  uno  se  llamaba  Pedro  de  Alejo,  natural  de  la  Puebla  de  los  An- 
geles en  la  Nueva  España.  Era  hombre  de  valor  como  lo  había 
mostrado  en  todas  ocasiones,  pero  mayor  era  la  solicitud  y  la  apli- 
cación a  las  misiones,  siendo  perpetuo  compañero  de  los  padres, 
que  deseaban  su  compañía,  por  su  caridad,  afabilidad  y  buen  ejem- 
plo que  daba  a  cristianos  y  gentiles.  Hacía  el  oficio  de  despensero, 
procurador  y  cocinero,  mientras  los  demás  tomaban  algún  descan- 
so ;  y  tenía  tanto  gusto  en  servir  a  todos  y  lo  hacía  con  tan  buena 
gracia,  que  no  había  a  quien  no  robase  la  voluntad.  No  pocas  ve- 
ces dio  sus  vestidos  a  los  naturales,  porque  le  diesen  algún  sustento 
para  los  religiosos  y  compañeros.  Era  tan  sufrido  en  las  injurias, 
que  pagaba  bien  por  mal,  agasajando  más  a  quien  más  le  ejercita- 
ba en  la  paciencia.  Con  estas  virtudes  propias  de  hombre  apostó- 
lico, mereció  la  muerte  referida,  habiendo  servido  casi  dos  años  a 
esta  misión. 

Llamábase  el  otro  Matías  Altamirano,  natural  de  Oaxaca.  Es- 
tuvo cerca  de  dos  años  en  Marianas  ejercitando  el  oficio  de  ciruja- 
no, acudiendo  a  todos  los  que  necesitaban  de  su  asistencia  con  en- 
trañas de  caridad,  perdiendo  su  descanso  por  ayudar  a  los  enfer- 
mos. Era  tan  aficionado  a  las  misiones  y  a  enseñar  la  doctrina  cris- 
tiana, que  cuando  acompañaba  a  algún  padre,  ordinariamente  se 
reunía  en  su  compañía  y  preguntaba  a  los  indios  que  encontraba: 
¿cuántas  son  las  personas  de  la  Santísima  Trinidad?  ¿Cuántos 
Dioses?  Corrigiendo  a  los  que  erraban  y  enseñando  a  los  que  no 
sabían;  siendo  aun  más  cirujano  de  las  almas,  que  de  los  cuerpos. 
Con  esto  mereció  Matías  la  buena  suerte  de  morir  por  tan  buena 
causa. 

El  cuarto  mártir  mexicano  en  las  Marianas  fué  Marcos  de  Se- 
gura, natural  de  la  Puebla  de  los  Angeles;  fué  a  la  misión  el  año 
de  setenta  y  tres,  y  la  sirvió  y  ayudó  mucho  con  sus  trabajos  y 
ejemplos ;  era  notablemente  pacífico  y  amado  por  la  buena  gracia 
con  que  trataba  a  todos,  muy  obediente  a  los  ministros  del  Evan- 
gelio, sin  inquietud  ni  contradicción. 

Seguíanle  en  la  palma  del  martirio  Juan  de  los  Reyes.  Nació  en 
Zumpango  y  fué  a  la  misión  con  el  P.  Diego  Luis  de  San  Vítores, 


368  LAS  MISIONES 

y  fué  SU  compañero  en  las  misiones.  Desde  el  principio  fió  mucho 
de  su  cordura  y  buen  proceder  el  venerable  padre,  y  le  dio  el  cargo 
de  alférez,  y  se  valió  de  su  persona  en  orden  a  la  conversión  de  los 
indios,  como  si  fuera  religioso  de  la  Compañía.  Era  muy  ejemplar 
y  cristiano  y  en  su  casa  hallaban  remedio  de  sus  necesidades  los 
demás  soldados. 

Alfonso  de  Aguilar,  criollo  de  la  Puebla  de  los  Angeles,  en  la 
Nueva  España,  asistió  cuatro  años  a  esta  misión,  acompañando  a 
los  padres  con  notable  gusto.  Fué  recatadísimo  y  modesto,  hombre 
de  valor,  que  le  hizo  temer  mucho  entre  los  indios.  Siendo  compa- 
ñero del  P.  Sebastián  de  Monroy,  dijo  muchas  veces  al  P.  superior 
de  la  misión,  cuando  le  daba  vestido,  camisas  y  otras  cosas:  pa- 
dre mío,  todo  esto  es  para  los  indios,  porque  ellos  me  han  de  matar 
muy  presto.  Y  parece  que  Dios  le  daba  estos  pensamientos,  para 
hallarle  más  dispuesto,  y  él  no  se  descuidaba,  frecuentando  los  sa- 
cramentos de  la  comunión  y  confesión  y  tratando  muy  de  veras  de 
su  salvación. 

El  último  grupo  lo  componían  José  López,  criollo  de  Queréta- 
ro,  que  asistió  dos  años  en  esta  misión,  tenía  muy  buen  natural  y 
era  enemigo  de  chismes  y  disensiones  entre  los  compañeros ;  Antonio 
Pérez,  criollo  de  Cuemavaca,  en  la  Nueva  España,  era  muy  buen 
barbero  y  sangrador,  acudía  con  puntualidad  y  caridad  a  los  en- 
fermos y  vivía  sin  queja  de  nadie.  Antonio  de  Vera,  criollo  de  Cho- 
lula,  en  la  Nueva  España,  asistió  otros  dos  años  a  esta  misión,  era 
buen  cristiano  y  temeroso  de  Dios,  y  cuando  fué  a  oriente,  se  pre- 
paró con  una  buena  confesión  y  deseaba  vivir  mucho  para  servir 
a  Dios,  en  las  Islas;  Santiago  de  Rutia,  criollo  de  México,  había 
llegado  tres  meses  antes  a  estas  Islas,  mozo  de  veinticinco  años, 
daba  muy  buenas  esperanzas  de  utilidad  para  esta  misión;  era  la 
alegría  de  los  soldados,  sin  perjuicio  de  nadie,  de  buenas  costum- 
bres y  ejemplos,  que  dio  en  tan  poco  tiempo  (1). 

Estos  diez  mártires  mexicanos  que  tan  olvidados  habíamos 
tenido,  además  de  servimos  de  gloria  y  de  consuelo,  confirman  la 
reflexión  que  se  hicieron  entonces  y  deben  hacerse  ahora  los  misio- 
neros prácticos,  o  sea,  que  conviene  llevar  y  establecer  en  las  mi- 
misiones,  seglares  ya  civilizados  y  buenos  cristianos  que  formen  el 
mundo  social  que  viva  en  contacto  con  los  salvajes.  Estos  mexica- 
nos de  clase  humilde  pero  fieles  y  honrados,  con  otros  muchos  que 


(1)     V.  García  O.  C. 


C.  IV.   NUESTROS  MÁRTIRES  369 

no  sufrieron  martirio,  fueron  el  núcleo  de  civilización  de  las  Ma- 
rianas. 

Por  falta  de  algo  semejante,  tanto  en  tiempos  antiguos  como 
en  los  modernos,  se  ha  visto  en  algunas  misiones  la  esterilidad  y 
el  fracaso  más  vergonzosos. 

« 
*       * 

Vengamos  ya  a  recordar  los  martirios,  en  el  continente,  sufri- 
dos por  nuestros  misioneros  franciscanos  y  jesuítas,  únicos  religio- 
sos que  en  el  siglo  XVIII  ofrendaron  tributo  de  sangre  en  la  Igle- 
sia Mexicana. 

Al  principiar  el  siglo  levantáronse  en  armas  los  indios  de  Mil- 
pillas  y  dieron  muerte  a  los  padres  franciscanos  fray  Ramiro  Al- 
varez  y  fray  Diego  Hevia  que  en  aquel  convento  moraban.  Este 
convento  había  sido  fundado  en  1619  cuando  se  estaba  rehaciendo 
la  provincia  de  los  destrozos  sufridos  en  la  revolución  de  los  tepe- 
huanes,  y  cuando  cierta  vez  se  sublevaron  los  indios  de  esa  región, 
era  guardián  del  convento  el  P.  Ramiro  Alvarez  y  su  ayudante  de 
doctrina  el  P.  Diego  Hevia.  Era  el  primero  de  la  provincia  de  la 
Concepción  y  fué  misionero  a  la  de  Zacatecas  y  religioso  de  la  mis- 
ma provincia. 

Refiere  el  P.  Arlegui  que  cuando  la  sublevación  ocurrió,  un 
indio  entró  a  la  celda  del  padre  guardián,  a  oscuras  y  con  mucho 
tiento.  Que  el  padre  oyó  los  pasos  y  al  preguntar  quién  andaba  ahí 
recibió  en  el  pecho  puñalada  mortal ;  que  a  sus  gritos  de  socorro 
acudió  su  compañero  fray  Diego  Hevia  quien  también  fué  apu- 
ñaleado por  los  indios  que  a  la  pieza  del  guardián  penetraron  y  que 
acabaron  con  la  vida  de  los  dos  misioneros.  A  los  ocho  días  de  ocu- 
rrido ésto  llegó  al  convento  de  San  Bemardino  de  Milpillas  el  guar- 
dián de  Durango,  fray  Jacinto  de  Quijas,  quien  en  su  convento  re- 
cibiera aviso  de  lo  ocurrido,  y  habiendo  recogido  los  cadáveres,  les 
dio  cristiana  sepultura,  y  para  evitar  la  repetición  de  un  caso  tan 
lamentable,  se  cambió  ese  convento  a  San  Francisco  de  Lajas,  por 
tenerse  mayor  confianza  en  la  fidelidad  de  los  indios  de  este  último 
lugar. 

El  P.  Arlegui  fija  la  muerte  de  estos  religiosos  en  1702,  aun- 
que algunos  otros  datos  parecen  indicar  que  no  ocurrió  sino  hasta 
1704  (2). 


(2)     Saravia  O.  C. 


370  LAS  MISIONES 


* 
*        * 


Fray  Pablo  de  Rebullida,  aragonés  y  fray  Juan  Antonio  Za- 
mora, franciscanos,  en  misión  procedente  del  convento  de  la  Cruz 
de  Querétaro,  trabajando  en  tierras  de  Centro- América  dieron  su 
vida  por  Cristo  en  Talamanca  (Costarrica)  el  17  de  setiembre 
de  1709.  El  P.  Arricivita,  cronista  de  los  colegios  apostólicos,  nos 
da  de  ellos  las  siguientes  edificantes  noticias:  "Cerciorado  el  P. 
Pablo  de  algunos  indios  amigos,  que  eran  continuas  las  juntas  que 
hacían  los  bárbaros,  maquinando  la  muerte  de  todos  los  cristianos 
que  estaban  en  escolta  de  los  Padres,  los  previno  a  todos  del  riesgo 
que  les  amenazaba,  tan  cercano ;  y  que  por  lo  que  pudiera  suceder, 
dispusiesen  sus  almas  con  el  santo  sacramento  de  la  penitencia;  y 
ellos  como  católicos  lo  hicieron,  que  siempre  la  necesidad  es  muy 
devota;  y  el  V.  P.  que  fuera  de  lo  que  le  avisaban  los  indios,  tenía 
el  aviso  del  cielo,  lo  comunicó  muy  despacio  con  su  compañero  el 
V.  P.  Fray  Juan  Antonio  Zamora,  varón  de  tan  singular  virtud, 
que  era  tenido  por  oráculo  en  la  Santa  Provincia  de  Nicaragua. 
Confesáronse  uno  a  otro  para  morir;  y  en  los  pocos  días  que  fal- 
taban para  el  fatal  estrago,  no  cesaban  de  prevenirse  para  tan  duro 
trance  con  penitencia  y  oraciones  fervorosas,  ofreciendo  al  Se- 
ñor sus  vidas  y  muriendo  muchas  veces  antes  de  acabar  de  morir 
a  los  golpes  y  heridas  de  aquellos  tiranos.  Bien  pudieran  haberse 
retirado ;  pero  como  ya  tenían  conocido  ser  llegada  su  hora  por  dis- 
posición divina,  esperaron  confiados  y  animosos  el  duro  golpe  que 
les  amenazaba,  teniendo  a  la  vista  la  palma  y  corona,  que  con  la 
sangre  de  sus  venas,  habían  de  regar,  para  salir  triunfantes  en  la 
palestra  apostólica,  y  coronarse  de  lauros  en  la  Milicia  de  Cristo. 
Muchos  años  de  lági'imas  y  suspiros  le  costaron  a  fray  Pablo,  para 
llegar  a  merecer  esta  inefable  dicha;  y  el  Señor  compadecido  de 
sus  humildes  súplicas,  se  dignó  dar  cumplimiento  a  sus  apostóli- 
cos deseos. 

"Pocos  días  tardaron  en  dar  fuego  a  la  mina  los  bárbaros ;  pues 
en  día  17  del  mismo  mes  de  setiembre,  en  que  celebra  la  Iglesia 
universal  las  llagas  de  N.  P.  San  Francisco,  cayó  sobre  el  pueblo 
de  San  Francisco  de  Urinama  tanta  multitud  de  bárbaros,  carga- 
dos de  armas,  de  flechas,  lanzas  y  cuchillos,  que  parecía  venían 
todos  revestidos  de  furias  infernales.  Este  mismo  día,  que  habían 
celebrado  los  dos  misioneros  la  impresión  de  las  llagas  hechas  por 


C.  rV.  NUESTROS  MÁRTIRES  371 

Cristo  en  el  cuerpo  de  su  seráfico  Patriarca;  estando  en  su  pobre 
celda,  acometieron  sobre  ellos  los  Talamancas;  y  sacándolos  con 
violencia  a  parte  pública,  no  cesaba  un  punto  de  predicarles  en  su 
lengua  el  bendito  Fray  Pablo,  abominando  sus  errores  y  publicando 
que  era  verdadera  la  fe  de  Jesucristo,  que  tantos  años  les  había  en- 
señado. Poco  lugar  le  dieron  para  desengañarlos;  porque  luego 
lo  atravesaron  por  los  costados  con  una  lanza ;  y  aunque  corría  un 
raudal  de  sangre  por  la  herida,  perseveraba  con  voces  animosas 
predicando.  Llegó  otro  bárbaro  y  repitió  nueva  herida  al  bote  de 
otra  lanza  por  el  pecho,  con  que  le  derribó  en  tierra,  y  entonces  le 
dieron  otras  muchas  heridas,  por  cuyas  bocas  exhaló  los  últimos 
alientos  y  entregó  su  espíritu  a  su  Criador.  No  contentos  con  esta 
cruel  carnicería,  pareciéndoles,  que  aún  respiraba,  le  cortaron  la 
cabeza  de  los  hombros,  para  más  asegurarse  de  que  aquella  len- 
gua bendita  no  pudiese  fulminar  contra  ellos  más  verdades  y  des- 
engaños. Al  mismo  tiempo  martirizaron  a  su  amado  compañero 
el  V.  P.  Zamora,  mientras  otros  ensangrentaban  sus  lanzas  y  em- 
pleaban sus  flechas  en  los  pocos  soldados,  que  hubieron  a  las  ma- 
nos, sin  dejar  uno  siquiera  con  vida  para  que  pudiese  contarlo. 
Muertos  ya  todos,  se  pusieron  a  celebrar  un  solemne  convite,  pare- 
cido al  del  Rey  Herodes,  en  que  fué  el  mejor  plato  de  su  crueldad 
la  cabeza  del  precursor  de  Cristo;  y  en  esta  celebridad  de  los  bár- 
baros, la  cabeza  del  V.  P.  Fray  Pablo,  quitada  de  su  cuerpo,  era  la 
mejor  vianda  de  su  cruel  apetito. 

"Después  que  habían  acabado  la  sangrienta  refriega  y  habían 
llenado  sus  vientres  de  comida,  sacaron  sus  ollas  para  embriagarse, 
y  cuando  estaban  más  calientes  del  vino,  pegaron  fuego  a  la  iglesia, 
y  a  toda  la  vivienda  de  los  padres,  sacando  antes  los  ornamentos 
sagrados,  que  compartieron  entre  sí  por  despojos  de  la  victoria,  y 
se  estaban  gloriando  de  ver  reducirse  a  cenizas  lo  que  se  había  fa- 
bricado con  manos  consagradas.  Formaron  después  una  levantada 
pira  de  multitud  de  leños,  y  de  sus  brasas  encendidas,  se  valieron 
para  consumir  las  carnes  muertas  de  tantos  cuerpos  destrozados." 


En  la  Relación,  inédita,  que  el  antiguo  misionero  P.  Miguel 
Sola,  escribió  en  su  destierro  de  Rímini,  dejónos  noticia  de  un  mar- 
tirio hasta  ahora  desconocido:  el  del  P.  jesuíta  Miguel  Almanza 
en  las  siguientes  líneas :    "Los  indios  Seris  que  están  situados  en  las 


872  LAS  MISIONES 

marítimas  de  Tepora  y  de  islas  del  Tiburón,  hostilizan  a  los  Pimas 
bajos  sus  vecinos  por  la  parte  del  Oriente.  Son  estos  indios  Seris 
de  una  lengua  muy  distinta  y  dificilísima  respecto  de  las  lenguas 
Pima  y  Opata,  montaraces  más  que  ningunos,  como  que  viven  en 
una  tierra  ardentísima.  Usan  de  un  veneno  activísimo  en  sus  fle- 
chas, y  son  astutísimos  y  atrevidos  sobre  todos  los  demás  habita- 
dores de  aquellas  tierras.  Los  Padres,  viendo  a  sus  Pimas  bajos, 
atemorizados  de  este  enemigo,  pidieron  auxilio  al  Presidio  de  Si- 
naloa,  de  donde  se  destacaron  25  soldados  que  con  los  auxiliares 
indios,  subyugaron  y  rindieron  a  los  Seris.  Estos,  como  son  tan  as- 
tutos, conocieron,  que  las  ventajosas  guerras  de  España  no  las  po- 
dían ellos  resistir  y  así  rindieron  de  paz  y  se  formaron  dos  pue- 
blos de  indios  Seris.  Hasta  que  teniendo  confiados  a  los  españoles 
entretenidos  en  el  buceo  de  la  perla,  dieron  sobre  ellos,  los  mata- 
ron y  quemaron  las  canoas,  que  les  servían  para  el  buceo.  Fué  pre- 
ciso juntar  gente  y  concurrieron  de  otro  presidio. 

"Vino  buen  destacamento  con  su  capitán  D.  Juan  Bautista  de 
Ansa,  y  con  inmensos  trabajos  y  tiempo,  pudo  castigar  a  los  enemi- 
gos Seris  y  parte  de  ellos  se  redujeron  a  sus  pueblos,  aunque  ya 
había  muerto  su  misionero  P.  Miguel  Almanza  que  había  aprendi- 
do la  lengua."    Esto  acaeció  en  1729. 

* 

En  la  Baja  California  y  a  principios  de  1734  derramaron  su 
sangre  por  Cristo,  el  P.  Lorenzo  Carranco,  natural  de  Cholula  en 
la  diócesis  de  Puebla,  y  su  compañero  el  sevillano  P.  Miguel  Ta- 
maral,  de  uno  y  otro  nos  da  las  biografías  el  P.  Oviedo  en  su  meno- 
logio  a  primer  y  tres  de  octubre  respectivamente.  "El  P.  Lorenzo 
Carranco,  dice,  era  natural  de  la  ciudad  de  Cholula  del  obispado  de 
la  Puebla  de  los  Angeles;  habiendo  entrado  en  la  Compañía  de  Je- 
sús y  obtenido  en  ella  el  grado  de  coadjutor  espiritual,  fué  enviado 
de  la  obediencia  a  las  nuevas  y  apostólicas  misiones  de  la  Califor- 
nia, en  las  cuales  padeció  muchos  trabajos,  procurando  con  grande 
celo  la  salvación  y  conversión  de  aquellas  miserables  almas,  hasta 
que  instigados  del  demonio  los  indios  pericues,  y  deseando  sacudir 
el  yugo  de  la  ley  evangélica,  procuraron  solicitar  a  las  demás  na- 
ciones de  la  California  para  que  quitasen  la  vida  a  todos  los  padres, 
a  los  soldados  y  demás  cristianos,  y  de  esta  suerte  poder  libremente 


-;■■.:■■     .Vi"M..-r,-:  '..m.  .  n.^-L 


id¿ 


El  Santo  niisiniuTo    I'r.   Anlnnin   .Mar^Ml   de  Jesús. 

(¡al.  (li'l  Museo  N.  (le  México. 


C.  IV.  NUESTROS  MÁRTIRES  373 

volver  a  sus  antiguos  ritos  y  bestiales  costumbres;  tuvo  noticia 
por  medio  de  un  muchacho  que  le  servía,  de  esta  conjuración  el  P. 
Lorenzo,  que  cuidaba  de  la  misión  de  Santiago,  y  habiendo  este 
día  celebrado  el  santo  sacrificio  de  la  misa,  y  ofrecido  a  Dios  su 
vida,  como  a  las  seis  de  la  mañana  acudieron  a  su  pobre  casa  los 
pericues,  y  tomándole  en  brazos  lo  sacaron  fuera  de  ella,  y  po- 
niéndolo a  poca  distancia,  lo  hicieron  blanco  de  innumerables  fle- 
chas, que  le  dispararon  y  estando  aún  todavía  vivo,  lo  arrojaron  a 
una  hoguera,  diciéndole  muchos  oprobios  contra  su  persona  y  con- 
tra la  virtud  de  la  castidad  que  les  había  enseñado ;  y  porque  aquel 
muchacho  lloraba  viendo  lo  que  hacían  con  su  amado  padre,  lo  hi- 
cieron pedazos  arrojándolos  en  la  hoguera  en  que  se  abrasaba  el 
cadáver  del  padre;  y  juntamente  quitaron  la  vida  a  otros  dos  cris- 
tianos, solamente  porque  lo  eran,  y  pasando  luego  a  la  iglesia  des- 
pedazaron las  cruces  y  sagradas  imágenes  y  los  ornamentos  todos 
que  servían  para  el  culto  divino,  en  que  mostraron,  que  el  motivo 
que  habían  tenido  de  quitar  la  vida  al  P.  Lorenzo,  no  era  otro  que 
el  odio  de  nuestra  santa  fe  y  religión ;  dicha  muerte  fué  el  primero 
de  octubre  de  1734. 

"El  P.  Tamaral,  avisado  del  P.  Lorenzo  Carranco  del  peligro 
en  que  estaban  aquellas  misiones,  para  que  procurase,  si  pudiese, 
ponerse  en  salvo,  le  respondió  entre  otras,  estas  palabras:  "procu- 
remos, padre  mío,  unirnos  cada  día  más  por  amor  con  Cristo,  y  lo 
demás  dejémoslo  a  su  amorosa  Divina  Providencia."  En  3  de  octu- 
bre de  1734,  a  las  seis  de  la  mañana,  acabando  el  P.  Tamaral  de  ce- 
lebrar el  santo  sacrificio  de  la  misa,  llegaron  a  su  casa  los  pericues, 
y  arremetiendo  al  padre,  le  arrojaron  en  el  suelo,  y  arrastrándolo 
hasta  el  umbral  de  la  casa,  uno  de  los  rebeldes  con  un  cuchillo  que 
el  mismo  padre  le  había  dado,  lo  degolló;  y  habiendo  encendido 
una  grande  hoguera,  arrojaron  en  ella  al  difunto  cuerpo,  y  pasando 
a  saquear  la  iglesia  hicieron  pedazos  las  sagradas  imágenes  y  sa- 
grados ornamentos,  arrojándolos  también  al  fuego.  Nació  el  P. 
Nicolás  Tamaral,  en  Sevilla,  el  día  28  de  febrero  del  año  de  1687. 
Entró  en  la  Compañía  a  23  de  octubre  de  1704,  y  habiendo  venido 
en  misión  a  esta  provincia  el  año  de  1712,  trabajó  gloriosamente 
muchos  años  en  la  conversión  de  los  infieles  en  la  California,  hasta 
que  derramó  su  sangre  en  testimonio  de  la  fe  que  les  predicaba 
siendo  de  cuarenta  y  siete  años  de  edad,  treinta  de  religión  y  tre- 
c^  de  profeso  de  cuatro  votos." 


374  LAS  MISIONES 


*        * 


El  ya  citado  P.  Miguel  Sola  es  quien  proporciona  los  hasta  aho- 
ra ignorados  pormenores  del  martirio  de  los  jesuítas  Tello  y  Rowen, 
acaecidos,  no  en  1750,  sino  en  1752.  Dice:  "Los  indios  Pimas  del 
Norte,  que  habían  estado  entretenidos,  desde  que  mataron  en  Ca- 
borca  al  P.  Saeta,  habían  sido  terriblemente  castigados  por  los 
españoles,  quienes  para  escarmiento  juntaron  en  un  vallecillo  to- 
dos los  cuerpos  de  los  que  mataron,  para  que  con  esta  memoria  se 
atemorizasen  los  venideros.  Ya  olvidados  de  esta  terrible  justicia 
por  su  parricidio,  empezaron  a  dar  oídos  a  Luis  (cacique  revolto- 
so) quien,  como  experimentado  de  los  soldados  en  los  dos  años  que 
había  concurrido  con  ellos  en  la  campaña  del  Seri,  les  decía:  Ya 
los  soldados  españoles  no  son  valientes  como  los  pasados.  Bien  ha- 
béis visto  que  sin  nosotros  no  han  podido  sujetar  a  los  Seris,  que 
quizás  no  llegan  a  300 ;  ¿  cómo  podrán  con  nosotros  que  somos  más 
de  3,000? 

"Fuera  de  esta  razón,  ciertamente  fuerte,  él  por  arte  del  diablo 
o  por  juego  de  manos,  les  hizo  ver  que  sus  macanas  bailaban  ya  la 
victoria  que  habían  de  conseguir  de  los  españoles.  Añadióles  a  ésto 
la  gran  cantidad  de  ganados  y  caballadas  que  los  españoles  y  mi- 
siones tenían,  y  de  que  ellos  quedaban  dueños,  todos  convinieron  en 
alzarse  y  se  pasó  a  determinar  el  día,  modos  y  principio  de  la  su- 
blevación. Determinado  todo  esto  regresaron  a  sus  pueblos  y  avi- 
saron al  Gobernador,  haber  vuelto  y  castigado  a  los  Apaches,  y 
que  los  demás  habían  huido  a  lo  interior  de  sus  tierras. 

"Estuvieron  disponiéndose  con  grandísimo  sigilo,  hasta  que 
llegado  el  día,  que  me  parece  fué  el  22  de  noviembre  de  52  (3). 
Dieron  a  un  mismo  tiempo  los  indios  de  las  Misiones  en  Sonitac 
contra  su  P.  Misionero  el  P.  Enrique  (Rowen)  que  parece  pudo 
huir  de  la  casa  y  a  poca  distancia  cayeron  sobre  él  y  lo  mataron. 
En  Caborca  aquella  noche  cayeron  sobre  el  P.  Tomás  Tello  y  de  un 
macanazo  en  la  cabeza  no  le  dejaron  subir  a  un  alto  que  tenía  la 
casa,  y  en  la  pared  quedó  señalada  la  mano  ensangrentada  con  que 
se  apoyó.  El  P.  Jacobo  Sedelmayer,  que  algunas  horas  antes  supo 


(3)  El  P.  Ignacio  Javier  Keler  da  a  entender  que  fué  poco  antes  del 
25  de  Agosto  de  1752.  Véase  su  consulta  en  Documentos  para  la  Historia  de 
México  (Orozco  y  Berra)  4».  serie  T.  I.  Págs.  26  y  siguientes.  Edición 
de  1856. 


•.  IV.  NUESTROS  MÁRTIRES  375 

el  asalto  que  le  disponían  los  indios,  despachó  un  correo  a  rienda 
suelta  a  avisar  al  P.  Juan  Nanchú  (Netuig)  que  estaba  en  Sariqui. 
Este  salió  pronto  en  el  caballo  del  mismo  indio  que  le  había  traído 
la  carta  y  corrió  a  Tubutama  con  el  P.  Jacobo,  que  ya  tenía  una 
casa  más  resguardada.  En  el  camino  encontró  unos  pobres  arrie- 
ros que  hacían  noche  en  un  monte  intermedio ;  les  avisó  el  peligro, 
a  lo  que  ellos  no  dieron  oído ;  y  les  rogó  que  ya  que  no  le  creían  le 
hiciesen  la  caridad  de  prestarle  una  silla  para  su  caballo,  pues  en 
pelo  no  podía  ya  caminar.  Uno  de  los  que  allí  estaban  le  prestó 
una  silla  de  un  hijo  suyo,  y  el  P.  arrancó  con  este  alivio  hasta  Ari- 
butama.  Los  indios  de  Sariqui,  en  que  vivía  Luis  el  Capitán  Gene- 
ral, que  se  vieron  ya  sin  el  padre,  se  apostaron  prontos  a  seguirlos, 
cayeron  en  aquellos  pobres  arrieros,  los  mataron  a  excepción  del 
bienhechor  del  padre,  que  con  su  hijo  se  había  escondido  en  lo  más 
enredado  de  aquel  bosque.  Siguieron  hasta  Tubutama  donde  j^a  el 
P.  Netuig  había  entrado  en  la  casa  del  P.  Jacobo,  donde  por  fortuna 
se  hallaban  unos  soldados  y  españoles,  que  sostuvieron  el  ímpetu 
de  los  bárbaros  por  tres  días  no  obstante  de  haber  puesto  (los 
indios)  fuego  a  la  iglesia  y  casa  del  padre. 

"En  esta  defensa  pereció  uno  de  los  españoles  más  atrevidos 
que  los  otros ;  al  P.  Jacobo  le  dieron  tres  flechadas  de  que  se  curó ; 
al  P.  Juan  Netuig  una  que  no  le  internó  por  el  grueso  de  la  sobre 
ropa." 


"En  o  de  julio  de  1753  (dice  Sotomayor)  murió  en  el  seno  me- 
xicano, cerca  del  caudaloso  Río  Bravo,  a  mano  de  los  salvajes  lipa- 
nes  el  V.  P.  Fr.  Francisco  Javier  de  Silva,  después  de  haber  servido 
como  otro  San  Francisco  Javier,  algunos  años  a  una  misión.  Pasa- 
ba a  otra  rindiéndose  a  la  obediencia,  cuando  en  el  punto  llamado 
San  Ambrosio,  acaeció  su  gloriosa  muerte." 

*       * 

Considérase  también  como  mártir  a  fray  José  Francisco  Gan- 
zábal,  franciscano  de  las  misiones  mexicanas  que  trabajaban  en 
las  inmensas  regiones  de  Texas.  "En  11  de  Mayo  de  1752  (dice  el 
ilustre  académico  Sr.  Saravia)  se  dirigió  de  la  misión  de  San  Ilde- 
fonso a  la  de  la  Candelaria  con  objeto  de  celebrar  allá  misa  y  visi- 


376  LAS  MISIONES 

tar  al  religioso  que  vivía  en  esa  misión.  En  la  noche  de  ese  día,  es- 
tando en  una  celda  el  P.  Ganzábal,  el  misionero  de  la  Candelaria  y 
un  refugiado  de  apellido  Zeballos,  después  de  terminar  su  frugal 
cena,  Zeballos  se  sentó  junta  a  la  puerta.  De  pronto,  y  sin  que  se 
hubieran  percatado  de  que  ocurriera  nada  extraordinario,  le  dis- 
pararon a  Zeballos  en  las  espaldas  un  trabuco,  haciéndole  caer  a 
los  pies  del  misionero  de  aquel  lugar  y  perdiendo  la  vida  en  breve 
tiempo.  El  otro  religioso,  el  P.  Ganzábal,  se  puso  en  pie  preguntan- 
do qué  pasaba  y  por  respuesta  recibió  un  flechazo  que  le  atravesó 
el  corazón.  En  tales  momentos  apagóse  la  luz  que  había  en  la  cel- 
da, quizá  esa  circunstancia  libró  de  la  muerte  al  otro  padre. 

"Aunque  por  el  momento  nada  pudo  aclararse  con  relación  a 
aquellas  muertes,  algún  tiempo  después  se  hizo  sospechoso  un  in- 
dio "coco,"  y  habiendo  sido  obligado  a  declarar,  dijo  que  él  y  cua- 
tro soldados  habían  sido  los  asaltantes  de  la  celda  de  los  padres. 
Ocho  años  duró  la  causa  que  con  tal  motivo  se  instruyó  e  intervi- 
nieron en  ella  multitud  de  jueces,  nada  acertado  por  cierto,  pues 
que  dicen  las  crónicas,  que  no  se  había  visto  una  causa  criminal  en 
que  hubieran  intervenido  tantos  jueces,  hecho  ni  repuesto  tantos 
procesos,  ni  de  la  que  hubieran  resultado  mayores  daños;  y  por 
fin,  por  remate  y  sentencia  de  aquel  proceso,  se  encuentra  una  es- 
pecie de  loa  a  los  misioneros  de  aquellas  regiones,  sin  que  se  diga 
nada  sobre  los  asesinos  que  la  causa  motivaron." 

* 
*       * 

En  la  misión  de  San  Sabás,  cercana  al  presidio  de  San  Luis, 
de  las  Amarillas,  en  Texas,  fueron  martirizados  por  indios  de  aque- 
lla región  en  marzo  de  1758  los  ilustres  franciscanos  Terreros  y 
Santiesteban. 

Era  el  primero  y  presidente  de  dicha  misión,  hijo  de  la  ilustre 
casa  de  D.  Pedro  Romero  de  Terreros,  primer  conde  de  Regla,  in- 
signe bienhechor  de  la  Iglesia  Mexicana,  como  se  ha  dicho  en  otro 
lugar  y  en  especial  de  las  misiones  emprendidas  por  los  colegios 
apostólicos  franciscanos. 

"Los  asesinos  de  estos  ilustres  misioneros  con  traición  y  dolo 
fingieron  estar  en  guerra  contra  los  apaches  para  tener  entrada 
en  la  misión ;  una  vez  dentro  obligaron  al  P.  Alonso  Giraldo  Terre- 
ros a  que  con  ellos  saliese  camino  del  presidio  y  hasta  le  ayudaron 


C.  IV.  NUESTROS  MÁRTIRES  377 

a  ensillar  el  caballo.  Ya  montado  en  él  al  salir  por  la  puerta  le  dis- 
pararon un  fusil,  con  tan  fatal  golpe,  que  dando  un  quejido  cayó 
muerto;  con  esta  señal  se  rompió  la  generala,  y  disparando  otros 
muchos,  cayeron  muertos  tres  soldados. 

"Los  dos  PP.  compañeros  procuraron  tomar  el  asilo  más  pron- 
to, y  lo  fué  para  el  P.  Fray  José  Santiesteban  el  cuarto  en  que 
estaba  encerrado  el  avío  prevenido  para  las  Misiones ;  pero  ésto 
le  aceleró  más  su  daño,  porque  entrando  al  robo  los  bárbaros,  lo 
encontraron  indefenso,  y  a  golpes  lo  mataron,  oyendo  desde  fuera 
algunos  soldados  las  voces  que  daba,  y  viendo  después  sacar  el 
hábito;  pero  como  después  de  haber  sacado  cuanto  allí  había,  le 
pusieron  fuego  a  la  pieza,  en  que  había  bastante  material  que  ar- 
diese, se  creyó  que  las  llamas  consumieron  el  cuerpo  y  aun  por  no 
haberse  hallado  sus  cenizas,  dijeron  algunos  que  se  lo  habían  lle- 
vado vivo  los  indios.  El  P.  Fray  Miguel  Molina,  con  todos  los  agre- 
gados a  la  Misión  y  sus  mujeres,  se  encerraron  en  el  cuarto  del  P. 
Presidente,  y  aunque  defendían  la  puerta,  disparando  por  trone- 
ras las  escopetas,  no  cesaban  los  indios  de  batirla  con  los  fusiles, 
con  no  poco  daño  de  los  que  estaban  dentro,  y  con  la  desgracia  de 
que  dando  una  bala  en  un  madero,  de  rechazo  hirió  al  P.  Fray  Mi- 
guel, entrando  de  soslayo  por  la  clavícula  del  pecho  y  rematando 
en  el  brazo." 

*       * 

Uno  de  los  franciscanos  sustitutos  de  los  antiguos  misioneros 
jesuítas  que  trabajaban  entre  los  indios  seris  de  Sonora  fué  el  P. 
fray  Juan  Crisóstomo  Gil  de  Barnave,  aragonés:  "de  hermoso  y 
varonil  aspecto,  voz  canora  y  dulce,  genio  suave  y  vigoroso,  per- 
suasiva natural  y  eficaz." 

Destinado  a  la  isla  del  Tiburón  por  petición  de  los  mismos  in- 
dios habitantes,  trabajó  ahí  si  no  con  fruto  sí  a  lo  menos  con  gran- 
dísimo mérito,  en  un  jacal  que  le  servía  de  iglesia. 

El  día  veintiséis  de  noviembre  del  año  de  1772  pasó  el  P.  fray 
Juan  Crisóstomo  al  Carrizal  sin  más  provisión  que  la  necesaria 
para  celebrar  el  santo  sacrificio  de  la  misa,  ni  más  compañía  que 
la  de  un  muchachito  que  se  la  ayudara.  Ayudándole  los  indios  se 
formó  una  enramada  que  supliera  por  iglesia,  y  una  pajiza  choza 
por  celda.    En  ninguna  cosa  pensaron  menos   los   indios   que   en 


378  LAS  MISIONES 

desamparar  la  isla  y  los  que  venían  de  ella,  solían  concurrir  al  re- 
zo, pero  con  ninguna  estabilidad,  porque  siempre  andaban  altaneros 
en  busca  de  comistrajos  y  en  fuerza  de  sus  genios  ambulativos. 
De  esto  nacía  el  ningún  fruto  que  el  padre  experimentaba  en  los 
adultos,  y  se  contentaba  con  el  de  uno  u  otro  párvulo  que  moría; 
sólo  las  esperanzas  de  que  en  México  se  aprobaría  todo  lo  ejecutado 
y  le  vendrían  facultades  del  gobierno  para  que  atendiera  a  la  con- 
servación de  aquella  reducción  tan  importante  a  la  provincia,  di- 
vertía las  urgencias  de  su  celo  y  lo  tenían  en  consuelo  en  medio  de 
las  crueles  necesidades  que  estaba  sufriendo,  y  así  lo  escribió  al 
Gobernador,  diciéndole:  "que  estaba  tan  contento,  que  sólo  desea- 
ba acabar  en  compañía  de  sus  tiburones  la  vida." 

No  tardaron  estos  amantes  afectos  en  verse  cumplidos  a  ma- 
nos de  aquellos  infieles  e  ingratos;  porque  el  día  7  de  marzo  del 
año  de  setenta  y  tres,  a  los  tres  meses  y  nueve  días  de  haber  estado 
con  ellos,  y  sin  más  causa  que  la  sugestión  diabólica,  tres  indios  le 
quitaron  cruelmente  a  pedradas  y  palos  la  vida,  a  los  cuarenta  y  cin- 
co años  de  edad,  y  a  los  cuatro  que  trabajó  con  fervor  y  celo  por 
dilatar  entre  ellos  la  fe  de  Jesucristo. 

* 
*       * 

El  P.  Palou  en  sus  "Noticias  de  la  Nueva  California"  que  él 
dejó  inéditas,  nos  da  la  noticia  de  un  martirio  que  no  debe  pasar 
desapercibido  pues  por  todos  conceptos  es  gloria  muy  nuestra  (4). 

"Por  el  mes  de  noviembre  del  año  de  1775,  hallábanse  de  mi- 
nistros misioneros  de  la  misión  de  San  Diego,  el  R.  P.  Fray  Luis 
Jayme,  lector  de  filosofía  de  la  provincia  de  Mallorca,  y  el  padre 
predicador  Fray  Vicente  Fuster  de  la  de  Aragón,  ambos  muy  go- 
zosos viendo  que  con  abundancia  cogían  el  espiritual  fruto  de  aque- 
lla viña  del  Señor,  pues  el  día  3  de  octubre,  vigilia  de  nuestro  será- 
fico Padre  San  Francisco  del  propio  año  habían  bautizado  sesenta 
gentiles  que,  juntos  con  los  muchos  que  de  antemano  tenían  bauti- 
zados, formaban  un  competente  pueblo,  fundado  en  la  cañada,  tres 
leguas  distante  del  presidio. 

"Poco  después  de  la  fiesta  de  nuestro  seráfico  padre  San  Fran- 
cisco, en  cuya  vigilia,  como  dije,  se  bautizaron  sesenta,  se  huyeron 


(4)     Documentos   inéditos   para   la   Historia   de   México   4a.    serie.   Tomo 
VII,  Pág.  266. 


C.  IV.  NUESTROS  MÁRTIRES  379 

de  la  misión  apostatando  de  ella,  dos  cristianos  de  mucho  tiempo 
bautizados,  ignorando  los  padres  la  causa  y  motivo ;  y,  aunque  des- 
pués de  algunos  días  que  se  echaron  menos,  salió  el  sargento  del 
presidio  con  una  partida  de  soldados  en  busca  de  ellos,  no  los  pu- 
dieron hallar,  y  sólo  consiguieron  la  razón  de  que  se  habían  inter- 
nado por  la  sierra  que  media  entre  San  Diego  y  el  río  Colorado; 
pero  no  pudieron  tomar  razón  del  intento,  por  lo  que  se  dejaron 
por  entonces  sin  tener  el  menor  recelo  de  lo  que  los  dos  apóstatas 
practicaban,  que  fué  ir  de  ranchería  en  ranchería  de  gentiles,  con- 
vidándolos para  acabar  con  la  misión  y  presidio,  haciendo  sus  con- 
ciliábulos, dando  por  motivo  de  matar  a  los  soldados,  porque  defen- 
dían a  los  padres  y  a  éstos  porque  querkín  acabar  con  la  gentilidad, 
haciéndoles  a  todos  cristianos.  Así  lo  declaró  uno  de  los  malhecho- 
res al  Sr.  comandante  D,  Femando  Rivera  de  cuya  boca  le  oyó  y 
que  consta  en  las  diligencias  practicadas.  Algunas  de  las  ranche- 
rías no  quisieron  concurrir  pero  los  más  convinieron,  quedando 
pactados  de  que  habían  de  dar  el  golpe  de  noche  a  un  mismo  tiem- 
po al  presidio  y  misión. 

"Los  indios,  cogiendo  un  tizón  encendido,  con  él  pegaron  fue- 
go a  la  casa  por  distintas  partes.  Con  esto  despertaron  todos,  tanto 
los  dos  padres  misioneros  que  dormían  en  distintos  cuartos  como 
los  soldados  de  la  escolta  que  eran  sólo  tres  y  el  cabo;  además  de 
los  dichos  habían  en  otro  cuarto  dos  carpinteros,  uno  del  presidio 
que  estaba  enfermo  y  el  otro  de  la  misión  y  un  herrero ;  como  tam- 
bién en  otro  cuarto  dos  muchachitos,  el  uno  hijo  del  Sr.  teniente 
y  el  otro  sobrino;  y  contra  tan  corto  número  de  personas  se  juntó 
tan  formidable  ejército  y  de  tan  poco  valor  que  fueron  a  la  hora 
más  impensada  de  la  noche. 

"El  P.  Fray  Vicente  en  cuanto  despertó  que  vio  arder  las  ca- 
sas, se  encaminó  para  la  guardia  que  también  ardía,  desde  donde 
ya  habían  empezado  los  soldados  a  hacer  fuego;  y  lo  mismo  hicie- 
ron los  dos  muchachos  que  fueron  a  refugiarse  a  la  guardia,  a  la 
sombra  de  los  soldados. 

"El  oficial  de  herrero  iba  a  salir  del  cuarto  y  al  efectuarlo  lo 
hirieron,  muriendo  luego.  El  carpintero  de  las  misiones  tomó  una 
escopeta  que  tenía  cargada  y  acertando  a  tumbar  a  uno  de  los  in- 
dios, tuvo  lugar  de  escaparse  e  ir  a  juntarse  con  los  soldados;  al 
otro  carpintero  llamado  Ureselina  que  estaba  enfermo,  lo  hirieron 
de  muerte  aunque  vivó  hasta  el  quinto  día  dispuesto  ya  durante 


380  LAS  MISIONES 

este  tiempo  píamente  se  cree  fué  a  gozar  de  Dios,  dando  tan  bue- 
nas señales,  como  fueron  que,  al  recibir  el  flechazo  que  le  quitó  la 
vida,  no  dijo  más  palabras  que  estas:  ¡Ah  indio  que  me  has  mata- 
do. Dios  te  lo  perdone! 

"De  la  misma  manera  perseveró  el  tiempo  que  vivió,  en  perdo- 
nar al  que  lo  había  herido;  hizo  testamento  y  dejó  por  herederos 
(supuesto  que  no  tenía  forzosos)  de  todos  sus  alcances  que  tenía 
en  el  almacén  que  eran  bastantes,  a  los  indios  de  la  misión  de  San 
Diego,  acción  heroica  de  un  verdadero  discípulo  de  Jesucristo. 

"El  P.  Luis  Jayme  que  despertó  al  mismo  tiempo  que  su  com- 
pañero, no  se  fué  para  la  guardia  sino  que  se  encaminó  para  donde 
estaba  un  montón  de  indios,  y  al  estar  cerca  de  ellos  los  saludó  con 
ia  acostumbrada  salutación  de:  amad  a  Dios  hijos  míos.  La  res- 
puesta fué  de  amarrarlo  y  llevarlo  fuera  de  la  misión,  a  la  caja 
de  un  arroyo ;  allí  lo  desnudaron  del  todo  y  empezaron  a  descargar 
sobre  su  desnudo  cuerpo  innumerables  flechas  y  golpes  con  macana 
quitándole  la  vida,  no  hallando  en  su  cuerpo  al  día  siguiente  otra 
parte  sana  que  las  manos  consagradas. 

"A  los  pocos  días  llegaron  al  presidio  de  San  Diego  tras  el  Sr. 
teniente  los  PP.  Fray  Fermín  Lazuen,  y  Fray  Gregorio  Amurrio 
que  habían  ido  a  la  fundación  de  la  misión  de  San  Juan  Capistrano, 
que  por  entonces  se  suspendió  y  los  tres  celebraron  las  honras  al 
difunto  padre  y  escribieron  todo  lo  acaecido  al  R.  P.  Presidente." 

* 
*       ♦ 

El  P.  Felipe  Guillen,  franciscano,  fué  natural  del  reino  de 
Valencia,  de  un  lugar  llamado  Piles,  y  desde  su  edad  juvenil  daba 
evidentes  pruebas  de  la  nobleza  y  cristiandad  de  sus  padres. 

A  principios  del  año  de  1770  llegó  al  colegio  de  la  Santa  Cruz 
de  Querétaro  y  con  particular  complacencia  de  su  genio,  se  con- 
formó al  estilo  y  constituciones  de  su  instituto,  siguiendo  exacto 
las  asistencias  y  actos  de  comunidad,  así  de  día  como  de  noche, 
acomodándose  gustoso  al  silencio  y  santas  costumbres  del  semina- 
rio. Pasó  luego  a  las  misiones  de  Texas,  y  en  la  de  nuestro  padre 
San  Francisco  estuvo  más  de  dos  años ;  pero  renunciando  aquellas 
misiones,  el  colegio,  por  las  muchas  que  tenía  que  administrar  en 
las  provincias  internas  de  Sonora,  se  restituyó  con  los  demás  mi- 
sioneros al  colegio.  Poco  tardó  en  salir  para  las  dichas  conversio- 


C.   IV.   NUESTROS   MÁRTIRES  381 

nes,  enviándole  a  la  que  el  presidente  le  asignara,  según  la  nece- 
sidad que  había  de  ministros.  Una  de  ellas  era  la  misión  de  San 
Pedro  y  San  Pablo  de  Tubutama,  a  la  que  destinó  el  presidente  al 
P.  Fray  Felipe,  y  aquí  sí  que  tuvo  necesidad  de  que  el  Señor  dila- 
tara su  espíritu,  confortándolo  con  la  gracia  del  ministerio;  por- 
que si  lo  había  ya  ejercitado,  era  con  imponderable  consuelo  de  te- 
ner compañero  con  quien  reconciliarse,  consolarse  y  aconsejarse, 
pero  en  la  nueva  misión  había  de  estar  solo,  pues  la  misión  más 
cercana  distaba  ocho  leguas  de  mucho  peligro,  y  Tubutama  es  la 
última  fronteriza  a  la  gentilidad  de  varias  naciones,  que  habitan 
más  de  setenta  leguas  hasta  los  ríos  Colorado  y  Gila. 

Habiendo  ido  el  día  27  de  abril  del  año  de  78  a  la  visita  del 
pueblo  de  Santa  Teresa,  después  de  rezar  la  doctrina  cristiana  y 
de  las  demás  funciones  del  ministerio,  celebró  el  santo  sacrificio 
de  la  misa,  y  se  encaminó  para  la  misión  de  Ati ;  yendo  a  la  mitad 
del  camino  le  asaltaron  siete  indios  con  tal  furor,  que  dándole  uno 
de  ellos  una  lanzada  en  el  pecho,  le  arrojó  del  caballo,  muerto ;  ve- 
nían los  bárbaros  huyendo  porque  acababan  de  hacer  cuatro  muer- 
tos en  el  Ati,  y  temiendo  que  los  alcanzaran,  no  se  detuvieron  para 
desnudarlo,  ni  ejecutar  las  inhumanas  barbaridades  que  acostum- 
bran con  los  que  matan.  Ocurrieron  los  indios  de  la  misión  y  se 
llevaron  a  ella  el  cuerpo  del  difunto  padre. 


* 
*       * 


El  año  de  1779  D.  Teodoro  de  Croix,  visitador  y  gobernador 
militar  de  lo  que  se  llamaban  Provincias  internas  (Nueva  Vizcaya, 
Nueva  Extremadura,  Sinaloa,  Sonora,  las  dos  Californias,  Nuevo 
México  y  Texas)  partió  a  una  exploración  de  reconocimiento  cuya 
increíble  trayectoria  pueden  ver  nuestros  lectores  en  el  corres- 
pondiente mapa  que  aparece  entre  estas  páginas.  Acompañábanle 
doce  frailes  que  de  dos  en  dos  habían  de  ir  quedándose  en  los  pue- 
blos cuya  fundación  se  proyectaba.  A  fray  Francisco  Carees,  na- 
tural de  Aragón  y  al  pamplonés  P.  Barreneche  les  tocó  el  pueblo  que 
llamaron  de  la  Concepción  y  tres  leguas  de  ahí  en  San  Pedro  y  San 
Pablo,  quedaron  el  P.  Juan  Díaz,  sevillano  y  el  P.  José  Matías  Mo- 
reno, natural  del  obispado  de  Osma.  Ambas  misiones  quedaron 
provistas  de  ganado,  animales  para  la  agricultura,  utensilios  de  la- 
branza, etc.,  y  los  religiosos  por  parte  a  legua  y  media  de  la  Con- 


882  LAS  MISIONES 

cepción,  en  los  terrenos  donde  iban  a  hacerse  las  siembras  por  los 
indios,  hicieron  un  jacal  y  allí  decían  misa  para  que  pudiesen  asis- 
tir a  ella  los  fieles  sin  abandonar  sus  campos  sembrados. 

La  vida  continuaba  en  las  nuevas  fundaciones,  ensanchando 
los  sembrados  y  organizando  poco  a  poco  las  costumbres  de  una 
colonia  agrícola  y  así  se  llegó  el  domingo  17  de  julio  de  1781  en  que 
se  tocó  a  misa  en  el  pueblo  de  la  Concepción,  y  concurrieron  a  ella 
el  Comandante  D.  Santiago  Islas  y  un  cabo  de  apellido  Baylón, 
únicos  militares  que  se  encontraban  a  la  sazón  en  el  pueblo. 

Cuando  terminaba  la  epístola  y  se  cambiaba  el  misal  para 
comenzar  el  evangelio,  se  escuchó  el  alarido  de  los  indios  que  lle- 
gando en  grandes  escuadras  sitiaron  la  iglesia  y  las  casas  del 
pueblo. 

Suspendida  la  misa  en  el  acto,  el  comandante  salió  de  la  igle- 
sia y  entró  en  su  casa  que  estaba  muy  inmediata :  allí  requirió  sus 
armas,  pero  al  salir  de  ella  fué  acometido  por  los  indios  que  en 
breve  le  quitaron  la  vida  a  palos. 

El  P.  Barreneche,  que  estaba  dando  gracias  de  la  misa  que 
antes  había  celebrado,  salió  a  las  voces,  con  que  pedía  auxilio  y  con- 
fesión el  pobre  cabo  que  se  hallaba  rodeado  de  bárbaros  que  lo  gol- 
peaban despiadadamente;  el  padre  con  ánimo  resuelto,  se  arrojó 
entre  ellos  y  pudo  llegar  a  prestar  algunos  auxilios  espirituales  a 
aquel  infeliz.  Mientras  tanto,  como  dijimos,  daban  muerte  al  co- 
mandante y  arrojaban  su  cadáver  al  río,  mientras  unos  se  entre- 
gaban al  saqueo  de  las  casas,  otros  se  desparramaban  por  el  campo 
donde  andaban  sin  armas  los  vecinos  y  mataban  o  estropeaban  a 
todos  los  que  podían  coger.  Los  indios,  naturalmente,  llegaron  tam- 
bién a  la  capilla  y  a  la  casa  de  los  padres,  pero  no  las  invadieron 
y  al  medio  día  se  retiraron. 

En  el  mismo  día  y  hora  caían  también  sobre  el  pueblo  de  San 
Pedro  y  San  Pablo  del  Bicuñer  donde  eran  ministros  fray  Juan 
Díaz  y  José  Matías  Moreno.  En  ese  pueblo  se  preparaban  dichos 
religiosos  para  celebrar  la  misa  y  llevar  el  viático  a  una  enferma, 
cuando  dieron  el  alarido  los  enemigos  y  entraron  con  furioso  ím- 
petu, y  no  habiendo  encontrado  ninguna  resistencia  dieron  muerte 
a  los  padres,  descabezando  con  un  hacha  al  P.  Moreno,  no  sabién- 
dose si  esa  decapitación  fué  para  matarlo  o  cuando  ya  estaba  muer- 
to. Mataron  también  a  varios  de  los  vecinos  y  a  otros  los  hicieron 


C.  IV.  NUESTROS  MÁRTIRES  383 

prisioneros,  obligándolos  a  que  echaran  al  río  las  imágenes  y  los 
vasos  sagrados,  y  después  de  robar  los  ornamentos  y  cuanto  en  el 
pueblo  había,  pusieron  fuego  a  la  iglesia  y  a  las  casas  y  se  llevaron 
en  calidad  de  cautivas  a  todas  las  mujeres.  Serían  las  tres  de  la 
tarde,  cuando  el  P.  Barreneche  de  arriba  de  la  azotea  se  convenció 
de  su  llegada,  y  entonces  dijo  al  pueblo  lo  que  ocurría  y  que  era 
indispensable  ver  cómo  se  salvaban. 

Salieron  los  padres  de  la  iglesia,  siguiéndolos  el  pueblo  y  aban- 
donando las  casas,  huyeron  por  el  campo  hasta  llegar  a  una  laguna 
larga  y  angosta  en  cuya  orilla  opuesta  se  encontraba  un  español 
herido  y  dando  voces.  El  P.  Barreneche  se  arrojó  al  agua  para 
acercarse  al  herido,  y  el  P.  Garcés  pudo  pasar  también  y  ya  juntos 
se  ocultaron  en  la  casa  de  una  india  leal  donde  permanecieron  hasta 
el  día  19. 

Los  indios,  que  al  entrar  al  pueblo  lo  encontraron  abandona- 
do, lo  echaron  todo  a  saco  y  lo  quemaron.  Allí  parece  que  discu- 
tieron sobre  la  suerte  de  los  padres  y  acordaron  no  matarlos  por  de- 
cir que  eran  buenos  y  que  no  les  habían  seguido  mal,  y  algunos  jefes 
dieron  órdenes  a  los  indios  de  que  los  buscasen  y  trajesen  aunque 
sin  hacerles  daño,  pero  por  desgracia  de  ellos  fueron  hallados  por 
un  indio  nifora,  casta  de  que  decía  el  P.  Garcés  que  eran  tan  pobres 
y  miserables  que  les  daban  sus  hijos  a  los  yumas  a  cambio  de  caba- 
llos. Este  indio  se  había  criado  en  el  presidio  de  Altar,  en  la  casa 
del  capitán  Urrea  y  había  acompañado  al  P.  Garcés  a  esas  funda- 
ciones en  calidad  de  intérprete,  pero  al  notarse  la  sedición  de  los 
indios,  éste,  o  bien  por  vengarse  en  alguna  cosa  de  los  padres,  o 
bien,  atraído  por  la  fuerza  de  la  sangre,  abandonó  el  pueblo  y  se 
unió  a  sus  compañeros  de  tribu.  En  cuanto  halló  a  los  padres  les 
hizo  dar  muerte  a  palos  y  los  habitantes  de  la  casa  en  que  estaban 
ocultos  recogieron  los  cadáveres  y  los  sepultaron  juntos  señalando 
el  sitio  con  una  cruz. 

Como  a  veces  se  inculpaba  a  los  misioneros  de  provocar  por  su 
intransigencia  con  los  indios  en  materias  religiosas  algunas  de  esas 
fatales  insurrecciones,  no  es  de  extrañar  que  el  colegio  de  la  San- 
ta Cruz  de  Querétaro,  para  poder  sincerar  a  sus  misioneros  en  cual- 
quier tiempo  de  un  cargo  semejante,  pidiera  al  Sr.  de  Croix  que 
mandase  hacer  una  información  pública  sobre  ellos  y  efectuada 
ésta,  el  caballero  de  Croix  certificó  como  sigue:  "Las  declaraciones 


384  LAS  MISIONES 

que  se  les  recibieron  a  los  cautivos  luego  que  se  consiguió  rescatar- 
los, manifiestan  que  por  parte  de  los  RR.  PP.  no  se  dio  motivo  para 
que  los  Yumas  se  levantasen,  antes  consta  que  se  portaban  con  la 
mayor  dulzura  en  su  ministerio.  No  tengo  motivo  para  dudar  la 
certeza  de  lo  referido.  Si  de  la  nueva  expedición  que  está  para 
marchar  al  Río  Colorado  resultare  o  se  averiguare  algo  relativo  a 
este  punto,  lo  trasladaré  a  Vuestra  Paternidad  Reverenda  a  quien 
afirmo  que  los  cuatro  referidos  RR.  PP.  de  ese  santo  Colegio,  muer- 
tos a  manos  de  aquellos  pérfidos  indios,  tuvieron  siempre  en  esta 
Provincia  el  mayor  crédito  y  opinión  de  virtud,  santidad,  fervoroso 
apostólico  espíritu,  aplicación  y  zelo  a  su  ministerio,  acompañado 
todo  de  los  más  ardientes  deseos  de  propagar  en  la  Gentilidad  la 
Doctrina  del  Sagrado  Evangelio,  que  es  cuanto  puedo  decir  a  V. 
P.  R.  en  respuesta  a  su  oficio." 


PARTE   TERCERA 


LA  DESTRUCCIÓN 


CAPITULO  PRIMERO 

PRINCIPIOS  DE  LA  DESTRUCION  RELIGIOSA 


El  ejército. — Extranjeros  delatados  ante  la  Inquisición- — Diversas  clases 
de  inmigrantes. — Actitud  del  episcopado. — Más  extranjeros  perniciosos — Nues- 
tras clases  bajas, — Libros  prohibidos. — Cambios  radicales  en  Madrid. — Nue- 
vas actitudes  hacia  los  bienes  eclesiásticos. — Invasiones  en  la  jurisdicción. — 
Los  textos  regalistas. 


bibliografía  especial 

BEL.ESA,  EU8EBIO  VENTUBA. — Becopllación  samarla  de  todos  los  autos  acordados 
áf  la  B«al   Audiencia  y   Sala    del    Crimen   de  esta  Nueiva   España. — México,   1787. 

FONSECA  FABIÁN  Y  UKBtlTIA,  CARLOS.— Historia  General  de  la  Real  Hacienda. 
—México,   1&Í5. 

HEBN.AEZ,  FRANCISCO  JAVIER.— Colección  de  Bulas,  Breves  y  otros  documentos 
relativos  a  la  Igriesia  de  América  y  Filipinas. — Bruselas,  1879. 

ÍNDICE  último  de  los  Libros  prohibidos  y  mandapdos  expurgar  par»  todos  los  Rei- 
nos y   Señoríos   del  Católico   Rey  de  las   Españas  el   Sr.  D.   Carlos  IV.— Madrid,   1790. 

MEDIN.4,  JOSÉ  TORIBIO.— Historia  del  Tribunal  del  Santo  Oficio  de  la  Inquisición 
i*n   México.— Santiago   de   Chile,   1905. 

RE.AL  ORDENANZA  para  el  establecimiento  e  instrucción  de  Intendentes  de  Ejér- 
cito  y   Provincia   en   el   Reino   de   la  Nueva   España. — Madrid,    año   de   1786. 

RIVADEXEIRA,  JOAQUÍN  ANTONIO. — Manual  compendio  del  Regio  Patronato. — 
Madrid,    17.^5. 

SOLORZANO  Y  PEREIRA,  JUAN.— Política  Indiana.— Amberes,  1703  y  Madrid,  1776. 

SONOR.A  M.\RQUES  DE,  (D.  JOSÉ  GAL, VEZ). —Informe  general  al  Excmo.  Sr.  Vi- 
rrey.—México,    1867. 


388  LA  DESTRUCCIÓN 


¡ION  lo  expuesto  en  las  dos  primeras  partes  de  este  volumen 
han  podido  conocer  nuestros  lectores,  la  última  parte  del 
período  único  de  vida  que  tiene  la  Nueva  España ;  los  dos 
siglos  escasos  (1572  a  1765)  en  que  nuestra  patria  a  la 
sombra  de  la  Iglesia  pasó  su  juventud,  sana  por  lo  menos,  tranquila 
y  tal  en  una  palabra,  que  podía  augurársele  excepcional  prospe- 
ridad con  el  sólo  desarrollo  de  sus  ya  propios  elementos. 

Pero  por  desgracia  la  misma  unión  con  España,  que  hasta  en- 
tonces, haciendo  un  balance  de  males  y  de  bienes,  había  de  resul- 
tar de  gran  provecho  para  México  y  de  gran  gloria  para  la  Madre 
Patria,  empezó  a  ser  fuente  y  origen  de  nuestra  ruina  moral. 

Sin  que  queramos  excluir  de  la  culpabilidad  a  los  mexicanos 
y  señaladamente  a  determinadas  clases  sociales,  sin  querer  ate- 
nuar la  participación  negativa  por  negligencia  e  inacción,  de  una 
buena  parte  de  nuestro  clero;  asentando  además  que  esas  mismas 
calamidades  morales  a  que  vamos  a  referimos  eran  más  bien  del 
tiempo  que  de  España;  todavía  deberá  concederse,  en  vista  de  es- 
te capítulo,  que  si  a  buen  tiempo,  a  mediados  del  siglo  XVIII  se 
hubiese  llevado  a  cabo  un  movimiento  de  independencia  razonado, 
tranquilo,  sano,  como  lo  es  el  de  una  buena  hija  que  al  llegar  a  su 
edad  nubil  se  separa  de  la  casa  de  sus  padres  con  su  bendición  y 
sus  buenos  consejos,  nuestra  vida  nacional  habría  tomado  cami- 
no muy  diferente  de  este  pésimo,  por  donde  nos  vamos  despeñando 
desde  por  los  años  de  1765. 

Esta  misma  relativa  precisión  de  fechas  nos  indicará  que  más 
que  decadencia,  semejante  a  la  del  tísico  en  quien  lentamente  se 
va  desarrollando  un  germen  interior  de  destrucción,  nuestro  mal 
ha  de  llamarse  contagio  y  asemejarse  al  que  en  pocos  días  da  en 
tierra  con  un  joven  robusto.  La  muerte  no  pudo  venirnos  de  lo  que 
en  todas  partes  y  aquí  por  dos  siglos,  dio  tanta  vida,  sino  de  los 
diversos  elementos  que  en  todas  partes  matan  y  destrozan  a  los 
pueblos. 

*       * 

Fué  el  primero,  si  no  precisamente  el  mayor  de  nuestros  males, 
el  ejército  en  la  forma  francesa  con  que  quedó  instalado  entre  nos- 
otros desde  el  año  fatídico  que  hemos  señalado.  Con  poco  menos 
de  tres  mil  soldados  a  la  antigua,  más  paisanos  que  militares,  se 


le^ 


•m' 


Jtc'inanciitcs  de  las  antiguas  misiones  de  California. 


C.  I.  PRINCIPIOS  DE  LA  DESTRUCCIÓN  RELIGIOSA  389 

sostenía  todo  el  vasto  virreinato  de  Nueva  España,  incluyendo 
Texas,  California  y  las  islas.  Pero  las  amenazas  de  guerra  por 
parte  de  Inglaterra,  las  tendencias  militares  del  virrey  marqués 
de  Cruillas  y,  sobre  todo,  el  convencimiento  del  gabinete  de  Ma- 
drid, de  que  sólo  con  ejército  y  grande  ejército,  podían  llevarse  al 
cabo  las  tiránicas  e  impopulares  medidas  ya  para  entonces  tra- 
madas y  resueltas,  fueron  las  causas  de  tan  funesta  innovación  en 
la  hasta  entonces  tranquila  y  sobria  Nueva  España. 

El  primero  de  noviembre  de  1765  desembarcó  en  Veracruz  D. 
Juan  de  Villalba,  teniente  general,  enviado  por  el  monarca  espa- 
ñol para  el  arreglo  del  ejército.  Acompañábanle  cinco  mariscales  de 
campo,  muchos  oficiales  y  dos  mil  soldados  walones  y  suizos. 

"Entonces  los  vecinos  comenzaron  a  salir  del  hogar  del  ciu- 
dadano para  entrar  en  el  vivac;  comenzaron  a  dejar  de  ser  pueblo 
para  ser  soldados  y  a  sentirse  como  perteneciendo  a  una  clase  dis- 
tinta, privilegiada,  superior,  a  cuyo  arbitrio  estaba  la  tranquili- 
dad social,  la  instrucción  política  y  la  marcha  administrativa.  La 
organización  y  el  armamento  dieron  muy  pronto  al  ejército  la  con- 
ciencia de  su  fuerza  y  con  ella  la  seguridad  de  su  poder ;  desde  ese 
momento  los  destinos  de  la  Colonia,  y  después  los  de  la  República 
Mexicana  quedaron  a  merced  del  ejército  y  los  esfuerzos  del  pueblo 
por  sacudir  el  yugo  de  la  fuerza  aiTnada  debían  en  lo  sucesivo  ser 
estériles."  En  estas  palabras  que  no  son  de  un  fraile  sino  de  un 
general  liberalísimo  verán  los  lectores  los  dos  males  que  por  ella 
se  apuntan:  la  inmoralidad,  afianzada  por  el  compañerismo  mili- 
tar y  la  pei'versión  fundamental  de  los  elementos  de  justicia  po- 
lítica. 

Aparte  de  estos  males,  el  del  ejército  tal  como  aquí  se  implan- 
tó, trajo  otros  inmensamente  mayores:  el  aluvión  de  extranjeros 
desalmados,  lo  peor  de  Europa  que  formaban  los  ejércitos  merce- 
narios de  Carlos  III,  luteranos  unos,  calvinistas  otros,  o  simple- 
mente renegados  o  blasfemos  de  Ñapóles  y  Sicilia,  eran  el  abiga- 
rrado conjunto  que  formaba  las  filas  y  servían  de  armazón  y  mo- 
delo para  discípulos  tan  aprovechados  como  tenían  que  serlo  la 
mulatería  de  Veracruz  y  lo  peor  del  mestizaje,  que  se  vio  de  repen- 
te en  el  ejército  con  estado  civil,  con  galones  y  borlitas  por  todos 
lados  y  con  las  consideraciones  y  hasta  envidias  de  los  desventu- 
rados paisanos  a  la  antigua,  que  no  tenían  la  honra  de  codearse  con 
esos  nuevos  amos  y  señores  de  tricornio  y  casaquín  a  la  francesa. 


390  LA  DESTRUCCIÓN 

Algo  peor  que  los  mismos  soldados  nos  importaron  sus  oficia- 
les: los  primeros  gérmenes  de  la  masonería  ya  muy  arraigada  en 
la  Península  y  muy  extendida  entre  la  oficialidad  de  mar  y  tierra. 
La  presencia  del  ejército  se  dejó  sentir  desde  luego  como  la  de  un 
elemento  perturbador.  Abusaban  de  las  armas  y  de  la  fuerza  para 
cometer  frecuentes  y  escandalosas  faltas  y  quedaban  generalmente 
impunes,  cobrando  con  eso  mayor  ánimo  y  sintiéndose  cada  día 
más  lejos  del  alcance  de  las  leyes. 

Por  supuesto  que  donde  más  se  sintió  la  presencia  del  ejército 
de  Nueva  España  fué  en  los  salones  de  la  Santa  Inquisición  y  aque- 
llo empezó  a  ser  un  torrente  de  acusaciones.  Las  causas  de  los  sol- 
dados y  especialmente  del  regimiento  de  América  se  multiplicaban. 
En  efecto  en  estos  días  aparecieron  ante  el  Santo  Oficio  Antonio 
Chacolete,  italiano,  por  haber  cogido  un  cuadro  de  San  Antonio 
que  había  ido  a  vender  al  cuartel  un  pintor  y  haber  hecho  irreve- 
rencias con  él;  José  Indan,  Nicolás  Servín,  genovés,  Segismundo 
Wolfres,  José  Ma.  Rezzonico,  Pedro  Fulcheri,  Sebastián  San  Jor- 
ge, Juan  Jaime  Moret,  Pedro  Fiolí,  soldados  del  regimiento  de 
América,  y  hasta  el  tambor  José  Ma.  Abat  se  hallaban  procesados 
por  hechos  más  o  menos  impíos  y  escandalosos  que  revelaban  un 
estado  de  verdadera  irreligión. 

No  se  hallaban  tampoco  en  mejor  pie  bajo  el  punto  de  vista  re- 
ligioso el  regimiento  de  dragones,  del  cual  eran  procesados  por 
blasfemias,  dichos  y  hechos  hereticales  Juan  Urritialde,  José  Min- 
gu ilion,  José  Francisco  Dueñas,  Diego  de  Oroz,  Manuel  de  Oce- 
jo,  etc. 

Lo  mismo  pasaba  en  otros  batallones  del  ejército,  y  especial- 
mente en  los  Ultonia,  Flandes,  Migueletes  y  hasta  en  los  de  mili- 
cias, que  comenzaban  también  a  contagiarse  con  el  ejemplo  de  los 
soldados  extranjeros;  sería  de  no  acabar  si  quisiéramos  entrar  en 
el  detalle  de  cada  una  de  estas  causas,  aunque  hemos  de  mencionar 
las  siguientes  a  algunos  extranjeros. 

Cornelio  Imberger,  Juan  de  Maitre,  Eduardo  Telly,  Cristó- 
bal Suint,  que  para  pasar  a  América  se  habían  dado  por  católicos 
y  pertenecían  al  regimiento  de  Ultonia;  al  de  Flandes,  Esteban 
Franquis,  Andrés  Germaní,  luterano  hecho  y  derecho,  Pedro  An- 
tonio. Entre  los  milicianos  procesados  se  contaban  los  sargentos 
Francisco  Borja  e  Ignacio  Díaz,  y  Alejandro  Chinchilla  capitán 
de  mulatos. 


C.  I.  PRINCIPIOS  DE  LA  DESTRUCCIÓN  RELIGIOSA  391 

Añadamos  las  causas  contra  Juan  Perly,  soldado  francés,  de- 
sertor que  había  entrado  en  Guatemala  al  servicio  de  un  eclesiásti- 
co, "con  furia  diabólica"  le  hizo  pedazos  todas  las  imágenes  de  los 
santos  que  tenía  en  su  casa ;  Alonso  Gutiérrez,  otro  soldado  deser- 
tor ;  Pedro  Zaraga,  Ramón  Padilla,  Pedro  Alcotin,  tambor,  los  tres 
Migueletes. 

Melchor  de  Tordesillas,  soldado,  castigado  por  blasfemo  en 
1761  (1). 

Malos  como  eran  en  tiempo  de  guerra  esos  soldados,  nos  re- 
sultaron peores  en  tiempo  de  paz,  porque  servían  como  de  gancho 
para  atraer  paisanos  y  parientes  suyos,  con  lo  que  se  infestó  Mé- 
xico de  extranjeros  verdaderamente  perniciosos. 

Con  ellos  hacían  coro  los  emigrantes  españoles  de  la  peor  ra- 
lea. La  emigración  peninsular  fué  de  conquistadores  hasta  media- 
dos del  siglo  XVI,  de  malandrines  y  granujas  hasta  fines  del  siglo 
XVII.  Cesaron  entonces  de  venir  las  grandes  masas,  según  consta 
por  los  libros  de  la  Casa  de  Contratación  de  Sevilla,  hasta  princi- 
pios del  XVIII;  entonces  viene  una  nueva  emigración  muy  favo- 
rable, procedente  de  las  provincias  vascongadas  y  de  la  montaña, 
gente  recia  para  el  trabajo  y  como  es  bien  sabido  la  más  creyente 
y  piadosa  de  cuantas  habitan  la  Península  Ibérica.  Todos  los  hom- 
bres de  esta  clase  por  regla  general  arraigaron  en  México  y  a  sus 
apellidos  han  ido  vinculados  siempre  familias  numerosas  y  res- 
petables. 

Pero  con  el  ejército  vino  de  nuevo  la  turbamulta  de  gente  ma- 
leante y  esta  vez  no  ya  tan  sólo  en  costumbres  sino  en  ideas ;  oiga- 
mos la  descripción  que  con  gran  valor  civil  hicieron  al  rey  cuatro 
prelados  de  la  Nueva  España  en  carta  de  24  de  octubre  de  1761: 
"A  las  Indias  suelen  venir  algunos  con  empleos,  que  por  cavilosos 
no  les  pueden  sufrir  en  este  Reyno,  o  a  los  que  allá  no  tienen  sufi- 
ciencia para  ejercerlos,  o  los  que  los  pretenden  para  hacer  excesi- 
vos caudales:  si  hay  en  una  casa  un  hijo  natural  o  espurio,  luego 
se  le  despacha  a  Indias;  si  tiene  algún  joven  dada  palabra  de  ca- 
samiento, o  causado  perjuicio  a  alguna  doncella,  y  no  quiere  cum- 
plir su  obligación,  se  huye  a  Indias  y  sin  licencia  se  entra  en  un 
navio  por  polizón,  o  llovedizo,  como  criado  de  algún  oficial,  pasa- 
jero, contramaestre,  u  otro  que  finge  traer  sirviente  sin  necesitarlo. 


(1)     V.  Medina  O.  C.  Págs.  353  y  simientes. 


392  LA.  DESTRUCCIÓN 

"Esto  sucede  en  todos  los  navios  que  por  más  órdenes  que  se 
dan  en  contrario,  la  España  se  despuebla  insensiblemente  y  este 
Reino  se  llena  de  hombres  a  quienes  sólo  mueve  la  avaricia  o  la  li- 
bertad de  intentar  vivir  sin  Dios,  sin  Rey  y  sin  ley. 

"A  México  lo  podemos  llamar  hoy,  colonia  universal,  pues  sea 
con  los  regimientos  extranjeros,  sea  con  el  desembarco  de  los  na- 
vios del  trato  ilícito,  sea  fingiéndose  españoles,  entran  los  de  otras 
naciones  por  todas  partes.  Las  reales  Ordenes  de  que  se  envíen 
a  España,  se  reciben,  pero  no  se  cumplen  y  lo  que  es  peor,  un 
inglés  oculto  o  un  hereje  astuto  es  capaz  de  pervertir  este  Reino, 
inficionar  la  religión  y  costumbres,  sembrar  malas  semillas  que 
insensiblemente  van  minorando  la  fidelidad  al  Soberano  legítimo, 
el  respeto  a  lo  sagrado,  e  infundiendo  la  altanería  en  los  discursos 
tocante  a  los  dogmas,  y  un  libertinaje  pésimo  e  infernal  que  disipa 
todo  el  fruto  de  la  conversión  de  los  indios  y  la  devoción  de  los  es- 
pañoles, desalienta  a  los  Obispos  y  Párrocos  y  todo  lo  pone  en  una 
confusión. 

"A  vuestra  Majestad  recurrimos  con  la  confianza  de  nuestro 
padre,  nuestro  asilo  y  amparo ;  conocemos  que  con  dificultad  habrá 
quien  desnudamente  refiera  a  vuestra  Majestad  el  estado  de  estas 
Provincias,  pero  en  nosotros  fuera  culpa  gravísima  el  callar.  Es 
preciso.  Señor  y  nuestro  Rey,  no  permitir  que  entre  extranjero 
alguno  en  estos  dominios  que  hoy  son  los  más  codiciados  de  todas 
las  potencias;  en  los  que  siempre  han  de  ser  los  primeros  y  más 
fuertes  esfuerzos  de  los  rompimientos  de  guerra.  Tómese  el  reme- 
dio para  lo  sucesivo  pues  por  lo  pasado  sería  muy  duro  y  acaso  oca- 
sión de  muchos  agravios  sin  lograrse  el  intento." 

Interrumpamos  un  momento  las  quejas  de  los  Sres.  obispos 
para  dolemos  de  que  todo  su  remedio  lo  pongan  "con  la  confianza 
de  nuestro  Sr.  Padre,  asilo  y  amparo"  en  un  hombre  tan  malo  y 
tan  inepto  como  Carlos  III,  el  causante  mismo  de  esos  males.  Ese 
era  el  momento  preciso  en  que  los  obispos,  reconociéndose  como 
en  realidad  eran  la  mayor  fuerza  moral  de  Nueva  España  tenían 
que  lanzarse  al  único  remedio:  a  una  noble  independencia.  Pero 
es  muy  raro  dar  con  hombres  del  temple  y  miras  que  son  necesarios 
para  dar  estos  pasos. 

Prosiguen  los  obispos  en  su  relación :  "los  que  vengan  a  estos 
reinos  con  empleo  (altos  o  bajos,  Obispos  o  goberaadores)  sean 
elegidos  y  buscados  no  de  los  que  los  pretendan  y  soliciten  con  re- 


C.  I.  PRINCIPIOS  DE  LA  DESTRUCCIÓN  RELIGIOSA  393 

galos ;  los  que  los  rehusen,  no  los  que  se  entrometan ;  los  que  se  aco- 
modan a  una  justa  moderación,  no  los  que  pretendan  fundar  ma- 
yorazgos y  hacer  palacios  a  costa  de  la  sangre  de  estos  pobres  in- 
dios; los  empleados  que  cumplieren  bien  y  con  desinterés,  sean 
honrados  súplaseles  algún  defecto  si  lo  tuviesen  y  los  avaros  y  dolo- 
sos y  malos  administradores  de  justicia  sean  llamados  a  España 
y  no  se  les  prorroguen  los  oficios . . . 

"Nos  hacemos  cargo  de  que  en  el  mundo  siempre  ha  de  haber 
escándalos  y  maldades;  sólo  queremos  que  se  ataje  el  mayor  mal; 
que  este  Reino  sea  el  más  bien  ordenado  de  las  Américas;  y  vues- 
tra Majestad  el  mejor  servido;  vuestros  vasallos  los  más  agrade- 
cidos, la  católica  religión  la  más  floreciente  (debían  decir  los  Obis- 
pos la  única  floreciente)  y  que  Dios  prospere  en  las  sienes  de  la 
Real  augusta,  piadosa,  (¡  !)  amable,  (¡  !)  justa,  (¡  !)  siempre  ca- 
tólica familia  de  vuestra  Majestad  estos  Reinos  contra  la  envidia 
de  aquellas  Potencias  extranjeras,  que  siendo  también  de  la  Reli- 
gión, disminuyen  el  mérito  de  la  conquista,  obscurecen  los  altos 
fines  de  ellas,  intentan  debilitar  el  poder  de  vuestras  armas,  man- 
chan con  negros  borrones  en  sus  historias  la  índole  de  los  habita- 
dores españoles  e  indios  y  quieren  profetizar  la  decadencia  o  mu- 
tación de  dominios,  cuando  en  sus  colonias  el  ídolo  principal  es 
Mercurio,  dios  de  los  comerciantes,  Venus  la  que  atrae  los  colonos 
y  Marte  en  quien  ponen  la  última  razón  y  movimiento  do  las  leyes 
y  potestades ...  A  los  Obispos,  a  sus  insignias  y  a  la  cruz  que  traen 
en  el  pectoral  les  miran  con  horror;  la  castidad  virginal  la  abomi- 
nan ;  a  las  sagradas  religiones  las  detestan ;  y  pintan  tan  artificio- 
samente como  inútiles  al  estado  y  quieren  engañar  al  mundo  para 
que  todos  sean  ateístas  y  maquiavelistas  de  modo  que  la  religión 
sólo  sea  aparente  y  en  realidad  esclava  de  la  constitución  del  Esta- 
do; los  Obispos  se  reduzcan  a  unos  predicantes,  que  sólo  digan  lo 
que  quieren  cuando  y  cómo  quieren ;  y  los  hombres  de  razón  y  alma 
espiritual  e  inmortal  se  hagan  como  las  bestias  con  cuya  muerte 
todo  se  acaba  y  muere ;  materialistas  que  hacen  al  hombre  jumento 
y  sin  más  fin  que  comer  y  beber." 

Hasta  aquí  los  Obispos  que  si  bien  torpes  en  la  asignación  del 
remedio,  no  por  eso  son  despreciables  en  su  diagnóstico  y  profun- 
da descripción  que  nos  hacen  de  los  males  del  país. 

Por  supuesto  que  predicaban  en  desierto  y  que  las  cosas  si- 
guieron como  antes.  La  Inquisición  algo  seguía  haciendo,  si  no  en 


394  LA  DESTRUCCIÓN 

castigar,  por  lo  menos  en  procesar  a  extranjeros  perniciosos.  Co- 
rrespondientes a  los  años  de  1763  y  1765  copiamos  los  nombres  de 
los  siguientes  procesados:  "Don  Jacobo  van  den  'Heiden,  comer- 
ciante holandés  establecido  en  Veracruz,  acusado  de  jansenista. 
El  italiano  Julio  Pereli,  que  sei^ía  en  palacio,  que  se  reía  de  la 
confesión  y  comunión  y  llamaba  sagrado  al  diablo ;  D.  Carlos  Anto- 
nio Flores  al  servicio  del  alcalde  mayor  de  Xochimilco,  que  tenía 
escandalizado  al  pueblo  con  sus  irreverencias ;  el  sueco  Daniel  Sid- 
carstron,  que  denunciado  por  bigamo  resultó  ser  hereje  calvinista 
y  hubo  de  salir  como  tal,  al  auto  de  fe  de  13  de  marzo  de  1768,  en 
compañía  del  peluquero  francés  Alejandro  Sambón,  por  blasfemo 
heretical,  despreciador  y  conculcador  de  imágenes,  y  del  italiano 
Antonio  Caturano,  que  negaba  el  infierno  y  blasfemaba  de  Nues- 
tra Señora. 

"Los  ingleses  William  Jalafan,  carpintero  que  vivía  en  Vera- 
cruz  y  que  cada  vez  que  le  tocaban  la  cuestión  religiosa  decía :  "de- 
jemos eso  y  procuremos  comer  y  vivir;"  el  médico  D.  José  Mariano 
Cordón,  establecido  en  Guatemala  que  hablaba  peste  del  Papa  y 
de  las  indulgencias  y  que  cuando  alguno  le  movía  la  conversación 
sobre  asuntos  religiosos  contestaba:  "Pues  crea  Ud.  en  su  ley,  que 
yo  creeré  en  la  mía,  y  el  día  del  juicio  nos  veremos,  cuya  conduc- 
ta aprobaba,  y  esto  era  lo  peor,  D.  Carlos  de  Lorenzana,  uno  de  los 
vecinos  más  notables  de  la  localidad.  Otro  de  los  contaminados 
por  las  teorías  de  los  extranjeros  había  sido  Fr.  Pedro  Rodríguez, 
andaluz,  hombre  que  sabía  varias  lenguas  y  había  vivido  muchos 
años  en  la  Martinica,  recluido  en  el  convento  de  San  Francisco 
con  apariencias  de  espía  de  los  ingleses. 

"Diego  Macquienzie  y  su  compañero  Juan  Enrique  Stron,  To- 
más Sewiun  y  Carlos  Artonk,  todos  protestantes  que  vivían  en  Ve- 
racruz, aunque  reconciliados. 

"Más  numerosos  que  todos,  eran  los  franceses.  Antonio  Gui- 
lliar,  que  había  sido  muchos  años  cocinero,  fué  preso  en  cárceles 
secretas  por  luterano  y  calvinista.  Primero  se  había  hecho  bautizar 
diciendo  ser  gentil,  y  puesto  en  un  convento,  se  escapó  sin  que  se 
hubiese  podido  tener  noticia  alguna  de  su  paradero. 

"Nicolás  Masy,  que  vivía  en  México  mal  amistado  con  una  par- 
tera genovesa  y  que  se  burlaba  de  las  procesiones  y  hacía  irrisión 


C.  I.  PRINCIPIOS  DE  LA  DESTRUCCIÓN  RELIGIOSA  395 

y  desprecio  de  los  clérigos  y  frailes  y  cuya  prisión  se  hizo  con  mu- 
cho disimulo  en  palacio,  aunque  luego  fué  dado  por  libre. 

"Los  cirujanos  D.  Francisco  Desplan  y  D.  Reinaldo  Thomas, 
establecidos  en  México,  que  decían  ser  impertinencia  la  repetición 
del  Ave  María  y  que  en  lugar  de  estampas  de  santos  debían  poner- 
se en  las  salas,  países. 

"D.  José  Gelede,  de  la  misma  profesión,  establecido  en  Tabasco, 
que  calificaba  de  idólatras  a  los  españoles  y  se  reía  cuando  entrando 
a  visitar  algún  enfermo  se  hallaba  con  velas  encendidas  a  los  san- 
tos. D.  Marcos  Antonio  Cluer  de  la  Milliere,  domiciliado  en  Méxi- 
co, que  preguntaba  a  los  enfermos  qué  cosa  era  eso  del  limbo ;  D. 
Antonio  Olier,  residente  en  Sonsonate,  acusado  de  proposiciones 
semejantes  tocantes  a  la  Eucaristía,  al  poder  de  Dios,  etc. 

"Especial  mención  debe  hacerse  de  Daniel  Marcotun,  irlandés, 
alférez  del  regimiento  de  Orduña,  que  se  denunció  como  francmasón 
en  Mayo  de  1770  y  cuya  causa  motivó  grandes  reparos  en  el  Con- 
sejo" (2). 

Los  inquisidores  lejos  de  esa  apatía  y  decadencia  en  que  se  les 
quiere  suponer,  trataron  seriamente  del  remedio,  como  se  despren- 
de de  dos  cartas  escritas  al  Supremo  Tribunal,  la  una  de  28  de  abril 
y  la  otra  de  24  de  agosto  de  1766,  es  decir,  desde  que  vieron  los  pri- 
meros síntomas  del  recién  llegado  ejército  extranjero;  en  la  pri- 
mera dicen:  "Han  sido  muy  repetidas  y  cada  día  se  aumentan  las 
denuncias  que  se  nos  hacen  de  proposiciones  y  indicios  Iiereticales 
contra  muchos  de  los  soldados  extranjeros,  que  han  venido  inclusos 
en  la  tropa,  y  aunque  la  mayor  parte  de  ellas  no  han  llegado  hasta 
ahora  a  aquel  complemento  que  requiere  la  pausa  y  solidez  con  que 
procede  el  Santo  Oficio  y  nos  prescriben  sus  instrucciones  y  re- 
glas para  el  procedimiento  jurídico,  sin  embargo  dan  bastante  fun- 
damento a  la  verosimilitud  y  a  la  prudencia,  para  persuadirnos  en 
particular  de  que  todas  o  las  más,  proceden  de  los  malos  sentimien- 
tos que  los  denunciados  encierran  en  su  interior  y  no  se  atreven 
a  descubrir  abiertamente,  sino  con  embozo,  por  temor  del  castigo 
y  por  la  desconfianza  de  no  encontrar  aceptación  y  asenso  en  la 
sana  creencia  de  los  naturales  con  quienes  las  han  comenzado  a 
apuntar.  Pero  el  fondo  de  sus  explicaciones  les  indican  bastante- 
mente sospechosos  de  partidarios  de  las  sectas  de  Lutero  y  Calvino, 


(2)     V.  Medina  1.  c. 


S96  LA  DESTRUCCIÓN 

y  lo  que  es  peor,  de  opiniones  que  aluden  a  no  reconocer  principios 
de  alguna  religión  o  secta.  Lo  más  perjudicial  es  que  con  estas  ex- 
plicaciones suelen  mezclar  otras  en  abono  y  defensa  de  la  nación 
inglesa  y  de  su  conducta  en  punto  de  religión,  lo  que  es  capaz  de  ir 
insensiblemente  disipando  en  el  común  de  los  naturales,  aquel  ho- 
rror y  abominación  que  tienen  a  aquella  nación  sólo  por  el  concepto 
de  ser  herejes  y  enemigos  de  la  religión  y  de  la  Iglesia.  Ya  se  deja 
conocer  cuántos  inconvenientes  amenaza  de  futuro  la  disipación  de 
aquel  concepto,  que  sólo  a  la  religión  (se  debe),  poniendo  los  áni- 
mos en  fácil  disposición  de  admitir  opiniones  contrarias  a  su  pu- 
reza, sino  al  Estado,  preparándolos  con  una  opinión  favorable  a 
su  proceder,  que  si  no  induce  afición  a  su  gobierao,  por  lo  menos 
destiniye  aquel  odio  antiguo  en  que  está  el  común  de  esos  natu- 
rales. 

"No  siendo  vano  recelo  el  de  que  en  la  ocasión  en  que  más  se 
necesitase  la  defensa  del  Reino  y  cualquiera  invasión  hiciese  aque- 
lla nación  enemiga,  no  serían  sus  enemigos  sino  nuestros,  los  que 
con  tanta  prevención  y  tan  sin  propósito  se  manifiestan  sus  aficio- 
nados. Y  que  acaso  no  sólo  se  declararían  parciales  de  nuestros 
enemigos,  sino  que  procurarían  atraer  a  su  partido  y  opinión  a 
otros,  convidando  la  ocasión  de  hacer  más  eficaces  las  persuasiones, 
que  sin  ello  no  se  excusan  de  apuntar."  Hasta  aquí  los  inquisido- 
res y  véase  cuan  aplicable  es  este  último  párrafo  a  nuestros  pai- 
sanos comprados  por  el  protestantismo  actual. 

No  hay  duda  de  que  la  inquisición  mexicana  conservaba  aún 
el  sentimiento  del  deber  y  buenos  deseos  de  resanar  tantas  y  tan 
mortales  heridas  como  en  pocos  años  había  recibido  nuestra  fiel 
y  piadosa  patria;  pero  como  en  España  las  cosas  andaban  mucho 
T)eor,  como  allá  verdaderamente  la  inquisición  había  menguado, 
por  presión  de  las  mismas  altas  personalidades  que  rodeaban  el 
trono;  los  funcionarios  de  aquí  recibieron  sin  duda,  algunas  ór- 
denes de  aflojar  en  la  investigación,  prosecución  y  sobre  todo  en 
e]  castigo  de  los  delitos  contra  la  fe.  He  aquí  como  D.  Vicente  de 
la  Fuente  nos  pinta  la  situación  del  Santo  Oficio  en  la  Península: 
"Dícese  que  en  tiempo  de  Carlos  HI  hubo  ya  conatos  de  suprimir  el 
Tribunal  de  la  Inquisición.  Roda  presentó  al  Rey  varios  documentos 
para  probar  que  se  había  tratado  de  hacerlo  en  tiempo  de  Felii>e 
el  Hermoso,  Carlos  V  y  Felipe  V,  es  decir,  por  los  Reyes  extranje- 
ros que  habían  subido  al  trono  español.    Carlos  III  por  toda  res- 


C.  I.  PRINCIPIOS  DE  LA  DESTRUCCIÓN  RELIGIOSA  397 

puesta  contestó  a  Roda :  Los  españoles  la  quieren,  y  a  mí  no  me  es- 
torban. Tomáronse  entonces  algunas  medidas  parciales  para  cortar 
el  poder  de  la  Inquisición.  Entre  otras  se  inhibió  a  los  Inquisidores 
el  prohibir  ninguna  obra  de  escritor  vivo,  sin  oír  a  éste  judicial- 
mente, y  saber  cómo  interpretaba  sus  palabras  (1662).  Algún 
tiempo  después  la  Inquisición  encausó  a  los  ministros  Roda,  Cam- 
pomanes,  Aranda  y  Floridablanca  y  a  los  Obispos  que  componían 
el  Consejo  extraordinario  de  1767,  acusándolos  de  filosofismo  y 
jansenismo.  Con  este  motivo  se  limitó  aún  más  el  poder  de  la  In- 
quisición, a  fin  de  poner  a  cubierto  a  los  ministros  que  defendiesen 
las  regalías  de  la  Corona,  Prescribióse  por  una  Real  cédula  (1770) 
que  la  Inquisición  en  adelante  sólo  conociera  en  los  delitos  de  here- 
jía contumaz  y  de  apostasía;  pasando  las  causas  de  blasfemia,  bi- 
gamia, sodomía  y  otras  de  que  conocía  la  Inquisición,  a  los  tribuna- 
les ordinarios.  Más  adelante  (1784)  se  prohibió  castigar  a  ningún 
título.  Ministro  del  Rey,  u  oficial  del  ejército,  y  a  magistrado  sin 
que  S.  M.  revisara  el  proceso. 

"Se  ve,  pues,  que  a  fines  del  siglo  pasado  y  principios  del  pre- 
sente la  Inquisición  ya  solamente  era  una  sombra  de  lo  que  había 
sido.  Decayó  todavía  más  con  la  afición  del  inquisidor  Arce  a 
Godoy,  y  con  su  posterior  afrancesamiento." 

* 
*       * 

Aparte  de  esta  flojedad  en  castigar  por  parte  de  las  autorida- 
des; aparte  de  este  trastorno  religioso  en  la  cabeza  de  nuestro  go- 
bierno, tampoco  puede  negarse  que  todo  ese  cáncer  moral  encontró 
campo  muy  propicio  en  una  clase  social  que  aquí,  como  en  todas 
partes,  cae  o  se  pone  fuera  del  radio  de  acción  de  la  Iglesia.  A  los 
tales  en  México  les  llamamos  léperos  que  etnológicamente  corres- 
ponde aunque  de  una  manera  vaga,  al  mestizaje  y  mulatería;  pero 
la  dicha  palabra  más  bien  se  aplica  a  lo  que  en  España  se  llaman 
golfos,  gente  sin  apego  a  la  familia,  procaz  y  aventurera,  sin  pizca 
de  honor  y  dignidad ;  de  ahí  salen  los  rateros  y  los  asesinos,  de  ahí 
se  arman  las  revoluciones  y,  si  a  mano  viene,  de  ahí  se  forman  los 
gobieiTios. 

Veamos  a  esta  gentuza  por  unos  momentos  a  través  de  unas 
cuantas  noticias  proporcionadas  por  los  diarios  contemporáneos: 

"Sobre  la  puerta  del  costado  de  Jesús  Nazareno,  se  venera  una 


SS8  LA  DESTRUCCIÓN 

imagen  de  piedra  de  Nuestra  Señora  de  las  Maravillas;  y  por  va- 
rios portentos  que  de  su  liberal  mano  se  han  verificado,  se  ha  ex- 
tendido la  devoción  en  toda  la  ciudad,  de  suerte  que  compusieron 
primorosamente  su  nicho,  poniéndole  una  primorosa  vidriera  y 
varios  faroles ;  y  el  17  del  corriente,  por  las  bóvedas  de  dicha  igle- 
sia amaneció  colgada  una  soga,  rota  la  vidriera  y  robada  la  sobe- 
rana imagen  a  quien  le  despojaron  de  una  hermosa  corona  de  plata 
que  pesaba  diez  y  ocho  marcos,  la  que  de  varias  limosnas  se  la  ha 
hecho  nueva,  y  por  todas  las  justicias  y  el  capitán  Velázquez  se 
están  haciendo  exquisitas  diligencias  en  solicitud  de  los  sacrilegos 
ladrones,  que  no  se  duda  serán  habidos  y  su  delito  castigado." 

"En  esta  ciudad  se  han  desvergonzado  con  mucha  abundancia 
'os  macutenos,  capoteadores  nocturnos,  y  pocos  días  ha  que  a  la 
ürimera  noche  se  arrojó  uno  que  llevaba  las  espaldas  guardadas, 
a  la  casa  del  Dr.  D.  José  Dumón,  y  con  habilidad  su  portero,  dando 
golpe  al  postigo  de  la  puerta,  viendo  que  lo  acometía  con  un  puñal, 
se  abrazó  con  él,  y  dando  voces  se  consiguió  su  captura,  y  hasta 
ahora  no  ha  declarado  los  sujetos  que  le  acompañaron;  las  justi- 
cias han  dado  varias  providencias,  y  entre  ellas  prevenir  de  ruego 
y  encargo  a  todos  los  tenderos,  vinateros,  boticarios  y  demás  perso- 
nas que  tienen  trato,  que  a  la  prima  noche  enciendan  cada  uno  a  la 
puerta  de  su  tienda  un  farol,  para  que  por  este  medio  se  consiga 
claridad  en  las  calles  las  que  son  muy  frecuentadas  de  rondas  y 
patrullas  de  la  caballería  del  real  palacio." 

"El  25  (Setiembre)  de  1755,  de  orden  de  S.  E.  se  echó  ban- 
do en  las  partes  acostumbradas,  haciendo  saber  cómo  ha  nombrado 
por  juez  superintendente  para  extirpación  de  bebidas  prohibidas, 
como  son  aguardiente  de  caña,  mixtelas,  mescale,  chinguirito,  te- 
pache, charape,  todo  género  de  pulque  aderezado  y  otros  cualesquie- 
ra, a  D.  José  Velasco  Altamirano  y  Padilla,  para  que  en  estos  rei- 
nos celen  y  velen  el  que  no  se  comercien  semejantes  breva  jes,  de- 
moliendo las  fábricas  y  procediendo  contra  los  transgresores,  bajo 
las  penas  impuestas  a  los  españoles  de  un  presidio,  y  a  los  de  color 
quebrado,  de  obraje  y  las  más  que  hubiere  lugar  por  derecho," 

"La  mañana  del  19,  de  orden  de  S.  E.  se  echó  bando  en  las  par- 
tes acostumbradas,  prohibiendo  las  armas  cortas,  bajo  pena,  a  los 
españoles  de  seis  años  de  presidio,  y  a  los  de  color  quebrado,  dos- 
cientos azotes  y  un  obraje,  cuyas  penas  se  practicarán  irremisi- 
blemente." 


C   I.  PRINCIPIOS  DE  LA  DESTRUCCIÓN  RELIGIOSA  399 


Tanto  o  más  que  las  personas  impías,  desembarcadas  en  nues- 
tros puei-tos  nos  perjudicaron  los  malos  libros  venidos  de  allende 
los  mares.  Bien  sabido  es  el  laudable  empeño  de  los  católicos  mo- 
narcas españoles  de  la  casa  de  Austria,  para  evitar  que  el  veneno 
intelectual  anduviese  en  manos  del  pueblo  como  lo  evita  todo  buen 
padre  que  ama  la  vida  de  sus  hijos;  no  hay  más  que  ver  las  leyes 
del  título  24  del  libro  primero  de  la  recopilación  de  Indias  para 
convencernos  de  ello.  Aparte  de  esto,  la  Inquisición  tenía  todo  un 
m^undo  de  instrucciones  para  perseguir  desde  la  salida  de  las  naves 
de  España,  la  introducción  de  libros  que  pudiesen  dañar  nuestra 
fe  o  costumbres  y  ciertamente,  los  inquisidores  de  México  traba- 
jaron bien  y  con  gran  fruto  en  este  sentido  hasta  que  tuvieron 
libertad  para  hacerlo. 

Hasta  mediados  del  siglo  XVIII  se  habían  perseguido  libros 
únicamente  peligrosos,  mas  desde  aquella  época  la  clase  de  libros 
que  había  que  perseguir  era  muy  diferente:  eran  obras  positiva- 
mente impías  traducidas  del  francés  o  sin  traducir. 

Los  buenos  inquisidores  mexicanos  creyéndose  que  tenían  en 
Madrid  el  mismo  apoyo  e  impulso  que  antaño,  alarmados  verdade- 
ramente escribían  con  toda  ingenuidad,  en  carta  de  26  de  mayo  de 
1769:  "El  libertinaje  que  empieza  a  extenderse  en  estos  reinos  en 
cuanto  al  modo  de  pensar,  es  en  efecto  del  que  tenemos  representa- 
do notarse  en  las  acciones  de  la  tropa  y  extranjeros  que  habitan 
esta  capital,  y  no  siendo  fácil  poner  remedio  en  aquel  naciente  des- 
orden, hallamos  cada  día  más  inconvenientee  en  el  itso  de  nuestro 
ministerio;  se  habla  y  se  lee  impunemente  cualquiera  obra  contra 
la  autoridad  pontificia;  son  vulnerados  los  respetos  de  los  obispos 
y  el  carácter  eclesiástico  es  objeto  de  la  maledicencia;  aquellos  ar- 
canos más  venerables  de  nuestro  catolicismo  son  extraídos  del  se- 
creto del  santuario  y  expuestos  a  los  ojos  de  los  profanos;  éstos 
que  ya  no  los  consideran  misterios,  se  creen  con  facultad  de  eix- 
plicarlos,  y  adelantada  la  soberbia,  no  se  contentan  con  saber  lo 
que  conviene,  pasan  a  conculcar  la  religión  en  sus  principios.  De 
esta  libertad  nace  que  estén  introducidos  los  libros  de  Voltaire, 
los  de  L'Metrie  y  otros  inicuos  en  este  reino,  como  reconocerá  V. 
S.  I.  por  el  testimonio  relativo  de  causas  de  esta  naturaleza ...  La 


400  LA  DESTRUCCIÓN 

tropa,  viciada  en  sus  costumbres,  está  muy  infecta  de  sentimientos 
impíos  y  de  semilla  herética. 

"La  multitud  de  extranjeros  que  con  varios  motivos  se  han  es- 
tablecido en  estos  reinos  hace  temer  un  estrago  si  no  se  provee  de 
remedio  con  la  prontitud  al  peligro,  y  la  falta  de  ministros  nos 
constituye  en  un  estado  de  no  poder  llenar  con  desempeño  la  obli- 
gación de  nuestro  oficio"  (3). 

En  tan  apurada  situación  y  atribuyendo  gran  parte  del  mal  a 
los  libros  que  sembraban  estas  perversas  ideas,  los  inquisidores  de- 
nunciaron al  Consejo  un  número  de  la  Gaceta  de  Madrid  en  que 
hablaba  de  la  famosa  bula  In  coena  Domini;  detuvieron  en  la  adua- 
na varios  ejemplares  de  la  obra  de  Justino  Febronio,  que  había 
motivado  una  consulta  del  obispo  de  Puebla,  y  aun  procedieron  a 
recoger  unos  pañuelos  que  llevaban  la  inscripción  vox  populi  vox 
Dei,  aunque  en  vista  de  órdenes  expresas  del  Consejo  se  vieron 
obligados  a  dejar  circular  las  gacetas,  y  a  devolver  a  sus  dueños 
los  ejemplares  de  aquella  obra  que  tenían  detenidos  en  la  aduana. 

Es  decir  que  el  Consejo  de  Madrid  les  cortaba  las  alas  y  antes 
de  dar  un  decreto  de  abolición  del  Santo  Oficio,  lo  iba  secreta  e 
insensiblemente  nulificando.  En  cambio  tenía  en  jaque  a  los  inqui- 
sidores, obispos  y  virreyes  de  toda  la  América  buscando  los  libros 
y  papeles  que  se  escribían  en  defensa  de  la  extinguida  Compañía 
de  Jesús,  papeles  y  escritos  que  se  consideraban  nada  menos  que 
como  crímenes  de  lesa  majestad  y  se  prohibían  bajo  pena  de  muerte. 

Para  colmo  de  males,  miembros  del  tribunal  o  por  desaliento 
o  porque  ya  estaban  en  parte  picados,  fueron  infieles  a  su  cargo; 
una  vez  se  descubrió  que  cierto  empleado  del  Santo  Oficio  había 
vendido  a  un  vecino  de  México  en  una  suma  considerable  (ocho- 
cientos cincuenta  pesos)  los  mismos  libros  prohibidos  que  la  Inqui- 
sición había  mandado  recoger. 


El  origen  nada  oculto  por  cierto,  de  nuestros  principales  ele- 
mentos de  destrucción  religiosa,  estuvieron  en  el  mismo  trono  es- 
pañol ;  pero  más  que  en  las  personas  de  sus  monarcas  del  siglo 
XVIII,  en  las  camarillas  de  ministros  que  los  rodeaban. 

Desde  que  España  se  borbonizó,  entraron  en  aquella  cristia- 


(3)     Apud  Medina  1.  c. 


C.  I.  PRINCIPIOS  DE  LA  DESTRUCCIÓN  RELIGIOSA  401 

nísima  Nación  los  gérmenes  de  males  inmensos  que  aún  hoy  no  aca- 
ba de  sacudir.  Triunfado  que  hubo  la  causa  de  Felipe  V,  que  más 
bien  debiera  llamarse  la  causa  de  Luis  XIV,  sobre  la  de  los  preten- 
dientes de  la  casa  de  Austria,  los  católicos  que  de  buena  fe  habían 
apoyado  al  partido  triunfante,  bien  pronto  se  persuadieron  de  que 
aquello  no  era  solamente  dar  la  corona  a  un  monarca  francés  sino 
ponerse  en  manos  de  una  camarilla  francesa  que  bien  pronto  hizo 
a  un  lado  a  las  grandes  personalidades  españolas,  incluso  al  car- 
denal Portocarrero  e  hizo  a  un  lado  también  al  espíritu  genuina- 
mente  español.  Muchos  años  tenían  que  pasar  para  que  un  Borbón 
nobilísimo  y  españolísimo  volviese  a  colocar  a  España  en  el  trono 
suyo,  elevado  e  independiente,  cimentado  como  lo  dejara  Isabel  la 
Católica,  en  la  roca  viva  de  nuestra  santa  fe. 

La  camarilla  francesa  impuesta  por  Luis  XIV  luego  que  su- 
bió al  trono  pegó  una  coz  a  la  escalera  por  donde  había  trepado: 
Portocarrero,  el  arzobispo  de  Sevilla,  D.  Manuel  Arias,  presidente 
del  Consejo,  hubieron  de  comprender  que  los  tiempos  de  Cisneros 
habían  pasado.  En  cambio  llegó  el  Cardenal  francés  D'Estress  a 
trabajar  el  papel  de  Mazzarino,  promover  cuestiones  de  etiqueta 
con  la  Princesa  de  los  Ursinos,  y  ahuyentar  de  la  corte  a  los  arzo- 
bispos de  Toledo  y  Sevilla.  Para  el  arreglo  de  la  Hacienda  fué  en- 
viado el  famoso  Orry,  hacendista  francés  quien  desde  luego  dirigió 
sus  miradas  a  los  bienes  de  la  Iglesia,  a  indicaciones  según  se  dijo, 
de  Luis  XIV. 

Por  ese  tiempo  juntamente  el  regalismo  que,  en  mayor  o  menor 
grado,  siempre  había  existido  en  España  como  en  los  demás  rei- 
nos, tomó  cuerpo,  se  le  dio  forma  de  derecho  organizado  y  servía 
como  título  para  pretender  y  obtener  altos  puestos  en  la  corte 
y  aun  en  la  Iglesia.  Las  tendencias  siempre  invasoras  contra  los 
derechos  y  libertades  pontificias  que  se  habían  notado  en  anterio- 
res reinados,  en  el  de  Felipe  V  empezaron  a  tomar  un  sesgo  cada 
vez  más  deplorable  y  escandaloso;  pero,  dicha  sea  la  verdad,  ni 
Macanaz  ni  sus  contemporáneos  presentaron  el  otro  cariz  de  ver- 
dadera impiedad  y  hasta  mofa  hacia  la  Santa  Sede  que  señaló  a 
la  política  española  cincuenta  años  más  tarde  y  hasta  fines  casi 
de  la  malhadada  centuria  que  historiamos. 

Mas  el  regalismo,  la  corrupción  de  las  costumbres  en  la  corte, 
la  expulsión  de  los  confesores  del  rey,  o  algo  que  vino  a  ser  lo  mis- 
mo, el  sustituir  a  aquellos  eclesiásticos  sagaces  y  enérgicos  por  otros 


402  LA  DESTRUCCIÓN 

débiles  y  bonachones,  preparó  el  terreno  para  que  rápidamente 
cundiese  entre  la  corte  y  entre  los  militares  la  masonería  importa- 
da de  Inglaterra. 

En  una  fonda  de  la  calle  ancha  de  San  Bernardo  fundóse  la 
primera  logia  en  España  en  1728  y  se  extendió  rápidamente  la  sec- 
ta de  modo  que  en  1739  hubo  que  nombrar  otro  gran  maestre  pro- 
vincial para  Andalucía. 

Felipe  V,  no  ignorando  el  origen  inglés  de  la  institución  y 
obligado  por  la  bula  de  Clemente  XII,  expidió  un  severísimo  edicto, 
en  virtud  del  cual  fueron  presos  varios  individuos  de  la  logia  de 
Madrid,  sin  embargo  de  lo  cual,  las  logias  siguieron  propagándose 
de  modo  que  hacia  el  año  1750  ya  pudo  entregarse  al  Supremo 
Tribunal  de  la  Inquisición  una  lista  de  97  logias. 

Con  la  pena  de  muerte  decretada  contra  los  masones  por  el 
buen  Rey  Femando  VI  en  1751,  con  la  bula  de  Benedicto  XIV  que 
desengañó  a  tantos  incautos  y  engañados,  la  masonería  española  o 
mejor  dicho  anglo-española  estuvo  a  punto  de  fenecer. 

Llegó  entretanto  Carlos  III  con  sus  detestables  cortesanos  de 
Ñapóles,  y  con  un  enjambre  de  volterianos,  elemento  todo  muy  pro- 
picio para  que  floreciese  y  dominase  la  masonería.  En  1767  con- 
tando ya  con  gran  número  de  logias  y  poderosa  influencia,  se  ins- 
taló la  gran  logia  española  de  la  que  fué  su  primer  gran  maestre 
D.  Pedro  Abarca  de  Bolea,  Conde  de  Aranda,  figurando  entre  sus 
principales  dignidades  D.  Pedro  Rodríguez  Campomanes,  D.  Mi- 
guel Manuel  de  Nava,  D.  Pedro  del  Río  y  D.  Luis  Valle  Salazar. 
En  esta  pandilla  de  renegados  y  de  sus  protegidos,  manejados  to- 
dos ellos  por  el  odio  antirreligioso  y  antiespañol  de  Inglaterra  hay 
que  buscar  el  origen  de  nuestros  males. 

Sin  que  podamos  señalar  con  nombre  y  apellido  quién  de  la  ofi- 
cialidad o  del  gobierno  de  la  Nueva  España  estaba  ya  en  las  listas 
o  en  el  espíritu  de  la  masonería,  si  hay  elementos  para  asegurar 
que  por  medio  de  masones  en  la  milicia  o  política  encumbrados,  se 
perpetraron  los  grandes  males  que  tratamos  de  bosquejar  en  este 
y  los  dos  siguientes  capítulos  de  nuestra  Historia. 

La  opresión  sistemática,  la  completamente  impía  contra  la 
Iglesia  se  dejó  ver  en  tres  maneras;  en  la  invasión  gradual  de  sus 
bienes  materiales,  en  la  limitación  cada  vez  mayor  de  su  jurisdic- 
ción y  en  la  campaña  de  descrédito  contra  su  personal. 


C   I.  PRINCIPIOS  DE  LA  DESTRUCCIÓN  RELIGIOSA  403 


Para  referirnos  a  lo  primero  no  estará  de  más  recordar  la  par- 
ticipación que  a  querer  o  no,  habían  tenido  que  conceder  los  pa- 
pas a  los  Reyes  de  España  sobre  los  bienes  eclesiásticos. 

Allá  mucho  tiempo  antes  de  conquistarse  México,  el  16  de  las 
calendas  de  diciembre  de  mil  quinientos  y  un  años,  el  papa  Ale- 
jandro VI  de  triste  recordación,  concedió  "el  don  y  gracia  especial 
por  el  tenor  de  las  presentes  que  podáis  percibir  y  llevar  lícita  y 
libremente  los  diezmos  en  todas  las  islas  y  provincias  sus  vecinos 
moradores  y  de  todos  los  habitadores  que  en  ellas  están  y  por  tiem- 
po estuvieren  con  tal  que,  primero  se  haya  de  dar  y  asignar  dote 
suficiente  a  las  Iglesias  que  en  las  dichas  Indias  se  hubieren  de 
erigir,  etc.,  etc.,  etc."  Agarrados  a  este  clavo  ardiendo,  "empeza- 
ron nuestros  Príncipes  (dice  un  célebre  historiador  de  la  Real  Ha- 
cienda) a  dar  disposiciones  en  el  cobro  de  este  recomendable  de- 
recho tratándolo  como  cosa  suya  y  dividiendo  su  masa  en  el  modo 
que  les  parecía  más  conveniente." 

La  verdad  es  que  los  reyes  hicieron  donación  de  esos  diezmos 
a  la  Iglesia  y  que,  aunque  a  ellos  no  les  costaba  nada  porque  todos 
esos  diezmos  salían  de  México  y  hablando  más  claro,  de  los  indios, 
de  ese  dinero  se  sostuvieron  nuestros  obispos,  canónigos,  culto  de 
las  catedrales,  etc.,  según  que  dejamos  escrito  en  otro  lugar  (4). 

No  sólo,  sino  que  por  largos  años  hasta  el  de  1617,  concedieron 
los  reyes  los  dos  novenos  que  desde  el  principio  habían  ellos  de- 
clarado debérselas  en  reconocimiento  por  su  real  patronato  y  en  se- 
ñal de  vasallaje.  En  la  referida  fecha  se  giró  orden  al  marqués  de 
Guadalcázar  para  que  los  famosos  dos  novew)s  sobre  la  mitad  de 
la  gruesa  decimal  más  del  10  por  ciento  de  los  diezmos,  "los  cobra- 
sen, recogiesen  y  metiesen  en  mis  reales  cajas  y  los  enviasen  cada 
nn  año  a  estos  Reinos  con  las  demás  haciendas  mías."  En  efecto 
así  se  verificó,  en  forma  y  manera  que  cada  año  le  tocaban  a  su 
majestad  de  sola  la  mitra  de  México  unos  treinta  y  cinco  mil  pesos, 
otros  tantos  de  Puebla,  y  otros  tantos  aproximadamente  del  con- 
junto de  las  seis  diócesis  restantes,  es  decir  cien  mil  pesos  anuales 
que  representan  el  valor  de  un  millón  en  la  actualidad,  con  lo  que 
resulta  que  en  los  doscientos  años  que  México  tuvo  el  honor  de 


(4)     Tomo  2o.  parte  primera,  Capítulo  5o. 


404  LA  DESTRUCCIÓN 

ofrecer  este  tributo  a  su  majestad,  éste,  por  sólo  el  título  de  los  dos 
novenos,  tuvo  la  dignación  de  enriquecerse  con  doscientos  millones 
de  sólo  la  Iglesia  Mexicana  (5). 

Recordarán  nuestros  lectores  que  además  de  esta  participa- 
ción en  la  masa  de  los  diezmos,  participaba  también  la  Corona  de 
lo  que  llamó  el  excusado  con  cuyo  triste  nombre  se  entendía  un 
diezmante  que  se  excusaba  o  entresacaba  de  cada  pari'oquia;  este 
diezmante  así  excusado  de  pagar  su  diezmo  al  obispo,  tenía  que 
darlo  enteramente  al  rey. 

Entradas  de  esta  clase  de  sola  la  mitra  de  México  tenía  el  rey 
treinta  y  tres  mil  ciento  quince  pesos  cinco  reales  y  seis  granos  en 
un  decenio.  Triplicando  la  cantidad,  en  manera  análoga  a  la  que 
empleamos  en  el  cálculo  anterior,  resultaría  en  números  redondos 
cien  mil  pesos  de  entonces  o  un  millón  de  ahora  en  cada  decenio, 
y  veinticinco  millones  en  los  años  en  que  estuvo  cobrando,  por- 
que de  la  renta  del  excusado  no  hubo  dispensa  en  los  primeros  años 
como  sucedió  con  la  de  los  dos  novenos. 

A  imitación  de  lo  que  pasaba  en  España  se  instaló  también 
aquí  en  nuestro  país  la  bula  de  la  Santa  Cruzada,  institución  que 
sumariamente  consiste  en  repartir  enviadas  del  Sumo  Pontífice,  me- 
diante un  comisario  residente  en  Toledo  y  sub-comisarios  en  las 
diferentes  provincias,  bulas  o  concesiones  pontificias  impresas,  en 
las  que  constan  las  indulgencias,  perdones,  bendiciones  y  privile- 
gios que  Su  Santidad  se  digna  conceder  a  los  que  contribuyan  con 
una  pequeñísima  limosna  para  los  gastos  de  la  Tierra  Santa, 
Por  arreglo  especial  con  los  soberanos  españoles,  lo  recaudado  de 
las  bulas  pasaba  a  la  Corona,  por  razón  de  los  muchos  gastos  que 
se  suponían  hacerse  en  la  debelación  de  las  tribus  idólatras  e  im- 
plantación de  la  fe  entre  los  gentiles.  En  el  decenio  que  corrió  des- 
de 1779  a  1789  el  valor  líquido  obtenido  de  las  bulas  de  la  Cruza- 
da en  la  Nueva  España  fué  de  dos  millones  cuatrocientos  noventa 
y  tres  mil  doscientos  cincuenta  y  nueve  pesos,  un  real  y  nueve 
granos. 

En  los  dos  siglos  y  medio  que  estuvo  vigente  este  ingreso  puede 
calcularse  que  pasaron  al  real  erario  aproximadamente  la  cantidad 
de  cincuenta  millones  o  en  nuestros  días  quinientos  millones  de 
pesos. 

Otro  ramo  con  que  la  Iglesia  atendía  a  los  gastos  de  la  Coro- 


(5)     Véase  Historia  de  la  Real  Hacienda.  Tomo  tercero,  páginas  136  a  262. 


La  Inmaculada  Concepción. — Murillo. — Catedral  de  Guadalajara 


C.  I.  PRINCIPIOS  DE  LA  DESTRUCCIÓN  RELIGIOSA  405 

na  era  el  de  mesadas  y  medias  annatas  eclesiásticas,  nombres  que 
significaban  respectivamente  el  salario  de  un  mes  y  de  medio  año 
con  que  contribuían  todos  los  eclesiásticos  seculares  nombrados 
por  el  rey,  al  tomar  posesión  de  sus  cargos.  Su  producto  en  vein- 
ticinco años  fué  de  setecientos  veintitrés  mil  trescientos  setenta 
y  cuatro  pesos;  como  este  ramo  empezó  solamente  a  mediados  del 
siglo  XVIII  y  se  administró  mal,  es  probable  que  no  haya  dado 
más  de  tres  millones  de  pesos  o  treinta  de  nuestros  días. 

Más  difícil  es  aún  fijar  la  cantidad  que  percibían  los  sobera- 
nos por  vacantes  y  espolios ;  pero  de  todas  maneras  era  una  fuerte 
cantidad  dados  los  largos  períodos  de  aquellas  y  la  gran  cantidad 
de  puestos  que,  por  proveerse  en  peninsulares,  quedaban  vacantes 
en  toda  la  Nueva  España. 

Si  realmente  los  soberanos  estaban  de  acuerdo  con  los  sumos 
pontífices  y  éstos  con  plena  voluntad  les  hacían  participantes  de 
los  bienes  materiales  de  la  Iglesia  de  México,  nada  tenemos  que 
decir,  ni  a  los  simples  fieles  nos  toca  juzgar  del  uso  que  a  tan  enor- 
mes cantidades  se  les  dio.  Si  estos  pactos  fueron  forzados  y  conce- 
didos por  los  sumos  pontífices  para  evitar  mayores  males,  debe- 
mos siempre  sentir  con  la  Iglesia  y  alegramos  de  que  esos  mayores 
niales  se  hayan  evitado  y  siempre  es  preferible  que  hayan  ido  esos 
tesoros  a  manos  de  un  gobierno  organizado,  con  responsabilidades 
y  buenos  deseos  y  no,  como  hubieran  ido,  a  las  garras  de  los  alcal- 
des mayores  u  otros  de  los  grandes  ladrones  de  Nueva  España; 
peno  nunca  a  manos  de  indios  ni  de  sus  abnegados  maestros  y  pa- 
dres espirituales. 

Estas  multímodas  contribuciones  y  aun  otras  más  extraordi- 
narias que  a  cada  paso  se  pedían,  por  cualquier  necesidad  de  gue- 
rra o  de  paz  en  la  Península,  las  daba  la  Iglesia  de  Nueva  España 
SI  no  con  gusto,  sí  por  lo  menos  con  resignación ;  pero  el  negro  año 
de  1765  las  cosas  cambiaron :  la  actitud  de  los  gobernantes  de  Ma- 
drid tomó  aquí  cuerpo  y  figura  en  la  persona  del  visitador  D.  José 
de  Gálvez,  más  tarde  marqués  de  Sonora  y  Jefe  Supremo  del  Con- 
sejo de  Indias.  Fiel  instrumento  de  su  gobierno,  este  hombre  vino 
a  ser  el  representante  de  sentimientos  del  gobierno  español. 

Quédense  para  historiadores  de  lo  civil  las  reformas  por  Gál- 
vez pretendidas  en  ramos  de  administración,  división  del  territo- 
rio en  intendencias,  tribunales  laicos  y  fonnación  del  ejército:  nos- 
otros le  veremos  trabajando  (por  lo  menos  detrás  de  bastidores) 


406  LA  DESTRUCCIÓN 

en  los  asuntos  vinculados  con  la  destrucción  sorda  pero  ya  bien 
planeada  de  los  más  vitales  elementos  de  la  Iglesia. 

Por  de  pronto  hay  que  oírle  hablar  sobre  asuntos  de  hacienda 
relacionados  con  la  Iglesia  de  que  nos  vamos  ocupando.  "En  treinta 
y  uno  de  diciembre  de  setecientos  setenta  y  uno,  dijo  el  visitador  D. 
José  de  Gálvez  al  virrey  D.  Antonio  M.  Bucareli  lo  que  sigue  sobre 
reales  novenos,  vacantes  mayores  y  menores,  hospitales  y  esctisados. 

"El  supremo  derecho  de  la  conquista  temporal  y  espiritual  de 
ambas  Américas,  y  las  concesiones  apostólicas,  dieron  a  nuestros 
reyes  católicos  el  absoluto  dominio  de  los  diezmos  en  el  universal 
patronato  de  todas  las  iglesias,  que  por  su  piedad  y  liberalidades  se 
fueron  erigiendo  en  estos  grandes  imperios  (6).  Mantuvieron  a  su 
costa  y  con  la  mayor  magnificencia  el  culto  divino,  y  todos  los  pre- 
lados y  ministros  eclesiásticos  (mentira)  por  el  largo  tiempo  que 
las  rentas  decimales  no  sufragaban  estos  gastos ;  y  luego  que  a  be- 
neficio de  la  labranza  y  cría  de  ganados,  tomaron  un  considerable 
aumento,  los  cedieron  con  franca  mano  a  los  obispos  y  cabildos, 
reservando  sólo  en  su  corona  real  los  dos  novenos,  sobre  la  mitad 
de  la  gruesa  decimal,  y  aplicando  otros  tres  por  iguales  a  los  hos- 
pitales y  a  la  fábrica  de  las  iglesias." 

"A  vista  del  origen  gratuito  de  estas  dotaciones  que  han  pues- 
to a  los  donatorios  en  grande  opulencia,  debieran,  correspondiendo 
agradecidos  de  la  incomparable  liberalidad  (!)  del  soberano,  cui- 
dar con  la  mayor  esactitud  el  pequeño  interés  que  se  reservó  en  los 
dos  novenos,  para  ir  indemnizando  alguna  parte  de  los  inmensos 
dispendios  que  tuvo  su  erario  en  el  primer  siglo  de  la  reducción; 
pero  lo  cierto  es  que  han  mirado  con  ceño  y  aun  desafecto  esta  cor- 
ta señal  de  supremo  dominio  que  siempre  consei'va  el  real  patrimo- 
nio en  todos  los  diezmos  de  las  Indias." 

"En  seis  de  Mayo  de  mil  setecientos  sesenta  y  siete,  se  espidió 
real  orden,  para  la  administración  de  este  ramo  de  real  hacienda, 
con  arreglo  a  las  leyes  que  prescriben  su  método,  y  a  la  precisa  in- 
tervención que  deben  tener  los  ministros  reales  en  los  arrendamien- 
tos de  diezmos  de  sus  cuentas  y  división  con  presencia  de  los  cua- 
drantes." 

"Tengo  dado  a  V.  E.  mi  dictamen  en  doce  del  presente  mes, 
dirigido  a  que  se  ponga  en  práctica  desde  principios  del  año  inme- 


(6)     Véase  en  contra  el  tomo  III,  Pág.  61  y  siguientes. 


C.  I.  PRINCIPIOS  DE  LA  DESTRUCCIÓN  RELIGIOSA  407 

diato,  debo  omitir  aquí  lo  informado  en  dicho  expediente  y  la  re- 
flexión hecha  en  él  del  riesgo,  que  tienen  los  intereses  de  este  ramo 
y  de  vacantes  mayores  y  menores,  que  debe  administrarse  unido, 
donde  se  encargue  la  recaudación  de  ellos  a  los  alcaldes  mayores." 

"Por  los  mismos  principios  invariables,  que  pertenecen  al  rey 
los  novenos  reservados  sobre  los  diezmos,  deben  entrar  en  su  era- 
rio los  productos  que  la  división  de  ellos  tocan  a  los  obispos,  dig- 
nidades y  prebendas  vacantes  en  las  iglesias  de  estos  dominios, 
desde  la  muerte  de  los  poseedores  hasta  el  día  en  que  entran  los 
nuevamente  provistos  por  S.  M. ;  y  siendo  idénticas  las  reglas  sobre 
este  punto  interesante,  a  las  que  prescriben  las  leyes  y  órdenes  rea- 
les, en  el  de  novenos,  es  preciso  que  unida  la  administración  de 
ambos  ramos,  se  cuiden  con  igual  vigilancia  y  esmero,  el  que  sus 
legítimos  valores  no  sufran  los  desfalcos  que  se  han  experimentado 
muchas  veces  en  el  tiempo  anterior,  por  el  abuso  de  retenerlos  en 
los  cofres  de  las  iglesias  y  aun  y  en  poder  de  los  principales,  que 
casi  siempre  los  pagaron  con  disminución." 

"También  he  visto  con  admiración,  que  por  descuido  intole- 
rable de  los  ministros  encargados  de  recaudar  los  intereses  del 
reino,  o  por  el  predominio  y  grandes  riquezas  que  han  conseguido 
los  prelados  y  cabildos  de  la  América  haya  quedado  sin  efecto  la 
ley  22,  título  8o.  de  nuestra  recopilación,  en  que  el  Sr.  Emperador 
Carlos  V  mandó  sacar  los  excusados  en  cada  pueblo,  aseguro  a  S. 
E.  que  en  medio  de  mi  profunda  y  verdadera  veneración  a  todos  los 
que  componen  la  jerarquía  eclesiástica,  quisiera  como  buen  cató- 
lico y  guiado  de  la  doctrina  de  Jesucristo  y  de  sus  apóstoles,  que 
dieran  al  César  lo  que  es  suyo,  removiendo  toda  sospecha  de  ambi- 
ción y  codicia"  (7). 

Todas  estas  disposiciones  sobre  bienes  eclesiásticos  aparte  del 
espíritu  de  desconfianza  y  falsedad  que  respiran,  llevan  así  mismo 
el  sello  de  la  codicia,  prenuncio  y  preparación  de  la  incautación  de 
bienes  eclesiásticos,  número  indispensable  en  el  programa  de  to- 
dos los  perseguidores  de  la  Iglesia. 


¿Pues  qué  diremos  de  las  invasiones  sobre  la  eclesiástica  ju- 
risdicción? un  libro  entero  de  las  dimensiones  del  presente  volumen 

(7)     Informe  del  Marqués  de  Sonora  Pág.  122  y  siguientes. 


408  LA   DESTRUCCIÓN 

no  bastaría  para  exponerlas,  ni  menos  para  ponderarlas  como  es 
debido. 

Cuando  uno  ve  que  a  título  de  patronato  y  de  amor  y  protec- 
ción a  la  Iglesia  se  la  tiraniza  de  esa  manera  y  se  pone  a  la  Santa 
Sede  en  tan  difíciles  situaciones;  cuando  se  ve  a  los  monarcas  con- 
vertidos en  obispos  y  hasta  en  sacristanes ;  cuando  se  les  ve  valerse 
de  la  autoridad  y  de  la  fuerza  para  tomar  medidas  anticristianas... 
viene  muchas  veces  al  pensamiento,  que  sería  preferible  haberlos 
tenido  como  enemigos  declarados  y  ocurre  muy  natural  y  tranqui- 
lamente que  por  sólo  el  patronato,  sostenido  con  el  sistema  de  Car- 
los III,  había  razón  más  que  suficiente  para  desear  y  procurar  nues- 
tra independencia  de  la  que  había  sido  madre  patria  y  se  había 
convertido  en  la  más  molesta  y  dañosa  de  las  madrastras. 

Tenemos  en  nuestras  manos  el  Real  Cedulario  de  la  catedral 
de  México,  donde  los  volúmenes,  llenos  de  reales  órdenes  desde 
Carlos  III  a  la  independencia  abultan  más  que  los  restantes  hacia 
atrás,  hasta  los  gloriosos  tiempos  de  Felipe  el  Hermoso  y  la  reina 
Da.  Juana.  Da  grima  ver  en  esos  volúmenes  mezclarse  al  Real  Con- 
sejo en  lo  más  íntimo  y  en  lo  más  sagrado  de  la  Iglesia ;  ahí  es  don- 
de uno  se  persuade  del  triste  papel  de  nuestros  obispos  en  aquella 
época,  ahí  donde  uno  se  duele  de  las  angustias  y  obstrucciones  por- 
que tenían  que  pasar  asuntos  tan  elevados  como  la  gloria  de  Dios 
y  la  salvación  de  las  almas. 

En  un  buen  lapso  de  tiempo  en  que  el  marqués  de  Sonora  estaba 
al  frente  del  Consejo  de  Indias,  se  observa,  en  la  emisión  de  las  cé- 
dulas una  duplicidad  burda  e  insultante ;  se  concede  hoy  a  la  Iglesia 
una  gracia,  insignificante  más  bien  y  aparatosa,  para  mañana  dar 
un  golpe  en  seco  en  materias  efectivas  y  decisivas :  en  1775,  se  pide 
a  Roma  que  se  eleve  a  segunda  clase  el  rito  de  una  santa  y  pocos 
días  después,  el  primero  de  octubre,  se  legisla  soberanamente  sobre 
veintidós  puntos  de  disciplina  extrictamente  eclesiástica,  haciendo 
aparecer,  lo  que  no  fué  cierto,  que  los  párrocos  de  México  fueron 
quienes  pidieron  tal  reglamentación.  El  29  de  febrero  de  76  se  or- 
dena a  los  obispos  que  remitan  "testimonio  íntegro  de  sus  visitas 
pastorales  al  Consejo  de  Indias"  lo  que  significa  una  invasión  de 
poderes  y  a  los  pocos  días  se  les  excita  para  que  trabajen  por  la  ca- 
nonización de  Gregorio  López.  A  principio  del  año  siguiente  comu- 
nican una  carta  dizque  de  una  "Congregación  particular  de  Car- 
denales" para  imponer  silencio  sobre  la  extinguida  Compañía  de 


C.  I.  PRINCIPIOS  DE   LA   DESTRUCCIÓN   RELIGIOSA  409 

Jesús.  El  9  de  noviembre  del  mismo  año  77  dan  un  paso  adelante 
obligando  a  los  obispos  a  que  los  breves  emanados  del  Sumo  Pon- 
tífice tengan  el  pase  no  ya  regio,  sino  del  virrey;  pero  eso  sí,  a 
los  pocos  días  dan  el  notición  sobre  que  el  día  de  San  José  es  fiesta 
mayor  en  la  Nueva  España.  El  30  de  enero  de  78  manda  el  rey  que 
la  bandera  española  se  tienda  a  los  pies  del  sacerdote  que  lleve  el 
Santísimo  Sacramento  y  seis  días  después  les  da  el  gran  sablazo  a 
los  obispos  americanos  pidiéndoles  un  donativo  para  las  necesida- 
des del  Estado. 

El  15  de  mayo  de  79  se  hiere  de  muerte  al  proverbial  derecho 
eclesiástico  de  asilo  y  el  25  de  mayo  del  mismo  año  se  funda  la 
Real  Cofradía  de  Animas.  Firma  Su  Santidad  en  1780  un  breve 
concediendo  al  arzobispo  de  México  que  utilice  para  loables  fines 
el  ex-noviciado  jesuítico  de  Tepotzotlán  y  el  22  de  abril  del  mismo 
año  se  notifica  al  arzobispo  estas  textuales  palabras:  "Ha  acorda- 
do el  Consejo  que  se  retenga  el  expresado  breve  como  superfino, 
irregular  y  nocivo  al  derecho  de  patronato  y  demás  regalías."  Al 
mes  siguiente  los  mismos  señores  felicitaban  al  limo.  Sr.  arzobis- 
po por  su  insigne  caridad  desplegada  en  la  epidemia  reciente. 

Y  así  con  una  de  cal  y  otra  de  arena ;  con  amenazas  y  prome- 
sas ni  siquiera  ponían  al  episcopado  en  la  textura  y  temple  de  al- 
ma que  los  hubiera  impulsado  a  la  noble  actitud  y  a  las  radicales 
decisiones  que  tanto  los  hubieran  honrado  a  ellos  y  tanto  bien  hu- 
bieran reportado  a  su  diócesis. 

En  la  serie  de  decretos  llamados  "Ordenanzas  de  Intendencia," 
fruto  de  la  visita  del  marqués  de  Sonora  fuera  de  varios  muy  ve- 
jatorios que  podríamos  citar,  no  podremos  omitir  el  octavo,  en  vir- 
tud del  cual  se  daba  la  investidura  de  vice-patronato  a  casi  todos 
los  intendentes  y  gobernadores  civiles  o  lo  que  es  lo  mismo  se  les 
echaba  una  regia  cadena  hasta  a  los  últimos  párrocos:  "A  excep- 
ción, dice,  de  los  Intendentes  de  México,  Guadalajara,  Arizpe,  Mé- 
rida  de  Yucatán  y  Veracruz,  todos  los  demás  han  de  exercer  en  sus 
Provincias  el  Vice-Patronato  Real,  conforme  a  las  Leyes  y  en  ca- 
lidad de  Sub-delegados  de  los  respectivos  propietarios;  pero  que- 
dando reservadas  a  éstos  las  presentaciones  eclesiásticas  que  co- 
mo tales  Vice-Patronos  les  corresponden,  y  también  el  absoluto 
ejercicio  de  esta  suprema  regalía  de  mi  Corona  en  los  distritos  de 
las  Intendencias"  (8). 


(8)     O.  C.  decreto  8. 


410  LA    DESTRUCCIÓN 

Fase  típica  del  regalismo  del  siglo  XVIII,  y  esto  arranca  desde 
el  citado  memorial  de  Macanaz,  fué  la  de  dar  forma  de  derecho 
a  todo  este  sistema  de  conducta  tan  torcida,  nos  referimos  al  mon- 
tón de  canonistas,  aduladores  y  serviles  hasta  el  extremo  de  poner 
a  las  órdenes  de  los  monarcas  terrenos,  sus  energías,  sus  inagota- 
bles almacenes  de  erudición  menuda,  sus  largos  años  de  trabajo, 
muchísimo  papel  (por  cierto  de  buena  clase)  para  sostener  con  im- 
posibles equilibrios  de  sus  conciencias  lo  que  sostenerse  no  puede. 

Fraso  y  Solórzano  son,  entre  los  extranjeros,  los  más  conno- 
tados en  este  sentido,  como  puede  observar  el  paciente  lector  que 
se  atreva  a  leer  sus  respectivas  obras  "de  Regio  Patronato  India- 
no" y  la  "Política  Indiana." 

Entre  los  nuestros,  para  deshonra  y  baldón  de  la  ínclita  ciudad 
de  Puebla,  surgió  con  su  "Manual  Compendio  del  Regio  Patronato 
Indiano"  "D.  Antonio  Joaquín  de  Rivadeneyra  y  Barrientos,  aboga- 
do de  la  Real  Audiencia  de  México,  de  pobres  de  su  Sala,  de  prensa 
del  santo  Oficio  de  la  Inquisición  de  Nueva  España,  etc.,  etc.,  etc.," 
y  tres  líneas  más  de  títulos  mediocres. 

En  pos  de  un  soberbio  grabado,  en  que  el  buen  Fernando  VI 
aparece  en  forma  de  ídolo,  se  sigue  un  prólogo  donde,  entre  otras 
sandeces  leemos:  "Yo  (Rivadeneyra)  soy  el  que  con  gloriosa  en- 
vidia de  tantos  Nobles  Vasallos,  aspiro  a  el  feliz  estreno  de  ofrecer 
a  V.  M.  de  mi  corto  talento,  que  es  todo  mi  caudal,  este  MANUAL 
REGIO,  un  Resumen  y  Compendio  de  su  Real  Patronato  de  las  In- 
dias :  la  piedra  más  rica,  la  más  preciosa  Margarita  de  su  Real  Dia- 
dema, para  que  reduciendo  mi  trabajo  sus  inmensos  quilates  a  tan 
corto  volumen,  desde  los  Reales  pies  de  V.  M.  (a  que  reverente  lo 
postro)  merezca  la  honra  de  verse  en  las  manos  de  V.  M.  como  un 
pequeño  Anillo,  que  a  la  luz,  e  influencia  de  sus  benignos  rayos, 
alumbre  a  todos  los  que  entran  ciegos,  el  camino  REAL,  que  debe 
conducirlos  al  práctico  conocimiento  de  sus  obligaciones  en  el  uso, 
y  defensa  de  esta  preciosa  REGALÍA." 

En  esta  disposición  de  ánimo  se  conserva  Rivadeneyra  desde 
el  principio  hasta  el  fin  de  su  obra.  Empieza :  "Manda  Darío  regis- 
trar la  biblioteca  de  Babylonia,  y  se  encuentra  en  Ecbathanis  (que 
era  un  campo  de  la  provincia  de  Media)  un  libro:  van  a  ver  lo  que 
contiene,  y  hallan  un  Decreto  del  Rey  Siró  en  el  año  primero  de  su 
Reinado,  para  que  se  edificase  la  casa  del  Señor.  Esto  era  todo  el 
libro:  un  libro  de  Patronato:  Ut  Domus  Dei  aedificaretur ;  y  de  Pa- 


C.   I.   PRINCIPIOS  DE  LA  DESTRUCCIÓN   RELIGIOSA  411 

tronato  Real :  Cyms  Rex.  Ya  hemos  encontrado  en  la  Escritura  al 
primer  registro,  el  libro  del  Patronato." 

El  sabio  padre  dominico  Matías  Gómez  Zamora,  defensor  del 
regio  patronato,  todo  lo  que  cabe  dentro  del  dogma,  no  puede  me- 
nos de  exclamar  ante  la  obra  de  Rivadeneyra:  "Con  ese  dogmatis- 
mo disparatado  y  absurdo,  impropio  de  un  abogado  de  la  real  au- 
diencia, etc.,  etc.,  se  han  extraviado  multitud  innumerable  de  inte- 
ligencias poco  dispuestas  para  esta  clase  de  estudios.  Es  ridículo 
y  estrambótico  mesclar  a  San  Pablo  y  a  Nuestro  Señor  Jesucristo 
con  las  Potestades  Patronímicas,  y  estupendamente  necia  la  inter- 
pretación que  da  Rivadeneira  a  los  versículos  24  y  25  del  Capítulo 
22  del  Evangelio  de  San  Lucas."  Llamó  San  Pablo,  dice  Rivadeney- 
ra a  los  Reyes  "potestades  y  potestades  patronímicas  cuyo  ejerci- 
cio se  extiende  a  conferir  a  sus  subditos  los  beneficios,  como  les  dijo 
Cristo  a  sus  Discípulos  por  San  Lucas  en  aquella  ocasión  en  que 
cada  uno  contendía  sobre  la  mayor  dignidad:  Facta  est  autem  et 
contentio  ínter  eos,  quis  eorum  videretur  esse  major.  Dixit  autem 
eis :  Reges  gentium  dominantur  eorum ;  et  qui  POTESTATEM  ha- 
bent  super  eos  BENEFICI  vocantur.  Texto  propio  para  la  defini- 
ción que  llevamos  propuesta . . ."  "Por  último,  continúa  Gómez  Za- 
mora, apenas  se  concibe  que  un  hombre  de  leyes  (y  un  cristiano 
añadiríamos  nosotros)  haya  escrito  estas  palabras  del  párrafo 
once  del  mismo  Rivadeneyra.  "Siempre  se  debía  claramente  con- 
fesar que  este  derecho  de  Patronato,  en  cierto  modo,  no  sólo  no  de- 
pende de  lo  espiritual,  sino  que  lo  espiritual  depende  de  él  como  el 
efecto  de  su  causa." 

Minados  así  los  altos  estudios  eclesiásticos,  preparada  en  este 
sentido  la  atmósfera,  fué  como  se  decidieron  los  satánicos  minis- 
tros de  Carlos  III  a  dar  los  golpes  radicales  de  que  pasaremos  a 
hablar  en  los  dos  siguientes  capítulos. 


^m 


CAPITULO  II 

DESTIERRO  DE  LOS  JESUÍTAS 


Prenuncios  funestos. — La  carta  de  Clemente  XIII — Conducta  del  marqués 
de  Croix. — Intimación  del  Decreto. — Desde  el  Santuario  de  Guadalupe  a  Vera- 
cruz. — Hasta  la  salida  de  la  Habana. — Rumbo  a  Cádiz. — El  hospicio  del  puerto 
de  Santa  María. — Pasan  al  Mediterráneo  y  se  detienen  en  Córcega. — Un  mila- 
gro de  la  Virgen  de  Guadalupe. — Desembarco  en  Genova. 

bibliografía  especial 

ASTRAIN  ANTONIO. — Historia  de  la  Compañía  en  la  Asistencia  de  España.— 
Madrid,  lt)01-lí>l.'0. 

CASTAÑIZA  JUAN  FRANCISCO. — Relación  del  restablecimiento  de  la  Sagrríida  Com- 
pañía de  Jesús  en  el  Reino  de  Nueva  Kspaña  (Mexieo)  imprenta  de  Mariano  Ontive- 
ros.— 1816. 

COLECCIÓN  GENERA!.  I>E  PROVIDENCIAS  SOBRE  EE  EXTRAÑAMIENTO  Y 
OCUPACIÓN  DE  TEMPORALIDADES  DE  LA  COMPAÑÍA  DE  JESÚS  POR  CARLOS 
III. — Madrid,  imiirenta   Roal  de  la   (Jaoeta,  lTfi7-84. 

D.WILA  Y  ARRILLAOA  JOSÉ  MARIANO. — Contlnuac-ión  de  la  Historia  de  la 
Compañía  de  Jesfis  en  Nueva  España  del  P.   Francisco  Javier  AIcKrc. — Puebla,  1888. 

DECORME  (iERAUDO. — Historia  de  la  Compañía  de  Jesús  en  la  República  Mexi- 
cana durante  el  síkIo  XIX  (edición  privada).— (¡uadalajara,  tipografía  el  Regional,  1914:. 

I-TIENTE  VICENTE  DE  L.V.— Historia  de  las  sociedades  secretas  antigraas  y  mo- 
dernas de  España. — Lugo,  1811. 

NONELL  JAiaiE. — El  F.  P.  José  Pignatelli  y  la  Compañía  de  Jesús  en  su  extin- 
ción y  rcKtable<-imient«. — Manrcsa,  1893. 

ZAR  ANDONA  ANTONIO.— Historia  de  la  extinción  y  restablecimiento  de  la  Com- 
pañía de  Jesús. — Madrid,  18í)0. 


Pulpito  de  Santo  Domingo. — Puebla. 


C.  II.  DESTIERRO  DE  LOS  JESUÍTAS  413 


ONDE  más  se  conoció  la  tendencia  y  el  empuje  de  la 
persecución  religiosa  impuesta  al  gobierno  español  por 
el  protestantismo  británico,  mediante  la  masonería,  fué 
en  el  extrañamiento  decretado  contra  la  Compañía  de 
Jesús,  de  todos  los  dominios  españoles,  y  brutalmente  ejecutado 

el  año  de  1767. 

Sin  poder  precisar  de  qué  rumbo  ni  en  qué  forma,  ya  entre  los 
jesuítas  mexicanos  había,  dos  años  antes,  prenuncios  de  una  gran- 
de borrasca  cuya  intensidad  ciertamente  no  previeron ;  para  ellos  y 
para  la  patria  fué  un  equivalente  de  pena  capital. 

Serenáronse  un  poco  los  ánimos,  cuando  el  pontífice  Clemente 
XIII  el  7  de  enero  de  1765  con  su  breve  "Apostolicum  pascendi" 
confirmaba  el  Instituto  de  la  Compañía  de  Jesús,  procurando  poner- 
la a  cubierto  de  los  violentos  ataques  con  que  en  Europa  se  le  per- 
seguía. Los  jesuítas  mexicanos  en  particular,  se  sintieron  especial- 
mente felices  cuando  D.  Miguel  Anselmo  Alvarez  Abreu,  obispo 
de  Oaxaca,  les  mostraba  ufanísimo  la  siguiente  carta  del  referido 
Soberano  Pontífice:  "A  N.  Venerable  Hermano  Miguel  Anselmo, 
Obispo  de  Antequera.  Clemente  XIII.— Salud  y  Bendición  Apos- 
tólica. Recibida  nuestra  constitución  Apostólica  que  pone  a  cubier- 
to el  piadoso  Instituto  de  la  Compañía  de  Jesús  de  la  maledicencia 
de  hombres  poco  temerosos  de  Dios,  me  escribís  haber  sido  de  una 
alegría  grande,  y  que  no  satisfarías  vuestro  ministerio  episcopal 
si  no  nos  dierais  las  gracias.  Habéis  juzgado  rectamente,  porque 
en  el  caso  presente  en  que  han  sido  tan  vejados  los  clérigos  regula- 
res de  aquella  Compañía,  no  es  el  asunto  tan  propio  de  ésta,  como 
de  la  Universal  Iglesia  y  de  la  Silla  Apostólica;  ¿qué  cosa  más  in- 
juriosa a  la  Iglesia  que  llamar  impío  aquel  Instituto,  de  cuyos  pro- 
fesos han  canonizado  a  muchos,  y  de  doscientos  años  hasta  el  día 
en  todas  partes  sin  interrupción  ha  confiado  a  todos  los  de  esta 
Compañía  las  principales  funciones  del  sagrado  ministerio?  ¿Qué 
cosa  de  mayor  afrenta  a  la  Silla  Apostólica,  que  con  atroces  calum- 
nias acriminar  como  contrarios  a  la  Iglesia  y  a  los  Reyes  aquel  mis- 
mo Instituto  que  aprobaron  y  elogiaron  diez  y  nueve  Romanos  Pon- 
tífices, nuestros  predecesores  de  feliz  recordación,  y  que  en  casi  todo 
el  mundo  admitieron  los  Reyes  y  Príncipes  en  sus  dominios,  y  por 
espacio  de  dos  siglos  han  colmado  de  riquezas  amplísimas  y  de  los 
más  distinguidos  beneficios?  Pero  ya  conocen  todos  al  que  para  ani- 
quilar la  Compañía  pone  en  movimiento  las  artes  y  engaños,  que 


414  LA  DESTRUCCIÓN 

aquella  secta,  que  cual  cáncer  se  extiende  en  la  Iglesia  royendo  con 
venenoso  diente  sus  entrañas;  que  mucho  emplearon  los  enemigos 
de  la  Iglesia  y  de  la  fe  católica  para  extinguirla;  por  tanto,  Vene- 
rable Hermano,  Os  la  recomendamos  y  deseamos  tengáis  entendido, 
que  cuanto  hiciereis  en  defenderla  y  aumentarla,  eso  mismo  eje- 
cutaréis en  beneficio  de  la  salud  de  las  almas  y  edificación  de  la 
iglesia. 

"Os  damos  con  todo  amor  de  lo  más  íntimo  de  nuestro  corazón 
ia  bendición  Apostólica. 

"Dada  en  Roma,  en  Santa  María  la  Mayor  bajo  el  anillo  del 
Pescador  a  9  de  abril  de  1766.  Año  8o.  de  nuestro  Pontificado." 

Por  la  misma  confianza  que  inspiraba  a  los  jesuítas  esta  carta 
pontificia,  y  la  buena  aceptación  con  que  la  habían  visto  las  autori- 
dades de  Nueva  España,  se  hizo  más  repentino  y  más  duro  el  gol- 
pe arteramente  preparado  por  el  conde  de  Aranda,  y  puesto  en 
ejecución  con  toda  dureza  por  los  bajísimos  funcionarios  de  los  go- 
biernos locales,  bien  vigilados  y  hostigados  por  el  maligno  visita- 
dor D.  José  Gálvez. 

En  la  noche  de  24  de  junio  de  1767,  el  virrey  marqués  de  Croix, 
reunió  en  su  palacio  a  la  real  audiencia,  al  limo,  arzobispo  D.  Fran- 
cisco Antonio  Lorenzana  y  a  otras  autoridades  a  una  junta,  para 
consultar  sobre  un  negocio  sumamente  reservado  e  importante.  En 
ella  expuso  haber  recibido  una  orden  del  Sr.  D.  Carlos  III,  que  en- 
tonces regía  las  Españas,  para  el  extrañamiento  de  la  Compañía 
de  Jesús  de  sus  dominios,  pidiéndoles  su  parecer  sobre  el  modo  de 
darle  cabal  y  debido  cumplimiento.  En  seguida  les  presentó  el  plie- 
go en  que  se  les  comunicaba  la  real  disposición  que  había  recibido 
de  la  corte  por  conducto  del  primer  ministro,  conde  de  Aranda, 
bajo  tres  cubiertas  o  sobres,  cada  cual  con  su  sello.  En  el  primero 
únicamente  constaba  la  persona  a  quien  se  dirigía.  Sobre  el  segun- 
do se  leía:  "Pena  de  la  vida  no  abriréis  este  pliego  hasta  el  24  de 
Junio  a  la  caída  de  la  tarde."  Abierto  éste  se  encontró  una  instruc- 
ción sobre  las  precauciones  y  particularidades  con  que  debían  ser 
arrestados  los  religiosos  jesuítas,  individuos  que  debían  encargar- 
se de  esta  comisión,  y  demás  pormenores  para  que  se  asegurase  el 
golpe.  Instruidos  los  miembros  de  la  junta  de  estas  circunstancias, 
se  abrió  a  su  presencia  el  último  pliego  que  contenía  la  real  orden 
siguiente : 

"Os  revisto  de  toda  mi  autoridad  y  de  todo  mi  real  poder  para 


C.  II.  DESTIERRO  DE  LOS  JESUÍTAS  415 

que  inmediatamente  os  dirijáis  a  mano  armada  a  casas  de  los  je- 
suítas. Os  apoderaréis  de  todas  sus  personas,  y  los  remitiréis  como 
prisioneros  en  el  término  de  veinticuatro  horas  al  puerto  de  Vera- 
cruz.  Allí  serán  embarcados  en  buques  destinados  al  efecto.  En  el 
momento  mismo  de  la  ejecución  haréis  se  sellen  los  archivos  de  las 
casas  y  los  papeles  de  los  individuos,  sin  permitir  a  ninguno  otra 
cosa  que  sus  libros  de  rezo  y  la  ropa  absolutamente  indispensable 
para  la  travesía. 

"Si  después  del  embarque  quedase  en  este  distrito  un  solo  je- 
suíta, aunque  fuese  enfermo  o  moribundo,  seréis  castigado  con  la 
pena  de  muerte.  Yo  el  Rey." 

Cavilando  estábamos  sobre  cómo  dar  novedad  a  un  tema  tan- 
tas veces  tratado,  cual  es  el  destierro  de  los  jesuítas,  cuando  por 
medio  de  muy  generosas  manos,  bienhechoras  insignes  de  esta  His- 
toria, nos  fué  obsequiado  el  autógrafo  de  un  insigne  angelopolitano, 
el  P.  Antonio  López  de  Priego,  donde  en  carta  a  su  hermana  mon- 
ja, con  ameno  lenguaje,  vivos  colores  y  sentimientos  profundamen- 
te mexicanos,  nos  pinta  el  penoso  viaje  y  la  instalación  en  Italia 
de  tantos  obreros  del  Señor,  cuya  memoria  debe  conservar  fresca 
esta  Historia  de  la  Iglesia,  cualquiera  que  fuese  su  autor  (1).  En 
los  fragmentos  de  la  relación  del  P.  López  de  Priego  leemos : 

"A  la  misma  hora  fué  la  intimación  en  todos  los  colegios,  yendo 
a  la  casa  Profesa  el  Sr.  Fiscal,  D.  José  Antonio  de  Areche.  Dos  días 
estuvieron  cercados  de  soldados,  sirviéndoles  de  cárcel  los  cole- 
gios, mientras  la  piedad  (!)  de  S.  M.  les  permitía  recoger  sus  pe- 
culios y  utensilios. 

"Salieron  de  México  el  día  28  en  las  carrozas  que  el  amor  y  pie- 
dad de  sus  conciudadanos  les  ofrecieron,  y  escoltados  de  soldados 
tomaron  el  rumbo  para  Veracruz.  Hicieron  alto  al  pasar  por  el  céle- 
bre Santuario  de  Guadalupe,  para  despedirse  de  la  Reina  de  los 
Angeles:  entraron  en  el  templo  con  facultad  que  les  dio  el  Sr.  Vi- 
sitador, y  postrados,  dejando  en  aquellas  sacratísimas  aras  depo- 
sitado el  corazón,  tomaron  segimda  vez  las  carrozas  para  seguir  su 
destino  y  obediencia.  Aquí,  quien  sabe  el  amor  que  tenían  en  In- 
dias a  los  jesuítas,  no  tendrá  hipérbole  indigna  de  una  simple  na- 


(1)  Los  donantes  del  manuscrito  son  la  Srita.  Da.  Rosario  Barreda  y 
su  hermano  el  Sr.  D.  Julio,  a  los  cuales  nos  es  grato  el  mostramos  alta- 
mente reconocidos.  Dichos  señores  heredaron  el  documento  de  su  tío  el 
Lie.  Gabino  Barreda,  el  cual  a  su  vez  lo  hubo  de  una  tía  suya  reli^jiosa,  her- 
mana del  P.  López  de  Priego. 


416  LA  DESTRUCCIÓN 

rración,  el  decir  que  les  pareció  habían  llegado  al  mar,  según  las 
lágrimas  que  corrían  del  inmenso  pueblo,  que  llevaba  en  peso  las 
carrozas.  Esta  demostración  (según  he  sabido)  fué  la  misma  en  to- 
das partes,  que  al  paso  que  exhibía  el  agradecimiento,  agravaba 
también  las  penas  y  el  dolor  de  ir  perdiendo  de  vista  los  que  nos  se- 
guían con  el  corazón  y  el  alma. 

"Mas  como  el  Reino  es  tan  dilatado,  y  los  caminos  tan  áspe- 
ros, no  pudo  todo  el  empeño  de  los  señores  comisionados  darnos  el 
alivio  que  querían,  siendo  preciso  muchas  veces  cabalgar  o  andar 
a  pie  caminando  millas  y  leguas  enteras  con  los  ardores  del  sol,  e 
inclemencia  de  las  aguas  a  que  no  podía  resistir  la  naturaleza  más 
robusta,  mucho  menos  la  de  aquellos  que  por  su  avanzada  edad 
apenas  podían  dar  paso.  Una  tarde  sufrimos  los  que  íbamos  a  ca- 
ballo once  aguaceros,  mejor  diré  nos  llovió  la  tarde  entera  antes  de 
entrar  en  Jalapa,  lugar  grande,  que  con  la  novedad,  no  había  puer- 
ta, ventana  ni  azotea  que  no  estuviera  coronada  de  gente,  siendo 
necesario  que  los  soldados  abrieran  brecha  por  la  calle  para  que 
pasaran  los  que  iban  enfermos  en  literas,  que  si  hubieran  podido  ir 
a  caballo,  no  se  hubiera  dicho  de  ellos  lo  que  yo  oí  al  pasar :  esos  son 
los  que  van  engrillados.  Gran  dolor  me  causó  esta  expresión.  Es  cier- 
to que  llevaban  grillos,  pero  no  los  que  pensaban,  sino  los  años  y  en- 
fermedades que  acortan  los  pasos  aun  a  los  más  robustos.  En  fin  lle- 
gamos a  Veracruz,  tierra  muy  caliente  en  todo  tiempo,  ¿qué  sería 
por  la  canícula,  tres  meses  y  aun  más  que  estuvimos  en  ella?  Bien  es 
que  nos  agravaba  el  bochorno  el  número  grande  de  sujetos,  vivien- 
do cuatro  y  cinco  en  una  pieza ;  pero  ese  calor  tan  excesivo  lo  atem- 
peraban el  ardor  y  caridad  de  los  RR.  PP.  de  San  Francisco  a  donde 
yo  estuve,  asistiéndonos,  no  con  la  estrechez  de  su  rígida  pobreza, 
sino  a  caja  Real  abierta  que  de  orden  de  S.  M.  se  nos  acudiera  en 
todo,  sirviéndonos  personalmente,  regalándonos  en  nuestra  pena; 
hicieron  cuanto  podían,  a  que  estamos  y  estaremos  siempre  muy 
agradecidos.  Mas  aunque  procuraban  conservarnos  la  vida,  no  po- 
dían librarnos  de  la  muerte.  La  pesadumbre,  el  país  traicionero  y 
enfermizo,  la  estrechez  en  que  estábamos,  nos  llegó  tan  al  alma, 
que  ya  se  tenía  por  alivio  entregarla  al  Creador.  Treinta  y  cuatro 
en  poco  más  de  tres  meses  quedaron  sepultados  allí,  preguntándose 
los  vivos  ¿quién  de  nosotros  sigue?  Antes  admiro  cómo  no  que- 
daron más,  porque  tener  un  reo  el  patíbulo  a  la  vista  es  para  per- 
der la  vida  antes  de  subir  a  la  horca.  Así  era,  pues  mirábamos  to- 


C.  II.  DESTIERRO  DE  LOS  JESUÍTAS  417 

dos  los  días  el  patíbulo,  el  monstruo,  digo  el  mar  que  habíamos  de 
pasar  dentro  de  poco  tiempo,  dándonos  a  la  vela  para  España,  como 
sucedió  el  25  de  Octubre  del  mismo  año  del  arresto. 

"Acaso,  lector,  habrás  juzgado  que  es  exageración  o  miedo 
mío  el  llamarle  monstruo  al  mar.  Es  adagio  entre  navegantes  el 
decir,  que  al  mar,  madera;  porque  cuanto  es  mayor  la  embarca- 
ción, tanto  menos  riesgo  tiene ;  pero  se  entiende  conforme  al  viento, 
porque  si  éste  es  tan  grande  que  llega  a  ser  tempestad,  se  ha  tra- 
gado el  mar  mucha  madera.  Más  fácil  es  hundirse  en  las  lagunas  de 
México  una  cascara  de  huevo  que  una  canoa  de  porte;  pero  para 
hundirse  cuando  el  viento  es  fuerte,  lo  mismo  es  la  cascara  que  la 
canoa. 

"Las  embarcaciones  que  no  habrás  visto,  pues  no  has  salido  de 
México,  unas  son  grandes,  otras  pequeñas,  son  si  puedo  darte  al- 
guna idea,  unas  casas  de  madera  largas  y  angostas,  con  su  azotea, 
su  entresuelo  y  sus  piezas  bajas.  En  la  azotea,  que  llaman  combés, 
quedan  las  velas  para  el  gobierno  del  navio,  y  la  cámara  alta  con 
varios  camarotes,  como  si  dijéramos  una  recámara  con  sus  recama- 
ritas, en  donde  cabe  una  cama,  un  baúl  y  un  taburete ;  pero  que  te 
costaría  de  Indias  a  España  una  talega.  Pregunta  a  los  que  han 
venido  a  pretender  y  te  darán  más  razón.  El  entresuelo  es  el  que 
llaman  entre-puente  con  sus  escotillones;  aquí  están  tendidos  los 
catres  y  atracados,  que  son  unos  sepulcros,  donde  cabe  un  traspon- 
tín para  dormir,  juntos  unos  con  otros,  y  si  el  número  de  sujetos 
es  grande  como  éramos  nosotros,  hay  otra  andanada  de  catres  arri- 
ba, que  para  vestirse  el  que  queda  debajo  se  viste  tendido,  porque 
no  cabe  sentado.  Las  piezas  bajas  son  las  bodegas  en  que  viene  la 
carga  del  navio ;  si  el  tiempo  está  lluvioso,  se  cierran  las  entrepuer- 
tas con  vaquetas  tachonadas,  quedando  a  obscuras  y  sin  candela 
por  temporadas  enteras,  que  lo  más  temible  en  el  agua  es  fuego 
porque  está  distante  la  tierra  para  apagarlo;  y  cuando  de  noche 
se  enciende  un  farol,  es  por  espacio  de  una  hora  para  hacer  la  ca- 
ma, y  con  centinela  de  vista. 

"Esta  es  la  luz  que  puedo  darte,  y  estas  son  las  casas  en  que 
nos  dimos  a  la  vela  para  la  Habana  el  día  24  de  Octubre  del  mismo 
año  de  67,  y  ¡adiós!  que  ya  gritan  los  marineros  el  buen  viaje;  y 
nosotros  repetimos,  ¡adiós  Indias,  adiós  México,  adiós  padre,  pa- 
rientes, adiós  hermanos  y  amigos,  adiós  tierra  feliz  que  no  tuvi- 
mos la  dicha  nos  cubriera  después  de  muertos,  ya  que  nos  diste  la 


418  LA  DESTRUCCIÓN 

vida!  Entre  estas  lágrimas  y  sollozos  oímos  el  tiro  de  la  Capitana 
con  que  hizo  señal  al  convoy. 

"Salimos  de  Veracruz,  tardamos  en  este  viaje  19  días;  y,  o 
fuere  entusiasmo,  mejor  diré  confianza  en  el  ángel  joven  San  Es- 
tanislao que  fué  de  la  Compañía,  contra  el  dictamen  de  todos  dijo  D. 
José  Vellido:  este  día  llegamos  a  la  Habana.  El  caso  fué  que  a  los 
cuatro  días  de  la  salida  de  Veracruz  se  levantó  un  temporal  tan 
deshecho,  que  desbaratándose  el  convoy,  muchas  de  las  naos,  como 
después  supimos,  se  vieron  a  peligro  de  perderse,  sin  saber  los  unos 
de  los  otros ;  pero  con  admiración  de  todos,  el  día  13  de  noviembre, 
casi  a  la  misma  hora  por  la  mañana  fueron  llegando  a  la  Habana, 
menos  un  paquebot  que  llegó  el  mismo  día  a  las  8  de  la  noche. 

"En  este  distrito  que  es  de  300  leguas,  quedaron  con  otros  diez 
sepultados  en  el  mar  las  prendas,  bella  capacidad,  honradez,  socie- 
dad y  afabilidad  en  el  trato  de  D.  José  Mariano  Velasco  y  de  D. 
Ignacio  de  Hurtazun,  éste  venía  conmigo  en  un  bergantín  nombra- 
do San  Francisco  Javier,  contingencia  que  excitó  la  confianza, 
pues  habiendo  salido  para  el  destierro  de  su  colegio  en  que  me  ha- 
llaba, dedicado  al  ministerio  en  donde  tanto  me  valió  su  protección, 
creí  sin  duda  que  aunque  había  sido  mi  protector  en  la  tierra, 
lo  sería  también  en  el  agua,  como  Patrón  del  mar ;  y  así  fué,  pues  el 
mareo  me  puso  a  lo  último  disponiéndome  para  morir ;  tal  que  pen- 
saron los  compañeros  no  llegaba  yo  a  la  Habana.  Así  le  sucedió  al 
referido  D.  Ignacio,  quien  perdiendo  el  apetito,  junto  con  deponer 
la  comida,  le  entró  tal  inedia,  que  a  pocos  días  se  acabó,  sin  haber 
el  más  mínimo  medicamento  para  acudirle,  sin  un  cabo  de  vela  para 
auxiliarle,  ni  más  luz  que  las  tinieblas.  Los  más,  enfermos  en  sus 
catres  oyendo  a  obscuras  recomendarle  el  alma,  que  por  sus  angé- 
licas virtudes,  nos  dejó  el  consuelo  que  gozaría  la  eterna  luz. 

"D.  Ignacio  Arámburu,  sujeto  de  conocida  sal  en  sus  expresio- 
nes, definía  bien  el  mareo,  diciendo  que  hay  dos  especies,  una  en  el 
fuero  interno,  y  otra  en  el  externo :  unos  se  marean  sin  lanzar  la  co- 
mida, y  éste  es  el  interno,  otros  lanzan  lo  que  comen,  y  éste  es  el  ex- 
terno. Lo  que  sabemos  es,  que  enfermo  que  vomita  y  no  come,  no 
hay  galeno  que  lo  cure. 

"De  esta  suerte  llegamos  a  la  Habana  a  donde  habían  anclado 
los  barcos,  llegó  con  un  oficial  la  Falúa  del  Rey,  en  nombre  del  Sr. 
Gobernador  Bucareli,  Virrey  que  después  fué  de  México,  para  sa- 
car a  los  enfermos,  los  que  parecían  cadáveres ;  y  así  nos  llevaron  al 


C.  II.  DESTIERRO  DE  LOS  JESUÍTAS  419 

Convento  de  Belén,  en  donde  aquellos  caritativos  religiosos,  to- 
mándonos a  su  cargo  nos  iban  resucitando  poco  a  poco;  no  pudie- 
ron dar  la  vida  a  todos  por  más  esfuerzos  que  hicieron,  y  así  que- 
daron sepultados  en  su  convento  e  iglesia  para  recuerdo  de  la  her- 
mandad que  tenían  con  los  jesuítas,  nueve  sujetos;  a  los  demás  ya 
restaurados,  los  pasaron  a  una  casa  de  campo  poco  distante  de  la 
muralla,  en  donde  el  trato  de  comida,  asistencia  y  demás,  era  muy 
bueno  y  sobrado ;  pero  la  estrechez  en  que  estábamos,  muy  grande, 
sin  salir  de  casa  ni  comunicarse,  ni  hablar  con  otros,  ni  aun  con  los 
mismos  sirvientes,  lo  que  atribuímos  a  la  rigidez  del  capellán  que 
nos  cuidaba ;  y  ésto  nos  dio  bastante  que  merecer.  La  Habana,  a  lo 
que  supe  y  vi  al  pasar,  tendría  de  300,000  a  400,000  personas ;  ciu- 
dad grande,  muralla  muy  buena,  casas  bajas,  muchas  de  fachada, 
abundante  de  fruta  y  especiales  dulces,  polvo  riquísimo,  de  que  nos 
hicieron  favor  así  el  Sr.  Gobernador  como  muchos  señores  y  seño- 
ras de  distinción." 


* 
*       * 


"1,900  leguas  ponen  de  Veracruz  a  Cádiz,  y  así,  lector  mío,  1,600 
nos  faltan  de  navegar;  éstas  emprendimos  víspera  de  la  vigilia 
de  la  Navidad  de  Nuestro  Redentor,  allí  pasamos  (hablo  de  los  que 
íbamos  en  mi  urca),  no  noche  buena,  sino  mala,  pues  la  cena  que 
nos  dieron  fueron  frijoles  mal  sazonados.  Esta  fué  la  muestra  de 
aquel  paño,  yo  te  iré  mostrando  el  hilo,  y  sin  duda  fué  porque  no 
habían  embarcado  16,000  reales,  que  sólo  para  nuestra  urca  había 
dado  el  Rey.  En  ésta  entramos  90  jesuítas,  sin  la  oficialidad  y  tri- 
pulación, que  todos  pasaban  de  doscientos  hombres.  Cada  uno  de 
nosotros  fué  echando  mano  a  su  sepulcro  que  son  aquellos  catres 
que  te  dije.  Si  percibieras  el  feo  olor  de  los  cables  y  la  brea,  te  ma- 
rearías. Dirás  que  ¿cómo  hay  hombres  que  naveguen?  Dos  respues- 
tas te  daré,  una  a  lo  divino  y  otra  a  lo  humano :  lo  primero  porque 
así  lo  quiere  Dios  para  el  comercio  de  las  gentes,  y  para  bien  de  las 
almas,  y  así  se  han  hecho  las  conquistas ;  lo  segundo,  porque  quien 
con  veneno  se  cría,  dicen  que  no  le  hace  daño,  hablo  de  los  marine- 
ros y  gente  de  mar,  que  si  los  oyeras  (y  fué  la  mayor  mortificación 
que  tuvimos)  te  taparas  los  oídos  para  no  oír  blasfemias,  votos  y 
maldiciones,  que  parecen,  según  su  estilo  y  lenguaje,  que  acababan 
de  venir  de  los  infiernos. 

"Con  esta  gente  salimos  en  convoy  día  de  la  Navidad,  que  si  nos 


420  LA  DESTRUCCIÓN 

vieras  en  el  bordo  del  navio  te  daria  ternura  viéndolos  rezar  a  co- 
ros la  letanía  de  la  Virgen  para  comenzar  el  viaje.  En  estas  preces 
estábamos  cuando  comenzaron  los  balanceos;  yo  me  acuerdo  que 
cuando  temblaba  en  Indias  se  te  andaba  la  cabeza  y  te  daba  muchas 
veces  vasca;  pues  ya  comienza  a  temblar  la  casa,  y  lo  peor  es  que 
ha  de  durar  este  temblor  más  de  dos  meses,  como  a  mí  me  sucedió. 
¿Mira  qué  estómago  y  cabeza  será  bastante  a  resistir?  Estos  son 
los  temblores,  llegaremos  a  los  terremotos,  cuando  la  casa  se  quiere 
hundir,  cuando  hay  tormenta  y  peligros  de  la  vida,  cuando  hasta 
aquellos  bárbaros  de  los  marineros,  que  te  decía,  se  acuerdan  de 
que  son  cristianos,  y  piden  auxilio  a  Dios  porque  perecen.  Es  el  mo- 
vimiento o  balance  de  un  navio  que  parece  se  arranca  el  estómago, 
y  haciendo  luego  tiro  a  la  cabeza  queda  uno  como  un  ebrio  y  el  in- 
testino tan  conmovido  que  alborota  la  bilis,  son  vascas  de  muerte 
las  que  ocasiona. 

"Postrados  los  más  de  este  accidente,  con  la  estrechez  que  te  he 
dicho,  seguimos  nuestra  navegación,  acudiendo  como  podían  a  los 
enfermos  los  que  iban  sanos ;  cuando  a  poco  más  de  un  mes  nos  vi- 
no un  temporal  de  más  de  quince  días  seguidos,  que  fué  menester 
cerrar  las  escotillas,  he  aquí  que  quedamos  todos  a  obscuras.  ¿Si 
una  mala  noche  se  hace  tan  larga,  qué  serían  estos  quince  días,  sin 
más  luz  que  un  farol  por  una  hora  para  hacer  la  cama?  todos  a  tien- 
tas, el  navio  balaceando,  y  los  quejidos  de  los  enfermos  que  se  me- 
tían por  el  alma.  Los  que  estaban  sanos  con  riesgo  de  un  golpe  por 
socorrer  a  los  otros,  ¿te  parece  mucho?  pues  escucha. 

"En  estas  temporadas  no  se  hace  fuego  para  guisar,  y  así  por 
la  mañana,  a  la  hora  de  comer  y  cenar,  entraban  los  marineros  con 
un  farol  encendido  y  unas  fuentes  en  que  llevaban  queso  y  galletas 
con  frascos  de  vino.  ¿Has  visto  una  galleta?  pues  no  es  otra  cosa 
que  un  panecito  redondo,  pero  de  piedra,  de  modo  que  si  uno  se  em- 
peña en  partirlo  con  los  dientes,  aunque  fuera  caimán  se  quedaría 
sin  colmillos.  Estos  eran  los  caldos  de  sustancia  y  gallinas  para 
aquellos  que  sabes,  que  ni  dentro  ni  mucho  menos  fuera  de  la  reli- 
gión, les  faltó  un  pan  que  comer,  y  a  muchos  con  riquezas  y  abun- 
dancias, postrados  ahora  en  una  reducida  cama,  sin  poderse  valer 
a  sí  mismos  ni  que  otros  los  auxiliaran,  principalmente  a  tres  que 
fueron,  D.  José  Rincón,  D.  Miguel  de  Urízar  y  D.  Luis  Pimentel, 
quienes,  favoreciéndome  en  el  mareo,  quiso  Dios  que  cuando  ellos 
cayeron  del  suyo,  pudiera  yo  aunque  con  trabajo  agarrándome  a 


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C.  II.  DESTIERRO  DE  LOS  JESUÍTAS  421 

los  catres  para  no  caerme  de  flaqueza,  darles  algún  alivio ;  pero  lle- 
garon conmigo  tan  postrados  a  Cádiz,  que  saltando  en  tierra,  los 
marineros  haciendo  silla  de  manos  con  los  brazos,  los  llevaron  al 
hospicio. 

"Tres  de  estas  temporadas  fueron  las  que  tuvimos :  esta  primera 
de  quince  días,  otra  de  once  y  la  última  de  nueve.  De  manera  que 
cuando  cerró  el  tiempo  de  la  primera  y  cesó  de  llover,  que  abrieron 
las  escotillas,  no  sé  cómo  no  cegaron  con  la  luz ;  los  que  podían  subie- 
ron arriba,  dándose  los  plácemes  unos  con  otros  como  si  vinieran  del 
otro  mundo.  No  sucedió  así  a  D.  Vicente  de  Vera,  Coadjutor,  quien 
habiendo  entrado  en  la  embarcación  bastante  enfermo,  sin  querer 
valerse  de  la  facultad  del  Sr.  Gobernador  para  quedarse,  por  seguir 
a  sus  hermanos,  se  le  agravó  el  accidente,  que  acabándolo  la  inedia, 
víspera  de  su  Santo,  partió  de  esta  vida  a  la  otra ;  con  la  fortuna  que 
haciendo  entonces  buen  tiempo  se  le  dijo  su  Misa  y  oficio  de  difun- 
tos; lo  que  no  lograron  dos  pobres  marineros  que  se  nos  fueron  al 
agua,  el  uno  a  las  ocho  de  la  noche,  y  el  otro  a  las  seis  de  la  tarde, 
sin  poderles  auxiliar  por  estar  el  mar  tan  bravo,  que  cuando  le  echa- 
ron un  cable  al  uno  para  que  se  agarrara  y  subiera,  ya  estaba  me- 
dio muerto,  y  sumergiéndolo  otra  ola  nos  lo  quitó  de  la  vista ;  pero 
con  el  consuelo  que  pocos  días  antes  los  más  de  ellos  habían  confe- 
sado con  nosotros,  que  aunque  enfermos  nos  esforzamos  para  re- 
ducir aquella  gente  más  desenfrenada  que  el  mismo  mar.  Riesgo 
que  tuviéramos  de  naufragar,  hubo  alguno,  pero  gracias  a  Dios  no 
lo  supimos  aunque  lo  inferimos  una  vez  a  prima  noche  por  los  ba- 
lanceos de  la  urca,  gritería  de  los  marineros  y  confusión  en  que  an- 
daban, los  que  nos  dijeron  al  otro  día  que  si  hubiera  durado  más  la 
tormenta  perecemos ;  lo  que  sí  vimos,  entre  muchos,  fué  un  golpe  de 
mar  que  entrando  por  la  popa,  quebrando  las  vidrieras  de  la  cá- 
mara, se  entró  un  río  de  agua  hasta  el  entre-puente,  nadando  los 
que  les  cogió  en  la  cámara  y  soltándose  una  caja  bien  grande  de 
ornamentos  que  estaba  allí  atracada;  daba  de  muro  a  muro  como 
si  fuera  una  pluma,  con  evidente  riesgo  de  los  que  allí  estaban,  y 
me  asombró  ver  a  dos  que  bajaron  a  mudarse  ropa,  cómo  traían 
los  pedazos  de  vidrios  pegados  por  la  espalda,  que  fueron  Javier 
Rodríguez  y  D.  Miguel  González." 

♦       * 
El  día  30  de  Marzo  del  1768,  después  de  navegar  tres  meses 


422  LA  DESTRUCCIÓN 

y  doce  días,  miércoles  santo,  como  a  las  nueve  de  la  mañana  grita- 
ron los  marineros :  tierra,  tierra,  y  era  el  puerto  de  Cádiz,  en  cuya 
bahía  dimos  fondo  como  a  las  tres  de  la  tarde.  No  saltamos  a  tierra 
en  dicho  puerto,  pero  como  estábamos  tan  vecinos  a  la  muralla  nos 
hicimos  cargo,  que  aunque  su  recinto  es  corto,  su  población  y  case- 
rías son  muchas  y  muy  buenas,  correspondiendo,  según  su  tráfico 
y  comercio  a  la  fama  que  tiene  de  ser  el  puerto  más  célebre,  y  su 
bahía  tan  poblada  de  navios  que  parece  un  pueblo  entero.  En  éste 
estuvimos  aquella  noche,  y  el  Jueves  Santo  por  la  mañana,  mientras 
se  daba  orden  que  nos  pasaran  a  otro  puerto,  distante  tres  leguas, 
que  es  el  de  Santa  María,  en  donde  tenían  los  jesuítas  un  hospicio 
tan  capaz,  que  cabían  en  él  100  sujetos  de  los  misioneros  que  iban 
a  hacer  allí  pie,  de  todas  las  provincias,  mientras  los  despachaban 
para  Indias. 

"En  éste  entramos  el  Jueves  Santo  por  la  tarde,  recordando  en 
este  tramo  que  anduvimos  por  el  mar,  las  estaciones,  monumentos 
e  iglesias  que  con  tanta  modestia  y  devoción  visitan  los  indianos  en 
tal  día.  Es  verdad  que  el  hospicio  es  muy  grande,  pero  siendo  el 
recipiente  de  todas  las  provincias,  no  era  buque  competente  para 
abarcarlas  a  todas ;  y  así,  donde  cabían  100  estuvimos  400.  Repar- 
tiendo los  otros  conforme  iban  llegando  a  otros  conventos  y  casas. 

"Ocho  días  después  de  mí  llegó  una  urca  nombrada  "Vizarra" 
con  mi  provincial  D.  Salvador  de  la  Gándara  y  sujetos  que  venían 
con  él,  de  quienes  supimos  y  no  se  puede  omitir  el  pasaje  que  nos 
contaron  y  riesgo  en  que  se  vieron  de  naufragar,  porque  volteán- 
doseles con  fuerza  el  viento,  los  fué  orillando  hasta  la  costa  de  Por- 
tugal, tan  vecinos  ya  a  tierra  y  tan  ciertos  del  naufragio,  que  dán- 
dose por  perdidos,  comenzó  el  piloto  a  desnudarse  para  ganar  una 
tabla.  El  Capitán,  desahuciando  a  todos  los  padres,  les  dijo:  Pa- 
dres i  adiós,  hasta  la  eternidad!  y  cogiendo  todos  su  Santo  Cristo, 
cada  uno  se  auxiliaba  a  sí  mismo  esperando  la  muerte  por  instan- 
tes; pero  Dios  que  es  dueño  de  la  vida  se  la  dio  milagrosamente 
aquella  noche.  Porque  volteándose  el  viento,  mandó  el  Capitán  que 
echaran  ancla.  Fijó  el  navio,  pero  en  un  distrito  tan  corto,  una  he- 
rradura tan  pequeña  y  tan  cercada  de  piedras,  que  a  otro  día  cuan- 
do los  vieron  los  de  tierra,  llenos  de  asombro  les  gritaban,  que  sólo 
un  ángel  los  pudo  poner  en  aquel  sitio.  Dejo  a  tu  contemplación, 
lector  mío,  la  congoja  de  los  padres  en  aquel  trance,  y  las  gracias 
que  a  Dios  darían  de  verse  libres  de  tan  gran  peligro. 


C.  II.  DESTIERRO  DE  LOS  JESUÍTAS  423 

"Juntos  ya  todos  en  el  hospicio,  sin  salir  afuera,  y  siempre  con 
guardia,  como  en  todas  partes,  padecimos  las  incomodidades  que 
ofrece  un  número  crecido,  así  en  vivienda  como  en  razón  de  comida, 
aunque  sea  con  bolsa  abierta  y  víveres  abundantes  como  los  hay 
en  este  puerto,  de  pan,  carne,  vino,  pescado,  aceite,  pasas,  uvas,  y 
a  su  tiempo  frutas  aunque  no  tan  abundantes  y  de  tantas  especies 
como  dejamos  en  Indias.  Tuvimos  el  alivio  de  estar  aunque  de  paso, 
en  tierra  firme.  El  estilo  de  la  gente  es  afable  y  cariñoso,  mostran- 
do mucha  ternura  al  vernos  en  las  ventanas;  y  los  que  tenían  fa- 
cultades mandaron  a  muchos  particulares,  como  la  Sra.  Duquesa 
de  Gandía,  nieta  del  Deán  que  fué  de  Puebla,  sus  obsequios,  aga- 
sajos y  comida.  Tuvimos  el  consuelo  de  decir  misa  en  la  capilla  del 
hospicio,  bien  alhajada  y  con  seis  o  siete  altares,  aunque  no  la  de- 
cían todos,  todos  los  días  por  ser  el  número  excesivo,  y  así,  el  día 
que  no  se  decía,  procuraba  uno  compensar  con  oír  bastantes. 

"Aunque  tan  oprimidos,  concurriendo  tantos  y  de  todas  las  pro- 
vincias, nos  consolábamos  mutuamente  contando  cada  uno  sus  tra- 
bajos. Aquí  supimos  muchos  casos  de  edificación,  ternura  y  com- 
pasión, como  fué  en  el  Colegio  de  Querétaro,  luego  que  se  leyó  el 
decreto  de  S.  M.  se  hincó  con  la  Comunidad  nuestro  Provincial,  y 
todos  de  rodillas  rezaron  el  Te  Deum  en  acción  de  gracias  al  Se- 
ñor, que  con  este  trabajo  quería  purificarlos  en  esta  vida.  En  la 
casa  Profesa,  diciendo  el  Sr.  Comisionado  al  P.  Ministro  D.  Juan 
Francisco  Iragorri,  que  era  menester  consumir  el  copón  que  siem- 
pre se  tenía  en  nuestras  capillas  interiores  para  dar  la  comunión  a 
los  enfermos  y  hermanos  coadjutores,  y  recurso  de  todos  a  enco- 
mendarse al  Santísimo;  preguntó  el  P.  Ministro  si  alguno  quería 
comulgar?  se  hincaron  luego  todos  los  Padres  y  Hermanos,  y  co- 
mulgándolos se  consumió  aquel  copón,  con  lo  que  hallándose  pre- 
sente a  este  acto  el  Sr.  Comisionado,  quedó  con  razón  edificado  de 
aquella  pronta  disposición,  que  aunque  como  religiosos  se  supo- 
nía, no  obstante  examen  repentino,  suele  sorprender  aun  a  aquel 
que  vive  muy  satisfecho  y  seguro  de  su  interior. 

"En  otras  partes,  de  que  somos  testigos  nos  sacaban  las  lágri- 
mas, ver  enterrar  nuestros  difuntos  por  mano  ajena,  y  nosotros 
asistiendo  como  si  fuéramos  extraños.  En  la  ejecución  del  arresto 
padecimos  más  o  menos,  según  el  genio  o  inteligencia  del  comisio- 
nado que  les  tocó.  Uno  los  tuvo  en  un  colegio  sentados  18  horas  se- 
guidas, sin  que  se  hablara  uno  a  otro  estando  juntos;  sin  dejarlos 


424  LA  DESTRUCCIÓN 

salir  afuera  aun  a  aquellas  diligencias  más  precisas  a  que  obliga  la 
naturaleza.  En  otros  no  les  permitieron  sacar  más  de  una  muda  de 
ropa,  su  colchón,  su  breviario,  buen  avío  para  quien  había  de  ca- 
minar 3,000  leguas.  En  otra  Provincia  se  puso  la  mesa  en  el  pres- 
biterio de  la  iglesia  de  aquel  colegio,  y  sin  consumir  el  copón,  se 
actuó  allí  y  se  inventariaron  las  alhajas  y  adornos  de  dicha  iglesia. 
"De  esta  suerte  seguimos  lo  restante  de  Marzo,  Abril  y  Mayo 
del  mismo  año  de  68,  hasta  a  mediados  de  Junio,  y  de  orden  del  Con- 
sejo, se  nos  dio  de  vestir  conforme  a  la  necesidad  de  cada  uno,  sali- 
mos para  Italia  con  el  dolor  de  salir  de  nuestro  Reino  para  unos 
países  extraños,  dejando  sepultados  en  aquel  puerto  15  de  los 
compañeros." 


"Aun  antes  de  salir  de  España,  ya  sabíamos  que  nos  llevaban  a 
la  Isla  de  Córcega,  y  como  el  puerto  de  Cádiz  es  abierto,  aquí  lle- 
gan naves  extranjeras,  se  volvió  a  formar  el  convoy,  tocándome  por 
suerte  una  urca  de  luteranos  llamada  "Estocolmo."  No  te  asustes, 
lector  mío,  que  aunque  me  oyes  decir  luteranos,  no  lo  pasamos  tan 
mal  con  ellos,  como  corresponde  al  nombre,  pues  nos  trataron  con 
atención  y  principalmente  el  capitán,  pasándolo  bien  en  el  trato. 
La  urca  estaba  limpia  de  sabandijas,  ratones  y  cucarachas  que  en 
otras  embarcaciones  nos  acababan  la  vida. 

"En  ésta,  como  a  las  4  de  la  tarde  pasamos  el  célebre  estrecho 
de  Gibraltar,  pero  en  tiempo  sereno  y  claro,  con  lo  que  pudimos 
ver  sin  anteojo  a  Ceuta.  Se  celebraba  misa  en  días  que  el  tiempo  lo 
permitía;  pero  con  la  compasión  de  ver  aquella  gente,  que  no  en- 
tendiendo de  misa,  era  para  ellos  lo  mismo  que  una  comedia.  No 
obstante,  Dios  que  se  vale  de  todo  para  el  bien  de  nuestras  almas, 
se  acordó  en  esta  ocasión  de  D.  Manuel  de  Iturriaga,  quien  estre- 
chándose con  el  contador  de  la  nao  que  era  un  mozo  capaz ;  cuando 
saltamos  en  tierra  en  la  bahía,  ya  Dios  por  medio  de  este  anzuelo 
tenía  asegurado  el  pez  y  tanto  que  teniendo  facultades,  y  siendo  de 
los  distinguidos  en  su  patria,  renunció  a  los  suyos,  su  reino  y  sus 
haberes,  y  siguiendo  a  los  jesuítas,  se  reconcilió  con  la  Iglesia  Ca- 
tólica en  la  ciudad  de  Ferrara.  ¡Grande  ternura!  pero  mayor  te 
causará  el  oír  que  llamándolo  Dios  a  la  Religión,  quiso  ser  de  aque- 
llos que  le  hicieron  tanto  bien.  Le  corrió  el  mismo  Padre  las  dili- 
gencias, entró  en  esta  Provincia  de  Venecia,  pasó  y  cumplió  su  no- 
viciado de  jesuíta  el  hermano  Lorenzo  Chulen  (este  era  su  nom- 


C.  II.  DESTIERRO  DE  LX)S  JESUÍTAS  425 

bre),  en  esta  ciudad  de  Bolonia;  tan  edificante  y  apostólico,  que 
desde  aquí  escribía  cartas  a  su  casa  para  su  madre  y  los  suyos,  a 
fin  de  que  se  convirtieran ;  el  premio  tendrá  del  cielo  el  Padre  que 
lo  convirtió,  pues  me  consta  que  aun  en  la  pobreza  en  que  estába- 
mos, vendía  la  ropa  para  mantener  a  su  ahijado  antes  de  que  en- 
trase en  religión. 

"Esta  digresión  te  será  muy  gustosa  con  el  saber  que  en  300 
leguas  que  anduvimos  por  mar,  de  España  a  la  Bastía,  no  tuvimos 
desgracia  particular,  aun  después  de  un  golpe  que  en  la  misma  em- 
barcación se  dio  D.  Juan  Antonio  Torija,  quien  falto  ya  de  la  vista 
}'■  cansado  de  sus  años  cayó  hasta  el  segundo  contra-puente,  y  aun- 
que dio  sobre  lana,  fué  tan  recio  el  golpe,  que  mató  a  un  carnero, 
quedando  dicho  D.  Juan  sano  y  bueno,  y  después  tuvimos  varios 
días  qué  reír,  porque  con  el  comercio  que  el  capitán  había  tenido 
en  los  puertos  de  España,  medio  aprendió  algunos  términos  en  cas- 
tellano, y  después  del  golpe  del  Padre  mandó  (son  sus  palabras)  a 
los  señores  caballeros  que  no  maten  los  cameros,  hablando  con  nos- 
otros, y  cuando  entramos  en  su  navio  también  nos  hizo  reír,  porque 
quería  numerar  los  sujetos  por  el  número  de  baúles,  y  siendo  éstos 
más,  se  explicaba  de  este  modo :  "tanto  baúles,  pocos  padres,"  y  era 
porque  al  entregarnos  de  un  capitán  a  otro  nos  contaban  como 
cameros,  pero  el  luterano  haciéndonos  más  favor,  nos  trataba  de 
baúles.  Semejante  al  golpe  referido,  y  aun  más  arriesgado,  fué  el 
de  D.  Francisco  Ceballos,  Pro\'incial  que  fué  de  México,  que  tam- 
bién falto  de  vista,  cayendo  de  una  altura  competente,  dio  con  sus 
canas  venerables  en  una  tabla,  pensando  levantarlo  muerto  los  que 
lo  vieron  caer,  pero  no  le  había  llegado  la  hora,  como  le  llegó  aquí 
en  Bolonia  en  una  calle,  porque  visitando  como  tenía  costumbre  y 
devoción,  el  Jubileo  circular,  le  cayó  una  teja  en  la  cabeza  que  a 
pocos  días  le  quitó  la  vida,  asistiéndolo  con  toda  aquella  caridad 
que  pedía  la  religión. 

"Esta  se  experimentó,  no  sólo  entre  los  de  una  provincia,  sino 
entre  los  demás  como  hermanos  e  hijos  de  un  mismo  padre.  Así 
lo  hicieron  en  ej  mar  Mediterráneo  los  de  la  Provincia  de  Chile, 
porque  haciendo  agua  un  paquebot  llamado  la  "Constancia,"  fué 
menester  repartir  a  los  sujetos  que  venían  de  mi  provincia  a  las 
otras  embarcaciones.  Cúpoles  a  nuestro  Padre  Barquera  y  a  D. 
Juan  Rodríguez,  a  D.  Francisco  Vidal,  a  D.  José  Lava,  a  D.  Nico- 
lás Lomara  y  a  D.  Juan  Belmonte  ir  con  los  que  dije  de  Chile,  quie- 


426  LA  DESTRUCCIÓN 

nes  estando  oprimidos,  y  no  habiendo  catre  vacío,  se  pactaron  dos 
con  caridad  y  honradez  para  hacer  lugar  a  los  nuestros,  porque 
estaba  uno  sin  tener  en  qué  dormir,  con  esto  les  quedó  un  sólo  ca- 
tre para  los  dos,  y  se  convinieron  en  dormir  media  noche  uno  y  me- 
dia noche  otro,  sin  descubrir  este  caritativo  auxilio  hasta  que  sal- 
taron a  tierra,  que  a  saberlo  los  mexicanos  no  lo  hubieran  permiti- 
do, pues  duró  esta  navegación  un  mes. 

"Llegamos  al  puerto  de  la  bahía  que  llaman  San  Florencio,  y 
desde  ahí  vimos  lo  que  nunca.  Es  el  caso  que  prestándole  auxilio 
la  Corona  de  Francia  a  la  República  de  Genova  contra  la  Córcega, 
se  hallaba  acampado  actualmente  el  ejército  francés  en  aquella  ri- 
bera. Vimos  un  día  desde  la  nao  el  asalto  que  le  dio  a  un  Fuerte  que 
tenian  los  corzos  en  las  márgenes  del  mar ;  oíamos  los  tiros  y  veía- 
mes  los  que  de  una  y  otra  banda  caían  muertos,  quedando  vencidos 
los  corzos  y  el  fuerte  por  el  francés. 

"De  aquí,  costeando  fuimos  al  puerto  de  Ajaccio  también  de  la 
Córcega,  en  donde  no  demoramos,  pero  el  día  que  allí  estuvimos 
salimos  a  tierra  unos  cuantos  para  ver  la  Catedral  y  visitar  el 
Santísimo;  llenos  todos  de  asombro  no  hacíamos  más  de  mirar- 
nos sin  hablar  palabra  al  ver  otro  mundo  nuevo;  las  mujeres  sen- 
tadas en  las  bancas  con  la  pierna  cruzada;  los  barbados  sentados 
en  los  confesionarios;  los  clérigos  que  hacían  coro  con  los  canó- 
nigos entraban  y  salían  con  sus  mucetas,  del  coro  al  cementerio, 
armando  una  guasanga  como  en  plaza.  De  los  nuestros  que  llegaron 
antes,  estaban  allí  viviendo  uno  debajo  de  la  escalera,  otros  en  la 
cocina  y  otros  en  un  establo.  El  alma  se  me  angustió,  y  saliendo 
de  allí  no  volví  a  saltar  a  tierra  hasta  llegar  a  la  Bastía,  que  fué 
el  día  del  glorioso  Patriarca  Santo  Domingo. 

"Aquí,  lector  mío,  te  has  de  compadecer  oyendo  mi  relación: 
siete  leguas  antes  de  llegar  a  dicha  ciudad  tomaron  barcos  peque- 
ños por  no  haber  fondo  para  embarcaciones  grandes;  llegamos  de 
noche  sin  saltar  a  tierra,  sin  dormir  y  sin  cenar;  desde  allí  veía- 
mos innumerables  luces  en  las  casas,  que  algún  consuelo  nos  dio 
creyendo  fuera  una  ciudad  de  mucho  buque  en  donde  pudiéramos 
con  menos  dificultad  hallar  casas  en  que  vivir,  y  no  con  la  estre- 
chez de  los  que  quedaban  en  aquel  infeliz  puerto  de  Ajaccio;  pero 
al  ir  amaneciendo  descubrimos  que  todas  eran  ventanas,  porque 
esta  es  la  moda  de  la  Italia  que  por  hacer  fachadas  en  las  casas  que 
llaman  bella  veduta,  en  una  vara  de  pared  acomodan  dos  ventanas ; 


C.  11.  DESTIERRO  DE  LOS  JESUÍTAS  427 

y  en  parte  tienen  razón,  para  que  ventilen  las  piezas  en  verano. 

"Antes  de  saltar  a  tierra  me  encargó  mi  Provincial  me  queda- 
ra en  el  barco  para  entregar  el  equipaje;  estuve  en  esta  faena  hasta 
las  doce  del  día.  Luego  que  los  corzos  vieron  multitud  de  barcos, 
gente  española  y  extranjera,  creyeron  (como  cree  toda  esa  gente) 
que  venían  nuestros  baúles  tachonados  de  doblones;  y  llegándose 
al  muelle  una  langosta  de  hombres  y  mujeres,  comenzaron  en  Oto- 
mi  (tal  me  parecía  su  lengua),  peleándose  unos  con  otros  sobre 
quien  cogía  la  carga,  la  petaca,  el  colchón  o  el  baúl,  para  lograr  al- 
go para  la  comida  de  ese  día.  Nosotros,  sin  noticia  del  idioma  y  sin 
conocimiento  de  monedas,  dábamos  ocho  por  lo  que  valía  dos,  has- 
ta que  los  soldados  porque  no  hubiera  un  tumulto,  metieron  mano 
a  apaciguarlos.  Entregado  el  equipaje  de  mis  compañeros,  tomé 
yo  el  mío  para  seguir  a  mi  Provincial  a  mi  cuartel  que  era  el  con- 
vento de  padres  franciscanos,  distante  del  muelle  como  dos  millas. 
Cargó  la  corza  mi  baúl,  andando  más  aprisa  que  una  muía,  y  yo 
trasnochado  y  sin  cenar,  apenas  podía  darle  alcance.  Llegué  a  otro 
convento  preguntando  en  latín  por  el  Provincial  de  México,  y  ba- 
jando uno  de  aquellos  religiosos  se  me  echó  a  los  pies,  él  a  que  me 
los  había  de  besar,  y  yo  a  que  no,  pero  por  ser  lego  y  no  saber  el 
latín,  esperé  hasta  que  bajó  un  sacerdote  de  los  mismos  religiosos, 
quien  me  dio  razón  de  que  mi  Provincial  estaba  en  otro  convento, 
también  de  San  Francisco;  tuve  que  andar  otra  milla,  y  mi  corza 
rezongando,  que  fué  menester  para  que  no  me  tirara  el  baúl  en  la 
calle,  taparle  la  boca  con  dinero ;  pero  te  aseguro  que  en  este  tramo 
no  sé  cómo  no  caí,  porque  la  flaqueza  que  llevaba  junto  con  el  sol 
tan  ardiente  en  este  mes,  no  me  dejaba  dar  paso.  Con  este  recibi- 
miento entramos  en  la  Bastía,  y  he  aquí  una  ciudad  grande,  compe- 
tente, mal  situada,  llena  de  cuestas,  larga  y  angosta,  antiquísima 
y  tan  desdichada,  que  al  andar  por  las  calles  es  menester  no  arri- 
marse a  las  paredes,  porque  parece  que  sacan  la  mano  para  pedir 
limosna;  las  más  de  las  casas  arruinadas  por  el  bombardeo  de  la 
guerra, 

"Entraron  en  una  iglesia  los  nuestros  donde  les  daban  boletos 
para  los  alojamientos;  pero  aquí  no  valía  el  que  boca  tiene  a  Roma 
va ;  porque  no  sabiendo  el  idioma  no  teníamos  boca.  A  fuerza  de 
dinero  y  de  trabajo  nos  fuimos  no  acomodando,  sino  metiéndonos 
a  lo  menos  debajo  de  techo,  los  más  en  unas  pocilgas,  que  daba  mie- 
do entrar,  reducidos  a  hacer  por  sí  mismos  nuestra  comida,  salir 


428  LA  DESTRUCCIÓN 

y  entrar  a  comprar  lo  que  los  soldados  nos  dejaban,  que  como  due- 
ños del  país  y  estar  ya  en  posesión,  se  aseguraban  primero.  Es  la 
isla  de  Bastia  (Córcega)  abundante  de  rica  uva  y  buenos  higos;  los 
coi-zos  son  cristianos  bautizados,  pero  tan  agrestes,  que  si  los  com- 
paro a  los  indios  más  bárbaros  de  por  allá,  no  les  haré  agravio  algu- 
no. Hay  en  la  ciudad  sus  familias  distinguidas,  y  aquí  fué  la  vez 
primera  que  vimos,  así  a  mujeres  como  a  hombres,  darse  ósculos  en 
el  carrillo,  como  nosotros  la  mano  al  saludarnos.  La  Isla  dicen  que 
tiene  40  leguas,  pero  muy  ásperas  en  su  montañas  que  es  lo  que  les 
ha  valido  para  las  guerras.  Aquí  estuvimos  desde  el  día  4  de  Agos- 
to, y  después  de  haber  gastado  bastantes  medios  en  utensilios  de  co- 
cina, muebles  de  aposento  y  prevenciones  para  comer,  pensando  es- 
tablecernos en  ella,  antes  de  acabar  el  mes  nos  intimaron  de  orden 
de  Francia,  nos  mudásemos  a  los  Estados  del  Papa.  Levantamos 
las  manos  al  cielo,  viéndonos  libres  de  tantos  trabajos  y  estrechez, 
y  dando  de  limosna  a  los  pobres  aquellos  utensilios  que  no  podíamos 
llevar,  salimos  de  esta  ciudad.  Pero  antes  de  darnos  a  la  vela  quie- 
ro contarte  dos  pasajes,  ambos  dignos  de  memoria,  para  que  ala- 
bes a  Dios  en  ellos,  y  veas,  que  cuando  Su  Divina  Majestad  no  quie- 
re, por  más  riesgos  que  uno  tenga,  le  sabe  conservar  la  vida.  El 
uno  que  se  me  pasó  cuando  te  conté  el  peligro  en  que  se  vieron  de 
naufragar  los  que  venían  en  la  urca  "Vizarra,"  y  el  otro,  el  riesgo 
que  tuvieron,  de  sucederles  lo  mismo,  nueve  sujetos  en  este  mar, 
que  diré  después.  Bien  apeligrados  estuvieron  los  de  la  "Vizarra," 
y  el  otro  el  riesgo  que  tuvieron  cuando  aquel  pasaje,  pero  no  sé  si 
fué  mayor  otro  que  tuvieron  con  un  rayo.  Este  se  les  entró  en  el 
navio,  cosa  temible  en  el  mar,  que  una  vez  que  hace  el  estrago  se 
dan  por  perdidos,  porque  a  más  de  quemar  la  embarcación,  si  aca- 
so no  llega  a  tanto,  quedan  con  el  sobresalto  de  si  ha  hecho  algún 
acueducto  para  que  entre  el  agua,  y  la  perdición  es  cierta.  Entró 
el  rayó,  quemó  un  árbol  del  navio,  corrió  el  entre-puente,  y  con  el 
viento,  al  pasar  quitó  a  uno  de  los  padres  un  zapato ;  todos  pidien- 
do absolución.  Subió  arriba,  mató  dos  marineros,  sin  hacer  otros 
daños,  pero  la  gente  con  el  Credo  en  la  boca,  pensando  de  que  si 
había  hecho  estrago  en  la  urca,  dentro  de  pocos  instantes  eran  al- 
mas del  Purgatorio ;  quiso  Dios  que  no  y  así  se  les  quitó  el  espanto, 
bastante  para  quitar  la  vida. 

"El  otro  fué  de  nueve  sujetos  que  fueron,  D.  Nicolás  de  Oce- 
guera,  D.  Manuel  Terán.  D.  Francisco  Javier  Alegre,  D.  Agustín 


C.  II.  DESTIEREO  DE  LOS  JESUÍTAS  429 

Castro,  D.  Domingo  Rodríguez,  D.  Francisco  Calderón  y  D.  José 
Peñalver,  quienes  fletando  de  su  cuenta  un  barco  pequeño  de  los 
que  llaman  pescadores,  se  arriesgaron  a  navegar  en  él  las  siete  le- 
guas que  te  dije  hay  de  distancia  desde  donde  dimos  fondos  con  el 
"Estocolmo."  Era  la  barquita  tan  pequeña,  que  no  llevando  más  de 
una  vela  que  llaman  cota  los  marineros,  era  menester  que  los  su- 
jetos se  fuesen  alternando  y  sirviendo  de  lastre  a  la  embarcación 
para  que  no  se  volteara.    Les  cogió  con  vientos  tan  fuertes,  que  no 
pudieron  resistir,  y  ladeándose  del  todo  el  barco  los  arrojó  al  agua ; 
invocaron  al  mismo  tiempo  a  Ntra.  Señora  de  Guadalupe,  el  barco 
quedó  tan  inclinado,  que  D.  Nicolás  Oceguera,  parado  sobre  un  bor- 
do, agarraba  del  otro  con  las  manos,  mirando  nadar  a  los  compa- 
ñeros, y  todos  sin  esperanza  de  vida.    Pero  la  Santísima  Señora  les 
deparó  otro  barco  también  de  pescadores  que  viendo  a  lo  lejos  el 
peligro  en  que  se  hallaban,  vino  luego  a  atenderlos,  después  de  lle- 
var más  de  media  hora  de  estar  dentro  del  agua,  nadando  vestidos, 
los  que  sabían.    Dos  cosas  tienes,  lector  mío,  que  considerar :  la  una 
la  congoja  en  que  los  padres  se  hallaron,  y  la  otra  las  maravillas 
de  la  Santísima  Virgen,  mostrando  su  piedad  en  todas  partes,  y 
pudiéndole  decir  estos  sujetos  como  americanos:    Filii  tui  de  longe 
venient.    Que  si  otros  tienen  pintados  los  milagros  y  favores  de  la 
Santísima  Virgen,  quiso  la  Reina  de  los  Angeles  favorecer  también 
a  México,  que  pintándose  milagrosamente  Ella  misma,  con  envidia 
tanta  de  otras  naciones,  les  regaló  su  pintura,  como  si  dijera,  mien- 
tras que  me  vais  a  contemplar  a  la  Gloria,  tened,  mexicanos,  en  la 
tierra  este  pedazo  de  Cielo,  y  contemplad  mi  retrato." 

*       * 

"¿Quién  no  creyera  que  saliendo  de  los  corzos  habíamos  de  me- 
jorar? Pues  nos  daban  ganas  de  volver.  Entramos  en  barcos  pe- 
queños, y  me  cupo  a  mí  y  a  mis  compañeros,  uno  que  por  mal  nom- 
bre le  pusieron  en  su  tierra  "La  Providencia."  La  verdadera  pro- 
cidencia fué  la  de  Dios,  que  nos  mantuvo  la  vida  en  esta  "Provi- 
dencia." Era  el  capitán  tan  bueno,  que  si  algún  pecado  tenía,  era 
el  ser  nimio  en  ello,  porque  atracándose  con  sus  novenas  y  devocio- 
nes él  era  el  que  rezaba,  y  nosotros  hacíamos  penitencia.  En  un  bal- 
de, que  así  llaman  los  marineros  a  los  cubos,  rodeados  como  gaña- 
nes del  camiK),  nos  echaba  el  cocinero  unos  pocos  de  frijoles,  tan 


430  LA  DESTRUCCIÓN 

mal  guisados  y  tan  duros,  que  podían  servir  de  balas  a  los  france- 
ses. Cada  uno  de  nosotros  por  su  orden  metía  la  mano,  pues  no  ca- 
bían en  el  cubo  más  de  cuatro,  y  sacando  con  la  cuchara,  abreviá- 
bamos lo  que  podíamos  antes  de  que  viniera  el  cocinero  a  quitarnos 
el  balde  para  lavarlo.  Como  no  cabíamos  todos,  se  valió  D.  Miguel 
López,  hombre  anciano  y  venerable,  de  un  coco  que  sacó  de  la  Ha- 
bana para  tomar  chocolate,  y  en  éste  le  echábamos  los  frijoles,  mas 
como  era  tan  pequeño,  pedía  con  gracia  y  ternura  licencia  paí^a  re- 
frendar. Si  acaso  pedíamos  más,  porque  el  hambre  urgía,  la  res- 
puesta era  una  canallada  que  nos  estrellaban  en  medio  de  la  cara. 
Aquí  me  acuerdo  de  que  con  sal  dijo  D.  Alberto  Zaragoza,  que  en 
paz  descanse,  y  está  enterrado  en  Sevilla,  su  Patria,  viniendo  en 
la  urca  "San  Julián,"  en  donde  repitieron  en  dar  lenguas  podridas; 
por  lo  que  quejándose  el  pobre  viejo,  le  dijo  a  uno  de  los  nuestros: 
No  hable  V.  R.,  que  se  mortificaría  el  Capitán,  a  lo  que  respondió 
con  agudeza:  ¿cómo  no  he  de  hablar  si  nos  dan  lenguas?  El  Padre 
podía  hablar,  pero  nosotros  sin  lenguas,  los  que  veníamos  en  la 
"Providencia,"  después  de  quemarnos  los  hígados  nos  hubieran  dado 
un  tapaboca.  Así  navegamos  hasta  la  ribera  de  Genova,  desde  don- 
de vimos  situada  en  la  ladera  de  una  loma  demostrando  ser  desde 
allí  lo  que  en  realidad  es,  una  gran  ciudad,  con  casas  muy  elevadas, 
palacios  soberbios  y  mucho  comercio  de  navios.  Llegamos  a  uno  de 
sus  puertos  que  llaman  Fino,  en  donde  estuvimos  anclados  15  días, 
y  aunque  seguían  aquellos  frijoles,  había  riquísimos  higos  que  traían 
los  barquitos  mercantiles,  y  con  ellos  pasamos  quince  días,  toman- 
do por  desayuno  higos  en  activa,  por  pasiva  en  la  comida,  y  por 
impersonal  en  la  cena.  De  aquí  pasamos  a  Gestui  de  Levante,  dis- 
tante tres  leguas  de  mar,  puerto  también  de  Genova  y  muy  precio- 
so; estuvimos  dos  días  y  medio,  y  desde  aquí  seguimos  por  tierra 
para  los  Ducados  de  Parma  Módena,  que  eran  antes  de  entrar  en 
los  Estados  del  Papa." 


2C^s^¿5^j5 


CAPITULO  III 

LOS  jesuítas  mexicanos  en  la  península  italiana 


Desde  Gestui  hasta  los  Estados  Pontificios. — Destino  y  acomodamiento  de 
los  desterrados. — Se  intima  el  Breve  de  extinción. — En  Bolonia. 

bibliografía  especial 

LA  misma  que  la  DEL  CAPITULO  ANTERIOR 


I A  y  medio  estuvimos,  como  ya  dije,  en  este  puerto,  de 
Gestui,  celebrando  misa  en  un  convento  de  monjas,  y  co- 
menzando a  correr  de  nuestra  cuenta,  nos  juntamos  cinco 
^^u^.  .-  compañeros  para  seguir  el  viaje,  pero  nos  hallamos  "en 
Ta  Kalía  y  sin  dinero."  "En  Indias  (dicen)  y  a  pie,"  aludiendo  a  lo 
fangoso  que  son  los  caminos,  y  dilatado  el  Reino ;  y  aquí  sin  dinero 
no  se  da  paso,  sean  caminos  llanos,  que  no  son  así  los  de  Gestui,  si- 
no unas  lomas  muy  ásperas  hasta  principiar  el  Ducado  de  Parma, 
que  es  muy  llano.  Alquilamos  cada  uno  dos  muías,  una  de  silla  y 
otra  de  carga,  llevando  de  alquiler  tres  pesos  fuertes  por  cada  una. 
Cuando  las  trajeron  a  la  casa  donde  posábamos,  pregunté  a  los  mo- 
zos cuáles  eran  las  de  silla,  porque  todas  llevaban  aparejo.  En  estas 
cabalgamos,  y  te  confieso,  lector  mío,  que  se  me  saltaron  las  lágri- 
mas viéndome  en  un  albardón,  y  acordándome  de  los  caballos  que 


432  LA  DESTRUCCIÓN 

monté  principalmente  en  mi  niñez,  que  no  dejaban  menearse,  y 
estas  sí  se  meneaban.  ¿Viste  tal  vez  salir  una  tropa  de  la  casa 
del  Capitán  Concha?  pues  así  íbamos  nosotros,  aunque  sin  grillos, 
pero  tan  embarazados  en  aquellos  albardones,  que  parecían  nues- 
tras piernas  arco  de  flecha,  con  una  propiedad  maldita  que  tenían 
aquellas  muías,  que  no  sé  de  dónde  aprendieron  antigüedad;  cada 
una  había  de  ir  en  su  lugar,  por  más  palos  que  les  diéramos,  andar 
un  poco  más  aprisa,  ni  porque  se  dijo.  Era  mucha  la  gravedad  de 
mi  muía.  El  albardón  estaba  tan  lleno  que  acordándome  de  los  ti- 
ranos y  el  martirio  que  daban  a  los  santos  abriéndolos  por  medio, 
pensé  que  se  había  llegado  mi  día,  pero  no  anduve  tan  mortificado, 
porque  echándome  luego  a  pie  lo  aligeré,  tirando  mucha  paja  al 
suelo  que  fué  cargando  su  dueño  hasta  llegar  al  paraje,  y  eso  sin 
lograr  nosotros  el  socorro  que  los  demás  tuvieron,  que  fueron  unas 
tortas  de  pan  que  al  salir  de  Gestui  se  nos  daban  de  orden  de  una 
señora,  hermana  del  actual  Dux  de  la  República  de  Genova,  y  del 
célebre  Padre  Dunaro,  jesuíta,  conocido  tanto  por  su  apostólico 
celo  en  el  pulpito,  como  por  su  nobilísima  y  excelentísima  casa  en- 
tre las  primeras  de  Genova.  Así  caminamos  por  aquella  montaña 
hasta  llegar  al  Ducado  de  Parma,  en  donde  por  mandato  de  Su 
Alteza  Real,  el  Serenísimo  Dr.  D.  Fernando  Luis  de  Borbón,  fui- 
mos tratados  en  las  ventas  de  aquel  camino  con  la  generosidad  de 
un  Duque,  transportándonos  en  carrozas  que  salieron  hasta  la  ra- 
ya de  Módena.  No  entramos  en  Parma,  pero  al  verla  por  fuera,  de- 
muestra ser  ciudad  grande  y  alegre;  la  gente,  principalmente  del 
campo,  muy  compasiva,  demostrando  el  amor  que  allí  tuvieron  a 
los  jesuítas. 

"Con  esto  restauramos  aquellas  incomodidades  de  los  15  días  de 
Puerto  Fino,  que  si  allá  te  di  sólo  un  apunte  de  lo  que  padecimos,  no 
puse  la  incomodidad  de  aquellos  barcos  que  de  reducidos,  no  dieron 
lugar  a  desnudarse,  ni  a  desatar  los  colchones,  y  así  dormíamos  so- 
bre las  tablas  y  nadando  en  agua,  así  de  la  que  caía  del  cielo  como 
de  la  que  echaban  los  marineros  al  amanecer  para  regar  y  limpiar 
la  embarcación.  Así  estábamos,  recibiendo  la  humedad  y  el  sereno 
toda  la  noche  hasta  que  salía  el  sol  cuya  actividad  sufríamos  todo 
el  día  por  no  estar  en  la  obscuridad  del  contra-puente.  Después  de 
estos  trabajos  nos  costó  el  viaje  a  las  tres  leguas  de  mar,  cinco  pesos 
fuertes.  Hasta  aquí,  lector  mío,  un  epílogo,  y  verás  que  aunque  son 
cosas  menudas,  el  conjunto  de  ellas  nos  pudo  haber  costado  la  sa- 


C.  III.  LOS  jesuítas  mexicanos  en  la  península  italiana    433 

lud.  No  comer,  no  dormir,  no  desnudarse,  mojados  todo  el  día,  y 
si  quieres  añadir  dolor  de  muelas,  vayan  en  su  lugar  los  cinco  pe- 
sos, que  para  quien  no  tiene,  es  arrancarle  una  muela.  No  tomo  en 
cuenta  el  estilo  vilísimo  con  que  nos  trataron  estos  marineros,  que 
era  menester  revestirse  de  paciencia  para  no  hacer  cólera  cada 
instante,  dándose  mutuamente  los  plácemes  cuando  saltamos  en 
tierra,  como  que  hubieran  traído  con  nosotros  una  carga  muy 
pesada.  Dimos  gracias  a  Dios  que  nos  libertaba  de  tantas  ve- 
jaciones. 

"Seguimos  hasta  la  raya  de  Módena,  en  donde  nos  entregaron 
los  soldados  parmeños  en  un  famoso  puente  que  divide  el  uno 
del  otro  Ducado,  despidiéndose  de  nosotros  con  cortesía  y  aten- 
ción. Fuimos  recibidos  de  los  modeneses  con  bastante  respeto,  dán- 
donos también  calesas  para  seguir  la  caminata.  Pasamos  por  Regio, 
ciudad  de  otro  Ducado,  grande,  alegre,  bellos  palacios  y  mejores 
templos,  siendo  de  los  primeros  la  famosa  iglesia  de  los  reli- 
giosos Servitas,  así  por  su  grandeza,  adorno  y  arquitectura,  como 
por  sus  bellísimas  pinturas  en  retablos  y  bóvedas.  De  ésta  salimos 
cuando  pasaba  actualmente  el  Príncipe  hijo  del  Serenísimo  Duque 
de  Módena  que  se  hallaba  en  vacaciones,  quien  al  mirarnos,  bajó  el 
vidrio  de  la  estufa  y  nos  saludó  con  atención,  lo  que  agradecimos 
mucho  y  nos  alegramos  de  ver  los  seis  famosos  caballos  que  tira- 
ban su  carroza. 

"Entramos  en  Módena,  capital  de  este  Ducado,  y  aunque  muy 
escaso,  tuvimos  tiempo  para  ver  muchas  calles  de  la  ciudad  y  el  Pa- 
lacio Ducal,  cuya  escalera  por  lo  magnífico  y  majestuoso  me  robó 
la  atención,  principalmente  las  estatuas  que  están  en  el  pasamano. 
Salimos  después  de  comer,  y  a  cuatro  leguas  de  distancia,  entramos 
en  los  Estados  del  Papa,  siguiendo  para  Bolonia  a  donde  llegamos 
tres  días  antes  del  glorioso  Príncipe  San  Miguel. 

"Hicimos  pie  en  unos  mesones  que  están  en  la  entrada  en  el  cé- 
lebre pórtico  que  sube  para  un  santuario  que  llaman  de  la  Madona, 
y  es  una  imagen  pintada  por  el  Evangelista  San  Lucas,  de  cuya  ar- 
quitectura y  grandeza  de  dicho  pórtico  daré  razón  en  su  lugar. 
Nos  fuimos  juntando  todos  los  de  mi  Provincia  en  estos  mesones  y 
hosterías,  no  logrando  muchos  el  alivio  de  venir  en  ruedas  con  nos- 
otros, y  no  sé  por  qué  motivo  se  suspendió  el  orden  cuatro  leguas 
antes  de  llegar  a  esta  ciudad,  e  intimándoles  que  salieran,  se  vieron 
obligados  a  marchar  a  pie.  Entre  ellos  y  los  que  seguían  a  nuestro 


434  LA  DESTRUCCIÓN 

Provincial,  D.  Salvador  de  la  Gándara,  cogió  cada  uno  su  ropa,  y  sa- 
liendo a  pie,  he  aquí  la  congoja  en  el  camino :  uno  que  se  sienta  por- 
que no  puede  dar  paso,  otro  que  busca  una  cabalgadura  y  le  arro- 
jan un  exceso,  hasta  que  D.  Pedro  Ganuza,  garboso  mexicano,  me- 
tió aquí  la  mano  y  alquilando  lo  que  había,  que  aquí  no  desdice  an- 
dar en  burros,  fletó  unos  cuantos,  con  lo  que  tuvieron,  aunque  no 
todos,  algún  alivio  hasta  llegar  a  Bolonia,  donde  ya  juntos  nos  con- 
taron sus  trabajos  y  lo  que  padecieron,  los  que  siguiendo  en  Gestui 
nuestro  ejemplo  alquilaron  muías.  Muchas  fueron  las  caídas  y 
entre  ellas,  por  más  peligrosa,  cuenta  la  de  D.  Vicente  Díaz,  que 
meneándose  la  muía  y  echándolo  por  las  orejas  iba  rodando  por  una 
ladera  para  un  precipicio,  que  si  no  lo  atajan,  se  hace  pedazos.  Lo 
mismo  D.  Manuel  Colón  que  al  pasar  un  arroyo  cayó  la  muía  con 
él  en  medio  del  agua,  con  dos  riesgos,  el  uno  de  la  muía  que  lo  co- 
gió, y  el  otro  la  corriente  de  las  aguas  con  que  se  pudo  ahogar.  Los 
demás,  aunque  no  cayeron,  mudando  posturas  en  el  aparejo,  ya 
sentados  como  hombres,  ya  como  mujeres,  ya  estirando  del  macho, 
que  era  lo  menos  malo,  porque  no  se  manearan,  cosa  que  todavía 
me  hace  fuerza,  porque  si  las  vieras  parecen  espolones  de  gallo, 
sobresaliéndoles  del  candado  tres  dedos  de  cada  parte  rematando 
en  la  punta  con  un  garabatito  para  que  se  agarre  la  muía  en  tiempo 
de  nieve;  pero  si  topa  con  piedra,  pobre  gente.  Desde  estas  hoste- 
rías se  hicieron  las  reparticiones  de  los  sujetos  de  esta  Legacía  y 
las  de  Ferrara,  a  donde  se  habían  de  establecer." 


"El  destino  que  a  mí  cupo  fué  Castel  Boloñese,  distante  tres  le- 
guas de  esta  ciudad  de  Bolonia  de  quien  toma  el  nombre.  Cuando 
me  oigas  decir  Castel,  sabe  que  son  unos  honrados  pueblitos,  con  su 
muralla  y  puertas;  porque  aquí,  por  las  guerras  todos  los  lugares 
están  debajo  de  llave.  A  éste  fui  señalado  con  otros  29  sujetos  en- 
tre sacerdotes  y  coadjutores,  llevando  por  Superior  al  P.  Ignacio 
Lizasoain,  con  quien  fuimos  muy  gustosos  y  de  quien  hablaré  en 
lugar  más  oportuno.  Salimos  para  el  Castel  después  de  celebrada 
misa,  el  día  del  Arcángel  San  Miguel,  del  mismo  año  de  68,  los  de- 
más se  repartieron  en  otros  lugares  de  esta  Legacía,  menos  D.  Jo- 
sé Utrera,  que  con  otros  diez,  cogió  casa  en  esta  ciudad. 

"Un  grupo  como  de  cinco,  llevando  por  Vice-Provincial  a  D. 
Juan  Ildefonso  Tello,  fueron  asignados  a  la  Legación  de  Ferrara, 


C.  III.  LOS  jesuítas  mexicanos  en  la  península  italiana    435 

distante  de  aquí  diez  leguas.    Luego  que  llegué  a  mi  Castel  que  fui 
de  los  primeros,  pasamos  a  una  hostería  a  donde  recurrió  el  Cónsul 
de  aquel  Ayuntamiento,  un  venerable  viejo  de  más  de  80  años,  pre- 
guntando por  el  Superior,  quien  a  pocas  horas  llegó  con  los  demás. 
Estuvimos  dos  días  y  medio  en  la  hostería  desde  donde  nos  reparti- 
mos a  las  casas,  viviendo  a  docena  como  aquí  dicen,  esto  es,  a  pupi- 
laje, dando  cada  uno  cinco  pesos  fuertes  (al  mes)  con  que  pagaba  co- 
mida, cena,  luz  y  asistencia;  en  todo  había  más  o  menos.  Unos  lo 
pasaban  menos  mal  que  otros,  porque  los  que  admiten  docena  en 
sus  casas,  no  es  para  regalarlos,  sino  para  que  quede  algún  lucro. 
Y  así  conforme  el  patrón,  se  bullen  las  teclas,  que  aquí  las  menean 
de  tal  manera,  que  si  se  comienza  per  intellectum,  en  ninguna  parte 
lo  pasaríamos  mejor,  porque  tienen  linda  fantasía  y  discurren  muy 
delgado.  Dicen  que  los  españoles  viven  para  comer  y  los  italianos 
comen  para  vivir ;  y  a  la  verdad  que  con  estos  principios  no  sé  cómo 
viven  los  italianos,  porque  en  muchos,  la  que  llamamos  economía 
era  para  nosotros  que-no-comía.  Si  uno  se  insinuaba  pidiendo  algu- 
na salsa,  luego  se  amostazaban.  Cuando  te  dé  razón  de  la  Italia, 
te  haré  sobre  este  asunto  una  descripción  que  tenga  alguna  sal, 
aquí  sólo  diré,  que  en  este  Castel  vivimos  once  meses  repartiéndo- 
nos iglesias  para  que  celebráramos  misa,  en  lo  que  no  tuvimos  tanto 
que  padecer  como  en  otras  partes,  pues  nos  pagaban  muchas,  aun- 
que sí  con  la  pena  de  regalar  a  sacristanes  y  muchachos  ayudantes, 
quienes  viniendo  a  la  hora  que  se  les  antojaba,  nos  tenían  las  más 
veces  bastante  rato  en  ayunas. 

"Aquí  como  fueron  los  primeros  jesuítas  que  trataron  de  In- 
dias, nos  juzgaban  de  otra  especie,  preguntándonos  si  las  mujeres 
de  allá  eran  como  las  de  aquí.  Si  el  sol,  preguntó  el  barbero,  era 
como  el  de  acá ;  pensando  yo  que  hablaba  de  los  grados  quise  darle 
alguna  noticia,  pero  tan  capaz,  que  me  replicó:  lo  que  deseo  saber 
es,  si  es  como  este  de  aquí ;  le  dije,  es  amarillo  según  y  como  éste. 
Otros  que  picaban  de  discretos,  juzgaban  que  por  allá  no  había 
quien  supiera  los  nominativos,  pero  viendo  que  habíamos  salido  del 
quis  vel  qui,  fueron  mudando  de  dictamen.  De  estas  preguntas  ne- 
cias nos  hicieron  varias  pues  relampagueando  aquí,  preguntaban 
si  había  relámpagos  por  allá.  A  los  principios  juzgábamos  que  era 
ironía,  pensando  que  era  trisca,  pero  fuimos  descubriendo  que  to- 
do el  mundo  es  Popayán;  y  así  ya  no  nos  hizo  fuerza  que  algunos 
barbados  preguntaran  que  si  la  misa  de  allá  es  como  la  de  acá. 


436  LA  DESTRUCCIÓN 

"Hallamos  muchos  clérigos,  unos  que  cortan  el  pelo  en  el  aire, 
hablando  la  lengua  latina,  pero  otros,  si  saben  gramática,  pienso 
que  es  exclusivo;  doy  la  prueba.  Se  ofreció  a  dos  de  los  nuestros 
comprar  no  sé  qué  cosilla  a  un  secular  en  Castel  San  Pietro,  éste, 
como  no  sabía  latín,  se  valió  de  un  intérprete  estudiante  para  que 
contestara,  pero  no  salió  de  esta  oración,  non  possumus.  El  caso 
fué  que  él  conjugó  por  cuantos  modos  le  pareció,  hasta  por  pasiva, 
el  possum  potes,  careciendo  el  verbo  de  ella,  con  lo  que  dio  espé- 
cimen de  un  gallardo  estudiante,  pero  el  trato  no  se  formalizó,  por- 
que no  pudo  explicarse,  y  se  fué  con  non  possum  a  su  casa. 

"Yo  desde  mi  Castel  con  otros  tres  compañeros,  fui  a  hacer  una 
romería  para  la  cual  salí  el  día  lo.  de  Junio  de  1769,  procuran- 
do retener  para  este  viaje  lo  poco  que  me  habían  dejado  en  la 
faltriquera  los  de  Córcega  y  Puerto  Fino,  y  tener  la  dicha  de 
poner  mis  labios  donde  nuestro  Redentor  y  su  Sacratísima  Ma- 
dre pusieron  sus  plantas.  Estuve  dos  días  y  medio,  vi  la  casa  en  que 
encarnó  el  Verbo  Eterno,  besé  aquel  pavimento  y  paredes  consa- 
gradas, reprendí  mi  tibieza  y  apego  a  las  cosas  humanas,  viendo  el 
desengaño  de  aquellas  cuatro  paredes  en  que  vivió  la  Reina  de  los 
Angeles,  y  tiene  hoy  la  piedad  cristiana  tan  guarnecida  de  diaman- 
tes, joyas,  perlas,  votos  y  lámparas  de  oro,  que  avalúan  el  tesoro 
de  la  Señora  en  diez  y  ocho  millones,  no  habiendo  tiara,  corona  ni 
cetro,  que  no  tenga  allí  pendiente  un  monumento  en  señal  de  es- 
clavitud a  aquella  Reina.  Dije  dos  misas  en  el  altar  y  di  por  bien 
empleadas  las  leguas  y  trabajos  que  me  has  oído,  por  llegar  a  me- 
recer dicha  tan  grande.  Darte  razón  del  Santuario,  necesita  libro 
aparte  y  de  esto  tienes  mucho  escrito.  La  Basílica  o  Catedral  en 
que  está  la  Santa  Casa  es  grande,  y  muy  buena ;  lo  que  es  panteón 
en  nuestras  catedrales,  es  a  donde  están  puestas  por  manos  de  án- 
geles las  cuatro  paredes  de  la  Santa  Casa.  Hay  aquí  muchos  con- 
fesonarios con  su  rótulo  encima  diciendo  la  lengua  que  es,  para  ali- 
vio de  los  muchos  peregrinos  que  recurren  a  esta  penitenciaría.  En 
los  colegios  de  San  Gregorio  de  México,  Tepotzotlán,  Guadalajara 
y  otros,  te  dejamos  un  diseño  de  esta  casa,  que  de  aquí  llevaron 
los  Nuestros  las  medidas ;  besa  aquellas  santas  paredes  y  dale  gra- 
cias por  mí  a  la  Señora  que  me  sacó  con  bien  de  las  tercianas  que 
me  dieron  al  regresar  de  este  viaje;  las  que  contraje  tres  jornadas 
antes  de  llegar  a  mi  Castel  en  una  venta  que  llaman  la  Católica, 
Y  conmigo  no  fué  tan  cristiana,  porque  al  entrar  en  el  portón  me 


Plano  del  Colegio 


io  Apostólico  presentado  por  Fr.  Mariano  Pimentcl. 


C.  III.  LOS  jesuítas  mexicanos  en  la  península  italiana    437 

sentí  herido  de  fiebre,  y  declarádose  terciana,  padecí  más  de  tres 
meses.  Llegué  a  mi  casa  donde  unas  buenas  viejas,  hermanas  de 
mi  patrón,  me  asistieron  con  bastante  caridad  y  cuidado,  de  que  les 
quedo  agradecido,  y  correspondí  con  io  que  pude;  hasta  que  con 
la  quina  me  las  cortó  el  médico  de  aquel  Castel,  gastando  sólo  en 
botica  más  de  doce  pesos,  sin  el  regalito  del  Doctor.  De  este  modo 
seguimos  en  nuestras  casas  de  docena,  quedando  nuestro  Superior 
D.  Ignacio  Lizasoain  que  corría  de  por  sí,  con  otros  seis  en  la  suya 
y  daba  de  alquiler  por  sólo  seis  piezas  incómodas,  70  pesos;  le  su- 
bieron la  casa,  y  enfadóse  con  ésto,  sabiendo  que  ningún  italiano 
daría  otro  tanto,  determinamos  pasar  a  Bolonia.  Dióse  parte  al 
Provincial,  quien  aprobando  la  resolución,  pasó  a  la  ciudad  D.  Pe- 
dro Ganuza  que  hacía  veces  de  ministro,  tomó  casa  (que  es  en  la 
que  actualmente  estoy  escribiendo)  en  la  calle,  como  aquí  dicen,  Es- 
trada de  San  Felipe,  la  principal  de  Bolonia.  Escriturada  la  casa 
pasó  a  verme  el  referido  D.  Ignacio,  que  me  intimó  me  fuera  luego 
a  Bolonia  a  esperar  a  los  compañeros,  y  correr  con  el  gasto  y  eco- 
nomía de  la  casa.  No  bien  convalecí  de  mis  tercianas,  tomé  una 
calesa  y  con  otro  compañero  me  fui  luego  a  Bolonia  a  donde  llegué 
el  12  de  Agosto  del  mismo  año.  Se  prepararon  las  piezas,  la  capi- 
lla y  utensilios  para  recibir  a  los  que  faltaban,  como  ya  dije. 

"A  los  30  sujetos  que  vinimos  de  Castel  Boloñese,  se  agre- 
garon en  esta  casa  los  que  componían  el  gremio  de  la  tercera  pro- 
bación, poniéndoles  para  su  instrucción  al  que  hoy  es  D.  Miguel  del 
Barco,  y  fué  en  ese  Reino  misionero  apostólico,  que  contó  30  años 
en  las  misiones  de  California,  sujeto  de  conocida  virtud,  edificación 
y  amable  genio. 

"Se  llegaron  a  formar  en  esta  ciudad  hasta  catorce  casas  de  los 
Nuestros,  quedando  algunos  en  los  Casteles  de  San  Pedro  y  Medi- 
cina, y  los  que  dije  fueron  señalados  a  Ferrara.  Para  la  escuela  se 
nombró  a  D.  José  Vellido,  se  alquiló  un  palacio  grande  situado  a 
una  milla  fuera  de  la  ciudad.  Este  fué  el  superior  que  desde  Vera- 
cruz  tuvieron  los  estudiantes,  y  por  ministro  a  D.  Dionisio  Pérez 
oriundo  de  Veracruz;  ambos  superiores  estuvieron  diez  meses  con 
la  escuela  en  Castel  San  Pedro,  mas  como  era  numerosa,  no  ca- 
biendo todos  en  una  casa,  se  repartieron  en  varias,  y  así,  acudían 
a  su  clase  muertos  de  frío,  pisando  nieve  en  el  invierno,  y  dentro 
de  la  casa  sin  ámbito  competente  y  su  ejercicio  literario  y  confe- 
rencias en  cuartitos ;  y  lo  más  era  que  faltos  de  libros  fué  menester 


438  LA  DESTRUCCIÓN 

que  su  ministro,  D.  Dionisio  comprara  algunos,  y  éstos  descuader- 
nados. Servía  un  autor  para  varios,  no  obstante,  no  fué  obstáculo 
para  sus  adelantamientos. 

"Porque  viendo  la  estrechez  en  que  estaban,  y  el  atraso  que 
habían  tenido  con  el  arresto  y  navegación  se  les  dio  facultad  para 
que  adelantaran  lo  que  quisieran,  lo  que  hicieron  cumpliendo  en- 
teramente a  satisfacción  de  sus  maestros  en  los  exámenes,  así  es- 
colásticos como  de  teología  moral,  para  sus  órdenes,  que  recibieron 
en  la  ciudad  de  Ventinoro,  del  limo.  Sr.  D.  José  M.  Colombani, 
quien  los  hospedó  en  su  mismo  palacio  con  aquel  amor  y  cariño  que 
pudiera  hacerlo  un  Sr.  Rubio  Arzobispo  de  México,  o  un  D.  Panta- 
león  Alvarez  de  Abreu,  Obispo  de  Puebla  en  ese  Reino. 

"No  puedo  omitir,  pues  sería  contra  las  leyes  de  gratitud,  lo 
que  a  favor  de  la  escuela  gastó  de  lo  suyo  D.  Dionisio  Pérez,  favo- 
reciéndolos en  todo.  De  cuya  virtud  no  hago  aquí  particular  men- 
ción, porque  los  Superiores,  entonces,  cuando  dicho  Padre  murió, 
valiéndose  de  mejor  pluma  que  la  mía,  escribieron  carta  circular 
dando  razón  de  la  edificación  de  este  sujeto,  digno  ciertamente  de 
memoria. 

"Para  los  gastos  precisos  en  los  viajes  de  estas  órdenes,  con- 
currió en  mucha  parte  D.  José  M.  Castañiza,  que  heredando  la  es- 
plendidez y  piedad  del  Sr.  D.  Juan,  su  padre,  ha  repartido  las  grue- 
sas limosnas  que  le  venían  de  su  casa  en  bien  de  muchos  necesitados 
de  los  Nuestros.  Lo  mismo  han  hecho  D.  Hilario  ligarte,  D.  Pedro 
Ganuza,  D.  Nicolás  de  Noroña,  D.  Francisco  Calderón,  y  otros, 
quienes  recibiendo  también  socorros  de  sus  casas,  han  empleado 
su  dinero  en  el  alivio  de  nuestros  enfermos,  a  quienes  se  les  puso 
en  el  hospital,  los  que  comiendo  con  su  pensión  costeaban  botica 
y  médico,  con  las  limosnas  de  estos  sujetos;  sirviéndoles  con  la  ca- 
ridad que  han  acostumbrado  siempre,  D.  Victoriano  Rotea,  Su- 
perior que  se  les  puso  en  dicho  hospital,  y  de  ministro  D.  José  su 
hermano,  con  otros  sujetos  particulares  que  ofreciéndose  ellos  mis- 
mos, aun  sin  asignarlos  los  superiores,  se  pasaron  a  vivir  al  hos- 
pital, donde  servían,  velaban  y  auxiliaban  a  los  moribundos.  Pen- 
samiento que  causó  una  santa  envidia  a  todas  las  demás  provincias, 
viendo  que  la  mexicana  había  puesto  una  casa  de  asilo  para  todos 
aquellos  que  cayendo  enfermos,  si  no  la  hubieran  tenido,  muchos 
perecerían  por  falta  de  alimentos  y  medicinas  en  enfermedades 


C.  III.  LOS  jesuítas  mexicanos  en  la  península  italiana    439 

largas,  como  se  ha  verificado  en  varios,  contar  más  de  dos  años  en 
la  dicha  enfermería. 

"Pasemos  ahora  a  darte  razón  de  lo  prometido,  el  modo  con  que 
nos  manejamos  en  lo  temporal  y  económico  en  las  casas  que  pusi- 
mos ;  pero  antes  quiero  que  sepas  el  recibimiento  que  tuvimos  en  la 
entrada  de  Bolonia.  Hay  aquí,  como  en  todo  el  mundo,  distinción 
de  personas  piadosas,  juiciosas,  nobles  y  también  mucha  canalla, 
y  la  de  esta  ciudad  es  con  especialidad  insolente.  Esta,  desenfrenan- 
do su  insolencia  contra  nosotros,  éramos  por  las  calles  el  objeto  y 
blanco  de  sus  escarnios,  befas  y  palabradas.  Lo  que  por  allá  en  Es- 
paña e  Indias  era  veneración,  un  sombrero  grande  de  un  jesuíta, 
poco  aliño  en  el  vestido  que  no  llegara  a  indecencia,  sino  un  des- 
engaño religioso,  aquí  les  era  irrisión:  fué  menester  acortar  nues- 
tros cuellos  y  sombreros,  quitar  una  suela  a  los  zapatos  para  con- 
tener su  desvergüenza,  la  que  poco  a  poco  y  con  paciencia,  con  no 
responder  palabra,  al  año  ya  no  se  oía  nada  de  eso,  y  hoy  estamos 
en  corriente  con  la  plebe,  si  no  es  una  u  otra  palabra  de  algún  pi- 
caro en  particular;  algunos  aprietos  hemos  tenido,  viéndonos  nece- 
sitados de  tratarlos  en  las  plazas,  en  las  tiendas  y  oficinas  para 
buscar  que  comer. 

"Es  verdad  que  con  los  75  pesos  fuertes  que  S.  M.  nos  da  cada 
año  para  comer  y  vestir,  se  pudiera  pasar  en  estos  países,  si  fuera 
otro  el  carácter  de  las  gentes  en  punto  de  dinero,  y  fuera  otra  la 
fama  de  los  españoles,  pues  creen  que  todos  son  ricos.  Reducidos 
a  nuestras  casas,  pagando  sobre  caro  sus  alquileres  (pues  por  un 
palacio  que  alquiló  nuestro  Provincial  en  el  campo  llevaban  más 
de  200  pesos,  alquilándolo  antes  su  dueño  por  20,  y  así  en  todas  las 
demás  casas  en  que  hemos  vivido)  fué  menester  comprar  todos 
aquellos  utensilios  necesarios,  así  particulares  como  de  la  comuni- 
dad, avíos  de  cocina,  refectorio  y  capilla,  con  los  salarios  de  los  sir- 
vientes, reduciéndonos  a  comer  una  menestra,  seis  onzas  de  pan  al 
medio  día  y  seis  en  la  noche,  18  onzas  de  carne  para  comida  y  ce- 
na, que  quitados  los  huesos  quedaban  en  12 ;  con  un  par  de  frutas  y 
un  vaso  de  vino;  con  esta  parsimonia  quedaba  algo  para  vestido, 
luz,  barba  y  ropa  blanca. 

"Si  como  hallamos  los  víveres  al  principio,  hubiesen  seguido, 
experimentáramos  más  alivio;  pero  basta  sólo  el  ser  español  para 
que  se  pida  más  caro.  Y  la  razón  que  dan  es  que  somos  extranjeros. 
Lo  que  se  compraba  cuando  vinimos  por  12,  ya  no  se  encuentra  por 


440  LA  DESTRUCCIÓN 

15;  así  estuve  cerca  de  dos  años  viendo  cómo  podía  aliviar  a  los 
compañeros,  que  me  daba  compasión  verlos  salir  con  la  inclemen- 
cia de  estos  tiempos,  ya  pisando  nieve  en  el  invierno,  ya  sufriendo 
los  ardores  del  sol  en  el  verano  a  buscar  una  misa  por  las  iglesias, 
para  que  alcanzara  al  desayuno,  principalmente  aquellos  que  no  han 
tenido  noticia  ni  socorro  de  sus  casas. 

"Para  la  masa  común  de  la  Provincia,  seguía  de  Procurador  el 
mismo  que  lo  era  allá,  el  P.  D.  Gregorio  Vargas,  hasta  acabar  el 
trienio  de  D.  José  Viesca,  y  entró  con  el  Provincial  que  le  sucedió, 
que  fué  D.  Ignacio  Lizasoain,  D.  Juan  Muñoz,  quien  hasta  la  pre- 
sente por  encargo  de  los  mismos  comisionados,  corre  con  el  cobro 
de  la  posesión.  Y  aunque  al  parecer  no  demostraba  la  cosa  tanto 
trabajo,  a  los  que  no  están  enterados;  pero  dando  después  todos 
los  pasos  que  son  necesarios  para  esta  exhibición,  han  tenido  los 
procuradores  bastantes  molestias  en  esto,  no  porque  haya  habido 
dificultades  en  los  comisionados  en  entregar  la  cantidad,  que  se  nos 
da  cada  trimestre,  sino  por  cinco  relaciones  que  se  hacen,  en  que  va 
la  firma  de  cada  individuo;  se  da  razón  de  los  que  han  muerto  en 
el  trimestre,  y  de  los  que  antes  de  la  extinción  se  secularizaban. 
Este  es  un  apunte  en  breve  que  tiene  otras  menudencias,  y  que  no 
pongo  para  no  alargarme,  y  sólo  hago  recuerdo  de  estos  dos  suje- 
tos para  agradecerles  el  empeño  con  que  han  servido  a  su  Provin- 
cia. Recibida  la  cantidad,  se  hacían  las  particiones,  según  los  su- 
jetos de  cada  casa,  la  que  recibían  los  procuradores  locales,  como 
la  estuve  yo  recibiendo  para  50  que  vivían  en  la  mía. 

"Privados  ya  de  confesonario,  pulpito,  cátedras  y  educación  de 
los  niños,  menos  disculpa  teníamos  para  no  cuidar  de  nosotros  mis- 
mos, y  así  cada  uno  en  particular,  como  en  general  los  superiores, 
procuraron  asentar  la  distribución,  la  que  dictaba  la  prudencia  y 
circunstancias  del  tiempo,  tocando  a  oración,  examen  de  concien- 
cia, letanías  de  los  Santos  y  refectorio.  En  el  primer  piso  de  la  casa, 
en  una  pieza  competente  y  abrigada  se  dispuso  una  capilla  con  cin- 
co altares,  y  así  en  proporción  en  las  demás  casas  según  el  número 
de  sujetos,  no  con  aquellas  colgaduras  que  tal  vez  admiraste  en 
nuestras  iglesias,  sino  con  papel  pintado,  concurriendo  los  parti- 
culares con  estampas  y  algunas  pinturas  de  devoción  que  trajeron 
consigo  de  Indias,  aunque  lo  más  de  este  adorno  se  debe  a  D.  Pe- 
dro Ganuza,  gastando  en  pinturas  de  especial  gusto,  y  costeando 
la  lámpara  del  Divinísimo,  de  modo  que  aun  los  mismos  italianos 


C.  III.  LOS  jesuítas  mexicanos  en  la  península  italiana    441 

que  vieron  esta  capilla  les  ha  gustado.  En  ésta  se  han  tenido  mu- 
chos días  al  año,  por  encargo  de  D.  Ignacio  Lizasoain,  varias  plá- 
ticas y  exhortaciones  domésticas,  con  el  acierto  que  te  consta  lo 
sabían  hacer  los  nuestros,  proporcionados  sus  asuntos  a  las  cir- 
cunstancias de  un  destierro  y  para  auditorio  religioso,  exhortando 
a  la  paciencia,  a  la  conformidad  con  la  voluntad  de  Dios,  a  la  ora- 
ción y  unión  con  su  Divina  Majestad,  sin  las  pláticas  panegíricas 
en  las  festividades  principales  de  nuestro  Redentor,  de  su  Santí- 
sima Madre  y  muchos  santos,  procuraba  cada  uno  hacer  un  elogio, 
digno  del  objeto  de  su  oración  y  del  auditorio  entendido  que  le  es- 
cuchaba. Un  día  cada  semana  había  caso  de  moral  a  toque  de  cam- 
pana, que  resolvían  en  casa,  señalados  por  el  Superior  D.  Martín 
de  Olagua,  y  después  D.  Juan  Antonio  Doporto. 

"Así  hemos  pasado,  cuando  no  gustosos,  al  menos  conformes; 
porque  un  hueso  dislocado  siempre  clama  por  su  lugar,  y  más  vien- 
do los  dos  efectos  que  forzosamente  trae  un  destierro  consigo,  que 
son  dos  clases  de  sujetos:  unos  que  hostigados  del  trabajo  y  per- 
diendo el  amor  a  sus  hermanos,  mudando  de  casaca,  procuran  tam- 
bién mudar  de  vida.  De  éstos  contamos  con  bastante  sentimiento 
75,  saliendo  muchos  entre  ellos  graduados  de  edad  y  méritos  en  la 
religión,  por  los  puestos  que  tuvieron,  quienes  no  logran  el  consue- 
lo que  nosotros,  que  damos  a  Dios  mil  gracias  por  haber  volunta- 
riamente su  mutación ;  pero  non  volentis  ñeque  currentis,  sed  mise- 
rentis  est  Dei;  los  otros  agobiados  del  pesar  y  del  trabajo  siguieron 
hasta  pagar  con  la  vida.  De  esta  clase  son  muchos  los  que  lloramos, 
viendo  a  tantos  mozos  que  en  la  flor  de  su  edad  se  marchitaron, 
porque  o  fuese  ética,  como  es  la  opinión  más  válida,  o  fuese  escor- 
buto, que  quemándoles  la  sangre  en  lo  más  robusto  de  sus  años,  la 
pesadumbre,  las  sales  del  mar,  los  alimentos  extraños,  prendió  de 
tal  manera  entre  ellos  este  fuego,  que  fué  menester  destinar  una  de 
nuestras  casas  para  hospital,  y  son  ya  los  muertos  que  conta- 
mos en  Italia,  antes  de  la  extinción,  más  de  150,  quienes  han  muer- 
to con  grande  consuelo,  y  esperamos  de  ellos  nos  alcancen  de  Dios 
conformidad,  ya  que  ellos  salieron  de  destierro.  A  muchos  de  estos 
difuntos  como  son  D.  Agustín  Márquez,  varón  ejemplarísimo;  D. 
Juan  Rodríguez,  joven  en  la  edad,  pero  grande  en  sus  virtudes;  D. 
Nicolás  Calatayud  y  el  Dr.  D.  Francisco  Pérez,  se  les  ha  escrito  la 
vida ;  aunque  no  impresa,  para  edificación  y  estímulo  de  todos  los 
demás." 


442  LA  DESTRUCCIÓN 


*        * 


"Concluido  el  provincialato  de  D.  Salvador  Gándara,  le  suce- 
dió por  tres  años  en  esta  ciudad  de  Bolonia,  D.  José  Utrera,  tan 
práctico  en  punto  de  gobierno,  como  el  que  había  tenido  en  México 
las  ocupaciones  de  más  respeto  que  da  la  religión,  siendo  actual 
Prepósito  de  la  casa  Profesa  cuando  el  arresto. 

"Cumplió  su  trienio,  y  en  su  lugar  fué  señalado  el  28  de  Agosto 
de  72,  D.  Ignacio  Lizasoain,  y  por  su  secretario  D.  Juan  Francisco 
Iragorri.  Las  prendas  conocidas  de  dicho  D.  Ignacio,  de  nación  na- 
varra, su  prudencia,  virtud  y  afabilidad  en  el  trato,  hicieron  que  con 
pleno  gusto  lo  recibiera  la  Provincia.  Con  este  gobierno  nuevo  mere- 
cí el  favor,  entre  los  muchos  que  debí  siempre  a  la  Compañía,  de  que 
se  me  eligiese  por  Superior  de  una  de  las  casas  en  Ferrara,  a  donde 
llegué  en  21  de  Noviembre  del  mismo  72.  Es  verdad  que  después  de 
Bolonia,  esa  ciudad  es  la  del  mayor  relumbrón  que  tiene  el  Papa  en 
sus  Estados,  y  algunos  la  tienen  por  más  que  ésta,  como  capital  que 
fué  de  los  Duques  de  Módena.  Logra  tener  a  tres  millas  las  ameni- 
dades del  caudaloso  río,  el  Po;  tiene  su  Cardenal  Legado,  su  Ar- 
zobispo Cardenal.  El  palacio  de  él  es  mejor  que  el  de  Bolonia,  lo 
mismo  su  Catedral,  pero  poca  gente,  que  no  corresponde  a  la  ciu- 
dad, pues  no  pasa  de  30,000  almas.  Es  plaza  de  armas  y  su  cinda- 
dela, dicen  que  después  de  Castel  San  Angelo  que  es  la  cindadela 
de  Roma,  es  la  mejor  de  los  Estados.  En  esta  ciudad  viví  diez  me- 
ses, aunque  no  tan  bien  de  salud,  que  no  padeciera  mis  quebrantos, 
principalmente  de  cabeza.  Los  compañeros  que  dejé  en  Bolonia, 
dándome  razón  de  su  salud,  me  daban  también  noticia  del  semblan- 
te de  nuestras  cosas. 

"Aquí,  lector  mío,  quisiera  entregar  la  pluma,  y  que  otro  des- 
mteresado  hiciera  las  exequias  a  la  Compañía.  ¿Quién  me  hubiera 
dicho,  que  dándome  la  mejor  vida,  había  de  ser  testigo  de  su  muer- 
te? Y  si  no  hay  quien  no  disculpe  a  un  hijo  cuando  prorrumpe  en 
alabanzas  a  una  madre,  y  a  una  madre  cual  fué  la  Compañía,  per- 
mítasele a  mi  llanto  hacerle  el  funeral.  Si  mis  culpas,  como  creo, 
han  sido,  Madre  mía,  la  causa  de  que  te  mires  destruida,  a  Dios  he 
pedido  perdón,  y  espero  que  su  piedad  me  lo  conceda.  Bien  sé  que 
de  tus  entrañas  piadosas,  de  tu  Instituto  santo  y  bueno,  no  debían 
nacer  hijos  como  yo;  ¿pero  al  fin  como  hijo,  por  qué  no  he  de  llo- 
rar tu  destrucción?  ¿No  es  lo  primero  que  sucede,  que  otros  hijos 


C.  III.  LOS  jesuítas  mexicanos  en  la  península  italiana    443 

también  han  alcanzado  en  días  a  una  madre;  mas  si  esto  sabía,  a 
mí,  por  qué.  Madre  mía,  no  alcanzaste  de  Dios  me  acortara  la  vida? 
"Esto  fué,  lector  mío,  el  16  de  Agosto  de  73,  en  que  pasando  dos 
Monseñores  de  Orden  y  con  el  Breve  de  Su  Santidad,  al  Colegio  del 
Jesús  en  Roma,  intimaron  al  ilustrísimo  por  su  nobilísima  casa 
en  Florencia,  el  que  fué  mi  General,  y  hoy  es  el  Sr.  Abate  D.  Loren- 
zo Ricci,  la  total  destrucción  de  la  Compañía ;  quien,  según  fué  voz 
corriente  aquí  en  Bolonia,  comenzó  luego  a  desatar  el  cíngulo  para 
entregar  la  sotana  en  señal  de  la  obediencia  que  siempre  profesó, 
con  nuestro  Santísimo  Fundador  el  grande  Ignacio  de  Loyola,  toda 
la  Compañía  a  las  llaves  de  la  Iglesia  de  San  Pedro.  Aquí  en  Bolo- 
nia se  intimó  dicho  Breve  a  todas  nuestras  casas;  pero  para  miti- 
gamos el  dolor,  no  hicieron  más  de  entregarlo,  diciendo  el  conte- 
nido de  él,  y  pidiendo  lista  del  número  de  sujetos  y  del  cargo  que 
tenían  en  cada  casa.  En  Ferrara  donde  me  hallaba,  fué  el  28  del 
mismo  día  del  Patriarca  y  Dr.  de  la  Iglesia,  San  Agustín;  fué  el 
Sr.  Vicario  (que  así  llaman  aquí  al  que  hace  veces  de  Provisor)  con 
otros  dos  Notarios,  sujeto  verdaderamente  amante  de  la  Compañía, 
y  haciéndome  antes  de  intimar  el  Breve,  una  arenga  bastante  tier- 
na en  que  mostraba  el  dolor  de  correr  con  semejante  paso,  mandó 
a  uno  de  los  Notarios  que  leyera  todo  el  Breve.  Leído  que  fué,  se 
nos  intimó  que  dentro  de  ocho  días  vistiéramos  los  hábitos  clerica- 
les, sin  salir  de  la  ciudad.  Esto  lo  conseguí  para  regresar  otra  vez 
a  esta  mi  casa  de  Bolonia,  presentándome  ya  en  hábito  clerical  al 
Excmo.  Sr.  Espiridión  Borguese,  Legado  ad  latere  de  aquella  ciudad 
que  por  el  afecto  que  siempre  tuvo  a  la  Compañía,  o  porque  en 
efecto  de  los  que  son  verdaderamente  nobles,  manejara  con  cari- 
dad a  un  inferior,  en  las  dos  veces  que  estuve  con  Su  Emma.  le  me- 
recí mucha  atención,  dándome  carta  firmada  y  sellada  de  su  puño 
para  el  Emmo.  Legado  de  esta  ciudad,  la  que  entregué  en  mano 
propia  luego  que  llegué." 

* 
*       * 

"Viéndome  ya  sujeto  al  Ordinario,  me  fué  preciso,  luego  que 
llegué  a  presentarme  al  Sr.  Arzobispo,  que  es  el  Emmo.  Sr.  Carde- 
nal D.  Vicente  Malveri,  nativo  de  esta  ciudad,  quien  al  pedirle  las 
facultades  de  confesor,  me  habilitó  con  amplitud,  usando  de  pie- 
dad y  cariño  y  atención,  que  generalmente  están  experimentando 


444  LA  DESTRUCCIÓN 

de  Su  Emma.  todos  los  Nuestros,  concediénddles  hasta  ahora  fa- 
cultad para  que  sigan  nuestros  Oratorios  privados,  pero  sin  la  dis- 
tribución religiosa.  Este  es  el  estado  en  que  actualmente  nos  halla- 
mos, procurando  cada  uno  su  acomodo,  un  rincón  donde  vivir,  y 
un  italiano  que  nos  dé  un  bocado  para  comer.  Te  aseguro,  lector 
mío,  que  no  sé  si  más  que  con  tinta,  con  lágrimas  escribo  este  pa- 
saje. Considéranos,  sea  quien  fueres,  amante  o  desafecto  a  la  Com- 
pañía, pero  al  fin  racional  y  cristiano,  que  te  has  de  hacer  cargo 
cuánto  será  lo  que  encierran  nuestros  pechos,  destruida  la  religión ; 
unos  con  diez,  otros  con  veinte,  otros  con  treinta  y  cincuenta  años, 
que  vistieron  la  sotana;  unos  enfermos,  muchísimos  viejos.  Pres- 
cindo ahora  de  sus  méritos,  ya  por  sus  causas  y  facultades  en  ellas, 
ya  por  su  literatura  y  servicios  a  la  religión  en  las  ocupaciones  más 
serias ;  no  es  apología  sino  sentimiento  digno  de  ver  uno  a  sus  her- 
manos en  tierra  y  país  extraño,  distantes  de  su  patria  3,000  leguas, 
buscando  por  estas  calles  no  ya  personas  de  distinción  que  los  ad- 
mitan en  sus  casas,  porque  quedándoles  algún  lucro,  tiene  a  des- 
doro tener  a  otros  en  contrata,  sino  una  medianía,  que  no  sea  un 
oficial  ordinario  que  después  de  pagarle  el  dinero  los  quiera  tra- 
tar como  a  gente  más  ordinaria  que  él.  Muchos  de  los  Nuestros, 
temiendo  el  concurso  que  hay  aquí  tan  grande  de  jesuítas,  han  ha- 
llado ya  casa  en  que  vivir  por  no  mirarse  en  la  calle:  de  modo  que 
las  casas  en  que  estábamos  15,  20  y  50  sujetos,  apenas  hay  en  ellas 
ocho  o  diez,  mientras  se  cumple  el  alquiler  que  es  cada  año.  La 
pena  de  cada  uno  de  los  que  se  van  saliendo  de  nuestro  lado  es 
grande,  así  por  contemplar  lo  que  van  a  padecer,  como  por  privar- 
nos de  su  compañía"  (1). 

*       * 

Durante  su  residencia  en  Italia,  dice  D.  Andrés  Muriel,  un 
número  considerable  de  jesuítas  americanos  cultivó  distinguida- 
mente las  ciencias  y  las  artes.  Las  bibliotecas  públicas  eran  fre- 
cuentadas por  estos  hombres  ansiosos  de  instruirse,  a  quienes  la 


(1)  Hasta  aquí  el  P.  López  de  Priego,  cuyos  datos  biográficos  según 
el  catálogo  de  Celis,  son:  que  nació  en  Puebla  el  8  de  Febrero  de  1730;  hizo 
su  profesión  de  cuatro  votos  el  3  de  Abril  de  1751;  cuando  el  decreto  de  ex- 
pulsión, estaba  en  el  Colegio  de  Indios  de  San  Francisco  Javier,  con  cargo 
de  consultor  de  casa,  catequista  y  maestro  del  idioma  mexicano.  Murió  en 
Bolonia  el  22  de  Enero  de  1802. 


DOí^  JOSEPH  DE  CALVEZ,  REGIDOR  PERPETUO 
de  h  M.  R  Ciudad  de  Málaga ,  Caballero  Gran  Cruz  de 
b  Real  Distinguida  Orden  de  Carlos  Tercero ,  del  Con- 
sejo de  Estado  de  S.  M. ,  su  Secretario  de  Estado,  y  del 
Despacho  Universal  de  Indias,  Consejero,  Camarista  y 
Gobernador  de  su  Consejo  Supremo ,  y  Superintendente 
general  de  Azogues,  del  cobro  y  distribución  de  ía  Real 
Hacienda,  Casas  de  Moneda  y  Comercio  de  aquellos 
Dominios. 

Por  quanco  el  Rey  ha  concedido  fic^da  i  ¿A^^^  Ut^,**<4^ 


Por  tanto  manda  SJSi.  álos  Jueces  de  Atr2aáa$  de  Indias  de  quaí^quie» 
Puercos  Ác  España  ,  y  demás  personas  á  quienes  corresponda  \  no  le  pon. 
gan  unpedimento  alguno,  á  fin  de  qiie  pueda  embarcarse  para  el  reff  rido 
destino  en  la  ocasión  que  mas  le  acomode  j  y  á  este  efecT»  expido  eí  pre- 
sente Pasaporte ,  firmado  de  mi  mano.  Dado  en  j^^^/U*^  - -■— 

á  í^í^^,*.  y  A^  de  .^u¿ dfi  mil  setecientos  ocienta  y  ^^.»y^ 


'7r 


Patente  de  misionero   extendida   por  el    VisitadfJir   Oálvez. 


';.  III.  LOS  jesuítas  mexicanos  en  la  península  italiana  445 

desgracia  impelía  aún  con  más  viva  fuerza  a  esta  ocupación  con- 
soladora. Las  academias,  y  aun  los  mismos  teatros,  han  sido  ador- 
nados con  sus  discursos  y  sus  obras.  Ellos  depositaban  en  los  pe- 
diódicos  literarios  el  fruto  de  sus  continuas  tareas;  y  debe  confe- 
sarse para  su  gloria,  que  sus  discusiones  tenían  frecuentemente 
por  objeto  vengar  el  honor  de  esta  misma  patria  de  que  acababan 
de  ser  expulsos  con  tanta  inhumanidad,  contra  las  producciones 
virulentas  de  algunos  escritores  italianos,  que  solicitaban  depri- 
mir la  riqueza  y  la  gloria  de  la  literatura  española. 

Si  los  jesuítas  de  la  provincia  de  México  hubiesen  podido  dis- 
poner de  algunos  fondos,  inconcusamente  se  vería  hoy  un  número 
considerable  de  obras  de  todo  género  escritas  por  ellos,  tales  como 
la  "Defensa  de  la  Santa  Sede  en  la  expedición  de  sus  Bulas  y  Bre- 
ves" del  P.  José  Vallarta,  último  catedrático  de  Suárez  en  nuestra 
Universidad,  las  del  P.  Agustín  Castro,  principalmente  sobre  la 
Sagrada  Escritura,  y  la  Historia  Eclesiástica  de  América,  las  de 
los  PP.  Salvador  Dávila  y  José  Campoy  sobre  matemáticas,  física 
y  otras  ciencias  naturales;  la  del  P.  Julián  José  Parreño,  sobre 
oratoria  sagrada;  la  del  P.  Ignacio  Arámburu,  en  versos  latinos 
de  la  "Aparición  de  Ntra.  Señora  de  Guadalupe ;"  las  del  P.  Cesati, 
Francisco  Chávez  y  García  Diego,  sobre  mística  y  ascética;  la  de 
los  PP.  José  Antonio  Hidalgo,  Lizasoian,  Ibarburu  y  Miguel  Loza- 
no sobre  algunas  noticias  americanas;  los  hermosísimos  versos  de 
los  PP.  Nevé,  Dionisio  Pérez,  Acal,  etc. ;  la  de  los  PP.  Peza,  Rotea, 
Andrés  Soriano,  José  Zamorano,  etc.,  etc. 

Sin  embargo,  en  medio  de  esa  escasez  de  recursos,  no  faltaron 
ilustres  mecenas  que  protegiesen  los  trabajos  literarios  de  los  je- 
suítas mexicanos  expulsos;  y  los  escritos  de  éstos,  que  han  visto  la 
luz  pública,  en  latín,  en  castellano  e  italiano,  serán  siempre  unos 
imperecederos  monumentos  de  la  sabiduría  de  que  abundaba  la 
provincia  de  México:  tales  son  la  multitud  de  escritos  teológicos 
y  de  controversia  del  P.  Manuel  Mariano  Iturriaga,  poblano,  tan 
apreciado  por  sus  virtudes  y  saber,  que  habría  sido  nombrado  car- 
denal si  las  circunstancias  lo  hubiesen  permitido;  los  teológicos  y 
las  hermosas  traducciones  de  Homero  del  P.  Francisco  Javier  de 
Alegre;  las  bellísimas  poesías  latinas  del  P.  Diego  de  Abad;  las 
sapientísimas  sobre  arquitectura  del  P.  Pedro  Márquez;  las  poé- 
ticas del  P.  Rafael  Landívar;  las  elocuentes  vidas  en  latín  de  los 
más  distinguidos  jesuítas  mexicanos  del  P.  Juan  Maneiro;  los  ana- 


446  LA  DESTRUCCIÓN 

les  de  la  ciudad  de  México  del  P.  Andrés  Cavo ;  los  apologéticos  del 
P.  Valdivieso ;  los  del  P,  Molina,  y  en  fin,  para  no  ser  más  difusos, 
la  obra  inmortal  de  la  "Historia  Antigua  de  México"  que  dedicó  a 
nuestra  Universidad  el  P.  Francisco  Javier  Clavijero,  tan  aplaudi- 
da en  Europa,  traducida  en  todos  los  idiomas,  y  de  que  se  han  he- 
cho multitud  de  ediciones ;  y  la  de  la  Baja  California,  de  no  menor 
mérito,  aunque  no  tan  conocida  como  la  anterior. 

Sobre  la  conducta  de  nuestros  inocentes  y  proscritos  paisa- 
nos obsei-varon  en  Italia,  bastará  decir  en  su  elogio,  que  en  esa 
época  en  que  todos  tenían  puestos  los  ojos  sobre  los  jesuítas,  así 
sus  afectos  y  amigos,  como  sus  perspicaces  adversarios,  no  han  lle- 
gado a  nuestras  noticias,  que  ninguno  de  ellos  fuese  tachado  de  al- 
gún vicio,  se  viese  encarcelado  o  sufriera  algún  castigo  por  los 
tribunales.  Pero  sí  nos  consta,  que  multitud  de  ellos  fueron  objeto 
de  edificación  por  sus  virtudes  en  Italia,  tales  como  los  PP.  Arrióla, 
Arnoz  y  Arce,  Bellido,  Castillo,  González,  Iragorri,  Corro,  Ceballos, 
Reales,  etc. ;  y  aun  entre  los  Hennanos  Coadjutores,  Sabel,  Olava- 
rrieta  y  Mandujano. 

La  invasión  de  los  franceses  en  los  Estados  del  Papa,  como 
consecuencia  de  su  espantosa  revolución,  de  la  que  fué  víctima  Pío 
VI,  dispersó  a  los  pocos  jesuítas  mexicanos  que  ya  existían  en  1797 : 
unos  pasaron  a  España  en  unión  de  otros  padres  españoles,  y  se 
avecindaron  en  Cádiz,  donde  prestaron  importantísimos  servicios 
en  la  epidemia  de  fiebre  amarilla  en  1800,  en  cuyo  heroico  ejercicio 
murieron  los  PP.  Domingo  e  Isidoro  González,  hermanos,  y  el  P. 
Cuervo ;  y  otros  que  consiguieron  pasaporte  regresaron  a  su  patria, 
éstos  fueron  los  PP.  Atanasio  Portillo,  Juan  Luis  Maneiro,  José 
Policarpo  Pwamírez,  Esteban  o  Felipe  Franyuti,  Lorenzo  Cabo  y  Mi- 
guel González;  estos  padres,  excepto  el  primero  que  murió  en  el 
mar,  llegaron  a  México  a  principios  de  1799. 

* 
*       * 

Aunque  el  visitador  Gálvez,  y  en  pos  de  él  hasta  nuestros  días, 
algunos  historiadores  anti-jesuíticos  pretendieron  quitar  importan- 
cia a  los  efectos  que  en  nuestro  pueblo  causó  la  expulsión ;  el  tiempo 
que  todo  lo  descubre,  ha  venido  a  echar  fuera  varios  documentos 
que  desmienten  tales  pretensiones.  Entre  ellos  existe  una  carta  del 
marqués  de  Croix  a  D.  Antonio  M.  Bucareli,  Gobernador  entonces 


C.  III.  LOS  jesuítas  mexicanos  en  la  península  italiana  447 

de  la  Habana.  Dice  uno  de  sus  párrafos:  "Aquí  hemos  estado,  se- 
gún se  va  descubriendo,  a  peligro  de  perder  el  Reino,  y  yo  creo  que 
si  la  expulsión  de  los  Regulares  de  la  Compañía  no  se  hace  en  todo 
el  Reino  en  un  mismo  día  y  hora,  con  el  profundo  sigilo  con  que  se 
trabajaron  las  disposiciones,  nos  vemos  en  el  día  en  los  mayores 
trabajos,  porque  todas  las  Provincias  estaban  contaminadas  con  el 
horrendo  proyecto  de  representar  otras  vísperas  sicilianas  en  todos 
los  gachupines  y  gente  blanca ;  pero  aún  no  estaba  madura  la  con- 
juración y  el  suceso  de  la  expulsión  la  adelantó  en  algunas  partes 
y  fué  propagándose  con  bastante  velocidad.  Más  fué  aún  la  mía  en 
tomar  las  más  activas  providencias,  enviando  al  Visitador  a  opo- 
nerse a  los  pueblos  rebeldes  y  a  ejecutar  los  condignos  castigos  en 
los  reos.  Con  esto  y  con  la  gente  armada  que  se  alistó  en  algunas 
ciudades,  villas  y  pueblos,  y  la  buena  conducta  de  algunos  oficiales, 
Fe  pudieron  cortar  las  llamas  que  iban  a  poner  en  general  confu- 
sión a  estos  Reinos ;  pero  en  el  día,  solamente  subsiste  en  los  cora- 
zones de  los  infieles  vasallos,  y  por  lo  mismo  es  preciso  vivir  con 
cuidado"  (2). 

Cual  haya  sido  el  desenlace  de  estas  manifestaciones  populares, 
nos  lo  declara  la  sentencia  pronunciada  inicuamente  por  D.  José 
Gálvez  en  San  Luis  Potosí,  y  que  nosotros,  como  hijos  de  la  Com- 
pañía de  Jesús,  estampamos  con  especial  agrado  para  que  consten 
los  nombres  y  apellidos  de  los  que  dieron  su  sangre  y  pueden  con- 
siderarse como  mártires  e  insignes  bienhechores  de  la  misma 
Compañía. 

El  documento  de  referencia  dice  así:  "En  la  causa  criminal 
de  tumultos  y  rebelión  verificados  en  el  Real  Cerro  y  en  esta  ciu- 
dad, y  otros  muchos  de  su  jurisdicción,  desde  el  día  diez  de  Junio 
de  este  año  hasta  el  9  de  Julio  próximo,  sobre  los  varios  e  injustos 
pretextos  de  que  se  valieron  los  serranos  y  demás  sediciosos  alia- 
dos con  ellos  para  perturbar  la  paz  pública  y  oponerse  últimamen- 
te, a  viva  fuerza  a  la  expulsión  de  los  jesuítas  que  residen  en  el  co- 
legio de  esta  ciudad.  Vistos  estos  autos,  formados  por  mí,  y  las  su- 
marias extendidas  por  los  comisionados  que  nombré  en  providen- 
cia del  día  28  de  Julio  próximo  pasado,  y  considerados  los  méritos 
que  de  todos  resultan  hasta  ahora,  con  atención  a  la  naturaleza  de 
la  causa,  su  gravedad  y  demás  razones  expuestas  en  el  auto  ante- 


(2)     Archivo   Histórico   Nacional   de   Madrid,   Ordenes   Monásticas   jesuí- 
Hcas,  Legajo  83. 


448  LA  DESTRUCCIÓN 

cedente,  sobre  la  suma  dificultad  de  sentencias  a  un  tiempo,  la  mul- 
titud de  reos  comprendidos  en  la  sublevación  de  los  pueblos  de  esta 
provincia,  hallándose  más  de  quinientos  en  las  cárceles,  de  ellos,  y 
siendo  por  lo  mismo  tan  conveniente  como  indispensable  determi- 
nar dichas  causas  con  separación  de  distritos  y  proporcionar  que 
se  vayan  poniendo  en  estado  de  sentencia,  a  fin  de  no  retardar  el 
ejemplar  y  escarmiento  a  que  se  dirigen  las  penas  y  castigos :  Fa- 
llo que  debo  condenar  y  condeno  a  pena  capital  y  de  horca,  como 
traidores  y  sediciosos,  a  Juan  Antonio  Osorio,  José  Patricio  Alanis, 
Nicolás  Antonio  Oviedo,  Jwin  Antonio  Cárdenas  (alias  Velador), 
Pedro  Ventura  (llamado  Pedrito),  decano  de  Santiago,  Lázaro  Es- 
teban (cigarriüo),  Nicolás  Antonio  Olova,  del  Cerro  de  San  Pedro, 
Andrés  Oliva  del  Monte  Caldera,  Jvun  Basilio  Pérez  y  Juan  Este- 
ban Correa,  mayordomo  y  arriero  de  la  Sauceda,  contigua  al  mis- 
mo cerro  de  San  Pedro;  y  ajusticiados  que  sean  en  la  horca  que  es- 
tá en  la  plaza  pública  de  esta  ciudad,  se  han  de  separar  las  cabe- 
zas de  los  cuerpos  muertos  de  dichos  Juan  Antonio  Osorio,  José 
Patricio  Alanis,  Juan  Bautista  Pérez  y  Andrés  Oliva,  por  el  eje- 
cutor de  la  Justicia,  y  se  pondrán  en  otras  tantas  picotas,  bien  ele- 
vadas frente  de  la  habitación  que  tuvo  cada  uno,  donde  han  de 
perseverar  hasta  que  el  tiempo  las  consuma  enteramente ;  y  las  ca- 
sas de  todos  serán  derribadas  y  sembradas  de  sal;  sus  bienes  con- 
fiscados, y  sus  familias  arrojadas  y  expelidas  de  sus  respectivas 
poblaciones,  intimándoles  que  ni  ellas  ni  sus  descendientes  podrán 
.lamás  volver  a  esta  provincia;  y  a  Petra  Regalado,  mujer  del  refe- 
rido José  Patricio,  Esteban  Ramón  Camarillo,  su  hijo  y  Ana  de 
Olalla,  mujer  de  Juan  Antonio  Osorio,  se  ejecutará  el  destierro  per- 
petuo, pasándolos  primero  por  debajo  de  la  horca,  después  de  ha- 
berse cumplido  esta  sentencia  en  sus  maridos  y  padre  respectivo. 
Así  mismo  se  han  pronunciado  en  ésta  a  40  hombres  a  presi- 
dio perpetuo  para  la  Habana  y  Veracruz,  a  disposición  de  su  Exce- 
lencia, y  tres  dados  por  libres.  San  Luis  Potosí,  7  de  Agosto  de 
1767." 


CAPITULO  IV 
CONTINUA  LA  DESTRUCCIÓN  RELIGIOSA 


Decretos  de  despojo — Monto  de  las  temporalidades. — Empleo  de  los  bie- 
nes jesuíticos. — Cómo  quedaron  las  misiones. — Legalización  del  robo. — Teso- 
ros ocultos. — El  Tomo  Regio  y  el  IV  Concilio, — Las  sesiones  antijesuíticas. — 
Prepárase  la  persecución  contra  los  frailes. — El  regalismo  del  Concilio. — Los 
obispos  y  los  problemas  nacionales. 

bibliografía  especial 

AJIRIL.L,AGA,     BAStLIO. — Concillo     Tercero     Provincial    Mexicano. — México,     1859. 

DECOB^n:,  GERARDO. — Historia  de  la  Compafifa  de  Jesús  en  la  República  Me- 
xicana.— GuadaJajara,   1814. 

FONSECA,  FABIÁN  Y  ÜRRUTIA,  CARLOS.— Historia  General  de  la  Real  Ha- 
rienda. — -México,    1845. 

GR.ANAD08,    JOSÉ    JOAQUÍN.— Tardes    Americanas.— México,    1778. 

LEÓN,  NICOLÁS. — Apuntamientos  Bibliográficos  sobre  el  IV  Concillo  Mexicano. 
-  México,   1903. 

RIU  Y  CABASAS,  R.-IMON.- Pieww  Inéditas  del  ConcUio  IV  Provincial  Mexicano. 
—Toledo,   1858. 

VER.4,  FORTINO  HIPÓLITO. — Apuntamientos  Históricos  de  los  Concilios  Pro- 
vinciales  Mexicanos. — México,   1883. 

VER.4,  FORTINO  HIPÓLITO. — Colección  de  Documentos  EdesUstioos  de  México. 
— Amecameca,   1887. 


t> 


450  LA  DESTRUCCIÓN 


;^^;^A   expulsión   de   los   jesuítas,   ya   por   sí   misma   herida 
mortal    en   la   civilización    de    la    Nueva    España,   trajo 
en   pos   de   sí   otra   serie   de   males   gravísimos   y   tras- 
cendentaJes   como   son   los    que   vamos   a   bosquejar   en 
el  presente  capítulo. 

Fué  el  primero  de  estos  males  el  robo  sacrilego  que  por  una 
serie  de  reales  órdenes  y  con  todo  el  agravante  de  escándalo  y 
abuso  de  autoridad,  se  perpetró  sobre  los  bienes  de  la  Compañía 
de  Jesús.  Advertimos  desde  luego,  que  hablando  de  tal  asunto  no 
nos  extenderíamos  escribiendo  en  esta  obra,  si  sólo  del  despojo 
de  esa  orden  se  tratase;  pero  lo  hacemos  porque  se  trata  de  algo 
general  y  fundamental:  del  origen  de  la  rapiña  oficial  en  nuestra 
patria. 

La  documentación  no  la  traemos,  aunque  bien  pudiéramos  ha- 
cerlo, de  fuentes  jesuíticas,  antes  por  el  contrario  de  fuentes  ofi- 
ciales, en  este  caso  antijesuíticas,  cuyos  originales  se  hallan  en  el 
Archivo  General  de  la  Nación  y  ya  vulgarizados  en  una  colec- 
ción oficial  de  documentos,  malamente  intitulada  "Historia  Ge- 
neral de  la  Real  Hacienda." 

Tan  amigos  eran  del  régimen  anti jesuítico  los  autores,  o  en 
términos  más  propios,  compiladores  de  esos  documentos,  que  em- 
piezan así:  "Usando  nuestro  augusto  Monarca  el  Señor  D.  Car- 
los HI  (de  tierna  memoria)  de  la  alta  autoridad  económica,  inse- 
parable de  la  soberana,  universal  e  independiente,  que  en  lo  tem- 
poral gozan  los  Reyes  Católicos  dentro  de  sus  vastos  fieles  domi- 
nios, tuvo  a  bien,  no  sólo  expedir  el  real  Decreto  de  27  de  Febre- 
ro de  1767,  firmado  de  su  real  mano  para  el  extrañamiento  y  ocu- 
pación de  las  temporalidades  de  los  regulares  que  se  llamaron  de 
la  Compañía  de  Jesús  por  los  motivos  que  no  toca  inculcar  (sic)  al 
vasallo,  y  siempre  están  marcados  con  el  sello  de  justos,  sino  man- 
dar que  esta  resolución  fuese  ley  fundamental  y  pei-petua  del  Rei- 
no a  cuyo  fin  se  recopilase  en  el  Código  de  Castilla"  . . . 

Veamos,  glosándola  entre  paréntesis,  la  parte  del  decreto  alu- 
dido que  a  los  bienes  temporales  de  los  jesuítas  se  refiere:  "Usando, 
dice,  de  la  suprema  autoridad  económica  que  el  Todopoderoso  ha 
depositado  en  mis  manos  (hipocresía  y  pecado  por  querer  tener  a 
Dios  como  cómplice  de  un  robo  sacrilego)  para  protección  de  mis 
vasallos  y  respecto  de  la  Corona  (que  desde  entonces  empezó  a  re- 
bajarse) he  venido  en  mandar  extrañar  de  todos  mis  dominios  de 


C.  IV.  CONTINUA  LA  DESTRUCCIÓN  RELIGIOSA  451 

España  e  Indias  e  Islas  Filipinas  y  demás  adyacentes,  a  los  regu- 
lares de  la  Compañía ...  y  que  se  ocupen  todas  las  temporalida- 
des de  la  Compañía  en  mis  dominios  . .  .  sus  bienes  y  efectos,  así 
muebles  raíces  o  rentas  eclesiásticas  que  legítimamente  posean 
en  el  Reino,  etc."  (no  le  faltaba  a  su  Majestad  más  que  exclamar: 
''El  respeto  al  derecho  ajeno  es  la  paz"  para  ponerse  al  nivel  que 
le  correspondía) . 

"Para  apartar  (prosigue)  alteraciones  o  malas  inteligencias 
entre  los  particulares,  a  quienes  no  incumbe  juzgar  ni  interpre- 
tar las  órdenes  del  Soberano :  mando  expresamente  que  nadie  es- 
criba, ni  imprima,  ni  expenda  papeles  u  obras  concernientes  a  la 
expulsión  de  los  jesuítas  de  mis  dominios ...  y  encargo  muy  es- 
trechamente a  los  Reverendos  Prelados  Diocesanos  (haciéndoles  que 
me  sirvan  de  cómplices  y  lacayos)  no  permitan  que  sus  subditos 
escriban,  impriman  ni  declamen  sobre  este  asunto,"  (órdenes  que 
no  se  dan  sino  cuando  se  tiene  mala  conciencia  de  lo  mandado.) 

Tenemos  pues,  que,  sin  previo  arreglo  con  la  Santa  Sede,  un 
monarca  llamado  el  Católico,  despoja  de  sus  bienes  que  él  mismo 
confiesa  ser  legítimamente  adquiridos,  a  millares  de  subditos  ino- 
centes, sin  juzgarlos  y  sin  oírlos. 

¿Cuál  fué  la  calidad  y  el  monto  de  los  bienes  arrebatados  a 
los  jesuítas  en  la  Nueva  España?  Daremos  el  apunte  oficial  por 
el  virrey  suscrito  y  por  el  Supremo  Consejo  aceptado,  pero  antes 
de  darlo  diremos  que  en  el  cateo  que  se  hizo  de  las  casas  de  Mé- 
xico según  que  consta  en  documentos  aún  visibles  y  legibles  (1), 
lo  que  se  encontraba  en  cada  aposento  era  una  mala  mesa,  una  o 
dos  estampas  de  papel,  una  silla  y  un  catre,  es  decir  que  cualquie- 
ra que  haya  sido  la  riqueza  de  la  Comunidad,  cada  individuo  de 
ella  era  verdaderamente,  pobre  de  Cristo. 

Bajo  el  número  23  del  capítulo  "Temporalidades"  aparecen 
firmadas  por  el  virrey  Bucareli  las  siguientes  formidables  noticias : 
"los  jesuítas  tenían  ciento  veinticuatro  propiedades  rústicas,  entre 
ranchos  y  haciendas,  molinos  y  trapiches,  de  las  cuales  estaban  en 
el  Arzobispado  de  México  cuarenta  y  una,  en  el  de  Puebla  cincuen- 
ta y  tres,  en  el  de  Oaxaca  dos,  en  el  de  Michoacán  trece,  en  el  de 
Guadalajara  tres,  en  el  de  Durango  doce." 


(1)     A.  G.  N.  "Temporalidades"  No.  228. 


452  LA  DESTRUCCIÓN 

Aparte  de  esto  anuncia  el  mencionado  virrey  que  dará  no- 
ticias de  las  fincas  urbanas  que  poseían  dichos  regulares  y  se  ha- 
bla además  de  multitud  de  documentos,  de  dineros  en  metálico  y 
de  cantidad  de  alhajas. 

Exponiendo  estos  datos,  que  son  verdaderos,  pero  que  no  son 
toda  la  verdad  sino  parte  de  ella,  es  como  se  ha  llegado  a  formar 
el  concepto  de  la  desmesurada  riqueza,  de  fabulosos  tesoros  que 
poseían  los  jesuítas;  pero  falta  decir  toda  la  verdad.  Esta  apa- 
rece en  el  Estado  oficial  expresivo  del  manejo  de  fondos  ex-jesuíti- 
cos  durante  el  quinquenio  corrido  desde  1788  hasta,  1792,  que  ofre- 
cemos entre  estas  páginas.  A  reserva  de  su  más  detenido  análi- 
sis, que  pueden  hacer  los  lectores,  saltan  a  la  vista  datos  que  de 
un  golpe  echan  abajo  las  fantásticas  ideas  sobre  esos  tesoros. 

Los  réditos  de  los  capitales  impuestos  daban,  en  números  re- 
dondos, cada  año,  ciento  treinta  y  dos  mil  pesos ;  el  arrendamiento 
de  fincas  urbanas,  cuatro  mil  doscientos ;  el  producto  de  haciendas 
rústicas,  ¡pasmémonos!  seis  mil  ochocientos  cincuenta,  y  así  por 
el  estilo  en  renglones  menos  importantes;  de  manera  que  el  total 
de  ingresos  en  los  cinco  largos  años,  fué  de  ochocientos  sesenta  y 
Ires  mil  setecientos  cuarenta  y  seis  pesos,  un  real  y  cero  granos, 
lo  que  daba  una  entrada  anual  de  ciento  setenta  y  dos  mil  sete- 
cientos cuarenta  y  nueve  pesos.  Suponiendo  que  esos  productos 
hubiesen  ascendido  en  tiempo  de  sus  honrados  administradores  y 
verdaderos  dueños  hasta  $400,000  en  vez  de  $180,000,  todavía  aque- 
lla suma  no  había  sido  una  cosa  del  otro  mundo  para  sustentar  30 
colegios  con  todos  sus  alumnos  gratis,  con  sus  correspondien- 
tes treinta  iglesias  y  30  bibliotecas,  y  mantener  además  a  toda 
la  indiada  de  las  misiones  del  norte.  Pero  nótese  sobre  todo,  que, 
esos  supuestos  $400,000  eran  las  entradas  brutas,  de  las  que  ha- 
bía de  deducir  infinitos  salarios,  réditos  y  demás  gravámenes  de 
que  no  sería  fácil  dar  cuenta  específica,  mas  que  en  realidad  exis- 
tían, y  tanto  que  en  el  dicho  estado  o  balance,  como  pueden  ver 
con  asombro  nuestros  lectores,  hubo  en  solos  cinco  años  el  pequeño 
déficit  de  cuatrocientos  mil  y  tantos  pesos.  Verdad  es  que  se  robó 
grandemente,  como  luego  advertimos,  pero  aun  concediendo  ésto, 
luego  se  echa  de  ver  que  la  soñada  "opulencia  indefinida"  no  exis- 
tía. Salidos  los  jesuítas  hubo  fondos  para  manejar  los  fondos,  pe- 
ro ya  no  hubo  ni  para  las  misiones,  que  se  vinieron  abajo  comple- 


El  P.  Francisco  Javier  Clavijero. 

Gal.  del  Museo  N.  de  México 


C.  IV.  CONTINUA  LA  DESTRUCCIÓN  RELIGIOSA  453 

tamente  por  falta  de  recursos,  ni  para  los  colegios  que  perecieron 
de  inanición,  ni  menos  hubo  fondos  para  matar  siquiera  el  ham- 
bre de  los  mismos  verdaderos  dueños  que  vivían  o  morían  en  el 
dr»stierro ;  porque  cinco  mil  cuatrocientos  cuarenta  pesos  para  man- 
tener en  Europa  durante  todo  un  quinquenio  a  trescientos  sujetos, 
es  sencillamente  una  irrisión;  aunque  eso  sí,  no  faltó  en  primera 
partida  de  gastos  el  pago  de  los  reales  empleados  que  ascendió 
en  el  mismo  período  a  ochenta  y  tres  mil  y  tantos  pesos. 


*       * 


Cuál  haya  sido  el  desfalco  y  desbarajuste  en  que  quedaron  las 
misiones  cuando  sus  bienes  pasaron  a  manos  laicas,  bien  claro  lo 
dejó  escrito  el  honrado  conde  de  Revillagigedo  cuando,  preguntado 
desde  España  sobre  el  particular,  aun  sabiendo  que  la  verdadera 
respuesta  había  de  disgustar,  contestó  lo  siguiente:  "No  hay  du- 
da en  que  los  reales  disiparon  o  malversaron  las  ricas  temporali- 
dades de  todas  o  la  mayor  parte  de  las  misiones,  y  que  faltándoles 
estos  fondos,  tampoco  puede  evitarse  su  decadencia  o  ruina. 

"Se  experimentó  desde  luego  en  las  de  Sinaloa  y  Ostimuri,  por- 
que los  clérigos  que  en  coiix)  número  se  encargaron  de  ellas,  en 
la  clase  o  con  el  título  de  curas  doctrineros,  no  gozaron  sínodos 
para  mantenerse  con  regular  decoro  y  decencia,  ni  tuvieron  otras 
obvenciones  y  derechos  parroquiales,  que  los  que  percibían  de  las 
familias  españolas  y  demás  castas  que  llaman  de  razón,  en  cuotas 
o  cantidades  más  o  menos  grandes  y  aranceladas  a  su  antojo,  o  a 
las  posibilidades  de  sus  feligreses. 

"Esta  falta  y  escasez  de  auxilios  se  hubieran  compensado  con 
la  consei'vación  de  los  bienes  comunes  de  las  misiones;  pero  como 
•se  hallaron  casi  perdidos,  o  enteramente  disipados,  tampvoco  pu- 
dieron observarse,  ni  sostenerse  las  reglas  del  buen  gobierno  es- 
piritual y  temporal  establecido  por  los  regulares  extinguidos. 

"Los  curas  doctrineros  no  tenían  fondos  de  caudales,  ni  arbi- 
trios para  alimentar  y  vestir  a  los  indios  y  a  sus  familias,  no  po- 
dían obligarlos  a  trabajar  sin  remuneración,  ni  impedirles  que 
buscasen  de  cualquier  modo  el  remedio  de  sus  necesidades;  y  de 
todo  esto  han  sido  consecuencias  lastimosas  el  abandono  de  los 
mismos  indios,  que  olvidados  de  los  principios  admirables  de  su 


454  LA  DESTRUCCIÓN 

educación  cristiana  y  civil,  se  entregaron  prontamente  a  la  ociosi- 
dad y  vicios,  viviendo  en  la  mayor  miseria. 

"La  fuga  de  familias  enteras,  o  sus  traslaciones  voluntarias, 
irremediables  y  sensibles  a  los  montes  y  a  distintos  domicilios, 
dejaron  los  pueblos  casi  sin  gentes,  sin  gobierno  y  sin  policía,  las 
iglesias  desiertas,  la  religión  sin  culto,  y  los  campos  sin  brazos 
para  su  labranza,  conservación  y  fomento  de  sus  ganados,  convir- 
tiéndose en  esqueletos,  si  no  todas,  la  mayor  parte  de  las  misiones 
de  Sinaloa  y  Ostirauri,  cuando  se  hallaban  al  tiempo  de  la  expul- 
sión de  los  jesuítas  en  estado  de  secularizarse,  o  erigirse  en  cu- 
ratos" (2). 

MISIÓN  DE  CALIFORNIA 

"Los  regulares  extinguidos  dejaron  más  de  800,000  pesos  en 
dinero,  efectos,  cantidades  impuestas  a  rédito  y  fincas  rústicas, 
que  forma  el  fondo  piadoso  en  que  se  sostienen  y  establecen  las 
antiguas  y  nuevas  misiones,  ¿cuándo  en  los  tiempos  presentes  po- 
drá llegar  el  caso  de  que  el  erario  del  Rey  se  constituya  en  nue- 
vos y  cortos  gravámenes  para  que  se  continúe  los  progresos  de 
la  conquista  espiritual  de  los  indios  californios?;  porque  las  fin- 
cas del  fondo  piadoso  caminan  con  precipitación  a  su  decadencia, 
y,  porque  no  hay  quien  se  dedique  a  la  solicitud  de  otros  bienhe- 
chores que  como  el  Marqués  de  Villa-puente,  su  mujer  Doña  Ger- 
trudis de  la  Peña,  marquesa  de  las  Torres  de  Rada,  D.  Juan  Caba- 
llero, D.  Nicolás  de  Arriaga,  el  Excmo.  Sr.  D.  Luis  de  Velasco, 
el  padre  jesuíta  Juan  María  Luyando,  y  la  Excma.  Sra.  Doña  Ma- 
ría de  Borja,  establecieron  el  referido  fondo  con  sus  gruesas  li- 
mosnas, siendo  ellas  por  consecuencia  de  los  verdaderos  agentes 
de  la  propagación  de  la  fe  en  la  península  de  California,  y  de  la 
extensión  de  los  reales  dominios  de  S.  M. :  impidiendo  que  sean 
ocupados  por  potencias  extranjeras,  o  que  al  menos  se  acerquen 
demasiado,  como  lo  intentan,  a  nuestras  antiguas  posesiones  es- 
pañolas." 

MISIONES  EN  LA  SIERRA  TARAHUMARA 

"Es  muy  lastimoso  el  estado  de  las  que  se  pusieron  a  cargo  de 
sacerdotes  clérigos,  pues  las  más  se  hallan  sin  ministros,  y  los 


(2)     A.  G.  N.  Correspondencia  de  Virreyes.  T.  33. 


C.  IV.  CONTINUA  LA  DESTRUCCIÓN  RELIGIOSA 


465 


existentes  en  calidad  de  interinos,  sirven  contra  toda  su  voluntad, 
haciendo  repetidas  renuncias,  que  no  se  admiten,  porque  no  hay 
quien  las  sustituya. 

"Al  Rev.  Obispo  de  Durango  encomendó  estas  Misiones  el  cu- 
ra del  Real  de  Minas  de  Cugsiguriachi  (Cusihuiriachic) ;  pero  aun- 
que sean  grandes  los  esmeros,  no  pueden  alcanzar  al  desempeño  de 
la  Misión,  porque  lo  impiden  las  distancias,  la  fragosidad  de  los  ca- 
minos de  la  Sierra  Madre  y  la  prostitución  de  unos  indios  verdadera- 
mente abandonados  desde  la  salida  de  los  regulares  extinguidos. 


"Ha  sido  menos  sensible  la  falta  de  estos  regulares  en  las  Misio- 
nes de  que  se  encargaron  los  del  Colegio  de  Ntra.  Señora  de  Guada- 
lupe de  Zacatecas,  y  bien  puede  asegurarse  que  se  hallarían  en  es- 
tado floreciente,  si  no  las  hubiesen  recibido,  despojadas  de  sus  bie- 
nes comunes. 

"Este  despojo  fué  un  error  del  Comandante  de  las  armas  de 
Chihuahua,  D.  Lope  de  Cuéllar,  comisionado  para  la  expatriación 
de  los  regulares  extinguidos;  pues  con  los  mejores  deseos  de  acer- 
tar agregó  a  la  gran  masa  "temporalidades"  las  que  eran  propias 
de  las  misiones. 

"Por  conclusión,  traslado  a  la  letra  lo  que  me  expuso  el  inten- 
dente que  fué  de  Durango,  D.  Felipe  Díaz  de  Ortega,  en  su  infor- 
me particular  sobre  las  misiones  de  Nueva  Vizcaya,  y  es  como  si- 
gue :  "En  los  tiempos  en  que  se  administraban  por  los  padres  ex- 
pulsos los  bienes  y  tres  misiones  que  estaban  a  su  cargo,  se  halla- 


4E6  LA  DESTRUCCIÓN 

ban  en  estado  floreciente,  y  sus  hijos  más  reducidos  a  sus  pueblos, 
los  templos  bien  adornados  y  el  culto  divino  en  el  aumento  posible, 
notándose  tan  sólo  el  cuidado  de  que  los  indios  no  se  mezclasen  con 
los  de  otras  castas,  ni  aprendiesen  el  castellano." 

Cuando  el  rey  y  los  suyos  se  vieron  delante  de  tantísimo  di- 
nero semítico,  el  que  había  y  el  que  se  imaginaban,  ¿qué  medidas 
tomaron  y  qué  actitud  de  ánimo?  Exactamente  la  misma  actitud 
que  viene  a  ser  característica  en  todos  los  rateros :  grande  inquie- 
tud por  el  mal  habido  que  parecía  que  se  les  quemaban  las  manos ; 
gran  precipitación  por  soltarlo  y  grande  suspicacia  de  todos  los 
cómplices  entre  sí,  suponiendo  y  esta  vez  con  mucha  razón,  que  ca- 
da uno  apañaría  para  sí  lo  más  y  lo  más  pronto  que  pudiese. 

Por  todas  estas  circunstancias,  D.  Carlos  por  la  gracia  de  Dios 
Rey  de  las  Españas,  etc.,  a  los  de  su  Consejo,  Presidente  y  Oidores, 
etc.,  señaladamente  a  los  jueces  comisionados  que  entendían  en  es- 
tos mis  Reinos  en  la  ocupación  de  temporalidades  de  los  regulares 
de  la  Compañía  de  Jesús,  etc.,  les  dijo,  "salud  y  gracia,  sabed:  que 
liabiendo  acreditado  la  experiencia  la  gravísima  deterioración  y 
menoscabo  en  que  se  constituyen  los  bienes  raíces  de  las  tempora- 
lidades ocupadas  a  dichos  regulares  (de  la  Compañía)  por  los  ries- 
gos y  contingencias  que  en  la  mayor  parte  de  su  administración, 
especialmente  en  mis  dominios  de  Indias,  que  por  estar  distantes 
es  más  expuesta  a  gravísimas  quiebras  y  casos  fortuitos,  particu- 
larmente los  obrajes  de  pan,  trapiches,  ingenios  de  azúcar,  cháca- 
ras y  haciendas  de  campo,  estancias,  rancherías  y  hatos  de  ganado, 
fiados  a  mulatos  y  negros  que  sólo  pueden  trabajar  fielmente  a  la 
vista  del  dueño  de  modo  que,  aun  por  su  misma  conservación  es  ne- 
cesaria la  traslación  a  dominio  particular;  agregándose  a  todo,  la 
expresa  prohibición  (solemne  mentira)  que  tuvieron  los  regulares 
de  la  Compañía  para  adquirir  bienes  raíces  en  los  expresados  mis 
dominios  de  Indias,  conforme  a  la  ley  fundamental  que  estableció 
el  Señor  Rey  Carlos  I,  poniendo  una  especie  de  vinculación  a  fa- 
vor de  los  conquistadores,  a  la  cual  quedaron  sujetos  dichos  regu- 
lares desde  luego  que  pasaron  en  el  reinado  siguiente  del  Sr.  Feli- 
pe II  su  hijo,  a  los  citados  mis  dominios  ultramarinos,  cuyo  abuso 
y  contravención  de  hecho  está  resistiendo  la  legitimidad  en  dichas 


C.  IV.  CONTINUA  LA  DESTRUCCIÓN  RELIGIOSA  467 

adquisiciones,  haciendo  justa  y  aun  necesaria  la  providencia  de 
poner  los  bienes  raíces  que  poseían  las  casas  de  la  Compañía  en  di- 
chos mis  reinos  de  Indias,  en  manos  libres  .  .  .  quedando  bajo  de 
mi  real  patronato  y  protección  inmediata,  con  prohibición  de  que  ja- 
más pudiesen  pasar  a  manos  muertas,  arréglase  el  Consejo  la  ins- 
trucción conveniente ..."  etc. 

Así,  negando  de  una  plumada  derechos  seculares  mil  veces  re- 
conocidos por  toda  clase  de  autoridades,  inventando  derechos  an- 
tiguos que  no  existieron,  como  lo  de  "vincular  la  tierra  a  favor  de 
los  conquistadores,"  dio  en  tierra  con  el  patrimonio  de  la  juventud 
escolar  de  Nueva  España,  y  con  el  más  necesario  todavía,  de  las 
misiones,  que  eran  toda  nuestra  civilización.  Odioso  y  malo  como 
es  el  robo,  resulta  peor  y  abominable  cuando  para  perpetuarlo  se 
intenta  torcer  las  fundamentales  normas  del  derecho  positivo  y 
del  derecho  natural. 

El  decreto  citado,  que  es  de  27  de  marzo  de  1769,  se  endereza- 
ba a  crear  juntas  provinciales  y  municipales  para  la  venta  de  los 
bienes  confiscados.  Era  ya  la  quinta  variante  en  la  administración 
de  ellos  y  en  pos  vinieron  todavía  múltiples  formas  de  juntas,  de- 
legaciones, inspecciones  que  no  servían  sino  para  aumentar  suel- 
dos, dar  nuevas  ocasiones  a  la  desaparición  de  fondos  y  revelar 
el  estado  de  inquietud  y  de  maldición  en  que  se  movían  esas  "tem- 
poralidades" (3). 

Una  fase  muy  odiosa  de  todo  este  sórdido  manejo  era  el  deseo 
de  cohonestarlo  introduciendo  en  tales  juntas,  aunque  fuera  de  só- 
lo título,  a  algún  eclesiástico,  a  poder  ser  al  mismo  obispo ;  así  en 
el  artículo  sexto  para  la  organización  de  las  juntas  municipales  lee- 
mos: "deberá  el  (comisionado)  formar  una  junta,  compuesta  del 
mismo  comisionado,  de  un  regidor  que  nombre  el  Ayuntamiento, 
de  un  eclesiástico  diptitado  por  el  Reverendo  Arzobispo  u  Obispo 
y  de  los  diputados  y  personas  del  común,  los  cuales  han  de  rever 
los  inventarios  y  advertir  las  omisiones  que  hallaren,  etc.  .  .  ." 

Temple  de  mártir  hubieran  necesitado  los  eclesiásticos  así 
comprometidos,  para  enfrentarse  con  todo  un  rey  de  España,  y 
perspicacia  inexigible  para  reconocer  un  ratero  en  un  regio  beato, 
que  iba  vestido  con  el  escapulario  y  colores  de  la  Purísima  Concep- 
ción, que  ceñía  su  real  cintura  con  el  cordón  de  la  venerable  or- 


(3)     V.  Historia  de  Real  Hacienda,  T.  5.  Págs.  90  a  243. 


458  LA  DESTRUCCIÓN 

den  tercera  de  nuestro  seráfico  padre  San  Francisco.  Algo  menos 
desorientados  hubieran  estado  si  Su  Sacarreal  Majestad  se  hubiese 
presentado  en  la  indumentaria  propia  del  caso  y  con  su  correspon- 
diente sombrero  tejano  . . . 

Desgraciadamente  (aunque  se  les  puede  suponer  buena  fe) 
entraron  a  la  repartición  de  lo  chico  y  de  lo  grande,  eclesiásticos 
dví  todas  las  esferas,  pero  por  supuesto,  mucho  más  seglares  que 
eclesiásticos. 

Una  muy  buena  parte,  todo  lo  que  se  podía,  de  lo  vendido  de 
los  tesoros  y  de  las  alhajas  las  perdía  para  siempre  nuestro  país, 
como  por  repetidas  reales  órdenes  estaba  mandado:  En  diferen- 
tes reales  órdenes  (leemos)  se  halla  prevenido  "deben  remitirse 
incesantemente  a  España,  a  mi  disposición,  todos  los  productos  li- 
bres de  las  temporalidades  de  Indias,  los  capitales  que  estén  por 
imponer,  y  los  que  en  lo  sucesivo  se  fueren  redimiendo :  el  importe 
de  las  ventas  de  alhajas  de  oro  y  plata,  de  segunda  y  tercera  clase; 
los  sobrantes  de  las  obras  pías,  así  como  las  cantidades  reservadas 
en  las  aplicaciones  para  alimentos  de  los  ex-jesuítas;  los  caudales 
pertenecientes  a  los  mismos  individuos  de  sus  patrimoniales  ca- 
pellanías, renuncias  u  otra  cualquiera  causa,  y  los  precedentes  de 
la  retención  de  cien  pesos  que  debe  hacérseles,  cuando  su  renta 
pnual  exceda  de  los  doscientos  pesos.  Para  evitar,  pues,  en  los  asien- 
tos de  las  oficinas  las  perplejidades  o  equivocaciones  que  han  sa- 
lido y  pueden  todavía  seguirse." 

Por  supuesto  y  veamos  cómo  la  historia  se  repite,  una  vez  sa- 
lidos los  jesuítas,  en  todas  partes  se  dieron  a  escarbar  la  tierra  y 
a  horadar  paredes  en  busca  de  más  tesoros,  una  de  las  cuales  exca- 
vaciones queda  así  relatada  en  el  diario  de  Castro  Santana:  "El 
día  30  de  marzo  de  1786,  dieron  una  denuncia  al  Sr.  Virrey  de  que 
ai  pie  de  la  torre  de  la  casa  Profesa  en  cierto  lugar  había  dinero 
enterrado,  por  lo  que  mandó  se  escavase  y  pusiese  guardia  del  re- 
gimiento de  la  Corona:  estuvo  escavándose  hasta  el  día  31  por  la 
noche ;  no  se  encontró  nada  y  se  mandó  tapar  el  hoyo ;  asistió  a  es- 
ta escavación  el  secretario  de  Guerra  D.  José  Caraballo,  y  caballe- 
rizo de  Su  Excia.  Francisco  Carrillo." 


Con  doscientas  ochenta  y  siete  reales  órdenes  de  carácter  ge- 
neral y  otra  infinidad  de  ellas  a  particulares  que  fueron  necesarias 


C.  IV.  CONTINUA  LA  DESTRUCCIÓN  RELIGIOSA  459 

para  la  ejecución,  se  puso  en  movimiento  por  más  de  un  siglo,  a 
trabajar  sobre  bienes  ajenos  a  millares  de  empleados,  con  lo  cual 
y  con  el  mal  ejemplo  del  monarca  y  con  la  perversión  de  principios 
fundamentales,  se  inoculó  desde  entonces  en  nuestra  patria  la  in- 
curable lepra  del  latrocinio  "legal."  Por  eso,  los  párrafos  hasta  aquí 
descritos  son  la  historia  de  la  destrucción,  más  que  de  tales  o  cuales 
bienes  materiales,  de  la  conciencia  pública  y  de  la  honradez  oficial. 
No  queremos  quitarle  nada  de  su  culpabilidad  a  ninguno  de 
los  gobiernos  de  nuestro  país,  usurpadores  de  bienes  ajenos;  pero, 
por  patriotismo  y  por  sana  filosofía  de  la  historia,  conviene  dejar 
bien  asentado  que  el  mal  ejemplo  ya  lo  habían  recibido  mucho  an- 
tes de  la  independencia,  y  que  para  ser  bandido  no  es  de  absoluta 
necesidad  el  haber  nacido  en  la  República  Mexicana. 

* 
*       * 

Un  ascua  de  oro,  sorprendente  y  magnífica  parecía  la  capi- 
lla de  los  Reyes  de  la  catedral  de  México  el  13  de  enero  de  1771 
convertida  como  estaba  en  un  imperial  salón  donde  se  inauguraba 
el  llamado  Cuarto  Concilio  Mexicano. 

Cualquiera  diría  que  la  Iglesia  Mexicana  venía  allí  a  hacer 
alarde  de  los  laureles  por  dos  siglos  conquistados  en  el  vasto  campo 
del  Anáhuac,  para  emprender  otra  triunfal  carrera  después  de  en- 
tonar sus  alabanzas  al  Criador  . . . 

"Nimio  ne  crede  colorí :"  bajo  aquellas  apariencias,  en  medio 
de  solemnidades  hasta  entonces  nunca  vistas  y  hasta  con  su  caché 
de  protocolo  versallesco,  lo  que  iba  a  celebrarse  era  algo  bien  triste, 
la  exaltación  de  las  regalías  sobre  la  Iglesia,  y  lo  que  peor  es,  la 
rendición  servil  del  Episcopado  a  los  poderes  laicos,  intrusos  y  mal 
intencionados  que  por  aquel  entonces  regían  indignamente  los  des- 
tinos de  la  noble  Nación  Española. 

Convocados  por  el  Rey,  y  no  por  el  Papa,  asistieron  a  esta  reu- 
nión el  limo,  y  Excmo.  Sr.  Lorenzana,  metropolitano  de  la  provin- 
cia mexicana,  y  los  limos,  y  Rmos.  Sres.  Miguel  Alvarez  de  Abreu, 
obispo  de  Antequera  (Oaxaca) ;  D.  Fr.  Antonio  de  Alcalde,  domini- 
co, obispo  de  Yucatán ;  D.  Francisco  Fabián  y  Fuero,  obispo  de  Pue- 
bla, después  arzobispo  de  Valencia;  D.  Fr.  José  Díaz  Bravo,  car- 
melita descalzo,  electo  de  Durango.  El  limo,  y  Rmo.  Sr.  D,  Pedro 
Sánchez  de  Tagle,  obispo  de  Michoacán  no  asistió  por  sus  enfer- 


460  LA  DESTRUCCIÓN 

medades ;  estuvo  en  representación  suya  y  con  voto  decisivo  el  Dr. 
I).  Vicente  de  los  Ríos,  doctoral  de  su  Iglesia.  La  mitra  de  Guada- 
lajara,  se  hallaba  vacante  por  el  fallecimiento  del  limo,  y  Rmo.  Sr, 
D.  Diego  Rivas ;  pero  representó  al  venerable  cabildo  de  esta  se- 
de el  Dr.  D.  José  Mateo  Arteaga,  doctoral  de  ella,  también  con  voto 
decisivo,  según  sus  poderes.  De  los  Sres.  aquí  nombrados,  el  limo, 
obispo  de  Durango  D,  Fr.  Vicente  Díaz  Bravo  recibió  orden,  a 
principios  de  agosto,  de  volver  a  España  en  calidad  de  preso,  mas 
no  llegó  a  su  destino  por  haber  fallecido  en  el  mar. 

No  mencionamos  los  nombres  de  los  demás  teólogos  y  vocales 
que  asistieron  a  las  asambleas,  como  en  casos  análogos,  tratando 
de  los  anteriores  concilios  lo  hicieron,  porque  en  realidad  nada  sig- 
nifica el  haber  asistido  a  una  reunión  que  con  el  título  de  eclesiás- 
tica vino  a  resultar  tan  sólo  una  rebelión  a  la  Santa  Sede,  y  en 
parte  también  una  sórdida  intriga  del  gabinete  masónico  de  Madrid. 

Bien  claro  se  vio  desde  sus  comienzos,  en  cuyas  manos  estaba 
el  asunto  y  cuál  era  el  verdadero  programa  del  llamado  Concilio 
Mexicano:  en  21  de  agosto  de  1769  se  les  giró  a  las  autoridades 
eclesiásticas  y  civiles  de  América  y  Filipinas  el  detestable  cedulón 
conocido  en  la  historia  con  el  nombre  de  "Tomo  Regio."  Precedióle 
un  ruego  y  encargo  a  los  mismos  prelados  para  que,  "de  acuerdo 
con  mi  vice-patrono  asistáis  a  la  celebración  del  Concilio  contri- 
buyendo con  vuestros  esfuerzos  a  que  en  todas  sus  partes  tenga 
cumplido  efecto  mi  expuesta  y  deliberada  voluntad." 

La  expuesta  y  deliberada  voluntad  de  Carlos  III  bien  se  deja 
ver  en  los  fragmentos  que  citaremos  de  tan  pesado  y  fúnebre  do- 
cumento con  sus  correspondientes  glosas  que  pondremos  entre  pa- 
réntesis :  "Bien  sabéis,  comienza  Carlos  III,  la  obligación  que  me 
incumbe  en  consecuencia  de  lo  dispuesto  por  las  Leyes  de  mis  Rei- 
nos, de  los  derechos  de  mi  patronazgo  Real,  de  la  protección  a  los 
Cánones  (¡valiente  protector  de  Cánones!)  y  de  la  Regalía  anexa 
a  la  Corona  desde  los  principios  de  esta  Monarquía,  a  promover  la 
congregación  y  celebración  de  Concilios  Nacionales  o  Provincia- 
les, indicando  los  puntos  que  se  han  de  tratar  en  ellos,  y  asistiendo 
rais  Virreyes  para  proteger  al  Concilio  y  velar  e  que  no  se  ofendan 
las  regalías,  jurisdicción,  patronazgo  y  preminencia  Real,"  (y  aquí 
podría  S.  M.  añadir:  para  quitarles  la  libertad  a  los  obispos  y  ha- 
cerlos instrumentos  de  mis  perversos  fines). 

Entre  las  causas  que  para  convocar  al  Concilio  le  mueven,  se- 


C.  IV.  CONTINUA  LA  DESTRUCCIÓN  RELIGIOSA  461 

ñala  la  de  examinar  las  doctrinas  relajadas  y  nuevas,  refiriéndose 
calumniosamente  a  las  de  la  Compañía  de  Jesús,  como  más  clara- 
mente lo  dice  después  el  artículo  VIII:  "que  no  se  enseñen  en  las 
cátedras  por  autores  de  la  Compañía  proscritos,  etc."  . . .  Estas 
breves  frases  eran  el  hilo  de  todo  el  ovillo  y  el  pie  por  donde  habían 
de  entrar  a  lo  que  verdaderamente  era  el  desiderátum  y  razón  de 
ser  del  llamado  concilio.  Porque,  en  efecto,  alarmadísimos  los  mi- 
nistros matritenses  con  los  elogios  que  el  Pontífice  Clemente  XIII 
acababa  de  hacer  en  julio  de  1769,  de  la  Compañía  de  Jesús,  que 
ellos  acababan  de  desterrar  de  todos  los  dominios  españoles;  de- 
seosos además  de  preparar  el  terreno  para  la  extinción  total  de  la 
orden,  nada  les  pareció  más  oportuno  que  levantar  la  voz  de  con- 
cilios y  prelados  para  con  ello  formar  atmósfera  y  hacer  presión 
en  el  Vaticano. 

Como  el  arzobispo  Lorenzana,  loco  por  alcanzar  un  capelo 
cardenalicio,  habíase  lanzado  sin  rubor  a  adular  al  monarca  y  su 
camarilla,  escribiendo  la  más  infame  pastoral  que  han  visto  los 
fieles  mexicanos  en  contra  de  los  jesuítas  a  quienes  él  personalmen- 
te y  su  arquidiócesis  debían  tantos  favores;  era  muy  natural  que 
al  conde  de  Aranda,  su  gran  amigo,  se  le  ocumese  empezar  sus 
ensayos  en  nuestra  pobre  patria.  Agregándose  pues  al  obispo  de 
Puebla  Fabián  y  Fuero,  más  audaz  si  se  quiere,  y  más  servil  que 
Lorenzana,  al  obispo  de  Oaxaca,  Alvarez  de  Abreu  que  de  gran 
amigo  se  trocó  en  acérrimo  enemigo  de  los  jesuítas;  apartando  a 
tiempo,  como  ya  hemos  indicado,  al  íntegro  Díaz  Bravo;  ya  era 
fácil  dirigir  a  los  otros  obispos  de  diócesis  secundarias,  y  más  si 
les  ponían  por  delante  una  mitra  superior,  como  fueron  la  de  Gua- 
dalajara  para  Alcalde,  la  de  Valencia  de  España  para  Fabián  y 
Fuero,  y  la  Primada  de  Toledo,  nada  menos,  para  el  servicial 
Lorenzana. 

Claro  está  que  no  habían  de  romper  el  fuego  ni  aun  siquiera 
dar  importancia  en  los  comienzos  al  tema  anti-jesuítico :  la  pureza 
del  dogma,  la  esplendidez  del  culto,  la  organización  de  seminarios 
y  parroquias,  la  enseñanza  catequística  y  otros  mil  temas  se  bara- 
jaron desde  el  principio  y  en  largas  126  sesiones,  cuyos  temas,  dis- 
cutidos y  puestos  en  forma  de  decretos,  integraron  un  grueso  volu- 
men cuyo  original,  el  famoso  forrado  en  terciopelo  azul  y  con  cin- 
tas   del    mismo    color   examinamos    el    año    de    1924    en    la    Bi- 


462  LA  DESTRUCCIÓN 

blioteca  Provincial  de  Toledo,  donde  para,  entre  los  muchos  pape- 
les que  de  México  se  llevó  el  arzobispo  Lorenzana. 

Mucha  importancia  dan  los  bibliófilos  a  este  perdido  Concilio 
IV,  muchos  se  lamenta  de  la  transmigración  del  original,  mientras 
otros  felicitan  al  obispo  mexicano,  Sr.  Camacho,  que  lo  imprimió; 
mas  la  verdad  es,  que  ni  lo  nuevo  que  tiene  este  concilio  sobre  el 
sapientísimo  tercero  mexicano,  ni  la  poca  utilidad  que  reportó,  ni 
el  desprecio  con  que  la  Santa  Sede  lo  dejó  para  siempre  resellado, 
dan  título  para  tantos  entusiasmos  en  uno  u  otro  sentido. 

De  letra  muy  parecida  a  la  del  Sr.  Lorenzana  vimos  y  fotoco- 
piamos  entre  los  referidos  papeles  de  Toledo  un  extracto  o  índice 
de  las  providencias  o  decretos,  ordenados  por  la  asamblea  de  que 
nos  vamos  ocupando,  y  ni  aun  esas  páginas  nos  parecen  dignas  de 
figurar  en  la  Historia  por  su  misma  vulgaridad  y  por  el  triste  y 
único  papel  de  pantalla,  que  representan. 

Mientras  los  buenos  de  los  teólogos  consultores  y  los  pobres 
frailes  se  quebraban  la  cabeza  en  las  públicas  sesiones  sobre  pri- 
vilegio de  indios,  verbigracia,  sobre  la  fórmula  del  bautismo  a  los 
mismos,  o  sobre  que  se  expliquen  bien  las  indulgencias  que  se  ga- 
nan al  toque  de  las  campanas  diciendo  las  preces  que  señala  el  Sr. 
Clemente  XIII,  la  Bula  de  Benedicto  XIII  y  la  real  cédula  de  tan- 
tos más  cuantos,  con  otros  mil  temas  por  el  estilo,  los  obispos  allá 
adentro  en  sesiones,  secretas,  se  despachaban  en  grande  para  per- 
petrar la  extinción  en  todo  el  mundo  de  la  Compañía  de  Jesús,  ex- 
pulsada ya  de  los  dominios  españoles. 

En  el  diario  del  Concilio  que  se  conserva  en  el  archivo  de 
la  mitra  de  México  se  lee,  que  en  sesión  de  16  de  octubre  dijo  el 
obispo  de  Puebla:  "que  como  sucesor  del  Venerable  Sr.  Palafox, 
tenía  que  proponer  un  punto  al  Concilio,"  y  protestaba  su  paz  in- 
terior en  todo  aquello  que  exteriormente  expresaba  alguna  ve- 
hemencia propia  de  su  genio;  lo  redujo  a  los  términos  siguientes: 
¿Si  convendría  que  el  Concilio  se  dirigiese  al  Papa,  uniendo  sus  in- 
tenciones a  las  del  Rey,  sobre  jesuítas?  pidiendo  se  diese  el  punto 
a  todos  los  consultores,  para  que,  meditado,  diesen  su  dictamen. 
La  proposición  sorprendió  al  arzobispo  y  dijo  no  entenderla.  Ex- 
plicóse más  el  obispo  de  Puebla  y  dijo  dirigirse  la  suya  a  la  secu- 
larización de  dichos  religiosos.  Dificultaron  esto  el  arzobispo  y  el 
obispo  de  Guadalajara,  por  no  constarles  del  ánimo  del  Rey  en  el 
asunto,  que  era  público  pretenderse  por  la  nuestra  y  otras  cortes. 


C.  IV.  CONTINUA  LA  DESTRUCCIÓN  RELIGIOSA  463 

Dijo  lo  mismo  el  asistente  real  y  añadió  el  obispo  de  Puebla  estar 
en  México  copia  de  la  carta  en  que  pide  el  Rey  al  Papa  dicha  secu- 
larización y  extinción  de  la  religión,  y  que  se  vería.  Quedóse  en 
<iue  diesen  su  dictamen  los  consultores,  con  lo  que  terminó  la  sesión 
a  las  nueve  y  media." 

En  la  sesión  del  23  del  mismo  mes  (126  del  Concilio)  dice  el 
mismo  diarista,  que  el  ai-zobispo  descendió  a  tocar  otro  punto, 
"'cuya  decisión  se  hizo  sin  consulta  de  los  Diputados  y  Prelados  de 
religiones  y  con  sólo  la  de  tres  canonistas,  Doctores  Becerra,  Torres 
y  Arizpe,  únicos  presentes,  y  se  tomó  a  todos  los  asientos  jura- 
mento de  secreto  en  todo  lo  hablado  y  resuelto,  omitiendo  la  exco- 
munión que  había  pedido  el  obispo  de  Guadalajara;  con  lo  que  ter- 
minó la  sesión  a  las  diez." 

Es  interesante  por  demás  lo  que  en  esta  sesión  secreta  ya,  y 
a  las  malas,  se  discutió.  Hela  aquí  copiada  de  un  diario  atribuido 
a  D.  Luis  Torres:  "El  Obispo  (de  Puebla)  promovió  que  se  escri- 
ba al  Papa  para  que  secularice  a  los  jesuítas  romanos  y  a  todos,  y 
que  se  pida  la  canonización  de  Palafox.  Omaña  que  declaró  a  favor 
de  los  jesuítas,  ahora  es  contra  ellos,  y  que  si  no  se  extingue  la  re- 
ligión, como  pide  el  Rey,  vendrán  sus  libros  a  infestarnos.  Cams 
dijo  lo  mismo  y  releyó  la  historia  de  auxiliis,  la  Ciencia  media,  con- 
denada y  el  Probabilismo  y  que  se  admiraba  que  sus  frailes  asis- 
tieran a  las  funciones  jesuíticas.  Becerra  votó  por  la  extinción  y 
que  se  canonizase  al  Sr.  Palafox,  a  Gregorio  López  y  a  María  de 
Jesús,  monja  de  Puebla.  D.  Luis  de  Torres  dijo,  que  no  se  sabía  si 
el  Rey  actualmente  pedía  la  extinción,  y  que  su  doctrina  de  los  je- 
suítas estaba  recibida  por  todo  el  mundo.  Aunque  dijo,  que  ha  cua- 
tro años  que  el  Rey  pedía  esto ;  Clemente  XIII  de  nuevo  confimiaba 
el  Instituto  y  que  no  se  podía  pedir  la  extinción  por  no  ofender  al 
Papa;  que  un  jesuíta  escribió  haber  salido  a  limosna  para  comer 
y  trajo  unos  mendrugos ;  que  los  jesuítas  tenían  en  sus  breviarios, 
aposentos  y  relicarios,  estampas  del  Sr.  Palafox.  El  Arzobispo 
(de  México)  dijo:  que  dos  veces  fué  herido  José,  Rey  de  Portugal, 
por  las  doctrinas  y  el  dictamen  de  los  jesuítas,  una  vez  Luis  XV  de 
Francia,  un  día  para  matar  al  Rey  de  España,  otro  para  el  Sr. 
Palafox." 

"Se  dijo  que  Santo  Tomás  había  enseñado  el  regicidio  de  quien 
lo  tomó  Busenbaum,  y  se  enfureció  Cams.  El  Arzobispo  (de  Mé- 
xico) dijo  que  en  León  estudió  con  los  jesuítas  y  sus  padres  sabe- 


464  LA  DESTRUCCIÓN 

dores,  lo  enviaron  a  Valladolid  a  los  Benedictinos.  El  Obispo  de 
Puebla  dijo  que  en  el  Colegio  de  Madrid  tenían  los  jesuítas  30,000 
fusiles;  que  se  tuvo  en  Roma  junta  preparatoria  para  el  grado 
heroico  de  las  virtudes  de  Palafox,  y  que  los  jesuítas  no  sacaban 
la  cara,  mas  con  mañas  la  detenían.  El  Coad.  Belliga  ( ?)  dice  que 
no  se  puede  ver  la  Inocenciana  sin  extinguir  a  los  jesuítas"  (4). 
Fruto  de  esta  y  de  otras  semejantes  reuniones  secretas  fueron 
una  carta  latina  contra  el  instituto  de  los  jesuítas  y  otra  que  con 
el  título  de  Beatificación  del  Siei-vo  de  Dios  Juan  de  Palafox  ve- 
nía a  recaer  principalmente  sobre  el  mismo  tema  que  la  anterior. 
Existen  estas  piezas  en  el  Archivo  de  la  Sagrada  Mitra,  y  copia 
de  la  última  también,  en  el  Archivo  General  de  Toledo ;  son  un  ver- 
dadero borrón  en  nuestra  historia  eclesiástica,  aun  cuando  sola- 
mente se  suponga  a  los  obispos  que  la  suscriben,  unos  engañados. 
Así  lo  queremos  juzgar  benignamente:  la  calumnia,  sobre  todo 
cuando  sale  de  labios  autorizados  como  los  de  un  monarca  español, 
o  de  todo  un  Consejo  de  Castilla,  hace  grande  impresión  en  las  al- 
mas débiles.  Todos  los  subditos  del  Rey  Católico  tenían  clavada  la 
idea,  y  la  llevaban  como  en  los  huesos,  de  que  el  rey  era  un  ge- 
nuino representante  de  la  idea  religiosa;  intuición  extraordinaria 
se  hubiera  requerido,  e  información  especialísima  para  penetrar 
la  verdad  de  las  cosas  y  para  poderse  persuadir  de  la  malignidad, 
injusticia  e  irreligión  de  aquellos  altos  calumniadores  de  la  Com- 
pañía de  Jesús ;  y  con  esas  ideas  en  la  Cabeza  era  muy  difícil  que 
los  obispos  sintiesen  de  otra  manera.  La  Historia  en  este  punto, 
como  en  otros  muchos,  narra  los  hechos  y  dice :  ya  Dios  los  habrá 
juzgado. 

En  el  artículo  tercero  de  la  pragmática  sanción,  después  de 
fulminar  en  lo  sustancial  la  expatriación  de  los  jesuítas,  con  diplo- 
macia satánica  se  vuelve  S.  M.  al  clero  regular,  con  las  siguientes 
palabras :  "y  he  venido  asimismo  en  mandar  que  el  Consejo  haga 
notoria  en  todos  estos  reinos  la  citada  mi  real  determinación,  ma- 
nifestando a  las  demás  órdenes  religiosas,  la  confianza,  satisfac- 
ción y  aprecio  que  me  merecen,  por  su  fidelidad  y  doctrina,  ohser- 


(4)     Decorme  O.  C.  T.  I.  Págs.  17-19. 


C.  IV.  CONTINUA  LA  DESTRUCCIÓN  RELIGIOSA  465 

vanda  de  la  vida  monástica,  ejemplar  servicio  de  la  Iglesia,  acre- 
ditada instrucción  de  sus  estudios,  y  suficiente  número  de  indi- 
viduos para  ayudar  a  los  obispos  y  párrocos  en  el  pasto  espiritual 
de  las  almas,  y  por  su  abstracción  de  negocios  de  gobierno,  como 
ágenos  y  distantes  de  la  vida  ascética  y  monacal," 

Todo  este  artículo  iba  lleno  de  engaño:  era  mentira  la  con- 
fianza, satisfacción  y  aprecio  que  le  merecieron  los  frailes  dos  años 
después  de  la  publicación  del  "Tomo  Regio;"  como  que  la  persecu- 
ción de  los  religiosos  era  número  esencial  del  programa  y  muy  prin- 
cipal elemento  de  la  perversión  de  la  asamblea  a  que  nos  vamos  re- 
firiendo. Ya  desde  el  segundo  párrafo  del  "Tomo  Regio"  se  nos  di- 
ce: "la  necesidad  del  Concilio  Provincial  me  fué  representada  por 
algunos  celosos  Prelados  de  esas  Regiones,  y  al  mismo  tiempo  se  vio 
la  decadencia  de  la  Disciplín-a  Monástica,  no  sólo  en  lo  interior  de 
sus  observancias,  sino  también  en  el  porte  exterior,  y  en  la  falta 
de  subordinación  a  los  Diocesanos  en  todo  aquello  que  los  Cánones 
y  las  leyes  disponen ;"  y  en  el  artículo  XVIII  se  insistía  con  las  si- 
guientes palabras:  "Que  en  el  mismo  Concilio  se  an-egle  la  subor- 
dinación del  Clero  Regular,  tanto  en  su  disciplina  externa  como  en 
la  sujeción  debida  a  los  Diocesanos  Ordinarios  en  todo  lo  que  mira 
a  la  administración  de  Sacramentos  o  manejo  de  las  Misiones  de  su 
cargo,  y  en  establecer  regla  para  velar  en  que  el  número  no  exceda 
del  que  se  fije  por  los  Religiosos  Reformadores,  con  acuerdo  de  los 
Virreyes  y  Metropolitanos.  Los  Provinciales  o  Superiores  Regu- 
lares respectivos  deberán  asistir  al  Concilio  para  que  con  ellos  se 
trate  y  se  les  oiga  en  los  puntos  tocantes  a  la  disciplina  Regular, 
previniéndoselos  desde  aquí  sus  Generales." 

Por  de  pronto  ya  con  sólo  publicar  este  decreto,  se  obtenía  la 
deseada  infamia,  y  con  este  solo  procedimiento  se  injuriaba  a  los 
frailes. 

Reformas  de  los  regulares,  en  México  como  en  todas  partes 
son  necesarias  de  vez  en  cuando,  pero  obrando  con  buena  fe  se  de- 
bía haber  recurrido  en  secreto  a  los  generales  de  la  orden  o  al  Ro- 
mano Pontífice  y  no  sujetarlos  a  un  concilio  provincial,  ¡y  qué 
concilio!  y  a  las  hablillas  del  público. 

Parece  que  más  bien  se  trataba  de  difamarlos  que  de  refor- 
marlos, y  que  aparte  de  lo  expresado  en  el  "Tomo  Regio,"  había  ór- 
denes secretas  que  tendían  a  someter  a  las  órdenes,  aun  las  más 
antiguas,  a  la  jurisdicción  del  ordinario ;  a  esto  tienden  los  dos  ar- 


4G6  LA  DESTRUCCIÓN 

tículos  siguientes  discutidos  en  el  Concilio :  "Que  se  represente  a  su 
Majestad  la  reunión  de  las  dos  Provincias  de  Agustinos  de  San  Ni- 
colás de  Tolentino  de  Michoacán  con  la  del  Dulcísimo  Nombre  de 
Jesús  de  México ;  así  mismo  sobre  la  de  Jalisco,  de  religiosos  fran- 
ciscanos a  la  del  Santo  Evangelio  de  México  o  a  la  Provincia  de  San 
Pedro  y  San  Pablo  de  Michoacán."  Esto  era  sencillamente  inmis- 
cuirse en  asuntos  interiores  de  las  órdenes ;  pero  de  mucho  más  al- 
cance fué  el  siguiente  decreto :  "Que  los  Provinciales  regulares  pre- 
senten al  Concilio  razón  de  sus  rentas  y  limosnas  para  arreglar  el 
número  de  religiosos  y  otras  providencias  que  previenen  otros  Con- 
cilios." No  faltaban  a  los  frailes  hombres  de  temple  que  pudiesen 
hacer  frente  a  los  obispos,  si  de  sólo  ello  se  tratase,  pero  detrás  de 
ellos  estaba  el  rey,  y  detrás  del  rey  su  camarilla,  ávida  ya  de  te- 
ner los  inventarios  y  catálogos  para,  en  una  forma  o  en  otra,  hacer 
con  los  frailes  lo  mismo  que  se  había  hecho  con  los  jesuítas.  Pre- 
sentaron los  religiosos  los  estados,  inventarios  y  relaciones  que  se 
les  pedían,  muchas  de  las  cuales  se  conservan  en  el  citado  archivo 
toledano. 

Afortunadamente,  con  la  muerte  de  Carlos  III,  con  la  caída  de 
de  sus  más  astutos  y  poderosos  favoritos,  y  posteriormente  con  las 
guerras  y  revueltas  europeas  de  las  postrimerías  del  siglo,  los 
planes  masónicos  quedaron  por  entonces  en  suspenso,  y  las  órdenes 
religiosas  pudieron  vivir. 

Los  obispos  por  su  parte,  viendo  que  darían  gusto  al  rey  con 
lo  de  reformar  religiosos,  diéronse  a  ello  con  todo  empeño,  y  gran 
número  de  gente  de  ruin  índole,  se  convirtieron  en  espías,  acusa- 
dores y  calumniadores.  Los  religiosos  entre  tanto,  si  realmente  ne- 
cesitaban de  reforma,  por  ese  medio  no  la  consiguieron,  lo  que  se 
consiguió  sin  duda  fué  desacreditarlos  ante  la  gente  sin  criterio, 
por  aquello  de  "calumnia  que  algo  queda;"  y  de  paso  se  formó  un 
hábito  poco  generalizado  antes  de  esa  época,  de  murmurar  con  chis- 
tes volterianos  contra  los  que  dejando  el  mundo  y  todas  sus  cosas 
sil-ven  a  Dios  en  la  vida  regular. 

En  vista  de  los  legajos  que  condensan  dichas  gestiones  refor- 
madoras y  que  recorrimos  el  año  de  1924  en  el  archivo  de  Sevilla 
no  cambiamos  de  parecer  sobre  el  juicio  que  sobre  la  vida  religiosa 
en  México  hemos  ya  emitido  en  un  capítulo  de  este  mismo  volumen. 

Junto  con  estas  informaciones,  hasta  cierto  punto  oficiales, 
iban  otras  cartas  de  particulares.  Una  de  esas  cartas  que  vimos  en 


C.  IV.  CONTINUA  LA  DESTRUCCIÓN  RELIGIOSA  467 

el  archivo  de  la  biblioteca  del  colegio  del  Estado  de  Puebla,  va 
firmada  por  el  visitador  Gálvez,  dice  horrores  contra  cierta  orden 
mendicante,  cosas  verdaderamente  horribles. 

Como  en  ninguna  otra  parte  hemos  visto  ni  eco  ni  barrunto 
de  los  crímenes  acusados,  como  ni  los  visitadores  de  la  dicha  or- 
den en  sus  cartas  secretas  al  general  hacen  mención  de  tales  crí- 
menes, cual  debieran  y  pudieran  hacerlo,  ni  los  obispos  tomaron 
providencias,  que  debieron  haber  tomado,  caso  de  existir  la  supues- 
ta relajación;  como  Gálvez  además,  y  aparte  de  su  mal  espíritu,  era 
un  alocado,  y  por  una  temporada  estuvo  positiva  y  sencillamente 
loco;  nos  parece  que  tenemos  todos  los  elementos  para  dejar  a  los 
reverendos  padres  calumniados,  en  su  muy  merecida  posesión  y 
crédito  de  buenos  religiosos  y  operarios  de  la  viña  del  Señor.  Es 
también  muy  de  notarse  que  esta  carta  fué  escrita  en  momentos 
en  que,  Gálvez  estaba  irritado  contra  cierto  procurador  de  esa 
orden,  por  no  darle  ciertos  dineros  que  el  impetuoso  visitador  exi- 
gía para  sus  empresas  en  California. 


La  malicia  general  del  llamado  IV  Concilio,  estuvo  en  el  as- 
pecto regalista  que  presentó  desde  el  principio  hasta  el  fin,  y  hasta 
treinta  y  dos  años  después  de  haberse  terminado,  como  que  hasta 
el  año  de  1803  se  siguió  gestionando  en  Roma  en  muy  malas  for- 
mas, para  su  reconocimiento. 

Sin  volver  a  tocar  las  imposiciones  desde  su  misma  convoca- 
ción, sí  recordaremos  la  actitud  molestísima  de  D.  Joaquín  Anto- 
nio de  Rivadeneyra  Barrientos,  aquel  canonista  ya  conocido  de 
nuestros  lectores,  que  debido  sin  duda  alguna,  a  sus  tendencias 
ultra-religiosas,  fué  nombrado  representante  del  rey,  y  se  pose- 
sionó tanto  de  su  papel,  y  el  muy  insensato  se  dio  tanta  importan- 
cia, que  pretendía  nada  menos  que  un  dosel  en  lugar  de  suma  prefe- 
rencia. La  continua  molestia  y  obstrucción  que  desplegó  durante 
todas  las  asambleas  resultó  tanto  más  ridicula  cuanto  era  menos 
necesaria.  Sin  agente  real,  o  como  quien  dice,  sin  demonio  tenta- 
dor, ya  tenían  los  obispos  en  sí  mismos  la  suficiente  dosis  de  servi- 
cialidad  para  guisar  muy  a  gusto  del  real  paladar  los  platillos  que 
él  había  señalado  como  de  su  preferencia  en  el  banquete. 

Todos  los  decretos  del  concilio,  antes  que  a  Roma  ni  a  ninguno 
otro  lado,  fueron  a  Madrid  donde  se  hizo  lo  que  algunos  llaman 


468  LA  DESTRUCCIÓN 

glosa  y  observaciones,  y  nosotros  llamaríamos  destrozo,  cuyos  do- 
cumentos se  conservan  en  el  Archivo  de  Indias  (5). 

En  este  mismo  legajo  hay  un  sumario  de  las  gestiones  hechas 
con  Roma  donde  fué  el  concilio  continuamente  repulsado  hasta 
1791.  En  este  hecho,  el  rey  y  el  consejo  tomaron  a  punto  de  honra 
el  sacarlo  a  flote,  encomendándolo  con  todo  encarecimiento  al  mi- 
nistro cerca  de  la  Santa  Sede  que  era  entonces  D.  José  Nicolás  de 
Azara.  En  23  de  enero  de  1792  se  enviaron  a  este  astuto  diplomá- 
tico los  documentos  para  su  instrucción  y  gobierno,  previniéndole 
que  enterado  de  todo,  solicitara  de  Su  Santidad  la  confirmación 
del  concilio,  catecismo  formado  en  él  y  "Tomo  Regio,"  lo  cual  prac- 
ticase con  la  mayor  eficacia,  y  que  obtenidas,  las  remitiese  todas, 
para  que  tuvieran  su  debido  cumplimiento  las  soberanas  resolucio- 
nes de  su  majestad. 

Con  fecha  de  28  de  marzo  del  mismo  año  contestó  dicho  mi- 
nistro diciendo  que  estaba  dispuesto  a  ejecutar  lo  que  se  prevenía, 
pero  que  sin  embargo  de  no  haber  tenido  tiempo  para  instruirse 
de  un  expediente  tan  voluminoso,  considerando  sólo  la  materia  en 
su  generalidad  se  le  ocurrían  las  dificultades  siguientes: 

"Que  Tío  era  necesaria  la  aprobación  y  censura  de  Roma  para 
que  los  Concilios  Provinciales  tuvieran  su  cumplido  efecto;  ma- 
yormente los  de  España  que  se  sancionaban  por  la  autoridad  Real, 
después  del  maduro  examen  de  los  Consejos. 

"Que  de  todos  nuestros  Concilios  de  Indias  sólo  se  había  re- 
mitido a  Roma  para  su  aprobación  el  Tercero  Mexicano ;  pero  se  le 
había  dado  por  la  Congregación  del  Concilio  ciertas  restricciones 
que  no  constaban  cuáles  eran,  y  dudaba  que  ahora  fuesen  del  agra- 
do del  Consejo. 

"Que  tenía  por  infalible  la  resistencia  en  aprobar  muchos  pun- 
tos contenidos  en  el  Concilio,  que  siendo  propios  de  la  Disciplina 
de  España  no  se  conforvíiaban.  con  las  máximas  de  la  Curia  Ro- 
mana. 

"Que  las  modificaciones  propuestas  por  el  Consejo  y  aprobadas 
por  V.  M.  en  ciento  y  un  párrafos  de  los  seiscientos  veintitrés  que 
contenía  el  Concilio,  ofrecían  una  nueva  y  grave  dificultad,  cual 
era  de  que  cuando  se  pidiera  la  aprobación  del  Concilio,  no  podían 
prescindir  el  Papa  y  la  Congregación,  de  dichas  modificaciones  y 
responderían  que  la  solicitud  más  bien  se  dirigía  a  obtener  la  apro- 


(5)     A.  G.  I.  97-3-3. 


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•4) 


8 


C.  IV.  CONTINUA  LA  DESTRUCCIÓN  RELIGIOSA  469 

bación  de  nuestros  derechos  de  Regalía,  que  las  resoluciones  ae  un 
Concilio  Eclesiástico,  y  añadió  que  el  Consejo  podría  adivinar  cuál 
sería  la  respuesta  de  la  Corte  de  Roma  a  semejante  proposición." 

El  Consejo,  hecho  cargo  de  todo  lo  referido  y  de  lo  que  han 
expuesto  los  fiscales  en  las  respuestas  que  acompaña,  conformán- 
dose con  la  última  que  propone  el  fiscal  del  Perú,  es  de  parecer: 
"Que  no  hay  necesidad  de  que  se  solicite  y  obtenga  de  la  Silla  Apos- 
tólica la  confimiación  del  Concilio  IV  Mexicano,  y  Catecismo  for- 
mado por  éste  y  que  a  su  consecuencia  se  sirva  V.  M.  mandar  que 
su  Ministro  de  Roma  suspenda  toda  solicitud  sobre  este  punto." 

¿Se  quiere  rebeldía  más  clara  contra  la  Santa  Sede  que  la  ex- 
presada en  las  últimas  frases  del  Consejo?  Sencillamente  los  ca- 
tólicos que  se  entusiasman  por  el  Concilio  IV,  no  saben  lo  que  hacen. 


Clausuradas  las  sesiones,  los  cuatro  Obispos:  Lorenzana, 
Abreu,  Alcalde  y  Fuero,  escribieron  una  carta  al  rey,  de  gran  va- 
lor como  pieza  histórica,  y  de  gran  valor  como  elemento  de  refor- 
ma si  la  hubiesen  encaminado  de  otra  manera. 

La  referida  carta  es  una  relación  sincera  y  abierta  del  verda- 
dero estado  de  Nueva  España ;  falta  de  obispados  y  de  obispos ;  di- 
fícil situación  en  que  éstos  se  hallaban;  elementos  de  perversión 
religiosa,  etc.,  puntos  que  en  su  mayor  parte  conocen  ya  nuestros 
lectores,  copiados  como  quedan,  en  anteriores  capítulos. 

Además  de  estas  materias  relacionadas  con  su  pastoral  oficio, 
veían  ellos,  como  siglos  atrás  lo  había  visto  fray  Juan  de  Zumá- 
rraga,  que  a  los  obispos  de  América,  por  su  indiscutible  suprema 
posición  y  especial  prestigio,  tocaba  también  el  apartar  los  males 
y  promover  muchos  bienes  en  el  orden  material ;  y  de  ello  también 
se  ocuparon.  Conviene  copiar  los  más  interesantes  párrafos  de  este 
género:  "El  estado  presente  en  esta  Nueva  España,  dicen,  es  que, 
V.  M.,  en  terreno  tiene  más  que  Potentado  alguno  del  mundo,  desde 
el  Ismo  de  Panamá  hasta  lo  más  remoto  de  la  Diócesis  de  Durango, 
que  por  la  parte  del  Norte  llega  a  mil  leguas  la  longitud,  y  en  toda 
la  costa  del  mar  que  se  reconoce  desde  el  Golfo  de  Californias  o 
desembocaduras  del  Río  Colorado  hasta  Panamá,  no  corre  ni  una 
mala  fragata;  de  modo  que  cuando  viene  la  nao  de  Filipinas  muy 
empacada  e  inhabilitada  para  cualquiera  resistencia,  puede  ro- 
barla no  sólo  un  "Ansón,"  sino  el  corsario  de  menos  valor.    Se  está 


470  LA  DESTRUCCIÓN 

mirando  en  Acapulco  todo  el  año  al  mar  sin  ver  más  que  agua ;  si 
por  casualidad  falta,  como  sucede,  la  nao,  los  infelices  que  viven 
en  la  costa  perecen  de  hambre,  porque  ni  venden  sus  comestibles, 
ni  tienen  qué  portear  en  sus  caballerías. 

"Antes,  solía  venir  alguna  embarcación  de  otra  América  con 
frutos  del  Reino  del  Perú,  ahora  se  cortaron  estos  arbitrios  que 
eran  socorro  para  México  y  Puebla,  donde  se  mantenían  muchos 
millares,  unos  con  la  venta  de  los  géneros  de  China  que  traía  la 
nao  de  Filipinas,  y  en  nada  perjudica  al  comercio  de  España,  otros 
tejiendo  colchas  y  mantas  de  algodón  muy  primorosas;  otros  ha- 
ciendo con  hierro  de  España  armas  de  fuego,  tijeras,  navajas  y 
otros  instrumentos  que  compraban  los  del  Perú ;  y  con  estas  manu- 
facturas se  hizo  célebre  la  ciudad  de  Puebla  y  otras,  sin  que  por 
eso  fuera  menos  dinero  a  España,  y  ahora  todos  los  oficiales  están 
ociosos  y  muriendo  de  hambre. 

"Es  justísimo  que  el  comercio  de  España  en  nada  sea  perjudi- 
cado en  el  pronto  despacho  de  los  géneros  que  trae  la  Flota;  ¿pero 
por  ventura,  se  cría  en  España  el  algodón,  el  cacao,  el  añil,  la  la- 
na de  Vicuña,  el  palo  de  Campeche,  el  bálsamo,  las  yerbas  medici- 
nales de  este  Reino  o  del  Perú?  Pues  no  puede  el  real  ánimo  de  V. 
M.  privar  a  estos  sus  leales  vasallos  de  los  modos  de  subsistencia, 
ni  cortarles  enteramente  que  trafiquen  con  los  frutos  que  ni  les 
vienen  de  ese  Reino,  ni  minoran  la  venta  de  los  de  España,  y  lo  con- 
trario es  dar  causa  a  que  compren  telas  de  algodón  de  los  extran- 
jeros y  sacar  ocultamente  y  sin  pagar  derechos,  lo  que  no  se  per- 
mite a  los  naturales. 

"Depositó  Dios  el  tesoro  de  las  riquezas  en  esta  América,  y  no 
lo  sabemos  disfrutar  ni  dejarle  desfrutar  a  los  naturales.  V.  M.  es 
el  único  Soberano  de  la  grana,  de  quien  dependen  todas  las  nacio- 
nes para  sus  tintas,  porque  sólo  se  cría  con  abundancia  en  esta 
Nueva  España,  y  siendo  constante  que,  recién  hecha  la  Conquista 
de  este  Reino,  se  cuidaba  mucho  no  sólo  en  la  Diócesis  de  Oaxaca 
sino  en  las  de  Puebla  y  México ;  actualmente  no  quieren  los  indios 
de  estas  dos  últimas  diócesis  dedicarse  a  la  cría,  porque  temen 
extorsiones,  y  en  unos  pueblos  han  cortado  las  nopaleras,  que  son 
arbolitos  en  que  se  cría,  en  otros  las  han  despedazado,  y  en  otros 
quemado. 

"No  sólo  en  Caracas  y  Soconusco  había  buen  cacao,  sino  aun  en 
la  costa  del  Sur  del  Obispado  de  Puebla  y  Arzobispado  de  México, 


C.  IV.  CONTINUA  LA  DESTRUCCIÓN  RELIGIOSA  471 

y  junto  a  Acapulco  se  mantienen  ahí  algunos  árboles  que,  aun  mal 
cuidados,  lo  producen  de  excelente  calidad,  y  ha  faltado  el  cultivo 
porque  en  treinta  leguas  faltan  poblaciones  y  casi  todo  es  monte, 
desde  Chilpancingo  hasta  Acapulco,  ni  hay  más  curatos  que  el  de 
Acapulco,  Coyaca  y  Oapam  y  éstos  muy  pobres  y  sin  vecinos. 

"La  Península  de  Yucatán  es  hoy  la  más  pobre  y  miserable,  y 
con  la  langosta  ha  quedado  casi  despoblada,  han  muerto  de  hambre 
sus  habitantes,  y  no  se  le  ha  socorrido  desde  aquí  en  tiempo,  y  con 
todo,  sólo  ella  era  bastante  en  el  ramo  del  palo  que  llaman  de  Cam- 
peche para  enriquecer  el  Real  Erario;  y  esto  sin  mezclarse  en  la 
prohibición  de  que  le  sacasen  los  ingleses  de  Balís,  pues  ahora  se 
está  pudriendo  en  las  costas,  y  tiñiendo  las  aguas  del  mar,  el  que  en 
los  años  pasados  se  mandó  cortar, 

"Este  palo  tan  necesario  para  los  tintes,  pudiera  traerse  a  Ve- 
racruz  o  llevarse  a  la  Habana,  y  serviría  de  lastre  a  todos  los  navios 
depositándole  en  Cádiz  y  la  Coruña  para  venderlo  a  cuenta  de  V. 
M.  con  crecidos  intereses. 

"Las  islas  Filipinas  son  un  Paraíso  Terrenal  donde  abunda  la 
canela,  el  clavo  y  las  maderas  exquisitas  y  las  disfrutan  otras  na- 
ciones en  las  islas  que  tienen  en  aquella  parte  del  mundo,  y  nosotros 
por  oposiciones  de  los  que  están  en  los  Gobiernos,  nos  privamos  del 
tesoro  grande  que  logra  la  Holanda,  y  aun  los  turcos,  en  el  comercio 
de  la  especería  que  sacan  de  aquellas  islas,  no  por  mejor  terreno, 
sino  por  mayor  industria. 

Cuanto  más  poblada  esté  Nueva  España  más  vasallos  y  más 
riquezas  tendrá  V.  M.  si  se  conceden  arbitrios  para  que  vivan  los 
naturales;  rendirán  en  lo  sucesivo  los  Reales  tributos  más  que  lo 
que  montasen  de  presente,  pues  al  modo  que  en  lo  natural  se  ve  en 
una  vaca  con  cría,  a  la  que  si  no  se  la  deja  leche  enflaquece  y  se 
pierden  la  madre  y  el  hijo ;  así  acontece  en  los  Reinos  y  Provincias, 
que  han  de  ser  ordeñados  con  la  discreción  de  que  se  aumente  la 
población,  y  haya  padres  y  nietos  tributarios." 

Hasta  aquí  la  parte  última  de  la  carta  de  los  Obispos  que  unida 
con  las  anteriores  nos  llevan  a  la  conclusión  de  que,  en  momento 
dado  y  bien  crítico,  por  cierto,  para  México,  ellos  vieron  los  males 
de  orden  moral  y  de  orden  económico  de  nuestro  país.  Talento  no 
les  faltaba  a  ninguno  de  los  cuatro  para  ver  el  radical  y  ya  único 
remedio,  pero  el  ser  todos  ellos  españoles,  el  terror  de  malquistarse 
al  rey  y  de  rodar  de  su  escalafón,  y  la  magnitud  de  la  empresa  que 


472  LA  DESTRUCCIÓN 

entreveían,  les  nubló  el  cerebro  y  no  les  puso  delante  otro  remedio 
que  el  de  colocar  reverentemente  su  memorándum  a  los  reales  pies 
de  su  majestad. 

El  conjunto  de  ideas  vertido  en  este  capítulo  nos  hará  ver 
claramente  que  en  el  último  tercio  del  siglo  las  fuerzas  terrenas  de 
la  Iglesia,  sus  bienes  materiales,  el  brazo  real  que  la  sostenía  y  has- 
ta el  mismo  personal  que  la  dirigía  eran  ya  fuerzas  muy  mengua- 
das para  salir  con  ellas  a  combatir  contra  la  decidida,  aunque  sor- 
da, persecución  masónica. 


CAPITULO  V 
LA  ULTIMA  DECADA  DEL  SIGLO  DIEZ  Y  OCHO 


Muerte  de  Carlos  III. — Carlos  IV  y  su  camarilla. — Regalismo  y  desamor- 
tización.— El  decreto  cismático. — La  inmoralidad  en  la  Corte. — La  sociedad  en 
México. — Revillagigedo. — Actividades  del  Episcopado. — Ruina  de  la  educación. 
— La  Inquisición  degenera. — Los  Padres  Camilos. — El  Oratorio  de  San  Felipe 
Neri. 


bibliografía  especial 

DAVTLA,  JOSÉ  MARIANO. — Artículos  en  el  Diccionario  Universal  de  Historia  y 
Georrafía. — México,   18.54. 

DE   LA   FUENTE,   VICENTE.— HUtoria   Eclesiástica   de   España. — Barcelona,    1855. 

DE  L,A  FUENTE,  VICENTE. — Historia  de  las  Sociedades  Secretas  Antiguas  y  Mo- 
dernas en  España. 

GONZÁLEZ  OBREGON,  LUIS.— La  Vida  Colonial.— México,  1923. 

GONZÁLEZ   OBBEGON,  LUIS.— México  Viejo.— México,  1925. 

MEDINA,  TORIBIO. — Historia  del  Tribunal  del  Santo  Oficio  de  U  Inqnislción  en 
México. — Santiago  de  Chile,  1905. 

BANGEL,    NICOLÁS.— Historia    del    Toreo    en    México.— México,    1924. 

BIVEBA,  MANUEL. — Los  Gobernantes  de  México.  MÉXICO.  Instrucciones  que  loa 
Virreyes    de   Nueva  España   dejaron   a   sus    sucesores. — México,    1873. 


r'ts'-'wocíy» 


474  LA  DESTRUCCIÓN 


i¿^^¿X^  L  14  de  diciembre  de  1788  el  rey  Carlos  III  pasaba  de  esta 
vida  mortal  a  presentarse  ante  el  tribunal  de  Dios,  quien 
le  habrá  pedido  muy  estrecha  cuenta  de  tan  grandes  pe- 
cados como  cometió.  No  tenemos  por  cierta  ni  por  bien 
documentada  la  corriente  voz  de  que  un  capuchino  vio  bajar  a  los 
infiernos  el  alma  de  Carlos  III ;  pero  sin  capuchinos  y  sin  fábulas, 
en  la  sola  no  retractación  de  decretos  suyos  gravísimamente  per- 
judiciales a  los  intereses,  a  la  honra  y  a  las  almas  de  muchos  ino- 
centes, tenemos  los  elementos  que  en  sana  moral  bastan  y  sobran 
para  temer  por  la  eterna  reprobación  de  un  hombre.  Por  encima 
de  todo  esto,  sin  embargo,  está  la  infinita  misericordia  de  Dios. 
¡Deus  salvos  faciendi! 

En  manos  de  Carlos  IV,  apegado  a  las  ideas  y  a  la  camarilla 
de  su  padre,  México  hubiera  rodado  al  abismo,  si  nuevos  factores 
no  hubiesen  distraído  a  los  diversos  gabinetes  hispano-borbónicos, 
de  las  cuestiones  religiosas  en  nuestra  patria. 

Y  al  llegar  aquí  conviene  que  dirijamos  una  mirada  a  Europa 
y  principalmente  a  España  por  lo  que  sus  vicisitudes  en  la  última 
década  del  siglo  significan  para  nuestra  historia.  Unida  con  la  casa 
real  de  Francia  a  los  principios,  vacilante  después,  aliada  del  Di- 
rectorio y  esclavizada  últimamente  por  Napoleón  Bonaparte,  Es- 
paña, bien  lo  sabemos,  de  quebranto  en  quebranto,  y  de  bochorno 
en  bochorno  llegó  al  colmo  de  su  postración  y  de  su  desorganiza- 
ción ;  y  si  a  esto  se  añaden  las  luchas  intestinas,  las  intrigas  entre 
ministerio  y  ministerio  y  la  influencia  del  funestísimo  Godoy  en 
todos  los  asuntos  de  la  madre  patria;  fácilmente  comprenderemos 
cómo  la  atención  del  volterianismo  y  masonería  se  pudo  desviar, 
siquiera  por  algunos  años,  de  sus  ya  comenzados  planes  respecto 
a  la  Nueva  España. 

Lo  que  no  se  comprende,  es  cómo  estando  tan  apremiados  de 
asuntos  internacionales,  guerras  y  catástrofes  políticas,  todavía 
se  hubiesen  dedicado  en  el  interior  de  la  Península  a  molestar  y  ti 
ranizar  tanto  a  la  Iglesia. 

La  Iglesia  de  España,  dice  D.  Vicente  de  la  Fuente :  "mira  coa 
tedio  a  Godoy,  no  tan  sólo  por  los  males  que  causó  a  la  nación,  sino 
también  por  sus  escasas  ideas  religiosas,  y  por  los  golpes  que  en 
su  tiempo  hubo  de  sufrir.  Godoy  no  solamente  siguió  legislando  en 
materias  eclesiásticas,  sin  contar  con  la  autoridad  de  la  Iglesia,  sino 
que  destruyó  muchísimos  beneficios  eclesiásticos,  y  no  pocos  esta- 


C.  V.  LA  ULTIMA  DECADA  DEL  SIGLO  XVIII  475 

blecimientos  de  beneficencia,  convirtiendo  sus  rentas  en  deuda  del 
Estado.  De  aquella  época  data  la  ruina  del  culto  en  muchas  igle- 
sias, donde  hasta  el  fin  del  siglo  anterior  se  había  desempeñado  con 
esplendor  y  majestad.  Prohibió  además  fundar  capellanías  sin 
real  licencia  (1796)  disposición  que  ya  en  otras  ocasiones  se  ha- 
bía dado. 

"No  andaba  mejor  la  Iglesia  de  España  en  materia  de  desa- 
mortización en  manos  del  odioso  valido :  Al  tratar  Orry  de  "regula- 
rizar" la  Hacienda  de  España,  dictó  algunas  providencias  en  ma- 
teria de  amortización,  que  fueron  generalmente  mal  recibidas,  y 
contribuyeron  no  poco  a  su  caída.  Con  ésta  vinieron  también  aba- 
jo todos  aquellos  proyectos:  Alberoni,  por  razón  de  su  carácter, 
no  pudo  tomar  serias  disposiciones  de  esta  parte,  que  permaneció 
en  su  anterior  estado  hasta  el  concordato  de  1773.  En  su  artículo 
8o.  se  estipuló  que  todos  los  bienes  adquiridos  por  las  iglesias  que- 
dasen perpetuamente  sujetos  a  todos  los  impuestos  y  tributos,  cual- 
quiera que  fuese  la  mano  muerta  que  los  hubiese  adquirido.  El  Pa- 
pa disponía  en  el  mismo  artículo  que  los  eclesiásticos  no  fueran 
compelidos  al  pago  por  los  tribunales  seculares,  sino  por  ministros 
puestos  por  los  obispos.  Mas  en  la  instrucción  dictada  por  Carlos 
III  (1760)  para  la  recaudación,  se  emancipó  de  esta  cláusula  como 
de  varias  otras,  cosa  no  muy  conforme  a  la  buena  fe  de  los  trata- 
dos ;  pues  si  cualquiera  de  las  partes,  valida  de  su  prepotencia,  pu- 
diese modificar  a  su  placer  un  tratado  internacional,  disponiendo 
en  la  ejecución,  lo  contrario  de  lo  que  se  estipuló  en  la  alianza,  todo 
el  derecho  de  gentes  se  convertiría  en  una  cosa  ilusoria.  Tres  años 
después  dio  otra  orden  aún  más  apremiante  sobre  este  punto,  pues 
se  prohibió  dar  curso  a  las  instancias  de  manos  muertas  para  ad- 
quirir bienes,  aun  cuando  viniesen  revestidas  de  carácter  de  pie- 
dad y  necesidad.  Debiéronse  estas  medidas  en  gran  parte  a  la  in- 
fluencia del  fiscal  Campomanes. 

"En  el  reinado  de  Carlos  IV  se  continuó  dando  disposiciones 
análogas,  y  no  solamente  se  prohibió  fundar  capellanías  sin  real 
permiso  (1798)  sino  que  se  mandó  proceder  a  la  enajenación  de 
bienes  de  hospitales,  hospicios,  casas  de  misericordia,  cofradías, 
memorias,  obras  pías  y  patronatos  de  legos  imponiendo  el  producto 
de  su  venta  en  la  caja  de  amortización  al  3  por  ciento  de  renta 
anual.  De  esta  manera  el  auri  sacra  fames  de  Godoy  acabó  en  un 
día  con  la  riqueza  de  los  establecimientos  de  piedad  y  de  otras  mu- 


476  LA  DESTRUCCIÓN 

chas  instituciones  para  decoro  de  la  Iglesia  y  utilidad  de  la  Nación." 

Empeoró  todavía  la  situación  religiosa  con  la  caída  de  Godoy  y 
la  entrada  en  el  gabinete  de  D.  Mariano  Luis  de  Urquijo  cuyas  ideas 
eran  enteramente  volterianas  y  estaba  públicamente  reputado  por 
hombre  sin  religión  y  de  los  muchos  que  entonces  encubrían  con 
el  título  de  filósofos  su  desafecto  a  la  Iglesia  y  el  odio  a  toda  idea 
cristiana.  Esta  circunstancia,  los  apuros  del  erario  y  el  influjo  de 
las  ideas  francesas,  dieron  lugar  a  una  serie  de  providencias  sobre 
materias  eclesiásticas,  muy  distantes  del  espíritu  de  tímida  cir- 
cunspección con  que  éstas  habían  sido  tratadas  por  los  monarcas 
españoles.  "En  25  de  Marzo  de  1798  se  mandó  enajenar  a  benefi- 
cio de  la  Caja  de  Amortización  todos  los  bienes  raíces  de  hospita- 
les, hospicios,  casas  de  misericordia,  reclusión  y  expósitos,  cofra- 
días, memorias,  obras  pías  y  patronatos  de  legos,  concediendo  a  sus 
dueños  un  interés  de  3  por  100.  Esta  medida  y  el  haberse  tratado 
en  el  Consejo  de  Estado  sobre  si  convendría  permitir  la  entrada 
de  judíos  en  España  mediante  una  suma  crecida  que  éstos  pagasen 
por  el  permiso,  prueban  no  sólo  los  apuros  del  Erario,  sino  el  po- 
der que  tenían  ya  en  España  las  ideas  llamadas  filosóficas. 

"Empero  lo  que  más  claramente  muestra  el  influjo  de  éstas  y  la 
protección  imprudente  que  a  las  mismas  concedió  el  ministro  Ur- 
quijo es  el  decreto  de  5  de  septiembre  de  1799.  El  Papa  había  falle- 
cido el  29  de  Agosto  y  una  semana  después  se  daba  ya  un  decreto, 
mandando  que  los  Arzobispos  usaran  de  toda  plenitud  de  sus  fa- 
cultades conforme  a  la  antigua  disciplina  de  la  Iglesia  para  las  dis- 
pensas matrimoniales  y  demás  que  les  competen.  Que  el  Tribunal 
de  la  Rota  continuase  ejerciendo  jurisdicción  porque  asi  lo  quería 
el  Rey  y  que  respecto  de  la  consagración  de  Arzobispos  y  Obispos 
Cel  ministro  quiso  sin  duda  decir  confirmación)  se  reservaba  el 
derecho  de  determinar  lo  conveniente.  El  pobre  de  Carlos  IV,  que 
no  podía  con  la  corona,  quería  ponerse  la  tiara :  bien  es  verdad  que 
no  le  pesaría  mucho  teniendo  a  su  lado  varones  tan  santos  y  apos- 
tólicos como  Godoy,  D.  Luis  Ma.  Urquijo,  Cabarrús,  y  el  marqués 
D.  José  Antonio  Caballero.  Este  decreto  excitó,  como  no  podía  me- 
nos, grande  indignación  en  el  clero,  y  aún  más  la  circular  que  lo 
acompañaba,  modelo  de  despotismo  ministerial.  Caballero  que  fir- 
maba aquel  sultánico  documento,  prohibía  que  se  anunciase  la  muer- 
te del  Papa  en  el  pulpito,  ni  en  parte  alguna,  si  no  es  en  los  térmi- 
nos precisos  de  la  Gaceta,  sin  otro  aditamento  alguno.  Convertía 


C.  V.  LA  ULTIMA  DECADA  DEL  SIGLO  XVIII  477 

la  solicitud  pastoral  en  espionaje  para  vigilar  la  conducta  del  Cle- 
ro en  estas  materias,  sin  disimular  lo  más  mínimo  y  en  especial  con 
los  Regulares. 

"Pero  aún  fué  peor  que  aquel  decreto  la  adhesión  que  le  pres- 
tó una  gran  parte  del  Episcopado  español,  horriblemente  contami- 
nado por  el  jansenismo.  Llórente  recopiló  todos  estos  documentos 
abiertamente  jansenistas,  en  su  llamada  Colección  diplomática. 

"Qué  tal  estaría  entonces  la  Iglesia  de  España,  cuando  la  ter- 
cera parte  del  Episcopado  Español  faltó  a  sus  deberes,  o  bien  elo- 
giando y  apoyando  una  real  orden  que  luego  condenó  como  cismá- 
tica el  Papa  Pío  VII,  o  bien  callando  con  criminal  silencio;  pero 
¿qué  había  de  suceder,  si  el  Arzobispo  de  Burgos,  Inquisidor  gene- 
ral de  España,  fué  el  primero  que  apoyó  aquellas  cismáticas,  anti- 
católicas medidas,  llevando  su  adulación  y  desfachatez  hasta  el 
punto  de  llamarlas  sabias  y  prudentes  reglas?" 

Hay  que  hacer  constar  para  gloria  del  Episcopado  Mexicano, 
que  uno  de  los  que  se  opusieron  al  cismático  real  decreto  fué  nues- 
tro D.  Francisco  Javier  Lizana,  electo  entonces  obispo  de  Teruel; 
lo  que  le  mereció  un  furioso  papelón  de  reprimenda  que  le  escribió 
Llórente  doce  días  después,  el  17  de  setiembre,  y  sin  duda  alguna 
que  ésta  fué  una  de  las  razones,  porque  al  poco  tiempo  se  le  nombró 
arzobispo  de  México,  para  ponerlo  al  otro  lado  del  mar. 

Hemos  insistido  en  exponer  la  situación  eclesiástica  de  la  Pe- 
nínsula, relacionando,  copiando,  y  documentándonos  exclusivamen- 
te con  autores  españoles  para  que,  bajo  una  luz  conveniente  y  ade- 
cuada aparezcan  los  sucesos  que  ya  para  entonces  eran  el  objeto 
de  muy  serias  consideraciones  vinculadas  con  la  independencia  na- 
cional en  la  mentalidad  de  algunos  eclesiásticos  sosegados  y  teme- 
rosos de  Dios.  Y  téngase  esto  que  decimos  en  cuenta  para  lo  que  en 
adelante  se  dirá  en  otro  volumen  de  esta  Historia. 


Nadie,  que  sepamos,  ha  contradicho  al  citado  historiador  es- 
pañol sobre  la  pintura  que  nos  hace  de  las  costumbres  de  las  clases 
altas  peninsulares  en  la  última  década  del  siglo;  muy  remotas  por 
cierto  de  servirnos  de  ejemplo.  Dice  así:  "El  poeta  Moratín,  uno 
de  los  que  quemaban  incienso  en  las  aras  de  Godoy,  se  complacía 
en  representar  la  hipocresía  de  su  siglo  traduciendo  la  devoción 
por  mogigatería  y  presentando  llenos  de  vicios  ocultos,  perfidia  y 


478  LA  DESTRUCCIÓN 

grosería  a  las  personas  que  frecuentaban  los  templos  y  cumplían 
con  las  prácticas  religiosas.  Sus  producciones  fueron  encomiadas 
por  todos  los  llamados  filósofos  y  los  cortesanos,  a  pesar  de  que  los 
hipócritas  eran  ellos. 

"Si  en  la  clase  media,  y  en  la  plebe  había  vicios,  como  los  hay 
siempre,  en  cambio  las  creencias  eran  vivas,  y  en  la  mayor  parte 
las  obras  correspondían  a  las  creencias.  Mas  no  así  en  las  clases 
superiores,  corroídas  por  vicios  casi  públicos,  sin  creencias  y  sin 
pudor.  Hipócritas  delante  del  virtuoso  Carlos  IV,  eran  cínicos  en 
sus  casas:  apandillados  con  toreros  y  gente  soez  bajamente  aman- 
cebados con  manólas  y  mujeres  desenvueltas  de  la  hez  del  pueblo, 
y  corriendo  aventuras  escandalosas,  manifestaban  públicamente 
sus  vicios  sin  reserva  alguna.  Para  que  de  ello  no  quedara  duda,  las 
pinturas  de  aquel  tiempo  se  han  encargado  de  trasmitir  hasta  nos- 
otros escenas  de  la  prostitución  de  la  grandeza ;  las  tradiciones  es- 
candalosas de  la  época  no  han  perdonado  ni  aun  a  la  que  compartía 
el  tálamo  Real.  Sacar  a  las  tablas  los  extravíos  de  alguna  que  otra 
persona  que  aparentaba  devoción,  mientras  que  la  generalidad  de  la 
corte  se  hallaba  corroída  por  la  inmoralidad,  la  impiedad  y  una 
prostitución  cínica  y  soez,  fué  empresa  digna  de  un  poeta  incrédulo 
y  bajo  adulador  del  favorito.  Aplaúdanle  en  hora  buena  los  que 
adolezcan  de  las  ideas  de  los  cortesanos  de  Godoy;  pero  los  es- 
pañoles que  no  han  desmerecido  de  sus  padres  mirarán  con  tedio 
sus  ideas,  siquiera  los  versos  sean  buenos,  y  aun  prescindiendo  de 
otras  composiciones  lúbricas,  impresas  furtivamente,  y  que  corren 
con  su  nombre. 

"Tal  era  la  Corte  de  España  bajo  los  funestos  auspicios  de  Go- 
doy. De  aquella  época  datan  nuestra  decadencia  y  malestar." 


Afortunadamente  en  México  andábamos  mucho  mejor  en  fe 
y  en  costumbres  por  aquel  entonces,  como  puede  colegirse  leyendo 
el  diario  del  veraz  y  honradísimo  "Alabardero"  que  es  el  que  co- 
rresponde a  este  postrer  decenio.  Por  de  pronto  los  peninsulares 
aquí  residentes  hacia  el  año  de  1780  fundaron  sus  piadosas  cofra- 
días que  los  mantenían  en  buen  espíritu  y  unión,  tal  fué  la  de  los 
asturianos  bajo  la  advocación  de  Covadonga  en  Santo  Domingo, 
la  de  los  montañeses  en  la  capilla  del  Sr.  de  Burgos  y  la  de  los  vas- 
congados en  la  de  Aranzazú.  Nada  se  diga  de  las  florecientes  con- 


C.  V.  LA  ULTIMA  DECADA  DEL  SIGLO  XVIII  419 

gregaciones  y  gremios  para  las  clases  nacionales  de  nuestra  patria. 

Mucha  piedad  supone  todavía  en  el  pueblo  la  noticia  que  nos 
da  el  citado  "Alabardero" :  "El  día  19  de  Febrero  de  1792  en  Mé- 
xico en  todas  las  iglesias  se  publicó  un  edicto  para  que  en  esta  cua- 
resma se  coma  cuatro  días  de  carne  y  tres  de  pescado:  domingo, 
lunes,  martes  y  jueves  de  carne,  miércoles,  viernes  y  sábado  pesca- 
do, y  fué  siendo  arzobispo  el  Sr.  Núñez  de  Haro." 

Que  hasta  los  criminales  tenían  fe  lo  prueba  el  siguiente  apun- 
te del  mismo  curioso  escritor:  "El  día  14  de  Septiembre  de  1791 
en  la  puerta  del  coliseo  cogieron  unos  desconocidos  a  un  padre  lla- 
mado D.  Juan  Ñuño,  capellán  del  marqués  de  Guardiola  para  una 
confesión :  metiéronle  en  un  coche  donde  le  amarraron,  vendaron 
los  ojos  y  le  llevaron  por  varias  calles  a  una  casa  que  no  sabe,  y  le 
dijeron  que  confesase  a  dos  personas,  hombre  y  mujer,  que  estaban 
en  cuartos  separados :  concluida  la  confesión,  lo  volvieron  a  entrar 
en  el  coche  vendándole  los  ojos,  hasta  que  lo  dejaron  en  la  esquina 
de  la  casa  de  moneda  amarrado,  hasta  que  los  serenos  que  lo  oye- 
ron, lo  llevaron  a  su  casa  en  la  calle  de  Vergara.  Para  las  averigua- 
ciones de  este  hecho,  se  han  practicado  varias  diligencias  de  orden 
de  su  Excelencia." 

Casi  más  sorprendente  que  el  episodio  referido  es  la  noticia 
que  se  nos  da  en  el  mismo  diario  nada  menos  que  sobre  el  virrey 
Branciforte.  "El  día  lo.  de  Abril  del  año  1795  cumplió  el  Sr.  vi- 
rrey con  la  Iglesia  en  la  Catedral:  asistió  a  los  oficios  de  semana 
santa,  el  Jueves  santo  dio  de  comer  a  doce  pobres  y  les  sirvió  la 
mesa,  y  dio  a  cada  uno  ocho  pesos.  Por  la  tarde  visitó  las  estaciones 
acompañado  de  los  alabarderos  y  una  compañía  de  granaderos.  La 
Señora  virreina  salió  en  silla  de  manos,  a  la  que  escoltaron  cuatro 
alabarderos:  por  la  mañana  asistió  la  tropa  de  milicias  y  por  la 
tarde  la  de  la  Corona." 

*       * 

Coincidió  que  en  este  decenio  hubo  en  el  gobierno,  tanto  ecle- 
siástico como  en  el  civil,  hombres  muy  benéficos  para  la  Iglesia. 
El  segundo  conde  de  Revillagigedo,  el  más  previsor,  el  más  eficaz 
y  el  más  activo  de  todos  los  virreyes;  fué  también  muy  prudente 
en  sus  relaciones  con  la  Iglesia ;  así  se  ve  en  el  artículo  30  de  la  ins- 
trucción a  su  sucesor  donde  le  dice :  "En  la  provisión  de  curatos  se 
presenta  al  Vice-patrono  la  propuesta  de  tres  sujetos,  y  yo  siempre 


480 


LA  DESTRUCCIÓN 


me  he  conformado  con  el  que  ha  venido  en  primer  lugar,  porque  lo 
demás  sería  causa  y  origen  de  disgusto  y  no  muy  fácil,  al  entrar 
a  calificar  el  mérito  de  los  opositores  con  acierto  y  exactitud." 

Los  prelados  por  su  parte,  como  hemos  insinuado,  realizaron 
obras  de  primer  orden  en  este  decenio;  así  el  Sr.  Pina  y  Mazo  en 
Yucatán  dio  pasos  muy  trascendentales  para  el  mejoramiento  de  la 
clase  indígena  y  una  equitativa  repartición  de  tierras;  lo  malo  fué 
que,  con  su  genio  avinagrado  y  puntilloso  no  pudo  dar  feliz  coro- 
namiento a  su  empresa.  El  obispo  Alcalde,  de  Guadalajara,  levan- 
taba con  munificencia  un  hospital  de  primer  orden  que  hasta  hace 
poco  se  conservaba  con  el  ilustre  nombre  de  su  fundador.  El  Sr. 


Plano  del  Hospital  "Alcalde",  Guadalajara.— Archivo  de  Indias. 


Tamarón  en  el  norte  emprendía  con  un  esfuerzo  heroico  (increíble) 
la  visita  de  su  extensa  diócesis  en  otro  lugar  anteriormente  escri- 
ta. Fray  Antonio  de  San  Miguel,  obispo  de  Michoacán,  además  de 
sus  cuantiosas  limosnas  y  caridad  manifestada  en  la  epidemia,  cons- 
truyó el  gran  acueducto  que  aún  se  conserva  a  lo  largo  de  la  calza- 


C.  V.  LA  ULTIMA  DECADA  DEL  SIGLO  XVL  481 

da  de  Guadalupe,  monumento  hoy  día  de  doble  valor  por  haber  sido 
teatro  del  martirio  que  por  nuestra  fe  y  por  la  Virgen  Santísima 
de  Guadalupe  padecieron  hace  muy  pocos  años  jóvenes  y  obreros 
víctimas  de  la  cobarde  hazaña  socialista  allí  perpetrada. 

Lo  malo  de  todas  estas  actividades  de  los  obispos  era  que  co- 
mo distraídos  con  estas  obras,  se  olvidaban  de  que  las  circunstan- 
cias habían  cambiado  mucho,  de  que  se  les  habían  acabado  dos 
fuerzas  principalísimas  que  ellos  tenían  que  suplir  y  no  suplieron ; 
una  era  la  fuerza  punitiva  de  la  Inquisición  y  otra  era  la  fuerza 
impulsiva  de  la  Compañía  de  Jesús. 

Por  falta  de  esta  última  todo  el  territorio  de  sus  antiguas  mi- 
siones como  lo  hemos  indicado,  seguía  rodando  indefinidamente 
hasta  el  abismo  de  donde  todavía  no  se  ha  levantado.  Sus  colegios 
tampoco  se  suplieron;  la  multitud  que  en  ellos  se  educaba,  afluyó 
de  golpe  a  los  seminarios  y  éstos  mismos  empezaron  a  desquiciarse 
y  trastornarse  en  gran  manera.  En  el  de  Yucatán  se  armó  una  ver- 
dadera revolución  que  largamente  describen  los  biógrafos  del  ci- 
tado obispo  Pina  y  Mazo ;  y  del  seminario  de  México  el  Sr.  Lizana 
nos  dejó  los  siguientes  apuntes :  "Conocí  claramente  desde  que  lle- 
gué a  México  que,  el  seminario  estaba  sin  organización  y  arreglo, 
y  que  queriendo  lograrlo  todo,  defraudaba  a  la  Iglesia  del  logro 
de  sus  piadosas  intenciones.  Pensé  y  reflexioné  una  y  muchas  ve- 
ces, qué  providencias  serían  adaptables  para  el  remedio  efectivo; 
y  cuanto  más  lo  pensaba  y  reflexionaba,  tanto  más  me  convencía 
de  que  ninguna  sería  observada,  y  de  que  era  enteramente  ocioso 
mandar  a  quien  no  entendería  lo  que  se  le  mandaba,  o  no  quería 
obedecer  preocupado  del  error  de  que  el  seminario  conciliar  haya 
de  servir  de  colegio  universal"  (1). 

Muy  aparatosamente  Carlos  IV  y  su  padre  habían  mandado 
que  con  los  fondos  de  los  jesuítas  extinguidos  se  fundase  un  real 
colegio  de  San  Carlos,  para  indios  nobles,  nada  menos,  pero  como 
todo  es  dinero,  tuvo  tan  malas  andanzas  desde  que  salió  de  manos 
de  sus  dueños,  Revillagigedo  tuvo  que  contestar  con  muy  fina  iro- 
nía: "Los  benéficos  deseos  de  S.  M.  y  de  su  Augusto  Padre  el  Sr. 
D.  Carlos  III  hicieron  dar  una  prueba  más  de  su  amor  a  estos  va- 
sallos mandando  fundar  un  colegio  para  indios  nobles  con  el  títu- 
lo de  San  Carlos,  pero  no  ha  podido  verificarse  por  falta  de  fondos, 


(1)     A.  G.  de  I.  96-4-11. 


482  LA  DESTRUCCIÓN 

por  no  haber  sido  bastante  a  ello  los  que  se  destinaron  de  "Tempo- 
ralidades." Se  ha  dado  cuenta  a  S.  M.  manifestándole  las  causas  que 
han  demorado  el  establecimiento,  y  los  únicos  medios  de  que  se  ve- 
rifiquen, uniéndole  al  de  San  Gregorio  que  en  el  día  existe,  y  aún  no 
ha  venido  la  real  determinación."  Aunque  viniera  la  real  determi- 
nación mal  podía  el  colegio  de  San  Gregorio  sacar  a  flote  al  proyec- 
tado de  San  Carlos  cuando  a  sí  mismo  no  se  bastaba  porque,  como 
escribía  su  director:  "el  mal  manejo  y  administración  de  las  ha- 
ciendas, en  que  consiste  la  mayor  parte  del  fondo  total  de  este  es- 
tablecimiento, ha  sido  causa  de  que  apenas  se  perciba  la  mitad  de 
las  rentas  que  le  correspondía"  (2). 

La  Universidad  como  una  consecuencia  de  haberle  quitado  30 
colegios  donde  se  preparaba  nuestra  juventud  para  ingresar  en  la 
Universidad,  andaba  por  los  suelos  como  claramente  lo  dice  el  mis- 
mo virrey  en  el  artículo  46  de  su  referida  Instrucción. 

* 
*       * 

Hemos  dicho  que  ya  no  se  podía  contar  con  la  Inquisición,  por- 
que aunque  legalmente  no  estaba  suprimida,  se  había  convertido 
aquí  en  México  en  un  mero  formulismo  y  en  España  en  una  infame 
comedia;  como  que  los  más  enemigos  de  la  Inquisición  y  que  pre- 
paraban su  ruina  estaban  en  su  propio  seno. 

La  de  aquí,  además  de  desvirtuarse  y  de  añojar  en  la  perse- 
cución contra  la  impiedad,  por  órdenes  recibidas  de  España  dege- 
neró y  pervirtió  sus  fines  en  este  último  decenio,  porque  su  fin 
principal  pareció  ser  en  este  período  la  persecución  de  las  tenden- 
cias, cada  vez  más  generales,  a  la  independencia  nacional,  con  lo 
cual  no  solamente  resultaba  para  la  Iglesia,  inútil  sino  antipática. 
La  inscripción  de  sus  frontispicios  donde  se  leía  "para  terror  de 
la  Heregía,  seguridad  de  estos  reinos  y  honra  de  Dios,"  podía  cam- 
biarse diciendo  "para  el  espionaje  y  persecución  contra  los  mexi- 
canos." 

En  los  procesos  flojos  y  desalmados  de  esta  época,  aunque  se 
toquen  siquiera  por  fórmula  puntos  de  religión,  siempre  se  ve  el 
principal  motivo  que  anima  a  los  jueces,  revistiendo  así  las  causas 
inquisitoriales  el  carácter  de  procesos  de  Estado.    Así  fué  la  causa 


(2)     A.  G.  de  I.  97-4-11. 


C.  V.  LA  ULTIMA  DECADA  DEL  SIGLO  DIEZ  Y  OCHO  483 

de  Pablo  Juan  Catadiano.  Era  éste  un  vizcaíno  avecindado  en  Mé- 
xico, de  edad  de  34  años,  comisionista  de  comercio,  denunciado  en 
3  de  setiembre  de  1794,  y  cuyo  delito  ha  sido,  referían  los  inqui- 
sidores, el  de  proposiciones,  algunas  contra  la  religión  y  muchas 
más  contra  el  Estado,  aprobantes  de  la  muerte  del  rey  de  Francia 
y  de  las  actuales  máximas  de  los  franceses,  las  que  le  merecieron  en 
plenario  la  calificación  de  vehementemente  sospechoso.  Tramitada 
su  causa,  fué  sentenciado,  a  fines  de  1795  (19  de  diciembre)  a  que, 
en  forma  de  penitente,  abjurase  de  levi  en  la  sala  del  tribunal  a 
puerta  cerrada,  en  presencia  de  doce  comerciantes;  reprendido  se- 
veramente y  desterrado  para  siempre  de  América,  a  cuyo  efecto 
fué  embarcado  en  Veracruz  con  destino  a  Cádiz  en  febrero  de  1796. 

Entre  estos  reos  de  causas  de  fe  y  de  Estado,  contábanse  tres 
franceses:  Juan  Laurel,  cocinero  principal  del  conde  de  Revillagi- 
gedo,  preso  en  Jalapa.  "Decretamos  esta  prisión,  referían  los  in- 
quisidores, excitados  de  un  testimonio  que  el  actual  Sr.  Virrey  Mar- 
qués de  Branciforte  nos  remitió  y  del  proceso  que  en  consecuencia 
se  ha  formado  contra  este  reo  de  fe  y  también  de  Estado ;  de  modo 
que  con  la  revolución  y  sistema  del  actual  estado  de  la  Francia  han 
querido  los  franceses  residentes  en  este  reino  y  otros  españoles 
afrancesados  sembrar  en  él  aquella  abominable  doctrina  de  liber- 
tad e  irreligión." 

Hé  aquí  algunos  detalles  que  en  carta  privada,  el  inquisidor 
general  proporciona  sobre  el  movimiento  revolucionario  de  las 
ideas,  en  la  capital  de  Nueva  España:  "Los  perversos  franceses 
que  en  todas  partes  siembran  la  cizaña  e  infidelidad,  no  podían  des- 
cuidarse de  este  país,  manantial  de  la  plata.  Por  omisión  al  menos 
y  condescendencia  con  los  muchos  que  aquí  estaban  establecidos, 
singularmente  en  oficios  mecánicos,  como  de  peluqueros,  y  reloje- 
ros, estaban  muy  insolentados  y  capaces  de  intentar  cualquiera 
maldad. 

"Con  motivo  de  haberse  fijado  en  un  sitio  público  un  pasquín 
sedicioso,  muy  contrario  a  la  religión  católica  y  a  nuestro  gobier- 
no monárquico  y  aprobante  del  de  los  franceses,  en  la  noche  del  26 
del  pasado  Agosto  (1794),  este  nuevo  Sr.  Virrey,  lleno  de  activi- 
dad y  de  celo  por  el  servicio  de  Dios  y  del  Rey,  dio  comisión  espe- 
cial al  alcalde  del  crimen  D.  Pedro  Valenzuela,  excitando  nuestro 
celo,  porque  tiene  la  mayor  confianza  del  Santo  Oficio  y  nos  distin- 
gue a  cada  uno  de  los  inquisidores. 


484  LA  DESTRUCCIÓN 

"Sin  embargo  de  las  exquisitas  diligencias,  no  se  ha  podido 
descubrir  al  autor  de  pasquín,  pero  sí  se  ha  ido  descubriendo  una 
trama  y  conjuración  diabólica,  demasiado  premeditada,  dirigida 
a  sublevar  todo  el  reino,  que  había  de  comenzar  por  un  motín  san- 
griento en  esta  capital,  en  que  habían  de  caer  la  cabezas  princi- 
pales, secular  y  eclesiástica,  y  no  quedaban  en  pie  las  de  los  In- 
quisidores. 

"Hasta  ahora  los  principales  reos  parecen  ser  un  cirujano 
francés  y  un  caballero  andaluz  pero  sin  duda  hay  muchos  compli- 
cados, los  más  franceses,  algunos  criollos,  y  más  gachupines  o  es- 
pañoles europeos;  se  han  hecho  muchas  prisiones,  porque  el  fuego 
iba  cundiendo  muchísimo,  este  Tribunal  sin  excederse  de  sus  fa- 
cultades, ha  preso  algunos,  y  llueven  denuncias,  de  suerte  que  no 
cesamos  y  no  alcanza  ni  el  tiempo  ni  la  cabeza  ni  las  manos,  ni  me- 
nos la  paciencia  por  la  calidad  de  las  fieras,  disimuladas  en  figuras 
de  hombres,  con  que  lidiamos"  (3). 

Pero  la  semilla  sembrada  por  los  franceses  iba  pronto  a  fruc- 
tificar, y  así  sabemos  que  por  proposiciones  heréticas  y  contra  el 
Estado  fueron  procesados,  en  1795,  el  doctor  don  Juan  Antonio 
Montenegro,  y  el  capitán  don  Mariano  Díaz  Bonilla;  en  1796,  el 
cura  don  Atanasio  Pérez  Manilla ;  en  1797,  don  Manuel  Enderica ; 
en  1798,  don  Juan  José  López  Vidaurri  y  en  1799,  don  Manuel  del 
Hoyo  y  Fuente  y  don  Gerardo  Méndez. 

♦       * 

De  lo  dicho  hasta  aquí  podía  decirse  que  la  Iglesia  Mexicana 
terminó  el  siglo  XVIII  y  comenzó  el  siguiente  con  sus  dos  brazos 
rotos,  el  de  la  inquisición  y  la  enseñanza  de  la  juventud ;  con  la 
cabeza  que  era  el  episcopado,  desorientada  y  en  parte  del  cuerpo 
de  la  nación :  la  aristocracia,  llevaba  ya,  inoculado  por  la  masone- 
ría, el  cáncer  de  la  impiedad. 

La  verdad  histórica,  sin  embargo,  no  nos  lleva  a  un  pesimismo 
absoluto,  pues  que  en  la  Iglesia  organizada  y  muy  bien  provista 
de  lo  temporal,  quedaba  un  clero  secular  todavía  en  gran  parte  muy 
respetable;  quedaban  las  órdenes  religiosas  antiguas,  algo  cansa- 
das es  cierto,  y  abrigando  en  su  seno  algunas  docenas  de  sujetos 
muy  aseglarados,  pero  en  conjunto,  todavía  muy  útiles,  muy  respe- 


(3)     Carta  de  29  de  Setiembre  de  1794.     Apud  Medina  O.  C. 


C.  V.  LA  ULTIMA  DECADA  DEL  SIGLO  DIEZ  Y  OCHO  485 

tables  y  respetadas.    En  el  norte,  legiones  de  misioneros  tan  fer- 
vorosos como  los  mismos  que  fundaron  nuestra  cristiandad. 

*       * 

Aparte  de  estas  órdenes  antiguas,  precisamente  en  este  dece- 
nio tomaron  auge  dos  congregaciones  providencialmente  enviadas 
para  que  supliesen,  cuando  menos  en  parte,  algunos  ministerios 
que  en  las  ciudades  solía  desempeñar  antes  de  su  extinción,  la  Com- 
pañía de  Jesús. 

Fué  la  primera  de  estas  mencionadas  congregaciones  la  de 
agonizantes  o  Camilos,  fundada  a  fines  del  siglo  XVI  en  Roma 
por  San  Camilo  de  Lelis,  admitida  en  España  en  1643  e  introduci- 
da en  México  en  1755  por  el  P.  Diego  Marín  de  Moya.  El  fundador 
secular  fué  el  Sr.  D.  Felipe  Cayetano  de  Medina,  regidor  perpetuo 
de  México,  que  falleció  antes  de  la  venida  de  los  padres  en  1752. 
Fué  también  insigne  protector  de  la  casa  el  Sr.  D.  José  de  Lanza- 
goi-ta,  vizcaíno  muy  rico  y  piadoso  que  murió  en  1766. 

Cuando,  a  raíz  del  Concilio  IV,  empezó  con  molestísimas  vi- 
sitas la  tendenciosa  reforma  de  los  regulares,  a  los  camilos  tam- 
bién les  tocó  su  visitador  el  cual  por  rectitud  natural  y  a  pesar  de 
los  deseos  que  animaban  la  orden  de  su  visita,  tuvo  que  firmar  las 
siguientes  palabras  que  copiamos  para  edificación  de  los  fieles  y 
ejemplo  de  los  sacerdotes :  "sé,  parte  de  propia  experiencia,  parte 
por  noticias  individuales  y  parte  por  pública  voz  y  fama,  que  su 
vida  (de  los  PP.  camilos)  es  ejemplar,  sus  costumbres  edificati- 
vas  y  su  conducta  irreprensible.  Acuden  puntualmente  a  cuantos 
los  llaman  sin  reserva  de  horas,  ni  distinción  de  casas  ni  personas. 

"Para  ellos  en  el  ejercicio  de  su  ministerio  no  hay  hora  incó- 
moda del  día  o  de  la  noche;  casas  altas  o  bajas;  ricos,  o  pobres; 
nobles  o  plebeyos;  poderosos  o  desvalidos.  No  he  oído  una  queja 
hasta  ahora  de  que  se  hayan  excusado,  reñido  a  alguno  ni  aun  mos- 
trado desabrimiento,  al  que  los  llama,  o  en  la  casa  por  las  incomo- 
didades de  la  hora,  inclemencia  del  tiempo,  u  otro  motivo,  sino  que 
entran  con  mucho  agrado,  modestia  y  cortesía  a  socorrer  al  enfer- 
mo con  la  mayor  caridad,  sin  melindres  ni  repugnancia ;  porque  ni 
la  enfermedad  por  asquerosa  les  fastidia,  ni  por  contagiosa  los 
amedrenta;  ni  por  pavorosa  los  horroriza.  Si  ejecuta  el  accidente, 
no  desamparan  un  instante  al  moribundo  hasta  que  espira...  Sin  que 


486  LA  DESTRUCCIÓN 

basten  instancias  importunas  para  hacerlos  tomar  una  gota  de  agua, 
aunque  hayan  trabajado  muchas  horas,  o  muchos  días  con  el  en- 
fermo; porque  si  les  urge  la  necesidad  de  alimento,  envían  por 
otros  compañeros  que  los  muden.  Y  hasta  que  éstos  vienen,  aunque 
tarden  por  la  distancia,  u  otra  causa,  no  se  retiran  a  comer.  Esto 
es  ordinariamente  después  de  las  horas  regulares;  porque  el  nú- 
mero tan  corto  de  religiosos  no  permite  muchas  veces  que  estén 
prontos,  los  que  han  de  ir  a  relevarlos.  Pero  si  hacen  juicio  de  que 
da  tregua  la  enfermedad,  se  retiran  oficiosamente  a  socorrer  a 
otros  más  necesitados,  y  vuelven  a  la  hora  conveniente  o  antes,  si 
los  llaman  por  alguna  gravedad  inopinada,  ellos  no  pierden  tiem- 
po, si  no  son  necesarios,  se  van  a  donde  lo  sean.  Y  si  no  lo  son,  cons- 
tantemente asisten  al  enfermo  hasta  la  muerte  sin  salirse  a  conver- 
sar con  los  deudos  o  familiares  ni  otro  descanso  que  el  alternar  en 
los  oficios,  rezando  uno  mientras  otro  exhorta;  porque  ni  vivo  el 
enfermo,  admiten  una  cama  en  que  reclinarse  un  rato;  ni  muerto 
se  detienen  por  incomodidad  de  la  hora  u  otro  motivo.  Ciertamente 
son  unos  operarios  que  lejos  de  ser  gravosos  son  muy  benéficos  al 
público;  porque  son  infatigables  en  su  servicio  sin  conveniencia 
propia.  De  modo  que  según  entiendo,  no  les  bajará  de  veinte  horas 
de  trabajo  por  día  según  su  corto  número  que  no  pueden  resistir 
sin  cuerpos  de  bronce.  Esto  es  en  mi  juicio  lo  que  ha  menester  re- 
forma; porque  ese  tesón  y  trabajo  no  pueden  llevarlo  a  carrera  lar- 
ga sin  que  falten  o  se  inhabiliten  los  pocos  que  hay  en  el  día.  Y 
tengo  tan  alto  concepto  de  la  utilidad  y  necesidad  de  esta  religión 
que  quisiera  verla  propagada  por  todo  el  reino  con  número  copioso 
de  operarios  en  cada  casa.  Mas  por  el  contrario  veo  con  dolor  una 
sola  en  esta  capital"  (4). 

De  más  cuerpo  y  de  más  duración,  como  que  todavía  tenemos 
la  dicha  de  disfrutarla  fué  la  congregación  del  Oratorio  de  San  Fe- 
lipe Neri;  en  1657  un  respetable  sacerdote,  llamado  D.  Antonio 
Calderón  Benavides,  en  cumplimiento  de  un  voto  que  había  hecho 
al  referido  amabilísimo  fundador,  reunió  varios  eclesiásticos  para 
formar  una  congregación  semejantes  a  la  que  aquel  santo  patriarca 
había  establecido  en  la  capital  del  orbe  católico.  Entre  los  prime- 
ros que  se  le  unieron,  fué  D.  Pedro  Díaz  de  Arévalo,  sacristán  de 
San  Bernardo,  quien  facilitó  de  las  religiosas  de  ese  monasterio,. 


(4)     A.  G.  I.  97-4-13. 


C.  V.  LA  ULTIMA  DECADA  DEL  SIGLO  DIEZ  Y  OCHO  487 

SU  templo  para  los  ejercicios  que  se  proponía  establecer  la  nueva 
asociación,  que  por  entonces  no  eran  enteramente  los  mismos  que 
los  que  hoy  practica  la  congregación  del  Oratorio.  Al  efecto,  re- 
unidos treinta  y  tres  sacerdotes  que  se  habían  ya  congregado  con 
aquél  santo  fin,  y  previas  las  constituciones  que  aprobó  el  ordinario 
en  24  de  enero  de  1658,  se  dio  principio  a  los  ministerios  de  la  nueva 
confraternidad,  que  tomó  el  título  de  "Unión,"  instalándose  en  la 
mencionada  iglesia  con  toda  solemnidad  el  26  de  mayo  del  mismo 
año  de  58. 

Pasados  muchos  años,  creyeron  conveniente  los  PP.  de  la 
"Unión"  solicitar  ser  incorporados  en  la  congregación  del  Orato- 
rio de  San  Felipe  Neri,  sujetándose  enteramente  a  sus  constitu- 
ciones aprobadas  por  la  Iglesia,  sustituyéndolas  para  su  régimen 
interior  y  público  a  las  que  sólo  habían  observado.  Era  en  esa  épo- 
ca prefecto  el  venerable  P.  Dr.  D.  Juan  de  la  Pedrosa,  quien  lo  pro- 
puso a  los  demás  miembros  de  la  "Unión"  y  aprobado  el  pensamien- 
to se  hizo  la  solicitud  en  1696,  remitiendo  a  Roma  apoderados  con 
aquel  objeto,  autorizándolos  para  todas  las  renuncias  que  fueren 
necesarias  de  sus  antiguas  reglas,  y  para  allanar  cualesquiera  obs- 
táculos que  impidiesen  la  agregación.  Los  apoderados  manejaron 
tan  bien  el  negocio  que  el  Papa  Inocencio  XII,  oído  el  parecer  del 
prepósito  de  Roma  y  de  la  Sagrada  Congregación  de  Regulares  se 
sirvió  expedir  la  bula  que  comienza:  Ex  quo  divina.  Majestas  su 
data  en  Roma  a  24  de  diciembre  de  1697,  en  que  la  erigía  en  congre- 
gación del  Oratorio,  a  la  manera  que  la  había  fundado  en  Roma  su 
esclarecido  patriarca,  con  la  concesión  de  varias  indulgencias,  y 
comunicación  de  gracias  y  privilegios  que  aquella  goza,  y  debajo 
de  las  constituciones  con  que  se  gobierna  la  misma  y  a  las  cuales 
debía  arreglarse  la  de  México. 

En  cumplimiento  de  las  leyes  civiles  se  presentó  dicha  bula 
para  obtener  su  pase  en  el  real  y  supremo  Consejo  de  las  Indias; 
pero  quedó  en  él  retenida  por  haberse  echado  de  menos  la  real  cé- 
dula, que  por  olvido  o  descuido  lamentable  de  los  fundadores  no  se 
había  impetrado  de  la  corte,  solicitando  licencia  para  la  fundación 
en  esta  ciudad  de  la  venerable  Unión ;  y  se  expidió  una  real  orden 
el  4  de  junio  de  99,  en  que  se  extrañaba  al  virrey  por  haber  permi- 
tido aquella  fundación  sin  los  requisitos  legales,  noticiándole  que- 
dar suspenso  el  efecto  de  la  bula  por  aquel  motivo.  Aunque  dicha 
real  orden  no  mandaba  dispersar  la  congregación,  ni  mucho  me- 


488  LA  DESTRUCCIÓN 

nos  demoles  el  templo,  como  se  vociferaba,  sin  embargo,  los  PP. 
según  parece,  dando  crédito  a  esos  rumores,  dejaron  por  lo  pronto 
su  casa  y  templo  y  se  pasaron  al  convento  de  San  Agustín,  que  se 
les  franqueó  por  los  religiosos  para  su  habitación,  así  como  la  igle- 
sia para  sus  ministerios,  mientras  pasaba  aquella  borrasca  que 
amenazaba  anegar  a  una  confraternidad  que  por  tantos  años  había 
sido  tan  útil  a  la  Iglesia  y  al  Estado. 

Poco  duró,  no  obstante,  aquella  tribulación.  El  virrey,  la  real 
audiencia,  el  deán  y  cabildo,  entonces  sede  vacante,  las  religiones, 
ayuntamiento  y  demás  autoridades  de  la  ciudad  de  México,  infor- 
maron tan  ventajosa  como  justamente  a  la  corte  de  Madrid  a  fa- 
vor de  los  PP.  de  la  Unión,  que  a  28  de  junio  de  1701  expidió  el 
rey,  rescripto  por  el  que  dando  pase  a  la  bula,  concedía  licencia 
para  la  fundación  de  la  nueva  congregación  del  Oratorio. 

En  virtud  de  esta  real  cédula  y  la  citada  bula  de  Inocencio  XII, 
que  se  recibieron  en  México  por  noviembre  de  1701,  se  instaló  con 
toda  solemnidad  la  congregación  del  Oratorio  de  México  el  día  12 
de  febrero  de  1702,  autorizando  el  acto  el  Excmo.  e  limo.  Sr.  Dr. 
D.  Juan  de  Ortega  Montañés,  virrey  entonces  y  arzobispo.  Era  en 
esa  época  prefecto  de  la  Unión  el  V.  P.  D.  Pedro  de  Arellano  y  So- 
sa, que  completó  el  número  de  trece  que  la  habían  gobernado  con 
ese  título  desde  su  fundación;  y  en  virtud  de  las  nuevas  constitu- 
ciones tomó  ya  el  de  prepósito,  así  como  los  consultores  el  de  di- 
putados, y  los  demás  oficiales  el  que  señalan  las  mismas  reglas. 
Duró  por  lo  mismo  la  confraternidad  de  la  Unión  cuarenta  y  cinco 
años,  en  cuyo  espacio  de  tiempo  florecieron  en  ella  sujetos  muy 
ejemplares  como  su  fundador,  D.  Pedro  Díaz  de  Arévalo,  que  la 
instaló  en  San  Bernardo;  el  Dr.  D.  Alonso  Alberto  de  Velasco,  el 
limo.  Sariñana  Obispo  de  Antequera,  D.  Domingo  Pérez  de  Barcia, 
fundador  del  colegio  de  San  Miguel  de  Belén,  y  otros  muchos  que 
sería  largo  referir.  Tuvo  también  esta  venerable  confraternidad 
la  gloria  de  que  de  su  seno  salieran  notables  escritores  sobre  la 
aparición  de  Ntra.  Sra.  de  Guadalupe  como  lo  fueron  los  PP.  D. 
Miguel  Sánchez,  D.  Luis  Becerra  Tanco,  y  el  Dr.  D.  Francisco  Si- 
les; y  también  los  que  primeramente  publicaron  las  noticias  his- 
tóricas sobre  nuestro  santo  paisano  el  beato  Felipe  de  Jesús.  Pero 
lo  que  la  hace  más  digna  de  elogios  fué  su  constante  dedicación  a 
los  ministerios  eclesiásticos,  y  los  grandes  ejemplos  de  virtudes  que 


C.  V.  LA  ULTIMA  DECADA  DEL  SIGLO  DIEZ  Y  OCHO  489 

dieron  sus  congregantes,  con  que  edificaron  durante  todo  el  tiempo 
de  su  existencia  a  toda  esta  ciudad. 

Después  de  la  expatriación  de  los  jesuítas  adquirió  un  nuevo 
lustre  la  congregación  del  Oratorio  de  México,  tanto  por  el  nuevo 
ministerio  de  los  ejercicios  espirituales  de  San  Ignacio  que  tomó 
a  su  cargo,  como  por  haberse  trasladado  al  centro  de  la  ciudad  en 
la  que  fué  casa  profesa  de  aquellos  religiosos. 

Cerrada  la  casa  de  ejercicios  de  "Aracoeli"  anexa  al  colegio 
de  San  Andrés,  como  las  demás  pertenecientes  a  los  referidos  je- 
suítas, los  PP.  filipenses  se  propusieron  continuar  este  útilísimo 
y  santo  ministerio. 

El  primer  filipense  que  dio  los  ejercicios  fué  el  P.  D.  José 
Joaquín  Olazarán,  el  año  de  1769,  en  una  casa  provisional  que  se 
había  dedicado  a  este  fin  en  la  capilla  del  cerro  de  Guadalupe,  y 
después  de  su  muerte  el  P.  Dr.  D.  José  de  Escontría  pretendió  con- 
tinuar esta  obra,  aunque  no  pudo  lograrlo  por  entonces  por  graves 
dificultades  que  se  suscitaron.     Entre  tanto  los  PP.  del  Oratorio, 
cuidando  más  de  la  casa  de  Dios  que  de  su  propia  habitación,  que 
se  encontraba  casi  en  estado  de  ruina,  habían  comenzado  a  levan- 
tar el  magnífico  templo  cuya  planta  se  ve  hasta  el  día ;  pero  habien- 
do sobrevenido  un  fuerte  terremoto  el  4  de  abril  de  1768,  quedaron 
tanto  las  paredes  del  nuevo  templo  como  la  casa  del  Oratorio  en 
tan  deplorable  estado,  que  casi  era  imposible  habitar  allí  sin  expo- 
nerse a  alguna  desgracia.     Esto  movió  al  dicho  P.  Escontría  que 
era,  a  su  vez  prepósito,  a  solicitar  del  virrey,  se  prestase  a  la  con- 
gregación, la  iglesia  de  la  casa  profesa  para  los  ministerios,  a  la 
que  acudían  diariamente  con  mucha  incomodidad  desde  la  calle  de 
San  Felipe,  tres  veces  al  día,  permaneciendo  en  ese  trabajo  hasta 
el  de  1771,  en  que  mediante  un  convenio  entre  el  gobierno  y  los 
padres,  recibieron  la  casa  profesa,  que  había  servido  de  colegio 
a  los  del  antiguo  de  San  Ildefonso,  hasta  aquella  fecha.     La  apli- 
cación de  la  casa  profesa  a  los  PP.  del  Oratorio,  fué  hecha  el 
25  de  marzo  del  mismo  año  por  el  virrey  marqués  de  Croix  y  con- 
firmada en  agosto  por  el  rey  Carlos  III.     Debe  advertirse,  que  la 
iglesia  la  recibieron  sin  ornamentos  ni  más  alhajas  que  los  colate- 
rales que  la  adornaban,  y  con  respecto  a  la  casa  hubo  un  cambio 
formal  por  las  fincas  que  poseían  en  las  calles  de  San  Felipe  Neri, 
que  han  producido  no  cortas  cantidades  a  los  gobiernos,  de  sus 
arrendamientos. 


490  LA  DESTRUCCIÓN 

Quien  principalmente  auxilió  a  los  PP.  del  Oratorio  para  con- 
seguir se  les  diese  la  casa  profesa  de  la  manera  que  hemos  dicho, 
fué  el  Sr.  D.  Domingo  Valcárcel,  presidente  que  fué  y  decano  del 
real  acuerdo,  cuyo  retrato  se  conserva  hasta  el  día  en  dicha  casa, 
como  muestra  de  gratitud.  Igualmente  se  previno  que  para  lo  su- 
cesivo se  llamase  la  casa  y  la  iglesia  con  el  título  de  "San  José  el 
Real,"  pretendiendo  los  enemigos  de  la  Compañía  hacer  desapare- 
cer hasta  el  nombre  de  aquel  edificio ;  pero  si  bien  se  hizo  familiar 
respecto  de  la  calle  a  que  cae  la  portería,  jamás  pudo  conseguirse 
que  los  mexicanos  dejasen  de  llamarla  "Casa  Profesa." 


índice  de  materias 

PARTE  PRIMERA 


INSTITUCIONES  Y  LABOR  DE  LA  IGLESIA  ORGANIZADA 

Págs. 
CAPITULO  PRIMERO.— NUESTRA  MADRE  SANTÍSIMA  DE  GUA- 
DALUPE.— Orientaciones  históricas. — Extensión  del  culto  sobre  toda  la 
nación. — Diferentes  ermitas  y  santuarios. — La  Villa  de  Guadalupe. — El 
Cerrito  y  el  Pocito. — Santuarios  de  Nuestra  Madre  en  provincias. — Sobre 
los  milagros. — Informaciones  de  1666. — Cartas  de  la  reina  doña  Ana  de 
Austria, — El  patronato  de  la  ciudad  y  de  la  nación. — El  caballero  Bot- 
turini. — La  Colegiata 19 

CAPITULO  II.— LAS  BELLAS  ARTES  EN  LA  IGLESIA  MEXI- 
CANA.— Consideraciones  generales. — Los  misioneros  y  los  pintores  in- 
dígenas primitivos. — Los  dibujos  de  Acolman. — Pintores  célebres  anti- 
guos.— Los  cuadros  de  grandes  autores  europeos  en  México. — Insignes 
pintores  modernos. — El  ideal  religioso. — Escultura. — Estatuas  de  las  fa- 
chadas.— Estilo  del  siglo  XVII. — Los  Coras  de  Puebla. — Tolsa. — Esculto- 
res modernos. — Artes  menores. — La  platería. — Elaboración  de  la  se- 
da.— Ebanistas. — Sobre  nuestros  grabadores. — Cerámica. — Cuidado  de 
nuestras  obras  de  arte 42 

CAPITULO  III.— EL  EPISCOPADO  Y  EL  CLERO  SECULAR.— Con- 
sideraciones generales. — Lanziego,  Gómez  de  Parada,  Escalona  y  Cabanas. 
— Sedevacantes  y  sus  perjuicios. — Política  y  Boato. — Fundaciones  de  nue- 
vas diócesis. — Tendencias  al  servilismo. — Relaciones  con  Roma. — Sobre 
los  cabildos  catedrales, — Clero  rural  y  urbano. — Cárcel  de  Curas  en  Te- 
potzotlán „ 64 

CAPITULO  IV.— RELACIONES  AD  LIMINA.— Arzobispado  de  Mé- 
xico.— Obispado  de  Antequera  o  Oaxaca. — Obispado  de  Chiapas. — Obis- 
pado de  Guadalajara. — Obispado  de  Yucatán. — Obispado  de  Durango 92 


492  índice  de  MATERIAS 

CAPITULO  V.— LAS  ORDENES  ANTIGUAS.— Novedades  en  la  or- 
í^anización  y  en  el  personal  de  las  tres  órdenes. — Los  dieguinos. — Obser- 
vaciones sobre  el  espíritu  religioso. — Comodidad,  ociosidad. — Las  alterna- 
tivas.— Rasgos  reprochables. — Defectos  en  las  comunidades. — Las  visitas 
de  Ubach  y  Travalloni.— Crítica  de  la  palabra  "relajación."— La  papeleta 
de  1754. — Los  colegios  de  Propaganda  Fide. — Santa  Cruz  de  Querétaro, 
Zacatecas  y  San  Fernando  de  México.— El  plan  del  padre  Pimentel.— So- 
lución final  del  problema  de  las  parroquias 118 

CAPITULO  VI.— LA  COMPAÑÍA  DE  JESÚS.— El  personal  de  la 
provincia  mexicana. — Proyectos  de  su  división. — Nuevas  fundaciones.— 
Métodos  de  educación  y  de  enseñanza. — La  devoción  al  Sacratísimo  Co- 
razón de  Jesús. — Los  ejercicios  espirituales. — Defectos  menores. — Asesi- 
nato del  padre  Segura. — Consideraciones  sobre  temporalidades  jesuíticas..  150 

CAPITULO  VIL— SOBRE  LOS  CONVENTOS  DE  RELIGIOSAS  EN 
LA  NUEVA  ESPAÑA. — Catalina  de  Bustamante  y  sus  beatas. — Planes 
de  fray  Juan  de  Zumárraga. — Las  concepcionistas. — Las  dominicas. — La 
familia  de  Santa  Ciara.— Carmelitas  descalzas.— Capuchinas  y  brígidas. 
— La  madre  Azlor  de  la  Compañía  de  María. — Consideraciones  y  datos 
sobre  el  número  de  conventos,  espíritu  religioso  y  bienes  temporales  de 
las    monjas   - ^** 

CAPITULO  VIII.— LA  VENERABLE  MADRE  MARÍA  DE  JESÚS.— 
Diversas  etapas  de  la  causa  de  su  beatificación.- Estado  actual  del  pro- 
ce^o.- El  aspecto  de  Puebla  a  fines  del  siglo  XVI.— Padres,  nacimiento 
c  infancia  de  María  de  Jesús. — Entra  en  el  convento  de  la  Concepción. — 
Fundación  y  primeros  días  del  monasterio. — La  novicia. — Tentaciones  con- 
tra la  pureza. — Frases  de  un  notable  sermón. — Elevada  oración  de  la  ve- 
iierable.— Sus  padecimientos  y  humillaciones.— Cómo  llenaba  su  día.— De 
.-íu  caridad  y  celo.— Dones   de  Dios. — Su   santa  muerte 203 

CAPITULO  IX.— LA  SANTA  INQUISICIÓN.— Prosperidad  y  popula- 
ridad de  la  Inquisición.— Sueldos  de  los  inquisidores. — Muestras  de  la  la- 
bor inquistorial. — Brujerías  en  Goahuila. — Calumniosa  aserción  sobre  so- 
licitantes.—La  Inquisición  y  los  indios.— Un  célebre  edicto.— Considera- 
ciones  generales   ^2" 

CAPITULO  X.—  EL  ALTO  MOVIMIENTO  INTELECTUAL.— Com- 
paración con  los  siglos  anteriores. — Noticias  bibliográficas  sobre  nuestros 
más  prominentes  intelectuales. — Alegre,  Abad,  Landívar,  Maneiro,  Gue- 
vara, León  y  Gama,  Clavijero. — Menciónanse  honoríficamente  otros  auto- 
les. — Sumarias  reseñas  de  nuestras  publicaciones  sobre  lenguas  indígenas, 
parenética,  ascética  y  ciencias  sagradas  superiores. — Fundación  eclesiás- 
tica de  la  prensa  mexicana.— La  real  y  pontificia  TJniversidad  de  México 
y  sus  constituciones  palafoxianas. — Se  citan  algunos  colegios 241 

CAPITULO  XI.— GALERÍA  BIOGRÁFICA  DE  ALGUNOS  ECLE- 
SIÁSTICOS Y  SEGLARES  DISTINGUIDOS  POR  SU  VIRTUD.— Consi- 


índice  de  materias  493 

deraciones  generales. — Hombres  de  gobierno. — Ascetas  y  varones  apos- 
tólicos.— "El  padre  de  los  ahorcados." — Una  gloria  sonorense. — Modelos 
del  clero  secular. — Bosquejo  de  la  sociedad  de  México  a  mediados  del  si- 
glo.— Los  caballeros  cocheros  del  Santísimo. — Un  ilustre  portugués. — 
Borda,  Echeveste,  Caballero,  Terreros. — Otros  bienhechores. — Autorida- 
des virtuosas. — Un  buen  gobernador  de  Yucatán. — Vergara,  Ferrer  y 
Dávalos      266 


PARTE  SEGUNDA 


LAS  MISIONES 


CAPITULO  PRIMERO.— MISIONES  DEL  CONTINENTE.— La  re- 
lación de  Revillagigedo. — Misiones  en  la  Baja  Sonora  y  en  la  Pimería. — 
Adquisiciones  en  beneficio  de  los  indios, — Misiones  de  la  Nueva  Vizca- 
ya.— Tepehuanes  y  tarahumares. — Misiones  de  la  pix)vincia  de  Coahui- 
la. — Nueva  Extremadura. — Trabajos  apostólicos  en  el  nuevo  reino  de 
León. — Misiones  en  Tampico. — ^Entrada  y  establecimiento  de  las  misio- 
nes del  Nayarit. — Espíritu  y  dificultades  de  las  misiones  en  el  siglo  XVIII  299 

CAPITULO  II.— DIFICULTADES  Y  ESPÍRITU  DE  LOS  MISIONE- 
ROS.— Inmensidad  de  las  extensiones  descubiertas. — Las  tribus  salva- 
jes.— Las  nuevas  lenguas. — Las  autoridades  civiles  y  militares. — Fracaso 
de  conversión  de  los  apaches. — Inversión  de  los  sínodos. — Distribución  de 
los  misioneros. — Obsei-vaciones  del  obispo  de  Durango. — Direcciones  bio- 
gráficas   320 

CAPITULO  III.— LAS  MISIONES  DE  CALIFORNIA.— Primeras  ex- 
pediciones a  California. — Entrada  del  padre  Juan  María  de  Salvatierra. 
— Primeras  fundaciones. — Caracteres  generales  de  la  labor  misional. — 
Descripción  de  la  vida  cristiana  de  California. — La  misión  desde  1767. — 
Los  fondos   piadosos   de   la  California 337 

CAPITULO  IV.— NUESTROS  MÁRTIRES.— Diez  soldados  mexica- 
nos mártires  en  las  Islas  Marianas. — Los  apóstoles  de  Milpillas. — Los 
padres  Rebullida  y  Zamora. — El  padre  Miguel  de  Almanza. — Los  jesuítas 
lamaral  y  Carraiico. — Los  padres  Tello  y  Rowen. — Fray  Javier  de  Sil- 
va.— Fray  Francisco  Ganzábal. — Los  cuatro  mártires  de  San  Sabás. — 
Fray  Luis  Jaime  y  sus  compañeros. — Fray  Felipe  Guillen. — El  padre 
Garcés   y   sus   compañei^os 364 


494  índice  de  MATERIAS 

PARTE  TERCERA 


LA  DESTRUCCIÓN 

CAPITULO  PRIMERO.— PRINCIPIOS  DE  LA  DESTRUCCIÓN  RE- 
LIGIOSA.— El  ejército. — Extranjeros  delatados  ante  la  Inquisición. — Di- 
versas clases  de  inmigrantes. — Actitud  del  episcopado. — Más  extranjeros 
perniciosos. — Nuestras  clases  bajas. — Libros  prohibidos. — Cambios  radica- 
les en  Madrid. — Nuevas  actitudes  hacia  los  bienes  eclesiásticos. — Inva- 
siones en  la  jurisdicción. — Los  textos  regalistas 38T 

CAPITULO  II.— DESTIERRO  DE  LOS  JESUÍTAS.— Prenuncios  fu- 
nestos.—La  carta  de  Clemente  XIII.— Conducta  del  marqués  de  Croix.- 
Intimación  del  Decreto. — Desde  el  Santuario  de  Guadalupe  a  Veracruz. — 
Hasta  la  salida  de  la  Habana.— Rumbo  a  Cádiz.— El  hospicio  del  Puerto 
do  Santa  María. — Pasan  al  Mediterráneo  y  se  detienen  en  Córcega. — Un 
milagro  de  la  Virgen  de  Guadalupe. — Desembarco  en  Genova 412 

CAPITULO  III.— LOS  JESUÍTAS  MEXICANOS  EN  LA  PENÍNSU- 
LA ITALIANA.— Desde  Gestui  hasta  los  Estados  Pontificios. — Destino  y 
acomodamiento  de  los  desterrados. — Se  intima  el  breve  de  extinción. — 
En  Bolonia  ^^^ 

CAPITULO  IV.— CONTINUA  LA  DESTRUCCIÓN  REUGIOSA.— 
Decretos  de  despojo. — Monto  de  las  temporalidades. — Empleo  de  los  bie- 
nes jesuíticos. — Cómo  quedaron  las  misiones. — Legalización  del  robo. — 
Tesoros  ocultos.— El  Tomo  Regio  y  el  IV  Concilio.— Las  sesiones  antije- 
Euíticas. — Prepárase  la  persecución  contra  los  frailes. — El  regalismo  del 
Concilio. — Los   Obispos   y  los   problemas  nacionales 449 

CAPITULO  V.— LA  ULTIMA  DECADA  DEL  SIGLO  DIEZ  Y 
OCHO. — Muerte  de  Carlos  III. — Carlos  IV  y  su  camarilla.— Regalismo  y 
desamortización. — El  decreto  cismático. — La  inmoralidad  en  la  corte. — 
La  sociedad  en  México. — Revillagigedo. — Actividades  del  episcopado. — 
Ruina  de  la  Educación. — La  Inquisición  degenera. — Los  padres  Camilos. 
—El  Oratorio  de  San  Felipe  Neri 471 


índice  alfabético 


ABAD   Diego,  245,  445. 

ABARCA  DE  BOLEA  Pedro,  402. 

ABAT  José  Ma.   procesado,  390 

ABREU   limo.  Domingo  P,,   165. 

ACADEMIA   DE   BELLAS   ARTES, 
63. 

ACAL,  jesuíta,   445. 

ACAPONETA  Convento  de,   120. 

ACAPULCO,  58,  78,  79,  120,  318,  344. 

ACIBURU  Sebastián  de,  166. 

ACUAUTLA,  122 

ACOLMAN,   44,   54. 

ADAME   Y   ARRIAGA,   82,   260. 

ADAR  DE  MOSQUERA  Antonio,  261. 

AGREDA   M.  María,  Venerable,  258. 

AGUASCALIENTES,  107. 

AGUAYO   Marqués  de,   196. 

AGUIAR  Y  SEIJAS  Francisco,  Ar- 
zobispo, 24,  73,  95. 

AGUILAR  Alfonso  de,  Mártir,  368. 

AGUIRRE,  Capitán,  179. 

AGUIRRE  Cristóbal  de,  25. 

AGLIRRE  José  F.  de,  195. 

AGUIRRE  Fray  Pedro,  252. 

AGUSTÍN  Iglesia  de  San,  54. 

AHUALULCO  Convento  de,  120. 

AHUATLAN  Convento  de,  120. 

AJACCIO  puerto  de,  426. 

ALABARRANO  Tiburcio,  282. 

ÁLAMO  San  Pedro   (Conde  de),  196. 

ALAMOS,   300. 

ALANIS  José  Patricio,  448. 

ALARCON,  340. 

ALBARRADA  de   S.  Lorenzo,  144. 

ALBERONI,  475. 

ALBORNOZ    Bemardino    de,    180. 

ALBURQUERQUE   fray   Bernardo 
de,   186. 

ALCALÁ,  260. 

ALCALDE  Antonio  de.  Obispo  de  Yu- 
catán y  de  Guadalajara,  81,  90,  91, 
459,  469,  480. 

ALCIBAR,  49. 

ALCOCER  Y  SARIÑANA  Fray  Bal- 
tasar, 268,  273. 


ALCOTIN   Pedro,  procesado,  391. 
ALDACO   Manuel,   82,   265,   287. 
ALDA  VE  ROJO   DE  VERA  Miguel, 

235 
ALEGRE  Francisco  Javier,  161,  242, 

243,  269,  336,  356,  428,  445. 
ALEJANDRO   VI,   403. 
ALEJANDRO  Vil,  29,  30,  35. 
ALEJO   Pedro,   Mártir,  367. 
ALFARO,  Luis,   273. 
ALFONSO  Luis,  50. 
ALMANZA  Miguel,  Mártir,  371,  372. 
ALTAMIRANO  Juan,   291,  356. 
ALTAMIRANO   Matías,   Mártir,  367. 
ALTAR  presidio  de,  383. 
ALVAREZ  Juan  Bautista,  89. 
ALVAREZ  Manuel  Francisco,  50. 
ALVAREZ  Fray  Ramiro,  Mártir.  369. 
ALVAREZ  DE  ABREU  Domingo,  88. 
ALVAREZ  DE  ABREU  Miguel  limo., 

89,  413,  459,  461,  469. 
ÁLZATE   Antonio,  243,   247,   251. 
AMACUECA   Convento   de,    120. 
AMECAMECA,   122. 
AMURRIO   Frav    Gregorio,   380. 
ANA  DE  AUSTRIA  doña  María,  33. 
ANDRADE  P.,  273. 
ANDRÉS  DE  AQUINO,  44. 
ANDUAGA   Fray  Manuel,  252. 
ANGELES  Isabel  de  los,  179. 
ANSA  Juan  Bautista  de,  372. 
ANTEQUERA  Catedral  de,  100,  186. 
APRESA   Doña   María,    154. 
AQUISMON  población  de,  317. 
ARACOELI   Casa  de   Ejercicios   de, 

489. 
ARAMBURU   Ignacio,   jesuíta,   418, 

445. 
APANDA  Ildefonso  de,  156. 
APANDA    Conde    de,    359,   397,    402, 

414,  460. 
ARCE,   57. 

ARCE,    inquisidor,   397. 
APECHE   José    Antonio,   fiscal,    415. 


496 


índice  alfabético 


ARECHEDERRETA,  82. 

ARELLANO  Y   SOSA  Pedro,    (del 
Oratorio),  269,  488. 

ARGEL,  357. 

ARIAS  DE  IBARRA  Antonio,  154. 

ARIAS  Manuel,  presidente  del  Conse- 
jo, 401. 

ARIAS  TENORIO  Andrés,  187. 

ARIZPE,  doctor,  463. 

ARLEGÜI,  250,  369. 

ARNALDO  Fray  Vicente,  268. 

ARNOZ   Y    ARCE,   jesuíta,   446. 

ARRICIVITA,  padre,  321,  370. 

ARRIÓLA,    jesuíta,    446. 

ARROYO,  padre,  129. 

ARTEAGA  Mateo,  doctoral,  460. 

ARTEAGA  Sebastián  de,  46,  51. 

ARTONK   Carlos,   procesado,   394. 

ASTORGA  marqués  de,  33,  34. 

ASCARAY  Juan   Manuel,  274. 

ASTRAIN,   167. 

ATI,  misión  de,  381. 

ATONDO   Isidro  de.  Almirante,   340, 
341. 

ATOTONILCO,   273. 

ATZCAPOTZALCO,  122. 

AUTLAN  Convento  de,  120. 

AVILA  Manuel,  295. 

AZARA  José  Nicolás  de,  207,  468. 

AZLOR  María  J.,   (religiosa),  175, 
195. 

BAHAMONDE  Manuel,  gobernador, 

312. 

BALSADRIA,   347. 

BALVANERA  Convento  de,  184. 

BANDUJO   Domingo,  83. 

BARBADILLO   Francisco,  goberna- 
dor, 312. 

BARCO  Miguel  del,  jesuíta,  348,  437. 

BARONA,  154. 

BARQUERA,  jesuíta,  425. 

BARREDA  Juan  de  la,  32. 

BARREDA,   Rosario,   Julio,   Gabino, 
415. 

BARRENECHE  Fray,  Mártir,  381. 

BARRIENTOS   Y   CERVANTES,  82. 

BARTOLICO  el  maestro,  57. 

BASALDUA,   347. 

BAUTISTA,   jefe   apache,  324. 

BAUTISTA  Isabel.   182. 

BAYLON,  cabo,  383. 

BAZAN   Diego,  Mártir,  365. 

BEATRIZ  DE  STO.  TOMAS  (religio- 
sa), 216. 

BECERRA,  doctor,  463. 

BECERRA   Y  TANCO,   488. 

BELÉN  Convento  de,  (Habana),  419. 


BELÉN   recogimiento   de,  264. 
BELLIDO,  jesuíta,  446. 
BELLIGA  Coad.,  464. 
BELLO  Mariano,  47,  50,  51. 
BELMONTE  Juan,  jesuíta,   425. 
BELTRAN   Fray  Antonio,  130,   131. 
BELTRAN  Juan,  366. 
BENEDICTO  XIII,  41,  190,  463. 
BENEDICTO  XIV,  38,  41,  402. 
EENON   Ducrue   Francisco,   323. 
BERMUDEZ  DE  CASTRO,  46,  82. 
BERNAL  DIEZ  DEL  CASTILLO,  43, 
BERISTAIN,  82,  163,  250,  257. 
BERRIO  Luis  de,  176. 
BEYE   Y  CISNEROS,   82. 
BIENPICA   Sotomayor,  88. 
BLANCO  Matías,  164. 
BLANCO  Y  ELGUERO,  89. 
BOLONIA,    161,    244,    249,    276,    433, 

442,  443. 
BORALLA   María  de,   283. 
BORBON  Fernando  Luis  de,  432. 
BORBON    Francisco    J.    de,    (Fiscal), 

132. 
BORDA  José  de  la,  59,  60,  286. 
BORGUESE   Espiridión  Excmo..  443. 
BORJA,  Doña  María  de,  356. 
BORJA  Francisco,  procesado,  390. 
BOTTURINI,    caballero    Lorenzo,   39, 

40. 
BRAMANTE,  31. 
BRANCIFORTE  Virrey,  360,  483. 
BRAVO,   347. 

BRAVO  DE  LA  SERNA  Marcos,  105. 
BRINCAS   Fray  Diego  de,  245. 
BRIZUELA  José,   261. 
BUCARELI  Antonio  de.  Virrey,  311, 

406,  418,  446,  451. 
BURGOA,   Cronista,   45,   186. 
BURGOS    (Misión),    143. 
BUSANIC  Misión  de,  358. 
BUSTAMANTE  Fray  Antonio,  336. 
BUSTAMANTE   Carlos   Ma.,   250. 
BUSTAMANTE  Catalina  de,  176. 
BUSTAMANTE   Fray   Francisco,   21. 
BUSTO  Y  MOYA   Sta.  Teresa,  156. 
BUSTOS  Diego,  75. 
CABALLERO  José  Antonio,  Marqués, 

476. 
CABALLERO   GONGORA  Antonio, 

89,  91. 
CABALLERO  Y  OSIO  Juan,  26,  287, 

342,  347,  356. 
CABALLEROS  COCHEROS  Cofradía 

de,  281. 
CABANAS  Obispo  de  Guadalajara, 

65,  70,  71,  80. 
CABARUS,  476. 


ÍNDICE  ALFABÉTICO 


497 


CABRERA  Y  QUINTERO  Cayetano, 

250. 
CABRERA   Mi^el,  48,  142. 
CABUJACAMANGA,  350. 
CADENA  Marqueses  de  la,  184. 
CÁDIZ,  419,  422. 

CALATAYUD    Nicolás,    jesuíta,    441. 
CALDERÓN   Viuda  de,  256. 
CALDERÓN   Antonio,   260. 
CALDERÓN    Francisco,  jesuíta,   429. 

438. 
CALDERÓN  BENAVIDES  Antonio, 

486. 
CALIFORNIA  Misiones  de,  143,  323, 

337,  361,  454. 
CALIFORNIA   ANTIGUA,   354,   356, 

361. 
CALIFORNIA  NUEVA,  361,  362,  363. 
CAMACHO    Y   AVILA    Diego    limo., 

90. 
CAMACHO,   limo.,  452. 
CAMARGO   Chantre,   32. 
CAMARGO  Frav  Juan,  277. 
CAMARGO    (Misión),    143. 
CAMARILLO   Esteban   Ramón,   448. 
CAMILOS  Congregación  de  los,  485. 
CAMPECHE,    112. 
CAMPO    Francisca,   211 
CAMPOMANES   Pedro   de,   Ministro, 
397,  402. 

CAMPOY  José,  jesuíta,  445. 
CAMPOY  Rafael,  jesuíta,  274. 
CAMS,  463. 
CANAL    Y    HERVAS    María    Loreto 

de,   185. 
CANCOPINCA,  144. 
CANDELARIA   Misión  de,  375. 
CANO  MOCTEZUMA  Diego  de,  33. 
CAPUCHINAS    Convento    de,    191. 
CARABALLO    José,    Secretario    de 

Guerra,   458. 
CÁRDENAS  Juan  Antonio,   448. 
CÁRDENAS  Fray  Juan  de,  319. 
CARLOS   II,   344. 
CARLOS  III,  151,  152,  180,  267,  389, 

396,   402,  408,  450,  456,   474. 
CARLOS  IV,  474,  475,  476,  478,  481. 
CARLOS  V,  20,  54,  407. 
CARMELITAS   de   Morelia    (Conven- 
to),  194. 
CARMELITAS    de    Querétaro    (Con- 
vento),   194. 
CARMELITAS  de  Veracruz,  (Conven- 
to), 194 
CARPINCO,  Cardenal,  205. 
CARRANCO  P.  Lorenzo,  Mártir,  372, 
373. 


CARRANZA   Y   GUZMAN   Manuel 

(Capitán),    236. 
CARRASCO,  Gonzalo,  52. 
CARRILLO      Francisco,      caballerizo, 

458. 
CARRILLO  ALTAMIRANO  José, 

167. 
CARVAJAL  D.  Andrés  de,  164,   188. 
CASAFUERTE   Marqués  de,  36. 
CASA  PROFESA,  489,  (Vide  Iglesia 

de  la  Profesa). 
CAS.AJJAS   Fray   Francisco,  336. 
CASTAÑIZA  José  Ma.,  jesuíta,  438. 
CASTEL  BOLOÑESE,  434. 
CASTILLA   Luis   de,   179. 
CASTILLO,  jesuíta,  446. 
CASTILLO  José  del,  163. 
CASTILLO    Miguel    (jesuíta),   270. 
CASTOREÑA  Y  URZUA,  82,  90,  190, 

257. 
CASTRO   Agustín,   jesuíta,   429,   445. 
CASTRO   Francisco  de,  27. 
CASTRO  ROMEO  Nicolás  de,  282. 
CASTROLI,   154. 
CASTRO     SANTANA,    60,    75,    130, 

152,    163,    166,    185,   236,    277,    458. 
CATADIANO  Pablo  Juan,  procesado, 

483. 
CATARINAS   Convento   de,   187. 
CATURANO  Antonio,  procesado,  394. 
CAVO  Andrés,  jesuíta,  250,  446. 
CEBALLOS      Francisco,      provincial, 

171,  268,  425,  446. 
CELAYA,  154. 
CERDAN  Nicolás,  33. 
CERVANTES   Obispo   de    Guadalaja- 

ra,  81. 
CERVANTES   Juan   de.   260. 
CERVANTES   Fray   Simón,   130. 
CERVANTES   DE   SALAZAR   Fran- 
cisco, 24,   242. 
CESATI,  jesuíta,  445. 
cíbola,  339. 
CIENEGUILLA,  301. 
CIFUENTES  Rodrigo  de,  44 
CIFUENTES   Doña   Teresa.   356. 
CILIESA    Y    VELASCO    Miguel,   89. 
CIUDAD  RODRIGO,  83. 
CLARISAS,  monjas,  187. 
CLAVIJERO   Francisco  J.,   161,   242, 

248,  249,  269,  322,  338,  349,  446. 
CLEMENTE   VIII,   122. 
CLEMENTE  X,  34,  205. 
CLEMENTE   XII,   206,   402. 
CLEMENTE  XIll,  413,  461,  462,  463. 
CLUER  DE  LA  MILLIERE  Marcos, 

procesado,  395. 
COAHUILA,  231,  301,  304,  305,  307, 

311. 


íd8 


índice  alfabético 


COCULA  Convento  de,  120. 
COLEGIATA  DE  GUADALUPE,  22. 
COLEGIO  DE  PORTACOELI,  120. 
COLEGIO  IMPERIAL  de  México,  120. 
COLOMBANI  José  M.  limo.,  438. 
COLON  Manuel,  jesuíta,  434. 
COLORADO  río,  302. 
COLUMNA   Señor   de  la,   273. 
CONCEPCIÓN   monjas   de  la,   178. 
CONCEPCIÓN  pueblo  de  la,  381. 
CONCHA   Andrés   de,   45. 
CONCILIO  IV,  459. 
CONCEPCIÓN  misión  de  la,  310,  312, 

315. 
CONGREGACIÓN   de   Ntra.    Sra,   de 

Guadalupe,  84. 
CONGREGACIÓN   DEL   ORATORIO 

de  S.  Felipa  Neri,  84. 
CONGUARIACHI,  304. 
CONSAG   misionero,   332,   347    (Vid. 

Konsag).  ,  , 

CORAZÓN    DE    JESÚS    Colegio    del 

Sgdo.,  71. 
CÓRCEGA  isla  de,  424,  426. 
COROMANDEL,  357. 
CORODEGUATZI  pueblo  de,  329,  333. 
CORPUS   CHRISTI    (Convento),  189, 

191. 

LE  CORRAZE  archivo  de.  72. 

CORREA  Juan,  47. 

CORRO,  jesuíta,  446. 

CORTE  Fray  Marcos  de  la,  130. 

CORTES   Dr.,   260. 

CORTES    Antonio,   47. 

CORTES   HERNÁN,   22,   178,   339. 

CORTINA  Conde  de  la,  44. 

COSÍO   ALV ARADO   Alejandro,  282. 

COVADONGA  Capilla  de,   62. 

COVADONGA  cofradía  de,  478. 

COVARRUVIAS  Urbano  de,  (jesuí- 
ta), 236. 

COYOACAN    177. 

COZANO  Juan  Bautista,  323,  341. 

CRESPILLO,  44. 

CRESPO  Benito,  88,  91. 

CRISPO  Aquiles,  248. 

CROIX  Teodoro  de,  gobernador,  381, 
383 

CROVX  marqués  de,  309,  359,  414, 
446,   489. 

CRUILLAS  marqués  de,  virrey,  389. 

CRUZ  Juan  de  la,  44. 

CRUZ  Y   MOYA,   dominico,  255. 

CRUZ  DE  QUERETARO  Colegio  de 
la,  109. 

CRUZ   Y    SARAVIA    Manuel,    154. 

CUAUTINCHAN  retablo  de,  45. 

CUAUTITLAN,   24,   32. 


CUAUTLA,    122. 

CUELLAR    Lope,   comandante,   455. 

CUERVO,  jesuíta,  446. 

CUESTA  Francisco  de  la,  89. 

CUEVAS  D.  Iñigo,  82. 

CUEVAS   Juan   de,   215. 

CUEVAS  AGUIRRE  Y  AVENDAÑO 
José  A.  de,  36,  282. 

CUEVAS  Y   DAVALOS   Miguel,   33, 
80. 

CUIXTLAHUACA   (Juxtlahuaca), 
122. 

CUNERO  Y  R.  DE  ARELLANO  Jo- 
sé, 89. 

CUSIHUIRIACHIC,  Real  de  minas  de, 
455. 

CHACOLETE,  procesado,  390. 

CHALCO,   122. 

CHALMITITLAN,  120. 

CHARCAS,   120. 

CHARO  Convento  de,  69,  277. 

CHAVEZ  y  García  Diego  Francisco, 
jesuíta,  445. 

CHEVERRIA   Santiago  J.   de,  88. 

CHIAPAS,  65,  104,  122. 

CHIHUAHUA,  120,  153,  304. 

CHILAPA  Obispado  de,  78. 

CHIMALPOPOCA  Nicolás  de  los  An- 
geles, 278. 

CHINCHILLA    Alejandro,   procesado, 
390. 

CHOLULA,  44,  177,  372. 

CHULEN  Lorenzo,  jesuíta,  424. 

DAVALOS  Y  ESPINOSA  José,  295. 

DAVILA  Alonso,   179. 

DAVILA   Salvador,   jesuíta,  445. 

DAVILA  y  Arrillaga,  336. 

DECORME,   464. 

DELAI   Cardenal,   92. 

DELGADILLO  Oidor,  176. 

DELGADO  Fray  Luis,  146. 

DELGADO  Mateo,  156. 

DENIA   Pedro   Tomás,    180. 

DESPLAN  Francisco,  procesado,  395. 

D'ESTREES   Cardenal,   401. 

DÍAZ  Cosme  José,  254. 

DÍAZ  Fray  Juan,  mártir,  381. 

DÍAZ   Ignacio,  procesado,  390. 

DÍAZ   Vicente,   jesuíta,   434. 

DÍAZ   BRAVO   José   limo.,   91,   459, 
460,  461. 

DÍAZ  DE  GAMARRA  Juan,  251. 

DÍAZ  BONILLA  Mariano,  procesado, 
484. 

DÍAZ  DE  ALARCON  Melchor,  capi- 
tán, 338. 

DÍAZ  DE  AREVALO  Pedro,  486,  488. 


índice  alfabético 


499 


DÍAZ  DE  ORTEGA  Felipe,  intenden- 
te, 455. 

DIEGO  Juan,  23. 

DIEGUINOS,   122. 

DIEZ  DE  VELASCO  Obispo  de  Gua- 

dalajara,  81,  90,  106. 

DIEZ  DE  LA  BARRERA  Ignacio,  91. 

DIVINO    SALVADOR    Congregación 
del,  84. 

DOMÍNGUEZ  Juan  Francisco,   (pres- 
bítero), 272. 

DOPORTO   Juan   Antonio,   441. 

DUEÑAS   José   Feo.,   procesado,  390. 

dulcísimo    nombre    de    JESÚS 
DE   PEYOTES,   307. 

DUMON  José,  398. 

DURANGO    Obispo   de,   65,   84,    113, 
120,   154,   301,   304. 

ECHAVE    Baltazar   de,   45. 

ECHAVE   EL   MOZO,   47. 

ECHEGARAY  Francisco,  gobernador, 
311. 

ECHENIQUE   Joaquín,   32. 

ECHEVESTE   Francisca,   265,   287. 

EGUIARA,   250,   255. 

EGUIARA   Y   EGUREN,   doctor,   82, 
90. 

ELGUERA   misión,  317 

ELIGIÓ  (Eloy)  San,  59. 

ELIZACOECHEA  Martín,  Obispo  de 
Durango,  81,  82,  88,  91. 

ELIZARRARAS    Fray    Marcelo,   277. 

ELORZA  Antonio  de  L.  y,  88. 

ENCINILLAS    rancho    de,   331. 

ENDERICA   Manuel,   procesado,  484. 

ENRIQUEZ  virrey,  181. 

ENSEÑANZA   DE   AGUASCALIEN- 
TES  Colegio  de  la,  197. 

ENSEÑANZA    DE    IRAPUATO    Co- 
legio  de   la,   197,  264. 

ENSEÑANZA  DE   MÉXICO  Colegio 
de  la,  196,  267. 

ESCALANTE    Y    COLOMBRES,    82, 
89 

ESCALONA,    Obispo    de    Michoacán, 
65,  69,  89. 

ESCANDON    (misión),    143. 

ESCANDON  José  de.  Coronel,  315. 

ESCOBAR,   agustino,   70. 

ESCOBAR  maestro,  277. 

ESCOBAR   Y   LLAMAS   Cristóbal, 
164,  165. 

ESCOBEDO    Federico,    Pbro.,    246. 

ESCONTRIA  José  de,  489 

ESPINOSA   (cronista),  139,  141,  144. 

ESPINOSA  Fray  Isidro  de,  250. 

ESPRONCEDA  Villa  de,  70. 


ESTEBAN  Lázaro,  448. 
ESTEVEZ   Fray   Francisco,   336. 
ESTEVEZ  Pedro  A.,  91. 
ESTRADA  Ignacio  de,  154. 
ETZATLAN   Convento   de,    120. 
FABIÁN  Y  FUERO  Francisco,  limo.. 

88,  201,  459,  461,  469. 
FEIJOO  licenciado,  340. 
FELIPE  EL  HERMOSO,  408. 
FELIPE   II,   182. 
FELIPE  IV,  240. 
FELIPE  V,   41,  401. 
FERNANDEZ  Pablo,  282. 
FERNANDEZ  URIBE,  82. 
FERNANDEZ     FIALLO     Francisco, 

283 
FERNANDEZ  DE  STA   CRUZ  limo., 

205,  262. 
FERNANDO  VI,  99,  137,  147,  402 
FERNANDO  VIL  207. 
FERRARA  legacía  de,  276,  434,  442, 

443. 
í'ERRER  Ignacio,  295. 
FIGUEROA  Y  SILVA  Antonio,  293. 
FIUPINAS,   60,   357. 
FILIPINO  UPPI,  51. 
FIOLI,  procesado,  390. 
FLORENCIA   ciudad,   249,  443. 
FLORENCIA    Francisco    de,    28,    30, 

31    33    243 
FLORES   ALATORRE   D.   Félix,   82. 
FLORES    Juan    Antonio,    procesado. 

394. 
FLORES  Manuel  Antonio,  312. 
FLORES  Rafael,  52. 
FLORIDA,  339. 

FLORIDABLANCA  ministro,  397. 
FLUVIA,  322. 
FONDO  PIADOSO,  359. 
FONSECA   Fray   José,   279. 
FOURLONG  Guillermo,  S    J.,  322. 
FRANCISCA    DE    LOS    ANGELES 

(religiosa),  215. 
FRANCISCA   EVANGELISTA,  179. 
FRANCISCO  templo  de  Sn.,  63. 
FRANCISCO   JAVIER   Congregación 

de  San,  84. 
FRANQUIS  Esteban,  procesado,  390. 
FRANYUTI  Esteban,  jesuíta,   446. 
FRASO,  410. 

FRESNO  Conde  del  (comisario),  229. 
FRONTERAS,  302,  328,  331. 
FUENCLARA  Conde  de,  40. 
FUENTE  Vicente  de  la,  396,  474. 
FUERO  Fermín  J.,  90. 
FULCHERI  Pedro,  procesado,  390. 
FUSTER   Fray  Vicente,  378. 
GAGE  Tomás,   135. 


500 


índice  alfabético 


GALINDO  Y  CHAVEZ  Fray  Felipe, 

267. 
GALINDO    Fray    Rodrigo    (merceda- 

rio),  272. 
GALLEGOS  Fray   Sebastián,  57. 
CALVEZ  José  de,  405,  406,  414,  447, 

467. 
CALVEZ  Matías  de,  virrey,  300,  312. 
CAMARRA  doctor,  274. 
GÁNDARA  Salvador  de  la,  provincial, 

422,  434,   442. 
GANDÍA  duquesa  de,  423. 
GANUZA    Pedro,    jesuíta,    434,  43';, 

438,  440. 
GANZABAL    Fray    José    Francisco, 

mártir,  375. 
CARAVITO    Obispo    de    Guadalajara, 

81,   309,  310. 
GARCES  misionero  franciscano,  332. 
GARCES  Fray  Francisco,  mártir,  381. 

383. 
GARCÍA   Francisco,   biógrafo,   365. 
garcía  Arellano,   147. 
GARCÍA    FERRER    licenciado,   47. 
garcía    FLORES    Rodrigo,    189. 
garcía     ICAZBALCETA     Joaquín, 

244. 
garcía  de  LEGASPI  José,  88. 
garcía  de  MENDOZA  Antonio,  ca- 
pitán, 347. 
garcía  sarmiento  de  Sotomayor 

y  Luna,  virrey,  23. 
GELEDE   José,   procesado,   394. 
GENOVA  puerto  de,  430,  432. 
GENOVESI  José  María,  254. 
GERMANI    Andrés,   procesado,   390. 
GERTRUDIS     DE     LOS     DOLORES 

(Sor),  190. 
GERVAS  Miguel,  156. 
GIGEDO  partidos  de,  307. 
GIL  DE  BARNAVE  Fray  Juan   Cri- 
sóstomo,   mártir,   377. 
GIL  DE  LA   SIERPE  Pedro,  347. 
GILGG  Adán,  324. 
GODINEZ  Miguel  (jesuíta),  207,  219, 

221. 
GODÓY,  .397,  474,  478. 
GÓMEZ    Fray  Juan   Crisóstomo,  mi- 
sionero, 353. 

GÓMEZ  ÁNGULO  Diego  F.,  89. 
GÓMEZ    DE    CERVANTES    Nicolás, 

limo.,  82,  90,  322. 
GÓMEZ  DE  PARADA,  limo.,  65,  68, 

90    111    293 
GÓMEZ  ZAMORA  Matías,  dominico, 

411. 
GONZÁLEZ   ABENCERRAJE   Calix- 
to, 26. 
GONZÁLEZ  Baltasar,  30. 


GONZÁLEZ  Diego  Pablo,  S.  J.,  322. 
GONZÁLEZ  CASTAÑEDA  José,  282. 
GONZÁLEZ  Juan,  ermitaño,  258. 
GONZÁLEZ  GARCÍA  Pedro,  88. 
GONZÁLEZ,  jesuíta,  446. 
GONZÁLEZ   Manuel,   misionero,   343. 
GONZÁLEZ  Miguel,  421,  446. 
GOÑI   Pedro,   341. 
GORDON    José    Mariano,    procesado, 

394. 
GOROSITO   Fray   Francisco,  253 
GORRAEZ  MALO  José  Antonio,  282. 
COYA   PORRAS   barón,   50. 
GRANADOS,  250. 
GRANADOS  José   J.,   limo.,   91. 
GUADALAJARA  Arzobispado  de,  65, 

84,  106,  109,  115,  122. 
GUADALAJARA    Museo   de,   48,   71. 
GUADALAJARA  Tomás  de,  322. 
GUADALCAZAR  marqués  de,  403. 
GUADALUPE  Colegiata  de,  96. 
GUADALUPE  Colegio  de,  Zacatecas, 

109,  143,  145,  455. 
GUADALUPE  misión  de,  310,  311. 
GUAMAZOTA,  120. 
GUANAJUATO,   155,  156. 
GUARDIOLA  marqués  de,  479. 
GUATEMALA  Colegios  de,  153. 
GUAYABOS  misión  de,  318. 
GUEMEZ  Y  HORCASITAS  Juan  V., 

(coronel),   167. 
GUERRA   ALONSO,   limo.,   187. 
GUERRA  Fray  José,  146. 
GUERRERO   Y   TORRES   Francisco, 

26. 
GUEVARA  D.  Diego  de,  82. 
GUEVARA    doctor,    260. 
GUEVARA  (jesuíta),  243,  246. 
GUIDO   RENI,   51. 
GUILLEN  Felipe,  mártir,  380. 
GUILLIAR   Antonio,   procesado,   394. 
GUTIÉRREZ  Alonso,  procesado,  391. 
GUTIÉRREZ  B.  DE  QUIROS,  limo., 

227. 
GUTIÉRREZ    DAVILA,    183. 
HABANA,  417,  418. 
HARO  Isabel  de,  192. 
HARO  Simón  de,  179. 
HARO   Y   PERALTA   Alonso  N.  de, 

88. 
HEIDEN  Jacobo  van  den,  procesado, 

394. 
HELEN   Everardo,  323. 
HENDAYA    Y    HARO    Manuel    José 

de,  88. 
HERDOÑANA  Antonio,  157. 


índice  alfabético 


501 


HERICE   Frav   Ignacio,  146. 

HERRERA  Juan,  33. 

HERRÓN   Fray   Martín   de,  319. 

HEVIA  Fray  Diego,  mártir,  369. 

HIDALGO  José  Antonio,  jesuíta,  445. 

HIDALGO  Y  COSTILLA  Miguel,  248. 

HOGAL,   256. 

HORCASITAS   (misión  de),  143. 

HORTA   Bto.   Salvador  de,   149. 

HOSPITAL   DEL   AMOR   DE   DIOS, 

94. 
HOYO  Y  FUENTE  Manuel  del.  pro- 
cesado, 484. 
HOYOS    (misión),   143. 
HOYOS   Y   MIER   Femando,   82,   89. 
HUAYNAMOTA,  115. 
HUEHUETLAN   misión   de,   318. 
HUEJOTZINGO,   44,    177,    211. 
HURTAZUN   Ignacio,   418. 
IBARBURU,  jesuíta,  445. 
IBARRA  José  de,  48. 
IBARRARAN  José  María,  52. 
ICAZBALCETA,  336. 
IMBERGER  Comelio,  procesado,  390. 
INDAN   José,    procesado,   390. 
INDE  Mina  de,  304. 
INOCENCIO  XI,  100,  101. 
INOCENCIO   XII,   487,   488. 
IRAGORRI  Juan  Feo.,  jesuíta,  423. 
446. 

IRAPUATO,  120. 
IRIGOYEN,   canónigo,   262. 
ISABEL    DE    LA    ENCARNACIÓN 

(religiosa),  225. 
ISLA   P.,   276. 
ISLAS  MARIANAS,  365. 
ISLAS   Santiago,  comandante,  382. 
ITA  Y  PARRA,  82. 
ITÜRRIAGA     Manuel,     jesuíta,    424, 

445. 
JALAFAN  William,  procesado,  394. 
JALATLACO  curato  de,  100. 
JALISCO,  306. 
JAUREGUI  Agustín  de,  164. 
JAUREGUI  José  de,  gobernador,  314. 
JAYME   Frav  Luis,  mártir,  378. 
JESÚS  MARÍA  Colegio  de  (Puebla), 

264. 
JESÚS  MARÍA   Y  JOSÉ  pueblo  de, 

322. 
JESÚS   NAZARENO    iglesia   de,   54, 

273. 
JIMÉNEZ  CARO  Francisco,  236. 
JIMÉNEZ  Frav  Mateo,  131. 
JIMÉNEZ   PEDRO    (comisario),   229. 
JIMÉNEZ   BOLIO   Rudesindo,  282. 
JOSÉ,  rev  de  Portugal,  463. 
JUANA  DOÑA,  408. 


JUANA  INÉS  DE  LA  CRUZ   (Sor), 

194. 
JUÁREZ  José,  46. 
JUÁREZ  Luis,  46. 
JUÁREZ  presidente,  60. 
JURA    Fray   Antonio   de,   24. 
KELER  Ignacio  Javier,  374. 
KINO    Eusebio    Feo.,    332,    338,    341, 

343,  347. 
KONSAG    Fernando     (jesuíta),    269, 
332     347 
LADRÓN   DE    GUEVARA   Aiitonio 

314. 
LAJAS,  120. 

LAMPAZOS  Punta  de,  311. 
LANDE    (astrónomo),   247. 
LANDETA  Francisco  de,  185. 
LANDIVAR    Rafael,    161,    242,    246, 

445. 
LANTERI  José,  282. 
LANZAGORTA  Jo.sé  de,  485. 
LANZIEGO  Y  EGUILAS,  Arzobispo 

de  México,  65,  66,  73,  81,  84,  88. 
LARA  José  Mariano,  244. 
LAUREL   Juan,   procesado,   483. 
LAVA  José,  jesuíta,  425. 
LAZCANO  Francisco  Javier,  163. 
LAZCANO   José,  230. 
LAZO   DE   LA  VEGA  Ignacio  Fray, 

130. 

LAZUEN   Fray   Fermín,  380. 

LEDESMA   Bartolomé  Fr.,   101,  24d. 

LEDESMA  Clemente,  franciscano, 
255. 

LEÓN,   155. 

LEÓN  Nicolás,  283. 

LEÓN  Y  GAMA  Antonio,  243,  247. 

LEÓN   reino   de,   309. 

LEONOR  DE  LOS  ANGELES  (aba- 
desa), 215. 

LEOZ  provincial,   133. 

LINARES  Obispado  de,  65,  77. 

LINARES  Villa  de,  314. 

LINAZ  Fray  Antonio,  139,  140,  144, 

336. 

LINAZA   Francisco   Javier   de,   78. 

LIZANA  Francisco  Javier,  limo.,  477, 
481. 

LIZASOAIN  Ignacio,  jesuíta,  434, 
440,  441,   442,  445. 

LLAMAS  DE  VALDES  Andrés,  Obis- 
po,  312. 

LLANOS  Andrés,  261. 

LLANOS  DE  VERGARA  Elíseo,  295. 

LLÓRENTE,  477. 

LOAIZA  Francisco,  misionero,  322. 

LOMARA    Nicolás,   jesuíta,   425. 


502 


índice  alfabético 


LOMBARDO   Natal,  misionero,  322. 

LOMBARDO  Pedro,  261. 

LÓPEZ  DE  PRIEGO,  Antonio,  jesuí- 
ta, 415. 

LÓPEZ    DE    STA.    ANNA    Antonio, 
207. 

LÓPEZ   Francisco,   38,   39,   255. 

LÓPEZ    GONZÁLEZ    Vicente,   88. 

LÓPEZ    Gregorio,    408. 

LÓPEZ  José,  mártir,  368. 

LÓPEZ  Miguel,  jesuíta,  430. 

LÓPEZ    PIMENTEL    Fray    Mariano, 
146. 

LÓPEZ    VIDAURRI   Juan   J.,   proce- 
sado,  484. 

LORENZANA  Alvaro  de,  185. 

LORENZANA   Carlos   de,   procesado, 
394 

LORENZANA   Feo.   Antonio,   limo., 
74,  88,  255,  414,  461. 

LORETO  misión  de  (California),  346, 
347,  348,  353. 

LORETO  Ntra.  Señora  de,  154. 

LOZANO  Francisco  Javier  (jesuíta), 
245. 

LOZANO  Juan  de  Dios,  261. 

LOZANO   Miguel,   jesuíta,   445. 

LUCCA   Giordano,    51. 

LUIS  XV,  de  Francia,  463. 

LUNA  Antonio  de,  340. 

LUYANDO,   82. 

LUYANDO  familia  de,  356. 

MACANAZ,  401,  410. 

MACAO  357. 

MACARAYUCA   Antonio,  91. 

MACQUIENZIE     Diego,     procesado, 
394. 

MADURE,  357, 

MAITRE  Juan  de,   procesado,  390. 

MALASPINA    D.    Carlos,    procesado, 
394. 

MALDONADO,   260. 

MALDONADO    Ángel,    limo.,    88. 

MALO  Y  CASTRO  Pablo  T.,  152. 

MALVERI  Vicente,   Cardenal,   443. 

MANCERA   marqués  de,   34,    191. 

MANCUSO  Luis  (visitador),  153,  154. 

MANDUJANO,  jesuíta,  446. 

MANEIRO  Juan  Luis,  161,  242,  246, 
274,  336,  445,  446. 

MARCOTUN   Daniel,  procesado,  395. 

MARGIL   DE   JESÚS   Fray  Antonio, 
141,   143,   146,   336. 

MARÍA  ÁGUEDA  de  S.  Ignacio,  254. 

MARÍA  ANTONIA  MICAELA  (mon- 
ii)     189 

MARÍA       GREGORIA      MANUELA 
(monja),    189. 

MARÍA   DE   JESÚS   Venerable   Ma- 
dre de,  203  y  Sig. 


MÁRQUEZ  Agustín,  jesuíta,  441. 
MÁRQUEZ    Pedro,    jesuíta,   445. 
MÁRQUEZ   OROZCO  Juan,  185. 
MARTIN   DE   JESÚS   Fray,   144. 
MARTÍNEZ   Damián,  91. 
MARTÍNEZ   DE  LA  PARRA   (jesuí- 
ta),  194. 
MASY   Nicolás,   procesado,  394. 
MATA   REYES,   50. 
MATAMALA,   120. 
MATEHUALA,    120. 
MATEOS  Y  QUIRINO  José,  282. 
MATEOS  CORONADO  Francisco  ?., 

89    90 
MAYANS,   276. 
MAYORGA  virrey,   131,  312. 
MEAVE   Ambrosio,  265,   287. 
MEDINA   Fray   Baltasar,   250. 
MEDINA  Cayetano  de,  485. 
MEDINA  Y  SARAVIA  Felipe  C,  36. 
MEDINA  Y  TORRES  José,  282. 
MEDRANO  Pedro  de,  34. 
MÉNDEZ    Gerardo,    procesado,   484. 
MENDOZA   Antonio   de,  33. 
MENDOZA   José,   230. 
MERCADO    Nicolás,    misionero,    322. 
MERCATI  Angelo,  92. 
MERIDA   Catedral   de,   110,   112. 
MÉXICO  Arzobispado  de,  65,  83,  120. 
MEZQUITAL,  120. 
MICHIMALOYA   S.    Luis,   358. 
MICHOACAN  Arzobispado  de,  65,  84, 

120,  283. 
MIER  Duquesa  de,  60. 
MIGUEL  DE  SANTA  MARÍA  Fray, 

254. 
MIGUELEÑA  Martín  José,  166. 
MIL  ANGELES  Colegio  de,  258. 
MILPILLAS      San      Bemardino      de. 

Convento,   369. 
MIMBELA    Manuel   de,   90,    106. 
MINGUILLON  José,   procesado,   390. 
MIRANDA  Beatriz  de,   184 
MIRANDA    Fray   Jacinto,    Í32. 
MIRANDA  licenciado,  340. 
MIXTECA,   104. 
MODENA,   432,   433,   442. 
MOLINA  Frav  Miguel,  377. 
MOLINA  jesuíta,  446. 
MOLINA   Melchor  de,  215. 
MOLINA   DE   MOSQUERA   Esteban, 

194. 
MOLINEDO  Fray  Juan  Bautista  de, 

319. 
MOLINO  BLANCO,  144. 
MONCLOVA,  300,  309. 
MONQUI  misión  del,  358. 
MONTAÑÉS,   47. 


índice  alfabético 


503 


MONTANO  Tomás,  88. 

MONTE   DE   PIEDAD,  290. 

MONTEAGUDO,   82. 

MONTECUESTA  Narciso  M.  de,  al- 
calde, 314. 

MONTENEGRO  Juan  Antonio,  pro- 
cesado, 484. 

MONTERREY,   120,    300,   311. 

MONTERROSO   Fray  Tomás  de,  35. 

MONTUFAR  Fray  Alonso,  Arzobis- 
po  de   México,   24. 

MONROY   Diego   de,  33. 

MONROY   Luis,   52. 

MONROY   Sebastián   de,  368. 

MORA   Antonio    de,    162,   253. 

MORALEDA  Conde  de  la,  282. 

MORALES    Francisco    de,    45. 

MORATIN,  477. 

MOREL  DE  STA.  CRUZ  limo.  Pe- 
dro,   154. 

MORELIA  Seminario  de,  264. 

MORENO  Fray  José  Matías,  mái-tir, 
381. 

MORET  Juan  Jaime,  procesado,  390. 

MORLETE  RUIZ,  49. 

MOTA  Y   ESCOBAR  limo.,  219. 

MOTA   PADILLA   Matías,   250. 

MOYA  Diego  María,  485. 

MOYA  DE  CONTRERAS  Arzobispo, 
181. 

MUÑOZ   Juan,   jesuíta,   440. 

MURILLO,  49,  50,  51. 

NAHUELAMPA  pueblo  de,  236. 

NAJERA,   51. 

NAJERA  monasterio  de,  66. 

NANCHU    (Netuig)    Juan,    375. 

NAPOLEÓN  BONAPARTE,  474. 

NARVARTE  José,  282. 

NAVARRETE,  251. 

NAVARRETE  Francisco,  153,  154. 

NAYARIT,  322,  358. 

NEVÉ  jesuíta,  445. 

NICOCELLI,   38. 

NIEVE  Carlos  Fray,   130. 

NIÑAS   Colegio   de,   69. 

NITHARD   embajador,   34. 

NIZA   Fray   Marcos  de,  333,   338. 

NOGALES   DAVILA   Pedro,   88. 

NOMBRE   DE   DIOS   Villa,   304. 

NORIEGA  José,  142 

NOROÑA  Nicolás  de,  jesuíta,  438. 

NUEVA  CALIFORNIA,  351. 

NUEVA  GALICIA,  106,  250. 

NUEVA  VIZCAYA,  153,  302,  304, 
307. 

NUEVO   LEÓN,   301. 

NUEVO  MÉXICO,  339,  358. 


NUÑEZ  DE  HARO  obispo,  80,  86,  87, 
197    479. 

NUÑEZ   DE   MIRANDA,  253,  270. 

NUÑEZ   DE  LA  VEGA,  81. 

ÑUÑO  DE  GUZMAN,  338. 

ÑUÑO   Juan,   479. 

NURAVAIN  Fray  Pedro,  130. 

OAXACA,   60,   65,   83,   186,   283. 

OBREGON   Baltasar   de,   338,   340. 

OCEGUERA,  Nicolás  de,  jesuíta,  428. 

OCEJO  Manuel  de,  procesado,  390. 

OCONOR   Hugo,   Comandante,  311. 

OLAGUA   Martín   de,   jesuíta,  441. 

OLALLA  Ana  de,  448. 

OLAVARRIETA,   jesuíta,   446. 

OLAZARAN  José  J.,  filipense,  489. 

OLIER  Antonio,  procesado,  395. 

OLIVA  Andrés,  448. 

OLIVARES   F.    Gabriel,   91. 

OLIVARES    Francisco   J.    de,   90. 

OLOVA    Nicolás    Antonio,    448. 

OLVERA  PRADO  Jacinto,  89. 

OMAÑA,  82. 

OMAÑA   SOTOMAYOR,   89,   463. 

OME   San  Jacinto  de,  población,  344. 

OMITLAN   real   de,   236. 

ONTIVEROS  Juan   de,   188. 

ONTFVEROS   (matemático),  251. 

ORATORIO    Congregación   del,   486. 

ORDOÑO  JIMÉNEZ,  338,  339. 

ORO  mina  del,  304. 

OROZ  Diego  de,  procesado,  390. 

OROZCO  Y  JIMÉNEZ,  limo.,  250. 

ORRY.  hacendista,   401,   475. 

ORTEGA  José,  S.  J.,  322,  323. 

ORTEGA  MONTAÑÉS  Juan,  Arzo- 
bispo de  México,  81,  82.  88,  488. 

ORTIGOSA  Gregorio  de,  89. 

OSIO  Y  OCAMPO  Juan  de,  156. 

OSORES,   82. 

OSORIO  Juan  Antonio,  448. 

OSORIO  DE  ESCOBAR  Y  LLAMAS 
Diego,  29,  204. 

OSTIMURI  misión  de,  300,  302,  453. 

OTUMBA,  177. 

OVIEDO  Nicolás  Antonio,  156,  160, 
173    253    255. 

OYAÑGUÉrÉÑ  Pedro,  33. 

OZULUAMA  misión  de,  318. 

OZUMBA,  248. 

PACHUCA.   309. 

PADILLA,   doctor,   260. 

PADILLA    (misión),  143. 

PADILLA   Ramón,   procesado,   391. 

PADILLA  Y  ESTRADA  Ignacio,  90, 
110,  153. 

PALACIOS  Juan  de.  provincial.  341. 


504 


índice  alfabético 


PALAFOX  Venerable  Sr.  D.  Juan  de, 

74,  199,  204,  261,  262. 
PALMA,   licenciado,  340. 
PALMA  misión  de,  318. 
PALMITOS   Sitio   de,  315. 
PALOMINO   José   M.,  90. 
PALOU,    378. 

PAMPANGOS,  filipinos,  345. 
PANUCO,   318. 
PARDO,    Bachiller,   219. 
PARMA  ducado   de,  430,  431,  432. 
PARRAL,    304,    341. 
PARRAS,   306. 

PARREÑO  Julián  José,  jesuíta,  445. 
PATINO    Ixtolique,    57. 
PAULO  V,   113. 
PAUU,   249. 
PECHATERO,   120. 
PEÑA   Gertrudis   de  la,   marquesa, 

358,   454. 
PEÑA   FLORES   Francisco,  282. 
PEÑALVER    José,    jesuíta,    429. 
PERALTA  Catalina,  188. 
PEREA  limo.  D.  José,  147. 
PEREDO   Diego,  91. 
PERELI  Julio,  procesado,  394. 
PEREYNS  Simón,  45. 
PÉREZ  limo.   D.  Antonio  Joaquín, 

56. 
PÉREZ  Antonio,  mártir,  368. 
PÉREZ   Conde  de,   197. 
PÉREZ   Dionisio,  jesuíta,  437,  445. 
PÉREZ   Fray  José,  133. 
PÉREZ  Juan  Basilio,  448. 
PÉREZ   Francisco,  jesuíta,  441. 
PÉREZ   DE   BARCIA   Domingo,   183. 

488. 
PÉREZ  DE   LAS  CASAS  Antonio 

(bachiller),    188. 
PÉREZ    MANILLA,   Cura   procesado, 

484. 
PÉREZ  DE  RIVAS,   158. 
PÉREZ  SALAZAR  Y  DE  HARO.  259. 
PÉREZ   DE  LA  SERNA  Juan,  23. 
PERICUES,  indios,  350,  372. 
PERLY   Juan,   procesado,   391. 
PERUSQUIA,   57. 
PESQUERA  Gregorio  de,  180. 
PEZA,   jesuíta,   445. 
pía   UNION,  84. 

PICADO   PACHECO   Antonio,   282. 
PICCOLO,  323,  342. 
PIEDAD  la,  122. 
PILÓN,  Curato  de,  312. 
PIMENTEL  LUIS  jesuíta,  420. 


PIMERIA  ALTA  Y  BAJA,  301,  302, 

357,   372. 
PINA  Salomé,  52. 
PINILLOS  Condesa  de,  194. 
PINTO   Antonio,   130. 
PINA  Y  MAZO  Luis  de,  91,  480,  481. 
Pío   V,    187. 
Pío   VI,   207. 
Pío  VII,  477. 

PIOLI  Pedro,  procesado,  390. 
PIZARRO    Fray   Simón,   131. 
PLASENCIA  Andrés,  41. 
POBLETE,  deán,  32. 
FONDICHERY,  357. 
PORLIER,  ministro,  207. 
PORTILLO  Atanasio,  446. 
PORTOCARRERO,    Cardenal,    401. 
POSADA  Ramón  de,  fiscal,  312. 
PRESAS    (nrüsión),   143. 
PRIMO  DE  RIVERA,  D.  Miguel,  82. 
PROFESA    Iglesia    de    la,    84,    (Vid. 

PUEBLA,  56,  60,'  61,  65,  84,  122,  208, 
PUERTO  Nicolás  del,  32,  101. 
PUERTO   PRINCIPE    (residencia), 

157. 
PUNTA    DE    LAMPAZOS,    311,   312, 

314. 
PURIFICACIÓN   misión   de   la,   310, 

312. 
purísima  concepción  Convento 

de  la,  (Puebla),  215. 
QUERETARO,    26,   57,   79,    122,   342. 
QUIJAS   Fray  Jacinto,  369. 
QUIROGA,    limo.    Sr.    D.    Vasco    de, 

55,   80. 
QUIVIRA  la  gran,  333,  338,  339. 
RAMÍREZ  José  P.,  jesuíta,  446. 
REAL   CERRO,  447. 
REALES,  jesuíta,  446. 
REBUDILLA     Fray     Pablo,     mártir, 

370. 
REBULL   Santiago,  52. 
RECABARREN  Leonor  de,  166,  291. 
REGLA   Conde  de,   290. 
REGLADO    Petra,   448. 
RECUESTO  Y  DAVALOS  Justo,  282. 
REINA    Francisco    de,   100. 
REINOSA    (misión),    143. 
REMBRANDT,   52. 
REMEDIOS    Ntra.    Sra.   de   los,   145. 
RITVILLA   Manuel   de  la,  53,  55,  56. 
REVILLAGIGEDO     Conde     de,     300, 

319,  324,  351,  360,   453. 
REVILLAGIGEDO  (el  segundo),  479, 

481. 


índice  alfabético 


505 


REYES  Fray  Antonio   María  de  los, 
77,  91. 

REYES  Juan   de  los   mártir,  367. 

REYES  Pedro  de  los,  90. 

REYES  VALERIANO  Y  MOCTEZU- 
MA María  T.  de  los,  190. 

RETZ    (Prepósito   general),   170. 

REZZONICO   José   María,   procesado, 
390. 

RICCI  Lorenzo,  general  de  la  Compa- 
ñía de  Jesús,  443. 

RINALDINI  Benito,  322. 

RINCÓN   José,  jesuíta,  420. 

RIO  Pedro  del,  402. 

RIO  BLANCO,  120. 

RIO  CHICO  presidio  de,  331. 

RIO  GRANDE,  307. 

RIO   VERDE   Sta.   Catalina   de,  319. 

Ríos  María  de  los,  231. 

Ríos  Vicente  de  los,  doctoral,  460. 

RIVADENEYRA    Y    BARRIENTOS, 
Manuel,  282. 

RIVADENEYRA    Y     BARRIENTOS 
Antonio  J.,  abogado,  410,  467. 

RIVAS   Diego,   limo.,  460. 

RIVAS  DE  VELASCO  Diego,  90. 

RIVERA   Diego   de,   192. 

RIVERA,    el    Españoleto,    51. 

RRHERA,    D.   Femando,   comandante, 
379. 

ROA,"  322. 

ROCHA  Y  DÍAZ,  82. 

ROCHA  Juan   I.   de  la,  89. 

RODA,   ministro,  396. 

RODERO  Gaspar  (provincial),  153. 

rodríguez   Domingo,   jesuíta,   429. 

RODRÍGUEZ   Francisco,   57. 

rodríguez  Jax-ier,  jesuíta,  421. 

RODRÍGUEZ   Juan,   pintor,   48. 

rodríguez  Juan,  jesuíta,  425,  441. 

rodríguez    Fray    Pedro,    procesa- 
do,  394. 

rodríguez   NABARIJO   Francisco, 
277. 

ROJO  Manuel,  196. 

ROLANDEGUT    Bernardo    de,   289. 

ROLDAN   Doña  Angela,   157. 

ROLDAN  Gertrudis  de,  195. 

ROMANO  Alejandro   (Prepósito  pro- 
vincial).  169. 

ROMANO    Diego,   194,  211,   215. 

ROMERO  DE  QUEDO  Francisco,  192. 

ROMERO     DE     TERREROS     Pedro, 
290. 

ROSARIO   Ntra.   Señora   del,  misión, 
315,  317. 

ROSAS  Colegio  de  las,  70,  264. 

ROTEA   Agustín,   251. 


ROTEA  Victoriano,  jesuíta,  438,  445. 

SAN   DIEGO   Convento   de,   122. 

ROWEN  Enrique,  mártir,  374. 

RÚA  Juan,   45. 

RUBENS,   52. 

rubí   marqués   de,   310. 

RUBIO    (filósofo),   242. 

RUBIO   Y    SALINAS,   arzobispo,   50. 

RUIZ   DE   CABANAS   Juan,   90. 

RUIZ  DE  LA  PEÑA  Leonardo  (pres- 
bítero),   215. 

RUIZ  OLABARRIETA,  51. 

RUIZ    DE    ROJAS    Marcos,    capitáji, 
338. 

RUTIA  Antonio  de,  mártir,  368. 

SABEL,   jesuíta,  446. 

SAENZ   DE  MAÑOZCA  Juan   de,   S. 
M.  limo.,  205. 

SAGADE    BUGUEIRO    (limo.),    191. 

SAGRADO    CORAZÓN    DE    JESÚS 
(devoción   al),   162. 

SAHAGUN,   242. 

SAHAGUN    AREVALO,    Ladrón    de 
Guevara,   259. 

SALAZAR   Gonzalo,   176. 

SALTILLO,  306. 

SALUD  Virgen  de  la,  55. 

SALVATIERRA,   120. 

SALVATIERRA    Juan    Ma.    de,    332, 
340,  344,  347,  356. 

SAMANIEGO,  Rmo.,   139. 

SAMBON  Alejandro,  procesado,  394. 

SAN    ANDRÉS    Colegio    de,    166. 

SAN  ANTONIO  DE  LAS  HUERTAS 
(Hospicio),  144. 

SAN   ANTONIO   DE   TULA,  misión, 
315. 

SAN  BARTOLOMÉ,  304. 

SAN  BARTOLOMÉ  Colegio  de,  101. 

SAN   BERNARDINO   DE   LA   CAN- 
DELA, misión  de,  306. 

SAN    BERNARDO,    misión    de,    306, 
307. 

SAN  BORJA  (misión),  154. 

SAN  BUENAVENTURA  Ana  de,  179. 

SAN  CARLOS  Real  Colegio  de,  481. 

SAN    CARLOS    DE    BUENAVISTA, 
301. 

SÁNCHEZ   Miguel,  Bachiller,  23,  33, 
488. 

SÁNCHEZ   DE  MUÑÓN  Sancho   (li- 
cenciado),   235. 

SÁNCHEZ     DE     TAGLE     Anselmo, 
limo.,  264,  459. 

SÁNCHEZ  DE  TAGLE  Pedro,  A.,  89, 
91. 

SAN  COSME  Convento  de,  122. 


506 


índice  alfabético 


SAN   CRISTÓBAL,   104,   122. 

SAN    CRISTÓBAL    misión   de,   310, 
312,  314. 

SAN  DIEGO  Juan  de,  230. 

SAN  DIEGO  misión  de,  378. 

SAN     DIEGO     DE     MONTERREY, 
puerto,   351. 

SANDOVAL   Gonzalo,  24. 

SAN    ESTEBAN    DEL    SALTILLO, 
306. 

SAN  FERNANDO  Colegio  de,  145. 

SAN  FRANCISCO  Convento  de,  131, 
148. 

SAN  FRANCISCO,  puerto,  351,  352. 

SAN    FRANCISCO    DE   VIZARRON 
misión  de,  307. 

SAN    FRANCISCO    JAVIER    (Cole- 
gio),   157. 

SAN    FRANCISCO    JAVIER    PIAI- 
MUNDO,   346. 

SAN  FRANCISCO  DE  LAJAS,  Con- 
vento,  369. 

SAN    FRANCISCO   Luisa   de,   179. 

SAN  FRANCISCO  DE  TLAXCALA, 
309. 

SAN    FRANCISCO    DE    URINAMA, 
370. 

SAN  GREGORIO  Colegio  de,  481. 

SAN  HIPOUTO  provincia  de,  122. 

SAN   IGNACIO   misión   de,   353 

SAN   IGNACIO    Petra   de,   189. 

SAN  ILDEFONSO  Colegio  de,   (Mé- 
xico),  159. 

SAN  ILDEFONSO  Colegio  de,  (Pue- 
bla),  269. 

SAN  ILDEFONSO  misión  de,  375. 

SAN  JERÓNIMO   Convento   de,   201. 

SAN  JERÓNIMO  Isabel  de,   (religio- 
sa), 215. 

SAN  JOAQUÍN,  misión,  315. 

SAN   JORGE    Sebastián,    procesado, 
390. 

SAN   JOSÉ,   misión,   315,   317. 

SAN  JOSÉ  DE   COMUNDU,  misión, 
348. 

SAN  JOSÉ   DE   GRACIA,  Convento, 
183 

SAN'jOSE  Juan   de,  33. 

SAN  JOSÉ   EL  REAL,  490. 

SAN  JOSÉ  DE  TACUBA,  357. 

SAN  JOSÉ   Teresa   de,   189. 

SAN  JUAN  misión  de,  306,  307. 

SAN   JUAN   BAUTISTA    misión   de, 
309. 

SAN  JUAN   HONDO,   346. 

SAN  JUAN  DE  HORCASITAS,  311. 

SAN   JUAN   DE  LA   PENITENCIA, 
Convento,  188. 

SAN  JUAN  DEL  RIO,  122. 


SAN  LUCAS  cabo  de,  350,  351. 

SAN  LUIS  potosí,  27,  79,  120,  448, 
449. 

SAN    MIGUEL    DE    AGUAYO,    306, 
307. 

SAN   MIGUEL  ALLENDE,  273. 

SAN  MIGUEL  Fray  Antonio,  Obispo 
de  Michoacán,  89,  480. 

SAN  MIGUEL  DE  BELÉN,  Colegio 
de,  488. 

SAN  MIGUEL  EL  GRANDE,  120. 

SAN    MIGUEL   EL    GRANDE,    Con- 
vento, 185. 

SAN  MIGUEL  Fray  Juan  de,  252. 

SAN  MIGUEL  MEZQUITIC,  pueblo, 
313. 

SAN 'NICOLÁS,  Colegio,  264. 

SAN  NICOLÁS  Pedro  de,  33. 

SAN    PEDRO    Congregación    de,    84, 
277. 

SAN  PEDRO  Y  SAN  PABLO,  Cole- 
gio, 269. 

SAN    PEDRO    Y    SAN    PABLO    DE 
TUBUTAMA,   misión,   381. 

SAN   PEDRO   TRESPALACIOS,   mi- 
sión, 315. 

SAN   ROMANDO    Fray  José,    130. 

SAN  SABAS  misión  de,  376. 

SAN  SIMÓN  Pedro,  33 

SANTANA  Paula  de  179. 

SANTA  ANA,   120. 

SANTA  ANA  mina  y  real  de,  353. 

SANTA   ANA,   misión,   315. 

SANTA  ANA  TANLAJAX  pueblo  de, 
317    ^18 

santa""  BRÍGIDA  Convento  de,  194. 

SANTA    CATALINA,    Convento    de, 
186. 

SANTA   CATALINA,  Mártir  de   Río 
Verde,  319. 

SANTA    CATARINA    MÁRTIR,    pa- 
rroquia,  273. 

SANTA  CLARA   (Convento)  de,  187, 
200. 

SANTA    CLARA    DE   ATLIXCO, 
(Convento  de),  188. 

SANTA  CLARA   (Convento  de  Pue- 
bla),   188. 

SANTA    CLARA    DE    QUERETARO 
(Convento  de),  189. 

SANTA  CRUZ  Colegio  de,  101. 

SANTACRUZ    Manuel    (gobernador), 
153. 

SANTAELLA  MELGAREJO  Manuel, 
282 

SANTA    GERTRUDIS,   Colegio,   264. 

SANTA  INÉS,   Convento,   184. 

SANTA  MARÍA  Fr.  Diego,  20. 


índice  alfabético 


507 


SANTA  MARÍA  GALICIA  José  de, 
190. 

SANTA  MARÍA  DE  LOS  LAGOS, 
107 

SANTA  MARÍA  OZELOSTEPEQUE, 
104. 

SANTA  MARÍA,  Puerto  de,  422. 

SANTA  MARÍA  DE  TODOS  SAN- 
TOS, misión,  352. 

SANTA  MONICA,  Colegio,  264. 

SANTANDER  (misión  de),  143. 

SANTEFICES  Anastasio,  282. 

SANTA  TERESA  de  México,  (Con- 
vento de),  194. 

SANTA  TERESA  pueblo  de,  381. 

SANTA  VERA  CRUZ  templo  de  la, 
84. 

SANTELIN,  capitán,  153. 

SANTIAGO  Francisco,  88. 

SANTIAGO  DE  PAPASQUIARO, 
304. 

SANTIAGO  DE  MÉXICO  provincia 
de,  120. 

SANTIAGO  TLALTELOLCO,  25,  63. 
SANTIAGO  DE  TLAUTLA,  358. 
SANTIAGO    DE    VALLES    Villa    de, 
314,  317. 

SANTIESTEBAN  Fray  José,  mártir, 

377. 

SANTÍSIMA  templo  de  la,  84. 

SANTO  DOMINGO  Juana  de,  186. 

SAN  VICENTE  DEL  BENEFICIO 
DE  EXUTLA,  104. 

SAN  VÍTORES  Diego  Luis  de,  már- 
tir, 365. 

SAN  VICENTE,  misión,  315. 

SARAVIA,  académico,  375. 

SARIÑANA,  limo.,  54,  100,  235,  488. 

SARTOLO  Y  COLMENARES  María 
L,  196. 

SARTORIO,  60. 

SATEVO  misión  de  S.  Francisco  Ja- 
vier de,  334. 

SANZ  misión  de,  318. 

SEDELMAYER  Jacobo,  323,  374. 

SEGURA  Marcos  de,  mártir,  367 

SEGURA  Nicolás,  171. 

SERIS,  indios,  372. 

SERRA  Fray  Junípero,  336. 

SERVIN  Nicolás,  procesado,  390. 

SESTIGA,  347. 

SEVILLA,  55,  260. 

SEWUIN  Tomás,  procesado,  394. 

SIDCARSTRON  Daniel,  procesado, 
394. 

SIERPE  Don  Juan  de  la,  356. 

SIERRA  GORDA,  301. 

SIERRA  GORDA  Conde  de,  313. 


SIGUENZA    Y    GONGORA,    40,    183, 

248 
SILES   Francisco   de,   29,   30,   41,   32, 

488. 
SILVA  Fr.  Francisco  Javier,  mártir, 

375. 
SINALOA,    301,    302,    322,    331,    341, 

453. 
SIXTO  V,  81,  179,  216. 
SOLA  Miguel,  misionero,  324,  371. 
SOLANO  Francisco,  ^65. 
SOLEDAD  DE  IGOYO  Ntri.  Señora 

de  la,  misión,  315. 
SOLORZANO,  410. 
SOMBRERETE  Real  de  Minas  de,  117, 

122. 
SONÓIDAC  misión  de,  358. 
SONORA  marqués  de.  303- 
SONORA    Obispado    de    65,    77,    301, 

304,  322,  323,  341. 
SORIANO,  jesuíta,  445.        . 
SOTO    LA    MARINA    (misión),    14á, 

300. 
SOTO  IBARRA  Joaquín,  .32. 
STEFFEL,  jesuíta  alemán,  322. 
STOCKHOLM,  424,  429. 
STRON  Juan  Enrique,  procesado,  ?.94. 
SUINT  Cristóbal,  procesado,  390. 
TACUBA    144. 

TALAMANCA  (Costa  Rica),  370,  S71. 
TAMAPACHE  misión  de,  318. 
TAMARAL  Miguel,  mártir,  347,  372. 
TAMARON,  Obispo  de   Durango,  81, 

91,  113,  480. 
TAMAULIPAS,  301. 
TAMBURINI   Miguel   Ángel    (Prepó- 
sito general),  167. 
TAMTTAD  misión  de,  318. 
TAMPAMOLON,  318. 
TAMPASQUI  misión  de,  318. 
TAMPICO  misiones  de,  316,  318. 
TAPIA  Andrés  de,  178,  179. 
TAPIA  Bartolomé,  33. 
TANCALAYAB  misión  de,  318. 
TANTOYUCA  partido  de,  318. 
TAPIZ  Pedro,  91,  154,  333,  335. 
TARAHUMARA    (misión),   143,   301, 

341,  464. 
TARUFFINO  Esteban,  187. 
TAXCO,  59,  60,  286,  287. 
TECOLOTLAN  Convento  de,  120. 
TELLEZ  GIRÓN  Ana,  215. 
TELLO  Juan  Ildefonso,  jesuíta,  434. 
TELLO  Tomás,  mártir,  374. 
TELLY  Eduardo,  procesado,  390. 
TEMPOAL,  318. 
TENANGO,  122. 
TEPEAPULCO,  177. 


508 


índice  alfabético 


TEPEHUANES  (misiones),  153. 

TEPETIXPLAN,   122. 

TEPEYAC,  20,  21,  24. 

TEPETLAOXTOC,  122. 

TEPORA  marítimas  de,  372. 

TEPOTZOTLAN  iglesia  de,  54,  85,  86, 
152,  341,  409. 

TEPOTZTLAN,  122. 

TEPOZCOLULA,  122. 

TERREROS   Alonso    Giraldo,   mártir, 
376. 

TERREROS  Melchor  de  los,  180. 

TERAN  Manuel,  jesuíta,  428. 

TERNATE,  357. 

TEXCOCO,  177. 

THOMAS  Reinaldo,  procesado,  395. 

TLAJOMULCO  Convento  de,  120. 

TLALPUJAHUA,  120. 

TLAXCALA,  132,  177. 

TLAXCALILLA,  120. 

TIBUEX,  339. 

TIBURÓN  islas  del,  372. 

TIZÓN  río  del,  338. 

TOLEDO  Juan  B.  A.  de,  90. 

TOLEDO,  60,   178,   179,   462,  464. 

TOLSA,  54,  56. 

TOMAS  de  Guadalajara,  P.,  322. 

TOMAY  Ignacio   (P.  José  Ma.  Geno- 
vesi),  254. 

TOMELIN  Sebastián,  211. 

TONIBABI  pueblo  de,  328. 

TORDESILLAS  Melchor  de,  procesa- 
do, 391. 

TORIJA  Juan  Antonio,  jesuíta,  425. 

TORQUEMADA  Fr.  Juan  de,  25. 

TORRES,  doctor,  463. 

TORRES  Jaime,  172. 

TORTOLERO  Luis,  capitán,  342. 

TRAVANCOR,  357. 

TRAVALLONI,  Rmo.,  134. 

TRISTAN  Esteban  L.  de,  90,  91. 

TRUJILLO  GUERRERO  Felipe,  89. 

TUBUTAMA,  375. 

TUXPAN  Convento  de,  120. 

TZACUALTIPAN   doctrina   de,   236. 

TZINTZUNTZAN,  52. 

UBACH  Fray  Juan  de,  133,  134. 

UGARTE,  347. 

UGARTE  Hilario,  jesuíta.  438. 

ULLOA,  340. 

UNION  Confraternidad  de  la,  487. 

UNIVERSIDAD  Real  y  Pontificia  de 
México,  259. 

URESELINA,  mártir,  380. 

URTZAR  José,  131. 

URIZAR  Miguel  de,  jesuíta,  420. 

URQUIJO  Mariano  Luis  de,  476. 

URREA,  Capitán,  383. 

URRUCHT,  52. 


URRUTIALDE  Juan,  procesado,  390. 
URSINOS  Princesa  de  los,  401. 
UTRERA  José,  jesuíta,  434,  442. 
VALCARCEL  Domingo,  490. 
VALDES  Antonio,  bailío,  312. 
VALDES  Manuel  Antonio,  259. 
VALDIVIESO,  jesuíta,  446. 
VALENCIANA  Conde  de,  197. 
VALENCIANO,  54. 
VALENZUELA   Pedro,  alcalde,  483. 
VALERO  marqués  de,  129,  189. 
VALLADOLID  de  Yucatán,  112. 
VALLADOLID,  211,  260. 
VALLARTA  José,  jesuíta,  445. 
VALLARTA  Y  PALMA  Jacobo,  152. 
VALLE  SALAZAR  Luis,  402. 
VALLEJO,  49. 
VALVERDE  TELLEZ  Emeterio,  Ilus- 

trísimo,  244. 
VAN  DICK,  51. 
VANEGAS  Miguel,  255,  258. 
VARGAS  RIVERA  Manuel,  89,  91. 

VARGAS  Gregorio,  jesuíta,  440. 
VASCONCELOS  Pedro,  261. 
VÁZQUEZ  Alonso,  45. 
VÁZQUEZ  CORONADO,  338. 
VÁZQUEZ  DE  LORREA  José,  292. 

VEGA  LAGARTO  Luis  de  la,  46. 
VEGA  Y  ZUAZO,  260. 

VELARDE    Fray    Francisco    Javier, 
130. 

VELASCO  Alonso  A.  de,  488. 

VELASCO  ALTAMIRANO  Y  PADI- 
LLA, José,  juez,  398. 

VELASCO  Fray  Felipe,  319. 

VELASCO  Francisco  de,  90. 

VELASCO  José  Mariano,  418. 

VELASCO  Luis  de,  188,  215. 

VELASCO    Y    MEDINA     Francisco, 
282 

VELASCO  Y  SEDEÑO  María  J.,  190. 

VELAZQUEZ,   capitán,   398. 

VELAZQUEZ  Jerónimo,  292. 

VELAZQUEZ    Y    MENA    Juan,    164. 
165. 

VELLIDO  José,  437. 

VENTOSILLO   Nicolás  de,   154. 

VENTURA   Pedro,   448. 

VERA  Antonio  de,  mártir,  368. 

VERA  Vicente  de,  jesuíta,  421. 

VERACRUZ,  78,  122,  418,  419. 

VERACRUZ,  filósofo,  242. 

VERDE,  Monseñor,  31. 

VERDUGO  Teresa,  287. 

VERES  Laureano,  limo.,  247. 

VERONESE,  52. 

VICO,  Cardenal,  31. 


índice  alfabético 


509 


VIDAL  Fray  José  de,  130. 

VIDAL  Francisco,  jesuíta,  425. 

VIDAL  DE  MOCTEZUMA  Y  DE  OLI- 
VARES, Obispo,  81,  89,  104. 

VIESCA  José,  jesuíta,  440. 

VILLAFANE,  misionero,  322. 

VILLALBA  Juan  de,  teniente  general, 
389 

VILLALPANDO  Cristóbal  de,  47. 

VILLAMIL  plaza  de,  179. 

VILLAPLANA  Fray  Hermenegildo, 
231. 

VILLAPUENTE  marqués  de,  164, 
165,  356,  358,  454. 

VILLAR  VILLAMIL  José  del,  282. 

VILLASECA,  24. 

VILLASECA  José,  escribano,  131. 

VILLASEÑOR  Enrique,  Pbro.,  245. 

VILLASEÑOR  (historiador),  250. 

VILLASEÑOR  José   (coadjutor),  171. 

VILLEGAS  DE  CORA  José,  55,  56. 

VILLEGAS  Fernando  de,  183. 

VILLEGAS  Manuel,  292. 

VILLERIAS  Manuel,  282. 

VINCI  Leonardo  de,  51. 

VINENT   Sra.   Martínez  del   Río,   51. 

VISCONTI,  161. 

VIZARRON  Y  EGUIARRETA,  Ar- 
zobispo, 36,  88,  98. 

vizcaínas  Colegio  de  las,  265. 

VIZCAÍNO  Sebastián,  340,  344. 

VON  MURR,  323. 


WOLFRES     Segismundo,     procesado, 

390. 
XUCHIL  pueblo  de,  235. 
YANHUITLAN  Convento  de,  45. 
YAQUI,  301. 
YUCATÁN,  65,  80,  83,  86,  110,  120, 

124. 
ZACAPO,  120. 
ZACATECAS,  107,  109,  120,  122,  141, 

143,  277. 
ZAMACONA,  limo.,  207. 
ZAMORA,  251. 

ZAMORA  Fray  Antonio,  mártir,  370. 
ZAMORA  Mateo  de,  90. 
ZAMORANO  José,  jesuíta,  445. 
ZAPOPAN,  Colegio  apostólico  de,  71, 

145. 
ZAPOTLAN  Convento  de,  120. 
ZARAGA  Pedro,  procesado,  391. 
ZARAGOZA  Alberto,  jesuíta,  430. 
ZEBALLOS,  376. 
ZITACUARO,  120. 
ZORRILLA  Y  TRUJILLO,  82. 
ZUAZO  Dr.,  260. 
ZUMARRAGA  Fray  Juan  de,  22,  80, 

176,  177,  179,  195,  469. 
ZUMAYA,  45. 

ZUÑIGA   (matemático),  251. 
ZUÑIGA  Y  PRADO  Atanasio,  282. 
ZUÑIGA  ONTIVEROS,  impresor,  259. 
ZUREARAN,  51. 
ZURICALDAY,  32. 


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