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ría de la iglesia
EN
MÉXICO
POR EL
P. MARIANO CUEVAS, S. J.
TOMO IV
1 700 - 1 800
LIBRO PRIMERO
INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
LIBRO SEGUNDO
LAS MISIONES
LIBRO TERCERO
LA DESTRUCCIÓN
CUARTA EDICIÓN
Ediciones
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MÉJICO, D . F .
19 4 2
Nihil Obstat
ENRICUS VALLE, S. J.
Imprimi potest
LUDOVICUS VEGA, S. J.
PRAEP. PROV. MEX.
Imprimatur
El Paso, 12 Decembris 1927
ANTONIUS JOSEPHUS,
Episcopus Elpasensis
Propiedad Reaislrada.
Queda hecho el depósito que
marca la ley.
HISTORIA DE LA IGLESIA
EN
MÉXICO
AL ILMO. SR. DR. D.
PEDRO VERA Y ZURIA
dignísimo arzobispo de PUEBLA
Y AL VENERABLE
CLERO ANGELOPOLITANO
EN EL
CUARTO CENTENARIO DE LA FUNDACIÓN
DE SU DIÓCESIS,
RESPETUOSAMENTE
EL AUTOR.
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bido, así por mar como por tierra, desde el año de 1538 hasta el de 1626.
Relación histórica de la fundación de este convento de Nuestra Señora
del Pilar, Compañía de María, vulgarmente llamada la Enseñanza en esta
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Zarandona Antonio, S. J. — Historia de la extinción y restablecimiento
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PARTE PRIMERA
INSTITUCIONES Y LABOR
DE LA
IGLESIA ORGANIZADA
CAPITULO PRIMERO
NUESTEA MADRE SANTÍSIMA DE GUADALUPE
Orientaciones históricas. — Extensión del culto sobre toda la nación. —
Diferentes ermitas y santuarios. — La villa de Guadalupe.— El cerrito y el
Pocito. — Santuarios de Nuestra Madre en provincias. — Sobre los milagros. —
Informaciones de 1666. — Cartas de la reina doña Ana de Austria. — El patro-
nato de la ciudad y de la nación. — El caballero Botturini. — La Colegiata.
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TERA FORTINO H.— Contestación Histórico-Crítica, etc.— Querétaro 1892.
\TEBA, ORTINO H. — Informaciones sobre la Milagrosa Aparición. — Amecameca,
1888.
20 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
^.ONIENDO las cosas en su debido punto histórico y en su
debido punto teológico, debemos comenzar este capítulo
asentando claramente que la Virgen de Guadalupe y la
devoción hacia Ella de todo el pueblo mexicano, no son,
como alguien ha dicho, el alma de la Iglesia Mexicana, si con
ello quieren dar a entender que sin esa imagen venerada no sub-
sistiría nuestra fe; y que la material desaparición de tan preciosa
reliquia determinaría la ruina irreparable de la labor católica en
nuestra Patria. No hay ni verdad, ni utilidad en tales afirmacio-
nes: el alma de la Iglesia aquí como en cualquiera parte del orbe,
es Jesucristo Dios y Señor nuestro, in quo est vita et resurrectio
riostra.
Quedando la Virgen Santísima en su amable secundario pues-
to de mediadora, sí podemos afirmar que por Ella y bajo su precio-
so manto quiere Dios que se conserve la fe católica en México, y
que su devoción venga a ser como el sello de nuestro carácter re-
ligioso así reconocido entre los fieles todos de la universal cristian-
dad. Por algo en las naciones extranjeras, cuando se quiere ser
cortés con un mexicano decente, nada resulta tan oportuno como
hablarse y preguntarle sobre la Virgen de Guadalupe. Por algo
también atacan a la Virgen de Guadalupe los que quieren quitar-
nos el carácter nacional.
Desde que en 1531 se apareció milagrosamente en el Tepeyac
hasta nuestros mismos días, no hay época interesante, ni momento
crítico de nuestra historia, que no se vean iluminados por los re-
flejos del Tepeyac; nuestros gobiernos desde la época virreinal
veían vinculado su prestigio y popularidad con su adhesión a la
Virgen de Guadalupe, así como por el contrario, el apartamiento
de ella ha sido en determinados casos la inequívoca señal de go-
bernantes desprestigiados e inmorales.
No hay base histórica para suponer que los primeros años a
raíz de la Aparición se haya contraído su culto ni a sola la raza in-
dígena, ni a sola la ciudad de México. Pocos textos hay tan claros
y tan contundentes en este punto como el que en otro lugar estam-
pamos, el de fray Diego de Santa María, en su carta a Carlos V,
focha en México el 24 de marzo de 1575. A pesar de la poca afición
que este fraile tenía a dicha devoción, por lo que ésta restaba de li-
C. I. NUESTRA MADRE SANTÍSIMA DE GUADALUPE 21
mosnas a su convento de Guadalupe de Extremadura, tuvo que con-
fesar que: entre la gente de esta tierra (Nueva España) poco me-
nos que todos, dejaban de hacerle alguna manda en su testamento
a Nuestra Señora de Guadalupe extramuros de la ciudad de Méxi-
co. Lo cual, añade, se prueba por las cláusulas de los testamentos
que se han hecho y hacen de aquel tiempo a esta parte (1). Dios
había querido que esta devoción fuese nacional, y la historia nos di-
ce haberse realizado tan bondadosos designios.
La tempestad que en 1556 quiso armar fray Francisco de Bus-
tamante contra los sentimientos guadalupanos de las masas, pare-
ce haber servido entonces mismo, para darles mayor auge y publi-
cidad ; y para tiempos posteriores cuales so'n los nuestros, nos dejó
una prueba más de que el pueblo todo a quien él se oponía, creía
verdaderamente en la Aparición y en la intervención sobrenatu-
ral para que en la tilma quedase estampada la imagen; pues como
es bien notorio, Bustamante combatía con el argumento de que la
había pintado el indio Marcos. A nada vendría tal afirmación (por
otra parte falsa) si solamente se tratase de impugnar una devo-
ción : para quitar la devoción a una imagen, no es razón de peso el
que haya salido de pincel humano, cualquiera que sea. Traía Bus-
tamante a colación el referido aserto, porque lo que pretendía ata-
car era la creencia universal en que la devoción se fundaba, o sea
la de la intervención sobrenatural de Dios en la pintura de la Vir-
gen del Tepeyac.
Desde aquella época principalmente, la devoción del pueblo
mexicano ha ido siempre en crecimiento.
Describirla es el tema de este capítulo. Muchos de nuestros
lectores se han maravillado del silencio que sobre tema tan propio
de esta obra hemos guardado en los dos tomos antecedentes de
esta historia. Obedecía tan sólo a conveniencias de método, las
mismas que ahora nos llaman a reunir, haciendo centro en nues-
tro siglo XVIII, los elementos todos de la segunda etapa de nues-
tra historia guadalupana.
Incluímos aquí breves noticias sobre su templo patronal en
el Tepeyac, los rasgos más salientes de su culto, la labor de la Igle-
sia y de egregios literatos en torno a la devoción nacional, que se
(1) Véase tomo II apéndices 8-10.
22 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
corona con la oficial y solemnísima jura del Patronato y la canó-
nica erección de la Colegiata de Guadalupe.
La primera morada de la imagen de Guadalupe (retrocedien-
do por unos momentos a su origen) fué la casa de fray Juan de
Zumárraga en la esquina que mira a sur y oriente, de la calle de
la Moneda y cerrada de Santa Teresa. Ahí estuvo hasta el 26 de
diciembre del mismo año 1531 en que fué por primera vez trasla-
dada a una ermita provisional al pie del Tepeyac. En este punto
coinciden abonados testigos de la información practicada en 1666.
La ermita o enramada fué tan provisional, que al poco tiempo
la sagrada imagen estaba ya de vuelta en la catedral, colocada sobre
la puerta mayor : el mejor sitio donde pudo dejarla D. Fr. Juan de
Zumárraga, dada la prisa que tenía de irse a Europa. A su regre-
so, 1533, con procesión o sin ella (que no es cosa bien aclarada),
pasó la imagen, para quedarse ya, a una ermita que según los tes-
tigos de la información "era de adobe sin género de cal y canto, y
que tendría un estadio de alto;" y todos convienen en que "era
muy chica y angosta." Llamemos a ésta la primera ermita. De
ella aún quedaban paredes viejas en tiempo de Lasso de la Vega
a mediados del siglo XVIL
No dejaremos de consignar aquí que el señor Zumárraga, jun-
tamente con Hernán Cortés, salió a pedir limosna por las calles de
México para la construcción, no sabemos si de esta primera o de
la segunda ermita. Y no se crea que confundimos esta piadosa
acción emprendida en mancomún por el santo prelado y el noble
conquistdor, con otro acto semejante por ellos mismos ejecutado
para dar comienzo a la primera catedral. Este dato lo leímos per-
sonalmente en un documento oficial enviado desde Nueva España
al Rey, o al Consejo de Indias; aunque ciertamente muy posterior
a los hechos narrados, con ocasión de pedirse alguna concesión o
privilegio para la devoción a la Virgen de Guadalupe (2).
Con tal colecta, o con parte de ella, debió hacerse la segunda
ermita que estuvo en uso desde los tiempos de Zumárraga hasta
1600, y ésta fué según se dice la sacristía del actual templo pa-
rroquial de Guadalupe. Que esta sacristía no fué la primera ermi-
ta, se prueba por no convenirle las señas de ser de adobe, y de un
(2) Este escrito lo leímos en el Archivo de Sevilla en 1911. Perdimos
la signatura y no hemos vuelt»» a encontrarla.
C. I. NUESTRA MADRE SANTÍSIMA DE GUADALUPE 23
estadio. Añádese con mayor o menor fundamento, que la pieza
contigua que ahora sirve de bautisterio, fué la habitación de Juan
Diego; y así reza una inscripción al parecer del siglo XVII, que
aún se ve en un muro de la habitación referida.
La tercera ermita ocupó parte del terreno donde se encuentra
la actual basílica. Dedicóla en 1622 D. Juan Pérez de la Serna, y
se dice que el costo de ella fué de cincuenta mil pesos. Esta noti-
cia se nos hace increíble: con 50 mil pesos entonces se hacía mu-
cho más que lo que de hecho llegó a ser esta tercera ermita, si he-
mos de dar fe a las pinturas de su época ; a no ser que hubiese con-
tinuado la malversación de fondos de que ya se había acusado a al-
gunos mayordomos, relacionados con las primeras ermitas. He aquí
cómo describe el bachiller Miguel Sánchez la que él llama segunda
y nosotros tercera ermita : "se plantó, dice, poco distante de la pri-
mera, teniendo al monte por respaldo. Es de bastante capacidad y
de muy hermosa arquitectura, con dos puertas, una al Poniente,
con su plaza real que remata en el camino ; otra a la parte del Medio
día que mira a México, con dos hermosas. torres que le acompañan;
el techo es de artesón, obra curiosa y costosa, de más esmero en la
capilla mayor, que toda es una pina de oro, donde están pendientes
más de sesenta lámparas de plata grandes y pequeñas. El altar ma-
yor a la parte del Norte tiene su retablo de tres cuerpos, en la es-
cultura, de todo arte y en lo dorado, de todo primor. Ocupa el me-
dio la milagrosa Imagen de la Santísima Virgen en un taber-
náculo precioso de plata, labrado tan primorosamente que vence la
obra a la materia, cuya puerta es de espejos cristalinos, y dos es-
pejos solos cogen la Imagen desde los pies a la cabeza. Este ta-
bernáculo lo dedicó y consagró el Excmo. Señor D. García Sarmien-
to de Sotomayor y Luna, conde de Salvatierra, siendo Virrey de
esta Nueva España."
Cuanto más crecía la devoción, más pequeño iba pareciendo
el santuario; y así todos suspiraban por la construcción de un
gran edificio que había de ser en el mismo lugar que ocupaba la
tercera ermita, por alguna idea que se tenía, no sabemos con qué
fundamento, de que precisamente en ese punto había sido la últi-
ma aparición. Es lástima por cierto, que por este o por otros mo-
tivos se hubiese derribado esa joya de arte y de tradición que aca-
ba de describimos el eruditismo bachiller Sánchez.
Derribado que fué, el edificio en 1692 y depositada entre tan-
24 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
to la Imagen en la iglesia de los indios, hoy parroquia, fué puesta
la primera piedra del gran templo actual, el 26 de marzo de 1695
por el insigne arzobispo D. Francisco Aguiar y Seijas. Trabajóse
con gran rapidez relativamente a lo que por aquel tiempo se acos-
tumbraba, puesto que pudo dedicarse en 1709.
Para no detenernos en la descripción de este templo cuyas lí-
neas generales son tan bien conocidas por todos los mexicanos; y
de todas maneras están mejor descritas por el fotograbado, que
por nuestra pluma, pasaremos a dar noticia del primer núcleo de
los tesoros y joyeles de nuestro Templo Nacional. Obra del monje
benedictino Fr. Antonio de Jura, fué el tabernáculo de plata do-
rada a fuego en el que entraron tres mil doscientos cincuenta y
siete marcos de plata, ocupando el centro el marco de la imagen,
todo él de oro de veintitrés quilates con un peso de cuatro mil mar-
cos castellanos. La plata labrada para el servicio del altar ascen-
día a trece mil setecientos siete marcos de plata. Había también
desde el tiempo del gran bienhechor Villaseca una estatua de plata
maciza, del tamaño natural, que se estrenó en 1566 con presencia
del arzobispo Montúfar, celebrándose con un opíparo banquete a
expensas del donante. Había además gran copia de custodias, cá-
lices y otros vasos sagrados ornados con rica pedrería. Dos de los
candiles eran de oro, con peso de dos mil doscientos trece caste-
llanos, y una de las lámparas pesaba setecientos cincuenta mar-
cos de plata.
Todas estas riquezas eran muy inferiores para representar en
extensión y en intensidad la devoción del pueblo mexicano hacia
su Reina y Patrona. Ella fué por de pronto la que formó el pueblo
y después Villa de Guadalupe o Tepeyac que los españoles lla-
maron Tepeaquilla y que había quedado disperso y desbaratado
desde que Gonzalo de Sandoval fijó allí sus reales o campamento
en 1520. Después de la conquista, ni el terreno salitroso y malo,
ni la configuración del suelo, tenían atractivo para volver a con-
gregar a los antiguos habitantes, mas no bien apareció la Virgen,
los indios, mayormente los de Cuautitlán encontraron un atracti-
vo irresistible, como puede verse en las ya citadas informaciones.
Y a tal grado creció allí la población indígena, que de Tepeaquilla
pudo decir en 1575 D. Francisco Cervantes de Salazar que era una
"gran ciudad de indios."
En 1625 los vecinos llegaban a cinco mil, y ya de ambas razas:
C. I. NUESTRA MADRE SANTÍSIMA DE GUADALUPE
25
indios y españoles. Animada la población por el concurso de innu-
merables peregrinos unida ya a México por magnífica carretera
construida en 1604 bajo la dirección de Fr. Juan de Torquemada,
el historiador; el pueblo de Guadalupe que con tal nombre empezó
a designarse oficialmente desde 1563 aspiró a fines del siglo XVIII
al título de Villa, que a pesar de los celos de su vecina y cabecera,
Santiago Tlaltelolco, fué por fin otorgado por el buen rey Fernan-
do VI a los 28 días de diciembre del año de 1743.
Tercera ermita y contornos, S. XVII.
Desde entonces con cierta familiaridad y cariño todos los me-
xicanos llamamos a esa población sin más aditamentos, la Villa,
palabra que tanto encierra para nosotros de recuerdos y tradicio-
nes. Posteriormente fué declarada ciudad; pero nos es más sim-
pático seguirle llamando "la Villa."
No omitiremos el dar noticia de otras dos importantes capillas
que son como complemento del santuario ; y ciertamente comple-
mento de toda peregrinación o piadosa visita a la INIadre de los me-
xicanos. Es la primera de estas capillas, la del Cerrito edificada en
1660 por un vecino del lugar, D. Cristóbal de Aguirre. Además de
la veneración que inspira recordando una de las apariciones, tiene
la capilla del Cerrito para muchos una tierna simpatía de dolor y
amor, como que a su sombra descansan las cenizas de nuestros pa-
dres.
Del siglo XVIII son la rampa y la escalinata que a derecha e
izquierda respectivamente, suben desde la base del cerrito; y de
ese mismo siglo era también, forjada en piedra, una barca con su
26 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
mástil y sus velas desplegadas, exvoto de ciertos náufragos por
intercesión de la Virgen librados.
También es típica y devotísima la capilla del Pocito junto a
la base, y al oriente de la montañuela. En su centro hay un ma-
nantial de aguas minerales y medicinales que el pueblo bebe enco-
mendándose con gran fe a la Santísima Virgen, y donde se han se-
guido no pocas curaciones. El edificio actual comenzado en 1777, se
debe a la abnegación y constancia del clásico colector de limosnas
D. Calixto González Abencerraje. Fué su
felicísimo arquitecto D. Francisco Guerre-
ro y Torres cuyo nombre es de justicia que
.; , figure en primera línea entre los arquitec-
tos mexicanos e intérpretes del arte na-
cional.
Tales son los elementos integrantes de
la Villa ; del corazón de México ; elementos
que ojalá pudiesen estar muy apartados de
las mal delineadas calles y multitud de su-
cios edificios que se han ido apelmazando
(sin orden ni concierto, tan en desacuerdo
con el sagrado tesoro que ahí guarda-
mos.
Fuera de la Capital, levantáronse tam-
bién desde el siglo XVII ermitas y aun
grandiosos templos en honor de la Santísi-
ma Virgen de Guadalupe, siendo uno de los
Don Calixto González • • i i /^ '¡^ ^ ¡_'
Abencerraje. principales el quc CU Qucrctaro levanto a
sus expensas D. Juan de Caballero y Osio,
edificio que se comenzó en 1675 y se concluyó a fines de abril
de 1680. Está desde entonces hasta nuestros días a cargo de la
benemérita Congregación de Presbíteros seculares de que pos-
teriormente habremos de ocuparnos, no sin dejar aquí estam-
padas las consoladoras cláusulas con que la Reina Madre, Do-
ña María Ana de Austria, concedió el permiso de fundación, y
son como sigue: "En la Ciudad de Querétaro hay una Congre-
gación de todos los clérigos y de muchos vecinos de ella, dedi-
cada al culto de Nuestra Señora de Guadalupe, consuelo y devoción
universal de aquellas provincias; la cual desea fabricar una iglesia
donde colocar esta Santa Imagen. Y por no reconocer inconvenien-
C. I. NUESTRA MADRE SANTÍSIMA DE GUADALUPE 27
te en ello y ser la Ciudad de Querétaro la tercera de aquel reino en
lo populosa, sin que haya yiinguiia ciudad en que no tenga capilla
especial Nuestra Señora de Guadalupe . . . por la presente con-
cedo licencia a la Congregación de Nuestra Señora de Guadalupe
sita en la Ciudad de Querétaro, para que pueda fabricar una ca-
pilla en que colocar la Santa Imagen. Fecha en Madrid a 10 de
Octubre de 1671" (3).
No obstante ser tan principal el templo guadalupano de Que-
rétaro, por esa misma real cédula que acabamos de citar, se echa-
rá de ver que en todas las ciudades, por lo menos las populosas, ha-
bía ya capilla especial de Nuestra Señora de Guadalupe. Existía
por de pronto la que en 1663 había ya edificado D. Francisco de
Castro en San Luis Potosí, cuya interesante historia queda ya in-
dicada anteriormente (4).
Elocuentes como eran todas estas manifestaciones de culto y
sincera devoción; numerosas, cada vez más, las peregrinaciones;
cuantiosas, aunque no sabemos si muy bien aprovechadas, las li-
mosnas hechas al Santuario Nacional; aumentaba todo esto y se
propagaba, entre otras cosas por las correspondencia de amor y
beneficios otorgados por la Santísima Virgen a sus devotos.
Uno de tales beneficios muy principal, en que pocos se han fi-
jado, es el ser la Virgen del Tepeyac uno de los pocos elementos
que tenemos para consolidar nuestra unidad nacional. Discordes
como estamos por causas etnológicas, políticas y sociales, todavía
la inmensa mayoría de la Nación se reconoce hermana con las mis-
mas tendencias y con los mismos amores cuando los peregrinos de
todos los Estados, las historias de todas nuestras casas y las al-
mas de todo mexicano bien nacido, convergen a reconocer por su
única Reina, a la Madre bendita del Tepeyac.
Respecto a los milagros por la Virgen Santísima obrados en ca-
sos particulares, debemos hacer constar que se les da tal nombre so-
lamente en el sentido lato y tolerado de la palabra "milagro." Los
que por millares se cuelgan en las paredes del santuario en iguritas
de cera, plata y oro, o en las nacioTmlisimas tablitas, donde la
buena voluntad suele correr parejas con la pésima ejecución ar-
tística, son por regla general alusivas a favores esp^^iales, fundá-
is) Ced. Lafragiia, Puebla.
(4) Véease tomo III, parte primera cap. IV.
28
INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
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[■,MAI>RE.DE Dios I>fi GVXDAi. V? -.,
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i<;>JEnfn Hiftotia ,cool2Profécu<it¡capicu!o¿o2tí<ii:i
■? • Apocaüpíít. Aticvocion del 'JiduUei Miguel
SancbczPrrsbÍKto,
DEDICADA
.« «rS». J.í Cc-r'rrs i! \t nrí^i, TtpiKn de h Sau Xslrfij iUir».
f ■lí'U.lf »caM,Cta<%titT,V!Oñfft , j y'tttthituíotttt Ca».
damente atribuidos a la intercesión de la Madre de Dios. Habrá
sin duda entre ellos algunos milagros verdaderos; pero por carecer
de las necesarias declaraciones de la autoridad eclesiástica, no es-
tamos obligados a recibirlos como tales.
Tampoco nos parece conve-
niente sacar las cosas de quicio
para que a la fuerza resulte mi-
lagro de la Virgen, donde, ha-
i blando con llaneza y sinceri-
. dad histórica, no hubo realmen-
te milagro. Tal acontece con
ciertos autores antiguos y al-
gún moderno, al tratar de la fa-
mosa inundación de la ciudad
de México el año de 1629, en
que ciertamente fué traída des-
de su santuario la Virgen San-
< tísima de Guadalupe, y en que
ciertamente pudo haber hecho
el milagro; pero de hecho no
tuvo a bien hacerlo ; entre otras
razones (nos repetimos) para
dar a los mexicanos una lección
de que no hay que esperar, ni
aun siquiera pedir milagros,
cuando no se quieren poner los medios y causas segundas para im-
pedir el mal de que deseamos ser librados. Después de traer la
Virgen a México, confiesa el autor aludido "la inundación conti-
nuaba, aumentábanse los estragos así en la vida como en los bienes,
con tales (sic) espantosas proporciones, que con fecha 16 de Octubre
el arzobispo escribió a España haber muerto en aquel corto tiempo
de mes y medio más de treinta mil indios ; y de veinte mil familias
españolas que antes de la inundación había en México, apenas que-
daban en la ciudad cuatrocientas. Como consecuencia necesaria de
estos desastres, sobrevino la peste, ocasionada de la humedad, del
hambre, de la corrupción de cadáveres, etc."
Empezó la inundación en 1629 y ese mismo año se trajo a la
Virgen y no se acabó todo sino en 1634. ¿En dónde está el milagro?
se preguntan el mismo P. Florencia y su gran reproductor del si-
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glo XIX, y resuelven muy formalmente que el milagro consistió en
que fuese castigo de agua en vez de castigo de fuego que le corres-
pondía por sus pecados a la ciudad de México ; y ésto según revela-
ción que tuvo cierta religiosa o criada de convento.
Pasando de este caso a la tesis
general, toca a la crítica histórica,
sana y cristiana hacer observar que
la protección de Dios y de sus san-
tos, las más de las veces no se ha-
ce por medio de milagros ; así como
también que protección no siempre
significa liberación de los males
temporales, sino paciencia para so-
brellevarlos y para trocarlos en
nuestro provecho y merecimiento;
tal fué la providencia de Dios con
sus más regalados amigos, con sus
mártires, con todos sus apóstoles y
con su misma Madre Santísima . . .
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El pueblo, y todo el pueblo me- j*''/***^
xicano era entusiasta devoto de la
Virgen aparecida. La Iglesia, veía con gusto, alentaba y sostenía
tan popular devoción ; empero parte oficial con su solemne liturgia,
aún no había tomado hasta 1663.
En dicho año el canónigo D. Francisco de Siles lectoral de
la metropolitana de México, cuyos méritos en virtud y letras son
ya bien conocidos de nuestros lectores, movido del vivísimo deseo
que siempre tuvo de promover el culto de la prodigiosa imagen de
Nuestra Señora de Guadalupe, propuso al limo, señor D. Diego
Osorio de Escobar y Llamas, obispo de Puebla, gobernador del ar-
zobispado de México y virrey de Nueva España, y al venerable ca-
bildo de la metropolitana, el plausible proyecto de pedir al sumo
pontífice Alejandro VII el insigne beneficio de que el día 12 de di-
ciembre, en que se hace memoria anual de la Aparición de la santa
imagen, fuese día de precepto en todo el entonces Reino Mexicano ;
y que en ese día se rezara el oficio propio en memoria de im hecho
80 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
tan grandioso y tan fausto para la Nación e Iglesia Mexicana. Vi-
nieron en ello el arzobispo virrey y el cabildo; pero para dar más
realce y eficacia a la petición, se dispuso que no sólo el cabildo ecle-
siástico, sino también el ilustre ayuntamiento de la ciudad, las ór-
denes religiosas y la Real Universidad, firmasen la súplica que jun-
to con la suya, el arzobispo elevaría a la Sede Apostólica. Toda la
ciudad dio vivas muestras de satisfacción y gozo al imponerse del
proyecto; y en un mismo cuaderaillo se registraron las instancias
que todas las religiones y colegios de la ciudad de México hacen al
pontífice Alejandi-o VII para que apruebe la fiesta de María Santí-
sima de Guadalupe. Se leen trece firmas del cabildo metropolitano,
diez de la orden de Santo Domingo, dieciocho de la de San Fran-
cisco, once diegninos, doce agustinos, diez carmelitas, once merce-
darios y veintitrés de la Compañía de Jesús; entre los cuales lee-
mos ei nombre del P. Francisco Florencia y el del P. Baltasar Gon-
zález. De la Real Universidad de México lóense los nombres de
quince catedráticos, no contando los religiosos y otros dignatarios
eclesiásticos que componían el claustro : y en todo fueron ciento
veintitrés varones sabios que atestiguaban el portento, y supli-
caban por la gracia de la concesión apostólica.
El Procurador de Siles en Ro-
^i^!^¿5MMf4íB.^¿i?^^t| "^^ respondió, "que aunque se ha-
4Í , h^-^^^^^'tíy-i T-T-^^'" ^^^^ presentado dichas cartas y
CiíE^E EL ÑOR I l^-Í¿ papeles ante Su santidad, y vísto-
Jy DE MEXIGO, ;í> se en la Congregación de Ritos;
,"!¿'lNÍ;JwIt'^í<!ÍL«.^l/Lo,;:j^^ por no ir testificados de la mane-
«1
4riinc¿cl<>iyjíO,y dífuCumliicnfuCiliObilpil; '¿Í^
3v"*";^:::i^;^íí¿;^Ct:;X^^ tes casos la Congregación, le pa-
35Eo;,Slr;aachM;;:;oúim.S!:d.K|| recia que lo más que por ahora
S^se^of'^ ^'= GUADALUPE de Mctico. q.jc icr'^ gg podía ospcrar, era un Rescrip-
•^» apaiedoenl* iTun):» Je Jijín Diego. "'*?• . . j i ' i
'n coMPvsou c<<' to Remisorial que contendría las
2^i ^ • .¿tuop,¡'<¿iw<irUs^'s. ^ ^ ^^ preguntas por cuyo tenor se exa-
k minasen los testigos del milagro
«5-. DKDICALA Ip- . í>f
•*¿ jíi. ü.Cfrtmnciri'aíudiiu.M^triunKdc.-' ''^j. v circunstancias de el ; y senaia-
V ;:ov-:naípropnis¿cU Aparición de 1^ seu diputados que en nombre de
«' 'lasantknr^se.. t^ g^ Santidad hiciesen plenaria
2,; co- 1 os svi.tRroRiisr í í« infoiTnación de todo, con lo cual
*¿^ . o /' .,,, gg pasaría al petitorio de dicha
" ■ ' • - "' gracia."
C. I. NUESTRA MADRE SANTÍSIMA DE GUADALUPE 31
De este párrafo que es del P. Florencia, y de todo lo que se
presenta de documentación en este punto, realmente no se ha po-
dido inferir sino con mucha ligereza, que en Roma se había admi-
tido la introducción de la causa, ni menos aún que la Congregación
hubiese mandado cartas remisoriales para proceder a la instruc-
ción del proceso en nombre de Su Santidad.
Lo que verdaderamente pasó, es que sin aguardar a que se de-
signase la comisión pontificia, se instruyó un proceso de informa-
ción en la seguridad moral de que podría elevarse en su tiempo y
con ciertos requisitos, a la categoría de proceso pontificio; pero
conste en honor de Siles, que, contra todo lo que dice Florencia, no
"pi*esentó el Canónigo a los jueces comisarios, enviado de la Curia
Romana, el interrogatorio que se debía observar en el examen de
los testigos." Todo lo contrario consta en el proemio de las men-
cionadas informaciones (o).
Es nuestra humilde opinión que si las informaciones de 1666
no progresaron ni aun siquiera entraron en el campo oficial de la
Sagrada Congregación de Ritos, fué precisamente i)orque se ade-
lantaron, aunque de buena fe, los canónigos de México en la trami-
tación legal del asunto. Invistieron a Siles, sin ser competentes pa-
ra ello, de un cargo que había de venir de Roma por un escrito
de la Sagrada Congregación.
Atribuir la ineficacia de los documentos guadalupanos ante la
corte romana, a que se extravió la copia de ellos en manos de cier-
to canónigo de Sevilla, por cuyo medio Siles los había remitido a la
Ciudad Eterna, nos parece una disculpa pueril e insuficiente; pues
el mismo Siles mandó otra copia a Roma, y otra tercera fué por me-
dio del virrey al Consejo de Indias, y de allí a la Embajada Espía-
ñola ante el Papa, según adelante veremos. Y que el proceso no en-
tró en la consideración de la Sagrada Congregación es cosa cierta :
consérvase en su archivo, minuciosamente catalogados, todos los
papeles aun de mucha menor importancia que el proceso de 1666,
y de éste no hay ni vestigio (6).
(5) Véase, Informaciones, etc., página sétima, edición de 1889.
(6) Con increíbles trabajos y gracias a la especial recomendación del
Excmo. Señor Cardenal Vico, y a la solicitud de Monseñor Verde, logré pe-
netrar en lo más interior y más elevado del Vaticano, allá por la rampa en
caracol, obra del Bramante, al Archivo secretísimo de la Congregación de
Ritos. No contentándome con los catálogos, vi tomo por tomo, los que su-
puse que podían contener algo del asunto; mas no encontré ni un solo do-
32 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
Si bien es ciei*to que el proceso infoi*matorio de 1666 no tuvo
validez, ni por ende efecto canónico; no por eso dejó de tener gran
valor histórico.
Visto por Siles el resultado tan poco halagüeño del primer cua-
dernillo enviado a Roma en 1663, a pesar de todas las firmas que
lo calzaban y de las escrituras y narraciones que lo acompañaban,
expuso al cabildo metropolitano la situación, y su opinión de que se
entablase información jurídica mientras venían las remisoriales.
El cabildo aceptó la idea y comisionó para su desarrollo a cuatro
hombres ciertamente de valer: el deán Poblete, el chantre Cáma-
ra y los sabios capitulares D. Juan de la Barreda y D. Nicolás del
Puerto. Quedó pues el negocio en buenas manos ; entre cuatro per-
sonas algo más sabias y fidedignas que los cuatro señores antiapa-
ricionistas, tan empeñosos en denigrar y ridiculizar la obra de los
comisarios.
Eligieron éstos al mismo Siles, al fiscal eclesiástico Zuricalday
y a D. Antonio de Gama, clérigo presbítero, con los correspondien-
tes oficiales, para la apertura, continuación y término del proceso.
Veinte fueron los testigos examinados ; entre ellos siete indios
y un mestizo de Cuautitlán, pueblo de Juan Diego, donde, como era
muy natural, se esperaban más abundantes y más seguras tradi-
ciones. Estas infoiTnaciones se hicieron con todo sosiego desde el
día 7 hasta el 22 de enero de 1666. Pensar que estos indios eran
ineptos para testificar, es completamente gratuito. Entonces como
ahora, al lado de indios menos capaces, los hay también muy capa-
ces por su sentido común y por su conciencia, de testificar y de ju-
rar lo que testifican.
Los mismos que tratan de desvirtuar estos actos no se atreven
a afirmar que hubo perjurio a sabiendas, ni por parte de estos in-
dios principales, ni menos por parte de los egregios eclesiásticos
que jurando in verbo sace7'dotis hubieran pecado muy torpemente,
celebrando bajo el nombre de Dios e invocándole por testigo, de la
burda farsa que quieren fingirse los antiaparicionistas.
Los otros testigos, examinados eji México, ante el gravísimo
jurado de los cuatro canónigos primeramente nombrados fueron:
cumento que a él se refiriese. Acompañáronme y me ayudaron, sirviéndome
como de testigos, el P. Joaquín Echenique, de la Compañía de Jesús, y el
joven Joaquín Soto Tbarra, estudianto de filosofía en el Colegio Pío Latino
Americano. Esto fué en enero de 1924.
C. I. NUESTRA MADRE SANTÍSIMA DE GUADALUPE 83
el piadoso y erudito presbítero, licenciado D. Miguel Sánchez, fi-
lipense, de sesenta años de edad ; Fr. Pedi'o de Oyangueren, domi-
nico, de ochenta y cinco años; Fr. Antonio de Mendoza, agustino,
de sesenta y siete; Fr. Juan Herrera, mercedario de setenta y uno;
Fr. Bartolomé Tapia, franciscano, de cincuenta y cinco ; Fr. Pedro
de San Simón, caniielita, de sesenta y cinco; el P. Diego de Mon-
roy, prepósito de la casa profesa de la Compañía de Jesús, de se-
senta y cinco; Fr. Juan de San José, provincial de los dieguinos;
Fr. Pedro de San Nicolás, de setenta y un años, de la orden de San
Juan de Dios; Fr. Nicolás Cerdán, provincial de la orden de San
Hipólito de sesenta y uno.
El 11 de marzo fueron examinados los testigos seculares, el
primero D. Miguel de Cuevas y Dávalos, de ochenta y un años, si-
guiéndole D. Diego Cano Moctezuma, Caballero de Santiago, de se-
senta y un años.
La conformidad, en lo sustancial dentro de la variedad, pero no
contradicción, en lo accidental, que se nota en las diversas informa-
ciones, la ingenuidad y sencillez que respiran, les dan un carácter
de documento de primer orden para comprobar y confiíTnar las pri-
mitivas historias sobre la Aparición ; y es señal de muy mala fe en-
tre los críticos del bando opuesto, el tratar de dar a estas informa-
ciones la pretensión de pruebas directas de la Aparición. No hubo
tal, ni se pretendió, sino únicamente buscar una prueba indirecta o
sea de que había tradición de padres a hijos. Los hijos eran en este
caso los declarantes sobre el primitivo milagi^o y poitentoso origen
de la sagrada imagen que sus padres presenciaron. Tampoco quie-
re decir que porque fueron veinte los testigos, no había en la Nueva
España más que veinte que pudiesen dar testimonio de la existencia
de la tradición, sino que para llenar el trámite canónico a que dicho
proceso se encaminaba, se creyó bastante ese limitado número que
por otra parte podía y debía hacer fe, por razón de su calidad, ante
cualquier tribunal que no estuviese dominado por el prejuicio.
Pero como ya hemos insinuado, ni las solicitudes del canónigo
Siles, ni las actividades del P. Florencia enviado a Roma dos años
después, pudieron rehacer el mal comienzo que tuvo por falta de
protocolo y fórmulas iniciales. Y como no volvieron a suplirse és-
tas, también quedaron sin efecto las gestiones que dos años más
tarde hizo la poderosísima reina Doña María Ana de Austria, se-
gún se desprende de dos preciosos documentos que descubrimos en
34 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
el Archivo de la Embajada Española ante la Santa Sede, y que lee-
rán nuestros lectores con gran consuelo. El uno es de 2 de abril
de 1670 y dice así:
"Marqués de Astorga, Primo, del Consejo de Estado, Embaja-
dor en Roma : Habiéndome dado cuenta el Marqués de Mancera de
la singular devoción que en Nueva España tienen los habitadores
de aquel Reyno a una imagen de Nuestra Señora de Guadalupe, que
según noticias bien fundadas, apareció el día 12 de diciembre, (re-
cién conquistado el Reyno) una legua distante de México. Y desean-
do yo que para la celebridad de esta devoción se conceda una festi-
vidad particular para el mismo día de la Aparición, como también
la aprobación de su rezo que se propondrá, por ser para un fin jus-
to y loable, y que redundará en gran consuelo de aquellos fieles. He
querido encargaros (como lo hago) que luego que se haya exaltado
Sumo Pontífice, interpongáis en mi nombre los oficios que tuviereis
necesario a fin de impetrar las dos gracias referidas, obrando en
ello muy eficazmente. Y de lo que resultare me daréis cuenta. De
Madrid a 2 de Abril de 1670.— YO LA REYNA. (Secretario) D.
Pedro de Medrano."
El segundo escrito, dirigido al famoso P. Nithard Embajador
en 1672 de la Corte Española ante la Santidad del Papa Clemente
X dice así:
"Muy reverendo en Christo (Cardenal) Nithard, mi muy caro
y muy amado amigo, de el Consejo de Su Majestad, En Roma ad in-
terim : el Marqués de Mancera Virrey de la Nueva España, en car-
ta de 26 de noviembre del año pasado de 1671, me ha represen-
tado la pretensión que la Iglesia de la Ciudad de México, y algunos
prelados y personas de aquel Reyno tienen pendiente en esa Corte
Romana, en la celebridad y oficio de Nuestra Señora de Guadalupe,
aparecida después de conquistadas aquellas provincias, y de haberse
publicado la Doctrina Evangélica. Sobre que escribí el año pasado
de 670 al Marqués de Astorga, vuestro antecesor en la Embajada,
para que en mi nombre lo suplicase a Su Santidad, por la universal
devoción a que exhorta esta santa Imagen, y por la perfección y
maravillosa incorruptibilidad que todos dicen sobrenatural, y por
las misericordias que experimentan los que la invocan, vuelve a
hacer instancias el Marqués para que impetre esta gracia. Y ha-
biéndose visto en el Consejo de Indias y consultándoseme sobre ello,
ha parecido rogaros y encargaros como lo hago, solicitéis can Su
C. I. NUESTRA MADRE SANTÍSIMA DE GUADALUPE 35
Beatitud, tenga por bien de conceder la gracia que se pide, repitien-
do las instancias que hicimos por el consuelo que causará a todos
ios habitantes. De Madnd a 30 de Junio de 1672.— YO LA REY-
NA." (7).
En memoria y agradecimiento al ferviente guadalupano, D.
fray Tomás de Monterroso, obispo de Oaxaca, dejaremos aquí es-
tampadas traduciéndolas del latín, las tiernas palabras que el 10
de mayo de 1667 escribía a Alejandro VII haciendo causa común
con el cabildo metropolitano : "Toda esta Nueva España tiene por
cusa certísima que en un lugar llamado Guadalupe, se apareció la
Virgen María a un indio pobre ; pero lleno de fe y de amor de Dios.
Estamos también en la creeaicia de que están en manos de Vuestra
Santidad las infonnaciones, así como las súplicas (que son de casi
tíjdos) pidiendo que se conceda Oficio propio de Santa María de
Guadalupe.
"Yo vi esta Santísima Imagen de Guadalupe pintada en la ca-
pa del pobre indio ; yo vi las multitudes de ciudadanos mexicanos y
de otros pueblos que concurren a visitar el Santuario de esta Ima-
gen, y casi en todos los iniehlos de la Nueva España hay una ima-
gen de la Virgen Santísima de Guadalupe, por todos venerada.
"Tal vez a Vuestra Santidad está resellado el instituir esta
festividad, como la fiesta de Nuestra Señora de Las Nieves fué ins-
tituida por vuestro antecesor, Liberio. Tal vez pudiera parecer
bien a Vuestra Santidad alguna de las dos oraciones que aquí envío.
"Sed propicio, Santísimo Padre, a este Nuevo Mundo, a este
nuevo Reyno, para que por la intercesión de esta Imagen se con-
viertan los indios de la idolatría , etc." (8).
*
* *
Aunque de hecho era ya la Guadalupana la principal patrona
de Nueva España, no tuvo este título oficial sino hasta el año de
(7) Archivo de la Embajada Española. Legajo 116 fols. 44 y 67.
(8) Las oraciones propuestas por el Señor Monterroso son las siguientes:
"Omnipotens Deus, qui Sacratissimam Virginem Mariam in Matrem miseri-
cordiae et auxilium peccatoris praeelegisti; concede ut per imaginem Vir-
ginis Mariae de Guadalupe, ab ipsa Virgine in pallio pauperis Indii depictam,
nos misen, eius intercessione apud te misericordiam consequamur."
El otro modelo de oración es el siguiente:
Deus, qui ad auxilium indorum Novae Hispaniae Virginem Mariam ad
36 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
1746. Diez años antes, la terrible peste llamada Matlatzahuatl se
extendió rápidameaite por toda la ciudad de México, hiriendo esta
vez no solo a los indios, sino también a los españoles. Por millares
caían los enfermos diariamente, y por centenares morían.
Aterrorizado el vecindario por los crecientes estragos de la
peste, volvió los ojos como era natural a la Virgen Santísima de
Guadalupe, nombrándola su patrona. Dícese que reunido el cabildo
de la ciudad de México el día 11 de febrero de 1737, se preguntaban
los regidores llenos de desaliento y tristeza: ¿Cómo es que la San-
tísima Virgen invocada en su imagen había acudido a los ruegos de
sus devotos, y ahora no se apiadaba de la ciudad tan terriblemente
contagiada? A ésto contestó uno de ellos "Señores, no hay más
remedio que el que se propuso el mes pasado, jurar por Patrona
principal de la ciudad a la Santísima Virgen en su prodigiosa Ima-
gen." La respuesta superó a la demanda, pues se acordó por la res-
petable corporación jurar a la Santísima Virgen por patrona, no
sólo en la ciudad de México, sino de toda la Nueva España, nom-
brando sus diputados para conseguirlo de los demás ayuntamientos,
a los regidores perpetuos D. Felipe Cayetano de Medina y Saravia
y a D. José Francisco de Cuevas y Aguirre; acordóse igualmente
que se excitase al cabildo metropolitano, deseoso ya anterionnente
de dar este paso tan consolador, y aunque hubo algunas dificulta-
des de mero trámite canónico, nunca apareció la de la supuesta du-
da acerca de la Aparición, como torpemente y sin documentarse,
afiíTna el malévolo autor de cierto escrito.
Hechas las votaciones por aclamación, tuvieron que reiterarse
por exigir el Derecho Canónico para estos casos votaciones preci-
samente secretas. Unánimes los miembros de ambos cabildos, y ob-
viadas algunas dificultades o escrúpulos por parte del señor arzo-
bispo, fijóse el 27 de abril para que los comisionados de ambos ca-
bildos prestaran el juramento en la capilla del palacio de los vi-
rreyes, porque a la sazón el Sr. arzobispo Vizarrón y Eguiarreta
desempeñaba el cargo de virrey por la muerte del marqués de Ca-
safuerte.
Llegado el día, ocurrieron al real palacio los comisiona-
pauperem Indum misisti, et in eius pallio imaginem eiusdem Virginis coloribus
expressam intendisti; concede ut qui Virginis Matris implorant auxilium, apud
te veniam peccatorum consequantur.
Archivo Vaticano, Vescovi 62 fol. 135, 136.
El triunfo 4e Jesucristo. — Pintor Mexicano.
C. I. NUESTRA MADRE SANTÍSIMA DE GUADALUPE 37
dos del cabildo eclesiástico, acompañados de su secretario, y los
del secular, bajo mazas, con el teniente del alguacil mayor y el
escribano del cabildo: tomaron asiento en sillas puestas abajo de
la tarima del altar, al lado derecho los primeros y al lado izquierdo
los segundos ; el ai'zobispo revestido de medio pontifical, con amito,
estola y capa pluvial, se sentó en medio delante del altar, ésto des-
pués de haber hecho todos una breve oración de rodillas. El secre-
tario de cámara y gobierno hizo una relación de los autos hasta el
úitimo, en cuya virtud se hallaban allí, y entonces puestos en pie
y la mano sobre el pecho los dignatarios eclesiásticos, y de rodillas
los del ayuntamiento, con la mano entre las del arzobispo, los cua-
tro simultáneamente y en ejercicio de los poderes para ellos con-
feridos, juraron Patrona Principal de México a la Virgen Santa
I\íaría de Guadalupe ; guardar y hacer que se guarde perpetuamen-
te por festivo y de precepto en esta ciudad y sus contornos, el 12
de diciembre de cada año en que se celebraba ya su Aparición;
obligáronse también expresamente a solemnizar dicho día, y a hacer
su fiesta con todo el aparato posible en la iglesia de su santuario,
y a ocurrir a la Congregación de Ritos para que confirmara la fes-
tividad y patronato, concediéndole oficio propio y octava; com-
prendió por último el juramento, la obligación en que quedaban de
Ijrocurar que el patronato se extendiese a toda la Nueva España,
y a solicitar del Superior Gobierno, que consignase por de tabla es-
ta fiesta. Admitido el juramento en esta forma, volvió el arzobispo
al altar a dar gracias, rezando el Tedeum. Con anticipación se ha-
bía prevenido a todos los templos que soltaran sus campanas luego
que oyeran tañer las de la catedral, y así se ejecutó; a una señal
convenida, comenzó en la iglesia matriz un repique a vuelo y se
generalizó en toda la ciudad.
A este acto que llamaríamos sustancial de la jura del patro-
nato, siguióse la solemne promulgación entre fiestas y solemnida-
des nunca igualadas, con verdadero derroche de arte, de entusias-
mo y de alegría.
No cabe en las proporciones y carácter de esta obra el dete-
nerse a describir tales fiestas; pero no podemos dejar de referir
lo que vino a ser como su digno coronamiento: la noticia que a
tambor batiente y por voz de pregonero mandó publicar el alcalde,
a saber: que la peste había desaparecido. Así fué en efecto, si he-
mos de dar crédito al uniforme sentir de graves autores a quienes
38 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
nadie contradijo entonces, a quienes tampoco han logrado contra-
decir (bien lo quisieran) los mancomunados autores antiaparicio-
nistas que, aunque ellos lo nieguen, dan bien ciaros indicios de ser,
lisa y llanamente, antiguadalupanos.
El patronato empero, según hemos visto por los acuerdos acu-
mulados de ambos cabildos no había de ser únicamente sobre la
ciudad de México, sino sobre todo lo que entonces se llamaba Nue-
va España. Para lo cual los comisarios residentes en la ciudad de
México, se dirigieron a los cabildos y autoridades de las principa-
les villas y ciudades de la Nueva España, habiendo obtenido como
era de esperarse respuesta afirmativa y entusiasta de todas ellas.
Reunidos los pareceres y solventadas ciertas dificultades de
orden particular, tuvieron verificativo la jura y la promulgación
del Patronato Nacional de la Virgen Santísima de Guadalupe: los
comisarios juraron por sí y en nombre de los cabildos eclesiásti-
cos y seculares de estos dilatadísimos reinos, cuyos poderes pre-
sentaron por "Patrona general de ellos a la Santísima Virgen
Nuestra Señora en su portentosa imagen que se venera en su San-
tuario de Guadalupe, de tenerla y venerarla por su Universal Patro-
na, y de guardar por festivo el 12 de diciembre de cada año."
En este día 12 de diciembre de 1747 puede decirse que se veri-
ficó la Unidad Nacional de México.
Posteriormente los cabildos metropolitanos en representación
de todos los del reino, ocurrieron a la Sagrada Congregación de
Ritos, a fin de que se obtuviese la canónica confirmación del pa-
tronato.
Por muerte de los primeros procuradores para este objeto de-
signados, se retardaron dichas tramitaciones hasta el año 1751 en
que partía para Europa como procurador de la provincia de Mé-
xico de la Compañía de Jesús, el P. Francisco López de la misma
Compañía. Encargáronle del asunto los referidos cabildos, y el
P. López con el pulso, cordura y acierto que le eran característicos ;
dio cima a su empresa en una entrevista que tuvo con el preclaro
pontífice Benedicto XIV a quien presentó, juntamente con la His-
toria de la Aparición (la redactada en italiano por Nicocelli), una
preciosa imagen de la Virgen de Guadalupe, ante la cual pronunció
el pontífice aquellas memorables palabras: Non fecit taliter omni
nationi. Esta imagen se conserva en la Iglesia de las monjas de la
Visitación de Roma.
C. I. NUESTRA MADRE SANTÍSIMA DE GUADALUPE
39
El P. López llegó a México en 1756 como un verdadero triun-
fador: penetró en la colegiata con el breve de Su Santidad sobre
el cuello con listones muy
ricos y cordones de oro.i
La bula del patronato
primorosamente minia-
da en pergamino, lleva
por fecha la de 25 de ma-
yo de 1754.
r^
1
w»*.
Contemporáneamente
a las primeras tramita-
ciones sobre el patrona-
to, se agitaba el proyecto
de la coronación de la
imagen, suceso a que al-
gunos autores han dado
demasiada importancia ;
pero que en realidad se
redujo a conatos de un
piadoso particular ex-
tranjero, el caballero Lo-
renzo Botturini, persona-
je ciertamente de muy
buena voluntad y de al-
gún mérito; aunque tal
vez de poco tacto en el
desarrollo de sus grandiosos planes.
Es innegable el cariño que tenía a la Virgen de Guadalupe, y
muy de agradecerse la buena voluntad de coronarla; pero hubo
algo en esto mismo, que disgustó a las autoridades, aun a las ecle-
siásticas, y es muy posible que haya sido la causa de ese desagrado,
el que produce por regla general ver inmiscuirse a un extranjero
en asuntos muy íntimos y muy trascendentales de otra tierra que
no es su patria.
Botturini reunió joyas pedidas a los particulares para labrar
la corona, y sin la aprobación del arzobispo de México, como él
Rrimera página de la bula de Benedicto XIV,
concediendo misa y oficio propio.
40 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
mismo lo confiesa, se entendió directamente con los canónigos del
Vaticano para obtener el privilegio de la coronación: y este privi-
legio le vino en seguida, por cierto sin el pase regio que exigían
las detestables leyes del patronato.
Complemento y refuerao de sus planes, era cierta historia de
las apariciones que D. Lorenzo pensaba escribir. Para ella se ha-
bía documentado con gran copia de manuscritos, parte de ellos no
muy notables por cierto, referentes a las apariciones, y otra par-
te, mucho mayor, sobre otros temas de la antigüedad mexicana.
Botturini tuvo mala suerte: el virrey, conde de Fuenclara, lo
puso preso, secuestrándole su archivo y biblioteca, y lo mandó a
España bajo partida de registro.
Después de varios años de espera en España, Botturini obtuvo
su rehabilitación, el permiso de regresar a México, que no aprove-
chó, y una compensación por sus manuscritos; pero no éstos últi-
mos, que debían quedar en el virreinato.
Mucho se ha culpado al gobierno español por su conducta con
Botturini ; asunto que no nos atañe, y que pueden discutir los histo-
riadores de lo civil ; pero sí nos parece que tratándose de un acervo
documental como el que se creía que tenía Botturini, es obligación
de los gobiernos impedir que salgan de la nación, y es laudable por
otra parte que el gobierno los adquiera para el bien público, me-
diante la anuencia de sus legítimos poseedores, y la consiguiente
generosa compensación a los mismos.
No está tampoco por demás el decir, en vista del catálogo de
obras de Botturini, novísimamente publicado por nuestro Museo
Nacional, y en vista de otro catálogo más completo que yo acabo
de traer de Sevilla, que las piezas de verdadero valor son bien po-
cas, y si se trata de la Virgen de Guadalupe, no hay más que cua-
tro de gran interés que probablemente las obtuvo D. Lorenzo de
la herencia Sigüenza y Góngora a los jesuítas de San Pedro y San
Pablo de México.
Dicho se está que las gestiones de Botturini referentes a la co-
ronación se quedaron sin efecto ninguno, aunque ciertamente
la Virgen Santísima se las habrá largamente recompensado en
el cielo.
Cuatro cartas inéditas de este buen caballero incluidas en
nuestros apéndices, darán luz y amplitud a las escasas noticias que
aquí hemos podido consignar.
C. I. NUESTRA MADRE SANTÍSIMA DE GUADALUPE
41
*
» *
A otro centro histórico reduciremos en tomo posterior, otras
noticias sobre la institución y fundación de una colegiata en el
Santuario de Guadalupe. Conviene sin embargo, apuntar desde
ahora que su origen práctico se debe a cien mil pesos legados por
D. Andrés Plasencia
vecino de México en
esta ciudad, fallecido
por abril de 1707.
Doce años después
resolvía Felipe V que
la parroquia de Gua-
dalupe se erigiese en
colegiata.
Pocos asuntos han te-
nido tramitación más
desproporcionada di- f^^
fusa y papelista, que ,].
éste; sólo lo que hay
de ello en la Embajada
Española en Roma y
en el archivo de Sevi-
lla pesa varias arro-
bas.
La erección pontifi-
cia expedida por Su
Santidad Benedicto
XIII en 1725, y reno- >|
vada el de 1729 y el de
1731, cometía la erec-
ción a los obispos;
mas las bulas definitivas, fueron las de Benedicto XIV fechadas el
15 de Julio de 1746, y la erección tuvo lugar el 6 de marzo de 1749.
-^r-
Portada de la Bula di- erección do la Colegiata.
CAPITULO II
LAS BELLAS ARTES EN LA IGLESIA MEXICANA
Consideraciones generales. — Los misioneros y los pintores indígenas pri-
mitivos.— Los dibujos de Acolman. — Pintores célebres antiguos. — Los cuadros
de grandes autores europeos en México. — Insignes pintores modernos. — El
ideal religioso. — ESCULTURA. — Estatuas de las fachadas. — Estilo del siglo
XV'II. — Los Cora de Puebla. — Tolsa.— Escultores modernos.— ARTES MENO-
RES.—La platería.— Elaboración de la seda. — Ebanistas. — Sobre nuestros gra-
badores.— Cerámica. — Cuidado de nuestras obras de arte.
bibliografía especial
AI.VARKZ, JOSÉ 3IANUEL..— L.aH pinturas de la .Vcailemla Nacional de Bellas
Arte».— México, VJYl.
COL'TO, BERNARDO. — DlAIogo sobre la Historia de la Pintura en México. —
México, 1872.
DÍAZ BARBOSO, FRANCISCO.— El Arte en Nueva España. — 1923.
1I:KNANDEZ VILI^A, AGUSTIN. — Breves Apuntes sobre la Antigrua Escuela de
Pintura en Mí.vioo. — Mí'xico, 1910.
GONZÁLEZ, OBRE(;ON. — Las Calles de Míxlco.— Méxifo, 1022.
PÉREZ S.VLAZAR, FR.ANCISCO. — Altfunos datos sobre la Pintura en Puebla en
la épo<a colonial.— México, 1023.
REVIT.LA, MANL'KE O.— El .Arte en Míxico.— México, 1023.
Ríos .ARCE, FRANCISCO B. — Puebla de los Angeles y la Orden Dominicana. —
Puebla, 1910.
C. II. LAS BELLAS ARTES EN LA IGLESIA MEXICANA 43
lENE que ser este capítulo uno de los primeros de este
volumen, porque su centro histórico (según nuestro plan
propuesto desde el principio de esta obra) casi debiera
estar en la anterior centuria, compenetrado como estu-
vo el arte, con la construcción y decorado de nuestros templos.
En segundo lugar, porque resulta oportuno describir desde lue-
go lo material y decorativo de la Iglesia Mexicana, del siglo XVIII
para tener una composición de lugar que represente la que en rea-
lidad disfrutaban los personajes entre quienes viviremos durante
el curso de la lectura de este tomo (1).
El arte viene de Dios, es como una sombra de su infinita belle-
za; y el arte bien entendido nos lleva a Dios. Por eso la Santa Igle-
sia, en Roma como en todas partes, apenas sale de las catacumbas,
protege, bendice y santamente utiliza el arte y a los artistas.
*
No podemos repetir con nuestros historiadores del arte en Mé-
xico, que los primeros pasos de la pintura en nuestro país quedaron
marcados con las pinturas que para el aprendizaje del catecismo
hicieron los misioneros, porque a la verdad, lo que de este género
conocemos, y conocemos bastante, nos lleva casi a la proposición
contraria, o sea que si todas esas pinturas instructiva:^ eran tan
desgraciadas y tan pueriles, tal sistema hubiera sido el mejor para
ridicularizar el arte; y aun se exponían a que de rechazo sufriese
menoscabo la misma instrucción religiosa que deseaban impartir.
En cambio, según queda ya probado, con los documentos de
Gante, Garcés y Zumárraga, no menos que con el Códice de Saha-
gún y otros, los frailes se pusieron a enseñar entre otras cosas,
pintura, escultura y música a los indígenas, lo cual, sin embargo,
no da derecho a imaginarse que de ahí haya salido "una pléyade de
maestros," ni aun siquiera uno solo mientras no se pruebe; y to-
davía no se ha probado.
¿Pues entonces de dónde salieron esos artistas de quienes dice
Bernal Díaz del Castillo, "que los pintores que aquí se iban forman-
do eran muy extremados oficiales. . . que me significa a mi juicio
(1) Por obvias razones los grabados correspondientes a este capítulo
van repartidos en todo el tomo.
44 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
que aquel tan nombrado pintor como fué el muy antiguo Apeles, y
de los de nuestros tiempos, que se dicen Berruguete y Michael Án-
gel, ¡ni de otro moderno ahora nuevamente, natural de Burgos,
que se dice que en sus obras tan primas es otro Apeles, del cual
se tiene gran fama ; no harán con sus muy sutiles pinceles las obras
de los esmei'iles ni relicarios que hacen tres indios, grandes maes-
tros de aquel oficio, mexicanos, que se dicen, Andrés de Aquino y
Juan de la Cruz y el Crespillo?" Ante estas frases, no hay ni que
decir que son exageraciones del buen Bernal en momentos de exal-
tación optimista y ... a los ochenta años de su edad. ¡ Laudator
temporis acti! Lo que si tenemos que hacer observar, es, que los
tres indios nombrados por el conquistador, no eran como se anda
escribiendo, pintores en la acepción llana de la palabra, sino gra-
badores y orfebres, y que el Aquino no es el Marcos tan malamente
traído por los cabellos, sino Andrés a secas. Si hubiera habido
en el primer tercio del siglo XVI indios que valieran la pena,
hubieran dejado siquiera rastro de su arte o de su estilo, como lo
dejaron, ya lo hemos dicho, trabajando de canteros, albañiles o
de pendolistas, que en esta línea dejaron mucho muy bueno; pero
de pintores ni rastro.
Con los primeros franciscanos, tal vez ya desde la segunda o
tercera barcada, como ellos decían, debió venir el que dibujó los
claustros de Cholula, Huejotzingo y Acolman, trabajos que no pue-
den llamarse pinturas a boca llena, sino dibujos al blanco y negro,
que tampoco supone un artista que lo ejecutase, sino un fiel repro-
ductor de las portadas déutero-incunables que consigo trajeron los
primeros frailes; porque ésto y no otra cosa son los tan ponde-
rados cuadros, aunque eso sí muy simpáticos y de notable valor
histórico; y ya son, aunque rudimentario, un verdadero paso ar-
tístico dado por y para la Iglesia.
Para la Iglesia también y por ella alentados, y por ella paga-
dos, fueron los restantes pintores de que vamos a dar noticia, y
este es el motivo porque los juzgamos de nuestra plena incumbencia.
Empezamos no dando cabida, ni aun siquiera personalidad
real, a un Rodrigo de Cifuentcs que no parece haber existido más
que en los dichos no probados del por lo demás, benemérito conde
de la Cortina (2).
(2) Véase Gouto. Diálog-o sobre la Historia de la Pintura en México.
Vaginas 11-14.
C. II. LAS BELLAS ARTES EN LA IGLESIA MEXICANA 45
Nómbrase entre los tenidos en el segundo tercio del siglo XVI,
a un Andrés de Concha, de quien dice el cronista Burgoa : "para la
pintura (del Convento de Yanhuitlán) vino así mesmo del Esco-
rial, el Apeles de este nuevo mundo, Andrés de Concha, tan cientí-
fico en su arte, que cada imagen suya parece idea de la naturaleza;
la valentía de las líneas de relieve y sombra es con tanta propiedad,
que daba alma a las figuras, y hízolas de lienzo sobre tablones em-
palmados para este retablo." Estas obras a que se refiere Burgoa
fueron el año de 1541. Hacia 1560 llegó el flamenco Simón Pereyns,
o como aquí se le llamaba. Perinés, que trabajó largos años en Mé-
\ico ; como que todavía en el de 1586 leemos un dato que demuestra
estar aún entonces, en pleno período de actividades: en el libro de
cuentas del mayordomo de la fábrica de la catedral, leemos: "a Si-
món Perinés, pintor, setenta y dos pesos de oro por la pintura de
seis lienzos del retablo que se hizo para dicha iglesia, e por las
molduras que hizo para los dichos lienzos, dorados y estofados, a
doce pesos cada uno." Este parrafito nos da, además, idea del bajo
precio a que se cotizaban entonces las obras de arte. Perinés fué
el autor del cuadro de Ntra. Señora que se venera en el altar del
Perdón, y se dice que fué ejecutado por orden de la Inquisición,
y en pena de ciertos desatinos pronunciados por el artista flamen-
co. Hay quien asegura haber visto la firma del pintor Zumaya al
pie del cuadro.
Que este último autor y otro por nombre Francisco de Mora-
les vivían en México contemporáneamente a Perinés, es cosa cier-
ta; mas no hay de ellos obra reconocida. Lo mismo puede decirse
de Alonso Vázquez, pero no de su discípulo Juan Rúa autor de los
cuadros del retablo de Cuautinchán.
A principios de nuestro gran siglo XVII estaba ya en México
Baltasar de Echave, uno de tantos insignes vascongados, astros
de primera magnitud en la Historia de México. Nació en Zumaya
pueblo noble y pintoresco, a las orillas del Cantábrico, a pocos ki-
lómetros de la casa donde naciera San Ignacio de Loyola. No hay
duda que Echave viajó y vio mucho antes de llegar a la Nueva Es-
paña; porque con ser muy dueño y señor de sus ideales, no dejan
de traslucirse en sus obras inspiraciones de algunos afamados pin-
tores europeos. En su cuadro el Martirio de San Pontiano, no me-
nos que en la Adoración de los Reyes, sus figuras y sus muscula-
turas reflejan a su maestro, el Ticiano; así como en la Concesión
46 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
de la Porciúncula, los paños y el juego de luces recuerdan muy
vivamente los que pintaba el Greco en sus mejores épocas.
Lo más notable de Baltasar de Echave el viejo, así llamado
para distinguirlo del otro pintor, hijo suyo, de igual nombre y
apellido, es que, con haber sido tan fecundo, hacía todas sus obras
muy perfectas y acabadas; mas observamos que, si en alguna de
ellas se nota aparente descuido, es porque vemos de cerca los cua-
dros que él hizo para que se vieran a gran distancia.
En pos de Echave el viejo, viene Luis Juárez ciertamente na-
cido en México, cuyos primeros cuadros llevan fecha de 1610. Me-
nos gi*andioso que Echave en la composición, menos majestuoso'
en el aire de sus personajes, es sin embargo más devoto y más ex-
presivo; su obra maestra aunque muy poco citada, es la Aparición
de la Santísima Virgen a San Ildefonso. Para los mexicanos es un
consuelo el ver en los cuadros de nuestro Juárez, el reflejo de la
piedad de su tiempo: que involuntaria y necesariamente los pin-
tores retratan lo que ven y lo que sienten. ¡ Qué jóvenes había en-
tonces tan sencillas y tan virginales! nos decimos al ver los án-
geles que rodean a Sa7i Ildefonso; y añadimos, qué dificultades ten-
dría hoy el buen Luis Juárez para encontrar modelos semejantes.
Vascongado también, a juzgar por su apellido, era Sebastián
de Arteaga, de quien tenemos pocas obras, pero tal vez las mejores
de nuestras galerías; la que a todas supera por su originalidad,
fuerza de expresión y efecto mágico de su claro obscuro, es el Santo
Tomás tooando el costado de Cristo. Con muy pocos golpes de luz,
en los seis personajes que ahí figuran, expresa seis caracteres dife-
rentes, y un intenso y grave amor en la figura de Nuestro Señor
Jesucristo.
José Juárez, también del primer tercio del siglo XVII es el
que imprime más vida y movimiento en su composición, en su
Visión celeste de San Francisco recuerda el devoto garbo de Zur-
barán, mientras que en su Adoración nos lleva a pensar en los
del mismo tema de Gentile y de Lippo Lippi.
Enti-e tanto en Puebla, ciudad ya entonces de mucha importan-
cia, trabajaba como miniaturista de la catedral, Luis de la Vega
Lagarto, que según se dice, se hizo pagar cien mil pesos por su tra-
bajo, casi a mil pesos cada libro de coro, pues al decir de Bermúdez
de Castro, minió ciento tres volúmenes. Esto sencillamente no lo
creemos. Ni la catedral de Toledo tenía ciento tres libros miniados.
C. II. LAS BELLAS ARTES EN LA IGLESIA MEXICANA 47
De todas maneras Vega Lagarto fué un gran pintor como puede
verse por las reproducciones que bondadosamente nos ha cedido
D. Mariano Bello. Su escuela es netamente italiana, y tanto en
las expresiones psicológicas como en el colorido, nos hace pensar
en Grottaferrata.
En el siglo XVII brilla en Puebla en primera línea el Lie. Gar-
cía Ferrer, que tanta parte tuvo en la construcción de la catedral
como arquitecto y autor que es de los cuadros del altar de los Re-
yes, por los que pagó el cabildo cuatro mil pesos que vendrían a ser
como cuarenta mil en nuestros tiempos. El retablo en que están
estos cuadros es obra, nada menos, que de Montañés, el célebre
escultor sevillano.
Echave el mozo, hijo del gran pintor vascongado que hemos
dado a conocer, fué un artista citable, pero muy inferior a su pa-
dre, como puede verse en la poca naturalidad que imprime a los
movimientos de sus figuras, y en la frialdad general de sus temas.
En el Entierro de Cristo sin embargo, hay dos figuras secunda-
rias de primer orden. El triunfo del Cristianisvio y el triunfo di
la Iglesia que decoran la sacristía de la catedral de Puebla, son
obras de Echave el mozo ; aunque no de tanto mérito por ser toma-
das de dos láminas de Rubens.
Cristóbal de Villalpando y Juan Correa, español el primero
(3) y mexicano el segundo, fueron los más prominentes pintores
a principios del siglo XVIII. El cuadi'o de Villalpando que aquí
reproducimos nos da fiel idea de su estilo en general y de la un-
ción que imprimía en los rostros.
De Villalpando es el magnífico cuadro mural de la sacristía de
la catedral de México que representa el Triunfo de la Iglesia. Los
otros tres, La Lucha de San Miguel con el d^ gón, La Entrado
triunfal de Cristo y La Coronación de la Santísima Virgen se de-
ben al pincel admirable de Correa. En el cuadro últimamente ci-
tado puede verse una de las mejores figuras de nuestro Divino
Salvador, donde compiten la devoción y el arte; infunde venera-
ción y arrebata por su colorido y por su dibujo ; parece que el
Señor avanza hacia nosotros para llevarnos al cielo. Las cuestio-
nes de gusto son muy sujetivas y variadas; pero creemos que en
presencia de imagen tan bella, habrá muchos que coincidan con
nuestra manera de sentir.
(3) Esto afirma mi erudito amigo D. Antonio Cortés,
48 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
Se ha tildado a los dos autores últimamente mencionados, de
haber dado una tonalidad excesivamente severa, y por lo mismo
poco adecuada para los asuntos gloriosos de estos cuadros; pero
otros peritos en el arte nos dicen que esa tonalidad no la dieron
los autores, sino el tiempo que todo lo cambia: es evidente entre
técnicos y hasta entre tlapaleros, que el blanco oxigenado se con-
vierte en amarillento; el azul, en verde ceniciento; y en cambio
ios rojos palidecen y todo en general ofrece un conjunto que no
tenía el cuadro cuando salió de manos de sus autores.
Juan Rodríguez, emparentado con los mencionados pintores
del segundo apellido, fué llamado por sus contemporáneos el Apeles
mexicano. Entre otros muchos cuadros suyos, el más notable es el
de la Ado7ución que figura en el centro del altar de los Reyes;
obra maestra muy comparable con la de los grandes pintores es-
pañoles de su época. De él es también el San Ignacio ante Cristo,
que reproducimos, tan venerable y tan vivo.
Descendiente de vascongados, pero nacido en México, fué Jo-
sé de Ibarra venido al mundo a fines del siglo XVII y fallecido a
mediados del siguiente. Su capo lavoro es el episodio de la Mujer
adúltera, donde sobre una perspectiva a la romana, campean ros-
tros, mayormente el de la protagonista que se acercan con mucho
a los del gran Murillo. Tres cuadros de Ibarra poco mencionados,
pero a nuestro juicio de inmenso valor, se encuentran en el museo
de Guadalajara, y representan episodios de la vida de Santo Do-
mingo de Guzmán.
El primer gran pintor que a los mencionados subsigue en or-
den cronológico, es nuestro por todos conceptos nacionalísimo, D.
Miguel Cabrera, oaxaqueño, aunque no como alguien ha escrito,
indio mixteco. Por una moderna tendencia mal sana en el fondo,
se ha tratado de menoscabar la fama artística de este gran hom-
bre. Afortunadamente ahí quedan sus cuadros los innumerables
cuadros con que enriqueció gran número de iglesias y conventos de
Nueva España, como testimonios inequívocos del dominio que este
hombre tenía en su arte, para con él expresar el fondo de la psico-
logía cristiana, y dar forma a la belleza, tal como se concibe por la
mentalidad mexicana. Por todo esto decimos lo que decían sus con-
temporáneos, que Cabrera nos llega al alma. Su Virgen del Apoca-
lipsis que se conserva en la Academia de Bellas Artes ; sus cuadros
de la Preciosa Sangre y de la Mater Societatis lesu que están en
C. II. LAS BELLAS ARTES EN LA IGLESIA MEXICANA 49
Tepotzotlán ; pero más que íiiingiino, el San José patrocinando a
los estudiantes de San Ildefonso, que (no sabemos cómo) fué a
parar al museo de Guadalajara ; son tal vez las obras maestras de
nuestro autor, aunque es muy difícil afirmarlo en lo absoluto, dado
el gran número de obras que para hacerlo había que comparar y
juzgar. Bien sabemos que fué la especialidad de Cabrera pintar
Vírgenes de Guadalupe muy conocidas en toda la Nueva España
y en el sur de la España antigua. Son muy hermosas, ciertamen-
te; pero no hay que seguir diciendo que son copias fieles del ori-
ginal; de mano de hombre no ha salido copia fiel del original:
Digitus Dei est hic . . .
Morlete Ruiz, Vallejo y Alcibar, muerto éste a fines del siglo
XVIII cierran el ciclo de los grandes pintores de la época colonial.
El número empero de los dedicados al arte en aquel entonces,
y por cieiix) con felicidad y fruto, es mucho mayor, como puede
calcularse por las listas publicadas por los autores citados, listas
que deben perpetuarse no tan sólo a título de erudición, sino por-
que es un deber hacer que pasen a la posteridad honrosamente los
nombres de quienes tanto fomentaron la piedad cristiana y la glo-
ria de Dios y sus santos.
* *
A la Iglesia Mexicana toca también, en gran parte por lo me-
nos, la gloría de haber traído y atesorado no pocas obras de arte
de los grandes genios mundiales, ennobleciendo así a nuestra que-
rida patria y dándole por ello mismo una especial dignidad y pres-
tancia de que no pueden gloriarse otras naciones del continente
americano.
Por razones que fácilmente comprenderá quien esté al tanto
de las épocas que atravesamos este capítulo tiene que salir incom-
pleto por cuanto nos es imposible localizar y aun designar, mucho
rnenos reproducir, buen número de pinturas desconocidas al pú-
blico que existen aún en nuestra patria, procedentes de notables
artistas nacionales y extranjeros. Habrá pues que contentarse,
tratándose de estos últimos, con presentar aquellos cuya existen-
cia ya es del dominio público.
La catedral de México posee un precioso original de Murillo,
llamado la Virgen de Belem, de la que sacó muchas y buenas copias
50 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
moderaas nuestro hábil pintor Mata Reyes. Esta Virgen fué re-
galo que hizo al cabildo metropolitano el Sr. Arzobispo Rubio y
Salinas.
La catedral de Guadalajara posee una encantadora Purísima
original también de Murillo. En la Academia de Bellas Artes
hay un San Juan de Dios y un San Juan Bautista bebiendo agua
en la roca, también del mismo pintor sevillano.
Dícese que la vida de San Francisco que son seis cuadros de
grandes dimensiones trasladados al museo de Guadalajara, son
también del mismo autor; mas para quien haya visto, como pasa
al que estas líneas escribe, centenares de Murillos auténticos, es
cosa clara y evidente que no pudieron salir de sus manos esas
obras por lo general muy inferiores. Es sin embargo nuestra hu-
milde opinión que en uno de esos cuadros, en la cabeza del San
Francisco presidiendo la mesa de sus frailes, sí hay pinceladas y
luces de Bartolomé Esteban Murillo.
Luces y rasgos son aquellos que nos confirman en nuestra
opinión de ser asimismo murillesco, otro San Francisco propie-
dad de los beneméritos coleccionadores Don Rodolfo y D. José
Luis Bello, quienes lo conservan como preciosa joya en su insig-
ne pinacoteca.
Doce murillos hubo en México en propiedad de la Iglesia, y
que merced a las leyes de desamortización, pasaron a manos ex-
tranjeras. Nos peiTnitimos copiar a este propósito un erudito pá-
rrafo de nuestro excelente amigo el ingeniero y arquitecto D.
Manuel Francisco Alvarez. Dice así:
"Entre los quinientos cuadros que en su vida pinto Murillo, son
de contarse doce, que según dice Luis Alfonso, en la vida que escri-
bió de aquel pintor, hubo de pintar referentes a la vida de Nues-
tra Señora, por encargo de una devota mexicana, quien los donó
a un convento de aquel país, quizás de Puebla." Dice dicho escri-
tor lo siguiente: "Cuando se declaró allí (México) la desamorti-
zación de los bienes eclesiásticos, trasportó a París ocho de la co-
lección nombrada (pues los otros cuatro desaparecieron) un caba-
llero americano deudor de gruesas sumas al Barón Goya Borras,
noble valenciano, residente a la sazón en la capital francesa, en
cuya casa los dejó en depósito. Muerto el Barón y no pagada la
deuda del depositario, los albaceas de aquél quedáronse con los cua-
dros a título de indemnización, hallándose hoy (1886) repartidos
C. II. LAS BELLAS ARTES EN LA IGLESIA MEXICANA 51
de esta suerte : los actuales Barones de Goya Borras poseen los cua-
dros enumerados en el texto, "El Nacimiento de la Virgen," "La
Presentación al Templo," "La Visitación" y "La Coronación en la
Gloria;" Doña Margarita O'Brien de Marco de Pojit, hermana de
la Baronesa, dos: "Los Desposorios" y el "Tránsito de la Virgen,"
que guardan en su Castillo de Habare (Pas-de Calais). Todos los
de la colección, a juzgar por los que en Madrid se hallan, son de
gran tamaño, y figuras poco menos que del natural ; su mérito es
indudable. El Duque de Moxny ofreció a lo que parece, ochocientos
mil francos por los ocho lienzos, que estimaban sus dueños en un
millón." Hasta aquí el Sr. Alvarez.
Se hace mención también de una Santa Águeda de Murillo do-
nada a la Academia por D. Alejandro Ruiz Olaharrieta. Tiénense
por originales de Lucca Giordano tres cuadros: el Nacimiento, la
Presentación y la Asunción que se exponen hoy día en el museo de
Guadalajara. Pertenecen a la galería del Carmen, para la cual
los trajo de Europa el ilustrado P. Nájera.
Existe también en el mismo museo una tabla pequeña, obra
a nuestro humilde parecer, de Filipino Lippi que representa a la
Santísima Virgen dictando la regla a San Bernardo.
De Rivera "el Españoleto" hay allí mismo un San Isidro, (?)
probablemente original, y una cabeza de San Andrés Apóstol con
todas las trazas de ser obra de dicho autor.
De Zurbarán tenemos la Cena de Emaús que perteneció al con-
vento de San Agustín de México, y que por mucho tiempo se tuvo
como procedente del pincel de Arteaga, hasta que mandado limpiar
el cuadro se descubrió la firma de su verdadero autor.
La Señora Vinent Vda. de Martínez del Río, es dueña de un
Zurbarán auténtico de grandes dimensiones. Del mismo es tam-
bién sin duda alguna, un San Pedro llora^ido de D. Rodolfo y D.
José Luis Bello.
De Van Dike posee un ejemplar, el Retrato de un caballero, el
insigne coleccionista y pintor, D. Mariano Bello, hermano de D.
Rodolfo. Posee asimismo dos originales de Juan de Juanes que re-
presentan la Adoración y la Coronación de la Virgen.
De Guido Reni hay en nuestra academia dos originales : Santa
Bárbara y Santa Catarina.
Las siete virtudes que se exponen en la referida institución
son probablemente de Leonardo de Vinci, así como la Santa Rosa-
52 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
lía que reproducimos, propiedad de un particular. Mas lo que se
tiene en la Academia de Rubens, Veronese, Rembrandt y Ticiano,
según peritos, no pasan de ser muy buenas copias. Y a propósito de
este último autor, corre la versión en el pueblo de Tzintzuntzan,
primitiva capital de Michoacán de ser obra suya el Entierro del
Señor venerado en aquella antiquísima paiToquia.
Bien quisiéramos que así fuera; pero la verdad de las cosas
es, que siguiendo la opinión de peritos en el arte, y después de ha-
ber visto muchísimos Ticianos no podemos seguir creyendo en el
supuesto origen a que nos hemos referido.
* *
Toda esa cristiandad del arte en México durante los mejores
siglos de nuestra historia dejó sus frutos imperecederos en las
obras de arte y en sus reproducciones, así como también en nues-
tras historias y críticas de arte, y en una especie de herencia que
desde entonces se ha venido perpetuando en nuestros artistas de
verdad. Porque es Ujn hecho que su buen gusto y sus nobles sen-
timientos los han llevado a empaparse en los modelos antiguos, por
lo que no solamente han escogido temas en su mayor parte sagra-
dos sino que los han sabido llevar con una unción y sentimiento,
raro ya en las turbulentas épocas del siglo XIX en que vivieron,
y raro también entre los mismos pintores contemporáneos suyos,
del extranjero.
Por todo esto la Historia Eclesiástica debe mencionar con
agrado, considerándolos como retoños y herederos de nuestros cris-
tianísimos pintores de antaño, a los artistas D. Santiago Rebull,
autor de aquel Sacrificio de Abraham que nos arrancó lágrimas
desde la niñez ; a D. Rafael Flores por su devotísimo Cristo servido
por los ángeles; a nuestro inolvidable maestro D. Juan Urruchi,
cuyo Cristo rodeado de los niños tuvo la gloria de atraerse el odio
de cierto ministro de Instrucción Pública ; a D. José María Ibarra-
rán y Ponce por su Mártir cristiano y sus muchos rostros de Jesu-
cristos llenos de amor y majestad; a D. Luis Monroy por su cua-
dro la Caridad cristiana; a D. Salomé Pina por su San Carlos Bo-
rroineo; y al P. Gonzalo Carrasco, glorioso superviviente y genui-
no representante de aquel grupo, gloria y consuelo de nuestra pa-
tria, quien con bríos de juventud comienza, continúa entre muchos
o
o
su
-3
03
O
o-
C. II. LAS BELLAS ARTES EN LA IGLESIA MEXICANA 53
trabajos y lleva a feliz término innumerables obras de arte, desde
las láminas portátiles hasta la estupenda decoración del templo de
la Sagrada Familia en la ciudad de México, obras todas donde por
encima de su acabado dibujo, selecto colorido y composición llena
de vida, aparece siempre el alma de su autor tan grande y tan
unida con Dios.
No han faltado autores críticos que casi se lamentan de que
la idea religiosa haya sido el alma del arte pictórico en nuestra pa-
tria. A todos ellos de una buena vez respondióles el gran his-
toriador crítico de arte, D. Manuel de la Revilla con un brillante
párrafo que la Historia de la Iglesia tiene obligación de apropiár-
selo enterito, con alabanza para su autor.
"¿Por ventura (dice el Sr. Revilla) el haber sido casi exclusi-
vamente religiosos los asuntos que trataron nuestros pintores, dis-
minuirá el mérito total de su trabajo? De ningún modo, pues difí-
cilmente podrá hallarse asunto que en interés y belleza supere a
los religiosos y que sea más digno de despertar la fantasía del ar-
tista. Estrecha relación tiene la pintura religiosa con lo ultrate-
rreno, con el problema del más allá, del que, sean cuales fueren las
dudas que asalten la inteligencia, siquier la dejan rendida en el
árido campo del escepticismo, nunca podrá prescindir del todo,
porque nunca podrá prescindir en absoluto de la creencia y de la
esperanza, esas dos poderosas alas que sostienen al hombre en su
paso por la vida. Todo lo que con ello se relacione, sea filosofía,
literatura y arte, tiene que traer al ánimo e interesarle vivamente.
Si a ésto se añade que en las historias de los héroes del Cristianis-
mo, y en particular en la de su divino Fundador, superabundan
las escenas poéticas, tiernas, variadas, sorprendentes, conmovedo-
ras en sumo grado y capaces por lo mismo de abrir vastos horizon-
tes al sentimiento y a la fantasía, se comprenderá cuan importan-
te es el género religioso que ocupó a nuestros pintores, que dio
motivo al mayor número de las obras de los extranjeros, y que
proporcionó los mejores lauros con que se enorgullecen las escuelas
italiana, española, holandesa, flamenca, alemana y francesa." Has-
ta aquí el Sr. Revilla pocos meses' antes de pasar a ese más allá,
y como esperamos a los amorosos brazos de ese "divino Fundador"
a quien rindió tan hernioso y tan justo tributo.
También es noble que hagamos nuestras las palabras que al
54 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
fin de su libro dedica a España: "Honroso fué para aquella nación
que con igual prontitud que debelaba imperios, enseñaba las artes
de la paz a los vencidos, el haber comunicado la bella arquitectura,
la estatuaria y la pintura a su colonia; así como motivo es de le-
gítimo orgullo para México el no haber sido tierra estéril para tan
noble enseñanza."
*
La escultura en Nueva España estuvo siempre en un grado
muy inferior al que ocupó la pintura. Con todas las disposiciones
que para arte tan noble se nos quiera suponer, lo cierto es que no
pasaron de la potencia al acto, entre otras cosas, porque no vino
sino hasta las postrimerías del siglo XVIII un maestro escultor
que tal nombre mereciese.
Hemos ya tocado en otro lugar lo referente a las estatuas de-
corativas de las fachadas, a las que por su destino no se les puede
exigir mucho. Fabricadas de materias bastas y para la intemperie ;
sólo por excepciones se encontraron obras de arte en piezas de este
género.
El cuadro central de San Agustín de México, y las dos de los
entrepaños de la sublime portada de Acolman, es casi lo único cita-
ble en lo que pudiéramos llamar estatuaria exterior. Después de
ellas, en el grado nada más que de aceptables, pueden recordarse
las de las portadas de Tepotzotlán y del Sagrario Metropolitano.
Sólo a la llegada de Tolsa se irguieron gigantescas e imponentes
sobre el centro de la portada de nuestra catedral las tres virtudes
teologales, fe, esperanza y caridad, forjadas por el cincel y genio del
ilustre valenciano, lo mismo que las ocho estatuas de los santos doc-
tores que coronan las torres de la citada basílica.
Es natural que se exija más en las esculturas interiores de los
templos, ya porque las materias son más maleables, ya principal-
mente por estar destinadas a la pública veneración.
De España vinieron a los principios algunas buenas imágenes,
entre las que puede contarse el Cristo llamado de los conquistadores
que se venera en su capilla de la catedral de México, regalo según
dice el limo. Sariñana, de Carlos I de España y V de Alemania.
Fué también de las primeras esculturas venidas de la Penín-
sula, la Virgen del Apocalipsis que estuvo largos años en la iglesia
de Jesús Nazareno, y fué hace poco, torpemente sustituida por
C. 11. LAS BELLAS ARTES EN LA IGLESLA. MEXICANA 55
otra de mucho menos valor. Supliéronse las exigencias del culto
en los primeros tiempos con fabricación del país, de una materia
muy especial cual fué la del olote o corazón de la mazorca de maíz
pulverizado y conglutinado. Tal es la materia de que está hecha la
Virgen de la Salud de Pátzcuaro; y se dice que el procedimiento
ha de atribuirse a D. Vasco de Quiroga.
Copia como eran las esculturas aquí labradas de las que se iban
produciendo en España, y especialmente en Sevilla; al igual que
ellas eran devotas, respirando la serenidad y pureza del ascetismo
español en sus siglos de oro ; pero también no puede negarse, como
sus modelos, resultan rígidas, monótonas vistas en conjunto, y la
mayor parte de ellas excesivamente ornamentadas en sus vestidu-
ras. De esta clase de estatuas, obras en su mayor parte del último
tercio del siglo XVII y primera mitad del XVIII, aceptables y bue-
nas, aunque no lleguen a obras maestras, no hay solamente la do-
cena o poco más a que quiere reducirlas el Sr. Revilla. Por centena-
res todavía pueden contarse esparcidas por toda nuestra repúbli-
ca, estatuas de santos y santas, ángeles y arcángeles, tan buenas y
mejores que las doce del altar de los Reyes por dicho autor citadas.
Es muy difícil de precisar si la mayor parte de nuestras esta-
tuas de santos son hermosas o feas, lo que sí decimos es que hay
tantas de estas últimas que bastan para probar el espíritu de fe y
piedad que hay en la nación, en virtud de la cual tan fácilmente
podemos abstraer de la materia y errores de la forma, y remontar-
nos con la mente a contemplar al santo que se quiera representar
con formas a veces tan pobres, tan pueriles o tan ridiculas. Fran-
camente no sabemos qué habrán respondido delante de Dios los pre-
lados que por apatía o por una débil condescendencia han pennitidr
que continúen a la pública veneración esperpentos que por su fac-
tura y por su presentación están prohibidas por leyes positivas de
la Iglesia, y por el sensiis communis fidelium. Muchos de los Sres.
obispos han tropezado en sus buenos intentos con dificultades in-
superables.
Como por otra parte no era costumbre que los escultores mar-
casen sus obras con sus nombres, la mayor parte de nuestras esta-
luas eclesiásticas son hoy obras anónimas. De ahí que los primeros
nombres por nuestros historiadores del arte citados, sean los del
maestro José Villegas de Cora, Zacarías de Cora y otro José Ville-
gas, discípulo del primero, que al cabo del tiempo resulta llamarse
66
INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
también Villegas de Cora. Teoiían estos empeñosos ai-tistas su ta-
ller en la ciudad de Puebla. Sin más elementos que sus propios re-
cursos y los modelos que tenían de la antigüedad, en su imperiai
basílica, o en otros preciosos templos de la Angelópolis, los Coras
a principios del siglo XIX prestaban grandes servicios al arte y al
culto religioso.
De D. José Villegas de Cora refiere el tantas veces citado Sr.
Ilevilla, para probar el aprecio que del artista se tenía, la siguiente
anécdota que nos pennitimos transcribir:
"Cuentan todavía en la actualidad los escultores de Puebla,
que habiendo estado en España como diputado a cortes, el obispo
de aquella diócesis, D. Antonio Joaquín Pérez trajo consigo a su
regreso de la Península, una preciosa escultura en madera, del Niño
Jesús, y que habiendo llamado para mostrársela, a D. José Ville-
gas de Cora, díjole en tono de broma luego que la hubo enseñado,
que aprendiese a hacer estatuas como aquella; a lo cual el artista
dio por única respuesta el partirle la cabeza a la celebrada imagen,
sacándole de ella una cedulita que tenía escrito el nombre: "José
Villegas de Cora."
Templo do Loreto, obra de Tolsa.
D. Manuel Tolsa naci-
do en 1757 en Enguera del
reino de Valencia, pasó a
México en 1791 a hacerse
cargo de la sección de es-
cultura en la recién fun-
dada Academia de San
Carlos, para lo cual nó-
tese de paso, Su Santi-
dad el Papa Pío VI había
proporcionado, proceden-
tes de los museos del Va-
ticano, buen número de
los primeros modelos que
I habían de servir para la
restauración, o mejor di-
cho la introducción de la
verdadera escultura en
nuestro país.
C. II. LAS UELLAS ARTES EN LA IGLESIA MEXICANA
57
Tolsa nos dejó insignes monumentos como arquitecto, entre
los que debe contarse por parte nuestra, la Iglesia de Loreto, algo,
nuevo y atrevido en el género de construcciones eclesiásticas.
Además de las ya mencionadas estatuas de las tres Virtudes,
debámosle la encantadora estatua de la Concepción de la catedral
de Puebla, y las de los Cuatro doctores que decoran el tabernácu-
lo de ese mismo templo.
Aparte de su la-
bor personal, Tol-
sa nos dejó heren-
cia artística en sus
discípulos, princi-
palmente en el in-
dígena Patino Ix-
tolique, y en dos i-
lustres queretanos,
Perusquía y Arce.
De este último
entre otras obras,
se distingue la es-
tatua del patrono
de Querétaro, San-
tiago Apóstol. En
pos de ellos vienen
citados como escul-
tores de nota, fray
Sebastián Galle-
gos, e 1 maestro
Bartolico y Fran-
cisco Rodríguez,
haciendo todos
ellos de Querétaro
como el centro y
mercado clásico de
nuestra escultura
religiosa nacional;
Ciprés de la Catedral de Puebla. perO la Verdad OS
que la pacotilla venida del extranjero en este ramo como en otros
muchos de artes e industrias viene a matar todo el aliciente y la in-
58
INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
dividualidad que son necesarios para sostener cuanto dependa de
actos humanos.
* *
Sería una exageración el afirmar que las artes menores vivían
exclusivamente de la Iglesia : la paz y la riqueza de nuestros dos do-
rados siglos (1572-1767) se dieron a conocer entre otras cosas en la
prosperidad material, en el bienestar y hasta lujo de las familias.
Cada casa de las muchas familias de renombre que entones había
(aún alcanzamos a ver, algo así como penumbra de ello) era una
especie de museo donde había derroche de sedas y terciopelos, tibo-
res de China y multitud de objetos de marfil calado, bordados de la
India y de Filipinas, con que cada año nos enriquecía la tan menta-
da nao de Acapulco; y en todas partes abundantes vajillas de plata
de nuestras mimis, que nuestros plateros cincelaban, repujaban o
afiligranaban con una maestría y buen gusto de que aún quedan
acá y acullá esparcidos, innumerables testigos mudos en los obje-
tos que han logrado escapar de tantísima rapiña como ha cundido
en la época y bajo el manto del liberalismo.
r
Tibor que perteneció a la Catedral
de México.
Tibor que perteneció a la Catedral
de México.
C. II. LAS BELLAS ARTES EN LA IGLESIA MEXICANA 5»
Todo este bienestar de las familias daba su principal razón de
ser, en el orden material, a las artes menores de nuestro país. ¿ Pe-
ro ese mismo bienestar (mirando al fondo de las cosas) no era la
Iglesia quien lo había fundado y lo sostenía? Como ya lo hemos
indicado en otra ocasión, ella directamente con el esplendor de su
culto y sus regias funciones de aquel entonces, era ocasión y causa
para que las ai*tes menores no solamente trabajasen, sino que se
perfeccionasen y de todas maneras se ennobleciesen ; porque nunca
es más noble el trabajo que cuando es por Dios y para Dios.
La Iglesia además perpetuó e inmortalizó los méritos artís-
ticos de los obreros del pasado, como que si no fuera por los edifi-
cios y artefactos vinculados con el culto, no tendríamos ni idea de
lo que fueron nuestros edificios nacionales; y nuestro pasado po-
dría parecer tan prosaico como lo es el de nuestros vecinos del
norte.
El gremio más nuestro y de los que más trabajaron para la
Iglesia fué el de la platería, bajo la protección de sus patronos Ma-
ría Inmaculada y San Eligió. A ello se deben los millares de
arrobas de plata labrada que tenían cada una de las principales
diócesis, hasta que los últimos virreyes para cubrir gastos hechos
contra nuestra propia independencia, y después de ellos todos los
gobiernos liberales, redujeron tales tesoros de arte a una mínima
y miserable expresión. ¡ Cuándo se hubieran imaginado los sacerdo-
tes de nuestros dorados siglos, que sus sucesores en el ministerio
habíamos algún día de celebrar con cálices de pacotilla francesa, y
que nuestros candeleros y servicio de altar habían de ser tan rui-
nes y tan exóticos como los que ahora tenemos!
De manos de la platería mexicana salió aquella custodia de
oro amarillo macizo, cuajado de diamantes del Brasil que no había
técnico que se atreviese a valuarla. Dícese que el minero Borda,
por una especie de contrato familiar con cierto amigo suyo, con-
vino con él en que si ambos hacían fortuna, se habían de mandar
anualmente algo así como muestra, de sus riquezas. El amigo dio
en el Brasil con una mina de diamantes. Borda en Taxco con uno
de nuestros más productivos minerales. Cada año iba al amigo la
barra de oro, que él compensaba con un puñado de brillantes. Des-
pués de muchos años de tales intercambios, Borda se puso a echar
cuentas sobre el empleo que podía darles a tantas riquezas y resol-
vió, como lo más natural del mundo, hacer una custodia para en ella
60 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
exponer a la veneración del público al Santísimo Sacramento del
altar (4).
A Juárez debemos el que con otras muchas riquezas nuestras
pasase, por vil precio, al extranjero. La Sra. duquesa de Mier,
ilustre dama mexicana, la recompró, aunque ya despojada de los
famosos brillantes, para donarla generosamente no como hubiera
querido a su propia patria, porque habría vuelto a desaparecer,
sino a la catedral de París donde actualmente se utiliza.
*
* *
Después de los plateros y orfebres, la industria de la seda fué
tal vez la que más se empleó en el servicio de la Iglesia, Con la an-
tigua cría del gusano de seda en Oaxaca y con los obrajes para la
elaboración de la misma, principalmente en Puebla, teníamos para
cubrir en buena parte los pedidos de nuestros templos y catedrales,
y para dar trabajo a los bordadores y artífices que realmente hon-
raban a nuestra nación. Trabajados unos en Filipinas y otros en
México, pero por bordadores chinos, existen aún no pocos ejempla-
res de ornamentos sui generis donde campean bien armonizados
elementos chinescos y del país. Mas como era tanto y tan espléndi-
do el culto, se trajo mucho y muy bueno de la imperial Toledo, rei-
na de las industrias textiles en España,
A nuestros ebanistas y entalladores debemos tantas sillerías,
(4) Sedaño, en sus "Curiosas Noticias de México," nos da las siguien-
tes: "La custodia grande en que se pone el Santísimo Sacramento en la octa-
va de Corpus y días de primera clase en la Santa iglesia Catedral de esta ciu-
dad de México, fué antes de la parroquial de Tasco, propia del minero D. José
de la Borda, que había hecho sólo donación del uso, reservándose la propiedad,
está guarnecida por un lado de diamantes y por otro de esmeraldas, y la
cruz de arriba de sólo diamante por ambos lados. Tiene costo de más de
cien mil pesos. La compró la santa iglesia Catedral, y se estrenó el día de
Corpus del año de 1773 en 10 de Junio, lo que es sólo el sol o círculo, y en 2 de
Junio de mil setecientos setenta y cuatro siguiente, también día de Corpus,
se estrenó el pie igualmente guarnecido de piedras preciosas."
Castro Santana dice que él vio la custodia y añade: al verla dije con el
P. Sartorio, célebre poeta:
Guárdeos el Cielo
De los inicos
Que de sus garras
Que de sus picos.
Remate de portada en el edificio de la Inquisición.— Cárceles "de Picazo."
C. II. LAS BELLAS ARTES EN LA IGLESIA MEXICANA
61
maravillas de paciencia y de buen gusto como aún pueden verse en
nuestras catedrales. La de Puebla, sin embargo, que es la mejor de
todas, incrustada de nácar y carey, no parece ser obra nacional,
i Pues qué diremos de esos órganos gigantescos, armados en
muebles de tapincerán, perfectamente acabados y elegantemente
modelados !
Pulpito de San Sebastián, México, D. F.
Cuando uno ve lo que queda, junto con la admiración viene la
tristeza, por lo que se perdió, y más cuando se ven objetos cierta-
mente sustraídos de las iglesias sirviendo de adorno, no a la casa
de Dios, para lo que fueron hechos, sino a tal o cual dama capri-
chosa, con muy poco temor de Dios y muy escasos indicios de edu-
cación cristiana.
62 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
*
* *
Con los ebanistas trabajaban casi siempre los doradores que
nos dejaron monumentos como el altar de los Reyes, o como la ca-
pilla de Covadonga en Santo Domingo, que son la envidia de cier-
tos visitantes forasteros.
La industria de la imprenta como medio de propaganda sí es-
tuvo, ya lo veremos más adelante, muy relacionada y muy al ser-
vicio de la Iglesia ; pero como obra de arte, hay que confesarlo, no
honra a nuestra patria. Nuestros grabados antiguos, tal vez con
excepción que no conocemos, son sencillamente detestables; y gra-
bados antiguos llamo hasta los del primer tercio del siglo XIX. En-
tonces como de un salto, nuestros impresores, grabadores y encua-
dernadores se pusieron a gran altura, de la cual volvieron a des-
peñarse otros veinte años, a contar desde 1870 o cerca.
Nuestra cerámica nacional será todo lo simpática y patriótica
que se quiera ; y de un arte relativo, porque sale de manos de indios
y porque eran (que ya no son) de poco precio; pero desengañémo-
nos, ni nuestros "talaveras" ni los mismos "talaveras" de España
serán nunca aceptados como obras de arte a boca llena.
Respecto a lo que pudiéramos llamar baja cerámica o fabri-
cación de azulejos lo mismo que de la industria de hierro, hemos ya
hecho mención de ellas al hablar en otro tomo de la construcción y
ornamentación arquitectónica de nuestros templos.
*
*
i Qué parte ha tenido la Iglesia en la conservación de las obras
de arte? Hay quienes culpan a eclesiásticos de la pérdida y desa-
parición de muchos objetos artísticos.
No puede negarse que en México, como en cualquiera parte del
mundo, es muy posible que haya habido sacerdotes descuidados y
malos administradores; pero que hayan sido muchos no es más que
una torpe calumnia, y los que menos derecho tiene a hablar sobre
la venta de una casulla o de un pedazo de columna, son los que con
C. II. LAS BELLAS ARTES EN LA IGLESIA MEXICANA 63
SUS ideas de toda la vida, se han hecho solidarios del que regaló a
protestantes americanos la joya artística e histórica de San Fran-
cisco; y destruyó el templo de Santiago con todos sus tesoros; y
regaló nuestras joyas al extranjero; y se apropió de novecientos
sesenta templos : lo que significó destruir todos sus tesoros de arte.
Tampoco deben hablar los solidarios del otro, que llegó a dar acuer-
do para que se vendiesen al extranjero buen número de nuestros
mejores cuadros que estaban en la Academia de Bellas Artes. Y si
las pérdidas, reales o supuestas, se deben a la real o supuesta igno-
rancias de los curas, los que menos derecho tienen a echárselas en
cara son los que les han robado sus bibliotecas; los que tratan de
hacerles imposible la vida científica, y sencillamente, la vida.
CAPITULO III
EL EPISCOPADO Y EL CLERO SECULAR
Consideraciones generales. — Lanziego, Gómez Parada, Escalona y Caba-
ftas. — Sedevacantes y sus perjuicios. — Política y boato. — Fundaciones de nue-
vas diócesis. — Tendencias al servilismo. — Relaciones con Roma. — Sobre los ca-
bildos catedrales. — Clero rural y urbano. — Cárcel de curas en Tepotzotlán.
bibliografía especial
AlNDRXDE VICENT£ I)£ F. — Noticias bibliográficas sobre los limos. Prelados de
S*nora, •dei Híñalo» y de i)urunKo.--Mí''XÍco 1809.
CAKRIL,L.O Y ANCONA. CKESCKNCIO.— Kl Obispado de Yuratán.— Mérida, 1892.
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MAKTINEZ (iilAOlDA >!.— Apuntes sobre la Historia de Oaxaca. — 1883.
MOTA PADILLA MATÍAS. — Historia de la Conquista de la Nueva Galicia.— México,
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la Iglesia de Chiapas. — Síiii Gristóhal 1911.
RIVERA, .MANUEL. — Los (iobornantes de México.
SOSA, FRANCISCO.— El Episcoir.wlo Mexicano.— 1877.
C. III. EL EPISCOPADO Y EL CLERO SECULAR 65
¡EXENTA y dos fueron los limos, y Rvmos. Sres. prela-
dos que ocuparon las sedes episcopales de nuestra pa-
tria durante el siglo XVIII. México tuvo siete arzobis-
pos; Puebla diez obispos; Oaxaca ocho; Michoacán diez;
Cíiiapas once; Guadalajara diez; Yucatán catorce; Durango on-
ce; y las nuevas diócesis de Linares y Sonora desde que fueron
creadas, cuatro y tres respectivamente; lo que hace un total de
ochenta y cinco episcopados; mas como hubo trece prelados que
sirvieron sucesivamente a dos diócesis, y aun alguno a tres, que-
dan repartidas las sedes entre setenta y dos personalidades que
hemos numerado.
Quedan todos estos prelados, atendiendo la alta dignidad que
ocuparon, respetuosamente consignados con las fechas principa-
les de sus vidas, en la lista que aparece al fin de este capítulo.
No está mal que en cada diócesis como pasa en las de México,
Yucatán, Oaxaca, Sonora y Durango, haya una acuciosa pluma que
perpetúe la memoria de sus prelados; hasta puede verse con cier-
to gusto, ad aedificationem, que de cada uno de ellos nos hagan ta-
les biografías o panegíricos, que resultan todos de igual mérito y
tamaño, en manera semejante a lo que pasa con sus retratos al
óleo que adornan las salas capitulares. Cuando empero, después
de un par de siglos se les mira desde lejos a todos juntos, compa-
rándolos no ya con el ideal de obispo, sino con lo que otras histo-
rias llaman obispos excelentes, o buenos, o medianos; entonces las
dimensiones cambian no poco, y cuando el historiógrafo quiere con-
signar los hechos y memoria de los prelados sobresalientes, es muy
posible que se encuentre con bien pocos de ellos. Así nos pasa con
nuestro siglo XVIII, donde como en el siglo XVII, nos encontramos
con una serie de respetables medianías; aunque con la triste di-
ferencia, de que tratándose de algunos obispos de las postrimerías
del siglo que vamos historiando, hallaremos en su contra cargos
graves que no se pudieron hacer a ningún obispo del siglo XVII.
Es indudable que los nombres de Lanziego y Eguilas, arzo-
bispo de México ; Escalona, obispo de Michoacán ; Cabanas de Gua-
dalajara; y Gómez Parada de esta última y de Yucatán, tienen es-
peciales y sobresalientes títulos para que la Historia se ocupe de
ellos con agradecimiento y bien merecida alabanza.
D. F. José Lanziego y Eguilas nació en Viana del Reino de Na-
varra el año de 1655. A los quince años pidió a sus padres la ben-
66 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
dición para ingresar al monasterio de Nájera como monje de la
orden de San Benito. Y digamos de una vez, que toda la vida se
le conoció que era monje, y buen monje; muy embebido en la pie-
dad y lleno de un espíritu bien diferente al de los obispos áulicos
que ya empezaban a verse en España, como una triste reproducción
de los obispos áulicos franceses.
En la Península fué Lanziego abad de su monasterio, califi-
cador de la Suprema Inquisición y predicador del Rey Felipe V;
o en otros términos, el Bourdaloue de España. Nombrado obispo en
1711, no recibió sus bulas, ni hizo entrada solemne sino hasta
fines de 1714.
Aparte de su recogimiento y devoción monacal, se distinguió
por su desprendimiento con que hizo varias fundaciones de cuan-
tía sin pararse en gastos; y tan remoto siempre del espíritu de
finanza, que se murió sin saber distinguir el valor de las monedas.
Hay una frase sobre la vida del Sr. Lanziego que fácilmente
se dice; pero que bien examinada, nos declara todo un mundo de
sacrificios por parte del prelado. Esta frase dice: "visitó toda su
Diócesis," y este toda significa intensive et extensive, que no dejó
parroquia ni doctrina que no visitase, desde Acapulco hasta Tam-
pico. De esta visita se conservan preciosas cartas de relación, de
las que en su lugar citaremos algunos párrafos muy edifi-
cantes (1).
Como una gloria especial, casi exclusiva del Sr. Lanziego, de-
bemos hacer constar que estuvo en paz con su venerable cabildo.
Aquí va íntegra la carta en que lo hace constar al rey de
España:
"Debiendo poner en noticia de V. M. los singulares sujetos
que componen este mi Venerable Cabildo, debo decir para gloria
de Dios en lo general : que después de cuatro años y medio que es-
toy administrando y sirviendo esta mi Silla arzobispal, no he lle-
gado a saber, ni aun a oír de ninguno de los individuos que lo com-
ponen, cosa que pueda denigrar ni desdecir a las obligacioens del
estado sacerdotal, y decoroso porte de sus personas; con la refle-
xión de que hablo a V. Majestad con la formalidad y expresión que
debo de justicia a mi dignidad Pontifical, a que añado también pa-
ra gloria de Dios la integridad y pureza de las resoluciones de to-
(1) A. G. de I. 62-4-39.
C. III. EL EPISCOPADO Y EL CLERO SECULAR 67
dos en las juntas Capitulares, en que digo a V. Majestad la paz
y unánime atención en el obrar; y porque entre comunidades suele
haber su diferencia de humores; sólo en un individuo (confesando
sus buenas costumbres) hallo una puntita de genio, que por su
nimia viveza suele ser perjudicial, aunque no con mala intención;
de que espero sacar algún fruto con mis paternales correcciones, y
puedo decir, que ya con efecto se va enmendando, y espero que la
sombra de V. Majestad me ha de servir no más de para contener
sus vivezas; porque no tiene más qué reformar. Nuestro Señor
guarde a V. Majestad, como deseo. México y Marzo 30 de 1717" (2).
Tuvo Lanziego en 1720 el deseo muy laudable de reunir un
concilio mexicano, o por lo menos un sínodo. Así escribía el 16 de
agosto: "En cumplimiento de mi pastoral oficio, debo poner en
noticia de V. Majestad, que hace más de cien años que en esta
Nueva España no se ha celebrado Concilio Provincial, y con la ex-
periencia de las seis visitas a que he salido por casi todas las pro-
vincias de mi Arzobispado, estoy reconociendo la necesidad que
hay de restablecer y reparar la disciplina cristiana y eclesiástica,
especialmente en un reino donde sus naturales gozan aún los privi-
legios de los neófitos: habiendo llegado a tanto nuestra flaqueza
que oigo decir no estar en uso ni observancia este nuetro Concilio
Mexicano, siendo para mí venerabilísimo. Suplico a V. Majestad
se sirva interponer orden Real para este efecto, a cuya sombra es-
pero se logre este mi deseo, y en su consecuencia se sirva V. Ma-
jestad darme su consentimiento para pasar al Papa con esta mi
determinación, y proponerle algunos dubios que en esta materia
se me han ofrecido, y se proceda con acierto. Nuestro Señor guar-
de la Real Persona de V. Majestad los muchos años que cada día
le suplico, y toda esta monarquía necesita." Del Consejo de In-
dias se le respondió que se atuviese al concilio tercero mexicano, y
que para lo que hubiese menester, reuniese sínodo diocesano, el
cual no sabemos por qué no llegó a reunirse (3).
Agotado materialmente por el trabajo, en particular por el
de sus visitas y el que personalmente tomó sobre sí en la epidemia
que asoló la ciudad de México, el Señor Lanziego entregó su es-
píritu a Dios el 17 de enero de 1728. Poco antes de expirar, pro-
(2) A. G. I. 62-4-38.
(3) A. G. L 64-4-38.
G8 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
nuncio estas notables palabras: "¡Qué dulce muerte me ha dado
Dios ! Dicen que el morir es amargo, para mí es muy dulce ; bendita
sea su bondad, nada me aflige, ni tengo especial dolor que atormen-
te mi cuerpo, ni particular cuidado que perturbe mi alma."
Contemporáneamente al Sr. Lanziego, florecía, gobernando la
diócesis de Yucatán, el limo. Sr. D. Juan Gómez de Parada, naci-
do en la ciudad de Compostela, en el hoy Estado de Nayarit, de pa-
dres nobles y ricos que fueron D. Ginés Gómez de Valdés y Do-
ña Ana de Parada y Mendoza. Educóse en la ciudad de México,
primero en San Ildefonso y luego en el Colegio de Santos, y ya
sacerdote se fué a redondear sus estudios a la Universidad de Sa-
lamanca. En cuanto nos es conocido, el Sr. Parada fué entre todos
nuestros obispos del siglo XVIII, el de más letras y erudición.
Entró a gobernar la Diócesis de Yucatán el 7 de diciembre
de 1716 con todos los bríos e iniciativas que podían esperarse de
sus 38 años. Con más fortuna que el Sr. Lanziego, logró reunir y
teiTninar felizmente un sínodo diocesano, con la gloria de ser el
primero celebrado en nuestra patria. Comenzó dicha respetable
reunión el 6 de agosto de 1722, y finalizó el lo. de octubre del mis-
mo año. Tenemos a la vista una copia manuscrita, contemporánea,
de sus actas, donde no sabemos qué admirar más, si la erudición
con que el prelado glosa los cánones del tercer concilio mexicano,
el tacto y oportunidad con que los aplica a sus diocesanos, o el ce-
lo apostólico de que se ve animado todo este conjunto de leyes y
ordenaciones. Pocos libros habrá tan útiles como éste para el cle-
ro de Yucatán, y para conocer la psicología y manera de ser de los
habitantes de la península maya.
En perfecta armonía con el excelente gobernante, que por una
verdadera excepción, tuvo Yucatán, suave y enérgico en el gobier-
no, organizador por excelencia; se atrajo el Sr. Parada, como era
natural las miradas del Consejo de Indias, a cuya propuesta fué
trasladado primero a Guatemala, y últimamente a la sede de su
propia patria, Guadalajara. Aquí se le recibió con el entusiasmo
que puede suponerse en una madre que por largo tiempo ha estado
oyendo grandes alabanzas de su hijo, sin poder disfrutar de su pre-
sencia. La edad, la experiencia y las mayores facilidades que para
su ministerio encontraba en la Nueva Galicia, colocaron al Sr. Pa-
rada en un puesto muy elevado en el afecto y estimación de toda
la Nueva España.
%
limo. Sr. Dr. D. José Lanziego y Eguilas.
Episcopado Mexicano. — Sosa.
C. III. EL EPISCOPADO Y EL CLERO SECULAR 69
Hizo la visita de la mayor parte de tan vasto obispado ; reedi-
ficó el seminario eclesiástico y el colegio de niñas; fundó veinte
iglesias y administró el sacramento de la Confirmación a más de
ochenta mil personas. Fomentó también el comercio marítimo por
la costa del sur a la provincia de Guatemala; y llenó de méritos
y bendiciones falleció de 73 años, a 14 de enero de 1751.
Michoacán puede ciertamente gloriarse de contar entre sus
limos, prelados a D. Juan José Escalona y Calatayud. Hijo de
las casas solares de su apellido en la Villa de Quer en la Rioja, co-
legial del de San Jerónimo de Alcalá, y después del mayor de San
Bartolomé de la Universidad de Salamanca, doctor teólogo, canóni-
go penitenciario de la catedral de Calahorra, y capellán mayor del
Real Monasterio de la Encarnación de Madrid. De la mitra de Ca-
racas donde estuvo poco tiempo, fué promovido en 1729 a la de
Valladolid de Michoacán, en cuya visita se quebró una pierna, y
pensó por esto renunciar el obispado ; pero lo sirvió apostólicamente
ocho años. Socorrió con largas limosnas a los misioneros del Cole-
gio de Querétaro; benefició singularmente a los padres del Orato-
rio de San Felipe Neri de San Miguel el Grande; y trabajó porque
estableciesen otra congregación en su capital. Fué maravillosa su
misericordia y liberalidad con los pobres, para quienes enviaba a
comprar ropas a las ferias de Acapulco y Jalapa; siendo él mismo
tan pobre, que llegó el caso de que le prestasen una camisa mien-
tras se lavaba la que llevaba puesta ; y de que le diesen un pañuelo
para limpiar el sudor de su rostro, estando haciendo confirmacio-
nes. Dio cuantiosas limosnas a las iglesias de Indaparapeo, Tarím-
baro y Ozumatlán. Concluyó a sus expensas el convento de religio-
sas de Santa Catarina de Valladolid. Regaló a su catedral unas al-
fombras que costaron ocho mil pesos; construyó el palacio epis-
copal, y labró la Hospedería del Santuario de Guadalupe, donando
a ésta una lámpara de plata, y haciendo una hermosa calzada des-
de la ciudad. Levantó desde los cimientos el templo de Nuestra
Señora de los Urdíales, y erigió la ayuda de parroquia de San José,
Fomentó los conventos de las órdenes religiosas de su Diócesis, y
especialmente los de agustinos de Valladolid y Charo. Fundó en
su capital un colegio para educación de niñas, el llamado de las
70 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
Rosas; y otro en Celaya para recogimiento de mujeres virtuosas.
Repartió muchos dotes de a mil pesos para casadas, y de tres mil
para monjas; y como buen patricio, fundó un hospital en su pa-
tria. Aumentó en su catedral el número de prebendas; y presen-
tó un plano al rey para la construcción de sus torres y fachada
principal. Por último extendiendo sus brazos en cruz, y puestos
los ojos en un crucifijo, dio su espíritu a Dios en 23 de mayo de
1737, a los 62 años de edad, en la hacienda llamada del Rincón, a
media legua de Valladolid, a donde fué trasladado y sepultado su
cadáver con gran pompa, celebrándose después suntuosas exequias.
A los siete años de difunto se encontraron sus entrañas tan fres-
cas y con la sangre tan viva, que obligó este extraordinario suce-
so al vicario a hacer una información judicial y auténtica, que se
publicó el año 1746, por el P. Escobar, agustino. Escribió nues-
tro venerable obispo en estilo dulcísimo, una pastoral intitulada:
"Instrucción para una vida perfecta." Imp. en México por Ho-
gal 1737. Y son dignas de notarse las siguientes expresiones con
que concluye: "Vuestro Pastor que os ama tiernamente en el Se-
ñor, os bendice en su nombre y os dedica ésta. — Juan indigno obis-
po de Michoacán, próximo a morir" (4).
Navarro era, y de la Villa de Espronceda el ilustre prelado
que aún parece vivir por lo mucho que se le quiere y se le recuerda
en la ciudad de Guadalajara: D, Juan Cruz Ruiz de Cabanas y
Crespo. Tuvo buenos estudios en Pamplona y Salamanca; buena
administración con muestras de gran tino en Palencia, Valladolid,
Jaén, Cuenca, Badajoz y Burgos. En 1794 fué promovido a la Se-
de de León de Nicaragua de que nunca tomó posesión, pues bien
pronto fué nombrado obispo de la Nueva Galicia. Llegó a su ca-
tedral el 3 de diciembre de 1796, y desde ese mismo día dio mues-
tras de sus virtudes y carácter; diciendo festivamente a su cabil-
do que le había dispuesto un magnífico banquete. "Buen chasco
os habéis llevado en disponer esta comida de príncipe; mi estóma-
go no está habituado a estos manjares, antes bien los rechaza . . .
Sin embargo, continuó, os haré compañía y así veré eJ trato que
se dan mis canónigos; ya se ve que estamos en la rica América
donde sin duda no hay necesitados." Quedándose pensativo por
algunos momentos concluyó: "hoy es la fiesta de uno de los sacer-
(4) Beristáin.
C. III. EL EPISCOPADO Y EL CLERO SECULAR 71
dotes más santos que ha tenido la Iglesia de Dios; supongo que el
Apóstol de las Indias os estará tan agradecido de lo que habéis
hecho en su culto, como yo lo quedo de vuestros obsequios."
Sobre la sólida base de alta oración y continuado estudio que
llenaban el fondo de su día y de sus días, el Sr. Cabanas dedicó
sus primordiales atenciones a la formación de su clero. A su era-
rio particular debióse en su mayor parte, el amplio y bien cons-
truido seminario, presa hoy, como tantos otros edificios de la Igle-
sia, de la rapiña liberal.
La actividad que desplegó en su pastoral oficio se hace increí-
ble, si no constara por autoridades irrecusables. Se prestó además
a coadyuvar a todas las fundaciones piadosas, como fueron el Co-
legio del Sagrado Corazón de Jesús y el Apostólico de Zapopan;
empleó gruesas sumas en la construcción de muchos templos den-
tro y fuera de Guadalajara; e inmensas fueron las cantidades con
que socoitíó a los necesitados hasta quedarse sin más alhajas de
valor que su anillo y su pectoral.
Monumento de la caridad del Sr. Cabanas, no menos que de
la grandeza de su alma, es el hospicio de pobres que levantó a sus
expensas en la capital de su diócesis. Por la solidez de su cons-
trucción, por la amplitud y abundancia de sus galerías, por la ade-
cuada distribución de sus departamentos, el Hospicio Cabanas es
sin duda alguna lo mejor que en su género tenemos en la Repúbli-
ca. Su vista, sin embargo, inspira gran tristeza, la misma que in-
funde un cuerpo al que se le arranca el alma ; porque allí falta, en
su centro, en la hermosísima capilla, el alma de la institución, el
Dios del amor y de la caridad, por quien únicamente trabajaba y
hacía aquella fundación el venerable prelado. Si éste se levantara
del sepulcro renunciaría a que llevase su nombre una institución
de donde fué arrojado Jesucristo y la maternal intervención de la
Iglesia.
Para los mexicanos en general, no ya solamente para los ja-
liscienses, tiene el Sr. Cabanas otros motivos de gratitud y alaban-
za ; los que se le deben por haber permanecido en el país y al fren-
te de su diócesis, en los momentos críticos de nuestra independen-
cia y autonomía nacional, en que otros prelados menos conscien-
tes de sus obligaciones, abandonaron su grey para no desagradar
a un rey terreno; y tofdo esto con harto detrimento, como en su
lugar veremos, de la fe y de las costumbres en nuestro país.
72 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
Lleno de días y de méritos, falleció el Sr. Cabanas el 28 de
noviembre de 1824 a los 73 años de su edad y 29 de Pontificado.
* *
Hablando del aspecto que en general presenta el Episcopado
Mexicano del siglo XVIII, y comparándolo con el del siglo anterior,
es opinión de personas autorizadas, que desmereció, y más todavía
en época determinada, hacia el último tercio del siglo; salvo hon-
rosas excepciones.
Por de pronto no se remediaron algunos de los capitales de-
fectos observados en el siglo XVII: seguían los larguísimos perío-
dos de sedevacante sin ocurrírseles a los buenos señores del Con-
sejo de Indias, practicar en materia de obispados, lo que ya se ha-
cía tocante a autoridades civiles; o sea tener preparado un "pliego
de mortaja" en que estaba ya nombrado el que había de suceder
inmediatamente al difunto.
Estos fatales interinatos resultaban peores en este siglo que
en el anterior, porque de hecho algunos cabildos sedevacante se
propasaron en tanto grado que de Roma mismo tuvieron que lla-
mar la atención con muy graves palabras. Y no dejaremos de
observar que no hay mal que por bien no venga, y el bien en este
caso, fué el ponerse la Iglesia Mexicana en comunicación, aunque
fuera para ser reprendida, con el Vicario de Cristo (5).
Siguió también como era natural, esa inquietud en la máxima
parte de los prelados por regresar a la Península, nacida del hu-
mano deseo que se tiene de volver a la patria; o suspirando por
una mitra más encumbrada, o hasta por un capelo cardenalicio.
A eso tal vez se encaminaba la indirecta de cierto prelado en su
carta al rey: "es verdad que no se puede obligar a uno a que sea
obispo; mas el que no acepta un obispado en Indias, nunca debía
ser consultado para otra dignidad y empleo . . . Parece dureza pre-
cisar a un gran letrado a que venga a Indias o deje su casa, con-
(5) Esto acontecía en 1703 por ocasión que dio el cabildo de México dis-
pensando sobre jurados de afinidad en causas matrimoniales, haciéíidose pres-
tar para ello ciertos privilegios que creían tener los padres dominicos, y que
en Roma no les fueron reconocidos. Todo este proceso se encuentra en el
archivo secretísimo de la Congregación del Consistorio (vulgo "le Corazze")
que nos fué abierto el año de 1924 por especial favor del eminentísimo
señor cardenal Delay.
C. III. EL EPISCOPADO Y EL CLERO SECULAR 7a
veniencias y familia ; pero como el bien del Reino es superior al de
un particular, sería oportuno el que las plazas de las Reales Audien-
cias de esta Nueva España fueran escalón seguro para las de ese
Reino, pasados cinco años de residencia en éste ; con lo cual se alen-
tarían muchos a la aceptación, y no se cansarían aquí . . . , etc." (6).
Luz especial sobre algunas deficiencias en nuestros prelados
arroja la carta del buen arzobispo Lanziego fechada el 25 de ene-
ro de 1718 (7). Dice así: "He llegado a pensar, comenzando por las
cabezas de los Reverendos Arzobispos no han visitado, ni podi-
do visitar su Arzobispado, por senectud. En que hago juicio que
en esta Nueva España conviene muy mucho que los Prelados sean
de mediana edad y con fuerzas para visitar estos Arzobispados;
que por rudeza de los naturales necesitan de trabajar más que
cuantos Prelados tiene la Iglesia de Dios, y ya porque V. Majes-
tad los ha ocupado en empleos políticos, cuya atención les ha impo-
sibilitado de poder atender a la visita de sus Diócesis ; de que re-
sulta la relajación de costumbres y la omisión de los párrocos en
el cultivo y labor pertinaz y frecuente que se debe tener con los
Indios, debiendo decir a V. Majestad que pasan de treinta años
los parajes que voy visitando, que no han visitado desde el tiempo
de el Reverendo Arzobispo Seijas de gloriosa memoria; y en lo
antecedente a este Reverendo Prelado, hacía setenta años que es-
te Ai^obispado no se visitaba."
Apunta en estas líneas el devoto metropolitano el perjuicio
que acarreaba para la Iglesia la costumbre, o casi costumbre de
echar mano de los prelados para el gobierno político del virreinato.
Más que en el siglo anterior, se acentuó en éste, pues cuatro de los
ocho arzobispos que durante el siglo ocuparon la sede metropolita-
na, fueron virreyes al mismo tiempo que arzobispos ; con lo cual di-
cho se está, y los hechos lo comprobaron, que como virreyes fueron
muy medianos, y por otra parte el oficio pastoral sufrió por ello
gran detrimiento. Esto fué entre otras causas, porque el cargo vi-
rreinal los ponía en un plan de lujo poco en armonía con los ideales
evangélicos. En Europa había ya un exceso de lujo entre los prela-
dos de aquel siglo, y aquí se acentuó más desde mediados del siglo
(6) Archiv. provincial de Toledo. Sección Lorenzana. Carta a Su Ma-
jestad. México, 24 de octubre de 1771.
(7) A. G. L 62-4-39.
74 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
XVII ese lujo excesivo, autorizándolo por cierto, y casi reglamen-
tándolo el aparatoso Palafox. A su "santo ejemplo" apelaban para
cohonestar su poco edificante demanda de aumento de sueldos, el
arzobispo Lorenzana y otros tres que con él firmaron la famosa
calla de 1771, No nos resistimos a copiar algunas líneas de ella
que hacen a nuestro propósito: "Un Arzobispo de México, dicen,
es indispensable que tenga un competente número de pajes, que
siempre salen cuatro con antorchas en todas sus asistencias. Para
sus caminatas y solemnes concurrencias ha de ir con decencia,
porque de lo contrario se repararía mucho en este país en el que
también se ha de hacer visible el decoro exterior de la dignidad
Episcopal." Hasta aquí tenían razón, pero en el parrafito si-
guiente va más allá, y dice así : "El venerable Sr. D. Juan de Pala-
fox pone un catálogo de los principales familiares, capellanes, pajes
y de otros oficios, que no creemos los tenga ni el Arzobispo de To-
ledo, y en Osma no tendría (el mismo Sr. Palafox) aun la tercera
parte, ni hemos oído de Obispos que tengan maestre-salas, y otros
que allí nombra ese Prelado tan digno de colocarse en los altares;
y todo esto será por la razón de que juzgó necesario o conveniente
para el buen régimen de su Casa y Diócesis." ¡ Qué lejos estaban
estos obispos del siglo XVIII, de Fr. Juan de Zumárraga que hacía
sus viajes a pie y descalzo!
Pintoresca por demás es la siguiente descripción de un arzo-
bispo presidiendo una corrida de toros (8).
Dice así: "Vendidas todas las localidades, exceptos los Palcos
del Virrey y los Tribunales, llegó su lima, a las tres de la tarde
acompañado de las autoridades, en el orden siguiente: en primer
término los Alcaldes ordinarios en coche, lo mismo que los Regido-
res, Corregidor y Real Audiencia. En seguida venía una carroza de
respeto, luego el crucero con la cruz alta que precede a los arzobis-
pos, y por último el Virrey, que era el mismo Arzobispo en elegan-
tísima carroza forrada interiormente de seda de China, blanca,
con bordaduras de oro, dorada por fuera con sumo arte; habiendo
estrenado esa tarde este rico vehículo. Seis hermosos caballos tira-
ban de ellas, indicando la alta jerarquía del ocupante. Paseó la pla-
za toda esta lujosa comitiva, y ocupado el Palco de honor por su
Excelencia, y hecha la señal por el alguacil de guerra al torilero,
(8) Rangel. Historia del Toreo en México. México 1924.
C. III. EL EPISCOPADO Y EL CLERO SECULAR 75
dio principio la corrida, que resultó deslucida por lo manso de los
toros.
"La corrida de la tarde siguiente, a la que concurrió el Arzobis-
po con el mismo ceremonial, fué más animada por la bravura de los
toros y el arrojo y destreza de los toreros de a pie y de a caballo.
Igual fué la corrida del 15, con la que se dio por concluida la tem-
porada."
Causaba irritante disgusto a algunos de esta ciudad, el fausto
con que vivía el Sr. arzobispo, y la manera tan poco apropiada a
su carácter eclesiástico, de concurrir a las corridas de toros. Con
este motivo salieron dos o tres manuscritos, con versos satíricos,
infamatorios y denigrativos, según dice el edicto del Santo Oficio,
cuyo tribunal los mandó recoger con graves penas para los que los
ocultaran, por criticar las obras y costumbres de cierto príncipe
eclesiástico.
En verdad que era grande el boato del virrey arzobispo : con
ocasión de haber recibido el palio, dio una comida, que por la des-
cripción que de ella nos queda, fué opíparo banquete, al que asis-
tieron como invitados de honor los capitulares y los oidores de la
Real Audiencia. El lugar que ocuparon en la mesa fué : al lado de-
recho de su lima, el oidor más antiguo, como presidente de la sa-
la, al izquierdo el señor deán y el maestrescuela; el chantre siguió
después de los oidores, etc., etc. Se comenzó la comida a las doce
en punto, y se acabó a las dos y media de la tarde. Hubo, según
decían algunos, treinta platillos: diez de pescados, diez de carnes
y diez de dulces ; otros afirmaban que los platillos fueron cincuenta
de diversas viandas, así de pescados exquisitos, como de carnes y
aves diferentes, con tres antes y cinco géneros de dulces, entre
éstos una cajeta de Michoacán (de Celaya) para cada convidado,
pasteles y pastelones, varias frutas del tiempo y diversas clases de
vinos y nevados. Después de la comida sirvió el secretario de su ex-
celencia, D. Diego Bustos, con el aguamanos, una toalla mojada en
agua de azahar, . . .
Todos estos datos que nos suministra Castro Santa Ana en su
famoso diario de Sucesos Notables, nos llevan ciertamente a deplo-
rar que un obispo tenga que tratarse como virrey ; pero ésto en rea-
lidad no era por culpa de él, y ya una vez puesto en el cargo no ha-
cía nada que no hubieran hecho los demás virreyes. El boato por
consiguiente, así desplegado, ni acusa inmoralidad intrínseca como
76 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
se ha pretendido, ni da derecho a que a aquel arzobispo se le cuel-
gue el epíteto de "gastrónomo."
Se ha tachado a los obispos del siglo XVIII de haber mostra-
do poca iniciativa. No negamos que hay en ello mucho de verdad,
pero hay que considerar como atenuante, lo difícil que era tener
iniciativa, dadas las circunstancias que los rodeaban. Todo lo que
supusiese innovación era recibido con horror la primera mitad del
siglo en el Supremo Consejo de Indias, y había que derrumbar pa-
ra implantar algo nuevo; toda una máquina de leyes antiquísimas
y de prejuicios con que el regio patronato tenía atados de pies y
manos los actos y las mismas iniciativas de todo el mundo eclesiás-
tico, desde el cardenal arzobispo de Toledo hasta el último sacris-
tán o doctrinero.
Por eso es más de alabarse la actitud que en diversos períodos
del siglo que historiamos, asumieron ciertos prelados para solven-
tar el urgentísimo y trascendental problema de la creación de nue-
vos obispados. Clamando estaban al cielo todas esas inmensas re-
giones del norte por un pastor que dirigiese y fijase los trabajos,
por otra parte heroicos de los misioneros, y sin embargo, muy po-
cos fueron los obispos que en este sentido se atrevieron a dirigirse
a la Corona. Nos permitimos copiar a este propósito las palabras
de una carta colectiva escrita en mil setecientos setenta y uno, es
decir, con siglo y medio de retraso. Dice así : "La experiencia ha
enseñado desde la Conquista, que la erección de obispados y divi-
sión de otros ya erigidos, ha producido admirables efectos a la
real Corona, porque con las Sillas episcopales se formaliza el go-
bierno espiritual, se arreglan los pueblos y parroquias, se hacen
ciudades insignes las que antes eran poblaciones mal formadas, se
contienen los alborotos, se condecoran los gobiernos y alcaldías ma-
yores; se establecen Universidades y Estudios; se forman cuerpos
de milicias provinciales; se cultivan con mayor esmero e inteligen-
cia los campos ; se perfeccionan los oficios y artes ; se afianza y fo-
menta el comercio; se buscan y trabajan con mayor tesón las mi-
nas; se autoriza a los cabildos eclesiásticos y seculares; se atiende
inejor a la administración de justicia; se sofocan en tiempo las in-
testinas disensiones; se aseguran más y más en la debida obedien-
cia estos dominios y se hacen más respetables a todas las naciones
extranjeras.
"En tiempo del Señor Carlos I se erigieron los obispados de
C. III. EL EPISCOPADO Y EL CLERO SECULAR 77
esta provincia mexicana: México, Tlaxcala o Puebla, Michoacán,
Guadalajara, Oaxaca, Guatemala y Yucatán. Después de dos si-
glos y medios no se ha dividido ni erigido de nuevo otro alguno, más
que el de Durango, cuyo territorio se separó de Guadalajara; y con
todo es tan dilatado e inmenso, que no se ha verificado ni cabe ve-
rificarse que los prelados de Guadalajara y Durango visiten todos
los pueblos de sus diócesis a causa de las enormes distancias, y de
que hay algunas misiones y territorios tan remotos, con tantos des-
poblados intermedios infestados por gentiles, que sería necesaria
una gran escolta." Hasta aquí la carta (9).
Sirvió tal vez esta carta para activar la erección del obispado
de Linares pedido por los misioneros de nuestro noreste desde el
primer tercio del siglo XVII. Con la prontitud característica del
Consejo de Indias respondió ciento veintitrés años más tarde con
una real cédula en que no fundaba el obispado pero en cambio da-
ba el real permiso para que se empezasen las informaciones si con-
venía o no. Once años más tarde o sea en 1764 se pidió otro infor-
me y aunque respondió el asesor general D. Juan Antonio Pala-
cio que la cosa urgía, no sirvieron estas prisas sino para nuevas
consultas, levantamiento de mapas y oficiales testimonios que retar-
daron el asunto otros trece años hasta que por fin la Santidad de
Pío VI expidió en 25 de diciembre de 1777 la bula "Relata" por la
que quedó erigida la diócesis de Linares con su sede episcopal en
la población de este nombre y como sufragánea de la arquidiócesis
de México. Sus límites fueron al norte la indefinida región de la
Nueva Francia ; al sur una línea que nunca llegó a fijarse que la
dividía de los obispados de Guadalajara y Durango ; al este la Huas-
teca, Panuco y costas del Seno Mexicano ; al oeste Sonora y Nuevo
México. Comprendía pues grosso modo los estados de Nuevo León,
Coahuila y muy buena parte de Texas.
Los cuatro obispos que tuvo en este siglo cuyos datos cronoló-
gicos aparecen en la tabla general sostuvieron una vida dificilísima
como podía preveerse en tierras tan extensas y con tan pocos ele-
mentos de cultivo espiritual.
Dos años más tarde que la diócesis de Linares erigía el mismo
Pontífice Pío VI la diócesis de Sonora cuyo primer obispo que fué
D. fray Antonio María de los Reyes, no se presentó en su dióce-
(9) Toledo. Lorenzana 1. c.
•i& INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
sis sino hasta 1782. Su residencia episcopal se le fijó en Arizpe, y
abarcaba su extensión los actuales Estados de Sonora, Sinaloa, Ba-
ja y Alta California, o mejor dicho, volvía a quedar sin límites al
norte, porque como dicen los mismos prelados que suscribieron la
citada carta, de aquellas regiones no se tenía noticia más que por
relaciones de algunos viajeros.
Al último arzobispo del siglo XVIII se le preguntó por parte
de la Corona, si convenía la erección de otros obispados hacia el
rumbo de Acapulco. La pregunta no disgusta sino el que se haya
hecho tan tarde y con tan pocas ganas de darle cumplimiento a
esos dizque deseos, como posteriormente los hechos lo demostra-
ron. Entre otros párrafos incluidos en la respuesta que fué del
limo. Sr. D. Francisco Javier de Lizana, hallamos los siguientes:
"La ciudad y puerto de Acapulco de que al presente se trata, dista
más de ochenta leguas de México, y según las noticias que he ad-
quirido, no ha visto dentro de su recinto al Araobispo de la Me-
trópoli en el largo espacio de siglo y medio. . . Es pues no solamen-
te útil sino enteramente precisa, la creación de un nuevo Obispo
que pueda atender personalmente a las necesidades de aquel terri-
torio, y me parece podrán demarcarse sus límites desde el Río Hua-
intlán hasta el mar, tomando la porción que ahora es de este Ar-
zobispado, otra del Obispado de Puebla, y otra, aunque más peque-
ña, del de Valladolid, y destinando para Sede Episcopal la pobla-
ción de Chilapa, por su buen temperamento. Por cuyo medio se
logrará cortar la excesiva extensión de las Mitras de México, Pue-
bla y Valladolid ; se dará la correspondiente al nuevo Obispado con
suficiente renta; se podrán conseguir y verificar las ventajas y re-
glas, y lograránse los piadosos designios de nuestro Soberano, evi-
tándose al mismo tiempo el riesgo inminente de perder la vida, en
que se ven colocados no pocas veces, curas y feligreses, por la ne-
cesidad de pasar el río en tiempo de aguas. . . ."
Once días después de enviar esta carta, el arzobispo escribía
otra que nos demuestra los horizontes geográficos que para la crea-
ción de nuevos obispados, se abrieron en el Consejo de Indias. En-
cierran datos muy interesantes, por lo que nos vemos en el deber
de transcribir esta comunicación: "Muy Señor mío: En cumpli-
miento de lo prevenido por Real cédula, me ha pasado oficio este
Virrey, para que informara sobre la erección de tres nuevos Obis-
pados : uno en las costas del Sur o de Acapulco ; otro en las de Ve-
C. III. EL EPISCOPADO Y EL CLERO SECULAR 79
racruz ; otro en San Luis Potosí, Villa de Valles o Valle del Maíz.
La gravedad del asunto y la prevención superior para que se trate
con separación sobre cada uno de estos tres nuevos Obispados, al
mismo tiempo que me obliga a proceder con la reflexión más dete-
nida, me ha inclinado también a ceñir por ahora mi Informe a sólo
el primero, cuyas circunstancias tengo más bien conocidas.
"Hubiera quedado con sosiego sobre la obligación de concien-
cia en este punto, con el Informe que he dirigido al Virrey, si a
muy pocos días de la dirección no hubiera llegado a mis manos
carta de uno de aquellos curas, en que me da noticia del miserable
estado de sus feligreses, tan entregados a la embriaguez, lascivia
y otros vicios; que truecan de consortes y huyen a los montes
cuando son buscados para cumplir con los preceptos de la Iglesia,
como sucede también en otros parajes.
"Penetrado amargamente mi interior de la perdición de estas
almas, he pasado al Virrey copia de dicha carta, y no puedo me-
nos de dirigir a los pies del Trono, por mano de V. E., la repre-
sentación adjunta, en que hago presente a V. Majestad la urgen-
cia de colocar cuanto antes un Obispo en aquellos países, aunque
sea en clase de Auxiliar, y los medios que me parecen más a pro-
pósito y más brevemente efectivos.
"Los mismos lo podrán ser tal vez por iguales establecimientos
en los territorios en que se tengan por necesarios; pero me he li-
mitado actualmente al de Acapulco, porque no he dado hasta de
aquí infoi-me sobre otro, y porque según las noticias que tengo,
parece que debe atenderse con preferencia la erección de éste cuan-
do llegue el caso de inforaiar al Virrey en el próximo mes de Ju-
nio sobre los otros dos; no omitiré tampoco manifestar las razo-
nes poderosas que acreditan con evidencia, ser superfina la crea-
ción de un nuevo Obispado en Querétaro, llevándose a efecto la
de San Luis Potosí, Villa de Valles, o Valle del Maíz ; en cuyas ca-
pitales, y no en la de Querétaro, que quedaría entonces a un extre-
mo del Obispado, concurren las cualidades ventajosas que tengo
expuestas en el infomie y que por no verificarse, son la causa de
que no podamos los Prelados cumplir con nuestra obligación en
Diócesis de extensión muy dilatada" (10).
Fuera de estas iniciativas que pueden llamarse particulares.
(10) Archivo General de Indias 96-4-11.
80 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
y la convocación del sínodo de Yucatán, a que ya nos hemos refe-
rido, no encontramos otras de mayor importancia en nuestros pre-
lados del siglo dieciocho. Se ve que D. Vasco de Quiroga y D. Juan,
de Zumárraga no tuvieron sucesores en su espíritu de civilización
práctica del indígena; y D. Alonso de Cuevas y Dávalos no tuvo
ni antecesores ni sucesores en la magnanimidad, acierto y valen-
tía con que trató de solventar nuestros verdaderos males políti-
cos (11).
Si de nuestros prelados de la segunda mitad del siglo se trata,
existe muy seria opinión de que les incumbía haber seguido otra
marcha de la que siguieron respecto a los destinos políticos del
país. Es increíble que se les hayan ocultado las probabilidades de
una próxima independencia, y la imposibilidad, por parte de Es-
paña para poder contener ese movimiento. En todo caso la obli-
gación de un prelado que en la extensión de la palabra debe ser
padre y pastor de su grey, debía llevarles como llevó al ilustrísimo
señor Cabanas a no desampararla; a suavizar y enderezar hacia
Dios esos inevitables movimientos que bien pronto iban a cambiar
la marcha toda del país.
De alabarse son la oficiosidad y espíritu servicial del obispo
Núñez de Haro, contribuyendo con el virrey a la instalación de un
jardín botánico en la capital, no menos que en la construcción de
un cementerio higiénico. Laudables son asimismo los esfuerzos
de varios prelados por difundir la lengua castellana, como por es-
pecial cédula recomendaba el rey a los obispos. Gusta ver al ar-
zobispo de México en tanta armonía con el ayuntamiento de la
capital, que hasta le ayuda con sus decretos y pastorales a la per-
secución de los bandidos, o a la supresión del contrabando. Tam-
poco nos desagrada que cedan un poco, dentro de lo digno, respecto
al derecho de asilo, de que tanto abusaron los malhechores en épo-
cas anteriores; y en general, la mayor accesibilidad de nuestros
prelados para con las autoridades civiles. Pero esto mismo no deja
de entristecernos por ver en todo ello un fondo de debilidad que
llegó a su colmo, como adelante veremos, en la actitud tan baja y
servil, pues no merece otro nombre, con que se pusieron varios
prelados de la Nueva España a las órdenes del gabinete volteriano
(11) Véase tomo III de esta obra, parte tercera, capítulo primero.
C. III. EL EPISCOPADO Y EL CLERO SECULAR 81
de Madrid para preparar la destrucción y ruina de la universal
Compañía de Jesús.
En favor del Episcopado Mexicano del siglo dieciocho está
el haber sostenido y entablado ya de una manera sistemática sus
relaciones con Roma. Siempre, como era natural, hubo alguna co-
rrespondencia, la qué llaman "de Potestad de orden sacramental."
por la que el Romano Pontífice firmaba el final y decisivo nombra-
miento de los obispos. Aparte de esto, algunos de nuestros prela-
dos escribieron cartas aisladas a los romanos pontífices. ¿ Pero por
qué desde 1585 en que el Papa Sixto V estableció la visita Ad lími-
va, no existen sino poquísimos informes de los que a esta visita van
de derecho vinculados? La dificultad en la correspondencia que a
tan largas distancias existía entonces, daría explicación a la pér-
dida de alguna de estas cartas de delación; pero no a la carencia
casi absoluta de ellas durante un siglo, desde la promulgación del
decreto ya mencionado de Sixto V. En otro lugar daremos un ín-
dice de la correspondencia de nuestros obispos anteriores al siglo
dieciocho con el Romano Pontífice; por ahora bástenos consignar
para honra suya, los nombres de los limos. Sres. Núñez de la Ve-
ga, Vidal de Moctezuma y de Olivares, obispos de Chiapas, los
de Garavito, Cervantes y Diez de Velasco, obispos de Guadalaja-
ra, Alcalde obispo de Yucatán, Elizacoechea y Tamarón, obispos
de Durango; y de los ai-zobispos de México, Juan Ortega Monta-
ñés, y Lanziego que enviaron en nombre suyo procuradores que
los supliesen en la visita Ad límina, y con ellos las relaciones des-
criptivas de sus diócesis que leímos y que íntegras copiamos, en el
archivo secretísimo de la Congregación del Consistorio.
Las relaciones que algunos de nuestros obispos escribieron,
aparecen en el siguiente capítulo de esta historia, tanto porque
completan mucho de lo que de cada diócesis debe conocerse, cuan-
to por revelarnos la mentalidad e ideas de gobierno que prevalecían
en nuestro Episcopado durante el siglo que vamos dando a conocer.
» *
Si del Episcopado pasamos a las ilustres corporaciones capi-
tulares de nuestras insignes catedrales, parécenos que tenemos los
suficientes fundamentos para asentar que fueron de bien en me-
jor, aunque siempre lamentando la penuria de hombres verdadera-
82 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
mente conspicuos que de entre ellos pudieran haber salido para el
campo de las ciencias o de las letras. El Dr. Eguiara y Eguren buen
teólogo y excelente bibliógrafo y su sucesor D. Mariano Beristáin y
Sousa, son ciertamente dos luminares de primer orden en el cielo
de nuestra patria literatura. En pos de ellos, aunque muy lejos,
han de citarse en el terreno de la ciencia o de la elocuencia los nom-
bres de Adame y Arriaga, Aldaco, Arechederreta, Barrientos y
Cervantes, Beye y Cisneros, Bermúdez de Castro, Castoreña y Ur-
zúa, Cuevas Don Iñigo, Elizacoechea, Escalante y Colombres, Fer-
nández Uribe. Flores Alatorre D. Félix, los tres Gómez de Cer-
vantes, D. Diego de Guevara, Hoyos y Mier. Legaspi, Ita y Parra,
Luyando, Monteagudo, Omaña, Osores, Primo de Rivera (D. Mi-
guel) Rocha y Díaz, Zorrilla y Trujillo y otros que se distinguie-
ron en la cátedra universitaria o en el pulpito.
Ofrecen en general los canónigos de este siglo un aspecto más
pacífico y dan idea de mejores relaciones con sus prelados que en
tiempos pasados. Si algo se nota de desacuerdo, es en los comien-
zos del siglo, por más que hay que tener en cuenta que se trataba
del nervioso y un tanto dominante arzobispo Ortega Montañés, que
es quien se queja de la altivez de su cabildo. El ingenuo Castro San-
tana nos pinta el siguiente episodio que tuvo lugar el año de 1703 :
"Habiéndose citado a cabildo por orden del Señor Arzobispo, con
pena de ocho días de puntos al que faltase a él, vino el secretario de
Su Ilustrísima con la respuesta de escrito que se presentó el día de
difuntos, y con la multa de los tres mil pesos ; y lo tuvieron los ca-
nónigos fuera, todo el tiempo que duró la misa mayor y la posesión
del medio racionero ; y habiendo avisado de que venía a hacer noto-
ria la dicha respuesta, dijo el cabildo que si traía orden de llevar
respuesta, entrase ; a que respondió que no traía orden para ésto, y
habiéndosele reconvenido por tres veces en orden a ésto, y respon-
dió lo mismo ; se le respondió que se fuese, porque el Cabildo no re-
cibía escrito sin que se le recibiese la respuesta; y con todo esto
se fué el dicho secretario y dio cuenta a Su lima, que pasó luego a
dar parte al Señor Virrey; el cual le dijo que no era parte, que
Su lima, usase del recurso que le pareciese, porque dicho Señor
Virrey no entendía en esta materia, ni sabía lo que pedía el Ca-
bildo; y con esta respuesta se volvió el Sr. Arzobispo a su palacio."
Algo podría desorientar otra noticieja también de aquellos
tiempos suministrada por el mismo pintoresco diario. Nos dice:
C. III. EL EPISCOPADO Y EL CLERO SECULAR 83
"este día en el cabildo dio de mojicones al canónigo D. Domingo
Bandujo el canónigo de Ciudad Rodrigo." Para consuelo nuestro
debemos observar que estos canónigos deben ser imaginarios, pues
en ninguna de las listas de capitulares que conocemos se encuentran
los apellidos de los supuestos señores.
La finalidad colectiva de los cabildos eclesiásticos se obtenía
ciertamente en las catedrales de Nueva España, por lo menos en lo
de sostener y dar esplendor al culto. Y aquí es oportuno hacer ver a
nuestros lectores la diferencia que existía y existe entre las tierras
donde hay diócesis y catedrales y cabildos bien organizados, y
aquellas otras tierras que no pasaron de ser tierras de misiones.
Por santo que sea el misionero, por noble y heroica que sea su la-
bor, al fin y al cabo ésta es algo, pasajero, que no tiene más carác-
ter que el de trabajo de vanguardia, y de preparación para el esta-
do canónico, duradero y fijo de las iglesias organizadas. Veamos si
no, en nuestra misma patria, la diferencia que hay entre región y
región de las dos especies señaladas: las tierras que fueron sola-
mente de misión, por cualquier contingencia se veían sin misione-
ros, y la remoción de un solo hombre, sin facilidades para sustituir-
le, determinó muchas veces la pérdida de una cristiandad entera, y
cuando esto sucedió en gran escala, como en el destierro de los je-
suítas, o en otras revoluciones posteriores; una sola firma da al
traste con la labor de tres siglos. Las catedrales en cambio, ofrecen
mucho más arraigo, entre otras cosas, por su manera de ser : menos
ocupados que los misioneros en arreglar vidas ajenas, menos moles-
tos, digámoslo así a los hombres malos de cada región, resisten a to-
dos los embates, como resisten al vendabal las plantas de tallo fle-
xible.
Por esto vemos repetidas veces que en el trastorno de las re-
voluciones antirreligiosas vienen por tierra frailes y monjas y con-
ventos y seminarios; pero los cabildos catedrales pasados unos
cuantos días, si se quiere, de balazos y de ruido y de escondite ; pa-
sito a pasito como las hormiguitas a su hormiguero, vuelven los
Srés. capitulares a sentarse en su churigueresco sitial de caoba
a entonar con la misma tranquilidad y el mismo acento de sus her-
manos del siglo XVIL "Inclinavi cor meum ad faciendas justifi-
cationes tuas."
El clero parroquial según diócesis estaba dividido de la si-
guiente manera a mediados del siglo XVIIL En México había 202
parroquias, en Oaxaca 101, en Chiapas 45, en Yucatán 76, en Du-
84 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
rango 60, en Puebla, aproximadamente, 150; de igual manera en
Michoacán y Guadalajara había respectivamente 120 y 90 lo que
nos da un total de 844 parroquias.
Poco podremos decir respecto al clero secular del siglo XVIII
que traiga ideas nuevas, y no porque no haya tenido historia, sino
porque su vida oculta, aislada, disgregada, que tal ha sido y sigue
siendo, dejó a la posteridad sin elementos que bien deseáramos,
para dar forma plástica y concretar en personas determinadas todo
ese monte de sacrificios, de devoción y de piedad que supone en
nuestro clero secular, el sólo haber sostenido el ministerio parro-
quial, en tan vastas extensiones, entre tan variados climas, lenguas
y razas como ofrece nuestra patria.
El clero urbano, para distinguirlo del que trabajaba en los pue-
blos y lugares apartados del campo, había, con muy buen acuerdo,
organizádose en las tres congregaciones: de San Francisco Javier
radicada en la Santa Veracruz, la de San Pedro en la Santísima, y
la del Divino Salvador en la Profesa. Análogas a éstas se organi-
zaron otras en provincias, señalándose entre ellas la de Puebla bajo
ía advocación de San Pedro en el hospital y templo de su nombre.
Época hubo en que a algunos de los congregados les dio por
llamarse "orden de nuestro Padre San Pedro ;" pero nunca llegaron
a tener votos religiosos, que son los que constituyen sencillamente
las órdenes. Clausura interior y régimen muy parecido al regular,
tuvieron los de la congi-egación de Nuestra Señora de Guadalupe
de Querétaro, y sobre todo los sacerdotes de la Pía Unión que ya
desde el principio del siglo se transformó en congregación del Ora-
torio de Sn. Felipe Neri, con iguales bases y reglamentaciones que
la que este amable santo fundara en la Ciudad Eteraa. Por eso ya
desde entonces se les ha considerado entre las familias regulares,
y en este sentido volveremos a ocuparnos de ellos en otro lugar.
Sin que del todo echemos la culpa al clero secular, no puede ne-
garse que algo dice en contra suya un párrafo de carta que el limo
Sr. Lanziego dirigía al rey Don Fernando Sexto, al regresar de
una visita pastoral girada por buena parte de su diócesis: "Por
las dificultades, dice, que los Prelados encuentran en visitar sus
Diócesis tan dilatadas, resulta la flojedad de los ministros, que la
mayor parte se contentan con ir a decir Misa a los pueblos, sin ex-
plicarles la Doctrina Cristiana, ni trabajar en los indios con aque-
lla perseverancia de que necesita la rudeza de su genio, aunque
San Juan en Patmos. — Martín de Vos.
Catedral de México.
C. III. EL EPISCOPADO Y EL CLERO SECULAR 85
me quieran decir que esta es la causa de no tener conocimiento ex-
plícito de Dios, como algunos me lo dicen, atribuyéndolo a su in-
capacidad, no es así, ni lo puede ser, porque los indios tienen en-
tendimiento, así para la música, como para la pintura y demás ar-
tes fabriles, como se experimenta con los que se crían en casa de
españoles, que con su trato y comunicación se hacen ladinos y ca-
pataces ; y se ve en la cabecera de Tepotzotlán donde está el novi-
ciado de la Compañía de Jesús, que tiene escuela de lengua caste-
llana, y se crean indios hábiles y de razón, y por consiguiente con
la inteligencia de conocer a Dios, si se les explica. Pero realmente
se ha visto falta del celo de la salvación de estas almas, por lo
cual si esto va así y no toma otra forma, los indios serán siempre
indios, y tendrán a riesgo su salvación por esta perniciosa ignoran-
cia de la santa fe ; y por lo mismo que confiesan que son rudos, ne-
cesitan los Ministros de mayor aplicación y frecuencia con ellos
para instruirlos. He considerado ser también medio esencial que
en los pueblos donde hay congrua suficiente, se ponga un Minis-
tro de pie fijo, que se viva con los indios, y sobre ellos para que
tengan persona a quien venerar y temer, con cuya presencia se
recelen y desvíen de sus torpezas, embriagueces, supersticiones y
aun idolatrías, y tengan persona que como padre los instruya, ad-
ministre, gobierne y pacifique sus quejas, porque tengo por conclu-
sión cierta que si a los indios se deja vivir solos, todos los días
del mundo seguirán así por conservarse en su rusticidad y liber-
tad perniciosa. Con la frecuencia y trato de su Ministro se domes-
ticarán y con su doctrina y ejemplo serán racionales y aun santos ;
porque no considero en el mundo nación alguna más dócil, más hu-
milde, más obsequiosa e inclinada a la adoración, menos codiciosa
y avarienta; y así me dicen en mis visitas los hombres de juicio,
que los indios serán como nosotros quisiéramos.
"Pero me temo que estos dos medios referidos, por ser tan del
servicio de Dios y la salvación de mis indios, han de tener alguna
contradicción. No me hace fuerza el que poniendo Ministros en
pueblos de vecindad y suficiente congrua, se menoscaben el recibo,
y aumentando Ministros crezca el gasto; porque esto sería ante-
poner el interés a la salvación de las almas, lo cual es indigno de
un espíritu cristiano, cuanto más religioso" (12).
(12) A. G. I. 64-2-39.
86 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
Por el mismo tiempo el prelado de Yucatán estaba también
muy quejoso de alguna parte de su clero. A esto obedece un canon
especial de su celebrado sínodo que copiaremos aquí: "Habiendo
hallado con sumo dolor nuestro en nuestra Diócesis muchos sacer-
dotes y ministros totalmente ignorantes de la latinidad necesaria
para entender la Misa y el rezo divino y de la teología Moral pre-
cisa para administrar sacramentos, y de la doctrina para enseñar-
la a los rudos indios; a los cuales (sacerdotes) hemos suspendido;
y que este imponderable daño ha venido del poco celo y fidelidad
de algunos examinadores por cuyas manos corría privadamente la
aprobación de los sujetos: por tanto estatuímos que los exámenes
para conferir órdenes o beneficios, o licencias de confesar o admi-
nistrar los demás sacramentos, hayan de ser precisamente en públi-
co, en una pieza de nuestro Palacio Episcopal, haciendo concurrir a
ellos a todos los clérigos ordenados y todos los demás que no se
hallen ocupados en otros ministerios" (13).
Tratándose de reforma del clero es preciso hacer siquiera men-
ción de la ideada por D. Alonso Núñez de Haro. Ocho años después
de desterrados los jesuítas, o sea en 1775, el referido arzobispo vi-
sitó el colegio de Tepotzotlán y le vino el pensamiento de valerse
de tan soberbio edificio para establecer en él una casa de retiro, re-
forma y corrección penal del clero secular. Hizo en efecto un re-
glamento donde al mismo tiempo que sus buenas intenciones, se
nos descubre el poco tacto y conocimiento del corazón humano que
tanto era menester en este caso; pues tenía este reglamento dos
partes: la primera para los sacerdotes que deseasen descansar es-
piritualmente, instruirse en la soledad y al lado de una buena bi-
blioteca; los cuales también con el recuerdo de los misioneros je-
suítas que allí se habían formado, habían de ser misioneros entre
indios fieles o infieles, aprender para ellos sus lenguas múltiples y
difíciles y trabajar, por supuesto, sin estipendio o limosna alguna.
i Como si fuera tan fácil improvisar vocaciones religiosas; y pre-
cisamente de las más difíciles y abnegadas!
Claro está que esta primera parte del plan de Núñez de Haro
no echó raíces, ni siquiera frutos perceptibles; tanto más, cuanto
que, junto con ellos y con la misma reglamentación interior habían
(13) Sínodo de Yucatán, Libro primero. Título segundo. Sección pri-
mera.
C. III. EL EPISCOPADO Y EL CLERO SECULAR
87
de ir allí pero a título de forzados y penados, los clérigos que por
sus ignorancias o por sus faltas mayores estaban sentenciados a
encierro o cárcel eclesiástica.
Esto último fué lo único que cuajó y aun duró por largos años.
Todavía visitando en nuestra niñez el colegio de Tepotzotlán, es-
cuchamos de labios de un señor muy anciano, hijo de aquel pueblo,
la manera con que eran traídos en medio de escolta y con suma du-
reza, los clérigos penados; y estos sus recuerdos deben haber co-
rrespondido al primer decenio del siglo XIX.
En capítulo posterior a éste, haremos mención especial de al-
gunos de los muchos sacerdotes ejemplares que brillaron en el Cle-
ro Mexicano en la décima octava centuria.
Cerramos este capítulo con un estado de las rentas, congruas
y salarios que correspondían al episcopado y alto clero de la Nue-
va España en las diversas diócesis hasta entonces (1755) fundadas.
Está entresacado de los diversos datos oficiales contenidos en el
legajo que se cita del Archivo General de Indias.
Respecto a las cantidades que los obispos percibían, no deben
olvidar nuestros lectores que de ella tenía que salir como una ter-
cera parte para sueldos y demás gastos del provisorato; otra ter-
cera parte para lo que hoy llamaríamos gastos de representación y
el acudir a las limosnas, campo ilimitado para el que serían insufi-
cientes todas las rentas del mundo.
ESTADO DE LAS CONGRUAS Y SALARIOS EN PESOS FUERTES
DE PLATA DE LAS CATEDRALES DE NUEVA ESPAÑA.
AÑO DE 1755. A. G. I. 96-4-4.
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Guadalajara....
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700
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Oaxaca
8 000
1426
1236
950
0000
0000
Michoacán
40 000
6188
5302
4079
2885
1427
Chiapas
6 000
500
400
300
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0000
Yucatán
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1328
1151
885
619
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Durango
5 000
500
500
300
200
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Colegiata de
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22 nov. 1795
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20 sept. 1709
16 abril 1772
19 julio 1737
19 nov. 1756
1772
21 dic. 1768
1772
12 junio 1781
1794
1794
26 febrero 1812
6 marzo 1786
1802
TRASLADADO A
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Bogotá en 1779
Guadalajara, 1722
Puebla en 1734
Michoacán en 1747
Michoacán en 1757
No tomó posesión
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Navarra
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Toledo
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F. Antonio Alcalde.
D. Diego Peredo.
D. Manuel de Vargas y Rivera.
D. Antonio Caballero Góngora.
F. Luis de Pina y Mazo.
D. Pedro Agustín Estévez.
OBISPOS DE DURANGO
D. Ignacio Diez de la Barrera.
D. Pedro Tapiz.
D. Benito Crespo.
D. Martín Elizacoechea.
D. Pedro Sánchez de Tagle.
D. Pedro Tamarón.
D. José Vicente Díaz Bravo.
D. Antonio Macarayuca.
D. Esteban Tristán.
F. José Joaquín Granados.
D. Francisco Gabriel de Olivares.
OBISPOS DE SONORA
F. Antonio de los Reyes.
F. J. Joaquín Granados
F. Damián Martínez.
CAPITULO IV
RELACIONES AD LIMINA
Arzobispado de México. — Obispado de Antequera o Oaxaca. — Obisjxado de
Chiapas. — Obispado de Guadalajara. — Obispado de Yucatán. — Obispado de
Durango.
'EGUN acabamos de indicar en el precedente capítulo,
nuestro Episcopado empezó por fin a cumplir con el pre-
cepto apostólico por el Papa Sixto V establecido de la
visita ad límina o sea de que los obispos todos del orbe
cristiano, en persona si les es posible y si no, y con la debida
dispensa, por procurador, visiten las tumbas de los Apóstoles San
Pedro y San Pablo, rindan al Sumo Pontífice respetuosa obedien-
cia y presenten por escrito la relación y el estado de sus respec-
tivas diócesis.
Con sólo la vaga noticia de que, probablemente se encontra-
rían relaciones de tal clase, procedentes de nuestros obispos, pro-
curé examinarlas y copiarlas en la Ciudad Eterna. Monseñor An-
gelo Mercati digno prefecto del Archivo Vaticano, bondadosísimo
como fué conmigo en todo lo que pudo ayudarme, mostróse en gran
manera pesaroso, porque los papeles que esta vez pedía, ni caían
bajo su dominio, ni veía fácil que se me concediese copiarlos, ni
aun verlos, como quiera que foiTnaban parte del archivo secretí-
simo de la Congregación del Consistorio. Mas con una tarjeta suya
de presentación, acudí ante el eminentísimo Sr. cardenal Delai
Imo. Sr. D. Fr. Francisco Martínez de Tejada. Obispo de Guadalajara.
GaleiTÍa del V. Cabildo.
C. IV RELACIONES AD LIMIXA 98
prefecto del Consistorio quien con toda amabilidad y con frases
muy benévolas para nuestra Patria, hizo que se me abriera el ci-
tado archivo donde con gran placer pude copiar las relaciones que
forman este capítulo y otras varias que contienen riqueza de datos
y noticias históricas.
Desgraciadamente faltan ahí por completo relaciones de las
diócesis de Puebla y Michoacán, que en vano buscamos bajo estos
epígrafes como también bajo los de "Tlaxcala" y "Pátzcuaro,"
"los Angeles" "Tzintzuntzan."
Aun con estas deficiencias, que de alguna manera suplimos en
otros lugares de este mismo volumen, la reunión de las relaciones
que pudimos copiar, traduciéndolas del latín en que fueron escritas,
forman un hermoso capítulo donde, al mismo tiempo que el piado-
so sentir de los prelados, van apareciendo como en vista panorá-
mica y en conjunto las diversas diócesis en ellas descritas. Cree-
mos verdaderamente que los solos textos sin mancharlos con nues-
tras notas y observaciones, serán la mejor manera de presentar,
la Historia de la Iglesia ^Mexicana escrita por sus propios obispos.
*
* *
RELACIÓN AD LIMINA ENVIADA POR EL ILMO. SR.
D. MANUEL RUBIO Y SALINAS ARZOBISPO DE MÉXICO
EL 20 DE JUNIO DE 1767.
"En esta ciudad de México, sujeta al imperio de los Reyes Ca-
tólicos desde el año de 1521 e ilustrada por muchos títulos de no-
bleza, es la Sede de la Iglesia Metropolitana y tiene una muy her-
mosa Catedral de tres naves, por esbeltas columnas sustentada.
Erigióla el año de 1534 el 9 de septiembre, nuestro Santísimo Pa-
dre Clemente VII de feliz recordación.
"Hay en esta Catedral cinco dignidades de las cuales la prin-
cipal es la del Deanato; diez canónigos, seis raciones y otras tan-
tas medias raciones. La presentación para todas ellas pertenecen
al Rey de España. Cuatro de las canongías se dan por méritos lite-
rarios mediante oposición, éstas son las del Lectoral, Magistral,
Penitenciario y Doctoral, siguiendo en ésto las costumbres de las
Catedrales de España. Todos los canónigos tienen voz en el cabildo.
En el coro se visten uniformemente con sobrepelliz blanco y capa de
94 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
color negro, según que se observa en las Catedrales de los Reinos
de Castilla.
"Todos los sobredichos están obligados a residir en la Ciudad.
Las cinco Dignidades se turnan en las fiestas de rito doble para
cantar la misa; en los otros días, los canónigos por turno, van di-
ciendo la misa conventual diaria pro populo.
"Todo el clero catedral se sustenta de los diezmos los cuales, se
dividen en cuatro partes iguales, la primera pertenece íntegramen-
te al Arzobispo de la segunda Deán, y cabildo y demás ministros
de la Catedral; las otras dos partes se subdividen en nueve de las
cuales, dos tocan al Rey Católico en señal de superioridad y se le
aplican por derecho de patronato. Lo sobrante se reparte entre la
fábrica (culto de la Catedral), el Hospital del Amor de Dios y la
Mesa Capitular por partes convencionales, mas no iguales.
"Los seis racioneros, que deben ser diáconos han de prestar
lodos los días servicio del altar; los medio racioneros, que deben
de ser subdiáconos, tienen obligación de cantar en el coro. Hay ade-
más seis capellanes de erección y otros ocho de dotación particular,
seis acólitos, sacristán, organista, pertiguero, ecónomo y otros ofi-
ciales inferiores en servicio de la Iglesia. Hay también diez y seis
monaguillos decentemente revestidos que ayudan en el sei^icio de
coro y en el canto gregoriano. Viven estos niños en su Colegio es-
pecial bajo la disciplina de un Rector y otros maestros señalados
por el cabildo; para lo cual se aplican los réditos de un capital de
diez y seis mil pesos.
"Los estipendios que diariamente se distribuyen a los capitu-
lares, son tan sólo para los que estén presentes a todas las horas
canónicas y además se les da la parte que les tocaba a los ausentes
con culpa, esto es después de pasado el trimestre que se les concede
de vacación.
"La fábrica espiritual de la iglesia se lleva muy gran parte de
los gastos en la magnificencia del culto, en la provisión no sólo
abundante sino riquísima de la sacristía, en la capilla de músicos
solemnísima y en los salarios de los sirvientes; tan grandes son
estos gastos que cada año llegan a unos cincuenta y dos mil pesos.
A estas entradas hay que añadir algunas rentas particulares en
favor del culto y sacristía, algunas posesiones de la mesa capitular
y censos vinculados a la obligación de decir misa que maneja tam-
bién la Catedral fundaciones de aniversario y dotaciones de don-
C. IV. RELACIONES AD LIMINA 95
celias. Al Arzobispo le vienen a tocar incluyendo los réditos cin-
cuenta mil pesos cada quinquenio (1).
**Hay en la Catedral catorce capillas laterales magníficamente
decoradas: el altar mayor, llamado de los Reyes, sobresale entre
los demás por su tamaño y hermosura. Cerca del centro de la
Iglesia se levanta el tabernáculo que llega casi hasta el techo sobre
columnas de mármol y en forma piramidal; tiene cuatro frentes,
cada uno con su altar entre los cuales se levanta un trono de plata
y hay también otro de plata dorada donde se reserva el Santísimo
Sacramento. En medio de la Iglesia y frente al Tabernáculo está
colgada una lámpara hermosísima cuyo valor es de unos setenta
mil pesos. Un rico barandal de bronce circunda el presbiterio y
forma calle hasta el coro.
"La patrona de la Catedral es la Virgen Santísima en el mis-
terio de su Asunción a los Cielos, cuya imagen de oro purísimo,
adornada con piedras preciosas, no se acertaría a valuar. Hay dos
magníficos órganos y en los altares, tanto de las capillas como de
otras partes de la Iglesia se levantan estatuas de santos, hechas
do plata y hay vasos sagrados, ornamentos riquísimos y de mate-
rias preciosas y es cosa clara para todos que por lo que atañe al
esplendor del culto, esta Iglesia Mexicana se levanta tanto sobre
las demás Quantum lenta solent inter vihurna cupressL
"Junto a dicha Catedral al lado del Oriente está la nueva Pa-
rroquia del Sagi-ario en fonna de cruz perfecta, construida parte a
mis expensas y parte a expensas de los parroquianos. No se ha ter-
minado aún su construcción pero se terminará el año próximo y
ha costado hasta ahora, ciento veinticinco mil pesos; entre tanto
los sacramentos se administran en otra capilla de la Iglesia Ca-
tedral por cuatro párrocos para ello señalados.
"Inmediato a la Iglesia Metropolitana está el Seminario que
erigió el Arzobispo Don Francisco de Aguiar y Seijas. En dicho
Seminario hay veinte jóvenes, los prescritos en su fómiula de erec-
ción que se educan en ciencias y buenas costumbres. Para su manu-
tención concun'en según las normas del Tridentino los párrocos
diocesanos, el Obispo y la mesa capitular. Además de los dichos
(1) El Arzobispo se refiere al líquido que percibe después de papar su
provisorato, gastos die Curia, etc. Véase el Estado que precede a este capítulo.
96 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
alumnos de beca, hay otros cien que pagan pensión que visten tam-
bién traje talar, previa información de legitimidad y buenas cos-
tumbres. Al frente de ellos están tres maestros de latinidad, otros
tantos de filosofía y dos de teología moral y escolástica. Para su
educación está señalado un Rector, un Vice-rector y un administra-
dor de las rentas; y como por regla general, del Seminario es de
donde salen para el ministerio parroquial, habiendo, como hay en
los pueblos tanta variedad de lenguas, tuve por necesario poner
otros dos maestros para que enseñasen las dos más generalmente
habladas en este Arzobispado, a saber, la Mexicana y la Otomí.
"Vinculadas a este Seminario hay cuatro capellanías que se
han de conferir a alumnos del mismo y estas capellanías al presente
rentan nueve mil pesos. De acuerdo con el Tridentino establecí un
consejo de dos canónigos y otras personas elegidas por el capítulo
y el clero, para que cada año exijan cuentas sobre el régimen y ad-
ministración del Seminario ; yo mismo personalmente lo he visitado
varias veces procurando que se cumplan completamente sus consti-
tuciones, que los colegiales asistan los días de fiesta a la Catedral
y que adelanten en estudio y en la virtud.
"La ciudad de México tiene cinco parroquias de españoles con-
tando con la del Sagrario; y seis parroquias para Indios; tiene
veintitrés monasterios y colegios de varones, y cuatro hospederías
de dichos conventos. Hay quince monasterios de monjas sujetos al
Ordinario ; además de éstos hay cuatro sujetos a los Franciscanos
Observantes y uno a los Dominicos. Hay siete colegios para niños
y cuatro para niñas; siete hospitales; templos donde se reserva
el Santísimo Sacramento ochenta y cinco. Tenemos además Tri-
bunal de la Santa Inquisición, Real Cancillería y Universidad.
"Extramuros de la Ciudad se levanta la insigne y Real Colegia-
ta de Santa María de Guadalupe Patrona de esta Nueva España;
sus canónigos son diez, seis los racioneros, al frente de los cuales
está un Abad. Esta Colegiata la erigí yo en 1748 en virtud del co-
rrespondiente Breve apostólico. Entre los canónigos hay un Peni-
tenciario y un Magistral. Después de muchas discusiones porque
pretendían ellos estar exentos de mi jurisdicción, por fin de cuen-
tas ha quedado el Cabildo sometido a ella. La última definitiva sen-
tencia por Real decreto no hace mudanza en este punto a no ser la
prescrita por Real cédula de 1752: según ella, compete al Arzo-
bispo de México nombrar y elegir la mitad del número de canónigos
C. IV. RELACIONES AD LIMINA
97
98 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
y demás beneficiados, a la manera que suele hacerse para la pro-
visión de parroquias, previa la aprobación del nombrado, tanto en
teología moral como en alguna de las lenguas indígenas, y esto
como presentados por el vice-patrono o sea el Virrey.
"Se les confiere el beneficio para que se ejerciten en oír las
confesiones de los indios que concurren a este célebre Santuario y
para que, cuando ya no haya indios que confesar, estén en el coro
ocupados en el canto eclesiástico según las horas canónicas por la
mañana y por la tarde a la manera que se hace en la Catedral.
Está enriquecida esta Iglesia con muchos tesoros y con continuas
ofrendas pero todo esto pertenece al culto divino y en honra de la
Santísima Virgen, pues los capitulares reciben sus pagas del Real
erario.
"Esta ciudad de México y cabeza de la Nueva España extiende
su Diócesis de mar a mar en un terreno de ciento ochenta leguas.
Tiene un palacio arzobispal bastante amplio y cómodo y otro en el
pueblo de Tacubaya con su jardín, ameno y abundante en flores,
frutos y legimibres que mi predecesor Don Juan Antonio de Viza-
rrón construyó para el descanso y fácil trabajo de los arzobispos
de México.
"Hay en este Arzobispado otras cuatro Ciudades, pero la úni-
ca digna de consideración es la de Querétaro que tiene dos parro-
quias nueve conventos de hombres y dos de monjas y así mismo dos
casas de recogimiento. Otra ciudad menos importante se llama To-
luca en la cual hay una parroquia y cuatro conventos de frailes.
"Una cosa no dejaré de decir y es que esta Iglesia Mexicana no
goza de ningún privilegio, y no sólo ésto, sino que entre las demás
iglesias de las Indias Septentrionales es la única que se halla pri-
vada de todas las prerrogativas que le competen por derecho común
y ésto después de dos siglos que la Nueva España se viene ilustran-
do con la virtud, nobleza y sabiduría de sus prelados y capitulares.
Así que el Arzobispo cuando celebra de Pontifical en los días solem-
nes, no usa de los honores de la prelación, haciéndose a un lado con
intolerable abuso las reglas del ceremonial romano: solamente le
acompañan cuando dice misa un Dignidad que hace de diácono, un
canónigo de subdiácono, un racionero que tiene la mitra y un medio
racionero que sostiene el báculo, y si el Prelado va a la Iglesia, le
reciben solamente cuatro capitulares si bien a la vuelta le acompa-
C. IV. RELACIONES AD LIMINA 99
ñan todos pero no suben hasta el Palacio Episcopal sino un cape-
llán del coro,
"Tocante a la construcción de la Iglesia Catedral que está por
terminarse, es de saberse que se le debían por parte de las reales ca-
jas ciento cuarenta y cinco mil pesos; elevé un ocurso al Rey Fer-
nando (VI) y dio una Real Cédula para que dicha cantidad se pa-
gase; pero el pago se ha quedado en suspenso por las dificultades
que ha puesto el fiscal regio, pidiendo todas las cuentas de la fá-
brica de la Iglesia y todos los documentos de las deudas que se han
formado en diversos tiempos: entretanto desde el año treinta de
este siglo carecemos de la antigua contribución que para la cons-
trucción del templo se pagaba, pues los Indios que eran quienes la
pagaban, fueron declarados libres del referido pago y por todo esto
la Catedral por la parte de fuera se ve sin terminar y deforme.
"Las Iglesias Parroquiales de la Diócesis, que por todas son
doscientas dos; como no reciben parte ninguna de los diezmos ni
tienen haciendas o réditos, viven tan solamente de limosnas even-
tuales y siendo la mayor parte de ellas tan exiguas, no hay espe-
ranza de que su pobreza se remedie. Sin embargo es tanta la piedad
de los fieles de ambos sexos y tanta su devoción, mayormente tra-
tándose de Indios, que siempre se encargan del culto de la Iglesia,
administrando y acrecentando con toda fidelidad y devoción sus or-
namentos, que tienen muy limpios y sus vasos sagrados preciosos,
que saben conservar muy bien.
"Los eclesiásticos por regla general son dóciles, idóneos para
desempeñar las funciones de su sagrado ministerio y suficientemen-
te instruidos. Casi en todas las parroquias hay establecidas cofra-
días del Santísimo Sacramento y de las Animas del Purgatorio y
otras muchas que la piedad cristiana ha instituido en honor de la
Santísima Virgen y de los Santos Patronos de cada Pueblo. Tales
cofradías, por regla general no tienen posesiones ni haciendas por
donde puedan pagar los estipendios de sus misas, mas éstas se pa-
gan por las limosnas de los parroquianos que recoge el designado
como tesorero. Los niños acuden bien a los catecismos y los párrocos
tienen en ello asidua vigilancia. Y en todo lo demás por la misericor-
dia de Dios, toda la Diócesis que está a mi cargo vive en perfecta
paz.
"Pero no puede pasar en silencio lo tocante a la increíble dis-
persión en que viven los indígenas, muy separados de sus Iglesias
Parroquiales de donde resulta que se necesitarían muchos ministros
100 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
para que pudiesen atender a parroquianos que viven a distancia de
veinte, treinta, y hasta cincuenta leguas. Si hay Indios que carecen
de instrucción y que caen en vicios muy grandes, proviene sola-
mente de su propia desidia y de que exprofeso se apartan de sus
curatos. Por esta causa de las grandes distancias y de la dificultad
de recibir los sacramentos y de oír misa, erigí según los preceptos
del Concilio y con consentimiento del Virrey, que en estas partes es
necesario, doce parroquias más a instancias de los parroquianos,
mediante la asignación hecha por ellos de una congrua competente
para la manutención del cura y promesa muy debida aunque muy
espontánea de que ellos sostendrán el culto."
INSTRUCCIÓN DEL ILMO. SR. DR. D. ISIDRO SARI-
ÑANA Y CUENCA OBISPO DE LA SANTA IGLESIA DE AN-
TEQUERA VALLE DE OAXACA EN LAS INDIAS OCCIDEN-
TALES, AL RDO. PADRE FRANCISCO DE REINA DE LO QUE
EN NOMBRE Y CON PODER DE S. S. ILMA. HA DE INFOR-
MAR ACERCA DE ESTE OBISPADO A NUESTRO SANTÍSI-
MO PADRE INOCENCIO, POR LA GRACIA DIVINA PAPA
XI. AÑO DE 1688.
*'La Diócesis es muy dilatada, y corre por más de ciento y se-
senta leguas, del mar del Norte al mar del Sur, y en una y otra cos-
ta tengo Beneficios Parroquiales y de Oriente a Poniente, desde los
confines del Obispado de Puebla a los del Obispado de Chiapas se
extiende por más de cien leguas. Están erigidos en ella ciento y un
Curatos en esta forma: dos Curas Rectores en el Sagrario de esta
Santa Iglesia Catedral de Antequera ; el Curato de Jalatlaco, de In-
dios, en los suburbios de esta ciudad, a cuidado de clérigo secular;
y cuarenta y cuatro que administran religiosos del orden de Pre-
dicadores. Unos y otros curas se proveen por presentación de Ntro.
Rey Católico de las Españas, y por Canónica institución y colación
que les hago.
"La Iglesia Catedral consta de cuatro dignidades. Deán, Arce-
diano, Chantre y Tesorer/'>, y de cinco Canongías : de las cuales las
dos se proveen por concurso de oposición, que son Magistral, de
Pulpito y Doctoral, Los oficios diurnos se celebran con decencia, se
sigue el coro con observancia y hay muy competente Capilla de mú-
sica. La cuarta Episcopal es tan corta que sólo tiene hasta siete
mil pesos con poca diferencia.
limo. Sr. Dn. Juan Gómez Parada.
Gal. del V. Cabildo de Guadalajara.
C. IV. RELACIONES AD LIMINA 101
"La mayor parte de este Obispado es de caminos muy arduos, y
fragosos, con ríos que necesitan de balsa para su paso, y en algunos
de puentes al aire tejidos y formados de bejucos. Las temperaturas
son variadas, muchas ardentísimas, algunas frías y otras templa-
das. Las lenguas indias que hablan los naturales son veinte y cuatro
y algunas de ellas tan ásperas y difíciles de pronunciar, que partim
gutture, partim rvarihus proferuntur; y que por eso son imposibles
de escribir. Esta variedad hace muy difícil la abundancia de minis-
tros; pero la aplicación del clero secular, aunque es corto, y de los
religiosos Dominicanos dan en el tiempo presente cuantos pueden,
aunque a la verdad son pocos en tan dilatada mies, para la mejor
administración y predicación que deseo, para cuya consecución apli-
co cuidado y diligencia en la instrucción de la juventud, y fomento
de las letras, especialmente en el colegio Seminario, que conforme al
decreto del Sagrado Concilio Tridentino, y con Letras Apostólicas
de Nuestro muy Santo Padre Inocencio XI está erigido en esta ciu-
dad con el título de Santa Cruz, en el cual se alimentan, educan e
instruyen al presente veintiocho colegiales con su Rector, clérigo de
virtud y estudios que cuida su aplicación; y en el Colegio de San
Bartolomé, fundado asimismo en esta ciudad por el Venerable Obis-
po, Mtro. D. Fr. Bartolomé Ledesma, Prelado que fué de Esta San-
ta Iglesia, con cuyas rentas se pueden sustentar cómodamente al pre-
sente, de ocho a diez estudiantes, que por la fundación de dicho Co-
legio deben ser de facultades mayores, cuyo gobierno está también
a cuidado de un clérigo secular de virtud y letras.
"En dicho Colegio de Santa Cruz se lee curso de Artes, Teología
Escolástica en dos cátedras, de Prima y Vísperas; y Teología Mo-
ral. Esta cátedra última fundó y dotó el Rdo. Obispo D. Fr. Barto-
lomé de Ledesma, y en ella se sigue la doctrina de su docta Suma
que dejó impresa para este fin. Hay en este Colegio una grande Li-
brería de todas facultades, y erudición que le dejó y donó el Rdo.
Obispo D. Nicolás del Puerto, mi antecesor. En el Colegio de la
Compañía de Jesús de esta ciudad se lee Gramática, curso de Artes
y Teología Escolástica ; y a uno y a otro concurren bastante número
de estudiantes, que dan esperanzas de abundancia de ministros.
"Hay también en esta ciudad un Colegio de niñas, para cuya
fundación dejó sus bienes en años pasados un clérigo, Cura bene-
ficiado en este Obispado ; y lo erigí y puse en ejecución en veinte y
siete de enero del año ochenta y seis, donde se alimentan, educan e
102 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
instruyen en virtud y ejercicios propios de mujeres honestas, ocho
doncellas, que entran con información de legitimidad y limpieza; y
de presente se han dotado otros dos lugares para otras dos niñas.
Gobiérnalas con título de Rectora una mujer anciana en que se
procura concurran las partes de virtud, madurez y prudencia. Es
titular del Colegio la Presentación de Nuestra Señora; y se ha de
pedir a Nuestro Beatísimo Padre se digne conceder indulgencia
plenaria perpetua a todas las personas, que confesadas y comulga-
das hicieren oración en dicha Iglesia, como su Santidad lo mandare
el día de la Presentación, veinte y uno de noviembre.
"Tengo visitadas personalmente parte de las sierras, la costa
del Sur y las Mixtecas alta y baja: provincias que constan de cua-
renta y cinco iglesias parroquiales, en cuyos distritos hay, y a cuya
administración pertenecen cuatrocientos cuarenta y un pueblos,
en que he administrado el santo Sacramento de la Confirmación a
treinta y seis mil novecientas setenta personas, sin otras que he
confiíTnado en diferentes partes. He reconocido bien instruidos en
la doctrina cristiana a los niños y niñas que en sus lenguas natura-
les y maternas lo saben y dicen con mucha gracia : lo cual he experi-
mentado preguntándosela y examinando por mí mismo en presencia
de los Párrocos y personas inteligentes en sus idiomas. En la
visita de la costa del Sur vi un viernes de esta Cuaresma salir a
los principios de la noche una procesión de penitencia, en que las
mujeres Indias, recogida la vestidura superior sobre la cerviz, des-
cubierta la espalda y también el rostro con admirable humildad y
sinceridad se iban azotando con disciplinas de ramal y recios gol-
pes, llevando algunas debajo del brazo izquierdo a los hijuelos de
pecho : cosa que edifica y enternece, Y tengo noticia se hace esta
misma disciplina en algunos otros pueblos del Obispado, y en todos
la hacen los varones y muchas indias, de sangre, la Semana Santa,
en que verdaderamente está resplandeciente la buena educación
y doctrina de aquellos primeros Varones apostólicos, que pasaron a
la conquista espiritual de este nuevo mundo ; y también el cuidado
con que contribuyen los ministros actuales, unos con más fervorosa
aplicación, otros con menos, y si en uno u otro se reconoce descuido,
se aplican medios para que cumplan con su obligación.
"Entre estos consuelos padezco el dolor de que en algunos pue-
blos se conservan resabios de la gentilidad e idolatría, con oblación
de sacrificios, a cuyo remedio con el favor y gracia del Señor, he
C. IV. RELACIONES AD LIMINA
103
o
u
o
o
o
1
104 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
aplicado todo cuidado y diligencia, llegando personalmente por el
año de ochenta y tres al pueblo de San Vicente del Beneficio de
Exutla, donde descubrí dos indios Maestros y Dogmatistas, que te-
nían libros para este diabólico magisterio ; y otros libros se quema-
ron públicamente en la plaza de esta ciudad, poniéndolos al fuego
los mismos reos, a los cuales después de azotados por las calles, ab-
solví de la excomunión públicamente con las solemnidades que dis-
pone el Ritual Romano, cuyas graves ceremonias verdaderamente
los mueven mucho, y conducen al terror y conocimiento de sus de-
litos. Otros Maestros y Dogmatistas he recluido por más o menos
años en conventos de religiosos de esta ciudad, donde sirven y son
también instruidos y doctrinados.
"Y por el año de 1685 pasé al Beneficio de Santa María Ozelos-
tepeque, donde en la forma referida reconcilié con la Iglesia ciento
veinticuatro indios idólatras de diferentes pueblos de aquellas sie-
rras. Tengo por cierto hay enmendado mucho, y lo que aún dura de
este daño proviene de que en la inopia que padezco de ministros, no
cabe frecuente y repetida la predicación que se requiere para la to-
tal extirpación de estas culpas; para lo cual será muy conveniente
que Su Santidad se sirva de conceder los jubileos y gracias de misio-
nes y doctrinas, cómo y en la forma que están concedidas al Sr.
Obispo de Puebla ; de la facultad que Su Santidad me tiene concedi-
da entre otras para conceder tres veces indulgencia plenaria al año,
he usado en las visitas de Mixteca y costa, donde he hallado con-
curso de gente ladina, predicando yo en lengua castellana, y en
la india los ministros, con fruto y consuelo mío. En esta ciudad de
Antequera, donde, como en todas las populares, hay virtudes y
vicios, he dispuesto y se han hecho dos misiones: una por los Pa-
dres de la Compañía de Jesús, y otra por los Padres Misioneros de
la regular observancia de San Francisco, de las que se ha conse-
guido copioso fruto. Antequera y Mayo 23 de 1688."
RELACIÓN AD LIMINA DEL ILMO. DON FRAY VIDAL
MOCTEZUMA, OBISPO DE CHIAPAS, FIRMADA EN 1752.
"La cabeza de esta diócesis es la Ciudad Real de Chiapas del
Reino de Guatemala, única ciudad en todo él, muy exhausta de ve-
cinos por lo pobre de comercios y recia de temperamento. Su Igle-
sia Catedral con el título de San Cristóbal fué fundada por nuestro
C. rV. RELACIONES AD LIMINA 105
Rey Don Carlos V: su cabildo se compone de cuatro Dignidades,
fuera de la Episcopal, y que son: Deán, Arcediano, Chantre y
Maestrescuela; fuera de estas dignidades tiene un canónigo, pues
aunque la merced fué de dos, el otro se suprimió (por cederse
su congrua) al Tribunal de la Santa Inquisición. A este cabildo le
asisten en el coro y en los demás ejercicios de la Iglesia seis capella-
nes que llaman de coro, y un sacristán mayor, y los días festivos
doce colegiales de un Seminario que fundó el limo, y Revmo. Sr.
Don Marcos Bravo de la Serna Obispo que fué de esta Diócesis.
Por la escasez de sujetos eclesiásticos, varios músicos que asisten
al coro son seculares, porque la cortedad no permite otra decencia
mayor, aunque éstos asisten con la posible. Esta Catedral es la
única Parroquia en toda la Ciudad con sólo un cura colado.
"Conventos de religiosas hay cuatro: Santo Domingo, San
Francisco, La Merced, y San Ignacio de Loyola; uno de monjas con
título de la Encarnación sujetas al Obispo y un hospital de San
Juan de Dios. Dentro de la Ciudad y sus barrios hay tres capillas :
una de la Virgen de la Caridad, otra de San Nicolás, y otra de
Santa Lucía; otras hay fuera, con la advocación de San Cristóbal.
"En todo el Obispado y sus Pueblos hay cuarenta y cinco pa-
rroquias : En las diez son curas clérigos, en las treinta y tres son
religiosos dominicos y en las dos religiosos franciscanos y así en
todas estas Iglesias como en todas las enunciadas hay ciento diez
capellanías y de éstas por la deterioración de las fincas, unas están
perdidas del todo y otras muy decaecidas en el recibo y otras con el
principal completo y otras fincadas en alhajas y fincas de mayor
valor, especialmente las que se han impuesto en mi tiempo, pues por
la ruina que he visto en las otras, he procurado se aseguren en
partes muy radicadas. Asimismo hay trescientas y sesenta Cofra-
días cuyo culto se mantiene con limosna de los fieles y todo se vi-
sita por el Obispo de esta Diócesis.
"No hallo otra cosa digna de poner en noticias de V. Rma. por
no haber otra cosa de entidad en todo el Obispado, el que, aunque
por sus asperezas en los caminos es bien trabajoso, no he dejado
de visitarlo anualmente, con cuya diligencia he logrado por la mi-
sericordia de Dios, consumir entre los indios la idolatría que reina-
ba en ellos y al presente está ésto en muy cristiana paz, y para que
se conserve en ella y yo logre más asiento en mi pastoral oficio,
quedo esperando del favor de V. Rma. me negocie con las facultades
106 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
y privilegios arriba anunciados, la bendición de Nuestro Santísimo
Padre a cuyos santísimos pies vuelvo a suplicar a V. Rma. una
con toda veneración con la que también espero haga V. Rma. una
visita a los sagradbs lugares de los santos Apóstoles, pues aseguro
d V. Rma. que sólo la confianza que me asiste del celo y favor con
que V. Rma. lo ha de practicar, puede templar el sentimiento que
tengo de no poderlo ejecutar personalmente por la distancia tan
crecida que embaraza mi deseo.
"V. Rma. me dispense tanta molestia y no tenga ociosa mi vo-
luntad, pues cerciorado de ésta, puede impartirme cuanto sea de
su mayor satisfacción, con la que puedo de este negocio que fío al
cuidado de V. Rma. cuya vida guarde Dios muchos años."
RELACIÓN AD LIMINA DEL ILUSTRISIMO SEÑOR DON
FRAY FRANCISCO DE SAN BUENAVENTURA DIEZ DE VE-
LASCO, OBISPO DE GUADALAJARA, FIRMADA EL 5 DE
ABRIL DE 1757.
"Esta Ciudad de Guadalajara es cabeza o Metrópoli de la Pro-
vincia de Nueva Galicia en esta parte de la América Septentrional
que llamamos Nueva España. Reside en ella la Real Audiencia con
su Presidente que es el Gobernador de la Provincia, sujeta al Rey
Católico, como casi todas las regiones de las Indias Occidentales.
"Hay en esta Ciudad Iglesia Catedral, erigida hace casi dos si-
glos bajo la advocación de la Asunción de la Santísima Virgen;
aunque su consagración tuvo lugar hace pocos años, tocándole a mi
predecesor Don Fray Manuel Mimbela. La estructura material de
la Iglesia es de bastante amplitud y muy hermosa. Casi junto a
ella está el Palacio Episcopal que, como el Templo, ofrece, gracias
a Dios, buenas condiciones de resistencia.
"Hay en esta nuestra Iglesia Catedral instituidas doce preben-
das solamente, a saber : tres dignidades, cuatro raciones, y cinco ca-
nongías de las cuales dos son de oficio a saber : La Magistralía y la
Doctoral. Sirven también a la Catedral clérigos beneficiados que
llaman capellanes de coro, músicos y otros ministros. Tiene órga-
nos que han costado mucho dinero y todos los vasos sagrados y or-
namentos necesarios para la celebración del culto divino, con tanta
riqueza y abundancia que apenas si la aventajan alguna otra Cate-
dral de este Reino. Todos los días se cantan a su debido tiempo las
C. IV. RELACIONES AD UMINA 107
horas canónicas y la misa conventual, aplicada según institución,
por los bienehechores de la Iglesia, a las cuales misas asistimos con
mucha frecuencia con todos los clérigos que no tengan ministerio
especial durante ese tiempo.
"Esta Ciudad no puede decirse que es ni muy grande ni muy
pequeña, por lo cual no tiene sino una sola parroquia con una Igle-
sia auxiliar para los habitantes españoles y otras dos para la ad-
ministración de los Indios que viven en dos pueblos vecinos a los
suburbios de la Ciudad. A cargo de las parroquias de españoles, es-
tá un clérigo secular, mientras que las de los Indios están ser-vidas
por religiosos de San Francisco y de San Agustín.
"En los demás lugares de nuestra Diócesis existen muchas pa-
iToquias al frente de las cuales están clérigos seculares y religiosos
de San Francisco y algunos también de San Agustín y nos consta
que los clérigos seculares aplican la misa conventual por sus parro-
quianos como está mandado. Hemos procurado dividir algunas de
estas parroquias como ha parecido oportuno. En todas ellas se pro-
cura y vigila para que se tenga buena administración de sacramen-
tos, explicación de la doctrina cristiana, sobre todo a los Indios.
"Tiene hasta ahora esta Ciudad seis conventos de religiosos:
Santo Domingo, San Francisco, San Agustín, El Carmen descalzo,
la Merced y la Compañía de Jesús, a los que hay que agregar dos
hospitales administrados por religiosos, el de San Juan de Dios,
y el de Belén, o de Incurables.
"Hay aquí también cuatro monasterios de monjas, sujetos al
Ordinario aunque son de varios Institutos, dos de ellos tienen las
constituciones de Santo Domingo, pero uno solo es de la estricta ob-
servancia; otro convento es el de Santa Teresa para carmelitas
descalzas y el cuarto finalmente, es el de Santa Ménica para recole-
tas de San Agustín. En todos estos conventos, por la Divina Mise-
ricordia florece en gran manera la regular observancia, se guarda
la debida clausura y se difunde suave olor de santidad. En lo res-
tante de la Diócesis no existe más convento de monjas, que uno de
Capuchinas en la Villa de Santa María de los Lagos, fundado hace
poco, bajo nuestra jurisdicción y obediencia. Conventos de religio-
sos hay en Zacatecas los mismos casi que en esta Ciudad y lo mis-
mo se diga de Aguascalientes donde ya hay tres fundados.
"Todos los Monasterios de religiosos aun los más exiguos es-
tán exentos de nuestra jurisdicción porque en las Indias todavía
108 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
no están debidamente puestas en ejecución las bulas de Urbano VIII
y de Inocencio X en vigor de las cuales los conventos pequeños es-
tán sujetos a la jurisdicción del Ordinario.
"También está erigida en esta Ciudad la Congregación del Ora-
torio de San Felipe Neri, integrada por competente número de re-
ligiosos que hacen gran fruto en los prójimos, oyendo sus confesio-
nes, predicándoles la divina palabra y ejercitándolos en obras de
piedad muy útiles a la Ciudad. Además hay otra Congregación de
clérigos oblatos de San Carlos Borromeo aunque todavía no ha to-
mado incremento.
"Tiene asimismo esta Ciudad un colegio Seminario, bajo la ad-
vocación del Patriarca San José; erigido según las normas del Con-
cilio Tridentino. Hace poco se trasladó a un edificio cercano a la Ca-
tedral y de magnífica estructura. Hay en él dotadas veinticuatro be-
cas que se proveen de acuerdo con el Tridentino en favor de jóvenes
pobres, los que se sustentan del tres por ciento impuesto como pen-
sión, tanto a nuestra cuarta parte episcopal como a las demás pre-
bendas y beneficios jurados. Además de los veinticuatro seminaris-
tas de beca hay cuarenta de paga. Para la instrucción y disciplina
de todos ellos hay un maestro de canto, dos de gramática, uno de fi-
losofía, uno de teología escolástica y otro de moral y finalmente uno
de sagrada escritura a quienes se les paga de los réditos anuales del
Colegio. Además de éstos hay un profesor de lengua mexicana por
cuenta del Real erario para la instrucción de los ministros destina-
dos a parroquias de indios.
"Hay otro Colegio Seminario bajo el patrocinio de San Juan
Bautista, bajo el cuidado y gobierno de religiosos de la Compañía de
Jesús, cuyos alumnos, que son muy numerosos, frecuentan las aulas
de dicha Compañía donde se les enseñan las mismas sobre dichas
facultades. Tocante a Colegios de niñas hay dos en esta Ciudad, uno
de ellos incorporado a conventos de monjas y bajo su cuidado y di-
rección, el otro es independiente, bajo el cuidado de una prefecta.
En los dos Colegios se procura con todo empeño que las educandas
se críen en el santo temor de Dios y ejercicio de las virtudes y sal-
gan bien preparadas quier para la vida religiosa quier para el ma-
trimonio.
"Tiene además esta Ciudad una casa de reclusión para mujeres
arrepentidas. Institución que sólo estaba en sus comienzos cuando
llegamos a esta Diócesis, ya está del todo perfecta y terminada; las
C. IV. RELACIONES AD UmNA 109
pensionadas viven de limosnas de los fieles y de las multas por dis-
pensaciones matrimoniales, que aplicamos en su favor.
"Por toda la Diócesis lo mismo que en esta Ciudad hay muchas
Cofradías en honra de Dios y de los Santos, y para ejercitar obras
de caridad que viven de dichas Cofradías, exceptuando algunas que
cuentan con fondos propios aunque modestos.
"El clero de nuestro Episcopado no es muy numeroso p>ero es
en cambio de buenas costumbres y por regla general provisto de
los suficientes conocimientos; pero para que éstos progresen y se
aumenten, existen las conferencias de casos morales que hemos es-
tablecido para cada semana; lo mismo pasa en la Ciudad de Zaca-
tecas donde hay mayor número de clérigos y lo mismo en toda Ciu-
dad de Españoles donde moren ocho y aun sólo seis sacerdotes.
Aquí en Guadalajara esas conferencias se tienen en nuestra pre-
sencia para que los clérigos asistan con puntualidad a ellas y para
que estudien más. Sólo p>or causa de ausencia de la Ciudad o de en-
fermedad, hemos dejado de asistir a algunos exámenes de los orde-
nados o sinodales preparatorios para las Ordenes, que celebramos
en todas las témporas del año.
"Respecto a los fieles de nuestra Diócesis podemos decir que
como en las otras provincias de esta América, se componen de va-
rias clases de gentes y naciones, siendo las principales la de espa-
ñoles y la de los indios. Los españoles, tanto los nacidos en la anti-
gua España como en la Nueva no tienen vicio particular de que
sean notados ; los indios empero son muy dados a la embriaguez, de
la que no logi-an enmendarlos ni las penas que los jueces les impo-
nen, ni el cuidado y continuas represiones de los párrocos; pero
fuera de este vicio no tienen otros de consideración, por más que,
son gentes rudas y aptos solamente para el trabajo manual, son
en cambio mansos, humildes y muy inclinados al culto divino. Esto
se puso más de manifiesto con ocasión de nuestra visita por toda
esta Diócesis que aunque se extiende por lo ancho y por lo largo a
más de quinientas leguas españolas (razón para que el Consejo
Real piense en dividirla) sin embargo cada seis años la hemos re-
corrido casi toda. . . .
"En los confines de este nuevo obispado viven muchas tribus
de indios bárbaros de cuya conversión se ocupan con todo fervor
y empeño religiosos procedentes de los Colegios de Propaganda Pi-
de, el de la Cruz de Querétaro y el de Guadalupe de Zacatecas así
no INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
como también los Padres de la Compañía de Jesús. A todos con
singular piedad y munificencia, los sustenta con sus limosnas el
Rey Católico."
RELACIÓN AD LIMINA DEL ILUSTRISIMO SEÑOR DON
FRAY IGNACIO PADILLA Y ESTRADA (AGUSTINO) NATU-
RAL DE MÉXICO, OBISPO DE YUCATÁN, FIRMADA EL 2 DE
ABRIL DE 1759.
"Después de visitar toda mi Diócesis, presentaré a Vuestra
Santidad la exacta narración de lo que a ella se refiere.
"Tiene la Iglesia Catedral de Mérida cuatro dignidades : Deán,
Arcediano, Chantre y Maestrescuela; dos canónigos que toman,
alternándose, los cargos de Penitenciario y Magistral ; hay además
dos racioneros. Las canongías sólo se obtienen de gracia por parte
del Rey de España. Viven todos estos de los diezmos, que apenas
si bastan para los que ahora hay y que de ninguna manera permiten
que se aumente su número.
"Aparte de los dichos, sirven a esta Iglesia Catedral, seis ca-
pellanes, un sacristán mayor, dos menores y cantores que aunque
pocos en número, están bien instruidos en su oficio, así que los ofi-
cios divinos pueden hacerse con la debida solemnidad.
"Lo que me causa gran pena es, la escasez que encontré de or-
namentos y la gran pobreza de vasos sagrados y demás cosas ne-
cesarias al culto divino; tanto que me ha sido necesario contraer
deuda para suplir lo necesario. Además, de mi propio dinero mandé
traer de la Ciudad de México ornamentos, tan ricos y magníficos que
según todos confiesan, pudieran bien figurar entre los mejores de
aquella Iglesia Metropolitana; regalé además a esta Catedral un
trono para el Santísimo, de maravillosa estructura y perfecta eje-
cución, adornado con brillantes y gran variedad de otras piedras
preciosas cuyo precio asciende a once mil pesos fuertes. También
le doné un cáliz de oro macizo y otros varios de plata, con lo que
ya pueden celebrarse decentemente los divinos oficios.
"Tiene esta Iglesia su Seminario de niños, según las normas
del Tridentino el que yo encontré como en su cuna y comienzos fun-
dado por nuestro Predecesor sin más personal que un Rector, dos
maestros de latinidad, uno de música y cinco seminaristas de beca.
Así que, con gran cuidado y diligencia me empeñé en acrecentarlo
C. IV. RELACIONES AD LIMINA 111
y primeramente en sus rentas, librándolas de los censos con que
estaban gravadas, mediante treinta y dos mil pesos que les pro-
curé y con otros doce mil pesos les amplié y compuse el edificio.
Además fundé las cátedras de filosofía y teología, puse otro profe-
sor más de latín y señalé un Vice-rector y ecónomo. En la Academia
de esta Ciudad (Mérida) habían hasta ahora seguido en los cursos
literarios la doctrina de Suárez y por eso yo creí que sería muy
oportuno y conveniente el fundar la escuela según los preceptos del
Angélico Doctor Santo Tomás en un Seminario Tridentino ; por eso
de mis rentas, mandé traer a Puebla dos profesores de la doctrina
tomística, uno de los cuales ya terminó su curso de filosofía, con
gran provecho de la juventud y ahora asciende a enseñar la teolo-
gía dogmática; el segundo se ocupa de enseñar los rudimentos de
la dialéctica. A estos dos profesores, aparte de su correspondiente
sueldo, les ayudo con algún subsidio o regalo.
"En estos últimos días los alumnos de beca que se sustentan
de los diezmos son ya catorce y además hay otros trece de paga,
otros muchos jóvenes externos acuden a las clases de literatura, lo
que nos infunde ánimo y confianza de que en lo poi'venir ha de
aumentarse más y más la enseñanza clerical.
"Hay en esta Ciudad y Diócesis un solo convento de Monjas
donde hay setenta de ellas, y es del Instituto de la Concepción. Mi
Predecesor Don Juan Gómez de Parada, trabajó mucho por su dis-
ciplina y reforma; había entre otros abusos el de que las criadas
del convento saliesen a hacer la compra. Muchos de los fondos del
monasterio se había menoscabado por la negligencia de sus admi-
nistradores y sólo con cinco años de trabajo he logrado nivelarlos.
"Los regulares, que son franciscanos observantes, tiene en todo
el Obispado de Yucatán una sola Provincia y se llama de San José,
cuya cabeza reside en esta Ciudad de Mérida; tienen también en
ella un convento de recoletos. Los demás frailes están al frente de
parroquias las que van dejando según mueren, en manos del clero
secular de acuerdo con órdenes recibidas de su Majestad el Rey.
"Bajo el título de San Francisco Javier, tiene aquí un Colegio
la Compañía de Jesús con ocho religiosos que trabajan por la salud
de las almas y educación de la juventud. De la Universidad que
por concesión Pontificia y Regia tienen, están encargados dos profe-
sores de teología y uno de filosofía, aparte de los maestros de gra-
mática y uno que enseña a los niños pequeños los rudimentos de
112 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
Jeer y escribir. Llenos del fuego y entusiasmo de su santo Padre
Ignacio, además de los estudios sostienen estos padres el ministe-
rio diario de las confesiones, el de la predicación al pueblo, la asis-
tencia a los moribundos, la visita a las cárceles y hospitales todo con
grande edificación del público.
"Tienen también estos PP. a su cargo el gobierno de otro semi-
nario, llamado de San Pedro al que ayudo grandemente en sus de-
ficiencias pecuniarias.
"Los hermanos de San Juan de Dios tienen hospital admi-
nistrado por tres hermanos y un capellán; está este hospital dedi-
cado a la curación y convalecencia de los Indios. Apenas si podía
sostenerse por sus escasísimas rentas así como por la estrechez
e incomodidad del local. No pudiéndolo yo sufrir, les edifiqué una
nueva casa y les atiendo en sus frecuentes necesidades.
"En otras poblaciones de la Diócesis sobresalen Valladolid,
antiguamente muy populosa, Villa celebérrima por sus riquezas y
por la nobleza de sus habitantes, pero ahora ha decaído y perdido
su opulencia y ornamentación. Necesita sin embargo todavía de
dos parroquias, una para indios y otra para españoles, cuyos curas
y vicarios trabajaban muy bien en su ministerio.
"La segunda población es Campeche a donde ha concurrido
gran multitud de Ciudadanos y donde florece el comercio con otros
reinos. Está al frente de su gobierno espiritual un sacerdote Doctor
en filosofía que vela cuidadosamente por aquellas almas: viven en
Campeche muchos clérigos encargados de dar el pasto espiritual
a las almas, tienen una Iglesia parroquial perfectamente acabada
y decorada con soberbios altares e imágenes, preciosos ornamen-
tos, y vasos sagrados y suelen desplegar tanta pompa y aparato en
la celebración de los divinos misterios que superan en ello hasta a
la misma Catedral de Mérida. A causa de haber aumentado el con-
curso de los fieles fué necesario agrandar la Iglesia para lo cual
apliqué ocho mil pesos de un piadoso legado.
"La Compañía de Jesús tiene también en el citado Puerto un
pequeño domicilio, mas es tanta su pobreza que apenas si pueden
sostenerse ahí tres religiosos, pero acabo de darles trece mil pesos
para que terminen la Iglesia en cuya construcción están trabajando
con mucho empeño. También hay ahí hospital de San Juan de Dios,
tan pequeño y tan pobre como el de Mérida.
"Las parroquias de este Obispado son setenta y seis, de las cua-
C. IV. RELACIONES AD LIMINA 113
les cincuenta y cuatro están a cargo de clérigos seculares y las
veintidós restantes al de franciscanos observantes. Yo visité per-
sonalmente estas parroquias haciendo un recorrido de seiscientas
veinte leguas, practicando en cada parroquia la inspección de to-
das las cofradías, libros parroquiales, vasos y ornamentos sagra-
dos. Todas las parroquias de los pueblos están ya habilitadas con
muy buenos ornamentos y en todas ellas se hacen solemnidades
religiosas. Para lograrlo, apliqué a iglesias pobres, lo que sobraba
en las localidades más ricas. Muchas parroquias cuyos techos eran
de palma o de paja mandé que las cubriesen con techo de bóveda.
"Ha sido para mí de grande alegría y consuelo el conocer esta
pobrecita y neófita nación de los indios mayas, que a pesar de estar
como quien dice en la infancia de su fe, sabe y comprende los mis-
terios divinos, los dogmas y disciplinas católicos con mucha preci-
sión y claridad y penetran muy bien en los mandamientos de Dios.
No hay un solo pueblo ni lugar ni aldea donde no se cumpla exactí-
simaniente con el precepto de la confesión y comunión pascual.
"Todos por lo regular, con singular alegría acuden a la parro-
quia los domingos y días de fiesta a oír la explicación de la doctrina
cristiana y los sermones y asistir a los divinos oficios. Tienen es-
pecial devoción hacia la Virgen Santísima y al Santísimo Sacra-
mento de la Eucaristía. Muchos son los que comulgan en ambas
fiestas así como en los terceros domingos de cada mes, en que el
Santísimo se expone a la pública veneración.
"En cada Iglesia está fundada la Cofradía del Santísimo Sacra-
mento y hay muchas de la Virgen Santísima. Todos en peligro de
muerte reciben los santos sacramentos y los que no viven muy le-
jos de las Iglesias, dan a Dios su espíritu auxiliados de algún sa-
cerdote."
RELACIÓN AD LIMINA DEL ILMO. SR. OBISPO DE DU-
RANGO DON PEDRO TAMARON, FECHA EL PRIMERO DE
ENERO DE 1765.
"Por concesión de nuestro Santísimo Padre el Papa Paulo V
fué fundado este Obispado el año de 1620, y al siguiente le fue dada
posesión, por procurador, a su primer Obispo, en esta Ciudad de Du-
rango, donde desde el principio, fué establecida la Sede Episcopal.
"La patrona de toda la Diócesis es la Virgen Santísima bajo la
114 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
piadosa advocación de su Inmaculada Concepción. El edificio mate-
rial de la iglesia Catedral está constituido de bóvedas y si no es no-
table por su amplitud, lo es ciertamente por su altura y proporcio-
nes. De uno y otro lado hay capillas construidas con mucho ai^te
y trabajo; sus paredes cubiertas con retablos, dorados perfectamen-
te hasta la parte de arriba, hacen que aparezca hermosa, magnífi-
ca y admirable.
"El coro con sus sitiales está fabricado de selectas y pulidas
maderas que, aunque de suyo ya son hermosas, van adornadas cu-
riosamente con varios adornos de oro y de colores. A ambos lados
del coro levántanse sendos órganos que en unión con otros instru-
mentos músicos alegran el alma con sus armoniosos sonidos. A la
hermosura y estructura del templo corresponde la de su alta torre
que se levanta en un ángulo de la iglesia, a manera de pirámide,
sosteniendo 19 campanas de gran peso y en su cúspide se yergue
hermosísima una gran cruz de hierro.
"Respecto al culto de la Iglesia Catedral debemos decir que es-
tá suficientemente provista de todo género de ornamentos y vasos
sagrados.
Para celebrar los divinos oficios hay instituidas tres Digni-
dades a saber el Deán, el Arcediano y el Chantre; cuatro canó-
nigos incluyendo en este número al Magistral y al Doctoral, pero
no al Penitenciario. Hay además dos racioneros, doce capellanes
de coro, ocho acólitos, dos sochantres y dos organistas con un maes-
tro de capilla y otros varios músicos de diversos instrumentos. Hay
además maestro de ceremonias, sacristán mayor, y sacristán me-
nor, pertiguero y perrero. Todos asisten a la misa mayor y a las
horas canónicas y son muy empeñosos, así que puedo alegrarme
en el Señor de que los oficios divinos se celebran en nuestra Cate-
dral con la debida solemnidad y gran concurso del pueblo.
"Incluida en esta Catedral hay una amplia y bien decorada ca-
pilla, destinada a la administración de los sacramentos y a parro-
quia, la única que hay en la ciudad. Tiene un párroco ayudado de
cuatro vicarios, su sacristán y dos acólitos, puestos por la archico-
fradía del Santísimo Sacramento, para que acompañen con velas en-
cendidas el Cuerpo Santísimo del Señor, cuando es llevado a los en-
fermos.
"Los confines de este Obispado son : por el Oriente y parte del
Sur, el Obispado de Guadalajara, por otra parte del Sur se extiende
quinientas leguas hasta el mar llamado del Sur (Pacífico) por don-
C. IV. RELACIONES AD LIMIN^ 115
de parece que entra el río Colorado (?) a la isla o península de Ca-
lifornia : por el Norte y el Occidente hay tierras de inmensa exten-
sión, desconocidas y por descubrir, donde viven varias naciones bár-
baras de indios enemigos : de Sur a Norte es decir desde Huaynamo-
ta que está en la provincia de Nayarit, hacia Guadalajara, hasta
Tliaos que es el último pueblo del Nuevo México, hay en línea rec-
ta, quinientas leguas; de Oriente a Poniente mide la diócesis dos-
cientas cincuenta leguas.
"En estas vastísimas tierras es donde está dispersa a grandes
distancias la grey que nos ha sido confiada ; tierras que están divi-
didas a lo largo por una montaña vulgarmente llamada la Sierra
Madre, la que comienza desde la provincia de Guadalajara, donde
tiene de ancho, según se dice, cien leguas, pero en nuestra diócesis
en parte es de ochenta leguas y en pai-te de sesenta y por lo más
angosto sesenta, según calculamos en las visitas que hicimos a
caballo por esta región. A la anchura de esta montaña corresponde
su altura pues es tan alta que sus cúspides parecen que tocan el
cielo. Está esta montaña llena de peñas y pedregales, de modo que
su cumbre es inaccesible; en partes es muy fría y hasta se cubre
de nieve y en otras calurosísima y por todos lados es tierra desier-
ta, llena de cardos y espinas y de grandes peligros. En el centro de
esta Sierra Madre se ven valles profundísimos en donde, conflu-
yendo ríos caudalosos, siempre hay perpetuo verdor y se pueden
coger abundantes frutos. En estos puntos así favorecidos de la na-
turaleza hay muchos pueblos de cristianos que ahí confluyen pre-
cedidos de sus párrocos.
"Los privilegios de este Obispado, o prerrogativas, son las lla-
madas sólitas de que gozan todos los Obispos de Indias y además
otras secretas concedidas por la Sagrada Penitenciaría. Por lo de-
más en los casos de difícil, o mejor dicho, imposible recurso a la
Sede Apostólica, nos vemos precisados a dispensar algunas veces
en los casos reservados, atendiendo a la salvación de las almas.
"Fuera de la Capital que es la Ciudad de Durango, no hay en
la diócesis otra población que goce de tal título ni en toda su ex-
tensión existe alguna iglesia colegiata.
"El estado del número de iglesias parroquiales y no parroquia-
les incluyendo también los oratorios que hay en todo el Obispa-
do es el siguiente: Iglesias parroquiales 60 a cargo de clérigos
seculares, ayudados por 74 vicarios o vicepárrocos, pues los dis-
116 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
tiitos de cada párroco son tan amplios que cada parroquia tiene
bajo su jurisdicción, 20, 30 y hasta 40 leguas a la redonda.
"Para la más cómoda y pronta administración de aquellos pa-
rroquianos que viven en sus propias haciendas con sus familias
y su gente de campo, hay capillas particulares en cada una de es-
tas haciendas con las debidas licencias.
"Las parroquias tienen sus ornamentos y vasos sagrados en
proporción a sus entradas pero a ninguna le falta lo necesario pa-
ra celebrar y en esta nuestra ultima visita mandamos que de todo
se hiciese inventario para su mejor conservación, administración
y uso.
"Aparte de las iglesias parroquiales hasta aquí mencionadas,
hay otras cuatro con el nombre de doctrinas, a cargo de francisca-
nos de la menor observancia a las cuales parroquias están sujetas
44 misiones, administradas por otros tantos frailes de la mencio-
nada orden. Los pueblos atendidos por estas misiones son 57.
"Los religiosos de la Compañía de Jesús repartidos en 4 re-
giones a saber: Sonora, Sinaloa, Chinipas y Tarahumara adminis-
tran 197 pueblos de indios distribuidos entre 75 misioneros, que los
pueden atender suficientemente, pues, por lo bien instruidos que es-
tán los indios, se ve que los misioneros pueden bien cumplir con su
cargo. Estos padres de la Compañía de Jesús tienen privilegio de
administrar el sacramento de la Confirmación, el que empezaron a
utilizar en tiempo de nuestro episcopado. De estas parroquias de
jesuítas hemos también visitado algunas.
"En toda la Diócesis hay actualmente 257 sacerdotes secula-
res incluyendo en este número los canónigos, prebendados, párro-
cos y vicarios. Los fieles de ambos sexos y de todas edades que es-
tán bajo nuestro cuidado pastoral, han sido por mandato nuestro,
empadronados y llegan al número de doscientos cincuenta mil
ciento cincuenta; por lo cual continuamente exclamamos "la mies
es mucha y los operarios pocos." Este es el trabajo y aflicción del
Obispo: constreñidos por esta necesidad y extrema carencia de
ministros, hemos conferido las sagradas órdenes hasta la del pres-
biterado sin la congrua sustentación prescrita por los sínodos, si-
no solamente a título de los ministerios que van a desempeñar; a
esto nos vimos obligados en conciencia, e imitando en este punto
a los obispos predecesores nuestros y ni aun así podemos cubrir
las más urgentes necesidades.
Coro de la Catedral de México.
C. IV. RELACIONES AD LIMINA 117
"Monasterios de religiosos hay pocos en la Diócesis; en Duran-
go hay 4 uno de franciscanos con doce frailes, uno de agustinos
con uno o dos frailes, un colegio de la Compañía de Jesús con 10
o doce sacerdotes incluyendo entre éstos los maestros que enseñan
desde primeras letras, gramática, retórica, filosofía, y teología tan-
to moral como escolástica, teniendo además bajo su cuidado el se-
minario conciliar de clérigos, cuyo edificio está pegado al colegio.
De los dichos seminaristas, doce, como adscriptos al servicio de la
Iglesia Catedral, se sustentan de los diezmos y de los beneficios,
esto es de un 3 por ciento de las rentas que éstos producen. Los de-
más seminaristas que son alrededor de 60 ó 70 y se llaman super-
numerarios, son de paga.
"El cuarto monasterio es el hospital de San Juan de Dios en el
cual se curan enfermos de ambos sexos con la debida separación
de departamentos, los cuidan y asisten 9 ó 10 religiosos ejercitados
en su instituto de caridad.
"En otras partes de la Diócesis tienen los Padres Francisca-
nos otros 5 conventos pequeños con uno, dos, o a lo más tres reli-
giosos. Los Jesuítas tienen otras tres casas que llaman residencias,
donde viven tres o cuatro sacerdotes.
"Un solo Monasterio de la Orden de Predicadores hay en toda
la Diócesis y éste es el del Real de Minas de Sombrerete por otro
nombre llamada Villa de Llerena ; en él viven ocho religiosos y aun-
que se fundó como casa de estudios, no parece que acudan a él es-
tudiantes.
"No hay convento ninguno de monjas en toda la Diócesis. En
lo conventos pequeños no está en vigor la jurisdicción episcopal.
Tampoco hay Montepíos en la Diócesis.
"Tocante a Cofradías, son las más principales, las del Santísi-
mo Sacramento y de la Purísima Concepción, instituidas en la Ca-
tedral, así como las del Rosario y las Animas, que también están
en las parroquias mayores ; en otras partes hay cofradías en honor
del santo Patrono del lugar; pero como casi todas estas cofradías
son pobres, los cofrades tienen que ir pidiendo limosna por la Dió-
cesis, para cubrir sus gastos y hacer sus funciones, según lo pudi-
mos observar en nuestra visita."
CAPITULO V
LAS ORDENES ANTIGUAS
Novedades en la organización y en el personal de las tres órdenes. — Los
dieRuinos. — Observaciones sobre el espíritu religioso. — Comodidad, ociosidad.
— Las alternativas. — Rasgos reprochables. — Defectos en las comunidades —
Las visitas de Ubach y Trabaloni. — Crítica de ía palabra "relajación." — La pa-
peleta de 1754. — Los colegios de Propaganda Fide. — Santa Cruz de Querétaro.
Zacatecas y San Fernando de México. — El plan del padre Pimentel. — Solución
final del problema de las parroquias.
bibliografía especial
CASTRO SANTA ANA JOSÉ MANUEL,. — Diario de los Sacesos Notables. — Mé-
xico, 1854.
ESCOBAR MATÍAS. — Americana ThebaUla Mí'xico, 1024.
ESPINOSA ISIDRO FEI.IX. — í'rfinica de la Provineia Franciscana (de Michoacán).
ESPINOSA ISIDRO FEl^IX. — Crónica Apostólica y Seráfica de todos lo» ColeRfios
de PropaKanda Fide de esta Xiicn^a España. — México. 17.^)6.
T.ARKEA ALONSO. — Crónica de la Orden de Nuestro Seráfico P. San Francisco
(Provincia de Miclioa«án).— Mt'xifo, 18S2.
OJEA HERNANDO. — TJbro Tercero de la Historia RcIÍK¡osa de la Provincia de
México, de la Orden de Santo Dominco. — México, ISO?.
PAT.Or FRANCISCO. — Vida de Fr. Junípero Serra. — Mcxifo. 1TS7.
R.IMIREZ AP.XRICIO MANUEI>. — l-os Conventos suprimidos en México. — México,
1861.
SÁNCHEZ DANIET.. — El V. P. Fr. Anlonlo MarKÜ de Jesós. — Oiiatemaln. 1817.
SOTO M.WOR FR.ANCISCO. — Historia del Coleulo Apostólico de Nuestra Señora
ñt Guadalupe de Za<at<-c4is. Zacateoiis, 1S.80.
VII.I.API.ANA HERMENEGILDO.— Vida del V. P. Fr. Antonio Margil de Jesüs.—
México, 1763.
C. V. LAS ORDENES ANTIGUAS
119
»«¿iw*j>
AS crónicas o proyectos de crónica en este siglo, a diferen-
cia de lo que pasaba en siglos anteriores, son muy es-
casas. Cronistas tenían casi todas las órdenes, pero sus
escritos en virtud de una prudencia elemental, no se pu-
blicaban sino hasta después de bien muertos sus contemporáneos,
y como los tiempos que habían de corresponder a su impresión,
fueron los tan revueltos principios del siglo XIX, resultó que en
su mayor parte se han quedado inéditas, o perdidas. Lo que queda,
por regla general e reduce casi todo a biografías de sujetos parti-
culares y son muy escasas las visitas de conjunto y las observacio-
nes de orden general que nos ofrecen.
Antiguo coro de San t^ancisco de México
Arañando pues de acá y de acullá, podemos dar noticia de lo
esencial : las novedades en la organización de las provincias religio-
sas, el bosquejo de sus respectivos caracteres o espíritu, como siem-
pre, con sus luces y sus sombras ; y finalmente, la nueva faz de sor-
da persecución, de que todas fueron víctimas en el último tercio de
la malhadada centuria que historiar deseamos.
Los franciscanos, orden que, por su prioridad en nuestra na-
ción, por su número y por su popularidad, se distinguió sobre todas
120 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
ios demás, quedaba sustancialmente con la misma organización y
número de conventos mayores que quedó descrita en otro lugar de
esta obra y que sería inútil repetir ( 1 ) . Desde aquella época no hubo
más novedades que las jurídicas, de declarar como se hizo en 1612,
provincias formadas y completas, las que hasta entonces habían vi-
vido con el título de custodia de Jalisco y custodia de Zacatecas.
La primera de estas dos provincias llegó a tener en 1761, según es-
tado manuscrito que a la vista tenemos, los siguientes conventos:
Guadalajara con 57 religiosos; Cocula, Zapotlán, Tlajomulco y Te-
colotlán cada uno con 7 religiosos; Etzatlán, Ahualulco y Tuxpan
con 5 ; Amacueca, Acaponeta y Ahuatlán cada uno con 4 y Autlán
con 3. Aparte de ésto tenían otros religiosos empleados en vicarías
y misiones. El personal de la provincia era 155 frailes de los que,
128 eran sacerdotes, 17 coristas y 10 legos (2).
La provincia de Zacatecas tenía 8 conventos : San Luis Potosí
con 38 frailes ; Zacatecas con 30 ; Durango con 18 ; Sombrerete con
10 ; el Parral con 9 ; Chihuahua con 10 ; Monterrey con 10 ; Charcas
con 8. Las doctrinas y vicarías de esta provincia eran las siguientes:
Chalmititlán, Río Blanco, Matehuala y Mezquital cada una con dos
frailes; Guamazota, Lajas y Tlaxcalilla con un fraile. Aparte de
ésto tenían 18 misioneros como en su lugar veremos. El número de
regulares era de 167 (3).
En las provincias constituidas de México y Yucatán, fuera de
la entrega de parroquias a que luego nos referiremos, no hubo va-
riante notable que conozcamos. Respecto a la de Michoacán, vemos
que el número de frailes había aumentado hasta el de doscientos
setenta y seis, y que habían fundado durante la mitad del siglo
XVIII nuevos conventos: en San Miguel el Grande, Irapuato, Tlal-
pujahua, Zitácuaro, Salvatierra y otros cinco pequeños, a saber:
en Zacapo, Sta. Ana, Pechatero, Matamala, Acapulco, y uno de la
Tercera Orden en León, a cargo de dos religiosos. Tenían además
17 misiones de que en otro lugar nos ocuparemos.
Si de la organización de la orden seráfica pasamos a la sagra-
da orden de predicadores, hallaremos el siguiente estado por ellos
escrito en 1761 para la provincia de Santiago de México : en el Co-
legio" Imperial de México 92 religiosos ; 20 en el colegio de Porta-
(1) Véase tomo 2o. página 161 y siguientes.
(2) Arch. Prov. do Toledo. Sección Lorenzana est. 10. 703.
(3) Arch. P. de Toledo.
C. V. LAS ORDENES ANTIGUA.
121
OA.LLE r;3 T^.-'zn rr.TJt..
C.A.LI.E DE SA.3Nr EliAJSrCISCO.
122 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
coeli; 9 en la Piedad; 31 en Zacatecas; 11 en Guadalajara; 10 en
Querétaro; 10 en San Juan del Río; 10 en Sombrerete; en Ameca-
meca 9 y otros tantos en Cuantía y en Atzcapotzalco. Los conventos
menores, que ellos llamaban vicarías de doctrina, tenían respecti-
vamente Tepetlaoxtoc cuatro religiosos; Tenango y Chalco tres
cada uno ; Tepetixplan, Acuautla y Tepotztlán dos religiosos. El nu-
men» de religiosos en toda la provincia era de doscientos ocho,
aparte de diez misioneros enviados de España que esperaban se
les fijase su destino (4).
La provincia de Puebla quedó separada de la de México con
sólo seis conventos en la Angelópolis con unos cien frailes entre
todos; el de Veracruz con veinte y otros dos pequeños en Cuixtla-
huaca y Tepozcolula. Por todos eran 130 religiosos.
En la provincia de San Hipólito o de Oaxaca había a media-
dos del siglo, 220 religiosos repartidos en 25 conventos.
Canónicamente, el convento de Chiapas y el de San Cristóbal
formaban parte de la provincia con el de Guatemala; pero en rea-
lidad estaban separados de ella, tanto que a principios del siglo XIX
hubo que hacer la formal división. Tenían entre dichos dos con-
ventos unos 30 religiosos.
Tocante a los franciscanos, no dejaremos de decir que este si-
glo XVIII fué en el que tomó más auge una importante rama de
la orden de la que hasta ahora poco nos hemos ocupado la llamada
"de la más estrecha observancia" y vulgarmente de dieguinos.
El Orden Seráfico, dice Andrade, "tuvo reformas.' De la de San
Pedro de Alcántara, nació la llamada de los descalzos que tenían
diez y seis provincias, una de ellas es la de San Diego de México.
Se erigió en custodia el 19 de agosto de 1593, y por Breve del
Sr. Clemente VIII de 16 de setiembre de 1599 en provincia. De-
jaron el convento de San Cosme donde habían morado y pasaron
a San Diego cuya iglesia se dedicó el 12 de setiembre de 1621.
Había a mediados del siglo XVIII unos 180 religiosos en el país (5).
(4) Arch. Prov. Toledo. Lie. Lorenzana.
(5) En 1771 tenían los diepruinos en nuestra patria diez y seis conven-
tos: el de San Diego de México, cuyos patronos fueron D. Mateo Manlon y su
mujer; pasó por parentesco a los mariscales de Castilla, y después por enlace
de familia a los condes del Valle de Orizaba. El de Santa Bárbara de Puebla
fundado en 1691. El de San Ildefonso de Oaxaca fundado en 1692. El de
C. V. LAS ORDENES ANTIGUAS
128
£.1 MA T^NlTkOAVTATCcüESEFUSOrNl^ ¡cr.EÜAl^Ki.CdVENTO lAlPEjiJALlE MPS. ^OAirJVCxO
i24 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
Refiriéndonos a las comunidades religiosas que poblaban los
conventos establecidos en las ciudades y villas del país, ¿cuál era su
espíritu y su vigor religioso en este siglo? Prescindimos momen-
táneamente para nuestra respuesta, de las recriminaciones graves
que tan injustificadamente se empezaron a suponer, como por sis-
tema, en todos los religiosos de todos los conventos de toda la do-
minación española en América. Esta racha de falsedad y de ca-
lumnia sería muy mal elemento para formar un verdadero juicio
histórico.
Esto supuesto, lo primero que racionalmente debemos asentar
es que no se puede hacer un juicio uniforme sobre los conventos, to-
mados en globo: las comunidades como los individuos, dependien-
do como dependen, de factores morales, pueden ocupar muy diver-
sos grados de observancia y de fervor religioso.
En la orden franciscana, se vio siempre más vida, más abne-
gación y más espíritu apostólico, pues sin referirnos aún a los cole-
gios apostólicos que dicha orden, y sólo ella, sostuvo en nuestra
patria, es muy de advertirse que de los mismos no incluidos en los
tales colegios, siguieron saliendo siempre para las más arduas y
lemotas misiones, franciscanos por lo menos de las tres provincias
centrales ; que los de Yucatán bastante quehacer tenían en su pro-
pia casa, y bastantes dificultades que vencer. Y aunque es verdad
que los dominicos y agustinos tuvieron también misiones, fueron
Nuestra Señora de los Angeles de Churubusco; este convento fundado prime-
ro por los padres franciscanos, lo dejaron. El de San Bernardo de Taxco, fun-
dado en 1552. El de San Francisco de Pachuca fundado en 1596. En el siglo
pasado se segregó de la provincia, incorporándose a los colegios apostólicos
de PROPAGANDA FIDE. El de San Antonio de Sultepec fundado en 1599.
El de Nuestra Señora de Guía de Acapulco fundado en 1608, y a los seis años
pasó a la provincia de franci.scanos de San Pedro y San Pablo de Michoacán.
El de San Antonio de Querétaro fundado en 1613, por fray Gabriel de los
Angeles, uno de los fundadores de la provincia. El de Santa María Magda-
lena de San Martín Texmelucan, fundado en 1615 primero en el pueblo de San
Salvador. El de San José Cuautla fundado en 1640. El de San Pedro Alcán-
tara de Guanajuato fundado en 1663. El de la Purísima Concepción de Aguas-
calientes, fundado en 1667. El de San José de Tacubaya, donde establecieron
su noviciado. El Marqués de Villapuente dio para su construcción 80.000 pe-
sos. El de San Antonio de Córdoba fundado en 1686. El de Nuestra Señora de
Guadalupe de Morelia fundado en 1761. La crónica de esta Provincia la escri-
bió e imprimió en 1682, el P. Baltasar Medina. En uno de los apéndices que
contiene la serie de los provinciales de México se verá los que gobernaron
esta provincia. — V. Andrade. Notas a Sedaño.
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C. V. LAS ORDENES ANTIGUAS
125
incomparablemente menos que las sostenidas por las diversas ra-
mas de la orden seráfica, y de mucho menos dificultades.
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Obsérvese además, y ésto es en abono de las órdenes que tenían
misiones vivas, que de que todos los religiosos no fueran enviados
de hecho a trabajar entre infieles, no se signe el que no hayan teni-
126 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
do todos los elementos de obediencia y de esfuerzo apostólico para
aceptar y continuar tan gloriosa labor, si les iiubiese sido mandada.
Los ingratos e irreflexivos que, olvidados del bien que hicieron los
franciscanos en las misiones, se fijan únicamente para criticarlos
en los que se quedaban en las villas o ciudades, pasándola como ellos
dicen con toda comodidad, deben reflexionar que esos conventos de
las ciudades no pueden ser abandonados : en las ciudades, no menos
que en las misiones, sino más; hay almas que salvar y muchas de
ellas no quieren salvarse por ministerios de clérigos seculares, sino
Convento de San Oosine, México
de religiosos. Si en Europa se tienen por bien empleados los religio-
sos en las ciudades, ¿por qué no habría de ser también lo mismo en
la parte europeizada de la Nueva España?
Lo de vivir cómodamente es cosa muy relativa; el cómodamen-
te de los seglares estaba bien lejos de las comunidades religiosas,
y las incomodidades que se pueden ofrecer a un misionero no hay
razón para que se las busque artificialmente y sin necesidad el que,
por obediencia y otras buenas razones, haya de permanecer en las
ciudades.
C. V. LAS ORDENES ANTIGUAS
127
No hay derecho a declarar ociosos a los frailes conventuales
del siglo antepasado, porque no hay pruebas para ello. Las hay de
lo contrario ; casi toda la obra de decorado y ornamentación de nues-
tros templos conventuales, obra ingente y estupenda, de que tan
sólo nos dan una remota idea los restos que han escapado a la ra-
pacidad liberal, son obras que no pueden haberse hecho sino por
una labor muy continuada, si no siempre en la ejecución misma del
artefacto, sí en la recaudación y administración de los fondos, en
la tramitación y consecución de los necesarios infinitos permisos
Antesacristía da San Francisco, México
reales y virreinales y episcopales y del provincial, y del guar-
dián y del prior, barreras que indefectiblemente había que salvar
con trabajo y tesón y constancia, barreras y obstrucciones absur-
das muchas veces, que sin más enemigos, ellas solas son capaces de
dar al traste no digo con las obras, sino hasta con los alientos y na-
tural iniciativa de quien no sea varón muy firme y esforzado.
Sostener el culto en su correspondiente predicación, asiduo
confesonario, asistencia a los enfermos y muchas menudencias,
pero continuas e indispensables; siempre, pero más en el piadoso
128 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
siglo XVIII, daban materia más que suficiente a todos los religiosos
del monasterio, que realmente, según las cifras que arrojan los
estados de que disponemos, venían a resultar s'» impre pocos en pro-
porción a la respectiva importancia de sus templos y conventos.
Añadiendo a estas reflexiones la cantidad de ilustres y edifi-
cantes varones que vivían en los claustros, venimos a la conclusión
de que las comunidades mexicanas comparadas con las de Europa y
hasta con los mismos ideales, no pueden con derecho llamarse co«
munidades relajadas ni aun en el sentido más mitigado de la pala
lluinas de San Francisco, Zacatecas
bra ; cuánto menos en el sentido que le dio, en las postrimerías del
siglo, la calumnia masónica, de que a su tiempo nos ocuparemos.
Con todo esto no queremos decir que no haya habido sus quie-
bras temporales en tal o cual convento, sus rasgos bien desedifican-
tes en algunos grupos, sus enormidades y aun verdaderos crímenes
en individuos y así lo verán nuestros lectores en algunos reflejos
históricos que les proporcionaremos y en otros que omitimos en
gracia de las proporciones históricas.
Quedaba por de pronto en pie y vivo el cáncer de las famosas
C. V. LAS ORDENES ANTIGU \S 129
alternativas, pero a decir verdad y hablando en general, ofrece me-
nos desedificación y menos pasión que en el siglo anterior. Hasta
puede decirse que resulta edificante si se considera que, creciendo
como crecían en gran desproporción el número de criollos sobre el
de peninsulares, era insigne la humildad de aquellos en resignarse
a que centenares de sus hermanos fuesen gobernados por muy po-
cos extranjeros. Estos también a su vez, son de alabarse y admi-
rarse pues, suponiéndoles como es natural, un mínimum de delica-
deza, tenía que serles muy penoso el fungir de autoridades, donde
no eran elegidos según lo pedían sus constituciones por sus her-
manos conventuales, sino impuestos por mano extraña y seglar.
Porque es lo cierto que si siempre se vio la mano del rey en este pun-
to de alternativas, en el siglo XVIII, aunque velada con un decreto
pontificio, ya no había otra cosa más que la mano del rey y el te-
mor de que los criollos promoviesen la independencia del país.
Bien claramente lo da a entender u-n procurador peninsular
dominico, escribiendo en carta íntima al Rmo. maestro general Pi-
pía: "Se debe, dice, suponer que, (en Indias) es precisa autoridad
de superior que sea de los criados en España y teniendo como tienen
estas provincias gran dependencia del gobierno secular de España,
tengan siempre gente de confianza con los poderes de ella para que,
como legítimas partes represente en el Consejo Real de las Indias
sus negocios y acciones." Aunque no se ve muy fuerte lógica en las
citadas palabras ; la intención se ve bien clara.
No obstante el deseo que aparece en este y otros pasajes de su
interesante carta, el dicho procurador, hace observar que se ve en
gran apuro para cubrir las altas vacantes de la provincia con el es-
caso y pobre personal peninsular de que disponía; por eso se queja
de que se le presente para provincial de México a cierto padre es-
pañol "que vino a América incorporado en la familia del virrey
marqués de Valero, el que, aun antes de haber cumplido un año lo
expelió de su palacio, y dijo que lo expelía porque le había alboro-
tado a toda su familia." Poco después el así expelido, presentábase
al virrey con un pliego contra algunos sujetos de la orden; mas
el virrey, lo envió con Dios e, inmediatamente llamó con su mayor-
domo al P. provincial y le entregó el pliego y le dijo : "el P. Arroyo
después de haberme inquietado mi Palacio parece que intenta ha-
cer lo mismo con la Provincia. Yo en todo mi gobierno jamás me
he querido meter en elecciones, ni ahora lo haré, suponiendo que
J30 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
Vuestra Paternidad hará su deber, Vuestra Paternidad castigúele
muy bien, para que las cosas y secretos de su religión no las traiga
a tribunales seculares."
En otro párrafo de la misma carta quéjase el procurador de
que desde España se le propone en primer lugar para el futuro
provincialato "por tocarle a gachupín" (son sus textuales pala-
bras), al P. Antonio Pinto "sujeto que, aunque Maestro, es de tan
poca representación en México que es la irrisión de todos con
Quienes trata," Por esta razón propone en su lugar los nombres
de varios criollos "religiosos muy buenos, muy doctos y muy afec-
tas al restablecimiento de la provincia" (6).
La paz en que habían transcurrido las elecciones agustianas
hasta mediados del siglo, rompióse bruscamente con los aconteci-
mientos así narrados en su precioso diario por Castro Santa Ana.
"Por el año pasado de 1752, esta provincia del dulcísimo Nombre
de Jesús, de religiosos agustinos calzados, celebró su capítulo pro-
vincial y fué electo el M. R. P. Dr. y M. Fr. Ignacio Lazo de la Ve-
ga, natural de este reino : por parte de los vocales alegaron de nuli-
dad, y parte favorecieron dicho capítulo, el que sostuvo; y ocurrie-
ron unos y otros, con testimonio de lo ejecutado, ante su General,
quien consultó con varias personas doctas que le dieron dictamen,
y en su vista, declaró por nulo el referido capítulo, y nombró por
Provincial al R. P. M. Fr. Antonio Beltrán, y por definidores a los
RR. PP. MM. Fr. José Vidal, Fr. Carlos Nieve, Fr. Simón Cervan-
tes, Fr. Francisco Javier Velarde, y por Visitadores a los RR. PP.
MM. Fr. Marcos de la Corte, Fr. José Sanromando, y por ministro
ejecutor al R. P. M. Fr. Pedro Nuraváin, todos los referidos de los
vocales que alegaron de nulidad en el citado capítulo ; y habiéndose
presentado en el Consejo de Indias la citada patente para su pase
IX)r parte de vocales contrarios, se pretendió el que se suspendiese.
Dióse vista al Sr. Fiscal, quien vino pidiendo el que se diese el pase ;
así se mandó y expidió S. M. Real cédula a este gobierno y Real
Audiencia, para que la hiciese cumplir y observar.
"Llegados los despachos a esta capital, se presentaron al Real
acuerdo por el citado ministro ejecutor: diósele entero y debido
cumplimiento, mandando el que así se observase, y hoy 17 del que
corre, estando presente el R. P. Vicario Provincial y su Definitorio,
(6) El original de esta carta lo encontramos en el archivo de la Univer-
sidad de Salamanca, entre papeles procedentes del convento de San Esteban.
C. V. LAS ORDENES ANTIGUAS
131
se le hizo saber dicha patente, la que obedecieron con todo rendi-
miento y en su consecuencia dieron la obediencia de tal Provincia
al nominado R. P. Fr. Antonio Beltrán, y a su nuevo Definitorio."
Más escandalosamente narrado que el anterior suceso está el
ocurrido en el convento de San Francisco de México. El día 20 de
agosto de 1780, dice el citado cronista : "hubo un alboroto en el con-
vento de San Fran^
cisco contra el padre
Guardián Fr. Mateo
Jiménez, de forma
que tuvieron el atre-
vimiento de pren-
derlo y, a las cuatro
de la tarde vinieron
dos frailes a ver al
Sr. Virrey Mayorga,
y éste mandó llamar
luego al Alcalde de
corte, D. José Urí-
zar y al escribano D.
José Villaseca que
pasaron al convento
a poner en libertad,
de orden de su Exa.
al Guardián, y que
el Provincial entre-
gase los autos que
estaban formados
sobre dicho guardián, y habiendo ido dicho Alcalde de corte con la
orden del Virrey, no lo obedecieron, por lo que esa misma noche
se tomaron otras providencias para el día venidero, y el día 24 a las
seis de la mañana se juntaron los frailes y llamaron a capítulo, en
él eligieron nuevo guardián a Fr. Simón Pizarro y echaron su re-
pique de campanas pidiendo al otro guardián todavía en la cárcel,
y a las diez de este día volvió a pasar el Alcalde de corte el Sr. Urízar
con los escribanos, de orden del Virrey para que pusieran en liber-
tad al P. Jiménez y todavía no quisieron y se tomó la providencia
de poner la tropa sobre las armas y cercar el convento. Por fin, saca-
ron al padre guardián de la cárcel y lo dejaron en su empleo y cesó
Claustro de San Agustín, Querétaro
132 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
todo ; pero está siguiendo el proceso. El día 22 en la noche mandó
el señor Arzobispo que no se tocasen campanas ni se dijese misa,
pero el día 23 se compuso todo y quedaron contentos."
Este trastorno momentáneo puede explicarse sin recurrir a hi-
pótesis de relajación, con sólo suponer mala intelig'encia sobre lo
auténtico de la autoridad del guardián y el derecho que en tal caso
asistía al definitorio para encarcelarlo.
Aparte de estos y semejantes episodios accidentales y de nin-
guna manera esenciales ni a las comunidades ni mucho menos a la
orden, hubo acá y acullá tratándose de particulares algunos rasgos
mucho más desedificantes; para muestra copiaremos algunos.
Otra acuarela: El día 8 de febrero de 1782 el centinela que se
hallaba en el Palacio del Arzobispo, se puso a jugar con un lego de
San Francisco, y se le disparó el fusil y se lastimó el dedo chiquito
de la mano. "El día 24 de Octubre de 1787, se alborotaron los frai-
les de San Hipólito contra los del Espíritu Santo ; y aunque son de
una misma religión se dieron de palos, e hirieron a uno del Espí-
ritu Santo, por lo que fué tropa de la Corona a sosegarles, y el asun-
to se remitió a la Real Audiencia." Tampoco podemos pasar por
alto la horrible noticia de que "el día 29 de Octubre de 1793, se em-
pezó a ver en la real audiencia el recurso de fuerza interpuesto en
causa del padre mercedario Fr. Jacinto Miranda, que asesinó a su
prelado. El informe se concluyó el día 31 del mismo mes, habiendo
hablado el Fiscal del crimen D. Francisco Javier de Borbón."
Los libros de visitas, o sean colecciones de memoriales en que
los visitadores de la orden dejaban asentado lo que en sus respec-
tivos conventos había que remediar o por el contrario alentarse y
fomentarse, nos dan idea muy clara de la realidad y tanto más fi-
dedigna, cuanto que dichos escritos no eran como las crónicas de
entonces ad edificationem sino para el uso interior de los monaste-
rios y con fines independientes de la historia. Poseemos varios de
estos libros, donde vemos a los superiores de las diversas órdenes,
con gran consuelo nuestro, fungir en su cargo, bien asentados sobre
los principios sobrenaturales, cuidar de que haya oración, disci-
plina, unión fraterna y caridad. En el libro correspondiente al con-
vento franciscano de Tlaxcala, vemos que el provincial se preocu-
paba porque los jóvenes "se mantengan en los santos noviciados
hasta que salgan para estudios de Artes, porque de salir con el pre-
texto de estudiar gramática o catequizar los pueblos, se siguen mu-
C. V. LAS ORDENES ANTIGUAS 133
chas y graves incomodidades;" preocúpase también por la guarda
exacta del silencio, imponiendo penitencia a los que lo "quebran-
ten ;" Ítem decreta "que por título de corrección se envíen a los co-
ristas menos fervorosos a alguna casa de recolección o de retiro
de las varias que los franciscanos tenían en la Nueva España." En
otra ocasión, dijo, "debemos urgir la forzosa obligación de admi-
nistrar con puntualidad los santos sacramentos y enseñar y predi-
car la doctrina cristiana," y a este propósito reprende con vehe-
mencia "la pésima enfermedad de la modorra, quiero decir, la cra-
sa ignorancia que tocamos en algunos de nuestros religiosos por
la imponderable pigricia de no ver ni abrir un libro moral, cuyo
sentimiento saca a nuestros ojos lágrimas de compasión, por adver-
tir que apenas hay entre éstos quien pueda resolver un caso, ni la
más fácil dificultad, materia que no podemos disimular por los ru-
bores que cada día pasamos en cuantos sínodos se ofrecen."
En la visita del año 36, el Provincial Leoz exclamaba con san-
ta ira: "hay algunos que no entienden lo que mandamos o se dan
por desentendidos de nuestros formales preceptos, por cuyo motivo
viven fuera de los claustros, en continua ociosidad privándose de
las flores de virtud y sazonados frutos que pudieran dar en el re-
cogimiento y frecuente estudio de libros espirituales para común
utilidad de los fieles y desempeño cabal de sus obligaciones." Al
año siguiente fray José Pérez reprendía severamente a unos frai-
les que jugaban a los naipes, a otros que se dieron al comercio; y
a los que sin justificación quebrantaban el precepto de la descalcez.
Todos estos avisos y mil como ellos que citar pudiéramos, nos lle-
van a la vida real franciscana con sus defectos pero corregidos,
porque era una religión viva y vigorosa.
En la visita que fray Juan de Ubach hizo en 1786 de las pro-
vincias dominicanas de México, Puebla, Oaxaca y Guatemala, dejó
preceptos muy terminantes sobre la abolición del peculio particu-
lar, la administración de bienes, y como grave falta contra el voto
de pobreza condenó la actitud del religioso que, de tal modo se en-
trega a la administración de los bienes de la comunidad, que, obli-
gándose a dar al convento cierta suma o cantidad mensual o anual,
lo restante se le conceda como gratificación al religioso administra-
dor, y termina reprendiendo las curiosidades y delicadezas en el
hábito.
Ya que de la visita del P. Ubach tratamos, no dejaremos de pre-
134 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
Sentar la pintura o caricatura (que más bien nos parece lo último)
presentada al dicho visitador por cierto nervioso prelado de Cen-
tro América, "Muy reverendo P. Visitador Fr. Juan Ubach. Muy
Señor mío : Recibí la de Vuestra Reverendísima de 30 de Septiem-
bre del año pasado, por la que me dice que, deseoso de cumplir las
soberanas intenciones de Su Majestad se le hace preciso que, con
el mayor sigilo le informe del porte de los religiosos de su Orden,
conventuales en esta ciudad de San Salvador con los demás puntos
que vuestra reverendísima quiere saber, a lo que debo informar
con verdad y pureza. En cuanto a que si viven de común digo : que
no, pues esta tierra, que es devota y aplicada a pagar misas, la que
menos a un peso duro, se guarda el religioso esta plata y cuantas
obvenciones puede adquirir, porque las celebridades que suelen ha-
cer en el convento son a costa: todos estos dineros que pagan en
particular, cada religioso, se queda con ellos para mantener su de-
cencia que llaman ellos a achocar su bolsillo aunque el convento les
da de comer y hábitos y su mesada de cinco o seis pesos para la
barba, zapatos y lavandera. Que en este convento ha habido cinco
religiosos de Misa, al presente hay cuatro y dos legos con el prior.
Este último es el nervio fundamental para el buen gobierno y dis-
ciplina religiosa que deben observar y como buen prelado hacer
efectiva la religiosidad y demás anexo; pero aunque me sea rubo-
icso con verdad digo a vuestra reverencia que el dicho prelado
es sujeto muy seculariego y en los sermones que le he oído del pa-
triarca y el Rosario, desvergonzado audaz y osado, largando pedra-
das y bachillerías no viniendo al caso, dando que decir; y murmu-
ran su genio, metiéndose en la república a hacer partidos con los
seculares, queriendo gobernarla, todo ajeno de un religioso prelado,
que debe dar ejemplo, vivir en su convento, visitar poco o nada"
(7).
Los preceptos principales impuestos por el Rmo. Travalloni
general de los agustinos, a las provincias mexicanas fueron: para
prohibir el ayudarse de poderes seculares en la celebración de los
capítulos, para vedar que se recibiesen criollos en el noviciado, si
al mismo tiempo no se recibía con ellos suficiente número de pe-
ninsulares para sostener la alternativa. Prohibía además los tra-
tos y contratos con bienes de convento ; bajo pena de pecado el ju-
gar apuestas; prescribía la vida común en toda su observancia y
el que sin compasión, a los seis años de gobierno se removiese a los
(7) A. G. I. 97-4-12.
C. V. LAS ORDENES ANTIGUAS 135
que lo hubiesen ejercido para que, la duración en el empleo no fo-
mentase ambiciones y el deseo de mandar "Desiderium domina-
tionis" (8).
La palabra relajación es muy relativa : en boca de un religioso
puede significar únicamente cierta flojedad de espíritu, pero dentro
todavía de lo esencial de la vida religiosa y muy compaginable en
la práctica, con el estado de gracia y amor filial a Dios Nuestro Se-
ñor. En boca del historiador sectario, con la palabra relajación se
quiere inculcar la idea de prostitución y, sin más fundamentos que
los de la malicia propia y la sorprendida buena fe de sus lectores,
arrojan sistemática y convencionalmente el estigma de relajación
sobre los ungidos del Señor. No es esto lo peor, sino que ciertos ca-
tólicos de ruin carácter se vienen haciendo eco de los calumniado-
res por aquello de que "hay que concederles algo ;" "nosotros debe-
mos de ser los primeros imparciales," o bien abrumados por un
montón de anécdotas volterianas y falsísimas, sembradas con toda
riialicia del mundo en el terreno abonado de la ignorancia, o en
f'l de la corrompidísima juventud del otro bando.
De la realidad histórica en que con toda sinceridad hemos co-
locado a nuestros lectores, a saber: defectos humanos y no graves
en las provincias religiosas, faltas notables de disciplina pero acci-
dentales en algunas comunidades, torpes pecados y hasta crímenes
sangrientos en algunos individuos ; de todos estos elementos, repe-
timos, a la prostitución habitual y universal de los religiosos y a
la degeneración moral que se les quiere achacar, media un inmenso
abismo y el verdadero amante de la historia, católico o no católico,
no debe transigir, tratándose de reputaciones ajenas, con asertos
que no traen sus pruebas firmes y proporcionales.
Suélese recurrir, a falta de mejores pruebas, a las relaciones
del fraile apóstata y mentiroso Tomás Gage del siglo XVII estirán-
dolas por lo que puedan sei-vir, hasta el siglo XVIII ; a las "Noticias
Secretas" de América del Sur, que los españoles ignorantes extien-
den, por comodidad, a toda la América; a la "Instrucción" sin prue-
bas de un virrey, ligerísimo de carácter, profundo despreciador de
México e inficionado ya, del odio protestante-masónico de su épo-
ca. Recúrrese también no pocas veces a frases de eclesiásticos
contra eclesiásticos, pero dándoles a los diferentes epítetos y a las
palabras desorden, relajación o indecencia un sentido que nunca
(8) A. G. I. 97-4-12.
136 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
tuvieron en la mente ni aun siquiera en la época de los acusadores
y juzgando los críticos cleorófobos por lo que tales epítetos signifi-
can en sus propias estragadas vidas. Pero, aun concediendo que
fuesen válidas las acusaciones hechas por enemigos, nunca halla-
rán que ninguno de ellos pruebe tesis tan universal y tan maligna,
como la formulada por los que quieren cohonestar sus rapiñas con
decir que eran inmorales los perjudicados, o sea las venerandas
órdenes religiosas a quienes debe México la única época en que fi-
guramos como gente decente.
Dos son aparte de las referidas, las armas más eficaces de la
calumnia, y por ello las más esgrimidas ; el acumular anécdotas fal-
sas o verdaderas para que, los minios habentes, desentendiéndose
de tres o cuatro premisas que harían falta, unlversalicen y reten-
gan, además, con vivos colores, estos elementos de denigración.
De más apariencia y como eje documental de su campaña es
una papeleta que nadie se atreve a llamar R&al Cédula, fechada en
Madrid el 20 de julio de 1754, en que se lee: "Habiendo considera-
do la piedad del rey, el grande desorden que se ha experimentado
en admitir tan crecido número de individuos en las religiones, con
descrédito y menosprecio de sus santos institutos, con que se ha
conmovido su real ánimo a que se tomase el más suave y oportuno
remedio ; y que los religiosos como columnas de la iglesia se man-
tuviesen en su mayor perfección para que no sean objeto de tan
continuadas sátiras y murmuraciones, antes bien sean el claro es-
pejo donde deba mirar el secular, para que con su ejemplo y santa
emulación al paso que se aumentan las virtudes se disminuyan los
vicios cediendo todo en gloria de Dios. Por tanto S. M. en acuerdo
de la Santa Sede está resuelto que por espacio de diez años no se
admita individuo alguno en ninguna religión por ningún pretexto;
y pasado dicho tiempo se presentará a S. M. la necesidad de la
provincia y convento de ella para que se admitan los que se halla-
ren convenientes.
"Asimismo, habiéndose experimentado los continuos excesos
de muchos individuos en las religiones y el crecido número de após-
tatas, y que todo esto ha resultado de haber entrado en éstas de
menor edad, y que cuando se han hallado en la más avanzada, se
han visto precisados a las instituciones de tan santo instituto, y
llevados de sus pasiones han prorrumpido en tan feos y semejan-
tes procederes: en adelante no se admita ninguno que no tenga
C. V. LAS ORDENES ANTIGUAS 137
veintiún años, so pena que se procederá con todo rígor contra el
delincuente.
"Respecto de los crecidos números de bienes de algunos religio-
sos y de la cortedad de otros ha resuelto S. M. que a todos se consi-
dere anualmente el sustento y decencia, sin que falte lo necesario
para el culto divino, regulando el número de individuos de cada
convento para que de este modo vivan con más quietud sin moles-
tar a los fieles, y que el vasallo viva también más aliviado.
"Habiendo llegado varios recursos a S. M. de últimas volunta-
des y testamentos, obras pías de algunos que mal aconsejados per
los individuos de algunas religiones, con perjuicio de sus legítimos
y forzados herederos los han inducido a que dejasen sus bienes a
su religión con conocido daño de sus conciencias, y salvación de su
alma; ha resuelto S. M. que ningún religioso se mezcle en seme-
jantes testamentos y últimas voluntades del que sano o enfermo
dispusiere su testamento.
"Confiando (sic) por la experiencia la grande familiaridad
de muchos religiosos a la entrada de muchas casas, interesando en
la disposición de ellas, y que de esto ha resultado perjudiciales in-
quietudes con bastante descrédito de ambas partes. Manda S. M. a
todos los superiores tengan mucho cuidado y vigilancia en que se
observe la clausura con el mayor rigor, porque de este modo res-
plandezca el estado religioso sin que la emulación tenga que tildar-
se en la menor cosa."
Dando por auténtica esta papeleta, no por eso hay derecho a
darle el alcance que se quiere: primeramente, porque no da de sí
frase ninguna de donde se pueda inferir la pretendida general co-
rrupción del clero regular ; segundo, porque al fin y al cabo es opi-
nión de un tribunal laico, e intruso a juzgar materias eclesiás-
ticas, influido además, como se ve claramente, de la naciente ma-
sonería española y de su consigna británica protestante, de difa-
mar al clero. El buen Fernando VI y algunos honrados seglares y
eclesiásticos, inconscientemente y hasta con buenas intenciones,
vinieron esta vez a ser un instrumento de esta persecución inicial
y vergonzante, en que se hablaba de reforma, pero lo que se pre-
tendía era solamente difamación.
Es de advertirse además, que esta papeleta no fué girada úni-
camente para Nueva España sino allá en general y en vago para
todos los dominios del Rey Nuestro Señor, y bien sabemos que or-
138 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
denaciones de esta clase, procedentes como eran, de infonnes muy
ajenos de los que de México se enviaban, solían caer aquí como una
bomba, preguntándose todo el mundo: "¿a qué vendrá esto?" y
riéndose los más entendidos del aturdimiento del Consejo de In-
dias, que tantas veces legisló sin tomarse la molestia de ver un ma-
pa y sin distinguir entre las múltiples psicologías, antecedentes, y
circunstancias, que diferenciaban a tantas razas como poblaban la
América. Por esto tal vez, esa papeleta, donde van supuestas tan-
tas acusaciones, tuvo a bien el ahorrarse las pruebas.
Además de estas pruebas negativas, en virtud de las cuales
quedan en posesión de su fama colectiva las órdenes religiosas, por
la Santa Iglesia reconocidas y sostenidas ; ocúrresenos el argumen-
to del sentido común cristiano, demostrado por la benevolencia
con que el pueblo de todas condiciones los aceptaba. El pueblo los
mantenía, les daba sus hijos, les abría sus conciencias.
Parte de ese pueblo era la juventud más sana de todo el país
que, dejando padre, madre y todas las cosas, siguió, en el siglo
XVIII como lo había hecho en los anteriores, engrosando las filas
de estos venerables ejércitos. Si las órdenes religiosas no hubieran
pasado de un montón de zánganos y degenerados, ni nuestra ju-
ventud, con su buen sentido práctico, se les hubiese adherido, ni
sus padres ni familias (y aquí entraba todo México) hubiesen per-
mitido lo que en tal caso pudiera llamarse estado de prostitución de
sus propios hijos.
La prueba que sobre el buen espíritu de los regulares del siglo
XVII ofrecimos en el tomo anterior a éste, al raciocinar sobre el
fervor que supone en las comunidades el sostén y ensanchamiento
del campo misional; cobra más fuerza, en el siglo XVIII, porque
nunca como en su última mitad, tomó entre nosotros auge el espí-
ritu apostólico con su concomitante coi*tejo de abnegación, pacien-
cia, humildad y todas las virtudes cristianas.
*
Nos referimos a los colegios apostólicos de Propaganda Fide,
honra y gloria de la religión seráfica, instituciones verdaderamen-
te provinciales, cuyo perfume de santidad embalsamó por largos
años la atmósfera de nuestra Patria.
Había en la provincia franciscana de Michoacán en los últi-
C. V. LAS ORDENES ANTIGUAS 139
mos años del siglo XVII, un santo y venerable varón, llamado Fr.
Antonio Linaz de Jesús María. "Después de conseguir el laudo de
la jubilación en la cátedra, dice el egregio cronista Espinosa (9),
cuando ya desengañado, era todo su anhelo dar gusto al Señor que
con tanta eficacia lo llamaba para instrumento de las mayores em-
presas de su gloria y para que emplease sus lucidos talentos en be-
neficio de las almas, no acertaba el camino a que la interna inspira-
ción le llamaba. Por tres veces abrió los santos evangelios y de su
lección se halló con tres caminos, dudando, si se retiraría a una Re-
colección o si se emplearía en convertir gentiles o predicar desen-
gaños por las plazas."
En 1679 ido a España, decidióse a ofrecerse para misionero
apostólico; predicó con celo y éxito increíble en varias populosas
ciudades de España, mas su amor a México le inspiró por entonces,
de acuerdo con su general, el Rmo. Samaniego, el tornar a predi-
car entre gentiles. Samaniego le hizo ver que el celo bien ordenado
pedía la fundación de un apostolado no de doce hombres mortales,
Sino un colegio apostólico con que pudiera darse perpetuidad a la
obra, y para ello le extendió una patente de la que con gusto copia-
remos algunos párrafos, pues por su unción y elevación de miras,
nos hacen retroceder dulcemente a los tiempos de Gante, Zumárra-
ga y Motolinia: "habiendo considerado (dice el Generalísimo) que
el Instituto y Profesión de los frailes menores, según el espíritu,
celo e intención de N. P. San Francisco es vivir y obrr.r, no para sí
solos, sino para bien universal de los próximos, así fieles como in-
fieles, por los cuales Cristo Nuestro Señor derramó su preciosa
Sangre, y padeció muerte de Cruz, que conforme a esto sería muy
conveniente al bien espiritual de las almas, y de mucha gloria de
Nuestra Seráfica Religión, que se ejecutase el sobredicho medio
que V. P. nos había propuesto para tan piadoso fin. . . . Por tanto,
en virtud de las presentes nombramos, e instituímos a V. P. por
nuestro Comisario Delegado para dicho efecto, y le mandamos con
el mérito de la santa obediencia que vaya y discurra por todas las
Provincias de España, ejercitando el santo ministerio de la Misión,
en todas las Ciudades, Villas y lugares y exhortando a los religio-
sos de nuestra Orden, que hallare idóneos para dicha Misión, hasta
(9) Crónica apostólica y seráfica de todos los colegios de Propaganda
Fide de esta Nueva España de misioneros franciscanos observantes. Méxi-
co 1746.
140 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
el número de veinticuatro, para que lo acompañen en ella y le ins-
tituímos por legítimo Superior y Prelado de dichos religiosos . . ."
r)espués de otras facultades que se contienen en las letras del ge-
neral, dice, dará otras patentes con las constituciones, que ha de
observar el nuevo seminario. La data es en el convento de Madrid
en veintinueve de octubre de mil seiscientos y ochenta y un años.
Vacilábase sobre el sitio en que había de erigirse el colegio
apostólico, inclinándose el P. Linaz a que fuese en San Juan del
Río o en Orizaba, pero una cédula real terminó el asunto, al seña-
lar el convento de la Cruz de Querétaro, que los franciscanos de la
provincia de Michoacán debían ceder con todos sus muebles y or-
namentos, al colegio de misioneros apostólicos, lo que llegado el
tiempo, se verificó con no poco sacrificio del antiguo personal y
gran edificación de los nuevos pobladores.
Con 17 padres y 2 hermanos legos llegó el P. Linaz a Veraciniz
el 10 de Mayo de 1682, y después de grandes penalidades sufridas
desde el puerto hasta México, y notable celo apostólico por todo el
camino desplegado, fué a recibir de manos de los conventuales de
Querétaro el tantas veces célebre convento de la Cruz, lo que tuvo
lugar en 20 de noviembre de 1683.
Es muy interesante saber la vida que estos misioneros lleva-
ban en su convento mientras no estaban en actual ejercicio de mi-
siones y cómo se formaban los jóvenes para tan santo ministerio
destinados. Espinosa nos los describe así: "En este convento que
por su retiro convida a entregarse con más libertad a entender en
las cosas del Cielo, se entabló desde los principios un porte de vida
que era de admiración y de ejemplo. Como el Venerable fundador
de este Colegio Apostólico fué varón extático, dispuso la vida re-
gular de los misioneros, de forma que no tuviesen un instante ocio-
so : y que los hallase el enemigo común siempre ocupados. El tiempo
se tuvo y tiene repartido hasta hoy en esta forma. A media noche,
como es de costumbre en nuestra religión seráfica, se levantan los
religiosos a maitines, que rezan con devota pausa ; y después de és-
tos, rezada la letanía de Nuestra Señora, se tiene una hora de ora-
ción mental.
A las cinco y media en verano, y a las seis de la mañana en in-
vierno se dice Prima, y en saliendo se van a decir Misa, unos des-
pués de otros, en que se pasa largo tiempo. A las ocho se rezan las
tres horas menores y se dice la Misa Conventual. Ordenan las Bu-
C. V. LAS ORDENES ANTIGUAS 141
las Apostólicas, que después de Nona se tenga conferencia de los
idiomas o de teología Mística, si no hubiere confesiones que oír : que
en tal caso da facultad al Guardián para que las dispense. Son tan-
tas y tan continuas confesiones las que ocurren de dentro y fuera
del lugar, que aun ocupando toda la mañana, llega la hora de me-
diodía sin acabar la penosa tarea. Y fué loable costumbre desde el
principio no despedir penitentes. Suelen quedar de ordinario dos
horas y media de tiempo para el estudio: y no las logran los que
van a confesiones de enfermos, siendo forzoso no dejar pasar par-
tícula de tiempo, como amonesta al justo el Espíritu Santo. A las
cinco y media siguen completas y la letanía, y una hora entera de
la oración mental que se concluye rezando en cruz la estación del
Santísimo Sacramento. De allí se baja al refectorio a la cena, y
acabada, van todos a cantar la Tota Pulchra a la Concepción Pu-
rísima. Se hace después la disciplina en los días que toda la religión
la ordena ; y en el espacio que resta hasta tocar a silencio, que es a
las ocho, se reconcilian los que quieren, y otros visitan los altares
o se ocupan en algún virtuoso ejercicio. Tocado silencio, todos se
retiran a las celdas con que se cierra en estas ocupaciones un vir-
tuoso círculo."
De esta escuela de santidad y de esta formación espiritual tan
sólida fué de donde salieron una pléyade de hombres nuevos, de
apóstoles insignes que evangelizaron y renovaron los cristianos
alientos entre los fieles e infieles según puede verse en la preciosa
crónica del P. Espinosa, fuente fidedigna y abundantísima de la
que habremos de tomar muchos datos, para el capítulo de las misio-
nes en que florecieron y produjeron opimos frutos, los gloriosos
hijos del santo y poético convento de la Cruz de Querétaro.
Vistos los buenos resultados que éste produjo, los habitantes
de Zacatecas a raíz de una misión que ahí predicaron a fines del si-
glo XVII los misioneros apostólicos, reunieron en un momento can-
tidad más que suficiente para fundar un colegio de misioneros, ce-
diendo al mismo tiempo el Santuario de Guadalupe para dicho ob-
jeto. Mas la fundación no pudo tener lugar sino hasta 1707, año
en que fray Antonio Margil de Jesús uno de los primeros compa-
ñeros del P. Linaz se trasladó a la opulenta ciudad minera con otros
cinco religiosos, procedentes todos de Santa Cruz de Querétaro, y
padres que fueron de esa legión de franciscanos aguerridos, cuyos
restos aún conocimos.
142 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
Don José S. Noriega que alcanzó el colegio apostólico de Zaca-
tecas en plena florescencia nos deja las siguientes líneas llenas de
colorido y sobre todo llenas de enseñanza y de edificación : "Desde
luego, dice, se establecieron en el Colegio la observancia de las re-
glas de San Francisco, las constituciones generales de la Orden, y
las particulares del nuevo Instituto de Misioneros dadas por los
Sumos Pontífices desde 1682 hasta la época de la fundación del Co-
legio.
"El sitio en que éste se halla es un valle plano, con mucho des-
censo para el S. E. : el temperamento muy frío y reseco, y el terre-
no feraz, cosechándose en la extensa huerta que cultivan los reli-
giosos, toda clase de verduras y frutas propias del clima. El edifi-
cio tiene trescientas varas de largo del E. al O. y ciento cincuenta de
ancho del N. al S., y su frontispicio mira al Oeste: comprende la
Iglesia dedicada a Nuestra Señora de Guadalupe, la vivienda de los
religiosos y las capillas del noviciado y enfermería.
"El templo construido en 1721 con todas las reglas arquitectó-
nicas, consta de una nave, dirrigida de E. a O. de cincuenta varas
de largo y nueve de ancho, y otra que corre de N. a S., haciendo
crucero con la primera ; ambas formadas por nueve bóvedas, soste-
nidas por los arcos respectivos, y coronada la de enmedio con una
bella cúpula.
"La vivienda de los religiosos se compone de cinco manzanas
de mampostería de dos pisos, en las que se hallan ochenta y seis
celdas, el noviciado, la enfermería, la biblioteca, los claustros y seis
oficinas con las piezas respectivas para el servicio económico : tam-
bién contiene un amplio aljibe compuesto de seis bóvedas en el que
se recoge agua pluvial para el uso de la comunidad. El menaje se
reduce a utensilios y muebles estrictamente necesarios: cada celda
contiene una tarima, una mesa y un estante para libros. La ropa
de uso es la túnica, frazadas y zaleas, no habiéndose permitido ja-
más colchones ni ropa de lino. Tanto en los claustros, como en el
templo se hallan algunas pinturas y esculturas de notable mérito,
distinguiéndose entre las primeras, una colección de catorce cua-
aros, del célebre mexicano Miguel Cabrera, que representan la vi-
da de la Santísima Virgen. En la biblioteca del colegio, compuesta
de poco más de doce mil volúmenes, hay un surtido selecto de obras
religiosas y científicas.
"Establecido el colegio de Guadalupe, lo mismo que los otros de
C. V. LAS ORDENES ANTIGUAS 143
SU clase, con el importante objeto de propagar la fe, ha correspon-
dido dignamente a su Instituto. A los dos años de fundado salió el
V. P. Margil con otro religioso a predicar la fe a los Nayaritas,
que residían cien leguas al Oeste de Zacatecas.
"El mismo año de 1716 salió el V. P. citado, con otros sacerdo-
tes para Tejas, donde fundaron las misiones de Nacodoches, Nues-
tra Señora de los Dolores y San Miguel. Posterio miente se erigie-
ron las misiones de Nuestra Señora de la Luz, Nuestra Señora del
Rosario, Nuestra Señora del Refugio, Espíritu Santo, San José,
San Antonio de Valero, Purísima Concepción, San Juan Capistra-
no, y San Francisco de la Espada, que sirvieron los religiosos de
Guadalupe hasta el año de 1823. En Tamaulipas fundaron igual-
mente en 1748 y 1749 las misiones de Altamira, Horcasitas, Hoyos,
Escandón, Presas, Santander, Soto la Marina, Camargo, Reinosa,
Burgos y Padilla, sirviéndolas hasta el año de 1766 que las pasaron
a los religiosos franciscanos de Michoacán. Cuando se extinguió
la Compañía de Jesús, recibió el colegio de Guadalupe las 17 misio-
nes que en la Tarahumara habían establecido los padres jesuítas,
y fundó éste otras cinco cuyo total de veintidós entregó en 1827 a
los franciscanos de Jalisco y Zacatecas. Por último en 1832 pasa-
ron los religiosos de Guadalupe a la California, donde recibieron
diez misiones, de las cuales aún conservan algunas.
"Desde que se fundaron los Colegios Apostólicos de Propaganda
Fide, se estableció que la subsistencia de los misioneros que fuesen
a tierras de infieles sería expensada por el erario nacional, asig-
nándose al efecto a cada uno de 300 a 450 pesos anualmente, que
no siempre se les ha pagado con puntualidad. La del colegio de
Guadalupe depende de las limosnas y oblaciones voluntarias de los
fieles, pues lo que recibe de los sueldos de los misioneros se entre-
ga a éstos para sus gastos personales : al efecto tiene un limosnero
para la ciudad de Zacatecas, otro para las minas, y cuatro que se
llaman del campo: en los principales lugares que recorren los mi-
sioneros hay síndicos que son los que compran y tratan lo que ne-
cesita el colegio. Este facilita religiosos para predicar y administrar
los sacramentos a todas las parroquias, pueblos, haciendas y ran-
chos que los piden sin exigir jamás limosna o renumeraciones por
los servicios que presta : también hospeda a todas las personas que
llevan conocimiento de sí, dándoles celda, cama, desayuno, comida,
cena y un religioso que les sirva por todo el tiempo que gusten per-
144 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
manecer allí sin que tampoco tengan que pagar retribución algu-
na: a las personas desconocidas, y a las mujeres que lo necesitan,
se les da de comer en la portería, auxiliándose de esta manera con
alimentos ciento o más individuos diariamente.
"Lo numeroso que siempre ha sido la comunidad del colegio de
Guadalupe desde que se fundó, ha contribuido sin duda a que se
conserven con toda rigidez la pureza de costumbres, caridad y la-
boriosidad que han caracterizado a estos religiosos. Más de 700
alumnos ha tenido este establecimiento en los 146 años que lleva de
existencia, y raras habrán sido las épocas en que haya contado me-
nos de 70 religiosos. En 1841 había 81, de los cuales 45 eran sacer-
dotes, 22 coristas y 14 legos, cuyo número debe ser, con corta dife-
rencia, el mismo que hoy existe."
*
* *
Aunque muchas veces se intentó fundar en la ciudad de Mé-
xico un colegio apostólico, desde la llegada del P. Linaz, intentos
que crecieron cuando en 1731 fray Martín de Jesús dio una sonada
y fructuosa misión en la referida Imperial Ciudad ; no tuvo efecto
tal fundación sino en 1731, y ésto en calidad de hospicio u hospede-
ría. Mas no se decidían, dice el P. Espinosa, para ver si se les pro-
porcionaba sitio más cómodo que el de la capillita del barrio de Ne-
catitlán ; y aquí nos pinta las propuestas de los regidores que copia-
remos para el solaz de los capitalinos de cepa : "Por parte de la No-
bilísima Ciudad, se nos ofrecieron las casas y sitios que llaman de
las Panaderías, y caen delante del convento de Nuestra Señora de
la Merced; no era apropósito para el fin de nuestro Sagrado Ins-
tituto. Registré en la Albarrada de San Lázaro ; y era muy bueno
para convento recoleto. Ofrecióse sin dificultad una Capilla
nombrada Cancopinca; y la mucha distancia de México desbarató
el intento de solicitarla. Pusieron otros la mira en una capilla cer-
cana al Molino Blanco, que es ayuda de Parroquia del Convento de
Tacuba ; otros de los regidores de la Ciudad, facilitaban se pusiese
el Hospicio en San Antonio de las Huertas ; pero en todas estas pro-
puestas, remiraban los Misioneros las muchas dificultades que se
les ofrecían para ejercitar dentro de la Ciudad su Sagrado Institu-
to. Lo mismo sucedió con un sitio que ofreció un singular bienhe-
chor, detrás de San Pablo, en las Curtidurías. Por último la mayor
C. V. LAS ORDENES ANTIGUAS
145
parte de los Sres. Regidores estaban de dictamen de entregarnos
el Santuario de Nuestra Señora de los Remedios; aunque otros se
recelaban de que tomando allí asiento los Misioneros, no tendrían
libertad las Sras. esposas de los regidores para ir como van a vestir
a la Santa Imagen."
El hospicio se convirtió en el gran Colegio Apostólico de San
Fernando, en virtud de la real cédula de 13 de octubre de 1733.
Desde entonces continuaron las obras de ampliación del convento,
con el auxilio de las limosnas, y el templo que es el mismo que hoy
conocemos se terminó y bendijo el 19 de abril de 1755, habiéndose
colocado la primera piedra el 15 de octubre de 1735.
Ruinas del Convento de San Fernando, México.
Los otros colegios de Propaganda Fide, a saber : el de Drizaba,
Pachuca, Cholula y Zapopan fueron fundados en el siglo XIX como
a su tiempo referiremos.
El colegio de Nuestra Señora de Guadalupe es independiente
de los otros colegios y se gobierna por sus leyes particulares y las
generales de la orden. El discretorio, compuesto del guardián
146 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
cuatro religiosos ameritados y los que han sido guardianes y comi-
sarios de misiones, ejerce en cierto modo el poder legislativo, pues
da y reforma las leyes particulares, acuerda los gastos y revisa las
cuentas que llevan los síndicos. El guardián, electo cada tres años
por la comunidad, ejecuta los acuerdos del discretorio, hacen que
se guarden y observen las leyes particulares, e impone penas por
las faltas leves. Cuando algún religioso comete alguna falta consi-
derable, es remitido a las provincias de franciscanos para que allí
compurgue la pena que merezca.
Aunque casi todos los religiosos del colegio de Nuestra Señora
de Guadalupe han resplandecido por su caridad y virtud, descue-
llan entre todos algunos que han sido notables, ya por la santidad
de su vida, ya por sus obras literarias, o ya por haberse distin-
guido en la oratoria sagrada. Deben mencionarse entre los pri-
meros al R. P. Fr. Antonio Margil de Jesús, declarado por la
Iglesia eminente en virtudes, y a los RR. PP. Fr. José Guerra,
Luis Delgado, e Ignacio Herice.
En los claustros del colegio se ven los retratos de muchos de
estos religiosos, y los de algunos que por haber sufrido el martirio
o por cualquiera otra causa han sido considerados dignos de ser-
vir de ejemplo a la comunidad.
*
* »
No dejaremos de mencionar, tratándose de colegios apostóli-
cos, el grandioso plano y laudables esfuerzos de fray Mariano Ló-
pez Pimentel, hijo de una principalísima familia mexicana y autor
del proyecto de un gigantesco seminario misionero cuyo dibujo pue-
den ver nuestros lectores en uno de los adjuntos grabados. Quería
el P. Pimentel que fuese "Colegio y Seminario magno de varias
lenguas, ciencias y artes para la completa educación de hijos de
gentiles y formar de ellos artesanos, maestros y catequistas y una
clerecía de misioneros micionales que vayan a convertir a los gen-
tiles, hablándoles en su propia idioma. Se le dio extensión (al pla-
no) para dos mil individuos nacionales y que cada año salgan cien-
to para convertir a los infieles."
No eran meros planes los del P. Pimentel ; ya tenía apalabra-
dos insignes bienhechores que tal obra emprendiesen cuando sobre-
vino la guerra de Independencia, y él se vio obligado a renunciar
C. V. LAS ORDENES ANTIGUAS 147
a la comisión que tenía, y a los fondos y sobrados arbitrios "por
haber sido robados y saqueados los generosos donantes" (10).
No teiTiiinaremos este capítulo sobre los regulares sin apuntar
que a mediados de este siglo y después de doscientos años de lucha,
tuvo fin la debatida cuestión de las parroquias. Fernando VI dio
una cédula fecha en Aran juez a 23 de junio de 1767 en que, conser-
vando en lo sustancial las reales órdenes que ya había, para que los
regulares que administraban parroquias entregasen éstas al clero
secular, mitigó sin embargo dichos mandatos con las siguientes
condiciones: primera, que los curatos se fueran secularizando a
medida que fueran vacando. La segunda, que ocurriendo una va-
cante, el arzobispo u obispo a quien tocare, de acuerdo con el virrey
o la autoridad correspondiente, examinara si era de conservarse ese
curato, atendiendo a su situación, a la distancia que guardaba de
los otros curatos y a la aspereza del terreno, supuesto que uno de
los objetos de la secularización era regularizar y uniformar la ad-
ministración espiritual. La tercera, que los regulares pudiesen con-
servar dos curatos de los más pingües cada religión, con tal que
fuesen conventos en forma, con ocho frailes por lo menos, en los
cuales habían de recogerse los que estaban dispersos en las iglesias,
conventículos, llamados visitas y doctrinas. La cuarta, que los or-
namentos, vasos sagitados, alhajas, muebles y demás cosas perte-
necientes a las parroquias, inclusas las fábricas, se entregaran a
los mismos curas, dejando a los religiosos lo que les pei-teneciera,
atento el origen de las fundaciones y la voluntad de los donantes.
Un contemporáneo que no era religioso nos deja de los hechos
aludidos la siguiente descripción más elocuente que cuanto decir
pudiéramos.
"La mañana del 23 con comisión de Su lima., el Dr. D. José
Perea, promotor fiscal de esta curia, acompañado con el Dr. D. Ga-
briel García Arellano, pasó al pueblo de Tacuba, y auxiliado del al-
calde mayor le aposesionó del curato de él. Todos los demás curas
provistos han salido para sus partidos con comisión a los jueces
eclesiásticos y despachos auxiliatorios de S. E. para los alcaldes
(10) Archivo General de Indias. 94-4-1.
148 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
mayores, a fin de que se les entre luego en posesión: son impon-
derables las expresiones de sentimiento que los vecinos y república
de naturales han hecho, viendo salir de sus conventos a los reli-
giosos, por el amor contraído que de padres a hijos les han tenido
desde que se conquistó este reino, y viendo que cesa ya el culto de
sus terceras órdenes y demás jubileos que gozaban las órdenes se-
ráfica, dominicana y agustina."
LEYENDA DEL PLANO DE SAN FRANCISCO DE MÉXICO POR ANTONIO
garcía cubas "LIBRO DE MIS RECUERDOS" PAG. 61, MÉXICO, D. F.
A. — Hotel Iturbide. B. — Casa de Diligencias. C. — Callejón de Dolores,
que, con la apertura de la nueva calle, forma hoy la de la Independencia.
D. — Fraguas de la Casa de Diligencias, (hoy Depósito de mármoles).
C M. — Calle de la Independencia. F. — Calle de Gante. G M. — Calle de
San Juan de Letrán. 1. — Templo grande de San Francisco, su hermosa nave
completamente desmantelada sirvió después de la exclaustración, de caballe-
rizas del Circo Chiarini y más tarde de templo protestante. 2. — Capilla de la
Purísima. Ha desaparecido. 3. — Capilla de Balvanera. 4. — Atrio, del cual
sólo existe una pequeñísima parte. 5.— CAPILLA DE LOS SERVITAS. Tem-
plo primitivo de San José de los Indios. Fué destruido y en su lugar y en el
jardín inmediato se levantó el Hotel Americano, esquina NE, de la nueva ca-
lle de Gante. Con otra parte de dicho lote y con la. de algunas celdas y claus-
tros inmediatos, tuvo su ampliación el Hotel Iturbide. 6. — Celda del P. Ca-
pellán de los Servitas. 7. — Habitación y jardín del Capellán de Aranzazú,
ambos destruidos por la apertura de dicha calle .8. — Capilla de Aranzazú. Sir-
vió por algún tiempo de bodega y cobraría, y al fin fué destruida para levan-
tar en su lugar y en el atrio correspondiente el moderno templo de San Felipe.
9. — Portada de la calle de San Francisco. 10. — Tercer Orden. En su lugar
existen una casa particular y el Hotel Guardiola. 11. — Celda del Capellán y ha-
bitación del Padre Provincial. 12. — Capilla de la Segunda Estación. 13. — Porta-
da de la calle de San Juan de Letrán. Los números 11, 12 y 13, casas
del Sr. G. Torres. 14. — Capilla del Sr. de Burgos sustituida con la parte del
atrio hasta la portada del templo grande, por la casa número 13 de San Juan
de Letrán. En la parte principal de esta portada, que desapareció, se veía un
bajo relieve que representaba a la Purísima y al Sutil Escoto en actitud de
escribir. 15. — Celda del Capellán de dicho templo. 16. — Claustro exterior, en el
que se hallaban los cuadros relativos a la vida del Bto. Sebastián de Aparicio.
Este claustro y la habitación antes expresada forman hoy la casa número 12
de San Juan de Letrán. En el piso superior, la biblioteca antigua ha sido
sustituida por el templo protestante "Unión Evangélica." 17. — La Santa Es-
cuela, hoy la casa número 12. 18. — Portería. 19. — Escalera principal y Ca-
pilla del Noviciado en el entresuelo. 19. — Bodega y en el piso superior, Sala
Capitular y al frente el antecoro. 20. — Claustro principal. Circo y Teatro
de Chiarini, primero y templo protestante evangélico después. 21. — Antesa-
cristía. 22. — Sacristía. Este departamento forma la entrada para el templo
protestante por la calle de Gante. 23. — Celda del P. Guardián y Sacristán
C. V. LAS ORDENES ANTIGUAS 149
mayor. Desapareció con la apertura de la calle de Gante. 24. — Jardín y Pan-
teón. El primero también desapareció por igual motivo y en el lugar del
segundo se construyeron las casas números 10, 12 y 14 de la expresada calle.
25. — Bodegas. 26. — Patio y en el piso superior claustros y celdas de los
religiosos. 27. — Escalera adornada con buenos cuadros, existentes hoy en la
Academia de Bellas Ai'tes, y representan pasajes de la vida del Bto. Salvador
de Horta. 28. — Sala del de profundis, ocupada en parte por la casa del Dr. La-
vista. 29. — Salón del Refectorio. 30, 31 y 32. — Patios de diversos depar-
tamentos y en piso superior pasillos y celdas. 33. — Antiguas bodegas.
34. — Patio. 35. — En el piso superior claustros, celdas y capilla de la en-
fermería. La celda marcada con una estrella es aquella en la que murió el
V. Fr. Antonio Mai'gil de Jesús. 36. — Parte del convento arrendado por
los religiosos a la Casa de Diligencias. 37. — Caballerizas de la Casa de Di-
ligencias. 38. — Gran Jardín de San Francisco, hoy perteneciente al Hotel
del Jardín. 39. — Patio del Noviciado. 40, 41, y 42. — Patio zaguán y cua-
dras del cuartel. 43. — En el piso inferior bodegas del jardín y en el superior
el constado que se extendía por el claustro de la calle de Zuleta. 44. — Be-
lla Capilla del Calvario. En el piso superior la Capilla de San Antonio trans-
formada en habitación del Administrador del Hotel. 45. — Celdas pertene-
cientes hoy al Hotel del Jardín,
CAPITULO VI
LA compañía de jesús
El personal de la provincia Mexicana. — Proyectos de su división. — Nue-
vas fundaciones. — Métodos de educación y de enseñanza. — La devoción al
Sacratísimo Corazón de Jesús. — Los ejercicios espirituales. — Defectos meno-
res.— Asesinato del padre Segura. — Consideraciones sobre temporalidades
jesuíticas.
bibliografía especial
ALEGRE FRANCISCO JAVIER. — Historia de la Compañía de Jesús en Nueva Es-
paña.— Mí'xico, 1812.
.'VSTRAIN ANTONIO. — Historia de la Compañía de Jesús «n la Asistencia de Es-
paña.—Madrid, 192.5.
B.ILTHASAR JUAÍí ANTONIO.— Vida y Virtudes del P. Domingro Quiroga.
C.'VRRION ANTONIO.— Historia de la Ciudad de los .AnRcles. — Puebla, 1897.
CASTRO SANTA ANA. — Diario de Sucesos Notables.- México, l^^iS.
GONZAT^EZ OBREGON l^UIS. — L.as Calles de Mí-xico. — Mí'^xico, 1922.
M.VYORA JUAN. — Vida y Virtudes del P. Antonio Herdoñana. — México, 1758.
LAZCANO FRANCISCO J.'VVIER.— Vida del V. Juan .Vntonio Oviedo.— México, 1770.
MEDINA TORIBIO.— La Impronta en México — Santiago de Chile, 1910.
«tn»-=r^
C. VI. LA compañía de JESÚS 151
^A provincia mexicana de la Compañía de Jesús que al
principio del siglo contaba con quinientos veintitrés su-
jetos (1), fué progresivamente aumentando, pero nun-
ca llegó al supuesto número de setecientos sino que se que-
dó en el de seiscientos setenta y ocho, cifra máxima a que llego
en su apogeo o sea al tiempo de la expatriación, decretada por
Carlos III y ejecutada el 25 de junio de 1767. De ellos, cuatrocien-
tos diez y ocho eran sacerdotes, ciento treinta y siete escolares,
y ciento veintitrés hermanos coadjutores. Por razón de su grado
eran: profesos de cuatro votos, trescientos cuarenta y cinco; de
tres votos, seis; coadjutores espirituales veinticuatro; sacerdotes
escolares, ciento diez; escolares no sacerdotes, veintidós; coadju-
tores temporales formados, ochenta y siete; no formados, treinta.
Jesuítas nacidos en el virreinato de Nueva España, cuatrocientos
sesenta y cuatro ; españoles peninsulares, ciento cincuenta y tres ;
alemanes, cuarenta y cuatro; italianos, doce; franceses dos; por-
tugueses dos; irlandeses uno. Estaban repartidos todos estos su-
jetos, en cuarenta y ocho comunidades diferentes, tomando como
comunidades separadas las que tenían rector o superior propio
y como una misma comunidad, los sujetos repartidos en las mi-
siones de infieles que reconocían como superior inmediato al que
estaba nombrado para alguna de las regiones que llevaban el tí-
tulo de misión (2).
La razón del aumento tan desproporcional, de sujetos, que se
observa en este siglo comparándolos con los anteriores, obedece a
dos causas y primeramente, a que se levantó la orden generalicia
que existía de limitar a un número, cortísimo por cierto, el de novi-
cios que cada año podían admitirse (3). En efecto, viendo por ex-
periencia los padres generales que había entre los nativos del país
número suficiente de jóvenes bien preparados para la vida de la
Compañía, viendo que de entre ellos ya formados, había lo suficiente
para llevar airosamente nuestros estudios, nuestras misiones; que
podían hacerse cargo de las cuatro quintas partes de los rectorados,
con contento de todos, y que podían desempeñar airosamente los
más altos y delicados cargos de la provincia, levantaron aquella
(1) A. G. N. Jesuítas 308.
(2) Véase el catálogo sumario de Zelis.
(3) Astráin O. C. Tomo VI, p. 453, y VH p. 224.
152 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
rara prohibición, y Tepotzotlán el clásico y amable noviciado se vio
lleno de jóvenes de las mejores familias a juzgar por los apellidos
que aparecen en los catálogos.
No pocas veces el notición social era el de la entrada en la
Compañía de sujetos de primer orden. Oigamos por ejemplo al po-
pular Castro Santa Ana en su diario : "Este mismo día (20 de no-
viembre) en el colegio de Tepotzotlán, noviciado de la sagrada
Compañía de Jesús, tomó la ropa el Lie. D. Pablo Timoteo Malo y
Castro, colegial y actual rector del colegio mayor y viejo de San-
tos, quien en lo más florido de sus años, renunció de estos empleos,
y la merced del hábito de Santiago que tenía, y las conveniencias
que franqueaban su crecido patrimonio, méritos, y los de su difunto
padre el Sr. Br. D. Pedro Malo y Villavicencio, del orden de Cala-
trava, del consejo de S. M., oidor decano de esta real audiencia,
presidente que fué de ella, y capitán general de esta Nueva España :
abandona al mundo con tan prudente elección.
"El Dr. Jacobo Mariano Vallarta y Palma, natural de Puebla,
de sus principales familias, abogado de esta real audiencia, cole-
gial huésped en el mayor de los Santos, defensor del juzgado de
capellanías y obras pías de este arzobispado, asesor de la superin-
tendencia de la real casa de moneda, abogado del cabildo eclesiás-
tico, del de Puebla y su noble ayuntamiento, sujeto de conocida lite-
ratura y circunstancias, y quien se hallaba con ciertas esperanzas
de mayores adelantamientos; lo abandonó todo, y hoy día de la
fecha tomó la ropa en el noviciado de Tepotzotlán de la sagrada
Compañía de Jesús, dejando a muchos envidiosos de no tener tan
acertada deliberación." Hasta aquí el Diario.
Contribuyeron también al aumento de la provincia las expe-
diciones que se enviaron de Europa y señaladamente de Alemania.
Todos los Padres enviados como procuradores a Roma, solían traer
expediciones, algunas de ellas bien numerosas de obreros verda-
deramente apostólicos para la viña del Señor. Se embarcaron para
México no niños sino ya hombres hechos y formados, sabiendo
que venían a vivir entre los indios, a padecer y deseosos de morir
por Cristo. Estas expediciones tuvieron su límite y una oculta pero
decidida persecución hacia los años de 1760 en virtud de reales ór-
denes de Carlos III emanadas de aquel fondo masónico que gober-
naba de hecho en el gabinete de Madrid.
El haber seiscientos setenta y ocho sujetos, no era de suyo ra-
C. VT. L-A compañía de JESÚS 153
zón suficiente para dividir en dos, una Provincia de la Compañía
de Jesús, pero sí lo era y mucho la imposibilidad de visitarlos y go-
bernarlos, dadas las largas distancias que los separaban. Querer
que hubiese gobierno único y unión fraternal práctica en la pro-
vincia tan larga como desde Cádiz a Berlín era algo absurdo. Por
eso en 1720 y luego en 1751 se trató en las respectivas congrega-
ciones provinciales de dividir la provincia, pero nunca se convino en
la manera de hacer tal división ; y la razón de no convenir, aunque
no la vemos apuntada en ningún autor, nos parece ser que ninguna
de las partes dividendas quería quedarse sin la ciudad de México,
que como ahora era la sine qua non de todos los negocios y la fuen-
te, o canal por lo menos, de todos los recursos de la Nueva España.
En el tapete estaba la cuestión hacia las postrimerías del siglo,
cuando sobrevino la catástrofe de la expatriación de los jesuítas.
*
* *
Tocante a las fundaciones de este siglo hechas por la Compa-
ñía de Jesús en Nueva España, comenzaremos por decir, que la de
los colegios de Guatemala no tiene por qué buscarse, como lo hace
un distinguido autor, en el siglo XVIII ; sino en los comienzos del
XVII, según que en su lugar dejamos expuesto (4).
Las verdaderas fundaciones de este siglo son la de Campeche
en 1714 empezada con dinero del capitán Santelín y terminada en
1759 con trece mil pesos afrontados por el obispo de Yucatán, D.
fray Ignacio Padilla y Estrada (5).
Respecto a la residencia de Chihuahua el padre Alegre se ex-
presa en los siguientes términos : "Había mucho tiempo que revol-
vía en su ánimo estos piadosos designios (de fundación en Chihua-
hua) el Ilustre Sr. D. Manuel de Santa Cruz, Caballero de Orden
de Santiago, Gobernador de la Nueva Vizcaya, y tratado el asunto
con el Padre Luis Mancuso, Visitador de las Misiones de Tepehua-
nes y por su medio con el P. Provincial, Gaspar Rodero. Se resolvió
éste a mandar al P. Francisco Navarrete que administraba la Mi-
(4) Más largamente puede verse en la obra del Padre Alegre, Tomo 2o.,
páginas 17 y 161 y el mismo distinguido autor hace las referencias de tales
fundaciones en el tomo que le corresponde. Véase Astráin, Tomo VII, pá-
ginas 228, 235 y 239.
(5) Véase el capítulo Relaciones ad Límina en este tomo.
l.'J4 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
sión de San Borja, que pasase a la misma villa para acalorar la fun-
dación en presencia del Sr. Gobernador que actualmente se hallaba
en ella. Su Señoría mostró al Padre la licencia del Sr. Virrey,
fecha en 25 de Noviembre (1717) y añadió que no faltando otra
cosa, eligiesen sus Reverencias el sitio que les pareciese más opor-
tuno sin reparar en gastos.
"El Padre Antonio Arias de Ibarra, Visitador de la Provincia
de Tarahumara con ios PP. Ignacio de Estrada y Francisco Nava-
rrete, agradecida al Sr. Gobernador su generosa piedad, eligieron
ci sitio que les pareció más a propósito, en que hoy está el seminario.
Se recurrió por la necesidad al Ilustrísimo D. Pedro Tapiz, Obispo
de Guadiana o Durango quien con expresiones de no menor aprecio
que las de Su Excelencia, la concedió gustosamente. Tiráronse los
cordeles para la planta del nuevo edificio con el nombre de Nuestra
Señora de Loreto, el día 24 de enero de 1718 y con toda la asisten-
cia y aparato que permitía el lugar, se colocó la primera piedra el
día 2 de febrero. Habíanse añadido poco antes nuevos fondos a di-
cho seminario con la donación que de la Hacienda de Santo Domin-
go de Tabalopa hizo la noble Señora Doña María de Apresa por es-
critura firmada y aceptada por el P. Luis Mancuso en 21 de Enero
de este mismo año" (6).
En 1720 se estableció la pequeñísima residencia de Celaya de-
bido a las instancias y solicitud de Don Manuel de la Cruz y Saravia.
De mayor importancia fué la fundación del Colegio de la Ha-
bana bajo la advocación de San José en 1724 debida a los empeños
del Sr. obispo D. Pedro Morel de Santa Cruz, quien mandó que en
la Parroquial se diese a los PP. Castrolí y Barona, jesuítas mexica-
nos, toda facilidad para el ejercicio de su ministerio. La fundación
no fué muy rumbosa que digamos, como que comenzó la clase en
una pieza pequeña y baja que servía de cochera al Sr. obispo; su-
plía en cambio el buen deseo de los habaneros quienes en tiempo re-
lativamente corto lograron ver lleno de alumnos y de esperanzas el
sólido colegio y la veneranda iglesia que aun hoy se admira en el
corazón de la Ciudad. Como la Habana según nuestro plan, desde el
comienzo adoptado, no entra en nuestra historia, sólo hacemos men-
ción de la fundación para que quede bien asentado y bien entendido
que fué de la provincia mexicana.
D. Nicolás de Ventosillo, eclesiástico natural de León, quiso
(6) Alegre, Tomo Tercero, pág. 178.
C. VI. LA compañía de JESÚS 155
fundar en su ciudad natal un hospicio de jesuítas, entendiéndose
bajo tal nombre, una residencia cuyo fin principal era el de dar
centro de acción y lugar de descanso espiritual y material a los
religiosos destinados a misiones volantes en la comarca, y por co-
marca en nuestra Nueva España del siglo XVIII entendíase la
friolera de cien o ciento cincuenta leguas a la redonda. Aceptada
por el P. provincial la fundación, D. Nicolás "otorgó instrumento
en que se obligó a ceder, como cedía, todos sus bienes para la enun-
ciada fundación, los cuales consistían en cuatro haciendas con
sus casas, términos y linderos y competente número de ganados y
sus ai>eros y semillas, que estaba todo apreciado en setenta mil
pesos, fuera de lo que han aumentado los frutos que se hallan a
disposición de la referida Provincia de la Compañía de Jesús de
México, de un solar de casas muy suficiente para la fábrica ma-
terial de la Iglesia y Colegio, de cincuenta mil pesos en reales para
el gasto de la obra y de trescientos marcos de plata copella para
comprar ornamentos y las demás alhajas esenciales" (7).
Con el modesto título de hospicio continuó unos quince años
aquel establecimiento. Entonces se trató de darle carácter de cole-
gio, y según nos dice la cédula real antes citada, se obtuvieron favo-
rables informes, así del virrey como del obispo y del ayuntamiento
de León. Esta Villa, dice la misma cédula real, tiene solamente una
parroquia que administran los religiosos de San Francisco, en cuya
comunidad no hay más que el guardián, el cura y otro religioso, y
un hospital de San Juan de Dios para la curación de los enfermos
pobres. Obsei*\-ando la buenísima voluntad de todas las personas
que debían intervenir en este negocio, la Compañía se apresuró a
dar forma de colegio al modesto hospicio de León. En el catálogo
de 1749 se le llama colegio iniciado, sin duda porque debía faltar
algún requisito para la plena conclusión de la obra, mas en el 1767
se le llamó colegio sencillamente, y siete sujetos integraban su
personal.
Desde fines del siglo XVII se había establecido en Guanajuato
la Congi'egación de San Francisco Javier, a quien en la Iglesia de
Guadalupe, casi fuera del lugar, se hacía cada año por marzo un
solemne novenario. El piadoso eclesiástico que rezaba la novena,
por su particular afecto a nuestra religión, al llegar a la petición
secreta añadía en alta voz : "pídanle todos al Señor por intercesión
(7) A. G. I. 87-7-1.
156 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
del Santo, que nos traiga a este lugar Padres de la Compañía."
Asistió este año (1732) como otros muchos a la novena, la no-
ble Sra. Da. Josefa Teresa del Busto y Moya, de la casa de los ilus-
tres marqueses de San Clemente, y una de las más distinguidas y
poderosas del país. Se le ofreció en esta ocasión vivísimamente el
pensamiento de fundar en Guana juato colegio de la Compañía. Vol-
vió a su casa sin haber comunicado a nadie aquel pasajero ofreci-
miento. A poco rato entró a visitarla el vicario y juez eclesiástico
de la Villa, D. Juan de Osio y Ocampo, y rodando sobre varios asun-
tos la conversación, llegó a decirle que con su caudal, aun sacada la
legítima de sus hijos, podía hacer mucho bien a Guanajuato fun-
dando allí un colegio. En el ánimo piadoso y discreto de la señora
no dejó de hacer alguna impresión la armonía y consonancia de
aquellas palabras con la idea que se le había tan poco antes ofre-
cido, y contrayendo más la conversación dijo que estaba pronta,
como conviniese en ello su hijo el Dr. D. Ildefonso de Aranda, clé-
rigo presbítero, que era el arbitro de todos sus negocios. Supo éste
que pendía de su resolución un asunto tan importante y partién-
dose luego a ver a su madre, no sólo le aprobó su designio, diciendo
que era lo mejor que podía hacer de su caudal sino que prometió
concurrir también con diez mil pesos de su legítima paterna. Se
ofreció fuera de eso a tratar personalmente el negocio con el P.
provincial, que no estaba lejos en la visita de los colegios vecinos.
Era esto a fines de marzo de 1732, y pocos meses después
pasó el P. Oviedo (provincial) a Guanajuato. La piadosa funda-
dora hallando que podía disponer de cincuenta mil pesos de quin-
to, ofreció liberalmente toda esta cantidad para dote del colegio.
Añadió una obligación de mantener cinco sujetos, tres operarios, un
maestro de gramática y otro de escuela por tiempo de seis años
que se daban de término para alcanzar las licencias del rey y del P.
General. Para la fábrica del colegio e iglesia hizo escritura de diez
mil pesos el ilustre Sr. D. Francisco Matías del Busto y Moya,
marqués de San Clemente, y de cinco mil D. Miguel Gervás.
Aceptadas estas condiciones y obligándose la Compañía a con-
seguir licencia del rey, volvió el padre provincial a México y envió
a Guanajuato los primeros jesuítas, y por superior al P. Mateo
Delgado, que entraron con gran regocijo de todo el lugar el 29 de
septiembre de 1732 (8).
(8) V. Alegre III, 242.
Santa Uosalia. — Leonardo de Vinci (?).
C. VI. LA compañía de JESÚS 157
El colegio de San Francisco Javier de Puebla de los Angeles
se dice que fué fundación del P. Antonio Herdoñana, y así está
impreso en historias modernas. El siempre protestó de ello y en
especial a la hora de su muerte. En cierto sentido los que afirman y
los que niegan tienen razón : el P. Herdoñana, como buen religioso,
no era dueño canónicamente de un sólo céntimo de la cuantiosa he-
rencia recibida de su madre Da. Angela Roldan, pero en realidad
él fué el autor de la idea y con dinero que había de ser suyo fué con
lo que hizo el colegio ; de éste afirma el P. García y lo podemos can-
firmar nosotros pues a la vista lo tenemos cuando estas líneas es-
cribimos: "Es el Templo de San Javier de la Puebla uno de los
más hermosos que han hecho los jesuítas, su adorno es de todo
gusto, sus imágenes bellísimas, su cúpula arrogante, tiene una sola
torre; pero la fachada es de tres cuerpos de un dórico caprichoso.
La vivienda del colegio es amplia, cómoda y muy bien distribuida,
goza de la luz del sol naciente, y de libre ventilación en todos sus
departamentos. Costó esta obra más de cuarenta mil pesos sin
contar con los adornos del templo que se estrenó el día 3 de Diciem-
bre de 1751, y sustituyó a la capilla de San Miguel de indios."
Este colegio fué creado en pro y utilidad exclusivamente de
los indios a cuya raza era el P. Herdoñana singularmente afecto ; y
las condiciones vinculadas a su fundación fueron las siguientes:
los jesuítas debían por lo pronto cuidar de la escuela en que se hu-
biese de enseñar a los indios las primeras letras. Debían destinarse
dos o más de estos religiosos para hacer misión a los indios cada
año por espacio de dos o tres meses, en aquellos de las diócesis de
Puebla que fuesen señalados por el ordinario. "Cada ocho días al-
guno de los religiosos del expresado colegio hará plática o sermón
a los indios. En la iglesia del colegio habrá asistencia cotidiana al
confesonario, y estarán prontos los jesuítas para salir a adminis-
trar el sacramento de la penitencia a los indios enfermos, aunque
fuere a distancia de dos o tres leguas."
Respecto a la fundación en este siglo XVIII no sólo proyec-
tada sino llevada a feliz término, de la residencia jesuítica de
Puerto Príncipe, no hay porqué dudar como lo hace un egregio au-
tor, pues aparece bien clara en el catálogo vulgarísimo de 1767,
dotada con cuatro sacerdotes y un hermano coadjutor.
El trabajo de los jesuítas en la enseñanza de la juventud mexi-
cana, si no es por la mayor extensión de ella a doce centros
153 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESLA ORGANIZADA
más de los que regenteaba en el siglo anterior, puede decirse que
no experimentó variación alguna que pueda consignarse en la his-
toria; señal de que el plan adoptado desde el principio fué algo
bien pensado y de que la experiencia y frutos alcanzados corrobo-
raron la estima que los jesuítas tenían de su plan de educación y de
enseñanza. Esta estribaba por completo en el orden sobrenatural,
en los principios fijos de la fe y de la piedad que los jesuítas de
todos tiempos tenemos como base única e insustituible de toda edu-
cación y como elemento necesario para que la juventud no se pre-
cipite en la más abominable corrupción.
Para historiar, como siempre debiera hacerse, los ideales y mé-
todos de los educadores, nada tenemos por más exacto que el pen-
sar del excelente jesuíta Pérez de Rivas, bosquejo entonces como
ahora de la mentalidad de sus hermanos. Al fin del capítulo 21 ha-
blando del ministerio de la educación que ejerce la Compañía dice:
"Que aunque es muy útil, juntamente es bien trabajoso reducir a
disciplina y enseñanza tanto número de mancebos y niños y go-
bernarlos y sujetarlos con suavidad y amor al estudio de la virtud
y letras ; intento tan dificultoso que lo pueden echar de ver los pa-
dres camales que apenas lo pueden conseguir con sólo dos o tres
hijos que tienen debajo de su obediencia." En el capítulo XXII tra-
ta de los medios, instintos y habilidades propias de que dota Dios
a cada criatura para que consiga el fin a que le destinó, y aplicán-
dolo a la Compañía, añade: "Se puede sin encarecimiento decir,
que por la bondad divina, no crían con mayor afecto y amor los
padres carnales a sus hijos, que aquel con que los maestros de la
Compañía cuidan del aprovechamiento en virtud y letras de sus
discípulos que miran como a sus hijos. Y es la razón porque como
no esperan ni tienen atención a otra paga ni premio en la tierra,
que servir a Dios en esta prolija ocupación y trabajoso ministe-
rio, siendo este fin mucho más alto, levantado y eficaz que el del
estipendio o premio temporal ; de aquí es que aviva más altamente
los deseos y afectos santos de los maestros religiosos de la Com-
pañía para vencer dificultades e intentar medios con que aprove-
char en letras y virtud a sus discípulos. De aquí nace el orden, el
aprovechamiento en letras, el ejercitarlos en varios actos públicos
literarios y declamaciones recitadas que sirven de ensayos para
cuando después ... se oponen a puestos o cátedras, pueden lucir.
Para esto también sirven los coloquios, comedias latinas que a ve-
ces se representan, los premios varios de los que se aventajan . . .
C. VI. LA COMPAÑÍA DE JESÚS 159
lo cual pertenece al estudio de las letras y a la nobilísima poten-
cia del entendimiento que se procura cultivar. Pues si vamos a
la otra potencia efectiva del alma que es la voluntad, bien co-
nocidos son los medios que procura y ejercita la Compañía, pre-
tendiendo aficionar y enderezar la tierna edad por el camino de
la virtud, y que por ella se encamine a la bienaventuranza que es
su último y felicísimo fin. A esto se ordenan las Congregaciones
devotas que se instituyen de los estudiantes ... a eso mismo el
leerse libros espirituales; y todo esto finalmente se confirma, sus-
tenta y perfecciona con la frecuencia de los santos sacramentos . . .
en las capillas particulares muy adornadas y aseadas, que ordi-
nariamente tienen, aparte de las iglesias públicas, en sus estudios
para la juventud. Estos medios que ha enseñado e inspirado Dios
a los maestros de la Compañía, bien se ve que los seglares no
tienen comodidad para poderlos ejercitar." En el capítulo XIII,
hablando de los que se practicaban en el Colegio de San Ildefonso,
menciona también las pláticas espirituales que se hacían los do-
mingos a los de la Congregación de la Virgen, y los días señala-
dos para la confesión y comunión, cuya frecuencia, dice: "aunque
no les obliga más que cada mes, pero el fervor y devoción de mu-
chos no se contenta con esto, sino que los frecuentan de ocho en
ocho días." Vuelve a recordar que los jesuítas no se mueven por
interés temporal para sufrir un tan continuo cuidado y trabajo, y
concluye así: "Fuera de las calidades y ejercicios virtuosos y no-
bles en que se cría la juventud en nuestros colegios, concurren otras
notablemente provechosas a esa edad ... la compañía virtuosa de
los que tienen delante le incita a la virtud. Si hay algún díscolo o
tocado de enfermedad (moral) contagiosa o viciosa, luego es expe-
lido de la comunidad. Tiene sus entretenimientos honestos con aque-
llos que son de una misma edad y ejercicios, y todo ayuda a la ale-
gría con que la noble juventud pide criarse, como se lo encarga a los
padres carnales el apóstol San Pablo, que tuvo grande cuenta con
la juventud cristiana, que es el plantel de la Iglesia (y del Estado)
exhoilando a los padres que no afligiesen ni les diesen ocasión de
amargura y enojo a los hijos. Y porque no entendiesen que les pro-
hibía el castigo cuando fuese menester, declara luego la calidad
con que se ha de aplicar diciendo: "Ediccate illos in disciplina, et
correctione Domini." Este consejo de San Pablo procuran guardar
nuestros religiosos en los colegios seminarios cuando se ofrece ha-
ber necesidad de corrección y castigo, que aun en las comunidades
160 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
más santas es necesario algunas veces, cuánto más en una edad de
suyo alentada, libre y bulliciosa. Pero al fin es gobernada por reli-
giosos a quienes Dios por particular título se la tiene encomendada,
y con él es sei'vido de dar su divina gracia para criarla en virtud y
letras ; y si éstas no las hermanara la Compañía con el santo temor
de Dios y jugo de la devoción que procura imprimir en esta tierna
edad, poco logro tuvieran sus trabajos."
Este modo tan tranquilo, tan natural y tan cristiano de pen-
sar sobre los problemas de la educación, era el de nuestros maes-
tros del siglo XVIII según de sus cartas y relaciones se puede
colegir.
Esas congregaciones de la Santísima Virgen a que Rivas se
refiere, que venían a ser como el alma de los colegios y el más po-
deroso resorte educativo, seguían al estudiante por toda la vida;
más que centros de alumnos llegaron a serlo de exalumnos que eran
sencillamente los prohombres y jefes de familia en cada ciudad.
Fiesta de la congregación jesuítica de la Santísima Virgen, equi-
valía a poner en movimiento y entusiasmo a lo mejor de la pobla-
ción, togados, caballeros, sacerdotes, etc., y por ende a sus familias,
servidumbre y allegados. He aquí como nos describe el fidedigno
Castro Santana, uno de los actos reglamentarios de la Congrega-
ción verificado en la mañana del 22 de febrero de 1756. "La muy
ilustre Congregación de la Purísima, sita en el Colegio de San Pe-
dro y San Pablo, dio la anual comida magna a más de trescientos
reos en las tres cárceles : de corte, de ciudad y arzobispal, saliendo
de dicho colegio su comunidad, congregantes, eclesiásticos y secu-
lares, que se componen de la nobleza y comercio, precedidos de su
prefecto, R. P. Dr. y Maestro Juan Antonio Oviedo, todos con ár-
ganas y canastillas en que llevaban fruta, pan, panochas, bizcochos,
puros, y detrás cantidad de indios cargadores con ollas y peroles de
diversidad de viandas, que se ministró a dichos reos con abundan-
cia, dándoles después en reales lo que se colecta en aquel día por
los regidores congregantes ; practícase dos veces cada mes el llevar
a los hospitales y casas de dementes, por las tardes, de cenar, y
cada año de vestir, todo lo necesario a los referidos dementes,
cuyo número siempre pasa de 200, debiéndose todo este beneficio
a las imposiciones que para ello han hecho muchos de sus congre-
gantes vivos y difuntos."
Si de la educación pasamos a la mera instrucción o enseñanza
de las letras y ciencias, parécenos poder decir con toda certeza
C. VI. compañía de jesús 161
que la Compañía ganó en este siglo. Por solo encontrarse en la pro-
vincia mexicana, hombres de la talla de Alegre, Clavijero, Mañero
Landívar, etc., se puede inferir que había mejor formación y ho-
rizontes nuevos, aunque eso sí, dentro de los moldes antiguos de
las letras clásicas greco latinas, y de la filosofía aristotélica. Co-
natos hubo de reformas en la enseñanza de acuerdo con lo que ya
desde entonces empezó a llamarse filosofía experimental; pero
pronto se encargaron desde la curia generalicia de encauzar estas
tendencias en los principios aristotélicos "como hasta aquí lo han
hecho los más (escribía el P. Visconti) ni parece hay causa o mo-
tivo alguno para declinarlo, y aunque a alguno le pareciere lo con-
trario, en los hijos de la Compañía que profesan exacta obediencia,
debe pesar por causa muy suficiente el saber que así lo creen y
ordenan los superiores." En cuanto al método, añadía el mismo
general, "en estas cuestiones y controversias de la física experi-
mental se conserve y retenga el método silogístico" (9).
No falta quien inculpe a la Compañía de haber anulado a sus
propios escritores, y bastó, dicen, que éstos se vieran libres en Bo-
lonia para producir obras tas egregias. Con mejor espíritu y aten-
diendo más a las realidades; se puede asegurar que la Compañía
alienta y apoya a sus escritores cuanto le es dable; pero muchas
veces pasa que ella y ellos con laudable y noble acto, tienen que sa-
crificar a uno o varios escritores y prescindir de sus posibles triun-
fos para atender, sin gloria humana, a una docena de muchachos
en quienes todo brilla, menos el agradecimiento.
Debió haber quejas fundadas por parte de los profesores, res-
pecto al poco estímulo y apoyo que les dieron algunos de nuestros
rectores, puesto que el citado general, P. Visconti, no dudó de es-
cribir a éstos por medio del provincial : "que se provea y adminis-
tre a los maestros de lo necesario, así para aprender como para
enseñar, y los rectores tengan entendido y se persuadan que el di-
nero de los colegios se emplea muy bien en compy^ar libros ; también
deben los rectores administrar a los maestros los premios que se
suelen repartir entre los discípulos ; y que si hubieren de tener al-
guna función, recitar alguna oración o dar al público alguna repre-
sentación, para lo cual fuere menester algún aparato, deben de bue-
na gana hacer los gastos y no permitir de ninguna manera que los
(9) Cartas Generales y Provinciales. Archivo del Museo Nacional de
México.
162 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
nuestros, fuera de sus trabajos, pongan algo suyo. Importa mu-
cho se vean a menudo estas funciones literarias, así por el bien
de la facultad como por la fama y lustre de la escuela; y conviene
mucho que el rector con los demás PP. del colegio asistan, no tan
sólo para honrar la fiesta con su asistencia, sino para ser testigos
y elogiadores de aquel religioso trabajo.
"A los maestros no les impongan otros gravámenes; bastante
carga llevan con no faltar a su ministerio, ni les queda tiempo
vaco para poder emplearlo en otras cosas. Antes bien se les debe
aligerar y aliviar el trabajo que ciertamente es ímprobo y apenas
tolerable, para que no lleguen a fatigar en demasía y quebrantar
su salud. Debe dárseles algún alivio con que recobren el ánimo,
concediéndoseles algunas vacaciones a tiempo, a los más solícitos
y diligentes en su empleo, y deben ser tratados con mayor benig-
nidad; y a los que fueren remisos procúrese estimularlos al tra-
bajo y a las obligaciones de su oficio."
* *
Nada desmerecieron los jesuítas del siglo XVIII en el incan-
sable y extenso ejercicio de sus ministerios sacerdotales, crecían
o mejor dicho, se agigantaban sus labores misionales en el norte
de la Nueva España, como en su lugar veremos; eran además so-
licitados por casi todos los obispos para misiones volantes en las
villas y ciudades de la parte civilizada de nuestro país; solamente
lo que en esta materia ha llegado escrito hasta nosotros, daría mar-
gen a una historia de por sí, y tópicos más que abundantes para
nuestros literatos anecdotistas, si no les resultara como está pasan-
do, más cómodo y sencillo inventar sandeces dizque nacionales, que
leer manuscritos antiguos para encontrar verdades históricas.
Dos variantes ofrecieron los ministerios de los jesuítas en este
siglo; primeramente: su ascética, su predicación, y en una palabra
su vida, empezada ya a impregnarse de la preciosísima devoción
al Sagrado Corazón de Jesús, en la que, como es sabido, siempre
desde que apareció en el mundo cristiano, se han distinguido los
buenos hijos de la Compañía. Aparte de la reimpresión de libros
europeos dedicados a la explicación o propaganda de tan amable
devoción, se imprimieron aquí otras diecinueve obras sobre el
mismo asunto de que nosotros tenemos noticia. Fué la primera en
1732 la del P. Antonio de Mora natural de Puebla de los Angeles
C. VI. LA compañía de JESÚS 163
de quien dice el enadito Beristáin: "Fué Rector del Colegio Máxi-
mo de esta Corte; sujeto en quien no sólo concurrieron las señala-
das prendas de gran literatura en la Escholastica y Moral, y con
muchas ventajas en la teología Mística, sino también las de vir-
tud y discreción para el gobierno de sus hijos espirituales, a quie-
nes incansable y suavemente dirigía todos los ratos que a sus in-
dispensables distribuciones usurpaba: diósele sepultura haciendo
sus oficios los RR. PP. dominicos a quienes asistieron otros mu-
chos de las demás Comunidades." El libro del P. Mora se intitula:
"Devoto culto, que debe dar el Christiano a el Sagrado Corazón de
Christo Dios y Hombre. Sacado del libro que de este argumento
escribió en Roma y dedicó a nuestro Muy Santo P. Benedicto Dé-
cimo tercio el R. P. Joseph de Gallifet de la Compañía de Jesús,
Asistente de la provincia de Francia.
Como popular y útil, fuélo más, un librito llamado "Día fe-
liz en obsequio del amoroso Corazón de Cristo Jesús" que en 1755
publicaba el P. Francisco Javier Lazcano, hijo también de la pia-
dosa Angelópolis donde nació en 1702 y entró en la Compañía a los
quince años de su edad. Fué uno de los jesuítas más movidos, más
populares y ardientes que tuvo la orden en el siglo XVIII ; deján-
donos innumerables folletos, sermones y biografías con que conti-
nuamente tenía ocupadas las prensas. Murió en México en
1772 (10).
En los años de 1755 y siguientes el buen Castro Santana nos
dejó consignadas las siguientes consoladoras noticias: "El 6 de Ju-
nio se celebró en distintas iglesias de esta capital la festividad del
Divino Corazón de Jesús, cuya devoción se ha difundido por todo el
reino." Y en 1756, "la tierna devoción del Divino Corazón de Jesús
se ha extendido con gran fervor en esta ciudad, y en las más de sus
iglesias se celebró hoy 25 del que corre, y por dotación, en la de re-
ligiosas descalzas nuevas, manifiesto el Divinísimo Sacramento,
con jubileo, siendo orador el R. P. M. José del Castillo, de la Sa-
grada Compañía de Jesús; y en su colegio real de San Ildefonso
se halla fundada con autoridad apostólica, congi'egación en que
se tributan continuos y reverentes cultos."
(10) La descripción de las obras sobre el Sagrado Corazón a que nos
referimos, pueden verse en "La Imprenta en México," de Don Toribio Medina,
bajo los números 3247, 3340, 3421, 4329, 3681, 3863, 3942, 3962, 4143, 4254,
4258, 4360, 4538, 4540, 5067, 5630, 5778, 7291.
164 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
La otra nueva poderosísima arma que empezaron a esgrimir
los jesuítas de una manera ya metodizada y en regla, fué la de dar
tandas de ejercicios espirituales de encierro y en casa especial para
ello, a los seglares; antes de hacer la historia de la casa se nos
ocurre reprochar a aquellos buenos hermanos de la antigua pro-
vincia mexicana: Tuvieron que aguardar dos siglos para fundar
una institución tan suya por una parte, tan trascendental y tan
necesaria por otra. ¿No habían caído en la cuenta de la diferen-
cia tan grande que hay entre quienes han hecho ejercicios y los
que no han pasado por ellos? ¿No sabían que los ejercicios son el
alma de su propio instituto y la razón de ser de todas las ener-
gías que caracterizan a su orden?
En el mismo sitio donde hoy está el flamante edificio del
Ministerio de Comunicaciones en la ciudad de México, estuvo des-
de el primer tercio del siglo XVII el noviciado que fundara D.
Andrés de Cai^ajal; en esta misma casa, como arriba escribimos,
empezaron a darse las primeras tandas desde por los años de 1665
en que apareció la edición mexicana más antigua que conocemos
del precioso librito "Ejercicios Espirituales de San Ignacio." Mas
lo que propiamente fué la casa de ejercicios con el nombre de Ara
Coeli, comenzóse por influencias de los jesuítas el año de 1717 con
donaciones particulares. Lo que los padres consideraron como la
piedra fundamental de la casa, fué un legado de diez mil pesos
que con ese destino dejó el marqués de Villa Puente, aumentados
con otros diez mil pesos que en otro legado dejó para el mismo fin
el Lie. D, Juan Antonio Velázquez y Mena; y con casi otro tanto
que el P. Agustín de Jáuregui, albacea de éste, aumentó del re-
manente de los bienes para lo que tenía libertad.
El pensamiento de fundar una casa para dar los Ejercicios
dispuestos por San Ignacio de Loyola, fué del P. Matías Blanco, y
aunque promovió eficazmente su fundación, no pudo lograrla, pues
murió sin verla ni aun comenzar; la semilla sin embargo, fructificó
cultivada por la mano del P. Cristóbal Escobar y Llamas, natural
de Tingüindín, diócesis de Michoacán, rector del colegio y maes-
tro de arquitectura, que fué quien lo construyó, comenzando la
obra el año 1751 con sólo los diez mil pesos del marqués de Villa-
puente (11).
(11) El P. Cristóbal Escobar y Llamas profesó el Instituto de la Com-
San Francisco pintado por Murillo.
C. VI. LA compañía de JESÚS 165
Amplio, sólido y bello fué el edificio hecho por el P. Escobar :
componíase de dos patios con la entrada por la calle de la Estampa
de San Andrés. Todo el primer piso era de bóveda en ambos pa-
tios, sobre columnas cuadradas, y el piso segundo de terrado.
Tuvo dos capillas interiores provistas de ornamentos y vasos sa-
grados suficientes y ricos, con una custodia bellísima; los apo-
sentos de los ejercitantes y del P. Director, el refectorio y co-
cina amueblados con todo lo necesario para cada uno de ellos; el
edificio entero guardaba total independencia del colegio, conser-
vando la indispensable comunicación para pasar de una casa a la
otra, por dos puertas interiores.
Obra de tanta importancia no pudo hacerse en poco tiempo
ni con poco dinero ; y como las limosnas no eran muchas ni repeti-
das, la obra caminaba despacio; mas al fin hubo de concluirse el
año 1760. El día 8 de diciembre se bendijo la capilla principal, y al
año siguiente comenzaron a darse tandas de Ejercicios, habiendo
llegado el costo de la casa a ciento cincuenta mil pesos. Los PP. de
la Compañía por gratitud mandaron hacer los retratos de los dos
primeros donantes: del marqués de Villapuente y del licenciado
Velázquez de tamaño casi natural, en dos lienzos distintos.
El marqués de Villapuente no sólo dio para la fábrica mate-
rial los diez mil pesos que dijimos, sino que con cuatro mil más de-
jó el gasto de vino y cera para la capilla de los Ejercicios; pero fal-
taba dotar las tandas: a ésto acudieron el obispo de Puebla, D.
Domingo Pantaleón Abreu, quien dio cuatro mil pesos para alimen-
to de los ejercitantes en la primera tanda del año; el capitán D.
pañía de Jesús en Tepotzotlán a 12 de enero de 1716, después de haber ves-
tido la beca del Real Colegio de San Ildefonso de México, y de haber recibido
en su Universidad los primeros grados. Enseñó en su religión la retórica, la
fiiosofía y la teología: fué rector del citado colegio y provincial de la Nueva
España en 1743. Insigne protector y promovedor de las letras, levantó nue-
vamente el citado Real Seminario, adornando a México con edificio cuya
magnificencia corresponde a la dignidad de las ciencias que en él se cultivan.
Hizo nuevo plan de estudios; aumentó hasta trescientos el número de cole-
giales; fundó para los más sobresalientes teólogos una borla de doctor, y
para los canonistas una licenciatura; y dotó la cátedra del Maestro de las
sentencias para que la sirviera en la Universidad un alumno de dicho colegio.
Piadoso igualmente hizo la casa de Ejercicios espirituales en el de San An-
drés. Murió con universal sentimiento en el pueblo de Coatepec el año de 1760,
dejando a más de varios MANUSCRITOS TEOLÓGICOS, que se conservan
en la Biblioteca de la Universidad de México, DOS REPRESENTACIONES
AL REY, muy doctas, y las "NUEVAS CONSTITUCIONES Y REFORMA
DE ESTUDIOS DEL REAL COLEGIO DE SAN ILDEFONSO."
16Ó INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
Sebastián de Aciburu, que con igual cantidad dotó otra, que quiso
iiubiera en el mes de octubre de cada año; la Sra. Da. Josefa Leo-
nor de Recabarren quien dio nueve mil pesos para que con sus ré-
ditos se dieran tandas de Ejercicios sin designación de ninguna
especial; y por último el Dr. D. Martín José Migueleña, que con
tres mil pesos dotó mía tanda de cinco días, sin añadir nada a su
fundación. Posible es y aun muy probable, que el padre director de
los Ejercicios, con el fin de igualar y regularizar las tandas reu-
niera los tres mil pesos del Dr. Migueleña a los nueve de la Sra.
Da. Leonor, y con los doce hiciera tres tandas, resultando de ello
que el año del estreno de la casa pudieran darse cinco, con treinta
personas cada una. Otra señora fundó con tres mil pesos tandas
de cinco días para personas ocupadas.
Estos cinco principales bienhechores fueron considerados siem-
pre como fundadores : el primero de la casa, los otros cuatro de los
Ejercicios; más tarde con la cooperación de algunos devotos, se
aumentó el número de tandas anuales hasta diez y también el de
los ejercitantes. En esta conformidad continuó la casa hasta la me-
morable expulsión de los jesuítas, que si más dilata la encuentra
con mayores dimensiones, pues en esos días la estaban acrecen-
tando dos piadosos bienhechores en un solar que a ese fin compra-
ron en la calle de la Estampa de San Andrés, al poniente de la ca-
sa. Después de la extinción de la Compañía pasó a ser Hospital de
San Andrés, que todavía alcanzamos en nuestra niñez (12).
A mediados del siglo, hacer los Ejercicios espirituales en San
Andrés era punto de que se preciaban los más distinguidos y cris-
tianos personajes de la Capital; bajo la fecha 6 de setiembre de
1755 nos dice el tantas veces citado diario de Castro Santana: "El
limo, señor arzobispo de esta metrópoli concluyó los ejercicios que,
con doce familiares y otros varios sujetos tomó por espacio de
ocho días en la santa casa de Araceli, del Colegio de San Andrés,
de la sagrada Compañía de Jesús, habiendo ejemplarizado a todos
los que concurrieron a ellos el modo con que dicho Sr. se portó, si-
guiendo todos los actos y ejercicios en el modo que pudiera hacerlo
el más pobre individuo, no permitiendo se le diese el trato corres-
pondiente a su dignidad : dio dichos ejercicios el R. P. José Carrillo
(12) De noticias tomadas por D. José Marroquí de un estado de la Con-
taduría General de Temporalidades, hecho en México el año de 1779. Archivo
General de la Nación. Temporalidades, año citado.
C. VI. LA compañía de JESÚS 167
Altamirano de dicha sagrada Compañía y director de la expre-
sada casa ;" y al mes siguiente se concluyó una tanda de ejercicios
en la santa casa de Araceli del colegio de San Andrés, de la sagrada
Compañía de Jesús, en la que fué uno de los ejercitantes el Sr. co-
ronel D. Juan Vicente Güemez y Horcasitas, primogénito de la casa
de S. E. el Sr. virrey.
En 1752 (dice el Diario) "Su lima, mandó fijar edicto para
que todos los clérigos de este Arzobispado que quisieren tener ejer-
cicios ocurran a la casa de ellos que se fabricó en el Colegio de San
Andrés de la sagrada Compañía de Jesús de esta corte siendo del
cargo de S. S. lima, la manutención de todos los que fueren." ¡ Estos
son edictos!
La Compañía de Jesús era un cuadro de luces, pero también
con sombras. De éstas tenemos que hablar ; aunque sean como algu-
nas lo fueron muy espesas; y ciertamente no alabamos a antiguos
historiadores por habérselas callado.
Después de afirmar el Padre Astráin en su egregia Historia
de la Compañía de Jesús, que floreció la observancia regular en la
provincia de México, laméntase de no poseer los documentos cuales
son' las cartas de los generales, avisos de visitadores, etc., en que
se reflejan de ordinario la vida real de la provincia; y otros suce-
sos y rasgos que al mismo tiempo que noticias contienen no pocas
y saludables enseñanzas. Reunidos y auténticos, nosotros hemos en-
contrado documentos en abundancia, principalmente de generales
y provincias de que copiamos no pocos fragmentos relativos a los
defectos, de la misma manera y con los mismos sanos fines, que
lo hicimos en el volumen anterior a éste.
En general estos papeles acusan satisfacción de parte de los
generales, aunque explícitamente, lo que más se hace resaltar, son
los defectos, tanto porque eran más raros que las virtudes, cuanto
porque el fin práctico de las cartas era suprimirlos y castigarlos.
De intolerable abuso califica el P. Miguel Ángel Tamburini "el
de tanta multitud de criados que se permiten en las casas y colegios,
no para todos en común, sino para servar a cada uno en particular,
sin reparar en los gravísimos inconvenientes que de tan perni-
cioso abuso se pueden temer: la desedificación y aun escándalo de
ver a unos hombres, obligados por su instituto a servir a todos,
168 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA 0RGANIZA1>A
metidos a muy señores y caballeros, servidos de pajes como lo po-
día hacer un seglar que no tiene las leyes particulares de humildad
a que está obligado un religioso. ¿Sirven estos criados de balde?
tengo por cierto que no, y según eso, ¿de dónde sale el estipendio
que se les paga? Entre tantos testigos de acciones domésticas, cuán-
tos chismes, cuántas murmuraciones, cuántos embustes no se es-
parcirán entre ellos sobre el modo de proceder de los padres. No
puedo persuadirme que los padres naturales de los muchachos sir-
vientes no estén disgustados, viendo que sus hijos están uno y otro
año ocupados en servir sin hacer adelantamiento en algún oficio.
Ordeno que sin réplica ni demora alguna se despidan los criados
particulares sin respeto ni atención a graduación, canas y achaques ;
si algún padre necesita quien lo ayude, para eso son los hermanos
coadjutores. Ordeno asimismo a todos los superiores locales que
no consientan entrar a nadie en los aposentos si tuvieren aun la
más remota sospecha de que los que entran en ellos van a barrerlos,
hacer cama, llevar agua, lumbre, etc., y si hallaren o supieren de
alguno que así se deja servir, le den luego al punto una pública pe-
nitencia, la cual se agravará si la culpa se repitiere. Pero no por lo
dicho se quita que haya número proporcionado, según estilo y cos-
tumbre, para servir en la sacristía, ropería y cocina y otras ofici-
nas de comunidad" (13).
El mismo Prepósito General se quejaba refiriéndose a México
de que cuando un sujeto se muda de un colegio a otro, por no haber
vestuario competente en el colegio de donde sale, se le entrega el
dinero correspondiente para que él se vista a su modo, que es cosa
indigna y ocasión de faltas contra el voto de la pobreza. También
se me avisa (continúa) de otro desorden particular en orden a re-
cibir algún estipendio de misas si no en dinero, a lo menos en otros
donecillos correspondientes.
Reprensiones de otros órdenes fueron viniendo sucesivamente
como son los que se siguen : "es muy ajeno a nuestro modo de vida
el asistir a funciones profanas de comedias, entremeses y otras se-
mejantes, en lo que parece no se ha reparado en México, o por lo
menos ha sido nimia la condescendencia de los superiores que no
han hallado palabras de cortesía y modestia con que excusarse de
los convites que tal vez hacen los Señores Virreyes a semejantes
funciones. También oigo que hay facilidad en admitir convites para
(13) Carta de 16 de Noviembre de 1717.
C. VI. LA compañía de JESÚS 169
procesiones públicas de las cuales por nuestros privilegios estamos
exceptuados."
Las órdenes y encargos sobre el uso del tabaco se siguieron re-
pitiendo por parte de varios PP. Generales; por eso el P. Provin-
cial Alejandro Romano lanzó, comentando una carta generalicia las
siguientes frases: "ya es materia aquesta que nos debe llenar de
corrimiento y vergüenza pues ha dado margen un vicio por sí tan
asqueroso, a que nos vengan de Roma tantas órdenes, con fin de su
remedio, cuantos son los despachos que de allá han venido para es-
ta nuestra Provincia, desde que el dicho vicio contra el decoro de
ella y de sus antiguos religiosos estilos se llora introducida, para
ofensión y asco de casi todos. El Rector vele con eficacia en orden
a desterrarlo imponiendo para ello la penitencia conveniente" (14).
Pasáronse también avisos sobre el abuso de andar en coche,
"permitiéndose sin embargo que alguna vez o por causa de ir a al-
gún lugar de recreación distante de la Ciudad, o por razón de algu-
na urbanidad, que no desdiga de la modestia, se salga una o dos
leguas. Por las calles especialmente en México y en la Puebla,
(donde es más frecuente este desorden) prohibo enteramente este
abuso a todos los hermanos coadjutores y estudiantes, como a todos
los padres que no pasaren de treinta años." Más tarde se modificó
un poco la orden permitiendo Su Paternidad, "que el Provincial use
en sus visitas de calesa de dos ruedas, pero no podía usar ni coches
ni forlones."
Hubo en el primer tercio del siglo una acusación que formula-
ron al padre general y él devolvió en los siguientes términos:
"Oigo que los Padres que cuidan de las Congregaciones, se van sa-
liendo con algunas exenciones y privilegios, como es eximirse de
algunas cargas y ministerios comunes a todos los operarios; no es
razón permitírselas sino intimárselas con toda expresión, etc." Al
intimar esta frase el P. provincial del general a los rectores, hace
la siguiente advertencia :"antes de pasar a otra cosa quiero dejar
prevenido a V. R. lo que con el parecer de los PP. Consultores he
determinado explicar acerca de la inteligencia (del aviso del P.
general), y es que, haciendo la debida distinción entre unos y otros,
Prefectos de Congregaciones, de ningún modo se debe inmutar la
práctica asentada que tienen aquellos prefectos cuyas Congrega-
(14) Carta fechada en México el 15 de Febrero de 1719.
170 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
ciones piden función de pulpito cada ocho días, que es del todo cier-
to que juntas éstas con diversas asistencias al confesonario que di-
chos PP. tienen, trabajan más en nuestros ministerios que el más
afanado operario; por donde estando a la mente de dicho orden,
digo que en todo su rigor debe comprender y comprende a aquellos
Prefectos que dan pleno cumplimiento al cargo de tales con un ser-
món y plática cada mes."
En 1723 escribían de Roma: "la casa Profesa está reducida a
una Parroquia de muchas misas cantadas que turban el ministerio
de confesar, y lo peor es que se hacen estas funciones sin tener fon-
dos para ellas, gravando a los seglares con pedirles limosnas y ser-
les molestísimo ésto que tan ajeno es de nuestro Instituto. Quítese."
La indiscreción de algunos en publicar defectos de sus herma-
nos y superiores; la remisión o descuido en los ejercicios espiritua-
les; ia exquisitez de ciertos reverendos para sus comidas, que ha-
bían de ser traídas de fuera de casa y condimentadas por monjas;
merecieron sus respectivos avisos y penitencias. Vino en cambio,
facultad a los provinciales en 1735 para conceder "el uso de re-
lojes de ruedas por justas causas, pero con calidad que su precio sea
moderado y con la debida edificación y ocultamente, y lo tengan en
poder del superior cuando su uso no fuere necesario, por razón de
hacer camino u otra cosa semejante."
El citado Padre Retz da dos graves amonestaciones que debe-
mos dar a conocer: la primera se debió al justo temor que infun-
dieron en los superiores las caídas de algunos sujetos, padres y her-
manos, que claro está, fueron inmediatamente despedidos de la
Compañía. Para preservar, pues, a los demás escribía, "que se tu-
viese especial vigilancia sobre el exceso de visitar mujeres, darles
]íx mano, sentarse en los cojines del estrado, rezar con ellas y otras
semejantes llanezas, indignas de un jesuíta, y que aun en los segla-
res deben ser reprendidas. En ésto, termina el General, deseo muy
de veras el remedio sin desistir hasta extirpar semejantes abusos."
El segundo aviso, rarísimo, es como sigue : "No creyera que la
omisión y descuido con los enfermos hubiese llegado a tal estado en
esa Provincia, que si los enfermos no son Superiores, llegan a que-
dar como abandonados, viéndose obligados muchas veces a pedir o
mendigar de fuera la comida y medicinas; mas son tantos los la-
mentos que sobre esto se me hacen y de tanta autoridad que me
hace creíble ser grande la omisión de los Superiores con los enfer-
C. VI. LA COMPAÑÍA DE JESÚS 171
mos, poca su caridad y muy necesaria la vigilancia y celo del Pro-
vincial a dar pronto y eficaz remedio, amonestando y reprendiendo
muy seriamente a los Superiores que en esto faltasen, y significán-
doles mi voluntad y deseo de su enmienda y que procedan conforme
al espíritu de la Compañía y a los ejemplos que en esta materia nos
dejó N. P. San Ignacio, y cuando así amonestados, prosiguiesen en
su omisión, basta esta falta para no ponerlos jamás a gobierno al-
guno, y aun para deponerlos."
De los desacuerdos que hubo en el siglo XVII entre jesuítas
criollos y extranjeros, parece que en este que historiamos tuvo no-
table enmienda, y sólo descubrimos asomos de ellos en ciertas fra-
ses acá y acullá escapadas a algún misionero (15).
*
* *
La sombra muy detisa a que nos referimos, que aparece en
nuestro siglo XVIII, es la del tristemente célebre asesinato del P.
Nicolás Segura, prepósito de la casa profesa de México, perpetrado
la noche del 7 al 8 de marzo de 1743 por el hermano coadjutor de
la m4sma casa, José Villaseñor.
Claro es que este asesinato, único en la historia, cometido por
un jesuíta, nada quita ni pone en la fama de la orden. Pero cier-
tamente indica flojedad punible en determinados superiores, el
haber retenido contra toda la costumbre de la Compañía a un hom-
bre de los antecedentes que contra el asesino vinieron a resultar en
el proceso, antecedentes que un buen superior ya debía tener desde
antes, muy bien conocidos.
No queremos terminar este capítulo sin tocar un punto que to-
das las medianías ven como algo esencial de la Compañía de Jesús :
sus riquezas. Ciñéndonos a la provincia de México y al siglo XVIII
hay que asentar que era una provincia bien acomodada y hasta ri-
ca, o hablando con más precisión, era una provincia donde había
casas ricas. Así lo escribía con toda sinceridad el padre Ceballos,
(15) Archivo General de la Nación. Sección de Historia, número 333.
172 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
provincial, en toda intimidad al P. Jaime Torres : "Es mucho lo que
se exagera nuestra opulencia; lo cierto es que sólo tres colegios de
la Provincia están ricos. Otros tienen lo preciso, muchos están car-
gados de censos, deudas, y en gran necesidad y éstos, serán diez a
lo menos" (17).
Existen es cierto, varias listas de haciendas tenidas como pro-
piedad de la Compañía de Jesús. Sobre ellas debemos hacer las si-
guientes observaciones: Primera; algunas de tales listas están he-
chas por enemigos de antaño y de hogaño o con el fin de exagerar
tendenciosamente o con el fin de hacerse más fácilmente dueños de
la propiedad que, como todas las llamadas de temporalidades o res-
tos de los jesuítas, se malbarataban.
Segunda observación : en las mismas listas hechas de buena
fe, aun cuando vayan respaldados los nombres de las fincas con es-
crituras de propiedad, en realidad no eran las haciendas que así
aparecen, lisa y llanamente de la orden, sino puestas a su nombre;
unas eran de monjas hermanas de algún jesuíta, o bien de algún
convento de religiosas, otras, y éstas eran muchas, de los colegiales,
pues de sus frutos se habían de alimentar y vestir; y de ésto los
jesuítas no podían disponer; no eran dueños sino administradores.
Tercera observación: las extensiones que tenían algunas ha-
cienda.s de que tanto se admiran algunos europeos, aquí y entonces
significaban muy poco, y menos aún si esas haciendas eran en te-
rrenos áridos como hay tantos en la República. Haciendas buenas
se compraban entonces por dos o tres mil pesos. Hágase una con-
sideración análoga respecto a las cabezas de ganado: ¿qué signi-
ficaba tener tres mil ovejas, si cada oveja valía un real, y en cam-
bio cada libro que tenía que traerse de Europa costaba treinta o
cuarenta reales?
A pesar de todo esto, insistimos en que los jesuítas estaban
ricos, y que si no lo estaban debían de estarlo; porque para soste-
ner todos esos colegios tan suntuosos como procedía, dado el con-
cepto que hay que tener de la educación y de la dignidad de la pa-
tria; para levantar desde sus cimientos esos palacios cuyos moder-
nos usurpadores no aciertan ni a remendar; para mantener bi-
Ijliotecas no solamente bien provistas sino que progresasen al mis-
mo paso que progresan las letras y las ciencias; para sostener el
(16) A. G. I. 61-4-5.
O"
■f.
C. VI. LA compañía de JESÚS 173
esplendor del culto en las ciudades; y para mantener, en el más
estricto sentido de la palabra, a los ochenta mil indios de sus misio-
nes, tenían los jesuítas que tener o procurárselo si no lo tenían,
mucho dinero.
Concediendo pues que eran ricos, lo que propiamente hay que
preguntar es, si eran excesivamente ricos. Podríamos dudar en ab-
soluto si no nos pusiera ya en terreno firme una carta del general
de la Compañía de Jesús, firmada en abril de 1736 y comunicada
por el provincial Juan Antonio Oviedo el 28 de octubre del siguien-
te año y dice así : "En el aviso último que llegó el mes pasado a la
Veracruz, recibí un despacho aunque atrasado de N. P. General, y
en la décima carta informado Su Paternidad de las muchas hacien-
das de que suelen cargarse nuestros colegios con reparo y desedifi-
cación y aun murmuración de los seglares, dice así: "En virtud de
santa obediencia, pena de pecado mortal, mando que ningún colegio,
residencia o casa nuestra compre hacienda cualquiera o bienes raí-
ces o estables, si tiene lo bastante para la manutención, regulada és-
ta y sus rentas, por decenio. Mando con el mismo precepto que ni
las dichas casas, colegios y residencias puedan comprar los dichos
bienes, ni el Procurador de Provincia, para ésta o para los colegios,
sin que primero por parte del colegio, casa, etc., se haga un tratado
de la evidente utilidad de la compra; y que dicho tratado examina-
do del Provincial y consultores ordinarios, sea firmado y aprobado
de la mayor parte de éstos, y con la cual aprobación en mayor nú-
mero de votos, el Provincial dará la licencia que se pide in scriptis;
y si no hay tal aprobación no puede dar la licencia. Mando finalmen-
te con el mismo precepto de santa obediencia, que siempre que se
haya de tratar en consulta sobre dar la referida licencia, se lean
en la dicha consulta estos tres preceptos míos. Debo esperar que es-
to baste, pues si no, no será muy difícil el prohibir toda compra de
éstas sin expresa licencia mía, pues los graves daños que de esto
pudieran resultar son muy inferiores a los del gravísimo descrédito
y vil nota que resulta de lo contrario en una Provincia fundada
solamente para ganar almas a Cristo."
Para nosotros que conocemos lo que es la Compañía de Jesús,
la carta nos lleva a un raciocinio muy firme : si a pesar de un pre-
cepto de santa obediencia bajo pecado mortal, los jesuítas siguieron
reteniendo sus haciendas, es que sencillamente no eran éstas bienes
superfinos; que ningún selecto grupo de consultores de la Compa-
174 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
nía se echa encima un pecado mortal cual sería el que cometiesen
adquiriendo bienes después de la citada prohibición.
Para no sacar de sus debidas proporciones este capítulo, deja-
remos para otro lugar las menciones honoríficas de los muchos
preclaros sujetos que en letras y en virtud produjo la provincia
mexicana durante esta centuria.
CAPITULO VII
SOBRE LOS CONVENTOS DE RELIGIOSAS EN LA NUEVA ESPAÑA
Catalina de Bustamante y sus beatas. — Planes de Fray Juan de Zumárra-
ga. — Las Concepcionistas. — Las Dominicas. — La Familia de Santa Clara. —
Carmelitas descalzas. — Capuchinas y Brígidas. — La Madre Azlor de la Com-
pañía de María. — Consideraciones y datos sobre el número de conventos, es-
píritu religioso y bienes temporales de las monjas.
bibliografía especial
BURGOA, FRANCISCO. — Geografía Descxipción. — México, 1674.
CASTRO SANTANA, JIAXUEI^. — Diario do Sux-esos Notables. — México, 1854.
garcía cubas, ANTONIO. — El Libro de mis Recuerdos. — México, 1904.
JESÚS MARÍA, FÉLIX DE.— Vida de Sor María de Jesús. — Roma, 1756.
Relación Histórica de la Fundación del Convento de Nuestra Señora del Pilar,
Compañía de María. — México, 1793.
ROBLES, .ANTONIO. — Diario de Sucesos Notables.- México, 1853.
SEDAÑO, FRANCISCO.— Noticias de México.— México, 1880.
8IGUENZ.A y GONGOR.%, CARLOS. — Paraíso Occidental. — México, 1648.
ULLO.A, ANTONIO. — Noticias Americanas. — Madrid, 1772.
VETANCURT, AGUSTÍN. — Menologio Franciscane. — México, 1871.
176 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
^-N^AonLA^^, pesar de nuestra estima y veneración hacia las religio-
sas, vírgenes que a Dios consagradas, emplean su vi-
da en lo mejor que ser humano puede emplearla: en
adorar y hacer reverencia a Dios Nuestro Señor y
en desagraviarle por las injurias que recibe de los pecadores; a
pesar también de que estas esposas de Jesucristo resplandecen
tanto en la Historia Eclesiástica Mexicana ; razones visibles de mé-
todo nos han hecho esperar hasta este siglo XVIII que vamos his-
toriando, para exponer, siempre dentro de las propias proporcio-
nes las noticias históricas principales que sobre el tema hemos lo-
grado conocer. Advertimos deliberadamente que si omitimos algu-
nos episodios románticos que corren como moneda de buen cuño
histórico, es porque no hemos descubierto ni verdad, ni verosimi-
litud en semejantes fábulas.
Desde a pocos años de llegado a México fray Juan de Zumá-
rraga, vemos algo así como monasterio en México y en Texcoco;
una reunión de mujeres españolas piadosas que ayudadas de indias
formales y devotas, se dedicaban a preservar y doctrinar niñas in-
dígenas. Figuraba al frente de estas beatas que tal era el nombre
serio y oficial con que se les conocía, una Catalina de Bustamante,
mujer ciertamente de mucho temple y piedad según pudo conocerse
en la defensa de una india doncella contra la perversidad de un tal
Luis de Berrio, hermano del Oidor Delgadillo, que al fin logró sa-
carla por las tapias del convento. En otra ocasión también, repren-
dió con mucha energía en la puerta de Santo Domingo la procaci-
dad y mala lengua del furibundo D. Gonzalo de Salazar.
Tanto a esta Catalina de Bustamante como a sus compañeras
se les llamaba madres por el vulgo de los conquistadores; y su ca-
sa que estaba "cabe la Iglesia Mayor," se designaba con el nombre
de Convento de la Madre de Dios.
El año de 1529 escribía al Consejo de Indias el señor Zumá-
rraga : "debe hacerse mayor la casa donde se críen las hijas de los
naturales en México ; y que de nuevo se hagan otras en algunas pro-
vincias; y que haya religiosas profesas que las doctrinen; y que to-
men las hijas de los principales, seyendo de cinco años arriba.
"La casa de México se puede hacer más cumplida, fácilmente;
y en las otras provincias que se hagan por la orden que se hicieron
C. VII. SOBRE LOS CONVENTOS DE RELIGIOSAS EN LA N. ESPAÑA 177
las de Texcuco y Otumba y Tepeapulco y Huejotzingo y Tlaxcala y
Chilula y Cuyoacán que quedaron fechas y muy pobladas de las hi-
jas de los naturales" (1).
El presidente del Consejo respondió secamente : "Religiosas de
votos no conviene que haya al presente, a mi parecer."
La razón porque pedía el Sr. Zumárraga que fuesen verdade-
ras religiosas de votos y clausura, se ve claramente por otra carta
suya muy curiosa que copiamos aquí :
'Tarácenos cosa provechosa e muy necesaria haber en esta
ciudad de México un monasterio suntuoso de monjas profesas de la
manera de Castilla, con que ellas tengan cuidado con las hijas de
los naturales y las doctrinasen y tuviesen en todo recogimiento y
encerramiento; porque de esta manera serían enteros cristianos
ellos y ellas, y tomarían doctrina de la honestidad y recogimiento
de las dichas monjas ; y sus padres las darían de mejor voluntad que
las dan en estos monasterios, donde no hay esa guarda ni encerra-
miento, ni paredes altas, ni lo puede haber de la manera que agora
están, y por eso las dan de mala gana, porque en su gentilidad las
solían poner muy encerradas y como nadie las viese ; y haciéndose
así, allende de la doctrina que tomarían en las cosas de nuestra san-
ta fe católica, para cuando de allí saliesen a se casar, enseñarían a
sus maridos e casas las cosas de nuestra santa fe, y alguna poli-
cía honesta e buen modo de vivir; e porque para este efecto V. M.
mandó edificar un recogimiento e casa en esta ciudad cabe la iglesia
mayor, en el cual al presente se recogen algunas hijas de los natura-
les, y se han casado e se casan de allí cuando son de edad ; y hemos
visto el sumo provecho que de estar en el dicho recogimiento e doc-
trina se ha seguido, y vemos el mayor que se seguiría si las maes-
tras que a estas enseñasen, hubiesen profesado; porque las muje-
res que de estas partes han venido, como no fuesen obligadas a
clausura ni obediencia, salen y andan fuera y disponen de sí a su
voluntad, sin haber lugar de ser compelidas para que estén en las
dichas casas e no se nos vayan, como las más se han ido, porque las
aventajan partidos en casas de seglares; e porque de haber el dicho
monasterio se seguiría sacar las monjas tales maestras de las natu-
rales, que no tuviésemos necesidad de ir a Castilla por más, porque
toda la tierra se provería del dicho monasterio, como hemos dicho
(1) A. G. L 51-6-2122.
178 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
de los estudiantes del colegio. A. V. M. suplicamos, porque el sitio
que está tomado en que agora están, es poco y tiene muy poquito
edificado, y está en lugar y cabo donde no se le puede dar anchura
y espacio conveniente, y está en lugar y parte tan pública, que los
naturales huyen y excusan cuanto pueden de traer ahí a sus hijas;
suplicamos a V. M. mande dar un sitio e lugar convenible, tal cual
se requiere para edificar el dicho monasterio, e le mande señalar
un pueblo que le edifique, y después de edificado e mantenga las di-
chas religiosas e niñas hijas de los naturales que allí se encerraren,
entretanto que a dichos monasterios se adquiere o le dejan algunas
personas alguna dotación perpetua con que se pueda sustentar : cer-
tificamos a V. I\I. que lo que más conviene para la conversión y
cristiandad de éstos, es el colegio y monasterio de ellas, y una de
las más aceptas limosnas que nosotros podemos alcanzar que V. M.
puede hacer."
Los deseos del primer obispo de México no se vieron coronados
sino hasta el año de 1540, con la llegada de las monjas de la Con-
cepción, que él personalmente había arreglado en aquella su fruc-
tífera estancia en la ciudad de Toledo. Bajó un día el venerable
prelado al Zocodover, pasó por la Puerta de la Sangre al Hospital
de Santa Cruz, en construcción, y de allí a lo que aún se llamaba
vulgarmente el Alcázar bajo, y hoy el Monasterio de la Concepción,
donde tenía una sobrina religiosa, moradora en dicha casa. De fun-
dación noble y legendaria, el monasterio toledano puede decirse que
estaba en el verdor de su primitiva observancia bajo la regla funda-
mental de San Francisco, sin que por esto pudieran llamarse las
monjas a boca llena, franciscanas, pues tanto la casa matriz tole-
dana, como sus fundaciones en México fueron de hecho exentas de
la jurisdicción de la orden seráfica; y cuando alguna vez preten-
dieron sujetársele, la orden no las admitió, porque a la verdad ha-
bía muchas variantes, aunque no pueden llamarse relajaciones, de
la primitiva regla de San Francisco.
Mediante breve de Su Santidad Paulo III, y acuerdo del vi-
rrey Mendoza, fundaron estas religiosas en México en la última
manzana hacia el poniente, de lo que entonces se llamaba la Traza,
cuadrilátero demarcado por Hernán Cortés para que dentro de él
exclusivamente residiesen los españoles. Las casas eran del capi-
tán y conquistador Andrés de Tapia, a quien parece que pertene-
cieron desde el principio esos solares y todo lo que hoy es plaza de
C. VIL SOBRE LOS CONVENTOS DE RELIGIOSAS EN LA N. ESPAÑA 179
Villamil, y las dos manzanas, a saber, donde está el Templo de la
Concepción y la inmediata hacia el sur. Añadiéronse más tarde al-
gunas casas compradas a D. Luis de Castilla.
Las monjas fundadoras venidas de Toledo, llamábanse Paula
de San Ana, Luisa de San Francisco y Francisca Evangelista;
y las primeras novicias aquí recibidas, Ana de San Buenaventura
e Isabel de los Angeles, hijas respectivamente de Alonso Dávila y
de Juan Tapia. En un librito manuscrito, propiedad sin duda de al-
guna monja de las primitivas, se leen estas devotas frases: "San
Juan Bautista es abogado de esta casa de la Concepción, que nos le
dio el santo arzobispo que sea en gloria, D. Fr. Juan de Zumárraga,
primer obispo de México. Señalósele para que le hubiésemos por
Patrón del cielo, cuando S. S. nos bendijo la iglesia y la claustra
de nuestro Monasterio; y cada año le cantamos una Misa y unas
Vísperas en su día, o en su octava."
En el año de 1586 se expidió en favor de este monasterio una
bula firmada por Sixto V, no como malamente se ha escrito para
que pudiesen hacer los cuatro votos de : pobreza, castidad, obedien-
cia y clausura, sino para que estos votos que antes eran simples
(dispensables por el prelado) se elevasen a profesión solemne, o sea
que su dispensación dependía de la Santa Sede.
La pobreza con que empezaron pasó a miseria, cuando la inun-
dación de 1629 dejó a la comunidad sin casa y sin socorros hasta
que primeramente un capitán Aguirre, y después el anciano D. Si-
món de Haro, cuya beneficencia es proverbial en los fastos de nues-
tra historia, tomaron por su cuenta lo que realmente pudo llamarse
fundación del monasterio, un edificio inmenso con huerta en su in-
terior, y jardines y lago, y algo muy especial, callejuelas interiores
para habitación del personal adherido al convento.
Porque es de saberse que estas buenas monjas aparte de las
celdas que tenían en el claustro, que pudieran llamarse su habita-
ción oficial, tenían viviendas costeadas por sus familias, donde se
alojaba la criada o criadas de la monja, y no pocas veces niñas huér-
fanas u otras mujeres piadosas que querían, sin ser monjas, tener
vida de recogimiento. Cuáles fueron los efectos de tan inverosímil
mescolanza, se verá en artículos posteriores.
Además de la fundación propiamente dicha, cuatrocientos diez
y seis mil pesos en barras de plata y oro, que les dejó Haro, tenían
las monjas para el sustento y progreso de su monasterio las dotes
180 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
que teóricamente eran de cuatro mil pesos cada una ; y decimos teó-
ricamente, porque eran muchos los casos en que entraban con dis-
pensa de dote o de parte de él.
En 1760 este monasterio obtuvo de Carlos III el título de real,
y con ello el derecho de esculpir en su fachada las armas reales que
se encargaron de raspar setenta años más tarde nuestros envidio-
sos y chavacanos revolucionarios.
Este convento de la Concepción no es solamente el más anti-
guo de todos los de la Nueva España, sino que también es el más
fecundo; ya que fueron fundaciones suyas los de Regina, Balvane-
ra, Jesús María, Santa Inés, San José de Gracia y la Encarnación ;
además los de la Concepción de Puebla y de Yucatán. Por esta ra-
zón las religiosas de todos los conventos usaban igual hábito, o si
acaso con muy pocas diferencias : túnica y escapulario de estameña
blanca, manto azul, velo negro con toca blanca que cubría hasta
el pecho ; sobre el peto y sobre el escapulario un escudo redondo que
solía ser una miniatura en cobre o en pergamino de la imagen de la
Santísima Virgen Inmaculada ; otro escudo semejante, aunque más
pequeño, llevaban en el manto sobre el hombro derecho.
La primera fundación salida de las monjas concepcionistas de
México, fué la del convento de Regina en 1570, o según otros en
1573. No tuvieron biehechor fijo sino hasta principios del siglo
XVII, en el honorable Caballero D. Melchor de los Terreros. Sus
bienes al terminar la exclaustración según el Calendario de Onti-
veros, eran sesenta y dos casas que producían veintiocho mil sete-
cientos cincuenta y siete pesos al año; y noventa y tres mil sete-
cientos veinticinco pesos en capitales activos.
De la fundación de Regina salieron el Convento de Oaxaca en
1596, el de San Bernardo de México en 1636 y el de San Miguel el
Grande en 1756.
La fundación canónica del convento de Jesús María es de fines
de 1578 y se debe a un honrado español seglar llamado Pedro To-
más Denia, y a aquel buen sacerdote Gregorio de Pesquera a quien
ya conocen nuestros lectores como amigo de San Ignacio de Loyola
y abnegado rector del colegio de San Juan de Letrán. Estos dos
señores recogieron por los principales minerales de México las pri-
meras sumas de dinero para la fundación ; y lo que es más, traje-
ron a su partido a aquel honradísimo viejo que tanta autoridad te-
nía en toda la Nueva España, D. Bernardino de Albornoz. De acuer-
ün ángulo del Templo de Santa Clara. — Qiierétaro.
C. VIL SOBRE LOS CONVENTOS DE RELIGIOSAS EN LA N. ESPAÑA 181
?TE£a>E!6l6;
do con todo ello el virrey Enríquez y el arzobispo Moya de Contre-
ras, púsose a la obra comprando casas por el rumbo de la Maríscala,
trasladándose nue-
ve monjas fundado-
ras de la Concep-
ción, y eligiéndose
las primeras novi-
cias de entre las hi-
jas de los conquis-
tadores, "las más
nobles, las más des-
amparadas y las
más expuestas por
su mayor belleza,"
según rezan las ac-
tas de Cabildo co-
rrespondientes a 27
de abril de 1679.
El día señalado
de las monjas fun-
dadoras, que fué el
día 10 del mismo
mes de enero, a las
tres de la tarde, el
arzobispo asistido
del cabildo ecle-
siástico y acompa-
ñado de la real
audiencia y de mu-
chos particulares, se
presentó en la por-
tería del convento
de la Concepción ;
la comunidad en procesión, presidida por su abadesa, trajo allí a
las diez elegidas para fundadoras; el arzobispo les leyó pública-
mente el nombramiento que en ellas había recaído, y aceptado por
todas también en público en aquella solemnidad, salieron una en
pos de otra, y colocadas en literas, fueron llevadas a su nueva casa
enmedio del lucido acompañamiento que concurría al acto. Llega-
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|BAE)E5^LAH)l^ERJLNQA M¿vDR£:^'.
"P.YAAUCUSTINaDE SLpiOkjK .SANTA A^r'
Placa en el muro de Kegina
182
INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
das, las recibió el arzobispo en la iglesia, bajo suntuoso sitial, y
colocadas a los lados de él, se les leyeron las Ordenanzas formadas
M^SSrT^^pSS^m^STSTí
Ruinas del Convento de Jesús María. — México.
para el gobierno del convento que abrían, que eran con ligeras va-
riaciones las mismas por las que se gobernaba el de la Concepción,
por ser la regla misma. Después de lo cual se procedió a la dis-
tribución de los oficios, dándose el de abadesa a la M. Isabel Bau-
tista; ella en agradecimiento a esa merced, y también en señal de
obediencia a su prelado, se levantó de su asiento y le besó la mano;
otro tanto hicieron una después de otra las nueve restantes. Con-
cluido este acto, el arzobispo y la comitiva condujeron a las mon-
jas de la iglesia a la portería.
Poco permanecieron las monjas en su primer domicilio por lo
desfavorable de su situación, ya que por aquel entonces aquellos eran
arrabales y pantanos insalubres. Pasáronse al sitio en que desde
entonces ha estado el convento y templo de Jesús María.
Felipe 11 lo adoptó bajo su real patronato, dotándolo muní-
ficamente, y se dice que esto se debe a que desde el principio fué
allí puesta en calidad de pupila una niña como de 8 años de quien
las malas lenguas rumoraron que tenía sangre real. Lo cual des-
C. VIL SOBRE LOS CONVENTOS DE RELIGIOSAS EN LA N. ESPAÑA 183
pues de bien estudiado, a nosotros nos parece tener muy poco fun-
damento histórico.
Es esta conseja una de las muchas que inventan ciertos autores
contemporáneos para hacer sus novelas históricas imprcsionantexs.
Poco interés ofrecen las vicisitudes económicas del convento
de Jesús María, que con el resto de su historia escribió bajo el títu-
lo del "Paraíso Occidental," nuestro insi^e polígrafo, D. Carlos
de Sigüenza y Góngora. Sus rasgos históricos de interés general
sobre la vida canónica y espiritual de las religiosas se bosquejarán
en su lugar.
El convento de San José de Gracia usurpado por los protestan-
tes en la actualidad, fué fundación de D. Fertmndo de Villegas en
1610, aunque parece que la intención no fué la de concederle toda
la casa. Si hemos de creer al presbítero Gutiérrez Dávila (2).
Kuiaas del Convento de Santa Inés.
La toma de posesión de la otra parte de la casa no fué muy edi-
ficante, pues aconteció que no queriendo las monjas tener por más
tiempo a las recogidas por vecinas, y resistiéndose ellas a salir,
(2) Vida y \'irtudes del P. Domingo Pérez Barcia,
bro 2o. Capítulo Primero.
Madrid 1820. Li-
184 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
aquellas romiDÍeron la pared abriendo un portillo ai Recogimiento,
para que entrando como entraron, a él las seglares del monasterio
(que eran las criadas y las llamadas niñas) no dejaron en el Reco-
gimiento mujer que no pusiesen violentamente en la calle.
Patio de la Encarnación.
El convento de Balvanera no data desde 1573, porque lo que
hubo por aquellos años fué solamente un recogimiento voluntario
de mujeres seglares bajo el nombre de Santa Mónica. Fué en el
primer tercio del siglo Vil cuando se dio a conocer como convento
de monjas. Había en él nada menos de ciento veinte que debieron
ser las mismas recogidas ; pero con la dirección y armazón, por de-
cirlo así, de las Concepcionistas. Reconocieron como fundadora a la
piadosísima Doña Beatriz de Miranda viuda del apartador de oro
de la Casa de Moneda. La primera piedra se puso el 3 de mayo de
1667.
El convento de religiosas de Santa Inés fué también de regla
y fundación concepcionista, levantado en 1600 a expensas de los
marqueses de la Cadena. Es tal vez este convento el de menos ex-
tensión y suntuosidad de los edificados por la orden en México;
C. VIL SOBRE LOS CONVENTOS DE RELIGIOSAS EN LA N. ESPAÑA 185
aunque sí se sabe que su torre derribada en pocos momentos por
la barbarie liberal, era una de las más esbeltas de nuestra ciu-
dad.
Claustro verdaderamente regio fué el edificado por las monjas
de la Encarnación, restaurado modernamente, o mejor dicho, pro-
fanado con las monstruosas pinturas dignas de ciertos cerebros e
inspiradas en la peor de las marihuanas. Debióse su construcción
a fines del siglo XVII al opulento y cristiano caballero D. Alvaro
de Lorenzana.
Mencionadas las fundaciones de Oaxaca y de San Miguel el
Grande, añadiremos sobre este convento, por lo significativos los da-
tos que nos proporciona en su diario, D. Antonio Castro Santa Ana,
«n la fecha 21 de enero de 1756: "El Sr. Arzobispo nombró del
Convento de Regina Coeli de esta ciudad, los fundadores del Con-
vento de Recoletas de Nuestra Señora de la Concepción, que con su
cuantioso patrimonio hace Doña María Loreto de Canal y Hervás,
niña doncella, natural de aquella Villa de San Miguel, patrona y de
las primeras fundadoras que han de ser de dicho convento. Fueron
conducidas las fundadoras desde Regina al Santuario de Nuestra
Señora de Guadalupe en donde se hallaba Su lima, quien les dio
¿a comunión ; despidiéndolas con expresiones de grande afecto, y
tomando los coches de camino, continuaron su derrotero. Aseguran
que pasarán de doscientos mil pesos el costo del convento de dichas
monjas." Después reseña el recibimiento que se les hizo en San Mi-
guel por el Sr. alférez real, D. Francisco de Landeta, conde de
Logo, tutor de Doña María Loreto de Canal. Tuviéronse nueve días
de misas y sermones; al anochecer, los gremios sacaron carros
triunfales iluminándose las calles y quemándose varios artificios
de fuego; representáronse varias comedias, corriéronse toros (¡a
propósito de monjas!) y fué general el júbilo de aquel vecindario
por tan plausible motivo, siendo crecidos los concursos así de aque-
lla jurisdicción, como de las vecinas.
D. Juan Márquez Orozco, rico comerciante de México, dejó un
grueso capital para fundación de un convento de monjas cister-
cienses el año de 1621. Como no se pudo obtener que viniesen las
monjas deseadas, los albaceas se figuraron que cumplían la volun-
tad del difunto, estableciendo con el nombre de bernardas, otro
convento más de concepcionistas como en efecto lo ejecutaron en
1636 tres monjas de Regina, hermanas del difunto fundador.
186
INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
Pasemos ya a otras familias religiosas, y primeramente a las
dominicas que tuvieron su origen en la ciudad de Antequera o
Oaxaca.
El benemérito prelado de aquella diócesis, D. fray Bernardo
de Alburquerque, considerando y con mucha razón, todas las difi-
cultades que suponía el traer monjas desde España hasta Oaxaca,
cortó por lo sano; reunió para que fundasen no a diez vírgenes,
Ruinas del Convento de Capuchinas.
como dice el cronista Burgoa, sino a nueve vírgenes y una viuda
llamada Juana de Santo Domingo.
Dice además el citado escritor que el Sr. obispo Alburquerque
iinpetró de San Pío V la dispensa de trámites para el estableci-
miento y profesión religiosa de ellas. La verdad es que se nos hace
difícil de creer, y más cuando vemos que San Pío V había muerto
cinco años antes de la fundación. Tuvo ciertamente el santo Pon-
tífice correspondencia con el Sr. Alburquerque, y la copiamos ín-
C. VII. SOBRE LOS CONVENTOS DE RELIGIOSAS EN LA N. ESPAÑA 187
tegra en el Archivo del Vaticano ; mas en ninguna parte de ella en-
contramos rastro ni de la petición, ni de la concesión.
Fray Bernardo de todas maneras procedió intrépidamente: hi-
zo ir de México dos monjas clarisas para que fuesen algo así como
maestras de novicias; pero como era natural, y más dado el carác-
ter del obispo, a los pocos meses regresaron a su convento. Como las
novatas no sabían de coro ni de canto llano, les puso al frente como
maestro de capilla a un fraile dominico que dio muy buen resultado.
De este convento, mexicano por los cuatro costados, provienen
las fundaciones de monjas dominicanas de que se gloría nuestro
país: es la primera el convento de Santa Catalina de México, fun-
dado hacia 1680 a solicitud de dos señoras llamadas las felipas. A
éste siguió el de Valladolid fundado en 1697 por el Sr. arzobispo
D. Alonso Guerra, y casi contemporáneamente el de Guadalajara,
según los deseos del Sr. Mendiola e instancias del cabildo ante su
majestad, alegando "que en toda esta provincia no hay monasterio
de monjas donde puedan entrar en religión hijas y nietas de per-
sonas pobres que hubiesen servido en el descubrimiento y pacifica-
ción de la tierra." Pertenece también a la rama dominicana el fer-
voroso convento de catarinas en la ciudad de Pátzcuaro.
*
* *
En otro grupo diferente hay que mencionar a las monjas cla-
ras o clarisas que dependieron en su gobierno, no del ordinario,
sino de los prelados franciscanos.
Tuvieron también en nuestra patria un origen vernáculo y
muy especial, como que en sus primeros años no hubo más conven-
to que la reunión de una señora llamada Francisca de San Agustín,
con sus cinco hijas, y luego algunas otras amigas que bajo la direc-
ción de un franciscano se auto-erigieron en convento, y auto-deno-
minaron religiosas de nuestra Madre Santa Clara. Después de mu-
chos dimes y diretes entre el arzobispo y los franciscanos, sobre
quién tendría la jurisdicción de ese conventículo; la viuda y sus
hijas tomando un partido más práctico, interpusieron al ayunta-
miento de México, y por medio de un italiano Esteban Taruffino
que iba a Roma, se dirigieron nada menos que al Papa San Pío V,
impetrando la canónica confirmación de lo que no era más que pía
unión. El santo Pontífice accedió benignamente en 2 de abril de 1670
188 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
según letras autógrafas que hemos visto en el Archivo del Vati-
cano (3).
Su convento definitivo adjunto al que hoy es templo de Santa
Clara, se empezó a mediados del siglo XVII ; fueron los fundadores
con quinientos mil pesos D. Andrés Arias Tenorio y el Lie. Juan
de Ontiveros.
Los indios del barrio de San Juan, queriendo en 1591 tener un
convento en sus cercanías, impetraron de D. Luis de Velasco la
lundación del de San Juan de la Penitencia, cuyas primeras reli-
giosas procedentes del convento de Santa Clara, tomaron posesión
en 1698, recibidas por los naturales, dice el P. Vetancurt, con baile
y otras demostraciones de regocijo. Mucho contribuyó con sus li-
mosnas el mismo Ontiveros bienhechor de Santa Clara.
Franciscanas y clarisas ; pero no descalzas, sino de las que lla-
man urbanistas, fueron las monjas de Santa Isabel, del convento
levantado en el primer tercio del siglo XVII, en el sitio que hoy ocu-
pa, cavando su propia sepultura, nuestro pobre teatro nacional. El
principal recurso pecuniario para la construcción, procedía de Do-
ña Catalina Peralta, aunque mucho ayudó también el piadosísimo
capitán D. Pedro Andrés de Carvajal.
De los conventos de Santa Clara y de S. Juan de la Penitencia
de México, salieron 8 monjas el 3 de julio de 1608 para fundar el
convento de Santa Clara en Puebla de los Angeles, cuya dotación
se debió a diversos bienhechores que contribuyeron con pequeñas
cantidades, y no como alguien ha dicho, a Doña Isabel de Villanue-
va; porque esta señora no hizo más que ofrecer y no cumplir su
ofrecimiento, y esta clase de personas 'no son las que la gratitud
debe asentar en los fastos de la Historia. La Iglesia de las claras
de Puebla, edificada varias veces, quedó definitivamente concluida
en 1692. Fué célebre este convento, entre otras cosas, porque sos-
tenía regenteada por religiosas, una célebre botica en la que se so-
corrían muchos pobres ; y por la receta de sus camotes en dulce que
tanto dinero ha llevado al comercio de Puebla. Fundación de los
dos conventos de México es el de Santa Clara de Atlixco, debido a
la liberalidad del bachiller Antonio Pérez de las Casas, presbítero
y cura beneficiado de dicha villa.
Hijo del convento de Santa Clara de México es asimismo, el
(3) Archivo Vaticano. Armario Núm. XLIV, Folio 70-70 V. O.
C. VII. SOBRE LOS CONVENTOS DE RELIGIOSAS EN LA N. ESPAÑA 189
de la misma advocación en la ciudad de Querétaro, fundado en 1607
y terminado en 1633. Su templo riquísimo es citado como el más
perfecto en su estilo barroco colonial.
La fundación más digna de considerarse en toda la Historia
Mexicana, es la del convento de Coi-pus Christi, destinado exclusi-
vamente a religiosas indígenas. Esta fundación es el índice de un
importantísimo momento histórico: el de la dignificación muy jus-
ta y muy debida de la psicología indígena, hasta entonces víctima
de un lamentable prejuicio. Dos siglos enteros habían corrido desde
la Conquista ; se había tenido oportunidad más que suficiente para
reconocer la suficiencia en fe y en costumbres de los indios, y aún
se vivía, sin embargo, bajo la falsa impresión de que eran ineptos
para la vida religiosa.
El virrey, marqués de Valero tiene la gloria de haber abierto
el campo, recabando con presteza inusitada los peiTnisos eclesiásti-
cos, y las limosnas como él mismo decía, "para obra tan santa."
No pocas dificultades hubo, tanto en el Consejo de Indias como
por parte de la ciudad de México, y por parte también, triste es de-
cirlo, de tres religiosos de la Compañía de Jesús, consultados por la
real audiencia. La resolución fué favorable en último resultado.
El lunes 10 de setiembre de 1724 fué el Sr. arzobispo a bendecir
el convento, al que pasaron sus cuatro fundadoras: Petra de San
Ignacio, abadesa, Teresa de San José, María Antonia Micaela y
María Gregoria Manuela. El sábado 15 en la mañana, el deán, Dr.
D. Rodrigo García Flores, llevó el Santísimo Sacramento desde la
catedral al nuevo templo, que iba a santificar con su presencia.
La procesión de ese día fué de las más solemnes, para casos
semejantes; casi igualó a la procesión del Corpus: iban primero
los mayordomos y rectores de todas las cofradías y hermandades
fundadas, y las iglesias de la ciudad con sus insignias y estandar-
tes; seguía el orden tercero de San Francisco, tras él las co-
munidades de todas las religiones, por este orden : San Hipó-
lito, Bethlemitas, San Juan de Dios, la Merced, San Agustín,
observantes de San Francisco y Santo Domingo, después el cle-
ro presidido por el cabildo eclesiástico; seguía el deán con el
Sacramento, y luego el Sr. arzobispo con el corregidor y los
tribunales. A otro día se celebró la dedicación con misa canta-
da por el mismo deán y sermón que predicó el Dr. D. José Ig-
190 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
nació Castoreña y Urzúa, sermón que corrió impreso. Continuan-
do las funciones de iglesia por tres días.
Solicitó el fundador, como era debido, la aprobación pontificia
para su establecimiento, y la obtuvo del Señor Benedicto XIII por
breve de 26 de junio de 1727, en el cual se aprobó la fundación, sin
relajar en nada la condición y calidad de las personas que habían
de entrar en el convento. El rey alcanzó el que sus monjas observa-
ran, como las descalzas reales de Madrid, la regla de Santa Clara
en toda su pureza ; y para más conformarse ésta con aquella comu-
nidad, se trajo copia de las ceremonias y ejercicios que allá se prac-
tican.
En el mismo día de la dedicación de la iglesia, comenzaron a
darse hábitos a indias caciques, que continuaron entrando.
El primero de mayo del mismo año de 1728, vistió el hábito
de la casa, Doña María Teresa de los Reyes Valeriano y Moctezu-
ma, sexta nieta del emperador de este nombre; y un año después,
el 12 de junio. Doña María Josefa Velasco y Sedeño, natural de la
Nueva Galicia, de muy noble y esclarecida prosapia en aquel reino.
Entró también en el noviciado el 29 de julio de 1731 Sor María Ger-
trudis de los Dolores, natural de México en el barrio de San Pablo,
hija de D. José de Santa María Galicia.
En medio del natural placer que las monjas sentían mirando
prosperar su comunidad, tuvieron la pesadumbre de recibir la no-
ticia de la muerte del marqués de Valero, su fundador, acaecida
en Madrid, y con la noticia recibieron su corazón que les dejó en
testamento.
Pusieron para perpetua memoria de la fundación y del funda-
dor, sobre la puerta de la calle, grabada en piedra, la inscripción
siguiente: "Este convento de religiosas Franciscas indias hijas
de caciques, y no para otras, se edificó y fundó por el Exmo. Sr. D.
Baltasar de Zúñiga y Guzmán Sotomayor y Mendoza, Marqués de
Valero Ayamonte y Alenquer, siendo Virrey, Gobernador y Capitán
General de este Reino, Gentil Hombre de la Cámara de Su Majes-
tad y Oidor de su Real Audiencia."
Olvidando la voluntad del fundador y desconociendo su propio
interés, las religiosas de este Convento recibieron en él, hacia los
años de 1741 o 42, tres novicias españolas, de que tuvo noticia re-
servada el rey, y en real orden de 12 de octubre de 1745 mandó
C. VII. SOBRE LOS CONVENTOS DE RELIGIOSAS EN LA N. ESPAÑA 191
que saliesen desde luego, y que en lo sucesivo no se permitiese que
entraran otras que no fueran indias.
Desde este convento de Corpus Christi, y con las mismas ba-
ses, salieron las fundaciones de Cosamaluapan y de Nuestra Señora
de los Angeles en Oaxaca, ambas a mediados del siglo XVIII.
• * *
La orden capuchina tuvo su origen en la franciscana; pero
en realidad es ya cosa muy edificante, siendo sin comparación ma-
yor la pobreza y austeridad de las capuchinas.
Sin contar las infructuosas tentativas del arzobispo Sagade
Bugueiro para traer capuchinas de Toledo en 1564, diremos tan
sólo lo que realmente llegó a verificarse, y fué, que saliendo nueva
Santa Isabel
misión de la referida Imperial Ciudad, en 1665, llegaron a México
el 7 de octubre de ese mismo año. Salieron a recibirlas hasta la ga-
rita el virrey, marqués de Mancera con su esposa, el deán y algu-
nos prebendados, varios oidores y muchas personas eclesiásticas
y seculares, quienes las trasladaron en sus coches para traerlas al
centro de la ciudad. A su entrada repicaron en la catedral y en
otras iglesias.
Estas inusitadas demostraciones hablan mucho en favor de la
192 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
sociedad de México en aquel entonces, y en favor de la vida espiri-
tual, hablando en general; porque estas buenas religiosas eran co-
mo la personificación del más elevado ascetismo y alta espirituali-
dad. Respetando y queriendo nuestro público a las demás religiosas,
en éstas veía algo más, veía en ellas "mucho a Dios" para usar de
la frase que por aquellos tiempos usaba un obispo de la Nueva Es-
paña, y por eso las monjas capuchinas se atrajeron entonces y se
siguen atrayendo muy especial simpatía de las personas verdade-
ramente espirituales.
Los primeros cuasi fundadores de estas religiosas en México,
fueron: Doña Isabel de Haro y el Bachiller D. Diego de Rivera;
bendiciéndose el nuevo templo en 1673 ; pero la casa que ellas habi-
taban era de lo más pobre y destartalado que se pueda imaginar.
Las pobres capuchinas no pensaron en componer su convento, an-
tes bien lo rehusaron; algunos bienhechores suyos, lastimados de
la incomodidad en que vivían, solicitaban la aquiescencia de ellas
para hacerle ciertas mejoras urgentes, tales como dar a las ofi-
cinas más apropiada forma, levantar los claustros, abrigar la en-
fermería, y otras; pero la abadesa, sor Lorenza Bernarda, no vi-
no en ello, pareciéndole que en consentirlo se faltaba a la pobreza,
comparando el convento con una posada, que por destartalada que
se encuentre, nunca se detiene el caminante a componerla, siguien-
do imperturbable su camino; y si esto hacía tratándose del indis-
pensable albergue, con mayor severidad aplicaba su doctrina, cuan-
do se le daban objetos de alguna comodidad o descanso para las re-
ligiosas; con palabras suaves volvía los dones a los bienhechores,
diciendo que no podía ella permitir lo que no permitía su regla; en
otras ocasiones solía decir: "casa de capuchinas y alhajas no dicen
bien, cuanto más vacía más hermosa." Tanta austeridad, sin em-
bargo, hubo de ceder ante la necesidad, o acaso intervino precepto,
ello fué que a la postre consintió en que se reformara el convento,
y ya muy adelantada la construcción de la iglesia comenzó la re-
paración de la casa; siendo uno de los que más contribuyeron D.
Francisco Romero de Quedo.
Fué este convento raíz de donde brotaron siete de los ocho
que hubo de la misma regla en la república; pero de él directamen-
te sólo salieron las fundaciones de Puebla, Querétaro, Lagos y la
Villa de Guadalupe. Las fundadoras salieron de México el 27 de
enero de 1704.
C. VIL SOBRE LOS CONVENTOS DE RELIGIOSAS EN LA N. ESPAÑA 193
La segunda fundación que se hizo fué la de Querétaro: salie-
ron de aquí el 31 de julio de 1721.
El 19 de enero de 1756 salió la fundación para Lagos.
La última fundación que hizo esta casa fué la de la Villa de
Guadalupe; el 15 de octubre pasaron de aquí allá las madres Ma-
ría Manuela, María Magdalena, Mariana de San Juan Nepomuce-
no como prelada y siete compañeras más.
Sin otros cambios que los que dejamos asentados, duró este
convento de México, ciento noventa y cinco años, estimado de mu-
chos y respetado de todos, porque sus moradoras siempre se con-
servaron en su primitivo fervor. Sin la austeridad de su segunda
abadesa, tal vez excesiva, conservaron siempre incólume su regla;
a las pretendientes daban una instrucción para que se arreglaran
a ella, formada de veinticinco advertencias sobre las cuales habían
de reflexionar maduramente para probar su vocación. Tales adver-
tencias más parecían propias para alejar del claustro a las solici-
tantes, que para llamarlas a él : campeaba en ellas un espíritu cons-
tante de abnegación de sí mismas y de humildad profunda, perfec-
to desasimiento de las cosas terrenas, continuo trabajo corporal y
ocupación espiritual, sueño corto e interrumpido por la asistencia
a maitines a las doce de la noche. No obstante esto, como nunca
han faltado en México damas virtuosas, había siempre número de
pretendientes esperando lugar, que no fácilmente se presentaba,
en razón de ser limitado a treinta y tres el número de estas reli-
giosas.
La Santa Madre Teresa de Jesús no tuvo convento en México
sino hasta en 1616 fundado de una manera bien original : dos reli-
giosas de Jesús María, sor Inés de la Cruz (muy diferente de la
poetisa) y sor Mariana de la Encarnación, deseosas y con razón,
de mayor observancia, y enteradas por la lectura de la obra de la
Virgen de Avila, de su santa regla y manera de vivir, decidiéronse a
fundar tan resueltamente, como se probó por la santa tenacidad y
ejemplar tesón con que vencieron las muchas y muy variadas difi-
cultades que desde el principio les salieron al paso. Una de ellas fué
que las monjas carmelitas de Puebla establecidas antes que ellas,
se creían con derecho a ser las fundadoras, a lo que con muy buena
gracia les respondieron las de México, que si ellas, las de Puebla,
de simples seglares que habían sido allá en Veracruz, se transfor-
194 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
marón sin más, en religiosas ; ellas que ya habían estado acostum-
bradas a la obediencia regular, más fácilmente entrarían en la ob-
servancia de Santa Teresa de Jesús. Encontraron un pudiente y
generoso bienhechor en D. Esteban Molina de Mosquera que les
construyó su iglesia y convento, sien-
do éste el menor en tamaño de todos
los de la ciudad de México.
Entre estas monjas estuvo la poe-
tisa sor Juana Inés de la Cruz como
novicia, mas no pudo profesar por
no acompañarle la salud para el cum-
plimiento de la regla tan áspera y de
tanta abnegación.
El convento de Santa Teresa la
Nueva de la ciudad de México, situa-
do en la Plazuela de Loreto data de
principios del siglo XVIII.
El de carmelitas descalzas de Pue-
bla, como ya hemos insinuado, comen-
zó en Veracruz por la pía unión de
j siete beatas dirigidas por el jesuíta
Antonio Ruiz y amparadas por el
Ruinas de San Jerónimo.— Puebla. obispO D. DiegO RoVldnO. El 26 de
diciembre de 1604 recibieron el há-
bito de manos del virtuoso prelado; hecho que hicieron perpetuar
en un precioso cuadro mural colocado aún sobre el coro alto donde
aparecen los personajes mencionados que intervinieron en la fun-
dación. El insigne jesuíta angelopolitano Martínez de la Parra
publicó una historia de este convento en 1726.
Otro convento hijo del que acabamos de reseñar quedó esta-
blecido mediante la generosidad de D. Antonio Nogales Dávila,
i unto al templo de la Soledad. Esto fué en 1745.
Conventos hermanos de hijas de Santa Teresa son: el de
Querétaro a principios del siglo XIX, y el de Morelia, ya de 1824,
fundación de la condesa de Pinillos.
La última orden contemplativa que se estableció en la Nueva
España fué la de Santa Brígida en 1743, aun cuando habían sido
C. VIL SOBRE LOS CONVENTOS DE RELIGIOSAS EN LA N. ESPAÑA 195
esperadas muchos años antes. Fueron sus fundadores, D. José
Francisco de Agidrrc y su mujer, Da. Gertrudis Roldan, quienes
les compraron lo que entonces era una especie de charco o laguna
en las afueras de la ciudad, y hoy es la manzana de San Juan de
Letrán — Juárez — López — Independencia.
Las monjas de este Convento procedían del de Vitoria en Es-
paña ; y según lo estipulado por la real cédula de concesión, nunca
pasaron de veinticuatro, aunque suplían el número con el fervor
de su espíritu. Fué el de la ciudad de México el único convento que
tuvieron en nuestra patria.
* *
Ya habrán echado de ver nuestros lectores, cómo los justos
deseos de D. fray Juan de Zumárraga de que hubiese en México
mujeres dedicadas a la enseñanza, había quedado sin efecto. Nunca
acabaremos de encarecer suficientemente la clarividencia de aquel
santo varón cuando insistía tanto, cual si leyera las necesidades del
porvenir, en que hubiese educación de niñas, altos estudios para
las jóvenes, imprenta y "molinos de papel" al servicio de la Igle-
sia, regularización de los cabildos catedrales y santa inquisición
para todos. Cuánto hubiera ganado la Iglesia, considérenlo bien
nuestros lectores, encarrilada por estas líneas tan armónicas y tan
prácticas, trazadas por nuestro primer obispo.
Parece increíble que con tanto prelado y tanto bienhechor
como hubo en los tiempos subsiguientes no hubiese habido quien
fundase conventos de religiosas dedicadas a la enseñanza.
Toca la gloria de haber sido la fundadora de esta institución
en México, en todos sentidos, a la noble y animosa hija de Coahuila,
Doña Mana Ignacia Azlor, hija segunda de D. José Azlor Virto de
Vera y de Doña Ignacia Javiera Echevers y Valdés, y nieta por
consiguiente de los condes de Uara y de los marqueses de San Mi-
guel de Aguayo y Santa Olalla.
Nació la madre Azlor en San Francisco de Patos, Coahuila,
hacienda de su mayorazgo materno, el día 9 de octubre de 1715.
Huérfana de padre y madre a los 18 años, sólo pensó en fun-
dar en México la Compañía de María, de religiosas vulgarmente
llamadas de la Enseñanza, institución reciente de la Santa Madre
196 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
Lestonnac. Estos deseos se los había inculcado desde la niñez su
piadosa madre.
Desdeñando brillantísimos partidos que se le presentaban, y
venciendo increíbles dificultades embarcóse para España e ingresó
en el convento de Tudela en 1737, donde profesó el 2 de febrero de
1745. De allá se trajo once compañeras, dos novicias y dos preten-
dientes con quienes se embarcó en Cádiz en 1753. Al llegar a Mé-
xico depositó en manos del provisor y en las arcas del convento de
Regina, para la fundación proyectada, setenta y dos mil pesos, sin
contar sus muchas joyas. Dio además millares de cabezas de ganado.
Para la fundación se compraron dos casas antiguas en la calle
de Cordobanes : la una a D. Andrés Otáñez y la otra al convento de
la Encarnación. En estas casas permanecieron hasta su exclaustra-
ción, y son las que están a un lado y otro del templo de la Enseñan-
za, donde actualmente en edificios robados está como para irrisión
de los usurpadores el Palacio llamado de "Justicia."
Termináronse las obras en 1754 con un costo de cincuenta y
siete mil pesos.
Desde que llegaron a México estas religiosas les señaló el Sr.
arzobispo cien pesos mensuales para su manutención lo que se ve-
rificó hasta que murió. En 28 de noviembre de 1757 aprobó dicho
prelado en foiTna de derecho la fundación, concediendo a la Madre
Azlor el patronato, por su vida y después a sus sobrinos los señores
conde de San Pedro del Álamo y marqués de Aguayo, que enton-
ces vivían; y después a quien llevare el título de marqués de San
Miguel, por línea recta; y faltando éste, quien eligiere la comuni-
dad de las monjas.
El primer capellán de este convento fué el Sr. D. Manuel
Rojo, canónigo de la santa iglesia catedral de México, y después
arzobispo de Manila. La primera prelada con el nombre de presi-
denta, fué la madre María Ignacia Sártolo y Colmenares, y en 24
de marzo de 1765 fué electa priora, la madre Azlor, que fué reelec-
ta y duró en el gobierno hasta el 6 de abril de 1767 en que murió,
de edad de 51 años.
En el convento de Regina estuvieron las religiosas un año,
tres meses y diez días. La primera iglesia que se hizo en una sala,
se estrenó el dicho año de 1754 a 18 de diciembre. En 2 de diciem-
bre se dedicó la nueva iglesia que hoy existe, llevándose en proce-
sión al Santísimo Sacramento, y al otro día se hizo la función de la
Convento de la Concepción. — San Miguel Allende.
C. VIL SOBRE LOS CONVENTOS DE RELIGIOSAS EN LA N. ESPAÑA 197
dedicación siendo arzobispo el limo. Sr. D. Alonso Núñez de Haro
y Peralta, con grande solemnidad.
Disfrutó el convento de la Enseñanza la estimación general
de la ciudad de México : sus monjas eran tenidas por de lo más ilus-
tradas, de trato franco y afable, virtuosas sin gazmoñería, dotadas
de los dones de gobierno y de enseñanza; allí se formaron buenas
hijas, buenas esposas y buenas madres. Natural efecto de esta cau-
sa fué que poblaran aquel claustro y aquel colegio miembros de las
principales familias de todo el territorio nacional, y lo fué igual-
mente el que comenzara a tener mayor amplitud en sus fondos.
A principios del siglo XIX tuvo lugar la fundación de Irapua-
to debido a los condes de Pérez y de Valenciana. La fundación de
Aguascalientes es de 1708 debida en buena parte al limo. Sr. Ca-
bafias, obispo de Guadalajara y al presbítero Mariano Guerrero
que les cedió su casa.
Con el nombre de Enseñanza nueva se conocen las comunida-
des para monjas indias, bajo la misma regla de la Enseñanza
o Compañía de María. A 12 de diciembre de 1753 dice Robles: "El
día 12 del que corre, se estrenó el colegio del Señor San Ignacio de
doncellas indias, el que se fabricó a solicitud de los reverendísimos
padres jesuítas del colegio de San Gregorio, y se halla frente de la
puerta principal de su iglesia ; corre de Oriente a Poniente, con to-
das las oficinas necesarias, portería con su torno, locutorio, salas
de labor, dormitorios, enfermería y otras varias proporcionadas
y cómodas; tienen su rectora, portera y directoras; empleándose en
ejercicios mujeriles; dirígenlas dichos reverendísimos padres; en
comunidad pasan a la expresada iglesia a oír misa, confesar y co-
mulgar. Las fundadoras fueron diez y ocho, y continuarán en en-
trar otras muchas, esperándose gran fruto de esta obra tan agra-
dable a los ojos de Dios, por la virtud, devoción y ternura con que
muchas de éstas se han visto frecuentar los sacramentos en la ex-
presada iglesia."
Muy variadas preguntas ocurren en presencia de los datos his-
tóricos que sobre las religiosas exponemos ; cuya respuesta nos pa-
rece ser de la incumbencia de la crítica histórica y católica.
¿ Cómo es posible que haya habido tanto convento y tanta mon-
J9S INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
ja en la Nueva España? La respuesta es, que por el contrario, de-
bemos maravillarnos del poco número de los unos y de las otras;
porque en verdad, cincuenta y siete conventos con un total de mil
setecientas monjas que es el número máximo, que alcanzaron en la
época colonial, son cifras sumamente cortas si se atiende a la ex-
tensión y aun a la misma población de nuestro país en la época co-
lonial; y se acentuará nuestra admiración si pensamos que en la
antigua España, que en todos los asuntos religiosos nos servía de
ejemplo, el número de monasterios proporcional, y también absolu-
tamente hablando, era inmensamente mayor que el que aquí dis-
frutábamos. Explicaciones de nuestra relativa escasez en esta lí-
nea, se ofrecen dos muy obviamente: la primera es que por una
aberración, que ya expusimos, las indígenas y mestizas, es decir,
la inmensa mayoría de las mujeres del país, fueron por dos siglos
y medio rechazadas a priori, de la vida religiosa ; y otra explicación
se encuentra si comparamos los tiempos antiguos con los presen-
tes: en aquellos, las jóvenes no encontraban el mundo tan incom-
patible con la vida espiritual, como lo encuentran y con mucha ra-
zón, las jóvenes decentes de nuestros días; precisamente por la
inmensa dificultad que en salvar sus almas encuentran éstas en el
mundo, hay ahora diez veces más monjas mexicanas que en la an-
tigüedad.
De otro rumbo viene la pregunta de que para qué servían esas
monjas, pocas o muchas. Para esas personas que tal pregunta hacen,
la primera respuesta es : que había, hay y habrá monjas en todo el
mundo porque nadie puede abolir el derecho natural de escoger un
modo de vivir que a cada uno más le plazca, con tal que sea honra-
do ; sin esperar que todo el mundo lo entienda y se agrade de él, ni
menos otras personas, incapacitadas para juzgar sobre temas de
bien vivir. La segunda respuesta para los mismos interrogantes, la
tienen en las primeras líneas de este capítulo; y si no se enteran
de las excelencias de la vida religiosa, es a causa de los anteojos
verdes que les ha puesto la educación liberal.
Sobre la decantada relajación de los conventos, participan las
religiosas, aunque ciertamente en menor grado, de las calumnias
lanzadas contra los regulares en general.
La verdad de las cosas es que no hubo relajación en el sentido
que quieren dar a esta palabra nuestros eternos difamadores: No
hay base histórica en que la supuesta relajación pueda sustentarse;.
C. VII. SOBRE LOS CONVENTOS DE RELIGIOSAS EN LA N. ESPAÑA 199
aunque haya que conceder caídas individuales, a veces muy vergon-
zosas, escándalos privados en materia de fe y de costumbres de tal
o cual religiosa casi siempre castigados por los competentes tribu-
nales, y que nada significan, contra las colectividades de sus respec-
tivas épocas ; ni menos como se quiere contra todas las colectivida-
des de todas las monjas, de todas las épocas, en toda la Nueva Es-
paña.
Hechas estas salvedades, que por otra parte están ya en la con-
ciencia pública y en el buen sentido de la nación, podemos pasar a
otro punto de vista y preguntarnos si con relación a los ideales o a
las normas escritas de las diferentes órdenes; ¿hubo relajación en
nuestros conventos? InteiTogación es ésta a que no se puede res-
ponder sino distinguiendo entre tiempo y tiempo, entre convento
y convento.
Hacemos desde luego constar que de las capuchinas, brígidas
y monjas de la Enseñanza, no conocemos más que alabanzas, ad-
miración y simpatías generales.
Respecto a las demás familias religiosas, aun tratando de la
época en que más quisieran cebarse los amigos e inventores de es-
cándalos conventuales, hallamos estas terminantes palabras que,
en informe secreto al Consejo de Indias, escribía el sagaz visitador,
D. Juan de Palafox, con fecha 20 de mayo de 1647 : "antes y des-
pués de la cédula de V. M. tengo hecha visita secreta de los más
conventos de esta ciudad ; y por la misericordia de Dios de quien
emanan todos los bienes, no he hallado cosa escandalosa que nece-
site de hacer castigo público, ni que pase de las comunes imperfec-
ciones que se corrigen con una obediencia ; antes muchas religiosas
de vida espiritual y ejercicio de la mayor perfección en todas virtu-
des, ni la pobreza y desdicha en que hoy se hallan generalmente les
permite otro género de entretenimiento ilícito, a que estaré con la
vigilancia y cuidado en que me ponen las obligaciones de mi oficio
pastoral, y la ejecución de lo que V. M. con tan cristiano, recto y
piadoso celo me manda" (4).
Atendiendo al citado testimonio y a otros semejantes que de di-
versas épocas pudiéramos citar, no dejaremos, sin embargo, de re-
conocer, como hemos dicho, defectos en las diversas familias reli-
giosas, y en unas más que en otras. Lo que el provincial francisca-
(4) A, G. I. 60-4-2.
200 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
no en su visita al convento de Santa Clara dejó anotado para su
corrección, se reduce: a que las monjas enfermas no se curen fuera
del local designado para enfermería; que no se deje salir con faci-
lidad del convento a sus criadas o mozas de servicio; que, pues
se ha tenido noticia de que hay monjas que tienen hasta tres criadas,
se les obligue a no tener más de una para cada siete monjas, y que
éstas las tengan en tal manera vestidas como corresponde a cria-
das de religiosas, que por lo tanto no traigan chinelas ni chapines
con listones de colores; que no dejen pasar dentro de la clausura a
los albañiles y negros cargadores, y si hay necesidad, entren acom-
pañados de personas de confianza; que no se use de la reja del coro
como locutorio, y otras menudencias por el estilo (5).
De mayor cuantía eran las faltas que se observaron en otros
monasterios, y tanto peores cuanto que no eran actos separados,
sino costumbres muy arraigadas y generales. Nos referimos a la
admisión de multitud de mujeres seglares que sin voto ni regla, ni
cosa que lo valga, convivían con las religiosas, unas a título de cria-
das, otras de viudas pensionadas, y otras finalmente en calidad de
niñas; pero esta palabra era muy elástica, porque con ella se de-
signaban las que por sus cortos años merecían verdaderamente el
nombre; las más crecidas y hasta las solteras octogenarias se lla-
maban niñas. De ahí sin duda la peregrina costumbre que por cier-
to ya va desapareciendo, de que las criadas llamen niñas a todas
las mujeres de la familia a quien sirven.
"Ofréceseme decir, escribe un autor del siglo XVII, que siem-
pre me han parecido los conventos grandes como un pueblo de mu-
chas naciones, con multitud de mozas y criadas que han entrado de
tantos géneros de metales ; y lo malo es que cada monja tiene dos
y tres, y las más tan forzadas que buscan cada día por dónde huir-
se. Dijo una monja que el rey del Infierno llamó a consulta a todos
sus sátrapas y ministros para pedirles su parecer acerca de cómo
relajaría los conventos de religiosas, y después de muchos votos y
gritos salió decretado que les diesen mozas; y así se ha visto que
ha sucedido, pues tienen más inquietudes y pleitos por ellas, que
tuvieran en sus casas con la familia."
Desagradable como es a toda persona que entiende de obser-
vancia regular, lo que acabamos de describir, tiene un atenuante,
(5) Manuscrito en el Archivo del Museo Nacional.
C. VII. SOBRE LOS CONVENTOS DE RELIGIOSAS EN LA N. ESPAÑA 201
si atendiendo a la realidad histórica, consideramos que la llamada
orden concepcionista era, según los tiempos y atmósfera en que
fué fundada, algo intermedio entre la vida seglar y la vida monás-
tica. Si en vez de haberlas llamado monjas se les hubiese dado el
nombre de begidnas como en Bélgica, todo esto que pasó entre ellas
nos hubiese parecido lo más natural del mundo ; y entonces sus con-
ventos habríanse llamado beguinajes o cosa semejante y. . . todo
el mundo en paz.
El contacto con el mundo llevólas también a otras ridiculeces
y pequeños abusos: tales fueron en el convento de Jesús María y
en el de San Jerónimo, el encarrujar y escarolar los hábitos, el usar
pulseras de azabache y el cocinar cada una en particular su propia
refección; mas de esto último no tuvieron ellas toda la culpa, sino
cierto arzobispo que les dio licencia para ello.
Conocemos los pareceres de algunos eclesiásticos del siglo
XVIII y señaladamente el del exaltado Fabián y Fuero : no ofrecen
más datos que los que lealmente hemos expuesto en este capítulo, y
por eso sus vehementes apreciaciones nos parecen injustas y de
marcado sabor jansenista.
Tampoco hay por qué reprobar la hermosa costumbre de ata-
viarse lujosamente y coronarse de rosas el día en que profesaban.
Era día de gloria y celebraban sus espirituales bodas con el dulcí-
simo Esposo de nuestras almas, Cristo Jesús. Cuánto inspiran los
múltiples retratos de profesas, guardados en nuestro Museo
Nacional.
No admitimos los datos que sobre las propiedades y caudales
de las monjas da cierto autor popular ; en primer lugar por las fuen-
tes de donde parece haberse documentado. Los que despojaron a
las monjas en cierta etapa de la incautación les convino hacerlas
aparecer dueñas de tesoros plutónicos. Las estadísticas hacen fe,
únicamente cuando están hechas por personas honradas y sin in-
tereses ligados con las estadísticas.
En segundo lugar hay que tener en cuenta que muchas de las
fincas que aparecen en los inventarios, estaban gravadas, algunas
muy pesadamente ; de otras, las monjas no eran más que las admi-
nistradoras, aunque a nombre suyo estuvieran las escrituras : que
las verdaderas propietarias eran las famosas niñas que habitaban
el convento en pupilaje.
202 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
Con todo esto no queremos negar que las religiosas estuviesen
bien acomodadas, a excepción de las capuchinas que vivían estric-
tamente de la limosna cotidiana.
La mala administración, empero, a que nos hemos referido,
fué más bien culpa de algunos administradores; que ya desde en-
tonces existía el repugnante tipo de ladrones a título de beatos pro-
tectores de las instituciones religiosas-
A pesar de todas estas manchas, el balance general resulta muy
en favor de los conventos de monjas en la Nueva España; fueron
planteles de virginidad, obediencia y oración cuyo perfume trascen-
día hacia el mundo, logrando con todo esto, mucho bien en la socie-
dad.
En otra parte tendremos que hacer mención y sucintas bio-
grafías de las que más resplandecieron por su virtud y santidad.
CAPITULO VIII
LA VENERABLE MADRE MARÍA DE JESÚS
Diversas etapas de la causa de su beatificación. — Estado actual del pro-
ceso.— El aspecto de Puebla a fines del Siglo XVL — Padres, nacimiento e in-
fancia de María de Jesús. — Entra en el convento de la Concepción. — Funda-
ción y primeros días del monasterio. — La novicia. — Tentaciones contra la pu-
reza.— Frases de un notable sermón. — Elevada oración de la venerable. — Sus
padecimientos y humillaciones. — Cómo llenaba su día. — De su caridad y celo. —
Dones de Dios. — Su santa muerte.
bibliografía especial
ACEV'EDO MANUEL,. — Benedicti Papae XIV. Doctrina de servornm Dei Bestlfic»-
tlone. — Vonocia, 176.5.
G.^BCI.V P.VKDO, FR^VÍíCISCO. — Vida de la Venerable María de Jesús Beligriosa
en el Convento de la Purísima Concepción de Puebla de los Angele*. — México, 1676.
JBSrS M.XRIA, FÉLIX De. — Vida de la Venerable 3Iaría de Jesús. — Roma, 1756.
Reglas y Ordenaciones de las Religiosas de la limpia e inmaculada Concepción.
—México. 1758.
BIOS, FRANCISCO.— Puebla de los Angeles y la Orden Dominicana.— Puebla, 1910.
204 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
UBO en la Nueva España desde mediados del siglo XVII
hasta mediados también del siguiente siglo, pero acen-
tuándose más en esta última época, un movimiento
eclesiástico intensamente espiritual y entre nosotros
nuevo. Nos referimos al entusiasmo y actividades desplegadas an-
te la Santa Sede Apostólica con el fin de elevar al honor de los al-
tares a una amable e ilustre compatriota nuestra: la hoy Venera-
ble Madre María de Jesús, honra y gloria muy esp^ialmente de
Puebla de los Angeles su ciudad natal, teatro de sus virtudes y se-
pulcro de sus preciosos restos.
Decimos que fué nuevo entre nosotros este movimiento, por-
que si bien es cierto que anteriormente a la causa de la sierva de
Dios, habíase ya entablado y llevado a feliz término la beatificación
y la canonización de nuestro ilustre compatriota San Felipe de Je-
sús, también lo es, que la tramitación de esta última causa se hizo
casi toda en Europa y sin intervención de nuestra jerarquía ecle-
siástica, y menos aún del pueblo mexicano.
*
♦ *
Por enero del año pasado de 1924 tuvimos el consuelo de reco-
rrer los procesos de beatificación de esta ejemplar sierva de Dios,
que se conservan en muy buen estado por cierto, en los archivos
de la Embajada Española ante el Vaticano, donde nos fueron su-
ministrados por el peritísimo y amable archivero, R. P. Pou de la
sagrada religión seráfica (1).
Por buenos que fueran los deseos del obispo Palafox (si es que
realmente los tuvo) de promover la causa de la madre María de Je-
sús, falleció dos años antes de ser él promovido a la sede angelopoli-
tana ; lo cierto es que la verdadera iniciativa no se le debe a él, sino
al limo. Sr. D. Diego Osorio de Escobar y Llamas, quien en 1661
mandó hacer un proceso informativo sobre las virtudes de la ve-
nerable madre; pero pasó, que los capitulares encargados de su
(1) Legajo 631. A páginas 342 comienza la vida de la Venerable Madre
«scrita por su director espiritual, y autor del célebre tratado sobre Mística,
P. Mig-uel Godínez de la Compañía de Jesús, de donde principalmente tomamos
nuestras notas, y de donde también parecen haberlas tomado los autores que
citamos, de siglos pasados.
La Purísima Concepción. — Miniatura de Luis Vega Lagarto.
C. VIII. LA VENERABLE MADRE MARÍA DE JESÚS 205
ejecución, parece que no estaban muy fuertes en las formalidades de
derecho en punto a beatificaciones, treinta años antes prescritas
por Urbano VIIL
Devuelto de Roma este conato de proceso, ya en las postrime-
rías del gobierno del Sr. Osorio y en los comienzos del de su suce-
sor, D. Juan de Santo Mathía Sáenz de Mañozca, o sea en 1672 a
1(573 ; se envió a Roma, amparado con un procurador y con una car-
ta de la reina gobernadora, otro proceso más arreglado que el pri-
mero, proceso que ya mereció el honor de que el Papa Clemente X
nombrase ponente de la causa. Fué éste el eminentísimo cardenal
Carpinco; pero quien más trabajó y lo hizo con gran aliento hasta
el fin de su vida, fué el insigne obispo D. Manuel Fernández de
Santa Cruz. A ello le impelía aparte del deseo de la glorificación de
María de Jesús, el de que sirviese de ejemplo e intercesora para la
reforma espiritual de todas las religiosas de la Nueva España, tan
deseada por el celoso pastor.
Quería entre otras cosas, activar la información legal antes de
que muriesen los testigos de las virtudes de la sierva de
Dios, mas no se lo concedieron las remisoríales necesarias porque
no habían pasado aún los diez años canónicamente requeridos desde
la presentación del proceso infoiTnativo. Por todo esto, en 1686
emanó de la Sagi-ada Congregación el desconsolador rescripto:
"Non constare de reqidsitis," que en romance quiere decir: no cons-
ta que se hayan llenado los requisitos necesarios.
En 1695 remitióse el examen de testigos que pasaron de ciento
cuarenta, y junto con este expediente fué el proceso menor llama-
do "de non cultu" encaminado a probar que no se había dado a la
venerable culto prematuro e ilegal con que tantas causas de bea-
tificación se han echado a perder.
Crecía el trabajo y ansiedad entre los solicitantes y devotos ca-
da vez más numerosos, por las dificultades naturales de las distan-
cias a Roma, y mala comunicación mediante Madrid, con la Sede
Apostólica. La esperanza, sin embargo, parece que crecía. Mas cuál
no sería el desencanto general al recibirse en 1721 el rescripto de la
Sagrada Congregación fechado en dos de marzo del año anterior que
rezaba : "negative, et amplhis non proponatur;" que se traduce, que
no, y que no se vuelvan a presentar más con ese proceso. Si a esto
se añade la muerte del procurador en Roma y la del Sr. obispo, alma
de todo el negocio; en lo humano había todos los elementos para
206 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
que se pusiese término y punto final a la causa de beatificación;
pero las monjitas concepcionistas de Puebla, con un impulso que
sin duda partía de aquel santo rinconcito donde estaban las cenizas
de su amadísima hermana, con esa constancia que caracteriza todas
las obras de Dios, acudieron de nuevo a Roma en 1733 con tan bue-
nos resultados, que la Sagrada Congregación de Ritos en 1735 plenis
votis, o sea por unanimidad de votos, pronunció : praevio recessu a
decissis, coniviissionem posse sigivoiri, si Sanctissimo Domino nos-
tro visum fuerit;" lo que viene a significar : "volviendo atrás de la
decisión tomada (en 1720) resolvemos que puede nombrarse la co-
misión canónica para la causa de la beatificación y canonización
de la venerable sierva de Dios María de Jesús, monja profesa en
el venerable monasterio de la Inmaculada Concepción de la ciudad
de Puebla de los Angeles, en las Indias Occidentales, si así lo tiene
a bien Nuestro Santísimo Padre."
Y nuestro Santísimo Padre, que era entonces Clemente XII
henigne annuit, accedió a ello benignamente. Consecuencia de lo
cual fueron tres remisoriales : la primera para la instrucción de
los procesos, ya con autoridad apostólica, sobre las virtudes y mi-
lagros in specie de la venerable madre María de Jesús (1735) ;
otras haciendo constar la observancia del non cultu (1737) ; y otras
para hacer el proceso sobre la fama de santidad, virtudes y mila-
gros in genere.
En virtud de todo esto se elaboraron procesos en toda regla,
los que se terminaron en 1753 y llegaron a Roma el 12 de marzo
de 1756.
No se estancó el proceso como alguien ha dicho en ese año de
1756; siguió su paso lento, pero seguro, hasta su fin, hasta lo úl-
timo que tiene que hacer la Sagrada Congregación o sea la sesión
llamada técnicamente preparatoria (se sobreentiende a la decla-
ración pontificia) ; y esta sesión tuvo lugar el 18 de noviembre de
1775 a las tres y media de la tarde, estando presentes los eminen-
tísimos señores cardenales y los consultores de la Sagrada Con-
gregación de Ritos. En la reseña oficial incluida en el sumario del
proceso autenticado y sellado, se lee que interrogada la veneranda
asamblea an constet de virtiitibiis cardinalibits et theologalibus in
gradu heroico .... suffragati fuerunt; lo que significa : que pregun-
tados los referidos eminentísimos señores cardenales y los consul-
tores, si les constaba (según los procesos) de que la sierva de Dios,
C. VIII. LA VENERABLE MADRE MARÍA DE JESÚS 207
María de Jesús, poseyó las virtudes cardinales y teologales en grado
heroico, los consultores dieron su voto afirmativo (2).
¿Por qué, pues se suspendió en 1775 una causa ya tan ade-
lantada? Nos figuramos que fué porque la Corona de España lejos
de patrocinarla, como lo había hecho, vería tal vez hasta con resen-
timiento la canonización de una sierva de Dios, cuya vida estaba
tan ligada con los miembros conspicuos de la Compañía de Jesús,
principalmente con el P. Godínez ; pues ya sabemos el odio y perse-
cución que por estos tiempos se desencadenaba desde el trono es-
pañol contra todo lo que pudiese prestigiar a la recién extinta Com-
pañía de Jesús.
El Papa Pío VI, diez años después, sosegadas un tanto las re-
feridas animosidades dio en 1785 la última palabra que se podía
dar y que pueden ver nuestros lectores en los auténticos decretos
que aquí estampamos: "que las virtudes de la V. Sierva de Dios
Sor María de Jesús quedaban de tal modo aprobadas que podía ya
procederse a todo lo restante de su Causa, dando principio al eixa-
nien de los tres milagros."
Desde entonces hasta 1865 en que se terminaron las últimas
diligencias no ha dejado de tocarse y trabajarse la causa de la V.
madre hasta empleando para ello un medio que afortunadamente no
tuvo verificativo; la intervención nada menos que del impío conde
de Azara para que el Papa dispensase de los tres milagros reque-
ridos. Otros procuradores no pretendían tanto sino tan sólo el que
la Santa Sede diese por válidos cualesquiera de los muchos mila-
gros anteriores a la postulación, proposición que también fué re-
chazada.
Cartas a Femando VII, al ministro Polier y después de la
Independencia, a D. Antonio López de Santa Ana y finalmente ur-
gencias verbales expuestas en 1865 por el muy ilustre Sr. Zama-
cona enviado para este efecto ante la Santa Sede, son los últimos
trámites que sobre el asunto nos son conocidos mediante documen-
tos de un archivo particular, de Puebla.
(2) El sumario del proceso autenticado y sellado está en un cuaderni-
to pequeño dentro del citado legajo 631.
Consulté sobre este proceso en enero de 1924 con el P. Aureliano Fagella,
procurador de las causas de beatificación y canonización que sigue ante la
Curia Romana, la Compañía de Jesús; y en vista del último párrafo c^e
acabamos de copiar, me dijo que ya prácticamente no había nada que hacer,
y que podía felicitarse México de tener tan adelantada esta causa.
208 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
Todo esto era andarse por las ramas y olvidarse de que lo que
la Santa Sede exige son tres milagros bien y canónicamente com-
probados. Milagros en el sentido vulgar de la palabra no paran de
verificarse por intercesión de la venerable, lo único que falta es
que con un poquito de diligencia se tomen las declaraciones necesa-
rias y se entregue a un técnico el asunto para que consten ante la
Santa Sede.
Por parte de los fieles lo que resta es encomendarse con fe a la
sierva de Dios para que él la ilustre, haciendo tres milagros de pri-
mer orden y bien claros.
Conocidos estos datos, ellos mismos explicarán a nuestros lec-
tores la razón de ocuparse, y precisamente en este tomo, de la His-
toria de la Iglesia en México, de la vida y virtudes de la venerable
madre María de Jesús.
Entraremos en dicha biogi'afía fundándola principalmente en
la documentación vinculada con el proceso, sin prescindir empero,
de los libros impresos anunciados al frente de este capítulo, ni de
los documentos que bondadosamente nos suministra el remanente
de la antigua comunidad de concepcionistas de Puebla.
*
* *
En 1579, año del nacimiento de María de Jesús, Puebla de los
Angeles, su patria, ofrece un aspecto moral importantísimo y sin-
gular en la historia de la Nueva España. Era Puebla la ciudad ideal
y típica de la colonización española en América, donde los mejores
españoles al lado de los mejores indígenas y en perfecta armonía
con ellos, levantaron de nueva planta, y buena planta por cierto, la
ciudad más pacífica, y vista en conjunto, la más hidalga que existe
de este lado del mar. Si los mismos ángeles del cielo no delinearon
para sus fundadores el perímetro y traza de esta ciudad, ciertamen-
te la han protegido con otros muchos dones y beneficios.
La humilde fundación iniciada en 1530 por el oidor Salmerón,
había en el lapso de medio siglo, elevádose a gran altura en todos
los órdenes. Su principal riqueza consistía en la fertilidad de los
campos, y su riqueza moral se basaba en que el núcleo y lo más pu-
DECRETO
EN LA CONGREGACIÓN
De .r.A Beatificación y Cano.nizacíok
DE LA VENERABLE SÍERVA DE DIOS
K^^ \j^ .A. ivi ijL lí^ X i\ .U AÍi J jlS O U a .
Monja Profesa je^acl Sagrado Gonvenío de la Purísima Goncc. j
luicstra Señora la' Virgen Mar^ de. la" Ciudad de la Puefe jí
geles; tú las Iridias Occidentales.
SOBRE E.IL -RUBIO
^^'t'cofísfa de ¡as Virttides T^dogales .. iy, Esperanza^ y jfzarldad par,
'don'- Dios^y el iPróximOy tamhiende la^ Car díñales Prudenciayjustkia
■Fortaleza y y Templanza^ y sm anexas en grado heroico ,. en el caso
y para el efeüo de qu^ st trata,
:Aw,„ ,. v™.,= Si„„ .. D,^ .0. .:.«u L, ,BSÜ>
murió con grande fama de Santidad en el dia orjce deí mes de Junio dei ' año
?tic mil se¡s¿iehto$5 Ireiiua y $ietc;: corr tpíjo modios impedimentos retarda-
ron su causa de' tal suerte, que h'asta él áfio dánnil Gcrecicntos treinta y
cinco solamente se publicó la ^ow?/j/5« de sii btroduccion^ y d juicio
,íobrc las Virtudes de la Sierva de. .Dios fue »rÍítieíiirriejirc*^iíisütuIdo ca el
día siete del mes de Diciembre del año de mi! ¿ifíccj^ntós sceíí stó ^ d^f?*. en. ¡q'^
se celebró la Congregación ante preparatoria ^cn ti l*a.Ucl6 deí Cardenal
■Mafcfusci< de esclarecida níemoria,. que r^-í» íiitonccs Relator de la Causa.
Dcspues-'SC; trató la mish^a qtiestjoii. on.. .¿.en h Ccngrcgacion prepa-
;ratoria^ €]ue se celebró en el Palacio: Apostólico ácmediato al. Vaticano
'en seis í3e Noviembre de mil sctecieiítiás setenta y cinco. Y por tercera,
-en la Congregación general' temda ca presencia de Nró. Smó. Padre el
Scrior PÍO Vh Qn. veinte y uno <ífe jfünío de este prcpt^r>re ano de nv I
>;cientos ochenta y^ cinco»
Estedia, pues, eñ que juntos ; en Consejo los KR. t^-^rí^rnaíes, y
otros varones, fue propuesta la duda atrjba enunciada poi . Cardenal
Eugenio Vizconde Relator de la Causa, fueron rodos de sentir, que coa
efecto debian apreciarse las Virtudes de la Sierva de Dios en ei grado
0\ heroicas. Mas como refi&sionasen, que el número de los Testigos da
roido, era menor del que prescriben las Constituciones Apostóücss, y qi><.'
.iiii>...á .ios que hM.í \c5- f^k^hatí cícitiua'. íx^üisíLos p-sra coiSHbs con ,s.
gnrlrfaí-cn la.dasG.de TesEígOíí rjc oído t^eLprimef grado, Rieroniífe di
*" ci)^ que este defeclo de bia* ..corn pencarse, ^licíranda tin tercer Mil.;
.^i uji. s€giii¥ coítstaba .de h hih •'- ^^" ^ *^-' '^ Fadis Beri?di€fc(>¿XIV. pu-
^''""'ía en mil seceGkntos eiriuacaí -atro. ^'
EflH(p- no- obstante Kra Sido. iWc el Señor PÍO VI. diBrió par.i
una ü¿mpQ:rcí pronunciar 3cntencí¿6 definitiva eh un negocio de ranra im-
pOTÍanGÍá:i««nfvCÍ dc8Íg»Ío ' sicai^iar ^r medio de. sus eontinyas y f^r-
vorpsas oraciones^ Una lir^ aiaa €i)p?osrv Y abundan^ de aqael Dios de--
quien *■ 'ender> '' lorraies todafSf- iás gracias y dones m?ignílico5.
petó- csia sabia, y pi^kiCutí? suspsMO» dcí áiiímade su Santidad, Iw t<
riidc? fí'ií el dh de hoy^ tñ que híibigndo hccbo- .venir i su presencia á los^-
RR.jCardcnaks Eugenio Vizconde^ Relaíor de la Gi^usa, y. Ji^n'Archin-
to Prefcdo ,d^ la Sagrada Corierejraciüa delitos, al R. F. Carlos Erskirt
PromorcnF de I* Fe, y á mi d í;'Ubí:crÍpioSsc:i"í:iarioj después de acabado ef
Santo .SacFÍfícIo de la Misa^ é implorado nncvamcnte ti ausílio. divino, de-
creto su Santidad í:2 jfja^ te Virtudes áe^a- Venerable Sur va de Dios-
SOR María de jesús ^quaJahim de tal modo aprúbadas., que-
pedia ya precederse d todo ',7taf¡fs d^, su Causa, dando principio oí,
éxdtnerí de ío/ tré^ -Mi/agros.
y asinciismo mandó .sií Santtídad qae se diese á luz, y se agregase:
este mismo Decr<?to 2. las ^c' Sagrada Congregación de Ritos el
^ia 3 de Jtúia déí año- de i ^h
J.€ard^ArvUntp]Pr
En. el lugar ^ del SelíOc
Julio lidarta de Somalia.
Secreíario ¿éh Sagradci Cüngíiegacicii
C. VIII. LA VENERABLE MADRE MARÍA DE JESÚS 211
diente de sus habitantes eran labradores, es decir, elemento mucho
más sano que los aventureros que todavía vagaban por nuestro
norte en pos de conquistas y en son de guerra; mejor también que
los que rondaban por nuestras regiones mineras o por nuestros ma-
leantes puertos, o bien a caza de algún empleo en la capital que el
buen Fr. Juan de Zumárraga llamaba "esta gran Babilonia," de
México.
Las riquísimas haciendas de panllevar, la portentosa repro-
ducción de sus ganaderías, los ciento treinta mil morales de Hue-
jotzingo ; y sobre todo, su cercanía al principal emporio de la Nue-
va España, hicieron de Puebla una ciudad industrial de cuyos obra-
jes salían para toda la Nueva España, desde la basta jerga hasta
el riquísimo terciopelo de seda ; y loza y vidrio y cristales y sombre-
ros. . . es decir, que por Puebla andaba buena parte de la vitalidad
de la Nueva España.
En la parte religiosa estaba ya también para el último tercio
del siglo XVI en estado casi de perfección, porque como las fami-
lias españolas estaban tan bien organizadas bajo sus prelados y
pastores, había todos los elementos para que de entre ellas surgiese
un clero vernáculo, autorizado y sosegado que por esta causa supe-
ró, \isto en conjunto, al de otras regiones de nuestra patria. La la-
bor de los franciscanos y dominicos con la raza indígena; la de
estos últimos religiosos y de la Compañía de Jesús en la educación
de la juventud, llegaron a fines del siglo a su apogeo, y sin duda al-
guna al mejor período que han tenido desde entonces en nuestra
historia.
Los prelados que estaban al frente de grey tan feliz, princi-
palmente D. Diego Romano, que era todo un príncipe, fueron verda-
deramente el alma de todo ese mo\imiento ascendiente y glorioso
de la ciudad de los Angeles.
*
Procedente de la antigua España y de la noble Valladolid,
había venido a México a mediados del siglo XVI, Sebastián Tome-
lín, quien casó en México con una buena joven de esta ciudad, lla-
mada Francisca Campos, o del Campo, con la cual se trasladó a re-
sidir en Puebla a causa probablemente, de la cercanía de sus hacien-
das, en esas regiones ubicadas. Fueron estos dos felices consortes
212 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
los padres de la niña María de Jesús, venida al mundo el 21 de fe-
brero de 1579 (3).
No faltan escritores que según el estilo de la época en que es-
cribieron, rodean de prodigios y apariciones los días previos al na-
cimiento de la venerable ; bien pudo ser, pero no insistimos en ello
para pasar a los datos más sólidos y que más en cuenta se tuvieron
en el proceso de beatificación.
Con excesiva buena voluntad se nos pinta una infancia de la
venerable extrañamente privilegiada: un sacerdote tiene revela-
ción especial y la ve nacer en forma de astro; ella a los tres años
de edad, perdía los sentidos medita^ido en las cosas celestiales, y a
los seis salió con un hermanito suyo en busca de la vida anacorética ;
a esa misma edad tenía ya la impresión de las llagas de Cristo ; re-
velaciones y visitas de las ánimas del purgatorio, etc., etc. Por nues-
tra parte no acabamos de comprender cómo puede haber pruebas
serias de todo lo dicho, versando como versan sobre un sujeto sin
uso de la razón, y sin comprobantes extrínsecos que lo suplan. Por
otro lado estos rasgos de infancias milagrosas, si tal vez producen
la admiración de algunos sencillos, en otros, en cambio, pueden dar
origen a un desaliento nacido de no verse privilegiados ni visitados
por las ayudas extraordinarias, que los biógrafos en general del
siglo XVII, se empeñaron en que fuesen ordinaHas para todos sus
biografiados.
Más edificante nos resulta el ver a María de Jesús a los diez
años padeciendo con una suave resignación los dolores y enferme-
dades con que Dios quiso visitarla en esa edad, y considerar la for-
taleza espiritual de su alma en los años que vivió en el mundo;
porque aunque no lo dicen los autores y tratan (menos cuerdamen-
(3) Esta fecha ya no es discutible ante la siguiente fe de bautismo:
"El Bachiller Bartolomé Fernández de Salazar, Cura teniente del Sagrario de
la Santa Iglesia Catedral de la Puebla de los Angeles, certifico que en uno
de los libros en que se escriben los nombres de los que en esta Parroquia se
bautizan, a fojas ciento y veintisiete a la vuelta está una partida, que es la
primera y como se sigue: "En veinticinco de Febrero de mil quinientos y
setenta y nueve años, el Cura Tomás Ruiz bautizó a María, hija de Sebastián
Tomelín y Francisca de Campos. Fué padrino Alonso de la Guerta.— Tomás
Ruiz de Zúñiga."
"Y para que conste haber dicha partida en dicho libro a que me remito
y estar fielmente sacada a pedimento de la Madre María de la Cruz, Abadesa
del Convento de Ntra. Sra. de la Concepción de esta Ciudad, di esta certifi-
cación y la firmé en los Angeles en treinta de agosto de mil seiscientos y
setenta y nueve años.— Bachiller Bartolomé Fernández de Salazar.
La Purísima Co„copei6„.-Mini.t„n. .,. Vega Lagarto.
C. VIII. LA VENERABLE MADRE MARÍA DE JESÚS 213
te) de ocultar la verdadera situación moral de María de Jesús en
su juventud, ellos mismos sin quererlo, dan todos los elementos para
que conozcamos que esta purísima azucena creció y se irguió muy
elevada, con su cáliz vuelto al cielo ; pero en medio de zarzas y es-
pinas. Entre otras tuvo las espinas de las calumnias y falsos tes-
timonios, que nos dan una idea de la sociedad en que por precisión
tenía que vivir y moverse. Nótese a este propósito, que según co-
3nún sentir de autores y testigos, su hermosura corporal era extra-
ordinaria, y así lo comprueban los tradicionales retratos que de
ella se conservan, uno de los cuales publicamos en estas páginas.
Ella había nacido para Jesucristo y otro estado que no fuese
el de esposa de su divino Maestro, repugnaba a su alma en abso-
luto. De ahí la lucha con su padre y con buena parte de su familia.
Porque su padre, rico y bastante mundano, se había forjado el
plan invariable de casar a su hija con determinado joven de fami-
lia muy principal y mayorazgo. Esta era una de las dificultades de
aquella época para las jóvenes; que sus matrimonios se los arre-
glaban sus deudos sin tener en cuenta los personales afectos de la
desposada, sino el medro y aumento de la casa, la unión de fortunas
o de títulos, y en una palabra, lo secundario en vez de lo prin-
cipal.
Sebastián Tomelín era en este punto uno de tantos señorones
de su tiempo, y además tenía un carácter en extremo iracundo y
arrebatado.
Otra cualquiera joven con menos temple que el de María de
Jesús, se hubiera doblegado ante tan inusitada presión por parte
de su padre, y dejando el llamamiento de Dios, hubiera entrado sin
voluntad en el matrimonio para llevar en él una vida de grandes
amarguras y de grandes peligros. Pero el espíritu de la virgencita
angelopolitana y su unión con Dios, la levantaron sobre su siglo,
sobre su edad y sobre la debilidad de su sexo; y por ésto para las
propuestas de matrimonio que en todos los tonos le hizo su padre,
nunca tuvo más respuestas que un no respetuoso, firaie y
tranquilo.
Además del carácter y auxilios ordinarios del Señor, le dio en
esta ocasión algo muy extraordinario: estando en oración vio a la
Santísima Virgen vestida de blanco, con un manto azul y que le
pedía a Dios Trino y Uno le diese a aquella criatura para su con-
vento de la Concepción, a lo que condescendió el Señor; y pasando
214 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
más adelante la súplica de la Soberana Reina, le rogó que la ben-
dijese, como lo hizo.
Ya verá el lector que entramos en un nuevo terreno de lo so-
brenatural. Así como no puede aceptar ni la Iglesia para sus deci-
siones, ni el historiador crítico para sus narraciones, poi'tentos
inverosímiles o ridículos, así tampoco deben de rechazar los que
presentan los caracteres de verdad o de sensata probabilidad. Des-
preciando la hipercrítica, producto al fin y al cabo de aberraciones
mentales y detestando la incredulidad materialista, que no admite
los milagros de Dios (aunque por otro lado admita todo lo extraor-
dinario e invisible del espiritismo) es menester que el lector cris-
tiano se haga cargo de que es una realidad consoladora la interven-
ción directa de Dios o de sus santos con algunas almas escogidas;
que así pasó en la antigüedad, y que así sigue pasando hasta en
nuestro propio y corrompido siglo XX. Sin este sano criterio la
biografía de María de Jesús perdería mucho de su interés históri-
co y de la eficacia sobre nuestra propia vida y edificación.
No le faltarían en este paso de su vida personas de las llama-
das prudentes que le aconsejarían esperar, "dar tiempo al tiempo,"
no precipitar los acontecimientos, dar gusto a su padre aplazando
siquiera, su entrada. . . Mas nada de esto encajaba en un carácter
como el suyo, y más, previendo como preveía, que para ella, el es-
perar podía significar peligro y ruina de su vocación. Así que,
de acuerdo con su madre, piadosísima señora y temerosa de Dios,
burlando los centinelas que su padre le había puesto para que conti-
nuamente la vigilaran, fuese al monasterio de la Concepción donde
muy en secreto concertó su entrada con las monjas, y días más tar-
de, aprovechando la ocasión de haber jubileo en la iglesia del Car-
men; a la vuelta de él escabulléndosele a su hermano, que era
aquella vez el centinela en turno, se fué al convento de la Concep-
ción, distante pocas calles del Carmen. Cuando estuvo dentro, con la
sonrisa en los labios y los ojos en el cielo, le dijo a Dios, y le dijo
al mundo : "De aquí no salgo."
Al saber lo que había pasado, Sebastián Tomelín se desplomó
víctima de un ataque, que lo tuvo veinticuatro horas sin sentido;
y viéndose a las puertas de la muerte, recibió los sacramentos, pero
al mismo tiempo hizo un testamento en que desheredaba a su hija
por desobediente. ¡ Valiente cosa, qué le importaba a ella perderse
C. VIII. LA VENERABLE MADRE MARÍA DE JESÚS 215
el plato de lentejas, si al fin podía decir con San Francisco : "Deus
nt^us et omnia"!
*
* *
Tiempo es de que conozcamos por dentro y desde su origen
el convento cuyas puei-tas acaban de abrirse a la amable prófuga.
Había en Puebla por los años de 1593 un anciano sacerdote,
por nombre D. Leonardo Ruiz de la Peña que deseoso de hacer algo
bueno con el mucho dinero que Dios le había hecho heredar de sus
padres, prometióle fundar un convento para religiosas de la Purí-
sima Concepción. Difiriendo iba más de lo conveniente el cumpli-
miento de su promesa, cuando en cierta ocasión, al cruzar un río,
fué aiTebatado por la corriente de modo que ya le daban por muer-
to los que le acompañaban "aumentando éstos, dice cierto autor,
las corrientes de las aguas con las que de sus ojos vertían sobre
aquel, si cristalino, lúgubre monumento de su señor." Entonces le
pareció al buen cura ver a la Santísima Virgen que alargándole la
orla de su manto para que se asiese de ella, le salvó la vida ; pero
exhortándolo a que diese cumplimiento a su promesa.
Llegado que hubo a Puebla de vuelta de su viaje, cumplió su
promesa haciendo las escrituras de fundación del convento, do-
tándolo en treinta mil pesos. Esto fué el 15 de junio de 1586 ante
Melchor de Molina escribano público, lo que aprobó el obispo D.
Diego Romano, y el buen virrey D. Luis de Velasco el segundo.
El convento pudo inaugurarse, terminadas sus obras, en 1593,
sin que su fundador, muerto poco antes, tuviese el gusto de verlo
estrenado.
Martes 23 de febrero de 1593, víspera del glorioso Apóstol San
Matías llegaron a esta ciudad tres religiosas, que con las licencias
necesarias salieron para esta fundación del religioso convento de
la Purísima Concepción de la ciudad de México, corte de esta Nue-
va España, las cuales fueron las siguientes.
La R. M. Leonor de los Angeles por abadesa, siendo de edad
de 45 años y con 28 de profesión: hija legítima de D. Juan de Cue-
vas y de Doña Ana (y no María) Téllez Girón, apellidos ilustres
que hacían notoria su nobleza. Era esta madre tía del arzobispo
D. Alonso de Cuevas. La madre Francisca de los Angeles vino por
maestra de novicias, siendo de 36 años de edad y 21 de hábito. La
madre Isabel de San Jerónimo vino por tesorera, siendo de edad de
216 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
31 años con 16 de profesión. A estas señoras religiosas se juntó la
madre Beatriz de Santo Tomás, monja profesa en el convento de
Santa Catalina de Sena de esta ciudad, teniendo 35 años de edad y
habiendo 18 que había hecho su solemne profesión en dicho su pri-
mero convento, del cual salió con privilegio que para ello le conce-
dió el santísimo señor Sixto V, para que mudando hábito y conven-
to hiciese nueva profesión de la regla de la Purísima Concepción.
En pos de estas fundadoras, entraron cuatro jóvenes angelo-
politanas, y se cerró la clausura, esto es se empezó la vida regular
de lleno, el día del Apóstol San Matías de 1593, y todos los autores
están de acuerdo en que empezó y se sostuvo los primeros años con
muy buen espíritu y fervor. El año de 1600 había ya treinta y seis
monjas sin contar las fundadoras con cuyas dotes que eran al prin-
cipio de dos mil quinientos pesos, fué prosiguiéndose la construc-
ción del templo y del convento.
Desde entonces, reza un apunte del siglo XVIII, el convento
se llevaba las atenciones de la ciudad y los anhelos de las que desea-
ban ser esposas de Jesucristo, que a porfía pretendían matricularse
en su coro.
A pesar de las trabas puestas por las mismas religiosas y por
los prelados, limitando el número, siempre ha habido jóvenes es-
perando su tumo para entrar, y cuando ésto se escribe, añade el
cronista, "han muerto al mundo para vivir en dicho convento ha-
ciendo solemne profesión trescientas treinta y nueve religiosas;
esto es hasta el 19 de septiembre de 1723."
Como al convento de la Concepción iba lo más granado de la
rica ciudad de los Angeles, llegó a ser éste uno de los mejor esta-
blecidos en el orden temporal : a fines del siglo XVIII tenía un ca-
pital de quinientos mil pesos. Tenían de gastos anuales, un año con
otro veinticinco mil pesos. Sustentaba el convento dos capellanes
con doscientos pesos anuales de salario; un sacristán mayor con
cuatro sii-vientes, dos médicos, un cirujano y un barbero; un ma-
yordomo con mil pesos de salario y un cobrador con cuatrocientos
pesos ; y, es frase del cronista, "un abogado a destajo para los plei-
tos que pueden ofrecerse."
*
* *
En este convento que acabamos de describir era admitida nues-
tra María de Jesús en mayo de 1598.
C. Vm. LA VENERABLE MADRE MARÍA DE JESÚS 217
La Madre abadesa estaba bien enterada de sus obligaciones
que le prescriben: "No sea recibida para monja ninguna contra su
voluntad, ni que esté compelida o instigada de sus padres o parien-
tes para hacerlo, o por otra cualquier manera. Den noticia a la que
quisiere entrar y declárenle la aspereza de la vida religiosa." Así,
ofreciendo a la postulante la cruz de Cristo, fué como la recibió.
Besó María de Jesús las santas reglas, besó y regó con sus lá-
grimas su tan deseado hábito blanco como el lirio, y su manto color
de cielo, y así se presentó llena de ternura y agradecimiento ante
Cristo Sacramentado.
Bien pronto se enturbiaron estas alegrías al recibir la noticia
del estado en que se encontraba su padre, y del paroxismo de ira
a que había llegado, tanto que quería matar a su esposa la buena
Doña Francisca del Campo, por haber sido cómplice, decía él, de la
desobediencia de su hija. Esta se serenó, y sin vacilar un punto en
su vocación, tomó la pluma y escribió a su padre tal carta, tan bien
razonada y tan sentida, que logró ablandar con ella aquel corazón
semibestial, en forma que hasta llegó a revocar la cláusula testa-
mentaria por la que había desheredado a su hija.
Otra gi'an tribulación tuvo la pobre virgencita a los pocos días
de recibida en el monasterio. Fué el caso que se presentó en la por-
tería preguntando por la madre abadesa un gallardo y apuesto
joven, quejándose amargamente de María de Jesús. Afirmó que
antes de su entrada en el noviciado ella había tenido relaciones con
él, relaciones que llegaron tan adelante, que hasta le había dado
palabra de casamiento. Todo esto lo dijo con tal fingimiento y apa-
riencia de veracidad, que la buena de la abadesa cayó de lleno, y
tuvo además la indiscreción de comunicar ésto más de lo debido.
Como era natural, se levantó contra la pobre joven una verdadera
tempestad de críticas y amenazas contra las cuales no tenía defen-
sa ninguna en este mundo. Por eso no buscó ella en el mundo la de-
fensa, sino en Cristo nuestro bien, adjutor in trihiilationibiis quoe
invenerunt nos nimis; y el Señor se encargó en efecto de la honra
de su siei-va, deshaciéndose todo el nublado de manera inesperada:
porque a las pocas semanas, aquel mismo joven fué encontrado en
una casa particular en ocasión y forma tan sospechosa, hablando
con una joven, que los padi'es de ésta, según las hidalgas costum-
bres de aquellas épocas, sin más averiguaciones le obligaron a des-
posarse con su hija. Dios por otra parte tocó el corazón del joven.
218 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
y éste fué a retractarse de todo lo dicho delante de la precipitada
abadesa (4).
Con los fervores y poca experiencia de la juventud, María de
Jesús empezó su vida religiosa, como la han hecho otros muchos
santos, con excesivas penitencias y algunas otras prácticas tan ra-
ras, como era tomar disciplina de mano ajena, rogando además a
la disciplinante que la abofetease reciamente en el rostro. Mas por
aquellos días se le apareció el divino Maestro, y con rostro de paz
y de amor, le indicó nuevo camino, y le dio esta altísima lección:
"Hija, tu ejercicio será guardar tu regla."
Aquí en rigor pudiéramos dar por terminada la biografía de
la venerable madre, remitiéndonos a las santas reglas de su ins-
tituto, y diciendo que son la exacta pintura moral de nuestra bio-
grafiada ; pero como quiera que las mismas reglas no son para to-
dos igualmente difíciles de cumplir ; como dentro de las mismas re-
glas hay todavía grados y grados, extensos campos que unos re-
corren y otros no; incúmbenos apuntar siquiera en resumen, los
episodios más salientes de su vida, que caben todos ellos bajo estos
epígrafes: dolor y amor.
Es laudable en alto grado la tendencia de los antiguos biógrafos
de María de Jesús al darnos cuenta de lo que constituyó el fondo y
parte heroica de su vida espiritual; nos referimos a las tenaces,
vehementes y duraderas tentaciones contra su predilecta y santa
virtud de la pureza, combate terrible con la cual Nuestro Señor
quiso probar a su sierva y dar en ella ejemplo y aliento al inmenso
número de personas buenas y fieles, cuya vida es una perpetua
lucha.
(4) Terminado el año de probación, María de Jesús pronunciaba de-
lante del Santísimo Sacramento y firmaba llena de gozo las siguientes pa-
labras que copiamos del original: "Yo Sor María de Jesús hija legítima de
Sebastián Tomelín y de Francisca de Campos su legítima mujer, vecinos que
son de esta Ciudad; por el amor y servicio de Nuestro Señor Jesucristo y de
la Inmaculada Concepción de su gloriosísima Madre, hago voto y prometo
a Nuestro Señor Jesucristo y a la Bienaventurada Virgen María y a los
Santos Apóstoles San Pedro y San Pablo y a todos los Santos y a vuestra
merced Sr. Dr. D. Pedro Gutiérrez de Piza en cuyas manos hago mi pro-
fesión en nombre del limo. Sr. Dr. Don Diego Romano Obispo de Tlaxcala
y de todos sus Sucesores, de vivir todo el tiempo y espacio de mi vida, en
obediencia, sin propio, en castidad y perpetuo encerramiento, so la regla del
Sr. Papa Julio II a nuestra Orden concedida y confirmada. Y por verdad lo
fumé en mi nombre a diez y siete de Mayo de mil quinientos noventa y nueve
años.— María de Jesús. — Pedro Gutiérrez de Piza.— Isabel de Sn. Jerónimo,
Abadesa.— Isabel de la Concepción, Maestra."
C. VIII. LA VENERABLE MADRE MARÍA DE JESÚS 219
A las cuales tentaciones se unió (vistas las cosas con el crite-
rio ascético moderno) algo que pudiéramos llamar tentaciones re-
flejas, es decir el efecto que producen estas tentaciones excitando
la mente y todo el sistema nervioso, con tendencias a ver, a imagi-
nar y a sentir pecado donde realmente no lo hay.
Tomándolas de los apuntes de Godínez, director espiritual de
María de Jesús, el bachiller Pardo estampa las frases : "Desde que
fué novicia esta sierva de Dios, padeció contra la castidad tantas
sugestiones, ímpetus tantos y tan violentos del espíritu inmundo,
que porque campease más y más la limpieza de esta flor, o la va-
lentía de esta azucena, permitió Nuestro Señor y le dio licencia al
demonio para que, como a otro Job, atoiTnentase sus sentidos y mar-
tirizase sus imaginaciones con vehementísimos asaltos y tentaciones
abominables de incontinencia, conspirándose y embraveciéndose'
contra ella de tal suerte las baterías de satanás, y los incentivos
de la impureza, que lo que el enemigo más atroz le traía sutil y ocul-
tamente a la imaginación, lo veía la atribulada virgen con los ojos
coiTK)rales ; y como a otra Santa Catalina de Sena se le ponían de-
lante de los sentidos las sombras del abismo en figuras escandalo-
sas. La sierva de Dios resistía con prontitud y con invicta magna-
nimidad, acudiendo al punto al amparo de la Virgen Santísima, y
haciendo áspera penitencia para domar su cuerpo." De tal suerte
continuaban y arreciaban las tentaciones, pasando al modo reflejo
de que ya hemos hablado, que en sus ojos y en sus manos, y en las
partes más inocentes de su cuerpo sentía, o creía sentir el atractivo
de la sensualidad. De tal suerte que hasta el dar la mano para salu-
dar, el tocar sus propias manos, y en lo que es naturalísimo y pre-
ciso, juntar sus propios dedos, se figuraba hallar incentivo y pe-
ligro.
Aun cuando el máximun de sus tentaciones en este sentido
fué solamente en determinadas épocas de su vida; pero nunca en
toda ella dejó de luchar, y gracias al auxilio de Dios Nuestro Se-
ñor, nunca dejó de triunfar.
Lo peor de todos estos trabajos, y esta es una especial tribu-
lación de las monjas de clausura, fué que no siempre encontraba
directores espirituales que como el P. Gk>dínez le ensanchasen el
corazón para libremente correr por los caminos del Señor.
Mas no dejaba el Señor de enviarle de vez en cuando santos
varones que la alentasen en medio de tan reñidos combates. Fué
uno de ellos el santo obispo Mota y Escobar, en cuyo tiempo se es-
220 INSTITUCIONES Y LABOE DE LA IGLESIA ORGANIZADA
treno (año de 1617) el amplio convento y el rico templo de las
monjas concepcionistas. Co'nvocados los cabildos, dice el cronista,
las religiones y el clero, "con plausible pompa y celebérrima auto-
ridad, se ordenó la procesión desde la Iglesia Catedral hasta la Con-
cepción, trayendo el Sr. Obispo el Santísimo Sacramento. Estaban
adornadas y vestidas las calles de tapices, colgaduras y altares, y
dispuestos muchos géneros de artificios, fuegos, danzas y otras fes-
tivas invenciones que hicieron ostentativa la función; pero aunque
con tantas circunstancias se hizo regocijada, la que le dio el auge
al gusto, y el lleno a la autoridad, fué la majestuosa, docta y eru-
dita oración del Sr. Obispo."
Nos permitimos copiar parte de este típico discurso porque
creemos que su lectura nos pondrá muy en el interior de la madre
María de Jesús, consolada y reanimada en la peor época de sus ten-
taciones, con las palabras de tan venerando prelado. Decía así en
su peroración : "Os dice Jesucristo : religiosa de la Concepción, her-
mana mía, esposa mía, ya soy venido a mi jardín ; y como en los
días de fiesta cursan los hombres sus jardines, yo en esta fiesta me
he entrado en el mío, donde quiero gozar todas las flores de él, y
formar un ramillete de todas ellas, que trascienda sobre todas las
fragantes cazueletas del mundo. No hay mirra que así deleite el
olfato de Dios como la mortificación de una monja, que olvidada
de cuanto el siglo tiene de deleite, joyas, perlas y galas, se amortajó
en vida y enterró consigo su propia voluntad y gusto, por sólo ha-
cer el gusto y voluntad de Dios. No hay azucena que iguale en su
olor al que exhalan los castos pensamientos y los continuos desve-
los y cuidados en guarda de su pureza y entereza. No hay rojo de
claveles que así campeen, como los golpes de la disciplina. Ni los
lirios de tan hermoso color cárdeno como las ojeras de la esposa
que se trasnocha en la oración ; ni jazmines tan puros como los
retiros por guardarse en su candidez limpia. Y porque en los jar-
dines no se satisface el gusto con sólo el olor de las flores, sino hay
también que gustar, dijo el Esposo : Comedí favum cura melle meo:
Gocé de mi colmena, comí de su miel, logré su cera. Ahora ven cuan
al propósito las he llamado abejas, y a su casa colmena, que es reino
de cera y miel. Coge Dios aquí cera con que arde el buen ejemplo
de sus vidas y religión, para luz de las repúblicas y ciudades ; con
que se alientan las religiosas a profesar castidad y vida angélica.
Come Dios de la miel de su panal cuando gusta de los ejercicios de
Venerable Madre María de Jesús
Convento de la Concepción. Pufbla.
C. VIII. La VENERABLE MADRE MARÍA DE JESÚS 221
SUS siervas, que la miel se toma en la Sagrada Escritura por cual-
quiera gusto y dulzura espiritual; y así se junta con el bocado de
la leche : Mel et tac, significa hartura con gusto. Esta os dé Dios en
esta casa y jardín, donde le tenéis como esposo, y no entre neblina
y humo, sino patente; aunque disfrazado entre accidentes, pero
dando la fe claras luces y noticias de que ahí está su gloria. Esta
gocéis en la eterna, alabándole en el coro de los serafines. Amén."
María de Jesús según las máximas del mundo, hubiera sido una
vulgaridad: ni escribió libros, ni hizo fundación de ninguna cla-
se, ni obras de caridad y beneficencia aparatosa ; y aunque fué su-
periora a todas nunca fué superiora de rmdie. Vivió como Cristo
en Nazaret, y su grandeza consistió en la práctica heroica de las
virtudes cristianas, mediante el cumplimiento de su regla. Por este
motivo, si su canonización llega a verificarse, será de una alta tras-
cendencia, porque equivale a canonizar una vez más el cumplimiento
de la voluntad de Dios y la ascética cristiana, que profesó nuestra
venerable madre.
Si la oración es la raíz y al mismo tiempo el mayor preserva-
tivo de la virtud, la oración de María de Jesús fué sublime, como
nos lo atestiguan las textuales palabras de su director espiritual,
el P. Miguel Godínez, gran maestro de espíritu y autor de uno de
los más acreditados libros sobre Teología Mística. "Yo, dice este es-
te siervo de Dios, por más de treinta años traté muchas almas muy
perfectas en la oración; pero esta santa mujer fué de las más per-
fectas que hay en esta materia."
Diferentes fueron los modos con que la enriqueció Dios en el
ejercicio de la oración, hasta llegarle a conceder un género de con-
templación por el cual gozaba de un excelentísimo modo de unión
con Dios, sobre lo que se expresa así el mismo citado director: "A
sólo una alma en toda mi vida encontré que tuviese esta oración,
y ésta andaba muy endiosada; pero ésto fué después de treinta
años de oración, persecuciones, testimonios y afrentas; que nunca
costó poco lo que mucho vale."
Estas últimas palabras nos llevan a fijarnos en la corona de
espinas y en la cruz, que aparte de las interiores de que ya hemos
hablado, le dio el Señor en sus enfermedades. Con sencillez tal vez
excesiva un biógrafo antiguo las cataloga con diez y siete diversos
222 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
nombres que no repetiremos en gracia de la seriedad. Mas aparte
de esto (triste es decirlo) le pasaba lo mismo que a su contemporá-
nea Margarita María de Alacoque: muchas de sus propias herma-
nas en religión, o por malos informes, o por una natural envidia
mal mortificada, veían con malos ojos a la sierva de Dios, y no se
detenían en ello, sino que pasaban a zaherirla y molestarla tratándo-
la de embustera, hipócrita e ilusa, que tenía hechicerías y pactos
con el demonio, etc. Una hasta llegó a cometer el pecado mortal de
escupirle a la cara. De todo ello nos daba claro indicio un fragmen-
to de carta del tantas veces citado P. Godínez (5). Dice así: "Ma-
dre María de Jesús: extraño mucho que ya no me avise de traba-
jos, cruces y testimonios, por lo cual se me ofrece decirle que ya
no es la que solía ser, y que debe de experimentar que como ^1 ma]
ladrón que padecía en el monte con Cristo, bajaron a, Vuestra Re-
verencia de la cruz. ¿Qué es ésto Madre? ¿Hay treguas, hay año,
mes, días y aun hora sin dolores en el cuerpo, sin aflicciones en el al-
ma, sin mengua en la honra? Ya no debe ser la Madre María de Je-
sús, la embustera, la hipócrita, la que vende revelaciones falsas, la
ambiciosa que desea y pretende oficios. ¿ No es por ventura todavía
la afrenta del Convento de la Concepción? ¿No es la revoltosa, la que
solía andar en los tribunales de los Obispos y Vicarios por envaido-
ra y embustera? ¿No es la fingida y aturdida y la madre de las car-
tujas? Si acaso. Madre, le han llegado a faltar aquestas dichas,
elogios y joyas, mucho le ha faltado a Vuestra Reverencia. Si no se
desayuna con media docena de testimonios falsos, andará muy ham-
brienta su alma."
Trataron en cierta ocasión las monjas de más espíritu en el con-
vento, de nombrarla abadesa; pero las otras se dieron más prisa
dando al prelado malos informes de María de Jesús y peores al que
dirfgía o mangoneaba las elecciones, el cual en una de esas pláticas
que preceden a las elecciones, (pláticas en que la astucia, el amor
propio y el abuso de autoridad pueden hacer tanta palanca en las
electoras tímidas y perplejas), el dicho gran elector dijo terribles
injurias y afrentas contra la venerable madre, tratándola de he-
chicera, comparándola a la monja de Portugal y a la pitonisa de la
Escritura. Con lo cual, dicho se está, que no salió electa abadesa.
En otra elección fué puesta en la tabla por portera mayor;
(5) Archivo de la Embajada Española ante el Vaticano. — Legajo 361.
—Página 367.
C. VIII. LA VENERABLE MADRE MARÍA DE JESÚS 223
pero SUS contrarias que no podían verla ni con sombra de autori-
dad, escribieron al Sr. obispo, que era recién llegado, cosas tan in-
dignas sobre ella, que la borró del oficio y puso otra en su lugar.
¿Cómo empleaba su tiempo María de Jesús? En el verdade-
ro principio del día, o sea a las doce de la noche, invariablemente
se levantaba a cantar llena de dulzura la santa salmodia de los mai-
tines. A la madrugada, después de un rato de contemplación, can-
taba con sus monjas las horas menores y oía la santa misa, reci-
biendo con la mayor frecuencia posible el Sacratísimo Cuerpo de
Nuestro Señor Jesucristo. Por cierto que una vez, queriendo su
abadesa probar su obediencia en lo que más podía costarle, le man-
dó que se abstuviese de comulgar ; mas Dios compadecido del sacri-
ficio de su sierva, le concedió un beneficio muy singular, y fué que
en el momento de volverse el sacerdote al pueblo con la sagrada
forma en las manos, volando ésta por los aires se fué directamen-
te a los labios de la venerable María de Jesús que gustosa lo recibió,
y sumamente agradecida a tan señalado beneficio.
El resto del día lo llenaba, pero completamente lleno, en ejerci-
tar la caridad en cuantas formas le era dable ; primeramente como
lo pide esta virtud cuando es bien ordenada, con los de casa, por
eso siempre era la primera que con gran resistencia física y la son-
risa en los labios, acudía a cuidar de las enfermas de casa ; ella les
hacía la comida, les aplicaba las medicinas, componía sus camas,
solicitábales regalos y limpiaba los vasos inmundos; y ésto no so-
lamente tratándose de las religiosas, sino de las mismas criadas,
y con tanto mayor gusto y servicialidad cuanto menos agradeci-
miento podía esperar de algunas.
Compadecida María de Jesús de esa turbamulta de criadas y
pupilas, recogidas y huéspedes que pululaban por todo el convento,
estableció para ellas unas clases de catecismo que con grande acti-
vidad y constancia sostuvo hasta el fin de sus días, inculcándoles
con muy buena maña y donaire las santas verdades de nuestra fe
y moral cristiana; y queriendo reducir a la práctica y encarrilar
lo que en las doctrinas proponía, fundó para la misma servidumbre
y demás parásitos del convento, la cofradía del Santísimo Rosario,
por especial mandato de la Santísima Virgen, que para encomen-
dárselo, se le apareció. Los frutos de esa cofradía pueden juzgarse
por las palabras de agradecimiento que le dirigió la Santísima Vir'
224 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
gen: "Hija, el servicio que me has hecho, y el bien que a tus her-
manas se les ha seguido en este convento, con esta Cofradía, lo lo-
grarán los demás a su imitación."
No es verdadera la noticia que nos dan algunos autores, de que
después de idos a España sus parientes, al poco tiempo de haber
entrado la venerable en el convneto, ya no volvió a hablar con nin-
gún seglar. Por el contrario, la vemos que con frecuencia, con los
debidos permisos y cautelas, hizo mucho bien con sus conversacio-
nes, valiéndose de los medios naturales y de los extraordinarios que
el Señor para este efecto le había concedido, así que, puede decirse
que Dios le concedió la gracia de hacer muy notables conversiones.
Citaremos a este propósito dos episodios: A un personaje de
alta jerarquía que obraba mal en los puestos que obtenía, mandó
el Señor a su sierva que lo corrigiese de su parte. Ella confusa de
humilde, tres días instó en la oración para que Su Majestad le en-
viase otro nuncio de más autoridad ; mas el Señor le mandó que ella
lo ejecutase, y así, resuelta, le envió a llamar a la reja donde le ha-
bló muy al alma de parte del Señor; y viendo el sujeto que le decía
cosas de su interior, le oyó benévolo y se enmendó.
En otra ocasión, una religiosa moza frecuentaba las rejas con
personas del siglo, cuyas conversaciones podía excusar. La vene-
rable madre se las procuraba estorbar, y un día entrando en la re-
ja le dijo, ¿hasta cuándo? y otro día que estaba escribiendo un papel
oyó las mismas palabras, y de nada hizo caso. Envióle un recado
con otra religiosa, intimándole cuan arriesgada tenía su salvación ;
pero con el pretexto de aprender a tocar un instrumento, proseguía
en sus conversaciones ; mas Dios le atajó los pasos con la última en-
fermedad, en la que se dispuso bien y lloró el tiempo perdido. Y lle-
gando a lo último, le avisaron a la prelada que ya era tiempo de irle
a echar la bendición ; aunque podía acabar de comer, porque estaba
en el refectorio, mas la venerable madre pidió que no se detuviese,
y yendo con prisa, luego que la bendijo, expiró. La difunta se la-
mentó después, de los muchos años que tenía que pasar en el pur-
gatorio.
Interminables nos haríamos narrando y aquilatando las vir-
tudes tan sólidas y tan elevadas que adornaban el alma de la ve-
nerable madre. Pasemos ya a decir dos palabras sobre los dones
C. VIII. LA VENERABLE MADRE MARÍA DE JESÚS 225
extraordinarios con que el Señor la enriqueció, entre otras cosas,
para que esas virtudes no quedasen ocultas, y la Iglesia y los fieles
nos fijásemos en ellas. Comenzaremos por un don que alguien quiere
explicar como meramente natural. Nosotros entregamos la tesis a
los teólogos y filósofos para su estudio, y pasamos a lo que aquí nos
toca, a narrar los hechos como los recibimos de fuentes fidedignas
y aprobadas. Nos referimos a la facultad que ciertamente tuvo des-
de niña, de ver a largas distancias; pues como dice el P. Migue]
Godínez, el confesor: "Apenas sucedía cosa grande en la Iglesia
que Dios Nuestro Señor no se lo revelase a esta santa Virgen. Y así
se halló presente en espíritu cuando en el Reino de los Abisinios,
el Emperador de Etiopía dio la obediencia a la Sede Apostólica en
11 de febrero de 1626. No se le escondió la muerte del Señor Grego-
rio XV, a 8 de julio de 1623. Vio las exequias en Madrid del Sr. Rey
Felipe III, murió a 31 de marzo de 1621 ; y la del Serenísimo In-
fante, D. Carlos, el año de 1623. Se halló presente al rompimiento
de las paces que hizo Luis XIII con España, el dicho año de 1623 ;
y vio la sangrienta batalla que se dieron los ejércitos de estos dos
poderosos reinos en que murió gran número de soldados. Y daba las
señas del Rey de Francia, como que lo había visto.
"Tenía noticia de todos los combates que en larga guerra de
diez y ocho años le dio el enemigo a la Venerable Madre Isabel de la
Encarnación en su convento de Carmelitas Descalzas de Puebla; y
al ver la porfiada batería del contrario, la ayudaba la Venerable con
oraciones. Y en el mismo convento estaba a los fines de su vida la
Madre Teresa de Jesús en una fuerte batalla de tentaciones con los
enemigos, y le dijo el Señor: "Hija, ayuda con tus oraciones a esta
tu hermana;" lo cual hizo con fervientes deseos de su triunfo que
iogró, pasando de esta vida, vencedora, dándole las gracias por lo
que la había favorecido.
"Vio el año de 628 el lamentable fracaso de la pérdida de la flo-
ta que iba de estos reinos y que dio en manos de los enemigos. Y
quien veía lo que pasaba tan lejos, a menos distancia poco se le en-
cubriría; y así, estando una noche con otras religiosas, y su com-
pañera la Madre Agustina, les dijo : encomienden a Dios a nuestro
hermano el Lie. Luis Fernández de Bocanegra, que se ve ahora en
un gran peligro. Asustóse la Madre Agustina, más que todas por ser
sobrina de este Cura ; y observ^ando el día y la hora, supo después
que en aquella ocasión se le habían arrojado unos mulatos escanda-
226 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
losos con las espadas desnudas, a matarlo, porque los había repren-
dido. Y sin saber cómo, sosegaron su furia y no le hicieron daño.
"D. Andrés Fernández de Miranda aguardaba en flota un gran-
de empleo ; y sabiendo que algunas naos habían padecido naufragio,
esperaba cuidadoso la noticia de su infortunio; de que notició la
Madre Leonor de San Andrés, hermana de este sujeto, a la Vene-
rable María de Jesús ; y habiéndose ésta puesto en oración, a breve
espacio Dios la consoló con que no había padecido pérdida su her-
mano, y daba la seña hasta de la marca de los fardos."
* *
Terreno más difícil que el que acabamos de atravesar es el de
las revelaciones que de cosas celestiales tuvo con mucha frecuen-
cia la V. M. María de Jesús. Por de pronto, con la Sagrada Congre-
gación, hay que rechazar como inverosímiles algunos de estos por-
tentos que no existieron más que en la exaltada imaginación de al-
gunas personas, como admitir por ejemplo, el que un Niño Jesús
de madera le haya dado un puntapié en el rostro a una religiosa,
porque dijo que la escultura no le gustaba. Hay varias de estas pue-
rilidades impresas en las biografías de María de Jesús que lejos
de ayudar a la veneración y a la prosecución de la causa, la podrían
entorpecer, y hacer inaceptables, por concomitancia, otros favores
que real y verdaderamente Dios Nuestro Señor le concedió.
¿ Fueron las visiones y apariciones de María de Jesús algo ob-
jetivo o meramente una impresión subjetiva con fundamento remo-^
to en la objetividad? Cosa es ya esta imposible de discernir, reco-
nociendo en general con los autores de mística modernos, la posi-
bilidad de que haya tenido revelaciones del un género o del otro;
siempre queda en pie que eran grandes favores de Dios, y una es-
pecie de cielo anticipado. Porque tal es sin duda verse acompañada
y amaestrada de la Virgen Santísima; ser transportada a la Jeru-
salem Celestial ; disfrutar de la conversación con los ángeles y con
los santos; pero sobre todo, y es para nosotros el dato más vene-
rando y más amable de la vida de María de Jesús, el haber vivido
desde el principio de su noviciado teniendo a su lado a Cristo Nues-
tro Señor, salud y vida nuestra, sin perderlo un instante de vista.
Una cosa haremos observar sobre estas revelaciones y favores
extraordinarios concedidos a la sierva de Dios, y es que cada uno
de ellos, como cada paso de su vida, iban marcados con los tres in-
C. VIII. LA VENERABLE MADRE MARÍA DE JESÚS 227
conf u'ndibles sellos que llevan, todas, y solas las obras de Dios : paz,
obediencia y coyistancia.
Era muy natural que quien tanto había gustado de las delicias
de la otra vida y de las amarguras de este valle de lágrimas, desea-
se ya salir de éste para aquella. ISIuchas veces se lo había pedido al
Señor, pero siempre con resignación. Concedióle el Señor sus de-
seos el 11 de junio de 1637.
Desde el día de la ascensión supo que se iba a morir, y como
para ella la muerte no era sino el ir a su verdadera patria, y a verse
cara a cara con su divino Esposo, puede decirse que los días que me-
diaron desde entonces hasta el de su muerte, fueron los más felices
de su vida.
Cuando el Sr. obispo D. Gutierre Bernardo de Quirós, fué a
darle la última despedida, preguntándole si quería algo que arre-
glar en esta vida con sus deudos o amigos, respondió: ¡sólo a Dios
quiero; a todos los dejo en manos de Dios! "¿Qué se os ofrece, her-
mana, preguntó su abadesa, qué pedís?" y ella respondió: la ben-
dición, madre, mortaja y sepultura. Con toda calma dio su espí-
ritu al Señor el día de su predilecta fiesta del Corpus Christi a las
tres de la tarde, a los 57 años de su santa vida.
Muchos son los milagros que el pueblo fiel desde entonces has-
ta nuestros días atribuye a la intercesión invocada de la V. M. Ma-
ría de Jesús, especialmente cuando se han utilizado como medio
de su celestial poder algunas reliquias o imágenes suyas.
La difusión y desproporción con la obra a que nos llevaría la
narración de tantos episodios, no menos que el temor que siempre
nos acompaña de juzgar asuntos que, por fuero especial, pertene-
cen a tribunales muy superiores a nuestro criterio particular, cree-
mos más conveniente el ceder la relación de tales sucesos a los es-
critores que, después de aprobados tales milagros por la Iglesia,
puedan presentarlos al público para la justa y deseada glorificación
de nuestra dulcísima y amable paisana la venerable madre María
de Jesús.
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CAPITULO IX
LA SANTA INQUISICIÓN
Prosperidad y popularidad de la inquisición. — Sueldos de los inquisidores.
— Muestras de la labor inquisitorial. — Brujerías en Coahuila. — Calumniosa aser-
ción sobre solicitantes. — La inquisición y los indios. — Un célebre edicto. — Con-
sideraciones generales.
bibliografía especial
CASTRO SANTA ANA, JOSÉ MANÜEI,. — I>iar¡o de Sucesos Notables.— México, 1884.
garcía ICAZBAL,CETA, JOAQUÍN.— Bibliografa Mexicana del Siglo XVI.— México,
1886. ' '
MEDINA, TORIBIO. — Historia del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisleión
en México. — Santiago de Chile, 1905.
ROBLES, ANTONIO.— Diario de sucesos notables.— México, 1853.
UCHAS veces, situados frente al magnífico palacio
que la Santa Inquisición edificara para su residencia
y despachos, en el corazón mismo de esta imperial
ciudad, o bien, paseándonos por su soberbio claustro
que tanto recuerda al del Alcázar de Toledo, o reconstruyendo ima-
ginariamente escenas del pasado en sus principescos salones, nos
confií-mamos contra el sentir o el simular de algunos autores, en
que la Inquisición hasta algo más allá de mediados del siglo XVIII
no había decaído.
No decaía de su puesto de honor y por eso en las funciones ofi-
L CÉL"^.
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Reverso de inscripción de una portada de la Inquisición.
C. IX. LA SANTA INQUISICIÓN 229
cíales de gran gala y en los besamanos de palacio, lo mismo que en
los actos públicos universitarios, los señores inquisidores ocupaban
siempre el puesto honorífico que habían tenido durante los reina-
dos de todos los austrias y, si se quiere, aun ganaron terreno y po-
pularidad. Tal se ve por ejemplo en el acta del cabildo secular, co-
rrespondiente al 6 de febrero de 1712, día en que el muy ilustre
ayuntamiento, organizando como estaba, la temporada de toros que
había de principiar una semana después, discurrió y asentó que,
"estando inmediatas las fiestas del nacimiento del Serenísimo Se-
ñor Infante, y dispuesta la Plaza del Volador para que en ella se
lidien toros, y porque tan glorioso asunto pide todas las demostra-
ciones que puedan corresponder a él, y que sea con el mayor júbilo
y regocijo, y que todos lo tengan y gocen; y porque la Nobilísima
Ciudad le tendrá en que los Señores Inquisidores vean los toros,
para que, siendo servidos, se consiga, se acuerda que los Señores
Don Pedro Jiménez y el Conde de Fresno, a quienes se nombra por
Comisarios, conviden de parte de esta Muy Noble Ciudad a los di-
chos Señores Inquisidores para que asistan y vean la Fiesta de los
Toros; y desde luego el Sr. Conde disponga dos lumbreras en la
acera de Palacio, con sus celosías verdes y adornos correspondien-
tes, para que, teniendo gusto de asistir, vean en ellas ; cuidando del
demás agasajo de aguas frescas y dulces, las tardes que asistan"
(1).
No es creíble, como alguien afirma, que ya desde el primer
tercio del siglo empezasen a faltar candidatos para cubrir las va-
cantes de oficios inquisitoriales mayores o menores. La verdad
es que las nóminas siempre aparecen llenas y que seguían viniendo
de la antigua España por sólo un puesto de inquisidor, fiscal y hasta
alguacil del Santo Oficio, no pocos letrados y gente de valer.
Tampoco decayó en el Santo Oficio durante las seis primeras
décadas del siglo su espíritu de vigilancia y laboriosidad: formó
por de pronto todos los procesos que en tendenciosa historia cita
cierto autor extranjero y formaron además otros muchos que pu-
do haber citado y que puede ver el curioso lector en el archivo ge-
neral público de la Nación reunidos en doscientos sesenta y tres to-
mos de más de mil páginas en promedio, donde los respectivos ex-
pedientes se conservan (2).
(1) Véase Rangel, Historia del Toreo en México, pág. III.
(2) O por lo menos, se debían de conservar. Decimos ésto, porque hace
230 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
Pero si no decayó en laboriosidad el Santo Tribunal, decayó
en energías : así lo hemos llegado a sospechar al ver que ya no hubo
más que un castigado con pena capital y que en general los casti-
gos del siglo XVIII parecen mitigarse ¿ pero se puede culpar de ésto
a los inquisidores? La verdad es, que no, mientras no nos conste
(y no nos puede constar) que hubo más reos que tal castigo me-
reciesen. Unos arguyen: hubo sin duda crímenes graves, porque el
mundo es siempre mundo, luego la Inquisición fué débil en no cas-
tigarlos ; otros en cambio es posible que arguyan al revés : si la In-
quisición bien vigilada y en manos de hombres sanos, no aplicó en
las seis primeras décadas más que una vez la pena de muerte, es
que no hubo más crímenes de su incumbencia que mereciesen pa-
tíbulo. El mundo es mundo en lo tocante a costumbres y aun ahí
caben muchos distingos, pero tocante a puntos de fe, el mundo vi-
gilado, amenazado, y escarmentado, es muy diferente del que no
disfruta de tales beneficios de Dios.
La judería mexicana o mejor dicho, portuguesa en México,
había visiblemente por lo menos, terminado; por eso apenas si en
los procesos vuelve a aparecer algún secuaz de la secta de Moisés;
los crímenes perseguidos por la Inquisición eran los de herejía en
todos sus grados, superstición, bigamia, maleficios, blasfemias, si-
mulación de sacerdocio, irreverencias a Dios y a sus Santos, etc.,
Inútil y prolijo sería reseñar tanto proceso; sólo para dar la
idea necesaria, mencionaremos algunos de tantísimos casos como
citar pudiéramos. En 22 de julio de 1701 la Inquisición castigó a
un alto personaje, caballero que se había casado dos veces con la
especialísima circunstancia que la segunda vez lo había hecho en
peligro de muerte. En 1708 se celebró auto particular en la iglesia
de Santo Domingo en que se penitenciaron tres herreros; un fray
Juan de San Diego, apóstata de su religión y sacrilegamente ca-
sado; otro José Lazcano por maleficios contra su mujer; un lego
de San Hipólito porque celebró tres veces misa, confesó y dio la co-
munión; un José Mendoza de Puebla por blasfemo, heretical de
obra y por escrito "con conatos próximos de pacto explícito con el
pocos meses quedó mojada buena parte de dichos volúmenes, pues al Supre-
mo Gobierno se le ocurrió poner precisamente encima del Archivo Nacional,
un gimnasio y baños para el Estado Mayor Presidencial de los cuales, de-
partamentos por tres días consecutivos estuvo goteándose el Archivo, inun-
dándose una buena parte de él y mayormente los volúmenes a que nos referimos.
C. IX. LA SANTA INQUISICIÓN 231
demonio haciéndole cédulas e invocándolo;" una María de los Ríos,
mestiza, por hechos y dichos de hechicerías y dar polvos y pájaros
para efectos amatorios" aunque nunca surtieron su efecto.
A mediados de siglo la vigilancia y diligencio del Santo Oficio
se reveló por sus gestiones nada menos que en la lejana provincia
de Coahuila, donde se había descubierto una complicidad de hechi-
cería y brujería. "Para practicar las convenientes investigaciones
y por no existir allí comisario de las calidades que se necesitaban,
nombraron a los religiosos de Querétaro, que se trasladaron al lu-
gar infestado y que durante año y medio, practicando con todo si-
gilo las diligencias necesarias para evitar una conmoción," de que
nos recelábamos, decían, por estar emparentados algunos de los
cómplices con la más principal gente de dicha provincia y haberse
llegado a hacer público por la misma y mala conducta del comisa-
rio y notario del aquel partido, y fué Dios servido que se lograse
concluir dichas diligencias en la forma que esperábamos del celo
y prudencia de dichos religiosos; pero siendo la gente de aquella
provincia muy propensa a todo vicio y con particularidad al de la
lujuria, no deteniéndose por conseguir sus torpes apetitos en cuan-
tos medios le propone el demonio, valiéndose de diferentes supers-
ticiones que los indios e indias suelen comunicarles y facilitarles,
y concurriendo también el que es muy común, faltar allí al jura-
mento, hemos procedido, decían, con gran tiento.
Recluyéronse en efecto en cárceles secretas del Tribunal cua-
tro mujeres y un hombre que se decía las acompañaba, pero des-
pués de examinadas se perjuraron y últimamente se mantuvieron
negativas en lo de ser apóstatas y tener pacto con el demonio, sin
que pudiese adelantarse mucho más en la causa, a pesar de haber
eaiviado allí un hombre tan competente como fray Hermenegildo
de Villaplana (3).
En medio de la relación de estos y otros muchos semejantes
procesos inquisitoriales, un historiógrafo extranjero que como bi-
bliógrafo goza de grande y merecida reputación, sale de repente
con una verdadera enormidad que, de ser cierta, resultaría un ver-
dadero borrón e infamia para buena parte del clero mexicano del
(3) Cartas de 25 de junio de 1753 y de 10 de julio de 1754, así citado
por Don Toribio Medina.
232 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
siglo XVIII : asienta estas categóricas palabras : "Ningún delito más
común por ese entonces, que las solicitaciones en el confesionario."
Toda persona medianamente instruida en disciplina eclesiástica y
hasta con sólo el sentido común cristiano, conoce el alcance de esta
acusación y reconoce la triple gravedad del crimen; porque solici-
tar un sacerdote y precisamente en el confesionario a una persona,
aparte del pecado de impureza y violación del voto, incluye la de la
profanación y desprestigio del sacramento que está administrando
en representación de Jesucristo Nuestro Señor. Por esto la Santa
Iglesia considera este horrendo pecado, reservado para su absolu-
ción al mismo Romano Pontífice y los que tal cometiesen deben de
quedar inhabilitados para el ejercicio de su sagrado ministerio y
castigados con gravísimas penas.
Por todas estas razones el historiador que asienta la frase que
acabamos de estampar tiene que probarla, lo cual supone, primero,
que cita número suficiente de tales delitos cometidos en el siglo a que
se refiere; segundo, que reconozca y nos haga reconocer que tales
delitos no fueron únicamente sospechados, acusados, juzgados y has-
ta procesados sino que fueron castigados y con una pena tal, que
suponga la certeza de los jueces en su fallo; tercero, que lo que tenga
así averiguado lo documente, sobre todo tratándose de un autor que
tuvo a su disposición todos los documentos de Simancas, Madrid, Se-
villa y México; un autor que acostumbra documentarse hasta con
exageración, como lo hace en los mismos párrafos sobre materias
insignificantes que aparecen al lado de sus acusaciones tan gra-
ves ; un autor que por su innegable talento sabe perfectamente que
en casos como éste habrá quien le pida lógica y documentación.
¿Qué hace él en cambio? acepta, eso sí, todo lo que pueda ha-
llar en la materia; no deja pasar nombre, apellido, orden religiosa,
cargo y todos los pelos y señales que puede de los (por él) acusados
de solicitación y si se trata de un jesuíta tiene la especial fruición
de decir si a mano viene, que era profeso de cuarto voto. Con todo
esto viene a dar a sus noticias tinte de veracidad y de buena infor-
mación, pero después, sorprendiendo la buena fe de los lectores, en-
treverando unas cosas con otras, mezclando adjetivos que para los
menos versados suenan casi lo mismo, se va por páginas y pági-
nas perpetrando uno de los más sórdidos sofismas históricos que
conocemos.
Ciento ocho, nada menos, son los sacerdotes que hace aparecer
C. IX. LA SANTA INQUISICIÓN 233
entre los solicitantes, número ciertamente enorme tratándose de
la gravedad de tal delito, pero todavía aun así, no hay derecho a
decir que "ningún delito era más común por entonces."
Además, leyendo despacio esas mismas páginas, obsei-vamos
que aunque todos llevan al lado de su nombre y apellido la palabra
"solicitación" o "solicitante" de unos se dice, que fueron acusados,
de otros procesados, de otros, que se resolvieron síis causas de soli-
citación o que remitían las causas, o que sus causas eran falladas,
o que ellos eran enjuiciados. Ahora se pregunta ¿Ser acusado, ser
enjuiciado, serle remitida la causa, o serle resuelta, habérsele falla-
do (aunque sea en favor) significa que se es reo de un delito? De
los veinte grupos en que habla de sacerdotes solicitantes, sólo en
seis afirma que fueron o castigados o penitenciados.
Anda muy escaso de citas el aludido autor en todos los puntos
que se refieren a sus solicitantes. Poco nos importa la falta de ci-
tas tratándose de los que solamente fueron acusados o procesados,
de éstos ya nos descartamos puesto que el mismo autor, ávido de
recriminarlos, no lo hace, pero sí desearíamos cita y relación com-
pleta tratándose de esos seis grupos que a su juicio fueron culpables.
Pues bien, de esos seis grupos, cuatro aparecen sin cita o lo que es
lo mismo sin documentación, se trataría pues de que, haciéndole
una excepción que él rehusa para casos sin importancia, le creyé-
semos bajo su palabra de honor, precisamente en los momentos en
que se muestra historiador pragmático o sea con decidido empeño
de defender una tesis.
Quedan, pues, en pie, de todos sus párrafos en que trata de so-
licitantes, dos grupos que sí parecen documentados, los únicos a que
hay que prestar atención ; en uno de ellos los penitenciados son dos,
en el otro, un solo penitenciado; en resumen, por confesión implí-
cita, aunque involuntaria del mismo autor, los sacerdotes peniten-
ciados por el Santo Oficio durante cien largos años fueron en nú-
mero de tres.
Pero, insistimos ¿por qué no pone como en otras muchas oca-
siones la clase de penitencia que les fué impuesta? Si era penitencia
grave (gravísima tenía que ser) sería la única señal por donde
conociésemos el haber incurrido el acusado en el crimen y en este
caso, estamos moralmente seguros de que el autor hubiese pintado
con todos sus pelos y señales la tal penitencia, que, con toda seguri-
dad, él conoce perfectamente.
234 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
Si la penitencia fué leve ; lo que probablemente pasó fué lo si-
:guiente: que por circunstancias extrínsecas, el tribunal llego a te-
ner serias dudas de las acusaciones y que más bien como remedio
preventivo dieron al acusado el castigo de que se trata.
Decimos que en estos casos de solicitación no puede haber ave-
riguación cierta, porque no puede haber en el juicio testigos que
hagan fe: el único posible testigo en un crimen que pasa en el se-
creto de la confesión entre el confesor y una mujer, no puede ser
más que una mujer, que por regla general, tratándose de estos ca-
sos, es gente histérica que hace muy poca fe en cualquier tribunal.
¿Después de todo esto, hay derecho para asentar que ningún
delito fué más común en el siglo XVIIl que las solicitaciones en el
confesonario ?
Queda siempre en pie el problema, aunque ya muy secundario,
de ¿por qué hubo ciento ocho acusaciones de solicitación? Proba-
blemente habrá habido más de ciento ocho y aun más de doscientas,
es decir que cada año había un par de chismes en tan delicada ma-
teria, pero eso ya no es lo mismo que cometer los sacerdote el negro
delito de que se les acusaba.
La explicación de las acusaciones es muy sencilla : no faltarían
tampoco en el siglo XVIII solteronas incasables cuyo desamparo,
unido a determinadas tendencias, las ponía en un estado o tensión
psicológica en que creían, porque lo deseaban intensamente, que
alguien se interesaba por ellas y puestas ya en esa textura las mu-
jeres, los dedos se les antojan huéspedes y ven en estos casos y
oyen imaginariamente, hasta el grado de poderlo jurar, lo que en
realidad no son más que fantasías. Alternando con estos períodos
de histerismo, se suceden en los mismos destrozados caracteres pe-
ríodos de achicamiento y timidez increíbles. Entonces era cuando,
conocedoras de las excomuniones y castigos que hay en realidad
impuestos por la Santa Sede contra las personas que solicitadas en
confesión, no delatan al solicitante, entraban en un vértigo de las
dos pasiones, deseo y temor, que les hacía decir horrores, ... a re-
serva de que al día siguiente fuesen a desdecirse y el tercero día a
ratificarse. Y perdonen nuestros lectores esta disgresión psicoló-
gica en gracia de la realidad histórica.
Había desde 1575 un real decreto excluyendo a los indios de la
C. IX. LA SANTA INQUISICIÓN 23b
jurisdicción del Santo Oficio de la Inquisición, se^n recordarán
nuestros lectores que quedó expuesto en el primer tomo de esta
cbra (4), y no hubo, que sepamos, nada intermedio que lo invali-
dase; por eso la Inquisición, como tal, no volvió a mezclarse en
asuntos de indígenas, si bien en repetidas ocasiones se levantaron
dificultades, por intervenir indios en procesos inquisitoriales.
No obstante tales prohibiciones, que decían únicamente con el
referido tribunal, había desde el siglo XVII cuerdas personas que
opinaban porque tales limitaciones se anulasen: se habían estas
prohibiciones obtenido en fuerza de las razones expuestas por el
famoso licenciado D. Sancho Sánchez de Muñón, más bien con ca-
rácter de interinidad o suspensión. "Entiendo, decía, que sería una
de las cosas más importantes, que por agora se suspendiese la In-
quisición cuanto a los naturales, por ser tan nuevos en la fe, gente
flaca y de poca sustancia" (5). Pero es claro que razones que fue-
ron buenas para los indios tal como estaban en 1575, podían no
valer dos siglos más tarde, cuando ya los indígenas no tenían sino
los rasgos etnológicos asemejándose en todo lo demás a los restan-
tes pobladores de la Nueva España. A los obispos por de pronto no
les resultaba nada ventajoso el que a título de ser indios o de pare-
cerlo, viviesen impunes, multitud de bigamos, blasfemos, hechi-
ceros y brujos sumamente perjudiciales para el buen régimen y
edificación de sus respectivos pueblos. Además cualquiera que fue-
se la legislación del trono sobre un tribunal que en gran parte pu-
diera llamarse suyo, cual era ciertamente el de la Inquisición,
subsistía como cosa aparte la jurisdicción meramente eclesiástica,
de los obispos en virtud de la cual y mucho antes de que la Inqui-
sición se fundase, ellos son los jueces natos de los delitos contra
la fe y costumbres, por sus respectivos subditos, cometidos.
A estas condiciones y a la necesidad de atajar abusos, se de-
bió la actitud que varios prelados tomaron castigando faltas so-
bre la fe y costumbres de los indígenas. Así en 1690 D. Isidro Sa-
riñana habiendo encontrado indios dogmatistas y maestros de ido-
latría en once pueblos de la tierra de Xúchil celebró auto en la
iglesia catedral reconciliando a uno y penitenciando a otros. En
1731 en la iglesia parroquial de Santiago, tuvo lugar otro auto de
indios a que concurrió, presidiendo, el Dr. D. Miguel de Aldave
(4) Pág-ina 380, edición de 1922.
(5) A. G. I. 58-5-8.
236 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
Rojo de Vera, provisor y vicario general de los indios y chinos de
este arzobispado, los notarios y ministros de su juzgado, los RR.
?P. curas ministros de las restantes parroquiales, gobernadores,
justicias y fiscales de todas las parcialidades de los indios; en él
salieron a pública penitencia tres indios y la estatua de otro, ve-
cinos del pueblo de Nahuelampa, de la doctrina de Tzacualtipan,
en la Sierra de Mezitlán, por hechiceros supersticiosos; una india
del Real de Omitían, por ilusa, curandera, embustera; otra de
esta ciudad por duplicidad de matrimonio; un indio también de
aquí por el mismo crimen; fueron condenados a auto en forma de
penitentes, con insignias correspondientes a sus delitos y rótulos
que lo denotasen, vela verde y soga, en abjuración de levi, fusti-
gación en la puerta de la iglesia, a usanza de doctrina, penitencias
saludables, medicinales, espirituales y reclusión, a ellos en conven-
tos de religiosos, y a ellas en hospitales y recogimientos por el
tiempo que en las sentencias se expresan.
También fué condenado en este auto a combustión (y se eje-
cutó la sentencia) un esqueleto del principal y más venerado ídolo
de los nayaritas, adornado de distintas alhajas propias de su fero-
cidad, y algunas destinadas para los sangrientos inhumanos sacri-
ficios con que le tributaban adoraciones, el cual se remitió al Excmo.
Sr. virrey, D. Manuel José de Carranza y Guzmán, capitán del
presidio de San Francisco Javier, con una relación historial del
R. P. Urbano de Covarrubias, de la Compañía de Jesús, en que da
razón de los triunfos de nuestra santa fe y destrucción y aniqui-
lación "de distintos ídolos y adora torios que tenían los bárbaros e
incultos habitantes de aquella retirada provincia."
En 1755 Castro de Santa Ana en su curioso diario nos da la
siguiente noticia: "Esta misma mañana, el Dr. D. Francisco Jimé-
nez Caro, canónigo penitenciario de la santa Iglesia, provisor y vi-
cario general de los naturales (y) chinos de este arzobispado, tuvo
auto de fe en la principal iglesia de nuestro padre San Agustín, ha-
ciendo pro tribunali en su presbiterio con el promotor fiscal de esta
curia eclesiástica; su alguacil mayor, notarios y ministros, curas
clérigos y religiosos de las parroquias de naturales de estos con-
tomos, los gobernadores, alcaldes y demás oficiales de su repúbli-
ca. Salieron con coronas, sogas y velas verdes, seis naturales, los
tres hombres y tres mujeres, cinco de éstos por casados dos veces,
y otro por embustero, los que al siguiente día por la mañana se
C. IX. LA SANTA INQUISICIÓN 237
pasearon por las calles públicas de esta ciudad, dándoles 100 azo-
tes: el concurso de ambos días fué numeroso y crecido" (6).
A estas providencias, ciei'tamente escasas, empleadas por los
diferentes prelados contra los peligros de la fe de nuestras razas
indígenas, debe adjuntarse cierto edicto que el provisorato de Mé-
xico, en sede vacante, promulgó el año de 1755, correspondiendo a
una real cédula de Carlos III, fecha en Aranjuez a 13 de mayo de
1755 en el que el detestable hipócrita monarca después de quitarles
a los indios idólatras sus más esforzados misioneros, encargaba
la continuación del exteraiinio de la idolatría. Copiaremos alguna
de las frases más sustanciales o más típicas del edicto del provisor
sin que ello signifique que le demos nuestro asenso total como si se
tratase de verdades históricas.
En el referido documento, después de congratularse por los
triunfos obtenidos anteriormente contra las supersticiones, etc., se
dice: "Ordenamos que en lo de adelante no se hagan ni permitan
los nescuitiles, representaciones al vivo de la pasión de Cristo Nues-
tro Redentor, palo del volador, danzas de santiaguito, ni otros bai-
les supersticiosos en idioma alguna, aunque sea en nuestro vulgar
castellano y sin embargo de que se pretenda honestar que los nes-
cuitiles les son incentivos a los indios para su devoción y que por
tales espectáculos se mueven, pues de este modo les entra con más
facilidad la fe por la vista que por el oído ; respecto a que si en los
principios de promulgada la ley evangélica en estos reinos se juz-
gó medio oportuno, por la incapacidad de los naturales sus habita-
dores, y para su cristiana instrucción, el permiso de semejantes
representaciones, ya en estos tiempos en que han corrido más de
dos siglos y medio, es disonante y obsta la mencionada general re-
petida prohibición, por los gravísimos pecados, imperdonables in-
consecuencias, irrisiones, vanas observancias, irreverencias, supers-
ticiones y demás justas causas que la motivaron.
"Asimismo mandamos en virtud de santa obediencia, y so pena
de excomunión mayor latae sententiae, trina canónica inonitione
praemissa, a todos los que no fueren indios, y a éstos, bajo la de
veinticinco azotes, a usanza de doctrina, un mes de cárcel, y otras
a nuestro arbitrio, que sabiendo que algún indio de este arzobis-
pado o de los de las Islas Filipinas que residen en su distrito, y
vulgaiTnente llaman chinos, ha cometido algún delito contra nues-
(6) Castro de Santa Ana. Diario de sucesos notables, páginas 68 y 176.
238 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
tra santa fe, lo denuncien ante Nos, o ante su párroco, o juez ecle-
siástico donde se hallaren, dentro de seis días primeros siguientes
después de haberse leído y publicado este nuestro edicto, como de
él tuvieren noticia en cualquiera manera, que le damos y asignamos
por tres términos y el último peremtorio, y que dentro del dicho
tiempo ocurran los indios o chinos, que por su fragilidad se halla-
ren incursos en haberse casado o querido casarse, segunda o más
veces, teniendo su primera mujer o maridos vivos, o sido causa
de que otros lo ejecuten, o que hayan blasfemado de Dios, Nuestro
Señor, la Santísima Virgen María, o sus santos o menospreciado
sus imágenes o celebrado misa y confesado sin ser sacerdotes o
reiterado los santos sacramentos del bautismo o confirmación, o
abusando de ellos y del de la extremaunción; o celebrado pacto o
(como ellos dicen) hecho concierto, o tlatoleádose con el demonio
o ejecutado curaciones supersticiosas, valiéndose de medios, en lo
natural inconducentes para la sanidad; o abusando de los pipilt-
ziiyitles, peyote, chupamirtos o rosas, o de otras hierbas o anima-
les; o fingido milagros, revelaciones, éxtasis y arrobos, u ocurrido
a otros para que les adivinen cosas venideras, distantes y ocultas,
o ejecutándolo ellos mismos o llevado ofrendas comestibles, mu-
ñecos, cera o zahumerio a las cuevas, cerros, ojos de agua, jagüe-
yes o ríos, con el fin de regalar al aire u otros elementos; o ado-
rado algunos animales o cosas insensibles, contraviniendo el pri-
mer precepto del Decálogo y a la solemne profesión que hicieron
en el sacrosanto bautismo, en que renunciaron al demonio y a sus
pompas; o dejándose llevar del abuso que se practica en algunos
curatos en la medicina llamada papas, que les hacen algunos cade-
jos de la cabeza con ciertos ingredientes, y aseguran que se han
de morir en cortándoselos ; o creído en el canto o lloro del tecolote,
en salud o enfermedad, o en que tienen potestad para conjurar el
granizo, mediante las ceremonias que a este fin ejecutan . . .
"Declaramos en su fuerza y vigor y también ser general la
prohibición que se ha hecho en algunas jurisdicciones de la repre^
sentación de pastores y reyes, por las irreverencias que se ejecu-
tan y profanación de vestiduras y ornamentos sagrados, como el
uso de las ruedas grandes, (de cohetes) por su excesivo costo y
continuas desgracias que se experimentan . . .
"Y así mismo no deberse usar de los libros y papeles escritos
por los indios o chinos, en cualquier idioma, bajo los títulos de
Testamento de Nuestro Sr., Revelaciones de la Rasión, Oraciones
C. IX. LA SANTA INQUISICIÓN 239
de Santiago, San Bartolomé, San Cosme, Sa7i Damián, ij Modo de
conseguir Mujeres; por contener oraciones ridiculas y de falsa doc-
trina, blasfemias prácticas, revelaciones supuestas y promesas erró-
neas y escandalosas y por ésto debe manifestarse en ese Tribunal o
ante los jueces eclesiásticos y párrocos de cada territorio los que
se encontraren, y los repertorios, supersticiosos Calendarios, don-
de estén asentados por sus propios nombres todos los naguales de
astros, elementos, aves, peces y otros animales, y tablas con pintu-
ras extraordinarias de la muerte, de que abusan los curanderos,
como también de piedras de varios colores para pronosticar si el
enfermo ha de morir o no; y que descubra lo que otras personas
tuvieren y ocultaren, a efecto de que se presenten, y se nos remi-
tan del mismo modo que se ha de ejecutar con todos los papeles
por donde se ensayan los ejemplos de dominicas de cuaresma, nes-
cuitiles, danzas, y demás que se hallaren de esta calidad.
"Y mandamos que en lo futuro se eviten los abusos que se han
obsei-\-ado al tiempo de pedirse a las novias para sus matrimonios
por los que llaman huegües; el que antes de celebrarse este santo
sacramento sirvan en las casas de las susodichas los que las preten-
dan por esposas ; y la vana observancia del baile de la camisa, en-
trega de los trastos agujerados y otras cosas ridiculas que ejecu-
tan con el depravado fin de averiguar el estado de la desposada, el
fandango "del olvido" de los maridos difuntos y el abuso y em-
briaguez que practican en los nueve días del duelo, especialmente
en el último a lo que llaman Uorar al difunto, por el mal destino
que estamos informados le dan al dinero que colectan en dicho
tiempo, que pudieran convertir en algunos sufragios." Hasta aquí
el edicto.
Este y el proceder general de los provisores tocante a las cau-
sas de indios suscitaron quejas por parte del Santo Oficio, cual si
aquellos usurpasen su jurisdicción. Especialmente daba en rostro
a los inquisidores el que por parte de la mitra se despachasen para
entre indios títulos de notarios, familiares, consultores y califica-
dores. "Como que le son impropios (decían), ridículos e imperti-
nentes, por no poder proceder contra dichos indios como herejes
y sospechosos, sino como quebrantadores de las leyes y preceptos
divinos."
Es posible que lo de repartir y denominar cargos análogos a
los del Santo Oficio haya sido menos oportuno y prudente, pero
240 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
esto era muy accidental y cuestión casi de nombre. En el fondo los
inquisidores no tenían motivo razonable para quejarse ni de los
castigos infligidos por los prelados ni mucho menos del edicto.
Por otros conceptos sí habría que hacer algunas observacio-
nes sobre este documento y es, a nuestro juicio, que generaliza
más de lo conveniente y exagera el espíritu de superstición de los
indios. Ve supersticiones en algunos usos y costumbres donde,
podría haber más o menos puerilidad, como en el baile del "san-
tiaguito" o en el palo del "volador," pero que nada tiene que ver
con la fe y costumbres.
El móvil o resorte de este edicto está en la frase donde se nos
indica la voluntad de Carlos III sobre las idolatrías. Veían por una
parte que agradaban al monarca y por otra que los pobres indios
no se habían de quejar del edicto y de ahí el recargar los colores
oscuros de este cuadro nacional. Lo mismo había pasado un siglo
antes, cuando a Felipe IV le dio por derrocar a papelazos, desde
Madrid, los ídolos que ya estaban bien muertos y sepultados, por lo
menos en México; también entonces hubo edictos y hasta un libro
entero lleno de inexactitudes a base del cual se pidió ascenso en el
escalafón de la jerarquía eclesiástica para el fiel capellán que con
tanto trabajo suyo trataba de darle gusto a su sacarreal majestad.
La Santa Inquisición, ya lo hemos visto, no languideció desde
el principio del siglo. Hasta por los años de 1760 no podía decirse
que desmereciese del noble abolengo que sostuvo con tanto prove-
cho de la Nueva España. Hasta estas fechas para toda persona
sensata, la Santa Inquisición debe ser mirada con el amor que se
mira a la justicia y a la salvaguardia de la paz y tranquilidad pú-
blica. Aunque más benigna de lo que fuera menester, la Inquisición
Mexicana quemando herejes, azotando blasfemos, bigamos y hechi-
ceros y demás degenerados de la especia humana, cumplió con la
dura pero noble misión que tenía a su cargo y ésto no tan sólo por
su apego y fidelidad a su fe católica al estilo de Castilla la Vieja,
sino porque una especie de tacto y sentido práctico derivado del
conocimiento de nuestra patria les hacía ver a los inquisidores, la
necesidad de reprimir esas turbas en sus caminos aviesos y torcidos.
Cuándo y cómo y con qué tristes efectos tuvo lugar la verda-
'tera decadencia de la Inquisición, lo veremos en otro capítulo.
CAPITULO X
EL ALTO MOVIMIENTO INTELECTUAL
Comparación con los siglos anteriores. — Noticias bibliográficas sobre
nuestros más prominentes intelectuales. — Alegre, Abad, Maneiro, Guevara,
León y Gama, Clavijero. — Menciónense honoríficamente otros autores. — Su-
marías reseñas de nuestras publicaciones sobre lenguas indígenas, parenté-
tica, ascética y ciencias sagradas superiores. — Fundación eclesiástica de la
prensa mexicana. — La real y pontificia universidad de México y sus constitu-
ciones palafoxianas. — Se citan algunos colegios.
bibliografía especial
ADA3IE Y ARRIAGA, JOSÉ.— Constituciones de la Real y Pontificia Universidad
de México. — México, 1775.
ANDRADE, VICENTE DE P.— Ensayo bibUogrráfico mexicano del sigrlo XVU.—
México, 1899.
BERISTAIN Y SOUSA, JOSÉ MARI.ANO.— Biblioteca hispano-americana septen-
trional.— Amecameca, 1673.
EGri.4RA Y EGUREX, JUAN JOSÉ.— Biblioteca Mexicana.— México, 1755.
LEÓN, NICOLÁS.— Bibliografía mexicana del siglo XVIII.— México, 1902-1907.
]VL\NEIRO, JOSÉ LUIS.- De Vitis Aliquot Mexicanorum.— Bolonia, 1702.
ESCOBEDO, FEDERICO.— Geórgicas mexicanas. (Versión de RUSTICATIO MEXI-
C.AN.'V).— México, 1924.
MEDINA, JOSÉ TORIBIO.— Biblioteca hispano-americana.— Santiago de Chile, 1900.
MEDIN.\, JOSÉ TORIBIO.— La imprenta en México.— Santiago de Chile. 1908.
PISIEXTEL, FR.4NCISCO.— Historia Crítica de la Literatura y de las Ciencias en
México.— México. 1SS.3.
V.\LVERDE, TELLEZ EMETERIO. — BibUografía filosófica Mexicana.— León, 1913.
242 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
>NA especie de fatalismo parece que se apodera de no
pocos historiógi'afos cuando escriben sobre el siglo
XVIII: a fueraa y en todo ha de ser un siglo en de-
clinación; la moral pública, la política, las artes, las
ciencias todo ha de bajar según se aleja del áureo siglo XVI o
de la romántica siguiente centuria. La historia documentada y
sin tesis ninguna que demostrar, encontrará que el siglo XVIII
como todo lo humano, si en parte pierde, por otro lado gana, si
en un sentido baja, en otro, más o menos, se puede levantar.
Cualquiera que haya sido la declinación general de nuestra
patria en el siglo XVIII, asunto de que tendremos que ocupamos
en otro lugar de esta obra, lo cierto es que en las manifestaciones
intelectuales superó como veremos, a la de los siglos anteriores.
El fondo de la erudición vulgar y el grupo o grupos de media-
nías estuvieron, es verdad, al nivel de sus antepasados, pero las
eminencias, los hombres y los libros que vienen a dar el tono y ca-
rácter a su época, fueron sin duda alguna más sobresalientes y
también más conocidos en el extranjero en esta que en las anterio-
res centurias.
Si empezamos por la literatura de alto coturno, subiendo de
ahí, por la historia y por la filosofía, a las ciencias sagradas teoló-
gicas y a las que de ellas se derivan, ascética popular, parenética
y vulgarización cristiana; advertimos por de pronto que no hubo
anteriormente poeta épico en nuestra patria que superase los ro-
tundos hexámetros de la magnífica versión de la Ilíada, pieza
inmortal de nuestro insigne polígrafo veracruzano Francisco Ja-
vier Alegre; tampoco tuvo precedente el autor de la "Rusticatio
Mexicana" Rafael Landívar; y el mejor latinista que había vivido
en la Nueva España, Cervantes Salazar, se queda muy atrás en la
puridad del lenguaje, en lo clásico del giro y variedad de formas,
si se compara a Juan Luis Maneiro, hijo también del mencionado
puerto de Veracruz.
El trabajo del padre Clavijero, su obra monumental de histo-
ria de México no tiene la frescura, digámoslo así, evangélica, de los
códices de Sahagún, pero supone más laboriosidad, más trabajo
de síntesis y de crítica y ofrece más utilidades por la amplitud y
variedad de su temas.
Entre nuestros filósofos, el padre la Veracruz y el padre Rubio
C. X. EL ALTO MOVIMIENTO INTELECTUAL 243
(que ni fueron nuestros porque ambos nacieron en España) son
los únicos citables, pero siempre dentro de su línea, o sea de glosa-
dores a la antigua, de la filosofía peripatética. Nuestro guanajua-
tense Guevara sin romper completamente los moldes de la antigüe-
dad, inicia ya un nuevo camino con no escaso mérito y bajo un plan
mucho más práctico y didáctico. Las ciencias exactas nunca habrían
contado con un León y Gama del siglo XVIII y ni soñaron siquiera
las ciencias naturales en tener un sabio de tanta potencia y de tan-
ta actividad como lo fué el presbítero D. Antonio Álzate.
Teólogos, es claro que los tuvimos de primer orden en fray
Bartolomé de Ledesma y en Ortigosa, pero el último no fué autor
de ninguna obra completa y el ilustre dominicano escribió tan sólo
un trabajo parcial, que no puede compararse al grandioso monu-
mento teológico que nos dejó el ya citado Padre Francisco Javier
Alegre.
Hechas estas consideraciones hay que confesar en cambio que
no se levantaron entre nosotros, ni menos en el prosaico ambiente
del siglo XVIII, ningún Ruiz de Alarcón, ninguna Sor Juana, ni
ningún predicador de la talla de Martínez de la Parra.
Pasemos pues a dar noticias y datos biográficos sobre los ci-
tados personajes de primer orden, que se mueven todavía llenos de
vida en el proscenio de nuestra historia, datos y noticias, que no
por ser del dominio común podemos omitir.
Nacido el Padre Francisco Javier Alegre el 12 de noviembre
de 1729, pasó muy joven a estudiar retórica y filosofía en el cole-
gio de San Ignacio de Puebla. A los diez y siete años tomó en Te-
potzotlán la sotana de la Compañía de Jesús. Terminado su novi-
ciado, entró de lleno con su prodigioso talento de asimilación en
todo género de estudios. Llegó pronto al alma de la literatura clási-
ca, la que a su vez, parece haber empapado su alma, de suerte que
todo lo que después escribió iba infonnado de ella y respirando el
arte, la lógica y la prestancia que acompañan indefectiblemente al
pensamiento clásico romano. El padre Alegre se trasladó a la Haba-
na por motivo de su salud y regresó después de siete oños a Mérida,
donde regenteó la cátedra de Cánones, mas luego fué vuelto a lla-
mar a México para que continuase la historia de la provincia je-
suítica mexicana que había comenzado el padre Francisco de Fio-
244 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
renda; pero Alegre, por justas causas, tomó la dicha historia desde
el principio, recurriendo a los documentos primitivos, como hemos
tenido ocasión de verlo, pues al repasarlos nosotros, encontramos
la firma abreviada de Alegre con la señal de "visto." Sacó cuatro
tomos de los cuales se publicaron tres en 1841 en impresión esme-
rada como todas las que dirigía el benemérito de la prensa mexica-
na, D. José Mariano Lara. En poder de la sucesión de Joaquín
García Icazbalceta parece que estaba el cuarto tomo inédito donde
se narran las vidas de varones ilustres de la Compañía de Jesús.
Cuánto supere esta obra por la riqueza de sus datos, por la selec-
ción de ellos entre la increíble multitud de manuscritos que manejó
y por la foiTna y estilo en que los expone, a las otras crónicas me-
xicanas y a las historias castellanas de otras provincias de la Com-
pañía de Jesús, es cosa palmaria a quien conozca las obras aquí
comparadas.
Alegre, además, ya desterrado en Bolonia, publicó su traduc-
ción latina de la Uíada en catorce mil rotundos exámetros latinos y
además otro poema suyo, original, sobre la conquista de Tiro por
Alejandro, que llamó la Alejandríada; aparte de la teología, de
la que separadamente hablaremos y de otras veinte obras meno-
res donde la misma diversidad de materias hacen resaltar más
el privilegiado talento de su autor (1).
Arrojado con sus hermanos al destierro de Bolonia en 1767,
estuvo tan lejos de ser infiel a su madre la Compañía, como lo fue-
ron muchos, que se dedicó allí a ser el maestro gratuito de sus her-
manos en religión aun después de extinguida la orden y esto ade-
más de no pocos trabajos en el pulpito y confesonario y de la pu-
blicación de sus libros, lo que supone un trabajo increíble. Al que,
añadido el hondo pesar del destierro y las consiguientes molestias,
vinieron a quitarle la vida el 16 de agosto de 1788 a los cincuenta
y ocho años de su edad. Está sepultado en la misma ciudad de Bo-
lonia, en la iglesia de San Blas, de donde debieran traerse sus res-
tos y colocarlo en muy honorífico monumento.
No hace muchos años cierto historiógrafo, creyó ver en las
obras de Alegre disgusto para con sus superiores y después, saltan-
do por encima de muchas premisas, concluye tachando al ilustre
(1) Véase la lista completa de sus obras en la bibliografía filosófica me-
xicana escrita por el limo. Sr. D. Emeterio Valverde Téllez, tomo primero,
páginas 133 y 211 y tomo segundo, página 492.
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Gal. del Museo N. de México.
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C. X. EL ALTO MOVIMIENTO INTELECTUAL 245
mexicano de vengativo y rencoroso para con la Compañía, por el
sólo hecho de haber sido en lo particular cortés con el obispo Fa-
bián y Fuero. Conste que protestamos contra esta verdadera 'Ven-
ganza tardía" del que tales cosas estampó contra el ilustre literato
mexicano. . . .
El P. Diego José Abad nació en una hacienda de labor cerca
del pueblo de Jiquilpan, a primero de julio de 1727. Instruido allí
en las primeras letras y en la latinidad por maestros que le pro-
porcionaron sus ricos padres, fué trasladado a México y estudió
filosofía en el colegio de San Ildefonso. A los catorce años tomó la
sotana de la compañía de Jesús en el noviciado de Tepotzotlán y
en los colegios de Zacatecas y México enseñó retórica, filosofía, y
derecho canónico y civil ; antes de los 40 años perdió la salud y no
hallando alivio en los médicos, se dedico con increíble ardor al es-
tudio de la medicina, y a ello debió haber alargado la vida hasta
los 52 años, en medio de los trabajos de su navegación y destierro
a Italia : salió de la Nueva España en 1767, siendo rector del cole-
gio de Querétaro y se estableció en Ferrara: allí, sin embargo de
su salud débil y enfenniza, continuó la obra que había comenzado
en Querétaro "Heroica de Deo carmina," que sin noticia del autor
se imprimió en Cádiz en 1769 con sólo 29 cantos: corregidos y
aumentados luego hasta 33, se reimprimieron en Florencia en 1773.
No envanecido ni aun satisfecho el P. Abad con los elogios que me-
reció su obra de varios distinguidos literatos, castigó de nuevo sus
versos, y con el aumento de otros cinco cantos lo reimprimió en
Ferrara en 1775. Finalmente en Bolonia, a donde pasó a buscar
mejor temperamento para su salud, concluyó la idea que se había
propuesto, de presentar al público una suma completa de los miste-
rios de la religión, cantados digna y heroicamente en 43 cantos la-
tinos, que dedicados a la juventud mexicana, se publicaron en Ce-
sena en 1780, pocos meses después de su fallecimiento acaecido en
Bolonia a 30 de setiembre de 1779.
De este insigne poema del P. Abad se han hecho tres traduc-
ciones cuyo mérito podrá estimar el paciente lector, una por el
jesuíta Francisco Javier Lozano a mediados del siglo XVIII, otra
por un fray Diego de Bringas y la última por el presbítero Enri-
que Villaseñor, de la diócesis de Zamora.
Más que como obra poética, ha de considerarse la obra del P.
Abad como una brillante síntesis de la teodicea en la que se revela
246 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
profundo y devoto pensador. Ha tenido la obra cinco ediciones
aparte de las traducciones mencionadas (2).
Rafael Landívar nació en Guatemala cuando ésta era parte
de nuestro virreinato, pero vino a México desde muy joven y todo
su poema es testigo de que su mentalidad y su corazón estaban lle-
nos de amor a México. A los diez y nueve años, el de 1750 entró en
la Compañía de Jesús ; enseñó retórica y poética en Tepotzotlán y
en los colegios de Puebla y de México; fué expulsado en 1767 y
murió en Bolonia en 1793. Su "Rusticatio Mexicana," o sea descrip-
ción de nuestros campos y de todo lo que con ellos se relaciona,
dentro de su corteza latina y de su sabor netamente virgiliano, lle-
va en realidad la imagen más bella que se ha idealizado de nuestra
patria.
Aunque después de muchos años, Landívar ha logrado un tra-
ductor ideal, inmejorable, en nuestro excelente amigo el Sr. Pbro.
D. Federico Escobedo, que a principios del año de 1925 ha pre-
sentado, precedida de eruditísimo prólogo, una traducción admira-
ble en once mil versos castellanos, obra que honra a las letras me-
xicanas no menos que a nuestro venerable clero entre cuyas filas
milita este sabio sacerdote.
Juan Luis Maneiro entró en la Compañía de Jesús a los ca-
torce años de su edad en 1759, fué también expatriado, pero pudo
regresar a México donde falleció en 1802 : está sepultado en la igle-
sia de San Sebastián. Su "Vida de varones ilustres mexicanos"
escrita en latín digno de Comelio Nepote, es joya de primer orden
como pieza literaria no menos que como elemento de enseñanza as-
cética y edificación.
Pasando al terreno de la filosofía y al mencionado P. Gueva-
ra, es preferible transcribir las palabras del limo. Sr. Valverde y
réllez: "Nació el P. Guevara en la ciudad de Guanajuato a 30 de
noviembre de 1748; se hizo jesuíta en mayo de 1764; salió para
Italia desterrado en 1767.
"Con las INSTITUTIONES PHILOSOPHIAE del P. Gueva-
ra inauguramos en México una prudente reforma en la Filosofía
de la Escuela. Y no es que mucho antes no se hubiesen cultivado
con ahinco y provecho las ciencias naturales ; sino que se marcó de
una manera más decidida y franca la distinción formal y específica
(2) Sobre otros trece opúsculos del mismo autor véase Valverde, O. C.
Tomo primero, páginas 109 y 491.
C. X. EL ALTO MOVIMIENTO INTELECTUAL 247
entre la filosofía propiamente dicha y las ciencias inferiores; de
un modo más solemne que ante el reducido auditorio de una cla-
se, se rompió con una tradición mal entendida y viciosa de suyo;
pues venía aplicándose el mismo método deductivo de las especu-
laciones metafísicas, a las ciencias esencialmente experimentales.
Más aún dentro de la metafísica, surgió y se robusteció con pode-
rosa fuerza de reacción, la protesta contra las nimiedades y cavi-
íaciones churriguerescas a que algunos llevaron el método deducti-
vo, contra el respeto ciego y tradicional a los antiguos maestros;
en favor del método experimental, del discurso personal, de la crí-
tica seria, de la discusión. . . ." (3).
Don Antonio León y Gama fué tal vez el primer mexicano en
quien se fijó la ciencia europea. El gran astrónomo Lande lo hizo
brillar en Europa, publicando su nombre en su obra intitulada "Co-
nocimientos de los Tiempos" en la que aparece nuestro gran mate-
mático y astrónomo como autor de la exacta observación de la al-
tura del polo respecto de la ciudad de México. Y no contento con
esta honra, le escribió desde París en 1773 : "Veo con placer que
tiene México en vos un sabio astrónomo. . . cultivaré con ardor
vuestra correspondencia."
Tuvo León y Gama comisiones muy honrosas y muy delicadas
por parte del Gobierno, que desempeñó airosamente. Once son las
obras suyas impresas que citan nuestros bibliógrafos y es cierto
que dejó otras varias sin publicar. Murió en su patria la ciudad de
México, el 12 de setiembre de 1802 y está sepultado en la iglesia
de la Profesa. Hacemos de él mención en esta historia eclesiástica,
no tan sólo porque fué discípulo del jesuítico colegio de San Ilde-
fonso, sino porque además era un hombre muy piadoso y especial-
mente devoto de la Virgen Santísima de Guadalupe. Dudábase a
este respecto si era verdad el que hubiese escrito la historia de la
aparición de esta Celestial Señora y nosotros mismos estábamos
poseídos de la duda, pero afortunadamente vino a nuestras manos
procedente de Málaga, y está ya en nuestro poder este precioso
documento hológrafo de nuestro ilustre compatriota León y Ga-
ma (4),
Don Antonio Álzate no era solamente naturalista, aunque las
(3) Valverde, O. C, página 107.
(4) Perteneció al archivo particular del limo. Sr. D. Laureano Veres
Acevedo.
248 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
ciencias naturales fueron su rama favorita; era un talento univer-
sal, claro y lleno de vida, aunque a veces un poco inquieto y super-
ficial, dotado por otra parte de gran viveza de estilo y pasmosa eru-
dición. Trató de filosofía y de botánica, de artes y ciencias, de ins-
trumentos de física y de silogismos, del gusano de la seda y de la
cantidad de las sílabas latinas, etc., etc. Poco más de cuarenta son
las obras suyas formales que se conocen, pero lo que más le distin-
gue es su buen deseo de vulgarización científica sostenida por medio
del ''Diario literario de México." Había nacido Álzate en el pueblo
de Ozumba, cerca de Chalco en el arzobispado de México, murió
de agotamiento en México a los 61 años el 2 de febrero de 1799.
La Gaceta de México hizo un elogio necrológico que se recopilaba
en estos términos: "Álzate sirvió al orbe literario, como un buen
filósofo, trabajó por ser útil a la Patria como un buen ciudadano
y observó siempre una conducta arreglada como buen sacerdote."
Fué enterrado en el convento de la Merced donde hoy se levanta
uno de nuestros inmundos mercados.
Pasemos al grupo de los historiadores. Clavijero nació en la
ciudad de Veracruz el 9 de setiembre de 1731 ; desde muy niño por
razón de los cargos de su padre tuvo que viajar mucho por la Nue-
va España y ocasión con ello para hablar como las hablaba, varias
de nuestras lenguas indígenas; preparación remota toda ella, para
la especial vocación de historiador que Dios le deparaba; hizo sus
estudios con los jesuítas de Puebla e ingresó después en la Com-
pañía de Jesús a los dieciséis años.
En ella perfeccionó además de sus estudios sagrados, los de las
principales lenguas del país de que formó una colección de oracio-
nes en veinte lenguas diferentes. Lo que más le atrajo fué la gran
colección de documentos históricos que, como herencia al colegio
de San Pedro y San Pablo, le había legado, muriendo en la Compa-
ñía de Jesús, el P. Carlos de Sigüenza y Góngora. Ahí fué de donde
sacó el núcleo y el principal tesoro de noticias para la obra que,
por largo tiempo fraguada, vino por fin a editar en el destierro.
Poco antes de él, estaba en el colegio de Valladolid al mismo tiem-
po que en él cursaba como discípulo el entonces joven, D. Miguel
Hidalgo y Costilla.
Expatriado con sus heiTnanos de religión, se estableció en Fe-
rrara donde el favor y gracia del conde Aquiles Crispo y de su
hijo Benito le franquearon mientras ahí estuvo, su casa y su ex-
C. X. EL ALTO xMOVIMIENTO INTELECTUAL 249
quisita biblioteca. Trasladóse luego a Bolonia donde formó una
academia literaria para la cual convidó a sus paisanos y hermanos
por medio de un plan muy sabio y metódico. Su casa era llamada
comúnmente la casa de la sabiduría.
Lo grotesco y erróneo de cierto libro intitulado "Reflexiones
filosóficas sobre América" escrito por el prusiano Pauu, lo deter-
minó a dar forma al acervo documental que de México había lle-
vado y al considerable que había obtenido en Europa, principal-
mente en el Instituto de Ciencias de Bolonia y en Florencia.
Dudábase si el original de esta obra fué escrito en italiano,
pues no parecía por ningún lado el original castellano cuya exis-
tencia suponían nuestros antiguos bibliófilos. Hoy podemos ya de-
cir con gi-an satisfacción que ese original íntegro y hológrafo de
nuestro ilustre historiador nacional existe, está ya en nuestro poder
y en posibilidad de publicarse tal como él lo escribió y lo pensó.
En todas paii^es fué muy bien recibida la obra de Clavijero,
excepto en España, donde se libró real cédula de persecución con-
tra el libro por el negro crimen de ser obra de un ex-jesuíta, aun-
que las razones que oficialmente se dieron eran porque "El Rey
se halla enterado de que en la Historia de México que publicó en
italiano el ex-jesuíta D. Francisco Javier Clavijero en cuatro tomos
en cuarto, y se ha traducido al castellano con deseos de que se im-
prima en España, se hallan algunos pasajes poco conformes a la
verdad de la Historia, denigrativos del honor de nuestra Nación e
injuriosos a tan gloriosa y justa conquista" (5).
Trece obras más escribió este ilustre mexicano dentro del gé-
nero histórico y literario. Murió a la temprana edad de cincuenta
y cinco años el 2 de abril de 1787 en la ciudad de Bolonia y sus res-
tos se conservan en la iglesia de Santa Lucía de dicha ciudad.
*
♦ *
Recordadas ya estas altas personalidades y sus correspondien-
tes obras de nuestro mundo intelectual, como debía hacerlo la his-
toria de la Iglesia de México, pasaremos a mencionar otros perso-
najes que, sin tener la elevación y universal aplauso que merecie-
ron los que acabamos de reseñar, todavía viéndolos, en el teatro
menor, o interior, de nuestra patria, resultan en ella y cada uno
(5) A. G. L 118-5-21.
¿50 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
en su línea, hombres de verdadero mérito, cuyas obras se verán
con honra y con no poca utilidad en toda buena biblioteca mexicana.
Abundantísimo en noticias y fuentes de muchos historiadores
de segunda mano, aunque desagradable por su rebuscado estilo es el
Pbro. D. Cayetano Cabrera y Quintero, autor de la voluminosa his-
toria "Escudo de Anuas de la Ciudad de México."
Andrés Cavo, jesuíta tapatío, dejó sin publicar muchos ele-
mentos ordenados para una historia que posteriormente publicó
a su modo y bajo el título de los "Tres Siglos de México," D. Carlos
Ma. Bustamante. No se puede formar juicio definitivo sobre las
dotes de Cavo como historiógrafo, porque para ello nos faltaría co-
nocer la última redacción que él pensaba dar a sus apuntes.
Fray José Arlegui vascongado, fray Isidro Félix de Espinosa,
queretano y fray Baltasar Medina, natural de la ciudad de Mé-
xico fueron tres fecundos cronistas de la seráfica observancia, que
en nada desdijeron de los siglos anteriores y vienen a ser historia-
dores fundamentales en cuanto se relacionen a sus misiones del
norte de la Nueva España.
Muy inferior a ellos es Granados el autor franciscano de las
"Tardes Americanas" donde sin embargo el elemento subjetivo nos
interna en la manera de pensar de los eclesiásticos y escritores de
su tiempo. Villaseñor supérale en su "Teatro Americano" publi-
cado en 1746, obra oficial de vasta información, buen plan y estilo
autorizado.
Don Matías de la Mota Padilla, después de Tello, es la mayor
autoridad histórica de nuestro poniente y buena parte de nuestro
norte, como que la Nueva Gialicia abarcaba los actuales Estados de
Jalisco, Nayarit, Sinaloa, Zacatecas, Durango y todo nuestro nor-
te con sus correspondientes colindantes de los Estados Unidos. Si
esta historia tan rica y bien hilada se llegase a documentar a la
moderna, lo que no es muy difícil, dado el gran acopio de documen-
tos fuentes, que se van descubriendo y publicando merced a la ini-
ciativa y eficacia del actual arzobispo Sr. Orozco y Jiménez; ten-
dríamos en la obra del insigne tapatío un verdadero monumento
nacional.
Los dos bibliógrafos Eguiara y Beristáin, son hombres de
grandísimo mérito y sus obras son imprescindibles, como instru-
mentos de trabajo a todo hombre de letras que quiera ocuparse de
nuestro país.
C. X. EL ALTO MOVIMIENTO INTELECTUAL 251
En el terreno de la filosofía son de citarse especialmente los
nombres de Gamarra, Peralta y Rotea. Peralta nació en Zumpango
y escribió varias disertaciones escolásticas de mérito, que obtuvie-
ron los honores de la reimpresión en Europa. El P. Dr. Juan Be-
nito Díaz de Gamarra y Dávalos de la congregación del Oratorio
en San Miguel el Grande nació en Zamora de Michoacán en 1745 y
escribió libros filosóficos de sólida doctrina y con tendencias nue-
vas respecto a lo que hasta entonces se conocía. Le ayudó en su
obra el Pbro. D. Agustín Rotea, hombre, según Álzate, de singular
talento y extrema laboriosidad, pero que, por su pobreza y mala
suerte, apenas si fué conocido. "Aunque no dejó obra impresa con
su nombre (dice Álzate) el amor a la verdad me obliga a manifestar
que la pai'te geométrica, incluida en el curso de filosofía del Dr.
Gamarra, la compuso D. Agustín de Rotea, aunque no siguió el mé-
todo de su invención, porque con esta condición se le encargó."
Zúñiga y Ontiveros como matemáticos y Navarrete por sus ver-
sos de elevada inspiración, cierran esta segunda fila de nuestros
intelectuales del siglo XVIII.
Vista en conjunto, también superaba a la correspondiente de
siglos anteriores ; y era muy natural : la cultura era más extensa
y más intensa ; venían de Europa mucho más libros y más baratos
que antes y en lo humano también había más alicientes para ad-
quirir ciencia y más facilidades para darla a conocer.
Demos ahora un vistazo a los diversos sectores, o disciplinas,
como entonces se decía, relacionadas con la misión de la Iglesia o
su personal.
Treinta y tres fueron las obras nuevas y dignas de considera-
ción que sobre lenguas indígenas se imprimieron en este siglo apar-
te de otras muchas reimpresas que habían sido escritas anterior-
mente. Las lenguas cahita, tepehuana y tarahumara tuvieron ya
sus gramáticas o artes, como entonces se les decía.
La predicación, si exceptuamos los últimos tres años del siglo,
siguió el estilo con que se había iniciado en el primer tercio del si-
glo XVII : nos quedaríamos cortos llamándole hinchada, ampulosa
o churrigueresca ; era algo más : era un desequilibrio que como mu-
252 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
chos de los de su especie, precisamente por serlo, cunden y se pro-
pagan sin medida. Un hombre sensato no podía obtener el suspira-
do título de predicador si no dejaba en la sacristía las dos terceras
partes del sentido común y hasta un buen pedazo del sentido cris-
tiano. La única explicación que se nos ocurre acerca de aberracio-
nes tan profundas y generales (ya lo apuntamos en otro lugar) es
la de que esos señores se vieron en la necesidad de apelar a lo ex-
traordinario y llamativo para poder tener auditorios de gente mun-
dana la que de otra manera, no se esperaba que hubiese de concu-
rrir a la iglesia. No de otra suerte que en el atrio de la iglesia se
ponían fuegos artificiales y se pagaba un pirotécnico que inventase
castillos y rehiletes y arabescos imposibles, con fuegos y luces de
colores ; así para dentro de la iglesia los cofrades o curas que que-
rían tener en su fiesta a lo más granado de la población, tenían que
pagar un pirotécnico intelectual para que con voz meliflua o re-
tumbante según el caso, los tuviese con un palmo de boca abierta;
como fray Juan de San Miguel, lector jubilado, calificador del San-
to Oficio, examinador sinodal del obispado de Durango, ex-custodio
y guardián actual del convento de la ciudad de San Luis Potosí, con
su panegírico intitulado "Espejo para todos los reyes del mundo,
descifrado en la estatua de Nabucodonosor. Mejorado para los Re-
yes de España en el magnífico corazón de la muerta majestad de
nuestro católico Rey Carlos IL" Un fray Pedro Aguirre predicó
dos largas horas sobre "El hijo verdadero y antonomástico Padre de
la seráfica descalcez, hija única de su Seráfico Padre San Fran-
cisco." Fray Manuel Anduaga, predicador jubilado; (merecía ser-
lo) tomó como tema: "Oruga inmunda en mariposa sagrada con-
vertida y en la mejor luz abrasada" y todavía en 1790, un tal He-
rrera Bracamontes (con doce líneas más de cargos y títulos) se des-
colgó con "El gran monstruo de los cielos, Sr. San Agustín."
No repetiremos por ser análogo al que pusimos en el tomo an-
terior nuestro criterio completo sobre estos sermones ; haremos sí,
notar que probablemente por el finito o por los aplausos obtenidos,
este género de literatura absorbió como un cincuenta por ciento de
las energías intelectuales del elemento eclesiástico. Los sermones de
esa clase, como contenían teología y a veces muy profunda, historia
sagrada y profana, poesía de todos los géneros con rimas y semi-
rimas; venían a presentar una manera fácil de lucir todo lo que el
predicador sabía y nos imaginamos que muchos se dirían: "entre
C. X. EL ALTO MOVIMIENTO INTELECTUAL 253
escribir una obra seria que pocos han de leer, o predicar un ser-
món que con alas de mariposa, a poca costa ha de volar por toda la
Nueva España, démonos a este género que con él haremos más
provecho." ¿Tendrían razón en pensar así?
Los libros de devoción, parenética y ascética, puede decirse que
foi-man el setenta por ciento de nuestros impresos del siglo XVIII.
Claro está que esta noticia no puede hacer buen estómago a los que
no comprendan la vida espiritual, tal vez, sin embargo, mitigarían
su juicio atendiendo a los efectos producidos. ¿Presentaba acaso
aquella sociedad del siglo XVIII las lacras de crimen, degradación
y relajamiento que presentan en la actualidad las generaciones
foiTnadas lejos de Jesucristo?
¿Había en la ciudad de México los 31,000 crímenes de sangre
que se registraron en 1925?
Al mismo tiempo, sin embargo, que alabamos la buena inten-
ción que supone toda esta producción de ascética, no dejaremos de
lamentarnos, hablando en general, de su poco valer y seriedad. De
las mil setecientas y tantas obritas de este género que reseñan los
bibliógrafos, no hallamos más que treinta y nueve que merezcan ci-
tarse y de esas mismas muy pocas superan a la mediocridad ; conta-
ríamos entre ellas las siguientes: una cartilla en diálogos acerca
(le la confesión y sus requisitos, para enseñanza y quietud de escru-
pulosos, escrita a principios del siglo por el mercedario fray Fran-
cisco Gorosito; otro librito que sabemos que fué muy provechoso
entre los jóvenes; tenía por título "El Comulgador" y venía a ser
una explicación de la regla diez y ocho de la congregación de la
Purísima, que se refiere a la confesión y comunión ; y además daba
los medios para facilitar la frecuencia y mayor aprovechamiento
en la recepción de los santos sacramentos. Parece que su autor fué
el ya elogiado P. Núñez de Miranda.
El jesuíta Juan Antonio de la Mora dio a la estampa el año
de 1721 una obra suya de trescientas sesenta y dos páginas intitu-
lada "Alientos a la verdadera confianza y poderosos motivos para
moverse a la perfecta contrición de las culpas, dispuestos en varias
meditaciones para las almas temerosas y pusilámines," de este li-
bro se hicieron otras varias ediciones.
El P. Antonio de Oviedo, siete años después, sacó la primera
254 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
edición de un cuadernillo en ciento veintidós páginas que tuvo gran-
de aceptación y muchas reimpresiones; llevaba por título "Destie-
rro de ignorancias en orden al más acertado y fácil uso de los san-
tos sacramentos de la confesión y comunión."
El "Método para vivir a Dios sólo" libro en quinientas vein-
tidós páginas es una obra muy sólida en su doctrina y llena de un-
ción en su espíritu. Figura como su autor un P. Ignacio Tomay, pe-
ro es bien sabido que tal nombre no es más que un seudónimo del
P. José María Genovesi.
Fué muy popular un libro de fray Miguel de Santa María,
franciscano, intitulado "El Peregrino con guía" volumen de qui-
nientas treinta páginas apostilladas, del que debieron tirarse gran
cantidad de ejemplares pues en todas las bibliotecas de México se
da con duplicados y hasta triplicados de ellos.
El jesuíta Cosme José Díaz, natural de Aguascalientes, escri-
bió un opúsculo publicado en 1763 llamado "El carácter de las de-
vociones" cuya reimpresión nada costaría y sería de grande utili-
dad en la vida cristiana.
¿Pero qué son estas producciones y pocas más, que se les pu-
dieran añadir entre ese may^emagniim de vaciedades, ridiculeces
y hasta positivos errores, donde corrió verdadero peligro de naufra-
gar la fe de los lectores? Citemos entre innúmeros de su ralea, el
librito llamado "Mística toalla o dulce ejercicio para enjugar a
Cristo Nuestro Señor Caído y mojado, en las negras aguas del to-
rrente Cedrón." Este libro se reimprimió siete veces.
Un jesuíta lanzó al público en 1765 su folleto "Receta espiri-
tual contra dolores cólicos, de hijada, de piedra, de ríñones y contra
cualquier otro género de enfermedad." También se reimprimió
este libro.
Todavía a fines del siglo salió una sor María Águeda de San
Ignacio con su esperpento en ciento cuatro páginas bajo el epígra-
fe: "Devoción en honra de la purísima leche con que fué alimen-
tado el Niño Jesús" y claro está, se reimprimió. . . y los obispos,
tan quitados de la pena.
*
* *
Entre las ciencias sagradas superiores, aparte de siete libros
relacionados con la liturgia, que más bien venían a cubrir necesi-
dades del culto; aparte también de cinco folletones de orden jurí-
C. X. EL ALTO MOVIMIENTO INTELECTUAL 255
dico, de carácter casi privado y destinados a solventar litigios par-
ticulares ; no encontramos en las ciencias sagradas superiores fue-
ra de los libros ya especialmente descritos al principio de este ca-
pítulo, sino seis obras que son : "Despertador de noticias teológicas
morales" obra en seiscientas veinte páginas, que publicó a prin-
cipios del siglo, el franciscano Clemente de Ledesma.
Obra seria, pero como casi todas las de su género, una repe-
tición más de tesis medioevales, fué el libro en tres tomos, aunque
dos solamente impresos, del tantas veces citado Dr. Eguiara: "Se-
lectae Dissei-tationes Mexicanae ad Scholasticam spectantes Theolo-
giam; Tribus Tomis."
El "Succus Theologiae Moralis" del P. Oviedo, si no tiene el
mérito de la novedad, ni de la claridad, tuvo por lo menos el de la
economía, dando así facilidades a que nuestro clero ocupado, repa-
sase a poco precio y en poco tiempo, lo más necesario para poderse
sentar en el confesionario.
El dominico andaluz, Cruz y Moya, publicó en castellano sus
"Resoluciones morales y canónicas acerca del bautismo." No cono-
cemos el libro, pero lo vemos citado con alabanza ; por lo menos es
libro de fuste por sus cuatrocientas y tantas páginas.
El P. Miguel Vanegas en unión con el P. Juan Francisco Ló-
pez, es el autor del popularísimo "Manual de Párrocos," tantas ve-
ces reproducido, en seiscientas cuarenta y nueve páginas. Publicó-
lo la imprenta de Jáuregui en 1783.
Merece también citarse, por haber reimpreso a todo lujo los
concilios mexicanos, el arzobispo Lorenzana.
Al terminar esta revista de autores mexicanos, chicos y gran-
des, es donde muy naturalmente ocurre el increpar a los que vivie-
ron en el último tercio del siglo, no por lo que escribieron, sino por
lo que dejaron de escribir. Tenían ya el país infestado de masones
y herejes de toda ralea y no hubo entre nosotros ninguno que les
hiciese frente. Ni nos satisface la respuesta de que en Europa mis-
ma, andaba retrasada la defensa y que nuestra literatura de este
género está vinculada con la europea. En nuestras bibliotecas ha-
bía material más que sobrante, para componer antídotos nacionaJes,
contra venenos nacionales y sobraban también cabezas que pudie-
sen encargarse de ello. Y si los últimos obispos se percataron del
mal, como lo demuestran sus cartas, ¿con qué conciencia se queda-
ron en su rutina y no excitaron por lo menos a los escritores de su
256 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
época a que fuesen hombres de su tiempo? ¡Cosa bien lamentable
es que en ciencias sagradas y especialmente en apologética, ciertas
naciones y ciertas órdenes, inclusos los jesuítas, traigan siempre
su reloj con ciento cincuenta años de retraso!
Saliendo de los templos y de las catedrales, nuestro público
r,tyim^mrf:^--r.f^
i« ■"«a
.^>'^4^Sm^mf!;'^'i«Í>€'í>^M '^»%.'^f*4mi»íít}i
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I C«STÍ^,P0R|!JCLORIÓSAC
cÁmKfimm'
■ím
Inscripción colocada on la entrada del Colegio de Tlaltelolco.
del siglo XVIII, por lo menos desde 1720, se daba ya el lujo de leer
la prensa periódica. Tanto la viuda de Calderón como Hogal y otros
C. X. EL ALTO MOVIMIENTO INTELECTUAL
257
impresores habían ido menudeando, pero no de una manera perió-
dica los noticiones de relativa actualidad que de Europa traían seis
o siete veces al año, las flotas arribadas a nuestro puerto.
Los jesuítas seguían haciendo correr entre sus amigos las
cartas edificantes y las biografías de preclaros sujetos de la pro-
vincia, imitándolos en esto último algunas órdenes religiosas. Pre-
paraba todo esto al periodismo pero éste no llegó sino hasta el pri-
mero de enero de 1722, a iniciativa del presbítero, y después obis-
po de Yucatán, Dr. D. Juan Ignacio Castoreña Urzúa y Goyeneche,
abad que era entonces de la congregación de presbíteros secula-
res, constituida en la iglesia de la Santísima, de la ciudad de Mé-
xico bajo la advocación de Señor San Pedro. Quede pues bien asen-
tado que quien introdujo el periodismo en México, fué un eclesiás-
tico, un miembro del clero, porta-estandarte entonces de la civili-
zación y del progreso. De donde se sigue que los que celebran cen-
tenarios del periodismo sin hacer mención del P. Castoreña, se po-
nen en la categoría de grandes ignorantes o de solemnes ingratos.
Tuvo nuestro primer periódico vi-
da muy corta, como que murió en
julio del mismo año 22, sofocado el
aliento de su fundador, con la ru-
da e injusta crítica, los dicterios y
hasta calumnias con que sus muchos
émulos y envidiosos le atacaron.
"Don Juan Ignacio Castoreña y
Urzúa, dice Beristáin, nació en la
ciudad de Zacatecas y fué colegial
del Real de San Ildefonso de México
y doctor jurista de esta Universidad.
Habiendo pasado a España recibió
el grado de Doctor teólogo en la de
Avila, y lo incorporó después en Mé-
xico a donde regresó con una pre-
benda de la metropolitana, y en don-
de fué catedrático de Sagrada Escri-
tura 20 años, canónigo chantre, in-
quisidor ordinario, abad de San Pe-
dro, provisor de indios y vicario general de los conventos de monjas
cuyos empleos y los títulos de teólogo de la nunciatura, de Espa-
D. Ignacio Castoreña y Urzúa.
258 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
ña, capellán y predicador del Rey Carlos II, coronó la mitra de Yu-
catán, a que fué presentado en 1729. Se consagró en México y tomó
posesión de su obispado en 1730, pero falleció a los tres años, en
Mérida, teniendo 65 de edad. Fundó en su patria, Zacatecas, el
colegio de los MIL ANGELES para educación de las niñas. Re-
edificó y adornó la capilla de Nuestra Señora del Pilar del cerro de
Chapultepec, de la que no ha quedado vestigio alguno. Promovió
la causa de beatificación del venerable canónigo de México D. Juan
González, ermitaño y misionero; y a su instancia escribió su vida
el P. Miguel Vanegas, jesuíta. Dotó en la casa Profesa de México,
la fiesta de la conversión de San Ignacio de Loyola ; y lo mismo hi-
zo en el colegio imperial de Madrid y en el de Almonacid. En la
L'Uiversidad de México, dotó también la fiesta de la Concepción que
hacen los padres dominicos del colegio de Portacoeli. En la iglesia
de San Sebastián de PP. carmelitas descalzos, fundó el aniversario
de la santificación de San
José, para el segundo do-
mingo de octubre. En la
villa de Agreda, donde fa-
lleció la Ven. M. María de
Jesús, dotó el novenario
de los dolores de la Virgen
Santísima. Y en su metro-
politana fundó un aniver-
sario en memoria del Ven.
Juan González y otro por
los prelados y prebenda-
dos de dicha iglesia. Fué
el primero que publicó en
México GACETAS o pe-
riódicos, sufriendo por el
bien público las murmu-
raciones de los egoístas e
ignorantes, enemigos de la
luz, y de la común utili-
dad."
Reanudóse la interrum-
pida labor periodística,
también por otro clérigo, ordenado in sacris, D. Juan Francisco
GACETADEMEXICa
Y noticias de Tiu^X'd'Efpaña, que fe im'^rimir.vi cada mes ¡y comten-
{(xn ík/Je ¡riíttetQ de Htniro it iyzz,
A NobiU/slma Meníco, caWlj ¿cía Mi/tva-Hrpaña, y corazón de U
"■Amciicz.cclfbruloídos iiglos cumplido» oc fd CoxK)uiAacI d*
¿c clgloriofoMxíTyríi. Hypolitofu l'acrcm i i j. de Agoftodc f[
año páíladot con íelUvas dcínonüradon^s ck íuminanas, mifc^-
f as, y CGlgiduns, y con paíTco la vifpcrjtvy dij.oioniados á cavi-
líu, el Etc. Señor Vincy, Rcjd Audicncii, Tiibiinalcs.Oudjd: /
Ci\aJlfrii;Sicod ElUodartc ReiJcJ Conde dt el Valle de Oii-
z.iba fu Regidor, fe foicmrúio por «es diis.y ei dia \\ de la A —
fiírapcion de N. Señora Titular de«flxSania Iglefia Meux>poliuna, ^ corono f\j hci •
woíoTc^\o de Gallardercí, luzcí, y con los mis ticos OmAnoenios coloco en Ui
Alur Mayor la Billifiinu Imagen di Oro de la Rcyna de los Angele i . Predícd ac
Pontif.ol vna Eloquínrifiima Oiicion Pantí^yn'ca Moral, et Ulfimo y Rmo Scr-^^c
M.D. Fr lofcph LiiKiego. y Eguilaz fu ArqcAjifi>o. La feliz duración de cf.a Coi-
le c(\rcaa íu tercer Siglo, con clqual comienza i dar a las ptcnfa,s íui memoria» dig-
OR de mayor ouniíclliCíOn, a^Biadai en cílas Cí^rtAj puciimpí imillas es polí-
tica tan racíoAa)* como auihonuida de todas lasCortctdc la Euiopa, d^tndollaK-
umpa tas noticias que ©Curren en ei breve ucmpo de íierc días, por el diftiico capaz
de fus dominios: DifufU cOa cofWnbrt lia lleeado bafla la tmpcrtJ Lima, Corte ce-
Ubre del PerJ, y prifticandoctla plaufibLe dífigercta, imprime cada mes fus acic-
^imietiTovv noCcndo merx)s la Muy Uluflxe Mc\)COt Corona de eflos Reyuos, co
cnlenca i planicaí efVi política con Usftcrncias de c) Exmo. Señor MarqujsdcVj
loroi oazieodo con eíW/ roas mcmoi^lcs los acienos de fu goviemrK i mrroduaen
rtiTov V
cnlenca i planicaí efVi política con Usftcrncias de c) Exmo. Señor MarqujsdcVj.
loroi nazieodo con eíW/ roas mcmoi^lcs los acienos de fu goviemrK i mrroduaen*
<kf paralo venidero cfte vrbino eflylo.que hechanUan cíenoslos Cumlcí de Moico.
;;'arirDayor *u]noridad dcfj Ciu'iJd,^ conociinicnto de <'ügrandeiJ 'No carece do
vtilidid.pur* i mas de el general momo de la^ Gacnis, ftendo eftas vnj Fidclif>ima
relación de io^ue acaece en cfUs dilaudas Regiones, puede fin tiabafo quaíquici
dífcmo» con la di'igericía de ¡unuiíls, formal vnosArulcs en lo futuro, en que un
eícuydadoderniminarloí.loprecl aplaufode efcrivirlos, y loscorrcfpondjenie*-. ei
de complacer i loífjxje de la Loropa piden noticias de la A'mc\ita, para eniiquezei
con no\ edad fus Hirtoriaí. Noteneocfcnipulodc que fe me ñfcaJizrn algunas indi-
TidiulidadcTi que fi por viAiS en eüi Ci'idid continuamente, no fon novedad 2 lo«
presentes, fcunadauxi£Íoni los que las oyen diAaum, y ctedito de México en lOJa
el Vniyerío.
Fs roftumbrc deMxdrid Poi»cr cida Conefeparada » poi eílofe pone aquí :^d%
Ciuda^i dividida, en fai que fon Capitales de Obiípidos^Provinc'
con cf .a díAincion fe lean, con mayor commodid^d
hfcxico f-ftneto de 1722
vincia5.y Pucmos. | in|<i
Etífl prfmcrOi afsiílid fu £ i,c i la Caíla Proícn^ de la Sa^tíAí CompaAi» de )E-
S\S. í^ond: cavvrT\orii de fu nombre, cerebia I4 de l* C ucwiiuiíOrr ti Ayun.
1
Ayui
C. X. EL ALTO MOVIMIENTO INTELECTUAL 259
Sahagún Arévalo Ladrón de Guevara, quien publicó su "Compen-
dio de noticias mexicanas" desde 1728 a 1730. Can el nombre de
"Gazeta Mexicana" se continuó con 37 números cada uno de cuatro
páginas. Luego, desde 1740 hasta diciembre de 42, en que dejó de
publicarse, iba con el nombre de "Mercurio Mexicano." La otra
gaceta editada por D. Manuel Antonio Valdés, en la imprenta de
Zúñiga Ontiveros, empezó en 1748 y terminó en 1810 sustituida
por la Gaceta del Gobierno de México.
*
Siete mil quinientos y tantos son los impresos dados a conocer
por nuestras bibliografías, impresas sin incluir otros 600 descu-
biertos por el inteligente y feliz Lie. Pérez Salazar y de Haro ; pero
estos datos no deben despistarnos : la máxima parte de tales impre-
sos no son libros en el sentido llano de la palabra : se trata muchas
veces de cuadernos, cuadernitos, pliegos y hasta hojas sueltas ; por
lo que los que las describen más bien debieran llamarse cuadernó-
grafos, o fonógrafos. Acusan, sin embargo, las cifras mencionadas
que la cultura era mayor, con gran desproporción, comparándola
con la de siglos anteriores y que realmente en nuestra patria ya
había en aquellos buenos tiempos, verdadera atmósfera intelectual,
propicia para que en ella fructificasen con libros propios y maestros
vernáculos, los suficientes ingenios para tener un país próspero y
auto-gobernado.
La Real y Pontificia Universidad de México no da, ciertamente,
materia suficiente para especial capítulo, porque su marcha regu-
lar, y felizmente monótona, no ofrece el número y calidad de noti-
cias que pudo ofrecernos en épocas anteriores y aquí es donde hay
que exclamar ¡ felices los pueblos que no tienen historia !
No nos parece exacta la comparación que se hace de nuestra
Universidad con el telón y bambalinas de un teatro que sólo sirven
para dar vista y algo de carácter a la escena. No ; la Universidad
era un ser vivo, que más bien pudiera compararse al traspunte en un
escenario, que ayuda, dirige, y armoniza las diversas funciones de
los que aparecen en la escena.
Como hijos, casi todos nuestros sabios, de la misma Alma Ma-
260 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
ter, se sentían por este solo hecho, fuertes, respaldados y en sus ma-
los tiempos y en sus momentos de ímpetu, debidamente contenidos
por el peso de dignidad, inherente a tan respetable corporación.
Aparte de ésto y contra todo lo que se hable de supuestas de-
cadencias, la Universidad seguía fomentando las empresas de sus
hijos con la adquisición continua de los mejores libros que en Euro-
pa se iban publicando y que ella se encargaba de poner al alcance
del público en su biblioteca. Fomentaba también aunque con menos
éxito que antaño, las aptitudes poéticas de nuestra juventud, me-
diante juegos y certámenes; pero el principal fomento consistía en
los muy respetables y solemnes actos públicos, verdaderos torneos
en el palenque de las ciencias sagradas y profanas donde a veces
hubo como luego veremos, exhibiciones admirables de ingenio y de
erudición.
Adame y Arriaga en su prólogo a las terceras constituciones
de la Real y Pontificia Universidad, nos hace de ésta un extenso
elogio de que entresacamos los datos principales.
"Hasta 1775 habíanse graduado en esta noble academia mil
ciento sesenta y dos doctores y maestros a los que deben agregarse
los que se han instruido en los colegios, conventos y estudios parti-
culares que hay en este Arzobispado y en los Obispados de Puebla,
Valladolid, Guadalajara, Antequera y Durango, pertenecientes a
esta Universidad."
De la Universidad salieron ochenta y cuatro señores arzobis-
pos y obispos y muchos eminentes togados y hasta miembros de los
supremos consejos de Indias y Castilla e infinidad de canónigos y
dignidades, jueces, regidores, abogados y médicos y excelentes ca-
tedráticos que brillaron en las mismas universidades más célebres
de la antigua España. En la de Salamanca fué catedrático de teo-
logía nuestro doctor D. Juan de Cervantes, nuestro Maldonado, de
derecho canónico, así como de derecho civil los doctores mexicanos
Vega y Zuazo y de filosofía el Dr. Parada. En la de Alcalá leyó fi-
losofía el Dr. Cortés ; en la de Valladolid regenteó una cátedra de cá-
nones Guevara, en Sevilla una de teología Cervantes y en Granada
una de leyes el Dr. Padilla.
Entre los casos de ingenio, más brillantes, de que nos informa
el citado Adame y Arriaga, recordaremos el de D. Antonio Calderón
de quien se dice que sustentó un acto público de teología en que
contestaba en prosa o verso a voluntad de los interrogantes. Tenía
C. X. EL ALTO MOVIMIENTO INTELECTUAL 261
este Calderón una memoria tan feliz para recibir y retener las es-
pecies que luego que leía un libro lo vendía, porque ya no necesita-
ba de él, por quedarle tan firmes las materias aue trataba, que
cuando se le ofrecía, no sólo tenía presentes los puntos, sino que
citaba fielmente los lugares y hasta las páginas de cuyos hechos,
añade el cronista, viven aún muchos y fidedignos testigos.
También hacen recuerdo de un D. Antonio Adar de Mosquera
que podía improvisar en cuatro lenguas, castellano, mexicano, co-
coneca (?) y angolana, con aplauso universal. D José Brizuela
sustentó un acto de veinticuatro materias. D. Andrés Llanos ofre-
ció decir de memoria cualquier párrafo que se le preguntase, del
derecho civil y explicarlo conforme al sentir de los más sólidos in-
térpretes, lo que cumplió exactamente con aplauso universal. D.
Juan de Dios Lozano pidió que se le asignase cualquier punto de los
cuatro libros de Pedro Lombardo, comprometiéndose a dar cáte-
dra sobre todos ellos. D. Pedro Vasconcelos, ciego de nacimiento,
era de tan singular ingenio y comprensión, que al oído aprendió
perfectamente gramática, retórica, filosofía y teología, cuyos gra-
dos obtuvo y, no satisfecha su vasta capacidad con estas especies,
£e dedicó a la jurisprudencia teórica y práctica, citando, cuando
se ofrecía, fielmente, los autores, lugares y páginas que le habían
dictado.
Como estos ejemplos pueden verse otros muchos en el citado
prólogo, que demuestran ciertamente nuestro aserto de que en la
Universidad había vitalidad e impulso hacia el progreso, según se
entendía en su época.
* *
Ya recordarán nuestros lectores cómo el obispo D. Juan de
Palafox y Mendoza, siendo visitador general del reino, allá por
los años de mil seiscientos cuarenta y tres, había hecho unas cons-
tituciones para la Universidad de México. Como esas constitucio-
nes no gustaron, tuvo que haber cédula especial para que se pusie-
sen en vigor, y no bastó la cédula y la Universidad siguió su anti-
gua marcha, hasta el cambio de atmósfera general que hubo en
1775. Porque por esos años había de privar forzosamente todo lo
que fuese anti- jesuítico y por tanto habíase de poner por las nubes
todo es de Palafox, feroz enemigo de la Compañía y de ahí el deseo
de que rigieran sus "sabias" constituciones.
262 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
Por ahí corren muchos ejemplares de la edición de 1775, en
cuyas páginas pueden admirar nuestros lectores y todo el mundo,
la más solemne vulgaridad que jamás se haya visto en materia de
reglamentación; pero no es esto lo peor; léanse estas famosas cons-
tituciones desde el principio hasta el fin y dígasenos donde está en
ellas el elemento de educación cristiana para tanta y tan noble ju-
ventud. Se habla, claro está, de tener capilla y capellanes con tanto
más cuanto de sueldo, de procesiones, y fiestas de los patronos, con
tales más cuales asuetos o danzas, ¿ pero dónde se habla de las per-
sonas, medios y maneras para formar esos corazones ; para dirigir
espíritus o siquiera para encadenar esa imaginación y esas pasio-
nes tan vehementes, características del pobre criollo meíxicano?
Mientras hubo jesuítas ellos por medio de sus congregaciones ma-
rianas en que estaban inscritas las cuatro quintas partes de la Uni-
versidad, se encargaban de orientar a nuestra juventud, pero des-
de 1767 no tenemos noticia de que aquellos jóvenes hayan encon-
trado quien viese por la sólida dirección de sus conciencias. No fué
como se cree un cambio de ideas tan rápido, el de muchos hombres
de letras y aun sacerdotes en el primer tercio de nuestro siglo XIX.
De más lejos venía el mal : de su juventud semi-pagana en las aulas
y bajo las palafoxianas constituciones de nuestra Universidad.
*
* *
Nada diremos en este su propio capítulo de los seminarios,
puesto que ya los han visto nuestros lectores, descritos por sus
propios prelados en las "Relaciones ad Limina" que componen uno
de nuestros anteriores capítulos. Lástima que, faltando las corres-
pondientes a Puebla y Michoacán, carezcamos por ello de los de-
seados datos sobre sus importantes seminarios.
El de Puebla, después de la ampliación, que no debe llamarse
fundación, hecha por el Sr. Palafox, recibió mayores impulsos del
limo. Sr. D. Manuel Fernández de Santa Cruz. Puso este prelado
al corriente las rentas de los colegios de San Juan y de San Pedro,
que Palafox había reunido y organizó, comprando haciendas de la-
bor, la pensión conciliar con lo que pudieron hacerse ya gastos
que ascendían a más de diez y seis mil pesos anuales. Al obispo
Santa Cruz también se debe la mayor y mejor parte de la biblio-
teca palafoxiana, enriquecida más tarde con once mil volúmenes
con que la obsequió el canónigo Irigoyen.
Plano del Colegio de las Vizcaínas.
264
INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
En lo material como edificio, el del seminario de Morelia, su-
peraba sin duda a todos los demás. Puso su primera piedra el 23
de enero de 1760 el limo. Sr. D. Anselmo Sánchez de Tagle y diez
años más tarde, pudo ya admitir solemnemente a los primeros se-
minaristas de esta institución eminentemente suya y siempre dis-
tinta del colegio de San Nicolás, que fué el verdadero yriiner
seminario de la América Latina. Formó el ilustre fundador y dio
a la imprenta unas muy completas constituciones para el régimen,
instrucción y educación de la juventud clerical michoacana. Aun-
que manchado por manos usurpadoras, ahí queda el regio pala-
cio construido por la munificencia y piedad del ilustre Sánchez
de Tagle.
Superó el siglo XVIII a los anteriores, en la educación que se
proporcionó durante él bajo el amparo de la Iglesia, al sexo feme-
nino. El recogimiento de Belén, el grandioso Colegio de la Ense-
ñanza en México, los de Jesús María y Santa Gertrudis en Puebla,
el de las Rosas, fundado por el Sr. Escalona en Morelia, el de
Santa Ménica en Guadalajara, los de la Enseñanza en Irapuato
Patio del Colegio de las Vizcaínas
y otras poblaciones del interior fueron otras tantas pruebas de
nuestro aserto.
El más notable de todos estos colegios por su edificio verda-
C. X. EL ALTO MOVIMIENTO INTELECTUAL 265
deramente regio es el llamado de las Vizcaínas en la ciudad de
México, fundación a que especialmente concurrieron los tres pia-
dosos vascongados Aldaco, Meave y Echeveste; el edificio quedó
terminado, la institución reglamentaria y en marcha bajo el am-
paro real en 1775. Es bendición de Dios y especial protección
de su patrono San Ignacio de Loyola la permanencia y prospe-
ridad no menos que la disciplina y buen espíritu de este colegio
de las Vizcaínas, único glorioso recuerdo viviente, de nuestra no-
ble antigüedad.
CAPITULO XI
galería biográfica de algunos eclesiásticos y seglares
distinguidos por su virtud
Consideraciones g-encrales. — Hombres de gobierno. — Ascetas y varones
apostólicos. — "El padre de los ahorcados." — Una gloria sonorense. — Modelos
del clero secular. — Bosquejo de la sociedad de México a mediados del siglo. —
Los caballeros cocheros del Santísimo. — Un ilustre portugués. — Borda, Eche-
veste, Caballero, Terreros. — Otros bienhechores. — Autoridades virtuosas. — Un
buen gobernador de Yucatán» — Vergara, Ferrer y Dávalos.
bibliografía especial
CARRII>LO Y ANCONA, CBESCENCIO.— El Episcopado de Yu/catán.— Mérida, 1895.
DAVII.A, JOSÉ MARIANO.— /Vrtículos en el Diccionario Universal.— México, 1884.
ESCOBAR, MATÍAS.— .Imcricana Thebaida.— México, 1924.
garcía, ESTEBAN. — Crónica de la Provincia Agustina del Santísimo Nombre de
Jesús.— Jladrid, 1918.
CAY, JOSÉ ANTONIO.— Historia de Oaxat.». —México, 1881.
liEON NICOL,.4S.— Biografía del Capitán Manuel Fcrnándex Fiallo. (Bibliografía
Mexicana No. 397).
MANÍ-:!!!!, JO.ANNIS AI.OVSII.— !)«> Vltls AUnuot Moxicanorum.— Bononianae, 1791.
OVI>;i)0, .JUAN ANTONIO. — MenoloKio de los Varones mi'is señalados en Perfección
Rclis:iosa de la Provincia de la Compañía de Jesús de la Nueva España. — México, 1747.
C. XI. ALGUNOS ECLESIÁSTICOS Y SEGLARES 267
UNQUE los datos biográficos que en este capítulo prc^-
tendemos bosquejar, aparezcan aislados unos de otros
y como limitados a tal o cual personalidad ; en realidad,
y en virtud de lo que ente-ndemos por la Comunión de
ío7 Santos, todas las acciones y virtudes de los fieles vienen a for-
mar un conjunto armónico y con la diversidad de esfuerzos parti-
culares: oración y contemplación, predicación, caridades, misiones,
catequesis; todos contribuyen al progreso y al esplendor de la glo-
ria de Dios sobre la tierra.
En el cuerpo místico de la Iglesia cuya alma, vida y corazón
es nuestro divino Salvador, Jesús, hay diversidad de miembros que
participan de esa vida y que con diferentes funciones, a su vez la
demuestran y dilatan: los hombres de oración son como las venas
por donde corre la vida sobrenatural a los demás miembros ; a los
nervios pueden compararse los hombres que se distinguen más por
su actividad y celo apostólico ; a los músculos los varones que repre-
sentan el mayor esfuerzo, cuales fueron los misioneros, y así como
los huesos son el sostén y armazón del cuerpo, así los hombres de
gobierno y de grandes responsabilidades (cuando lo hacen bien en
su cargo) son los elementos de sostén y resistencia. De todo ello,
como veremos, tuvo la Iglesia Católica en México en las dos épocas
del interesante siglo XVIII ; hablemos primeramente de los ecle-
siásticos, y en segundo lugar de los seglares.
Los dominicos presentaron al principio del siglo, en fray Felipe
Galindo y Chávez un personaje digno de figurar con honra en los
gloriosos fastos de su orden : nació en el puerto de Veracruz, y muy
joven aún tomó el hábito en el convento grande de México, fué prior
de su convento y de los de Veracruz y San Luis de Puebla, y más
tarde provincial ; pero su celo apostólico que le impelía a las em-
presas arduas y al sacrificio, llevóle a las misiones de Sierra Gorda
en las que fundó ocho reducciones y los conventos de Sombrerete,
Querétaro y San Juan del Río.
Mas he aquí que de repente, le fué quitada su dulce cruz de
misionero para trocársela por el obispado de Guadalajara, donde
aún se guardan de él felicísimos recuerdos ; hizo la sacristía, ofici-
nas de la contaduría y concluyó la lonja de la catedral ; donó a su
iglesia un rico sagrario de plata y un vaso de oro con piedras pre-
ciosas para el depósito del jueves santo; fundó el colegio semi-
nario de dicha ciudad, dotó sus cátedras y les dio librería; visitó
268 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
dos veces el obispado, internándose hasta las misiones de Coahuila,
y falleció el día 7 de marzo de 1702.
Los franciscanos guardan con veneración la memoria de
su gran provincial, fray Vicente Arnaldo, hijo del puerto y ciudad
de Campeche ; entró por su humildad, para lego a los 16 años de su
edad ; pero percatados los superiores bien pronto de sus habilidades,
le dieron estudios sacerdotales cuyas órdenes recibió apadrinado
por dos legos de su orden en memoria de su primera intención. Fué
guardián de varios conventos y predicador de gran fama; los últi-
mos años de su vida fueron de grandes sufrimientos no solamente
por los trastornos que vio en su orden, sino pj^ las enfermedades
que lo visitaron, causándole éstas una extraordinaria obesidad que
le tuvo recluido los últimos doce años que vivió.
Activísimo provincial de la orden de Nuestra Señora de la
Merced, fué fray Baltasar de Alcocer y Sariñana, de quien el cro-
nista Andrade nos dice lo siguiente : "fué maestro de Artes y doctor
en teología por la Universidad, maestro de número de la Provincia,
catedrático de filosofía, rector del Colegio de Belén, Comendador
del convento grande de esta Capital, y uno de los provinciales que
más han trabajado por el esplendor de la Provincia; gastó mucho di-
nero en la fábrica del convento de México, perfeccionando su claus-
tro alto, que es uno de los mejores que en su línea tiene la capital ; lo
adornó con balconería de hierro y con primorosas pinturas de los
mejores artistas que entonces había en la capital, de los mártires,
confesores y vírgenes de la Religión Mercedaria, que desgraciada-
mente por haberse maltratado han sido después retocados por ma-
nos poco diestras; en su tiempo se hicieron también los cuadros
antiguos de la vida de San Pedro Nolasco, que había en el claustro
bajo y de que apenas ha quedado tal cual, como muestra de su mé-
rito ; en el centro de este patio dispuso una fuente que ya no existe,
pero que fué muy curiosa en su tiempo: formábanla cuatro riscos
en que estaban grabadas en piedras las apariciones de Nuestra Se-
ñora de Guadalupe; fabricó igualmente la gran sala general que
servía para los actos literarios ; en sus visitas de Provincial regaló
a todos los conventos de la Provincia ornamentos, vasos sagrados
y otras alhajas,"
Entre sus mejores provinciales pudieran citar los jesuítas al
P. Francisco Ceballos, que nació en Antequera de Oaxaca a 13 de
octubre de 1704. Fué colegial de San Bartolomé de su patria, hasta
C. XI. ALGUNOS ECLESIÁSTICOS Y SEGLARES 269
que en 1720 abrazó en México el instituto de la Compañía. Enseñó
en varios colegios de su provincia la latinidad, retórica, filosofía
y teología ; y siendo rector del de San Andrés de México fué nom-
brado en 1758 procurador a Madrid y Roma. A su vuelta en la flota
que condujo a Veracruz al virrey marqués de Cruillas, lo eligió éste
por su confesor y director espiritual. En 1763 fué nombrado pro-
vincial de la Nueva España, y en 1767 volvió a Europa por el decre-
ta de expatriación, y allí falleció en 1770. Era religioso de virtud
y sabiduría consumadas; dulcísimo y amabilísimo para todos;
singularmente devoto de la Eucaristía; tanto que en Bolonia era
conocido por el "sacerdote extranjero que visita diariamente las
iglesias donde está descubierto el Santísimo Sacramento." Fomen-
tó los buenos estudios en el tiempo de su provincialato ; sacó de la
Habana al P. Alegre para encargarle la Historia de su provincia y
la regencia de una academia de bellas letras; exhortó al P. Cla\a-
jero a que enseñara la filosofía moderna; y representó al general
de su religión para la erección de una cátedra de lengua griega en el
colegio de San Ildefonso de la Puebla, y otra de matemáticas en el
de San Pedro y San Pablo de México, cuyos laudables proyectos
frustró la inopinada expatriación; pero que no privarán a nuestro
Ceballos de la gloria de haberlos intentado. Escribió "muchos tra-
tados teológicos," que pasaron a la Biblioteca de la Universidad de
México, y "la vida y virtudes del P. Fernando Konsag de la Com-
pañía de Jesús, insigne misionero de California."
Hombre en verdad eminente fué el P, D, Pedro Arellano y So-
sa del Oratorio de San Felipe Neri, nacido en el Mineral de Taxco
en 1651. Por una rara excepción, los biógi'afos no nos dicen, como en
otras muchas ocasiones, que hubiese sido santo desde su nacimien-
to, por el contrario, nos pintan en él un muchacho vivo y travieso
que se fuga de la casa de sus padres, y que entra por fuerza a estu-
diar con los jesuítas. Y no fué lo peor eso, sino que salido del cole-
gio, su vida no fué muy ejemplar, y aun habiéndose ordenado de
sacerdote el año de 1775, continuó con sus costumbres relajadas,
entregado solamente a los caprichos de la moda, a la disipación del
juego, a los paseos, y especialmente a ser tenido por hombre intré-
pido y valiente ; de manera que con escándalo de todos andaba arma-
do de un puñal y se entrometía en peligi'osas aventuras, que muchas
veces le proporcionaban su genio violento y su afición a dar mú-
sica en los estrados, aunque sin mal fin y sólo por la vanidad de
270 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
mostrar su destreza en la vihuela. La repentina muerte de una
hermana muy joven a quien amaba tiernamente y algunos otros
desengaños que por aquellos mismos días tuvo, hicieron entrar
dentro de sí a D. Pedro y resolverlo a variar de costumbres. Su
conversión fué verdadera y eficaz: arrojó de sí los vestidos precio-
sos, las armas y los naipes, y poniéndose bajo la dirección del ve-
nerable jesuíta P. Antonio Núñez de Miranda, principió una vida
enteramente conforme a la santidad de su estado, entregándose a
la oración, a la penitencia, al retiro, al estudio y al desmpeño de
los ministerios de su profesión. Incorporado en la confraternidad
de la Unión, después Oratorio de San Felipe Neri, el P. Sosa fué
como la personificación de la piedad sacerdotal, alta oración, cari-
dad incansable ; y excelentes dotes de gobierno le acompañaron por
todo el resto de su vida, y de él puede decirse con verdad haber sido
el alma de su venerable y amable congregación. Murió el 7 de mar-
zo de 1719.
Por su excepcional actividad, no menos que por su trato de
gentes y por su popularidad, se distinguió el P. Miguel Castillo, na-
tural de la ciudad de México. En su juventud cursó la medicina con
el célebre Dr. Escobar, pero conociendo por el estudio de esta cien-
cia la fragilidad de la vida mortal y deseando asegurar la eterna,
se hizo jesuíta el año de 1726. Desde entonces el ganar almas fué
para él su santa pasión : aún no terminaba sus estudios en San Pe-
dro y San Pablo y ya tenía formada una especial congregación
de cocheros y lacayos a quienes predicaba en la calle mientras los
ricachones de sus amos asistían a la noble congregación de la Anun-
ciata dentro del templo. No había una sola calle, una sola plazuela
adonde no se presentara el P. Castillo, y subiendo sobre una mesa,
no hiciera resonar su voz de rayo contra los pecadores, atemorizán-
dolos con la exposición de las tremendas verdades eternas; todos
los domingos y otros días festivos bajaba a la portería del colegio
de San Pedro y San Pablo en punto de las tres de la tarde, donde lo
esperaba ya la multitud del pueblo, y poniéndose a su frente, lle-
vando un estandarte con la imagen de la Madre Santísima de la
Luz, la guiaba ya a esta plazuela, ya a otra, prefiriendo siempre la
más inmediata a los públicos paseos, y allí explicaba algún punto
de la doctrina cristiana, predicaba un sermón moral, y se volvía des-
C. XI. ALGUNOS ECLESIÁSTICOS Y SEGLARES 271
pues al colegio acompañado de mayor concurso que el que había
salido, entonando las letanías de la Virgen y otras devotas cancio-
nes, hasta llegar a la portería donde despedía a su numeroso audi-
torio que había recogido, con un fervoroso acto de contrición ; esta
misma misión la hacía también a lo menos dos días a la semana en
la plaza llamada el "Baratillo." Semanariamente se le veía en las
cárceles, particularmente en las llamadas de los teipas de San Juan
y Santiago, en que eran encerrados los indios, de quienes ninguno
tenía el menor cuidado, ni para sus alimentos, ni para agitar sus
causas, ni instruirlos en sus deberes religiosos y sociales. Otros
días iba a los hospitales, y preferentemente a los de San Lázaro y
San Antonio Abad, donde estaban confinados los enfermos más as-
querosos; ora se le veía en las arrecogidas, ora con ios obrajes, pa-
naderías y tocinerías explicando la doctrina, predicando a aquellos
infelices y hasta prestándoles los servicios más bajos y abatidos, al
par que repugnantes a la naturaleza, especialmente en un hombre
delicado y que había nacido de acomodada familia. Nada extraño
debe parecer a la vista de lo que hemos referido muy en compendio,
que cuando en una ocasión el P. Castillo fué enviado a Valladolid
para convalecer de una grave enfermedad, habiendo vuelto a esta
capital en un coche, al reconocerlo cuando entraba en la garita, hu-
biera el pueblo quitado las muías y conducido como en triunfo por
una considerable distancia hasta que movido de sus muchas lágri-
mas y ruegos, permitiese que volvieran a uncirse las muías para
llegar al colegio. Entre las personas sensatas y acomodadas no era
menor el concepto de que disfrutaba el P, Castillo ; un personaje de
la primera nobleza y sumamente rico de esta ciudad, cuando nuestro
misionero dejaba de verlo, le reconvenía amistosamente, diciéndole:
"padre Miguel, ¿qué ya no hay pobres en México, o juzga V. R. que
la voluntad o el caudal se ha agotado?" Y como en cierta vez le
hubiera llevado el padre la cuenta de las cantidades con que había
socorrido a ciertas familias vergonzantes, dijo delante del mayor-
domo y administradores: "la palabra de este padre vale más que
las cuentas mejor documentadas; cuando os pida, sea lo que fuere,
dádselo al punto, síti expresar en vuestras cuentas sino haberlo
pedido el P. Castillo." En los sudores de esta laboriosa vida re-
cibió el P. Castillo, así como los demás de sus hermanos, la orden
para salir expulsó de su patria ; y aun en aquel momento manifestó
todos los quilates de su ardiente caridad, porque aunque atravesa-
272 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
do de dolor por la desgracia de su amada madre la Compañía, do-
bló como todos la cabeza al decreto de proscripción; pero tranqui-
lamente muy pronto se dispuso a partir con los demás padres, per-
maneció impasible a las sentidas exclamaciones del pueblo, a quien
oía repetir su nombre en medio de mil lamentos, aun más allá del
templo de Guadalupe hasta donde fué acompañando a los deste-
rrados ; sólo en el dicho santuario ante la Patrona de los mexicanos,
sus ojos se llenaron de lágrimas, y éstas fueron las últimas que de-
rramó por su patria. Fué el último que murió en el puerto de Vera-
cruz al salir desterrados los jesuítas, y quedó sepultado con otros
33 que allí fallecieron, en su iglesia parroquial.
Con buena parte del trabajo del P. Castillo tuvo que cargar
el conspicuo presbítero secular D. Juan Francisco Domínguez, na-
cido en la Villa de Atlixco el 17 de setiembre de 1725. Hecha su
carrera con los jesuítas, a los dos años de ordenado, sirvió por otros
nueve el curato de Singuilucan y otros tantos el de Jalatlaco. En
1770 lo trajo al Sagrario Metropolitano el arzobispo Lorenzana,
y colocado ya en este puesto, se descubrió el brillo, los quilates y el
precio de esta joya inestimable, entre las muchas que esmaltaban
en esa época la sagrada mitra.
No cabe en el juicio, dice un biógrafo suyo, cómo se daría
tiempo para confesar y predicar casi diariamente hasta sus últi-
mos días, en su parroquia, en las cárceles, escuelas de Cristo, y en
la congregación de los Oblatos; pero lo cierto es que le sobraba
para rezar el oficio divino, para estudiar lo que tenía que predicar,
y para vacar a la oración mental. Como su ciencia era la ciencia
de los santos, compuso varios opúsculos devotos y morales, que
forman un vasto cuerpo de obra predicable, de la que una parte
quedó inédita, y parte se imprimió. Su semblante manifestaba la
franqueza y mansedumbre que forman el timbre característico del
Sr. cura Domínguez; su frente serena indicaba la calma con que
conducía al pueblo de Dios en medio de los combates; su ojo pe-
netrante manifestaba su discernimiento en escudriñar las concien-
cias; sus sienes hundidas con la corona de espinas de la dignidad
parroquial, y la extenuación de todo el cuerpo, descubría su vida
contemplativa, laboriosa y penitente.
Singular fué también la actividad de fray Rodrigo Galindo,
mercedario, natural de México. Siendo provincial erigió un colegio
de estudios con el título de San Pedro Pascual, en el antiguo con-
C. XI. ALGUNOS ECLESIÁSTICOS Y SEGLARES 273
vento de Belén, el año de 1687, cuyo primer rector con el nombre
de comendador, fué el padre predicador Fr. Baltasar Alcocer. En
lo que más sobresalió el P. Galindo fué en una caridad tan ardien-
te con los pobres y enfermos, que era llamado por todos "'San Juan
de Dios vivo." En aquella epidemia, escribe el P. Andrade, que hubo
en México el año de 1692, andaba Galindo como el más humilde no-
vicio, asistiéndonos no sólo a los sacerdotes, sino a todo el novicia-
do, dando de comer, sacando las vasijas más inmundas, aliviándo-
nos con amorosas palabras. Una persona le dijo un día: padre,
mire V. R. su dignidad, a lo que respondió: Vaya con Dios ¿pues
para qué me llaman nuestro padre, si no me he de mostrar padre
con mis hijos? En otra ocasión cayó un techo y cogió debajo unos
peones, lastimándolos considerablemente, hízoles llevar a su celda,
llamó cirujano, costeóles la cura, medicinas y comida, no reservó
para ellos ni sus camisas ni sus sábanas. Finalmente hubo en Mé-
xico una peste de tabardillo el año de 1693, que se llevó muchos y
grandes sujetos de nuestra religión ; asistíales el caritativo padre
como padre, y como era la peste tan contagiosa, lo inficionó : llevá-
ronle sus deudos la milagrosa imagen del Señor de la Columna, que
se venera en la parroquia de Santa Catarina Mártir, y dijo: Señor,
no te pido vida ni salud, sino que la peste pare en mí; lo que en
efecto sucedió, no muriendo después otro religioso.
El año de 1729 llamaba a las puertas de la congregación del
Oratorio con que se honra la villa de San Miguel Allende, el joven
capitalino Luis Alfaro, Ordenado de sacerdote cinco años después,
se dedicó con el mayor fervor a la predicación, confesonario y de-
más ministerios de su instituto, edificando a toda la población por
su arreglada vida y santas costumbres. En 1746 habiendo conse-
guido licencia de sus superiores, y siempre en calidad de filipense,
se trasladó a Atotonilco, y en ese pueblo edificó desde sus cimien-
tos el famoso santuario de Jesús Nazareno, cuya dedicación se hizo
en 20 de julio de 1748. En ese santuario continuó su vida ejem-
plar, cuya fama se conserva hasta el día, dedicado a las funciones
sacerdotales por espacio de treinta años, especialmente dando ejer-
cicios espirituales, en los que hizo notabilísimas conversiones de
muy rebeldes y obstinados pecadores. Esta casa de ejercicios de
Atotonilco que se consei-vaba hasta los comienzos de la actual perse-
cución religiosa, es de lo más típico de la piedad popular mexicana :
de todo el interior de la República y aun de remotos Estados, concu-
274 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
rren allí a hacer sus ejercicios espirituales, muchos centenares de
gente del pueblo, y son ya proverbiales las durísimas penitencias
que se imponen, así como el espíritu de compunción con que lloran
sus pecados y recuerdan la santísima Pasión de Nuestro Señor
Jesucristo.
Fué Alfaro varón humildísimo, de carácter muy dulce, lleno de
amor de Dios y caridad con los prójimos, exactísimo en el cum-
plimiento de todos los deberes de su estado, de oración muy eleva-
da, y de rara mortificación; en una palabra, "un sacerdote fiel y
según el corazón de Dios," como lo apellidó el Dr. Gamarra en la
oración fúnebre que predicó en sus exequias y que hemos visto im-
presa. Fué igualmente hombre no común en su literatura, especial-
mente en ciencias eclesiásticas, y autor de varios opúsculos piado-
sos que han visto la luz pública y que rebosan una particular un-
ción que mueve a piedad los corazones. Se asegura haber escrito
también un compendio de la obra grande de los "Salmaticenses,"
y otros opúsculos teológicos que se han perdido manuscritos. Mu-
rió este verdadero hijo de San Felipe Neri a 22 de marzo de 1776, y
su venerable cadáver descansa en el citado santuario de Atotonilco.
Otro modo especial de manifestar su caritativa actividad fué
el que distinguió al jesuíta chiapaneco, Juan Manuel Ascaray, ope-
rario por largos años en la Profesa de México. Por esa época los
jesuítas estaban exclusivamente encargados de la asistencia de las
cárceles públicas, con especialidad de la que se llamó la "Acorda-
da," a la que eran conducidos los reos más criminales por sus ro-
bos y asesinatos. El laborioso ministerio de instruir a estos des-
graciados, de prepararlos a la muerte, de asistirlos en capilla y
acompañarlos hasta el patíbulo, le tocó en suerte al P. Ascaray, y
en él trabajó por muchos años con admirable fruto de las almas
de esas víctimas de la justicia humana, para cuya dirección tenía
una especialísima gracia. Cuéntanse cosas muy extraordinarias en
el particular ocurridas a este celoso jesuíta, que no era conocido
con otro nombre en el pueblo, que con el de "padre de los ahorca-
dos." Murió en la casa profesa el domingo lo. de mayo de 1746.
Su cuerpo fué encontrado incorrupto el año de 1764, por primera
vez, y por segunda, por el de 1783.
En magnífico latín nos dejó el P. Maneiro la vida del P. Ra-
fael Campoy, natural de Sonora y de la noble ciudad de Alamos,
hijo de D. Francisco Javier Campoy y de Da. Andrea Gastelu.
C. XI. ALGUNOS ECLESIÁSTICOS Y SEGLARES 275
Después de grandes vicisitudes en sus estudios que hizo en México,
Campoy se decidió a hacerse jesuita a los 18 años de su edad. Ter-
minado su noviciado, se dio a devorar libros y fué sin duda uno de
los que más leyeron y asimilaron entre los jesuítas mexicanos. La
vastísima erudición que desde entonces adquirió fué reconocida
por grandes jesuítas como Galiano, Abad, Clavijero, Parreño, Ale-
gre, Cerda, Dávila, Cisneros, y otros de muy claros ingenios que
vivieron en su compañía en el colegio de México; y muchos años
después le pidieron en Italia su consejo y parecer sobre escritos
sapientísimos, de que lo constituían inteligente censor.
El P. Campoy enseñó letras humanas en Tepotzotlán, filo-
sofía en el colegio de Veracruz, donde fué prefecto de la congre-
gación de los Dolores; volvió a la casa profesa de México a dedi-
carse a sus importantísimos ministerios; pero apenas pasados al-
gunos meses, a instancias de los principales veracruzanos, regre-
só a aquel puerto, donde permaneció por quince años hasta la ex-
pulsión de 1767. Aquella ciudad fué el teatro de las glorias del P.
Campoy, tanto en los ministerios de su instituto, cuanto en sus es-
tudios y trabajos literarios; las costumbres tan estragac'as gene-
ralmente en ese puerto eran en tiempo de la residencia del P. Cam-
poy, muy cristianas y morigeradas, debido todo al celo y elocuen-
cia de su predicación, a la acertada dirección de los cabezas de fa-
milia, y a la instrucción que daba en diversos días a la juventud de
ambos sexos, a las frecuentes misiones que hacía, en fin, en toda
la ciudad; para comprender todo el prestigio que allí se adquirió
el verdadero jesuíta, bastará decir, que habiendo dispuesto los su-
periores cerrar aquel colegio por su carencia de fondos, en un lu-
gar que siempre ha sido muy costoso vivir, el ayuntamiento, el co-
mercio y los principales vecinos proporcionaron las rentas si-.ficien-
tes para un establecimiento de tanta utilidad pública. No menos
fué el puerto de Veracruz el teatro de las glorias literarias del P.
Campoy: sus profundos conocimientos en las matemáticas, la físi-
ca, la astronomía, la geografía y mecánica, hacían su aposento la
reunión de los oficiales de la marina española, que al par que reco-
gía grandes frutos del saber del padre, contribuía a aumentarlo,
hablando con él de náutica, de viajes, de idiomas, y de otros ramos
de su profesión.
Esta comunicación, que generalmente continuaba después por
escrito, dio al P. Campoy un renombre europeo; admiran-
276 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
dose todos de ver hasta qué grado llegaba la erudición del jesuíta;
así es, que sus cartas arrancaron grandes aplausos en Madrid,
como lo refiere Mayáns; y el célebre P. Isla contrajo desde enton-
ces una tan estrecha amistad con nuestro mexicano, que duró has-
ta la muerte, habiéndose estrechado más cuando después de la ex-
pulsión llegaron a conocerse ambos en Bolonia.
El P. Campoy era el oráculo de todo lo que se llamó Nueva Es-
paña, consultándole las autoridades sobre los puntos más delicados
y útiles de colonización, comercio, erección de pueblos, navegación
y otros; de aquí es, que trabajando asiduamente sobre estas mate-
rias, con los materiales que se le remitían, había formado el pro-
yecto en Veracruz, que después realizó en Italia, de levantar un
plano general de toda la República Mexicana, con los particulares
de las que eran antes provincias. Había comenzado igualmente a
interpretar los libros "De la Naturaleza de las Cosas" de Plinio
veronense, para lo que había ya reunido inmensos materiales de las
ciencias naturales; pero no era otro su objeto que el de escribir
bajo los principios de aquel autor, una obra de historia natural,
que no fuese inferior a las de Buffon y Bomare. La expulsión de
los jesuítas originó la pérdida de la mayor parte de estos manuscri-
tos, que muchos habrían sido de la mayor utilidad a México inde-
pendiente.
Durante la navegación de los jesuítas proscritos, el P. Cam-
poy fué el que más contribuyó a endulzarles aquel amargo viaje, en-
treteniéndose con ellos en amenas conversaciones de las grandiosas
cosas que iba a admirar en Europa ; y los marineros, pilotos y ofi-
ciales de la marina, quedaban no menos asombrados de los cono-
cimientos que sobre esa profesión tenía el P. Campoy, y la facili-
dad con que todo lo comprendía y explicaba.
Llegado a Italia, prosiguió la obra de Plinio que había comen-
zado en Veracruz ; y tanto en Ferrara como en Bolonia, donde prin-
cipalmente residió, era generalmente conocido en las pescaderías,
mercados, huertas y jardines, a todos los cuales sitios acudía dia-
riamente a observar todos los objetos de la naturaleza en sus tres
reinos, para tomar nota de ellos, y compararlos con los que había
observado en su patria. El que quería gozar de la presencia del P.
Campoy en su casa, no tenía que hacer otra cosa, sino invitarlo a
ver un objeto de historia natural. En los demás ramos de las cien-
cias y bellas artes era igual la aplicación del P. Campoy. Fué por
C. XI. ALGUNOS ECLESIÁSTICOS Y SEGLARES 277
Último uno de los cuatro de la provincia de México que defendie-
ron la autoridad del decreto de extinción de los jesuítas, contra los
ataques de los herejes, dando una muestra de su reverencia y ob-
sequio debido a los decretos de la Santa Sede, aun en una materia
que tanto le afectaba y era tan sensible. Pidió con el mayor fervor
los últimos sacramentos, y fortalecido con ellos, falleció con la ma-
yor tranquilidad el 29 de diciembre de 1777, de poco más de cin-
cuenta y cuatro años de edad ; su cuerpo quedó sepultado en la pa-
rroquia de la Virgen, vulgarmente llamada la de la Caridad.
Dos flores escogeremos del fecundísimo huerto agustiniano.
Dice el Maestro Escobar : "Nada inferior a los primitivos padres
fué el venerable padre maestro fray Juan Camargo, prior digní-
simo e hijo de este convento de Valladolid. Rectísimo y observantí-
simo prelado. Sus virtudes fueron manifiestas a toda la provin-
cia. Murió en opinión de santo en nuestro convento de Zacatecas,
y allí es venerada su memoria, encomendándose a su alma los ve-
cinos de aquella gran ciudad. Fueron y son pregoneros de su san-
tidad los venerables religiosos padres de la Recolección de Nuestra
Señora de Guadalupe, quienes con los nuestros se hallaron a su
dichoso tránsito.
"Siguió la misma observancia de sus antepasados el venerable
cura, fray Marcelo de Elizarrarás, varón castísimo y de vida in-
culpable de que puede dar testimonio la incorrupción de su cuerpo
que descansa en la sacristía de nuestro convento de Charo. Fué
hijo del Convento de Valladolid, y su dignísimo prelado escribió
su vida para ejemplar a los futuros, y que vean que en todos tiem-
pos hay y ha habido ilustres y venerables varones en esta pro-
vincia."
Cerraremos estos elogios de eclesiásticos con dos de clérigos se-
culares que perpetúa en su diario Castro Santa Ana : "el uno es D.
Francisco Rodríguez Nabarijo, natural de esta ciudad de México,
cura que fué de la parroquia de la Santa Veracruz, abogado de la
real audiencia, consultor del Santo Oficio, catedrático de Cód^'go,
jubilado en la real Universidad, Maestrescuela y dignidad en la
santa iglesia catedral, provisor y vicario general que fué por largo
tiempo de este Arzobispado ; sepultóse de cabildo la mañana del 15
en dicha santa iglesia catedral, con asistencia de los señores minis-
tros, real Universidad, comunidades, prelados, congregación de Sr.
San Pedro, de que fué Abad, y parte de la nobleza. Fué varón ejem-
plar de distinguida literatura, de suma humildad, excelente limosne-
278 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
ro, como lo acredita que durante el tiempo de sus empleos repartió
en limosnas, fundaciones de capillas, dotes de religiosas, beneficio
de varios conventos, adornos de sus iglesias, hasta el mes de abril
del año próximo pasado, la cantidad repartida fué de 161,300 y más
pesos, manteniendo su persona con una moderada decencia, circuns-
tancias todas que han hecho generalmente lamentada y sentida su
falta."
El otro sacerdote a quien se refiere el autor del diario, es D.
Nicolás de los Angeles Chimalpopoca, de quien dice era natural del
barrio de San Antonio Abad, cacique y principal de los naturales de
este reino, sujeto muy erudito en todas sus facultades, cura del par-
tido de Temascalcingo : sepultósele en la iglesia del colegio de San
Gregorio, de la Compañía de Jesús de esta ciudad, con asistencia de
numeroso concurso y de los gobernadores principales de las parcia-
lidades de San Luis y Santiago.
Multiplicando tal vez por centenares el número de edificantes
varones eclesiásticos, que hasta aquí hemos someramente biografia-
do, añadiéndoles las falanges de misioneros que de vez en cuando
venían a rehacer sus fuerzas al centro de la Nueva España, agre-
gando además el gran número de novicios y jóvenes religiosos cuyas
virtudes por regla general no se consignaron, pero cuyo fervor de
espíritu era innegable ; tendremos una idea de la vida que se vivía
en nuestros claustros y catedrales por ambos venerables cleros se-
cular y regular.
Otro teatro de la gloria de Dios es el mundo, donde, por corrom-
pido que esté, nunca faltan varones ejemplares en todos los estados
y condiciones sociales que den gloria a Dios en el ejercicio de las vir-
tudes cristianas ; cuanto más si ese mundo atraviesa por una época
de fe y de religión como las que disfrutamos hacia mediados del si-
glo XVIII.
Inspirándonos en los diarios contemporáneos, procuraremos dar
un útil bosquejo de la vida de fe y alegría en que nuestro pueblo
se deslizaba. Si nos situamos en la plaza real, frente a nuestra ca-
tedral, veremos pasar al virrey acompañado del oidor más anti-
guo en grandioso carruaje y escoltado todavía de los reales ala-
barderos, aunque eso sí, ya con sombrero de tres picos, o de tres
vientos como entonces se decía. Por otro lado, "la Excma. Sra.
C. XI. ALGUNOS ECLESIÁSTICOS Y SEGLARES 279
Virreina sale de su Palacio montada a caballo, acompañada de
muchos caballeros, su caballerizo y familiares, para el real Alcázar
de Chapullepec, pasando de allí a una casa de campo y huerta en
la Ribera de San Cosme, en donde tuvo un opíparo banquete, y a
la tarde un primoroso festejo, con gran golpe de música, restitu-
j'éndose después del anochecer, a su palacio."
Cuando ya no podemos seguir las comitivas, nos mezclamos
entre los corrillos y allá se habla, ponderándola en gran manera, de
la hermosísima cruz de fierro que acaban de poner en la catedral,
"de unas tres varas, con su veleta grande, grabada en uno y otro
lado la oración de SANCTUS DEUS, y en medio de ella un óvalo
de a cuarta, en que se puso por un lado una bellísima cera de
AGNUS con su vidriera, y en otro lado una lámina en que se es-
culpió a Señora Santa Frisca, abogada de los rayos."
Más allá, dos canónigos, tres beneficiados y tres capellanes ds
monjas comentan la nueva nómina que acaba de traer la última flo-
ta de Veracruz, y algo parecido en su terreno, hacen varios escri-
banos de cámara y corchetes del Santo Oficio.
Entretanto, del imperial convento de Santo Domingo, fray
José Fonseca padre presentado y comisario del Santo Rosario, va
"al arquillo principal del baratillo grande, donde se erigió un pri-
moroso altar que pasaba de las azoteas, colgado de ricas telas de
plata y oro, guaniecido de grandiosas fuentes de plata, y en su me-
dianía la Santísima Imagen de Nuestra Señora del Rosario, a quien
juraron por su patrona y abogada; y a las cinco de la tarde vino
un rosario del Imperial convento de Ntro. Padre Santo Domingo,
con toda su comunidad, y la más exquisita música de esta ciudad;
uno de los religiosos dijo una doctísima plática promoviendo el cul-
to y devoción del Santísimo Rosario, la concurrencia fué en extre-
mo grande, los artificios de fuego exquisitos."
Las señoras que en gran número salen de misa del altar del
Perdón hablan de que la virreina estrenó un collar de corales y
unos guardamecíes de rosa y oro, que se casa Lupe Luyando con el
capitán Elizalde, y que no se casa Concha Pérez con Jacinto Mar-
tínez; que Teresa Castañeda se va de monja a la Concepción, y
que se despide mañana con un chocolate en la deja del costado del
convento;. . . que quién predica en la Profesa y quién deja de pre-
dicar en San Francisco en la próxima cuaresma.
La cuaresma significaba en aquellos tiempos cuarenta días de
280 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
ayuno, cuarenta días de sermón, de repasar el catecismo y de arre-
glar las cuentas con Dios. Se cerraba con la semana santa que era
en México algo muy grandioso y conmovedor. Sobre ese tiempo
leemos noticias como las siguientes: "De orden de S. E. se echó
bando en las partes acostumbradas, previniendo que la mañana
siguiente a las nueve, no anduviesen coches hasta el sábado venide-
ro, después de que se cantase la gloria, porque se había experimen-
tado en otros años el que algunas personas no guardaban esta prác-
tica, andando en sus forlones hasta dadas las doce del Jueves San-
to. En el día nombrado el Sr. Virrey después que volvió de la Ca-
tedral, hizo la función del Lavatorio en el salón de Palacio, cantó
el Evangelio el lie. D. Francisco Esquivel, su capellán, y le dio a
cada uno de los pobres después de lavados, lienzo y paño para ves-
tidos, algunos pesos, que dicen darían a cada uno en todo hasta 60
pesos. Por la noche de ese gran jueves, todo el mundo en silencio
recorría los monumentos, y el cronista apuntó: muy adornados es-
tuvieron los monumentos de las iglesias de esta ciudad ; pero la de
más ventaja fué la de nuestro Padre San Agustín, que se iluminó
toda, y llegaron sus luces a tres mil cuatrocientas ochenta y dos,
y cuarenta candiles; también hubo curioso que contó los sujetos
decentes que iban en la última procesión del Santo Entierro, y pa-
saron de tres mil.
"El viernes por la noche los Sres. Virreyes y su familia asis-
tieron de incógnitos en la santa Iglesia Catedral a las tinieblas,
que se cantaron con la mayor magnificencia y con especialidad el
MISERERE con un gran golpe de música, dispuesto por su maes-
tro de capilla, el célebre Jerusalem; el concurso fué innumerable
Y la función se acabó a las diez de la noche.
"La mañana de Pascua, desde la cárcel araobispal al Sagrario,
se colgaron las calles vistosamente, regándolas de flores y í>onien-
do arcos en ellas para la procesión que salió, del Divinísimo Sacra-
mento, para que cumpliesen con el precepto los reos de ella, que
pasaron de más de cuarenta, iba mucha clerecía con luces, la mú-
sica de la iglesia, los cuatro curas, y el más antiguo de ellos llevaba
a Su Majestad bajo un rico palio de tisú y sus varas de plata de
martillo ; detrás iba de respeto una rica estufa, la que tiraban cor-
pulentas muías; el refresco fué con la misma pompa y el concurso
numeroso. . . fué numerosa la concurrencia que a la ida y a la vuel-
ta se mantenía en las calles, las que se vieron alfombradas de flo-
C. XI. ALGUNOS ECLESIÁSTICOS Y SEGLARES 281
íes, y en todas ellas diversidad de clarines, chirimías e instrumen-
tos de música. . . ."
¡ Qué diéramos ahora por que en nuestras cárceles resplande-
ciese otra vez la pascua florida, y que se les llevase a los presos pa-
ra su regeneración el Santísimo Sacramento, en vez de los actua-
les medios de "refomia:" la marihuana y el trapo rojinegro!
Después de la cuaresma venía con más fuerza y con un mo-
tivo elevado el período de alegría espiritual; estas pascuas dice el
diario: "muchas de las familias de esta ciudad han pasado a di-
vertirse a los deliciosos pueblos de Tacubaya, Mixcoac, Coyoacán,
San Ángel y San Agustín de las Cuevas, el más distante, de tres
leguas; en ellos hay hermosas casas de campo, amenos jardines,
crecidas huertas con todo género de exquisitas y delicadas frutas,
abundantes aguas en pulidas fuentes, pilas y tanques, en sus cer-
canías ; tiene frondosos lugares los que pasean frecuentes, teniendo
opíparos banquetes, festejos y armoniosa música y diversión de
todo género de juegos."
Estos rasguitos y otros mil que constan en diarios ingenuos
y sin tesis ninguna que probar, y que pueden le>er nuestros lecto-
res con gran fruición, nos ponen en el verdadero felicísimo esce-
nario en que florecieron nuestros cristianos antepasados del siglo
XVIII, y no las caricaturas copiadas de Moratín, con que quiso ca-
lumniar a su propia patria un desgraciado escritor.
Muchos ilustres caballeros de la ciudad de México quedan jun-
tamente encomiados con la sola vivida narración que nos hace
el diario sobre la fundación de la Cofradía de Caballeros Cocheros
del Santísimo Sacramento; dice así: "Hase formado (1758) una
cofradía del Santísimo Sacramento, aprobada por S. lima., de los
caballeros mozos patricios de este reino, para servir de cocheros
al Divinísimo, siempre que salga de viático para los enfermos, del
principal curato del Sagrario de esta santa Iglesia, sirviendo en
los días festivos, dos de ellos, el uno de cochero y el otro de sota-
cochero, con sus cuatro muías, y los demás días uno con sólo un
tronco, asistiendo desde las siete de la mañana hasta las nueve de
la noche, habiéndose obligado a mantener las muías y pagar a los
mozos que las cuidan; han hecho unifoiTnes, libreas encarnadas
con galones y ojales de plata, chupas y vueltas de lustrina (raso)
blancas, y en el pecho de la casaca un escudo de oro con el Diviní-
simo ; las botas blancas. Principiaron a servir desde el Jueves San-
282 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
to, 23 del que corre ; hállanse congregados los siguientes : el mayo-
razgo D. José Ángel de Cuevas Aguirre y Avendaño, regidor perpe-
tuo de esta ciudad y alcalde ordinario que fué de ellas, móvil princi-
pal de esta cofradía, y a quien nombraron por rector de ésta ; el ma-
yorazgo D. José Gorráez así mismo regidor de dicha ciudad y secre-
tario de Gobierno : el mayorazgo D. Atanasio de Zúñiga y Prado, re-
gidor de ella; D, José Antonio Gorráez Malo, primogénito de la ca-
sa mayorazgo de los Sres. Mariscales de Castilla ; D. Justo Regues-
to y Davales, primogénito de la casa y mayorazgo de los Sres. Con-
des de Miravalle; D. Rudesindo José Jiménez Bolio y Santa-Ana;
D. Francisco de Velasco y Medina y Torres, actual alcalde ordina-
rio de esta ciudad ; D. José Medina y Torres ; D. Manuel Santaella
Melgarejo y LfOberal; D. Manuel Rivadeneira Barrientes; D. Ale-
jandro Cosío Al varado, primogénito de la casa y mayorazgo de los
señores Marqueses de Uluapa ; el mayorazgo de los Sres. Marqueses
D. José del Villar VilLamil y Alvarado; D. José Mateos y Quirino;
D. Anastasio Santef ices, Pablo Fernández ; D. Juan Antonio Picado
Pacheco y Carranza; el Conde de la Moraleda; D. José Lanteri; D.
José Narvarte; D. Nicolás de Castro Romeo; Lie. D. José González
Castañeda, colegial antiguo del de Santos ; D. Tiburcio Alabarrano ;
D. Francisco Peña Flores, otros varios caballeros que pretenden
entrar en esta ilustre Archicofradía."
Este buen ejemplo de los aristócratas movió a los de clases
mf eriores a confirmar una congregación ya existente : "habrá tiem-
po de 16 años (dice Castro en 1758) que D. Manuel Villerías, tier-
no devoto del Divinísimo Sacramento, congregó a varios hermanos
oficiales, gente pobre para que todas las noches concurriesen al Sa-
grario de esta iglesia para acompañar con luces en todas las es-
taciones que hiciese el Divinísimo por Viático, a los enfermos, y
cada día han ido aumentando, incluyéndose en la hermandad algun-
nos eclesiásticos, mercaderes, cantores y músicos, quienes acom-
pañan con sus instrumentos, cantando los salmos del Miserere, y
rezando el santísimo Rosario con gran devoción y ejemplo, aunque
las noches sean oscuras, frías y airosas, sin obstarles fuertes agua-
ceros, pues tienen para este efecto unas ropas talares con capuchas
para guarecer las cabezas, y cada uno de éstos concurre con la li-
mosna que voluntariamente quiere para el gasto de la cera con que
alumbran, cuyo importe percibe el tesorero que tienen nombrado,
y a mayor abundamiento han hecho varias alhajas de plata de mar-
C. XI. ALGUNOS ECLESIÁSTICOS Y SEGLARES 283
tillo para el culto del Señor, y si en otra de las parroquias de esta
capital oyen tocar a estación, el rector despacha ocho de los her-
manos con cirios para que acompañen a Su Majestad; y el mes
pasado se presentaron ante Su lima, pidiéndole se sii'viera hacer
esta hermanad, Cofradía, con el título de los Santos Angeles, la
que confirmó y aprobó bajo de las condiciones que tiene hechas."
Si de estos grupos pasamos a individuos particulares encon-
trámonos a principios del siglo con un ilustre caballero portugués
cuyo nombre deben perpetuar las iglesias todas de la Nueva Espa-
ña: "Gloríase la simpática ciudad de Oaxaca, dice D. Nicolás León,
por haber abrigado en su seno al esclarecido varón, objeto de estas
líneas, y su justo orgullo se funda en el recuerdo de munificentísi-
mos hechos que ofuscados por el transcurso de los años, digno y me-
ritorio es revivirlos.
D. Manuel Fernández Fiallo de Boralla nació en la Villa de
Serpa (Portugal) el año de 1631, y fueron sus padres D. Francis-
co Fernández de Fiallo y Doña María de Boralla, nobles y con
fortuna más que mediana. Fué el menor de solos dos hijos habidos,
y también el preferido por sus progenitores a causa de la índole
suave y corazón sensible que dio a conocer desde muy niño.
Apenas había cumplido siete años de edad, cuando conociendo
sus padres el amor que a los pobres tenía, le encargaron repartiese
entre ellos cierta cantidad de dinero, favoreciendo así el desarrollo
de pasión tan noble y humanitaria.
De competente edad, ingresó en la milicia, bajo las órdenes de
caudillos españoles y asistiendo a varias funciones de guen:*a.
En una de ellas fué hecho prisionero por los moriscos, y cau-
tivo, pemianeció entre ellos durante algún tiempo.
El número de sus años de cautiverio ha sido imposible preci-
sarlo, sábese tan solo que fué redimido en unión de otros prisione-
ros a quienes por sus malas condiciones de salud ayudó de regreso
a España, llevando sobre sus hombros la provisión de víveres que
se les suministró.
A la muerte de sus padres, y quizás por no haber quedado con
grandes bienes de fortuna se trasladó a Nueva España, eligiendo
para su residencia la ciudad de Oaxaca. A esta ciudad llegó el 14 de
mayo de 1665. Parece que antes residió algún tiempo en Michoa-
cán.
284 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
Modesto en su porte, humilde en su trato, cariñoso, afable y
caritativo, bien pronto se conquistó el aprecio de sus conciudada-
nos, a la par que sus respetos.
Algo de sus costumbres y algunos raros sucesos que le acon-
tecieron, nos lo refiere con toda la sencillez de su tiempo, el jesuí-
ta Ordóñez, su panegirista.
"Fué, dice, su devoción de muchos años, madrugaba a las tres
de la mañana, íbase a San Francisco a oír Misa y frecuentar los
sacramentos. Recogióse con este cuidado una noche víspera de la
Natividad de María Santísima, y dormido profundamente, soñó,
que lo amagaban de robarlo, quitándole la vida, y que la Virgen
Ntra. Señora le decía. Duerme no te levantes. Así fué, y durmió
tanto que lo despertó la luz del día; contrastado de éste que juzgó
acaso, se vistió aprisa, y por una puertecilla excusada se fué a su
devoción, refirió a su confesor el caso y el sueño ; volvió a su casa,
y abriendo las puertas por donde se entraba de ordinario, subió y
halló a la única criada y a un chicuelo atados fuertemente y lasti-
mados. ¿Qué es ésto? preguntó. — Es, señor, que unos hombres
que esta noche entraron por esas tapias nos pusieron así, amena-
zándonos de muerte si alguno daba voces: su intento era robarte,
quitándote la vida, porque así lo preparaban, espiando para lograr-
lo cuando abrieses ; pero mejor lo hizo Dios con nosotros, que tú te
doiTniste hasta que te despertó la luz que a ellos ahuyentó.
"Esperaba en la Veracruz para navegar sobre las aguas del
mar la mayor parte de su hacienda en grana. . . cuando con repen-
tino asalto el enemigo saqueó aquel puerto, y dando de ojos los pi-
ratas en la bodega que depositaban su caudal, lo escapó Dios de
sus manos, y fué doble el beneficio, porque con la suya libró tam-
bién la hacienda de otros dos vecinos de esta ciudad. Y por ésto en
Ja flota inmediata navegó su grana a la Europa, y bien vendida la
retornó multiplicadas las ganancias, a su casa.
"Yacía enfeiTno y muy de riesgo, un amigo a quien empobrecie-
ron contratiempos, en ocasión de que D. Manuel se postró por su
última enfeiTnedad, y descuidando totalmente de sí, sin insinuar
algún efecto, de los que aquejan a un doliente, todo su cuidado fué
asistir al amigo enfeiTno, con repetidos considerables socorros a su
familia ; y ésto sin que alguno, ni los que con frecuencia lo asistía-
mos, como sus obligados, ni otros de sus familiares, entendiésemos
tal limosna; secreto verdaderamente admirable, tanto como el de
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Don Manuel Fernández Fiallo.
C. XI. ALGUNOS ECLESIÁSTICOS Y SEGLARES 285
otra obra pía, para la que dio más de veinticinco mil pesos, sin sa-
ber de ellos otro, que el que los recibió.
"¿Qué ha hecho Dios de fulana, nuestra vecina? pre^mtó cier-
ta vez a su críada. Y lo decía por ciei-ta señora, que cargada de hi-
jos, y viuda se retiró pereciendo, a un barrio lejos de la ciudad.— Se-
ñor, vive en tal paite, ella y sus hijos desnudos. Y en ésto no se
habló más. Otro día con gran disimulo cogió cantidad de varas de
lienzos, llenó una taleguilla de pesos, echó por guía a la criada
para que no viese el bulto, y paso a paso, arrastrándose, porque ya
estaba enfermo, se fué a la casa, llegó la criada a la puerta, y ha-
ciéndole señas desde lejos que pasase adelante, llegó solo, visitó a
su antigua vecina y dejándola con sus dos hijos vestidos y dineros,
se volvió muy sereno como si nada hubiese hecho.
"En cierta ocasión a media noche, iba un hombre con una car-
ga a cuestas, reconoció que lo seguía la ronda y echó por otra calle.
Hui-táronle la vuelta los ministros, y saliéndole al paso, le dijeron :
"aquí del Rey;" arrojóse y dio con el bulto en el suelo, escondiendo
el rostro por no ser conocido, instaba la guardia, y el de la carga
viéndose estrecho dijo : llegue el Sr. alcalde que sólo su merced ha
de conocerme; manda éste que su comitiva se retire, y descubrién-
dose aquel, se halló el juez con el capitán D. Manuel Fiallo que lle-
vaba en hombros un ajuar de cama para un enfermo, y confundido
de que lo cogiesen en hurto tan piadoso, quisiera antes haberse se-
pultado debajo de la tierra. . . .
"Vida tan meritoria tenninó el domingo 19 de mayo de 1790
a las 3 de la tarde, a los 77 años de su edad, en la casa número 49
de la antigua calle de San Nicolás, hoy día 8a. de la Avenida Hi-
dalgo, en Oaxaca."
Los padres jesuítas, como tan obligados, le hicieron magnífi-
cas honras en su iglesia, hoy de la Concepción, y allí mismo fué
inhumado (1).
(1) Réstanos tan sólo formar una detallada noticia de los cuantiosos
donativos que hizo:
En limosnas privadas y dotes para doncellas, en el espacio de cua-
renta años $ 500,000
Para el templo de la Merced 66,000
A San Agustín 30,000
Para la Compañía _ 80,000
A San Francisco 20,000
Al hospital de San Juan de Dios para diez camas 30,000
Al convento del Carmen 14,000
286 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
Otro bienhechor de la iglesia fué el célebre minero D. José
de la Borda, francés según algunos, o según su contemporáneo
autor del diario, aragonés ; de quien dice el mismo cronista : "Ha-
biendo tenido Su Santidad noticia de la persona de D. José de la
Borda, vecino y minero del real de Taxco, de sus ajustados proce-
dimientos, cristiana vida y difusión con que a manos llenas ha des-
pendido de muchos años a esta parte una suma de plata que en las
minas ha adquirido, entrando muchas religiosas en varios conven-
tos de esta misma ciudad con competentes dotes, socorriendo todo
género de necesidades en los pobres y fabricando un suntuoso tem-
plo para parroquia en el referido real ; que su arquitectura, reta-
blos, ornamentos, custodia, vasos sagrados, lámparas, candiles,
hacheros y blandones pasa su costo de 600,000 pesos; se dignó su
Piedad de escribirle una carta dándole las gracias, concediéndole
muchas indulgencias, privilegios y el altar de ánima en dicho tem-
plo, la que pocos días ha, recibió con el aprecio correspondiente a
tan especial honor,
"Vino a la Nueva España el año de 1716, de 16 años de edad.
Colegio de Niñas 11,000
A los betlehemitas 3,000
Para cinco sacerdotes seglares cuya obligación era llevar las varas
del palio y el guión 16,000
Para treinta y tres huérfanas 198,000
Legados para la Compañía - 20,000
Además de todo lo dicho, dotó muchas fiestas anuales, lámparas per-
petuas, capellanías y otras varias fundaciones. Reedificó las casas del ayun-
tamiento, ensanchó las cárceles, fabricó las carnicerías, y por más de seis
años hizo que a su costa se repartiesen a los pobres, de limosna, gran can-
tidad de carnes, e hizo varias fuentes públicas para comodidad y ornato
de los ciudadanos y de la ciudad. En su testamento dejó a los pobres ver-
gonzantes toda su ropa, y todos los géneros y efectos que sus encomende-
ros le remitiesen de España, reducidos a metálico, y todo ello ascendió a la
respetable suma de $80,000. Sábese también que compró el terreno de la
plaza del mercado, y luego lo cedió.
Unido al cura Ibarra reparó, o por mejor decir, construyó la iglesia y
casa cural del Marquesado, razón por la cual se conservan en la portada
de dicho templo los retratos de ambos, siendo el del cura Ibarra el de la
izquierda, y el de Fiallo el de la derecha. ^
Di.st¡nguió con especialidad a los jesuítas, y a su muerte los nombro
herederos del remanente de sus bienes.
Algo más que la humilde estatua existente en el citado lugar merece
este insigne benefactor de la ciudad de Oaxaca, deuda de gratitud que los
hijos de ella deben saldar, erigiéndole un monumento digno de ambos.
En estos últimos tiempos y al formarse la moderada nomenclatura de la
ciudad, el ilustrado cuanto modesto Sr. D. Francisco Uriarte, no olvidó a
Fiallo,' quedando con este nombre una de sus calles.
C. XI. ALGUNOS ECLESIÁSTICOS Y SEGLARES 287
Casó en Taxco en 1720 con Da. Teresa Verdugo, y enviudó siete
años después, de cuyo matrimonio procedieron el Dr. D. Manuel
de la Borda y la Madre Ana María de San José, monja en el con-
vento de Jesús María de México. Trabajó minas en Tlalpujahua,
Taxco y Zacatecas, con tal felicidad, que en todas tuvo bonanza,
habiendo ganado en ellas cosa de cuarenta millones de pesos, que
gastó con suma liberalidad en obras piadosas y caritativas en be-
neficio del país. Construyó la Iglesia parroquial de Taxco, en cuya
obra material invirtió 471,572 pesos, además del costo no menos
considerable de ornamentos y vasos sagrados, de los cuales la cus-
todia que hoy tiene la Catedral de México, y que se hizo para aque-
lla iglesia, costó cerca de 100,000 pesos. A sus expensas se ejecu-
taron obras públicas de grande utilidad en Taxco, y auxilió gene-
rosamente a aquella población, y a Cuernavaca en sus años de es-
casez, siendo muchos y extraordinarios los actos de generosidad
que de él se refieren. Su hijo el Dr. D. Manuel de la Borda constru-
yó la Iglesia de Guadalupe de Cuernavaca, y los jardines de la casa
que tuvo en aquella ciudad, en la que años después recibió esplén-
didamente al Arzobispo Haro en la Visita que hizo de aquella parte
del Arzobispado, dándole una función en los mismos jardines, ilu-
minados con luces de colores y fuegos artificiales, digna de un mo-
narca. Murió en Cuernavaca el 30 de Mayo de 1778."
"El 19 de Octubre de 1755 falleció a los sesenta años de su
edad, el General D. Francisco Echeveste, natural de Vizcaya; veci-
no y del comercio que fué de Manila, y treinta años ha, de estar de
Prior en el consulado ; entérresele en la Iglesia de nuestro Padre San
Francisco, con asistencia de un lucido concurso; aseguran testó
800,000 pesos; fueron sus albaceas D. Manuel de Aldaco, D. Am-
brosio Meave y otros sujetos ; sus mandas y legados han sido arre-
glados a su cristiana y ajustada vida; pasa lo que dio durante el
tiempo que se mantuvo en esta ciudad, en misas, dotes de monjas
y limosnas, de 200,000 pesos. Deja al Hospital de la Caridad de
Manila 50,000 pesos, al Hospital de Betlhemitas de esta corte para
dote de camas, 50,000 pesos, el fondo para que con sus réditos se le
digan todos los días siete misas en la Iglesia del Señor San Agus-
tín ; 10,000 pesos, a las religiosas de la Enseñanza y escuela de Ma-
ría ; y otras muchas mandas y legados a distintas personas que se
ignoran."
El bachiller D. Juan Caballero y Osio : uno de los hombres más
288 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
piadosos y caritativos que ha habido en nuestra América, fué na-
tural de la ciudad de Santiago de Querétaro, primer alguacil ma-
yor de esa ciudad, cuando secular ; y después de sacerdote, comisa-
rio de corte del santo oficio, por la suprema y general Inquisición ;
comisario de la Santa Cruzada, insigne fundador, patrono y tres
veces benemérito de la muy ilustre y venerable congregación de
Nuestra Señora de Guadalupe de esa misma ciudad, hombre lleno
de piedad y adornado de las más realzadas prendas. Concurrió con
cuantiosísimas sumas de dinero al establecimiento, aumento o per-
fección de muchas iglesias. A los pobres forasteros los socorría con
doscientos treinta pesos para que se restituyeran a sus tierras. Te-
nía dada orden a los confesores y médicos que por medio de un pa-
pel le avisaran las necesidades de los enfermos para socorrerlos
prontamente.
Todo esto hizo este piadoso clérigo dentro de esa ciudad, y
fuera de ella distribuyó lo siguiente: fabricó de nuevo la iglesia
del convento de Santa Clara de México. Dio mil pesos para la por-
tada del Oratorio de San Felipe Neri de esta capital. Les fincó a
los padres 8,000 pesos para pan, y les dio mientras vivió, carnero
y medio cada semana para su comida. Ayudó a la fábrica del co-
legio de Belem, y socorrió a sus alumnas por espacio de treinta
años, con dos carneros todas las semanas. Hizo de nuevo el novi-
ciado de los padres jesuítas del colegio de Tepotzotlán, en que gas-
tó más de sesenta mil pesos. Concluyó la iglesia de Santo Domingo
de Guadalajara. Dio a los padres provincial y procurador de la
Compañía de Jesús de esta provincia mexicana, ciento cincuenta
mil pesos con varios ornamentos, ropa y otras muchas cosas para
las misiones del descubrimiento de las Californias. Fundó en Lo-
groño (que era la patria de su padre) una hermosa capilla, en que
dotó una misa todos los días de fiesta. Dio muchos dotes para reli-
giosas, así en México como en Querétaro. Finalmente dio mientras
estuvo vivo, tanta gruesa de limosnas, que nunca las pudo computar
el guarismo, pareciendo imposible el que alcanzasen las cuatro ha-
ciendas que tenía, a tanta profusión de caridad. Este hombre tan
generoso, caritativo y limosnero, fué al mismo tiempo un sacerdo-
te humilde, virtuoso y arreglado.
Antes de ser electo por primer alguacil mayor de esta ciudad,
concluyó en México sus estudios hasta quedar graduado en teolo-
gía: después fué condecorado no sólo con la sublime dignidad del
C. XI. ALGUNOS ECLESIÁSTICOS Y SEGLARES 289
sacerdocio, sino con los honoríficos cargos de comisario del Santo
Oficio y de la Cruzada, como dijimos antes; y en fin, fué enriquecido
con un muy cuantioso patrimonio ; pero en medio de estos honores,
de riqueza y opulencia, se portaba en todo como un clérigo particu-
lar, sirviendo a tantos cuantos lo ocupaban, con la mayor genero-
sidad. Cuando hizo la donación de los ciento y cincuenta mil pesos
para las misiones de las Californias, se la hizo presente al rey de
España el R. P. Bernardo de Rolandegui, ex-provincial de la Com-
pañía de Jesús de México, y procurador general en Madrid; y
por ella le escribió su majestad las gracias, instituyéndolo "Ade-
lantado de la California"; mas él renunció este honorífico título,
por cuya renuncia le ofreció dos obispados en España, los que tam-
poco aceptó, pues sólo procuraba en aquel tiempo disponerse para
la muerte. Con este fin se retiraba todos los años al Colegio de San
Ignacio de padres jesuítas de esta ciudad a tomar los ejercicios
de alma y cuerpo. En este tiempo entregaba al padre rector del co-
legio la llave de un arca en que había una gran cantidad de dinero,
dándole orden de que a cualquiera que justificara algún débito o
acción contra sus bienes, al instante sin darle cuenta, le pagase lo
que fuera ; y para que ésto llegase a noticia de todos, observó en los
últimos años de su vida, no sólo decir a los criados lo publicaran,
sino el poner rotulones en las esquinas que decían : Si alguno tuvie-
re alguna cosa que pedir contra los bienes de D. Juan Caballero
y Osio, ocurra al padre rector del Colegio de la Compañía de Je-
sús, que teniendo justicia, será pagado. Al tiempo de sus ejercicios
hacía confesión general, y formaba cada año su testamento, en el
que es de advertir una cosa muy singular, y es que dentro del año
lo cumplía en lo piadoso; y así, si legaba dotes, misas, o limosnas,
al instante se efectuaba; si determinaba fabricar alguna iglesia,
se hacía cálculo de su costo, y se apartaba de sus bienes antes del
año, aunque gastaba en ella mucho más; pues varias veces repar-
tía para su adorno los ricos ornamentos de su oratorio, y aun su
plata labrada. El año de 1669 repartió todo cuanto tenía, de suerte
que se quedó sólo con un crucifijo sobre su mesa. Murió este gene-
roso y caritativo sacerdote lleno de virtudes y santas obras, en la
casa donde estuvo la alhóndiga de Querétaro, el día 11 de abril de
1707, a los sesenta y tres años de su edad, y fué sepultado en la
Santa Casa de Loreto, dentro de una caja de hierro, mandando po-
ner por epitafio sólo estas breves palabras. "Haec requies mea."
290 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
D. Pedro Romero de Terreros, primer conde de Regla, nació
por los años de 1710 en Cartagena, del arzobispado de Sevilla;
era hijo de D. Felipe y de Da. Ana Terreros Ochoa y Castilla.
Como alcalde ordinario en Querétaro fueron innumerables los
bienes que proporcionó a la población ; y hablando el P. Villaf ranea
de esta época, exclama con el acento de la verdad: "¿Qué miserias
no remedió? ¿Qué desgracias no precavió? ¿Cuál fué el litigante
que se pudo quejar justamente de no haber sido' atendido por sus
derechos? aun a aquellos a quienes daba la ley una repulsa de-
sabrida en sus injustas pretensiones llevaban a lo menos el des-
pacho favorable del trato humano y benigno con que el juez los
desengañaba.
Faltaban víveres para la expedición contra Panzacola, el con-
de de Regla abrió sus trojes y 3,000 cargas de trigo fué el pobre
socorro con que contribuyó para las necesidades del Estado.
Comprendió la importancia de las misiones; de esos religiosos
que con el crucifijo en la mano y la palabra divina penetraban
hasta el aduar del salvaje: presididos y misiones, he aquí la mu-
ralla única de nuestra frontera. Estaba reservado para el siglo
de las combinaciones y cálculos, ver ésto en la abyección. El con-
de de Regla abrió sus cofres, prodigó sus limosnas, y después de
algún tiempo, los RR. PP. guardianes del Apostólico Colegio de
Propaganda Fide de Querétaro, pudieron certificar que para los
piadosos objetos antes indicados, habían recibido 90,823 pesos.
Entre sus papeles hay partidas por este tenor: 41,993 desde
febrero de 1755 a setiembre de 1756 como limosnas para la fá-
brica del convento de San Fernando, además del colateral y el
órgano.
Para el colegio de Pachuca, 1,000 mensuales; se le han perdo-
nado algunos miles como limosna; una librería que naufragó en
el navio "Buen Consejo;" para el aumento de su fábrica 80,000
pesos.
Además de ésto las Capuchinas de Guadalupe, Corpus Christi,
San Pablo, el Hospicio de pobres; y especialmente las poblaciones
de Querétaro y Pachuca conservan mil y mil recuerdos.
Por último, y como testimonio más benéfico y auténtico de
su bondad, puede citarse el Monte de Piedad, fundado en 1774 con
la dotación de 300,000 pesos para socorrer por vía de préstamo a
las urgencias del público, con el moderadísimo premio de tres gra-
C. XI. ALGUNOS ECLESIÁSTICOS Y SEGLARES 291
nos cada seis meses. Hoy se cobra un duplo por los quebrantos que
padeció anteriormente este útil establecimiento. En un documento
auténtico que tenemos a la vista, hablándose del Monte de Pie-
dad, dice: "que desde su fundación hasta el fin de Noviembre de
1802 fueron socorridos 942,184 individuos, con la gruesa suma
de 16.688,514 de pesos."
Estos son los actos más notables de la vida pública del Sr. Te-
rreros; en cuanto a los privados fueron tan abundantes y repeti-
dos, que sería necesario ocupar muchas páginas para enumerarlos.
En medio de las prodigiosas riquezas que le prodigó el cie-
lo, conservó siempre un carácter humilde, un genio amigo de tratar
con dulzura y cariño a los inferiores, y unas costumbres puras, so-
brias y sencillas que en esos tiempos le acarrearon la crítica de mu-
chos de sus parientes y títulos de Castilla, para quienes era una
continua y práctica lección la vida ejemplar y virtuosa del conde.
Concedióle Dios larga vida sobre la tierra, como a todo varón
justo; pero agobiado por los años sintió próximo su fin. Entonces
reunió a sus hijos e hizo que en su presencia se leyese una carta
elocuente y llena de solemnidad. Así terminó su vida a los 71
años de su edad, en 28 de noviembre de 1781.
De estos insignes bienhechores así como de los ya en otra par-
te de esta obra conocidos, nos ocupamos, y con mucho gusto por
cierto, no sólo en fuerza del agradecimiento, sino porque en los ri-
cos, el dar supone verdadera virtud cristiana: es un acto heroico
para ellos., más que para el pobre, desprenderse de los dineros que
ya en su imaginación por muchas veces han contemplado como
fuente y origen de otras riquezas mayores ; el desprendimiento en-
tre ellos de una parte de su capital tiene todo el valor que en los
coleccionistas tendría el deshacerse de un objeto integrante de su
muy acariciada colección.
Mas no por esto hemos de olvidar a otros bienhechores de me-
nor escala, como fué por ejemplo D. Juan Altamirano, asentista
y contador de las cajas reales, que dejó para obras pías 250,000
pesos, de los cuales 20,000 eran para la Misión de Sonora. Este
señor murió a los 85 años de su edad, en 1757.
Tampoco olvidaremos a Da. Leonor de Recabarren fallecida
tres años antes; la que dotó a perpetuidad cuatro tandas de ejer-
cicios, o lo que es lo mismo, dejó dinero suficiente para que cuatro
292 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
veces al año treinta y tres caballeros pudiesen hacer gratis los
ejercicios espirituales, pagando ella su alimentación.
Un año antes falleció en el Hospital de Inocentes de la Cari-
dad, un pobre hombre Manuel Villegas, medio asimplado, limosne-
ro que fué del dicho hospital 26 años, en cuyo tiempo recogió más
de mil pesos para los locos, o como entonces se decía los inocentes,
mendigando de puerta en puerta ; y añade el cronista por su cuen-
ta, "era muy querido de todos los que le comunicaban, por el sazo-
nado genio y gracejo con que pedía; enterrósele en la Iglesia de San
Hipólito con palma y corona, y con asistencia de innumerable con-
curso, siendo muy sensible su falta a aquellos religiosos."
Fué también muy popular y de mucho mérito el hermanito
Jerónimo Velázquez que era ,donado y limosnero de las madres in-
ditas de Corpus Christi. El 31 de julio de 1790 fué su entierro en
el convento de San Francisco, y se le hizo como si fuera de un pre-
lado: llevó la capa del P. provincial y se le enterró en el presbite-
rio en sepultura separada.
*
* *
No faltaron hombres de virtud muy excelente entre persona-
jes investidos de autoridad y mando, y por ende con más mérito,
pues ya sabemos que a la mayor parte de los hombres tanto les pen»
judica el verse en tales alturas. Uno de ellos fué el coronel Váz-
quez de Lorrea de cuya muerte dice el diario : "El 20 de Febrero
de 1576 se le participó a S. E. por el corregidor de Querétaro, có-
mo habiendo llegado a aquella ciudad el teniente coronel D. José
Vázquez de Lorrea, provincial de la Santa Hermandad por S. M.,
en estos reinos, había ajusticiado en ella a cuatro salteadores.
A los tres días le sobrevino un fuerte tabardillo, y aunque se le asis-
tió con esmero por los médicos, tomó cuerpo el accidente, y habien-
do hecho todas las disposiciones de cristiano, falleció y fué sepultado
en la iglesia del Beaterío de Santa Rosa (de donde era insigne bien-
hechor), asistiendo el ayuntamiento, prelados y nobleza de aquella
ciudad de donde era natural. Fué muy sensible a S. E. esta noticia,
lamentable a esta república y reino por la falta de un ministro tan
exacto, vigilante y desinteresado e integérrimo, freno y terror de
los bandidos, facinerosos, bandoleros, salteadores y macutenos, a
quienes seguía hasta ponerlos en el suplicio en la forma que lo prac-
San Pc-dro, pintado pm- /niharái
C. XI. ALGUNOS ECLESIÁSTICOS Y SEGLARES 293
tico SU difunto padre, D. Miguel, cuya falta fué tan sensible por
haber quedado ya en edad competente de continuar la comisión;
murió a la edad de 46 años de edad; dejó un hijo de 15 años, quien
(aunque dicen tener ya la Acordada) sus pocos años no le permitían
servirla."
Sobre el excepcional gobernador de Yucatán D. Antonio Fi-
gueroa y Silva, nada puede darnos mejor luz que una carta del Sr.
obispo Gómez de Parada dirigida al rey, y dice así : "Me ha parecido
ser muy del servicio de Dios y de V. M. informarle sinceramente
del ajustado gobierno y buenas operaciones de D. Antonio de Fi-
gueroa y Silva, Mariscal de Campo de vuestros Reales Ejércitos
y Gobernador de aquella Provincia, por lo que pude concluir a que no
queden por acá sepultadas en el olvido, y a que sus sucesores se ani-
men a imitarlas y aplicarse con esfuerzo como D. Antonio, a vues-
tro real servicio y bien de sus vasallos.
"Al entrar en su gobierno se halló con la fatalidad de la total
falta del único alimento por falta de la cosecha del maíz, de que
no halló para el socorro común, y se aplicó con tal desvelo, y dis-
currió tales arbitrios para el común alivio, que pudo darle al pue-
blo el que no se podía imaginar hasta la futura cosecha, que ha-
biendo sido moderada la hizo muy abundante con las órdenes que
dio y forma con que se había de vender el maíz, quitando la anti-
gua con que los principales la encarecían a su arbitrio, y sin poner
tasa, con sólo hacerlo vender a su vista, se redujo a la baratura que
no se había visto en muchos años.
"El decoro y gravedad de su porte y persona es ejemplo en la
devoción y compostura de todas sus acciones, el recato de su casa
y familia, como cosa no acostumbrada a verse, ha movido más que
muchos sermones a la composición de las disolutas costumbres de
aquella Provincia. La actitud de la justicia, el celo y cuidado de
las costumbres ahora es cuando lo he comenzado a ver. Ya se ven
castigados por la justicia Real en lo más remoto, los jugadores,
los amancebados, los que abandonan a sus mujeres y obligaciones,
dados a una vida disoluta. Ya los jueces inferiores siguen el mismo
rumbo y se respeta la justicia y teme el que peca lo irremediable
del castigo, y se sabe que el servicio de Dios es el de Vuestra Ma-
jestad.
"El esmero y cuidado que ha puesto en el gobierno de los rudos
indios ha sido tal cual ellos lo necesitan, como el que tiene un padre
294 INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
O madre de familia de las cosas mínimas de su casa, llevándolos
de la mano, y a veces con fuerza aun para su propio bien ; cuidando
de que hagan milpas para su sustento, de sus norias y demás cosas
que aun siendo necesarias para su vivir las ha olvidado su deja-
miento. Los ha protegido y defendido de los que abusan de su sim-
plicidad y vileza de ánimo, y les pretendían agraviar según los usos
antiguos; y sobre todo, con no haber hecho repartimientos, ni per-
mitido el que otros lo hayan hecho por conocimiento, ni aun al te-
sorero de Cruzada; les ha hecho infinitos beneficios y redimídolos
de infinitos males.
"El porte que conmigo ha tenido y con el estado eclesiástico ha
sido como el de un gobernador cristiano y discreto, habiéndole
merecido el respeto y atención que no había experimentado en otros,
ofreciéndoseme de oficio y de antemano para todo cuanto necesita
un Obispo que pretende la reforma de su Diócesis. De que ha resul-
tado el que sin ruido ni violencia alguna haya yo podido remediar
mucho, viendo los subditos que ambos íbamos a un fin, y que cada
uno de los dos en su materia pretendía imprimir la imagen misma
de las buenas costumbres con suma conformidad en los dictáme-
nes. Y por último, se ha esmerado D. Antonio en formar aquella
república introduciéndose todas las costumbres y estilos racionales
y virtuosos con que se crió, excitando y enseñando a sus veci-
nos a la devoción, disponiendo que los Regidores de la Ciudad y
villas, en forma de tales cumpliesen con la Iglesia el Jueves San-
to, con el Clero, como se hace en todas partes para el buen ejemplo ;
habiéndose hecho cargo de edificar de bella arquitectura desde los
fundamentos, la ruinosa Iglesia de Santa Ana, ayuda de parroquia
de la Ciudad, asistiendo personalmente de sobrestante como es
preciso, por no poderse de otra suerte lograr, y lo que es más de
aplaudir, condenando a los culpados del vulgo a trabajos personal-
mente en la obra, y a los de mayor esfera culpados en amanceba-
miento, juegos y demás vicios que tan plagada tenían la tierra, en
multas pecuniarias para dicha obra pía con el celo que pudiera el
más vigilante Obispo.
"Todo lo cual así como llevo referido, lo he visto y celebrado
en poco más de dos años de su gobierno, y dado de ello a Dios gra-
cias, debiéndoselas dar a V. M. muy rendidas, pues nos envía tales
gobernadores que solicitan edificar, mirar por el público, y por el
servicio de V. M. cuya Católica Real Persona guarde su Divina
C. XI. ALGUNOS ECLESIÁSTICOS Y SEGLARES 295
Majestad los muchos años que le ruego y deseo para el bien de su
santa iglesia. Tlacotalpan de la Provincia de Tabasco y Julio 20
de 1728. — Juan Obispo de Yucatán, Electo de Guatemala."
Deben también citarse con su merecido encomio los nombres
de D. Eliseo Llanos de Vergara, alcalde de México, rector de la
cofradía antiquísima y nobilísima de la Santa Veracruz, miembro
de las mesas directivas de todas las archicofradías, tercero de to-
das las terceras órdenes, y en una palabra bienhechor de todo Mé-
xico. Se le hizo entierro muy solemne y se le dobló en todas las
iglesias de la capital.
En pos aparecen los nombres de D. Ignacio Ferrer, natural
de Puebla, oficial mayor de la secretaría virreinal, cargo que ejer-
ció por muellísimos años con grande probidad y virtud; D. José
Dávalos Espinosa, decano de la orden de Santiago, regidor perpe-
tuo de México; a quien por su grande integridad y actividad en-
cargaron siempre los virreyes las comisiones de más consecuencia
para beneficio del público. Tampoco hemos de olvidarnos del pro-
tomédico de la ciudad, D. Manuel Avila que dedicó la mejor parte
de su vida, renunciándolo todo, a cuidar de los enfermos bajo el
humilde hábito de San Juan de Dios.
Mucho deploramos la escasez de datos biográficos sobre cris-
tianos indígenas que con tanto gusto hemos consignado en los dos
tomos anteriores a éste, y no menos escasos son los de vírgenes
que en el estado secular sirvieron a Dios Nuestro Señor. ¿Cómo no
se les ocurrió a tanto escritor de biografías, en vez de contarnos
tantos prodigios y milagros increíbles, el ofrecernos una pintura
de lo que ciertamente eran tantas señoras mexicanas, llenas de fe
y de dulzura, y el verdadero tesoro de una nación? Tendremos que
contentamos, como ahora se hace, con "el soldado incógnito," con
ofrecer a la madre incógnita, al ideal de la señora mexicana, las
alabanzas que tanto se merece, según que se ven reflejadas a tra-
vés de tantas generaciones, en los cristianos corazones de sus des-
cendientes.
PARTE SEGUNDA
LAS MISIONES
CAPITULO PRIMERO
MISIONES DEL CONTINENTE
La relación de Revillagigedo. — Misiones en la Baja Sonora y en la Pi-
mería — Adquisiciones en beneficio de los indios. — Misiones de la Nneva Viz-
caya— Tepehuanes y Tarahumares. — Misiones de la provincia de Coahuila. —
Nueva Extremadura. — Trabajos apostólicos en el nuevo reino de León. — Mi-
siones en Tampico. — Entrada y establecimiento de las misiones del Nayarit.
— Espíritu y dificultades de las misiones en el siglo XVIII.
bibliografía especial
Ar.EGBE, JAVTEB. — Historia de la Compañía de Jesús en Noera Espaüía.— Mé-
xico, lí^L'.
ABBECIVITA, JUAN DOMINGO.— Crónica Seráfica y Apo«t6U<» d«I Oolerio de
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ESPINOSA, ISIDRO FÉLIX DE.— Chronlca ApostóUra y SeráHca de todos Io« Co-
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HEBN.VEZ, JAVIEB. — Balas, Breves y otros Documentos relativos a la Iglesia de
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PEBEZ DE EIVAS, AND BES .—Historia de los Triunfos de Nuestra Santa Fe. —
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SÁNCHEZ, DANIEL.- Fray .\ntonio Margll de Jesús.— Guatemala, 1917.
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VAN'EGAS, JIIGCEL. — El Apóstol Mariano representado en la Vida deJ V. P. Joan
Harfa de Salvatierra. — México, 1754.
300 LAS MISIONES
UNQUE la creación de los obispados del norte ya daría
oportunidad para que las misiones se reseñasen entre
las instituciones de la Iglesia organizada, sin embargo,
las realidades históricas hasta el fin del siglo XVIII y
por muchos años después, nos llevan a la dolorosa conclusión de
que aquellos organismos parciales no vivían del gran organismo
jerárquico de la Iglesia Mexicana y les faltaba mucho para llegar
a ello.
La historia de las Misiones en nuestro siglo XVIII es nada
menos que la historia de la mayor parte de la República, porque
aunque la línea de civilización había ya avanzado, determinada por
los puntos: Soto la Marina, Monterrey, Monclova, y al otro lado
de la Sierra Madre, hasta Ostimuri o Alamos; por otra parte las
conquistas hacia el norte se extendían cada vez más en comarcas
más extensas y cada vez más pobladas y salvajes.
Nosotros, sin embargo, no nos internaremos por ellas indefi-
nidamente: persistimos en nuestro límite inicial, dejando de na-
rrar, con mucho dolor, conquistas espirituales tan eclesiásticas y
tan mexicanas como fueron las emprendidas en Texas por misione-
ros queretanos, en la Nueva California, por misioneros zacateca-
nos, y en Nuevo México por la antiquísima y benemérita provincia
del Santo Evangelio, y sólo por unos momentos nos asomaremos a
esas regiones para recoger reverentes la sangre de nuestros már-
tires y paisanos allá derramada, para con ella honrar las páginas
de esta historia.
Con haber diferentes crónicas sobre nuestras misiones en el
continente, faltaba una historia de conjunto y la echaron de me-
nos en el gabinete de Carlos III ; por lo que en 31 de enero de 1784
se giró real orden que recibió el virrey D, Matías de Calvez para
que tal historia se escribiese. Verdaderamente no sabían lo que pe-
dían y la gran dificultad que encerraba el contestar al interrogato-
rio que con tanta facilidad formularon en Madrid.
Sólo la eficacia del segundo Revillagigedo y el talento y laborio-
sidad de su anónimo cronista, lograron después de diez años,
reunir y redactar un conjunto de noticias ordenadas sobre las mi-
siones que para nosotros resulta un documento de primer orden:
sus datos en efecto, y en cuanto hemos podido comprobarlo, son
C. I. MISIONES DEL CONTINENTE 301
exactos y pueden documentarse con las mismas piezas manuscritas
que le sirvieron de base y ahora se encuentran en el Archivo Gene-
ral de la Nación en tres secciones: "Intendencias," "Provincias
Internas" y "Misiones." La imparcialidad de su criterio se prueba
por un juicio reflejo; por el buen concepto que muestra de la labor
jesuítica en dichas misiones, no acá y acullá, sino embebido en todo
el documento, aun sabiendo que con ello iba a molestar en gran
manera a los anti jesuíticos ministros de Carlos III, que tales infor-
mes pedían.
Aun cuando principalmente narra Revillagigedo los hechos
acaecidos en las postrimerías del siglo, con mirada retrospectiva
sintetiza los hechos pasados y por todo ello, esta preciosa caii;a tie-
ne que ser el insustituible, inmejorable documento entre sus con-
temporáneos para la historia de nuestras misiones del norte. Por
eso, lo habremos de utilizar descartando para apéndices los esta-
dos y partes áridas menos necesarias y supliendo lo que el buen
virrey no consignó en su escrito, porque tampoco se le pedía, pero
que para nosotros resulta muy principal: la vida espiritual de las
misiones con sus vicisitudes y sus salientes particularidades, así
en hechos como en individuos.
Hechas estas advertencias, irán viendo sucesivamente nues-
tros lectores la descripción de las misiones de Sonora y Sinaloa,
las de la Intendencia de Durango, principalmente la de la Tara-
humara, las de Coahuila y Nuevo León así como las del nuevo San-
tander en el hoy Estado de Tamaulipas. En cambio, no nos parece
incluir en esta genera] descripción las llamadas misiones de Río
Verde, pues aunque con tal nombre, no eran más que parroquias de
regulares, ni tampoco la de Sierra Gorda, ya historiada en el siglo
anterior donde tuvo su centro histórico, y más, habiéndose secula-
rizado a mediados del siglo que historiamos.
* *
Divídese la provincia de Sonora en tres grandes partidos o ju-
risdicciones, que se denominan y conocen por los nombres de la
misma provincia, y Pimería Baja y Alta: se halla situada la pri-
mera a las vertientes de la Sierra Madre ; empieza la segunda desde
el presidio de San Carlos de Buenavista, en las márgenes del río
Yaqui hasta el real de la Cieneguilla, sobre la distancia de 117 le-
guas, extendiéndose la tercera desde este mismo real hasta el río
302 LAS MISIONES
Colorado, y retrocediendo por la línea de presidios avanzada al nor-
te de la provincia, hasta el de Frontera, colindante con el Janos,
oue es el último de la Nueva Vizcaya.
Los territorios comprendidos en las cuatro últimas partidas
de la recopilación antecedente, fueron el teatro de los apostólicos
afanes de los regulares de la extinguida Compañía de Jesús, desde
el año de 1591, que fué el de su ingreso en Sinaloa, hasta el de 1767
de su expatriación.
En este tiempo fundaron y administraron todas las misiones
de la provincia, dejándolas en el estado más floreciente y en el de
secularizar o erigir en curatos la de los partidos de Sinaloa, Os-
timuri, y aun algunas de las de ambas Pimerías, entregándolas al
ordinario.
Se iban a tomar estas providencias cuando se verificó la ex-
pulsión de lo jesuítas, y como fué casi momentánea, no se halla-
ron tan pronto como se necesitaban, los recursos de sustituir a es-
tos religiosos, con los que después de algún tiempo se hicieron car-
go de las desamparadas misiones.
Para su mejor antiguo gobierno las dividieron los regulares
extinguidos en rectorados, con la justa mira de que los misioneros
tuviesen siempre a la vista un inmediato superior que celase sobre
su conducta y procedimientos.
Era, pues, cada pueblo de misión una grande familia que,
compuesta de multitud de personas de los dos sexos y de todas eda-
des, reconocían dócilmente la discreta, suave, y prudente sujeción
de su ministro doctrinero, que miraba, cuidaba y atendía a sus fe-
ligreses como verdadero padre espiritual y temporal, instruyéndo-
les en la vida cristiana y civil.
Todos estaban impuestos en el catecismo, asistiendo con pun-
tualidad a la misa en los días festivos, a la doctrina y a los ejerci-
cios devotos ; y muchos entendían y hablaban el idioma castellano,
siendo también muy raro el regular extinguido que no sabía o no
se aplicaba a entender el de los indios de su misión.
Ninguno de éstos andaba desnudo; se cubrían con vestuarios
humildes, pero decentes y aseados; nunca les faltaba su regular y
sobrio alimento, y cada familia tenía su pequeña casa, choza o
jacal dentro de pueblos formales, tanto más reunidos en los terri-
lorios avanzados a la frontera, cuanto era mayor su exposición a
las hostilidades de las naciones bárbaras o gentiles, por cuya ra-
C. I. MISIONES DEL CONTINENTE 303
zón no sólo se cercaban con sencillas murallas o tapias de adobe o
piedra, sino que se defendían con pequeños torreones fabricados
sobre los ángulos de la población.
Las iglesias eran capaces y proporcionadas; algunas podrían
llamarse suntuosas con respecto a su destino y situación, y por lo
común lo eran todas en sus altares, en sus imágenes, en sus pintu-
ras exquisitas, y en la rica y aun opulenta provisión de ornamen-
tos, vasos sagrados y otros utensilios.
Las casas de los padres ministros, sus modestos pero comple-
tos muebles, los almacenes y trojes para depósito y conservación
de semillas, frutos, géneros y efectos de primera necesidad, eran
edificios y adquisiciones que acreditaban el arreglo y económico
gobierno de los fundadores de las misiones de Sonora.
Nada de esto podía hacerse con los cortos sínodos de 300 pe-
sos que consignaba la piedad del rey a cada misionero, y cobraba
anualmente uno de los regulares extinguidos, con el título de pro-
curador, en las cajas de esta capital; pero así como se esmeraban
los padres ministros en cuidar muy particularmente del alimento,
vestuario y educación cristiana de sus indios, también les obligaron
con prudencia a trabajar en las labores del campo, y en las que po-
dían desempeñar dentro de sus pueblos con conocidas y ventajosas
utilidades.
Por este medio llegaron las misiones de los regulares extin-
guidos, casi en lo general, a la mayor opulencia, aumentándose sus
bienes con las mercedes de tierras que registraron, y de que toma-
ron posesión con títulos reales para establecer estancias, o ranchos
de ganados mayores y menores, con abundantes criaderos de ye-
guas, caballos y muías.
Estos bienes temporales, adquiridos en propiedad para bene-
ficio de los indios, y de los pueblos e iglesias, se consideraron co-
rrespondientes a los regulares extinguidos al tiempo de su expa-
triación ; y como entonces por no haber otros misioneros que los
sustituyesen, se pusieron a cargo de distintas personas seculares,
con nombramientos de comisarios reales, hasta que el Sr. marqués
de Sonora, siendo visitador general, dispuso su devolución a los
nuevos ministros sagrados, ha sido esta la verdadera causa motriz
de la ruina de las misiones, hallándose el mayor número de ellas
sin sacerdotes, sin iglesias y sin los bienes de comunidad que disi-
paron los comisarios reales.
304 LAS MISIONES
La misión de Sonora es una de las que merecen el mayor cui-
dado y atención, por su vecindad inmediata a la península de Ca-
lifornia, por lo dilatado de sus territorios, que pueden llamarse
desiertos, sin embargo de que según los últimos padrones formados
en el año de 1781, consistía el número de sus habitantes en 87,644
personas de los dos sexos, de todas edades y castas.
Por lo descubierto de sus costas del mar del sur y por las ri-
quezas que ofrece esta provincia en sus minerales y placeres de oro
y plata, en la fertilidad de sus campos, muy a propósito para la
abundancia de cría de ganados, para la siembra de toda clase de
semillas y frutos, y para el cultivo del algodón, grana y añil; y
finalmente en sus placeres de perlas, descubiertos y abandonados
por la falta de gentes y de auxilios, y por las hostilidades de los
indios bárbaros, merece Sonora el mayor cuidado y atención.
MISIONES DE LA INTENDENCIA DE DURANGO,
ESTABLECIDAS EN EL TERRITORIO DE LA NUEVA VIZCAYA
Esta provincia es el centro de todas las internas, y la mayor,
más rica, poblada y de antigua conquista: se halla entre los 23°
33' de latitud boreal y entre los 225« y 271« de longitud, contada
desde el meridiano de Tenerife, y se subdivide en cuatro partes o
grandes territorios que se conocen por los nombres de Tepehuanes,
Tarahumara, Topia y Batopilas.
La ciudad de Durango o Guadiana, la villa del Nombre de Dios,
los valles de Santiago de Papasquiaro y San Bartolomé, los reales
de minas del Parral, del Oro, de Indee, Chihuahua y Conguariachi,
son las principales poblaciones de Nueva Vizcaya, habiéndose sus-
traído de ella y agregado a la provincia de Coahuila, en virtud de
real orden de 21 de mayo de 1785, el grande pueblo de Parras y la
villa del Saltillo.
Según los últimos padrones formados en los años de 79, 80 y
81, pasan de 120,000 personas de los dos sexos y de todas edades y
castas las que pueblan esta dilatada provincia, capaz de mantener
un millón de gentes en sus fértilísimos y verdaderamente desier-
tos territorios.
Fueron muchas las naciones que poblaban los territorios de
Nueva Vizcaya al tiempo de su conquista; pero hasta fines del si-
C. I. MISIONES DEL CONTINENTE 305
glo XVI no empezaron a reducirse y congregarse en las misiones
que fundaron los regulares extinguidos, y algunas, aunque en corto
número, los franciscanos de la provincia de Zacatecas.
Los regulares extinguidos administraron las de su cargo ba-
jo las mismas reglas de buen gobierno que las de Sonora, entre-
gando a la mitra las que pudieron secularizarse en distintos
tiempos.
En el de la expatriación de dichos religiosos dejaron vivas 27
misiones que despojadas de sus bienes temporales, se pusieron a
cargo de sacerdotes clérigos y de los misioneros del colegio apos-
tólico de Nuestra Señora de Guadalupe de Zacatecas.
En cuanto a gobierno y política de los pueblos de Indios, se
han tomado en todos tiempos muchas providencias arregladas a las
leyes por mis antecesores, por los gobernadores de las provincias,
y por los comandantes generales ; pero como todos los vicios de pro-
vincias internas son de constitución, no es muy fácil remediarlos, ni
por consecuencia las malas costumbres de los indios, su aplicación
y desidia a la agricultura, a las artes y a todo lo que pueda contri-
buir a sus intereses particulares que desprecian, prefiriendo la li-
bertad o el desahogo de sus inclinaciones para la embriaguez, a la
lujuria y al robo.
MISIONES DE LA PROVINCIA DE COAHUILA
O NUEVA EXTREMADURA, COMPRENDIDA EN EL GRANDE DISTRITO
DE LA INTENDENCIA DE SAN LUIS POTOSÍ
En la mitad del siglo próximo pasado (1650), se ocupó o con-
quistó una parte de los inmensos y desiertos territorios que se supo-
nen correspondientes a la provincia de Coahuila, situada entre los
26 y 32 grados de latitud boreal, y entre los 262 y 272 grados de
longitud desde el meridiano de Tenerife.
La temporada del in^iorno, extremadamente fría en esta pro-
vincia, se reduce a los meses de noviembre, diciembre y enero,
siendo del mismo modo calurosas las demás estaciones del año, pero
muy saludable el temperamento; lo que se atribuye a la limpieza
de los territorios.
Todo su número consistía, según los padrones del año de 80,
en 8,319 almas ; pero hoy es mayor la población, porque en cumplí-
306 LAS MISIONES
miento de la real orden de 21 de mayo de 1785, se separaron de la
provincia de Nueva Vizcaya y agregaron a la de Coahuila las ju-
risdicciones del Saltillo y Pan-as, de competentes vecindarios.
Fundaron estas misiones los religiosos de la provincia de Ja-
lisco; administraron muchos años las de San Juan y San Bernar-
do los del colegio apostólico de la Santa Cruz de Querétaro, y hoy
se hallan todas a cargo de los descalzos de Pachuca.
Muchos serían los indios que desde la mitad del siglo XVI so-
licitaron o se ofrecieron al catequismo, si se regula el número de
ellos por el de sus naciones; pero lo cierto es que se redujeron muy
poco a los pueblos de misión en su establecimiento, y que solamen-
te han quedado unos cortos restos de aquellas naciones, con la con-
fusa memoria de sus nombres.
La corta porción de indios reducidos en la provincia de Coa-
huila ha causado al erario del rey el dispendio de millones de pesos
en el discurso de 117 años, desde el de 1676 que fué el del estableci-
miento de la primera misión, para mantenerlas, sosegar inquietu-
des de los mismos indios con tropas volantes y presidíales, y con-
servar el dominio de un dilatado país, que aunque cubierto de nu-
merosa gentilidad, nunca ha sido posible atraerle a la religión y
al vasallaje.
Erigidas las misiones, se mercenaron o señalaron a cada uno
los términos o tierras de su pertenencia con tanta generosidad, que
la que menos cuenta por suyos cincuenta sitios de ganado, habién-
doseles franqueado todos los auxilios que pudieron conducirlas al
estado más opulento.
Sin embargo, ni estos medios poderosos, ni los que procura-
ban proporcionar los religiosos de Jalisco a beneficio de los indios
reducidos, alcanzaron al arreglo de sus pueblos de misión, hasta
que en el año de 1690 se condujeron a la de San Miguel de Aguayo
catorce familias de tlaxcaltecas del pueblo de San Esteban del Sal-
tillo, colonia de la antigua Tlaxcala, para que instruyesen a los neó-
fitos en las labores del campo, en la cría y conservación de gana-
dos, y en las fábricas de su iglesia, casas y oficinas necesarias.
Esta acertada providencia fué repetida en el año de 1694,
trasladándose otras diez familias tlaxcaltecas a la misión de San
Bemardino de la Candela, y siendo hoy estos indios los dueños ver-
daderos de las cuatro primeras misiones y que llamaremos bajas,
para la más fácil o menos confusa explicación de su actual esta-
C. I. MISIONES DEL CONTINENTE 307
do, y del que tienen las otras cuatro misiones altas, avanzadas al
norte, y establecidas en los partidos de Gigedo y presidio del Río
Grande.
Las veinticuatro familias tlaxcaltecas, que se han ido aumen-
tando felizmente desde el tiempo de su transmigración, componen
con otras cincuenta y nueve de varias castas, los vecindarios de las
cuatro misiones bajas, porque de los indios reducidos han quedado
solamente las ciento ochenta y una personas de los dos sexos y
de todas las edades que existen en la misión de San Miguel de
Aguayo.
También se ha minorado considerablemente el número de los
que se congregaron en las cuatro misiones altas, sin embargo de
que en la de San Francisco de Vizarrón fué admitida una porción
de los julimes, venados, cíbolos, norteños y cholones, fugitivos de
la Nueva Vizcaya.
Las costumbres de estos indios vagantes, y de los correspon-
dientes a las parcialidades reducidas de Coahuila, no pueden ser
más perversas, porque dominados de toda clase de vicios, y en par-
ticular de la embriaguez, huyen del trabajo, y siempre hambrientos
y desnudos, se roban unos a otros cuanto pueden, ejecutando lo
mismo en los demás territorios de la provincia; y dando repetidas
sospechas de que cuando no se unan con los apaches lipanes para
hostilizar, les sir\^an de espías o les avisen el estado de nuestras
poblaciones y los movimientos de las tropas para que sean menos
aventurados los insultos.
No así los indios tlaxcaltecas, porque conservando la cons-
tante fidelidad heredada de sus mayores, forman la parte más se-
gura y recomendable de los vecindarios de Coahuila, de suerte
que sus pueblos florecientes deberían ya erigirse en curatos, aun-
que a los nuevos párrocos se les consignase algún sínodo a los
principios de su establecimiento, porque siempre sería menor es-
te gravamen que el de los que ahora satisface la real hacienda a
los religiosos que administran las misiones.
Las altas podrían también erigirse en curatos, estableciéndo-
se uno en el presidio del Río Grande, y otro en la misión del Dul-
císimo Nombre de Jesús de Peyotes, situada en el paraje más fe-
cundo de la provincia, a distancia de 500 pasos de la doctrina de San
Francisco de Vizarrón y a la de un cuarto de legua de la de San
Pedro de Gigedo ; siendo tan fácil esta reunión, como la de las mi-
308 LAS MISIONES
siones de San Juan y San Bernardo, que se hallan ubicadas a me-
dio cuarto de legua del presidio de Río Grande, en sus extremos
de oriente a poniente.
Aunque todos los indios de la provincia usan de sus idiomas,
entienden y hablan perfectamente el castellano, por lo que no ne-
cesitan los religiosos misioneros de aplicarse ímprobamente a sa-
ber los distintos de sus feligreses.
Desde que se fundaron las misiones han tenido sus gobernado-
res, alcaldes y regidores : se eligen y nombran anualmente con arre-
glo a las leyes de la Recopilación; el gobernador de la provincia
aprueba los nombramientos de los cabildos respectivos a las misio-
nes bajas, y el capitán del presidio del Río Grande los de las co-
rrespondientes a las altas.
Estos cabildos cuidan del buen gobierno y policía de sus pue-
blos, oyen las quejas de los indios y les administran justicia; pero
en las causas criminales entienden los jueces reales del partido,
con apelación al gobernador de la provincia de quien son tenientes
o subdelegados.
En niguna misión se ha hecho formal repartimiento de tie-
rras. El gobernador de las misiones bajas señala el pedazo que debe
cultivar en el año cada indio, padre de familia, y ellos son dueños
de las semillas que cosechan, de los frutos que cogen, y de los es-
quilmos de sus pequeños rebaños de ganado mayor y menor.
En las misiones altas se hacen las siembras de comunidad, y
los misioneros ejercitan los oficios de padres espirituales y tempo-
rales, obligando a los indios a que trabajen en las labores del cam-
po, en alzar sus cosechas, y custodiarlas en sus trojes y almacenes;
les asisten diaria y semanariamente, con todo lo que necesitan para
su alimento; cuidan de sus vestuarios, de la venta y expendio opor-
tuno de las semillas y frutos sobrantes, del ganado que no necesi-
tan, y de los tejidos de lana y algodón que se fabrican en los obra-
jes establecidos por los religiosos de la Santa Cruz de Querétaro,
en las misiones de San Juan de Dios y San Bernardo.
Los indios de ellas, y los de las de Vizarrón y Peyotes serían
fáciles, si no se entregasen a la ociosidad y a los vicios, y si fuesen
menos inclinados al hurto, siendo ésto causa de que los padres mi-
nistros tengan de valerse con precisión de algunos hombres de los
que llaman de razón, que en la clase de mayordomos y ayudantes
conducen a los indios al trabajo, cuidando las siembras y ganados
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3
C. I. MISIONES DEL CONTINENTE 309
y de la custodia de las semillas, frutos y esquilmos de cuyas ventas
salen también parte de los gastos del culto divino.
Las iglesias se mantienen decentes, sus fábricas son de adobe,
exceptuándose la de San Juan Bautista, que es de piedra, y la de
igual solidez que empezaron los religiosos del colegio de Querétaro
en la de San Bernardo y que concluida podrá ser la mejor de toda
la provincia, de suerte que sólo la de la misión de la Candela ame-
naza próxima ruina, y debe pensarse en su reedificación.
No hay hermandades ni otras cofradías que la que fundó en
la misión de San Francisco de Tlaxcala con el título de Nuestra
Señora de la Concepción, el reverendo obispo de Guadalajara, D.
Juan Santiago de León Garavito, cuando visitó la provincia en el
año de 1682 ; pero la corta renta que dejó impuesta se ha perdido, y
no tiene la cofradía otros fondos que el de las pequeñas limosnas de
los fieles, corriendo su colectación a cargo de un indio tlaxcalteca,
que con el nombramiento de mayordomo hace los gastos precisos
y rinde sus cuentas al fin del año al cura de la villa de Monclova,
con intervención del padre misionero.
Los del colegio de Propaganda Fide de Pachuca se encargaron
de todas las misiones desde el año de 1781, con real aprobación de
S. M. que solicitó el Sr. caballero de Croix, siendo comandante ge-
neral de provincias internas; y no hay duda que estos religiosos
han correspondido a las esperanzas bien fundadas de su virtud y
celo, pues es notorio que han restablecido hasta lo posible el esta-
do decadente en que se hallaban las misiones de la provincia de
Coahuila; pero resplandecerían más sus afanes apostólicos, si lo-
grasen la reducción de las numerosas parcialidades de apaches, li-
panes, natagees y mezcaleros, que siempre se han resistido al ca-
tecismo y al suave dominio del rey, y que han ejecutado las mayo-
res hostilidades en las provincias internas.
MISIONES DEL NUEVO REINO DE LEÓN
El nuevo Reino de León fué descubierto y ocupado en los años
inmediatos a la conquista de la metrópoli de estos dominios : dista
de ella 130 leguas al norte; está situado por la parte del este de la
Siei*ra Madre, extendiéndose al pie de ella N. S. desde los 23 hasta
los 28 grados de latitud boreal, y desde los 270 hasta los 272 de lon-
gitud, contada desde el meridiano de Tenerife: lo rodean las juris-
dicciones de Coahuila, Colonia, Nueva Galicia y Nueva Vizcaya;
310 LAS MISIONES
es su situación áspera y montuosa; su temperamento inclina a cá-
lido; sus territorios producen mucho maíz y caña dulce, mante-
niendo abundantes crías de toda especie de ganados; en sus sie-
rras se han descubierto infinitos materiales de plata de cortas e
inferiores leyes, y el número de sus vecindarios puede exceder de
16,000 almas.
Los primeros gobernadores, abusando de sus facultades, re-
partían a los indios en varias encomiendas, sin poner particular cui-
dado en que les enseñasen los dogmas católicos, ni el interés y co-
modidades de la vida racional, hasta que los religiosos franciscanos
de la provincia de Zacatecas fundaron por los años de 675 y 676,
ocho misiones en distintos territorios del Nuevo Reino.
Los encomenderos no recibían tributos de sus indios; pero les
obligaban con rigor a que trabajasen en sus estancias y haciendas,
abandonándolos cuando no necesitaban de su servicio, para que
buscasen el alimento, en los montes y sierras, donde vivían bárba-
ramente en su entera libertad.
De todos los insinuados graves males, y de la situación débi-
lísima en que se hallaban las ocho referidas misiones, dio cuenta
al rey el reverendo obispo de Guadalajara, D. Juan Santiago Ga-
ravito, después de haber hecho la visita más prolija de su diócesis.
En consecuencia se expidió real cédula de 14 de marzo de 1765,
en que conformándose con lo acordado en el supremo Consejo de
Indias, en vista de un juicioso dictamen muy arreglado a las leyes
de la Recopilación que expuso su fiscal, y de que se incluyó copia,
se dignó prevenir S. M. que oyendo el virrey el voto consultivo del
acuerdo de esta audiencia y pidiendo nuevos informes al obispo de
Guadalajara, se tomasen prontas y serias providencias para poner
en el mejor estado las misiones del Nuevo Reino de León, y reducir a
los indios infieles, libertando a éstos y a los ya cristianos de todo ser-
vicio personal, y que se extinguiesen para siempre las encomiendas.
Conseguida la tranquilidad de unos y otros se suprimieron
las encomiendas, y arregladas las misiones se fué también logrando
la secularización de algunas, pues en el año de 1767 sólo existían
la de Nuestra Señora de Guadalupe, Concepción, Purificación y
San Cristóbal.
En este último tiempo ejecutó la visita y revista de presidios
internos el teniente general marqués de Rubí ; y habiendo manifes-
tado en su informe general, que el Nuevo Reino de León no se ha-
llaba ya expuesto a invasiones de enemigos y que sus vecindarios
C. I. MISIONES DEL CONTINENTE 311
podían defenderse por sí mismos en el caso de ocurrir nuevas hos-
tilidades, mandó S. M. en el artículo 27 de la instrucción inserta al
reglamento de presidios del año de 1772, que se reformase el que
existía en la ciudad de Monterrey, capital de dicho reino y que en
cada una de las cuatro referidas misiones se pusiesen dos soldados
salvaguardias.
En el año de 1773 comisionó el virrey D. Antonio Bucareli
al gobernador de la provincia D. Francisco Echegaray, para que
acreditase el cumplimiento de lo determinado por S. M. como se ve-
rificó inmediatamente, sin otra diferencia que la de no haberse
puesto los dos soldados salvaguardias en la misión de Nuestra Se-
ñora de Guadalupe, que ya se había extinguido, porque no tenía
indio alguno.
Es cierto que cuando ejecutó su visita el teniente general,
marqués de Rubí, se hallaba sosegado el Nuevo Reino de León;
pero en el año de 74 empezaron a experimentar grandes hostilida-
des de los apaches, lipanes y mezcaleros, que no resistían los vecin-
darios, poniéndolos en la mayor consternación.
Se tomaron las providencias de alistarlos en compañías de mi-
licias, de prevenir al comandante inspector de presidios D. Hugo
Oconor, que las tropas de la frontera de Coahuila procurasen pre-
caver el ingreso de los indios enemigos, y de colocar un destaca-
mento de 25 hombres en la villa de San Juan de Horcasitas, o Pun-
ta de Lampazos,
Todo fué infructuoso, porque cada día tomaban mayor incre-
mento las hostilidades de los apaches, y aunque en el año de 78
trató el virrey de facilitar auxilios más eficaces poniéndose de
acuerdo con el comandante general independiente de provincias
internas, caballero de Croix, le manifestó este jefe que todas se ha-
llaban del mismo modo hostilizadas que el Nuevo Reino de León;
que era muy corto el número de tropas de su mando para ocurrir
a todas partes; y por último que el débil destacamento de Punta
de Lampazos no haría progresos sobre los indios enemigos.
El virrey pensó desde luego en restablecer la compañía refor-
mada por el reglamento de presidios, no con las 23 plazas de su
antigua dotación sino con la 116; pero suspendió sus providencias
hasta recibir la soberana aprobación del rey, que solicitó en carta de
27 de enero de 1779, número 4,220, y S. M. se dignó concederla por
real orden de 9 de mayo del propio año.
Sin embargo, la compañía no se arregló hasta fines del de 82,
S12 LAS MISIONES
gobernando estos dominios el virrey D. Martín de Mayorga; pero
como no cesaban las hostilidades, se trató de mejorar el estableci-
miento de milicias, formando un cuerpo de dragones provinciales,
que debió de componerse de cinco escuadrones, para que alternasen
en las fatigas del servicio de frontera.
Así se determinó y puso en práctica, originándose crecidos gas-
tos y muchas confusiones en su arreglada y legítima distribución ;
por lo que volviendo a correr el expediente de la materia sus perezo-
sos trámites, concluyó en marzo de 84 con haber resuelto el virrey
D. Matías de Gálvez, que quedando existente la compañía volante
do Punta de Lampazos, se levantasen otras dos, poniéndolas todas
en igual respectiva fuerza de 100 plazas.
Así se mantuvieron hasta el día primero del año de 1789, en
que mi antecesor D. Manuel Antonio Flores dispuso la reforma de
las dos compañías de aumento, y que lo tuviesen los sueldos y ha-
beres de los oficiales y tropa de la de Punta de Lampazos, dando
cuenta al Rey de estas providencias por conducto del Sr. bailío D.
Antonio Valdés, en carta número 949, de 26 de abril del año referido.
No se ha recibido real orden de aprobación y aunque el gober-
nador actual del Nuevo Reino D. Manuel Bahamonde, ha solicitado
en repetidas representaciones el restablecimiento de las dos compa-
ñías reformadas, nunca he condescendido a sus instancias, persua-
diéndome de que por ahora no hay motivo urgente para reforzar las
defensas de aquella provincia, constituyendo el real erario en un
nuevo gravamen de gastos, cuando me desvelo para economizarlos
en todo lo posible.
Así acaba de verificarse en las misiones que existían en el men-
cionado Nuevo Reino, pues conformándose con fundados dictámenes
del Rdo. obispo Dr. D. Andrés Llamas de Valdés, y a pedimento
del fiscal D. Ramón de Posada, se han secularizado las de la Puri-
ficación y Concepción, agregándolas al curato del valle del Pilón,
distante media legua de la primera y una de la segunda, porque
aquella se componía de gentes que llaman de razón, sin indio algu-
no, y porque el número corto de los congregados en ésta se hallan
bien reducidos y civilizados, de suerte que sólo ha quedado la de
San Cristóbal de Gualiaces.
Es de antigua fundación, y de las que se arreglaron en el año
de 1715, por el gobernador D. Francisco Barbadillo: dista dos y
media leguas al poniente de la villa de Linares, y como treinta al
C. I. MISIONES DEL CONTINENTE 313
oriente de la ciudad de Monterrey; está situada en un valle ame-
no y despejado, con la extensión de una legua por cada viento, en
cuyo ámbito se comprenden de seis a siete caballerias de tierras
limpias y desmontadas, con dos manantiales o sacas de aguas que
fecundan sus sembrados, capaces de producir abundantes cosechas
de maíz y otras semillas.
Para instruir en los principios de la fe a los indios gentiles que
se congregaron, se tomó la providencia de trasladar cincuenta fami-
lias tlaxcaltecas del pueblo de San Miguel Mesquitic, jurisdicción de
San Luis Potosí ; y aunque se retiraron a los tres años, subsisten al-
gunos de sus descendientes, que forman la primera clase de las fa-
milias reducidas en la misión de San Cristóbal, distinguiéndose to-
das por el orden que sigue (1).
Los tlaxcaltecas conservan su heredada fidelidad y buenas in-
clinaciones : los imitan en todo los gualahuices y borrados, bien ins-
truidos en el catecismo, en el idioma castellano, aplicados y obedien-
tes; pero los demás indios son perversos, porque siempre han vi-
vido en su entera libertad, ociosos, vagantes, sin religión, entrega-
dos bárbaramente a todo género de vicios y consumando sus ini-
quidades con los robos y muertos que han ejecutado y continúan en
el Nuevo Reino, y en la colindante provincia de Santander, ya so-
los, o ya en unión de los indios gentiles de la sierra de Tamaulipas.
Me ha comunicado estas sensibles noticias el P. provincial de
Jalisco, ratificándose el gobernador del Nuevo Santander, conde
de Sierra-Gorda, con la referencia de ocho homicidios que acaban
de ejecutar en varios parajes de la provincia de su cargo, y mu-
chos expedientes antiguos y modernos que califican los pérfidos
procedimientos de las tres últimas naciones congregadas en la mi-
sión de San Cristóbal.
Para ocurrir al remedio más pronto de estos graves males he
pedido nuevos y justificados informes al reverendo obispo y al
(1) Núms. Nombres de las Naciones. No. de familias No. de almas.
1 Tlaxcaltecas 11 41
2 Gualahuices. 27 112
3 Borrados. 19 95
4 Come-Pescados. 4 17
5 Aguaceros. 8 33
6 Malincheños. 30 92
Totales. 99 390
S14 LAS MISIONES
gobernador del Nuevo León, a fin de tomar las últimas determina-
ciones sujetando a los indios malos en su mismo pueblo, dividién-
dose con sus familias en distintos domicilios o disponiendo que se
conduzcan a esta capital si fueren incorregibles.
En este último caso podrá secularizarse la misión de San Cris-
tóbal, agregándola al curato de la villa inmediata de Linares, se
reformarán sus dos salvaguardias, y otras dos que se aumentaron
de las misiones extinguidas, Purificación y Concepción, quedando
enteramente libre la real hacienda del pagamento de estos sueldos,
y de los tres sínodos con que se asistía igual número de religiosos
a razón de 250 pesos, pero si hubiere de permanecer la misión de
San Cristóbal cuidará mucho que se encargue a uno o dos padres
ministros de acreditada conducta, prudencia, virtud y talento: de
que los dos ministros o cuatro salvaguardias sean hombres de va-
lor y buenas costumbres, de que el gobernador de la provincia vi-
site con frecuencia la misión, hasta conseguir su perfecto arre-
glo, contribuyendo el celo pastoral del reverendo obispo al logro
de estos fines importantes al servicio de Dios y del rey.
Por último, tratando en particular expediente sobre mejorar
el establecimiento de milicias del Nuevo Reino de León, para que
con la compañía volante de Punta de Lampazos defiendan vigoro-
samente los territorios de la provincia, franqueándose recíprocos
auxilios, y combinando sus movimientos con los que deban ejecutar
las tropas del Nuevo Santander, para impedir las hostilidades de
los apaches, lipanes y mezcaleros, y sujetos los indios borrados de
las sierras Madre y Tamaulipas, facilitándose de este modo la re-
ducción de éstos últimos en las misiones de la mencionada provin-
cia del Nuevo Santander.
Desde el año de 1726, propusieron a S. M. el gobernador que
era entonces del Nuevo Reino de León, D. José de Jáuregui, D.
Antonio Ladrón de Guevara, vecino de la misma provincia y D.
Narciso Martín de Montecuesta, alcalde mayor en aquel tiempo de
la villa de Santiago de Valles, la conquista y reducción de la multitud
de naciones de indios gentiles que tenían sus aduares o rancherías en
C'l trozo de costa del Seno Mexicano, nunca reconocido por los es-
pañoles, desde el río de Tampico, hasta el paraje donde desemboca
al mar el Grande o Bravo del Norte, y en los territorios inmedia-
tos y ásperas serranías que hoy se comprenden en el distrito o pro-
vincia del Nuevo Santander, entre los 22" y 29" de latitud boreal
C. I. MISIONES DEL CONTINENTE 315
y entre los 273'^ y 277*^ de longitud del meridiano de Tenerife. Con-
fina por el N. con la provincia de Texas; por el S. con la sien-a
de la Huasteca ; por el O. con el Nuevo Reino de León, y por el E.
con el Golfo de México, que baña sus costas.
Se ejecutó en los siete años que verdaderamente deben con-
tarse desde el de 1749 hasta el de 55, en que hizo sus fatigas reco-
mendables el coronel de milicias D. José Escanden. Fueron remu-
neradas con el título de Sierra-Gorda.
En cuanto a misiones, previno S. M. en la precitada real cé-
dula de 29 de marzo de 63, que se mantuviesen agregadas o inme-
diatas a los pueblos de españoles ; pero que a éstos y a los indios se
hiciese señalamientos y repartimientos respectivos de tierras y
aguas, arreglándose también los sínodos de los padres ministros,
que importaban en su antiguo establecimiento 6,150 pesos anuales.
A la verdad, no pueden llamarse misiones todas las que se ex-
presan en relación precedente porque la mayor paii:e, o no tienen
indios, o subsisten gentiles, los que entran y salen por temporadas,
ofreciendo reducirse, y nunca cumpliendo sus promesas.
Serían excepción de esta regla general, las misiones de Nues-
tra Señora de la Soledad de Igoyo, San Antonio de Tula, Palmillas,
San Pedro Trespalacios, San Joaquín, Santa Ana, Concepción,
Nuestra Señora del Rosario, San Vicente, Guadalupe y San José;
pero casi todos los indios congregados en la de San Joaquín, Santa
Ana y Concepción, sobre la frontera del norte viven dispersos en
la costa del Río Grande, en los montes y en su barbaridad : sin otra
diferencia de la de no cometer hostilidades y concurrir de auxilia-
res en nuestras campañas contra los apaches ; siendo de muy nue-
va erección las tres últimas misiones, y por consecuencia, no hay
más que cinco de indios reducidos.
Tampoco deberían llamarse villas unos pueblos, que carecien-
do de reales títulos, usan de aquella impropia denominación, com-
poniéndose de cortos vecindarios todos miserables y la mayor parte
de mulatos y demás castas infectas, las que acaso pueden haber
impedido los progresos felices de las misiones agregadas a sus
mismos pueblos porque los indios, naturalmente inclinados a la
ociosidad y a toda clase de vicios, necesitan para corregirlos el
buen ejemplo de familias o gentes de mejores costumbres.
Ya se ve que no es fácil hallarlas, y que lo sería mucho menos
en el corto tiempo de siete años, que como ya he dicho, se emplea-
316 LAS MISIONES
ron en emprender y conseguir la ocupación de la grande colonia
o provincia del Nuevo Santander; pero también es cierto que ella
caminaba dichosamente a su prosperidad y que tal vez los buenos
deseos de conducirla a la mayor perfección, abrieron la puerta a
nuevas ideas y determinaciones, acelerando y variando a cada ins-
tante las providencias y los establecimientos.
Sea como fuere, no han correspondido las resultas; pues ve-
mos que en el discurso de 43 años, lejos de haber progresado la co-
lonia en la reducción de sus indios, en su pacificación, en el arre-
glo de sus vecindarios, bienes de campo y riquezas minerales, se
halla todo en la mayor decadencia.
Las parcialidades de indios tanambres, mezquites, aracates,
politoc, palalhuelques, aretimes, truenos y otras distintas razas
conocidas por el nombre genérico de chichimecas han hostilizado
en toda la provincia, haciendo tan presto la guerra más sangrien-
ta, como solicitando y celebrando la paz.
Estos alternados y frecuentes procedimientos son las pruebas
m.ás constantes de la veleidad y perfidia de unos enemigos caseros,
que siendo desde su origen los primeros habitantes del país, tie-
nen por consecuencia a completos conocimientos de sus territorios.
Cuando se presentaban en cualquier pueblo con la pretensión
de celebrar la paz, se distribuían en las casas de los vecinos, dis-
frutaban del acogimiento, mientras les faltaba de comer en la sie-
rra, y en el instante que no necesitaban del socorro, volvían a rom-
per la guerra, llevando las ventajas de haberse impuesto del es-
tado de nuestras poblaciones y de nuestros descuidos para ejecu-
tar sus insultos -con mayor confianza y seguridad, no sólo en la
provincia, sino también en el Nuevo Reino de León, en la Huas-
teca, y villa de Valles, señoreándose de los caminos reales que con-
ducen a estos parajes, y a la jurisdicción de Tampico.
Fundaron las misiones de la Colonia los religiosos del colegio
apostólico de Nuestra Señora de Guadalupe de Zacatecas, adminis-
trándolas hasta el año de 1769 en el que hicieron su entrega a los
de la provincia del Santo Evangelio de Michoacán, y de su mismo
título con abundancia de bienes temporales.
No puede atribuirse ciertamente su disipación a los nuevos
ministros porque en el año de 85, se les separó de su manejo, encar-
gándolo a personas seculares, hasta que instruido el respectivo ex-
pediente, muy intrincado y cumuloso, determiné en el de 90, con
Riquísima Capilla de la Catedral de Puebla.
C. I. MISIONES DEL CONTINENTE 317
previos pedimentos del fiscal de real hacienda, que se restituyesen
las temporalidades al cuidado de los religiosos misioneros.
La misión de Elguera, inmediata a la villa de Santander, en
el sitio de Palmitos, se hallaba sin indios, porque desde el año de
G9 empezaron a inquietarse, pereciendo todos en una campaña eje-
cutada por la compañía de la colonia en el de 80.
Trasladada al mencionado sitio de Palmitos la misión de Nues-
tra Señora del Rosario, nada tienen que apetecer ios indios pintos
y sus compañeros, porque poseen muy buenas tierras de regadío;
pueden fomentar la cría de ganados, y emplearse a jornal en las
labores de los vecinos de la villa de Santander, cuidando de admi-
nistrarles el pasto espiritual un religioso dieguino del colegio de
Propaganda Fide de Pachuca, con el sínodo de 350 pesos anuales.
Este expediente se ha instruido con informes del goberna-
dor de la colonia de los padres misioneros y pedimento del fiscal
de real hacienda, sucediendo lo mismo con los respectivos a la erec-
ción de las tres últimas misiones de San Vicente, Nuestra Señora
de Guadalupe, San José de las Palmas ; bien que sólo la primera se
ha establecido por cuenta de real hacienda y las otras dos se han
costeado por sujetos particulares bienliechores, que proporcionan
los mencionados religiosos del colegio de Pachuca, quienes las ad-
ministran todas con los sínodos correspondientes.
Deben esperarse felices efectos de estas nuevas misiones; pe-
ro no los aseguro hasta que el tiempo los acredite, porque la velei-
dad de los indios y el mal ejemplo de los gentiles sus compatriotas
pueden variar la buena disposición con que se han ofrecido al ca-
tequismo.
MISIONES DE TAMPICO
Su capital, la villa de Santiago de los Valles, está situada se-
gún el Teatro Americano de Villaseñor, en la latitud Norte de 43»
5' a 140 leguas de esta capital ; pero todas las noticias antiguas y
modernas, aseguran que la distancia no excede de cien leguas; y
también son contestes en cuanto a las que median en las misiones
detalladas en el estado último.
La expresada capital es el punto más avanzado a la colonia
del Nuevo Santander, y por consecuencia debe reputarse como pri-
mera población de frontera, siéndolo también las inmediatas de
Aquismón, Santiago y Santa Ana Tanlajax.
318 LAS MISIONES
Esta misión, las de Huehuetlán, Palma, Acapulco, Guayabos,
Sauz y Tamapache, se hallan dentro de la Sierra Madre o Gorda
las de Tancayalab, Tamitad y Tampasquí, a las vertientes de la mis-
raa, sierra, pero en tierras muy llanas ; y las de Tampico y Ozulua-
ma sobre la costa del mar.
Ninguna tiene verdaderamente términos o linderos señalados
con títulos correspondientes; y aunque se discurren que no sean
bastantes legítimos los de las haciendas y estancias de los espa-
ñoles y agentes de castas, éstas y aquellos son dueños o poseedores
por lo general de las mejores tierras, y por consecuencia no hay
qué repartir a los indios, quienes siembran algunos pedazos de cor-
ta consideración, y siguen de peones en las indicadas haciendas.
Alguna vez han intentado promover que se declaren a sus pue-
blos los términos de sus verdaderas y legítimas pertenencias; pero
esta solicitud nunca pasó de los principios, y así subsiste por natu-
ral desidia de los interesados, falta de ánimo, inteligencia o fa-
cultades para la secuela de un pleito acaso interminable.
Todo esto influye a la escasez de bienes particulares y comunes
de los indios y de sus misiones; pero en la mayor parte de los te-
rritorios de la custodia se cosechan con abundancia el maíz, frijol
y caña dulce; se fomentan las crías de ganados mayores y se dis-
fruta de la pesca de cam.arón y robalo en los pueblos del partido
de Tantoyuca, situados sobre la costa del Seno Mexicano.
Los indios de la villa de Valles no pagan tributo por el privi-
legio de fronterizos, ni los serranos de la Palma, Acapulco, Gua-
yabos y Sauz; pero los demás contribuyen a este real derecho, y
todos, como las gentes de casta, satisfacen los parroquiales en ma-
yor o menor cantidad según sus posibilidades, pues con ellos, con
los sínodos y con el servicio personal de los indios, subsisten los
religiosos misioneros y atienden al culto divino.
Las iglesias están fabricadas con tierra, lodo, palos y zacate
o paja, a excepción de Villa de Valles y Santa Ana Tanlajax, que
son de cal y canto, y no carecen de ornamentos, vasos sagrados
y demás utensilios.
Todas las misiones de la custodia corresponden al arzobispa-
do de México, y el juzgado eclesiástico se ejerce por los sujetos
que nombre el reverendo diocesano, según le parece, teniendo ahora
a su cargo los curas de Panuco, Tempoal y Tampamolón.
Hay muchos indios impuestos y observantes de los dogmas
C. I. MISIONES DEL CONTINENTE 319
católicos, bien inclinados, laboriosos y que hablan el castellano;
pero en el mayor número domina el ocio, la embriaguez y la igno-
rancia estúpida; usan solamente de su idoma, y algimos no se
confiesan hasta la hora de la muerte.
Trascienden estos males, y acaso con efectos más perjudiciales
y sensibles a las gentes que llaman de razón, entregadas también
con desenvoltura escandalosa al vicio de la lujuria; y todo provie-
ne de que faltando el buen orden en la situación local de la mayor
parte de los pueblos, y siendo muchos los ranchos y estancias,
viven dispersas las familias de indios y castas, sucediendo lo mis-
mo con poca diferencia en los misioneros de Santa Catalina Már-
tir de Río Verde.
Tuvo principio su fundación en el año de 1607, por el padre
fray Juan de Cárdenas; pero no se llamó custodia hasta que se
declaró su erección por junta general que celebró la orden seráfica
en Segovia el año de 1621, sujetándola después a la subordinación
y dependencia de San Pedro y San Pablo de Michoacán (que tiene
su grande convento en la ciudad de Querétaro) para que no le fal-
tase el oportuno auxilio de religiosos misioneros.
El referido P. Cárdenas, y su sucesor fray Juan Bautista
Molinedo, natural de Vizcaya, vieron bien correspondidos sus afa-
nes apostólicos con el establecimiento de las primeras misiones, y
el aumento progresivo de ellas obligó a que el P. fray Martín de
Herrón ocurriese a la piedad del rey en el año de 1677, solicitando
el socorro de sínodos.
Se concedieron inmediatamente, y se pagaron de real hacienda
hasta el año de 1751, en que los reunió la provincia de Michoa-
cán siendo su prelado fray Felipe Velasco, y virrey de Nueva
España mi padre el conde de Revillagigedo. Por ser florecientes
las misiones, no necesitaban sus padres ministros de otros auxilios
que los que ya recibían en las obvenciones y limosnas de sus fe-
ligreses.
El pueblo de Santa Catalina de Río Verde, situado en 2S^ de
latitud norte, en jurisdicción de San Luis Potosí dentro de la Sie-
rra-Gorda, y en distancia de poco menos de cien leguas al noroeste
de este capital, es la primera misión de la custodia y curato colado
que conserva la mencionada provincia de religiosos franciscanos
de Michoacán.
CAPITULO II
DIFICULTADES Y ESPÍRITU DE LOS MISIONEROS
Inmensidad de las extensiones descubiertas. — Las tribus salvajes. — Las
nuevas lenguas. — Las autoridades civiles y militares — Fracaso de conversión
de los apaches. — Inversión de los sínodos. — Distribución de los misioneros. —
Observaciones del obispo de Durango. — Direcciones biográficas.
bibliografía especial
LA MISMA QUE EN EL CAPITULO ANTERIOR
E acuerdo con lo que en el anterior capítulo prometi-
mos, naremos notar las particularidades que ofrecen
las misiones del noi*te en esta decimaoctava centuria,
comparadas con la anterior.
Todas las dificultades se aumentaron y los elementos humanos
de aliento y de sostén disminuyeron. Aquella feliz ignorancia que
sobre la extensión de tierras por conquistar, tuvieron los misione-
ros y prelados hasta el primer tercio del siglo, se convirtió en un
conocimiento aterrador de lo que en realidad tenían aún por delan-
te para conquistar y civilizar. Viajeros atrevidos, náufragos erran-
tes, franceses curiosos, procedentes de las colonias de la Luisiana,
o indios escapados de sus errabundas tribus, vinieron en conjunto
a dar noticias de que las tierras por conquistar se extendían por
C. II. DIFICULTADES Y ESPÍRITU DE LOS MISIONEROS 321
el norte, el doble y el triple que todo lo ya conquistado de la Nueva
España.
Hemos llamado aterradoras las noticias así adquiridas, por-
que no tan sólo se anunciaban largas tierras de mil dificultades
llenas, y de ferocísimas bestias cruzadas, sino que, además, las ra-
zas pobladoras, nómadas muchas de ellas, presentaban tantos ele-
mentos de terror, cuantas eran las lenguas que hablaban y por
consiguiente las nuevas dificultades que habían por ello mismo de
arrostrar los que quisiesen doctrinarlos.
Según se extendía el campo misional hacia el norte, se nota-
ba que sus habitantes eran cada vez más feroces y las turbas de in-
dios lipanes, comanches y otras muchas comprendidas bajo el im-
preciso nombre de apaches, cruzaban veloces, desiertos y monta-
ñas por centenares de leguas, sembrando el pánico y llevando por
doquiera un terror que pudiéramos llamar apocalíptico, y que nos
trae a la memoria aquellos versículos de la espantosa profecía de
Habacuc cuando retrataba a los invasores caldeos: "Gente llena
de amargura, gente veloz errante sobre la faz de la tierra para
apoderarse de lo ajeno; raza horrible y terrible, sus caballos son
más ágiles que los leopardos y más veloces que el hambriento lobo
vespertino. Se esparcían sus caballabadas, y sus jinetes vendrán
de lejanas tierras, volarán raudos como el águila cuando va a de-
vorar; arrojáronse todos sobre la presa y sus rostros semejarán
al viento abrasador."
A diferencia de los primitivos indios, los de este siglo eran
grandes jinetes y disponían, por buenas o por malas, de las inmen-
sas caballadas que con asombrosa fecundidad se habían propagado
por las regiones del norte. Disponían además de aiTnas habidas en
los presidios españoles o franceses de los que también habían
aprendido no pocos elementos de táctica militar. En cierta ocasión,
como se narra en la crónica del P. Arricivita, un individuo rubio,
con casaquín y tricornio, o como él dice, sombrero de tres vientos,
era quien guiaba a ciertas tribus asaltantes a la margen del río
Gila. Pero nada mejor declara la creciente ferocidad de las india-
das que se iban descubriendo, como el número y calidad de los mar-
tirios acaecidos en este siglo, mayor en proporción que los del an-
terior, si se tiene en cuenta que por parte del Gobierno español
había incomparablemente más elementos de ataque y de defensa
para el resguardo de los presidios y misiones.
322 LAS MISIONES
*
* *
Insistiendo en la dificultad de las lenguas, que acabamos de
apuntar, transcribiremos de la preciosa obra del filólogo argentino,
P. Guillermo Fourlong, S. J., las siguientes noticias referentes a
este siglo con que se da un solemne mentís a cuantos tachan de ne-
gligentes a los misioneros, comparándolos como siempre, con la
eterna docena de sus antecesores del siglo XVI.
Abrióse el siglo filólogo con el compendio del arte de la len-
gua de los tarahumares, escrito por el P. Tomás de Guadalajara,
que perfeccionó después su compañero el toluqueño Roa, a quien
so debe igualmente un diccionario en dicha lengua. El jesuíta ale-
mán Steffel, después de trabajar durante doce años entre los ta-
rahumares, compuso y publicó en 1731 su "Tarahumarishes Wor-
terbuck."
Según afinna Clavijero, Guadalajara compuso otra gramáti-
ca del idioma tepehuano. Y el P. Benito Rinaldini fué autor del
"Arte de la Lengua Tepehuana, con Vocabulario, Confesonario y
Catecismo," publicada en 1743.
El misionero Villafane redujo a reglas la lengua huacare, así
como el P. Natal Lombardo le lengua tequina.
El P. Nicolás Mercado fué el misionero de Sinaloa que descu-
brió que los indios de la costa del sur hablaban un dialecto del
náhuatl, y fué el primero en estudiar sus afinidades con aquel idio-
ma en un "Arte de la lengua mexicana, según el dialecto que usan
los indios de la costa del Sud de Sinaloa," obra que disponía para
la imprenta cuando le sobrevino la muerte, pocos años antes de ser
expulsados los jesuítas en 1867.
El misionero Francisco Loaiza, según Beristáin, escribió dos
libros sobre los diferentes idiomas que se usan en la provincia de
Sonora, y el P. Diego Pablo González, maestro en el idioma cahita,
escribió un manual en dicha lengua.
El jesuíta mexicano, José Ortega, trabajó durante treinta años
en las misiones del Nayarit, habiendo sido visitador de todas ellas
y cura del pueblo de Jesús María y José. Es del mismo P. Ortega
una relación que incluyó el P. Fluviá en el libro de "Apostólicos
Afanes" y que alude a la visita pastoral que en 1731 hizo a aquel
pueblo el limo. Sr. D. Nicolás Gómez de Cervantes.
"Uno de estos días que se ocupó su Ilustrísima en confirmar a
C. II. DIFICULTADES Y ESPÍRITU DE LOS MISIONEROS 323
los indios, pidió antes de la sagrada ceremonia a una india, que se
llegaba a recibir este sacramento, que le dijera una de las oracio-
nes que le señaló; y me rogó la india, por estar yo allí inmediato
(escribe el P. Ortega), cómo la había de rezar, si en idioma cora
o en castellano. Me preguntó S. I. ¿qué era lo que decía la india?
Informado por mí, le dijo que la rezara en castellano, lo que hizo
prontamente, y después se le mandó que la dijera en cora; y aunque
aquel celoso prelado no la entendía, la devoción con que la india
la rezó lo llenó de tanto gusto, que le rebosaba por el semblante.
Después de haber acabado en la Iglesia, luego que se restituyó a
la sala de su descanso, me mandó llamar, y me dijo: "¡Ah, Padre
mío ! Dios sabe el consuelo que ha tenido mi corazón viendo a estos
indios más adelantados en la fe, aun no teniendo siete años de con-
versión, que muchos pueblos cristianos con casi doscientos años
de reducidos. Sucedióme, prosiguió Su Ilustrísima, preguntarle a
uno de esos cristianos antiguos, que había llegado a confirmarse,
que me dijera el Credo, y no pudiendo atar ni desatar, le mandé al
Fiscal o Maestro del pueblo . . . ¿No quiere V. R. (concluyó aquel
dignísimo Obispo) que me admire de ver tan trocadas las suertes?
Y me encargó que imprimiera a expensas suyas las Oraciones,
Doctrina, el Confesonario y Vocabulario en idioma cora, como se
hizo al año de haber entrado Su Señoría . . ."
Así fué en efecto, pues en 1732 publicóse en México, y a ex-
pensas de aquel prelado, el "Confesonario, manual que en lengua
cora dispuso el P. José Ortega, y el vocabulario en lengua caste-
llana y cora."
El P. Sedelmayer, famoso misionero alemán en Sonora, com-
puso un vocabulario de la lengua pima, y el P. Piccolo parece que
escribió también obras fundamentales en varios de los dialectos
de California, aunque el primer diccionario de la lengua principal
del sur de dicha península, según queda atrás referido, parece que
se debe al P. Juan Bautista Cozano. A éste siguió el P. Everardo
Helen que con grandes trabajos había compuesto una doctrina
cristiana en la lengua cochimí, hablada por los habitantes del cen-
tro y norte de la Península.
Desde 1738 hasta 1767 trabajó también en las gloriosas misio-
nes de California, el alemán P. Francisco Benon Ducrue, autor
de unos "Specimina linguae califomiae," publicados por Von Murr
en su "Journal." Aunque de época anterior debemos mencionar
324 LAS MISIONES
aquí al P, Adán Gilgg, quien según Vanegas (II, 211), nunca pudo
vencer las dificultades de su lengua, pero que no obstante es el
autor de un "Vocabulario de las lenguas eudero, pima y seris."
Por estos breves rasgos, entresacados de la preciosa y sólida
obra del P. Fourlong, podrán ver nuestros lectores los esfuerzos y
buen espíritu que toda esa labor supone en los más conocidos, y
hasta calumniados misioneros mexicanos del siglo XVIII.
Otra y no pequeña dificultad que distinguió a los obreros de
la viña del Señor, a que nos vamos refiriendo, fué la obstrucción
e impiedad de muchas de las autoridades civiles y militares con
que tuvieron que habérselas principalmente desde el año de 1740
en adelante.
No queremos hacer punto de apoyo en la documentación, abun-
dantísima por cierto, emanada de los mismos misioneros, ya que
aunque a nuestro juicio sinceras, aún correrían peligro de ser ta-
chadas por algunos como parciales. Mas, copiaremos un párrafo
del virrey Revillagigedo que resume nuestra idea.
"Suponiendo santos a todos los ministros de las misiones, y
muy a propósito para su ministerio, nada adelantarán si encuen-
tran injustas oposiciones en los gobernadores de las provincias,
en los jefes militares subalternos o en los jueces reales; pues todos
deben concurrir con sus auxilios a sostener las buenas providencias
y a conservarse el decoro, respeto y recíproca armonía que asegu-
ran la subordinación de los subditos, sus felicidades y el más im-
portante servicio de Dios y del rey."
Por vía de ilustración en la materia, transcribimos un precio-
so fragmento de carta, relación inédita, escrita por el P. Miguel
Sola, uno de los últimos misioneros jesuítas en el norte de Sonora.
Muchos años después de la expulsión, este padre recordaba y
escribía en su destierro de Rímini, donde murió el 16 de marzo de
1800, sus heroicas tentativas y felices comienzos en la reducción
nada menos que de la tan terrible apachería, así como el triste
fracaso de obra tan grandiosa, debido a la hostilidad y mala fe de
un gobernador y de su cortejo. Dice así: "Llegó el tiempo en que
bajó su cabeza, de los apaches, a quien para conocerlo llamé Bau-
tista, que era como el padre o patriarca de toda esa ranchería. Así
se gobiernan todos estos bárbaros, tanto que unas rancherías de
pHwy^ " '/j
lOI r. .Iiinii Ma. de Salvatit-rra.
Oal. <hl Museo X. de México.
C. II. DIFICULTADES Y ESPÍRITU DE LOS MISIONEROS 325
una misma lengua no tienen ni vasallajes ni unión sino cuando se
citan para hacer alguna campaña contra otras naciones o contra los
españoles. Y entre sí las rancherías se roban los ganados que hurtan
a los españoles, y pelean como si no fueran de una misma nación.
"Vino en fin nuestro Bautista ya a la puesta del sol, y protestó
que quería hablar conmigo, que tenía que decir muchas cosas. Vi-
nieron a avisarme y pronto partí al presidio. Se me presentó con
la mayor humildad y adhesiones de su misión ; yo lo alenté y con-
forté en su turbación, que para un indio, cabeza de una crecida
ranchería, que casi lo adoraba y recibía sus órdenes de rodillas,
era admirar cómo me miraba. Lo hice sentar ; empezó, según el in-
térprete declaró de esta manera: Ea, Padre, aquí me tienes, yo
deseo estar contigo como están tus hijos del pueblo, porque mi co-
razón totalmente se ha mudado. Yo hasta ahora he vivido matando,
hurtando y haciendo cuanto daño he podido. Ahora quiero mudar
de vida y estar sujeto a ti para que me enseñes cómo debo vivir.
Lo que siento es que yo soy sordo y mudo a tus palabras, porque
yo no entiendo tu lengua; pero tendrás paciencia conmigo hasta
que los dos nos entendamos. Yo, habiendo oído por boca del in-
térprete (que ciertamente perdería mucho) un razonamiento tan
expresivo, con una confesión de sus delitos tan cabal, enternecido
como padre, lo animé de nuevo, lo exhorté a la perseverancia de
aquella su determinación, y para facilitarle la principal dificultad
así suya como mía, le aseguré que yo me aplicaría a aprender su
lengua, como lo hice con los indios ópatas, pues más fácil es que
uno aprenda la de muchos, que no los muchos aprendan la lengua
de uno. Así Dios lo hizo enviando al Espíritu Santo que comuni-
case a pocos apóstoles las lenguas de todas las naciones a quienes
habían de predicar. Que el medio mejor para que yo aprendiese
su lengua era el que me trajesen dos niños grandecitos con quie-
nes ir yo ejercitándome. El capitán lo regaló y sustentó muy bien
y yo al día siguiente me volví a mi pueblo, y él con sus naturales
muy contento. Así estuvieron yendo y viniendo, ya en tropas de
hombres y mujeres, ya hombres solos con toda confianza, aunque
no con tanta, como ellos me insinuaron, tuvieran si vinieran a lof
pueblos de mi Misión. A ésto yo siempre les respondía que mis in-
dios, agraviados de sus procederes anteriores, podían usar de
alguna violencia que yo no pudiera atajar, y tendría yo que sentir
que a mis hijos los apaches los molestaran e hicieran mal alguno.
326 LAS MISIONES
"En este intermedio en que ellos yendo y viniendo hallaron
buena acogida en los presidios, más se aficionaban, y con tanta con-
fianza y fidelidad vivían en las sierras inmediatas de Cavallona,
vecinas al presidio, que el Capitán se valía de ellos para correos
que llevasen cartas del presidio a Janos. Fui de parecer que nos-
otros los visitásemos en sus tierras para corresponderás por una
parte sus visitas, y por otra viesen ellos que no les temíamos. Este
mismo parecer le había yo dado al capitán dos años antes que ba-
jaron también de paz, aunque no con las circunstancias de ahora.
Pero habiendo el capitán díchoselo al capellán del presidio, éste le
respondió: ¿Qué necesidad hay de que vaya el Padre? ¿No soy yo
sacerdote como él? Yo iré con los soldados. Partieron, y así que
vieron los indios bárbaros que no iba yo, todos huyeron a las cum-
bres, y aunque se acercaron (sic) gritándoles el capellán que tam-
bién era padre, ellos le respondieron en su lengua que él no estaba
bueno como yo, y así no hubo foraia de que bajara ninguno. Con
esta experiencia ahora no intentaron excluirme, antes me conce-
dieron la tropa y aun el mismo capellán me acompañó a la ex-
pedición.
"Los cité para el lugar donde pensaba poner el pueblo, y que
allí me esperasen todos juntos, que quería tener el consuelo de
verlos a todos y a cada uno de ellos. Llegó el día y partí a encon-
trar a mis nuevos hijos en el Señor, y todos a excepción de dos
hombres de mayores años esperaban en el lugar señalado hasta
que yo llegué, y vieron los que esperaban el modo con que yo los
trataba. Se destacó un mocetón de su voluntad para persuadir a
los otros que bajasen a verme. Ellos pronto, sin atreverse a soltar
las armas vinieron al estribo de mi caballo, y poniéndoles yo con
agrado la mano en la cabeza fueron de su voluntad tendiendo en el
suelo las lanzas que tenían en las manos. Perdieron el recelo que
les causaba la tropa por el cariño con que yo los trataba. Con esta
acción, yo, que hasta tanto que se sosegasen aquellos ánimos tan
aguenidos y bárbaros, me había mantenido a caballo por lo que
pudiera suceder, me bajé de él, e hice que los que me acompañaban
se bajaran. Estos enarbolaron una gran cruz que tenía prevenida
para el triunfo y para las "arrodilladas," lo que ejecutaron los
bárbaros en dos filas, una de hombres y otra de mujeres, como se
ponen en los pueblos de indios, hice entonar una canción que de-
cían en aquellas tierras, compuesta de los misterios principales de
C. II. DIFICULTADES Y ESPÍRITU DE LOS MISIONEROS 327
nuestra santa fe. Ellos a su modo acompañaban alegrísimos a los
indios de mi Misión y a los soldados que a una cantaban las ala-
banzas de Dios. En aquellas incultas tierras se hacen las funciones
con gusto y alegría bárbaros; y hombres y mujeres me cerca-
ban a porfía y tocaban como si yo fuese de otra especie distinta
de los hombres, y aunque les reñían los soldados, pero como veían
que yo no me fastidiaba ni de su hediondez ni desaliño, no hacían
caso de la reprensión. Andaban continuamente siguiéndome como
un perrillo a su amo, que no me dejaban rezar sin estar presentes.
"Acabada la función les dije que allí se había de poner el pue-
blo, que se mantuviesen alí hasta tanto que podía enviar de los
indios Ópatas de mi Misión que enseñasen a formar casas. Que
ahora viniesen conmigo para traer víveres para que allí comiesen
ellos; oyendo del intérprete la orden, al punto varios mozos se
montaron en ancas de los indios de mi comitiva, no queriendo ve-
nir con los soldados . . . Les mandé dar unas fanegas de maíz y unos
toros para que llevaran a la nueva ranchería para que se mantu-
vieran mientras yo volvía a dirigir la obra del pueblo. A pocos días
me trajeron los muchachos que les pedí, pero no se los admití pa-
ra que no se huyeran y avisasen cuan pocos eran los indios de mi
pueblo, y así les dije los mantuviesen allá en las rancherías hasta
que yo fuera a vivir con ellos. Con ésto me cercioré ya del ánimo de
ellos, que si no fuera verdadero, no hubieran arriesgado sus hijos
que aman mucho ellos y se confirmaron más en mi buen y desinte-
resada voluntad, que no les tomaba a sus hijos para mi servicio,
aun cuando gustosos me los ofrecían.
"Al punto di cuenta de lo que había obrado, esperanzas que te-
nía y demostraciones de aquellos bárbaros y buenas disposiciones
para recibir el Evangelio y cultivarlos en vida civil. El Procura-
dor general de Misiones, prontamente pasó a visitar al Sr. Virrey
y darle parte de todo lo que yo le escribía. El Virrey celoso de una
conquista de indios tan bárbaros que más de cien años no sólo han
demorado la extensión del dominio español, sino que con sus hos-
tilidades han despoblado de los españoles muchos pueblos, hacien-
das, reclusiones y minas reales, se alegró grandemente, y dice al
P. Provincial : V. R. escriba a este padre misionero que tiene las
cajas reales abiertas para que gaste cuanto juzgare conveniente
para la estabilidad de la nueva reducción que el Rey Ntro. Señor
328 LAS MISIONES
dará por bien hecho cuanto se gastara, como siquiera se empezase
a reducir tan bárbara nación.
"Entre tanto que fué el informe y vino la resolución, los apa-
ches de otras rancherías (que es una nación la más extendida y
aguerrida que se reconoce en aquellas tierras, pues ocupa de Orien-
te a Poniente más de cuatrocientas leguas, y de Norte a Sur más
de sesenta) vinieron a hacer daño a distancia de veinte leguas del
presidio de Fronteras, donde éstos estaban de paz, e insultaron
y robaron los ganados y caballada de los españoles habitantes de
Tonibabi y otros ranchos de la misma gente española. Al punto
con el sentimiento de su pérdida alzaron el grito, empezaron a dar
querellas al Virrey, de los indios, que estaban de paz en el presidio,
y que éstos con el salvo-conducto de estar de paz los tiranizaban e
insultaban. Así que llegó la voz del hurto al presidio, el capitán
llamó a Bautista y le reconvino del hurto que habían hecho, él con
evidencia le satisfizo que los suyos no habían sido, pues en aquellos
días todos habían estado allí juntos donde les puso el Padre, y que
los otros que habían salido a cazar, habían vuelto con la caza de
venados y animales silvestres. Que él prontamente saldría y ave-
riguaría quiénes habían sido, y les quitaría la presa si los alcan-
zaba. Salió, pues, con los suyos y después de cuatro o cinco días
volvió diciendo que los enemigos que habían hecho el hurto le lle-
vaban mucha delantera, que no los habían podido alcanzar, que eran
indios de adelante del río Xila (Gila). Ni aun este empeño de los in-
dios que estaban en paz ni la evidencia que no habían faltado de
aquellas inmediaciones en el tiempo del huiix), bastó para aquietar
a los españoles, antes más y más clamaban al Virrey, instándole que
cogiese a los de paz, que eran los que insultaban la tierra con el
título de estar de paz. El Virrey, hombre inexperto y de ningún co-
nocimiento de estas naciones, juntó a los españoles para un Con-
sejo de guerra (¿y qué consejo le habían de dar los apasionados y
adoloridos con la pérdida de sus bienes?) no reflexionaban que
son estos apaches unas naciones que no reconocen entre sí una ca-
beza ni una ley, ni unión alguna, tanto que entre sí se roban los
bienes, entre sí tienen guerra como con los españoles; que sólo los
de cada ranchería forman cuerpo para defenderse de las otras
rancherías. Si hubiesen reflexionado ésto, fácilmente podía en-
tenderse que no se podía atribuir el daño a los que estaban de paz,
pudiendo haber sido tantísimas otras rancherías, con las cuales
C. II. DIFICULTADES Y ESPÍRITU DE LOS MISIONEROS 329
los que estaban de paz no tenían relación alguna; y más no ha-
biendo para atribuirlo a éstos indicio alguno.
"Según la pasión y sentimientos de los españoles fué el pare-
cer del Consejo, que se arrestasen los indios que estaban de paz
en el presidio ; que para ésto se arrimasen los indios ópatas, pimas
y españoles que estuviesen allí prontos, en los pueblos de mi Mi-
sión para que sirviesen en cualquiera resistencia y siguiesen a los
suyos que huyesen.
"Ya dispuestas todas las tropas, una mañana me hallé con una
carta del capitán en que me suplicaba me llegase al presidio, que
tenía algo que comunicarme. Yo prontamente salí de mi Misión
para Corodeguatzi, en donde habiendo llegado, como es costumbre
en estas tierras que a la hora que entra un sacerdote, repican las
campanas, oyeron mis voces los apaches y a porfía hombres y mu-
jeres corrieron a encontrarme, inocentísimos de lo que les iba a
suceder. Con pretexto de que iba a descansar, me separó el capitán
de mis queridos hijos y me leyó la carta del Virrey, en que por pa-
recer de todos los españoles le mandaba cogiese con la menos san-
gre que pudiese a los apaches que esta.ban de paz. Yo sorprendido
y adolorido con una orden tan tirana. ¿Y para ésto me llama V.
M.? le dije, ¿por ventura están claras las pruebas de que estos in-
dios de paz han sido los que robaron la caballada de los españoles?
El encogiéndose de hombros, dijo: a mí me es fuerza obedecer.
Sin que V. R. viniera, no los podía yo coger sin mucha sangre. Con
esta resolución me sacó fuera de su cuarto, acompañándome, y ha-
biendo por algún acto divertido a los indios allí fuera, ya que tenía
dispuestos sus soldados dentro del patio de su casa, donde aún no
se hallaba seguro su poco corazón ; gritó : todos los apaches entra-
rán adentro y tomarán maíz para comer. Todos ellos a porfía en-
traron, y dando de mano a la puerta cerráronla con el fuerte ras-
trillo y salieron de los cuartos de la casa los soldados que estaban
apostadas para la ejecución. Cayeron sobre los hombres los más
fuertes y armados, sobre las mujeres otra patrulla, y maniatando
a los hombres y mujeres, vino el herrero con dos fuertes grillos de
una vara de hierro y aseguraron al Bautista con uno y a Pedro su
hermano con otro, que quedaron casi imposibilitados para andar;
a los demás hombres pusieron grillos, a unos solos, a otros con dos,
para que alcanzaran las prisiones. Yo ya sobrecogido de dolor, me
había retirado de la presencia de tan bárbara tiranía, cuando a
330 LAS MISIONES
poco tiempo me gritaron los soldados que una india vieja se tiraba
a matar dándose de cabezadas en las piedras, pues no podía usar
de las manos. Al oír las voces, salí y vi aquel doloroso espectáculo
de mis pobres indios ; ellos como podían se me arrimaban y abra-
zaban, yo con la natural compasión e interior pena hice que no
atendía a sus cariños y me arrimé a donde estaba mi pobre vieja
despedazada con las demás mujeres, a quienes habían ajustado las
cuerdas de las manos que ya parecía que les quería brotar la san-
gre. Viendo aquella tiranía con unas pobres mujeres encerradas
entre las cuatro paredes de un patio de la fortaleza, grité a los
soldados reprendiéndoles de aquella crueldad cuando no tenían que
temer; y mandé que les quitaran aquellas ligaduras, a lo que obe-
decieron sin oposición, aun no siendo yo su superior. Quitaron las
ligaduras, a las mujeres, las que al punto con aquel alivio empeza-
ron a respirar, y la vieja a sosegarse de su impaciencia y con ac-
ciones a darme los agradecimientos por aquel alivio que les había
conseguido.
"Yo me volví a mi Misión con el desconsuelo de haber sido un
alcahuete de semejante tiranía y de dejar en aquel miserable esta-
do a los que ya miraba como a hijos míos. El capitán al punto le-
vantó su tropa para seguir a algunos de los que echaron de menos,
porque el día antes habían ido a cazar. Estos, advirtiendo la falta
de sus parientes, se fueron a la sierra con otros pocos que ya se
les habían agregado con la buena acogida que ellos habían experi-
mentado en aquel tiempo que estaban de paz. Como no estaban
muy lejos para la pronta partida de nuestra tropa, dieron con ellos;
pero en aquellos pocos que hallaron encontraron tal resistencia,
que hicieron huir a los nuestros que eran en número mucho mayor
que ellos. Volvieron con dos o tres flechados de soldados e indios,
y con la burla de uno de ellos que había ido de correo a Janos, que
le llamaba para que recibiese la carta respuesta. Así se volvieron
al presidio con un pequeño muchacho, que su madre no pudiéndolo
cargar, lo había dejado escondido entre unas ramas, donde lo pre-
sintió y denotó un caballo haciendo extremos. Se apeó el soldado
a ver qué cosa estaba allí, halló al niño y se lo trajo consigo.
"Dióse parte al Virrey de la famosa presa, y pronto mandó que
todos estos apaches con otros dos seris que tenía presos en el pre-
sidio, los condujesen en collera a México para cantar en esta Corte
C. II. DIFICULTADES Y ESPÍRITU DE LOS MISIONEROS 331
el triunfo. En pocos días estaba todo dispuesto para la marcha.
"Salió del presidio de Fronteras la miserable collera de indios
cogidos, y salieron para el Poniente a encontrar en el presidio de
Río Chico los pocos seris, y unidos prosiguieron su viaje. Ya que
habían caminado adelante de Sinaloa, en que llevaba más de cien
leguas andadas, entraron en un rancho a hacer noche los soldados,
por una parte ya confiados de la seguridad de su presa que no había
hecho movimiento alguno en tanto camino ; por otra, una fiesta que
en el rancho había (se engolaron con la bebida y el baile), con que
los apaches pudieron quebrantar las prisiones y escapar, y para
no dejar a sus dos cabezas, Bautista y Pedro, cuyas prisiones eran
dificilísimas de quebrantar, los tomaron en hombros y los condu-
jeron a una profunda cañada, o para que se ingeniasen los dos có-
mo pudiesen quitarse aquellas gruesas cadenas, o para que allí
muriesen y no a manos de los soldados. Los seris avisaron de la
fuga y salieron en seguimiento de los fugitivos. Los sueltos, hom-
bres y mujeres se habían ya subido a una alta serranía para ar-
marse, como consiguieron en poco tiempo, continuando su \iaje
hasta sus tierras, haciendo notables daños en los ranchos interme-
dios, matando gentes, ganados, y llevándose una doncellita espa-
ñola del rancho de Encinillas, que quemaron.
"Los soldados dieron con el rastro de los dos que habían dejado
en cañada, y como a "moro muerto, gran lanzada" acometieron
con las lanzas. Bautista cogió la que le hirió y apretándola contra
sí, se quitó la vida. Pedro, que era un indio que habiendo obrado
con rtíucha caridad con unos cautivos españoles. Dios le daba más
luces, gritó pronto: "No mata, yo cristiana, yo cristiana." medias
palabras españolas que había aprendido en el presidio. El soldado,
herido lo subió a caballo, lo llevó al misionero de Mocorito, quien
lo bautizó y a poco tiempo, de la herida murió con tan dichosa
muerte.
"Este fué el éxito de tan bárbara tiranía de que esperaban los
aplausos y ascensos de la Corte. Pero Dios no permite se premien
tan brutales injusticias" (1).
Hasta aquí la interesante y significativa relación del P. Sola.
Además de los muchos casos particulares de oposición y ver-
«<,«, ^l^ Biblioteca Nazionale Vittorio Emanuele (Roma) Fondo Jesuítico
3601. Fase. 2.
332 LAS MISIONES
dadera persecución contra los misioneros, hubo algunas acusacio-
nes por parte de particulares y aun de obispos, que ligeramente
apuntaremos.
Una de ellas, sobre la que se levantó largo expediente, fué
sobre el destino que los superiores provinciales daban a los sínodos
u observaciones con que los misioneros eran atendidos por parte de
la Corona. Fué un hecho confesado por los mismos aludidos pro-
vinciales, que en efecto, ellos se quedaban con parte de los sínodos
o con todos ellos, y no sólo eso, sino que encima les ponían una con-
tribución a determinados misioneros para gastos de la provincia.
Vistas así las cosas, sin más amplias explicaciones, parecería
una injusticia lo que los provinciales hacían, pero, hicieron obser-
var, y con mucha razón, primeramente: que la Corona no asigna-
ba cantidad ninguna para la manutención y gasto de ciento y tan-
tos novicios destinados exclusivamente a sustituir, andando el tiem-
po, a los misioneros; por donde, en verdad podía decirse que ese
dinero de misiones quedaba para las misiones.
Ciei-to era que sin esos sínodos muchos misioneros la pasaron
mal y en grande pobreza, pero ésto no fué más que por culpa de
ellos: porque para el siglo XVIII, con sus indios medio civilizados,
con tierras suficientemente fértiles, y relativa facilidad para obte-
ner aperos de labranza, la máxima parte de los misioneros jesuí-
tas y algunos franciscanos que quisieron imitarlos, tuvieron cose-
chas, aprovisionamientos de cereales y hasta grandes ganaderías
con las que quedaron moralmente independizados de los reales
subsidios y sin detrimento de la pobreza religiosa, ya que todo lo
empleaban en las misiones y que, en su trato personal (hay muchas
pruebas de ello), eran verdaderamente pobres y aun miserables.
Moderna es la acusación de haber sido mal hecha la distribu-
ción del trabajo misional y prematuras las expediciones y avan-
zadas hacia el norte de las fundaciones misionales.
Si de expediciones aisladas se trata, como las heroicas de los
PP. Kino, Consag, Salvatierra, y la increíble del franciscano Car-
ees, la Historia no puede tener para ellos sino grandes y muy me-
recidas alabanzas. Explorar la tierra en nombre de la Iglesia y
con fines apostólicos, es siempre laudable y en estos casos fué de
mucha utilidad y edificación.
C. II. DIFICULTADES Y ESPÍRITU DE LOS MISIONEROS 333
Otra cosa tal vez habría que pensar no sobre las expediciones
aisladas, sino sobre la fundación de misiones sin la debida gradua-
ción y cercanía de unas con otras ; tanto por parte de los francis-
canos, como de los jesuítas, todo fué echar hacia el norte dejando
a uno y otro lado y aun a retaguardia, muchos enemigos que fueron
en lo material el azote de las misiones y que quedaron y siguen
quedando como verdaderas lagunas de gentilidad en nuestra patria.
La explicación de este avance hacia el norte no creemos que
deba buscai*se en las ansias de dar con la gran Quivira, soñada
por el P. Niza, sino simple y sencillamente se debió a que hacia el
norte los colonos españoles iban dando con mejores tierras y los
misioneros con nuevas indiadas que por su número y por su calidad
eran campo más abonado para sus apostólicos afanes.
En la dificultad en que nos hallamos para formular por cuenta
nuestra una descripción comparativa de las dos órdenes misione-
ras en el norte de México: franciscanos y jesuítas, habrá que ce-
der la palabra al Sr. obispo de Durango, D. Pedro Tapiz, cuyas
son las siguientes líneas que entresacamos de una relación suya fir-
mada en Corodeguatzi, a 26 de agosto de 1715 (2), y dice así:
"En las misiones que administran y están a cargo de los RR.
PP. de la Sagrada Compañía de Jesús, que son once las que he visi-
tado hasta aquí, he hallado los indios con tan buena crianza y edu-
cación en lo espiritual y temporal, como lo califica la decencia en
sus templos y culto divino, celo y aplicación en los PP. a enseñar
a los indios la Doctrina cristiana y hacerles que aprendan a leer,
escribir y contar y otros oficios, que al mismo paso que he salido
de estas misiones consoladísimo y edificadísimo de ver el apostó-
lico celo con que estos PP. atienden a dirigir las almas de aquellos
pobres a fin de su salvación, desvelándose en quitarles las embria-
gueces, bailes y otros abusos que usaban en su gentilidad (en que
hay ya muy poco o nada que corregir) y en el paternal amor con
que los cuidan y atienden, esmerándose en que vayan vestidos y
tengan que comer; he quedado confundido de ver el desprecio,
humildad y mortificación propia con que tratan algunos sus per-
sonas para enseñar a todos, así indios como españoles, con el ejem-
plo, el camino seguro de la gloria, que me ha parecido conveniente
reprenderlos amorosamente como indecencia, pero aseguro que
(2) A. G. L 67-5-15.
334 . LAS MISIONES
en mi interior, lo hice con confusión mía; y porque acaso podrá
causar novedad este informe por algunas noticias que la emulación
esparce, supongo que es verdad que estas misiones están bien abas-
tecidas y tienen lo que han menester, porque los PP. siembran tri-
go, maíz y otras legumbres y crían ganado, en especial mayor,
y que lo que sobra, después de suplir lo necesario para la misión lo
venden ; pero también aseguro, como testigo ocular, que ésto se
emplea en la fábrica de las iglesias que en todos los pueblos tienen
decentísimas, en sus ornamentos y ornato para la celebración de
los oficios divinos que se cantan con tanta solemnidad, que habien-
do concurrido el día de nuestro Patriarca San Ignacio en la Misión
de San Francisco Javier de Satevó, canté la misa pontifical que
oficiaron los indios, así con canto de música como con instrumen-
tos de bajón, chirimías, arpas, violín y órgano, que todos les ense-
ñan, teniendo a este fin un maestro de Capilla, que lo es también
indio ; hubo sermón que predicó el P. Rector y misionero de la Mi-
sión de Coyachic, y toda la función se celebró con solemnidad y de-
cencia que se pudiera en la Catedral. En ésto pues, en socorrer a
los indios y en dar limosnas a otras iglesias, como a muchos espa-
ñoles pobres que acuden a pedirla, gasta lo que sobra a las misiones,
y por esta razón siento que lo multiplica Dios, como tiene ofrecido a
los que ejercitan la caridad. Y porque algunos ven que con tanto ce-
lo se mantienen dichas misiones, sin necesidad, las publican opulen-
tas. Pero habiendo yo experimentado y visto todo lo referido, no he
podido excusar el hacer a V. M. esta representación, y ojalá todas
las doctrinas y misiones estuvieran al cuidado de los PP. de la Sa-
grada Compañía de Jesús, que sin duda los prelados gozarían de
mucho alivio, descanso y consuelo.
"Por lo que mira a las doctrinas y misiones de la Sagrada Re-
ligión de San Francisco, son las que he visitado hasta aquí doce, y
he visto las cosas tan al contrario que las iglesias están en lo co-
mún muy maltratadas, con poco adorno y falta de ornamentos, las
misiones y doctrinas pobres, los indios desnudos, mal instruidos y
educados y sin depósito de nuestro Señor Sacramentado en algunas
iglesias de las doctrinas, originándose todos estos efectos de lo que
con sinceridad y con el celo de su remedio representaré a V. M.
"Es común práctica en las misiones y doctrinas que están a car-
go de esta Sagrada Religión, el no permanecer en ellas los PP. mi-
sioneros y doctrineros porque sus Superiores los mudan cada Ca-
C. II. DIFICULTADES Y ESPÍRITU DE LOS MISIONEROS 335
pítulo que celebran, y a muchos antes, y así es raro el que una Doc-
trina y misión se conserve más tiempo que dos o tres años; pres-
cindo si tienen o no motivos justos para estas mutaciones, sí sólo
represento a V. M. que de ésto se sigue, que como los Ministros
miran las doctrinas como de paso, no solicitan con la eficacia que
debieran su adelantamiento, el reparo y adorno de las iglesias, ni
la prevención de ornamentos necesarios para el divino culto y ce-
lebración de los divinos oficios. Sigúese también que no les cobran
amor a los indios, ni los indios a los PP., y de esta falta de corres-
pondencia y amor se origina el no obedecer los indios a los padres
y tratar éstos mal a los indios sin cuidar de enseñarles oficios y
otras facultades en que en otras misiones están bien instruidos,
pues ni saben leer ni escribir, ni música, ni hay cantores que sepan
oficiar una misa, si no es en tal o cual misión, y viven los indios en
su pobreza y desnudez. También se sigue el no aplicarse los PP. a
aprender la lengua de los indios y consiguientemente no son capa-
ces por esta ignorancia de enseñarles la Doctrina cristiana ni po-
derlos confesar, si no es a los que supieren o entendieren la lengua
castellana como prácticamente lo he experimentado en muchas mi-
siones y doctrinas en que me ha sido preciso pedir a los PP. de la
Compañía algunos clérigos más cercanos a dichas misiones, vinie-
sen a confesar los indios para administrarles el santo sacramento
de la Confirmación, sobre que he dado la providencia de noticiarlo
al Gobernador de esta Provincia y Vice-Patrón de V. M. para que
provea el remedio, porque como estas misiones no reciben colación
canónica sino es los que están en las doctrinas erigidas por tales, no
sabe el Obispo lo que los superiores de la Religión ponen, hasta
que llega el caso de la Visita."
Dando la fe que se merece a la relación del limo. Sr. D. Pedro
Tapiz, que acabamos de copiar, todavía a priori y a posteriori, se
puede afirmar de las misiones, más que de cualquiera otra iglesia
o parroquia, que valían tanto como individualmente sus misione-
ros; el misionero es el alma en su jurisdicción y en muchas leguas
a la redonda ; por ésto, si a la muerte de un misionero lleno de Dios
y del celo de la salvación de las almas, sucedía otro de menos es-
píritu, hombre cuitado, poco industrioso, suspirando por regresar a
los colegios o conventos cómodos, etc., etc., su apatía y desinterés
se reflejaban en las misiones y todo caía por tierra.
336 LAS MISIONES
Las órdenes religiosas conocedoras del mérito de los misione-
ros en general, y en particular del de sus hijos que más descolla-
ron en tan gloriosas empresas, tuvieron el buen sentido de perpe-
tuarlos dando a la estampa sus biografías; ésto nos ahorra el re-
producirlas con la extensión que se merecen, pero no podemos dejar
de mencionar a las grandes columnas siquiera, de nuestros apostóli-
cos varanes. La orden seráfica después del P. Fr. Antonio Linaz,
fundador de los colegios apostólicos en Nueva España, hombre
excepcional y de elevado espíritu, ensalza la memoria de Fr. Fran-
cisco Casañas, el mártir de Nuevo México; de Fr. Francisco Esté-
vez, de Fr. Antonio Bustamante; pero sobre todo de Fr. Junípero
Serra y de Fr. Antonio Margil de Jesús. La vida de estos dos após-
toles, tan íntimamente ligada con nuestra historia del siglo XVIII,
son el espejo en que hasta ahora se miran los fervorosos hijos de
San Francisco de Asía, y con grande gusto y aprovechamiento
pueden verse los correspondientes libros citados del comienzo de es-
te capítulo.
Maneiro, Alegre y Vanegas en la antigüedad, y en los tiempos
más modernos Dávila y Arrillaga, Icazbalceta y el Archivo General
de la Nación con sus preciosas publicaciones, ya bien vulgarizadas,
nos relevan del grato deber de extendemos más ampliamente sobre
las biografías por ellos publicadas, de insignes jesuítas misione-
ros ya honrosamente citados en el discurso de esta obra.
CAPITULO III
LAS MISIONES DE CALIFORNIA
Primeras expediciones a California, — Entrada del padre Juan María de
Salvatierra. — Primeras fundaciones. — Caracteres generales de la labor misio-
nal— Descripción de la vida cristiana de California. — La misión desde 1767.
— Los fondos piadosos de la California.
bibliografía especial
CLAVIJKBO, FRA1ÍCI8CO JAVIER.— HistorU de la Antigrua California.— México,
18.Ó2.
FON8ECA Y tJRBUTIA C— Historia de R«al Hacienda.— México. 1853.
FERNANDEZ DE SAN SALVADOR, A. P.— Historia de la Antl^na California.— Mé-
xico, 1816.
OBREGON BALTAS.\R DE. — Historia de los Descubrimientos Antigruos y Modernos
de la Nneva España. — México, 1924.
OBREGON FERN.\NDEZ, R.ANGEL.— (Archivo General de la Nación T. VIII).— Las
Misiones de Sonora y Arizona. — México, 1913 — 1922.
ORTEGA JOSÉ. — .^ipost-ólicos Afanes de la Compañía de Jesús. — Barcelona, 1754.
PALAU FRANCISCO.- Vida de Fray Junípero Serra.— México, 1787.
SONORA MARQUES DE.— Informes Generales al Excmo. Señor Virrey.— 1857.
338 LAS MISIONES
I OMENZ AREMOS este capítulo por decir que bajo el nom-
bre de California entendemos lo que por tal nombre se en-
tendía en el siglo XVIII: La península de la Baja Cali-
fornia, hasta treinta y dos grados y medio, si bien, algu-
nos particulares, sin verdadero fundamento para ello, llamaron Alta
o Nueva California a deteiminadas regiones al este del Río Gila, en
el hoy Estado de Arizona.
Al contrario de lo que les ha pasado a muy importantes comar-
cas y poblaciones de nuestra República que carecen de historia y
documentos primitivos. California tuvo exceso de ello, porque real-
mente ni por la calidad de sus terrenos áridos y mezquinos, ni
por sus habitantes, siete u ocho mil en conjunto a fines del siglo
XVIII, ni aun siquiera por la labor misional (total, cuarenta misio-
neros en setenta años) merece tanto como de ella se ha escrito y
publicado.
Pero California siempre ha sido región de misterio y de ilusio-
nes. En el primer tercio del siglo XVI, se creyó que por aquel rum-
bo andaba la gran Quivira y las famosas Siete Ciudades que ima-
ginadas por Fr. Marcos de Niza, revolvieron el espíritu aventure-
ro de muchos conquistadores, aun a pesar de las más positivas rela-
ciones de Vázquez Coronado.
Los que primeramente conocieron de hecho la California, no
fueron como dice Clavijero, Ordoño, Jiménez y su gente de mar;
que ya antes habían ido por los años de 1529, dos capitanes de Ñuño
de Guzmán, nombrados Marcos Ruiz de Rojas y Melchor Díaz de
Alarcón con un viaje tan feliz, que al fin de él pudieron afirmar
por lo que habían visto y recorrido, que la California era península
y no isla. A ellos pues y no al P. Kino es a quien se debe el primer
conocimiento, así como el haberlo divulgado se debe al primer his-
toriador mexicano Baltasar de Obregón. El es quien en su preciosa
"Historia de los Descubrimientos" nos dejó las siguientes líneas:
"Descubrió el Río del Tizón (El Colorado), Marcos Ruiz de Rojas,
en el cual vieron mucha suma de indios, aunque desnudos e que ha-
bitaban en casas debajo de tierra, el cual (río) asimismo anduvo
y visitó Melchor Díaz e Alarcón por mar e tierra ; estos dos fueron
capitanes de Ñuño de Guzmán; el cual río está en el Ancón de la
California; es muy hondo e de altísimos barrancos e no se ha sabi-
do que gente habita por él arriba. Viene a desahogar a la mar del
C. III. LAS MISIONES DE CALIFORNIA 339
Sur de los Llanos de las Vacas. Este brazo de mar llamado Ancón
está poblado de gente en todo él, aunque no se sabe su modo de ves-
tir, comer y cosas, mas de que se han visto gran cantidad de humos
en la costa y tierra adentro. Entiéndese está toda poblada. Toda
esta costa es firme e participante con la Quebira, Cíbola Tibuex,
Nuevo México e la Florida."
Instruido probablemente por uno de estos descubridores, Her-
nán Cortés despachó por mayo de 1532, dos navios de los que sólo
llegó el de Ordoño Jiménez (1).
En 1533 envió otra expedición cuyos preparativos nos describe
gloriosamente en los siguientes términos : "Ha más de siete meses
que yo salí de mi casa para el despacho de estos navios y los cinco de
ellos (de los meses) he estado siempre residiendo en este astillero sin
quitarme de sobre la obra ... y con residir en persona en este puer-
to sobre la obra con todos mis criados y con más de 30 oficiales es-
pañoles que traigo (que hay hombre de ellos a quien doy cuatro-
cientos pesos de oro de minas por año) . . . está la obra en término
que sin duda (placiéndole a N. S.), se harán a la vela estos navios,
a más tardar a mediados de agosto, y aunque me cueste hasta en-
viarlos más de treinta mil castellanos, de más del mucho trabajo de
mi persona, quedo satisfecho, porque salen ahora dos navios e uno
de más de noventa toneles machos y el otro de cerca de setenta,
los más recios y de mejor clavazón e madera que pudiera salir de
Castilla, con mucho bizcocho de Castilla hecho en México e mucho
vino e vinagre e aceite e quesos e carne e pescado e un par de pilo-
tos que el uno de ellos no se puede mejorar en el mundo y la mejor
gente de mar que puede haber en levante, e mucha artillería e muni-
ciones e jarcia e gente de guerra e todos oficios de navios e herre-
ros doblados e boticario e botica todo muy bueno e tan cumplido
que teman todo bastimento para más de año y medio ... Y demás
de esto queda medio acabada una nao de más de doscientos toneles
y otro navio pequeño con mucho del aderezo necesario para el re-
tomo, que yo espero en Dios que ha de ser tal, que dello sea nuestra
Santa Fe católica muy ensalzada y S. M. servido y todos aprove-
chados" (2).
(1) Carta de Hernán Cortés al Consejo de Indias. Tehuantepec, 25 de
enero de 1533.
(2) Cuevas, Cartas y otros documentos de Hernán Cortés. Págs. 111
y siguientes.
340 LAS MISIONES
Aunque tenía Cortés desi^io de enviar por capitán "persona
que sea de experiencia y caballero y de los que me ayudaron a ga-
nar la tierra," a última hora decidió ponerse él mismo al frente
de su armada. "En el dicho viaje (dice), pasé muchos trabajos y
peligros y estuve muchas veces a punto de ahogarme, tanto que los
que iban conmigo estuvieron todos desnudos para echarse al agua,
que si Dios milagrosamente no 'nos remedia, todos pensamos ser
ahogados; y volví con bastimento sin mirar en dicho peligro que
había pasado y proveí y remedié la dicha gente. Y después viendo
el poco remedio que para pasar adelante tenía, dejé poblada la di-
cha tierra y en ella hasta treinta hombres españoles con doce caba-
llos y les dejé el dicho bastimento, y proveídos para diez meses,
ansí de maíz como de ovejas y tocinos y puercos, gallinas y otras
cosas necesarias con intención de tornar a hacer la dicha armada
y hacer otra mayor de nuevo; y volví a esta N. E. a dar orden en
ello. Y a causa que algunos parientes de los que dejé en la dicha
tierra se quejaban, nuestro Visorrey de esta Nueva España D.
Antonio de Mendoza, me mandó enviase por la dicha gente y la
trujiese, lo cual yo hice" (3).
Ulloa mandado por Cortés posteriormente, Alarcón, Sebas-
tián Vizcaíno, Antonio de Luna con su yerno Baltasar de Obregón
y otros muchos aventureros, quién por cuenta propia, quién a ex-
pensas de la real caja, estuvieron haciendo expediciones tan difí-
ciles como infructuosas que nuestros lectores pueden ver, como
trivial y repetidísima materia en una de tantas publicaciones so-
bre California (4).
La entrada definitiva debióse principalmente al P. jesuíta Juan
Ma. de Salvatierra en 1697. A propósito de ella pidió el Consejo de
Indias a la audiencia de Guadalajara que hiciera relación e infor-
mase de cuanto pudiera conducir a la mejor inteligencia y gobier-
no de la recién fundada misión. De dicha relación firmada por los
licenciados Palma, Feijoo y Miranda, entresacamos las siguientes
líneas : "Nunca Señor, más cerrada la puerta de la California ; nun-
ca más impenetrable e intransitable juzgaba el prudente juicio hu-
mano esta Provincia, que después de la última expedición hecha por
el año de ochenta y tres (1683) y siguientes a el cargo del Almirante
D. Isidro de Atondo con dos navios de línea de más de cien perso-
(3) Memorial de Hernán Cortés al Emperador. 1539.
(4) Véase Clavijero. Historia de la Baja California. Lib. I, Cap. I a VIL
I', ilernatido de Tovar. — Mártir eii Tcix'liiiaues.
Galería del Jesús, Roma.
C. III. LAS MISIONES DE CALIFORNIA 341
ñas entre soldados y gente de mar. Todo el poder de la Real Ha-
cienda para pagas y pertrechos, tres años continuos de insistencia
en aquellas playas, diferentes entradas hasta la contracosta, y lo
que es más el fervor del mismo P. Ensebio Francisco Kino y los
Padres Juan Bautista Cozano y Pedro Goñi desesperaron de la per-
manencia, determinaron imposible la empresa y abandonaron su
prosecución, no habiendo debido en todo aquel tiempo a la tierra
reconocida, un pedazo propicio para la cultura, a el cielo un rocío
ni al temperamento más que continuadas enfermedades y algunas
muertes.
"Así quedó la California el año de 1786, no sin grave dolor
de los Padres que dejaban sin esperanza de remedio y pasto espi-
ritual a los hijos californios, tanto que al dicho P. Juan Bautista
Cozano costó el juicio que no ha podido después recuperar. Sin
haber quedado otro buen efecto de esta empresa, que un pedazo de
vocabulario que el dicho P. formó del trato que con ellos tuvo y
sirvió después a el P. Juan María de Salvatierra.
"Habiendo este P. pasado a esta pai-te, de los estados de Mi-
lán y ocupádose de las misiones de la Tarahumara, siendo después
Visitador de todas ellas, lo sacó la obediencia para el rectorado del
Colegio de esta ciudad (de Guadalajara) donde era tanto el amor
que mostraba a sus tarahumares que le oímos decir que si se le
permitiera, saliera de rodillas desde esta ciudad hasta sus misiones.
Movido de la misericordia Divina, convirtió el amor de la Tarahu-
mara, en ansias de la California: era esto pov el año de noventa y
cuatro en que sin embargo de no hallar persona que apoyase su
dictamen, no hablaba ni trataba de otra cosa que de fervorizar los
desmadrados ánimos; y habiendo sido llamado por maestro de no-
vicios y rector de Tepotzotlán todas sus oraciones y ejercicios se
dedicaban a la entrada y conversión de las Californias y a extra-
ordinarias diligencias así con el Conde de Moctezuma, Virrey de es-
ta Nueva España, como con su provincial Juan de Palacios para
que le permitiesen la licencia de entrar en dicha provincia a que
halló no pequeña resistencia, en el primero por las órdenes de V. M.
que en virtud de los informes de la última expedición de D. Isidro
de Atondo había mandado por entonces suspender la conquista; y en
f^l segundo porque hallándose la Real Hacienda tan extenuada que no
se le podía satisfacer los situados de las Misiones de Sinaloa, Sonora
y el Parral, y por estar empeñada la Provincia en considerables
342 LAS MISIONES
sumas; más se hallaba en términos la Compañía de dejar dichas
Misiones, que de encargarse de otras, dependientes sólo de la Pro-
vincia y del fervor del dicho P. Juan María ; pero nada de esto fué
bastante para que dejara de repetir las instancias, consiguiendo
con ellas despacho y licencia.
"A este principio se siguió buscar medios que a su ardiente
deseo (aun los muy limitados para tan grande empresa), parecie-
ron bastantes, y el que más se señaló desde los principios y después
fué el Bachiller D. Juan Caballero y Osio presbítero vecino de la ciu-
dad de Querétaro que, demás de las proporciones con que ha con-
tribuido para los gastos, destinó veinte mil pesos para la funda-
ción de las dos primeras Misiones, cuya renta de quinientos pesos
cada una, tiene hoy corriente.
"Animado el P. Salvatierra con estos refuerzos y juzgando la
Compañía que le pareció suficiente, como Capitán General de ella
pasó el año de noventa y seis a la California y asentado su tren en
el real que puso por nombre de Loreto, dispuso una fortificación
que pudiese servir de resguardo para cualquiera invasión o asalto,
como lo tuvo, en que dejando castigados los indios, sirvió de asen-
tar la paz con menor recelo para lo de adelante. Siguióle luego su
compañero el P. Francisco María Piccolo y en los dos primeros años
padecieron estos dos padres intolerables trabajos hallándose mu-
chas veces necesitados por la falta de matenimientos y poca es-
peranza de la manutención de la tierra a despedir toda la gente,
quedándose solo, a vivir y morir por aquellos bárbaros y a su mer-
ced y disposición, hasta que con la noticia de la lengua Moqui de
que procuraron informarse, fueron extendiéndose, llevándolos los
mismos naturales a algunos parajes menos incómodos y más a pro-
pósito para reducción de pueblos, adelantándose después de apren-
dida la lengua Laimona más universal entre aquellas gentes a el
estado en que hoy se halla aquella conversión, descubrimiento y
pacificación de que mejor constará a V. M. por la declaración de
Francisco Javier, indio californio a quien tratamos y vimos aquí
con otros dos compañeros semejantes en el todo a los demás in-
dios, aunque algo más robustos y fuertes, y por la de D. Luis Tor-
tolero, su primer capitán.
"Este, Señor, es el feliz principio que han dado los Padres a
la pacificación y conversión de la California de cuyos términos
aunque se sabe el principio y punta de San Lucas, pero no las dis-
C. III. LAS MISIONES DE CALIFORNIA 343
tancias que comprende; empresa que ha tomado con tanto empeño
el dicho P. Eusebio Francisco Kino que en estos dos últimos años
ha hecho tres viajes: el primero con el P. Juan María de Salvatie-
rra y en él desde Hiaqui anduvieron docientas leguas, costeando
desde las ISIisiones últimas de Sonora, reconociendo que el mar
cuanto más se alargaba, se angostaba más, y por la falta de basti-
mentos se volvieron, teniendo por fijo ser dichas Californias tierra
firme con la Nueva España.
"El segundo viaje lo hizo solo dicho P. Eusebio y anduvo por
el mismo rumbo cuatrocientas leguas, llegando hasta un grande
río que llaman Colorado o el de la Tierra Colorada, y después de
él entró treinta leguas a lo que le pareció en tierra de la California
y dejando cartas para que las llevasen a el P. Juan María por tie-
rra y viendo que no había habido razón o seguridad de que llegasen,
se volvió.
"El tercero (viaje) con el P. Manuel González también de la
Compañía saliendo los dos con determinación de llegar donde es-
taba dicho P. Juan María y acabar de certificarse que se podían
comunicar por tierra, pero habiendo llegado al dicho río Colorado,
y entregándose a los indios gentiles para que en una balsa los pasa-
sen las corrientes, los metieron en el mar donde dichos indios gen-
tiles los largaron y se fueron, quedando por dos o tres días a la
Providencia de Dios, que al cabo de ellos los echó con la resaca a
la orilla muy lastimados de que quedaba muy enfermo el dicho P.
Manuel González que son las últimas noticias que hemos tenido y
guardamos más especiales relaciones.
"Las grandes utilidades de la pacificación de esta nueva tie-
rra, los repetidos deseos y empeños que siempre ha habido, las ma-
nifiestan, la primera y la principal, la reducción de tanto número
de infieles a el gremio de nuestra Santa Fe Católica ; la extensión de
los dominios de V. M. en otro reino que no ofrece menos riqueza
que el del Perú y esta Nueva España en minerales y perlas de que
todas sus playas y islas están llenas, siendo el mantenimiento de
algunos isleños y playanos el ostión, y aunque de lo visto hasta
ahora el oriente de las perlas no es el mejor por haber salido mu-
chas aplomadas, pero siendo los comederos y placeres sin número,
bien se puede esperar que algunos ofrezcan también sin número la
riqueza de que, ya movida la codicia de algunos, con diversos pre-
textos fabrican barcos o lanchas que bastan a la corta travesía
344 LAS MISIONES
desde Hiaqui, San Ignacio de Orne, y otros parajes de Sinaloa y
Sonora, y también sii-ven para el comercio y condución de algunos
mantenimientos.
"Abundantísimas salinas de que se pueden cargar navios en-
teros, sirven de dar escalas y puertos a la Nao de Filipinas para
que pueda hacer aguadas, refrescar los víveres y dejar los enfer-
mos que tanto perecen, desde que se monta la punta de San Lu-
cas hasta el puerto de Acapulco. Y por fin el descubrimiento de
tanta tierra que si se ha de estar a las antiguas demarcaciones de
Sebastián Vizcaíno, llega hasta a ofrecer breve travesía de mar con
las innumerables islas del Japón" (5).
Los primeros trabajos del P. Salvatierra nadie mejor que él
nos los podrá contar como lo hace en el preciso memorial que a
continuación publicamos. Dice así: "Muy Poderoso Señor: Yo
Juan María de Salvatierra de la Compañía de Jesús, Superior de
la Misión del Reino de las Carolinas o California, parezco delante
de V. A. en la mejor forma que me concede el derecho y represento
en primer lugar sumariamente a V. A. el estado presente de la
conquista espiritual y temporal de una parte de este Reino.
"Y digo que después de haberse saltado el pie en este Reino
debajo de la sombra de las armas de S. M. nuestro Rey D. Carlos
II, (que Dios guarde) por octubre del año de mil seiscientos y no-
venta y siete, después de sustentado y rechazado con victoria un
asalto violento de todos los gentiles comarcanos en 13 de noviembre
del año susodicho; después de vencida una batalla de campo a
campo por nuestros españoles con muchos muertos de los enemi-
gos, en 2 de abril del año de mil seiscientos y noventa y ocho, des-
pués de pasadas grandes faltas de socorros, pérdidas de embarca-
ciones y 10 meses continuados de guerra, trabajos todos bien lo-
grados a los cuales echó Dios bendición otorgada de la mano de
María la Gran Madre de Dios Conquistadora y en su casa de Lo-
reto la primera pobladora de este Reino; hoy día de la fecha de
esta representación y memorial se hallan en este puerto de Loreto
Concho arrimado a la bahía de San Dionisio como en veintiséis
grados de altura, sesenta almas de crist'anos de la Nueva España
entre padres, españoles y gentes de familias; treinta hombres de
armas españolas incluyendo Capitán y Alférez, dos españoles aven-
tureros sin sueldo, diez indios amigos de la Nueva España armados
(5) A. G. I. 67-1-41.
C. III. LAS MISIONES DE CALIFORNIA 345
de arco y flechas, dos mulatos sirvientes, cinco filipinos Pampangos
y el resto mujeres y niños con caserías de adobes y otras de esta-
cadas y tierra, todo en orden y bien techadas y rodeado todo de un
fuerte recinto de estacada y tierra para resistir las amias de in-
dios con una lancha, varada en la playa a que pueden servir los fi-
lipinos en caso de grande urgencia. Tiene otras dos fragatas y una
lancha en la mar, que van y vienen asistidos los tres barcos de trein-
ta hombres de mar, todos pagados con sueldos proporcionados,
así la gente de milicia en tierra como en la mar: el Capitán del
Presidio y de las dos fragatas a quinientos pesos cada uno; el ca-
bo de la lancha a doscientos y sesenta y seis pesos; los soldados a
trescientos pesos ; el Alférez a trescientos y cincuenta ; los marinos
a varios precios, de quince hasta veinte pesos ; los grumetes a doce
pesos y la gente de tien-a que no son soldados españoles reputado
uno con otro, vienen reputados en doce pesos de sueldo; de suerte
que los salarios solos pasan entre mar y tierra de diez y seis mil
pesos.
"Añádase a ésto el gasto cierto y por otra parte incierto en la
cantidad de pertrechos nuevos de barcos, cables, anclas, calafateos
y semejantes gastos y remiendos, mas el gasto de bastimentos, pues
a toda la gente de tierra y mar se les dan además de los salarios,
raciones de carne, maíz o harina y miniestras, y manteca para días
de pescado y en esto entran las primeras mujeres españolas por
privilegio hasta que vivan, que así lo ha estilado S. M. en otras
muchas poblaciones.
"ítem, el gasto de pólvora, balas y otras armas, y el regalo
proporcionado de semillas y vestidos para atraer estas nuevas ra-
ciones para el camino del cielo y para el cultivo de sus tierras, que
se enseñen a labrarlas con gusto hasta que den fruto, que así lo es-
tila S. M. Y todo esto junto cada año, cuesta muchos millares de
pesos afuera de los salarios. Dos efectos seguros que ha habido y
hay hoy día entre manos para tantos gastos, son solamente la li-
mosna prometida de palabra de seis benefactores que ofrecieron
dar cada uno a trescientos pesos cada año por el espacio de cinco
años y en primeros de enero del año venidero (1701), se cumpli-
rán las cinco pagas; y a ésto se obligaron sin escritura, y todas
juntas estas limosnas montan cada año mil y novecientos pesos
que es sólo una pequeña parte de los gastos de cada año. Todo el
lesto es de limosnas y limosnitas dadas de los fieles cristianos, sin
haber limosnero en propiedad, que pida limosna con los requisitos
346 LAS MISIONES
ordinarios de instancias eficaces, de suerte que aunque se tiene
cuenta hasta del medio que cae y se pone al libro, pero parece cosa
más venida del cielo que diligenciada en la tierra, y es notorio por
parte que se han pagado con puntualidad los salarios así en reales
como en géneros, según y como ha sido el gusto de cada soldado y
marinero, con libranzas de muchos millares de pesos que han ido a
México y han sido pagados en dos años y medio, que queda enar-
bolado el estandarte de la Santa Cruz, amparado de las armas Rea-
les, que en este espacio de tiempo se han dilatado con las glorias
de la Cruz, de suerte que hoy domina a las muchas gentes que ro-
dean este real de Loreto Concho, desde esta costa del estrecho,
hasta la contracosta del mar Oceánico, obedientes como dos mil gen-
tiles y más de mil catecúmenos, instruidos en sus idiomas en los
misterios de nuestra Santa Fe, en los pueblos de Loreto Concho,
San Juan Hondo y San Francisco Javier Piamundo en el riñon
de la sierra con casas, iglesitas y una buena iglesia empezada en
Loreto con campanas y varas de justicia en los tres puestos, donde
obedecen los indios a el llamamiento, así de los padres como del
capitán. En Loreto los mismos indios castigan y azotan a los de-
lincuentes; ellos mismos cuidan solos de nuestros ganados menor,
caballar y vacuno y nunca se ha echado de menos una sola cabe-
za en catorce meses que los cuidan.
"Hanse descubierto en este espacio de tiempo tierras buenas
para ganados y así mismo para siembras. Hace reconocido ser to-
das tierras con temperamento muy sano, así para hombres como
para animales que multiplican las ocho especies que se han traído
de la otra banda de la Nueva España, de suerte que nos ha dañado
mucho en este punto el desvío de los barcos.
"Sábese que en este estrecho tienen bastantes placeres de
conchas aunque con pocas perlas, por destruir los indios los place-
res a causa de sus hambres, y poblada la tierra de ganado perdona-
rán a la concha que se podrá coger de sazón y la codicia misma les
enseñará a no destruir los placeres.
"Hanse ya descubierto así mismo las vistosas conchas azules
de la contracosta, y la mayor riqueza es haberse dado el agua del
santo Bautismo a algunos centenares de párvulos que con sus pa-
dres catecúmenos a son de campana entran a doctrina en las tres
susodichas poblaciones; y a la hora que se escribe esta petición, nos
hallamos aquí con caciques de la dominación de las dos costas y de
C. III. LAS MISIONES DE CALIFORNIA 347
las dos riberas de Noi-te a Sur de este Loreto. Y finalmente por no
ser prolijo en este informe me remito a las relaciones, algunas de
las cuales andan impresas y con tanta verdad que llegando aquí
donde se halla el original de las cosas, a una voz dicen confronta
la copia con el original ; en ella se ven los grandes bienhechores D.
Juan Caballero y D. Pedro Gil de la Sierpe y demás; se ve el valor
del Capitán Antonio García de Mendoza, celo, prudencia y protec-
ción para los pobres naturales de este reino, perseverancia en lle-
var adelante la conquista para Dios y para el Rey, y lo mismo se re-
conoce en los demás oficiales. Alférez y Veedor, Cabos de escuadra
y del resto de la Compañía poco número de gente, casi toda gente
escogida, así de España y Europa como de la Nueva España y en-
tre ellos un capitán de infantería reformado y otros cabos refor-
mados como constará de sus firmas, ayudando fraternalmente a
una con valor, tesón, alegría y desinterés a la conquista del reino :
Y como el sueldo con que los paga el Rey a quien todos servimos
en esta conquista y cuya es la tierra, mar, costas e islas que con-
quistamos, es sueldo de limosnas dadas a Nuestra Señora de Lo-
reto y a vista de tejas abajo tan incierta, no obstante viéndome
ellos algo apurado por la incertidumbre de las pagas me suelen
consolar desde el primero el Capitán, Alférez, Veedor y demás
cabos, oficiales y soldados casi todos diciéndome que en esta con-
quista Mariana servirían de buena gana al Rey comiendo raíces
y vistiendo palmas, y los oigo a todos y me consuela verlos tan
alentados" (6).
Nada desdijeron de los comienzos de esta misión los posterio-
res trabajos de los jesuítas en aquella península, como tampoco
desdijeron los sucesores del P. Salvatierra, de la grandeza de áni-
mo por él desplegada. Algunos tal vez le superaron.
Increíbles viajes de exploración semejantes aunque no tan
historiados como los de Kino, verificaron el austríaco Consag, el
tapatío Basaldúa, el sevillano Tamaral, el oaxaqueño Sestiga y el
aragonés Bravo. Mas a todos superó el hondureno Ugarte por su
increíble esfuerzo físico y moral, por su iniciativa universal y por
el fervor de espíritu en que se mantuvo hasta su muerte en labor
tan ardua y tan difícil cual era la de la misión de California, siendo
así que su natural talento, sus lauros ya conquistados en las aulas
(6) A. G. I. 67-1-41.
348 LAS MISIONES
de México y otras mil prendas que le adornaban, podrían ser para
otros espíritus más débiles que el suyo, pretextos suficientes para
cambiar su cruz por otra menos dura y pesada.
Excursiones por mar y tierra, trabajo personal físico de al-
bañil y de carpintero; paciencia increíble en la catequesis y aun
en la sola convivencia con aquella indiada tan detestable y aviesa;
lucha continua con las autoridades del virreinato y hasta con el
Consejo de Indias para obtener y (no lo obtenía generalmente),
el mezquino pago de las necesarias fuerzas militares, la continua
busca de los bienhechores para matar el hambre a los neófitos y
la continua zozobra de muerte en que vivían los misioneros después
del levantamiento de los indios pericues y del martirio que luego
describiremos de dos ilustres misioneros; formaron los elemen-
tos del cuadro de conjunto que sobre la historia de California nos
ofrecen las múltiples y verídicas relaciones que sobre ella existen.
De labios del P. del Barco, probablemente, fué de donde el P.
Clavijero recibió la descripción que nos hace de la vida de las mi-
siones de California, en los siguientes términos: "El lugar prin-
cipal de cada misión donde residía el misionero, era un pueblo en
que a más de la iglesia, la habitación del misionero, el almacén, la
casa de los soldados y las escuelas para los niños de uno y otro se-
xo, había varias casillas para las familias de los neófitos que vivían
allí de pie. Los otros lugares más o menos distantes del principal,
en los cuales vivían los restantes neófitos pertenecientes a la mis-
ma misión, carecían regularmente de casas y sus habitantes vivían
a campo raso, según su antigua costumbre. Los pueblos de la pe-
nínsula eran unos veinte, todos edificados por los misioneros a
grande costa.
**Las iglesias de las misiones, aunque pobres por la mayor
parte, se mantenían con toda la decencia y aseo posibles. La de Lo-
reto estaba muy bien adornada y era muy grande; la de San José
de Comondú, edificada por el P. Francisco, era de tres naves, y la
de San Francisco Javier, fabricada de bóveda por el P. Miguel del
Barco, era muy hermosa. Cada iglesia tenía su capilla de mú-
sicos, y en cada misión había una escoleta en donde algunos niños
aprendían a cantar y a tocar algún instrumento, como arpa, violín,
violón y otros.
"Las festividades y funciones eclesiásticas se celebraban con
todo el aparato y solemnidad posibles, y los neófitos asistían a ellas
La Virgen del Apocalipsis.— Correa. — Tepotzotlán.
C. III. LAS MISIONES DE CALIFORNIA 349
con tal silencio, modestia y devoción, que en nada cedían a los pue-
blos más religiosos del cristianismo.
"Diariamente decía misa el misionero, y la oían todos los neó-
fitos del pueblo y todos los que se hallaban en él. En la misma igle-
sia repasaban la doctrina cristiana y cantaban en alabanza de Dios
y de la Santísima Virgen un cántico que los españoles llamaron
alabado, porque comienza con esta palabra. Después se les distri-
buía el atole, esto es, aquellas poleadas de maíz que usan para des-
ayunarse todos los indios de México. En los días de trabajo des-
pués del desayuno iban a trabajar al campo, porque estando ex-
pensados en todo por la misión y siendo para ellos los frutos de
aquellas labores, era justo que se ocupasen en ellas, y era también
útil a su salud espiritual y corporal, el distraerse de la ociosidad y
acostumbrarse a la vida laboriosa. Pero sus trabajos eran muy mo-
derados porque se distribuían entre muchos brazos las pocas labo-
res que se hacían. Al medio día volvían al pueblo a comer. Su co-
mida consistía en una gran cantidad de pozole o maíz cocido en
agua, muy apreciado por ellos, al cual, en algunas misiones más
acomodadas y abundantes en ganado, se añadía un plato de carne
y otro de legumbres o fruta. Después de un largo descanso volvían
al campo, y terminando el trabajo antes de ponerse el sol, se reu-
nían a toque de campana en la iglesia a rezar el rosario y cantar
la letanía de la Virgen y el alabado. Concluido ésto, cenaban y se
retiraban a sus casas. Cuando no había que hacer en el campo,
cada uno se ocupaba en su oficio.
"La misma distribución se observaba con las tribus de afuera
pertenecientes a la misión, cuando se hallaban en el pueblo; pero
cuando estaban en sus respectivos lugares, repasaban por la ma-
ñana la doctrina cristiana, rezaban algunas oraciones y cantaban
el alabado ; después se iban al bosque a buscar su sustento, y cuan-
do volvían a la tarde, cantaban la letanía antes de irse a descansar.
Cada una de estas tribus estaba a cargo de un neófito fiel y de bue-
nas costumbres, que cuidaba de que no se omitiesen estos ejercicios
de piedad ni hubiese ningún desorden, y de todo daba cuenta al
misionero. En las misiones nuevas cada semana se quedaban con
el misionero y eran mantenidas por él, dos tribus de las de fuera
r. instituirse mejor en la doctrina cristiana y afirmarse en la fe, y
yéndose aquellas venían otras dos. En las misiones antiguas se que-
daban dos tribus de fuera el sábado y el domingo y se iban el lunes.
350 LAS MISIONES
En la fiesta principal de la misión y en la semana Santa se reu-
nían todas las tribus en la cabecera.
"El misionero les predicaba a sus neófitos todos los domingos
y días de fiesta, y algunas veces entre semana, e iba prontamente
a donde era llamado a administrar los sacramentos a los enfer-
mos, para lo cual tenía que andar diez y a veces veinte leguas.
"En la administración de la Eucaristía usaban los misioneros
de mucha circunspección, no dándola sino a los que se hacían capa-
ces de ella por su instrucción, y dignos por la firmeza en la fe y
por una vida verdaderamente cristiana. Entre ellos había muchos
que no limitándose al cumplimiento anual, comulgaban en algunas
festividades, preparándose diligentemente y teniendo una conduc-
ta cual requiere la frecuencia en alimentarse con el cuerpo sacro-
santo de Jesucristo.
"Como la educación es el fundamento de la base de la vida civil
y cristiana, todos los niños y niñas de la misión de seis a doce años
se educaban en la cabecera, a vista y a eixpensas del misionero, en
cuyo tiempo se instruían en lo perteneciente a la religión y buenas
costumbres, y aprendían aquellas artes de que era capaz su tierna
edad. Unos y otros estaban en casas separadas : los niños al cuidado
de un hombre de confianza, y las niñas al de una matrona honrada.
"El celo infatigable de los misioneros ayudado de la divina
gracia, no podía dejar de producir frutos abundantísimos. Aque-
lla península sepultada antes por tantos siglos en la barbarie más
horrorosa, llegó a ser casi toda cristiana en el espacio de setenta
años ; de modo que desde el cabo de San Lucas hacia los 23" hasta
Cabujacamanga a los 31" no había un solo hombre que no cono-
ciese y adorase al verdadero Dios, y lo que es mucho más aprecia-
ble, se formó un cristianismo tan puro e inmaculado, que se pare-
cía al de la primitiva Iglesia. A excepción de algunos pericues que
por su mala índole y los malos ejemplos y sugestiones de los ope-
rarios de las minas, causaban muchos disturbios y ocasionaban dis-
gustos a los misioneros; todos los neófitos de la California obser-
vaban una vida piadosa, inocente y laboriosa. Casi nunca se veían
entre ellos aquellos desórdenes escandalosos que son tan comunes
aun en las ciudades más cristianas. Si alguno incurría en alguna
falta, aunque fuera secreta, él mismo era el primero en pedir el
castigo, y habiéndole sufrido, daba las gracias al misionero por
su paternal corrección, besándole la mano. Este uso de tanta edifi-
C. III. LAS MISIONES DE CALIFORNIA 351
cación y desconocido a nuestros cristianos, era común en la Ca-
lifornia" (7).
"Al tiempo de la expulsión de la Compañía de Jesús, escribía
el Conde de Revillagigedo, había existentes 15 misiones. Se supri-
mieron tres por disposición del señor marqués de Sonora: fueron
entregadas las restantes en el año de 1767 a los franciscanos del
colegio apostólico de San Fernando de esta capital, y en el de 1772,
las recibieron los de Santo Domingo, que vinieron de España con
este destino, y que continúan administrándolas.
"En su tiempo han aumentado cinco misiones, y los francis-
canos o fernandinos fundaron la de la Nueva California, luego que
se descubrieron y ocuparon los puertos de San Diego de Monterrey
y San Francisco (8).
"Las misiones de antiguo establecimiento se reducían en el
año de 1767 a los territorios que median desde el cabo de San Lu-
cas, situado en la latitud de 22 grados 48 minutos, hasta los 30
(7) Clavijero Historia de la Antigna o Baja California. Págs. 110 y 111.
(8) Existiendo por consecuencia en la península las misiones siguien-
tes: Antigua California. , „r-i/ j
la. Nuestra Señora de Loreto, situada en la altura de 25 ¥2 grados, y
erigida en 20 de octubre de 1697. , .^nn
2a San Francisco Javier, en la de 25 grados: en ídem de 1699.
3a.— Santa Rosalía Mulegé, en la de 26 grados, 40 minutos: en el año
de 1705.
4a.— San José Comondú, en la de 26 grados: en 1708.
5a. — La Purísima Concepción en la de 26 grados: en 1718.
6a.— Santiago de las Coras, en la de 23 grados: en 1719.
7a.— Nuestra Señora del Pilar y Todos Santos, en la de 23 grados, 4 mi-
nutos: en dicho año.
8a.— Nuestra Señora de Guadalupe, en la de 27 grados: en 1720.
9a.— San Ignacio de Loyola, en la de 28 grados: en 1725.
10a.— San José del Cabo, en la de 22 ¥2 grados: en 1730.
lia.— Santa Gertrudis, en la de 28 Vs grados: en 1752.
12a.— San Francisco de Borja, en la de 30 grados: en 1762.
13a.— San Fernando de Belicatá, en la de 31 grados: era el pueblo de
Santa María, visita de jurisdicción de Guadalupe, que con el título de San Fer-
nando la trasladaron los religiosos de este colegio al paraje de Belicatá, en
el año de 1769.
14a. — Nuesti-a Señora del Rosario de Viñadaco, en la altura de 30 gra-
dos, 6 minutos: erigida en 7 de enero de 1774.
15a. — Santo Domingo de la Frontera, en la de 30 grados, 40 minutos:
en 30 de agosto de 1776.
16a. — San Vicente Ferrer, en la de 31 grados, 13 minutos: en 20 de di-
ciembre de 1780.
17a._San Miguel de Encino, en la de 22 grados, 4 minutos: en 27 de
marzo de 1787.
18a.— Santo Tomás, en la de 31 grados, 32 minutos: en 26 de ídem de 1791.
352 LAS MISIONES
grados 30 minutos en que se halla la misión de Santa María de
Todos Santos, pero enlazadas las de nueva erección, se han exten-
dido hasta los 36 grados y 56 minutos, donde existe la de San Fran-
cisco, cubriendo toda la costa por el espacio de más de 700 leguas.
"No consta que se haya observado formalidad alguna judi-
cial en el señalamiento de términos o linderos de cada jurisdicción
de regulares extinguidos: las establecían arbitrariamente sin otra
regla que la de una 'pi'udente cotisideración a las distancias de unas
a otras misiones, confoiTne iban adelantando sus conquistas espi-
rituales, y esto mismo se continúa practicando hasta ahora en to-
da la península.
"Las parcialidades o naciones de indios habitantes en los te-
rritorios de antigua ocupación, se conocían por los distintos nom-
bres de Vchitls, Coras, Pericues, Guaicuras, Cantiles, Cayeyus y
otros muchos. En los años de 40 se computaba el número de estas
gentes en 22,000 almas de los dos sexos y de todas edades; pero
cuando se retiraron los regulares extinguidos, no excedieron de
8.000 y ahora no llegan a 6,000, incluyéndose las familias de las
cinco nuevas misiones aumentadas por los dominicos.
"Se atribuye esta notable decadencia o diminución, a fre-
cuentes epidemias, y lo más cierto al mal venéreo : peste incurable
y radicada en los indios californios que ha destruido parcialida-
des enteras.
"Los de la baja península de que estoy tratando, hablan dis-
tintos idiomas, pero todos se entienden y usan generalmente el
castellano, a excepción de los congregados en las nuevas misiones
y de algunos indios viejos incapaces de aprenderlo.
"Cada misión debe ser administrada por dos religiosos de
Santo Domingo : en el día faltan seis, cuyo reemplazo es corriente
por antigua práctica y porque así está determinado en real cédula
de 8 de abril de 1770 y en los autos formados para su cumplimiento.
"El desempeño de estos misioneros es conforme a las leyes y
a su sagrado instituto, pues en los diarios ejercicios de misa, doc-
trina, rosario, plática doctrinal y administración de sacramentos,
cuidan de la instrucción cristiana y civil de los indios.
"Algunos religiosos se han dedicado a saber perfectamente
los idiomas de sus feligreses formando artes y vocabularios de que
se valen los demás, aunque se usa en general del castellano como
ya se ha dicho.
C. III. LAS MISIONES DE CALIFORNIA 353
"Cada misionero goza el sínodo de 350 pesos anuales que se
pagan del grueso fondo piadoso que adquieren los padres jesuítas,
y de que daré noticia en su lugar.
"No perciben obvenciones ni derechos algunos de los indios
ni de la tropa de la compañía presidial de LfOreto, ni de los vecinos
españoles y de distintas castas que residen en aquel presidio, desta-
camentos y real de minas de Santa Ana.
"Las iglesias en su culto y adorno interior, se mantienen con
toda la decencia posible ; pero particularmente en las diez antiguas
misiones, pues se hallan bien provistas de ornamentos, vasos sa-
grados y plata labrada.
"Las fábricas son del tiempo de los regulares extinguidos me-
nos la de San Ignacio, donde se ha construido una iglesia que en
California, y aun en otros territorios más civilizados, podría lla-
marse magnífica, a expensas del celo, eficacia y fatigas laudables
del P. Fr. Juan Crisóstomo Gómez, que fué ministro muchos años
de la misión.
"En todas hay cofradías del Rosario, fundadas con patente
del Rmo. padre general de la orden de Santo Domingo, y corres-
pondientes licencias del ordinario; pero se reducen a un libro de
asientos de los cofrades y nada más.
"En cada misión hay un gobernador indio, que se elige el día
lo. del año, congregándose todos los naturales en la iglesia. El pa-
dre ministro propone tres de los más idóneos: se nombra al que
distinga la pluralidad de votos, lo aprueba el capitán del presidio
de Loreto y lo firma el gobernador de la provincia.
"El de misión limita sus facultades y obligaciones a entender
en asuntos dé corta entidad, y aun en éstos procede con dictamen
y dirección del religioso misionero, porque los indios no son capa-
ces de obrar por sí solos, con justicia, rectitud y acierto; siendo
éstos todos sus estatutos municipales de gobierno y policía.
"Los propios, rentas o fondos de cada pueblo de misión, se
reducen a la labranza del campo y cría de ganados, cuyas cosechas
y esquilmos disfrutan los indios en comunidad, bajo la administra-
ción de sus misioneros, quienes hacen verdaderamente de padres
espirituales y temporales; de suerte que el indio trabaja cuando
se lo mandan y el producto de sus afanes se convierte en el sobrio
sustento y humilde vestuario de ellos y de sus familias, aplicándose
lo que sobra al culto divino y fomento de los mismos pueblos.
354 LAS MISIONES
"Los padres misioneros llevan sus cuentas en libros formales;
el prelado o padre presidente los examina en sus visitas, y a fin
de año remite extractos de estas cuentas al gobernador de la pro-
vincia, para que dándola al virrey, de lo que resulte bueno o malo,
apruebe lo primero, y remedie lo segundo con sus oportunas de-
terminaciones.
"Los indios de la Antigua California son naturalmente ocio-
sos y estúpidos, voluptuosos, embusteros, desconfiados y amantes
áb la vida libre y brutal que gozaban en los montes antes de su
reducción (9).
"El territorio es cubierto de ásperas serranías; pero fecundo
en los cortos parajes donde hay aguas, y pueden hacer siembras de
todo género de semillas, cosechándose también uva, dátil, plátano,
aceituna, higos, granadas, limones y naranjas; pero todo en corta
cantidad, porque las tierras que se ofrecen al cultivo son pequeños
lugares, o valles de las sierras, situados en diversas distancias.
"Sin embargo, suelen expenderse con estimación los tibores
de vino y aguardiente, como también las frutas secas, en la misma
península y en la provincia de Sonora ; pudiendo ser renglones de
mucha utilidad la pesquería de perlas exquisitas de que abunda to-
da la costa oriental, y las pieles de nutria ; pero cualquier cosa que
se proyecte sobre estos puntos es cosa impracticable por la falta
de gente.
"Ya está dicho que toda la Antigua California se siembra de
comunidad, y que por consecuencia no se han hecho repartimien-
tos de tierras a los indios, ni tampoco es posible, porque ni ellos
desean bienes en propiedad, ni jamás procurarían su conservación
y fomento, si no se les obligase a trabajar por sus padres minis-
tros; además de que siendo escasos los manantiales de agua, sue-
len pasarse muchos años sin lluvias de consideración; y el que se
explica con ellas es de tal extremo, que las crecientes arrollan pre-
sas, siembras y tierras, dejándolas de modo que para poner en co-
rriente las nuevas labores, es necesario trabajar largo tiempo y
acaso con poco fruto.
"Hay esperanzas de que puedan ser mayores los de las cinco
nuevas misiones establecidas por los religiosos dominicos, porque
como avanzadas al Norte se han situado en territorios más fér-
tiles y menos escabrosos, pero aún no es tiempo de asegurar estas
ventajas.
(9) Habla el Virrey, de como aparecían a fines del siglo.
C. III. LAS MISIONES DE CALIFORNIA
355
"No son comparables las ventajas del estado que tenían las
misiones, cuando las administraban los regulares extinguidos ; pero
ésto se atribuye a que podían sostenerlas y fomentarlas con las
cuantiosas limosnas que agenciaban, a la máxima prudente de no
mantener en las misiones religioso alguno que no fuese muy a pro-
pósito, al incremento que después ha ido tomando la grave enfer-
medad gálica de que adolecen los indios ; y por último, a que cuando
356 LAS MISIONES
se hizo la expulsión de los jesuítas no hubo prontamente otros re-
ligiosos que los reemplazasen, y se encargaron las temporalidades
a individuos ineptos o codiciosos que las disiparon totalmente."
La esterilidad no imaginada de la Baja California, la necesi-
dad de mantener como a niños, a los neófitos nativos del país y la
que de todo esto se seguía; la conducción por mar de lo más nece-
sario para la vida ; pusieron a los misioneros en el más imprescin-
dible deber de arbitrarse fondos extraordinarios para la funda-
ción y sostenimiento de las misiones.
El gobierno español ocupado en sus dispendiosas y para nos-
otros inútiles guerras con diversas potencias europeas, si quería
contribuir a las misiones, no podía hacerlo, y lo que es peor, no
concedía la entrada a nuevas tierras, porque no se podía acudir a
los misioneros, ni aun con el miserable subsidio acordado para
otras misiones. Estas dificultades propuestas por el virrey y por
el provincial de los jesuítas, fueron solventadas por el fervoroso
P. Salvatierra, buscando generosos bienhechores que se compro-
metiesen a sostener las misiones para gloria de Dios y provecho
de sus almas. Esto solo ya fué un bien grande hecho a la Nueva
España por lo que directamente se pretendía y porque así se incul-
caba y propagaba en el elemento seglar el espíritu misional, emi-
nentemente cristiano y que tanto eleva y ennoblece a las naciones.
D. Juan de Caballero y Osio, doña María de Borja, la familia
Luyando, la congregación de los Dolores de Guadalajara, el con-
tador D. Juan de la Sierpe de la misma ciudad, D. Juan Altamira-
no y doña Teresa Cifuentes de la ciudad de México y otros muchos
piadosos caballeros y damas, serán siempre acreedores a la gra-
titud de los californios de la Compañía de Jesús y de la Iglesia,
por la generosidad que mostraron con sus cuantiosos donativos
para la fundación de las misiones de la Baja California.
Pero quien más se distinguió entre todos, fué el marqués de
Villapuente, cuyas liberalidades y el buen espíritu con que las ha-
cía, deben figurar en la Historia de la Iglesia Universal, pero muy
especialmente en la de México, ya que a ella devolvió generosamen-
te lo que con tanta largueza le había prodigado nuestro suelo.
El relato más completo que sobre la materia conocemos, es
*^1 siguiente ya muy conocido del P. Alegre: "Puede decirse con
C. III. LAS MISIONES DE CALIFORNIA 357
verdad que no hubo en tiempo del Marqués de Villapuente, obra
alguna piadosa a que no concurriese con tanta alegría, que no ca-
biéndole el gozo en el pecho prorrumpía en acciones de gracias a
Nuestro Señor por las ocasiones que le proporcionaba de hacer
bien a los pobres. Fué ésto muy particular, que sus cuantiosísimas
limosnas tuvieron siempre por objeto, más que la pobreza corpo-
ral, el remedio espiritual de las almas. Por este medio consiguió
haber sido en su vida y ser hasta hoy el apóstol de muchísimos
pueblos y naciones, que las casas y misioneros dotados con sus li-
mosnas redimen cada día de las tinieblas de la infidelidad y de la
culpa.
"En el África, fuera de grandes sumas remitidas en diversos
tiempos para redención de cautivos, fundó en Argel un hospicio de
padres franciscanos Observantes para el amparo y pasto espiri-
tual de los cautivos cristianos. En el Asia, a costa de muchos ma-
les, remedió a innumerables cristianos de las vejaciones que por la
fe de Jesucristo padecían en algunos reinos de la India, en el Ja-
pón y en la China. Aquí para el sustento de misioneros, catequis-
tas y fábricas de iglesias, envió en diferentes ocasiones, más de
100,000 pesos. En Macao fundó una casa o cuna de misericordia,
para recoger los niños que cada día amanecían expuestos en las
calles, según el uso bárbaro de la gente pobre de aquel país. Para
el mismo fin de sustentar ministros catequistas, envió cantidades
muy gruesas a los reinos de Travancor, Ternate, Maduré y Coro-
mandel, sosteniendo aquellas florecientes iglesias que entre las con-
tinuas hostilidades de los paganos, hubieran perecido muchas ve-
ces sin este socorro.
"En Filipinas fundó un presidio de indios boholanos, contra
las invasiones de los moros que cerraban el paso a la propagación
del Evangelio. Fabricó en la India oriental la iglesia de Pondichie-
r'i y remitió a Jerusalem mucha porción de pesos para adorno de
los Santos Lugares y seguridad de los piadosos peregrinos.
"En la América, prescindiendo de continuas diarias limosnas
en mendigos y vergonzantes, de muchas dotes de virtuosas donce-
llas, de capellanías y obras de la misma naturaleza de menos con-
siderable costo; empleó más de 800,000 pesos en la fábrica del
convento de San José de Tacubaya, de religiosos descalzos de San
Francisco, y más de 200,000 en misiones, barcas y otras necesida-
des de California. Fundó en la Pimería las dos misiones de Busa-
358 LAS MISIONES
nic y Sonoidac, mudándose por su devoción en el de San Miguel
el nombre que antes tenía de San Marcelo. Ayudó con 1,000 pesos
a la fundación de una casa de ejercicios en México. Debiéronle no
poco fomento las misiones del Nayarit, las de Monqui y las de Nue-
vo México,
"En Europa costeó las informaciones para la Beatificación
del V. P. Luis de La Puente, reedificó y dotó de nuevo el colegio de
Santander, fabricó y adornó el colegio e iglesia de la Cueva de Man-
resa, teatro de la penitencia de nuestro Padre San Ignacio y cuna de
la Compañía. Comenzó a fundar un colegio de misioneros en la casa
y castillo de Javier del Reino de Navarra. Sirvió al Sr. D. Fe-
lipe V con un regimiento de 560 hombres armados y mantenidos
a su costa por cerca de año y medio, servicio que Su Majestad re-
compensó ofreciéndole el virreinato de Méjico y él rehusó este ho-
nor, prefiriendo a todo, la tranquilidad de su conciencia. En su úl-
tima ancianidad peregrinó desde Méjico hasta la casa de Nazareth
y ciudad de Loreto, vestido de un paño grosero y con voto de no
quitarse la barba hasta haber adorado aquel santo lugar. Ofreció
a la Santísima Virgen en su santa casa, dones opulentísimos, hizo
por todo el camino innumerables limosnas, partió a Roma y en el
Jesús tuvo los Ejercicios de Nuestro Padre San Ignacio. Volvió a
España y ofreció en Zaragoza preseas riquísimas al templo e ima-
gen del Pilar. Hospedóse en Madrid en el colegio imperial de la
Compañía de Jesús donde, habiendo dado tres días antes su capa
de limosna, se dio así mismo al Señor, pidiendo ser admitido en la
Compañía. Hechos con ternura y edificación de toda la corte los
votos religiosos, falleció el día 13 de febrero de 1739" (10).
Las cláusulas testamentarias de Villapuente que a California
se refieren tomadas de la copia legalizada que existe en el Archivo
General de Indias, son las siguientes : ". . . es mi voluntad que des-
pués de los días de la dicha señora mi prima doña Gertrudis de la
Peña marquesa de las Torres, y ejecutadas las demás disposiciones
que van prevenidas en esta memoria conformes a mi expresa
voluntad; las haciendas de Santiago de Tlautla y San Luis de las
Peras o San Luis Michimaloya con todos los ranchos y tierras que
les pertenecen y que con justo título les puedan pertenecer y todos
(10) Astráin. Historia de la Compañía de Jesús. T. VII. Págs 242
a 244.
C. III. LAS MISIONES DE CALIFORNIA 359
SUS ganados, así muladas y caballadas como ganado vacuno, bo-
yadas, aperos de las labores que en dichas haciendas hubiere, cuan-
do dicho tiempo llegue: y asimismo las tierras, laboríos, agosta-
deros o dehesas, ganados mayores y menores, y con todo lo demás
que me pertenece y con justo título me pueda pertenecer en la ju-
risdicción de Guadalcázar, Palmillas, Tula, Monte Alberne, Jau-
mabe y demás parajes que van citados en esta memoria y todo cons-
ta por papeles que paran en mi poder. Todo lo dicho, poco o mucho,
en el estado que entonces tuviere, lo dejo y aplico a las misiones
de Californias para que con su renta anual, rebajados los gastos
y costas necesarias para la conservación de dichos bienes, y con lo
que quedare en limpio de lo que fructificaren, se asista y socorra
anualmente a otras misiones que de nuevo se fundaren fuera, y
aparte de las que al presente están fundadas en dichas Californias,
o para que en dichas Californias se funde un colegio o residencia en
donde se socorran de ministros operarios las misiones o parajes
que los necesitaren, o por larga edad de aquellos reverendos pa-
dres aunque sean mozos, porque los muchos y grandes trabajos
aunque sean muy gloriosos y dignos de envidia, les ocasionan per-
der la salud o padecer muchos quebrantos en ella muchas veces.
Y en todo lo referido suplico y ruego, con la veneración que debo a
los reverendos padres superiores, ejecuten con dichos bienes lo
que les pareciere más del agrado y servicio de Dios Nuestro Señor
y que no me olviden en sus santos sacrificios y oraciones."
Con la masa de los grandes donativos y de sus réditos, for-
móse el muy historiado capital conocido hasta nuestros mismos
días, con el nombre de "Fondos Piadosos de California" que admi-
nistraron exclusivamente los jesuítas, para lo que deputaron un es-
pecial procurador de la misma orden, que residía habitualmente
en el colegio de San Andrés de la ciudad de México.
Extinguida la Compañía de Jesús pasaron a río revuelto, a in-
corporarse con los demás bienes que bajo el título de 'Temporalida-
des" fueron puestos bajo la administración detestable e infiel de
oficiales reales. Y todos están conformes en lo mucho que durante
ese tiempo mermaron los fondos piadosos de California, y por de
pronto, al año de expulsados los jesuítas, sólo pudo dar cuenta
el marqués de Croix al conde de Aranda, de 135,192 pesos 4 tomines
10 y ^2 granos.
En el año de 1782 formó ramo especial con administradores
360 LAS MISIONES
especiales de dichos fondos piadosos pagados muníficamente; en
lugar de los jesuítas que administraban de balde.
Mas, lejos de remediarse las negligencias y filtraciones de tan
respetables fondos fueron considerablemente mermando, como en
carta de 1784 que en su lugar verán nuestros lectores, aseguraba
el segundo conde de Revillagigedo.
Siguieron las reales órdenes y el aumento de empleados y ad-
ministradores de los fondos piadosos, pero la ruina de ellos se acen-
tuaba como puede colegirse de las siguientes líneas que todavía
en 1795 escribía secretamente al virrey Branciforte, el Consejo
de Indias: "Por la carta de V. E. fecha 30 de junio último, y estado
que acompaña, se ha enterado el Rey de la decadencia en que se
hallan las haciendas del fondo piadoso de Californias, por su des-
cuidada administración que ha corrido a cargo de fiscales reales
y que para remediar este daño no encuentra V. E. otro arbitrio
que encargarla a sujeto inteligente, de notorio abono, pureza y
conducta, con las correspondientes fianzas para que atienda y cele
las fincas del dicho ramo de hacienda y que no decaiga obra tan
piadosa . . . todo ello sin perjuicio de lo que el Rey, con detenido
examen del asunto delibere acerca de la enajenación de las expre-
sadas fincas y de la imposición de su valor en efectos reditua-
bles" (11).
Publicamos entre estas páginas dos fotograbados correspon-
dientes a los estados que en las citadas fechas culminantes de los
piadosos fondos fueron presentados ante el supremo tribunal de
cuentas de Madrid; lo que nos libra de más áridas y menos preci-
sas relaciones.
Para los que hayan de historiar las vicisitudes de nuestra pa-
tria relacionadas con la Iglesia durante la presidencia del general
Porfirio Díaz, queda el relatar la reclamación que de estos fondos
confiscados por los gobiernos liberales, hizo el gobierno de los Es-
tados Unidos, así como el pleito internacional que sobre dichos
fondos se ventiló y falló contra el gobierno mexicano en el Tri-
bunal Internacional de la Haya.
Mas concretándonos al siglo XVIII nos creemos en el derecho
de hacer las siguientes observaciones : esos bienes, claro está, nunca
pudieron ser del gobierno mexicano ; su acción contra ellos fué una
(11) A. G. I. 97-4-5.
C. III. LAS MISIONES DE CALIFORNIA ?6l
de tantas usurpaciones contra los sagitados derechos de la Iglesia ;
pero de ahí no se sigue que tales bienes o la máxima parte de ellos
haya de considerarse como legítima posesión de instituciones esta-
blecidas en la Alta California; y ésto por varias razones que pasa-
mos a expresar sumariamente.
Todo el capital constitutivo de los fondos piadosos de Califor-
nia fué donado mucho antes de la conquista y descubrimiento de
la Alta California. Los bienhechores, lo mismo que los funciona-
rios y notarios por cuyas manos pasaron los testamentos de los do-
nantes, hacen expresa determinación de que dichos fondos se da-
ban para la Península de California, y la Alta California no es pe-
nínsula, sino continente. Verdad es que en los mismos testamentos
y en otros muchos escritos contemporáneos se habla de las Califor-
rdas, en plural, pero ésto no significa como se pretende, las dos ac-
tuales Californias, sino el archipiélago de la que algún tiempo se
supuso isla de California con sus múltiples adyacentes, no de otra
suerte que se dice: las Filipinas, las Marianas o Carolinas.
Adviértase también que la Alta California tuvo por verdade-
ro y primitivo nombre, en su conquista, "Nueva California" lo que,
según el uso de entonces, indicaba ser región muy distinta de la
que llevaba el mismo nombre sin el referido calificativo: Nuevo
México fué cosa muy diferente de México; Nueva Galicia, Nueva
Vizcaya, Nuevo León, tuvieron muy poco que ver con León, Galicia
y Vizcaya y la sola semejanza parcial de los nombres no daba de-
recho a los habitantes de las nuevas regiones para apropiarse los
legados hechos en favor de las antiguas.
Ni se nos diga que la Nueva California es una prolongación
de la antigua ; vecindad no es lo mismo que prolongación ; la Nueva
California por sus orígenes étnicos, por la configuración y clase
de sus terrenos, por el diversísimo tiempo, personal, y manera de
su conquista, es otra cosa completamente aparte de la antigua y
verdadera California. Si la semejanza de nombres y vecindad diera
derecho a apropiarse los bienes del homónimo, con sólo haberse
llamado California, el poniente de Canadá, hubiera podido querer
compartir también de los piadosos fondos.
Hay, sobre todo, una capitalísima razón intrínseca para no
desviar esos fondos de sus verdaderos dueños: (las misiones de la
Baja California) y es que la única razón, porque daban los bien-
hechores esas cuantiossas sumas era por la increíble pobreza de ta-
362 LAS MISIONES
les misiones, que de otra suerte ni ellos habrían dado, ni los misio-
neros pedídoles con buena conciencia fundaciones que no eran ne-
cesarias. Pues bien, esa pobreza, tema incesante de las cartas de
los misioneros de la Baja California no existía, ni mucho menos,
en la Nueva California, región riquísima, una de las más ricas del
mundo, no sólo ahora en virtud del moderno y activísimo cultivo
norteamericano, sino desde entonces mismo, como puede verse en
las siguientes frases oficiales del Conde de Revillagigedo : "Ha sido
tan fecunda (la tierra) en las misiones de la Nueva California,
que en el día poseen 24,640 cabezas de ganado vacuno; 26,286 del
de lana; 4,040 de pelo cabrío; 402 del de cerda, y 3,338 yeguas,
muías y caballos; habiendo recogido en la última cosecha 15,197
fanegas de trigo; 2,497 de cebada; 7,625 de maíz, y 1,719 de frijol,
garbanzo, lenteja y haba.
"Estos bienes que multiplican felizmente los fértiles territo-
rios de California, y su muy saludable clima, son los que sostienen
y fomentan sus misiones, donde no hay cofradías y hermandades,
ni otros estatutos municipales de gobierno y policía, que los que se
observan en los antiguos establecimientos.
"Todo esto corre a cargo de los femandinos en sus respectivas
misiones, como también las ventas que se hacen de semillas, frutos
y ganados sobrantes a los presidios y embarcaciones del Rey que
conducen los situados y provisiones de géneros y efectos para los
nuevos establecimientos de la península, siendo éste el único co-
mercio que ahora se hace, y el de pieles de nutria y lobos marinos.
"Se han formado distintos proyectos para fomentar el ramo
de peletería, la pesca de ballena, sardina y salmón ; el buceo de per-
las, el laboreo de minas, las siembras, beneficio y cultivo de algo-
dón, cáñamo y lino, la extracción de trigos y harinas para San
Blas ; pero de todos estos puntos sólo podría tener efecto el último,
pues los demás son empresas aventureras en unos dominios suma-
mente distantes, cuya conservación y defensa serían tanto más cos-
tosos al erario del Rey, cuanto fueren mayores el uso y fomentos
de sus riquezas y comercio."
¿Con todos estos elementos de vida, tenían derecho los fer-
nandinos ni mucho menos los sucesores, de apropiarse las funda-
ciones que fueron hechas para las misiones de los pobres califor-
nios del sur? y nótese bien que la mayor parte de esos fondos esta-
ba señalada y expresamente destinada a determinadas misiones por
C. III. LAS MISIONES DE CALIFORNIA 363
cantidades inalienables aunque fuera a favor de otras misiones de
la misma Antigua California.
Es también de advertir que aunque el gobierno español, des-
pués de expulsados los jesuítas en 1767, aplicó parte de los piado-
sos fondos a algunas misiones de la Nueva California, esto no fué
haciéndolas dueñas del fondo ni dándoles derecho de propiedad, ni
aun siquiera de administración, sino que expresamente se dice en
la referida oficial relación : "No perciben obvenciones ni derechos ;
pero se asiste a cada misionero con el sínodo de 400 pesos anuales
del fondo piadoso que dejaron los regulares extinguidos, y del mis-
mo fondo, se franquean mil pesos, tanto a los fernandinos como a
los dominicos, para el establecimiento respectivo de misión nueva."
Exponemos nuestra humilde opinión acerca de los fondos
piadosos de California por creerlos íntimamente vinculados con
nuestro tema y porque pueden sugerir alguna idea de justicia para
un arreglo amistoso o ante los tribunales canónicos, entre los dos
prelados a quienes respectivamente incumba reclamar y devolver
dichos bienes, seguros como están estos Excmos. señores de que un
fallo en el fuero civil no debe ser el último determinante en mate-
rias y bienes eclesiásticos.
CAPITULO IV
NUESTROS MÁRTIRES
Diez soldados mexicanos mártires en las Islas Marianas.— Los Apóstoles
de Milpillas.— Los padres Rebullida y Zamora.— El P. Miguel de Almanza.—
Los jesuítas Tamaral y Carranco.— Los padres Tello y Rowen.— Fray Javier
de Silva. Fray Francisco Ganzábal. — Los cuatro mártires de San Sabás. —
Fray Luis Jaime y sus compañeros.- Fray Felipe Guillen.— El P. Garcés y sus
compañeros.
bibliografía especial
ARBICIVITA, JUAN DOMINGO. — Crónica Seráfica y Apostólica del Coledlo d«
PropaKanda Fide, de la Santa Cruz de Querétaro.
ESPINOSA, ISIDKO FKI>IX. — Crónica Apostólica y Seráfica de todos los Colegios
de Propaganda Fide de esta Nueva España. — Mf'xioo, 1746.
(íARCIA, FB.XNCISCO. — Vida y Martirio del V. P. lílepo Luis de San Vitores.—
Madrid. 1H8.3.
KINO, EÜSEIJIO ICO. — Las Misiones de Sonora y Arizona. — Mc'-xico, 1922.
OROZCO y líERR.V, M.^NUEL. — Documentos para la Historia de México, 4a. Serie
(publicados por) Materiales para la Historia de las Misiones del Norte. — México, 1856,
y IS-jT.
ORTEO.A, .lOSE. — Historia del Nayarit, Sonora, Sinaloa y ambas Californias. ("A-
postólicos afanes de la Compañía de .lesfls en la América Septentrional"). México, 1&87.
I'RINCE L,. liRADFORI).— Hlstorlcal Sketches of New México. — Kansas City, 18S3.
8ARAVI A, AT.VNASIO O. — I^os misioneros muertos (mártires) en el Norte de Nae-
va España. — Durango, 1020.
SOTO MAYOR, JOSÉ FR.VNCISCO.— Historia del Colegio Apostólico de Nuestra
Seflora de Guadalupe de Zarcateca».— Zacatecas, 18S9.
C. IV. NUESTROS MÁRTIRES 365
• N perfume especial embalsamaba el ambiente de nues-
tra católica patria a los principios del siglo XVIII con
las noticias recientemente divulgadas por los libros im-
presos sobre la vida y martirio del P. Diego Luis de
San Vítores, muerto cruelmente en odio de la fe católica por los ha-
bitantes semi-salvajes de las Islas Marianas, suceso acaecido el
año de 1672.
Aunque el P. San Vítores era madrileño, nuestra patria lo veía
como algo muy suyo, porque en su larga demora, esperando en la
ciudad de México la oportunidad para embarcarse hacia el ponien-
te en la famosa nao que zarpaba de Acapulco a Filipinas; el P.
San Vítores, infatigable en su celo apostólico, con sus misiones, y
su admirable talento organizador puso en verdadera conmoción
espiritual a toda la ciudad. Desde entonces él miró a México a su
vez con gran cariño; de entre las muchas amistades que contrajo
obtuvo gruesas limosnas para sus misiones para las Islas Maria-
nas a que iba destinado y reclutó buen número de mexicanos entre
misioneros, soldados y civilizadores que le siguieron con entusiasmo
y algunos de ellos regaron con su sangre como lo hizo su maestro
y jefe, esa misión que todos consideraban como una extensión trans-
marina de la Iglesia Mexicana.
En la preciosa biografía del referido ínclito matritense escrita
por el P. Francisco García se nos ofrecen edificantes datos sobre
la vida y martirio de estos ilustres mexicanos, datos que nos vemos
en la gustosa obligación de perpetuar en estas páginas.
"El proto-mártir de las Islas Marianas, como que murió antes
que el mismo P. San Vítores, fué nuestro compatriota Diego Bazán.
Cinco meses habían corrido de paz desde que los misioneros entra-
ron en la isla, aunque no sin trabajos ni peligros, cuando empezaron
los preludios del martirio del P. San Vítores por las muertes de
algunos compañeros seglares, de los cuales fué el primero Diego
Bazán. Enviábale el P. Francisco Solano con una carta para el P.
San Vítores. Supo el viaje de Bazán, Quipuha, el Principal, que
siendo cristiano parecía en las costumbres gentil, teniendo con pú-
blico escándalo una mujer casada como sí fuera propia. Amonestóle
diversas veces el sier^'o de Dios, ya con halagos, ya con amenazas,
y él ciego con la pasión respondía, que más quería irse al infierno,
que dejar la mujer. Por esta causa aborrecía al venerable padre y
a sus compañeros como fiscales y jueces, que querían poner freno
366 LAS MISIONES
a SUS apetitos, y ahora, sabiendo que pasaba Diego Bazán, se vino
con su manceba a Chuchugu, no distante del camino y solicitó a los
del pueblo para que le matasen. Ofreciéronse dos indios y saliendo
al camino se hicieron encontradizos, y trabando con él pláticas de
amistad, cuando lo vieron descuidado, le dio el uno con un machete
y el otro le atravesó con una lanza, de que luego quedó allí muerto
a los 31 de marzo de 1672, sin tener más causa para la muerte, que
las reprensiones que daba a Quipuha el siervo de Dios, en que se
introdujo algunas veces el mismo Diego Bazán, por ser amigo de
Quipuha, y dolerle su perdición ; su cuerpo fué arrojado en un hoyo.
"Muerte por tan buena causa, merece una particular memoria.
Fué Diego Bazán natural de la ciudad de México, bien dispuesto e
inclinado, hijo de padres humildes por la fortuna, muy honrados
por haber tenido tal hijo, que los ilustre con su sangre derramada.
Era de catorce años cuando el P. San Vítores vino a México para
pasar a Marianas, y le llamó para aquella Misión con modo bien
singular. Encontróle un día en el Portal que llaman de las Flores,
en la plaza mayor de México; y mirándole con atención y cariño
le dijo: Hijo, ¿quieres venir conmigo a ser mártir? Respondió al
punto que sí, y luego lo tomó por compañero con consentimiento
de sus padres, y le trujo a su lado, instruyéndole en todas las vir-
tudes cristianas, necesarias para formar un soldado misionero, que
tal fué en las Marianas ; porque no solamente mostró valor grande
on las guerras de Tinián, y de Guam, y en todas ocasiones que se le
ofrecieron, defendiendo la causa de la fe; pero también mostró el
celo apostólico, acompañando a los padres en sus misiones, y hacien-
do algunas por sí, enviado del V. Padre, que conocía mucho su vir-
tud y ejemplo, le fiaba empresas de mucha gloria de Dios; sufrien-
do el verdadero soldado de Jesucristo con grande constancia, y ale-
gría golpes, afrentas, e irrisiones, mostrando más valor en esta
victoria de sí mismo, que en la de sus enemigos, y dando a enten-
der que conocía y estimaba las riquezas de la Cruz, y cuan grande
gloria es padecer contumelias por el nombre de Cristo. Cuatro
años de tan ejemplar vida, le merecieron tan dichosa y preciosa
muerte, que sin duda lo fué mucho en los ojos del Señor la que pa-
deció por causa de la castidad y de la fe, y lo que creo más, por
ambas juntas."
Posteriormente fué muerto por los mismos infieles Juan Bel-
trán, natural de Sinaloa a quien le atravesaron la pierna con una
C. IV. NUESTROS MÁRTIRES 367
lanza envenenada. Fué a las Islas Marianas ya hombre de más de
cincuenta años, con deseo de servir a Dios, dice el citado biógrafo,
y murió con la esperanza de gozarle por una eternidad.
Años más tarde padecieron martirio dos soldados compañeros.
El uno se llamaba Pedro de Alejo, natural de la Puebla de los An-
geles en la Nueva España. Era hombre de valor como lo había
mostrado en todas ocasiones, pero mayor era la solicitud y la apli-
cación a las misiones, siendo perpetuo compañero de los padres,
que deseaban su compañía, por su caridad, afabilidad y buen ejem-
plo que daba a cristianos y gentiles. Hacía el oficio de despensero,
procurador y cocinero, mientras los demás tomaban algún descan-
so ; y tenía tanto gusto en servir a todos y lo hacía con tan buena
gracia, que no había a quien no robase la voluntad. No pocas ve-
ces dio sus vestidos a los naturales, porque le diesen algún sustento
para los religiosos y compañeros. Era tan sufrido en las injurias,
que pagaba bien por mal, agasajando más a quien más le ejercita-
ba en la paciencia. Con estas virtudes propias de hombre apostó-
lico, mereció la muerte referida, habiendo servido casi dos años a
esta misión.
Llamábase el otro Matías Altamirano, natural de Oaxaca. Es-
tuvo cerca de dos años en Marianas ejercitando el oficio de ciruja-
no, acudiendo a todos los que necesitaban de su asistencia con en-
trañas de caridad, perdiendo su descanso por ayudar a los enfer-
mos. Era tan aficionado a las misiones y a enseñar la doctrina cris-
tiana, que cuando acompañaba a algún padre, ordinariamente se
reunía en su compañía y preguntaba a los indios que encontraba:
¿cuántas son las personas de la Santísima Trinidad? ¿Cuántos
Dioses? Corrigiendo a los que erraban y enseñando a los que no
sabían; siendo aun más cirujano de las almas, que de los cuerpos.
Con esto mereció Matías la buena suerte de morir por tan buena
causa.
El cuarto mártir mexicano en las Marianas fué Marcos de Se-
gura, natural de la Puebla de los Angeles; fué a la misión el año
de setenta y tres, y la sirvió y ayudó mucho con sus trabajos y
ejemplos ; era notablemente pacífico y amado por la buena gracia
con que trataba a todos, muy obediente a los ministros del Evan-
gelio, sin inquietud ni contradicción.
Seguíanle en la palma del martirio Juan de los Reyes. Nació en
Zumpango y fué a la misión con el P. Diego Luis de San Vítores,
368 LAS MISIONES
y fué SU compañero en las misiones. Desde el principio fió mucho
de su cordura y buen proceder el venerable padre, y le dio el cargo
de alférez, y se valió de su persona en orden a la conversión de los
indios, como si fuera religioso de la Compañía. Era muy ejemplar
y cristiano y en su casa hallaban remedio de sus necesidades los
demás soldados.
Alfonso de Aguilar, criollo de la Puebla de los Angeles, en la
Nueva España, asistió cuatro años a esta misión, acompañando a
los padres con notable gusto. Fué recatadísimo y modesto, hombre
de valor, que le hizo temer mucho entre los indios. Siendo compa-
ñero del P. Sebastián de Monroy, dijo muchas veces al P. superior
de la misión, cuando le daba vestido, camisas y otras cosas: pa-
dre mío, todo esto es para los indios, porque ellos me han de matar
muy presto. Y parece que Dios le daba estos pensamientos, para
hallarle más dispuesto, y él no se descuidaba, frecuentando los sa-
cramentos de la comunión y confesión y tratando muy de veras de
su salvación.
El último grupo lo componían José López, criollo de Queréta-
ro, que asistió dos años en esta misión, tenía muy buen natural y
era enemigo de chismes y disensiones entre los compañeros ; Antonio
Pérez, criollo de Cuemavaca, en la Nueva España, era muy buen
barbero y sangrador, acudía con puntualidad y caridad a los en-
fermos y vivía sin queja de nadie. Antonio de Vera, criollo de Cho-
lula, en la Nueva España, asistió otros dos años a esta misión, era
buen cristiano y temeroso de Dios, y cuando fué a oriente, se pre-
paró con una buena confesión y deseaba vivir mucho para servir
a Dios, en las Islas; Santiago de Rutia, criollo de México, había
llegado tres meses antes a estas Islas, mozo de veinticinco años,
daba muy buenas esperanzas de utilidad para esta misión; era la
alegría de los soldados, sin perjuicio de nadie, de buenas costum-
bres y ejemplos, que dio en tan poco tiempo (1).
Estos diez mártires mexicanos que tan olvidados habíamos
tenido, además de servimos de gloria y de consuelo, confirman la
reflexión que se hicieron entonces y deben hacerse ahora los misio-
neros prácticos, o sea, que conviene llevar y establecer en las mi-
misiones, seglares ya civilizados y buenos cristianos que formen el
mundo social que viva en contacto con los salvajes. Estos mexica-
nos de clase humilde pero fieles y honrados, con otros muchos que
(1) V. García O. C.
C. IV. NUESTROS MÁRTIRES 369
no sufrieron martirio, fueron el núcleo de civilización de las Ma-
rianas.
Por falta de algo semejante, tanto en tiempos antiguos como
en los modernos, se ha visto en algunas misiones la esterilidad y
el fracaso más vergonzosos.
«
* *
Vengamos ya a recordar los martirios, en el continente, sufri-
dos por nuestros misioneros franciscanos y jesuítas, únicos religio-
sos que en el siglo XVIII ofrendaron tributo de sangre en la Igle-
sia Mexicana.
Al principiar el siglo levantáronse en armas los indios de Mil-
pillas y dieron muerte a los padres franciscanos fray Ramiro Al-
varez y fray Diego Hevia que en aquel convento moraban. Este
convento había sido fundado en 1619 cuando se estaba rehaciendo
la provincia de los destrozos sufridos en la revolución de los tepe-
huanes, y cuando cierta vez se sublevaron los indios de esa región,
era guardián del convento el P. Ramiro Alvarez y su ayudante de
doctrina el P. Diego Hevia. Era el primero de la provincia de la
Concepción y fué misionero a la de Zacatecas y religioso de la mis-
ma provincia.
Refiere el P. Arlegui que cuando la sublevación ocurrió, un
indio entró a la celda del padre guardián, a oscuras y con mucho
tiento. Que el padre oyó los pasos y al preguntar quién andaba ahí
recibió en el pecho puñalada mortal ; que a sus gritos de socorro
acudió su compañero fray Diego Hevia quien también fué apu-
ñaleado por los indios que a la pieza del guardián penetraron y que
acabaron con la vida de los dos misioneros. A los ocho días de ocu-
rrido ésto llegó al convento de San Bemardino de Milpillas el guar-
dián de Durango, fray Jacinto de Quijas, quien en su convento re-
cibiera aviso de lo ocurrido, y habiendo recogido los cadáveres, les
dio cristiana sepultura, y para evitar la repetición de un caso tan
lamentable, se cambió ese convento a San Francisco de Lajas, por
tenerse mayor confianza en la fidelidad de los indios de este último
lugar.
El P. Arlegui fija la muerte de estos religiosos en 1702, aun-
que algunos otros datos parecen indicar que no ocurrió sino hasta
1704 (2).
(2) Saravia O. C.
370 LAS MISIONES
*
* *
Fray Pablo de Rebullida, aragonés y fray Juan Antonio Za-
mora, franciscanos, en misión procedente del convento de la Cruz
de Querétaro, trabajando en tierras de Centro- América dieron su
vida por Cristo en Talamanca (Costarrica) el 17 de setiembre
de 1709. El P. Arricivita, cronista de los colegios apostólicos, nos
da de ellos las siguientes edificantes noticias: "Cerciorado el P.
Pablo de algunos indios amigos, que eran continuas las juntas que
hacían los bárbaros, maquinando la muerte de todos los cristianos
que estaban en escolta de los Padres, los previno a todos del riesgo
que les amenazaba, tan cercano ; y que por lo que pudiera suceder,
dispusiesen sus almas con el santo sacramento de la penitencia; y
ellos como católicos lo hicieron, que siempre la necesidad es muy
devota; y el V. P. que fuera de lo que le avisaban los indios, tenía
el aviso del cielo, lo comunicó muy despacio con su compañero el
V. P. Fray Juan Antonio Zamora, varón de tan singular virtud,
que era tenido por oráculo en la Santa Provincia de Nicaragua.
Confesáronse uno a otro para morir; y en los pocos días que fal-
taban para el fatal estrago, no cesaban de prevenirse para tan duro
trance con penitencia y oraciones fervorosas, ofreciendo al Se-
ñor sus vidas y muriendo muchas veces antes de acabar de morir
a los golpes y heridas de aquellos tiranos. Bien pudieran haberse
retirado ; pero como ya tenían conocido ser llegada su hora por dis-
posición divina, esperaron confiados y animosos el duro golpe que
les amenazaba, teniendo a la vista la palma y corona, que con la
sangre de sus venas, habían de regar, para salir triunfantes en la
palestra apostólica, y coronarse de lauros en la Milicia de Cristo.
Muchos años de lági'imas y suspiros le costaron a fray Pablo, para
llegar a merecer esta inefable dicha; y el Señor compadecido de
sus humildes súplicas, se dignó dar cumplimiento a sus apostóli-
cos deseos.
"Pocos días tardaron en dar fuego a la mina los bárbaros ; pues
en día 17 del mismo mes de setiembre, en que celebra la Iglesia
universal las llagas de N. P. San Francisco, cayó sobre el pueblo
de San Francisco de Urinama tanta multitud de bárbaros, carga-
dos de armas, de flechas, lanzas y cuchillos, que parecía venían
todos revestidos de furias infernales. Este mismo día, que habían
celebrado los dos misioneros la impresión de las llagas hechas por
C. rV. NUESTROS MÁRTIRES 371
Cristo en el cuerpo de su seráfico Patriarca; estando en su pobre
celda, acometieron sobre ellos los Talamancas; y sacándolos con
violencia a parte pública, no cesaba un punto de predicarles en su
lengua el bendito Fray Pablo, abominando sus errores y publicando
que era verdadera la fe de Jesucristo, que tantos años les había en-
señado. Poco lugar le dieron para desengañarlos; porque luego
lo atravesaron por los costados con una lanza ; y aunque corría un
raudal de sangre por la herida, perseveraba con voces animosas
predicando. Llegó otro bárbaro y repitió nueva herida al bote de
otra lanza por el pecho, con que le derribó en tierra, y entonces le
dieron otras muchas heridas, por cuyas bocas exhaló los últimos
alientos y entregó su espíritu a su Criador. No contentos con esta
cruel carnicería, pareciéndoles, que aún respiraba, le cortaron la
cabeza de los hombros, para más asegurarse de que aquella len-
gua bendita no pudiese fulminar contra ellos más verdades y des-
engaños. Al mismo tiempo martirizaron a su amado compañero
el V. P. Zamora, mientras otros ensangrentaban sus lanzas y em-
pleaban sus flechas en los pocos soldados, que hubieron a las ma-
nos, sin dejar uno siquiera con vida para que pudiese contarlo.
Muertos ya todos, se pusieron a celebrar un solemne convite, pare-
cido al del Rey Herodes, en que fué el mejor plato de su crueldad
la cabeza del precursor de Cristo; y en esta celebridad de los bár-
baros, la cabeza del V. P. Fray Pablo, quitada de su cuerpo, era la
mejor vianda de su cruel apetito.
"Después que habían acabado la sangrienta refriega y habían
llenado sus vientres de comida, sacaron sus ollas para embriagarse,
y cuando estaban más calientes del vino, pegaron fuego a la iglesia,
y a toda la vivienda de los padres, sacando antes los ornamentos
sagrados, que compartieron entre sí por despojos de la victoria, y
se estaban gloriando de ver reducirse a cenizas lo que se había fa-
bricado con manos consagradas. Formaron después una levantada
pira de multitud de leños, y de sus brasas encendidas, se valieron
para consumir las carnes muertas de tantos cuerpos destrozados."
En la Relación, inédita, que el antiguo misionero P. Miguel
Sola, escribió en su destierro de Rímini, dejónos noticia de un mar-
tirio hasta ahora desconocido: el del P. jesuíta Miguel Almanza
en las siguientes líneas : "Los indios Seris que están situados en las
872 LAS MISIONES
marítimas de Tepora y de islas del Tiburón, hostilizan a los Pimas
bajos sus vecinos por la parte del Oriente. Son estos indios Seris
de una lengua muy distinta y dificilísima respecto de las lenguas
Pima y Opata, montaraces más que ningunos, como que viven en
una tierra ardentísima. Usan de un veneno activísimo en sus fle-
chas, y son astutísimos y atrevidos sobre todos los demás habita-
dores de aquellas tierras. Los Padres, viendo a sus Pimas bajos,
atemorizados de este enemigo, pidieron auxilio al Presidio de Si-
naloa, de donde se destacaron 25 soldados que con los auxiliares
indios, subyugaron y rindieron a los Seris. Estos, como son tan as-
tutos, conocieron, que las ventajosas guerras de España no las po-
dían ellos resistir y así rindieron de paz y se formaron dos pue-
blos de indios Seris. Hasta que teniendo confiados a los españoles
entretenidos en el buceo de la perla, dieron sobre ellos, los mata-
ron y quemaron las canoas, que les servían para el buceo. Fué pre-
ciso juntar gente y concurrieron de otro presidio.
"Vino buen destacamento con su capitán D. Juan Bautista de
Ansa, y con inmensos trabajos y tiempo, pudo castigar a los enemi-
gos Seris y parte de ellos se redujeron a sus pueblos, aunque ya
había muerto su misionero P. Miguel Almanza que había aprendi-
do la lengua." Esto acaeció en 1729.
*
En la Baja California y a principios de 1734 derramaron su
sangre por Cristo, el P. Lorenzo Carranco, natural de Cholula en
la diócesis de Puebla, y su compañero el sevillano P. Miguel Ta-
maral, de uno y otro nos da las biografías el P. Oviedo en su meno-
logio a primer y tres de octubre respectivamente. "El P. Lorenzo
Carranco, dice, era natural de la ciudad de Cholula del obispado de
la Puebla de los Angeles; habiendo entrado en la Compañía de Je-
sús y obtenido en ella el grado de coadjutor espiritual, fué enviado
de la obediencia a las nuevas y apostólicas misiones de la Califor-
nia, en las cuales padeció muchos trabajos, procurando con grande
celo la salvación y conversión de aquellas miserables almas, hasta
que instigados del demonio los indios pericues, y deseando sacudir
el yugo de la ley evangélica, procuraron solicitar a las demás na-
ciones de la California para que quitasen la vida a todos los padres,
a los soldados y demás cristianos, y de esta suerte poder libremente
-;■■.:■■ .Vi"M..-r,-: '..m. . n.^-L
id¿
El Santo niisiniuTo I'r. Anlnnin .Mar^Ml de Jesús.
(¡al. (li'l Museo N. (le México.
C. IV. NUESTROS MÁRTIRES 373
volver a sus antiguos ritos y bestiales costumbres; tuvo noticia
por medio de un muchacho que le servía, de esta conjuración el P.
Lorenzo, que cuidaba de la misión de Santiago, y habiendo este
día celebrado el santo sacrificio de la misa, y ofrecido a Dios su
vida, como a las seis de la mañana acudieron a su pobre casa los
pericues, y tomándole en brazos lo sacaron fuera de ella, y po-
niéndolo a poca distancia, lo hicieron blanco de innumerables fle-
chas, que le dispararon y estando aún todavía vivo, lo arrojaron a
una hoguera, diciéndole muchos oprobios contra su persona y con-
tra la virtud de la castidad que les había enseñado ; y porque aquel
muchacho lloraba viendo lo que hacían con su amado padre, lo hi-
cieron pedazos arrojándolos en la hoguera en que se abrasaba el
cadáver del padre; y juntamente quitaron la vida a otros dos cris-
tianos, solamente porque lo eran, y pasando luego a la iglesia des-
pedazaron las cruces y sagradas imágenes y los ornamentos todos
que servían para el culto divino, en que mostraron, que el motivo
que habían tenido de quitar la vida al P. Lorenzo, no era otro que
el odio de nuestra santa fe y religión ; dicha muerte fué el primero
de octubre de 1734.
"El P. Tamaral, avisado del P. Lorenzo Carranco del peligro
en que estaban aquellas misiones, para que procurase, si pudiese,
ponerse en salvo, le respondió entre otras, estas palabras: "procu-
remos, padre mío, unirnos cada día más por amor con Cristo, y lo
demás dejémoslo a su amorosa Divina Providencia." En 3 de octu-
bre de 1734, a las seis de la mañana, acabando el P. Tamaral de ce-
lebrar el santo sacrificio de la misa, llegaron a su casa los pericues,
y arremetiendo al padre, le arrojaron en el suelo, y arrastrándolo
hasta el umbral de la casa, uno de los rebeldes con un cuchillo que
el mismo padre le había dado, lo degolló; y habiendo encendido
una grande hoguera, arrojaron en ella al difunto cuerpo, y pasando
a saquear la iglesia hicieron pedazos las sagradas imágenes y sa-
grados ornamentos, arrojándolos también al fuego. Nació el P.
Nicolás Tamaral, en Sevilla, el día 28 de febrero del año de 1687.
Entró en la Compañía a 23 de octubre de 1704, y habiendo venido
en misión a esta provincia el año de 1712, trabajó gloriosamente
muchos años en la conversión de los infieles en la California, hasta
que derramó su sangre en testimonio de la fe que les predicaba
siendo de cuarenta y siete años de edad, treinta de religión y tre-
c^ de profeso de cuatro votos."
374 LAS MISIONES
* *
El ya citado P. Miguel Sola es quien proporciona los hasta aho-
ra ignorados pormenores del martirio de los jesuítas Tello y Rowen,
acaecidos, no en 1750, sino en 1752. Dice: "Los indios Pimas del
Norte, que habían estado entretenidos, desde que mataron en Ca-
borca al P. Saeta, habían sido terriblemente castigados por los
españoles, quienes para escarmiento juntaron en un vallecillo to-
dos los cuerpos de los que mataron, para que con esta memoria se
atemorizasen los venideros. Ya olvidados de esta terrible justicia
por su parricidio, empezaron a dar oídos a Luis (cacique revolto-
so) quien, como experimentado de los soldados en los dos años que
había concurrido con ellos en la campaña del Seri, les decía: Ya
los soldados españoles no son valientes como los pasados. Bien ha-
béis visto que sin nosotros no han podido sujetar a los Seris, que
quizás no llegan a 300 ; ¿ cómo podrán con nosotros que somos más
de 3,000?
"Fuera de esta razón, ciertamente fuerte, él por arte del diablo
o por juego de manos, les hizo ver que sus macanas bailaban ya la
victoria que habían de conseguir de los españoles. Añadióles a ésto
la gran cantidad de ganados y caballadas que los españoles y mi-
siones tenían, y de que ellos quedaban dueños, todos convinieron en
alzarse y se pasó a determinar el día, modos y principio de la su-
blevación. Determinado todo esto regresaron a sus pueblos y avi-
saron al Gobernador, haber vuelto y castigado a los Apaches, y
que los demás habían huido a lo interior de sus tierras.
"Estuvieron disponiéndose con grandísimo sigilo, hasta que
llegado el día, que me parece fué el 22 de noviembre de 52 (3).
Dieron a un mismo tiempo los indios de las Misiones en Sonitac
contra su P. Misionero el P. Enrique (Rowen) que parece pudo
huir de la casa y a poca distancia cayeron sobre él y lo mataron.
En Caborca aquella noche cayeron sobre el P. Tomás Tello y de un
macanazo en la cabeza no le dejaron subir a un alto que tenía la
casa, y en la pared quedó señalada la mano ensangrentada con que
se apoyó. El P. Jacobo Sedelmayer, que algunas horas antes supo
(3) El P. Ignacio Javier Keler da a entender que fué poco antes del
25 de Agosto de 1752. Véase su consulta en Documentos para la Historia de
México (Orozco y Berra) 4». serie T. I. Págs. 26 y siguientes. Edición
de 1856.
•. IV. NUESTROS MÁRTIRES 375
el asalto que le disponían los indios, despachó un correo a rienda
suelta a avisar al P. Juan Nanchú (Netuig) que estaba en Sariqui.
Este salió pronto en el caballo del mismo indio que le había traído
la carta y corrió a Tubutama con el P. Jacobo, que ya tenía una
casa más resguardada. En el camino encontró unos pobres arrie-
ros que hacían noche en un monte intermedio ; les avisó el peligro,
a lo que ellos no dieron oído ; y les rogó que ya que no le creían le
hiciesen la caridad de prestarle una silla para su caballo, pues en
pelo no podía ya caminar. Uno de los que allí estaban le prestó
una silla de un hijo suyo, y el P. arrancó con este alivio hasta Ari-
butama. Los indios de Sariqui, en que vivía Luis el Capitán Gene-
ral, que se vieron ya sin el padre, se apostaron prontos a seguirlos,
cayeron en aquellos pobres arrieros, los mataron a excepción del
bienhechor del padre, que con su hijo se había escondido en lo más
enredado de aquel bosque. Siguieron hasta Tubutama donde j^a el
P. Netuig había entrado en la casa del P. Jacobo, donde por fortuna
se hallaban unos soldados y españoles, que sostuvieron el ímpetu
de los bárbaros por tres días no obstante de haber puesto (los
indios) fuego a la iglesia y casa del padre.
"En esta defensa pereció uno de los españoles más atrevidos
que los otros ; al P. Jacobo le dieron tres flechadas de que se curó ;
al P. Juan Netuig una que no le internó por el grueso de la sobre
ropa."
"En o de julio de 1753 (dice Sotomayor) murió en el seno me-
xicano, cerca del caudaloso Río Bravo, a mano de los salvajes lipa-
nes el V. P. Fr. Francisco Javier de Silva, después de haber servido
como otro San Francisco Javier, algunos años a una misión. Pasa-
ba a otra rindiéndose a la obediencia, cuando en el punto llamado
San Ambrosio, acaeció su gloriosa muerte."
* *
Considérase también como mártir a fray José Francisco Gan-
zábal, franciscano de las misiones mexicanas que trabajaban en
las inmensas regiones de Texas. "En 11 de Mayo de 1752 (dice el
ilustre académico Sr. Saravia) se dirigió de la misión de San Ilde-
fonso a la de la Candelaria con objeto de celebrar allá misa y visi-
376 LAS MISIONES
tar al religioso que vivía en esa misión. En la noche de ese día, es-
tando en una celda el P. Ganzábal, el misionero de la Candelaria y
un refugiado de apellido Zeballos, después de terminar su frugal
cena, Zeballos se sentó junta a la puerta. De pronto, y sin que se
hubieran percatado de que ocurriera nada extraordinario, le dis-
pararon a Zeballos en las espaldas un trabuco, haciéndole caer a
los pies del misionero de aquel lugar y perdiendo la vida en breve
tiempo. El otro religioso, el P. Ganzábal, se puso en pie preguntan-
do qué pasaba y por respuesta recibió un flechazo que le atravesó
el corazón. En tales momentos apagóse la luz que había en la cel-
da, quizá esa circunstancia libró de la muerte al otro padre.
"Aunque por el momento nada pudo aclararse con relación a
aquellas muertes, algún tiempo después se hizo sospechoso un in-
dio "coco," y habiendo sido obligado a declarar, dijo que él y cua-
tro soldados habían sido los asaltantes de la celda de los padres.
Ocho años duró la causa que con tal motivo se instruyó e intervi-
nieron en ella multitud de jueces, nada acertado por cierto, pues
que dicen las crónicas, que no se había visto una causa criminal en
que hubieran intervenido tantos jueces, hecho ni repuesto tantos
procesos, ni de la que hubieran resultado mayores daños; y por
fin, por remate y sentencia de aquel proceso, se encuentra una es-
pecie de loa a los misioneros de aquellas regiones, sin que se diga
nada sobre los asesinos que la causa motivaron."
*
* *
En la misión de San Sabás, cercana al presidio de San Luis,
de las Amarillas, en Texas, fueron martirizados por indios de aque-
lla región en marzo de 1758 los ilustres franciscanos Terreros y
Santiesteban.
Era el primero y presidente de dicha misión, hijo de la ilustre
casa de D. Pedro Romero de Terreros, primer conde de Regla, in-
signe bienhechor de la Iglesia Mexicana, como se ha dicho en otro
lugar y en especial de las misiones emprendidas por los colegios
apostólicos franciscanos.
"Los asesinos de estos ilustres misioneros con traición y dolo
fingieron estar en guerra contra los apaches para tener entrada
en la misión ; una vez dentro obligaron al P. Alonso Giraldo Terre-
ros a que con ellos saliese camino del presidio y hasta le ayudaron
C. IV. NUESTROS MÁRTIRES 377
a ensillar el caballo. Ya montado en él al salir por la puerta le dis-
pararon un fusil, con tan fatal golpe, que dando un quejido cayó
muerto; con esta señal se rompió la generala, y disparando otros
muchos, cayeron muertos tres soldados.
"Los dos PP. compañeros procuraron tomar el asilo más pron-
to, y lo fué para el P. Fray José Santiesteban el cuarto en que
estaba encerrado el avío prevenido para las Misiones ; pero ésto
le aceleró más su daño, porque entrando al robo los bárbaros, lo
encontraron indefenso, y a golpes lo mataron, oyendo desde fuera
algunos soldados las voces que daba, y viendo después sacar el
hábito; pero como después de haber sacado cuanto allí había, le
pusieron fuego a la pieza, en que había bastante material que ar-
diese, se creyó que las llamas consumieron el cuerpo y aun por no
haberse hallado sus cenizas, dijeron algunos que se lo habían lle-
vado vivo los indios. El P. Fray Miguel Molina, con todos los agre-
gados a la Misión y sus mujeres, se encerraron en el cuarto del P.
Presidente, y aunque defendían la puerta, disparando por trone-
ras las escopetas, no cesaban los indios de batirla con los fusiles,
con no poco daño de los que estaban dentro, y con la desgracia de
que dando una bala en un madero, de rechazo hirió al P. Fray Mi-
guel, entrando de soslayo por la clavícula del pecho y rematando
en el brazo."
* *
Uno de los franciscanos sustitutos de los antiguos misioneros
jesuítas que trabajaban entre los indios seris de Sonora fué el P.
fray Juan Crisóstomo Gil de Barnave, aragonés: "de hermoso y
varonil aspecto, voz canora y dulce, genio suave y vigoroso, per-
suasiva natural y eficaz."
Destinado a la isla del Tiburón por petición de los mismos in-
dios habitantes, trabajó ahí si no con fruto sí a lo menos con gran-
dísimo mérito, en un jacal que le servía de iglesia.
El día veintiséis de noviembre del año de 1772 pasó el P. fray
Juan Crisóstomo al Carrizal sin más provisión que la necesaria
para celebrar el santo sacrificio de la misa, ni más compañía que
la de un muchachito que se la ayudara. Ayudándole los indios se
formó una enramada que supliera por iglesia, y una pajiza choza
por celda. En ninguna cosa pensaron menos los indios que en
378 LAS MISIONES
desamparar la isla y los que venían de ella, solían concurrir al re-
zo, pero con ninguna estabilidad, porque siempre andaban altaneros
en busca de comistrajos y en fuerza de sus genios ambulativos.
De esto nacía el ningún fruto que el padre experimentaba en los
adultos, y se contentaba con el de uno u otro párvulo que moría;
sólo las esperanzas de que en México se aprobaría todo lo ejecutado
y le vendrían facultades del gobierno para que atendiera a la con-
servación de aquella reducción tan importante a la provincia, di-
vertía las urgencias de su celo y lo tenían en consuelo en medio de
las crueles necesidades que estaba sufriendo, y así lo escribió al
Gobernador, diciéndole: "que estaba tan contento, que sólo desea-
ba acabar en compañía de sus tiburones la vida."
No tardaron estos amantes afectos en verse cumplidos a ma-
nos de aquellos infieles e ingratos; porque el día 7 de marzo del
año de setenta y tres, a los tres meses y nueve días de haber estado
con ellos, y sin más causa que la sugestión diabólica, tres indios le
quitaron cruelmente a pedradas y palos la vida, a los cuarenta y cin-
co años de edad, y a los cuatro que trabajó con fervor y celo por
dilatar entre ellos la fe de Jesucristo.
*
* *
El P. Palou en sus "Noticias de la Nueva California" que él
dejó inéditas, nos da la noticia de un martirio que no debe pasar
desapercibido pues por todos conceptos es gloria muy nuestra (4).
"Por el mes de noviembre del año de 1775, hallábanse de mi-
nistros misioneros de la misión de San Diego, el R. P. Fray Luis
Jayme, lector de filosofía de la provincia de Mallorca, y el padre
predicador Fray Vicente Fuster de la de Aragón, ambos muy go-
zosos viendo que con abundancia cogían el espiritual fruto de aque-
lla viña del Señor, pues el día 3 de octubre, vigilia de nuestro será-
fico Padre San Francisco del propio año habían bautizado sesenta
gentiles que, juntos con los muchos que de antemano tenían bauti-
zados, formaban un competente pueblo, fundado en la cañada, tres
leguas distante del presidio.
"Poco después de la fiesta de nuestro seráfico padre San Fran-
cisco, en cuya vigilia, como dije, se bautizaron sesenta, se huyeron
(4) Documentos inéditos para la Historia de México 4a. serie. Tomo
VII, Pág. 266.
C. IV. NUESTROS MÁRTIRES 379
de la misión apostatando de ella, dos cristianos de mucho tiempo
bautizados, ignorando los padres la causa y motivo ; y, aunque des-
pués de algunos días que se echaron menos, salió el sargento del
presidio con una partida de soldados en busca de ellos, no los pu-
dieron hallar, y sólo consiguieron la razón de que se habían inter-
nado por la sierra que media entre San Diego y el río Colorado;
pero no pudieron tomar razón del intento, por lo que se dejaron
por entonces sin tener el menor recelo de lo que los dos apóstatas
practicaban, que fué ir de ranchería en ranchería de gentiles, con-
vidándolos para acabar con la misión y presidio, haciendo sus con-
ciliábulos, dando por motivo de matar a los soldados, porque defen-
dían a los padres y a éstos porque querkín acabar con la gentilidad,
haciéndoles a todos cristianos. Así lo declaró uno de los malhecho-
res al Sr. comandante D, Femando Rivera de cuya boca le oyó y
que consta en las diligencias practicadas. Algunas de las ranche-
rías no quisieron concurrir pero los más convinieron, quedando
pactados de que habían de dar el golpe de noche a un mismo tiem-
po al presidio y misión.
"Los indios, cogiendo un tizón encendido, con él pegaron fue-
go a la casa por distintas partes. Con esto despertaron todos, tanto
los dos padres misioneros que dormían en distintos cuartos como
los soldados de la escolta que eran sólo tres y el cabo; además de
los dichos habían en otro cuarto dos carpinteros, uno del presidio
que estaba enfermo y el otro de la misión y un herrero ; como tam-
bién en otro cuarto dos muchachitos, el uno hijo del Sr. teniente
y el otro sobrino; y contra tan corto número de personas se juntó
tan formidable ejército y de tan poco valor que fueron a la hora
más impensada de la noche.
"El P. Fray Vicente en cuanto despertó que vio arder las ca-
sas, se encaminó para la guardia que también ardía, desde donde
ya habían empezado los soldados a hacer fuego; y lo mismo hicie-
ron los dos muchachos que fueron a refugiarse a la guardia, a la
sombra de los soldados.
"El oficial de herrero iba a salir del cuarto y al efectuarlo lo
hirieron, muriendo luego. El carpintero de las misiones tomó una
escopeta que tenía cargada y acertando a tumbar a uno de los in-
dios, tuvo lugar de escaparse e ir a juntarse con los soldados; al
otro carpintero llamado Ureselina que estaba enfermo, lo hirieron
de muerte aunque vivó hasta el quinto día dispuesto ya durante
380 LAS MISIONES
este tiempo píamente se cree fué a gozar de Dios, dando tan bue-
nas señales, como fueron que, al recibir el flechazo que le quitó la
vida, no dijo más palabras que estas: ¡Ah indio que me has mata-
do. Dios te lo perdone!
"De la misma manera perseveró el tiempo que vivió, en perdo-
nar al que lo había herido; hizo testamento y dejó por herederos
(supuesto que no tenía forzosos) de todos sus alcances que tenía
en el almacén que eran bastantes, a los indios de la misión de San
Diego, acción heroica de un verdadero discípulo de Jesucristo.
"El P. Luis Jayme que despertó al mismo tiempo que su com-
pañero, no se fué para la guardia sino que se encaminó para donde
estaba un montón de indios, y al estar cerca de ellos los saludó con
ia acostumbrada salutación de: amad a Dios hijos míos. La res-
puesta fué de amarrarlo y llevarlo fuera de la misión, a la caja
de un arroyo ; allí lo desnudaron del todo y empezaron a descargar
sobre su desnudo cuerpo innumerables flechas y golpes con macana
quitándole la vida, no hallando en su cuerpo al día siguiente otra
parte sana que las manos consagradas.
"A los pocos días llegaron al presidio de San Diego tras el Sr.
teniente los PP. Fray Fermín Lazuen, y Fray Gregorio Amurrio
que habían ido a la fundación de la misión de San Juan Capistrano,
que por entonces se suspendió y los tres celebraron las honras al
difunto padre y escribieron todo lo acaecido al R. P. Presidente."
*
* ♦
El P. Felipe Guillen, franciscano, fué natural del reino de
Valencia, de un lugar llamado Piles, y desde su edad juvenil daba
evidentes pruebas de la nobleza y cristiandad de sus padres.
A principios del año de 1770 llegó al colegio de la Santa Cruz
de Querétaro y con particular complacencia de su genio, se con-
formó al estilo y constituciones de su instituto, siguiendo exacto
las asistencias y actos de comunidad, así de día como de noche,
acomodándose gustoso al silencio y santas costumbres del semina-
rio. Pasó luego a las misiones de Texas, y en la de nuestro padre
San Francisco estuvo más de dos años ; pero renunciando aquellas
misiones, el colegio, por las muchas que tenía que administrar en
las provincias internas de Sonora, se restituyó con los demás mi-
sioneros al colegio. Poco tardó en salir para las dichas conversio-
C. IV. NUESTROS MÁRTIRES 381
nes, enviándole a la que el presidente le asignara, según la nece-
sidad que había de ministros. Una de ellas era la misión de San
Pedro y San Pablo de Tubutama, a la que destinó el presidente al
P. Fray Felipe, y aquí sí que tuvo necesidad de que el Señor dila-
tara su espíritu, confortándolo con la gracia del ministerio; por-
que si lo había ya ejercitado, era con imponderable consuelo de te-
ner compañero con quien reconciliarse, consolarse y aconsejarse,
pero en la nueva misión había de estar solo, pues la misión más
cercana distaba ocho leguas de mucho peligro, y Tubutama es la
última fronteriza a la gentilidad de varias naciones, que habitan
más de setenta leguas hasta los ríos Colorado y Gila.
Habiendo ido el día 27 de abril del año de 78 a la visita del
pueblo de Santa Teresa, después de rezar la doctrina cristiana y
de las demás funciones del ministerio, celebró el santo sacrificio
de la misa, y se encaminó para la misión de Ati ; yendo a la mitad
del camino le asaltaron siete indios con tal furor, que dándole uno
de ellos una lanzada en el pecho, le arrojó del caballo, muerto ; ve-
nían los bárbaros huyendo porque acababan de hacer cuatro muer-
tos en el Ati, y temiendo que los alcanzaran, no se detuvieron para
desnudarlo, ni ejecutar las inhumanas barbaridades que acostum-
bran con los que matan. Ocurrieron los indios de la misión y se
llevaron a ella el cuerpo del difunto padre.
*
* *
El año de 1779 D. Teodoro de Croix, visitador y gobernador
militar de lo que se llamaban Provincias internas (Nueva Vizcaya,
Nueva Extremadura, Sinaloa, Sonora, las dos Californias, Nuevo
México y Texas) partió a una exploración de reconocimiento cuya
increíble trayectoria pueden ver nuestros lectores en el corres-
pondiente mapa que aparece entre estas páginas. Acompañábanle
doce frailes que de dos en dos habían de ir quedándose en los pue-
blos cuya fundación se proyectaba. A fray Francisco Carees, na-
tural de Aragón y al pamplonés P. Barreneche les tocó el pueblo que
llamaron de la Concepción y tres leguas de ahí en San Pedro y San
Pablo, quedaron el P. Juan Díaz, sevillano y el P. José Matías Mo-
reno, natural del obispado de Osma. Ambas misiones quedaron
provistas de ganado, animales para la agricultura, utensilios de la-
branza, etc., y los religiosos por parte a legua y media de la Con-
882 LAS MISIONES
cepción, en los terrenos donde iban a hacerse las siembras por los
indios, hicieron un jacal y allí decían misa para que pudiesen asis-
tir a ella los fieles sin abandonar sus campos sembrados.
La vida continuaba en las nuevas fundaciones, ensanchando
los sembrados y organizando poco a poco las costumbres de una
colonia agrícola y así se llegó el domingo 17 de julio de 1781 en que
se tocó a misa en el pueblo de la Concepción, y concurrieron a ella
el Comandante D. Santiago Islas y un cabo de apellido Baylón,
únicos militares que se encontraban a la sazón en el pueblo.
Cuando terminaba la epístola y se cambiaba el misal para
comenzar el evangelio, se escuchó el alarido de los indios que lle-
gando en grandes escuadras sitiaron la iglesia y las casas del
pueblo.
Suspendida la misa en el acto, el comandante salió de la igle-
sia y entró en su casa que estaba muy inmediata : allí requirió sus
armas, pero al salir de ella fué acometido por los indios que en
breve le quitaron la vida a palos.
El P. Barreneche, que estaba dando gracias de la misa que
antes había celebrado, salió a las voces, con que pedía auxilio y con-
fesión el pobre cabo que se hallaba rodeado de bárbaros que lo gol-
peaban despiadadamente; el padre con ánimo resuelto, se arrojó
entre ellos y pudo llegar a prestar algunos auxilios espirituales a
aquel infeliz. Mientras tanto, como dijimos, daban muerte al co-
mandante y arrojaban su cadáver al río, mientras unos se entre-
gaban al saqueo de las casas, otros se desparramaban por el campo
donde andaban sin armas los vecinos y mataban o estropeaban a
todos los que podían coger. Los indios, naturalmente, llegaron tam-
bién a la capilla y a la casa de los padres, pero no las invadieron
y al medio día se retiraron.
En el mismo día y hora caían también sobre el pueblo de San
Pedro y San Pablo del Bicuñer donde eran ministros fray Juan
Díaz y José Matías Moreno. En ese pueblo se preparaban dichos
religiosos para celebrar la misa y llevar el viático a una enferma,
cuando dieron el alarido los enemigos y entraron con furioso ím-
petu, y no habiendo encontrado ninguna resistencia dieron muerte
a los padres, descabezando con un hacha al P. Moreno, no sabién-
dose si esa decapitación fué para matarlo o cuando ya estaba muer-
to. Mataron también a varios de los vecinos y a otros los hicieron
C. IV. NUESTROS MÁRTIRES 383
prisioneros, obligándolos a que echaran al río las imágenes y los
vasos sagrados, y después de robar los ornamentos y cuanto en el
pueblo había, pusieron fuego a la iglesia y a las casas y se llevaron
en calidad de cautivas a todas las mujeres. Serían las tres de la
tarde, cuando el P. Barreneche de arriba de la azotea se convenció
de su llegada, y entonces dijo al pueblo lo que ocurría y que era
indispensable ver cómo se salvaban.
Salieron los padres de la iglesia, siguiéndolos el pueblo y aban-
donando las casas, huyeron por el campo hasta llegar a una laguna
larga y angosta en cuya orilla opuesta se encontraba un español
herido y dando voces. El P. Barreneche se arrojó al agua para
acercarse al herido, y el P. Garcés pudo pasar también y ya juntos
se ocultaron en la casa de una india leal donde permanecieron hasta
el día 19.
Los indios, que al entrar al pueblo lo encontraron abandona-
do, lo echaron todo a saco y lo quemaron. Allí parece que discu-
tieron sobre la suerte de los padres y acordaron no matarlos por de-
cir que eran buenos y que no les habían seguido mal, y algunos jefes
dieron órdenes a los indios de que los buscasen y trajesen aunque
sin hacerles daño, pero por desgracia de ellos fueron hallados por
un indio nifora, casta de que decía el P. Garcés que eran tan pobres
y miserables que les daban sus hijos a los yumas a cambio de caba-
llos. Este indio se había criado en el presidio de Altar, en la casa
del capitán Urrea y había acompañado al P. Garcés a esas funda-
ciones en calidad de intérprete, pero al notarse la sedición de los
indios, éste, o bien por vengarse en alguna cosa de los padres, o
bien, atraído por la fuerza de la sangre, abandonó el pueblo y se
unió a sus compañeros de tribu. En cuanto halló a los padres les
hizo dar muerte a palos y los habitantes de la casa en que estaban
ocultos recogieron los cadáveres y los sepultaron juntos señalando
el sitio con una cruz.
Como a veces se inculpaba a los misioneros de provocar por su
intransigencia con los indios en materias religiosas algunas de esas
fatales insurrecciones, no es de extrañar que el colegio de la San-
ta Cruz de Querétaro, para poder sincerar a sus misioneros en cual-
quier tiempo de un cargo semejante, pidiera al Sr. de Croix que
mandase hacer una información pública sobre ellos y efectuada
ésta, el caballero de Croix certificó como sigue: "Las declaraciones
384 LAS MISIONES
que se les recibieron a los cautivos luego que se consiguió rescatar-
los, manifiestan que por parte de los RR. PP. no se dio motivo para
que los Yumas se levantasen, antes consta que se portaban con la
mayor dulzura en su ministerio. No tengo motivo para dudar la
certeza de lo referido. Si de la nueva expedición que está para
marchar al Río Colorado resultare o se averiguare algo relativo a
este punto, lo trasladaré a Vuestra Paternidad Reverenda a quien
afirmo que los cuatro referidos RR. PP. de ese santo Colegio, muer-
tos a manos de aquellos pérfidos indios, tuvieron siempre en esta
Provincia el mayor crédito y opinión de virtud, santidad, fervoroso
apostólico espíritu, aplicación y zelo a su ministerio, acompañado
todo de los más ardientes deseos de propagar en la Gentilidad la
Doctrina del Sagrado Evangelio, que es cuanto puedo decir a V.
P. R. en respuesta a su oficio."
PARTE TERCERA
LA DESTRUCCIÓN
CAPITULO PRIMERO
PRINCIPIOS DE LA DESTRUCION RELIGIOSA
El ejército. — Extranjeros delatados ante la Inquisición- — Diversas clases
de inmigrantes. — Actitud del episcopado. — Más extranjeros perniciosos — Nues-
tras clases bajas, — Libros prohibidos. — Cambios radicales en Madrid. — Nue-
vas actitudes hacia los bienes eclesiásticos. — Invasiones en la jurisdicción. —
Los textos regalistas.
bibliografía especial
BEL.ESA, EU8EBIO VENTUBA. — Becopllación samarla de todos los autos acordados
áf la B«al Audiencia y Sala del Crimen de esta Nueiva España. — México, 1787.
FONSECA FABIÁN Y UKBtlTIA, CARLOS.— Historia General de la Real Hacienda.
—México, 1&Í5.
HEBN.AEZ, FRANCISCO JAVIER.— Colección de Bulas, Breves y otros documentos
relativos a la Igriesia de América y Filipinas. — Bruselas, 1879.
ÍNDICE último de los Libros prohibidos y mandapdos expurgar par» todos los Rei-
nos y Señoríos del Católico Rey de las Españas el Sr. D. Carlos IV.— Madrid, 1790.
MEDIN.4, JOSÉ TORIBIO.— Historia del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición
i*n México.— Santiago de Chile, 1905.
RE.AL ORDENANZA para el establecimiento e instrucción de Intendentes de Ejér-
cito y Provincia en el Reino de la Nueva España. — Madrid, año de 1786.
RIVADEXEIRA, JOAQUÍN ANTONIO. — Manual compendio del Regio Patronato. —
Madrid, 17.^5.
SOLORZANO Y PEREIRA, JUAN.— Política Indiana.— Amberes, 1703 y Madrid, 1776.
SONOR.A M.\RQUES DE, (D. JOSÉ GAL, VEZ). —Informe general al Excmo. Sr. Vi-
rrey.—México, 1867.
388 LA DESTRUCCIÓN
¡ION lo expuesto en las dos primeras partes de este volumen
han podido conocer nuestros lectores, la última parte del
período único de vida que tiene la Nueva España ; los dos
siglos escasos (1572 a 1765) en que nuestra patria a la
sombra de la Iglesia pasó su juventud, sana por lo menos, tranquila
y tal en una palabra, que podía augurársele excepcional prospe-
ridad con el sólo desarrollo de sus ya propios elementos.
Pero por desgracia la misma unión con España, que hasta en-
tonces, haciendo un balance de males y de bienes, había de resul-
tar de gran provecho para México y de gran gloria para la Madre
Patria, empezó a ser fuente y origen de nuestra ruina moral.
Sin que queramos excluir de la culpabilidad a los mexicanos
y señaladamente a determinadas clases sociales, sin querer ate-
nuar la participación negativa por negligencia e inacción, de una
buena parte de nuestro clero; asentando además que esas mismas
calamidades morales a que vamos a referimos eran más bien del
tiempo que de España; todavía deberá concederse, en vista de es-
te capítulo, que si a buen tiempo, a mediados del siglo XVIII se
hubiese llevado a cabo un movimiento de independencia razonado,
tranquilo, sano, como lo es el de una buena hija que al llegar a su
edad nubil se separa de la casa de sus padres con su bendición y
sus buenos consejos, nuestra vida nacional habría tomado cami-
no muy diferente de este pésimo, por donde nos vamos despeñando
desde por los años de 1765.
Esta misma relativa precisión de fechas nos indicará que más
que decadencia, semejante a la del tísico en quien lentamente se
va desarrollando un germen interior de destrucción, nuestro mal
ha de llamarse contagio y asemejarse al que en pocos días da en
tierra con un joven robusto. La muerte no pudo venirnos de lo que
en todas partes y aquí por dos siglos, dio tanta vida, sino de los
diversos elementos que en todas partes matan y destrozan a los
pueblos.
* *
Fué el primero, si no precisamente el mayor de nuestros males,
el ejército en la forma francesa con que quedó instalado entre nos-
otros desde el año fatídico que hemos señalado. Con poco menos
de tres mil soldados a la antigua, más paisanos que militares, se
le^
•m'
Jtc'inanciitcs de las antiguas misiones de California.
C. I. PRINCIPIOS DE LA DESTRUCCIÓN RELIGIOSA 389
sostenía todo el vasto virreinato de Nueva España, incluyendo
Texas, California y las islas. Pero las amenazas de guerra por
parte de Inglaterra, las tendencias militares del virrey marqués
de Cruillas y, sobre todo, el convencimiento del gabinete de Ma-
drid, de que sólo con ejército y grande ejército, podían llevarse al
cabo las tiránicas e impopulares medidas ya para entonces tra-
madas y resueltas, fueron las causas de tan funesta innovación en
la hasta entonces tranquila y sobria Nueva España.
El primero de noviembre de 1765 desembarcó en Veracruz D.
Juan de Villalba, teniente general, enviado por el monarca espa-
ñol para el arreglo del ejército. Acompañábanle cinco mariscales de
campo, muchos oficiales y dos mil soldados walones y suizos.
"Entonces los vecinos comenzaron a salir del hogar del ciu-
dadano para entrar en el vivac; comenzaron a dejar de ser pueblo
para ser soldados y a sentirse como perteneciendo a una clase dis-
tinta, privilegiada, superior, a cuyo arbitrio estaba la tranquili-
dad social, la instrucción política y la marcha administrativa. La
organización y el armamento dieron muy pronto al ejército la con-
ciencia de su fuerza y con ella la seguridad de su poder ; desde ese
momento los destinos de la Colonia, y después los de la República
Mexicana quedaron a merced del ejército y los esfuerzos del pueblo
por sacudir el yugo de la fuerza aiTnada debían en lo sucesivo ser
estériles." En estas palabras que no son de un fraile sino de un
general liberalísimo verán los lectores los dos males que por ella
se apuntan: la inmoralidad, afianzada por el compañerismo mili-
tar y la pei'versión fundamental de los elementos de justicia po-
lítica.
Aparte de estos males, el del ejército tal como aquí se implan-
tó, trajo otros inmensamente mayores: el aluvión de extranjeros
desalmados, lo peor de Europa que formaban los ejércitos merce-
narios de Carlos III, luteranos unos, calvinistas otros, o simple-
mente renegados o blasfemos de Ñapóles y Sicilia, eran el abiga-
rrado conjunto que formaba las filas y servían de armazón y mo-
delo para discípulos tan aprovechados como tenían que serlo la
mulatería de Veracruz y lo peor del mestizaje, que se vio de repen-
te en el ejército con estado civil, con galones y borlitas por todos
lados y con las consideraciones y hasta envidias de los desventu-
rados paisanos a la antigua, que no tenían la honra de codearse con
esos nuevos amos y señores de tricornio y casaquín a la francesa.
390 LA DESTRUCCIÓN
Algo peor que los mismos soldados nos importaron sus oficia-
les: los primeros gérmenes de la masonería ya muy arraigada en
la Península y muy extendida entre la oficialidad de mar y tierra.
La presencia del ejército se dejó sentir desde luego como la de un
elemento perturbador. Abusaban de las armas y de la fuerza para
cometer frecuentes y escandalosas faltas y quedaban generalmente
impunes, cobrando con eso mayor ánimo y sintiéndose cada día
más lejos del alcance de las leyes.
Por supuesto que donde más se sintió la presencia del ejército
de Nueva España fué en los salones de la Santa Inquisición y aque-
llo empezó a ser un torrente de acusaciones. Las causas de los sol-
dados y especialmente del regimiento de América se multiplicaban.
En efecto en estos días aparecieron ante el Santo Oficio Antonio
Chacolete, italiano, por haber cogido un cuadro de San Antonio
que había ido a vender al cuartel un pintor y haber hecho irreve-
rencias con él; José Indan, Nicolás Servín, genovés, Segismundo
Wolfres, José Ma. Rezzonico, Pedro Fulcheri, Sebastián San Jor-
ge, Juan Jaime Moret, Pedro Fiolí, soldados del regimiento de
América, y hasta el tambor José Ma. Abat se hallaban procesados
por hechos más o menos impíos y escandalosos que revelaban un
estado de verdadera irreligión.
No se hallaban tampoco en mejor pie bajo el punto de vista re-
ligioso el regimiento de dragones, del cual eran procesados por
blasfemias, dichos y hechos hereticales Juan Urritialde, José Min-
gu ilion, José Francisco Dueñas, Diego de Oroz, Manuel de Oce-
jo, etc.
Lo mismo pasaba en otros batallones del ejército, y especial-
mente en los Ultonia, Flandes, Migueletes y hasta en los de mili-
cias, que comenzaban también a contagiarse con el ejemplo de los
soldados extranjeros; sería de no acabar si quisiéramos entrar en
el detalle de cada una de estas causas, aunque hemos de mencionar
las siguientes a algunos extranjeros.
Cornelio Imberger, Juan de Maitre, Eduardo Telly, Cristó-
bal Suint, que para pasar a América se habían dado por católicos
y pertenecían al regimiento de Ultonia; al de Flandes, Esteban
Franquis, Andrés Germaní, luterano hecho y derecho, Pedro An-
tonio. Entre los milicianos procesados se contaban los sargentos
Francisco Borja e Ignacio Díaz, y Alejandro Chinchilla capitán
de mulatos.
C. I. PRINCIPIOS DE LA DESTRUCCIÓN RELIGIOSA 391
Añadamos las causas contra Juan Perly, soldado francés, de-
sertor que había entrado en Guatemala al servicio de un eclesiásti-
co, "con furia diabólica" le hizo pedazos todas las imágenes de los
santos que tenía en su casa ; Alonso Gutiérrez, otro soldado deser-
tor ; Pedro Zaraga, Ramón Padilla, Pedro Alcotin, tambor, los tres
Migueletes.
Melchor de Tordesillas, soldado, castigado por blasfemo en
1761 (1).
Malos como eran en tiempo de guerra esos soldados, nos re-
sultaron peores en tiempo de paz, porque servían como de gancho
para atraer paisanos y parientes suyos, con lo que se infestó Mé-
xico de extranjeros verdaderamente perniciosos.
Con ellos hacían coro los emigrantes españoles de la peor ra-
lea. La emigración peninsular fué de conquistadores hasta media-
dos del siglo XVI, de malandrines y granujas hasta fines del siglo
XVII. Cesaron entonces de venir las grandes masas, según consta
por los libros de la Casa de Contratación de Sevilla, hasta princi-
pios del XVIII; entonces viene una nueva emigración muy favo-
rable, procedente de las provincias vascongadas y de la montaña,
gente recia para el trabajo y como es bien sabido la más creyente
y piadosa de cuantas habitan la Península Ibérica. Todos los hom-
bres de esta clase por regla general arraigaron en México y a sus
apellidos han ido vinculados siempre familias numerosas y res-
petables.
Pero con el ejército vino de nuevo la turbamulta de gente ma-
leante y esta vez no ya tan sólo en costumbres sino en ideas ; oiga-
mos la descripción que con gran valor civil hicieron al rey cuatro
prelados de la Nueva España en carta de 24 de octubre de 1761:
"A las Indias suelen venir algunos con empleos, que por cavilosos
no les pueden sufrir en este Reyno, o a los que allá no tienen sufi-
ciencia para ejercerlos, o los que los pretenden para hacer excesi-
vos caudales: si hay en una casa un hijo natural o espurio, luego
se le despacha a Indias; si tiene algún joven dada palabra de ca-
samiento, o causado perjuicio a alguna doncella, y no quiere cum-
plir su obligación, se huye a Indias y sin licencia se entra en un
navio por polizón, o llovedizo, como criado de algún oficial, pasa-
jero, contramaestre, u otro que finge traer sirviente sin necesitarlo.
(1) V. Medina O. C. Págs. 353 y simientes.
392 LA. DESTRUCCIÓN
"Esto sucede en todos los navios que por más órdenes que se
dan en contrario, la España se despuebla insensiblemente y este
Reino se llena de hombres a quienes sólo mueve la avaricia o la li-
bertad de intentar vivir sin Dios, sin Rey y sin ley.
"A México lo podemos llamar hoy, colonia universal, pues sea
con los regimientos extranjeros, sea con el desembarco de los na-
vios del trato ilícito, sea fingiéndose españoles, entran los de otras
naciones por todas partes. Las reales Ordenes de que se envíen
a España, se reciben, pero no se cumplen y lo que es peor, un
inglés oculto o un hereje astuto es capaz de pervertir este Reino,
inficionar la religión y costumbres, sembrar malas semillas que
insensiblemente van minorando la fidelidad al Soberano legítimo,
el respeto a lo sagrado, e infundiendo la altanería en los discursos
tocante a los dogmas, y un libertinaje pésimo e infernal que disipa
todo el fruto de la conversión de los indios y la devoción de los es-
pañoles, desalienta a los Obispos y Párrocos y todo lo pone en una
confusión.
"A vuestra Majestad recurrimos con la confianza de nuestro
padre, nuestro asilo y amparo ; conocemos que con dificultad habrá
quien desnudamente refiera a vuestra Majestad el estado de estas
Provincias, pero en nosotros fuera culpa gravísima el callar. Es
preciso. Señor y nuestro Rey, no permitir que entre extranjero
alguno en estos dominios que hoy son los más codiciados de todas
las potencias; en los que siempre han de ser los primeros y más
fuertes esfuerzos de los rompimientos de guerra. Tómese el reme-
dio para lo sucesivo pues por lo pasado sería muy duro y acaso oca-
sión de muchos agravios sin lograrse el intento."
Interrumpamos un momento las quejas de los Sres. obispos
para dolemos de que todo su remedio lo pongan "con la confianza
de nuestro Sr. Padre, asilo y amparo" en un hombre tan malo y
tan inepto como Carlos III, el causante mismo de esos males. Ese
era el momento preciso en que los obispos, reconociéndose como
en realidad eran la mayor fuerza moral de Nueva España tenían
que lanzarse al único remedio: a una noble independencia. Pero
es muy raro dar con hombres del temple y miras que son necesarios
para dar estos pasos.
Prosiguen los obispos en su relación : "los que vengan a estos
reinos con empleo (altos o bajos, Obispos o goberaadores) sean
elegidos y buscados no de los que los pretendan y soliciten con re-
C. I. PRINCIPIOS DE LA DESTRUCCIÓN RELIGIOSA 393
galos ; los que los rehusen, no los que se entrometan ; los que se aco-
modan a una justa moderación, no los que pretendan fundar ma-
yorazgos y hacer palacios a costa de la sangre de estos pobres in-
dios; los empleados que cumplieren bien y con desinterés, sean
honrados súplaseles algún defecto si lo tuviesen y los avaros y dolo-
sos y malos administradores de justicia sean llamados a España
y no se les prorroguen los oficios . . .
"Nos hacemos cargo de que en el mundo siempre ha de haber
escándalos y maldades; sólo queremos que se ataje el mayor mal;
que este Reino sea el más bien ordenado de las Américas; y vues-
tra Majestad el mejor servido; vuestros vasallos los más agrade-
cidos, la católica religión la más floreciente (debían decir los Obis-
pos la única floreciente) y que Dios prospere en las sienes de la
Real augusta, piadosa, (¡ !) amable, (¡ !) justa, (¡ !) siempre ca-
tólica familia de vuestra Majestad estos Reinos contra la envidia
de aquellas Potencias extranjeras, que siendo también de la Reli-
gión, disminuyen el mérito de la conquista, obscurecen los altos
fines de ellas, intentan debilitar el poder de vuestras armas, man-
chan con negros borrones en sus historias la índole de los habita-
dores españoles e indios y quieren profetizar la decadencia o mu-
tación de dominios, cuando en sus colonias el ídolo principal es
Mercurio, dios de los comerciantes, Venus la que atrae los colonos
y Marte en quien ponen la última razón y movimiento do las leyes
y potestades ... A los Obispos, a sus insignias y a la cruz que traen
en el pectoral les miran con horror; la castidad virginal la abomi-
nan ; a las sagradas religiones las detestan ; y pintan tan artificio-
samente como inútiles al estado y quieren engañar al mundo para
que todos sean ateístas y maquiavelistas de modo que la religión
sólo sea aparente y en realidad esclava de la constitución del Esta-
do; los Obispos se reduzcan a unos predicantes, que sólo digan lo
que quieren cuando y cómo quieren ; y los hombres de razón y alma
espiritual e inmortal se hagan como las bestias con cuya muerte
todo se acaba y muere ; materialistas que hacen al hombre jumento
y sin más fin que comer y beber."
Hasta aquí los Obispos que si bien torpes en la asignación del
remedio, no por eso son despreciables en su diagnóstico y profun-
da descripción que nos hacen de los males del país.
Por supuesto que predicaban en desierto y que las cosas si-
guieron como antes. La Inquisición algo seguía haciendo, si no en
394 LA DESTRUCCIÓN
castigar, por lo menos en procesar a extranjeros perniciosos. Co-
rrespondientes a los años de 1763 y 1765 copiamos los nombres de
los siguientes procesados: "Don Jacobo van den 'Heiden, comer-
ciante holandés establecido en Veracruz, acusado de jansenista.
El italiano Julio Pereli, que sei^ía en palacio, que se reía de la
confesión y comunión y llamaba sagrado al diablo ; D. Carlos Anto-
nio Flores al servicio del alcalde mayor de Xochimilco, que tenía
escandalizado al pueblo con sus irreverencias ; el sueco Daniel Sid-
carstron, que denunciado por bigamo resultó ser hereje calvinista
y hubo de salir como tal, al auto de fe de 13 de marzo de 1768, en
compañía del peluquero francés Alejandro Sambón, por blasfemo
heretical, despreciador y conculcador de imágenes, y del italiano
Antonio Caturano, que negaba el infierno y blasfemaba de Nues-
tra Señora.
"Los ingleses William Jalafan, carpintero que vivía en Vera-
cruz y que cada vez que le tocaban la cuestión religiosa decía : "de-
jemos eso y procuremos comer y vivir;" el médico D. José Mariano
Cordón, establecido en Guatemala que hablaba peste del Papa y
de las indulgencias y que cuando alguno le movía la conversación
sobre asuntos religiosos contestaba: "Pues crea Ud. en su ley, que
yo creeré en la mía, y el día del juicio nos veremos, cuya conduc-
ta aprobaba, y esto era lo peor, D. Carlos de Lorenzana, uno de los
vecinos más notables de la localidad. Otro de los contaminados
por las teorías de los extranjeros había sido Fr. Pedro Rodríguez,
andaluz, hombre que sabía varias lenguas y había vivido muchos
años en la Martinica, recluido en el convento de San Francisco
con apariencias de espía de los ingleses.
"Diego Macquienzie y su compañero Juan Enrique Stron, To-
más Sewiun y Carlos Artonk, todos protestantes que vivían en Ve-
racruz, aunque reconciliados.
"Más numerosos que todos, eran los franceses. Antonio Gui-
lliar, que había sido muchos años cocinero, fué preso en cárceles
secretas por luterano y calvinista. Primero se había hecho bautizar
diciendo ser gentil, y puesto en un convento, se escapó sin que se
hubiese podido tener noticia alguna de su paradero.
"Nicolás Masy, que vivía en México mal amistado con una par-
tera genovesa y que se burlaba de las procesiones y hacía irrisión
C. I. PRINCIPIOS DE LA DESTRUCCIÓN RELIGIOSA 395
y desprecio de los clérigos y frailes y cuya prisión se hizo con mu-
cho disimulo en palacio, aunque luego fué dado por libre.
"Los cirujanos D. Francisco Desplan y D. Reinaldo Thomas,
establecidos en México, que decían ser impertinencia la repetición
del Ave María y que en lugar de estampas de santos debían poner-
se en las salas, países.
"D. José Gelede, de la misma profesión, establecido en Tabasco,
que calificaba de idólatras a los españoles y se reía cuando entrando
a visitar algún enfermo se hallaba con velas encendidas a los san-
tos. D. Marcos Antonio Cluer de la Milliere, domiciliado en Méxi-
co, que preguntaba a los enfermos qué cosa era eso del limbo ; D.
Antonio Olier, residente en Sonsonate, acusado de proposiciones
semejantes tocantes a la Eucaristía, al poder de Dios, etc.
"Especial mención debe hacerse de Daniel Marcotun, irlandés,
alférez del regimiento de Orduña, que se denunció como francmasón
en Mayo de 1770 y cuya causa motivó grandes reparos en el Con-
sejo" (2).
Los inquisidores lejos de esa apatía y decadencia en que se les
quiere suponer, trataron seriamente del remedio, como se despren-
de de dos cartas escritas al Supremo Tribunal, la una de 28 de abril
y la otra de 24 de agosto de 1766, es decir, desde que vieron los pri-
meros síntomas del recién llegado ejército extranjero; en la pri-
mera dicen: "Han sido muy repetidas y cada día se aumentan las
denuncias que se nos hacen de proposiciones y indicios Iiereticales
contra muchos de los soldados extranjeros, que han venido inclusos
en la tropa, y aunque la mayor parte de ellas no han llegado hasta
ahora a aquel complemento que requiere la pausa y solidez con que
procede el Santo Oficio y nos prescriben sus instrucciones y re-
glas para el procedimiento jurídico, sin embargo dan bastante fun-
damento a la verosimilitud y a la prudencia, para persuadirnos en
particular de que todas o las más, proceden de los malos sentimien-
tos que los denunciados encierran en su interior y no se atreven
a descubrir abiertamente, sino con embozo, por temor del castigo
y por la desconfianza de no encontrar aceptación y asenso en la
sana creencia de los naturales con quienes las han comenzado a
apuntar. Pero el fondo de sus explicaciones les indican bastante-
mente sospechosos de partidarios de las sectas de Lutero y Calvino,
(2) V. Medina 1. c.
S96 LA DESTRUCCIÓN
y lo que es peor, de opiniones que aluden a no reconocer principios
de alguna religión o secta. Lo más perjudicial es que con estas ex-
plicaciones suelen mezclar otras en abono y defensa de la nación
inglesa y de su conducta en punto de religión, lo que es capaz de ir
insensiblemente disipando en el común de los naturales, aquel ho-
rror y abominación que tienen a aquella nación sólo por el concepto
de ser herejes y enemigos de la religión y de la Iglesia. Ya se deja
conocer cuántos inconvenientes amenaza de futuro la disipación de
aquel concepto, que sólo a la religión (se debe), poniendo los áni-
mos en fácil disposición de admitir opiniones contrarias a su pu-
reza, sino al Estado, preparándolos con una opinión favorable a
su proceder, que si no induce afición a su gobierao, por lo menos
destiniye aquel odio antiguo en que está el común de esos natu-
rales.
"No siendo vano recelo el de que en la ocasión en que más se
necesitase la defensa del Reino y cualquiera invasión hiciese aque-
lla nación enemiga, no serían sus enemigos sino nuestros, los que
con tanta prevención y tan sin propósito se manifiestan sus aficio-
nados. Y que acaso no sólo se declararían parciales de nuestros
enemigos, sino que procurarían atraer a su partido y opinión a
otros, convidando la ocasión de hacer más eficaces las persuasiones,
que sin ello no se excusan de apuntar." Hasta aquí los inquisido-
res y véase cuan aplicable es este último párrafo a nuestros pai-
sanos comprados por el protestantismo actual.
No hay duda de que la inquisición mexicana conservaba aún
el sentimiento del deber y buenos deseos de resanar tantas y tan
mortales heridas como en pocos años había recibido nuestra fiel
y piadosa patria; pero como en España las cosas andaban mucho
T)eor, como allá verdaderamente la inquisición había menguado,
por presión de las mismas altas personalidades que rodeaban el
trono; los funcionarios de aquí recibieron sin duda, algunas ór-
denes de aflojar en la investigación, prosecución y sobre todo en
e] castigo de los delitos contra la fe. He aquí como D. Vicente de
la Fuente nos pinta la situación del Santo Oficio en la Península:
"Dícese que en tiempo de Carlos HI hubo ya conatos de suprimir el
Tribunal de la Inquisición. Roda presentó al Rey varios documentos
para probar que se había tratado de hacerlo en tiempo de Felii>e
el Hermoso, Carlos V y Felipe V, es decir, por los Reyes extranje-
ros que habían subido al trono español. Carlos III por toda res-
C. I. PRINCIPIOS DE LA DESTRUCCIÓN RELIGIOSA 397
puesta contestó a Roda : Los españoles la quieren, y a mí no me es-
torban. Tomáronse entonces algunas medidas parciales para cortar
el poder de la Inquisición. Entre otras se inhibió a los Inquisidores
el prohibir ninguna obra de escritor vivo, sin oír a éste judicial-
mente, y saber cómo interpretaba sus palabras (1662). Algún
tiempo después la Inquisición encausó a los ministros Roda, Cam-
pomanes, Aranda y Floridablanca y a los Obispos que componían
el Consejo extraordinario de 1767, acusándolos de filosofismo y
jansenismo. Con este motivo se limitó aún más el poder de la In-
quisición, a fin de poner a cubierto a los ministros que defendiesen
las regalías de la Corona, Prescribióse por una Real cédula (1770)
que la Inquisición en adelante sólo conociera en los delitos de here-
jía contumaz y de apostasía; pasando las causas de blasfemia, bi-
gamia, sodomía y otras de que conocía la Inquisición, a los tribuna-
les ordinarios. Más adelante (1784) se prohibió castigar a ningún
título. Ministro del Rey, u oficial del ejército, y a magistrado sin
que S. M. revisara el proceso.
"Se ve, pues, que a fines del siglo pasado y principios del pre-
sente la Inquisición ya solamente era una sombra de lo que había
sido. Decayó todavía más con la afición del inquisidor Arce a
Godoy, y con su posterior afrancesamiento."
*
* *
Aparte de esta flojedad en castigar por parte de las autorida-
des; aparte de este trastorno religioso en la cabeza de nuestro go-
bierno, tampoco puede negarse que todo ese cáncer moral encontró
campo muy propicio en una clase social que aquí, como en todas
partes, cae o se pone fuera del radio de acción de la Iglesia. A los
tales en México les llamamos léperos que etnológicamente corres-
ponde aunque de una manera vaga, al mestizaje y mulatería; pero
la dicha palabra más bien se aplica a lo que en España se llaman
golfos, gente sin apego a la familia, procaz y aventurera, sin pizca
de honor y dignidad ; de ahí salen los rateros y los asesinos, de ahí
se arman las revoluciones y, si a mano viene, de ahí se forman los
gobieiTios.
Veamos a esta gentuza por unos momentos a través de unas
cuantas noticias proporcionadas por los diarios contemporáneos:
"Sobre la puerta del costado de Jesús Nazareno, se venera una
SS8 LA DESTRUCCIÓN
imagen de piedra de Nuestra Señora de las Maravillas; y por va-
rios portentos que de su liberal mano se han verificado, se ha ex-
tendido la devoción en toda la ciudad, de suerte que compusieron
primorosamente su nicho, poniéndole una primorosa vidriera y
varios faroles ; y el 17 del corriente, por las bóvedas de dicha igle-
sia amaneció colgada una soga, rota la vidriera y robada la sobe-
rana imagen a quien le despojaron de una hermosa corona de plata
que pesaba diez y ocho marcos, la que de varias limosnas se la ha
hecho nueva, y por todas las justicias y el capitán Velázquez se
están haciendo exquisitas diligencias en solicitud de los sacrilegos
ladrones, que no se duda serán habidos y su delito castigado."
"En esta ciudad se han desvergonzado con mucha abundancia
'os macutenos, capoteadores nocturnos, y pocos días ha que a la
ürimera noche se arrojó uno que llevaba las espaldas guardadas,
a la casa del Dr. D. José Dumón, y con habilidad su portero, dando
golpe al postigo de la puerta, viendo que lo acometía con un puñal,
se abrazó con él, y dando voces se consiguió su captura, y hasta
ahora no ha declarado los sujetos que le acompañaron; las justi-
cias han dado varias providencias, y entre ellas prevenir de ruego
y encargo a todos los tenderos, vinateros, boticarios y demás perso-
nas que tienen trato, que a la prima noche enciendan cada uno a la
puerta de su tienda un farol, para que por este medio se consiga
claridad en las calles las que son muy frecuentadas de rondas y
patrullas de la caballería del real palacio."
"El 25 (Setiembre) de 1755, de orden de S. E. se echó ban-
do en las partes acostumbradas, haciendo saber cómo ha nombrado
por juez superintendente para extirpación de bebidas prohibidas,
como son aguardiente de caña, mixtelas, mescale, chinguirito, te-
pache, charape, todo género de pulque aderezado y otros cualesquie-
ra, a D. José Velasco Altamirano y Padilla, para que en estos rei-
nos celen y velen el que no se comercien semejantes breva jes, de-
moliendo las fábricas y procediendo contra los transgresores, bajo
las penas impuestas a los españoles de un presidio, y a los de color
quebrado, de obraje y las más que hubiere lugar por derecho,"
"La mañana del 19, de orden de S. E. se echó bando en las par-
tes acostumbradas, prohibiendo las armas cortas, bajo pena, a los
españoles de seis años de presidio, y a los de color quebrado, dos-
cientos azotes y un obraje, cuyas penas se practicarán irremisi-
blemente."
C I. PRINCIPIOS DE LA DESTRUCCIÓN RELIGIOSA 399
Tanto o más que las personas impías, desembarcadas en nues-
tros puei-tos nos perjudicaron los malos libros venidos de allende
los mares. Bien sabido es el laudable empeño de los católicos mo-
narcas españoles de la casa de Austria, para evitar que el veneno
intelectual anduviese en manos del pueblo como lo evita todo buen
padre que ama la vida de sus hijos; no hay más que ver las leyes
del título 24 del libro primero de la recopilación de Indias para
convencernos de ello. Aparte de esto, la Inquisición tenía todo un
m^undo de instrucciones para perseguir desde la salida de las naves
de España, la introducción de libros que pudiesen dañar nuestra
fe o costumbres y ciertamente, los inquisidores de México traba-
jaron bien y con gran fruto en este sentido hasta que tuvieron
libertad para hacerlo.
Hasta mediados del siglo XVIII se habían perseguido libros
únicamente peligrosos, mas desde aquella época la clase de libros
que había que perseguir era muy diferente: eran obras positiva-
mente impías traducidas del francés o sin traducir.
Los buenos inquisidores mexicanos creyéndose que tenían en
Madrid el mismo apoyo e impulso que antaño, alarmados verdade-
ramente escribían con toda ingenuidad, en carta de 26 de mayo de
1769: "El libertinaje que empieza a extenderse en estos reinos en
cuanto al modo de pensar, es en efecto del que tenemos representa-
do notarse en las acciones de la tropa y extranjeros que habitan
esta capital, y no siendo fácil poner remedio en aquel naciente des-
orden, hallamos cada día más inconvenientee en el itso de nuestro
ministerio; se habla y se lee impunemente cualquiera obra contra
la autoridad pontificia; son vulnerados los respetos de los obispos
y el carácter eclesiástico es objeto de la maledicencia; aquellos ar-
canos más venerables de nuestro catolicismo son extraídos del se-
creto del santuario y expuestos a los ojos de los profanos; éstos
que ya no los consideran misterios, se creen con facultad de eix-
plicarlos, y adelantada la soberbia, no se contentan con saber lo
que conviene, pasan a conculcar la religión en sus principios. De
esta libertad nace que estén introducidos los libros de Voltaire,
los de L'Metrie y otros inicuos en este reino, como reconocerá V.
S. I. por el testimonio relativo de causas de esta naturaleza ... La
400 LA DESTRUCCIÓN
tropa, viciada en sus costumbres, está muy infecta de sentimientos
impíos y de semilla herética.
"La multitud de extranjeros que con varios motivos se han es-
tablecido en estos reinos hace temer un estrago si no se provee de
remedio con la prontitud al peligro, y la falta de ministros nos
constituye en un estado de no poder llenar con desempeño la obli-
gación de nuestro oficio" (3).
En tan apurada situación y atribuyendo gran parte del mal a
los libros que sembraban estas perversas ideas, los inquisidores de-
nunciaron al Consejo un número de la Gaceta de Madrid en que
hablaba de la famosa bula In coena Domini; detuvieron en la adua-
na varios ejemplares de la obra de Justino Febronio, que había
motivado una consulta del obispo de Puebla, y aun procedieron a
recoger unos pañuelos que llevaban la inscripción vox populi vox
Dei, aunque en vista de órdenes expresas del Consejo se vieron
obligados a dejar circular las gacetas, y a devolver a sus dueños
los ejemplares de aquella obra que tenían detenidos en la aduana.
Es decir que el Consejo de Madrid les cortaba las alas y antes
de dar un decreto de abolición del Santo Oficio, lo iba secreta e
insensiblemente nulificando. En cambio tenía en jaque a los inqui-
sidores, obispos y virreyes de toda la América buscando los libros
y papeles que se escribían en defensa de la extinguida Compañía
de Jesús, papeles y escritos que se consideraban nada menos que
como crímenes de lesa majestad y se prohibían bajo pena de muerte.
Para colmo de males, miembros del tribunal o por desaliento
o porque ya estaban en parte picados, fueron infieles a su cargo;
una vez se descubrió que cierto empleado del Santo Oficio había
vendido a un vecino de México en una suma considerable (ocho-
cientos cincuenta pesos) los mismos libros prohibidos que la Inqui-
sición había mandado recoger.
El origen nada oculto por cierto, de nuestros principales ele-
mentos de destrucción religiosa, estuvieron en el mismo trono es-
pañol ; pero más que en las personas de sus monarcas del siglo
XVIII, en las camarillas de ministros que los rodeaban.
Desde que España se borbonizó, entraron en aquella cristia-
(3) Apud Medina 1. c.
C. I. PRINCIPIOS DE LA DESTRUCCIÓN RELIGIOSA 401
nísima Nación los gérmenes de males inmensos que aún hoy no aca-
ba de sacudir. Triunfado que hubo la causa de Felipe V, que más
bien debiera llamarse la causa de Luis XIV, sobre la de los preten-
dientes de la casa de Austria, los católicos que de buena fe habían
apoyado al partido triunfante, bien pronto se persuadieron de que
aquello no era solamente dar la corona a un monarca francés sino
ponerse en manos de una camarilla francesa que bien pronto hizo
a un lado a las grandes personalidades españolas, incluso al car-
denal Portocarrero e hizo a un lado también al espíritu genuina-
mente español. Muchos años tenían que pasar para que un Borbón
nobilísimo y españolísimo volviese a colocar a España en el trono
suyo, elevado e independiente, cimentado como lo dejara Isabel la
Católica, en la roca viva de nuestra santa fe.
La camarilla francesa impuesta por Luis XIV luego que su-
bió al trono pegó una coz a la escalera por donde había trepado:
Portocarrero, el arzobispo de Sevilla, D. Manuel Arias, presidente
del Consejo, hubieron de comprender que los tiempos de Cisneros
habían pasado. En cambio llegó el Cardenal francés D'Estress a
trabajar el papel de Mazzarino, promover cuestiones de etiqueta
con la Princesa de los Ursinos, y ahuyentar de la corte a los arzo-
bispos de Toledo y Sevilla. Para el arreglo de la Hacienda fué en-
viado el famoso Orry, hacendista francés quien desde luego dirigió
sus miradas a los bienes de la Iglesia, a indicaciones según se dijo,
de Luis XIV.
Por ese tiempo juntamente el regalismo que, en mayor o menor
grado, siempre había existido en España como en los demás rei-
nos, tomó cuerpo, se le dio forma de derecho organizado y servía
como título para pretender y obtener altos puestos en la corte
y aun en la Iglesia. Las tendencias siempre invasoras contra los
derechos y libertades pontificias que se habían notado en anterio-
res reinados, en el de Felipe V empezaron a tomar un sesgo cada
vez más deplorable y escandaloso; pero, dicha sea la verdad, ni
Macanaz ni sus contemporáneos presentaron el otro cariz de ver-
dadera impiedad y hasta mofa hacia la Santa Sede que señaló a
la política española cincuenta años más tarde y hasta fines casi
de la malhadada centuria que historiamos.
Mas el regalismo, la corrupción de las costumbres en la corte,
la expulsión de los confesores del rey, o algo que vino a ser lo mis-
mo, el sustituir a aquellos eclesiásticos sagaces y enérgicos por otros
402 LA DESTRUCCIÓN
débiles y bonachones, preparó el terreno para que rápidamente
cundiese entre la corte y entre los militares la masonería importa-
da de Inglaterra.
En una fonda de la calle ancha de San Bernardo fundóse la
primera logia en España en 1728 y se extendió rápidamente la sec-
ta de modo que en 1739 hubo que nombrar otro gran maestre pro-
vincial para Andalucía.
Felipe V, no ignorando el origen inglés de la institución y
obligado por la bula de Clemente XII, expidió un severísimo edicto,
en virtud del cual fueron presos varios individuos de la logia de
Madrid, sin embargo de lo cual, las logias siguieron propagándose
de modo que hacia el año 1750 ya pudo entregarse al Supremo
Tribunal de la Inquisición una lista de 97 logias.
Con la pena de muerte decretada contra los masones por el
buen Rey Femando VI en 1751, con la bula de Benedicto XIV que
desengañó a tantos incautos y engañados, la masonería española o
mejor dicho anglo-española estuvo a punto de fenecer.
Llegó entretanto Carlos III con sus detestables cortesanos de
Ñapóles, y con un enjambre de volterianos, elemento todo muy pro-
picio para que floreciese y dominase la masonería. En 1767 con-
tando ya con gran número de logias y poderosa influencia, se ins-
taló la gran logia española de la que fué su primer gran maestre
D. Pedro Abarca de Bolea, Conde de Aranda, figurando entre sus
principales dignidades D. Pedro Rodríguez Campomanes, D. Mi-
guel Manuel de Nava, D. Pedro del Río y D. Luis Valle Salazar.
En esta pandilla de renegados y de sus protegidos, manejados to-
dos ellos por el odio antirreligioso y antiespañol de Inglaterra hay
que buscar el origen de nuestros males.
Sin que podamos señalar con nombre y apellido quién de la ofi-
cialidad o del gobierno de la Nueva España estaba ya en las listas
o en el espíritu de la masonería, si hay elementos para asegurar
que por medio de masones en la milicia o política encumbrados, se
perpetraron los grandes males que tratamos de bosquejar en este
y los dos siguientes capítulos de nuestra Historia.
La opresión sistemática, la completamente impía contra la
Iglesia se dejó ver en tres maneras; en la invasión gradual de sus
bienes materiales, en la limitación cada vez mayor de su jurisdic-
ción y en la campaña de descrédito contra su personal.
C I. PRINCIPIOS DE LA DESTRUCCIÓN RELIGIOSA 403
Para referirnos a lo primero no estará de más recordar la par-
ticipación que a querer o no, habían tenido que conceder los pa-
pas a los Reyes de España sobre los bienes eclesiásticos.
Allá mucho tiempo antes de conquistarse México, el 16 de las
calendas de diciembre de mil quinientos y un años, el papa Ale-
jandro VI de triste recordación, concedió "el don y gracia especial
por el tenor de las presentes que podáis percibir y llevar lícita y
libremente los diezmos en todas las islas y provincias sus vecinos
moradores y de todos los habitadores que en ellas están y por tiem-
po estuvieren con tal que, primero se haya de dar y asignar dote
suficiente a las Iglesias que en las dichas Indias se hubieren de
erigir, etc., etc., etc." Agarrados a este clavo ardiendo, "empeza-
ron nuestros Príncipes (dice un célebre historiador de la Real Ha-
cienda) a dar disposiciones en el cobro de este recomendable de-
recho tratándolo como cosa suya y dividiendo su masa en el modo
que les parecía más conveniente."
La verdad es que los reyes hicieron donación de esos diezmos
a la Iglesia y que, aunque a ellos no les costaba nada porque todos
esos diezmos salían de México y hablando más claro, de los indios,
de ese dinero se sostuvieron nuestros obispos, canónigos, culto de
las catedrales, etc., según que dejamos escrito en otro lugar (4).
No sólo, sino que por largos años hasta el de 1617, concedieron
los reyes los dos novenos que desde el principio habían ellos de-
clarado debérselas en reconocimiento por su real patronato y en se-
ñal de vasallaje. En la referida fecha se giró orden al marqués de
Guadalcázar para que los famosos dos novew)s sobre la mitad de
la gruesa decimal más del 10 por ciento de los diezmos, "los cobra-
sen, recogiesen y metiesen en mis reales cajas y los enviasen cada
nn año a estos Reinos con las demás haciendas mías." En efecto
así se verificó, en forma y manera que cada año le tocaban a su
majestad de sola la mitra de México unos treinta y cinco mil pesos,
otros tantos de Puebla, y otros tantos aproximadamente del con-
junto de las seis diócesis restantes, es decir cien mil pesos anuales
que representan el valor de un millón en la actualidad, con lo que
resulta que en los doscientos años que México tuvo el honor de
(4) Tomo 2o. parte primera, Capítulo 5o.
404 LA DESTRUCCIÓN
ofrecer este tributo a su majestad, éste, por sólo el título de los dos
novenos, tuvo la dignación de enriquecerse con doscientos millones
de sólo la Iglesia Mexicana (5).
Recordarán nuestros lectores que además de esta participa-
ción en la masa de los diezmos, participaba también la Corona de
lo que llamó el excusado con cuyo triste nombre se entendía un
diezmante que se excusaba o entresacaba de cada pari'oquia; este
diezmante así excusado de pagar su diezmo al obispo, tenía que
darlo enteramente al rey.
Entradas de esta clase de sola la mitra de México tenía el rey
treinta y tres mil ciento quince pesos cinco reales y seis granos en
un decenio. Triplicando la cantidad, en manera análoga a la que
empleamos en el cálculo anterior, resultaría en números redondos
cien mil pesos de entonces o un millón de ahora en cada decenio,
y veinticinco millones en los años en que estuvo cobrando, por-
que de la renta del excusado no hubo dispensa en los primeros años
como sucedió con la de los dos novenos.
A imitación de lo que pasaba en España se instaló también
aquí en nuestro país la bula de la Santa Cruzada, institución que
sumariamente consiste en repartir enviadas del Sumo Pontífice, me-
diante un comisario residente en Toledo y sub-comisarios en las
diferentes provincias, bulas o concesiones pontificias impresas, en
las que constan las indulgencias, perdones, bendiciones y privile-
gios que Su Santidad se digna conceder a los que contribuyan con
una pequeñísima limosna para los gastos de la Tierra Santa,
Por arreglo especial con los soberanos españoles, lo recaudado de
las bulas pasaba a la Corona, por razón de los muchos gastos que
se suponían hacerse en la debelación de las tribus idólatras e im-
plantación de la fe entre los gentiles. En el decenio que corrió des-
de 1779 a 1789 el valor líquido obtenido de las bulas de la Cruza-
da en la Nueva España fué de dos millones cuatrocientos noventa
y tres mil doscientos cincuenta y nueve pesos, un real y nueve
granos.
En los dos siglos y medio que estuvo vigente este ingreso puede
calcularse que pasaron al real erario aproximadamente la cantidad
de cincuenta millones o en nuestros días quinientos millones de
pesos.
Otro ramo con que la Iglesia atendía a los gastos de la Coro-
(5) Véase Historia de la Real Hacienda. Tomo tercero, páginas 136 a 262.
La Inmaculada Concepción. — Murillo. — Catedral de Guadalajara
C. I. PRINCIPIOS DE LA DESTRUCCIÓN RELIGIOSA 405
na era el de mesadas y medias annatas eclesiásticas, nombres que
significaban respectivamente el salario de un mes y de medio año
con que contribuían todos los eclesiásticos seculares nombrados
por el rey, al tomar posesión de sus cargos. Su producto en vein-
ticinco años fué de setecientos veintitrés mil trescientos setenta
y cuatro pesos; como este ramo empezó solamente a mediados del
siglo XVIII y se administró mal, es probable que no haya dado
más de tres millones de pesos o treinta de nuestros días.
Más difícil es aún fijar la cantidad que percibían los sobera-
nos por vacantes y espolios ; pero de todas maneras era una fuerte
cantidad dados los largos períodos de aquellas y la gran cantidad
de puestos que, por proveerse en peninsulares, quedaban vacantes
en toda la Nueva España.
Si realmente los soberanos estaban de acuerdo con los sumos
pontífices y éstos con plena voluntad les hacían participantes de
los bienes materiales de la Iglesia de México, nada tenemos que
decir, ni a los simples fieles nos toca juzgar del uso que a tan enor-
mes cantidades se les dio. Si estos pactos fueron forzados y conce-
didos por los sumos pontífices para evitar mayores males, debe-
mos siempre sentir con la Iglesia y alegramos de que esos mayores
niales se hayan evitado y siempre es preferible que hayan ido esos
tesoros a manos de un gobierno organizado, con responsabilidades
y buenos deseos y no, como hubieran ido, a las garras de los alcal-
des mayores u otros de los grandes ladrones de Nueva España;
peno nunca a manos de indios ni de sus abnegados maestros y pa-
dres espirituales.
Estas multímodas contribuciones y aun otras más extraordi-
narias que a cada paso se pedían, por cualquier necesidad de gue-
rra o de paz en la Península, las daba la Iglesia de Nueva España
SI no con gusto, sí por lo menos con resignación ; pero el negro año
de 1765 las cosas cambiaron : la actitud de los gobernantes de Ma-
drid tomó aquí cuerpo y figura en la persona del visitador D. José
de Gálvez, más tarde marqués de Sonora y Jefe Supremo del Con-
sejo de Indias. Fiel instrumento de su gobierno, este hombre vino
a ser el representante de sentimientos del gobierno español.
Quédense para historiadores de lo civil las reformas por Gál-
vez pretendidas en ramos de administración, división del territo-
rio en intendencias, tribunales laicos y fonnación del ejército: nos-
otros le veremos trabajando (por lo menos detrás de bastidores)
406 LA DESTRUCCIÓN
en los asuntos vinculados con la destrucción sorda pero ya bien
planeada de los más vitales elementos de la Iglesia.
Por de pronto hay que oírle hablar sobre asuntos de hacienda
relacionados con la Iglesia de que nos vamos ocupando. "En treinta
y uno de diciembre de setecientos setenta y uno, dijo el visitador D.
José de Gálvez al virrey D. Antonio M. Bucareli lo que sigue sobre
reales novenos, vacantes mayores y menores, hospitales y esctisados.
"El supremo derecho de la conquista temporal y espiritual de
ambas Américas, y las concesiones apostólicas, dieron a nuestros
reyes católicos el absoluto dominio de los diezmos en el universal
patronato de todas las iglesias, que por su piedad y liberalidades se
fueron erigiendo en estos grandes imperios (6). Mantuvieron a su
costa y con la mayor magnificencia el culto divino, y todos los pre-
lados y ministros eclesiásticos (mentira) por el largo tiempo que
las rentas decimales no sufragaban estos gastos ; y luego que a be-
neficio de la labranza y cría de ganados, tomaron un considerable
aumento, los cedieron con franca mano a los obispos y cabildos,
reservando sólo en su corona real los dos novenos, sobre la mitad
de la gruesa decimal, y aplicando otros tres por iguales a los hos-
pitales y a la fábrica de las iglesias."
"A vista del origen gratuito de estas dotaciones que han pues-
to a los donatorios en grande opulencia, debieran, correspondiendo
agradecidos de la incomparable liberalidad (!) del soberano, cui-
dar con la mayor esactitud el pequeño interés que se reservó en los
dos novenos, para ir indemnizando alguna parte de los inmensos
dispendios que tuvo su erario en el primer siglo de la reducción;
pero lo cierto es que han mirado con ceño y aun desafecto esta cor-
ta señal de supremo dominio que siempre consei'va el real patrimo-
nio en todos los diezmos de las Indias."
"En seis de Mayo de mil setecientos sesenta y siete, se espidió
real orden, para la administración de este ramo de real hacienda,
con arreglo a las leyes que prescriben su método, y a la precisa in-
tervención que deben tener los ministros reales en los arrendamien-
tos de diezmos de sus cuentas y división con presencia de los cua-
drantes."
"Tengo dado a V. E. mi dictamen en doce del presente mes,
dirigido a que se ponga en práctica desde principios del año inme-
(6) Véase en contra el tomo III, Pág. 61 y siguientes.
C. I. PRINCIPIOS DE LA DESTRUCCIÓN RELIGIOSA 407
diato, debo omitir aquí lo informado en dicho expediente y la re-
flexión hecha en él del riesgo, que tienen los intereses de este ramo
y de vacantes mayores y menores, que debe administrarse unido,
donde se encargue la recaudación de ellos a los alcaldes mayores."
"Por los mismos principios invariables, que pertenecen al rey
los novenos reservados sobre los diezmos, deben entrar en su era-
rio los productos que la división de ellos tocan a los obispos, dig-
nidades y prebendas vacantes en las iglesias de estos dominios,
desde la muerte de los poseedores hasta el día en que entran los
nuevamente provistos por S. M. ; y siendo idénticas las reglas sobre
este punto interesante, a las que prescriben las leyes y órdenes rea-
les, en el de novenos, es preciso que unida la administración de
ambos ramos, se cuiden con igual vigilancia y esmero, el que sus
legítimos valores no sufran los desfalcos que se han experimentado
muchas veces en el tiempo anterior, por el abuso de retenerlos en
los cofres de las iglesias y aun y en poder de los principales, que
casi siempre los pagaron con disminución."
"También he visto con admiración, que por descuido intole-
rable de los ministros encargados de recaudar los intereses del
reino, o por el predominio y grandes riquezas que han conseguido
los prelados y cabildos de la América haya quedado sin efecto la
ley 22, título 8o. de nuestra recopilación, en que el Sr. Emperador
Carlos V mandó sacar los excusados en cada pueblo, aseguro a S.
E. que en medio de mi profunda y verdadera veneración a todos los
que componen la jerarquía eclesiástica, quisiera como buen cató-
lico y guiado de la doctrina de Jesucristo y de sus apóstoles, que
dieran al César lo que es suyo, removiendo toda sospecha de ambi-
ción y codicia" (7).
Todas estas disposiciones sobre bienes eclesiásticos aparte del
espíritu de desconfianza y falsedad que respiran, llevan así mismo
el sello de la codicia, prenuncio y preparación de la incautación de
bienes eclesiásticos, número indispensable en el programa de to-
dos los perseguidores de la Iglesia.
¿Pues qué diremos de las invasiones sobre la eclesiástica ju-
risdicción? un libro entero de las dimensiones del presente volumen
(7) Informe del Marqués de Sonora Pág. 122 y siguientes.
408 LA DESTRUCCIÓN
no bastaría para exponerlas, ni menos para ponderarlas como es
debido.
Cuando uno ve que a título de patronato y de amor y protec-
ción a la Iglesia se la tiraniza de esa manera y se pone a la Santa
Sede en tan difíciles situaciones; cuando se ve a los monarcas con-
vertidos en obispos y hasta en sacristanes ; cuando se les ve valerse
de la autoridad y de la fuerza para tomar medidas anticristianas...
viene muchas veces al pensamiento, que sería preferible haberlos
tenido como enemigos declarados y ocurre muy natural y tranqui-
lamente que por sólo el patronato, sostenido con el sistema de Car-
los III, había razón más que suficiente para desear y procurar nues-
tra independencia de la que había sido madre patria y se había
convertido en la más molesta y dañosa de las madrastras.
Tenemos en nuestras manos el Real Cedulario de la catedral
de México, donde los volúmenes, llenos de reales órdenes desde
Carlos III a la independencia abultan más que los restantes hacia
atrás, hasta los gloriosos tiempos de Felipe el Hermoso y la reina
Da. Juana. Da grima ver en esos volúmenes mezclarse al Real Con-
sejo en lo más íntimo y en lo más sagrado de la Iglesia ; ahí es don-
de uno se persuade del triste papel de nuestros obispos en aquella
época, ahí donde uno se duele de las angustias y obstrucciones por-
que tenían que pasar asuntos tan elevados como la gloria de Dios
y la salvación de las almas.
En un buen lapso de tiempo en que el marqués de Sonora estaba
al frente del Consejo de Indias, se observa, en la emisión de las cé-
dulas una duplicidad burda e insultante ; se concede hoy a la Iglesia
una gracia, insignificante más bien y aparatosa, para mañana dar
un golpe en seco en materias efectivas y decisivas : en 1775, se pide
a Roma que se eleve a segunda clase el rito de una santa y pocos
días después, el primero de octubre, se legisla soberanamente sobre
veintidós puntos de disciplina extrictamente eclesiástica, haciendo
aparecer, lo que no fué cierto, que los párrocos de México fueron
quienes pidieron tal reglamentación. El 29 de febrero de 76 se or-
dena a los obispos que remitan "testimonio íntegro de sus visitas
pastorales al Consejo de Indias" lo que significa una invasión de
poderes y a los pocos días se les excita para que trabajen por la ca-
nonización de Gregorio López. A principio del año siguiente comu-
nican una carta dizque de una "Congregación particular de Car-
denales" para imponer silencio sobre la extinguida Compañía de
C. I. PRINCIPIOS DE LA DESTRUCCIÓN RELIGIOSA 409
Jesús. El 9 de noviembre del mismo año 77 dan un paso adelante
obligando a los obispos a que los breves emanados del Sumo Pon-
tífice tengan el pase no ya regio, sino del virrey; pero eso sí, a
los pocos días dan el notición sobre que el día de San José es fiesta
mayor en la Nueva España. El 30 de enero de 78 manda el rey que
la bandera española se tienda a los pies del sacerdote que lleve el
Santísimo Sacramento y seis días después les da el gran sablazo a
los obispos americanos pidiéndoles un donativo para las necesida-
des del Estado.
El 15 de mayo de 79 se hiere de muerte al proverbial derecho
eclesiástico de asilo y el 25 de mayo del mismo año se funda la
Real Cofradía de Animas. Firma Su Santidad en 1780 un breve
concediendo al arzobispo de México que utilice para loables fines
el ex-noviciado jesuítico de Tepotzotlán y el 22 de abril del mismo
año se notifica al arzobispo estas textuales palabras: "Ha acorda-
do el Consejo que se retenga el expresado breve como superfino,
irregular y nocivo al derecho de patronato y demás regalías." Al
mes siguiente los mismos señores felicitaban al limo. Sr. arzobis-
po por su insigne caridad desplegada en la epidemia reciente.
Y así con una de cal y otra de arena ; con amenazas y prome-
sas ni siquiera ponían al episcopado en la textura y temple de al-
ma que los hubiera impulsado a la noble actitud y a las radicales
decisiones que tanto los hubieran honrado a ellos y tanto bien hu-
bieran reportado a su diócesis.
En la serie de decretos llamados "Ordenanzas de Intendencia,"
fruto de la visita del marqués de Sonora fuera de varios muy ve-
jatorios que podríamos citar, no podremos omitir el octavo, en vir-
tud del cual se daba la investidura de vice-patronato a casi todos
los intendentes y gobernadores civiles o lo que es lo mismo se les
echaba una regia cadena hasta a los últimos párrocos: "A excep-
ción, dice, de los Intendentes de México, Guadalajara, Arizpe, Mé-
rida de Yucatán y Veracruz, todos los demás han de exercer en sus
Provincias el Vice-Patronato Real, conforme a las Leyes y en ca-
lidad de Sub-delegados de los respectivos propietarios; pero que-
dando reservadas a éstos las presentaciones eclesiásticas que co-
mo tales Vice-Patronos les corresponden, y también el absoluto
ejercicio de esta suprema regalía de mi Corona en los distritos de
las Intendencias" (8).
(8) O. C. decreto 8.
410 LA DESTRUCCIÓN
Fase típica del regalismo del siglo XVIII, y esto arranca desde
el citado memorial de Macanaz, fué la de dar forma de derecho
a todo este sistema de conducta tan torcida, nos referimos al mon-
tón de canonistas, aduladores y serviles hasta el extremo de poner
a las órdenes de los monarcas terrenos, sus energías, sus inagota-
bles almacenes de erudición menuda, sus largos años de trabajo,
muchísimo papel (por cierto de buena clase) para sostener con im-
posibles equilibrios de sus conciencias lo que sostenerse no puede.
Fraso y Solórzano son, entre los extranjeros, los más conno-
tados en este sentido, como puede observar el paciente lector que
se atreva a leer sus respectivas obras "de Regio Patronato India-
no" y la "Política Indiana."
Entre los nuestros, para deshonra y baldón de la ínclita ciudad
de Puebla, surgió con su "Manual Compendio del Regio Patronato
Indiano" "D. Antonio Joaquín de Rivadeneyra y Barrientos, aboga-
do de la Real Audiencia de México, de pobres de su Sala, de prensa
del santo Oficio de la Inquisición de Nueva España, etc., etc., etc.,"
y tres líneas más de títulos mediocres.
En pos de un soberbio grabado, en que el buen Fernando VI
aparece en forma de ídolo, se sigue un prólogo donde, entre otras
sandeces leemos: "Yo (Rivadeneyra) soy el que con gloriosa en-
vidia de tantos Nobles Vasallos, aspiro a el feliz estreno de ofrecer
a V. M. de mi corto talento, que es todo mi caudal, este MANUAL
REGIO, un Resumen y Compendio de su Real Patronato de las In-
dias : la piedra más rica, la más preciosa Margarita de su Real Dia-
dema, para que reduciendo mi trabajo sus inmensos quilates a tan
corto volumen, desde los Reales pies de V. M. (a que reverente lo
postro) merezca la honra de verse en las manos de V. M. como un
pequeño Anillo, que a la luz, e influencia de sus benignos rayos,
alumbre a todos los que entran ciegos, el camino REAL, que debe
conducirlos al práctico conocimiento de sus obligaciones en el uso,
y defensa de esta preciosa REGALÍA."
En esta disposición de ánimo se conserva Rivadeneyra desde
el principio hasta el fin de su obra. Empieza : "Manda Darío regis-
trar la biblioteca de Babylonia, y se encuentra en Ecbathanis (que
era un campo de la provincia de Media) un libro: van a ver lo que
contiene, y hallan un Decreto del Rey Siró en el año primero de su
Reinado, para que se edificase la casa del Señor. Esto era todo el
libro: un libro de Patronato: Ut Domus Dei aedificaretur ; y de Pa-
C. I. PRINCIPIOS DE LA DESTRUCCIÓN RELIGIOSA 411
tronato Real : Cyms Rex. Ya hemos encontrado en la Escritura al
primer registro, el libro del Patronato."
El sabio padre dominico Matías Gómez Zamora, defensor del
regio patronato, todo lo que cabe dentro del dogma, no puede me-
nos de exclamar ante la obra de Rivadeneyra: "Con ese dogmatis-
mo disparatado y absurdo, impropio de un abogado de la real au-
diencia, etc., etc., se han extraviado multitud innumerable de inte-
ligencias poco dispuestas para esta clase de estudios. Es ridículo
y estrambótico mesclar a San Pablo y a Nuestro Señor Jesucristo
con las Potestades Patronímicas, y estupendamente necia la inter-
pretación que da Rivadeneira a los versículos 24 y 25 del Capítulo
22 del Evangelio de San Lucas." Llamó San Pablo, dice Rivadeney-
ra a los Reyes "potestades y potestades patronímicas cuyo ejerci-
cio se extiende a conferir a sus subditos los beneficios, como les dijo
Cristo a sus Discípulos por San Lucas en aquella ocasión en que
cada uno contendía sobre la mayor dignidad: Facta est autem et
contentio ínter eos, quis eorum videretur esse major. Dixit autem
eis : Reges gentium dominantur eorum ; et qui POTESTATEM ha-
bent super eos BENEFICI vocantur. Texto propio para la defini-
ción que llevamos propuesta . . ." "Por último, continúa Gómez Za-
mora, apenas se concibe que un hombre de leyes (y un cristiano
añadiríamos nosotros) haya escrito estas palabras del párrafo
once del mismo Rivadeneyra. "Siempre se debía claramente con-
fesar que este derecho de Patronato, en cierto modo, no sólo no de-
pende de lo espiritual, sino que lo espiritual depende de él como el
efecto de su causa."
Minados así los altos estudios eclesiásticos, preparada en este
sentido la atmósfera, fué como se decidieron los satánicos minis-
tros de Carlos III a dar los golpes radicales de que pasaremos a
hablar en los dos siguientes capítulos.
^m
CAPITULO II
DESTIERRO DE LOS JESUÍTAS
Prenuncios funestos. — La carta de Clemente XIII — Conducta del marqués
de Croix. — Intimación del Decreto. — Desde el Santuario de Guadalupe a Vera-
cruz. — Hasta la salida de la Habana. — Rumbo a Cádiz. — El hospicio del puerto
de Santa María. — Pasan al Mediterráneo y se detienen en Córcega. — Un mila-
gro de la Virgen de Guadalupe. — Desembarco en Genova.
bibliografía especial
ASTRAIN ANTONIO. — Historia de la Compañía en la Asistencia de España.—
Madrid, lt)01-lí>l.'0.
CASTAÑIZA JUAN FRANCISCO. — Relación del restablecimiento de la Sagrríida Com-
pañía de Jesús en el Reino de Nueva Kspaña (Mexieo) imprenta de Mariano Ontive-
ros.— 1816.
COLECCIÓN GENERA!. I>E PROVIDENCIAS SOBRE EE EXTRAÑAMIENTO Y
OCUPACIÓN DE TEMPORALIDADES DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS POR CARLOS
III. — Madrid, imiirenta Roal de la (Jaoeta, lTfi7-84.
D.WILA Y ARRILLAOA JOSÉ MARIANO. — Contlnuac-ión de la Historia de la
Compañía de Jesfis en Nueva España del P. Francisco Javier AIcKrc. — Puebla, 1888.
DECORME (iERAUDO. — Historia de la Compañía de Jesús en la República Mexi-
cana durante el síkIo XIX (edición privada).— (¡uadalajara, tipografía el Regional, 1914:.
I-TIENTE VICENTE DE L.V.— Historia de las sociedades secretas antigraas y mo-
dernas de España. — Lugo, 1811.
NONELL JAiaiE. — El F. P. José Pignatelli y la Compañía de Jesús en su extin-
ción y rcKtable<-imient«. — Manrcsa, 1893.
ZAR ANDONA ANTONIO.— Historia de la extinción y restablecimiento de la Com-
pañía de Jesús. — Madrid, 18í)0.
Pulpito de Santo Domingo. — Puebla.
C. II. DESTIERRO DE LOS JESUÍTAS 413
ONDE más se conoció la tendencia y el empuje de la
persecución religiosa impuesta al gobierno español por
el protestantismo británico, mediante la masonería, fué
en el extrañamiento decretado contra la Compañía de
Jesús, de todos los dominios españoles, y brutalmente ejecutado
el año de 1767.
Sin poder precisar de qué rumbo ni en qué forma, ya entre los
jesuítas mexicanos había, dos años antes, prenuncios de una gran-
de borrasca cuya intensidad ciertamente no previeron ; para ellos y
para la patria fué un equivalente de pena capital.
Serenáronse un poco los ánimos, cuando el pontífice Clemente
XIII el 7 de enero de 1765 con su breve "Apostolicum pascendi"
confirmaba el Instituto de la Compañía de Jesús, procurando poner-
la a cubierto de los violentos ataques con que en Europa se le per-
seguía. Los jesuítas mexicanos en particular, se sintieron especial-
mente felices cuando D. Miguel Anselmo Alvarez Abreu, obispo
de Oaxaca, les mostraba ufanísimo la siguiente carta del referido
Soberano Pontífice: "A N. Venerable Hermano Miguel Anselmo,
Obispo de Antequera. Clemente XIII.— Salud y Bendición Apos-
tólica. Recibida nuestra constitución Apostólica que pone a cubier-
to el piadoso Instituto de la Compañía de Jesús de la maledicencia
de hombres poco temerosos de Dios, me escribís haber sido de una
alegría grande, y que no satisfarías vuestro ministerio episcopal
si no nos dierais las gracias. Habéis juzgado rectamente, porque
en el caso presente en que han sido tan vejados los clérigos regula-
res de aquella Compañía, no es el asunto tan propio de ésta, como
de la Universal Iglesia y de la Silla Apostólica; ¿qué cosa más in-
juriosa a la Iglesia que llamar impío aquel Instituto, de cuyos pro-
fesos han canonizado a muchos, y de doscientos años hasta el día
en todas partes sin interrupción ha confiado a todos los de esta
Compañía las principales funciones del sagrado ministerio? ¿Qué
cosa de mayor afrenta a la Silla Apostólica, que con atroces calum-
nias acriminar como contrarios a la Iglesia y a los Reyes aquel mis-
mo Instituto que aprobaron y elogiaron diez y nueve Romanos Pon-
tífices, nuestros predecesores de feliz recordación, y que en casi todo
el mundo admitieron los Reyes y Príncipes en sus dominios, y por
espacio de dos siglos han colmado de riquezas amplísimas y de los
más distinguidos beneficios? Pero ya conocen todos al que para ani-
quilar la Compañía pone en movimiento las artes y engaños, que
414 LA DESTRUCCIÓN
aquella secta, que cual cáncer se extiende en la Iglesia royendo con
venenoso diente sus entrañas; que mucho emplearon los enemigos
de la Iglesia y de la fe católica para extinguirla; por tanto, Vene-
rable Hermano, Os la recomendamos y deseamos tengáis entendido,
que cuanto hiciereis en defenderla y aumentarla, eso mismo eje-
cutaréis en beneficio de la salud de las almas y edificación de la
iglesia.
"Os damos con todo amor de lo más íntimo de nuestro corazón
ia bendición Apostólica.
"Dada en Roma, en Santa María la Mayor bajo el anillo del
Pescador a 9 de abril de 1766. Año 8o. de nuestro Pontificado."
Por la misma confianza que inspiraba a los jesuítas esta carta
pontificia, y la buena aceptación con que la habían visto las autori-
dades de Nueva España, se hizo más repentino y más duro el gol-
pe arteramente preparado por el conde de Aranda, y puesto en
ejecución con toda dureza por los bajísimos funcionarios de los go-
biernos locales, bien vigilados y hostigados por el maligno visita-
dor D. José Gálvez.
En la noche de 24 de junio de 1767, el virrey marqués de Croix,
reunió en su palacio a la real audiencia, al limo, arzobispo D. Fran-
cisco Antonio Lorenzana y a otras autoridades a una junta, para
consultar sobre un negocio sumamente reservado e importante. En
ella expuso haber recibido una orden del Sr. D. Carlos III, que en-
tonces regía las Españas, para el extrañamiento de la Compañía
de Jesús de sus dominios, pidiéndoles su parecer sobre el modo de
darle cabal y debido cumplimiento. En seguida les presentó el plie-
go en que se les comunicaba la real disposición que había recibido
de la corte por conducto del primer ministro, conde de Aranda,
bajo tres cubiertas o sobres, cada cual con su sello. En el primero
únicamente constaba la persona a quien se dirigía. Sobre el segun-
do se leía: "Pena de la vida no abriréis este pliego hasta el 24 de
Junio a la caída de la tarde." Abierto éste se encontró una instruc-
ción sobre las precauciones y particularidades con que debían ser
arrestados los religiosos jesuítas, individuos que debían encargar-
se de esta comisión, y demás pormenores para que se asegurase el
golpe. Instruidos los miembros de la junta de estas circunstancias,
se abrió a su presencia el último pliego que contenía la real orden
siguiente :
"Os revisto de toda mi autoridad y de todo mi real poder para
C. II. DESTIERRO DE LOS JESUÍTAS 415
que inmediatamente os dirijáis a mano armada a casas de los je-
suítas. Os apoderaréis de todas sus personas, y los remitiréis como
prisioneros en el término de veinticuatro horas al puerto de Vera-
cruz. Allí serán embarcados en buques destinados al efecto. En el
momento mismo de la ejecución haréis se sellen los archivos de las
casas y los papeles de los individuos, sin permitir a ninguno otra
cosa que sus libros de rezo y la ropa absolutamente indispensable
para la travesía.
"Si después del embarque quedase en este distrito un solo je-
suíta, aunque fuese enfermo o moribundo, seréis castigado con la
pena de muerte. Yo el Rey."
Cavilando estábamos sobre cómo dar novedad a un tema tan-
tas veces tratado, cual es el destierro de los jesuítas, cuando por
medio de muy generosas manos, bienhechoras insignes de esta His-
toria, nos fué obsequiado el autógrafo de un insigne angelopolitano,
el P. Antonio López de Priego, donde en carta a su hermana mon-
ja, con ameno lenguaje, vivos colores y sentimientos profundamen-
te mexicanos, nos pinta el penoso viaje y la instalación en Italia
de tantos obreros del Señor, cuya memoria debe conservar fresca
esta Historia de la Iglesia, cualquiera que fuese su autor (1). En
los fragmentos de la relación del P. López de Priego leemos :
"A la misma hora fué la intimación en todos los colegios, yendo
a la casa Profesa el Sr. Fiscal, D. José Antonio de Areche. Dos días
estuvieron cercados de soldados, sirviéndoles de cárcel los cole-
gios, mientras la piedad (!) de S. M. les permitía recoger sus pe-
culios y utensilios.
"Salieron de México el día 28 en las carrozas que el amor y pie-
dad de sus conciudadanos les ofrecieron, y escoltados de soldados
tomaron el rumbo para Veracruz. Hicieron alto al pasar por el céle-
bre Santuario de Guadalupe, para despedirse de la Reina de los
Angeles: entraron en el templo con facultad que les dio el Sr. Vi-
sitador, y postrados, dejando en aquellas sacratísimas aras depo-
sitado el corazón, tomaron segimda vez las carrozas para seguir su
destino y obediencia. Aquí, quien sabe el amor que tenían en In-
dias a los jesuítas, no tendrá hipérbole indigna de una simple na-
(1) Los donantes del manuscrito son la Srita. Da. Rosario Barreda y
su hermano el Sr. D. Julio, a los cuales nos es grato el mostramos alta-
mente reconocidos. Dichos señores heredaron el documento de su tío el
Lie. Gabino Barreda, el cual a su vez lo hubo de una tía suya reli^jiosa, her-
mana del P. López de Priego.
416 LA DESTRUCCIÓN
rración, el decir que les pareció habían llegado al mar, según las
lágrimas que corrían del inmenso pueblo, que llevaba en peso las
carrozas. Esta demostración (según he sabido) fué la misma en to-
das partes, que al paso que exhibía el agradecimiento, agravaba
también las penas y el dolor de ir perdiendo de vista los que nos se-
guían con el corazón y el alma.
"Mas como el Reino es tan dilatado, y los caminos tan áspe-
ros, no pudo todo el empeño de los señores comisionados darnos el
alivio que querían, siendo preciso muchas veces cabalgar o andar
a pie caminando millas y leguas enteras con los ardores del sol, e
inclemencia de las aguas a que no podía resistir la naturaleza más
robusta, mucho menos la de aquellos que por su avanzada edad
apenas podían dar paso. Una tarde sufrimos los que íbamos a ca-
ballo once aguaceros, mejor diré nos llovió la tarde entera antes de
entrar en Jalapa, lugar grande, que con la novedad, no había puer-
ta, ventana ni azotea que no estuviera coronada de gente, siendo
necesario que los soldados abrieran brecha por la calle para que
pasaran los que iban enfermos en literas, que si hubieran podido ir
a caballo, no se hubiera dicho de ellos lo que yo oí al pasar : esos son
los que van engrillados. Gran dolor me causó esta expresión. Es cier-
to que llevaban grillos, pero no los que pensaban, sino los años y en-
fermedades que acortan los pasos aun a los más robustos. En fin lle-
gamos a Veracruz, tierra muy caliente en todo tiempo, ¿qué sería
por la canícula, tres meses y aun más que estuvimos en ella? Bien es
que nos agravaba el bochorno el número grande de sujetos, vivien-
do cuatro y cinco en una pieza ; pero ese calor tan excesivo lo atem-
peraban el ardor y caridad de los RR. PP. de San Francisco a donde
yo estuve, asistiéndonos, no con la estrechez de su rígida pobreza,
sino a caja Real abierta que de orden de S. M. se nos acudiera en
todo, sirviéndonos personalmente, regalándonos en nuestra pena;
hicieron cuanto podían, a que estamos y estaremos siempre muy
agradecidos. Mas aunque procuraban conservarnos la vida, no po-
dían librarnos de la muerte. La pesadumbre, el país traicionero y
enfermizo, la estrechez en que estábamos, nos llegó tan al alma,
que ya se tenía por alivio entregarla al Creador. Treinta y cuatro
en poco más de tres meses quedaron sepultados allí, preguntándose
los vivos ¿quién de nosotros sigue? Antes admiro cómo no que-
daron más, porque tener un reo el patíbulo a la vista es para per-
der la vida antes de subir a la horca. Así era, pues mirábamos to-
C. II. DESTIERRO DE LOS JESUÍTAS 417
dos los días el patíbulo, el monstruo, digo el mar que habíamos de
pasar dentro de poco tiempo, dándonos a la vela para España, como
sucedió el 25 de Octubre del mismo año del arresto.
"Acaso, lector, habrás juzgado que es exageración o miedo
mío el llamarle monstruo al mar. Es adagio entre navegantes el
decir, que al mar, madera; porque cuanto es mayor la embarca-
ción, tanto menos riesgo tiene ; pero se entiende conforme al viento,
porque si éste es tan grande que llega a ser tempestad, se ha tra-
gado el mar mucha madera. Más fácil es hundirse en las lagunas de
México una cascara de huevo que una canoa de porte; pero para
hundirse cuando el viento es fuerte, lo mismo es la cascara que la
canoa.
"Las embarcaciones que no habrás visto, pues no has salido de
México, unas son grandes, otras pequeñas, son si puedo darte al-
guna idea, unas casas de madera largas y angostas, con su azotea,
su entresuelo y sus piezas bajas. En la azotea, que llaman combés,
quedan las velas para el gobierno del navio, y la cámara alta con
varios camarotes, como si dijéramos una recámara con sus recama-
ritas, en donde cabe una cama, un baúl y un taburete ; pero que te
costaría de Indias a España una talega. Pregunta a los que han
venido a pretender y te darán más razón. El entresuelo es el que
llaman entre-puente con sus escotillones; aquí están tendidos los
catres y atracados, que son unos sepulcros, donde cabe un traspon-
tín para dormir, juntos unos con otros, y si el número de sujetos
es grande como éramos nosotros, hay otra andanada de catres arri-
ba, que para vestirse el que queda debajo se viste tendido, porque
no cabe sentado. Las piezas bajas son las bodegas en que viene la
carga del navio ; si el tiempo está lluvioso, se cierran las entrepuer-
tas con vaquetas tachonadas, quedando a obscuras y sin candela
por temporadas enteras, que lo más temible en el agua es fuego
porque está distante la tierra para apagarlo; y cuando de noche
se enciende un farol, es por espacio de una hora para hacer la ca-
ma, y con centinela de vista.
"Esta es la luz que puedo darte, y estas son las casas en que
nos dimos a la vela para la Habana el día 24 de Octubre del mismo
año de 67, y ¡adiós! que ya gritan los marineros el buen viaje; y
nosotros repetimos, ¡adiós Indias, adiós México, adiós padre, pa-
rientes, adiós hermanos y amigos, adiós tierra feliz que no tuvi-
mos la dicha nos cubriera después de muertos, ya que nos diste la
418 LA DESTRUCCIÓN
vida! Entre estas lágrimas y sollozos oímos el tiro de la Capitana
con que hizo señal al convoy.
"Salimos de Veracruz, tardamos en este viaje 19 días; y, o
fuere entusiasmo, mejor diré confianza en el ángel joven San Es-
tanislao que fué de la Compañía, contra el dictamen de todos dijo D.
José Vellido: este día llegamos a la Habana. El caso fué que a los
cuatro días de la salida de Veracruz se levantó un temporal tan
deshecho, que desbaratándose el convoy, muchas de las naos, como
después supimos, se vieron a peligro de perderse, sin saber los unos
de los otros ; pero con admiración de todos, el día 13 de noviembre,
casi a la misma hora por la mañana fueron llegando a la Habana,
menos un paquebot que llegó el mismo día a las 8 de la noche.
"En este distrito que es de 300 leguas, quedaron con otros diez
sepultados en el mar las prendas, bella capacidad, honradez, socie-
dad y afabilidad en el trato de D. José Mariano Velasco y de D.
Ignacio de Hurtazun, éste venía conmigo en un bergantín nombra-
do San Francisco Javier, contingencia que excitó la confianza,
pues habiendo salido para el destierro de su colegio en que me ha-
llaba, dedicado al ministerio en donde tanto me valió su protección,
creí sin duda que aunque había sido mi protector en la tierra,
lo sería también en el agua, como Patrón del mar ; y así fué, pues el
mareo me puso a lo último disponiéndome para morir ; tal que pen-
saron los compañeros no llegaba yo a la Habana. Así le sucedió al
referido D. Ignacio, quien perdiendo el apetito, junto con deponer
la comida, le entró tal inedia, que a pocos días se acabó, sin haber
el más mínimo medicamento para acudirle, sin un cabo de vela para
auxiliarle, ni más luz que las tinieblas. Los más, enfermos en sus
catres oyendo a obscuras recomendarle el alma, que por sus angé-
licas virtudes, nos dejó el consuelo que gozaría la eterna luz.
"D. Ignacio Arámburu, sujeto de conocida sal en sus expresio-
nes, definía bien el mareo, diciendo que hay dos especies, una en el
fuero interno, y otra en el externo : unos se marean sin lanzar la co-
mida, y éste es el interno, otros lanzan lo que comen, y éste es el ex-
terno. Lo que sabemos es, que enfermo que vomita y no come, no
hay galeno que lo cure.
"De esta suerte llegamos a la Habana a donde habían anclado
los barcos, llegó con un oficial la Falúa del Rey, en nombre del Sr.
Gobernador Bucareli, Virrey que después fué de México, para sa-
car a los enfermos, los que parecían cadáveres ; y así nos llevaron al
C. II. DESTIERRO DE LOS JESUÍTAS 419
Convento de Belén, en donde aquellos caritativos religiosos, to-
mándonos a su cargo nos iban resucitando poco a poco; no pudie-
ron dar la vida a todos por más esfuerzos que hicieron, y así que-
daron sepultados en su convento e iglesia para recuerdo de la her-
mandad que tenían con los jesuítas, nueve sujetos; a los demás ya
restaurados, los pasaron a una casa de campo poco distante de la
muralla, en donde el trato de comida, asistencia y demás, era muy
bueno y sobrado ; pero la estrechez en que estábamos, muy grande,
sin salir de casa ni comunicarse, ni hablar con otros, ni aun con los
mismos sirvientes, lo que atribuímos a la rigidez del capellán que
nos cuidaba ; y ésto nos dio bastante que merecer. La Habana, a lo
que supe y vi al pasar, tendría de 300,000 a 400,000 personas ; ciu-
dad grande, muralla muy buena, casas bajas, muchas de fachada,
abundante de fruta y especiales dulces, polvo riquísimo, de que nos
hicieron favor así el Sr. Gobernador como muchos señores y seño-
ras de distinción."
*
* *
"1,900 leguas ponen de Veracruz a Cádiz, y así, lector mío, 1,600
nos faltan de navegar; éstas emprendimos víspera de la vigilia
de la Navidad de Nuestro Redentor, allí pasamos (hablo de los que
íbamos en mi urca), no noche buena, sino mala, pues la cena que
nos dieron fueron frijoles mal sazonados. Esta fué la muestra de
aquel paño, yo te iré mostrando el hilo, y sin duda fué porque no
habían embarcado 16,000 reales, que sólo para nuestra urca había
dado el Rey. En ésta entramos 90 jesuítas, sin la oficialidad y tri-
pulación, que todos pasaban de doscientos hombres. Cada uno de
nosotros fué echando mano a su sepulcro que son aquellos catres
que te dije. Si percibieras el feo olor de los cables y la brea, te ma-
rearías. Dirás que ¿cómo hay hombres que naveguen? Dos respues-
tas te daré, una a lo divino y otra a lo humano : lo primero porque
así lo quiere Dios para el comercio de las gentes, y para bien de las
almas, y así se han hecho las conquistas ; lo segundo, porque quien
con veneno se cría, dicen que no le hace daño, hablo de los marine-
ros y gente de mar, que si los oyeras (y fué la mayor mortificación
que tuvimos) te taparas los oídos para no oír blasfemias, votos y
maldiciones, que parecen, según su estilo y lenguaje, que acababan
de venir de los infiernos.
"Con esta gente salimos en convoy día de la Navidad, que si nos
420 LA DESTRUCCIÓN
vieras en el bordo del navio te daria ternura viéndolos rezar a co-
ros la letanía de la Virgen para comenzar el viaje. En estas preces
estábamos cuando comenzaron los balanceos; yo me acuerdo que
cuando temblaba en Indias se te andaba la cabeza y te daba muchas
veces vasca; pues ya comienza a temblar la casa, y lo peor es que
ha de durar este temblor más de dos meses, como a mí me sucedió.
¿Mira qué estómago y cabeza será bastante a resistir? Estos son
los temblores, llegaremos a los terremotos, cuando la casa se quiere
hundir, cuando hay tormenta y peligros de la vida, cuando hasta
aquellos bárbaros de los marineros, que te decía, se acuerdan de
que son cristianos, y piden auxilio a Dios porque perecen. Es el mo-
vimiento o balance de un navio que parece se arranca el estómago,
y haciendo luego tiro a la cabeza queda uno como un ebrio y el in-
testino tan conmovido que alborota la bilis, son vascas de muerte
las que ocasiona.
"Postrados los más de este accidente, con la estrechez que te he
dicho, seguimos nuestra navegación, acudiendo como podían a los
enfermos los que iban sanos ; cuando a poco más de un mes nos vi-
no un temporal de más de quince días seguidos, que fué menester
cerrar las escotillas, he aquí que quedamos todos a obscuras. ¿Si
una mala noche se hace tan larga, qué serían estos quince días, sin
más luz que un farol por una hora para hacer la cama? todos a tien-
tas, el navio balaceando, y los quejidos de los enfermos que se me-
tían por el alma. Los que estaban sanos con riesgo de un golpe por
socorrer a los otros, ¿te parece mucho? pues escucha.
"En estas temporadas no se hace fuego para guisar, y así por
la mañana, a la hora de comer y cenar, entraban los marineros con
un farol encendido y unas fuentes en que llevaban queso y galletas
con frascos de vino. ¿Has visto una galleta? pues no es otra cosa
que un panecito redondo, pero de piedra, de modo que si uno se em-
peña en partirlo con los dientes, aunque fuera caimán se quedaría
sin colmillos. Estos eran los caldos de sustancia y gallinas para
aquellos que sabes, que ni dentro ni mucho menos fuera de la reli-
gión, les faltó un pan que comer, y a muchos con riquezas y abun-
dancias, postrados ahora en una reducida cama, sin poderse valer
a sí mismos ni que otros los auxiliaran, principalmente a tres que
fueron, D. José Rincón, D. Miguel de Urízar y D. Luis Pimentel,
quienes, favoreciéndome en el mareo, quiso Dios que cuando ellos
cayeron del suyo, pudiera yo aunque con trabajo agarrándome a
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C. II. DESTIERRO DE LOS JESUÍTAS 421
los catres para no caerme de flaqueza, darles algún alivio ; pero lle-
garon conmigo tan postrados a Cádiz, que saltando en tierra, los
marineros haciendo silla de manos con los brazos, los llevaron al
hospicio.
"Tres de estas temporadas fueron las que tuvimos : esta primera
de quince días, otra de once y la última de nueve. De manera que
cuando cerró el tiempo de la primera y cesó de llover, que abrieron
las escotillas, no sé cómo no cegaron con la luz ; los que podían subie-
ron arriba, dándose los plácemes unos con otros como si vinieran del
otro mundo. No sucedió así a D. Vicente de Vera, Coadjutor, quien
habiendo entrado en la embarcación bastante enfermo, sin querer
valerse de la facultad del Sr. Gobernador para quedarse, por seguir
a sus hermanos, se le agravó el accidente, que acabándolo la inedia,
víspera de su Santo, partió de esta vida a la otra ; con la fortuna que
haciendo entonces buen tiempo se le dijo su Misa y oficio de difun-
tos; lo que no lograron dos pobres marineros que se nos fueron al
agua, el uno a las ocho de la noche, y el otro a las seis de la tarde,
sin poderles auxiliar por estar el mar tan bravo, que cuando le echa-
ron un cable al uno para que se agarrara y subiera, ya estaba me-
dio muerto, y sumergiéndolo otra ola nos lo quitó de la vista ; pero
con el consuelo que pocos días antes los más de ellos habían confe-
sado con nosotros, que aunque enfermos nos esforzamos para re-
ducir aquella gente más desenfrenada que el mismo mar. Riesgo
que tuviéramos de naufragar, hubo alguno, pero gracias a Dios no
lo supimos aunque lo inferimos una vez a prima noche por los ba-
lanceos de la urca, gritería de los marineros y confusión en que an-
daban, los que nos dijeron al otro día que si hubiera durado más la
tormenta perecemos ; lo que sí vimos, entre muchos, fué un golpe de
mar que entrando por la popa, quebrando las vidrieras de la cá-
mara, se entró un río de agua hasta el entre-puente, nadando los
que les cogió en la cámara y soltándose una caja bien grande de
ornamentos que estaba allí atracada; daba de muro a muro como
si fuera una pluma, con evidente riesgo de los que allí estaban, y
me asombró ver a dos que bajaron a mudarse ropa, cómo traían
los pedazos de vidrios pegados por la espalda, que fueron Javier
Rodríguez y D. Miguel González."
♦ *
El día 30 de Marzo del 1768, después de navegar tres meses
422 LA DESTRUCCIÓN
y doce días, miércoles santo, como a las nueve de la mañana grita-
ron los marineros : tierra, tierra, y era el puerto de Cádiz, en cuya
bahía dimos fondo como a las tres de la tarde. No saltamos a tierra
en dicho puerto, pero como estábamos tan vecinos a la muralla nos
hicimos cargo, que aunque su recinto es corto, su población y case-
rías son muchas y muy buenas, correspondiendo, según su tráfico
y comercio a la fama que tiene de ser el puerto más célebre, y su
bahía tan poblada de navios que parece un pueblo entero. En éste
estuvimos aquella noche, y el Jueves Santo por la mañana, mientras
se daba orden que nos pasaran a otro puerto, distante tres leguas,
que es el de Santa María, en donde tenían los jesuítas un hospicio
tan capaz, que cabían en él 100 sujetos de los misioneros que iban
a hacer allí pie, de todas las provincias, mientras los despachaban
para Indias.
"En éste entramos el Jueves Santo por la tarde, recordando en
este tramo que anduvimos por el mar, las estaciones, monumentos
e iglesias que con tanta modestia y devoción visitan los indianos en
tal día. Es verdad que el hospicio es muy grande, pero siendo el
recipiente de todas las provincias, no era buque competente para
abarcarlas a todas ; y así, donde cabían 100 estuvimos 400. Repar-
tiendo los otros conforme iban llegando a otros conventos y casas.
"Ocho días después de mí llegó una urca nombrada "Vizarra"
con mi provincial D. Salvador de la Gándara y sujetos que venían
con él, de quienes supimos y no se puede omitir el pasaje que nos
contaron y riesgo en que se vieron de naufragar, porque volteán-
doseles con fuerza el viento, los fué orillando hasta la costa de Por-
tugal, tan vecinos ya a tierra y tan ciertos del naufragio, que dán-
dose por perdidos, comenzó el piloto a desnudarse para ganar una
tabla. El Capitán, desahuciando a todos los padres, les dijo: Pa-
dres i adiós, hasta la eternidad! y cogiendo todos su Santo Cristo,
cada uno se auxiliaba a sí mismo esperando la muerte por instan-
tes; pero Dios que es dueño de la vida se la dio milagrosamente
aquella noche. Porque volteándose el viento, mandó el Capitán que
echaran ancla. Fijó el navio, pero en un distrito tan corto, una he-
rradura tan pequeña y tan cercada de piedras, que a otro día cuan-
do los vieron los de tierra, llenos de asombro les gritaban, que sólo
un ángel los pudo poner en aquel sitio. Dejo a tu contemplación,
lector mío, la congoja de los padres en aquel trance, y las gracias
que a Dios darían de verse libres de tan gran peligro.
C. II. DESTIERRO DE LOS JESUÍTAS 423
"Juntos ya todos en el hospicio, sin salir afuera, y siempre con
guardia, como en todas partes, padecimos las incomodidades que
ofrece un número crecido, así en vivienda como en razón de comida,
aunque sea con bolsa abierta y víveres abundantes como los hay
en este puerto, de pan, carne, vino, pescado, aceite, pasas, uvas, y
a su tiempo frutas aunque no tan abundantes y de tantas especies
como dejamos en Indias. Tuvimos el alivio de estar aunque de paso,
en tierra firme. El estilo de la gente es afable y cariñoso, mostran-
do mucha ternura al vernos en las ventanas; y los que tenían fa-
cultades mandaron a muchos particulares, como la Sra. Duquesa
de Gandía, nieta del Deán que fué de Puebla, sus obsequios, aga-
sajos y comida. Tuvimos el consuelo de decir misa en la capilla del
hospicio, bien alhajada y con seis o siete altares, aunque no la de-
cían todos, todos los días por ser el número excesivo, y así, el día
que no se decía, procuraba uno compensar con oír bastantes.
"Aunque tan oprimidos, concurriendo tantos y de todas las pro-
vincias, nos consolábamos mutuamente contando cada uno sus tra-
bajos. Aquí supimos muchos casos de edificación, ternura y com-
pasión, como fué en el Colegio de Querétaro, luego que se leyó el
decreto de S. M. se hincó con la Comunidad nuestro Provincial, y
todos de rodillas rezaron el Te Deum en acción de gracias al Se-
ñor, que con este trabajo quería purificarlos en esta vida. En la
casa Profesa, diciendo el Sr. Comisionado al P. Ministro D. Juan
Francisco Iragorri, que era menester consumir el copón que siem-
pre se tenía en nuestras capillas interiores para dar la comunión a
los enfermos y hermanos coadjutores, y recurso de todos a enco-
mendarse al Santísimo; preguntó el P. Ministro si alguno quería
comulgar? se hincaron luego todos los Padres y Hermanos, y co-
mulgándolos se consumió aquel copón, con lo que hallándose pre-
sente a este acto el Sr. Comisionado, quedó con razón edificado de
aquella pronta disposición, que aunque como religiosos se supo-
nía, no obstante examen repentino, suele sorprender aun a aquel
que vive muy satisfecho y seguro de su interior.
"En otras partes, de que somos testigos nos sacaban las lágri-
mas, ver enterrar nuestros difuntos por mano ajena, y nosotros
asistiendo como si fuéramos extraños. En la ejecución del arresto
padecimos más o menos, según el genio o inteligencia del comisio-
nado que les tocó. Uno los tuvo en un colegio sentados 18 horas se-
guidas, sin que se hablara uno a otro estando juntos; sin dejarlos
424 LA DESTRUCCIÓN
salir afuera aun a aquellas diligencias más precisas a que obliga la
naturaleza. En otros no les permitieron sacar más de una muda de
ropa, su colchón, su breviario, buen avío para quien había de ca-
minar 3,000 leguas. En otra Provincia se puso la mesa en el pres-
biterio de la iglesia de aquel colegio, y sin consumir el copón, se
actuó allí y se inventariaron las alhajas y adornos de dicha iglesia.
"De esta suerte seguimos lo restante de Marzo, Abril y Mayo
del mismo año de 68, hasta a mediados de Junio, y de orden del Con-
sejo, se nos dio de vestir conforme a la necesidad de cada uno, sali-
mos para Italia con el dolor de salir de nuestro Reino para unos
países extraños, dejando sepultados en aquel puerto 15 de los
compañeros."
"Aun antes de salir de España, ya sabíamos que nos llevaban a
la Isla de Córcega, y como el puerto de Cádiz es abierto, aquí lle-
gan naves extranjeras, se volvió a formar el convoy, tocándome por
suerte una urca de luteranos llamada "Estocolmo." No te asustes,
lector mío, que aunque me oyes decir luteranos, no lo pasamos tan
mal con ellos, como corresponde al nombre, pues nos trataron con
atención y principalmente el capitán, pasándolo bien en el trato.
La urca estaba limpia de sabandijas, ratones y cucarachas que en
otras embarcaciones nos acababan la vida.
"En ésta, como a las 4 de la tarde pasamos el célebre estrecho
de Gibraltar, pero en tiempo sereno y claro, con lo que pudimos
ver sin anteojo a Ceuta. Se celebraba misa en días que el tiempo lo
permitía; pero con la compasión de ver aquella gente, que no en-
tendiendo de misa, era para ellos lo mismo que una comedia. No
obstante, Dios que se vale de todo para el bien de nuestras almas,
se acordó en esta ocasión de D. Manuel de Iturriaga, quien estre-
chándose con el contador de la nao que era un mozo capaz ; cuando
saltamos en tierra en la bahía, ya Dios por medio de este anzuelo
tenía asegurado el pez y tanto que teniendo facultades, y siendo de
los distinguidos en su patria, renunció a los suyos, su reino y sus
haberes, y siguiendo a los jesuítas, se reconcilió con la Iglesia Ca-
tólica en la ciudad de Ferrara. ¡Grande ternura! pero mayor te
causará el oír que llamándolo Dios a la Religión, quiso ser de aque-
llos que le hicieron tanto bien. Le corrió el mismo Padre las dili-
gencias, entró en esta Provincia de Venecia, pasó y cumplió su no-
viciado de jesuíta el hermano Lorenzo Chulen (este era su nom-
C. II. DESTIERRO DE LX)S JESUÍTAS 425
bre), en esta ciudad de Bolonia; tan edificante y apostólico, que
desde aquí escribía cartas a su casa para su madre y los suyos, a
fin de que se convirtieran ; el premio tendrá del cielo el Padre que
lo convirtió, pues me consta que aun en la pobreza en que estába-
mos, vendía la ropa para mantener a su ahijado antes de que en-
trase en religión.
"Esta digresión te será muy gustosa con el saber que en 300
leguas que anduvimos por mar, de España a la Bastía, no tuvimos
desgracia particular, aun después de un golpe que en la misma em-
barcación se dio D. Juan Antonio Torija, quien falto ya de la vista
}'■ cansado de sus años cayó hasta el segundo contra-puente, y aun-
que dio sobre lana, fué tan recio el golpe, que mató a un carnero,
quedando dicho D. Juan sano y bueno, y después tuvimos varios
días qué reír, porque con el comercio que el capitán había tenido
en los puertos de España, medio aprendió algunos términos en cas-
tellano, y después del golpe del Padre mandó (son sus palabras) a
los señores caballeros que no maten los cameros, hablando con nos-
otros, y cuando entramos en su navio también nos hizo reír, porque
quería numerar los sujetos por el número de baúles, y siendo éstos
más, se explicaba de este modo : "tanto baúles, pocos padres," y era
porque al entregarnos de un capitán a otro nos contaban como
cameros, pero el luterano haciéndonos más favor, nos trataba de
baúles. Semejante al golpe referido, y aun más arriesgado, fué el
de D. Francisco Ceballos, Pro\'incial que fué de México, que tam-
bién falto de vista, cayendo de una altura competente, dio con sus
canas venerables en una tabla, pensando levantarlo muerto los que
lo vieron caer, pero no le había llegado la hora, como le llegó aquí
en Bolonia en una calle, porque visitando como tenía costumbre y
devoción, el Jubileo circular, le cayó una teja en la cabeza que a
pocos días le quitó la vida, asistiéndolo con toda aquella caridad
que pedía la religión.
"Esta se experimentó, no sólo entre los de una provincia, sino
entre los demás como hermanos e hijos de un mismo padre. Así
lo hicieron en ej mar Mediterráneo los de la Provincia de Chile,
porque haciendo agua un paquebot llamado la "Constancia," fué
menester repartir a los sujetos que venían de mi provincia a las
otras embarcaciones. Cúpoles a nuestro Padre Barquera y a D.
Juan Rodríguez, a D. Francisco Vidal, a D. José Lava, a D. Nico-
lás Lomara y a D. Juan Belmonte ir con los que dije de Chile, quie-
426 LA DESTRUCCIÓN
nes estando oprimidos, y no habiendo catre vacío, se pactaron dos
con caridad y honradez para hacer lugar a los nuestros, porque
estaba uno sin tener en qué dormir, con esto les quedó un sólo ca-
tre para los dos, y se convinieron en dormir media noche uno y me-
dia noche otro, sin descubrir este caritativo auxilio hasta que sal-
taron a tierra, que a saberlo los mexicanos no lo hubieran permiti-
do, pues duró esta navegación un mes.
"Llegamos al puerto de la bahía que llaman San Florencio, y
desde ahí vimos lo que nunca. Es el caso que prestándole auxilio
la Corona de Francia a la República de Genova contra la Córcega,
se hallaba acampado actualmente el ejército francés en aquella ri-
bera. Vimos un día desde la nao el asalto que le dio a un Fuerte que
tenian los corzos en las márgenes del mar ; oíamos los tiros y veía-
mes los que de una y otra banda caían muertos, quedando vencidos
los corzos y el fuerte por el francés.
"De aquí, costeando fuimos al puerto de Ajaccio también de la
Córcega, en donde no demoramos, pero el día que allí estuvimos
salimos a tierra unos cuantos para ver la Catedral y visitar el
Santísimo; llenos todos de asombro no hacíamos más de mirar-
nos sin hablar palabra al ver otro mundo nuevo; las mujeres sen-
tadas en las bancas con la pierna cruzada; los barbados sentados
en los confesionarios; los clérigos que hacían coro con los canó-
nigos entraban y salían con sus mucetas, del coro al cementerio,
armando una guasanga como en plaza. De los nuestros que llegaron
antes, estaban allí viviendo uno debajo de la escalera, otros en la
cocina y otros en un establo. El alma se me angustió, y saliendo
de allí no volví a saltar a tierra hasta llegar a la Bastía, que fué
el día del glorioso Patriarca Santo Domingo.
"Aquí, lector mío, te has de compadecer oyendo mi relación:
siete leguas antes de llegar a dicha ciudad tomaron barcos peque-
ños por no haber fondo para embarcaciones grandes; llegamos de
noche sin saltar a tierra, sin dormir y sin cenar; desde allí veía-
mos innumerables luces en las casas, que algún consuelo nos dio
creyendo fuera una ciudad de mucho buque en donde pudiéramos
con menos dificultad hallar casas en que vivir, y no con la estre-
chez de los que quedaban en aquel infeliz puerto de Ajaccio; pero
al ir amaneciendo descubrimos que todas eran ventanas, porque
esta es la moda de la Italia que por hacer fachadas en las casas que
llaman bella veduta, en una vara de pared acomodan dos ventanas ;
C. 11. DESTIERRO DE LOS JESUÍTAS 427
y en parte tienen razón, para que ventilen las piezas en verano.
"Antes de saltar a tierra me encargó mi Provincial me queda-
ra en el barco para entregar el equipaje; estuve en esta faena hasta
las doce del día. Luego que los corzos vieron multitud de barcos,
gente española y extranjera, creyeron (como cree toda esa gente)
que venían nuestros baúles tachonados de doblones; y llegándose
al muelle una langosta de hombres y mujeres, comenzaron en Oto-
mi (tal me parecía su lengua), peleándose unos con otros sobre
quien cogía la carga, la petaca, el colchón o el baúl, para lograr al-
go para la comida de ese día. Nosotros, sin noticia del idioma y sin
conocimiento de monedas, dábamos ocho por lo que valía dos, has-
ta que los soldados porque no hubiera un tumulto, metieron mano
a apaciguarlos. Entregado el equipaje de mis compañeros, tomé
yo el mío para seguir a mi Provincial a mi cuartel que era el con-
vento de padres franciscanos, distante del muelle como dos millas.
Cargó la corza mi baúl, andando más aprisa que una muía, y yo
trasnochado y sin cenar, apenas podía darle alcance. Llegué a otro
convento preguntando en latín por el Provincial de México, y ba-
jando uno de aquellos religiosos se me echó a los pies, él a que me
los había de besar, y yo a que no, pero por ser lego y no saber el
latín, esperé hasta que bajó un sacerdote de los mismos religiosos,
quien me dio razón de que mi Provincial estaba en otro convento,
también de San Francisco; tuve que andar otra milla, y mi corza
rezongando, que fué menester para que no me tirara el baúl en la
calle, taparle la boca con dinero ; pero te aseguro que en este tramo
no sé cómo no caí, porque la flaqueza que llevaba junto con el sol
tan ardiente en este mes, no me dejaba dar paso. Con este recibi-
miento entramos en la Bastía, y he aquí una ciudad grande, compe-
tente, mal situada, llena de cuestas, larga y angosta, antiquísima
y tan desdichada, que al andar por las calles es menester no arri-
marse a las paredes, porque parece que sacan la mano para pedir
limosna; las más de las casas arruinadas por el bombardeo de la
guerra,
"Entraron en una iglesia los nuestros donde les daban boletos
para los alojamientos; pero aquí no valía el que boca tiene a Roma
va ; porque no sabiendo el idioma no teníamos boca. A fuerza de
dinero y de trabajo nos fuimos no acomodando, sino metiéndonos
a lo menos debajo de techo, los más en unas pocilgas, que daba mie-
do entrar, reducidos a hacer por sí mismos nuestra comida, salir
428 LA DESTRUCCIÓN
y entrar a comprar lo que los soldados nos dejaban, que como due-
ños del país y estar ya en posesión, se aseguraban primero. Es la
isla de Bastia (Córcega) abundante de rica uva y buenos higos; los
coi-zos son cristianos bautizados, pero tan agrestes, que si los com-
paro a los indios más bárbaros de por allá, no les haré agravio algu-
no. Hay en la ciudad sus familias distinguidas, y aquí fué la vez
primera que vimos, así a mujeres como a hombres, darse ósculos en
el carrillo, como nosotros la mano al saludarnos. La Isla dicen que
tiene 40 leguas, pero muy ásperas en su montañas que es lo que les
ha valido para las guerras. Aquí estuvimos desde el día 4 de Agos-
to, y después de haber gastado bastantes medios en utensilios de co-
cina, muebles de aposento y prevenciones para comer, pensando es-
tablecernos en ella, antes de acabar el mes nos intimaron de orden
de Francia, nos mudásemos a los Estados del Papa. Levantamos
las manos al cielo, viéndonos libres de tantos trabajos y estrechez,
y dando de limosna a los pobres aquellos utensilios que no podíamos
llevar, salimos de esta ciudad. Pero antes de darnos a la vela quie-
ro contarte dos pasajes, ambos dignos de memoria, para que ala-
bes a Dios en ellos, y veas, que cuando Su Divina Majestad no quie-
re, por más riesgos que uno tenga, le sabe conservar la vida. El
uno que se me pasó cuando te conté el peligro en que se vieron de
naufragar los que venían en la urca "Vizarra," y el otro, el riesgo
que tuvieron, de sucederles lo mismo, nueve sujetos en este mar,
que diré después. Bien apeligrados estuvieron los de la "Vizarra,"
y el otro el riesgo que tuvieron cuando aquel pasaje, pero no sé si
fué mayor otro que tuvieron con un rayo. Este se les entró en el
navio, cosa temible en el mar, que una vez que hace el estrago se
dan por perdidos, porque a más de quemar la embarcación, si aca-
so no llega a tanto, quedan con el sobresalto de si ha hecho algún
acueducto para que entre el agua, y la perdición es cierta. Entró
el rayó, quemó un árbol del navio, corrió el entre-puente, y con el
viento, al pasar quitó a uno de los padres un zapato ; todos pidien-
do absolución. Subió arriba, mató dos marineros, sin hacer otros
daños, pero la gente con el Credo en la boca, pensando de que si
había hecho estrago en la urca, dentro de pocos instantes eran al-
mas del Purgatorio ; quiso Dios que no y así se les quitó el espanto,
bastante para quitar la vida.
"El otro fué de nueve sujetos que fueron, D. Nicolás de Oce-
guera, D. Manuel Terán. D. Francisco Javier Alegre, D. Agustín
C. II. DESTIEREO DE LOS JESUÍTAS 429
Castro, D. Domingo Rodríguez, D. Francisco Calderón y D. José
Peñalver, quienes fletando de su cuenta un barco pequeño de los
que llaman pescadores, se arriesgaron a navegar en él las siete le-
guas que te dije hay de distancia desde donde dimos fondos con el
"Estocolmo." Era la barquita tan pequeña, que no llevando más de
una vela que llaman cota los marineros, era menester que los su-
jetos se fuesen alternando y sirviendo de lastre a la embarcación
para que no se volteara. Les cogió con vientos tan fuertes, que no
pudieron resistir, y ladeándose del todo el barco los arrojó al agua ;
invocaron al mismo tiempo a Ntra. Señora de Guadalupe, el barco
quedó tan inclinado, que D. Nicolás Oceguera, parado sobre un bor-
do, agarraba del otro con las manos, mirando nadar a los compa-
ñeros, y todos sin esperanza de vida. Pero la Santísima Señora les
deparó otro barco también de pescadores que viendo a lo lejos el
peligro en que se hallaban, vino luego a atenderlos, después de lle-
var más de media hora de estar dentro del agua, nadando vestidos,
los que sabían. Dos cosas tienes, lector mío, que considerar : la una
la congoja en que los padres se hallaron, y la otra las maravillas
de la Santísima Virgen, mostrando su piedad en todas partes, y
pudiéndole decir estos sujetos como americanos: Filii tui de longe
venient. Que si otros tienen pintados los milagros y favores de la
Santísima Virgen, quiso la Reina de los Angeles favorecer también
a México, que pintándose milagrosamente Ella misma, con envidia
tanta de otras naciones, les regaló su pintura, como si dijera, mien-
tras que me vais a contemplar a la Gloria, tened, mexicanos, en la
tierra este pedazo de Cielo, y contemplad mi retrato."
* *
"¿Quién no creyera que saliendo de los corzos habíamos de me-
jorar? Pues nos daban ganas de volver. Entramos en barcos pe-
queños, y me cupo a mí y a mis compañeros, uno que por mal nom-
bre le pusieron en su tierra "La Providencia." La verdadera pro-
cidencia fué la de Dios, que nos mantuvo la vida en esta "Provi-
dencia." Era el capitán tan bueno, que si algún pecado tenía, era
el ser nimio en ello, porque atracándose con sus novenas y devocio-
nes él era el que rezaba, y nosotros hacíamos penitencia. En un bal-
de, que así llaman los marineros a los cubos, rodeados como gaña-
nes del camiK), nos echaba el cocinero unos pocos de frijoles, tan
430 LA DESTRUCCIÓN
mal guisados y tan duros, que podían servir de balas a los france-
ses. Cada uno de nosotros por su orden metía la mano, pues no ca-
bían en el cubo más de cuatro, y sacando con la cuchara, abreviá-
bamos lo que podíamos antes de que viniera el cocinero a quitarnos
el balde para lavarlo. Como no cabíamos todos, se valió D. Miguel
López, hombre anciano y venerable, de un coco que sacó de la Ha-
bana para tomar chocolate, y en éste le echábamos los frijoles, mas
como era tan pequeño, pedía con gracia y ternura licencia paí^a re-
frendar. Si acaso pedíamos más, porque el hambre urgía, la res-
puesta era una canallada que nos estrellaban en medio de la cara.
Aquí me acuerdo de que con sal dijo D. Alberto Zaragoza, que en
paz descanse, y está enterrado en Sevilla, su Patria, viniendo en
la urca "San Julián," en donde repitieron en dar lenguas podridas;
por lo que quejándose el pobre viejo, le dijo a uno de los nuestros:
No hable V. R., que se mortificaría el Capitán, a lo que respondió
con agudeza: ¿cómo no he de hablar si nos dan lenguas? El Padre
podía hablar, pero nosotros sin lenguas, los que veníamos en la
"Providencia," después de quemarnos los hígados nos hubieran dado
un tapaboca. Así navegamos hasta la ribera de Genova, desde don-
de vimos situada en la ladera de una loma demostrando ser desde
allí lo que en realidad es, una gran ciudad, con casas muy elevadas,
palacios soberbios y mucho comercio de navios. Llegamos a uno de
sus puertos que llaman Fino, en donde estuvimos anclados 15 días,
y aunque seguían aquellos frijoles, había riquísimos higos que traían
los barquitos mercantiles, y con ellos pasamos quince días, toman-
do por desayuno higos en activa, por pasiva en la comida, y por
impersonal en la cena. De aquí pasamos a Gestui de Levante, dis-
tante tres leguas de mar, puerto también de Genova y muy precio-
so; estuvimos dos días y medio, y desde aquí seguimos por tierra
para los Ducados de Parma Módena, que eran antes de entrar en
los Estados del Papa."
2C^s^¿5^j5
CAPITULO III
LOS jesuítas mexicanos en la península italiana
Desde Gestui hasta los Estados Pontificios. — Destino y acomodamiento de
los desterrados. — Se intima el Breve de extinción. — En Bolonia.
bibliografía especial
LA misma que la DEL CAPITULO ANTERIOR
I A y medio estuvimos, como ya dije, en este puerto, de
Gestui, celebrando misa en un convento de monjas, y co-
menzando a correr de nuestra cuenta, nos juntamos cinco
^^u^. .- compañeros para seguir el viaje, pero nos hallamos "en
Ta Kalía y sin dinero." "En Indias (dicen) y a pie," aludiendo a lo
fangoso que son los caminos, y dilatado el Reino ; y aquí sin dinero
no se da paso, sean caminos llanos, que no son así los de Gestui, si-
no unas lomas muy ásperas hasta principiar el Ducado de Parma,
que es muy llano. Alquilamos cada uno dos muías, una de silla y
otra de carga, llevando de alquiler tres pesos fuertes por cada una.
Cuando las trajeron a la casa donde posábamos, pregunté a los mo-
zos cuáles eran las de silla, porque todas llevaban aparejo. En estas
cabalgamos, y te confieso, lector mío, que se me saltaron las lágri-
mas viéndome en un albardón, y acordándome de los caballos que
432 LA DESTRUCCIÓN
monté principalmente en mi niñez, que no dejaban menearse, y
estas sí se meneaban. ¿Viste tal vez salir una tropa de la casa
del Capitán Concha? pues así íbamos nosotros, aunque sin grillos,
pero tan embarazados en aquellos albardones, que parecían nues-
tras piernas arco de flecha, con una propiedad maldita que tenían
aquellas muías, que no sé de dónde aprendieron antigüedad; cada
una había de ir en su lugar, por más palos que les diéramos, andar
un poco más aprisa, ni porque se dijo. Era mucha la gravedad de
mi muía. El albardón estaba tan lleno que acordándome de los ti-
ranos y el martirio que daban a los santos abriéndolos por medio,
pensé que se había llegado mi día, pero no anduve tan mortificado,
porque echándome luego a pie lo aligeré, tirando mucha paja al
suelo que fué cargando su dueño hasta llegar al paraje, y eso sin
lograr nosotros el socorro que los demás tuvieron, que fueron unas
tortas de pan que al salir de Gestui se nos daban de orden de una
señora, hermana del actual Dux de la República de Genova, y del
célebre Padre Dunaro, jesuíta, conocido tanto por su apostólico
celo en el pulpito, como por su nobilísima y excelentísima casa en-
tre las primeras de Genova. Así caminamos por aquella montaña
hasta llegar al Ducado de Parma, en donde por mandato de Su
Alteza Real, el Serenísimo Dr. D. Fernando Luis de Borbón, fui-
mos tratados en las ventas de aquel camino con la generosidad de
un Duque, transportándonos en carrozas que salieron hasta la ra-
ya de Módena. No entramos en Parma, pero al verla por fuera, de-
muestra ser ciudad grande y alegre; la gente, principalmente del
campo, muy compasiva, demostrando el amor que allí tuvieron a
los jesuítas.
"Con esto restauramos aquellas incomodidades de los 15 días de
Puerto Fino, que si allá te di sólo un apunte de lo que padecimos, no
puse la incomodidad de aquellos barcos que de reducidos, no dieron
lugar a desnudarse, ni a desatar los colchones, y así dormíamos so-
bre las tablas y nadando en agua, así de la que caía del cielo como
de la que echaban los marineros al amanecer para regar y limpiar
la embarcación. Así estábamos, recibiendo la humedad y el sereno
toda la noche hasta que salía el sol cuya actividad sufríamos todo
el día por no estar en la obscuridad del contra-puente. Después de
estos trabajos nos costó el viaje a las tres leguas de mar, cinco pesos
fuertes. Hasta aquí, lector mío, un epílogo, y verás que aunque son
cosas menudas, el conjunto de ellas nos pudo haber costado la sa-
C. III. LOS jesuítas mexicanos en la península italiana 433
lud. No comer, no dormir, no desnudarse, mojados todo el día, y
si quieres añadir dolor de muelas, vayan en su lugar los cinco pe-
sos, que para quien no tiene, es arrancarle una muela. No tomo en
cuenta el estilo vilísimo con que nos trataron estos marineros, que
era menester revestirse de paciencia para no hacer cólera cada
instante, dándose mutuamente los plácemes cuando saltamos en
tierra, como que hubieran traído con nosotros una carga muy
pesada. Dimos gracias a Dios que nos libertaba de tantas ve-
jaciones.
"Seguimos hasta la raya de Módena, en donde nos entregaron
los soldados parmeños en un famoso puente que divide el uno
del otro Ducado, despidiéndose de nosotros con cortesía y aten-
ción. Fuimos recibidos de los modeneses con bastante respeto, dán-
donos también calesas para seguir la caminata. Pasamos por Regio,
ciudad de otro Ducado, grande, alegre, bellos palacios y mejores
templos, siendo de los primeros la famosa iglesia de los reli-
giosos Servitas, así por su grandeza, adorno y arquitectura, como
por sus bellísimas pinturas en retablos y bóvedas. De ésta salimos
cuando pasaba actualmente el Príncipe hijo del Serenísimo Duque
de Módena que se hallaba en vacaciones, quien al mirarnos, bajó el
vidrio de la estufa y nos saludó con atención, lo que agradecimos
mucho y nos alegramos de ver los seis famosos caballos que tira-
ban su carroza.
"Entramos en Módena, capital de este Ducado, y aunque muy
escaso, tuvimos tiempo para ver muchas calles de la ciudad y el Pa-
lacio Ducal, cuya escalera por lo magnífico y majestuoso me robó
la atención, principalmente las estatuas que están en el pasamano.
Salimos después de comer, y a cuatro leguas de distancia, entramos
en los Estados del Papa, siguiendo para Bolonia a donde llegamos
tres días antes del glorioso Príncipe San Miguel.
"Hicimos pie en unos mesones que están en la entrada en el cé-
lebre pórtico que sube para un santuario que llaman de la Madona,
y es una imagen pintada por el Evangelista San Lucas, de cuya ar-
quitectura y grandeza de dicho pórtico daré razón en su lugar.
Nos fuimos juntando todos los de mi Provincia en estos mesones y
hosterías, no logrando muchos el alivio de venir en ruedas con nos-
otros, y no sé por qué motivo se suspendió el orden cuatro leguas
antes de llegar a esta ciudad, e intimándoles que salieran, se vieron
obligados a marchar a pie. Entre ellos y los que seguían a nuestro
434 LA DESTRUCCIÓN
Provincial, D. Salvador de la Gándara, cogió cada uno su ropa, y sa-
liendo a pie, he aquí la congoja en el camino : uno que se sienta por-
que no puede dar paso, otro que busca una cabalgadura y le arro-
jan un exceso, hasta que D. Pedro Ganuza, garboso mexicano, me-
tió aquí la mano y alquilando lo que había, que aquí no desdice an-
dar en burros, fletó unos cuantos, con lo que tuvieron, aunque no
todos, algún alivio hasta llegar a Bolonia, donde ya juntos nos con-
taron sus trabajos y lo que padecieron, los que siguiendo en Gestui
nuestro ejemplo alquilaron muías. Muchas fueron las caídas y
entre ellas, por más peligrosa, cuenta la de D. Vicente Díaz, que
meneándose la muía y echándolo por las orejas iba rodando por una
ladera para un precipicio, que si no lo atajan, se hace pedazos. Lo
mismo D. Manuel Colón que al pasar un arroyo cayó la muía con
él en medio del agua, con dos riesgos, el uno de la muía que lo co-
gió, y el otro la corriente de las aguas con que se pudo ahogar. Los
demás, aunque no cayeron, mudando posturas en el aparejo, ya
sentados como hombres, ya como mujeres, ya estirando del macho,
que era lo menos malo, porque no se manearan, cosa que todavía
me hace fuerza, porque si las vieras parecen espolones de gallo,
sobresaliéndoles del candado tres dedos de cada parte rematando
en la punta con un garabatito para que se agarre la muía en tiempo
de nieve; pero si topa con piedra, pobre gente. Desde estas hoste-
rías se hicieron las reparticiones de los sujetos de esta Legacía y
las de Ferrara, a donde se habían de establecer."
"El destino que a mí cupo fué Castel Boloñese, distante tres le-
guas de esta ciudad de Bolonia de quien toma el nombre. Cuando
me oigas decir Castel, sabe que son unos honrados pueblitos, con su
muralla y puertas; porque aquí, por las guerras todos los lugares
están debajo de llave. A éste fui señalado con otros 29 sujetos en-
tre sacerdotes y coadjutores, llevando por Superior al P. Ignacio
Lizasoain, con quien fuimos muy gustosos y de quien hablaré en
lugar más oportuno. Salimos para el Castel después de celebrada
misa, el día del Arcángel San Miguel, del mismo año de 68, los de-
más se repartieron en otros lugares de esta Legacía, menos D. Jo-
sé Utrera, que con otros diez, cogió casa en esta ciudad.
"Un grupo como de cinco, llevando por Vice-Provincial a D.
Juan Ildefonso Tello, fueron asignados a la Legación de Ferrara,
C. III. LOS jesuítas mexicanos en la península italiana 435
distante de aquí diez leguas. Luego que llegué a mi Castel que fui
de los primeros, pasamos a una hostería a donde recurrió el Cónsul
de aquel Ayuntamiento, un venerable viejo de más de 80 años, pre-
guntando por el Superior, quien a pocas horas llegó con los demás.
Estuvimos dos días y medio en la hostería desde donde nos reparti-
mos a las casas, viviendo a docena como aquí dicen, esto es, a pupi-
laje, dando cada uno cinco pesos fuertes (al mes) con que pagaba co-
mida, cena, luz y asistencia; en todo había más o menos. Unos lo
pasaban menos mal que otros, porque los que admiten docena en
sus casas, no es para regalarlos, sino para que quede algún lucro.
Y así conforme el patrón, se bullen las teclas, que aquí las menean
de tal manera, que si se comienza per intellectum, en ninguna parte
lo pasaríamos mejor, porque tienen linda fantasía y discurren muy
delgado. Dicen que los españoles viven para comer y los italianos
comen para vivir ; y a la verdad que con estos principios no sé cómo
viven los italianos, porque en muchos, la que llamamos economía
era para nosotros que-no-comía. Si uno se insinuaba pidiendo algu-
na salsa, luego se amostazaban. Cuando te dé razón de la Italia,
te haré sobre este asunto una descripción que tenga alguna sal,
aquí sólo diré, que en este Castel vivimos once meses repartiéndo-
nos iglesias para que celebráramos misa, en lo que no tuvimos tanto
que padecer como en otras partes, pues nos pagaban muchas, aun-
que sí con la pena de regalar a sacristanes y muchachos ayudantes,
quienes viniendo a la hora que se les antojaba, nos tenían las más
veces bastante rato en ayunas.
"Aquí como fueron los primeros jesuítas que trataron de In-
dias, nos juzgaban de otra especie, preguntándonos si las mujeres
de allá eran como las de aquí. Si el sol, preguntó el barbero, era
como el de acá ; pensando yo que hablaba de los grados quise darle
alguna noticia, pero tan capaz, que me replicó: lo que deseo saber
es, si es como este de aquí ; le dije, es amarillo según y como éste.
Otros que picaban de discretos, juzgaban que por allá no había
quien supiera los nominativos, pero viendo que habíamos salido del
quis vel qui, fueron mudando de dictamen. De estas preguntas ne-
cias nos hicieron varias pues relampagueando aquí, preguntaban
si había relámpagos por allá. A los principios juzgábamos que era
ironía, pensando que era trisca, pero fuimos descubriendo que to-
do el mundo es Popayán; y así ya no nos hizo fuerza que algunos
barbados preguntaran que si la misa de allá es como la de acá.
436 LA DESTRUCCIÓN
"Hallamos muchos clérigos, unos que cortan el pelo en el aire,
hablando la lengua latina, pero otros, si saben gramática, pienso
que es exclusivo; doy la prueba. Se ofreció a dos de los nuestros
comprar no sé qué cosilla a un secular en Castel San Pietro, éste,
como no sabía latín, se valió de un intérprete estudiante para que
contestara, pero no salió de esta oración, non possumus. El caso
fué que él conjugó por cuantos modos le pareció, hasta por pasiva,
el possum potes, careciendo el verbo de ella, con lo que dio espé-
cimen de un gallardo estudiante, pero el trato no se formalizó, por-
que no pudo explicarse, y se fué con non possum a su casa.
"Yo desde mi Castel con otros tres compañeros, fui a hacer una
romería para la cual salí el día lo. de Junio de 1769, procuran-
do retener para este viaje lo poco que me habían dejado en la
faltriquera los de Córcega y Puerto Fino, y tener la dicha de
poner mis labios donde nuestro Redentor y su Sacratísima Ma-
dre pusieron sus plantas. Estuve dos días y medio, vi la casa en que
encarnó el Verbo Eterno, besé aquel pavimento y paredes consa-
gradas, reprendí mi tibieza y apego a las cosas humanas, viendo el
desengaño de aquellas cuatro paredes en que vivió la Reina de los
Angeles, y tiene hoy la piedad cristiana tan guarnecida de diaman-
tes, joyas, perlas, votos y lámparas de oro, que avalúan el tesoro
de la Señora en diez y ocho millones, no habiendo tiara, corona ni
cetro, que no tenga allí pendiente un monumento en señal de es-
clavitud a aquella Reina. Dije dos misas en el altar y di por bien
empleadas las leguas y trabajos que me has oído, por llegar a me-
recer dicha tan grande. Darte razón del Santuario, necesita libro
aparte y de esto tienes mucho escrito. La Basílica o Catedral en
que está la Santa Casa es grande, y muy buena ; lo que es panteón
en nuestras catedrales, es a donde están puestas por manos de án-
geles las cuatro paredes de la Santa Casa. Hay aquí muchos con-
fesonarios con su rótulo encima diciendo la lengua que es, para ali-
vio de los muchos peregrinos que recurren a esta penitenciaría. En
los colegios de San Gregorio de México, Tepotzotlán, Guadalajara
y otros, te dejamos un diseño de esta casa, que de aquí llevaron
los Nuestros las medidas ; besa aquellas santas paredes y dale gra-
cias por mí a la Señora que me sacó con bien de las tercianas que
me dieron al regresar de este viaje; las que contraje tres jornadas
antes de llegar a mi Castel en una venta que llaman la Católica,
Y conmigo no fué tan cristiana, porque al entrar en el portón me
Plano del Colegio
io Apostólico presentado por Fr. Mariano Pimentcl.
C. III. LOS jesuítas mexicanos en la península italiana 437
sentí herido de fiebre, y declarádose terciana, padecí más de tres
meses. Llegué a mi casa donde unas buenas viejas, hermanas de
mi patrón, me asistieron con bastante caridad y cuidado, de que les
quedo agradecido, y correspondí con io que pude; hasta que con
la quina me las cortó el médico de aquel Castel, gastando sólo en
botica más de doce pesos, sin el regalito del Doctor. De este modo
seguimos en nuestras casas de docena, quedando nuestro Superior
D. Ignacio Lizasoain que corría de por sí, con otros seis en la suya
y daba de alquiler por sólo seis piezas incómodas, 70 pesos; le su-
bieron la casa, y enfadóse con ésto, sabiendo que ningún italiano
daría otro tanto, determinamos pasar a Bolonia. Dióse parte al
Provincial, quien aprobando la resolución, pasó a la ciudad D. Pe-
dro Ganuza que hacía veces de ministro, tomó casa (que es en la
que actualmente estoy escribiendo) en la calle, como aquí dicen, Es-
trada de San Felipe, la principal de Bolonia. Escriturada la casa
pasó a verme el referido D. Ignacio, que me intimó me fuera luego
a Bolonia a esperar a los compañeros, y correr con el gasto y eco-
nomía de la casa. No bien convalecí de mis tercianas, tomé una
calesa y con otro compañero me fui luego a Bolonia a donde llegué
el 12 de Agosto del mismo año. Se prepararon las piezas, la capi-
lla y utensilios para recibir a los que faltaban, como ya dije.
"A los 30 sujetos que vinimos de Castel Boloñese, se agre-
garon en esta casa los que componían el gremio de la tercera pro-
bación, poniéndoles para su instrucción al que hoy es D. Miguel del
Barco, y fué en ese Reino misionero apostólico, que contó 30 años
en las misiones de California, sujeto de conocida virtud, edificación
y amable genio.
"Se llegaron a formar en esta ciudad hasta catorce casas de los
Nuestros, quedando algunos en los Casteles de San Pedro y Medi-
cina, y los que dije fueron señalados a Ferrara. Para la escuela se
nombró a D. José Vellido, se alquiló un palacio grande situado a
una milla fuera de la ciudad. Este fué el superior que desde Vera-
cruz tuvieron los estudiantes, y por ministro a D. Dionisio Pérez
oriundo de Veracruz; ambos superiores estuvieron diez meses con
la escuela en Castel San Pedro, mas como era numerosa, no ca-
biendo todos en una casa, se repartieron en varias, y así, acudían
a su clase muertos de frío, pisando nieve en el invierno, y dentro
de la casa sin ámbito competente y su ejercicio literario y confe-
rencias en cuartitos ; y lo más era que faltos de libros fué menester
438 LA DESTRUCCIÓN
que su ministro, D. Dionisio comprara algunos, y éstos descuader-
nados. Servía un autor para varios, no obstante, no fué obstáculo
para sus adelantamientos.
"Porque viendo la estrechez en que estaban, y el atraso que
habían tenido con el arresto y navegación se les dio facultad para
que adelantaran lo que quisieran, lo que hicieron cumpliendo en-
teramente a satisfacción de sus maestros en los exámenes, así es-
colásticos como de teología moral, para sus órdenes, que recibieron
en la ciudad de Ventinoro, del limo. Sr. D. José M. Colombani,
quien los hospedó en su mismo palacio con aquel amor y cariño que
pudiera hacerlo un Sr. Rubio Arzobispo de México, o un D. Panta-
león Alvarez de Abreu, Obispo de Puebla en ese Reino.
"No puedo omitir, pues sería contra las leyes de gratitud, lo
que a favor de la escuela gastó de lo suyo D. Dionisio Pérez, favo-
reciéndolos en todo. De cuya virtud no hago aquí particular men-
ción, porque los Superiores, entonces, cuando dicho Padre murió,
valiéndose de mejor pluma que la mía, escribieron carta circular
dando razón de la edificación de este sujeto, digno ciertamente de
memoria.
"Para los gastos precisos en los viajes de estas órdenes, con-
currió en mucha parte D. José M. Castañiza, que heredando la es-
plendidez y piedad del Sr. D. Juan, su padre, ha repartido las grue-
sas limosnas que le venían de su casa en bien de muchos necesitados
de los Nuestros. Lo mismo han hecho D. Hilario ligarte, D. Pedro
Ganuza, D. Nicolás de Noroña, D. Francisco Calderón, y otros,
quienes recibiendo también socorros de sus casas, han empleado
su dinero en el alivio de nuestros enfermos, a quienes se les puso
en el hospital, los que comiendo con su pensión costeaban botica
y médico, con las limosnas de estos sujetos; sirviéndoles con la ca-
ridad que han acostumbrado siempre, D. Victoriano Rotea, Su-
perior que se les puso en dicho hospital, y de ministro D. José su
hermano, con otros sujetos particulares que ofreciéndose ellos mis-
mos, aun sin asignarlos los superiores, se pasaron a vivir al hos-
pital, donde servían, velaban y auxiliaban a los moribundos. Pen-
samiento que causó una santa envidia a todas las demás provincias,
viendo que la mexicana había puesto una casa de asilo para todos
aquellos que cayendo enfermos, si no la hubieran tenido, muchos
perecerían por falta de alimentos y medicinas en enfermedades
C. III. LOS jesuítas mexicanos en la península italiana 439
largas, como se ha verificado en varios, contar más de dos años en
la dicha enfermería.
"Pasemos ahora a darte razón de lo prometido, el modo con que
nos manejamos en lo temporal y económico en las casas que pusi-
mos ; pero antes quiero que sepas el recibimiento que tuvimos en la
entrada de Bolonia. Hay aquí, como en todo el mundo, distinción
de personas piadosas, juiciosas, nobles y también mucha canalla,
y la de esta ciudad es con especialidad insolente. Esta, desenfrenan-
do su insolencia contra nosotros, éramos por las calles el objeto y
blanco de sus escarnios, befas y palabradas. Lo que por allá en Es-
paña e Indias era veneración, un sombrero grande de un jesuíta,
poco aliño en el vestido que no llegara a indecencia, sino un des-
engaño religioso, aquí les era irrisión: fué menester acortar nues-
tros cuellos y sombreros, quitar una suela a los zapatos para con-
tener su desvergüenza, la que poco a poco y con paciencia, con no
responder palabra, al año ya no se oía nada de eso, y hoy estamos
en corriente con la plebe, si no es una u otra palabra de algún pi-
caro en particular; algunos aprietos hemos tenido, viéndonos nece-
sitados de tratarlos en las plazas, en las tiendas y oficinas para
buscar que comer.
"Es verdad que con los 75 pesos fuertes que S. M. nos da cada
año para comer y vestir, se pudiera pasar en estos países, si fuera
otro el carácter de las gentes en punto de dinero, y fuera otra la
fama de los españoles, pues creen que todos son ricos. Reducidos
a nuestras casas, pagando sobre caro sus alquileres (pues por un
palacio que alquiló nuestro Provincial en el campo llevaban más
de 200 pesos, alquilándolo antes su dueño por 20, y así en todas las
demás casas en que hemos vivido) fué menester comprar todos
aquellos utensilios necesarios, así particulares como de la comuni-
dad, avíos de cocina, refectorio y capilla, con los salarios de los sir-
vientes, reduciéndonos a comer una menestra, seis onzas de pan al
medio día y seis en la noche, 18 onzas de carne para comida y ce-
na, que quitados los huesos quedaban en 12 ; con un par de frutas y
un vaso de vino; con esta parsimonia quedaba algo para vestido,
luz, barba y ropa blanca.
"Si como hallamos los víveres al principio, hubiesen seguido,
experimentáramos más alivio; pero basta sólo el ser español para
que se pida más caro. Y la razón que dan es que somos extranjeros.
Lo que se compraba cuando vinimos por 12, ya no se encuentra por
440 LA DESTRUCCIÓN
15; así estuve cerca de dos años viendo cómo podía aliviar a los
compañeros, que me daba compasión verlos salir con la inclemen-
cia de estos tiempos, ya pisando nieve en el invierno, ya sufriendo
los ardores del sol en el verano a buscar una misa por las iglesias,
para que alcanzara al desayuno, principalmente aquellos que no han
tenido noticia ni socorro de sus casas.
"Para la masa común de la Provincia, seguía de Procurador el
mismo que lo era allá, el P. D. Gregorio Vargas, hasta acabar el
trienio de D. José Viesca, y entró con el Provincial que le sucedió,
que fué D. Ignacio Lizasoain, D. Juan Muñoz, quien hasta la pre-
sente por encargo de los mismos comisionados, corre con el cobro
de la posesión. Y aunque al parecer no demostraba la cosa tanto
trabajo, a los que no están enterados; pero dando después todos
los pasos que son necesarios para esta exhibición, han tenido los
procuradores bastantes molestias en esto, no porque haya habido
dificultades en los comisionados en entregar la cantidad, que se nos
da cada trimestre, sino por cinco relaciones que se hacen, en que va
la firma de cada individuo; se da razón de los que han muerto en
el trimestre, y de los que antes de la extinción se secularizaban.
Este es un apunte en breve que tiene otras menudencias, y que no
pongo para no alargarme, y sólo hago recuerdo de estos dos suje-
tos para agradecerles el empeño con que han servido a su Provin-
cia. Recibida la cantidad, se hacían las particiones, según los su-
jetos de cada casa, la que recibían los procuradores locales, como
la estuve yo recibiendo para 50 que vivían en la mía.
"Privados ya de confesonario, pulpito, cátedras y educación de
los niños, menos disculpa teníamos para no cuidar de nosotros mis-
mos, y así cada uno en particular, como en general los superiores,
procuraron asentar la distribución, la que dictaba la prudencia y
circunstancias del tiempo, tocando a oración, examen de concien-
cia, letanías de los Santos y refectorio. En el primer piso de la casa,
en una pieza competente y abrigada se dispuso una capilla con cin-
co altares, y así en proporción en las demás casas según el número
de sujetos, no con aquellas colgaduras que tal vez admiraste en
nuestras iglesias, sino con papel pintado, concurriendo los parti-
culares con estampas y algunas pinturas de devoción que trajeron
consigo de Indias, aunque lo más de este adorno se debe a D. Pe-
dro Ganuza, gastando en pinturas de especial gusto, y costeando
la lámpara del Divinísimo, de modo que aun los mismos italianos
C. III. LOS jesuítas mexicanos en la península italiana 441
que vieron esta capilla les ha gustado. En ésta se han tenido mu-
chos días al año, por encargo de D. Ignacio Lizasoain, varias plá-
ticas y exhortaciones domésticas, con el acierto que te consta lo
sabían hacer los nuestros, proporcionados sus asuntos a las cir-
cunstancias de un destierro y para auditorio religioso, exhortando
a la paciencia, a la conformidad con la voluntad de Dios, a la ora-
ción y unión con su Divina Majestad, sin las pláticas panegíricas
en las festividades principales de nuestro Redentor, de su Santí-
sima Madre y muchos santos, procuraba cada uno hacer un elogio,
digno del objeto de su oración y del auditorio entendido que le es-
cuchaba. Un día cada semana había caso de moral a toque de cam-
pana, que resolvían en casa, señalados por el Superior D. Martín
de Olagua, y después D. Juan Antonio Doporto.
"Así hemos pasado, cuando no gustosos, al menos conformes;
porque un hueso dislocado siempre clama por su lugar, y más vien-
do los dos efectos que forzosamente trae un destierro consigo, que
son dos clases de sujetos: unos que hostigados del trabajo y per-
diendo el amor a sus hermanos, mudando de casaca, procuran tam-
bién mudar de vida. De éstos contamos con bastante sentimiento
75, saliendo muchos entre ellos graduados de edad y méritos en la
religión, por los puestos que tuvieron, quienes no logran el consue-
lo que nosotros, que damos a Dios mil gracias por haber volunta-
riamente su mutación ; pero non volentis ñeque currentis, sed mise-
rentis est Dei; los otros agobiados del pesar y del trabajo siguieron
hasta pagar con la vida. De esta clase son muchos los que lloramos,
viendo a tantos mozos que en la flor de su edad se marchitaron,
porque o fuese ética, como es la opinión más válida, o fuese escor-
buto, que quemándoles la sangre en lo más robusto de sus años, la
pesadumbre, las sales del mar, los alimentos extraños, prendió de
tal manera entre ellos este fuego, que fué menester destinar una de
nuestras casas para hospital, y son ya los muertos que conta-
mos en Italia, antes de la extinción, más de 150, quienes han muer-
to con grande consuelo, y esperamos de ellos nos alcancen de Dios
conformidad, ya que ellos salieron de destierro. A muchos de estos
difuntos como son D. Agustín Márquez, varón ejemplarísimo; D.
Juan Rodríguez, joven en la edad, pero grande en sus virtudes; D.
Nicolás Calatayud y el Dr. D. Francisco Pérez, se les ha escrito la
vida ; aunque no impresa, para edificación y estímulo de todos los
demás."
442 LA DESTRUCCIÓN
* *
"Concluido el provincialato de D. Salvador Gándara, le suce-
dió por tres años en esta ciudad de Bolonia, D. José Utrera, tan
práctico en punto de gobierno, como el que había tenido en México
las ocupaciones de más respeto que da la religión, siendo actual
Prepósito de la casa Profesa cuando el arresto.
"Cumplió su trienio, y en su lugar fué señalado el 28 de Agosto
de 72, D. Ignacio Lizasoain, y por su secretario D. Juan Francisco
Iragorri. Las prendas conocidas de dicho D. Ignacio, de nación na-
varra, su prudencia, virtud y afabilidad en el trato, hicieron que con
pleno gusto lo recibiera la Provincia. Con este gobierno nuevo mere-
cí el favor, entre los muchos que debí siempre a la Compañía, de que
se me eligiese por Superior de una de las casas en Ferrara, a donde
llegué en 21 de Noviembre del mismo 72. Es verdad que después de
Bolonia, esa ciudad es la del mayor relumbrón que tiene el Papa en
sus Estados, y algunos la tienen por más que ésta, como capital que
fué de los Duques de Módena. Logra tener a tres millas las ameni-
dades del caudaloso río, el Po; tiene su Cardenal Legado, su Ar-
zobispo Cardenal. El palacio de él es mejor que el de Bolonia, lo
mismo su Catedral, pero poca gente, que no corresponde a la ciu-
dad, pues no pasa de 30,000 almas. Es plaza de armas y su cinda-
dela, dicen que después de Castel San Angelo que es la cindadela
de Roma, es la mejor de los Estados. En esta ciudad viví diez me-
ses, aunque no tan bien de salud, que no padeciera mis quebrantos,
principalmente de cabeza. Los compañeros que dejé en Bolonia,
dándome razón de su salud, me daban también noticia del semblan-
te de nuestras cosas.
"Aquí, lector mío, quisiera entregar la pluma, y que otro des-
mteresado hiciera las exequias a la Compañía. ¿Quién me hubiera
dicho, que dándome la mejor vida, había de ser testigo de su muer-
te? Y si no hay quien no disculpe a un hijo cuando prorrumpe en
alabanzas a una madre, y a una madre cual fué la Compañía, per-
mítasele a mi llanto hacerle el funeral. Si mis culpas, como creo,
han sido, Madre mía, la causa de que te mires destruida, a Dios he
pedido perdón, y espero que su piedad me lo conceda. Bien sé que
de tus entrañas piadosas, de tu Instituto santo y bueno, no debían
nacer hijos como yo; ¿pero al fin como hijo, por qué no he de llo-
rar tu destrucción? ¿No es lo primero que sucede, que otros hijos
C. III. LOS jesuítas mexicanos en la península italiana 443
también han alcanzado en días a una madre; mas si esto sabía, a
mí, por qué. Madre mía, no alcanzaste de Dios me acortara la vida?
"Esto fué, lector mío, el 16 de Agosto de 73, en que pasando dos
Monseñores de Orden y con el Breve de Su Santidad, al Colegio del
Jesús en Roma, intimaron al ilustrísimo por su nobilísima casa
en Florencia, el que fué mi General, y hoy es el Sr. Abate D. Loren-
zo Ricci, la total destrucción de la Compañía ; quien, según fué voz
corriente aquí en Bolonia, comenzó luego a desatar el cíngulo para
entregar la sotana en señal de la obediencia que siempre profesó,
con nuestro Santísimo Fundador el grande Ignacio de Loyola, toda
la Compañía a las llaves de la Iglesia de San Pedro. Aquí en Bolo-
nia se intimó dicho Breve a todas nuestras casas; pero para miti-
gamos el dolor, no hicieron más de entregarlo, diciendo el conte-
nido de él, y pidiendo lista del número de sujetos y del cargo que
tenían en cada casa. En Ferrara donde me hallaba, fué el 28 del
mismo día del Patriarca y Dr. de la Iglesia, San Agustín; fué el
Sr. Vicario (que así llaman aquí al que hace veces de Provisor) con
otros dos Notarios, sujeto verdaderamente amante de la Compañía,
y haciéndome antes de intimar el Breve, una arenga bastante tier-
na en que mostraba el dolor de correr con semejante paso, mandó
a uno de los Notarios que leyera todo el Breve. Leído que fué, se
nos intimó que dentro de ocho días vistiéramos los hábitos clerica-
les, sin salir de la ciudad. Esto lo conseguí para regresar otra vez
a esta mi casa de Bolonia, presentándome ya en hábito clerical al
Excmo. Sr. Espiridión Borguese, Legado ad latere de aquella ciudad
que por el afecto que siempre tuvo a la Compañía, o porque en
efecto de los que son verdaderamente nobles, manejara con cari-
dad a un inferior, en las dos veces que estuve con Su Emma. le me-
recí mucha atención, dándome carta firmada y sellada de su puño
para el Emmo. Legado de esta ciudad, la que entregué en mano
propia luego que llegué."
*
* *
"Viéndome ya sujeto al Ordinario, me fué preciso, luego que
llegué a presentarme al Sr. Arzobispo, que es el Emmo. Sr. Carde-
nal D. Vicente Malveri, nativo de esta ciudad, quien al pedirle las
facultades de confesor, me habilitó con amplitud, usando de pie-
dad y cariño y atención, que generalmente están experimentando
444 LA DESTRUCCIÓN
de Su Emma. todos los Nuestros, concediénddles hasta ahora fa-
cultad para que sigan nuestros Oratorios privados, pero sin la dis-
tribución religiosa. Este es el estado en que actualmente nos halla-
mos, procurando cada uno su acomodo, un rincón donde vivir, y
un italiano que nos dé un bocado para comer. Te aseguro, lector
mío, que no sé si más que con tinta, con lágrimas escribo este pa-
saje. Considéranos, sea quien fueres, amante o desafecto a la Com-
pañía, pero al fin racional y cristiano, que te has de hacer cargo
cuánto será lo que encierran nuestros pechos, destruida la religión ;
unos con diez, otros con veinte, otros con treinta y cincuenta años,
que vistieron la sotana; unos enfermos, muchísimos viejos. Pres-
cindo ahora de sus méritos, ya por sus causas y facultades en ellas,
ya por su literatura y servicios a la religión en las ocupaciones más
serias ; no es apología sino sentimiento digno de ver uno a sus her-
manos en tierra y país extraño, distantes de su patria 3,000 leguas,
buscando por estas calles no ya personas de distinción que los ad-
mitan en sus casas, porque quedándoles algún lucro, tiene a des-
doro tener a otros en contrata, sino una medianía, que no sea un
oficial ordinario que después de pagarle el dinero los quiera tra-
tar como a gente más ordinaria que él. Muchos de los Nuestros,
temiendo el concurso que hay aquí tan grande de jesuítas, han ha-
llado ya casa en que vivir por no mirarse en la calle: de modo que
las casas en que estábamos 15, 20 y 50 sujetos, apenas hay en ellas
ocho o diez, mientras se cumple el alquiler que es cada año. La
pena de cada uno de los que se van saliendo de nuestro lado es
grande, así por contemplar lo que van a padecer, como por privar-
nos de su compañía" (1).
* *
Durante su residencia en Italia, dice D. Andrés Muriel, un
número considerable de jesuítas americanos cultivó distinguida-
mente las ciencias y las artes. Las bibliotecas públicas eran fre-
cuentadas por estos hombres ansiosos de instruirse, a quienes la
(1) Hasta aquí el P. López de Priego, cuyos datos biográficos según
el catálogo de Celis, son: que nació en Puebla el 8 de Febrero de 1730; hizo
su profesión de cuatro votos el 3 de Abril de 1751; cuando el decreto de ex-
pulsión, estaba en el Colegio de Indios de San Francisco Javier, con cargo
de consultor de casa, catequista y maestro del idioma mexicano. Murió en
Bolonia el 22 de Enero de 1802.
DOí^ JOSEPH DE CALVEZ, REGIDOR PERPETUO
de h M. R Ciudad de Málaga , Caballero Gran Cruz de
b Real Distinguida Orden de Carlos Tercero , del Con-
sejo de Estado de S. M. , su Secretario de Estado, y del
Despacho Universal de Indias, Consejero, Camarista y
Gobernador de su Consejo Supremo , y Superintendente
general de Azogues, del cobro y distribución de ía Real
Hacienda, Casas de Moneda y Comercio de aquellos
Dominios.
Por quanco el Rey ha concedido fic^da i ¿A^^^ Ut^,**<4^
Por tanto manda SJSi. álos Jueces de Atr2aáa$ de Indias de quaí^quie»
Puercos Ác España , y demás personas á quienes corresponda \ no le pon.
gan unpedimento alguno, á fin de qiie pueda embarcarse para el reff rido
destino en la ocasión que mas le acomode j y á este efecT» expido eí pre-
sente Pasaporte , firmado de mi mano. Dado en j^^^/U*^ - -■—
á í^í^^,*. y A^ de .^u¿ dfi mil setecientos ocienta y ^^.»y^
'7r
Patente de misionero extendida por el VisitadfJir Oálvez.
';. III. LOS jesuítas mexicanos en la península italiana 445
desgracia impelía aún con más viva fuerza a esta ocupación con-
soladora. Las academias, y aun los mismos teatros, han sido ador-
nados con sus discursos y sus obras. Ellos depositaban en los pe-
diódicos literarios el fruto de sus continuas tareas; y debe confe-
sarse para su gloria, que sus discusiones tenían frecuentemente
por objeto vengar el honor de esta misma patria de que acababan
de ser expulsos con tanta inhumanidad, contra las producciones
virulentas de algunos escritores italianos, que solicitaban depri-
mir la riqueza y la gloria de la literatura española.
Si los jesuítas de la provincia de México hubiesen podido dis-
poner de algunos fondos, inconcusamente se vería hoy un número
considerable de obras de todo género escritas por ellos, tales como
la "Defensa de la Santa Sede en la expedición de sus Bulas y Bre-
ves" del P. José Vallarta, último catedrático de Suárez en nuestra
Universidad, las del P. Agustín Castro, principalmente sobre la
Sagrada Escritura, y la Historia Eclesiástica de América, las de
los PP. Salvador Dávila y José Campoy sobre matemáticas, física
y otras ciencias naturales; la del P. Julián José Parreño, sobre
oratoria sagrada; la del P. Ignacio Arámburu, en versos latinos
de la "Aparición de Ntra. Señora de Guadalupe ;" las del P. Cesati,
Francisco Chávez y García Diego, sobre mística y ascética; la de
los PP. José Antonio Hidalgo, Lizasoian, Ibarburu y Miguel Loza-
no sobre algunas noticias americanas; los hermosísimos versos de
los PP. Nevé, Dionisio Pérez, Acal, etc. ; la de los PP. Peza, Rotea,
Andrés Soriano, José Zamorano, etc., etc.
Sin embargo, en medio de esa escasez de recursos, no faltaron
ilustres mecenas que protegiesen los trabajos literarios de los je-
suítas mexicanos expulsos; y los escritos de éstos, que han visto la
luz pública, en latín, en castellano e italiano, serán siempre unos
imperecederos monumentos de la sabiduría de que abundaba la
provincia de México: tales son la multitud de escritos teológicos
y de controversia del P. Manuel Mariano Iturriaga, poblano, tan
apreciado por sus virtudes y saber, que habría sido nombrado car-
denal si las circunstancias lo hubiesen permitido; los teológicos y
las hermosas traducciones de Homero del P. Francisco Javier de
Alegre; las bellísimas poesías latinas del P. Diego de Abad; las
sapientísimas sobre arquitectura del P. Pedro Márquez; las poé-
ticas del P. Rafael Landívar; las elocuentes vidas en latín de los
más distinguidos jesuítas mexicanos del P. Juan Maneiro; los ana-
446 LA DESTRUCCIÓN
les de la ciudad de México del P. Andrés Cavo ; los apologéticos del
P. Valdivieso ; los del P, Molina, y en fin, para no ser más difusos,
la obra inmortal de la "Historia Antigua de México" que dedicó a
nuestra Universidad el P. Francisco Javier Clavijero, tan aplaudi-
da en Europa, traducida en todos los idiomas, y de que se han he-
cho multitud de ediciones ; y la de la Baja California, de no menor
mérito, aunque no tan conocida como la anterior.
Sobre la conducta de nuestros inocentes y proscritos paisa-
nos obsei-varon en Italia, bastará decir en su elogio, que en esa
época en que todos tenían puestos los ojos sobre los jesuítas, así
sus afectos y amigos, como sus perspicaces adversarios, no han lle-
gado a nuestras noticias, que ninguno de ellos fuese tachado de al-
gún vicio, se viese encarcelado o sufriera algún castigo por los
tribunales. Pero sí nos consta, que multitud de ellos fueron objeto
de edificación por sus virtudes en Italia, tales como los PP. Arrióla,
Arnoz y Arce, Bellido, Castillo, González, Iragorri, Corro, Ceballos,
Reales, etc. ; y aun entre los Hennanos Coadjutores, Sabel, Olava-
rrieta y Mandujano.
La invasión de los franceses en los Estados del Papa, como
consecuencia de su espantosa revolución, de la que fué víctima Pío
VI, dispersó a los pocos jesuítas mexicanos que ya existían en 1797 :
unos pasaron a España en unión de otros padres españoles, y se
avecindaron en Cádiz, donde prestaron importantísimos servicios
en la epidemia de fiebre amarilla en 1800, en cuyo heroico ejercicio
murieron los PP. Domingo e Isidoro González, hermanos, y el P.
Cuervo ; y otros que consiguieron pasaporte regresaron a su patria,
éstos fueron los PP. Atanasio Portillo, Juan Luis Maneiro, José
Policarpo Pwamírez, Esteban o Felipe Franyuti, Lorenzo Cabo y Mi-
guel González; estos padres, excepto el primero que murió en el
mar, llegaron a México a principios de 1799.
*
* *
Aunque el visitador Gálvez, y en pos de él hasta nuestros días,
algunos historiadores anti-jesuíticos pretendieron quitar importan-
cia a los efectos que en nuestro pueblo causó la expulsión ; el tiempo
que todo lo descubre, ha venido a echar fuera varios documentos
que desmienten tales pretensiones. Entre ellos existe una carta del
marqués de Croix a D. Antonio M. Bucareli, Gobernador entonces
C. III. LOS jesuítas mexicanos en la península italiana 447
de la Habana. Dice uno de sus párrafos: "Aquí hemos estado, se-
gún se va descubriendo, a peligro de perder el Reino, y yo creo que
si la expulsión de los Regulares de la Compañía no se hace en todo
el Reino en un mismo día y hora, con el profundo sigilo con que se
trabajaron las disposiciones, nos vemos en el día en los mayores
trabajos, porque todas las Provincias estaban contaminadas con el
horrendo proyecto de representar otras vísperas sicilianas en todos
los gachupines y gente blanca ; pero aún no estaba madura la con-
juración y el suceso de la expulsión la adelantó en algunas partes
y fué propagándose con bastante velocidad. Más fué aún la mía en
tomar las más activas providencias, enviando al Visitador a opo-
nerse a los pueblos rebeldes y a ejecutar los condignos castigos en
los reos. Con esto y con la gente armada que se alistó en algunas
ciudades, villas y pueblos, y la buena conducta de algunos oficiales,
Fe pudieron cortar las llamas que iban a poner en general confu-
sión a estos Reinos ; pero en el día, solamente subsiste en los cora-
zones de los infieles vasallos, y por lo mismo es preciso vivir con
cuidado" (2).
Cual haya sido el desenlace de estas manifestaciones populares,
nos lo declara la sentencia pronunciada inicuamente por D. José
Gálvez en San Luis Potosí, y que nosotros, como hijos de la Com-
pañía de Jesús, estampamos con especial agrado para que consten
los nombres y apellidos de los que dieron su sangre y pueden con-
siderarse como mártires e insignes bienhechores de la misma
Compañía.
El documento de referencia dice así: "En la causa criminal
de tumultos y rebelión verificados en el Real Cerro y en esta ciu-
dad, y otros muchos de su jurisdicción, desde el día diez de Junio
de este año hasta el 9 de Julio próximo, sobre los varios e injustos
pretextos de que se valieron los serranos y demás sediciosos alia-
dos con ellos para perturbar la paz pública y oponerse últimamen-
te, a viva fuerza a la expulsión de los jesuítas que residen en el co-
legio de esta ciudad. Vistos estos autos, formados por mí, y las su-
marias extendidas por los comisionados que nombré en providen-
cia del día 28 de Julio próximo pasado, y considerados los méritos
que de todos resultan hasta ahora, con atención a la naturaleza de
la causa, su gravedad y demás razones expuestas en el auto ante-
(2) Archivo Histórico Nacional de Madrid, Ordenes Monásticas jesuí-
Hcas, Legajo 83.
448 LA DESTRUCCIÓN
cedente, sobre la suma dificultad de sentencias a un tiempo, la mul-
titud de reos comprendidos en la sublevación de los pueblos de esta
provincia, hallándose más de quinientos en las cárceles, de ellos, y
siendo por lo mismo tan conveniente como indispensable determi-
nar dichas causas con separación de distritos y proporcionar que
se vayan poniendo en estado de sentencia, a fin de no retardar el
ejemplar y escarmiento a que se dirigen las penas y castigos : Fa-
llo que debo condenar y condeno a pena capital y de horca, como
traidores y sediciosos, a Juan Antonio Osorio, José Patricio Alanis,
Nicolás Antonio Oviedo, Jwin Antonio Cárdenas (alias Velador),
Pedro Ventura (llamado Pedrito), decano de Santiago, Lázaro Es-
teban (cigarriüo), Nicolás Antonio Olova, del Cerro de San Pedro,
Andrés Oliva del Monte Caldera, Jvun Basilio Pérez y Juan Este-
ban Correa, mayordomo y arriero de la Sauceda, contigua al mis-
mo cerro de San Pedro; y ajusticiados que sean en la horca que es-
tá en la plaza pública de esta ciudad, se han de separar las cabe-
zas de los cuerpos muertos de dichos Juan Antonio Osorio, José
Patricio Alanis, Juan Bautista Pérez y Andrés Oliva, por el eje-
cutor de la Justicia, y se pondrán en otras tantas picotas, bien ele-
vadas frente de la habitación que tuvo cada uno, donde han de
perseverar hasta que el tiempo las consuma enteramente ; y las ca-
sas de todos serán derribadas y sembradas de sal; sus bienes con-
fiscados, y sus familias arrojadas y expelidas de sus respectivas
poblaciones, intimándoles que ni ellas ni sus descendientes podrán
.lamás volver a esta provincia; y a Petra Regalado, mujer del refe-
rido José Patricio, Esteban Ramón Camarillo, su hijo y Ana de
Olalla, mujer de Juan Antonio Osorio, se ejecutará el destierro per-
petuo, pasándolos primero por debajo de la horca, después de ha-
berse cumplido esta sentencia en sus maridos y padre respectivo.
Así mismo se han pronunciado en ésta a 40 hombres a presi-
dio perpetuo para la Habana y Veracruz, a disposición de su Exce-
lencia, y tres dados por libres. San Luis Potosí, 7 de Agosto de
1767."
CAPITULO IV
CONTINUA LA DESTRUCCIÓN RELIGIOSA
Decretos de despojo — Monto de las temporalidades. — Empleo de los bie-
nes jesuíticos. — Cómo quedaron las misiones. — Legalización del robo. — Teso-
ros ocultos. — El Tomo Regio y el IV Concilio, — Las sesiones antijesuíticas. —
Prepárase la persecución contra los frailes. — El regalismo del Concilio. — Los
obispos y los problemas nacionales.
bibliografía especial
AJIRIL.L,AGA, BAStLIO. — Concillo Tercero Provincial Mexicano. — México, 1859.
DECOB^n:, GERARDO. — Historia de la Compafifa de Jesús en la República Me-
xicana.— GuadaJajara, 1814.
FONSECA, FABIÁN Y ÜRRUTIA, CARLOS.— Historia General de la Real Ha-
rienda. — -México, 1845.
GR.ANAD08, JOSÉ JOAQUÍN.— Tardes Americanas.— México, 1778.
LEÓN, NICOLÁS. — Apuntamientos Bibliográficos sobre el IV Concillo Mexicano.
- México, 1903.
RIU Y CABASAS, R.-IMON.- Pieww Inéditas del ConcUio IV Provincial Mexicano.
—Toledo, 1858.
VER.4, FORTINO HIPÓLITO. — Apuntamientos Históricos de los Concilios Pro-
vinciales Mexicanos. — México, 1883.
VER.4, FORTINO HIPÓLITO. — Colección de Documentos EdesUstioos de México.
— Amecameca, 1887.
t>
450 LA DESTRUCCIÓN
;^^;^A expulsión de los jesuítas, ya por sí misma herida
mortal en la civilización de la Nueva España, trajo
en pos de sí otra serie de males gravísimos y tras-
cendentaJes como son los que vamos a bosquejar en
el presente capítulo.
Fué el primero de estos males el robo sacrilego que por una
serie de reales órdenes y con todo el agravante de escándalo y
abuso de autoridad, se perpetró sobre los bienes de la Compañía
de Jesús. Advertimos desde luego, que hablando de tal asunto no
nos extenderíamos escribiendo en esta obra, si sólo del despojo
de esa orden se tratase; pero lo hacemos porque se trata de algo
general y fundamental: del origen de la rapiña oficial en nuestra
patria.
La documentación no la traemos, aunque bien pudiéramos ha-
cerlo, de fuentes jesuíticas, antes por el contrario de fuentes ofi-
ciales, en este caso antijesuíticas, cuyos originales se hallan en el
Archivo General de la Nación y ya vulgarizados en una colec-
ción oficial de documentos, malamente intitulada "Historia Ge-
neral de la Real Hacienda."
Tan amigos eran del régimen anti jesuítico los autores, o en
términos más propios, compiladores de esos documentos, que em-
piezan así: "Usando nuestro augusto Monarca el Señor D. Car-
los HI (de tierna memoria) de la alta autoridad económica, inse-
parable de la soberana, universal e independiente, que en lo tem-
poral gozan los Reyes Católicos dentro de sus vastos fieles domi-
nios, tuvo a bien, no sólo expedir el real Decreto de 27 de Febre-
ro de 1767, firmado de su real mano para el extrañamiento y ocu-
pación de las temporalidades de los regulares que se llamaron de
la Compañía de Jesús por los motivos que no toca inculcar (sic) al
vasallo, y siempre están marcados con el sello de justos, sino man-
dar que esta resolución fuese ley fundamental y pei-petua del Rei-
no a cuyo fin se recopilase en el Código de Castilla" . . .
Veamos, glosándola entre paréntesis, la parte del decreto alu-
dido que a los bienes temporales de los jesuítas se refiere: "Usando,
dice, de la suprema autoridad económica que el Todopoderoso ha
depositado en mis manos (hipocresía y pecado por querer tener a
Dios como cómplice de un robo sacrilego) para protección de mis
vasallos y respecto de la Corona (que desde entonces empezó a re-
bajarse) he venido en mandar extrañar de todos mis dominios de
C. IV. CONTINUA LA DESTRUCCIÓN RELIGIOSA 451
España e Indias e Islas Filipinas y demás adyacentes, a los regu-
lares de la Compañía ... y que se ocupen todas las temporalida-
des de la Compañía en mis dominios . . . sus bienes y efectos, así
muebles raíces o rentas eclesiásticas que legítimamente posean
en el Reino, etc." (no le faltaba a su Majestad más que exclamar:
''El respeto al derecho ajeno es la paz" para ponerse al nivel que
le correspondía) .
"Para apartar (prosigue) alteraciones o malas inteligencias
entre los particulares, a quienes no incumbe juzgar ni interpre-
tar las órdenes del Soberano : mando expresamente que nadie es-
criba, ni imprima, ni expenda papeles u obras concernientes a la
expulsión de los jesuítas de mis dominios ... y encargo muy es-
trechamente a los Reverendos Prelados Diocesanos (haciéndoles que
me sirvan de cómplices y lacayos) no permitan que sus subditos
escriban, impriman ni declamen sobre este asunto," (órdenes que
no se dan sino cuando se tiene mala conciencia de lo mandado.)
Tenemos pues, que, sin previo arreglo con la Santa Sede, un
monarca llamado el Católico, despoja de sus bienes que él mismo
confiesa ser legítimamente adquiridos, a millares de subditos ino-
centes, sin juzgarlos y sin oírlos.
¿Cuál fué la calidad y el monto de los bienes arrebatados a
los jesuítas en la Nueva España? Daremos el apunte oficial por
el virrey suscrito y por el Supremo Consejo aceptado, pero antes
de darlo diremos que en el cateo que se hizo de las casas de Mé-
xico según que consta en documentos aún visibles y legibles (1),
lo que se encontraba en cada aposento era una mala mesa, una o
dos estampas de papel, una silla y un catre, es decir que cualquie-
ra que haya sido la riqueza de la Comunidad, cada individuo de
ella era verdaderamente, pobre de Cristo.
Bajo el número 23 del capítulo "Temporalidades" aparecen
firmadas por el virrey Bucareli las siguientes formidables noticias :
"los jesuítas tenían ciento veinticuatro propiedades rústicas, entre
ranchos y haciendas, molinos y trapiches, de las cuales estaban en
el Arzobispado de México cuarenta y una, en el de Puebla cincuen-
ta y tres, en el de Oaxaca dos, en el de Michoacán trece, en el de
Guadalajara tres, en el de Durango doce."
(1) A. G. N. "Temporalidades" No. 228.
452 LA DESTRUCCIÓN
Aparte de esto anuncia el mencionado virrey que dará no-
ticias de las fincas urbanas que poseían dichos regulares y se ha-
bla además de multitud de documentos, de dineros en metálico y
de cantidad de alhajas.
Exponiendo estos datos, que son verdaderos, pero que no son
toda la verdad sino parte de ella, es como se ha llegado a formar
el concepto de la desmesurada riqueza, de fabulosos tesoros que
poseían los jesuítas; pero falta decir toda la verdad. Esta apa-
rece en el Estado oficial expresivo del manejo de fondos ex-jesuíti-
cos durante el quinquenio corrido desde 1788 hasta, 1792, que ofre-
cemos entre estas páginas. A reserva de su más detenido análi-
sis, que pueden hacer los lectores, saltan a la vista datos que de
un golpe echan abajo las fantásticas ideas sobre esos tesoros.
Los réditos de los capitales impuestos daban, en números re-
dondos, cada año, ciento treinta y dos mil pesos ; el arrendamiento
de fincas urbanas, cuatro mil doscientos ; el producto de haciendas
rústicas, ¡pasmémonos! seis mil ochocientos cincuenta, y así por
el estilo en renglones menos importantes; de manera que el total
de ingresos en los cinco largos años, fué de ochocientos sesenta y
Ires mil setecientos cuarenta y seis pesos, un real y cero granos,
lo que daba una entrada anual de ciento setenta y dos mil sete-
cientos cuarenta y nueve pesos. Suponiendo que esos productos
hubiesen ascendido en tiempo de sus honrados administradores y
verdaderos dueños hasta $400,000 en vez de $180,000, todavía aque-
lla suma no había sido una cosa del otro mundo para sustentar 30
colegios con todos sus alumnos gratis, con sus correspondien-
tes treinta iglesias y 30 bibliotecas, y mantener además a toda
la indiada de las misiones del norte. Pero nótese sobre todo, que,
esos supuestos $400,000 eran las entradas brutas, de las que ha-
bía de deducir infinitos salarios, réditos y demás gravámenes de
que no sería fácil dar cuenta específica, mas que en realidad exis-
tían, y tanto que en el dicho estado o balance, como pueden ver
con asombro nuestros lectores, hubo en solos cinco años el pequeño
déficit de cuatrocientos mil y tantos pesos. Verdad es que se robó
grandemente, como luego advertimos, pero aun concediendo ésto,
luego se echa de ver que la soñada "opulencia indefinida" no exis-
tía. Salidos los jesuítas hubo fondos para manejar los fondos, pe-
ro ya no hubo ni para las misiones, que se vinieron abajo comple-
El P. Francisco Javier Clavijero.
Gal. del Museo N. de México
C. IV. CONTINUA LA DESTRUCCIÓN RELIGIOSA 453
tamente por falta de recursos, ni para los colegios que perecieron
de inanición, ni menos hubo fondos para matar siquiera el ham-
bre de los mismos verdaderos dueños que vivían o morían en el
dr»stierro ; porque cinco mil cuatrocientos cuarenta pesos para man-
tener en Europa durante todo un quinquenio a trescientos sujetos,
es sencillamente una irrisión; aunque eso sí, no faltó en primera
partida de gastos el pago de los reales empleados que ascendió
en el mismo período a ochenta y tres mil y tantos pesos.
* *
Cuál haya sido el desfalco y desbarajuste en que quedaron las
misiones cuando sus bienes pasaron a manos laicas, bien claro lo
dejó escrito el honrado conde de Revillagigedo cuando, preguntado
desde España sobre el particular, aun sabiendo que la verdadera
respuesta había de disgustar, contestó lo siguiente: "No hay du-
da en que los reales disiparon o malversaron las ricas temporali-
dades de todas o la mayor parte de las misiones, y que faltándoles
estos fondos, tampoco puede evitarse su decadencia o ruina.
"Se experimentó desde luego en las de Sinaloa y Ostimuri, por-
que los clérigos que en coiix) número se encargaron de ellas, en
la clase o con el título de curas doctrineros, no gozaron sínodos
para mantenerse con regular decoro y decencia, ni tuvieron otras
obvenciones y derechos parroquiales, que los que percibían de las
familias españolas y demás castas que llaman de razón, en cuotas
o cantidades más o menos grandes y aranceladas a su antojo, o a
las posibilidades de sus feligreses.
"Esta falta y escasez de auxilios se hubieran compensado con
la consei'vación de los bienes comunes de las misiones; pero como
•se hallaron casi perdidos, o enteramente disipados, tampvoco pu-
dieron observarse, ni sostenerse las reglas del buen gobierno es-
piritual y temporal establecido por los regulares extinguidos.
"Los curas doctrineros no tenían fondos de caudales, ni arbi-
trios para alimentar y vestir a los indios y a sus familias, no po-
dían obligarlos a trabajar sin remuneración, ni impedirles que
buscasen de cualquier modo el remedio de sus necesidades; y de
todo esto han sido consecuencias lastimosas el abandono de los
mismos indios, que olvidados de los principios admirables de su
454 LA DESTRUCCIÓN
educación cristiana y civil, se entregaron prontamente a la ociosi-
dad y vicios, viviendo en la mayor miseria.
"La fuga de familias enteras, o sus traslaciones voluntarias,
irremediables y sensibles a los montes y a distintos domicilios,
dejaron los pueblos casi sin gentes, sin gobierno y sin policía, las
iglesias desiertas, la religión sin culto, y los campos sin brazos
para su labranza, conservación y fomento de sus ganados, convir-
tiéndose en esqueletos, si no todas, la mayor parte de las misiones
de Sinaloa y Ostirauri, cuando se hallaban al tiempo de la expul-
sión de los jesuítas en estado de secularizarse, o erigirse en cu-
ratos" (2).
MISIÓN DE CALIFORNIA
"Los regulares extinguidos dejaron más de 800,000 pesos en
dinero, efectos, cantidades impuestas a rédito y fincas rústicas,
que forma el fondo piadoso en que se sostienen y establecen las
antiguas y nuevas misiones, ¿cuándo en los tiempos presentes po-
drá llegar el caso de que el erario del Rey se constituya en nue-
vos y cortos gravámenes para que se continúe los progresos de
la conquista espiritual de los indios californios?; porque las fin-
cas del fondo piadoso caminan con precipitación a su decadencia,
y, porque no hay quien se dedique a la solicitud de otros bienhe-
chores que como el Marqués de Villa-puente, su mujer Doña Ger-
trudis de la Peña, marquesa de las Torres de Rada, D. Juan Caba-
llero, D. Nicolás de Arriaga, el Excmo. Sr. D. Luis de Velasco,
el padre jesuíta Juan María Luyando, y la Excma. Sra. Doña Ma-
ría de Borja, establecieron el referido fondo con sus gruesas li-
mosnas, siendo ellas por consecuencia de los verdaderos agentes
de la propagación de la fe en la península de California, y de la
extensión de los reales dominios de S. M. : impidiendo que sean
ocupados por potencias extranjeras, o que al menos se acerquen
demasiado, como lo intentan, a nuestras antiguas posesiones es-
pañolas."
MISIONES EN LA SIERRA TARAHUMARA
"Es muy lastimoso el estado de las que se pusieron a cargo de
sacerdotes clérigos, pues las más se hallan sin ministros, y los
(2) A. G. N. Correspondencia de Virreyes. T. 33.
C. IV. CONTINUA LA DESTRUCCIÓN RELIGIOSA
465
existentes en calidad de interinos, sirven contra toda su voluntad,
haciendo repetidas renuncias, que no se admiten, porque no hay
quien las sustituya.
"Al Rev. Obispo de Durango encomendó estas Misiones el cu-
ra del Real de Minas de Cugsiguriachi (Cusihuiriachic) ; pero aun-
que sean grandes los esmeros, no pueden alcanzar al desempeño de
la Misión, porque lo impiden las distancias, la fragosidad de los ca-
minos de la Sierra Madre y la prostitución de unos indios verdadera-
mente abandonados desde la salida de los regulares extinguidos.
"Ha sido menos sensible la falta de estos regulares en las Misio-
nes de que se encargaron los del Colegio de Ntra. Señora de Guada-
lupe de Zacatecas, y bien puede asegurarse que se hallarían en es-
tado floreciente, si no las hubiesen recibido, despojadas de sus bie-
nes comunes.
"Este despojo fué un error del Comandante de las armas de
Chihuahua, D. Lope de Cuéllar, comisionado para la expatriación
de los regulares extinguidos; pues con los mejores deseos de acer-
tar agregó a la gran masa "temporalidades" las que eran propias
de las misiones.
"Por conclusión, traslado a la letra lo que me expuso el inten-
dente que fué de Durango, D. Felipe Díaz de Ortega, en su infor-
me particular sobre las misiones de Nueva Vizcaya, y es como si-
gue : "En los tiempos en que se administraban por los padres ex-
pulsos los bienes y tres misiones que estaban a su cargo, se halla-
4E6 LA DESTRUCCIÓN
ban en estado floreciente, y sus hijos más reducidos a sus pueblos,
los templos bien adornados y el culto divino en el aumento posible,
notándose tan sólo el cuidado de que los indios no se mezclasen con
los de otras castas, ni aprendiesen el castellano."
Cuando el rey y los suyos se vieron delante de tantísimo di-
nero semítico, el que había y el que se imaginaban, ¿qué medidas
tomaron y qué actitud de ánimo? Exactamente la misma actitud
que viene a ser característica en todos los rateros : grande inquie-
tud por el mal habido que parecía que se les quemaban las manos ;
gran precipitación por soltarlo y grande suspicacia de todos los
cómplices entre sí, suponiendo y esta vez con mucha razón, que ca-
da uno apañaría para sí lo más y lo más pronto que pudiese.
Por todas estas circunstancias, D. Carlos por la gracia de Dios
Rey de las Españas, etc., a los de su Consejo, Presidente y Oidores,
etc., señaladamente a los jueces comisionados que entendían en es-
tos mis Reinos en la ocupación de temporalidades de los regulares
de la Compañía de Jesús, etc., les dijo, "salud y gracia, sabed: que
liabiendo acreditado la experiencia la gravísima deterioración y
menoscabo en que se constituyen los bienes raíces de las tempora-
lidades ocupadas a dichos regulares (de la Compañía) por los ries-
gos y contingencias que en la mayor parte de su administración,
especialmente en mis dominios de Indias, que por estar distantes
es más expuesta a gravísimas quiebras y casos fortuitos, particu-
larmente los obrajes de pan, trapiches, ingenios de azúcar, cháca-
ras y haciendas de campo, estancias, rancherías y hatos de ganado,
fiados a mulatos y negros que sólo pueden trabajar fielmente a la
vista del dueño de modo que, aun por su misma conservación es ne-
cesaria la traslación a dominio particular; agregándose a todo, la
expresa prohibición (solemne mentira) que tuvieron los regulares
de la Compañía para adquirir bienes raíces en los expresados mis
dominios de Indias, conforme a la ley fundamental que estableció
el Señor Rey Carlos I, poniendo una especie de vinculación a fa-
vor de los conquistadores, a la cual quedaron sujetos dichos regu-
lares desde luego que pasaron en el reinado siguiente del Sr. Feli-
pe II su hijo, a los citados mis dominios ultramarinos, cuyo abuso
y contravención de hecho está resistiendo la legitimidad en dichas
C. IV. CONTINUA LA DESTRUCCIÓN RELIGIOSA 467
adquisiciones, haciendo justa y aun necesaria la providencia de
poner los bienes raíces que poseían las casas de la Compañía en di-
chos mis reinos de Indias, en manos libres . . . quedando bajo de
mi real patronato y protección inmediata, con prohibición de que ja-
más pudiesen pasar a manos muertas, arréglase el Consejo la ins-
trucción conveniente ..." etc.
Así, negando de una plumada derechos seculares mil veces re-
conocidos por toda clase de autoridades, inventando derechos an-
tiguos que no existieron, como lo de "vincular la tierra a favor de
los conquistadores," dio en tierra con el patrimonio de la juventud
escolar de Nueva España, y con el más necesario todavía, de las
misiones, que eran toda nuestra civilización. Odioso y malo como
es el robo, resulta peor y abominable cuando para perpetuarlo se
intenta torcer las fundamentales normas del derecho positivo y
del derecho natural.
El decreto citado, que es de 27 de marzo de 1769, se endereza-
ba a crear juntas provinciales y municipales para la venta de los
bienes confiscados. Era ya la quinta variante en la administración
de ellos y en pos vinieron todavía múltiples formas de juntas, de-
legaciones, inspecciones que no servían sino para aumentar suel-
dos, dar nuevas ocasiones a la desaparición de fondos y revelar
el estado de inquietud y de maldición en que se movían esas "tem-
poralidades" (3).
Una fase muy odiosa de todo este sórdido manejo era el deseo
de cohonestarlo introduciendo en tales juntas, aunque fuera de só-
lo título, a algún eclesiástico, a poder ser al mismo obispo ; así en
el artículo sexto para la organización de las juntas municipales lee-
mos: "deberá el (comisionado) formar una junta, compuesta del
mismo comisionado, de un regidor que nombre el Ayuntamiento,
de un eclesiástico diptitado por el Reverendo Arzobispo u Obispo
y de los diputados y personas del común, los cuales han de rever
los inventarios y advertir las omisiones que hallaren, etc. . . ."
Temple de mártir hubieran necesitado los eclesiásticos así
comprometidos, para enfrentarse con todo un rey de España, y
perspicacia inexigible para reconocer un ratero en un regio beato,
que iba vestido con el escapulario y colores de la Purísima Concep-
ción, que ceñía su real cintura con el cordón de la venerable or-
(3) V. Historia de Real Hacienda, T. 5. Págs. 90 a 243.
458 LA DESTRUCCIÓN
den tercera de nuestro seráfico padre San Francisco. Algo menos
desorientados hubieran estado si Su Sacarreal Majestad se hubiese
presentado en la indumentaria propia del caso y con su correspon-
diente sombrero tejano . . .
Desgraciadamente (aunque se les puede suponer buena fe)
entraron a la repartición de lo chico y de lo grande, eclesiásticos
dví todas las esferas, pero por supuesto, mucho más seglares que
eclesiásticos.
Una muy buena parte, todo lo que se podía, de lo vendido de
los tesoros y de las alhajas las perdía para siempre nuestro país,
como por repetidas reales órdenes estaba mandado: En diferen-
tes reales órdenes (leemos) se halla prevenido "deben remitirse
incesantemente a España, a mi disposición, todos los productos li-
bres de las temporalidades de Indias, los capitales que estén por
imponer, y los que en lo sucesivo se fueren redimiendo : el importe
de las ventas de alhajas de oro y plata, de segunda y tercera clase;
los sobrantes de las obras pías, así como las cantidades reservadas
en las aplicaciones para alimentos de los ex-jesuítas; los caudales
pertenecientes a los mismos individuos de sus patrimoniales ca-
pellanías, renuncias u otra cualquiera causa, y los precedentes de
la retención de cien pesos que debe hacérseles, cuando su renta
pnual exceda de los doscientos pesos. Para evitar, pues, en los asien-
tos de las oficinas las perplejidades o equivocaciones que han sa-
lido y pueden todavía seguirse."
Por supuesto y veamos cómo la historia se repite, una vez sa-
lidos los jesuítas, en todas partes se dieron a escarbar la tierra y
a horadar paredes en busca de más tesoros, una de las cuales exca-
vaciones queda así relatada en el diario de Castro Santana: "El
día 30 de marzo de 1786, dieron una denuncia al Sr. Virrey de que
ai pie de la torre de la casa Profesa en cierto lugar había dinero
enterrado, por lo que mandó se escavase y pusiese guardia del re-
gimiento de la Corona: estuvo escavándose hasta el día 31 por la
noche ; no se encontró nada y se mandó tapar el hoyo ; asistió a es-
ta escavación el secretario de Guerra D. José Caraballo, y caballe-
rizo de Su Excia. Francisco Carrillo."
Con doscientas ochenta y siete reales órdenes de carácter ge-
neral y otra infinidad de ellas a particulares que fueron necesarias
C. IV. CONTINUA LA DESTRUCCIÓN RELIGIOSA 459
para la ejecución, se puso en movimiento por más de un siglo, a
trabajar sobre bienes ajenos a millares de empleados, con lo cual
y con el mal ejemplo del monarca y con la perversión de principios
fundamentales, se inoculó desde entonces en nuestra patria la in-
curable lepra del latrocinio "legal." Por eso, los párrafos hasta aquí
descritos son la historia de la destrucción, más que de tales o cuales
bienes materiales, de la conciencia pública y de la honradez oficial.
No queremos quitarle nada de su culpabilidad a ninguno de
los gobiernos de nuestro país, usurpadores de bienes ajenos; pero,
por patriotismo y por sana filosofía de la historia, conviene dejar
bien asentado que el mal ejemplo ya lo habían recibido mucho an-
tes de la independencia, y que para ser bandido no es de absoluta
necesidad el haber nacido en la República Mexicana.
*
* *
Un ascua de oro, sorprendente y magnífica parecía la capi-
lla de los Reyes de la catedral de México el 13 de enero de 1771
convertida como estaba en un imperial salón donde se inauguraba
el llamado Cuarto Concilio Mexicano.
Cualquiera diría que la Iglesia Mexicana venía allí a hacer
alarde de los laureles por dos siglos conquistados en el vasto campo
del Anáhuac, para emprender otra triunfal carrera después de en-
tonar sus alabanzas al Criador . . .
"Nimio ne crede colorí :" bajo aquellas apariencias, en medio
de solemnidades hasta entonces nunca vistas y hasta con su caché
de protocolo versallesco, lo que iba a celebrarse era algo bien triste,
la exaltación de las regalías sobre la Iglesia, y lo que peor es, la
rendición servil del Episcopado a los poderes laicos, intrusos y mal
intencionados que por aquel entonces regían indignamente los des-
tinos de la noble Nación Española.
Convocados por el Rey, y no por el Papa, asistieron a esta reu-
nión el limo, y Excmo. Sr. Lorenzana, metropolitano de la provin-
cia mexicana, y los limos, y Rmos. Sres. Miguel Alvarez de Abreu,
obispo de Antequera (Oaxaca) ; D. Fr. Antonio de Alcalde, domini-
co, obispo de Yucatán ; D. Francisco Fabián y Fuero, obispo de Pue-
bla, después arzobispo de Valencia; D. Fr. José Díaz Bravo, car-
melita descalzo, electo de Durango. El limo, y Rmo. Sr. D, Pedro
Sánchez de Tagle, obispo de Michoacán no asistió por sus enfer-
460 LA DESTRUCCIÓN
medades ; estuvo en representación suya y con voto decisivo el Dr.
I). Vicente de los Ríos, doctoral de su Iglesia. La mitra de Guada-
lajara, se hallaba vacante por el fallecimiento del limo, y Rmo. Sr,
D. Diego Rivas ; pero representó al venerable cabildo de esta se-
de el Dr. D. José Mateo Arteaga, doctoral de ella, también con voto
decisivo, según sus poderes. De los Sres. aquí nombrados, el limo,
obispo de Durango D, Fr. Vicente Díaz Bravo recibió orden, a
principios de agosto, de volver a España en calidad de preso, mas
no llegó a su destino por haber fallecido en el mar.
No mencionamos los nombres de los demás teólogos y vocales
que asistieron a las asambleas, como en casos análogos, tratando
de los anteriores concilios lo hicieron, porque en realidad nada sig-
nifica el haber asistido a una reunión que con el título de eclesiás-
tica vino a resultar tan sólo una rebelión a la Santa Sede, y en
parte también una sórdida intriga del gabinete masónico de Madrid.
Bien claro se vio desde sus comienzos, en cuyas manos estaba
el asunto y cuál era el verdadero programa del llamado Concilio
Mexicano: en 21 de agosto de 1769 se les giró a las autoridades
eclesiásticas y civiles de América y Filipinas el detestable cedulón
conocido en la historia con el nombre de "Tomo Regio." Precedióle
un ruego y encargo a los mismos prelados para que, "de acuerdo
con mi vice-patrono asistáis a la celebración del Concilio contri-
buyendo con vuestros esfuerzos a que en todas sus partes tenga
cumplido efecto mi expuesta y deliberada voluntad."
La expuesta y deliberada voluntad de Carlos III bien se deja
ver en los fragmentos que citaremos de tan pesado y fúnebre do-
cumento con sus correspondientes glosas que pondremos entre pa-
réntesis : "Bien sabéis, comienza Carlos III, la obligación que me
incumbe en consecuencia de lo dispuesto por las Leyes de mis Rei-
nos, de los derechos de mi patronazgo Real, de la protección a los
Cánones (¡valiente protector de Cánones!) y de la Regalía anexa
a la Corona desde los principios de esta Monarquía, a promover la
congregación y celebración de Concilios Nacionales o Provincia-
les, indicando los puntos que se han de tratar en ellos, y asistiendo
rais Virreyes para proteger al Concilio y velar e que no se ofendan
las regalías, jurisdicción, patronazgo y preminencia Real," (y aquí
podría S. M. añadir: para quitarles la libertad a los obispos y ha-
cerlos instrumentos de mis perversos fines).
Entre las causas que para convocar al Concilio le mueven, se-
C. IV. CONTINUA LA DESTRUCCIÓN RELIGIOSA 461
ñala la de examinar las doctrinas relajadas y nuevas, refiriéndose
calumniosamente a las de la Compañía de Jesús, como más clara-
mente lo dice después el artículo VIII: "que no se enseñen en las
cátedras por autores de la Compañía proscritos, etc." . . . Estas
breves frases eran el hilo de todo el ovillo y el pie por donde habían
de entrar a lo que verdaderamente era el desiderátum y razón de
ser del llamado concilio. Porque, en efecto, alarmadísimos los mi-
nistros matritenses con los elogios que el Pontífice Clemente XIII
acababa de hacer en julio de 1769, de la Compañía de Jesús, que
ellos acababan de desterrar de todos los dominios españoles; de-
seosos además de preparar el terreno para la extinción total de la
orden, nada les pareció más oportuno que levantar la voz de con-
cilios y prelados para con ello formar atmósfera y hacer presión
en el Vaticano.
Como el arzobispo Lorenzana, loco por alcanzar un capelo
cardenalicio, habíase lanzado sin rubor a adular al monarca y su
camarilla, escribiendo la más infame pastoral que han visto los
fieles mexicanos en contra de los jesuítas a quienes él personalmen-
te y su arquidiócesis debían tantos favores; era muy natural que
al conde de Aranda, su gran amigo, se le ocumese empezar sus
ensayos en nuestra pobre patria. Agregándose pues al obispo de
Puebla Fabián y Fuero, más audaz si se quiere, y más servil que
Lorenzana, al obispo de Oaxaca, Alvarez de Abreu que de gran
amigo se trocó en acérrimo enemigo de los jesuítas; apartando a
tiempo, como ya hemos indicado, al íntegro Díaz Bravo; ya era
fácil dirigir a los otros obispos de diócesis secundarias, y más si
les ponían por delante una mitra superior, como fueron la de Gua-
dalajara para Alcalde, la de Valencia de España para Fabián y
Fuero, y la Primada de Toledo, nada menos, para el servicial
Lorenzana.
Claro está que no habían de romper el fuego ni aun siquiera
dar importancia en los comienzos al tema anti-jesuítico : la pureza
del dogma, la esplendidez del culto, la organización de seminarios
y parroquias, la enseñanza catequística y otros mil temas se bara-
jaron desde el principio y en largas 126 sesiones, cuyos temas, dis-
cutidos y puestos en forma de decretos, integraron un grueso volu-
men cuyo original, el famoso forrado en terciopelo azul y con cin-
tas del mismo color examinamos el año de 1924 en la Bi-
462 LA DESTRUCCIÓN
blioteca Provincial de Toledo, donde para, entre los muchos pape-
les que de México se llevó el arzobispo Lorenzana.
Mucha importancia dan los bibliófilos a este perdido Concilio
IV, muchos se lamenta de la transmigración del original, mientras
otros felicitan al obispo mexicano, Sr. Camacho, que lo imprimió;
mas la verdad es, que ni lo nuevo que tiene este concilio sobre el
sapientísimo tercero mexicano, ni la poca utilidad que reportó, ni
el desprecio con que la Santa Sede lo dejó para siempre resellado,
dan título para tantos entusiasmos en uno u otro sentido.
De letra muy parecida a la del Sr. Lorenzana vimos y fotoco-
piamos entre los referidos papeles de Toledo un extracto o índice
de las providencias o decretos, ordenados por la asamblea de que
nos vamos ocupando, y ni aun esas páginas nos parecen dignas de
figurar en la Historia por su misma vulgaridad y por el triste y
único papel de pantalla, que representan.
Mientras los buenos de los teólogos consultores y los pobres
frailes se quebraban la cabeza en las públicas sesiones sobre pri-
vilegio de indios, verbigracia, sobre la fórmula del bautismo a los
mismos, o sobre que se expliquen bien las indulgencias que se ga-
nan al toque de las campanas diciendo las preces que señala el Sr.
Clemente XIII, la Bula de Benedicto XIII y la real cédula de tan-
tos más cuantos, con otros mil temas por el estilo, los obispos allá
adentro en sesiones, secretas, se despachaban en grande para per-
petrar la extinción en todo el mundo de la Compañía de Jesús, ex-
pulsada ya de los dominios españoles.
En el diario del Concilio que se conserva en el archivo de
la mitra de México se lee, que en sesión de 16 de octubre dijo el
obispo de Puebla: "que como sucesor del Venerable Sr. Palafox,
tenía que proponer un punto al Concilio," y protestaba su paz in-
terior en todo aquello que exteriormente expresaba alguna ve-
hemencia propia de su genio; lo redujo a los términos siguientes:
¿Si convendría que el Concilio se dirigiese al Papa, uniendo sus in-
tenciones a las del Rey, sobre jesuítas? pidiendo se diese el punto
a todos los consultores, para que, meditado, diesen su dictamen.
La proposición sorprendió al arzobispo y dijo no entenderla. Ex-
plicóse más el obispo de Puebla y dijo dirigirse la suya a la secu-
larización de dichos religiosos. Dificultaron esto el arzobispo y el
obispo de Guadalajara, por no constarles del ánimo del Rey en el
asunto, que era público pretenderse por la nuestra y otras cortes.
C. IV. CONTINUA LA DESTRUCCIÓN RELIGIOSA 463
Dijo lo mismo el asistente real y añadió el obispo de Puebla estar
en México copia de la carta en que pide el Rey al Papa dicha secu-
larización y extinción de la religión, y que se vería. Quedóse en
<iue diesen su dictamen los consultores, con lo que terminó la sesión
a las nueve y media."
En la sesión del 23 del mismo mes (126 del Concilio) dice el
mismo diarista, que el ai-zobispo descendió a tocar otro punto,
"'cuya decisión se hizo sin consulta de los Diputados y Prelados de
religiones y con sólo la de tres canonistas, Doctores Becerra, Torres
y Arizpe, únicos presentes, y se tomó a todos los asientos jura-
mento de secreto en todo lo hablado y resuelto, omitiendo la exco-
munión que había pedido el obispo de Guadalajara; con lo que ter-
minó la sesión a las diez."
Es interesante por demás lo que en esta sesión secreta ya, y
a las malas, se discutió. Hela aquí copiada de un diario atribuido
a D. Luis Torres: "El Obispo (de Puebla) promovió que se escri-
ba al Papa para que secularice a los jesuítas romanos y a todos, y
que se pida la canonización de Palafox. Omaña que declaró a favor
de los jesuítas, ahora es contra ellos, y que si no se extingue la re-
ligión, como pide el Rey, vendrán sus libros a infestarnos. Cams
dijo lo mismo y releyó la historia de auxiliis, la Ciencia media, con-
denada y el Probabilismo y que se admiraba que sus frailes asis-
tieran a las funciones jesuíticas. Becerra votó por la extinción y
que se canonizase al Sr. Palafox, a Gregorio López y a María de
Jesús, monja de Puebla. D. Luis de Torres dijo, que no se sabía si
el Rey actualmente pedía la extinción, y que su doctrina de los je-
suítas estaba recibida por todo el mundo. Aunque dijo, que ha cua-
tro años que el Rey pedía esto ; Clemente XIII de nuevo confimiaba
el Instituto y que no se podía pedir la extinción por no ofender al
Papa; que un jesuíta escribió haber salido a limosna para comer
y trajo unos mendrugos ; que los jesuítas tenían en sus breviarios,
aposentos y relicarios, estampas del Sr. Palafox. El Arzobispo
(de México) dijo: que dos veces fué herido José, Rey de Portugal,
por las doctrinas y el dictamen de los jesuítas, una vez Luis XV de
Francia, un día para matar al Rey de España, otro para el Sr.
Palafox."
"Se dijo que Santo Tomás había enseñado el regicidio de quien
lo tomó Busenbaum, y se enfureció Cams. El Arzobispo (de Mé-
xico) dijo que en León estudió con los jesuítas y sus padres sabe-
464 LA DESTRUCCIÓN
dores, lo enviaron a Valladolid a los Benedictinos. El Obispo de
Puebla dijo que en el Colegio de Madrid tenían los jesuítas 30,000
fusiles; que se tuvo en Roma junta preparatoria para el grado
heroico de las virtudes de Palafox, y que los jesuítas no sacaban
la cara, mas con mañas la detenían. El Coad. Belliga ( ?) dice que
no se puede ver la Inocenciana sin extinguir a los jesuítas" (4).
Fruto de esta y de otras semejantes reuniones secretas fueron
una carta latina contra el instituto de los jesuítas y otra que con
el título de Beatificación del Siei-vo de Dios Juan de Palafox ve-
nía a recaer principalmente sobre el mismo tema que la anterior.
Existen estas piezas en el Archivo de la Sagrada Mitra, y copia
de la última también, en el Archivo General de Toledo ; son un ver-
dadero borrón en nuestra historia eclesiástica, aun cuando sola-
mente se suponga a los obispos que la suscriben, unos engañados.
Así lo queremos juzgar benignamente: la calumnia, sobre todo
cuando sale de labios autorizados como los de un monarca español,
o de todo un Consejo de Castilla, hace grande impresión en las al-
mas débiles. Todos los subditos del Rey Católico tenían clavada la
idea, y la llevaban como en los huesos, de que el rey era un ge-
nuino representante de la idea religiosa; intuición extraordinaria
se hubiera requerido, e información especialísima para penetrar
la verdad de las cosas y para poderse persuadir de la malignidad,
injusticia e irreligión de aquellos altos calumniadores de la Com-
pañía de Jesús ; y con esas ideas en la Cabeza era muy difícil que
los obispos sintiesen de otra manera. La Historia en este punto,
como en otros muchos, narra los hechos y dice : ya Dios los habrá
juzgado.
En el artículo tercero de la pragmática sanción, después de
fulminar en lo sustancial la expatriación de los jesuítas, con diplo-
macia satánica se vuelve S. M. al clero regular, con las siguientes
palabras : "y he venido asimismo en mandar que el Consejo haga
notoria en todos estos reinos la citada mi real determinación, ma-
nifestando a las demás órdenes religiosas, la confianza, satisfac-
ción y aprecio que me merecen, por su fidelidad y doctrina, ohser-
(4) Decorme O. C. T. I. Págs. 17-19.
C. IV. CONTINUA LA DESTRUCCIÓN RELIGIOSA 465
vanda de la vida monástica, ejemplar servicio de la Iglesia, acre-
ditada instrucción de sus estudios, y suficiente número de indi-
viduos para ayudar a los obispos y párrocos en el pasto espiritual
de las almas, y por su abstracción de negocios de gobierno, como
ágenos y distantes de la vida ascética y monacal,"
Todo este artículo iba lleno de engaño: era mentira la con-
fianza, satisfacción y aprecio que le merecieron los frailes dos años
después de la publicación del "Tomo Regio;" como que la persecu-
ción de los religiosos era número esencial del programa y muy prin-
cipal elemento de la perversión de la asamblea a que nos vamos re-
firiendo. Ya desde el segundo párrafo del "Tomo Regio" se nos di-
ce: "la necesidad del Concilio Provincial me fué representada por
algunos celosos Prelados de esas Regiones, y al mismo tiempo se vio
la decadencia de la Disciplín-a Monástica, no sólo en lo interior de
sus observancias, sino también en el porte exterior, y en la falta
de subordinación a los Diocesanos en todo aquello que los Cánones
y las leyes disponen ;" y en el artículo XVIII se insistía con las si-
guientes palabras: "Que en el mismo Concilio se an-egle la subor-
dinación del Clero Regular, tanto en su disciplina externa como en
la sujeción debida a los Diocesanos Ordinarios en todo lo que mira
a la administración de Sacramentos o manejo de las Misiones de su
cargo, y en establecer regla para velar en que el número no exceda
del que se fije por los Religiosos Reformadores, con acuerdo de los
Virreyes y Metropolitanos. Los Provinciales o Superiores Regu-
lares respectivos deberán asistir al Concilio para que con ellos se
trate y se les oiga en los puntos tocantes a la disciplina Regular,
previniéndoselos desde aquí sus Generales."
Por de pronto ya con sólo publicar este decreto, se obtenía la
deseada infamia, y con este solo procedimiento se injuriaba a los
frailes.
Reformas de los regulares, en México como en todas partes
son necesarias de vez en cuando, pero obrando con buena fe se de-
bía haber recurrido en secreto a los generales de la orden o al Ro-
mano Pontífice y no sujetarlos a un concilio provincial, ¡y qué
concilio! y a las hablillas del público.
Parece que más bien se trataba de difamarlos que de refor-
marlos, y que aparte de lo expresado en el "Tomo Regio," había ór-
denes secretas que tendían a someter a las órdenes, aun las más
antiguas, a la jurisdicción del ordinario ; a esto tienden los dos ar-
4G6 LA DESTRUCCIÓN
tículos siguientes discutidos en el Concilio : "Que se represente a su
Majestad la reunión de las dos Provincias de Agustinos de San Ni-
colás de Tolentino de Michoacán con la del Dulcísimo Nombre de
Jesús de México ; así mismo sobre la de Jalisco, de religiosos fran-
ciscanos a la del Santo Evangelio de México o a la Provincia de San
Pedro y San Pablo de Michoacán." Esto era sencillamente inmis-
cuirse en asuntos interiores de las órdenes ; pero de mucho más al-
cance fué el siguiente decreto : "Que los Provinciales regulares pre-
senten al Concilio razón de sus rentas y limosnas para arreglar el
número de religiosos y otras providencias que previenen otros Con-
cilios." No faltaban a los frailes hombres de temple que pudiesen
hacer frente a los obispos, si de sólo ello se tratase, pero detrás de
ellos estaba el rey, y detrás del rey su camarilla, ávida ya de te-
ner los inventarios y catálogos para, en una forma o en otra, hacer
con los frailes lo mismo que se había hecho con los jesuítas. Pre-
sentaron los religiosos los estados, inventarios y relaciones que se
les pedían, muchas de las cuales se conservan en el citado archivo
toledano.
Afortunadamente, con la muerte de Carlos III, con la caída de
de sus más astutos y poderosos favoritos, y posteriormente con las
guerras y revueltas europeas de las postrimerías del siglo, los
planes masónicos quedaron por entonces en suspenso, y las órdenes
religiosas pudieron vivir.
Los obispos por su parte, viendo que darían gusto al rey con
lo de reformar religiosos, diéronse a ello con todo empeño, y gran
número de gente de ruin índole, se convirtieron en espías, acusa-
dores y calumniadores. Los religiosos entre tanto, si realmente ne-
cesitaban de reforma, por ese medio no la consiguieron, lo que se
consiguió sin duda fué desacreditarlos ante la gente sin criterio,
por aquello de "calumnia que algo queda;" y de paso se formó un
hábito poco generalizado antes de esa época, de murmurar con chis-
tes volterianos contra los que dejando el mundo y todas sus cosas
sil-ven a Dios en la vida regular.
En vista de los legajos que condensan dichas gestiones refor-
madoras y que recorrimos el año de 1924 en el archivo de Sevilla
no cambiamos de parecer sobre el juicio que sobre la vida religiosa
en México hemos ya emitido en un capítulo de este mismo volumen.
Junto con estas informaciones, hasta cierto punto oficiales,
iban otras cartas de particulares. Una de esas cartas que vimos en
C. IV. CONTINUA LA DESTRUCCIÓN RELIGIOSA 467
el archivo de la biblioteca del colegio del Estado de Puebla, va
firmada por el visitador Gálvez, dice horrores contra cierta orden
mendicante, cosas verdaderamente horribles.
Como en ninguna otra parte hemos visto ni eco ni barrunto
de los crímenes acusados, como ni los visitadores de la dicha or-
den en sus cartas secretas al general hacen mención de tales crí-
menes, cual debieran y pudieran hacerlo, ni los obispos tomaron
providencias, que debieron haber tomado, caso de existir la supues-
ta relajación; como Gálvez además, y aparte de su mal espíritu, era
un alocado, y por una temporada estuvo positiva y sencillamente
loco; nos parece que tenemos todos los elementos para dejar a los
reverendos padres calumniados, en su muy merecida posesión y
crédito de buenos religiosos y operarios de la viña del Señor. Es
también muy de notarse que esta carta fué escrita en momentos
en que, Gálvez estaba irritado contra cierto procurador de esa
orden, por no darle ciertos dineros que el impetuoso visitador exi-
gía para sus empresas en California.
La malicia general del llamado IV Concilio, estuvo en el as-
pecto regalista que presentó desde el principio hasta el fin, y hasta
treinta y dos años después de haberse terminado, como que hasta
el año de 1803 se siguió gestionando en Roma en muy malas for-
mas, para su reconocimiento.
Sin volver a tocar las imposiciones desde su misma convoca-
ción, sí recordaremos la actitud molestísima de D. Joaquín Anto-
nio de Rivadeneyra Barrientos, aquel canonista ya conocido de
nuestros lectores, que debido sin duda alguna, a sus tendencias
ultra-religiosas, fué nombrado representante del rey, y se pose-
sionó tanto de su papel, y el muy insensato se dio tanta importan-
cia, que pretendía nada menos que un dosel en lugar de suma prefe-
rencia. La continua molestia y obstrucción que desplegó durante
todas las asambleas resultó tanto más ridicula cuanto era menos
necesaria. Sin agente real, o como quien dice, sin demonio tenta-
dor, ya tenían los obispos en sí mismos la suficiente dosis de servi-
cialidad para guisar muy a gusto del real paladar los platillos que
él había señalado como de su preferencia en el banquete.
Todos los decretos del concilio, antes que a Roma ni a ninguno
otro lado, fueron a Madrid donde se hizo lo que algunos llaman
468 LA DESTRUCCIÓN
glosa y observaciones, y nosotros llamaríamos destrozo, cuyos do-
cumentos se conservan en el Archivo de Indias (5).
En este mismo legajo hay un sumario de las gestiones hechas
con Roma donde fué el concilio continuamente repulsado hasta
1791. En este hecho, el rey y el consejo tomaron a punto de honra
el sacarlo a flote, encomendándolo con todo encarecimiento al mi-
nistro cerca de la Santa Sede que era entonces D. José Nicolás de
Azara. En 23 de enero de 1792 se enviaron a este astuto diplomá-
tico los documentos para su instrucción y gobierno, previniéndole
que enterado de todo, solicitara de Su Santidad la confirmación
del concilio, catecismo formado en él y "Tomo Regio," lo cual prac-
ticase con la mayor eficacia, y que obtenidas, las remitiese todas,
para que tuvieran su debido cumplimiento las soberanas resolucio-
nes de su majestad.
Con fecha de 28 de marzo del mismo año contestó dicho mi-
nistro diciendo que estaba dispuesto a ejecutar lo que se prevenía,
pero que sin embargo de no haber tenido tiempo para instruirse
de un expediente tan voluminoso, considerando sólo la materia en
su generalidad se le ocurrían las dificultades siguientes:
"Que Tío era necesaria la aprobación y censura de Roma para
que los Concilios Provinciales tuvieran su cumplido efecto; ma-
yormente los de España que se sancionaban por la autoridad Real,
después del maduro examen de los Consejos.
"Que de todos nuestros Concilios de Indias sólo se había re-
mitido a Roma para su aprobación el Tercero Mexicano ; pero se le
había dado por la Congregación del Concilio ciertas restricciones
que no constaban cuáles eran, y dudaba que ahora fuesen del agra-
do del Consejo.
"Que tenía por infalible la resistencia en aprobar muchos pun-
tos contenidos en el Concilio, que siendo propios de la Disciplina
de España no se conforvíiaban. con las máximas de la Curia Ro-
mana.
"Que las modificaciones propuestas por el Consejo y aprobadas
por V. M. en ciento y un párrafos de los seiscientos veintitrés que
contenía el Concilio, ofrecían una nueva y grave dificultad, cual
era de que cuando se pidiera la aprobación del Concilio, no podían
prescindir el Papa y la Congregación, de dichas modificaciones y
responderían que la solicitud más bien se dirigía a obtener la apro-
(5) A. G. I. 97-3-3.
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X
•4)
8
C. IV. CONTINUA LA DESTRUCCIÓN RELIGIOSA 469
bación de nuestros derechos de Regalía, que las resoluciones ae un
Concilio Eclesiástico, y añadió que el Consejo podría adivinar cuál
sería la respuesta de la Corte de Roma a semejante proposición."
El Consejo, hecho cargo de todo lo referido y de lo que han
expuesto los fiscales en las respuestas que acompaña, conformán-
dose con la última que propone el fiscal del Perú, es de parecer:
"Que no hay necesidad de que se solicite y obtenga de la Silla Apos-
tólica la confimiación del Concilio IV Mexicano, y Catecismo for-
mado por éste y que a su consecuencia se sirva V. M. mandar que
su Ministro de Roma suspenda toda solicitud sobre este punto."
¿Se quiere rebeldía más clara contra la Santa Sede que la ex-
presada en las últimas frases del Consejo? Sencillamente los ca-
tólicos que se entusiasman por el Concilio IV, no saben lo que hacen.
Clausuradas las sesiones, los cuatro Obispos: Lorenzana,
Abreu, Alcalde y Fuero, escribieron una carta al rey, de gran va-
lor como pieza histórica, y de gran valor como elemento de refor-
ma si la hubiesen encaminado de otra manera.
La referida carta es una relación sincera y abierta del verda-
dero estado de Nueva España ; falta de obispados y de obispos ; di-
fícil situación en que éstos se hallaban; elementos de perversión
religiosa, etc., puntos que en su mayor parte conocen ya nuestros
lectores, copiados como quedan, en anteriores capítulos.
Además de estas materias relacionadas con su pastoral oficio,
veían ellos, como siglos atrás lo había visto fray Juan de Zumá-
rraga, que a los obispos de América, por su indiscutible suprema
posición y especial prestigio, tocaba también el apartar los males
y promover muchos bienes en el orden material ; y de ello también
se ocuparon. Conviene copiar los más interesantes párrafos de este
género: "El estado presente en esta Nueva España, dicen, es que,
V. M., en terreno tiene más que Potentado alguno del mundo, desde
el Ismo de Panamá hasta lo más remoto de la Diócesis de Durango,
que por la parte del Norte llega a mil leguas la longitud, y en toda
la costa del mar que se reconoce desde el Golfo de Californias o
desembocaduras del Río Colorado hasta Panamá, no corre ni una
mala fragata; de modo que cuando viene la nao de Filipinas muy
empacada e inhabilitada para cualquiera resistencia, puede ro-
barla no sólo un "Ansón," sino el corsario de menos valor. Se está
470 LA DESTRUCCIÓN
mirando en Acapulco todo el año al mar sin ver más que agua ; si
por casualidad falta, como sucede, la nao, los infelices que viven
en la costa perecen de hambre, porque ni venden sus comestibles,
ni tienen qué portear en sus caballerías.
"Antes, solía venir alguna embarcación de otra América con
frutos del Reino del Perú, ahora se cortaron estos arbitrios que
eran socorro para México y Puebla, donde se mantenían muchos
millares, unos con la venta de los géneros de China que traía la
nao de Filipinas, y en nada perjudica al comercio de España, otros
tejiendo colchas y mantas de algodón muy primorosas; otros ha-
ciendo con hierro de España armas de fuego, tijeras, navajas y
otros instrumentos que compraban los del Perú ; y con estas manu-
facturas se hizo célebre la ciudad de Puebla y otras, sin que por
eso fuera menos dinero a España, y ahora todos los oficiales están
ociosos y muriendo de hambre.
"Es justísimo que el comercio de España en nada sea perjudi-
cado en el pronto despacho de los géneros que trae la Flota; ¿pero
por ventura, se cría en España el algodón, el cacao, el añil, la la-
na de Vicuña, el palo de Campeche, el bálsamo, las yerbas medici-
nales de este Reino o del Perú? Pues no puede el real ánimo de V.
M. privar a estos sus leales vasallos de los modos de subsistencia,
ni cortarles enteramente que trafiquen con los frutos que ni les
vienen de ese Reino, ni minoran la venta de los de España, y lo con-
trario es dar causa a que compren telas de algodón de los extran-
jeros y sacar ocultamente y sin pagar derechos, lo que no se per-
mite a los naturales.
"Depositó Dios el tesoro de las riquezas en esta América, y no
lo sabemos disfrutar ni dejarle desfrutar a los naturales. V. M. es
el único Soberano de la grana, de quien dependen todas las nacio-
nes para sus tintas, porque sólo se cría con abundancia en esta
Nueva España, y siendo constante que, recién hecha la Conquista
de este Reino, se cuidaba mucho no sólo en la Diócesis de Oaxaca
sino en las de Puebla y México ; actualmente no quieren los indios
de estas dos últimas diócesis dedicarse a la cría, porque temen
extorsiones, y en unos pueblos han cortado las nopaleras, que son
arbolitos en que se cría, en otros las han despedazado, y en otros
quemado.
"No sólo en Caracas y Soconusco había buen cacao, sino aun en
la costa del Sur del Obispado de Puebla y Arzobispado de México,
C. IV. CONTINUA LA DESTRUCCIÓN RELIGIOSA 471
y junto a Acapulco se mantienen ahí algunos árboles que, aun mal
cuidados, lo producen de excelente calidad, y ha faltado el cultivo
porque en treinta leguas faltan poblaciones y casi todo es monte,
desde Chilpancingo hasta Acapulco, ni hay más curatos que el de
Acapulco, Coyaca y Oapam y éstos muy pobres y sin vecinos.
"La Península de Yucatán es hoy la más pobre y miserable, y
con la langosta ha quedado casi despoblada, han muerto de hambre
sus habitantes, y no se le ha socorrido desde aquí en tiempo, y con
todo, sólo ella era bastante en el ramo del palo que llaman de Cam-
peche para enriquecer el Real Erario; y esto sin mezclarse en la
prohibición de que le sacasen los ingleses de Balís, pues ahora se
está pudriendo en las costas, y tiñiendo las aguas del mar, el que en
los años pasados se mandó cortar,
"Este palo tan necesario para los tintes, pudiera traerse a Ve-
racruz o llevarse a la Habana, y serviría de lastre a todos los navios
depositándole en Cádiz y la Coruña para venderlo a cuenta de V.
M. con crecidos intereses.
"Las islas Filipinas son un Paraíso Terrenal donde abunda la
canela, el clavo y las maderas exquisitas y las disfrutan otras na-
ciones en las islas que tienen en aquella parte del mundo, y nosotros
por oposiciones de los que están en los Gobiernos, nos privamos del
tesoro grande que logra la Holanda, y aun los turcos, en el comercio
de la especería que sacan de aquellas islas, no por mejor terreno,
sino por mayor industria.
Cuanto más poblada esté Nueva España más vasallos y más
riquezas tendrá V. M. si se conceden arbitrios para que vivan los
naturales; rendirán en lo sucesivo los Reales tributos más que lo
que montasen de presente, pues al modo que en lo natural se ve en
una vaca con cría, a la que si no se la deja leche enflaquece y se
pierden la madre y el hijo ; así acontece en los Reinos y Provincias,
que han de ser ordeñados con la discreción de que se aumente la
población, y haya padres y nietos tributarios."
Hasta aquí la parte última de la carta de los Obispos que unida
con las anteriores nos llevan a la conclusión de que, en momento
dado y bien crítico, por cierto, para México, ellos vieron los males
de orden moral y de orden económico de nuestro país. Talento no
les faltaba a ninguno de los cuatro para ver el radical y ya único
remedio, pero el ser todos ellos españoles, el terror de malquistarse
al rey y de rodar de su escalafón, y la magnitud de la empresa que
472 LA DESTRUCCIÓN
entreveían, les nubló el cerebro y no les puso delante otro remedio
que el de colocar reverentemente su memorándum a los reales pies
de su majestad.
El conjunto de ideas vertido en este capítulo nos hará ver
claramente que en el último tercio del siglo las fuerzas terrenas de
la Iglesia, sus bienes materiales, el brazo real que la sostenía y has-
ta el mismo personal que la dirigía eran ya fuerzas muy mengua-
das para salir con ellas a combatir contra la decidida, aunque sor-
da, persecución masónica.
CAPITULO V
LA ULTIMA DECADA DEL SIGLO DIEZ Y OCHO
Muerte de Carlos III. — Carlos IV y su camarilla. — Regalismo y desamor-
tización.— El decreto cismático. — La inmoralidad en la Corte. — La sociedad en
México. — Revillagigedo. — Actividades del Episcopado. — Ruina de la educación.
— La Inquisición degenera. — Los Padres Camilos. — El Oratorio de San Felipe
Neri.
bibliografía especial
DAVTLA, JOSÉ MARIANO. — Artículos en el Diccionario Universal de Historia y
Georrafía. — México, 18.54.
DE LA FUENTE, VICENTE.— HUtoria Eclesiástica de España. — Barcelona, 1855.
DE L,A FUENTE, VICENTE. — Historia de las Sociedades Secretas Antiguas y Mo-
dernas en España.
GONZÁLEZ OBREGON, LUIS.— La Vida Colonial.— México, 1923.
GONZÁLEZ OBBEGON, LUIS.— México Viejo.— México, 1925.
MEDINA, TORIBIO. — Historia del Tribunal del Santo Oficio de U Inqnislción en
México. — Santiago de Chile, 1905.
BANGEL, NICOLÁS.— Historia del Toreo en México.— México, 1924.
BIVEBA, MANUEL. — Los Gobernantes de México. MÉXICO. Instrucciones que loa
Virreyes de Nueva España dejaron a sus sucesores. — México, 1873.
r'ts'-'wocíy»
474 LA DESTRUCCIÓN
i¿^^¿X^ L 14 de diciembre de 1788 el rey Carlos III pasaba de esta
vida mortal a presentarse ante el tribunal de Dios, quien
le habrá pedido muy estrecha cuenta de tan grandes pe-
cados como cometió. No tenemos por cierta ni por bien
documentada la corriente voz de que un capuchino vio bajar a los
infiernos el alma de Carlos III ; pero sin capuchinos y sin fábulas,
en la sola no retractación de decretos suyos gravísimamente per-
judiciales a los intereses, a la honra y a las almas de muchos ino-
centes, tenemos los elementos que en sana moral bastan y sobran
para temer por la eterna reprobación de un hombre. Por encima
de todo esto, sin embargo, está la infinita misericordia de Dios.
¡Deus salvos faciendi!
En manos de Carlos IV, apegado a las ideas y a la camarilla
de su padre, México hubiera rodado al abismo, si nuevos factores
no hubiesen distraído a los diversos gabinetes hispano-borbónicos,
de las cuestiones religiosas en nuestra patria.
Y al llegar aquí conviene que dirijamos una mirada a Europa
y principalmente a España por lo que sus vicisitudes en la última
década del siglo significan para nuestra historia. Unida con la casa
real de Francia a los principios, vacilante después, aliada del Di-
rectorio y esclavizada últimamente por Napoleón Bonaparte, Es-
paña, bien lo sabemos, de quebranto en quebranto, y de bochorno
en bochorno llegó al colmo de su postración y de su desorganiza-
ción ; y si a esto se añaden las luchas intestinas, las intrigas entre
ministerio y ministerio y la influencia del funestísimo Godoy en
todos los asuntos de la madre patria; fácilmente comprenderemos
cómo la atención del volterianismo y masonería se pudo desviar,
siquiera por algunos años, de sus ya comenzados planes respecto
a la Nueva España.
Lo que no se comprende, es cómo estando tan apremiados de
asuntos internacionales, guerras y catástrofes políticas, todavía
se hubiesen dedicado en el interior de la Península a molestar y ti
ranizar tanto a la Iglesia.
La Iglesia de España, dice D. Vicente de la Fuente : "mira coa
tedio a Godoy, no tan sólo por los males que causó a la nación, sino
también por sus escasas ideas religiosas, y por los golpes que en
su tiempo hubo de sufrir. Godoy no solamente siguió legislando en
materias eclesiásticas, sin contar con la autoridad de la Iglesia, sino
que destruyó muchísimos beneficios eclesiásticos, y no pocos esta-
C. V. LA ULTIMA DECADA DEL SIGLO XVIII 475
blecimientos de beneficencia, convirtiendo sus rentas en deuda del
Estado. De aquella época data la ruina del culto en muchas igle-
sias, donde hasta el fin del siglo anterior se había desempeñado con
esplendor y majestad. Prohibió además fundar capellanías sin
real licencia (1796) disposición que ya en otras ocasiones se ha-
bía dado.
"No andaba mejor la Iglesia de España en materia de desa-
mortización en manos del odioso valido : Al tratar Orry de "regula-
rizar" la Hacienda de España, dictó algunas providencias en ma-
teria de amortización, que fueron generalmente mal recibidas, y
contribuyeron no poco a su caída. Con ésta vinieron también aba-
jo todos aquellos proyectos: Alberoni, por razón de su carácter,
no pudo tomar serias disposiciones de esta parte, que permaneció
en su anterior estado hasta el concordato de 1773. En su artículo
8o. se estipuló que todos los bienes adquiridos por las iglesias que-
dasen perpetuamente sujetos a todos los impuestos y tributos, cual-
quiera que fuese la mano muerta que los hubiese adquirido. El Pa-
pa disponía en el mismo artículo que los eclesiásticos no fueran
compelidos al pago por los tribunales seculares, sino por ministros
puestos por los obispos. Mas en la instrucción dictada por Carlos
III (1760) para la recaudación, se emancipó de esta cláusula como
de varias otras, cosa no muy conforme a la buena fe de los trata-
dos ; pues si cualquiera de las partes, valida de su prepotencia, pu-
diese modificar a su placer un tratado internacional, disponiendo
en la ejecución, lo contrario de lo que se estipuló en la alianza, todo
el derecho de gentes se convertiría en una cosa ilusoria. Tres años
después dio otra orden aún más apremiante sobre este punto, pues
se prohibió dar curso a las instancias de manos muertas para ad-
quirir bienes, aun cuando viniesen revestidas de carácter de pie-
dad y necesidad. Debiéronse estas medidas en gran parte a la in-
fluencia del fiscal Campomanes.
"En el reinado de Carlos IV se continuó dando disposiciones
análogas, y no solamente se prohibió fundar capellanías sin real
permiso (1798) sino que se mandó proceder a la enajenación de
bienes de hospitales, hospicios, casas de misericordia, cofradías,
memorias, obras pías y patronatos de legos imponiendo el producto
de su venta en la caja de amortización al 3 por ciento de renta
anual. De esta manera el auri sacra fames de Godoy acabó en un
día con la riqueza de los establecimientos de piedad y de otras mu-
476 LA DESTRUCCIÓN
chas instituciones para decoro de la Iglesia y utilidad de la Nación."
Empeoró todavía la situación religiosa con la caída de Godoy y
la entrada en el gabinete de D. Mariano Luis de Urquijo cuyas ideas
eran enteramente volterianas y estaba públicamente reputado por
hombre sin religión y de los muchos que entonces encubrían con
el título de filósofos su desafecto a la Iglesia y el odio a toda idea
cristiana. Esta circunstancia, los apuros del erario y el influjo de
las ideas francesas, dieron lugar a una serie de providencias sobre
materias eclesiásticas, muy distantes del espíritu de tímida cir-
cunspección con que éstas habían sido tratadas por los monarcas
españoles. "En 25 de Marzo de 1798 se mandó enajenar a benefi-
cio de la Caja de Amortización todos los bienes raíces de hospita-
les, hospicios, casas de misericordia, reclusión y expósitos, cofra-
días, memorias, obras pías y patronatos de legos, concediendo a sus
dueños un interés de 3 por 100. Esta medida y el haberse tratado
en el Consejo de Estado sobre si convendría permitir la entrada
de judíos en España mediante una suma crecida que éstos pagasen
por el permiso, prueban no sólo los apuros del Erario, sino el po-
der que tenían ya en España las ideas llamadas filosóficas.
"Empero lo que más claramente muestra el influjo de éstas y la
protección imprudente que a las mismas concedió el ministro Ur-
quijo es el decreto de 5 de septiembre de 1799. El Papa había falle-
cido el 29 de Agosto y una semana después se daba ya un decreto,
mandando que los Arzobispos usaran de toda plenitud de sus fa-
cultades conforme a la antigua disciplina de la Iglesia para las dis-
pensas matrimoniales y demás que les competen. Que el Tribunal
de la Rota continuase ejerciendo jurisdicción porque asi lo quería
el Rey y que respecto de la consagración de Arzobispos y Obispos
Cel ministro quiso sin duda decir confirmación) se reservaba el
derecho de determinar lo conveniente. El pobre de Carlos IV, que
no podía con la corona, quería ponerse la tiara : bien es verdad que
no le pesaría mucho teniendo a su lado varones tan santos y apos-
tólicos como Godoy, D. Luis Ma. Urquijo, Cabarrús, y el marqués
D. José Antonio Caballero. Este decreto excitó, como no podía me-
nos, grande indignación en el clero, y aún más la circular que lo
acompañaba, modelo de despotismo ministerial. Caballero que fir-
maba aquel sultánico documento, prohibía que se anunciase la muer-
te del Papa en el pulpito, ni en parte alguna, si no es en los térmi-
nos precisos de la Gaceta, sin otro aditamento alguno. Convertía
C. V. LA ULTIMA DECADA DEL SIGLO XVIII 477
la solicitud pastoral en espionaje para vigilar la conducta del Cle-
ro en estas materias, sin disimular lo más mínimo y en especial con
los Regulares.
"Pero aún fué peor que aquel decreto la adhesión que le pres-
tó una gran parte del Episcopado español, horriblemente contami-
nado por el jansenismo. Llórente recopiló todos estos documentos
abiertamente jansenistas, en su llamada Colección diplomática.
"Qué tal estaría entonces la Iglesia de España, cuando la ter-
cera parte del Episcopado Español faltó a sus deberes, o bien elo-
giando y apoyando una real orden que luego condenó como cismá-
tica el Papa Pío VII, o bien callando con criminal silencio; pero
¿qué había de suceder, si el Arzobispo de Burgos, Inquisidor gene-
ral de España, fué el primero que apoyó aquellas cismáticas, anti-
católicas medidas, llevando su adulación y desfachatez hasta el
punto de llamarlas sabias y prudentes reglas?"
Hay que hacer constar para gloria del Episcopado Mexicano,
que uno de los que se opusieron al cismático real decreto fué nues-
tro D. Francisco Javier Lizana, electo entonces obispo de Teruel;
lo que le mereció un furioso papelón de reprimenda que le escribió
Llórente doce días después, el 17 de setiembre, y sin duda alguna
que ésta fué una de las razones, porque al poco tiempo se le nombró
arzobispo de México, para ponerlo al otro lado del mar.
Hemos insistido en exponer la situación eclesiástica de la Pe-
nínsula, relacionando, copiando, y documentándonos exclusivamen-
te con autores españoles para que, bajo una luz conveniente y ade-
cuada aparezcan los sucesos que ya para entonces eran el objeto
de muy serias consideraciones vinculadas con la independencia na-
cional en la mentalidad de algunos eclesiásticos sosegados y teme-
rosos de Dios. Y téngase esto que decimos en cuenta para lo que en
adelante se dirá en otro volumen de esta Historia.
Nadie, que sepamos, ha contradicho al citado historiador es-
pañol sobre la pintura que nos hace de las costumbres de las clases
altas peninsulares en la última década del siglo; muy remotas por
cierto de servirnos de ejemplo. Dice así: "El poeta Moratín, uno
de los que quemaban incienso en las aras de Godoy, se complacía
en representar la hipocresía de su siglo traduciendo la devoción
por mogigatería y presentando llenos de vicios ocultos, perfidia y
478 LA DESTRUCCIÓN
grosería a las personas que frecuentaban los templos y cumplían
con las prácticas religiosas. Sus producciones fueron encomiadas
por todos los llamados filósofos y los cortesanos, a pesar de que los
hipócritas eran ellos.
"Si en la clase media, y en la plebe había vicios, como los hay
siempre, en cambio las creencias eran vivas, y en la mayor parte
las obras correspondían a las creencias. Mas no así en las clases
superiores, corroídas por vicios casi públicos, sin creencias y sin
pudor. Hipócritas delante del virtuoso Carlos IV, eran cínicos en
sus casas: apandillados con toreros y gente soez bajamente aman-
cebados con manólas y mujeres desenvueltas de la hez del pueblo,
y corriendo aventuras escandalosas, manifestaban públicamente
sus vicios sin reserva alguna. Para que de ello no quedara duda, las
pinturas de aquel tiempo se han encargado de trasmitir hasta nos-
otros escenas de la prostitución de la grandeza ; las tradiciones es-
candalosas de la época no han perdonado ni aun a la que compartía
el tálamo Real. Sacar a las tablas los extravíos de alguna que otra
persona que aparentaba devoción, mientras que la generalidad de la
corte se hallaba corroída por la inmoralidad, la impiedad y una
prostitución cínica y soez, fué empresa digna de un poeta incrédulo
y bajo adulador del favorito. Aplaúdanle en hora buena los que
adolezcan de las ideas de los cortesanos de Godoy; pero los es-
pañoles que no han desmerecido de sus padres mirarán con tedio
sus ideas, siquiera los versos sean buenos, y aun prescindiendo de
otras composiciones lúbricas, impresas furtivamente, y que corren
con su nombre.
"Tal era la Corte de España bajo los funestos auspicios de Go-
doy. De aquella época datan nuestra decadencia y malestar."
Afortunadamente en México andábamos mucho mejor en fe
y en costumbres por aquel entonces, como puede colegirse leyendo
el diario del veraz y honradísimo "Alabardero" que es el que co-
rresponde a este postrer decenio. Por de pronto los peninsulares
aquí residentes hacia el año de 1780 fundaron sus piadosas cofra-
días que los mantenían en buen espíritu y unión, tal fué la de los
asturianos bajo la advocación de Covadonga en Santo Domingo,
la de los montañeses en la capilla del Sr. de Burgos y la de los vas-
congados en la de Aranzazú. Nada se diga de las florecientes con-
C. V. LA ULTIMA DECADA DEL SIGLO XVIII 419
gregaciones y gremios para las clases nacionales de nuestra patria.
Mucha piedad supone todavía en el pueblo la noticia que nos
da el citado "Alabardero" : "El día 19 de Febrero de 1792 en Mé-
xico en todas las iglesias se publicó un edicto para que en esta cua-
resma se coma cuatro días de carne y tres de pescado: domingo,
lunes, martes y jueves de carne, miércoles, viernes y sábado pesca-
do, y fué siendo arzobispo el Sr. Núñez de Haro."
Que hasta los criminales tenían fe lo prueba el siguiente apun-
te del mismo curioso escritor: "El día 14 de Septiembre de 1791
en la puerta del coliseo cogieron unos desconocidos a un padre lla-
mado D. Juan Ñuño, capellán del marqués de Guardiola para una
confesión : metiéronle en un coche donde le amarraron, vendaron
los ojos y le llevaron por varias calles a una casa que no sabe, y le
dijeron que confesase a dos personas, hombre y mujer, que estaban
en cuartos separados : concluida la confesión, lo volvieron a entrar
en el coche vendándole los ojos, hasta que lo dejaron en la esquina
de la casa de moneda amarrado, hasta que los serenos que lo oye-
ron, lo llevaron a su casa en la calle de Vergara. Para las averigua-
ciones de este hecho, se han practicado varias diligencias de orden
de su Excelencia."
Casi más sorprendente que el episodio referido es la noticia
que se nos da en el mismo diario nada menos que sobre el virrey
Branciforte. "El día lo. de Abril del año 1795 cumplió el Sr. vi-
rrey con la Iglesia en la Catedral: asistió a los oficios de semana
santa, el Jueves santo dio de comer a doce pobres y les sirvió la
mesa, y dio a cada uno ocho pesos. Por la tarde visitó las estaciones
acompañado de los alabarderos y una compañía de granaderos. La
Señora virreina salió en silla de manos, a la que escoltaron cuatro
alabarderos: por la mañana asistió la tropa de milicias y por la
tarde la de la Corona."
* *
Coincidió que en este decenio hubo en el gobierno, tanto ecle-
siástico como en el civil, hombres muy benéficos para la Iglesia.
El segundo conde de Revillagigedo, el más previsor, el más eficaz
y el más activo de todos los virreyes; fué también muy prudente
en sus relaciones con la Iglesia ; así se ve en el artículo 30 de la ins-
trucción a su sucesor donde le dice : "En la provisión de curatos se
presenta al Vice-patrono la propuesta de tres sujetos, y yo siempre
480
LA DESTRUCCIÓN
me he conformado con el que ha venido en primer lugar, porque lo
demás sería causa y origen de disgusto y no muy fácil, al entrar
a calificar el mérito de los opositores con acierto y exactitud."
Los prelados por su parte, como hemos insinuado, realizaron
obras de primer orden en este decenio; así el Sr. Pina y Mazo en
Yucatán dio pasos muy trascendentales para el mejoramiento de la
clase indígena y una equitativa repartición de tierras; lo malo fué
que, con su genio avinagrado y puntilloso no pudo dar feliz coro-
namiento a su empresa. El obispo Alcalde, de Guadalajara, levan-
taba con munificencia un hospital de primer orden que hasta hace
poco se conservaba con el ilustre nombre de su fundador. El Sr.
Plano del Hospital "Alcalde", Guadalajara.— Archivo de Indias.
Tamarón en el norte emprendía con un esfuerzo heroico (increíble)
la visita de su extensa diócesis en otro lugar anteriormente escri-
ta. Fray Antonio de San Miguel, obispo de Michoacán, además de
sus cuantiosas limosnas y caridad manifestada en la epidemia, cons-
truyó el gran acueducto que aún se conserva a lo largo de la calza-
C. V. LA ULTIMA DECADA DEL SIGLO XVL 481
da de Guadalupe, monumento hoy día de doble valor por haber sido
teatro del martirio que por nuestra fe y por la Virgen Santísima
de Guadalupe padecieron hace muy pocos años jóvenes y obreros
víctimas de la cobarde hazaña socialista allí perpetrada.
Lo malo de todas estas actividades de los obispos era que co-
mo distraídos con estas obras, se olvidaban de que las circunstan-
cias habían cambiado mucho, de que se les habían acabado dos
fuerzas principalísimas que ellos tenían que suplir y no suplieron ;
una era la fuerza punitiva de la Inquisición y otra era la fuerza
impulsiva de la Compañía de Jesús.
Por falta de esta última todo el territorio de sus antiguas mi-
siones como lo hemos indicado, seguía rodando indefinidamente
hasta el abismo de donde todavía no se ha levantado. Sus colegios
tampoco se suplieron; la multitud que en ellos se educaba, afluyó
de golpe a los seminarios y éstos mismos empezaron a desquiciarse
y trastornarse en gran manera. En el de Yucatán se armó una ver-
dadera revolución que largamente describen los biógrafos del ci-
tado obispo Pina y Mazo ; y del seminario de México el Sr. Lizana
nos dejó los siguientes apuntes : "Conocí claramente desde que lle-
gué a México que, el seminario estaba sin organización y arreglo,
y que queriendo lograrlo todo, defraudaba a la Iglesia del logro
de sus piadosas intenciones. Pensé y reflexioné una y muchas ve-
ces, qué providencias serían adaptables para el remedio efectivo;
y cuanto más lo pensaba y reflexionaba, tanto más me convencía
de que ninguna sería observada, y de que era enteramente ocioso
mandar a quien no entendería lo que se le mandaba, o no quería
obedecer preocupado del error de que el seminario conciliar haya
de servir de colegio universal" (1).
Muy aparatosamente Carlos IV y su padre habían mandado
que con los fondos de los jesuítas extinguidos se fundase un real
colegio de San Carlos, para indios nobles, nada menos, pero como
todo es dinero, tuvo tan malas andanzas desde que salió de manos
de sus dueños, Revillagigedo tuvo que contestar con muy fina iro-
nía: "Los benéficos deseos de S. M. y de su Augusto Padre el Sr.
D. Carlos III hicieron dar una prueba más de su amor a estos va-
sallos mandando fundar un colegio para indios nobles con el títu-
lo de San Carlos, pero no ha podido verificarse por falta de fondos,
(1) A. G. de I. 96-4-11.
482 LA DESTRUCCIÓN
por no haber sido bastante a ello los que se destinaron de "Tempo-
ralidades." Se ha dado cuenta a S. M. manifestándole las causas que
han demorado el establecimiento, y los únicos medios de que se ve-
rifiquen, uniéndole al de San Gregorio que en el día existe, y aún no
ha venido la real determinación." Aunque viniera la real determi-
nación mal podía el colegio de San Gregorio sacar a flote al proyec-
tado de San Carlos cuando a sí mismo no se bastaba porque, como
escribía su director: "el mal manejo y administración de las ha-
ciendas, en que consiste la mayor parte del fondo total de este es-
tablecimiento, ha sido causa de que apenas se perciba la mitad de
las rentas que le correspondía" (2).
La Universidad como una consecuencia de haberle quitado 30
colegios donde se preparaba nuestra juventud para ingresar en la
Universidad, andaba por los suelos como claramente lo dice el mis-
mo virrey en el artículo 46 de su referida Instrucción.
*
* *
Hemos dicho que ya no se podía contar con la Inquisición, por-
que aunque legalmente no estaba suprimida, se había convertido
aquí en México en un mero formulismo y en España en una infame
comedia; como que los más enemigos de la Inquisición y que pre-
paraban su ruina estaban en su propio seno.
La de aquí, además de desvirtuarse y de añojar en la perse-
cución contra la impiedad, por órdenes recibidas de España dege-
neró y pervirtió sus fines en este último decenio, porque su fin
principal pareció ser en este período la persecución de las tenden-
cias, cada vez más generales, a la independencia nacional, con lo
cual no solamente resultaba para la Iglesia, inútil sino antipática.
La inscripción de sus frontispicios donde se leía "para terror de
la Heregía, seguridad de estos reinos y honra de Dios," podía cam-
biarse diciendo "para el espionaje y persecución contra los mexi-
canos."
En los procesos flojos y desalmados de esta época, aunque se
toquen siquiera por fórmula puntos de religión, siempre se ve el
principal motivo que anima a los jueces, revistiendo así las causas
inquisitoriales el carácter de procesos de Estado. Así fué la causa
(2) A. G. de I. 97-4-11.
C. V. LA ULTIMA DECADA DEL SIGLO DIEZ Y OCHO 483
de Pablo Juan Catadiano. Era éste un vizcaíno avecindado en Mé-
xico, de edad de 34 años, comisionista de comercio, denunciado en
3 de setiembre de 1794, y cuyo delito ha sido, referían los inqui-
sidores, el de proposiciones, algunas contra la religión y muchas
más contra el Estado, aprobantes de la muerte del rey de Francia
y de las actuales máximas de los franceses, las que le merecieron en
plenario la calificación de vehementemente sospechoso. Tramitada
su causa, fué sentenciado, a fines de 1795 (19 de diciembre) a que,
en forma de penitente, abjurase de levi en la sala del tribunal a
puerta cerrada, en presencia de doce comerciantes; reprendido se-
veramente y desterrado para siempre de América, a cuyo efecto
fué embarcado en Veracruz con destino a Cádiz en febrero de 1796.
Entre estos reos de causas de fe y de Estado, contábanse tres
franceses: Juan Laurel, cocinero principal del conde de Revillagi-
gedo, preso en Jalapa. "Decretamos esta prisión, referían los in-
quisidores, excitados de un testimonio que el actual Sr. Virrey Mar-
qués de Branciforte nos remitió y del proceso que en consecuencia
se ha formado contra este reo de fe y también de Estado ; de modo
que con la revolución y sistema del actual estado de la Francia han
querido los franceses residentes en este reino y otros españoles
afrancesados sembrar en él aquella abominable doctrina de liber-
tad e irreligión."
Hé aquí algunos detalles que en carta privada, el inquisidor
general proporciona sobre el movimiento revolucionario de las
ideas, en la capital de Nueva España: "Los perversos franceses
que en todas partes siembran la cizaña e infidelidad, no podían des-
cuidarse de este país, manantial de la plata. Por omisión al menos
y condescendencia con los muchos que aquí estaban establecidos,
singularmente en oficios mecánicos, como de peluqueros, y reloje-
ros, estaban muy insolentados y capaces de intentar cualquiera
maldad.
"Con motivo de haberse fijado en un sitio público un pasquín
sedicioso, muy contrario a la religión católica y a nuestro gobier-
no monárquico y aprobante del de los franceses, en la noche del 26
del pasado Agosto (1794), este nuevo Sr. Virrey, lleno de activi-
dad y de celo por el servicio de Dios y del Rey, dio comisión espe-
cial al alcalde del crimen D. Pedro Valenzuela, excitando nuestro
celo, porque tiene la mayor confianza del Santo Oficio y nos distin-
gue a cada uno de los inquisidores.
484 LA DESTRUCCIÓN
"Sin embargo de las exquisitas diligencias, no se ha podido
descubrir al autor de pasquín, pero sí se ha ido descubriendo una
trama y conjuración diabólica, demasiado premeditada, dirigida
a sublevar todo el reino, que había de comenzar por un motín san-
griento en esta capital, en que habían de caer la cabezas princi-
pales, secular y eclesiástica, y no quedaban en pie las de los In-
quisidores.
"Hasta ahora los principales reos parecen ser un cirujano
francés y un caballero andaluz pero sin duda hay muchos compli-
cados, los más franceses, algunos criollos, y más gachupines o es-
pañoles europeos; se han hecho muchas prisiones, porque el fuego
iba cundiendo muchísimo, este Tribunal sin excederse de sus fa-
cultades, ha preso algunos, y llueven denuncias, de suerte que no
cesamos y no alcanza ni el tiempo ni la cabeza ni las manos, ni me-
nos la paciencia por la calidad de las fieras, disimuladas en figuras
de hombres, con que lidiamos" (3).
Pero la semilla sembrada por los franceses iba pronto a fruc-
tificar, y así sabemos que por proposiciones heréticas y contra el
Estado fueron procesados, en 1795, el doctor don Juan Antonio
Montenegro, y el capitán don Mariano Díaz Bonilla; en 1796, el
cura don Atanasio Pérez Manilla ; en 1797, don Manuel Enderica ;
en 1798, don Juan José López Vidaurri y en 1799, don Manuel del
Hoyo y Fuente y don Gerardo Méndez.
♦ *
De lo dicho hasta aquí podía decirse que la Iglesia Mexicana
terminó el siglo XVIII y comenzó el siguiente con sus dos brazos
rotos, el de la inquisición y la enseñanza de la juventud ; con la
cabeza que era el episcopado, desorientada y en parte del cuerpo
de la nación : la aristocracia, llevaba ya, inoculado por la masone-
ría, el cáncer de la impiedad.
La verdad histórica, sin embargo, no nos lleva a un pesimismo
absoluto, pues que en la Iglesia organizada y muy bien provista
de lo temporal, quedaba un clero secular todavía en gran parte muy
respetable; quedaban las órdenes religiosas antiguas, algo cansa-
das es cierto, y abrigando en su seno algunas docenas de sujetos
muy aseglarados, pero en conjunto, todavía muy útiles, muy respe-
(3) Carta de 29 de Setiembre de 1794. Apud Medina O. C.
C. V. LA ULTIMA DECADA DEL SIGLO DIEZ Y OCHO 485
tables y respetadas. En el norte, legiones de misioneros tan fer-
vorosos como los mismos que fundaron nuestra cristiandad.
* *
Aparte de estas órdenes antiguas, precisamente en este dece-
nio tomaron auge dos congregaciones providencialmente enviadas
para que supliesen, cuando menos en parte, algunos ministerios
que en las ciudades solía desempeñar antes de su extinción, la Com-
pañía de Jesús.
Fué la primera de estas mencionadas congregaciones la de
agonizantes o Camilos, fundada a fines del siglo XVI en Roma
por San Camilo de Lelis, admitida en España en 1643 e introduci-
da en México en 1755 por el P. Diego Marín de Moya. El fundador
secular fué el Sr. D. Felipe Cayetano de Medina, regidor perpetuo
de México, que falleció antes de la venida de los padres en 1752.
Fué también insigne protector de la casa el Sr. D. José de Lanza-
goi-ta, vizcaíno muy rico y piadoso que murió en 1766.
Cuando, a raíz del Concilio IV, empezó con molestísimas vi-
sitas la tendenciosa reforma de los regulares, a los camilos tam-
bién les tocó su visitador el cual por rectitud natural y a pesar de
los deseos que animaban la orden de su visita, tuvo que firmar las
siguientes palabras que copiamos para edificación de los fieles y
ejemplo de los sacerdotes : "sé, parte de propia experiencia, parte
por noticias individuales y parte por pública voz y fama, que su
vida (de los PP. camilos) es ejemplar, sus costumbres edificati-
vas y su conducta irreprensible. Acuden puntualmente a cuantos
los llaman sin reserva de horas, ni distinción de casas ni personas.
"Para ellos en el ejercicio de su ministerio no hay hora incó-
moda del día o de la noche; casas altas o bajas; ricos, o pobres;
nobles o plebeyos; poderosos o desvalidos. No he oído una queja
hasta ahora de que se hayan excusado, reñido a alguno ni aun mos-
trado desabrimiento, al que los llama, o en la casa por las incomo-
didades de la hora, inclemencia del tiempo, u otro motivo, sino que
entran con mucho agrado, modestia y cortesía a socorrer al enfer-
mo con la mayor caridad, sin melindres ni repugnancia ; porque ni
la enfermedad por asquerosa les fastidia, ni por contagiosa los
amedrenta; ni por pavorosa los horroriza. Si ejecuta el accidente,
no desamparan un instante al moribundo hasta que espira... Sin que
486 LA DESTRUCCIÓN
basten instancias importunas para hacerlos tomar una gota de agua,
aunque hayan trabajado muchas horas, o muchos días con el en-
fermo; porque si les urge la necesidad de alimento, envían por
otros compañeros que los muden. Y hasta que éstos vienen, aunque
tarden por la distancia, u otra causa, no se retiran a comer. Esto
es ordinariamente después de las horas regulares; porque el nú-
mero tan corto de religiosos no permite muchas veces que estén
prontos, los que han de ir a relevarlos. Pero si hacen juicio de que
da tregua la enfermedad, se retiran oficiosamente a socorrer a
otros más necesitados, y vuelven a la hora conveniente o antes, si
los llaman por alguna gravedad inopinada, ellos no pierden tiem-
po, si no son necesarios, se van a donde lo sean. Y si no lo son, cons-
tantemente asisten al enfermo hasta la muerte sin salirse a conver-
sar con los deudos o familiares ni otro descanso que el alternar en
los oficios, rezando uno mientras otro exhorta; porque ni vivo el
enfermo, admiten una cama en que reclinarse un rato; ni muerto
se detienen por incomodidad de la hora u otro motivo. Ciertamente
son unos operarios que lejos de ser gravosos son muy benéficos al
público; porque son infatigables en su servicio sin conveniencia
propia. De modo que según entiendo, no les bajará de veinte horas
de trabajo por día según su corto número que no pueden resistir
sin cuerpos de bronce. Esto es en mi juicio lo que ha menester re-
forma; porque ese tesón y trabajo no pueden llevarlo a carrera lar-
ga sin que falten o se inhabiliten los pocos que hay en el día. Y
tengo tan alto concepto de la utilidad y necesidad de esta religión
que quisiera verla propagada por todo el reino con número copioso
de operarios en cada casa. Mas por el contrario veo con dolor una
sola en esta capital" (4).
De más cuerpo y de más duración, como que todavía tenemos
la dicha de disfrutarla fué la congregación del Oratorio de San Fe-
lipe Neri; en 1657 un respetable sacerdote, llamado D. Antonio
Calderón Benavides, en cumplimiento de un voto que había hecho
al referido amabilísimo fundador, reunió varios eclesiásticos para
formar una congregación semejantes a la que aquel santo patriarca
había establecido en la capital del orbe católico. Entre los prime-
ros que se le unieron, fué D. Pedro Díaz de Arévalo, sacristán de
San Bernardo, quien facilitó de las religiosas de ese monasterio,.
(4) A. G. I. 97-4-13.
C. V. LA ULTIMA DECADA DEL SIGLO DIEZ Y OCHO 487
SU templo para los ejercicios que se proponía establecer la nueva
asociación, que por entonces no eran enteramente los mismos que
los que hoy practica la congregación del Oratorio. Al efecto, re-
unidos treinta y tres sacerdotes que se habían ya congregado con
aquél santo fin, y previas las constituciones que aprobó el ordinario
en 24 de enero de 1658, se dio principio a los ministerios de la nueva
confraternidad, que tomó el título de "Unión," instalándose en la
mencionada iglesia con toda solemnidad el 26 de mayo del mismo
año de 58.
Pasados muchos años, creyeron conveniente los PP. de la
"Unión" solicitar ser incorporados en la congregación del Orato-
rio de San Felipe Neri, sujetándose enteramente a sus constitu-
ciones aprobadas por la Iglesia, sustituyéndolas para su régimen
interior y público a las que sólo habían observado. Era en esa épo-
ca prefecto el venerable P. Dr. D. Juan de la Pedrosa, quien lo pro-
puso a los demás miembros de la "Unión" y aprobado el pensamien-
to se hizo la solicitud en 1696, remitiendo a Roma apoderados con
aquel objeto, autorizándolos para todas las renuncias que fueren
necesarias de sus antiguas reglas, y para allanar cualesquiera obs-
táculos que impidiesen la agregación. Los apoderados manejaron
tan bien el negocio que el Papa Inocencio XII, oído el parecer del
prepósito de Roma y de la Sagrada Congregación de Regulares se
sirvió expedir la bula que comienza: Ex quo divina. Majestas su
data en Roma a 24 de diciembre de 1697, en que la erigía en congre-
gación del Oratorio, a la manera que la había fundado en Roma su
esclarecido patriarca, con la concesión de varias indulgencias, y
comunicación de gracias y privilegios que aquella goza, y debajo
de las constituciones con que se gobierna la misma y a las cuales
debía arreglarse la de México.
En cumplimiento de las leyes civiles se presentó dicha bula
para obtener su pase en el real y supremo Consejo de las Indias;
pero quedó en él retenida por haberse echado de menos la real cé-
dula, que por olvido o descuido lamentable de los fundadores no se
había impetrado de la corte, solicitando licencia para la fundación
en esta ciudad de la venerable Unión ; y se expidió una real orden
el 4 de junio de 99, en que se extrañaba al virrey por haber permi-
tido aquella fundación sin los requisitos legales, noticiándole que-
dar suspenso el efecto de la bula por aquel motivo. Aunque dicha
real orden no mandaba dispersar la congregación, ni mucho me-
488 LA DESTRUCCIÓN
nos demoles el templo, como se vociferaba, sin embargo, los PP.
según parece, dando crédito a esos rumores, dejaron por lo pronto
su casa y templo y se pasaron al convento de San Agustín, que se
les franqueó por los religiosos para su habitación, así como la igle-
sia para sus ministerios, mientras pasaba aquella borrasca que
amenazaba anegar a una confraternidad que por tantos años había
sido tan útil a la Iglesia y al Estado.
Poco duró, no obstante, aquella tribulación. El virrey, la real
audiencia, el deán y cabildo, entonces sede vacante, las religiones,
ayuntamiento y demás autoridades de la ciudad de México, infor-
maron tan ventajosa como justamente a la corte de Madrid a fa-
vor de los PP. de la Unión, que a 28 de junio de 1701 expidió el
rey, rescripto por el que dando pase a la bula, concedía licencia
para la fundación de la nueva congregación del Oratorio.
En virtud de esta real cédula y la citada bula de Inocencio XII,
que se recibieron en México por noviembre de 1701, se instaló con
toda solemnidad la congregación del Oratorio de México el día 12
de febrero de 1702, autorizando el acto el Excmo. e limo. Sr. Dr.
D. Juan de Ortega Montañés, virrey entonces y arzobispo. Era en
esa época prefecto de la Unión el V. P. D. Pedro de Arellano y So-
sa, que completó el número de trece que la habían gobernado con
ese título desde su fundación; y en virtud de las nuevas constitu-
ciones tomó ya el de prepósito, así como los consultores el de di-
putados, y los demás oficiales el que señalan las mismas reglas.
Duró por lo mismo la confraternidad de la Unión cuarenta y cinco
años, en cuyo espacio de tiempo florecieron en ella sujetos muy
ejemplares como su fundador, D. Pedro Díaz de Arévalo, que la
instaló en San Bernardo; el Dr. D. Alonso Alberto de Velasco, el
limo. Sariñana Obispo de Antequera, D. Domingo Pérez de Barcia,
fundador del colegio de San Miguel de Belén, y otros muchos que
sería largo referir. Tuvo también esta venerable confraternidad
la gloria de que de su seno salieran notables escritores sobre la
aparición de Ntra. Sra. de Guadalupe como lo fueron los PP. D.
Miguel Sánchez, D. Luis Becerra Tanco, y el Dr. D. Francisco Si-
les; y también los que primeramente publicaron las noticias his-
tóricas sobre nuestro santo paisano el beato Felipe de Jesús. Pero
lo que la hace más digna de elogios fué su constante dedicación a
los ministerios eclesiásticos, y los grandes ejemplos de virtudes que
C. V. LA ULTIMA DECADA DEL SIGLO DIEZ Y OCHO 489
dieron sus congregantes, con que edificaron durante todo el tiempo
de su existencia a toda esta ciudad.
Después de la expatriación de los jesuítas adquirió un nuevo
lustre la congregación del Oratorio de México, tanto por el nuevo
ministerio de los ejercicios espirituales de San Ignacio que tomó
a su cargo, como por haberse trasladado al centro de la ciudad en
la que fué casa profesa de aquellos religiosos.
Cerrada la casa de ejercicios de "Aracoeli" anexa al colegio
de San Andrés, como las demás pertenecientes a los referidos je-
suítas, los PP. filipenses se propusieron continuar este útilísimo
y santo ministerio.
El primer filipense que dio los ejercicios fué el P. D. José
Joaquín Olazarán, el año de 1769, en una casa provisional que se
había dedicado a este fin en la capilla del cerro de Guadalupe, y
después de su muerte el P. Dr. D. José de Escontría pretendió con-
tinuar esta obra, aunque no pudo lograrlo por entonces por graves
dificultades que se suscitaron. Entre tanto los PP. del Oratorio,
cuidando más de la casa de Dios que de su propia habitación, que
se encontraba casi en estado de ruina, habían comenzado a levan-
tar el magnífico templo cuya planta se ve hasta el día ; pero habien-
do sobrevenido un fuerte terremoto el 4 de abril de 1768, quedaron
tanto las paredes del nuevo templo como la casa del Oratorio en
tan deplorable estado, que casi era imposible habitar allí sin expo-
nerse a alguna desgracia. Esto movió al dicho P. Escontría que
era, a su vez prepósito, a solicitar del virrey, se prestase a la con-
gregación, la iglesia de la casa profesa para los ministerios, a la
que acudían diariamente con mucha incomodidad desde la calle de
San Felipe, tres veces al día, permaneciendo en ese trabajo hasta
el de 1771, en que mediante un convenio entre el gobierno y los
padres, recibieron la casa profesa, que había servido de colegio
a los del antiguo de San Ildefonso, hasta aquella fecha. La apli-
cación de la casa profesa a los PP. del Oratorio, fué hecha el
25 de marzo del mismo año por el virrey marqués de Croix y con-
firmada en agosto por el rey Carlos III. Debe advertirse, que la
iglesia la recibieron sin ornamentos ni más alhajas que los colate-
rales que la adornaban, y con respecto a la casa hubo un cambio
formal por las fincas que poseían en las calles de San Felipe Neri,
que han producido no cortas cantidades a los gobiernos, de sus
arrendamientos.
490 LA DESTRUCCIÓN
Quien principalmente auxilió a los PP. del Oratorio para con-
seguir se les diese la casa profesa de la manera que hemos dicho,
fué el Sr. D. Domingo Valcárcel, presidente que fué y decano del
real acuerdo, cuyo retrato se conserva hasta el día en dicha casa,
como muestra de gratitud. Igualmente se previno que para lo su-
cesivo se llamase la casa y la iglesia con el título de "San José el
Real," pretendiendo los enemigos de la Compañía hacer desapare-
cer hasta el nombre de aquel edificio ; pero si bien se hizo familiar
respecto de la calle a que cae la portería, jamás pudo conseguirse
que los mexicanos dejasen de llamarla "Casa Profesa."
índice de materias
PARTE PRIMERA
INSTITUCIONES Y LABOR DE LA IGLESIA ORGANIZADA
Págs.
CAPITULO PRIMERO.— NUESTRA MADRE SANTÍSIMA DE GUA-
DALUPE.— Orientaciones históricas. — Extensión del culto sobre toda la
nación. — Diferentes ermitas y santuarios. — La Villa de Guadalupe. — El
Cerrito y el Pocito. — Santuarios de Nuestra Madre en provincias. — Sobre
los milagros. — Informaciones de 1666. — Cartas de la reina doña Ana de
Austria, — El patronato de la ciudad y de la nación. — El caballero Bot-
turini. — La Colegiata 19
CAPITULO II.— LAS BELLAS ARTES EN LA IGLESIA MEXI-
CANA.— Consideraciones generales. — Los misioneros y los pintores in-
dígenas primitivos. — Los dibujos de Acolman. — Pintores célebres anti-
guos.— Los cuadros de grandes autores europeos en México. — Insignes
pintores modernos. — El ideal religioso. — Escultura. — Estatuas de las fa-
chadas.— Estilo del siglo XVII. — Los Coras de Puebla. — Tolsa. — Esculto-
res modernos. — Artes menores. — La platería. — Elaboración de la se-
da.— Ebanistas. — Sobre nuestros grabadores. — Cerámica. — Cuidado de
nuestras obras de arte 42
CAPITULO III.— EL EPISCOPADO Y EL CLERO SECULAR.— Con-
sideraciones generales. — Lanziego, Gómez de Parada, Escalona y Cabanas.
— Sedevacantes y sus perjuicios. — Política y Boato. — Fundaciones de nue-
vas diócesis. — Tendencias al servilismo. — Relaciones con Roma. — Sobre
los cabildos catedrales, — Clero rural y urbano. — Cárcel de Curas en Te-
potzotlán „ 64
CAPITULO IV.— RELACIONES AD LIMINA.— Arzobispado de Mé-
xico.— Obispado de Antequera o Oaxaca. — Obispado de Chiapas. — Obis-
pado de Guadalajara. — Obispado de Yucatán. — Obispado de Durango 92
492 índice de MATERIAS
CAPITULO V.— LAS ORDENES ANTIGUAS.— Novedades en la or-
í^anización y en el personal de las tres órdenes. — Los dieguinos. — Obser-
vaciones sobre el espíritu religioso. — Comodidad, ociosidad. — Las alterna-
tivas.— Rasgos reprochables. — Defectos en las comunidades. — Las visitas
de Ubach y Travalloni.— Crítica de la palabra "relajación."— La papeleta
de 1754. — Los colegios de Propaganda Fide. — Santa Cruz de Querétaro,
Zacatecas y San Fernando de México.— El plan del padre Pimentel.— So-
lución final del problema de las parroquias 118
CAPITULO VI.— LA COMPAÑÍA DE JESÚS.— El personal de la
provincia mexicana. — Proyectos de su división. — Nuevas fundaciones.—
Métodos de educación y de enseñanza. — La devoción al Sacratísimo Co-
razón de Jesús. — Los ejercicios espirituales. — Defectos menores. — Asesi-
nato del padre Segura. — Consideraciones sobre temporalidades jesuíticas.. 150
CAPITULO VIL— SOBRE LOS CONVENTOS DE RELIGIOSAS EN
LA NUEVA ESPAÑA. — Catalina de Bustamante y sus beatas. — Planes
de fray Juan de Zumárraga. — Las concepcionistas. — Las dominicas. — La
familia de Santa Ciara.— Carmelitas descalzas.— Capuchinas y brígidas.
— La madre Azlor de la Compañía de María. — Consideraciones y datos
sobre el número de conventos, espíritu religioso y bienes temporales de
las monjas - ^**
CAPITULO VIII.— LA VENERABLE MADRE MARÍA DE JESÚS.—
Diversas etapas de la causa de su beatificación.- Estado actual del pro-
ce^o.- El aspecto de Puebla a fines del siglo XVI.— Padres, nacimiento
c infancia de María de Jesús. — Entra en el convento de la Concepción. —
Fundación y primeros días del monasterio. — La novicia. — Tentaciones con-
tra la pureza. — Frases de un notable sermón. — Elevada oración de la ve-
iierable.— Sus padecimientos y humillaciones.— Cómo llenaba su día.— De
.-íu caridad y celo.— Dones de Dios. — Su santa muerte 203
CAPITULO IX.— LA SANTA INQUISICIÓN.— Prosperidad y popula-
ridad de la Inquisición.— Sueldos de los inquisidores. — Muestras de la la-
bor inquistorial. — Brujerías en Goahuila. — Calumniosa aserción sobre so-
licitantes.—La Inquisición y los indios.— Un célebre edicto.— Considera-
ciones generales ^2"
CAPITULO X.— EL ALTO MOVIMIENTO INTELECTUAL.— Com-
paración con los siglos anteriores. — Noticias bibliográficas sobre nuestros
más prominentes intelectuales. — Alegre, Abad, Landívar, Maneiro, Gue-
vara, León y Gama, Clavijero. — Menciónanse honoríficamente otros auto-
les. — Sumarias reseñas de nuestras publicaciones sobre lenguas indígenas,
parenética, ascética y ciencias sagradas superiores. — Fundación eclesiás-
tica de la prensa mexicana.— La real y pontificia TJniversidad de México
y sus constituciones palafoxianas. — Se citan algunos colegios 241
CAPITULO XI.— GALERÍA BIOGRÁFICA DE ALGUNOS ECLE-
SIÁSTICOS Y SEGLARES DISTINGUIDOS POR SU VIRTUD.— Consi-
índice de materias 493
deraciones generales. — Hombres de gobierno. — Ascetas y varones apos-
tólicos.— "El padre de los ahorcados." — Una gloria sonorense. — Modelos
del clero secular. — Bosquejo de la sociedad de México a mediados del si-
glo.— Los caballeros cocheros del Santísimo. — Un ilustre portugués. —
Borda, Echeveste, Caballero, Terreros. — Otros bienhechores. — Autorida-
des virtuosas. — Un buen gobernador de Yucatán. — Vergara, Ferrer y
Dávalos 266
PARTE SEGUNDA
LAS MISIONES
CAPITULO PRIMERO.— MISIONES DEL CONTINENTE.— La re-
lación de Revillagigedo. — Misiones en la Baja Sonora y en la Pimería. —
Adquisiciones en beneficio de los indios, — Misiones de la Nueva Vizca-
ya.— Tepehuanes y tarahumares. — Misiones de la pix)vincia de Coahui-
la. — Nueva Extremadura. — Trabajos apostólicos en el nuevo reino de
León. — Misiones en Tampico. — ^Entrada y establecimiento de las misio-
nes del Nayarit. — Espíritu y dificultades de las misiones en el siglo XVIII 299
CAPITULO II.— DIFICULTADES Y ESPÍRITU DE LOS MISIONE-
ROS.— Inmensidad de las extensiones descubiertas. — Las tribus salva-
jes.— Las nuevas lenguas. — Las autoridades civiles y militares. — Fracaso
de conversión de los apaches. — Inversión de los sínodos. — Distribución de
los misioneros. — Obsei-vaciones del obispo de Durango. — Direcciones bio-
gráficas 320
CAPITULO III.— LAS MISIONES DE CALIFORNIA.— Primeras ex-
pediciones a California. — Entrada del padre Juan María de Salvatierra.
— Primeras fundaciones. — Caracteres generales de la labor misional. —
Descripción de la vida cristiana de California. — La misión desde 1767. —
Los fondos piadosos de la California 337
CAPITULO IV.— NUESTROS MÁRTIRES.— Diez soldados mexica-
nos mártires en las Islas Marianas. — Los apóstoles de Milpillas. — Los
padres Rebullida y Zamora. — El padre Miguel de Almanza. — Los jesuítas
lamaral y Carraiico. — Los padres Tello y Rowen. — Fray Javier de Sil-
va.— Fray Francisco Ganzábal. — Los cuatro mártires de San Sabás. —
Fray Luis Jaime y sus compañeros. — Fray Felipe Guillen. — El padre
Garcés y sus compañei^os 364
494 índice de MATERIAS
PARTE TERCERA
LA DESTRUCCIÓN
CAPITULO PRIMERO.— PRINCIPIOS DE LA DESTRUCCIÓN RE-
LIGIOSA.— El ejército. — Extranjeros delatados ante la Inquisición. — Di-
versas clases de inmigrantes. — Actitud del episcopado. — Más extranjeros
perniciosos. — Nuestras clases bajas. — Libros prohibidos. — Cambios radica-
les en Madrid. — Nuevas actitudes hacia los bienes eclesiásticos. — Inva-
siones en la jurisdicción. — Los textos regalistas 38T
CAPITULO II.— DESTIERRO DE LOS JESUÍTAS.— Prenuncios fu-
nestos.—La carta de Clemente XIII.— Conducta del marqués de Croix.-
Intimación del Decreto. — Desde el Santuario de Guadalupe a Veracruz. —
Hasta la salida de la Habana.— Rumbo a Cádiz.— El hospicio del Puerto
do Santa María. — Pasan al Mediterráneo y se detienen en Córcega. — Un
milagro de la Virgen de Guadalupe. — Desembarco en Genova 412
CAPITULO III.— LOS JESUÍTAS MEXICANOS EN LA PENÍNSU-
LA ITALIANA.— Desde Gestui hasta los Estados Pontificios. — Destino y
acomodamiento de los desterrados. — Se intima el breve de extinción. —
En Bolonia ^^^
CAPITULO IV.— CONTINUA LA DESTRUCCIÓN REUGIOSA.—
Decretos de despojo. — Monto de las temporalidades. — Empleo de los bie-
nes jesuíticos. — Cómo quedaron las misiones. — Legalización del robo. —
Tesoros ocultos.— El Tomo Regio y el IV Concilio.— Las sesiones antije-
Euíticas. — Prepárase la persecución contra los frailes. — El regalismo del
Concilio. — Los Obispos y los problemas nacionales 449
CAPITULO V.— LA ULTIMA DECADA DEL SIGLO DIEZ Y
OCHO. — Muerte de Carlos III. — Carlos IV y su camarilla.— Regalismo y
desamortización. — El decreto cismático. — La inmoralidad en la corte. —
La sociedad en México. — Revillagigedo. — Actividades del episcopado. —
Ruina de la Educación. — La Inquisición degenera. — Los padres Camilos.
—El Oratorio de San Felipe Neri 471
índice alfabético
ABAD Diego, 245, 445.
ABARCA DE BOLEA Pedro, 402.
ABAT José Ma. procesado, 390
ABREU limo. Domingo P,, 165.
ACADEMIA DE BELLAS ARTES,
63.
ACAL, jesuíta, 445.
ACAPONETA Convento de, 120.
ACAPULCO, 58, 78, 79, 120, 318, 344.
ACIBURU Sebastián de, 166.
ACUAUTLA, 122
ACOLMAN, 44, 54.
ADAME Y ARRIAGA, 82, 260.
ADAR DE MOSQUERA Antonio, 261.
AGREDA M. María, Venerable, 258.
AGUASCALIENTES, 107.
AGUAYO Marqués de, 196.
AGUIAR Y SEIJAS Francisco, Ar-
zobispo, 24, 73, 95.
AGUILAR Alfonso de, Mártir, 368.
AGUIRRE, Capitán, 179.
AGUIRRE Cristóbal de, 25.
AGLIRRE José F. de, 195.
AGUIRRE Fray Pedro, 252.
AGUSTÍN Iglesia de San, 54.
AHUALULCO Convento de, 120.
AHUATLAN Convento de, 120.
AJACCIO puerto de, 426.
ALABARRANO Tiburcio, 282.
ÁLAMO San Pedro (Conde de), 196.
ALAMOS, 300.
ALANIS José Patricio, 448.
ALARCON, 340.
ALBARRADA de S. Lorenzo, 144.
ALBERONI, 475.
ALBORNOZ Bemardino de, 180.
ALBURQUERQUE fray Bernardo
de, 186.
ALCALÁ, 260.
ALCALDE Antonio de. Obispo de Yu-
catán y de Guadalajara, 81, 90, 91,
459, 469, 480.
ALCIBAR, 49.
ALCOCER Y SARIÑANA Fray Bal-
tasar, 268, 273.
ALCOTIN Pedro, procesado, 391.
ALDACO Manuel, 82, 265, 287.
ALDA VE ROJO DE VERA Miguel,
235
ALEGRE Francisco Javier, 161, 242,
243, 269, 336, 356, 428, 445.
ALEJANDRO VI, 403.
ALEJANDRO Vil, 29, 30, 35.
ALEJO Pedro, Mártir, 367.
ALFARO, Luis, 273.
ALFONSO Luis, 50.
ALMANZA Miguel, Mártir, 371, 372.
ALTAMIRANO Juan, 291, 356.
ALTAMIRANO Matías, Mártir, 367.
ALTAR presidio de, 383.
ALVAREZ Juan Bautista, 89.
ALVAREZ Manuel Francisco, 50.
ALVAREZ Fray Ramiro, Mártir. 369.
ALVAREZ DE ABREU Domingo, 88.
ALVAREZ DE ABREU Miguel limo.,
89, 413, 459, 461, 469.
ÁLZATE Antonio, 243, 247, 251.
AMACUECA Convento de, 120.
AMECAMECA, 122.
AMURRIO Frav Gregorio, 380.
ANA DE AUSTRIA doña María, 33.
ANDRADE P., 273.
ANDRÉS DE AQUINO, 44.
ANDUAGA Fray Manuel, 252.
ANGELES Isabel de los, 179.
ANSA Juan Bautista de, 372.
ANTEQUERA Catedral de, 100, 186.
APRESA Doña María, 154.
AQUISMON población de, 317.
ARACOELI Casa de Ejercicios de,
489.
ARAMBURU Ignacio, jesuíta, 418,
445.
APANDA Ildefonso de, 156.
APANDA Conde de, 359, 397, 402,
414, 460.
ARCE, 57.
ARCE, inquisidor, 397.
APECHE José Antonio, fiscal, 415.
496
índice alfabético
ARECHEDERRETA, 82.
ARELLANO Y SOSA Pedro, (del
Oratorio), 269, 488.
ARGEL, 357.
ARIAS DE IBARRA Antonio, 154.
ARIAS Manuel, presidente del Conse-
jo, 401.
ARIAS TENORIO Andrés, 187.
ARIZPE, doctor, 463.
ARLEGÜI, 250, 369.
ARNALDO Fray Vicente, 268.
ARNOZ Y ARCE, jesuíta, 446.
ARRICIVITA, padre, 321, 370.
ARRIÓLA, jesuíta, 446.
ARROYO, padre, 129.
ARTEAGA Mateo, doctoral, 460.
ARTEAGA Sebastián de, 46, 51.
ARTONK Carlos, procesado, 394.
ASTORGA marqués de, 33, 34.
ASCARAY Juan Manuel, 274.
ASTRAIN, 167.
ATI, misión de, 381.
ATONDO Isidro de. Almirante, 340,
341.
ATOTONILCO, 273.
ATZCAPOTZALCO, 122.
AUTLAN Convento de, 120.
AVILA Manuel, 295.
AZARA José Nicolás de, 207, 468.
AZLOR María J., (religiosa), 175,
195.
BAHAMONDE Manuel, gobernador,
312.
BALSADRIA, 347.
BALVANERA Convento de, 184.
BANDUJO Domingo, 83.
BARBADILLO Francisco, goberna-
dor, 312.
BARCO Miguel del, jesuíta, 348, 437.
BARONA, 154.
BARQUERA, jesuíta, 425.
BARREDA Juan de la, 32.
BARREDA, Rosario, Julio, Gabino,
415.
BARRENECHE Fray, Mártir, 381.
BARRIENTOS Y CERVANTES, 82.
BARTOLICO el maestro, 57.
BASALDUA, 347.
BAUTISTA, jefe apache, 324.
BAUTISTA Isabel. 182.
BAYLON, cabo, 383.
BAZAN Diego, Mártir, 365.
BEATRIZ DE STO. TOMAS (religio-
sa), 216.
BECERRA, doctor, 463.
BECERRA Y TANCO, 488.
BELÉN Convento de, (Habana), 419.
BELÉN recogimiento de, 264.
BELLIDO, jesuíta, 446.
BELLIGA Coad., 464.
BELLO Mariano, 47, 50, 51.
BELMONTE Juan, jesuíta, 425.
BELTRAN Fray Antonio, 130, 131.
BELTRAN Juan, 366.
BENEDICTO XIII, 41, 190, 463.
BENEDICTO XIV, 38, 41, 402.
EENON Ducrue Francisco, 323.
BERMUDEZ DE CASTRO, 46, 82.
BERNAL DIEZ DEL CASTILLO, 43,
BERISTAIN, 82, 163, 250, 257.
BERRIO Luis de, 176.
BEYE Y CISNEROS, 82.
BIENPICA Sotomayor, 88.
BLANCO Matías, 164.
BLANCO Y ELGUERO, 89.
BOLONIA, 161, 244, 249, 276, 433,
442, 443.
BORALLA María de, 283.
BORBON Fernando Luis de, 432.
BORBON Francisco J. de, (Fiscal),
132.
BORDA José de la, 59, 60, 286.
BORGUESE Espiridión Excmo.. 443.
BORJA, Doña María de, 356.
BORJA Francisco, procesado, 390.
BOTTURINI, caballero Lorenzo, 39,
40.
BRAMANTE, 31.
BRANCIFORTE Virrey, 360, 483.
BRAVO, 347.
BRAVO DE LA SERNA Marcos, 105.
BRINCAS Fray Diego de, 245.
BRIZUELA José, 261.
BUCARELI Antonio de. Virrey, 311,
406, 418, 446, 451.
BURGOA, Cronista, 45, 186.
BURGOS (Misión), 143.
BUSANIC Misión de, 358.
BUSTAMANTE Fray Antonio, 336.
BUSTAMANTE Carlos Ma., 250.
BUSTAMANTE Catalina de, 176.
BUSTAMANTE Fray Francisco, 21.
BUSTO Y MOYA Sta. Teresa, 156.
BUSTOS Diego, 75.
CABALLERO José Antonio, Marqués,
476.
CABALLERO GONGORA Antonio,
89, 91.
CABALLERO Y OSIO Juan, 26, 287,
342, 347, 356.
CABALLEROS COCHEROS Cofradía
de, 281.
CABANAS Obispo de Guadalajara,
65, 70, 71, 80.
CABARUS, 476.
ÍNDICE ALFABÉTICO
497
CABRERA Y QUINTERO Cayetano,
250.
CABRERA Mi^el, 48, 142.
CABUJACAMANGA, 350.
CADENA Marqueses de la, 184.
CÁDIZ, 419, 422.
CALATAYUD Nicolás, jesuíta, 441.
CALDERÓN Viuda de, 256.
CALDERÓN Antonio, 260.
CALDERÓN Francisco, jesuíta, 429.
438.
CALDERÓN BENAVIDES Antonio,
486.
CALIFORNIA Misiones de, 143, 323,
337, 361, 454.
CALIFORNIA ANTIGUA, 354, 356,
361.
CALIFORNIA NUEVA, 361, 362, 363.
CAMACHO Y AVILA Diego limo.,
90.
CAMACHO, limo., 452.
CAMARGO Chantre, 32.
CAMARGO Frav Juan, 277.
CAMARGO (Misión), 143.
CAMARILLO Esteban Ramón, 448.
CAMILOS Congregación de los, 485.
CAMPECHE, 112.
CAMPO Francisca, 211
CAMPOMANES Pedro de, Ministro,
397, 402.
CAMPOY José, jesuíta, 445.
CAMPOY Rafael, jesuíta, 274.
CAMS, 463.
CANAL Y HERVAS María Loreto
de, 185.
CANCOPINCA, 144.
CANDELARIA Misión de, 375.
CANO MOCTEZUMA Diego de, 33.
CAPUCHINAS Convento de, 191.
CARABALLO José, Secretario de
Guerra, 458.
CÁRDENAS Juan Antonio, 448.
CÁRDENAS Fray Juan de, 319.
CARLOS II, 344.
CARLOS III, 151, 152, 180, 267, 389,
396, 402, 408, 450, 456, 474.
CARLOS IV, 474, 475, 476, 478, 481.
CARLOS V, 20, 54, 407.
CARMELITAS de Morelia (Conven-
to), 194.
CARMELITAS de Querétaro (Con-
vento), 194.
CARMELITAS de Veracruz, (Conven-
to), 194
CARPINCO, Cardenal, 205.
CARRANCO P. Lorenzo, Mártir, 372,
373.
CARRANZA Y GUZMAN Manuel
(Capitán), 236.
CARRASCO, Gonzalo, 52.
CARRILLO Francisco, caballerizo,
458.
CARRILLO ALTAMIRANO José,
167.
CARVAJAL D. Andrés de, 164, 188.
CASAFUERTE Marqués de, 36.
CASA PROFESA, 489, (Vide Iglesia
de la Profesa).
CAS.AJJAS Fray Francisco, 336.
CASTAÑIZA José Ma., jesuíta, 438.
CASTEL BOLOÑESE, 434.
CASTILLA Luis de, 179.
CASTILLO, jesuíta, 446.
CASTILLO José del, 163.
CASTILLO Miguel (jesuíta), 270.
CASTOREÑA Y URZUA, 82, 90, 190,
257.
CASTRO Agustín, jesuíta, 429, 445.
CASTRO Francisco de, 27.
CASTRO ROMEO Nicolás de, 282.
CASTROLI, 154.
CASTRO SANTANA, 60, 75, 130,
152, 163, 166, 185, 236, 277, 458.
CATADIANO Pablo Juan, procesado,
483.
CATARINAS Convento de, 187.
CATURANO Antonio, procesado, 394.
CAVO Andrés, jesuíta, 250, 446.
CEBALLOS Francisco, provincial,
171, 268, 425, 446.
CELAYA, 154.
CERDAN Nicolás, 33.
CERVANTES Obispo de Guadalaja-
ra, 81.
CERVANTES Juan de. 260.
CERVANTES Fray Simón, 130.
CERVANTES DE SALAZAR Fran-
cisco, 24, 242.
CESATI, jesuíta, 445.
cíbola, 339.
CIENEGUILLA, 301.
CIFUENTES Rodrigo de, 44
CIFUENTES Doña Teresa. 356.
CILIESA Y VELASCO Miguel, 89.
CIUDAD RODRIGO, 83.
CLARISAS, monjas, 187.
CLAVIJERO Francisco J., 161, 242,
248, 249, 269, 322, 338, 349, 446.
CLEMENTE VIII, 122.
CLEMENTE X, 34, 205.
CLEMENTE XII, 206, 402.
CLEMENTE XIll, 413, 461, 462, 463.
CLUER DE LA MILLIERE Marcos,
procesado, 395.
COAHUILA, 231, 301, 304, 305, 307,
311.
íd8
índice alfabético
COCULA Convento de, 120.
COLEGIATA DE GUADALUPE, 22.
COLEGIO DE PORTACOELI, 120.
COLEGIO IMPERIAL de México, 120.
COLOMBANI José M. limo., 438.
COLON Manuel, jesuíta, 434.
COLORADO río, 302.
COLUMNA Señor de la, 273.
CONCEPCIÓN monjas de la, 178.
CONCEPCIÓN pueblo de la, 381.
CONCHA Andrés de, 45.
CONCILIO IV, 459.
CONCEPCIÓN misión de la, 310, 312,
315.
CONGREGACIÓN de Ntra. Sra, de
Guadalupe, 84.
CONGREGACIÓN DEL ORATORIO
de S. Felipa Neri, 84.
CONGUARIACHI, 304.
CONSAG misionero, 332, 347 (Vid.
Konsag). , ,
CORAZÓN DE JESÚS Colegio del
Sgdo., 71.
CÓRCEGA isla de, 424, 426.
COROMANDEL, 357.
CORODEGUATZI pueblo de, 329, 333.
CORPUS CHRISTI (Convento), 189,
191.
LE CORRAZE archivo de. 72.
CORREA Juan, 47.
CORRO, jesuíta, 446.
CORTE Fray Marcos de la, 130.
CORTES Dr., 260.
CORTES Antonio, 47.
CORTES HERNÁN, 22, 178, 339.
CORTINA Conde de la, 44.
COSÍO ALV ARADO Alejandro, 282.
COVADONGA Capilla de, 62.
COVADONGA cofradía de, 478.
COVARRUVIAS Urbano de, (jesuí-
ta), 236.
COYOACAN 177.
COZANO Juan Bautista, 323, 341.
CRESPILLO, 44.
CRESPO Benito, 88, 91.
CRISPO Aquiles, 248.
CROIX Teodoro de, gobernador, 381,
383
CROVX marqués de, 309, 359, 414,
446, 489.
CRUILLAS marqués de, virrey, 389.
CRUZ Juan de la, 44.
CRUZ Y MOYA, dominico, 255.
CRUZ DE QUERETARO Colegio de
la, 109.
CRUZ Y SARAVIA Manuel, 154.
CUAUTINCHAN retablo de, 45.
CUAUTITLAN, 24, 32.
CUAUTLA, 122.
CUELLAR Lope, comandante, 455.
CUERVO, jesuíta, 446.
CUESTA Francisco de la, 89.
CUEVAS D. Iñigo, 82.
CUEVAS Juan de, 215.
CUEVAS AGUIRRE Y AVENDAÑO
José A. de, 36, 282.
CUEVAS Y DAVALOS Miguel, 33,
80.
CUIXTLAHUACA (Juxtlahuaca),
122.
CUNERO Y R. DE ARELLANO Jo-
sé, 89.
CUSIHUIRIACHIC, Real de minas de,
455.
CHACOLETE, procesado, 390.
CHALCO, 122.
CHALMITITLAN, 120.
CHARCAS, 120.
CHARO Convento de, 69, 277.
CHAVEZ y García Diego Francisco,
jesuíta, 445.
CHEVERRIA Santiago J. de, 88.
CHIAPAS, 65, 104, 122.
CHIHUAHUA, 120, 153, 304.
CHILAPA Obispado de, 78.
CHIMALPOPOCA Nicolás de los An-
geles, 278.
CHINCHILLA Alejandro, procesado,
390.
CHOLULA, 44, 177, 372.
CHULEN Lorenzo, jesuíta, 424.
DAVALOS Y ESPINOSA José, 295.
DAVILA Alonso, 179.
DAVILA Salvador, jesuíta, 445.
DAVILA y Arrillaga, 336.
DECORME, 464.
DELAI Cardenal, 92.
DELGADILLO Oidor, 176.
DELGADO Fray Luis, 146.
DELGADO Mateo, 156.
DENIA Pedro Tomás, 180.
DESPLAN Francisco, procesado, 395.
D'ESTREES Cardenal, 401.
DÍAZ Cosme José, 254.
DÍAZ Fray Juan, mártir, 381.
DÍAZ Ignacio, procesado, 390.
DÍAZ Vicente, jesuíta, 434.
DÍAZ BRAVO José limo., 91, 459,
460, 461.
DÍAZ DE GAMARRA Juan, 251.
DÍAZ BONILLA Mariano, procesado,
484.
DÍAZ DE ALARCON Melchor, capi-
tán, 338.
DÍAZ DE AREVALO Pedro, 486, 488.
índice alfabético
499
DÍAZ DE ORTEGA Felipe, intenden-
te, 455.
DIEGO Juan, 23.
DIEGUINOS, 122.
DIEZ DE VELASCO Obispo de Gua-
dalajara, 81, 90, 106.
DIEZ DE LA BARRERA Ignacio, 91.
DIVINO SALVADOR Congregación
del, 84.
DOMÍNGUEZ Juan Francisco, (pres-
bítero), 272.
DOPORTO Juan Antonio, 441.
DUEÑAS José Feo., procesado, 390.
dulcísimo nombre de JESÚS
DE PEYOTES, 307.
DUMON José, 398.
DURANGO Obispo de, 65, 84, 113,
120, 154, 301, 304.
ECHAVE Baltazar de, 45.
ECHAVE EL MOZO, 47.
ECHEGARAY Francisco, gobernador,
311.
ECHENIQUE Joaquín, 32.
ECHEVESTE Francisca, 265, 287.
EGUIARA, 250, 255.
EGUIARA Y EGUREN, doctor, 82,
90.
ELGUERA misión, 317
ELIGIÓ (Eloy) San, 59.
ELIZACOECHEA Martín, Obispo de
Durango, 81, 82, 88, 91.
ELIZARRARAS Fray Marcelo, 277.
ELORZA Antonio de L. y, 88.
ENCINILLAS rancho de, 331.
ENDERICA Manuel, procesado, 484.
ENRIQUEZ virrey, 181.
ENSEÑANZA DE AGUASCALIEN-
TES Colegio de la, 197.
ENSEÑANZA DE IRAPUATO Co-
legio de la, 197, 264.
ENSEÑANZA DE MÉXICO Colegio
de la, 196, 267.
ESCALANTE Y COLOMBRES, 82,
89
ESCALONA, Obispo de Michoacán,
65, 69, 89.
ESCANDON (misión), 143.
ESCANDON José de. Coronel, 315.
ESCOBAR, agustino, 70.
ESCOBAR maestro, 277.
ESCOBAR Y LLAMAS Cristóbal,
164, 165.
ESCOBEDO Federico, Pbro., 246.
ESCONTRIA José de, 489
ESPINOSA (cronista), 139, 141, 144.
ESPINOSA Fray Isidro de, 250.
ESPRONCEDA Villa de, 70.
ESTEBAN Lázaro, 448.
ESTEVEZ Fray Francisco, 336.
ESTEVEZ Pedro A., 91.
ESTRADA Ignacio de, 154.
ETZATLAN Convento de, 120.
FABIÁN Y FUERO Francisco, limo..
88, 201, 459, 461, 469.
FEIJOO licenciado, 340.
FELIPE EL HERMOSO, 408.
FELIPE II, 182.
FELIPE IV, 240.
FELIPE V, 41, 401.
FERNANDEZ Pablo, 282.
FERNANDEZ URIBE, 82.
FERNANDEZ FIALLO Francisco,
283
FERNANDEZ DE STA CRUZ limo.,
205, 262.
FERNANDO VI, 99, 137, 147, 402
FERNANDO VIL 207.
FERRARA legacía de, 276, 434, 442,
443.
í'ERRER Ignacio, 295.
FIGUEROA Y SILVA Antonio, 293.
FIUPINAS, 60, 357.
FILIPINO UPPI, 51.
FIOLI, procesado, 390.
FLORENCIA ciudad, 249, 443.
FLORENCIA Francisco de, 28, 30,
31 33 243
FLORES ALATORRE D. Félix, 82.
FLORES Juan Antonio, procesado.
394.
FLORES Manuel Antonio, 312.
FLORES Rafael, 52.
FLORIDA, 339.
FLORIDABLANCA ministro, 397.
FLUVIA, 322.
FONDO PIADOSO, 359.
FONSECA Fray José, 279.
FOURLONG Guillermo, S J., 322.
FRANCISCA DE LOS ANGELES
(religiosa), 215.
FRANCISCA EVANGELISTA, 179.
FRANCISCO templo de Sn., 63.
FRANCISCO JAVIER Congregación
de San, 84.
FRANQUIS Esteban, procesado, 390.
FRANYUTI Esteban, jesuíta, 446.
FRASO, 410.
FRESNO Conde del (comisario), 229.
FRONTERAS, 302, 328, 331.
FUENCLARA Conde de, 40.
FUENTE Vicente de la, 396, 474.
FUERO Fermín J., 90.
FULCHERI Pedro, procesado, 390.
FUSTER Fray Vicente, 378.
GAGE Tomás, 135.
500
índice alfabético
GALINDO Y CHAVEZ Fray Felipe,
267.
GALINDO Fray Rodrigo (merceda-
rio), 272.
GALLEGOS Fray Sebastián, 57.
CALVEZ José de, 405, 406, 414, 447,
467.
CALVEZ Matías de, virrey, 300, 312.
CAMARRA doctor, 274.
GÁNDARA Salvador de la, provincial,
422, 434, 442.
GANDÍA duquesa de, 423.
GANUZA Pedro, jesuíta, 434, 43';,
438, 440.
GANZABAL Fray José Francisco,
mártir, 375.
CARAVITO Obispo de Guadalajara,
81, 309, 310.
GARCES misionero franciscano, 332.
GARCES Fray Francisco, mártir, 381.
383.
GARCÍA Francisco, biógrafo, 365.
garcía Arellano, 147.
GARCÍA FERRER licenciado, 47.
garcía FLORES Rodrigo, 189.
garcía ICAZBALCETA Joaquín,
244.
garcía de LEGASPI José, 88.
garcía de MENDOZA Antonio, ca-
pitán, 347.
garcía sarmiento de Sotomayor
y Luna, virrey, 23.
GELEDE José, procesado, 394.
GENOVA puerto de, 430, 432.
GENOVESI José María, 254.
GERMANI Andrés, procesado, 390.
GERTRUDIS DE LOS DOLORES
(Sor), 190.
GERVAS Miguel, 156.
GIGEDO partidos de, 307.
GIL DE BARNAVE Fray Juan Cri-
sóstomo, mártir, 377.
GIL DE LA SIERPE Pedro, 347.
GILGG Adán, 324.
GODINEZ Miguel (jesuíta), 207, 219,
221.
GODÓY, .397, 474, 478.
GÓMEZ Fray Juan Crisóstomo, mi-
sionero, 353.
GÓMEZ ÁNGULO Diego F., 89.
GÓMEZ DE CERVANTES Nicolás,
limo., 82, 90, 322.
GÓMEZ DE PARADA, limo., 65, 68,
90 111 293
GÓMEZ ZAMORA Matías, dominico,
411.
GONZÁLEZ ABENCERRAJE Calix-
to, 26.
GONZÁLEZ Baltasar, 30.
GONZÁLEZ Diego Pablo, S. J., 322.
GONZÁLEZ CASTAÑEDA José, 282.
GONZÁLEZ Juan, ermitaño, 258.
GONZÁLEZ GARCÍA Pedro, 88.
GONZÁLEZ, jesuíta, 446.
GONZÁLEZ Manuel, misionero, 343.
GONZÁLEZ Miguel, 421, 446.
GOÑI Pedro, 341.
GORDON José Mariano, procesado,
394.
GOROSITO Fray Francisco, 253
GORRAEZ MALO José Antonio, 282.
COYA PORRAS barón, 50.
GRANADOS, 250.
GRANADOS José J., limo., 91.
GUADALAJARA Arzobispado de, 65,
84, 106, 109, 115, 122.
GUADALAJARA Museo de, 48, 71.
GUADALAJARA Tomás de, 322.
GUADALCAZAR marqués de, 403.
GUADALUPE Colegiata de, 96.
GUADALUPE Colegio de, Zacatecas,
109, 143, 145, 455.
GUADALUPE misión de, 310, 311.
GUAMAZOTA, 120.
GUANAJUATO, 155, 156.
GUARDIOLA marqués de, 479.
GUATEMALA Colegios de, 153.
GUAYABOS misión de, 318.
GUEMEZ Y HORCASITAS Juan V.,
(coronel), 167.
GUERRA ALONSO, limo., 187.
GUERRA Fray José, 146.
GUERRERO Y TORRES Francisco,
26.
GUEVARA D. Diego de, 82.
GUEVARA doctor, 260.
GUEVARA (jesuíta), 243, 246.
GUIDO RENI, 51.
GUILLEN Felipe, mártir, 380.
GUILLIAR Antonio, procesado, 394.
GUTIÉRREZ Alonso, procesado, 391.
GUTIÉRREZ B. DE QUIROS, limo.,
227.
GUTIÉRREZ DAVILA, 183.
HABANA, 417, 418.
HARO Isabel de, 192.
HARO Simón de, 179.
HARO Y PERALTA Alonso N. de,
88.
HEIDEN Jacobo van den, procesado,
394.
HELEN Everardo, 323.
HENDAYA Y HARO Manuel José
de, 88.
HERDOÑANA Antonio, 157.
índice alfabético
501
HERICE Frav Ignacio, 146.
HERRERA Juan, 33.
HERRÓN Fray Martín de, 319.
HEVIA Fray Diego, mártir, 369.
HIDALGO José Antonio, jesuíta, 445.
HIDALGO Y COSTILLA Miguel, 248.
HOGAL, 256.
HORCASITAS (misión de), 143.
HORTA Bto. Salvador de, 149.
HOSPITAL DEL AMOR DE DIOS,
94.
HOYO Y FUENTE Manuel del. pro-
cesado, 484.
HOYOS (misión), 143.
HOYOS Y MIER Femando, 82, 89.
HUAYNAMOTA, 115.
HUEHUETLAN misión de, 318.
HUEJOTZINGO, 44, 177, 211.
HURTAZUN Ignacio, 418.
IBARBURU, jesuíta, 445.
IBARRA José de, 48.
IBARRARAN José María, 52.
ICAZBALCETA, 336.
IMBERGER Comelio, procesado, 390.
INDAN José, procesado, 390.
INDE Mina de, 304.
INOCENCIO XI, 100, 101.
INOCENCIO XII, 487, 488.
IRAGORRI Juan Feo., jesuíta, 423.
446.
IRAPUATO, 120.
IRIGOYEN, canónigo, 262.
ISABEL DE LA ENCARNACIÓN
(religiosa), 225.
ISLA P., 276.
ISLAS MARIANAS, 365.
ISLAS Santiago, comandante, 382.
ITA Y PARRA, 82.
ITÜRRIAGA Manuel, jesuíta, 424,
445.
JALAFAN William, procesado, 394.
JALATLACO curato de, 100.
JALISCO, 306.
JAUREGUI Agustín de, 164.
JAUREGUI José de, gobernador, 314.
JAYME Frav Luis, mártir, 378.
JESÚS MARÍA Colegio de (Puebla),
264.
JESÚS MARÍA Y JOSÉ pueblo de,
322.
JESÚS NAZARENO iglesia de, 54,
273.
JIMÉNEZ CARO Francisco, 236.
JIMÉNEZ Frav Mateo, 131.
JIMÉNEZ PEDRO (comisario), 229.
JIMÉNEZ BOLIO Rudesindo, 282.
JOSÉ, rev de Portugal, 463.
JUANA DOÑA, 408.
JUANA INÉS DE LA CRUZ (Sor),
194.
JUÁREZ José, 46.
JUÁREZ Luis, 46.
JUÁREZ presidente, 60.
JURA Fray Antonio de, 24.
KELER Ignacio Javier, 374.
KINO Eusebio Feo., 332, 338, 341,
343, 347.
KONSAG Fernando (jesuíta), 269,
332 347
LADRÓN DE GUEVARA Aiitonio
314.
LAJAS, 120.
LAMPAZOS Punta de, 311.
LANDE (astrónomo), 247.
LANDETA Francisco de, 185.
LANDIVAR Rafael, 161, 242, 246,
445.
LANTERI José, 282.
LANZAGORTA Jo.sé de, 485.
LANZIEGO Y EGUILAS, Arzobispo
de México, 65, 66, 73, 81, 84, 88.
LARA José Mariano, 244.
LAUREL Juan, procesado, 483.
LAVA José, jesuíta, 425.
LAZCANO Francisco Javier, 163.
LAZCANO José, 230.
LAZO DE LA VEGA Ignacio Fray,
130.
LAZUEN Fray Fermín, 380.
LEDESMA Bartolomé Fr., 101, 24d.
LEDESMA Clemente, franciscano,
255.
LEÓN, 155.
LEÓN Nicolás, 283.
LEÓN Y GAMA Antonio, 243, 247.
LEÓN reino de, 309.
LEONOR DE LOS ANGELES (aba-
desa), 215.
LEOZ provincial, 133.
LINARES Obispado de, 65, 77.
LINARES Villa de, 314.
LINAZ Fray Antonio, 139, 140, 144,
336.
LINAZA Francisco Javier de, 78.
LIZANA Francisco Javier, limo., 477,
481.
LIZASOAIN Ignacio, jesuíta, 434,
440, 441, 442, 445.
LLAMAS DE VALDES Andrés, Obis-
po, 312.
LLANOS Andrés, 261.
LLANOS DE VERGARA Elíseo, 295.
LLÓRENTE, 477.
LOAIZA Francisco, misionero, 322.
LOMARA Nicolás, jesuíta, 425.
502
índice alfabético
LOMBARDO Natal, misionero, 322.
LOMBARDO Pedro, 261.
LÓPEZ DE PRIEGO, Antonio, jesuí-
ta, 415.
LÓPEZ DE STA. ANNA Antonio,
207.
LÓPEZ Francisco, 38, 39, 255.
LÓPEZ GONZÁLEZ Vicente, 88.
LÓPEZ Gregorio, 408.
LÓPEZ José, mártir, 368.
LÓPEZ Miguel, jesuíta, 430.
LÓPEZ PIMENTEL Fray Mariano,
146.
LÓPEZ VIDAURRI Juan J., proce-
sado, 484.
LORENZANA Alvaro de, 185.
LORENZANA Carlos de, procesado,
394
LORENZANA Feo. Antonio, limo.,
74, 88, 255, 414, 461.
LORETO misión de (California), 346,
347, 348, 353.
LORETO Ntra. Señora de, 154.
LOZANO Francisco Javier (jesuíta),
245.
LOZANO Juan de Dios, 261.
LOZANO Miguel, jesuíta, 445.
LUCCA Giordano, 51.
LUIS XV, de Francia, 463.
LUNA Antonio de, 340.
LUYANDO, 82.
LUYANDO familia de, 356.
MACANAZ, 401, 410.
MACAO 357.
MACARAYUCA Antonio, 91.
MACQUIENZIE Diego, procesado,
394.
MADURE, 357,
MAITRE Juan de, procesado, 390.
MALASPINA D. Carlos, procesado,
394.
MALDONADO, 260.
MALDONADO Ángel, limo., 88.
MALO Y CASTRO Pablo T., 152.
MALVERI Vicente, Cardenal, 443.
MANCERA marqués de, 34, 191.
MANCUSO Luis (visitador), 153, 154.
MANDUJANO, jesuíta, 446.
MANEIRO Juan Luis, 161, 242, 246,
274, 336, 445, 446.
MARCOTUN Daniel, procesado, 395.
MARGIL DE JESÚS Fray Antonio,
141, 143, 146, 336.
MARÍA ÁGUEDA de S. Ignacio, 254.
MARÍA ANTONIA MICAELA (mon-
ii) 189
MARÍA GREGORIA MANUELA
(monja), 189.
MARÍA DE JESÚS Venerable Ma-
dre de, 203 y Sig.
MÁRQUEZ Agustín, jesuíta, 441.
MÁRQUEZ Pedro, jesuíta, 445.
MÁRQUEZ OROZCO Juan, 185.
MARTIN DE JESÚS Fray, 144.
MARTÍNEZ Damián, 91.
MARTÍNEZ DE LA PARRA (jesuí-
ta), 194.
MASY Nicolás, procesado, 394.
MATA REYES, 50.
MATAMALA, 120.
MATEHUALA, 120.
MATEOS Y QUIRINO José, 282.
MATEOS CORONADO Francisco ?.,
89 90
MAYANS, 276.
MAYORGA virrey, 131, 312.
MEAVE Ambrosio, 265, 287.
MEDINA Fray Baltasar, 250.
MEDINA Cayetano de, 485.
MEDINA Y SARAVIA Felipe C, 36.
MEDINA Y TORRES José, 282.
MEDRANO Pedro de, 34.
MÉNDEZ Gerardo, procesado, 484.
MENDOZA Antonio de, 33.
MENDOZA José, 230.
MERCADO Nicolás, misionero, 322.
MERCATI Angelo, 92.
MERIDA Catedral de, 110, 112.
MÉXICO Arzobispado de, 65, 83, 120.
MEZQUITAL, 120.
MICHIMALOYA S. Luis, 358.
MICHOACAN Arzobispado de, 65, 84,
120, 283.
MIER Duquesa de, 60.
MIGUEL DE SANTA MARÍA Fray,
254.
MIGUELEÑA Martín José, 166.
MIL ANGELES Colegio de, 258.
MILPILLAS San Bemardino de.
Convento, 369.
MIMBELA Manuel de, 90, 106.
MINGUILLON José, procesado, 390.
MIRANDA Beatriz de, 184
MIRANDA Fray Jacinto, Í32.
MIRANDA licenciado, 340.
MIXTECA, 104.
MODENA, 432, 433, 442.
MOLINA Frav Miguel, 377.
MOLINA jesuíta, 446.
MOLINA Melchor de, 215.
MOLINA DE MOSQUERA Esteban,
194.
MOLINEDO Fray Juan Bautista de,
319.
MOLINO BLANCO, 144.
MONCLOVA, 300, 309.
MONQUI misión del, 358.
MONTAÑÉS, 47.
índice alfabético
503
MONTANO Tomás, 88.
MONTE DE PIEDAD, 290.
MONTEAGUDO, 82.
MONTECUESTA Narciso M. de, al-
calde, 314.
MONTENEGRO Juan Antonio, pro-
cesado, 484.
MONTERREY, 120, 300, 311.
MONTERROSO Fray Tomás de, 35.
MONTUFAR Fray Alonso, Arzobis-
po de México, 24.
MONROY Diego de, 33.
MONROY Luis, 52.
MONROY Sebastián de, 368.
MORA Antonio de, 162, 253.
MORALEDA Conde de la, 282.
MORALES Francisco de, 45.
MORATIN, 477.
MOREL DE STA. CRUZ limo. Pe-
dro, 154.
MORELIA Seminario de, 264.
MORENO Fray José Matías, mái-tir,
381.
MORET Juan Jaime, procesado, 390.
MORLETE RUIZ, 49.
MOTA Y ESCOBAR limo., 219.
MOTA PADILLA Matías, 250.
MOYA Diego María, 485.
MOYA DE CONTRERAS Arzobispo,
181.
MUÑOZ Juan, jesuíta, 440.
MURILLO, 49, 50, 51.
NAHUELAMPA pueblo de, 236.
NAJERA, 51.
NAJERA monasterio de, 66.
NANCHU (Netuig) Juan, 375.
NAPOLEÓN BONAPARTE, 474.
NARVARTE José, 282.
NAVARRETE, 251.
NAVARRETE Francisco, 153, 154.
NAYARIT, 322, 358.
NEVÉ jesuíta, 445.
NICOCELLI, 38.
NIEVE Carlos Fray, 130.
NIÑAS Colegio de, 69.
NITHARD embajador, 34.
NIZA Fray Marcos de, 333, 338.
NOGALES DAVILA Pedro, 88.
NOMBRE DE DIOS Villa, 304.
NORIEGA José, 142
NOROÑA Nicolás de, jesuíta, 438.
NUEVA CALIFORNIA, 351.
NUEVA GALICIA, 106, 250.
NUEVA VIZCAYA, 153, 302, 304,
307.
NUEVO LEÓN, 301.
NUEVO MÉXICO, 339, 358.
NUÑEZ DE HARO obispo, 80, 86, 87,
197 479.
NUÑEZ DE MIRANDA, 253, 270.
NUÑEZ DE LA VEGA, 81.
ÑUÑO DE GUZMAN, 338.
ÑUÑO Juan, 479.
NURAVAIN Fray Pedro, 130.
OAXACA, 60, 65, 83, 186, 283.
OBREGON Baltasar de, 338, 340.
OCEGUERA, Nicolás de, jesuíta, 428.
OCEJO Manuel de, procesado, 390.
OCONOR Hugo, Comandante, 311.
OLAGUA Martín de, jesuíta, 441.
OLALLA Ana de, 448.
OLAVARRIETA, jesuíta, 446.
OLAZARAN José J., filipense, 489.
OLIER Antonio, procesado, 395.
OLIVA Andrés, 448.
OLIVARES F. Gabriel, 91.
OLIVARES Francisco J. de, 90.
OLOVA Nicolás Antonio, 448.
OLVERA PRADO Jacinto, 89.
OMAÑA, 82.
OMAÑA SOTOMAYOR, 89, 463.
OME San Jacinto de, población, 344.
OMITLAN real de, 236.
ONTIVEROS Juan de, 188.
ONTFVEROS (matemático), 251.
ORATORIO Congregación del, 486.
ORDOÑO JIMÉNEZ, 338, 339.
ORO mina del, 304.
OROZ Diego de, procesado, 390.
OROZCO Y JIMÉNEZ, limo., 250.
ORRY. hacendista, 401, 475.
ORTEGA José, S. J., 322, 323.
ORTEGA MONTAÑÉS Juan, Arzo-
bispo de México, 81, 82. 88, 488.
ORTIGOSA Gregorio de, 89.
OSIO Y OCAMPO Juan de, 156.
OSORES, 82.
OSORIO Juan Antonio, 448.
OSORIO DE ESCOBAR Y LLAMAS
Diego, 29, 204.
OSTIMURI misión de, 300, 302, 453.
OTUMBA, 177.
OVIEDO Nicolás Antonio, 156, 160,
173 253 255.
OYAÑGUÉrÉÑ Pedro, 33.
OZULUAMA misión de, 318.
OZUMBA, 248.
PACHUCA. 309.
PADILLA, doctor, 260.
PADILLA (misión), 143.
PADILLA Ramón, procesado, 391.
PADILLA Y ESTRADA Ignacio, 90,
110, 153.
PALACIOS Juan de. provincial. 341.
504
índice alfabético
PALAFOX Venerable Sr. D. Juan de,
74, 199, 204, 261, 262.
PALMA, licenciado, 340.
PALMA misión de, 318.
PALMITOS Sitio de, 315.
PALOMINO José M., 90.
PALOU, 378.
PAMPANGOS, filipinos, 345.
PANUCO, 318.
PARDO, Bachiller, 219.
PARMA ducado de, 430, 431, 432.
PARRAL, 304, 341.
PARRAS, 306.
PARREÑO Julián José, jesuíta, 445.
PATINO Ixtolique, 57.
PAULO V, 113.
PAUU, 249.
PECHATERO, 120.
PEÑA Gertrudis de la, marquesa,
358, 454.
PEÑA FLORES Francisco, 282.
PEÑALVER José, jesuíta, 429.
PERALTA Catalina, 188.
PEREA limo. D. José, 147.
PEREDO Diego, 91.
PERELI Julio, procesado, 394.
PEREYNS Simón, 45.
PÉREZ limo. D. Antonio Joaquín,
56.
PÉREZ Antonio, mártir, 368.
PÉREZ Conde de, 197.
PÉREZ Dionisio, jesuíta, 437, 445.
PÉREZ Fray José, 133.
PÉREZ Juan Basilio, 448.
PÉREZ Francisco, jesuíta, 441.
PÉREZ DE BARCIA Domingo, 183.
488.
PÉREZ DE LAS CASAS Antonio
(bachiller), 188.
PÉREZ MANILLA, Cura procesado,
484.
PÉREZ DE RIVAS, 158.
PÉREZ SALAZAR Y DE HARO. 259.
PÉREZ DE LA SERNA Juan, 23.
PERICUES, indios, 350, 372.
PERLY Juan, procesado, 391.
PERUSQUIA, 57.
PESQUERA Gregorio de, 180.
PEZA, jesuíta, 445.
pía UNION, 84.
PICADO PACHECO Antonio, 282.
PICCOLO, 323, 342.
PIEDAD la, 122.
PILÓN, Curato de, 312.
PIMENTEL LUIS jesuíta, 420.
PIMERIA ALTA Y BAJA, 301, 302,
357, 372.
PINA Salomé, 52.
PINILLOS Condesa de, 194.
PINTO Antonio, 130.
PINA Y MAZO Luis de, 91, 480, 481.
Pío V, 187.
Pío VI, 207.
Pío VII, 477.
PIOLI Pedro, procesado, 390.
PIZARRO Fray Simón, 131.
PLASENCIA Andrés, 41.
POBLETE, deán, 32.
FONDICHERY, 357.
PORLIER, ministro, 207.
PORTILLO Atanasio, 446.
PORTOCARRERO, Cardenal, 401.
POSADA Ramón de, fiscal, 312.
PRESAS (nrüsión), 143.
PRIMO DE RIVERA, D. Miguel, 82.
PROFESA Iglesia de la, 84, (Vid.
PUEBLA, 56, 60,' 61, 65, 84, 122, 208,
PUERTO Nicolás del, 32, 101.
PUERTO PRINCIPE (residencia),
157.
PUNTA DE LAMPAZOS, 311, 312,
314.
PURIFICACIÓN misión de la, 310,
312.
purísima concepción Convento
de la, (Puebla), 215.
QUERETARO, 26, 57, 79, 122, 342.
QUIJAS Fray Jacinto, 369.
QUIROGA, limo. Sr. D. Vasco de,
55, 80.
QUIVIRA la gran, 333, 338, 339.
RAMÍREZ José P., jesuíta, 446.
REAL CERRO, 447.
REALES, jesuíta, 446.
REBUDILLA Fray Pablo, mártir,
370.
REBULL Santiago, 52.
RECABARREN Leonor de, 166, 291.
REGLA Conde de, 290.
REGLADO Petra, 448.
RECUESTO Y DAVALOS Justo, 282.
REINA Francisco de, 100.
REINOSA (misión), 143.
REMBRANDT, 52.
REMEDIOS Ntra. Sra. de los, 145.
RITVILLA Manuel de la, 53, 55, 56.
REVILLAGIGEDO Conde de, 300,
319, 324, 351, 360, 453.
REVILLAGIGEDO (el segundo), 479,
481.
índice alfabético
505
REYES Fray Antonio María de los,
77, 91.
REYES Juan de los mártir, 367.
REYES Pedro de los, 90.
REYES VALERIANO Y MOCTEZU-
MA María T. de los, 190.
RETZ (Prepósito general), 170.
REZZONICO José María, procesado,
390.
RICCI Lorenzo, general de la Compa-
ñía de Jesús, 443.
RINALDINI Benito, 322.
RINCÓN José, jesuíta, 420.
RIO Pedro del, 402.
RIO BLANCO, 120.
RIO CHICO presidio de, 331.
RIO GRANDE, 307.
RIO VERDE Sta. Catalina de, 319.
Ríos María de los, 231.
Ríos Vicente de los, doctoral, 460.
RIVADENEYRA Y BARRIENTOS,
Manuel, 282.
RIVADENEYRA Y BARRIENTOS
Antonio J., abogado, 410, 467.
RIVAS Diego, limo., 460.
RIVAS DE VELASCO Diego, 90.
RIVERA Diego de, 192.
RIVERA, el Españoleto, 51.
RRHERA, D. Femando, comandante,
379.
ROA," 322.
ROCHA Y DÍAZ, 82.
ROCHA Juan I. de la, 89.
RODA, ministro, 396.
RODERO Gaspar (provincial), 153.
rodríguez Domingo, jesuíta, 429.
RODRÍGUEZ Francisco, 57.
rodríguez Jax-ier, jesuíta, 421.
RODRÍGUEZ Juan, pintor, 48.
rodríguez Juan, jesuíta, 425, 441.
rodríguez Fray Pedro, procesa-
do, 394.
rodríguez NABARIJO Francisco,
277.
ROJO Manuel, 196.
ROLANDEGUT Bernardo de, 289.
ROLDAN Doña Angela, 157.
ROLDAN Gertrudis de, 195.
ROMANO Alejandro (Prepósito pro-
vincial). 169.
ROMANO Diego, 194, 211, 215.
ROMERO DE QUEDO Francisco, 192.
ROMERO DE TERREROS Pedro,
290.
ROSARIO Ntra. Señora del, misión,
315, 317.
ROSAS Colegio de las, 70, 264.
ROTEA Agustín, 251.
ROTEA Victoriano, jesuíta, 438, 445.
SAN DIEGO Convento de, 122.
ROWEN Enrique, mártir, 374.
RÚA Juan, 45.
RUBENS, 52.
rubí marqués de, 310.
RUBIO (filósofo), 242.
RUBIO Y SALINAS, arzobispo, 50.
RUIZ DE CABANAS Juan, 90.
RUIZ DE LA PEÑA Leonardo (pres-
bítero), 215.
RUIZ OLABARRIETA, 51.
RUIZ DE ROJAS Marcos, capitáji,
338.
RUTIA Antonio de, mártir, 368.
SABEL, jesuíta, 446.
SAENZ DE MAÑOZCA Juan de, S.
M. limo., 205.
SAGADE BUGUEIRO (limo.), 191.
SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
(devoción al), 162.
SAHAGUN, 242.
SAHAGUN AREVALO, Ladrón de
Guevara, 259.
SALAZAR Gonzalo, 176.
SALTILLO, 306.
SALUD Virgen de la, 55.
SALVATIERRA, 120.
SALVATIERRA Juan Ma. de, 332,
340, 344, 347, 356.
SAMANIEGO, Rmo., 139.
SAMBON Alejandro, procesado, 394.
SAN ANDRÉS Colegio de, 166.
SAN ANTONIO DE LAS HUERTAS
(Hospicio), 144.
SAN ANTONIO DE TULA, misión,
315.
SAN BARTOLOMÉ, 304.
SAN BARTOLOMÉ Colegio de, 101.
SAN BERNARDINO DE LA CAN-
DELA, misión de, 306.
SAN BERNARDO, misión de, 306,
307.
SAN BORJA (misión), 154.
SAN BUENAVENTURA Ana de, 179.
SAN CARLOS Real Colegio de, 481.
SAN CARLOS DE BUENAVISTA,
301.
SÁNCHEZ Miguel, Bachiller, 23, 33,
488.
SÁNCHEZ DE MUÑÓN Sancho (li-
cenciado), 235.
SÁNCHEZ DE TAGLE Anselmo,
limo., 264, 459.
SÁNCHEZ DE TAGLE Pedro, A., 89,
91.
SAN COSME Convento de, 122.
506
índice alfabético
SAN CRISTÓBAL, 104, 122.
SAN CRISTÓBAL misión de, 310,
312, 314.
SAN DIEGO Juan de, 230.
SAN DIEGO misión de, 378.
SAN DIEGO DE MONTERREY,
puerto, 351.
SANDOVAL Gonzalo, 24.
SAN ESTEBAN DEL SALTILLO,
306.
SAN FERNANDO Colegio de, 145.
SAN FRANCISCO Convento de, 131,
148.
SAN FRANCISCO, puerto, 351, 352.
SAN FRANCISCO DE VIZARRON
misión de, 307.
SAN FRANCISCO JAVIER (Cole-
gio), 157.
SAN FRANCISCO JAVIER PIAI-
MUNDO, 346.
SAN FRANCISCO DE LAJAS, Con-
vento, 369.
SAN FRANCISCO Luisa de, 179.
SAN FRANCISCO DE TLAXCALA,
309.
SAN FRANCISCO DE URINAMA,
370.
SAN GREGORIO Colegio de, 481.
SAN HIPOUTO provincia de, 122.
SAN IGNACIO misión de, 353
SAN IGNACIO Petra de, 189.
SAN ILDEFONSO Colegio de, (Mé-
xico), 159.
SAN ILDEFONSO Colegio de, (Pue-
bla), 269.
SAN ILDEFONSO misión de, 375.
SAN JERÓNIMO Convento de, 201.
SAN JERÓNIMO Isabel de, (religio-
sa), 215.
SAN JOAQUÍN, misión, 315.
SAN JORGE Sebastián, procesado,
390.
SAN JOSÉ, misión, 315, 317.
SAN JOSÉ DE COMUNDU, misión,
348.
SAN JOSÉ DE GRACIA, Convento,
183
SAN'jOSE Juan de, 33.
SAN JOSÉ EL REAL, 490.
SAN JOSÉ DE TACUBA, 357.
SAN JOSÉ Teresa de, 189.
SAN JUAN misión de, 306, 307.
SAN JUAN BAUTISTA misión de,
309.
SAN JUAN HONDO, 346.
SAN JUAN DE HORCASITAS, 311.
SAN JUAN DE LA PENITENCIA,
Convento, 188.
SAN JUAN DEL RIO, 122.
SAN LUCAS cabo de, 350, 351.
SAN LUIS potosí, 27, 79, 120, 448,
449.
SAN MIGUEL DE AGUAYO, 306,
307.
SAN MIGUEL ALLENDE, 273.
SAN MIGUEL Fray Antonio, Obispo
de Michoacán, 89, 480.
SAN MIGUEL DE BELÉN, Colegio
de, 488.
SAN MIGUEL EL GRANDE, 120.
SAN MIGUEL EL GRANDE, Con-
vento, 185.
SAN MIGUEL Fray Juan de, 252.
SAN MIGUEL MEZQUITIC, pueblo,
313.
SAN 'NICOLÁS, Colegio, 264.
SAN NICOLÁS Pedro de, 33.
SAN PEDRO Congregación de, 84,
277.
SAN PEDRO Y SAN PABLO, Cole-
gio, 269.
SAN PEDRO Y SAN PABLO DE
TUBUTAMA, misión, 381.
SAN PEDRO TRESPALACIOS, mi-
sión, 315.
SAN ROMANDO Fray José, 130.
SAN SABAS misión de, 376.
SAN SIMÓN Pedro, 33
SANTANA Paula de 179.
SANTA ANA, 120.
SANTA ANA mina y real de, 353.
SANTA ANA, misión, 315.
SANTA ANA TANLAJAX pueblo de,
317 ^18
santa"" BRÍGIDA Convento de, 194.
SANTA CATALINA, Convento de,
186.
SANTA CATALINA, Mártir de Río
Verde, 319.
SANTA CATARINA MÁRTIR, pa-
rroquia, 273.
SANTA CLARA (Convento) de, 187,
200.
SANTA CLARA DE ATLIXCO,
(Convento de), 188.
SANTA CLARA (Convento de Pue-
bla), 188.
SANTA CLARA DE QUERETARO
(Convento de), 189.
SANTA CRUZ Colegio de, 101.
SANTACRUZ Manuel (gobernador),
153.
SANTAELLA MELGAREJO Manuel,
282
SANTA GERTRUDIS, Colegio, 264.
SANTA INÉS, Convento, 184.
SANTA MARÍA Fr. Diego, 20.
índice alfabético
507
SANTA MARÍA GALICIA José de,
190.
SANTA MARÍA DE LOS LAGOS,
107
SANTA MARÍA OZELOSTEPEQUE,
104.
SANTA MARÍA, Puerto de, 422.
SANTA MARÍA DE TODOS SAN-
TOS, misión, 352.
SANTA MONICA, Colegio, 264.
SANTANDER (misión de), 143.
SANTEFICES Anastasio, 282.
SANTA TERESA de México, (Con-
vento de), 194.
SANTA TERESA pueblo de, 381.
SANTA VERA CRUZ templo de la,
84.
SANTELIN, capitán, 153.
SANTIAGO Francisco, 88.
SANTIAGO DE PAPASQUIARO,
304.
SANTIAGO DE MÉXICO provincia
de, 120.
SANTIAGO TLALTELOLCO, 25, 63.
SANTIAGO DE TLAUTLA, 358.
SANTIAGO DE VALLES Villa de,
314, 317.
SANTIESTEBAN Fray José, mártir,
377.
SANTÍSIMA templo de la, 84.
SANTO DOMINGO Juana de, 186.
SAN VICENTE DEL BENEFICIO
DE EXUTLA, 104.
SAN VÍTORES Diego Luis de, már-
tir, 365.
SAN VICENTE, misión, 315.
SARAVIA, académico, 375.
SARIÑANA, limo., 54, 100, 235, 488.
SARTOLO Y COLMENARES María
L, 196.
SARTORIO, 60.
SATEVO misión de S. Francisco Ja-
vier de, 334.
SANZ misión de, 318.
SEDELMAYER Jacobo, 323, 374.
SEGURA Marcos de, mártir, 367
SEGURA Nicolás, 171.
SERIS, indios, 372.
SERRA Fray Junípero, 336.
SERVIN Nicolás, procesado, 390.
SESTIGA, 347.
SEVILLA, 55, 260.
SEWUIN Tomás, procesado, 394.
SIDCARSTRON Daniel, procesado,
394.
SIERPE Don Juan de la, 356.
SIERRA GORDA, 301.
SIERRA GORDA Conde de, 313.
SIGUENZA Y GONGORA, 40, 183,
248
SILES Francisco de, 29, 30, 41, 32,
488.
SILVA Fr. Francisco Javier, mártir,
375.
SINALOA, 301, 302, 322, 331, 341,
453.
SIXTO V, 81, 179, 216.
SOLA Miguel, misionero, 324, 371.
SOLANO Francisco, ^65.
SOLEDAD DE IGOYO Ntri. Señora
de la, misión, 315.
SOLORZANO, 410.
SOMBRERETE Real de Minas de, 117,
122.
SONÓIDAC misión de, 358.
SONORA marqués de. 303-
SONORA Obispado de 65, 77, 301,
304, 322, 323, 341.
SORIANO, jesuíta, 445. .
SOTO LA MARINA (misión), 14á,
300.
SOTO IBARRA Joaquín, .32.
STEFFEL, jesuíta alemán, 322.
STOCKHOLM, 424, 429.
STRON Juan Enrique, procesado, ?.94.
SUINT Cristóbal, procesado, 390.
TACUBA 144.
TALAMANCA (Costa Rica), 370, S71.
TAMAPACHE misión de, 318.
TAMARAL Miguel, mártir, 347, 372.
TAMARON, Obispo de Durango, 81,
91, 113, 480.
TAMAULIPAS, 301.
TAMBURINI Miguel Ángel (Prepó-
sito general), 167.
TAMTTAD misión de, 318.
TAMPAMOLON, 318.
TAMPASQUI misión de, 318.
TAMPICO misiones de, 316, 318.
TAPIA Andrés de, 178, 179.
TAPIA Bartolomé, 33.
TANCALAYAB misión de, 318.
TANTOYUCA partido de, 318.
TAPIZ Pedro, 91, 154, 333, 335.
TARAHUMARA (misión), 143, 301,
341, 464.
TARUFFINO Esteban, 187.
TAXCO, 59, 60, 286, 287.
TECOLOTLAN Convento de, 120.
TELLEZ GIRÓN Ana, 215.
TELLO Juan Ildefonso, jesuíta, 434.
TELLO Tomás, mártir, 374.
TELLY Eduardo, procesado, 390.
TEMPOAL, 318.
TENANGO, 122.
TEPEAPULCO, 177.
508
índice alfabético
TEPEHUANES (misiones), 153.
TEPETIXPLAN, 122.
TEPEYAC, 20, 21, 24.
TEPETLAOXTOC, 122.
TEPORA marítimas de, 372.
TEPOTZOTLAN iglesia de, 54, 85, 86,
152, 341, 409.
TEPOTZTLAN, 122.
TEPOZCOLULA, 122.
TERREROS Alonso Giraldo, mártir,
376.
TERREROS Melchor de los, 180.
TERAN Manuel, jesuíta, 428.
TERNATE, 357.
TEXCOCO, 177.
THOMAS Reinaldo, procesado, 395.
TLAJOMULCO Convento de, 120.
TLALPUJAHUA, 120.
TLAXCALA, 132, 177.
TLAXCALILLA, 120.
TIBUEX, 339.
TIBURÓN islas del, 372.
TIZÓN río del, 338.
TOLEDO Juan B. A. de, 90.
TOLEDO, 60, 178, 179, 462, 464.
TOLSA, 54, 56.
TOMAS de Guadalajara, P., 322.
TOMAY Ignacio (P. José Ma. Geno-
vesi), 254.
TOMELIN Sebastián, 211.
TONIBABI pueblo de, 328.
TORDESILLAS Melchor de, procesa-
do, 391.
TORIJA Juan Antonio, jesuíta, 425.
TORQUEMADA Fr. Juan de, 25.
TORRES, doctor, 463.
TORRES Jaime, 172.
TORTOLERO Luis, capitán, 342.
TRAVANCOR, 357.
TRAVALLONI, Rmo., 134.
TRISTAN Esteban L. de, 90, 91.
TRUJILLO GUERRERO Felipe, 89.
TUBUTAMA, 375.
TUXPAN Convento de, 120.
TZACUALTIPAN doctrina de, 236.
TZINTZUNTZAN, 52.
UBACH Fray Juan de, 133, 134.
UGARTE, 347.
UGARTE Hilario, jesuíta. 438.
ULLOA, 340.
UNION Confraternidad de la, 487.
UNIVERSIDAD Real y Pontificia de
México, 259.
URESELINA, mártir, 380.
URTZAR José, 131.
URIZAR Miguel de, jesuíta, 420.
URQUIJO Mariano Luis de, 476.
URREA, Capitán, 383.
URRUCHT, 52.
URRUTIALDE Juan, procesado, 390.
URSINOS Princesa de los, 401.
UTRERA José, jesuíta, 434, 442.
VALCARCEL Domingo, 490.
VALDES Antonio, bailío, 312.
VALDES Manuel Antonio, 259.
VALDIVIESO, jesuíta, 446.
VALENCIANA Conde de, 197.
VALENCIANO, 54.
VALENZUELA Pedro, alcalde, 483.
VALERO marqués de, 129, 189.
VALLADOLID de Yucatán, 112.
VALLADOLID, 211, 260.
VALLARTA José, jesuíta, 445.
VALLARTA Y PALMA Jacobo, 152.
VALLE SALAZAR Luis, 402.
VALLEJO, 49.
VALVERDE TELLEZ Emeterio, Ilus-
trísimo, 244.
VAN DICK, 51.
VANEGAS Miguel, 255, 258.
VARGAS RIVERA Manuel, 89, 91.
VARGAS Gregorio, jesuíta, 440.
VASCONCELOS Pedro, 261.
VÁZQUEZ Alonso, 45.
VÁZQUEZ CORONADO, 338.
VÁZQUEZ DE LORREA José, 292.
VEGA LAGARTO Luis de la, 46.
VEGA Y ZUAZO, 260.
VELARDE Fray Francisco Javier,
130.
VELASCO Alonso A. de, 488.
VELASCO ALTAMIRANO Y PADI-
LLA, José, juez, 398.
VELASCO Fray Felipe, 319.
VELASCO Francisco de, 90.
VELASCO José Mariano, 418.
VELASCO Luis de, 188, 215.
VELASCO Y MEDINA Francisco,
282
VELASCO Y SEDEÑO María J., 190.
VELAZQUEZ, capitán, 398.
VELAZQUEZ Jerónimo, 292.
VELAZQUEZ Y MENA Juan, 164.
165.
VELLIDO José, 437.
VENTOSILLO Nicolás de, 154.
VENTURA Pedro, 448.
VERA Antonio de, mártir, 368.
VERA Vicente de, jesuíta, 421.
VERACRUZ, 78, 122, 418, 419.
VERACRUZ, filósofo, 242.
VERDE, Monseñor, 31.
VERDUGO Teresa, 287.
VERES Laureano, limo., 247.
VERONESE, 52.
VICO, Cardenal, 31.
índice alfabético
509
VIDAL Fray José de, 130.
VIDAL Francisco, jesuíta, 425.
VIDAL DE MOCTEZUMA Y DE OLI-
VARES, Obispo, 81, 89, 104.
VIESCA José, jesuíta, 440.
VILLAFANE, misionero, 322.
VILLALBA Juan de, teniente general,
389
VILLALPANDO Cristóbal de, 47.
VILLAMIL plaza de, 179.
VILLAPLANA Fray Hermenegildo,
231.
VILLAPUENTE marqués de, 164,
165, 356, 358, 454.
VILLAR VILLAMIL José del, 282.
VILLASECA, 24.
VILLASECA José, escribano, 131.
VILLASEÑOR Enrique, Pbro., 245.
VILLASEÑOR (historiador), 250.
VILLASEÑOR José (coadjutor), 171.
VILLEGAS DE CORA José, 55, 56.
VILLEGAS Fernando de, 183.
VILLEGAS Manuel, 292.
VILLERIAS Manuel, 282.
VINCI Leonardo de, 51.
VINENT Sra. Martínez del Río, 51.
VISCONTI, 161.
VIZARRON Y EGUIARRETA, Ar-
zobispo, 36, 88, 98.
vizcaínas Colegio de las, 265.
VIZCAÍNO Sebastián, 340, 344.
VON MURR, 323.
WOLFRES Segismundo, procesado,
390.
XUCHIL pueblo de, 235.
YANHUITLAN Convento de, 45.
YAQUI, 301.
YUCATÁN, 65, 80, 83, 86, 110, 120,
124.
ZACAPO, 120.
ZACATECAS, 107, 109, 120, 122, 141,
143, 277.
ZAMACONA, limo., 207.
ZAMORA, 251.
ZAMORA Fray Antonio, mártir, 370.
ZAMORA Mateo de, 90.
ZAMORANO José, jesuíta, 445.
ZAPOPAN, Colegio apostólico de, 71,
145.
ZAPOTLAN Convento de, 120.
ZARAGA Pedro, procesado, 391.
ZARAGOZA Alberto, jesuíta, 430.
ZEBALLOS, 376.
ZITACUARO, 120.
ZORRILLA Y TRUJILLO, 82.
ZUAZO Dr., 260.
ZUMARRAGA Fray Juan de, 22, 80,
176, 177, 179, 195, 469.
ZUMAYA, 45.
ZUÑIGA (matemático), 251.
ZUÑIGA Y PRADO Atanasio, 282.
ZUÑIGA ONTIVEROS, impresor, 259.
ZUREARAN, 51.
ZURICALDAY, 32.
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