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HISTORIA DE LA LENGUA
Y
LiTERATüRii Castellana
COMPRENDIDOS LOS AUTORES HISPANO-AMERICANOS
(PRIMER PERIODO DE LA ÉPOCA REALISTA: 1S50-1869)
POR
D. JULIO CEJADOR Y FRAUCA
CATEDRÁTICO DE LENGUA Y LITERATURA LATINAS
DE LA UNIVERSIDAD CENTRAL
TOMO VIII
MADRID
TIP. DE LA «REVISTA DE ARCHIVOS, BIBL. Y MUSEOS» -^ /
Olónaga, I— Teléfono S. 1.385 '^^ ^
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UNA GRANDE HISTORIA LITERARIA
Entre los insignes trabajadores intelectuales con que cuenta hoy
España ocupa lugar preeminente el sabio filólogo y literato don Julio
Cejador y Franca, bien conocido en ambos mundos.
Las Gramáticas griega y latina y la Lengua de Cervantes son obras
fundamentales, que revelan una inmensa sabiduría y un luminoso cri-
terio filológico. El magno Tesoro de la lengua castellana, del cual
van publicados doce gruesos volúmenes, es una obra de tan grande
aparato de demostración científica y de tan extrema novedad en sus
conclusiones, que sólo cabe admirar la magnitud y audacia del es-
fuerzo, sin pretender, por nuestra parte, dar opiniones que requerirían
estar fundadas en profundos conocimientos de filología comparada.
En medio de una labor científica que revela una actividad asombro-
sa, el señor Cejador emprendió hace pocos años otra grande empresa:
la Historia de la lengua y de la literatura castellana ; y en breve
tiempo ha publicado seis volúmenes y tiene en prensa el séptimo, que
casi llega á la época contemporánea.
En su carta á don Adolfo Bonilla y San Martín reconoce el señor
Cejador que la realización de esta empresa hubiera correspondido al
inolvidable maestro Menéndez y Pelayo. Pero habiendo fallecido éste
sin satisfacer esa grande ambición de su vida, toca á los que le han
sucedido en el cultivo de la erudición española procurar la ejecución
de una obra que reclaman con urgencia cuantos admiran y estudian
las letras castellanas.
Cuando piensa uno en los vastos planes que concibió en su juventud
Menéndez y Pelayo y en su magnífica preparación para darles ejecu-
ción cumplida, no puede menos de lamentar que los más bellos quizá
quedaran apenas esbozados; presentando el aspecto de columnas gran-
diosas, á las cuales falta la coronación triunfal del monumento. Y se
experimenta simpatía por los amigos y continuadores del maestro, que,
recogiendo su herencia, han procurado realizar esos planes, ya explo-
rando, como Menéndez Pidal, las misteriosas reconditeces de la epo-
peya medioeval ; ya penetrando, como Bonilla San Martín, en los in-
trincados laberintos de la historia de la filosofía española; ya ilustran-
do figuras y obras de la edad de oro en admirables monografías,
como Rodríguez Marín y Blanca de los Ríos ; ya recorriendo el campo
entero de nuestra literatura, como lo hace don Julio Cejador y Frauca,
VIH UNA GRANDE HISTORIA LITERARIA
con audacia y bizarría propias de quien pertenece á una raza de ex-
ploradores y conquistadores, que dio su Libertador al Continente ame-
ricano : la raza vascongada.
Hay distintas maneras de escribir la historia literaria con utilidad
para el público y lustre para el maestro : desde el método sintético,
que abarca los grandes conjuntos y juzga una época por las figuras
más tipleas y representativas, hasta el procedimiento minucioso y ana-
lítico, que se preocupa por los más pequeños pormenores. Hay histo-
rias artísticas é historias puramente documentales; libros en que la
erudición ocupa escaso lugar y predomina la apreciación estética y
otros que constituyen verdaderos repertorios bibliográficos. Todos
estos sistemas son legítimos y puede decirse que mutuamente se comr
pletan. Y tratándose de una literatura como la castellana, tan vasta y
comjplicada en sus manifestaciones, tan deficientemente ilustrada has-
ta hoy en muchos de sus más interesantes períodos y al propio tiempo
tan original, rica y pujante, tan digna de ocupar la atención de los
más altos espíritus críticos, se requieren para su ilustración y estudio
obras de índole muy diversa, y no solamente el esfuerzo de un sabio,
sino el de muchos y muy preparados especialistas.
Lo que principalmente caracteriza la obra del señor Cejador es
su riqueza bibliográfica. Es una renovación y continuación de la
grande empresa de Nicolás Antonio, pero no en forma de dicciona-
rio, como la Biblioteca de éste, sino en forma de historia, es decir,
siguiendo un plan rigurosamente cronológico, que coloca á cada autor
y cada obra en el sitio que 4e corresponde. Y no es menor la amplitud
del plan de Cejador que la que ofrece la obra del antiguo sabio, pues
su historia comprende todas las manifestaciones de la actividad inte-
lectual del pueblo español. Bajo el título general de literatura quedan
aquí cobijadas, no sólo las obras propiamente literarias, sino las que
pertenecen á toda clase de disciplinas científicas, con lo cual se am-
plía desmesuradamente el cuadro, pero se puede seguir de frente el
desarrollo de la cultura española. Abruma y confunde la cantidad de
nombres, títulos y fechas que comparecen en esas nutridas páginas: la
colosal erudición del autor á todo alcanza, y su infatigable actividad
no se arredra ante aquella enorme masa de datos, que, organizados
por él, adquieren su valor y significación; pero que, de otra manera,
ahogarían con su informe peso al autor y al lector. El riguroso orden
cronológico vierte viva luz sobre los fenómenos literarios, explica las
peculiaridades de ciertas producciones y coloca en su verdadero lugar
á los artistas, aumentando á veces, en otras reduciendo su significación
propia y i>ersonal. Pero como todo método tiene sus deficiencias, no
puede negarse que esta sucesión no interrumpida de obras de toda
clase no es muy favorable para que lectores poco preparados puedan
darse cuenta cabal de lo que Bruneticrc llama la evolución de los gé-
neros.
Se engañaría quien creyese que la obra de Cejador es exclusiva-
UNA GRANDE HISTORIA LITERARIA IX
mente bibliográfica: si así fuera, sería producción inorgánica, carece-
ría de alma, cosa incomprensible en un trabajo fundamental de un
escritor que en dondequiera imprime el sello de su poderosa persona-
lidad. Palpita en esa obra un vigoroso y simpático españolismo; como
si el espíritu del autor se hubiera compenetrado con el alma nacional.
Dondequiera se manifiesta un criterio altivo y desenfadado, que no
teme contradecir opiniones consagradas, cuando se trata de comparar
las manifestaciones auténticas del genio español con las de países que
aspiran á indiscutida supremacía en literatura y arte, como Francia é
Italia. Todos los sentimaentos tradicionales, que han sido nervio de la
raza española y que explican su posición en la historia, hallan en 'Ce-
jador un franco y caluroso apologista, á quien no asusta la sombra
espectral de la Inquisición ni el recuerdo de Felipe II. Ya que los
críticos extranjeros han solido mostrarse (con honrosísimas excep-
ciones) tan displicentes con las cosas españolas y tan parsimoniosos
en el elogio de sus grandes escritores, justo es que un historiador na-
cional, á quien nadie puede tachar de ignorante, elogie con arrogancia
las glorias patrias y declare que nada tienen que envidiar á las de
países más ricos y poderosos.
Cejador es un humanista, iprofundo conocedor de la antigüedad
griega y latina ; pero el arte clásico no es el preferido de su alma. Sus
aficiones lo llevan hacia el arte popular, aquel que brota de las entra-
ñas de una raza y expresa sus rasgos más característicos y originales,
lo más hondo é íntimo de su ser. Cejador admira las formas correctas
y armoniosas de la literatura académica ; pero prefiere las manifesta-
ciones irregulares del arte espontáneo, que se inspira directamente en
el espectáculo de la vida real. Para medir hasta dónde llega él en su
entusiasmo por el realismo español, basta citar el siguiente juicio, que
es una condensación de su criterio estético, y que muchos juzgarán
extremoso y excesivo, sobre todo por la novedad de ciertas compara-
ciones hechas á propósito del Arcipreste de Hita: "Nuestra literatura
ofrece tres cimas, que se yerguen hasta las estrellas y sobresalen entre
las obras más excelsas del ingenio humano : el Quijote, en el género
novelesco; la Celestina, en el dramático; el Libro del Buen Amor, en
el satírico, en el lírico, en el dramático, en todos los géneros... La lite-
ratura griega es de alfeñique ante esta obra de un verdadero primitivo
del arte... Sólo Esquilo puede aparearse con él en la fuerza; y sólo
asentado entre los primitivos artistas egipcios se halla como en su
casa y en compañía de quien le entiende, ó codeándose con un Ece-
quiel y un Isaías, almas de la misma cantera que la de este hombre
verdaderamente varonil y artista colosal."
Un espíritu como el de Cejador, tan apasionado por las cosas
grandes, no podía contentarse con la anotación puramente bibliográ-
fica ante la cual tienen iguales derechos fray Luis de León y Cairasco
de Figueroa. Y, efectivamente, él reserva sitio especial á los verda-
deros maestros y traza de ellos enérgicos y animados retratos. Ni era
X UNA GRANDE HISTORIA LITER.\RIA
posible que su conciencia de historiador le permitiese pasar de laigo
por los períodos culminantes de la Historia de España, sin detenerse
un instante á analizar las causas generadoras de tanta grandeza y de
tan desusado esplendor y á defender á su patria contra envidiosos car-
gos de naciones rivales. Los cuadros que traza de la España de los Re-
yes Católicos y de la de Felipe II confortan y alientan el ánimo de
quien siente el amor de la lengua y de la raza.
En lo que toca á la apreciación literaria de los escritores, cono-
ciendo ya las opiniones del critico, bien podemos adivinar cuáles son
sus géneros predilectos, cuáles los escritores que se llevan todas sus
simpatías. El Romancero, la novela picaresca, el teatro del siglo xvi,
la mística, ciencia de amor que no fué en España enervador y mal-
sano quietismo, sino estímulo enérgico de la voluntad, son para Ceja-
dor las manifestaciones verdaderamente originales del genio español.
Reconoce las ventajas del movimiento humanístico del Renacimiento;
pero deplora la italianización excesiva del arte español y da claras se-
ñales de participar de la animadversión de Castillejo por los versos
hechos *'al itálico modo". De aquí el valor secundario que asigna á la
lírica clásica y con mayor razón á los poemas épicos escritos según el
patrón de Tasso ó de Aríosto. Para él la forma purísimja, el cendal
griego de los poetas renacientes sólo puede aceptarse cuando cubre y
embellece un pensamiento fuerte y original. Herrera, uno de los poetas
más influidos por el gusto italiano, se salva á sus ojos por la inspiración
religiosa y patriótica de sus odas, como se salva Quintana, poeta de
gusto francés, pero que acertó, á fines del siglo xviii, á hacerse in-
térprete elocuente y grandioso del patriotismo español en días de la
invasión napoleónica. De fray Luis de León, el Horacio español, pero
cristiano y ascético, escribe el siguiente profundo juicio: "Es fray
Luis la clave del Renacimiento español, cuanto á haber sabido mejor
que nadie fundir en una las tres corrientes del pensamiento y de la
forma, la puramente castellana, la grecolatina y la hebraica, y esto
tanto en prosa como en verso." Y como respondiendo a aquellos re-
buscadores eruditos que han pretendido destronar á Cervantes para
colocar en su sitio á ciertos viejos hablistas, ricos en palabras y ex-
presiones de cepa castiza, pero faltos de genio creador y de la belleza
de forma que trajo el Renacimiento, escribe: "Es Cervantes el que
más diestramente supo aunar la refinada elegancia clásica de los anti-
guos y del Renacimiento con el realismo y casticismo del habla popu-
lar, siendo su decir propio y limpio, armonioso y recio, y el más rico
de voces y construcción de los escritores castellanos."
El estilo del señor Cejador es tan personal como su criterio litera-
rio. Amante de lo popular, enamorado del sano realismo español, re-
huye el estilo retórico y usa un extenso vocabulario, en el cual abun-
dan los términos familiares, las frases que sirven para poner de bulto
las cosas, aun cuando no pertenezcan al género pulido de la prosa
elegante. Hombre batallador, nunca busca eufemismos ni expresiones
UNA GRANDE HISTORIA LITERARIA XI
de sentido ambiguo para decir todo su pensamiento; antes bien, em-
plea las palabras más claras y decisivas, ya para el elogio, ya para la
censura. Puede uno disentir de algunos de sus juicios, pero aun en
medio de la desconformidad, debe reconocer que Cejador es un "espí-
ritu valiente", de aquellos á quienes Quevedo no habría incluido en
su censura, cuando en su epístola al Conde-Duque, exclamaba : "¿ Nun-
ca se ha de decir lo que se siente?"
Para muestra de la manera franca y desenfadada que usa en sus
juicios Cejador, véase el concepto que emite sobre un español que ha
gozado fuera de España de cierta celebridad, más política que literaria:
"Don Juan Antonio Llórente, el don Oppas moderno, canonista áulico
afrancesado de José Bonaparte, irreligioso y filibustero, libelista y
falsario, maestrescuela de Toledo, hombre que, perdidas las esperanzas
de obispar, de que había dado apetitosas muestras, metióse á incauta-
dor y desamortizador con título de director general de bienes nacio-
nales, cargo que le quitaron los franceses por acusación de filtracio-
nes de unos once milloncejos de reales; varón que apellidaba á los
héroes de nuestra independencia plebe y canalla vil, pagada por el oro
inglés. Quemó los papeles de la Inquisición que no le venían á cuento;
llevóse otros, porque sí, á París y enhiló el embusterísimo y pedestre
libro Histoire critique de Vlnquisition d'Espagne... y acabó con el re-
trato político de los Papas, donde admitió la fábula de la papisa Juana,
y con la traducción de la inmunda novela de Louvet Aventuras del ba~
roncito de Faublas."
La independencia de criterio que demuestra Cejador en todas las
secciones de su obra no significa que él tenga en poco el juicio ajeno;
por el contrario, no pierde ocasión de citar á los historiadores y crí-
ticos que le han precedido, especialmente á Menéndez y Pelayo, hasta el
punto de que ha formado, con estas frecuentes y extensas citas, una
verdadera antología de trozos escogidos del maestro. Concuerdan en
casi todos los puntos estos dos sabios, y si Cejador parece apartarse
de Menéndez en ciertas apreciaciones sobre el arte clásico, la verdad
es que ambos coinciden en el culto entusiasta por los genuínos repre-
sentantes del más puro españolismo : el Arcipreste de Hita y el autor
de la Celestina y los dos colosos de la edad de oro, el autor del Quijo-
te y el creador del teatro español.
No se limita Cejador al estudio de la literatura peninsular. Con
el mismo amplio criterio de Menéndez y Pelayo, abarca todas las mani-
festaciones de la cultura hispana en ambos mundos. Su obra será el
monumento intelectual de toda la raza española. En el volumen sexto,
que acaba de publicarse, encontramos ya varias citas, por lo general
lisonjeras en su forzosa brevedad, de escritores nacidos en Colombia.
Y al entrar en el período independiente, estamos seguros de que se am-
jjliará la parte correspondiente á los escritores americanos. Signo del
propósito fraternal del autor es la aparición de los retratos de Bello
y Olmedo al lado de los de Lista y de Quintana.
XII UNA GR-\NDE HISTORIA LITERARIA
Cuando verntos á 'Oejador acumulando preseas de todos los puntos
del globo adonde llegó la influencia de España, no podemos menos de
recordar á esos antiguos hidalgos que, después de ejercitar su lanza
contra los moros, pasaban á Italia, recorrían en triunfo á Flandes,
combatían en campos franceses y guardaban alientos y brío para venir
á América, conquistar imperios y volver á la madre Patria, cargados
con despojos de uno y otro Continente.
Libros como el de Cejador son convenientes para fomentar el
amor patrio, para desvanecer recelos y pesimismos, para alejar á los
incautos de la adoración servil de lo extraño, poniendo ante sus ojos
el espectáculo de la propia y original grandeza. Si es nota distintiva
de los grandes críticos franceses el inculcar en toda ocasión la supre-
macía de su literatura clásica sobre las demás europeas y aun sobre la
griega y la latina, y si cada uno de ellos aguza sus facultades para
apreciar desde puntos de vista nuevos las obras maestras del gran
siglo, no dejando rincón adonde no llegue su penetrante mirada ni
pormenor que se escape á su análisis, justo es que un hombre como
Cejador, conocedor de las literaturas extranjeras, pero más de la pro-
pia, que siente y ama con toda la energía de su temperamento, haga
una obra honda y sinceramente española, llena de ardiente patriotis-
mo. Si es natural y lógico que los franceses no descansen en el estudio
y la apología de Racine y de Lafontaine, de Pascal y de Montaigne,
preciso es que los españoles hagan labor semejante en honra de Lope,
de Calderón y de Cervantes. Como esas dos literaturas, en sus momen-
tos culminantes, no sólo difieren profundamente, sino que procuraron
realizar por opuestos caminos sus respectivos ideales de belleza, es
natural que cada nación comprenda mejor á sus propios genios que á
los extraños; pero esta explicable divergencia, si no degenera en ri-
dículo chatn'inisme ó patriotería, puede ser fecunda para la crítica y
darle una grande amplitud de miras, permitiéndole colocar en un
mismo nivel de gloria genios de índole muy opuesta.
El señor Cejador ha hecho un llamamiento á todos cuantos escri-
ben en castellano para que le envíen sus respectivas papeletas biblio-
gráficas, con el dato de su nacimiento y la descripción precisa de sus
obras, y este generoso deseo debe ser atendido por cuantos aspiren á
ocupar un sitio, por modesto y humilde que sea, en el cuadro inmenso
de la literatura castellana. El libro del señor Cejador está llamado á
ser el consultor indispensable para quien quiera comprobar un nom-
bre, título ó fecha, ó refrescar una idea sobre la materia, y para quien
desee empaparse en lo más original, brioso y serio del genio español.
Su titánico esfuerzo impone respeto y admiración, y debemos ver en
él al digno renovador de las colosales empresas de don Marcelino Me-
nén<lez y Pelayo.
Bogotá, Julio de 1^17.
Antonio Gómez Restrepo.
ÉPOCA REALISTA
(1850-1887)
"Aliqua imago dicitur esse pulchra, si
perfecte repraesentet rem, quamvis tur-
pem." — (S. Tomás.)
La novela realista es "un miroir qu'on
proméne le long du chemin". — (Stendhal.)
"L'art est une représentation ; nous r.e
devons penser qu'á représenter." — {Flau-
bert.)
"El arte es la realidad vista a través <íe
un temperamento." — (Zola.)
Literatura francesa. — Théodore de Banville (1823-91). Charles
Eaudelaire (1821-67), Fleurs du mal (1857-61). Leconte de Lisie (1820-
94). Sully Prudhomme (1839-.1907). Franqois Coppée (1842-1908). Emi-
le Augier (1820-89), Alexandre Dumas, hijo (1821-95), Dame aux Ca-
melias, nov. (1848) y dr. (1852), Francillon (1887). Victoriano Sardou
(1831-1908). Paul Bourget (n. 1852). Gustave Flaubert (1821-80), Ma-
dame Bovary (1856), Salambó (1862), Tentation de S. Antoine (1874),
Boiivard eí Pécuchet (1881). Octave Feuillet (1821-90). Edmond (1822-
96) y Tules (1830-70) Goocourt, Germinie Lacerteux (1865), Fréres
Zemganno (1879). Henry Murger (1822-61). Alfonso Daudet (1840-
78). Catulle Mendés (1842- 1914). Guy de Maupassant (1850-93). Emile
Zola (1840-1903), Contes a Ninon (1864), Thérése Raquin (1867), Les
Rougon Macquart (1871-93), Assommoir (1877), Germinal (1885), Fé-
condité (1889), Déhácle (1892), Travail (1901). Anatole France (nació
1844). Taine (1828-93), Voyage aux Pyrénées (1855), Histoire de la
líttérature anglaise (1863), Philosophie de Vari (1865-69), De l'Intel-
ligence (1870), Origines de la France contemp. (1876-90). Ernest Re-
nán (1823-92), Histoire des langues sémitiques (1857), Vie de Jésus
(1863), Origines du christianisme (1863-81), Ahbesse de Jouarre (1886),
Histoire d'Israel (1887-93). Jules Lemaítre (1853-1916). G. Boissier
2 ÉPOCA REALISTA (185O-1887)
(1823-1908). Fustel de Coulanges (1830-89), La Cité antigüe (1864).
Ferdinand Brunetiére (1849-1907). Emile Faguet (n. 1847).
Literatura rusa. — Dostoievski (1822-1881), La Casa de los muertos
(1862, trad. franc. 1886), Critnen y castigo (1866, trad. fr. 1884), Los
Poseídos (1873, trad. fr. 1886), Los Hermanos Karamasov. León N.
Tolstoi (1828-1913), La Guerra y la paz (1872, trad. fr. 1880), Anna
Karcnina (1877, trad. fr., 1885), Mi religión (trad. fr. 1885), Sonata de
Kreutzer (1889, trad. fr. 1890). Resurrección (trad. fr. 1900). Liéskov
(1831-95)-
Literatura inglesa. — Buckle, Historia de la Civilización (1858).
Freeman, Historia de la conquista normanda (1867). Darwin (1809-
1882), Origin of Species (1859), Descent of Man (1871), Activn of
Worms (1881). Elisabeth Browning (1809-1861), Aurora Leigh (1856).
Literatura alemana. — Ricardo Wagner (1813-83). Teodoro Stem.
1. Al mediar el siglo xix el romanticismo estaba ya muer-
to V enterrado en toda Europa, sucediéndole el llamado arte
realista, que señoreó en la literatura castellana solo y señero
hasta 1 888, que publicó Rubén Darío su primera obra moder»-
nista A:::ul. En Francia se pasó presto al arte naturalista, que
es un realismo exagerado y de índole particular. '"El realismo,
dice Federico Lolié, casi á la vez se extendió por toda Europa :
violento y patológico en Francia; muy local y conservando el
perfume del terruño en España ; mezclado de aspiraciones ele-
vadas en las descripciones de los grandes escritores ingleses,
americanos, eslavos y escandinavos." Este cambio tan profun-
do del romanticismo al realismo, general en toda Europa, sólo
se explica por el cansancio de la fiebre romántica, que en el
vaivén de las modas trae la calma tras la tonnenta, lo real tras
lo ideal, la vela tras el sueño. Sueño ó ensueño de fantástico
idealismo, fiebre y como borrachera del espíritu rebelde con-
tra lo extraño clásico y su abstracto ideal había sido el romanti-
cismo. Volaron los románticos tan por las nubes y sueltos de
trabas, cerniéronse tan alto, que se cansaron y vinieron á tierra
cual atrevidos ícaros. Lo ideal liace. al remontarse demasiado,
perder de vista el suelo y la realidad de la vida. Alzóse la crí-
tica contra el abuso de la imaginación y la locura romántica en
cuanto de exagerado había traído del Norte. La ciencia, por
otra parte, encarrilábase cada vez más reglada hacia lo com-
prol)ado y cierto. La filosofía hacíase por momentos y cada
día más positiva. El cambio de moda había de seguir en el
REALISMO Y NATURALISMO i
arte esta misma ruta. Entre todos echaron abajo el ideal ro-
mántico. Como no era dado volver á lo clásico, sólo quedaba
el realismo, que en el fondo del romanticismo se solapaba. El
romanticismo, revolución artística contra el clasicismo, olvidó-
se de los asuntos grecorromanos y puso los ojos en los pro-
pios, nacionales y románicos, de la Romanía, de la Europa
cristiana y caballeresca medieval. Dejó, sin embargo, una his-
toria por otra historia, la historia ajena por la propia. La le-
yenda, la novela histórica, el teatro legendario, el recuerdo del
pasado, en suma, alimentaron el arte romántico. Pero como
•tqueila revolución artística consistía en volver á lo propio, de-
jando lo ajeno, tras la historia propia se pensó en el propio
presente, en el vivir actual : entonces apareció el realismo. Esto
cuanto á los asuntos. Cuanto al objeto de la imitación en que
el arte consiste, el romanticismo dejóse de copiar á los antiguos
y miró á la naturaleza, á la realidad misma, como los antiguos
ya la habían mirado. Pero "el arte es la realidad vista á través
de un temperamento", como dijo Zola, y el temperamento ro-
mántico era el septentrional germánico, de donde el romanti-
cismo había bajado al Mediodía. Vimos que ese temperamento
septentrional consistía, cuanto al fondo, en cierta mjelancolía;
cuanto á la fonna, en lo misterioso y vago de la expresión ; cuan-
to á fondo y forma juntamente, en la exageración; añádase el
descorazonamiento y desesperación del mal del siglo y tendremos
los varios ingredientes del temperamento septentrional, que vino
a serlo de todo romántico. Para las gentes del Mediodía, so-
bre todo para los españoles, ese temperamento era tan postizo
y ajeno com)o el del clasicismo. De aquí que durara bien poco,
lo que dura una moda, y que aun fuera rechazado en todo tiem-
po por la crítica y las personas sensatas. Para el año 1850 la
moda era pasada, el postizo olía á postizo, falso y viejo y se
había echado á la basura y los españoles se habían quedado con
su propio temperamento, que por toda la historia hemos visto
ser el realista. Por extraño que á primera vista parezca el salto
estético que Europa dio del romanticismo al realismo como co-
sas tan encontradas y opuestas, fué, según esto, un aconteci-
miento harto natural : el realismo hallábase ya en el fondo del
romanticismo, mejor dicho, era el mismo romanticismo, sólo
4 ÉPOCA REALISTA (185O-1887)
que revuelto y enturbiado por el elemento septentrional venido
del romanticismo alemán. Cuando lo turbio desapareció hubo
de aclararse el líquido, que era realista. Lo que lo enturbiaba
era cosa tan extraña como el mismo clasicismo. Desechado eso
extraño septentrional, la revolución romántica del volver á lo
propio despidiendo todo lo extraño alcanzó su intento. El rea-
lismo es, por consiguiente, no opuesto al romanticismo, sino
su propia evolución y término, es el romanticismo llegado á su
propia y natural perfección. A fuer de revolución literaria con-
tra lo establecido clásico, fué el romanticismo una rebeldía y
soltura de toda traba, el vivir bohemio, el pisotear leyes y au-
toridades, el abandonarse á la inspiración y el improvisar, des-
entendiéndose de toda disciplina y estudio reposado. Estos her-
vores tuvieron que asentarse, y la época realista es todo lo
contrario: acato á la autoridad y á las leyes, vida bien morigera-
da, reflexión y estudio. Entramos en una época de reflexión tras
la pasada de inconsciencia artística, de obras pensadas y ma-
duradas tras la anterior de improvisación y continuos desba-
rros. Se trabaja á conciencia, se pule y acicala el estilo, se re-
corta toda hojarasca, se aborrece toda inverisimilitud y extra-
\'agancia. Aparecen los grandes críticos, el gusto se depura, no
se toleran los desmanes literarios. A las obras atropelladas
suceden las acabadas y perfectas. Francia era tierra abonada
para que brotara ese naturalismo ó realismo sui generis que
vino tras la época romántica. Primero, porque la literatura
francesa siempre pagó parias al iitile, sin contentarse con el
dulce, conforme al espíritu práctico de romanos y franceses.
El arte por el arte, la literatura de puro entretenimiento, que
acá decimos, es extraña al gusto francés. Siempre desearon en-
señar algo; se desvivieron siempre por las sentencias; su lite-
ratura clásica del siglo xvii fué más hija de la razón que de la
fantasía, fué razonadora y atada ])or mil leyes del pensamien-
to. Descartes la hizo todavía más abstracta y casi científica. En
el siglo XVIII la literatura francesa está enteramente al servi-
cio de la enciclopedia, de la filosofía sensualista y de la polé-
mica anticristiana. La ciencia volvió, tras el ensueño román-
tico, á .someter el arte literario. Zola formuló la estética natu-
ralista, clasificando su manera de novelar entre las ciencias ex-
REALISMO Y NATURALISMO 5
t-erinientales. Taine, el crítico de la época, le había preparado
el terreno reduciendo los fenómenos psicológicos á la fisiología
y explicando la personalidad del artista por el suelo, la raza y
el medio ambiente. Claudio Bernard dio los últimos toques al
iriaterialismo biológico. Fundidas ciencia y filosofía en un todo,
resultó que el homibre no era en sus actos nada libre, sino como
un ser de tantos de la naturaleza sometido á los agentes exte-
riores, determinado por ellos en todo su obrar. El espíritu fran-
cés, inclinado á la literatura docente, útil, al volver á someterla
á la ciencia y á la filosofía, reinantes á la sazón, produjo el
naturalismo, esto es, el realismo, que en todas partes había
quedado del fondo romántico, pero encadenado al materialis-
mo, al determinismo de la naturaleza bruta. El hombre fue
para Zola la bestia humana. Echado Dios del universo, señora
sin rival la naturaleza, la conciencia vióse sin arrimo y sin con-
suelo en medio de la lucha y miserias de que se ve el hombre
rodeado. Tal es la tristeza, la desesperación, el descorazona-
miento, el pesimismo ó mal del siglo, fruto natural de la cien-
cia materialista y atea. El naturalismo tuvo que ser, no sólo
determinista, sino pesimista. Apagada la luz consoladora de un
más allá feliz, ya no vio el hombre más que fango, miseria,
fealdad. Las gentes luchan sin poder salir á flote de esta in-
munda charca, arrastradas por un determinismo fatal hacia el
mal moral y la miseria física. Observar ese luchar y rebullirse
en vano y dejarse fatalmente arrastrar y pintarlo con los más
negros colores para que sirva de documento científico: tal es
la forma del naturalismo zolesco, tal es el realismo "violento
y patológico", que dijo Lolié. El escaso influjo francés en la
literatura nuestra durante esta época se ve recordando los au-
tores franceses. Ni la crítica biográfica de Sainte-Beuve, ni la
de la raza y del medio ambiente de Taine, ni la lírica impersonal
de Baudelaire y Leconte de Lisie, ni la filosófica de Sully
Prudhomme, ni la parnasiana de Banville, ni la gimnástica en
léxico y métrica de Richepin, llegaron á España hasta mucho
más tarde. Menos todavía se halla de Flaubert ni los Gon-
court en nuestra novelística. Todos estos autores franceses in-
fluirán en la literatura castellana tan sólo desde la época mo-
dernista (1888). La larga época realista (1850- 1887) cabe di-
6 ÉPOCA REALISTA (185O-1887)
vidirla en dos f>erioclos. mediante la Revolución de 1868. y
como en aquellos dos años del 68 y 69 apenas brilla ning-ún
autor nuevo, fu^ra de Galdós, que publica su primera novela, y
los anteriores autores se callan, durmiendo la siesta la litera-
tura mientras la política revolucionaria callejea y ocupa toda
la atención de las gentes, conviene tomar como fecha redonda
el año 1870 para comenzar el segundo período. Comparados
entre sí, nótanse las siguientes diferencias, debidas al espíritu
más conservador, cristiano y moral del primer período y á las
turbulentas ansias de reformas sociales que en el segundo
trae la misma revolución. Durante el primero brilla la alta
comedia; en el segundo, el drama social. Doctrinarias en-
trambas manifestaciones teatrales, como propias del espíri-
tu reflexivo y científico de toda la época, responden, la mo-
ral católica de la alta comedia, al espíritu conservador y cris-
tiano del primer período ; el doctrinarismo social, al espíritu
revolucionario del segundo : Ayala y Tamayo por una parte,
Echegaray y su escuela por otra. En segundo lugar, el primer
periodo es el de la zarzuela; el segundo, el del género chico.
Esto cuanto al teatro, que, como se ve, es otro enteramente
que el legendario, dramático y exagerado teatro romántico;
hasta el de Echegaray, que el tumulto revolucionario hincha
de suerte que se allega al romántico, difiere de él por los asun-
tos de actualidad y doctrina social. Cuanto á la novela, que re-
nace, puede decirse, en esta época, después de fenecer en el si-
glo xviT. como fruto natural del realismo, en el segundo pe-
riodo es más socialmente doctrinaria; en el primero, más con-
forme á la moral cristiana: en Alarcón y Galdós pueden dis-
tinguirse claramente las dos tendencias. Cuanto á la lírica, bas-
ta comparar á Bécquer con Núñez de Arce, que florece v es
todo del segundo j^eríodo, aunque en el primero se diera ¿t
conocer, para que se advierta la diferencia de entrambos pe-
ríodos. En suma, la revolución trajo la literatura social en to-
dos los géneros, tras la literatura moral y cristiana. La nota re-
gional también va creciendo como se ve por el género chico com-
parado con la zarzuela. Lo que además di.stingue el segundo pe-
ríodo es la crítica literaria contemporánea batallona, género
nuevo, puede decirse, nacido de la mayor reflexión científica
REALISxMO Y NATURALISMO 7
de toda esta época. Los eruditos del período anterior, en cam-
bio, descollaron más en la erudición y crítica de la vieja lite-
ratura, serena y sosegada. Cuando el arte realista llega á su
perfección hácese regional, porque la realidad de que se sus-
tenta hállase particularizada en una determinada región, don-
de los habitantes se distinguen por su propia índole, las cos-
tumbres son especiales, el campo y circunstancias todas señá-
lanse por su propia tonalidad. Durante toda la época realista
se nota el regionalismo en todos los géneros y va distinguién-
dose cada vez más según pasan los años, hasta llegar á la épo-
ca que desde 1888 puede y debe llamarse regional con tanta ó
mayor razón como modernista. En la lírica, durante el primer
período : Rosalía de Castro, Llórente, Lamarque ; durante el
segundo. Rueda, López Silva, Enrique Menéndez Pelayo,
Sinesio Delgado, Sofía Casanova, sin contar los america-
nos. En el teatro, la zarzuela á veces hácese ya regional y
danse á conocer los que florecerán en el segundo perío-
do : Ensebio Blasco, Ramos Carrión, Javier de Burgos ; en
el segundo período el género chico no es más que la zarzuela
achicada, pero españolizada enteramente y regional del todo.
En la novela, durante el primer período : Trueba, Fernán Ca-
ballero, Alarcón, Valera, Escalante, lereda. Ricardo Sepúl-
veda, Jorge Isaacs y Galdós, aunque éste sólo será madrileño
ó regional en el segundo período, al cual pertenecen Polo y
Peyrolón, Vicente Arana, Campión, Palacio Valdés, Federico
Lafuente, Matheu, Picón, Blanca de los Ríos, Pardo Bazán,
Clarín, Díaz Martín, Coloma, Taboada y otros.
2. Federico Lolié, Tablean de l'histoire litiéraire du monde.
pág. 177, París, 1899: "Era visible que el idealismo había bajado mu-
cho en las imaginaciones y que el tono de las obras iba á cambiar,
p»ra aproximarse lo más posible al gusto de la multitud. Esto no era
en todos sentidos una decadencia. El arte quiso ser la expresión de la
vida, y lo consiguió á menudo. El realismo se extendió casi al mismo
tiempo en la mayor parte de las literaturas, violento y patológico en
Francia ; muy local y conservando el perfume del terruño en Es-
paña, mezclado de aspiraciones elevadas en las descripciones de los
grandes novelistas ingleses, americanos, eslavos y escandinavos.'' La
obra artística fraguase en la imaginación, campo intermediario adonde
bajan de la mente las ideas y suben de los sentidos las sensaciones para
idealizarse éstas y corporizarse aquéllas, formando una íntima fusión
8 ÉPOCA REALISTA (185O-1887)
entre fondo y forma merced á un misterioso procedimiento, ignorado
por los mismos artistas. Pero conforme al temperamento de éstos, la
obra artística es más realista ó más idealista, según refleje más fiel-
mente las cosas y hechos de la realidad ó se aleje de ella señoreando lo
fantástico, lo soñado ó lo ideado. En el romanticismo sobrepujó lo fan-
tástico como vaho del hervor pujante septentrional que oscurecía las
cosas ; cuando ese hervor se apaciguó y desapareció el vaho, sedimen-
táronse las heces y quedó clarificado el liquido: el arte surgió realis-
ta, nada soñador. En lo moral igualmente el romanticismo fué un
desenfreno de todo atadero, una rebeldía á las leyes sociales; tras él
vino la contraria reacción, de docilidad y obediencia, de acatamiento
á lo establecido. De aquí el arte más ó menos moralizador y docente,
<iisoiplinado y disciplinador de la época realista, tan contrario al arte
rebelde é indisciplinado de la época romántica. El realismo no se opo-
ne á cierta idealisación artística, propia del arte y por la cual se dife-
rencia de la pura fotografía de la naturaleza. Una fotografía hecha
con la cámara fotográfica es la cosa más real que pueda darse; pero
es cosa brutalmente real. Artísticamente real es el retrato que hace
el buen pintor, y es más real que el del fotógrafo, merced á esa artís-
tica idealización. Admirablemente lo declaró M. Pelayo (1884) en un
artículo sobre Pereda, como incidente de una crítica de Zola. M. Pe-
layo, Crít. liter., 5.* ser., pág. 363: ''Disputan algunos si hay ó no ver-
dadera diferencia entre los términos realismo y naturalismo. El pri-
mero parece más comprensivo, pero el segundo lleva hoy consigo un
carácter de literatura militante, y aun de motín demagógico, que exi-
ge establecer algún matiz entre ambos vocablos por mucho que los
identifique su origen, ya que en lo real entra la naturaleza y en ella
el espíritu humano con cuanto crea v concibe. Pero es evidente que
en el uso común, y aun en el de las gentes doctas, una cosa es el rea-
lismo de Cervantes, de Shakespeare y de Velázquez y otra muy di-
versa el naturalismo francés, que, reconociendo por patriarca y maes-
tro al gran Balzac (verdadero realista de los de la primera clase v que
probablemente renegaría de los que se dan por descendientes suyos, si
hoy viviera), se autoriza luego con los nombres de Flaubert, de los
Goncourt, de Zola y de otros que pudiéramos llamar minora sidera.
A decir verdad, el calificativo de naturalistas aplicado á la mayor
parte de estos escritores no tiene explicación plausible... Por otra
parte, muchos de ellos, aun aplicando los procedimientos naturalistas,
eran casi idealistas en teoría... Puede llamarse novela naturalista i
Madame Bovary, pero no cabe duda de que Flaubert vivió y murió
romántico impenitente... El único naturalista acérrimo y consecuente
es Emilio Zola... Todo naturalista es realista... pero no todo rea-
lista es naturalista... Zola, en cinco ó seis libros sucesivos de crí-
tica (entre los cuales los que importan más para el caso son Le
Román Experimental y Les Romanciers Naturalistes), ha aplicado
sus principios á la no^'ela y el teatro... Zola, hombre ipculto y de
REALISMO Y NATURALISMO Q
pocas letras, como sus libros preceptivos lo declaran. Esta falta
de cultura literaria y filosófica que en Zola se advierte... ex-
plica la flaqueza de sus teorías, los pésimos argumentos con que
las explana y defiende y el aparato con que presenta como descu-
brimientos y novedades las máximas de crítica más triviales y ma-
noseadas, y las fórmulas absurdas que da á algunos pensamien-
tos, por otra parte muy razonables... En la misma noción del arte
va envuelta la del ideal, siendo la una inseparable de la otra.
El mismo Zola llega a reconocerlo así, aunque con una frase de
crudo materialismo, cuando declara que el arte no viene á ser otra
cosa que la naturaleza vista á través del temperamento del artista,
es decir, modificada por eso que Zola llama temperamento. Pues
bien: esa modificación que el artista más apegado á lo real impone
á los objetos exteriores por medio de los dos procedimientos que
. llamaré de intensidad y de extensión, arranca de la realidad material
esos objetos y les imprime el sello de otra realidad más alta, de otra
verdad más profunda; en una palabra: los vuelve á crear, los ideali-
za. De donde se deduce que el idealismo es tan racional, tan real, tan
lógico y tan indestructible como el realismo, puesto que uno y otro
van encerrados en el concepto de la forma artística, la cual no es
otra cosa que una interpretación (ideal como toda interpretación) de
la verdad oculta bajo las formas reales. Merced á esta verdad inte-
rior, que el arte extrae y quintesencia, todos los elementos de la rea-
lidad se transforman como tocados por una vara mágica, y hasta
los personajes que en la vida real parecerían más insignificantes, se
engrandecen al pasar al arte, y por la concentración de sus rasgos
esenciales adquieren valor de tipos (que es como adquirir carta de
nobleza en la república de las letras) y sin dejar de ser individuos,
rara vez dejan de tener algo de simbólico. Y es que los ojos del ar-
tista en aigo han de distinguirse de los del hombre vulgar, y su dis-
tinción consiste en ver como entre sombras y figuras lo mismo que
e! filósofo alcanza por procedimientos discursivos, es decir, la me-
dula de las cosas y lo más esencial y recóndito de ellas. De donde
procede que los grandes personajes creados por el arte (que á su ma-
nera es creación, y perdonen Zola y sus secuaces), tienen una vida
mucho más palpitante y densa que la mayor parte de los seres páli-
dos v borrosos que venios por el mundo."' En este admirable trozo
declara muy bien M. Pelayo la creación artística, que cierto es ideal,
esto es. cosa de la inteligencia humana ; pero esa modificación de las
cosas al pasar por el temperamento del artista, esa interpretación de
las cosas, que siempre es obra intelectual é imaginativa, puede ate-
nerse más ó menos á la realidad ó puede evaporarse por la fantasía
y mediante la idealización en figuras, conceptos é imágenes tan ale-
jadas ya de la realidad, que apenas les quedan huellas de ella. A la
primera clase de interpretación y de temperamento artístico se llamó
siempre realismo, y á la segunda, i>dcalismo. Lo que M. Pelayo de-
10 ÉPOCA RE.\LISTA (185O-1887)
clara como idealismo no es más que la ideación de la realidad por el
arte ; pero esa ideación puede ser realista, si se aferra á reproducir la
realidad é idealista si tiende á apartarse de ella. Son tendencias en
las que caben infinitos grados. El naturalismo es un extremo del
realismo por el cual se confunde el arte con la ciencia en sus pro-
cedimientos de experimentación y estadística, de los cuales el arte
po entiende, y en su fin docente y utilitario, de los cuales se desen-
tiende no menos el arte. El simbolismo modernista es otro extremo
del idealismo, tan extremado y tan alejado ya de lo real, que se hace
enigmático y dificultosamente descifrable. Entre esos dos extremos,
naturalismo y simbolismo, quedan el realismo antiguo español y el
idealismo antiguo clásico helénico. La explicación de M. Pelayo no
refuta el naturalismo, ni defiende el idealismo, ni los define y des-
linda bien á entrambos, pues sólo es un explicar la ideación propia
de todo arte, sea naturalista, realista, idealista, simbólico : cuatro
grados que he deslindado como pudieran deslindarse otros infinitos
intermedios, según el temperamento del artista interprete la realidad.
Sigue M. Pelayo atacando al naturalismo por su "verdad grosera"
y por "cargar sus novelas de especies picantes que estimulen pala-
dares estragados. Y es triste decirlo, pero necesario: las únicas no-
velas de Zola que han alcanzado verdadero éxito de librería, así en
Francia como en España, son las que más ó menos están cargadas
de escenas libidinosas. Si exceptuamos Nana, Pot-BouiUc y el Assom-
inoir, todas las demás novelas de la serie de los Rongon duermen el
sueño de los justos en los estantes de los libreros de acá y de allá.
Todo esto prueba, sin duda, lo soez y bestial del gusto del público;
pero prueba también otra cosa peor; es, á saber, el poco ó ningún
respeto que los artistas tienen á la dignidad de su arte y la facilidad
con que se dejan corromper y prostituir por su público... El género
es detestable, no ya por inmoral, sino por feo, repugnante, la-
1 ernario y extraño á toda cultura, así mundana como estética". Con
estas palabras sí que refuta estéticamente el naturalismo. "No es
menos verdad que si la doctrina naturalista nada tiene que ver con
semejantes horrores, la práctica de los naturalistas, lejos de re-
huirlos, los busca con fruición, habiéndose llegado á crearse dentro
de la escuela una especie de derecho consuetudinario que los auto-
riza y recomienda y que hace creer á los mentecatos que la novela
naturalista ha de ser forzosamente un arte de mancebía, de letrina
y de presidio, como si sólo de tales lugares se compusiese esta in-
mensa variedad de la naturaleza y de la vida." Yo opino que no sólo
la práctica, sino la teoría del naturalismo tiene que ver nnicho con
estas por<|uerías. Porque si, según los naturalistas, el arte es experi-
mentación científica, han de buscarse para sus asuntos con preferen-
cia lo monstruoso, lo patológico, lo psiquiátrico, el presidio, la man-
cebía, el hospital. Y en tales lugares y en tales casos patológicos es
donde los naturalistas trabajan. La novela española de estos últimos
REALISMO Y NATURALISMO I I
años ó es enteramente simbolista y mística ó es naturalista al modo
dicho. En esos casos patológicos hay asunto más fecundo, en esos
tipos degenerados cabe más extenso estudio, y ¿por qué no decirlo?,
cabe fantasear más contra lo verisímil y real, piedra en que siempre
tropiezan los no recios artistas y que con tales asuntos y personajes
se zafan de ella los que no lo son tanto. Los tales naturalistas, que
dicen se proponen representar la vida humana, la falsean, pues sólo
representan la parte fea, degenerada de la vida. No son, en suma,
realistas á fuerza de quererlo ser demasiado : es el naturalismo un
realismo extremado, por consiguiente, vicioso. "Salta á la vista...
que el patriarca de la nueva escuela, sectario fanático, no ya del
positivismo científico, sino de cierto materialismo de brocha gorda,.
del cual se deduce, como forzoso corolario, el determinisr.io, ó sea
la negación pura y simple de la libertad humana, restringe delibera-
damente su observación (y aun de ello se jacta) al campo de los ins-
tintos y de los impulsos inferiores de nuestra naturaleza, aspirando á
poner de resalto la parte irracional, ó, como él dice, la bestia huma-
na. De donde resulta el que haga moverse á sus personajes como
máquinas ó como víctimas fatales de dolencias hereditarias y de cri-
sis nerviosas, con lo cual, además de decapitarse al ser humano, se
aniquila todo el interés dramático de la novela, que sólo puede re-
sultar del conflicto de dos voluntades libres ó de la lucha entre la
libertad y la pasión. Nace de aquí el escasísimo interés que la mayor
parte de estas novelas despiertan y el tedio que á la larga causan,
como que carecen, en realidad, de principio y de fin, y de medio
también, reduciéndose á una serie de escenas mejor ó peor engar-
zadas, pero siempre de observación externa y superficial, siendo
para el autor un arca cerrada el mundo de los misterios psicológicos,
ya que fuera demasiada indulgencia aplicar tal nombre á los actos
ciegos y bestiales de individuos en quienes la estupidez ingénita ó
los hábitos viciosos llegados á la extrema depravación han borrado
casi del todo el carácter de seres racionales." No pinta, pues, el na-
turalismo, el hombre, sino la mitad del hombre y la mitad cabalmen-
te no humana, sino bestial : el naturalismo no es arte humano por su
asunto y objeto. Xi lo es por el sujeto ó artista, el cual se interesa
tan sólo por lo no humano del hombre, como si no tuviese razón
que le dijese ser más digno y propio del arte el hombre como ser
humano que lo que tiene de bestia. Todo ello consecuencia es de la
filosofía naturalista y materialista, que en el siglo xviii vino á sus-
tituir á la antigua filosofía espiritualista y cristiana. "No conozco
escritores menos naturales y más artificiosos que los que hoy pre-
tenden copiar exclusiva y fielmente la naturaleza. Todo es en ellos
bízantinismo, todo artificios de decadencia y afeites de vieja, todo
intemperancias coloristas y estremecimientos nerviosos en la frase.
Si este estilo es natural, mucho debe de haber cambiado la naturale-
za al pasar por los boulevards de París. A la vista salta que la na-
12 'ÉrOCA REALISTA (185O-1887)
turaleza y la realidad no son, en el sistema de Zola y sus discípulos,
más que un par de testaferros tras de los cuales se oculta un roman-
ticismo enfermizo, caduco y de mala ley, donde, por sibaritismo de
estilo, se lehuye la expresión natural, que puede ser noble, y se per-
sigue con pésima delectación y artificio visible la expresión más
violenta y torcida, por imaginar los autores que tiene más color.^'
Todo lo cu:d prueba que si el naturalismo no es arte humano por su
asunto ni por el sujeto, tampoco lo es por los medios de que se vale.
Falsea el naturalismo la vida, pintándola á medias; falsea al artista
que le ciega, no dejándole ver en el hombre más que la bestia, y
falsea los medios de expresión, valiéndose de lo artificioso. ¡ Tanto
falsear en todo á la naturaleza para después vendérsenos por natu-
ralistas! ¡El colmo de la falsedad y del antinaturalismo! M. Pelayo,
ibid., pág. 117: ''Habia en el movimiento naturalista, que en algunos
puntos era una degeneración del romanticismo, y en otros un roman-
ticismo vuelto del revés, no sólo cualidades individuales muy pode-
rosas, aunque, por lo común, mal regidas, sino una protesta, en
cierto grado necesaria, contra las quimeras y alucinaciones del idea-
lismo enteco y amanerado; una reintegración de ciertos elementos de
la realidad, dignísimos de entrar en la literatura, cuando no preten-
den ser exclusivos, y una nueva y más atenta y minuciosa aplicación,
no de los cánones científicos del método experimental, como creía
disparatadamente el patriarca de la escuela, sino del simple método
de observación y experiencia, que cualquier escritor de costumbres
ha usado ; pero que, como todo procedimiento técnico, admite con-
tinua rectificación y mejora, porque la técnica es lo único que hay
perfectible en el arte." Esta más minuciosa observación es lo único
que pasó del naturalismo francés á la gran novela española desde
1870 á 1888.
3. America y su espíritu literario. — En Cuba influyó lite-
rariamente la literatura de España más que en el resto de Amé-
rica, como era de suponer, por el continuo trasiego y comuni-
cación de la que todavía era colonia española con la Península.
La mayor parte de los escritores fueron insurrectos ó separa-
tistas, y así la literatura es en gran manera política. Con esto
se comprenderá que los autores se ensalcen reciprocamente más
de lo justo en no pocos casos, y que los ensalcen no menos los
yankees. \\n los iiltimos años, con la independencia, nótase en
Cuba más afición á las ciencias que á la pura literatura, sea ñor
el mayor trato con los norteamericanos, sea por el carácter mis-
mo de sus habitantes, ó, como yo creo, por entrambas cosas.
De JS50 á 1880 se reorganiza la Argentina, caído ]\osas y
AMÉRICA Y SU ESPÍRITU LITERARIO l5
vueltos del destierro sus grandes hombres. La literatura tlcia,
en parte, de ser romántica y lírica y hácese razonadora, didác-
tica, jurídica, política. Andrade, Guido Spano, Ricardo Gutié-
rrez, son, por estas circunstancias, lo que nuestros realistas de
la misma época. En la Argentina puede decirse, sin embargo,
que el romanticismo duró hasta i8So, sin duda por el tempera-
mento fogoso é inclinado á la pompa romántica que distingue
á los autores de la región del Plata. Entonces se pasó de un
salto al naturalismo en la novela por influjo francés. En el
primer período de la época realista, sobre todo, llegó á su
mayor esplendor la literatura colombiana, según es el carácter
templado y armónico de los hombres de aquella tierra, coma
según es el fogoso y declamatorio de los ribereños del Plata
floreció la literatura en la Argentina más que en otras regiones
americanas durante la época romántica. Creóse la Universidad
de Bogotá en 1842 por el ministro Mariano Ospina, y allí estu-
diaron José M." Samper, Teodoro Valenzuela, Próspero Perei-
ra Gamba, Gregorio Gutiérrez González, escritores que llevaron
á las letras el romanticismo, mientras entre los políticos no se
oían más que voces de innovación, libertad, igualdad, fraterni-
dad, y se creaba la Sociedad Escuela Republicana (1850), en la
que entraron todos los hombres de ideas amplias y reformado-
ras y á la par escritores en prosa ó en verso. Sin embargo, el
romanticismo colombiano es muy poco romántico, y si lo es.
diríamos que lo es á la inglesa. Es un verdadero realismo, que
descubre en la naturaleza motivos de exquisitos sentimientcs
y que los expresa con delicadeza que tiene algo de clásica en el
fino gusto y en el torneado de la hechura. Así como en la época
romántica parece que las Musas se van todas á las márgenes
del Plata, al llegar la época realista prefieren darse cita en Bo-
gotá. La razón está en el temperamento artístico de estas dos
regiones americanas. Son los rioplatenses románticos por na-
turaleza, declamadores, oratorios, exagerados en la expresión,
derrochadores de fantasía. Todos sus grandes poetas son de
esta cuerda, y Echeverría sigue siendo el dechado insustituible.
En estos últimos tiempos se echa no menos de ver en Lugones y
Herrera Reissig, que, con ser modernistas, tienen de gongori-
nos y de románticos en este sentido más que los otros moder-
14 ÉPOCA RE.VL1STA (185O-1887)
alistas americanos. Almafuerte, Ghiraldo y otros no modernis-
tas son terribles adalides sociales y oradores por temperamento,
como son por temperamento oradores los más de los escritores
argentinos y uruguayos. Carlos Roxlo es más orador que poe-
ta, en prosa y en verso, y lo es Rodó, con toda su finura mo-
dernista. En cambio, llegada la época realista, de la reflexión
y mesura, de gusto académico, digamos, en el buen sentido del
vocablo, prospera la literatura colombiana sobre las demás en
América. El Mosaico y la Academia Colombiana lo prueban
manifiestamente. Bogotá viene á llamarse la Atenas americana,
y allí florecen los mejores poetas de la época y el humanismo y
la filología, encarnados en varones de la talla de Antonio Caro
y Rufino Cuervo. El espíritu romántico de la rebeldía se ve no
menos en el desamor que a España mostraron los escritores rio-
platenses, comenzando por Echeverría; y al revés, el espíritu
mesurado, conservador, católico, amigo de la tradición y de
España, campea en los escritores colombianos. El cetro literariíj
pasa, pues, en esta época del Río de la Plata á la República de
Colombia. Pero antes detiénese en Venezuela, siendo Caraca3
por cierto tiempo (1842-48) el centro literario más floreciente,
antes de serlo Bogotá. García de Quevedo, Baralt, Ros de Ola-
no y otros ingenios españolizados vienen de allí á la Península.
Después, en el período siguiente sobresaldrá la literatura me-
jicana, y en Nicaragua nacerá Ruinen Darío. Diríase que el flo-
recimiento literario va subiendo en América de Sur á Norte,
al paso que el criterio estético pasa del romanticismo al moder-
nismo, de la fogosidad á la delicadeza, de lo pictórico, chillón y
oratorio á lo sentimental, matizado y silencioso. Fuera de esta
<:orriente artística quedan Chile y el Perú. En Chile el tempe-
ramento, más que artístico, es frío, reflexivo, como el de los vas-
cos, cuya sangre acas > sobrepuje en los chilenos, y así sobrepuja
■€l estudio de la historia y de la erudición desde los tiempos de
Bello y aun mucho antes, pues Qiile es la región americana
■que po=ee más historiadores, no sólo después de la indepen-
dencia, sino aun en los tiempos coloniales. El Perú, aristocrá-
tico y cortesano por tradici'jn, español en política y gustos has-
ta muy cerca de nuestros tiempos, sobresalió literariamente en
Jo que subresalen las cortes y ciudades aristocráticas: en la sá-
AMÉRICA Y SU ESPÍRITU LITERARIO 1 5
tira socarrona, en el chiste burlón, en la pintura de las costum-
bres urbanas presentes y pasadas.
4. La literatura en América, después de lograda su independen-
cia, distingüese en general de la española en andar muy mezclada con
la política. Repúblicas en perpetuo período constitucional ó de for-
mación, por las continuas guerras civiles ó de caudillaje, no han po-
dido, las más de las veces sus escritores librarse de la política y hacer
pura y desinteresada literatura. Hay en ella mucho de cominería de
barrio, mucho de historia particular de caudillos y repúblicos y no
menores dejos de los antiguos rencores contra España, que se rezu-
man en casi todas las obras históricas y aun en las de amena litera-
tura. Puede decirse que, fuera de la lírica, y aun ésta salpicada de
los sentimientos políticos dichos, apenas si en América se ha dado
hasta hoy otro cultivo que el de la historia. La novela de costumbre?
ha producido algunos hermosos frutos, aunque pocos, relativamente ;
el teatro apenas si apunta. Oratoria, polémica política, historia algún
tanto parcial, lírica: tal es la literatura americana. El medio es con-
trario á la literatura amena y los que la han cultivado, generalmente
sólo en su mocedad, dejándola después por la política, merecen por
lo mismo mayores elogios, porque escribieron para pocos en medio
de un desierto. Asi que los rnás dejaron desparramadas sus poesías
en los periódicos, sin llegar á recogerlas en un libro. No es, pues, de
•extrañar que los críticos hayan exageradamente ensalzado á los po-
cos qi;e tan desinteresadamiente se entregaron al puro arte y mis
apreciaciones acerca del valer estético de los escritores americanos
sonaran, acaso, á desmedidos no pocas veces. Escudóme con la misma
razón con que pueden escudarse los críticos americanos, y además
con otra, y es que en España la literatura de allende el Atlántico
es muy poco conocida para lo que merece y debiera conocerse. Es
un esfuerzo el de sus autores digno de toda alabanza por el medio
hostil ó indiferente en que escribieron, y aun en si mismos conside-
rados, algunos encierran un valor estético innegable. A vueltas de la
desdichada imitación hispano-francesa, irresistible para los más, el
alma americana se trasparenta y se parece en aquella literatura, en
su conjunto, si no con toda la gallarda valentía que debiera, á librar-
se de toda imitación extraña, por lo menos con rasgos bien salientes
no pocas veces, preciosas esperanzas de un porvenir más halagüeño.
Perdóneseme, pues, mi inclinación á ensalzar más bien que á de-
primir á los autores americanos y á prescindir de la política en cuan-
to cabe. ¿Sería justo que por insurrectos y enemigos de España re-
bajase vo el valer literario de los más de los escritores de Cuba?
¿No cí; preferible me exceda en sus alabanzas, echando un velo so-
hre esas mezquinas pasioncillas de hermanos? Más alto debe volar
nuestro espíritu y hemos de abrazarlos á todos con los nobles y gene-
l6 ÉPOCA REALISTA (185O-1887)
rosos pensamientos de personas cultas y con el entrañable cariño
de verdaderos hermanos que somos. Cuanto á los lectores americanos,
habrá que rogarles, á su vez, no echen á mal las críticas justas y
debidas que rebajen algún tanto la exagerada estimación que sienten
por algunos de sus escritores. Menéndez Pelayo tuvo que sufrir no
poco del disgijsto que á ciertos críticos americanos proporcionó, bien
á su pesar, al poner medida á los desmedidos encomios que por allí
se prodigaban. No me maravillaría yo se me echasen también encima,
cuando, con toda mi benignidad, me veo obligado á imitarle. Hay
ídolos nacionales para los compatricios que no deben serlo para el
crítico imparcial de la Historia de la Literatura Castellana; de otra
suerte, desmerecerían sus juicios cuando fueran justos acerca de
unos si se excediese en loar más de lo debido á otros que en justicia
no lo merecen. A Montalvo se le ha ensalzado en demasía, supongo
que por enemigo de García Moreno, á quien unos rebajan y otros le-
vantan, según sus ideas político-religiosas. Atenerse á un justo medio
y no apasionarse con razones ajenas á la literatura es dificultoso. La
guerra de Chile y el Perú, el valer comparado de Bolívar y de San
Martín, la insurrección cubana, la revolución é imperio de Méjico
son otras tantas manzanas de discordia que dividen los ánimos y ma-
lean el juicio crítico de los que por América escriben. Si por católico
y español no viera con buenos ojos á los autores que por allá han he-
cho guerra al catolicismo y á España, tratándose de aquilatar el va-
lor artístico de sus obras literarias, con razón se desecharía mi opi-
nión ; pero no menos hubiera de desecharse si, por no parecer parcial,
dejase de señalar los defectos de tales escritores. M. Pelayo, Hist.
poes. hisp.-atner., t. I (191 1), pág. 214: "Como fieles historiadores
hemos de consignar que, á despecho de la decantada tiranía militar y
á despecho de las guerras civiles que han empapado en sangre aquel
hermoso suelo, todavía Cuba, en poco más de ochenta años, ha pro-
ducido, á la sombra de la bandera de la madre Patria, una literatura
igual, cuando menos en cantidad y calidad, á la de cualquiera de los
grandes Estados americanos independientes y una cultura científica
y filosófica que todavía no ha amanecido en varios de ellos. Sería
temeridad atribuir tales progresos al lazo político que sigue uniendo
á Cuba con su metrópoli europea; pero también sería insensato supo-
ner en los españoles un propósito deliberado y tenaz de matar los
gérmenes de civilización en sus provincias ultramarinas, cuando vemos
florecer bajo el régimen autoritario de nuestros capitanes generales,
no sólo la poesía con Hercdia, Milanés, la Avellaneda y Luaces, sino
la filosofía y las ciencias naturales y económicas con Várela, Luz Ca-
ballero, Saco y Poey. Es cierto que el espíritu general de los literatos
y de los hombres de ciencia en Cuba ha solido ser sistemáticamente
hostil á España; pero aun esto es indicio de no haber sido tan grande
la represión de las ideas como se pondera, á no ser que supongamos
muy torpes ó muy inhábiles á cuantos se han empeñado en atajarlas
AMERICA Y SU ESPÍRITU LITERARIO I 7
el paso é impedir su difusión. Y ciertamente que si comparásemos
(dicho sea sin ofensa de nadie) el cuadro de la literatura v de la
ciencia en la española provincia de Cuba con el que ofrece la vecina
isla de Santo Domingo ó las no muy distantes Repúblicas de la Amé-
rica Central, para no hablar de Bolivia y otros Estados del Sur, quizá
resultase muy dudosa esa virtud mortífera que se atribuye al régimen
colonial. Y si extendiendo todavía más la consideración reparamos que
Cuba, con territorio relativamente tan exiguo y con historia tan mo-
derna, vale y representa en la historia del pensamiento americano
tanto como México, Colombia ó la República Argentina y más que
Venezuela, el Ecuador ó el Uruguay, quizá saquemos por última con-
secuencia que no tienen tanta razón algunos hijos de aquella isla para
lamentarse de no haber sacudido el yugo de la tiranía ibera cuando se
emanciparon los demás criollos, puesto que, á lo menos bajo el aspecto
intelectual, no se ve que hubieran ganado mucho en el cambio." Ama-
deo Almada (montevideano). Vidas y obras, 1912, pág. 32: "Casi toda
nuestra literatura se resiente de aquella pereza por un lado y por otro
de esta tendencia universal á la amplificación oratoria, con su derro-
che de metáforas, no siempre de buen gusto, con su frondosidad sin
medida y con la escasa profundidad de la mayor parte de sus obras...
Nuestros poetas, hecha excepción de unos pocos, son émulos de (^as-
telar y de Donoso antes que de Luis de León y de Espronceda. Falco
es un orador grandilocuente, como lo es Zorrilla (S. Martín), como lo
fué J. C. Gómez... Nosotros no trazamos una pincelada sin sa-
cudir primero, en pie sobre la tribuna, el viejo maletón de nues-
tro léxico castellano, tan rico en antiguos tesoros que apenas se le
toca, como si fuera susurrante colmena agitada por un intruso, resulta
poco menos que imposible volverlo al orden y encerrar las palabras,
abejas asustadas que se esparcen en sonoroso enjambre, en sus celdas
geométricas y silenciosas." Rodó (uruguayo). El Mirador de Prós-
pero (1913, pág. 312) : "En lo que tenia de fundamental y amplio, el
naturalismo comprendía elementos que, bien asimilados, no hubieran
podido sino favorecer en América la manifestación de un espíritu lite-
rario original y vigoroso. La tendencia á ceñirse á la realidad viva y
concreta es la vía más segura para llegar á una originalidad de pueblo
y de época, como la tendencia á ceñirse á la expresión sincera y sim-
ple de lo que se siente es el más seguro camino para alcanzar la ori-
ginalidad individual. La importancia concedida á la representación del
mundo objetivo, el predominio literario de la descripción, favorecía
una de las aplicaciones del arte de escribir, capaces de brindar en
América más ricos veneros de originalidad como es la pintura y
el sentimiento de la naturaleza física. La precisión minuciosa en la
reproducción de costumbres y tipos contribuía á relevar el sello local
del poema y la novela. La reivindicación de la poética virtualidad de
la vida contra todo quimérico idealismo coincidía con la tendencia
natural en pueblos jóvenes y testigos de una fecundidad magnifica y
TOMO VIH— 2
l8 ÉPOCA REALISTA (185O-1887)
potente. La franqueza, y aun la vulgaridad pintoresca, de la expre-
sión autorizaban á que se diese curso en el lenguaje literario á las
peculiaridades del habla regional. Pero ni la protesta naturalista se
limitaba originariamente á esos elementos para siempre justos y opor-
tunos, ni tampoco esta vez la imitación supo proceder en América
con libertad y firme criterio. Propendiendo, como sucede en toda imi-
tación servil y fascinada, á violentar las cosas, á recargar las tintas,
á ir á lo extremo del original y ceder á la impresión de lo caricatu-
resco más que de lo característico, nuestros naturalistas tomaron de
preferencia en sus modelos lo que, siendo en estos mismos convencio-
nal y vicioso, resultaba tanto más falso en América cuanto que se
oponía á los caracteres que por recto naturalismo, por directa suges-
tión de la naturaleza, deben forzosamente prevalecer en toda litera-
tura que brote sin esfuerzo del espíritu de nuestros pueblos. Así el
pesimismo agrio, desesperanzado y hastiado, que, como idea domi-
nante, no tenía natural acomodo en el ambiente de tierras prometidas
al porvenir, rebosantes de vida y energía. Así la predilección por la
reproducción artística de lo feo, rasgo de decadencia que carecía de
sentido aceptable dentro de una cultura literaria en sus albores. Así
la sensualidad, no espontánea, vigorosa y ferviente, sino artificiosa,
alambicada y senil; sensualidad de cálculo antes que de instinto."
M. Pelayo, Hist. poes. hisp.-tamer., t. I, pág. 408: "Caracas, que por
los años de 1842 á 1848, según expresión del notable escritor colom-
biano Camacho Roldan, "merecía el nombre de la Atenas de Amé-
"rica." "Allí se reimprimían ávidamente las más notables produccio-
nes de la literatura española contemporánea y traducciones de la
francesa." J. Gil Fortoul, Hist. const. de Vlenezuela, t. II, pág. 134:
"Lo mismo Lozano que Maitin y los demás que con ellos forman la
mediocre turba romántica, desdeñan el folk-lore venezolano y tienen
á menos bañar sus pálidas musas en el abundante manantial del can-
cionero popular. Donde suele haber nxás belleza que en cuantos ver-
sos han escrito nuestros poetas culteranos. Por de contado, el cancio-
nero imita la forma y también á veces el fondo de la poesía popular
española, á causa de la lengua y á consecuencia del régimen colonial;
pero no deja de adquirir por esto un sello característico genuínamente
nacional. Cuando el alma de la clase media se duerme en la monotonía
del romanticismo pegadizo, el alma de la clase baja palpita vivaz y
original en romances, galerones y corridos. Nuestro cantador por ex-
celencia es el llanero, mestizo apenas civilizado, bravio como sus to-
ros, violento como sus caballos, suspicaz, propenso á la ironía desnuda,
positivista y en amores voluptuoso, sin galantería ni ternura... Tradu-
ce en expresivos cantos su mezclada complexión moral : orgullo de
beduino, jactancia andaluza, gozo infantil de negro manumiso..."
Abel Karl, Emiro Kastos: "En las Repúblicas híspano-americanas los
escritores se encuentran abandonados á sí mismos y toman la pluma
con el triste convencimiento de que sus producciones serán leídas por
AMERICA Y SU ESPÍRITU LITERARIO 1 9
cuatro docenas de individuos y de que la prensa periódica no se ocu-
pará de ellas ni mucho ni poco. Solamente los artículos políticos me-
recen el honor de ser contestados por la bandería contraria... Y no
puede ser de otro modo. Allí donde las oligarquías militares imperan
como reinas absolutas; donde los partidos no tienen por símbolo
una bandera, sino una personalidad; donde el choque de las armas y
el ruido de los combates fratricidas absorben completamente la vida
pública, la verdadera literatura se arrastra lánguida y agonizante y
la atención se fija mucho más en los tajos de sable que en los rasgos
de pluma." Pedro Henríquez Ureña, D. J. Rniz de Alarcón, Habana,
1915, pág. 7: "Pero observando por conjunto, ¿quién no distingue la
poesía cubana, elocuente, á menudo razonadora y aun prosaica, de la
dominicana, llena también de ideología, pero más sobria y á la vez
más libre en sus movimientos? ¿Quién no distingue entre la facundia
la difícil facilidad, la elegancia venezolana, superficial á ratos, y el
lirismo metafísico, singular y trascendental de Colombia? ¿Quién no
distingue junto á la marcha lenta y mesurada de la poesía chilena los
ímpetus brillantes y las audacias de la Argentina? Y ¿quién, por fin,
no distingue entre las manifestaciones de esos y los demás pueblos de
América este carácter peculiar: el sentimiento discreto, el tono velado,
el matiz crepuscular de la poesía mexicana? Como los paisajes de la
altiplanicie de Nueva España, recortados y acentuados por la tenuidad
del aire, aridecidos por la sequedad y el frío, se cubren, bajo los cielos
de azul pálido, de tonos grises y amarillentos, así la poesía mexicana
parece pedirles su tonalidad. La discreción, la sobria mesura, el
sentimiento melancólico, crepuscular y otoñal, van concordes con ese
otoño perpetuo de las alturas, bien distinto de la eterna primavera
fecunda de los trópicos: este otoño de temperaturas discretas, que
jamás ofenden, de crepúsculos suaves y de noches serenas. Así des-
cubrimos la poesía mexicana desde que se define: poesía de tonos
.suaves, de emociones discretas."
PRIMER PERIODO DE LA ÉPOCA REALISTA
(antes de la revolución)
La lírica puramente subjetiva. — La novela realista. — La alta
COMEDIA. — La zarzuela.
(i 850- 1 869)
Isabel II (1843-1868). — ^Ministerio Bravo Murillo y Concordato
(En. 1851-Dic. 1852). — Revolución y bienio progresista (1854-1S56). —
Rompimiento de Espartero y O'Donnell (1856). — Guerra de África
(1858-1859). — Turno legal. — Revolución de Setiembre: Gobierno pro-
visional (1868-70). — Constitución de 1869.
5. De 1830 á 1850, época romántica, todo es revolución y
lucha, política y literaria, sobrepujando el liberalismo en polí-
tica; en literatura, lo español sobre y contra lo francés. De
1850 á 1860 lleva ventaja el catolicismo, luchando en pro suya
los que antes se mostraron pasivos espectadores; pero desde
1860 va preparándose la Revolución de 1868. En suma: acción
católica del 50 al 60; reacción revolucionaria del 60 al 68. El
romanticismo iba perdiendo sus fuerzas, posándose sus extra-
vagancias, al mismo paso que la Revolución política, de suerte
que, al llegar el 1850, así como enmudece la Revolución, el ro-
manticismo ha desaparecido, fuera de la novela folletinesca,
que cultivan medianos autores para la gente menuda. Descar-
gado el romanticismo de la espuma que trajo de fuera, aquella
exageración y misterio septentrional, cosas que le diferenciaban
de nuestro antiguo arte realista, quedó éste como único arte,
más limpio que el antiguo de todo elemento clásico, si bien al-
22 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
gunos escritores vuelven á un cierto clasicismo más ó menos
franco. En Francia, donde el positivismo científico venció en
esta época á la fe religiosa y los intereses materiales á los mo-
rales, añadiéndose además el espíritu gálico didáctico y social,
que distinguió siempre su literatura, del romanticismo se saltó
al naturalismo, que no es más que el realismo que se encerraba
en el fondo romántico y quedó á descubierto en España ; más
los efectos de esas tendencias, científica, material y didáctica;
esto es, un realismo de fondo determinista, materialista é irre-
ligioso, enderezado al fin científico de servir como documento
empírico y documental. Nada de ello pasó á España durante
esta época, en la cual, por consiguiente, nuestra literatura vióse
casi libre de influencias extrañas. Alguna, sin embarga, puede
notarse en la tendencia de ciertos escritores, sobre todo en el
teatro, á filosofar ó proponer tesis en sus obras ; pero, al revés
que en Francia, eran tesis morales y cristianas. La novela folle-
tinesca es el último residuo romántico que queda en España
para pasto de la curiosidad poco estética de la gente menuda,
como quedaron durante el sig'lo xvi las novelas caballerescas,
á pesar del triunfo del Renacimiento.
6. Fuera de la Revolución del 54, con el bienio progresista, la
política se calma y se aviene con la Santa Sede y con las ideas cató-
licas. Narváez encadenó la revolución en 184S; Bravo Murilío (1851-
52) llegó hasta hacer el Concordato, y desde 1856, los moderados y la
Unión liberal alternan en el turno legal del Gobierno, pero tendiendo
unos y otros á la tranquilidad, de suerte que los progresistas se ale-
jaron y se declararon antidinásticos, dando origen á la democracia
y preparando la Revolución de Setiembre. En todo este período los
católicos, antes atemorizados y pasivos, toman la ofensiva, como en
el resto de Europa, señalándose escritores como Donoso Cortés, Apa-
risi, Balmes, Navarro Villoslada, Gabino Tejado, E. González Pedro-
so, etc. En la fuga del combate pasaron á veces de la raya, tomando
de los apologistas franceses doctrinas ultracatólicas, por lo que se les
llamó neocatólicos, y puede verse claramente en las exageraciones de
Donoso Cortés. Sus periódicos son, sin embargo, los más serios y me-
jor escritos. La Regeneración (1855-70), fundada por Canga-Argüe-
Des; La Esperanza (1844-70), en que Pedro de la Hoz, carlista, y des-
pués su hijo, continuaron por el sendero trazado por Balmes; El Pen-
samiento Español (1860-70), en manos de Villoslada, Tejado y Pe-
dros©; El Padre Cobos, donde se juntaron los más hábiles satíricos.
La política hízose, en suma, más católica y conservadora y la moral
PRIMER PERÍODO DE I^\ ÉPOCA REALISTA (185O-1869) 23
fué más respetada que en la época romántica ; hasta se llegó á un
cierto fariseísmo y á una predicación de sensiblería moral bastante
ñoña y mojigata en gran parte de la literatura. Estos extremos de los
católicos fueron consecuencia de las barrabasadas que la Revolución
había cometido en la época anterior y de la rotura de costumbres y
burla de la moral entre los románticos. El romanticismo, movimiento
popular y verdadera revolución, tuvo sus centros abiertos á todo el
mundo, el Ateneo y el Liceo; pero pasados aquellos años de eferves-
cencia, decae el Ateneo y el Liceo se cierra. Desperdigados los hom-
bres de letras al parecer, júntanse en tertulias varias, donde con ma-
yor minuciosidad se estudia y se alardea menos aparatosamente. De
estas tertulias trató el Marqués de Molins en su libro Bretón de los
Herreros. En casa de don Patricio de la Escosura, calle del Amor de
Dios, juntábanse los moderados y viejos: Gallego, Pacheco, Nocedal,
Donoso Cortés, Pastor Díaz, Bretón, Ventura de la Vega, Rubí y
hasta los jóvenes Gabino Tejado y González Pedroso. Los mismos
asistían á la del Marqués de Molins los miércoles, juntamente con
personas más eruditas: Amador de los Ríos, Ramírez Saavedra, Cer-
vino, A. Fernández Guerra, Gil y Zarate, Hartzenbusch, M. Lafuente,
Navarro Villoslada y Eugenio Ochoa. Todavía más eruditas eran las
tertulias en casa de don Atireliano Fernández Guerra y en la de don
Manuel Cañete; en la primera leía versos Arnao, que dio á conocer á
Sélgas ; en la segunda. Zarco del Valle, Ventura de la Vega, Campo •
amor, Baralt, el pianista Morphi. La gente moza continuaba yendo al
café del Príncipe, y desde 1854, al café de la Esmeralda, en la calle
de la Montera, y á casa de Gregorio Cruzada Villamil, calle de Lope
de Vega, donde señoreó la colonia granadina, llegada aquel año 1854 :
Castro y Serrano. Antonio Alarcón, Manuel del Palacio y otros ; á los
que se añadieron Eguilaz, Trueba, el pintor Germán Hernández, Nú-
ñez de Arce y el amigo de Cruzada, Florentino Sanz, que le había
llevado á Berlín. Tras los románticos vinieron en Francia los parna-
sianos Teófilo Gautier, Teodoro de Banville, autor de las Odas fu-
nambulescas; Carlos Baudelaire, el pesimista satánico de las Flores
del mal, y Leconte de Lisie. Cada uno lleva su divisa, pero uno de los
cuarteles de sus escudos es el mismo, la rima rica, la técnica esmerada
del verso, que es lo que de los románticos, sobre todo de Víctor Hugo,
el emperador de la barba florida, quedó en la literatura francesa. La
riqueza y técnica métrica no podía pasar de Francia á España; aquí
era tradicional y llegó á restaurarse por el romanticismo. En Fran-
cia no podía volverse al seudoclasicismo, de manera que al resurtir
el gusto después del romanticismo, en vez de volver, como en España,
al antiguo realismo, todavía más depurado y nacional, la ola se que-
bró, se estrelló y se derramó en mil direcciones nuevas, con la única
nota común del parnasianismo. Con esto se explica el ningún influjo
de la lírica francesa en la española durante esta época. En cambio, la
dramática entre los autores de menor cuantía, tomó no poco en Es-
24 PRIMER PERÍODO DE L.\ ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
paña de la francesa neoclásica de Ponsard y Latour, de Saint Ibars
y de la filosofante de E. Augier, Dumas hijo y Victoriano Sardou.
Los grandes dramáticos españoles estaban por cima de tales influen-
cias. Laniprodón canta al son de Scribe; pero Tamayo, Ayala y los
más no cantan más que al son de su propio corazón cada cual, que
todos suenan a realismo muy nacional. Otro tanto se diga de la novela.
La folletinesca olía á Ponson-du-Terrail ó era él todo entero tradu-
cido, V aun á Sandeau y á Jorge Sand; pero Alarcón, Fernán Caba-
llero y Trueba, Pereda y Galdós no tienen pizca de francés. La litera-
tura, en manos de los buenos escritores, se había, pues, libertado en-
teramente del antiguo dominio gálico, era limpiamente española. Tal
es el gran fruto debido al romanticismo. La inexperta mocedad segui-
rá á veces las modas francesas; pero las obras maduras han ido arrai-
gando tanto desde 1830 en la tradición española, sobre todo merced á
la critica y erudición sabia, que el parnasianismo, el naturalismo, el
simbolismo, el modernismo, venidos de Francia, no han llegado á cua-
jar más que unas cortas temporadas entre ciertos jóvenes, más ex-
puestos á las modas y de menos asiento por no haber todavía esco-
gido su propio camino. La crítica sabia sigue en este periodo estu-
diando la antigua literatura castellana, dando sus mejores frutos los
eruditos que ya se dieron á conocer en la época romántica: Gayan-
gos (1833), Alcalá Galiano (1834), Eugenio Ochoa (1835), Amador de
los Ríos (1839), Aureliano Fernández Guerra (1839), Pedro José Pi-
dal (1841J, Cayetano Rosell (1841), Ant. BoíaruU (1842}, Manuel Ca-
ñete (1843), Adolfo de Castro (1844), Alenda (1844), Andrés Bofa-
rull (1845), Eustaquio Fernández Navarrete (1845). Añádanse los que
aparecen en este período, sólo en España, sin contar á los america-
nos: \'icente Barrantes (1851), Ant. Martín Carnero (1851), Cánovas
(1852J, Joaquín Gichot (1853), Florencio Janer (1855), Man. Mur-
guía (1856), Rada y Delgado (1858), Simonet (1858), Juan Valera
(1858), Gómez de Arteche (1859), el doctor Thebussem (1859), Aguiló
(1860), La Barrera (1860), F.co Fernández y González (1860), Ben-
jumea (1861), Tubino (1862), Soraluce (1863), Asensio de Toledo
(1864) Picatoste (1865J, Fita (1866), Vidart (1866), Villaamil y Cas-
tro (1866), Catalina García (1867), Fernández Duro (1867), Sbarbi
(1867), Fabié (1S68), Máinez (i!
7. La Lírica. — La época realista con su ciencia, reflexión
y critica dio lugar en Francia á la lírica parnasiana, que con-
.^iste en el esmero técnico y cuasi científico de la forma con
descuido del fondo. En España no entró el influjo de esta es-
cuela ni sus obras se leyeron sino muchos años más tarde; con
todo, sin llegar á ese extremo vicioso, la sensatez de la época
V el estudio reflexivo contra la rotura romántica, llevó á núes-
LA LÍRICA 2D
tros líricos á desechar la pasada hojarasca y á cuidar más de la
hechura, sin que ella sobrepujase al fondo poético. Antes bien
armonizados fondo y forma, la sinceridad, propia del realis-
mo y de la reflexión, dio la nota característica á nuestra líricj
y no menos en la forma la sencillez, hija de la sinceridad. El
señorío poético, repartido antes entre Espronceda, Zorrilla y
Campoamor, sigue todavía en manos de este último, que apenas
fué romántico, y se distingue por el realismo popular, el humo-
rismo, la sencillez de expresión y la sinceridad; pero, sobre
todo, pasa á manos de Bécquer, acaso el mayor lírico y por lo
menos el mayor puro lírico que ha nacido en España. Ningún
otro alcanzó su profundidad de sentimiento, verdaderamicnte
humano, juntamente con su sencillez de expresión. Es el lírico
más íntimo, humano y sincero y el más allegado al tono y sen-
tir popular. Núñez de Arce dase á conocer en este período, pero
sus mejores obras son hijas del espíritu revolucionario del pe-
ríodo siguiente. Balart, por lo doliente y terso de la forma;
Manuel del Palacio, por lo real y risueño, y los sencillos y caji-
dorosos Selgas y Trueba, son los dioses menores, juntamente
con los que, llevados del realismo de la época, pudieran ya lla-
marse regionales. Rosalía de Castro encarna el alma gallega;
Teodoro Llórente, la levantina; José Lamarque, la andaluza;
Melchor Palau se allega al pueblo en sus coplas. Ouerol es el
más fino ejemplar de un neoclasicismo genuino, en torno del
cual zumban otros más bajos poetas clásicos, que, careciendo de
vigor para el realismo y lo nacional, resucitan á deshora el
clasicismo, muerto y enterrado en la época anterior. En Amé-
rica cantan excelentes poetas, todos más ó menos íntimos, más
cuidadosos y sinceros que sus antecesores : los Pombos, Fallón.
Miguel Antonio Caro, en Colombia; Olegario Andrade y Ri-
cardo Gutiérrez, en la Argentina y Uruguay; Lorenzo Luaces,
en Cuba; Salaverry, Soldán L'nanue y Liona, en el Perú.
Todos, los de acá y los de allá del mar, son más sinceros y na-
turales, más realistas y humanos, más cantores del presente,
más íntimos y arraigados en lo nacional vivo y de hoy que los
románticos, y al propio tiempo desechan los demasiados y vanos
oropeles, lo misterioso y lo desesperado, todo lo extraño que el
romanticismo había traído de allende. La mayor reflexión y
26 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (18.SO-18ÓQ)
moralidad de este periodo se nota hasta en el resurgimiento de
ia fábula, que cultivaron Hartzenbusch, Pascual Fernández
Baeza, Agustín Principe, Campoamor, Carlos Pravia, Antonio
de Trueba, el Barón de Andilla y José M." Gutiérrez de Alba.
En los líricos de segundo orden pueden decirse que hay dos ten-
dencias : la clásica, sobre todo en los andaluces y los eruditos ;
la becqueriana, más propia de los poetas del Norte de España,
señoreando más la primera de 1850 á 1860, merced á la mayor
tranquilidad política y moral; la segunda, de 1860 á 1869.
8. A Bécquer imitaron muchos; otros, después, acaso á Heine,
pero en lo que convenía con Bécquer. Núñcz de Arce se hartó de
estas poesías, que, si á veces frisaban en ramplonas, ningún daño
traían á la literatura, y las llamó siispirillos germánicos y vuelos de
gaUina, frase que se repitió en son de burla hasta por críticos en esta
parte indiscretos. Blanco García menospreció el género y túvolo por
antiespañol, y con todo, en esa escuela pone á Palau y á oiros que se
allegan á los cantores populares. Porque los tales suspirillos no eran
sino cantares populares, mejor ó peor hechos, los cuales para Núñez
de Arce, el trompeteador de la Revolución, natural es sonasen á poca
cosa. Hasta Campoamor hizo cantares, y toda su poesía de la época
realista pertenece verdaderamente á ella, con haber comenzado á poe-
tizar en la romántica. Todo lo cual prueba que el género becqueriano
no es más que el popular español, que es el realista. Y aun por eso
los sevillanos volvieron á su tradicional clasicismo de las escuelas se-
villa"nas de Lista y Herrera, con las debidas modificaciones, entre
cillas el colorido y lo descriptivo, notas muy andaluzas. El tomar imo
ú otro derrotero, el clásico ó el sentimental becqueriano, ó digamos,
de la copla popular, pendía en los autores del temperamento artístico:
los más fríos y amigos de la forma, del colorido, de la descripción
prefirieron el clasicismo; los más sentimentales siguieron el otro ca-
mino. Entre éstos se lucieron los gallegos y demás poetas del Norte,
inclinados de suyo al sentimiento y á lo íntimo, así como los andalu-
ces, que propenden á los efectos superficiales, á la descripción, al co-
lor y á la forma, volvieron al clasicismo. Doña Rosalía de Castro,
sin tener nada que ver con Bécquer, es de la escuela sentiiuental, ín-
tima, becqueriana, y no menos lo son Balart, Trueba y Palau. De los
clásicos, son excelentes poetas el murciano Selgas, que, con su amor
al color y á las flores, como meridional, tiene una cierta delicadeza
de sentir propia ya de la época realista, > los dos levantinos, Querol
y Llórente, que, por la sinceridad, son becquerianos, aunque i)or la
trasparencia y serenidad sean clásicos y por el temperamento colorista
se alleguen á los andaluces. El clasicismo de estos dos poetas se dio
siempre como planta natural y propia en la región levantina. Llegando
LA LÍRICA 27
ya á la plebe, digamos, aunque plebe poética, Blanco García, sin ceñirse
al período que tratamos (1850-69). divide á los poetas en dos bandos:
clásicos y becquerianos ó heinianos ó germánicos. Entre los prinieroj
pone como de la escuela sevillana, que pretendieron restaurar el modo
clásico de Lista y Herrera, á los poetas andaluces Apezechea, Rodrí-
guez Zapata, Bueno, Aliñador de los Ríos, Fernández y González, La-
marque, Reina, Fernández Espino, Cañete, los hermanos Herrera y
Robles, Mercedes de Velilla, y como independientes, pero que se alle-
gan á ellos, á López García, Alarcón, Grilo, Alcalde y Valladares, Gi-
nard, Sánchez Arjona, García Caballero, Concepción Estevarena, Pe-
ñaranda, Velarde, Cavestany y además á Rueda y Shaw, que son co-
loristas andaluces de la época siguiente. Entre los becquerianos y hei-
nianos pone á F. y González, Herrero, Llórente y E. Pardo Bazán, á
Fuig Pérez, Ferrán, Ladevese, Sipos, Dacarrete, Mas y Prat, Sepúl-
veda, además de Bécquer, Palau y Florentino Sanz. De todo lo dicho
saco yo que no hay tales heinianos ni germánicos poetas, sino que son
los realistas sentimentales, íntimos, más cercanos á la lírica popular
española. De hecho, al tratar de Bécquer veremos que Heine y los
alemanes no puede decirse fueron conocidos antes de la Revolución
del 68, exceptuando á Florentino Sanz, y ellos comenzaron á poetizar
antes de ella en ese tono, que yo llamo popular, sentimental ó realista.
Ni Rosalía de Castro, ni Palau, ni Campoamor se inspiraron en los
alemanes, ni Bécquer mismo. Menos se inspiró Ruiz Aguilera, de la
época anterior, y, sin embargo, ya es popular. De Selgas y Trueba
nada digamos, y eso que abren la época. El género había, pues, nacido
del romanticismo, como los demás géneros realistas, el teatro y la
novela. Blanco García, por haber admitido el germanismo, se ve en-
redado de suerte que tiene que afirmar no ser español este género,
donde pone poetas tan castizos, que se distinguen cabalmente por sus
cantos populares. Además, después de separar los de la escuela sevi-
llana, trata de los neoclásicos; pero clásicos fueron unos y otros. Ya
notó Pardo Bazán que Blanco García anduvo harto confuso en toda
lo que atañe á los años que siguieron á la época romántica. Deslin-
dando ideas, asentemos que en la época realista las corrientes líricas
pueden cifrarse en dos: la clásica y la becqueriana. A la clásica per-
tenecen los andaluces y los eruditos ó académicos que, por su mayor
parte, son, además, andaluces ; á la becqueriana pertenecen los poetas
de las provincias del Norte. Es evidente que el hecho responde aquí
á la naturaleza de los poetas, de las escuelas y de las regiones. Los
meridionales, más superficiales y coloristas, lo ponen todo en lo or-
namental de la forma: tal es el clasicismo de los unos. Los septen-
trionales, más sentimentales é íntimos, miran más al fondo, siendo
en la forma más llanos y sencillos : tal es la manera becqueriana. Los
eruditos y acadé:nicos son por naturaleza clásicos, fríos, formalistas;
los más sentidos é íntimos poetas no podían ser, después del romanti-
cismo, ni clásicos ni académicos. El realismo era hondura del propio
28 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (1850-18Ó9)
sentir, sinceridad y llaneza en el expresar. Clásicos fueron los que
Valera menciona, como verdadero ripio, para rellenar de líricos una
época, que de tal ripio no necesitaba, si Valera aqui no se hubiera
mostrado tan académico : porque Bécquer vale por mil. La Academia,
de la cual don Juan anduvo siempre demasiadamente enamorado, fué
en todo tiempo partidaria de lo clásico y tan sólo á los clásicos pre-
mió, con escándalo de toda persona sensata. Sería una chistosa His-
ioria de la Academia la que recontase las obras que ha laureado y los
ingenios que ha alentado y educado. Compréndese que no haya ha-
bido académico que haya arrostrado á escribirla. El Conde de Güen-
dulain llevóse el premio en un certamen académico con El Cerco
de Zamora. Después escribió un todavía más desconocido Canto épico
■en la muerte del Conde de Campo Alange, y ya nada se volvió á saber
de él como poeta. El Conde de Cheste fué otro de los clásicos, y tan
académico, que fué director, por infinitos años, de la Academia. Es-
tébanez Calderón y jMora los cita Blanco García en este grupo, aun-
que pertenecieron á la época del siglo xviii y de todos modos fueron
eruditos. Añade á Baralt, que por erudito, purista, imitador arcai-
zante y americano no es extraño siguiese el clasicismo; á i^eón Ben-
dicho (1S30), que casi es de la época del xviii, humanista y poco
poeta, puro traductor, y á Ríos Rosas. García Olloqui fué premiado
en otro ruidoso certamen de la Academia por La Victoria de Bailen,
composición atestada de ripios, vulgaridad, afectación y prosa. Esta
hazaña académica se llevó á cabo nada menos que en 1850. También
premió la Academia, y eso en 1860, á Joaquín José Cervino, otro
clásico, é injustamente premiado, como lo probó Manuel Fernánde?
y González en el Museo Universal; los pospuestos fueron nada menos
•que Aparisi, Raimundo Miguel, Príncipe y Arnao, que valían cien
veces más, por poco que valiesen. Aureliano Fernández Guerra, Va-
lera, Laverde y Meréndez Pelayo, que Blanco García añade come
c'.ásico?, fueron eruditos y prosistas, pero poco poetas. Toda esta poe-
sía académica hallaba cabida en la Academia en las épocas romántica
y realista. Remora del arte, más les hubiera valido á los inmortales
ceñirse al estudio del idioma, conforme á su instituto; pero en el idio-
ma hicieron todavía menos que en literatura, porque no hicieron nada.
A nadie le ocurre que la Academia llamara á su seno á Bécquer,
¿Porque no era erudito? ¿Porque no era clásico? Acaso; pero yo
creo que. sobre todo, porque... era verdadero poeta. J. Valera, Poe-
sía... siglo .vix, I, pág. 207: "Entre los personajes que en la tribuna
y en el gobierno dd Estado acertaron á distinguirse, figuran tam-
bién como poetas líricos Ríos Rosas, Aparisi Guijarro y iCánovas
del Castillo; en las cátedras de Universidades é Institutos, algunos de
tinto mérito como don I'"rancisco Sánchez de Castro; en las oficinas
y Direcciones del Ministerio de Hacienda, don Francisco Luis Retes
y don Lope Gisbert, que puso en lindos versos castellanos las me-
jores leyendas del ciclo de la Tabla Redonda, escritas por i'eiinyson
LA lírica jg
en lengua inglesa ; en Gracia y Justicia ó en la Magistratura, si la
memoria no me engaña, los señores Arnao, Cervino y otros, y en la
carrera diplomática, una gran multitud de versificadores, de cuyos
aciertos y desaciertos sería prolijo y enojoso además dar aquí cuen-
ta sin error y sin omisión, calificándolos á todos y colocando á cada.
uno en el lugar que se debe. Baste citar aquí, entre los poetas diplo-
máticos, á don Fernando de la Vera é Isla, á don Juan Bautista San-
doval, á don Gabino Martorell, hermano y sucesor en el título del
Duque de Almenara Alta, de quien ya hemos hablado; al fértil don
Emilio Olloqui, laureado por la Real Academia Española, á pesar de
su dicción superfina y archiculta y a don Rafael García Santisteban,
que, si bien adquirió fama componiendo comedias, zarzuelas y saí-
netes, algún derecho tiene á ser también como poeta lírico considerado^
Justo es consignar aquí que el aficionado á la poesía ó el poeta de
afición que tuvo verdaderas prendas de poeta, aunque se emplease
en faenas de pane lucrando, conservó la tersura y limpieza del
espejo en que se reflejaba el mundo encantado de sus ensueños
y se niianifestó muy distinto y hasta contrario á lo que fué en
la vixla ordinaria y real cuando tomaba la lira y cantaba. F(ué
como si Catón, al escribir en su libro de memorias las sumas de
dinero que daba á usura, se hubiese valido del agudo puñal con que
se mató para no sufrir al tirano y para no ampararse de su mag-
nanimidad insegura. Fué como si la Tizona y la Colada hubiesen,
servido de asadores y acicalado después el uno ó el otro acero, do-
tado de más fino temple y esgrimido por la diestra del Cid, hubiese
sei^ido á este héroe para matar moros y realizar hazañas apenas in-
creíbles. Así, el dirigir el movimiento de mercancías de una extensa
red de ferrocarriles, mostrándose apto y hábil, no embotó la exquisita,
sensibilidad, no disipó los místicos ensueños, ni manchó la pureza y
elegancia de dicción, ni abatió el impulso del vuelo y de los raptos
líricos que don Wenceslao Querol muestra en sus hermosas compo-
siciones. Así también en la satírica prosa diaria en que don José Sel-
gas, en nombre de un pasado irrevocable ó falso, entre retruécanos^
agudezas ingeniosas, aunque á menudo pueriles y rebuscadas y alam-
bicados epigramas, se desata en burlas y en injurias contra el espíritu
de la edad presente y contra hombres, cosas é instituciones, nadie
acertaría á descubrir al candoroso, sencillo y dulce poeta de las flores,
al autor de La Primavera y El Estío. Y así, por último, en la suave
melancolía, en el fervor rehgioso y en la placidez y elegancia de Las
Mtijeres del Evangelio, seria difícil ver la huella del hastío, de la.
desesperanza ó de ías insanas y violentas pasiones que arrastraron á
Larmig hasta el suicidio." M. Pelayo, Hist. poes. hisp.-fimer., t. I
(1911), pág. 395: "Ajquel movimiento de reacción que contra los des-
enfrenos del lirismo romántico pareció iniciarse después de 1844, vol-
viendo por los hollados fueros de la lengua poética y por la cultura
V aseo del estilo é intentando reanudar la tradición de las escuelas-
3o PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
salmantina y sevillana de principios del siglo. ILn este camino se fué
demasiado lejos, y por huir de lo desordenado, exuberante y monstruo-
so, vino á darse en lo tiniido y apocado; por aversión al desaliño se
cayó en lo relamido y artificioso; resucitáronse todo género de inver-
.siones, perifrases y latinismos: la majestad sonora se confundió mu-
■chas veces con la pompa hueca, con el énfasis oratorio y la rimbom-
i)ancia, naciendo de aquí un género falso y aparatoso lirismo, que por
mucho tiempo dominó y aún domina en todos los versos que pudié-
ramos llamar oficiales, en los poemas de certamen y en las odas de
-circunstancias. A vueltas de algunas composiciones recomendables en
su linea, pero de todo punto inferiores á los modelos de Quintana,
Gallego y Lista, este neoclasicismo póatumo, de tercera ó cuarta mano,
únicamente ha servido para conservar ciertas tradiciones métricas
de buen origen, cierto respeto á la sintaxis y á la prosodia, que nunca
están de más y deben exigirse á todo el mundo." Mucho de todo esto
hay que decir de los poetas secundarios andaluces, de la llamada es-
cuela sevillana, clasicotes en demasía, faltos de novedad, amigos de
la pesada octava real, discretos sempiternos en arte, donde no suele ser
•el de la discreción temperamento que promete, como Apezechca, Ro-
dríguez Zapata, Bueno, Amador de los Ríos, Fernández y González,
Reina, Fernández Espino, Cañete, los hermanos Herrero y Espinosa,
los esposos Lamarque, Justiniano, Campillo, De Gabriel, Herrera y
Robles, de quienes trata Blanco García (pte. 2, c. 3) más latamente
de lo que merecen. El realismo estético es un criterio que hace nau-
fragar á las medianías, porque no pueden asirse á floripondios y otros
elementos ornamentales con que las medianías arrebujan su vaciedad
poética en otras escuelas, como la romántica ó la modernista. Por eso
<n esta ci)Oca realista hay pocos poetas buenos, porque los que no lo
SCO de veras se van al fondo y se quedan con un clasicismo de pega,
.con formas de cajón, ordinarias y gastadas. En el terreno de la na-
-turalidad medran sólo los que valen ; la afectación alimenta á muchos
golfos literarios. A pesar de ser clásico, Menéndez Pelayo, de ins-
tinto estético maravilloso, vio todo eso como no lo vio Valera; por-
que Valera era más amigo de la Academia de lo que pedía su poderoso
<riterio estético. Dejadas á un lado todas estas medianías clásicas y
eruditas, véase cómo los verdaderos poetas van presentándose: Sel-
gas (1850), Clemente Zenea (cub., 1850), Fornaris (cub., 1850), True-
ca (1851), Amao (1851), Man. Pombo (col., 1851), Augusto Salave-
rry (per., 1851), Raf. Pombo (col., 1853), Guillermo Matta (chil., 1853),
Quero] (1856), Diego Fallón (col., 1856), Rosalía de Castro (1857),
Luaces (cub., 1857), Bécquer (1858), Olegario Andrade (.arg., 1858),
Xúñcz de Arce (1H59), T. Llórente (1859), Ricardo Gutiérrez (arg.,
1860), Ealart (1861), Man. del Palacio (1862), Soldán Unanue (per.,
7863), Guido Spano (arg., 1863), Liona (per., 1865), Melchor Palau
<i866), Miguel A. Caro (col., 1866), José Lamarque (1867).
EL TEATRO 3 1
9. El Teatro. — Tras el drama romántico, de aswnto histó-
rico, extremado en caracteres, lances y oropeles, de expresión
lírica desenfrenada, viene la alta comedia, de asunto presente,
reflexiva, moral y más psicológica en situaciones y caracteres;
llana, si bien más atildada y de fino gusto en el lenguaje. A pe-
sar de su romanticismo, Zorrilla escribe Traidor, inconfeso y
mártir (1845), donde con mayor juicio y naturalidad se aco-
moda á la naturalidad del actor Julián Romea, que lo había de
representar. Muestra más intención y realidad Bretón en la
Escuela del matrimonio (1852). El Hombre de mundo (1845),
de Ventura de la Vega, abre el camino á la alta comedia, y has-
ta de la tragedia clásica. La Muerte de César, "he procurado,
dice á Romea, hacer una tragedia tal en su forma, pero dándo-
le al fondo un poco más de realismo ó, por mejor decir, menos
de convencional. Le he quitado la tiesura, la aridez, la entona-
ción igual y uniforme: le he dado variedad, flexibilidad. Ob-
serva y verás que en mi tragedia las gentes comen, duermen, se
emborrachan, se dicen pullas". Casi lo mismo que decía Cer-
vantes de su arte realista respecto del caballeresco ó antiguo ro-
mántico septentrional y del tieso clasicismo que le precedieron.
Poda episodios y casi peca por corto Hartzenbusch en La Ley
de raza (1852) y por moratiniano en Un sí y un no (1854)"
Vuelto de América García Gutiérrez, ciñe y robustece el diá-
logo y muéstrase más asentado en Venganza catalana (1864) y
Juan Lorenzo (1865). Pero estos autores habían nacido román-
ticos ; los verdaderos dramáticos de este período son Tarnayo y
Ayala, éticos ambos en el fondo, como todos los escritores de
«ntonces, que tratan de enseñar no menos que de entretener;
realistas en la exposición y cuidadosos en el lenguaje. El deber
como triunfador de la pasión desenfrenada: tal es el fondo éti-
co de entrambos y opuesto á la rotura brutal de los instintos
que canonizaban los románticos. En su primera obra, Un hom^
bre de Estado (1851), escribe Ayala: "He procurado en este
ensayo, y procuraré en cuanto salga de mi pluma, desarrollar
-ün pensamiento moral, profundo y consolador." Tarnayo aña-
de de su parte: "En el estado en que la sociedad se encuentra,
es preciso llamarla al camino de su regeneración, despertando
t\ germen de los sentimientos generosos..., luchar con el egoís-
32 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-18Ó9)
mo..., excitar la compasión..., los hombres y Dios sobre los
hombres." Los héroes de entrambos dramaturgos son caballe-
rosos, graves, dignos y tolerantes. Cierto temple varonil y hu-
mano hay en ellos, mezclado armoniosamente con mayor ter-
nura, cierta vehemencia de carácter noble con mayor austeridad
en el deber, que no se hallan en el teatro romántico. Bien se
trasluce que sus autores se proponen enaltecer las ideas y ro-
bustecer la voluntad para que los espectadores se aperciban á
combatir toda relajación y flaqueza de ánimo. En la forma son
los perfectos, respecto del desarreglo de los románticos, los
reflexivos, bien equilibrados y templados; saben concertar cul-
tura literaria y uso teatral de los recursos escénicos, naturalidad
y ficción, esmero en el decir y verdad real. De tan fino m¿tal
contadas habían de Ser las obras que produjeran y de hecho
fueron poco fecundos. Pocos fueron igualmente los dramáticos
que tan elevada idea lograron llevar á las tablas. Sacados Se-
rra y Enrique Gaspar, ¡cuan baj>:s quedan y fuera de la alta
comedia Eguilaz, Pérez Escrich, Larra hijo, Marco, Campro-
dón, Fernández y González, Hurtado! Incapaces de tan alto
intento, viéronse arrastrados á llevar al teatro lo que privaba
en la novela por entregas. Serra libróse por su españolismo
acendrado; Enrique Gaspar, por su anticipado naturalismo;
los demás, cual secas hojas de otoño que el torbellino arremo-
lina, dejáronse atropellar de la moda sin asentar con firmeza
la personalidad artística que no tenían. Los autores adocenados
siempre son esclavos de la moda, y las modas vinieron siempre
de Francia. Traían la moda las traducciones y arreglos, que
abundaron en esta época como en la anterior. El retrato de la
sociedad francesa durante el segundo imperio francés era lo que
se pretendía trasplantar al teatro español en traducciones y arre-
glos. Las primeras obras de Dumas hijo, el moralista paradó-
jico é inflexible, que abre cátedra de utopías doméstico-socia-
les ; las de Augier, Ponsard, Alfonso Karr, Feuillet, Malefille,
Barriere, Laya, Sandeau, cultivadores de un género sentimen-
tal, cauto y mitigado, para complacer á una sociedad positivista
en secreto y ansiosa de altas ideas en público. No podía pasar
á España aquella literatura sin dejarse en la aduana de la pú-
blica moralidad española, tan contraria á la francesa, lo más
EL TEATRO
crudo y á la par lo más vivamente pintado por aquellos autores.
¿Cómo iba á encajar aqui La Dama de las Camelias? El "lim-
piar de escorias é inmundicias", que decía un critico, era des-
naturalizar las obras. El teatro francés, espejo de la francesa
sociedad, resultaba aquí espejo de una sociedad extraña, em-
pañado, además, con las timideces de los arreglos. El que hizo
Ortiz de Pinedo en Los Pobres de Madrid (1857), ^^^^ haber
gustado al público, atrájose las iras de la critica timorata, que
sacó á relucir los calificativos de soez é inmoral, anárquico,
demagógico, andrajoso, mal oliente y hasta el de natiir alista -
A las audacias románticas habían sucedido cierto descaecimiento
y cobardía que se espantaba de todo y que hallaba acomodado
pasto en lo sentimental, blanducho y ñoño hasta empalagar.
Aplaudiéronse las piezas que sobresalían por estas notas : Ver-
dades amargas (1853), de Eguilaz; La Oración de la tard¿
(1858), de Larra; El Cura de aldea (1858), de Pérez Escrich;
La Cruz del matrimonio (1861), de Eguilaz. Apreciábase en la
época anterior lo violento, lo apasionado, hasta lo destartalado
en caracteres y situaciones ; ahora se hablaba de caracteres dul-
ces y melancólicos, de tipos angelicales, ejemplares, ideales, de
virtudes evangélicas, de flores delicadas. Lo melodramático, en
suma, privaba en España, como en Francia y en toda Europa.
Era en todas partes efecto de la natural reacción contra el ro-
manticismo. Hasta que aburrida la gente de tanta blandengue-
ría y no dando abasto los escasos autores de altos vuelos con
sus escasas pi . ducciones, acogióse, como siempre, á la vena
popular de la pintura de costumbres, con el aperitivo, además,
de la música. No brotó un Lope de Rueda, un Guiñones de Be-
navente, un Ramón de la Cruz; esta vez el género venía de
Francia, y en no pocas de las piezas se trasparenta harto; pero
era tan español de casta, que presto se españolizó y dio aquí
frutos extraordinarios. Al punto se le bautizó con el añejo nom-
bre que le era propio, porque no era más que la vieja zarzuela
española que revivía. La crítica empingorotada y erudita alzó
el grito, siempre desconocedora del valor de lo popular. No
pocos malos ratos le costó á Alarcón la campaña que emprendió
contra ella, motejándola de sacadinero y engañamuchachos.
Por más que tronó la crítica, como después la oímos trinar con-
TOMO VIII. — 3
34 PRIMER PERÍODO DE L.\ ÉPOCA REALISTA (185O-18ÓC))
tra el género chico, como después al género chico acudía en-
tonces el público á la zarzuela. "Todos nuestros escritores dra-
máticos, dice Alarcón, y todos nuestros músicos se dedicaron,
los unos a escribir zarzuelas, abandonando el teatro español de
verso, y propalando los otros que la ópera nacional nacería del
cultivo de aquella clase de composiciones." No pocos años más
tarde, cuando de la zarzuela nació lo que en España tenía que
nacer, el género chico, que vale tanto como cualquiera otro gé-
nero teatral, todavía esperaban la crítica empingorotada y la
necia grey erudita que había de nacer de ella la llamada y jamás
nacida ópera española. Como si estos dos extremos, de ópera,
esto es, teatro enteramente musical, y de española, no se dieran
de cachetes y pudieran jamás concertarse. La cólera española
no aguanta música en todo momento dramático, por ser con-
tra la naturalidad. Revivió la zarzuela, los ingenios todos se
dieron á cultivarla. Camprodón y Olot, sobre todo, con ella se
enriquecieron. Más tarde, hasta la crítica la aplaudió y tuvo
por buena, como se ha llegado a aplaudir y tener por bueno el
género chico. Y es que las novedades siempre hallan resisten-
cia, y cuando vienen del pueblo hállanla más severa todavía en
la gente letrada; pero el pueblo es sabio en sus novedades por-
que no suelen serlo más que aparentemente y de hecho son co-
sas viejas y de abolengo. El teatro aquel blanducho y falso, y
el más falseado todavía de los arreglos franceses, no satisfacían
al pueblo. Volvió al entremés ó saínete, con música y todo,
traído no menos de Francia, pero que cuadraba al gusto del
pueblo, que siempre lo tuvo por el saínete y el entremés y por la
música, y a despecho de la crítica el género cundió. La zarzuela
paró, al asomar la revolución, en Los Bufos madrileños, copia
de los parisienses, como el género chico paró en el género ín-
fimo y las varietés francesas.
10. Del 15 de Setiembre de 1860 al 25 de Junio de 1861 se pu-
sieron en escena en el teatro del Principe 2y obras originales y 13
arregladas ó refundidas; en el de la Zarzuela, 30; en el del Circo, 25;
en Variedades, nueve ; en Novedades, dos. Total, 106 piezas. Noticias
éstas tanto más de notar cuanto dicen y propalan algunos que por
aquella época apenas había teatro en España. Mucho fárrago, pero
nada de poquedad ni escasez. Los buenos autores son los menos; mas
EL TEATRO
35
¿acaso en alguna era fueron los más? En la del romanticismo hubo
acaso más de los que meten ruido; pero era ruido romántico, de mu-
cho cascabeleo y sonajeo huero y barato; en la de ahora son menos,
pero harto mejores los llamados buenos. El drama realista de Tamayo
y Ayala es la vuelta al antiguo teatro nacional en espíritu, con la mo-
dernización que el espíritu mismo del teatro nacional demandaba.
Este espíritu de nuestro teatro nacional tiraba, efectivamente, á llevar
á las tablas la vida, ya en asuntos del tiempo presente, ya históricos,
pero sin falsear la realidad, mezclando lo cómico con lo trágico como
se hallan en la vida mezclados, interviniendo toda clase de gentes, ha-
ciéndoles hablar con el propio lenguaje, culto á los cultos, popular á
los populares, y con la gala de la versificación cuando la grandeza del
asunto lo pide. Dejóse el prurito romántico de todo lo extraordina-
rio, exagerado y chillón, de la lírica retórica en el habla, de los re-
cursos literarios, de los caracteres estrafalarios y rebeldes. Tratóse
de imitar la vida moderna como la vida de su época imitó el teatro
nacional. Difiere de aquél en que, para mayor verisimilitud, se echó'
mano á veces de la prosa, y en que, según peuian los tiempos, el drama
encerrase una idea educadora, una tesis, digamos; mas sin que por
ello el drama fuese de tesis, esto es, sin que sobrepujase el intento
doctrinal á lo dramático. Esta novedad no lo es enteramente, ya que
á menudo se halla en nuestros antiguos y siempre en Alarcón ; pero
ahora generalizóse mucho más, porque la literatura toda en Francia
tendía á lo docente, á la tesis, al problema, á la propaganda, así el
teatro como la novela, el periodismo y la cátedra. Como tan francesa,
esta propensión llevó en Francia al naturalismo, exageración del rea-
lismo docente; en España apenas hase descaminado, conteniéndose
en sus justos límites, hasta en los autores más aficionados á la tesis,
como Selles, Galdós, Dicenta y Benavente. En el período de la época
realista que estudiamos ni siquiera llegó á este extremo. Tamayo, ver-
dadero propagandista de la moral católica en el teatro, jamás sacrifica
á su tesis la parte dramática. El espíritu de observación ahuyentó del
teatro todas las falsedades idealistas y lo huero en tipos, lenguaje y
recursos; indujo á los autores á presentar los conflictos de la vida
moderna y del moderno pensar como se dan en la realidad, con la
mayor verdad posible. No estoy conforme con Yxart (t. I, pág. 146,
El Arte esc), admirable crítico á quien hemos extractado gran parte
de lo concerniente al teatro, cuando dice que "en el fondo hay in-
compatibilidad manifiesta entre el verdadero genio de aquella litera-
tura y el genio real de esta nación", dando como pinieba el que cuando
ya fenecía fuera de España el realismo, "todavía hablamos de él en
España como de una innovación". No podía hablarse del realismo
como de una innovación el año 1894, puesto que Ayala y Tamayo ha-
Ijían dejado para entonces de dramatizar, con haber sido verdaderos
dramáticos realistas. Las Personas decentes, de Gaspar, y Las Ven-
gadoras, de Selles, que Yxart examina como de la escuela realista,
36 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-18Ó9)
son ya piezas de ulterior evolución, de la escuela de ideas. Gaspar
adelantóse á su tiempo y fué realista y hasta casi naturalista en Es-
paña, cuando aún no había nacido el naturalismo en Francia. Así en
su primera obra Las Circunstancias (1867). Y con Las Personas decen-
tes llevó á las tablas en 1890 la mismísima manera que ha llevado
Benavente en 1916 con sus últimas obras y poco antes con La Prin-
cesa Bebé, como veremos al hablar de este autor. Gaspar es de la
madera de Avala y Tamayo, y si queda im poco más bajo que ellos
es por la poca distinción de los personajes, que todos parecen ser uno
mismo, defecto común de Selles, de Benavente y de Linares Rivas.
No traía Gaspar en 1890 la novedad del realismo, puesto que había
"combatido por él desde sus primeros años de autor", como el mismo
Yxart afirma, y habían dado ya fin á su teatro Ayala y Tamayo. ¿ O es
que son románticos estos autores? Ni extrañe que en España el pú-
blico popular siguiese deleitándose con lo melodramático, porque otro
tanto sucedía al público popular en todas partes y en todas partes su-
cede ho>' y sucederá siempre. De 1845 á 1870 hiciéronse en Francia
muchos melodramas, obras sentimentales, de personajes típicos abs-
tractos y situaciones exageradas, amontonamiento de horrores, fruto
deJ romanticismo exagerado, como la novela folletinesca y por entre-
gas. Hiciéronlos, sobre todo, Pixerecourt, Ducange, Bouchardy, Enne-
f)', y de Francia pasó el mal gusto al resto de Europa. En España,
aunque se hicieron y aún se hacen melodramas, suelen ser menos so-
ñadores y exagerados, y no obtuvieron gran aceptación entre las per-
sonas cultas. Lo melodramático es pasto eterno del vulgo, poco culti-
vado, que gustó en otro tiempo de los libros de caballerías y gustará
siempre de los folletines. El realismo gusta no menos á todo el mundo,
gustó y gustará siempre; la desgracia es que autores realistas verda-
deros caen pocos en libra, porque es lo sumo del arte saber huir de
las exageraciones y pintar la vida tal cual es, y no pueden esos con-
tados autores dar abasto á la curiosidad popular. El realismo pinta á
los hombres como son, no como deben ser ; deleita, no con mi idealis-
mo soñado, más propio de la moral que del arte, sino con el espec-
táculo vivo. Este suele ser más inmoral que otra cosa, porque la virtud
cp rara avis y además ofrece mayores dificultades que el vicio para ser
representado. Como en España está tan arraigado el criterio ético,
nada de extraño tiene que los críticos y el público, no deslindando las
sutilezas que enreda el problema de la moral y el arte, griten escan-
dalizados contra el realismo, confundiéndolo con lo inmoral, cuando
de hecho es el único arte moral que hay, como que es el arte puro, el
cual no puede ser inmoral, y cuando de hecho también y por lo mismo,
lo inmoral en el arte siempre viene de falsear la realidad, del arte
ideal. La critica en España, en vez de desmenuzar un drama como
obra de arte, mostrando sus elementos estéticos y no estéticos, apar-
tando el oro artístico de la escoria, suele entretenerse siempre en in-
vestigar y proclamar si es moral ó inmoral. Por mor de la moral quie-
EL TEATRO 3 7
ren personajes simpáticos, ansian un desenlace agradable ; esto es,
que el bueno sea recompensado y castigado el malo al acabar el dra-
ma; escrupulizan sobre la presentación en las tablas de la verdad des-
nuda, del vicio tal cual es, queriendo se les dore, como las pildoras,
para que no amargue á las conciencias timoratas ó léase farisaicas.
A esto llaman moral. Pero, ¿puede darse cosa más inmoral que la
mentira, que el falsear la realidad entapujándola, dorándola, velando
el mal paia que se haga más atractivo? El artista no puede sobrepujar
en el arte al Criador de la naturaleza. Ahora bien, Dios lo que pre-
tende en este mundo es mostrar la libertad del libre albedrio del hom-
bre, raíz de su obrar y merecer. Para ello pasa por todas las malda-
des y flaquezas humanas, no las rebuja, dejándolas desnudas, mos-
trando así á los mortales que el bien y el mal está en sus manos y que
hay otra vida donde su justicia dará á cada cual su merecido. ¿Quién
pensaría en la otra vida si viese en ésta la última jornada del drama,
esto es, premiado el bien y castigado el mal? Los falsos moralistas
no parece sino que quieren enmendar la plana á Dios, pretendiendo
que los dramáticos hagan en este mundo al fin de sus dramas o^a jus-
ticia que Dios reserva para la otra vida. Proclámanse más timoratos,
más morales que Dios, no consintiendo el vicio en el teatro si no es
dorándolo y parece le echan á Dios en cara el que lo deje por ahí cam-
par con toda su desnudez. ¿ Puede darse en arte mayor inmoralidad
que oscurecer por el mismo arte los designios de la Providencia, pin-
tando el vivir de suerte que ni brille el libre albedrio ni la prueba de
otra vida? Pues nada más que eso es falsear la realidad por escrúpulos
timoratos y á eso se reduce todo el clamoreo de los críticos y de los
moralistas cuando juzgan éticamente el teatro, en vez de juzgarlo
como pura obra de arte. Un asesino en el teatro ha de acabar en la
horca, porque así lo pide la moral justiciera. Con eso se niega implí-
citamente que haya un más allá de esta vida, en la cual el asesino
suele, por sus artimañas, llegar á ser un alto y respetado personaje.
; Bueno es que queramos indefectiblemente llevar á presidio en las
tablas al ladrón, á quien Dios le deja prosperar á veces por esos mun-
dos como una persona honrada ! Toda inmoralidad redúcese, en últi-
mo término, á una mentira: esos señores pretenden fundar la mora-
lidad del teatro sobre la mentira de falsear la realidad. Los vicios pú-
blicos son los que verdaderamente estragan, corrompen y desedifican,
y, á pesar de todo, consiéntelos el Autor y fuente de toda moral. El
arte representando la vida tal cual es. condensada en pequeño espejo,
no hace más que presentar la maldad toda junta ante la razón y la
conciencia humana, para que, chocando con los eternos principios
morales que en ella brillan, la deteste viéndola cara á cara como á su
mortal enemiga y en sus horribles consecuencias, que lo son hasti
la prosperidad del asesino y del ladrón, harto más horrible prosperi-
dad para la conciencia, que sabe hay otra vida y considera la nece-
dad del ladrón y del asesino, que se olvidan de ella, obrando como
38 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
si no la hubiera. Así depura el arte la realidad perversa, sacando de
ella el mismo bien que Dios saca permitiéndola en el mundo. La cues-
tión de la moralidad en el arte es una cuestión de moralistas topos,
una cuestión de verdadera inmoralidad ó, por lo menos, de supina
ignorancia en los que se dan por maestros. "Muchas obras hemos vis-
to tachar de inmorales, escribe Yxart, sólo por algunos pormenores
de la superficie, cuando están rebosando alta belleza moraJ por todos
sus poros : esto es, vitalidad sana, alteza de intento, afirmación del
libre albedrío. Otras condenaríamos por antiartísticas, que son al
propio tiempo inmorales, ó, en otros términos, que no son bellas por
su peculiar inmoralidad. Pero esta inmoralidad no es la superficial y
visible que atañe únicamente á lo genésico y á lo femenino, sino aque-
lla carencia de calor dramático, aquella frialdad senil y enervadora,
que ofrecen el espectáculo del mundo v del hombre desde el punto de
vista ininteligente, deprimente, sin libertad ni batalla." El arte rea-
lista ha matado de un golpe el arte retórico y falso, común al clasicis-
mo y al romanticismo. Eran aquellas obras teatrales verdaderos de-
chados de retórica, esto es, de arte falseado y académico, arte de or-
namentación, al cual se sacrificaba el fondo y la verdad real de la
\ida, que el arte debe representar sin añadiduras ni cintajos. El uso
del verso lleva fácilmente á esa falsedad y retórica : han hecho bien
en preferir la prosa los autores que no manejaban el verso con la
misma facilidad y naturalidad. La retórica y el ornamento servían
para apacentar la imaginación de un público de niños, con detrimento
de la sentida realidad, de las más elevadas facultades que anhelan
ahondar en la representación de la vida, que buscan pensamiento, fon-
do, alma, espíritu, y no puro cascabeleo, sonajería y cosquilleo del
oído. La pasión no es nada retórica, no sufre largas estrofas ni pe-
riodos campanudos como los que se menudeaban en el teatro román-
tico y á veces en el teatro clásico. No hay cosa más contraria al rea-
lismo dramático que cuanto huela á libros y literatura, lo cual hasta
cierto punto puede pasar en la novela, obra para leída. M. Pelayo,
Id. estét., t. V, pág. 465: "La tragedia clásica había muerto con el an-
tiguo régimen y era imposible resucitarla. La comedia había ido per-
diendo en manos de Scribe y de sus colaboradores todo carácter lite-
rario. El drama romántico había abortado. La escuela del buen sen-
tido, preconizada por Ponsard. no podía ser más que una escuela de
medianía elegante y académica. Sólo una evolución realista podía
salvar el teatro, y esta evolución, presentida por Diderot y realizada
ya en la novela por Balzac, iba á pasar, aunque de un modo incomple-
to, á las tablas, creándose el drama de costumbres modernas y de te-
sis social, única forma que hoy subsiste, aunque no sin visos de pró-
xima decadencia, que quizá anuncie los funerales del teatro mismo, .^
lo menos en su forma tradicional.'' Yxart, El Arte cscín., t. I (1894),
pág. 36: "Al asomar la década del 50 se había llegado al otro extremo
del camino emprendido en el 34. No se trataba ya como entonces de
EL TEATRO ig
asaltar y tomar posiciones á la bayoneta y con estridente tocata de
clarines; todo lo contrario: era caso de organizar las llamadas con-
quistas de la Revolución, y aun de rectificar los errores cometidos.
Los mismos encarnizados combates (sin metáfora) en que siguieron
desangrándose los españoles, no se daban ya entre la España vieja
y la España nueva, sino entre los partidos que crearon esta última.
El pronunciamiento y la barricada habían ido sucediendo á las bata-
llas campales de la guerra civil entre dos ejércitos, casi entre dos Es-
tados. Aquel era el tiempo de los Concordatos y las revisiones cons-
titucionales. La sociedad desamortizadora, ya dueña, se apresuraba
á levantar cabeza y á gozar de todos sus beneficios, con cierto ardor
de advenediza. El improvisado desarrollo de la industria, el plantea-
miento sucesivo de las innovaciones materiales (Sociedades de cré-
dito, ferrocarriles, ensanche de las poblaciones), traían nuevas cos-
tumbres, que alarmaban á los moralistas, y nuevos temas para revistas
y Ateneos. El problema político se había complicado con la cuestión
social. Ya los Donosos Cortés iban gritando pavorosamente en cada
esquina: "¿Adonde vamos á parar?" El partido democrático nacía,
crecía, se imponía, y de unas en otras, de acción en reacción, no había
cu-estión alguna que no acercara á lo que fué Revolución de Setiem-
bre. ¡ Otra quincena ó veintena de años ; otra generación en marcha
que da su fórmula, la discute, la plantea, decae y pasa ! En el teatro,
como en todo, se vino á tratar de lo mismo, mudando sólo la fraseo-
logía. La literatua en general, la dramática particularmente, tuvieron
también sus concordatos. A la licencia del estro poético se opuso el
mayor estudio de la naturaleza humana. Fatigados autores y público
de tanto delirio y pasión, dieron en echar de menos el buen sentido,
la verdad dramática, y, sobre todo, el fin moral del teatro. Con la
mayor percepción de los casos y caracteres sociales, con la mayor
complejidad de la vida, se pidió á la misma comedia más intención,
más trascendencia. Aquella nueva sociedad siente deseos de verse en
las tablas, y como no es ya tan niña ni vive en circulo tan reducido,
pone figuras únicamente cortejando á una coqueta, como en la Mar-
cela, con tipos-retratos conocidos de los abonados de Madrid ; quiere
su poco de drama, vestido de le\'ita : la alta comedia, en una palabra.
Es más : así como existe entre los pensadores cierta reacción conser-
vadora, hay cierto regreso al clasicismo entre los literatos: por lo
común, éste reaparece, en una ú otra forma, en cuanto se vuelve á
predicar templanza; guarda eternamente estrechas conexiones con
toda tentativa de verdad artística, inclusas las más radicales. Eji los
mismos autores románticos llegados á su madurez se nota con antici-
pación este cambio. Zorrilla se despide de las tablas con Traidor, in-
confeso y mártir (1845). Y el autor dice de su drama que, "sin salirse
de su terrorífico romanticismo", fué ya ©1 que intentó pensar y co-
ordinar más despacio. Desde luego lo escribió para Julián Romea,
el apóstol de la verdad en escena. Aunque el autor no participaba del
40 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
criterio del actor, hoy es y le parece su obra la mejor hecha y ajus- ^
tada "á las reglas del arte", con dos actos mcgistralmente compues-
tos. Bretón se cansa é irrita de que ya se califiquen de sainetes cultos
sus comedias, de triviales sus argumentos, de endebles, efímeros,
como de temporada, sus personajes: se esfuerza en comunicar á sus
asuntos mayor intención : en pintar el estado de la sociedad en el in-
terior doméstico: La Escuela del matrimonio, una de sus obras más
jiensadas, es de 1852. Vega, que con su Hombre de mundo (1845) P''^"
ludia, en realidad, la alta comedia, cree hallar dispuestos los ánimos
para aceptar de nuevo la desterrada forma de la tragedia clásica:
quiere remozarla con nueva vida. I>e su Muerte de César escribe á
Romea: "He procurado hacer una tragedia tal en su forma, pero dán-
dole al fondo un poco más de realismo ó, por mejor decir, menos de
convención-ai. Le he quitado la tiesura, la aridez, la entonación igual
y uniforme: le he dado variedad, flexibilidad. Observa y verás que
en mi tragedia las gentes comen, duermen, se emborrachan, se dicen
pullas." Hartzenbusch, por su parte, expurga de episodios é incidentes
sus dramas históricos, como La Ley de raza (1852) hasta pecar de os-
curo— le dicen — , con tanta economía opuesta á la exuberancia anterior ;
retrocede en la comedia hasta la forma moratiniana, como en Un si
y un no (1854). A su vuelta de América, el mismo García Gutiérrez,
el lírico de El Trovador, el idólatra y traductor de Dumas en su ju-
ventud, se aplica, como todos, á alcanzar mayor equilibrio y solidez,
á obtener un diálogo más ceñido, más robusto. Tras algunas obras,
hoy olvidadas, vuelve á sonar su nombre con Venganza catalana
(1864). En su Juan Lorenzo (1865), Y^-, como todos, intenta el drama
político, con pensamiento social, entre aquellos caracteres templados,
de enérgica voluntad, de índole pensadora y reflexiva, sucesores de
los violentos y locuaces. Pero no son estos los escritores que implan-
tan la fórmula. En ninguna época hay que buscar la innovación, y
menos con todo su carácter, entre los que no nacieron al mismo tiem-
po que ella. Los citados dramaturgos, al fin y al cabo, no la inician,
la siguen ; no la sienten discurrir por su misma sangre pura y rica,
sino por inoculación. Los autores de valía que trajo aquel movimiento
literario y el nuevo estado de los ánimos son únicamente dos: Tama-
yo y López de Ayala... Descartado el propósito moral, el arte de
Tamayo y Ayala es también ecléctico y de transición : es el de los
equilibrados y templados y suele suscitar una de tantas discusiones
superfinas é inútiles entre los que paladean con fruición la perfec-
ción exquisita y los que prefieren las irregularidades de lo sublime.
Son los perfectos, opuestos á los geniales y desarreglados de la época
anterior. De cualquier lado que se mire, todo en aquellas obras es
reconciliación, fusión, soldadura de extremos: fusión de la mayor
cultura literaria propia para saboreada en la lectura, con los recur-
sos escénicos, la vida, él movimiento imprescindibles en las tablas;
fusión de la naturaleza y la verdad dramáticas, con la depuración
EL TEATRO 4 1
artística, á cuya llama el natural echa de sí la escoria de su metal
tosco y primitivo : una preparación intensa, tarda, oculta, que produ-
ce, sin embargo, figuras tan vivas que parecen espontáneas."
No hay que confundir la ópera con la zarzuela cuanto á que gusten
ó no á los españoles. La ópera ó pieza toda musical es cosa italiana,
que en España sólo se cultivó y cultiva por la música y para la gente
ilustrada. La cólera española ya vimos que no sufre la música conti-
nua, y menos en ocasiones trágicas. En vano se ordenó en 1800 fuese
española la letra de la ópera; se faltó á lo ordenado de 1808 á 1824
y luego desde 1826, que ha seguido cantándose en italiano. La zarzue-
la consta de trozos cantados y trozos hablados, y este género es muy
del gusto de los españoles. Ni se ciñe á plebeyos asuntos de suyo;
puede admitir hasta lo trágico y lo soñador ó fantástico. La dificul-
tad está en que los músicos sientan la obra escrita por un buen autor
y den expresión musical á algunos de sus trozos. Yo creo que con
el tiempo se harán zarzuelas elevadas de estas ú otras clases. Pre-
tender hacer ópera española para el público común es perder el tiem-
po. Toda obra completamente musical será del género de la ópera que
conocemos, sólo diferenciada accidentalmente, según sea Rossini o
Wagner ó Pedrell el autor. Cuando haya excelentes músicos habrá,
acaso, ópera para un cierto público y habrá, sobre todo, elevada zar-
zuela, que será gustada de todos. La zarzuela española moderna tuvo
sus propios comienzos en 1849, con Colegiales y soldados, letra de
Pina y de Lumbreras, música del maestro Hernando, el cual, á poco,
puso música á El Duende, de Luis Olona. Abrióse el Teatro de la
Zarzuela en 6 de Octubre de 1856, por no dar abasto al género los
demás teatros: con tal furia fué recibida del público. Hiciéronlas
hasta Ventura de la Vega, Rubí, García Gutiérrez y otros románticos,
y Eguilaz, Ayala, Selgas y Tamayo. De Ventura de la Vega es Jugar
con fuego; de Eguilaz, El Molinero de Suhiza. Camprodón y Olona
hicieron, sobre todo, el gasto, y más el segundo, que hizo muchísimas,
y las hacía mejores. Sobresalieron también en la zarzuela Luis de
Larra, José Picón, Ricardo de la Vega y Javier de Burgos, que des-
pués fueron maestros en el género chico. Al acercarse la Revolución
de 1868 le dio giro satírico José Gutiérrez de Alba. Alarcón se en-
sañó con ella en cierto artículo célebre, considerándola como cosa
fuera del arte, aberración del gusto y contraria á la música y á la
litei^atura. Pero fué en vano y siguió medrando y creciendo hasta que
se hundió cuando de Francia vinieron los Bufos, inaugurados en 22
de Setiembre de 1866 con El Joven Telémaco, de Ensebio Blasco,
música de Rogel. Con la revolución política sobrevino el encenaga-
miento de la escena y el estrago del gusto, mirando tan sólo á hace*
reír y á despertar con obscenidades los bajos instintos. Los Bufos
Madrileños: tal es el título que en 1866 se dio al teatro de Varieda-
des, por haberse dedicado en él los cantantes Arderíus y Cubero, las
actrices Checa y Bardan á hacer reír, y nada más que reír, al público
42 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA RE.\LISTA (185O-1869)
estragado, que, después de haber pasado el rato divertido, sale del
teatro calificando de disparate lo que vio y oyó. Si se hiciera reír
presentando caracteres y situaciones cómicas, tendríamos comedia,
obra de verdadero arte; pero en este género no había nada de eso.
Los que conociendo el clásico Joven Telémaco salían de ver el Joven
Telémaco, de Blasco, decían : "La receta para hacer estas obras es
muy sencilla y puede aplicarse á todas las grandes fábulas ó historia-i
de la antigüedad. Se evoca á Julio César, por ejemplo, se hace que
esté muy pensativo, porque le cumple un pagaré; llega el barbero,
le dice que la noche anterior estuvo en el café Suizo y que oyó á Bru-
to, que estaba comiendo una tortilla de ron, que se iba á armar la
gorda, y así sucesivamente ; lo que quiere decir que viendo Los Dio-
ses del Olimpo se ve El Rapto de Elena, El Joven Telémaco y las de-
más farsas del género bufo. (Véase J- Nombela, Rev. teatr., pág. 184.)
Julio Nombela, Impresiones, t. II, pág. 161 : "La zarzuela, ó sea la
ópera cóinica española, empezaba á ser por entonces el espectáculo
favorito de la clase media. Al regresar de París, donde pasó una larga
temporada el compositor don Rafael Hernando, se propuso crear en
España algo parecido á la ópera cómica francesa y consiguió que
Olona, que también conocía el género lírico cómico francés, le escri-
biese un libro, que se tituló El Duende, vaudeville calcado en los
de que tanto abunda el repertorio traspirenaico. Hernando hizo
unos cuantos números musicales ; la obra se representó en el flaman-
te teatro de Variedades. Manuel Catalina desempeñó el principal pa-
pel, y una tiple que, si mal no recuerdo, fué Amalia Ramírez, que
adquirió gran celebridad, y María Bardan, madre de Francisco Ar-
deríus, coadyuvaron al éxito de la obra con un actor llamado Car-
celler, cuyo papel se reducía á aparecer en escena tres ó cuatro veces
sin hablar, á pesar de lo cual era muy aplaudido por su mímica. Estos
artistas contribuyeron, con la música fresca y entre sentimental y ale-
gre del compositor y la habilidad del autor del libreto, á aclimatar
en España un género que no era enteramente nuevo ; pero que, am-
pliado y mejorado, adquirió en breve tiempo gran desarrollo. La zar-
zuela El Duende se representó más de cien noches seguidas, éxito que
en aquel tiempo pareció fabuloso. El mismo Hernando escribió la mú-
sica de dos nuevas zarzuelas : Gloria y peluca y Colegiales y soldados,
cuyo brillante éxito inspiró á varios compositores y actores, que,
como Salas y Calvet, habían cantado óperas, á fundar una Sociedad
para explotar el nuevo género. Hernando fué el iniciador, y Salas, el
famoso barítono que desde golfo de los de su tiempo había llegado á
ser un aplaudido artista, acogió la idea con entusiasmo. Barbieri. co-
rista en las compañías de ópera que habían actuado en los teatros del
Circo y de la Cruz y que con el aliciente de las célebres bailarinas ri-
vales la Fuoco y la Guy Stéfani, habían sacado de sus casillas al pú-
blico madrileño; el genial Barbieri, repito, que ya dejaba ])resumir
lo que llegaría á ser como compositor; Gaztambide, que desde músico
EL TEATRO 4$
de orquesta en los teatros por su instinto artístico y su mal genio ha-
bía adquirido notoriedad; Olona, el libretista indispensable, y algunos
otros músicos y actores, trataron de fundar, con Hernando y Salas,
una sociedad para explotar la zarzuela. Arrieta fué invitado á la junti.
preparatoria; pero como á su regreso de Milán había sido protegido
y mimado por la Reina, quien para que se representasen las óperas
qu€ había compuesto ordenó que se construyese un teatro en el Real
Palacio, juzgó, tal vez, que descender desde la ópera á la zarzuela
no convenía á su fama, y brilló por su ausencia en la reunión. Como
sucede siempre que se trata de formar asociaciones entre artistas, á
j>€sar de estar en mayoría los músicos, no hubo acorde perfecto entre
los circunstantes, y, al cabo de prolijas discusiones, no logrando en-
tenderse, cada cual tiró por su lado y sólo pudieron avenirse Gaz-
tambide. Salas y Olona, quienes buscaron al capitalista don Francisco
Rivas, siempre dispuesto á emprender negocios de pingüe y segura
ganancia ; le propusieron la construcción de un teatro, cuyo coste le
abonarían con creces en varios años, siendo de su propiedad cuando
acabasen de pagarle, y mientras los obreros levantaron el teatro de
la Zarzuela, prepararon libretos y partituras. El éxito de este nego-
cio, á la vez financiero y artístico, fué completo. Durante muchos
años, lo más distinguido y acaudalado de la burguesía y la gran masa
popular favorecieron aquel lindo teatro, porque, con buen acierto, los
que debían ser sus dueños y empresarios dieron antes á conocer al pú-
blico en el teatro del Circo el género que se proponían cultivar, v libre-
tistas, compositores y actores comenzaron á saborear los triunfos, que
se reprodujeron después en el coliseo de la calle de Jovellanos. Con
los de Olona, gran maestro en artimañas teatrales, alternaron los
libros de Ventura de la Vega, García Gutiérrez, Ayala, Camprodón,
Serra y su inseparable y laborioso Pastorfido ó Pastor pérfido, como
le llamaban en el Teatro, y el mismo Arrieta no se desdeñó, al fin. de
enriquecer con su más inspirada música el precioso Grumete, de Gar-
cía Gutiérrez, y la Marina, de Camprodón. Barbieri, que ya había
triunfado con Jugar con fuego, desarrolló toda su maestría en el nue-
vo teatro. Gaztambide y Oudrid, predecesores uno y otro de Chueca,
sabían poco contrapunto; pero contaban con una inspiración que bas-
taba y sobraba para otorgarles grandes y legítimos éxitos. Todos se
impusieron al público, y durante veinte años no abandonó la fortuna
á los empresarios ; pero, al fin y al cabo, la perdieron con el teatro
de su propiedad, que en este picaro mundo no hay dichas ni des-
dichas que duren mucho tiempo." Consúltense Antonio Peña y Goñi,.
La Opera española y la música dramática en España en el siglo xix,
Madrid, 1885 ; L. Villalba Muñoz, La Cuestión de la ópera española,
1913 (en Ciud. de Dios, XCTII, 204-211; XCIV, 35..., 100-105); Her-
menegildo Giner de los Ríos, Apuntes para la historia de la ópera en
España, 1876 (en Rev. Esp., t. L.).
F. Flores García, Memor. intim., IV: "La libertad de la prensa en
44 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
aquella época (1869-71) no tuvo límites. Los periódicos decían todo lo
que les daba la real gana de instituciones y personas; salía á colación
la vida privada de todo bicho viviente que tuviera alguna importan-
cia ; se sostenían polémicas vivas y apasionadas, todo ello en el len-
guaje más violento, crudo y procaz que puede imaginarse, y el pe-
riodista á quien no perseguían ni cerraban siquiera un par de ve-
ces en la antigua cárcel del Saladero, se consideraba desairado y
en ridiculo... En los clubs se pedía diariamente, como la cosa más
sencilla, la cabeza de algún ciudadano eminente que se había vendido
al oro de la reacción... Recuerdo dos manifestaciones por extremo
graciosas: la del hambre, pidiendo pan, y la de las madres, pidiendo
la abolición de las quintas. Los teatros de mayor atracción en aquella
época fueron: Variedades (que estaba situado en la calle de la Mag-
dalena y que destruyó un incendio) ; el de la Bolsa (que estaba en
la calle del Barquillo y que ha desaparecido) ; Capellanes (hoy Có-
mico), y La Infantil (hoy Romea). En todos esos teatros se culti-
vaba con predilección la comedia política, unas veces en forma de
revista gacctillcsca y otras en el más elevado terreno de las ideas
y eligiendo un simbolismo apropiado, ya para atacar la Revolu-
ción, ya para defenderla. Lo que más divertía al respetable públi-
co era la revista, satírica y gráfica, en la cual un personaje era Ri-
vero, imitado físicamente á la perfección y hablando en andaluz ;
otro personaje era Sagasta, igualmente caractericadu é imitado, y
así sucesivamente, Becerra, Martos y cuantos políticos estaban en
juego... Las comedias patrióticas — que también se hicieron algunas —
€ran las más aburridas y, por consiguiente, las que daban menos re-
presentaciones. El marco natural de estas obras y de alguna que otra
loa (tan lateras como las comedias patrióticas) era el escenario del
teatro de Novedades. En muchos cafés de Madrid, singularmente en
los de los barrios extremos, había un escenario (tamaño como una
•caja de pasas) y se representaban las obras de mayor aparato del re-
pertorio, tales como El Terremoto de la Martinica, Lázaro el mudo ó
*l pastnr de Florencia, Guzmán el Bueno y otras por el estilo. La
reprise de Carlos II el Hechizado, verificada en todos estos cafés y
<n algunos teatros, fué un acontecimiento. El publicó insultó á su sa-
bor, durante largo espacio de tiempo, al fraile Froilán Díaz, infama
traidor, que tiene la culpa de todas las tonterías que coñete aquel
singularísimo rey y de todo lo malo que le ocurre al galán joven y á
la primera dama. Como en algunos teatros llegase la hostilidad del
público hasta el extremo de pasar á vías de hecho con el tal fraile,
arrojándole patatas y otros comestibles contundentes, el actor en-
cargado de dicho antipático papel, en un momento determinado, cuan-
do más in>ponentes eran las agresiones, se abría ó se remangaba los
hábitos y enseñaba debajo de los mismos su traje de miliciano na-
cional, exclamando: "Señores, que yo soy Fulano de Tal y pertenez-
"co, además de pertenecer á esta compañía, á la cuarta del primer
EL TEATRO 4&
■'batallón de ligeros... ¡ \'iva la libertad!" El publico respondía con
otro i viva ! al susodicho, la orquesta tocaba unos compases del him-
no de Riego... y continuaba la representación, ya sin peligro para el
mencionado traidor..., que era, dramas aparte, tan liberal, tan patriota y
tan miliciano como el primero. Capellanes y La Infantil eran los teatros-
más desenfadados y demoledores de aquellos tiempos. Capellanes, so-
bre todo. Las alusiones veladas y discretas, las frases de doble sentido^
las ironías, el humorismo, las indirectas, el chiste picante que se so-
breentiende ó se entiende más por lo que se deja decir que por lo
que se dice ; toda esa retórica fina y delicada al uso entre escritores
agudos é ingeniosos que tienen elevada idea de la cultura que debe
suponerse en el público y del respeto que éste merece, era cosa total-
mente desconocida en aquel escenario. Allí se hablaba con asombrosa
claridad, con crudeza inusitada, sin distingos y sin eufemismos, lla-
mando á las cosas por sus nombres más gráficos y pintorescos. Con
esto se conseguían dos cosas: que el auditorio se enterase perfecta-
mente de lo que se le decía sin el menor esfuerzo de la imaginación y
que la propaganda que se hacía (que era lo que se trataba de demos-
trar) fuera eficaz y provechosa... En La Infantil, como en Capellanes^
se bailaba el can-can en cada una de las secciones, y como postre ape-
titoso de la piececita respectiva había cuatro raciones bien despacha-
das de can-can, con una particularidad digna de mención especialísi-
ma, á saber: el can-'.can de primera hora podían verlo hasta las seño-
ras que concurrían á esos espectáculos ; el de segunda hora era un
poquito más fuerte y aún podían quedarse algunas de las señoras que
habían asistido á la primera sección, no sin hacer como que se rubo-
rizaban en los momentos culminantes y arriesgados del baile suso-
dicho y jurando (con reservas mentales) no volver á presenciar aque-
llo; en la tercera toma, que era para hombres y mujeres, ya se ini-
ciaba un desenfreno que producía vértigos, entablándose diálogos
pintorescos y sugestivos entre los espectadores más impresionables;,
que aplaudían rabiosamente y gesticulaban como en el más concurrido
manicomio. Pero lo que tenia que ver, con ser tan bueno lo que ya
se había visto, era el can-can de la cuarta sección, el de la última
hora: aquello era el acabóse, la débdcle del pudor y de la decencia.
Toda la indumentaria de las bailarinas se reducía á una camisa, muy
corta por arriba y por abajo, y á unas medias, poco más largas que
unos calcetines, de color llamativo... y nada más: las m-allas quedábate
suprimidas."
Véase el orden en que se van presentando los autores dramáticos :
Pérez Escrich (1850), Camprodón (1851), Luis Mariano Larra (1851)
Adelardo López Ayala (1851), Liern (1852), Tamayo (1853), Luis
Eguilaz (1853), Pastorfido (1854), Luis Rivera (1855), Pelayo del Cas-
tillo (1856), Frontaura (1856), M. Ortiz de Pinedo (1857), Rafael del
Castillo (1859), Enrique Gaspar (1860), Eusebio Blasco (1862), Ma-
46 PRIMER PERÍODO DE L.\ ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
riano Pina (1864), Salvador María Granes (1864), Ramos Carrión
(1866), Francisco Javier de Burgos (1866).
11. La novela y el cuento. Los cuadros de costumbres y
tipos, de la época romántica, tenían que parar en el cuento v
-en la novela realista, que nacen, puede decirse, o resucitan en
€9ta época. Es la épica realista, que deja la leyenda y la novela
histórica y narra lo presente, un pedazo de la vida real, chico
ó grande. Por otro lado, el espíritu reflexivo y moralizador,
•correspondiente al didáctico, social, humanitario de la novela
folletinesca francesa, que también se fabricaba en España para
el \iilgo, tenía que colorear el cuento y la novela. Tal vemos en
Trueba, el primer cuentista, y en Fernán Caballero, la primera
noveladora, que se presentan. Pero cuento y novela, además de
realistas y morales, nacen ya regionales, por pintar la realidad,
de la región vasca, Trueba, y de la andaluza, Fernán Caballe-
ro. Otros autores prescindirán más o menos de lo regional,
segim sean más o menos urbanos, como Alarcón, Valera y Cal-
dos y los demás del período siguiente, aunque todos tengan
obras regionales, siéndolo enteramente Pereda. Basta citar es-
tos grandes nombres para echar de ver la inmensa ventaja del
primer período de la época realista sobre la época romántica,
cuanto a la novela. Añádanse Guillermo Matta y Jorge Isaacs,
-de Colombia; Juan León Mera, del Ecuador; Alberto Blesl
Gana, de Chile, aunque todos fueron poco fecundos. El realis-
mo, el esmero y naturalidad del lenguaje, la tonalidad popular
y aun regional son las notas comunes de todos, que los distin-
gue de los narradores románticos. Quedan como románticos
los novelistas folletinescos, fantásticos, sensibleros y demasia-
damente moralizadores : Pérez Escrich, Ortega y Frías, Pilar
Sinués, Julio Nombela, Faustina Sáez de Melgar. La novela
francesa, naturalista o experimental, es cosa muy diferente y
para nada influyó por ahora en España.
12. El g'énero épico ó narrativo, que en la época romántica soñó
con leyendas é historias más ó menos legendarias y todo ello en ver-
so, al despertar á la realidad dio de mano al verso, á la leyenda y á
la historia, <]uedándose con lo que se vela á vista de ojos y se tocaba
con las manos: la realidad presente. Narró, pues, el vivir presente, y
CEO en prosa liana: tal es el cuento y su más amplia evolución la no-
LA NOVELA Y EL CUENTO 47
vela. No llevaba otra cosa una época positivista y razonadora, tras la
noche romántica de los ensueños de la fantasía. Epopeya bastardeada
llamó F. Schlegel á la novela; épica prosaica la llamaron otros. La
vieja epopeya fué la novela heroica, como la leyenda fué la novela
caballeresca y la novela de hoy es la epopeya realista del presente
vivir. Es la novela una epopeya, no más rastrera, sino más generali-
zada, menos soñadora y más viva y real; por consiguiente, más per-
fecta y más humana. Salióse del círculo de hierro de los héroes homé-
ricos ó de los caballeros legendarios, y corrió por el mundo entero,
aprendió á vivir la vida real de siempre y de todas partes. El espí-
ritu romántico, ganoso de toda rotura de trabas, la desaherrojó y el
espíritu realista la educó. Cervantes la había sacado de los libros de
caballerías rompiendo trabas parecidas y aspirando el aire de la rea-
lidad. Decayó en España después de él con toda la literatura, que-
dando como adormecida durante el reinado del seudoclasicismo, tan
contrario y real; tornó a revivir al soplo del romanticismo, reduci-
da á lo histórico y legendario, lejano y misterioso; pero explayóse
libremente por tiempos (y lugares al llegar la época realista, vol-
viendo á ser tan universal y humana como Cervantes la había crea-
do. Admite la novela todos los tonos, asuntos, estilos y lenguajes;
puedte ser idealista y soñadora ó humana y reailista, y entre estos
dos extremos estéticos, que yo calificaría con los adjetivos de euro-
pea y española, por ser estas las notas de la literatura de España y
del resto de Europa, caben infinitos grados, desde la parnasiana y la
simbólica hasta la naturalista. Pero lo que más cabe es la excelente
novela y la novela ramplona. El género se presta, cual ningún otro
literario, á la ramplonería, por la facilidad aparente de la prosa y del
hablar, cosa que sin estudios ni reflexión han caído en la cuenta que
habían hecho toda su vida los infinitos don Hermógenes que han es-
crito novelas ramplonas. Por eso las novelas han llovido y diluviado
á mares sombre la haz de la tierra del romanticismo acá. La novela es
narración de cosas más ó menos fingidas, y las hay cortas ó prolijas
de dos y cuatro tomos. Hoy se condensan más y más, como el teatro
se condensa en el cine. Andrés González Blanco, Htst. nov., pág. 159:
^'Pasado el furor romántico de novela caballeresca, con los interme-
dios de novela autobiográfica ó íntima á lo Pastor Díaz y á lo Pache-
co en su Alfredo (imitación del Adolfo de Benjamín Constant), no
hubo transición. Del romanticismo más encrespado se pasó casi vio-
lentamente al claro é ingenuo realismo de Fernán Caballero. Por-
que no hemos de llamar transición... las obras ya olvidadas del padre
Pascual Pérez y de don Estanislao de Koska Baij'o ni menos la
novela social, que en Francia ya cultivaban Eugenio Sué, Jorge Sand
y Dumas." Blanco García, La liter. esp., en el siglo xix, págs. 81-82:
"Dos tendencias simultájieas predominaron en la novela cuando co-
menzaron á calmar los fervores románticos en las personas sensatas:
la ejemplaridad docente y el amor á la realidad viva y concreta des-
48 PRIMER PERÍODO DE L.\ ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
pertado en cierto modo por los escritores de costumbres. Síntesis y
personificación de las tendencias fueron las obras de una mujer ilus-
tre..." La nota de los románticos, ya lo dijo Taine, fué "la fogosidad,
la inspiración súbita y feliz". La de los naturalistas tenía que serle
enteramente opuesta, "nuestra solidez y nuestro método exacto", que
dijo Zola. El cual para L'Assommoir dicen que juntó dos legajos de
233 folios y para escribir diez líneas necesitaba á veces leer diez libros.
Líneas hay que han costado diez libros á cualquiera, si se atiende á cuan-
to en vida se ha leído antes de escribirlas ; pero esa documentación coh
que suelen hoy decir algnos de nuestros novelistas y dramáticos que se
documentan, es capaz de matar toda inspiración. En su Poética define
admirablemente Campoamor las tres tendencias poéticas principales:
"El arte es idealista cuando las imágenes se aplican á ideas ; realista,
cuando se aplican á las cosas, v naturalista, cuando las imágenes se apli-
can á cosas que repugnan á los sentidos." Con este rasgo satírico se
burla del naturalismo, cuyos caracteres son: falta de ideas elevadas, de
sentimientos profundos y de argumentos interesantes ; exceso pesadí-
simo de descripciones, de menudencias; tendencia á pintar lo mez-
quino, lo vil, lo repugnante, lo vicioso de la sociedad. Esa sustancia,
envuelta generalmente en la forma de un lenguaje rebuscado y afecta-
ción de estilo. La literatura naturalista no excita curiosidad ni causa
interés; nunca hace derramar una lágrima ó lanzar un suspiro, nunca
eleva la imaginación: las obras de esa escuela se recorren con tibieza
y se cierran sin pena, si no producen sueño ó repugnancia. Así Fran-
cisco Pimentel. Y Cánovas: "Víctor Hugo es el abuelo común del
grupo de los novelistas franceses que cultiva ahora el naturalismo...
El naturalismo no es en muchos casos sino \m romanticismo anticris-
tiano y de inmoralidad grosera ó impúdica." Este paso anticristiano é
inmoral sacando del romanticismo el naturalismo tenía que darse en
Francia, dada la descreencia y baja ética de su corrompida sociedad
y por natural reacción del realismo después del idealismo romántico.
El naturalismo hízose panegirista del vicio y del crimen y apóstol
del materialismo. De los dramas de Hugo dijo Nicolini que "son la
adoración de lo grotesco y la glorificación de las deformidades físi-
cas y morales". Como ejemplares físicamente repugnantes bastará
citar el Rigoleto, de Hugo; la Tísica ó Dama de los camelias, de Al.
Dumas; la Lechuza, de Sué; el Nabab, de Daudet; la Nan^o. de Zola.
Gautier, en Fortunio, advierte que no es ateo, sino que adora tres dio-
ses: el oro, la belleza y el bienestar. Sué presenta como religión de la
Princesa de Cardoville "el refinamiento de los sentidos que Dios le
había dado...; lo bello y lo feo eran para ella el bien y el mal". El
dios de Lelia, en Jorge Sand, es "el espíritu del mal y el espíritu del
bien en un .solo espíritu. Dios". El suicidio es endio.sado por Goethe,
Jorge Sand, Sué, Alfredo de Vigny y aun por I^martine ; el adulte-
rio, por Dumas, Pellico, Montepín, Jorge Sand; el latrocinio y la lucha
contra la sociedad, por Byron, Schiller. Dumas, Hugo, Sand, Balzac. La
S. XIX, 1850. JOSÉ SELGAS CARRASCO 49
glorificación del mal y el menosprecio de la virtud comienza en los ro-
mánticos franceses y sigue hasta la moderna literatura francesa, de la
cual ha pasado á la española.
Véase cómo van presentándose los novelistas y demás prosadores:
Selgas (1850), Barros Arana (chil., 1850), Pérez Escrich (1850),
Trueba (1851), Fernán Caballero (1852), Cánovas (1852), Ortega y
Frías (1853), Pilar Sinués (1854), Juan León Mera (ecuat., 1854),
Pedro Antonio Alarcón (1855), Julio Nombela (1857), Alberto Riest
Gana (chil., 1858), José M. Marroquín (col., 1858), Juan Valera (1858),
Amos Escalante (1859), Faustina Sáez de Melgar (1859), Rafael del
Castillo (1859), Eduardo Palacio (1859), Pereda (1861), Ricardo Se-
púlveda (1865), Jorge Isaacs (col., 1867), Galdós (1868).
13. A Tío 18 ¿O. José Selgas Carrasco (i 822- i 882) nació
en Murcia, estudió en el Seminario de San Fulgencio; mas la
pobreza de su familia le cortó la carrera. Presentóle Arnao á
Fernández Guerra, y cuando en la tertulia del Conde de San
Luis leyó Cañete (1850) su apólogo de La Violeta, reconocieron
todos en él un cantor de las flores como no lo había habido en
España. Cañete publicó entonces en El Heraldo algunas de sus
poesías. Durante la Revolución de 1854 empuñó el látigo de
Marcial y en El Padre Cobos vació su talento en sátiras humo-
rísticas y cultísimas en el fondo, en las que cada frase era un
chiste, ó un retruécano, ó una paradoja. Llevóle González Bravo
al Parlamento y Fernández Guerra á la Academia. Fué el cantor
delicado de las flores y de la inocencia. Priinavera (1850), Estío
(1882), Flores y Espinas (1883) son su verdadera corona poética
y florida. Adelantóse á los poetas modernistas en poner su alma
en la naturaleza y hallarla en ella, en ver en las flores símbolos
humanos, en pulsar deliciosamente las cuerdas todas de la ter-
neza, de los sentimientos más delicados, aunque sin la oscuri-
dad y sin el desquiciado propósito artístico de hacer pura mú-
sica con la poesía. Si los poetas modernistas no le han apreciado
débese al espíritu de Selgas, católico, conservador y moral, que
tan en rostro les da a los que lo tienen enteramente contrario.
"Cuando la flor ingenua de su primera inspiración se agotó,
dice Juan Pérez de Guzmán, murió el poeta y apareció el escri-
tor de ingenio." En El Padre Cobos fué satírico terrible y hu-
morístico; en los Estudios sociales, que comprenden varias
obras, sobre todo en Hoja^ sueltas, mostróse satírico, solamente
TOMO vm.— 4
5o PRIMER PERÍODO DE L.\ ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
humorista, burlándose benévolamente de las nuevas costum-
bres y modas ridiculas, con ingenio travieso, en estilo senten-
cioso y cortado, jugueteando con ideas y vocablos, equívocos y
retruécanos, pero con fondo harto filosófico y sensato. Tampoco
los modernos prosistas le han admirado en esta parte, por ra-
zones ajenas a la estética, por devoción a las costumbres que él
flageló. Sus novelas pesadas y sus ensayos dramáticos son de
hilaza mucho más floja. Selgas, en suma, se adelantó a su tiem-
po en la sensibilidad delicada con que siente la hermosura de
la naturaleza y en la prosa cortada, febril y de contrastes, tan
moderna como personalisima. Fué casi tan gran satírico, con
espíritu sereno y tradicional, como Fígaro con espíritu tortu-
rado, revolucionario y descreído. Su estilo es más vibrante,
nervioso y cortado, más moderno; su lenguaje más castizo.
Pero le aventaja Fígaro en la gravedad y seriedad, si ventaja
es, y en el pintar tipos vivos y vivas escenas de la vida, que lo
es y grande, mientras Selgas no pasa de juguetear ligeramente
con ideas, sentencias y palabras.
14. Fué crítico social, duro en el fondo, ligero y á veces festivo
en la forma, escribiendo en La España, El Horizonte, El Padre Co-
bos (1854-56), El Teatro (1864), La Constancia (1867-68), La liustr.
Catól. (1877...), La Ilustr. Catalana, El Diario de Barcelona. Muchos
modernos han rebajado á Selgas más de lo justo: son los que no co-
mulgan en sus doctrinas religiosas y sociales. Esta parcialidad secta-
ria es verdaderamente salvajina. Con ella, los que comulgamos más
ó menos en las ideas de Selgas, religiosas y sociales, deberíamos re-
tajar á Larra; pero Dios nos libre de hacerlo. Así procedió Blan-
co García al rebajar á Clarín, con disgusto de los que sabemos se-
parar el arte de lo demás. El mismo Fitzmaurice-Kelly dijo de Sel-
gas: "En su Primavera sus poesías se hallan de tal suerte en armo-
nía con los sentimientos convencionales, que era forzosa su popula-
ridad." Sentimientos convencionales, esto es, falsos, que eso suena
en castellano-gálico, no está bien se llamen á los sentimientos de Sel-
gas y de la España católica, esto es, á lo cristiano y virtuoso, que es
lo que Selgas canta. ¿Le gustaría al sabio inglés que llamásemos
convencionales ó falsas las doctrinas de los no católicos? En arte y
en sociedad respetamos todas las opiniones. Pero lo que en Selgas
domina es todo lo noble y virtuoso, y eso jamás en nigún pueblo debe
tenerse por convencional. "En nuestros días, añade el autor inglés,
cuando su hora pasó, es censurado tan injustamente como elogiado
fué con exceso; ya es algo haber sido un buen versificador, cuya de-
S. XIX^ 1850. JOSÉ SELGAS CARRASCO, 5 1
licadeza no fué nunca vulgar." Decir sencillamente buen versificador
no es, creo, bastante, para rehabilitarle de la injusta censura; en un
poeta alabar sólo eso es negarle el ser poeta. Es tanto más vitupera-
ble el desprecio en que los modernistas tienen á Selgas, cuanto que
fué su verdadero antecesor, bien que sin la artificial afectación, sin
la oscuridad septentrional, sin el pesimismo de la vida, sin el espíritu
alabador del vicio y menospreciador de la virtud, cosas en que los mo-
dernistas se apartan de él. En el fondo difieren enteramente; en la
forma, tienen de común el sentido de la naturaleza, la ternura de
sentim.ientos, el estilo delicado, matizado. La sensibilidad, en suma,
lo único bueno del modernismo, fué la nota poética de Selgas, aunque
no la sensibilidad de postín, que sólo juega con palabritas y falsifi-
cación de sensaciones, como se da en no pocos poetillas, á quienes he
oído despreciar á nuestro poeta. Cañete halla en La Primavera "dos
cualidades importantísimas, pero muy difíciles de concertar : el es-
piritualismo, la vaguedad, la melancólica ternura de las poesías del
Norte; la gallardía, la frescura, la riqueza, la pompa de las poesías
meridionales". Nótese esto contra los que se empeñan en ver en Béc-
quer y demás poetas sentimentales de este período una imitación de
Heine y otros alemanes. El sentimentalismo estaba en el fondo del
romanticismo y quedó depurado y claro al llegar la época realista, y
esto en toda Europa. Nocedal, en la contestación á su discurso de la
Academia: "iComo prosista posee Selgas maravilloso y envidi.ible
arte: el de encerrar los pensamientos más profundos y á vece, más
-atrevidos en las palabras más sencillas y más llanas que tiene el idio-
ma castellano, y como si esto no fuera extraordinario mérito, aún
alcanza otro que no le va en zaga. Con fórmulas en apariencia lige-
ras, como quien juguetea y se entretiene discurriendo y retozando por
entre niños y flores, clava agudísimos dardos para advertimiento
común y derrama benigno rocío y abundante consuelo en las almas
doloridas. Sabe así desconcertar y confundir á los adversarios con
gracia tal, que, al oírle, fuérzalos á reír, y al meditar sobre lo que
dice les hace llorar, como serena el espíritu contristado con una frase
al parecer trivial, pero de tal modo briosa, que se adhiere tenaz á la
memoria." Valera: "Las Poesías de Selgas, donde veo mucho inge-
nio y buen gusto, á pesar, no de que sustente opiniones contrarias á
las mías, sino á pesar de lo paradoxal y declamatorio... O la since-
ridad completa, que no veo en Selgas, ó la tunantería de Alarcón,
■que no cree ni en Dios y que se le conoce, cuando más alardea de
santo. Esto también confieso que me cae en gracia. En la Introduc-
íCión de Alarcón á Selgas hay unos parrafillos encantadores en este
género." (Carta á Mariano Catalina, Lisboa, Marzo 1883.) Andr. Gon-
zález Blanco, Hist. nov., pág. 366: "Autor de muchas poesías encan-
tadoras de ingenuidad y ternura y escritor en prosa de fárragos con-
ceptuosos, que nos retrotraen al siglo xvii en su íntima decadencia,
-con más un amor exagerado á los lugares comunes disfrazados de
52 PRIMER PERÍODO DE L-\ ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
pensamientos trascendentales." F.co Blanco García, Liter. esp. del
s. XIX, t. II, pág. 556: "¿Deja de ser curioso, porque sea triste, el
hecho de qué entre las obras de Selgas ocupen más de la mitad de
los volúmenes larguísimos relatos novelescos dignos de Montejjin y
que tienen su público de devotos y compradores ? ¡ Malhaya el diablo
familiar que así extravió al Quevedo minúsculo de El Padre Cobos
y las Hojas sueltas! ¡Cuánto habríamos ganado con que los rimeros
de cuartillas consumidos en La Mangana de oro (1873, seis vols.), El
Ángel de la guarda é Historias contemporáneas se hubiesen cuajado
de filigranas en verso, como las de La Primavera y el estío, ó de
apuntes y observaciones conceptistas en prosa!" R. Monner, D. J. Sel-
gas: "Aun sus críticas más aceradas y punzantes cubiertas van con
el suave velo de la tolerancia. No restalla la fusta en sus manos; los
chasquidos de su látigo no alcanzan á acardenalar ningún cuerpo, sólo
asustan á las conciencias harto intranquilas. Escribiendo con desen-
fado, por nativo impulso, la corrección amordaza la lengua... Sus
novelas suelen ser ñoñas por extremado empeño de querer ser mora-
listas: los personajes por él creados no son reales; las situaciones,^
por lo general, falsas... Pondero y encumbro el chispeante redactor
de... Allí está en la plenitud de su talento el fino humorista, el irónico
benévolo, el satírico temible ; allí parla y rebulle el travieso periodista,
que juega con las palabras y las ideas con inocente ó maligna com-
placencia; que alterna conceptos al parecer triviales con frases feli-
ces y sentenciosas; que gusta del retruécano y de la paradoja, para
mezclarlo todo en sorprendente maridaje, esperanzas y recuerdos,
alegrías y pesares... Midió siempre nuestro autor con pesos de buena
ley las faltas sociales y, descartando al individuo por lo que de odioso
tiene lo particular, se encaró con la sociedad, á la que flageló cristia-
namente... El estilo de nuestro autor no se parece al de nadie...; si
con el de alguien puede comparársele es con el de Gracián, ni ha lo-
grado después más que burdos imitadores; es seco, nervio.so, cortado...
Se advierten las fosforescencias inquietas de su mente. La palabra
brota espontáneamente de los puntos de la pluma para llamar en se-
guida á otra y á otras que serán símil ó contraste de la primera, se-
mejanza ú oposición... Respira humildad, modestia, confianza en Dios
y despego de las humanas glorias. Dios y patria fueron las palabras
que grabó en su escudo de combate al bajar al palenque literario. .
La cosa más vulgar, el asunto más trivial, el acontecimiento más
baladí, al pasar por el tamiz de su inteligencia, cobra vida, color, ani-
mación, importancia. Todo para él se presta á profundas reflexiones,
á veces un tanto conceptistas, sí ; pero siempre oportunas y casi siem-
pre profundas. Su ligereza invita á pensar; tras la sonrisa asoma
siempre para el atento lector la reflexión... La misma movilidad de
su concepción, la rai)idcz con que pasaba de un asunto á otro, desflo-
rándolo apenas, el frío humorismo de que hace alarde, vedándole apa-
sionarse por ningún tema, le imposibilitaban para concepciones de-
S. XIX, 1850. JUAN CLEMENTE ZENEA 53
mayor vuelo. Sin embargo..., es su culto apasionado por todo lo noble,
lo grande, lo generoso. Paladín de la buena causa, por cima de todo
se trueca en defensor de la virtud que ennoblece á la estirpe humana.
Escritor eminentemente moralista, antimisoneista... El laúd en sus
manos vibra con plácida armonía; son notas tenues, suaves, melan-
cólicas, que nos subyugan y arroban... El candor, la modestia, la sana
conformidad con las terrenas miserias, la esperanza en otra vida
futura, el amor al prójimo, en una palabra, cuantos sentimientos de-
licados pueden albergar el alma candorosa del niño ó de la virgen,
hállanse esparcidos por las páginas de sus libros en verso... Para
Selgas las flores no tuvieron secretos..., poeta de sentimiento, para
él hay siempre analogías entre las pasiones del corazón y el carácter
emblemático de las flores y de las plantas."
Obras de Selgas: El Bandido, ensayo poético, Murcia, 1845. Le
Primavera, colección de poesías, Madrid, 1850. Hojas sueltas, ibid.,
1861. Más hojas sueltas, nueva colección de viajes ligeros alrededor
de vanos asuntos, 1863. Nuevas páginas, secretos íntimos que con el
mayor sigilo se confían á todo el que quiere saberlos, 1864. De tal
palo tal astilla, zarz. (1864). La Primavera y el estío, colección de
poesías, 1866 (4.'' ed., aumentada). Delicias del nuevo paraíso, reco-
gidas al vapor en el siglo de lu electricidad, 1871, 1875, La Manzana
de oro. seis vols., 1872; contiene: t. I, La Mujer soñada; t. II, Miseria
humar..!; t, III, Venganza y castigo; t. IV, La Criolla; t. V, Un rayo
de esperanza; t. VI, El Dedo de Dios. Cosas del día, continuación de
las delicias del nuevo paraíso, 1874, 1880. Un rostro y un alma, cartas
auténticas, 1874, 1884. El Ángel de la guarda, nov., dos vols., 1875.
Un retrato de mujer, Sevilla, 1876. Escenas fantásticas, Madrid, 1876.
Fisonomías contemporáneas, ibid., 1877. Mundo invisible, concmua-
ción de las Escenas fantásticas, Sevilla, 1878. Flores y espinas, co-
lección de poesías, Madrid, 1879. Hechos y dichos, Sevilla, 1879, His-
torias contemporáneas, 1882 : novelas folletinescas á lo Montepín,
aunque no falten en ellas bellezas de lenguaje. Algo mejor es Nona,
novela postuma, 1883, Poesías, H, Flores y espinas; versos postumos,
1883. Nuevas hojas sueltas, 1885. Luces -y sombras, 1886. Novelas, HI,
La Mariposa blanca, El Número 13, Día aciago, El Saludador, El
Corazón y la cabeza, 1887. Delicias del nuevo paraíso... y Cosas del
día, 1887. Historias contemporáneas. Dos para dos. El Pacto secreto.
El Corazón y la cabeza, 1892, Novelas, VI, Dos rivales, 1894, Deuda
del corazón, El Ángel de la guarda, dos vols., Barcelona, 1909. Obras,
Madrid, 1882-1894, 13 vols. Consúltense Emilio Díaz de Revenga, Es-
tudio sobre Selgas, Murcia, 1915; R. Monner Sans, D. José Selgas,
B, Aires, 1916.
15. "Año 1850. Juan Clemente Zenea (1832-1871), de
Bayamo (Cuba), publicó sus primeros versos a los diez y siete
de su edad en La Prensa de la Habana; desde 1851 se lanzó
54 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOC\ REALISTA (185O-1869)
a conspirar, desterróse a los Estados Unidos y fué condenado-
a muerte en 1853. Pero por la amnistía general volvió a la Ha-
bana donde vivió hasta 1865, año en que pasó a los Estados
Unidos, y allí se arruinó. Tomó parte en la insurrección de
1868, y preso (1870), fué fusilado (1871). Usó el seud. Adolfo
de la Azucena, fué director de la Rcz\ Habanera (1861-62),
3 vols., y Rez'. del Nuevo Mundo (Nueva York, 1866). Publicó
dos colecciones de sus poesías, una en 1855 y otra con título
de Cantos de la Tarde, en 1860. Lo mejor son sus pocos versos-
elegiacos, como el famosísimo romance Fidelia, el más hermo-
so de los que en Cuba se han escrito. Tuvo por modelo a Mus-
set. Sus diez y seis composiciones escritas en la prisión llamá-
ronlas los editores Diario de un Mártir, y están empapadas de
lúgubres presentimientos. Es Zenea melancólico como las tar-
des del trópico; aficionado a Musset, aunque tan opuesto en
afectos, pues ama los castos y virginales, pareciéndose acaso
más á Lamartine. Nada vulgar, sobrio y nítido, llega al cora-
zón, dejando en él duradera huella.
José Forxaris (i 827- i 890), de Bayamo (Cuba), donde fué
abogado y Regidor, emigrado durante la guerra y vuelto a
Cuba en 1879, fué, con sus Cantos d,el Siboney, escritos en
1850 y publicados en 1855, el poeta de los siboney es, poesías
con que él y otros intentaron formar una poesía nacional cu-
bana, sustituyendo en los romances los asuntos medioevales de
los románticos por otros de la época precolombina; pero los
areytos y cantares precolombinos perecieron con los indios y
así fué una poesía falseada y quimérica en el fondo. Fué el que
mejor los hizo y tuvo increíble boga.
A!ntonio Lamberti, poeta montevideano, romántico, más
esmerado que los demás de su tiempo, fué empleado en la Ar-
gentina e hizo poesías bien sentidas, pero sobre todo festivas y
epigramáticas.
1«. M. Pelayo, Hist. poes. hisp.-ainer., t. I (191 1), pág. 273: "La
musa de Zenea tenía cortas las alas y fué brutalmente herida en su
vuelo; pero dejó algunas notas de intensa melancolía, que vibrarán
eteniamente en el alma de quien lea sus poesías... Sus injuria? rima-
das contra España no aumentarán, ciertamente, la gloria de su nom-
bre : lo que le protege y conserva son sus versos elegiacos, pocos en
número, pero que apenas tienen rival en la literatura cubana. Enf.re
S. XIX, 1850. JUAN CLEMENTE ZENEA 55
todos descuella un romance magistral, Fidelia, con visibles reminis-
cencias del Souvenir, de Alfredo de Musset, que era el poeta predilecto
de su alma...; dista mucho de ser un modelo de corrección ni de ter-
sura... Una especie de presentimiento fúnebre envuelve lodos los ver-
sos de Zenea, aun antes de llegar al grupo de las diez y seis composicio-
nes escritas en su prisión." Rafael M. Merchán, Repert. Colombiano,
1881 : "El carácter dominante de las poesías de Zenea es la melanco-
lía. Las tardes de los trópicos se reflejan en ellas con sus medias tin-
tas crepusculares, con sus grandes sombras invasoras del espacio y
del alma, con sus nubes espléndidamente tristes, con sus colgaduras fu-
nerarias del lado de Occidente, con su inmenso cielo más azul y más di-
latado que á ninguna otra hora de la vida." Enr. José Varona, Ojeada
sobre el mov. intelect. en América, 1876: "Zenea, melancólico, gemi-
dor, arrullador, que ha oído todas las notas de sus hermanos del otro
continente y nos las prodiga sin repetirlas." J. C. Zenea : Jaquelina
y Reginaldo, nov. en verso. Habana, 1850. Poesías, ibid., 1855. Lejos
de la patria, nov., 1859. Cantos de la tarde, 1860. Sobre la Literatura
de los Estados Unidos, Xew-York, 1861 (extenso é importante estudio) ;
Madrid, 1863 (en La América) ; 1881 (en Rev. de Cuba). La Revolución
de Cuba, México, 1868. Poesías postumas, Madrid, 1871. Poesías com-
pletas, Nueva York, 1872 (comprende: Cantos de la tarde, Poesías va'
fias, Traducciones, En días de esclavitud, Diario de un Mártir; lleva
un estudio de Piñeyro), 1874. Nueva col. de poesías, Habana, 1909.
Consúltense : Mata, Un poeta mártir, 1876. Merchán, Juan C. Zenea,
1881. Piñeyro, Vida y escritos de J. C. Zenea, 1901.
Fornaris:
"Recuerdos de las vírgenes tostadas,
de esbeltos talles y de negros ojos,
que vivieron al son de las cascadas,
bajo el ancho dosel de los corojos.
Historias de otros siglos hechiceras
que sorprendí en la margen del Caonao,
del límpido Bayamo en las riberas
y en las puras corrientes de Arimao.
Allí en pobres y rústicos caneyes
tranquilos habitaron los behiques,
las vírgenes cubanas, los caciques,
una familia, en fin, de siboneyes."
José Fornaris, Recuerdos, poesías, Habana, 1850. La MuJTr (con
Zenea y con Otero), 1850. Poesías, 1855, 1856, 1857. Cuba poética,
colecc. (con J. Socorro León), 1855, 1861. Flores y lágrimas, 1860.
Cantos del Siboney, 4.' ed.. Habana, 1862; i.* ed., 1855, escritos en
Bayamo en 1850. Obras, Habana, 1862-63, tres vols. (Cantos del Si-
boney, 5.* ed.. El Libro de los amores y Los Cantos populares). La
56 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
Hija del pueblo, dr. (1865). Amor y sacñficio, dr. (1866). Elementos
de Retórica y Poética, Habana, 1868. Cantos tropicales, París, 1874.
El Arpa del hogar, poes., ibid., 1878. Poesías, 1888, 1909.
Daniel Martínez Vigil : "Ni la ausencia prolongada de la Patria, ni
el silencio persistente de su musa (de Lamberti), privada por el ale-
jamiento del bardo, de las inspiraciones del hogar nativo, han logrado
olvidar las estancias de uno de los cantores que, con Adolfo Berro, el
delicado modulador de las congojas juveniles, y con Matías Behety, el
Edgar Poe del Sur, forman entre nosotros la trinidad hipostática del
culto rendido á la belleza en los altares del sentimiento humano."
17. 'Ario 1850. Diego Barros AIrana (1830-1907), chile-
no, rector de la Universidad, el más famoso historiador de su
patria, como formador de hombres el primero en Chile después
de Bello, de criterio firme, pacienzudo en el trabajo, severo en
sus juicios, aunque algo pesado en sus escritos, á veces parcial,
falto otras de criterio histórico y de estilo defectuoso, descolo-
rido y frió. Su obra comienza á ceder á la crítica serena, jui-
ciosa é inteligente de Errázuriz ; pero siempre será considerado
como uno de los más infatigables historiadores chilenos. Fun-
dó los periódicos literarios El Museo (1853). El Correo del
Domingo (1862) y la Rezñsta Chilena (1875- 1880, 17 vols.)
Enrique Pérez Escrich ó Elias Gómez (i 829- i 897),
por seud. Carlos Peña-lRubia y Tello, valenciano, casado á los
diez y nueve de su edad, vino pobre á Madrid (1853) y, luchan-
do siempre, fué de los autores que han pagado más caras la
prosperidad y la fortuna. Estrenó, después de otras piezas y
con grande aplauso, el drama El Cura de aldea (1858); pero
los libreros catalanes, agotadas en los folletines las novelas fran-
cesas y convirtiendo en novelas las comedias, le persuadieron á
novelar su drama (1861) y á estirarlo, para acrecentar el nego-
cio, lo que le hizo perder en interés y belleza. El buen suceso
le convirtió en novelista: mas dejando el trillado sendero de
crímenes y horrores á lo d'Arlincourt y Ponson du Terrail,
poetizó crímenes y vicios, introdujo prédicas morales, presentó
escenas de la vida con naturalidad y moralizó el todo á lo
Eguilaz, y sus novelas proclamadas morales corrieron en diez
ó doce mil ejemplares por toda España. Los críticos, sin leer-
las, tildáronlas de sensibleras. Fueron populares porque siem-
pre llegó al pueblo el arte de enredo que despierte el interés, de
S. XIX, 1850. DIEGO BARROS ARANA bj
sentimientos generosos que cuadren con la conciencia univer-
sal humana, de toques melodramáticos que hieran el corazón
y le conmuevan ; finalmente, de suficiente naturalidad para que
los hechos parezcan reales. Tales son las cualidades de las no-
velas de Escrich, novelista malogrado, tanto como Fernández
y González, para la novelística verdaderamente artística, por el
ansia comercial de hacer dineros que les infundieron los edito-
res catalanes. Fué su novela efectista, como la francesa, mer-
ced al mismo espíritu de codicia, bien que menos terrorífica,
más natural y real y, sobre todo, más moral, como pedia la so-
ciedad española. Es, de los novelistas por entregas, el que si-
gue detrás d^e Fernández y González.
18. Jorge Huneeus Gana, Cuadro histór., pág. 307: "La obra de
B. A. se distingue principalmente por su gran consistencia científica...
Es, tal vez, el primer humanista de Chile... En los extensos volúmenes
(de la Hist. gen. de Chile)... nos hemos encontrado con una exhibi-
ción del pasado que es completa, desnuda y majestuosa por su exten-
sión, considerablemente superior á la de todas las obras históricas de
la América española. Pero en estos volúmenes notamos, aparte de un
estilo que sin duda es mucho más fácil y más suelto, más limpio y
agradable que el estilo seco, árido y dificultoso de los primeros libros
de Barros Arana, notamos que el autor no ha modificado un ápice su
manera excesivamente impersonal de referir los hechos y que su plu-
ma de escritor olvida demasiado que en la gran paleta del cerebro
humano hay colores, estilos y tonos distintos y especiales para cada
género de cuadros y que el escritor cuya pluma pasa con la mis-
ma imperturbable frialdad, con la propia forma anémica é indife-
rente por la narración del más horrendo crimen y del más sublime
heroísmo y por el relato de la más épica batalla y el bosquejo del más
importante personaje, comete el mismo yerro desgraciado de aquellos
pintores que acometen con un solo pincel y un solo color en la paleta,
la pintura de un gran cuadro en que hay vasto horizonte, paisaje va-
riado y figuras distintas. De allí la indiscutible monotonía que causa
la lectura de la obra monumental de Barros Arana..." Barros Arana:
Estudios histór. sobre Vicente Benavides y las Campañas del Sur,
1850. Historia jeneral de la independencia de Chile, Santiago, 1854-
58, cuatro vols. ; 18S5. Los Cronistas de Indias, 1861. Biblioteca ame-
ricana, Leipzig, 1862-64. Vida y viajes de H. de Magallanes, Santiago,
1864. Compendio de Historia de América, ibid., 1865, 1895, dos vols.
Proceso de Pedro de Vtaldivia y otros documentos, 1873. Historia de
la guerra del Pacífico (1879-80), 1880-81, dos vols. Notas para una
Bibliografía de obras anónimas y pseudónimas sobre la hist., la geogr.
58 PRIMER PERÍODO DE L„\ ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
y la Uter. de América, 1882. Historia jcucral de Chile, 16 vols.. ibid ,
1884-1902. Obras completas, ibid., 1908-14, 16 vols. Consúltense: Fran-
cisco Javier Ovalle, Castillo, El Notable historiador chileno D. B. A.,
Santiago, 1915; Víctor M. Chiappa, Bibliografía de D. D. B. Arana,
Teniuco, 1907.
La historia de Escrich como autor dramático está en El Frac asuL
Como novelista firmó un contrato con el editor Guijarro, comprome-
tiéndose á no escribir más que para él, por ocho ó diez mil duros al
año. Mimáronle los editores, enriquecióse y subió el precio del trabajo
intelectual. Amante de su familia, del orden y de la caza, trasparen-
tase su bondad en el estilo de sus escritos. Protegió á los novelistas
principiantes y agasajaba á cuantos ibaí? á verle en su finca de Pinto,
junto á Madrid. Su moralidad burguesa y asanchopanzada se le vuel-
ve en contra suya á veces. Por lo demás, ¿qué novelas iban a tejer lo5
que las alargaban ó acortaban, según crecía ó amenguaba la suscri-
ción? Venía el editor, y: "Alargue, alargue, que pican, que es una
mir.n." Y el doctrino del novelista salvaba al personaje que ya iba á
morir, tomaba á enredar la madeja empalmando nuevos lizos y..,
hasta que el público se canse de los personajes. "Acabe cuanto antes
(decía otras veces á la quinta entrega), esto no va, no hay suscrición,
y no habiendo negocio no debe haber novela." Y el obediente autor
mandaba al otro barrio personajes y obra. Pérez Escrich no ha mirado
en todas sus novelas más que al efecto dramático, melodramático,
■Hremos mejor. Es algo entre Balzac y Alejandro Dumas el de Los
Tres mosqueteros. Mucha imaginación, mucho movimiento, mucho
efecto teatral ; nada de caracteres, de almas, de humano, honda y real-
mente entendido. Las mismas situaciones se repiten en todas sus obras,
los mismos caracteres, con sólo mudar el escenario. Es fórmula uni-
forme que le permite escribir mucho, mucho. La forma literaria, el
pincel, no son nada para él, como ni el fondo psicológico, real, des-
menuzado, ni casi la pintura de costumbres. E. Pérez Escrich, obras
teatrales: El Rey de bastos (1850, 1859). Juan el Tullido, dr. (1855).
Sueños de amor y ambición, dr. (1855). Los extremos, jug. (1855).
Calamidades (jug.). Cuarzo, pirita y alcohol (1855). Alumbra á tu
víctima, com. (1855). Sálvese el que pueda (1856). No hay vida más
que en París, com. (1856). Retratos originales, com. (1856). El Maes-
tro de baile (1856). El Ángel malo, dr. (1856). La Pasión y muerte de
Jesús, dr. (1856). Juan Diente, dr. (1857). Herencia de lágñmas, dr.
(1857). La Dicha en el bien ajeno, dr. (1857). Amor y resignación,
dr. (1857). ¿o Mosquita muerta, com. (1857). Géneros ultramarinos,
jug. (1858), El Cura de aldea, dr. (1858). La Mala semilla, dr. (1859).
Los Moros del Riff, aprop. (1850). /:/ Moiñmiento continuo (1859).
Caricaturas (1860). Gil Blas, zarz. (1860). El que siembra recoge,
zarz. (1861). La Corte del rey poeta. La Hija de Fernán Gil. Ver y
no ver. Las Garras del diablo. El Vértigo de Rosa. Novelas: El Cura
de Aldea, dos vols., 1861, La Calumnia, dos vols., i86í, 1864. La Ca-
S. XIX, 1850. AGRIPINA MONTES DEL VALLE 5q
ridad cristiana, 2." pte. de El Cura de aldea, dos vols., 1861, 1863,.
1864, 1879. El Mártir del Gólgota cinco vols., 1863, 1866. El Corazón
en la mano, dos vols., 1863, 1868, 1887. Las Obras de misericordia,
tres vols., 1864. La Mujer adúltera, dos vols., 1864. El Frac azul, 1864.
La Envidia, dos vols., 1865. La Esposa mártir, dos vols., 1865, 1873.
El Genio del bien, 1865. La Perdición de la mujer, dos vols., 1866.
Los Hijos de la fe, dos vols., 1866. La Madre de los desamparados,
dos vols., 1867. Los Angeles de la tierra, 1867. Los Matrimonios del
diablo, dos vols., 1867. Escenas de la zñda, 1869, tres vols. El hifierno
de los celos, 187 1, dos vols. El Manuscrito de íina madre, cuatro vols.,
1872-73. El Amor de los amores, cuatro vols,, 1873. La Comedia del
amor, dos vols., 1875. Los Cazadores, 1876, 1897. La Mancha, 1881.
El Camino del bien, dos vols., 1882. La Hermosura del alma, dos vols.,
1882. El último beso, dos vols., 1883. Un libro para mis nietos, 1884.
La Prosa de la gloria, 18S7. Las Mariposas del alma, dos vols., 1887,
Historia de un beso, 1887. El Hijo del pueblo y el lugareño, 1888. El
Hombre de las tres vacas, 1888. El Violín del diablo, 1889. Fortuna,
etcétera, 1894. Sor Clemencia, 1895. Narraciones literarias, 1895. El
Hermano Obregón, dos vols. Los Desgraciados, dos vols. Las Redes
del amor, dos vols. La Duquesa de Martcll. La Promesa sagrada. De
tal palo tal astilla. El Manicomio modelo. El Ángel de la guarda.
Los que ríen y los que lloran. El Pan de los pobres, dos vols.
19. Año 1850. Agripina Montes del Valle (t 191 5), de Sala-
mina (Colombia), por seud. Azucena del Valle, poetisa premiada en
1872 por su poesía A la América del Sur, y en 1881 por el canto Al
trabajo. J. Valera, Cart. Americ, 1889, pág. 158: "Siente y refleja
con gran viveza y vigor la hermosura y sublimidad de los seres in-
animados ó inferiores al hombre. El sentimiento de la naturaleza es
en su alma todo lo profundo que puede ser en un alma católica y es-
pañola: porque la idiosincrasia de nuestra raza pone la propia indivi-
dualidad por cima de todo, y jamás hubo teósofo español que la di-
solviese en la inmensidad del Universo, ni místico, y eso que los he-
mos tenido maravillosos, que la sepultase en el abismo interior del
centro del espíritu... Doña Agripina es una señora guapa, joven aún,
que se casó, en muy temprana edad, con don Miguel del Valle, de
quien tuvo numerosa prole, y de quien, en 1886, quedó viuda. Vive
consagrada á sus hijos, á par que da lecciones en establecimientos de
educación y en casas particulares. En 1887 ha sido nombrada direc-
tora de la Escuela Normal de Santamarta." Ant. Gómez Restrepo, El
Nuevo Tiempo Liter., Ener. 1915: "Si Ortiz canta al Tequendama
en períodos resonantes y oratorios, al modo de Quintana y de Heredia,
Caro lleva á presencia de la catarata la severa inspiración clásica
que lo acompañó toda su vida... La señora Montes del v alie, debienao
luchar con tan temibles competidores, tuvo el buen acuerdo de no
imitar á ninguno de los cantores de cataratas : puso delante del es-
6o PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
pectáculo SU sensibilidad femenil, lo contempló con apasionados ojos
de mujer y sintió la vibración nerviosa que producen los grandes rap-
tos artísticos. Supo unir el arranque impetuoso de Heredia con el arte
delicado y brillante de Bello, sin copiar rasgos de ninguno de los dos;
y para poner en el cuadro una nota femenina sustituyó "el pabellón
"de negras nubes" de Ortiz y "la nube de incienso" de Caro, con "la
''nivea blonda de la errante nube | y el chai de la colina", y rindió
al coloso un tributo de flores, finalizando una estrofa con estos versos
soberbios de brillo y de armonía : "Y el cámbulo ueshoja reverente |
"sus cálices de fuego en tu corriente." Dejó la señora Montes del Va-
lle un poema inédito, en varios cantos, titulado El Pijao, al cual mi-
raba con especial cariño, fincando en él su más alta ambición litera-
ria." En Esp. Mod. está la poesía El Hierro (1900, En.) y el número de
31 de Enero 1915 de El Nucro Tiempo Literario, Bogotá, le está dedi-
cado y en él se publicó Al TequendanuJ. Poesías, Bogotá, 1883, con
introd. de Rafael Pombo.
Fernando de Castro y Pajares (1814- i 874), de Sahagún (León),
franciscano descalzo, secularizóse y fué catedrático y vicerrector del
Seminario de León, catedrático en el Instituto de San Isidro de Ma-
drid, catedrático y rector de la Universidad Central, capellán de honor
de S. M. ; después dejó el catolicismo y en su entierro leyó Salmerón
parte de su Memoria testamentaria, y Francisco Giner, el Sermón de
la Montaña; leyéronse, además, los Mandamientos, de Sanz del Río.
y Ruiz de Quevedo pronunció un discurso. Fué en la Universidad
gran fautor del krausismo y del fanatismo anticatólico, con Sanz del
Rio y el maestro Giner de los Ríos. Publicó Historia de la Edad Me-
dia, 1850. El Quijote de los niños y para el pueblo, 1856, y E.l Quijote
para todos, 1856, ambas obras con el teudónimo de Un Entusiasta de
Miguel de Cervantes Saavedra. Historia profana general y particular de
España, Madrid, 1858; París, 1859. Compendio razonado de Historia ge-
neral, Madrid, 1863-75, cuatro vols. Resumen de Historia general y de
España, ibid., 1878. Discurso de entrada en la Acad. de la Historia sobre
Caracteres histór. de la Iglesia Española, 1886. Memoria testamentaria,
publicada por M. Sales y Ferré, especie de autobiografía espiritual y
religiosa, donde propone una nueva religión universal, laica, como la
de Augusto Compte, Madrid, 1874. Consúltense: Ferrer del Río, Vici-
situdes de un Sacerdote (en Rev. Esp., t. VIII, 1-63) ; M. Pelayo,
Heterod., III, pág. 741..., Memoria testamentaria del Sr. D. F. de
Castro... por su fideicomisario y legatario D. Manuel Sales y Ferré,
Madrid, 1874.
Luis Fernández Guerra y Orbe (1818-1890), hijo segundo de don
José, nació en Granada, educóse en Madrid, cursó Derecho en su ciu-
dad natal y abogó en ella y después en Madrid, dándose, además, á la
pintura y á las letras, sobresaliendo por su obra D. Juan Ruiz de
Alarcón y Mendoza, Madrid, 1871, premiada por la Academia; nom-
brado socio de ella, pronunció un discurso sobre la Teoría métrica
S. XIX, 1850. ENRIQUE DE ARRASCAETA 6 1
úe los romances castellanos. Editó las Comedias escogidas de D. Agus-
tín Moreto (1856), en Aut. Esp., con biografía y estudio. Además,
compuso: Un Juramento, Merecer para alcanzar (1850), El Peluquero
de Su Alteza, La Novia de encargo. El Niño perdido, com. (1855).
Gaspar Bono y Serrano (n. 1806), de Alcañiz, capellán castrense,
buen poeta y mejor patriota, publicó Poesías, Madrid, 1850, 1863.
Biografía de Marco y Jerónimo Vida, ibid., 1859. El Rosario de mi
madre, leyenda, ibid., 1867. Poesías religiosas y sermones, ibid., 1868,
Miscelánea religiosa, política y literaria, en prosa y verso, ibid., 1870.
La Virgen de la Academia, leyenda, ibid., 1872. Ultimo día de Nu-
mxincia, tragedia, ibid., 1875 (con un diálogo, Matías y yo, y Poesías
varias), obra alegórica de su vejez.
Nemesio Fern.á.ndez Cuesta y Picatoste (1818-1893), segoviano,
gran periodista y traductor de obras importantes con las cuales y la
dirección de la casa editorial de Gaspar y Roig hizo mucho por la
cultura española. Dirigió El Universal (1849), El Adelante (1854, que
fundó y después refundió en La Discusión) ^ Las Novedades (1857),
El Museo Universal. Sus obras principales: Carta de Tiburcio á su
primo Venancio sobre los sucesos ocurridos en Europa en los primeros
cuatro meses del año de 1850, Madrid, 1850. Id. en los ocho últimos
meses de 1850, ibid., 1851. César Canté, Historia de cien años (1750-
1850), trad. 1851-53, cuatro vols. Historia Universal de César Cantú,
trad., tres vols., 1854; 10 vols., 1875-78; Barcelona, 1901-05, 10 vols,
(continuada desde 1850 á 1876 por el traductor). Nuevo viajero uni-
versal. Enciclopedia..., ordenada, cinco vols., Madrid, 1859-62. Mo-
narcas cesantes y dinastías extinguidas, 1865. Diccionario enciclopé-
dico de la lengua española..., por una sociedad de personas..., orde-
nado, 1878, dos vols. Diccionario de las lenguas española y francesa,
Barcelona, 1885-87, cuatro vols. Historia Universal... bajo la direcc.
de G. Onckcn, ibid., 1890-94, 16 vols. Anuario hist.-'crít. de 18^1, Ma-
drid, 1892. Id. de i8g2, 1893. Tradujo obras francesas é inglesas y co-
laboró en muchos periódicos, en Rev. Esp. desde 1879, con artículos
de hist. universal.
20. Año 1850. La Duquesa de Aerantes publicó Un amor sin es-
peranza, nov., Madrid, 1850. — V. África Bolangero publicó Fernan-
do IV en Castilla ó dos muertes á un tiempo, novela histórica, Ma-
drid, 1850. Alonso el Onceno ó quince años después, continuación de
la anterior, ibid., 1850. Don Pedro I de Castilla ó el grito de vettganza,
nov., 1850. Don Pedro I de Castilla, dr., 1859. — Álbum del Bardo, co-
lección de artículos en prosa y verso de varios autores, Madrid, 1850.
—Enrique de Arrascaeta (n. 1819), de Montevideo, abogado, perte-
ció á la Asamblea de 1858, fué ministro de Gobierno y Relaciones
Exteriores del presidente Berro y escribió durante muchos años poe-
sías en los periódicos. Poeta frío y correcto. Publicó Poesías, 1850.
Poetas de la América de habla española, sobre todo uruguayos, Mon-
62 PRIMER PERÍODO DE L.\ ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
tevideo, 1881. — Rafael Arvelo (i 814- i 878), venezolano, buscó, como
■dice Gil Fortoul, "en la política diaria chispeantes epigramas é in-
genioso juego de palabras, como en su Brindis, de 1857, siendo minis-
tro de Relaciones Extranjeras, al arreglarse el conflicto con Holanda
por la propiedad de la isla de Aves y tumultos de Coro, y en su Sin
y Con, de 1861, siendo revolucionario federal, al frustrarse la ne-
gociación de paz entre Falcón y Páez" (Hist. Venes., t. II, pág. 524).
En 1843 había promovido grande escándalo en la prensa por las san-
grientas seguidillas con que insultó á un adversario político; en 1846
se burló en Mistiforis del candidato á la presidencia José Félix Blanco.
Poesías completas, Curazao, 1889. — Antonio Auset estrenó El Lirio
intre corsas, dr. (1850). Trampas inocentes, com. (1850). Una actriz,
com. (1850). El Hermano mayor, com. (1851). El Problema de la vida,
•com. (1859). — Pedro Barrios Casamayor publicó Historia de la ciu-
dad de las barricadas (París), Valparaíso, 1850. — Francisco de Paula
DE Bedoya publicó Historia del torco y de las principales ganaderías
de España, Madrid, 1850. La Escuela del gran mundo. — Narciso
Blanch é Illa (t 1874), de Gerona, director de La Liga Religiosa,
publicó Vergel poético, Barcelona, 1850. Horas de solas, 1850. Gerona
histórica y monumental, 1853. Flaquezas del alma, dr., 1857. Doce
años de regencia, crónica del siglo xv, 1863, 1864, ^^ Laso vjrde,
1863. Un día de borrasca, dr., 1868. Las novelas Obispo y má.tir,
1872 y El Ángel del Claustro, 1872. — M. F. de Bosadilla publicó Poe-
sías, Ecija, 1850. Poesías, Madrid, 1852. — Fray Manuel Buzeta y
FRAY Felipe Bravo: Diccionario geográfico y estadístico histórico de
las Islas Filipinas, Madrid, 1850, dos vols. — Manuel Cao y Montiel
(t 1884), habanero. Versos, Habana, 1850, 1855. Esperanzas y recuer-
dos, versos, 1855. — 'Carreño y Urbaneja, venezolano, publicó Cate-
cismo razonado, Caracas, 1850. — Juan Catalina y Rodríguez (1830-
1870), madrileño, actor y autor, estrenó Con un palmo de narices,
-com. (1850). Entre un cabo y un sargento (1863). El Padre de la cria-
iura, com. (1866). La Trompa de Eustaquio (1867). — Enrique de Cis-
NEROS Y Nuevas (1826-1898), sevillano, director de La Unión Liberal
(1898), alto funcionario, publicó Poesías líricas y estrenó Rico por
fuersa, com. (1850). Ultima calaverada, com. (1850). La Litera del oi-
dor, z2irz. (1853). Amor es sueño, cora. (1854). El Ramo de oliva,
com. (1856). El Paraíso perdido (1857). La Esperanza de dos mundos,
loa (1858). Las Biografías, com. (1858). Gaspar, Melchor y Baltasar.
Un par de alhajas. Jadraque y París. Utta deuda sagrada. — Códigos
españoles, concordados y anotados, Madrid, 1850, 12 tomos; 1872, 12
tomos. — Correo de los teatros, Madrid, 1850-65, dirigido por Pascual
Cataldi. — Fernando Criado estrenó El Triunfo de Luis XIV y muerte
de Mazarino, dr. (1850). — Blas J. Díaz de Arcaya publicó Vitoria
y los 4^ pueblos de su jurisdición, Vitoria, 1850. — José de Elizaga
estrenó El Congreso de gitanos, comedia de costumbres flamencas,
^ladrid, 1850. — La España musical, artística y literaria, pcriód., Ma-
S. XIX, 1850. ANTONIO MALLÍ 63
drid, 185053 y 1854-55. — José María Esteva, mejicano, poetizó en
su juventud y se publicaron sus Poesías en Veracruz, 1850. I. a Mujer
blanca, ley. mejic, Habana, 1868. Tipos vcracruzanos y composiciones
varias, Xalapa-Enríquez, 1894. — El Fandango, obra satírica burlesca
en grado superlativo, escrita en prosa y verso por los fundadores de
la Risa, Madrid, 1850, 2.' ed. — 'Joaquín Fernández Córdopa (n. 1829),
poeta de Cuenca (Ecuador), publicó Ensayos poéticos. — José Anto-
nio DE Francisco publicó También las flores hablan, Madrid, 1850. —
Gumersindo García Várela publicó El Almogávar, nov. hist., Ma-
drid, 1850. — José García y García (1825-1904), granadino, ganó el
primer premio en los juegos florales de 1850 con La Batalla de Le-
pante, y en 1859 con La Batalla de las Navas; parafraseó las Siete
palabras é hizo lindas poesías amorosas. — Manuel Adolfo García
(1830-1883), poeta lírico peruano, zorrillista, de la Bohemia liiieña
(1848-60), cuyos dechados, según Palma, fueron Calderón, .trolas y
Víctor Hugo, escribió en La Rev. de Lima, El Correo del Perú, etc. ;
murió loco y pobre. Celebráronse sus quintillas A Bolívar, poesía
efectista; pero son mejores Mis recuerdos. Es vigoroso y apasionado,
aunque con alguna falta de naturalidad y esmero. Composiciones poé-
ticas, Havre, 1872. — Pedro Gómez Llarela publicó Poesías juveniles,
París, 1850. — Rafael Gómez de la Torre publicó Tres hermanas,
nov., Madrid, 1850, La Justicia de Alberoni, nov., 1854, dos vols. —
José González Serrano, de Piedrahita, jurisconsulto, gobernador de
provincia, director en Valladolid de La Confiliación (1884), estrenó
Alhamar el mudo, dr. (1850). Mercedes, nov., Madrid, 1882. Magda-
lena, nov., Salamanca, 1885, dos vols. — José Gutiérrez de la Vega
(i 824- 1900), sevillano, político y escritor de caza, entre los árcades de
Roma Archita Tenvicio, dirigió El León Español (1854) y El Horizon-
te (1859-60). Publicó Viajes por Italia, dos vols., Madrid, 1850-51,
1887. Los Aforismos de Hipócrates, trad. y comento, 1851. Bibliogra-
fía Venatoria, 1877-99, cinco vols. ; ts. I y H, Libro de Montería de
¿Alfonso XI; t. IH, Libro de cetrería del Príncipe y el Canciller;
t. IV, Discurso sobre la montería de G. Argote de Molina; t. V, Car-
tilla venatoria para la enseñanza del perro de muestra. La Ilustración
Venatoria, 1878-85 (cada año un tomo, y el Álbum). Del Can y del
caballo, 1889. Los Perros de caza españoles, Se\'illa, 1890. Biblioteca
histórica filipina, cuatro vols., Manila, 1892-93. — ^Cayo Hernández de
Padilla estrenó El imposible D. Justo, com., Almería, 1850. — Histo-
ria... de D. Luis José Sartorius, primer conde de S. Luis, Madrid,
1850. — ^Eduardo Infante estrenó Recuerdos del Dos de Mayo, com.
(1850). — José M.' de Larra estrenó Un imposible de amor, com. (con
Ant. Lozano, 1850). — ^Miguel Lerdo de Tejada (1812-1861), político
y economista mejicano, publicó Apuntes históricos de la ciudad de
Veracrtiz, Méjico, 1850-58. Comercio exterior de México desde la con-
quista hasta hoy, 1853. — 'Antonio Mallí, de Brignole, actor y autor
dram'ático que escribió unas doce piezas originales, comenzando con
64 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
El Endurecido (1849), sacado de la tercera parte ó La Ira, de Los
Siete pecados capitales, de Eugenio Sué. El Noble y el soberano, dr.,
1850. Cinco reyes para un reino, dr., 1850. D. Esteban Ulan, dr., 1851.
La Virtud y la traición, dr., 1852. El Maestre de Santiago, 1852. Pe-
layo el Niño, 1854. Decretos de Dios, 1855. Ilusiones de la vida, 1859.
La Batalla de Lepanto, 1861. El Hechicero y la fortuna, com. de ma-
gia, 1861. — Francisco Martínez de Arizala, poeta melancólico y
tierno, aunque de solos bosquejos, sin acabar sus poesias, publicó No-
ches perdidas, poesías, Granada, 1850. — Ildefonso Marzo Sánchez
(1794-1856), de Alharin el Grande, publicó Historia de Málaga, ibid.,
1850. Munda Betica, ibid., 1853. Estudio de una medalla de Nerón ha-
llada en Cártama. — Francisco Manuel de Mendialdúa publicó Poesías,
Madrid, 1850. ¿Quién es él?, com. (1860). — Antonio Mendoza e.strenó
Ricardo, dr., Granada, 1850. Azares del coquetismo , com., ibid., 1851.
Los Franceses en España, dr., 1863. Vencer por mar y por tierra,
com., 1866. — Pablo de Molenes publicó Una leyenda mundana, nov..
Habana, 1850. — 'Felipe Molina (1812-1855), de Guatemala, publicó
Bosquejo de la Rep. de Costa Rica, Madrid, 1850; Nueva York, 1851.
Memoria sobre las cuestiones de límites, ibid., 1850. Costa-Rica y
Nueva Granada, Washington, 1852. — Francisco María Montero pu-
blicó Historia de Gibraltar y de su campo, Cádiz, 1850. — ^Francisco
Morera y Valls estrenó El Castellano de Tamarit ó los bandos de
Cataluña, dr.. Barcelona, 1850. Fueros y desafueros, dr. (1858). — Gui-
llermo Mortgal, profesor español que vivió catorce años en Cuba,
publicó Félix y Adela, novela cubana, Madrid, 1850-51, dos vols. —
Las Novedades, diario progresista, Madrid, 1850-70, fundado por
Ángel Fernández de los Ríos. — Félix Ochoa de Alda estrenó A^cr-
varra en el siglo xv, dr., Pamplona, 1850. — Fernando Orozco y
Berra, novelista mejicano, publicó la Guerra de Treinta Años, 1850.
— Juana de Orta y Fernández publicó Poesías, Habana, 1850. — Ubal-
DO Pasaron y Lastra (1827- 1862), de Ribadeo (Lugo), capitán en
Cuba y Santo Domingo, publicó en periódicos poesías líricas desde
1847, Q"^ juntó en Poesías y leyendas, Madrid, 1850. Autor algo es-
trafalario. Publicó, además, Atlas crítico de la Historia de España,
Habana, 1860. Obras completas: t. I, Poesías, Nueva York, 1860:
t. n, Leyendas y dramas, Habana, 1860; t. HI, Por literaria, ibid.,
1860; t. iIV, Milicia y organización, ibid., 1861. Pilotaje aeronáutico,
1862. Para el teatro: Una página de amor. Todos son locos. Por ho-
nor, vida y amor. La Verdad contra el derecho. — Francisco de Paula
Peláez (i785-'i867), de San Juan Sacatepeques, arzobispo de Guate-
mala (1846), publicó Memoria sobre el patronato de Santiago, 1850.
Memorias para la historia de Guatemala, tres vols., ibid., 1852. Ser-
món, 1858. Instrucción, 1868. — Próspero Pereira G.\mb.\ (n. 1825), de
Bogotá, escribió D. Ángel Ley, leyenda. Aquimcn Zaque, poema en I2
cantos. Amores de estudiante, nov. Poesías. Florilegio de proverbios
füosóficos.^ANünts AvELiNO Pí Y Arimón pubHcó Barcelona anti-
S. XIX, 1850. FRANCISCO VILA Y GOIRI 65
gua y moderna, ibid., 1850, 1854, dos vols. — Ignacio Piquero publicó
Apuntes para la corografía y la estadística del estado de Miclwacan,
Méjico, 1850. — 'Antonio José de Plaza (1809-1854), de Honda (Co-
lombia), publicó Memorias para la historia de la Nueva Granada des-
de su descubrimiento hasta... 18 10, Bogotá, 1850. — Poesías escritas
con motivo de lu inauguración del teatro real, Madrid, 1850. — José
PuiG Y Caracena estrenó A caza de novios, com., Valencia, 1850. —
María Juana Quintano y Medina (n. 1815), madrileña, publicó No-
venas desde 1850, y además, Canto religioso al natalicio del príncipe
de Asturias, Madrid, 185 1. Devocionario en verso, 1853. La Religión
y El Juicio, poemas. — Nicolás R.\mírez de Losada (1817-1S85), de
Casarrubias del Monte (Toledo), por seud. El Barón de I II escás, re-
dactor de El Clamor Público (1848-60), colaborador del Semanario
Pintoresco^ El Museo Universal (1864-65), publicó El Libro de los re-
tratos, Madrid, 1850. Los Caballeros de industria, ibid., 1856, dos
vols. Crónica del presente siglo, novela. — Miguel Rodríguez Ferrer
(t 1889), andaluz, jefe político de Álava desde 1842, pub'icó Revista
de España y sus prov. de Ultramar, dos vols., Madrid, 1850. El Tabaco
habano, su historia, Madrid, 1851. Los Nuevos peligros de Cuba, 1862.
Los Vascongados, su país, su lengua y el príncipe L. L. Bonaparte,
hermosa obra (en Rev. España, 1872, t. XXIX), Madrid, 1873. Natu-
raleza y civilización de la grandiosa Isla de Cuba, 1869-76 (en Rev.
España), Madrid, 1876-87, dos vols. (sigue á Pezuela). De los terríco-
las cubanos, 1881. La Paleo-arqueología cubana, 1881. Los Partidos
españoles y el de la autonomía de Cuba, 1883. Además, en Rev. Esp.:
Estudios coloniales (1870-71, ts. XVII-XVIII). ¿En dónde tuvo lugar
la catástrofe de D. Alvaro de Luna? (1872, t. XXIV). — Justo Sahua-
RAURA, inca, canónigo del 'Cuzco: Recuerdos de la monarquía peruana,
París, 1S50. — Semblanzas de los 340 diputados á Cortes que han figu-
rado en la legislatura de 184P á 18 ¿o, Madrid, 1850 (obra recogida). —
Juan Suárez y Navarro, ciudadano jalisiense, publicó Historia de
México y del general Ant. López de S. Ana, México, 1850. — El Teatro
de la Opera se inauguró en 1850. Véase D. Salgado y Araujo. en Rev.
España, 1872, t. XXV, pág. 467. — El Tiple libre, cantares cubanos,
por Lola, Nue/a York, 1850. — J. D. Valderrama publicó El Grana-
dero Luis, Madrid, 1850. — Domingo E. Valdés publicó Flores del de-
sierto, poesías. Habana, 1850. — ^M. Alejo de Vallón publicó Alima
ó el chai negro, novela, Madrid, 1850. — 'Julio D. de Varona (t 18S9?)
publicó Ratos de ocio. Habana, 1850. — Veladas cristianas, colección de
obras y novelas morales y religiosas, originales y traducidos, Madrid,
1850. — Francisco Vila y Goiri (1830-1898), madrileño, director de
La Luz (1853-54), La Juventud, El Diablo Verde; colaborador de
El Seman. Pintoresco y La Ilnstr. Esp. publicó El Hombre propone
y Dios dispone, leyenda, Madrid, 1850. Abelardo y Eloísa, com. (1858).
Ensayos poéticos, 1859. Lola, 1864, 1884. El Diluvio. 1865. Un ramo
de violetas, 1865, 1866. Apuntes para la historia... de España desde
TOMO Vllt.— 5
66 PRIMER PERÍODO DE L.\ ÉPOC\ REALISTA (185O-1869)
1808 á 1868, Madrid, 186S. Filipinas, 1880. Escenas filipinas, 1882.
Pensamientos, 1887. Sesenta años en un tomo (1808-1868), 1887. Siga
la broma. Malo y bueno que se ha dicho de las mujeres. Malo y bueno
que se ha dicho del matrimonio. Algunas poesías, 1887. Una herencia,
nov., 1888. Medea, trag. El Abismo, El Alconero, D. Francisco de Ro-
jas, La Mala senda, Historia contemporánea, Un rayo de sol. La Ven-
ganza de un marido. Sobrino postizo, todos dramas. — Buenaventura
Vivó publicó Tratado consular, Méjico, 1850. Memorias de B. V.,
ministro de México en España (1853-55), Madrid, 1856. — Franctsco
Zafater y Gómez publicó Apuntes histórico-biográficos acerca de la
escuela aragonesa de pintura, Madrid, 1850, 1859, 1863.
21. Año 18 51. Abelardo López de Avala y Herrera
(1S2S-1879) nació en Guadalcanar (Sevilla), pasó en Villagar-
cía (Badajoz) su niñez y mostró ya su nativa precocidad para
el teatro, haciendo uno para sus amiguitos. Fué á estudiar el
bachillerato y leyes á Sevilla (1845), donde compuso su pri-
mera poesia publicada: Los dos artistas, la leyenda Amores y
dcsi'enturas, de la que sólo se han publicado trozos ; la tragedia
El Puñal y el veneno, y las comedias Los dos Guzmanes y Un
Hombre de Estado. Habiendo conocido á García Gutiérrez y
tirándole más el arte que el bufete, se vino á Madrid (1849) J
llevó á las tablas Un Hombre de Estado (1851), "un ensayo de
Hércules", en frase de Gil y Zarate. Aunque tuvo mala aco-
gida, elogiósela mucho Cañete. Apoyóle el Conde de San Luis
y logró un empleo en el Ministerio de la Gobernación. El mis-
mo año (185 i) fueron silbadas sus comedias Venganza y per-
dón y Los dos Giízmancs, que son de escaso valor. Con esto
mudó de propósito y dióse, durante diez años, á escribir zar-
zuelas, como La Estrella de Madrid (1853), Guerra á muerte
(1855), Los Comuneros (1855), El Conde de CastraUa (1856).
El Agente de matrimonio (1862). Cesante en el bienio progre-
sista, escribió en El Padre Cobos (1855-56) y antes en El Mo-
saico (1850), y se metió en la política desde 1854, pasando de
moderado á la Unión Liberal. Aquel año compuso Rioja, de
concepción más elevada que Un Hombre de Estado, como que
ts la glorificación de la virtud heroica; pero de ejecución harto
más desmañada, por faltar la lucha de pasiones, la fuerza dra-
mática y la variedad de tonos de su primera obra. No valía
Ayala para asuntos históricos, pues lo humano campeaba más
{Autores dramáticos contemporáneos, í88i.)
S. XIX, 185 1. ADELARDO LÓPEZ DE AYALA 67
en estas dos quie el calor local del siglo xvii. Vuelto á la reali-
dad de la vida vivida, el mismo año 1857, que fué diputado por
Badajoz, estrenó El Tejado de vidrio, comedia de honda mo-
ral, de original concepción, recio choque de pasiones, maestría
técnica y clásica sobriedad en la forma, aunque adolezca de
alguna inverisimilitud y de ciertas notas destempladas. El Tan-
to por ciento (1861), delirante y estruendosamente recibido,
cuyas 36 primeras representaciones le valieron 42.200 reales,
no ofrece la situación dramática originalísima de El Tejado
de vidrio; pero es un cuadro admirable del vicio que corroe á
la moderna sociedad, del interés y del negocio. Sin avaros de
figurón caricaturescos á la antigua, el ansia del negocio, del
interés pecuniario, del tanto por ciento, se huele, se palpa, se
rezuma en todo el tejido de la obra como en el de la vida or-
dinaria, matizado en los variados personajes y disfrazado con
los colores de conveniencia, de moda, de debilidad, hasta de
virtud social y doméstica con que suele hoy revestirse. El arte
de los poiTnenores, de lo minucioso, en el que tanto sobresalió
Ayala, como en él sobresale hoy Benavente, bordó esta obra,
que, por la gradación de tintas y el desmenuzamiento del vicio
capital de la sociedad moderna plásticamente llevada al cabo,
sin representación alguna típica exagerada, arrancó aplausos á
todo el mundo, sin distinción de partidos, hasta regalársele una
corona de oro al autor por suscripción que abrió La Iberia, y
los poetas, un precioso Álbum. De mérito inferior es El Nu-evo
Don Juan (1863), aunque del mismo intento moral, poniendo
en solfa al galanteador de mujeres casadas; falto de movimien-
to y de unidad, no llenó las esperanzas que el público acaricia-
ba tratándose de Ayala y mohíno por demás enfrascóse en la
política. Aceptó, con todo el partido de la Unión Liberal, la re-
volución de 1868, en cuyos preparativos tuvo no pequeña parte;
escribió después el célebre Manifiesto de Cádiz (1868), á pe-
sar de que vio con buenos ojos la candidatura del Duque de
Montpensier al trono de España; fué ministro de Ultramar
en el Gobierno provisional y en el primer Gabinete de la Res-
tauración, presidido por Cánovas, y murió siendo presidente
del Congreso. Su primera y última obra, después de tanto po-
litiquear perdiendo el tiempo para el arte, fué Consuelo (1878),
/.
68 PRIMER PERÍODO DE UA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
siendo presidente del Congreso : nueva invectiva contra el po-
sitivismo de la vida moderna y la falta de levantados pensa-
mientos y de nobles miras en los hombres de hoy. La misma
gradación de tintas, el mismo cuidado del matiz y de los por-
menores, el mismo esmero en la forma y exquisito gusto en
todo que en El Tanto por ciento; acaso mejor trazado su des-
arrollo, aunque de menor inspiración. Son sus dos obras maes-
tras, del género de la alta comedia, en el cual gana á Tamayo.
rey de la escena en lo dramático. Buen poeta lirico, hizo magni-
ficos sonetos, con ser de encargo ó compromiso, para el gasto
de casa, como él decia, y una epistola moral á don Emilio Arrie-
i.í ( ICS56). de sabor estoico y cristiano, libre remedo y que nc^
desdice del modelo, de la célebre A Fabio. Pero su gloria está
en la alta comedia, desde que le ocurrió pintarnos en ella la so-
ciedad positivista, rutinaria y rastrera del siglo xix. Es de la
escuela de Alarcón, sin acaso pretenderlo; dramaturgo de cos-
tumbres sociales, que encierra artísticamente en el fondo de
cada obra una doctrina moral desenvuelta en un caso particular
de gran fuerza dramática, bien matizada con pormenores, en
estilo noble, elevado, elegante, cortado con acendrado gusto.
El Tanto por ciento y Consuelo sufren el cotejo con las mejo-
res obras del mismo género, hasta con La Verdad sospechosa
de Alarcón. Hizo Ayala en la alta comedia lo que Tamayo en
el drama : sacó el fruto de la revolución romántica, desechando
la falsa hojarasca y aprovechando la reacción clásica de la for-
ma con que revistió el teatro realista y de sincera actualidad.
Tamayo tuvo más ingenio ; Ayala, más talento reflexivo, ma-
yor cuidado de la forma y más inclinación á lo clásico, en la
cual se parece á Moratín, auncjue enteramente le oscurezca
por la fuerza y riqueza de pincel, como dramaturgos separados
por el romanticismo, que sustituyó á lo seudoclásico el realis-
mo español, teñido de un discreto clasicismo en el gusto y es-
mero de la forma. Ayala es, sin pretenderlo, de la misma escue-
la de Tamayo. aunque quede por debajo de él. Son hijos de la
misma época, y ello lo explica todo. Época en que se ensilan las
mieses segadas bajo el ardiente sol del romanticismo y trilla-
das entre su polvareda es desechada la paja y el grano limpio
se guarda. Ea política sosegada y la moral pública hacen sazo-
S. XIX, 1851. ADELARDO LÓPEZ DE AYALA 69
nar las buenas ideas en las obras de arte. La revolución política
y artística de la pasada época fué provechosa, como lo es la
tempestad ; pero lo fué mucho más la calma que tras ella se
siguió.
22. J. o. Picón: "A la poderosa inteligencia de Ayala corres-
pondía un cuerpo hermosamente varonil. En su rostro ovalado brilla-
ban los ojos negros, grandes y expresivos; contrastaban con la blan-
cura de su tez la melena negra, el recio bigote y la gruesa perilla. Era
•de regular estatura, andar lento y aspecto pensativo; había en sus
movimientos algo de indolencia, como si el cerebro absorbiese toda la
energía de su ser; era su lenguaje pausado y grave, como sí las pala-
bras salieran de su boca esclavas de la intención y del alcance que
les quería dar el pensamiento. Sabía expresar con dulzura lo que con-
cebía con vigor, y siendo serio al par que afable, poseía el secreto de
atraerse la voluntad ajena, ganando simpatías sin perder respeto."
Ayala. Disc. Acad., 1870: "Es el teatro, en todas las naciones que han
llegado al período de su virilidad y á la completa aplicación de sus
principios constitutivos, la exacta representación de sí mismas, la
síntesis más bella de sus principios más generales. De tal manera el
teatro ha sido engendrado por la fuerza activa de la nacionalidad, que
allí donde ésta se debilita y se extingue, aquélla vacila y desaparece.
Al poeta dramático le es forzoso confundirse con la muchedumbre :
.sus creencias, sus pasiones, sus costumbres, sus aspiraciones y afectos
unísonos, son las fuentes genuínas de la inspiración dramática; si
«stas no existen, carece el poeta de elementos para sus obras. Nin-
g^in autor dramático abstraído de su época y contrastando vivamente
con ella, ha podido jamás animar la escena y promover el aplauso de
sus contemporáneos." Yxart, El Arte escénico, I, pág. 44: "Ayala
estudia, observa la sociedad que le rodea, enclavija sus planes sin
dejar nada al acaso, y mucho menos á incidentes inverosímiles, traídos
con violencia; vive largo tiempo con sus personajes antes de plantar-
los en la escena; quiere darse cuenta de todos sus actos y palabras..-'
No exagero: ahí están publicados los curiosos borradores de sus
obras: papeles que, existiendo en la cartera de muchos autores, son,
quizás, únicos en la bibliografía dramática española; el reverso de los
Recuerdos de Zorrilla y de su arte de composición : apuntes del natu-
ral, frases y diálogos con la acotación de que pueden servir para una
■escena, ó que revelan un carácter dramático. A lo mejor, se entretiene
en representarse físicamente á sus personajes: véase la descripción del
la embriagadora hermosura de Consuelo. Los planes de un drama fan-
tástico (El último deseo), de Yo (otra obra sobre las distintas fases
del egoísmo), están analizados como en un tratado especial que po^
dría titularse: Caracteres y Pasiones. Monta y desmonta la máquina
de cada personaje: Consuelo, su madre, Fernando, Ricardo, Fulgencio:
70 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
cuenta su historia anterior al drama : quiere que su movimiento resul-
te estrictamente de la natural y lógica conducta de cada uno de ellos.
La elaboración, lo repito, es lenta, premiosa, cortada por largos in-
tervalos de pereza y "entumecimiento". Es lo propio de esas comple-
xiones musculosas, en oposición á los temperamentos de excitable y
pronta fantasía, y es lo común á esos alardes supremos de una crea-
ción robusta, firme y sólida. A su interna construcción se añade el
anhelo de revestirla de una forma rimada, irreprochable, sobria, nie-
lada, con incrustaciones de oro. Conviene notarlo: Ayala compone
primero dramas que no pueden llamarse históricos, sino de costum-
bres retrospectivas ó, mejor, obras sin fecha, vestidas, por más gala,
á lo Felipe III ó Felipe IV. Como la acción no está en las condicio-
nes de la época, sino en el drama interno, pueden considerarse como
un paso, una transición hacia la alta comedia. En ellos, pues, el verso
parece todavía una imposición del hábito. Pero la propia aptitud lleva
lógicamente al autor á sustituir aquellos trajes por el frac... y, sin
embargo, el verso continúa. Aquel arte no pasa, mejor dicho, no quie-
re pasar de allí : aquella forma, empleada á voluntad, con especial ca-
riño, con deleite, es lo que le caracteriza ; es una forma superiormente
artística, que tiene valor por sí, y que el autor estima la mejor, por
inadecuada que parezca y por reñida que esté con la índole de los es-
tudios preliminares que han precedido al drama. Ayala, que va por el
camino de Augier, no hace lo que éste: no deja el verso con el tiempo,
no ; muere fiel á la especial fruición que siente destilando gota á gota
su pensamiento en aquel molde tan laboreado. Así, sus obras, con ser.
tan modernas, de tan bellos fragmentos, causan hoy una impresióiij
de excesivamente literarias : en ellas se ve la literatura como en algu-
nos cuadros se ve la pintura. Los pensamientos morales que indiqué
no son, por lo común, de extraordinaria originalidad : en el mismo
Tanto por ciento la sordidez de los agiotistas es un poco de comedia;
el estado general de que arrancan aquellas situaciones no franquea los
límites de los bastidores, no envuelve la obra. Hay que llegar á Con-
suelo, de una época bien posterior, para hallar el modelo definitivo de
aquel género singular, que quizás ya sólo se encuentra en España :
una obra magistral, plenamente moderna, que lleva su fecha en su
jjropia inspiración, en el modo de sentir, v que cuaja, sin embargo,
en una forma de arte antigua, de otro tiempo y teatro, propia de otros
asuntos." Man. de la Revilla (en La America) : "El carácter distintivo
del espíritu de Ayala en cuanto se refleja en sus obras es un feliz y
armónico concierto de todas las facultades, siempre encerradas en sus
justos límites y sometidas á una razón serena que las dirige y regula.
La sensibilidad, la fantasía y el entendimiento concurren armónica-
mente á la producción de sus obras, sin que ninguna predomine, y por
eso no son concepciones delirantes como aquellas que la imaginación
prepondera, ni frías ni artificiosas como las que el entendimiento,
abandonado á sí mismo, crea; ni lloronas y falsamente sentimentales
S. XIX, 185 1. ANTONIO DE TRUEBA 7 1
Ó desordenadas, exageradas y violentas como las que forja la sensi-
bilidad cuando la razón no la gobierna."
Ayala: Un hombre de Estado, dr., 1851. Castigo y perdón, com.,
1851, Los dos Gnzmanes, com., 1851. La Estrella de Madrid zarz.,
1853. Haydée ó el secreto, trad., 1854. El Curioso impertinente
(con Ant. Hurtado), 1854. Rio ja, dr., 1854. Guerra á muerte, zarz.,
1855. Los Comuneros, zarz., 1855. El Conde de Castralla, zarz.,
1856. El Tejado de vidrio, com., 1857. El Tanto por ciento, dr.,
1861. El Agente de matrimonios, zarz., 1862. El Nuevo Don Juan,
com., 1863. La Mejor corona (con otros, 1868). D. Pedro Calderón,
disc. recep. Acad. Esp., 1870. Consuelo, dr., 1878. Poesías y Proyec-
tos de comedias, coleccionados por P. A. de Alarcón. Discurso acerca
del Teatro de Calderón, 1870. En Rev. Esp., El Olzñdo, soneto (1879,
t. LXVII). Obras, ed. M. Tamayo, Madrid, 1881-85, siete vols. Epís-
tolas, París, 1905. Epístola á Emilio Arrieta, ed., A. Bonilla, 1905 (en
Rev. Hisp., t. XII, págs. 24^-24^). Gustavo, nov. inéd., ed. A. Pérez
Calamarte, 1908 (ibid., t. XIX, págs. 300-427). Consuelo, ed. A. M.
Espinosa, Madrid, 1911, 1913. Epistolario inédito, ed. A. Pérez Cala-
marte, París, 1912. Consúltense: Conrado Solsona y Baselga, Ayala, es-
tudio político, Madrid, 1891 ; José Ruano, Consuelo, est. crít., Madrid.
23. Año 1851. Antonio de Trueba y la Quintana (1819-
1889), Antón el de los cantares, como le llamaron, nació en Mon-
tellano (Vizcaya). Aficionóse de niño a los romances de ciego,
que su padre le llevaba de las ferias. Para no ser alistado en
el Ejército carlista vino á Madrid (1836) como dependiente
de mostrador de su tío don José Vicente la Quintana, que te-
nía ferretería ; pero entre clavos y lingotes Trueba ó el tío An-
tón, tenía sus libros de los poetas románticos, que se aprendía
de memoria, y presto dejó la tienda (1845), y con un destinejo
de 10 reales comenzó á escribir coplas, que enviaba a la Revis-
ta Vascongada, de Vitoria; á El Serrano, de Ronda, etc. Fre-
cuentó la tertulia del Café de la Esmeralda y la de Eguilaz
y publicó su Libro de los cantares, 185 1, que tuvo pronto ocho
ediciones y le hizo famoso. Su carácter, su tierra, todo está
allí, en la sencillez, en la hombría de bien, en la dulzura de
afectos y pensamientos tranquilos. Era lo regional, lo popu-
lar, lo castizo, el sabroso fruto del terruño que el realismo sacó
del romanticismo. Trueba ^escribió novelas, periódicos, otras
poesías ; pero sus Cuentos y sus Cantares son la corona del vate
popular. Seis libros de cuentos campesinos han bastado para
inmortalizarle. Se han traducido hasta en alemán. El Duque
72 TRIMKU PKRÍODO DE I^\ ÉPOC.\ REALISTA (185O-1869)
de Montpensier costeó la tercera edición de sus Cantares; la
reina Isabel II, en 1862, la de todas sus obras. De 1862 á 1872
volvió á su tierra querida; la segunda guerra civil y su lealtad
á la Reina le sacaron de ella. ASfonso XII quiso retenerle;
pero él retornó al país vascongado. La colonia vasca de Bue-
nos Aires habia hecho una suscripción para regalarle una casa;
él no quiso ser nunca más que el Cronista del señorío. En los
jardines de Albia, en Bilbao, han puesto, hecha por Benlliure
(1895), su estatua á flor de tierra, entre el boscaje, sentado
como solía en un banco, rodeado de los niños de la calle. A los
niños, á la calle, á las comadres del barrio debe su gloria. Feliz
vivió con su sencillez, querido de todos, y sus sencillas narra-
ciones vivirán siempre, como obras las más candorosas, puras,
populares y, por lo mismo, de las más admirables de la litera-
tura castellana. Rústicas flores, que algunos entonados críti-
cos y aristócratas falsos del arte desdeñan mirar por no tener
que bajar los ojos á la miadre tierra del arte popular, única
fecunda madre de todo arte verdadero. Trueba pintó un pueblo
sencillo, patriarcal, honrado y feliz, con tan humana naturali-
dad como podemos todavía comprobarlo : el pueblo vasconga-
do. Sencillo era el pueblo, sencillo era él, sencillos son sus cuen-
tos. Xada de toques fuertes, de colores chillones, de pasiones
turbulentas. El temperamento del escritor aveníase al justo con
el de las gentes y hasta con el aire y cielo de la región. Su tc>-
nalidad es un sj es no es elegiaca y melancólica, como la de la
tierra vasca, siempre envuelta en blancas tocas de niebla silen-
ciosa o de nubes que dan al paisaje un color de ocaso. Y tal e^
el colorido hasta de sus Cuentos de color de rosa. Trueba hizo
revivir en España el cuento o novelita corta, que desde enton-
ces sigue estando de moda.
2». Por miras políticas, por contrarias aficiones morales y reli-
giosas, por desconocerlo, no pueden, ó no quieren, ver algunos de
!>uenos ojos, y como él es, al pueblo vascongado. Pueblo patriarcal,
si lo hay, donde la honradez, el candor, la bondad, la sencillez, llegan
hasta hacérsenos incrcibles, acostumbrados al embuste, doblez y falta
de conciencia del común vivir de las ciudades modernas. Los separa-
tistas vascos que hoy han alzado allí la cal>eza, quiero decir en Ril-
bac, ciudad castellana, contribuyen toílavía más á hacerlo ckIíoso á los
que no lo conocen. Pero sucede que los más de los tales scptaratistas
.„^.;^^7:^Jo ezi£ypyr,.^c^.^
S. xrx, 1 85 1. ANTONIO DE TRUEBA yS
llevan el alma vascongada vuelta del revés. No fueron así sus padres ni
lo son hoy en día los caseros, los verdaderos representantes de la raza.
Una desconfianza ridicula, un odio al maqueta, esto es, al castellano,
como ellos le llaman en son de menosprecio, una desapoderada alta-
nería, vicios son que jamás se vieron en los verdaderos escualdunas :
todo generosidad, confiada entrega de sí, sencillez candorosa. El habla
es el fiel retrato del alma del hombre y del pueblo. Pues bien, esos
señores separatistas, desconocedores del verdadero euskera ó habla
vascongada que no mamaron con la leche, se han hilvanado un nuevo
euskera ó idioma para andar por casa, que sólo lo entienden ellos, y
á la Euskalerria ó tierra vascongada la llaman Euskadi ó Euskaria,
nombres que nunca tuvo y han sacado del flamante idioma que ellos
se fabricaron. Tan vasca es el alma de dichos señores como el idioma
que sacaron de su cabeza. La tirria á España llega hasta ofenderse
de que se les diga que el idioma vasco es la madre del castellano y
que se habló en toda la Península : lo que debiera engreírles, les irrita
extrañamente. Toda mi vida la consagré á estudiar y á enaltecer el
vascuence y no he recibido de su parte más que todo linaje de menos-
precios. Pero no ha de agriarse el ánimo por tales pequeneces y menos
enturbiarse la cabeza para que no se vea al pueblo vascongado como
es de hecho. Algunos quisieran ver sombreados los cuadritos de Truc-
ha con pinceladas de vicios y fealdades que en aquellas sencillas gen-
tes suponen. Trueba no pudo pintar lo que no había. Otros echan me-
nos en él algo de la malicia é intención (más ó menos picara intención)
que creen ha de tener todo escritor; pero tampoco creo yo haya de
demandarse al artista que malee ó doble su temperamento cuando es
candoroso y sencillo. ¿ No es la sencillez de intención envidiable cua-
lidad que debiéramos hallar en todo artista? Fernán Caballero (Carta
á Latour) : "Remito á usted el Cuento color de rosa, de Trueba: sien-
to que abuse de las sonrisas y de la palabra bendito, que yo he puesto
en uso en literatura. Tiene menos malicia que yo, y por eso es menos
precavido para evitar dar prise á nuestros contrarios en ideas y esti-
lo... Pienso, como usted, que la especialidad de Trueba es les cordes
dances; su idea en su cuento lo es, y para hacerlas más dulces toca
(aunque no muy bien) las que con ellas contrastan para hacer más
dulces las primeras... los diminutivos de que abusa Trueba, Tacto,
tacto es y no talento, lo que falta á nuestros buenos novelistas."
Blanco García, Ea Eiter. esp. en el s. xix, t. II, 1903, pág. 303: "True-
ba fué, antes que nada, el felicísimo intérprete de un gran pueblo,
donde viven todas las virtudes domésticas y patriarcales, todo el
aliento de una raza virgen é indomable, todos los tesoros de la vida
cristiana en su más alto grado de pureza." Andr. González Blanco,
Hist. nov., pág. 358: "Trueba fué un cantor de la moral tradicional y
de la honesta vida doméstica..., tenía condiciones de narrador fácil
y galano. No aspiró á más, no quiso ser novelista en grande. Sus re-
latos tienen encantadora ingenuidad y están escritos con soltura ; no
74 PRIMER PERÍODO DE L.\ ÉPOCA RE.\LISTA (185O-18Ó9)
era Trueba hombre de acalorada fantasía ni de desenfreno román-
tico..." M. Pelayo, Crític. liter., 5." ser. (1908), pág. 388: "Con cierta
candidez de estilo, que al principio pareció graciosa y luego se con-
virtió en manera, vino á exagerar el optimismo de la célebre escritora
(Fernán Caballero), empeñado en ver las costumbres populares sólo
por su aspecto ideal y poético. Malos vientos corren hoy para esta
literatura patriarcal; pero aún conserva Trueba su público infantil, y,
además, ¿quién se atreverá á negar en todo el ámbito de las Provin-
cias Vascongadas la exactitud de sus pinturas, que nos muestran allí
un terrestre paraíso?" Una punta de mal humor se rezuma de estas
palabras del Maestro; quisiera yo no las hubiera dicho, y por mi par-
te no quiero hurgar en los motivos; sólo diré que siempre le noté un
cierto gestillo displicente tratándose de los vascongados. X'icente Me-
dina, Letras (núm. 3) : "Hubo un gran literato, de corazón, que se
llamó Antonio de Trueba. Alma buena de los hogares han sido sus
cuentos... ¡Oh, sus Cuentos de color de rosa! Trueba pensó en los que
sienten la noble inclinación de las letras y publicó una especie de
preceptiva literaria, un libro sencillo para iniciar á los que quieren
hacer versos. No recordamos ahora el título y apenas tenemos ya una
idea de aquella obra; pero conservamos la impresión de que era algo
como todo lo de Trueba : ingenuo, bondadoso, fecundo. A los jóvene»
que comienzan á escribir versos recomendamos aquel libro de Trueba
y todas las demás obras de Antón el de los cantares, los cuales vienen
á ser para el espíritu fuente cristalina y pura."
Trueba: Nostalgia, narración, 1845 (en Semanario Pintoresco).
Contemplando dormido á un niño poeta, versos, 1847 (en Rev. Bas-
congada, Vitoria), 1856. Artículos (en Rcv. Base, 1849). El Señor de
Borledo, leyenda, Madrid, 1849, 185 1. A la torre de Loizaga, 1849
{Sem. Pint.); 1882 {Rev. Vizcaya). Fábulas de educación (con C. de
Pravia), Madrid, 1850. Libro de los Cantares, Madrid, 1851, 1858;
Leipzig, 1860; Ausburgo, 1861 ; Augbayo, 1862; Madrid, 1864, 1865,
1875, i^joo, 1905. El Valle de Marquina, nov., 185 1. El Cid Campeador,
nov. hist., Madrid, 1852, 1868. Cuentos populares, Madrid, 1853, 1862
(dos ed.), 1864, 1875, 1913. La Vida de Juan Soldado, 1854. Cuentos
de color de rosa, Madrid, 1854, 1859, 1862. Las Hijas del Cid, nov.,
1859. Colorín colorado, cuentos, 1859. Cuentos campesinos, Madrid,
1860; Barcelona, 1861; Madrid, 1865, 1916, etc. El Judas de la casa,
Cárdenas, 1863. Capitulas de un libro, sentidos y pensados viajando
por las provincias Vascongadas, Madrid, 1864. La Paloma v los hal-
cones, nov., 1865. Defensa de un muerto, Bilbao, 1865. Cuentos de va-
rios colores, Madrid, 1866. Cuentos de zñvos y muertos, ibid., 1866.
El Libro de las montañas, Bilbao, 1867, 1909. Artículos históricos,
1868-86 (formarían nueve tomos los que escribió en el Noticiero, fir-
mados ó anónimos). Bosquejo de la organización social de Vizcaya
(firmado Mascárua y Calle), Bilbao, 1870. Cielo con nubccillas. Ma-
drid, 1871. Aclaratoria dirigida á D. José Amador de los Ríos sobre
S. XIX, 185 1. ANTONIO ARNAO yS
SUS artículos de los monumentos vascongados, 1871 (en Rcv. Esp.,
t. XXII). El Gabán y la chaqueta, nov., ibid., 1872. El Redentor
moderno, nov., ibid., 1872, 1876. Resumen descriptivo é históri-
co de Vizcaya, Bilbao, 1872. Narraciones populares, Madrid, 1874.
Mari-Santa, cxiadros de un hogar, ibid., 1874, 1876. La Redención
de un cautivo, nov. hist., ibid., 1875. Obras populares, dos vols.^
ibid., 1875. La Musa indignada, 1876. Venezuela y los Vascos,
1876 (en Ilustr. Esp. y Amer., Febr.). Madrid por fuera, Madrid,.
1878. Nuevos cuentos populares, ibid., 1880. Arte de hacer versos al
alcance de todo el que sepa leer, Barcelona, 1881. De flor en flor,
Madrid, 1882. Distracciones de un enfermo, 1885. Matrimonio, 1885.
Leyendas genealógicas de España, Barcelona, 1887, dos vols. La Sen-
tencia, 1889. Arciniega, 1889. A Cervantes, 1889. Obras escogidas,
1898. Cuentos populares de Vizcaya, póst., Madrid, 1905. Cuentos del
hogar, ibid., 1905, 1916. Recuerdos del hogar, ibid., 1905. Cuentos
populares y narraciones, ibid., 1909. Recuerdos de la Encartación,
ibid., 1910. Selección ó florilegio, Bilbao, 1914. Obras, Madrid, 1905,
10 vols. Obras completas, Madrid, i907-'i5, 11 vols.: I, El Libro de los
cantares. Canciones primaverales, biografía y retrato; II, El Libro de
las montañas añadido con el arte de hacer versos; III, El Libro de los
recuerdos. Fábulas de la educación; IV, Cuentos de color de rosa;^
V, Cuentos campesinos ; VI, Cuentos populares; VII, Cuentos de vi-
vos y muertos; WII, Cuentos del hogar; IX, Nuevos cuentos popu-
lares; X, Cuentos populares de Vizcaya; XI, Cuentos de madres é
hijos. Consúltense: Notas autobiográficas, en La Ilustr. Esp. y Amer.
(30 Enero 1889) ; Andrés González Blanco, A. de T., su vida y sus
obras, Bilbao, 1914; Biblioteca Bascongada, t. I, En honor de Trueba^
Bilbao, 1896; Fermín Herrán, Trueba, literato y vascongado, Bilbao.
A. B. González Ant. de Trueba: su vida y sus obras, Bilbao, 1914.
G. Mújica, Trueba, su significación en la moderna literatura vasca,.
San Sebastián, 1914.
25. Año 1851. Antonio Arnao y Espinosa de los Mon-
teros (i 829- 1 889) nació en Murcia, vino muy joven á Ma-
drid, frecuentó la tertulia de la Esmeralda con Castillo, Ba-
rrantes, Bravo (E.), Cisneros, Eguilaz, Trueba, Luqtie. Gasset
y Artime, Pravia y otros de la brillante generación de 1848 á
1854; así como la de Eguilaz en la plazuela de Trujillo y des-
pués la de Cruzada Villaamil y de Fernández Guerra, en la
cual dio á conocer las poesías de Selgas, leídas por Cañete. Du-
rante la Revolución iba con Trueba y otros varios á casa de
Frontaura, calle de Serrano, donde se leían chascarrillos y chis-
tes que luego salían en El Cascabel y Los Niños. Fué Censor
de teatros y murió ocupando la plaza de Oficial en Gracia y
76 PRIMER PKRÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-I869)
Justicia. Su espíritu armónico resuena en todas sus obras con
encantadora placidez; sentimientos dulces y esmerada forma,
que convenían á la época artística y ix)líticamente sosegada en
que escribió, pasada la borrasca romántica. "Sólo quiero en paz
oscura i sentir que mi vida pasa | como arroyo solitario | bajo
la verde enramada." Dijo en Amor á la soledad, y tal fué su
ideal artístico, hasta en los tiempos que después sobrevinieron
de la Revolución de 1868. Aficionado á la música y esposo de
eminente profesora, fué el primer libretista de ópera de Es-
paña, como se ve por los dramas líricos D. Rodrigo (1857), ^^^
naves de Cortés, Gu^cmán el Bueno (1876), Pelayo, Muerte
de Garcilaso, La Hija de Jefté, La Gitanilla.
Manuel Pombo (i 827- i 898), de Popayán (Colombia), her-
mano de Rafael Pombo, se educó y vivió en Bogotá y com-
puso hacia 1851 poesías sencillas, dulces, melancólicas, como
la última que escribió á la Virgen. Fué personificación del Fe-
lipe del pyoeta Gregorio Gutiérrez González, como se saca de
la obra De Medellín á Bogotá (1852), diario de viaje, agrada-
ble y ameno, que con otras ha publicado su hijo: Obras iné-
ditas de Don Manuel Pombo, Bogotá, 1914, en prosa.
Carlos Augusto Salaverry (183 i -i 890), de Piura (Pe-
rú), hijo del general y presidente Salaverry, fusilado cuando
el hijo contaba seis años, quedó solo a los quince, fué soldado
y poeta lírico muy sincero, más vigoroso que Althaus y más
seguro de fuerzas que García. Perteneció con ellos a la Bohe-
mia limeña (1848-60) e hizo algunos dramas.
Ji'Lio Zaldumbide (i 833- i 887), poeta de Quito, se dio á
conocer en 185 1 por su Canto á la Música, y cerró su carrera
poética con la traducción del Lara, de Byron, y de los Sepul-
cros, de Pindemonte. Era meditador, grave, elevado y de sen-
timientos lánguidos y amables. Comenzó por la duda y acabó
en brazos de la fe : esta batalla pinta en sus versos.
26. Sepún Blanco García, son "los rasgos característicos de la
personalidad poética de Arnao el dulce y vago sentimentalismo, el es-
mero y la pulcritud llevados hasta la exageración, el horror á toda
suerte de violencia, la plétora de lugares comunes y la insipidez, no
siempre redimida por el candor ingenuo." M. Pelayo: "Nadie advirtió
en él jamás desigijajdad ni desequilibrio en nada; lo que principalmen-
S. XIX, 185 1. MANUEL POMBO 77
te llamaba la atención á quienquiera que le tratase, era una perfecta
templanza y armonía de facultades y condiciones, un suave y fácil
ritmo interior, que se traslada sin esfuerzo á las palabras del poeta.
Igual impresión sentirán siempre sus lectores. Arnao era, ante todo,,
un espíritu disciplinado, condición envidiable, condición rarísima, que
le salvó de todo género de anarquías de palabra y de pensamiento, y
que, así como en vida le libró de tener ningún enemigo, así también
á los ojos de la posteridad le hará invulnerable ante la critica más
severa." Para sus conocidos era Arnao ungüento amarillo. Hállase
su firma en Semanario Pintoresco desde 1846, Flor de la Infancia
(1868), La Ilustr. Esp., La Ilustr. Catól. (1877), Los Niños (1870-77),
La Niíie:: (1879-83) y La Primera Edad (1875). ■^^^- Arnao: Himnos
y quejas, poesías, Madrid, 185 1. Primavera de la vida, nov., 1852.
Melancolías, rimas y cantigas, 1857, Ecos del Tader, 1857. La Cam-
paña de África, poema, 1860. El Caudillo de los ciento, nov. en verso,
1866. Las Siete palabras, paráfrasis en verso, 1867. La Voz del cre-
yente. Poesías religiosas, 1872. Trovas castellanas, 1873. Del drama
lírico y de la lengua castellana, 1873 (disc. recep. Academia). De la
música en el templo católico, 1874 (disc. Acad. San Fernando). Dra-
mas líricos, 1875. Elogio de D. J. Nicasio Gallego, 1876 (disc. Acad.).
Un ramo de pensamientos, sonetos, 1878. Gotas de rocío, madrigales,
1880. Soñar despierto, poesías postumas, con pról. de M. Pelayo, 1891.
La Luc entre las tinieblas, cantos religiosos, 1897.
Ant. Gómez Restrepo, El Nuevo Tiempo Literario, Bogotá, 191 5
(Enero) : "En la penumbra discreta de que él quiso y supo rodear su
vida, por tendencia invencible de su carácter enemigo de la ostenta-
ción... No había nacido don Manuel para secuiaz del romanticismo de-
cadente, pues una de sus dotes principales era la sencillez, la ingenui-
dad con que expresaba sentimientos sanos y emociones sinceras. De
aquí la íntima, la inefable belleza de sus versos á la Virgen, su últi-
ma producción quizá y sin duda la más inspirada...; si no ofrece
profundidades teológicas ni revela el trabajo primoroso del orfebre,
tiene una cosa que rara vez se encuentra, y es la verdadera efusión
religiosa, la absoluta sinceridad del sentimiento ; la nota patética sin
esfuerzo llega al alma y produce una impresión de dolorosa dulzura...
No sólo en los versos de don Manuel, sino en sus escritos en prosa,
se encuentran rasgos que revelan la exquisita delicadeza de su alma
y que en vano se buscarían en escritores más poderosos y originales,
pero de complexión espiritual menos selecta... Su amor por lo tradi-
cional... avivaba la gracia é inspiración de su pincel cuando trazaba
cuadros de la edad pasada; sus personajes están tratados con la finura
que inspira el cariño... como de retablo antiguo... En don Manuel ha-
bía un fondo de compasiva ternura... Era el estilo de don Manuel
claro, sencillo y espontáneo, y corría con la ligereza y murmullo ju-
guetón de los arroyos...; correcto sin esfuerzo; decoroso por instin-
to; gráfico y pintoresco como pocos de sus contemporáneos... La
/íi llilMER PERÍODO DE LA ÉPOC\ REALISTA (185O-1869)
lectura de las obras de don Manuel deja una impresión grata y sim-
pática y nos hace querer al autor... En los escritos de don Manuel
vemos al caballero de raza, al cristiano sincero, al hombre de hogar,
¿1 patriota desinteresado, al ingenio original y selecto, enamorado de
la belleza ideal."
\'entura García Calderón, La Litcr. peruana, 1914, pág. 62: "A este
militar-poeta le supongo haber querido seguir el ejemplo de Vigny.
Espolvoreadas de cenicienta melancolía algunas páginas, entre ellas
Acuérdate de mí, pudieran ser los ápices del lirismo peruano. Nuestra
literatura, tan terrestre, conoce allí el arranque para el vuelo du-
rable. Dejó sonetos redondos... Prefiero algunos de sus poemas de
aliento, y en todo caso ningún romántico nuestro dejó un libro tan ar-
monioso como los Albores y destellos, de Salaverry," Albores y deste-
llos, Lima, 1851; Havre, 1871 (con Diamantes y perlas y las Cartas
á un ángel). Arturo, dr., Lima, 1851. Abel, dr., 1857. El Bello ideal,
•dr., 1857. Cartas á un ángel, 1858. Atahualpa, dr., 1860. El Amor y el
ero, dr., 1861. La Estrella del Perú, ley. patr., 1862. Misterios de la
iumba, poem-a filosófico, Lima 1883.
M. Pelayo, Hist. poes. hisp.-amer., t. II (1913), pág. 131: "Tenía
Zaldumbide, á diferencia de otros muchos poetas ecuatorianos, sólida
■educación literaria, basada en el estudio directo y reflexivo de los
modelos latinos, italianos é ingleses y de los nuestros del siglo de oro,
entre los cuales prefería á Garcilaso y fray Luis de León, Así es que,
aun los pocos versos románticos que en su mocedad compuso, son rela-
tivamente correctos, y en los posteriores hay, no sólo decoro y pulcri-
tud en la dicción, sino estudio de la parte musical del idioma, que
fluye manso y apacible en una versificación generalmente esmerada...
juntaba... condiciones descriptivas no vulgares; sentimiento no fin-
gido de la naturaleza, aunque más en el conjunto que en los detalles,
más en la expresión moral que en la expresión física, y una suave y
reposada tristeza, que, por ser tan suya, ennoblece v renueva en él
hasta los tópicos más vulgares de la poesía campestre...; merece, á
lo menos, un puesto distinguido entre los de segimdo (orden), al modo
que lo obtiene entre los cubanos, por prendas muy parecidas de senti-
miento y gusto, el dulce y simpático Mendive." Consúltese Luis Cor-
dero, en Memorias de la Acad. Ecuatoriana, t. I, Quito, 1889.
27. Año i8¿i. l'^RANciscG AsENjo Barbieri (1823-1894),
por seudónimos Alfajamín, José Ibero y Canfranc, El Maestro
Seguidilla y Uno de tantos, tipo de pura raza árabe, nació en
Madrid, en la calle del Sordo, para resucitar la zarzuela en Es-
paña, de tantos años atrás casi olvidada, tomando de Italia y
Francia no pocos libretos, aunque aderezándolos ú la española.
Puc compositor popular, historiador, director de orquesta, es-
critor brillante y temible polemista.
S. XIX, 185 1. FRANCrSCO ASENJO BARBIERl 79
Luis Mariano de Larra y Wetoret (1830-1901), madri-
leño, hijo mayor de Fígaro de los tres que tuvo, director del
Teatro Español (1871-72), escribió muchos artículos, cuentos
y poesías, algunas novelas y, sobre todo, obras teatrales, las
más del género festivo y algunas serias, de intento moraliza-
dor, mezclando lo cómico con cierta melancolía sentimental.
Fueron muy aplaudidas las comedias Corazones de oro, Oros,
copas, espadas y bastos; en particular La Oración de la tarde,
representada el mismo año que el Cura de aldea (1858), de
Escrich, pero con anterioridad y sin el plagio que se dijo, lle-
vándole ventaja. Sus más celebradas zarzuelas, Todos son rap-
tos, el Barherillo de Lavapiés, Chorizos y polacos, Juan de
Urbiiia, La Vuelta al inundo. La Conquista de Madrid. Sus
compañeros le llamaban el malo, para distinguirlo de su padre.
Fígaro; pero no debe comparársele con él, por ser tan diferen-
tes los géneros en que padre é hijo sobresalieron. Es el hijo
buen dramático, superior á Cano y Núñez de Arce; autor emi-
nente é injustamente olvidado. Envidiado por sus continuos
triunfos, que le hacían ser muy buscado por las empresas, sil-
báronle obras excelentes, aun desde la primera escena, hasta
el punto de tener que dejar de escribir para el teatro, para el
cual compuso cerca de un centenar de obras.
Francisco Camprodón y Safont (1816-1870), de Vich,
autor bueno, parecido á Rubí y que sabía contentar á su públi-
co, sobresaliendo en el manejo de las figuras; pero mal escri-
tor, descuidado en el lenguaje. Fué muy aplaudido por su dra-
ma Lola ó Flor de un día (1851), que cuenta con 29 ediciones,
de romanticismo exagerado, mucho ripio y hasta barbarismos.
Segundó con Espinas de una flor (1852). Hizo, sobre todo,
zarzuelas, algunas de gran boga, merced á la música.
28. En cuarenta y cuatro años fué Barbieri lego, estudiante de
Medicina, aprendiz de ingeniero, alumno del Conservatorio, corista,
partiquino, director de orquesta, apuntador, ordenando de ocasión,
contrabandista durante una hora, buhonero o poco menos, director de
un Liceo, secretario de otro, músico militar, miliciano movilizado,
empresario, periodista, poeta, arqueólogo, compositor y generalísimo
-de orquesta. Suma de su pintoresca biografía, que lindamente bosque-
jó Nombela en 1867 en Retratos á la pluma, 1904. Barbieri, el músico
más español de nuestro teatro, con el famoso Gaztambide, que bien
8o PRIMKR PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
puede acompañarle en el genio musical, el cantante don Francisco
Salas y el libretista Olona, se juntaron para construir el teatro de la
Zarzuela, abierto en 1856 y quemado en 1909, con el fin de facilitar
el nuevo espectáculo teatral llamado carencia, cuando ya gastados
Bretón y Hartzenbusch, ofreciendo raras veces obras García Gutié-
rrez y menos todavía Ayala, no habiendo todavía estrenado Tamayo
Un drama nuevo, sino que sólo cultivaba las traducciones, lo mismo
que Ventura de la Vega, eran únicos dueños del teatro en España
Rodríguez Rubí, Eguilaz y Camprodón con comedias tan ñoñas como
La Rueda de la fortuna, La Trenza de sus cabellos y, á lo más, La
Cruz del matrimonio. Los Soldados de plomo y Flor de un día. Nuevo
género era la zarzuela, venido, es cierto, de Italia y Francia, á pesar de
que ya en el siglo xvii se representaron zarzuelas á imitación de los
italianos, como El Jardín de Falerina, de Calderón, que se hizo en
una casa de campo del Rey, llamada La Zarzuela, de donde tomó el
nombre ; y no menos las de don Ramón de la Cruz en el siglo xviii.
Las primeras obras mixtas de canto y declamación, como la opereta
francesa, se representaron en Variedades y en el Circo, una de ellas
El Duende, que tuvo muy buen suceso. De Francia vinieron los libre-
tos de las más famosas: Jugar con fuego. Los Diamantes de la coro-
na, El Dominó azul. El Juramento, etc., y hasta la música no pocas
veces se robaba de Francia. Era la época del predominio de la clase
media, debido á la constitución, y la zarzuela era una clase media del
arte, sin la grandeza aristocrática de la ópera ni los bríos y furores
populares del drama y del melodrama. Por lo cual gustó en España,
sin ser cosa enteramente castiza, como ya dijimos. El padre de la
zarzuela del siglo xix fué Barbieri, el cual, después de la ópera no
representada // Buontempore (1847), compuso Gloria y pelucci (1850),
que, aunque no libre de lo italiano, era ya obra más española, y lo fué
del todo Jugar con fuego (1851), á pesar del libreto originariamente
francés. Compuso después, entre otras, El Marqués de Caravacd
(1853), D. Simplicio Bobadilla (1853), Los Diamantes de la corona
(1854), El Sargento Federico (1855), Los dos ciegos (1855), El
Relámpago (1857), Un caballero particular (1858), Pan y toros (1864),
El Barberillo de Lavapiés (1874), De Getafe al Paraíso (1883), No-
villos en Polvoranca, etc., que hemos visto hacerse hasta poco ha.
Publicó, además, Reseña histórica de la zarzuela, Contestación al
maestro Hernando (1864), Estudio bibliográf ico-musical {Rev. Es-
paña, 1871, t. XIX). Un estudio al Don Lazarillo Vizcardi, de
Eximeno (1H72). Ultimas amores de Lope (1874). Las Castañuelas,
estudio jocoso (1876, 1879). Cancionero musical de los siglos xv y xvr
(1890). La Zarzuela (carta á D. Pascual Millán, 1887). En Esp. Mod.
y en discurso acad. : La Música de la lengua castellana (1892). En la
zarzuela lo serio nunca llegaba á lo dramático, de suerte que se sufría
mejor la música, inaguantable para el realismo español cuando va
con lo trágico La música era tan sencilla como la trama del libreto.
S. XIX, 185I. LUIS MARIANO DE LARRA 81
Así este género teatral mediano convenía á la sociedad de la época,
mediana en todo. De esta manera vivió la zarzuela hasta mil ochocien-
tos sesenta y tantos, víspera de la revolución de Prim, Serrano y To-
pete, cuando le hicieron competencia, triunfando enteramente, los fa-
mosos bufos, de origen todavía más francés y menos castizo género,
que cuadraba al justo con los atrevimientos políticos de' aquel mo-
mento. La Gran duquesa de Gerolstcin, Genoveva de Brabante, Fran-
cifredo se atrajeron el público. A las notas de Ofifembach acompaña-
ban palabras demoledoras, presagio de la revolución en España y lue-
go en Francia. Desde el setenta y cuatro la zarzuela se renovó, como
se renovó el teatro español con Echegaray. Caballero y Chapí bebieron
en el pueblo su inspiración popular. Los libretistas dejáronse de la
gran zarzuela, aparatosa, presumida, y dieron nacimiento al llamado
género chico, más castizo, como que era en Madrid el triunfo cíe lo
folklórico madrileño y andaluz, al mismo tiempo que nacían á poder
de mismo folklore las literaturas regionales, en Cataluña y Aragón,
en Galicia y Santander, en Salamanca y Andalucía. De esta manera
fué la gran zarzuela un género de transición entre la ópera y el gé-
nero chico, ó saínete genuínamente español con música. Cuando, en
1909, se quemó el teatro de la Zarzuela, había fenecido ya la zarzuela
para no volverse á levantar. Consúltense: Arteaga y Pereíra, Cele-
bridades musicales, Barcelona, 1886; Peña y Goñi, Barbieri, Madrid,
1875; ídem. La Opera española y la música dramática en España en
el s. ,vix, 1881 ; M. Pelayo en los Discursos de recep. de Barbieri en
la Acad. Esp., 1892; T. Bretón, Barbieri, la ópera nacional, Madrid,
1896.
Luis Mariano de Larra casó en 1856 con Cristina Ossorio y Ro-
mero, hermana de los eminentes actores Manuel y Fernando Ossorio,
siendo este último uno de los testigos de la boda. De este matrimonio
nacieron Mariano, conocido actor ; María y Luis, malogrado autor del
género chico. En el estreno de La Africanita hubo gritos, insultos,
bofetadas, garrotazos, por mala, terció -la autoridad varias veces, y,
desde entonces, escribió con el seudónimo de Antonio López Ayllón.
De carácter entero, amante de la justicia, no se doblegaba á nadie, nt
á empresarios ni á amigos. El arca repleta de duros que él mostraba
como fruto que sacó de El Barberillo de Lavapiés, se la vaciaron un
día, dejándole pobre. Redactor de El Teatro Español y de la Gaceta
hasta 18Ó6; fué colaborador de Las Novedades, La Iberia, Semanario
Pintoresco, Museo de las familias. La Patria, La Época, El Teatro,
La Ilustr. Esp. y Gente Vieja. Usó los seudónimos El Autor desco-
nocido, Andrés Corsino, José María García, Antonio García Hnerta,
Antonio López Ayllón y Nadie. Fué gran lector de comedias, que no
parecía sino que las representaba al leerlas, dándolo todo hecho á los
actores. Excelente director de escena, y lo fué del Español (1870-72).
Hubo días que copó todos los teatros de Madrid, y durante unos diez
años fué el más mimado del público, de los artistas y de los empre-
TOMO VÍII.— 6
82 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOC\ REALISTA (185O-1869)
sarios. De aquí la envidiosa guerra que le hicieron. Retiróse á su
casa de \'aldemoro, única finca que le quedaba de su gran riqueza,
ganada con su ingenio y malrotada con su generosidad y poca pre-
visión. En La Africanita se lee: "Silbada estrepitosamente, sin oiría,
la noche del 9 de Enero de 1883, en el teatro Circo de Price, de Ma-
drid, y aplaudida después en todos los teatros de España donde se ha
representado.-' Después sólo estrenó La Gala del Ebro, que no corrió
mejor suerte. Cuatro ó cinco estrenó más tarde con seudónimo, la úl-
tima, José María, opereta (1888) ; aunque á ruegos de su hijo Mariano,
actor en Lara, todavía refundió Los Corazones de oro (189...), con
buen suceso. Fué nombrado director del Boletín Oficial de la Propie-
dad algunos años antes de morir y después de retirarse del teatro,
cargo con 6.000 pesetas, que desempeñó hasta su muerte, que le aca-
rreó un enfriamiento por asistir al entierro de Campoamor. L. M. de
Larra. Comedias: El Toro y el tigre (i.' obra, con Ram. Valladares),
1849. El Amor y la moda. Quien piensa mal, mal acierta, 185 1. Pedro
el marino. En palacio y en la calle. Las tres noblezas. Quien á cu-
chillo mata. A caza de cuervos. Una nube de verano. Lanuza. Entre
todas las mujeres (con L. Eguílaz). Sapos y culebras (con id.). Una
Virgen de Murillo (con id.). El Beso de Judas, 1855. Una lágrima y un
beso. Juicios de Dios. La Flor del valle, 1856. La Pluma \ la espada,
1856. Batalla de reinas. El Amor y el interés, 1857. /-a Planta exótica,
1857. La Paloma y los halcones, 1857. El Rey del mundo, 1858. La Ora-
ción de la tarde, 1858. Los Lazos de la familia, 1859. Ri-co de amor, 1859.
Barómetro conyugal. La Lápida mortuoria. La Bolsa y el bolsillo. El
Marqués y el marquesita. Los Infieles (con N. Serra), 1860. Flores y
perlas, 1860. La Agonía, 1861. Dios sobre todo. El Hombre libre, 1862.
La Primera piedra, 1862. Estudio del natural. El Cuello de una camisa,
1863. La Cosecha, 1863. En brazos de la muerte, 1866. Bienaventu-
rados los que lloran, 1866. El Bien perdido, 1866. Oros, copas, espadas
y bastos, 1866. El Ángel de la muerte. El Becerro de oro. Los Hijos
de Adán. El Árbol del paraíso. El Caballero de gracia. La Tarde de
nochebuena. Uyia lágrima. Los Corazones de oro. Tres pies al gato.
Risas y lágrinws. Las Ranas pidiendo rey. Un buen hombre. La Viuda
de López. Zarzuelas: Un embuste y una bola (mus. de Genovés), 1851.
Todos son raptos (m. Oudrid), 185 1. As en puerta (id.). La Perla
negra (m. Vázquez), 1858. Las Hijas de Eva (m. Gaztambide), 1862.
Jua Conquista de Madrid (id.), 1863. Cadenas de oro (con Ram. Na-
varrete, m. Arrieta). Una revancha (m. Campo). Aa Ínsula Barata-
ría (m. Arrieta), 1864. Punto y aparte (m. Rogel). Los Órganos de
Móstolcs (m. Rogel), 1867. Los Infiernos de Madrid (id.), 1867.
La Varita de Virtudes (m. Gaztambide). Los Misterios del par-
naso (m. Arrieta). Los Hijos de la costa (m. Marqués). Justos por
pecadores (m. Oudrid y Marqués). La Prima donna (m. de zar-
zuelas). El Atrevido en la Corte (m. Caballero). El Conde y el
condenado (con García Gutiérrez; m. Rogel é Inzenga). Sueños
S. XIX, 185 1. LUIS MARIANO DE LARRA 83
de oro (m. Barbieri). La Creación refundida (m. Rogel). El Barberi-
llo de Lavapiés (m. Barbieri). La Vuelta al mundo (m. Barbieri y Ro-
^el). Chorizos y polacos (m. Barbieri). Viaje á la luna (m. Rogel).
Juan de Urbina (m. Barbieri). Los Pajes del rey (m. Oudrid). Las
Campanas de C arrian (m. Planquette). La Guerra santa (con Escrich,
va. Arrieta). El Corpus de sangre (m. Caballero). La Niña bonita
(m. id.). Los Hijos de Madrid (m. Cereceda). Boccaccio (m. Suppé).
La Africanita (m. Cereceda), 1883. El Guerrillero (m. Arrieta, Caba-
llero). Muchacho (m. Suppé). El Año de la nanita (m. Rubio). El Es-
tudiantino (m. Milloker). La Gala del Ebro (m. Cereceda). Manolita
el Rayo (m. Suppé). José María (m. Milloker), 1888 (última). Ade-
más: jyes noches de amor y celos, nov., dos vols., 1855. La Gota de
tinta, dos vols., nov. El Libro de las mujeres (trad.).
J. Nombela, Impresiones, t. III, pág. 70: "Por su viva imagina-
ción, su exquisita delicadeza de sentimientos, su noble y bien educada
franqueza catalana y su perspicaz instinto del arte escénico, era (Cam-
prodón) muy considerado entre los del oficio y muy querido, tanto de
los artistas que figuraban en primera línea como de los más humildes,
y de la dependencia del teatro. Era llano, justo; poseía un espíritu ver-
daderamente democrático y siempre estaba dispuesto á favorecer al dé-
bil contra el fuerte, al pobre contra el rico. Solía alguna que otra vez
¿aerificar la sintaxis á los efectos escénicos; pero él, que, como poeta,
era correcto, delicado y de un exagerado puritanismo, no se paraba
«n barras cuando se proponia impresionar al público. Practicaba la
teoría del famoso dramaturgo francés Eugenio Scribe, quien conden-
saba su teoría sobre el arte dramático en la siguiente fórmula ; ante
todo, caracteres. Con caracteres hay situaciones, y con caracteres y
situaciones, aunque un mozo de cuerda escriba el diálogo, el éxito es
seguro... Me refirió algunos episodios de su mocedad, sus primeros
amores, que le habían inspirado el drama Flor de un día, la rapidez
con que le escribió en un par de semanas y la sorprendente facilidad
con que había logrado que se representase en el teatro Español. Cuan-
do vino á Madrid por primera vez con su obra en la maleta y sin
grandes esperanzas, porque no conocía á ningún literato, su buena
suerte le llevó á una casa de huéspedes en la que habitaban Adelardo
lx>pez de Ayala y José de Selgas. Pronto trabó amistad con ellos, y Aya-
la, que ya se había dado á conocer con Un Hombre de Estado, que,
aunque no agradó al público, puso de relieve su superior talento, le
presentó al actor don José Valero. Era á la sazón director del teatro
Español don Tomás Rodríguez Rubí, con quien Ayala, á causa de su
drama, había tenido algunas diferencias, y, deseando favorecer á Cam-
prodón, rogó á Valero que le presentase y recomendase á Rubí. Así
lo hizo el gran actor la noche siguiente, al terminar la función, y el
director dijo al novel poeta que no podía detenerse y que si quería
acompañarle, por el camino podría decirle el objeto de su visita. Cam-
prodón salió del teatro con Rubí ; sin perder tiempo, como buen cata-
84 PRIMER PERÍODO DE LA ÉFOCA REALISTA (185O-1869)
lán, le confió que había escrito un drama, y que, como se lo sabía de
memoria, le recitaría lo que pudiera hasta dejarle en su casa. Sin es-
perar á su aquiescencia, comenzó á recitar la obra, y estaba en la
mitad del primer acto, cuando Rubí le dijo: "Hemos llegado á mi
''casa; pero seguiremos andando para que acabe usted de recitarme el
■'primer acto." El paseo se prolongó hasta después de bien dada la
una, y entonces lo más tarde que acababan las funciones teatrales era
á las doce. Camprodón había dado á conocer al director del teatro
Español los actos primero y segundo. "No puedo oír el tercero — le
''dijo Rubí — , pero no importa: si es como los que acaba usted de re-
''citar, envíeme mañana al teatro el manuscrito." Así lo hizo; el
director, que ansiaba conocer el desenlace, leyó el tercer acto, mandó
sacar de papeles la obra y quince días después se puso en escena.
Aún no hacía un mes que Camprodón había llegado á Madrid. Pero,
después de vencer tan fácilmente los tradicionales obstáculos, tuvo
miedo del resultado de su tentativa, dejó á Rubí la dirección de los
ensayos, se volvió á Barcelona, donde supo el gran éxito de su Flor
de un día, que no fué de un día, sino de cincuenta ó sesenta noches,
lo que en aquella época significaba un triunfo extraordinario, y tornó
á Madrid, donde disfrutó la satisfacción, no vulgarizada todavía, de
salir á escena á recibir los entusiastas aplausos de un público verda-
deramente electrizado. Colocado en primera fila entre los autores
dramáticos que gozaban boga, como Ventura de la Vega, como Olona
y algún tiempo después como Avala y García Gutiérrez, escribió libre-
tos de zarzuela, que quedaron de repertorio, unos originales y otros
arreglados del francés, demostrando en todo su maestría." Campro-
dón: Emociones, poesías, Barcelona, 1850. Lola ó Flor de un día, dr.,
1851. Espinas de una flor, 1852. Fíl Dominó azul, zarz., 1853. Tres por
una, zarz., 1853. Los Diamantes de la corona, zarz., 1854 (tomada de
Scribe). Marina, zarz., 1855. El Vizcotuie, 1855. Guerra á muerte,
1855. El Diablo en el poder, 1856. La Jardinera, 1857. Juan Lanas,
1857. Una ráfaga, dr., 1857. El Lancero, 1857. Libertinaje y pasión,
dr., 1857. Beltrán el aventurero, 1858. Por conquista, 1858. Un pleito,
1858. Un cocinero, 1858. Quien manda, manda, 1859. Un zapatero, fá-
bula, 1859. El Diablo las carga, 1860. Una vieja, 1860. El Gran bandido^
1860. Una niña, 1861. Del palacio á la taberna, 1862. Los dos mellizos,
1862. Los Suicidas, 1863. El Relámpago, 1865. La Teta gallinaire, cua-
dro de costumbres en catalán, 1865. Asirse de un cabello, 1868. Gala-
tea, 1868. El Pan de la boda, etc. Todas zarzuelas. Escribió la popula-
rísima Carta á D. Juan Prim, en quintillas, con motivo de la guerra de
África. Colección de poesías castellanas, Habana, 1871.
29. 'Año 1851. Fernando Patxot y Ferrer (1812-1859),
de Mahón, por seudónimos Manuel Ortiz de la Vega y Sor
Adela, fundó El Telégrafo (1857), publicó Las Ruinas de mi
S. XIX, 185 1. VICENTE BARRANTES 85
convento, Barcelona, 185 1; aumentada con Mi claustro, por
Sor Adela, ibid., 1856; con una tercera y última parte, Las
Delicias del claustro y mis últimos momentos en su seno, ibid ,
1858. Las Ruinas... y Mi claustro, ibid., 1871. Su intento fué
mover la compasión para con las víctimas de 1835 y la indigim-
ción contra los verdugos de aquella triste salvajada. Tradú-
jose á varias lenguas y se leyó mucho, despertada la curiosidad
por desconocerse el autor y más por lo colorida y sentidamente
escrita que está, aunque á veces bastardea el sentimiento en
sensiblería, y por el siempre creciente interés de las escenas.
Valen mucho menos las partes segimda y tercera que la pri-
mera. Publicó, además, con el mismo seudónimo de 0rtÍ2 de
ia Vega, Historia general de España (continuación de Maria-
na y Miñana), Barcelona, 1847-48. Las Glorias Nacionales,
grande historia de todos los Reinos, etc., españoles, seis vols.,
Madrid-Barcelona, 1852. Los Héroes y las grandezas de la tie-
rra, anales del Mundo, ocho vols., Madrid, 1854. Anales de
España, 10 vols., Barcelona, 1857-59. Véase Ortiz de la Vega,
año 1847.
Manuel Silvela y de Le Vieilleuze (i 830- i 892), naci-
do en París, por seudónimos Velisla y Juan Fernández, minis-
tro de Estado durante la Revolución, tuvo parte en la Consti-
tución del 76 y fué embajador en París, académico (1870), ex-
celente crítico de costumbres, escritor donairoso, de gracejo y
sabor castizo y de estilo natural.
Vicente Barrantes y Moreno (1829 1898); de Badajoz,
donde colaboró en El Guadiana (1847), ^'•^'^ á Madrid (1848Í
}'■ escribió en El Teatro Español (1849), ^'^^ Novedades, La
Ilustración, El Seman. Pintor, y usó los seudónimos Puhlicio
y El Abate Rascarrabias. Hizo novelas en su juventud, li-
bros amenos y después se dio a la erudición, sobre todo de las
cosas de su tierra extremeña, en las cuales fué muy entendido.
30. M. Silvela: Negro y blanco, jug. (con Ant. Barreras, 1851).
Sin nombre, por Velisla, Madrid, 186S. Obras literarias, Madrid,
1890 (Escrit. Cast.). Reseña analítica de las obras postumas de Mo-
ratín {Rev. España, 1868, t. IV). Defendió el indefendible Dicciona-
rio académico contra Escalada, en El Imparcial (1886).
Vio. Barrantes: Las Pildoras, folletos satíricos, Madrid, 1851, Siem-
pre tarde, nov., 1852. Baladas españolas, i8'53, 1865. Juan de Padilla,
86 PRIMER PERÍODO DE I^\ ÉPOC\ REALISTA (185O-1869)
nov.. dos vols., 1856. La Viuda de Padilla, nov., 1857. La Corona de Cas-
tilla, alegoría dram., 1S57. El Veinticuatro de Córdoba, 1859. Catálogo
raj:onado y crítico de los libros... que tratan de las provincias de Ex-
tremadura, 1865. Cursos seguidos en la Universidad de la vida..., por
el Bach. Clarín Brocado (Vic. Barrantes?), 1867. La Instrucción pri-
maria en Filipinas. 1869. Estudios sobre la conquista de Filipinas,
Fr. Juan de Plasencia, 1870-71 (en Rev. Esp.). Narraciones e.rtreme-
ñas, 1872-73, dos vols. Viaje á los infiernos del sufragio universal,,
por Barvic (Vic. Barr. ?), 1872. Extremadura en el reinado de Isabel
la Católica, 1872. Discurso leído ante la Acad. de la Hist. en su pú-
blica instalación en la casa del nuevo rezado, 1874. Aparato bibliográ-
fico para la historia de Extremadura, tres vols., 1875-79. ^^^ estilo
y de los conceptos de nuestros filósofos contemporáneos, 1876 (disc.
rec. Acad. Esp.). Barros emeritenses, 1877. Guerras piráticas de Fili-
pinas, 1878. S. Pedro de Alcántara, cristiano romance, 1880. La Poe-
sía lírica en Cuba, 1889. Trneba y sus amigos, 1889 (en Esp. Mod.,
Abr.). Sección hispano-íultram^arina, 1889-92 (ibid.). El Teatro tagalo^
1889. Nuevas noticias del filósofo Olavide, 1891 (en Esp. Mod., Mayo).
Hatuey, poem. dram., 1892 (ibid., Dic). Lcís ¡urdes y sus leyendas^
1893. Villergas y su tiempo, 1894 (en Esp. Mod., Jun.). Las Obras de
Villergas, 1894 (ibid., Jul.). España fuera de España, 1894 (ibid., Ag.).
Tenorios políticos, 1894 (ibid., Set.). Viaje de la corbeta Nautilus, por
Fern. Villaamil, 1896 (ibid., Febr.). Consúltese Ant. Cortijo Valdés,.
Biografía del Exento. Sr. D. V. Barrantes, Madrid, 1874.
31. Año 18 51. Santiago Pérez nació en Zipaquirá de
Colombia (1830) y falleció en París á principios del siglo xx;
fué presidente de la República (1874-76), poeta romántico en sus
mocedades, después escritor de purísimo gusto y brillante es-
tilo, sobre todo en prosa. Sus discursos son modelos de ele-
gancia. Estrenó el drama romántico Jacoho Molai (1851). que
Mariano Ospina destrozó con despiadada crítica desde Mede-
Uín, aunque aquella obra dramática fué el Hernaiii colombia-
no, mereciendo por ello alguna mayor consideración. Bastante
menos se había hecho hasta entonces en Colombia desde Var-
gas Tejada. Lo malo es que no tenía hermosos versos, vesti-
dura que hizo pasar rozagantemente tantos dramones dispara-
tados en la época romántica.
Manuel Ancizar y Basterra (1812-1882). nacido en la ha-
cienda de El Tintal, cerca de Fontibon (Colombia), hijo de viz-
caíno y navarra, doctorado en la Habana, catedrático y perio-
dista en Caracas (1840), secretario de Relaciones Exteriores
(1846) en Bogotá, fundador de El Neo-Granadino (1848-54),
S. XIX, 185 1. CARLOS NAVARRO Y RODRIGO 87
anduvo en la Comisión corográfica de Codazzi como secretario,
redactando las impresiones de aquellos viajes (1850-5 O en el
ameno y bonito libro Peregrinación de Alpha (1853); redactó
después en Bogotá (1855) El Tiempo; fué presidente de la Cá-
mara, rector de la Universidad y del Colegio del Rosario. Gran
repúblico y periodista, demócrata cristiano, de carácter entero,
amante de la honradez y de la justicia.
32. Santiago Pérez: Ensayos líricos y dramáticos, Bogotá, 1851.
Jacobo Molai, dr., ibid., 185 1. Gramática de la lengua castellan-a, ibid.,
1853. Leonor, leyenda, 1855. El Castillo de Berkey, dr. hist., 1856. Sus
últimos escritos, en La Defensa, periódico político que redactó en 1880.
M. Ancizar : Lecciones de psicología, Bogotá, 1881. Anarquía y
rojismo en N. Granada, Santiago de Chile, 1853. Peregrinación de
Alpha (1850-51), Bogotá, 1853, 1914. Diputado á la Convención na-
cional... á sus comitentes, 1863. Biografía de Sucre (en El Repert.
Colomb. y Bolet. Acad. Hist.), Bogotá, 1903. Biografía de Agustín
Codazzi (en La Patria). Consúltense: Juan de Dios Restrepo, Biogra-
fía de Ancizar; Isid. Laverde Amaya, Fisonomías literarias. Curazao,
1890.
33. Año 1851. Eugenio de Olavarría y Huarte (1829-1S83), de
Bilbao, jefe del Cuerpo administrativo del Ejército, director de El
Ejército Español (1895), colaboró con Francisco Zea en Maese Juan
el Espadero y otras obras; fué redactor de Las Cortes, Eco del País,
Universal (1867), América; pero no firmaba. Publicó Tradiciones de
Toledo, Madrid, 1880. Leyendas y tradiciones, ibid., 1888. Irmia, poe-
sía (en Rev. Esp., 1881, t. LXXX). El Saltimbanco (ibid., 1883,
t. XCIX). Para el teatro: D. Carlos de Austria, 1851. Por el camino
de hierro, 185 1. Duda en el alma ó el embozado de Córdoba, 1857.
Los Apuros de Gaspar, 1863. Margarita, zarz., 1864. El Alcaide de
Toledo, dr., 1882. Errar la cuenta.
Florentino Luis Parreño (1822-1897), de Málaga, novelador pé-
simo, casi tan malo como San Martín, que es cuanto cabe en el género,
publicó Laura de Castro, dr., 185 1. El Conde de Sagunto, Rey, duque
y conspirador. Pedro el temerario, nov. hist., 1861. La Heroína zegrí,
1862. El Cáncer de la vida, dos vols., 1863-^4. El Héroe y el César,
1864, 1909. Los Invencibles, el monarca y la hoguera, 1865. El Abismo
y el valle, 1866. Las Plagas de un pueblo, 1867. La Inquisición y el
rey y el Nuevo Mundo (la más famosa de sus obras), 1867. Jaime
Alfonso El Barbudo, 1873. El Martirio de la virtud, 1883, dos vols.
Barbarroja, historia de los piratas más célebres del mundo, 1892.
Carlos Navarro y Rodrigo (1833- 1903), de Alicante, quien de
pobre llegó, á fuerza de voluntad, perseverancia y flexibilidad, á ser
ministro, fué redactor de La Época (1860...) y La Política; cronista
88 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (iSso-iSÓq")
oficial de la guerra de África y encargado de la imprenta del Ejér-
cito; político y orador. Publicó Ensayos poéticos, Alicante, 185 1. Poe-
sías, \'alencia, 1857. El Sahumerio ó los mil y un olores, oriental,
Barcelona, 1867. Cuadros al fresco, cuentos de todos colores, menos
verdes, Madrid, 1868. El Cardetuü Cisneros, ibid., 1869. Iturbide, ibid.,
1869. O'DonncIl, ibid., 1869, dos vols. Su Excelencia, memorias de un
gran tunante, Barcelona, 1871. Las Antillas, 1872 (2.* ed.). La Restau-
ración y su primer ministro, 1877. Notas dispersas, prosa y verso,
Madrid, 1893. La Crisis de España {Rev. España, 1870, t. XV). O'Don-
ncIl y la guerra de África (ibid., 1868, t. I). Cisneros (ibid., 1869,
ts. \'I-IX). Casimiro Perier (ibid., 1871, t. XVIIII). La Restauración
(ibid., 1879, t. LV). Las dos borrascas, soneto (ibid., 1879, t. LXVII).
Lucha eterna, poesía (ibid., 1880, t. LXXIII), etc.
3-1. Año i8¿i. Br. Ajenjos publicó Zurribanda critico-médi<o-
literaria que da al Dr. D. Joaquín Hysern, Madrid, 1851. — Otro ál-
bum más ó colección de poesías escogidas, Ronda, 1851. — Álbum pin-
toresco, Madrid, 1851-52, dos vols. — Dionisio Alcalá Galiano
(t 1860), madrileño, redactor del Diario de la Marina siete años, es-
cribió, además de obras económicas. Poesías, Habana, 1863. — Edu.\rdo
Andeyro del Castillo (1822-1892), malagueño, premiado en 1851 por
su poesía A los cinco sentidos; casado en 1862, escribió Poesías va-
rias. Málaga, 1910, póst. — 'Maximiano Ángel estrenó El Padrino, zarz.,
Granada, 1851. — ^Robustiana Armiño de Cuesta (182 i- i 890), de Gijón,
fundó y dirigió en Madrid el semanario Ecos del Auseva (1864-69),
escribió en El Pensamiento, de Badajoz (1844); El Guadiana (1845),
La Familia (1875), Los Niños (1870-77), La Primera Edad (1875), El
Altar y el trono (1869-J72), etc. Estuvo casada con don Juan de la
Cuesta Ckener, fundador de la Correspondencia Medica. Publicó Poe-
sías, dos vols., Oviedo, 185 1. Flores del Paraíso ó educación de la in-
fancia, Gijón, 1852. Fotografías sociales, Madrid, i8ói, 1863, dos vols.
Las Virtudes capitales, contra soberbia, humildad, Madrid, 1865. El Án-
gel de los tristes. Dramas de la costa, novela, 1880. — Amadeo de Basi
publicó La Mujer del Pacha de Jcrusalem, Madrid, 1851, 1858. — Biblio-
teca universal, director, Ángel Fernández de los Ríos, cuatro vols.,
Madrid, 1851-52. — Calisto Bordenada estrenó Entre dos luces, jug.
cóm.-lír. (1851). — Fray Manuel Buzeta y fray Felipe Bravo, agusti-
nos, publicaron Diccionario Geográfico-Estadistico-Histórico, Madrid,
1851, dos vols. — Daniel Calvo (n. 1832), de Sucre (Bolivia), ministro
de Instrucción pública, publicó Melancolías, 1851. Un pensamiento, Su-
cre, 1859. Ana Dorset, leyenda, 1869. Rimas, Santiago, 1870. — Pedro
A. Omacho Pradilla, colombiano, publicó Dos leyendas tradiciono-
les, Bogotá, 1851. — Cantos dolorosos en que se explica la pasión de
n. div. Redentor y angustias de María, La Paz, 1851. — Juan Julián
Caparros publicó Sermones, dos vols., Madrid, 1851. — Mariano Ca-
rreras y González (1827-1885), de Morata de Jalón, redactor de El
S. XIX, 185 1. EDUARDO ESPOXDA 89
Observador (1848-53), La Iberia (1854); fundador de La Opinión, etj
Valencia y de El Argos y El Magisterio Español, en Madrid (1867) ;
director de la Gaceta de Madrid (1875). Estrenó Amor de padre, com.
(1851). D. Pepito en la verbena, jug. (1852), Amapolas, flores silves-
tres, en prosa y verso, Madrid, 1866. — Enrique del Castillo y Alba
(t 1879), colaborador en La Educación Pintoresca, El Altar y el Tro-
no, Escenas Contemporáneas, El Musco Universal, publicó La Flor del
paraíso (1851), Romancero (1859), Pasatiempos literarios (1866), Las
Ordenes militares portuguesas (1872), De los espectáculos dramáticos
en sus relaciones con la moral pública (1872), etc. — El Conde de
Clonard (n. 1793), de Barcelona, teniente general, por nombre Don
Serafín María de Sotto y Ab-Ach, publicó Historia orgánica de las
armas de Infantería y Caballería españolas, Madrid, 1851-54, 16 vols.
Álbum de la Caballería española,, 1861. Álbum de la Infantería espa-
ñola desde sus primitivos tiempos, ibid., 1861. Historia de los colegios
militares. — ^Juan Codina publicó Guerras de Navarra y Cataluña
(1451-1472), Barcelona, 1851. — Colección de poesías escogidas. Ronda,
1851, 2." ed. — Luis Cordero (1830-1912), poeta ecuatoriano, dedicó á
Andrade su mejor poema. Aplausos y Quejas, y le imitó en lo patrió-
tico.— Corona poética en conmemoración del fausto natalicio de la
Princesa de Asturias, Madrid, 185 1, 21 composiciones de autores no-
tables.— El Correo de la Moda, periód. femen. de modas y literario,
Madrid, desde 185 1, dirigido por Pedro José de la Peña, y desde 1867,
por Angela Grassi. — 'Fernando Cos-Gayón escribió en la Rev. Espa-
ña revistas de política exterior (1869-75) y de crítica literaria (1869-
73). Historia de la administración pública de España, Madrid, 1851.
Crónica del viaje de SS. MM... á Andalucía y Murcia, 1863. Histor.
jurídica del Patrimonio Real, 1881, Discursos, 1891. Necrología de...
Cánovas, 1898. — Esteban Dolz del Castelar, presbítero, publicó Año
Virginio, Madrid, 1851-55, cuatro vols. — Manuel Domínguez (n. 1830),
de Querétaro (Méjico), escribió leyendas históricas en hermosos ver-
sos y relaciones de viajes. Obras (leyendas históricas, descripciones),
México, 1909 (t. LXVII de la Bibl. Autor. Mexic). — Fernando José
DE Echevarría, arquitecto, publicó Descripción artístico^eligiosa é
histórica del grandioso edificio de S. Ignacio de Loyol-a, Tolosa, 1851
(con Francisco Abando, capellán del santuario). — Juan Manuel Eche-
verría, poeta puertorriqueño, obtuvo el premio de la Academia Real
de Buenas Letras de San Juan Bautista de Puerto Rico en 1851, y es-
cribió el poema Victoria del Morro (1625) y el canto épico El Yunque
(1851). — iFray Juan Félix de la Encarnación (1806-1879), de Geria
(Valladolid), agustino, publicó Estadística de la Provincia de S. Nicolás
de Tolentino de PP. Agustinos Rec. de Filipinas, Manila, 185 1. Dic-
cionario Bisaya-español, ibid., 1851. Diccionario Español-bisaya, ibid.,
1852. — Enciclopedia moderna, Madrid, 1851-55, 34 vols., por los más
afamados escritores. — Eduardo Esponda (181 5-1887), de Puerto Rico,
abogado (1843), publicó Rosa González, nov., Habana, 185 1. ¿Es án-
90 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (1850-1869)
gelf, nov., 1877, dos vols. La Mulata, estudio, Madrid, 1878. Doña
Laura de Contrcras, cuento. — Joaquín Fontán (n, 1825), de Ponte-
vedra, bibliotecario de la Reina, diputado (1858), publicó Poesías^
Madrid, 185 1. Los dos rivales, comedia. — 'Alvaro Porcada, sevillano,
estrenó Ernesto y Artemisa, dr., Habana, 1851. — Margarita Fran-
cois DE Izaguirre cstrcnó El Sol de Sa-lamanca, zarz. (1851). — Fray
Francisco Gaínza y Escobes, dominico, obispo de Nueva Cáceres,
publicó, entre otras obras. Memoria y antecedentes sobre l<is expe-
diciones de Balanguingui y Joló, Manila, 1851. Milicia de Jesucris-
to, manual de los... de la Tercera Orden de la Penitencia de S. Do-
mingo, ibid., 1859. Facultades de los obispos de Ultramar, 1S60,
1877. Ultimas noticias de las Misiones españolas del Tunkin, 1860.
Reseña sobre el hospital diocesano de Nueva Cáceres, 1873. Reseña
del Colegio de S. Isabel..., 1877. El Santuario de N." S." de la
Peña de Francia, Barcelona, 1881. — José María Ángel Gaytán (1819-
1851), de Bogotá (Colombia), doctor en Leyes (1838), publicó por
entregas y sin firmar la novela que postuma reeditó José M. Maldo-
nado y Castro: El Doctor Temis, nov., Bogotá, 1851, de trama compli-
cada y situaciones dramáticas como las de Dumas, de costumbres bo-
gotanas, en lenguaje animado y con algunos toques expresivos v re-
cios.— Juan María Garay y Conde publicó Breves apuntes histórico-
descriptivos de la ciudad de Ecija, ibid., 185 1. — Francisco de Paula
García Peláez, natural y arzobispo de Guatemala, publicó Memorias
para la historia del antiguo Rcyno de Guatemala, tres vols.. Guate-
mala, 1851-52, importante resumen, afeado con la falta de método y
de critica. — Gabriel García Moreno (1821-1875), de Guayaquil, cé-
lebre presidente católico del Ecuador desde 1861, fué primero perio-
dista y satírico á lo Juvenal, escribió en dos tomos la Defensa de los
Jesuítas, obra política. Escritos y discursos, dos vols., Quito, 1887-
1888. P. Barthe, Garda Moreno, vengeur et martyr du Droit Chrétien.
— José García de Arboleya publicó Historia del Archipiélago y Sul-
tanía de Joló, Habana, 1851. Manual de la isla de Cuba, compendio de
su historia, geografía..., ibid., 1852, 1859. España y Méjico, dos vols.,
ibid., 1861-62. La Verdadera riqueza de las naciones..., ibid., 1867, Tres
cuestiones sobre la isla de Cuba, ibid., 1869. — Antonio de Gironella
Y Ayguals, barcelonés, puso en verso castellano la Odisea, 1851, tra-
duciendo, no del griego, sino de las ediciones latina de Stephano, in-
glesa de Pope y francesas de Bitaubé, Dugas-Montbel, Dacier, Le
Brun y Bareste. — José María Goizueta (1816-1884), de San Sebastián,
escribió revistas musicales en La Época, fué redactor de El Padre Co-
bos (1854-56), y la cabeza de fraile que llevaba la publicación era su
retrato. Publicó Leyendas vascongadas, Madrid, 1851, 1854, 1856,
1866; Bilbao, 1901 (t. LVni, Bibl. base). Aventuras de L^amián el
monaguillo , episodio de la guerra de lu Independencia, Madrid, 1857. —
Antonio González García publicó Pláticas doctrinales, Madrid, 1851.
— Juana Manuela Gorriti de Belzú (1819-1874), argentina de vida
S. XIX, 185 1. NICOMEDES MARTÍN gt
novelesca, casada en Bolivia con el coronel Manuel Belzú, presidente
de aquella República y asesinado por Melgarejo, vivió en Lima du-
rante el destierro (1855-65) de su esposo y después de enviudar, diri-
gió un colegio y El Correo del Perú, y escribió, antes de 1845, La
Quena, leyenda incásica, La Paz, 185 1, que se discutió mucho; des-
pués, otras varias novelas. Sueños y realidades, obras completas, dos
vols., B. Aires, 1865. Un año en California, Lima, 1869. Panoramas
de la vida, B. Aires, 1875. Oasis en la vida, B. Aires, 1888. — Manuel
DE GuiLLAMAS publicó Reseña histórica del origen y fundación de las
Ordenes Militares, Madrid, 1851. — León Hinestrosa (1816-1880), de
Bogotá, publicó Rodríguez el ajusticiado, nov., Bogotá, 185 1 (en El
Pasatiempo). Blanca, cuento. Gloria á Bolívar y otras poesías. — Historia
argentina del descubrimiento, población..., B. Aires, 1851, tres vols. El
t. I comprende esta Historia, escrita por Rui Díaz de Guzmán en 16 12
y parte de la Hist. del Paraguay, del padre Guevara. El t. II, la historia
de los guaraníes, de Gonzalo de Doblas ; reconquista de B. Aires y ro-
mances sobre ella (1806-07) y otras cosas. El t. III, La Argentina, de
Barco Centenera, y Tablas de latitudes, de A. Malaspina. — Santiago
Infante de Palacios estrenó Joseliyo y la serrana (con su hermano To-
más), 1851, Los dos compadres, com. (con id.), 1851. El Beso, com., Ha-
bana, 1870. Miguel, dr., Madrid, 1874. El número siete, jug., 1874. Pilar ,
monól., 1886. Lucrecia B orgia, jug., 1889. Otras 24 piezas cita Trelles
(t. VII, pág. 151). Emilia, monól., 1895. — José Inzenga y Castella-
nos (1828-1891), madrileño, de los fundadores de la Gaceta Musical
(1855-78), profesor en la Esc. Nac. de Música y Declamación, buen
compositor, premiado en 1846, educado en París y vuelto en 1848 á
España, estrenó su primera obra, El Campamento, en 1851, y trabajó
mucho por la zarzuela. Publicó Impresiones de un artista en Italia^
Madrid, 1876. Cantos y bailes populares de España (Galicia), 1888;
id. de Murcia, 1888; de Valencia, 1888. — ^JosÉ Jiménez Serrano, ju-
risconsulto granadino, colaborador del Semanario Pintoresco (1846-50),,
estrenó El Valor recompensado, dram. hist., Granada, 185 1. Publicó
Amor de madre, novela, Barcelona, 1882, dos vols. — José F. Jiménez
estrenó Contra amor no hay resistencia, com.. Granada, 185 1. — Gasi-
no Leonor publicó Últimos momentos del M. R. P. Fr. Pascual Ibá-
ñez ó la conquista de Joló..., en verso y prosa, Manila, 1851. — Abra-
ham López publicó Decimotercio Calendario, Méjico, 1851. — Mate»
Magariños Cervantes publicó Eduardo ó las víctimas del amor, nov.,
Montevideo, 185 1. — ^JosÉ A. Marqués de Prado publicó Recuerdos de
África ó apuntes para formar la historia gral. de las posesiones espcu-
volas del África mediterránea, Barcelona, 1851. Recuerdos de África,,
historia de la plaza de Ceuta, Madrid, 1851, 1859. — Martín Martico-
rena publicó Poesías sin arte, Madrid, 185 1. — Juan Martín Cortés y
FusTER publicó Otro Eusebia, recreaciones titiles en diálogos, poema
didascálico. Elche, 1851. — ^Nicomedes Martín Mateos (1806-1890), de
Béjar, juez, catedrático, registrador, autor de obras filosóficas y poli-
92 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
ticas, colaborador de El Siglo (1848), Rez: Esp., etc., publicó Veinte y
seis cartas al Sr. Marqués de Valdcgamas en contestación á los 26 cor-
pítalos de su Ensayo, Valladolid, 1851. El Espiriiualismo, curso de
filosofía, cuatro vols., Madrid, 1861-63. Los Místicos españoles. Cartas
filosóficas á D. Ramón de Campoamor en contestación á su obra de
*'Lo Absoluto", Béjar, i866. — EugEiNio Martínez Cuende, redactor del
Boletín del Xuevo Círculo Lírico-dramático (1853) y de Las Noveda-
des, publicó El Arpa del Bardo, ensayos poéticos, Madrid, 1851.-^
Manuel Martínez Quintanar estrenó Una aventura de Felipe IV,
com. (1851). — Memorial histórico español... que publica la R. Acade-
tnia de la Historia, Madrid, 1851-1915, 47 vols. — ^JosÉ de Mesa y
Aguilar estrenó El Cacique y el celoso, dr., Sevilla, 1851. — Ángel
María Monti publicó Historia de Gibraltar, Sevilla, 185 1. — Miguel
Morayta y S.^grario (1833-1917), madrileño, fundador con Castelar
y Francisco Canalejas de El Eco Universitario (1851), redactor de
La Rcp. Ibérica (1869-70), Gente Vieja (1902); director de La Rcfor^
ma (1868) y Rev. Ibérica; catedrático de la Central, librepensador y
demócrata, publicó ¡Aquellos tiempos!, coloquios literarios, históricos
y morales, Madrid, 1875. Historia de ¡a Grecia Antigua, ibid., 1883,
dos vols. Historia general de España, nueve vols., ibid., 1890-96. Ma-
sonería española^ páginas de su historia, 191 5. — Ramón Morel estrenó
Dejar el honor bien puesto, com., Zaragoza, 185 1. — Ginés de Moscoge
estrenó Isabel I, com., Barcelona, 1851. — Mundo suspirando, obra en
verso escrita por una sociedad de jóvenes, Valencia, 1851.— Francisco
Xard, abogado, redactor del Semanario de Industria (1846-48), escri-
tor de obras didácticas y descriptivas, publicó Guía de Aranjuez, su
historia y descripción, Madrid, 1851, Vida militar y política de D. Ra-
fael del Riego, Madrid, 1854, dos vols. — Pedro Novia de Salcedo
(1790-1865), bilbaíno, del Consejo de Provincia, diputado y senador,
publicó Defensa histór., legislativa y económ. del Señorío de Vizcaya
y prov. de Álava y Guipúzcoa, contra las Noticias hist. de luán An-
tonio Llórente, Bilbao, 1851, cuatro vols. Diccionario bascongado, im-
preso póst., Tolosa, 1887, dos vols. — Francisco Palou y Flores pu-
blicó Una venganza frustrada, nov., Madrid, 185 1. — Manuel Pavía,
marqués de Novaliches, general del Ejército, publicó Memorias so-
bre la guerra de Cataluña (i847-'48), Madrid, 1851. Ejército del cen-
tro (1874), 1878. Pacificación de Andalucía, 1878. — Sebastián Pérez
publicó Balmes y sus impugnadores, Logroño, 1851. — Poemas premia-
dos por la Academia Real de Buenas Letras de Puerto Rico, ibid.,
1851. — José M. Romero, sevillano, estrenó Un desengaño á tiempo
(con Juan Corrales), com., 1851. El Susto de Cárdenas, dr. (1851),
Por los parneses, zarz. (1853). — Joaquín Sánchez de Fuentes pu-
blicó Carlos I de España, novela, Madrid, 185 1. — Matías Sangrador
Vítores publicó Historia... de Valladolid, ibid., 1851-54, cuatro vols.
Memoria histórica sobre la expulsión de los moriscos, ibid., 1858. Gran
biblioteca histórico-asturiana, Oviedo, 1863-66. Historia de la Admi-
S. XIX, 1852. FERNÁN CABALLERO gZ
nist ración de Justicia y del antiguo gobierno del princ. de Asturias
y colección de sus fueros, ibid., 1866. — (Luis de Solís y Manso pu-
blicó Ensayos poéticos, Madrid, 185 1. — Sud-América, rev. de San-
tiago, 1851, tres vols. — Teodoro Valenzuela (n. 1830), de Buga (Co-
lombia), juez, diputado, senador y diplomático, escribió poesías, de
las que pueden verse muestras en los Parnasos. — Mariano Vallejo,
director de El Contra Bombos, redactor de La Discusión, El Año óiy
Gente Vieja, publicó La Favorita, nov., Madrid, 185 1. Leyendas y
tradiciones, Madrid, 1896. De la piel del diablo, zarz., 1899. — Fran-
cisco DE Vargas Machuca publicó Vida poltt., militar y pública
de... D. F.co Lcrsundi, Madrid, 185 1. Reina de las flores, zarz., 1864.
— Pablo J. Villaseñor recogió Aurora poética de Jalisco, colecc. de
poesías líricas de jóvenes jaliscienses, Guadalajara, 185 1 (21 poetas).
— ^Antonio Vinageras (1833-1905), de Matanzas, que vivió largos
años en Sevilla, estrenó Los dos estandartes, dr.. Matanzas, 185 1.
Obras, París, 1855-58, dos vols. Elogio de Poey, París, 1858. Ideas^
París, 1862 (en verso y prosa). El Pan del pueblo, Madrid, 1866. Al-
mas desiertas, Madrid, 1866. Enriqueta, nov,, ibid., 1868. A la tnemo-
ria de mi padre, 1868. Discurso de la Univ. de Salamanca, 1869. Perlas
blancas y negras, Madrid, 1869. Virtud ó crimen, dr., 1879. Por todas
partes se va á Roma, com., 1879. El Hombre bíblico, confer., 1879.
Conferencias, 1890-91.
35. Año i8¿2. Fernán Caballero, por propio nombre
Cecilia Bóhl de Faber (1796-1877), hija de Nicolás Bóhl de
Faber y de Francisca Larrea, nació en Morges, del cantón de
Berna, yendo de viaje sus padres de Cádiz á Hamburgo, de
donde á poco volvió con ellos. Convertido al catolicismo el pa-
dre por fray Diego José de Cádiz, crió á sus hijos religiosa-
mente, yeniSioóiSii llevó á Cecilia á Hamburgo, donde la
niña estuvo dos años aprendiendo el alemán con su abuela, y,
vuelta á Cádiz, casó en 18 16 con el capitán don Antonio Pla-
nells y Bardaji, de Ibiza, con quien estuvo algunos meses en
Puerto Rico, hasta que, muerto el esposo antes del año, volvió
á Europa, viviendo varios años en Hamburgo, y casándose
otra vez en Cádiz (1822) con el oficial de Guardias espa-
ñolas don Francisco Ruiz del Arco, marqués de Arco Her-
moso. Habiéndose trasladado á las ricas posesiones de su es-
poso en Dos Hermanas, despertósele la afición á las narra-
ciones del pueblo ; recogió frases, cuentos, cantares y dichos-
y, por pura curiosidad de guardar el suceso que oyó á un
campesino y que luego fué argumento de La Familia de
Alvar eda, redactó aquella misma noche una breve narración
94 PRIMER PERÍODO DE L.^ ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
primero en alemán, y así fué escribiendo otras sin intento de
publicarlas. Pasaron á Sevilla, donde tenían tertulia en casa, y
a,lli escribió la primera novelita de costumbres andaluzas, Sola,
en alemán, que se imprimió en Hamburgo, 183 1. Murió el
Marqués en 1835, quedando viuda por segunda vez á los trein-
ta V ocho años; dos y medio después falleció su padre y á los
otros dos. su madre (1838). Casó por tercera vez con don An-
tonio Arrón de Avala en el Puerto de Santa IMaria (1837) X'
venidos á menos sus bienes, ausente el esposo como Cónsul de
España en Australia, decidióse á publicar La Gaviota en El
Heraldo, de Madrid (1849), escrita por ella en francés y tra-
ducida al castellano por José Joaquín de Mora, y firmando con
el seudónimo de Fernán Caballero, nombre de un pueblo de la
Mancha que sonaba á nombre y apellido. Gustó la novela, Eu-
genio de Ochoa saludó desde La España "al nuevo Walter
^ Scott español" y todo el mundo se echó á buscar quién fuese.
Estaba en Sanlúcar, cuando fueron á Andalucía don Manuel
Cañete, don Ignacio María de Argote, marqués de Cabriñana ;
-don Juan Guillen Buzaran, don Fermín de la Puente y Ape-
cechca y don Aureliano Fernández Guerra, los cuales supieron
de don Antonio de Latour, Mora y Pastrana, quién era la au-
tora, estrechando con ella amistad desde entonces y dándola á
conocer en España. Colaboró la Fernán Caballero en la Revista
de Ciencias, Literatura y Artes (185 5-1 861, seis vols.), recién
fundada por Cañete y Fernández Espino, en Sevilla, publican-
do en ella Tres almas de Dios, que después tituló Un Serzñlón
3 un liberalito. En 1858 sus obras contaban ya 13 volúmenes,
editados por Mellado, con introducciones de los mejores lite-
ratos de España. Habíanse las más publicado en folletines de
periódicos: Clemencia, en El Museo Español (1852); Lágrimas
y Un Verano en Bornos, en dicha colección de Mellado (1858),
que se agotó á los pocos meses. Su esposo se suicidó en Lon-
dres, de vuelta á Australia, después de pasados dos años en
España, turbada su razón por creerse engañado de su gerente,
«n quien tenía puesta toda la confianza. Diez años pasó Fer-
nán Caballerg en Sevilla, teniendo el alcázar i)or vivienda, y
en él escribió sus últimas obras y artículos; pero hubo de salir
de allí cuando, en la Revolución de Setiembre de 1868, arrojada
:/ x.'t'-y^ fi^"^^ ^,^t-'<^¿«-i¿^$!^í-V-<>-
{Obras cotnpletas, t. I, iSgS.
S. XIX, 1852, FERNÁN CABALLERO gb
de España Isabel II, que le había dado aquel gracioso aloja-
miento, fueron declarados en venta los bienes del Patrimonio
Real. Pasóse á vivir á una casita de la calle entonces llamada
Juan de Burgos, hoy Fernán Caballero, donde publicó su últi-
ma obra. Cíientos, oraciones, adizñnanzas y refranes populares
é infantiles, 1877, y falleció con duelo de toda España y de
Europa entera. Hembra verdaderamente admirable por su cla-
rísimo ingenio, grande y tierno corazón; por sus desgracias,
soportadas con fortaleza varonil ; por su modestia, amor á los
desgraciados, á quienes socorría sin ostentación, y por toda
suerte de virtudes. En la literatura castellana del siglo xix es
la Fernán Caballero de importancia tan capital como poco re-
conocida. Ella revivió la novela castiza española sin ingredien- ,y
tes románticos ; la novela realista y de costumbres de Cervan-
tes, continuada después por Galdós. Ella dio el primer ejemplo
de la novela regional, continuada por Pereda. Ella fué la pri-
mera que introdujo el folklore ó demosofía en España. rAxle-
lantándose al sentido estético de su época, que se ceñía al ro-
manticismo europeo, llegó de un salto á lo que tras el romanti-
cismo había de venir : al realismo, al folklorismo, que después
-sucedió, y al regionalismo literario, última evolución y término
íinal del espíritu romántico, esto es, al arte nacional, más allá
del cual no se concibe mejora. De su padre Bohl de Faber y
de su madre Francisca Larrea sacó y llevó á la práctica este
«spíritu ; pero mucho más de su madre, decidida defensora de
la literatura nacional. Fernán Caballero, bien enterada en las
principales lenguas y literaturas de Europa, lastimándose de
ver el veneno que incautamente bebían los españoles en traduc-
ciones de novelas francesas, prendada del rico minero que ha-
bía descubierto en el pueblo español, propúsose contrarrestar
los daños que traia la novela extranjera con narraciones po-
pulares castizas. La sinceridad de su sano intento libróla de las
l)ambollas románticas y de la servil imitación de Walter Scott,
único género novelesco á la sazón cultivado en España. La ele-
vación extraordinaria de su juicio hízole apreciar el tesoro en-
terrado en el terruño de elementos estéticos, que los eruditos
pisaban con menosprecio. Desde Cervantes nadie se había aba-
jado á desenterrarlo; desde Cervantes no había, por lo mismo,
96 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-.T869)
habido verdadero novelista nacional en España. 'A la corrom-
pida sociedad francesa, pintada por sus novelistas, quiso opo-
ner la vida patriarcal, sencilla, henchida de verdaderas y en-
cubiertas virtudes del pueblo español ; á las inmorales y anár«
quicas doctrinas que en dorada copa servían los novelistas
franceses, la doctrina evangélica encerrada en cuentos y refra-
nes de nuestra raza.; Balzac y Jorge Sand habían convertida
la novela romántica histcSrica de Scott en novela realista de la
vida, cual se daba en la sociedad francesa; Fernán Caballero,
sin el menor intento de imitarles, con sólo buscar la belleza
donde se halla horra de ficciones, en el pueblo, dio con la mis-
jriYd veta del realismo español que antaño beneficiara Cervan-
tes. Fué en España tan inventora de la novela realista como
Balzac lo fué de Francia. Sino que en Francia la sociedad es-
taba corrompida y en la cabeza de sus novelistas hervían prin-
cipios y doctrinas malsanas, corroedoras de la moral, de la
familia y de la sociedad ; y el pueW j que Fernán Caballero pin-
tó estaba sustancialniente sano, la cabeza de la escritora más
sana aún y el corazón henchido de nobles sentimientos. Las
canteras eran opuestas tanto como los artistas : opuestas re-
sultaron las obras. Fernán Caballero, avezada á los sufrimien-
tos de la vida y no hallando consuelo más que en la doctrina
del Evangelio, se desvivir., por aliviar con ese mismo consuelo
las penas de los desgraciados, sacándolo de las mismas tradi-
ciones, cuentos y dichos, que el ])ueblo, á quien quería consnlar,
sabía y repetía. La sabiduría popular es honda, moral y evan-
gélica : la de los eruditos, como los novelistas franceses, de
más brillo, más moderna y de moda, harto menos profunda-
mente arraigada en la experiencia del triste vivir y de los ro-
bustos principios morales que como savia mantiene la paz del
hogar, el amor de los prójimos, el sosiego de los corazones. No
se critique en Fernán Caballero el intento doctrinario que en-
cierran sus novelas, sin sectarismos ni tesis forzadas, i)orque el
mismo intento doctrinario encierran las novelas extranjeras
que con las suyas combatió y las naturalistas y sociales que
después han venido, con harto mayor empeño sectario y do-
cente. Ni jamás sucedió ni estuviera bien sucediera que los es-
critores no avivasen sus escritos ccn: sjs propias creencias y i>er-
S, XIX, 1852. FERNÁN CABALLERO 97
sonales sentimientos. El arte no es cámara fotográfica que co-
pia la realidad, "es representación de la realidad al través de
iin temperamento", como los mismos naturalistas han procla-
mado. Y entre doctrinas y doctrinas, algunos preferirán las
destructoras de la familia y de la sociedad, las materialistas
que niegan el alma y la moral ; los más de los hombres, hoy por
hoy, escogen las contrarias, las que puso en sus obras Fernán
Caballero. Su sentir era el del pueblo español y asi sus ojos
vieron en él lo que le cuadraba, su corazón latió armónicamen-
te con el del pueblo y supo representarlo en sus novelas tal
cual era. Posteriores novelistas españoles dieron á sus fábulas
más intrincado enredo que avivase la curiosidad; Fernán Ca-
ballero no quiso enredar lo que en la realidad no hallaba enre-
dado, y hoy en día los últimos novelistas tienden á lo mismo,
sin acordarse de quien antes lo hizo, como si fuera un hallazgo
maravilloso. La vida, dicen, no es compleja como esas tramas
novelescas. Tal creyó Fernán Caballero y tal la representó en
sus novelas. Y no dejaba de ser cosa nueva, á más de tener el
mérito de la naturalidad. "Hay en este ligero cuadro, escribió
G. de Molene, lo que más debe gustar generalmente: novedad
y naturalidad." "Es innegable, añadía Al. Dumas, que las co-
sas sencillas son las que más conmueven los corazones profun-
dos y las altas inteligencias." Estos epígrafes que llevaba la
novela encierran el temperamento literario de la autora. Para
compararla con los novelistas franceses de su tiempo y con los
posteriores de Francia y España, téngase presente que novela
es "representación de la vida". El que más vivamente la re-
presente y con mayor sencillez de medios, ése será mejor no-
velista. Zola habrá representado fielmente un pedazo de la
sociedad francesa, el más bajo y sucio pedazo; el ruedo de la
vestidura, digamos, deshilachado y cazcarriento : es gran nove-
lista. Fernán Caballero ha representado el pedazo principal y
más característico de la sociedad española, que es el pueblo.
Resulta que ese pueblo es más moral, de costumbres más sana.s
y hermosas, de noble pensar, de sentir hondo, de donairosa des-
envoltura, de agudo ingenio, de gracejo chispeante, de soca-
rrón y salado decir. Tanto que mejor para avalorar la repre-
sentación que de él hace nuestra novelista, tan fiel y un poqui-
TOMO VIH. — 7
98 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
to más. con menos andaluzadas y más sombra andaluza que no
la que de las heces de París logró hacer Zola. Es más nacional
representación : por consiguiente, más característica y más hu-
mana; es representación de cosas más hermosas, físicas y mo-
rales : por consiguiente, más amena y de más dulce deleite esté-
tico. ¿Por qué ha de ser más hermosa la pintura de un ester-
colero que la de una alegre y vistosa boda? Si aquello sirve á
la ciencia como documento, como documento sirve estotro.
Todo está en la fidelidad de la representación, y á fe que no
habrá quien no halle en Zola alguna exageración, algo de carica-
turesco, un poco de querer frapper y de teatral. En la verdad
de caracteres, en la descripción de lugares, en el mostrar el
choque de pasiones y modos de sentir de los personajes no
queda vencida por Zola la Fernán Caballero ; en lo que la Fer-
nán Caballero vence á Zola es en expresar la ternura y delica-
deza de sentimientos, en pintar el candor de los niños, la paz
del hogar, la hermosura de la virtud. Por apropiada que sea el
habla de los personajes de Zola, jamás llega á la castiza mane-
ra del decir de los personajes de Fernán Caballero. Sus dichos
y frases están tomados de la realidad, y todas sus fábulas son
verdaderos sucedidos; mientras que las fábulas y asuntos de
Zola son bien fantaseados, pero fantaseados, no reales. A esto
queda reducido el realismo de Zola y Fernán Caballero, y en
ese realismo, que llaman naturalismo por allá, se cifra todo el
valer literario de la novela, según los mismos naturalistas.
Hablar así de Zola nos ahorra de recordar á los demás nove-
listas franceses y españoles. Fernán Caballero, en suma, es la
que hizo renacer en España la novela realista y á la vez na-
cional y regional, castiza en asunto, pensar, sentir y decir, como
no la había habido desde Cervantes. Su fuerza característica
i que arraiga en el pueblo, la pintura de la vida íntima y del
¡alma de las gentes andaluzas y españolas, impedirá que estas
novelas se avejenten. Gustarán en cada época las del momento;
pero siempre sobrenadarán las de esta novelista, como sobre-
nada y es eterno cuanto arraiga en el pueblo y es característi-
camente nacional, l'^n l'^rnán Caballero la mujer sobrepuja á
la escritora; v la mujer se trasluce, más (|ue en las obras que
publicó, en las cartas pnvadas que escribió. Hay que añadir á
S. XIX, 1852. FERNÁN CABALLERO 99
•SU gloria de novelista otra mayor: la de su correspondencia
epistolar.
8«- El padre de la novela moderna fué Honorato Balzac, que,
■cual otro «Cervantes, puso en sus obras todo el afán y trabajos de su
vida, llena de triunfos y de tormentos, de luchas y de sacrificios. El
epígrafe general con que rotuló sus novelas de La Comedia humana,
dice la universalidad que abarcan y la manera realista con que están
escritas. Desde entonces la novela ha servido para difundir entre todo
linaje de gentes toda clase de doctrinas, siendo tan dañinos y tan
benéficos sus frutos como los del periodismo. En periódicos efectiva-
mente y en revistas, no menos que en libros, han llegado al público
las novelas, y en su dulzura, elegante estilo y encendidos afectos e«-
vueltas las más opuestas doctrinas. Después de Balzac, el más famoso
novelista fué Walter Scott, que introdujo la novela histórica. Cele-
bradísima fué Nuestra Señora de París, de Víctor Hugo, y bastante
menos sus demás novelas; pero la mayor parte de las que en Francia
se leían, presto eran traducidas en España por satisfacer la curiosidad
y sin atender al mérito de las traducciones, que era nulo. Entre ellas
sobresalieron por su estruendo el Judío errante y Los Misterios de
París, de Eugenio Sué, obras socialistas hoy insufribles. Por la magia
del estilo gustaron mucho Indiana, Consuelo, Lelia, Espiridion, La
Condesa de Rudolstal, de Jorge Sand, aunque mucho más las Memo-
rias del diablo. Paul de Koch todavía se lee. Paul Feval hízose famoso
con El Hijo del diablo; pero, sobre todo, Alejandro Dumas, con Los
Tres mosqueteros, La Reina Margarita, El Conde de Montecristo, Las
Memorias de un médico y Los Mohicanos de París. Larra, Villoslada,
Escosura, García de Villalta, Espronceda, fueron los primeros en hacer
-novelas originales en castellano al tono de Walter Scott; pero no fue-
ron muy leídas. Vinieron luego los socialistas imitadores de Sué, so-
lare todo Ayguals de Izco, cuyos novelones se leyeron más por lo
mismo, aunque literariamente valían mucho menos que las de Juan
Martínez Villergas y Alfonso García Tejero. Por entregas se ven-
dían infinidad de novelones franceses, y todo el mundo los devoraba.
Entonces pi^blicó su primera novela Fernán Caballero, Su valer se
saca de este sencillo hecho: Las páginas fogosas imitadas de Jorge
Sand, E. Sué, Dumas padre y el Vizconde d'Alincourt, que se engu-
llían por aquel entonces, están apolillándose en las librerías de viejo ó
se hicieron ya polvo años ha ; las novelas de Fernán Caballero, á des-
pecho de las modas y de las doctrinas literarias, políticas y religiosas
que hoy privan, siguen leyéndose y creo firmemente se leerán mientras
liaya gentes de gusto que gocen de conocer el alma española. Ya ha
envejecido Zola, y Fernán Caballero se remoza por momentos. Las
novelas pornográficas, las únicas que hoy se leen, acaso seguirán le-
yéndose mucho tiempo ; acaso de aquí á cincuenta años nadie se acuer-
de de ellas, lo que sí puede asegurarse es que las de Fernán Caballero
100 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
se leerán más que hoy ó habrá de perderse enteramente el sentimiento
át lo más noble y hermoso que encierran las tradiciones humanas.
Algunos modernos, ahitos de novelas atormentadas y terriblemente
desmoralizadoras, han dicho que Fernán Caballero idealizó el pueblo
andaluz; otros, que las costumbres que describe, aunque sean reales,
son muy sosas y que sosas resultan las novelas de Fernán CaballerQ.
Para todos ellos escribió la misma novelista (La Fam. de Alvareda) :
"Esto es lo que muchas personas no comprenden ó fingen no com-
prender. Todo se comprende en este mundo: todos los vicios, todas
las irregularidades, las inclinaciones más atroces, hasta la de los an-
tropófagos; pero se niega la de la vida tranquila y retirada (de las
religiosas), sin cuidado de lo presente ni de lo por venir. En el mun-
do todo se cree: se cree en la mujer libre, en la moral del robo, en la
filantropía de la guillotina; se cree en los habitantes de la luna y en
otros puffs, como dicen los ingleses, ó cañarás, como dicen nuestros
vecinos, ó bolas y patrañas, como llamamos nosotros. Todo se lo traga
el escéptico sátiro llamado mundo, porque nada hay tan crédulo como
la incredulidad, ni tan supersticioso como la irreligión. Pero no cree
en los instintos de pureza, en los deseos modestos, en corazones hu-
mildes ni en sentimientos religiosos : eso, no. La existencia de éstas es
un puff, un canard, una hola, que no le cuela; no tiene este !Minotau-
ro tales tragaderas. Para esos filósofos que pretenden quitar la opi-
nión, una religiosa es, ó una víctima inmolada ó un monstruo que se
sustrae á las leyes de la naturaleza y á sus sagrados instintos. Nobles
y elevados son por cierto nuestros sagrados instintos si engendran la
■mujer libre y niegan la mujer religiosa, sumisa y casta. Guardad allá
vuestras máximas impías y disolventes, que en España no son los en-
tendimientos bastante obtusos para que los engañéis, ni las almas
bastante innobles para que las pervirtáis." Y éstas son las predicade-
ras que otros hallan mal y como defectos en las novelas de Fernán
Caballero; sobre todo, los modernos novelistas del amor libre y de la
irreligión. Si ellos se creen con derecho á mejorar la sociedad con
sus doctrinas desbaratadoras de la familia, concédanle al menos á
la Fernán Caballero el derecho á pintar y alabar la vieja sociedad
española y sus doctrinas morales, nobles y edificantes. Ni ellos ni ella
supieron escribir novelas que no encarnasen doctrina alguna, ni es
bueno se escriban, pues cada cual tiene su alma en su almario, que,
quieras que no, mete en lo que escribe. Ahora, cuáles doctrinas, las de
ella ó las de ellos, sean más sanas, confortadoras y edificantes, los
lectores lo juzgarán ateniéndose á su conciencia y á las consecuencias
de tales doctrinas en la sociedad, en la familia y en los individuos.
Schopenhauer, Zur Mctaphysik des Sclwnen und Acsthetik: "Una no-
vela será tanto más elevada y sublime cuanto más vida interior y me-
nos exterior desarrolle; y esta proporción, como un signo caracterís-
tico, acompaña á todos los grados de novela, desde Tristón Sliandy
hasta la más tosca novela de caballerías ó de ladrones; Tristón Shan-
S. XIX, 1852. FERNÁN CABALLERO lOI
dy puede decirse que no tiene acción, ¡ y cuan escasa la tienen La
Nueva Eloísa y el IVilhelm Meister! Don Quijote mismo tiene, rela-
tivamente, poca acción, y ésta es muy insignificante y tiende á lo có-
mico; estas cuatro novelas son lo mejor del género. Examínese, ade-
más, las maravillosas novelas de Juan Pablo, y se verá cuánta vida
interior desarrollan sobre la base más exigua de la exterior. Hasta
las novelas de Walter Scott tienen un considerable exceso de vida
interior sobre la exterior, y ésta sólo se presenta siempre con objeto
de poner en movimiento aquélla, mientras que en las malas novelas
existe por sí misma. El arte consiste en que, con la menor cantidad po-
sible de vida exterior, se dé el más vigoroso impulso á la interior,
porque ésta es, en realidad, el objeto de nuestro interés. La misión
del novelista no es referir grandes acontecimientos, sino hacer inte-
resantes los pequeños," Eug. Hartzenbusch, pról. á Una en otra:
■''Las novelas de F. C. sólo son novelas (es decir, relaciones fingidas),
porque los acontecimientos descritos en ellas no se han verificado to-
dos en el mismo orden, ni con intervención de las mismas personas,
ni en los propios lugares donde se dice; pero todos han sucedido: de
las personas introducidas en Una en otra, unas viven, otras vivieron,
muchas vivirán siempre... No hay cosa más parecida á la verdad que
la verdad propia... Allí no se transige con el vicio de ninguna mane-
ra: las acciones buenas van revestidas de todo el brillo que debe cir-
cundar el trono de la virtud; el vicio y el crimen aparecen estigmati-
zados con los colores que más deformes pueden hacerlos." Joaquín
Francisco Pacheco, pról. á La Estrella de Vandalia: "Escapar al pe-
ligro de la imitación y de la escuela en este tiempo; copiar d'aprés
nature, cuando copian tantos de las que ya son copias, y por cierto no
muy fieles; desechar esas malas tradiciones; romper esos tristes
prestigios; tener valor para empaparse en la pura, en la franca, en
la verdadera verdad, y para presentarla sin rodeos, como sin afei-
te: he aquí lo que ya indica por sí sólo un espíritu sano, un en-
tendimiento recto, un juicio merecedor de toda alabanza. Y si aña-
dimos á eso que no sólo ha observado por sí, sino que ha obser-
vado bien, que ha escogido con talento, que ha pintado con fuerza,
que ha sentido con ternura, que ha pensado con corazón... Gran
narrador, gran pintor, gran observador de caracteres, escritor ori-
ginal y espontáneo." El Duque de Rivas dice que los personajes de
La Familia de Alvareda "parecen retratos de Velázquez ; ¡ tan al vivo
y con mano tan maestra están dibujados y coloridos!" Fem. Caba-
llero, en el pról. de A. Cavanilles á Lágrimas: "¡Yo literato! No soy
la rosa ; pero, como dice Biüwer,- estuve á su lado y me impregné de
su olor. No soy erudito, soy solamente culto. En cuanto escribo no
hay arte, ni saber, ni estudio; es instintivo; tal vez expreso, como us-
ted habrá notado, un pensamiento de culta esfera sin cuidar del len-
guaje. Procuro, sí, poetizar la verdad, ennoblecer nuestra pobre na-
turaleza... Yo las llamo novelas, cuadros, relaciones; pero no me he
102 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
propuesto escribir novelas. He tratado de dar una idea verdadera^
exacta, genuína de España y de su sociedad; describir la vida interior
de nuestro pueblo, sus creencias, sus sentimientos, sus dichos agudos.
La parte que podría llamarse novela sólo sirve de marco á este vasto
cuadro que me he propuesto bosquejar... Mi intención supera mucho
á la de hacer novelas... Es la rehabilitación de cuanto con grosera y
atrevida planta ha hollado el nunca bien ponderado siglo xix. Reha-
bilitación de lo santo, de lo religioso, de las prácticas religiosas y su
alto y tierno significado; de las costumbres españolas puras y rancias;
del carácter y modo de sentir nacional ; de los lazos de la sociedad y
de la familia; del freno en todo y sobre todo en esas ridiculas pasio-
nes que se afectan sin sentirse (porque, afortunadamente, una gran
pasión es rara) ; las virtudes modestas, como la de Lágrimas, preferi-
bles á las que se pavonean y se ostentan... Estoy persuadido que toda.'i
las más hermosas sátiras, género tan universal y en que han sobre-
salido tantos ingenios superiores, no han servido de nada ni han he-
cho germinar ningún buen sentimiento, y sí sólo el malhadado des-
precio del hombre hacia el hombre. Muy al contrario : las referencias
de lo bueno y de lo noble despiertan en nosotros sentimientos análo-
gos, los ponen en circulación, los inoculan." Y el mismo Cavanilles,
de su cosecha: "Nadie ha pintado con tanto acierto la vida íntima,^
las escenas del hogar doméstico, las costumbres populares. Nadie ha
comprendido tan bien como usted el mérito de acciones que pasan
desapercibidas, la razón de ciertas prácticas, la filosofía de ciertos
dichos vulgares. Cuando nos pinta usted una escena terr-ble, ; qué
más terrible que sus descripciones...! La paz doméstica, la felicidad
conyugal tienen en su pluma intérprete digno. ¡ Y cómo describe
usted la dulzura, el candor de los niños, sus juegos y sus gracias
infantiles... ! En medio de estas escenas viene á sorprendernos un pen-
samiento de alta esfera, lleno de filosofía, de profunda moral y del
puro espíritu del Evangelio. Y ese pensamiento es tan natural, y se
deduce tan lógicamente, y estaba tan cerca de nosotros, y nosotros,
¡ ciegos !, no le veíamos. Pero usted lo descubrió con su vista de águi-
la, y del caos brotó la luz y de la piedra árida saltó un raudal." M. Pe-
layo, Crít. liter., 5.* ser. (1908), pág. 99: "La observación y la censura
festiva de las costumbres nacionales se había encerrado al principio
en marco muy reducido: escenas aisladas, tipos singulares, pincela-
das y rasguños, á veces de mano maestra, pero en los cuales, si podía
lucir el primor de los detalles, faltaba el alma de la composición,
faltaba un tema de valor humano, en cuyo amplio desarrollo pudiesen
entrar twJos aquellos accidentes pintorescos, sin menoscabo del interés
dramático que había de resultar del conflicto de las pasiones y aun de
las ideas apasionadas. Tal empresa estaba reservada á una mujer ilus-
tre, en cuyas venas corrían mezcladas la sangre germánica y la an-
daluza, y cuyo temperamento literario era manifiesta revelación de
sus orígenes. Si un velo de idealismo sentimental parecía interpo-
S. XIX, 1852. FERNÁN CABALLERO lo3
nerse entre sus ojos y la realidad que contemplaban, rompíase este
velo á trechos ó era bastante transparente para que la intensa visión
de lo real triunfase en su fantasía y quedase perenne en sus uái^inas,
empapadas de sano realismo peninsular, perfumadas como arca de
cedro por el aroma de la tradición, y realzadas juntamente por una
singular especie de belleza ética que no siempre coincide con la belleza
del arte ; pero que, á veces, llega á aquel punto imperceptible en que
la emoción moral pasa á ser fuente de emoción estética: altísimo don
concedido sólo á espíritus doblemente privilegiados por la virtud y
por el ingenio." Ibidem, pág. 254: "Fernán Caballero, cuyo realismo
sano, y aun pudiéramos decir angelical, se ejercitó siempre en la ob-
servación de las costumbres tradicionales, idealizándolas en cierto
modo, pero labrando hondamente en la cantera del documento vivo
y trasladando á sus libros, no sólo rasgos de pasión y de ingenuidad
sublime de los que "no se inventan", según su propia expresión, sino
un material riquísimo y enteramente auténtico de cuentos y cantares,
de rimas infantiles, de oraciones, de acertijos, de refranes y dichos
agudos y sentenciosos; en suma, de todas las manifestaciones artísti-
cas y formales del alma andaluza, recogidas de la viva voz del pue-
blo." ídem, pág. 387 : "Así en los que llama cuadros de costumbres,
como en muchas de sus novelas, donde la acción es escasa y los per-
sonajes y las escenas de familia lo son todo, rayó tan alto como el
que más en este linaje de escritos, aunque no estaba inmune de cierto
sentimentalismo á la alemana ó á la inglesa, enteramente extraño á
la índole de las escenas que describe, ni tampoco se libraba del inmo-
derado afán de declamar á todo propósito, y de interrumpir sus mejo-
res cuentos con inoportunos, si bien encaminados sermones... Así y
todo, aun los más prevenidos contra aquella índole literaria tan an-
gelical y tan simpática, ante quien toda crítica enmudece, no podrán
menos de reconocer á la insigne andaluza autora de Clemencia y de
La Gaviota, el mérito supremo de haber creado la novela moderna de
costumbres españolas, la novela de sabor local, siendo en este concepto
discípulos suyos cuantos hoy la cultivan, y entre ellos Pereda, que,
afín, además, por sus ideas con las de Fernán Caballero, se ha gloriado
siempre de semejante filiación intelectual." Pardo Bazán, La Cuestión
palpitante, 18, 247 y 258: "Mientras los novelistas de su época metían
en tinta lienzos de asunto histórico á lo Walter Scott, Fernán tomaba
apuntes de las costumbres que veía de la gente que alentaba á su alre-
dedor, pintando asistentas, bandidos, gaviotas, curas, pastores, labrie-
gos y toreros; y algunas veces en sus bosquejos andaluces brillaba el
sol de Mediodía, el que Fortuny condensó en sus cuadros. Hay patio
de Fernán que no parece sino que lo estamos viendo y que nos ale-
gra los ojos con sus flores y el oído con el rumor del agua, el cacareo
de las gallinas y la inocente charla de los niños. Más real, más sincera
y sencilla inspiración es la de Fernán que la de casi todas las novelas
de pendón y caldera, capa y espada ó cimitarra y turbante que se esti-
104 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
laban entonces." José María Asensio, F. Caballero y sus obras, pte. 3.',
I, 161-162 : "En Fernán Caballero se admira como nota saliente el es-
tudio del corazón humano y el de los caracteres, hecho con la pro-
fundidad de una inteligencia alemana y con la delicadeza del senti-
miento de una mujer andaluza. Lo que resplandece en sus obras es la
verdad, lo mismo en los tipos que en las situaciones. No se distingue
por el arte de imaginar una fábula intrincada, desenvolverla con in-
terés creciente y llevarla á imprevisto desenlace á través de graves
complicaciones y conmovedoras peripecias. Sus narraciones son sen-
cillas, casi siempre tienen por fondo un suceso verdadero, más ó menos
adornado para distraer la atención ó disimular la realidad ; pero la
descripción pintoresca de los lugares, la narración viva, variada, de
los acontecimientos, lo animado de las escenas, que se presentan á la
imaginación como si las estuviera presenciando el lector, son dotes
que dan todo su atractivo á las novelas de Fernán. Ella supo penetrar
en el sentido interior de las antiguas y graves familias españolas, asi-
milándose su modo de ser, su manera recta y honrada de pensar, sor-
prendiendo los momentos críticos y verdaderamente dignos de estudio
y atención en que una nueva savia entraba en la sociedad española ;
en que dentro de las casas señoriales del antiguo régimen se infiltra-
ban ideas que pugnaban abiertamente con cuantas allí eran veneradas,
y los hijos, sin darse cuenta de ello, empezaban á juzgar de la con-
ducta de sus padres, á tener pensamientos propios y aspiraciones que
no se ajustaban á los cánones que eran axiomas indiscutibles en la ge-
neración que les prjcediera. Del contraste entre lo antiguo que se des-
comconía y paulatinat^.ente iba desapareciendo, aunque oponiendo
gran resistencia á toda innovación, y lo nuevo que se infiltraba sin
sentir por todas partes, y aun aparecía en las acciones de los mismos
que lo repugnaban y lo repelían, supo sacar -jI mayor atractivo de sus
novelas ; el resto, quizá la parte principal, se debe al estudio y á las
pinturas verdaderas de las costumbres del pueblo, y con particularidad,
del campo andaluz, cuyos rasgos característicos sorprendió con ex-
t.aordinaria penetración, pintó con amor y con verdad, y expuso en
fábulas recogidas en los lugares mismos que las dan el fondo más
apropiado para que sean conocidas y produzcan en alto grado deleite
é instrucción. La filosofía de Fernán Caballero era la filosofía cris-
tiana. La fe literaria era en ella hija de la fe religiosa. De sus novelas
más importantes, como de sus menores artículos, de sus relaciones y
de sus cuadros, sólo se desprende una consecuencia: que la Religión
es la mejor guía de la vida, el consuelo de todas las desgracias. El
fin moral es patente en todos sus escritos, y el manto de la Religión
los envuelve todos con encantadora naturalidad. Y sabe pintar de
mano maestra al incrédulo y al malvado : presenta en sus escenas al
indiferente, al vicioso y al desengañado, y con rasgos propios y tan
seguros toíjues como los que su pluma consagra á pintar la bondad
y la virtud; que no en balde había pasado los mejores años de su
S. XrX, 1852. FERNÁN CABALLERO Io3
vida en paises donde se hacía alarde de combatir á la Religión cris-
tiana y entre personas que ostentaban como gala sus creencias hete-
rodoxas. Pero tales sombras sirven á Fernán Caballero, como á todos
los grandes artistas, para hacer resaltar y dar mayor relieve á las
figuras bañadas de luz. La escritora de aquellos agradables cuentos
es gran propagandista de las ideas religiosas; su filosofía es la cris-
tiana." Eug. Ochoa, La España, 1849: "El mayor mérito de La Ga-
viota consiste, seguramente, en la gran verdad de los caracteres y de
las descripciones ; en este punto recuerda á cada paso las obras de
los grandes maestros del arte, Fielding, Walter Scott, Cooper, Cer-
vantes, y á veces compite con ellos. No todos estarán conformes con lo
que vamos á decir: á nuestro juicio, ese mérito es el que principalmente
debe buscarse en una novela, porque es, digámoslo así, el más esen-
cial, el más característico de este género de literatura. Verdad y no-
vedad en los caracteres, verdad y novedad en las descripciones: tales'
son los dos grandes ejes sobre que ha de girar necesariamente toda
novela digna de este nombre..." "En La Gaviota, la acción es casi
nula : todo lo que constituye su fondo puede decirse en poquísimas
palabras : ¡ rara prueba de ingenio en el autor, haber llenado con la
narración de sucesos muy vulgares dos tomos, en los que ni sobra una
línea, ni decae un solo instante el interés, ni cesa un punto el embe-
leso del lector ! Consiste esto en la encantadora verdad de sus des-
cripciones, en la grande animación de sus diálogos, y más que todo,
en el conocido sello de vida que llevan todos los personajes, desde el
primero hasta el último."
Fernán Caballero: La Gaviota (pról. de Eug. Ochoa), Madrid,
1849 (en El Heraldo). Clemencia (pról. de Luis Eguilaz), Madrid,
1852 (y en El Museo Español), dos vols., 1857, 1862. Cuadros de cos-
tumbres populares andaluzas (pról. del Marqués de Molins), Sevilla,
1852; Valencia, 1870, 1878. Lágrimas (pról. de Ant. Cavanilles), Cá-
diz, 1853; Madrid, 1858, 1887. La Estrella de Vandalia (pról. de Joa-
quín F.co Pacheco), ^ladrid, 1855. La Suegra del diablo, Madrid,
1855 (en Las Novedades). Obras completas, 19 vols., Madrid, 1855.
Una en otra (pról. de Hartzenbusch), Madrid, 1856. La Familia de
Alvar eda (pról. del Duque de Rivas), Madrid, 1856. Elia ó España 50
años ha (pról. de Fernando de Gabriel), Madrid, 1857. Relaciones
(pról. de Fermín de la Puente), Madrid, 1857. Un scn'ilón y un libe-
ralito (carta de Aparisi, introd. de Jerónimo de la Puente Apezechea),
Madrid, 1857. Vulgaridad y nobleza, ibid., 1857; Sevilla, 1860-61.
Obras completas (edic. Mellado), 13 vols., Madrid, 1858: entre ellas,
Un verano en Bornos (pról. de Emilio Olloqui), Una en otra (pról. de
Hartzenbusch). Cuentos y poesías populares andaluzas (pról. de J. J.
de Mora), Sevilla, 1859; Madrid, 1877, 1916. Noticia del origen de la
capilla real de la Virgen de Valmelabrada... y de su restauración...
en i8¿p (y corona poética dedic. á los Duques de Montpensier por la
restauración...), Sevilla, 1859. Deudas pagadas (pról. de M. Cañete),
106 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
Madrid, 1860, 1863. Obras completas (ed. Mellado), 16 vols., Madrid,
1861-64. El Alcázar de Sevilla, Sevilla, 1862. Colección de artículos
religiosos y morales, Cádiz, 1862. Obras {Colecc. de Aut. Esp.), ll
vols. (I, if. V. XIII, XVI. XVII. XX, XXIII, XXXII, LX). Leipzig,
(1863-78. La Fariseo (pról. de Pedro Madrazo) y Las dos gracias, Ma-
drid, 1865, 1S67. La Mitología contada á los niños é historia de los
grandes hombres de la Grecia, Barcelona, 1867, 1873. La Corruptora
y la buena maestra de costumbres, Madrid. 1868. Cuentos, oraciones,
adiiñnanzas y refranes populares é infantiles, Madrid, 1877, 1878.
Estar de mus y Magdalena, Sevilla, 1878. Ultimas producciones, pre-
cedidas de una noticia biográfica por Fernando Gabriel v Fui^ de
Apodnca, Sevilla, 1878. Obras {Colecc. de Escritores Castellanos),
17 vols. (ts. XCVIII, CVII. CXI, CXIV, CXXII, CXXV, CXXXI,
CXXXII, CXXXIII, CXXXV, CXL. CXLV, CLI, CLIII. CLV,
CLVIII, CLIX), Madrid, 1893-1914. Obras completas, 16 vols.. Ma-
drid, 1902-1916. Obras completas, Ant. Romero, cinco vols., 1907.
Carlas familiares... por el M. R. P. Diego de Vclencina (en Rev.
Archiv., XVII (1907), págs. 100-119) y aparte, 1907. La Hija del sol
(vol. I de la Bibliot. Univ., de Ángel Fernández de los Ríos). El Re-
franero del Campo y poesías populares, 1914 {Obr. compL, t. XVI).
La Farisea, Las dos gracias ó expiación, 1916. Consúltense: Alfred
Morel-Fatio, F. C. d'apres sa corrcspondance avec Antoine de La-
tour. en Bulletin Hispanique, t. III (1901) y en Eludes sur l'Espagne,
3.* serie, págs. 279-370; C. PitoUet, Les premiers essais littéraircs de
F. C, en Bullet. Hisp., t. IX (1907), págs. 67-86 y 286-302; t. X, pá-
ginas 286-306, 378-396; José M. Asensio, en el t. I de Obras compl. de
F. C, Madrid, 1893; Marqués de Figueroa, F. C. y la novela en su
tiempo, Madrid, 1886; Fernando Gabriel, estudio biográfico que pre-
cede á Magdalena; Fernán Caballero, sa vie, ses a:uvres, par le Comte
de Bonneau-Avenant, París, 1882; Fem. Wolf, en el Jahrbuch für
romanische und englische Literatur, fase. 3 (1857), págs. 247-297;
Cbcr den realistischen Román und das Siltcngemalde bei den Spaniern
in der neuesten Zeit, mil besonderer Bccihung auf die Werke von
Fernán Caballero; Rev. Archiv., Los papeles de..., 1902 (Agosto);
L. Coloma, Recuerdos de F. C, Bilbao (s. a.) ; Cartas familiares de
F. Caballero, en Rev. Archiv., 1907 (Juiio).
37. "Año t8'j2. Antonio Cánovas del Castillo (1828-
1897), malagueño, á quien apoyó en sus primeros pasos en
Madrid (1845) El Solitario, primo de su madre, de<;pués en la
política O'EVonnell, subiendo al cabo hasta ser el primer hom-
bre de Estado de su tiempo en España y ol principal fautor de
la Restauración de la Monarquía después de la Revolución y
de la República, por sus propios esfuerzos y talentos y por su
oratoria y gran cultura. Publicó poesías en el Semanario Pin-
w
{Problemas contemporáneos, Madrid, 1884.)
S. XIX, 1852. ANTONIO CÁNOVAS DEL CASTILLO 1 07
toresco (1847), la novelita La Campana de Huesca (1852) y
los ocho únicos números del periódico satírico clandestino^ El
Murciélago (1853-4) con González Bravo. Murió en el balnea-
rio de Santa Águeda, de tres pistoletazos que le tiró el anar-
quista Miguel Angiolillo. Recogió una magnífica biblioteca de
hasta 35.000 volúmenes. Fué muy estudioso, orador fácil, opor-
tunista é improvisador. Su estilo, algo enrevesado y premioso,
aunque noble y bastante elegante. Su novela, con algunos acier-
tos, es obra de aprendiz ; sus versos, algo laboriosos, no pasan
de pinitos poéticos de un erudito ; como crítico en prólogos y
discursos muestra extenso conocimiento de la literatura caste-
llana y de otras extrañas. Pero, en suma, se nota en Cánova:;
que las ocupaciones de la política no le dieron lugar á formarse
como escritor ni á dar los sazonados frutos que eran de espe-
rar de su buen talento y laboriosidad.
José de Castro y Serrano (1828-1896), granadino, mé-
dico, entregado á la literatura, no quiso cargos públicos. Fué
amigo de leer libros ingleses, y de ellos tomó cierto suave hu-
morismo. Su lema, "agradar á los lectores"; y fué, de hecho,
ameno narrador, con no pequeña gracia de observador, inge-
nioso y ocurrente, de menudencias. Redactó La Gacetilla (1856),
El Crítico (1856), El Observador, y colaboró en otros muchos
periódicos, á veces con el seudónimo de Un Cocinero de S. M.
Famosas fueron sus Cartas transcendentales, publicadas en La
América (1862), sobre costumbres sociales, con agudo y chis-
peante ingenio. Con las pocas noticias que le envió un su ami-
go desde Egipto al inaugurarse el canal de Suez, fantaseó La
Novela de Egipto, libro que salió en forma de cartas en La
Época, 1869, como enviadas por anónimo corresponsal, con
tanto ingenio y maña, que pudiera decirse que adivinó lo que
no vio.
38. J. Valera, Ecos Argentinos, 1901, pág. 227: "Su extraordi-
nario valer como fácil, brillante é imperioso orador y sus altas pren-
das de hombre de Estado, han contribuido á eclipsar las otras facul-
tades especulativas que él poseía y hasta han estorbado que las ejer-
cite asiduamente... Añádase á esto que el enconado espíritu de par-
tido y tal vez la envidia de ver á Cánovas en la más elevada posición,
han pervertido el criterio de muchos, juzgando á Cánovas como escri-
tor casi siemipre con severidad extremada y muy á menudo con injus-
lOb PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
ticia patente y absurda. Sin duda que él tenía un defecto, pero este
defecto se ha hecho constar con sobrada acritud y se ha exagerado.
Extraño parece, pero es, sin embargo, muy frecuente en personas
como Cánovas, de tan prodigiosa afluencia y energía de palabra, la
cual brotaba de sus labios semejante á inexhausto venero y á raudal
impetuoso, que parezcan al escribir algo enmarañadas en el estilo.
Pero hay que notar que la tal maraña no suele estar en el que escribe,
sino en el que no sabe leer y, sin embargo, lee... Nacía del sobrado
esmero, de su anhelo de perfección en la forma y de su afán de ser
pulcro y atildado. Si Cánovas no hubiese corregido nunca las pruebas
de imprenta y hubiese confiado esta tarea á cualquier secretario suyo,
su estilo nos parecería á todos mucho más natural y espontáneo. Al
corregir las pruebas no he de negar yo que él le viciaba un poco.
Aun así, la mayor parte de sus obras, y singularmente las políticas,
históricas y filosóficas, se leerán siempre con agrado, hallando en
ellas, quien sea capaz de entenderlas, sutiles y profundos pensamien-
tos y el sello magistral de una inteligencia alta y clarísima y de un
saber nada común, adquirido por el estudio. No he de sostener yo que
fuese Cánovas muy notable poeta; pero él no pretendía serlo tampo-
co... En la conversación familiar, sobre todo entre damas, era Cáno-
vas amenísimo. Sus chistes y sus agudezas picantes regocijaban á
todos, menos al qae sentía la picadura; yo le admiraba más como
conversador que como orador... por brillar en él dos nobilísimas cua-
lidades, una en apariencia un tanto contraria al carácter avasallador
é imperioso que generalmente se le atribuye y otra contraria, en rea-
lidad, á su condición poco sufrida y que prueba la fuerza de voluntad
que tuvo que emplear para vencerse." A. Cánovas: La Campana de
Huesca, nov., 1852, 1886, 1909. Dominación de los españoles en Italia,
i86o. La Libertad en las artes, 1867 (disc. rec. Acad.). Estudios lite-
rarios, dos vols., 1868. Bosquejo histórico de la Casa de Austria,
1869, 1911. Matías de Novoa, 1876. Discursos en las Cortes, 1876.
El Solitario y su tiempo, dos vols., 1883. Probletn-as contemporáneos,
tres vols., 1884-90 (el 4.° sin publicar). Obras poéticas, 1887. Estudios
del reinado de Felipe IV, dos vols., 1888. Discursos en el Círculo de
Madrid, 1888. Estudios de la decadencia de España desde Felipe III
hasta Carlos II, 1910. Apuntes para la historia de Marruecos, 1913.
En la Rev. España: De las ideas políticas de los españoles durante la
Casa de Austria (1868-69, ts. IV-VI). Del principio y fin que tuvo la
primacía de los españoles en Europa (1868, t. I). Roma y España á
principios del s. xvi (1868, t. II). De las negociaciones y tratos de
Paulo IV con los franceses (1868, t. II). De las guerras y paces entre
Felipe II y el Papa (186S, t. íll). Felipe IV y los regicidas ingleses
(1872, t. XXIV). A Inés, poesía (1872, t. XXVII). Los Antiguos y mo-
dernos vascongados (1873, t. XXXIV). Carta-prólogo el libro del señor
Muro ''La Princesa de EboW (1877, t. LV). En Esp. Mod.: Carlos V
y las Cortes de Castilla (1889, En.), La Democracia en Europa y Amé-
S. XIX, 1852. RAFAEL MARÍA LIERN IO9
rica (1890, Feb.-Jun.). Consideraciones hist.-crit. acerca del novísimo
aspecto de la cuestión obrera (1890, Dic. ; 1891, En.). Consúltense: Cá-
novas del C, juicio que mereció á sus contemporáneos españoles y ex-
tranjeros, recopilación hecha por su hermano Emilio, Madrid, 1901 ;
A. de Lara y Pedraja, A. C. del Castillo, Madrid, 1901 ; A. Pons y Um-
bert, C. del C, Madrid, 1901 ; Rev. Arch., 1901 (t, V) ; Juan Pérez de
Guzmán, en Esp. Mod., CCXXVI, págs. 60-92; Lista alfabét. y por
materias de las papeletas que para la redacción de un catálogo se en-
contraron en la biblioteca de..., tres vols., 1903; Juan del Nido, Histo-
ria... de Cánovas, Madrid, 1914.
Clarín, Ensayos y revistas, pág. 830 : "El señor Castro y Serrano
es un elegante de las letras y por eso, á mi entender, aunque no sean
estos los tiempos de mayor esplendor para su fama, lejos de estar an-
ticuado, arrinconado, decadente, como dicen con fruición los jóvenes
impacientes, que, además de fogosos son malas personas; lejos de
estar mandados retirar, como también se dice de modo bárbaro y gro-
sero, alterna sin desdoro con lo más nuevecito." Andr. González
Blanco, Hist. nov., pág. 346: "Castro y Serrano era un escritor sim-
pático, avezado á una medianía ilustre, sin grandes pretensiones.
Tenía únicamente la pretensión de escribir de todo : era una especie
de Larousse diluido en pequeñas dosis... Tenía lo que antes se llamaba
chispa, cultura un poco superficial, pero extensa, y sabía las últimas
cosas de Londres (donde había residido) y de París, Amaba la ameni-
dad sobre todas cosas, como reina del mundo, y terminaba su discurso
de recepción en la Academia Española : "¿ Queréis escribir bien ? Pues-
"sed amenos." Como nunca escribía nada acedo ni shocking, sino que
todo en él era optimista, risueño y galano, era un narrador á proposita
para las damas, muy á tono con La Ilustración Española v Americana
y La Moda Elegante, cuya empresa publicó sus Cuadros contempo-
ráneos." J. Castro y Serrano: Ansian matrimoniales, jug., 1848. Ani-
males célebres de todos los tiempos y de todos los países, Madrid,
1852. España en Londres, 1862. Cartas trascendentales, dos vols., Ma-
drid, 1862, 1865, 1887; Segunda serie, 1865. Los Cuartetos del Con-
servatorio, breves consideraciones sobre la música clásica, 1866. Es-
paña en París, 1867. La Novela de Egipto, 1869 {La Época), 1870.
La Capitana Cook, 1871. Cuadros contemporáneos, 1871. Mesa re-
vuelta, 1872. Los Países Bajos vistos por alto, 1880. Cartas sobre el
comedor y la cocina, dirigidas al Dr. Thebussem, 1888 (2." ed.). His-
torias vulgares, dos vols., 1887, 1891. De la amenidad y galanura en los
escritos (disc. recep. Acad. Esp.), 1889. Dos historias vulgares, 1891.
39. Año 1852. Rafael María Liern y Cerach (1832-
1897), valenciano, por seud. Anialfi, abogado sin ejercicio,
persona fina, espíritu voluble, excelente director, escritor co-
rrecto y autor muy gracioso, llegó á Madrid en 1868, dirigid
lio PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (1850-1869)
«1 Real y volvió á Valencia len 1884. Fué director, además, del
teatro Gayarre, de Barcelona (1891), y vino al Español como
director artístico con la María Guerrero. Dirigió muy bien el
teatro Felipe, en el Prado. Fué revistero taurino y director en
Valencia de El Saltamarií, y escribió en La Mona (Valencia),
redactó la Gaceta y colaboró en La Lidia, La Niñez, La Gran
Vía, Blanco y Negro. Desde los veinte de su edad dio obras al
teatro, correctas, joviales, cultas é ingeniosas. Una coniersa-
ción en diez minutos (1854) fué la primera; se celebraron mu-
cho La Almoneda del diablo (1862), Enmendar la plana á Dios,
El Lucero del alba, La Casa de fieras. Escribió muclias piezas
en valenciano.
Luis Benjamín Cisneros (1837-1904), de Lima, cónsul en
el Havre durante muchos años, poeta épico, sobre todo ro-
mántico, juvenil y bastante clásico y preparnasiano después;
publicó sus primeros ensayos literarios en 1852, y sobresalió
en la lírica y la dramática,
4 0. Refundió Liern La Verdad sospechosa, de Alarcón, y no
gustó (!). En El Liberal (11 Marzo 1894) dijo de sí: "Yo no he es-
crito nada bueno, | pero he escrito mucho, mucho. | Van trescientos
actos, sin ¡ que ni uno solo descuente. | Malos detestablemente, | pero
trescientos al fin... Cursé leyes, necio anduve | no ejerciendo; luego
estuve I empleado en ferrocarriles." Con seudónimo de Amalfi arre-
gló El Barón de la Castaña (1872), Don Pornpeyo en Carnaval (1873),
Las Hijas de Fulano (1874), El Barbero de Rosini (1873), Los Titi-
riteros (1874), etc. R. M. Liern: Una conversación de diez minutos,
1852. La Almoneda del Diablo, com. de magia, 1862. La Paloma azid,
com., 1865. La Espada de Satanás, com. de magia, 1867. Carracuca,
jug., 1875. Una aluntna de Baco, 1875. Azulina, zarz., 1876. La Escala
del crimen, 1877. Artistas para la Habana, jug. (con Aug. E. Madán),
1877. El Destierro del amor, 1878. La Piedra de toque, apropóp., 1885.
A ti suspiramos (con S. Granes), 1889. El Cotillón de Tapioca, 1889.
La Granadina (con A. Madán), 1890. Para dos perdices..., 1891. La
Gata de oro, zarz., 1891. Oro molido, 1895. Y sin contrata, 1895. El
Teatro en el bolsillo, tipos teatrales, 1895. Siemprevivas, artículos y
poesías, Madrid, 1900. Un animal raro. Una coincidencia alfabética.
Un tigre de Bengala. Una casa de fieras. El Laurel de plata. La
Salsa de Aniceta. D. Pornpeyo en carnaval. El Proceso del cancán.
La Casa de fieras.
Ventura García Calderón, La Litcr. peruana, 1914, pág. 61 : "Pre-
decesor inmediato (Cisneros) de Chocano en la épica; romántico ju-
venil en dos novelas, Edgardo y Julia; preparnasiano, como si más
S. XIX, 1852. JOSÉ ANTONIO CALCAÑO III
que en Víctor Hug-o se inspirara en los flamígeros acentos del padre
Dante, L. B. Cisneros escribe en su juventud Aurora Amor y una ad-
mirable Elegía á la muerte de S. M. el rey Alfonso XII. No todo es
excelente en aquel poema incompleto, que la parálisis le impidió con-
cluir; pero los fragmentos que podía balbucear en las treguas del
mal nos indican, como los acentos de la Elegía, al gran poeta que
perdimos." Escenas de la vida de Lima, París, 1861. Egdardo, histo-
ria de un joven de mi generación, Besanzon, 1864, novela bastante
galicana, que él llama romance. Julia, nov. Aurora Amor, poema,
1895. Alfredo el sevillano, drama aplaudido. El Pabellón peruano,
alegoría. Elegía á la muerte de S. M. el rey Alfonso XII, premiada
en la Habana, 1886; Lima, 1905, y que no pudo acabar por haber que-
dado paralítico. En Esp. Mod. : Al terminar el siglo xix y Canto al
siglo XX, poesías (Marzo 1901).
41. Afio 1852. Tristán de Jesús Medina y Sánchez (1833-
1886), de Bayamo (Cuba), por seud. Andrés Mattini, estudió en los
Estados Unidos, Madrid y Alemania; viudo de joven, ordenóse de
presbítero y enseñó en el Seminario de Cuba (1855) ; fué célebre ora-
dor sagrado, y en el Ateneo de Madrid (1863) y en periódicos, llamó
la atención; hízose después metodista (1868), pasó á Alemania y vol-
vió á España. E. J. Varona, Artíc. y disc, pág. 31: "La fantasía y la
verbosidad caracterizan á Medina como escritor y debían distinguirlo
como orador; la movilidad caracteriza su temperamento y explica su
vida... Se casó casi niño, fué sacerdote católico y paró en protestan-
te... Sostuvo con gran brillo en España su renombre de orador y es-
critor. Hasta allí le siguió su ruidosa notoriedad, y de súbito se oscu-
reció, hasta apagarse. ¿Qué deja en pos de sí este hombre extraordi-
nario? Un nombre célebre que pudo haber sido glorioso; algunos ras-
gos de una pluma nerviosa y algunos destellos de una imaginación
ferviente y apasionada."' Publicó Un joven alemán, nov.. Habana,
1852. Misterios de la Habana, Purísima, Habana, 1854. El Doctor In-
fausto, nov., 1854. El Libro de los mártires, cántico, Cuba, 1855. Him-
no al Dios de la armonía, ibid., 1855. Una lágrima y una gota de ro-
cío, nov., 1855. El Duende, periód. dominical, festivo, ameno, satiri-
burlesco, Matanzas, 1856. María Esperanza, serm., Madrid, 1861. Orcí-
■ción fúnebre de Cervantes, ibid., 1861. Erupción del Vesubio, 1873.
Mosart ensayando sti Réquiem, cuento fant., 1881. Dejó obras inéd.
que pueden verse en Trelles, t. VI, pág. 163.
José Antonio Calcaño (i 827- i 897), de Cartagena de Indias, edu-
cado en Caracas, hermano del orador Eduardo y del crítico y novelista
Julio, fué poeta clásico de forma y esmerado, aunque á veces román-
tico por la amargura y dolor del fondo. Apropióse varios tonos imi-
tando á Leopardi, Lamartine, Hugo, Byron, Zorrilla, y aun Los dos
leños y El Loco de la montaña tienen de la leyenda y de la dolora,
recordando, así como en otras, á Espronceda y Bécquer, Hizo exce-
JI2 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
lentes romances. Clásica es la Silva á la Academia Española; descrip-
ciones de su tierra se hallan en La Maga y el genio de las schas, La
Flor del tabaco, La Hoja. Obras poéticas, París, 1895. Canto triunfal
á Zorrilla, Caracas, 1893.
José M/ Villafañe (1830-1915), cubano, fallecido en Valencia,
siendo catedrático de su Universidad, publicó de 1853 ^ 1871, en Santia-
go de Cuba, artículos y ensayos literarios. Catalina, nov., Cuba, 1852. La
Mujer, ibid., 1853. Influjo del orador en la moralidad y civilización
de los pueblos, ibid., 1853; Huesca, 1879. Obras literarias, Cuba,
1858. Dos juguetes literarios, Cuenca, 1879. Colección de memorias,
discursos y diversas composiciones, dos vols. Las cuatro edades de la
vida, poema. Miscelánea, artíc. y nov., 1916. Rafael AI." de Labra,
Pról. a Miscelánea, Madrid, 1916: "Modesto, á pesar de su alta re-
presentación científica y de sus éxitos como patriota, publicista y
maestro...; nació en Cuba, allí se educó, allí publicó sus primeros tra-
bajos literarios y científicos, allí entró en el terreno de la política,
allí fué maestro y profesor de Ciencias y de allí vino á la Península
española para ser catedrático de Instituto y de Universidad, hasta
que murió desempeñando este último cargo en Valencia, á fines de
1915, á los ochenta y cuatro de edad... A los veintiuno comenzó á es-
cribir para el público en el periódico El Orden, de Santiago de Cuba;
á los veintidós dirigió la Revista Cubana...; en 1858 entró en el pro-
fesorado...; tuvo que salir de Cuba hacia 1871, y al siguiente... pudo
ser nombrado catedrático de Matemáticas del Instituto de Huesca;
luego, en 1881, en los Institutos de Ciudad Real y Toledo. El año
1875 fué nombrado en Comisión por el Gobierno español y fué con
otros profesores ilustres á la América Central para hacer estudios
científicos, y desde el año 1879 al 1906 se dedicó en la Península á
escribir y publicar numerosos libros de educación popular y de Mate-
máticas y á desempeñar cátedras de estudios superiores en varias
Universidades peninsulares: Valencia, Barcelona y Madrid."
42. Año 1852. Ignacio Alborna estrenó Apuros de un gastróno-
mo, saín.. Matanzas, 1852. — Álbum de señoritas, periód. de líter., etc.,
Madrid, 1852-66. — Antonio Miguel Alcover y Jauma, de Palma de
Mallorca, estrenó La Emulación y el ejemplo, jug., Sagua, i852.-r-RA-
MÓN Aldana (1832- 1882), poeta lírico nacido en Mérida de Yucatán,
cultivó el soneto, la oda y el romance, y escribió las piezas dramáticas
Honor y felicidad, Nobleza de corazón. Una prenda de venganza, La
Cabeza y el corazón. — José M.' Amado Salazar publicó Historia
crítica del reinado de D. Pedro de Castilla, 1852. La Familia errante,
nov., 1853-55, tres vols. El Honor castellano, nov. hist., 1855. Historia
del influjo que ha tenido el descubrimiento del Nuevo Mundo en la
civilización de España. — José María Arnau y Pascual, autor dramá-
tico nacido el 1832 en Arenys de Mar, comenzó escribiendo en caste-
llano, luego fué de los primeros en el renacimiento catalán. Casarse
S. XIX, 1852. PASCUAL FERNÁNDEZ BAEZA Il3
por carambola, Fruta del siglo, Vario, nubes y viento, El Castillo de
los encantos, Nueva táctica, 1869. — Joaquín Asensio Alcántara
(1832-1877), barcelonés, primero apuntador, después autor dramático
y al fin secretario de gobierno, fué redactor de La Correspondencia
Ilustrada, La Idea y La Nación; escribió dramas y comedias : Amo-
res perdidos (1859), Una página triste, Dolores, Heridas de amor,
Los Bandidos de levita, Los Soldados de la industria. Cuarto men-
guante (1860), etc. De rejas adentro, cantares. Romances de ciego,
Ídem, 1865. Calabazas y cabezas, retratos al pastel, Barcelona, 1865.
— Narciso Bassols, catalán, publicó Los Héroes de mojiganga ó los
ex-libertadores de Cuba, poemu atroz y disparatado, si los hay, yan-
kee-bufo, tragi-cómico é hist., México, 1852. — Manuel Bilbao, chi-
leno, hermano del agitador Francisco, publicó la novela El Inquisidor
Mayor ó Historia de unos amores, Lima, 1852, obra que fué muy leí-
da y logró varias ediciones. No menos aplaudidas fueron las demás :
Los dos hermanos, nov., y El Pirata del Guayas, nov. Historia de
Salaverry, B. Aires, 1867. Historia de Rosas (1810-1832), Buenos
Aires, 1868. — Pedro Carreño estrenó La Restauración, dr. his., Ma-
tanzas, 1852. Más quiero que sierren tablas, com. (1852). El Indus-
trial de nuevo cuño, zarz.. Habana, 1854. Percances de la avari-
cia (1855). Pedro Crespo, dr. (1856). — Antonio M." de Cisneros
Y Lanüza publicó Vida é historia de S. Fernando, Sevilla, 1852. — Co-
lección de Fueros y Cartas pueblas, por la Acad. Hist., Catálogo, Ma-
drid, 1852. — León Francisco de la Concha publicó La Flor de la
vida, nov., Madrid, 1852. — Los Cubanos pintados por sí mismos.
Habana, 1852 (sólo el t. I). — El Diario Español, Madrid, 1852-70, po-
lítico de la unión liberal. — José Díaz Valderrama publicó La Huér-
fana del Manzanares, 4." ed., Madrid, 1852. — Arcesio Escobar (1832-
1867), poeta de Medellín (Colombia), por seud. Ornar, publicó la le-
yenda en verso Gabriela. Carta literaria á Enrique del Solar (1861).
Los cuadros de costumbres limeñas Antioquia, El Carnaval, Chorri-
llos, La Tapada. Discurso sobre la Poesía y la Historia en la Aménca
latina (1861). Simón Bolívar (1859). Y versos que se hallan en el Par-
naso Colombiano de D. Julio Añez, i2>'jy, t. IL — Juan P. de Espinosa
Y CuTiLLAS publicó Fe, esperanza y caridad, tres romances. Habana,
1852. — .Francisco Esteban de Ingunza y Basualdo, peruano, publicó
Viajes por el oriente, París, 1852 (un solo tomo). — Federico Fernán-
dez San Roblan (1823-1S74), coronel de Estado Mayor, director de
La Asamblea del Ejercito (1856-59), estrenó Aragón y Castilla, dr.
(1852). Publicó Batalla de San Quintín, Madrid, 1863. — Isidoro Fer-
nández Monje, por seud. El Diablillo Familiar, en La Revista (Pon-
tevedra, 1849), publicó Marta, episodio hist. contempor., Madrid,
1852. — Pascual Fernández Baeza (n. 1798), de Ponf errada, magis-
trado y senador, director del Boletín de Jurisprudencia, con Pacheco
y Hernández de la Rúa (1844), colaborador de El Laberinto (1844),
La Ilustración (1848), El Faro de la Niñez (1850), Los Niños (1870...),
TOMO VIH. — 8
114 PRIMER PERÍODO DE L.\ ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
publicó una Elegía á la muerte de su esposa doña Carmen de Riego,
hermana del general Riego. Fábulas poJiticas y morales, Madrid,
1852; ó Colección de fábulas morales, Madrid, 1853; aumentada, 1876.
Nueva colección de fábulas morales, dos vols., 1858, aumentada. Can-
to á la tom-a de Tctuán, 1860. — Juan García Carr.\sco, presbítero, es-
cribió Isabel II, drama (1852). — Manuel García de Aguilar publicó
Ecos del alma, poesías, Habana, 1852. — Las Glorias nacionales, gran-
de ¡list. univ. de todos los reinos... de la monarquía española, Barce-
lona, 1852-54, seis vols. — Francisco Gonz.áíez Campo (n. 1832), de
Guatemala, compuso el himno nacional A Centro-América, la elegía
A la memoria de Manuel Dicgucz, A la exhumación de los restos mor-
tales de Flórez y otras poesías que andan desperdigadas. Con Rafael
Goyena Peralta y con Ramón Uriarte formó la Galería poética centro-
americana: colección de poesías de los mejores poetas de la América
del Centro, Guatemala, 1888. — Francisco González Ruz (t 1895), de San
Juan (Cuba), publicó Los Celos, nov.. Habana, 1852. Poesías, ibid., 1859.
— José Hernández del Mas, por seud. Renato de Castel-León, escri-
bió en La Esperanza, publicó Los Secretos del protestantismo, novela
religiosa, Barcelona, 1852, dos vols., 1858. Felipe V. El líliimo suplicio
de las libertades catalanas, nov., 1858. Guillermo Tell, nov. hist., 1857.
Los Amantes de Teruel, nov., 1861. — Crispín Jiménez de Sandoval,
teniente general, publicó Memorias sobre la Argelia (con Ant. Madera
y Vivero), Madrid, 1853. Las Inscripciones de Oran y Masalquivir,
1867. Batalla de Aljubarrota, 1872. Las Guerras de África en la anti-
güedad, 1881. — VÍCTOR Patricio Landaluce (t 1889), bilbaíno, en
Cuba desde 1850, buen caricaturista, estrenó Doña Toribia, zarz., Ha-
bana, 1852. — Manuel Larios (1824-^1895), de Panamá, empleado de
Hacienda, publicó María, nov.. Habana, 1852. — José Socorro de León
(1831-1869), habanero, por seud. Gil Bla^, poeta jocoso, publicó Ensa-
yos poéticos, Habana, 1852. Flores silvestres, poesías, ibid., 1853. No
más cuartos de alquiler, zarz. (1853). Cuba poética, 1858. Garrotazo y
tente tieso., com. 1863. Un bautizo en Jesús María. Los Camafeos. —
Diego Luque de Beas (n. 1828), de Jerez de la Frontera^ escenógrafo
y después director de teatros, amigo de Eguilaz, refundió de Calde-
rón Mejor está que estaba (1852), publicó la novela La Dama del
Conde-Duque (1852) y artículos en El Imparcial con seudónimo de
El Cura de Argamasilla. Escribió mucho en colaboración, y Misterios
del bastidor, memorias recónditas del teatro y sus gentes del siglo xix.
— Rafael Máiquez estrenó Mateo y Matea, zarz., 1852. Tenta-
ciones, zarz., 1854. Lino y lana, zarz., 1855. Chista !, chist!!!,
jug., 1858. Confidencias, id., 1861. ¿Quién era la que cantaba?, id.,
1861. Por un ojo de la cara, com., 1863. — Tomás Martín Feuillet
(1832- 1 862), de Panamá, escribió poesías como Fe, esperanza y cari-
dad, Quédate asi, La Flor del Espíritu Santo, ¿Cuánto tiene? — Brau-
lio Morgáez publicó Diálogos entre el presbítero D. Tirso Investiga-
dor y el doctor en Teología Fr. Alonso Constante, Madrid, 1852. — Ra-
S. XIX, 1852. LUIS ZALLES Il5
MÓN Muñoz Andrade, párroco, publicó El PiUpito católico, historia
de la elocuencia sagrada, eco de la predicación contemporánea, Ma-
drid, 1852. — Museo ilustrado, literatura, ciencias..., París, 1852. — 'Eus-
taquio María de Nanclares publicó El Favor de un Rey, novela,
Madrid, 1852. Santoral español, Madrid, 1864, dos vols. — Juan José
Nieva estrenó Amor y amistad, com. (1852). Claveyina la gitana, zarz.
(1852). La Escuela de los amigos, com. (1855) La Escuela de los per-
didos, com. (con Suricalday, 1855). El Corazón de un soldado, com
(1855). Pepiya l-a aguardentera, jug. (1856). — ^Joaquín Pardo de la
Casta (t 1895), senador, redactor de El Fénix, de Valencia, publico
Las Galas del Turia, leyendas, Madrid, 1852. Raquel, nov., 1852. Ze-
lim-Almanzor ó los moriscos valencianos, nov., ibid., 1853. — Fernando
Pie y Faura (1831-1868), habanero, publicó Flores del Yumuri, prosa
y verso, 1852. Sensitivas, poesías, 1854. Adelfas, 1867. — Carlos de
Pravia publicó Engaños y desengaños, nov., Madrid, 1852. — Resumen
histórico del antiguo santuario de N. S.^ de Regla, Cádiz, 1852. — ^An-
tonio Robles estrenó Salir á tiempo de pobre, ensayo cómico, Manila,
1852. — 'Casimiro Rufino Ruiz publicó Historia mercantil universal.
Madrid, 1852. — Leandro Saralegui y Medina (1839-1910), de Ponte-
vedra, publicó Galicia y sus poetas, Ferrol, 1852, 1886. Estudios sobre
la época céltica en Galicia, ibid., 1867; Madrid, 1871 ; Ferrol, 1894.
Estudios sobre Galicia, Coruña, 1888. Efemérides ferrolanas, Madrid,
1904. Del estado de las personas durante la Edad Media en Ferrol. —
"Bonifacio Sotos Ochando publicó, con el anagrama de Antonio Ocho-
das Bisocof, Proyecto y ensayo de una lengua universal y filosófica,
1852, 1862; en franc, París, 1855. El Incrédulo conducido á la fe por
la razón, 1853. Diccionario de lengua universal, 1862. — Gramática de
la lengua universal, 1863. Cartilla de la 1. univ., 1863. — Antonio Val-
demoros y Ricacho (t 1856), comandante de Infantería, uno de los
fundadores de El Henares (1846), publicó Poesías, Guadalajara, 1852.
— ^Fernando de la Vera é Isja Fernández (t 1891), poeta primero
romántico, luego sincero neoclásico, publicó Ensayos poéticos, París,
1852. Versos, Madrid, 1852, 1879, 1883. Traducción en verso del Sal-
mo L... y noticia de versiones que de dicho salmo se han hecho en
lengua castellana, 1879. — Manuel Villar y Macías, cronista de Sa-
lamanca, poeta lírico y narrativo, se suicidó (1891) arrojándose al
Tormes. Publicó Ecos del arpa, poesías y leyendas, Madrid, 1852. Poe-
sías y leyendas. Salamanca, 1859. Historia de los bandos de Salaman-
ca, ibid., 1883. Historia de Salamanca, tres vols., ibid., 1887. — José
María de Vivancos estrenó Ceder amor y fortuna, dr.. Granada, 1852.
Funesta casualidad (1855). Glorias m-undanas, dr. (1858). La Educa-
ción y el instinto, com. (1858). La Flor del Gólgota, poema á Jesús,
Madrid, 1858. Luchar entre amor y honor, dr. (1858). Por la marina
española^ melodr. (1858). También la nieve se quema, com. (1858). El
Artista vale más, dr. (1859). — Luis Zalles (1832-1896), poeta festivo
y popular boliviano, publicó Poesías.
Il6 PRIMKR PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
43. "Año 1853. Manuel Tamayo y Baus (i 829- i 898), por
seud. Joaquín M. Estcvancz, Fulano de Tal, José García, hijo
de celebrados actores, mayormente su madre, Joaquina Baus,
señora tan distinguida por su talento como por su virtud, na-
ció en Madrid, el 15 de Setiembre de 1829. Su vida fué extra-
ordinariamente representativa de lo que alcanza un feliz inge-
nio criado en tiempos bien acomodados para que pueda des-
envolverse. Pasó la niñez entre bastidores, en una de las épocas
más brillantes para el teatro que ha tenido España, en todo el
hervor del romanticismo y de sus triunfos teatrales. ]\Iuchacho
de once años, tradujo y refundió el drama Genoveva de Bra-
bante (1841), que representaron sus padres en Granada, ani-
mándose á traducir libremente ó. mejor, á imitar poco después
La Doncella de Orleáns, de Schiller, con el título de Juana de
Arco (1847), también por sus padres representada en Madrid,
y á componer su primera obra original, lúgubre y romántica,
cual podía esperarse de la moda, altisonante y campanuda, El
5 de Agosto (1848), que se imprimió en 1849. Compuso des-
pués ó arregló otras obras, á veoes en colaboración con Cañete,
los Fernández Guerra y G\ros; obras de transición con las
cuales se fué formando, hasta que, acomodando el drama á la
manera realista, sincera y moralizadora más ó menos del gust:>
de la época, fué el primero que sacó del romanticismo los nue-
vos y exquisitos frutos del verdadero drama moderno. Pero
antes se ensayó en la tragedia clásica, componiendo Vircjínia
(7 Dic. 1853), la mejor, sin duda, que en castellano se ha es-
crito, merced á lo romántico de los sentimientos y á lo realista
de las situaciones que el autor mezcló con la objetiva serenidad
del clasicismo, haciendo obra más humana y española que el
Edipo, de Martínez de la Rosa, y que La Muerte de César, de
Ventura de la Vega. Obra híbrida, á pesar de todo, porque,
contra lo que entonces creyó Tamayo, no pueden fundirse cr*
uno la tragedia griega y el drama moderno. El propio hubo de
reconocerlo, ya que, menospreciando los grandes aplausos
que ella le conquistó, dio vuelta al derrotero antes empren-
dido del drama nacional, hasta (|ue logró incontrastable triun-
fo con La Locura de amor (1855), por el hábil manejo de
los recursos dramáticos, la viva pintura de caracteres y, sobre
{Autores dramáticos contemporáneos, 1881. >
S. Xrx, 1853. iMANUEL TAMAYO Y BAUS I 17
todo, por el desmenuzamiento de los afectos y la verdad hu-
mana que encierran. El drama realista sacaba aquí del roman-
ticismo todo el sano jugo que encerraba, dejando lo leñoso y
muerto, que había vivido por la moda do unos años. Hasta lo
escribió en prosa, así como los más de los dramas posteriores,
sin duda llevado del empeño de ser verdadero y de matar todo
artificio teatral. El alma ardientemente enamorada hasta la lo-
cura de la reina doña Juana es la pura realidad alumbrada
hasta en sus más delicados matices y claroscuros. Corrió el
drama por toda Europa. Decayó algo en Hija y madre y A es-
cape (1855); pero llevó adelante la misma pesquisa de afectos y
desentrañó todavía más los misterios del amor en La Bola de
nieve (1856), De la verdad como fuente de belleza en la litera-
tura dramática fué el magnífico discurso que pronunció al en-
trar en la Academia Española (1858) y que cifra el criterio
dramático, que, después de tan varios tanteos romántico-clá-
sicos, habíase asentado ya en el autor, produciendo los dramas
realistas y psicológicos. De 1858 á 1860 parece hizo bastantes
arreglos del francés, que publicó y estrenó á nombre de D. José
María García; con el seudónimo de D. Joaquín Estébanes
estrenó Lo Positivo (1862), tomado el asunto de Le duc Job;
de menor aparato, pero de más hondura psicológica que El
Tanto por ciento, estrenado un año antes sobre el mismo asun-
to por Ayala. Tamayo era ya personaje de cuenta y Secretario
perpetuo de la Academia. Fué, además, jefe de la Biblioteca
de San Isidro y Director de la Nacional. Alejado de la política
hasta la Revolución de Setiembre, perteneció después al partido
tradicionalista y fué profundamente religioso. La bondad y
virtudes de su corazón muéstranse claramente en el más va-
liente de sus dramas, piedra de escándalo para los del bando
opuesto, que le achacaron el hacer de propagandista apostólico,
los mismos que después han ensalzado la propaganda de otras
doctrinas sociales, harto contrarias, en los grandes dramáticos
de nuestros días de fuera y de dentro de España. Cuando Fe-
rrari pasaba en Italia, llevado de la odiosa necesidad impuesta
por las cacareadas persecuciones sociales, transigiendo con la
brutal é infame cobardía que se llama el duelo, costumbre sal-
vaje germánico-caballeresca, baldón de las naciones cristianas
Il8 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
y civilizadas, consagración supersticiosa de la fuerza contra
la inocencia, Tamayo presentó en las tablas el virtuoso, cris-
tiano y valiente tipo de don Fabián en Lances de honor (1863),,
venciendo tan gallardamente el qué dirán del mundo rutinario
como la dificultad casi insuperable de representar directamente
al varón virtuoso. El drama entero (fuera de una menudencia
poco verisímil) es la verdad de la vida, tal cual la vemos á
cada paso, creciendo el interés por momentos, coronándose de
gloria el hombre honrado y cubriéndose de ignominia los no-
tables del mundo. Tomado del francés arregló Del dicho al he-
cho (1863); escribió luego Más vale maña que fiierza (1866) y
llegó á la cima del arte dramático con Un drama nnez'o (1867),
obra shakespeariana en todo y uno de esos destellos de inspi-
ración poética que sólo han logrado la dicha de tener una vez
en su vida los más elevados ingenios : Cervantes, al hallar el
contraste entre lo ideal de don Quijote y lo material de San-
cho; Calderón, al dar con el pensamiento de La Vida es sueño.
Yorik, que hace de Conde; su esposa Alicia, que hace de Bea-
triz, y Edmundo, protegido y amigo de Yorik y de Alicia ena-
morado, que hace de Man f redo, conviértense en el teatro, de
actores de un drama imaginario en autores de un drama real.
Yorik va descubriendo su desdicha poco á poco, al modo de
Edipo, hasta que penetrando la realidad en su llagado pecho,
revienta en los apostrofes dramáticos al infiel amigo, á la es-
posa infiel, convertidos en apostrofes verdaderos. El especta-
dor, dudando por un momento si la ficción es verdad, si la ver-
dad es ficción, se siente arrebatado en alas de la fuerza trágica
_Jx_\o más subido del espasmo estético. El público llegó hasta
delirar y la crítica hasta pasarse de hiperbólica; pero todo se lu
merecía la alteza de la obra. En 1868 compuso No hay nml que
por bien no venga, y en 1870, Los Hombres de bien. Son en-
trambos dramas ^^erdaderas sátiras de miserias sociales, mira-
das con lentes cristianas, como Lances de honor. En todos ellos
se retrata el cristiano corazón de Tamayo, y todos ellos disgus-
taron á los que no quieren se predique en el teatro, aun<}ue sea
con obras de puro arte, aplaudiendo, con todo, á rabiar dramas
modernos con los cuales se predican otras doctrinas sociales har-
to poco cristianas. Pero esto viene de Europa y lo otro venía de
S. XIX, 1853. MANUEL TAMAYO Y BAUS I I9
España, y sabido es que de España no puede venir nada bueno
ni nada malo venir de Europa. Ello es que, sin ser dramas de
pura tesis, sino de arte que llevan doctrina en el fondo, unos y
otros dramas, los buenos que hoy se hacen y los que Tamayo
hizo, son obras teatrales, pues lo ordinario es que en el fondo
de toda obra de arte haya alguna doctrina, si no es obra artís-
tica de pura ornamentación, para solaz de ojos y oídos, y que
de entre los dramas de este jaez moderaos los hav hermosos;
pero los de Tamayo son mejores. Tamayo introdujo -en Espa-
ña este género antes de que brillara tanto en Europa poco des-
pués, y no ha habido todavía aquí,cmien le haya arrebatado la
palma. No hay mal que por bienJí^rnga es refundición de Le
feíi aii coiivent, y fué muy aplaudido, con haberse representado
en año tan borrascoso como el de 1868. Los Hombres de bien,
por valer muchísimo más, por poner al vivo la hipocresía de la
sociedad, disgustó en 1870 á los mismos espectadores que acu-
dían á los bufos cayéndoseles la baba y no de arrobados cier-
tamente por la fuerza del arte. Los tipos estaban tallados, cier-
to, con demasiada dureza, eran extremados; pero más extre-
mados son los que hoy corren por novelas y dramas con aplau-
so de los críticos. La crítica se salió de las lindes del arte ; fué
más bien eco de la política y del libertinaje moral que tiraba
coces contra el aguijón. Los tiempos eran otros : los pasados
habían facilitado la evolución del dramaturgo, bueno y since-
ro; los presentes pedían otro pasto que el dramaturgo sincero
y bueno no podía dar á un público de gusto estragado. Enmu-
deció, pues, desde entoces Tamayo, muerto como artista á los
cuarenta y uno de su edad por los nuevos tiempos, como por
los tiempos viejos había medrado y subido. En veintiocho años
que todavía vivió hubiera hecho maravillas ; ni él ni otro las
hizo mientras duró la racha revolucionaria. En 1874 fué ele-
gido Secretario perpetuo de la Academia Española, y en 1884,
Director de la Biblioteca Nacional. Tamayo, nobilísimo cora-
zón, cabeza despejada, hijo de actores, criado en las tablas, vi-
viendo en una época en que señoreaban las ideas políticas más
cuerdas entre otras dos turbulentas y en que la moral y la re-
ligión tenían un momento de respiro, supo juntar la moral y el
arte dramático como Alarcón, ganándole en la profundidad
120 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
psicológica, en los personajes y en todo. Con Locura de amor y
Un drama nuevo se puso á par de Shakespeare. En vez de
perder, cada dia crecía su fama, y es, hasta hoy, el más grande
de los drajmáticos españoles de la literatura moderna.
•44. "Cuando se abusó en el teatro, dice J. Nombela, de las ama-
ñadas ovaciones, de las innumerables llamadas al escenario de auto-
res de obras muy medianas y algunas muy ineptas, se negó á aceptar
aquellos agasajos, aunque para él se considerasen merecidos y hasta
ocultó su nombre ilustre con el vulgar seudónimo de don Joaquín Es-
tébanez." En Espyaña andan tan divididos los dos campos político-
ético-religiosos, que se ciegan fácilmente los del uno al tratar de per-
sonas de los del otro. Si Tamayo hubiera tenido el criterio determi-
nista, panteísta ó ateo de otros escritores europeos, los críticos
españoles que alaban toda osadía ético-filosófica, tan sólo por serlo,
sin atender al arte, y menosprecian lo hecho conforme á la ética tra-
dicional y á la filosofía cristiana, no hay duda que hubieran empinado
á Tamayo tanto como le han abatido por sus creencias y cristiana filo-
sofía. Tamaño criterio no debe prevalecer ó el arte no es más que un
triste fámulo de las ideas filosófico-religiosas, como de hecho lo es para
tales críticos. Quiéranlo filosóficamente ó no, Tamayo es nuestro me-
jor dramático de la época moderna, después del siglo xvii, y en muchas
cosas sobrepuja á nuestros clásicos. Y á aquellos críticos cábeles la
triste culpa de que Tamayo no haya escrito otras obras que podían
esperarse de la madurez de su edad. Fernán Flórez, Tamayo (sobre el
DrOftia nuevo) : "Todas las opinior*es, rivalidades y antipatías saluda-
ron al drama con una ovación unánime. Es un drama de caracteres y
pasiones fundamentales, humanísimas, cuya vigorosa contextura se
realza con una prosa limpia, sintética y castiza. La fatalidad arrastra
fieramente á los personajes, sin que el autor trate ni un momento de
arrancarle sus víctimas; pero inunda la escena de no sé qué perfume
de ternura y piedad, que parece condensarse al fin y caer como rocío
de lágrimas sobre los muertos y los matadores. El desarrollo de la
acción, la progresión de los afectos, la emoción del espectador, jamás
se ordenó tan artísticamente... Jamás los personajes de una idealidad
se entraron más en lo hondo del corazón para enternecerle ó desga-
rrarle... Jamás los afectos propios de diversas edades, de temperamen-
tos diferentes, de los varios estados del ánimo, se definieron con tanto
interés, energía y colorido. Todos, en este drama, se hacen amar: Ali-
cia y Edmundo, aunque adúlteros é ingratos ; Yórik, en sus celos,
sus lágrimas y sus furores ; Shakespeare, por ser digna silueta de
aquel gran genio... Sólo es aborrecible Walton, aborrecible como la
envidia. El final del primer acto es uno de los artificios más sorpren-
dentes del mecánico sin rival de los finales; el final de la obra produce
en el ánimo la confusión indescifrable de lo verdadero y de lo imagi-
S. XIX, 1853. MANUEL TAMA YO Y BAUS 121
nado... Pero aún es de más subido valor estético, aún más original, la
creación de Yórik. ¡ Pobre cómico ! Su buen corazón es causa de todas
sus desdichas... Alicia, su esposa, fué salvada por él de la miseria;
Edmundo era huérfano, y le recogió... Cree tener en Alicia una es-
posa angelical; en Edmundo, un hijo. "Bendito Dios — dice conversando
"con Shakespeare — , que me ha concedido la ventura de ver recom-
"pensadas en mi vida mis buenas acciones. Porque fui generoso y a^% O C'
"caritativo, logré en Alicia una esposa angelical y en Edmundo un
"amigo... ¿Qué amigo? Un hijo lleno de nobles cualidades. ¡Y qué
"talento el de uno y otra ! ¡ Cómo representan los dos el Romeo y Ju-
"lieta! Divinos son estos dos héroes á que dio ser tu fantasía; más
"divino aún cuando Alicia y Edmundo les prestan humana forma y
"alma verdadera... ¡Qué ademanes, qué miradas, qué modo de ex-
"presar el amor! ¡Vamos, aquello es la misma verdad!" "¡Pobre
"Yórik!" — murmura Shakespeare al oír estas palabras. "¡Pobre Yó-
"rik!" — murmura también el público, que encuentra en estas breves
frases de esta primera escena la revelación del drama. Y, en efec-
to, ante confianza y sencillez tan sublime, ¿qué se le puede decir, sino
"¡Pobre Yórik!" Y ellos, en verdad, son buenos y le quieren; pero
se vieron y se amaron ; no le respetan por sus canas, sino por su bon-
dad y porqus le deben gratitud; darían la vida por él, pero... se aman.
Cuando Yórik logra en cierto drama un codiciado papel de esposo
vendido, no se da cuenta de cómo podrán fingirse los celos ; él no los
ha sentido... Poco á poco, la sospecha entra en su corazón, va cre-
ciendo, creciendo; turba su dicha, le anega en lágrimas, le pide san-
gre y le sumerge en ella. Pero siempre es bueno, y mejor cuanto más
desgraciado. En sus primeras dudas quiere que su misma esposa las
desvanezca; quizá sea tiempo de salvarla; para salvarla, él acentuará
su cariño y sus caricias. Bien mirado, él obró con irreflexivo arrebato
al casarse con ella. ¿Cómo habían de hacer buen matrimonio la juven-
tud y la hermosura con la vejez y la fealdad? Dispuesto se encuentra
él á guiarla hacia el bien, como esposo y como padre. El llanto de
Alicia le revela su delito; pero él sospecha de todos y no sospecha de
Edmundo. Su bondad incomparable, su ternura por Edmundo y Alicia,
el sentimiento de horror que le inspira la ingratitud, los recelos de su
honor ultrajado y de su vejez infamada luchan dentro de su corazón
tan dolorosamente, que sus gemidos dan piedad y espanto. Ni cuando
ya no le es posible dudar, cuando ya sabe que Edmundo es el infame
autor de su desdicha, se arrepiente de su hidalga confianza... Prefiere
ser engañado á ser injusto. ¡ Pobre Yórik ! La impensada revelación
del nombre nunca imaginado del culpable ahogó tu corazón en súbito
golpe de sangre, armó tu diestra, guió tu espada al corazón del que
amabas como á hijo! ¡Cuánto habrás llorado después del terrible
acierto de tu mano ! Un drama nuevo nunca pasará." Yxart, El Arte
escénico, I, pág. 46 : "Tamayo, en esta parte, es más revolucionario,
más ampliamente humano; va más allá y más pronto. Su programa se
122 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
halla en su discurso de recepción sobre la verdad dramática (1859).
Con no ser nuevo, cuanto dice arguye el cambio que se ha verificado;
está expuesto de un modo categórico, sin distinciones : "La gran poé-
"tica es la del corazón; las criaturas facticias han de ser formadas á
"semejanza de las vivientes." "Vale más la naturaleza que las figuras
"que aspiran á ser puro espíritu, puro heroísmo, pura bondad; estas
"no son ni espirituales, ni heroicas, ni buenas; sorprenden acaso; no
"convencen nunca." Tamayo siente un momento la fascinación de la
antigua tragedia, pura, armoniosa: ¿por qué no? Ha sido una de tan-
tas formas de esa verdad psicológica que anhela. Pero el drama mo-
derno le parece más profundo. Y para él, acepta, por fin, sin vaciliar,
la prosa, hoy su forma más propia, por holgada, por más rápida, por
adecuada á situaciones, actos y medios, que no llevan ni al personaje
ni al espectador á una intensidad de emoción que haga brotar ese
semicanto de la poesía, esa expresión intermedia entre la música y el
lenguaje no medido. Es verdad que la prosa de Tamayo tiene tam-
bién algo de componenda y transición á veces, por redicha, por sus
giros clásicos, porque sale alguna vez de la boca del personaje como
si éste la leyera; pero escrita en ella están conmovedoras escenas de
La Locura de amor, fragmentos de realidad viva superiores en Lan-
ces de honor y el Drama nuevo, cifra y compendio de todo aquel rea-
lismo ideal, con toda su grandeza trágica y todo el vigor posible en
caracteres, en el plan, en los sentimientos, en todo."
Tamayo: Genoveva de Brabante (trad. y ref.), 1841. Juana de Arco
(traduc. libre ó imitación de La Doncella de Orleáns, de Schiller),
1847. El 5 de Agosto, 1848 (impr. 1849). El Juramento (con Luis
Fernández Guerra y M. Cañete), 1848. Un marido duplicado (con Mi-
guel Ruiz y Torrent), 1849. Fernando el pescador ó Málaga y los
franceses (disparatado melodrama), 1849. Tran-tran (arreglo del fran-
cés, con su hermano Victorino), 1850. Centellas y Moneada (con Be-
nito de Lianza y Esquivel, duque de Solferino), 1850. Una apuesta,
185 1. Una aventura de Richelieu (dr. calcado sobre otro de Al. Du-
mas), 1851. La Esperanza de la patria (loa, con Cañete), 1852,
El Don del cielo (id. id.), 1852. Angela (con Cañete y Fernández
Guerra, arreglo de Luisa Müller, de Schiller), 1852. El Peluquero de
Su Alteza, 1853. Don Simplicio Bohadilla, 1853. Huyendo del peregil,
1853. Virginia (trag. clás.), 1853. La Rica hembra (con A. Fernández
Guerra), 1854. El Castillo de Balsain (con L. Fernández Guerra),
1854. La Locura de amor, 1855. Hija y madre. A escape, 1855. La
Bola de nieve, 1856. De la verdad como fuente de belleza en la lite-
ratura dramática (di se. recepc. Acad. Esp.). 1858. Lo Positivo (asunto
de Le duc Job), 1862. Lances de honor, 1863. Del dicho al hecho (del
francés), 1863. Más vale maña que fuerza, 1866. Un drama nuevo,
1867. No hay mal que por bien no venga (refnnd. de Le fcu au cou-
vent), 1869. Los Hombres de bien, 1870. España sin honra, canto
épico á la Revolución de Setiembre, por J. M. Estévanez, Madrid,
S. XIX, 1853. LUIS M. DE EGUILAZ 123
1869. Obras, cuatro vols., Madrid, 1898-1900. Consúltense: Narciso
Sicars y Salvado, D. Man. Tarnayo y Baus, estudio crítico-biográfico ,
Barcelona, 190Ó; Rev. Archiv., 1878 (Dic), 1898 (Junio); E. Cotarelo
y Mori, Estudios de hist. liter. de España, Madrid, 1901, plgs. 363-
403; A. Fernández Guerra, Discursos de la Academia (1847), t- I^.
Madrid, 1867; M. de la Revilla, Manuel Tamayo y Baus, articulo en
Bocetos literarios; L. Augusto de Cueto, La Leyenda romana de Vir-
ginia en la literatura dramática, '^Virginia"... por D. M. T. y B., en
Rev. Española de Ambos Mundos, t. I, págs. 365..., reproducido en
Estudios de Hist. y Crítica literaria, t. CXVI de la Colección de Es-
critores Castellanos; D. Ramón Nocedal, Un análisis minucioso y apo-
logético de "Los Hombres de bien", en el t. V de La Ciudad de Dios:
P. Blanco, La Liter. españ. en el s. xix, i. II, págs. 155-174; A New
Drama, trad. inglesa de J. D. Fitz-Gerald y T. H. Guild, N. York,
1915; Isidoro Fernández Flórez, Tamayo, Madrid, 1891.
45. Año 18 ¿S- Luis (Martínez) de Eguilaz y Eguilaz
(i 830- 1 874), por seud. El Ldo. Escribe, nació en Sanlúcar de
Barrameda, y á los catorce de su edad compuso la comedia
Por dinero baila el perro, que se representó en Jerez, adonde
fué á estudiar en el Instituto. Siguió en Madrid (1849) I2. ca-
rrera de Leyes, y después de andar de Herodes á Pilatos con la
comedia Verdades amargas, desechándosela Romea y los de-
más actores, habiendo caído el manuscrito en manos de Euge-
nio de Ochoa, apoyado por él, logró estrenarla en 1853, gustando
mucho al público por los suaves sentimientos, el perfume de
virtud y delicada sátira de costumbres, que encierra en una
sencilla acción, bien tramada y de no mal pergeñados caracteres.
Enfermizo desde la niñez, pobre y apesadumbrado por la muer-
te de quienes más quería, vivió triste y se avejentó muy presto.
Fué muy religioso, modesto y de ideas puras. Conviene con
Tamayo y Ayala en el intento moral y en tomar los asuntos de
la vida presente y á veces de la historia patria. Creía que el tea-
tro es escuela de costumbres y sin querer acaso siguió la manera
de Alarcón. No se levanta Eguilaz de la pasadera medianía ; pero
distingüese por la maña con que comúnmente maneja los re-
cursos dramáticos, construyendo con talento teatral la amia-
zón de sus piezas, desenvolviendo la acción con bastante natu-
ralidad ; pero no acierta en los caracteres ni en la pintura de
costumbres. Los personajes no desdicen, aunque tampoco des-
cuellan, y suelen estar medio delineados. Sin notas sobresalien-
124 PRIMER PERIODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
tes en estilo, lenguaje y versificación, es generalmente correc-
to. E*. acaso, demasiado lírico; pero esto mismo envuelve en
cierto perfume poético sus obras, que, con la suavidad de senti-
mientos y la sana moral, contribuyó á que gustasen á los más,
si bien otros las criticaron, en parte con razón, si bien dema-
siado duramente, merced á la diversidad de opiniones politico-
religiosas. El Padre Cobos dijo que en sus comedias eran siem-
pre lo mejor "los últimos versos de las últimas escenas de los
últimos actos", porque lo mejor de lo malo es que se acabe
presto. Rindió pleito homenaje á los antiguos ingenios espa-
ñoles, sacando á las tablas con intento moralizador las figuras
de Alfonso X, de AÜarcón, Lope, Tirso, Rojas, Rueda y Timo-
neda. aunque despintando sus caracteres. Su mejor drama es
Las Querellas del Rey Sabio (1858), en habla antigua, y su
mejor comedia. La Cruz del matrimonio (1861). Escribió, ade-
más. La Espada de San Fernando, poema caballeresco (1852),
las zarzuelas El Molinero de Subida (1870) y El Salto del pa-
siego, representado después de su muerte (1878), y se han he-
cho populares. Desde 1852 hasta 1892 escribió á tres obras tea-
trales por año, ó sean unas 70 entre todas. Cifró sus deseos en
devolver al arte dramático el nervio de la tradición nacional y
fundarlo en la moral, y viólos logrados por si en la medida de
sus fuerzas y por A'yala y Tamayo. Por el poco resalte de su
personalidad dramática y falta de fuerza en todo, la fama gran-
de que en su tiempo tuvo, no sin embargo sin contradictores,
ha ido apagándose después de su muerte, y acaso más de lo
justo.
Raf.ael Pombo (1833-1912), de Bogotá, ingeniero (1851),
matemático, militar (1854), profesor, diplomático en los Esta-
dos Unidos, periodista, polígrafo y poeta de variadísima ento-
nación y de imaginación sajona envuelta en un temperamento
tropical, amigo de recoger del pueblo pensamientos y modos de
decir ])ara dar con la naturalidad viva, crítico de artes, prosista
didáctico, discípulo de Manuel Pombo, tradujo algo de Horacio
y de otros poetas modernos y se hizo, sobre todo, famoso, por
sus Cuentos pintados, Cuentos morales y Fábulas y verdades,
que aprenden los niños americanos. Como poeta, siempre ro-
mántico, bien que templado por influencias sajonas desde su
S. Xrx, 1853. RAFAEL POMBO 123
viaje á los Estados Unidos, cantó el amor y la naturaleza, con
pasión casi religiosa, en armoniosos versos de ritmo íntimo y
facilidad de expresión.
4 6. L. Eguilaz: Mariana la Barlú, parodia andaluza del drama
Adriatia Lecouvreur (con seud. de El Ldo. Escribe), 1852. La Espada
de S. Fernando, 1852. Verdades amargas, 1853. Una broma de Que-
vedo, 1853. Las Prohibiciones, 1853. Alarcón, 1853. El Caballero del
milagro, 1854. La Virgen de Murillo, 1854. Una aventura de Tirso,
1855. La Llave de oro, 1856. La Vaquera de la Finojosa, 1856. La
Vida de Juan Soldado, 1856. El Patriarca del Tiiria, 1857. Grazale-
ma, 1857. Las Querellas del Rey Sabio, 1858. Mentiras dulces, 1859.
Santiago y á ellos, 1859. El Padre de los pobres, 1860. Los Crepúscu-
los, 1861. La Cruz del matrimonio , 1861. Los Soldados de plomo, 1865.
Quiero y no puedo, 1867. El Molinero de Subiza, zarz., 1870. El Salto
del pasiega, zarz., 1878. La Vergonzosa en palacio, zarz. La Conva-
lecencia. Entre todas las mujeres. Los Encantos de Briján. La Paye-
sa de Sarria. Lope de Rueda. El Pan de los pobres. Obras dramá-
ticas, París, 1864. Consúltense: Ángel Lasso de la Vega, D. L. Egui-
laz, caracteres distintivos de sus obras dramáticas, en Rev. de España,
1887; G. Calvo Asensio, El Teatro hispano lusitano en el s. xix, Ma-
drid, 1875; Rev. Archiv., 1874 (Jul.).
El españolismo de Pombo, como en general el de todos los escri-
tores colombianos, échase de ver en estas palabras (Pról. á las Poe-
sías de Gr. Gutiérrez González) : "En los caprichos y peligrosas di-
vergencias literarias que estarán surgiendo incesantemente entre nos-
otros, desde Méjico hasta la Patagonia, es Madrid, con su idioma, sus
libros y sus artistas, nuestro providencial correctivo, nuestra policía,
el crisol fundidor de nuestra misma unidad hispano-americana : me-
trópoli, en fin, de nuestra lengua, el vínculo más sutil y más fuerte y
constante de almas y corazones." J. Valera, Cartas Americanas, 1889,
pág. 190: "Su lira posee todas las cuerdas y todos los tonos: es mís-
tica, erótica, elegiaca, jocosa, satírica y descriptiva... Hay originali-
dad, naturalidad y gracia. Sus redondillas al bambuco, que llegan á
ochenta, muestran cuan fácil y abundante es el autor, sin pecar de
pesado ni de rastrero. La música y la danza del bambuco están muy
bien calificadas, y ponderadas con chiste todas sus excelencias y la
desapoderada afición que le tienen los colombianos... Los versos se-
rios de Pombo son aún más bellos que los ligeros y jocosos. En Pre-
ludio de primavera ni imita el poeta á nadie ni parece que lleva nin-
guna intención literaria. Se diría que canta sin querer, excitado por
sentimientos dulcísimos y por las primeras auras vernales, después
de un invierno riguroso de Nueva York... Lo que, sobre todo, es de
admirar en Pombo es la sencillez, al parecer al menos sin arte, coa
que dice cosas muy bellas," Consúltese, además. Anuario de la Acnd.
126 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
Colombino, Bogotá, 1914, t. III, pág. 120... (por varios): "Pombo era
el augusto emperador de la lira colombiana. Su genio multiforme y
audaz recorrió todos los géneros, con pasmosa facilidad, y ya remon-
tándose á las más altas regiones de la poesía filosófica, ya juguetean-
do como leve mariposa, con la niñez, supo ser grande y original en
€l fondo y brillante y nuevo en la forma. A nadie imitó; pero su
poesía, tan nueva en nuestra lengua, tiene aire de familia con la de
varios de los más grandes vates extranjeros, y por ella circulan bri-
sas de la primavera del Norte y cálidos efluvios de los trópicos. Fué
el caballeresco cantor de la mujer... La naturaleza tuvo para Pombo
misieriosas revelaciones...'' Ant. Gómez Restrepo, Pról. á Poesías,
Bogotá, t. I, 1906: "Es evidente que Pombo no es un cincelador de la
forma de tan peregrino refinamiento como Fallón; pero, en cambio,
tiene más cuerdas en su lira y es un poeta más rico, más variado, más
comjileto. Buscó la grandeza del conjunto más que la perfección en
los pormenores. Al lado de un diamante de aguas purísimas dejó caer
más de una vez piedras opacas, de imperfecto tallado. Fué original
■como pocos; pero, en ocasiones, exótico...; una vida literaria de se-
senta años...; el poeta en quien el romanticismo ha infiltrado su pa-
sión ardiente, su febril inquietud, su ansia de un goce sin límites y
al propio tiempo su precoz desengaño de la vida, que suele despertar
ráfagas de desolado escepticismo. El lector apasionado de Zorrilla, el
traductor de Byron, aparece, no como imitador directo..., pvero sí
como un romántico influido..., vigorosa complexión moral del poeta
y... su afición instintiva á la poesía popular, en cuyos frescos raudales
acudió á templar los ardores de su apasionada musa... Pero Pombo
fué poeta romántico hasta el fin de su vida... Estilo fácil, flexible,
brioso é incisivo, en que cada |xilabra encierra un pensamiento y cada
epíteto equivale á una descripción. Desde la oda hasta el epigrama,
todo lo trató con increíble facilidad y desitreza..., originalidad, fuer-
za y vigor con que cultivó ciertos géneros, como la elegía amorosa, la
■contemplación descriptiva y la meditación filosófica. Sintió el amor
á la naturaleza de un modo enérgico y personal... Dio á sus versos
una melodía penetrante, una vibración honda y patética, que convierte
€n himno religioso la explosión ardiente y viva de la pasión humana...
La música, arte de que fué apasionado toda su vida, ejerció poderoso
influjo sobre su numen... Pombo es, ante todo, poeta del amor...; su
poesía era demasiado personal y voluntariosa para que pudiera ser
eco de la colectividad, y como cantor de la Patria, Pombo cede el
paso á fion José Joaquín Ortiz... La cuerda que más dócilmente vibra-
ba en la lira de Pombo era la que expresa los deliquios y las tormen-
tas del amor...; amante eterno que al cabo murió célibe, pero fué ca-
ballero hasta el fin... Junto con el amor, palpita en muchos cantos
<le Pombo el sentimiento de la naturaleza. Nuestro poeta la amó in-
tensa y casi religiosamente.'' Muchas de las poesías de R. Pombo sa-
lieron en La Guirnalda. Fundó el periódico literario La Siesta. Su
S. XIX, 1853. GUILLERMO MATTA 1 27
poesía Mi Amor lleva por seudónimo Edda. Poesías, dos vols., con
estudio de A. Gómez Restrepo, Bogotá, 1916^x917. Fábulas y verda-
des, ibid., 1916. Traducciones poéticas, ibid., 1917. En Atinar. Acad.
Colomb. : 1874, t. I : Poesía descriptiva americana, Heredia y Bello
(pág. 182). Greg. Gutierres Gonsálec, poesía de R. Pombo (ibid., t. II
(1911), pág. 350. Dos poesías de R. P. (ibid., t. III, pág. 290). Con-
súltense: Homenaje de la Acad. Colomb. á D. R. Pombo, en Anuario
de la misma, t. III (1914), pág. 120; Isid. Laverde Amaya, Fisono-
mías litcr., 1890.
47. Año 18 j^. Carlos Rubio (i 833- i 87 i), cordobés, por
seud. Pablo Gáinhara, periodista monárquico liberal revolucio-
nario, secretario de Prim en el destierro, de natural fogoso,
gran escritor en prosa y verso, venció en La Iberia á Castelar,
qu€ escribía en La Democracia, tratando acerca de la fórmula
del progreso. Fué publicando en periódicos y revistas cuentos
fantásticos á lo Hoffman y Andersen, coleccionándolos des-
pués en ]Madrid, 1868. Escribió novelas y poemas. Postumo,
estrenóse su drama Nicolás Rienzi, el tribuno. Como lírico, fué
exagerado é hinchado.
Guillermo Matta (1829-1897), de Copiapó (Chile), tuvo
cargos diplomáticos en España, tomó parte en los sucesos polí-
ticos de su país (1859), fué desterrado á Europa hasta 1861,
que volvió allá, redactando desde 1863 La Voz de Chile; des-
pués fué profesor en la Universidad de Santiago, diputado,
presidente de la Cámara (1874), ministro en Alemania (1882)
y cerca del Vaticano, senador (1886), ministro en la Argenti-
na (1887), representante en el Congreso de Washington (1889).
Publicó las leyendas en verso Un cuento endemoniado y La
Mujer misteriosa, en Santiago, 1853, que levantaron gran tem-
pestad por sus audacias contra la Religión, la sociedad y cier-
tas formas literarias. Esta misma rebeldía de espíritu alentó
todas sus poesías, alzándose como reformador y apóstol de no-
vedades contra las instituciones establecidas con tendencia do-
cente é imitando, uno tras otro, á Espronceda, Zorrilla, Quin-
tana, Hugo, Byron, Heine, ó mezclando sus tonos; pero siem-
pre en son ardoroso, batallador y trompetero, con grandes des-
igualdades, arrebatos más ó menos hermosos y caídas prosai-
cas, oscuras, pedantes é incorrectas. En suma, suena á un
Quintana más desleído y palabrero, más docente, anárquico y
128 PRIMER PERÍODO DE L.\ ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
rebelde, más descuidado y prosaico. Fué de los más fecundos
poetas americanos.
48. Cr.rlos Rubio era tuerto. Fué redactor de El Mensajero
(1853), La Ilustración, Scumnario Pintoresco, La Iberia. Lo que nos
falta, nov., 1853 (en El Mensajero). Melodías sagradas, Madrid, 1854.
Otro Artagnán, nov., 1855. Lágrimas de Elvira, poema, 1855. Napoleón,
poema, 1855. El Juicio final, poema. Los Suefios de la tumba, poema.
La Flor del pantano. Madrid, 1857. Martín de Aranda, nov. María y
Esperanza, nov. Historia del neocatolicismo, 1865. Cuentos. 1868.
Historia filosófica de la revolución española de 1868. Madrid, 1869,
dos vols. Nicolás Rienzi, dr.
Jorge Huneeus Gana, Cuadro Imt., pág. 666: "En su género
(Matta), como cantor del progreso filosófico, como abnegado heraldo
poético que tuvo el arrojo valiente, y entre nosotros rarísimo, de
consagrar su vida entera á la propaganda y expresión de sus altas
ideas de patria, arte y filosofía, merece, sin disputa, el primer puesto
del parnaso chileno. Revélase en su obra un valeroso carácter de
gran sacerdote, que tiene en la lira todas las energías de un tribuno
y todas las originalidades de un reformador... Es cierto que... se ven
patentes anchas huellas del desgreño sombrío de Espronceda. de la
abundancia sonora y musical de Zorrilla, del calor patriótico y arre-
batado de Quintana, de la fantasía extraordinaria y exuberante de
Hugo, de la originalidad amarga y desordenada de Byron, del acen-
tuado filosofismo positivista de Goethe, de la vaga idealidad subjetiva
de Schiller y de la extravagancia despreocupada y sangrienta de
Heine. Pero todos estos rasgos interesantes, que sintetizan poderosa-
mente los principales caracteres de la poesía del siglo xix, los reúne
Matta en una profusión armoniosa y semejante que constituye el prin-
cipal sello propio de su personalidad literaria... El ha sido el primero
que, con energía valiente, ha roto las cadenas de los viejos y respe-
tuosos convencionalismos de expresión filosófica y religiosa...; lo ha
arrastrado con gran frecuencia á los abismos más deplorables del
mal gusto poético...; á la hinchazón vacía y á una pompa hueca y pa-
labrera...; le ha hecho desbocarse á veces por los despeñaderos de la
confusión y de la oscuridad en las imágenes... ; á los límites poco sinv
páticos de la pedantería pedagógica...; degenerar en algunas ocasio-
nes en prosaísmos tan mdelicados como inelegantes, tan incorrectos
como superfinos... En suma, G. M. es el más fecundo de nuestros poe-
tas, el más grandioso de nuestros cantores patrióticos, el más innova-
dor y filosófico de nuestros bardos, el más docente át. nuestros artis-
tas... Grande en sus vuelos, grande en sus caídas, este poeta desigual.'*
En la oda A las armas:
"Vosotros sois la España, escándalo del orbe,
nación de viejas momias y lúgubre Escorial,
S. XIX, 1853. JOAQUÍN GUICHOT Y PARODY 1 29
que la moderna España como un tifón absorbe
y arroja sólo el crimen y sopla siempre el mal."
Cuentos en verso, 1853 (las dos leyendas Un cuento endemoniado
y La Mujer misteriosa). Poesías, cuentos en verso, fragmentos de un
poema inédito, Madrid, 1858, dos vols., con las dos leyendas antes pu-
blicadas. Nuevas poesías, Leipzig, 1887, dos vols.
4 9. Alio 18 ¿^. Leopoldo Eguilaz y Yanguas nació (1829) en
Mazarrón (Murcia), fué catedrático de Literatura en Granada, escri-
bió varias leyendas originales y se distinguió como uno de nuestros
mejores arabistas. El Talismán del diablo, nov. fantást. oriental, Ma-
drid, 1853. El Milagro, nov. hist. Ensayo de una traducción literal de
los episodios indios, la muerte de Yachnadatta y la elección de esposo,
de Drampadi, texto y notas. Granada, 1861. Glosario etimológico de
las palabras españolas de origen oriental, ibid., 1886: obra importan-
tísima. Reseña histórica de la conquista del reino de Granada, 1894
(2.' ed.). El Hadits de la princesa Zoraida..., relación romancesca del
siglo XV, 1892.
Joaquín Guichot y Parody (1820-1906), de Madrid, hijo de fran-
cés y andaluza, estuvo en Sevilla (1823) y Burdeos, donde estudió ; vi-
vió en Madrid (1840) y Sevilla (1846), dibujante y periodista político é
histórico en El Porvenir (1848), El Centinela de Andalucía (1853), El
Galgo negro. El Artista, que dirigió (1850) ; El Teatro, que fundó con
Asensio (1851), La Andalucía, El Tío Clarín (1861-64), E,l Progreso
(hasta 1886), etc.; director de La Asamblea, cronista de Sevilla (1860),
profesor de Dibujo (1856-1900), novelador é historiógrafo y más y
mejor historiógrafo que novelador. Reseña hist.-descr. del puente de
hierro de Sevilla, ibid., 1852. Dos golosos á una breva, zarz., ibid.,
1853. ^í;i título, coni., ibid., 1854. El Adalid almogávar, nov. hist.,
Barcelona, 1864. Aurora, ley. gitana, Sevilla, 1866. La Lucha de pa-
siones, nov., ibid., 1867. Historia gral. de Andalucía, ocho vols., 1869-
70. Discurso en la Acad. de Buenas Letras, 1872. Historia de Sanlúcar
de Barrameda, Sanlúcar, 1872. Los Crímenes misteriosos, nov., Sevi-
lla, 1872, tres vois. Historia de Sevilla, ocho vols., 1873-1892. La ínsu-
la Baratarla, hist. contemp. ó cuento, 1874. Historia de un ajusticiado,
1875. El Anillo, dr., 1876. Maldita política, com., 1876. Las Inundacio-
nes de Sevilla (1876-77), 1877. ^- P<^dro I de Castilla, 1878. Biografía
de D. José M. Ibarra, 1879. Homenaje á Calderón, 1881. D. Fadrique
Henríqiiez de Ribera, 1882. El cicerone del viajero en Sevilla, 1882.
Escarceos científicos y literarios, 1883. Los dos estados de ctdiura de
los griegos del ciclo troyano que aparecen en los poemas homéricos,
1887. Vida y costumbres del pueblo musulmán en España, disc, 1888.
Hiitoria del Ayuntamiento de Sevilla, cuatro vols., 1896, 1903. Pri-
meros escritos literarios, colecc. y anotad, por Alejandro Guichot,
1907. Consúltense: Notas bibliográficas, por Al. Guichot, Sevilla^
1904; Discurso necrológico, por Man. Chaves Rey, 1906.
TOMO VII!. — g
1 3o PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
Felipe Pérez, colombiano nacido en Soconsuca (1834), gobernante
y polígrafo, escribió novelas como Huaina Capac, Atahualpa, Los
Pizarras, Jilma, Los Gigantes^ Imina, Carlota Corday, Los Pecados
sociales, Sara, El Caballero de l<i barba negra. El drama Gonzalo Pi-
zarra (1858). El Canto á los héroes. El Álbum de las flores. Páginas
para los niños. Homenajes al genio (estud. hist.). Los Grandes líricos
españoles. Análisis política, social y económica de la República del
Ecuador, 1853. Versos, 1867. Puso en orden y publicó la Geografía...
de Colombia, dos vols., 1862-63, del italiano Codazzi. Consúltese En-
rique Pérez, Vida de F. P., Bogotá, 1911.
Benjamín Blanco (1832-1905), de Cochabamba (Bolivia), legado
en Madrid, poeta epigramático y festivo, de tono popular y sincero,
de sabor local, hizo además poesías religiosas y patrióticas. La Ven-
ganza de una mujer, leyettda, Cochabamba, 1853. María concebida sin
nuincha, dos cantos, ibid., 1857. Poesías, París, 1891. Venecia, impre-
siones de zñajc, 1892. Obras en prosa y verso, París, 1905, dos vols.
En prosa escribió En una velada literaria, La Simoníaca, La Lengua
castellana. Astronomía política.
^Manuel Orozco y Berra, escritor de los más eruditos de Méjico
y el primero en filología indígena, publicó Noticia histórica de la
conjuración del Marqués del Valle (1565-68), México, 1853. Geografía
de las lenguas y carta etnográfica de México, 1864. Materiales para
una cartografía mexicana, 1871. Historia antigua de la conquista de
México, cuatro vols., 1880. Apuntes para la historia de la geografía
en México, 1881. Memoria para la carta hidrográfica del valle de Mé-
xico.
José M.* Torres Caicedo (1830-1889), de Bogotá, ministro en In-
glaterra y Francia, crítico benévolo, pero autorizado, publicó Ayes
del corazón, poesías, N. York, 1853. Ensayos biográficos y de crítica
literaria sobre los principales poetas y literatos hispano-americanos,
obra excelente, París, 1863-68, tres vols. Bagatelas literarias. Reli-
gión, Patria y amor, poesías, París (1863). Unión latino- americana,
ibid., 1865. Estudios sobre el gobierno inglés, ibid., 1868, dos vols. An-
drés Bello, colecc. de poesías originales con apuntes biográficos, Ca-
racas, 1870. Importante cuestión de derecho de gentes, París, i88¿.
Miscelánea de artículos políticos, económicos, filosóficos y literarios,
tres vols.
Manuel Rodríguez de Berlanga (t 1909), eminente arqueólogo,
colaborador de la Rev. Arch. (1897), Rcv. Asoc. Artist.-arqueol. de
Barcelona (1898-1903), publicó Estudios sobre los dos bronces encon-
trados en Málaga {1851), Málaga, 1853. Monumenta histórica mala-
citana, ibid., 1863. Monumentos histór. del Municipio Flavio Mala-
citano, ibid., 1864, Los Bronces de Osuna, ibid., 1873. Los Nuevos
bronces de Osuna, ibid., 1876. Los Bronces de Lacusta, etc., ibid.,
1881-84. Decretum Pauli JEmilii Pactum Fiduciac Lex MetalU Vipa-
censis, dos vols., ibid., 1881-84. Noticia de la obra que publica F.co Sil-
S. XIX, 1853. HERACLIO M. DE LA GUARDIA 131
vela conteniendo la correspondencm de Sor María de Agreda, ibid.,
1885. Sor María de Agreda..., 1886, El Nuevo bronce de Itálica, 1891.
Consúltese Rev. Arch., 1909 (Set.).
Ramón Ortega y Frías (1825-1884), granadino, gran fabricador
de novelas y vulgarotes novelones á lo Fernández y González, peor
que Torcuato Tarrago todavía, publicó El Caballero Relámpago, 1853,
1855, 1859. Guztnán el Bueno, dos vols., 1856, 1857, 1858, 1859, 1886.
La Alhambra, 1856, 1863. El Diablo en Paludo, dos vols., 1857, 1858,
1863, 1882, 1886. El Alcázar de Madrid, leyendas históricas, 1857. La
Capa del diablo, 1858, 1863. Cervantes, nov., dos vols., 1859. El Pelu-
quero del Rey {memorias del tiempo de Felipe IV), 1860. El Trovador,
1860. El Duende de la Corte, 1862, 1866. El Barbero de Sevilla, dos
vols., 1862. Rostros blancos y conciencias negras, 1865. El Hijo Pró-
digo, dos vols., 1866. El Hechicero, 1866. Lobos y ovejas, 1866. La
Virgen de la Paloma, 1867. Abelardo y Eloísa, dos vols., 1867. El Tri-
bunal de la sangre ó los secretos del Rey, cuatro vols., 1867, 1875. El
Siglo de las tinieblas ó memorias de un inquisidor, dos vols., 1868.
La Política y sus misterios ó el libro de Satanás, 1869. Vida y viajes
de Cristóbal Colón, tres vols., 1872. El Ángel de la familia, 1873. Insu-
rrección federal en 187 s (con E. Llofríu), 1873, dos vols. Conquista
del Perú, tres vols., 1874. Conquista de Méjico por Hernán Cortés.
tres vols., 1874. El Envenenador, 1874. La Gente cursi, 1874. La Gente
ác pega, 1874. Una hermana de la caridad, 1874. La Loca del Vati-
cano, 1874. El Padre Ginés, memorias del tiempo de Felipe II, 1875.
El Cid, 1875. Dos pillos, 1875. Un año entre los salvajes, viajes y aven-
turas del Doctor Smith, 1875. La Sombra de Felipe II, 1875, 1892. La
conciencia de la mujer, 1876. El primer desliz, 1876. Los Libertinos,
1876. La Gazmoña, 1876. Las Hijas de Elena, 1876. Los Hijos
de Satanás, 1876, 1892. Lü Vida alegre, 1877. Un Juan Lanas.
1878. Un reinado de sangre, tres vols., 1879. Periquito entre ellas,
1880. El Testamento de un conspirador, dos vols., 1880. Historia de
una mujer bonita, 1881. El Amor de una negra, 1882. Una venganza
de Felipe II, memorias del Diablo en Palacio, 1882. La Justicia de
Dios, dos vols., 1882. Islas maravillosas, dos vols., 1883. Los Descreí-
dos, póst., 1884, 1888. El Naufragio de la Medusa, 1892. Honor de es-
posa y corazón de madre, tres vols., 1909. El Amor contrariado. El
Anillo de Satanás. Las dos reinas. El esclavo de su crimen, memorias
de un resucitado. Una gota de sangre del escudero de Satanás. El
Hijo del misterio y celos de un Rey. Las Justicias de Felipe II. Los
Mares de arena y las ciudades subterráneas, viajes del capitán Milton.
El Mundo desconocido, exploración del África Central, La Piel de
Zapa (trad. de Balzac). Primitivos habitantes de España (trad. de G.
de Humboldt). La Raza maldita ó el corazón de una mujer. El Rey
de los bandidos ó los secuestradores de Andalucía. Las Víctimas del
amor. Viriato (pieza teatral).
Heraclio Martín de la Guardia (1836-1907), de Caracas (Vene-
1 32 PRIMKR PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
zuela), diputado, diplomático, poeta algo romántico al principio, des-
pués épico-lírico, declamador á lo Quintana, aunque más modernizado,
cantó temas románticos y comunes entre los poetas americanos, y fué
premiado por su Oda, leída en el centenario de A. de Humboldt (1869).
Está considerado como fundador del teatro nacional, y compuso va-
rios dramas y comedias. Costne II de Mediéis, dr., 1849 (á los diez y
ocho de su edad). Luisa de Lavalliére, dr., 1853. D. Fadrique, dr.,
1856. Parisina, 1858. Ultima ilusión. La Raza latiría. Las Águilas. La
Tempestad. A Bello. Con motivo de la inundación de Consuegra
(1891). Alma parens. Ciencia y poesía. Obras poéticas, Caracas, 1886.
Poesías completas, dos vols., ibid., 1905-06.
50. Aíio 185^. Atirió de Párrocos ó Pláticas familiares, Madrid,
1853-54, cuatro vols.; 1857, dos vols. — A-NTONio Altadill y Teixidó
(1828-1880), de Tortosa, por seud. Antonio de Padua, publicó muchas
novelas, las más de carácter bíblico. La Pasión de Jestís, dr. sacro.
Valencia, 1853. La Voz de España, loa, 1859. El Trapero de Madrid,
nov., Barcelona, 1861. Barcelona y sus misterios, ibid., 1861. La Mo-
narquía sin monarca, grandezas y miserias de la revolución de Setiem-
bre, ibid., 1869. Amor de esposa, nov.. Habana, 1886. Jugar con el co-
razón, nov. Los Enamorados. La Semilla del bien. — Roque Barcia y
Ferraces (1823-1885), sevillano, periodista y político revolucionario,
de los promovedores de la insurrección de Cartagena, por seud. El
Autor de los viajes, estrenó El Dos de Mayo, dr., 1846. El Pedestal de
la estatua, dr., 1864. Publicó Generación de ideas (con seud. de El Au-
tor de los viajes), 1853. Diccionarijo etimológico de la lengua caste-
llana, Madrid, 1855, 1881-83, cinco vols., obra de acarreo que los de
su partido político ensalzaron harto más de lo que vale. Un paseo
por París, retratos al natural, Madrid, 1863. Filosofía de la lengua
española. Sinónimos castellanos, 1864, 1865, 1890, 1910. Formación de
la lengua española, 1872. — Calixto Boldún, cómico, padre de la Elisa
Boldún, autor malo, refundía obras del teatro antiguo y las daba por
suyas. De él escribió Narciso Serra: "Boldún, pedazo de atún, | hara-
gán de profesión, | tú debieras ser baldón | en lugar de ser Boldún."
El Alcalde de Tronchón, zarz. (1853) ; Simüia similibus curantur, com.
(1858); ¡Qué plaga!, jug. (1866); A secreto agravio, disimulada ven-
ganza, dr. (1867). — Esteban de Jesús Borrero (1820-1877), poeta de
Puerto Príncipe (Cuba), terso, cadencioso y delicado, publicó el ro-
mance Amira (1853), A la Avellaneda (1860), Dos lágrimas, A la
muerte y otras poesías, dulces y sencillas. — Sixto Cám.\r.\ estrenó
Jaime el Barbudo, dr. (1853). — Alberto Carballo García publicó
Apuntes para la Historia de Galicia (sólo el t. I en El Astro de Ga-
licia), 1853. — Agustín Esteban Collantes publicó Diccionario de agri-
cultura práctica y economía rural (con Agustín Alfaro), siete tomos,
Madrid, 1853. — Miguel Ángel Corral (n. 1833), de Cuenca, en el
Ecuador, abogado (1861), compuso desde joven poesías melancólicas,
S. XIX, 1853. PABLO DE GOROSABEL 1 33
amorosas. — Juan Corrales Mateos, redactor de La Unión (1858-59),
El Honor (1S60) ; director de la Gaceta Minera (1857), Gaceta de
Marina (1859) y El Bombo (1860), con seud. El Bachiller Tauroma-
quia, publicó El Porqué de los toros y arte de torear á pie y á caba-
llo, Habana, 1853. Los Toros españoles y tauromaquia completa, 1856.
Aventuras de Gilberto, nov. marítima, Madrid, 1862, tres vols. — El
Correo de Ultramar, periódico literario con obras originales, París,
1853-57, nueve vols. — Diccionario enciclopédico de la lengua española,
por una sociedad, Madrid, 1853-55. — Diccionario universal de Historia
y Geografía... por una Sociedad de literatos..., México, 1853-56, 10
vols. — Manuel Fabra y Vila publicó Amor patrio con el celo divino,
Madrid, 1853, 1858. — José Fernández de la Puente publicó Memoria
histór.-^rít. del célebre combate naval y z'ictoria de Lepanto, Madrid,
1853. — José Vicente Fillol publicó Ensayos poéticos sobre la esté-
tica y oratoria, Valencia, 1853. Curso de liter. gral..., ibid., 1861. —
Flores del siglo, álbum de poesías... de los más distinguidos escritores
de España y América, coleccionadas por D. J. del Castillo, París,
1853. — Biografía del Excmo. Sr. Teniente General D. Andrés García
Camba, Madrid, 1853 (véase 1824). Juicio de residencia, 1844. Los 16
meses de mandato superior de Filipinas, 1839. — Antonio García del
Canto (1824-1886), de Oviedo, del arma de Infantería, colaborador
del Correo Salmantino, Semanario Histórico, Jlustr. de Madrid, La
España, Gaceta Militar (185...), La Nube (Zaragoza); poeta chirle y
novelista ídem, folletinesco, y para la gente menuda publicó Poesías,
Madrid, 1853. La Calavera milagrosa, leyenda. Salamanca, 1854. Mis-
terios de Filipinas, nov., 1858-59, dos vols. Los tres hijos del crimen,
nov., 1861, dos vols. Candelas y los bandidos de Madrid, 1861, 1866,
1873, tres vols. España en la Oceanía, 1862. Aventuras de un cochero
y memorias de un lacayo, nov., 1863. La Conquista de Joló, dr., Bi-
nondo, 1865. El Misionero, leyenda, ibid.. 1873. Colección de poesías
inéditas. Salamanca, 1887. Los Piratas de Filipinas, nov. hist., con la
biografía del autor, escrita por su viuda, ibid., 1888, dos vols. — Mar-
cos Gelt estrenó Con mal principio, buen fin, com., Habana, 1853. —
Juan González Medel (1812-1883), presbítero y orador sagrado, de
Romanones (Guadalajara), escribió en El Católico y La Cruz (1840-
42) ; le asoció Balmes á El Pensamiento de la Nación y fué redactor
de La Esperanza (1844-51) ; fundó La Iglesia (1848), escribió en El
Altar y el Trono (1869-71), Rez'ista Carmelitana; dirigió El Ancora
de Castilla, en Valladolid, donde fué chantre (1853). Publicó Sermo-
nes doctrinales, morales, dogmáticos, panegíricos y apologéticos, ocho
vols., Madrid, 1853-56. Colección de sermones inéditos, Toledo, 1885.
— Pablo de Gorosabel, vascongado, publicó Bosquejo de las antigüe-
dades... de Tolosa, ibid., 1853. Diccionario histór., geogr., descriptivo
de Guipúzcoa, Tolosa, 1862. Memoria sobre las guerras y tratados de
Guipúzcoa con Inglaterra en los siglos xiv y xv, ibid., 1865. Noticias
de las cosas memorables de Guipúzcoa, cinco vols., ibid., 1899- 1900.
1 34 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (1850-1869)
Cosas de Guipúzcoa, de los pueblos y ríos de nombres antiguos, 1905
(en Euskal-Erria, LII). — Pedro Hernández Pavot.tnt publicó IHo-
rcs de Cuba, poesías, Habana, 1853. — José M." Izaguirre, de Bayamo
(Cube), publicó en estilo sencillo El Narrador Bay arnés, libro de
cuentos para los niños, Bayamo, 1853. — Augusto Jiménez publicó
Vocabulario del dialecto gitano, Sevilla, 1853. — José María de La-
rrea (1828-1859), madrileño, poeta más romántico que clásico, estrenó
varias zarzuelas y la comedia No es oro cuanto reluce. Con Enrique
Hernández publicó una Semana Santa, en verso, muy celebrada. Fué
de los primeros redactores de La Iberia al fundarse; colaboró en
Educación Pintoresca (1857). Comedias: Un imposible de amor. Ellas
y nosotros, Pero Grullo, Una suegra. La Ocasión, com. (1853) ; Tres
noblezas, A caza de cuervos^ Los dos inseparables. La Duda, dr. (1857) ;
Cuerdos y locos (1856), El Amor y el amor propio (1862). — Cuatro
Laúdes, Habana, 1853, colección de poemas por Ramón Zambrana,
J. G. Roldan, R. M. de Mendive y Felipe López de Briñas. — Valentín
Ledesma publicó Ensayo histór. de las operaciones del Ejército Li-
bertador del Perú en la Campaña de 1824, Lima, 1853. — José Ledo
del Pozo, de Benavente, párroco de Carracedo, publicó Historia de
la nobilísima villa de Benavente, Zamora, 1853. — Lira patriótica del
Perú, Lima, 1853. — Fausto López Villaerille, director de El Rami-
t'ete (1864), publicó Ecos de mi lira, Madrid, 1853. — Francisco López
Aldeguer publicó Un amor constante, nov.. Caceras, 1853. — <Emilio
Macías Escobar (n. 1833), de Cartagena de Indias, estrenó los dramas
El Virrey Solís y Apoteosis del Libertador. Los Cantos del bardo, le-
yenda en verso. A^.' 5.* de Lourdes, leyenda. — ^Catalina Macpherson
de Bremón, por seud. Ossiuna, publicó en Madrid las novelas El Hilo
del destino (1853, 1877). Isabel ó la lucha del corazón (1853, en El He-
raldo, 1875, 1880). El Hada doméstica (1869, dos vols.). La Rosa del
Genil (1870, dos vols.). Magdalena (1871, dos vols.; 1879). Por no
entenderse (1873, 1879, 1883). En el Peñón (iSyy, dos vols.). Los Za-
patitos encarnados (1877, 1883, dos vols.). — Eduardo Maroto de
QuiRÓs publicó Amir Alí, nov. hist., Habana, 1853. — Eduardo Miran-
da Y Ramírez publicó La Aurora de mi vida, ensayos poéticos, Ma-
drid, 1853. — Blas Molina publicó La Feria de Ronda ó cuadros de
costumbres andaluzas, Ronda, 1853. Antes y después, comed. (1858).
Cien duros por una carta, id. (1S63). Dos maridos, qué ventura, jug.
(1858). La Codicia rompe el saco, com. (1858). Premio y castigo ó la
conquista de Ronda, dr. (1862). Rodrigo de Sandoval, dr. hist. (1863).
— Diego Monfar y Sors escribió Historia de los condes de Urgel,
Barcelona, 1853, dos vols. — Antonio del Monte y Tejada (1783-
1861), dominicano, publicó la excelente Historia de Santo Domingo,
Habana, 1853, t. I ; 1890-95, cuatro vols. — ^Manuel Montúfar publicó
Memorias para la historia de la revolución de Centro-América, Gua-
temala, 1853. — Juan de Dios de Mora (i 827- i 884), cordobés, redactor
de La Discusión y novelista reputado, publicó Pelayo, nov., Madrid,
S. XIX, 1853. JERÓNIMO ROSELLÓ I 35
1853, 1857, 1861, 18Ó7. Doña Mariana de Austria, nov., 1854. Los
Templarios, nov., dos vols., 1856-57. El Rey D. Fruela, nov., 1858.
Florinda ó I-a Cava, nov., dos vols., 1866 (2." ed.), 1884. — Tomás C. de
Mosquera publicó Memorias sobre la vida del libertador Simón Bolí-
var, N. York, 1853. Compendio de Geografía... de los Estados Unidos
de Colombia, Londres, 1866. — Murmurios del Cauto, artículos y poe-
sías, iCuba, 1853. — Juan R. Navarro publicó Guirnalda poética, selecta
colección de poesías mexicanas, jMéxico, 1853 (de 57 poetas). — Sa-
LUSTiANO DE Olózaga (1805-1873), famoso político y orador parlamen-
tario nacido en Vico (Logroño), publicó La Historia política de Es-
paña, 1853 (disc. recep. Acad. Hist.). Discursos, Madrid, 1863. Estu-
dios sobre la elocuencia, política, jurisprudencia, historia y moral,
1864, 1869. Dificultades del idioma castellano, 1871 (disc. rec, Acad.
Esp.). — ^Juan Oneille y Rosiñol publicó Poesías, Madrid, 1853. —
José Antonio Ortiz Urruela publicó Estudios sobre la elocuencia...
discursos... en Guatemala, Madrid, 1853. — Juan Antonio Pagés pu-
blicó Poesías y escritos literarios y filosóficos, Barcelona, 1853. —
Eduardo Pérez Pedrero y Anaya estrenó Isabel de Saavedra, dr.
hist. (1853). — Ceferino Perogordo y López publicó Horas de insom-
nio, poesías sagradas y profanas, Madrid, 1853. — José Plácido San-
són (1815-1875), de Santa Cruz de Tenerife, redactor de Las Nove-
dades, publicó La Familia, poesías, Madrid, 1853, 1864. Ecos del Tei-
de, poesías, ibid., 1871. Ensayos literarios, tres vols. Elvira, dr. María,
dr. Atreo, trag. Tetrarca (refund. de Calde-rón). Herida en el corazón,
nov., Madrid, 1876. — Isabel Prieto de Landázuri (1833-1876), espa-
ñola de nacimiento, que pasó muy niña á Méjico, fué allí acaso la
mejor poetisa después de sor Juana Inés de la Cruz, por la verdad,
sencillez, sentimiento y ternura, por la armoniosa versificación y la
mezcla de idealismo y melancolía. Además de sus poesías líricas,
compuso 15 obras teatrales, comedias de corte bretoniano algunas,
las más obras dramáticas de la buena escuela romántica. — Julio Ra-
món Escobedo, de Sástago (Zaragoza), publicó Reflexiones de la cues-
tión de Oriente, Zaragoza, 1853. Afectos religiosos, en verso, ibid.,
1854. Acentos de un corazón aragonés, id., ibidem. — Revista de la
Habana, 1853, por Rafael M.* Mendive y Quintiliano García. — Re-
vista Española de Ambos Mundos, Madrid, 1853-55, cuatro vols. —
José Rivas Pérez, presbítero, publicó La Cueva del monje, leyenda,
Baza, 1853. La Inmac. Concepción, poema hist., Granada, 1855. El
Triunfo universal de la religión cristiana, poema hist.. Granada, 1857.
Granada y sus contornos. Manual histór.-descr. de Granada. Jornada
de la Sma. Virgen. La Mina de oro. — A. Agustín Rocagomera y Sa-
LAZAR publicó Los trcs croatos ó la estrella del destino, nov. hist..
Madrid, 1853. — .Ramón Rojas y Cañas (t 1881), poeta limeño, perio-
dista y escritor de costumbres, de estilo desaliñado, pero chispeante,
publicó, sobre todo. Museo de limeñadas, Lima, 1853. — Jerónimo Ro-
SELLÓ (n. 1827), mallorquín, por seud. Lo Cangoner de Miramar y Lo
1 36 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
Joglar de Maylorcha, publicó Hojas y flores, ensayos literarios, Pal-
ma, 1853. Consúltese Rev. Archiv., 1900 (t. IV, págs. 88 y 284). —
Alejandro Luis de Sabando publicó Poesías, Salamanca, 1853. —
Fray Rosexdo Salvado publicó Memorias históricas sobre la Austra-
lia, Barcelona, 1853. — Nicolás Sancho (1801-1883), de Alcañiz, pres-
bítero, ex prior del Monasterio de Rueda, escritor correcto, claro y
elegante, publicó Breve descripción de la capilla del cementerio de
Alcañiz, ibid., 1853. Descripción histór., artística... de Alcañiz, ibid.,
1860. Sermones de In Virgen, Barcelona, 1864, Sermones y discursos,
Lérida, 1876. — Domingo Santa María, chileno, presidente de la Re-
pública, buen estilista, publicó Vida de D. José Miguel Infante, 1853.
Memoria hist. sobre los sucesos ocurridos desde la caída de D. Ber-
nardo O'Higgins en 182^ hasta la promulgación de la Constitución en
el mismo año, 1857. — Santiago Ángel Saura publicó D. Enrique el
Doliente, novela, Barcelona, 1853. — ^Pío de la Sota y Lastra publicó
Colección de ensayos literarios y dramáticos, Madrid, 1853. Pon Men-
eo de Acuña, episodio novelesco de la historia de Castilla, ibid., 18^5.
El Castellano de Am>posta, epis. novelesco de la historia de Aragón,
1855. La lienta del diablo, cuento que pica en historia, 1855. Don Jai-
me I y el Obispo de Girona, leyenda tradicional. Historia de los Con-
cilios Generales, dos vols., 1858. — El Tribuno, pcriód. liberal, Madrid,
T853-55. — Adolfo Valderrama (1834-1902), de la Serena (Chile), mé-
dico, secretario de la Universidad, senador y ministro de Estado,
buen conocedor del castellano, poeta satírico-festivo y novelista, es-
cribió desde 1853 en periódicos y publicó Bosquejo histórico de la
poesía chilena, 1866, 1882. Marta, nov., 1878. Al amor de la lumbre,
poesías, 1881. Después de la tarea, artículos satíricos, 1882. Obras es-
cogidas en prosa, 1912 (Bibl. Escrit. Chil.). Publicó la comedia Don
Cayetano (en La I^ev. Chilena). — María T. Verdejo y Duran publicó
Ecos del corazón, ensayos poéticos. Zaragoza, 1853. La Estrella de la
niñez, compendio de moral, Madrid, 1854. Biografía de la disting.
poetisa señorita doña María Verdejo y Duran, Zaragoza, 1855, con
poesías suyas y retrato. — Nicanor Zuricalday, vascongado, de Gor-
dejuela, cantó al Árbol de Guernica, fué premiado (1882) por el ro-
mance La Quimera del rey D. Pedro, ley hist., poesía, Bilbao, 1882.
Compuso el poema La Lección de música y la fantasía Niño divino,
premiada en 1853.
51. Año 1854. Juan León Mera (i 832- i 894). de Amba-
to (Ecuador), uno de los fundadores de la Acadeniiia Ecuato-
riana, critico sagaz y culto, prosista exquisito, sobresalió en el
modo de novelar fantástico-naturalistico-sentimental, á lo Ber-
nardino de Saint-Pierre, mayormente en Cumandá ó un drama
entre salvajes (1879), donde pinta la vida de las selvas mejor
que Cooper y Chateaubriand. Como historiador, resiéntese de
S. XIX, 1854. JUAN LEÓN MERA iSy
esta su fantasía naturalista en su Ojeada histórico-crítica sobre
la poesía ecuatoriana (1868). La prim^era de sus poesías es de
1854, y la última, de 1882. Es el talento más universal nacido
en el Ecuador. Publicó su primer tomo de versos en 1858, y
La Virgen del Sol es de las más hermosas leyendas americanas
acerca de los indios.
Florencio Moreno Godino (i 829- i 906), madrileño, por
seud. Floro Moro Godo; según decían, hijo natural de aristo-
crática dama, y mostrábale, de hecho, en su porte, sentimientos
é ideas. Dióse á conocer de muy joven por sus poesías y ar-
tículos literarios de grande originalidad, de corte elegante y de
culta y fina frase. Casi todos los periódicos madrileños, desde
1854, tienen novelas, poesías y artículos suyos. Altivo, inde-
pendiente, despreció destinos que le ofrecía González Bravo ;
estoico, burlando de todo, vivió en la corte sin humillarse al
poder, eligiendo sus amigos entre los desheredados y fallecien-
do en un hospital. Tipo excéntrico, mtuy español, como lo fue-
ron Escosura, Santos Alvarez, Florentino Sanz, Serra, Ta-
buérniga, Segarra y Balmaseda, que alguien echará á soberbia
y descoco; los más discretos, á grandeza de ánimo y estoico
menosprecio de este bajo mundo. Honrado, caballeroso, fue
uno de los escritores más cultos y de más talento del siglo xix
en España.
Antonio M.^ Joaquín Afán de Rivera C" 1906), descen-
diente del adelantado mayor de Andalucía don Pedro Afán de
Rivera, fué granadino, abogado, secretario en el Liceo y usó
el seud. de Juan Soldado. Escribió piezas de teatro, novelas,
poesías, leyendas y tradiciones. Dirigió la revista satírica Ca-
talineta, y colaboró en La Alhambra y Gente Vieja. Fué escri-
tor muy popular en su tierra y pintó bien las costumbres del
pueblo.
52. J. Valera, Nuev. Cart. Amer., 1890, pág. 128: "Cumandá es
una preciosa novela. Ni Cooper ni Chateaubriand han pintado mejor
la vida de las selvas ni han sentido ni descrito más poéticamente que
usted la exuberante naturaleza, libre aún del reformador y caprichoso
poder del hombre civilizado... Es de lo más bello que como narración
en prosa se ha escrito en la América española... La novela Cumandá
es mil veces más real, más imitada de la naturaleza, más producto de
la observación y del conocimiento de los bosques, de los indios y de
l38 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA RKAUSTA (185O-1869)
la vida primitiva que casi todos los poemas, leyendas, cuentos y no-
velas que sobre asunto semejante se han escrito. En mi sentir, usted
ha producido en Cnmandá una joya literaria que tal vez será popula-
rísima cuando pase esta moda del naturalismo, contra la cual moda
peca la heroína, aunque no pecan, sino que están conformes, los de-
más personajes." J. León Mera: La Virgen del Sol, leyenda indiana,
Quito, 1861, 1887; Barcelona, 1891. Ojeada histórico-crítica sobre la
poesía ecuatoriana, Quito, 1868; Barcelona, 1893, con apéndices. Can-
to á García Moreno, Quito, 1876. Cumandá ó un drama entre salvajes,
Quito, 1879; Madrid, 1891. Últimos momentos de Bolívar, Quito,
1883. Melodías indígenas, 1887. Entre dos tías y un tío, nov., 1889.
Por qué soy cristiano, nov., 1891. Poesías, Barcelona, 1892. Cantares
del pueblo ecuatoriano (t. II de la Antología Eaiatoriana. Poetas),
Quito, 1892 (por la Academia del Ecuador). Tijeretazos y plumadas,
1903. La Escuela doméstica, Madrid, 1908. Novelistas ecuatorianas, Ma-
drid, 1909. Carteóse con Valera, manifestando sus teorías literarias.
{Ojeada..., 1893, págs. 506-570); Valera, Ntiev. Cartas Americanas,
págs. 177-78; Esp. Mod., 1890-91.
En Pluma y lápiz escribió Moreno Godino curiosísimas memorias
sobre la Bohemia literaria de 1860 á 1880. Siempre pobre, pero siem-
pre elegante, á pesar de lo deteriorado de su vestido ; soberbio en me-
dio de su inseparable indigencia; de gran talento y superior pereza,
que se pasaba las noches callejeando y los días durmiendo en míseras
casas de huéspedes, y con todo eso, vivió más de ochenta y cinco años.
J. Xombela, Impresiones, t. III, pág. 353: "Siendo yo redactor del
Diario Español, Mauricio Tx)pez Roberts, tan bueno siempre, enterado
de su penuria, le admitió en la redacción con un modesto sueldo. A
pesar de la deteriorada ropa que vestía, se observaba en sus modaleí',
en su aseo y en su conversación ese sello de natural elegancia que
caracteriza á las razas privilegiadas. Azares que ocultaba con esmero
le habían obligado á cambiar de posición, y aceptaba las privaciones
con una dignidad que á veces se convertía en arrogancia. Escribía
poco, porque era perezoso ; pero escribía bien : más le agrada hablar
que escribir, y su conversación era siempre agradable. Nunca se que-
jaba de su mala suerte. Se había acostumbrado á trasnochar y hasta
que se encendían en las calles los faroles, todavía de aceite por enton-
ces, no salía de la humilde casa de huéspedes donde habitaba. Lo pri-
mero que hacía era ir á la redacción, desempeñaba su breve labor
y desaparecía para encaminarse á un cafetucho que había en la Plaza
Mayor, próximo á la escalerilla de piedra que da acceso á la calle de
Cuchilleros. El café que allí se servía costaba dos cuartos la taza, y
la clientela solía ser de la que, de vivir por entonces en la villa y corte
Kinconete y Cortadillo, habrían renovado con ellos el famoso patio
íevillano, donde tenían su emporio aquellos ilustres bribones. En el
café que cito era conocido, estimado, oído y agasajado por aquellos
parroquianos, que salían de vez en cuando á cometer sus habituales
s. XIX, 1854. "el padre cobos" 139
fechorías y tornaban á referirlas y comentarlas. Por esa ley ineludi-
ble de los contrastes, él, fino y atildado, se complacía en tratar, sí-
quiera fuese superficialmente, á aquellos personajes de la hampa; ¿1,
de una acrisolada honradez, oía la narración de las proezas justicia-
bles de aquellos tomadores, descuideros ó espadistas, que eran á sus
ojos personajes interesantes del libro de las miserias de la vida. No
le iba mal teniendo relaciones con aquella gente, que le respetaba,
porque, desde la media noche hasta la madrugada, lo mismo en in-
vierno que en verano, recorría las calles y las plazas de Madrid, y
tanto sus contertulios del café de la Escalerilla como los serenos y los
polizontes, que así llamaban á los agentes de Orden público, le salu-
daban, y hasta solían echar con él largos y amenos párrafos. No sé
cómo pudo vivir más de ochenta años sin saber dónde dormiría, no
diré cada noche, sino cada día ; ni cómo podría atender á las necesi-
dades de su estómago. Pero realizó este milagro sin que jamás haya
llegado á mi noticia que sacrificase á sus necesidades su honradez
y su dignidad, que era lo que más estimaba. Cuando, cansado de bus-
car trabajo sin encontrarle, decidió hacer novelas por entregas, se
dirigió á los Manini, y como, aunque escribía poco, tanto por su ta-
lento como por la excéntrica vida que hacía, gozaba de cierta fama,
en los círculos literarios, aceptaron su oferta, encargándole desde lue-
go una obra cuyo asunto y título le indicaron. Como Murguía, rechazó
la ingerencia de los editores, y prefirió seguir resolviendo cada día
el difícil y penoso problema de su azarosa y desdichada vida." Fl.
Mor. Godino : Poesías, Madrid, 1862. Por un retrato (en Rev. Esp.,
1868, t. IV). Una traducción del Quijote (ibid., 1869, ts. VI-VII).
Nerón, dr., 1892. Sonetos de broma, Madrid, 1900. El Ultimo bohemio,
1908.
Afán de Rivera: Alómenlos de ocio, poesías. El Laberinto, com.
(Málaga, 1854). La Estrella de la esperanza, dr. (1854). Corte y cor-
tijo, com. (1854). Antiguos y modernos, com. (1854). La Pensionista,
zarz. (1854). Farínelli, id. (1855). La noche buena, jug. (Granada, 1856,.
1894). Tres damas para un galán, com. (ibid., 1857). Una rosa y un
clavel. Un tiempo del verbo amar y Por un cabello, novelas. El collado
del Burro, cuento. Biografía de doña Isabel la Católica. Las Noches
del Albaicín, tradiciones. Granada, 1885. Fiestas populares de Gra-
nada, artículos de costumbres y escenas populares, ibid., 1886. Cosas
de Granada, leyendas..., ibid., 1889. Del Veleta á Sierra Elvira, le-
yendas, ibid., 1893. Entre Beiro y Dauro, cuadro de costumbres gra-
nadinas, ibid., 1899. Algarabía, poesías, ibid., 1905.
53. Año 1854. El Padre Cobos, semanario satírico, el más céle-
bre que ha habido en España, saiió durante el bienio progresista
(1854-56) como anónimo, escrito por jóvenes allegados del ex ministro
moderado don Pedro de Egaña, entre ellos José Selgas, Ceferino Suá-
rez Bravo, Esteban Garrido, E. González Pedroso, F. Navarro Vi-
1^0 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA RE.\LISTA (185O-1869)
Uoslada, Emilio Arrieta, Cándido Nocedal y otros colaboradores me-
nos asiduos, como hópez de Ayala. Tuvo un tinte moderado, sin ser
sectario politicamente, contra los farsantes ó engañados que herían
los sentimientos tradicionales. Defendióle en los Tribunales don Cán-
dido Nocedal. Contribuyó á la caída de Espartero. El director fué
Eduardo G. Pedroso. Consúltese J. Pérez de Guzmán, Más sobre "El
P. Cobos", en Ilustr. Esp. y Amer., LXXXI. págs. 251 y 254.
Ángel María Dacarrete (n. 1827), gaditano, colaborador de El
Teatro, Seman. Pintor.^ La Esp. Moderna; fué poeta estimable é imi-
tó tierna y sentidamente á Bécquer. Estrenó Al cabo de los años
mil, 1854. Magdalena, dr., 1855. Una historia del día, dr. Mentir á
tiempo, zarz., 1856. Poderoso caballero es don Dinero, com., 1857. Ju-
lieta y Romeo, dr., 1858. Las Dulzuras del poder, com., 1859. Poesías.
Madrid, 1906. En Esp. Mod.: La Flor seca, poes. (1868, t. I). A ti, re-
cnerdo (ibid.). En Siberia, poes. (t. I\'). En Bailen, poes. (1874,
t. XL). Sonetos (1890, Marzo).
José Coll y Vehí (1823-1876), de Torrent (Gerona), catedrático
de Retórica en el Instituto de San Isidro (1848) y del de Barcelona
(1861), publicó originales y atinadas obras de preceptiva desde 1854.
Elementos de literatura, 1856, 1857, 1859, 1868. La Sátira provenzal,
1861. De los trovadores en España, 1861. Compendio de retórica y
poética ó nociones elementales de literatura, 1862. Diálogos literarios
(su mejor obra), 1868, 1871, 1882 (con prólogo de M. Pelayo), 1885,
1896, 1907. Modelos de literatura castellana, 1871. Los Refranes del
Quijote, 1874.
Alejandro de Tapia y Rivera (1827-1881), el más fecundo y no-
table escritor, poeta y dramaturgo, de Puerto Rico, por seud. El Bardo
de Guamaní y Crisófilo Sardanápalo, preceptista y crítico, muy leído,
tuvo altos propósitos y escribió de historia, luego leyendas, novelas y
dramas, con talento claro y culto, aunque sin inspiración poética, de
estro lírico débil y de escaso aliento, desdeñoso de los efectos teatrales
V poco atenido en ellos y en las novelas á la realidad, aun histórica.
Estimuló, sin embargo, con su ejemplo la cultura de la isla y dirigió
La Azucena (1871-75). Biblioteca histórica de Puerto Rico, ibid., 1854.
Ensayos literarios, Habana, 1862. El Bardo de Guamaní, Habana,
1862. La Cuarterona, dr., Madrid, 1867. Camoens, dr., ibid., 1868; re-
fundido, Puerto Rico, 1878. Hero, monól. trág., Ponce, 1869. Postumo
el Transmigrado, Madrid, 1872. Noticia histórica de D. Ramón Po-
7t'er, Puerto Rico, 1873. Vasco Núñez de Balboa, dr., ibid., 1873. La
Leyenda de los veinte años, nov., ibid., 1874. Cofresi, nov., ibid., 1876.
La Salaniada. grandiosa epopeya, Madrid, 187H. La Parte del león,
dr., ibid., 1880. Miscelánea, novel-as, cuentos, bocetos, ibid., 1880. Con-
ferencias sobre estética y literatura, ibid., 1881. Postumo, con 2.' pte.
(El Transmigrado y El Envirgenado), ibid., 1882 (póst.). Consúltese
M. Pelayo, Hist. poes. hisp.-amcr., t. I (1911), pág. 340; José de Ar-
mas, en E.I Siglo, 1865.
REDACCIÓN DE «EL PADRE COBOS»
Primera línea: Garrido. Franc. N. Villoslada. Cef, SuárezJBravo,
Em, Arriata. Ed. G. Pedroso.
Segunda línea: Ad.López de Ayala. José Selgas. Cándido_NocedaI.
S. XIX, 1854. DOÑA MARÍA DEL PILAR SINUÉS 14I
Doña María del Pilar Sinués (1835-1893), fecunda novelista
aragonesa, de Zaragoza, nada notable ni por los caracteres ni por la
pintura de costumbres, bastante sensiblera y empalagosa en sentimien-
tos y afectos; y, aunque pretendiendo ser moralizadora, quédase con
ser docente escritora para señoras y niñas ; pero de una moral algo
peligrosa, cual es la que enseña a seguir las propias inclinaciones.
Más que á los románticos aseméjase á los naturalistas de fines
del siglo XVIII y comienzos del xix, y á madame Cottin en par-
ticular, á quien dirigió una de sus obras. Hoy se nos antoja latosa, fal-
sa y blanducha. Tipo estrafalario de mujer, la de vida más desorde-
nada y perdida y de escritos, al parecer, más morales de nuestras es-
critoras. Su última novela fué Morir sola, y sola murió pobrísimamen-
te, hallándola muerta su sirvienta al volver á casa. Su novelesco caso-
rio con don José Marco, autor de comedias, nárralo J. Nombela {Im-
presiones, t. 11, pág. 333). Sin conocerla más que por unos versos, pi-
dióle su mano con otros que hicieron Bécquer, Viedma y Nombela,
y el mismo Marco, y se casaron por poderes. Novelescamente se apar-
taron después de muchos años. Redactó y dirigió Sinués la revista
El Ángel del hogar (1864- 1868). Era buena y sencilla, aunque muy ro-
mántica. Obras de P. Sinués : Rosa, nov., 1S54, 1857, 1864, 1865, 1907.
Luz de luna, leyenda, Madrid, 1855. Ecos de mi lira, poesías^
Madrid, 1857. La Diadema de perlas, nov. hist. (en las Cortes);
3.* ed., 1857, 1863. Amor y llanto, leyendas, 1857. Margarita, 1857,.
1877. Cantos de mi libro, leyendas en verso, 1857. Premio y casti-
go, 1857, 1866. La Ley de Dios, ley. mor., 1858, 1859, 1866. El
Ángel del hogar, 1859, 1862, 1881. Flores del alma, poesías, Barcelo-
na, 1860. Fausta Sorel, nov., 1861, dos vols., 1901. Un nido de palo-
mas, nov., 1861, 1865, 1877. A la sombra de un tilo, 1862. Memorias
de una joven de la clase media, dos vols., 1862. Narraciones del hogar,
j.° serie, 1862, 1908. A la lus de la lámpara, cuentos, 1862, 1866, 1872,
1873, 1876. La Virgen de las lilas, nov., 1863. Dos venganzas, nov.,
1863, dos vols. Celeste, nov., 1863. La Senda de la gloria, nov., 1863,
1880. El Sol de invierno, 1863, dos vols., 1879. Hija, esposa y madre,
cartas, dos vols., 1863, 1877, 1883. No hay culpa sin pena, nov., 1864,.
4." ed. El Almohada de rosas, nov., 1864. Galería de mujeres célebres,
1864-69, 15 vols., 2." ed. El Alma enferma, nov., tres vols., 1865. El
Cetro de flores, leyendas, 14 vols., 1865. Sueños y realidades, 1865,,
dos vols. Querer es poder, nov., 1865, 1878. Álbum de mis recuerdos,
1865. El Ángel de las tristezas, 1865. Veladas de imñerno, leyendas,
dos vols., Barcelona, 1866. A río revuelto, nov., dos vols., 1866. Cuen-
tos de color de cielo, 1867. El Camino de la dicha, cartas, dos vols.,.
1868. Cartas á mi ahijada, 1871 (en La Moda Eleg. Ilustr.). Las Alas
de Icaro, nov., Valencia, 1872. Una hija del siglo, nov., 1873. Isabel
la Católica, leyenda biográfica. Habana, 1874. El Becerro de oro, nov.,
Barcelona, 1875, 1878. Un libro para las damas, 1875, 1878. La Vida
íntima y En la culpa va el castigo, novelas, 1876, 1877, 1878. Comba-
142 PRIMER PERÍODO DE I.A ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
íes de la z-ida, cuadros sociales, 1876. Palmas y flores, leyendas, Ha-
1)ana, 1877. Plácida, nov., Barcelona, 1877. Un libro para las madres,
1877, 1885. Reifias mártires, 1877. La Abuela, 1878. La Mujer de núes-
iros di-as, 1878. La Amiga íntima, nov., Barcelona, 1878. Las Esclavas
del deber, leyendas histór., 1878. Cortesanas ilustres, leyendas histór.,
1878. Glorias de la mujer, leyendas históricas, 1878. La Gitana, nov.,
Barcelona, 1878. Un libro para las damas, 1878. Reinas mártires,
.2^ serie, 1878. Los Mártires del amor, leyendas, 1879. La Primera
falta, nov., Barcelona, 1879, Tres genios femeninos, leyendas, 1879.
Luz y sombra, leyendas, 1879. Un libro para las jóvenes, 1879. Cuen-
tos de niñas, Barcelona, 1879. La Vida real, 1880 (en La Ilustr. Esp.).
La Dama elegante, 1880. Verdades dulces y amargas, 1882. Una he-
rencia trágica, nov., 1882, 2.* ed. Dramas de familia, i.* ser., 1883.
Dramas de familia, 2.* ser., 1885. Narraciones del hogar, 2.' ser.
(antes Cuentos de color de rosa), 1885. Una historia sencilla, Bar-
celona, 1886. La Misión de lu mujer, Barcelona, 1886. La Expia-
ción, nov., Barcelona. Páginas del corazón, 1887. Isabel, í888. Cartas á
una madre, 1888-89 (en La Moda Eleg. Ilustr.). Dos madres para una
hija, 1890. Morir sola, 1890. La Corona de sangre. La Corona nupcial.
La Confianza en los padres. El Matrimonio sin gloria. El Ultimo amor.
Angeles de la tierra. Locuras humanas. Amor y llanto. Cómo aman
las mujeres. La Flor del castellar. Castillo, aldea y palacio. Novelas
-cortas. Rosa y Flor de oro, 1907. Cuadros animados entre niñas, 1908.
Miguel Pastorfido, autor ó semiautor, que firmó como propias no
pocas piezas que le hizo Pelayo del Castillo, pagándoselas en moneda
contante y sonante. A público agravio, 1854. Cinco pies y tres pulga-
das, 1854. Amor en antesale, com., 1855. El Rival y amigo, 1855. Mi
suegro y mi mujer, 1855. El Amor por la ventana, com., 1855. El
que las da las tom<i ó los maridos, com., 1856. Diez minutos de rei-
fiado, 1857. Los Maridos, com., 1859. Entre mi mujer y el primo,
zarz., 1862. Crisis matrimonial, com., 1863. A un picaro, otro mayor,
com., 1864. La Chispa eléctrica, com., 1865. Heráclito y Demócrito.
jug., 1866. Los Amigos íntimos, com. (con Granes), 1866. Los De-
dos huéspedes, com., 1867. La Venda de Cupido, com,, 1867. Susana,
zarz., 1867. Los CorJrabandisias, 1876. La Fortuna en las narices.
Olimpia. Rosamunda. Los Celos afortunados. El Collar de perlas. El
Juramento.
Ramón de Santl'-.'.o, periodista y poeta montevideano, nacido
(1833) en la época romántica, guardó siempre aquel espíritu turbulen-
to y de oposición política en sus escritos, tanto en prosa como en
verso, que desparramados andan en periódicos, aunque en los versos
sin exageración. Fué buen sonetista; en verso libre compuso La Ciu-
dad ela de Mouteiñdeo, y su más popular y romántica poesía, la balada
que tituló La Loca de Bequeló. Fundó con Pérez Gomar, l-'erreira v
Artigas, García Lagos, Magariños Cervantes, I'ajardo y Barbosa, el
Eco de la juventud oriental (1854); redactó El Orden; fundó con
S. XIX, 1854. FRANCISCO BOTELLA Y ANDRÉS 1 43
Pérez Gomar, Fernández, Castaña, Tomé y Basáñez, La Libertad
(1855) ; colaboró en La Nación (1859) ; fundó, con Federico de la
Barra, El Plata (1864) ; redactó La Reforma Pacífica (1865), La Re-
pública (1865), El Correo, El Republicano, El Telégrafo Marítimo
{1887) y colaboró en otros muchos.
54, Año 1854. Ventura Aguilar, español, publicó Cantos de un
canario, poesías, Madrid, 1854. Ofilia, nov., B. Aires, 1887; Barcelo-
na, 1895. Noche penal, 1888. El Padre Crespo, nov.. Habana, 1900. —
José Aguilera López (t 1901), de Guadix, publicó Colección de poe-
sías selectas castellanas. Granada, 1854, 1889. — América poética. Ha-
bana, t. I, 1854. — Fray José Amich, franciscano, publicó Com-pendio
histórico de los trabajos... que los ministros evangélicos de la seráfica
religión han padecido... provincias del Perú... Van en seguida ".¥0-
ticias histór. sobre las misiones en la república de Solivia por el P.
Cef crino Mtissani, mínimo", París, 1854. — ^Antonio M." Arguelles v
Vallejos estrenó A Manila con dinero y una esposa, com. (1S54). Don
Currito y la cotorra, com. (1857). — ^Patricio Azcárate (1800-1886),
leonés, publicó una biblioteca filosófica de 26 tomos, de Platón, Aris-
tóteles y Leibnitz, traducidos y anotados por él. Obras de Platón,
Madrid, 1871-72, 11 vols. Veladas sobre la Filosofía moderna, 1854.
Exposición hist.-crítíca de los sistemas filosóficos modernos, 1861.
Sistemas filosóficos modernos, cuatro vols., 1870. La Filosofía y la
civilización moderna en España (Rev. Esp., 1880, t. LXXH), 1886. —
José Barbier publicó Fe y esperanza, palma de los martirios dedicada
ó las víctimas de la causa del pueblo en el glorioso alzamiento de Ali-
cante (1844), Palma, 1854. — Antonio Barrera publicó Wifredo el
Velloso, crónica catalana, Madrid, 1S54, 1860. El Sacristán de S. Tor-
cuata, episodio de la guerra de Sucesión, Madrid, 1884. — Mercedes
Belzú de Dorado (1834- i 879), poetisa de la Paz en Bolivia, fué
hija del presidente y general Belzú, vivió en Lima y Europa; después,
«n Sucre, la Paz y el Perú, dándose á conocer por sus poesías en Are-
quipa y publicándolas en los periódicos. Poesías, Valparaíso, 1891. —
Aurelio Berro (n. 1834), ministro y poeta montevideano, logró el
primer premio en el certamen nacional (1879), con el Canto al Monu-
mento de la Independencia (en El Parnaso Oriental, 1905) ; pero no
se han coleccionado sus poesías quintanescas, frías á menudo, impe-
tuosas á ratos, siempre clásicas. — ^Francisco Botella y Andrés, di-
rector de El Español (1865-68) y El Diario Español, estrenó Furor
parlamentario, com. (1854). Amar sin dejarse amar, jug. (1855, 1905).
La Unión liberal, jug. (1855). Las dos primas, com. (1855). Lo que
quiera mÁ mujer, com. (1855). El Juego de cubiletes, com. (1855). El
Programa de Manzanares, com. (1855). ^^^^ "^'^^^ llegar á tiempo
f 1855). Un pie y un zapato, jug. (1855). El Rico y el pobre, dr. (1855").
Una noche y una aurora, com. (1856). La Paz de Vergara, dr. (1856).
La Torre del águila negra, dr. (1856). El Alcalde de Antequera, dr.
144 l'RIMER TERÍÜDO DE L.a ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
(1857). Hay providencia, dr. (1857). La Flor de la esperanza, com.
(1857). Los Cabellos de mi marido, com. (1858). Los Cabellos de mi
mujer, com. (1S58). A la luna de J'alencia, com. (1858). La Cortesana
y la lugareña, com. (1858). La Fe perdida, com. (1858). La Mujer á
los quince años, com. (1858). La Mujer á los treinta años, com. (1858).
La Mujer de medio siglo, com. (1858). Para dos perdices..., dos, jug.
(1859). Los Agiotistas, dr. (1859). El Fuego y la estopa, com. (1859).
La Indiferencia o jugar con dos barajas (1859). — Tomás de las Ca-
sas LÓPEZ, canario, publicó Rosas Cardenenses, poesías, Cárdenas,
1854. — Manuel Cascarosa y Ribelles estrenó Una lección de mun-
do, com.. Valencia, 1854. — 'César C'nto (1836-1891), poeta colombia-
no, de Quibdó, más erudito que inspirado y demasiado desleído, faci-
lísimo versificador é improvisador, pero que tradujo mejor del alemán
y del inglés, sobre todo el Psalm of Life, de Longfellow, publicó Ver-
sos, Londres, 1884. Diccionario ortográfico de apellidos y nombres
propios de personas, ibid., 1885. — Cortes Constituyentes, i8¿4. Gale-
ría, 1854. — Las Cortes, diario líber., Madrid, 1854-57. — Domingo Dul-
ce publicó Diccionario de equitación Madrid, 1854. — Eco de los fo-
lletines, novelas célebres extranjeras, aueve vols., Madrid, 1854-56. —
José Escudero de la Peña (1829-1883), madrileño, archivero de Al-
calá (1882), publicó la Crónica de Guadalajara, notas, etc., al Libro
de la Cámara del Principe D. Juan, de Oviedo, y á la Divina retribu-
ción..., del bachiller Palma. Reimprimió las obras de Carlos García
(Libr. de antaño). Además publicó los 18 primeros tomos de la Co-
lección de documentos inéditos del Archivo de Indias. Consúltese
Rev. Archiv., 1883 (Set.). — Galería nacional (de Chile) ó Colección de
biografías y retratos..., dos vols., 1854-61, Imprenta Chilena. — Ma-
nuel García yVLBURQUERQUE, cubano, de la raza de color, estrenó El
Jorobado en Guanabacoa, 1854. — Francisco Gómez de la Cortina,
marqués de Morante, Catalogus librorum Doctoris D. Franch, Gó-
mez de la Cortina, March. de Morante... t Additio ad Caialogum,
Madrid, 1854-70, nueve tomos. Biografía del M. Francisco Sánchez
el Brócense, 1859. Biografía de Isaac Casaubon, 1862. Noticias del
elocuente orador D. Nicolás Heredero y Mayoral, 1868. Colaboró en
el Diccionario latino-español de Raimundo Miguel y en Un fragmento
de Afranio, con el mismo. — Juan Feliciano de Grovares publicó
Pablo, nov., Habana, 1854. — La Iberia, diario liberal, Madrid, 1854-
68 y 1868-70, fundado por Pedro Calvo Asensio. — Fray José Infan-
tes, religioso exclaustrado, publicó Historia de... S. Pedro Regalado,
Valladolid, 1854. — Juan Xei-omuceno Justiniano y Arribas (t 1901),
coronel, redactor ó director en Badajoz de El Iris (1862), La Defensa
(1880), La Coalición (1891), publicó Roger de Flor, poema heroico,
Zaragoza, 1854; Sevilla, 1858; Madrid, 1865. Poesías, Sevilla, 18Ó2,
1891. Ayer y hoy, poesías al Ayuntamiento de Bilbao, Vitoria, 1871.
Poesías selectas, Sevilla, 1891. Romancero, Badajoz, 1896. — El Lc(m Es-
pañol, diario moderado, dirigido por José Gutiérrez de la Vega, Madrid,
S. XIX, 1854. JOSÉ MARÍA PINZÓN RICO I4Í»
1854-60 y' 1865-66. — Juan López Itelo estrenó A buen tiempo, un
desengaño (1854). — Juana Paula Manso de Noronha, argentina, pro-
fesora y directora de colegio, escribió poesías, el drama La Revolu-
ción de Mayo, la Historia elemental de la conquista y descubrimiento
del Río de la Plata. La Familia del comendador, nov., Buenos Aires,
1854. — Manuel Martínez Casado estrenó Un marido ofendido, com..
Habana, 1854. Lo que anda, el dengua y zumba y aguanta (1857). —
Ramón Martínez de la Torre estrenó El Regente y el labriego, dr,
(1854). — 'Cristino Martos y Balbi (1830-1893), granadino, político y
gran orador, publicó La Revolución de Julio de 1854, Madrid, 1854. —
Bartolomé Masó (1834-1907) : En días grandes, proclamas, cartas,
poesías. Habana. 1916. — A^-'tonio Mestres (1829-1866), de Agramunt
(Lérida), estrenó Amor y honra. Engaños del corazón. Una noticia á
tiempo, La Siempreviva, Causas y efectos. Más vale maña que fuerza,
— Rufo de Negro, abogado, gobernador, redactor de Las Novedades
y Eco del País (1862-66), publicó Recuerdos del corazón, nov., Ma-
drid, 1854. — 'CÁNDIDO Nocedal (1821-1885), de La Coruña, liberal en
su juventud, ministro de la Gobernación, tradicionalista después de la
Revolución de 1868, redactor de la Gaceta (1835), colaborador de El
Padre Cobos, fundador de La Constancia y de El Siglo Futuro, ilus-
tró las Obras de D. G. M. de Jovellanos, dos vols., 1865. Observacio-
nes sobre la novela, 1860 (disc. recep. Acad. Esp.). Discursos sobre
el reconocimiento del llamado reino de Italia, 1866. Consúltese C. Bo-
tella, D. Cándido Nocedal, Madrid, 1913. — El general Daniel Flo-
rencio O'Leary (1801-1854), nacido en Dublín, alférez en América
(1818), dejó unas Memorias, traducidas é impresas por su hijo Simón
B. O'Leary, Caracas, 1879-1888, 32 vols., ó Bolívar y la emancipación
de Sud-América, Madrid, 1916-17 (con tomo apéndice (1826-29), de
lo secuestrado en Venezuela por el presidente Guzmán Blanco, é im-
preso en Caracas, 1914). Obra importante para la historia de Bolívar
y de la Independencia. — Deodoro A. de Pascual, español, por ana-
grama Adadus Calpe, publicó La Novela actual, Montevideo, 1854.
Apuntes para la Hist. de la Rep. Oriental del Uruguay, París, 1864,
dos vols. Véase J. VaJera (Obras, t. XXVI, pág. 198). — Francisco
Piferrer, buen erudito, publicó Tratado de Heráldica y Blasón, Ma-
drid, 1854. Apéndice, 1857. Trofeo heroico, armas, emblemas y blaso-
nes de las provincias y principales ciudades y villas de España, Ma-
drid, 1860. Nobiliario de los reinos y señoríos de España, ibid., 1855-
68, ocho vols. Diccionario de las bellas artes, 1866, dos vols. — Pablo
del Pino y Mora, natural de Aguilar de la Frontera, escribió Aquí
está un moso é verdá, un acto. Málaga, 1854. Honrado y criminal,
com. (1854). Escenas nocturnas, ibid., 1855. — José M.* Pinzón Rico
(1S34-1887). de Bogotá (Co-lombia), doctor en Leyes (1852), general
en la guerra, redactor en Caracas de El Porvenir (1867) y en Bogotá
de La Discusión (1879-80), etc., hizo armoniosas y populares poesías
qtie traen los Parnasos, sobre todo la Elegía á Ouijano Otero y Des-
TOMO VIII. — 10
146 PRIMKR PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-186Q)
pcrtar de Adán. Trovas..., publicadas por su hermana Adel-aida, Bo-
gotá, 1896. José Rivas Groot, Parnaso Colotnh., 1886, pág. xxxix :
"No tuvo la sencillez antehoniérica de Gutiérrez, sino más bien las
elegancias de trovador del mejor ciclo; consultó siempre la armonía
de la estrofa deseoso de que ésta se quedara en la memoria, lo que
consiguió felizmente." — El Plata Científico y Literario, revista fun-
dada por Miguel Navarro Viola, B. Aires, 1854. — F. Pradel Alar-
CÓN publicó Manual predicable, Madrid, 1854. — Diego Rápela pu-
blicó El Mosquito, leyenda crítico -burle se a, en verso, Málaga, 1854. —
Joaquín Salarich, médico, publicó Vich, su historia, sus monumentos,
sus hijos y sus glorias, Vich, 1854. — Ramón Sanjurjo Pardo publicó
Los Obispos de Mondoñcdo, Lugo, 1854, dos vols. — ^Francisco San-
tur (t 1864), peruano, abogado en el Ecuador, publicó Poesías, Pa-
rís, 1854. — EzEQUiEL Uricoechea (1834-1880), de Bogotá, publicó Me-
moria sobre las antigüedades Ncogranadinas, Berlín, 1854. Mapoteca
Colombiana, Londres, 1860. Bibliografía Colombiana, 1874. — Antonio
DE Viana, canario, publicó Antigüedades de las islas Afortunadas de
la Gran Canaria..., Santa Cruz, 1854, 1905. — Francisco de Vidal pu-
blicó Historia contemporánea del Imperio Otomano, Barcelona, 1854,
dos vols. (véase año 1862). — Isabel de Villamartín publicó Pembé-
Haré, oriental, Gerona, 1854. Poesía á Clemencia Isaura, premiada en
Barcelona, 1859. Horas crepusculares, cantares y seguidillas, Madrid,
1865. — Juan M. Villegas publicó Juicio crítico de los poetas españoles
contemporáneos, París, 1854.
55. Año i8¿¿. Pedro Antonio de Alarcón y Ariza
(i 833- 189 i) nació en Giiadix, estudió Filosofía en aquel Se-
minario, se bachilleró en Granada, donde comenzó á estudiar
Leyes ; pero el corto caudal de su padre le hizo volver al Se-
minario, donde juntó la Teología con las Letras. Dejó la ca-
rrera eclesiástica y huyóse de su casa a Cádiz, donde con Tor-
cuato Tarrago fundó la revista El Eco de Occidente (1852),
y á Madrid, donde se estrenó en El Látigo (1854-56); volvió
á Granada ; allí fundó la bohemia llamada Cuerda granadina.
Cuando el levantamiento de Vicálvaro (1854) acaudilló la in-
surrección y embistió contra el Clero y el Ejército en La Re-
dención, que él mismo fundó; luego en Madrid contra Isabel II
con Villergas en El Látigo. Tuvo por ello un duelo con García
de Quevedo, que disparó al aire, salvándole la vida. Desde aquel
día dejó la revolución, se retiró a Segovia, colaborando en los
l>er¡ódicos hasta 1857, en que dio al teatro el drama El Hijo
pródigo; pero no segundó. Sentó plaza (1859) para la guerra
^ Ju/i' kcyTZ^^'^'^-
[Cuentos amatorios, igo5.)
S. XIX, 1855. PEDRO ANTONIO DE ALARCÓN 147
de África, desde donde fué enviando cartas que coleccionó con
el titulo de Diario de un testigo de la guerra de África, Ma-
drid, 18Ó0, que leyó toda España con el afán de quien lee las
hazañas propias. Como fruto de su viaje por Italia (1860) pu-
blicó De Madrid á Ñápales, Madrid, 1861. Fué diputado por
Guadix (1864) y escribió en La Época en pro del partido de
O'Donnell ; después derrotó personalmente á Narváez en el Par-
lamento; fué de ministro á Suecia y Noruega (1875), conse-
jero de Estado y académico. Apoyó á Alfonso XII en el ar-
tículo La Unión liberal debe ser alfonsina. Publicó El Final
de Norma (1855), Poesías serias y humorísticas (1870), en las
que con urija punta de humorismo derrochó color y metáfo-
ras; La Alpujarra (1874), El Sombrero de tres picos (1874),
El Escándalo (1875) y La Pródiga (1882). Dificultoso sobre-
manera es señalar en qué sobresale literariamente Alarcón, el
novelista más leído juntamente con Plereda, el más gustado y el
más popular de los novelistas españoles. Por más que se re-
busque, no se ve por parte alguna adonde agarrarse. Diríase
que Alarcón no sobresale en nada. La crítica halla bien la tra-
ma de sus novelas, aunque también advierte puntos en que
€stá floja; ve pinturas de caracteres, pero no da con una de
esas esculturas que le arrebaten ; admira el estilo fácil y des-
embarazado, el lenguaje noble y natural, sin dejar de adver-
tir no pocos galicismos y frases de cajón, y no halla aquellos
loques inesperados y brillantes, aquellas lumbres del decir, fra-
ses ó palabras de nervio y colorido, que esmaltan los escritos
de los grandes escritores. No parece sino que se pasea uno por
un jardín donde no le arrastra los ojos planta alguna exqui-
sita y extraña, árbol alguno de particular corpulencia ó esbel-
tez. El jardín está limpio y cuidado; pero es un jardín espa-
ñol á secas, donde crece todo según brota y por donde brota,
plantas, árboles y flores son comunes, las que da la tierra es-
pañola. No es que esté de m.oda; Alarcón no estuvo nunca de
moda; pero siempre se lee y las ediciones se agotan pronto.
Se lee en América y en España, por gente culta y gente lega,
por personas maduras, viejos y niños. Sus novelas son los
jardines públicos, adonde todo el mundo va á solazarse un
rato; son el molino del tío Lucas, adonde todos acuden pun-
148 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
tualmente sin proponérs€lo. El tío Lucas sólo tiene un pasar;
pero deja á todos sabrosos y les hace, quieras que no, volver
otro día á su molino. Alarcón no sobresale en nada más que
en no pretender sobresalir. Es el contador natural y llano, aun-
que no de la gente sencilla del lugar, como Trueba, sino de la
gente urbana. Trueba es tan llano y natural, pero más del te-
rruño, más allegado á campesinos y aldeanos, más fresco y vir-
ginal, más inocente, más castizo. Alarcón cuenta á ciudadanos,
en estilo más urbano, por lo mismo menos casto y puro, más
desleído y avulgarado. Es menos popular que Trueba, no sien-
te la virgen naturaleza, no recuerda los romances ni los canta-
res populares, ni, por tanto, se allega al verdadero pueblo. Pero
para entre personas que en la ciudad viven y están hechas á
las artificiales maneras de vivir de la sociedad, entre casas y
calles, no hay narrador más llano y natural que Alarcón. En
El Sombrero de tres picos, asunto tomado del popular y añejo
Molinero de Arcos, y en algunas novelas cortas, como La Bue-
naventura, El Libro talonario, El Carbonero alcalde. El Asis-
tente, El Ángel de la guarda, es el Alfonso Karr español, y se
acercó más á la pura cepa castellana, y por tanto, su realismo
es más recio, su filosofía más honda. Estas obras pueden ser-
\'ir de piedra de toque para apreciar el tono, que he llamado
urbano, de las demás, y mucho más servirán las obras de True-
ba, con quien le he comparado. Pero dentro de la común so-
ciedad es Alarcón el más sano, natural y llano cuentista esp;i-
ñol, y el más respetuoso con la moral urbana y las maneras
de pensar sociales. Habla, pues, á gentes de buena sociedad y
de honrada burguesía en su propio lenguaje y así gusta á to-
dos y á nadie desazona. La nota propia de Alarcón, aunque no
enteramente literaria, por la cual gusta á todos los verdaderos
españoles de raza, es su españolismo, su amor á España, no
exagerado en ditirambos inoportunos, sino hondamente senti-
do y que hasta sin expresarlo se rezuma en todos sus escritos.
Por lo demás, pinta, siempre que puede, la tierra española, sus
tipos y costumbres. Pero lo que no pinta, si bien es alma de sus
obras, es la alegría satírica, el gusto cómico, el gracejo profun-
do, sano y franco, que tan placenteras hace las obras de Cer-
vantes y en su tanto ha pasado a las obras de Alarcón, por ser
S. XIX, 1855. PEDRO ANTONIO DE ALARCÓN 149
nota característica de raza, cual se halla en el Arcipreste de
Hita, en la novela picaresca y hasta en las obras espirituales de
la buena época, bastando recordar á Santa Teresa. Ese buen
Jmmor y sana socarronería es lo que haré apacible la lectura
de Alarcón. Y nótese el contraste de la literatura a la sazón en
boga entre los franceses, pesimista, negra, como de gentes mun-
danas que han apurado hasta las heces el placer en continuas
orgías, junto al mozo sanóte del campo que no ha gustado nada
que afemine ni enlobreguezca el corazón. La morgue francesa
es fruto del vicio, que los modernos, hechos de hecho ó de deseo
á la vida de los franceses, pretenden trasplantar á la España
todavía sana del resto de los españoles. Verdad es que más tar-
de, para oponerse á lo francés, se hizo Alarcón demasiado atrás
y cayó en cierto remiramiento un si es no es mojigato, tímido,
suspicaz, que le llevó á perder parte del natural donaire, desen-
fadada y fresca picardía de los primeros tiempos. El Escánda-
lo (1875) no es novela de tesis, como algunos han dicho, sino
de tendencia, lo cual no es lo mismo; como que la primera su-
bordina el arte á la tesis, y la segunda subordina la tesis al
arte, aunque sin perderla de vista y aun proponiéndosela de he-
cho. Tal El Escándalo, de Alarcón, y Gloria, de Galdós, dos
de las mejores novelas españolas.
6 6. Hállase la firma de Alarcón, ó escribió sin ella, además de
los periódicos citados, en La Redención, La Política, El Occidente, La
Discusión, El Criterio, La Época, El Museo Universal, La Ilustr. Esp.,
Blanco y Negro, Los Niños, La Niñez y Rev. de España, donde pu-
blicó Una flor menos, poesía (1868, t. V), A Daguerre, id. (1868,
t. VII). A Fr. Luis de León, id. (1869, t. VIII). A Velázquez, id. (1869,
t. VIH). Al recibir mi retrato, id. (1870, t. XIII). Habiéndose pasado
del bando de los revolucionarios al de la Monarquía y aun de los ca-
tólicos neos, los del uno ú otro hablan del acontecimiento harto poco
desinteresadamente. Acabó idiota, dicen unos ; fué bebedor formida-
ble de aguardiente de Ojén, cosas ambas ciertas; pero que no tienen
que ver ni con su valer literario ni con su llamada conversión : ahora
no bebe Ojén ni es idiota: es tierra. He preguntado á muchos que le
trataron acerca de su .conversión, y los no muy católicos achácansela
á conveniencia, creyendo que Alarcón aparentaba ser católico con re-
domada hipocresía; en cambio, los creyentes tienen á pie juntillas qu€
Dios le tocó el corazón cuando salvó la vida en duelo. Dios es el que
apura las intenciones; si antes fué sincero revolucionario, bien pudo
ser después sincero creyente. Portóse, á lo menos, siempre como caba-
1 5o PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
Uero y persona honrada y, no habiendo pruebas en contra, no es justo
sospechar de su sinceridad. El Diario de un testigo de la guerra de
África (1859- 1860) dio 90.000 duros al editor, que tiró de una vez
50.000 ejemplares. El Final de Norma (1855), obra de un mozalbete
de diez y seis años, tiene todavía del negro romanticismo en lo trá-
gico, aunque el sano corazón de su autor le haga acabar en color de
rosa. El Sombrero de tres picos es novela tan realista á la española
como la antigua picaresca y la tradición de donde la sacó. El Escán-
dalo es en el intento docente; El Niño de la bola y La Pródiga, de cos-
tumbres y más idealistas. Andrés González Blanco, Hist. nov., pá-
gina 223: "Lo que más singulariza y realza las obras de D. P. A. A.
es el españolismo neto y sano que en ellas brilla. Aunque en su juven-
tud se acusó al autor de La Pródiga de ser francés de aficiones y estar
influido por la literatura francesa de su época." "Creian adversarios,
"y aun amigos del poeta de Guadix (dice Luis Alfonso, prel. á El Som-
"brero de tres picos), que su pluma, contaminada de incurable gali-
"cismo, no saldría del círculo que forma el género francés ; y paró.
"darles un solemne mentís, ha trazado con desembarazo sin igual un
"cuadro tan genuínamente español como la gentileza de las sevillanas
"ó el color de los vinos de Jerez..." El no es má» que narrador, y
narrador castizo. Todas sus obras transpiran un sincero y sentido
ajnor á la tierra española, un esfuerzo generoso por grabar en el pa-
pel sus tipos, sus ciudades, sus costumbres... El Sombrero de tres pi-
cos... no es, en el fondo, más que la renovación del intento de la no~
vela picaresca. Mas á nuevos tipos, nuevas costumbres... No es, en
realidad, novela...; pero tal como en 1874 se hacían novelas, puede
pasar por un modelo del género. Es un episodio retozón y jovial de
la alegría picaresca, siempre conservada en España. Alarcón remoza
la salsa de la socarronería y malicia castellanas que se encuentra en
los poetas primitivos (especialmente en el Arcipreste de Hita) y en
los romances y tonadas populares, como en los viejos fabliaux fran-
ceses se encuentra la legitima joie ganloise... Es, además, el fresco
y sano picarismo que rezuma. Aquí tenemos al Alarcón legítimo de
los primeros tiempos, que, sin los encogimientos y las mojigaterías
que más tarde le impuso su situación especial en la novela española,
ó mejor dicho, se impuso él á sí propio, al colocarse en actitud de
purificador del pantano corrompido por la novela naturalista, de
reacción, frente á la revolución ; al escritor que no teme narrar este
episodio vulgar con todas las chanzonetas y burlas picantes inheren-
tes al caso. Aquí está el hijo del pueblo, que no teme mostrarle tal
como es, hasta en la desnudez de su ingenua picardía... Alarcón...
devuelve al arte y al buen sentido lo que hace tiempo estaba perdido
para ellos: las consejas contadas en los romances populares... Alar-
cón... es, ante todo, humorista, humorista de buena cepa castellana:
la misma socarronería de Sancho, modificada por el espíritu de un
hombre que, aun sin ser excesivamente culto, no es un patán... El e*-
S. XIX, 1855. PEDRO ANTONIO DE ALARCÓX l3l
tilo... no tiene más virtud, y no es poca, que la de ser limpio y suelto.
Hoy pedimos más al novelista... Poniéndome, pues, en el año 1874,
no puedo sino ensalzar la elegancia y limpieza del estilo alarconiano,
que, sin afectación de arcaísmo, no excluye cierta pomposidad... ¿Por
qué no he de loar la prestante serenidad y la hierática tersura, como
de matrona romana, del estilo de Alarcón en retratos como éste que
hace de la corregidora, donde el estilo pulido y serio está tan en con-
sonancia con la severidad de la figura...? Díganme si no es de mano
maestra el retrato de la seña Frasquita... La boga de Alarcón no fué
pasajera, sino muy estable." Pardo Bazán, Nuevo teatro crít., Oct.-
Nov. 1891, pág. 21 : "Período de imitación podemos llamar á la pri-
mera manera ultra-romántica del autor de EL Fimil de Norma. Nadie
más afrancesado que Alarcón en sus comienzos... "Comencé rindiendo
"vasallaje á Walter Scott, Alejandro Dumas y Víctor Hugo; pero
"me aficioné después á Balzac y á Jorge Sand, por hallarlos más pro-
''fundos y sensibles... Había yo conocido ya al ingenioso y afrancesado
"escritor Agustín Bonnat, quien me trató desde luego fraternalmen-
"te... y contagio eran de sus graciosos escritos aquel humorismo apá-
rrente, aquel charloteo con el lector y todas aquellas excentricidades
•'•'y chanzas..." Esta manera que por reflejo de Agustín Bonnat ad-
quirió Alarcón la tomaba Bonnat á su vez del "entonces muy en can-
"delero y siempre admirable Alfonso Karr..." La nota castiza y ran-
cia que tan balsámico sabor de generoso vino andaluz comunica á los
mejores cuentos alarconianos. Xo por eso he de condenar enteramente
el afrancesamiento del amenísimo cuentista. Había en él mucho de
espontáneo... Maestría suprema en el arte de narrar: ahí tenéis defi-
nida la verdadera gloria literaria de Alarcón... Notaba Revílla en
Alarcón la deficiencia de inventiva y .Alarcón la confirmaba diciendo
textualmente: "Yo soy poco aficionado á inventar historias..." Alar-
cón carece del vigor suficiente para sacar de sí un mundo (como Gal-
dós), y en cambio posee el espejo mágico de una imaginación que
embellece cuanto copia... Las Narraciones inverosímiles... son pobres
en interés, mezquinas en intención moral, superficialmente amenas...
El mérito mayor de Alarcón fué, sin duda alguna, haber conservado
á su obra maestra el carácter popular y sencillo del genuino cuento...
La admirable reproducción de la fisonomía nacional... En el cuadrito
óe Alarcón, sucinto, intenso, coloreado cual si del pincel de Goya pro-
cediese, podréis hallar en resumen, en abreviatura, la sociedad donde
iba á brotar la epopeya contra el capitán del siglo. Aquel es el mundo
posterior al año cuatro y anterior al ocho; la España de casacón,
fuente de inspiraciones para los poetas contemporáneos; pero nunca
mejor vista ni manifestada que en el molino del tío Lucas. El relato
es tan pintoresco, que con mucha razón decía el discreto crítico antes
citado que allí se muestra el autor como pintor soberano en primer
término. No otra cosa se requería ser; pero había que serlo en tanto
grado que no cupiera más. Y podrá ser igualado El Sombrero de tres
l32 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
picos; mas no nacerá quien lo supere, porque, en su género, es obra
total, redonda, perfecta." J. Valera, Poesías... s. xix, I, pág. 168: "Las
dos más salientes cualidades que dan á los versos de Alarcón singular
carácter. Es una la irónica salida de tono, que llaman ahora humoris-
mo, con la que, al parecer, se invalida, convirtiéndolo en broma, lo
que se ha dicho antes en serio. Pero, si bien se examina, no proviene
esto de falta de fe, sino de sobra de modestia, si en la modestia
puede haber sobra. Valgámonos para explicarlo de la más humorís-
tica de todas las odas de Horacio: del elogio de la vida del campo,
que fray Luis de León supo imitar tan alta y dichosamente. Horacio
era modesto, no como lírico, ya que decía sublime ferianí sidera vérti-
ce, sino como persona austera en sus moralidades. De aquí que, des-
pués de cantar entusiasmado y con sincero fervor las puras delicias
del retraimiento campesino, recelase y temiese que no habían de creerle
por lo poco autorizado que se juzgaba y saliese con el chiste de que
todo aquello lo había dicho el usurero Alfio al recoger el dinero que
tenía prestado y al ir á prestarlo otra vez á más elevado tanto por
ciento. Las ironías ó humorismos de Alarcón no contradicen, pues,
sus entusiasmos. Alarcón tal vez se niega, pero no los niega. Tal vez
carece ó sospecha que carece de la constante y firme voluntad propia
del santo y del varón justo; pero no del amor vehementísimo hacia
la santidad y hacia el bien que, hondamente sentido por el poeta, aun-
que sea en un breve instante, le habilita para expresarle y para infun-
dir en sus canciones su purísimo fuego. La otra cualidad de Alarcón es
un escepticismo que me atrevo á calificar de sano en primera instan-
cia; de risueño y jovial y de muy atinado y útil en última instancia.
Quiero yo significar con esto que Alarcón, si propendía á menudo á
burlarse de los antiguos ideales, solía ser más burlón y descreído con
los ideales novísimos, hallándolos bajos, rastreros, interesados y vul-
gares. Así se comprende bien, sin atribuirlo á causas extrañas ni á
conveniencias de género alguno, la fervorosa conversión del poeta
hpcia el ideal antiguo en los últimos años de su vida. No de otra suerte
una extremada filosofía sensualista puede llevar al tradicionalismo de
Bonald ó de Donoso. Y el agnosticismo hoy en moda tal vez engendre,
si no ha engendrado ya, un misticismo flamante."
P. A. Alarcón: Fin de una novela (1855). Los seis velos (1855).
El Final de Norma (1855). Cuentos, artículos y novelas (1859). Diario
de un testigo de la guerra de África (1860) ; Habana, 1909-10, tres
vols. De Madrid á Ñapóles (1861,1911). Novelas (i866). El Suspiro
del moro, canto épico (1867). Poesías serias y humorísticas (1870,
1885). Juicios literarios y artísticos (1873). La Al pu jarra (1874, 18^).
El Sombrero de tres picos (1S74). Amores y amoríos (1875). El Es-
cándalo ("1875). El Niño de la bola (1880). El Capitán Veneno (1881).
Novelas cortas: /.■ serie, cuentos amatorios (18S1, 1912) ; 2." serie,
historietas nacionales (1881); j.» serie, narraciones invcrosintiles
(1882). La Pródiga (1882). Cosas que fueron (1882). Viajes por Es-
S. XIX, 1855. líMILIO CASTELAR Y RIPOLL 1 53
paña (1883). Historia de mis libros (1889). El Clavo (1891). Últimos
escritos (1891). En prosa y en verso, póst. (1891). Sin un cuarto (1916).
Se hacen á la continua ediciones que administra su viuda. Obras es-
cogidas, 1874 (en Colccc. de escritores castellanos). Obras completas,
19 vols., Madrid, 1899. Novelas cortas escogidas, ed., Alfred Remy,
Boston, 1905. Consúltense: doña E. Pardo Bazán, Nuevo teatro críti-
co, 1891 ; y Retratos y apuntes literarios (Obras completas, t. XXXII).
págs. 1 17-216; A. Bonilla y San Martín, Los Orígenes de ''El Sombre-
ro de tres picos''', en Revue Hispanique (1905), t. XIII, págs. 5-17;
R. Foulché-Delbosc, D'otí derive ''El Sombrero de tres picos", en Re-
vue Hispanique (1908), t. XViIII, págs. 468-487; Mariano Catalina,
pról. á las Novelas Cortas; Eduardo Lustonó, P. A. de Alarcón, en
La Ilustr. Esp. y Amer., LXXIX, pág. 331; Rev. Archiv., 1902 (Abril).
57. Año iS¿j. Emilio Castelar y Ripoll (1832-1899)
nació en Cádiz y, huérfano de padre, fué de niño á Elda, don-
de estudió la primera enseñanza, y en Alicante, cabeza de aque-
lla provincia, el bachillerato; en la Universidad de Madrid,
DerecJio, y Filosofia en la Escuela Normal, licenciándose
(1852) y doctorándose (1853). Revelóse como orador popular
y defensor de las libertades en el mitin celebrado para las elec-
ciones en el teatro Real después del pronunciamiento de Vicál-
varo (1854). Entró en la redacción de El Tribuno, luego en la
de la Soberanía Nacional (1855) y en la de La Disensión, diri-
gida por Nicolás Maria Rivero, y en ella escribió hasta 1864,
que fundó La Democracia, periódico antidinástico. Ganó por
oposición la cátedra de Historia de España de la Central (1858).
De 1857 3- 1861 dio en el Ateneo sus famosas conferencias sobre
La historia de la civili::ación en los cinco primeros siglos del
cristianismo. Entabló en La Democracia, que dirigía, una polé-
mica con La Discusión, dirigida entonces por Pí y Margall, de-
fendiendo el republicanismo individual, según su Fórmula del
Progreso (1867), contra el socialismo federal de Pí. Por haber
publicado el artículo El Rasgo, en La Democracia, rebajando
los elogios con que la prensa había alabado la cesión que de su
patrimonio había hecho al Estado Isabel II, fué perseguido el
periódico, y al autor fonnáronle expediente como catedrático.
Luego, cuando la noche de San Daniel (10 Abril 1865), fué
condenado á muerte en Consejo de guerra; pero, disfrazado,
huyó á París, donde estuvo hasta la Revolución de 1868, es-
cribiendo y siendo el ídolo de los americanos y aun de toda
1 54 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
Europa por su fama extraordinaria. Trabajó en París en pro
de la Revolución y después de Alcolea en España, y en las Cor-
tes constituyentes, como representante de Zaragoza, ganó su
oratoria los más imperecederos laureles, siendo célebres los dis-
cursos en que terció Manterola, defendiendo él la libertad de
conciencia, el que pronunció contra la totalidad del proyecto de
Constitución monárquica }• el de la existencia de EMos (18Ó9).
Presidente de la República en los más azarosos momentos, tuvo
que dimitir (1874) y salió de España á viajar. Volvió como
diputado por Barcelona á las primeras Cortes de la Restaura-
ción, y poco á poco vino á hacerse gubernamental, sin dejar de
ser republicano, proclamando las vías sensatas de la evolución
política contra las de la revolución armada de Ruiz Zorrilla y
demás radicales. Acusáronle los suyos de traidor y de monár-
quico vergonzante; pero el no haber obtenido nada de Alfon-
so XII y el haber muerto pobre rechazan tamaña recrimina-
ción. Su último trabajo fué Munniiraciones europeas (en la
Ilustración Artística de Barcelona, Junio, 1899). Con los pocos
que le siguieron fundó el partido posibilista, al que se debe la
democratización de la Monarquía, el sufragio universal y el
jurado, y se apartó de la política desde 1888. Estuvo en 1889
y en 1893 en París; en 1894, en Roma, recibiéndole León XIII
en audiencia privada, y en 1899 se retiró á una posesión de
sus amigos los señores Servet, en San Pedro del Pinatar (Alur-
cia), donde falleció, trayéndose su cadáver á Madrid, á la Sa-
cramental de San Isidro. En 1908 se le levantó un monumento,
hecho por Benlliure, en la Castellana. Castelar, con sus pode-
rosas facultades de orador asiático, floreció en la época más
propicia para desenvolverlas y lucirlas. Es el gran tribuno de
la Revolución del 68. Castelar no es más, en efecto, que un ora-
dor asiático, de imaginación estupendamente rica y florida, que
engarza los sucesos históricos en brillantísimos floripondios,
haciéndoles decir lo que á su pro^jósito del momenío mejor
cuadra, para confirmar sus proposiciones, que suelen ser co-
múnmente grandes, nobles y filosóficas, á veces falsas y secta-
rias. El derroche de metáforas, la musical armonía de períodos,
la facilidad de construirlos, el encanto de la voz, vistiendo aquel
tejido de hechos históricos y apreciaciones filosóficas de hom-
EMILIO CASTELAR
[Fra Filippo Lippi, 1877.)
S. XIX, 1855. EMILIO CASTELAR Y RIPOLL l55
bres, doctrinas y acontecimientos, para probar doctrinas por
lo común caras al corazón humano, de la libertad, de la paz,,
de la justicia, de la religión, encantaban al auditorio, no sola-
mente popular, sino al más culto, y le traían encadenado de
pies y manos adonde quería el elocuente tribuno. Hoy, cuando
leemos sus discursos, enfriados por los años, sin el espíritu que
les daba su voz y su gesto, sin el arrebato de las muchedumbres
que enardece las almas de los oyentes, sólo hallamos un filó-
sofo sin sistema, que toma de éste ó de aquél, según le viene
á cuento, balanceándose entre el neoplatonismo y cierto seudo-
misticismo cristiano; un historiador que recoge en florido ma-
nojo y sintetiza y saca las consecuencias que le convienen, sin
mirar mucho en si contradicen las de un párrafo ó discurso á
las de otro; un orador despilfarrado en flores, en colores, en
armonías y cadencias, en largos y bien trabados períodos. Esta
riqueza, esta desenvoltura artística, esta sonoridad, esta brillan-
tez de colorido, este calor ardiente, esta valentía en el pensar y
en el decir, cualidades propias de la raza española, le han hecho
popular en España y América, siendo, sobre todo, Castelar,
allende el Atlántico, el dechado de la elocuencia en el habla
castellana. Orador declamatorio fué no menos Castelar en todo
cuanto escribió, fuera historia, artículos y hasta cartas. Pode-
rosa fantasía y arraigada memoria, los medios de que se valió.
Compararle con Cicerón, que no era asiático, ó con el ático
Demóstenes, es disparate, sólo disculpable por ignorancia.
5 8. De su vida privada hay que decir que Castelar no amó nunca
más que á dos mujeres, á su madre y á su hermana, con quienes vivió,
además de un cortejo de sinceros amigos que siempre le acompaña-
ban. De joven escribía sermones, que algunos eclesiásticos hallaban
excelentes y se los apropiaban, gratificándole por ellos; hasta que en
la Revolución de Julio arengó muy de otra manera al pueblo en las
barricadas. Fué muy trabajador y limaba sus escritos; pero de manera
que la fuga de su oratoria convertía en otras, enteramente diferentes,^
las pruebas de imprenta que le traían para corregir. M. Pelayo,
Heterod., III, pág. 738: "Castelar nunca ha sido metafísico ni hombre
de escuela, sino retórico afluente y brillantísimo, poeta en prosa, lírica
desenfrenado, de un lujo tropical y exuberante, idólatra del color y
del número, gran forjador de períodos que tienen ritmo de estrofas,
gran cazador de metáforas, inagotable en la enumeración, siervo de
la imagen, que acaba por ahogar entre sus anillos á la idea; orador
1 56 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
que hubiera escandalizado al austerísimo Demóstenes, pero orador
propio de estos tiempos ; alma panteísta, que responde con agitación
nerviosa á todas las impresiones y á todos los ruidos de lo creado y
aspira á traducirlos en forma de discursos. De aquí el forzoso barro-
quismo de esa arquitectura literaria, por la cual trepan, en revuelta
confusión, pámpanos y flores, ángeles de retablo y monstruos y grifos
de aceradas garras. En cada discurso del señor Castelar se recorre
dos ó tres veces, sintéticamente, la universal historia humana, y el
lector, cual otro Judio Errante, ve pasar á su atónita contemplación
todos los siglos, desfilar todas las generaciones, hundirse los imperios,
levantarse los siervos contra los señores, caer el Occidente sobre el
Oriente ; peregrina por todos los campos de batalla ; se embarca en
todos los navios descubridores, y ve labrarse todas las estatuas y es-
•cribirse todas las epopeyas. Y no satisfecho el señor Castelar con
abarcar así los términos de la tierra, desciende unas veces á sus en-
trañas y otras veces súbese á las esferas siderales, y desde el hierro y
el carbón de piedra hasta la estrella Sirio, todo lo ata y entreteje en
■ese enorme ramillete, donde las ideas y los sistemas, las heroicidades
y los crímenes, las plantas y los metales, son otras tantas gigantescas
flores retóricas." Castelar: Ernesto, nov., Madrid, 1855, 191 1. Alfonso
■el Sabio, nov. (con F. de P. Canalejas), ibid., 1856. La Hermana de
la Caridad, nov., la mejor de las suyas, con influencia romántica de
Lamartine y Chateaubriand, ibid., 1857, 1881, dos vols. Lucano, ibid.,
1857. Ideas democráticas, ibid., 1858. La Civilización en los cinco pri-
meros siglos del cristianismo, tres vols., ibid., 1859-62; cuatro vols.,
1877 (3.^ ed.). Crónica de la guerra de África (con F. de P. Canalejas,
G. Cruzada Villaamil y M. Morayta), ibid., 1859. Colección de artícu-
los literarios y políticos, ibid., 1859. Cartas á un obispo sobre la liber-
tad de la Iglesia, ibid., 1864. Cuestiones políticas y sociales, ibid., 1870.
Defensa de la fórmula del progreso, ibid., 1870. Semblanzas contem-
poráneas, dos vols., Habana, 1871-72. Vida de Lord Byron, Madrid,
1873. Discursos políticos, ibid., 1873. Historia del movimiento repu-
blicano en Europa, dos vols., ibid., 1873; nueve vols., 1874-75. Discur-
sos en las Cortes Constituyentes (1873-74), Barcelona, 1874. Misce-
lánea de religión, de arte y de política, Madrid, 1874. Estudios histó-
ricos sobre la Edad Media, ibid., 1875. Cartas sobre política europea,
ibid., 1875. Perfiles de personajes y bocetos de ideas, ibid., 1875. Un
año en París, ibid., 1876. La Cuestión de Oriente, ibid., 1876. Recuer-
dos de Italia, dos vols., ibid., 1877. El Ocaso de la libertad, ibid., 1877.
Era Filippo Lippi, nov. hist., tres vols., 1877. Historia de un corazón,
con su 2.* pte. titulada Ricardo, ibid., 1878. Ensayos literarios, ibid.,
1880. Recuerdos y esperanzas, ibid., 1880. La Redención del esclavo,
ibid., 1880. Conceptos fundamentales de nuestra edad, demostrando la
poesía en ellos contenida (disc. recep. Acad. Esp.), ibid., 1880. Dis-
curso, Lérida, 1880. Un viaje á París durante el establecimiento de
la República, Madrid, 1880. La Revolución religiosa, cuatro vols., Bar-
S. XIX, 1855. DANIEL MANTILLA l5j
celona, 1880-83. Discursos leídos en la Acad. Esp., ibid., 1881. Anales
políticos, ibid., 1881. La Rusia contemporánea, ibid., 1881. Europa en
el último trienio, ibid., 1883. Tragedias de la Historia, ibid., 1883. Las
Guerras de América y Egipto, ibid., 1883. Historia del año 1883, ibid.,
1884. Retratos históricos, ibid., 1884. Historia del año 1884, ibid., 1885,
Discursos parlamentarios y políticos en la restauración, ibid., 1885.
Discurso, Orense, 1885. El Suspiro del Moro, leyendas, tradic. é his-
torias referentes á la conquista de Granada, dos vols., Madrid, 1885-
86. Galería histórica de mujeres célebres, ocho vols., ibid., 1886-89.
El Marqués de Urquijo, Vitoria, 1889. La Cuestión social y la paz ar-
mada, Madrid, 1890. Nerón, ibid., 1891. Historia del descubrimiento
de América (cast. é ing., publicadas al mismo tiempo), Madrid y Nue-
va York, 1892. Historia de Europa en el siglo xix..., continuada bajo
la dirección de Man. Sales y Ferré, seis vols., Madrid, 1895-1901. Re-
cuerdos de Elda, ibid., 1899. Fragmentos escogidos de sus obras, ibid.,
1904. Correspondencia (1868-98), 1908. Discursos parlamentarios y
políticos, dos vols., ibid., 1913. En la Rev. España: La Crítica religio-
sa en la Alemania moderna (1885). Strauss (1875, t. XLIII). Sínte-
sis entre la Filosofía y la Historia (1881, t. LXXX). La Filosofía
del individuo al comienzo del siglo (1885, t. CIII). La Confede-
ración de razas (1878, t. LX). Los Progresos de la democracia de-
Europa (1886, t. CVIII). La Mujer de Noé (1887, t. CXVI). Hele-
nos y latinos en el s. xv (1885, t. CII). Fr. Bart. de las Casas (1879,.
t. LXVI). El Renacimiento y la Reforma (1884, t. XCVIII). El
Viaje de Carlos V desde Bruselas á Ytiste (1885, t. CVIII). Em-
peños del acaso en la historia (1884, t. C). Lutero (1884, t. XCVI).
La Capilla Sixtina (1869, t. IX). Goya (1869, t. X). Iturbide, por
C. Navarro (1869, t. XI). La Historia de Portugal, por Olivei-
ra Martín (1884, t. XCVII). Consúltense: Francisco Cañamaque,
Los Oradores de 1869, Madrid, 1887; R. Castells, Castelar según la
frenología, ibid., 1875 ; Carlos de Mazade, Les revolutions de l'Espagne
contcmporaine, Paris, 1868; A. Sánchez del Real, Em. Castelar, su
vida, su carácter, Barcelona, 1873; J. M. y Saj., Genialidades, Bilbao,.
1889; Alfredo Opisso, Litografías viejas, Castelar, en La Vanguardia.
1907; Francisco Mateos Gago, Opúsculos, Cádiz, 1875-78; M. Pelayo,.
Heterodoxos, t. III, Madrid, 1898; J. Octavio Picón, Discurso de
recep. en la Academia; Miguel Boada y Balmes, Em. Castelar, Nue-
va York, 1872; Manuel González Araco, Castelar, su zñda y su muerte,
1900; Bernardo Herrera Ochoa, Castelar, Madrid, 1914; Emilio Cas-
telar, por F. de Sandoval, Paris, 1886; Rev. Archiv.^ 1876 (Abr.) ;.
J. Man. Orti y Lara, La Sofistería democrática ó examen de las Lec-
ciones de D. E. Castelar acerca de la civilización en los cinco primeros
siglos de ¡a Iglesia, Granada, 1861.
59. 'Año i8f,¿. Daniel Mantilla (1836-1868), de Buca-
ramanga (Colombia), por seud. Ahel-Karl, estuvo en París,
¡58 PRIMER PERÍODO DE i.A ÉPOCA REALISTA (l850-l8(k))
■donde escribió sus dos mejores trabajos críticos: Emiro Kastos
y Un libro del Sr. José iV/.' Samper, que salieron en La Opr
Ilion (1864), y la biografía de Lamartine. Publicó sus primeras
poesías en La Guirnalda (1855); contadas son las que escribió,
pero sinceras, bien sentidas y todas melancólicas. Inspiróse en
Lamartine y Musset, de quienes fué muy aficionado, y en Cam-
poamor y Trueba, imitando á este último en la mejor de todas,
A Elmira. Es del tono realista, sentimental y sincero, traspa-
rente y natural, de Bécquer, bien que más diluido y más alejado
del espíritu popular hasta en preferir el endecasílabo al octo-
sílabo.
Daniel Barros Grez (1834-1904), de Curicó (Chile), poe-
ta, novelista, fabulista y dramaturgo, ingeniero, arquitecto y
escritor didáctico, criticó las lacras sociales con ingenio, con
pinchazos políticos á veces, sin mezclarse personalmente en po-
lítica; fué modesto y altivo á la par, recto y desinteresado, que
vivió en el retiro, sin protectores, y murió olvidado. Famosa es
su novela Pipiólos y Pelucones (1876), á la manera de Walter
Scott, continuada con El Huérfano (1881), verdadero álbum
de la vida chilena en la primera mitad del siglo xix, en tono
de picaresca y lenguaje que tira á cervantino. Estilo semejante
gastó en Primeras aventuras del maravilloso perro Cuatro Re-
imos (1898).
60- Hay que perdonar á un joven d« pocos años como Mantilla,
que estuvo en París y leyó á Michelet, pero no tuvo tiempo para leer
más serias historias, lo que acerca de España sentía: "esa Nación de-
crépita, que murió para la historia", los "trescientos años de servidum-
bre", "los tres siglos de martirio". Adriano Páez, Pról. á Artíc. escog,
de Abel-Karl: "Se abrirá y se dejará el libro llorando: se verá que
ahí palpita desnuda, sangrienta, despedazada, una alma; que cada es-
trofa es un lamento, cada verso una lágrima, y que la musa del dolor
meció la cuna del joven bardo y lo acompañó fielmente hasta la tumba,
i La musa del dolor ! He aquí la inspiradora de todas las obras poéti-
cas de Daniel Mantilla...; puede llamársele, sin reserva, el Musset de
Colombia. Daniel sentía con una intensidad y verdad extraordinarias,
y tenia la facultad de expresar sus sentimientos con una ternura y de-
licadeza exquisitas. Todos sus versos hacen llorar é inspiran el interés
más vivo por el joven moribundo. Las composiciones Lágrimas y Es-
pinas y A Irwin son de lo más bello que existe en la literatura colom-
biana... Estas maravillas de sentimiento v estilo... esta sensibilidad
S. XIX, 1855. LUIS RIVERA 1 Sq
casi femenina que tenia Abel-Karl; esta perfección, sencillez y dul-
zura de lenguaje, que no posee en grado tan notable ningún otro poe-
ta colombiano, exceptuando á Gutiérrez González y al desgraciado
Epifanio Mejía... Fué también eminente prosista...; el estilo es de una
fluidez y elegancia singulares." Una tarde de verano, nov., París,
1860. H eterismo ó las cortesanas, Socorro, 1871. Artículos escogidos
(y poesías) de Abel-Karl, Bogotá, 1879.
Jorge Huneeus Gana, Cuadro hist., pág. 753: "El Huérfano y la
Hist. de Cuatro Remos son tuia verdadera y enorme enciclopedia de
ideas y doctrinas y costumbres las más diversas. Ha querido el autor
en ellas imitar á Cervantes y á Lesage, hilvanando, en ese tejido sin
fin del estilo de la antigua novela española, aventura tras aventura
y episodio tras episodio. Es enorme la masa de observación, la ciencia
de muchos asuntos de erudición la más variada y opuesta y la fe-
cundidad de inventiva...; pero... se ha alejado de los ideales del arte,
y como novelas, salvo Los Pipiólos y Pelucones, las otras no resultan.
Son narraciones copiosas, arsenales variados, museos literarios en
<iue hay telas y objetos de diverso mérito y riquezas diferentes; pero
en que no hay unidad artística ni verdadero trabajo literario... Pipió-
los y Pelucones es una verdadera novela histórica, con estudio psico-
lógico real de los caracteres y en la cual hay un equilibrio de tan gra-
tos elementos, que no vacilaríamos en declararla tan buena como al-
guna de las mejores de don Alberto Blest." Daniel Barros Grez : Fá-
bulas, Santiago, 1855, 1862, 1888. Mundo, demonio y carne, dr.. Tal-
ca, 1866 (son diálogos humorísticos). Cuentos para los niños grandes,
Bruselas, 1868; Santiago, 1904. Los dos matrimonios, com., Valparaí-
so, 1869. El Tejedor ó la batalla de Maipú, dr., Talca, 1873. La Cole-
giala, jug., Santiago, 1873, 1881. Como en Santiago, com., ibid., 1875.
Pipiólos y Pelucones, tradiciones de ahora cuarenta años, ibid., 1876,
dos vols. Observaciones sobre el verbo hacer..., ibid., 1879. Excepcio-
nes de la natura-lesa, ibid., 1879. Cada oveja con su pareja, com., 1879.
El Testarudo, com., 1879. Ir por lana, com., 1880. El Tutor y su pupila,
•com., 1880. El casi casamiento, com., 1881. El Huérfano, nov. (conti-
nuación de Pipiólos), seis vols., Santiago, 1881. La Iglesia y el Estado,
fant. trág., 1883. El ¡Vividor, com., 1885. El Ensayo de la comedia,
com., 1886. Historia de un polisón, poema, 1889. La Academia político-
literaria, nov.. Talca, 1890. El Logrero, com., ibid., 1890. Primeras
aventuras del maravilloso perro Cuatro Remos en Santiago, Santiago,
1898, ocho vols. La Chingana, ibid., 1902. La Numeración en la anti-
cua India y entre los Romanos, ibid., 1903. Su Majestad Posterior,
ibid., 1903. Véase bibliografía completa en Bibliogr. gral. de Chile.
61. Año i8fi§. Luis River.\ (1826-1872), de Valencia de Alcán-
tara, gran periodista, aplaudido autor dramático y fundador del perió-
•dico satírico Gil Blas (1864), con el cual contribuyó al triunfo de la
devolución de Setiembre de 1868, murió joven, después de haber pa-
l6o PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
sado muchos trabajos; pero con el periódico pudo dejar á su viuda
30.000 duros. Fué, además, redactor de La Discusión (1858-64). Los
Hijos de la fortuna, nov., 1855. La Luna de miel, com., 1857. Las
Aves de paso, dr., 1858. La Tierra de María Zantísima, jug., 1859.
Presente, mi general, com., 1859. El Honor y el trabajo, dr., 1859. El
Padre de familia, dr., 1859. El Paraíso en Madrid, i86o. A rey muerto,
zarz., 1860. El Secreto de una dama, zarz., 1862. Al borde del abismo,
dr., 1863. La Profecía, dr., 1864. El Estudiante de Salamanca, zarz.,
1867.
Antonio Sánchez Pérez (183S-1912), madrileño, catedrático del
Instituto de San Isidro y director de la Escuela de Ingenieros Indus-
triales (1883), gobernador de \'alencia y Huelva, director de El Sol-
feo, redactor de muchos periódicos, por seud, Gil Peres y Jaque-Mate,
critico benévolo y de elegante decir, estrenó Tres á una, com. (1855).
Los Hábiles, com. (1883). Bodas de asar (1888). Ramón de Campo-
amor (1889), Un busto albacca (1889). El Primer choque (1889). Un
hombre serio (1891). La Puente y el vado (1892). Saltos de liebre
(1893). El Maestro Ciruela (1895). Santos de barro (1899). Todo el
mundo. Clases de adorno. Publicó las novelas: Doña María, Mariquita
y Maruja, Entre vivos y muertos (1894), Los Amigos del dollar, Lo
Relativo. Además: De bureo, artículos de viaje, 1885. Botones de
muestra, cuentos y artículos. En Esp. Mod. : Cartas americanas, de
J. V alera (1889, Ag.). Tabaré, de J. Zorrilla (1889, Set.). Los últimos
libros de Galdós (1889, Oct.). Frutos de la Encina (1889, Nov.). La
Hijuela del Parnasillo (1894, Oct.). Treinta años después (1895, Set.).
Dos fracasos, recuerdos de i8ój (1902, En.).
José Marco y Sánchez (1830-1895), valenciano, esposo de María
del Pilar Sinués, director de La España Musical, La Esp. Art. y Liter.
(1850-56), fundador, poco antes de fallecer, de Pro Patria, colaborador
de El Teatro y El Día, autor dramático de intento moral, culto gra-
cejo, bien que algo premioso, escaso de lirismo y ix>esía y aun con
alguna ramplonería en la prosa, si bien de buen conjunto, pintó las
costumbres en comedias aplaudidas del público. Corona poética dedi-
cada á Quintana por los redactores de La España Musical y Literaria,
Madrid, 1855. La Pava trufada, 1856. Libertad en la cadena, 1857.
El Sol de invierno, 1860. El Peor enemigo, 1861. Sin padre, 1861,
Hoy, 1866. Roberto el diablo, 1891. ¡Cómo ha de ser! Los Flacos. El
Manicomio modelo. Adán y Eva. A pesca de un marido. jSe puede?
Los Conocimientos. Cuestión de trámites. La Feria de las mujeres. La
Mujer compuesta. Receta matrimonial. La Gran jugada. Figuras de
cera. El Gato negro. Obras, dos vols., Madrid.
Emilio Alvarez (1833-1900), valenciano, autor de teatro, harto
bohemio y perezoso, que si bien comía poco y mal, dormía largo;
Ue^ó á ser director de escena del Español ; mas no satisfecho con el
mediano suceso de sus obras, pasó á Chile, donde falleció, siendo pro-
fesor de declamación. Blas el armero, 1855. A los pies de F., señora,.
S. XIX, 1855. ALEJANDRO ARANGO 161
jug., 1S58. Uno de tantos, com., 1858. El León en la ratonera, jug.,
1859. Un retrato á quemarropa, jug., 1859. Pecados veniales, com.,
1860. La Reina Topacio, zarz., 1861. La Voluntad de la niña, zarz.,
1863. Los Pretendientes, 1875. Sobre ascuas, zarz., 1876. Juana, Jua-
nita y Juanilla, id., 1877. Madrid en cueros, escenas cómicas, 1887.
La Corte de doña Urraca. D. Ramón de la Cruz. La Buena cama. En
la piedra de toque. Herida en el alma. La Nuera. Los Hijos de Ma-
drid, novela. El Bien perdido. Madre mía, com. La Rosa de Copiapó.
Teresa Arroniz y Bosch (1827-1890), de Cartagena, por seud.
Gabriel de los Arcos, escribió poesías estimables y novelas, en las que
mostró talento poco común, entre ellas, Mari-Péres, premiada por la
Academia, y La Condesa de Albarosa, que es, sin duda, la mejor, y
salió en el folletín de La Correspondencia de España. En Rev. Es-
paña publicó El Abanico de oro (1878, ts. LXV-LXVI). Mari-Péres
('1879, ts. XLVI-XLVIII). Inés de Villamayor (1879-80, ts. LXX-
LXXIV). La Bola negra (1881-82, ts. LXXXI-LXXXVII). El Crisol
roto (1883, ts. XCI-XCIV). La Corona de ilusiones (1883, ts. XCIV-
XCV). Además, El Testamento de D. Juan I, Madrid, 1855; Barcelo-
na, 1864. Recuerdos (en Rev. Hisp.-Amer., 1882, t. IX). Vidrio y per-
las (en La España). Mercedes (en El Grano de Arena, Sevilla). Los
Pescadores (ibid.). Julieta (en Diario Español). La Condesa de Alba-
rosa (en La Corresp. de España). Gabriela y La Señora del número
íres (en El Campo, dirigido por Valera). Dejó inéditas Luci, Flvr de
un día, La Corona de ilusiones y La Ley de hierro, acaso su obra
maestra, que se publicaron más tarde en el folletín de El Eco de Car-
tagena. Cítanse otras: El Faro roto. Ojo por ojo, De Cádiz á Gibral-
tar, Redención de un no. Jugar en falso. La Madeja enredada, La
Dama de la Reina, El Cura de Santo Ángel.
Florencio Janer (1831-1877), de Barcelona, redactor de El León
Español (1858-62), director del Semanario Popular (1862), oficial del
Consejo Real y de Gobernación, literato muy erudito, publicó Exa-
men del compromiso de Caspe, Madrid, 1855. La Danza de la muerte,
París, 1856. Condición social de los moriscos en España, if^57. Decires
y canciones del s. xv, poesías castellanas de la Bibl. Imperial de Pa-
rís, Madrid, 1862. Poem^a de Alfonso Onceno, 1863. Poetas castellanos
anteriores al siglo xv, 1864, 1905 (t. LVII Aut. Esp., colección conti-
nuada de la de T/Ant. Sánchez y Pedro J. Pidal). Tratados de Es-
paña, 1869. Obras de Saavedra Fajardo (Aut. Esp.). Estudios histó-
ricos sobre la marina española. Fábulas de Esopo, Samaniego é Iriar-
te, 1875. En la Rev. Esp.: Del aprecio y conservación que se tenían
de los objetos científicos y arqueológicos en el reinado de Carlos III
y Carlos IV (1871, t. XXII). De algunas antigüedades del Museo Ar-
queológico (1872, t. XXXVI). Literatura y costumbres del s. xiii
(1871, t. XXII). Revista de los trabajos de las academias y socieda-
des científ., econófH. y literarias (1874, t. XXXVII).
Alejandro Arango y Escandón (1821-18S3), de la Puebla de los
TOMü VIII.— li
102 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
Angeles, imitó á fray Luis de León y publicó el mejor libro que te-
nemos acerca de él, Ensayo histórico sobre Fr. Luis de León, primero
en La Cruz (1855-56), luego aparte (1866). Tradujo El Cid de Cor-
neille y La Cotijuración de los Pazzis de Alfieri. Publicó una Gramá-
tica Hebrea (1867), y Versos, México, 1876; cuya segunda edición,
1879. Fué buen poeta religioso, de acrisolado gusto: Invocación á
la Bondad divine, En la inmaculada Concepción de N.^ 6"." Véase
Victoriano Agüeros, Escritores mexicanos contemp., 1880.
NÉSTOR Galindo (1830-1865), poeta boliviano de Cochabamba, sen-
timental y fúnebre, incorrecto en lenguaje y rima, publicó en 1855 un
canto fúnebre á la memoria del general Ballivian, que le valió el
destierro; en 1856, El Proscripto (en El Cóndor), y como anónimas
salieron en 1857 unas octavas al Pabellón Boliviano. Fué de los fun-
dadores de la Rev. de Cochabamba (1852), y fusilado por causas po-
líticas. Publicó Lágrimas, Cochabamba, 1856. Consúltese Gabriel
Rene Moreno, Biografía de D. N. Galindo, en Rev. de B. Aires
(t. XViII, 1868, págs. 321-339 y 496-547)-
62. Año 1855. José M.» Acebo (1830-1894). madrileño, estrenó
El Amor y la amistad, La Venganza de una muerta, Misterios socia-
les, Dicen que no hay mal que por bien no venga, Adel-a, La Avella-
nera de Triana, A la misa del gallo, El Ultimo desengaño, El Monje
de Yuste, El Corazón de una madre. Pildoras de amor, Los Lazos
del corazón (1873), El Corazón de un padre, Por una carta (1873),
El Ángel del hogar, La Soirée de las calaveras, Liquidación de no-
vios. El Cuarto de Rosalía. — Álbum poético á la terminación del fe-
rrocarril del Grao de Valencia á Játiba, Valencia, 1855. — Emilio Al-
cahaz (t 1879), vizconde de Solís, de Cartagena, fundó y dirigió El
Conservador (1869), y publicó las novelas Daniel ó la corte del rey
Ordoño, Madrid, 1864, dos vols. ; y El Bandido. Estrenó Un ente
como hay muchos, com. (1855); El Alcázar de Segovia, La Torr.;
del Duero, dr. (1855) ; Kusar ó los bandos de Holanda (1856), Calde-
rón (1870). — Alivio del Párroco, año apostólico ó sea Prácticas fa-
miliares, Barcelona, 1855, cuatro vols. — Antonio Alverá Delcrás
estrenó Tres madres para una hija, zarz. (1855). — José María An-
GUiTA Y Saavedka, gaditano, redactor de El Eco de Occidente y As-
modeo, de Cádiz, y de otros periódicos madrileños, estrenó Robo y
envenenamiento. Huyendo de su mujer. De soldado á brigadier. Caza
mayor (1875). El Toro de la corrida (1877). Los Dedos huéspedes
(1878). Publicó Cuentos humorísticos. — Leopoldo Arias Vargas (1832-
1886), de Bogotá, pu]>licó Hojas perdidas. 1855, imitando á Espron-
ceda. — Arte de cazar la perdiz con reclamo, Sevilla, 1855, de lo
mejor en su clase. — La Asamblea española de 1854 y la cuestión
religiosa..., Madrid, 1855. — José Asensio y Torres escribió Tratado
de heráldica y blasón, revisado, corregido y aumentado por D. F.<^o
Piferrcr, Madrid, 1855.— José de Austria, venezolano, general, pu-
S. XIX, 1855. LUIS ESCUDERO l63
blicó Bosquejo de la historia militar de Venezuela en la guerra
de su independencia, Caracas, 1855 : tomó parte en los sucesos que
uarra (1812-16) y es más bien crónica. — Adolfo Ballivian (1831-
1874), natural y presidente de la República de Solivia: Escritos lite-
rarios y políticos, Valparaíso, 1874. — José Berché y Claraco publi-
có Estrella de salud, en verso, Huesca, 1855. — ^Juan A. Biedma estrenó
Si buena ínsula me dan... (1855). — Boletín de Teatros, Madrid, 1855,
dirigido por Manuel Cansinos. — ^Pedro Calonge y Pérez (n. 1810),
del Campo de Criptana, capellán castrense, publicó El Pabellón espa-
ñol ó Diccionario... de las batallas, sitios... de las armas españolas...,
Madrid, 1855-57, tres vols. — Carlos Calvacho (1834-1885), madrile-
ño, actor, librero y autor dramático, estrenó muchas obras, entre ellas
Disfraces, sustos y enredos, jug. (1855). Tres pies al gato, jug. (1856).
El Padre del hijo de mi mujer (1858). Un día de azares (1863). Un
roto y un descosido, jug. (1867). Ladrones, jug. (1876). Cuanto menos
bultos. Una tostada. La Novia ó la vida. María ó la em-paredada. Ta-
pas y medias suelas. Para mentir, las mujeres. Guerra para hacer las
paces. Al pie del precipicio. El Árbol de Bertoldo. El Loco por fuer-
za. Un príncipe improvisado. Herrar el tiro. Mandar en jefe. La Bru-
ja Celestina. Un amigo franco, etc. — Manuel Castell, sevillano, re-
sidente en Cuba, publicó El ocho de Setiembre ó la toma de Sebasto-
pol, zarz., Habana, 1855. José María, dr. (1856). Luis Vicente Ve-
Lazco, dr. (1856). La Justicia de Dios, dr. (1856). El Capitán Serra-
llonga, dr. (1856). Fe en Dios, dr., Lima, 1861. Simón Bolívar, dr.,
Caracas, 1868. — Catálogo de los libros manuscritos que se conservan
en la Biblioteca de la Universidad de Salamanca, ibid., 1855. — Colec-
ción de Cortes de los antiguos reinos de España por la R. Ac. de la
Historia, Catálogo, Madrid, 1855. — Colección de novelas, cuentos, le-
yendas... de autores cubanos. Habana, 1855. — Corona poética dedicada
á... D. M. José Quintana con motivo de su coronación, Madrid, 1855,
por muchos poetas. — Colección de Cortes de los antiguos Reinos de
España, un vol., 1855. — Creencias populares de Asturias, Valladolid,
1855. — Bernabé Damaria (n. 1827), de Buenos Aires, vino á Madrid
y volvió á su tierra á la caída de Rosas. Fué pintor y poeta y publicó
el drama América libre, el libro Las Revelaciones de un manuscrito
y un tomo de Poesías Líricas. — Domingo Díaz Granados (1835-1868),
de Medellín (Colombia), abogado, poeta discreto y melodioso, publicó
versos en La Guirnalda, El Porvenir y El Mosaico. — Antonio Esco-
sura y Evia publicó Juicio crítico del feudalismo en España, 1856. —
Luis Escudero y Perosso (1835-1902), sevillano, por seud. Hispalen-
sis, archivero del Municipio de Sevilla, redactor de La Tribuna Espa-
ñola (1863), La Nación Española (1863-64), publicó Luisa de Varf la-
tido y Una historia de duendes, novelas; Colección de leyendas espa-
ñolas. La Antesala del Cielo, 1889; las comedias y juguetes Una ser-
piente de cascabel (1870), Doblones y pergaminos (1870), Norma y
Pollón (1871), La Pena de argolla (1871), La Costilla falsa (1872),
164 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA RE.\LISTA (185O-1860)
La Sartén y el caso (1875), Las Orejas del asno, La Ratonera y
los ratones; los dramas La Sangre azul y la sangre roja, A es-
paldas de la Ley (1889), La Duda (1889) ; la zarzuela Duendes y frai-
les (1894). A una nube, poesía (en Rev. España, 1868, t. II). — José
D. Frías publicó Alberto y Avelina, nov., Habana, 1855. — Romualdo
DE LA Fuente estrenó Curro Bravo el gaditano, 1855. — ^Manuel Ata-
NASio Fuentes (t 1887), peruano, erudito y travieso escritor, poeta
satírico, por seud. El Murciélago, publicó artículos que juntó en
Aletazos del Murciélago, Lima, 1855-60 (en El Murciélago) ; París,
1866. Biblioteca Peruana de historia, ciencias y literatura, colección
de escritos del anterior y presente siglo, nueve vols., Lima, 1861-64.
Biografía del Murciélago, 1863. Linuí, apuntes históricos, descripti-
vos, París, 1867. Arte poética de Horacio, ibid., 1867. — Eugenio Gar-
cía Ruiz (1819-1883), de Amusco (Falencia), diputado, fundador de
la Asociación (1856), escribió en El Pueblo desde 1860 hasta que des-
apareció; fué ministro de la Gobernación (1874). Publicó Don Pe-
orondo y Masalegre, historia que siendo falsa tiene mucho de verda-
dera, Madrid, 1855. Dios y el hombre, 1863. Historias, dos vols., 1876.
— Martín Gavilán Escudero estrenó El Arte por el empleo, com.
(1855). — Domingo Guinetti (1808-1855), de Puerto Rico, publicó Los
Reveses del amor, poesías, Habana, 1855. — Eduardo González Pe-
DROSO (1822-1862), madrileño, redactor de El Globo (1844), El Uni-
versal (1845), El Español (1846). La España (1848) ; director de El
Padre Cobos (1854-56) y El Pensamiento Español (1860), estrenó
Paul el rom-ano, dr. (1855). El Veinticuatro de Febrero, dr. Publicó
una Vida de S. Teresa y Autos sacramentales en Aut. Esp., t. XLVIII,
con magnífico estudio, 1908, 1916. — Miguel González Murióles es-
trenó Boabdil, dr., Habana, 1855. — Primitivo González Ocampo es-
trenó Un prisionero de Estado, dr. (con Ajnt. R. de Póo, 1855). — An-
TONiNO de la Guerra estrenó Margarita, dr.. Habana, 1855. — Buen.<-
VENTURA Hernández Sanahuja publicó Resumen histórico-crítico de
la ciudad de Tarragona, ibid., 1855. Estudios sobre las monedas autó-
nomas de Cose, ibid., 1884. — Domingo Ramón Hernández (1829-1893),
venezolano, poeta muy popular y romántico, lleno de ternura, compuso
el hermoso y melancólico Canto de la golondrina. — P. P. Hiüernando
de la Cruz publicó Memorias de un loco, nov., Barcelona, 1855, 1863.
— Fray Félix de Huerta, franciscano, publicó Estado geográfico...
histórico-religioso de la... Provincia de S. Gregorio... de S. Francisco
en las Islas Filipinas^ Manila, 1855; Binondo, 1865. — El Iris á jhí
suscritores, miscelánea de poesías, Lima, 1855. — Amador Jover y
Sans publicó Ensayos poéticos, Cádiz, 1855. Flores marchitas, poesías,
Córdoba, 1888. — Joyas del Parnaso cubano. Habana, 1855-56. — Gas-
par de Laserna estrenó Las Barricadas de Madrid, dr. (1855). — Be-
nigno Linares y La-Madrid, fundador de El Duende, de Linares
(1875), publicó La Pulifaldología, sesiones parlamentarias y otras
composiciones sobre los capriclios de los mujeres y tonterías de los
s. XIX, 1855. "revista de ciencias..." i63
pollos, Madrid, 1855. — Valentín López Navalón estrenó El Perro
ó yo, com. (1855). — Ramón Lorente y Mora estrenó Cosas suyas, en-
sayo cómico (1855). — J. R. DE Morales publicó Historia de la Milicia
Nacional, Madrid, 1855. — José M.* Nin publicó Secretos de la inqui-
sición, nov. hist., Barcelona, 1855. — Teodoro de Ochoa estrenó Un
ayuda de cámara ó sea octubre de iS^S, com., 1855. Don Luisito,
com., 1856. Don Olegario, zarz. Un suceso de Fernando el Católico,
dr., Vitoria, 1860. — Juan Paadin y Tolosa publicó El Conde de Vil-
flor, nov., Habana, 1855. — Evaristo de la P.\liza publicó La Rábida
y Cristóbal Colón (con José Pérez), Huelva, 1855. — ^Manuel R. Pal-
ma publicó Poesías, Lima, 1855. — 'José M. Paz : Memorias postumas,
B. Aires, 1855. — Glorias Babazorras escritas en verso por Peruchico,
Vitoria, 1855, poema en dos cantos sobre la batalla de Vitoria. — Ra-
fael Pitaluga y Delgado, gaditano, estrenó Armas al hombro, com.,
Habana, 1855. Una viña en la Habana (1856). La Regencia de Por-
tugal, dr. (1856). — José Póo (1831-1898), habanero, estrenó El Huér-
fano de Lucca, dr.. Habana, 1855. Luchas del corazón, dr., 1856.
Casarse con la familia, com., 1864. — Juan de la Puerta Vizcaíno,
redactor de El Fisgón (1865), estrenó El Maestro de esgrima, com.,
1855. Historia de los templos de España (con G. A. Bécquer), tem-
plos de Toledo, Pozuelo de Alarcón, 1857. Don Sisenando, zarz., 1858.
A cual más feo, zarz., 1859. En Ceuta y en Marruecos, improvis.,
1859. Risas y lágrimas, colee, de seguidillas, Madrid, 1865. Las Aves
nocturnas^ historia de dos huérfanos, dos vols., 1866. La Plegari-a de
una madre, nov., dos vols., 1867. Al toque de ánimas, historia de un
pobre loco, 1867, 1872. El Sitio de París en i8yo, nov., dos vols., 1870.
Carta á S. A. R. Don Alfonso XH, 1873. El R. Monasterio de San
Lorenzo del Escorial, Pozuelo de Alarcón, 1876. El Amor y la caridad.
— ^Francisco Puig y de la Puente publicó La Tumba ignorada, le-
yenda^ Cádiz, 1855. — Juan de Quiroga y Espinosa de los Monteros,
comandante, publicó Sebastopol y la fortificación, 1855. Ojeada espa-
ñola á la cuestión de Oriente, 1856. Sebastopol, canto militar, Jerez
de la Frontera, 1858. Datos sobre la existencia y el carácter del Cid,
1872. La Conciencia tnilitar, 1872. Colecc, de poesías, Madrid, 1900. —
Manuel Ramírez Aparicio (1831-1867), mejicano, publicó El Cura
de almas, en El Siglo XIX, 1855. Consuelos y esperanzas, poesías,
1858. Cantos patrióticos y amorosos, 1861. Los Conventos suprimidos
en México, 1861 (y en los tomos LIX y LXI de la Bibl. Autor.
Mexic, 1908), á la manera de Los Frailes y los conventos, de V. Ba-
laguer. — 'Ramón Ramírez, venezolano, publicó El Cristianismo y la
libertad, ensayo sobre la civilización americana. 1855. — Felipe Ra-
món Carrasco estrenó Ardides del amor, com., Barcelona, 1855. — La
Regeneración, periód. absolutista fundado por Felipe Canga Argue-
lles, Madrid, 1855-70. — Revista de Ciencias, Literatura y Artes, Sevi-
lla, 1855-1860, seis vols., dirigida por M. Cañete y José Fernández
Espino, de opiniones templadas y razonable eclecticismo, contribuyó
1 66 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
á restaurar en parte la escuela sevillana, clásica y herreriana, aunque
sin que Herrera pareciera por ninguna parte. — Fernando Reyes:
Juguetes poéticos, Habana, 1855. — Magín Robert y Sagarra (t 1902),
de Santiago de Cuba, publicó Cuatro tipos, Cuba, 1855. — Francisco
Javier de Salas publicó Marinu española, Madrid, 1855. Marina es-
pañola de la Edad Media, Madrid, 1864, dos vols. Expediciones ma-
rítimas de D. Pedro I de Cast. y D. Pedro IV de Aragón, 1868 (disc.
rec. Acad. Hist.). Historia de la matrícula de mar, ibid., 1879. Ac-
ciones navales modernas {i8¿yipoo), 1903. — Q. J. V. Sánchez pu-
blicó Historia novelesca de los primeros amores de Carlos V , Ma-
drid, 1855. — José Sebastián Segura (t 1889), mejicano, cuñado y dis-
cípulo de Pesado, ingeniero de Minas y al fin sacerdote, tradujo mu-
cho de los clásicos y del italiano, francés, alemán, como los primeros
cantos de la Divina Comedia, El Canto de la Campana, y publicó
versos propios, amorosos en su mocedad, después religiosos y bíblicos,
con fácil versificación, pero con poca fuerza. Publicó Sonetos varios
de la musa mexicana, México, 1855 (de 20 poetas). Poesías, ibid.,
1872. — ^Antonio Silveira y Vasconcellos estrenó El Padre Cobos,
jug. lír. (1855). — Juan Suárez Villegas estrenó El Rey Pedro I y
los conjurados, drama (1855). — Manuel José Tovar (1831-1869), poeta
algo verboso de Inquisivi (Bolivia), que se suicidó, publicó el poema
La Creación, 1855, 1863, y otras poesías. — Juan Valle (1838-1864), de
Guanajato (Méjico), ciego á los tres años, compuso poesías, comenzan-
do hacia 1855 con una- dirigida á Zorrilla, y sobresaliendo por el senti-
mentalismo, llorando su propia desgracia y cantando la religión, la
libertad y el amor puro á su esposa. Dos ediciones dice Pimentel se
hicieron de sus versos. Algunas piezas dramáticas compuso, aunque me-
dianas. Viriles son sus tercetos á la Guerra civil. Según José M. Vigil,
"fué el cantor más enérgico de la revolución reformista, siendo dignas
de notarse la exactitud y originalidad de sus descripciones, no obstan-
te haber perdido la vista desde los primeros años". — Manuel de Ze-
guEiRA Y Caro (n. 1805), habanero, hijo del célebre poeta Zequeira,
estrenó Un quid pro quo, com., Matanzas, 1855.
63. Alio i8¿6. Diego Fallón (1836-1906), de Santa Ana
(Colombia), educado en Inglaterra, de donde era su padre, fué
compositor de música, ingeniero y profesor más de cuarenta
años de Música, Matemáticas é Idiomas en la Escuela Militar
de Colombia; ingenioso decidor, observador y modesto, poeta
sensible á la naturaleza, cuidadoso y culto; pero, sobre todo,
esmerado é intachable en la hechura ; dióse á conocer en la ter-
tulia de El Mosaico con el famoso canto descriptivo y morali-
zado La Luna; después, con el no acabado, pero sugestivo poe-
S. XIX, 1856. CARLOS FRONTAURA 167
ma Las Rocas de Suesca, que parecen hablar con hondo sen-
tido místico.
Vicente Wenceslao Querol y Campos (1836-1889), va-
lenciano, empleado en ferrocarriles, poeta clásico quintanesco
y elegante, pulcro y acabado, el que mejor conservó hasta fines
de siglo las tradiciones de la oda clásica, acomodándola al sen-
tir moderno. De lo mejor suyo son las Cartas á María y la ele-
gía A la muerte de mi hermana Adela.
64. j. Valera, Cart. Americ, 1889, pág. 199: "En la sangre, en
el ser, en la educación de Fallón hay cierta mezcla de inglés y de his-
pano-americano que, á mi ver, se refleja en sus obras... En Las rocas
de Suesca vuela con gracia y tino la imaginación alegre y caprichosa
del poeta para describir un lugar alpestre, prestando vida, palabra y
animación á los peñascos enormes. Lo grotesco colosal de aquel con-
junto de gigantes petrificados, que recobran la vida conjurados por el
poeta, se infunde en el espíritu el lector, el cual se siente transportado
á un mundo fantástico, donde, en lo esquivo y solitario de las monta-
ñas, lejos de los hombres, hablan y discurren las piedras y refieren
sus lances de amor y forttina de hace muchos siglos, allá en las edades
primeras de este globo que habitamos... Los otros versos de Fallón,
A ¡a luna, son mucho mejores que Las Rocas de Suesca, sin que nin-
gima extravagancia caprichosa contribuya á su originalidad, que es
grande, si bien más en la meditación á que la contemplación induce,
que en la misma contemplación. Aun así, en la parte descriptiva hay
notables bellezas." Poesías, con pról. de Miguel A. Caro, Bogotá, 1882.
Consúltese José Joaquín Casas, Semblanza de D. Fallón (en Bolei.
Hist. y Antigüedades, Logotá, 1915, pág. 27).
J. Valera, Ecos Argentinos, 1901, pág. 105: "Wenceslao Querol...
fué uno de los mejores poetas líricos que ha habido en España en este
siglo y en los pasados, así por la profundidad con que pensaba y sen-
tía como por la limpieza, nitidez y magistral fuerza de expresión para
encerrar en sus hermosos versos, como en rica joya de oro, sus ideas
y sus emociones." Rimas, Valencia, 1877 (con pról. de P. A. Alarcón) ;
Madrid, 1891 (con prefacio de T. Llórente). La Fiesta de Venus, 1878
(en el Almanaque de La Ilustración). Ultima poesía (en Es[>. Mod.,
1890 Nov.).
65. Año 1856. Carlos Frontaura y Vázquez (1834-
1910), madrileño, por seud. La Señora de siempre, redactor de
El Reiyio (1857), ^^ Educación Pintoresca (1857), -^^ -^'^
(1858), director de El Grillo (1859), El Cascabel, de gran cele-
bridad (1863-75), La Cosa Pública (1869), Los Niños (1873)
l68 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
y La Dinastía, colaborador de otros muchos papeles, fué buen
literato sin gran cultura. Observador perspicaz, crítico impar-
cial y avisado, satírico y gran fotógrafo de costumbres, 'desen-
vuelto y alegre, atinó en poner el dedo en la llaga, más para se-
ñalarla con apacible benevolencia que para cauterizarla dura-
mente. Fué gacetillero ameno, escritor sencillo en prosa y ver-
so, humorístico, humano y educador en el fondo; festivo en la
forma. Copiaba del natural, bien que sin condensación ni filoso-
fía alguna, siendo algo así como un Taboada, sin su gracia,
pero también sin sus rasguños caricaturescos. Brilló no menos
en el teatro, dándose á conocer con Un caballero particular,
jug. (1858), En las astas del toro. Los Conspiradores, Desde
el cielo, zarzuelas populares muy celebradas, y con otras pie-
cecillas sencillas de acción, tiernas en situaciones parciales y
graciosas, como Los Hijos de su madre, El Velo de encaje, El
Filántropo, etc. Sus mejores novelas de costumbres, á lo Pi-
gault Lebrun y Paul de Kock. Sermones de Doña Paquita,
Doce maridos, Las tiendas. El Caballo blanco.
Pelayo del Castillo y López (^ 1883), valenciano, siem-
pre muerto de hambre y hecho un perdis, borracho de tasca en
tasca con Pedro Marquina. fué autor cómico de riquísima in-
ventiva, que hizo muchas obras firmadas por otros. Pidióle
Camprodón que le tradujese en verso una comedia del francés
para dedicársela á cierta Marquesa, y corrieron estos versos
de Castillo :
"Si la comedia es francesa
y los versos míos son,
¿ qué dedica Camprodón
á la señora Marquesa?"
La más celebrada de sus comedias fué El que nace para
ochavo (1867), pieza cómica graciosísima y de buena ley, que
llegó á la 8.' edición en 191 1.
Isidoro Errazuriz (1835-1910). de Santiago de Chile,
estudió en los Estados Unidos y Alemania (1853-56). sostuvo
polémicas liberales en El Ferrocarril, escribió en La Asamblea
Constituyente, fué desterrado (1859) y dirigió en Mendoza El
Constitucional; volvió (1861). redactó La Voz de Chile (1862)
y F.l Mercurio; fundó La Patria 0863): instigó al público á
S. XIX, 1856. CARLOS FRONTAURA I ClQ
ía guerra con España (1866), como antes á la rewMución de
1859, luego á la campaña del Perú (1879) y á la revolución
de 1 89 1, por su natural activo y belicoso. Fué diputado (1870),
escribió, desde 1877, el estudio histórico de la Administración
Erraziiric (1871-76) y el Estudio histórico de los partidos en
Chile. Sobresalió por la imaginación desbordada y la armonía
sonora; pero pecó de incorrecto y poco atildado. Fué historia-
dor, poeta, periodista y, sobre todo, fogoso orador. Ingenio
muy flexible, variado y afluente, aunque sin gran fijeza de
intentos.
66- Paseaba distraído Frontaura por el Prado con un poetilla,
cuando pisó un objeto que resonó. Era un cascabel. "Me ha dado usted
una fortuna'', dijo al poeta, á quien le rogó lo recogiese del suelo,
porque, á pesar de sus anteojos, veía harto poco. Ocho días después
se gritaba por las calles "¡El Cascabel!". La tirada llegó á 30.000
ejemplares. Puso imprenta, enriqueció, echó coche y se hizo popular
Frontaura. Conocía á la gente de su tiempo, por lo menos á sus lecto-
res, vulgares sin ser vulgo, que gustaban ver retratadas sus costumbres
y caracteres, sus frases y maneras, leer charadas y jeroglíficos y la
política negativa que defendía El Cascabel. Literatura ligera la suya,
como la de tantos otros de su tiempo; pero con alguna intención y fin
educador en el fondo de la pintura de costumbres. Escribió primero
sus epigramas en la gacetilla de La España; después, en El Estado.
A su primera zarzuela, El Caballero particular, con música de Bar-
bieri, siguieron Céfiro y Flora, Doña Mariquita, Campanone, El Cor-
neta, Matilde y Malck-Adel, El Caballo blanco. Los Conspiradores de
incógnito (1859), El Mudo, Los Pecados capitales. Giralda, El Elixir,
Los Criados. El Hijo de D. José y En las astas del toro, que le valió
el primer año más de dos mil duros. Honrado y trabajador, no aduló
á empresarios ni editores, ni sacó un céntimo al presupuesto del Es-
tado; vivió en su hogar metódicamente y en su imprenta, sin dejarse
ver por los cafés, paseándose un rato cada día con su perro de Te-
rranova. Frontaura: La Mamá y los niños, jug., 1856. El Filántropo,
com., 1856. Céfiro y Flora, zarz., 1858. Los Hijos de su madre, 1858.
Un primo, jug., 1858. f/w caballero particular, zarz., 1858. Poe-
sías, Madrid, 1858. Las Mujeres y los hombres, memorias de un
señor mayor, ibid., 1860. Doña Mariquita, zarz., 1860. El Cura de al-
dea, dr., 1860. Los Pecados capitales, zarz., 1861. El Corneta, zarz.,
1861. El Caballo blanco, zarz., 1861. El Hombre feliz, monól., 1861,
El Hijo de D. José, zarz., 1862. En las astas del toro, zarz., 1862.
¿Eran dos...?, pues ya son tres, zarz., 1867. Viaje cómico á la E.vpo-
sición de París, M»idrid, 1867. Romances populares, 1867. Caricaturas
y retratos, 1S68. Máximas morales, autógrafas de escritores españoles
IJO PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
contemporáneos, 1872. Doce maridos, nov., 1873. Desde el cielo, 1874.
Mano de ángel, nov., 1874. El Maestro de Ocaña, zarz., 1874. El Aho-
rro, com., 1876. Pepe Carranza, com., 1S76. Las tres rosas, com., 1878.
López y su mujer, nov., 1881. El Primer pantalón, poema, 1881. Las
Madres, nov., 1883 (2." ed.), 1888. Cuadros infantiles, 1884. Venturas
y des^L'cnturas de Rosita, 1886. Las Tiendas, diálogos humorísticos,
1886 (4.* ed.). Lances de la vida, 1887. Miedo al hombre, nov., Barce-
lona, 1887. Sermones de doña Paquita, 1887. Tipos madrileños, 1888.
Galería de matrimonios, dos vols., 1888. La Doncella del piso 2!",
nov., 1889. Las Mujeres del pueblo de Dios (con Ed. Zamora), dos
vol?., 1889. La Edad dichosa, revista... para niños, tres vols., 1890-92.
Barcelona en 188S y París en J88p, 1890. Dicción, biográf. internac.
de escritores y artistas del s. xix (con M. Ossorio y Bernard, sólo el
t. I), 1890. Blanco y negro, narraciones cortas, 1891. Mano de ángel
y El Caballo blanco, 1891, La Buena senda, cuentos, 1892. Documentos
humanos, gente que anda por ahí, 1894. Gente de Madrid: siluetas y
semblanzas, 1895. Anita la ingeniosa, 1895. El Sueño de Navidad, 1895.
Lira de oro, poesías y cuentos, 1909. Brígida, nov., 1909. Además, las
zarzuelas Los Conspiradores, El Duende del mesón, Campanone, El
Elixir del anior^ Giralda o el marido misterioso. La Señora del som-
brero, La Circasiana, Matilde, De incógnito y El Mudo. Las comedias:
El Velo de encaje, El Hijo de la Al pu jarra, El Novio de China, Los
Criados, Por dinero baila el perro. Las novelas El Hijo del sacristán,
dos vols. ; La Maldita vanidad, El Rigor de las desdichas, dos vols. Y
Cosas de Madrid, Historias tristes. Un ramo de violetas, Los Niños,
14. vols.
■ Pastor f ¡do compró á bajo precio á Pelayo del Castillo muchas de
sus obras. Era locuaz en la conversación. Con Pelayo hacía sonetos
en las tascas á las esposas de sus conocidos á fin de sablearlas, y
mientras allí escribía ó charlaba tenía una copita de la que tomaba
sorbitos y un vaso del que tomaba largos buches : la copita contenía
agua; el vaso, aguardiente. Vivió con vilipendio y fué poeta facilísimo
y asombroso improvisador, cual no se vio después de Serra. J. Nom-
bcla. Impresiones, t. III, pág. 329: "Volví á hallarle al entrar en el
portal de una casa de la calle de Jacometrezo, esquina á la de Chin-
chilla, en el que había un puesto de libros. Mi antiguo compañero ha-
bía heredado la industria de su padre, que ya de por sí era lucrativa,
y además había montado lo que podríamos llamar una fábrica de co-
medias, saínetes y zarzuelas. Como si se tratara de la cosa más natu-
ral del mundo, me confió que la casualidad le había puesto en relacio-
nes con un joven de mucha chispa, que, de una sentada, escribía una
comedia en un acto, capaz de desternillar de risa á los oyentes más
.«serios ó hipocondríacos. Versificaba con asombrosa facilidad, comen-
zaba su labor sin saber adonde iría á parar ; pero toílo le salía como
una seda, las situaciones cómicas brotaban de su rápida pluma que era
una ben<lición, y bien podía asegurarse que era uno de los mejores
S. XIX^ 1856. CARLOS FRÜNTAURA
171
discípulos de Bretón de los Herreros y émulo de Narciso Serra. Pero
cuando le conoció, no tenía sobre qué caerse muerto: era un bohemio
que sólo por casualidad podía comer algo de vez en cuando, sin más
lecho para dormir que los bancos de la plaza de Oriente ó el quicio de
alguna puerta. Ignoraba si tenía familia, si era provinciano ó madri-
leño, y el joven, por su parte, creo que también lo ignoraba ó, por lo
menos, mostraba empeño en ocultar su origen. El librero, que estaba
casado y habitaba un espacioso piso bajo en la casa en cuyo portal
tenía su comercio, le propuso hospedarle y mantenerle, á condición de
que cada semana escribiese una comedia en un acto. Antes de comer
había de leerle, por lo menos, una ó dos escenas; otro tanto debía su-
ceder para que le sirviesen la cena. El día que no tenía gana de escri-
bir ó le faltaba la inspiración, se quedaba sin comer. El joven no debía
firmar sus obras. Se las entregaría á su Mecenas; éste procuraría
que se representasen, cobraría los derechos y, si alcanzaban éxito,
mejoraría el deteriorado guardarropa de su huésped. Llamábase éste
Pelayo del Castillo, y, cuando pudo emanciparse y escribir para el
teatro por su cuenta y riesgo, demostró lo mucho que valía y adquirió
cierta fama, aunque jamás provecho, porque, antes ó después de estre-
nadas, vendió á bajo precio sus producciones. Más de un año vivió
bajo la tutela del comerciante en libros viejos, le presentó á otros dos
ó tres compañeros de su calaña, entre ellos á un Pedro Escamilla, que
hizo comedias, dramas y novelas, primero para el librero y después
para algunos autores perezosos ó aficionados á engalanarse con plumas
ajenas. Cuando la casualidad me puso de nuevo en relaciones con mi
antiguo condiscípulo tenía cuatro huéspedes, regimentados todos como
antes he indicado, y de acuerdo con algunos empresarios, á quienes
sólo exigía la mitad de los derechos ó un tanto alzado por cada repre-
sentación, según me confió, teniendo en cuenta nuestro antiguo cono-
cimiento para ser franco conmigo, realizaba un buen negocio, y en
su conciencia — los explotadores suelen tenerla ancha — ^hacía una ver-
dadera obra de caridad, puesto que ofrecía albergue y comida á
unos desdichados que, sin su ayuda, habrían perecido de inanición."
Pelayo del Castillo: Ver para creer, com. (1856). Cuestión de tempe-
ramento, jug. (1866). El que nace para ochavo, com. (1867). Morirse
á gusto (1870). EL Mejor alcalde... el pueblo (1872). Por dar gusto á
mi mujer (1872). Más vale pájaro en mano (1873). Botas llovidas del
cielo (1874). Un duque sin ducado (1879). Una corazonada (1880). Por
una cruz. Un vago de real orden. Además. Eh!, eh!, ríase usted, libro
cómico de chistes, Madrid, 1883.
Jorge Huneeus Gana, Cuadro histór., pág. 421 : "Desde su estreno
en 1857 en El Ferrocarril con sus célebres artículos sobre Oscuran-
tismo y Libre examen, ha dominado en la prensa sin contrapeso como
diarista de formas opulentas y oratorias. La Asamblea Constituyente,
La Voz de Chile, El Mercurio y principalmente La Patria, fundada y
dirigida muchos años por él, conservarán siempre como el tesoro de
172 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (1850-1869)
más valor artístico de sus columnas los innumerables artículos de este
tribuno célebre... Su cerebro es de una organización tan enérgica y
tan vibrante, que se plega con la misma facilidad, con el propio éxito,
á los rasgos sublimes de la tribuna popular, á los arranques imponen-
tes de la oratoria parlamentaria, á los denuedos valientes y tenaces
del polemista de la prensa y a la pintura serena y majestuosa del pa-
sado. Hay, sin embargo, dos rasgos...: una concepción sintética de
una luminosidad irresistible y una opulencia oratoria de formas, cuya
amplitud poderosa, cuya artística armonía y cuya nerviosidad brillante
y pintoresca no han sido superadas por nadie en Chile." Luis Orrego
Luco, Pról. á Obras de J. E., 1910: "Isidoro Errazuriz ha tenido, en
ciertos momentos, el honor tan brillante como peligroso, de encar-
nar en su elocuencia desbordada las pasiones, las noblezas, los errores
y los heroísmos de todo un pueblo en plena agitación y en plena efer-
vescencia... Los refinamientos de sensibilidad, que constituían en
Errazuriz la fibra de poeta, sirvieron para centuplicar la fuerza del
tribuno..., imaginación más de forma que de fondo, manifestada en la
comparación, en la metáfora brillante, en la sugestión melodiosa...,
antes que en el concepto creador... Las páginas históricas de Erra-
zuriz han sido trazadas con pluma de artista y de pensador... Es ar-
monioso y fácil, galano y rico. Como escritor, Errazuriz carece de la
corrección, así como del corte netamente cervantesco de Rodríguez ó
de Rómulo Mandiola... La imaginación desbordada de Errazuriz no
se avenía con la nitidez purísima ni con la naturalidad perfecta...
Su Estudio histórico de los partidos en Chile, trazado con pulso firme,
grande amplitud de miras y la imparcialidad más severa es una de
las páginas hondamente meditadas de la literatura nacional... Si bien
Errazuriz, como historiador, no tiene la honda intuición histórica de
don José Victorino Lastarria, en cambio, es más imparcial en la apre-
ciación de hombres y sucesos, menos doctrinario y más artista ; le
supera en el vuelo de la imaginación y de la frase." Tres razas, 1887;
Valparaíso, 1892. Obras de Isidoro Errazuriz, Discursos Parlamenta-
rios, dos vols., Santiago, 1910 {Bibl. Escrit. Chil.).
6 7. Año 1856. Fernando Martínez Pedrosa (1830-1892), madri-
leño, redactor de El León Español y El Reino; director de El Medico
á Palos (1859) y La Ilustr. Catól. (1890) ; colaborador del Diario de
Barcelona con la firma P. P. P., El Museo Universal (1857-69), La
Política (1863), El Teatro, La Niñez; revistero de teatros en La Na-
ción, usó los seudónimos El Conde de Cabra, Fulano de Tal y Gil Car-
mona. Cultivó el arle dramático, y en periódicos, con atildada frase y
mucho color, la sátira ligera. Estrella, leyenda, 1856. La Paloma tor-
caz, dr., 1860. La Red de flores, zarz., 1861. El Galán de la higuera,
jug., 1863. La Madre del cordero, com., 1863. Socorros mutuos. Gra-
mática parda. El Mundo nuevo. Cuentos íntimos, Madrid, 1864. La
Flor del cardo, zarz. burlesca, 1873. Nubes y flores, versos, 1874. Som-
S. XIX, 185Ó. CARLOS ENCINA IjS
bras, rasgos de la fisonomía social, 1878. Perfiles y colores, sátira de-
costumbres, Barcelona, 1882. Diálogos de salón, páginas representa-
bles, Madrid, 1887.
Vicente de Riva Palacio (1832-1896) nació en Méjico, por seud.
Rosa Espino en la Iliistr. Españ., dióse á conocer en las letras y en la
política desde 1856. Fué poeta, historiador, crítico, cuentista, novelis-
ta, colaborador de periódicos. No quiso ser ministro de Hacienda con
Juárez (1861) ; armó un batallón en la guerra de intervención de 1862;
fué jefe del ejército del Centro; tomó á Toluca y le rindió su espada
el emperador Maximiliano. Hizo cuanto pudo por salvarle la vida.
Ministro de España fué desde 1887. Escribió las novelas, en parte au-
tobiográficas, Calvario y Tabor, Monja y casada, Martín Garatuza,
Las dos emparedadas, D. Guillen de Lampart. Dirigió el periódico.
La Orquesta y fundó El Ahuizote. Con Juan Antonio Mateos escribió
las comedias y dramas coleccionados en Las liras hermanas, y con
Manuel Payno, El Libro rojo, de leyendas tradicionales. El y Francis-
co J. Arredondo publicaron El Parnaso mexicano, Méjico, 1885-1896^
24 tomitos. Páginas en verso, ibid., 1885. Con Juan de Dios Mera pu-
blicó Tradiciones y leyendas mexicanas^ Méjico, 1887. Dirigió México
á través de los siglos: historia gral. (por varios), Barcelona (1888?),
cinco vols. Mis versos, Madrid, 1893. En Esp. Mod. : Sor Magdalena,
tradic. mexicana (1889, Marzo). Lorencillo, epis. hist., poes. (1889, Jul.).
Marcos Arroniz, de Drizaba (Méjico), escribió poesías ultra-
rrománticas ó de negro humor y desesperación, como Ilusiones, y
otras profias de un creyente, como Sáficos adónicos á la Virgen, Al
Arco iris, soneto. En Los Celos hay amor y odio, ruegos y blasfemias^
incorrección y armonía, espi ritualismo y sensualidad. Publicó Manual
de historia y cronología de México, París, 1856. Manual de biografía
mexicana ó galería de hombres célebres de México, ibid., 1857. Enci-
clopedia hispano-americana, ibid., 1858. Manual del viajero en Méxi-
co, ibid., 1858, 1862.
Carlos Encina (1838- 1882), de Buenos Aires, diputado (1868), ca-
tedrático de Ciencias y decano de la Universidad, compuso Canto líric.}
á Colón, á los diez y nueve de su edad, y fué premiado. Después puso en
verso dos disertaciones: Canto al Arte y La Lucha por la Idea. Sus
poesías son clásicas en la forma, y frías, filosóficas en los asuntos, ri-
mando términos abstractos y razonando con ellos y con algunas figuras
poéticas. M. Pelayo, Hist. poes. hisp.-amer., t. H (1913), pág. 465:
"Basta pasar la vista por los primeros versos de cualquiera de estas
ccmjposiciones hinchadas y pedantescas para convencerse de que su
autor era leyente asiduo de Hegel y de Spencer; pero que apenas ha-
bía recibido de la naturaleza ninguna condición poética. Sus versos,
duros, secos, desarticulados, sia color ni música, plagados de voces
técnicas y abstractas, son prosa rimada, y de la peor especie posil le,
prosa de tratados de Filosofía puesta en malos versos... Parece impo-
sible que este galimatías haya sido puesto en las nubes como dechado-
«74 PRiMER PERÍODO DE T.A ÉPOCA RE.U.ISTA (185O-1S69)
de poesía filosófica y como nuevo rumbo abierto al arte americano."
La Atlúntida, poema, 1856. Canto Úrico á Colón, 1857. Canto al arte.
La Lucha por la Idea. La Mujer ideal. Carlos Encina: In Memoriam,
B. Aires, 1883.
Manuel (Martínez) Murguía (n. 1833), de La Coruña, viudo hoy
de doña Rosalía de Castro, archivero, negóse á ser farmacéutico,
como su padre quería; se vino á Madrid, donde hambreó no poco, y
durmió sobre los bancos de la plaza de Oriente. Tenía talento para
novelista, como lo mostró componiendo Desde el cielo y La Madre
Antonia. Después historió á Galicia, poniendo algo de novelesco y de
fantástico en sus obras. Desde el cielo, nov., Vigo, 1856; Madrid, 1910.
El Ángel de la muerte, narración, Madrid, 1857. La Mujer de fuego,
nov., 1859. Diccionario de escritores gallegos, Vigo, 1862. Historia de
Galicia, t. I, Lugo, 1865; Coruña, 1901 ; t. II, Lugo, 1867; Coruña,
1905: t. III, Santiago, 1889; t. IV, Santiago, 1891 ; t. V, ibid., 1916.
La Primera luz (lecciones de geogr. é hist. gallega), Lugo, 1868. El
Foro, Santiago, 1S82. El Arte en Santiago (s. xviii), Madrid, 1884.
Los Precursores, Faraldo, etc., Coruña, 1885. Los Precursores, Coru-
ña, 1886. Galicia, sus monum. é historia (en Esp. y sus monumentos),
Barcelona, 1888; Coruña, 1889. Es prosa, 'Coruña, 1895. D. Diego Gel-
mircz, ibid., 1898. Los Trovadores gallegos, ibid., 1905.
Heraclio C. Fajardo (1833-1867), de San Carlos (Uruguay), re-
dactor desde joven en El Nacional, proscripto de Buenos Aires, fué
poeta romántico furioso, exagerado y de mal gusto. Camila O'Gor-
man, drama muy aplaudido, B. Aires, 1856, 1862. América y Colón,
poesía premiada en 1858. La Cruz de azabache, poema, B. Aires, 1860.
El Colibrí, versos de álbum, agradables é ingeniosos. Arenas del Uru-
guay, definitiva edición de sus obras poéticas, B. Aires, 1862. Hilario
Ascasuhi, noticia biográfica, 1862. La Indígena, melodr., 1862. Su
"hermano Carlos A. Fajardo hizo poesías románticas, menos conoci-
das, pero más correctas y de más pura inspiración.
Laurindo Lapuente, poeta montevideano, cívico y patriotero, di-
dáctico y bastante prosaico, quintanesco, trompeteador, publicó £n-
■sayos poéticos, B. Aires, 1856. Virtud y amor hasta la tumba, nov.
romántica, ibid., 1856, 1858. Una respuesta á María, fantasía, ibid.,
1857. Republicanas, poesías, ibid., 1865. Poesías, ibid., 1865. Laurin-
das, poes., ibid., 1865. Varios opúsculos (1865). Meteoros, ibid., 1867 •.
pensamientos en verso. Pobre Patria, 1868.
Leopoldo María Bremón (1837-1914), malagueño, redactor de La
España (1855), director de El Horizonte, secretario de la redacción
de /:/ Padre Cobos, director de El Musco Católico (1867), colaborador
de La Gran Vía, Gente Vieja, Ilustr. Esp., fué buen crítico é ilustrado
<:onocedor de los clásicos. Estrenó Angélica y Medoro, zarz. (1856).
Cupidí^ y Marte, zarz. (1856). Una comedia en un acto, com. (1858).
Vna emoción, jug. (1859). La Político-manía (1867). Las Mujeres del
siglo, zarz. (1867).
S. XIX, 1856. SALVADOR CUCALÓN ) yD
C8. Año 18 ¿6. Aguinaldo de Luisa Molina, poesías de varios,
Matanzas, 1856. — Álbum de la Rábida, Sevilla, 1856. — Álbum poético
dedicado á S. A. R. la Srma. Sra. Infanta Doña Ltiisa Fernanda de
Borbón, Sevilla, 1856. — Antonio Arango Valdés, de Pravia, publicó
en La Tradición, Oviedo, 1856, leyendas y poesías ; en El Invierno,
Oviedo, 1859, artículos y poesías. Suspiros del alma, baladas, Oviedo,
1859. — Rafael Arévalo, secretario de la municipalidad de la Nueva
Guatemala, publicó Libro de Actas del Ayuntamiento de la ciudad de
Guatemala {1524-1530), Guatemala, 1856. Colección de documentos
antiguos del archivo del ayuntamiento de la ciudad de Guatemala,
ibib., 1857. — 'Enrique Arredondo publicó Alberto, leyenda, Madrid,
1856. — ^JuAN Belza estrenó A Ritsia por Valladolid, zarz, (1856). El
Perro del hortelano, zarz. (1856). Ardides y cuchilladas, zarz. (1861).
Peluquero y marqués, zarz. (1861). Por amor al prójimo (1863). El
Jorobado (1863). El Cuerpo del delito, jug. (1864). — Ángel Bello
(t 1859), cubano, estrenó Roberto el cervecero, dr.. Habana, 1856.
Don Vetustón Serpentón^ jug. (1858). — Rafael Blasco y Moreno
(1836-1884), de Orihuela, publicó poesías con el título de Historias
del corazón (1864), novelas y artículos cortos con el de Una hora de
recreo. Dos artistas, novela. Piezas teatrales: De un tiro dos pájaros,
La Tentación, Por balcones y ventanas. Por tejados y azoteas. Un in-
quilino, La Caza de la zorra. — Antonio de Padua Bosch (t 1876), es-
pañol, estrenó Un amigo en su desgracia, Habana, 1856, 1857. Noti-
cias hist. y geogr. de la Palestina, ibid., 1859. — Eliodoro del Busto
publicó Los Partidos en cueros ó apuntes para escribir la historia de
doce años (1843-56), Madrid, 1856. — Antonio Benigno de Cabrera es-
trenó El Triunfo del pueblo libre en 1820, dr. (1856). — Salvador Cam-
marano estrenó María de Rohan, dr., Puerto Príncipe, 1856. — Juan
María Capitán publicó Poesías, Jerez, 1856, dos vols. — Hamón de Ce-
BALLOS publicó XXIV capítulos en vindicación de Méjico, Madrid,
1856. Guerra de España en Méjico, ibid., 1858. — Úrsula Céspedes de
EscANAVERiNO (1832-1874), de Bayamo (Cuba), poetisa que cantó deli-
cada y sentidamente, sobre todo el amor maternal, publicó Ensayos
poéticos, 1856. Ecos de la selva, poesías, Bayamo, 1860; Cuba, 1861.
El Cementerio de la Haban<i (1863), La Mariposa del Alba, A mi hiJM
Luisa, Ayer, etc., son poesías notables. Enr. José Varona, Ojeada so-
bre el mov. intelect. en América, 1876: "¿Quién ha sido más espiri-
tualmente material que Úrsula Céspedes, cantora de todos los amores
y, sobre todo, del puro y sacrosanto amor maternal en sus esperanzas,
en sus temores, en sus ilusiones, en sus angustias, en sus crisis supre-
mas, hasta en el paroxismo de la muerte?" — José Cortés, actor, pu-
blicó Dios y el hombre, poesías religiosas, Habana, 1856. La Zarzuela
en la Capital del Perú, alegoría en un acto, Lima, 1857. — Manuel
Costales publicó Florentina, escenas sociales. Habana, 1856. Aguinal-
do habanero, por varios, 1865. — Salvador Cucalón y Escolano pu-
blicó Lamentaciones de Jeremías, poema bíblico, Madrid, 1856. — La
176 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
Democracia, periód., 1856, 1864-6Ó, 1869-70, donde se señalaron Nico-
lás M. Rivero y Castelar. — La Discusión, diario democrático, Madrid,
1856-70. — F. Duran y España publicó El Sitio de Sebastopol ó la san-
gre de venganza, nov. hist. contemp., Vich, 1856, dos vols. — Félix Ma-
ría Escalante, poeta mejicano, publicó en Méjico, 1856, una colección
de sus poesías líricas. — M. de la Escalera publicó Nomenclátor de las
calles de Cádiz, ibid., 1856. — Arsenio Esguekra (1836-1875), de Iba-
gué (Colombia), periodista y poeta, cantor de la patria, el hogar, la
virtud, el honor y el deber, cuyos versos y artículos literarios ha pu-
blicado su hermano Nicolás, con prólogo de Medardo l^ivas: Poesías
y artículos en prosa, Bogotá, 1880. — La España Teatral, periód. de
teatros, Aladrid, 1856. — Luis Estrada publicó Resumen de la Historia
y Administración Ultramarina de las posesiones holandesas en el Ar-
chipiélago de la India, Madrid, 185Ó, 1863. Cuadro geográfico, histó-
rico, administrativo y político de la India, Madrid, 1858. Filipinas en
i8j2 (Rcv. España, 1874, t. XXX VI). — Pasatiempos literarios de Joa-
quín Ezquerra y Bayo, leyendas, Madrid, 1856. — (Gabriel Fernández^
de Almería, Ardides del amor, zarz. (1856). El Marido es un tirano,
com. (1856). El Arrepentimiento, dr. (1857). Hasta el sueño es ene-
migo del avaro, jug. (1859). El Amor filial, com. (1860). — Leonardo
Fernández Elegido publicó Ensayos poéticos, Toledo, 1856. — ^Salva-
dor Fernández y Cárdenas publicó El Diablo de palo, nov. hist., Ma-
drid, 1856. El Ultimo carbonario de Lombardia, nov, hist., 1856. — Jor-
ge Florit de Roldan estrenó El Secreto de un monarca, dr., Habana,
1856. — EusEBio FoNT y Müresso (t 1900J, músico y novelista catalán,
colaborador de varios periódicos, publicó El Emigrado, nov., 1856.
Cuatro millones, nov., Madrid, 1877. — Joaquín Francés publicó Los
Miriñaques, ensayo poético, joco-serio, satírico-burlesco, Tudela, 1856.
— I'^RANcisco de Paula Franqueza publicó Flores de amistad, poesías,
Barcelona, 185Ó. — Ángel María Galán (n. 1836), de Genesano (Co-
lombia), escribió El Ultimo Boabdil, dr. (con Quijano Otero) y poe-
sías.— ^Aurelio Gallardo (1831-1869), de León (Méjico), además de
algunos dramas, entre ellos María Antonicta de Lorena, hizo poesías
bien sentidas, en estilo claro, á veces prosaico. Sueños y sombras,
México, 1856. Nubes y estrellas, Guadalajara, 1865. Leyendas y ro-
mances, San Francisco, 1868. Leyendas íntimas y la novela Amor de
Ángel en un periódico de California. — ^Adolfo García estrenó La No-
via y el pantalón, com. (1856), La Venta encantada, zarz. (1859).
Tal para cual, zarz. (i86o). — Manuel González publicó Carmen la
española, novela, Madrid, 1856. — Pedro Paulo Govantes, habanero.
Poesías (ix)st.), Habana, 1856. — 'Gasi'ar Hernández, canónigo domini-
cano, publicó La Caridad en acción, Cuba, 1856. Lágrimas de la so-
ciedad, ibid., 1H56. — ^JosÉ Aniceto Igaga (1794-1860), de Trinidad
(Cuba), publicó Travesuras del mocito Mustafá, Habana, 1856. — Eu-
SEiiiO J1MEN0 Martínez publicó Amor, celos y amistad, nov., Madrid,
185^^ — Jorge Lasso ue la Vega publicó La Marina real de España á
S. XIX, 1856. IGNACIO DE QUESADA 1 77
fines del s. xviii y principios del xix, Madrid, 1856-63, dos vnls. —
Daniel Lens (1836-1878), fué poeta romántico boliviano. — Francisco
DE LA Luz DE LA Madrid, de Guanabacoa (?), publicó Ensayos poéti-
cos, Sagua, 1856. — iRamón Llórente Lázaro publicó Compendio de
bibliografía de la veterinaria española, Madrid, 1856. — El Sitio de
Maestrick, nov. hist. por el Peregrino^ Madrid, 1856. — ^Agustín Marín
de Espinosa publicó Memorias para la historia de la ciudad de Cara-
vaca y del aparecimiento de la Sfna. Cruz, Caravaca, 1856. — Antonio
Martínez publicó Memorias de Galicia, Pontevedra, 1856 (en El Res-
taurador).— Victoriano Martínez Muller (t 1872), poeta festivo, le-
dactor de La Discusión, publicó Poesías jocoso-satíricas, Madrid,
1856-57. — 'Emilio Moreno Cebada, cura de San Miguel de Fuenca-
rral, publicó El Predicador, colecc. de sermones, ocho vols., Madrid,
1856-58. Historia de la Virgen, ibid., 1859. Historia de Jesucristo,
dos vols., 1860. Nueva historia de la Virgen, 1862, dos vols. Historia...
de las religiones, dogmas, creencias, dos vols., Barcelona (s. a.). Bi-
blioteca predicable... para todos los domingos del año^ 11 vols., Ma-
drid, 1864... Nueva historia general y completa de la Iglesia, Barcelo-
na, 1867, cuatro vols.; 1874-75, 13 vols. Flores de María, sermones,
Madrid, 1903 (3.* ed.). Aventuras de Apolinar Carrasco, dos vols.,
Barcelona, 1874. Sermones, Barcelona, 1877. El Concilio Vaticano,
dos vols. (s. a.). — Carlos Navarrete y Romay (1833-1893), habane-
ro, publicó Romances cubanos, Habana, 1856. Poesías, París, 1866.
Antes que te cases, 1866. — Luis Ortega de la Flor (1814-1894), ga-
ditano, estrenó Una fiesta en un ingenio. Puerto Príncipe, 1856. La
Valida y el valido, com. (1857). Felipe, dr. El Cometa. El Viejo ena-
morado, zarz. (1858). Herminia de Albarracín, dr. (1858). El Empre-
sario y la actriz, jug. (1851). Los Amores de un guajiro, jug. (1858).
Otras inéditas, en Trelles (t. IV, pág. 153). — ^Luis G. Ortiz (1835-
1894), poeta mejicano, publicó Poesías, México, 1856. — Fernando Os-
soRio estrenó Por ella, dr. (1856). — ^Benjamín Pereira Gamba (n. 1834),
catedrático, periodista y poeta, fundó El Álbum (1856) y El Iris
(1861-62) en Quito, redactó La Unión en el Perú (1862-63) y publicó
sus Poesías con prólogo de José Joaquín Ortiz. — José Pérez del
Castillo estrenó No se lúzo la miel..., com, (1856). — ^Luisa Pérez y
Montes de Oca (n. 1837), de Caney (Cuba), poetisa sencilla y tierna,
como era llana campesina, publicó Poesías, Cuba, 1856. Tiempo perdi-
do, poesías, ibid., 1857. La Hija del Verdugo, epis. hist., 1865. Los
Gracos, nov., 1865. Fuentes Betancourt, Luisa Pérez, estud. crít., 1879.
Enr. José Varona, Ojeada sobre el mov. intelect, en América, 1876:
"El amor que le sobrevive, que llora eternamente sobre la tumba re-
gada por las flores fragantísimas del recuerdo, el amor casto y respeta-
ble de la viudez, ¿ha sido mejor sentido ni mejor cantado que por Lui-
sa Pérez?" — Ramona Pizarro estrenó Elvira, dr. hist.. Habana, 1856.
— Pucha Yumurina, versos de poetas cubanos. Matanzas, 1856-57, dos
vols. — ^Ignacio de Quesada Castillo: El Avaro hipócrita, Puerto
TOMO VIH. — 12
178 I'KIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA RE.\L1STA (185O-1869)
Principe, 1856. — José M/ Quijano Otero (1836-1883), de Bogotá,
diplomático y periodista, historiador y poeta, de carácter noble y
amante de su tierra, publicó Compendio de historia patria. Bogotá,
1883. Memorial histórica sobre Límites entre Colombia y el Brasil. —
Teodomiro Ramírez de Arellano y Gutiérrez, cordobés, director de
La Prozñncia (1885), publicó El Árbol de la esperanza, dr., Córdoba,
1856. Paseos por Córdoba, ibid., 1873, 1874, 1875, 1877. Leyendas y
tradiciones populares, ibid., 1876. Recuerdos de Córdoba, colección de
romances tradicionales, ibid., 1883. Romances histórico-tradicionales
de Córdoba, 1902. — Los dos mayores rivales ó los dos amantes patrio-
tas, nov. hist, nacional, por un aficionado, Montevideo, 1856. — Julio
Rosas (seud.), habanero, nacido en 1839, publicó Julia, nov., Habana,
1856, 1859. La Tumba de azucenas, id., 1856, 1859, 1860. Flor del co-
razón, nov. india, Cádiz, 1857, 1858; Habana, 1859, 1860. Lágrimas de
un ángel, ibid., 1859, 1860. La Joven Esmeralda, memorias de un es-
txidiante, 1859. Graziela, nov., Guanajay, 1863. Magdalena, nov., ibid.,
1863. La Campana de la tarde, nov., 1873, tres vols. Los Cucuyos,
1873. La Campana del ingenio, 1883-84. Amor á la patria, San Anto-
nio de los Baños, 1888. Mi odio á España, 1897. La Joven Cuba, quin-
cenario rcpubl. federal, 1899. Narciso López en Cárdenas, nov., 1903.
Cuba Revolucionaria (1826-68), nov., Guanabacoa, 1914. Francisco
Vicente Aguilera, 1916. El Cafetal Azul, nov. cubana política (tendrá
ocho tomos). — Pedro Ruiz Aldea, costumbrista chileno, publicó Ojea-
da sobre la provincia de Arauco, Santiago, 1856 (en El Ferrocarril).
Los Araucanos y sus costumbres, Concepción, 1863 {La Tarántula) ;
Santiago, 1902. Nuestro pasado, artículos festivos, 1894. — Felipe Ja-
cinto Sala, colaborador de Los Niños (1883-86), publicó Fábulas re-
ligiosas y morales en verso, Sabadell, 1856, 1865. Nuevas fábulas...,
Barcelona, 1886. — Baltasar Saldoni publicó Reseña hist. de la escola-
nia ó colegio de música de la Virgen de Monserrat..., Madrid, 1856.
Efemérides de músicos españoles, Madrid, 1860. Diccionario biográ-
f ico-bibliográfico de efemérides de músicos españoles, ibid., 1868-81,
cuatro vols. — Cándido Salinas, asturiano, publicó Poesías, Oviedo,
1856. — Fray José Sola y Francés, franciscano exclaustrado, publicó
Setenario predicable de los Dolores de María, Barcelona, 1856. — ¡Car-
los Soler y Arques (1836-1896), de San Martin (Gerona), catedrá-
tico del Instituto de Cisneros, redactor de El Fomento, de Badajoz
(1873), El Magisterio Español, La Ilustr. Catól. y Rev. Contemporá-
nea, publicó El Talisfnán de la bienandanza, Madrid, 1856, dos vols.
Veleidad y amor, ibid., 1858. Huesca monumental, ojeada sobre su
historia gloriosa, apuntes biográficos de sus santos y personajes cé-
lebres..., Huesca, 1864. De Madrid á Panticosa, viaje pintoresco á los
ptieblos históricos, monumentos y sitios legendarios del alto Aragón,
Madrid, 1878. Los Españoles según Calderón, disc, 1881. Ideal de la
familia, ibid., 1887. Aquí y allá, bocetos sociales, ibid., 1892. Norte y
Mediodía, 1895. — lE. (j. Squier i)ublicó Apuntamiento sobre Centro
S. XIX, 1857. JOAQUÍN LORENZO LUACES 1 79
América, París, 1856. Collcction of rare and original Documents and
Relations conccrning The Discovery and Conquest of America, New-
York, 1860. Monograph of authors who have written on the Lan-
guages of Central America, ibid., 1861. Honduras, descripción hist.,
geogr. y estad., Tegucigalpa, 1908. — Félix Talegón de Santiago
estrenó El Mejor amigo, un duro, com. (1856). — ^JosÉ María Ugarte
(1836-1864), de Plencia (Vizcaya), escribió un drama, poesílas y
El Árbol de Guernica, en octavas (1856). — Francisco de la Vega
estrenó Donde las dan las toman, zarz, (1856). — Andrés Viña poi-
blicó Estudios sobre la isla de Puerto Rico, Madrid, 1856. — Igna-
cio ViRTO estrenó Santiaguillo, jug. (1856). Luis y Luisito (1856).
Andarse por las ramas, jug. (1861). — Antonio Enrique de Za-
fra (t 1875), sevillano, estrenó Las Trampas de mi tío, com..
Habana, 1856. Un huésped á media noche, com. (1856). Isabel de
Bossian, dr. (1856). Amor contra nobleza, dr. (1858). El Lego de San
Fardel, dr. (1858). El Hombre negro, dr. (1859). Los Cantos de la
pasión (1859). La Toma de Tetuán, dr., 1860. Pío Nono, poema, 1861.
El Alcalde D. Rodrigo, dr., 1862. Los Mártires de Roma, dr., 1862.
Las Siete palabras, cantos religiosos, 1864. Tres para dos, jug. (1865).
Jeremías, lamentaciones comentadas en verso, 1866. Un golpe de for-
tuna, com. (1867). Dios los cría... (1868). La Fiesta del mayoral, dr.
<i868). Un cuadro de Rafael, dr. (1868). Colón en Cuba (1869). BIok-
ca de Toledo, ley., 1870. Los Salmos penitenciales comentados en ver-
so, 1871. Por España y su bandera (1872). La Madre imnaculada, can-
to, 1873.
69. Año 183/. Rosalía de Castro de Murguía (1837-
1885) nació en Santiago y vivió en Galicia sola, sin comuni-
cación literaria ; hizo poesías en gallego y castellano, elegiacas,
delicadas, soñadoras, henchidas de suavidad y dulzura y del
sentimiento íntimo tan propio de su raza. Ajpartóse de los de-
más versificadores en la métrica, obedeciendo tan sólo á la ca-
dencia. Siente hondamente la naturaleza, que suele cotejar con
el estado de su alma, fundiendo en uno entrambos sentimien-
tos, sobre todo con una á manera de piedad tierna y melan-
cólica.
Joaquín Lorenzo Lu.\ces (i 826- i 867), poeta habanero,
pomposo y enfático, vehemente y deslumbrador, siguiendo la
tradición de Olmedo y Heredia, cantó la naturaleza y la histo-
ria, la industria y el heroísmo colectivo. Su mejor composición
es la Oración de Matatías, canto revolucionario del corte de
Tassara. Son notables La Natnraleisa, La Luz, El Trabajo
:(i867), E^ Ultimo día de Babilonia, Caída de Missolonghi,
l8o PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
Varsozña. Publicó romances cubanos en periódicos, anacreón-
ticas, el poema Cuba y poesias filosóficas y morales. Entre sus
dramas: Aristodemo, la mejor tragedia cubana (1867), El
Mendigo rojo, Arturo de Osberg.
7 0. Con el escudo de seis róeles de los Castros álzase todavía en
la vega de Padrón, á la falda del monte Miranda, el palacio de los
ascendientes de Rosalía, entre los cuales se cuenta el trovador de las
Cortes de Juan II y Enrique IV, Juan Rodríguez del Padrón. Tíos
del bisabuelo de Rosalía fueron los tres hermanos Salgado y Moscoso :
fray Martín, poeta y agustino; fray Gabriel, mercedario y rector de la
Universidad de Alcalá; fray Miguel, císterciense. Para la historia no
hay secretos, y el del nacimiento de Rosalía explica las dificultades
por algunos halladas para dar con su fe de bautismo y, sobre todo,
las penas íntimas y vida retraída de la poetisa, cosas que se transparen-
tan harto en su vida y en sus versos. El padre de Rosalía fué sacer-
dote : la historia no ve ningún desdoro en ello. Al morir, apartada de
su marido y en compañía tan sólo de su hermana, recomendóle á ésta
quemase sus poesías. Xo sólo lo cumplió, sino que no ha querido re-
imprimir libro alguno. Sólo de los Cantares se hicieron dos ediciones.
Los libros de Rosalía son rarísimos. Su vida se encierra en estas pa-
labras de Vales Failde : "Después de haber cumplido escrupulosamen-
te como hija, como esf>osa y como madre, en los ratos de tristezas
íntimas, de desolaciones y dolores, cogía la pluma y rápidamente es-
cribía esas inspiradas estrofas de versificación fluida, rima fácil y
metro variado, con las que enseñó el habla gallega á conterráneos
suyos que afectaban ignorarla; consoló á millares de almas tristes que
allende los mares lloran la aldea perdida; puso al descubierto llagas
que corroen á la sociedad contemporánea, indicando á veces con cla-
rividencia grande el oportuno remedio, y elevó al Cielo pocas, sí,
pero ardentísimas poesías religiosas, que no se desdeñarían de fir-
marlas Teresa de Jesús, Juan de la Cruz ó cualquiera otro de nues-
tros inmortales místicos." Sinceros, del alma, y cuajados en penas
vividas son sus versos, y ella era poetisa gallega. Con esto está todo
dicho. "He observado (escribió fray Martín Sarmiento, en las Me-
morias para la hist. de la poesía) que en Galicia las mujeres, no sólo
son poetisas, sino también músicas naturales. Generalmente hablando,
así en Castilla como en Portugal y en otras provincias, los hombres
son los que componen las coplas é inventan los tonos ó aires, y así se
ve que en este género de coplas populares hablan los hombres con las
mujeres ó para amarlas ó para satirizarlas. En Galicia es al contra-
río. En la mayor parte de las coplas gallegas hablan las mujeres con
los hombres, y es porque ellas son las que componen las coplas sin ar-
tificio alguno, y ellas inventan los tonos ó aires á que las han de can-
tar, sin tener idea del arte músico." Nada de literatura ni de artificio
S. -XIX, 1857. ROSALÍA DE CASTRO 181
hay en Rosalía; tan poco culta ni erudita, que, como candorosamente
nos dice, no estudió "mais escola qu'a d'os nosos probes aldeans". El
habla gallega de sus poesías "aparece (segiui la Pardo Bazán, De mi
tierra, 1888, pág. 28) en las obras de Rosalía, dulce, palpitante, cari-
ñosa, de cera para la rima, purificada de las asperezas y vulgarismos
que solían afearla en otros poetas, y al mismo tiempo, francamente al-
deana, salpicada de giros y locuciones rústicas, cuyo sabor de fresa
silvestre no habíamos apreciado hasta que el poeta (la poetisa, quiere
decir) nos las brindó servidas en fuente de plata". Apenas tenía once
años escribió sus primeros versos, que luego rompía; algunos de los
cuales fueron leídos en el Liceo de San Agustín, de Santiago. Casó
á los veinte con el cronista llamado Manuel Murguía, fallecida antes
su madre, y, á poco de nacer, el primer hijo de este matrimonio, des-
graciado por la contrariedad de caracteres. Nació Rosalía el 21 de
Febrero de 1837 y falleció el 15 de Julio de 1885, siendo sepultada en
el cementerio de Iría, dejando huérfanas varias niñas y un hijo. Sus
restos fueron trasladados en 1891 á la iglesia de Santo Domingo, de
Santiago, donde, por suscrición nacional, se levantó un monumento.
A poco falleció su hijo Ovidio, pintor revelado como bueno en la
Exposición de Bellas Artes de 1899, pocos meses antes de morir. Tuvo
émulos y envidiosos Rosalía que inventaron no haber sido católica,
ella, que había cantado, entre otras piadosas estrofas, ésta, á la Santa
Escolástica, de Ferreiro :
"Y orando y bendiciendo al que es todo hermosura,
se dobló mi rodilla, mi frente se inclinó
ante El, y conturbada exclamé de repente :
¡ Hay arte ! ¡ Hay poesía... ! ¡ Debe haber Cielo ! ¡ Hay Dios !"
En su última poesía exclamaba:
"Tan sólo dudas y dolores siento,
divino Cristo, si de Ti me aparto ;
mas, cuando hacia la cruz vuelvo los ojos,
me resigno á vivir con mi calvario."
Los Cantares encierran los dolores y amarguras sociales de Gali-
cia; Follas novas, los dolores y amarguras de su propia alma: dolores,
sin embargo, plácida, resignada, dulce y cristianamente áobrellevados.
Manuel Murguía, su esposo. Los Precursores, 1886, pág. 177: "Si se
refirieran con su terrible verdad los sufrimientos experimentados an-
tes, ahora, en todo tiempo, bien se vería qué pocos días de felicidad
contó, cuan largo y duro fué su cautiverio y de qué manera inusitada
los contratiempos doblaron alma tan enérgica y apasionada. Cómo la
fueron á buscar al silencio de su casa y al apartamiento de su volun-
tario destierro, hiriéndola en medio de sus hijos, ausente el que era
iSa PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869")
SU amparo, cuando creían que el golpe que le asestaban era el único
que la faltaba para morir.'' Juicio de la Academia en el informe de 16
Nov. 1SS7 sobre En las orillas del Sur: "No cabe desconocer que
doña Rosalía de Castro es una poetisa de mucha sensibilidad, de ima-
ginación arrebatada, quizá con exceso, y de otras excelentes dotes lite-
rarias debidas á la naturaleza, si bien las obscurecen no pocos desli-
ces artísticos, extravagancias de forma y nebulosidades metafísicas^
que generalmente proceden del prurito de imitar la escuela germánica,
y que no siempre están al alcance de la mujer española." Acorín, El
Paisaje de España, 1917, pág. 32: "En la lírica de Rosalía hay un
profundo sentimiento del ambiente y del paisaje de Galicia; pocos
escritores reflejaron con tanta fidelidad un determinado medio. Ro-
salía, fina, sensitiva y dolorosa, ha traído al arte esos elementos de
vaguedad, de melancolía, de misterio, de sentido difuso de la muerte,
que más tarde han de alcanzar un desenvolvimiento tan espléndido en
la obra de Valle-Inclán."
Rosalía de Castro: La Flor, poesías, Madrid, 1857. La Hija del
mar, nov., Vigo, 1859, 1863. Fluiño, nov., Madrid, 1861. A mi madre,
poesías, Vigo, 1863. Cantares gallegos, Vigo, 1863 > Madrid, 1872. Rui-
nas, poesías (traduce, de V. Ruiz de Aguilera, Armonías de la tarde)r
Vigo, 1864. El Caballero de las botas azules, nov., Lugo, 1867. Follas
novas, versos en gallego (pról. de E. Castelar), Madrid, 1880. El Pri-
mer loco, cuento extraño, Lugo, 1881. En las orillas del Sar, poesías,,
Madrid, 1884, 1909. Cinco poesías, ibid., 1905. Obras completas, ibid.,
1909, dos vols. (pról. de M. Murguía). Consúltense: Manuel Murguia,
Los Precursores, Coruña, 1886; Vales Failde, Rosalía de Castro, Ma-
drid, 1906; Aug. González Besada, R. de Castro, notas biográficas^
Madrid, 1916; Azorín, Clásicos y Modernos, Madrid, 1913 (págs. 57-
64) ; José S. Prol Blas, Estudio biobibliográfico-crítico de las obras de
R. de Castro, 1917.
Enr. José Varona, Ojeada sobre el mov. intelect. en América,
1876: "Las maravillas de la maga del siglo xix, la industria, han
sido ensalzadas por Luaces..., correctísimo, amante de lo acabado en
el decir, pero profundo y sentido en el pensar." M. Pelayo, Antol.,
t. II, págs. XLVi-vii: "Nos parece el tercero en mérito entre los poe-
tas de la isla, inferior á la Avellaneda... inferior también á Heredia...
Su entonación es la de Quintana ó más bien la de Tassara, cuya in-
fluencia en la poesía americana ha sido extraordinaria. Versificador
robustísimo Luaces y enamorado en demasía de la jjompa y rotundi-
dad del período poético, suele abusar de su fuerza y caer en lo enfá-
tico y declamatorio... Pero es grande la pujanza de su fantasía é
irresistible el empuje con que corre en sus estancias el raudal de la
palabra sonora, venciendo todas las esquiveces y reparos del gusto.
La sobriedad era incompatible con su índole; pero en medio de S'U
abundancia despilfarrada y viciosa y del continuo alarde que hace
del vocabulario descriptivo, tiene, no obstante, relativa corrección de
S. XIX, 1857. JULIO NOMBELA 1 83
gusto y de lengua, uíuy rara en los poetas cubanos de la última era.
Por naturaleza propende á las regiones más elevadas del arte lírico."
ídem, Histor. poes. hisp.-amcr., t. I (1911), pág. 273: "¡Qué pocos
versos de Luaces se pegan á la memoria ni al oído, á pesar de su bri-
llante efectismo ! Releídas ahora la mayor parte de sus odas, me pa-
recen frías, forzadas, artificiales, concebidas de un modo puramente
intelectual. Acaso la única que de sus poesías íntegramente quede
(pero ésta vale por muchas) es la Oración de Matatías, que es, á pesar
de su disfraz bíblico, uno de los cantos revolucionarios de más aliento
que se han escrito en Cuba." Piñeyro, Vida de Zenca, pág. 54: "Poeta
vigoroso (Luaces), pero incompleto, de entonación elevada, pero
monótona, sin matices ; de colorido brillante, pero sin claroscuro.
Entre sus manos nerviosas saltaron rotas más de una vez las cuer-
das del instrumento que pulsaba con febril excitación: la lucha he-
roica tan á menudo empeñada entre la voluntad inflexible y las
facultades no siempre á la altura de la tarea sublime que de ellas
exigía, es demasiado visible y no pueden dejar de seguirse con afanoso
interés las huellas profundas en sus versos. He ahí por qué, á pesar
de haber escrito trozos de admirable grandilocuencia, no nos ha legado
una sola de esas composiciones espontáneas, armoniosas en todas sus
partes, de ajuste cabal entre el fondo y la forma, que se graban en la
memoria y pasan de boca en boca, como el Niágara ó el Himno del
desterrado de Heredia, como Fidelia ó Noche tempestuosa de Zenea.
Ascendía en su vuelo lírico á cumbres á que Heredia y la Avellaneda
únicamente llegaron, á que no alcanzó ningún otro poeta cubano;
pero faltáronle las gracias seductoras de estilo y de lenguaje, que van
derechamente al corazón, el instinto feliz del vocablo bien escogido y
bien colocado, de la frase melodiosa y exquisita que despierta un
mundo de emociones." Joaq. Lor. Luaces: Poesías, Habana, 1857,
1903, 1909. El Mendigo rojo, dr. (1859). Defensa, del mismo (en Pa-
lenque Liter., t, ni). Aristodemo, trag. (1867). El Trabajo, oda, 1867.
Canto del cosaco, Varsovia y Romances cubanos, 1877. Cuba, poema,
1881-82 (en Rev. de Cuba). Consúltense: P. Guiteras, Estud. de Liter.
Cub., 1875; Valdivia, Conferencia sobre Luaces, 1885; Mitjans, Lua-
ces y Heredia, 1888 ; M. Pelayo, Antol., 1893 ; Bielsa, Los Sonetos de
Luaces, 1906; Carolina Poncet, Biografía de J. L. Luaces, 1910; Án-
gel Mestre, /. L. Luaces, 1865 ; Fornaris, /. L. Luaces, 1868 ; B. Cos-
tales, /. L. Luaces, 1880; Calcagno, /. L. Luaces, 1885; E. Blanchet.
/. L. Luaces, 1913, en Rev. Pac. de Letras de la Habana; Enr. Pi-
ñeyro, Estud. y Confer., págs. 233-247.
71. Año iS^y. Julio Nombela (n. 1836), madrileño, ac-
tor en 185 1 y 1852, periodista desde 1854, empleado de Ha-
cienda (1856), redactor del Diario Español (1856-58), donde
publicó sus primeras novelas, fnndó el semanario Las Letras y
184 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA RE.\LISTA (185O-1869)
las Artes (1859), estuvo en Paris (1860-63), fué secretario de
RÍOS Rosas y uno de los novelistas por entregas (1864-72),
como Fernández y González, Escrich, etc. Fundó El Fomento
de España y La Novela (1863), y con Frontaura, La Cosa Pú-
blica (1869), primer periódico diario y político consagrado á la
literatura, y desde 1870 á 1874 otras cinco revistas semanales
y un diario; tomó parte en la causa carlista, fué secretario de
Cabrera y, vuelto después de la guerra á Madrid, dirigió la
Gaceta Universal. Fundó en 1888 La Ultima Muda. Trabaja-
dor incansable, atento á todo progreso de cultura en las letras,
en busca siempre de la verdad en las doctrinas y sanos inten-
tos en la política, bondadoso y modesto, tuvo por maestros en
el arte de escribir á Dumas, Lamartine y Alfonso Karr, refle-
jando en sus obras las tres cosas que en ellos le gustaron .
"imaginación, sentimiento, ironía sin pesimismo, teniendo por
inspiración la vida real y por fin la absoluta moralidad que re-
sulta de la emoción que lo bello produce en el ánimo", según
él mismo dice en su hermoso y sinccri^ libro Jmprcsiojics y re-
cuerdos, obra autobiográfica de duradera importancia para la
historia literaria y política ie su tiempo. Su obra mejor escrita
literariamente es Retratos á la pluma. Como novelista de los
de por entregas, está detrás de Escrich, aunque delante de los
Parreñüs, Tarragos,. Ortega y Frías y San Martines.
Severo Catalina v del Amo (i 832- i 871). de Cuenca, po-
lítico y escritor, cursó en Madrid Leyes y Filosofía y Letras
(1845), Teología, Ciencias exactas, hebreo y árabe; fundó El
Estado (1864); fué catedrático de hebreo (1857-68); entró en
la política (1863); fué director de Instrucción pública (1868),
ministro de Marina y Fomento, representante confidencial de
la destronada Isabel II cerca del Papa y volvió á Madrid en
1 87 1, falleciendo repentinamente. Erudito orientalista y escri-
tor galano, fino observador, publicó vanas obras, que no dan
sino corta idea de su extraordinario talento. La Mujer es uno
d* los libros que más se venden.
Manuel Ortiz de Pinedo (^ 1901), demócrata, senador y
diputado, director del Patrimonio en la Revolución de 1868,
trabajó en FJ Mosaico {1850) y La Víbora; fué redactor de El
Tribuno (1853-55), ^-^ Discusión (1856-59), El Eco de Allia-
S. XIX, 1857. JULIO NOMBELA l83
ma (1869), La Política, Gente Vieja. Poeta satírico de flagie-
ladoras frases, de respuestas agudas, de epigramas sangrientos,
de versificación fácil y chispeante, y más que nada terrible
maldiciente, aunque modelo de padres de familia y de fieles
esposos. Frases eran las suyas que derrumbaban una reputa-
ción. Político de importancia y presuntuoso. Su obra teatral,
naturalista. Los Pobres de Madrid (1857), arreglada del fran-
cés, fué aplaudidísima y dio un dineral.
t ¿.
Obras de Nombela: Desde el cielo, nov., 1857, en el folletín
del Diario Español. Manual de música, París, 1860, en la Encielo p.
hisp.-amer. La Maldición de una madre, nov, hist., París, 1861. Una
mujer muerta en vida, nov., ibid., 1861, 1867, en Bibl. de la novela
con el título de Un muerto que iñve; en Retratos de mujeres, del au-
tor, y en Obras líter., t. XVII, del autor. La Pasión de una reina,
nov. hist,, París, 1862. Carlos y lu victoria, id., id., 1862. La Villana
de Alcalá, id., id., 1862. Un hijo natural, nov., ibid., 1862, y muchas
otras ediciones para América ; en Madrid, con el título de El Cuarto
mandamiento, en Retr. de m4ij. y en Obr. liter., t. XII del autor; en
forma de drama representóse en México y está en la Bibliot. teatral,
1908. El Coche del diablo, dos vols., nov., Madrid, 1863, y en Retr. de
muj. y Obr. liter., t. VIII. El Bello ideal del matrimonio, nov., Ma-
drid, 1864, y en Retr. y Obr., t. VII. La Parricida, nov. hist., París,
1864. Los soo.ooo duros, nov., dos vols., Barcelona, 1866, refundida
en Obr., ts. XV y XVI. La Novela de una joven contada por cuatro
trajes, Madrid, en Bibl. de la novelu, 1867 y en Retr. y Obr., t. IX,
El Primer millón, nov,, París, 1867, y en Retr. y Obr., t. VII. Cristóbal
Calón, nov. his., cuatro vols., Madrid 1867, pareció como escrita
por Lamartine, pero sólo se utilizó el cuaderno que Lamartine dedicó
á Colón. La Mujer de los siete maridos, nov., Madrid, Bibl. de la nov.,
1867, y en Retr. y Obr., t. XI. Un odio á muerte, nov., dos vols., Bar-
celona, 1867. Hernán Cortés, nov. hist., cuatro vols., Madrid, 1868,
pareció anón, y después á nombre del editor Felipe González Rojas.
Crónica de la provincia de Navarra, 1868. La Piedra filosofal, Madrid,
1868, con el seud. de /. Obleman, después con el del autor en Madrid,
París, y Retr. y Obr., t. X. Historia de un minuto, nov., Madrid, fo-
lletín de La Cosa Pública, 1869, Madrid, 1872; París, 1874, y en Retr.
y Obr.. t. XIII. El País del oro, nov. hist., cuatro vols., Madrid, 1869.
como anónima. Historia de dos amigos, nov., París, 1869; en España,
con título de Dos casos de amor, en Retr. y Obr., XIII, La dicha de
un desdichado, nov., París, 1870, y en Retr. y Obr., t. IX. Mendigos y
ladrones, nov,, cuatro vols., Madrid, 1870. Los Indianos, nov., Madrid,
folletín de El País Vasco-navarro, 1870, y en Rev. y Obr., t. XI. Pepe-
Hillo, nov. hist., dos vols., Madrid, 1871. La Fiebre de riquezas, nov.
1 86 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
hist., dos vols., Madrid, 1871. Matcr dolorosa, nov., ibid.. Bibl. de la
Famil. cristiana, 1872, y en Rctr. y Obr., t. VIL Ignacio de Loyola,
nov. hist., dos vols., ibid., 1874 (en colaboración con Francisco Martín
Melgar). Detrás de las trincheras, Madrid, 1876, y en Ohr., ts. XIX
y XX. El Ultimo duende, nov, hist., París, 1876, y en folletines. El
Secreto de la vida, nov., París, 1876, y en Retr. y Obr., t, XIV. La
Niña de oro, nov., ibid., 1876 ; con la 2.^ pte., La Mujer de su casa, en
1869, y en Retr. y Obr., t. XIV. El Puente de los ahorcados, nov. his.,
Madrid, 1877. El Vil metal, nov., ibid., 1879, y en Rctr. y Obr., t, IX.
El Picaro mundo, nov,, ibid,, 1883, y en Rctr. y Obr., t. X. El Señor de
Peres, nov,, ibid,, 1884, y en Obr., t, XV^II. La riqueza del pobre,
nov., ibid,, 1884, y en Retr. y Obr., t. X, Un aderezo de brillantes, nov.,
ibid., 1884, y en Retr. y Obr., t. XII, El Amor propio, nov,, ibid.; 1889,
y Obr., t, XVIII. Impresiones y recuerdos, cuatro vols,, Madrid, 1912.
Literatura política, dos vols., ibid,, 1913. artículos recogidos en Obr.,
ts. XXI y XXII. Obras Literarias de Julio Nombela, 2.2 vols.. Madrid,
1905-14, La Flor de la nieve, nov., 1916. Seudónimos de J. Nombela"
Vicencio, Fidelio, Pedro Jiménez, Mayoliff-Mayoloff, Juan de Ma-
drid, J. Obleman, Mario Lara. J. Nombela al autor: "La casa edito-
rial de Castro y Cervó, que sólo funcionó durante tres ó cuatro años,
hizo una edición de la novela de Espronceda Sancho Saldaña. Para
publicada por entregas era corta y además parecía incompleta. Como
extrañará que la primera edición de Sancho Saldaña sólo constase de
un tomo y la segunda de dos, el editor me encargó que la completase
y concluyese. Lo que hice, procurando que la acción y el estilo de la
segunda parte correspondiese al de la primera." Periódicos de su pro-
piedad: La Zarzuela (semanal), 1859; Las Letras y las Artes (sema-
nal), 1859 y 1860; El Fomento de España (semanal). 1863 y 1864:
El País Vasconavarro (semanal), 1873; La Semana (semanal), 1877;
La Cosa Pública (diario), 1869; La Gaceta Popular (diario), 1873;
La Gaceta Universal (diario), 1884, La Ultima Moda (semanal). 188S
(sigue publicándose). Periódicos de los que fué redactor ó colaborador:
El Porvenir, 1854; Las Cortes, 1855; Diario Español, 1856 á 58; El
Fénix. 1858 y 59; El Conciliador, 1859; El Correo de Ultramar (Pa-
rís), 1860 á 82; Lo Época, 1864 á 68; La Política, 1864 á 68; Lo //».?-
tración Española y Americana, 1870; La Correspondencia de España,
1877.
S. Catalina. La Mujer, tan popular, y La Verdad del Progreso,
obra apologética, vieron la luz primera en la prensa periódica, sin que
el autor pretendiera pasarlas á la categoría de libros. Roma, su obra
postuma, es en la que puso mayor empeño. Es de lamentar que no sea
más conocida en España, Para el señor Salcedo es uno de los mejores
libros de impresiones de viaje con que cuenta nuestra literatura. Ca-
talina militó en la política conservadora y como último ministro de
Fomento de doña Isabel II, representa, con sus sabios decretos sobre
instrucción pública, el mayor esfuerzo que se hizo, en opinión del se-
S. Xl<X, 1857. JOAQUÍN PARLO POSADA 1 87
ñor Menéndez y Pelayo, para conservar en el trono á la Reina de los
tristes destinos. Es famoso su discurso sobre instrucción primaria pro-
nunciado en el Congreso en la legislatura de 1867 á 1868. Severo Ca-
talina fué de los redactores del Padre Cobos y director de El Gobierno^
El Horizonte y La España. Publicó La Mujer, Madrid, 1857, 1870,
1883 (6.^ ed.). La Verdad del Progreso, Madrid, 1862, 1877, 1909. Via-
je de SS. MM. á Portugal, La Rosa de oro y Discursos literarios (las
tres), Madrid, 1878. Roma, póst., Madrid, 1873, 1877, tres vols. Con-
súltense : Cutanda, Noticia de la vida y de las princ. obras lifer. de
D. S. Catalina, Madrid, 1873. Sus mejores trabajos andan en perió-
dicos y van a publicarse con poesías v otras cosas inéditas.
M. Ortiz de Pinedo: Un sobrino, zarz. (1857). Los Pobres de Ma-
drid, dr. (1857). Una mujer de historia. Culpa y castigo, dr. (1859).
Madrid en 1818, dr. (1860). Frutos amargos, dr. (1861). Los Molinos
de viento. La Hija del pueblo. El Camino de presidio, dr. Por ser ella
sin ser ella. La India. Corregir al que yerra, com. (1862). Quien siem-
bra vientos, com. (1866). Poesías, Madrid, 1884. Descartes, soneto
(Rev. España, 1878. t. LX).
■JS. Año 18 ¿y. LÁZARO M.* Pérez (n. 1824), de Cartagena de In-
dias, en Bogotá desde 1846, militar por el partido conservador en las
guerras civiles de 1854, 1861 y 1876; redactor de El Cabrión (1852),
fundador de El Pon'enir (1855), de la Imprenta Nacional (1857) y
del teatro de Bogotá (1862-65), redactor de El Verjel Colombiano
(1875), senador y cónsul, periodista y dramaturgo, de estilo franco y
vigoroso en el pensar, más bien que atildado en la expresión. Es nota-
ble su poesía La Limosna. Teresa, dr., Bogotá, 1857. Elvira, dr., 1857.
Una página de oro ó El Sitio de Cartagena en i8i§, dr. (arreglo de
La Jota, de A. Hurtado y Núñez de Arce), 1873. Obras poéticas y
dramáticas, Bogotá, 1875 ; aumentadas, París, 1884 (con retrato, jui-
cios, por Torres Caicedo y J. M. Samper, 98 poesías y tres dramas:
El Gondolero de Venecia, La Cordelera (la Teresa de antaño), Elvi-
ra). En la Imprenta Nacional, que dirigía, publicó La Semana Litera-
ria de ^^El Porvenir", Bogotá, 1858, dos vols. ; Diccionario para pen-
sar, 1860 (máximas y pensamientos de varios, por él juntados). Poetas
hispano-americanos, Bogotá, 1889-90 (sólo un tomo de poetisas me-
jicanas). Consúltese Isid. Laverde Amaya, Fisonomías literarias. Cu-
razao, 1890.
Joaquín Pablo Posada (1825-1880). de Cartagena de Indias (Co-
lombia), gran versificador, mendicante ó sablista, que hoy decimos,
como nuestro Villasandino, con sus Versos, Bogotá, 1857, que tienen
amenidad de estilo, elegante sencillez de expresión, gracia natural y
armoniosa ; y como el mismo Villasandino, satírico y travieso impro-
visador, sobre todo en el periódico El Alacrán, donde escribió Cama-
feos ó Bosquejos de notabilidades colombianas en política, milicia, co-
mercio, ciencias, artes, literatura, trápalas, malas mañas y otros efec-
l88 TKI.MKR PERÍODO DE L.\ ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
ios, bajo sti triple aspecto físico, moral é intelectual, Barranquilla,
íSyg: semblanzas agudísimas en verso, no siempre justas ni benévo-
las, antes, muchas, verdaderas diatribas personales; pero siempre inge-
niosas. Tratado completo de Ortografía Castellana, Habana, 1860.
El padre Mario Valexzuela (n. 1836), de Bogotá, estudió con los
jesuítas, enseñó en Colegios con José J. Ortíz, fué redactor de La
Guirnalda y se entró jesuíta en 1857; volvió á la patria en 1884 y hoy
vive en Panamá. Escribió en su mocedad, antes de los veinte, veinti-
nueve composiciones poéticas, dulces y melancólicas, que recuerdan el
tono becqueriano ; las mejores, Triunfaste y Desengaño. Publicólas
J. M. \'ergara: Poesías de..., Bogotá, 1859. Además, Apuntamientos
sobre el principio de utilidad, ibid., 1857. Compendio del Código Civil,
Panamá, 1910 (3.' ed.).
'4. Año 18 ¡y. Aguinaldo habanero, buena colección en prosa y
verso, Habana, 1857, por Pedro J. Morillas y Manuel Costales. — Ame-
lio Aguirre, gallego. En 1857 (poco antes de morir) se publicaron,
con el título de Ensayos poéticos, casi todas sus poesías. Poesías se-
lectas. La Coruña, 1901 (vol. XLIX de la Biblioteca Gallega). — Juan
Alonso y Eguilaz estrenó Una herencia completa, com. (1857). El
Mundo hasta Jesucristo, discurso familiar sobre la historia universal
antigua, Madrid, 1861. El Hombre de hoy, meditaciones de un des-
ocupado, 1863. En serio y en broma, artículos y poesías, Madrid,
1866. — La América, rev. polít., liter., dirigida por Eduardo Asquerino
y en 1870 por Víctor Balaguer, Madrid, 1857-70. — Manuel Angelón
(n. 1831), de Lérida, redactor de El Ancora (1850), director de La
Gaceta de Comercio (1860), La Flaca (1868), La Ilustr. Artística de
Barcelona; dirigió la obra Crímenes célebres españoles, Barcelona,
1859 (2.* ed.). Publicó Un Corpus de sangre ó los fueros de Cataluña,
Barcelona, 1857, dos vols. Los Misterios del pueblo español durante
veinte siglos, novela histórico-social, 1858-60, tres vols. Isabel II, his-
toria. 1860-61 (dos edíc). Atrás el extranjero, nov. bist., 1861. Flor
de un día, nov., 1862, 1875, dos vols.;- 2.' pte., ó Espinas de una flor,
1862; ambas, 1887. Treinta años ó la vida de un jugador, dos vols.,
1862. El Alojado, nov., 1863. — tAntonio L. Arenosa (n. 1831), habane-
ro, publicó María, nov.. Habana, 1857. — Rafael Atienza y Huertos
(1822- 1 902), de Ronda, marqués de Salvatierra, fundó en Ronda El
Guadalez'ín (1845), El Serrano (1846); dirigió El Rondeño, La Cró-
nica de la Serranía y El Alisador Rondeño; publicó La Mundo de
los romanos y su concordancia con la ciudad de Ronda, ibid., 1857.
— El Belén, periódico en verso, publicado por el Marqués de Molins,
escrito por 33 de los mejores poetas de entonces; un solo número,
Madrid, 1857; Méjico, 1858; Madrid, 1886. — Íímii.io Bernáldez
(t 1876), ingeniero militar, brigadier, publicó Reseña histórica de la
Guerra al Sur de Filipinas... desde la conquista hasta nuestros días,
Madrid, 1857. — J. de P. Blanco y Salcedo publicó Poesías, San Per-
S. XIX, 1857. ANTONIO DÍAZ 1 89
nanclo, 1857. — Manuel Busquets estrenó La Humana sabiduría á
Antes la mitad que el todo, com., Barcelona, 1857. — José Caballero
publicó Diccionario general de la lengua castellana, Madrid, 1857,
1865, dos vols. — VÍCTOR Caballero y Valero, gaditano, publicó Poe-
sías, Cádiz, 1857. Estrenó ¡Españoles, á Marruecos!, apropós., Haba-
na, 1858. Lo que puede D. Dinero, jug. (1860). La Azucena del valle,
ley. ó poema, 1860. Un reo de muerte, ley., 1860. España laureada,
oda, Habana, 1861. Poesías líricas, Habana, 1862. El Reino de las
hadas, ley., 1862. Ultima ofrenda, elegía, Cádiz, 1871. — Feliciano
Callejas publicó Fuero de Sepúlveda, Madrid. 1857. — ^Alvaro Cam-
PANER publicó Apuntes para la formación de un catálogo numismá-
tico español, Barcelona, 1857. Numismática balear, ibid., 1879. Bos-
quejo hist. de la dominación islamita en las islas Baleares, Palma,
1888. Crónica mayoricense, noticias y relac. histór. de Mallorca desde
I22g á 1800, Palma, 1881. Indicador manual de la numismática espa-
ñola, ibid., 1891. — El Cancionero de S. Isidro, descripción de la ale-
gre romería... por el Bobo de Coria, Juan Palomo y Perico el de los
Palotes, Madrid, 1857, en verso. — Mariano Capdepón, general del
ejército, publicó El Hijo del sacristán, leyenda, Madrid, 1857. Re-
cuerdos poéticos, colección de leyendas en verso, ibid., 1863. Dramas
líricos, Burgos, 1876-77, tres vols. ; Madrid, 1904. Roger de Flor, dr.
lír., 1878. Mitridates, dr., 1881. Tempestades del alma, nov., 18S2. Un
desdichado, nov., Burgos, 1889. Un hijo, com., 1890. Pasatiempos,.
poesías. Burgos, 1901. — Pedro Cardus estrenó La Hija de Marte,
zarz., Barcelona, 1857. — El Carnaval á D. Guindo y la Toneta. pieza
bilingüe, Barcelona, 1857. — J. iOlemente Cavero Martínez publicó El
Huérfano de Mompeller ó vida de S. Roque, en verso, Cuenca, 1857. —
Colección de varios documentos para la historia de la Florida y tierras
adyacentes, Madrid, 1857. — Bienvenido Comín y Sarte (1828-1880),.
zaragozano, publicó El Cristianismo y la ciencia del derecho, Madrid,
1857. Catolicismo y racionalismo, Zaragoza, 1866, dos vols. Apuntes
sobre la literatura cristiana, ibid., 1866. La Política tradicional de Es-
paña, ibid., 1870. Virgen y mártir, nov. hist., ibid., 1876. — ^Manuel
Concha, chileno, uno de los mejores cultivadores del drama histórico,
género muy popular entre los literatos chilenos de mediados del si-
glo XIX, no estrenó en la capital. Sanpieto ó la libertad de Córcega,.
La Serena, 1857. María de Borgoña, ibid., 1857. Doña Isabel de Oso-
rio, ibid., 1858, etc. Tradiciones Serenenses, cuentos cortos. Crónica
de la Serena (1549-1870), La Serena, 1871. — La Charanga, periodo
liter. jocoserio y casi sentimental. Habana, 1857-58. — Domingo del
Monte y Portillo (t 1883), de Matanzas (Cuba), publicó Tradiciones
matanceras, 1857. Caoba, nov., 1858. La Loca del Canintar, nov., 1859,.
1883, 1884. Vivir por amor, nov., 1860. Serafina, nov., 1860. Bibliote-
ca Cubana, Habana, 1882. Cartas (críticas), 1889 (en Rev. Cub., ts. IX,
X, XI y XII. — Antonio Díaz, hijo, publicó La Tumba de rosa, le-
yenda, Montevideo, 1857. El Capitán Albornoz, dr., ibid., 1860. La.-
i9> ixí>;er período de la época realista (1850-1869)
grimas y jesuítas, dr.. 1861. Un drama, i86i. — Juan Díaz de Cova-
rrübias (1837-1859), de Jalapa (Méjico), hijo de José Jesús Díaz
(año 1829), el poeta mártir, bárbaramente fusilado, siendo aún estu-
diante, en Tacubaya, por el general Lorenzo Márquez ; médico, novelista
y poeta ultrarromántico, publicó Páginas del corazón, poesías dirigi-
das á Zorrilla, México, 1857, 1859. Novelas históricas: Gil Gómez ei
insurgente (t. XLIlI de la Bibliot. Autor. Mexic, 1902), la mejor de
sus obras, novela histórica; El Diablo en México. La clase media,
La Sensitiva: publicadas en México, 1858. Impresiones y sentimien-
tos, artículos de costumbres. Obras completas, Méjico, 1859. El mismo
dice "que su poesía era exagerada y viciosa; que no podía menos de
sembrar malos gérmenes en el corazón de la juventud"; y en el pró-
logo de sus Páginas: "Mis versos no son más que espejos de mi co-
razón y pertenecen más bien á esa escuela, si así se puede llamar, de
exageraciones y desvarío, los que, sin comprender nuestra verdadera
misión de poetas, nos limitamos á llorar nuestros propios y ficticios
dolores, á lanzar gemidos de lastimera desesperación, renegando de
una sociedad que en nuestro error creemos nos ha perdido, á malde-
cir hasta la naturaleza, como si ella fuera causa de los extravíos de
la razón humana en ciertas organizaciones fácilmente impresionables
en esa época de juventud en que sentimientos tan encontrados luchan
en el corazón, sin que el buen sentido y la prudencia los presidan".
Hermosa confesión de poeta romántico. — Trinidad Fernández (1830
1873), poeta de Arequipa (Perú), publicó Páginas del Recuerdo, poe-
sías, Lima, 1857. Margaritas silvestres. 1870. — ^Garci-Sánchez del
Pinar publicó La Campana del terror ó las vísperas sicilianas, nov.
hist., Madrid, 1857. La Monja enterrada en vida ó el comiente de San
Plácido, nov. hist., 1858. — 'José Gaspar y Maristanv (t 1879), graba-
dor catalán, y su amigo Gaspar Roig, fundaron El Musco Universal
(1857-69), editando y vendiendo baratísimamente por entregas El Dia-
blo Mundo, Orlando Furioso, Quintín Durval, Ivanhoe, El Genio del
cristianismo, etc., y luego las novelas españolas por entregas, que esti-
mularon á la lectura, sobresaliendo en ellas Fernández y González, Ta-
rrago, Nombela, el cual dictaba á taquígrafos. — ^Manuel Gil de Sal-
cedo publicó El Memorialista, cuadros serios, crítico-jocosos, 1857. De
pescador á soberano, nov., Madrid, 1859. Garibaldi y Procida ó las pep-
enas sangrientas de Sicilia, nov., 1860. — Manuel Girón y Cuevas (1816-
1892) publicó Tiempo perdido, poesías, Cuba, 1857. — Antero Gómez
publicó Logroño y sus alrededores, ibid., 1857. — ^JosÉ Gonzalo de las
Casas (1826-1894), de Ciempozuelos, notario, autor de obras jurídicas,
redactor del Semanario del Notariado Esp. (1852), Boletín del Notaria-
do í 1853-58) y director veinticinco años de La Gaceta de Notariado,
decano de los perió<licos jurídico-notarialcs, publicó Anales de la ¡Ca-
lcografía española, Madrid, 1857. — (íerm.^n Gutikrrez de Piñeres
(1816-1872), poeta colombiano, aunque nacido en Puerto Príncipe, ya
jocoso y aficionado á los esdrújulos brctonianos y satíricos, en prosa
S. XIX, 1857. JUAN .MARTÍ Y CANTO IQí
y verso, ya serio y sentimental, quejumbroso, erótico y melancólico
en la poesía, como en Flor de Calamar, colaboró con Posada en El
Alacrán y publicó El Oidor, dr. hist., Bogotá, 1857, 1865. Poesías,
ibid., 1857. — ^Narciso de Heredia y Heredia, marqués de Heredia y
conde de Ofalia, de Almería, hombre de Estado, colaborador de La
Ilustr. Católica (1877...), publicó Poesías, Madrid, 1857. Poesías y
artículos, ibid., 1879. Versos y prosa, Bilbao, 1892. Escritos del Conde
de Ofalia D. N. de H., publicados por su nieto el Marqués de Heredia,
ibid., 1894. — Eduardo Hernández Soldevilla estrenó El Fin del
mundo en /j de Junio de i8¿j^ disparate (1857). Las Precauciones,
com. (1857). — Victoriano Hernando publicó Composiciones verídicas
y crítico-burlescas , en verso, en contra de los extremos de las modas,
etc., Madrid, 1857. — iDeogracias Hevia publicó Diccionario general
militar, Madrid, 1857. — 'Carlos Jiménez-Placer (1837-1896), de la
ciudad de San Fernando, primer «jefe del Archivo de Indias desde
1884, colaboró en periódicos desde 1849, escribió primero versos, des-
pués artículos, las novelas Emilia ó El Ángel de los recuerdos y El
Marqués del Valle (1866) ; y las obras Pedro Campaña, su tiempo y sus
obras; Necrología del Sr. D. Emilio Márquez y Villarroel. Sobresalió,
empero, como dramático: El Ultimo suspiro (1857), Pablo el pescador
(1865), Hernán Cortés (1867), El Mesón de Paredes (1868), La Mejor
corona (1868, con López Ayala). Bajo el Cristo del Perdón (1881, con
Cano y Cueto). Consúltese Rev. Arch., 1896 (Oct.). — Juan Francisco de
Larriva, peruano, publicó Poesías, Lima, 1857. El Duque de Enchien,
dr. hist., 1859. Poesías patrióticas, Lima, 1862. — José Hilario López
(1798-1871), de Popoyan, general del ejército (1831), presidente de
Colombia, escribió sus Memorias, París, 1857 (sólo el t. I). — Joaquín
Maldonado Macanaz (1833-1901), de Iscar (Valladolid), por seud.
Zambullo, catedrático en la Central (1871), redactor de El Criterio
(1857), El Diario Español, La Época (1866), que á veces dirigió;
diputado y senador, publicó Historia de Prusia. Historia de Burgos.
Historia del reinado de Felipe V. Voto y renuncia del rey Felipe V
(1894, al entrar en la Academia de la Historia). En la Rev. de Es-
paña: España y Francia en el siglo xviii (1886, ts. CVIH-CIX). El
tercer Imperio en Francia (1873, t. XXXI). La Princesa de los Ur-
sinos (1870, t. XIV). El Cardenal Alberoni (1881-82, ts. LXXXIII-
LXXXIV). Macanas (1886, t. CIX). La Casa de Barbón (1879,
t. LXVII). — Manuel Malo de Molina (n. 1843), de Almería, publicó
Rodrigo el Campeador, Madrid, 1857. — ^Eduarda Mansilla de García
(n. 1838), de Buenos Aires, compositora, por seud. Daniel, publicó las
novelas: El Médico de S. Luis (1857). Lucía Miranda. Pablo ó la
vida en Icís pampas (1868). Diálogo sobre la resignación. Similia Sir
milibus, proverbio. Marta, prov. Cuentos, B. Aires, 1880. — El Alma
desterrada, leyenda por Ana María, Madrid, 1857. Cantos sagrados,
ibid., 1864. — Juan Martí y Cantó (1829- 1887), de Barcelona, presbí-
tero i.1855), director de Ecos del amor de María (1867) y Los Santos
192 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA RE.\LISTA (185O-1869)
Angeles (1873), publicó Armonías angélicas á la Inm. Concepción^
Barcelona, 1857. Cantos religiosos, 1869. Mes lírico de María, los
cancioneros de Monserrat, 1870. Historia de... Montserrat, iSyy. El
Día grande del alma cristiana, 1878. El Pan tiuestro de cada día,
1879. Aroma de la infancia, 1879 (4.* ed.). Manual de meditaciones,
1880. Historia de las mercedes de la Inmaculada de Lourdes, 1881.
Trisagio Mariano, 1883. Ramillete de flores celestiales, 1883. El Cielo
en la tierra, 1883. El Ángel del peregrino cristiano, 1883. Más allá
de la tumba, 1885. El Romero de Montserrat, 1887. — 'Carlos Martí-
nez Navarro estrenó Al fin, quien la hace la paga (1857). — .Manuel
Martínez de Morentín, profesor en Londres, publicó, entre otras
obras, Estudios filológicos, Londres, 1857. — Luis Marty Caballero
publicó Vocabulario de todas las voces que faltan á los Diccionarios
de la lengua castellana, Madrid, 1857, 1859. — Luis de Mendoza estre-
nó El Talismán, dr. (1857). — Emilio Miró (t 1861), de Reus, publicó
Glorias españolas, romancero histórico, Zaragoza, 1857. Para el teatro,
la comedia Un pintor; las zarzuelas Aurora, El Bufón de la Reina, y
los dramas Lidiar con fortuna, Una deuda antigua. — ^Eduarda Moreno
Y Morales de López Xuño, poetisa gallega, escribió poesías en perió-
dicos literarios y fué premiada por una oda á la Virgen en Burgos
(1878) ; publicó Ayes del alma, poesías, Granada, 1875. Ramillete de
azucenas, poesías religiosas y inórales, ibid., 1867. — ^^Miguel x\ngel
Mossi (1819-1895), de Cambiano (Italia), presbítero (1843), fué á
Bolivia como misionero apostólico de Propaganda Fide (1844), gran
conocedor de las lenguas del Chaco boliviano (unas 40), publicó En-
sayo sobre las excelencias y perfecciones del idioma quichua, Sucre,
1857. Clave armónica ó concordancia de los idiomas, ibid., 1858. Dic-
cionario de la lengua quichua, 1860. Teología mística, Cochabamba,
1862; Madrid, 1865. Tratado fisiológico y psicológico de la formación
del lenguaje, B. Aires, 1873. Diccionario analítico sintético universal.
Ollantay, trad., y Diccionario hebreo-kjéchua-castcllano, B. Aires,
1916 (propiamente, 1917). — El Museo Universal, Madrid, 1857-69,
primera época de la Ilustración Española y Americana, por José Gas-
par.— Juan C. Ñapóles Fajardo (i 829- i 867), de las Tunas (Cuba),
director de El Oriental, seguidor de Fornaris, publicó Rumores del
Hormigo, Habana, 1857, poesías líricas, narraciones de amores y cos-
tumbres de indios, y versos festivos. Versificador fácil y espontáneo,
cantor de la naturaleza cubana. El Cucalambé pasa por la mejor poe-
sía popular de Cuba. Otras ediciones: Habana, 1858; Holguín, 1866;
Paris, 1878; Holguín, 1879; México, 1884; B. Aires, 1908. Cucalambé,
cantos cubanos. Habana, 1907. Consecuencias de una falta, com.,
1859. Flores del alma, poesías. Tunas, 1860. Ayes nocturnos, poes. y
pros., Holguín, 1862. El Sitio de Holguín, póst., Habana, 1868. Colec-
ción de poesías inéditas. Gibara, 1886.— 'Cecilio Navarro (t 1889)
escribió muchas traducciones y artículos en /•/ Musco Universal, La
Academia, La Ab:ja, Los Niños, La Ilustr. Artística, etc. y public6
S. XIX, 1857. EL MARQUÉS DE RIANZUELA IqS
Poesías, Valencia, 1857. El Río de lágrimas ó Rusia en Polonia, ley.
hist., 1864, Sil Excelencia, memorias de un gran tunante, 1867, 1871.
Poemas de la Biblia, Barcelona, 1886. — Las cuatro Navidades, poe-
sías religiosas y festivas de nuestros mejores poetas de la época
(1851-1856), Madrid, 1857. — Pedro Neira Acevedo (1829-1858), de
Bogotá (Colombia), escribió los poemas El Cristianismo, Bogotá,
1857, y Cristóbal Colón; el juguete cómico La Bogotana. Flores mar-
chitas. Introducción... á la historia de Colombia, Bogotá, 1857. — Nom-
bres antiguos de las calles y plazas de Cádiz, ibid., 1857. — Juan Pa-
blo NouGUÉs Y LiÑÁN (t 1885), abogado y presidente de la Diputación
de Madrid, director del Diario de Avisos de Zaragoza, del Diario de
la Tarde, de Madrid, que murió ciego, pobre y olvidado, publicó Tro-
vas de ayer, poesías, Zaragoza, 1857. El Torerillo, apropósito, 1902
En la Rev. Esp.: La Monarquía aragonesa (1881, t. LXXXII), La
Vida del campo (i886, t. CXI). — José de Pablo Blanco y Salcedo
publicó Poesías, San Fernando, 1857. — Rafael Leopoldo Palomino,
español, estrenó Flor del desierto, com., Cádiz, 1857. Omunda, dr.,
Habana, 1859, 1875. El Libro del diablo, leyendas morales, 1859. Mi
siglo y mi corazón, nov., 1860. Un sevillano en la Habana, com. — Six-
to Ramón Parro publicó Toledo en la mano, ibid., 1857, dos vols.
Compendio del Toledo en la mano, ibid., 1858. — Belisario Peña
(n. 1836), de Cipaquirá (Colombia), pasó al Ecuador (1857), donde
dirigió colegios hasta 1863, publicó El Templo, poema lírico, y muchas
poesías sueltas en periódicos, las más, religiosas, sobresaliendo A
María. Son, además, notables, Luna y A la muerte de Ortiz Barrera.
Composiciones poéticas del Sr. D. Belis. Peña, con retrato, Quito,
1912. — Mariano Pérez de Castro, artillero, director de la Gaceta
Militar (1858) y El Mundo Militar (1859), publicó Atlas de las bata-
llas, combates y sitios más celebrados..., tres vols., Madrid, 1857-60.
Origen y progresos del arte de la guerra en España, desde la época
celtibérica hasta la terminación de la Edad Media, ibid., 1872. En la
Rev. de España: La Batalla de Guadalete (1871, t. XX). Covadonga
(1871, t. XXI). Los Almohades (1871, t. XXIII). La Batalla del Sa-
lado (1872, t. XXV). Batalla de Caltañazor (1872, t. XXVI). Bata-
lla de las Navas de Tolosa (1872, t. XXVIII). Los Almorávides (1873,
t. XXXIII).^Emilio Pichardo (1816-1870), de Santa Clara (Cuba),
publicó Villaclara romántica, leyendas y poesías, Villaclara, 1857.
D. Carlos de Montalván, nov., ibid., 1858. — José Francisco Pichardo
(1837-1873), poeta dominicano que vivió doliente y pobre en Vene-
zuela, cantó sus dolencias. — Poetas de las islas Baleares, siglos xiii
y XIV, Palma, 1857. — Vicente Poleró y Toledo, pintor, colaborador
en La Ilustr. Cat. (1877...), El Mundo de los Niños (1890-91), La
Edad Dichosa (1892), Bolet. Soc. de Excurs. (1897), publicó CatáU
de los cuadros... del Escorial, Madrid, 1857. Tratado de la pintura,
1886. Estatuas tumulares de personajes españoles de los siglos xiii
al XVI j..., Madrid, 1902. — El Marqués de Rianzuela publicó La
TOMO VIH. — 13
194 PRIMi-IR PKRÍODO DE LA ÉPOCA RliALISTA (185O-1869)
Sombra de Hernán Cortés ó discurso que dirige á la nación el héroe
de Nueva España, Sevilla, 1857. — José Rivera y Río, poeta mejicano,
publicó Las Flores del desierto, 1857. — Roberto Robert (1827-1873),
barcelonés, director de El Tío Crispín (1855), redactor de La Penín-
sula (1856-57, La Discusión muchos años, El Fomento (1862), bata-
llador y demoledor periodista revolucionario que hacia gala de ser
ateo y fué, por lo menos, de ingenio incisivo y muy culto, publicó El
Ultimo enamorado, nov., Madrid, 1857. El Mundo riendo, gracias y
desgracias, chistes y sandeces, Barcelona, 1866. Los Cachivaches de
antaño, 1869, 1879,. 1904. Crítica de la bufonada cómica Macarroni-
hí /..., 1870. Los Tiempos de Mari-Castaña, 1870. La Espumadera de
los siglos, 187 1. Las Españolas pintadas por los españoles (por varios,
dirigida por él), 1871-72, dos vols. Amores funestos, 1903. — ^/Vgustín
Baldomero Rodríguez (t 1862), de Villaclara (Cuba), mestizo, publicó
La Pucha silvestre, poesías, Villaclara, 1857. — Agustín Rosell estre-
nó Elvira, com., Cuba, 1857. — Antonio Rubio y Gómez (t 1902), gra-
nadino, de la Escuela Normal de Almería, laureado en certámenes
poéticos, publicó Las Estaciones de la vida, poesías, Almería, 1857.
Represalias, dr., 1857. Del mar al cielo, crónica de un viaje á Sierra
Nevada, Almería, 1881. — Tadeo Ruiz de Ogarrio, abogado, publicó
Manual descriptivo é hist. de S. Sebastián, ibid., 1857. — Adalio Scola
Y Robles (t 1873), gaditano, publicó Lágrimas y sonrisas, poesías.
Habana, 1857. Amor de un artista, com., 1857. Tempestades de la vida,
dr. (1859). Ráfagas del pensamiento, poesías. Matanzas, 1860-61. Una
noche de ilusión, 1862. Misterios del alma, ley., 1862. Sueños del alma,
poesías, 1864. Venganza de un calabrcs, dr., 1867. Amor funesto, dr.,
1869. Páginas del corazón, poes., 1871. La Expiación, dr. (1873). — Pe-
dro DE Sobrado estrenó Concha, apropós. lírico-bailable (1857). — Fé-
lix SocÍAS publicó La Verdad de Dios, poema en tres cantos, Barce-
lona, 1857. — José María de la Torre (1815-1873) publicó Lo que fui-
mos y lo que sotnos ó la Habana antigua y moderna. Habana, 1857,
1913. — Manuel de Torres y Feria (1833-1892), habanero, presbítero,
por seud. Serafín de la flor, estrenó La Elección de un novio, jug..
Habana, 1857, 1883. El Padrino inesperado, com., 1860, 1882. El Dra-
ma del mundo, dr., 1881. Azotes de la vida, dr., 1882. La Buena escue-
la, libro de máximas en verso, 1882. Ecos de ultratumba, 1883. Mise-
rias humanas, com., 1883. El Corazón en la mano, com., 1884. La Mu-
jer frágil, zarz., 1884. Mi pasado y mi presente, obras liter., t. I,
obr. dram., Habana, 1889. — Manuel Torrijos, redactor de El Occi-
dente (1856-57), La Correspondencia (1858-59), director de El Diablo
Cojudo (1860-61), publicó novelas históricas. La Infanta doña Te-
resa, Madrid, 1857, Justicias del Rey D. Pedro, ibid., 1858. El Condes-
table de Castilla, nov., ibid., 1858. El Puñal de Trastamara, ibid.,
1859. El Imperio de Marruecos, su historia, geografía, etc., Madrid,
1859-60. Almanaque enciclopédico para los años de 1863 á 1866, Cádiz,
1862-65, cuatro vols. — Tradiciones granadinas, Granada, 1857. — ^Ma-
S. XIX, 1858. CUSTAVO ADOLFO líÉCQUER IQS
NUEL Rogelio Tristani, por seud. Un solitario de América, publicó
La Argentina, poetna histór.-descr., Montevideo, 1857. — 'Eduardo Ve-
LAZ DE Medrano dirigió el Álbum de la Zarzuela, Madrid, 1857, escri-
to por varios. — Benjamín Vicuña Solar (1837-1897), de la Serena
(Chile), fundador de El Eco Literario del Norte (1857) y El Demó-
crata (1858), fué poeta con algo de Lamartine y del Duque de Rivas.
Su hijo publicó sus poesías: Recuerdos, Santiago, 1906. — ^JosÉ Fran-
cisco ViCH publicó La Cruz del bosque, nov., Madrid, 1857.
75. Año 1858. Gustavo Adolfo Bécquer (i 836- i 870)
nació en Sevilla, hijo de afamado pintor de las costumbres de
la tierra y del cual quedó huérfano antes de los cinco de su
edad. Estudió las primeras letras en el colegio de San Antonio
Abad y comenzó la carrera de Náutica á los nueve en el de San
Telmo. Medio año llevaba cuando murió su madre y tenía diez
cuando, suprimido el colegio, acogióse á su madrina, persona
acomodada y sin sucesor ; pero, renunciando á lo que le pudiera
dejar, partióse á Madrid teniendo diez y siete años (1854), arras-
trado de su afición á las letras ; tras él vino á la corte su hertna-
110 Valeriano (1855). Para acudirle en una enfermedad graví-
sima (1858), Ramón Rodríguez Correa, su amigo, llevó á La
Crónica la tradición india El Caudillo de las manos rojas, que
halló entre sus papeles. Aplaudieron todos la que por creer erra-
ta de imprenta llamaron traducción india, tan al propio estaba
expresado el espíritu oriental. Buscáronle un empleo de tempo-
rero en la Dirección de Bienes Nacionales. Entre minuta y mi-
nuta leía á Shakespeare y dibujaba los tipos de los dramas que
leía, lo cual bastó para que el director de oficina le dejase ce-
sante. Entró de redactor en El contemporáneo, fundado por
don José Luis Albareda (1860-64), y allí publicó la mayor parte
<ie las leyendas y las Cartas desde mi celda, escritas en el mo-
nasterio de Veruela la segunda vez que allá fué (1864) en busca
dt fuerzas para recobrar su quebrantada salud. Las Rimas
habíalas compuesto de 1860 á 1861. Casóse en 1861, tuvo un
hijo y fué nombrado fiscal de novelas por don Luis González
Bravo, que admiraba sus escritos, y en 1870, director de la
Ilustración de Madrid. Falleció su hermano en Setiembre y él
en Diciembre del mismo año 1870, de una fiebre infecciosa;
digamos la verdad, de sentir que le calaba hasta los tuétanos
la ramplonería de cuanto le rodeaba. Amasado de pura y deli-
196 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
cadísima poesía, vivía Bécquer en otra región ideal, apenas ro-
zaba con sus plantas este bajo suelo, por donde pasó cerrados
los ojos, sin caer en la cuenta dónde se hallaba, enteramente in-
útil y desmañado para los menesteres del vivir. De alma senti-
mental, de trato suave, incapaz de molestar á nadie, de hablar
mal de nadie, de juzgar mal de nadie, anduvo en medio del
tráfago de la corte sin querer jamás tratar de política ni de
ctra cosa que no fuera arte y poesía, cual sonámbulo ensimis-
mado que vaga viviendo sólo la vida de su fantasía. Aprovechó
cuantas coyunturas halló para visitar las antiguas ciudades es-
pañolas donde apacentar su devoción á las cosas del pasado y
su amor al arte. Veruela, al pie del solitario Moncayo, y la vie-
ja Toledo, la de las encrucijadas, celosías y noclies de luna, han
quedado, sobre todo, en sus escritos, que no pensaba publicar
juntos antes de retocarlos. Tenía en trama ó en proyecto dra-
mas, novelas, fantasías, leyendas; su temprana muerte tronchó
en flor aquel incomparable poeta. Publicó Correa, postumas, en
187 1, sus Obras; esto es, Leyendas en prosa y Rimas. Aunque
Bécquer nació en Sevilla, no hay en él ni una ráfaga del aire
poético de los poetas sevillanos; es más bien antisevillano.
Todos, en cambio, han reconocido en él r.n espíritu muy seme-
jante al de Hoffmann y Grimm en las leyendas, así como al
de Ruckert y Uhland, /Mlfredo de Musset y, sobre todo, al de
Heine en las Rimas. Cuantos le conocieron y trataron afinnan,
sin embargo, que no sólo no imitó á Heine, pero que ni lo leyó
siquiera, antes de cohiponer sus poesías. "Sorprende, á veces,
dice su íntimo amigo Rodríguez Correa, su semejanza con
ciertos autores alemanes, á quienes no había leído hasta hace
muy poco." Julio Nombela, no menos íntimo amigo suyo, da
testimonio de lo mismo. Lo que hay es que Bécquer nació con
un temperamento puramente lírico como ellos en la época 'VÁ,
lírica y musical que ha conocido la historia. Bécquer había
r acido tan [)oeta como ellos y en la misma éjXKra que ellos.
Ninguno de estos grandes poetas copió ni imitó á los otros y,
con todo, fueron cantores de no muy desemejante tonalidad
lírica. Heine en Alemania, Musset en Francia, Bécquer en
España, por ser soberanos poetas, canearon como liabía de
cantarse en los tiempos moderaos y serán todavía por muchos
GUSTAVO ADOLFO BECQUEK
(Pintura hecha por su hermano Valeriano.)
S. XIX, 1858. GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER \'/J
años, á pesar de las modas, los verdaderos maestros de la fK>e-
sía puramente lírica. Todos tres tomaron del romanticismo
la sustancia, dejando la bambolla y la espuma. "No mintió
nunca", dijo Taine de Musset: no mintió nunca, ha de decirse
de Bécquer. "Ha muerto, añadió, y nos parece que todos los
días oímos hablar de él... No dijo más que lo que sentía, y lo
dijo tal como lo sentía. Pensó alto; hizo la confesión de todo
el mundo. No ha sido admirado; ha sid ^ amadO; porque era,
más que un poeta, era un hombre. Todo el mundo encontraba
en él sus propios sentimientos, aun los más fugitivos, aun los
más íntimos ; tenía las últimas virtudes que nos quedan : la
generosidad y la sinceridad, y tenía el más precioso de los do-
nes que pueden seducir á una sociedad envejecida: la juven-
tud." Reléanse estas palabras aplicándolas á Bécquer y se ha-
llará ser su retrato. Léanse estas otras de M. Pelayo sobre
Musset y ténganse por dichas sobre Bécquer: "Este poeta,
predilecto de la juventud é hijo mimado del amor, no hizo
revoluciones de estrofas y cesuras como Víctor Hugo... no
profesó más retórica que la muy ardiente de la pasión, y con
tila se hizo inmortal. Si el valor y la importancia de un poeta
hubiesen de estimarse por la materia de ír^us cantos, Alfredo de
Musset sería delicado, gracioso, encantador, cualquier cosa
menos grande. Como en poesía lírica nada vale más que la ex-
presión vibrante y verdadera de un alma humana que se nos
entrega del todo con la generosa confianza de la juventud y
sin las astucias del procedimiento literario, no es de admirar
que todos los resonantes alejandrinos de Víctor Hugo impre-
cando á los tiranos ó filosofando sobre la palingenesia uni-
versal, nos lleguen menos al alma que las sencillas y, si se quie-
re, vulgares confesiones de este pobre poeta, cuya vena se ago-
tó á los treinta años." A los treinta y cuatro diremos, hablando
de Bécquer. Esta nota de sinceridad, del no mentir nunca, fué
el fruto más sano que salió del romanticismo, sacado por los
glandes poetas que vinieron después de él, realistas ideales ó
idealistas reales, si se quiere. La mentira farandulera del cla-
sicismo extraño y de toda imitación había muerto á manos del
romanticismo; el mismo lomanticismo había descubierto el
único filón de toda verdadera poesía, lo nacional, lo popular.
igS PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
lo folkloñstico, cortadas que se hubieron las melenas, arrin-
conadas que se hubieron las teatrales bambalinas de cemente-
rios, buhos, brujas, osamentas y demás matalotaje, que para
la galería traía el romanticismo consigo. El filón popular lo
habían beneficiado, sin ser románticos, los últimos grandes
poetas ingleses y los alemanes Schiller y Goethe en sus Heder.
Es el filón popular que sigue beneficiando la música moderna
y la moderna poesía. Verdad y nacionalidad : tales son las no-
tas del arte moderno desde el romanticismo. ¿Qué extraño esté
Bécquer en esto al unísono con Musset, con Heine, hasta con
Goethe y Schiller? Las cuerdas de su lira no las fué Bécquer
á comprar á Alemiania, fueron bien suyas y bien españolas La
pura imitación no hace poetas tan grandes como Bécquer lo
fué y hasta á los mayores poetas los malea. Las cuerdas extra-
ñas y ajenas siempre sonaron á ajeno y extraño, como suenan
hasta en fray Luis de León y en los mejores líricos de nues-
tra época clásica : porque, mejor ó peor, tomaron algo ó mu-
cho del extraño y ajeno clasicisimo. Ni de los clásicos ni de los
alemanes tomó nada Bécquer : es el lírico más subjetivo, más
español y castizo que habido en España. Alguien extrañará
tan redonda afirmación. No hay duda que la lírica española
más castiza es la de los cantares populares que por alií se oyen
y se van ya recogiendo en libros por los folkloristas. Venga
el poeta cuyas rimas se asemejen más á las de esos delicadísi-
mos, naturales y hondos cantares de la musa española, que las
de Gustavo Adolfo Bécquer. La musa popular no busca me-
tros, se nacen ellos con la idea en los cantares, entallándoles
tan al justo, que no parece sino que la grandeza de la idea so-
lamente se tuvo en cuenta y que rebosa del troquel sencillo de
la forma métrica. Otro tanto le sucede á Bécquer, que parece
menospreciar la hechura del verso, tomando los más sencillos,
como si temiese empuñar el cincel para modelar metros difi-
cultosos y exquisitos, y, sin cml^argo, hay en sus versos comu-
nes una extraña melodía interna á la cual no alcanza el más
sutil de los cinceles : la misma que sentimos en la poesía po-
pular. Es la que proviene del haber nacido la forma á la vez
(}ue el fondo, fundidos juntamente, como si fondo y fonria se
hubieran buscado para nacer, no pudiendo salir á luz cada uno
aparte de por si.
S. XIX, 1858. GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER 1 99
"¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas,
Como el pájaro duerme en las ramas,
Esi>erando la mano de nieve
Que sabe arrancarla!"
¿Es copla popular ó es de Béoquer aquella de
"Por una mirada, un mundo;
Por una sonrisa, un cielo;
Por un beso... ¡yo no sé
Qué te diera por un beso."
Limpios, tersos y trasparentes son los poetas alemanes ci-
tados y lo es Musset; pero, ¿lo son más que esta copla y que
ias coplas populares de España y que las Rimas de Bécquer,
que brotan como agua cristalina de manantial? Musset no
supo mentir; pero quien no supo lo que es saber mentir fué
Bécquer, ni lo sabe la musa popular española. La sinceridad del
sentir, la justa propiedad del expresar, la hondura de los pen-
samientos, la concisión y naturalidad del estilo, la sencillez del
metro, son cualidades tan de la una como del otro. Bécquer es
el más subjetivo de nuestros -poetas, quiero decir, el que más
se ensimisima y se olvida de lo que tiene fuera de si, mientras
que la poesía española, hasta la más lírica, es objetiva, preci-
samente por ser realista hasta el extremo. Cuando esto se dice,
y se dice con razón, porque es la pura verdad, se tiene en la
cabeza la poesía escrita de nuestros líricos y se confunde una
cierta objetividad serena, propia de la lírica clásica antigua,
que pasó más ó menos á nuestras mejores poesías. Pero tén-
ganse delante de los ojos las coplas populares. En ellas está
el realismo y la objetividad de la raza; pero la objetividad no
se opone en ellas al sentimiento íntimo, antes éste es tan hon-
do por la densidad de la idea, que alcanza á ser trascendental y
objetivo; con ser personal, hácese universal y humano, que nos
llega á todos al alma por salir del alma popular, que la lleva-
mos todos dentro. El realismo de las coplas populares débese
á la expresión pictórica, concreta, particular y viva en que
encarna la idea. Esta objetividad y este realismo de la copla
popular es el de Bécquer. Qué pincel más realista que el que
pintó aquellas estrofas que todos sentimos como si las hubié-
semos inventado nosotros, tal es su objetiva trascendencia:
SOO PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
''V^olverán las oscuras golondrinas
En tu balcón sus nidos á colgar
Y otra vez con el ala en sus cristales
Jugando llamarán.
Pero aquellas que e' vuelo refrenaban
Tu hermosura y mi dicha al contemplar,
Aquellas que aprendieron nuectros nombres...
Esas... ¡no volverán!"
¿Hay español que no haya oído, repetido y sentido está
maravilla de poesía, tan objetiva y subjetiva á la vez, á la vez
tan real y tan ideal? El motivo inspirador de los versos de
Bécquer son el amor y el dolor, el amor desengañado, no co-
rrespondido, porque eso fué toda su corta vida: aanar ideal-
mente y realmente penar. Y como amor y dolor sean el alma
humana toda entera, su poesía tenía que ser puramente subjetiva,
lírica, sentimental. Su amor fué tan ideal y vaporoso, que no
se mancilló con el menor atisbo de lascivia. De aquí que su
sentimiento sea reflejo más bien de un sua\e rayo de luna que
de un ardiente rayo de sol ; y tan íntimo, que apenas si se viste
de la expresión externa indispensable, distinguiéndose, en cam-
bio, por cierta inefable música interna que se trasparenta en la
misma expresión, haciéndola como traslúcida y de clarísimo
cristal. Es toda su alma, su pensar y su querer, la que sale
musicalmente en sus versos. Hay mucho más de música que
de pintura, más de aire diáfano que de escultural línea en ellos,
con ser de tan escultural relieve y de tan pictórico trazo. Los
sentimientos que Bécquer desahogó poéticamente se compren-
den conociendo lo acibarado de su vida. Un amor ideal, plató-
nico, imposible de lograr sai objeto; en ca|mbio, una esposa
vulgar, grosera, fría, incapaz de comprenderle. Por otro cabo,
un ideal artístico levantadísimo, que le hacía tímido, reconcen-
trado, melancólico, y un mundo cual el que le rodeaba, tan
grosero é inteligente para el arte como su esposa para el amor.
Cabeza y corazón, chocando con sus mayores adversarios, la
ramplonería y el hielo, caídos en el más hondo desengaño:
tales son los motivos líricos de sus versos :
"Es mi vida un erial,
flor que toco se deshoja:
que en mi existencia íaí.'.l
S. XIX, 1858. GUSTAVO ADOLFO RÉCQUER 201
alguien va sembrando el mal
para que yo le recoja."
Pero lo que prueba, sobre todo, que la poesía de Bécquer es
propia suya y de nadie más y la más española y popular, lo
que le distingue de los demás poetas modernos, de Heine y
MXisset, es el no haber conocido la amargura del mal del si-
glo, de la desesperación, de la duda escéptica, del que llaman
pesimismo que de fuera de España tomaron hasta Bspronceda
y Campoamor. Y cuenta que su asunto es el amor desengañado,
las penas del amor. La placidez, la resignación, yacen en las
más hondas fibras de su alma, aun cuando nos las descubre
desgarradas por el desengaño más despiadado. Eso no es eu-
ropeo, no es moderno; pero es cristiano, es español, es popular.
Otro tanto se diga de la honestidad y limpieza de armiño con
que trata sus amores. Ni el menor asomo de lascivia asoma en
sus versos: diríase un ángel que canta platónicos amores, si
esos amores no fuesen tan humanos como angélicos. ¡Cuan
lejos estamos de Musset! El odio, el mal humor, la ironía, ni
sangrienta ni no sangrienta, pasiones que empapan todo Hei-
ne, no parecen ni en un solo verso de Bécquer. En nada de
esto es moderno ni europeo; es español y cristiano, nada más.
Romántico tampoco lo es por ninguna de las notas que llamé
revolucionarias y septentrionales ; su romanticismo es el arte
popular, cristiano, español, subjetivo é íntimo, es decir, el
puro y verdadero lirismo sin las macas románticas septentrio-
nales. Los cantares de Bécquer corrieron por toda España, los
aprendió todo el mundo, se cantaron con música, ni más ni
menos que esas coplas populares maravillosas, á las cuales
pocas veces llegaron á igualarse las más sinceras poesías de
los escritores y si alguna, las rimas de Bécquer. En el mismo
fray Luis de León siéntese, repito, algo que es elegantísimo,
pero que huele á extraño: es lo que tomó de Grecia y Roma,
En Bécquer apuramos hasta la última gota como riquísimo vino
del terruño, porque en sus poesías hallamos nuestros propios
sentimientos y expresados como sentimos que los expresa-
ríamos todos nosotros, si nosotros fuéramos tan poetas como
él. Nos hinchen los rincones todos del alma tan cumplidamente
2C2 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
como los cantares populares. Siendo el más subjetivo de nues-
tros líricos cuanto á expresar Bécquer su más hondo sentir, la
hondura donde ese sentir arraiga es tal, que alcanza á tocar
todas las fibras mismas de la humanidad y todos creemos que
expresa el sentir nuestro, tal es la universalidad de su poesia:
"¡Dios mío. qué solos ¡ se quedan los muertos!!" No hay en
estas cortas palabras ni figuras, al parecer, ni casi otra melodía
ni metro que el de la simple frase castellana, y, sin embargo,
el sublime de la idea rebosa de la forma y rebosaría de cual-
quier forma, por magnífica que fuese. Y ¿qué mayor magni-
ficencia pudiera haber buscado el poeta, que la mayor senci-
llez en vaso con que quería brindarnos un sorbo del néctar
aparado en el manantial del sublime infinito? "¿Qué es poe-
sía? ¿Y tú me lo preguntas? ¡ Poesía... eres tú." Esto no se
ha dicho así más que en los cantares populares. Lo que no sé
que se haya dicho jamás es aquella otra sencilla estrofa que
sabe á teosofía, de quien no tenía idea de lo que teosofía fue-
ra, pero que sabía sentir el amor como nadie ;
"Los suspiros son aire y van al aire.
Las lágrimas son agua y van al mar.
Dime, mujer: cuando el amor se olvida,
¿Sabes tú adonde va?"
Bécquer desdeña los floripondios de los poetas clásicos y de lo^
poetas andaluces, como los desdeñó siempre la lírica popular
española. Quisiera él que las palabras no enlodasen el sentimien-
to, como el místico quisiera no mancillase su aéreo espíritu el
lodc del cuerpo. Desearía expresarse "con palabras que fuesen
á un tiempo | suspiros y risas, colores y notas". Esto lo con-
sigue por medio de las imágenes aéreas y aromáticas, inipal-
pables y brillantes cual rayos del iris, que sabe sacar de las
palabras materiales, como aquella del "Hilo de luz que en ha-
ces I los pensamientos ata". La pobreza de rima materia! sus-
tituyela con otra más recóndita y musical rima, que no vemos
ri podemos definir, pero que suena con dulcedumbre espiri-
tual á nuestros oídos, que "como el pájaro duerme en las ra-
mas", así está oculta para muchos poetas, hasta que llega "la
Llano de nieve que sal)c arrancarla". El amor, lo más s'ibje-
S. XIX, 1858. GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER 203
tivo que hay y lo que todo el mundo no ha podido menos de
sentir alguna vez en -.u vida, es lo que, sobre todo, ha sibido
expresar Bécquer como nadie. Sólo asi se explica el increíble
suceso que tuvieron sus Rimas apenas publicadas y la fama
cada vez más asentada y altisima que cobró su nombre. Una
mirada de aquella á quien el poeta amó ó á quien el poeta su-
pone haber amado, le hace exclamar: "¡Hoy creo en Dios!"
¿ Concíbese manera más llana y sublime á la vez de expresar
la dicha del amor? ¿No es verdad que así la hubiéramos ex-
presado todos y que nos parece nos arrancó á cada uno de
nosotros del fondo del alma esta expresión? Ninguno de nos-
otros, sin embargo, la habíamos dicho, con ser tan nuestra y
de todos : tal es de humana, mejor diríamos de divina, de éter
ñámente bella. Béoquer, en sus prosaicos afanes del vivir co-
tidiano, ni tuvo tiempo ni ocasión ni humor acaso para buscar
y pretender los amoríos que tan sinceramente expresó ni las
mujeres por quienes se muestra enamorado. Casi es seguro
que, como dice Vakra, "con frac elegante hecho en París ó en
Londres, con finísima ropa blanca, con oro en el bolsillo y con
billetes de Banco en la cartera, Bécquer hubiera brillado y
triunfado en los salones; pero acaso no hubiera hallado entre
sus enamoradas á las que halló y enamoró saliendo en sueños
de su pobre casa. Su deseo de amar, como la flecha del Prín-
cipe de un cuento de Las mil y tena noches, voló por c'ma de
toda la high-life efectiva y fué á clavarse en la dorada puer-
ta de los encantados palacios y jardines del hada Parabanú,
que, prendada de él, le tomó por esposo". Bécquer, efectiva-
mente, soñó que amaba, y el sueño de los poetas acaso tiene
más realidad que la realidad no soñada de la gente común.
Por lo menos, el sueño del poeta arraiga más hondo en el alma
humana, derívase inmediatamente de la fuente eterna de las
ideas madres, de las que manan el sentir y el amar de cada
uno de los mortales : es más real cuanto más eterno, más obje-
tivo cuanto más subjetivo, más verdadero, más sincero cuanto
al parecer más mentiroso y fantaseador.
Bécquer, en suma, es, fuera de toda duda, el poeta más
lírico nacido en España. Hay que leer de los mejores poetas
algunas estrofas para que llegue al alma el sentimiento que en
204 Í'R'MER PERÍODO DE L-\ ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
ellas dejaron donnido; de Bécquer basta leer una frase cual-
(|uiera y en cualquier momento y estado de alma para sentirse
ésta revibrar al punto y al unísono con la frase, y es que no
hay una frase, ni una palabra, que no esté siempre en él viva y
como cargada de la más fuerte tensión de electricidad senti-
mental y que no llegue al punto al alma y la hiera, sobrecoja y
arrebate. Eso se llama poesía lírica pura. Bécquer es el más
grande de los líricos españoles. Tan concentrado elixir senti-
mental supo escanciarlo en las más llanas formas rítmicas, en
las más sencillas voces; supo dárnoslo en vaso tan sutil y aéreo,
tan vaporoso, que casi no lo es. Lo menos posible de vaso ma-
terial, de palabras sonoras, para lo más concentrado de senti-
miento. Es el alma del poeta, que se trasvasa toda entera al
alma del lector casi sin intermediario. El summum de senti-
miento con el mínimum de forma: tal es lo sublime en la lírica,
y eso es Bécquer. Por eso nos arrebata á la primera frase que
le oímos y nos para temblorosos y sobrecogidos : es lo más
apurado del sentimiento estético que el arte pretende. Acaso
no haya habido poeta que escribiera menos versos que Béc-
quer; ninguno puso más alma humana en las 66 cortas poesías
que dejó escritas. Ninguno gastó menos palabras para decir
más que todos. La mayor cantidad de sentir con la menor
cantidad de forma posible : tal es la lírica becqueriajia, lírica,
por consiguiente, acendrada y pura, si algiuia lo fué. Si por
tal manera, como parece, ha de aquilatarse la poesía lírica, no
hay lírico que á Bécquer aventaje. Cualidad es ésta de la lírica
poixilar: Bécquer es, de hecho, el más popular de los pyoetas
españoles y el que al arte popular más se allega. Acudir al te-
soro del lenguaje y á la mina de la fantasía para ataviar la
idea rica y vistosamente, requerir novedades de fondo y for-
ma, forzar el aliento para que por el metro y las palabras re-
tumbe la estrofa, medios son para brillar, usados por los poe-
tas. Desecharlos todos sin piedad, cual ropaje que, si parece
engalanar la idea, de suyo es, á fuerza de encubrir su nativa
belleza, de apesadumbrar su esencia etérea é imponderable, es
propio procedimiento de Bécquer. Su sentir no es suyo, es de
todo hombre, de cualquier raza, época, religión y cultura. Es
el puro sentir más íntimo de toda alma, no ligado á espacio ó
S. XI X^ 1858. GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER 20 5
tiempo. No canta Bécquer esta ó aquella religión, esta 6 aque-
lla política, la propia ó la ajena patria; cíñese á aquellos sen-
timientos íntimos, primordiales y nativos de todo hombre, úni-
camente como tal. Esto da á sus rimas la mayor profundidad
y trascendencia que quepa imaginar. La mayor originalidad
y pujanza lírica con los más flacos y sencillos medios es algo
que frisa en lo sublime del arte, es lo depurado del verdadero
arte popular y del arte becqueriano. "Las pasiones del ánimo
y los afectos del corazón, decía Hegel, no son materia de pen-
samiento poético que en cuanto tienen de general, de sólido y
eterno." Así el hondo lirismo no es el que se distingue del de
los demás, sino el que ahonda tanto, que, á fuerza de parecer
más individual del poeta, lo es, de suyo, menos, porque llega
á las raíces de los afectos y pasiones de todo hom,bre, de la
humanidad entera. Cuanto más tenga de esto será más puro
lirismo y más poético, según Hegel. Ahora bien; Bécquer es
ese lírico puro y hondo, que, abstraído en sí, canta los afec-
tos más universales y comunes á todo hombre. Esas rimas
lo mismo las siente el inglés que el italiano, el americano que
el chino. Hubo unos años que el corazón de España entera
tembló repitiendo tan soberana poesía. Críticos eruditos sa-
lieron á poco que dijeron cansarse de ella: dijeron, con todo
el empaque de la cursilería, que había pasado de moda. Esa
poesía no pasa de moda jamás, porque no es poesía de moda;
es poesía eterna. Es la única poesía que debe de proponerse
por dechado, la única que se debe imitar, porque en ella no
cabe imitación : el poeta que la sienta y la sepa hacer, la hará ;
no cabe en ella falsificación ni amaneramiento.
Las leyendas en prosa de Bécquer, escritas cuando era redac-
tor de El Contemporáneo (i 860-61), después de visitar varias
provincias, con ojos y sensibilidad de verdadero artista, mayor-
mente Toledo y Veruela, son los sueños ideales de un poeta rea-
lista, que, sobre cualquier objeto, dicho ó nombre antiguo, for-
jaba, con fecundísima inventiva, una historia de cosas que, si no
sucedieron, pudieron suceder, dadas las circunstancias, según
parecen henchidas de realidad en su punto de arranque y como
vistas y contempladas en sus más vivos pormenores ; pero que,
en lo que en alas de su fantasía ve al alzar el vuelo el poeta
2o6 I•K:^í^:R período de í.a época realista (1850-1869)
soñador, hay un taii rico contenido de pensamiento poético y
de elevados anhelos hacia lo infinito desconocido y misterioso,
y por tan sutil, esmerada y cristalina manera de decir expre-
sados y en tan galano y vistoso lenguaje, que si las Rimas nos
dicen la fuerza de su propio sentir, nos declaran no menos
las leyendas la alteza de su pensar, de su idear y anhelar y el
tesoro inagotable de su fantasía. El valor estético de las le-
yendas está en la altísima idea que Bécquer hallaba en cual-
quier objeto antiguo, como si el objeto se la dijese al oído, y
en el esfuerzo artístico extraordinario de su ingenio de poeta
para vestir esa idea sutil y sublime con palabras materiales,
que tanto distan de esa sublimidad ideal. Aquí de su riquísima
fantasía, que hallaba medio de encadenar y sujetar material-
mente lo mcás espiritual, de dar forma concreta y de cuajar en
figTjras vivas lo más vaporoso de su idear y anlielar de poeta
soñador. Sin desquiciar el idioma castellano, sin enquistarlo
de voces extrañas y bárbaras, sin contorsionarlo ni retorcerlo,
como han hecho los modernistas, supo Bécquer sacar de él
cuant..^ necesitó para expresar castiza y elegantemente lo más
aéreo y espiritual que pueda concebirse. Lo poético de su dic-
ción armoniza con lo poético de las leyendas. Hay quien pone
sobre las Rimas las cartas Desde mi eelda en mérito literario.
No cabe comparación entre tan disparejos asuntos. La psicolo-
gía del poeta, y á veces su poesía, son las mismas, pero nada
más. También se parecen á las leyendas cuanto á la agudeza
de sus cjos interiores, que sabían leer en cada piedra, en cada
árbol, en cada rincón del monte un mundo de cuentos fan-
tásticos, como si la naturaleza hablara al poeta en lenguaje
para los demás desconocido.
7 6. "El aspecto exterior de Andalucía era, y seguramente segui-
rá siendo, sobre todo en Sevilla (dice Julio Nombeia. Impres., I, 293),
la alegría, la broma, el buen humor, la exageración, lo mismo en las
satisfacciones que en los pesares. Ingenio rápido, chispeante, que, al
herir, acaricia; la metáfora y el chiste espontáneos, fáciles, continuos;
amores y odios profundos al parecer, en realidad, más impresión que
ientimiento; entusiasmos febriles seguidos de indiferencia 6 de des-
pecho; amistades vehementes y sinceras mientras duran; pero seguidas
de enemistades no menos sinceras y rápidas; poca fijeza, mucho ma-
TÍposeo. todo sonrosado y todo negro; promesas sentida? en el momen-
S. XIX, 1858. GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER 207
to de expresarlas y olvidadas con la mayor facilidad; llantos ruidosos
y risas locas, todo superficialmente encantador. Tal como le describo
apareció á mis ojos el carácter ó, por lo menos, el aspecto exterior de
la generalidad de los sevillanos. Bécquer, formal, ingenuo, soñador,
románt'co ; pero, sobre todo, sincero y artista en toda la extensión de
la palabra, era una excepción entre sus paisanos." Siempre fué tími-
do y modesto, reservado y melancólico. Publicó sus primeros versos,
en 1852 y 1853, en la Aurora, de Sevilla; pero "tampoco Bécquer se
hallaba en su elemento en su ciudad natal". Su padre, don José Do-
mínguez Bécquer, oriundo de Alemania por su madre, fué con su
hermano menor y discípulo en pintura Joaquín, uno de los fundadores
del Liceo sevillano; hay cuadros suyos en el Museo de aquella ciudad.
Casó con doña Joaquina Bastida y Vargas, de la que tuvo seis hijos,
el cuarto, nuestro Gustavo, nacido en la casa número 26 de la calle
del Conde de Barajas, que compró y demolió el matador de toros
Fuentes, edificando en el solar elegante casa, que habita, en la que
colocó una inscripción. Murió la madre á los pocos meses de morir
el padre. Recogió á los huérfanos don Juan de Vargas, tío de la ma-
dre, y le metió en el colegio de huérfanos de San Telmo, donde tam-
bién entró, de doce años, Narciso Campillo, y con quien, teniendo
diez Gustavo, compuso el drama Los Conjurados, que representaron
con otros alumnos en el colegio. Comenzaron i:na novela á lo Walter
Scott, único novelista que conocían ; pero, suprimido el colegio, reco-
gióle su madrina, doña Manuela Monahay, señora rica y leída, en
cuya biblioteca halló y leyó Gustavo las obras traducidas de Horacio
y las de Zorrilla, huyendo de juegos y sin salir de casa en dos años,
leyendo, además, á Chateaubriaud, Stáel, D'Alincourt, Sand, Balzac,
Byron, Musset, Hugo, Lamartine, Espronceda y Hoíímann. En 1850
se ejercitó en el dibujo y en casa trazaba los tipos de sus lecturas;
pero le aconsejaron el estudio del latín, viendo siu vocación literaria.
Con Campillo escribió tres cantos sobre la conquista de Sevilla, y los
dos, con Julio Nombela, formaron un triunvirato literario, y, dispues-
tos á ser grandes poetas, escribieron poesías para hacer un tomo, con
cuyo producto se vendrían á Madrid en busca de la gloria. En Madrid
destruyó Bécquer las suyas, menos una, que posee Nombela para ea-
tregar en la Bibl. Nac. á su muerte, con otros papeles y autógrafos.
Contra el parecer de su madrina, que quería se diese á la pintura, y
rompiendo con ella, se vino Bécquer á Madrid. Tuvo intento de com-
poner una obra de cinco tomos, titulada Los Templos de España, poe-
ma cristiano, del cual el libro de Chateaubriand sería sólo un boceto.
En Madrid llevó con gran resignación su pobreza, viviendo muy ensi-
mismado, sin aburrirse, en medio de la soledad de trato con las
gentes. Trató de fundar varias revistas con Viedma, García Luna
y Nombela; pero ninguna prosperó. J. Nombela, Impresiones, t. H,
pág. 425 : "En Junio de aquel mismo año 1858 volví á ser enfermero.
Bécquer sufrió una enfermedad gravísima, que le tuvo postrado en
208 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (1850-1869)
fl lecho muy cerca de dos meses. Después de tres ó cuatro días
de una fiebre violenta que puso en gran cuidado al médico, apa-
reció en su cabeza una gran erupción, sin que, á pesar de este
desahogo, remitiese la calentura. A la caída de la tarde y por las
noches, á las altas horas, durante las dos primeras semanas de la
enfermedad, deliraba sin cesar, evocando en su delirio las ideas que
bullían en su mente, los fantásticos proyectos literarios que había for-
jado su imaginación. Al cabo de una ó dos horas de aquella terrible
exaltación quedaba postrado, sin voz, sin movimiento, como muerto.
La buena mujer que le hospedaba y una hija suya, que era peinadora,
cuidaban á Gustavo con el más cariñoso esmero; su hermano Vale-
riano, los huéspedes, sus buenos amigos Federico Alcega y Díaz Cen-
drera. Luna y yo, le prestajnos todo género de auxilios, alternando
por las noches para velarle. Cuando pasó el peligro, que tanto al mé-
dico que le asistía como á nosotros nos hizo temer un doloroso desen-
lace, se había debilitado de tal modo, que necesitó permanecer más de
un mes en la cama, y, cuando pudo levantarse, parecía un cadáver.
Tardó mucho en reponerse, y su hermano, como era natural, y sus
amigos, cada cual con arreglo á sus recursos, le ayudamos á soportar
los gastos de aquella larga y penosa enfermedad, no siendo su patrona
la que menos sacrificios hizo en su favor, sin exigir ni querer que
fuesen remunerados... Cuando curado, aunque no restablecido por
completo, pudo Bécquer abandonar la triste casa donde tanto le había
hecho sufrir la enfermedad, se manifestó en su ánimo el amor á la
vida con más fuerza que nunca. Federico Alcega, que era de sus ami-
gos el que disponía de más tiempo, le acompañaba en los paseos que
para fortalecerse con el aire 3'^ el sol le había aconsejado el médico
que diese por las mañanas, aprovechando lo saludable de aquellas ho-
ras en la estación veraniega. Taimbién Díaz Cendrera y yo alternába-
mos con Alcega en las visitas al Retiro y nos complacía oír contar á
Gustavo, más locuaz que de costumbre, las tristes impresiones, los
acerbos temores que había sufrido durante su penosa enfermedad.
Parecían mejorar de consuno su cuerpo y su alma. Las esperanzas se
despertaban con nuevo vigor del letargo en que habían estado sumi-
das, se renovaban en su espíritu sus proyectos literarios é iluminaban
su estoico pesimismo ilusiones que una consoladora fe en el porvenir
mantenia ofreciéndole dulces consuelos. En el final de aquel año y en
el siguiente de 1859, escribió algunas de las rimas que á su muerte
fueron publicadas, y particularmente las inspiradas en el sentimiento
del amor, que algunos han creído dedicadas á la que dos años después
fué su esposa... Al llegar el otoño, que por lo regular es en Madrid el
período más templado del año, hermoso, aunque melancólico, iba yo
a buscar á Gustavo y elegíamos con frecuencia para pasear la Monta-
ña del Príncipe Pío, paraje solitario favorecido con la perspectiva
más hermosa de los alrededores de Madrid. La estación del ferrocarril
del Norte y algunas casas se apoderaron de aquel paseo; pero enton-
S. XIX, 1858. GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER 2C>9
ees, desde su punto más elevado, se descubrían los bosques de la Casa
de Campo y de El Pardo, teniendo este Real Sitio por dosel, en último
término, las nevadas cumbres del Guadarrama. Escudriñar las calles
y callejuelas que desde la Puerta del Sol abrían paso á la Montaña,
era la distracción que más agradaba á Bécquer. En una de aquellas
tardes quiso que pasáramos por la calle de la Justa, en la actualidad
de Ceres, para ver la casa en donde yo había nacido, casa que, desde
hace muchos años, como otras colindantes, está convertida en un as-
queroso lupanar. Entramos por el callejón del Perro, seguimos por la
derecha, vimos con repugnancia aquella morada que en la época de
mi nacimiento albergaba a familias modestas, pero decentes y hon-
radas, y proseguimos hacia la calle de la Flor Alta, frente á la cual
había una casa de vecindad de muy buen aspecto, desde cuyos balcones
S€ veía un trozo de la calle ancha de San Bernardo. Cuando pasamos,
estaban asomadas á uno de los balcones del piso principal dos jóvenes
de extraordinaria belleza, diferenciándose únicam.ente en que la que
parecía mayor, escasamente de diez y siete ó diez y ocho años, tenía
en la expresión de sus ojos y en el conjunto de sus facciones algo de
celestial. Gustavo se detuvo admirado al verla, y aunque proseguimos
nuestra marcha por la calle de la Flor Alta, no pudo menos de volver
varias veces el rostro, extasíándose al contemplarla. Había visto en
ella la encarnación de la Ofelia y la Jidieta de Shakespeare, la Car-
lota de Goethe y, sobre todo, la mujer ideal de las leyendas que bu-
llían en su mente. Aquella tarde estuvo muy expansivo, y en las su-
cesivas volvimos á la calle de la Justa, entrando por la de la Flor Alta,
torciendo á la izquierda para volver por la calle de la Estrella á la de
San Bernardo y dirigirnos á nuestro solitario paseo. Siguiendo aquel
camino, si las jóvenes estaban asomadas al balcón, podíamos verlas
durante más tiempo, lo que, por fortuna nuestra, sucedía casi siem-
pre. No tardé en saber quiénes eran aquellas dos interesantes señori-
tas, y como la que, sin sospecharlo, inspiró á Bécquer todas las rimas
amatorias debe pasar en su compañía á la posteridad, siquiera sea
como la Laura del Petrarca, diré que se llamaba Julia y que era hija
del compositor don Joaquín Espín y Guillen, profesor del Conserva-
torio y autor de obras musicales que le alcanzaron gran notoriedad.
Aimigo mío era un hijo del citado maestro, que fué á su vez un dis-
tinguido músico, y cuando adquirí estas noticias y me enteré de que
en la casa de aquellas jóvenes se celebraban muy interesantes concier-
tos, propuse á Bécquer que asistiéramos á ellos. Mi indicación fué ro-
tunda y categóricamente rechazada. Prefería el ideal á la realidad.
Aquella Julia fué su inspiración ; cuando cesaban de verla sus ojos
la veía su espíritu; amó al alma que adivinaba, y por lo mismo que le
revelaba los más recónditos y hermosos sentimientos de la mujer, no
quiso conocerla, ni siquiera oír su voz. Mantenía con ella unas rela-
ciones ideales, vivía de una ilusión. ¡Candidez, puerilidad, dirán los
que se llaman hombres prácticos ; pero de estas puerilidades y candi-
TOMO VIH. — 14
2 10 ::i:mer pekíodo de l.\ época realista (1850-18Ó9)
deces brotan las rimas que se eternizan y eternizan á los ilusos que
las producen ! Dos años después, vencidas las dificultades, empezó
Bécquer á abrirse camino, y sólo por rara casualidad vio alguna que
otra vez á su Julia. ¿Qué le importaba no sostener con ella relaciones
amorosa:-, si siempre estaba en su alma su recuerdo!" De 1860 á 1861
compuso Bécquer sus Rimas. De Heine había traducido muy poco Flo-
rentino Sanz: Canciones de Enrique Heine, 1857 (en el Museo Uni-
versal. Mayo). Más tarde, Mariano Gil y Sanz, salmantino, tradujo
parn.frásticamente, v mal, el Intermezzo, sobre la versión parafrástica
de Gerardo de Nerval, en el mismo Museo Universal (1867). Ma-
nuel M. Fernández y González, redactor de hl Imparcial, tradujo
más fiel que poéticamente y mirando más á la traducción fran-
cesa, el Intermezzo, el Regreso y La Nueva primavera: Jov<^s pru-
sianas, poemas lír. de E. Heine, Madrid, 1873, 1879. Jaime Clark
insertó algunos cantares de Heine en Poesías líricas alemanas, Ma-
drid, 1872, 1879. No menos incluyó otras el americano Juan Artu-
ro Pérez Bonalde en sus Estrofas, 1877. Ángel Rodríguez Chaves tra-
dujo el Intermezzo, Madrid, 1877. José J. Herrero vertió muy bien
Poemas y Fantasías en la Bibl. Clásica, de Navarro, Madrid, 1883.
Teodoro Llórente volvió á traducir á Heine en la Biblioteca Arte y
Letras, Barcelona, 1885. R. Correa, el amigo y editor de Bécquer,
dijo en el Prólogo: "Aunque hay un gran poeta alemán á quien puede
creerse ha imitado Gustavo, esto no es cierto, si bien entre los dos
existe mucha semejanza." Otro tanto aseguraron Valera y otros en
las disaisiones del Ateneo (1876). Lo mismo afirmó Rafael M. Mer-
chán en sus Estudios críticos. 1886. El padre Blanco García disiente
de todos ellos y cree que Bécquer se inspiró en Heine. Si así fué,
hubo de hacerlo en los pocos trozos que insertó Florentino Sanz en
el Museo Universal; pero no es argumento suficiente el parecido en-
tre ambos poetas, único que se aduce de hecho. Jamás hizo Bécquer
versos á su mujer, ni quería hablar de ella. Casáronle en 1861 sus
amigotes, Augusto Ferrán entre otros, que andaba liado con una de
las hijas de la portera de su casa propia, y casáronle con una mucha-
cha de servicio llamada Casta, natural de Soria, vulgar y nada guapa.
Tuvo de ella tres hijos, á quienes quería mucho. Estas noticias se la&
he oído á Julio Nombela, íntimo suyo desde la niñez, el cual me ase-
guró que jamás le vio reír ni hablar sexualmente de mujeres... En visi-
tas apenas hablaba, tan sólo se desahogaba con los amigos tratando de
arte. A la música se dio mucho del 1860 al 1862, que tradujo paia
Francisco Salas el Fidelio de Beethm'en, Fra Diavolo de Weber, etc.,
y salieron en El Museo Universal (1863), de Ga.spar y Roig. Me
asegura Julio Nombela que Bécquer no se inspiró en Heine, á quien
no conoció sino por referencias de Augusto Ferrán, el primero que
habló acá de él sin traducirlo. Después tradujo algo Florentino Sanz.
Fji quien más se inspiró fiíé en Byron y los autores que vimos leyó
en Sevilla. Pero no tomó nada de nadie, sino de su estado pa-
S. XIX, 1858. GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER 211
tológico y enfermedad de consunción. Todos los de su familia mu-
rieron antes de los treinta años. Puede asegurarse que antes de
escribir las Rimas no conoció á Heine, y todo lo más un par de
poesías que oyó. Eduardo Schure dice de Heine: "Por un lado,
encontramos en él una sensibilidad ardiente, sutil, femenina, de ex-
quisita delicadeza ; por otra parte, un espíritu infernal, una ironía ma-
ligna y selvática que asaetea á su enemigo con flechas emponzo-
ñadas; unas veces, tristeza suave y soñadora; otras veces, risa ma-
ligna y cínica; ahora, im ángel; luego, un demonio." Ahora bien;
Bécquer no tiene nada de lo segundo, del lirismo humorístico que
Heine trajo á la literatura, merced á su mal humor y á su descrei-
miento. Bécquer. aun dentro de lo primero, de la tristeza suave y
soñadora, es más candido niño que Heine, menos corrido ni picar-
deado, menos leído y, en cambio, más allegado á los sentires abiertos,
claros como el agua de la fuente y sencillos del pueblo castellano. Es
insostenible lo que dijo Teodoro Llórente en su traducción de Heine:
"Intercaladas muchas de aquellas poesías (de Bécquer) en una perfec-
ta traducción castellana del libro de Heine,. no se notaría diferencia
entre ambos autores. Esto basta para la gloria del poeta sevillano: no
hay que atribuirle una originalidad difícil de sostener." A pesar de
Llórente, Bécquer fué original y no tomó de Heine sus sentimientos,
su tonalidad, su ritmo, que fueron muy suyos y muy españoles. J. Va-
lera, Poesía... s. XIX, I, pág. 178: "Muchas personas han creído y sos-
tenido que Bécquer imita á Heine. Otras aseguran que jamás le había
leído, pero esto es falso. Bécquer conoció y leyó á Heine; pero si en
algo le imitó, fué en escribir composiciones muy cortas, como los
Lieder, aunque raza vez coincidían, ni en el sentir, ni en el pensar, los
Lieder y las Rimas. Notables y originalísimos ingenios eran ambos,
Bécquer y Heine. Y, sin embargo, nada más diferente, por no decir
más opuesto, que las .prendas, condición y carácter del uno y del
otro. No hay espacio aquí para compararlos y hacer la distinción de-
bida. Bástenos indicar que el talento de Heine era más extenso y qui-
zás más complicado y más hondo: el de Bécquer más influido por el
amor y la fe y mucho más simpático por su sencillez, generosidad y
nobleza. Nunca llegó Bécquer á las alturas filosóficas, al casi reli-
gioso entusiasmo con que Heine, por ejemplo, retrata y ensalza al
maravilloso poeta de su casta Jeuda Ben Leví, de Toledo; pero tam-
poco se entregó, rebajándose, á las burlas impías y al sarcasmo más
que volteriano á que Heine á menudo se entrega. Bécquer jamás es
chistoso; Heine suele tener mucho chiste, aunque cínico y desver-
gonzado con frecuencia. En resolución, Bécquer y Heine apenas se
parecen en otra cosa sint» en haber escrito composiciones de poco
número de versos." Julio Burell, Bécquer y Heine (El Mundo) : "Un
crítico francés, que ha hecho escasa justicia á Núñez de Arce y toda
la posible, tratándose de una pluma francesa, á don Ramón de Cam-
poamor, ha publicado últimamente cierto estudio sobre nuestro Béc-
212 PRIMER PERÍODO DE L.\ ÉPOCA REALISTA (l850-l8Óg)
quer, en que al lado del entusiasmo incondicional aparecen errores
semejantes á este extraño error: "Bécquer es discípailo, ya que no imi-
"tador de Heine.'' Y es lo más singular que este error puede muy bien
haber tenido su origen en España misma. Recuerdo yo cómo en los dias
de aquel gran movimiento literario y filosófico que siguió al profundo
silencio de la Restauración, se sentaban proposiciones en la prensa
j en el Ateneo á propósito de Bécquer, de su filiación literaria y de
la poética, que dejaban muy atrás las del crítico de la Revuc Bleue.
Para la generalidad de las gentes dadas entonces (el número va sien-
do ya menor) á las cosas fútiles de la poesía, que, sin embargo, llevan
trazas de ser eternas, si había algo cierto en el mundo, era que Béc-
quer, con sus Rimas, representaba entre nosotros una adaptación del
lied alemán, y, sobre todo del lied que Heine canta: "Le han en-
"venenado el agua, le han envenenado el pan..." Enfrente de es-
tos errores que á la vuelta de unos cuantos eJíos aparecen tra-
ducidos al francés, sólo recuerdo haber oído una voz que pro-
testara después de la de Correa; la voz de Valera, gran crítico, gran-
de artista y testigo en la redacción de El Contemporáneo de lo que
pudiéramos llamar gestación literaria del poeta sevillano. El mismo
Rcvilla, que era la sinceridad literaria más pura que haya yo cono-
cido; el mismo malogrado Revilla llegó á sostener como reales la
semejanza ó imitación de que ahora habla el crítico francés. Y en
verdad que ni antes ni ahora ha podido decirse cosa más tristemente
contraria á la verdad. ¿Quién es Bécquer? Es un alma toda española,
toda meriodíonal ; para él no existen ni el sarcasmo fiero ni la des-
afinada ironía; hasta ahora ni oculta sus lágrimas ni disfraza con una
carcajada sardónica la santidad y la efusión del sentimiento. Plácele
recorrer las ruinas de las viejas edades, y le cautivan, le arrebatan,
le despiertan á la vida de lo sobrenatural, de lo maravilloso, de lo
fantástico, el castillo derruido, la catedral desierta, el convento silen-
cioso, el cementerio desolado, la montaña abrupta en donde anidan
los cuervos y las águilas, la cañada somibria donde se esconden y
duermen los misteriosos gnomos. Recordad aquella hermosa página
que se llama las Tres fechas, aquel soberbio cuadro que se llama el
Rayo de luna; el Órgano sublime de Maese Pérez, el miserere terri-
ble del Monte de las Animas; recordad su visita al cementerio de
una aldea, en cuyo recinto se levanta á la contemplación de lo infini-
to, exclamando: "Me es igual que me coloquen debajo de una pirá-
"mide egipcia, como que me aten una cuerda á los pies y me echen á
"un barranco como un perro. Ello es que cada día voy creyendo más
"que, de lo que vale, de lo que es algo, no ha de quedar ni un átomo
"aquí." ¿Y sus notas más íntimas? ¿Y sus acentos más personales y
más tiernos? ¡ A ! Es necesario ver cómo esas sencillas rimas expo-
nen la pasión, el amor, los celos, la ira, el desaliento, la íiiclanco-
lía, la tristeza de un corazón que se siente abandonado de la esperanza.
Todo es en Bécquer grave, profundo; mas natural, naturalísimo. El
S. XIX, 1858. GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER 21 3
mismo abandono sistemático de la forma revela cuan íntimo, cuan
religioso es el recogimiento de aquella alma sublime en esa hora mis-
teriosa y solemne en que Dios y el poeta entablan sus coloquios eter-
nos. Sólo Espronceda, en su Canto á Teresa; sólo Tassara, en su
Canto á Laura; sólo Campoamor, en la Carta de la heroína de su
Tren Expreso; sólo Musset, en su sublime Recuerdo, muestran la
noble, la espontánea, la sincera emoción, la altísima unción poética,
que son como musas inseparables vibrando siempre en las cuerdas
t^.e oro á que Bécquer arranca aquellas que él llamase ^^Cadencias que
''el aire dilata en la sombra." Abrid al acaso el libro que las encierra,
y hallaréis lo primero un corazón con las dos supremas sensibilidades
humanas : la sensibilidad exquisita del arte y la sensibilidad de un alma
llena de todos los amores: "Saeta que voladora | cruza, arrojada al
"azar, | sin adivinarse dónde | temblando se clavará." "Eso soy yo,
"que al acaso | cruzo el mundo sin pensar ¡ de dónde vengo ni adonde I
"mis pasos me llevarán." Ya lo oís. La duda, la terrible duda acerca
de su existencia no puede ni más llana ni más sencillamente mostrarse.
Es un pesimista hondo, muy hondo; pero reposado, tranquilo, como el
de Leopardi, cuando en noche serena, deteniéndose á contemplar el
melancólico resplandor de la luna, exclama con el Pastor del Asia:
"¿'Qie fai tu, luna, in ciel? "Dimmi, che fai | silenziosa luna?... | Dim-
"mi, o luna: che vale | al pastor la sua vita | la vostra vita a voi?
"Dimmi: ove tende | questo vagar mió breve | il tuo corso immortale?"
Bécquer no sabe sonreír como Heine cuando siente el pecho desga-
rrado; no sabe jugar con sus penas, y angustiosas y amarguísimas
viértelas él como en su corazón rebosan. He ahí sus nobles acentos,
sus arranques sin afectismos siempre humanos. Escribe sus versos
con su propia sangre, y por eso pueden brotar de su pluma estrofas
tan maravillosamente hermosas como aquellas que acaban con este
grito desgarrador: "¡Dios mío! ¡Qué solos | se quedan los muertos!"
Tuvo nuestro poeta días sin pan y noches sin hogar ni abrigo. Oigá-
mosle cuan amarga, pero cuan severamente nos nabla de sus jorna-
das sombrías: "Llegó la noche y no encontré un asilo; | ¡y tuve sed... !
"Mis lágrimas bebí; | ¡y tuve hambre! ¡Los hinchados ojos | cerré
"para morir ! | ¡ Estaba en un desierto ! Aunque a mi oído | de las
"tumbas llegaba el ronco herir, | yo era huérfano y pobre... el mundo
"estaba I desierto para mí." Ni una rebeldía, ni una queja contra Dios:
poco, muy poco contra los hombres. Mira hacia su desventura y
pasa... Unas cuantas palabras bastan á su dolor. Este es, después de
todo, el gran secreto del admirable poeta. Sintió también en sus en-
trañas mismas la ancha y envenenada herida de la traición, abierta
por la mano de la mujer querida; y entonces no le ocurre pensar que
todo ha sido un sueño, una mentira, un engaño de los sentidos... su
amor sigue pensando: "...¡Es tan hermosa!" Cantó este amor po-
niendo en cada estrofa un pedazo del alma, y en cada nota una vi-
bración de su propia vida; y en la hora de la suprema angustia y del
214 PRIMER PERÍODO DE L.\ ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
adiós Último piensa que en medio de la eterna renovación, ni aquellas
aves que escucharon los dulces juramentos, ni aquellas flores que se
abrieron en los dichosos días, "¡ya nunca, ya nunca volverán!'' Es-
píritu es el de Bécquer que sólo á la verdad de los sentimientos res-
ponde. La pasión de un día, el capricho de una hora no le arrancan
una sola nota jamás. Alma-amor es su alma, y cuando sobre la tierra
pasan sin apagar la sed de infinitos en que su espíritu se abrasa, ya la
mujer que le murmura estremecida; "yo soy ardiente, yo soy more-
"na; | yo soy el símbolo de la pasión..." ya la mujer, que le canta
enamorada: "¡Mi frente es pálida, mis trenzas de oro ¡ pueden brin-
"darte dichas sin fin... !", y piensa que el ángel soñado, impalpable,
invisible, "vano fantasma de niebla y luz", no ha de bajar á consolar
«US pesares, corre á buscar calma y refugio "en la desierta nave |
''del templo bizantino", entre cuyas sombras descubre al fin, dormida
sobre la piedra fría, la mujer ideal. Pues si Bécquer representa en la
poética en estos tiempos el candor, la sencillez de ánimo, el senti-
miento sin artificio, el arte-corazón, el calor y la luz del Mediodía,
Heine es un término opuesto, bien entendido que uno y otro son per-
sonificaciones vigorosas y elocuentes de cuanto hay de más bello en
el campo del pesimismo. No busquéis otros puntos de relación ó se-
mejanza. Heine — y él lo ha dicho — formó su nido en la peluca de
Voltaire; Bécquer — él lo ha contado — consumió su vida entre las
sombras de la tierra y las vislumbres del cielo. ¿Quién es Heine? Es
el verbo de la ironía y del sarcasmo. Del día mismo en que naciera se
sirve para sus burlas y equívocos. "He nacido — dijo en cierta oca-
"sión — el I." de Enero de 1800"; y añadió con sorna: "Soy, pues, el
"primer hombre de mi siglo." Y no es que Heine deje de sentir las tris-
tezas y los disgustos del mimdo; pero así como Bécquer los purifica
ofreciéndolos como en holocausto al arte, Heine los recoge con una
carcajada sonora, y la poesía débele entonces mucho al genio del
poeta, pero muy poco á su corazón. Xo pidáis al poeta alemán que
acorte el vuelo á su sarcástica musa ; la musa de Heine, como no
tuvo fronteras, tampoco conoció tierra. La pluma que escribe cosas
tan tiernas como los amores del Pino del Norte y epigramas tan cáus-
ticos como aquel en que donosamente se burlara del padre Kant, "que
"hace primero la Crítica de la razón pura, y consuela después á su
"criado Juan Sand con la Crítica de la razón práctica'" — aquella plu-
ma sin duda de oro riquísimo y con la punta de diamante, es bisturí
y piqueta, florete y aun puñal — rara vez hace oficio de lira; penetra,
corta, raja, pulveriza, destruye; y cuando las flaquezas del prójimo
no bastan á sus iras, ó por un momento ha saciado su afán de herir
en el blanco, torna á su corazón y lo punza y martiriza hasta que
acaba por entregarlo destrozado y sangriento á la risa inconsciente
de la mujer y del vulgo. Estudiándolo en cualquiera de sus libros ve-
réis cómo pasa burlón y escéptico sobre todos los sentimientos más
grandes de la vida. En el espíritu que ha inspirado sus cantos, casi
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siempre estimables, no hay que buscar la menor unidad : ya el poeta
entona fogosa, ardientemente, himnos á la patria alemana; ya deifica
á Bonaparte ; ya es pagano y exalta á Grecia; ora forja católicas
leA'^endas con la unción de un monje de la Edad Media, y algunas pá-
ginas pasadas, destruye con estruendo las marmóreas columnas de la
mezquita de Córdoba, indignado de verla convertida en templo de Je-
sús, llena "por el odioso culto de los cristianos", A la vista de esta
incoherencia sistemática de sentimientos y de ideas exclama con
acento irónico un crítico ilustre: "¡ Tal es el hombre y tal es el poeta!"
Es cierto; mas no lo es menos que hay algo permanente influyendo
siempre por modo igual en el genio de Heine; y ese algo es junta-
mente humor, ironía y maledicencia. No hay que nombrar la Alema-
nia, obra en prosa, viva y genial, donde Heine ha vertido por com-
pleto toda su hiél. ¡ Qué desesperación ! ¡ Qué amargura ! ¡ Qué cua-
dros aquellos cuadros llamados Las Esposas del Señor, la Condesa Pa-
latina, el Poeta Fridusc, Elegía romántica, el Tambor mayor y el
Penitente de Canosa, el Aburrido, La Diana, el Elefante blanco, el
Filántropo... ! Swift y Voltaire, Rabelais y Sterne, no tienen ni ma-
yor desenfado ni crudeza más terrible. Recordad por un momento
aquellos sentidos poemas El Intermezzo, El Mar del Norte, La Nueva
Primavera y El Regreso, verdaderos prodigios de belleza ; tras de
cada rasgo tierno y de cada palabra regalada, hallaréis la carcajada
siniestra, la predicción sombría, la hiél, la eterna hiél que envenena
el aire en que Heine respira. Habla á un amigo y le aconseja: ''¡Bas-
"ta ya — le dice — , basta ya de tristeza y timidez ! Habla muy alto,
"pide sin rebozo; tendrán á gran placer concedértelo y acabarás por
"llevarte á tu casa la novia. Arroja tu dinero á los músicos; la mú-
"sica es la reina de la fiesta... Abraza al vejestorio de la tía, aunque
"pienses para ti: "¡Que el diablo cargue con ella.'' Habla bien de los
"príncipes y no murmures de las mujeres. Si matas puerco, no seas
"tacaño en las morcillas. Si no te gusta la Iglesia, no seas bestia, ra-
"zón de más para que la visites con frecuencia. Quítate el sombrero
"ante el cura, y, además, envíale de vez en cuando una botella de
"buen vino. Rasca donde te pique, como todo hombre honrado, y si
"te aprieta el zapato, ponte zapatillas. Que tu mujer ha echado de-
"masiada sal en el puchero... calma tus ímpetus y dile sonriendo:
"Monona mía, te pintas sola para buenos guisos." Que tu mujer quie-
"re un chai... cómprale dos y algunos broches y alfileres de oro y
"diamantes. ¡Oh, amigo mío, sigue mi consejo; de esta manera, tras
"una vida regalada en la tierra, alcanzarás el reino de los Cielos!"
¿Puede ofrecerse más desolador pesimismo? Dígase si es ese el
pesimismo de Bécquer. Mientras el poeta español exclama: "¡ Oh '
"¡ Qué amor tan callado el de la muerte ! | ¡ Qué sueño el del sepulcro
"tan tranquilo...!". Heine dirige al Cielo esta singular plegaria: "Los
"jardines celestiales del Paraíso, la mansión de los bienaventurados
"no me atraen absolutamente: no he de encontrar en ellos mujeres
2l6 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOC\ REALISTA ("18.^0-1869)
"más hermosas que las que he visto en la tierra. No hay un ángel, ni
"aun ornado con sus alas más primorosas, que baste para mí á reem-
"plazar á una mujer. Cantar salmos en medio de las nubes no es, con
"mucho, la distracción que yo anhelo. ¡Señor! Yo creo que lo mejor
"será que me dejes en este mundo; pero, ante todo, sana este mi
"achacosísimo cuerpo y cuida además de mi bolsillo. Este mundo, lo
"sé, está lleno de vicios y de horrores ; ] pero estoy ya tan acostum-
"brado á pisar el pavimento asfaltado de este infierno terrenal...!
"El rumor del mundo, créeme, no ha de dañarme ; salgo rara vez de
"casa; prefiero quedarme en ella, de bata y zapatillas, al lado de mi
"mujer. ¡Oh! ¡Déjame á su lado! Cuando oigo su dulce charla, mi
"alma saborea con delicia la música de su voz encantadora. ¡ Es tan
"pura, tan leal su mirada ! ¡ Señor, Señor ! No te pido más que salud
"y un suplemento en dinero... ¡ Señor, no te pido más que me dejes
"pasar todavía algunas dichosas horas en statii quo al lado de mi mu-
"jer." Y no es que Heine sea siempre así, descreído y burlón. El In-
termezzo es una revelación constante de honestos y grandes senti-
mientos. Un alma toda amor — amor fresco é ingenuo — pasa por aque-
llas páginas, dejando en ellas rico perfume de juventud y de esperanza.
El Mar del Norte es, en muchos espacios, irradiación brillante y pura
del último gran astro de la poesía germánica. En las Hojas caídas
hay cosas tan tiernas y tan sentidas, que han debido hacer llorar al
mismo poeta al escribirlas. Aquella poesía, breve como las de Bécquer,
en que Heine recuerda á su anciana madre, ausente y próxima á mo-
rir, y á su patria lejana, vende que en aquel corazón había un rincón
lleno de luz... Ya lo dijo el poeta en un día de indignación: "En el
"fondo de mi corazón hay mucho cieno, ¿quién sabe si en ese fondo
"de cieno habrá escondida una perla?" ¿Qué hay, pues, de común en-
tre Bécquer y Heine? Parten uno y otro de un punto mismo, del pro-
fundo malestar de la existencia; mas los rumbos que cada cual em-
prende son bien distintos. Sólo el fastidio de la vida los aproxima;
sólo los asemeja una circunstancia superficial: la concisión. ¡La con-
cisión! Pero acaso antes que Heine, ¿no había escrito Goethe sus
hermosos Heder? Schiller mismo no dejó de cultivarlos... ¡La conci-
sión ! Mas ¿ para qué imitarla en Heine ? ¿ No tenía más cerca, mucho
más cerca Bécquer un modelo eterno y soberano? ¿No tenía nuestro
Cancionero popular? Entre los dos poetas, iguales en la grandeza, en
la inspiración y en la desventura, existe, sin embargo, ima relación
que nadie puede negar; un lazo tan fuerte como eterno; el lazo que
une á los genios y á los tristes: la inspiración y el dolor." Bécquer se
pintó á sí mismo en el Manrique de El Rayo de luna: "Manrique ama-
ba la soledad, y la amaba de tal modo, que algunas veces hubiera de-
seado no tener sombra, porque su sombra no le siguiese á todas par-
tes. Amaba la soledad, porque en su seno, dando rienda suelta á su
imaginación, forjaba un mundo fantástico, habitado por extrañas
creaciones, hijas de sus delirios y sus ensueños de poeta; porque
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Manrique era poeta, tanto, que nunca le habían satisfecho las formas
en que pudiera encerrar sus pensamientos, y nunca los había ence-
rrado al escribirlos. Creía que entre los rojas ascuas del hogar habi-
taban espíritus de fuego de mil colores, que corrían como insectos de
oro á lo largo de los troncos encendidos ó danzaban en una luminosa
ronda de chispas en la cúspide de las llamas, y se pasaba las horas
muertas sentado en un escabel junto á la alta chimenea gótica, inmó-
vil y con los ojos fijos en la lumbre. Creía que en el fondo de las on-
das del río, entre los musgos de la fuente y sobre los vapores del lago,
vivían unas mujeres misteriosas, hadas, sílfides ú ondinas que exha-
laban lamentos y suspiros ó cantaban y se reían en el monótono ru-
mor del agua, rumor que oía en silencio, intentando traducirlo. Ea
las nubes, en el aire, en el fondo de los bosques, en las grietas de las
peñas imaginaba percibir formas ó escuchar sonidos misteriosos, for-
ma de seres sobrenaturales, palabras ininteligibles que no podía com-
prender. ¡ Amar ! Había nacido para soñar el amor, no para sentirlo."
Siempre tuvo en los labios y practicó este principio: "No se debe
escribir, ni pintar, ni esculpir, ni componer .música más que cuando
el espíritu siente la necesidad de dar á luz lo que ha creado en sus
entrañas." En su concepto, el artista debía ser objetivo y únicamente
subjetivo cuando, después de haber enriquecido su alma con continuas
y variadas observaciones, surgiera en ella la imperiosa necesidad de
expresar una idea ó un sentimiento, nacidos de la meditación, de la
adivinación ó del sufrimiento. Comprendía el oficio del escritor, del
artista ; pero protestaba contra la esclavitud que imponía al genio. Se
explicaba que obras como la de los Templos de España labrasen la
fortuna de quienes la escribiesen y editasen; pero lo que se califica
de pacotilla literaria, no le parecía obra de inteligencia, sino labor
manual. Véase J. Nombela, Impresiones, t. II, pág. 166. Ramón Ro-
dríguez Correa, Pról. á Rimas: "Nada de lo que dejó escribiólo con
intención de que formase un libro..., sus grandes imaginaciones...
bajaron con él al sepulcro... Las rimas de Bécquer no son la total
expresión de un poeta, sino lo que de un poeta se conoce... Confiarse
en la admirable desnudez de la forma intrínseca, servir á la inteli-
gencia de los demás la esencia del pensamiento y herir el corazón
de todos con el laconismo del sentir, sacrificando sin piedad palabras
sonoras, lujoso atavío de amontonadas galas y maravillas de multipli-
cados reflejos, á la sinceridad de lo exacto y á la condensación de la
idea, y obtener, únicamente con esto, aplauso y popularidad entre
las multitudes, es verdaderamente maravilloso, sobre todo en España,
cuya lengua ha sido y será venero inagotable de palabras, frases,
giros, conceptos y cadencias. Nada menos digno de llamar la aten-
ción es que el poeta haya conseguido tan rápida celebridad sin tocar
en sus fantasías ni en sus realidades nada que directamente excite
el interés de las pasiones colectivas de sus contemporáneos. Como en
las de los grandes maestros, en su paleta no figuran más colores que
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los primordiales del iris, descompuestos en el prisma de la imagina-
ción y del sentimiento; universales, sencillos y espontáneos, sin en-
cenderse al contacto de pasiones políticas ó de problemas sociales y
religiosos. Tienen en sí el germen de todo lo ideal ; pero sin acomoda-
mientos de época ni duda, indignaciones ó esperanzas de impíos ó
fanáticos... De cada cuatro versos suyos puede hacerse una larga
poesía descriptiva; pero herir las cuerdas de la idea ó del sentimiento
en menos palabras es casi imposible. La idea, pues, sin más adorno que
el necesario, como él decía, para poderse presentar decente en el mundo,
tiene una importancia real y sólida en sus composiciones." El mismo
Bécquer, en el elogio de su discípulo Forran {Ob>\}s de Decquer,
4.* ed., t. III, págs. 109-125) da bien á entender que su fuente son las
coplas populares, añadiendo : "En sus manos la sencilla arpa popular
recorre todos los géneros, responde á todos los tonos de la infinita
escala del sentimiento y de las pasiones. No obstante, lo mismo al
reír que al suspirar, al hablar del amor que al expresar algunos de
sus extraños fenómenos, al traducir su sentimiento que al formular
una esperanza, estas canciones rebosan en una especie de vaga é in-
definible melancolía, que produce en el ánimo una sensación dolorosa
y suave." J. Nombela, Impresiones, t. III. pág. 374: "Además me ha-
bía enterado de que los trabajos literarios que publicaba en El Con-
temporáneo le habían alcanzado celebridad y los recursos necesarios
para vivir con holgura. Al mismo tiempo colaboraba en la importante
revista ilustrada El Museo Universal, en la que aparecían preciosos é
interesantes dibujos de su hermano Valeriano, que también se había
casado. Uno y otro habían vencido, por fin, en la lucha sostenida
durante seis años. El verdadero mérito triunfa al cabo, aunque no
siempre bastante á tiempo. Supe, por último, que había tenido un hijo,
y como suponía que habría sabido elegir una compañera digna de su
alma privilegiada, esperaba hallarle en el seno de un hogar feliz v
fíeseaba con ansia darle un abrazo, confiarle mis desventuras y pros-
peridades en el liempo que había transcurrido sin vernos, y oír las
que á su vez tendría que referirme. Olvidé que sólo era expansivo
cuando hablaba de sus ideas y sus sentimientos, } en nuestra entre-
vista después de tres años de separación, charlamos ampliamente de
su colaboración en El Contemporáneo, que debió á los buenos oficios
de Correa, gran amigo de Albareda; de su estancia en el monasterio
de Veruela, adonde había ido á buscar fuerzas para reponer su que-
brantada salud y donde la segunda vez que fué al famoso monasterio
en 1864, después de nuestra entrevista, escribió las Cartas de mi celda,
que tanto admiraron los escritores y el público ilustrado y, por últi-
mo, de las Rimas, que, en su mayor parte, había escrito en los años
1860 y 61, de las que me recitó algunas, que me encantaron. Quiso á
su vez que le refiriese pormenores de mi vida literaria en Paris, y
ni él ni yo omitimos ningún detalle que pudiera interesarnos. Más de
dos horas, que me parecieron muy cortas, duró aquella conferencia,
S. XIX, 1858. GUST.W^O ADOLFO BÉCQUER 2iy
y no dejó de extrañarme que no me hablase de la familia que había
creado. No hay que atribuir aquella omisión á disgustos íntimos, á
contrariedades domésticas. Era la consecuencia lógica de su natura-
leza, exuberante de cuanto bullía y palpitaba en su espíritu creador de
bellezas, reservada ó más bien indiferente respecto de la vida fisio-
lógica y vulgar. Sumido en una constante y enfermiza somnolencia
para todo lo material; sin sufrir el efecto de las privaciones; ama-
ble y bondadoso siempre, aunque de un modo pasivo ; con una pa-
ciencia y una resignación que rayaban en la santidad, parecía seguir
su marcha por el mundo como un autómata : sólo se despertaba v se
exaltaba, mostrándose sublime, cuando el arte, como una circulación
ideal, vivificaba todo su ser... Durante el período en que sólo nos se-
pararon cortos intervalos de tiempo, no le oí quejarse de sus desven-
turas, de su pobreza. Era aseado, pulcro, cuidaba su escasa y sufrida
ropa ; pero todo esto lo hacía maquinalmente, más que por el qué di-
rán, que tanto preocupa á muchos, por su refinamiento, que le esti-
mulaba inconscientemente á honrar en su persona física y social su
persona moral é intelectual. Lo que constituye el mecanismo de la
vida ordinaria, si no lo desconocía lo practicaba sin interés, como
una función inexcusable. Parecía insensible, y hastr indiferente, como
hombre y como amigo; pero basta leer sus Rimas, sus Cartas de mi
celda, el prólogo que aparece en la primera edición de sus obras, para
convencerse de que aquella frialdad era aparente, sin que él quisiera
que lo fuese. Había algo de pudor en su reserva, algo de discreción
en su indiferentismo. Meditando su psicología, porque su recuerdo es
uno de los que evoco más á menudo, he llegado á pensar que obede-
cía á una causa psíquico-fisiológica. Su alma robusta, exuberante de
salud, vivía aprisionada en un cuerpo endeble, enfermizo. En los mo-
mentos en que el espíritu dominaba á la materia, era el poeta subli-
me, el admirable narrador de los misterios de la ccnciencia, de las
creaciones de la imaginación, de los insondables sentimientos que él
lograba sondear; pero estos esfuerzos del prisionero que le ofrecían
la libertad y le permitieron dejar en el mundo para su eterna gloría
cuanto admiramos de su espíritu, debilitaban y agravaban la pobreza
de su cuerpo, y entonces volvía á ser la endeble y deteriorada máquina
que movía sus ruedas sin apercibirse de que se movían al impulso de
una fuerza desconocida que no deseaba conocer. Cuando las observa-
ciones que acabo de apuntar influyeron en mi ánimo, me expliqué
que nada me insinuase con relación á su nuevo estado, que conside-
raba quizás como un suceso natural y corriente en la vida física y
social del ser humano... En 1860 comenzó Bécquer el prólogo de la
colección de cantares, que, con el título de Soledad, compuso Ferrán...
Lo que observé en las muy contadas ocasiones en que nos vimos des-
de mi regreso de París hasta su muerte, es que jamás hablaba de las
interioridades de su hogar. Cuando, por tener que ocuparnos de asun-
tos literarios, vivir á gran distancia el uno del otro y faltarme tiempo
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para atender á mis tareas, pude conseguir que almorzase conmigo
dos ó tres veces, natural era que mi mujer le preguntase por la suya.
Contestó lacónicamente, y sólo al ver á mi hijo, que entonces tenía,
sobre poco más 6 menos, la edad que el suyo, tres años escasos, nos
habló de él, sin olvidar los pueriles detalles que tanto preocupan y
encantan á los padres. ¿No era feliz en su hogar? Creo que ni era
desgraciado ni dichoso. Vivía, como ya he dicho, más que en un
mundo real, en un mundo ideal. Mientras fué fiscal de novelas, como
yo estaba en el gran período de mi producción de aquel género litera-
rio, seguro de que ni con inmoralidades ni con teorías subversivas
habría de comprometerle, me pidió que le llevase ¡ni original, lo que
nos proporcionaría ocasión de vernos, y que yo mismo sellase mis
cuartillas con el sello de la Fiscalía. Además dio orden de que cuando
fuese á verle y estuviese en casa, me dejasen entrar en su despacho
y utilizar el sello. Esto no sucedió más que una vez, y fué la única
en que vi á su esposa, que, al enterarse de mi llegada, acudió á salu-
darme al despacho, adonde me había guiado una doméstica. Podría
tener de veintitrés á veinticuatro años ; agraciada como la mayoría
de las mujeres de la edad que representaba; nada extraordinario se
notaba en ella ; era, al parecer, una de tantas señoras como hay por
el mundo que desempeñan en una casa funciones útiles, que pueden
ser, y son, fíeles esposas y excelentes madres, sin perjuicio de pasar
tin buen rato conversando con las amigas de las contrariedades do-
mésticas, de las torpezas y picardías de las criadas y de otras cosas
por el estilo. Deduje de aquella rápida impresión que mi admirado
amigo tenía una mujer de su casa, y pensé, sin que el tiempo me haya
hecho cambiar de opinión, que no se casó, sino que le casaron. En
otro de los Pensamientos á que antes me he referido, puede ver el
lector una confesión del poeta, que confirma mi suposición. "He pa-
usado los días más hermosos de mi existencia — dice — aguardando á
"una mujer que no llega nunca. ,; Dónde me ha dado esa cita miste-
"riosa? No lo sé. Acaso en el cielo, en otra vida anterior á la que
'sólo me liga ese confuso recuerdo. Pero vo la he esperado y la es-
"pero aún, trémulo de emoción y de impaciencia. Mil mujeres pasan
"al lado mío : pasan unas altas y pálidas, otras morenas y ardientes,
"aquéllas con un suspiro, éstas con una carcajada alegre, y todas con
"promesas de ternura y melancolía infinitas, de placeres y de pasión
''sin límites. Este es su talle, aquellos son sus ojos y aquel el eco de
"su voz, semejante á una música. Pero mi alma, que es la que guarda
"de día una remota memoria, se acerca á su alma... ¡Y no la cono-
"ce...! Así pasan los años y me encuentran y me dejan sentado al
"borde del camino de la vida... ¡siempre esperando...! Tal vez vie-
"jo. á la orilla del sepulcro, veré con turbios ojos cruzar aquella mu-
"jer tan deseada, para morir como he vivido... ¡esperando y deses-
"perado...!" La vida fué, en efecto, para él, un continuo sufrimiento,
con muy breves períodos de tregua. Su hijo era, quizás, lo único que
S, XIX, 1858. GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER 221
alegraba su alma soñadora en aquel hogar, donde su mala salud ne-
cesitaba asiduos cuidados, donde podía vivir en el hermoso campa
de la fantasía con los seres ideales que creaba, y no pedir á la vida,
como nunca le había pedido, más que la calma material para poder
permanecer la mayor parte del tiempo posible en el mundo de sus
ideas, de sus quimeras y de sus delicados y hermosos sentimientos-
En los seis últimos años de su vida las dolencias físicas le hicieron
pasar penosas temporadas; pero, gracias al interés que inspiró á
González Bravo, á quien por esto sólo puede perdonarse cuanto hizo
de malo — y no fué poco — en la esfera política, logró vivir con holgu-
ra y atender fácilmente á sus obligaciones. La Revolución de 1868-
acabó con la Fiscalía de novelas; pero Bécquer continuó escribiendo
para El Museo Universal, y cuando, en 1870, fundó Gasset La Ilustra-
ción de Madrid en competencia con La Ilustración Español^i y Ame-
ricana, de Abelardo de Carlos, le confió la dirección literaria del
nuevo periódico ilustrado, en el que colaboró con su genial y admira-
ble lápiz su hermano Valeriano... El día 21 se agravó y expiró el 22.
á las diez de la mañana. Tan importante como lastimoso suceso pasó
inadvertido ó poco menos para el público. La Correspondencia ni
siquiera insertó la noticia. De los periódicos que entonces existían
sólo La Opinión Nacional y La Época anunciaron el fallecimiento de
Bécquer, dedicándole tres ó cuatro líneas, Gil Blas, recordando que
en el breve espacio de tres meses habían sucumbido 'los dos hermanos,
gloria uno de las artes y el otro de las letras, se limitó, en un arran-
que de soberbia, á llamar implacable á Dios. La Ilustración de Madrid
no pudo, hasta el día 27, anunciar la inesperada y sensible muerte de
su director, prometiendo publicar en el número próximo una amplia
biografía y el retrato del malogrado vate. Retrato y biografía, escrita
ésta por Narciso Campillo, aparecieron en el primer número de Ene-
ro del siguiente año... Admirado y querido como poeta, más que por
sus contemporáneos, que apenas le conocieron, por las generaciones
posteriores, los que le admiran y le aman saben de memoria sus rimas
y las evocan y repiten en sus momentos de melancolía ; pero las rimas
no son más que las bellísimas flores de un alma hermosa, privilegia-
da, encantadora: los sazonados y sabrosos frutos de su espíritu son
sus leyendas, sus artículos de crítica artística y literaria, las cartas
que le inspiró su estancia en el monasterio de Veruela, el prólogo de
la gran obra de Los Templos de España, sueño de toda su vida que
no pudo realizar. Eji su labor no es sólo el poeta : es la poesía, el
arte bajo todos los aspectos de la belleza moral é intelectual. Aunque
en su mocedad tuvo ocasión de conocer á los más insipirados poetas
antiguos y modernos, pronto cesaron de ejercer influencia en su
espíritu, que adquirió un sello propio contemplando, comprendiendo y
admirando la obra de Dios en toda su grandeza. En su producción
literaria circula la poesía como la sangre en el cuerpo humano, y hasta
cuando desea ser prosaico, no puede prescindir de la poesía de la senci-
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Hez y la sinceridad. Sus ojos sabían ver, tenían memoria de lo que veían
y no dejaba á su imaginación que los dominase : la ponía á su servicio.
■Cuando era su deseo describir un carácter, un aspecto humano, un pai-
saje, un monumento, un objeto cualquiera, su cerebro era la cámara os-
cura, en la que quedaba impresionado lo que veía; cámara oscura excep-
cional, porque no sólo se reflejaba en ella lo material, sino lo inmaterial,
V al afirmar como afirma á menudo que las palabras lo podrán expresar
lo que expresar desea, las que emplea le desmienten, porque son á un
tiempo dibujo, color, alma, vida. Como los de Cervantes y los de
Shakespeare, los caracteres, los tipos que han encarnado en sus obras
son definitivos y eternos. En toda su labor palpita la fe. No duda, y,
si duda, no quiere dudar: quiere creer, y cree. Las contrariedades y
las miserias de la vida jamás le quebrantaron: las disculpaba y las
perdonaba. Siempre fué serio. No rechazaba la broma, pero la es-
quivaba. Nunca le vi reír : sonreír siempre, hasta cuando sufría. Tam-
poco le vi llorar : lloraba hacia dentro. Era paciente, sufrido, resigna-
do, amable, bondadoso. Sabía compadecer, perdonar, admirar lo bue-
no y ocultarse á sí mismo lo mísero y lo malo. Alma tan grande como
la suya no cabía en cuerpo humano, y el suyo se rindió á aquella
grandeza ; pero su alma quedó en sus obras y en ellas vivirá eterna-
mente." J. Valera, Cart. americ: "Bécquer, en ambos Mundos y por
dondequiera que suena ó se escribe la lengua de Cervantes, no se le
ha de negar )a gloria de haber creado escuela. No es fácil explicar
en qué consiste la manera hecqueriana; pero, sin explicarlo, se com-
prende y se nota donde la hay. Las asonancias del romance aplicadas
¿ versos endecasílabos y eptasílabos alternados; la acumulación de
símiles para representar la misma idea por varios lados y aspectos;
una sencillez graciosa, que degenera á veces en prosaísmo y en des-
aliñado abandono; pero que da á la elegancia lírica el carácter popu-
lar del romance y aun de la copla; el arte ó el acierto feliz de decir
las cosas con tono sentencioso de revelación y misterio, y cierta va-
guedad aérea, que no ata ni fija el pensamiento del lector á un punto
concreto, sino que le deja libre y le solevanta y espolea para que bus-
que 'lo inefable y aun se figure que lo columbra ó lo oye á lo lejos
cual eco remoto de la misma poesía que lee." Difiere Bécquer de Zo-
rrilla y de los demás autores románticos de leyendas en muchas cosas,
<le suerte que nada tienen sus leyendas de románticas, aunque al vul-
go de los lectores así les parezca. Nada de efectos buscados y rebus-
cados, que den golpe por lo no esperados, por la novedad; nada de
exageraciones en situaciones y personajes, en el terror pretendido á
toda costa, en los caracteres rebeldes, indómitos, puntillosos, ni en
el floreo vano del decir. En cambio, las leyendas de Bécquer arran-
can de un hecho que pudiera ser real y realista, y lleno de verdad es
toílo su desenvolvimiento. Hay una gran sinceridrid, (jue c-n totlo se
transparenta, en vez del prurito i>oi llamar la atención y de sacu-
dir los nervios que hallamos en el romanticismo. Son superficiales, de
S. XIX, 1S58. GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER 223
hecho, las leyendas románticas y todo está en lo vistoso de las deco-
raciones, digamos, en lo que salta á los ojos. Bécquer estudiaba sus
leyendas con exquisito cuidado, en vez de dar brochazos escenográ-
ficos. El hecho real no era para él más que el sugeridor de una idea
levantada y sutilmente poética, tan dificultosa de expresar y con-
cretar, que es maravilloso el esfuerzo de expresión artística que su-
pone. Por ejemplo, el hecho en que se funda El Miserere pudiera
haber sucedido, es pintura realista; pero la idea de! poner en música
el pensamiento que encierra el salmo es tan dificultosa de concretar
como es hondo el modo cómo Bécquer sentía ese salmo. Qué sentía
Bécquer del salmo Miserere y de qué manera lo expresó : ese es el
sueño ideal del poeta realista, que, no sólo es realista en el cuento,
sino en la manera de expresar ese su hondo sentir el salmo. Afanaba
y sudaba por dar concreción real y artística á idea tan sutil y vapo-
rosa; lápiz en mano, dibujaba lo que tenía en la fantasía, hasta que
la idea quedase realizada, hecha cuerpo real sin perder nada de su
ideal sustancia. Esta lucha con los medios de expresión, con el len-
guaje, es la propia obra de arte. Mientras los románticos, sin estudio
ni miramientos escribían aprisa y corriendo, Bécquer trabajaba le-
yendo y enterándose por la historia hasta lograr la concreción de
su idea. Es lo propio de esta época de reflexión y de realidad, de
verdad y sinceridad, de ahondamiento en la idea y de esmero en
su expresión, cosas todas en que se distinguió Bécquer, como se distin-
guieron Aiyala y Tamayo, Fernán Caballero y Pereda. Ni por lo
sutil del pensamiento ni por ila riqueza de la fantasía han de llamarse
románticas las leyendas de Bécquer. No son románticas, no tienen
nada de la exageración en fondo y forma de las obras del romanti-
cismo, ni afectaciones ni cosas inverisímiles de ninguna especie. Son,
sí, muy ideales en el contenido y aspiración ; pero sin la espuma ro-
mántica, antes sólidamente zanjadas en descripciones realistas de he-
chos muy posibles y de todos los días, y desenvueltas con un gran
sentido de la realidad sincera ; son humanas, aunque soñadoras, por
cuanto brotan del anhelo ideal de un altísimo poeta. En el fondo y en
3a forma son obras cristianas y españolas, licor limpio y clarificado
que estaba en el romanticismo, después que se asentaron las heces
exageradas septentrionales : es lo que hemos llamado realismo. Con-
viene Bécquer en todo esto con otros poetas alemanes, como en sus
Rimas con Heine y Musset; pero tan sólo por ser todos ellos poetas
de la misma época. Ni en los sentimientos ni en lo£, asuntos tiene con
ellos nada de común, ni lo misterioso de Bécquer es lo misterioso de
Hoííman ni lo fantástico es del mismo género. En Bécquer la fantasía
es un tesoro riquísimo; pero que se emplea con toda discreción, sin
pasar jamás la raya de lo verisímil, como medio tan sólo para dar
concreción realista á la sutil idea. Si hubiera imitado á los alemanes
podrían señalarse asuntos, rasgos comunes particulares; pero no creo
dé con ellos el crítico más lince. No digo que no los leyera; acaso los
2 24 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
leyó, acaso no. Pero todo es suyo y muy suyo y sustancialmente dife-
rente. R. R. Correa, prólogo: "E¡n cada punto de España que había
visitado durante su vida artística había levantado su fantasía podero-
sa, unida á su nada común saber, un mundo de tradiciones y de histo-
rias, sólo con ver brillar el bordado manto de santa imagen ó leyendo
apenas una inscripción borrosa en oscuro rincón de arruinada abadía.
Esto explica su estancia en el monasterio de Veruela, sus correrías por
las provincias de Avila y Soria y las venidas á Toledo, donde vivió
un año y en donde estuvo tres días veinte antes de morir. Para él To-
ledo era sitio adorado y de su inspiración... En el fondo de sus escri-
tos hay lo que podría llamarse realismo ideal, único realismo posible
en artes, si no han de ser mera imitación de la naturaleza ó anacro-
nismo literario y han de llevar el sello de algo creado por el artista...
.^us leyendas, que pueden competir con los cuentos de Hoffman y de
Grimm y con las baladas de Ruckert y de Uhland, por muy fantásti-
cas que sean, por muy imaginarias que parezcan, entrañan siempre
un fondo tal de verdad, una idea tan real, que, en medio de su forma
y contextura extraordinarias, aparece espontáneamente un hecho que
ha sucedido ó puede suceder, sin dificultad alguna, á poco que se ana-
licen la situación de los personajes, el tiempo en que se agitan ó las
circunstancias que les rodean. No son una idea filosófica que ocultan
tal ó cual cosa y que quieren decir esto ó lo otro ; no : contienen una
realidad que, para grabarse más profundamente en el corazón, hiere
primero la fantasía con deslumbradoras apariencias y, disipadas éstas,
queda espontánea, fuerte y erguida. De la verdad ha de brotar la filo-
sofía y no de ésta ha de resultar aquélla. Tal sucede en las leyendas,
en los artículos y, sobre todo, en sus magnificas Cartas, modelos de
buen decir, verdaderas obras maestras de facundia y de lenguaje.
El Rayo de luna. Los Ojos verdes... aquel contorno de mujer...,
aquel hada de ojos verdes... ¿qué representan sino la mujer ideal...?
tQué significa aquel Miserere..., sino ese anhelar del artista, ese
luchar sin reposo con la forma, esa desesperación eterna por hallar
digno ropaje, línea precisa, color verdadero, palabra oportuna y nota
adecuada al mundo increado de su alma, á los hijos brillantes de su
fantasía?"
G. A. Bécquer: Obras, Madrid, 1871 ; 1881, dos vols. (3.* ed.) ;
1904, tres vols. (5.' ed. aumentada) ; 1907, tres vols. (6.* ed. aument.) ;
191 1 (7.» ed.), 1912. Consúltense: E. W. Olsted, Tales and Poems of
G. A. B., Boston, 1907 (con prefacio) ; Rafael Merchán, Estudios
críticos; Juan López Núñez, Biografía anecdótica de Bécquer, Ma-
drid, 191 5; Herminio Madinaveitia, Bécquer, ensayo crítico acerca
de .ui personalidad literaria, Vitoria, 1916; C. De Lollis, en Flegrea
(20 Mayo 1900), t. II.
77. Año 1858. Juan Valera y Aj-calá G altano (1824-
S. XIX, 1858. JUAN VA LERA 225
1905). hijo de don José Valera, oficial de Marina, y doña Dolores
Alcalá Galiano, marquesa de la Paniega, nació en Cabra, siguió
á su padre á Córdoba, Málaga y Sevilla, donde, siendo director
su pad.e del colegio de San Telmo, esperaba, con la gracia de
cadete de Artillería, seguir las armas; pero no aprobándolo
sus padres, estudió Latín y Leyes. En el Seminario de Málaga
estudió Filosofía; con su padre, Cosmografía y Geografía.
También aprendió francés, inglés é italiano. Leía mucho, aun-
que sin orden, y presumía de volteriano y romántico y hacía
versos, y confirmóse en su vocación literaria conociendo en
Málaga á Ros de Olano. A los diez y siete de su edad pasó á
Granada á estudiar Derecho en el colegio del Sacro Monte,
donde estuvo un año; pero logró de sus padres le trajesen á la
Universidad de Madrid, después de estudiado en la de Grana-
da el segundo curso; adonde vuelto, se bachilleró en 1844 y
publicó sus Ensayos poéticos. Granada, 1844. Con el título de
abogado (1846) vino á Madrid á buscar fortuna; el Duquc;
de Rivas, amigo de su padre, le llevó á Ñapóles como agregado
sin sueldo (1847), donde pasó dos años y medio enamorando
damas y aprendiendo griego clásico y moderno. Vuelto á Ma-
drid (1849), vagamundeó, siempre lamentando su falta de di-
nero para alternar con los que lo tenían, hasta que sus padres
le alcanzaron el nombramiento de agregado con sueldo para
Portugal (1850). Allí compró libros y comenzó á trabajar la
prosa, habiéndole aficionado á ello Estébanez Calderón. Pidió
ir al Brasil y fué como secretario de la Legación (185 1). Diez
meses había estado en Portugal; en Río Janeiro estuvo vein-
tiuno. Vuelto á Madrid (1853), comenzó á escribir en prosa
para los periódicos: para la Remsta de Ambos Mundos, donde
publicó Sobre los cantos de Leopardi, Del romanticismo en Es-
paña y de Espronceda, sus primeros artículos (1854). Dio
otros en La Revista Peninsular, que fundó con Caldeira y
Sinibaldo de Mas en Lisboa. Nombróle secretario Pacheco para
Francfort y Berna, en los di? 5 del Ministerio de la Unión li-
beral; pero le enviaron á Dresde (1854), donde estuvo diez
meses y aprendió alemán; luego, á París. En 1856, cuando el
golpe de Estado de O'Pjnnell, asistió en Palacio como oficial
que era de la Secretaría. Fué como secretario con el Diuque de
TOMO VIII.— |5
2 20 PRIMER PIÍRÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
Osuna por Paris, Bruselas. Munster, Berlín, Varsovia á San
Petersburgo (1856), donde estuvo seis meses. Cueto, subs«e-
cretario de Estado, que le había alcanzado el destino, publicó
mutiladas varias curiosísimas cartas que Valera le había es-
crito, sin saberlo don Juan, lo que molestó al mismo Valera,
ofendió al Duque y agradó al público. Volvió (1857) á Se-
cretaría en España y á escribir de crítica literaria y filosófica,
ya conocido como escritor ameno y entendido, sobre todo acer-
ca de la civilización en los cinco primeros siglos del Cristia-
nismo, impugnando las lecciones de Castelar, el cual respondió,
y la polémica dio como fruto el libro de Roque Barcia Las
Cátedras del Ateneo, que se prohibió. Sus artículos salieron
en El Estado, algunos en La América, en El Mundo Pintores-
co y otros periódicos. Publicó en 1858 un tomo de poesías. Al
cabo logró ser diputado por Archidona, á pesar de Posada
Herrera, después de haberlo intentado en balde varias veces.
Quiso ponerse de parte del Gobierno; pero, desatendido de
Posada, dejó el destino de 30.000 reales y se pasó á la oposi-
ción con González Bravo. En 1859 publicó La Malva, con Mal-
donado y Macanaz, Miguel de los Santos Alvarez y Alarcón,
aunque éste se fué á la guerra de África, no escribiendo más
que en el primer número; Alvarez era perezoso, Maldonado
tenía otros quehaceres y así él se lo hacía todo. En 1859 dejó
la carrera diplomática y explicó Filosofía de lo helio en el
Ateneo. Fuese á París con su madre, y á su vuelta, en 1860,
escribió con Segovia {El Estudiante) en la revista satírico-lite-
raria El Cócora. En 1860 explicó en el Ateneo la Historia
crítica de nuestra Poesía, y se metió de lleno por primera vez
en la política militante como redactor de El Contemporáneo,
adonde le llamó José Luis Albareda y donde escribió de todo,
entre otras cosas 20 capítulos de una novela, Margarita y Afi-
tonio (1861), que dejó interrumpida. I-^yó al entrar en la Aca-
demia (1862) su discurso La Poesía popular como ejemplo del
punto en que debieran coincidir la idea vulgar y la idea acadé-
mica sobre la lengua castellana. Mantuvo polémicas literarias
y ]X>líticas en El Estado, El Contemporáneo, La Esperanza,
El Pensamiento Español; pero fracasó en la política por su
moderación en las ideas, el equilibrio de su espíritu y el escep-
^^^.^^^^'í?^^
S. XIX, 1858. JUAN VALERA 227
ticismo Optimista, que le alejaba de toda afirmación ó nega-
ción violenta, y por la independencia de criterio, que no le per-
mitía someterse en todo caso al caudillo de un partido. Dejó
el moderado y pasóse á la Unión liberal; fué director general
de Agricultura (1864) y á poco estuvo como ministro en Franc-
fort (1865-67), nombrado por el Gabinete O'Donnell; vol-
vió á España, visitó París, casóse con doña Dolores Delavat
(1867) y se estableció en Madrid. Fundó la Revista de España
(1867), leyó discursos en la Academia, fué diputado por Mon-
tilla (1868), subsecretario de Estado (1868), ministro en Lis-
boa (i 88 i), en Washington (1883), en Bruselas (1886-88),
embajador en Viena (1893-95) y jubilóse como diplomático en
1896. Además fué director de Instrucción pública, senador vi-
talicio y de la Comisión que ofreció la corona a don Amadeo.
Su curiosidad filosófica, más atizada por la controversia sobre
la escuela krausista, le llevó á leer los místicos españoles y á
escribir su primera novela, Pepita Jiménez; después. El Co-
mendador Mendoza y Doña Luz, con las cuales intentó despertar
en España ciertas ideas filosóficas, que de su continuo pensar
y de las lecturas le bullían en la cabeza y no creía llegaran al
alcance del público expuestas de una manera didáctica, sobre
todo la de armonizar las ideas viejas de nuestros místicos con
las modernas, d(_ las cuales no creía desdecían en atrevimiento
y originalidad. Nada vence al amor: tal es la conclusión que
se saca de Pepita Jiménez. Val era es, ante todo, el más acabado
prosista de España en el siglo xix, cuanto á galanura, refinado,
gusto, natural sencillez, amenidad y buen humor. No sobresale
ni por el color ni por el sentimiento; pero aventaja á todos en las
dotes que manan de la pura inteligencia: el juicio sano, pers-
picaz y certero; el razonamiento sutil, deslindador las más ve-
ces y analítico, sintético á sus tiempos y altalmente comprensivo :
el rarísimo sentido común que le lleva á buscar los más natu-
rales argumentos y á exponerlos con evidencia maravillosa; el
más acendrado gusto, cuando de literatura erudita se trata ; la
ductilidad y acomodo ó el ningún dogmatismo y aun sobrado
escepticismo; la bondadosa anchura de mangas y cortesana
transigencia en gustos y doctrinas ; el arte supremo de la ame-
nidad; la finura de la más socarrona y azucarada ironía. Es
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io ]
228 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
el escritor que más llena á los lectores cultos y más enseña, sin
la menor apariencia de pretenderlo, así como su estilo, al pa-
recer llano y al alcance de todos, es el más acabado ejemplo de
la difícil facilidad. Como crítico de obras eruditas es no menos
el primero de su siglo en España, merced á este mismo talento
cerebraJ y analítico, á su sentido común, exquisito gusto y es-
tilo de su prosa; pero por sus inclinaciones aristocráticas des-
barra en cuanto atañe al arte popular, el cual jamás llegó á
comprender por no saberlo sentir. Humanista, no de grandes
fondos ni erudiciones filológicas ni menos lingüísticas; pero
sí de vasta y escogida cultura y de acendrado gusto helénico, ha
llenado sus obras críticas de principios estéticos, cuanto al arte
erudito, los más sanos, seguros y profundos que tuvo nadie en
España. Su cortesía de diplomático y su saladísimo ingenio,
rebosante de humorismo benévolo, derrama flores sobre ciertas
obras que critica, envuelve en cumplidos halagüeños á sus au-
tores, dando solamente á entender sus defectos con esta sutil
manera de galantería. Como novelista queda por bajo de Pe-
reda, Caldos, Blasco Ibáñez, Palacio Valdés y Alarcón, por
carecer del empuje de fantasía y brío de pasión en que sobre-
salen todos estos autores^o siendo sus personajes otra cosa
/-''Trtíe^vafraeiisrtícá' del"mismo don Juan Valera, que en ellos encar-
Inó y por ellos habla. Son, con todo, amenísimas sus novelas por
f^ laT mismas elevadas cualidades que brillan en sus demás obras,
• no diferenciándose de ellas más que en la fomia dialogada,
é cuando no razona el autor por cuenta propia, y en una discreta
acción, verisímil y bien desenvuelta entre tipos bastante reales
por de fuera, pero por de dentro con el mismo espíritu del au-
tor, si bien suficientemente diferenciados por hacer los varios
papeles que el mismo autor distribuye, conforme á la variedad
de pensares y sentires que en su eclecticismo personal holgada-
mente tenían cabida, discutiendo el pro y el contra de cualquier
asunto, como en sus demás escritos suele hacerlo. Aunque sin
ningún dogmatismo, fué Valera gran pensador, filósofo ecléc-
tico algo escéptico y epicúreoimuy curioso de investigar todo \\-
naji?'de míatenos y reíüncíiteces y maravilloso expositor de ellas
en sus novelas, cuentos y críticas, con el más fino humorismo
andaluz, que acá en cristiano llamamos chunga, guasa y pitorret^ :
S. XIX, 1858. JUAN VALERA 22g
cosas taii españolas, que no sé cómo puedan decirse en ninguna
lengua del mundo.
'8. La madre de don Juan había estado antes casada con un
brigadier suizo al servicio de España, de quien tuvo á don José Freü-
lleiT, heredero del título materno. Su padre se retiró y fué perseguido
por liberal ; pero, al morir el Rey, volvió á las armas como coman-
dante en Cabra, después gobernador de Córdoba y comandanfe del ter-
cio naval en Málaga, y más tarde director del colegio de San Telmo.
Los verdaderos educadores de Valera fueron el Duque de Rivas y
A, Alcalá Galiano. De ellos tomó el buen gusto, el odio á toda mani-
festación ruidosa, á toda salida de tono, además del buen humor, el
arte de charlar y contar cuentos y gracias, el esmero en el escribir,
la elegancia cortesana en todo, la claridad y agudeza del ingenio.
Carta á su madre desde Lisboa : "No creo que mi carrera ni mis es-
tudios me proporcionen, como usted espera, grandes ventajas en lo
por venir; después, estoy convencido que lo que soy hasta ahora se
lo debo al favor, y que si no hubiera tenido valedores, sería aún
agregado sin sueldo, ó ni esto siquiera. El único modo de hacer valer
lo que sé, dado que yo sepa algo, no pudiendo salir diputado, sería es-
cribir, y para esto hay dos grandes dificultades: la primera, mi desi-
dia, desaliento, falta de habilidad y de costumbre, y la segunda, su-
poniendo aquélla vencida, la indiferencia y hasta mala voluntad del
público español, poco amigo de leer cosas serias. La única ventaja
que saco yo de los estudios está en ellos mismos, no habiendo cosa que
más me divierta y entretenga que la lectura, ni mayor deseo en mí,
después del de tener dinero (porque en éste se resumen y completan
todos los deseos humanos), que el de saber." En otra á García de
Quevedo, desde Río Janeiro: "Yo me siento incapaz de ser dogmático
en mis opiniones filosóficas; ando siempre saltando del pro al contra
y dudando y especulando, sin atreverme á seguir doctrina alguna. La
poca ciencia que tengo me pesa como si fuera mucha, tan débil es mi
entendimiento, y te aseguro que, cuando estoy en mí, le pido á Dios
que me envíe su gracia y me quite la ciencia de encima." J. Valera,
en cartas: "Mis necesidades son grandes; mis gustos por el lujo y el
bienestar y mis recursos, extremadamente escasos." "Si algo me im-
pacienta es la pobreza. Por eso me quiero meter, por el pronto, á
autor dramático. Es el medio más corto de obtener cien duros al
ines, que es cuanto deseo para vivir holgadamente." "Esta afición
mía á las faldas es terrible." "El mundo, al fin, no es una cosa
tan mala." "Ya conocerá usted que, á pesar de mi liberalismo filo-
sófico, soy aficionadísimo á la gente de alto copete, y tanto, que
me aflige y entristece la de mal tono." Cuando Valera comenzó,
á su vuelta de Rusia (1857), á figurar en la política y el perio-
dismo como moderado, de criterio imparcial y sereno, ecléctico,
escéptico y tolerante, sobresalían en las letras Ayala, Alcalá Galiano,
23o PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
Ventura de la \'ega, Hartzenbusch, el Marqués de Molins, Alarcón,
Tamayo, Pastor Díaz, Campoamor, Santos Alvarez, Lafuente, Noce-
dal, Castelar, Amador de los Ríos, Fernández Jiménez, el Marqués
de Valmar, Selgas, Fernández Guerra, Aparisi, el Duque de Rivas.
Eo la crítica del Ensayo, de Donoso Cortés, mostró desconfiar de la
democracia y sólo creía bueno el dominio de la clase media, de la inte-
ligencia, el saber y la riqueza, y creía que Donoso Cortés confundía
la teología con la religión. Rebatióle como ultrarreaccionario en nom-
bre de la razón y de Ja tolerancia, y censuró a Castelar de faJta de
claridad en la expresión de las ideas, de sobra de floripondios, de
querer conciliar opiniones irreconciliables: "el progreso es para nos-
otros una creencia, no una ciencia. El progreso en que creemos está
limitado por la misma condición del hombre, y de esta suerte, ya que no
se funde en la doctrina cristiana, no se opone á ella tampoco". De-
cíale á Castelar que demostrase claramente cómo el cristianismo, lejos
de ser contrario al progreso humano, era causa muy eficaz del mismo;
pero que cristianismo y progreso son cosas diferentes, como son la
perfección cristiana, cosa que está fuera de este mundo, y el progreso,
que está en el mundo mismo. J. Juderías, D. J. Valera (1914, Jul.) :
•'Los orígenes de la novela de Valera hay que buscarlos en la gran
controversia filosófica á que dio lugar la aparición de la escuela
krausista. Esta controversia interesó mucho á don Juan y motivó sus
trabajos titulados El Dios Yo (1859), la Carta de Roque á Petra
(1859), las Aclaraciones á la Carta de Roque á Petra (1860), los Frag-
mentos filosóficos (1860), su estudio Sobre la enseñanza de la Filo-
sofía en las Universidades, las Cartas trascendentales acerca del fun-
damento filosófico de los partidos políticos en España (1863), sus
Cartas á Campoamor sobre lo absoluto (1865) y sus trabajos poste-
riores, que se titularon Metafísica á la ligera y La Metafísica y la
poesía (1883 y 1890, respectivamente)... Si hemos de atenernos á lo
que dice Valera en el citado prólogo de Pepita Jiménez, donde mejor
se encuentran los orígenes filosóficos de esta novela es, á no dudarlo,
en los diálogos que llevan el título de El Racionalismo artnónico. Die-
ron pie á estos diálogos, publicados en 1873, poco antes de la apari-
ción de la famosa novela, un trabajo de don Nicolás Salmerón, que
llevaba el título de Principios analíticos de la doctrina del tiempo.
Las afirmaciones contenidas en este artículo indujeron á Valera á ex-
plicar el krausismo "de un modo llano y pedestre, por medio de diá-
logos entre una Glafira, un Filodoxo y un Filaletes".
A la vez dulce y amargo, irónico y serio, es Valera el artista aris-
tócrata del más refinado gusto: alquitarado en dorado licor y diluido
en sabrosa prosa, propina á los lectores cultos su escepticismo sutil con
tal hechizo, que el que una vez le lee no puede menos de apetecer todas
sus demá.s obras. Los naturalistas menospreciarán su clasicismo; los
críticos severos vocearán que su crítica empalagosa y amiga de conten-
tar á todos más es elegante panegírico, que envuelve á veces una del i-
S. XIX, 1858. JUAN VALERA 23 1
cada tomadura de pelo; otros añadirán que llevado él mismo toda su
vida en brazos de la fortuna por haber nacido de pies, como dicen, todo
le ve envuelto en nubes de color de rosa y jamás supo lo que es sufrir
y luchar en la vida. Todo ello es cierto; pero no lo es menos que don
Juan tiene muchísimo garabato para enganchar y engatusar y entre-
tener á sus lectores. Toda su estética se reducía á la amenidad, esto
es: escribir de suerte que los lectores se entretengan y no se aburran,
que por eso los libros literarios llamáronse libros de entretenimiento.
Es el escritor andaluz de mejor sombra y de mejor ángel que Dios
echó al mundo. Ni es su entretenimiento con cosillas superficiales,
con notas de color, con pinturas de toreros y graciosas hembras, con
literatura de abanico, en una palabra, como algunos han entendido
mostrarnos el alma de Andalucía, no enseñándonos más que algo de
su corteza. Valera ni la corteza ni el alma de Andalucía se empeñó
en hacernos ver; es escritor universal, culto, de no muy hondas erudi-
ciones; pero con unas dedaditas de filosofía y de todo linaje de co-
nocimientos, que adoben sus críticas y novelas, y, sobre todo, con la
sal á puñados del culebrear con el pensamiento, adelgazando los jui-
cios, quebrándolos de puro adelgazarlos, deslindarlos y apurarlos; con
el aristocrático piropear á los que critica y el enmelado enlabiar á
los lectores ; con el buen ángel, en suma, que le sopla siempre sin can-
sarse y á pedir de boca. Han dicho algunos que Valera supo robar á
nuestros místicos ideas, estilo y lenguaje; no cabe mayor disparate
crítico en literatura. Valera es un escéptico como escritor, forrado
de epicúreo; su estilo tiene otro corte más moderno y humorístico
que el de nuestros clásicos; en el lenguaje se le escapan no pocos ga-
licismos y no tiene la riqueza sintáctica ni léxica de nuestros viejos
autores. La mística de Pepita Jiménez nada tiene que ver con la de
nuestros autores místicos; es mística vuelta del revés, mística de don
Juan, mística, por lo mismo, humorística y socarrona, de pega, de
chunga y entretenimiento ; no tiene ni una brizna de verdadera mís-
^._^ca. Es Pepita la mujer limpia, elegante y sabionda, el ideal de mu-
jer con que siempre Valera soñó y pintó en todas sus novelas. Los
escrúpulos del seminarista son los que en las gentes de Iglesia caían
en gracia á don Juan y que, después de celebrarlos regocijadamente
para su íolapa, los trae aquí á colación con la más picara seriedad del
mundo para volverlos á celebrar y reír cuando los vea acogidos en
serio por los lectores, á la manera que juguetea con los autores ame-
ricanos en sus Cartas, llenándoles de piropos para regodearse después
á solas pensando en cómo se chuparán los dedos con tan melosa y
rica tomadura de pelo. Valera era muy largo y muy lagarto y esta
socarronería y buena sombra andaluza es la que hace admirables to-
dos sus escritos. La erudición de Valera es otra tomadura de pelo á
los que en ella creen; toda ella es de segunda mano, de cosas oídas y
de enciclopedias. Sino que pocos habrá habido que supiesen vender
tan cara la erudición barata y común, y no cometía ningún robo al
232 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (1850-1869)^
venderla cara, porque la sal con que la sazonaba valia más que oro
molido. Sin ese revolotear saladísimo é ingenioso en torno de un tema
cualquiera, paliqueando siempre él mismo hasta por labios de los
mismos personajes de sus novelas, las novelas de Valera no valdrían
un pitoche. Ese prurito de filosofar que algunos le achacan para reba-
jar el mérito de ellas es cabalmente lo que las realza de precio; y el
hablar siempre el autor y el mismo descarado yo que en todas partes
menudea y que en la mayoría de los escritores suele ser insufrible, es en
Valera graciosísimo y condimento indispensable. Tampoco es idealis-
ta ni académico ni frío en sus novelas. Realistas son todos sus toques,
como que las más veces no hace más que pintarse á sí mismo, sus
gustos y opiniones; quien así se pinta y escribe tan subjetivamente,
tampoco puede ser frío; y el escritor subjetivo y realista no puede de-
cirse académico. Fuera de algunas apreciaciones muy particulares,
Valera tenía manga ancha para todas las opiniones, en todo hallaba
qué alabar y con qué contentarse y contentar al criticado y á los lec-
tores, y una de las cosas más graciosas en él es ver los juegos mala-
bares que hace con las ideas para conseguirlo y ilos artilugios diabó-
licos que le sugiere su buen ángel. Porque, además, hay en Valera
una nota que no creo tenga aada de académica y que le hace muy
simpático, y es el sentido comihi, tan poco común en otros escritores
como común en él, y con el cual desarma á cualquiera. El quid está
en saber aderezar lo que dicta el sentido común con Ja sal y pimienta
que él lo adereza, como adereza y hace valer la común erudición que
le viene á mano. Valera es un antecesor de Anatole France, acaso
con menor erudición, acaso no; pero con no menor humorismo, mayor
sal y picardía y, sobre todo, que, en vez de afeminar al público que
le lee, le alienta, no sólo al arte, sino hasta á la moral y la religión,
hasta cuando parece guasearse algún tanto de ciertas ideas. En el
for»do fué un creyente y creyente murió; muy conservador, á pesar
de los pujos progresistas de sus mocedades, y más aristócrata y me-
nos democrático y popular de lo que convenía. Su mayor tacha fué
menospreciar al pueblo, no apreciar lo que en el pueblo hay de eterno
por lo instintivo, lo mismo cuanto al arte que cuanto á la historia.
Sólo en este punto fué académico y pésimo aquilatador de las cosas.
En la Academia Española tenía puestos todos sus amores, y el Dic-
cionario académico era su breviario. Y, sin embargo, por sus dichos,
por su sentido común, por su buena sombra, fué lo que fué, quiero
ro decir, por lo que mamó con la leche del pueblo andaluz. Las nove-
las de Valera son todas variaciones de un solo personaje, que es él
1 mismo, ya haciendo de hombre, ya de mujer. En Pepita Jiménez éi
es Pepita y él es el seminarista, como él es doña Luz y el Comendador
Mendoza. En todos sus personajes está don Juan el casuista y el
socarrón. Casuístico es, en efecto, todo su procedimiento noveles-
co, no menos que su procedimiento critico. Escritor cerebral, más
bien que intuitivo, juega con las ideas, desentrañándolas, deslindan-
S. XIX, 1858. JUAN VALERA 233
do, distinguiendo, apurando y adelgazando con penetrante sutileza.
De ahi el que á muchos no guste su crítica, por no ser cortada
á puros hachazos y exagerada como en otros. De ahí el género
psicológico de su novela, desmenuzando y apurando una concien-
cia, esto es, la lucha oculta en almas refinadas entre la pasión y el de-
ber. Ahora bien, "la casuistique, dice Brunetiére, est lame méme
de l'art de représenter les passions". Claro es que este método de no-
velar sólo contenta á lectores maduros y refinados y que es demasiado
sutil para los jóvenes y para el pueblo, y no menos frío y poco melo-
dramático, que es lo que al común de los lectores suele gustar en las
novelas. Además, Valera tenía poca fantasía, no era intuitivo, sobre-
saliendo más bien como discursivo y analizador de conceptos, por lo
cual no brillan sus escritos por el color, por los afectos, por la sensi-
bilidad, siendo algún tanto fríos en esta parte. Semejase extrañamen-
te á Sainte-Beuve en la crítica, en el estilo, en el sabor agradable-
mente escéptico y en el método psicológico de novelar. Pepita Jiménez
tiene el mismo asunto que Voluptc, y si Valera se precia de haberse
empapado en nuestros místicos, el autor de Port-Royal se había for-
mado en los moralistas del siglo xviii. No es, repetimos, académico
ni idealista hasta cierto punto; pero no deja de ser, á otro viso, en-
trambas cosas. Académico, por sus aficiones á la Academia y á cierta
reglamentación y poco empuje en golpes de audacia y valentía, y aca-
so no menos en lo apurado del gusto, que, á ser enteramente helénico,
no llevara consigo la frialdad que lleva como fruto dé su arte más
discursivo que imaginativo. Se han comparado sus obras á una gale-
ría de estatuas de fino mármol de Paros. Idealista es, no sólo por su
inclinación á razonar ideas más bien que á verlas y expresarlas cua-
jadas en escenas, sino, además, por ser poco realista en sus concep-
ciones generales. Su mejor novela, Pepita Jiménez, es en esta parte
enteramente falsa. No se da en la realidad una Pepita como ésa, y
tan sólo es verisímil, encarnando, como encarna, en ella el mismo
sutil razonador don Juan. Es mucha hembra aquélla y demasiado
filósofa. Menos se da en la realidad semejante seminarista. Hoy no
suelen ser tan listos los que se dan en España, y á la vez tan sandios
é ignorantes ni hoy ni nunca se dieron. Cualquier seminarista le coge
i don Juan, en los razonamientos que al suyo le presta, en mil igno-
rancias y sandeces, en que no caen los que conocen nuestra Teología
y nuestra Moral. Don Juan conocía entrambas cosas muy de sobre-
peine, y es cosa de risa que nos quiera hacer creer que todo eso lo
tomó de nuestros místicos. Son sofismas de quien no ha calado en la
doctrina católica. De hecho Valera es un perfecto sofista y sofístico es
su método. El que no conozca á Sócrates ni Platón puede conocerlos,
cuanto al método, leyendo á Valera. Hasta en el fino gusto y en
el tornear del lenguaje es un Platón y un Gorgias. Ni el seminarista
ni Pepita están tomados de la realidad; son tipos ideales, conformes
á la idea que Valera se había forjado de un seminarista que tuviera
234 PRIMER PERÍODO DE L.\ ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
SUS conocimientos religiosos y su corazón enamoradizo y epicúreo, y
de una hembra que llevase envestida la parte femenina v aun algo de
la masculina de don Juan. Como todo Valora se halla en cualquiera de
sus obras, es menester conocer sus ideas religiosas y filosóficas. Va-
kra fué católico en doctrinas; pero en arte fué cristiano y pagano á
la vez y más pagano que cristiano. No entendió jamás que esta vida
fuese un valle de lágrimas, sin duda porque no aprendió á sufrir ni
tuvo que sufrir, á no ser en pequeneces; para él la vida es buena, el
vivir es de color de rosa. Quería estar bien con su conciencia, algo
elástica, que se esplayara por el edén de la vida, y anhelaba coger de
este mundo las flores de todos los placeres, que para eso los ha puesto
Dios en él. Fué, prácticamente, un verdadero epicúreo, no de los de
baja estofa, sino de los verdaderos á la antigua, ganoso de gozar
aristocráticamente todo lo placentero que se da en la vida. Perdona
fácilmente toda falta, como flaqueza de la picara humana naturaleza.
En Pepita Jiménez se le ve sutilizar cuanto puede para casar linda-
mente la moral cristiana con la epicúrea, y como estaba más en-
golosinado de la soltura epicúrea que de la abnegación cristiana,
sbsuelve al seminarista porque cae en las redes del amor de una
tan boniti y picara viudita, como absuelve en Genio y figura de cuan-
to pecaron á los que mucho amaron, volviendo del revés el dicho de
Jesús á la Magdaleni. Valera, espíritu aristocrático por educación,
clásico, erudito y académico, todo en el buen sentido de estas palabras,
"Tiene una falta en su criterio artístico, en todo lo demás tan discreto,
acertado y el más cabal acaso de nuestros críticos. La falta está en
no poder apreciar lo popular, lo no aristocrático, lo no académico, lo
no erudito, lo no clásico. Puede verse, dondequiera que toque puntos
de literatura popular, sobre todo en su Discurso de entrada en la Aca-
demia, en el cual precisamente fué á tratar de este asunto, ajeno ente-
ramente á su ningún conocimiento sobre lingüística, folklore y poesía
n,edioeval. Allí hocicó magistralmente. Refutáronle, defendióse ; pero
harto mal. Véa:ise Estudios críticos (1864), págs. 262 y siguientes. Ni
del Cantar de Myo Cid, ni del Romancero, que constituyen la admira-
ble epopeya castellana, da muestras de entender una palabra. La poe-
sía popular para él no brilló en España hasta los siglos xvi y xvii,
confundiéndola lastimosamente con la erudita y clásica. Faltábale á
Valera instrucción lingüística y filológica y sobrábale rumbo aristo-
crático. El estudio lingüístico lleva al aprecio del habla como producto
evolutivo popular y forma el criterio científico moderno para prefe-
rir á todo lo individual, reflexivo y erudito lo popular, común é in-
consciente, el habla como principal obra artística de la nación, los
cantares del pueblo y los romances ó épica popular; finalmente, todo
le folklórico, única mina de creación humana que los mismos eruditos
han beneficiado y fuera de la cual no hay otra que pueda aprovechar
la grande y verdadera literatura objetiva, ya que la subjetiva llévala
cada poeta en su propia alma. De lo que \'alera ha sabido más que
S. XIX, 1858. JUAN VAI.ERA 233
todos los autores españoles antiguos y modernos es de crítica estética
sobre literatura erudita. En esto no hay quien se le aventaje. Podría
de sus obras entresacarse tal montón de admirables observaciones, de
tan exquisito gusto y de tan común sentido, que pudiera formarse
un verdadero tratado de estética teórico-práctico como no lo hubiera
escrito ni el mismo Menéndez y Pelayo, el cual, sin embargo, llegó á
comprender y gustar mucho más que \^alera la literatura medioeval,
por lo menos en los últimos años de su vida, merced á la semilla que
en su criterio había depositado Milá y merced á los estudios que en
los últimos años de su vida hizo de aquella época literaria. Algo se
resintió, con todo, por su exclusivo clasicismo, no llegando á apreciar
enteramente lo popular ni en la literatura ni en el lenguaje. Valera,
que no tuvo por maestro á Milá ni hizo estudios lingüísticos ni me-
dioevales, miró siempre lo popular con desdén y ni siquiera alcanzó a
distinguirlo de lo erudito, juzgando tan sólo lo no erudito como vulgar,,
plebeyo, grosero é informe. Así afirmó que la prosa fué antes en
España c_ue la poesía; que la literatura popular no valió nada hasta
el siglo XVI, cuando precisamente desapareció la gran poesía popular,
que fué ',a medioeval ; que la literatura erudita precedió en la Edad
Media á la popular y la encarriló ; que no hay hasta el siglo xvi cosa
que valga la pena de leerse fuera de la Celestina y las Coplas de Jor-
ge Manrique; que todas las poesías primitivas populares fueron he-
chas por una aristocracia sacerdotal ó guerrera. "La prosa y la poe-
sía cultas, dice, y hasta la poesía por todo extremo artificiosa, se
formaron también por reflexión y con estudio, antes de que el puebla
desanudara la lengua y rompiese en cantos que no fueran informes
y bárbaros del todo. Y lo que en general digo de las naciones de
Europa, puede también decirse de España. Entre nosotros no hubo
poesía popular, digna del nombre de poesía, hasta fines del siglo xv
ó principios del xvi ; á la poesía popular precedió entre nosotros la
erudita, y á la perfección de la poesía, considerada en general, la
perfección de la prosa. Las Partidas, El Conde Lucanor, Las Cróni-
cas y La Celestina, valen diez veces más que todos los poemas y can-
ciones anteriores al siglo xvi. Los romances ó no existen ó valea
poco, antes de esta época... El poema del Cid parecerá siempre á los
más de sus lectores un trabajo artificial y erudito, donde se nota el es-
fuerzo para expresarse en una lengua ruda y apenas formada, y donde
se imita la versificación francesa de las canciones de gesta... Todo
esto prueba, á mi ver, que la poesía popular, cuando ha tenido en Es-
paña su verdadera eflorescencia, ha sido en ios siglos xvi y xvii...
La originalidad vino cuando el pueblo tuvo plena conciencia de sí y
se manifestó en el romancero (¡ erudito de fines del xvi ! !) y en el
teatro. Nuestra literatura de la Edad Media se puede demostrar que
es menos original... que la posterior al Renacimiento." Todo este
cúmulo de disparates sonaron en su Discurso de recepción de la Aca-
demia, esto es, en la ocasión más solemne y en la obra de más em-
236 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (1850-1869)
peño que escribió Valera: "Cuando reflexioné que para entrar aquí
había de presentar un escrito, si breve, duradero, y había de dar ra-
zón de mí, la cual, siendo indigna de esta Academia, perpetuaría la
Indignidad, porque la Academia comunicaría su vida y su duración
L mi escrito, y no sería éste como otros muchos escritos míos, perdi-
dos en el inmenso fárrago de los periódicos y condenados al olvido
para siempre." Por fortuna, la Academia Española no da vida á obra
alguna que en sí misma no la tenga y menos la dará á aquel Discurso,
el más disparatado que escribió Valera por haberse metido en cosas
que no entendía, mientras que sus críticas de los periódicos, recogidas
en libros, son su verdadera gloria, para mí mayor que la de sus nove-
las, porque el timbre principal de su gloria es la crítica literaria, don-
de expone sutil y amenamente los más hondos principios del más ex-
quisito gusto y del arte más acendrado. Valera fué redactor de El
Contemporáneo (1860-65), director de El Progreso (1865), colabora-
dor de muchos periódicos, y firmó á veces Un aprendiz de helenista,
Eleutcrio Filogyno y Currita Albornoz. Valera, Estudios críticos, 1864,
dedic. : "Ni aun en la época de mayor fervor y entronizamiento del ro-
manticismo había sido yo romántico, sino clásico á mi manera, ma-
nera por cierto harto diferente del pseudo-clasicismo francés introdu-
cido en España por Luzán y los Moratines. Yo era adorador de la
forma, pero de la forma íntima, espiritual, no de la estructura, no dei
atildamiento rítmico, pueril y afectado; yo era fervoroso creyente de
los misterios del estilo, en aquella sencillez y pureza por donde el es-
tilo realza las ideas y los sentimientos, y pone en la escritura, con
encanto indestructible, toda la mente y todo el corazón de los auto-
res." J. Valera, Dedic. de El Comend. Mendoza: "Escribí mi primera
novela sin caer hasta el fin que era novela lo que escribía. Acababa yo
de leer multitud de libros devotos. Lo poético de aquellos libros me
tenía hechizado, pero no cautivo. Mi fantasía se exaltó en libertad y
mi seco espíritu se atuvo á la razón severa. Quise entonces recoger
como en un ramillete todo lo más precioso, ó lo que más precioso
me parecía de aquellas flores místicas y ascéticas, é inventé un per-
sonaje que las recogiera con fe y entusiasino, juzgándome ye por mí
mismo incapaz de tal cosa. Así brotó espontánea una novela, cuando
yo distaba tanto de querer ser novelista." M. Pelayo, Heterod., III,
pág. 814: "Mi dulce Valera, el más culto, el más helénico, el más re-
gocijado y delicioso de nuestros prosistas amenos y el más clási-co, ó
más bie.T el único verdaderamente clásico de nuestros poet;i.^. La ale-
gría franca y serena y el plácido contentamiento de la vida nadie los
ha expresado en castellano con tanta audacia y al mismo tiempo con
tanta suavidad y gracia ateniense como Valera. Es uno de los pocos
quos aequus amavit Júpiter: naturaleza de escritor algo pagana, pero
no cif-rtamente con el paganismo burdo de Carducci. sino con cierto
paganismo refinado y de exquisita naturaleza, donde el amor á lo sen-
sible y plástico y á las pompas y verdores de la genial primavera, se
S. XIX, 1858. JUAN VALERA 337
ilumina con ciertos rayos de misticismo y teosofía, y no excluye eJ
amor á otras hermosuras más altas, bien patente, v. gv., en la hermosa
oda de El Fuego Divino. No es Valera muy cristiano en el espíritu
d€ sus novelas, una de las cuales, la más bella de todas, aunque pueda
interpretarse benignamente (y yo desde luego la interpreto) en el sen-
tido de lección contra las falsas vocaciones y el misticismo contrahe-
cho, á muchos parece un triunfo del naturalismo pecador y pujante
sobre la mortificación ascética y el anhelo de lo sobrenatural y ce-
leste."
La mayor parte de las obras de Valera salieron primero en perió-
dicos y revistas; los discursos académicos, aparte. Las ediciones pri-
meras en tomos, todas madrileñas, menos las señaladas, son como
siguen: Poesías, 1858, i88ó. Estudios críticos sobre literatura^ po-
lítica y costumbres de nuestros días, 1864, dos vols. Poesía y arte de
los árabes en España y Sicilia, traduce, de A. F. Schack, 1867-71,
tres vols. Pepita Jiménez, 1874. Las Ilusiones del Dr. Faustino, 1875.
El Comendador Mendoza, i^yy. Disertaciones y juicios literarios,
1878. Pasarse de listo (1878). Tentativas dramáticas, i8yg. Doña Luz,
1879. Dafnis y Cloe, 1880. Cuentos y diálogos, Sevilla, 1882. Algo
de todo, ibid., 1883. Apuntes sobre el nuevo arte de escribir nove-
las, 1887. Nuevos estudios críticos, 1888. Cartas americanas, 18S9.
Nuevas cartas americanas, 1890. Ventura de la Vega, biografía y
estudio crítico, 1891. Las Mujeres y las Academias, 1891. Pequene-
ces, Currita Albornoz al P. Luis Coloma, 1891. La Metafísica y la
poesía, 1891, La Buena fama, 1894. Juanita la larga, 1895. ^^ Hechi-
cero, 1895. Cuentos y chascarrillos andaluces, 1896. Genio y figura... ^
1897. A vuela pluma, 1897. De varios colores, 1898. Morsamor, 1899.
Ecos argentinos, 1901. Florilegio de poesías castellanas del siglo xix^
1902-03, cinco vols. El Superhombre y otras novedades, 1903. Tera^
péufica sociul, 1905. Discursos académicos, 1905, tomos I y II de la
Colecc. de obras completas. Mariquita y Antonio, fragmentos, 1907^
t. XIII de la Col. de obr. completas. Correspondencia, 1913, dos vols.
de la Col. de obras completas. Historia, y política (1869-1887), 1914.
Estudios críticos sobre filosofía y religión (1883-89, t. XXXVI).
Cartas americanas, 1916 (t. XLIII). Miscelánea (t. XLV), 1916. En
Rev. España: El Budhismo esotérico (1887, t. CXVI). El Raciona-
lismo armónico de Glafera (1873, ts. XXXIII-XXXIV). La Revolu-
ción y la libertad religiosa en España (1869, t. VIII). Un poco de
crematística (1870, t. XIII). Sobre el concepto que hoy se forma de
España (1868, t. I). Figuras de Alemania contemporáneas (1887,
t. CXVIl). Apuntes sobre el nuevo arte de escribir novelas (1886-87,
ts. CXI-'CXV). Con motivo de las novelas rusas (1887, t. XCVII). Le-
yendas del antiguo Oriente (1870, ts. XV-XVII). Pepita Jiménez (1874).
Las Ilusiones del Doctor Faustino (1874-75). El Dr. Fastenrath (1870),
t. XII. Críticas (1869-87). En Esp. Mod.: Novela parisiense mejicana
(1889, Mayo). Tabaré, por J. Zorrilla (1889, Set.). La Religión de la hu-
238 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
manidad (1889, Oct., Xov.). Morriña, por Pardo Bacán, etc. (1889,
Dic). Sobre lo inútil de la metafísica v la poesía (1890, En., Nov.). El
Renacimiento clásico en la líter. catal. (1890, En.). Portugal contetn-
f cráneo (1890, Febr.). Viagens na Gálica, por L. F. Silveira (1890,
Marz.). Verdades poéticas por M. Palau (1890, Mayo). Novela-pro-
grama (1890, Mayo), Catálogo... de García Peres (1891, Ener.). Di-
sonancius y armonías de la moral y de la estética (1891, Mar., Abr.).
Colección de papiros... (1894, Mayo). El Hechicero (1894, Jun.). La
Buena fam^a (1894, Oct.-Dic). Influencia del elemento indígena en la
cultura de los moros del reino de Granada, por F. J. Simonet (1896,
Febr.). Sobre dos tremendas acusaciones contra España (1896, Febr.).
Los Jesuítas de puertas adentro (1896, Abr.). El Superhombre (1897,
Dic). En Bolet. Acad. Esp.: Noticia autobiográf., 1914 (I, 128-140,
escrita en 1863). Obras com^pl.: i, Discursos académicos, 1905. 2,
Disc. acad., 1905. 3, Doña Luz, 1910. 4. Pepita Jiménez, 191 5. 5, Las
Ilusiones del Dr. Faustino, 1906. 6, Id., 1906. 7, El Comendador Men-
doza, 1906. 8, Pasarse de listo, 1906. 9, Juanita la Larga, 1906. 10, Genio
y figura, 1907. 11, Morsamor, 1907. 12, Dafnis y Cloe, 1907. 13, Novelas
y fragmentos, 1907. 14, Cuentos, 1907. 15, Cuentos, 1908. 16, Teatro,
1908. 17, Poesías, 1908. 18, Poesías. 1908. 19, Crítica literaria (1854-56).
1908. 20, ídem (1857-60), 1909, 21, ídem (1860-61), 1909. 22, ídem (1861-
63), 1909. 2T„ ídem (1864-71), 1909. 24, ídem (1873-78), 1910. 25, ídem
(1878-82), 1910. 26, ídem (1886-87), 1910. 27, ídem (1887-89), 191 1.
28, ídem (1889-1896), 1911. 29, ídem (1896-98), 1911. 30, ídem (1899-
1900), 1912. 31, ídem (1901-05), 1912. 32, ídem (1901-05), 1912, 33,
ídem (1901-05), 1912. 34, Estudios crít. sobre filosofía y religión
(1855-63), 1913. 35, ídem (1863-88), 1913. 36, ídem (1883-80), 1913. 37,
Historia y política (1859-1863), 1913. 38, ídem (1869-87), 1914. 39,
Estudios críticos sobre hist. y polít. (1892-98), 1914. 40, Hist. y polít.
(1896-1903), 1914. 41, Cartas americanas (1888), 1915. 42, ídem (1889-
90), 191=^. 43, ídem (1891-97), 1916. 44, ídem (1897-1900), 1916. 45,
Miscelánea, 1916. 46, ídem, 1917. Consúltense: señora doña E. Pardo
Bazán, Retratos y apuntes literarios (Obras completas, t. XXXII),
págs. 217-280; Conde de Casa-Valencia, Necrología del Excmo. Sr.
D. J. V., Madrid, 1905 ; Conde de las Navas, Don Juan Valera : apun-
tes del natural, Madrid, 1905 ; Julián Juderías, D. J. V., apuntes para
su biografía, en La Lectura (1913-1914) ; César Silva, D. J. Valera,
Valparaíso, 1914; Bolct. Acad. Esp. (su autobiografía hasta 1863),
1914; J. Juderías, La Bondad, l-a tolerancia y el optimismo en las
obras de..., 1914 (en Ilustr. Esp. y Amer. (LVIII) ; Ángel Marvaud,
D. J. Valera, 1905 (en La Quinzaine, LXVI, 386-407) ; J. Bénder, La
Correspondencia de D. J. Valera, 1913 (en La Lectura, XIII, 130-142).
Las cartas á Laverde están en poder del señor don Antonio Graiño;
trozos ha publicado Juderías en La Lectura (1917).
79. Año 1858. Olegario Víctor Andrade (i 838- i 883),
S. XIX, 1858. OLEGARIO VÍCTOR ANDRADE 239
de Concepción (Uruguay), pasó la niñez en Rio Grande y en
el Estado Oriental, con su familia desterrada; volvió con ella
á Gualeguaychú, donde alg^-^nos dicen que nació, y luego á Ca-
seros. Dejó los estudios (1858) después de lograr con un pre-
mio por Mi Patria (1856) sus primeros triunfos literarios, y
bien se resintió de ello, consagrando al periodismo los veinticin-
co años que después vivió; fué secretario del presidente Derqui
en 1860. Defendió la política de Urquiza contra Sarmiento,
luchando por la causa federal y la unión nacional. Redactor en
Buenos Aires de La América, El Pueblo, La Tribuna; funda-
dor de La Tribuna Nacional, siguió la corriente política de
Avellaneda y de su condiscípulo Roca (1880). Falleció siendo
diputado. Las turbulencias políticas de la época y la moda lite-
raria de consuno le hicieron románti<:o en literatura, no menos
que su propio natural ensimismado, especie de sonámbulo con
cara de esfinge, de cuerpo encogido, bien que de buena talla.
Fué el Víctor Hugo americano, á quien admiró, acaso sin imi-
tar, tanto como enamorado era de Longfellow. Decir román-
tico es decir desenfrenado exagerador, rompedor de toda mesura
y traba, como aquel que prefiere el señorío brutal de la imagi-
nación y de la sensibilidad al amor de la verdad y del gusto me-
surado. Tal fué Andrade. Su desbocado Pegaso necesitó más
de freno que de espuela, menospreció lo tierno en el sentir y lo
atildado y casto en el expresar ; soltó las riendas á toda inspira-
ción atrevida y recia y menudeó galicismos, abstractos y frases
¿■•maneradas en su lenguaje. Fué, como buen romántico, im-
provisador y apresurado en escribir, saltando por las reglas
con ufanías de muchacho travieso; un Víctor Hugo segimdón,
sobrepujándole en sus defectos y no llegándole generalmente en
sus virtudes; uno de los más grandes poetas, sin embargo, en
grandilocuencia y robustez de acento de la América del Sur.
Todo estrépitos y tempestades, volcanes y cataclismos; pero
con poco esmero ni gusto en la forma, bien que con un fondo
de sinceridad y grandeza lírica. Compuso dos grandes poemas.
La Atlántida (1881) y El Prometeo (1877) y otros poemitas
y composiciones menores en que canta la patria, la gloria, la
amistad, sobresaliendo en El Nido de cóndores (1877), San
Martín (1878), Al general LavaUe, Canto á Víctor Hugo, El
240 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-18Ó9)
Arpa perdida. La Noche de Mendoza (1880). Fué cantor de su
patria y de ^Ajiiérica.
José ]\Ianuel Marroquín (i 827- i 908), bogotano, hijo de
José M.* Marroquín y Trinidad Ricaurte, huérfano desde su
primera niñez y por ello "barrido de toda fe y de toda ilusión
en las cosas del mundo y al mismo tiempo disfrazado perpetua-
mente de sonrisas, como un ataúd cubierto de flores", en frase
de Rafael Pombo; estudió latin en el Seminario (1840-45), des-
pués leyes en San Bartolomé; doctoróse (1849) y dirigió un
colegio en Yerbabuena (1851-57); casó con Matilde Osorio
(1853). año que fué diputado: con Caro y Vergara fundó la
Academia Colombiana, que dirigió (1876-1908); fué rector
del colegio del Rosario desde 1887 y vicepresidente de la Re-
pública (i 898- 1 904). Usó los seudónimos Pero Pére2 de Pe-
rales ó P. P. de P. y Gonzalo González de la Gonzalera. Fué
durante su vida uno de los más autorizados literatos, mejor
prosista que poeta y uno de los mejores noveladores de cos-
tumbres de Colombia, que habiendo intentado con f'loja acción
y sin fuertes luchas pasionales, corregir vicios y malas costum-
bres, hizo más bien sátiras benignas, sin amargura ni exage-
raciones caricaturescas, pintando la realidad con puntualidad
feliz. Sobresale entre sus novelas El Moro, en que un caballo,
asi nombrado, cuenta su vida. Hízose famoso por su tratado
de Ortografía. Prosista festivo, notable por sus artículos de
costumbres, escritos desde 1849, conocedor á fondo del caste-
llano, que maneja castiza y elegantemente.
José M.' Roa Barcena (1827-1908), de Jalapa (México),
comerciante, fué á la capital (1853), La Sociedaé, que redactó
conservadora y escribió en El Universal dos años, La Cruz
(1855), El Eco Nacional (1858), La Sociedad, que redactó
solo rrrucho tiempo; apoyó la Intervención y el Imperio y fué
de la Junta de Notables, dejando á Maximiliano cuando le vio
apartarse de las ideas conservadoras. Propugnó las doctrinas
conservadoras de Lucas Alamán y defendió el catolicismo.
Escritor cóstizo y acendrado, historiador sesudo é imparcial,
atildado prosista, alabado de Valera por sus cuentos, de M. Pe-
layo por sus fieles traducciones, de Antonio Caro por sus poe-
sía«;. Sus asuntos fueron de la historia mejicana, siguiendo en
ello á Rodríguez Galván.
MM^^^^ruL
{Obras, t. I, México, 1897.)
S. XIX, 1858. OLEGARIO VÍCTOR ANDRADE 24I
80. J. Valera, Cartas Americanas^ 1889, pág. 70: "Por la inco-
rrección, por el descuido á veces de la forma, tendré que censurar no
poco en las poesías de Olegario Andrade; pero me consuela y anima
que mis alabanzas han de ser grandes, sinceras y fervorosas, y muy
superiores á las que tributé ya á don Rafael Obligado, poeta sin duda
más elegante y correcto; pero que jamás se remontó hasta ahora tan
alto en sus canciones como Andrade se remonta, ni tomó para ellas,
como toma Andrade, asuntos que mueven ó deben mover el ánimo de
toda la nación para quien canta. Andrade, á veces, movido por el
asunto mismo que trata y por su elevada inspiración, es más que un
poeta nacional, es uno de aquellos pocos poetas que aciertan á dirigir
la voz dignamente á todo el linaje de los hombres, excitando en ellos
el amor de las teorías, la fe en ¡os propósitos que le son más caros y
la sublime esperanza de que pronto habrán de realizarse. De esta
suerte, el poeta tiene, hasta donde es posible en lo humano y en una
edad tan descreída como la nuestra, algo del profeta antiguo : es el
vate. Ya se ve que debe ser difícil y delicado juzgar bien á Andrade;
pero, sin creer en todas sus teorías y sin esperar el cumplimiento de
todos sus vaticinios, bien podemos celebrar el entusiasmo con que los
expresa y decir desde luego que por este entusiasmo le colocamos en
el número de aquellos poetas universales y sublimemente didácticos,
entre los que descuellan Schiller, Manzoni, Quintana y Víctor Hugo...
Las elevadas aspiraciones, el ideal cuya realización se columbra en el
porvenir, los planes, doctrinas y esperanzas que están en la mente co-
lectiva de un pueblo ó de la humanidad toda, por estilo vago, informe
y confuso, resplandecen con mayor luz en el alma del poeta y merced
á ia energía plástica que el poeta tiene se revisten de forma determi-
naaa, precisa y hermosa, en versos que muestran con claridad aquello
mismo que agitaba el centro oscuro del alma y que el vulgo apeaas
comprendía. Para ser así poeta didáctico... se requieren el entusias-
mo y el buen gusto... poseía esta primera condición... Sobre la otra
condición, sobre la del buen gusto, hay reparos que poner. En mi
sentir es necesario dar á la forma extraordinaria belleza para que
este género de poesía trascendental y encumbrada penetre bien en las
inteligencias y en los corazones, y venga á ser como la fórmula dura-
dera de una tendencia general, de una aspiración nacional ó humana.
No bastan las imágenes... ni el fuego de la pasión...; son indispensa-
bles, además, el esmero, la reflexión y el arte más exquisito... No
hay arte con que disimule el poeta la falta de convicción. Lo que sí
puede ser es que, por ampulosidad sobrada, se estropee un sentimiento
leal y sincero y aparezca falso y mentido. Esto se advierte á veces en
Víctor Hugo. No ha de extrañarse, pues, que también se advierta en
Olegario Andrade, que tomó á Víctor Hugo por ídolo y modelo...
Presupuestos, con todo, el sentir y el pensar con hondura, y la since-
ridad, y el brío en el estilo, que todo esto tiene Andrade, no se puede
negar que fué egregio poeta, por más que á veces le falten el arte, la
TOMO VIH . — I(i
242 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
mesura, la nitidez y la elegancia... Andrade es uno de los más ilus-
tres poetas que ha habido en América, y valdría más que Olmedo ó
que Bello, y tanto como Qumtana, si hubiese cursado Humanidades
y hubiese tenido más y mejores lecturas." M. Pelayo, Hist. poes.
hisp.-amer., t. II (1913), pág. 461 : "Uno de los poetas de más gran-
dilocuencia y más robusto acento que ha producido la América del
Sur. Sus defectos son palmarios y de ellos no cabe excusa. Andrade
era un i-oeta efectista, que escribió para ser leido en voz alta y reso-
nante y para ser aplaudido á cañonazos. Pero en esta poesia, todo
boato y pompa, todo estrépitos, tempestades, volcanes y cataclismos,
hay un fondo de sinceridad y de grandeza lírica que triunfa de lo
exuberante y barroco de la forma. Andrade tenía el gusto sin educar
y le fascinó la imitación de lo peor de Víctor Hugo, por quien profe-
saba una especie de culto, ó, más bien, de fanatismo ; pero tenía tam-
bién, aunque en pequeña escala, algunos de los grandes dones de su
modelo: la sensación ardiente y luminosa, cierta especie de visión
hipnótica, que agranda y transfigura los objetos; la im-aginación retó-
rica, que los interpreta de un modo siempre eficaz, aunque desmesu-
rado y sofístico, y juntamente con esto la arrogancia, plenitud y nú-
mero de la versificación, la pródiga y despilfarrada magnificencia
del estilo, fecundo en hipérboles, abundante en palabras rotundas, de
sonido y brillo metálicos. En él, como en Víctor Hugo, fatiga la mo-
notonía de lo grandioso, la luz abrasadora del Mediodía, derramada
por igual y de plano sobre todos los objetos. Y como en todo imitador,
aun siendo tan distinguido como Andrade, se extreman los defectos y
no las cualidades del modelo, de ahí que el poeta argentino sucumba
con frecuencia bajo el peso de los colosos de granito y de las monta-
ñas de metáforas con que pretende escalar el cielo... En Andrade
debemos reconocer y aplaudir mucho de lo bueno que encontramos en
rmestro Tassara, cuyos aciertos y caídas se parecen mucho á los suyos,
salvo la expresión, que siempre es en Tassara mucho más limpia y
correcta. Andrade no había tenido ningún género de estudios de Hu-
manidades y no leyó más que en libros franceses."' Doctor González,
Diario de Sesiones de B. Aires (Set. 27, 1916) : "Andrade fué una
sorpresa, con su vuelo de cóndor, de esa ave que él magnifica en uno
de sus ])Ocmas y con el cual puede compararse por la oración y ma-
jestad del vuelo, así como alcanza á la comparación con uno de sus
grandes modelos, con Víctor Hugo. Muchos han dicho que Andrade
imitaba más de lo j)ermitido, y aun hubo crítico que hizo prolijas com-
paraciones de sus más celebradas estrofa?, haciendo ver en ellas re-
miniscencias de otros poetas extranjeros ; pero de él puede decirse
— no sé si alguien lo ha dicho ya, pero si no se ha dicho, yo lo digo —
que se parece en sí al mismo pájaro gigantesco que él canta en uno de
sus poemas. Porque el cóndor es un ave de rapiña ; pero es de rapiña
tan poderosa, de vuelo tan potente, que podría elegirse en símbolo de
genios humanos de la especie en la historia; acaso podría <lecirse que
S. XIX, 1858. JOSÉ MANUEL MARROQUÍN 243
él es dueño de todo, y como dueño, toma aquello que sirve de sustento
á sus poderosas alas para volar á la altura que ninguna otra ave del
continente alcanza. Andrade fué un artista, y si alguna vez tomó la-
drillos de una fábrica ajena fué para construir los enormes palacios
de poesía que le dieron su gloria, como el Nido de cóndores, la Noche
de Mendoza, la Atlántida, los cantos á San Martín, á Víctor Hugo y
otros de igual valor y fama. En \m instante la vida argentina llegó á
concentrar en su persona la ansiosa expectativa de la nación entera.
Por eso, cuando apareció en nuestro cielo el maravilloso cometa de
1882, que llenó de asombro al mundo todo, el alma argentina se estre-
meció de emoción y buscó en su espacio mental el poeta que cantase
tanta magnificencia. Todos exclamamos á una voz: "¡Andrade!"
Andrade, por desgracia, estaba ya enfermo, y junto con la desapari-
ción del gran astro errante, el poeta argentino se extinguió tras él ;
y la nación quedó sin expresar en forma poética la inmensa sensación
colectiva de aquel astro magnifico, que, al anunciar para el mundo
el advenimiento de sucesos extraordinarios, pasó, según los hombres
de ciencia, para no reaparecer más en nuestro cielo." 01. V. Andrade:
Obras poéticas, B. Aires, 1877, pról. de Benjamin Basualdo; Santia-
go de Chile, biografía y crít. de Jacobo Larrain; París-B. Aires,
1905; 1907; Barcelona, 1909; B. Aires, 1915, con pról. de Evar. Mén-
dez. Prometeo, B. Aires, 1878. Atlántida, 1901 (en Esp. Mod.). Consúl-
tense: .Santiago Estrada, 01. V. Andrade, estudio crítico (Miscelánea,
t. I, 1889) ; Julio A. Roca, Oración fúnebre en la tumba de Andrade,
1882 (La Tribuna Nac.) ; José Nic. Matienzo, El Poeta 01. V. A.,
estud. crít.-biogr., B. Aires, 1882 (Niiev. Rev. de B. A.); Mariano
A. Pelliza, Andrade, boc. biográfico, 1885 (en Glorias Argent.) ; Ri-
cardo Rojas, Andrade, conf., Madrid, 1907 (La Lectura) ; Nic. Ave-
llaneda, Carta sobre "Prometeo" (Escritos, t. I, 1883) ; Carlos Guido
Spano, Carta sobre "'Prometeo" (en Ráfagas, t. II, 1879) ; Eduardo
Wilde, Carta sobre "Prometeo", 1899 (en Prometeo y C'^^) ; Miguel
Cañé, Prometeo (Charlas liter., 1885) ; Paúl Groussac (Prometeo, en
el pról. de Basualdo) ; Luis Stella Goycoechea Menéndez, Andrade
(en Los Primeros, Córdoba, 1897).
Ant. Gómez Restrepo, El Nuevo Tiempo Literario, Bogotá, 191 5
(Enero) : "Marroquín, su compañero del alma (de Vergara y Ver-
gara), era, como él, un ingenio castizo y regocijado, pero de tempera-
mento frío, tan inclinado á la reserva como el otro á la comunicación
total de su ser. La colaboración de Marroquín en El Mosaico fué de
las más valiosas; allí se encuentra un precioso artículo titulado Reco-
gida de caballos, que revelaba desde entonces en el autor una predi-
lección runca desmentida por el noble animal, protagonista más tarde
del mejor libro de Marroquín y uno de los mejores de nuestra litera-
tura, el celebérrimo Moro, donde puso el castellano de Yerbabuena
todo el caudal de su observación menuda y realista y cuanto en él
había de amor á la naturaleza y de filosofía práctica y desengañada."
244 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
José Caicedo Rojas (pról. á Obras, 1875) : "El señor Marroquín, con
los ojos fijos en las tradiciones de la lengua, bebiendo en las fuentes
puras de ella y acatando así la autoridad de los maestros como los
legítimos fueros del uso..., sin rayar tampoco en el extremo de afec-
tación V culteranismo, ha sabido mantenerse á la altura conveniente,
hermanando sin esfuerzo un estilo fluido, claro y fácil, con un len-
guaje digno y culto; todo ello sazonado con el donoso y oportuno
chiste, con el buen gusto y delicadeza... Este es el colorido constante
de los (escritos) suyos, semejantes por la mayor parte á aquellos ri-
sueños cuadros flamencos en que se ven trasladadas al lienzo las es-
cenas apacibles de la familia ó de la vida del campo." José Dom.
Cortés, La Amér. Poét., 1875 : "Marroquín es el primer hablista de
Colombia. Tiene una rara erudición del idioma español y es en sus
escritos castizo y elegante." Rafael Pombo: "Escritor cuya preciosa
espyecialidad y cuyo poder benéfico es precisamente la impasibilidad,
la ausencia de toda ilusión mundana, la facultad y misión más bien
evangélica, de despojar la farsa social de sus caretas y el comercio
de la vida de su tren ruinoso de vanidades. Tal es la tendencia cardi-
nal de cuanto escribe Marroquín... La prosa... aventaja con nnicho al
verso...; ha estado toda su vida escribiendo realismo." J. M. Marro-
quín: Tratado completo de ortografía castellana, Bogotá, 1858; Haba-
na, 1860; Piura, 1861 ; Cuenca, 1874; París, 1907; Bogotá, 1908; Nue-
va York, 191 5. Diálogos entre mi pluma y yo y Respuesta á un siiscri-
tor de La Caridad, 1866 y sig. Poesías, Bogotá, 1867, ó sea Parnaso
Colombiano, t. I. Diccionario ortográfico ó catálogo de las voces cas-
tellanas cuya ortografía puede ofrecer dificultad, 1875. Obras escogi-
das en prosa y en verso, Bogotá, 1875. Vida y carácter de D. Juan
A. Marroquín, ibid., 1883. Cartas á D. Rufino J. Cuervo, 1886 y 1889
(en El Telegrama). Arar en el mar, 1893. Blas Gil, nov.. Bogotá,
1896. Entre primos, nov., ibid., 1897. El Moro, nov., N. York, 1897,
1901. Amores y leyes, nov., Bogotá, 1898. Nada nuevo, historias,
cuentos y otros escritos viejos, ibid., 1908. En el Anuario de la Acad.
Colomb.: Elogio de D. José M. Vergara (t. I, pág. 80). Observaciones
sobre la acentuación y uso de la tilde (ibid., pág. 129). Mss. : Apuntes
autobiográficos. Recuerdos de Matilde Osario, Historia de Yerba-
buena (se publicaron 12 ejemplares) : de estas tres obras posee los
niss. su hijo, del mismo nombre (José M. Marroquín). Consúltense:
Luis M.* Mora, Biografía de D. J. M. Marroquín, EL Centro, 1897;
Luis Serrano Blanco, Biograf. de D. J. M. M.; José M. Marroquín
(hijo), D. J. M. Marroquín íntimo, Bogotá, 1915.
Miguel Ant. Caro, Poesías de Roa B., Bogotá, 1882, prólogo: "Son
las poesías de Roa Barcena españolas y castizas por la forma; ame-
ricanas jior el colorido local, y narrativas. Roa, si no inventor del
género á las que las suyas pertenecen, títulos tiene para ser conside-
rado, tal vez, como su cultivador más distinguido en la América
española... Gran cualidad, así en poesía como en todo, es el decoro.
S. XIX, 1858. EDUARDO DF: LA BARRA 245
Roa Barcena la posee, con otras apreciables dotes, y si no cada una
de ellas con la superioridad en que aislada la ha ostentado tal vez algún
otro, reunidas resplandecen en él y en grado bastante eminente para
darle entre poetas americanos, en este género, la primacía de que
otros carecieron. Roa Barcena narra con facilidad y gracia ; enca-
dena á sus relaciones el interés del lector; describe con pincel de
artista que ama y observa la naturaleza; con fidelidad da á conocer
las costumbres de nuestros mayores nacidos ó avecindados en Amé-
rica. Cuando escribe el poeta en su propio nombre, sus sentimientos,
nobles y puros, hablan desde el papel, con muda elocuencia, al alma.
Sabe su lengua, conoce los recursos de la versificación castellana..."
J. Valera, Nuevas Cart. Anier., 1890, pág. 82: "Noche al raso es lin-
dísima colección de anécdotas y cuadros de costumbres, donde el in-
genio, el talento y la habilidad para narrar están realzados por la na-
turalidad del estilo y por la gracia y el primor de un lenguaje castizo
y puro, sin la menor afectación de arcaísmo." Roa Barcena publicó
Poesías líricas, 1858. Leyendas en verso, México, 1858. Catecismo de
Geografía Universal, 1860. Leyendas mexicanas, cuentos y haladas del
norte de Europa y composiciones diversas, 1862. Catecismo de la His-
toria de México, 1862. Novelas originales y traducidas, 1870. Nuevas
poesías, 1875. Recuerdos de la invasión norteamericana, 1883. Acopio
de sonetos castellanos con notas de un aficionado, 1887. Ultimas poe-
sías líricas, 1888, 1891, 1895. Antología de poetas mexicanos publicada
por la Acad. Mexicana, México, 1892, 1894 (de 76 poetas). Cuentos
originales y tradn^cciones, 1897 (de Hoffman y Dickens, es el t. I de
Obras). Recuerdos de la invasión norteamericana, 1901 (son los to-
mos II y III de Obras, ó XXXVIII y XXXIX de la Bibl Autor.
Mexic). Biografías de Gorostiza y otros, 1902 (t. IV de Obras,
t. XLII de la Bibl.). Ensayo de tina historia anecdótica de México en
los tiempos anteriores á la conquista, México. 1862, 1909 (t. V de
Obras, t. LXVI de la Bibl.). Novelas cortas, 1910 (t. VI de Obras,
t. LXXVII de la Bibl). Obras poéticas, 1913.
81. Año 18 ¿8. Eduardo de la Barra Lastarria (1839-
1900), de Santiago de Chile, ingeniero, rector del Liceo de Val-
paraíso, ministro en el Uruguay, fué uno de los literatos más
eruditos y entendidos de su tierra, sobre todo en asuntos de
métrica v de filología. Usó 45 seudónimos. Poeta, filósofo /,
sobre todo, maestro, de firme criterio y exquisita sensibilidad,
hizo críticas agridulces, nunca enconadas ; sostuvo polémicas
caballerescas, librepensadoras y amenas; compuso poesías hen-
chidas de sentimiento y virilidad, algunas muy becquerianas,
sobrias \ sugestivas y fué investigador enamorado de lo que él
creyó justo y verdadero. Fundó la Academia de Estudios Cien-
246 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
Hficos V Literarios, del T>iceo en 1872, y fué columna maestra
del Círculo de Amigos de las Letras y de la Academia de Bellas
Letras. Defendió con ímpetu el librepensamiento y la libertad
religiosa en La Voz de Chile y La Opinión y pronunció un dis-
curso en favor de La Libertad de Cuba (1874). Como poeta
fué laureado muchas veces en las dos épocas, con intervalo de
veinte años, que cultivó la poesía con extraña flexibilidad para
apropiarse todos los estilos. Hombre trabajador, enciclopédico
casi, picó en todo con curiosidad y actividad increíble, con
grandes alientos y propósitos, que si en algunos erró, fué con
entera sinceridad y sana intención.
AxBERTO Blest Gana, uacído en 183 1, chileno, soldado,
ingeniero militar, estuvo en Europa, y á su vuelta (1852), en-
señó topografía militar, fué intendente de Colchagua, diputado,
gran diplomático (1871). jefe de la sección del Ministerio de
Guerra y Marina; pero, sobre todo, novelista desde 1858 á
19 10, el más nacional novelista de Chile, maestro de Vicente
y Daniel Grez y de sus hermanos Guillenno y Luis Blest Gana.
Concienzudo escritor, realista y paisajista admirable, tiene do-
tes de observador minucioso, narra con amenidad, frescura y
con cierta ironía bonachona, de pura cepa chilena. Sus obras son
documento vivo del vivir privado entre las gentes de su tierra,
y los tipos que creó viven todavía en la imaginación de cuantos
le han leído. Durante la reconquista es novela histórica que pin-
ta la generación del año 1810, la más documentada y curiosa
tal vez de la América española.
Narciso Campillo y Correa (1835-1900), sevillano, cate-
drático en Cádiz (1865) y en Madrid (1869), escritor, ya clásico,
ya romántico, elegante y castizo en prosa y verso, saladísimo
epigramático y muy popular, cuentista chispeante y hasta desca-
rado, colaboró en El Museo Universal, Escen. Contcmpor., La
Ilustrac. Esp., y fundó en Cádiz, con Roque Barcia. El Demó-
crata Andaluz.
82. Kn 1887 Federico Várela propuso un premio á la mejor co-
lección de poesías becquerianas que se presentase. Dividiólo el jurado
entre dos, y resultaron ser ambas de Eduardo de la Barra. F.n 1859
había sido premiada su oda A ¡a Independencia de America, por el
Circulo de los Amigos de las Letras. En 1889 parodió festivamente
Las Rosas andinas, de Ru1)én Darío, llamándole Rubén Rubí. T(k1o lo
S. XIX, 1858. EDUARDO DE LA BARRA 247
cual prueba que Eduardo de la Barra tenía facultades imitativas sor-
prendentes y que se acomodaba á todos los géneros. Jorge Huneeus
Gana, Cuadro hist., pág. 445 : "El rasgo literario distintivo de la pro-
sa de E. de la Barra es el rasgo oratorio, violento y brillante, propio
de la polémica de la prensa y del debate religioso. Este rasgo, que lo
acerca elegantemente y con originalidad propia á la elocuencia des-
lumbradora de Isidoro Errazuriz, habría hecho de su pluma una de
las más formidables del diarismo chileno, si las asperezas amargas de
las polémicas recordadas y las tareas ingratas de la enseñanza no lo
hubieran apartado desde hace muchos años de las columnas de la
prensa diaria." ídem, pág. 705 : "Volvió á las brechas del parnaso
en la última época de su vida, después de haber mantenido colgada
por más de veinte años la lira de sus ruidosos triunfos primeros... El
talento de Barra se distinguía esencialmente por una flexibilidad
pasmosa para adaptarse con brillo á todos los géneros literarios y
para asimilarse con elegancia todos los estilos poéticos... Su so-
neto A la muerte de Dido, publicado por sus maestros de litera-
tura en El Ferrocarril (1858), fué la primera aurora de los triun-
fos poéticos que obtenía el año siguiente en los certámenes del
Círculo de Amigos de las Letras, con su robusta Oda á la Inde-
pendencia de América y con su ático y esplendoroso canto Al Abate
Molina. Todos los periódicos y revistas de 1859 hasta 1866 están
llenos de versos fáciles, blandos, musicales y románticos de este bardo
laureado..., poeta múltiple y proteiforme." E. de la Barra: Poesías lí-
ricas, Santiago, 1866. Saludables advertencias á los verdaderos cató-
licos y al clero político... por V. Erasmo Gesuit (seud.), 1871. Fran-
cisco Bilbao ante la Sacristía, 1872. El Radicalismo chileno, por Ar-
gos (seud.), 1875. Lecciones de Historia Literaria, 1878. Elementos de
métrica castellana, 1887. Examen crítico del fallo que dio el Jurado
Várela sobre ^'Métrica castellana", 1888. Estudio sobre la versifica-
ción castellana, 1889. Poesía subjetiva y objetiva, dos vols., París,
1889. Rimas chilenas, ibid., 1890. Nuevos estudios sobre versificación
castellana, Santiago, 1891. La Hoja perdida del poema del Cid, Ro-
sario, 1894. Cuestión filológica... sobre gramática antigua, ibid., 1894.
Ensayos filol. americanos, ibid., 1894. Primores de la lira antigua,
K Aires, 1894. Problemas de fonética, ibid., 1894. El Endecasílabo
didáctico. Rosario, 1895. Notas al juicio crítico que hace D. Rafael
Merchán de las poesías de D. E. de la Barra, B. Aires, 1895. Sistema
acentual castellano, Santiago, 1896. Restauración de la Gesta del
Cid, ibid., 1896. Del correcto silabeo, ibid., 1897. Algo sobre la forma-
ción del castellano, ibid., 1897. El Libro del niño, arte de escribir,
ibid., 1897. Ortografía fonética, ibid., 1897. La Reforma Ortográfica,
su historia y su alcance, ibid., 1897. Estudios de Rítmica Moderna,
versos dobles y triples, íbíd., 1897. Las Palabras compuestas son con-
servadoras (estudios etimológicos), ibid., 1897. Tratado de Ortogra-
248 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (1850-1869)
fia Reformada, ibid., 1897. Crítica Filológica (examen y refutación de
algunas leonas del profesor Haussen), ibid., 1897. Una modificación
literaria del siglo xv, ibid., 1898. El Sistema métrico-rítniico de la
antigua versificación, ibid., 1898. De cómo se exhuman de las cróni-
cas los romances y canciones, ibid., 1898. Investigaciones sobre la
lengua y su desarrollo, ibid., 1898. Restauración del Misterio de los
Reyes Magos, ibid., 1S98. Reforma radical de la acentuación caste-
llana, ibid., 1898. Estudios Críticos de Literatura Arcaica, ibid., 1898.
Odas de Horacio, trad., ibid., 1898-99. Estudios de rítmica moderna,
ibid., 1898. Las Fábulas de Juan Ruiz, ibid., 1898 Métrica antigua
y rítmica moderna, ibid., 1899. Elementos de ortografía, ibid., 1899.
Las lenguas celto-latinas, ibid., 1899. El Poema del Cid reconstruido,
ibid., 1900. La Crónica rimada de las cosas de España, ibid.,
1900. Ruy Díaz de Vivar, Cantar de Gesta, ibid., 1900. En Esp.
Mod.: A Gonzalo Bulnes (1898, Oct.). Eduardo de la Barra íntimo
(poesías, etc., por Fidclis P. del Solar), Santiago, 1901. Los artículos y
estudios sobre Barra, en Vaisse, Bibliografía general de Chile, 1915,
págs. 277-78.
Carta de Alb. Blest Gana á Benj. Vicuña Mackenua: "Un día, le-
yendo á Balzac, hice un auto de fe en mi chimenea, condenando á las
llamas las impresiones rimadas de mi adolescencia; juré ser novelista
ó abandonar el campo literario, si las fuerzas no me alcanzaban para
hacer algo que no fuesen triviales y pasajeras composiciones. Desde
entonces, he seguido mi propósito sin desalentarme por la indiferen-
cia, sin irritarme por la crítica, sin envanecerme tampoco por los
aplausos con que el público ha saludado mis últimas novelas. El se-
creto de mi constancia está en que escribo, no por culto á la gloria,
que no existe ni aun con oropeles entre nosotros, no por ambición
pecuniaria, porque sólo últimamente mis trabajos empiezan á produ-
cirme algún dinero, sino por necesidad del alma, por afición irresis-
tible, por ese algo inmaterial, en fin, que nos lleva á apartarnos de
los cuidados enfadosos de la vida, lanzando la imaginación á un cam-
po en que nadie puede vedarnos los dulces frutos de la satisfacción
intelectual." Jorge Huneeus Gana, Cuadro hist., pág. 735: "No hay
caso, entre los novelistas americanos de raza española, de un autor
tan parejo en tantas obras y que á los ochenta años de edad conserve
en el alma y en el estilo el vigor talentoso, la observación profunda,
el análisis penetrante, el colorido intenso y el noble sentimiento de
la especial nacionalidad chilena... Podríamos, sin esfuerzo, formar
un gran cuadro de costumbres nacionales, entresacando de las novelas
de B. G. las diversas y magistrales descripciones que nuestros há-
bitos han inspirado á su pincel de artista apasionado por la realidad,
sin olvidar las elegancias y correcciones de las formas. B. G. es un
gran novelista, porque posee la percepción equilibrada de todo lo que
podríamos llamar el paisaje humano." Alb. Blest Gana: Engaños y
desengaños, El Primer amor y La Fascinación, novelas publicadas
S, XIX, 1858. FRANCISCO JAVIER SIMONET 249
en La Voz de Chile y La Rep. del Pacífico, en 1858. Juan de
Arias, nov., 1859. La Aritmética en el amor, novela premiada, Val-
paraíso, 1860. El Pago de las deudas, 186 1. Un drama en el campo,
nov. corta, 1861. La Venganza y Mariluán, id., 1861. Martín Rivas.
París (1862), 1910. El Ideal de un calavera, ibid., 1863. La Flor de la
higuera, 1864 (en El Independiente). Durante la reconquista, París,
1897. Los Trasplantados, dos vols., ibid., 1905, 1912. El Loco Estero,
1910. Para el teatro : El Jefe de familia, Santiago, 1858. Sus obras en
Bibl. Escrit. Chil. Consúltense: Roberto Huneeus, D. A. B. G. y la no-
vela histórica, París, 1897.
En un ejemplar de Historias de la corte celestial, propiedad de
don F.co Viñals, discípulo de Campillo, corregido por el propio autor,
puso éste tras la dedicatoria estos versos y firma:
"Este es libro original,
cien veces excomulgado,
pues al fanatismo ha dado
una estocada mortal.
Califica al Santoral
según la razón humana,
no confunde pez con rana,
da á cada cosa su nombre,
enseña al hombre á ser hombre
y es la verdad del mañana.
S.'. J.-."
Fué Campillo íntimo amigo de Bécquer y de Nombela, aunque de afi-
ciones contrarias, clásico en gustos literarios y andaluz de los guasones,
que toman la vida en broma, sacando partido de todo para reír. Estu-
dió con Bécquer en San Telmo, y con él hizo sus primeras poesías.
Publicó Poesías, Sevilla, 1858. Memoria y teoría del estilo, Cádiz,
1865. Nuevas poesíac, ibid., 1867. Retórica y poética, Madrid, 1872,
1875, una de las mejores del siglo xix en España. Una docena de
cuentos, ]\íadrid. 1878. Nuevos cuentos, ibid., iSSi.' Florilegio Espa-
ñol, ibid., 1885, 1888, dos vols., buena antología. Historia del periodis-
mo, confer. en el Ateneo, 1890. Cuentos y sucedidos, ibid., 1893, 1899,
con Javier de Burgos. Suya es la Historia de la corte celestial, 1891,
publicada con el seud. de Un sacristán jubilado. En Esp. Mod. : La
Niña de los cinco pisos (1895, Oct.). El Difunto (1895, Dic).
83. Año i8j8. Francisco Javier Simonet y Baca (1829-
1897), ^^ Málaga, donde estudió, así como en Granada, hasta
que, propuesto por Estébanez Calderón para una plaza de au-
xiliar para escribir la Historia de la Infantería española, vino
á Madrid, donde acabó sus estudios universitarios. Fué cate-
25o PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
drático de árabe en Granada. Cultivó la lírica, la dramática y la
iio\'ela (Renterdos de un poeta. Una poetisa), la lengua v la
poesía de los árabes, siendo uno de los más señalados arabistas
del siglo XIX.
Joaquín García Icazbalceta (1825-1894) nació en Mé-
jico; sil padre. Ensebio García, español; su madre, Ana Icaz-
balceta, mejicana. Eran de posición desahogada, pero, por dis-
turbios políticos, hubieron de emigrar á los Estados Unidos, de
donde vinieron á España (Cádiz), hasta 1836, que volvieron á
Méjico. Aprendió varios idiomas y dióse al estudio con tal
ahinco, que llegó á ser el más ilustre bibliófilo y crítico mejica-
no. Sus obras son muchas y muy eruditas sobre los idiomas me-
jicanos y sobre la historia mejicana de los siglos xvi y xvii.
84. F. J. Simonet: La Alhambra, leyendas histórico-árabes, Ma-
drid, 1858. Alm-anzor, leyenda, 1858. Merien, 1858. Camar. Descrip-
ción del reino de Granada bajo la dominación de los Nazeritas, con
el texto arábigo de Mohammad-Ebn-Aljathib, Madrid, 1860; Granada,
1872. Crestomatía arábigo-española (con el padre I.erchundi), Gra-
nada, 1881. El Cardenal Ximcnes de Cisneros y los manuscritos ará-
bigo-granadinos, Granada, 1885. Santoral hispano-muzárabe, escrito
en 961 por Rabí Ben Zaid, obispo de Ilíberis. Glosario de voces ibé-
ricas y latinas usadas entre los muzárabes, Madrid, 1888-89. El Con-
cilio III de Toledo, edición políglota, 1891. Influencia del elemento
indígena en la cultura de los moros de Granada, Tánger-Mála^^a,
1891. Cuadros históricos y descriptivos de Granada, ibid., 1896. His-
toria de los muzárabes de España, 1897- 1903- 1905 (en Memor. Acad.
Hist.. t. XIII). En Esp. Mod.: Museo granadino de antigüedades ára-
les, pjr Almagro Cárdenas (1889, Febr.). Consúltese A. Almagro
Cárdenas, Biografía del Dr. D. F. I. Simonet, Granada, 1905.
Tradujo Icazbalceta la Historia de la conquista del Peni, de Pres-
(ott, enriqueciéndola con notas. Aficionóse á los estudios históricos
mejicanos y, dueño de ejemplares de libros raros y de más raros ma-
nuscritos, emprendió la publicación de una Colección de documentos
para la Historia de México, dos vols., 1858-66. Apuntes para un Catá-
logo de Escritores en lenguas indígenas le América, 1866. Historia
eclesiástica indiana, de fray Jerónimo Mendieia, 1870, con Noticias
del autor y de la obra. Diálogos latinos, de Cervantes de Salazar
(1554), 1875. Coloquios espirituales y sacramentales y poesías sagra-
das, del padre Fernán González de Eslava, 1877, con introducción. Es-
tudio biográfico y bibliográfico de fray J. de Zumárrapa, 1881. Biblio-
grafía Mexicana del siglo xvi, cuatro vols., 1886. Nueva Colección de
Documentos para la Historia de México, cuatro vols. T. I, 1886, co-i-
S. XIX, 1858. JUAN DE DIOS DE LA RADA 25 1
tiene: Cartas de religiosos de Nueva España (1534-1594), precedidas
de la Biografía de fray Jerónimo de Mendieta. T. II, 1889: Códice
franciscano del siglo xvi (Informe al Visitador Lie. Ovando y Car-
tas religiosas, 1533-1569). T. III, 1891 : Relaciones, con introducción.
T. IV: Documentos franciscanos, de los siglos xvi y xvii. Opiisculos
ifvéditos latinos y castellanos, del padre Francisco Alegre, con noti-
cias bibliográficas y Una vida del autor, en latín, 1889. Estudio histó-
rico sobre la dominación española, 1894 (en el periódico Renacimien-
to). Vocabulario de mcxicanismos, Méjico, 1899 (en la portada, 1905
en la cubierta, post., publicado por su hijo Luis García Pimentel, exce-
lente obra; llega hasta Gusto, que es hasta donde "dejó arreglado el
autor".) En las Memorias de la Academia Mexicana, de la cual fué di-
rector, publicó : La Instrucción pública en México durante el siglo xvi,.
Discurso sobre las Bibliotecas de Egniara y Beristain, Francisco de
Terrosas y otros poetas del siglo xvi. El Bach. D. Antonio Calderón
BenaiÁdes, impresor del siglo xvii, La Grandeza mexicana, de Balbue-
na (esf. bibliogr.), El Padre Avendaño, predicador del siglo xvii. Pro-
vincialismos mexicanos, Vida del P. Alegre. Obras de Icazbalceta, Mé-
xico, 1892-99, 10 vols. Obras (Bibl. Autor. Mexic), cinco vols., 1898.
1904. Opúsculos varios, 2.* ed., 1905, sobre asuntos históricos ; es el t. I
de la Biblioteca de Autores Mexicanos, editada por V. Agüeros. Opúscu-
los varios, t. II de la Bibl., sobre asuntos históricos y Reyertas más
que literarias, México, 1896. Biografías, t. III de la Bibl., sobre misio-
neros, obispos, religiosos, etc., 1896. Biografías, t. II, 1897. Biografía
de D. Juan de Zumárraga, 1897, t. IX de la Bibl. Opúsculos varios,
t. IV, 1898, t. XIV de la Bibl. Opúsculos varios, t. III, 1898, t. XII de
la Bibl. Opúsculos varios, t. VIII. Biografías, t. IX. Tomo X: Noti-
cias de Documentos para la Hist. de Méjico, Doctrina del P. Zumá-
rraga, Bibliografía. Informe sobre los establecimientos de beneficen-
cia y corrección de esta capital, póst., 1907 (Docum. hist. de Méj., V)»
85. Año 1858. Juan de Dios de la Rada y Delgado (1827-1901),
de Almería, archivero, director del Museo Arqueológico Nacional y
de La Rev. Universitaria (1856-61), gran arqueólogo y numismático,
incansable escritor, director del Museo español de antigüedades, iSjy,
publicó, entre otras obras: Crónicas Catalanas (1858). Viaje de
SS. MM. y AA. por Castilla, León, etc. (1860). Historia de... Madrid
(1860-64, dos vols., con Rosell y Amador de los Ríos). Cristóbal Co-
lón, dr. (1863). Historia de la Orden de María Lídsa en Ordenes de
Caballería (t. II, 1865). Mujeres célebres de España y Portugal, dos
vols. (1868). Crónica de la provincia de Granada, en la Crón. gral. de
España (t. VII, 1869). En el Museo Esp. de Antigüedades 41 mono-
grafías (ts. I-XI, 1872-80). Paz como hermanos, com. (1876). Anti-
güedades del Cerro de los Santos (1875). Viaje ó Oriente en la fra-
gata Arapiles, tres vols. (1876-82). La Academia, ¿-emanario (1877-
79). Corona ftinebre, á la memoria de la reina Mercedes (con otros,
252 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
1878). El Amigo del saldado (1881). Viaje de SS. MM. los Reyes de
España á Portugal (1S83). Ensayo sobre la interpretación de la escri-
tura hierática de la América Central, de L. de Rosny, trad. (1884),
con el Manuscrito completo de Diego de Landa y el Manuscrito figu-
rativo con palabras aztecas escritas en caracteres españoles en el
año 1526. La Necrópolis de Carmona (1885). Bibliografía numismá-
tica española (1886). Excursión arqueológica á Uclés, Sahelices y
Cabeza de Griego... en 1888 (1889). Catálogo de monedas arábigas...
del Archivo Arq. Nac. (1892). El Centenario, del descubrimiento de
América, revista (1892). Códice Maya denominado Cortesiano que se
conserva en el Museo Arqneol. Nac, 1892. Historia de España (con
Aurel. Fern. Guerra y Ed. Hinojosa), dos vols. La Alcarria en los
primeros dos siglos de su reconquista (1894). Vclásques, disc, 1899.
Mosaicos de Hylas (1900). Dos madres y un solo amor, dr. Consúltese
Narciso Sentenach, en Rev. Archiv., 1901, pág. 638.
Juan Antonio de Viedma (1831-1869) nació en Jaén, vino de estu-
<?iante á Madrid, frecuentó el café de la Esmeralda, fué crítico de
teatros y redactor de cosas amenas en Las Novedades (1858), El Eco
del País (1862) y La Razón Española (1863-66), firmando Gacela y
El Bachiller sensible, y estrenó en 1858 la zarzuela El Alférez; pero
conoció no ser el teatro su vocación y se dio á la lírica tradicional y ro-
mántica y á la poesía religiosa. Discípulo de Zorrilla, todo imagina-
ción, brilló por el color, el ritmo, la hipérbole. Fué magistrado en la
Habana, donde falleció. Publicó Paráfrasis de la Santa Biblia en !a
Gaceta de Madrid, dirigida por Rafael Baralt ; pero su principal obra
fué la colección de baladas históricas, que salieron en El Museo Uni-
versal y otros periódicos, y que luego imprimió con prólogo de Cañete
y título de Cuentos de la villa, ley. y trad., Habana, 1868, "ramillete
de lindas flores, prenda segura de la modestia del autor", que dice el
prologuista. La Fe, poesía (Rev. bspaña, 1868, t. HI).
El Mosaico, tertulia y famosa revista literaria de Bogotá (1858-
1870), señala juntamente con el Museo de cuadros de costumbres (1866)
de la Biblioteca de El Mosaico, la época de mayor fervor literario en
Colombia. Fué fundada por Eugenio Díaz, y sus principales redactores
fueron José M. Vergara y Vergara, José Joaquín Borda, Ricardo Sil-
va, José M. Marroquín y Ricardo Carrasquilla. F.l Mosaico consta de
cuatro volúmenes.
8«. Año 1858. Pe.i)ro de Agüero v Sánchez, juez en Santiago
de Cuba, publicó D. José Antonio Saco, Londres, 1858, 1860. — J. de
Aguilak publicó Sebastián, poema. Ciudad Real, 1858. — Juan de Sa-
HAGÚN Ai.ARCÓN estrenó La fortuna en la desgracia, jug. (1858). —
Frav Mateo Amo, dominico, de los mejores poetas de Filii)inas, sobre
todo cu la mística, publicó Virgilio traducido, las Bucólicas y Geór-
gicas, Manila, 1858, buena traducción en verso. Poesías sagradas,
Manila, 1863. — Anales de Aviles..., Oviedo, 1858-59 (Rev. de Ast.). —
S. XIX, 1858. MIGUüL COLMEIRO 2 33
EusEBio Anglora publicó Los Polvos de mi abuelo, nov., Barcelona^
1858. — Francisco Aranda y Ponte (i 823- i 856), venezolano, escritor
castizo, romántico discreto, escribió en prosa y verso, cuya colección
salió en 1858. — El Arpa rota; Cantos de Jorge, Oviedo, 1858. — M. R.
Arróniz publicó El Carnaval de Murcia en el año 1854, poema joco-
serio, Murcia, 1858. — Raimundo Bernal O, de Turmequé (Colom-
bia), publicó Viene por mí y carga con usted, travesura histórico-no-
velesca, Bogotá, 1858. — 'Juan de la Cruz Berrio publicó El Viajero
del Ganges, nov., Madrid, 1585. — ^Eduardo Blanco (n. 183S), de Ca-
racas, coronel, novelista romántico, de estilo abundoso, varonil y ex-
presivo, publicó primero en La Tertulia (1875) los cuentos fantásti-
cos El Número ciento once y Vanitas vanitatuní; después publicó las
novelas, no menos fantásticas, románticas y efectistas Una noche en
Ferrara (1875); Zarate, novela, dos vols., Caracas, 1882, 1889; Fau-
vette. Noches del Panteón, La Casaca del buen tío don Zenón, El
Cura de Santelmo, Cuentos, Tradiciones épicas y Venezuela Heroi-
ca (su mejor obra), Caracas, 1883; París, 1911, 1914. — Marcial.
Busquet publicó El Abrazo de Ver gara, poema en tres cantos, Bar-
celona, 1858. — José Cándido Bustamante, montevideano, estrenó Un
celoso como hay muchos, jug., Montevideo, 1858. La Mujer abando-
nada, dr. (1876). — Benito Canella Meana, periodista asturiano de
Sobrescopio, publicó poesías y fábulas en la Rev. de Asturias, Oviedo,
1858-59, y en la Ilustr. Gall. y Ast., Madrid, 1879. — Belén Cepero
(t 1872), poetisa de Matanzas (Cuba), por seud. La Hija del Yumurí,
publicó Ayes del corazón. Habana, 1858. Suspiros del alma, poesías
de la hija del Yumurí, Habana, 1863. Ecos tropicales, 1865. Suspi-
ros del alma, 1865. Poesías, 1866, dos vols. — ^M. Cerda de Villares-
TÁN publicó Catálogo general de las antiguas monedas autónomas de-
España, Madrid, 1858. Catálogo de las monedas arábigo españolas...
de M. C. de V., 1861. — José Anselmo Clavé (1824- 1874), barcelonés,.
torero y músico, fundador de los Coros Clavé, gobernador de CasteUón
durante la República, director de El Metrónomo, Ecos de Euterpe,
publicó Flores de estío, poesías, puestas en música por él mismo, Bar-
celona, 1858, 1861. — Juan de la Coba Gómez publicó Amor de la pa-
tria, dr., Orense, 1858. Gran victoria, ópera, ibid., 1894. Cervantes sol-
dado, id., ibid., 1894. La Trampitana, id., ibid., 1895. La Toma de Am-
beres, id., ibid., 1895. Flores del milagro, id., 1895. Cuba es de España,
ópera, 1895. Criba en España, ópera, Orense, 1895. Razones de ley, dra-
ma, 1896. — Colección de discursos leídos en las sesiones públicas para
ia recepción de Académicos de la Historia, Madrid, 185S. — Miguel Col-
MEiRO (1816-1901), de Santiago, catedrático, entre otras obras botáni-
cas, publicó La Botánica y los botánicos de la Península. Madrid, 1858.
Diccionario de los diversos nombres vulgares de muchas plantas ustiales
y notables del Antiguo y Nuevo mundo, ibid., 1871. Enumeración... de
las plantas de la Península... y sus nombres vulgares, ibid., 1885-89,
cinco vols. Indicaciones sobre los nombres vulgares de las plantas, 1891.
254 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-.T869)
— Juan Francisco Comas, poeta de Puerto Rico, publicó, á los diez y
nueve de su edad, Preludios del arpa, Mayagüez, 1858, dos vols. —
Francisco Copons y Navia publicó Memorias de los años 1814 y 1820
■al 24, Madrid, 1858. — Luis Cortés y Suaña (t 1901), taquígrafo y
director del Diario de las Sesiones del Senado, publicó La Cueva de
Infiesto, poesías, Madrid, 1858. El Magnetismo..., Animal, filfa cóm.-
lir. (1860). — Francisco Cutanda (1807-1875), madrileño, por seud.
El de la Navaja, publicó La Lisonja, sátira, Madrid, 1858. El Epigra-
ma, 1861 (disc. recep. Acad. Esp.). Doña Francisca, nov., ibid., 1869,
■dos vols. Cándida, nov., 1873 (2.^ ed.). El Teatro de los ciegos, 1873.
Noticia de la vida y de las princ. obras de D. Severo Catalina, 1873.
— Manuel Delgado Lara estrenó La Luneta de un titido, com. (185S).
El Canario y la burra, dispar, cóm. (1860). — Manuel Pedro Delgado
•estrenó Luchas de amor y deber, dr. (1858). Los Celos de Mateo, jug.
(con Blas Sierra, 1860). — Cayetano Díaz de Tuesta publicó Mis gan-
dulerías, poesías, Alicante, 1858. — Ángel Enríquez estrenó La Caba-
iia, zarz. (1858). — José Fernández publicó Canción chistosa, Barce-
lona, 1858. — Pamela Fernández de Lande, escritora de Puerto Prin-
cipe (Cuba), por seud. Rafaela, estrenó Una casa de modas, conL,
P. Príncipe, 1858. Lea usted, com. Los Artistas, com. (1858). — José
Julio de la Fuente publicó Paralelo hist.-juríd. entre el Fuero Real
y el libro de los Fueros de Aragón de D. Jaime I, disc, Madrid, 1858.
Memorias del Instituto... de Bilbao (1871-72), Bilbao, 1871, en cuyo
Apéndice se citan los impresores y autores vascos. — Lx)s señores Gar-
cía González y L.\lama estrenaron A un ardid otro mayor (1858), A
-caza de un yerno (1860). — Luis García Martín (n. 1833), de Valladolid,
del arma de Caballería, publicó muchos años el Almanaque Militar
Español y Manual de teatros (reseña de ellos y de los artistas), 1858,
r86o. España en África, culpas ó faltas del siglo xviii que paga
£l XIX, Madrid, 1879. — Eduardo G. Gordón (1838-1879), de Monte-
video, periodista, dramaturgo y poeta, publicó Hojas del corazón,
verso?, Montevideo, 1860. Estrenó Desengaños de la vida, dr. (1858).
La Patria, apropós., 1864. La Fe del alma. El Lujo de ¡a miseria.
Son comedias imitadas de las españolas. — Vicente Gregorio Aspa
estrenó Paulina, dr. (1858). — Fernando Guillamas y Galiano, coroneí
de Ingenieros, publico Historia de Sanlúcar de Barrameda, Madrid,
1858. — Eduardo Hernández y Ferrer publicó Abrojos de la zñda,
nov., Madrid, 1858. — Jacinto Labaila y González (1833-1895), de
Valencia, fué con Querol, Llórente, Pizcueta, etc., de los que desper-
taron el renacimiento literario valenciano. En castellano estrenó La
Providencia, dr. Í1863). Ecos de la ju7<cntud, poesías. Valencia, 1864.
Mesa revuelta, 1866. La Espuela, estudio psicológico-novclcsco, Madrid,
1873. Las Mujeres en venta, novela, Gerona, 1873. Misterios del co-
razón, novela, 1876, Poesías serias y jocosas. Valencia, 1877. Para el
teatro: El Arte de hacerse amar (1858). Jai Nave sin piloto (1861).
ni Grito de la conciencia (^1862). La Providencia (1863), ¿Me entienda
S. XIX, 1858. MARIANO PADILLA 253
usted? (1863). Ojo al Cristo (1864). Los Comuneros de Cataluña
(1871). La Resucitada (1890). Novelas íntimas, 1896, dos vols. Fundó
en Valencia Silvina á los veinte de su edad; dirigió el Bolet, Rev. del
Ateneo de Valencia (1870-71) y La Ilustr. Valenciana; fué redactor
<le La Opinión, El Diario Mercantil; presidió la sociedad Lo Rat Pe-
nat. — Pedro Lacasa publicó Vida militar y política del General ar-
gentino D. Juan Lavalle, B. Aires, 1858. — El Laúd del desterrado,
poesías patrióticas de varios cubanos, Nueva York, 1858; Habana,
1903. — Juan N. López de Vergara, catedrático, escribió Curso aca^
dérnico de la elocuencia española, póst., Tenerife, 1858. — 'Eleuterio
Llofríu y Sagrera (1835-1880), de Alicante, doctor en Derecho
(1860), secretario del Gobierno civil de Huesca, director de El Ál-
bum de las Familias (1865), escritor sencillo y correcto, ameno é
instructivo, publicó Azucena, nov,, Alicante, 1858. La Hija del mar,
iiov., ibid., 1858. La Estrella de Villalar, nov., Madrid, 1861. Castigo
del cielo, nov., ibid., 1871. La Cruz de los matrimonios, nov. Mar-
tirio y resignación, nov. Consideraciones históricofilosóficas acerca
del s. XV. Historia de la insurrección y guerra de la Isla de Cuba,
Madrid, 1870-72, cuatro vols. El Naufragio del grumete, nov., Ma-
drid, 1872. Heroísmo de una madre, nov. La Madre de los pobres,
nov. Tempestades del alma, nov., Madrid, 1873. Física recreativa,
1873. Gloria, dinero y mujer, nov. Insurrección federal de i8js>
Madrid, 1873. Maldito dinero, nov., ibid., 1874, dos vols. Para el
teatro: Un voluntario. La Caridad, com., 1868. Aquí fué Troya, com.
El Mesías prometido, id. La Azucena, id. Galileo, epis. dram., 1875.
En Méjico y en Madrid. — Luis Martí publicó Diccionario de la len-
gua castellana, Madrid, 1858. — José Martínez Monroy (1837-1861),
•de Cartagena, sólo pudo dar primicias, sentidas y filosóficas, de lo
-que prometía, aunque la poesía El Genio, en La Crónica (1858), debió
más su fama á la política que á lo que vale. En La Victoria de Tetuán
€8 belicoso en demasía. Cantó El Arte, Al telégrafo eléctrico, A la
Virgen, Lo que dice mi madre. Poesías, Madrid, 1864, con biografía
por Castelar y comentarios por Hartzenbusch. — ^JosÉ Lino Melero,
■cubano, publicó El Artista, dr., Habana, 1858. Clementina, trag. (1868).
—Alvar Méndez de Rivera publicó El Príncipe de Viana, novela
Jiistórica, Barcelona, 1858. — Isaac Núñez de Arenas publicó Elemen-
tos filosóf. de la literatura esthetica, Madrid, 1858. Qué se entiende
por conservación del idioma, 1863 (disc. recep. Acad. Esp.). — Carlos
OcHOA Y Madrazo (u. 1836), madrileño, hijo de Eugenio Ochoa, por
seud. Claudio Félix de Guzmán y Un testigo ocular, colaborador de
La Época, La Commune de París, La Liberté (París) ; corresponsal
allí de El Imparcial, estrenó Un viaje sentimental (del fr., 1858). El
Capitán Azul, dr. Un mal padre. Las Colegialas de Saint Cyr. La Loca
de Londres. Dirigió el periódico madrileño L'Espagne (1866). Publicó
Antología española, teatro, dos vols., París, 1860-61 ; t. HI, Trozos
escogidos de los mejores hablistas, Besanzón, 1860. — ^Mariano Padilla
250 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (1850-1869)
(t 1869), médico y catedrático guatemalteco, publicó Apuntamientos
para la biografía del Sr. D. José Antonio Larrave y Velazco, ibid.,
1858. Ensayo histórico sobre el origen de la enfermedad venérea ó de
las Bubas..., Guatemala, 1861. — Gonzalo Peoli (1835-1871), de La
Guayra (Venezuela), en Cuba desde 1849, publicó Poesías, Matanzas,
1858. — Don Pepito, mozo alcgórico-fantástico..., entretenimientos de
la época en forma de diálogo, Barcelona, 1858. — Mariano Pérez
Cuenca publicó Historia de Pastrana, Madrid, 1858, 1871. — Gregorio
Petano y Mazariegos publicó Viajes por Europa y América, París,
1858. — Poesías piadosas, Madrid, 1858. — Revista del Pacífico, Valpa-
raíso, 1858-61, cinco vols. — Vicente Reyna publicó Las Víctimas del
paso de Quinteros y el genio de la América del Sur, leyenda, Buenos
Aires, 1858. — Fray Manuel Rivas publicó Idea del imperio de An-
nam, Alanila, 1858. — Ignacio Casimiro Roca (n. 1838), poeta de Gua-
yaquil, sentido y tierno, cofundador de El Álbum Literario y de La
Regeneración. — José María Rodríguez, presbítero, dirigió el Tesoro
de oratoria sagrada ó repertorio universal de materias predicables,
Barcelona, 1858, 12 vols. — Manuel Rodríguez Objío (1838-1S71),
dominicano, ardiente poeta político, emigrado y fusilado. — Joaquina
Ruiz DE Mendoza publicó Tres tumbas al pie de la cruz, episodio de
un viaje de recreo, Madrid, 1S58. Colaboró en El Pensamiento (Ba-
dajoz, 1844). — Fernando Sala estrenó Los Ardides de Jazmui, com.
(1858). — Luis Sergio Sánchez, director del Instituto de Cáceres
(1848), publicó Poesías, Cáceres, 1858. — Colección de los escritos del
Dr. D. Pedro Antonio Sánchez, canónigo de... Santiago, Madrid.
1858. — O. Santularia y Añoro publicó Biblioteca del cura párroco,
tres vols., Huesca, 1858. — Emilia Serrano de Wilson (n. 1843-), Ba-
ronesa de Wilson, granadina, directora en Madrid de La Caprichosa
y La Nueva Caprichosa, que estuvo en la Habana de 1906 á 1912,
publicó Las Siete palabras de Cristo, poema, París, 1858. El Camino de
la cruz, poema, ibid., 1859. Alfonso el Grande, poema hist., ibid., 1860.
Almacén de las señoritas, ibid., 1860. Manual ó sea Guía de los viaje-
ros en Inglaterra, Escocia é Irlanda, ibid., 1860. Pobre Ana, ley. hist.,
Madrid, i8ói. La Familia de Gaspar, nov., 1867 (en El Eco Ferrola-
to). El Ramillete de pensamientos, poesías líricas, 1868 (ibidem).
Los Pordioseros de frac, nov., Madrid, 1875. Las perlas del corazón
y aspiraciones de la mujer, Méjico, 1884. Americanos célebres, dos
vols., Barcelona, 1888. América y sus Mujeres, ibid. (s. a., 1890). Al-
meraya, ley, árabe, Habana, 1891. Siembra y cosecha, episodios para
la juventud, Curazao, 1892. América á fin de siglo, Barcelona, 1897.
El Mundo literario americano, escritores contemporáneos, Barcelona,
1903, dos vols. Maravillas americanas, dos vols., ibid., 1910. México
y sus gobernantes desde i^K^ á 1910, dos vols., ibid., 1912. Consúltese
P.amón Elices Montes, La Bar. de Wilson, su vida y sus obras, Mé-
xico, 1883. — UiEGO DE Silvia publicó Tratado de oratoria y poética,
arreglado en forma de diálogo, Madrid, 1858, 1869. — J(jeÉ A. Tavo-
S. XIX, 1859. GASPAR NÚÑEZ DE ARCE 267
LARA estrenó Cosas de todos los días, com., Montevideo, 1858. — Te-
soro de la sabiduría de todos los siglos y países, sentencias, pensa-
mientos..., por D. R. C, Madrid, 1858. — Telesforo Tuñón y Cañedo
estrenó Un abrazo de la suegra y un mimo de la mujer, Habana, 1858.
— Quiteria Varas Marín (1838-1886), poetisa chilena, discipula de
Mercedes Marin del Solar, su tia, cantó á la caridad é hizo poesías
elegiacas de suavidad pálida; festiva y donairosa es La Chimenea. —
Rafael Villalobos y Belmonte estrenó Caza mayor, com., Málaga
(1858). — ^Manuel Villavicencio publicó Geografía de la república del
Ecuador, New- York, 1858. — A. Marcelina Vinent publicó Genero-¡
sidad musulmana, leyenda, Mahón, 1858.
87. Año 18 jg. Gaspar Núñez de Arce (i 832- i 903) na-
ció en Valladolid, donde su padre era empleado de Correos, y
á los pocos años fué con toda la familia á Toledo, donde se dio
á conocer, á los c[uince, como poeta, con un drama titulado
Amor y orgullo, que arrebató á la gente. Desgarróse de la
casa paterna, como Zorrilla, ganoso de renombre y gloria en
la corte, donde fué periodista, escribiendo primero en El Ob-
servador (185 i) y comió corresponsal de La Iberia (1857)
asistió á la campaña de África (1860). Afiliado á la política
de la Unión liberal, fué gobernador de Logroño y diputado á
Cortes por Valladolid en 1865. Después de la Revolución de
Setiembre, en la cual tomó parte, desempeñó el Gobierno de
Barcelona, y durante la Restauración ocupó elevados puestos,
hasta ser ministro de Ultramar en 1883. Fué presidente del
Ateneo y de la Sociedad de Escritores y Artistas y académico
de la Española (1874). Gran poeta, escultural y retórico, cere-
bral y equlibrado, realista y fogoso, de la rama de Quintana,
á quien no imitó, pero aventajó; no rayó, sin embargo, tan alto
como Espronceda, Zorrilla, Campoamor y Bécquer. De lo más
apasionado y vehemente de suyo, á pesar de haber dicho (1864)
que á los treinta tenía "el alma apagada y fría", alzóse con
nuevos y no esperados bríos al sonar la Revolución, como poe-
ta nacional, en cierto modo, educador de pueblos, cantor al aire
libre entre los grito's del combate, no de las hazañas de héroes,
como Quintana, sino de las dudas religiosas de su descreído si-
glo, llorando y dudando á la par con él "entre lágrimas y cie-
no", viéndolo todo negro y encapotado, no sólo el tempestuoso
mar de las almas, sino hasta el desastre "de esta España n-joral
TOMO VIII.
l58 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
que se derrumba". No aduló á las desgreñadas muchedumbres;
que en continuos motines iban empujadas á la revolución por
demagogos poco épicos. Revolucionario él mismo, dudaba, tan-
to en politica como en religión, al igual de los demás. En ambos
terrenos fué el poeta de la duda, y, por tanto, verdadero poeta
nacional en aquellos días en que la nación entera zozobraba sin
esperanzas en religión ni en política. La revolución aquella,
menguada y tacaña revolución, al trepar á lo alto del secular
trono de nuestros reyes, vio debajo de sí el abismo, se le fué la
cabeza y despeñóse feamente. También Núñez de Arce se es-
fuerza por dar salida al estado de los ánimos y asoma á veces
su cabeza por cima de las nieblas de la incredulidad, quiere ser
espiritualista, desea comprobar lo macizo de las tradicionales
doctrinas, de la personalidad de Dios, de la inmutabilidad de la
ley moral, de los derechos de la conciencia, de la responsabilidad
del hombre, de la verdad revelada, de la persona y doctrina de
Cristo; pero derrúmbase al punto y torna á zabullirse en la
negregura de la falta de fe o, por lo menos, de la duda : que "es
hijo del siglo y en vano se resiste á su impiedad". Este altiba-
jar de la duda es lo que canta Núñez de Arce en tono alg"ún tan-
to retórico; pero con un brío tal, que suena á sincero su canto.
El ropaje escultural poético, de amplios y clásicos pliegues ; la
soltura del estilo, lo gallardo de la versificación, el dominio
perfecto de los metros más dificultosos, hacen de los Gritos del
combate (1875) uno de los libros poéticos más acabados del si-
glo XIX. Pasada la Revolución de Setiembre, mudó las cuerdas
de su lira, y según el parecer de los más, con ventaja, convir-
tiéndose en poeta filosófico y en poeta inspiradísimo y de ex-
quisito esmero en la forma, ya en la delicada bucólica del Idilio
(1878;. ya en la romántica volubilidad de El Vértigo (1879) y
de Hernán el Lobo, ora en el dantesco simibolismo de La Selva
oscura (1879) y de La yisión de L'ray Martín (1880). ora en la
imitación de la Ultima lamentación de Lord Byron (1878), des-
pués en los verdaderos idilios La Pesca (1884) y Maruja (1886),
y, sobre todf>. en el poema simbólico Raimundo Lulio (1875),
donde los tercetos de Dante parecen tras]K)rtados por prittKera
vez á nuestro idioma y la pasión legendaria ele Raimundo y su
dama nada pierde en fuerza y hermosura al ser velada jxjr el
[Autores dramáticos contemporáneos, iSSi.")
S. XIX, 1859. GASPAR NÚÑEZ DE ARCE 269
simbolismo de la razón y de la ciencia. Rafael Calvo fué leyendo
o, m¡ejor dicho, fué declamando estos poemas en el teatro con-
forme los iba componiendo el autor. Como dramaturgo El Laii-
fel de la Zubia, Herir en la sombra, La Jota aragonesa, etc., fue-
ron obras que hizo en colaboración con don Antonio Hurtado ;
propias son Deudas de la honra. Quien debe, paga y El Haz de
leña. La última es drama histórico y trata el asunto del prínci-
I^e don Carlos, hijo de Felipe II, ya famoso por los pinceles de
Schiller, Alfieri y Quintana. Pero si aquellos autores se aprove-
charon de la leyenda que en su tiempo corría, Núñez de Arce,
después de descubierta la falsedad de la leyenda, se atuvo al he-
cho histórico y supo sacar de él, aunque parezca mentira, un
■drama verdadero, sencillo en el plan, sobrio en el habla, de vi-
gorosos sentimientos, de personajes bien salientes. No conoció,
al parecer, el mejor drama histórico español de Jiménez de
Enciso, El Príncipe D. Carlos, y así no se le puede comparar,
quedando muy tras él en todo, á pesar de ser El Haz de leña
el más hermoso drama histórico del siglo xix,
88. Núñez de Arce pertenece, por sus obras teatrales, al período
de 1850-70; por sus cantos sociales, al período de 1870-88, y por sus
últimas obras reg'ionales y descriptivas, á la época regional, que co-
piienza en 1888, la de Gabriel y Galán, Medina y Rueda. Dícese que,
fallecido repentinamente el párroco de la Antigua apenas bautizó á
don Gaspar, quedó sin hacer la inscripción parroquial, y sólo veinti-
siete años después se sobresanó la omisión por informaciones, y aun-
que se^^ún ellas, se asentó una partida en que constaba haber .'lacido
el 4 de Setiembre de 1834, no faltaba quien, como un tío suyo, afir-
mase corresponder ¡a fecha al mes de Agosto de 1833. Pero después
se ha dado con la verdadera partida de bautismo, del 6 de Agosto de
1832 (véase N. Alonso Cortés, Viejo y Nuevo, Valladolid, 1916). Fué
director en Madrid de El Bachiller Honduras (1850), que tomó des-
pués por seudónimo; redactor de El Observador (1853), de La Ibe-
ria, fundada en 1854 y como su corresponsal estuvo en la guerra
-de África; fundó El Contribuyente ; fué redactor de El Constitucio-
nal y La Política. Llegó á senador y ministro de la Corona. Colaboró
en Gente Vieja y antes en La Educ. Pintoresca (1857), Los Niños
(1870...), El Día, Blanco y Negro, La Ilustr. Esp., La Esp. Moderna.
En la Rev. España: Revista de política interior (1870-72). Estrofas
(1870, t. XIII). La Libertad, soneto (1875, t. XLVII). A Lesbia, son.
(1877, t. LVII). A J avellanos, son. (1878, t. LX). A un hombre irreso-
luto (1878, t. LXI). M. Pelayo, Crít. litcr., i." serie: "Núñez de Arce
200 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
pertenece al género de los poetas cizñles, de los que increpan y amo-
nestan, de los que hacen crujir su látigo sobre las prevaricaciones so-
cia es, los que imprimen el hierro candente de su palabra en la fren
te y en la espalda de los grandes malvados de la historia ó de los que
ellos tienen por tales, pues no se ha de olvidar que el poeta político,
en nuestros tiempos, no puede menos de ser un hombre de partido,
con todos los atropellos é injusticias que el espíritu de facción trae
consigo. Pero este mismo espíritu no cabe sino en almas de temple
recio y viril, naturalmente honradas y capaces de apasionarse por
una idea... A pesar de sus méritos dramáticos... es, ante todo, un
gran poeta lírico...; por las mejores y más sanas partes de su ingenio
y por las condiciones de la lengua poética que habla es hijo de la es-
cuela castellana, llamada comúnmente salmantina..., el predilecto
suyo... Quintana... como hermano gemelo, como hijos del mismo te-
rruño y educados con las mismas auras. Uno y otro se parecen en
no mirar el arte como frivolo solaz, sino como elemento educador y
civilizador de los pueblos. Uno y otro buscan la inspiración, no en
solitaria estancia, lejos del bullicio, sino al aire libre y á la radiante
lumbre del sol, entre las oleadas de la multitud y en el fragor inmen-
so de la batalla, entre trueno de cañones y relampaguear de espadas.
Uno y otro miran el mundo, no como paraíso de amores ó como de-
sierto de melancolías, sino como palestra ó circo... Núñez de Arce...
duda mucho más de lo que afirma y llora sobre lo que destruye...
Convirtiendo el poeta sus estrofas en hierro estampado sobre la he-»
rida abierta, levanta en 1870, en medio del triunfo de la Revolución,
á la cual él servía, el látigo de Juvenal y de Quevedo... El no aduló
nunca á la licencia desgreñada del motín... Nunca para la maldad
triunfante tuvo aplauso ni excusa. Su voz austera y robusta se alzaba
siempre en aquellos tremendos días, como para purificar la atmós-
fera corrompida por el olor de la sangre y el humo del incendio. La
conciencia nacional, amedrentada por la insolente tiranía del motín,
se templaba y vigorizaba con el canto masculino y poderoso de Núñez
de Arce. Era una tribuna la suya más eficaz que la tribuna parla-
mentaria... No es exclusivamente poeta político... Es el cantor ofi-
cial de la duda... Ha puesto N. de A. su musa al servicio de la causa
espiritualista, inseparable de la causa cristiana, combatiendo con el
acero del sarcasmo, en estrofas tan fáciles como limpias y gallardas,
las doctrinas del materialismo evolucionista y afirmando en toda oca-
sión y con entereza la personalidad de Dios, la iiunutabilidad de la
ley moral, los derechos de la conciencia, la responsribilidad del ser
humano y, finalmente, la absoluta necesidad de algún ideal (jue sea
como la sal de la vida y la impida corromperse miserablemente... Este
pr>ema de Raimundo Lidio .señala, á mi ver, el apogeo de la gloria
de N, de A... El señor N. de A., que tantas cuerdas tiene en su lira, es
también poeta dramático y me complazco en reconocerlo así, por lo
mismo que voy contra la opinión común y quizá cf)ntr;i la que de si
S. XIX, 1859. GASPAR NÚÑEZ DE ARCE 26 (
mismo tiene formada el poeta. ¡ Cosa singular ! Aquí, donde la hueca
ampulosidad, llamada lirismo, se enreda eternamente como planta pa-
rásita al diálogo del teatro... observamos el frecuente contraste de
que cuando un verdadero poeta lírico, v. gr., Ayala ó N. de A., llega
al teatro, hace estudio de expresarse Qon austera sobriedad y de po-
ner en boca de sus figuras escénicas el verdadero lenguaje de la vida...
Ha hecho un drama tan bueno como cualquier otro del teatro español
moderno... De las obras que exclusivamente le pertenecen ha colec-
cionado el señor N. de A. cuatro : Deudas de la honra, Quien debe,
paga, Justicia providencial y El Has de leña. Las tres primeras...,
muy bien concertadas y escritas. El autor ha querido caracterizarlas,
llamando á la primera drama íntimo ó de conciencia; á la segunda,
comedia de costumbres, y á la tercera, drama de tendencias sociales.
Pero, salvo leves accidentes, todas tres pertenecen á la manera de
Ayala 3;^ á una de las maneras de Tamayo ; es decir, á aquel género
de alta comedia que pudiéramos llamar realismo urbano y ético ó
moralizador y en España comedia alarconiana... Después de ellos
podemos nombrar con justo elogio á N. de A., aun reconociendo que
no es la observación de los vicios y defectos sociales el campo de su
gloria y que quizá por eso mismo propende á las moralidades generad-
les y sentenciosas y á los conflictos ásperos como el de Deudas de la
honra, más bien que al estudio de la infinita variedad de los detalles.
Resulta de aquí también algo de pálido y borroso que suele haber en
las figuras... El Haz de leña... Su Felipe II no es ya el monstruo
apocado y vil de Quintana ni la esfinge monosilábica de Alfieri...;
personaje noble, simpático y muy próximo á la realidad. El autor le
ha tratado con cariño." Carlos Arturo Torres, Estudios, 1906, pág. 127 :
"Heredero de Quintana en el cetro de la lírica española, Núñez de
Arce, el ilustre poeta que hoy lloran las letras castellanas, fué igual
á su predecesor en la energía del verbo, en la altura del concepto y en
el vigor de la inspiración ; no llegó á la épica entonación del primero,
pero tuvo más que éste la profundidad filosófica, lo impecable de la
form.a y la intensa nota humana. Representantes uno y otro de los
conturbados tiempos en que les cupo en suerte vivir, tiene Quintana
el generoso juvenil entusiasmo de aquellos años de gloria y de lucha,
de amor á la Patria y de fe en sus destinos superiores ; Núñez de
Arce, vastago de otra edad de rectificaciones y desengaños, siente
á las veces que resfría el fuego de su alma nobilísima ese hálito sutil
del escepticismo político, el más enervante y desolador de los escep-
ticismos; resuena en las odas del primero el grito de la guerra de la
Independencia y el doloroso clamor de Trafalgar y Albuera, en tanto
que en las octavas, tercetos y sextinas del segundo vibra el eco de una
revolución en que la turbulencia política de los pueblos nada es ante
la turbación moral de los espíritus. Quintana es simplemente descreí-
de ó indeferente en religión; el otro, el más moderno, místico de cora-
zón y racionalista de pensamiento, traduce mejor que otro alguno en
262 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
nuestra lengua ese íntimo conflicto — drama silencioso de tantas al-
mas— entre la aspiración blanca que afirma y el análisis negro que
niega y hace de la duda á la vez el torcedor de su vida y la acerba
inspiración de sus poemas. Adviértense en Núñez de Arce, como poe-
ta lírico, tres maneras principales bien caracterizadas: la poesía polí-
Hca {Gritos del combate), la poesía simbólica y filosófica {Raimundo
I.ulio, La Duda, que, aunque incluidas en los Gritos del combate, per-
tenecen ideológicamente á la segunda manera: La Selva obscura, La
Visión de Fray Martín, Lamentación de Byron, A Darwin, Luzbel,
Tristezas, Siirsum, etc.), y la que pudiéramos llamar realista en el
sentido amable de la palabra, familiar y descriptiva {Idilio, La Pes-
ca, Maruja, etc.) ; podría hablarse de una cuarta, feliz incursión en
los campos del polvoroso romanticismo, ejercicio de virtuosidad, se-
gún dice un crítico extranjero, á la cual pertenecen El Vértigo, Her-
nán el Lobo y Miserere. La poesía subjetiva también le debe notas
tan sentidas como aquélla, grabada en la memoria de cuantos tuvieron
la fortuna de leerla una vez: "¿Recuerdas? Cuando en los días..."' Las
apuntadas modalidades de su poesía se complementan y se implican
necesariamente para formar esa unidad de su genio imponente y
coercitivo, cual cumple á un verdadero atleta en el campo del intelec-
to, conductor de espíritus en una época de formación social, á quien
las influencias ambientes y la mental conformación le vedaron el refi-
namiento exquisito y que tuvo muchas veces que subyugar los fueros
del reino interior á las necesidades supremas de la propaganda y de la
acción... Núñez de Arce estaba en la plenitud de su vigor cuando es-
talló la revolución de 1868; quería para su país la conquista pacífica
y firme del derecho, y aspiraba á la razonada y segura emancipación
de sus compatriotas. Cuando principió el fermento precursor de lo
que para él era funesto y delirante extravío en vez de reclamo enér-
gico y severo del derecho, tuvo para su patria un amargo reproche y
una inmisericorde reprobación... Ante la ceguedad ó ante el criminal
extravío de una sociedad empujada al abismo por los más inicuos in-
tereses; ante el escamoteo que de los más sacrosantos ideales se hace
para prender la discordia y perder á la patria ; cuando la razón es
escarnecida y la justicia vilipendiada; cuando sólo hay aplausos para
el agitador ó para el explotador de las malas pasiones de los pueblos
y sambenitos para quien solitario é inerme defiende los fueros de la
verdad ; cuando esto sucede, decimos, es imjiosiblc que no estalle fiera
la indignación del ])uct:i en cláusulas de fuego, á manera de estigmas
sobre las frentes culpadas. Liberal de la más genuína escuela, por más
que fuera partidario de la forma monárquica de gobierno, su amor a
la "Diosa de blanca túnica ceñida" que veía en sus sueños juveniles,
le llevó á condenar de mo<lo resuelto la licencia y la revuelta, que
en España, como en otras j>artes, usurpan el nombre de la libertad y
profanan sus aras sacrosantas. Nunca se escucharon en los ámbitos
del habla castellana acentos más vibrantes, más robustos, más valero-
S. XIX, 1859. GASPAR NÚÑEZ DE ARCE 203
soí ; nunca tampoco poeta alguno influyó de modo más decisivo en el
alma nacional. ''Su tribuna, dice Menéndez Pelayo, era más eficaz
'que la parlamentaria." Reconocemos la honradez de su actitud y
aplaudimos la solidez de su criterio sereno en días de universal fre-
nesí, por más que no compartamos sus puntos de vista monárquicos,
á los cuales sirvió con desinterés y valor. Llevado por su imperativo
categórico á servir á la libertad, creyó que el modo más directo de
hacerlo era combatiendo la guerra civil. Encargado de redactar el
manifiesto del 16 de Octubre de 1868, en el cual el Gobierno provisio-
nal consignó sus proyectos de reforma, comenzó allí mismo su pro-
paganda antirrevolucionaria, que continuó en sus poesías y cuya re-
sonancia fué extraordinaria; con la mira de conjurar la guerra civil,
contribuyó á dar el falso paso de la proclamación de Amadeo de Sa-
boya: tres años más tarde y seis días antes de la abdicación del rey
italiano murió Ríos Rosas; Núñez de Arce escribió su famosa elegía
En la muerte de Ríos Rosas, de la que manos desconocidas tiraron
más de doscientos mil ejemplares y que es una página llena de amar-
gura, de elocuencia y desolación. En toda esa revuelta época sus es-
trofas eran arietes; sus cantos, gritos del combate, de un combate
solitario y sin tregua, en el cual, á nombre de la libertad, atacaba sin
miedo el fanatismo secular y el absolutismo, que han envilecido á
España, y en nombre de la civilización se enfrentaba á las turbas en-
loquecidas por la pasión política. "Desafiando el contrario clamoreo",
el poeta mostraba el efecto liberticida de la violencia y el desorden,
que es el de dar nacimiento
"...Al tirano providencial;
Que también tiene, como las fieras.
Sus domadores la humanidad."
Ardiente como Tirteo y severo como Tácito, no ceja un punto en su
propaganda contra los excesos de la revolución, cuando ser revolu-
cionario era la moda universal. La reacción prevista por el poeta
— quien nunca como en esta ocasión mereció el nombre de vate — se
cumplió fatalmente, y tras breve ensayo de República, volvió el pue-
blo, incapaz de fundar la libertad é inmerecedor de ella, á erigir "el
"trono secular de Recaredo..." Los Gritos del combate son la obra
de un poeta de España ; los poemas filosóficos son lia obra de un poeta
de la humanidad. En la profunda concepción bíblica aparece la Madre
de los hombres seducida por el deseo, que será el aguijón sempiterno
de su raza, tendiendo la mano al árbol de la ciencia, que por desgra-
cia "no es el árbol de la vida..." Este drama de todos los tiempos agi-
ta y conmueve el alma del poeta y de ese espasmo angustioso brotan
dos de las creaciones más notables de la literatura castellana, Raimun-
do Lulio y La Visión de Fray Martín." Núñez de Arce : "En la Ultima
lamentación de Lord Byron he procurado probarme en el tono épico,
264 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
tal como creo yo que debe ser en nuestra época ; en el Idilio he intenta-
do penetrar en el seno de esa poesía íntima, familiar, patética, que se
desarrolla al calor del hogar y en la dulce serenidad de la Naturaleza;
en La Selva oscura he pretendido velar mi pensamiento, sin hacerle
incomprensible, en los misterios de la alegoría y del simbolismo; en
La yisión de Fray Martín, de la cual el público sólo conoce el primer
canto, he deseado, bajo íorma serena y grave, unir lo fantástico y lo
sobrenatural á lo real y trascendente, y en El Vértigo predominan ex-
clusivamente el carácter legendario y la forma popular, para lo cual
le he escrito en el metro del pueblo." J. V'alera, Poesía... siglo xix,
I, pág. 229: "Su inicial inspiración es subjetiva casi siemipre. Lo que
escribe es conversación interior y examen de conciencia antes de ser
discurso, cuya sinceridad está siempre patente; sus dudas, los proble-
mas que plantea y cuya solución busca; sus recelos y temores y sus
elevadas esperanzas, suelen ser trascendentales ; sentidos con mayor
ó menor profundidad y comprendidos con lucidez más ó menos clara,
agitan el espíritu de casi todos los hombres pensadores, nuestros con-
temporáneos. Las composiciones amatorias de Núñez de Arce son,
por cierto, muy bellas. ¿Quién no lo reconoce y confiesa al leer el
Idilio? La du'lce melodía que en sus cantos pone el amor de la mujer
se desvanece, con todo, y deja de oírse, perdiéndose en la enérgica re-
sonancia que dan á su voz y á su lira otros menos personales pen-
samientos y pasiones. El amor de la patria, el anhelo de libertad y de
progreso para el humano linaje y la aspiración constante á la verdad,
á la hermosura y al bien infinitos, son el perenne é inexhausto venero
donde recoge este poeta el licor delicioso y salubre con que deleita y
conforta las almas, ofreciéndole en áurea copa que su rica imagina-
ción y su arte esmerado forjan y esmaltan. La duda y el temor que
asaltan á menudo al poeta acaban siempre por disiparse ó más bien
se convierten en afirmación y en esperanza. En ninguna de sus obras
brilla más esta esperanza y aparece esta afirmación más segura é
inquebrantable que en los últimos versos que ha dado á la estampa
con el título de Sursunt corda. En ellos exclama el poeta: "¡Lejos de
"mí la torpe incertidumbre !" Brinda á su patria, abatida y triste, bál-
samo de esperanza y consuelo, y prorrumpe en un himno eucarístico
á la procidencia de Dios, combinado con alegres vaticinios y con so-
noras alabanzas á la civilización europea. Antes de alcanzar y de can-
tar victoria, el poeta, sin embargo, ha vacilado y combatido mucho.
Las quejas, las diatribas, las sátiras y los anatemas contra la incredu-
lidad, los vicios y los pecíidos de la edad presente han precedido al
hermoso ex^inicio en que casi sin restricción la glorifica, profetizando
venturas y triunfos mayores. Incotulicionalmente, con tal de que se
crea y se espere en Dios, el poeta confía en la constante ascensión
del humano linaje, aunque en su marcha progresiva salte por cima
de antiguas y venerandas doctrinas é instituciones... Cuantos son los
problemas religiosos, filosóficos, sociales y políticos que interesan
S. XIX, 1859. JUAN PALOU Y COLL 265
hay á la humanidad, agitan y enardecen su alma; y él, con lealtad
y franqueza que le salvan de la inconsecuencia, y la explican, y la
justifican, y hasta la hacen merecedora de aplausos, ya que no los re-
suelva, los presenta á nuesitra consideración en resplandecientes y
atrevidas imágenes y en versos sonoros, correctos y casi siempre so-
brios.-'
La Cuenta del zapatero, comedia, 1859. ¿Quién es el autor?, come-
dia, 1859. ¡Cómo se empeña un marido!, comedia, 1860. Deudas de la
honra, drama, 1863. Ni tanto ni tan poco, comedia, 1865. El Laurel
de la Zubia, drama (con Antonio Hurtado), 1865. Santo Domingo,
1865. Herir en la sombra, drama (con Hurtado), 1866. La Jota ara-
gonesa, drama (con id.), 1866. Quien debe, paga, comedia, 1867. Jus-
ticia providencial, drama. El Haz de leña, drama, 1872. Entre el al-
calde y el rey, zarzuela (música de Arrieta), 1875. Gritos del combate,
poesías, 1875. Raimundo Lidio, poema, 1875. Discurso en la Acad.,
1876. Ultima lamentación de Lord Byron, poema, 1879. Un idilio y
una elegía, 1879. La Selva oscura, poema, 1879. El Vértigo, poema,
1879. La Visión de Fr. Martín, poema, 1880. Hernán el Lobo (i." pte.
en El Liberal), 1881, 191 1. La Pesca, poema, 1884. Maruja, poema,
1886. Miscelánea literaria, 1886. Discurso de la Exposición lit erario-
artística, 1887. Discurso sobre el regionalismo en el Ateneo, 1886.
ídem sobre la lírica, allí mismo, 1887. Discursos del Congreso litera-
rio hispano-americano , 1892. Poemas cortos, 1895. Sursum corda,
poema, 1900. Sandio Gil, novela, 1901. Luzbel, i.^ pte. (en El Liberal).
La Sombra de César, tragedia (trad. de Víctor Balaguer). La Primer
hoja del álbum, 1901 (en Esp. Mod., En.). Sus obras son las que más
ediciones han alcanzado, traduciéndose a'l francés, portugués, inglés,
alemán, sueco, holandés y húngaro, hasta en latín puso El Vértigo don
Miguel de Robles Alabern. En castellano, sus libros de versos han te-
nido más de 400 ediciones en España y América, más unas 200 frau-
dulentas. Gritos del combate, Madrid, 1875, 1885, etc. Poesías comple-
tas, New-York, 1884. Miscelánea literaria [contiene Recuerdos de la
guerra de África'], Barcelona, 1886. Consúltense: señora doña E. Par-
do Bazán, Retratos y Apuntes literarios (Obras completas, t. XXXH,
págs. 63-82) ; don José del Castillo Soriano, Núñez de Arce, Madrid,
1904; M. Pelayo, en Autores dramáticos contemporáneos, t. H, pá-
ginas 293-317; J. Valera, Revista Europea, 1875, t. IV, n. 60; Eduard
Lidfords, G. N. de Arce, en Nordisk Tidskrift (1905), págs. 510-526;
Narciso Al, Cortés, Viejo y Nuevo, Valladolid, 1916; J. J. Lizasoaín,
A'^. de Arce como dramático, 1913 (en Estudios de Deusto, Bilbao) ;
Ezio Levi, La leggenda di Don Carlos nel teatro spagnuolo del Sei-
cento, 1913 (Rev. d'Italia, anno XVI, vol. I, 855-913).
89. Año 18 jp. Juan Palou y Coll, poeta mallorquín, es-
trenó en 1859 ^1 vigoroso cuadro histórico La Canipoiia de la
266 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
Abmidaina. qnc (lió el último y magnífico son romántico, y en
el cual retiñe el amor maternal y paternal. Fué tanto ó más
aplaudido que El Trozador y Los Anuuitcs de Teruel y vale
más que ellos por el sentimiento, los personajes y la originali-
dad ; pero las grandes esperanzas que el público concibió del
jo\-en autor quedaron casi desvanecidas. Sólo compuso después
La Espada y el laúd (1865). drama desleído y oscuro, y Don
Pedro Puñalet, dr., Palma, 1900. Consúltese J. L. Estelrich,
Biografía de D. J. P. y C, Palma, 1907; y Págin. mallorqiiinas,
1912.
Teodoro Llórente y Olivares (1836-1911), de Valen-
cia, por seud. J^alentino, director de Las Provincias (1865),
La Opinión (1861) y El Panorama (1868-70), Vlióse á conocer
desde 1861 por sus poesías valencianas, contribuyó al renaci-
miento literario catalán con Rubio y Ors, Aiguiló, Aribau, Ba-
laguer y \^icente W. Querol, su compañero inseparable. Fué
con él y con José M." de Torres nombrada Mayoral en los
Juegos florales de Barcelona (1868) y uno de los fundadores y
alma de la Academia valenciana Lo Raí Penat (1878). Dio le-
vantados alientos á la cultura valenciana y catalana, uniéndolas
fraternalmente y dentro de la cultura española, subordinando
el amor á la patria chica al de la patria grande. Sus obras re-
crean el ánimo, dándole esfuerzo para todo noble anhelo. Fué
coronado en 1909 y era Mestre en gay saber. Descolló en la
poesía castellana y en la valenciana como poeta correcto y ma-
duro, de exquisito gusto, de blanda mehxlía. Tradujo á nues-
tro idioma como nadie en el siglo xix, aclimatando discreta-
mente en nuestro parnaso las mejores flores de los parnasos
ajenos. Pero su alma poética entera se halla en los versos va-
lencianos del Llibret, sobre todo en La Barraca.
Amos de Escalante y Prieto (1831-1902), santanderino,
])or seud. Jtian García (su propio y antiguo aixillido), de gran
cultura, licenciado en ciencias y académico de la I'^spañola y de
la Historia; jujeta enamorado de la Montaña y conocedor de
todos sus rincones geográficos é históricos, comenzó á escribir
en La Tertulia, vivió en Madrid algunos años y se retiró á su
tierra. Conocía bien el latín y varios idiomas modernos. Pro-
sista y poerla culto para cultos, cantó como pocos el mar. A ve-
S. XlX, 1859. AMOS DE ESCALANTE 267
ees cae en oscuridades por el afán de expresar el pensamiento
con novedad. Poeta muy septentrional, amigo de lo vago y su-
gerente ; en la form(a mjuy atildado.
90. T. Llórente: Poesías selectas de Víctor Hugo, 1859. El Cor-
sario, de Byron, 1863 (con Querol). Zaida, de Voltaire, 1868. Leyen-
das de oro, poesías de los principales autores modernos, 1875. Amo-
rosas, poesías de los principales autores modernos, 1876. Viaje de
S. M.... á... Levante..., 1877. Cartas sobre las dos últimas Exposi-
ciones... de París, 1879. Fausto, de Goethe, 1882, 1905. Poesías de
Heine, 1885. Llibret de versos, 1885. Fábulas de La Fontaine, 1885.
Valencia, dos vols., 1887-89. Non llibret de versos, 1902. Poesías
tríades, 1905. Poetas franceses del s. xix, 1906. Leyenda de oro, 2."
serie, 1908. Versos de la juventud, 1909. Nueva antología de poetas
franceses modernos (inédita). Florilegio de sus poesías, Barcelona^
1909. En Esp. Mod. : El Movimiento literario en Valencia en 1888
(1889, En.). Epistolae et Orationes R. P. Josephi Reigii S. J. (1889,
En.). Las Letras en Valencia durante i88g (1890, Febr.). Flores im-
puras, poes. (1890, Abr.). Durante el sitio de París, poes. (1891, En.).
En el jardín, poes. (1891, Febr.). La Delicada, poes. (1891, Marz.).
Del apéndice al intermezzo, poes. (1891, Mayo). Noche en la playa,,
poes. (1891, Jul.). De ultratumba, poes. (1892, Abr.). El Alma última,
poes. (1909, En.). Introito, poes. (1909, Febr.). La Bendición, poes,
(1909, Abr.). Los Nenúfares, Hacia el pasado. Las tres doncellas,,
poes. (1909. Mayo). A una joven árabe, poes. (1909, Jun.). Los Dioses
de Grecia, poes. (1909, Ag.). En el cementerio de Arroiv, poes. (1909,.
Set.). Himno al sol (1909, Oct.). Paseo, poes. (1909, Nov.). In deserto,,
poes. (1909, Dio.). Visto al pasar (1910, En.). La Muerte del mono
(1910, Febr.). La Alborada (1910, Marzo). Momentos deliciosos (1910,
Abr.). El Poeta moribundo (1910, Mayo). Ella (1910. Jun.). El Casti-
llo junto al mar (1910, Jul.). Al levantarse en el campo (1910, Ag.).
El Tiesto de flores. Noche de nieve (1910, Set.). La Campana rajada,.
Aparición (1910, Oct.). Improvisación en la Gran Cartuja, A una mu-
jer (1910, Nov.). Diamante del corazón, La Flor del espino y la estre-
lla (1910, Dic). Consúltense: Juan Navarro Reverter, T. LL, su vida
y sus obras, Barcelona, 1909; José Sanchís Sivera, Notas á la obra
Teodoro Llórente, por J. N. Reverter, Barcelona, 1910; ídem Biogra-
fía del Excmo. Sr, D. Teod. Llórente, Valencia, 1912; Juan Pérez de
Guzmán, en Esp. Mod., 191 1; Lo Ral Pcnat (Julio de 191 1); E. Méri-
mée, en Bull. Hisp., t. XIII (1911); Juan Maragall, D. T. Llórente,
1909 (en Cultura Esp., págs. 543-44).
M. Pelayo, Crít. liter., 5.' ser. (1908), pág. 423: "Pintor idealista,
rico en ternuras y delicadezas, que ha envuelto aquel paisaje en un
velo de suave y gentil poesía... Amos Escalante, autor de Costas y
Montañas y de Ave Maris Stella, dos libros que pasarán por clásicos
268 l'RIMER PERÍODO DE L.\ ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
cuando los españoles volvamos á aprender el castellano." Id. 4." ser.
(1907), pág. 187: "Su alma de poeta lírico quedó estampada en sus
versos y en su prosa...; cuanto trazó su pluma está envuelto en una
atmósfera lírica y líricamente interpretado, en la más alta acepción
que puede tener esta palabra lirismo. La observación es en él precisa
y exacta, como de hombre graduado y experto en Ciencias naturales;
fidedigna la notación del detalle pintoresco ; y, sin embargo, lo que
en nuestro gran Pereda es cuadro de género, tocado con la franqueza
y brío de los maestros holandeses y españoles, es en A. E. vaga, mis-
teriosa y melancólica sinfonía, que sugiere al alma mucho más de lo
que con palabras expresa... En su arte era Juan Garda un anacoreta,
un solitario..., trabajaba á hurto de sus amigos...; había puesto tan
alto su ideal artístico, que siempre creía estar remoto de la perfec-
ción... Así se engendró en él aquella superstición de la forma... Esta
dura labor ocupó los mejores años de su vida... Como era cristiano
y era poeta y nació en una era crítica y terrible para el pensamiento
humano, tuvo que soportar, como todo hijo de Adán, grandes y espi-
rituales dolores..., tuvo que luchar con las insidias del error y con
las propensiones de nuestra naturaleza caída, saliendo victorioso,
pero desgarrado, de la lucha. Xo es maravilla, pues, que su voz venga
empapada en lágrimas y que haya más tormentas y brumas en su poe-
sía que días serenos y auras bonancibles. No fué, ni pudo ser, poeta
popular, sino esencialme-nte aristocrático, como lo era su teniperamen-
to. Cantó para pocas y selectas almas; pero en su apartamiento y so-
ledad estética no hubo ficción ni alarde ni impostura... La Naturaleza
no le había negado ninguna condición de escritor, salvo acaso cierta
desenvoltura, resolución y firmeza que impera y subyuga á todo gé-
nero de lectores. Pensaba y soñaba juntamente y al velarse sus pen-
samientos con las sombras del ensueño, no podían ser enteramente
diáfanos. Impone saludable atención al que lee; pero nadie dirá que
esto sea un demérito. Puede serlo la falta de precisión á veces, cierta
especie de niebla que envuelve los contornos de sus figuras, lira poe-
ta lírico aun escribiendo en prosa, y lo era de especie muy sutil y
etérea, más musical que gráfico... La densidad de su prosa, que no es
defecto, sino exceso, tenía sus hondas raíces en una cultura de las
más vastas y más sólidas que en escritor español he visto.... consumado
latinista..., las literaturas inglesa é italiana..., un sello de grave<lad y
madurez, que, naturalmente, es mayor en las últimas (obras) ; pero
que no falta ni siquiera en los versos y en los libros de viajes." En-
rique Menéndez y PelayO; De Canfahria (1890), pág. 15: ^'Juau Gar-
da es un caballero antiguo, en todo cuanto este adjetivo tenga de en-
comiástico. Español hasta el fondo de su alma, en ella guarda todas
las energías y respetos de los españoles de antes — de los españoles,
que se pudiera decir sin más aditamento — ; su piedad profunda, su
moral austera, su hondo amor y nunca quebrantada obediencia del
hogar, aquella cortesía con los viejos y los sabios y rendimiento con
S. XIX, 1859. EDUARDO DE PALACIO 269
las damas, rendimiento y cortesía llenos de respeto y que no nacen en
los labios, sino adentro, sin que hagan los labios otra cosa que ves-
tirlos, al pasar afuera, con dicción noble y correcta, tan lejana de la
afectación cuanto de la vulgaridad. Tanto como español es monta-
ñés : apegado al solar como la idea al cerebro en que nace ; pagado al
alto linaje de que viene, no para otra cosa que para no oscurecerle y
para probar con obras y pensamientos cómo se funda en algo el res-
peto de las gentes á un apellido, á un escudo, á una casa; prendado
de su tierra, no con amor irreflexivo y ciego, sino avivador del alma
y los ojos, que no lleva á escarnecer la ajena, sino sólo á elogiar la
propia y poner en su servicio lo mejor del pensamiento y del corazón.'*
Escalante escribió artículos en El Día, La Época, La Iliistr. Esp.,
Bol. de Comercio, El Atlántico, La Tertulia, Rev, Cántahroasturiana.
La Torre de Caicedo, romance (en el Semanario Pintoresco, 1859).
Del Manzanares al Darro, relación de viaje, Madrid, 1863. Del Ebro
al Tíber, recuerdos, ibid. 1864. Costas y montañas, libro de un cami-
nante, ibid., 1871. En la playa, acuarelas (Marina, Un cuento viejo.
Bromas y veras, A flor de agua, La Luciérnaga) , ibid., 1873. Ave
Maris Stella, historia montañesa del s, xvii, ibid., 1877. Poesías, San-
tander, 1890 {Marinas, Flores, En la Montaña) ; Madrid, 1907, con
pról. de M. Pelayo.
91. Año 1859. José Picóx (i 829- i 873), madrileño, arqui-
tecto, redactor de El Clamor Público, estrenó varias zarzue-
las, aplaudidas, sobre todo Pan v toros, con música de Bar-
bieri, llena de ingenio y vida, con no poco de dramático y mu-
cho interés.
Bernardo López García (i 840- i 870), de Jaén, se dio á
conocer como poeta en su oda Al Asia, publicada en La Discu-
sión, de Madrid, 1859, donde fué estudiante y colaborador de
El Eco del País, hasta que, vuelto á Jaén, se casó (1864), y pu-
blicó sus Poesías, Jaén, 1861, 1867, 1880, 1882, 1908 La polí-
tica le im-pidió perfeccionarse en el arte ; pero son muy notables
sus populares y fogosas décimas, irresistiblemente arrebatado-
ras, á pesar de sus defectos, Al Dos de Mayo, que todo espa-
ñol conoce, y hermosa composición la del Día de difuntos. Se-
ñalóse por el arrebatado fuego y la fantasía, que dio á veces
en la hinchazón y aun gongorismo, como buen andaluz de
ca.'-ta.
Eduardo de Palacio y Huera (" 1900), por seudónimos
Sentimientos, Gansee o y Sultán, redactor de El Globo, El Pe-
rro Grande (1875), El Resumen, El Imparcial, Anuario tan-
270 PRIMER PERÍODO DE L.^ ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
riiw de 1883. Madrid Cómico, comenzó siendo bailarín, luego
novelador por entregas, publicando El Corazón de un bandido
y Diego Corrientes; fué saladisimo revistero de toros con la
expresiva y pintoresca manera de decir de toreros y gente afla-
mencada, y con Luis Tabeada, escritor festivo de El Imparcial;
trabajó deinasiado y falleció joven y sin recursos.
Luis Rodríguez Velasco (n. 1839), de Santiago de Chile,
colaborador de La Semana (1859), La Vos de Chile (1862),
redactor de El Charivari y La Linterna del Diablo; traductor
del Rui Blas de Hugo y de los proverbios teatrales de Musset :
estuvo dos años en Lima (1865) y, vuelto, publicó un tomo de
Poesías líricas,, 1868, 1909 y Por amor y por dinero, Santiago,
1869: la mejor comedia nacional de Chile, uno de los aconte-
4.imientos teatrales más ruidosos, exageradamente aplaudida
por la critica y hasta parodiada y puesta en solfa. Fué ix)eta
lomántico y popular, fresco, colorista y correcto, muy reco-
mendable, además, por la pureza de su alma y por su cultura.
Hojas secas es del género sentimental erótico y de lo mejor de
sus mocedades. Patrióticos y briosos son los cantos á La Es-
m-eralda y al Combate del 21 de Mayo. Obras poéticas, Santia-
go, 1889. Poesías completas, ibid., 1909. En Esp. Mod. : El
Boojnrang, poes. (1891. Nov.),
92. José Picón estrenó El Solterón, tipo cómico (1859). La Gue-
rra de los sombreros (1859). Memorias de un estudi-ante, zarz., con
música fie Oudrid (1860). Un concierto casero, sain. lír. (1861). Anar-
quía conyugal, zarz. (1861). La Isla de S. Balandrán, zarz. (1862). La
Corte de los milagros, com. (1862). La Doble vista, zarz. (1863). El
Medico de las damas, zarz. (1864). Pan y toros, zarz., prohibida ton-
tamente en 1867, cc:no si fuera revolucionaria, que no lo era, y si
Síílo dejaba malparada la corte de Carlos IV. Gibraltar, zarz., 1890.
Palco, modista y coche, com. (1867). Los Holgazanes, zarz. Entre la
espada y la pared. Consúltese Jac. Oct. Picón, Prohibición de "Pan
y ioros'\ 1917 (en Rev. Hisp., XL).
Ed. Palacio: Las Siete palabras, en verso, 1867. España desde el
primer Barbón hasta la revolución de Setiembre, Madrid, 1868, cinco
vols. El Garbanzo, cuadros históricos contemporáneos, 1875. El Fraile
del Rastro, cuadros de costumbres, 1HH6. Cuadros vivos á pluma y
á pelo, 1891. Adán y Compañía, cuculros históricos, i8<)2. Para d tea-
tro: La Dama incógnita, jug., 1859. Mi mujer y el vecino, com., 1860.
Los Amantes de Rosita, 1876. Callos y caracoles, 1877. El León casero,
jug., 1883. Pensión franqaise, estudio al natural, 1885.
S. XIX, 1859. NICOLÁS AVELLANEDA 27I
93. Año i8¿g. Antonio Cav anilles y Centi (1805-
1864), coruñés, por anagrama Nicasio Antón Valle, estudió
(1814) Leyes en M'adrid y Alcalá y con Alberto de Lista Hit-
manidades, abogó después en la corte; fué censor de teatros
Í1851-185Ó), académico de la Historia (1841) y de Ciencias Mo-
rales y Políticas, y entre otras obras publicó unos preciosos Diá-
logos y la Historia de España, cinco vols., Madrid, 1860-63,
que llevó hasta Felipe III y no pudo acabar por su fallecimien-
to. De juicio atinado y claro, serena imparcialidad, estilo con-
ciso y expresivo, ceñido y brioso, lleno de color, de espíritu in-
vestigador, lenguaje elegante y castizo, es Cavanilles, después
de Mariana, el que mejor supo dar el tono conveniente á la
historia general y su obra, aunque menos prolija que otras, la
mejor que tenemos escrita.
José Gómez de Arteche (182 i- 1906), madrileño, acaba-
dos (1840) sus estudios en el colegio de Artillería, llegó á ma-
riscal de Campo (1877) y fué retirado por edad. Dióse á la
Geografía é Historia de España, siendo de los autores más ce-
lebrados del siglo XIX entre los escritores militares de estos
asuntos. Formó el itinerario de Madrid á Andalucía (1848), el
de Aran juez á Talavera (1850) y otros varios. Redactó la
Asamblea del Ejército (1859-67).
Mariano Pardo de Figueroa (n. 1828-), de Medina Sido-
nia por seud. El Doctor Thebusseui, AI. Droap y Un mal ta-
garote, cuyos trabajos sobre philatelia le valieron el título de
Cartero honorario de España é Indias, abogado, eruditísimo,
castizo y regocijado escritor, ha publicado en cortas tiradas
un sinfín de curiosos escritos, de los cuales á no pocos han res-
pondido otros autores, acerca de cuestiones filológicas, demo-
sóficas, filatélicas y literarias.
Nicolás Avellaneda (i 837- i 885), de Tucumán, en Bíne-
nos Aires desde 1857, redactó con Cañé el viejo El Comercio
del Plata y escribió, sobre todo, en El Nacional (1859-61).
Gran estadista, periodista y político, llegó á ser presidente de
la República (1874-80). Prosista cuidadoso del estilo, con pun-
tas de retórico y académico, de período breve y numeroso, so-
brio y firme, sentencioso y claro, es considerado como el me-
jor orador de la Argentina. De los doce tomos publicados de
272 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
SUS obras (B. Aires. 191 o), en que hay no poco improvisado,
se han entresacado Escritos literarios, B. Aires, 191 5, con in-
troducción de Alvaro Mehán Lafinur. Acaso su mejor obra
son los Estudios sobre las leyes de tierras públicas (18Ó5 ?) y su
ensayo sobre Rivadavia. Estrenó Qué dirá la sociedad y Li-
niers, con buen suceso.
Manuel Ossorio y Bernard (i 839- 191 3), de Algeciras,
padre del abogado Ossorio y Gallardo, escritor estimable, gran
trabajador, escribió mucho en periódicos y no pocas obras, pe-
dagógicas las más y para los niños, en prosa y en verso. So-
bresalió como pintor satírico de costumbres, benévolo y culto,
sin saña, con fina observación de ía realidad y amena y popular
expresión y lenguaje.
Manuel M." Madiedo (181 5-1 888), de Cartagena de In-
dias (Colombia), fecundo polígrafo, de talento brillante, aun-
que desigual, conservador y gran defensor del catolicismo, y
que, sin embargo, odiaba á los hijos y nietos de españoles, acha-
cándoles las guerras civiles y cuantos crímenes y desgracias
sucedían en América. Escritor medio en francés de páginas
elocuentes sobre cuestiones sociales y autor de la oda Al Mag-
dalena, notable por su naturalidad y sencillez, y de la tragedia
Lucrecia ó Roma libre, que escribió á los diez y nueve de su
edad.
94. Pedro Madrazo, Necrolog. de A. C. y C, 1864: "Todas las
dotes de un gran historiador las reunió Cavanilles : juicio claro, im-
parcialidad severa, estilo conciso y expresivo, conocimiento profundo
de los hechos y de los sucesos que narraba, espíritu investigador que
le permitía desenvolver en todas sus consecuencias los acontecimien-
tos de que era cronista ; todo esto y algo más se admira en la Historia
de España de don Antonio Cavanilles. Hay en ella trozos que compi-
ten con los de Tácito, trozos que no sólo revelan al escritor castizo y
elegante, sino al profundo pensador." A. Cavanilles: El Libro de mis
hijos ó colección de noticias científicas y literarias para uso de la
juventud, por D. A. C. y C. (124 págs.), Madrid, 1841. Memoria sobre
el Fuero de Madrid, 1852 (en el t. VIH de Mcm. Acad. Hist.). Le-
qucitio en i8¿j, 1858. Diálogos políticos y literarios y discursos aca-
démicos, 1859 (2." ed. ; la i.' sólo de 50 ej.). Cartas y discursos acadé-
micos, 1855-61 (en Rev. Cieñe. Liter , Sevilla, las cartas) ; Madrid,
1009. Historia de España, t. I, 1860; t. ÍI, 1S61 ; t. 111. 1862; t. IV,
1862; t. V, 1863 (hasta el estudio de Felipe lí, sin acabar). Consúltese
Eduardo Reyes Prospcr, Dos noticias históricas de... 1). Antonio
.^^^^^
{Dos noticias históricas, por Ed. Reyes Prosper, 1917.)
S. XIX, 1859. MARIANO PARDO DE FIGUEROA 273
José Cavanillcs, por D. Antonio Cavanilles y Centi y D. Mariano La
Gasea, Madrid, 1917.
J. G. de Arteche : Geografía histórico-militar de España y Portu-
gal, dos vols., Madrid, 1859, 1880. Descripción y mapas de Marruecos
(con F.co Coello), 1859. Historia de la Guerra de la Independencia,
14 vols., 1868-1903. Expedición de los españoles á Dinamarca á l<is
órdenes del Marqués de la Romana (disc. recep. Acad. Hist.), 1872.
Un soldado español de veinte siglos, 1874, 1886. Nieblas de la historia
patria, tres vols., 1876, 1888. Fernando VII en Valengay, 1880. Elogio
del Ten. gen. D. Mariano Alvares de Castro, defensor de Gerona,
i88o. El Luto del 2 de Mayo, 1884. De la cooperación de los ingleses
en la guerra de la Independencia, disc, 1887. Juan Martín el Empe-
cinado, 1888. La Conquista de Méjico, 1892. Reinado de Carlos IV,
1892-93. Elogio del Ten. gen. D. Eduardo Fernández S. Román, 1894.
La Mujer en la guerra de la Independencia, 1903. La Mujer española
en el Trono, 1904. Dos de Mayo de 1808, 1908. En Esp. Mod. : El
Año militar i88p (1890, En.). Consúltese Jul. Suárez Inclán, Disc.
Acad. Hist., 1909.
C. F. D., Notas acerca del Sr. Dr. Thebusscm (en Quinta ración
de artíc, 1907) : "El doctor Thebussem, y lo digo con dolor, es poco
amante de las cosas españoilas, que con harta frecuencia vitupera é
incrimina. Sus aficiones cosmopolitas, su larga permanencia en In-
glaterra y su veneración á las costumbres de dicho país... En resolu-
ción : los pareceres de los críticos que antes apuntamos y de otros que
han guardado el anónimo, coinciden en que el Doctor tiene afecto á
las fruslerías; que acierta á exornar todo asunto, aun los más esté-
riles y triviales ; que ama las extravagancias literarias, y que se sale
del camipo de lo vulgar. Todo esto, unido á plácemes y vítores, ha
hecho caminar á nuestro autor por una senda llana y cubierta de
flores. Pero como nadie es doblón de á ocho, resulta que para el
eminente Revilla los discursos thebussianos están desprovistos de
sustancia y fundamento; Ruiz Enríquez los tiene por medianos, lin-
dando con lo vulgar, entendiendo que, después de leídos, la cabeza
queda vacía, y N. Acevedo los juzga insignificantes, insípidos, in-
odoros é incoloros, como hijos de una pluma decadente. Supuesto
que dichos señores miden por un rasero todas las producciones del
e=:criror, claro es que consideran como futilidades la hacienda, la
Gramática, el correo, el cervantismo, la bibliografía, la filología y
otros puntos no despreciables en que el Doctor se ha ocupado. Por
último, el señor Knaut le aplica el varapalo que contiene la carta
Deslenguado, impresa en este volumen, porque Thebussem entien-
de que tales censuras vienen á ser la salí y pimienta que da gusto
y aroma á la salsa de los elogios. ¡ Vaya usted á buscar el talón de
Aquiles de cada hombre ! Peña y Goñi, que ha sido, á nuestro pa-
recer, el que con mayor profundidad y esmero ha trazado la bio-
grafía del Doctor, deduce que la importancia que ha alcanzado es
TOMO vm.— 18
274 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
Única, por d género de s^is trabajos y por el estilo especialísimo
que en ellos campea. Con perdón del ilustre crítico, opinamos que es
otra la causa de esa importancia que califica de única. Tenemos por
indudable y axiomático que Thebussem no es orador, ni crítico, ni
periodista, ni filósofo, ni hombre de ciencia ; que no ha publicado
dramas, ni poesías, ni novelas, que son las producciones que más rá-
jíidamente dan renombre y fama. Y lo más extraño es que no ha
escrito cosa alguna que deba llamarse una obra. Porque si varios
niños no fonnan un hombre, ni muchas astillas un tablón, ni el pa-
quete de agujas una espada, también puede afirmarse que los volú-
menes thebussianos, fabricados con artículos de corta lectura, aun
cuando físicamente abulten como los libros, no lo son en la realidad
literaria. Nuestro autor ha huido de la corte y de los centros de cul-
tura, haciendo en sus mocedades la vida errante del nómada. Con
razón dijo monsieur Sabín Bertheloí que el Doctor era un étre in-
saisissable... on ne sait jamáis oü il va. Conquistar fama literaria en
tales condiciones parece punto menos que imposible, y, sin embargo,
ha sido conquistada. Si no hay altos vuelos, gran enseñanza y filoso-
fía profunda en las producciones de que nos ocupamos, hay, en cam-
bio, amenidad, erudición y apacible entretenimiento para los lectores
y triunfos para el autor. Este pudiera decir á sus adversarios, con el
gran satírico español del siglo xix : "Y que aunque valgo, por des-
'■gracia. poco, | muchos que hay en el mundo valen menos." Estamos,
pues, conformes, hechas las salvedades que anteceden, con el sentir
de don Antonio Peña y Goñi, y convenimos en llamar al señor The-
bussem, no solamente único entre sus colegas del pasado siglo, sino
el más único, usando, en tono de elogio, del pleonasmo que en el es-
crutinio de la librería de don Quijote empleó el Cura para burlarse
de la Fortuna de Amor, del poeta Antonio de Lofraso." Bibliografía
del doctor Thebussem: Datos históricos relativos á la inscripción que
en el año de 185P se colocó en Medina Sidonic; donde estuvo presa y
murió, la reina doña Blanca de Borbón, esposa de don Pedro de Cas-
tilla, 1859. Epístolas Droapianas, siete cartas sobre Cervantes y el
Ouixote, dirigidas al muy honorable doctor E. W. Thebussem, en los
años de 18Ó2 y 1868, por el Sr. M. Droap, 1868. Droapiana del año
i86f), octava carta sobre Cervantes y el Quixote, dirigida al muy
honorable Dr. E. W. Thebussem en el año i86p, por el Sr. M. Droap;
publícala con apéndices D. Mañano Pardo de Figueroa, Madrid,
1869. Carta bibliográfica á D. F.(^o de B. Palomo sobre la descripción
de las exequias del rey D. Felipe II. Sevilla, 1869. Kpankla, carta di-
rigida al Sr. D. Eduardo de Mariátegui, Madrid, 1870. Segunda edi-
ción de Kpankla y primera de Klentron, cartas philatélicas del Dr.
Thebussem y de D. Eduardo de Mariátegui, Madrid. 1871. Algunos
escritos del Teniente de navio D. José Emilio Pardo de Figueroa
(Pascual Lucas de la Encina), ordenados y anotados por el Dr. The-
bussem, Madrid, 1873. Muestrario de fábulas fabulosas, 1876. Pro-
EL DOCTOR THEBUSSEM
{Quinta ración de artículos, 1907.)
S, XIX, 1859. MARIANO PARDO DE FIGUEROA 2^5
grama de las fiestas que en el aniversario del nacimiento del señor
D. Quijote..., Gibraltar, 1876. Yantares y conduchos de los Reyes de
España..., con la receta de la torta de doña Petra, Madrid, 1877.
Vamos á cuentas, ibid., 1880. Nombramiento de cartero honorario
principal de Madrid con uso de uniforme y sin sueldo, á favor del
Dr. Thebussem, Madrid, 1880. Sellos de Correo, artículo crítico -
bibliográfico, publicado en el número 7 de la Revista de Valencia,
1881. Anules de las Ordenanzas de Correos de España, nota bibliográ-
fica, Madrid, 1881. Los Jefes del Correo de España, 1881. Los Alfa-
jores de Medina Sidonia, 1882. Tres antiguallas que se conservan por
D. José Pardo de Figueroa en su casa de Medina Sidonia, calle de
Tapia, núm. 2, Madrid, 1882. Ajilimójili, al bachiller lugareño en San
Roque, Huerta de Cigarra, 1883. Elenco de algunos mapas de España,
Madrid, 1883. Ristra de ajos formada con seis cabezas, año 1884.
Cómo se acabó en Medina el Rosario de la Aurora, Madrid, 1884.
El Correo y la pintura, 1885. Fábulas fabulosas, con aprobación de
D. Juan Eugenio Hartzenbusch y licencia de D. José María Asensie,
3.* ed., Madrid, 1885. Roger Kinsey, second edition, Privately Prin-
ted, 1885. Segunda ristra de ajos, compuesta de 14 cabezas, Madrid,
1886. Galicno, apuntes dedicados al limo. Sr. D. José Jordana y Mo-
rera, segunda tirada, Burgos, 1888. Un cocinero de S. M., la mesa mo-
derna, cartas sobre el comedor y la cocina, ibid., 1888. Notas genealó-
gicas que para tomar el hábito de Santiago presentaron D. Mariano,
D. Francisco y D. Rafael Pardo de Figueroa, naturales de Medina
Sidonia, año de 1888. El Dr, Thebussem y un cocinero de S. M., la
mesa moderna..., 2.' ed., Madrid, 1888. Señor y Don, Madrid, 1888.
Tauromaquia, D. Pedro Yuste de la Torre, ibid., 1888. Cosas y casas
de hidalgos, 1889. Dos cartas, escribíalas el Sr. Dr. Thebussem, car-
tero honorario del Reino, y Juan J. Cortina, Jerez de la Frontera,
1890. El Doctor Jliebussem, copia del artículo nominal, Madrid, 1891.
Un pliego de cartas, ibid., 1891. Un triste capeo, 1892. Don Martín
Vicente Daoiz, iS()2. Primera, segunda, tercera, cuarta y quinta ración
de artículos, Madrid, 1892-1907, cinco vols. : i.^, 1892; 2.*, 1894; 3.',
1898; 4.^, 1902; 5.^, 1907. Granada, hermosa ciudad, mírame afanado
iras de tu beldad, Madrid, 1893. Fruslerías postales por el... Caballero
profeso del hábito de Santiago, Madrid, 1895. Thebussianas, J." serie.
Valencia (s. a., 1903). Desafío ocurrido en 1632 entre D. Juan Pardo
de Figueroa y D. García de Avila, con motivo de la, muerte de un
venado, carta dirigida al señor Vizconde de Bétera (Rev. Contem-
poránea). Algo de Philatelia..., Madrid, penúltimo año del sigüo xix.
Futesas literarias, 1899. NN. Kb. Ch. y En sobrehux, cartas, 1906.
Coto de Doña Ana, 1907. Sellos de fecha del correo español, 1908.
Notas bibliográficas de Medina Sidonia, 1909. Añadidura á Notas
bibliográficas, 1910. En Esp. Mod.: Un arbitrio del siglo xvi (1890,
Eo.). Palabrería (1891, Febr.). Sopas de ajo (1891, Nov.). Lo verde
(1894, Marz.). Dos cartas de Villergas (1894, Set.). Consúltense: dou
276 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOC\ REALISTA (185O-1869)
José Antonio de Balenchana, Copia reservada de una carta literaria...
al Doctor Thebussetn, Madrid, 1898. M. Droap, Epístolas Droapia-
nas..., Cádiz, 1878. Manuel Foronda y Aguilera, Carta misiva al
Dr. Thebussem {copia reservada), Madrid, 1903. Johannes Gold-
schniidht, Más sobre el Dr. Thebussem, carta literaria dirigida á don
Antonio Peña y Goñi, Madrid, 1887. F. Hardt, Voces mal sonantes,,
honestamente consideradas en carta de Aguinaldo, dirigida al Doctor
Thebussem, en particular, y muy provechosa á todos en general, Ma-
drid, 1889. Homenaje de la "Revista Postal" al Dr. Thebussem, Val-
paraíso, 1899. Rafael Pardo de Figueroa, El Conde de Cañete del Pi-
nar y el Sextante de reflexión, Madrid, 1901. Juan de Sacre, Pam-
pirolada, carta dirigida al Dr. Thebussem, con motivo de la segunda
ristra de ajos, Madrid, 1886. José Emilio Pardo de Figueroa, Algunos
escritos del Teniente de navio... (Pascual Lucas de la Encina), orde-
nados y anotados por el Dr. Thebussem, Madrid, 1873. F. Hardt,
Cañas y toros, carta al Dr. Thebussem, Madrid, 1890. Catálogo the-
bussiano, por D. /.(osé) /í.(mosa), Madrid, 1911. Ant, Peña y Goñi^
El Dr. Thebussem, Madrid, 1887. Andrés Ruiz Cobos, Dr. Thebus-
sem, 1890. Doctor D. Alaer (Aníbal Echeverría y Reyes), Biblioteca
Thebussiana, Santiago de Chile, 1889. R. Monner Sans, Breves noti-
cias sobre la novela esp. contemporánea, B. Aires, 1889.
Alvaro Melián Lafinur, Inirod. á Escrit. liter. de Avellaneda : "Lo
que de él queda, empero, no carece, por cierto, de valor y basta para
conceptuarle uno de nuestros clásicos representativos y estimables. El
juicio común de la posteridad le ha fijado en una postura un tanto
afectada de tribuno académico, grandilocuente y enfático. Permanece
para muchos como un tipo de orador alambicado, como un retórico
más atento á las frases que á las ideas... Algo de eso había, con efec-
to, en este constante amador de las formas verbales..., pero..., sin
duda, gran escritor y con frecuencia verdadero artista del estilo, no
se pagaba tan sólo de la eufonía y el ritmo de sus cláusulas. Aparece
como una preocupación constante de su espíritu el infundir siempre
en la frase tersa y armónica una idea madura, una noción e.xacta...;
la adecuación de una prosa límpida y flexible á asuntos tratados con
hondura de pensamiento y erudición oportuna; la gracia de la ima-
gen coloreando la grave seriedad del concepto; la concisión de la
frase, á menudo lapidaria, concretando, en síntesis feliz, la idea más
ó menos trascendente... El .sentido del ritmo es casi privativo de él
entre los prosistas de su época. Su concepto de la composición supera
al de la mayor parte de los mismos. Inferior á ellos en ciertos aspec-
tos aislados, resulta quizás el más completo por la alianza de sus cua-
lidades nativas con una más sólida educación literaria... No tiene el
color de Sarmiento, ni la trabazón lógica impecable de Alberdi, ni la
espontaneidad de Ixjpez, ni la ironía del autor de La Gran Aldea: pero
es el que conserva más permanentemente su allure literaria. En todas
.sus producciones aspira á imprimir un sello personal... Revélase un.
S. XIX, 1859. MANUEL MARÍA MADIEDO 277
ánimo templado y generoso..., un espíritu sano y ponderado, poseedor
de un talento claro y flexible. Sin llegar al rasgo genial, mantiénese
siempre á gran altura por el equilibrio constante entre la inteligencia,
el corazón y el carácter, que se resuelve en un sereno optimismo, en
el amor á la vida y la fe en la acción, en esa elevación moral, que es
la más bella enseñanza que debemos á los grandes argentinos del pa-
sado... Por todo ello Avellaneda ejerció un gran influjo social entre
los hombres de su tiempo." Escritos, B. Aires, 1883. Escritos y dis-
cursos, 12 vols., ibid., 1910. Escritos literarios, ibid., 1915. Consúl-
tese David Peña, Elogio de Avellaneda, 1917 (en Nosotros, Set.).
Manud Ossorio y Bernard fué redactor de El Constitucional
(1860), El Contemporáneo (1864), El Español (1865), La Ley (1867),
Don Quijote (1869), Las Novedades (1870-71), El Eco del Progreso
(1872), El Cascabel, La Gaceta, El Gobierno, El Día, La Correspon-
dencia; director de La Idea (1859), El Teatro (1864), El Noticiero de
España (1868), La Independ. Esp. (1868), La Gaceta Popular (1873),
El Cronista (1885), El Diario Ojie, de Avisos, La Niñez, El Mundo
de los Niños, La Edad Dichosa, La Iliistr. Cat., Agencia Fabra (1895),
y colaborador de muchos periódicos de Méjico, Cuba, Filipinas y es-
pañoles. En Rev. España: Tras de lo iuúlil, fantasía (1883, t. XCV).
Necrología española (1871-72, t. XXIV). ídem (1880, t. LXXIV).
Ensayos poéticos, Madrid, 1859. Novísimo diccionario de la lengua
escrito en verso (con Rafael Tejada y Alonso), 1868. Galería biblio-
gráfica de artistas españoles del siglo xix, Madrid, 1868-69, dos vols.
Viaje crítico alrededor de la Puerta del Sol, 1874, 1882. Novísimo
diccionario festivo, 1876. La Reptíblica de las letras, cuadros de cos-
tumbres literarias, 1876. Moral infantil, páginas en verso, 1876; 3.^ ed.,
1884. Cinco mil duros, comedia, 1876. Romancero de A/".* 5".* de Ato-
cha, 1877. Un país fabuloso, 1878. El Secreto del tío, pasillo (1878).
La Niñez, revista, 1879, dos vols. Lectura de la infancia, cuentos,
1880. Cuadros de género trazados á pluma, 1883. Galería biográfica
de artistas españoles del s. xix, 1883-84. Romances de ciego, 1883.
Cuentos novelescos, nueva serie, 1884. Álbum infantil, cuentos, máxi-
mas y enseñanzas , en prosa y verso, 1885. Monólogos de un aprensivo,
1887. Progresos y extravagancias, 1887. Los dos Garcías, 1889. Pape-
les viejos, investigaciones literarias, 1890. Caracteres contemporáneos,
1891. Gente menuda, romances infantiles, 1891. Poemas infantilet,
1894. El Año infantil, 1895. Epigramas infantiles, 1895. Fábulas y
moralejas, 1896. Cuentos ejemplares, 1896. Cuentos y sucedidos, 1898.
La Vida en sociedad, cartas familiares, 1899. Ensayo de un catálogo
de periodistas españoles del s. xix, 1903-04. Libro de Madrid. El
Año infantil, 1912. La Fábula moderna, 1912. En Esp. Mod. : Apuntes
para un Dice, de escritoras esp. del s. xix, 1889-90. Apuntes para un
Dice, de escritoras amer. del s. xix (1891-92). "Cuentos literarios",
de Nilo M. Fabra (1896, En.).
M. M. Madiedo: Poesías (con un tratado de Métrica), Bogotá,
278 PRIMER PERÍODO DE L.\ ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
1859. La Ciencia social, 1863. Tratado de crítica general, 1868. Nues-
tro siglo XIX, cuadros nacionales, 1868. Ecos de la noche, 1870. Una
idea-abismo, dr., 1872. Tres diablos sueltos, jug., 1872. Tratado de
derecho de gentes, 1874. El Arte de probar, 1874. El Dedo en la llaga,
Caracas, 1876. Una gran revolución (su mejor obra), ibid., 1876. Lum-
bres, flores y armonías. Buen golpe de folletos.
95. Año i8¿p. Rafael del Castillo, por seud. Alvaro Carrillo,
historiador, fecundo novelista folletinesco y autor dramático, colabo-
rador de varios periódicos barceloneses, como La Música Ilustrada
(1898), Pluma y Lápiz (1902); publicó El Honor de España, episodios
de h guerra de Marruecos, Cádiz, 1859. Palacio por dentro y pueblo
por fuera, 1860, 1S62. Los Caballeros del amor. Madrid riendo y Ma-
drid llorando, 1861. El Trapero de Madrid, 1861. El Padre de los po-
bres. El Campanero de S. Pablo, 1862. Los Misterios catalanes, 1862.
Los Misterios de Madrid ó el salen de Capellanes, 1863. Las Cortesa-
nas del siglo xix. El Primer amor. La Falsa adúltera. Las Hijas sin
madre. Las Mujeres sin corazón. El Llanto de una hija. Amor de
padre, 1864. Las Hijas de Eva, 1864. El Rey, el pueblo y el favorito,
\S6y. Los Incendiarios de Madrid. Historia de España ilustrada, seis
vols., 1871-80. La Vuelta por España, 1871. Galería de monarcas es-
pañoles é italianos, 1872. Historia de Murcia, 1875. Diccionario geo-
gráfico, estadístico c histórico, biográfico, postal, municipal, 7n:litar,
marítimo \ eclesiástico de España (con Ricardo Faura), 1879-88; Bar-
celona, 1889-92, cuatro vols. La Maja de las Maravillas, dos vols.,
1881. Los Bandidos celebres españoles, dos vols., 1883. Corazón de
mujer, 1891. Reina v esposa ó aragoneses y catalanes en Oriente,
1898. Diego Corrientes, 1898. Don Juan de Serrallonga, 1898. Hernán
Cortés y Marina, 1898. José María, 1898, Los Siete Niños de Ecija,
1898. Luis Candelas, 1898. Margarita de Borgoña, 1898. Treinta años
6 la vida de un jugador, 1898. Catalina Howard, 1899. La Flor de un
día, 1899 (2.* ed.). Las Espinas de una flor, 1899 (2." ed.). La Hija de
la muerta, 1899. Dos pilletes, 1899. La Verbena de la Paloma, 1899.
Para el teatro: ¡Pobre ciega! (1850). Un pollo de lugar, iug. (1857).
Los dos cortesanos (1858). Los desposorios de Albano (1859). Fausto.
El Convidado de piedra, zarz. El Calcetín de Marco Antonio, com.
(1860). Los Pobres de Barcelona, dr. (1865). La Ambición de una mu-
jer, dr. (1865). Maldita sea la guerra (1874).
Faustina S.^ez de Melgar (1834-1895), de Villamanrique, funda-
dora de La Violeta (1862-66), La Canastilla de la Infancia (1882),
París Charmant (1884). Publicó África y España, cánticos poéticos
escritos con motivo de la guerra de Marruecos, Madrid, 1859. La Lira
del Tajo, poesías, 1859. La Higuera de Villaverde, ley. trad., 1860.
La Pastora de Cuádrela, nov., 1860, 1863; París, 1867, cuya segunda
parte es La Marquesa de Pinares, nov., 1861, 1868. Los Miserables
de España ó secretos de la Corte, nov.. 1862-63, dos vols. Matilde,
S. XIX, 1859. JOSÉ GONZÁLEZ DE TEJADA 279
nov., 1862, 1866. ¡icos de gloria, leyendas poéticas sobre once Alfon-
sos de Castilla, 1863. Angela ó el ramillete de jazmines, nov., 1863-65,
tres vols. ; 1879-80. Aniana ó la quinta de Peralta, nov., 1866, 1868,
1880. Rosa ó la cigarrera de Madrid, nov., 1872, dos vols. Contra indi-
ferencia, celos, jug., 1875. Un libro para mis hijas, Barcelona, 1877.
Deberes de la mujer, artíc, Madrid, 1866, 2." ed. La Abuelita, cuentos
de la aldea, Barcelona, 1877, 1879. Inés ó la hija de la caridad, nov.,
Madrid, 1878. Sendas opuestas y La Bendición paterna, novelas, 1878.
El Deber cumplido, nov., 1879, El Collar de esmeraldas, nov., 1879,
1:889. La Cadena rota, dr., 1879. Páginas para las niñas, Barcelona,
1881. Manual de la joven adolescente, ibid., 1883. Las Mujeres espa-
ñolas, americanas y lusitanas pintadas por sí mismas (con otras),
1885. El Hogar sin fuego y La Bendición paterna, 1890. El Trovador
del Tiiria, i8go, 2.^ ed. Además: Amar después de la muerte, nov.
La Loca del Encinar, nov. La Cruz del Olivar, nov. Aurora y felici-
dad, nov. La Semana de los niños, lecturas. Romances históricos. Ple-
garia para canto. Salve para ídem. Páginas para las niñas. Biblioteca
de la mujer.
Emilio Lafuente y Alcántara (1825-1866), de Archidona, her-
mano de Miguel, publicó Inscripciones árabes de Granada, ibid., 1859-
60. Catálogo de los códices arábigos adquiridos en Tetuán por el go-
bierno de S. M., Madrid, 1862. Dominación de las razas africanas en
España, 1863. Cancionero popular, dos vols., ibid., 1865. Ajbar Mach-
mtia, colecc. de tradiciones, crónica anónima del s. xi (traduce, del
árabe), ibid., 1867. El Amo de Alcalá, nov,
José Antonio de La valle (t 1896), peruano muy erudito, fundó,
con José Toribio Pacheco, La Revista de Lima (1860), para continuar
la tradición de El Mercurio Peruano, y en ella publicó notables biogra-
fías, como de O'Higgins, Antequera, Valdés, etc., colaborando, ade-
más, los mejores ingenios. Publicó, no menos, D. Pablo de Olavide,
Lima, 1859, 1885. Doña Mariana Belzunce, episodio de la vida social
de Lima en el s. xviii, ibid., 1886. Juan de la Torre, ibid., 1886 (2.*
ed.). Galería de retratos de los gobernadores y virreyes del Perú
{15^2-1824), publicada por Domingo de Vivero, texto de Lavalle,
ibid., 1891. Galería de retratos de los Arzobispos de Lima (1541-1891),
'■■^em id., ibid., 1892. Galería de retratos de los gobernantes del Perú
independiente (1821-1871), ídem id., ibid., 1893. La Hija del contador,
nov. dis:ript. y de costumbres antiguas, por el Ldo. Perpetuo Anta-
ñón (seud.), ibid., 1893.
José González de Tejada (1833- 1894), madrileño, por seud. El
Vizconde Gazenolz de Tuildonné, magistrado, escritor satírico alegó-
rico, sin bilis, y que no personalizó, muy enterado en nuestros clási-
cos, donairoso y travieso, colaborador del Semanario Pintoresco, Los
Niños, La Ilustr. Esp. y Amer., estrenó Camino del matrimonio, com.,
1859. Anacreónticas de última moda, Madrid, 1860: sabrosas parodias
de las de Villegas y Meléndez; ibid., 1879. El Laurel de Apolo, loa,
28o PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
1861. El Romancero del 2 de Mayo, 1862. La Novia de Marte, com.,
1864. Narraciones históricas tomadas de los mejores hablistas caste-
llanos. 1866. Memoricís de un viaje al interior de España, 1867 (por
El Vizconde...). Cuentos caseros, 1872. Romances históricos, tradicio-
nales y de capa y espada, 1878. Articulas viejos nuevamente publica-
dos, 1885.
Rosario Orrego de Uribe (1834-1879), periodista y poetisa chilena,
casada después en segundas nupcias con Jacinto Chacón, y que se fir-
mó á veces Una Madre, fundadora de La Revista de Valparaíso, pu-
blicó sus primeros cantos en 1859 y algo después las novelas de cos-
tumbres Alberto el jugador (1861), Teresa y Los Buscavidas. Son
notables sus cantos patrióticos, rítmicos, briosos, con hondas senten-
cias y movimiento. A la república peruana con motivo de la derrota
de la escuadra española en Chile. Rodolfo Polanco Casanova, Ojeada
crít-, pág. 57: "Sus versos son rítmicos, vehementes, encierran á ve-
ces ideas profundas, abarcan horiíoates más amplios (que los de Mer-
cedes jNIarin), donde la inspiración de esta distinguida poetisa vuela
á sus anchas, sin las trabas de la corrección clásica, que á muchos
hace amanerados i encojidos en los avances del pensamiento... En
R. O. la inspiración raya siempre á mayor altura que en su maestro
(su esposo Chacón), dado caso que lo fuera. Sus versos son música
que halaga dulcemente el oído, en tanto que las sentencias despiertan
en la mente del que las oye emocionantes meditaciones."
Anselmo Suárez y Romero (1818-1878), de la Habana, gran pro-
sista, pintor excelente de las costumbres cubanas, publicó Colección
de articulas, Habana, 1859; t. H, Crítica, 1910-11. Prólogo á las obras
de R. Palma, 1861. Contestaciones á los impugnadores del Prólogo...
(libro inédito, donde se halla toda la historia literaria de Cuba). Jui-
cios sobre mis obras (para refutar á Piñeyro), Francisco, nov. (es-
crita en 1839J, Nueva York, 1880; 1901-02 (en Cuba y América).
9 6. Año i8¿p. El Amigo de la Familia, novela-almanaque, ocho
voís. de novelas, Madrid, 1859. — Manuel Alaminos Sánchez estrenó
Un error frenológico, com. (1859). — Alermón y Dorreguiz publicó
Descripción del imperio de Marruecos, Madrid, 1859. — Francisco de
Alvaro publicó Encarnación, nov., San Sebastián, 1859, 1866. — Fer-
nando Amor publicó Recuerdos de un viaje á Marruecos, Sevilla,
1859. — Tomás Aranaz y Barrera publicó Historia de la isla de Ibiza,
Ibiza, 1859. Sabiduría española diciada por la experiencia y medita-
ción en mil proverbios, Barcelona, 1832. — José de Arcos y Pérez
estrenó Las Cosas de mi mujer, com., Cádiz, 1859. — José Antonio
Arvelo (n, 1843), de Caracas, publicó sus primeros versos en los pe-
riótlicos (1859), y escribió para el teatro El Castigo de una coqueta
(1869), comedia moratiniana, y otras. No recogió sus versos, que an-
dan en los periódicos venezolanos de 1859 á 1875. — I'emcitas Asín
DE (Barrillo publicó Rugier de Lauria, noz'. hist., Madrid, 1859; Va-
S. XIX, 1859. GUILLERMO FORTEZA 28 1
Iladolid, 1875. — Aventuras hislórico-novelescas de un viajero, relata-
das por el mismo, Madrid, 1859. — Mateo Barroso y Bonzón publicó
La Mano de Dios, nov., Madrid, 1859. — José Bertrán y Ferrari, ca-
talán, estrenó El Caballero del penacho negro, dr. hist.. Habana, 1859.
— Biblioteca de la risa, Madrid, 1S59, dos vols. ; 1862. — Pedro José
Bosch escribió La Vida de una mujer, dr., Lima, 1859. — José Satur-
nino BoTTACH publicó Soledades del pensamiento ó colección de má-
ximas, Madrid, 1859. — M. Cánovas publicó Noticias histór., geogr.,
etc., de las islas Filipinas, Madrid, 1859. — W. Manuel Carnicero pu- ,
blicó Inventario de la Biblioteca... del Escorial, 1859 (ms. ibidem). —
Antonio Carralón y Larrúa estrenó El Mal del prójimo, jug. (1859).
Que convido al coronel, com. (1860). El Primer vuelo de un pollo,
zarz. (1861). — Renato Castel León publicó las novelas Sansón el
Aventurero (1859). Los Amantes de Teruel (1861). — Carlota Coso,
hija de la heroína Agustina de Aragón, publicó La Ilustre Heroína
de Zaragoza, novela histórica, Madrid, 1859. — Cuba poética. Habana,
1859, 1861 (de 52 poetas). — Antonio Cubero publicó Estela, nov.,
Madrid, 1859. — Francisco Damato estrenó El Dedo de Dios, dr.
(1859). — ^Isidoro de María (n. 181 5), montevideano, publicó Descrip"
ción geográfica de la Rep. Oriental del Uruguay, 1859. Rasgos bio~
gráficos de los hombres notables del Uruguay, 1879-80, tres vols.;
1883. Elementos de historia de la Rep. Or. del Uruguay, 1880. Anales
de la defensa de Montevideo, 1883, tres vols. Montevideo antiguo. —
Diccionario manual griego-latino-español, por los Padres Escolapios,
Madrid, 1859. — José María de Eguren (t 1878), de Vergara, redac-
tor de La España, colaborador del Semanario Pintoresco, publicó
Memoria descriptiva de los códices notables conservados en los Ar-
chivos eclesiásticos de España, Madrid, 1859. — P. Elizalde y Escu-
dero publicó Ocios de..., Mérida de Yucatán, 1859. — Francisco de la
EscosuRA Y Escosura publicó Colección de sonetos. Habana, 1859. —
José Fernández Guerra, colaborador de La Iltistr. Católica (1877...),
imitó El Cementerio de aldea, célebre meditación elegiaca de T. Gray,
y fué reproducida por don Manuel Cañete al fin de sus Poesías, Ma-
drid, 1859, nota 33. — José Fernández Llamazares, leonés, abogado
en Madrid, publicó Historia de la Bula de la S. Cruzada, Madrid,
1859. Historia compendiada de las cuatro Ordenes Militares de San-
tiago, Calatrava, Alcántara y Mantesa, ibid., 1862. — El Cazador erran-
te, por Gavino Ferri, Madrid, 1859, siete vols. — ^Guillermo Forteza
(1830-1874), mallorquino, archivero, redactor de El Reino (1859-66).
Obras criticas y literarias, Palma, 1882. Obras literarias, ibid., 1894.
Consúltese Rev. Archiv., 1874 (Enero). Blanco García, La Liter. esp.
en el s. xix. H (1903), pág. 595: "Aun sin hacer alto en sus poesías
catalanas, bastan para la gloria de Forteza su acabado estudio de Cap-
many, que premió la Academia de Buenas Letras de Barcelona, sus
admirables observaciones sobre la decadencia de la Literatura espa-
ñola después del romanticisimo, su defensa de Fernán Caballero y las
282 PRIMER TERÍODO DE I^ ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
humoradas satíricas que se conservan en sus escritos ó por conducto de
la tradición oral." — Mariano Gelabert y Correa publicó Risa y llan-
to, ensayos poéticos, Madrid, 1859. — 'Mariano González Valls, va-
lenciano, jurisconsulto, publicó una no despreciable, antes bien escrita
novela en lenguaje antiguo, bastante bien hilado y con conocimiento
de usos y costumbres y algunas situaciones patéticas : El Caballero de
la Almanaca, novela histórica escrita cu lenguaje del siglo xiii, Ma-
drid, 1859. — José Rosendo Gutiérrez publicó Cantos al pie del Illinia-
ni, La Paz, 1859. Iturbide, dr., .^862. Maldición y superstición, leyenda,
1857. Rosas secas, versos, 1875. Datos para la bibliografía boliviana.
La Paz, 1875. Bibliografía boliviann en 1878, ibid., 1879. Segundo
suplemento, ibid. (1880). — Luis de Ibáñez y García, teniente coronel,
publicó Mi cautiverio, Madrid, 1859. Historia de las Islas Marianas,
Granada, 18S6. — Pedro Antonio Iglesias estrenó D. Pedro I de Cas-
tilla, dr. (1859). — La Lectura para todos, semanario ilustrado, Ala-
drid, 1859-61, tres vdls. — Felipe López estrenó Los Caladores en
África, }ug. lír. (1859). — Augusto Llacayo y Santa María estrenó
Un no sé qué y un qué sé yo, com. (con Eugenio Larroca), 1859. Pu-
blicó Antiguos manuscritos de historia, ciencia y arte militar, medi-
cina y literarios existentes en la biblioteca del Monasterio de El
Escorial, Sevilla, 187S. Burgos: Catedral, Cartuja, Eluelgas, etc., Bur-
gos, 1886-88. Calderón y su siglo, Cochinchina y el Tonkín. — Fran-
cisco Manzano Oliver estrenó Españoles nada más, dr. (1859). Bi-
zarro el conquistador, dr. (1859). Una herencia, com. (1859). Los
Encantos de una flor, com, (1859). Tres coronas imperiales, dr. (1860).
— Juan Martín Carramolino, de Avila, publicó Epítome historial
de la Iglesia, Madrid, 1859, dos vols. Historia de Avila, su provincia
y obispado, ibid., 1872-73, tres vols. Historia de los Papas. — Luis
Martín y de Castro publicó Los Desposados de la muerte, Cuba,
1859. Emelina, nov., San José, 1870. — Ignacio María Martínez de
Arcóte Salgado y Guzmán (1822-1895), marqués de Cabriñana del
Monte, nacido en Córdoba, diputado á Cortes desde 1850, ganó el
premio en los Juegos florales (1859) con su Canto épico á la con-
quista de Córdoba por el Rey S. Fernando, Sevilla, 1860, en yy oc-
tavas. Colaboró en los periódicos literarios desde 1850 y sus Poe-
sías se imprimieron en Madrid, 1866. — Manuel Martínez y Sanz,
chantre, publicó Lecciones de oratoria sagrada. Burgos, 1859. His-
toria del templo-catedral de Burgos, ibid., 1866. Breves reflexiones
sobre los Evangelios de todas las dominicas del año, Madrid, 1867.
Pláticas familiares, ibid.,. 1868. La Sma. Virgen..., ibid., 1878. —
Carlos José Melciok, coronel retirado, ])ul>licó Diccionario enci-
clopédico de la música, I^rida, 1859. — Memoria de los zjireyes que
han gobernado el Perú..., de orden suprema, Lima, Callao-Paris,
1859, seis vols. — Florencio Merino estrenó Una guerra de familia
Í1859). — Enrique Miñota estrenó Plaza sitiada (1859). — ^Josí-: Mon-
tero Y Arostegui publicó Historia y descripción de la ciudad y de-
S. XIX, 1859. MIGUEL VICENTE ROCA 283
partamento naval del Ferrol, Madrid, 1859. — 'Juan Moreiro publica
El Error y la razón teológica ó la idolatría con sus extravíos y el
cristianismo civilizador..., trinomio religioso en verso y prosa, Oren-
se, 1859. — Emilio Mozo de Rosales, por seud. El Bachiller Pelusa^
colaborador del Heraldo, autor dramático sin personalidad literaria,
estrenó ¿Quién es el padre?, 1859. Un noble de nuevo cuño, 1861.
La Marquesita, 1862. Miserias de la aldea, 1863. Caprichos del cora-
zón, 1863. El Arte de ser feliz, 1863. Doble emboscada, 1864. El Es-
tudiante novel, 1864. Los Ermitaños de la calle del Burro, 1864. La
Niña mimada, 1866. El Soplo del diablo, 1866. Ruede la bola, 1866.
El Hogar sin jefe, 1867. El Lirio de Florencia, Madrid, 1889. Talis-
mán de las jóvenes para hallar novios y casarse pronto, folleto, 1869.
— Francisco Muñoz Rubalcaba publicó Flores de un día, poesías,
New-York, 1859. — Ernesto Novoa (1839-1873), poeta de Arequipa,
escribió muchas poesías en periódicos y las leyendas Lelia, Ricaurte
y La Estrella del Dos de mayo. — Juan Ortiz Máiouez estrenó Lct
Huella del pecado, dr. (1859). — Pensamientos de íin huérfano, Ma-
drid, 1859. — De la ruina á la fortuna ó el sitio de Maestrich, nov. por
Peregrino, Madrid, 1859. — Isidro Mariano Pérez, peruano, escribió
El Corazón de una limeña, dr., Lima, 1859. El Cosaco del Don, ibid.,
1859. Julia, dr., 1859. Manco //, dr., 1859. El Puñal de Bayaceto, dr.,
1859. — Trinidad Manuel Pérez, peruano, escribió El Emigrado es-
pañol., dr., Lima, 1859. La Industria y el Poder, dr., 1862. — Fray
Juan Planas, dominico, publicó Arte pastoral, dos vols., Gerona,
1859. El Catequista orador..., pláticas, Barcelona, 1861, dos vols.;
1889 (7.* ed.). Jesucristo predicando ó sermones sobre los misterios
y doctrinas de N. S. J. C, dos vols., 1878. El Cura en el pulpito, dis-
cursos morales, Barcelona, 1886 (4.* ed.). El Misionero apostólico ó
conferencias teológico-morales, póst., 1887. — Ricardo Puente y Bra-
ÑAS estrenó El Hongo y el miriñaque, apropós. cóm. (1859). Santo y
peana, com. (1859). La Peor cuña, com. (1861). El Literato por fuer-
za, com. (1863). De la mano á la boca, com. (1864). El Ultimo figurín,
zarz. (.1873). — ^Javier de Ramírez (t 1870), sevillano, redactor de
La Democracia (1865), estrenó La Culebra en el pecho, com., 1859.
La Caja de Pandora, estudios filosóficos, político-satíricos, litera^
ríos..., Madrid, 1862, 1865. Fuego entre ceniza, com., 1863. — José
Pedro Ramírez, de Montevideo, publicó Espinas de la orfandad, dr.
(1859). — •Pedro Enrique Ramos estrenó El Bello ideal, com. (1859).
El Capitán español, zarz. (1859), — Rebelión de Bernardo del Carpió,.
nov. hist., Madrid, 1859. — El Reino, diario de la unión liberal, funda-
do por Nicolás Quintana, Madrid, 1859-66. — Francisca Carlota del
Riego Pica publicó Elena de Mendoza, nov., Madrid, 1859. Una ca-
lumnia, nov., 1864. La Misión de la mujer, cartas, 1882. — Miguel
Vicente Roca y Viñarta, abogado, por seud. Cecilio Vegramunte,
estrenó La Unión en África, dr. (con Carmelo Calvo y Rodríguez,
1859). Europa, la guerra de África y los partidos políticos de Espacia,
284 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
Madrid, 1860. El Testamento de Acuña, dr., 1871. El Barómetro,
1871. La Petaca, 1871. Quien bien te quiera, 1872. — Conquista y des-
cubrimiento del Nuez'o Reino de Granada, de las islas occidentales
del mar Océano y fundación de la ciudad de Santafé de Bogotá, pri-
mera de este Reino donde se fundó la Real Audienci-a y Chancillería,
siendo la cabeza. Se hizo Arzobispado. Cuéntase en ella su descubri-
miento, algunas guerras civiles que había entre sus naturales, sus
costumbres y gente, y de qué procedió este nombre tan celebrado del
Dorado; los generales, capitanes y soldados que vinieron á su con-
quista, con todos los Presidentes, Oidores y Visitadores que han sido
de la Real Audiencia, los Arzobispos, prebendados y dignidades que
■fian si-do de esta santa Iglesia Catedral, desde el año 1539, que se fun-
dó, hasta el de 1636 (véase este año en nuestra Historia), que esto se
escribe, con algunos casos sucedidos en este Reino, que van en la
historia para ejemplo y no para imitarlos, por el daño de la concien-
cia. Compuesto por Juan Rodríguez Fresle, natural de esta ciudad
y de los Freslcs de Alcalá de Henares en los Reinos de España, cuyo
padre fue de los primeros pobladores y conquistadores de este Nuevo
Reino. Dirigido á la S. R. M. de Felipe IV, Rey de España, nuestro
Rey y Siñor natural, Bogotá, 1859. — José Rodríguez Seoane (1839-
1860), de Pontevedra: Articulos y novelas, Coruña, 1889 (Bibl. Gall.).
— Antonio Rotondo y Nicolau publicó Historia ilustrada de la guerra
de África en iSfip y 1860..., Madrid, 1859-60, dos vols. Historia...
del R. Monasterio de S. Lorenzo..., 1863. La Cueva de Cervantes en
Argel, 1895. Diccionario fraseológico español-francés y fr.-esp., Ma-
drid, 1 84 1. — Escritos religiosos del P. Pedro Salgado de la Soledad,
escolapio, Madrid, 1859. — Hipólito Sánchez publicó Recopilación de
las voces alteradas en el Perú por el uso vulgar. Arequipa, 1859. —
Miguel Sánchez Plazuelos publicó Pedro Babilonia ó justicia de
Dios, poema religioso, Madrid, 1859. Cartas crítico-poéticos que un
payo de buen humor dirige á sus amigos por conducto de un tarta-
mudo para desengaño de los admiradores del Pindó..., ibid., 1862. —
Diego Segura estrenó Españoles, á Marruecos, dr. (1859). — El Som-
brero, su pasado, su presente, su porvenir, por los principales litera-
tos, Madrid, 1859. — Aquilino Suárez Barcena, de Oviedo, publicó
El Conde de Campomanes {Rev. Instr. Públ., 1859). Sumario de Ar-
mas de linajes de Asturias, recopilado de varios autores, por D. Tirso
de Aviles..., dalo á luz por primera vez con notas..., Oviedo, 1862. —
Victorino Tamavo estrenó A tientas, com. (1859). — El Teatro Espa-
ñol, scman. crítico, dirigido por Ro<iue Barcia, Madrid, 1859. — JoA-
Qvís T0ME0 V Benedicto, zaragozano, publicó Zaragoza, su historia,
descripción, glorias y tradiciones, Zaragoza, 1859-60, dos vols. Las
Calles de Zaragoza..., sus tnonumentos y tradiciones, ibid. El Buitre
de Prometeo, dr. (1859). El Cautivo en Argel, drama (1860). Gil de
Mesa, nov. hist., Zaragoza, 1860. Cervantes, dr. (1861). La Campana
de Huesca, dr. (1862). El Marqués de Villena, dr. (1863). — Juan Justo
S. XIX, 1860. FEDERICO BALART 285
Uguet publicó Adelina, nov., Madrid, 1859. La Redención, poema,.
Madrid, 1859. El Árbol caído, nov., 1864. Bertoldo y Bertoldino, Bar-
celona, 1864. Los Mandamientos, nov., 1865, dos vols. Las Primeras
bellezas del mundo ó sea la Santa Biblia... puesta en forma episódica
y dialogada, 1878, tres vols. — Una flor querida, novela sentimental,
Madrid, 1859. — Mariano Urrabieta estrenó La Comedia de Laura,.
jug. (1859). — Fernando Valdés Aguirre publicó Apuntes para la
Historia de Cuba primitiva, París, 1859. — Los Valencianos pintados
por sí mismos... por varios..., Valencia, 1859. — Ricardo de Velasco
Ayllón estrenó Un disparate (1859). Por faltas y sobras, zarz. (1859)..
— Francisco de Paula Velázquez y Lorente estreno España y Áfri-
ca, loa, Toledo, 1859. Una historia de lágrimas, nov., Oviedo, 1863. —
Evaristo Ventosa publicó Historia de la guerra de África, Barcelo-
na, 1859-60, dos vols. — ^Luis ViLAR Y Pascual publicó Diccionario
genealógico y heráldico de las familias ilustres de la Monarquía es-
pañola, Madrid, 1859-60, ocho vols. Anuario de la nobleza española,
ibid., 1879. — NiCETO de Zamacois, hijo mayor de don Miguel, bilbaíno,
establecido en Méjico desde joven, publicó Historia de Méjico, Bar-
celona, 1882, 18 vols. El Firmante, zarz. (1859).
97. Año 1860. Federico Balart (1831-1905), de Priego
(Murcia), en Madrid desde los diez y nueve años, hizo sus pri-
meras criticas en La Verdad (18Ó0-63), con seudónimo de Na-
die; después, en La Democracia (1864), con el de Cualquiera,.
y en el Gil Blas (1864). Por un artículo satírico tuvo un duelo,,
del que salió herido. Escribió no menos críticas en El Univer-
sal (1867), El Globo (1874), con seudónimo de Un aficionado.
Fué subsecretario de Gobernación, diputado, senador, conse-
jero de Estado, académico (1S91). Dejó la política desde la
Restauración (1874) y, fallecida su esposa, volvióse á la fe ca-
tólica y escribió (1880-88) sus mejores, más sentidas y tiernas
poesías, intituladas Dolores (1893), á la memoria de su es-
posa. Notables fueron sus artículos en Los Lunes de "El Inr
parcial" y los de crítica artística publicados en La Ilustración
Española y Americana (1890) sobre la Exposición de Bellas
Artes. Fué censor y director del teatro Español y vivió siem-
pre pobre. Su musa es hermosamente clásica, trasparente como
el cristal, exquisita como un aroma, sentida y triste cuando
llora, noble y rozagante cuando se cierne por las alturas de no-
ble filosofía. Como crítico de artes plásticas y de literatura, es
de los más honrados y concienzudos, y de los más elegantes;.
286 PKIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
imparcial y sereno, razona sus sanos juicios con madura sen-
satez é ingeniosa originalidad,
Ricardo Gutiérrez (1836-1896), de Arrecifes, provincia
<le Buenos Aires, buen cristiano, médico y poeta del dolor y
(le la tristeza; en medio de las turbulencias políticas que si-
.guieron á la caída de Rosas y precedieron á la batalla de Pa-
vón, sin mezclarse en ellas, recogido en sí mismo, entregóse
por una parte al alivio de las miserias, curando á los niños y
protegiendo á la infancia desvalida, y por otra, en los mo-
mentos de ocio, á cantar las amargiu-as del corazón, á poner
en verso las lágrimas que del suyo brotaban como de pensador
hondo, ensimismado, que no ve por todas partes más que el
reinado de la tristeza y del dolor. Fué, efectivamente, el poeta
de la tristeza angustiosa y de la piedad lastimada, que por eso
era médico bien penetrado del sacerdocio de su profesión y
poeta cuya visión de la vida estaba empapada en lágrimas. Con-
serva de los románticos el sustituir á la realidad de las escenas
la fantasía soñadora, cuando trata de asuntos épicos ó narrati-
vos; pero nada de épico tenía: no supo hilar una acción ni ta-
llar un personaje. Canto llamó á su obra La Fibra salvaje
{1860). con harta más razón que poema, como Miguel Cañé
pretendía. Fué un lírico puro, de la opaca de transición entre
el romanticismo y el realisaiio, teniendo de aquél lo fantástico
y soñador, de éste la sinceridad y ninguna exageración, tanto
^n el sentir como en el expresar. Deleita con sus tristezas, en-
vuelve al lector en dulces, amplias y vaporosas vibraciones,
despierta en él nobles y profundas simpatías por las penas y
sufrimientos humanos; pero sin la espuma romántica de efec-
tismos y teatralerías, con la llaneza de un alma poética sincera.
Pobre es su vocabulario ; conserva frases románticas de cajón
y aun las menudea; nada de atildado ni exquisito en su estilo,
lo cual, si hasta cierto punto no es virtud artística, tami>CH:o
deja de serlo, como negación de todo rebuscamiento. Porque,
de hecho, la cualidad principal de Gutiérrez es la sinceridad.
Pocos como él han sal>id(j, con escasos medios téiMiicos, impre-
sionar tan hondamente, i^or la dulce unción del canto (jucj um-
broso, ]K>r el vago quejido del pensamiento, llanamente expre-
sado, cabalmente i)or sinceramente sentido. Fué triste, como
S. XlS., 1860. FEDERICO BALART 287
todo hombre serio que piensa hondo, y triste hubo de ser su
poesía. Uno de los trozos más característicos es la carta á Lu-
cía en La Fibra salvaje. Notables son La Oración, El Misio-
nero, Magdalena, La Hermana de la Caridad. Dejó inédito el
drama Lázaro, después estrenado (1903).
98, Ángel Ganivet, en Helios, t. II, pág. 43: "De Dolores había
leído algunos fragmentos; decididamente las composiciones que me
gustan más son las escritas en pareados, las más naturales y las más
personales: Al lector, Resignación, A media noche, Restitución. No
es libro de actualidad, y por eso es más duradero. Balart es un poeta,
á secas, de lo que no hay ; no es humorista como Campoamor, en esto
le aventaja; no es escultural como Núñez de Arce, pero sin necesidad
de tanto músculo le supera... En la poesía lírica no basta el senti-
miento, si no hay un estado de ánimo interesante y apropiado á las
circunstancias... La fuerza de sus poesías está en la soledad de que
aparece rodeado. Por eso las mejores son las de versos pareados, las
más monótonas y las que, por consiguiente, corresponden mejor á la
idea que mueve al poeta. Siendo vtilgarísimo el sentimiento del amor
perdido, conmueve delicadamente cuando el que lo sufre deja ver sus
efectos en una actitud poética, como lo es la del solitario, que se
aparta de todo lo material para vivir con su idea, con su recuerdo y
crai su dolor. Quizás la composición que contiene mejor el espíritu
del libro es una de las más cortas, Soledad.'' ]. Vallera, Ecos Argen-
tinos, 1901, pág. 106: "Es de admirar el señor Balart por su correc-
ción y elegancia, por la riqueza de su idioma poético en giros, frases
y voces y por el primor, concisión y energía con que sabe hacer y
hace versos sonoros y sin ripios. El cuiltivado espíritu del autor luce
naturalmente, con sobriedad y sin rebuscamiento, el gran saber que
posee ; se muestra agitado y preocupado por los más tenebrosos pro-
blemas religiosos, metafísicos y sociales que agitan en nuestros días
el alma humana ; y atina á hablar de ellos, no con la didáctica seque-
dad del profesor ó del prosista, sino revistiéndolos de imágenes bri-
llantes y envolviéndolos en hermosos símbolos y animadas alegorías,
que arrebatan la imaginación del lector sin enturbiar ni confundir
lo que es y debe ser claro, aunque sí prestando hasta á lo metafísico
y abstracto el fuego de la pasión y la conmovedora energía de lo que
está tan hondamente sentido como bien expresado." J. Valera, Poe-
sía... s. XIX, I, pág. 226: "Su buen gusto, su extenso y variado saber
y su espíritu reflexivo, ordenan y dirigen los ímpetus de su vehemente
sensibilidad y ponen á su inspiración di freno del recto juicio. Es
notable la tersura de su estilo. En sus versos hay claridad y precisión.
Poco ó nada huelga en ellos, y no por eso se advierte el esfuerzo que
pudo costar el escribirlos, ni se ven las huellas de la lima que tal vez
se empleó en acicalarlos. Fáciles y llanos son todos. En ellos se ex-
288 PRIMER PERÍODO DE L^^ ÉPOCA REALISTA (1850-1869)
presan los pensamientos con la misma exactitud dialéctica que cabe
en la prosa, y, sin embargo, el lenguaje de que se valen es digno siem-
pre de la poesía.-' La crítica de Balart por Acorin es apasionadamen-
te desacertada. Dolores, Madrid, 1893, 1895, 1902. Impresiones, Lite-
ratura y Arte, 1894. El Prosaísmo en el arte, 1895. Horizontes, poe-
sías más filosóficas que sentimentales, 1897. Novedades de antaño.
Sombras y destellos, póst., 1905. Fruslerías, 1905.
En la única Necrología de R. Gutiérrez: "Exquisito compuesto
de sensibilidad y pasión, ha dicho el señor Manuel Láinez, mezcla de
energías y desfallecimientos, de altiveces y ternuras, de tristezas y
alegrías, adusto y familiar, grande á la distancia y extraño y con-
fuso de cerca ; con todos los lineamentos y todas las luces y las som-
bras que caracterizan á los hombres de excei^ción, cuyos contornos
conserva la biografía, apuntando sus alternativas, como se estudia el
proceso de las grandes almas humanas, casi siempre en rebdión con
el medio ambiente en que desarrollaron su vida. Su aspecto físico
era tan sorprendente y extraño como su espíritu... Nadie pasaba por
su lado sin notarle; atraía y confundía la amalgama de rigidez y
ternura de su fisonomía; el conjunto de sus facciones guardaba una
inmutable compostura, la completa despreocupación de lo que le ro-
deaba; pero sus ojos, de incierta y cambiante luz, de mirada buena
y íífable, denunciaban que el habitante valía más que la fachada de
aquella morada humana" (En la Introd., de J. A. Argerich, 191 5.)
Rodó, El Mirador de Próspero (1913, pág. 319) : "Era el poeta de to-
dos, sin dejar de ser, intensa y dominantemente, el poeta de sí mismo.
Había brindado la hospitalidad de su corazón á todas las cosas bue-
nas, á todas las cosas bellas. Naturaleza esencialmente lírica la suya,
siempre en sus cantos el impulso del vuelo partía de la intimidad.
Pero en su intimidad refundía, convirtiéndolo en sentimiento propio,
en dolor propio, el dolor de todos los que sufren ; en fuerza de su
vida, d alentar de todos los que esperan, la exaltación de todos los
que batallan ; en calor de su sangre, el ansia de todos los que pade-
cen hambre de justicia y el entusiasmo de todos los que persiguen
sobre la tierra un ideal. La individualidad, la vida misma del poeta,
límpida y fuerte como el mármol, eran, además, un nimbo de luz sobre
su obra. ¡ Cuántas veces, corriendo, llenos de emoción, el velo que
oculta á nuestros ojos la intimidad de la existencia de donde parte
la palabra inspirada, sólo nos es dado encontrar el fondo gris de una
l>ersonalidad moralmente indiferente ó borrosa ! En nuestro poeta,
personalidad y arle, vida y ensueño, se confumlen y forman un solo
trazo de luz. Huella por la que puede seguirse el rumbo de su marcha
son sus versos. Cantó á la fe en el ideal (|ue regenera, y tuvo fe;
cantó á la caridad, y fué piadoso; cantó al heroísmo, y fué soldado.
En esta luminosa existencia la poesía es acción, la acción es poesía.
Evocando la imagen del varón bueno y abnegado es como a(l(|uiere
sobre nosotros toda su avasalladora virtud el canto <lel poeta. Dueño
S. XIX, 1860. RICARDO GUTIÉRREZ 289
era su numen por igual de las dos grandes manifestaciones del sen-
tín-iento lírico : la que se reconcentra en el recogimiento y la medita-
ción timida del tumulto humano, y la que alienta en las inspiraciones
del alma cdlectiva y es tribuna de donde arengar y espada con que
lidiar en nombre de todos. Vibraban alternadajmente en sus cantos los
acentos del hombre íntimo y los del soldado del pensamiento y la
acción. Unas veces la suave estrofa modelada para el amor y el rue-
go; la que se ampara bajo aquellas frondas propicias ail misterio del
alma, donde los sentimientos delicados y afectuosos anidan. Otras
veces el verso amplio y fulgurante, el verso de grandes alas, lleno de
sol, erguido sobre una cúspide. Nacían de esta audacia épica ©1 grito
de guerra de la Libertad que envía al país del trópico sus legiones;
la vigorosa imprecación de Montevideo; el diálogo de El Poeta y
el Soldado. Brotaban de aquella reconcentración melancólica la carta,
húmeda en lágrimas, á Líicía; el contemplativo sentir de La Oración,
y la querella apasionada de la Magdalena. No era el poeta de Lázaro
un devoto de la plasticidad y melodía de la forma ; no era un cincela-
dor paciente y obstinado del verso ni á él alcanzaron los influjos de
la evolución posterior al romanticismo de la lírica que levantó so-
bre las ruinas de las aras de la emoción y el pensamiento las consa-
gradas al culto de 'la perfección exterior. Pero tenía un admirable
don instintivo de armonía, un seguro y natural imperio del ritmo, que
le autorizaban para sustituir, en la ejecución, los afanes del procedi-
miento laborioso con la confianza y la audacia de la libertad. Y el
verso brotaba de su mente alado, ágil, espontáneo, con ímpetu, como
lampo de luz que rasga de improviso las sombras; como de vena de
agua que salta de la roca herida por el pico ; como de anchurosa ban-
dera que se despliega de un golpe y flota en los aires á favor de un
viento pujante. Hase observado que uno de los más constantes modos
de manifestación del genio lírico está en el don de crear ó modificar
algún metro, que es como "la nueva copa en que se exprime el jugo
"generoso de un ingenio nuevo". Fué otorgado á Ricardo Gutiérrez
este signo escogido de originalidad. El cinceló su copa para el vino
de su vendimia, y creó su estrofa propia, su estrofa admirablemente
modelada sobre el tono íntimo de su sentimiento, llena á la vez de
fuerza y de gracia, como el cuerpo del púgil, y que quedó consagrada
en la lírica argentina, donde Gervasio Méndez la eligió para mensa-
jera de su abandono y su dolor y la ungió nuevamente con la unción
de las lágrimas. En ella están sus composiciones, que muchos tienen
por mejores; las que son, por lo m.enos, las más sentidas, las más in-
genuas, las más íntimas ; y ella llegará á la posteridad, perpetuándose
en la métrica de la poesía americana, como forma sensible de la in-
mortalidad de quien la añadió al Cancionero de la lengua." Doctor
González, Diario de Sesiones, de B. Aires (Set. 27, 1916) : "Ricardo
Gutiérrez, sin duda alguna, fué el poeta que más hondamente cantó
los dolores y los ideales del alma humana, en cuanto está representa-
TOMO VIII. --IO
290 F'ÍIMER PERÍODO DE L.\ ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
da por esa parte de nuestra nacionalidad diseminada por las pampas
y las campañas; no á la manera de Martín Fierro, que traduce las
del gaucho en su propio idioma, sino á la manera del psicólogo mo-
derno, que estudia el akna de su generación ; á la manera del sabio,
áe\ psicólogo, del crítico; y, por cierto, esta ciencia le debe ese po-
der tan grande de análisis y emoción con el cual supo arrancar de
las dolencias humanas los acentos tan profundos como los de un Job
dotado de ciencia; fué también, como Almafuerte, un poeta intenso
y un filántropo abnegado.'"' "Doctor Ricardo Gutiérrez, hijo de don
Juan Gutiérrez y de doña María Sáenz. nació en Arrecifes, provincia
de Buenos Aires, el día 10 de Noviembre del año 1836. Muy joven
aún, sus padres lo enviaron á la capital, en cuya Universidad se doc-
toró en Medicina y Cirugía. En 1860 aparecieron sus primeras pro-
ducciones en verso en El Correo del Domingo, y se editó á la vez sus
poemas descriptivos que llevan por título La Fibra salvaje. Lázaro
es otro de los magistrales poemas del doctor Gutiérrez. Establecido
en Buenos Aires, se dedicó con ahinco á su humanitaria profesión,
pero sin abandonar sus aficiones literarias, como lo prueban las co-
lumnas de la Revista de Buenos Aires, la Revista Argentina, la del
Club Universitario, de Montevideo : La Ondina del Plata y otras re-
vistas de literatura y varios diarios políticos que contienen muchas
de sus composiciones. En 1878 se publicó un tomo bajo el rubro Poe-
sías de Ricardo Gutierres, que contiene los poemas arriba citados y
numerosos cantos que forman El Libro de las lágrimas y El Libro de
los cantos; en 1879 fundó, con sus hermanos José María y Juan Gu-
tiérrez, La Patria Argentina, diario en cuyas páginas diera á luz sus
bellísimas producciones en prosa, entre ellas el poema Cristian, que
aguardan aún la mano piadosa é inteligente que los reúna en un vo-
lumen. En 1891 anunciaba la aparición de otro libro titulado Juicios.
El doctor Gutiérrez hizo también la campaña del Paraguay bajo las
órdenes del general Mitre, y á su vuelta, en 1870, el Gobierno lo envió
á Europa en jira de estudios. En los viejos centros se atesoró de ex-
periencia, y al lado de los maestros se especializó en lo que debía ser
uno de los pedestales de su fama : la clínica infantil. De regreso á la
patria fundó el hospital de Niños de esta capital, del que fué su pri-
mer director, cargo que desempeñó gratuitamente durante veinticinco
años. Se dice que, apenas asomaba en las salas, todos los enfermitos,
haciendo un esfuerzo, venciendo sus propias dolencias, le saludaban
con alborozos filiales. Numerosos y distinguidos escritores nacionales
y extranjeros hanse ocupado de la singular existencia del doctor Gu-
tiérrez, y entre las obras sobre su personalidad científica y literaria
se destacan las de Juan Antonio Argerich, Pablo Groussac, José En-
rique Rodó, Gontrán Ellauri, Obligado. Miguel Cañé, Osvaldo Mag-
nasco, Manuel láinez y otros. A la entrada del hospital de Niños,
los médicos de Buenos Aires erigiéronle, á su muerte, una estatua,
y en el cementerio de la Recoleta, un inoinniK-nio fúnebre, en justiciero
S. XIX, 1860. RICARDO GUTIÉRREZ 29 1
homenaje "al maestro y fundador." Pero aún falta el busto del "poe-
"ta-médico" en un jardín público de Buenos Aires, donde puedan
contemplarlo las progenies presentes y por venir, y recordar ante su
fignra al que fuera una de las más puras y menos discutidas glorias
literarias y científicas de la patria. Como un apéndice digno y por
encuadrar dentro del motivo de estas líneas, transcribimos á conti-
nuación dos de las bellísimas poesías del egregio vate, conservadas
inéditas hasta la fecha. Ellas son :
"adiós" es la palabra de la muerte
(Dolora.)
Aquel ser adorado que en mi vida
amé (fuera de ti) con más amor,
la tarde de una triste despedida
"Adiós" — me dijo, y respondile — : "¡Adiós!"
¡ Ay ! Sin que ya otro sol para él luciera
su alma idolatrada se apagó...
¡ Ultimo, eterno, para siemipre era
su adiós primero y mi primer adiós... '
¡Ah!, desde entonces, cuando acá en la vida
me alejo de algún ser que quiero yo,
en la triste ansiedad de la partida
ni adiós le pido ni le digo adiós.
Hoy tengo oscurecido el pensamiento
y lleno de tristeza el corazón,
porqup en las puras ondas de tu aliento
mandaste á mis oídos un adiós.
Deja que cruce enmudecido al verte;
calla otra vez tu misteriosa voz.
"Adiós" es la palabra de la muerte.
Ni adiós me digas ni te digo "adiós."
"la gratitud
Miré por detrás de mí
porque un brazo levantado
con un puñal afilado
bajar á herirme sentí;
y al verse comprometida
la impunidad del traidor,
lleno de extraño terror
oculto emprendió la huida.
— ¡ No vas cubierto bastante !
— grité, sin hacerle daño — :
29* PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
el libro del desengaño
me ha mostrado tu semblante;
<\ brazo del enemigo
no esconde el golpe jamás,
"la que hiere por detrás
es siempre mano de amigo";
y en este mundo mortal
sé desde antes también,
"que el mal se paga con bien
y el bien se paga con mal."
La Razón, Set. 23/916."
La Fibra salvaje, 1860. Cristian, 1880. Poesías líricas {El Libro de
las lágrimas, El Libro de los cantos), 1878, 1882, 1915, 1916. Poemas
(La Fibra salvaje, Lázaro), con estudio de Juan Ant. Argerich, Bue-
nos Aires, 1916. Poesías escogidas (Poesías líricas y Poemas), Bar-
celona, 1 91 5.
99. Año 1860. Enrique Gaspar y Rimbau (i 842- i 902),
madrileño, y de la carrera consular, colaborador de Las Pro-
vincias, de Valencia, y Gente Vieja, etc., pasó lo más florido
de su vida en Atenas y Marsella; después estuvo de diplomá-
tico en Hong-Kong y otras partes lejanas, lo cual le impidió
darse de lleno á las letras. Fué poeta festivo y ligero y uno de
los mejores dramáticos de la época realista y por consiguiente
de todo el siglo xix. Ayala dióse á conocer con El Hombre de
Estado (1851); Tamayo, con La Locura de amor (1855), triun-
fando con ellos el nuevo género realista; pero aplicado á la alta
sociedad, en la llamada alta comedia, Enrique Gaspar dio un poco
más, no sólo aplicándolo á la clase media, sino afinando hasta
tal punto el realismo, que se le ha llamado naturalista, antici-
pándose ya al naturalismo francés con su primera obra Co-
rregir al que yerra (1860). Adelantóse más tarde no menos á
la escuela del teatro de ideas que hoy triunfa, con Las Perso-
nas decentes (1890). Fundador, de esta manera, de dos nuevas
escuelas dramáticas en España ; no bien justipreciado por la
crítica de su tiempo, por hal>crse adelantado al presente, á pe-
sar de habérsele casi siempre aplaudido y de haber cobrado
envidiable fama, ocupa un lugar señalado en la dramaturgia
española del siglo xix. Sus comedias fueron realistas en su
primera época y satíricas, fie fina observación psicológica, ca-
S. XIX, 1860. PEDRO ESCAMILLA sgj
racteres verdaderos, situaciones vivas, golpes ingeniosísimos.
Prefería, como de?piiés los naturalistas franceses, sacar á las
tablas personajes malos, bien que reales y de la sociedad espa-
ñola, para burlarse ccmicamente de ellos mediante la más fina
sátira. Realidad y ver ad y hondo y filosófico pensamiento, en-
carnado en cada una <:e sus obras. Entendió muy bien su ópo^
ca y se adelantó á ella cuanto á la más sólida dramaturgia, de
llevar al teatro la vida común tal cual es, en personajes, situa-
ciones y manera de hablar. La Levita causó una verdadera re-
volución, y gustaron mucho El Estómago y Huelga de hijos.
En su segunda época avanzó todavía más en realismo y fué el
primero en llevar á la escena el teatro de ideas, anticipándose
á Benavente y ganándole en la viveza y rapidez del diálogo,
en la pasión y movimiento teatral, en la unidad de acción; te-
niendo, como él, los defectos de que el diálogo sobrepuje á la
acción dramática, hablándose en la escena más bien que obran-
do; y de que, como el mismo Benavente y Linares Rivas, se
trasparente á veces demasiado el autor en varios de los p-erso-
najes, que se expresan en el mismo estilo y tono satírico. Fué
también el primero en convertir el tradicional lenguaje empa-
cado y literario en el real y vivo de las gentes de buena socie-
dad, artísticamente condensado en el diálogo recortado, vivo,
culto y nada amanerado.
Carlos Walker Martínez (1842-190.O. de Valparaíso,
diputado (1870), gran orador político, jurisconsulto distingui-
do, defensor de la Revolución del pi, notable y valiente escri-
tor, que desenmascaró francamente muchos errores é injusti-
cias; vigoroso y batallador poeta, cantor del pueblo obrero;
pero, sobre todo, de los más aplaudidos dramáticos, porque
supo beneficiar la vena de la historia patria con acierto y sin
caer en patrioterías hueras : altivo y caballeroso al estilo de
los cruzados paladines de la Edad Media. El Hijo del pueblo
y La Vuelta á la patria son poesías que recita todo chileno.
Las Cartas de Jerusalén son dulces, tiernas y melancólicas.
Pedro Escamilla, madrileño, director de El Fisgón (1865),
fué toda su vida un bohemio. Bueno y castizo escritor, compu-
so un sinfín de obras teatrales y novelescas del género melcH
dramático y folletinesco, que gustaron mucho por el enredo va-
194 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
riadisimo, que despierta la atención, en lo cual fué inagotable
por su rica inventiva. El Arcediano de San Gil fué muy aplau-
dido.
100- E. Gaspar, en el pról. á Las Personas decentes (1890), sien-
ta que en el teatro "la evolución se impone". "Tiempo hace que el
público la presiente; hoy ya la exige: lo difícil es que acepte el man-
jar sin extrañeza, cuando todavía conserva el dejo de su antigua ali-
mentación." Así es que "quiere vestirse de actualidad, puesto que vive
la vida moderna". Las Personas decentes es un cuadro de la relaja-
ción y lenidad sociales, nacidas de la tendencia igualitaria "que ha
echado un puente entre el hombre de bien y el bribón para que todos
puedan circular por él confundidos, mediante un derecho de portazgo
de camisa limpia". Discurriendo sobre la forma de llevar á la escena
este cuadro, trata de la verdad, de la moralidad y del uso de la prosa
en el teatro. Cuanto á la verdad, teme el autor que parezca ingrata
y repulsiva y que su sátira se le haga al público antipática y cruda,
al presentar á los hombres tales corno son, no como antes se hacía en
el teatro, presentándolos como debían ser, de modo que á lo ideal de
antaño prefiere lo real; al gusto estético de lo ideal, el gusto de la
reflexión, viendo el espectáculo vivo de las costumbres contemporá-
neas. Nada de personajes simpáticos, sino reales, como ellos son.
Cuanto á la moral, teme la tacha de no serlo su obra, porque un la-
drón no acaba en presidio, antes sigue tan respetado en la escena...
como en el mundo. Prescinde de ejercer al final la justicia distributiva
"como en los cuentos de niños"; no le toca á él la sanción moral.
"¿No me saldrán ustedes tratándome, por mojigatería, de autor fu-
resto y plaga social, porque dejo vivir al bueno y al malvado en la
ficción como en la realidad, sin enmendar la plana á Dios?" Cuanto
al uso de la prosa escueta, esto es, sin borlas ni cintajos, y que ha-
blamos en visita ó en la calle, dice: "En España venimos confundien-
do desde fecha muy remota la dramática con las bellas artes. Nues-
tras obras teatrales son verdaderos dechados de retórica. Como la lite-
ratura entre nosotros consiste en poner bonito el concepto, diciendo
las cosas de distinta manera que el común de los mortales, el lenguaje
de nuestros dramas ha resultado un convencionalismo muy en armo-
nía con los asuntos caballerescos y de época, pero un anacronismo
para la comedia de costumbres... Esta supeditación del fondo á la
forma ha traído consigo el predominio de la rima en la escena, peca-
do original del que emanan los demás errores: pues, al construir una
obra teatral, el adornista ha eclipsado siempre al arquitecto, la soli-
dez ha cedido el paso á la belleza y el edificio ha resultado con una
fachada llena de telamones en los arquitraves, de metopas en los
frisos, fie esculturas en los tíni])anos del frontón, de maravillas d«e
ornamentación, en fin... pero sin cimientos... Ser ó no ser. Nifios,
S. XIX, 1860. ENRIQUE GASPAR Y RIMBAU 2yb
cultivemos la sincccloque y la metonimia y contentémonos con aspirar
al premio de retórica en el curso de humanidades. Hombres, dejemos
los rizos, el tonelete y todo el atavío infantil, que ya no sienta bien
á nuestras barbas, y rompamos con la tradición resueltamente. No
hagamos versos para no olvidarnos con el canto de que nuestra misión
es hablar. Archivemos los tropos, á fin de que el público, emborra-
chado por la exuberancia de fantasía, no aplauda inconscientemente
la emboscada que le tendemos, para que no note que hemos invertido
toda una escena en decirle que nos vamos por el primer tren, y que
aun esto poco se lo hemos dicho vestidos de levita y armados de un
laúd como los trovadores antiguos." Acerca de Las Personas decentes
véase el juicio de Yxart, El Arte escénico, t. I, pág. 166, que pondre-
mos al tratar de Benavente para compararle con Gaspar. Respecto del
lenguaje, engáñanse los críticos al creer que, ensalzada el habla común
y real, como la ensalza Gaspar, contra la falsa retórica antigua, pre-
tenda fotografiar en la escena el modo ese común de hablar. Nadie
ha dicho que no sea arte el llevar el habla común á la literatura y la
pura fotografía no es arte. Lo que han dicho, por ejemplo, los natu-
ralistas, y muy bien dicho, es : "queremos llevar á las tablas una len-
gua literaria hablada''' , en oposición á la lengua literaria escrita, que
es la que usa y usó la inmensa mayoría de los dramaturgos. "Intenta-
mos un resumen vivo y característico del lenguaje usual", y claro está
que resumir lo característico no es fotografiar el habla popular con
sus repeticiones vulgares, sus balbuceos incorrectos, con la escoria
de la conversación. Esa escoria del habla la quita el arte, así como
quita la escoria y lo no característico al pintar acciones, situaciones
y personajes, resumiendo por el arte, limpiando la realidad, sin ideali-
zar, que es cosa bien diferente. El realismo es tan arte como el idea-
lismo, sino que el realismo saca sus elementos de la realidad y el
idealismo los saca de la cabeza. Lo que se intenta imitar de la con-
versación común es la vida, la espontaneidad, el calor, la animación.
Y esto hicieron siempre todos los verdaderos artistas ; pero los que
no lo son tanto, y en las épocas decadentes casi todos, aférranse al
amaneramiento formando un lenguaje enteramente falso y apartado
del vivo común de las gentes. Hay que devolverlo á la vida, mejor
dicho, hay que llevar por el arte otra vez á la literatura el habla viva
del común de las gentes artizándola sin matarla, condensándola, lim-
piándola de la escoria, de la ramplonería usual. No faltó á la natu-
ralidad Gaspar, cuando eso hizo, de modo que hablasen galanamente
sus personajes, cuando eran de buena sociedad, de una sociedad cor-
tés y galana. Tal es la lengua literaria hablada que llevó al teatro y
otros llevaron á la novela en la época realista. "Se ha deseado crear
esa lengua, dice Yxart, en oposición á la del libro; abandonar por
falsa la imitada de otros dramas y acudir á la de naturaleza: vivifi-
car con su sangre el anémico idioma de las tablas. Este es el lenguaje
usual, que puede ser culto, ya que hay también gente culta, lo mismo
296 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
que rudo y popular, ya que existe el pueblo. A falta de méritos más
altos, Las Personas decentes tendrán siempre la gloria de haber con-
tribuido en estos últimos años á esta reforma, tan denigrada y mal
comprendida por algunos: pasar de ia retórica melodramática al len-
guaje de la naturaleza... y de la sociedad culta" {El Arte esccn., I,
pág. 181). Yxart, El Arte esc, I, pág. 308: ''Se anticipó, hace casi
tm cuarto de siglo, á algunos dramaturgos espafioles. El arte peculia-
rísimo de Gaspar — el que más recuerda el de los escritores franceses,
con ser original y castizo — se halla integro y como en su punto de
sazón en Huelga de hijos. Su diálogo es sobrio, gráfico y certero, en
tono más corriente, más bajo y, por tanto, más agradable que el usado
en general por los demás escritores españoles, siempre afectado y
duro. Ese estilo, que ''tiene el diablo en el cuerpo" — como quería
Voltaire — ^y es la más adecuada envoltura exterior de un ingenio ace-
rado y penetrante, en oposición y contraste con la imaginación ardo-
rosa, da muy singular vitalidad á lodos los caracteres con pocos to-
ques, comunica amenidad extraordinaria á las escenas cómicas del
primer acto, y sobrio, severo vigor á los conmovedores episodios de
los dos siguientes. El autor ha realizado, además, en Huelga de hijos
un verdadero tour de forcé, de arquitectura teatral. Con tratarse de
un asunto que lleva consigo una serie de reconocimientos y sorpresas
entre personas que viven separadas, que una vez juntas se estorban
mutuamente, y que, estorbándose, han de ventilar todas el mismo con-
flicto doméstico ó ser víctimas de él en distintas situaciones, la obra
se desarrolla en un mismo lugar y exactamente en el tiempo brevísimo
de la representación. Hay un regreso tan riguroso á las unidades de
los clásicos, que sólo se corre y descorre el telón para dar descanso
á los espectadores. Huelga de hijos corona dignamente, á mi juicio,
la perseverante labor de un dramaturgo sincero, valiente y reñido con
las peores tradiciones de la escena española, que, por lo mismo, no ha
sido apreciado aún en todo lo que vale." Andr. González Blanco, Los
Dratnat. esp., 1917, pág. 251 : "Don Enrique Gaspar, que ha sido exce-
sivamente olvidado y que es, en verdad, un precursor del teatro realista
moderno y que unía á su condición de creador la condición de crítico
sagaz y clarividente. Pero entregado á sus tareas consulares, el señor
Gaspar no habia podido poner en el teatro todo su esfuerzo y no había
podido dedicarle sino raros, aunque fecundos ocios, en las largas vigi-
lias insulares de Hong-Kong ó de Manila. E^mbebido como Stendhal
y como E(ja de Quciroz en sus protocolos, apenas era un profesional,
era más bien un amateur resuelto y esforzado ; no podía hacer la vida
intensa del autor teatral, ])enetrar en los saloncillos, crearse atmós-
fera, dar vuelos al nombre, dinamizar su gloria, por decirlo así, y
vegetaba en lejanas y transoceánicas tierras, sin relación directa y
continua con la metrópoli. Por eso su obra Las Personas decentes
(1890), estrenada cinco años antes que Juan José y acaso al mismo
tiempo que Los Irresponsables (1891), no ¡nido lograr el éxito defi-
S. XIX. 1860. PEDRO ESCAMILLA 297
nitivo que hubiera obtenido en caso de que su autor hubiese vivido
en Madrid y frecuentado los camerinos de las actrices de nota y las
camarillas literarias."
E. Gaspar: Un miope sin quevedos (Valencia, 1856). Corregir al
que yerra (1S60). El Onceno, no estorbar (1860). Las Sábanas del
cura. La Escala del matrimonio (1861). El Piano parlante, jug. (1863).
Pobres mujeres, jug. (1863). Candidito (1863). No lo quiero saber
(1863). El Sueño de un soltero (1864). Moneda corriente (1864). Cues-
tión de forma (1865). El Oso proscripto. El Jugador de manos. Una
familia especial. Mosén Antonio. La Nodriza. La Vida íntima. Las
Circunstancias (1867). La Levita. D. Ramón y el señor Ramón (1868).
La Cancanomanía. El Estómago (1871). Lola (1885). El Anacronó-
pete, viaje á China (1887). Castigo de Dios (1887). Majaderías (1889).
Más majaderías (1889). Las Personas decentes (1890). Viaje á Atenas
(1891). A'ada entre dos platos (1892). Huelga de hijos (1893). Pasiones
políticas (1895). La Chismosa (1898). Consúltese Rev. Archiv., 1902
(Agosto).
Publicó Walker un tomo de Poesías, dos de Romances ameri-
canos, El Proscrito, la vida del ministro Diego Portales, París, 1879.
Estrenó La Religión y la inteligencia, dial. (1860). Manuel Rodrí-
guez, dr. (1865). La Redención de C/zí7e (1891). Páginas de un viaje
á través de la América del Sur, Santiago, 1877, 1903.
Pedro Escamilla: Miguelito, 1860. Un gallego, coni., 1861. Aven-
daño y Aguilar, 1862. Las Siete palabras. Habana, 1867. El Desenla-
ce de un drama, 1869. Bertoldo, 1869. Requiescat in pace, 1870. El
Cristo de la agonía, 1870. Jesús, 1870. Por el rey y contra el rey, 1872.
El Álbum y ramillete, 1872. La Alcaldesa de Zaratán, 1873 El Hijo
de D. Damián, 1873. Una hiena, 1874. Por lo flamenco, 1874. El Niño
ya tiene í/n diente, 1874. Por ser corto de genio, 1874. La Hermana de
la Cruz Roja, 1874. Escenas de un drama, 1874. Muertos que resuci-
tan, 1876. Amor quebranta amistad, 1877. Partida doble, 1877. La
Muñeca, 1878. El Pretil de Santisteban, 1879. La Ultinm comedia,
1880. Cobrar el hospedaje, 1880. Ei Hábito de Santiago, 1880. Di-
plomacia macarena, 1880. Un toro de muerte, 1880. Se suplica el
coche, 1880. Se desea un señor solo, 1880. La Camisa de la Lola,
1881. Las Matanzas de Oran, 1881. Correr un temporal, 1881. Ora-
ción de S. Antonio, 1882. El Capitán Satanás, 1882. Ruperto el po-
bre diablo, parod., 1883. Un matrimonio á muerte, 1884. Verónica
y volapié, 1885. La Cabeza de S. Pedro, 1889. Publicó novelas folleti-
nescas de burda hilaza : El Mártir del aldea. La Bruja de Chamberí,
1876. Rosa Samaniego ó la sima de Egurquiza, 1877. El Doctor joro-
hado ó el rey de los ladrones, 1878. El Cristo del perdón, 1879. Un
drama al pie del cadalso, 1879. El Guardián de los Jerónimos, 1880.
El Mesón del miserere. Las Chulas de Lavapiés, 1881. Los Baños del
Manzanares, 1882. Amo^ de madre, 1882. El General Bumbúm, 1883.
El Farol de la Virgen, 1883. El Guapo Francisco Esteban, 1883. La
298 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185G-1869)
Urraca kidrona, 1883. El Majo de Andt'ijar, 1883. Almanaque de
chistes para 1884, 1883. Lola la costurera, 1884. San Francisco y Com-
pañía, 1885. Las Siete mujeres de Barba Azul. La Virgen del mar,
1886. Almanaque el Quitapesares (trece años, 1889).
101. Año 1860. Eduardo (Hano) Bustillo de Lusto-
NÓ, nacido en 1836, madrileño, secretario de la esjjosa del
rey don Amadeo, fué, según Revilla al juzgar su Libro acul
y según otros, mediano como poeta y como dramático; sin
embargo, hay cierta fina sátira psicológica realista en algunos
de sus libros y artículos del Madrid Cómico. En El Ciego d.
Biienavista tomó igualmente prestada la pluma á Quevedo.
En Las Cuatro estaciones hay poesías sentidas v de apasiona-
do amor á la naturaleza, en !a que halla motivos filosóficos y
morales. Gran literato, moralmente bueno en sus escritos y en
su trato y carácter, de lengua viperina como crítico y de fino
gusto. Buen poeta, sonetista y romancerista. Escribió en la
Ihistr. Española sobre todo, y dirigió El Gato (18Ó6), donde
usó el seudónimo de El Gato de Madrid.
Antonio Fernández Grilo (1854- 1906), poeta cordobés,
de salones y Corte, de pura fantasía andaluza y poco fondo, es-
cribió sus primeras composiciones Al mar y El Águila, y las
mejores. Las Ermitas, Noche Buena, El Imñeruo, El Campo,
La Monja.
102. Fué E. Bustillo tamJiién redactor de La Iberia, El Gato,
Ilustr. Esp.; colaboró en La Educación Pintoresca (1857), Escenas
Contemporáneas (1865), Los Niños (1870-77), La Niñez (1879-83).
La Edad dichosa (1890-92), etc. Usó del seud. El Gato de Madrid.
Obras: Estudio sobre Calderón. El Romancero de la guerra de África
(1860). El Libro de María (1865). El Laurel de los laureados (1872).
Las Cuatro estaciones (1877). El Libro azul, novelilas y bocetos de cos-
tumbres (1879). La Sal de María Santísima, cancionero fesiíx'o (1882).
El Ciego de Buenavisla, romancero satírico de tipos y malas costum-
bres fi888). Cuentos, pensamientos y agudezas de los poetas dramá-
ticos del siglo de oro, dos yols. Cosas de leí vida, cuentos y novelitas
('1899). Campawis teatrales, crítica dramiática (i(K>0. Para el teatro:
Lazos de amor y amistad, coin. (1865). L roncos y ramas. Camino de-
recho. Cartas trascendentales (1877). Agustina de Aragón, cp¡so<l.
dram, Í1878). Razón de Establo (1879), Galas del ingenio (1880). En
Rev. España: El Laurel de los laureados, paso dram. (1872, t. XXVII).
I'uc muy sufrido en las bromas, como en la (¡iie le dieron sus amigos
. S. XIX, 1860. FRANCISCO FERNÁNDEZ Y GON ZÁLEZ 299
de la cervecería Escocesa (calle del Príncipe), regalándole con un
banquete por viejo, fingiendo allí telegramas recibidos de Calderón,
etcétera.
F.co Blanco García, La Liter. esp. en el s. xix, II (1903), pág. 65:
"El (Grilo) se ha retratado á sí mismo en esta décima, si se la en-
tiende al revés :
"No soy el aura sonora
que en inútil embeleso
busca el perfumado beso
de la flor que la enamora ;
no soy la bruma incolora
de la yerta tradición,
ni la candida ilusión,
ni los sueños de la cuna,
ni el tibio rayo de luna
que duerme en el torreón."
Grilo es todo eso que él no quiere ser : el poeta de las auras y las flo-
res, de la tradición y los recuerdos en lo que tienen de más íntimo é
impalpable; canta con la dulzura, pero también con la inconsciencia
de un ruiseñor. La potente lira de Núñez de Arce ó de Espronceda se
le cae muy pronto de las manos." Trabajó en El Contemporáneo, La
Libertad, El Tiempo, El Debate, El Arco Iris; dirigió, con José Bisso^
El Andaluz (1864) y colaboró en muchos periódicos. En la Rev. Esp.
escribió España en el centenario de Calderón (1881, t. LXXX). Poesías,.
Córdoba, 1860, 1869; Madrid, 1879. Ideales, poesías escogidas, París,
1891.
103. Año 1860. Francisco Fernández y González
(1833-1917), de Albacete, hijo de un comandante de Caballe-
ría distinguido en la guerra de la Independencia y hermano
del novelista Manuel, estudió en Valladolid y Madrid, fué
catedrático del Instituto de Teruel (1855) y de la Universidad
de Granada (1856) y de Madrid (1864), académico de la His-
toria (1867) y de la Española (1894); eruditísimo en Hi.=;-
toria de España, mayormente en lo que atañe á los árabes ;
filólogo semitizante, más cuanto á lo histórico que cuanto á
lo puramente lingüístico. Por orden de la Academia de la His-
toria corrigió y amplió la Biblioteca, de Casiri, y tradujo la
novela caballeresca arábiga Beii-Zeyyad-ben-Amir el de Qui-
ne;:a (en Museo Nao. de Antigüedades).
50o primer período de la época realista (185o-1869)
Cavetano Alberto de la Barrera Leirado (1831-
1872), madrileño, estudió Medicina, quedóse con la farmacia
de su padre, vendióla y en un mal negocio vióse sin hacienda ;
fué bibliotecario de la Nacional. Escritor muy erudito y uno
de nuestros más beneméritos historiadores literarios.
José ]\Iaría Vergara y Vergara (1831-1872), colombia-
no, diputado, historiador, poeta, á veces excesivamente tierno,
sin gota de hiél y perpetuo improvisador; escritor ameno y
variado, incansable periodista, crítico más gramatical que es-
tético.
104. M. Pelayo, La España Moderna, 1874, págs. 129-31: "Per-
sona universalmente reputada como una de las más doctas de nuestra
nación en Filología y en Historia y calificada no ha mucho de arabis-
ta de primer orden por... Hartwig Derembourg..., estudiante de por
vida... La robustez hercúlea de su temperamento intelectual le ha
permitido cargar sobre sus hombros todo el peso y balumba de cono-
cimientos diversos que integran el programa de nuestra Facultad, y
por saberlo todo muy á fondo, no se le debe calificar de especialista
en nada. Pasman la variedad de sus estudios y lecturas, las raras in-
vestigaciones á que se entrega, el número de lenguas antiguas y mo-
dernas, aun de las más exóticas y difíciles que ha llegado á dominar..
La Estética, que es su cátedra oficial y universitaria..." ídem, Crít.
liter., 2.* serie, 1895, pág. 357 : "El libro que modestamente intituló
Memoria sobre el estado social y político de los Mudejares de Casti-
lla es completa y riquísima historia de aquella parte de nuestra pobla-
ción... y fué obra sin precedentes... Las Instituciones jurídicas del
pueblo de Israel en España es, en realidad, una nueva historia de los
judíos españoles... Ha traducido gran número de textos árabes, he-
breos y rabínicos concernientes á nuestra historia y literatura, tales
como la Crónica de Aben \dhari de Marruecos, la de Gotmaro, obis-
po de Gerona, el Ordenamiento de las aljamas de Castilla, muchos
cuentos y novelas..., un nuevo catálogo de los manuscritos árabes de
El Escorial, corrigiendo y ampliando el de Casiri..., otro catálogo de
los manuscritos rabínicos conservados en el mismo depósito.'' Fran-
cisco Fernández y González : Berceo ó el poeta sagrado en la España
cristiana del siglo xiii (en La Razón). Lo Sublime y lo cómico (en
La Iberia). España árabe, lii^torias de Al-Andalus, de Aben Adharí,
Granada, 1860. Plan de una Biblioteca de autores árabes españoles,
Madrid, 1861, 1863. Estado social y político de los mudejares de Cas-
tilla, ibid., 1866. Historia de la crítica literaria en España desde Lu-
zán hasta nuestros días, ibid., 1867. Idea del imperio en el mundo
antiguo y sus influencias ulteriores en la península ibérica, disc. en
la Acad. Historia, 1867. Las Doctrinas de R. Lulio (en Rei\ Esp.,
S. XIX, 1860. JOSÉ MARÍA VERGAR;\ 3oi
1870-72, ts. XVI-XXVIII), De los moriscos que permanecieron en
España (ibídem, 1871, ts. XIX-XX). De la escultura y pintura entre
los pueblos de rasa semítica (ibid., 1871-72. ts. XXII-XXIV). Estu-
dios clásicos de las Universidades españolas durante la época del Re-
nacimiento (en Rev. de la Universidad). Naturaleza, fantasía y arte
(ibidem). Lo Ideal y sus formas (en El Movimiento, 1876). Crónica
de los reyes francos por Gotmaro, obispo de Gerona; noticia y juicio
de la crónica, 1880. Instituciones jurídicas del pueblo de Israel en los
diferentes estados de la península ibérica desde su dispersión en tiem-
po del emperador Adriano hasta principios del s. xvi, Madrid, 1881
(t. I). Establecimiento de los españoles y portugueses en las comarcas
occidentales de África (en Rev. Esp., 1885, ts. CV-CVII). El Mesia-
nismo israelita en la península ibérica (ibid., 1885, t. CII). Ordena-
miento de las aljamas hebreas, texto rabínico-aljamiado (en Bolet.
Acad. Hist., 1886). Estudio numismático-histórico sobre las medallas
llamadas de Agila II y los hijos de Witiza, 1889. Los Reyes Acosta y
Elier (en Esp. Mod., 1889, Nov.). Primeros pobladores históricos de la
península ibérica, 1890 {Historia de España, dirigida por Cánovas).
Discurso, en la Acad. Española, 1894. Memorias de escritores griegos
y arábigos sobre el estrecho de Gibraltar y la Península Ibérica, 1905
(en Iliistr. Esp. y Amer.) Consúltense : M. Pelayo, Rev. crít., en La
Esp. Mod., t. VI, n. 63, págs. 129-31 (1874) ; ídem, Estud. crít. liter.^
2." serie, 1895 (pág. 353...).
La Barrera : Catálogo bibliográfico y biográfico del Teatro anti-
guo español desde stis orígenes hasta mediados del siglo xviii, Ma-
drid, 1860; uno de los libros más eruditos y ricos, indispensable para
la historia literaria. Noticias biográficas de... D. Juan de Arguijo,
1868 (en Rev. Esp., t. III). Adiciones á las poesías de D. Francisco
de Rio ja, en su edic. de Madrid, 1867, Sevilla, 1872 (Biblióf. Andal.).
Nueva biografía de Lope de Vega, Madrid, 1891 (inserta en el t. I de
la gran edición académica de Lope). El Cachetero del buscapié, póst.,
Santander, 1916. Dejó manuscritas Notas á la vida de Cervantes es-
crita por D. M. F. de Navarrete, Madrid, 1864-66, dos tomos, donde se
habla del ms. de la Colombina descubierto por Asensio con Los Ha-
bladores, La Cárcel de Sevilla, Melisendra (diversa de la de Lope),
Doña Justina y Calahorra, Entremés de los refranes, obras que fue-
ron editadas por Ad. de Castro {Varias obras inéd. de Cervantes,
1874). Asimismo dejó para otra edición del Catál. del teatro esp.,
muchas notas, que están en el ejemplar autógrafo de la Bibl. Nacio-
nal : de ellas han sacado algunos varias noticias dándolas por propias.
Consúltese A. Morel-Fatio, C. Alb. de la B., igiy (en Bull. Hisp., XIX,
ir.6-122).
Ant. Gómez Restrepo, El Nuevo Tiempo Literario, Bogotá, 19 15
(Enero) : "Otro adorador de lo pasado fué Vergara y Vergara, ta-
lento fácil, voluble y ameno, que tuvo, entre todos sus compañeros,
el don de lágrimas, no incompatible con la sal y travesura propias del
302 PRIMER PERÍODO DE Ul ÉPOCA REALISTA ( 1 850-18(^/9)
ingenio bogotano. Escribió con cierto gracioso descuido, imitando ya
á este, ya á aquel de sus autores favoritos, con tal poder de asimi-
lación, que algunos de sus artículos, escritos á imitación de Selgas,
podrían haber sido firmados por el propio autor de Hojas sueltas,
■con el cual compite en juegos de ingenio, en aquellas sutiles y brillan-
tes variaciones sobre un mismo tema. Su mejor obra es Un manojito
4e hierba, página que hace honor á la literatura americana; allí dio
-su nota más alta como escritor de sentimiento. Pero no se olvidarán
fácilmente Los Buitres, Las Tres tazas. Un par de viejos y tantas
otras cosas, escritas al correr de la pluma y en que vertió todas las
delicadezas de su corazón de niño, eterno enamorado de lo bueno y
de lo bello, y víctima de la nostalgia por un ayer, ya irrevocable, y
que él embellecia con la luz dorada de sus ensueños.'' La Lira gra-
nadina, 1860. Historia de la literatura en Nueva Granada (1538-1820),
Bogotá, 1867, 1905. Olivos y aceitunos todos son unos, nov. política.
Versos en borrador, 1869, con pról. de José J. Ortiz. Artículos esco-
cidos, Londres, i88i. Vi<ia y escritos del general Nariño. Escritores
colombianos, Londres. 1885. Parnaso colombiano, tres vols. Artículos
literarios, Londres, 1885. Museo de costumbres, colecc. de varios.
Estudio biográfico de Jttan de Castellanos {Rev. Esp., t. XIX). Con-
súltense sus dos biografías hechas por José M. Marroquín en el
Anuario de la Acad. Colomb. (1874) y por Carlos Martínez Silva en
Repert. Colombiano.
105. Año j86o. Ramón Rodríguez Correa (1835-1894), habanero,
diputado, consejero de Estado, redactor en Cádiz de El Mediodía
(1856), año que vino á Madrid, y lo fué de La Crónica (1857), El
Reino (1859), El Con-emporánco (1860-63). El Mosquito (1864); di-
rector de Las Noticias (1864-66), redactor de El Gobierno (1872);
«scribió la novela Rosas y perros, poética y crítica social, Madrid,
1872, con prólogo de Béoqucr, de quien se había hecho buen amigo
casi desde su llegada de Cuba (1860), siendo em;pleado, como él, en la
Dirección de Bienes Nacionales. Era aficionado al humorismo, á las
antítesis y comparaciones burlescas, á los disparates de forma y á
las hipérboles atrevidas; pero todo ello sin furia romántica, bien asi
como sus .sátiras eran chistosas, mas sin intención de herir. Publicó
y ;,'rologó las Obras de Bécquer, dándole á conocer después de la
muerte del gran poeta. En la Rev. Esp.: Rosas v perros (1871-72,
is. XXIII-XXIV). Episodios Nacionales, de Galdós (1873, t. XXXIV).
Sistema preventivo, nov. (1876-77, t?. XLV-I.IV). Un hombre corrido.
nov. (1878, t. LX). El Mejor de los amores (1879, t. LVII). El Pre-
mio gordo (1884, t. XCVII). Agua pasada, novelas cortas, Matlrid,
1894. Consúltense: Ant. Sánchez Pérez, La Hijuela del Parnasillo,
en Esp. Moderna, Oct., 189.1; Ed. Benot, en Rev. Esp., t. XXXVII
(1874), Andrés (ionzález Blanco, Hist. nov., i>ág. 362: "El humorista,
amigo de antítesis y conipa raciones burlescas, en la vi<la y en el arte,
S. XIX, 1860. FRANCISCO CALCAGNO 3o3
K. C... Un poco disparatado é hiperbólico á veces en sus comparicio-
nes, quizás abusando demasiado del humorismo; pero siempre genial,
con médula, y encantador aun en sus devaneos trascendentales. Su
novela {Rosas y perros) deja una impresión fuerte; se extraña uno
de Que un escritor así haya sido menos estimado de lo que merece.
Hay rasgos de ternura y rasgos de humorismo que ningún escritor
de aquella época tuvo y que pocos han igualado después. Se adivina,
en sus procedimientos que aún está en formación la novela realista...,
pero hay en ella á veces relampagueos de genio... Bl talento de
R, Correa se anticipó en mucho á sus contemporáneos."
Jaime Martí Miquel (n. 1840), de Villajoyosa (Alicante), mar-
qués de Benzú, escribió á los diez años un Himno al sol; republicano,
dirigió El Sifflo (1862), La República Federal (Valencia, 1869). Hart-
zenbusch dijo de él que sería digno descendiente de los principes del
Gay saber. Tradujo poesías de muchos autores extranjeros y compuso
otras propias y novelas. Armonías, Madrid, 1874, 1876. Noches, poe-
sías, 1885. Ecos de la juventud, versos, 1887. Granos de oro. Joaquín
Pecci {León XIII), poesías latinas puestas en rima castellana. La
Leyenda del trovador, 1893. Poemas de los principales autores ex-
tranjeros puestos en rima castellana. El Ramo de pensamientos, poe-
sías de ilustres poetas extranjeros puestas en rima castellana, 1895.
Flores de luz, poesías traducidas, 1897. El Cantor de los castillos,
versos, 1905. El Libro de Oriente. El Proceso de Satanás, nov., 1906.
La Hija del ajusticiado, 1906.
Mariano Aguiló y Fúster (1825-1897), poeta y bibliófilo mallor-
quín, de Palma, publicó Bibliografía Catalana, premiada en 1860 por
la Bibl. Nacional. Son notables sus poesías catalanas y otras obras
literarias y filológicas en aquella lengua, sobre todo su Romancero
en dialecto lemosín, colección de Fogassot, Bergada, Bolloure. Des-
pués de Joaquín Rubio y Ors, fué el que más hizo por la literatura
catalana cuanto al lenguaje poético y propio. Consúltese Rev. Archiv.
1897 (Ag.).
Francisco Calcagno (1827-1903), de Güines (Cuba), publicó Mesa
revuelta, artíc. de amena liter., Habana, 1860, 1863. Notas cronoló-
gicas de Güines, ibid., 1862. Escenas cubanas. Güines, 1863. Calcaño-
tipos, ibid., 1864. Poesías (con seud. de Narciso Blanco), 1864. Poetas
de color. Habana, 1868, 1878, 1887 (4.^ ed.). Historia de un muerto y
noticias del otro mundo, nov. cient.. Habana, 1875; Barcelona, 1878.
Diccionario Biográfico Cubano, New-York, 1878-86, dos vols. Los
Cantos del esclavo, 1879. Uno de tantos, nov., 1881 (acaso la Sin
Título, 1884). Y yo entre ellas, versos, 1885. Los Crímenes de Concha,
escenas, 1887. En busca de eslabón, nov. cient., Barcelona, 1888. Ro-
inualdo, nov., 1891. Recuerdos de antes de ayer, 1893. Las Lazo, 1893,
1894, 1896, con título de Mina, nov. Don Enriquito, nov. hist., 1895.
El Emisario, nov., 1896. Un casamiento misterioso, nov., 1897, 1899.
Aponte, Barcelona, 1901, dos vols.
3o4 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA RE-^LISTA (185O-1869)
Antonio Benavides y Navarrete (1808-1884), de Baeza, ministro
de la Gobernación, de Gracia y Justicia y de Estado ; director de la
Academia de la Historia é individuo de la Española (no se sabe por
qué), escribió en El Correo Nacional (1838-42), y publicó Historia
de Femando VII, algunos de cuyos capítulos leyó en el Ateneo (1869-
70). Memorias de D. Fernando IV de Castilla, con la crónica, 1860,
dos vols. Historia política de España de 1820 á 1823. Historia de las
regencias españolas en el presente siglo (Rev. Esp., 1871, ts. XXII-
XXIII). Amadeo de Sabaya, antipapa, 1871. La Elocuencia parla-
mentaria, i8y2 (disc. rec. Acad. Esp.). Las Repúblicas musulmanas
en España, 1873. Examen crítico de la Historia de Avila, 1874. Con
Fernández Guerra, Ferrer, etc. : Historia de las Ordenes de caballería
y de las condecoraciones españolas, cuatro vols., Madrid, 1865.
José Rosas Moreno (1838- 1883), de Lagos, en el Estado de Jalisco
(México), el mejor fabulista mejicano, hizo algimas comedias y pu-
blicó poesías con el título de Hojas de rosa y hermosas Fábulas en
"pequeños cuadros brillantes de ligereza, de gracia y colorido poéti-
co", según Akamirano en el prólogo, y que se leen en las escuelas de
México. Imitó á Selgas y Bécquer. Dulce y sentimental se muestra
en La Juventud, La Vuelta á la aldea y en los sonetos En el álbum
de mi hermana, El Zenzontle, La Primavera. Hizo los dramas Flores y
espinas y Sor Juana Inés de la Cruz, y las comedias Nadie se muere de
amor, Los Parientes, El Pan de cada día, etc. Coleccionó El Pensil de
la niñez, colección de... poesía mexicana, México, 1872 (de 19 poetas).
106. Año j8óo. Manuel Abreu publicó Colección de versos lau-
datorios, Habana, 1860. — Academia Española, Discursos de recepción
(desde 1847), 1860-65, tres vols. — José Luis At-bareda y Sedze (1829-
1897), sevillano, gobernador de Madrid, ministro de Fomento y Go-
bernación, embajador en París y Londres, político y gran periodista,
fundó y dirigió El Contemporáneo (1860-64) y Revista de España
(1868), después de volver de París (1866). Un invulnerable, boceto de
novela (Rev. Esp., 1868, t. III). Discursos y artículos políticos, Ma-
drid, 1883. — Álbum dedicado á S. M. la Reina doña Isabel II, Pal-
ma, 1860. — Álbum de la guerra de África, por Las Novedades, Ma-
drid, 1860. — Álbum que dedican á S. M. la Reina doña Isabel II los
profesores de educación primaría, Madrid, 1860. — Antonio Alcaloe
Y Valladares (1829-1894), de Baena, catedrático, poeta de certáme-
nes, mejor dicho, versificador fácil, que se repite y no ve nunca nada
nuevo, de tono algo enfático andaluz, prosaico y ripioso á veces,
estrenó Quiero dinero, Córdoba, 1860. Publicó Flores del Guadalqui-
vir, poesías y leyendas. 1872. 1878. .Medina Azzahara, leyenda, 1880.
Lepanto, canto épico, 1881. Hojas de laurel, poesías premiadas en
más de cien certámenes, Madrid, 1882. Tradiciones españolas, Cór-
doba y íu provincia, 1883. La Fuente del olvido, poema, 1884. Don
Alonso de Aguilar ó la Cruz del Rastro, dos vols., Madrid, 1888.—
S. XIX, 1860. TORIBIO DEL CAMPILLO 3o5
Dionisio S. de Aldama, con Manuel J. de García González, publicó
Historia general de España desde les tiempos primitivos hasta fines
del año 1860, Madrid, 1860, 1863-66, 18 vols. — Saturio L. Alvarez
MoNTEQUÍN escribió Consecuencias de un desdén, dr., 1860. — ^Manuel
Alvistur publicó Biografía del Excmo. Sr. D. Mateo Seoane, Madrid,
1860. — Poesías filosófico-morales por el poeta ochentón D. Francisco
Antonio de Caldas, Oviedo, 1860. — 'Miguel Arcas y Sánchez pu-
blicó Corona poética á la rendición de Tetuán, Madrid, 1860. —
Miguel Babiloni y Corro estrenó El Castillo de Bellver, zarz., Pal-
ma, 1860. Publicó Simón Ballester el Tuerto, nov. hist., Madrid, 1863.
— Daniel Balanciart publicó Colección de pequeñas novelas, 1860.
En aras de la justicia, dr., 1875. Casamientos y viceversa, jug., 1877.
Las Carolinas, Madrid, 1885. La Gamazada, historia encomiástica
desde los lUtimos días de la creación hasta el fin del mundo, ibid.,
1894. — Federico Carlos Beltrán (t 1871) escribió en La Atracción
(1847-8), dirigió La Organización del Trabajo y fué redactor de va-
rios periódicos; publicó Historia de la guerra de África, Madrid,
1860. — 'Concepción Benítez de Guevara publicó Las dos baronesas,
nov., Barcelona, 1860. — Jacobo Bermúdez de Castro publicó La Vis-
ja sultana, versos, Montevideo, 1860. El Fanatismo religioso y poli-
tico {Rev. España, 1869, t. VII). Recuerdos de Grecia (ibid., 1868,
t. III). — Miguel Blanco Herrero, director de El Beato Padre Co-
bos (1866-67), publicó La Guerra de África, la, Atlántida, poema,
1860. Cuentos para reír, Madrid, 1869. Arte de hacerse amar por su
marido. Más cuentos para reír, 1881. Política de España en Ultramar,
1888, 1890. — Agustín Blat y Blat y José Manuel Blat y Soto pu-
blicaron Rasgos poéticos á la paz y á la entrada triunfal en Valencia
de parte de las... huestes... África, Valencia, 1860. — Nicanor Bolet
Pekaza (1838-1906), venezolano, político y periodista serio y festivo,
vivió bastante en los Estados Unidos. Estrenó Luchas del honor y
A falta de pan buenas son tortas. Fué el mejor humorista de su tie-
rra, ingenioso y flexible escritor, orador parlamentario, poeta en
prosa ; costumbrista, sobre todo ; original y ameno, de estilo terso y
espíritu alegre, como en Mis nervios. De Caracas á La Guayra, Cos-
tumbres caraqueñas. — José Joaquín Borda (1835-1878), colombiano,
diputado y director de un colegio de Guayaquil, periodista, publicó
Miscelánea política, 1860. Cuadros de costumbres..., de varios auto-
res, 1861. Colección de Poesías, Lima, 1862. Poesías, Habana, 1867.
Poesías Cubanas, recogidas por..., Bogotá, 1871. Historia de la Com-
pañía de Jesús en la Nueva Granada, Poissy, 1872. Lecciones de Li-
teratura, Bogotá, 1876. Compendio de la Historia de Colombia, 1876.
Historia de Colombia contada á los niños, c^.^ ed., 1890. Monumentos
patrióticos de Bogotá, 1892. — Federico de Bouvier y Pacheco es-
trenó Amor de alojamiento, com., Manila, 1860. — 'A. Cabero publicó
La Cruz y la media luna ó la guerra de África, nov., Madrid, 1860. —
ToRiBio DEL Campillo y Casamoh (1824-1900), de Daroca, inspector
TOMO TtlI. — 20
3o6 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
de archiveros, catedrático de la Escuela de Diplomática, publicó Ensayo
sobre los poemas provensales de los siglos xii y xiii, Madrid, 1860.
Catálogo de las bibliotecas de Latassa, 1877. Historia de Daroca,
1878. Apuntes de la asignatura de Bibliología, 1897-98. El Cancionero
de Pedro Marcuello, 1899. Documentos histór. de Daroca y su Co-
munidad, Zaragoza, 191 5. — Antonio Capmany y Montpalau, sobrino
del filólogo é historiador del mismo nombre, publicó Historia de
Madrid, 1860. Historia del Monasterio del Caballero de Gracia, 1862.
Museo histórico que comprende los principales sucesos..., dos vols.,
1862. Origen histórico y etimológico de las calles de Madrid, 1863.
— Felipe Carrasco de Molina estrenó Reo y juez, dr. (1860). — Ei
Cócora, revista de flaquezas humanas, por una sociedad de sabios tan
modestos como bellacos, dedicada á la gente mordaz, risueña y ma-
leante, Madrid, 1860. — Memorias de Lord Cochrane recieyít emente
publicadas en Londres bajo el título de '■'■Servicios navales que en
libertar á Chile y al Perú de la dominación española rindió el Conde
de Dundonald", Valparaíso, 1860; Madrid, 1916. — Juan de Conpigny,
escritor delicado, aunque tímido, flojito, cultito y sosito, de esos que
hacen comedias, llamadas irónicamente discretas y finas; de hecho, un
latoso como Juan Diana y Compañía; estrenó La Luna de miel, com.
(1860). Mañana, com. (1865), que gustó, pintando á los españoles, que
todo lo dejan para mañana. La Paja en el ojo ajeno, com. (1866). — El
Contemporáneo, periód. conservador fundado por José Luis Albareda,
Madrid, 1860-65, después refundido en La Política. — (Cayetano Cor-
NET publicó Guía del viajero en Manresa y Cerdana, Barcelona, 1860.
Tres días en Monserrat, guía hist.-áescr., ibid., 1863. — Corona poéti-
ca á la rendición de Tetuán, Madrid, 1860, poesías de muchos poetas.
— Corona poética en la entrada triunfal del invicto ejército de África,
Madrid, 1860. — Antonio Corona (n. 1835), por seud. A. Rocano, co-
laborador de La Gaceta Popular (1873), poeta granadino, subdirector
general del Tesoro, jubilado en Granada, colaboró en muchos perió-
dicos.— 'Ángel Costa publicó Ensayos literarios, Montevideo, 1860. —
Crónica de Ambos Mundos, Madrid, 1860-62. — Crónica de la guerra
de África, escrita con presencia de datos oficiales, por R. R. de
M., Madrid, 1860. — ^Amalia Domingo Soler (1835-1909), poetisa y
espiritista sevillana, redactora de La Conciencia Libre (Barcelona,
1896) y de La Unión Espiritista (ibid., 1897), publicó muchos libros
de poesías y de controversias, entre ellos ¡Te perdono!, ocho vols.
Ramos de violetas, cuatro vols., etc. — Federico Errazuriz Zañartu,
chileno, presidente de la República, publicó Chile bajo el imperio de
la Constitución de 1828, Santiago, 1860, en defensa de los constitu-
yentes federaliatas. Los Pincheiras, estudio histórico. — Evaristo F's-
calera publicó Garibaldi y sus glorias, Madrid, 1860. Los Soldados de
la independencia italiana, 1861. Ultima expedición de Garibaldi, 1862.
Méjico hist.-dcscriptivo (con Man. González Llana), 1862. Historia
y descripción de Méjico, 1864. La España del siglo xix (con M. G.
S. XIX, 1860. ÁNGEL LÓPEZ ANITUA 3oj
Llana), cuatro ts., 1864. Crónica del Principado de Asturias, 1865. —
Fermín Ferreira y Artigas (1837- i 872), poeta bohemio de Monte-
video, que desde joven buscó, desencantado, el olvido en el vicio y
sólo halló nuevas desventuras. Sus versos, ligeros, espontáneos, des-
cuidados, pero sentidos, reflejan su vida. Orador elocuente en el
Parlamento, periodista batallador en El Siglo, murió roído por los
excesos. Estrenó Donde las dan las toman, proverbio en un acto
(1860). Páginas sueltas, 1872. — Ana M." Franco, de Almería, estrenó
Amores septuagenarios, com., Almería, 1863. La Mano de Dios, com.
Un novio tartamudo, jug. Ir por lana, jug. Publicó en 1860 un tomo
de poesías líricas. — Eusebio Freixa \ Rabassó (1824-1894), de Reus,
por seud. E. F. M. Rixtea y Asóhar, periodista, publicó Teresa Guix,
1847, ó AdiUtera y parricida, ley, hisi.-tontemp. en verso, Lérida,
1857; Madrid, 1867, 1886. Lo Mejor de lo mejor, gran repertorio de
máximas, sentencias..., obra escrita por 600 autores y publicada por...,
Lérida, 1860. El Crisol de centenares de libros..., gran repertorio de
máximas, axiomas..., refranes..., Madrid, 1879. Brillantes lif erarios,
morales, filosóficos y políticos, ejemplos históricos sorprendentes,
1889. — 'José M.^ Gafas, capitán, publicó Historia militar de la guerra
de África, Madrid, 1860. — iMateo A.. Galindo Catalán publicó Don
Luis Villaseñor, cuadros de costumbres en variedad de metros, Zara-
goza, 1860. — Fray José Antonio Gari y Siumell publicó Descripción é
historia de la villa de Villanueva y Geltrú, Villanueva, 1860. Bibliote-
ca Mercedaria (1873?). — José Gómez Díez, redactor de La Verdad
{1865), director de la Gaceta, con seudónimo de Saurín, publicó Bo-
ceto histórico... Cánovas del Castillo..., 1880. Antes El Imperio dd
oro, nov., Madrid, 1860. — Francisco González Llanos publicó Bio-
grafía política y militar de... D. Juan Prim, Madrid, 1860. — Valentín
Gormaz publicó Correcciones lexicográficas sobre la lengua castellana
en Chile, Valparaíso, 1860. — Guia de Zaragoza, ibíd., 1860 : la más
completa. — ^Pablo Herrera publicó Ensayo sobre la historia de la lite-
ratura ecuatoriana, Quito, 1860, 1889 (en Rev. Ecuatoriana, t. I).
Apuntes biográficos de D. J. J. Olmedo, Quito, 1877. — Sebastián
Herrero Espinosa de los Monteros, compañero de Tassara en Sevi-
lla, después obispo de Vitoria, estrenó García el Calumniador en sus
mocedades y después publicó Poesías religiosas, hacia el 1860; 2." ed.,
Córdoba, 1887. — ^Francisco Jiménez y Guited publicó Historia... de
D. Juan Prim..., Barcelona, 1860, dos vols. — Faustino Jouve estrenó
El Regreso del soldado, apropósito á la paz (1860). Si la muía fuera
buena (1861). La Pasión de Jesi'is, corona sacra, 1866. — Nicasio de
Landa y Alvarez (1831-1891), de Pamplona, fundador de La Caridad
en la Guerra, distinguido médico militar, publicó La Campaña de Ma-
rruecos, Madrid, 1860. Un zñajc á Canarias, Pamplona, 1863. Los Pri-
meros cristianos de Pompeiopolis, leyenda de S. Fermín, Pamplona,
1882. — José R. Leal publicó Filosofía social, Madrid, 1860. Teatro
nuevo, Habana, 1880. — Ángel López Anítua publicó El Ciprés de la
3o8 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
reina, leyenda hist. en verso, León, 1860. — Miguel Lora, boliviano,
publicó Ensayos poéticos, Sucre, 1860. — Sebastián Lorente, historia-
dor español fallecido en Lima (1884), decano de la Facultad de Le-
tras de aquella ciudad, además de obras didácticas, publicó Historia
antigua del Perú, Lima, 1860. Historia de la Conquista del Perú, ibid.,
1861. Historia del Perú bajo la dinastía austríaca (1542-1598), ibid.,
1861, 1863; ídem, t. II (1598-1700), París, 1870. Historia del Perú
compendiada, Lima, 1866. Historia del Perú bajo los Bortones (1700-
1821), Lima, 1871. Historia del Peni desde la proclamación de la
Independencia, Lima, 1876, La Civilización peruana indígena, ibid.,
1879. — Federico Macía y Acosta, español, capitán de Caballería en
1860, diputado en 1871, publicó La Traición de Metz, nov.. Habana,
1860. El Bastardo, nov., Villaclara, 1860. La Judia en el campamento
ó glorias en África, dr., 1860. Azares de la vida, nov.. Habana, 1862.
Los Piratas napolitanos, dr. hist., 1865. — Bruno Maldonado Melén-
DEZ (1840- 1890), poeta bogotano, diputado, escribió dramas que no se
representaron y el tomo de versos Fantasías, con los dramas. — Ci-
priano Martínez estrenó Achaques matrimoniales (1860). Celar sin
saber á quién, com. (1863). — F. Martínez Zapat.\ publicó Recuerdos
históricos de los veintitrés reinados, Madrid, 1860. — Francisco de
Sales Mayo, por seud. Quindalé y Aristipo, médico, pasó sus veinte
últimos años en Londres; fué precursor de los noveladores naturalis-
tas en La Condesilla y La Chula; dirigió El Reflejo (1843), í"^ ^^~
dactor de El Constitucional (1860-63) y publicó El Rencor de la gi-
tana, crón. novelesca, Madrid, 1860. Diccionario gitano, 1867. Jaime
el Barbudo ó los bandidos de Crevillente, nov. hist., ibid.. 1868. La
Condesita, nov., 1869. Gramática gitana, 1870. El Gitanismo, hist.,
cost. y dialecto, 1870. Miserias imperiales ó la gloria en nn ataúd,
crón, nov., 1874. La Chula, historia de muchos, 1882 (2.* ed.). — Agus-
tín Millares Torres (1826-1896), de las Palmas (Canarias), músico,
en Madrid (1846-48), en las Palmas director de El Porvenir, El Ca-
nario, El Ómnibus, publicó Historia de la Gran Canaria, Las Palmas,
1860-61, dos vols. ; 1867. Historia de la Inquisición en ¡as Islas Cana-
rias, ibid., 1874, cuatro vols. El Ultimo de los canarios, nov., 1875.
Esperanza, id., 1875. Historia de un hijo del pueblo, id., 1877. Aven-
turas de un converso, 1877. Hijos ilustres de las Islas Canarias, dos
vols., Madrid, 1878-79 (2.» ed., refund.). Historia general de ¡as Islas
Canarias, 1882-95, 10 vols. — Juan Miguel de Losada estrenó El Mo-
narca cenobita, dr. (1860). Luz divina, dr. (1861). Pruebas humanas,
dr. (1861). — Colección de: pequeñas novelas y cuadros de costumbres
de DON Franclsco de Córdova y López y don Daniel Balaciart y
Tormo, Madrid, 1860. La Corona Real de Hungría, por F. Córdoba
y Ix>pez, nov., 1860.— Josfe María Ortiz. de Olmedo, director de El
Eco Nacional (1892), publicó Mi primer xnielo, poesías, Madrid (1894).
A falta de pan..., proverb. en un acto (1860). — Copiosa y variada co-
lección de selectos panegíricos, Barcelona, 1860. — Timoteo de la Paz
S. XIX, 1860. CEFERINO TRESSERRA SOQ
Sacristán publicó Valentín, nov., Cáxliz, 1860. — El Pensamiento Es-
pañol, periódico absolutista fundado por Gabino Tejado; redactores,
además, Villoslada y Pedroso, Madrid, 1860-70. — Vicente Pérez Ro-
sales (1807-1886), de Santiago de Chile, nieto de españoles, gran
viajero y bohemio sempiterno; en París desde 1825, vuelto á su tie-
rra después de la revolución de Julio y partido de nuevo á Chile
{1859) y Alemania, donde publicó Ensayo sobre Chile; fué senador
(1876-81) y, sobre todo, agente de la Colonización del Sur desde
1850; escribió sus aventuras en la curiosa y amena obra Recuerdos
del pasado (1814-1860), publicados en La Época; después aparte,
Santiago, 1882, 1886, 1910 {Bibl. Escrit. Chil.). Diccionario del En-
trometido.— iAntonio Población y Fernández publicó Historia médica
de la guerra de África, Madrid, 1860. Historia de la medicina militar
española, San Sebastián, 1877. — Poesías que da á luz la R. Acad. Esp.
para conmemorar los triunfos de las armas españolas en la guerra de
África, Madrid, 1860. — Felipe Poey, sabio cubano, publicó Geografía
de la isla de Cuba, Habana, 1860. — El Pueblo, diario democrático,
Madrid, 1860-70. — Fray Esteban Rallón publicó Historia de... Jerez,
ibid., 1860, 1890-94. — 'Tomás Ramos publicó Estudios históricos de la
nobleza ibérica, Madrid, 1860. — Tomás Reina y Reina publicó en Re^
vista de Cieñe, Liter. y Artes, de Sevilla, 1860, la oda A la guerra de
España contra Marruecos. Descubrimiento y conquista del Perú, 1892.
— Revista de Sud-América, cuatro vols., Valparaíso, 1860-63. — Félix
Reyes Ortiz (1828-1883), poeta boliviano de Sagarnaga, periodista,
escribió los dramas Chismografía y Las Lanzas (1875), Odio y amor
(1860); las leyendas El Templo y La Zafra, y versos; murió loco, y
sus últimas composiciones se resienten de negrura. Historia de cuatro
días. La Paz, 1872. Leyendas, ibid., 1861. — Juan Riera y Busquets
estrenó Abderraman, drama, Gerona, 1860. — Alejandro Rixchan
estrenó La Pupila, aprop. (1860). — 'Vicente Rodríguez Varó estre-
nó La Paja en el ojo ajeno, jug. (1860). Un pollo y un viejo, jug.
(1860). — Luisa Sáenz de Viniegra, de Torrijos, publicó Vida del
general D. José María de Torrijos y Uriarte, Madrid, 1860, dos vols.
— Manuel Sánchez Escandón y Morquecho, auditor de Marina,
publicó A las glorias de España en África, cantos, de vigorosa ento-
nación, Madrid, 1860. — 'Luis San Jttan y Alcober estrenó Sobrinos
que da el demonio, jug., 1860. Dulces cadenas, comedia bien aplaudi-
da, 1866, 1883 (5.* ed.). La Cnerda templada, com., 1866. Epílogo de
una historia, com., 1876. — Luis Sipos (t 1879), poeta gallego, á lo
Heine, mezcló la dulzura de los cantares apasionados con el desen-
fado satírico, como dice Blanco García; publicó poesías en El Bazar
y en La Ilustración Esp. y Americana (1872). — A la toma de Tetuán,
corona poética, Barcelona, 1860. — El Conde de Torre-Marín publicó
Ensayos poéticos, Madrid, 1860. — Fray Juan Angelo Torrentes, car-
melita en Palma, tradujo del latín, del padre José Andrés, jesuíta, Glo-
rias del Carmelo, Palma, 1860, cuatro vols. — 'Ceferino Tresserra pu-
3lO PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-186Q)
blicó Los Misterios del Saladero, novela, Barcelona, 1860. La Judia
errante, nov., 1862-63. — Simón Vera estrenó Tetuán por los españoles,
dr. (con V. de Lalama, 1860). — La Verdad, diario pol. y liter., Madrid,
1860-66. — Vergel inagotable de felicitaciones en verso, por D. M. P.,
Barcelona, 1860. — José Joaquín Villanueva estrenó La Franqueza,
zarz. (1860). — Pedro Manuel Yago publicó Recuerdos, leyendas en ver-
so, Valencia, 1860. El Justo medio, jug. (1863). En el fondo, aforismos
caseros.... Valencia, 1863. — Prudencia Zapatero y Olea de Ángu-
lo publicó La Expiación, novela, Madrid, 1860. Un hijo sin madre,
nov., 1881. Madrid por dentro, nov., 1887.
107. Año 186 1. José M.^ Pereda y Porrúa (i 833- i 906)
nació en Polanco (Santander), hijo de Juan y Bárbara, él de
Polanco, ella de Counillas, personas de abolorio, cristianan á
carta cabal y no escasas de bienes de fortuna. Tuvo hasta
veintiún hermanos. Cursó la segunda enseñanza en Santan-
der (1844-50). pasó á Madrid (1852) con el fin de prepararse
para artillero, aficionándose más á los teatros, á las tertulias
literarias del café de La Esmeralda y á las novelas, que á las
matemáticas. Decidióse á no seguir carrera v volvióse á su
tierra (1854), donde pasó el cólera (1855). y para aliviar la
melancolia que le sobrevino, estuvo una temporada en An-
dalucía (1857). Fundada La Abeja Montañesa en Santander
(1858), alentado por sus amigos, publicó en ella un artículo
humorístico, Ya escampa, con la firma de P. y Paredes, que
siguió poniendo en su ya desde entonces continua colabora-
ción, hasta que, en 1864, puso su propio nombre en Los Zán-
ganos de la Prensa. En La Abeja Montañesa, ya hacia 1859,
escribió críticas de libros y de teatro, ayudado de Eduardo
Bustillo, gacetillas y la mayoría de las Escenas Montañesas;
otras cuatro publicó en el novenario literario FA Tío Caye-
tano, fundado por él con otros dos amigos. Salieron colec-
cionadas las Escenas Montañesas en Madrid, 1864, aplaudi-
das por Hartzenbusch, Mesonero y Antonio Flores. Pasó en
París unos meses (1864) leyendo novelas, obsei*vando la vida
y frecuentando los teatros. Espcribió de política como carlista
en el segundo Padre Cobos, cuando la rjloriosa; fué diputado
á Cortes por Cabuérniga en las primeras de don Amadeo;
pero, desengañado de la farsa que veía entre bastidores, reti-
róse á su tierra, levantando un chóteaic (1872) frente á su
^^^-^5^
S. XIX, 1861. JOSÉ MARÍA PEREDA 3ll
casa natal. Habíasele enfriado el fervor novelístico por lo mal
que los más habían recibido las primicias de su arte realista,
hasta el mismo Trueba, en el prólogo, donde le achacaba el
"detenerse á fotografiar lo malo" y el "mal gusto de pasar de
largo por delante de lo mucho bueno que hay en la Montaña" ;
pero Menéndez Pelayo, su amigo, le hizo volver á tomar la
pluma, animándose además él mismo por lo aplaudido que en
Aimérica era su libro. Arregló, pues, La Mujer del César de
un su ensayo dramático de antaño, y, con otras cosas, publicó
Bocetos al temple, 1876. De lleno se entregó á las letras, es-
cribiendo los Tipos trashumantes para La Tertulia (1876),
impresos en Santander, 1877. Con su primera novela, El Buey
suelto, dividióse la gente, unos por él, otros por Galdós, se-
gún los colores políticos, después del ruido que metió El Es-
cándalo, de Alarcón. Admirador Galdós de Pereda, procuró
que los periódicos liberales le alabasen, correspondiéndole él,
tratando de volverle a la fe de sus mayores. Debiera publi-
carse la correspondencia que por entonces se cruzó entre los
dos amigos é insignes novelistas. Con todo, la lucha de ideas
mezclábase en la crítica, y hasta Clarín le dio codillo. Pero ei
realismo español de Pereda triunfaba en toda España, antes
de que Pardo Bazán nos trajera el naturalismo francés con
La Cuestión palpitante. Con Pedro Sánchea y Sotileza subió,
nemine discrepante, á la cim'a de la novelística española. La
critica entera, sin distinción de colores, deshízose en alaban-
zas, y hasta el descontentadizo Clarín se le entregó atado de
pies y manos, proclamando que Pedro Sánchez era la mejor
novela española de las modernas y Sotileza un poema sublime.
En Madrid, Valencia, Barcelona, Oviedo, fué agasajado (1884-
85) por los más ilustres escritores. Sola la Pardo Bazán hubo
de reñir á poco con él, después de publicadas Nubes de estío
(1890), mientras Galdós, con su gran generosidad de corazón,
seguía y siguió siempre admirándole. Al caer nuestra leyenda
dorada con el desastre colonial, cayéronsele á Pereda sus últi-
mas ilusiones. Con la entrada en la Academia (1879), adonde,
sin pretenderlo ni quererlo, le llevó Menéndez Pelayo, hacién-
dole avecindarse en Madrid, conforme al artículo 9.° de los
Estatutos de aquella Corporación, acabó su vida literaria. Fa-
3l2 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (1850-1869)
lleció de arterieesclerosis, por un ataque de angina de pecho,
tn Polanco. Pereda es, después de Cervantes, el primer novelis-
ta español. Novelador regional, llegó á la cima del realismo des-
criptivo de su tierra y de la psicología de las almas, sobre todo
en sus obras maestras Peñas arriba, Sotileza y algunas de las
Escenas Montañesas; algo más abajo quedan, aunque señorean-
do las demás novelas modernas, D. Gonzalo González de la Gon-
zalera, El Sabor de la tierruca, La Puchera y Al primer vuelo.
Sus personajes se mueven y viven, no al antojo del artista, sino
con la espontánea independencia de seres vivos que hacen lo
que les da la gana, sin necesitar que el novelista les dé per-
miso para ello. El diálogo y la descripción sobrepujan á la
trama en la mayor parte de sus obras. El estilo, natural,
robusto, colorido y vivo, sin el menor dejo de amaneramiento
de escritor erudito; el lenguaje, el hablado por los montañe-
ses, matizado de voces regionales y propias. Galdós ha creado
un mundo de seres vivos; pero, comparado con Pereda, diña-
se que tan sólo los ha esbozado á brocha gorda, porque en el
pequeño mundo de Pereda, región, costumbres, personajes,
afectos, almas, en una palabra, han sido calados por el poe-
ta hasta sus más recónditos entresijos y han sido expresados
por manera tan minuciosa, que, aun siendo pocos á veces los
rasgos, la reciura de su color y el contraste y el arte maravi-
lloso los han rebultado y sacado del cuadro, que no parece
sino que andan por ahí, vivos, en alma y cuerpo. No huelga
una palabra ni una frase en Pereda, y cada una tiene una fuer-
za, un color, que Galdós raras veces alcanza con su lenguaje,
harto más desleído y común. En esta fuerza expresiva, en que,
en suma, consiste el arte, Pereda gana infinitamente á Galdós,
aunque en el conjunto inmenso de su obra, como pintura más
amplia de España, gane Galdós á Pereda. Pereda es un rea-
lista, á veces hasta exagerado, si la frase se i>enTiite, merced
al naturalismo franfés en lo que tiene de cargar la mano ó
apretar el i)incel en ciertos toques, y así algunos le tuvieron
por naturalista; pero no lo es, como no lo ha sido nadie en
España. Nunca quiso afiliarse al naturalismo, porque repug-
naba á sus creencias religiosas y literarias. Fué, además, re-
gionalista literario; en dejando la montaña santanderina.
S. XIX, 1 86 1. JOSÉ MARÍA PEREDA 3l3
como en La Montálves y Pedro Sánchez, flojea su fuerza
pictórica. Porque pictórico es más que otra cosa. Es Pereda
para Santander lo que Fernán Caballero para Andalucía y
Blasco Ibáñez para Valencia, aunque de más fuerte pincel que
■ellos.
108. Es para asombrar la dócil modestia de nuestros españoles,
á quienes se ha calificado de altaneros y orgullosos en mala parte,
confundiendo el noble orgullo é independencia digna con la fanfa-
rrona altanería y loca soberbia, cuando los vemos abrir la boca de
■admirados y remedar como unos dotrinos á Zola el naturalista y rea-
lista falso, teniendo en su propia casa á Pereda, que antes de Zola
se había mostrado ya realista sano y de cuerpo entero desde que es-
•cribió en La Abeja Montañesa. Pardo Bazán creyó haber hallado
una riquísima vena de pura plata al darnos á conocer la que todo lo
tnás era de plomo argentífero, y eso que aquí teníamos el cerro ente-
ro del Potosí. Tanto descamina en el arte el ansia de seguir modas
pasajeras. Y fuelo tanto, que hoy todo el mundo se burla del arte
zolesco, mientras que las novelas de Pereda son las que más se ven-
den en la librería española; más todavía que las de Trigo y otros mo-
dernos, que es cuanto decirse puede. Su valer estriba en el sano rea-
lismo, en el puro realismo, en el realismo de Cervantes y Velázquei:,
en el realismo español, que aquí es ocasión de apurar, cotejándolo
con el naturalismo de Zola. Si en cualquier género artístico, en el
llamado regional, al cual pertenece la novela de Pereda, es donde
vienen más á cuento los dos fundamentos principales de todo arte:
el conocer á fondo y el estar enamorado del objeto. Pereda conoció
la Montaña y la amó como quien allí se pasó toda su vida sin querer
salir de ella. De este conocimiento y amor sacó Pereda la pintura
realista de la tierra aquella y del alma de la gente montañesa. No
está el toque del realismo en retratar fotográficamente. La fotogra-
fía retrata muerto el objeto; de otra manera el retrato de un pintor
jamás llegaría á la material y muerta fotografía. Lo que á la foto-
grafía falta y lo que el pintor añade es el alma, que aviva el traslado
frío de la máquina. En esto mismo difiere el verdadero artista del
copista puro y el realismo de Pereda del material realismo de que
pudiera alardear quien minuciosamente retratara con palabras luga-
res y personajes de la Montaña. Hay un no sé qué de vida en el re-
trato hecho por un pintor, que falta en la escueta fotografía. Ese no
sé qué, no retratado por el sol, porque yace en el fondo del alma y «1
sol no pasa más adentro de la superficie, es lo que el artista lee pe-
netrando en ella y lo pone en su lienzo ó en su novela. La más aco-
modada postura de un personaje al retratarse dice bien poco si lo
comparamos con la que el artista puede dar á su pintura; cuanto más
si el artista dispone de la palabra, con la cual puede sosegadamente
3 14 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
recorrer toda una acción en la que el carácter y el alma entera de
sus personajes se pongan de manifiesto. La naturaleza insensible tam-
bién tiene su alma; mejor digamos, los liombres se la prestan, hacen
que las suyas propias se reflejen en ella, y el artista puede lograrla
como nadie, mientras que para la fonografía esa alma de las cosas
es letra muerta. Para infundir al retrato de cosas y personas esa
alma que las haga vivir en la obra artística, menester es que el ar-
tista las conozca y trate toda su vida y que esté de ellas enamorado.
Conocimiento y amor hacen al artista. El que no lo sea, al visitar los
lugares descritos por Pereda y al hablar con sus moradores, tendrá
un desencanto, porque no penetrará en lo que ve hasta el alma de
cosas y personas que Pereda sacó de ellas y dejó de manifiesto en
sus novelas. Este realismo sólo puede darse enterannente en el arte
regional, por identificarse más por el cabo el artista con ¡o que des-
cribe con conocimiento y amor. Artista regional perfecto sólo puede
serlo, por consiguiente, el que nació, vivió y amó la tierra que des-
cribe. Su personalidad puede decirse que, en sustancia, es la de la
región, salvo lo distintivo que diferencia entre sí á los hombres. Pin-
tar su propia alma será pintar el alma de su tierra. Y cnanto más
ahonde en la una y en la otra, más de cerca llegará al alma nacional
y sabrá sacar á luz el alma de la raza. Tal es la razón de que las
obras de Pereda, con ser tan regionales, gusten á todo el mundo y
más á los españoles. Es el alma española la que pinta, con el matiz
del montañés y el de la propia personalidad suya. Siendo esto así,
no se concibe que Pereda se ciñese á pintar lo más feo de la monta-
ña y los instintos más groseros de los montañeses, que por bien que
lo lograra no hubiera abarcado el alma entera de su tierra ; sólo nos
hubiera dado las sombras del cuadro, sin tocarlo de luces. Eso no
cabe en quien conocía y amaba la Montaña, y eso hizo Zola y á eso
se reduce su falso naturalismo, ya que no es natural que tan sólo se
den en el mundo sombras y fealdades morales. Zola no amó la
sociedad que describía, sólo amaba la fama de ser un novelista de
nuevo género y aborrecía la vida que pintaba. No se siente en sus
novelas, por el consiguiente, aquel perfume amoroso, aquel aroma de
cariño f>or la tierra y las gentes, que despiden las novelas de Pereda.
Es un pedazo de la realidad y el más feo pedazo de ella, lo que Zola
describe; Pereda abarca la realidad entera. Zola la mira con la frial-
dad del sociólogo ; Pereda, con el cariño de quien ve en ella un pe-
dazo de su alma. Nuestros artistas tuvieron, con todo, la flema de
dejarse ¡levar por la mano de la Pardo Bazán para embaucarse con
el naturalismo forastero de Zola, volviendo las espaldas al realismo
nacional de Pereda. Las modas suelen traerlas las señoras y tras las
señoras se van de cabeza los honiibres. Pereda, De tal palo..., pról. :
"En Dios y en mi ánima te juro que ya no sé lo que es realismo en
las obras del ingenio, desde que tanto se zarandea la palabra entre
las plumas de la crítica. Si por realismo se entiende la afición á prc-
S. XIX, 1861. JOSÉ MARÍA PEREDA 3l5
sentar en el libro pasiones y caracteres humanos y cuadros de la na-
turaleza, dentro del decoro del arte, realista soy, y á mucha honra lo
tengo; pero si con tal calificación se me quiere filiar, como ya se ha
hecho, y hasta en son de alabanza, bajo las banderas, triunfantes hoy
ultramontes, de un naturalismo hediondo que pinta al desnudo los es-
tragos del alcohol, la inmundicia de los lavaderos y las obscenidades
de las mancebías, protesto contra la injuria que de tal modo se me
infiere. Hay, sin embargo, quien ha visto poesía y belleza en el fon-
do de esas letrinas de la literatura. ¿Qué no serán capaces de ver
ciertos linces de la crítica?" P. Blanco, Liter. españ., II, págs. 532-
553: "Lugar era éste para decir algo sobre la tan debatida cuestión
del naturalismo de Pereda, si no hubiese indicado ya mi parecer y
si no considerara como la última palabra lo que tan amplia y atinada-
mente escribe Menéndez y Pelayo en el prólogo de las obras del gran
novelista santanderino. Pugnan de frente todas ellas con la de Zola
y su grey en que mientras éstos obedecen al sistema del pesimismo
absoluto, al amor de lo feo por lo feo, es la realidad para Pereda un
conjunto variado, y casi diríamos armónico, á lo menos en la esfera
del arte, donde el mal se desarrolla al lado del bien, prestándole ma-
yor hermosura por el contraste. Partiendo de principios tan radical-
mente opuestos, no puede ser uno el término final. Pereda, como cris-
tiano, admite, estudia y ensalza el libre albedrío en el hombre, cre-
yéndole capaz de la virtud y del heroísmo, al revés de los que le
consideran como un animal perfeccionado. No busca para fondo de
sus cuadros las lóbregas mansiones donde recibe culto el vicio en
todas sus formas, ni reduce el amor á la categoría de instinto sexual,
ni nacen de sus personajes seres corroídos por la lujuria y movién-
dose «n sentinas putrefactas. A cambio del hastío enervante y de las
negras pesadillas del naturalismo, rebosa en las novelas del gran au-
tor montañés el placer dulce y tranquilo de todo lo delicadamente
bello. Aquella atmósfera corrompida por los hedores de la concupis-
cencia desenfrenada no puede compararse con esta otra, en que siem-
pre se aspira aire puro, perfumes suaves y embriagadores. Mientras
Nana y Madama Bovary y los demás modelos parisienses llevan arras-
trando la imaginación por los cenagales de los centros populosos,
donde reina una civilización decadente y refinada, las Escenas Mon-
tañesas, Don Gonzalo, El Sabor de la tierruca y Sotileza nos dan á
gustar el idilio de la campiña ó la epopeya del trabajo, ideales sanos
y fecundos que nada tienen que ver con el cansancio del espíritu,
subyugado por la despótica fatalidad de la materia. Está en lo justo
Pereda al desoír á sus mentores oficiosos. El se ha conocido á sí
mismo mejor que nadie. A los reclamos de la novedad afortunada
puede oponer la verdad inmutable ; al lema de naturalismo, que es,
al fin, cosa de ayer, gastada en menos espacio que un figurín, el lema
de naturaleza, que es de todos los tiempos y de todas las latitudes."
M. Pelayo, Crit. liter., 5." ser., pág. 355 : "Pereda, el más montañés de
3l6 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
todos los montañeses, identificado con la tierra natal..., apacentando
sin cesar sus ojos con el espectáculo de esta naturaleza dulcemente
melancólica y descubriendo sagazmente cuanto queda de poético en
nuestras costumbres rústicas, ha traído á sus libros la Montaña en-
tera, no ya con su aspecto exterior, sino con algo más profundo é
íntimo, que no se ve, y, sin embargo, penetra el alma; con eso que el
autor y sus paisanos llamamos el sabor de la tierruca, encanto miste-
rioso, producidor de eterna soledad {saudade)... ha logrado dar for-
ma artística... al vago sentimiento de esta nuestra raza septentrional,
que, con rebosar de poesía, no habí.i encontrado hasta estos últimos
tiempos su poeta... Que Pereda emplea procedimientos naturalistas
es innegable; que se va siempre tras de lo individual y concreto...,
que enamorado de los detalles...; que* en la descripción y en el
diálogo se aventaje más que en la invención y en la composición... ; que
no rehuya la pintura de nada verdadero y humano, y, finalmente, que
ha vigorizado su lengua con la lengua del pueblo..., todo esto lo hace
Pereda, no por imitación, no por escuela..., sino porque esa es su ín-
dole...; es realista, pero muchos negaran, y yo con ellos, que deba
contársele entre los naturalistas... Pereda, que tiene á gala el ser
realista, ha rechazado con indignación en varios prólogos suyos toda
complicidad con los naturalistas franceses... Cuando él empezó á es-
cribir sus Escenas Montañesas, coleccionadas ya en 1864, ni existía
el naturalismo como escuela literaria, ni tal nombre se había pronun-
ciado en España, ni estaban siquiera escritas la mayor parte de las
obras capitales del género, en el cual yo no incluyo, sino con grandes
limitaciones, las de Balzac... Le han llamado algunos naturalista de
la naturaleza. Y tienen razón, si esto se entiende como en oposición
á naturalista de escuela... Nótase en los primeros cuadros de Pereda
(salvas radicales diferencias de temperamento, que pueden reducirse
i la sencilla fórmula de "más vigor y menos ternura") la influencia de
Fernán Caballero, y nótase también la de otro discípulo suyo... Truc-
ha..., que por los años de 1864 se hallaba en el apogeo de su fama,
fué el encargado de hacer el prólogo de las Escenas Montañesas...
Pereda aborrece de muerte los idilios y las fingidas Arcadias, y tiene
horror instintivo á los idealismos falsos, optimistas, bonachones y
empalagosos; pero esto no quita que haya en sus cuadros idealidad
y pureza, toda la que en sí tienen las costumbres rústicas..., monta-
ñeses ladinos y litigantes a natiz'itate, entreverados de sencillez y
malicia, atentos á su interés y á las contingencias del papel sellado,
y juntamente con esto cautelosos y solapados en sus palabras... Cada
uno habla como quien es, y el zafio, como zafio se expresa. FI señor
Pereda, por lo mismo que siente mucho y bien, es enemigo jurado de
la sensiblería; pero cuando llega á situaciones patéticas, encuentra
para el dolor ó la alegría la expresión natural y no rebuscada y con-
mueve más que otros novelistas serios y estirados, por lo mismo que
no se esperan tales ternuras en un autor de continuo alegre y jaca-
S. XIX, 1861. JOSÉ MARÍA PEREDA Siy
randoso. Hay, ciertamente, tesaros de sentimiento en el alma y en los
escritos de Pereda; pero estos sentimientos son siempre viriles, ro-
bustos y primitivos, como in fundidos en hombres de tosca y ruda
corteza... No rehuye jamás la expresión valiente y pintoresca, por
áspera y disonante que en un salón parezca, ni se asusta de la miseria
material, ni teme penetrar en la taberna y palpar los andrajos y las
llagas; pero basta abrir cualquiera de sus libros para convencerse
de que corre por su alma una vena inagotable de pasión fresca, es-
pontánea y humana, y que sabe y siente como pocos todo género de
delicadezas morales y literarias, y que acierta á encontrar tesoros de
poesía hasta en lo que parece más miserable y abyecto... En ese ar-
tículo de La Leva, que nunca me cansaré de citar, porque desde Cer-
vantes acá no se ha hecho ni remotamente un cuadro de costumbres
por el estilo (igualado, pero no superado por el autor), hay alcoholis-
mo como en los libros más repugnantes de la escuela francesa, hayí^
palizas y riñas conyugales, hay inmundicia y harapos y un penetrante
y subido olor á parrocha y, sin embargo, ¡ qué melancolía y ternura la
del final! ¡Cómo sienten y viven aquellos pobres marineros de la calle
del Arrabal! ¿Qué héroe de salón ó de boudoir interesará nunca lo
que el tío Tramontorio, lanzando en la escena del embarque aquel so-
lemne larga? Si esto es realismo, bendito sea. Si realismo quiere decir
guerra al convencionalismo, á la falsa retórica y al arte docente y ser-
moneador, y todo esto en nombre y provecho de la verdad humana,
bien venido sea. Así pintaba Velázquez... El señor Pereda no es
fotógrafo grande ni chico, porque la fotografía no es arte... sus per-
sonajes no están en la realidad, pero pueden estarlo; son humanos^
nos parece que viven y respiran ; son la idealización de una clase en-
tera, la realidad idealizada... Si yo dijera que para mí son las dos
series de las Escenas Montañesas lo más selecto de la obra de Pe-
reda, no diría más que^lo que siento... Admiro más en Pereda al
autor de bosquejos y cuadritos de género que al de novelas largas,
y entre las escenas cortas, todavía doy la preferencia á las de cos-
tumbres campesinas..., en las cuales logra el ingenio de su autor un
grado de vigor y de fuerza creadora y hasta de terror sublime, que,
por decirlo así, le levanta sobre sí mismo... La segunda época de la
vida literaria de Pereda comienza en 1878... Yo no admiro sólo en
él lo que todo el mundo ve y admira: el extraordinario poder con
que se asimila lo real y lo transforma; el buen sentido omnipotente y
macizo; la maestría del diálogo, por ningún otro alcanzada después
de Cervantes; el poder de arrancar tipos humanos de la gran cantera
de la realidad; la frase viva, palpitante y densa; la singular energía
y precisión en las descripciones; el color y el relieve, los músculos y
la sangre; el profundo sentido de las más ocultas armonías de la
naturaleza no reveladas al vulgo profano; la gravedad del magisterio
moral; la vena cómica, tan nacional y tan inagotable, y, por último,
aquel torrente de lengua no aprendida en los libros, sino sorprendida
, . 3l8 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
y arrancada de labios de las gentes; lengua verdaderamente patricia
j de legítimo solar y lengua castellana... Pero le amo, además, como
escritor de raza, como el poeta más original que el Norte de España
ha producido... En Sotileza, aquella misma robusta inspiración que
había dado perpeíua vida á Cafetera, al Tuerto y á Tramontorio, ha
roto el estrecho marco del cuadro de género y penetrado en el ancho
y generoso cerco de la gran pintura, poniendo con entera franqueza
á sus héroes entre ciclo y mar, y haciéndoles verdaderos protagonis-
tas de una acción trágica, que llega y toca á lo más alto de la pasión
humana, acentuada aquí en vigoroso contraste con una naturaleza
bravia y rebelde." M. Pelayo, Obras de Pereda, 1887, t. I, pról. : "Lo
que importa dejar consignado es que si Pereda no debe ser tenido
por naturalista en el sentido francés de la palabra, quizá la principal
razón de esto sea su propia naturalidad y el sano temple de su es-
píritu." "Porque lo cierto es que no conozco escritores menos natu-
rales y más artificiosos que los que hoy pretenden copiar exclusiva y
fielmente la naturaleza. Todo es en ellos bizantinismo, todo artificios
óe decadencia y afeites de vieja, todo intemperancias coloristas y
estremecimientos nerviosos en la frase. Si este estilo es natural, mu-
cho debe haber cambiado la naturaleza al pasar por los boulevares
de París. A la vista salta que la naturaleza y la realidad no son, en
el sistema de Zola y sus discípulos, más que un par de testaferros,
tras de los cuales se oculta un romanticismo enfermizo, caduco y de
mala ley, donde, por sibaritismo de estilo, se rehuye la expresión na-
tural, que suele ser noble, y se persigue con pésima delectación y ar-
tificio visible la expresión más violenta y torcida, por imaginar los
autores que tienen más color. ¡Y cuánto suelen engañarse!" Galdós,
Discurso Acaé. Esp., 1897: "Ha sabido condensar el gran narrador
(en Sotileza) toda la poesía de la marina cantábrica... Nunca ha teni-
do la gente de mar pintor más hábil... Resulta el libro de Pereda un
poema del Océano costero, del Océano en cierto modo popular, gran-
jeria de toda una raza que en él y por él vive, con trabajos indecibles,
hostigada por inclemencias de que no tenemos idea los que en tierra
vivimos; raza infeliz y creyente, que devoran las galernas en el mar
y en tierra las miserias y ahogos de la vida, y que, baqueteada por las
tempestades de fuera y de dentro, muere en el .';anto amor de las so-
ledades oceánicas, pues no hay afición que, como la del mar, tenga la
virtud de acrecerse con las desdichas y trabajos. Esta sociedad singu-
lar, con sus caracteres bien definidos, su sencillez ruda, su fe inque-
brantable y el fondo soberano en que se agita, como ella rudo, ele-
mental, aproximado emblema de lo infinito, la reproduce Pereda con
tanta verdad como poesía. Las figuras principales del libro, Sotileza,
Carpía, Muergo, el padre Apolinar, etc., son tan verdaderas, que la
manipulación artística desaparece en ellas y se nos ofrecen surgiendo
con vida efectiva, cuerpo y espíritu, rostros y palabra, <lel seno de las
páginas. En la acción, sencilla y con fácil lógica, no vemos la mano
S. XIX, 1861. JOSÉ MARÍA PEREDA Big
que compone. Creyérase que todo se ha hecho por si mismo, con es-
pontáneo proceder y por natural formación, sin que lo tocaran los de-
dos del artífice. Libros como Sotileza pertenecen á la literatura euro-
pea, y para adaptarlos á una región y hacerlos caber en ella hemos
de imaginar en ésta un tamaño desmedido. Es joya tan grande, que,
para darle estuche, tenemos que empalmar nuestra nación con otras,
buscando la universalidad del sentimiento estético." Miguel 'Cañé (en
Recuerdos Liter., de Mérou, 1915, pág. 352: '■'Sotileza... es un libro
shakespeariano ; y usted que conoce mi admiración apasionada y vio-
lenta por el poeta inglés, sabrá valorar mi elogio. Hay más color en
Sotileza que en todas las telas de los venecianos reunidas. ¡ Eso es
naturalismo, hinojo! ¡Eso es verdad, eso es vida, cuerno y recuerno!
Bajo este aspecto, pongo á Pereda á cien codos arriba de Zola. Figú-
rese á ese hombre conociendo el mundo parisiense como conoce el
microcosmo santanderino, y ayúdeme á sentir. Se necesita, no sólo
una observación incisiva, un poder intelectual tremendo, sino un don
natural para penetrar asi á la región confusa de esos cráneos en em-
brión, de esas crisálidas de hombre. No basta concebir en esos casos ;
*s necesario expresar, rendir, traducir el pensamiento. Usted que
plumea, como yo, sabe, menos que yo, porque yo cepillo más, lo 'que
-cuesta vestir una idea que se ve desnuda, pasearse esbelta por el espí-
ritu. Eso es maravilloso en Pereda. Muergo es Caliban, escapado de la
isla de Próspero, sobre un tronco de árbol y caído á la playa de San-
tander entre la resaca. Lo que es admirable, cierto, íntimo, un sondazo
hondo como un pozo á la naturaleza humana, es la pasión carnal, bru-
tal, de Sotileza por el monstruo, más violenta, si cabe, que los rugidos
<ie lascivia de Muergo. ¿Y los firvolcs de Cleto? ¿Quiere nada más
l>tieno que ese análisis moral, de una delicadeza infinita, pero aparen-
temente tejido con la burda materia que secreta el alma de ese semi-
Mrbaro? Las Mocejón dan cuatro cuerpos á las viejas harpías clásicas
y éstas ni las ven. Son hermanas de la bruja de Macbeth... Anoche se
me erizó el pelo leyendo la descripción de la galerna."
Escenas Montañesas, colección de bosquejos de costumbres tomados
del natural, con pról. de A. Trueba, Madrid, 1864; correg. y atún., San-
tander, 1877. Ensayos dramáticos, Santander, 1869 (25 ejemplares).
Tipos y paisajes, seg. serie de Esc. Mont., Madrid, 1871. Bocetos al
temple (La Mujer de César, Los Hombres de pro. Oros son triunfos),
Madrid, 1876. Tipos trashumantes, croquis á pluma, Santander, 1877;
Barcelona, 1897. El Buey suelto, cuadros edificantes de la vida de un
solterón, Madrid, 1878. Don Gonzalo González de la Gonzalera, ibid.,
1879. De tal palo tal astilla, 1880. Esbozos y rasguños, ibid., 1881. El
Sabor de la Tierruca, Barcelona, 1882. Pedro Sánchez, Madrid, 1883.
De Patricio Rigüelta {redivivo) á Gildo el "Letrado''^ su hijo en Co-
teruco, ibid., 1883. Sotileza, ibid., 1885. La Montálvez, ibid., 1888. La
Puchera, ibid., 1889. Nubes de Estío, ibid., 1891. Al primer vuelo,
idilio, Barcelona, 1891. La Leva y El Fin de una raza, en Cuentos
320 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
escogidos de los mejores autores castellanos contetnporáneos..., jxyr
E. Gómez Carrillo, París, 1894. Peñas arriba, Madrid, 1895. Pa~
chin González, ibid., 1896, Discursos leídos ante la R. Academia Esp.,
ibid., 1897 (el de contestación, de Galdós). M. Pelayo, Pereda, Galdós,
Discursos en la R, Acad. Esp., ibid., 1897. Homenaje á M. Pelayo,
ibid,, 1899, con un trabajo de Pereda. Para ser buen arriero..., ibid.,
1900. Obras completas, 17 vols., con pról. de M. Pelayo, varias edicio-
nes. La novela en el teatro, cartas, con aclaraciones y coment, de Luis
Ruiz Contreras, Barcelona, 1910. Sus obras dramáticas: Tanto tienes,
tanto vales (com. estrenada en 1861). Palos en seco (1861). Marchar
con el siglo (1863). Mundo, amor y vanidad, zarz. (1863). Terrones
y pergaminos (1863). Sus artículos en La Abeja (1858-1867), El Tío
Cayetano (1858-1859, 1868-1869), La Tertulia (1876, 1876-77), San-
tander Crema (1884), El Aviso (1885), El Atlántico (1886). El discur-
so de los Juegos Florales de Barcelona, en La Vanguardia y El At-
lántico (1892). Prólogos. Comunicado y Comunicado, en El Aviso
(1877). Cuatro palabras á un deslenguado (1882). Las Comezones de
la Sra. Pardo Bazán, en El Imparcial (21 Febr. 1901). Sr. Director
de EL Aviso, en éste y en El Atlántico (1901). Traducción del cuadro
de Narciso Qller, titulado Natura, en El Liberal (11 Enero 1897).
Cartas de circunstancias, en el álbum Andalucía (1885), en el Limos-
na (1896), en Álbum Patria (1898), en El Lábaro (1905). En Rev. Es-
paña: Blasones y talegas (1869, t. VII). Dos sistemas (1869, t. VIII).
Al amor de los tizones (1869, t. VIII). La Mujer del ciego, ¿para
quién se afeita? (1869, t. IX). El Peor bicho (1869, t. IX). Ir
por laño Í1869, t. X). Las Brujas (1870, t. XII). Un tipo más
(1870, t. XIII). La Mujer del César (1870, t. XVII). Un marino
(1872, t. XVIII). Los Buenos muchachos (1872, t. XXVIII). Co-
laboró igualmente en La Ilustr. Calól. (1877) y Rev. Contempor.
(1897-99). Cartas á Laverde, en poder del señor Graiño. Obras com-
pletas, 17 vols., últimas ediciones: t. I, 5.' ed., 1917; t. II, 4." ed., 1909;
t. III, 5.' ed., 1913; t. IV, s."" ed., 1917; t. V, 4.^ ed., 1910; t. VI,
3.' ed., 1910; t. VII, 3.^ ed., 1912; t. VIII, 3." ed., 191 1; t. IX, 6.* ed.,
1916; t. X, 4.* ed., 1913; t. XI, 3.^ ed., 1910; t. XII, 3.' ed., 1909;
t. XIII, 3.» ed., 1913; t. XIV, 3.' ed., 1913; t. XV, 6.* ed., 1917;
t. XVI, 3.» ed., 1916; t. XVII, 2.' ed, 1917.
Consúltese: M. Menéndez y Pelayo, Don José María de Pereda, en
Estudios de Crítica literaria, 5.' serie, Madrid, 1908, págs. 353-444;
Apuntes para la biografía de Pereda publicados por "El Diario Mon-
tañés", el 10 de Mayo de 1906, Santander, 1906; B. de Tannenberg,
en Revue Hispanique (1898), t. V, págs. 330-364; J. R. Lomba y Pe-
draja, en Cultura Española (1906), págs. 711-725; Augusto Charro Hi-
dalgo, D, J. M. de Pereda, Madrid, 1884; Pardo Bazán, Pereda y su
último libro (en Nuevo teatro crít., Marzo, 1891); Pérez Galdós,
Disc. Acad. Esp., 1H97, y Pról. á El Sabor de la tierruca; Trueba.
prólogo á Escenas Montañesas, i864;Rev. de Archivos, ic>o3 (Febrero,
S. XIX, 1861. NICOLÁS DÍAZ DE BENJUMEA 321
Agosto) ; L, Ruiz Contreras, Memorias de un desmemoriado, Madrid,
1917.
109. Año 1 86 1. José Peón y Contreras (i 843- i 908),
de Mérida (Méjico), el restaurador del teatro mejicano, doc-
tor en Medicina á los diez y nueve de su edad, escribió á los
diez y ocho la leyenda La Cruz del Paredón, imitada de Zo-
rrilla, y tres piezas dramáticas : María la Loca, El Castigo
de Dios y El Conde de Santisteban. Tal precocidad de ingenio
dejó asombrados á sus paisanos, como á los suyos Echegaray
por la novedad y fecundidad. Fué practicante en el hospital de
Jesús (1863), director de la Vacuna y director del hospital de
San Hipólito (1867).
no. J. Peón Contreras: Hasta el cielo, dr. (1870). Gil González
de Avila, dr. (1876). La Hija del Rey, dr. (1876). Un Amor de Her-
nán Cortés, dr. (1876). Esperanza, dr. (1876). Antón de Alaminos, dr.
(1876). El Conde de Peñalva, dr. (1877). Doña Leonor de Sarabia,
dr. (1878). Entre tu tío y tu tía, com. (1878). Por el joyel del sombre-
ro, dr. (1878). Vivo ó muerto, dr. (1879). Impulsos del corazón, dr.
Todos impresos en Mérida de Yucatán, 1883. Poesías (apólogos, ele-
gías, descripciones, eróticas), Méjico, 1863. Flores del alma, poesías,
1871. En 1873 escribió en el folletín de El Domingo una colección de
Romances históricos mexicanos, Méjico, 1873. En 1876 fué premiada
en concurso su Oda á Hernán Cortés. Obras dramáticas, en verso y
prosa, Méjico, 1879. Romances dramáticos, ibid., 1880. Trovas Colom-
binas, ibid., 1881. Ecos, poesías á lo Bécquer y Heine, ibid., 1883.
Pequeños dramas, 1887. Romances históricos y dramáticos, trovas
colombinas, París, 1888. Obras, México, 1896-97, dos vols. ; t. I (IV
de la Bibl. Autor. Mexic), teatro; t. II (V de la misma), teatro. En
el t. XLVI (1902) de la Bibl. Autor. Mexicanos: Romances histór.
mexic. Romances dramáticos. Pequeños dramas. Trovas Colombinas.
Canto á José Martí, Habana, 1903.
I
111. Año 186 1. Nicolás Díaz de Benjumea (1829-1884), barce-
lonés, cervantista, que señaló el camino de buscar en el Quijote logo-
grifos, simbolismos, autobiografías, caminando por él desenfadada-
mente é involucrando la obra más clara del mundo. Véase la Rev.
Contemporánea, 1877. Atribuyó el falso Quijote á fray Andrés Pérez,
presunto autor de La Pícara Justina. Fué director en Madrid de La
Unión (1864), El Fígaro, periódico satírico; publicó estando en Lon-
dres Plegaria del cautivo, romance (1865), y allí dirigió El Eco de
Ambos Mundos; vuelto á España, redactó El Programa (1868-69) j
El Arte; dirigió El Musco Universal, que después fué La Ilustración
TOMO VIH. — 31
3a2 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-18Ó9)
Española y Americana. Publicó La Estafeta de Ur ganda, Londres,
1801; El Correo de ALquife, 1866; y El Mensaje de Merlín, trilogía de
la nueva critica cervantina. Ciencia popular ó Calece, de máx. y con-
sejos, 'Líádiz, 1865. Costumbres del Universo, dos vols., Barcelona,
i8ó5-t)ó. La Cuestión del día, 1868. La verdad sobre el Quijote, 1878.
El Escudo en blanco, 1880. Los Hombres españoles, americanos y lu-
sitanos, Barcelona, 1881. Lenguaje del Corazón, 1882. ¿Quién es más
loco?, 1882. La Génesis del Quijote, 1883. El Solterón, 1884 (3," ed.),
1912. El Catecismo filosófico en verso. Palmerin de Inglaterra. La
Mitología de In Revolución. En Rev. Esp. : El Progreso en la crítica
del Quijote, 1878-79 (ts. LXIV-LXVII).
Ángel Lasso de la Vega y Arguelles (1831-1899), de San Fer-
nando, archivero, redactor ó colaborador de La llustr. Esp., La llustr.
Catól. (1877...), La Rev. Europea, La Ciudad de Dios, España Artís-
tica, Rev. de Madrid, La Niñez (1879-83), El Mundo de los Niños
(1891), La Lidia (1894), Barcelona Cómica (1894.-9Ó), Rev. Contemp.
(1897), El Correo Ilustrado (1897), El Gato Negro (1898), La Esp.
Moderna, Mundo Naval (1897-99), ^ol. Soc. Geogr. Publicó El Llan-
to de Raquel, canto bíblico, 1849. La Batalla de Pavía, canto ép., Ma-
drid, 1861. Una deuda de amor, com., 1863. La Juglaresa, zarz., 1867.
Historia y juicio crítico de la escuela poética sevillana en los si-
glos XVI y XVII, Madrid, 1871 ; ídem en los siglos xviii y xix, 1876,
dos vols. La Danza de la muerte en la poesía castellana, 1878. Un
viaje á la eternidad, dr., 1879. A la ciencia, oda, 1880. Calderón, 1881.
Viajeros españoles de lu Edad Media, 1882. Tragedias de Séneca,
trad. en verso, 1883 (son Medea é Hipólito). Antología griega, trad.
en verso, 1884. Comedias de Terencio, trad. en verso, Madrid, 1884.
Luis Eguilaz {Rev. Esp., 1887, t. CXVIII). De Salamanca á Madrid.
Navegantes españoles. La Apoteosis de un héroe... D. Alvaro de Ba-
san, 1888. Rayo de luz, etc., 1894. Quien siembra, recoge, prov. en un
acto, 1908 (2.* ed.). En Esp. Mod.: La Agricultura en la antigua
Roma (1890, Jul.). Juan Holbein (1898, Jul.).
Ramón Aba.ncens publicó Colección de adagios ó refranes espa-
ñoles, Orense, 1861. — Temístocles Abella Mendoza (n. 1841), de
Sogamoso (Colombia), comerciante, publicó Mis versos, Bogotá, 1864.
Los Tres Pedros, nov. (1864). Anacoana, nov. (1865). Cartas de un
viajero (1869). Estudios biográficos de la Hist. de América, Bogotá,
1888. Gentilicios usuales, 1890. Almanaque biográf ico-americano , 1894.
— Luis Gonzalo Agosta (t 1887), de Matanzas (Cuba), publicó Epi-
sodio de la vida de Juan Rivera, romance premiado, 1861. — Manuel
Luciano Agosta publicó La Guerra civil entre los incas, nov. hist.,
Montevideo, 1861. Un matrimonio de rebote, nov., 1862. — Actas de
las Cortes de Castilla (1563-1623), 1861-1917, 40 tomos, por el Con-
greso de los Diputados, y desde el tomo XIX, por la Acad. Hist.
Son complemento de las de los antiguos reinos. — Álbum de la in-
fantería española desde sus primitivos tiempos, Madrid, 1861. — Ca-
S. XIX, 1861. ANTONIO CORZO 323
MiLO Alonso Valdespino, director de Las Cortes (1854), publicó Jo-
robas políticas, Madrid, 1861. — Alejandrina Arguelles Toral y
Hevia publicó Ensayos poéticos, Irún, 1861. — ^í^'Ianuel Arteaga, por
seud. EL Antillano, publicó Los Antiguos camagücyanos y el nob^^
expósito, nov., Puerto Príncipe, 1861. La Metamorfosis de un joven
singular, nov., 1861. Ventura sin ventura. — José de Ayala y Aguilar
publicó Tardes cubanas ó conferencias literarias sobre los futuros
destinos de la Isla de Cuba, Madrid, 1861. — Ramón B. Barrera y
Sánchez (1812-1865), catalán, actor, pintor y cantor, publicó Glorias
de María, iV." S.^ de Monserrate, poema histórico. Habana, 1861. —
Liberto Berzosa estrenó Jacinto, zarz. (1861). — José Mercedes Be-
tancourt (t 1866), mulato cubano, publicó Ecos del Tinima, poe-
sías. Habana, 1861. — Adolfo Blanch publicó Historia de la guerra
de la independencia en el antiguo principado, Barcelona, 1861-62,
dos vols. — Bartolomé Bordoy publicó El Limosnero del rey de Ma-
llorca, nov., Palma, 1861. — Vicente Burgos estrenó El Maestro de
primeras letras, dr. (con Ant. Carralón), 1861. — El Padre Cándido,
periód. de literatura y teatros, Madrid, 1861-63. — 'Constantino Ca-
rrasco (1841-1877), poeta peruano, partidario del americanismo en
poesía, autor de la celebrada silva Al Árbol de la quina, conocedor
del quichua, del que tradujo en verso castellano el famoso drama
Ollantay, Lima, 1876, que se ha querido dar por drama antiquísimo
y no parece ser niiás que imitación de las comedias españolas, hecha
por algún ingenioso misionero del siglo xvii ó posterior. Trabajos
poéticos de C. Carrasco, Lima, 1878. El texto en verso del Ollantay
€Stá tomado del que en prosa publicó José Sebastián Barranca en
Lima, 1868. Pacheco Zegarra lo tradujo al francés: Ollantay, drame
en vers quechuas, París, 1878; de esta traducción salió la castellana
de Madrid, 1886 {Bibl. Universal). Sobre esta cuestión, véase M. Pe-
layo, Hist. poes. hisp.^amer., t. H, pág. 265. E. C. Hills, The Quechua
drama Ollanta, 1914 (en The Romanic Review, N. York, 127-176).
Miguel Ángel Mossi, Ollantay, trad., B. Aires, 1916 (la bibliografía,
por Samuel A. Lafone Quevedo, pág. xxxvi). Biblioteca Peruana
t. II, pág. 431 (la bibliografía). Bart. Mitre, Catál. razonado de la
secc. de Lenguas amer., 1910 {II, 200-236). — Juan Bautista Carrasco
publicó Geografía gral. de España, comparada con la primitiva, dos
vols., Madrid, i86i.-^Manuel Carrascosa y Rivelles estrenó Los
Votos, com. (1861). — Pedro C. Caso publicó Poesías fúnebres, Lima,
1861. — A. Isaac del Castillo, de Lorca, publicó Memoria histórica
4e... Lorca, ibid., 1861. — José Conejo Soumosiers publicó Historia
de Antequera, dos vols., ibid., 1861. — Simón Cordovés (n. 1831), de
Bogotá, publicó Poesías, Santiago, 1887. — Cortes de los antiguos rei-
mos de León y Castilla, por la Acad. Hist. (i349-i559). Madrid, 1861-
1903, siete tomos : los dos primeros son una Introducción de Manuel
Colmeiro, 1883-84. — Balbixo Cortés publicó Estudios del Archipié-
lago asiático, Madrid, 1861. — Antonio Corzo y Barrera (t 1897),
324 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
de Santiago de Cuba, magistrado, redactor de El Progreso Constituí
cional, director en la Habana de La Voz de Cuba (1864), por seud.
Enrique Gisbcrt, escritor castizo, elegante é ingenioso, demasiado
pesimista, publicó Ensayos poéticos, Madrid, 1861. Hojas de Otoño,
artíc. y opuse, liter., Habana, 1896. Para el teatro: Tirios y Troyanos
(con Enrique Príncipe y Satorres), 1872. El Valor á prueba, com.
(1873). Las Fieras de su Alteza (1873). La Creación de la atmósfera,
com. (1877). Las dos joyas de la casa (1878, 1889). La Cuerda tirante,
com., 1886. — .Manuel Ángel Corzo publicó El Cancionero de Galicia,
Santiago, 1861. — La Charanga, enciclopedia pintoresca de historia, li-
teratura, teatros, Palma, 1861. — Francisco Danvila y Collado (1829-
1898), valenciano, publicó El Iris (1848), La Cartera (1849) ; fué re-
dactor de El Valenciano, arqueólogo, novelista y dramático. El Toque
de alba, dr.. Valencia, 1861. Trajes y anuas de los españoles desde los
tiempos prehistóricos hasta primeros del s. xix, Madrid, 1877, dos
vols. Na carroga de Vüaragut, ibid., 1888. Rika, nov. (1908?). Bajo
los pinos, nov., 1910. — Manuel Díaz de Arcaya y González de Echa-
VARRi (n. 1841), de Vitoria, catedrático, poeta religioso, publicó Can-
tos del corazón. Sueños del ahna, Bilbao, 1901 (Bibl. base, t. LVH).
Engracia, poema. Leyendas alavesas (1897), dos vols.; 2.' serie, 1898.
Cuadros infantiles. La Torre de la Encontrada. El Basilisco de UrriaU
do. Cantares aragoneses, etc. Para el teatro: Ingeniosa caridad. Al
borde del precipicio. En vísperas de boda. Adonis, 1888. De parle del
Sr. Pérez. La Desaparecida. D, Lope de Haro. ¿Me caso? ¡Suspen-
so !, etc. — Historia de la ciudad de Salamanca, que escribió don Ber-
nardo Dorado, continuada por don Manuel Barco López y don Ramón
Girón, Salamanca, 1861. — Enrique Edo y Llop (t 1913), valenciano
que fué á Cuba en 1855, publicó Memoria histórica de la villa de
Cienfuegos, ibid., 1861, 1888. El Loco del valle, dr. (1861). Ardides
de amor, zarz. (1861). Un quid pro quo (1878). J8y8 en Cuba, rev.
cóm. (1878). Las Espinas de una rosa, zarz. De aldeana á Condesa,
zarz. Marieta, com. Un amigo, com. La Salvación en Dios, com. Por
buscar una mujer, com. Quien mucho abarca. Cariños de la inocen-
cia. Un desgraciado. Dudas y temores. Ni ella es ella ni él es él, jug.,
1882. — NiLO María Fabra y Deas (1843-1903), de Blanes (Gerona),
fundó la Agencia Fabra, de información periodística, en 1865, aso-
ciada en 1870 á la de Havas, de París, y Rcuter, de Londres; publicó
Cuentos, La Batalla de Pavía, canto épico, Madrid, 1861. — Antonio
Fernández y Morales publicó Ensayos poéticos en dialecto bcrciano,
León, 1861 ; Toledo, 1876. — Augusto Ferrán y Forniés (1836-1880),
madrileño, bastante bohemio en su vida, vivió solitario y perezoso;
hízose alcohólico, partió á Chile (1872-77) y falleció en un manicomio.
Fué poeta imitador de Bécquer, el cual le elogió (Obras de B., 4.* ed.,
t. ni, págs. 109-125); redactor de El Observatorio Pintoresco (1837)
y director de El Sábado (1859). Publicó La Soledad, colección de
cantares, Madrid, i86i. La Pereza, cantares, 1871. Una inspiración
S. XIX, 1861. NICOLÁS GONZÁLEZ CHAVES 325
alemana (en Rev. Esp., 1872, t. XXV). Obras completas, Madrid
(1893). Consúltese J. Nombela, Impresiones, t, III, pág. 87. — Adela
Galiana y Albaladejo publicó El Hombre y el corazón, descripción
sucinta de las épocas de su vida. Valencia, 1861. — León Galindo y
Vera (t 1889), abogado, diputado y periodista, publicó Intereses...
que en África tiene España, Madrid, 1861. Progreso y vicisitudes del
idioma castellano en nuestros cuerpos legales, 1863-65. Autoridad de
la Academia en materia de lenguaje, 1875 (disc. de recep. en ella).
Comentarios á la Legislación hipotecaria (con Raf. de la Escosura),
1880-87, seis vols. Historia, vicisitudes y política tradicional de Es-
paña respecto á sus posesiones en las Costas de África, 1884. — Ángel
Gallifa y Larraz, zaragozano, estrenó Justicia no es caridad, dr.,
Zaragoza., 1861. — Joaquina García Balmaseda, de González (1837-
1893), madrileña, actriz con Joaquín Arjona y escritora en La Es-
paña Musical (1854), donde publicó la traducción de la novela france-
sa Una noche en las nubes; en La Corresp. de Esp., Correo de la
Moda, que dirigió diez años, desde 1883; en Los Niños, Aurora de la
vida. Museo de las familias, La Mujer cristiana, La Niñee. Firmaba
á veces Lady Ketty, Aurora Pérez Mirón, Baronesa de Olivares,
Adela Samb y Zahara. Estrenó Genio y figura, prov. (1861). Publicó
Entre el cielo y la tierra, poes., Madrid, 1868. La Mujer laboriosa,
manual de labores, 1877 (2.' ed.). La Mujer sensata, consejos, 1882,
1884, 1886. La Madre de familia, diálogos instructivos sobre la reli-
gión, la moral y las maravillas de la naturaleza, 6.* ed., Madrid, 1889;
10.' ed., 1902. Donde las dan..., prov. en un acto. Un pájaro en el gar-
lito, com. Historia de una muñeca, contada por ella misma, Barcelo-
na, 1889. Reo y juez, com. Lo que no compra el dinero, com. — Manuel
García de Agüero, colaborador de La Ilustr. Españ., publicó Fábulas
escritas en variedad de metros, Madrid, 1861. Mentiras y verdades,
poesías, ibid., 1887. ¿Es el A. E. M. García autor de Apólogos? Las
Almas sobre la tierra, ibid., 1893. — iSimón García escribió en 1861
Compendio de arquitectura y simetría de los templos (Ms.) ; lo impor-
tante es lo gótico, extractado de los cuadernos de Rodrigo Gil de
Hontañón. — 'Dolores Gómez de Cádiz, de Velasco (n. 1818), poetisa
malagueña, escribió en periódicos de Málaga, Granada y Madrid y
publicó Santa Casilda, nov., Madrid, 1861, dos vols. — Vicente Gómez
Flores estrenó El Travieso, zarz., Palma, 1861. — Manuel González
Llana, catedrático de Instituto, redactor de La Iberia, colaborador
en El Teatro (1864), diputado, jefe de Administración jubilado en
1902, publicó La Italia del siglo xix (con Evaristo Escalera), Ma-
drid, 1861-62. Historia de las Repúblicas de la Plata (1512-iSio"),
ibid., 1863. Hijos ilustres de Asturias, Oviedo, 1864. En Rev. de Es-
paña: América, sobre la prioridad üe su descubrimiento, 1877 (t. LIX^,
1879 (ts. LXVII-LXIX). Geografía de América, 1878-1881 (ts. LXIV-
LXXXIII). La Civilización de la antigua Grecia, 1879 (t. LXXI).
—Nicolás González Chaves (1817-1878), de Bogotá, publicó obras
3a6 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
desde 1861. Estudio cronológico de la guerra de la independencia en
la antigua Colombia, París, 1879. Cuadros sinópticos de la guerra de
la independencia, ibid., 1880. — José Hernández Hernández publica
Los dos extremos, leyenda, Cuba, 1864. — Romualdo Lafuente estre-
nó Ab-Del-Motri ó guerras fratricidas, dr. (1861). — Benjamín Lens,
boliviano de La Paz (1836-1878), publicó Flores de un día, poesías,
La Paz, 1861 ; hizo piezas dramáticas : Amor, celos y venganza. El
Hijo natural, Borrascas del corazón, El Gvante negro, dr., 1872. La
Mejicana. — El Tío Lesnas, semanario burlesco, satírico y literario,
Madrid, 1861. — Saturnino López Novoa publicó Historia de... Bar-
lastro, Barcelona, 1861, dos vols. — José Losáñez (1803-1870), de San
Ildefonso (Segovia), publicó El Alcázar de Segovia, Segovia ,i86r.
Noticia histór. del Santuario é Imagen de N." S." de la Fuencisla,
1S61. Biografía de D. Luciano Sáez del Portal. Tradujo Las Tardes-
de la Granja, Madrid, 1863, añadiendo poesías. — Ramón R. Luna pu-
blicó El Hijo del pueblo, nov., Madrid, 1861. El Tribuno del pueblo,
nov., 1864, dos vols. La Modista de Madrid, novela, Madrid, 1864,
dos vols. Margarita de Borgoña, ibid.. 1865, dos vols. La Torre de
los crímenes ó el suplicio de una Reina, ibid., 1866, dos vols. Ana
Bolena, nov. hist., 1867. — Ramón Máiquez estrenó D. Cleofás ó la
casa de huéspedes, com. (1861). — ^Cayetano Manrique publicó El Prín-
cipe D. Carlos, conforme á los documentos ae Simancas. Madrid,
1867. Apuntes para la vida de Felipe H <j para la historia del Santo
Oficio..., ibid., 1868. Manuscritos árabes aljamiados, 1912. En la
Rev. España: Tregua y juicio de Dios (1868-69, ts. V-VT). Lorenzo
Ricci (1870, t. XVI). Felipe U y los jesuítas (1876, t. L). — Amali©
Marichalar, marqués de Montesa, y Cayetano Manrique publicaron
Historia de la Legislación y recitaciones del Derecho civil de España,
Fuero de Navarra, Vizcaya, Guipúzcoa y Álava, Madrid, 1861-1872,
nueve vols. — Teodoro Martel Ferííández, conde de Villaverde la Alta,
cordobés, publicó Ensayos poéticos, Córdoba. 1861. Poesías, ibid., 1866.
Recreaciones cristianas, Madrid, 1889. — José M.* Martínez estrenó
El Capitán, dr. hist., Habana, 1861. — José Martínez de Mazas, deán
de Jaén, publicó Retrato al natural de la ciudad y término de Jaén,
j«í estado antiguo y moderno, Jaén, 1861. — Alejandro Matías Do-
mínguez publicó Mi aurora, poema sacro, Serjovia, 1861. — Antonio
Mencía y Echevarría estrenó Al que no está hecho á bragas..., 1861.
— Javier de Mendoza, español, publicó España y Venezuela, Madrid,
1861. — Eduardo Mier y Barbery (n. 1829), de Paterna (Huelva), por
seud. Perpetuo Ponleví, que jamás aspiró á honores académicos, gran
conocedor de lenpuas, traductor de Eurípides, Juvenal. Schiller y
Schack, redactor de 7:7 Parlayncttto (i.SóoV El León Español (1865),
El Reino, El Tiempo (1867), etc.. publicó Biblioteca de dramáticos
griegos, traducidos, Madrid, 1861. Tragedias de Eurípides, 1865,
1880, 1909. Fábulas de Esopo..., Fedro. Aviano. A. Gelio, 1871. His-
toria de la litar, y del arte dram. en España, trad. <lc Scliack, 1862;
S. XIX, 1861. olí VER Y HURTADO 327
cinco vols., 1885-87. Fernando, nov., 1886. Obras dramáticas de Schi-
Uer, 1913 {Bibl. Clás.). En Rev. Esp. (1880, t. LXXV). Amor entre
hielo y fuego. — Francisco Miras publicó Dichos y sentencias célebres
de los principales filósofos, emperadores, oradores, poetas... (por
Erasmo), Madrid, 1861. — Luis Müntalvo y Jardín publicó Ensayos
poéticos, Madrid, i86i. — Eugenio Moret publicó Por dinero, nov.,
Habana, 1861. — Felipe Moriano publicó Instrucción breve y compen-
diosa para leer los impresos antiguos castellanos, Sevilla, 1861. Or-
tografía general paleográfico-bibliográfica de la lengua castellana,
Sevilla, 1866. — Ricardo Mosquera estrenó La Cruz de los Humeros,
zarz. (1861). — José Muñoz y Gavip.ia, vizconde de San Javier y con-
de de Fabraquer, á la muerte de su padre don José fué redactor de
El Fénix (1857-59), colaborador de otros periódicos y publicó Histo-
ria del alzamiento de los moriscos, su expulsión, etc., Madrid, 1861.
Crónica gral. de España, ibid., 1871. La Loca del Buen Retiro, novela
hist., Madrid, 1875, 1892. Tres años en Fernando Pó, 1875. El Invisi-
ble ó los bandidos de Toledo, novela, 1875. D. Juan el Tuerto, crónica
ae D. Alfonso XI, novela, 1875, El Suplicio de un ministro, memorias
de D. Alvaro de Luna, 1876. La Novicia de las Huelgas, 1876. La
Manola del Avapiés, 1877. FA Fingulo obispo griego (Rev. España,
1876, t. XLVIII). Calomarde (ibid., 1875, t. XLVI), Ultimo confesor
de María Luisa (ibid., 1874, t. XLl). — Josa M." Navarro, militar me-
jicano, después presbítero en Guatemala, publicó Memoria del estado
actual de la parroquia de S. Martin Xiloiepeque, Guatemala, 1861.
Memoria del estado de la parroquia de Concepción de Villa Nueva,
ibid., 1868, Documentos justificativos de la conducta de..., ibid., 1869.
— Carlos Nicolás de Palomera publicó Un drama social ó las dos
noblezas, nov., 1861. El Hombre de hielo, nov., Madrid, 1861. La Copa
de la venganza, nov., 1861. Amor y patria, nov., 1862. Últimos días
de Sagunto ó Ergasto y Belenna, nov. hist., Barcelona, 1863. — José
M.* NoGUÉs Y Gastaldi (n. 1838), sevillano, bibliotecario en Palacio
y en El Escorial, estrenó Jenaro el Gondolero, Madrid, 1861. Oro,
astucia y amor, zarz. No es nada lo del ojo. Id. La Perla de Triana,
id. Estafeta de amor, id. Un Tenorio moderno, id. (1864). El Consejo
de los Diez, id. Consultor jurisperito, id. La Vigilante, id. Una Madre,
dr. El Celoso, zarz. La Herencia del pecado, dr. Ver visiones, com.
(1867). Al año de estar casado, id. Pedro Ponce y Juan Carranza, id.
Acteón. El Marido anónimo. Un tenor jubilado. María, com. (1876).
El Alcalde de Amurrio. El Collar de perlas. Y otras con Al. Benisia,
Enrique Gaspar, Liern. En la Bibl. Nac. está, premiado en 1891, su
ms. de Anónimos y seudónimos. — José Oliver y Hurtado publicó
Munda Pompeyana (con Manuel, su hermano), Madrid, 1861. Diver-
sos periplos ibéricos, 1863 (disc. recep. Acad. Hist.). Viaje arqueoló-
gico, 1866. De la batalla de Vej:^r... ó de Guadalete, Granada, 1869.
Ihberi ó Granada (con su hermano), Madrid, 1870. Granada y sus
monumentos árabes (con su hermano). Málaga, 1875. — Manuel Olí-
328 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
VER Y Hurtado publicó, además, Forma, tiempo y circunstancias en
que hubo de verificarse el nacimiento del reino de Pamplona, 1866
(disc. rec. Acad. Hist.). La Escultura cristiana española, 1881 (disc.
rec. Acad. San Fernando). — Silvestre María Ortiz, coronel retirado,
publicó La Razón y la fe ó la cruz y los siglos, canto. Salamanca
(1861). — Antonio Plaza (1833-18S2), poeta satírico mejicano, escép-
tico y agriamente sarcástico, publicó Álbum del corazón, poesías, Pa-
rís, 1885; Barcelona, 1899. — A los profanadores del ingenioso hidalgo
D. Quijote de la Mancha, por D. M. F. y G., crítica del D. Quijote
que puso en escena Ventura de la Vega, Madrid, 1861. — Lorenzo
Puente Agosta (1835-1870), de Puerto Rico, publicó El Arpa del
peregrino, poesías, Cuba, 1861 (escritas á los diez y ocho de su edad).
La Cotorra, prosa y verso, Bayamo, 1863. Álbum poético. Puerto
Rico, 1868. — Pythagoras (seud.), publicó La Magia en el s. xix, no-
vela científica, Madrid, 1801. — Antonio Rodríguez López estrenó
Los Bereberes del Riff, dr., Gran Canaria (1861). Tetuán por España,
dr. (2.* pte. del anterior) (1861). Poesías, Santa Cruz de la Palma.
1873. — José Rodríguez y Moar, capitán retirado, publicó La Creación
por la mano de Dios por amor al hombre... tratado filosófico, político,
moral y religioso por el cual queda derribado el espíritu del filosofis-
mo, dos vols., Madrid, 1861. — La Romería de S. Isidro, gacetilla de
Madrid ó sea historia, descripción, chistes, guasas, filfas..., Madrid,
1861. — Juan Luis Romero publicó Sueños del alma, nov., Madrid,
1861. — J. Sáinz de Arroyal publicó Glorias de España, colección de
emblemas latinos con su versión parafrásica al castellano, Madrid,
1S61. — Antonio Sánchez Cabanas, capellán, publicó Historia de...
Ciudad-Rodrigo, ibid., 1861. — Manuel Sánchez Mármol (1839-1912),
mejicano, periodista, fecundo novelador, publicó Poetas yucatecos y
iabasqueños, Mérida, 1861. Novelas como El Misionero de la Cruz,
Pocahontas, sátira política; Juanita Sonsa, Antón Pérez. — Francisco
DE Paula Sanmartín publicó Un alma y un corazón, nov., Jaén, 1861.
— José Santa Coloma (t 1886), por seud. Pilotos y El Tío Cándido,
militar, fundador de El Tío Lesnas, semanario burlesco y satírico
(1861) y El Tábano, revista de tauromaquia (1S70), escribió revistas
taurinas, además, en El Diario Español y publicó el Reglamento para
las corridas de toros. Fábulas en variedad de metros, Madrid, 186 r.
La Tauromaquia, compendio de la historia del torco, ibid., 1870.
Apuntes biográf. de los diestros, 1872. Miscelánea taurina, 1875. Apun-
tes biográf. de los matadores de toros, 1877. Crónica taurom. de las
corridas en la plaza de Madrid... del presente año..., 1878. — Pascual
Savall y Dronda, zaragozano, publicó Estatutos y ordinaciones de
los montes y huertas de Zaragoza, i86t. Fueros y Observancias y
Actos de Corte del reino de Aragón, dos vols., Zaragoza, 1866. — Án-
gel M.' Segovia (n. 1848), de Logroño, redactor de Las Novedades
(1870), uno de los fundadores de La Izquierda Diná.^tica y de La Es-
tafeta, publicó Cervantes, nueva utopía..., Maílrid, 1861. Una esquela
S. XIX, 1862. EUSEBIO BLASCO 329
de un ateo, 1872. Los dos gorrillas, caricatura bufo-vharlatanesco-
jarmacéutico^fantástica en un acto, 1875. Melonar de Madrid, sem-
blanzas, bocetos, caricaturas, 1876. Figuras y figurones, biografías,
dos vols., 1877-78; 34 vols., 1881. — Sermones de misión cuadragesi-
mal... por un franciscano aragonés, Madrid, 1861. — Francisco Ja-
vier Soler publicó Sonetos místicos, Habana, 1861. — Ramón Taboada
publicó Poesías históricas, orientales y satíricas, Barcelona, 1861. —
N. Tanco Armero publicó Viaje de Nueva Granada á China y de
China á Francia, París, 186 1. — Tertulia literaria, colección de poesías
selectas leídas en las reuniones semanales celebradas en casa de D. Juan
José Bueno, Sevilla, 1861. — Perfecto F. Ulloa publicó Espinas de
amor, novela, Madrid, 1861, 1864, dos vols. — José Manuel Veitia
publicó Sueño de oro, nov., Habana, 1861. — Antonio Vico y López
estrenó La Caja del regimiento, com. (1861). — ^Ernesto Vidal y
Calzada publicó Eugenia ó la mujer del cornerciante, nov., Barcelona,
1861. — Benito Vilá publicó Guía del viajero en Málaga, ibid., 1861. —
Sebastián Vilella y Font estrenó El Corbonán ó el tesoro del tem-
plo, dr. bíblico (1861). — ^M. Villegas publicó El Triunfo de la inocen-
cia ó la expiación, novela histórica, Madrid, 1861. — La Voz del tiple,
colecc. de décimas cubanas. Habana, 1861, 1881. — Manuel M, Yacosa
Y León estrenó El Paso de los Castillejos, dr., Cádiz, 1861.
112. Año 1862. EusEBio Blasco (i 844- i 903) nació en
Zaragoza, abandonó la carrera de arquitecto, que también tuvo
y ejerció su padre, dándose á escribir para el teatro, comen-
zando con Vidas ajenas (1862) y La Niñez engañosa, estre-
nadas en Zaragoza. Quedó huérfano, vino á Madrid y escribió
en el Gil Blas (1864-66) y La Discusión, emigró cuando los
sucesos de 1866, volvió en 1868, estuvo de secretario particu-
lar de María Rivero, fué de los partidarios de Cánovas, de
Martos, de Zorrilla y al cabo otra vez del conservador. Había
Tiacido para hacer reír al público y entronizó el género bufo
con El Joven Telémaco, hiriendo de muerte al género clá-
sico, que alzaba de nuevo la cabeza. Compuso sin descanso
durante cuarenta y cinco años 74 obras dramáticas, poesías,
sátiras, novelas, cuentos y unos treinta y cinco libros, dema-
siadas obras, donde derramó con despilfarro chistes y agude-
zas de un ingenio brillante y rico. Fué muy aplaudido su Dis-
curso baturro (1897), Fundó el semanario Vida Nueva (1898).
Merecen citarse su comedia El Pañuelo blanco, sus poesías
Soledades (1876), Poesías festivas (1880), Cuentos (1899),
Cuentos aragoneses (1901) y sus crónicas y siluetas. En Le
33o PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
Fígaro, de París (1885-96), firmaba Mo^uiragón. Blasco des-
cuida el fondo, los caracteres 3^, á veces, hasta la gramática,
por la vis cómica y la fuerza chispeante, que hace reír á los
mismos muertos ; toma argumentos ó ideas de obras francesas
ó donde las halla, apropiándoselo todo y dándole sello perso-
nal, con su gran manejo del diálogo, deliciosa versificación y
salidas ocurrentes. Tiene la cuerda cómica de Bretón, aunque
en menor grado, y hubiera podido acaso emparejarle, si, en
vez de ser tan fecundo, hubiera atendido más á la perfección;
pero era de natural abandonado y poco cuidadoso de su fama
venidera. Escribió al día; tuvo ingenio de buena chispa, que
no quiso domeñar.
Manuel del Palacio Simó (1832-1907), hijo del mili-
tar don Simón, nació en Lérida, estudió Letras y Náutica y
comenzó á escribir en periódicos y revistas de Madrid, donde
se dio a conocer como poeta en 1849; afinó su gusto en Gra-
nada (1850), donde, con otros, fundó la Cuerda granadina,
que luego trasladaron á un sotabanco de la calle de Mesón de
Paredes en Madrid. Aquí popularizó su vena satírica y polí-
tica como demócrata en El Látigo, La Discusión (1858), El^
Pueblo (1860), Gil Blas, con alborotos populares, prisión y
destierro á Puerto Rico, de donde volvió al triunfar la Revo-
lución de Setiembre; pasó á Florencia como encargado de los
Negocios de España, y volvió pacífico burgués, neutral ser-
vidor del Ministerio de Estado, casado y llano de condición.
Domeñó el soneto é hizo epigramas, canciones, letrillas, chis-
pas, cantares, con facilidad de improvisador. Siempre alegre,
bullicioso, vividor, ordenadamente desarreglado, chistoso y ori-
ginal en el palique con sus amigos, discurseador, disparadameme
regocijado en banquetes y uno de los que más brillaban en la
famosa tertulia de Cruzada Villamil. Fué siempre franco, expan-
sivo, generoso, y como poeta, uno de los satíricos más populare-
que hubo en España.
lis. Amenísimo cronista de periódico, fué, además, Ensebio
Blasco autor siempre festivo, bien que no tan espontáneo, fino y co-
rrecto como Vital Aza. Tomó no pocas veces del francés, como El
Pañuelo blanco, su mejor pieza teatral, que es Le Capricc, de Alfre-
do de Musset, desenvuelto gallardamente á la española. Son notables
S. XIX, 1862. EUSEBIO BLASCO 33 1
también No la hagas y no la temas, El Anzuelo, El Baile de la Con-
desa, Soledad, La Rosa amarilla. Publicó de seis á siete mil cróni-
cas y artículos políticos y literarios en periódicos de España, París y
América. Dejó inéditas 18 ó 20 comedias. Escribió en La Discusión,.
de Rivero; La Nación, La Democracia, fundada por Castelar (1864);
Gil Blas (1864-66), Día de Moda, El Garbanzo, que dirigió (1878-79);
Le Figaro, en París, con los seud. de Rabagás y Mondragón, que tam-
bién usaba en La Época, etc. Después, en Vida Nueva (1898), que
dirigió; Heraldo de Madrid, y apenas pasaba día sin hacer algo para
alguno de todos los periódicos de la corte. Vivió en París diez y seis-
ó diez y ocho años y fué uno de los principales redactores del Fígaro.
Ensebio Blasco picó en todos los géneros literarios, y en todos, rela-
tivamente, hizo maravillas. En ocho ó quince días amañaba una linda
comedia y solía escribirlas sin previo plan, al azar de lo que saliera,
y siempre le salían bien. Fué modelo de hijos, de esposos, de padres,
sin vicios, correcto en el trato, naturalmente generoso y trabajador in-
cansable. Pero tenía la manía de las grandezas, caprichos costosos por
poseer cosas de lujo, de arte; quería vivir á lo príncipe, y así, cuanto
ganaba con comedias, periódicos, El Garbanzo, por ejemplo, novelas
y versos, todo se le escurría de entre las manos. Con la misma facilidad
daba á sus amigos apurados como les pedía en sus apuros. Se encon-
I1Ó un día con Constantino Gil, y "Dame cinco duros, que los necesito
mdispensableniente", le dijo. Dióselos, siguieron charlando y viendo
en el escaparate de la Dalia azul, de la Carrera de San Jerónimo, un
bastón, se le encapricha á Blasco; entran, da los cinco duros por él y
salen. A los pocos pasos se topa con Antonio Vico, que le dice : "Bo-
nito bastón." '''i Te gusta?" "Mucho." "Pues te lo regalo." Y quedóse
sin dinero y sin bastón. Eusebio Blasco, El Liberal, 2 Marzo 1894:
"Mi padre quería ] que yo edificase, | que él era arquitecto | y al hijo
pensaba | sus obras dejarle; | pero yo soñaba | con letras y artes... |
En 'duelos me hieren, | no respeto á nadie; ] ataco á los fuertes, | in-
sulto á los altos, I me bato en las calles. | Asalto el teatro, [ me silban
y aplauden, [ emigro, conspiro, \ paso mis Abriles | en lucha constan-
te..., I y yo entré en el ajo (de la revolución) | y fui personaje | y
mandé á las gentes ] y mantuve el orden: | ¡Qué barbaridades!"
]. Nombela, Impresiones, t. III, pág. 394: "Funcionaban unas socie-
dades llamadas irónicamente de Socorros mutuos. Los afiliados á
ellas tenían por principal obligación asegurar en sus conversaciones
y en los periódicos de que eran redactores ó colaboradores que sus
compañeros eran los más inteligentes, castizos, inspirados, geniales,
fecundos y admirables escritores de su tiempo. Siempre hubo grupos,
más ó menos numerosos, del género de los que indico, y á mí me cupo
en suerte formar parte del que con su cariñosa ingenuidad y su teje-
maneje agradable y simpático para lograr lo que deseaba fundó Eu-
sebio Blasco, á quien, como él ha referido, sonrió la suerte el mismo
día en que llegó á Madrid desde Zaragoza, su ciudad natal. Pocos, en
332 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
efecto, han sido en la república de las letras más afortunados que él,
lo que mereció por su inagotable ingenio, la gracia y la soltura de
estilo y las demás originales y preciosas cualidades que brillan en
sus amenas é interesantes obras. Solicitado, perseguido, hasta estoy
por decir que acosado por la fortuna, no supo, sin embargo, aprove-
charse de aquel favor constante, y aunque fué modelo de hijos, aman-
te y fiel esposo, y lo que cariñosamente solemos llamar un padrazo,
creo que, por su carácter ligero, veleidoso, impresionable, imprevisor
y al mismo tiempo sufrido y resignado, no fué dichoso, á pesar de
contar con todos los elementos para serlo. A sus privilegiadas dotes
intelectuales unía una laboriosidad incansable y una activida i eléctrica
para realizar sus proyectos. Cuando empezaba á saborear los triunfos
escénicos en el género bufo, que tanta fama y tanto dinero ¡.roporcio-
nó á Arderius, su importador desde Francia á Espai'ia, se le ocurrió
fundar una sociedad con algunos redactores de los periódicos más im-
portantes que se publicaban, cuyo único propósito fuese auxiliarse
mutuamente para adquirir celebridad."
E. Blasco: Arpegios, versos, Madrid, 1866. Los Curas en camisa,
artículos, 1866. Cuentos alegres, 1867. Del amor y otros excesos, 1867.
Del Suizo á la Suiza, viaje de placer, 1868. La Farsa religiosa, 1869.
Madrid por dentro y por fuera, 1873. Una señora comprometida, nov.,
1873. Obras festivas en prosa (de 1865 á 1867), 1873. Esto y lo otro
y lo de más allá, 1875. Soledades, versos, 1876. Flaquezas humanas,
cuentos, 1877. William Shakespeare, 1878 (en Rev. Esp., t. LX). No-
ches en vela, 1878. Poesías festivas, 1880. Malas costumbres, apuntes
de mi tiempo, 1880. Busilis, ciencia y corazón, 1881. Epigramas, 1881.
Flaquezas humanas, cosas del otro jueves, 1881. Ellos y ellas, chistes
internacionales, 1884. Mis contemporáneos, semblanzas varias, 1886.
Conferencias dadas en el Ateneo, 1886. Cuentos y sucedidos, 1886. Mis
cevociones, 1886. El Modernismo en Francia. Recuerdos, notas ín-
timas de Francia y España, 1894. París íntimo, 1894. Corazonadas,
1898. Madrid pintoresco, cuadros pintorescos, 1903. Cuentos aragone-
ses, cinco vols., 1901, 1905, 1908, 1910. Cuentos, 2." serie, 1901. Obras
completas, 27 vols., Madrid, 1905-06. Cosas baturras en serio y en
broma, 1908. La Argentina y sus grandezas, 1910. Piezas teatrales de
E Blasco: Día completo. La Mujer de Ulises (1865). Amor constipado
(¡867). La Suegra del diablo (1867). Pablo y Virginia (1867). Los
Dulces de la boda (1871). La Procesión por dentro (1873). El Anzuelo
(1874). La Rosa amarilla (1877). Los Niños y los locos (1877). Pobre
pcrfiado (1878). Juan García (1878). Juan León (1895). Duerme
(1895). El Ángelus (1897). Madre mía (1898). Mensajero de paz
('898). Don Saturnino (1898). La Cruz del túnel (1898). Los dos suc-
hes (1898). Pobres hijos (1900). Dulces memorias (1900). Policarf>ito
(1900). Mañana me caso (1901). Los Timplaos (1901). La Adivinadora
(1902). La Fonda del Potro (1902). La Molinera de Campiel (1904). El
Vecino de enfrente. La Rubia. La Señora del cuarto bajo. Ni tanto ni
S. XIX, 1862. MANUEL DEL PALACIO SIMÓ 333
tan poco. Presión y Compañía. Todo por el arte. ¿ Ultimo adiós? El Pri-
mer galán. Las Niñas del entresuelo. Levantar muertos (con Ramos Ca-
irión). No la hagas y no la temas. Buena, bonita y barata. Cabeza de
chorlito. El Baile de la Condesa. El Bastón y el sombrero. Guapo ron-
deño. El Miedo guarda la viña. El Secreto. Jugar al escondite. La
Antigua española. La Mosca blanca. La Posada de Lucas. La Tertulia
de confianza. Parientes y trastos viejos. Pascuala. Si yo tuviera di-
nero. Soledad. ¡A la humanidad doliente! Los Novios de Teruel. Los
Caballeros de la tortuga. Los Progresos del amor. Joven audaz. El
Dolor de cabeza. Las Manzanas de oro. El Oro y el moro. La Corte
del rey Reúma. Hablemos claro. Estrella. De prisa y corriendo. Mo-
ros en la costa. El Centinela. El Capitán Marín.
Manuel del Palacio, por seudónimo Gusarapo y Paco-Ila, fué
redactor en Granada de Fray Chirimique Andana (185 1) ; en Madrid
de La Discusión (1858), El Regulador (1859), El Pueblo (1860), Gil
rilas (1864-70) ; director de Nosotros (1858-59), El Mosquito (1864-
69), El Comercio (1864), El Periódico Ilustrado (1866) ; colaborador
ce casi todos los literarios. En ,1a Rev. España: Llamando á una
puerta (1868, t. IV). Poesías (1870, t. XVI). J. Valera, Poesía...
s. XIX, I, pág. 224: "Grande estimación merecen sus Leyendas y poe-
mas, cuyo estilo es más correcto y sobrio que el de las narraciones de
Zorrilla, y no cae nunca en el prosaísmo en que suelen caer los pe-
queños poemas de Campoamor. Casi siempre la clara nitidez con que
Palacio cuenta y describe, presta singular hechizo á sus historias en
verso, hasta á las que rayan en extravagantes de puro fantásticas,
como El Puñal del capuchino. Su dominio del idioma y su maestría y
facilidad en versificar, si bien se advierten en lo narrativo, como en
la poética leyenda titulada Imposible, todavía aparecen mejor y se
adornan con más ricas galas en otros poemas que más bien son des-
criptivos y líricos, como Los Vientos y La Primavera. Es tanta la
variedad de tonos con que canta la musa de Manuel del Palacio, que
el lector vacila y no acierta á decidir cuál le suena mejor. Yo de mí
sé decir que, si bien oigo leer con deleite, por ejemplo, el atinado >
entusiasta elogio de Murillo ó la hermosa y fiel pintura de la melan-
cólica y severa campiña de Roma, todavía celebro y aplaudo más el
desenfado y la gracia de este poeta cuando desata la vena satírica y
la deja correr libremente, como en Los Envidiosos. La compendiosa
y firme exactitud con que Manuel del Palacio expresa sus pensamien-
íos le hace apto, como á pocos, para lo epigramático, debiendo enten-
derse aquí por epigrama lo que este vocablo significa en su más am-
plio sentido: comiposición poética breve en que, con precisión y agu-
deza, se expresa un solo pensamiento principal, aunque no siempre
sea satírico ó festivo. En esta clase de composiciones, ya tristes, ya
alegres, campea y triunfa el ingenio de este poeta. Así sus sonetos,
sus chispas, sus coplas y sus breves madrigales, finas galanterías y
delicados requiebros dedicados á las damas y escritos ya en un álbum,.
334 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
ja en un abanico. Al leer la colección de versos titulada Huelgas di-
plomáticas se tiene por indudable que su autor, ministro de España en
Montevideo, hubo de hacerse popularísimo en aquella República y ga-
narse la voluntad amistosa de todos, y especialmente lisonjeadas seño-
ras y señoritas uruguayas." Man. del Palacio: Función de desagravio
en obsequio de las Bellas Artes, 1862. El Tío de Alcalá (teatr.), 1862.
Museo cómico ó tesoro de los chistes... cuentos, fábulas (con Luis
Rivera), dos vols., Madrid, 1863. Cabezas y calabazas, 1864. Doce rea-
les de prosa y algunos versos gratis, 1864. El Amor, las mujeres y
el matrimonio, 1864. De Tetuán á Valencia, pasando por Miraflores,
1865. La Situación, los partidos y otras menudencias, 1865. Un liberal
pasado por agua, 1868. Cien sonetos, 1870. Letra menuda, 1877. Fruta
verde, 1881. Melodías íntimas, 1884. Veladas de otoño, 1884, 1887.
Blanca, poema, 1885. Huelgas diplomáticas, 1887. El Niño de la Nieve,
1889. Clarín entre dos platos, 1889, Chispas, 1894. Páginas sueltas,
1901 (en El Imparcial). Un soldado de ayer, 1902. En serio y en bro-
ma, 1906. Poesías escogidas, con pról. de J. Octavio Picón, 1Q16. En
Esp. Mod.: A una dama que me envió su retrato, poes. (1889, Febr.).
A mi amiga L M, (1889, Marzo). Enfrente de la Torre Eiffel (1889,
Jun.). El Vulgo (1890, Jun.). Al Círculo de Bellas Artes (1890, Dic).
El Collar de perlas (1891, Xov.). Al entrar en la Academia: Hasta
qué punto el idioma está identificado en nuestra patria con el idioma
vulgar (1894). Consúltese N. Alonso Cortés, M, del P., 1916 (en Rev.
Cast.).
114. Año 1862. José de Jesús Cuevas, nacido en Méjico (1842);
fué su abuelo materno el capitán español Juan Antonio Estavillo, ori-
ginario de Santander. Fundó sociedades católicas en toda la Repúbli-
ca, fué diputado en el Congreso y expulsado por negarse á suscribir
tma ley contra la libertad religiosa. Estrenó diez ó doce dramas, dos
<le ellos traducidos al inglés para representarse en los EE. UU. ; hizo
trabajos jurídicos, y entre los literarios hay seis tomos de la Bibliote-
ca de Aut. Mexicanos. Obras de D. José de Jesús Cuevas: t. I, Dis-
cursos religiosos, México, 1898; II, Vida de la poetisa Sor Juana
Inés de la Cruz; III, Dramas; IV, Viajes; V, Opúsculos filosóficos,
políticos y literarios; VI, Defensa de la aparición milagrosa de la
S. Virgen de Guadalupe.
Manuel María Flores (1840-1885), nacido en el valle de San
Andrés, á la falda occidental del Orizaba (México), malogrado poeta
joven, cantor de la pasión camal sin reticencias ni velos en Pasiona-
rias, París, 1886, 1892; Barcelona, KK>2, 1906; París, 1913; Barcelona,
1912, imitando á Musset, aunque no en la gran{le/.a de la pasión, que
le hace entrever los más hondos misterios del dolor humano, sino en
la calentura sensual y afeminada á lo Ovidio; bien que también escri-
bió de otras cosas, como la oda á la Patria en el 5 de Mayo de 1862.
Murió ciego. Poesías, con pról. de J. M. Altamirann, Barcelona (1909).
S. XIX, 1862. MARMNO FELIPE PAZ 333
Poesías inéditas, París, 1912. En Esp. Mod.: El Primer beso (1903,
Mayo).
Eduardo Zamora y Caballero (1837-1899), valenciano, político,
historiador, novelista y dramático, director de La Europa (1865), es-
trenó La Piedra de toque, com., 1862. Me conviene esta mujer, jug.,
1863. El Rey ha muerto, viva el Rey, jug., 1863. Un dia en el gran
mundo, com., 1863. Don Ramón, jug., 1864. La Mejor joya, el honor,
com., 1864. Por una bota, 1866. El Sastre del Campillo, 1867. La Ul-
tima batalla, com., 1867. Publicó Ecos del alma, poesías, Madrid, 1863.
La Niña esposita, nov., ibid., 1863, 1867. Romancero de la guerra del
Pacífico, ibid., 1866. El Rebuzno de Yara, romancero histórico, ibid.,
1870. Historia general de España, ocho vols., ibid., 1873-75.
Vicente Manterola (1833-1891), de San Sebastián, magistral en
Pam-plona y secretario de Monescillo (1861), lectoral de Toledo (1862),
magistral de Vitoria, donde fundó El Semanario Católico (1866) y se
dio á conocer como polemista; diputado (1868), gran orador, que con-
tendió con Castelar sin quedar vencido, después de la campaña carlista
(1872). Publicó Ensayo sobre la tolerancia religiosa en la segunda mi-
tad del siglo xix, 1862. El Celibato eclesiástico. Unidad religiosa en
España (en El Sem. Catól.). Don Carlos ó el petróleo. El Satanismo,
1879. Afirmaciones católicas, Madrid, 1884.
Franxisco M.* Tubino y Rada y Delgado (1833-1888), de San Ro-
que (Cádiz), director en Sevilla de El Porvenir y La Andalucía; en
Madrid, fundador de la Rev. de Bellas Artes (1866), crítico de arte
renombrado, publicó El Quijote y la Estafeta de Urganda, Sevilla,
1862. Un trono en Méjico, ibid., 1862. La Corte en Sevilla, ibid., 1862.
Gibraltar, Sevilla, 1863. Esto matará á aquello, ibid., 1864. Murillo y
su época, ibid., 1864. Estudios contemporáneos, ibid., 1865, 1866. Es-
tudios prehistóricos, Madrid, 1868. Pablo de Céspedes, Madrid, 1868.
El Arfe y los artistas contemporáneos en la Penínsida, ibid., T871. Cer-
vantes y el Quijote, ibid., 1872. Patria y federalismo, 1873. La His-
toria de un cautiverio, estudio de costumbres y tipos andaluces, ibid.,
1875. Los Aborígenes ibéricos, ibid., 1876. La Escultura contempo"
ranea, 1877 (disc. rec. Acad. S. Fernando). Historia del renacimiento
literario contemporáneo en Cataluña, Baleares y Valencia, ibid., 1880.
Los Restos mortales del Cid y de Jimena devueltos á España, Sevi-
lla, 1883. Estudios sobre el arte en España, Sevilla, 1886. Estudios
contemporáneos, ibid., 1886. Pedro de Castilla, leyenda de Doña Ma-
ría Coronel y muerte de D. Fadrique, Madrid, 1887.
Mariano Felipe Paz Soldán (n. 1821), de Arequipa (Perú), polí-
tico y ministro, historiador y erudito, publicó Geografía del Perú, de
su hermano Mateo, correg. y aum., París, 1862. Historia del Perú In-
dependiente, cuatro vols., t. I, Lima, 1868; t. II, ibid., 1870; t. III,
Tíavre, 1874; t. IV, B. Aires, 1888. Diccionario geogr.-estadíst. del
Perú, 1877, 1885. Biblioteca Peruana, Lima, 1879. Revista Peruana,
cuatro vols., ibid., 1879-80. Narración histórica de la guerra de Chile
336 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
contra el Perú y BoLivia, B. Aires, 1884 (contra las obras de Barros
Arana y Vicuña Mackenna). Geografía de la Rep. Argentina, B. Aires,
1886.
115. Año 1S62. La Abeja, Revista científica y literaria, Barce-
lona, 1862-1870, seis vo'ls. — Álbum de la Caridad, Juegos florales de
la Coruña en 1861, seguido de un mosaico poético de nuestros vates
gallegos, Coruña, 1862: los primeros que hubo en aquella ciudad y
que dieron impulso al renacimiento de la literatura regional gallega. —
Joaquín A. Alcántara estrenó El P. Gallifa, dr. (con Modesto Llo-
rens, 18Ó2). Una página triste, dr. (1862). — Napxiso de Ameller pu-
blicó El Monje gris. Catalanes y aragoneses en Oriente. Estudio de
costumbres de la Edad Media, Madrid, 1802, cuatro vols. — José Apa-
Rici Y Valparda estrenó El Hijo del ahorcado, dr. (1862). Huyendo
de lo que corre, com. (1867). — Arte en España, rev., dirigida por
G. Cruzada Villaamil, Madrid, 1862-69, ocho vols. — Antonio Balbín
DE Unquera, colaborador periodista desde los Anales de Beneficen-
cia (1862) hasta Gente Vieja (1903), publicó Reseña hist. de la Bene-
ficencia, Madrid, 1862. Mesonero Romanos y los escritores de su
tiempo {Rev. España, 1886, t. CXI). Andrés Bello, su época y sus
obras, Madrid, 1910. — Rafael Boira, director de La Voz de los Ayun-
tamientos (1860-63), publicó El Libro de los cuentos, Madrid, 1862,
tres vols. — José Bolaños estrenó Una empresa inesperada (con José
Salinas), Habana, 1862. Apuros de un guajiro, com., 1865. El Médico
y su portera (1867). — Bruno Bret, arcipreste de San Juan de las
Abadesas, compuso Colección de sermones, Vich, 1862, dos vols.,
1864, 1865. — R.\MÓN Briceño, chileno, director de la Biblioteca Na-
cional, publicó Estadística bibliográfica de la literatura chilena (1812-
1877), Santiago de Chile, 1862, dos vols., obra importante; 1879. Re-
pertorio de antigüedades chilenas, ibid., 1889. Catálogo de la Biblio-
teca Chileno-Americana, 1889. — Fray Ramón Buldú dirigió el Te-
soro de Panegíricos, Barcelona, 1862, tres vols. — Francisco de Paula
Calcaño y Paniza (1842-1891), de Caracas (Venezuela), publicó va-
rios dramas de mérito, un poema y muchas poesías y artículos, y fué
redactor de periódicos humorísticos; pero no coleccionó sus trabajos.
— Carlos Calvo publicó Colección completa de tratados... de todos
los Estados de la América latina... desde 1493, París, 1862-69, 11 vols^
Anales históricos de la revolución de la América Latina, cinco vols.,
Paris, 1864-67. Consúltese José Yves Limantour, Notice sur la vie et
les travaux de M. Carlos Calvo, París. 1909. — Calixto F. Campo-
Redondo publicó Ecos de la Montaña, colección de poesías, Santan-
der, 1862. — Benigno Cardallo Wangüemert publicó Viaje descrip-
tivo á las islas Canarias, Madrid, 1862. — Alberto Carrasco escribió
la comedia Fiarse de las apariencias y el ensayo épico Alfonsos é
Isabeles, ensayo épico, 1862. — Crescencio Carrillo y Ancona. canó-
nigo de Mérida (Yucatán), publicó Historia de Wclinna, leyenda yu~
S. XIX, 1862. ANTONIO GONZÁLEZ GARBÍN 337
cateca, Mérida, 1862. El Repertorio pintoresco, ibid., 1863. Estudio
histórico sobre la raza indígena de Yucatán, Veracruz, 1865. Obser-
vación critico-hist. ó Defensa del clero Yucateco, Mérida, 1866, con
la Disertación sobre la literatura antigua de Yucatán. Historia anti-
gua de Yucatán, Mérida de Yucatán, 1883 (2/ ed.). — Cartas crítico-
poéticas..., por D. M. S. P., Madrid, 1862. — Mariano Castro y Du-
que publicó Compendio de la historia de la China, Madrid, 1862. —
F. Cantagrel publicó El Loco del Palacio Real, diálogos sobre todas
las cosas y otras muchas más, Madrid, 1862. — ^Darío Céspedes estre-
nó Un sordo cumplió, jug. (1862). Los Enamorados, com., 1875. —
Colección de composiciones premiadas... en los Juegos Florales, Cór-
doba, 1862. — Venancio Colomera y Rodríguez publicó Paleografía
castellana, Valladolid, 1862. — 'José Comas publicó La Vuelta de pre-
sidio, nov., Barcelona, 1862. Claudio, historia de un procesado, ibid.,
1865. El Mundo pintoresco, historia y descripción de las Antillas,
ibid., 1868. — (Melchor Concha y Toro, chileno, senador, publicó
Chile durante los años 1824 á 1828, Santiago, 1862, imparcial y sere-
no, de estilo sobrio y esmerado. — Eduardo Cortés estrenó Una gan-
ga, com. (1862). — Gerardo Cóuder, redactor de El Fomento Literario
(1863), publicó Mis ratos de ocio, poesías, cuentos y costumbres, Ma-
drid, 1862. — Diccionario biográfico universal, Madrid, 1862. — Joaquín
DiMAS estrenó Las tres rosas ó los celos, pieza bilingüe, Barcelona,
1862. La Sombra de D. Pascual, id. id., 1862. — Jacobo Domínguez y
Santí (t 1898), de Santiago de Cuba, por seud. Cobo, periodista, es-
trenó Un lance de crisis, com., Cienfuegos, 1862. El Barberillo de
Jesús María, parod. (1875). La Calle de la Muralla (1878). — El Eco
del País, diario de la unión liberal, Madrid, 1862-66. — ^JosÉ María Es-
candón, de Oviedo, publicó Historia monumental del rey Pelayo y
sucesores, Madrid, 1862. — José Fernández Espino (1816-1875), sevi-
llano, catedrático, dirigió con Cañete la Revista de Ciencias, Litera-
tura y Artes, de Sevilla (1855-69), donde escribió algunas poesías.
Publicó los hermosos Estudios de literatura y de crítica, Sevilla, 1862.
Curso histórico-crítico de la literatura española, ibid., 1871. Elemen-
tos de estética, 1874. — Primitivo Fuentes publicó Historia del cris-
tianismo en el Japón, Madrid, 1862. — Francisco García Cuevas, ma-
gistrado jubilado en 1902, colaborador en periódicos, estrenó La Niña
de nieve, zarz. (1862). El Rapacín de Candas, zarz. (1864). Al Perro
flaco, zarz. (1865). Marusiña, com. (con R. Caruncho, 1897). — Luis
García Luna (t 1870), redactor de El Eco del País (1862-63), Las No-
ticias (1864) ; colaborador en El Teatro (1864) y El Periódico Ilus-
trado (1865), estrenó El Olmo y la vid, com., 1862. Publicó Una virgen
y un demente, historia del s. xvii, Madrid, 1863. La Estrella de Na-
zareth, leyendas y tradiciones de Tierra Santa sobre la Sma. Virgen,
ibid., 1868, dos vols. El Monasterio de Piedra (Rev. España, 1873,
t. XXXI). N.' S.^ de Atocha (ibid., 1873, t. XXXIII).— Antonio Gon-
zález Garbín, de Almería, catedrático de la Universidad de Grana-
lOMü VIII. — 22
338 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
da (1873) y Madrid, publicó Cuadros sinópticos d^ lengua griega, Bar-
celona, 1862. Cultura de Almería en el siglo xi, foU., 1868. Tratado de
retórica, 1872. Almería musulmana. Apología de Sócrates por Jenofon-
te, trad. Teatro selecto de Planto, trad., 1879. Historia de la literatura
latina. Granada, 1896. — Manuel M.* González, capellán de la Armada,
publicó Los Pastores en Belén, zarz. sacra, Ferrol, 1862. — León Goz-
LÁN publicó La Loca del número ló, Madrid, 1862. — 'Camilo Enrique
Gronlier, de Guanabacoa (Cuba), publicó Flores de mi vida, versos.
Habana, 1862. Cantos de mi patria, poesías y cantos populares, ibid.,
1864. Lirios de la tarde, poes. y cantos populares, ibid., 1876. — Mi-
guel P. GuiMERÁ publicó Armonías de Orfeo, Habana, 1862. — Juan
Gutiérrez de Tovar, de Almería, poeta epigramático, festivo y ale-
gre, publicó Risas y lágrimas, Madrid, 1862. A los defensores de
Almería, 1873, y otras muchas poesias en periódicos. — ^Jos¿ Hipólito
Herrera, capitán peruano, publicó El Álbum de Ayacucho, colección
de los principales documentos de la guerra de la independencia del
Perú y de los cantos de victoria y poesías, Lima, 1862. — Domingo
Hevia y Prieto (t 1882), asturiano, presbítero, colaborador ó redac-
tor de revistas católicas, publicó Flores y Espinas, Burgos, 1862. Cien-
cia de la vida ó recreaciones morales en verso. Canto popular al le-
vantamiento de Asturias contra la Francia en 1808, 1865. Amiera,
ensayo poético asturiano, 1865. Relación histór. de los santuarios cé-
lebres de Covadonga, El Brezo y la Saleta, Lérida, 1867. — Eligió
IzAGUiRRE (1835-1870), de Bayamo, insurrecto, ministro de Hacienda
(1869), cuyas poesías salieron juntamente con las de José J. Palma,
José M.* Izaguirre y Juan Izaguirre, en Colección de poesías de va-
rios jóvenes bayameses, Bayamo, 1862. — Fernando Izchudy estrenó
Amor y celos, dr., Cuba, 1862. — Francisco de Asís Lafita y Blanco
estrenó Un paseo por Sevilla, zarz., Habana, 1862. — Juan Lasso de la
Vega y Arguelles publicó Anales de la marina militar de España, Ma-
drid, 1862. — 'Cristóbal López y Muñoz publicó Aurora, nov., Granada,
1862. — Eladio López y Ramírez de Arellano estrenó Ardides de
de amor, com. (1862). Don Baltasar en el poder, coon. (1862). — José
M.' López y Martínez publicó Poesías médico-quirúrgicas, Madrid,
1862. — Evaristo Llórente Salazar publicó La Cruz de los matri-
monios, nov., Madrid, 1862. — Elíseo A. Martínez Cordero publicó
Cantos guajiros por varios józ'enes cubanos, Cuba, 1862. — José Ma-
tías Aviles (n. 1836), poeta de Guayaquil, abogado (1858) y ministro,
compuso poesías líricas y obras para el teatro (1862). — José Manuel
Mestre (1832-1886), cubano, filósofo y profesor de la Universidad de
la Habana desde 1861, publicó De la Filosofía en la Habana, ibid.,
1862. Consúltense: E. J. Varona, Artíc. y disc, 1891 ; José Ign. Ro-
dríguez, Vida del Dr. J. M. Mestre, 1909 (en AVt'. Fac. letr. Habana,
VJH-IX), Habana, 1909. — ^S. de Mobellán publicó Memorias meji-
canas, historia anecdótica de las revoluciones... (1820-1S60), Madrid,
1862. — Rafael Molero de Borbolla, abogado y director de El Obrero
S. XIX, 1862, MIGUEL SÁNCHEZ 339
de la Civilización (Sevilla, 1885), autor de obras jurídicas, publicó
Andrómeda ó la emancipación de la mujer, novela histórico-mitoló-
gica, Sanlúcar, 1862. — Ricardo Molina publicó En el campo y la ciu-
dad, nov., Madrid, 1862. — R. El Mugiense: Emilia ó los efectos del
coquetismo, 1862. — Francisco Muñoz y Ruiz publicó La Defensa de
Astapa, canto épico, Madrid, 1862. — Tomás M. Muñoz, peruano, es-
cribió La Discordia conyugal, dr., Lima, 1862. — Nemidoru (seud.) :
Recuerdos de mi juventud, cuadros de costumbres (cubanas). Haba-
na, 1862, 1863. — 'Jacinto Ontañón Enríquez y Arias de Mendoza
(n. 1848), burgalés, redactor en Burgos de El Independiente y di-
rector de El Papamoscas (1897-902), publicó La Virgen de las Viñas,
leyenda en verso. Burgos, 1862, 1867. A ratos perdidos, poesías, Ma-
drid, 1875, 1879. Los juguetes Llueven hijos. Lo que puede una mu-
jer, ¿Es usted de los m^íosf, Bienaventurados los que cobran, Me
gustan todas. — ^Mateo Paz Soldán escribió Geografía del Peni...,
correg. y aument. por su hermano Mariano Felipe, París, 1862. — Ma-
nuel DE J. Peña y Reinoso (n. 1835), de Santo Domingo, revolucio-
nario en Cuba (1858) y diputado, periodista, agricultor y maestro,
publicó Ocios y tristezas, poesías, 1862. — José Toribio Polo publicó
El Parnaso Peruano, Lima, 1862. — José María Rincón, director de
La Semana Tipográfico -postal (1869), estrenó Venganza y expiación,
di. (1862). Los Canallas de levita, melodrama, 1882. — Demetrio de los
Ríos, arquitecto, publicó Memoria arqueól.-descrip. del anfiteatro de
Itálica, Madrid, 1862. El Arte en todas sus manifestaciones, Sevilla,
1885. La Catedral de León, Madrid, 1895, dos vols. El Arte bufo (en
Rev, Esp., 1881, t. LXXXIV). — El Romancero de Jaén, ibid., 1862. —
Aureliano Ruiz publicó El Monje artista, cuento tradic, Granada,
1862. — Eduardo Saavedra y Moragas (1829-1912), ingeniero, literato
é historiador, director de revistas científicas, orientalista entendido en
literatura aljamiada, publicó España antigua, 1862 (disc. rec. Acad.
Hist.). De la verdad y la belleza en las matemáticas, 1869 (disc. rec.
Acad. Cieñe). Escritos musulmanes españoles sometidos al dominio
cristiano, 1878 (disc. rec. Acad. Esp.). La Geografía de España del
Edrisi, 1881. Esttidio sobre la invasión de los árabes en España. 1892.
La Mujer mozárabe, 1904. Pelayo, 1906. Abderraman I, 1910. Des-
cripc. de la vía rom. entre Uxama y Augustobriga, Elogios del Excmo.
Sr. D. E. Saavedra... en el Senado, 1912 (en Bol. Ac. Hist., LX). —
Juan Sala publicó, además de obras de Derecho, Diccionario biográfico
universal, Madrid, 1862. — José M." Sánchez Barra, abogado peruano,
publicó Poesías, Bruselas, 1862. — Miguel Sánchez, presbítero, publicó
El Papa y los gobiernos populares, Madrid, 1862, tres vols. Sermones
del mes de María, 1864, dos vols. Los Santos Padres, 1864. Sermones
de cuaresma y Semana Santa, 1864, dos vols. Sermones de Domini-
cas, 1865, dos vols. La Vida de Jesús, 1866. Felipe II y la liga de
i^Ji contra el turco, 186S. Examen teológico-crítico de la obra de...
D. Cándido Nocedal, titulada "Vida de J avellanos", 1881. Intransu
340 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
gentes y la doctrina católica, 1882. Novedad c ilegitimidad del carlis-
mo, 1886. — El Buen Sancho de España, colecc. metódica de máximas,
proverbios..., por Un Espíritu apasionado de las gentes del campo,
Madrid, 1862. — Agustín Santa yana publicó La Isla de Mindanao, su
historia, sii estado presente, Madrid, 1862. — ^Antonio Sanz y Sanz,
arcipreste de Tortosa, publicó Daniel ó sea la proximidad del fin del
siglo..., Madrid, 1862. — Benito Sanz y Forés, canónigo de Tortosa,
publicó Sermones predicados... en honor del Smo. Sacramento, Ma-
drid, 1862. — Federico Sawa publicó Aurelio el fratricida, ley. hist.,
Barcelona, 1862. — Tomás Segarpa publicó Poesías populares, Leip-
zig, 1862. — Antonio Segovia y Beltrán publicó Los Penitentes mu-
dos, nov., Madrid, 1862, dos vols. ; 1863. — Setnanario Popular, Ma-
drid, 1862-65. — Verdadero retrato de un Misionero perfecto animado
en la Vida del V. P. Fr. Diego José de Cádiz..., escrita por fray Luis
Antonio de Sevilla, Málaga, 1806, publicada en Sevilla, 1862. —
Francisco Suárez, asturiano, publicó Los Guaraníes ó la cruz mila-
grosa, nov. hist., Ferrol, 1862. Los Demócratas ó el ángel de la liber-
tad, nov., ibid., 1863. Claiidina, nov.. Habana, 1906. — M.\nuel y Eduar-
do V. Taboada publicaron Ester ó la familia de Leví, nov., Madrid,
1862. — Mariano Torre y Marco publicó Historia de España, Madrid,
1862. — Simón Tort y Sala estrenó Las Doctrinas económicas ó la
baratura, dr. (1862). — Francisco de Paula Vidal publicó La Farsa
social ó aventuras de Caravaca, nov., Barcelona, 1862. (Véase año
1854.) — Federico Villalba y Llofríu (1834-1884), político, redactor
de El Diario Español, El Argos, El Debate; director de Fígaro (1868)
y El Cronista, publicó Cinco siglos en un día, cuento con semejanza de
historia, Madrid, 1862.
116. Año j8ój. Carlos Guido Spano, ho}' el patriarca de
la poesía americana, nació en Buenos Aires (1829) y fué hijo
del general Tomás Guido; viajó dos veces por Europa, estuvo en
Lisboa, Londres, París (1851 y 1871); renunció á cargos polí-
ticos, los tuvo administrativos y se entregó á la poesía. Los
nobles sentimientos de su corazón, la tierna lástima en las
desgracias ajenas embeben todas sus composiciones, que son,
por consigiente, sentimentales, bien que con cierta serenidad
propia de su terniperamento artístico. Fué y es en la Argentina,
efectivamente, el maestro de la inspiración clásica, verdadera-
mente helénica. Epico-lírico, el mas clásico y aiui puro griego
de los poetas americanos. Tradujo ó arregló por primera vez
del griego, y con hábil semejanza en color y estilo, i)oesías de
Pablo el Silenciario, Rufino Mdeagro, Filodeano, Antipatro de
Tesalia, v la oda de Safo á Venus. Del helenismo y de su pro-
GUIDO SPANO
(Montevideo, igoS.)
S. XIX, 1863. CARLOS GUIDO SPANO 3>^l
pió natural tomó la nota característica de su arte, la dulce
serenidad y la apacibilidad graciosa de su sentir y del lasti-
marse en las desgracias y á la vista de la injusticia sufrida por
otros. Compadece lo mismo á los suyos, viéndolos victimas de
la fiebre amarilla, que á los mejicanos, cuando la invasión fran-
cesa (1862) en su México; ó á los oprimidos paraguayos en
su llorosa Nenia; á José Várela en su Elegía, escrita en portu-
gués, muestra su tierno sentir, más intimo en la composición
A mi imadre, en la dedicada á un amigo que llora la muerte de
su padre, en Al pasar, ó al nacer del primer amor. En los guin-
dos. Participando en lo sentimental, de Obligado, y en lo culto
de 'la forma, de Oyuela, acudieron aquellos dos poetas en su
debate ó Justa Literaria acerca del clasicismo y del romanti-
cismo, para que Guido Spano fallase, como lo hizo, armonizando
el gusto helénico con su aplicación á asuntos nacionales. Las
horas. Quince años, Imniortalitas, Carina, son, además de las
citadas, preciosas muestras de su elegante Musa.
José Lamarque de Novoa (1828-1904), sevillano, por seud.,
como Arcade, Ibero Ahantiadc, poeta clásico, cantó la fe y ia
patria en leyendas y odas de sonoras estrofas quintanesca.-,
como en la oda premiada en Lérida (1863) y publicada el mismo
año en aquella ciudad : A la Sma. Virgen María en Monserrat.
También compuso leyendas en forma de baladas, como El
Señor feudal. El Hijo espurio, que publicó en El Museo Uni-
versal (1869).
Antonia Díaz Fernández de Lamarque (1831-1892), de
Marchena, esposa de José Lamarque, poetisa premiada en Lé-
rida (1863) por su poesía María en Monserrat, como lo fué
su esposo, á quien se asemeja en tono é inspiración clásica. So-
bresalió por el misticismo en sus poesías religiosas.
117. Rodó, El Mirador de Próspero (1913, pág. 552): Mme. de
Staél llamaba á la ancianidad de los varones ilustres "la aurora de
"la inmortalidad". Digamos nosotros que si alguna vez puede ha-
blarse de una ancianidad que tenga semejanzas de aurora es cuando
se trate de este poeta luminoso, sereno, eterno adolescente del alma,
cuya mano se tiende desde las cumbres blancas de la vida para brin-
darnos con un libro de versos {Ecos lejanos), que ostenta toda la
espontaneidad, todo el candor y toda la frescura de la más intacta
juventud. Tan natural y suave como es, fué á su modo un original
342 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
y casi un rebelde. Su figura resalta, dentro de su época, con el in-
terés peculiar de los que no se parecen á sus contemporáneos y lle-
van en su sensibilidad, en su fantasía ó en su gusto, un carácter esen-
cial que los singulariza. Llegó á la escena literaria cuando alcanzaba
entre nosotros á triunfal plenitud la renovación romántica, y vio pa-
sar la corriente de las nuevas formas con cierto apartamiento seño-
ril, aunque no incapaz de simpatía y asimilación. Puede, en algún
sentido, afirmarse que fué su musa la Cordelia fiel al clasicismo entre
las que aquí respiraron el aliento impetuoso de la temipestad hugo-
niana. Pero éste de clasicismo es un término de harta vaguedad. Con
él se clasificaba hasta entonces la manera de los que habían saludado
en versos precoces, arrogantes, mezcla de infantil ingenuidad y de
laboriosa retórica, las glorias de la Revolución ; y con los poetas de
la Revolución no tiene, seguramente, el imaginador de Amira y de
Marmórea más afinidad de tendencias que con los que tremolaron en
el torneo de nuestra vida literaria los colores del romanticismo. Aque-
llos poetas profesaban, por ideal de la forma, el remedo pindárico,
la elocuencia lírica; buscando efectos semejantes á los de la arenga
y la proclama, pagaban pleno tributo á la afectación declamatoria,
que era la ficticia inspiración de la época ; en tanto que una de las
calidades de la poesía de Guido es su serenidad, su aristocrática tem-
planza, y lo característico en su forma es todo lo contrario del lirismo
elocuente : es la línea pura y correcta en breves límites. Ellos no ha-
llaban medio de desprenderse de la altisonancia de la oda académica,
especie de pedestal á cuya planta abandonaba el poeta, como fardo
innoble y pesado, su naturaleza de hombre, para asumir la gravedad
solemne de un numen, sino cuando procuraban la falsa sencilhz ma-
drigalesca ó bucólica, en tanto que la elevación ideal y la forma pura
y escogida conviven hermanablemente con la verdad de los afectos
en el autor de Ecos lejattos... Nada hay, seguramente, en nuestro
poeta que se asemeje á una de esas intuiciones de lo antiguo, en que
la poesía, flor de humanidades, obra con el prestigio de una evoca-
ción arqueológica, y acierta á exprimir, de las reliquias de un arte
muerto, la más recóndita belleza. Su antigüedad consiste sólo en sim-
patías de la imaginación ; su clasicismo no pasa de ciertas líneas ge-
nerales de gusto y estilo, nacidas de natural propensión y afinidad,
más que de iniciación profunda, y acrisoladas, antes que en el mo-
delo original, en los que, en distintos tiempos, hicieron retoñar sus
formas al sol de España y de Italia. Pero haya sumergido más ó
menos dictante de las fuentes, la urna; haya rasgado más ó menos de
cerca el velo del santuario, es indudable que de aquella fe poética
es devoto, y que por virtud de ella lia merecido el favor de las gra-
cias. Como epígrafe de sus versos vendría bien el hcinisti<]uio de La
Invención de Chénier, que pide pensamientos nuevos labrados en el
mármol antiguo. Tiene del ateniense inmolado por los escitas del
Terror, el atici.smo en que ha puesto aún más la naturaleza que la
S. XIX, 1863. CARLOS GUIDO SPANO 3^3
escuda; y cuando su numen, no satisfecho ya con el ara en que se
ofrecen los sacrificios de la forma, aspira al triunfo que se consagra
con tributo de lágrimas, es para penetrar, como Chénier, en esa zona
crepuscular del sentimiento donde flotan las sombras de las heroínas
de Eurípides, y el eco de las quejas de Dido, y extienden sus alas
blancas y sedosas los alejandrinos de Racine. Bajo el tipoy de la
paraguaya de Nenia se siente latir, un corazón hermano de La Joven
Cautiva. Marmórea tiene la triste languidez de Neera. De este abo-
lengo ático de su naturaleza poética y su arte, nace, entre otros ca-
racteres que contribuyen á imprimirles sello singular y distinto den-
tro de su tiempo, el dominio de toda exquisitez de la dicción y toda
delicadeza del ritmo... Pero el aspecto que manifiesta toda la supe-
rioridad de la obra poética de Guido, aquel en que principalmente
puede ser ejemplar, es, sin duda, el de las exterioridades plásticas
del verso ; el que admiramos en las cuartetas de Aniira, en las de la
inolvidable bendición paternal, en el verso libre de La Noche, en las
briosas octavas de Adelante. Hay dos supremas manifestaciones de
la belleza poética en la forma, y cada una de eUas prevalece según la
poesía, que reúne y armoniza, en cierto modo, las calidades de las
demás artes bellas, se inclina á participar de la determinación de las
artes del dibujo ó de la vaguedad del esplritualismo melódico. Por
ima parte, la línea firme, el ritmo vencedor de la inmaterialidad de
la palabra, el culto de las apariencias materiales y tangibles del ver-
so, que dan la sensación de contornos mórbidos de estatua; el arte de
la imagen precisa, dotada de relieve, que puede hacerse pasar de la
estrofa al mármol ó al bronce; el procedimiento, en fin, que pone en
manos del poeta, ya el martillo y el cincel del escultor, ya— para
símbolo de los primores de un Gautier ó un Heredia — el diamante
del grabador de piedras finas. Por otra parte, el tejido tenue y
aeriforme de los líricos en quienes la poesía tiende á la sugestión sen-
timental de la música ; el de las rimas de Bécquer, el del Heder hei-
niano : semiclarídad de crepúsculo, levedad etérea, graciosa suavidad
de una forma desdeñosa del efecto plástico y el "número sonoro",
pero que, modelada para expresar las vaguedades del ensueño y la
aspiración de lo inefable, encuentra su arte propio rehuyendo la se-
vera precisión de la línea, espiritualizando los contornos de la idea
y de la imagen, como la onda de incienso que, al paso que más alto
sube, más gana en inmaterialidad. Carlos Guido es de los que sienten
y señorean la primera manifestación de poesía; de los que trabajan
el ritmo como el mármol, el pensamiento como inscripción lapidaria
y la imagen como escultura. Tal se caracterizó, dentro de una genera-
ción romántica, este poeta, que, en más de un aspecto de su arte, se
vincula mejor con el mundo nuestro que con el de los días de su
juventiid. Personificó el culto indeficiente de la forma, cuando las
condiciones de la obra de improvisación de una literatura y las in-
fluencias de la escuela, conspiraban para imponer cierto vicioso amor
344 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
al desaliño; la amable serenidad del sentimiento, cuando vibraba en
toda lira la repercusión de universales tempestades del ánimo; el
desinterés de un ideal de poesía levantado sobre los rudos afanes de
la acción inmutable entre el hervor pasajero de las muchedumbres,
en un tiempo en que los propios fantasmas de los sueños bajaban á
partir la arena del circo y era la canción como vaso de bronce que
recogía y amplificaba las resonancias del combate." C. Guido Spano:
Hojas al viento, 1871, 1879, 1901. Ráfagas, prosa, 1879. América en
el IV Centenario de su descubrimiento, 1892. Ecos lejanos, 1899. Poe-
sías completas, Barcelona, 191 1, 1914. Álbum Guido Spano, con oca-
sión de las fiestas en honor del poeta, 1895.
José Lamarque: Poesías líricas y leyendas históricas y tradicio-
nales en verso, Sevilla, 1867; aumentada, 1895. España por D. Alfon-
so XII, versos, ibid., 1875. Recuerdos de las Montañas, baladas y
leyendas, ibid., 1879, 1901. Desde la Montaría, cartas (con seud. Ibero
Abantiade), 1883, Sátira contra los vicios de la sociedad española de
nuestros días (premiada), 1884. Sueños de primavera, leyendas, Bar-
celona, 1S91. Cristóbal Colón, poema, Sevilla, 1892. Poesías líricas, ibid.,
1895. El Fondo de mi cartera, poesías, ibid., 1898. Desde mi retiro,
poesías, ibid., 1900. Remembranzas poesías, ibid., 1903.
María del P. Sinués: "No hay en el moderno Parnaso lira alguna
que aventaje en ternura, melodía, suavidad y sentimiento á la de la
señora de Lamarque; el ángel de la castidad la ha coronado de flo-
res; perlas y azucenas brotan de su arpa de oro'' (juicio exagerado).
Marta en Monserrat, poema, 1863. Poesías, Sevilla, 1867; entre ellas
A Marchena, La Destrucción de Numancia y la epístola Las Poeti-
sas españolas. Flores marchitas, baladas y leyendas, dos vols., Sevi-
lla, 1877, 1882. El Precio de la dádiva, nov., 1881. Tres flores, id.,
1881. Poesías religiosas, Barcelona, 1889. Aves y Flores, fábulas mo-
rales, 1890. Poesías líricas, póst., dos vols., Sevilla, 1893.
118. Año 186^. Pedro Paz Soldán de Un.\nue (1839-
1895), por seud. Juan de Arona, nació en Lima, viajó y se formó
en Europa, tuvo hartas desventuras, recorrió todos los g^éneros
literarios, fué filólogo y poeta satírico, muy zumbón. Declaró
guerra á todos, todos le pegaron, en pareados les respondió y
Lima entera reía. "Garrotazo y tente tieso, | hasta no dejarles
hueso", rezaba el lema de .su famoso periódico satírico. Fué ro-
mántico empedernido, de los de negro descorazonamiento y sal-
vajismo furioso, á pesar de su talento y cultura. Tradujo toda-
vía mejor versos latinos, sobre lodo las Geórgicas de Virgilio.
Eugenio M.' de Hostos (i 839- i 903), de Mayagücz (Puer-
to Rico), educado en España, desde los trece de su edad ; re
publicano, abogó por las reformas de su tierra, y desterrado
S. XIX, 1863. JUAN DE ARONA 345
partió á Nueva York (1868), consagrándose á la insurrección
cubana, recién promovida por Céspedes; fué dos años después
á la guerra de Cuba ; recorrió durante cuatro la América como
propagandista de la insurrección, Santo Domingo, Perú, Chile
(1872), Brasil y Buenos Aires (1873), Nueva York (1876),
Venezuela (1877), Santo Domingo (1879), donde estuvo
de Profesor de derecho, así como antes en la Universidad
de Santiago. En 1898 trabajó contra la dominación yanqui en
Puerto Rico y en pro de la unión de todas las Antillas. Fué filó^
sofo, moralista, sociólogo, crítico literario, novelista. Publicó
su primera novela La peregrinación de Bayocui en 1863, elogiada
por Ros de Olano y Alarcón, é hizo un magnífico análisis de
Hamlet. Señalóse como literato por su perspicacia crítica y por
el brío y desenfado de su decir.
Ricardo Carrasquilla (1827-1886), de Quibdó (Colom-
bia), varón grave, periodista y maestro, fué, sin embargo, muy
aficionado á festivos asuntos, que trató burlonamente y no sin
ribetes satíricos, prefiriendo el metro de las letrillas; también
compuso narraciones históricas.
José Ajsítonio Soffía (i 843- i 884), de Valparaíso, de la
escuela de Bello, director de la Biblioteca Nacional (1864-70),
ministro en Colombia (1874), escribió, ya en 1863, poesías en
La Voz de Chile, y en sus últimos días, estando en Bogotá, su
mejor obra, el romance histórico Bolívar y San Martín, los
dos cantos épicos de Michimalonco, y sus admirables traduc-
ciones de Víctor Hugo y Alfredo de Vigny. Fué poeta de ex-
quisita elegancia, ingenio sano y festivo, prosista satírico y
humorístico.
ZoROBABEL RODRÍGUEZ (1839-1901), de Quillota (Chile),
diputado muchos años, superintendente de Aduanas, filólogo,
de vasta ilustración y polemista de fuste, campeón del catoli-
cismo, el más notable de los periodistas de su tierra, gran críti-
co literario, severo, pero bienintencionado ; fué el principal re-
dactor de El Independiente y colaboró en La Estrella de Chile.
119- Juan de Arona: "Ante mis ojos todo está negro, | y triste
presa de mi rencor, | si alguien padece, ¡ cuánto me alegro !, | si al-
guien se ríe, me ahoga el furor." Ventura García Calderón, La Liter.
peruana, 1914, pág. 66: "Adivinadnos en sus poesías, en su Dícciona-
34Ó PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
rio de peruanismos, el ferviente amor á cuantos giros y frases de
provincia española algunos, de limeña prosapia muchos, evocan el
pasado colonial y la realidad de cada día. Este filólogo es un poeta y
este poeta es un limeño. Sabe el origen de cada voz, le autoriza con
versos propios, hasta dudarse si las poesías peruanas fueron sólo es-
critas como ejemplos para un manual de retórica nacional. Su genio-
era zumbón; sus desventuras fueron grandes. Uno y otras explican
esa poesia rencorosa que en sus famosos Chispazos llegó al descaro
agresivo... Ya en las primeras horas de su juventud, pródiga en do-
nes, la universal acidia del esplín lo abruma : "Hay unos días deses-
"perantes | en que me carga la humanidad." No estoy seguro de que
el poeta clásico de las ceñidas traducciones latinas, el romántico de
Ruinas hubiera concluido mejor en otra parte; pero sin duda melan-
colías de descartado, soledades ardientes de poeta, lo convirtieron en
el coplero venal y perseguido de sus últimos años indecorosos. Sus
mejores poesías son traducciones." Juan de Arona: Riñnas, poesías,
París, 1863. Cuadros y episodios peruanos y otras poesías, con retrato,
Lima, 1867. La España tetuánica y la Finzonada, ibid., 1867. Las
Geórgicas de Virgilio, en verso, ibid., 1867. Los Médanos, poema pen-
tasílabo, 1869. Más, menos y ni más ni míenos, juguete cómico, 1871.
La Matrona de Efeso, 1872. Poesía latina, 1883. Pasada pesada en
posada, retruécano cómico, 1883. Diccionario de peruanismos, Lima,
1883; B. Aires, 1884. Sonetos y chispazos, Lima, 1885. Canto á Les-
seps, 1887. Poesías peruanas, 1887. Páginas diplomáticas del Perú,
.'891. Geografía del Perú, póst., París, dos vols. El Intransigente cas-
tigado, comedia. Hay poesías suyas en Estrella de Chile, ts. H, IV,
XH, XHI, XVL
E. M. Hostos: La Peregrinación de Bayoan, 1863. Biografía de Plá-
cido, Santiago de Chile, 1872. Los Fusilados en Cuba, B. Aires, 1873. La
Revolución de Cuba ante los españoles dignos, ibid., 1874. El General
Máximo Gómez, S. Domingo, 1881. M. Gómez y la Revol. de Cuba,
1881. Reseña histórica de Puerto Rico, 1882. Silverio del Prado, ar-
tículos. Meditando (Hamlet, Plácido, Guido Spano, G. Matta), París,
1909. Moral social es su mejor obra ético-filosófica, Madrid, 1917.
Consúltense: Ant. 'Caso, en Conferencias, México, 1910; R. Blanco-
Fombona, Grandes escritores de América, 1917.
Emil. Isaza, Antol. Colomb. : "Carrasíjuilla, hambre grave y seve-
ro, era, sin embargo, miuy aficionado á Jos asuntos festivos. En El
Chocolate forma \\n gracioso y agradable contraste la alta entonación
con lo humilde y casero. del tema. También era muy dado á las na-
rraciones de episodios históricos, por el estilo de El Abrazo. Era mo-
delo de ciudadanos patriotas y hombres buenos, y su memoria es
guardada con tal cariño y respeto por sus numerosos discíipulos, que
hace poco le erigieron éstos un monumento en su modesta tumba."
Sofismas anticatólicos vistos con microscopio, 1866, 1881 (3.» ed., con
Los Ecos de los Zarzos). Coplas escogidas, Bogotá, 1881, con pról. de
S. XIX, 1863. FRANCISCO PÉREZ ECHEVARRÍA 847
J. M. Marroquín; N. York, 1881. Ofrendas del ingenio (con J. Man.
Marroquín), antología, Bogotá, 1884. Las Fiestas de Bogotá, cuadro
de costumbres. EL Abraso, epis. histórico. Consúltense: D. R. Carras-
quilla, en Horizontes, de Bucaramanga, Enero 1916, y Rev. Coleg. del
Rosario, 1916, Jun. ; José Man. Marroquín, Apuntes sobre R. Carras-
quilla, en Rev. Col. Rosario, t. VIL
Jorge Huneeus Gana, Cuadro hist., pág. 713: "En el talento de
SofFia dominan las notas del amor á la patria, del culto por la mujer
y del humorismo literario y crítico. En El Nuevo Ferrocarril (1S80),
y antes en la Academia de Bellas Letras (1873), y después en el Ate-
neo de Bogotá (1880 adelante), llamó la atención pública con dis-
cretas y joviales revistas de humorismo social sano y sin hiél, escri-
tas en prosa, y que revelaban un espíritu satírico de la más fina ley.
Los numerosos cuentos, versos y epigramas... sentaron su reputación
de verdadero poeta festivo... La Epopeya del León y su célebre poe-
ma histórico Michimalonco, premiado con medalla de oro en un cer-
tamen .literario de nuestra Universidad en 1877, son trabajos que re-
velan verdadera inspiración poética y un poderoso sentimiento de la
naturaleza... Son especialmente notables la fluidez elegante de su
verso, la gracia mórbida de su estilo, la frescura inexhaurible de su
imaginación y el sano amor á la vida y á todo lo bueno y á todo lo
noble, que bulle y chisporrotea agradable y profusamente en todas sus
poesías." Poesías líricas, 1875. Hojas de otoño, 1878. Poemas y Poe-
sías, Londres, 1885. Víctor Hugo en América {poesías), traducciones
de ingenios americanos, coleccionadas por José A. So f fía y José Ri-
vas Groot, Bogotá, 1889.
Jorge Huneeus Gana, Cuadro hist., pág. 474: "En el fondo del
cerebro de Z. Rodríguez se ocultaba... un temiperamento poderoso de
escritor, que, con los años, ha adquirido una destreza formidable en
el manejo de la pluma de polemista político y de propagandista eco-
nómico... Sorprenden vivamente el poder extraordinario de dialéc-
tica, la fuerza robusta de lógica, la profunda habilidad para buscar
y herir el lado débil de las cuestiones y la firmeza enérgica, correcta
y pintoresca de estilo, que forman la trama invencible y hermosa de
sus editoriales de combate..." Zorob. Rodríguez: La Cueva del loco
Eustaquio, novela extravagante, 1863. Apuntes sobre la poesía indí-
gena de América. 1867-68 (en La Estr. de Chile). Miscelánea litera-
ria, tres vols., 1873, su obra principal. Diccionario de chilenismos,
Santiago. 1875. Reparos al Diccionario..., por Fidel P. del Solar,
ibid., 1876. Reparos de reparos, por Fern. Paulsen, ibid., 1876. Fran~
cisco Bilbao.
120. Año 18ÓJ. Francisco Pérez Echevarría (1842-1884), ma-
drileño, empleado, últimamente delegado de Hacienda, redactor de
La Opinión Nacional (1868-70), colaborador de La Ilustr. Esp., La
Ilustr. Artíst., La Niñez, autor que sobresalió más en la comedia que
348 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
en el drama, no mal escritor y poeta. Conipuso dramas con Francisco
Luis de Retes, debiéndosele á él más bien la forma de la redacción
que el desenvolvimiento dramático, en que le ganaba su compañero.
También trabajó con A. Gil Santibañes. Las mejores comedias suyas
son; El Centro de gravedad, Los Celos de una vieja, Las Quintas, Lo
que vale el talento. De los dramas, hechos en colaboración, el mejor
es L'Hereu. Fuera de Modestia y vanidad, su primera obra estrena-
da en Albacete, las demás lo fueron en Madrid. F.co Pérez Echeva-
rría: Modestia y vanidad. Don Tomás IL Otro diablo cojuelo. El
Centro de gravedad. Los Celos de una vieja. Las Quintas. Una vícti-
ma de amor (1863). La Pobrecita Hortensia (1873). Los Grandes tí-
tulos (1876). Luchas heroicas (1S77). La Evidencia (1S77). Vetu-
ria. El Coronel Esteban. Los Aguinaldos. Los Miopes. Palabras
sueltas. Entre Pinto y Valdemoro. Coriolano. Géneros ultramarinos.
Lo que vale el talento (1889). El Violtn de Cremona. La Razón de la
fuerza. La Caza de los maridos. Con Retes: La Beltraneja, dr. La
Fornarina, dr. Doña María Coronel, dr. El Frontero de Baeza, dr.
L'Hcrcu, dr. (1879). Las Colegialas de Puerto Real. Segismundo. El
Hidalgo de Ronda. El Amor que pasa. Con A. Gil Santibáñez: Saldo
de cuentas (1879). El Ejemplo, dr. (1879). El Paraíso de Milton. Los
Infelices. El Motín contra Esquilache. Una boda en Palacio. A la me-
moria de... la Condesa de Vilches, poesía (en Rev. Esp., 1874, t. XLI).
José Arnaldo Márquez (1830-1904), diplomático y poeta peruano,
que escribía hacia 1882 en la America del Sur, estaba en París en
1885, luego en Barcelona, París, Chile; muy inteligente y cultQ
y de espíritu selecto, pero de natural excéntrico y por temperamento
bohemio; quedó reducido á la miseria, gastando sus haberes en un
artefacto fantástico de imprimir. Su poesía, científica á menudo por
los asuntos, tiende á ser filosófica por la fuerza del pensamiento; el
estilo, de extraño vigor y densidad; fácil de palabra, recio de ritmo.
Tradujo á Shakespeare. Martín García Mérou, Recuerdos Liter.,
igi5, pág. 63: "£s imposible describir el efecto que produjo su pa-
labra original y pintoresca. Se reveló como un humorista notable é
hizo uso de una forma oratoria interesante, paseándose por el esce-
nario con la soltura y sencillez del que se encuentra en su gabinete de
estudio y siguiendo con el público una conversación en alta voz, llena
de frases de acerado sarcasmo y de observaciones altamente satíricas
> profundamente filosóficas... Bohemio de corazón, de temperamento
y de instinto... Era, además, un poeta inspirado... Tenía una facili-
dad sorprendente y una fecundidad inagotable de temas é inspiracio-
nes... La fórmula de osa poesía, de vastas irradiaciones intelectuales
y base científica." J. Arnaldo Márquez: Poesías, Lima. i<S53. A ori-
llas de un lago, leyenda, trad.. Habana, 1861. Notas perdidas, leyen-
das y poesías, dos vols., Lima, 1862, 1878. La Humanidad, poema,
1862. El Perú y la España Moderna, ibid., 1866, dos vols. La Huma-
nidad, poemia. Recuerdos de un viaje á los Estados Unidos.
S. XIX, 1863. PILAR PASCUAL DE SANJUÁN 3.\g
Isaac Carrillo y O'Farril (1844-1901), Habanero, buen imita-
dor de nuestros clásicos antiguos y de los poetas del siglo xix espa-
ñoles, escribió en El Occidente, El País, etc.; estuvo en Madrid (1865),
abogado en la Habana (1866) y catedrático de su Instituto, en Nueva
York (1869), dirigió El Mundo Nuevo y volvió á Cuba (1899). Pu-
blicó Marta, nov., Habana, 1863. Luchas del alma, dr. (1864). El qwe
con lobos anda (1867). Magdalena, dr. (1868). El Hombre de la mas-
cara, nov. Noches de luna, nov. José Ang. Escoto, en Rev. Hist. Crít.,
Matanzas, 1916 (n. 3, pág. 302) : "Su poesía es humana, generosa y
patriótica. El fondo es marcadamente lírico y con tendencias ele-
giacas. Su gusto, sin poder decirse que es un modelo, es bastante de-
purado, y la expresión, sencilla y elegante, aun cuando no exenta de
incorrección. La cultura que poseía era varia, y además de los clá-
sicos españoles é hipanoamericanos, conocía los extranjeros... Tiene
energía y virilidad en sus conceptos, pero no se distingue gran cosa
por su originalidad. Se inspira en los grandes poetas españoles del
siglo XIX, de las odas mayores de Gallego torna la entonación, y de
las Dolaras de Campoamor, el tinte de filosofía... En algunos de sus
versos hay atisbos de la poesía de Bécquer."
Nicolás de Soraluce (1820-1884), de Zumárraga, pasó á Francia
de quince años y de allí á Buenos Aires hasta 1855, que se casó en
San Sebastián; fué infatigable desenterrador de glorias guipuzcoa-
nas é historiador, aunque poco ó nada artístico. Biografía del ilustre
conquistador de Filipinas Miguel López de Legazpi, Tolosa, 1863.
Historia general de Guipúzcoa, Madrid, 1864, 1869; Vitoria, 1870, dos
vols. Fueros de Guipúzcoa, Madrid, 1866. Biografía de... D. Javier
M. de Munive é Idiáquez, conde de Peñaflorida, 1866. Más biogra-
fías y catálogo de obras vasco-navarras, ibid., 1871. El libre comercio
vascongado, 1875 (en Rev. Esp., t. XLVI). Real Compañía Guipuz-
coana, Madrid, 1876. Historia compendiada de la R. Sociedad Bascon-
gada de los Amigos del Raís, S. Sebastián, 1880. Defensa del apellido
familiar de Juan Sebastián del Cano, ibid., 1881. Gloria y gratitud á...
J. S. del Cano, Vitoria, 1882. Las Exornas. Juntas y Diputaciones de
Guipúzcoa y J. S. del Cano, ibid., 1883. Ultimas líneas de Soraluce,
Tolosa, 1886. En Euskal Erria (1897) : La Milagrosa imagen de
iV." S.^ del Coro. Herrán: "El señor Soraluce es más cronista que his-
toriador, hacina materiales con más gracia y discernimiento que filo-
sofa sobre los acontecimientos que tuvieron lugar y que critica la con-
veniencia ó inconveniencia de estos ó los otros sucesos."
Pilar Pascual de Sanjuán (t 1899), maestra, regenta de la Nor-
mal de Barcelona, colaboradora de Los Niños, El Monitor de Primera
Enseñanza y El Magisterio Español, publicó obras morales y blan-
duchas, sanas, bien que de poca fuerza estética. Los Albores de la
vida. Barcelona, 1863. Año evangélico para los niños, Barcelona,
1877, 2.* ed. reformada. Manual epistolar para uso de las señoritas,
ibid., 1877, 1883. Guía de la mujer, ibid., 1877. 5.* ed. El Sendero de
33o PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (1850-1869)
la virtud, leyendas morales para niños, ibid., 1877, 3.' ed. Flores del
cielo, dos series, ibid., 1879. La Moral de la historia, cuadros históri-
cos con su aplicación moral al alcance de los niños, ibid., 1883. El
Primer libro de las niñas, ibid., 1883. Prontuario del ama de casa,
ibid., 1885. La Familia, ibid., 1885. Flora, ó la educación de una niña,
ibid., 1885. El Nuevo Fleury, 1885, 1887. El Trovador de la niñez,
lectura graduada en verso, 1886, 9.* ed. ; 1912. Los Deberes materna-
les. Urbanidad, 1888. Colección de máximas. Escenas de familia,
1891. Noches de estío, cuentos para niños, 1897. Flora, libro de lec-
tura en prosa y verso, 1897 (2." ed. ?), 1898.
Nicolás Díaz y Pérez (1841-1902), de Badajoz, por seud. El Plu-
tarco extremeño y Nicomcdes Duran y Pereda, redactor en Madrid
de La Caza (1865), La Reforma (1865-69), Los Sucesos (1866), El
Amigo del Pueblo (1868-69) Y -^^ República Ibérica; director de El
Hijo del Pueblo (1868-69) ; redactor en Badajoz de El Museo Ex-
tremeño (1865), La Federación Extremeña (1871), El Obrero Fede-
ral (1888) ; político republicano y literato, no quiso cargo alguno de
Castelar y Figueras. Publicó Bandera negra, leyenda en verso, Huel-
va, 1863. En alta mar, nov., Madrid, 1868. Estudio sobre Camoens y
la literatura portuguesa. José Mazzini, Madrid, 1876. Historia de Ta-
lavera la Real, 1875, 1879. Páginas para la mujer, 1878. Catálogo de
los periódicos que se han publicado en Extremadura, 1879. Ecos per-
didos, poesías, 1881. Baños de baños, 1881. López de Ayala y Moreno
Nieto, Fregenal, 1883. Infuettcia de Extremadura en la literatura
española, Badajoz, 1883. Diccionario histórico, biográfico, crítico y
bibliográfico de escritores, artistas y extremeños ilustres, Madrid,
t. I, 1884; t. II, 1885. Recuerdos de Extremadura, 1885. Extremadura,
Barcelona, 1887 {España y sus monumentos). La Francmasonería es-
pañola, 1894.
121. Año 186^. Academia Bibliográfico-Mariana. Certámenes
poéticos celebrados en los años 186^ á 1868, Lérida, 1863-68, seis vols. —
Miguel Alegre y Garcés, cura de Alcalá de la Selva (Teruel), pu-
blicó Historia de A^» 5".' del Espino, Teruel, 1863. — ^JosÉ Luis Al-
fonso (t 1881), marqués de Móntelo, publicó Cantos de un peregrino,
París, 1863. Novelas cortesanas, el guante, 1886. Id., dos cartas, 1887.
— La Alhambra, relatos de Granada..., por varios, Barcelona, 1863: La-
fuente, Rada y Delgado, Cañete, W. Irving, etc. — Julián Alonso Díez
publicó La Pradera poética de S. Isidro, Madrid, 1863. — Antonio
Ángulo y Heredia (i 837- i 875), de Matanzas (Cuba), abogado en
Madrid (1860), director de la Aurora del Vumurí (1868), que falleció
loco, publicó El Pensamiento Español. Madrid, 1863. Goethe y
Schiller, su vida y obras, lecturas del Ateneo, ibid., 1863. Goethe y
sus obras, traducido del alemán, ibid., 1863. Cartas de un joven cu-
bano, 1863.— Ramón Antequera, (1817-1903), director de La Verdad
en el Progreso Í1867), publicó Inicio analítico del Quijote, Madrid,
S. XIX, 1863. FRANCISCO GARCÍA VIVANCO 35 1
1863. — Ramón Igi.acio Arnao (1819-1887), de Limonar (Cuba), publi-
có Apuntes de viaje, Habana, 1863 (en EL Correo Habanero). — Ma-
nuel Arrieta y Gómez, editor, publicó Santoral español ó colección
de biografías de todos los santos nacidos en España..., por conocidos
y competentes escritores, Madrid, 1863, dos vols. — ILuis Blanc y Na-
varro publicó El Cantor del pueblo, 1863. La Quiebra de un banquero,
•dr. (1864). Los Amigos de los pobres, dr. (1865). La Verdadera Car-
mañola (1870), contra la de Ramón Nocedal, peor, bien que más
aplaudida por los revolucionarios. — Victorina Bridoux y Mazzini
DE Domínguez publicó Lágrimas y flores, producciones literarias,
Santa Cruz de Tenerife, 1863. — Simón Calcaño, venezolano, pu-
blicó El Iris, dos vols., Puerto Cabello, 1863. — El Cascabel, periód.
festivo, dirigido primero por Frontaura, político después de la Revo-
lución de 1868, Madrid, 1863-70. — Colección de Autores Españoles,
48 vols., Leipzig, 1863-87. — Manuel Corchado y Juarbe (1840-1884),
poela portorriqueño, diputado en Madrid, buen orador ; escribió una
valiente oda al pintor Campeche para un concurso de 18Ó2 ; luego es-
piritista, publicó Corona Poética dedicada al M. José Campeche,
P. Rico, 1863. Historias de Ultra-Tumba, Madrid, 1872. Páginas san-
grientas, romancero de la segunda guerra civil, ibid., 1875 (con Ale-
jandro Benisia). El Trabajo, poesía, 1878. María Antonietn, dr.,
P. Rico, 1880. Contra la esclavitud escribió la Biografía de Lincoln.
Corona poét. á la mem. de... D. M. Corchado, Ponce, 1885. — Helio-
doro Criado Baca (n. 1843), autor dramático malagueño, colaborador
€n La Familia (1875), escribió A Capellanes, La Seña Manuela, Los
Cotorrones, A la Exposición, Arlequina, A toda vela. Dos chicos en
fjrande. El Señor de la picota, etc., etc. La Caricatura, juguete, 1885.
— P. P. H1DERNAND0 Cruz publicó Memorias de un loco, novela, Bar-
celona, 1863. — José Di'Araujo estrenó Seis señoritas sin miriñaque,
zarz. (1863). Yo soy mi hijo, com. (1864). — ^JosÉ Escola publicó Co-
rona poética de los españoles... la Sma. Virgen María en el misterio
de su concepción purísima, Barcelona, 1863. — Víctor C. Feijóo pu-
blicó Los Mártires de Polonia, nov. hist, Madrid, 1863. — Flores del
genio, Cochabaniba, 1863, poesías. — 'Antonio Flórez, americano, pu-
blicó Curso de historia antigua, Besanzón, 1863 (2." ed.). El Gran
Mariscal de Ayacucho, N. York, 1883. — Evaristo Fombona, asturia-
no radicado en Venezuela, hizo que se estableciese la Academia, de
Caracas, correspondiente de la Española (1883) ; publicó España y
Venezuela, Caracas, 1863. Mis impresiones del 28 de Octubre de 1872,
ibid., 1873. Elogio de Simón Bolívar, ibid., 1875. Repúblicas hispano-
americanas, ibid., 1876. Plancha trazada, ibid., 1878. Isabel la Cató-
lica, Bolívar, Fr. Bart, de las Casas, la religión de la patria, ibid.,
1884, — El Fomento Literario, rev. sem., Madrid, 1863-64. — Valeriano
Garcés González publicó Guía histór.-estadíst-descriptiva de... Avila,
ibid., 1863. Vocabulario descriptivo y legislativo de caminos, Badajoz,
1875.— Francisco García Vivanco (1843-1908), madrileño, capitán de
352 PRIMER PERÍODO DE I_\ ÉPOC\ REALISTA (18.^0-1869)
Infantería, estrenó En el tren, jug. (1878), Quiero ser periodista. La
Ultima crisis. Los Cómicos de Alarcón. Os presto mi mujer. Los Anó-
nimos. Las Modistas de Madrid. Pobres niños. — Romualdo García
Allende publicó Lágrimas y esperanzas, poesías, Haro, 1863. — Gaspar
GÓMEZ Trigo estrenó Mentiras graves, com. (1863). — Felipe Guillen
Y Caravantes (n. 1818), zaragozano, abogado, concejal (1869 y 1874),
publicó Descripción de Ixis calles..., de Zaragoza, ibid., 1863. — Manuel
IÑIGO Y Miera publicó Historia de ¡as Ordenes de Caballería, Madrid,
1863, dos vols. — José de Lorenzo, Gonzalo de Murga y Martín Fe-
RREiRO publicaron Diccionario Marítimo Español, Madrid, 1863. — José
Manuel Lleras (1843-1879), bogotano, periodista y poeta improvisador,
estrenó La Guarda del campamento, zarz. El Espíritu del siglo, jug.
Variedades literarias, Bogotá, 1879, ed. por su hermano. — Modesto
Llorens y Torres (n. '.835), barcelonés, abogado, jubilado en 1908, es-
cribió la leyenda dramática El Derecho del pequeño; estrenó El Casado,
casa quiere, com. (1863). ¡Adiós! y Andar á ciegas. Confianzas, Avila,
191 1. También publicó Estudios histórico-arqueológicos (1903) y Con-
sejos religioso-amorales (1908). — Augusto Maquet publicó Deudas de
corazón, nov., Habana, 1863. — ^Luis Maraver y Alfaro (1822-1886),
de Fuenteovejuna (Córdoba), fundador (1870) y director hasta su muer-
te de El Cencerro, por seud. Fray Liberto, publicó Historia de Córdoba,
ibid., 1863; t. II, 1866. Guía de curiosidades cordobesas, ibid., 1866.
Fe, esperanza y caridad, zarz. Almacén de quitapesares, verso y prosa,
Madrid, 1886. — José M." Martínez Iñiguez publicó Crimen, venganza
y expiación, nov., Madrid, 1863. — ^JosÉ María de Martorell y Fiva-
ller (1843-1896), duque de Almenara Alta, marqués de Monasterio,
natural de Ciudadela (Menorca), redactor de la Rez'. Cient. y Liter.,
La Cruzada, colaborador de la Rev. de Esp., Rcv. Hisp.-Amer., La
llustr. CatóL, publicó Un libro para los amigos, Madrid, 1878; escri-
bió poesías que se publicaron postumas con prólogo de J. Valera:
Poesías, Madrid, 1887. — Serafín Mata y Oneca estrenó La Caza del
pollo, com. (1863). — Eduardo Maza estrenó La Fe triunfante, dr.
bibl., 1863. Ama, portera y criada, jug., 1865. La Mamá de mi mujer,
jug., 1870. — Epifanio Mejía, de Yarumal (Colombia), poeta que en-
loqueció, fué pintor de la naturaleza, como Gutiérrez González, con
sencillez primitiva. La Paloma del arca (1863). La Muerte del novillo,
etcétera. Poesías, con disc. de Juan de D. Uribe, Medellín, 1902. — Án-
gel Mestre y Tolón (1841-1873), habanero, españolista en la insu-
rrección, publicó Melancolías. Habana, 1863, celebradas por la Ave-
llaneda y Villergas. Dos Laúdes (con Santiago Manzanet), Matanzas,
1863. Poesías, 1868. — JosK Montai.vo y Castillo, conde de Casa
Montalvo, publicó Triunfo de la Religión católica sobre todas las
religiones, Nueva York, 1863. — Félix Moreno Astray publicó San-
tiago Pintoresco, ibid., 1863. Fd Viajero en... Santiago, ibid., 1865.
Historia pintoresca de Galicia, 1865 (en El Eco Coruñés).-r^MiyK-
LEÓN Moreno Gil, por seud. Golmcrinn y González, estrenó La Flor
S. XIX, 1863. HERMENEGILDO RATO Y HEVIA 353
trasplantada, dr, (1863). Una obra de caridad, com. (1864). Que uste-
des lo pasen bien, com. (18S0). — Valentín Murillo, chileno, nove-
lista y dramático, obtuvo mención honorífica en el certamen de La
Unión, por su novela Un sombrero de paja, nov., Valparaíso, 1887.
Antes había publicado, desde 1863, otras cortas, como Las Heri-
das del corazón, con el epígrafe de Perder el amor para un joven
es perder la vida (1863), Genoveva (1867), El Vértigo de un vicio
(1870), Un desaparecido y Una víctima del honor (1871), de tesis
jurídica. El Patio de los tribunales, com., 1871. — Augusto Naguet
publicó Deudas del corazón. Habana, 1863. — Manuel de Odriozola,
coronel peruano y erudito, publicó Documentos literarios del Perú,
Lima, 1863-1877, II vols. Documentos históricos del Perú, ibid., 1863-
1877, 10 vals. — José M.* Orense publicó Treinta años de gobierno re-
presentativo en España, Madrid, 1863. — Abdón de Paz (1840-1899),
de Polán (Toledo), redactor de La Iberia, publicó Poesías, Madrid,
1863. La Biblia de las mujeres, ibid., 1867, 1887. La Cruz de Eva,
nov., 1873. El Árbol de la vida, estudios fundamentales sobre el cris-
tianismo, 1^77 . Luz en la tierra, 1882. Sueños y Nubes, colecc. de no-
velas, 1884. Rayo de luna y Galerio, obras escénicas, 1891, 1894. Mar
de batalla, prosa y verso, 1896. La España de la Edad Media, 1898.
En la Rev. España: El Libro de Job (1873, t. XXX). El Progreso
por la desgracia (1872, t. XXVIII). Codificación española (1885,
t. CXV). La Expulsión de los judíos (1886, t. CIX). La Expulsión
de los meros (1886, t. CX). Origen del hombre (1876, t. XLVIII). La
Novela española (1869, t. X). — Francisco Pelayo Briz (t 1889), ca-
talán, poeta mestre en Gay Saber, periodista y folklorista, novelador
y dramaturgo, propagandista del catalanismo político, tradujo 33 Fá-
bulas escogidas de Esopo, 1863. Norma ó la sacerdotisa de la isla de
Sen, nov., Barcelona, 1863. La Orientada, poema, ibid., 1881. — Anto-
nio Pérez Rioja (t 1902), de Soria, redactor de La Sociedad (1868)
y El Basar (1874), autor de notables artículos literarios, que habiendo
desempeñado en Cuba el importante cargo de secretario del Gobierno
de la Habana, volvió tan pobre como fué, publicó Joanes de Urbieta,
ley. hist., San Sebastián, 1863. Amor es triunfo, com., 1864. Roman-
cero de Numancia, Madrid, 1866. Monumentos, personajes y hechos
culminantes de la Historia Soriana, ibid., 1883. Antigüedades soria-
nas, ibid., 1884. La tierra prometida, recuerdos de un provinciano. —
Hipólito Pérez Várela, gallego, publicó Ensayo de un Catálogo
descriptivo de las Medallas de proclamaciones de los Reyes de Es-
paña, Habana, 1863. — Poema religioso la Diosa y la Furia ó sea la
caridad perseguida por el materialismo, obra histórica contemporánea,
novelesca..., por un misionero franciscano, Madrid, 1863-65, tres
vols. — La Política, diario de la unión liberal, Madrid, 1863-70. — Ma-
nuel María de Puelles publicó La Tribu de los gazules ó conquista
de Alcalá, poema histórico en seis cantos, Sevilla, 1863. — Hermene-
gildo Rato y Hevia publicó Historia de España compendiada, Toledo,
TOMO VIII. — S'í
334 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (1850-1869)
1863, Bellezas de Toledo, ibid,, 18Ó6. — Luis Augusto Rebello da
Silva publicó Memoria sobre la vida política y literaria de D. Fran-
cisco Martínez de la Rosa, Lisboa, 1863. — Manuel Remón Zarco del
Valle, inspector general de los Reales Palacios, erudito bibliógrafo,
publicó el Ensayo de tina Biblioteca Española de libros raros y curio-
sos, formado cotí los apuntamientos de D. Bart. José Gallardo, coor-
dinados y aumentados (con J. Sancho Rayón), cuatro vols., Madrid,
1863-89. Documentos inéditos para la Historia de las Bellas Artes en
España, 1870 (y t. LV de la Colecc. de doc. inéd. para la Hist. de
Esp.). Introducción de la imprenta en América, 1872. Viaje de Felü
pe II á Inglaterra, por Andrés Muñoz, 1877. Aves de caza, anotacio-
nes al Fuero de Sepúlveda, por Raf. Florancs, 1890. Catalogue de la
Bibliothcqne de M. Ric. Heredia, prólogo, París, 1891. Coleccionistas
Españoles, 1894-97 (en La Época). Noticias, en el Bolet. de El Arte
en España (ts. I y II). Cuadro sinóptico de una colección de estampas
recogida y ordenada por D. Valentín Carderera (en el t. III de El
Arte en España). Descripción de la traza y ornato de la custodia de...
Sevilla (ibid., t. III). Vida de Juan Herrera por Ceán Bermúdez
(en El Tiempo). Catálogo bibliográfico de xxi mss. existentes en
la R. Biblioteca (con el Conde de las Navas; son de lenguas ameri-
canas), Madrid, 1914. Documentos de la catedral de Toledo, Madrid,
1916, dos vols. Por imprimir, en su poder: Ensayo de un catálogo
biográfico y bibliográfico de escritores españoles de Bellas Artes,
premiado en 1863 por la Bibl. Nacional; y Biblioteca bibliográfica
española, premiada en 1881 por ídem. — Revista de Buenos Aires,
1863-71, 25 vols., fundada por Vicente G. Quesada, importante para
la cultura y las letras; dirigiéronla el fundador y Miguel Navarro
Viola, y escribieron en ella, entre otros, J. M. Gutiérrez y V. Fidel
López. — Manuel Rico y Sinobas publicó Libros del saber de astrono-
mía del rey D. Alfonso X, Madrid, 1863-67, cinco vols. Historia del
trabajo, del vidrio y sus artífices en España, 1873. Diccionario de
calígrafos españoles, póst., 1903. — ^Alvaro Robledo publicó Diaño de
un peregrino en Tierra Santa, Madrid, 1863. — Tomás Rodríguez Pi-
KiLLA (t 1886), redactor de El Eco de la Juventud (1850), La Discu-
sión (1860); director de La Constitución, publicó Reseña hist. de los
progresos de la Geografía, Salamanca, 1863. Colón en España, estudio
histórico-crítico sobre la vida y hechos..., Madrid, 1884. — Trinidad
de Rojas y Rojas publicó Historias íntimas, Granada, 1863, leyendas
en ver.so. — Romancero español contemporáneo..., Madrid, 1863, 1886.
— Antonio Sellen (1838-1889), de .Santiago de Cuba, desterrado á
España como insurrecto y escapado á Alemania, llevó á la isla ele-
mentos poéticos germánicos, tradujo el Fausto, de Goethe; el Inter-
mezzo, de Heine; el Giaour, de Byron ; los dos últimos en Revista
Cubana. Estudios poéticos, traducciones é imitaciones en verso (con
Francisco .Sellen), Habana, 1863. Poesías, ibid., 1864. Libro intimo,
versos, 1865. Una temporada lírica, nov., 1865. Un visionario, nov,.
S. XIX, 1864. SALVADOR MARÍA GRANES 353
1865. Una historia de amor, poemita, 1866. El Amigo de los Niños,
per. quincenal, New York, 1872. Cuatro poetnas de Lord Byron, trad.,
ibid., 1877. Joyas del Norte, trad., 1879. Arpas amigas, 1879 (con
Francisco). Ecos del Rin, poes. alem. trad., ibid., 1881. Ecos del Sena,
trad., 1883. Poesías, Habana, 191 1. — Francisco Sellen (1838-1907),
cubano, publicó Estudios poéticos, Habana, 1863 (con Antonio Sellen).
Arpas amigas, 1879 (con ídem). Poesías, N. York, 1890. Hatuey,
poema dram., ibid., 1891. Cantos á la patria, N. York, 1900. Las
Apuestas á Zuleika, en un acto (1891), A'. York, 1901. El Tipo de
D. Juan en las literaturas modernas, 1902 (en Cuba y América). La
Muerte de Demóstenes, dr., 1911, con pról. de M. H^nríquez Ureña.
Bertrán, trag. (del inglés Mathurin). — Francisco M. Servera publicó
El Mundo tal cual es, nov. critica, Palma, 1863. — José Sienra y Ca-
rranza (n. 1843), montevideano, orador, periodista, diplomático, mi-
nistro, diputado y del Consejo de Estado (1898) ; redactor de La De-
mocracia, El Plata, El Pueblo, La Tribuna Popular; catedrático de
la Universidad, poeta correcto, escribió A una paraguaya, canto ro-
busto popularizado. La Caída, poema. Cuestiones americanas, Monte-
video, 1907. — 'Carlos Strada publicó Garibaldi en Aspromonte, dr.
hist., Rosario (Argentma), 1863. — Alfonso Torres de Castilla pu-
blicó Historia de las persecuciones políticas y religiosas..., Barcelo-
na, 1863, seis vols. Historia de los crímenes del despotismo, ibid.,
1867, tres vols. La Humanidad y sus progresos, 1867. — Francisco
ToYMiL publicó Ayes del alma, poes., 1863. Laura, nov., 1864. — Tra-
diciones cordobesas, Córdoba, 1863. — Manuel Trigueros y González
estrenó El Empirismo y la ciencia, com., Carmona, 1863. — Jacinto
Valdés, obrero cubano, publicó Cantos del alma, poesías, Habana,
1863. Una vieja del día, com. (1865). — Manuel Vázquez Taboada
publicó El 2 de Mayo..., novela histórica, Madrid, 1863. El Sitio de
Zaragoza, nov. hist., 1864. El 2 de Mayo, reseña histórica, 1865. Sa-
lones y bohardillas, nov., 1865. — Francisco F. Villegas estrenó El
Envidioso, com. (1863). — Juan Manuel Villén, de Jaén, publicó Una
flor del trópico, nov. cubaría. Habana, 1863 (2.^ ed.). — Julián Vivar
publicó La Bruja de Aragón, leyenda en verso, Buenos Aires, 1863.
122. Año 1S64. S.\LVADOR M.^ Granes (1840-1910), ma-
drileño, estudió en las Escuelas Pías de S. Fernando y acabó
la carrera de leyes ; pero á los veintidós de su edad estrenó D. Jo-
sé^ Pepe y Pepito (1864) con tan buen suceso, que se dedicó al
teatro. Hasta 1892 llevaba escritos 232 actos, los más libretos
de zarzuela, originales ó arreglados del francés. Buen autor
de piezas cómicas y buen escritor, festivo, satírico y mordaz, :i
pesar de su afable condición; fecundo y excelente versiñcador,
sobresalió por las parodias que hizo graciosísimas. Trabajó
356 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (iS.SO-lSÓQ)
ya solo, ya en colaboración. Notable es C. de L. título de una
de sus piezas, asi como El Casamiento republicano. Barba Azul,
La princesa de Trevisonda y otras. Su último estreno fué Lo-
renzín (1910), parodia de Lohengrin.
Mariano Pina Domínguez (t 1895), granadino, hijo del
fecundo Mariano Pina, dijérase todavia serlo más si suyas fue-
ran las obras que estrenó, como él afirmaba; pero hay que des-
mentirle en redondo, concediéndole otro mérito, el de buen tra-
ductor y excelente arreglador de piezas ajenas, sobre todo frati-
cesas, cual otro Ventura de la Vega, sin su elevada cultura.
Su primer estreno fué Un nuevo Quintiliano, com.. Gra-
nada 1864. Estuvo de redactor en Las Novedades (1860), La
Patria (1865), El Eco Nacional (1868) y La Correspondencia;
colaboró en La Gran Via (1893) y Barcelona Cómica (1894).
Hizo Revistas políticas y zarzuelas, algunas con Ramos Ca-
rrión. Aplaudidí simas fueron Ya somos tres y Madrid, Zara-
goza y Alicante.
Manuel González Prada (n. 1844), peruano, carácter de
acero, librepensador, revolucionario, antiespañolista furibundo,
en todo extremado, piedra de escándalo en el Perú por sus
doctrinas y manera de propagarlas, fué en el espíritu y aun en
el estilo el menos peruano de los escritores de su tierra. Me-
diano poeta romántico primero, trágico y desesperado después,
centelleó en sus discursos, en el Ateneo y otras tribunas, desde
1886, y lanzó en sus libros en prosa recios chispazos y hasta
rayos y centellas, en prosa fácil aunque común, pero de un brío
personal característico, ya de ferocidad, ya de sarcasmo, con-
tra todo lo establecido, contra toda religión, contra la gramá-
tica, contra las metáforas, contra la literatura antigua espa-
ñola, contra todo el mundo. Rencoroso universal y sin porqué,
tronó contra NYiñez de Arce, Castelar, Valera y contra Ricardo
Palma, á quien sustituyó poco ha en la Biblioteca Nacional,
dejándole casi en la «niseria los últimos días de su vida ; y pr<v
clamó la emancipación completa respecto de España en lengua
y literatura y la necesidad de que América se empapase de lite-
raturas extranjeras. Trabajó solitario y malquerido de casi
todo el mundo, acorazado con su odio á todos y su sobcrb'a,
"Gallardo animal de presa" le llamó, en son de alabanza, su pa-
S. XIX, 1864. MARIANO PINA DOMÍNGUEZ Sbj
negirista Blanco-Fombona. Hoy los espíritus rebeldes le han
rehabilitado. De todas suertes, como prosador, bien que descui-
dado en el lenguaje, es acaso el más recio y relampagueador
del Perú y uno de los más originales y briosos escritores de
América.
123. Granes dirigió El Iris (1858), La Aurora Literaria (1867),
La Semana Literaria (1867) ; después dirigió ó redactó los periódicos
satíricos La Filoxera, La Viña (1880), El Buñuelo, Los Monigotes,
Madrid Cómico, Gente Vieja. Usó el seud. de Moscatel. Salvador
M." Granes: D. José, Pepe y Pepito, com. (1864). Dos leones, zarz.
(con C. Navarro, 1874). Se necesitan oficialas, id. (1875). Catálogo
cómico-'Crítico de la Exposición de Bellas Artes de i8j6, escrito en
verso y prosa por los Sres. Granes y Vallejo (1876). Café con leche,
Madrid, 1880. Calabazas y cabezas, semblanzas, ibid., 1880. ¡Ellas!,
jug. cóm. (1880). La Sanguinaria, parodia (1884). El Conde de Cabra,
jug. (con Felipe Pérez y González, 1885), Brinquini, jug. (con Cal.
Navarro, 1885). Un simón por horas, id. (con Fel, P. y Gonz., 1885).
En el nombre del padre..., zarz. (con C. Navarro, 1886). Tula, jug.
lír. (1886). Grandes y chicos (con Jackson Veyan, 1887). Florinda 6
la Cava Baja, ópera española (1887). Sustos y enredos, zarz. (con
Ed. Lustonó, 1888). El Estrangulado, dr. (con id., 1888). Mala som-
bra, jug. (con C. Navarro, 1888). La Hija de la mascota, zarz. (1889).
Vida de S. Isidro, melodr. (1889). El Mojicón (1890). El Voto del
caballero, ópera bufa (1890). El Día de la Ascensión, zarz. (1891).
Los Enemigos del cuerpo, jug. (1891). Carmela, parodia Úrica de
la ópera Carmen (1891). La Santa Cecilia, zarz. (con C. Nava-
rro, 1892). El Boticario de Navalcarnero, jug. (con Pina Domín-
guez, 1892). Argumento de Miss Helyeít, opereta (1893). El Baño
de Diana (con J. García Rufino, 1898). El Rayo (1898). Los Presu-
puestos de Villapierde (1899, 1900). La Golfemia, parodia (1900). El
Balido del zuli'i (con E. López Marín, 1900). La Dinamita (1900).
Cascarrabias, saín, (con E. Montesinos, 1901). Jaleo nacional (1902).
La Farolito (1902). Creo con mi madre (1903). El Señor de Barba
Azul, opereta bufa (1903). La Rifa del beso (con J. García Rufino,
1903). Los Hombres de talco (1903). Gloria pura (con Paso, 1904).
La Fosca (1904). Miss Helyett (1905). El Tesoro de la bruja (con
E. Polo y J. Quilis, 1906). Orden del Rey (1906). Delirium tremens
(con E. Polo, 1906). Los Pordioseros, zarz. (con id., 1908). Madrid
separatista (con id., 1908). Vaya calor (1908). Alto y alojamiento,
jug. (con Florencio Bello, 1909). La poca vergüenza (con Ern. Polo,
1909). Lorencín ó el camarero del Cine, parodia (1910).
Pina Domínguez (El Liberal, 27 Marzo, 1894) : "Conste que soy
de Granada, | de la ciudad de Boabdil, | y que corre por mis venas \
la sangre de los del Riff ; | con chilaba y con turbante [ soy más moro
358 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOC\ RIL\LISTA (l850-l8Óg)
que el Garnith." Mar. Pina Domínguez: Un nuevo Quintiliano. com.
(Granada, 1864). La Novia del general, com. (1873). La Casa de locos
(1874). Los Comediantes de aníafio, zarz. (1874). Lo sé todo, jug.
(1874). Dar en el blanco (1874). Me es igual (1874). Ya pareció aque-
llo (1875). El Forastero (1875). Aventuras de un joven tímido, no-
vela, 1875. El Fogón y el ministerio (1875). La Ley del mundo
(1875). Valiente amigo (1875). Mesa revuelta (1875). Arda Tro-
ya (1875). Las Cerezas (1875). Compuesto y sin novia (1875). El
Seductor de criadas, nov., 1876, 1882, 1891. El Hombre de las tres
pelucas (1876). El Libre albedrío (1876). Percances de tres mujeres
(1876). Cambiar de colores (1876). La Confitera (1876). Los Carbo-
neros (1877). El Chiquitín de la casa (1877). El Guardarropa (1878).
Historia y cuentos, zarz. (1879). Dimes y diretes, jug. (1879). El
Lucero del alba, zarz. (1879). Las Tres jaquecas (1S81). Viaje á
Suiza, veraneo cómicoMrico (1882). Las Mil y una noches, cuento
en tres actos (1882). La Misa del gallo, aprop. cóm.-lír. (1882). Cow-
plicaciones, com. (1882). La Filoxera, sain. lír. (1882). ¿Eh...f ¿A la
plaza?, revista (1883). Madrid, Zaragoza y Alicante, jug. (1883). Co-
rreo de la, Habana, com. (1883). La Taberna, melodr. (1883). Vestirse
de largo, jug. (1884). La Ducha, id. (1884). Para casa de los padres,
id. (1884). La Feria de S. Lorenzo, zarz. (1884). El Milagro de la
Virgen, zarz. (1884). La Diva, zarz. (1885). Veinte céntimos, jug.
(1887). Aguas azotadas, id. (1888). Mam'zelle Nitouche, zarz. (1888).
Odette, dr. (1888), Un crimen misterioso, jug. (1889). Creced y multi-
plicaos, id. (con E. Mario, 1890). El Crimen de la calle de Leganitos,
com. (1890). Los Bombones, jug. (1891). Los Cohetes, id. (1891). París
fin de siglo, com. (1891). La Mujer de papá (1892). Retolondrón, ope-
reta (1892). Correos y teléfonos, jug. (1893). El Húsar, zarz. (1893).
González y González, com. (1893). El Ángel guardián, zarz. (1893).
Mujer y reina, zarz. (1895). El Huracán (191 1).
Blanco-Fombona, Pról. á Páginas Libres, 1916: "Ataca (González
Prada) por igual la educación religiosa, los vicios politices, la in-
fluencia esipañola, la mentira social, la literatura rancia, el antimilita-
rismo, la abyección. ¡ Y en qué prosa ! Una prosa de electricidad que
brota relámpagos... En las venas exhautas de la generación vencida
(por Chile) introduce dinamita. En los corazones temblorosos inyecta
el odio á Chile... Se conocian de él versos románticos, heinianos, de
su juventud, mediocres... Se educó en el Seminario. Viajó por Eu-
ropa. Llevó en París no vida disipada, sino de estudio y desarrollo
psiquico. Cuando aparece en el Ateneo de Lima, en 1886... se revela
un librepensador..., un demócrata..., un revolucionario..., un patrio-
ta..., un gran prosarlor. .Su vida pública empieza entonces... ¿Qué
dice...? "Los clérigos en la sociedad recuerdan á los cuerpos opacos
"en ol Firmamento: aunque no se descubren á la vista, manifiestan
"su presencia por las perturbaciones que causan en los astros veci-
"nos. .. Tf»dos los sacerdotes extranjeros (en Lima) van al mismo fin
S. XIX, 1864. MANUEL GONZÁLEZ PRADA 33g
"y se valen de iguales medios : desde el Visitador dominico hasta el
"Delegado apostólico, desde el azucarado padre francés que repre-
"senta la metamorfosis masculina de madame de Pompadour, hasta
"el grotesco fraile catalán que personifica la evolución mística del
"torero..." Lo mueve sólo un furioso afán de redentorismo. Existen-
cia de veras apostólica. La vida de González Prada es uno de los
más nobles ejemplos que puede proponerse á la juventud de América.
¿Y cómo le pagan? Como á todos los redentores: con la cruz. La
sociedad lo repudia, el clero lo excomulga... Poco á poco los radi-
cales, los liberales, lo rodean; y hasta se funda un partido, la Unión
nacional, que lo reconoce por jefe... A ese rectilíneo le sobra orgullo,
le falta acomodamiento... Su partido se disgrega. Poco práctico ó
muy altivo, ó insociable, él se aisla y permanece distante, erguido,
mludo, sin más satisfacción que la de ver cómo sus semillas fructifi-
can... Las ideas liberales, en efecto, á Prada más que á ninguno de-
ben su presente difusión en tierra del Perú... En 1912 se dignó acep-
tar el primero, el único cargo de su carrera pública: la Dirección de
la Biblioteca Nacional. Pero es tan de presa este azor, que al entrar
en la Biblioteca sacó en las garras, por los cabellos, chorreando ri-
dículo, al antiguo bibliotecario, aquel jacarandoso Ricardo Palma.
Nadie olvida en el Perú el folleto donde González Prada daba cuenta
al Gobierno del estado como encontró la librería nacional. Y menos
que nadie lo olvidará el viejo mulato Palma: quedó convertido en
calandrajo; quedó electrocutado, muerto." Para entender todo esto,
véase lo que el mismo Blanco-Fombona escribe antes (pág. xxiv,
nota) : "Una de aquellas diabluras cometidas en los suburbios de
Lima por estos negros del Caribe fué la violación, un día ó una no-
che, de ciertas pobres y honestas miujeres. De ese pecado mortal des-
ciende Ricardo Palma... Don Ricardo ha olvidado, hasta ahora, in-
cluir entre sus Tradiciones peruanas esta amarga tradición de familia.
No podemos echárselo en cara. Me alegro que el viejo mulato de
Lima pueda leer antes de morirse esta breve nota. Se la debía. No
tanto para vindicar la memoria de Bolívar como para corresponder
á las acotaciones que él puso, según parece, al margen de alguna obra
mía en la Biblioteca Nacional del Perú. Donde las dan las toman, seor
f eolenco." No conozco ese folleto ; sólo sé que Palma fué el funda-
dor y el alma de la Biblioteca, que ha sido la mayor gloria literaria
del Perú, que al ser echado de la Biblioteca tenía setenta y nueve
años y que ha quedado enfermo, reducido á la miseria. Cuanto á Gon-
zález Prada, su mérito natural queda dicho, un carácter de acero;
la intención habrá podido ser en él elevada y santa; pero la historia
no juzga las intenciones sino por los hechos, y los hechos dicen que
pasó de toda buena raya en los intentos buenos, si los tuvo. Alvaro
Melián Lafinur también le enaltece en Nosotros (Febr. 1917), pero
sin purgarle de los hechos y escritos, que ahí están. Ventura García
Calderón, La Litcr. peruana, 1914, pág. yy. "Un ensayista, un pensa-
36o PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-18Ó9)
dor apasionado, un pagano místico á la manera armoniosa de su
maestro Luis Menard ; un soñador situado á igual distancia de la
pura especulación y del lirismo sin médula, éste parece representar
González Prada en la literatura del Perú... Pág. libres y Horas de lu-
cha, sus colecciones de artículos parecen misceláneas de un admira-
ble escritor cuyos libros centrales se perdieron. La juventud de G. P.
apenas se extravía en el quejumbroso pleonasmo de nuestros líricos.
Este sí nació sincero. Con sus lecturas favoritas de fray Luis ó de
Leopardi se compone el más singular estado de ánimo: un sosiego som-
brío y nihilista. Si se retira al campo, no será para descansar..., sino
para repetirse, como un incrédulo ermitaño desesperado, el desampa-
ro del hombre bajo un cielo sin dioses y entre una Naturaleza sin
oídos. Este será su tema predilecto y su invariable melancolía. En
1871 sólo es poeta; diez años después talla su prosa rotunda... Ya ha
empezado á ser enemigo de todo el mundo. Una leyenda, una renco-
rosa leyenda lo aleja y lo aisla como la nube de azufre á Satanás.
Páginas libres merece entonces los honores de im auto de fe. 'Curas
y dueñas queman el libro. Un pazguato fraile responde Páginas razo-
nables, en nombre de Santo Tomás y de Sancho Panza. Ataca Prada
á la religión... Nadie comprendía la obstinación de Prada; rebeldía
de madurez, y ya no pecado juvenil. Le acosaron, le abrumaron con
la más taimada conspiración de silencios... Aquello fué una triste
historia. Con su actitud quedaba probado lo que tal vez no necesitaba
demostraciones. Prada es el menos peruano de los escritores. Perpetuo
iracundo en un país donde los años docilizan las rebeldías; inquieto
por hallar un sentido religioso al mundo donde nadie conoce la in-
quietud metafísica y se acogen todos, porque no tiene levaduras el
alma, á un catolicismo de ceremonia ; capaz de indignación donde la
sonrisa basta; pesimista incrédulo donde los negadores románticos
coinciden en la afirmación del principio divino; sarcástico donde la
sátira sólo fué rasguño; grave donde tantos ríen; patético en la crio-
lla fiesta; escritor viril donde la prosa es amable desmayo; so-
brio y escueto donde los literatos sintieron en general el frenesí
del pleonasmo... Esa invitación al odio, que fué su célebre discur-
so sobre la guerra del 80, se recuerda siempre como el más her-
moso espectáculo de osadía. Su genio le llevaba á indisponerse... ¡Ren-
cores de G. P., que van dejando al desnudo las aristas del estilo
y del alma como el ácido en el cobre del agua fuerte ! Su prosa llega,
en capítulos como Valcra y Castelar, á una sequedad flamígera.
''Abofetear con rosas mojadas en vitriolo", dice en alguna parte. Es
su programa. Como el admirable ecuatoriano Montalvo, vierte veneno
en puras ánforas... Prosa escultural ha sido y quiso Prada que fuera...
En un país donde los hombres envejecen tan cuerdamente, este ancia-
no tiene frescas indignaciones de joven; ¡qué digo!, crece en años y
en locura. "¡Oh corazón, á delirar nacido", confesó alguna vez... Exó-
ticas, su última obra, es su tentativa frustrada de verso libre. ^: Por
S. XIX, 1864. J. PÉREZ DE GUZMÁN Y GALLO 36l
qué no decir la verdad de quien la ha amado tanto? Este libro es un
error; este libro parece un manual de poética con ejemplos, y lo es
en cierto modo." G. Prada: Páginas libres, París, 1894; Madrid, 1915.
Minúsculas, poes., 1901. Horas de lucha, Lima, 1908. Exóticas, poes.,
ibid., 191 1. La Biblioteca Nacional, ibid., 1912. Presbiterianas, poe-
sías. Salieron versos suyos en el Parnaso Peruano, de Cortés (1861),
y en Anales del Círculo Literario (1877). Consúltese R. Blanco-Fom-
"bona, Grandes escritores de América, Madrid, 1917.
124. Año 1864. Lucio V. Mansilla, de Buenos Aires, general del
ejército, escritor de fino ingenio, fallecido pocos años ha en París,
militó contra los indios, cuyas costumbres describió á maravilla. Es-
trenó Atar-iGull ó una venganza africana, dr. rom., B. Aires, 1864.
Una tía, com., 1864. Entre Nos, causeries del Jueves, cinco vols., 1889-
90. Retratos y recuerdos, 1894. Estudios morales, 1896. Rosas, estudio
polít. y psicológico. En vísperas, París. Un país sin ciudadanos, ibidem.
Mis memorias. Los Ranqueles, descripción de costumbres de aquella
nación india. Alvaro Melián Lafinur, Introd. á Escrit. liter., de Ave-
llaneda, 1915: "Mansilla pertenece al mismo género (que Wilde) : es-
cribe á trazos rápidos é inconexos, sin curarse de la composición ni
preservarse de las cacofonías, frecuentes en el tono ameno de su cau-
serie chispeante."
Juan Pérez de Guzivián y Gallo (n. 1841), de Ronda, en Madrid
desde 1862, redactor de El Reino (1862), La Época (1864), su director
(1866), académico de la Historia (1906), uno de nuestros más grandes
eruditos, aclaró muchos asuntos históricos en monografías y artícu-
los. Escribió con seudónimo de Job las crónicas de la Exposición
Universal de París en la Ilustración Esp. y las revistas hispanoame-
ricanas de La España Moderna (1896-98). Con el de Jhony escribió
en la Ilustr. Esp. y con el de Nicolás Pérez Merino sobre industrias
antiguas españolas, en El Eco del Siglo (1874). Publicó Las Hadas: le-
yenda original, al estilo de las Orientales, Madrid, 1864. Ernesto Rossi:
apuntes biográficos, Madrid, 1866. La Cuestión esencial, Ronda, 1869.
De la libertad de imprenta y de su legislación en España, Madrid,
1873. Un centenario más: el doctorado en la Universidad de Alcalá
de Henares de la Excma. Sra. D." María Isidra Quintana de Guzmán
y Lacerda, después marquesa de Gnadalcázar y de los Hinojares
(Ilustr. Esp. y Amer., Enero, 1875). Joaquín Fortanet: excelente ti-
pógrafo (La Época, Julio, 1876). Un matrimonio de Estado: estudio
histórico político, Madrid, 1877. El Principado de Asturias: estudio
histórico legal, ibid., 1880. Las Academias literarias del siglo de los
Austrias {Ilustr. Esp. y Amer., Agosto y Setiembre 1880). La Jarre-
tera; solemne investidura de S. M. el Rey D. Alfonso XII de Borbón
y Borbón, rey de España, verificada en el real Palacio de Madrid el
día II de Octubre de 1881; segunda ed. aumentada, Madrid, 1881. Bi-
362 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
blioteca andaluza. Poesías y discursos de D. Antonio Ríos y Rosas,
precedidas de una biografía por D. Hermenegildo Giner de los Ríos,
y seguidos de un elogio fúnebre por D. Juan Pérez de Guzmán, Mála-
ga, 1884. Madrid viejo: crónicas, avisos, leyendas y descripciones de
la villa y corte en los siglos pasados, con un prólogo de D. Juan Pérez
de Guzmán y cuatro palabras de D. Julio Monreal, Madrid, 1887. Co-
ronas heráldicas, líricas y épicas en honor de D. Alvaro de Bazán,
marqués de Santa Cruz, ibid., 1888. Una revolución literaria : siglos xv
al XVI {Ilustr. Esp. y Am., Abril, 1889). La Invención de la zarzuela:
cuándo, cómo, por quién y dónde se ejecutó la primera que se escribió
en España, polémica sobre este asunto con D. Francisco Asenjo Bar-
bieri {La Época, Marzo 1889). El Autor y los interlocutores de los diá-
logos de la montería, Madrid, 1890. Los tres patriarcas de la poesía
castellana en Méjico : Cervantes de Solazar, Solazar de Alarcón y
Gutiérrez de Cetina (Ilustr. Esp. y Amer., Setiembre y Octubre 1890).
El Comedor de la caridad: silueta del Marqués de Cubas (La Época,
Enero 1891). Coronas líricas de D. Gaspar de Guzmán, conde-duque
de Olivares (Ilustr. Esp. y Amer., Diciembre 1891). El Teniente don
Jacinto Ruiz y Mendoza, Madrid, 1891. La Rosa: manojo de la poesía
castellana, formado con las mejores composiciones líricas consagradas
á la reina de las flores durante los siglos xvi, xvii, xviTi y xix por
los poetas de los dos mundos. Recogiólas de diferentes libros, códices
y manuscritos, y las publicó con noticias biográficas originales don
Juan Pérez de Guzmán, Madrid, 1891-92. Algunas rimas castellanas
del abad D. Antonio de Malucnda. Descubriólas entre los manuscritos
de la Biblioteca Nacional de Madrid D. Juan Pérez- de Guzmán y
Gallo, y las publica por vez primera bajo los auspicios del excelentísi-
mo Sr. D. Manual Pérez de Guzmán y Boza, marqués de Jerez de los
Caballeros, á quien se dedican, Sevilla, 1892. Descubrimientos y em-
presas de los españoles en la Patagonia, conferencia dada en el Ateneo
de Madrid el 5 de Marzo de i8p2 é impresa en la Colección dada á la
estampa por dicho centro científico. Prólogo introd. á las Memorias de
la Condesa de Espoz y Mina, Sobre el nombre de América... (en El
Centenario, t. II, 1892). Los Vetos de Inglaterra y las empresas es-
pañolas en Marruecos (La Época, 31 Octubre 1893). Academias lite-
rarias de ingenios y señores bajo los Austrias (España Moderna,
t. IV, 1894). Memorias de 1872. El Retraimiento á Tablada (La Épo-
ca, Mayo de 1895), Recuerdos de Ruiz Zorrilla. La Conferencia de
El Escorial (La Época, Junio 1895). El Apostolado de la imprenta
en España durante el primer siglo de su invención (Esp. Mod., Se-
tiembre 1895). Los Salones de la Condesa de Montijo (Esp. Mod.^
Enero, Febrero, Marzo, Abril y Mayo 1896). Gayangos, el rey de los
bibliófilos españoles (La Época, Octubre 1897). El Cardenal Monesci-
llo, arzobispo de Toledo (La Época, Agosto 1897). El Primer suple-
mento ilustrado y cincuentenario de la fundación de "La Época'''' (La
Época, Diciembre 1890 y Enero i8c)H). Elduaycn (La Época, Junio
S. XIX, 1864. J. PÉREZ DE GUZMÁN Y GALÍ.O 363
1898). Los Sabios de España: Jiménez de la Espada (Ilustr. Esp. y
Amor., Octubre 1898; El Nacional, 9 Octubre). Lo que debe á España
la libertad de los Estados Unidos (La Época, Abril 1898). Las Gue-
rras de España durante el siglo xix {La Época, Julio 1898). La Terce-
ra desmembración de España {La Época, Julio 1898). De Lepanto á
Trafalgar {Rev. de Navegación y Comercio, 1898). La Mujer española,
en la Minerva castellana {España Mod., Junio, Agosto, Setiembre y
Octubre 1898). La Literatura científico-militar de España en los años
i8pó y 1897 (Esp. Mod., Enero y Febrero 1898). El Capitulo de la
Orden de damas nobles de María Luisa, bajo el ministerio del príncipe
de la Paz (La Época, Mayo 1899). La Soberanía del rey D. Alfon-
so XIII en la insigne orden del Toisón de Oro (La Época, Mayo
1899). Capuz, grabador en madera (La Época, Setiembre 1899). De la
criminalidad en Castilla, cabeza de España, y del estado de las cos-
tumbres en Madrid, su corte, durante el reinado de Felipe II (Esp.
Mod., Febrero á Setiembre de 1899). Aranda y María Luisa (La Épo-
ca, Agosto 1900). En la frontera de Portugal: el príncipe de la Paz y
Luciano Bonaparte (La Época, Setiembre, Octubre y Noviembre 1900),
Escoiqniz y el príncipe de la Paz (La Época, Agosto y Setiembre
1900). Cómo se juró en Madrid al yey José Bonaparte en Diciembre
de 1808 (Ilustr. Esp. y Amer., Abril y Mayo 1900). La Prisión del
Conde de Montijo (La Época, Julio 1900). Cocina, periodista ilustre
(La Época, Julio 1900). Balanza del siglo xix, artículos publicados en
"La Epoca'\ Madrid, 1900. El Hábito de Santiago del gran poeta dra-
mático español D. Francisco de Rojas Zorrilla, con autógrafo (Ilustr.
Esp. y Amer., Enero 1900). El Padre de Moratín (Esp. Mod., 1900).
Retos y desafíos (Esp. Mod., ts. I, U y III, 1900). De guante blanco i
historia de El Padre Cobos (Esp, Mod., Enero 1901). El Nuevo im-
perio de Alemania (Esp. Mod., Mayo, 1901). Casamiento de un prín-
cipe de Asturias: las cartas de la novia (Ilustr. Esp. y Amer., Enero,
190T). El Cautiverio de Fernando VII en Valencey (La Época, Abril-
Julio, 1901, 20 capítulos). D. Miguel Colmeiro, naturalista ilustre (La
Época, Junio 1901). Los Almuerzos de Moret (La Época, Noviembre
1901 ; Las Novedades, Nueva York, Diciembre 1901). Un autor dra-
mático entre las víctimas del Dos de Mayo : don Lorenzo Daniel (Esp.
Mod , Junio 1901). Origen del teatro lírico español en el siglo xix:
Jugar con fuego (La Época, Marzo 1901). La Exploración del Ori-
noco (Esp. Mod., Octubre 1901). La Marquesa de Casa Loring, Ama-
lia Heredia de Loring (La Época, Octubre 1902). Bosquejo histórico
documental de la Gaceta de Madrid, escrito al entrar en el cuarto
siglo de su existencia y para solemAiizar la declaración de la mayor
edad del rey D. Alfonso XIII, Madrid, 1902. Embajada del conde de
Fernán Núñez en París á los comienzos de la Revolución» francesa
(Memorias de la Real Ac. de la Hist., t. XII). Estudios sobre Moratín.
La primera representación de "El Sí de las niñas^' (Esp. Mod., t. VI,
1902). Panteón nacional de españoles ilustres (Esp, Mod., t. IV, 1902).
304 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
El Teatro Español (La Época, Setiembre, Noviembre, doce capítulos,
1902). Cvándo y quién fué el fundador del periodismo en España: An-
drés Almansa de Mendoza (Esp. Mod., Abril, 1902). Bosquejo histórico
documental de la Gaceta de Madrid {Gaceta de Madrid, Julio 1802).
Grafologia real de España. La firma de los reyes Alfonsos {Ilustr. Esp.
y Amer., Marzo y Abril 1902). La Guía oficial de España (Esp. Mod.,
Setiembre 1901). Carlos Guido Spano, el Néstor del Parnaso argen-
tino (II. Esp. y Am., Marzo 1903). Conciencia religiosa de Núñez de
Arce (Ilustr. Esp. y Amer., Junio 1903). Las Cortes y los Gobiernos
del reinado de £>/ Isabel II (Esp. Mod., t. I, 1903). Los Himnos nacio-
nales de la América española (Esp. Mod., t. I, 1903), El Primer certa-
men poético que se celebró en España en honor de la Purísima Con-
cepción de María, Madre de Dios, Patrono de España v de la In-
fantería española (Sevilla, 16 de Abril de 16 15), Madrid, 1904. Repa.
raciones á la vida é historia de Carlos IV y María Luisa: la primera
calumnia (Rev. Arch., Abril 1904), La Misión de Machado en Viena
(La Época, Agosto-Octubre 1904). Centenario de Isabel la Católica:
Isabel la Católica en la guerra, en la política, en la ciencia y en las
artes: cuadro de autógrafos ilustres del tiempo de Isabel la Católica
(Ilustr. Esp. y Amer., Noviembre y Dic. 1904). La Duquesa de Berwick
y de Alba, Rosario Falcó y Osario (Ilustr. Esp. y Amer., 1904). Un
rasgo de carácter de Ríos Rosas en la gobernación de la provincia de
Málaga (Ilustr. Esp. y Amer., Marzo 1904). Memorial de la vida de
sor Teresa Vivel y Candell, Superiora de las Hijas de la Caridad del
hospital de dementes de Santa Isabel, de Legones, único general de la
beneficencia en España, Leganés, 1904. Las Mocedades d'e D. Manuel
José Quintana (Esp. Mod., t. III, 1904). La Academia Antartica (Ilustr.
Esp. y Amer., Setiembre 1904). La Labor histórico-litcraria de la
duquesa de Alba, Rosario Falcó y Gutiérrez de los Ríos, condesa de
Siruela (Ilustr. Esp. y Amer., Agosto 1904). Los Israelitas de origen
español en el oriente de Europa : la conservación de la lengua castella-
na entre ellos y su inclinación hacia España (Esp. Mod., Julio 1904).
El Magisterio de la Prensa en España: D. Andrés Borrego (Esp. Mod.,
Marzo 1904). Programa de la política que la Unión Iberoamericana ha
de seguir en sus relaciones con las Repúblicas Hispanoamericanas
(Unión Iberoamericana, 1904). Centenario de la primera edición del
"Quijote". Moisés, Homero y Ce-i^x antes ó el libro de Dios, el libro de
los héroes y el libro de los hombres (Ilustr. Esp. y Amer., Mayo 1905).
Centenario de Trafatgar: Gravina y su muerte (Ilustr. Esp. y Amer.,
Setiembre-Noviembre 1905). El Libro y la biblioteca en España du-
rante los siglos medios (Esp. Mod., Octubre ifp5). La Biblioteca de
consulta del rey D. Alfonso el Sabio (Ilustr. Esp. y Amer., Marzo
1905). Guerras sectdares de opinión contra España y las desmembra-
ciones de esta monarquía (Esp. Mod., Noviembre 1905). Los Ocios
de la paz: sátiras sociales y políticas de los siglos xvi y .vvii (Ilustr.
Esp. y Amer., Marzo y Abril 1905). En el cartulario de Prim: cartas
S. XIX, 1864. JOSÉ MARÍA ASENSIO DE TOLEDO 363
de ingenios de la corte (Esp. Mod., Setiembre, 1905). La Alta Miner-
va española en cuadros de autógrafos de escritores insignes, con su
correspondiente explicación (Ilustr. Esp. y Amer., Enero, Julio, Se-
tiembre y Diciembre 1905). El Arsenal manuscrito del Teatro español
en la Biblioteca Nacional de Madrid (Ilustr. Esp. y Amer., Enero
1905). Documentos sobre el combate naval de Trafalgar {Bol. Real
Ac. Hist., t. XLIX, 1906). Dogmas de la política de Fernando V el
Católico, discurso de recepción en la Real Ac. de la Hist., 1906. Ver-
sos de varia edad, Madrid, 1906. La Cartera de Gravina (Esp. Mod.^
t. I, 1906). Las Relaciones políticas de España con las demás poten-
cias de Europa al caer el Conde de Floridablanca de su ministerio en
I'¡g2 [Revue du Droit international, t. I, 1906). Páginas de la historia
del periodismo, de 1820 á 182^ {Esp. Mod., t. IV, 1902). Cátiovas del
Castillo, juzgado por sus libros {Esp. Mod., t. V, 1907). La Historia
inédita, estudios del reinado, vida, proscripción y muerte de Carlos IV
y María Luisa de Borbón, reyes de España, Madrid, 1908. El Dos de
Mayo en Madrid. Relación histórica documentada, Madrid, 1908. Do-
cumentos para la bibliografía de D. Manuel José Quintana {Bol. Real
Ac. Hist., t. LVII, 1910). El Retrato como documento histórico {Esp.
Mod., t. VI, 1910). La Casa del rey moro en Ronda (Bol. Ac. Hist.,
t. LVI, i«9io). El Mayoral del Felibrige y mestre del Cay Saber Teo-
doro Llórente y Olivares {Esp. Mod., i. IV, 191 1). Informe á la Real
Academia de la Historia sobre la falsedad del retrato y de los retratos
de Miguel Cervantes Saavedra, 1912, 1916. Canalejas {Esp. Mod.,
t, VI, 1912). Las Sesiones secretas de las Cortes de Cádiz {Esp. Mod.,
t. V, 1912). Sobre ^^La España del s. xix^\ 1913 {Bol. Acad. Hist.).
El ms. perdido de la "Crón. de N. Esp.", del Dr. Cervantes de Sala-
sar, 1914 (en Ilutr. Esp. y Amer., LVIII, n. 17). Prólogo á las Es-
tancias y Viajes del Emperador Carlos V desde el día de su nacimien-
to hasta el de su muerte, por D. Manuel de Foronda y Aguilera,
Madrid, 1914. Informe á la Real Academia de la Historia sobre la
obra Historia interna documentada de la Compañía de Jesús, por don
Miguel Mir, Barcelona, 1914. Oficios de mediación de España por
negociaciones de paz y asuntos entre Estados beligerantes, 1915. Re-
lación de la vida política y parlamentaria del Excmo. Sr. D. Luis José
Sartorins, 191 5. Reseña histórica y política del Senado español desde
el origen de las Instituciones representativas en España, 1915. Noticia
histórico-biográf. del general de brigada D. Luis Fernández de Córdo-
va y Remón Zarco del Valle, tercer marqués de Mendigorría (en su
obra Campaña rusojaponesa, en prensa). El R. P. Fidel Fita (en el
Bolet. Acad. Hist., Febr. 1918). Memorias hisfór. de la R. Academia
de la Hist. de los años 1914-18. Y 200 trabajos más. asi históricos como
literarios. Véase el índice de Esp. Mod., pág. 348. La ipresente biblio-
grafía es completa, hecha por el mismo autor.
José M.' Asensio de Toledo (1829-1905), sevillano, de la Acade-
mia de la Historia (1899) y de la Española (1904), consejero de Esta-
366 PRIMER PERÍODO DE L.\ ÉPOCA REALISTA (185O-1S09)
do, colaborador de La Ilustr. Católica (1877), La Lidia (1882), La
llustr. Esp., La Esp, Moderna (1898), Bolet. de la Acad. Hist. (1897-
99), fué de los más celebrados cervantófilos ó cervantista, nombre
que él inventó, y muy erudito en literatura é historia. Con Gayangos,
José M/ Álava y Francisco de R. Palomo fundó la Sociedad de Bi-
bliófilos Andaluces (1869). M, Pelayo decía: "No hay escrito alguno
del señor Asensio, por breve que sea, que no vaya marcado con el
sello de la investigación propia y no traiga alguna novedad á la His-
toria literaa-ia." Documentos inéditos sobre Cervantes, Sevilla, 1864.
Nuevos documentos para ilustrar la vida de Cervantes..., ibid, 1864.
francisco Pacheco y sus obras, ibid., 1867, 1886. Sebastián de Horoz-
co, ibid., 1867. Cartas literarias sobre el Quijote, Cádiz, 1868. Retra-
aos de autores españoles, sacados en facsímile de antiguas ediciones de
Mis obras (1563-1701), Sevilla, 1869. El Compás de Sevilla, ibid., 1870.
Cervantes y sus obras, cartas, ibid., 1870; Barcelona, 1902. Rodrigo
Fernández de Ribera, Madrid, 1871. Catálogo de algunos libros, folle-
tos y artículos sueltos referentes á la vida de Cervantes, Sevilla, 1872.
La Obra de un Avellaneda, Madrid, 1873. Cervantes inventor, Sevilla,
1874. El Conde de Lemos, Madrid, i8.'^o. Pacheco, Libro de... retratos,
1881. Los Restos de Colón, Sevilla, 1881. Don Juan de Arguijo, Ma-
drid, 1883. Catálogo de la biblioteca cervantina. Valencia, 1883. Nota
de algunos libros, artículos, etc., sobre... Cervantes, Sevilla, 1885. Un
cervantista portugués del s. xviii, Sevilla, 1885. Toros en Cádiz en
1578, Cádiz, 1889. Cristóbal Colón, Barcelona, 1891, dos vols. Martín
Alonso Pinzón, Madrid, 1892. Fernán-Caballero, Madrid, 1893. Rela-
ciones del Yucatán, dos vols. Personalidad de C. Colón, 1895 (disc.
recep. Acad. Hist.). Proemio al Quijote, Barcelona, 1898. Interpreta-
ciones del Quijote, disc, 1904 (disc. recep. Acad.). En la Rev. Espa-
ña: Observaciones sobre las ediciones primitivas del Quijote (1869,
t. IX), Los Continuadores del ingenioso hidalgo... Avellaneda... (1873,
t. XXXni). Puede traducirse el Quijote (1873, t. XXXTV). Hércu-
les, poema de Montesquieu (1878, t. XLHI). D. Pedro 1 (1878, t. XLV).
En Esp. Moderna: Fr. Juan Pérez y Fr. Ant. de Marchena (1890,
t. XXI). Recuerdos de antaño, un romance autógrafo de Mariano
Fernández (1890, Dic). La Carta de C. Colón con la r elución del des-
cubrimiento del Nuevo Mundo (1891, Oct.). Particularidades y anéc-
dotas relativas al Quijote (1894, En., y 1896, Dic). La Ultima palabra
sobre la salida de C. Colón (1892, Febr.). Martin Alonso Pinzón (1892,
Mayo, Jun., Jul.). Fernán Caballero (1893, Jun.). El Teatro de Bretón
(1897, En.). La Patria de D. J. de Jáurcgui (1899, Ag.).
Francisco Pimentel, filólogo, erudito y crítico mejicano, en todo
excelente y benemérito de la cultura patria, publicó Memoria sobre las
causas que han originado la situación actual de la raza indígena de
México, ibid., 1864. Biografía y crítica de los principales poetas me-
xicanos, Madrid, 1868. Cuadro descriptivo y comparativo de las len-
guas indígenas de México, Méjico, 1874 (2.* ed.), obra importantísi-
S. XIX, 1864. ANTONIO CAMPOS Y CARRERAS 367
ma. Historia crítica de la literatura y de las ciencias sn México desde
la conquista, Méjico, 1885-92 (t. I de poetas) ; 1903 (ts. IV y V de sus
Obras). Obras completas, cinco vols., Méjico, 1903-04.
Adolfo Llanos y Alcahaz, fecundo escritor murciano, militar en
la guerra de África, redactor (1863-73) <^e El Reino, El Mosquito, La
Farsa, El Noticiero de España, El Correo Militar, que dirigió (1869) ;
en Méjico desde 1873, fundó La Colonia Española; en Nueva York,
La Rasa Latina (1879). Publicó La Mujer en el siglo xix, Madrid,
1864, 1876. Los tres refranes, aventuras de un asturiano, México,
1875. La Dominación española en México, México, 1875-77, cuatro
vols. (3.' ed.). El Odio á España. La Literatura en España. Obras dra-
máticas, tres vols. Obras cómicas, tres vols. Hojas secas, id. Plegarias,
id. Cantos patrióticos, id. Siete años en África. Historietas. No leáis
esto, mujeres. Tiempo perdido, Méjico, 1876. Recuerdos, poesías, ibid.,
1876 No vengáis á América, ibid., 1877. El Porvenir de España en
América, ibid,, 1878. El Payaso, Madrid, 1881. Elementos de gramática
farda, ibid., 1883, tres partes. Libro de verano, tauromaquia femenina,
arte de lidiar á los hombres, ibid. Novísimo diccionario del amor, ibid.,
1884. ¿Nos casaremos? , pieza teatr., 1884. Chist, para vosotras, 1884.
Enaguas y pantalones, 1884. Lengua viperina en salsa para recreo de
maldicientes, 1884. ¿Lo ves?, 1885. La Trompeta, jug., 1885. El Gigante
americano, 1886. Tonterías y malas costumbres, 1887. Países bajos,
1888. Romancero de D. Jaime el Conquistador, 1889. Poemas de la
barbarie. Estado actual de la cultura literaria de Méjico (e» Rev.
Esp., 1883, t. XC). Origen del plagio en Méjico. Polémicas. Folletos.
Pedrería falsa.
125. Año 1864. Andrés M.* Beladiez estrenó Flores y frutos,
com., Madrid, 1864. — Biblioteca histórico-osturiana, Oviedo, 1864-66,
cinco vols. — Antonio Bravo y Tudela (t 1891), clérigo, cronista de
Laredo, director del Guía del Clero (1862-65), Caceta del Clero (1866-
70), Gaceta Católica (1869-70), publicó Historia de la poesía cristiana.
Historia de la elocuencia cristiana, tres vols., 1864-65. Anuario del piíl-
pito, colección de discursos para todos los meses del año, 1867. Panegí-
ricos de los Santos más populares de España, 1868. El Concilio Ecum.
del Vaticano, 1871. Recuerdos de la villa de Laredo, 1873. La Madre de
Jesús, dos vols., 1882. Los Apóstoles, leyenda histórico-religiosa, 1885.
María Magdalena, leyenda, dos vols., 1886. Los Grandes oradores de
Grecia y Roma, 1886. Vida de S. Pablo, 1890. Teresa de Jesiis, leyenda
religiosa, hist.-naciofial-religiosa, dos vols. — Julio C. Bueno estrenó
El que no está hecho á bragas, apropós., Montevideo, 1864. — José Bus-
tillo estrenó El Bufón de su Alteza, zarz. (1864). — Carlos Calcaño
y Paniza (1844-1889), poeta de Caracas (Venezuela), publicó en pe-
riódicos muy buenas poesías, la mayor parte místicas. — 'Ricardo Cal-
TAÑAZOR estrenó Un marido de lance, zarz. (1864). — Antonio Campos
Y Carreras (1840- 1870), de Alicante, literato "bien intencionado y no
368 PRIMER PERÍODO DE Im\ ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
vanidoso", como dijo Canipoanior en el prólogo que le puso á sus
Fábulas, Madrid, 1864, añadiendo: "Este libro es más bien una espe-
ranza Quc una realidad, aunque, en realidad, es un libro que revela á
un autor sencillo en los asuntos, natural en los pensamientos, sobrio
en la forma, modesto hasta la timidez y moral hasta rayar en lo es-
crupuloso " La segunda parte no se publicó sino en El Seman. Cató-
lico, de Alicante, que él fundó (1870- 1887) .—Fray Gaspar Cano (1827-
1896), de Dueñas, agustino, publicó Catálogo de los Religiosos de
N. P. S. Agustín... de Filipinas desde su establecimiento en estas Is-
las, Manila, 1864, importante.— Modesto Castro publicó Pláticas doc-
trinales, Manila, 1864. — Colección de Documentos inéditos de Indias,
1864-1911, 55 vols., importantísima.— ^Enrique Conscience (1812-1883),
nacido en Amberes, novelista, publicó El Corredor de playa. Habana,
1864. El Martirio de una madre, Madrid, 1877. Cuentos flamencos.
Valencia, 1883. El Demonio del dinero, Barcelona, 1911. — Gregorio
Cruzada Villamil, por seud. El Difunto pintor Orbaneja, en la Cri-
tica de la Exposición nación, de Bellas Artes de 1864. Publicó Los
Tapices de Coya, Madrid, 1870. Rubens, diplomático español, 1874.
Andrés Vclázques, anales de su vida y obras, Madrid, 1885. Publicó
el primer Averiguador, 1868. — Juan E, Delmas (t 1892), fundador del
Irurac^Bat, La Correspondencia Vascongada (con Trueba, 1870), pu-
blicó Guia hist.-'descr. del viajero en el señorío de Vizcaya, Bilbao,
1864. Colección de leyendas, ibid., 1880. La Iglesia de S. Nicolás, su
pasado y su presente, ibid., 1881. Castelugach, con su historia y tra-
diciones, 1888. Cosas de antaño, capit. hist., biografía por Fermín
Herrón, Bilbao, 1896. En Esp. Mod.: El Castillo de Arteaga y la em-
peratriz de los franceses (1890, Mar.), y aparte. De cómo el puerto
de Bilbao es mucho más antiguo de lo que se cree (1889, Ag.). — Dic-
cionario marítimo español..., por J. de Lorenzo, Gonzalo de Murga
y Martín Ferreiro, Madrid, 1864. — Antonio M. Echeverría estrenó
Angelito, zarz. (1864). El Novicio, zarz. (1864"). — Justo Eledoro es-
cribió El Rico y el pobre, com., Nueva York (1864). La Visita del
bayamcs, com., Cuba, 1864. — Francisco de Paula Éntrala (+ 1882),
granadino, fallecido en Manila, director del Semanario Popular (1865),
asiduo redactor de El Porvenir Filipino, fué novelista, discípulo pri-
meramente de Pérez Escrich, luego en Filipinas más modernizado y
realista á lo Galdós. Fecundo y variado ingenio, buen observador,
pero adocenado prosista, de estilo ramplón. Manual del viajero en
Madrid, Madrid, 1864. Los Hombres de la época ó la rueda de la for-
tuna, nov., cuatro vols., 1864. Los Amores de un pintor, nov., Habana,
1866; Manila, 1874 (escrita en 1860). El Castillo de Santa Eufemia,
nov., Manila, 1874. La Rubia de Quiapo, cuadros filipinos, ibid., 1874.
Las Bienaventuranzas, nov. de costu&nbres, ibid., 1874. El Buque-pá-
jaro, nov., 1875. La Morena de Sampaloc, 1875. Sonrisas tristes, coL
de cuentos, artíc, historias filipinas, 1875. Olvidos de Filipinas, 1881.
Sin título, nov., 1881. Cuadros filipinos, saín., 1882. — Francisco de
S. XIX, 1864. FRAY CEFERINO GONZÁLEZ 369
Paula Escudero y Perosso (1828-1874), sevillano, doctor en Leyes
(1853), empleado en Fomento (1852) y en la Biblioteca Nacional, es-
cribió la Topografía hispalense, Madrid, 1894, premiada en 1864; al
frente lleva su biografía por Fabié. Consúltese Rev. Archiv., 1874
(Jul.). — Miguel A. Espinosa publicó El Cáliz de la amargura, nov.,
Madrid, 1864. — 'Cayetano Fernández (1820-1901), gaditano, presbítero,
catedrático de Retórica, profesor de Alfonso XII, publicó sus preciosas
Fábulas ascéticas en verso, Sevilla, 1864; Madrid, 1871. Proverbios del
Príncipe, Madrid, 1865. El Talismán de los niños, Sevilla, 1875. Nuevas
fábulas ascéticas, Sevilla, 1898. Tiene poesías tan lindas como La Go-
tera y La Azucena. — Distracciones de un hafnbrienio, renglones agri-
dulces, originales de M. F. el Flaco..., Madrid, 1864; 7." ed., 1867;
8." ed., prosa y verso, Madrid, 1873. Renglones agridulces, segunda par-
te de las distracciones de un hambriento, 1866. — ^Constancto Franco V.
(n. 1842), de Vélez (Colombia), fecundo é improvisador escritor y pe-
riodista, publicó Fragmentos de la vida de Ester, Bogotá, 1S64. Moral
filosófica, 1872. Artículos, 1873. Apuntamientos para la historia, 1877.
Reseñas biográficas de los proceres y mártires de la Independencia de
Colombia, Bogotá, 1880. Leyendas históricas, 1885. Galán el comunero,
nov., 1891. Para el teatro las comedias: Contra soberbia, humildad
(1876) ; El Paraíso perdido (1888), D, Nicomedes (1889), Angelito
(1889), Los Pecados capitales (1889), A telón descubierto (1892); los
dramas: La Expiación de tina mujer (1876), Sámano (1887), Boves
(18S7), El Demonio Alcohol (1888), Los Comuneros (1888), El Viáta-
dor Montano (1891). — Víctor Gebhart publicó Historia general de
España y de sus Indias, Barcelona, 1864, siete vols. Los Dioses de Gre-
cia y Roma, ibid., 1880-81, dos vols. La Tierra santa, ibid., 1885. — Gil
Gelpi y Ferro (1826-1894), catalán, en Cuba desde 1864, director en
Madrid y en la Habana de La Constancia Española, La Prensa de la
Habana, El Mentor, La Voz de Cuba (1884), publicó Estudios sotre la
América, conquista, colonización, tres vols.. Habana, 1864-66-70. Álbum
histórico fotográfico de la guerra de Ctiba, ibid., 1870. Situación de
España y de sus posesiones de Ultramar, Madrid, 1871. Los Autono-
mistas de Cuba..., 1879. Historia de la Rez'olución y guerra de Cuba,
dos vols.. Habana, 1887-89. — Gil Blas, buen semanario polít. -satírico,
Madrid, 1864-72, ocho vols.; desde 1866 fué bisemanal. Redactores:
F. Balart, Eus. Blasco, Man. del Palacio, L. Rivera, Ed. Saco, Ant.
Sánchez Pérez. Fué continuado por El Cohete, siete vols., 1872-73.
— .José Gisbert y Abad estrenó Flor solitaria, dr. (1864). — Alejan-
dro Gómez, sargento, publicó Los Sucesos de la Granja en 1836, apun^
tes para la Historia, Madrid, 1864. — A. A, Gondrecourt publicó El
Gascón y el normando, novela, Córdoba, 1864, cuatro vols. — Fray
Ceferino González, dominico, cardenal y arzobispo de Sevilla y To-
ledo, publicó Estudios sobre la filosofía de S. Tomás, Manila, 1864;
Madrid, 1886, tres vals. Historia de la filosofía, Madrid, 1878, tres
vols.; 1886, 1907. Estudios religiosos, filosóf., científ. y sociales, ibid.,
TOMO VHI.— 24
370 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
1873, dos vols. La Biblia y la ciencia, Maxlrid, 1891 ; Sevilla, 1892,
dos vols.— José González Estrada (t 1883), madrileño, tirador de
oro y famoso escritor de los periódicos que dirigió. El Pistón (1864),
periódico de chistes, disparatado, único en su género; Bigoiazos, tra-
gábalas y cureñas (1868?). Hizo colecciones de versos no menos hu-
morísticos, las cuales, como estos periódicos, son rarísimas de hallar,
Gran compositor de acrósticos, pentacrósticos y poesía laberíntica,
como él la llamaba. — ^AIariano González Moral publicó El Indicador
de ValladoUd, ibid., 1864. Guía del viajero en Burgos..., por D. Vic.
García y García..., aumentada. Burgos, 1867. — Felipe M." de Govan-
TES publicó Vida de D. Simón de Anda y Salazar, Manila, 1864, 1869.
Noticias y Geografía de Filipinas, Binondo, 1866, 1878. Compendio
de la Historia de Filipinas, Manila, 1877. Episodios históricos de
Filipinas, Manila, 1881. — Juan José Guerrero (t 1867) estrenó La
Suegra futura, com.. Habana, 1864. Una tarde en Nazareno, 1864. Un
guateque en la taberna, 1864. Las Boas de Petronila. — Francisco de
Paula Guzmán (1844-1884), mejicano, entendido en Humanidades y
poeta místico, compuso, entre otras, una oda Al Sagr, Corazón de Je-
sús, una paráfrasis del Hortulns, atribuido á Virgilio y otra de un
poemita de Próspero Tirón, del siglo v. — Pío Hernández Fraile,
presbítero, publicó Sermones de la Sma. Virgen, Madrid, 1864. — Ra-
món de Huerta Posada (n. 1834), de Llanes, colaborador en muchos
periódicos, publicó Amor, poesía é historia, Madrid, 1864. — Antonio
Hurtado del Valle, por seud. El Hijo del Damuji (1842- 1877), de
Cienfuegos, revolucionario, secretario de Estado (1873) y fusilado,
publicó Producciones de..., Guanabacoa, 1864. — Eduardo de Inza
(i' 1879), madrileño, crítico maldiciente y autor de poesías festivas y
punzantes, á quien no gustaba nada de nadie, redactor de El Teatro
Español, La Verdad, Las Noticias, Los Sucesos, Las Cortes, estrenó
Los Aires de Chamberí, jug. (1864). Los tres mosqueteros, comedia,
1873. Bromas con la vecindad, juguete, 1873. Una visita, comedia
(1873). — 'José Eugenio Iturrino, peruano, publicó El Laberinto poé-
tico, composiciófí chistosa, satíricaAburlesca de costumbres... sobre
base de 467 refranes, Lima, 1864. — Diego Ingo Ramírez, venezolano,
publicó Hojas de estío, Caracas, 1864. La Revista, tres vols.; Caracas,
1872-73. — Adolfo Joaristi publicó Viaje dramático alrededor del
mundo, aventuras de los más afamados viajeros..., Barcelona, 1864,
dos vols. — F. de Larroca (t 1880) publicó D. Félix de la Ribera, ley.
en verso. Habana, 1864. — ^Evaristo López publicó La Alfonsiada ó la
conquista de Toledo, poema épico en doce cantos, Zaragoza, 1864. —
Melitón Martín (1820-1886), segoviano, célebre ingeniero, publicó
Pónos, historia alegórica del trabajo humano, nov. filos., 1864. La
Hormiga y el universo, 1868. La Leyenda del trabajo, 1870. La Filo-
sofía del sentido común, 1874. La Cartilla del trabajo, 1875. Las Huel-
gas, 1875. Carta que puede servir de prólogo á la Cartilla del trabajo,
1876. La Imaginación, 1^77. Evolución de la ciencia, 1882. Conato de
S. XIX, 18Ó4. JOSÉ MORENO NIETO 3j I
clasificación de los conocimientos humanos en el siylo xix, 1889.
José Mayo, presbítero, publicó Vitoria ó la España Católica en el año
de J855, Segovia, 1864.— Gervasio Méndez (1842-1897), de Guale-
guaychú (Arg-entina), soldado, después periodista, escribió versos des-
de 1864, á los diez y seis de su edad; quedó paralítico en 1873, dirigió
así enfermo el Álbum del Hogar, muy leído de las señoras, y publi-^ó
Poesías, 1876, 1898, de tono elegiaco, delicadamente doloridas y me-
lancólicas, como empapadas en verdaderas lágrimas, bien que algo
prosaicas. Hojas de mi cartera. Parécese mucho á Bécquer, á quien
imitó cada vez más, hasta en los metros. — Francisco Merry y Co-
LOM (1829-1900), sevillano, diplomático, publicó Relación del viaje á
la ciudad de Marruecos (1863), Madrid, 1864. Mi embajada en la ciu-
dad de Marruecos en 1863, Madrid, 1894. — Carlos Mesia de la Cer-
da, por seud. El Tonto de Marras, escribió en La Malva (1859) y pu-
blicó Poesías hasta cierto punto, Madrid, 1864. El Gorro de mi abuelo,
cuentos fantásticos, ibid., 1865. Cualquier cosa, París, 1873. Cuando
en el cielo está escrito, com., 1874. Elba, París, 1874. El Saquillo de
mi abuelo, cuentos fantásticos, 1875. — Guillermo Michelena, médico
venezolano, publicó Gullemiro ó las pasiones, nov., 1864. — Francisco
Miguel y Badia (1840-1899), autor barcelonés de trabajos artísticos
y crítica de arte, redactor del Diario de Barcelona (1866), fundador
con José Masriera, F.co Soler, José Pelegrí y Pablo Bosch de El Re-
cuerdo (1862-1871), publicó Cuentos de la abuela, Barcelona, 1864
(4.* ed.). La Habitación, cartas á una señorita, ibid., 1879, tres series,
1882-1888. — Leandro Miguel Herrero publicó Los Pobres... vergon-
zantes, cuadros para reír, Madrid, 1864, tres vols. — Julio Monreal
Jiménez de Embún (1839-1890), zaragozano, abogado, colaborador
de La Ilustr. Esp., El Bazar, La Ilustr. Artística, poeta clásico, satí-
rico culto, vivaz, pintoresco, conceptuoso y burlón, estrenó Angelitos,
com. (1864). Cien leguas de mal camino (1868). La Aguja de marear.
Romper el hielo. Publicó en Los Sticesos (1867) las novelas El Para-
guas verde y Memorias de un perro del gran mundo. Además, suelta,
En paños menores, Madrid, 1873. Cuadros viejos, colección de pince-
ladas, toques y esbozos, representando costumbres españolas del sir-
glo XVII, Madrid, 1878. — José Moreno Nieto (1823-1882), de Síme-
la (Badajoz), orientalista, catedrático de árabe en Granada y de De-
recho internacional en Madrid, gran orador del Ateneo, que floreó
sobre todas las ciencias morales, políticas, históricas y aun naturales,
sin ahondar en ninguna; rector de la Universidad de Madrid, direc-
tor de Instrucción pública. Publicó Biblioteca de historiadores arábi-
go-andaluces, Madrid, 1864. Gram. arábiga, 1872. Oposición funda-
mental entre la civilización religiosa-cristiana y la racionalista, 1879.
Discursos académicos, Madrid, 1882, con disc. de Cánovas. M. Pelayo,
Disc. Academia, 1883: "Entendimiento vasto y condensador, fácil-
mente abierto á todo lo que le parecía noble y generoso, ávido de abar-
car con rápido vuelo los términos y confines de la humana ciencia,
372 PRIMER PERÍODO DE L.\ ÉPOCA RE.\LISTA (185O-1869)
vivió y murió en el más ardiente fervor idealista, enamorado de las
obras del espíritu y anheloso de propagarlas entre su nación y o-ente.
Fácil en el concebir, facilísimo y brillante en la palabra, fué su vida
una improvisación continua, desinteresada de otro fin que el libre
ejercicio de la inteligencia... Poca parte de su alma ha pasado á sus
libros y no tiene idea de él quien no vio correr de sus labios, raudo y
atropellado, el largo río de su elocuencia... Nació para hablar, para
enseñar, para discutir." — El Mosquito, periódico zumbón, dirigido por
Manuel del Palacio, Madrid, 1864-65 y 1868-69. — Nuniancia destrui-
da, poema épico en verso P. U. Z., Madrid, 1864, tres vois. de seis
cantos cada uno. — José de Olózaga publicó A Arguelles, de 1820 á
1824, Madrid, 1864. Abdicación de D. Amadeo (Rev. España, 1873,
t. XXXI). — 'Carlos Paz estrenó Mala madre, dr., Buenos Aires, 1864.
Caridad, dr. de costumbres, 1865. — 'Gregorio Pérez Gomar, montevi-
deano, publicó Idea de la perfección humana, 1864. America Vespu-
cio, 1880. — Luisa Pérez de Zambrana publicó Poesías, Habana, 1860.
Angélica y Estrella, nov., 1864. Consúltese Em. de los .S. Fuentes,
L. P. de Z., Santiago, 1879. — Gregorio Perogordo y Rodríguez (1840-
1891), madrileño, por seud. José Hernández y González y José Rol-
dan, abogado, pintor, poeta, sacerdote (1882) después de enviudar,
rector de N.* S.* de Gracia, fiscal de la \'icaría de Madrid y rector
de las Comendadoras de Santiago, colaborador en Álbum Literario,
La Idea (1860), El Teatro (1864), Rev. Literaria (Cádiz, 1868), Esce-
nas Contemp., La Paz (1870), La Familia (1875), La Niñez (1879-83),
La llustr. Cat. (1888), etc. La VHrgen de la Almudena, su historia...,
Madrid, 1864. En La Academia del Gato, 1870, publicó un romancero.
El Arte de ser feliz, com. infantil. — Vicente Pied-íarita (n, 1834), de
Guayaquil, fué poeta de fácil versificación. — Benigno Piñán, húrga-
les, publicó Un sueño, leyenda, 1864. Porfía y fidelidad, id. La Som-
bra del pasado, poema, Madrid, 1881. — El Pistón, t>eriódico de chistes
y risas, curioso por lo disparatado, Madrid, 1864. — Miguel de la
Plata y Marcos publicó Estudios biográfico-bibliográficos de la me-
dicina militar española, Madrid, 1864. Colección bio-bibliográfica de
escritores médicos españoles, Madrid, 1882. — Mariano Ponz estrenó Un
milsico viejo, jug. (1864). — Carmen Potts de Vizcarra escribió Re-
pública y Monarquía, dr.. Callao, 1864. — Resumen historia de las Mi-
siones que la Provincia del Smo. Rosario de Filipinas de la Orden de
Predicadores tuvo en la Isla Formosa, Manila, 1864. — Revista Hispa-
no-Americana, Maflrid, 1864-67. — José Joaquín Ribo escribió Retrato
histórico del Rey de las Dos Sicilias Francisco II, Barcelona, 1864.
La Farsa social, ibid., 1865. Postrimerías de la insurrección cubana,
Madrid, 1871. La Diplomacia española, calece, de tratados... desde
1801, Madrid, 1871, dos vols. Historia de los voluntarios cubanos,
ibid., 1872-74, dos vols., 1877. Boceto hist. del ten. general D. Joa-
quín Jovellar, 1876. Estudio biográf. de... D. Víctor Balaguer, 1876.
Entre sombras, nov., 1880. — Clotilde del Carmen Rodríguez (t 1880),
S. XIX, 1864. ENRIQUE DEL SOLAR 3y3
de Cien fuegos, por seud. La Hija del Dumiji, publicó Efusiones del
alma, poesías, Cienfuegos, 1864. — Jesús Rodríguez Cao (1853-1868),
madrileño, niño precoz, poeta, escribió poesías que se publicaron en
El Espíritu Nacional (1867) con seud. de El Escolar y luego con el
título de Obras literarias..., Madrid, 1868-1870, cuatro vols. Estrenó
El Orgiíllo castigado (1864). Fernán Caballero (Carta á Larour) : "He
recibido y leído las poesías del joven Cao. Fuera parte de la peque-
ña comedia, que es bastante bonita y se trasluce el niño, las demás
poesías, en su mayor parte, me parecen, francamente, fuera parte de
las que dirige á su madre, para un hombre, bien poca cosa; para un
niño, chocantes. Ese niño tiene disposición, buena memoria, buen
oído, ha leído (en lugar de estudiar) muchas poesías y forma las su-
yas con reminiscencias. Y moralmente hablando, más vale que así sea.
Pues ¿puede en un alma de niño de doce años caber ese desencanto
raquítico del mundo, ese ardor amoroso contra naturaleza
Vi tu seno alabastrino,
Que mil encantos augura, etc.?
¿ Caben estas sentencias dogmáticas en boca de quien oirá que le di-
cen: "Niño, estáte quieto; si no, no comerás postres"? — Romances,
Oviedo, 1864. — Nicolás S.\lmer6n y Alonso (1838-1913), de Alhama
(Almería), catedrático de la Universidad de Oviedo (1864) y Madrid
(1869), adalid de los republicanos, presidente del Poder ejecutivo (1873),
escribió con alguna oscuridad, como los demás krausistas, desde su
Discurso doctoral, 1864. Obras, en cuatro vols., Madrid, desde 1881 :
I, Discursos parlamentarios; II, Estudios históricos; III, Estudios filo-
sóficos; IV, Estudios políticos, sociales y religiosos. Colección de tra-
bajos filosóficos y discursos políticos, 1911. Consúltese Ant. Llopis,
Hist... de D. N. Salmerón, IMadrid, 1915. — María de la Concepción
Saralegui de Cumia publicó Poesías á la Sma. Virgen, Madrid, 1864.
■ — Manuel Seco y Shelly (t 1877), del arma de Infantería, estrenó
Serafín, com., 1864. Pubtícó La Virgen del Encinar, ley., Madrid,
1876. Cuatro mujeres... y un cabo, 1876, 1891. Las Señoras de contra-
bando, 1878. Los Dramas del hogar, 1878. — Ramón Segade Campo-
amor (t 1877), gallego, publicó La Olla del diablo, Vigo, 18Ó4. Cotolay,
leyenda piadosa, Madrid, 1879. Francisca, cuadros de costumbres ga-
llegas, ibid., 1881. Pablo Gómez, nov., Coruña, 1883. — Juan Sirera pu-
blicó Poesías religiosas, Madrid, 1864. — Enrique del Solar (n. 1844),
de Santiago de Chile, hijo de Mercedes Marín, la célebre poetisa, dipu-
tado de 1870 á 1873, mostró desde joven su afición á los estudios críti-
cos y á la poesía; pero después logró mayores triunfos como escritor
de costumbres, á lo Ricardo Palma. Así en Una aventura de Ercilla.
Leyendas i Tradiciones. Dos hermanos, novela premiada en La Unión,
de Valparaíso, 1887. Jorge Huneeus Gana, Cuadro hist., pág. 660: "En-
rique del Solar, más distinguido como novelista, heredero y continua-
374 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
dor del vago misticismo religioso que flota en los cantos de su ilustre
madre doña Mercedes Mar'n del Solar; pero de lira mucho más débil
en las cuerdas del canto heroico y patriótico y del himno á la naturaleza,
bien que en espontaneidad y dulzura poética no tienen nada que envidiar
á los de la autora del Canto fúnebre á Portales." — Ramón Tavares y
LozAXO publicó Floresta de la literatura sagrada de España ó colección
de pensamientos escogidos de nuestros autores de mayor mérito, Ma-
drid, 1864, cuatro vols. — Ramón Torres Muñoz de Luna (t 1890),
catedrático de Ciencias en Madrid, profesor de Alfonso XII, director
de La Esp. Científica y Agrícola (1882), publicó El Álbum, de mis hi-
jos, poesías, Madrid, 1864. El Porvenir de la agricultura española,
1865. Estudios químicos sobre economía agrícola en general, i868.
La Cuestión capital de España, la agricultura y la hacienda, 1871. La
Cuna del niño Dios, en tres jornadas, 1879, 1907. — Alfredo Torroella
(t 1879), habanero, estrenó Amor y pobreza, dr.. Habana, 1864. Poesías,
ibid., 1864, 1866. Careta sobre careta, com. (1866). Laureles de oro,
com. (1867). El Ensayo de D. Juan Tenorio, 1868. U71 minué, 1868. El
Mulato, dr., México, 1870. El Istmo de Suez. El Cajón de la sorpresa.
J. Martí, Rasgos biogr. de A. Torroella, 1879. J. D. Peza, Alfredo
Torroella, 191 1. — Leandro Torróme estrenó Diabluras de Serafina,
com. (1867). Luchas civiles, drama (1874). — Elisardo Ulloa publicó
Crónicas ilustradas de la Guardia civil, Madrid, 1864. — Meditaciones
de color claro y preludios poéticos, por Valentino, Madrid, 1864. —
Benito Vicente Garcés (t 1897), director de El Eco de la Industria
(1870), publicó Romancero del 2 de Mayo de 1808, Madrid, 1864. La
Campaña de Marruecos descrita en romances, simulando operaciones
aritméticas, Madrid, 1866. Rom,ancero de la romería de S. Isidro en
Madrid, ibid., 1874, 1896. — La Virgen de la Almudena, Madrid, 1864.
— 'Miguel Zaragoza publicó Flores filipinas, poesías, Madrid, 1864.'
126. Año i86¿. Julio Calcaño (n. 1840-), de Caracas (Ve-
nezuela), redactor de los principales diarios de la República,
erudito, filólogo, crítico autorizado, poeta y novelista, histo-
riador literario, de los varones más cultos y eminentes de su
tierra. Blanca de TorrcstcUa es su mejor novela histórica sobre
el Renacimiento italiano; i)ero hizo mejor las novelitas, cuen-
tos y leyendas cuando tomó asuntos venezolanos, haciendo re-
vivir personajes históricos, como al padre Larrea. Conserva
casi siempre, hasta en su principal novela, un tono romántico
'[ue le quedó de su primera educación. Kn poesía es realista,
claro y sincero, con ecos de Campoamor y Bécquer.
NuMA PoMPiLio Llona (1832-1907), pocta ecuatoriano de
Guayaquil, estudió en Colombia y Perú hasta doctorarse en
JULIO CALCAÑO
S. XIX, 1865. JULIO CALCAÑO SyS
Leyes; fué secretario del Congreso Americanista de Lima
(1864), cónsul del Perú en España é Italia, profesor en la Uni-
versidad de Lima, rector de la de Guayaquil, Poeta esmerado
y clásico sonetista, aficionado á las dificultades técnicas junto
con alardes de independencia artística, demasiado didáctico y
reflexivo; cantó sus luchas, dolores y placeres.
Vicente García de Ouesada (1830- 191 3), de Buenos Ai-
res, estudió en su Universidad hasta 1849, doctoróse en Leyes
(1855) y entró en la política y el periodismo en 1852. Fué dipu-
tado (1856), director de la Biblioteca Pública, comisionado
para recoger documentos históricos en España (1873), ministro
de Gobierno (1877), diplomático (1883-1904). Fundó La Rev.
de Panamá, La Rev. de B. Aires (24 vols., reeditados desde
191 i) y La Nueva Rev. de B. Aires (1881). Publicó muchas
obras históricas, sobresaliendo literariamente en las Memorias
de un viejo y en las Crónicas Potosinas. Fué uno de los va-
rones que más trabajaron por el engrandecimiento de su patria.
127. G. Picón-Febres, La Liter. Venes., 1906, pág. 289: "Don
Julio Gaicano deja muy atrás á su hermarxo don Arístides en el atilda-
miento de la forma ; pero sus versos, por lo general, son fríos, aun
cuando en ellos se vea la cultura intelectual del escritor. El vale más
en sus críticas, en sus novelas y en sus cuentos, á pesar de tener com-
posiciones tan sentidas como Al paterno campo, la cual no hubiera
trabajado mejor su hermano José Antonio, que es entre los Cálcanos
el único á quien puede calificarse, á labios llenos de loores, de emi-
nentísimo poeta." ídem, pág. 368: "El aspecto de la novela y del
cuento en la pluma del escritor Gaicano es uniformemente románti-
co, tanto en el fondo como en la forma que lo viste: unas veces lleno
<ie terrorismo espantoso, otras de sentimentalismo alambicado." Jul.
Gaicano : Blanca de Torrestella, nov., Garacas, 1865, con pról. de Jor-
ge González Rodil; 1901 (3.^ ed.). Las Noches del hogar, cuentos y
leyendas extravagantes, filosóficos, satíricos y chismográficos, Ma-
racaibo, 1869. Resumen de las Actas de la Academia Venezolana,
Garacas, 1884. Id., 18S6. Reseña histórica de la literatura venezolana,
ibid., 1888. Hojas de ciprés, poesías, ibid., 1889. Discursos, en la
Acad. Venez., ibid., 1890. El Descubrimiento de América, ibid., 1892.
Parnaso Venezolano, t. I, ibid., 1892. El Castellano en Venezuela, es-
tudio crítico, ibid., 1897. El Semanario, tres vols., ibidem. El Héroe
de Turhaco. Discursos, en la Acad. Venez., 1906. Tres poetas pesi-
mistas del s. XIX, ibid., 1907. Discurso de recepción en la Academia
Nac. de la Historia, 1908. Cuentos escogidos, ibid., 1913. Poesías, dos
vols., ibid., 1915. En Esp. Mod.: Epitalamio (Nov. 1901).
376 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (1850-1869)
Obras de Liona: La Escuadra española en las costas del Perú, poe-
sías, París, 1865. Cantos americanos, ibid., 1S66. Los Caballeros del
Apocalipsis^ 1869. Nuevas poesías y escritos en prosa, Ginebra, 1870,
Noche de dolor en las montañas, 1872. Cien sonetos. Club literario,
poema, Lima. 1876. Odisea del almc, poema lírico (escrito en 1864),
ibid., 1876, 1S77, 1881. Clamores de Occidente, cien sonetos nuevos,
ibid., 1880. Interrogaciones, poemas filosóficos, ibid., 1880. Obras poé-
ticas, tres vols., Lima, 1880-81-82. Cantos patrióticos y religiosos. Poe-
mas amatorios y diversos. Al Centenario del nacimiento de Bolívar,
1883. Bosquejos de literatos colombianos, 1886. La Estela de una vida,
poemas, París, 1893, con biografía y crítica. El Amor supremo. Eji
Esp. Mod.: A España, soneto (1900, Nov.).
C. O, Bunge, Introd. á la Hist. Colon., 1915: "Las Crónicas poto-
sinas constituyen, á mi juicio, la obra de mayor mérito literario del
doctor Quesada. Compónenla varias leyendas y narraciones histórico-
novelescas, que se pueden considerar un dechado en su género. Huall-
pa. Mensajero fatídico y Justicia de Dios, por ejemplo, son verdade-
ras joyas de nuestra literatura, y, por cierto, no tan conocidas como
detíieran serlo. En forma galana y con estilo lleno de casticidad y
elegancia, el doctor Quesada hace revivir episodios de la vida en las
colonias españolas. Sabe diseñar en breves rasgos las siluetas de sus
personajes, sus preocuipaciones, sus creencias, sus sentimientos. Y no
es el menor mérito de esas crónicas el de la verdad histórica. La fan-
tasía del autor, lejos de desfigurarla, la hace resaltar en forma níti-
da y concluyente." V. G. Quesada : Escenas de la vida colonial en el
siglo XVI, B. Aires, 1865. La Patagonia y las tierras australes..., ibid.,
1875. Recuerdos de España (1874?). Las Bibliotecas europeas y algu-
nas de la América kitina..., ibid., 1877. El Virreinato del Río de la
Plata (1776-1810), ibid., 1881. Apuntamientos histórico-críticos para
servir de base á la cuestión de límites entre la Rep. Arg. y Chile,
1881. Memorias de un viejo (con seud. de Víctor Calvez), 4.* ed.,
1889. Congreso de orientalistas, Roma, 1889. Crónicas Potosinas, dos
vols., París, 1890. Costumbres de la Edad Medioeval Hispano-Ameri-
(anas, dos vols., ibid., 1890. La Sociedad hispano-amcricana bajo la
dominación española, B. Aires, 1893. Los Estados Unidos y la Amé-
rira del Sur (con seud. de Domingo de Pantoja), 1893. Capitulaciones
para el descubrimiento v conquista del Río de la Plata y Chile... Mi-
sión ante la Santa Sede (1901), 1901. Los Indios en las provincias del
Río de la Plata, 1903. Misión de Méjico (1891), 1904. Misión de los
Estados Unidos (1885-92), dos vols., 1904. Recuerdos de mi vida di-
plomática, Roma, i8r^p, 1904. Misión ante el Gobierno del Brasil, dos
vols., 1908. La Vida intelectual en la América española durante los
siglos XVI, XVII y xviii, B. Air-^s, 1910. Derecho de patronato, 1910.
Historia colonial argentina, 1915. Mis memorias políticas (ms.). Me-
morias de la Biblioteca (los años que la dirigió).
S. XIX, 1865. JOSÉ MANUEL ESTRADA Syy
128. Año 1865. Ricardo Sepúlveda y Planter (n. 1846), de Za-
ragoza, abogado, redactor ó colaborador de El Cascabel, La Cosa
Pública, Los Niños, El Día, La Época, El Bazar, Museo Universal,
La Niñez, La Gran Vía, Blanco y Negro, El Gato Negro, La Ilustr.
Esp., Para Todos, Gente Vieja; dióse á conocer como poeta festivo
en El Cascabel y estrenó Cupido contra Esculapio, zarz. (con R. Moly
de Baños), 1865. Al público del Escorial, monól., 1876. El Pleito del
matrimonio (con T. Guerrero). Notas graves y agudas, versos, 1867.
Lluvia menuda de coplas serias y festivas, 1870. De doce á una, no-
velas, tipos, costumbres, 1871. Las Botas, cuadros festivos de cos-
tumbres, 1877, 1888. Las Cuentas de mi rosario. En el sitio. La
Mujer de edad. Los Efectos civiles del matrimonio. Después se
dio á la historia y erudición y publicó La Casa de las siete chime-
neas, 1882. El Monasterio de S. Jerónimo el Real en Madrid, estudio
hist. -literario, 1883. Madrid viejo, 1887, 1888. El Corral de la Pacheco,
1888. Sol y sombra, prosa y verso, 1895. Antiguallas, crónicas, des-
cripciones y costumbres españolas en los siglos pasados, 1897. Su me-
jor libro, con sus últimos versos, ¡Dolores!, Lérida, 1881, no ha sido
destinado á la publicidad. Pocos prosadores han manejado con más
donaire y naturalidad el gracejo y la ingeniosa chispa, haciendo ame-
nas las cosas viejas del Madrid histórico.
José Manuel Estrada nació en la Argentina en 1842, fué director
del Colegio Nacional y orador iribunicio, periodista militante, polí-
tico honrado, orador fogoso, jefe del partido católico, historiador, es-
tilista esmerado y de buen castellano, de estilo oratorio, enérgico,
lleno de frases de efecto, de imágenes y sentencias. Sus obras llegan
á doce tomos. Murió en la Asunción del Paraguay. Ensayo histórico
sobre la revolución de Antequera. Lecciones de Historia Argentina,
con el siguiente criterio sobre España: "Ella tiene su política: la ex-
pulsión de los judíos y los moros, la colonización de América. Tiene
su héroe: Carlos V. Tiene su sombría encarnación: Felipe II. Y su
m.onumento, por fin: El Escorial Sus resultados están visibles: se
llaman atraso, se llaman tiranía, se llaman Narváez..." "Se llaman,
nosotros los americanos^\ debiera haber añadido, para 3er puntual.
"Ciegos los ojos por la ignorancia, abrumada por el derecho divino,
viste los despojos del caballero antiguo bajo la cogulla del Inquisidor."
Todo esto será oratoria tribunicia, pero fundada en una completa
ignorancia del pueblo á quien pretende pintar y en un criterio harto
parcial y patriotero. Ensayo histórico sobre la revolución de los comu-
neros del Paraguay en el s. xviii, Buenos Aires, 1865. La Política
liberal bajo la tiranía de Rosas, ibid., 1873. El Génesis de nuestra raza,
el catolicismo y la democracia, los comuneros del Paraguay, ibid.,
1899. Fragmentos históricos, ibid., 1901. Alvaro Melián Lafinur, Intro-
ducción á Estud. liter., de Avellaneda, 191 5: "La afluencia elocuente,
la imaginación y la fogosidad, que son cualidades de Estrada, se en-
cuentran contrapesadas por su falta de orden, medida y transparencia."
37S PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
Luis Ricardo Fors, catalán, fecundo y curioso escritor, director
de la Academia Española del Uruguay, publicó El Entreacto, sema-
nario teatral, Madrid, 1865. El Progreso, diario, Montevideo, 186S.
El Progreso, seman., B. Aires, 1869-70. El Correo Ibérico, rev., Río de
Janeiro, 1871. Miscelánea americana, Madrid, 1871. Irma Mor el, nov.,
ibid., 1871. La Hoja de marfil, nov., Lisboa, 1871. Episodios de zñaje,
París, 1871. Artes y Letras, ibid., 1872. Cartas políticas, ibid., 1872.
Floresta de edttc. y recreo, rev. liter., Lisboa, 1874. Rev. Occidental,
ibid., 1874. Gaceta Oficial Americana, semanar., Londres, 1874-75
(con N. Díaz Benjumea). Archivo latino-americano, ibid., 1875. De
Madrid á París, París, 1875. Galería de andaluces ilustres, Sevilla,
1877. El Arte, seman.. Habana, 1880. Amor y pasteles, Sevilla, 1878.
Indicaciones para una galería de andaluces ilustres, Habana, 1879.
Por las piernas, ibid., 1880. Los Hombres españoles, americanos y
lusitanos pintados por sí mismos (con Benjumea), Barcelona, 1881.
Diccionario enciclopédico de la Masonería, ibid., 1883. Lo que está de
Dios, prov. en un acto, ibid., 1886. Arnús, jug., 1886. Tierras y
tipos, Montevideo, 1890; La Plata, 1905. Los Secretos de la espada,
B. Aires, 1894. Levantamiento... de la provincia de B. Aires, ibid.,
1895. Exégesis de la mayor revolución humana, ibid., 1897. Baladas
americanas. La Plata, 1897. Idilio, escenas cubanas, ibid., 1897. Fan-
tasmas y aparecidos, ibid., 1898. Espíritu del Quijote, ibid., 1901 ;
B. Aires, 1916. Las Bibliotecas de Montevideo, La Plata, 1903. Vida
de Cervantes, ibid., 1904; B. Aires, 1916. Discurso en el tercer centén,
del Quijote, ibid., 1905. Criptografía quijotesca. La Plata, 1905. Filo-
scfía del Quijote, ibid., 1906. Supercherías liter. sobre el escudo de
D. Quijote (en la 2.* ed. de El Espíritu del Quijote).
Melchor Pacheco y Obes (1809-1851), de Buenos Aires, tribuno
ardoroso, valiente coronel, poeta melancólico y sentimental, discípulo
de Echeverría, i)ero más mesurado, de quien se publicaron en La Re-
vista Literaria (1865) El Cementerio de Alégrete, en tono melancólico
y grave; A tina Cruz en medio del Campo y otras poesías. Raúl Monte-
ro y Bustamante, El Parnaso Oriental, 1905: "Fué una personalidad
hecha de violentos contrastes, un alma dual ya iluminada por un relám-
pago de genio, ya presa de pasiones bravias, ya arrastrada por uno de
esos arranques que hacían de nuestros abuelos verdaderos héroes, ya
inquieta y llena de duda, vacilante ante el porvenir... Nacido en plena
revolución, su alma se modeló en las ideas y los sentimientos que agi-
taron á los hombres del año 10. La literatura romántica concluyó de
formar su espíritu y le lanzó en plena crisis á la vida pública, adonde
llevó sus sueños girondinos. Fué uno de los tantos enfermos de liris-
mo. A la manera de Juan Carlos Gómez, que hizo de su vida un poe-
ma, él hizo de la suya una epopeya. Poseía la frase fulgurante y grá-
fica de los convencionales del 89 y sabía dominar las muchedumbres
con la actitud dantoniana y la palabra tonante y llena de fuego de
Robespierre... Ll poeta fué lo accidental en él. Sus versos expresan
S. XIX, 1865. P. JULIO ALARCÓN Y MELÉNDEZ Syg
SUS íntimos pesares ó las ideas melancólicas de un espíritu cansada
de la lucha."
Felipe Picatoste y Rodríguez (1842-1892), madrileño, archivero,
matemático, astrónomo, geógrafo, historiador, poliglota, bibliófilo y
crítico de altos vuelos, pasó la juventud enseñando, luchó después por
•la democracia, y al triunfar la revolución de 1868, fué director de la
Gaceta, administrador de la Imprenta Nacional. Escribió en El Ma-
drileño (1860), Rev. del Movimiento Intelectual en Europa (1865-67),
Las Novedades (1869-70) y Fígaro. Firmó las más veces Felipe. Sus
libros son todos de macizo pensador y de elevado crítico : Andar y
ver. Excursión á las provincias del Norte y Mediodía de Francia,
Madrid, 1865. Las Frases célebres, 1878, 1880. Centenario de Calde-
rón, 1881. La Estética en la naturaleza, en la ciencia y en el arte^
1882. D. Juan Tenorio, 1883. Estudios sobre la grandeza y la deca-
dencia de España, tres vols., 1883, 1887. La Casa de Cervantes en Va-
lladolid, 1888. Apuntes para una biblioteca científica española del si-
glo XVI, 1891. Últimos escritos..., 1892. Compendio de Historia de
España, 1907 (7." ed.).
Julián Castellanos y Velasco (t 1891), demócrata, publicó Flo-
res y espinas, poesías (con Gabriel Bueno), Toledo, 1865. Los Cacos,
su historia, cuadros del natural (1878). Los Discípulos de Caco, dos
vols. (1881). Odio de rasa ó la Sultana loca (18S2). El Hijo de la no-
che ó la herencia del crimen (1883). La Venganza de un proscripto
(1883). La Hija del crimen, nov,, dos vols. (1883-84). La Hija del ver-
dugo (1884). El Favorito de la reina (1884). Castigo del cielo, nov.,
dos vols. (1884). La Virgen María (1885). Advocaciones de la Virgen
(1886). La Bruja, anales secretos de la Inquisición (1886). Los Ratas
(1887). La Luz del cristianismo (1889). La Hija del cura (1889). El
Destripador de mujeres (1889). Ensueños de rosa y oro (1889). Se-
cretos de la honra, dos vols. Roberto el pirata, dos vols. Para el tea-
tro: Feliz viaje, D. Juan (1869); Luisa (1872), Casimiro (1873), Et
Fantasma del aldea (1878), El Estudiante de Maravillas {ú
12 9. Año 1865. Buenaventura Abárzuza (1841-1910), habanero,
ministro de Ultramar (1894), firmador del Tratado de París (1898),
publicó Una historia de amor, dr., 1865. — José M.* Aguilar y Sán-
chez publicó Ayer y hoy de Valladolid ó sea historia gral. de Castilla
la Vieja y particular de Valladolid, ibid., 1865. — A. Aguilera y Ve-
lasco publicó Códices antiguos, Madrid, 1865, cuatro vols. — El padre
Julio Alarcón y Meléndez (n. 1843), por seud. Saj, jesuíta cordo-
bés, director muchos años del Mensajero del Corazón de Jesús, en
Bilbao, publicó Sentimientos, Madrid, 1865. Lealtad á prueba, ensayo
dram., Bilbao, 1886. El Azar, dr., ibid., 1887. De broma y de veras.
Genialidades, Bilbao, 1892. No hay posada, pieza andaluza, 1892. La
Europa salvaje, 1894. Intenciones, tres vols., 1894. A los jóvenes, dos
feminismos y la aristocracia del cielo, diálogos en verso, 1901. De
38o PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
broma y de veras, relatos infantiles, 1901. Fragmentos más ó menos
intencionados, 1902. Un feminismo aceptable, Madrid, 1908, Un gran
artista, ibid., 1910. Recuerdo de recuerdos, Bilbao, 1912. La B. Mag-
dalena Sofía Bar ai, Barcelona, 19 12. Guía particular del viajero á
través de todos los países conocidos y desconocidos, Bilbao. Una ce-
lebridad desconocida (Concepción Arenal), Madrid, 1914. — El Álbum
de las familias, seman. liter., Madrid, 1865-67. — Álbum del buen hu-
mor ó colección de cuentos, anécdotas, consejan, chcscarrillos, dicha-
rachos..., Madrid, 1865. — Fernando Alfonso Fulgosio (183 i- 1873),
archivero y periodista gallego, publicó Crónica de las provincias de
la Coruña, Pontevedra y Orense, tres vols., 1865-66-67. Alfonso, re-
cuerdos de Galicia, Madrid, 1866. La Ultima señora de Insúa, novelas
y leyendas, recuerdos de Galicia, 1867. La Perla de Lima, 1869. Cró-
nica de las Islas Filipinas, 1871 (con muchos errores). Ultimas rela-
ciones de España con las Rep. de Chile (en Rev. Esp., 1871-72, to-
mos XXIII-XXV). El Cura de Fruime (ibid., 1872, ts. XXVII-
XXVIII). Apuntes para la historia de Galicia (ibid., 1870-71, to-
mos XV-X\^III). Una mata de helécho en la provincia de Má-
laga (ibid., 1869, t. X). El Día de Santiago, nóv. (ibid., 1870, to-
mos XII-XIII). Apuntes para el libro de Zamora (ibid., 1873-74, to-
mos XXXII-XXXVI). Consúltese Rev. Archiv., 1873 (Oct.).— Nico-
MEDES Antelo publicó El Poeta y el fraile, Buenos Aires, 1865. Im-
presiones de viaje, Barcelona, 1911-12. — 'Ventura del Arco recogió
Documentos y relaciones para la Historia de Filipinas (Madrid, 1859-
1865, ms. Vindel). — ^JosÉ de Armas y Céspedes (1834-1900), de Puerto
Príncipe, director de la Aurora del Yumurí (1868), publicó Un desa-
fío, nov., Habana, 1865. — José Miguel de Arrieta Mascárua (1798-
1869), de Güeñes (Vizcaya), diputado á Cortes, publicó Vida del Ven.
mártir el limo. Sr. D. Valentín de Berrio-Ochoa, obispo de Centuria
y Vicario Ap. del Tonquín, Bilbao, 1865. — Valentín Arróniz y Tho-
íias (n. 1845-), de Cartagena, sobrino de Teresa Arróniz, intendente
de Administración de la Armada y poeta festivo v dramático que no
ha coleccionado sus trabajos. — .Serapio Baqueiro publicó Ensayo his-
tórico sobre las revoluciones del Yucatán (1840-1864), Mérida, 1865.
— Federico Bardan estrenó Las Cartas de Rosalía, zarz. (1865). —
Juan Bellido y Montesinos publicó Historia Militar de España, Ma-
drid, 1865. El General Prim, ibid., 1869. La Guerra, ibid., 1869. — Hi-
lario Blanco y Jiménez publicó Fábulas morales, políticas y litera-
rias en variedad de metros, Madrid, 1865, 1883. — Francisco Blanch
É Illa publicó Crónica de la provincia de Gerona, 1865. — Salvador
Carrera y Bou (1845-1911), actor y autor dramático barcelonés, pu-
blicó En el fondo del mar y La Vengadora de su honra, novelas. Ana-
tomía de la mujer y Las Mujeres y sus nombres, poesías, 1876. Hija
por hija. El Ultimo de su raza. Un hidalgo á la intemperie. La Mejor
corona. Flis-flas. La Guerra civil. ¡Casi siempre! Industria, Comer-
cio y Artes. Sueños dorados. Los Angeles de la tierra. La Ley natural.
S. XIX, 1865. EDUARDA FEIJÓO DE MENDOZA 38 1
La Perla negra, comedias. Dirigió La Exposición (iScSó-Sg), de Bar-
celona, y Álbum Salón (1902). — ■Antonio Luis Carrión (1839-1893),
malagueño, director en su tierra de El Papel verde, El Amigo del
Pueblo, Rev. de Andalucía, y en Madrid de La Justicia, colaborador
de El Teatro (1864), creó la Biblioteca Andaluza, fué gran periodista,
amigo de Salmerón y estrenó Un pollo de sesenta años, com., 1865.
Publicó Cantos populares, 1870. Recuerdos y aspiraciones, 1878. Ecos
del Tajo, 1878. Lágrimas y desencantos. Estudios literarios. Ciencias-
y literatura. Miscelánea. — Emilio de la Cerda Gariot, dibujante ma-
lagueño, director de El Avisador Malagueño (1890), publicó Un drama
al pie del Vesubio, dr., 1865. Guía de Málaga, 1866. Ensayos poéticos,
Málaga, 1868. Un recuerdo á Torrijas, loa. Notas de mi lira. Málaga,
1876. La Hora de lu paz, loa, 1S76. El Ultimo día de Numancia, dr.
lírico. Tipos de mi tierra, 1885. Esposo, amante y marido, nov., 1888.
El Secreto de Ernestina, nov., 1888. Tipos andaluces, Madrid, 1890. —
Enrique Cillis de López publicó La Moda, primeros ensayos poéti-
cos, Toledo, 1865. — Códigos y leyes de España, Madrid, 1865, cuatro
tomos. — Colección de composiciones premiadas, Córdoba, 1865. — José
Domingo Costa y Borras, arzobispo de Tarragona: Obras, Barcelo-
na, 1865, dos vols. — Crónica general de España..., por conocidos es-
critores..., Madrid, 1SÓ5-71, 13 vols., director, Cayetano Rosell. — Ca-
simiro Delmonte (1838-1887), de Cimarrones (Cuba), estrenó Rosas
y diamantes, com.. Matanzas, 1865. Poesías, 1867. El Árbol de los
Gusmanes, dr., 1883. En la ciénaga, nov., 1909-10. — Antonio Díaz
Quintana publicó Álbum cristiano, calece, de poesías y leyendas reli-
giosas de nuestros primeras escritores, Madrid, 1865. — ^Enrique Do-*
MÉNECH publicó Carlos y Elvira, nov., Madrid, 1865. — Miguel Lu-
ciano Domínguez, granadino, publicó Mis veladas, poesías festivas.
1865. — Ambrosio Echemendía (t 1898), esclavo pardo de Trinidad
(Cuba), libertado en 1865 por suscripción popular, por seud. Mácsimo
Hero de Neiba, publicó Murmurios del Táyaba, poesías, Trinidad,
1865. — Federico Henríquez y Carvajal (n. 1848), de Santo Domin-
go, fautor y ai'udador de los insurrectos cubanos (1868-95), maestro,
orador, periodista y magistrado, por seud. Porfirio, publicó Mis de-
seas, poesía, á los diez y siete de su edad. El Hambre epopeya ó De
flor en flor, comedia en prosa y verso, escrita en 1870, sin publicar.
En su juventud hizo también dramas, entre ellos. La Hija del hebreo.
Juvenilia (1915?). — ^Domingo Erosa y Fontán publicó El Maestro de
escuela, nov., Santiago, 1865. — La Escena, rev. de música y teatros,
Madrid, 1865-67. — Joaquín Espar, presbítero, publicó Curso teórica-
práctica de predicación, Barcelona, 1865. — Miguel Febrer, francisca-
no exclaustrado, publicó Alivio de directores de almas, Barcelona,
1865. — Eduarda Feijóo de Mendoza publicó Redención por amor,
nov., 1865. Doña Blanca de Lanuza, novela histórica, 1866, 1869, dos
vols. El Puente mayar de Valladolid, leyenda tradicional, Valladolid,
1872. La Conquista de Madrid, Madrid, 1873, dos vols. — Rafael M.
382 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
Fernández Neda, uno de los fundadores de El Consultor del Censo y
del Registro civil, publicó Auroras, poesías, Madrid, 1865. — Fray Joa-
quín FoNSECA, dominico, buen escritor, poeta, orador, filósofo, que
brilló en Manila y fué retirado á Avila por haber tanto descollado.
Publicó Panegírico de S. Tornas, Manila, 1865. Obsequio á los ven-
cedores del Callao, poesías, 1866. Discurso, 1868. Oración fúnebre,
1868. Historia de los PP. Dominicos en las JsUis Filipinas y en sus
Misiones del Japón, China, Tung-Kin y Fomwsa... hasta 1840, obra
orig. é inéd. del M. R. P. Fr. Juan Ferrando..., corregida, variada y
refundida, Madrid, 1870, seis vols. (de las más eruditas y en hermoso
castellano). Sermones, 1871, 1872, 5'. Tornas de Aquino en presencia
de S. Alb, Magno, diálogo, Manila, 1874. Los Mártires dominicos del
Extremo Oriente, poema, Milán, 1877 (cast, é ital.) ; Madrid, 1878.
La Catedral de Manila, Manila, 1880. — Juan M. García de la Linde
(t 18S7), médico militar, catedrático del Instituto, estrenó Hipocre-
sía, com,. Puerto Príncipe, 1865. La Sonrisa de un ángel, com;, 1865-
66. — Manuel García Retamera publicó Diario evangélico en que se
hallan incluidos todos los evangelios... á las festizñdades del año, tra-
ducidos en verso, Madrid, 1865, dos vols. — Mariano García Jiménez
estrenó Ardides de amor, zarz. (1865). — M. Gómez Mañez publicó
Cantares lingüísticos, Segorbe, 1865. — Manuel Gómez Sánchez, pe-
ruano, coleccionó Mixtura para el Bello Sexo, repertorio de canciones
y yaravíes cantables, antiguos y modernos. Arequipa, 1865. — José Joa-
quín Govantes (t 1881), habanero, estrenó Unu vieja como hay mu-
chas, com.. Habana, 1865. Horas de amargura, poesías, ibid., 1865.
Poesías, ibid., 1867. — José Guijarro y Rico estrenó Tomasa la Trini-
taria, 1865. — Aloís Heiss publicó Descripción general de las monedas
hispanocristianas desde la invasión de los árabes, tres vols., Madrid,
1865. — 'Manuel Henao y Muñoz (1828-1891), de Llerena, abogado, fis-
cal del Supremo, fundador de El Eco de Castilla (Valladolid, 185 1),
El Progreso Comercial (1861), La Independencia Española (1869),
Los Dos Mundos; estrenó Armonías conyugales, jug., 1865. Publicó
Los Barbones ante la Revolución, Madrid, 1868, tres vols. El Libro
del pueblo, 1872 (3." ed.), 1883. El Ángel caído ó la mujer, poema,
1877. Estudios críticos, 1879. El Drama de la vida, poema, 1879. —
Juan Hernández y Rodríguez publicó Mañanas de neblina, poesías,
Habana, 1865. — Historia de las Ordenes de Caballería y de las conde-
coraciones españolas. Redactada por varios escritores, Madrid, 1865,
dos vols. — Homilías para todos los domingos del año, por la Redac-
ción de la "Guía del Clero", Madrid, 1865. — Luis G. Inclán, mexica-
no, publicó Astucia, el jefe de los hermanos de la Hoja, ó los charros
contrabandistas de la Rama, dos vols., México, 1865-66, novela de
costumbres mejicanas, henchida de vida y color. — Julio L. Jaimes
(nació 1845?), poeta boliviano, por seudónimo Brocha Gorda, pu-
blicó La Villa imperial de Potosí. Morir por la Patria, drama. Un
hombre en apuros, comedia. Crítica literaria... Epílogo de la guerra
S. XIX, 1865. JUAN PIZARRO 383
del Pacífico. Galería de Hombres públicos de Bolivia. — Gregorio
Lasaga Larreta publicó Compilación histórica, biográfica y marítima
de la provincia de Santander, Cádiz, 1865. — José M." León y Domín-
guez (n. 1838), gaditano, canónigo (1880), catedrático del Seminario
-de Cádiz, director desde 1885 del Bolet. Ecles., colaborador de la Rev.
Ecles. (1898), estrenó El Ángel del Piiig-ICerdá, dr., 1865. Los Márti-
res patronos de Cádiz, dr., 1865. El Seise mártir de Zaragoza, auto,
Córdoba, 1874. La Reconquista de Cádiz, dr., 1874. Leyendas históri-
cas y morales, Cádiz, 1866, dos vols. Páginas del hogar. Álbum des-
criptivo de un viaje por Italia... Galería dramática infantil (más de
cien piezas), 1881-82. El Sueño de la novicia, 1882. Recuerdos gadi-
tanos, Cádiz, 1897. El Siervo del Centurión, 1905. Mártir hijo de la
mártir, 1905. La Casa de locos, 1906. Berenice, dr., 1906. Cristo resu-
citado, 1906. — iLoR£NZO LÓPEZ Y MuÑiz, español, publicó Flores del
alma, poesías, Habana, 1865, tributo al poeta J. J. Milanés. — Ramón
LÓPEZ Borreguero, español cuyo padre nació en Guayana, publicó
Elena de Montesanto ó episodios del sitio de Pavía, novela histórica,
Madrid, 1865. Los Indios caribes, memorias interesantes de Venezue-
la, ibid., 1875, dos vols. ; Barcelona, 1886. — ^Carlos María de la Cer-
da publicó El Gorro de mi abuelo, cuentos fantásticos en prosa y ver-
so, Madrid, 1865. — Manuel María de la Cueva estrenó La Conquista
de mi mujer, com. (1865). — José de Jesús Márquez (1837-1902), ha-
banero, publicó Jorge, nov.. Habana, 1865. Aurora, nov., 1873. La
Hija de Jin bandido, 1873. La Imprenta y el periodismo, 19 artíc,
1878. Aventuras de un sordo, nov., 1888. Los Hermanos del silencio,
nov., 1896. — Joaquín Martínez Pinillos estrenó Una pasión al vapor,
jug. (1865). — LuGARDA Mirabal, poctisa de Güines (Cuba), publicó
Poesías, Habana, 1865. — Vicente Emilio Molestina publicó Lira ecua-
toriana, colección de poesías nacionales, Guayaquil, 1865, de medianos
poetas. Literatura ecuatoriana, colección de antigüedades literarias, fá-
bulas, epigramas, sátiras..., Lima, 1868. — Justo Morales estrenó Un re-
trato, dr., Habana, 1865. — Ricardo Morales de Castro estrenó Panchi-
to, jug. (1865). Misterios de la calle de Toledo, dr. (1866). — 'Sinforoso
Nodal estrenó Música, pintura y guerra, jug., Peñaranda, 1865. — Ma-
nuel Nogueras estrenó Un alcalde constitucional, jug. (1865). — Patro-
cinio en la Corte de la Luna, novela que muy bien pudiera llannarse his-
tórica, escrita por Claridades y su compadre Mateo, Barcelona, 1865. —
Josefina Pelliza de Sagasta, nació (1848) en la provincia de En-
tre-Ríos, de la Argentina, y comipuso á los diez y siete de su edad sus
mejores poesías. — El padre Manuel Pérez de la Madre de Dios, es-
colapio, publicó Corona Calasancia ó noticias biográficas de los varo-
nes ilustres de las Escuelas Pías..., Madrid, 1865, cuatro vols. — Nar-
ciSA Pérez Reo yo y Soto de Boado (1849- i 892), de Santiago de Com-
postela, publicó Cantos de la infancia, Lugo, 1865. Devocionario in-
fantil, en verso, ibid., 1867. Horas perdidas, poesías, ibid., 1873.— Juan
PiZARRO, cubano, publicó Valromey, nov., París, 1865 (en francés).
384 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
Italia, 1865. — Poesías dedicadas á S. M. la Reina doña Isabel II al
ceder á la Nación la mayor parte de su Real patrimonio, Madrid,
1865; de 70 autores.-^JoAQUÍN Posada Gutiérrez (1797-1881), de Car-
tagena de Indias (Colombia), general en la guerra de la Independen-
cia que acompañó á Bolívar, fué orador y político notable y publicó
el mejor libro de historia de Colombia, con título de Memorias histó-
rico-políticas del General J. P. G., t. I, Bogotá, 1865; t. II, ibid., 1881.
Véase M. Ant. Caro, Artículos y Discursos. — El Progreso, rev. de
cieñe, letr. y artes, dirigido por Escosura, Segovia y Valera, Madrid,
1865. — ^JuAN Rizzo Y Ramírez publicó Juicio crítico de D. Alvaro de
Luna, Madrid, 1865.— /Francisco Rodríguez García, abogado en Ma-
drid, publicó Crónica del señorío de Vizcaya, Madrid, 1865. — Doña
Natividad de Rojas y Ortiz de Zarate estrenó Una apuesta en la
velada de S. Juan, zarz. (1865). — Ubaldo ó Waldo Romero de Qui-
ñones (1843-1915), de Ponferrada, por seud. El Bachiller Canta-Claro
y Sexto Pompeyo, coronel de Caballería, director de La Linterna del
Pueblo (1868), publicó Curso completo de gramática parda, Madrid,
1865 (tres edic). La Chusma, tipos de... novela, dos vols., 1874. Sensi-
tiva, nov, 1875. Los Huérfanos, nov., 1880, 1890 (10.° ed.). El Pactum,
entr. trágico-bufo, 1881. Juan de Avendaño, nov., 1883. Violeta, 1883.
El General Motín, nov., 1886. Abnegación, nov., 1887. Tontón, 1888.
El Lobtimano, 1894 (2.* ed.). La Cariátida, nov., 1807. Biografía de
D. Basilio Paraíso, Guadalajara, 1899. La Neurosis anárquica, ibid.,
1900. La Bestia, Madrid, 1902. Evangclina, 1904. Golfines, 1905. Con-
cepto real del arte en la literatura, 1905. La Trinidad, 1906. La Ver-
dad, 1907. Los Señores Diputados, 400 semblanzas en z>erso, pról. de
Galdós, 1907. Amaupsiquis, 1908. Psicología, Guadalajara, 1909. Psi-
cología del poema '^El Ingenioso Hidalgo"", Madrid, 1912. Reden-
ción humana, 1913. La Viuda, nov., 1914. — Federico Rosado y Brin-
can (t 1894), español, publicó Sentimientos y esperanzas, poes. y ley.,
Puerto Príncipe, 1865. Poesías, Habana, 1897. — Víctor Roselló pu-
blicó Del Perú á Europa, relación de un viaje, Barcelona, 1865. Cris-
tóbal Colón, poema, Barcelona, 1874. — Victorina Sáenz de Tejada,
en el claustro María de los Angeles (1841-1910), granadina, poetizó
desde niña, y en 1866 era ya muy conocida por su leyenda Nuestra
Señora de Covadonga, premiada en la Academia Mariana de Lérida.
Imprimióse un tomo de sus Poesías, Granada, 1865, y después compu-
so el canto Glorias de Antequera (1H67) y Una lágrima sobre Espa-
ña, durante la Revolución del 68. En 1869 pasó á Sevilla, donde ganó
un premio con la leyenda D. Miguel de Manara (i'^73), entró religio-
sa agustina en el convento del Espíritu Santo (1876) y su última com-
IX)sición religiosa fué el delicado poema sobre la Virgen Azucena en-
tre Espinas. Consúltese J. Cáscales, Sevilla intelectual, 1896. — Saine-
tes: El Paje de la llave, Herir por los mismos filos, Los Genios
encontrados, La Fiesta del lugar en Navidad, La Vanidad en la locura,
1865. — Nicolás Sánchez Pérez (t 1864), cubano: Poesías, Habana,
S. XIX, 1866. MIGUEL RAMOS CARRIÓN 385
18Ó5. — ])usiO DE LOS Santos Parra estrenó La Hija del obrero, dr.
(1865). — Natalicio Talayera, nacido en Villarrica (1837) del Para-
guay, escribió en el Semanario artículos y versos, y en la guerra de
1865 militó en los ejércitos de López, coomponiendo á la vez cantos
guerreros, que se hacían populares y se han perdido. "Toscos eran sus
versos^ dice Olegario Andrade, pero ardientes, animados por el en-
tusiasmo de la patria, encendidos por la chispa de la fe en la victo-
ria." Un himno de este primer poeta paraguayo puede leerse en la
Antología de su país, de José Rodríguez Alcalá. — R.\fael Tejada y
Alonso estrenó Juan Tumbón, revista joco-seria del año iS6¿, en el
teatro de Novedades, con Manuel Ossorio y Bernard (1865, Dic). —
El Trovador católico, cantos religiosos..., por A. G. T., Madrid, 1865.
— Juan Francisco Valerio (t 1878), habanero, satírico y costum-
brista, aunque incorrecto y sin gusto, publicó Cuadros sociales, Ha-
bana, 1865, 1876, 1883. Perro huevero aunque le quemen el hocico
(1S68). — José de Velilla y Rodríguez (1847-1904), sevillano y her-
mano de la poetisa Mercedes, bastante buen poeta clásico, aunque
flojo dramático, compuso á los diez y siete de su edad el drama Don
Jaime el Desdichado, estrenado en 1865; después. Mira de Amescua ó
el valle de lagrimáis (1867), Witiza (1870), La Expulsión de los moris-
cos (1871), El Ultimo día (1874), Torrigiano (1874), La Luz del rayo
(1875), Reinar para no reinar (1877), A espaldas de la ley (1889), La
Duda (1892), Los Enemigos del orden (1892), Daniel (1894), ¡Venci-
do! (1894), Eva (1899). Publicó Meditaciones y recuerdos, poesías,
Sevilla, 1875. El Teatro en España (disc.)., ibid., 1876. Concepción
Estevarena, ibid., 1877. Los Juegos florales (1888). Doña Antonia
Días de Lamarque, Sevilla, 1893. Poesías líricas, ibid., 1912. His-
toria y origen de los instrumentos musicales. La Necrópolis de
Carmona. Consúltese Manuel Chaves, D. José de Velilla, su vida y sus
obras, Sevilla, 1910. — Enrique de Villarroya y Llorens (1843-1899),
poeta valenciano, diplomático, redactor de periódicos valencianos y
director en Madrid de La Patria (1869), publicó Eulalia, novela, Ma-
drid, 1865; Valencia, 1867.
130. Año 1866. Miguel Ramos Carrión (1845-1915),
hijo de ilustre abogado, que á poco hubo de venir á Madrid por
azares de la fortuna, nació en Zamora y desde niño mostró de-
cidida vocación á las letras; sin seguir el consejo de los suyos,
que le destinaban á una carrera, estudió por sí solo en la Biblio-
teca Nacional, amparado por Hartzenbusch, su director. Ape-
nas contaba catorce años, cuando publicó en El Amigo del Piie'
hlo sus primeras poesías y cuentos ; luego, en El Museo Univer-
sal, en El Fisgón, y fundó Las Disciplinas, sátira social muy
apreciada entre los literatos de entonces. Escribió después mu-
TOMO VIH.— a5
38Ó PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
chas poesías festivas para El Moro Muza, de la Habana, con
seudónimo de Boabdil el Chico; fué redactor único, debajo de
la dirección de Villergas, con seud. de Daniel^ del periódico
Jeremías (segunda época, 1869-70), de La Libertad y La Pu-
blicidad, y escribió novelas cortas en El Garbanzo; después, tra-
bajos literarios en Madrid Cómico, Blanco y Negro, Ilustr.
Esp., El Liberal {cuentos propios) y en los Lunes de "El Im-
parciaV . Su nombre se leyó en periódicos durante cincuenta y
ocho años; no cobró ningiin sueldo del Estado y algunas de sus
obras se han traducido al portugués, francés, italiano, inglés,
alemán y sueco. Estrenóse en el teatro con la zarzuela Un sarao
y una soiréc (1866), escrita con Eduardo Lustonó, música de
Arrieta, inspirada en el Ayer, Hoy y Mañana, de Antonio Flo-
res. Hízola la compañía de los Bufos Madrileños, en Varieda-
des, Su última obra se hizo en Lara: Mi cara mitad (1908).
A sesenta y nueve llegan sus piezas, á veces con la colaboración
de Carlos Coello, José Campo-Arana, Ensebio Blasco y con su
hijo Antonio Ramos Martín, sobre todo con Vital Aza, con
quien puede decirse que se completaba como autor acabado.
Tuvo Ramos Carrión gran autoridad teatral ; fué verdadero
rey y dictador de los teatros durante muchos años, muy solici-
tado de empresarios, que estaban siempre á su mandar, no me-
nos que cómicos y autores. Sobresalió en zarzuelas, comedias y
piezas, puede decirse que en todo : particularmente en el plan fir-
me y bien trazado. Exclusivamente suyas, y sobresalientes, son
las zarzuelas Los Sobrinos del Capitán Grant, El Chaleco blan-
co. Agua, azucarillos y aguardiente, y las comedias El Noveno
mandamiento, La Careta verde, La Mamá política. Con Vital
Aza, El Rey que rabió, Los Lobos marinos. La Calandria. En
sus últimos años estuvo arrinconado y olvidado de los jóvenes,
que trajeron otros teatros que dicen de ideas y poético y que
sólo son teatros á medias.
Melchor de Palau y Cátala (1843-1912), de Mataró, in-
geniero y poeta, inspiróse en los cantares populares y fué de los
primeros que los hicieron tan buenos, que han corrido dentro y
fuera de España, cantándose algunos pocos hasta por las gen-
tes del pueblo, como obra de vate bastante popular.
ESTANISLAO DEL Campo (1834-1884), de Buenos Aires, pe-
S. XIX, 186Ó. MIGUEL RAMOS CARRIÓN 387
riodista y diputado, imitó la poesia gaucliesca popular, como
Bartolomé Hidalgo é Hilario Ascasubi; pero la falseó bastante
más que ellos, no míenos que el lenguaje. Sentía y expresaba
mejor las bellezas naturales que no los sentimientos del alma
gaucha. Es ntás gustado por los cultos que por el pueblo, más
cuidadoso de la versificación, que es, por consiguiente, más
culta, menos popular. Fué imitador fecundo de Ascasubi. Tie-
ne intención cómica y burlona. Compuso Fausto, impresiones
del gaucho Anastasio, el Pollo, en la representación de esta-
ópera, 1866, 1870. Poesías, Buenos Aires, 1870, 1875.
131. Ramos Carrión y Vital Aza, que fué su colaborador más
asiduo, se completaban al colaborar, y así dieron obras mejores que
cada uno por separado. Era ya viejo Ramos Carrión y daba el plan;
Vital Aza, más mozo, ponía la forma con la viveza y frescura de la
mocedad. Lastimábase Ramos Carrión de que con el asunto de La
Hija del guarda, que juntos habían planeado, hubiese hecho Vital
Aza La Praviana, sin contar con él. Compuso Ramos los dos primeros
actos de La Bruja y se fueron ensayando. Aguardaban los cómicos el
tercero; pero el autor no lo hallaba, por más vueltas que diera á su
magín. Acudió á Vital Aza, que le sacase de apuros, el cual le hizo
todo el tercer acto, con promesa de guardarle el secreto, por cuanto
la obra pasaba ya como de sólo Ramos Carrión. En secreto se lo dijo
Vital Aza á su hermano, y éste lo descubrió á todo Gijón. Tal fué el
motivo de romper los dos amigos y colaboradores. El tercer acto de
La Bruja se distingue, de hecho, por la gracia y espontaneidad. Ra-
mos Carrión, El Liberal, 4 Abril 1894 : "Al verme en situación tan
apurada | se me ofreció por gente de valía | la seductora credencial,
firmada | que altivo rechacé con energía... | Usé entonces un terno de
verano, | que tuve que llevar todo el invierno, | y me obligó inhuma-
no I á soltar por la boca más de un terno." Yxart, Arte esc., II, pá-
gina 66: "Los autores (Ramos y Aza) son unos practicones del teatro,
muy hábiles en presentar las situaciones con una claridad, con una
nitidez extraordinarias ; se muestran celosos de comunicar vida, co-
lor y movimiento reales á las escenas más baladíes..., usan, además,
una prosa limpia, afluente, correcta, con gracejo... Pero después de
todo..., ¿qué? Aun dentro del género del quid pro quo y de la trave-
sura escénica, obras como Zaragüeta resultan inocentes, reducidas al
juego de la sordera y á un remojón por todo final." J. O. Picón, Pro!,
á Prosa escogida, 1916: "De dos maneras se hace reír al público: coí;
el chiste ligero de las frases que cazan al vuelo lo ridículo, y con aque-
lla otra gracia, de mayor alcance, que consiste en burlarse de los
hombres descubriendo la causa de sus errores ; y claro está que el
conjunto de facultades necesarias para conseguir esto último es, en
388 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (1850-1869)
quien lo posee, un don mucho más precioso que el simple gracejo 6
la oportunidad al decir donaires y cuchufletas...; quien se sobrepone á
esta atrr.cción de lo extraordinario, aplicando con originalidad el inge-
nio á burlarse de lo vulgar, da prueba de tenerlo muy sagaz y muy
fino. Esta era la facultad que Ramos Carrión poseía en alto grado: la
que consiste en observar lo común, lo ordinario, lo que en la vida se
encuentra á cada paso, presentándolo cuando es ridículo á los ojos del
público en situaciones y diálogos donde, ya por sí sólo, ya por con-
traste ó seguido de comentarios oportunos, provoca la risa, que se
mofa de ello y lo condena. Era, en una palabra, un verdadero autor
cómico. Todo su teatro descansa sobre la habilidad de descubrir lo
ridículo ; pero la gracia con que lo hace no queda nunca ensombreci-
da ni agriada por el pesimismo: los tipos de insensatos, vanidosos, co-
diciosos y egoístas que dibuja de mano maestra no producen amargura
de corazón: la burla de que son víctimas, las carcajadas que arrancan»
ni por asomo nos hacen odiosa la humanidad... Durante más de nn
cuarto de siglo fué el ídolo del público y el favorito de los empresa-
rios... Menos el drama de asunto lastimoso y terrorífico, cultivó todos
los géneros. Hizo comedias de caracteres, entre las cuales sobresalen
La Mamá política, El Noveno mandamiento y Los Señoritos; come-
dias de gracioso tan notables como La Careta verde; saínetes llenos
de vida y ricos de color como Doce retratos, seis reales y Agua,
azucarillos y aguardiente, y multitud de piezas de enredo, juguetes có-
micos, pasillos, revistas y otras obrillas ligeras, donde brillan su gra-
cejo, siempre decoroso, y su ingenio de pura raza española. Además,
durante muchos años fué el principal mantenedor de la zarzuela... La
Marsellcsa, La Tempestad, La Bruja, El Rey que rabió y Los Sobrinos
del capitán Grant." Un sarao y una soirce, 1866. El Figle enamorado,
1867. La Mujer del prójimo, 1869. De Madrid á Biarritz, 1869. Más
vaie tarde que nunca, 1870. Perro, 5, j.° izquierda, 1871. Un palomi-
no atontado, 1871. ¡Chitan!, 1S72. Un cuarto desalquilado, 1872. Se
continuará, 1872. Esperanza, 1872. Las Medias naranjas, 1873. E7'a y
Adán, 1873. La Hoja de parra, 1873. La Gallina ciega, 1873. Levantar
muertos, 1874. El Domador de fieras, 1874. Doce retratos, seis reales,
1874. León y Leona, 1874. Cada loco con j« tema, 1874. Los Señoritos,
1.^.74. La Viuda del zurrador, 1874. La Clave, 1875. La Mamá política,
1875. La Marsellesa, 1876. La Careta verde, 1876. El Siglo que viene,
1876. El Año sin juicio, 1877. Los Madriles, 1877. Los Sobrinos del
capitán Grant, 1877. El Empresario de Valdemorillo, 1877. El Diablo
Cojuelo, 1878. El Noveno mandamiento, 1879. Las dos princesas, 1879.
Esto, lo otro y lo de más allá, 1879. Periquito, 1879. La Ocasión la pin-
tan calva, 1879. ¡Adiós, Madrid!, 1880. De tiros largos, 1880. La Pri-
mera cura, 1880. La Calandria, 1880. El Hijo de la nieve, 1881. Robo
en despoblado, 1882. La Tempestad, 1882. La Mujer del sereno, 1883.
La Criatura, 1883. La Almoneda del 5.°, 1885. Papeles son papeles,
1886. Coco de señoras, 1886. Goloiuirina, 1886. El Padrón municipal.
S. XIX, 1866. MIGUEL ANTONIO CARO SSg
1887. Los Lobos marinos, 1887. La Bruja, 1887. El Señor Gobernador,
1888. El Chaleco blanco, 1890. El Rey que rabió, 1891. El Oso muerto,
1891. Zaragücta, 1894. El Bigote rubio, 1895. Agua, azucarillos y
aguardiente, 1897. El Espejo del alma, 1898. La Muela del juicio, 1899.
Circe, 1902. Pasacalle, 1905. Defectos íntimos, 1905. El Pan nuestro de
cada día, 1905. La Joroba, 1906. Pepe Botellas, 1908. Mt cara mitad,
1908. Teatro moderno, dos vols., 1894. Colorín colorao, cuentos, 1898.
Zarzamora, nov., 1899. La Reina de los Madgyares, novela corta. Poe-
sías. Prosa escogida, cuentos, 1916, con pról. de J. O. Picón.
Fernán Caballero (carta á Latour) : "Nada toma el pueblo de poe-
sías cultas que ni oye ni sabe, y el libro que nos recoanienda (Cañete,
esto es, los Cantares de Palau) toma del pueblo sus ideas, su género,
sus expresiones sus santos y cosas... toma su sans facons en el decir,
sus modismos, sus palabras, eso, sí, y, no obstante, ye,' tan identifica-
da con el pueblo, conozco al instante lo que es genuino y lo que es
imitado. La espontaneidad, la fe, la sencillez, los defectos le faltan ; es
cosa mejor, pero no es aquélla ; son niños bien educados y no niños sin
educación, y éstos me gustan más. Por eso decía yo á usted que Cañe-
te se contradice de una hoja á otra en su prólogo y afirma lo que no
es ni será, y es que el pueblo cantará las coplas de Palau. ¡ Nunca !
Así como no pronunciará á la madrileña. Cada uno sabe lo que sabe,
y yo, en el humilde y ordinario estudio del pueblo, sé más que Cañete.
Bastaría la chocantísima innovación de Palau de hablar de besos, para
reconocer que no es de la casta musa popular que canta sus amores á las
puertas de los padres y madres de sus novias. Jamás he oído al pueblo
asociar esa palabra sino en sus cariños á los niños. La retenue y decen-
te severidad de este pueblo la expresa bien este refrán: "Entre santa y
"santo, pared de cal y canto." Escribió Palau en El Museo Universal
y Semanario Popular; fué redactor en El Pabellón Nacional, La Van-
guardia, Rev, Contempor. (ocho años), Gente Vieja; colaboró en Los
Niños (1883-86), Barcelona Cómica (1895-96), La Ilustr. Cat. (1877...),
Ilustr. Esp., El Mundo Ilustrado, Pluma y Lápiz (1902). Publicó Can-
tares, Madrid, 1866 (más de seis edic). Desde Belén al Calvario, 1877.
La Atlántida, trad. de Verdaguer, 1878. Verdades poéticas, 1881, 1890.
Nuevos cantares, 1883. Acontecimientos literarios, crítica, cada año,
desde 1888 á 1896. Poesías y cantares, 1893. Versos para escuclcís,
1903. El Libro de los cantares, 1904, 1909. Poesías, verdades poéticas,
cantares, poesías varias, 1906. La Ciencia como fuente de inspiración
poética, 1908 (disc, rec. Acad. Esp.).
132. Año 1866. Miguel Antonio Caro (1843- 1909)» ^^
Bogotá, hijo del ilustre poeta J. Eusebio Caro, fué presidente de
Colombia (1894) y, después de Bello, el escritor, humanista y
maestro más ilustre de Am/érica. sincero amigo de España y
desvanecedor, con su macizo saber y acatada autoridad, del
SgO PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (1850-1869)
ialso concepto que corría en su país, como todavía sigue co-
rriendo en otros, de la civilización y colonización española y,
finalmente, defensor de la religión y del orden. Fué jweta lati-
no y castellano, clásico en estilo, de la escuela del siglo xviii..
como erudito y versificador fácil, sobresaliendo por su oda A
la estatua del Libertador. Orador, crítico, filólogo, humanista,
historiador y filósofo. Redactó el periódico político El Tradi-
cionalista. Hizo la mejor traducción que en verso castellano te-
nemos de Virgilio (1873), aunque menudea en demasía voca-
blos cultos, dejados los propios populares, que colorearían con
más recios y finos matices las descripciones.
Juan Montalvo (1833-1889), de Ambato (Ecuador), estu-
dió en Quito y comenzó á escribir después de la revolución de
1 85 1, en El Iris; vino a Europa (1858) con la Legación á Roma
de Pedro Moncayo, visitando á España y viviendo como ad-
junto diplomático en París; volvió al Ecuador (1860) cuando
gobernaba García Moreno, á quien escribió carta famosa abo-
gando por la ¡guerra al Perú!, idea que desenvolvió fundando
El Cosmopolita (1866), donde publicó, además, artículos litera-
rios é hizo la guerra al mismo García Moreno por su teocracia
y jesuitismo, hasta que, llegado éste á dictador (1869), hubo de
huir á Colombia, desterrado por siete años en Ipiales, donde
escribió, en 1872, los Siete Tratados, publicados diez años más
tarde. En ellos charla y divaga sobre cuanto le ocurre, con "ar-
tificiosidad preciosa", con "disposición militante y quijotesca",
que dice Rodó, imitando en el estilo á Cervantes y Quevedo,
desembaulando un tesoro de palabras y modos añejos de decir,
como hizo en España Estébanez Calderón, aunque con mayor
brío, si bien con menor arte y color y con menor pureza que él.
De esta restauración arcaica alardeó, sobre todo, en otra obra,
Capítulos que se le olvidaron á Ceri'anies, ensayo de imitación
de un libro inimitable, obra impresa después de su muerte é hi-
perl>ólicamente elogiada por algunos, siguiendo á Rodó. A la
muerte de García Moreno, asesinado en 1875, volvió Montalvo
á la patria ; pero hubo de partirse á Panamá, cuando la dictadu-
ra de Veintemilla, y allí escribió las Catilinarias. Vino á Fran-
cia, imprimió sus Siete Tratados, estuvo en Madrid y, vuelto á
París, publicó (1887) seis números de El Espectador, falleciendo
ESCKl'i OkKS CULuJNiHl.WuS
I, José Manuel Restrepo. 2, Rafael Pombo. 3, José Jonquín Ortiz 4 José
Caicedo Rojas. 5, Rufino José Cuervo. 6, Gregorio Gutiérrez González
7, Miguel Amonio Caro. 8, Rafael Núñez. 9, Felipe Zapata. 10 Santia-
go Pérez. II, Jorge Isaacs. '
S. XIX, 18Ó6. MIGUEL AMTOXIO CARO Sqi
á los dos años. Monlalvo fué un luchador en varics de sus es-
critos, desenfadado y recio, irónico y contundente; en los de-
nlas divagó como ensayista, vertiendo mil ideas, tomadas de sus
vastas lecturas, y bien asimiladas, con otras propias, dando al
conjunto un sello m|uy personal, mayormente merced á su inge-
nio, al tono donairoso y gracejante, á la alteza de su pensar y
al lenguaje marcadamente castizo y algo á la antigua. Todo su
empeño lo puso en apropiarse el habla castellana de nuestros
antiguos autores; pero, á pesar de haberles tomado palabras y
maneras de decir, sin duda por falta de libros antiguos y de
hondos conocimientos lingüísticos, no logró más que á medias
su pretensión. Escritor clásico, atildado, académico y reflexivo,
ingenioso y agudo, amante é imitador de nuestros autores y del
añejo lenguaje, bien que mezclándolo todo torpemente con fra-
ses galicistas ó poco castizas, y harto afectado é híbrido por el
consiguiente, sobresalió en la descripción brillante y en el do-
nairoso é ingenioso decir, siendo uno de los mejores prosistas
americanos.
Santiago Estrada (i 840- i 892), de Buenos Aires, director
del diario católico La América del Sur, secretario de Félix
Frías en Ohile, fallecido en Madrid, fundador de La Patagonia,
crítico de teatros en La Libertad. La Unión, El Diario, escritor
fecundo y variado, periodista, crítico teatral y musical, narra-
dor de viajes, orador académico, picó en todo, aunque sin ahon-
dar en nada. Tuvo innegable talento y en el estilo mostróse
2cadémico, clásico, castizo. Fué laureado en 1882 y en otros
Juegos Florales anteriores. Valera prologó sus Obras, en ocho
tomos (Barcelona, 1889), de crítica, teatro, historia, discursos.
133. Marco Fidel Suárez, Escritos, 1914, pág. 335: "El fondo
del carácter intelectual del señor Caro está constituido por su talento
esencialmente filosófico y por sus creencias religiosas, que son las
del católico más convencido é ilustrado... De su padre heredó ese
talento filosófico, que hace que todos sus escritos sean atiodelo de ra-
zonamiento y estén datados de varonil elocuencia, finos y relucientes,
como las escamas de acero de la cota de un guerrero antiguo. Esto
explica también la armonía y dependencia que guardan sus ideas y la
firmeza y estabilidad de sus convicciones...; como polemista, tenga el
señor Caro muy pocos rivales, distinguiéndose por una poderosa dia-
léctica, que pocas veces degenera en sutil. Son admirables la lucidez,
392 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (1850-1869)
tino y vigor con que pone su erudición, memoria é ingenio al servicio
de las cuestiones que defiende. Define, divide, plantea y demuestra
con exactitud y profundidad rigurosas. Para él la crítica es juicio ilus-
trado é imparcial acerca de lo verdadero, lo bello y lo bueno... La in-
flexibilidad, más aparente que real, de su carácter y la severidad de
sus juicios, que cuando trata de política suele degenerar en dureza...
Puede ser considerado como uno de los más eminentes cultivadores de
la forma clásica... Avezado al uso del castellano clásico..., poseedor
de la lengua española "con todas sus preseas y tesoros", y admirador
de Horacio y del cantor de la Noche serena...; la Oda á la estatua de
Bolívar... posee admirable concisión, profundidad melancólica, vehe-
mencia de sentimientos y completa verdad, y, sobre todo, tiene lo que
es esencia de la poesía, conforme lo indica este mismo nombre, es de-
cir, espíritu creador, capaz de dar forma á lo impalpable y de sorpren-
der aquello que todos sentimos, pero que se pierde al ir á contemplar-
lo, como sucede en la penumbra que media entre la conciencia y los
sueños... Perfección en la forma, profundidad en las ideas, noble sen-
cillez, castidad en los afectos, melancolía de sentimientos y religiosi-
dad en las aspiraciones son los distintivos de las mejores obras poéti-
cas del señor Caro." Emiliano Isaza, Antol. Colomb.: "A él en primer
término se debe el que haya caído en desuso el espíritu antiespañol,
que no era natural y espontáneo, sino simple moda, fomentada ofi-
cialmente cada año por los discursos patrioteros de 20 de Julio, y tal
resultado se obtuvo con el establecimiento de las relaciones diplomáti-
cas con la madre patria, con la propagación de la buena literatura
castellana y con la fundación de las Academias americanas." J. Vale-
ra, Cartas amcric, 1889, pág. 142: "Miguel Antonio Caro ha escrito
mucho en prosa, así de ciencias morales y políticas como de filología.
En pocos escritos modernos resplandece más oue en los de este autor
lo que podemos llamar el españolismo... No sin motivo califica usted
al autor de gran poeta y considera sus mejores versos La Vuelta á la
patria... Aquella dulce y mística melancolía, aquella vaguedad esfu-
mada con que percibimos como verdadera patria la que está más
allá de la muerte, y aquella pintura tan natural y verdadera de la pa-
tria terrenal... y aquella mengua y abatimiento del corazón enfermo,
que vuelve á su antigua soledad, que la desea y ya no la halla, porque
ya no existe sino en su mente como idea] divino: todo, en suma, en
esta composición, en que hay más sentidos y más ideas que palabras,
la hacen en mi opinión perfecto dechado de poesía de sentimiento en
cualquier idioma." Obras de M. A. Caro: Poesías, Bogotá, 1866. Es-
tudios sobre el utilitarismo, ibid., 1869. Gramática de la lengua latina
(con R. J. Cuervo), ibid., 1893, 5." ed. Tratado del participio, ibid.,
1870, 1910. Horas de amor, ibid., 1871. Obras de Virgilio, traducidas
en versos castellanos, ibid., 1873-76, tres vols. ; Madrid. 1908. El Pa-
rricidio ó crimen y expiación, Bogotá, 1880. Del uso en sus relaciones
con el lenguaje, disc., 1881. Artículos y discursos, ibid., 1888. Traduc-
S. XHX, 1866. JUAN MONTALVO SqS
dones poéticas, 1889. Libertad de imprenta, 1888 (en La Nación),
1890. Los Enormes sueldos, ibid. Sonetos, Curazao, 1891. Apuntes
sobre crédito..., Bogotá, 1892. Mensaje, .i8g4. Americanismo en el len-
guaje. Del verso endecasílabo, sus variedades, su origen. Dejó tres
tomos mss. de versos latinos. En Anuario de la Academia Colombia^
na, t. I, 1874: El Quijote (pág. 18). De la aliteración considerada como
elegancia métrica (pág. 117). En el t. III: Canto al silencio, inéd. En
Esp. Mod.: El Buey, poes. (1891, Abr.). El Viento, poes. (1892, Jun.).
A Virgilio, poes. (1892, JuL). Los Venideros, poes. (1892, Jul.). Día y
noche, poes. (1892, Ag.). A Alfredo Tennyson, poes. (1892, Ag.). El
Aislamiento, poes. (1892, Set.). La Copa, poes. (1892, Oct.). Amor ver-
dadero, poes. (1892, Dic). Respeto ú la desgracia, poes. (1893, En.).
Amor de mujer, poes. (1893, Febr.). La Sombra, poes. (1893, Marzo).
Al llanto, poes. (1893, Mayo). Respeto á los poetas, poes. (1893, Jun.),
Lejos de la patria, poes. (1893, Julio). Amor de níujer, poes. (1893,
Oct.). Joyas del corazón, poes. (1893, Oct.). La Gallina chasqueada,
poes. (1893, Nov.). A una fuente, poes. (1893, Dic). Obras completas,
Bogotá, desde 1918: Estudios literarios, dos vols. ; Estudios filológicos,
dos vols. ; Mensajes, discursos y alocuciones del Vicepresidente de la
República; Filosóficos, religiosos y morales, dos vols.; Recuerdos ne-
crológicos; Escritos políticos, históricos y jurídicos; Discursos y es-
critos varios; Obras en verso, cinco vols.; Obras latinas, dos vols.
Consúltense: Valera, Cart. americanas, pág. 142. M. Pelayo, Ho^
racio en Esp., t. II, pág. 280; Calece, de escrit. cast. y Estudio crí-
tico sobre los traductores de la Eneida. Bibl. Cías., ts. IX y X. Parna-
so Colombiano, 1886-7. Anuario de la Acad. Colombina, t. II, pági-
nas 227-281, Bogotá, 191 i; t. III (initio). Bibliogr. Colombiana, 1895.
Alfonso Robledo, D. M. A. Caro y su obra, Colombia, 1912.
Los Siete tratados de Montaívo son: De la Nobleza, De la Belleza
en el género humano. Réplica á un sofista pseudocatólico. Del Genio,
Los Héroes de la emancipación sudamericana. Los Banquetes de los
filósofos y El Buscapié; el último reproducido como estudio prelimi-
nar en los Capítidos que se le olvidaron á Cerz'antes. J. Valera, Nuez'.
Cart, Amer., 1890, pág. 194: "Montalvo es artificioso y afectadísi-
mo..., aspira en demasía á decir cosas nuevas y á decirlas como nadie
las ha dicho : quiere ser un primor, un dechado de forma." Id. A vue-
la pluma: "Nada menos parecido á Cervaates que Juan Montalvo;
uno, todo espontaneidad, sencillez y alta inspiración, á menudo casi
inconsciente; otro, todo reflexión, artificio y doctrina. El libro de
Montalvo, no obstante, es la obra de un hombre de gran talento, del
más atildado prosista que en estos últimos tiempos ha escrito en len-
gua castellana y de un hombre, por último, de imaginación briosa y
rica." ídem, Ecos Argentinos, 1901, pág. 40: "Yo he admirado siem"-
pre el raro talento, la erudición pasmosa y la singular maestría en el
manejo de nuestra lengua que hace Juan Montalvo en los Siete tra-
tados y en El Espectador y en otras obras suyas ; pero, en mi sentir.
394 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (1850-1869)
en esta imitación del Quijote, que comprende nada menos que sesenta
capítulos, me parece que ha hecho un solemne fiasco. Y no porque
no se adviertan y aun se admiren en todas las páginas de este libro
la grande erudición del autor y €l arte y la habilidad con que domina
nuestro idioaua, bordando un dechado admirable con sus vocablos,
frases y giros, sino porque la gracia, el chiste, la espontaneidad y la
inspiración inconsciente y por lo mismo divina de Miguel de Cervan-
tes, no aparecen en una sola página del libro de Montalvo, tan lleno
de afectación y tan rebuscado y violento en su estilo, que se cae de
las manos y no hay paciencia ai para leerle." M. Pelayo, Hist. pocs.
hisp.-amer., t. II (1913), pág. 133: "A los cuales conviene añadir ya,
con las necesarias reservas de ortodoxia y de gusto, el del sofista
agudo é ingeniosísimo y brillante y castizo, aunque abigarrado y algo
pedantesco prosista Juan Montalvo." Los americanos le han ensalzado
á tal punto, que un libro no bastaría para deshinchar tanto encomio.
En i)aréntesis lo haremos brevemente respecto de algunas frases de!
insigne Rodó. Rodó, Montalvo : "El ensayo al gusto de Montaigne, des-
ordenado y libre de todo plan metódico, extrema en manos de Montal-
vo su curso voluntarioso y errabundo..., el tema es lo accesorio para
el ensayista, y lo principal, el alarde continuo y centelleante de inge-
nio, de lectura y de estilo..., el pensamiento fundamental -comparece
flaco y escaso, de entre el follaje de las digresiones... Como carácter
de estilo, la espontaneidad natural y suelta de Montaigne es el tér-
mino opuesto á la artificiosidad preciosa de Montalvo; y como carác-
ter moral, la indolencia contemplativa del bórdeles en nada se parece
á la disposición militante y quijotesca con que nuestro americano asis-
te al espectáculo del mundo... Tuvo por ideal la vuelta á los típicos
moldes de la lengua..., quiso escribir como lo haría un contemporá-
neo de Cervantes y Quevedo... y lo cumplió de modo que pasma y
embelesa (A los que no están hechos á Quevedo y Cervantes.)... Nun-
ca se trajo á luz, de las arcas del idioma, tanta deliciosa antigualla
(En una sola página de El Solitario hay mucho más de eso que en
diez de Montalvo.)... La ciencia vasta y prolija, el sentimiento pro-
fundo del idioma que semejante evocación supone, son verdadera-
mente incomparables (A cada paso se ven construcciones que prueban
lo contrario, aun sin contar los neologismos, y puesto todo ello en Ja
pluma de Cervantes.)... La literatura castellana no ofrece en el si-
glo XIX otra tentativa de restauración arcaica comparable á la suya,
per lo viva y orientada en sentido de arte, y no de solaz gramatical y
académica, que la de las Escenas de Estébanez Calderón (Adolfo de
Castro, en El Buscapié, es cien veces más castizo, gracioso y ameno,
y cien veces más castizo es el bachiller Alonso de S. Martin en La
Hostería de Cantillana.) l^ero el costuni1)rista andaluz... queda como
escritor de muchos menos quilates que Montalvo (Va en gustos, yo haJlo
al Solitario infinitamente más castizo, más popular, más artista.)...
La lengua de Castilla se mira en el estilo de Montalvo como la ma-
S. XrX, 1866. JUAN MONTALVO BqS
dre amorosa en el hijo de sus entrañas. Nunca hubo gusto literario
de más neto solar español, por lo que tiene y por lo que le falta, que
el suyo (Antes, á pesar de algunos vocablos, el giro y manera, el estilo y
el espíritu del verdadero castellano están ausentes de los libros de Mon-
talvo; cualquier escritor de los populares, aun del siglo xviii, le lleva
ventaja, y rio pocos españoles del siglo xix.)... Pero quien allí aparece
V campea es Montalvo y no Cervantes... Montalvo, en su natural de
escritor, se parecía poco al modelo que en esta ocasión trató de imi-
tar. Cervantes, en quien la invención novelesca conserva mucha parte
del candor del primitivo épico, tuvo la divina inspiración del estilo
y como su arte infuso; pero careció, en fuerza de su propia absoluta
naturalidad, de la conciencia del estilo, que es intensísima y predomi-
nante en Montalvo, artista refinado y precioso, cuyas afinidades,
dentro de la clásica prosa castellana, han de buscarse, mucho más
que en Cervantes, en Ouevedo ó Gracián (Cuanto á ser afectados, no
cuanto al espíritu del idioma. Por lo demás, Cervantes es natural,
pero muy reflexivo y de gran conciencia de estilo. Cervantes hizo es-
tudio, pero mucho estudio, del estilo y conocía los clásicos latinos,
italianos y españoles y reflexionó grandemente sobre ellos y trató de
escribir con propiedad y elegancia, sin faltar á la naturalidad. El mis-
mo lo da á entender á cada paso.)... En ocasiones aparece la retórica
aliñada y compuesta como en producción de certamen, con los recur-
sos clásicos y el orden convencional que ajusta frases, giros y figuras,,
cual escuadrón dispuesto por sus hileras. Otras veces es la persecu-
ción desconcertada del efecto violento, en la parte sentimental ó en el
color, el énfasis declamíatorio, la barroca mezcla de tintas, el esfuerzo
patético que produce aquel "son de cuerdas tirantes" de que hablaba
Taine á propósito de ciertas páginas de Dickens... En los buenos y en
los malos momentos, su prosa es personalísima... ¿Fué pensador Mon-
talvo? Para llenar cabalmente el concepto faltóle, sin duda, no sólo
la superior serenidad que pone su atalaya por encima del tumulto y
claimor de las pasiones, sino también la condición, más esencial, de
interesarse en las ideas por sí mismas, y no principalmente como tema
oratorio ó como arena de una justa ; faltóle aquel pertinaz afán corí
que se entra por las reconditeces de una idea hasta iluminar lo más
entrañado y secreto con que se la apura y exprime hasta verla soltar
su más espesa substancia... ¿Qué hay, entonces, en Montalvo, además
del incomparable prosista? Hay el esgrimidor de ideas, hay aquella
suerte de pensador fragmentario y militante á que aplicamos el nom-
bre de luchador... Alma quijotesca, si las hubo; alma traspasada por
la devoradora vocación de enderezar entuertos, desfacer agravios y
limpiar el mundo de malandrines y follones. Tocando á esta condi-
ción, ponemos la mano en el fondo del carácter ; en el rasgo maestra
y sÍ9^nificativo que, concertándose con aquel otro, no menos esencial,
de la pasión del decir hermoso y pulcro, diseñan, como el perfil de
una medalla, el relieve de la personalidad... Tuvo el don de reír y le
396 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
tuvo de cepa puramente españorta, conio todas las partes de su inge-
nio y diversificado en la más rica gama: desde la risa vengadora y
mortal hasta la de inocente regocijo, y desde la sonrisa que punza y
la que compone con una lágrima el agridulce de la melancolia hasta
aquella otra, más vaga y persistente, que significa sólo salud de alma
y vigilante apercibimiento del gusto... BI tono de nobleza y superio-
ridad... La abundancia de ideas morales, pintorescas y cálidas; el ge-
neroso entusiasmo, la fortaleza y alegría de alma, el temple varonil..."
Juan Montalvo : Siete tratados, Besanzón, 18S2, dos vols. El Especta-
dor (seis números), Paris, 1887. Capítulos que se le olvidaron á Cer-
vantes, ensayo de imitación de un libro inimitable, Besanzón, 1895;
Barcelona, 1898. Inéditos y artículos escogidos, Quito, 1897. Geome-
tría moral, 1902; Madrid, 1917. Mercurial Eclesiástica {Libro de las
verdades) y Un vejestorio ridículo ó los Académicos de Tirtcafuera,
Madrid, 1918. Consúltense: J. E. Rodó, Montalvo, en El Mirador de
Próspero; R. Blanco-Fombona, Grandes escritores de América, Ma-
drid, 1917.
Alvaro Melián Lafinur, Introd. á Estud, liter. de Avellaneda,
1915: "La prosa de S. Estrada presenta cierto esmero y donaire cas-
tizo." Martín García Mérou, Recuerdos Liter., 1915, pág. 59: "Su
estilo pulido, trabajado, labrado pacientemente, sale del inolde terso
y cepillado, ocultando la violencia del esfuerzo de creación. Sin po-
seer una gran ilustración, tiene una energía de voluntad inmensa y
una persistencia infatigable para rodearse de libros relacionados con
€l tema que estudia y sacar de ellos la medula de los conocimientos
que persigue. Es, sin duda alguna, el más castizo de nuestros escrito-
res, y, exceptuando á Oyuela, aquel en quien más influjo ha ejercido
€l espíritu español." Pág. 228: "Un admirable artista de ja palabra es-
crita ó hablada, un maestro consumado del estilo, un corazón y una
imaginación de poeta, repleta de luces y de colores, de ritmos musi-
cales y de todos los secretos irresistibles de una ciencia mágica del
estilo, que lo hace embellecer todos los temas, que lo hace recorrer
todos los tonos del lenguaje y matizar de flores y piedras preciosas
todos sus escritos." J. Valera, Nuev. Cart. Amcr., 1890, pág. 193: "Lo
primero que elogio y lo primero que me es simpático en los escritos de
usted es el espíritu conservador y castizo de que están impregnados.
Ni tal espíritu perjudica á la originalidad individual del escritor. Para
ser original no es necesario desfig^irarse, ni disfrazarse, ni descas-
tarse, ni dejar uno de ser quien es y ser otro. Y en cuanto á la ori-
ginalidad colectiva, en cuanto al sello nacional y distinto, es seguro
que ha de ponerse sobre la propia y común sustancia española y no
sobre otro elemento de importación ó sobre materia extraña y pres-
tada. La Miscelánea de usted es una colección de artículos de va-
rios géneros; pero en todos prevalece lo moral y religioso. Más bien
que de crítico-literarios i)ueden calificarse de filosóficos y doctrina-
les... En las tendencias, Montalvo y usted son muy distintos, y en el
S. XIX, 1866. SANTIAGO ESTRADA 397
estilo, más aún. Montalvo es artificioso y afectadísimo: usted, espon-
táneo y natural. Montalvo aspira en demasía á decir cosas nuevas y
á decirlas como nadie 'las ha dicho: quiere ser un primor, un dechado
de forma. Usted aspira sólo á decir lo que siente y piensa, aunque sea
lo que sienten y piensan los demás hombres ; y á decirlo con orden y
claridad, sin rebuscamientos ni rarezas... Usted escribe corde bono ef
fide non ficta, con 'la sinceridad, con la convicción candorosa, que
atrae la atención de los lectores, que les gana la voluntad, que los con-
vence á veces y que, cuando no los convence, los interesa y conmueve,
convirtiéndolos, si no en correligionarios de"! dogma que se predica,
en amigos y parciales entusiastas del predicador... En cuanto los ocho
tomos contienen luce usted su vasta lectura, su recto criterio, su viva
y espléndida imaginación; lo bondadoso é indulgente de su índole, que
más que á señalar defectos le lleva á descubrir y celebrar bellezas ;
y el fervoroso entusiasmo y el amor entrañable con que se comiplace
usted en realzarlas y en encomiarlas... La obra de usted que cito la
última, De Valparaíso á la Oroya, es la mejor de todas, en mi sentir,
ó al menos la que me ha causado impresión más honda y más grata.
Me parece amenísimo libro de viaje. El estilo de usted, animado y pin-
toresco, tiene la fuerza de trasladar en espíritu al lector á los lugares
que va usted recorriendo y que tan bien describe." Santiago Estrada:
ediciones de Barcelona: La Flor de las tumbas (1866). El Hogar en
¡■a pampa, nov. (1866). Discursos (1889). Teatro (1889). Estudios bio-
gráficos (1889). Viajes del Plata á los Andes y del mar Pacífico al
mar Atlántico, dos vols. (1889), Miscelánea, dos vols. (1889).
134. Año 1866. Museo de Cuadros de costumbres, Biblioteca de
"El Mosaico", dos tomos, Bogotá, 1866. Con El Mosaico (1858-1870)
señala la época de mayor fervor literario en Colombia. Tomo I : Pró-
logo. El Boga del Magdalena, por Manuel María Madiedo. Contribu-
ciones directas, por José Manuel Marroquín. La Tienda de don Antu-
co, por José Manuel Groot. Felipe, por Gregorio Gutiérrez González.
Entre usted, que se moja, por José David Guarín. El Tiple, por José
Caicedo Rojas. Los percances de un estudiante, por Hermógenes Sa-
ravia. Las Guacharacas, por Vicente Lombana. Los Diablitos, por
Manuel Pombo. Lo que va de ayer á hoy, por Ricardo Carrasquilla.
Toros en calle y en plaza, por Rafael Pombo. Un domingo en casa,
por Ricardo Silva. El Correísta, por José María Vergara y Vergara.
Fiestas de la Candelaria en La Popa, por el general Joaquín Posada
Gutiérrez. Aíis recuerdos de Tibacui, por la señora Josefa Acevedo de
Gómez. La Nochebuena, por Rafael Elíseo Santander. Cachaco, por
Ignacio Gutiérrez Vergara. Algo sobre tierra caliente, por Salvador
Camacho Roldan. Ovidio el enamorado, por Medardo Rivas. Mi com-
padre Facundo, por Juan de Dios Restrepo. El Reloj y la pila de Tún-
ja, por José Joaquín Vargas. El Trilladero de la Hacienda de Chingatá,
por Eugenio Díaz. El Triunvirato parroquial, por José María Samper..
'5^S PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
ilativo por el cual..., por Juan Francisco Ortiz, Peregritia^ión por el
norte de la Nueva Granada, por M. Ancizar. Un viajero, por José
Joaquín Borda. Quejas al mono de la pila, por Crisóstomo Osorio.
Los Enamorados, por Lázaro María Pérez. La Semana santa en
Popayán, por José María V'ergara y V'erg^ara. El Contrabandista, por
Manuel María Madiedo. Penitencia, por J. M. Marroquín. Nos fui-
mos á Ubaque, por José Manuel Groot. El Duende en un baile, por
José Caícedo Rojas. Un día de San Juan en tierra caliente, por David
Guarín. El Portón de casa, por Ricardo Silva. Un jurado, por Ricardo
Carrasquilla. El Mercado de la Mesa, por José M. Vergara y Ver-
gara. Una excursión por el Valle del Cauca, por Manuel Ponibo.
Las Fiestas de mi parroquia, por Rafael Elíseo Santander. Discurso
sobre traslación de capital, por Hernrógenes Saravia. Los Pepitos,
por Juan de D. Restrepo. Destino irrevocable, por Ricardo Carras-
quilla. Contestación, por José M. Marroquín. María Ticince ó los
pescadores del Tunja, f>or Eugenio Díaz. U}ta tasa de chocolate, por
Juan Francisco Ortiz. Seis horas en un champán, por José Joaquín
Borda. Los Viajeros en Colombia y Sur América, por Felipe Pérez.
Costumbres de antaño, por José Manuel Groot. Apuntes de un viaje
por el Sur de Nueva Granada, por Santiago Pérez. La Carrera de mi
sobrino, por José Manuel Marroquín. El Cosechero, por Medardo Ri-
vas. El Maestro Julián, por David Guarín. Un par de viejos, por José
María Vergara y Vergara. La Tijera, por Domingo A. Maldonado.
La Calle Honda, por Rafael Elíseo Santander. Imdcmnizaciones, por
Ricardo Silva. Las Compras en la calle Real, por José Ángel Gaitán.
La Voluntaria, por el general Joaquín Posada Gutiérrez. Vamos á
■fnisa al pueblo, por José Manuel Marroquín. El Chino de Bogotá,
por Januario Salgar. El Salto de Tequcnüama, por Juan Francisco
Ortiz. El Canei del Totumo, por Eugenio Díaz. El Lenguaje de las
^asas, por José María Vergara y Vergara. Bajando el Dagua, por
Manuel Pombo. Esquina de avisos, por José M. Vergara y Vergara.
Tomo II: ¿Quién es el más feliz de los mortales?, por José M. Ma-
rroquín. Los Llanos, por Felipe Pérez. Una visita, por Gregorio Gu-
tiérrez González. La Tierra caliente, por Juan de D. Restrepo. Una
tertulia casera, por Juan B. Ortiz. Remigia ó vicisitudes de las hijas
de la alegría, por José Manuel Groot. El Raizalismo vindicado, por
Rafael Elíseo Santander. La Serenata, por Juan F. Ortiz. Joaquín
Guarín, por José Caícedo Rojas. Una noche de fiestas, por Ricardo
Carrasquilla. La Docena de pañuelos, por J. David Guarín. Ponga us-
ted tienda, p>or Ricardo Silva. Un sueño de dos colores, por José Ma-
nuel Groot. El Ultimo Abencerraje ó la trata de caballos, por José
M. Vergara y Vergara. La Pirámide de la Itica-pol, por Santiago Pé-
rez. Antiguo modo de viajar por el Quindió, por José Caícedo Rojas.
Partida del Libertador, por Joaquín Posada Gutiérrez. Es mal que
anda, por Ulpiano González. Los Viceversas de Bogotá. Viajes, por
bernardo Torrente. La Retreta, por José Ángel Gaitán. Literatura
s. XIX, i8ó6. LUIS j. viDART 3gg
fósil, por José María Samper. Descripción del puente de Icononzo,
por Romualdo Cuervo. Los Artesanos, por Rafael E. Santander. El
Tiempo vale dinero, por Ricardo Carrasquilla. Una página, por José
M. Quijano Otero. Lo que puede un pie, por Mariano González Man-
rique. Peregrinación por el Norte de la Nueva Granada, por Manuel
Ancízar. Investigaciones sobre algunas antigüedades, por José. M.
Marroquín. El Paseo campestre, por León Hinestrosa. El Sr. Euge-
nio Días, por José M. Vergara y Vergara. Manuela, novela original,
por Eugenio Díaz (Fué la primera edición de esta celebrada novela).
Luis J. Vidart y Schuch (1835-1897), madrileño, teniente coro-
nel de Artillería, diputado (1872), erudito escritor de novelas, poesías,
artículos y, sobre todo, de historia, gran cervantista, vulgarizador de
las glorias patrias en periódicos, polemista algo paradójico, crítico
benévolo, fué colaborador, á los diez y nueve de su edad, de El Se-
fnanario Pintoresco ; después de La Prosperidad Pública (1868), La
Voz del Siglo (1869), El Correo Militar (1872), La Gaceta Popular
(1873), Rev. de Esp., La Esp. Mod., La Ilustr. Esp., Blanco y Negro,
Rev. Contemp., Barcelona Cómica. Luis J. Vidart: La Filosofía espa-
ñola, indicaciones bibliográficas, Madrid, 1866. Letras y armas, breves
noticias de algunos literatos y poetas militares de la edad presente,
Sevilla, 1867; Madrid, 1871. Versos, Madrid, 1872. Pena sin culpa,
com., 1874. Cuestión de amores, dr,, 1876. Cervantes, poeta épico,
iSjy. La Historia literaria de España, 1877. Noticias biográf. del Co-
mandante Villamartín, 1877, 1883. Canwens, apuntes biogr., 1880. El
Quijote y el Telémaco, 1884. Los Biógrafos de Cervantes en el si-
glo XVIII, 1886. ídem en el s. xix, 1889. Vida y escritos de... D. Vi-
cente de los Ríos, 1889, Un historiador francés de la vida de Cervan^
tes, 1891. Colón y Bobadilla, una polémica y un boceto dramático,
1892. Descubrimiento del Njievo Mundo, 1893. Los Aciertos del señor
Pinheiro C hagas y los errores del Sr, Harrisse, 1893. Utilidad de las
monografías..., 1894. Vasco de Gama y el descubrimiento de Occanía,
1895. El Descubrimiento de Oceanía por los portugueses, 1896. El
Descubrimiento de la India por Vasco de Gama, 1896. La Partida de
Vasco de Gama para el descubrimiento de la India, 1896. En la Rev.
España: Artículos militares (1871). La Novela en la edad moderna
(1871, t. XXI). Recuerdos de una polémica acerca de la novela de
D. Juan Valera (1876, t. Lili). La Literatura docente (1879,
t. LXVIII). El Naturalismo en el arte... (1882, t. LXXXV). Acerca
de lo mismo (1882, t. LXXXVIII). Una teoría y un ejemplo, de lo
mismo (1884, t. C). La Inmortalidad de la poesía (1885, t. CVII). La
Escuela poética sevillana (1868, t. IV). Los poetas líricos contemp. de
Portugal (1872, t. XXV). Pena sin culpa, dr. (1874, ts. XXXVI-
XXXVII). Cuestión de amores, dr. (1876, ts. LV-LVI). Un proceso
militar..., por P. de la Escosura (1878, t. LXI). Dilema, poesía (1881,
t. LXXIX). Los Terremotos de Andalucía, meditación (1886, t. CXII).
Una noticia poco conocida acerca de la patria de Cervantes (1880,
400 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
t. LXXIII), Críticas (1870-77). En Esp. Mod.: Las Obra^ hist.-mili-
tares del cap. D. F.co Barado (1889, Jim.). Las Corridas de toros
(1891, Abr.). Consúltese Miguel Carrasco Labadía, Noticias biográfi-
cas de D. Luis Vidart, Madrid, 1892.
Enrique Ceb.\llos Quintana, del arma de Infantería, director de
El Diario de los Pobres (1868), colaborador de El Bazar (1874-75), La
Niñez (1879-83), Los Niños (1883-86), El Minido de los Niños (1891),
escritor fecundo de obras militares y de educación, de novelas, poe-
mas, obras teatrales y poesías líricas, estrenó La Covadonga, fantasía
dr., 1866. El Museo del soldado, Madrid, 1867. Las Mujeres de la no-
che, nov., 1876. El Quijote de los siglos, 1876. La Mujer del prójimo,
nov., 1877. La Pesca de marido, nov., 1878. Lo Mejor de la mujer,
nov., 1878. El Talismán de Juan Soldado, 1879, 1883. Una doncella en
agraz, nov., 1879. Tempestades, poemas, 1880. Juan Soldado, 1880,
Esperanzas, poema, 1880. Vergel de la infancia; cuentos de color de
ciclo, 1881. Las Pecadoras, 1881. La Escala del placer, 1882. Escenas
morales, Barcelona, 188Ó. Narraciones de cuartel, 1887, 1889. Una sue^
gra por el aire, Madrid, 1888. El Loco de S. Onofre, cuadro dram.,
1889. La Catnisa de Adán, nov., 1889. Los Dramas de la Corte. 1891.
Captdlos de rosa, cuentos para niños, 1897. Jazmines y violetas, ídem,
1897. Noticias suyas, monól., 1897. La Mano azul, 1901, La Nieta de
Barba Azid, 1901. El Jabón de Pilotos, 1902.
Eduardo Benot y Rodríguez (1822-1007), de Cádiz, republicano y
académico, gran pedagogo en su estilo y filósofo del lenguaje, hondo
conocedor de la métrica castellana, publicó obras para la enseñanza
de los idiomas francés, italiano, inglés y alemán, hizo comedias y es-
cribió poesías y artículos desde 185 1. Examen critico de la acentua-
ción castellana, Cádiz, i866; Madrid, 1888. Versificación por pies mé-
tricos, Madrid, 1890. Patria, versos, 1890. El Muerto zñvo, zarz. Mi
siglo i mi corazón, dr. Arquitectura de las lenguas, tres vols., Madrid
(s. a.). Diccionario de asonantes y consonantes. Diccionario de Ideas
afines, 1899. España, poesías, 1905. Cervantes i el Quijote, 1905. Los
Duendes del lenguaje, póst., 1908. Arte de hablar, gramática filosófica
de la lengua castellana, 1910 (póst.). En Esp. Mod.: La Crisis econó-
mica (1889, Maye). Las Hipótesis (1889, Oct.). Versificación por pies
métricos (1890, Ag., Set. y Oct.). Signo de pasiva se (1904, Mayo).
El Análisis atomístico gramatical (1904, Jun.). Uso de los modos y
tiempos (1904, Ag.). Estudio aislado de las palabras (1904, Nov.),
¿Hay semivocales? (1904, Dic). La Sílaba (1905, Jun.). Tiempos de
significado translaticio (1905, Oct.).
José David Guarín (1830-1890), de Quetame (Colombia), por seud.
David y El Fisgón, escritor de artículos de costumbres y autor de La
Soledad, meditación delicada y honda, y algunas otras ¡jocsías; popu-
lar en su tiempo, aunque llano y descuidado en estilo y de sátira no
muy fina. Ant. Gómez Restrepo, El Nuevo Tiempo Literario, Bogotá,
1915 (Enero): "Escritor popularisimo en su tiempo y que por su estila
S. XIX, 1866. JOSÉ VILLAAMIL Y CASTRO 4OI
llano y descuidado, su conocimiento de las costumbres de la clase me-
dia, su sátira no muy fina, pero sí bien encaminada, reunía condicio-
nes para ser leído por mayor número de personas que otros literatos
de estirpe más clásica y refinada. Mas que por sus numerosos artícu-
los, vivirá Guarín por una poesía, de meditación delicada, original y
profunda, de forma sencilla, pero de inspiración intensa, que tituló
La Soledad, y que revela una vena íntima de sentimiento en un autor
de aspecto burgués y de carácter festivo." Las Bodas de un muerto,
Bogotá, 1866. Las Aventuras de un santo, iSyy. Obras, 1880 (3.' ed.).
Las tres semanas, 1884. Cuando dos se quieren bien, juguete.
José López Portillo y Rojas (n. 1850), de Guadalajara (Méjico),
acabados los estudios de Derecho, viajó por los Estados Unidos, Fran-
cia, Inglaterra, Egipto y Palestina y á su vuelta publicó Impresiones
de viaje, que fueron muy bien recibidas. Fué abogado y catedrático
y publicó El Derecho y la economía política. Como periodista fundó la
revista de ciencias, letras y artes titulada República Literaria (1866),
donde publicó artículos literarios, históricos y de crítica, leyendas y
novelas, poesías y discursos, á veces con el seudónimo de Yussuf ben
Issa, aludiendo á su nombre y al de su padre. Editó, en 1891, la Cró-
nica de Jalisco, de fray Antonio Tello, que se creía perdida. En 1892,
Armonías fugitivas, colección de poesías, entre ellas el poema Un
héroe, publicado ya en 1882. En El Renacimiento, 1894, publicó un
poemita en prosa. Pía, de gran sentimiento. La Parcela, novela, Mé-
xico, 1898. Obras, México (Bibliot. Autor. Mexic.) : en el t. II (LXIX
de la Bibl.), Novelas cortas, 1901 ; en el t. IV (LXIX de la Bibl.), Los
Precursores, novela, dirigida á Pereda, 1909.
Francisco de Paula Sosa (1848-1916), mejicano, historiador, gran
erudito y crítico, publicó Manual de biografía Yucateca, Mérida (Yu-
catán), 1866. Una temporada lírica, nov.. Habana, 1876. Episcopado
mexicano, galería biográfica, México, 1877. Biografía de D. Benito
Juárez, ibid., 1884. Biografías de mexicanos distinguidos, ibid., 1884.
Bosquejo histórico de Coyoacan, ibid., 1890. Escritores y poetas sud-
am-ericanos, 1890. Las Estatuas de la Reforma, noticias biográficas,
1900. Conquistadores antiguos y modernos, 1901 ; 1902 (en Esp. Mod.,
Abr., Mayo). Breves notas tomadas de la escuela de la vida, 1910.
José Villaamil y Castro (1839-1910), madrileño, jefe del Cuerpo
de Archiveros, colaborador del Museo Español de Antigüedades, Bo-
letín de la Soc. Geogr., El Arte en España, Semanario Pintoresco,
Museo Universal, El Averiguador, La Ilustr. Gallega y Astur., Rev.
Europea, Rev. de España, Galicia Diplomática, Rev. de Bellas Artes,
Rev. de Archivos, etc. Publicó Descripción... de la Catedral de San-
tiago, Lugo, 1866. Crónica de la provincia de Lugo, Madrid, 1866,
1869. Rudimentos de arqueología sagrada, Lugo, 1867. Los Pertigue-
ros de la iglesia de Santiago, i^yz; 2.* pte., 1883. Antigüedades pre-
históricas y célticas de Galicia, Lugo, 1873 ; Mondoñedo, 1894. Los
Códices de las iglesias de Galicia en la Edad Media, 1874. Ensayo de
TOMO VIII — 26
402 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
un catálogo... de libros... que tratan... de Galicia, 1875, 1887. Catálogo
de los viss... en la biblioteca del Noviciado de la Universidad Central,
1878. Breve reseña histór.-dcscript. del Archivo gral. de Indias..., Se-
villa, 1884. Los Foros de Galicia en la Edad Media, 1884. Iglesias ga-
llegas de la Edad Media, 1901, 1904. Mobiliario litúrgico de Galicia
en la Edad Media, 1907. Obras (Bibliografía), 1907. La Catedral de
Santiago, 1909. En la Rev. España: La Peregrifiación á Santiago
('1869, t. VII). Las Invasiones piráticas en Galicia y el Obispo Santo
(1869, t. IX). El Concejo de una ciudad gallega en el s. xiv (1871,
ts. XX-XXII).
José Domingo Cortés (t 1884), chileno, publicó Cantos patrióticos.
Serena, 1866. Parnaso boliviano, Valparaíso, 1869. Galería de hotnbres
célebres de Solivia, Santiago, 1869. Parnaso peruano, Valparaíso,
1871. La República de Bolivia, Santiago, 1872. Parnaso argentino,
ibid., 1873. América poética, poesías selectas americanas, París, 1875.
Bolivia, apuntes geográficos, estad., de costumbres, descriptivos é his-
tóricos, París, 1875. Poetisas americanas, ramillete poético del bello
sexo hisp. -americano, ibid., 1875; París-México, 1896. Prosistas ame-
ricanos, colecc, París, 1875. Diccionario biográfico americano, París,
1876 (2.' ed.).
El padre Fidel Fita y Colomé (1838-1918), jesuíta, gran traba-
jador como epigrafista y erudito historiador en el Boletín de la Aca-
demia de la Historia, de la cual fué director, publicó, entre otras cosas:
Epigrafía romc-na de la ciudad de León, León, 1866. La Santa cueva
de Manresa, 1872. Restos de la declinación céltica y celtibérica en al-
gunas lápidas españolas, 1878. El Gerundense y la España primitiva,
1879. Recuerdos de un viaje á Santiago (con Fernández y González),
Madrid, 1880. Galería de jestUtas ilustres, ibid., 1880. Actas inéditas
de siete concilios españoles celebrados desde el año 12S2 hasta el de
1314, ibid., 1882. Fray Bernal Buyl ó el primer apóstol del Nuevo
Mundo, colecc. de docum. raros..., ibid., 1884. Estudios históricos (sus
artículos del Bolet. Acad. Hist.), ocho vols., ibid., 1884-1890. Lápidas
hebreas de Gerona, Barcelona. La España hebrea, Madrid, 1890-98,
dos vols. Tres discursos históricos, 1909. Consúltese J. Pérez de Guz-
mán, en Bolet. Acad. Hist., Febr., 1918.
Francisco Giner de los Ríos (1840-1915), hijo de una hermana
de Ríos Rosas, nació en Ronda, estudió el bachillerato en Cádiz, Bar-
celona, Alicante y Granada, según los destinos de su padre, funciona-
rio de Hacienda; Derecho y Filosofía y Letras en Granada; ganó por
oposición la cátedra de Filosofía del Derecho de la Central y renun-
ció á ella por compañerismo con Sanz del Río y Fernando de Castro al
acercarse la Revolución de Setiembre; devuelto después de ella, se le
apartó de la enseñanza en 1875 y volvióle á su cátedra en 1881 J. Luis
Albareda. Su obra personal fué la Institución Libre de Enseñanza
(hacia 1870), continuación de la escuela krausista en España, obra en
1* que demostró la entereza y constancia de su carácter admirable.
S. XIX, 1866. ARÍSTIDES ARTIÑANO Y ZURICALDAY 4ü3
aunque el propósito de tanto saber y de tantas energías de este peda-
gogo suavísimo en lo de fuera, durísimo en lo de dentro, á juzgar por
sus frutos, sea la descristianización y desespañolización de la España
tradicional. M. Pelayo, Heterod., III, pág. 804: "Francisco Giner de los
Ríos, catedrático de Filosofía del Derecho y alma de la Institución
Libre de Enseñanza, personaje notabilísimo por su furor propagandis-
ta, capaz de convertir en krausistas hasta las piedras, hombre honra-
dísimo por otra parte, sectario convencido y de buena fe, especie de
Ninfa Egeria de nuestros legisladores de Instrucción pública, muy
fuerte en pedagogía y en el método intuitivo, partidario de la escuela
laica..., fecundísimo, como todos los krausistas, en introducciones,
conceptos y programas de ciencias que nunca llega á explanar." Ade-
más de las traducciones de Krause, Róder, Ahrens y otros extranje-
ros, publicó Giner Estudios literarios (1866). Principios de derecho
natural, 1871. Estudios jurídicos y políticos (1875). Estudios filosófi-
cos y religiosos (1876). Estudios de literatura y arte (1876). Principios
de Derecho natural (con Alfredo Calderón). Manual de Literatura na~
cional y extranjera, Madrid, 1899, dos vols. Historia crítica abreviada
de Literatura nacional y extranjera. La Universidad española, 1916,
Psicología, Idea del Derecho y Educación y Enseñanza, obras que
nada tienen que ver con la literatura y que valen mucho menos que la
recia personalidad del pedagogo. Están reimprimiéndose ahora sus
obras.
135. Año 1866. Antonio Aguayo publicó Historia de una carta,
Madrid, 1866. — ^JosÉ Aguirre Matiol publicó De Sagunto á Cartago ó
impresiones de un viaje á la Corte de Túnez, Valencia, 1866. — Álbum
poético dedicado á... D. losé Zorrilla, Valladolid, i866.-^Manuel de
Almagro publicó Breve descripción de los viajes hechos en América
durante los años de 1862 á i8óó, Madrid, 1866. — Ángel Alvarez de
Araujo y Cuéllar publicó Recopilación histórica de las cuatro órde-
nes militares, Madrid, 1866. Ceremonial, de las mismas, 1868. Las Or-
denes militares, 1891. Oficio divino, de ídem, 1893. — Juan V. Ara-
CUiSTAiN, vascongado, publicó las hermosas Tradiciones vasco-cánta-
bras, Tolosa, 1866. El Baso-Iaun de Etumeta, nov. hist., ibid., 1882.
Cuadros del Evangelio, ibid., 1901. — Francisco Arderíus, célebre ac-
tor, inauguró en 1866, con su compañía, en el teatro de Variedades de
Madrid, los famosos Bufos Madrileños ó Bufos de Arderíus. Publicó
Hasta los gatos quieren zapatos, apuntes sobre el Teatro Español,
Madrid, 1877. De mis recuerdos, narraciones históricas, 1914. — Fran-
•cisco de Armas, cubano, publicó Esclavitud en Cuba, Madrid, 1866. —
Arístides Artiñano y Zuricalday, vascongado, redactor del Euskalr-
duna, de Bilbao, y de El Cuartel Real, periódico del pretendiente don
Carlos, publicó Biografía del Sr. D. Pedro Novia de Salcedo, Bilbao,
j866. El Alzamiento de Vizcaya en 18/2 y el convenio de Amorevieta,
Sevilla, 1872. El Señorío de Vizcaya, Barcelona, 1885. El Ven. mar-
404 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (1850-1869)
tir... Valentín de Bcrrio-Ochoa, Bilbao, 1886. Crónica de la corona-
ción... de iV." 5".» de la Merced, Barcelona, 1889.— José Marín Baldo
(1826-1891), murciano, notable arquitecto, autor del grandioso Monu-
mento á Colón y á la gloria de España, en la Exposición Nacional de
Bellas Artes de 1866, publicó Fuensantica, novela de costumbres mur-
cianas (en El Semanario Murciano). Lo que dijo Juan de Herrera,
Madrid, 1882. — Becerro, libro famoso de las Behetrías de Castilla,
Santander, 1866. — La Beldad de las verdades, pequeña colección de
cantares, por dos inseparables, Madrid, 1866. — Francisco J. A. Berra
publicó Bosquejo histór. de la Rep. Oriental del Uruguay, Montevideo^
1866, 1881 (3.a ed.). Defensa del bosquejo histórico, ibid., 1882. — Se-
gundo Blanco estrenó Delirios de la razón, com. (1866). — ^Cosme Blas-
co Y Val (n. 1838), zaragozano, catedrático, publicó bastantes obras
históricas y geográficas, entre ellas Curso de geografía histórica anti-
gua, Zaragoza, 1866. Historia de Zaragoza, ibid., 1882. Curso de geo-
grafía universal moderna. Diccionario geográfico físico. Historia de
la antigua Universidad de Huesca. Historia de los principales descu-
brimientos geográficos. Historia de la ciudad de Teruel y de sus
célebres Amantes. Historia de Jaca. Diccionario biográficoartístico
de Aragón. Historia de la Imprenta en Aragón. Cancionero his-
tórico-poptdar de Aragón. — Fernando Borbolla Fernández estrenó
El Rey Alfonso I, dr. (1866). — El Cancionero del Esclavo, Madrid,
1866. — Manuel Carreras y González compuso El Trompeta del Ar-
chiduque, zarzuela; D, Pepito en la verbena, juguete; Por derecho de
conquista. La Czarina, drama (de Scribe). Amapolas, flores silvestres,
en prosa y verso, Madrid, 1866. Silencio hasta la muerte, historia de
una demencia (Rev. España, 1883, t, XCII). — Corona poética ó... En-
rique Tamberlick, Madrid, 1866. — El Correo sino-ünamita ó Correspon-
dencia de las Misiones del S. O. de Predicadores en Formosa, China y
Tung-King, 30 vols., Manila, 1866-1897. Continuó después de la pérdi-
da de Filipinas. — Teodoro Cuevas publicó Colección inédita de 400
documentos referentes á la historia de Marruecos, Madrid, 1866. Es-
tudio general sobre el bajalato de Larache..., 1891. — Mariano Chacel
Y González (1846-1882), salmantino, director de El Bufón del Pueblo,
El Buzón del Pueblo, El Coplero de la Villa, Los Descamisados (1873),
El Pendón; poeta dinamitero, bohemio y calavera, de decir brioso en
verso y prosa, publicó Cantares de todos colores, Valladolid, 1866. Ga-
lería de retratos lúgubres, en 29 cantos, Madrid, 1873. Cantos del gi-
tano, 1877; y versos festivos, graciosos, en Madrid Cómico (1880-81).
Para el teatro: El Amante espíritu. Un tío. La Comedia de hoy. En-
sayo y función. Por seguir la moda. La Nochebuena del marino. El
Cuarto *nandamiento. El Corazón de un perdido. Los Desamparados.
Un mandamiento de la ley de Dios. Im Ley del trabajo. La Noche pri-
mera. Los Bohemios (1878), El Afán de bullir. La Filoxera del poder.
Lanceros (1879), muy celebrada. El Año 1881 (revista local, Vallado-
lid). — Miguel Díaz Ballesteros publicó Historia de la villa de Oca-
S. XIX, 1866. JOSÉ HOSTA /J05
ña, ibid., 1866. El tomo segundo por Benito de Lariz García Suelto,
ibid., 1873. — Escenas de la vida: colección de cuentos y cuadros de
costumbres, por una Sociedad de autores, Madrid, 1866. — Manuel M."
Fernández y González, diferente del novelista, compuso La Lira del
Guadalete, poesías, Madrid, 1866, y la traducción más fiel que poética
del Intermezzo, el Regreso y La Nueva primavera de Heine, con el
título de Joyas prusianas, Madrid, 1873, 1879. — José Ferreiro Peral-
ta publicó La Hija del pueblo, novela. La Soberbia, 1866, cuatro vols.
La Toma de San Quintín, dr. (1866). — Fiestas que celebró la Iglesia
de S. María la Blanca... de Sevilla... en obsequio del Breve... en fa-
vor del Misterio de la Concepción, Sevilla, 1866: tiene muchas poe-
sías.— Flor de epigramas..., Madrid, 1866. — Flor de letrillas..., Ma-
drid, 1866. — La Fortuna de Próspero, una estocada al diablo, Madrid,
1866. — Fueros, observancias y actos de Corte del reino de Aragón,
Zaragoza, 1866, dos vols. — Ignacio Galiano y Aparicio estrenó El Pri-
sionero de guerra, com., Habana, 1866. — El padre Ramón García, je-
suíta, publicó Noticia histórico-descriptiva del colegio de Loyola, Ma-
drid, 1866. Relación sucinta del dichoso fin de los 205 mártires muer-
tos en el Japón, Tolosa, 1868. — Enrique Claudio Girbal (1839-1896),
de Gerona, publicó Guía de Gerona, ibid., 1866. Escritores gerunden-
ses, ibid., 1867. La Rosa de oro, Madrid, 1880. Catál. de cuadros del
Museo de Gerona, Gerona, 1882. Tossa, noticias sobre ¡a hist., tradic.
y costumbres de esta villa, Gerona, 1884. El Castillo de Brunzola, ibid.,
1885. Epistolario del Cardenal gerundense D. Fr. Benito de Sala y
Caramany, 1889. Los Judíos en Gerona. El Príncipe de Gerona. Álbum
monumental de Gerona. El Sitio de Gerona en 1284. — Ricardo Gon-
zález del Camino publicó La Hija del coronel, nov.. Habana, 1866. —
José Grimaud publicó El Cancionero infantil, Madrid, 1863, 1866. —
Eusebio Guiteras (1823-1893), cubano, publicó Guía de la cueva de
Bellamar, Matanzas, 1866. Irene Albar, nov., Barcelona, 1885-86, dos
vols. Un invierno en Nueva York, Barcelona. Colecc. de poes. relig.
(inéd.). Gabriel Reyes, nov., 1903-04. Milanos y su época, 1909. Diario
de un viaje por España (1843), 1913. — 'Henri Harrisse (1830-1910),
de París y de origen americano, publicó Bibliotheca americana vetus-
tissima (1492-1551), N. York, 1866, Additions, París, 1872, dos vols.
D. Fernando Colón, ensayo crítico, Sevilla, 1871. Fernand. Colomb.,
sa vie, ses ceuvres, París, 1872. Introducción de la imprenta en Améri-
ca, Madrid, 1872, siete vols. Grandeza y decadencia de la Colombina,
Sevilla, 1886. Catalogue de livres, cortes et documents mss. provenant
de la bibliothéque de feu H. Harrisse, París, 1912. Consúltense : Henri
Cordier, Henri Harrisse, 1910 (en Bullet. du Bibliophile et du biblio-
thécaire, 489-505 y 569-582) ; Henry Vignaud, Henry Harrisse, étude
hiographique et mírale, avec la bibliographie critique de ses csuvres,
París, 1912. — Pablo Hernández y A, Figueroa, habanero, publicó En-
sayos poéticos. Habana, 1866. Sueños de ángel (1872). — Pedro María
Hidalgo publicó Espartero, León, 1866. — José FIosta publicó Crónica
406 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
de la provincia de Ciudad Real, 1866. — Manuel Jorrero y Paniagua
(n. 1846), de Quintanar de la Orden (Toledo), catedrático, director de
El Cascabel, El Escaparate, La Ilustr. Crist., puMicó Versos para aba-
nicos, Madrid, 1.875. Cuentos fantásticos y morales, 1879 (4.'' ed.)^
1883 (6." ed.), 1891 (9.* ed.). Cantares, seguidillas, versos para abani-
cos, 1886 (6.» ed.). Cantares á la Virgen María, 1888, 1897 (7.* ed.).
Guía palaciana, 1902. — Fausto López Vela (1842-1866), segoviano,
dejó escritas las obras Conquista de Córdoba por el Rey S. Fernando,
Madrid, 1866. La España y el genio del bien y del mal, ibid., 1866.
Juana de Arco, nov., ibidem. Poesías sueltas. Variedades. — ^M\nuel
LÓPEZ Lorenzo publicó Cantares patrióticos... á Casto Méndez Núñez
por los españoles residentes en las repúblicas del Plata, Buenos Aires,
1866. — Juan Antonio Lossada Piñeres (1836-1898), de Cartagena de
Indias, vivió en Maracaibo, redactó La Voz de la Mayoría y publicó
Semblanzas zulianas, Maracaibo, en varios folletos. Hombres notables
de la Revolución del p-? en Venezuela, dos vols. : I, Caracas, 1893 ;
II, Maracaibo, 1895. — Francisco de la Madrid (n. 1843), de Guanaba-
coa (Cuba), estrenó Cosas de la ciudadela, jug., Cárdenas, 1868. —
Eduardo de Mariátegui (1835-1880), madrileño, por seud. Rudheric
Al-Magherit, ingeniero militar (1857), publicó Crónica de la Prov. de
Toledo, Madrid, 1866. Carpintería de lo blanco, de Diego López de
Arenas, 1867. Reseña hist.-ftnilitar de las guerras de Alemania é Ita-
lia en 1866, 1867. Glosario de algunos antiguos vocablos de arquitectu-
ra..., 1876. Apología..., del Comendador Scribá, 1878. El Capitán Cris-
tóbal de Rojas, 1879. Con seudónimo de AlMagherit salió en la Ilustr,
Españ. (1872) Un juego de ajedrez, tradición granadina. — Juan Agus-
tín Marino (1843-1873), de Holguín (Cuba), publicó Flores incultas,
poesías, Cuba, 1866. — José Martín del Pozo estrenó Catalina Segun-
da, dr., Habana, 1866. — 'Saturnino Martínez (1840-1905), de Sariego
(Asturias), pasó á Cuba, donde fué empleado de la Biblioteca, dirigió
La Aurora (1866) y La Razón (1876), La Unión (Tarragona, 1903).
Publicó Poesías, tres vols., Habana, 1866- 1870- 1876. — Pío B. Mesa pu-
blicó Los Anales de la ciudad del Cuzco, ibid., 1866-67, dos vols. — Ig-
nacio Miranda, de Puerto Príncipe, estrenó La Triaca en el veneno.
Puerto Príncipe, 1866. No es oro todo lo que reluce, 1866. Donde me-
nos se piensa..., 1866. Huye, galleta, que te coge diente, 1866. Alma
sola, ni canta ni llora (1867). — El Motín de las estrellas, disparate
lírico-astronómico bailable... de varios autores..., teatro de los Bufos
Madrileños (1866). — La Muerte de Curro Cejas, desatino histórico-
trágico, parodia inocente de la magnífica tragedia '^La Muerte de Cé-
sar^', parto laborioso de una compañía de ingenios averiados, Madrid,
1866. — José Muñoz y García, gaditano, estrenó Coces contra el agui-
jón, com.. Habana, 1866. — José Nadal de Gurrea publicó Glorias na-
varras, Historia... de Navarra, biografías..., Pamplona, 1866. — Igna-
cio Negrín (n. 1825), canario, oficial de la Armada, publicó La Poesía
del mar, cuentos marítimos «n verso, Habana, 1866 2.' ed. — Emilio
S. XIX, 1866. JERÓNIMO SANZ 407
Nieto publicó Amar de incógnito, historia inverosímil, Madrid, 1866.
— Noches literarias en casa de Nicolás Azcárate, 'por varios, en prosa
y verso, notable, Habana, 1866, dos vols. Nicolás Azcárate (1828-1894)
fué rico Mecenas de los literatos cubanos. — Francisco de Asís Palou
(1829-1876), del Puerto de Santa María, director en Córdoba de La
Lealtad (1875), publicó Historia de... Alcalá de Henares, Madrid,
1866. — Antonio Pérez Carrión (n. 1824), canario, publicó Biografías
de ilustres canarios, Habana, 1866. — Francisco J. Pérez de Granda-
LLANA Y Ángulo, jerezano, publicó Poesías, Jerez, 1866. Sueños y lá-
grimas, Madrid, 1879. Poemas, 1880. Jmito al fuego, poesías, ibid.,
1880. Hojas de mi cartera, pensamientos, ibid., 1882. Cantares, ibid.,
1883. Caprichos, 1884. — Pablo Pildain (n. 1848), de Puerto Principe
(Cuba), estrenó María, dr., Habana, 1866. Tres contra una, jug. (1866).
María del Pino de la Cruz y Penichet, canaria, publicó Lágrimas y
flores, poesías, Habana, 1866. — Félix Pizcueta Galell (1837-1890),
valenciano, médico, director de La Nación, Los dos Reinos (V'^alencia,
1864) y El Mercantil Valenciano (1874), publicó Las Noches de invier^
no, historias, cuentos.... Valencia, 1866. En la maroma, historia de
"una volatinera, ibid., 1876. Gabriela, nov., ibid., 1878. El Administrador
de la Baronesa, id., ibid., 1878. La Insurrección de Alahuar, nov., Ma-
drid, 1878. — Manuel Jacinto Presas y Morales (1845-1874), de Ma-
tanzas, médico, publicó Estudio sobre la locura de D. Quijote, Matan-
zas, íSóó. — M. Puncet de Jiménez publicó La Aficionada del sir-
glo XIX, dr., Puerto Príncipe, 1866. — ^Juan María Ramírez publicó
Bibliografía de la primera imprenta de Buenos Aires, ibid., 1866. —
Revista de Bellas Artes, rev. de crít., teatr., etc., Madrid, 1866-68. —
Bonifacio Riaíío escribió Bibliografía Granadina y noticias histór. de
su imprenta é impresores hasta fines del s. xvii, ms. de la Bibl. Nac,
por ella premiada en 1866. — 'Catalina Rodríguez de Morales (1835-
1894), de Pipián (Cuba), por seud. Yara, publicó Poesías, Matanzas,
1866; t. n, Maracaibo, 1878. Hijo itnico, poes., Matanzas, 1884. — Ra-
fael Ruiz Urbina publicó Los Trovadores Marianos..., Madrid, 1886,
dos vols. — Saínetes: El Médico en el lugar y la sordera. El Viudo, La
Estera, Las Preciosas ridícidas, 1866. — ^Faustino Sancho y Gil (na-
ció 1850), de Mores (Zaragoza), por seud. Abelardo Rosa, orador dis-
tinguido, jurisconsulto y literato, publicó La Bella jardinera, Zarago-
za, 1866; Sevilla, 1877. El Renacimiento, Madrid, 1871. Elogio de don
Joaquín M.^ Lopes, 1875 (en Rev. Acad. Jnrispr.). Espronceda, 1879
(en Rev, Arag.). Lucas Jordán, 1880 (ibid.). El Teatro de Echegaray,
Zaragoza, 1882. Vicente Espinel, 1877. Enrique Jácome y Breca, 1885.
Elogio de Lope de Vega, 1885. D. Diego Hurtado de Mendoza, 1885.
Prólogo á Borao (edic. 1885). Elogio de Bretón, 1886. Murillo, apuntes
para la hist. de su vida (Rev. España, 1874, t. XLI). — Indalecio San
Julián, español, publicó Sueños, locuras y lágrimas, poesías, Habana,
1866. — Jerónimo Sanz (1836-1882), habanero, maquinista, publicó
Amarguras y esperanzas, poesías. Habana, 1866. Poesías, i88i (pról.
408 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
de Rafael M. Mendive). — Rafael Serrano Alcázar (1842-1901), mur-
ciano, del Consejo de Estado, fué subsecretario de Gobernación á los
treinta de su edad, después vicepresidente del Congreso, redactor de La
Patria. Publicó Poesías, IMadrid, 1866. Últimos cantos, 1871. Cantos
negros ó historias extravagantes, 1874. La Corona de mi tiempo, 1883.
Hojas veraniegas, 1884. Política y Literatura, 1887. La Mujer alegre,
18S9. San Sebastián, 1894. Cartas politicas, 1900. En el periódico La
Novela publicó La Amiga íntima. — José Manuel de la Sierra, monte-
videano, publicó La Revolución de i8¿/, 1866. — José E. Triay (1844-
1907), gaditano, publicó (con Mariano Ramiro, 1834-1886, gaditano),
Ensayos, versos, Cárdenas, 1866, Las Glorias del voluntario, prosa y
verso, Habana, 1869. El Corsario rojo, ley., 1871, Cervantes, loa, 1877.
Iris de paz (1878). Para el teatro, en 1879: El Pabellón nacional. Por
la bandera de España. Jesús, María y José. ¿Quién es el muerto f La
S&ñora no está en casa. La Hija del aire. La Cola del gato. El Bandido
de Londres. Corona de laurel y corona de espinas. Juan Valjean. Caseta.
Abelardo y Eloísa. Carmen. La Perícola. Noches en el hogar. La Vuel-
ta de Andrés, 1896. — José Trujillo y Armas (t 191 1), de Güines
(Cuba), publicó Flores de un día, poesías, Haban^, 1866. — Fernando
Urzáiz (n. 1840), habanero, residente en Mérida de Yucatán en 1904,
estrenó Venganza contra venganza, dr.. Habana, 1866. La Prosa de la
vejez, jug., 1866. El hacer bien nunca se pierde (1872). Poemitas infan-
tiles, iSjy. Nubes en cielo azid, com., 1882. — Adolfo Vargas (n. 1836),
de Badajoz, ya difunto, fué excelente poeta satírico y publicó Real
Hospicio de Badajoz, su fundación, derechos y privilegios..., Badajoz,
1896. La Romería de Botoz. Los Destinos piiblicos. — Adolfo Varona
estrenó Más vale pájaro en mano. Puerto Príncipe, 1866. Diana al
tambor mayor (1866). Proverbios de salón, 1866. — Francisco Villa
publicó Flor de cantares, colecc. de las nvejores coplas y seguidillas
populares de España, Madrid, 1866. — José Villasante, español, secre-
tario del Gobierno de la Habana (1866), estrenó Muerte por honra,
dr.. Habana, 1866.
136. Año 1867. Jorge Isaacs (1837-1891). de Cali (Co-
lombia), introdujo, con Diego Fallón y Rafael Pombo, en el
Parnaso americano, el sentimiento de la naturaleza y el idea-
lismo soñador de los poetas septentrionales y de nuestros ga-
llegos poetas; pero fué todavía más celebrado por su novela
María (1867), obra henchida de ternuras poéticas, á lo Saint
Pierre, idilio de un primer amor desgraciado que gime entre
las hermosuras de la naturaleza americana; bien <jue no pocos
defectos narrativos impidan se ponga á par de /líala y de Pa-
blo y Virginia. Es, con todo, superior á estas novelas, en otra
S. XIX, 1867. JORGE ISAACS 409
cosa más sustancial: en ser acabada manifestación del estado
del alma en determinada época de una sociedad naciente y sana,
de un hogar inmaculado y de una juventud generosa y nobilí-
sima; en interpretar honda y sinceramente un sentimiento ver-
daderamente humano, el más elevado propósito del arte. Del
habla del Cauca tiene hasta 192 provincialismos, además del
tono general del diálogo.
Pedro Marquina C*" 1886), zaragozano, dramático que tra-
bajaba á menudo con Pelayo del Castillo, su amigo de tascas y
borracheras y del vivir á la bohemia. Vendía sus obras á los
pasteleros, de puro goloso. Murió pobre, echando la patrona su
cadáver entre la nieve de la calle en una noche de invierno por
zafarse de pesquisas judiciales. Distinguíase de Castillo en ser
premioso de palabra; pero dejó piezas aplaudidísimas que toda-
vía son de repertorio, como Palabra de aragonés, El Poeta de
guardilla y, sobre todo. El Arcediano de San Gil. Colaboró en
La Niñez.
137. Carlos Arturo Torres, Estudios, 1906, pág. 252: "María es
<jbra única, no puede ser superada por creación análoga de otro autor,
ni aun por usted mismo. Yo la estimo como obra acabada, no porque
desconozca sus defectos de ejecnción, hijos, sin duda, de la escuela y
gusto predominantes en la época en que se escribió ; pero es acabada
porque revela una verdad, esto es, expresa un estado del alma real é
intenso, un momento necesario de la vida, y lo expresa en ese lengua-
je comprendido por todos, así en Colombia como fuera de ella. Es que
el drama del alma cautivará siempre, cualquiera que sea el teatro en
donde se desarrolle. En esa obra se lanzó la nota más alta de una épo-
ca y de un período de la vida dados. En el tiempo en que se escribió
y á la edad en que se lee, todos la sienten. "La obra de Helvecio, dijo
"Mad. Dudeffand, es admirada porque ha revelado á todos los hom-
"bres su propio secreto." Esto aconteció á María y por eso está al ni-
vel de otras dos obras de índole muy diversa... Manon Lescaut y
Obermann. La mórbida turbación de una sociedad decadente ó el esté-
ril decaimiento de una época de reacción tenían que dar necesaria-
mente como flor, ya que no como fruto, estas obras, al paso que el
tranquilo desarrollo de una sociedad naciente y sana, de un hogar in-
maculado y de una juventud generosa y nobilísima, como los de nues-
tro país en aquella época, dieron esa flor de virginidad y de amor, que
embalsama perennemente el campo de las patrias letras." María, no-
vela, Bogotá, 1867; Barcelona, 1882, 1891, 1893, 1898; París, 1898;
Barcelona (1910). Poesías, Bogotá, 1864, 1878. La Revolución radical
en Antioquía, Bogotá, 1880. Estudio sobre las tribus indígenas del De-
410 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
parlamento del Magdalena (Anal, de la Instr. Pública^ n. 45). Saulo^
poema, Bogotá, 1881, En Esp. Mod.: ¡Descansa, guerrero!, poes. (1893,
Set).
Pedro Marquina: El Laurel de Erato, 1867. Un cosechero riojano,
1871. El Sitio de París, dr. (con Eloy Perillán), 1871. El Primer beso,
1872. La Espada de Bercnguer, dr. Un corazón de oro, 1872. El Arce-
diano de Sen Gil, 1873, 1876, 1880, 1884. El Grano de trigo, 1874. Viva
Cuba española, dr., 1876. El Corazón de un baturro, 1876. El Poeta de
Guardilla. Papel impreso, poesías, Madrid, 1878. La Mina de oro, 1881.
El Nieto del ciego, 1881. Palabra de aragonés, 1882, 1889, Rosa y cla-
vel, 1884. El Reo, poema, 1884.
138. Año 186/. Cesáreo Fernández Duro (i 830- i 908),
capitán de navio, director de la Crónica Naval de España (1855-
60), Rcv. de Navegación (1894), colaborador de La Ilustr.
Esp. (1897-99), Mundo Naval (1898-1900), Rev. Contemporá-
nea (1898), La Esp. Mod., por seud. F. Hardt. Uno de los más
eruditos historiadores de España en el siglo xix y el primero
en asuntos histórico-navales, escritor infatigable y benemérito
de la patria.
Rufino José Cuervo (1844-1911), de Bogotá, donde ense-
ñó bastantes años, vivió desde 1882 y murió en París. Gran
conocedor de la lengua castellana, fué el mayor y más exigente
filólogo americano, de los primeros que introdujeron la com-
paración histórica en el estudio de nuestra lengua, el más sutil
analizador de las variantes del habla popular de Bogotá, mo-
destísimo y virtuosísimo varón, una de las mayores glorias lite-
rarias de América.
José María Sbarbi y Osuna (1834-1910), de Cádiz, pres-
bítero, músico y paremiólogo, gran conocedor del castellano,
escritor de los más castizos, amenos é instructivos, publicó
obras de gran importancia para el conocimiento de nuestro idio-
ma y no fué admitido en la Academia Española, mereciéndolo
mejor que cuantos en ella estaban á la sazón, por haberse pica-
do Juan Valera por Un plato de garrafales, en que le sacó á
relucir las faltas de lenguaje de Pepita Jiménez.
139. Ces. Fern. Duro: Naufragios de la Armada española, Ma-
drid, 1867. Cervantes, marino, 1869. Apuntes biográficos de El Hach
Mohamed el Bagdady, 1877. Disquisiciones náuticas, seis vols., 1877-
81. Venturas y desventuras, nov., 1878. A la ufar madera, 1880. Ro-
mancero de Zamora, 1880. Mateo de Laya, i88i. D. Diego Pcñalosa y
S. XIX, 1867. RUFINO JOSÉ CUERVO 4II
SU descubrimiento, 1882. Memorias históricas de la ciudad de Zamora^
cuatro vols., 1882-83. ^^^ Joyas de Isabel la Católica, las naves de-
Cortés y el salto de Alvarado, 1882. Colón y Pinzón, 1883. Bosquejo
encomiástico de D. Pedro Enríquez de Acevcdo, conde de Fuentes,.
1884. D. F.co Fernández de la Cueva, 1884. La tapicería de Bayeiix...,
1884. La Armada invencible, dos vols., 1885. Antigüedades en América
Central, 1885. Colón y la historia postuma, 1885. Historia de la con-
quista y población de la provincia de Venezuela, escrita por D. José de
Oviedo y Baños..., Madrid, 18S5, dos vols. El Gran Duque de Osuna y
su Marina (1602-1624), 1885. La Conquista de las Azores en 158^^
1886. Crónica de España... escrita por D. Gonzalo de Fino josa, obispo
de Burgos, que tradujo del latín al francés Juan Golain, fraile carm.
y torna al castellano con notas..., 1887 (ms.). Tradiciones infunda-
das, 1888. Estudios históricos del reinado de Felipe II, 1890. Cañas y
Toros, 1890 (con seud. de F. Hardt). La Nebulosa de Colón, 1890.
Ríos de Venezuela y de Colombia, relaciones inéditas, 1890. El Arte
naval, 1890. Colección biblio gráfica-biográfica de noticias referentes
á la provincia de Zamora, 1891. Bosquejo biográfico del almirante
D, Diego de Egues y Beaumont, 1892. Pinzón en el descubrimiento de
las Indias, 1892. Los Cabofos Juan y Sebastián, 1893. Viajes regios por
mar en el transcurso de ¿00 años, 1893. Hernán Tello Portocarrero y
Manuel de Vega Cabeza de Vaca, 1895. Armada española desde la
unión de los reinos de Castilla y Aragón, nueve vols., 1895-1903. De al-
gunas obras desconocidas de cosmografía y de navegación, 1895. El
Dr. D. Marcos Jiménez de la Espada, 1898. Correspondencia militar
de D. José de Vargas y Ponce y otros, 1900. El líltimo almirante de
Castilla D. Juan Tomás Enríquez de Cabrera, 1902. La Mujer españo-
la en Indias, 1902. Viajes del Infante D. Pedro de Portugal en el si-
glo XV, 1903. D. Pedro Enríquez de Acevcdo, conde de Fuentes, igo6.
D. José M. de Murga, el Hach Mohamed-el-Bagdady , 1906. Reseña
hist. de la Acad. (1905-06) (en Bol. Acad. Hist., XLIX, 170-201). En
la Rev. Esp.: Resultado del Congreso de Americanistas, 1885 (t. CV).
Bernabé Varona, 1874 (t. XXXVIII). Cervantes, marino, 1869, t. VIII).
En Esp. Mod.: Holandeses en América (1890-91). Concepto colombino
(1892, Marzo). Reseña crítica del centenario (de Colón, 1893, Xov.).
Homenaje á Henry Harrisse (1893, En.). El Estandarte y el arcón de
Oquendo (1894, Febr.). Cómo han ido civilizándose los japoneses
(1894, Ma)^o), Los Galeones de Vigo (1900, Dic). Consúltense: Rev.
Archiv., 1908 (Mayo) ; Velada necrológica que dedicó la R. Soc. Geo-
gráfica ó..., Madrid, 1909.
Falleció Cuervo pobre y abandonado. No acabó la publicación del
Diccionario, primero, por falta de recursos, á pesar de haberle prometi-
do costearle la edición las Repúblicas americanas; además, porque las
citas preparadas las había tomado de la Bibl. de Rivadeneira y des-
pués conoció estar dichas ediciones llenas de errores; finalmente, por-
que la muerte de su hermano dejóle lleno de tristeza y solo. Todo ello
412 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (1850-1869)
me lo tenía dicho en cartas particulares. El prólogo al Diccionario se
lo aderezó el padre Miguel Mir. Cuervo no escribía con la elegancia
que él quisiera, ni desechaba los galicismos que debiera, como lo de-
muestra el padre Juan Mir. En su Diccionario entretiénese en muchos
verbos, eruditos de origen, y pasa por alto otros muchos clásicos y
vulgares, que casi desconocía, por ser pocos los libros viejos que tenía
á mano. Su fuente, la dicha Biblioteca de Rivadeneira; cuando cayó
en la cuenta y quiso buscar otros libros era tarde, y ya no tenía dinero
para comprarlos ni humor para verlos en las bibliotecas. Su valer está
en el criterio exactísimo con que aplicó la lingüística histórica compa-
rada al estudio de las palabras, y, sobre todo, en el ojo clínico con que
hacía anatomía psicológica de las voces, de su construcción y evolu-
ción. En Bogotá no tuvo los libros clásicos necesarios para recoger los
materiales; si hubiera nacido en España hubiera aprovechado mucho
mejor el tiempo y nos hubiera dado una obra lexicográfica admirable.
La mejor que compuso es la de las Apuntaciones. Obras de R. J. Cuer-
vo: Apuntaciones críticas sobre el lenguaje bogotano, Bogotá, 1867-
72, 1873; Chartres, 1885; París, 1905, 1907, 1912, 1914. Gramática la-
tina (con M. A. Caro), Bogotá, 1867, 1869, 1876, 1886. Notas á la Gra-
mática, de Bello, 1874, 7.' ed.; 1881; París, 1898,' 1902, 1913. Diccio-
nario de construcción y régimen de la lengua castellana (A-D, sin
acabar), dos vols., París, 1886-1893. Vida de Rufino Cuervo (su padre,
redactada con su hermano Ángel), dos vols., París, 1892. En Anuario
de la Acad. Colomb., t. I, 1874: Estudios filológicos (pág. 47). Una
nueva trad. de Virgilio (pág. 213). Consúltense: J. Valera, Cartas
americanas, Madrid, 1901 ; J. Cejador, Pasavolantes, Madrid, 1913;
fray Pedro Fabo, R. J. Cuerz'o y la lengua castellana, tres vols., Bo-
gotá, 1912; J. M. Dihigo, R. J. C, Habana, 1912; Anuario de la Acad.
Colombiana, t. II, págs. 287-349; Boris de Tannenberg, Cuervo íntimo,
191 1 (en Bullet. Hisp., XIII, 479-88).
Sbarbi usó el seudónimo ó anagrama José María Bisbar en El Ave-
riguador; el de Juarraes Bombasan en Doña Lucía, y el de El Doctor
Marañan y Uñate en un artículo de El Averiguador. J. M. Sbarbi:
Prontuario de definiciones musicales, Badajoz, 1861. Teófilo ó prue-
ba de las pruebas del estado eclesiástico, 1867. El Averiguador uni-
versal, correspondencia entre curiosos, literatos, anticuarios, etc. y
Revista de toda clase de curiosidades, director D..., siete vols., Ma-
drid, 1868-82; suyos son los cuatro de 1879-82. Cervantes teólogo,
1870. El Libro de los refranes (unos 1.800), 1872. Florilegio ó Rami-
llete alfabético de Refranes y Modismos comparativos y ponderativos
de la Lengua Castellana..., 1873. Un plato de garrafales, 1874. El Re-
franero general español, parte recopilado y parte compuesto por...,
10 vols., 1874-78. Intraducibilidad del Quijote, 1876 (por sí es el t. VI
de El Refranero, respuesta á un artículo de J. M. Asensio, en Rev.
Esp., 28 Oct. 1873, opuesto á lo que sustentó Sbarbi en otro de la
Ilustr. Esp., 1872, I-V). El Libro de los refranes, 1872. Doña Lucía,
S. XIX, 1867. JOSÉ PEDRO VÁRELA 4l3
novela (crítica de la Academia), 1886. Monografía sobre los refranes,,
adagios y proverbios castellanos y las obras ó fragmentos que expresa-
mente tratan de ellos en nuestra lengua, 1891. Ambigú literario, 1897. In
illa tempore y otras frioleras, bosquejos cervantinos, 1903. En mss. :
Diccionario de Andalucismos (de 5 á 6.000 papeletas). Diccionario
de refranes, adagios y locuciones proverbiales (más de 5.000). Colec-
ción de los refranes, adagios, proverbios y frases proverbiales, senten-
ciosas é idiomáticas que se hallan en las obras de Cervantes (unas
2.500 papeletas). En La Ilustr. Esp. y Amer. publicó Preliminares
para un tratado completo de Paremiología comparada (22-Vn ; 8, 22
y 30-VIII; 8 y 22-IX; 8 y 15-X; 22 y 30-XII de 1885; 22-XI de 1886,
y 15-IV de 1888). Cosas (Almanaque de ídem). El Elemento cornígero
(1884, Ag.). Esplendidez española (Almanaque, id., 1890). Paremiolo-
gía comparada (1885-88). En La Ilustr. Art., 1885: El Alfabeto en la
paremiología; 1886: La Aritmética en la paremiología; 1886: La Mú-
sica en la paremiología. En Esp. Mod.: No hay hombre sin hombre
(1889, Abr.). Anas (1889, Dic). Cuernos y plumas (1903, En.). Espí-
ritu gral. de dualidad (1908, Jul.).
14 0. Año 1867. Evaristo Silió y Gutiérrez (1841-1874), de
Santa Cruz de Iguña (Santander), redactor de La Voz del Siglo (1868),
La Constitución (1871) y El Eco del País (1872), persona culta, enten-
dido en lenguas modernas, fué poeta delicado, lírico elegante, melancó-
lico como buen montañés, que dio con el filón poético de su tierra,
bien que algo decadente y que recuerda á Leopardi. Publicó Santa
Teresa de Jesús, poema, Madrid, 1867. El Esclavo, leyenda, 1867. La
Magdalena, poema (sin acabar). Pero su mejor obra es Desde el valle,
poesías, Madrid, 1868, donde sobresalen Una fiesta en mi aldea, Una
tarde, Los Viajeros, romance. Poesías, con prólogo de M. Pelayo, Va-
liadolid, 1897. M. Pelayo, Crít. liter., 4.^ serie, pág. 272: "E. Silió, pre-
maturamente malogrado, tuvo la inspiración melancólica y gris de
nuestro paisaje otoñal, pero algo monótona y enfermiza."
José Martí y Folguera (n. 1850), de Reus, director de El Eco del
Centro de Lectura, Reus; redactor de El Boletín Diplomático (1869-
70); hizo poesías zorrillescas ; fué premiado (1867), después hízose
parnasiano, amigo de los Bartrinas ; ingenio fecundo, indisciplinado y
paradójico; escribió en catalán y castellano. Vibraciones, poesías, Bar-
celona, 1874. Pobre Fortuny, 1874. Poesías, Reus, 1875. Sonetos y ma-
drigales, Madrid, 1876. Soneto (Rev. Esp., 1876, t. XLVIII). Siempre-
vivas, Barcelona, 1885. Versos castellanos, 1893. Poemas castellanos,
ibid., 1896. En los 20 vols. de los Juegos Florales de Barcelona, desde
1858, hay hasta 50 composiciones suyas.
José Pedro Várela (1845-1879), de Montevideo, comerciante, fun-
dador de La Paz, como periodista viajó por Europa y los Estados
Unidos, donde publicó un libro de rimas románticas y melancólicas.
Ecos perdidos, Nueva York, 1867. Vuelto á Montevideo (1868) diri-
4 '4 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
gió La Paz hasta 1873, retiróse de la política y publicó La Educación
del pueblo, 1874, y La Legislación escolar. Su fama la debe á la re-
forma escolar de su patria, que le inspiró Sarmiento, á quien conoció
tn los Estados Unidos.
Rafael Villa (t 1890), poeta y periodista cubano, defensor de la
integridad nacional, publicó Recuerdos, poesías, Madrid, 1867. Ecos
de la patria, Habana, 1872, en verso. Martirio del alma, dr. (1872). El
Monasterio de Yiiste (1872). La Dama de Carlos V (1872). Mis recuer-
dos, compos. lír. y dram., Cienfuegos, 1873. Narraciones históricas,
leyendas y tradiciones españolas. Habana, 1875 (cinco novelas histór.),
1883 (4.^ ed.). Obras en prosa y verso, narrac, ley. y tradic, dram.
y poesías. Matanzas, 1882. El Mulato de Murillo, 1886,
Ricardo Becerra, nacido (1836) en Bogotá (Colombia) y fallecido
á principios del siglo xx en Nueva York, político, orador elocuentísi-
mo, diplomático, historiador y periodista, publicó Biografía de Juan
Uslar, 1867 (y en el t. HI de Biografías de hombres not. de Hispano-
América). El General José Tadeo Monagos, Caracas, 1868. De la res-
ponsabilidad atribuida á Bolívar..., Santiago, 1875. Vida de D. Fran-
cisco de Miranda, Caracas, 1896, dos vols.; Madrid, 1917. Al Gobierno
de Colombia, 1900.
141. Año 18Ó7. H. Alegría (seud.) publicó La Locura: Salpicón
ó miscelánea; la tnás amena y divertida de anécdotas..., cuentos...,
chascarrillos, etc., compuestos por una sociedad de buscones, chuscos y
graciosos bajo la dirección de..., Madrid, 1867. — Francisco Alvarez
(1847-1881), de Manatí (Puerto Rico), poeta incorrecto por falta de
rnstrucción, de fondo melancólico y sincero, como quien con incurable
dolencia sentía acercársele la muerte. Su mejor poesía es Meditación
nocturna. Obras literarias de..., P. Rico, 1881. — José Amiera estrenó
Una deuda de gratitud, dr., Habana, 1867. — Julián Arbulo y Alberdi
(n. 1847), de Vitoria, poeta festivo, publicó Álbum y Coplas y Calen-
darios, Bilbao, 1897 (en Bibl. vasc). Para el teatro: Un hombre con
tres caras, Es más listo que Cardona; Pintor, músico y poeta; Amor y
fe, La Cesta de la vecina, Mjaría la Expósita. — Juan de Dios Arias
publicó Reseña histór... la intervención francesa, sitio de Querétaro...,
México, 1867. — Juan Manuel Barrera (1828- 1888), de Chiriguaná
(Colombia), senador, publicó El Álbum de mis versos, Bogotá, 1867.
Las Glorias de la Patria, ibid., 1884. — ^Julio Bernal y Soriano (nació
1831), de la villa de Almonacid (Zaragoza), presbítero, publicó Vela-
das de un párroco, catecismo fundamental, Zaragoza, 1867, 1876. Tra-
diciones hist.-ireligiosas de todos los pueblos de la Diócesis de Zarago-
za, ibid., 1880. Religión y Patria ó el Niño Aragonés, 1881, 1882. —
Luis Victoriano Betancourt y Salgado (1843-1885), cubano, publicó
el poema Bartolo y Chumba, crítica de la literatura obscena; y una
colección de prosa y verso, en la que sobresale la elegía A la muerte
de Lincoln: Artículos de costumbres y poesías, Guanabacoa, 1867. —
s. XIX, 1867. "epicaris" 415
Bibliotheca Americana de Maisonneuve et CM, París, 1867. — ^César
BoRjA (1847-1910), político y literato ecuatoriano de Quito, ministro
de Instrucción pública, publicó Ergatina, crítica, y los poemas Madre,
El Agua, Patria, Raza de Víboras, Paisajes y Recuerdos, Fin de Siglo,
Plores Tardías (1906) y Joyas Ajenas. — Rafaela Bravo y Macías (na-
ció 1850), poetisa rondeña, escribió En el retiro de Málaga (1867), la
leyenda en verso San Juan de la Palma, la comedia Las Apariencias
engañan, el poema Las Siete estrellas y otras poesías no coleccionadas.
— Emilia Calé y Torres de Quintero, gallega, por seud. Esperanza,
colaboradora de la Rev. Conteni,poránea, La Familia, El Correo de la
Moda, El Progreso, de Pontevedra (1865), Rev. Popular (1892);
publicó Horas de inspiración, poesías, Lugo, 1867; Madrid, 1875. Lor-
zos rotos, drama, Coruña, 1883. Escenas de la zñda, novelitas. Cre-
pusculares, versos, Coruña, 1894. — Ciríaco Camargo publicó Año Cris-
tiano en verso, Madrid, 1867. — Luis Carreras (1840-1888), de Mataró,
publicó Éter, de crítica, 1867. Los Malos novelistas españoles, genera-
lizados en D. M. Fernández y González, D. Francisco J, Orellana,
D. Rafael del Cantillo, D. Enrique Pérez Escrich, artículos publ. en la
rev. Hispano-Americana, Barcelona, 1867. Historia de la guerra de
Francia y Priisia, dos vols., ibid., 1871. Un casairtiento infame, répli-
ca al Duque de la Torre, París, 1883. Retratos á l-a pluma, ibid., 1S84.
Elvira, nov., Barcelona, 1884. Dejó por acabar un buen libro que arre-
gló y adaptó en francés Dumaine, Ensayo sobre la vida y las obras
de Cervantes, París, 1897. — Zacarías J. Casaval publicó Relaciones
históricas y fabulosas, Madrid, 1867 (2.^ ed.). Apuntes para una hist.
nacional {reinado de Carlos II) (en Rev. España, 1868, t. IV). Carta
sobre los hechizos que el Conde-JDuque de Olivares dio á Felipe IV
(1868, t. I). En el día del aniversario de la muerte del general O'Don-
nell (1868, t. V). — ^Emilio del Castillo Xegrete publicó Galería de
oradores de México en el s. xix, México, 1867-80, tres vols. México
en el s. xix, ibid., 1875-90, 24 vols. — Códice diplomático-americano de
Cristóbal Colón, Habana, 1867. — Colección de obras arábigas..., t. I,
Ajbar machmua; t. II, Crónica del Ebn-^UKotiya, Madrid, 1867. —
Telesforo Corada estrenó La Heroína de Barcelona, dr. hist.-fant.
(1867). Palos y pérdida, farsa (1867). — Juan Cossío escribió Placeres
y dolores, zarz., Lima, 1867. — Ángel Cuervo, por seud. Moreli, nacido
(1838) en Bogotá, hermano de José Rufino, con quien vivió en París,
falleciendo antes que él, publicó La Dulzada, poema, Bogotá, 1867. El
Diputado Mártir (1876). Jamás, novela, París, 1892. Vida de Rufino
Cuervo y noticias de su época (con su hermano Rufino), dos vols.,
ibid., 1892. Curiosidades de la vida americana en París, ibid., 1893. En
la soledad, nov., ibid., 1895. Dick, 1895. — 'José Francisco Díaz y Sui-
za, del Tribunal Supremo, publicó Historia del senado romano, Barce-
lona, 1867. — Diccionario enciclopédico de la lengua española, Bibl.
Gaspar y Roig, Madrid, 1867, dos vols. — Don Quijote, periód. liter,
manal, Madrid, 1867-68. — Epicaris, tragedia, de D. L. V. y D. y D. F. S.
4l6 PRIMER PERÍODO L'S LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
(1867). — Jerónimo Espejo publicó Apuntes históricos sobre la expedi-
ción libertadora del Perú (1820), B. Aires, 1867. San Martin y Bolívar,
ibid., 1873. — La Estrella de Chile, rev., 16 vols., 1867-79. — S\lvador
María de Fábregues (n. 1839), de Valencia, donde fué direc or de La
Ilustr. Popular y. El Recreo de las Familias (1871), publicó El Libro de
los Reyes, apuntes... de los soberanos de España, Valencia, 1867. Le^
yendas y tradiciones. Valencia, 1874. Novelas cortas, Barcelona, 1890.
Los Hijos de D. Silvestre, juguete, 1893. La Ciega avaricia, 1902. —
Modesto Falcón publicó Salamanca artística y monumental, ibid.,
1867. Cristóbal Colón y la Universidad de Salamanca, ibid., 1881. —
Francisco de Paula Fors de Casamayor publicó La Estrella de Mon-
serrat... su descripción, su historia y tradiciones, Madrid, 1867. — Ga-
lería universal de biografías..., Madrid, 1867, dos vols. — Diego García
Nogueras (t 1887), dramático español, secretario del Gobierno en
Cuba, publicó Poesías, Habana, 1867. — Ernesto García Ladevese, poe-
ta imitador de Bécquer, publicó Baladas y Cantares, Madrid, 1867.
Fuego y cenizas, baladas, ibid., 1868. — Ramón García Sánchez (t 1885),
autor de muchas comedias y novelas, escribió en El Fomento Literario
(1863-64), La Iberia, La Primera Edad; publicó Encantos y desencan-
tos, poesías, Madrid, 1867. La Camisa de boda, novela festiva, 1877.
Los doce Alfonsos, romancero histórico, 1885. Para el teatro : Usted dis-
pense (1875). La Ley de Dios (1876). — Vicente García y García pu-
blicó Guía del viajero en Burgos, Burgos, 1867 (2.' ed.). — Blanca de
Gassó y Optit (t 1877), madrileña, inspirada poetisa, colaboradora de
La Lira, La Guirnalda, La Moda Elegante, El Bazar, El Correo de la
Moda, muerta de un pistoletazo por su padre, que también se suicidó
al punto, publicó Corona de la infancia, lecturas poéticas y canciones
para niños, Madrid, 1867. Cien cantares á los ojos, Madrid, 1871. El
Amigo de las damas, 1873. El Dos de Mayo, loa. Nnmancia, tragedia.
Publicó varios años el Almanaque de tocador. — Mariano Gil y Sanz,
poeta salmantino, publicó la traducción parafrástica y poco fiel del In-
termezzo, de Heine, hecha sobre la de Gerardo de Nerval, en El Mur-
seo Universal, 1867. — Sabino de Goicoechea y Echevarría (t 1901),.
por seud. Argos, arquitecto bilbaíno, director de El Nervión, publicó'
Ellos y nosotros, episodios de la guerra civil, Bilbao, 1867. Las dos ba-
tallas, recuerdos de la guerra civil, Madrid, 1873. Pasavolantes, retratos
sin retoque, Bilbao, 1883. Otros pasavolantes, 1889. Últimos pasavo-
lantes, 1895. — Mariano Guillen y Mesa (n. 1846), madrileño, empleado
de Aduanas en Cuba, redactor de la Aurora (1868), estrenó Un fin trá-
gico, com.. Habana, 1867. — La Guirnalda, periód., Madrid, 1867-70. —
Luis Herrera y Robles (1838- 1907), sevillano, presbítero y catedrático
en Cabra y Sevilla, poeta clásico, publicó Oda á N. S. de la Antigua
(1867). Poesías, Sevilla, 1872, 1874, religiosas en su mayor parte. La
Eneida, trad. en verso, Sevilla, 1898, 1904, 1905: con prólogf/ de J. Va-
lera. — El Imparcial, diario liberal, fundado por Rduanlo Gasset y Ar-
time, Madrid, 1867 hasta hoy. — Eduardo Iriondo publicó Impresiones.
S. XIX, 1867. BIENVENIDO OLIVER Y ESTELLER 417
del viaje de circunnavegación de la fragata blindada Numancia, Ma-
drid, 1867. — Fray Manuel Jiménez, agustino, publicó Mártires del Ja-
pón, Valladolid, 1867. — Juan Landa publicó Novísimo Diccionario de
la Rima, ibid., 1867. Hombres y mujeres célebres de todos los tiempos
y de todos los países, Barcelona, 1875, dos vols. — Ch. Leclerc, fran-
cés, publicó Bibliotheca Americana, París, 1867, importante (1.647
obras) ; ibid., 1878-87 con Sitppléments de 1881 y 1887. — Teodoro Aqui-
lino León (n. 1839), de Popayan (Colombia), abogado y periodista,
estrenó Los Bordes del sepulcro, dr. hist., Popayan, 1867. La Policía
de París, dr., Bogotá, 1882. Martirio y redención, dr., Popayan, 1890.
— Mañanas habaneras, novelas y comedias. Habana, 1867. — Isidoro de
María, uruguayo, de quien dice Paul Montero que agregó, como histo-
riador, á la cronología, el elemento pintoresco y formuló los primeros
juicios que sirvieron de base para las síntesis posteriores. Su obra,
extensa y rica en información y referencias, es la fuente en que se han
abrevado todos los historiadores que le han sucedido. Se limitó en su
fecunda labor á narrar sencillamente lo que había visto ú oído y á dar
los docum/entos originales sin cuidarse de intento alguno científico y
literario. Publicó Compendio de la Historia de la, Rep. Or. del Uru-
guay, Montevideo, 1867. Sus historias de las épocas colonial y de la in-
dependencia alcanzan á 20 volúmenes. — Rosa Marrero y Caro publicó
Poesías, Habana, 1867. — 'Tomás Mendoza y Duran (t 1869), de Cara-
cas (Venezuela), muerto en la insurrección cubana, estrenó De lo vivo
á lo pintado, com., Santiago de Cuba, 1867. A espaldas vueltas (1868).
Los Mocitos del día (1868). Una estocada secreta, dr. Justicia de
propia mano, dr. Dos máscaras, zarz. El Tesoro de S. Clara, com.
— Belén de Miranda estrenó El Rosario perdido, dr.. Habana, 1867. —
Martín D. Montesinos estrenó Casa de orates, com. (1867). — Fray
José M.' Moran, dominico, publicó Relación de la vida y gloriosa
muerte de ciento diez santos del Orden de S. Domingo..., martirisados
en el Japón, Madrid, 1867. — Rogelio Moreno Rey publicó Flores y
espinas, cantares, Madrid, 1867. — Juan José Moreti publicó Histo-
ria... de Ronda, ibid., 1867. — 'El abad Miguel Muntadas publicó Mon-
serrat, su pasado, su presente y su porvenir, historia compuesta en
zista de los documentos existentes en el archivo del monasterio, Man-
resa, 1867 y 1871 ; continuada, Barcelona, 1894. — José Ignacio Neira
Acevedo, colombiano, publicó El Sereno de Bogotá, nov. hist., Bogo-
tá, 1867. — Matías Nieto Serrano publicó Bosquejo de la ciencia vi-
viente, Madrid, 1867. Filosofía de la naturaleza, 1884. Biografía de...
F.co Méndez Alvaro, 1888. Cartas al Dr. Letamendi, 1890. Biología
del pensamiento, 1891. Simbolismo geométrico de la vida, 1895. Histo-
ria crít. de los sistemas filosóficos, 1897-98, dos vols. Diccionario crí-
iico-biológico, estudio de palabras del idioma castellano, 1901, dos vols.
—Bienvenido Oliver y Esteller (n. 1836), de Catarroja, subdirector
de Registros y colaborador de la Rev, Contemp. (1898), publicó Estu-
dios históricos sobre el derecho civil en Cataluña, Barcelona, 1867.
TOMO rill. — 26
4l8 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
Historia del derecho en Cataluña, Mallorca y Valencia, código de
les costumbres de Tortosa, Madrid, 1876-81, cuatro vols. La Na-
ción y le realera en los estados de lu Corona de Aragón, 1884 (disc.
recep. Acad. Hist.). Derecho inmobiliario español, 1892-94. — Alva-
ro Omil y JuaK de Madrid: La l'irgcn de la Paloma, dr. (1867).
— Juan Ortega Girones (t 1900), español, publicó Cantares, Alicante,
1867. La Osa mayor (teatro), Habana, 1871. — Ramón Otero publicó
Galicia médica, Santiago, 1867. — Antonio María de Padua publicó
La Madre de Dios en México, leyendas y tradiciones religiosas..., Mé-
xico, dos vols. Cruz de flores y crus de espinas, Barcelona, dos vols.
María Magdalena, nov. bíbl., Madrid, 1867. Los Juramentos de amor,
Barcelona, 1889, dos vols. Jugar con el corazón, ibid., 1890, dos vols.
Morir por su madre, ibid., 1890, dos vols. La Madre de los Macabeos.
Amor de esposa, dos vols. — José A. Páez, general venezolano, publi-
có su Autobiografía, dos vols., Nueva York, 1867-69; Madrid, 1916. —
Carlos Pardo y Fernández estrenó Mucho ruido y pocas nueces, Ha-
bana, 1867. — Parnaso Colombiano, t. I, Poesías de J. M. Marroquín,
Bogotá, 1867, y pról. de J. M. Vergara y Vergara; t. H, Poesías de Gre-
gorio Gutiérrez y González, ibid., 1867; t. HI, Poesías de José Caicedo
Rojas, ibid., 1869, pról. de J. M. Marroquín. — Augusto Pérez Perchet
publicó Poco y tnalo, versos, Málaga, 1867. — Emilio Prieto y Villa-
RREAL (n. 1840), del Puerto de S. María, del arma de Caballería, fun-
dador del Memorial y Revista del Arma de Cab. (1873), La Corres-
pondencia Militar (1877), El Ideal (1893) y La Nación, que dirigió
hasta 1895, estrenó La Tabla de salvación, com. (1867), publicó Ma-
droñópoli^, colección de cuadros vivos, Madrid, 1892. Ruis Zorrilla
desde su expulsión de España hasta su muerte (1875-95), 1903. —
Francisco Quíntale publicó Diccionario gitano, Gramiática, Vocabu-
lario caló-castellano, Madrid, 1867. — Antonio Ramiro v García
(t 1870), de Molina de Aragón, redactor de El Pabellón Nacional, La
Ley (1867), El Noticiero de España (1868), autor dramático y escritor
festivo, publicó Un millón de disparates, fragmentos de un libro verde,
recopilados en un cuento novelesco, Madrid, 1867. — Relaciones de los
Virreyes y Audiencias que han gobernado el Perú, tres vols., Lima-
Madrid, 1867-72. — Estanislao Rendueles Llanos publicó Historia de
la villa de Gijón, ibid., 1867. — Manuel Roblejo, esclavo cubano, muer-
to en la insurrección, publicó Ecos del alma. Puerto Príncipe, 1867. —
El Rosario de mi madre, leyenda religiosa, Madrid, 1867. — ^Eduardo
Saco (t 1898), redactor del Gil Blas, Los Sucesos, La Iberia; director
de la Gaceta después de la Revolución del 68 y administrador de la
Imprenta Nacional, fundador de La Situación (1893), estrenó Un ma-
rido de encargo, jug. (1867). Una extravagancia, com. (1876). El Tea-
tro por dentro, Madrid, 1879. En Rev. Esp. artículos sobre costtmibres
rrmianas ("1877-80) y El Periodismo (1888, t. LXXVH). ^Carlos M.
Santigosa publicó El Pendolista universal, Sevilla, 1867. El Río de la
Plata, recuerdos de viaje, ibid., 1906. — Manuel de los Santos Barrios
S. XIX, 1868. BENITO PÉREZ GALDÓS 419
estrenó La Cadena del esclavo, dr. (1867). — El Siglo Ilustrado, seman.,
Madrid, 1867-70. — Martín de las Torres publicó El Archiduque Ma-
ximiliano de Austria en Méjico..., Barcelona, 1867. — Víctor Torres
Arce (1847-1883), poeta chileno, por seud. Pedro de Urdemalas, de-
masiado llorón y sensiblero, estrenó obras románticas, El Honor de
una mujer, dr. (1872). Los dos amores (1876). El Falso honor. El Sa-
crificio inútil. Publicó Poesías líricas, prologadas por Domingo Ar-
teaga Alemparte, de forma sencilla y apasionado sentimiento, eróticas
las más, de modo que adivinó á Bécquer. Novela festiva son Los Amo-
res de un Pije (1872). Sus cantos á los héroes de la guerra del Pacifico
salieron de 1879 á 1881 en El Nuevo Ferrocarril. Dirigió La Lectura
varios años. — El Universal, diario progresista, dirigido por Eduardo
Asquerino, Madrid, 1867-70. — Santiago Vaca de Güzmán, argentino,
publicó Ayes del corazón, Sucre, 1867 (2." ed.). Poesías, ibid., 1867.
Días amargos, páginas de un libro de memorias de un pesimista, Bue-
nos Aires, 1886, 1888, 1891. — 'Carlos Jenaro Valdés (1845-1890), de
Villaclara (Cuba), por seud. Justino, director de El Palenque Literario
(1878), publicó Vergonzosas, poesías, Cienfuegos, 1867; Habana, 1869.
Tesoro popular, col, escog. de Cantos Cubanos, 1879, 1880, 1883, 1890.
Segunda parte, 1883. Un ramo de acacias, artíc, disc. y poesías, 1879.
— Felipe Valdés Colell, por seud. F. Cavell de Sol, publicó Clotilde,
nov., Guanabacoa, 1867. Dolores, id., 1868. — Juan José Vilar Psayla
publicó Linajes nobles de España, Madrid, 1867, 1879.
142. Año 1868. Benito Pérez Galdós (n. 1845-), ^^
las Palmas (Canarias), en cuyo Instituto estudió con aprovecha-
miento y con aficiones literarias desde el principio, aunque sin
saber por dónde habia de tirar. Vino á Madrid en 1863 y ya no
se acordó de su tierra, por lo menos no se transparenta ella para
nada en sus obras, como ni las demás cosas que atañen á su
persona, merced á su increíble modestia y á su temperamento
puramente épico objetivo que le lleva á meterse de lleno en los
personajes que crea, saliendo enteramente de sí. Cursó Leyes
en la corte de mala gana é hizo algunos ensayos teatrales que no
le contentaron y no llevó á las tablas. Comenzó á escribir La
Fontana de oro en 1867, con tendencia revolucionaria, conti-
nuóla en Francia y acabóla el año siguiente, tomándole á su
vuelta en Barcelona la Revolución, que vio con gusto, aunque
no tuvo en ella parte, viviendo solo, ensimismado y algo triste
aquellos años (1868-72), pasándose el tiempo en el Ateneo.
Hizo un viaje á Santander, donde conoció á Pereda (1871),
con quien desde entonces tuvo entrañable y fraternal amistad,
420 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
jamás interrumpida, á pesar de la diferencia en ideas políticas
y religiosas, uniéndolos las estéticas y literarias. Casi todos los
veranos se juntaban en Santander, donde se labró con el tiem-
po una casa de campo, que Pereda dirigió, y mientras le duró
la vida al insigne montañés mantuvieron entrambos novelistas
cariñosa, familiar y literaria correspondencia, cuando estaban
separados. Publicó El Audaz en la Revista de España (1871),
cuyo director, Albareda, le insinuó el título de Episodios Nor-
cionales para la serie que le había ocurrido escribir de novelas
históricas, breves y amenas. Compuso la primera en Santander,
la de Trafalgar, impresa con tres más en 1873; cinco publicó
el año siguiente, acabando en 1875 la serie con La Batalla de
los Arapiles. A esta primera serie de diez novelas de hechos he-
roicos, muy bien recibida del público, siguióse la segunda, de
acontecimientos políticos, hasta 1879, interrumpida por Doña
Perfecta, Gloria, Marian^la y La Familia 'de León Roch, con
lo cual llegó la época de la Restauración. En 1885, fallecidos
Alfonso XII y Serrano y proclamada la regencia de Cristina, le
hizo Sagasta diputado por Puerto Rico. El mismo año fué de-
rrotado Caldos en la Academia Española... nada menos que por
Commelerán, catedrático de latín del Instituto del Cardenal
Cisneros. Caldos vivía ordinariamente en Madrid los inviernos^
y los veranos los pasaba en Santander ó viajando por Europa.
Madrileño por adopción, educación y gusto artístico, sacó de
Madrid sus mejores personajes, cuadros y escenas ; estudió con
¿agaz observación sus barrios y escondrijos, sus tipos, sus cos-
tumbres, como nadiey Para Caldos el campo y la naturaleza es
~~Tán sólo lugar de escenas; no es paisajista ni la naturaleza le
habla de suyo ; es más bien urbano y pintor de almas exclusiva-
mente, como Homero y Cervantes, todo lo contrario de su ami-
go Pereda, que, como el Shah de Persia, lleva siempre consigo
tierra de su patria. Caldos es noi^elista de pura cepa española.
En un tiempo en que el naturalismo hacía riza en Francia, lle-
gando su oleaje turbulento á España en forma de traducciones
y folletines que inundaban cafés y tertulias, alzóse solitario,
desde su retiro, con la gravedad de un encumbrado peñasco en
medio del mar, y sin estrepitosos programas, sin aspavientos
de crítico, ni de maestro, ni de reformador, continuó la obra
BENITO PÉREZ CALDOS
S. XIX, 1868. BENITO PÉREZ CALDOS 42I
de Fernán Caballero, Alarcón, Trueba y Pereda, la obra de la
novela realista; pero con empuje más viril, con miras más
anchas, sin ceñirse a una región, sino abarcando la sociedad
española toda entera. Ingenio robusto y sano, se sobrepuso á
las doctrinas á la sazón corrientes del naturalismo de Zola, á
los corrompidos afeminamientos que corroían la novela fran-
cesa, al negro pesimismo que la emponzoñaba, al vil interés de
folletineros y traductores que cobraban el barato en España,
al puritanismo de los neocatólicos que ensombrecía la sociedad O
española. Hizo obra personal, grave y austera, independiente y
varonil, realista á la manera de Cervantes, nacional por asun-
tos é intentos de sanear las doctrinas sociales y literarias. i\r-
lista macho, sobresaliente por la fuerza y empuje, menospreció
todo linaje de pequeneces técnicas, de escuelas y de modas, lo-
grando enhebrar la recia, realista y nacional novela de Cer-
vantes con su misma serenidad objetiva, su misma intención ]
crítico-social, su misma observación menuda de las gentes po-
pulares y de sus costumbres y lenguaje. Llegó en todo ello
hasta donde su talento le permitió : si de ninguna manera cabe
aparearle con el príncipe de nuestros ingenios, en los resulta-
dos le siguió de cerca cuanto á los móviles y medios, y logró
ser, después de Pereda, el primer novelista español de su si-
glo. Gran observador de la vida y costumbres de la clase media,
paciente lector de la Historia de España durante el siglo xix,
ha compuesto dos géneros de novelas, históricas las unas y
de caracteres y costumbres las otras, las más de estas segun-
das doctrinales ó tendenciosas. Pertenece á la escuela rea-
lista (no naturalista) y distingüese de todos los novelistas es-
pañoles del siglo XIX, sacando á Ptereda, en la pintura de
caracteres y en la clásica objetividad cervantina. Más que en
los afectos tiernos, aunque no falto de ellos, sobresale en los
fuertes, que brotan de suyo de la pintura de caracteres, contras-
tes y situaciones dramáticas, sin aparecer para nada el autor.
El estilo y lenguaje, generalmente castizo y muy popular, aun-
que corriente, fácil y nada estudiado ni pulido. Es muy espa-
ñol y desafectado en todo, sin haber mezclado en lo más mínimo
las muchacherías y modas francesas : tal es su mayor timbre
de gloria. Galdós pone todo su trabajo en observar las costum-
4*2 PRIMER PERÍODO DE L.\ ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
bres y el habla popular ; en viajar en tercera y vivir en posadas ;
en leer y releer muchas historias y documentos, quiere decir
que se prepara despacio y con solidez. Pero al escribir vuela y
es incapaz de pararse á pensar una frase, tornear un período,
entonar una cadencia. Busca, sí, la palabra, la frase propia;
pero no se arregosta con exquisiteces poéticas ni prosaicas.
Hasta se descuida en condensar, dilatando á veces las novelas
más prolijamente de lo que la acción de la fábula pudiera acon-
sejarle. Como doctrinario, que lo es, y mucho, no hace novelas
de tesis propiamente, sino de tendencia doctrinaria, no pospo-
niendo á ellas el arte, sino al revés, resultando éticas por el
asunto escogido y por la pintura de personajes. En todo ello
no pinta más que la realidad. Las lacras sociales no son fanta-
seadas, sino vivas. Pero muéstrase demasiadamente anticleri-
cal en no admitir más que personajes -odiosos que confirmen
sus doctrinas, habiéndolos buenos, en las clases que combate.
En las novelas de Galdós todo clérigo, toda persona piadosa,
todo católico suele ser odioso y extremado en lo clerical, en la
inúransigencia, en la dureza de entrañas, en el fariseísmo. Real-
1 mente hay muchos en España que son así ; pero hay otros que
"^ 'no lo son, y éstos nunca salen á lucir sus virtudes católicas en
las novelas de Galdós. Diríase que para él no hay virtudes ca-
tólicas, y las hay, como hay virtudes naturales, y más frecuen-
tes, ciertamente. En cambio, "para él, dice A. González Blan-
co, todos los hombres de ideas avanzadas (que, además, siem-
pre son ingenieros, por de contado, para inri de la vieja raza
de doctores y leguleyos que han infestado nuestra patria, y como
si nuestra salvación estuviese en la Escuela de Caminos, Cana-
les y Puertos) son emblema de perfecciones, tanto físicas como
morales é intelectuales... Son listos, amables, locuaces, bien
educados, finos en enamorar y duchos en fascinar, hasta
guapos, para colmo de dichas. Tal el Pepe de Doña Perfecta y
el Máximo de Electra..." Este es su defecto capital; negativo,
I si se quiere, pero defecto, y de sectarismo religioso, que le ha
hecho no [xko daño, aun para el puro arte. Fuera de esto, en
todo lo demás es Galdós escritor sesudo, grave, digno de los
mayores encomios. Los Episodios Nacionales bastarían para
que le tuviésemos por un novelador do la historia moderna, de
S. XIX, 1868. BENITO PÉREZ CALDOS 423
un genero nuevo. No es de los autores de novelas históricas á
lo Scott, que mejor se dirían leyendas históricas en prosa. Cal-
dos pretendió hacer historia cuanto al episodio que en cada
novela de éstas pinta, cuanto á los acontecimientos principales
y personajes históricos que intervienen ; pero quiso, además,
aderezar acontecimientos y personajes novelescamente, esto es,
reconstruyendo los demás elementos que no hallaba en la his-
toria por medio de la fantasía con la mayor verisimilitud po-
sible, de manera que resultase un cuadro artístico acabado.
No de otra manera los filólogos modernos nos han reconstruí-
do la torre de Borsippa ó de Babel y níuchos monumentos
griegos y romanos sobre los fragmentos que todavía quedan
tn pie y con las descripciones de los viejos escritores. Algo así
hacían los historiadores clásicos, tomándose la libertad de su-
plir cosas y aun de fingir arengas, parlamentos, sin contar con
las sangrientas descripciones de batallas, obra las más veces de
pura fantasía. Con todo, llamábanlas historias artísticas, distan-
do tanto de la seca historia moderna, que no admite rellenos de
ningún género ni descripciones, sino la pura narración de lo
que dan de sí los documentos. Por eso no quiso llamar á estas
obras historias, sino episodios novelescos, novelas que pintan
trozos históricos. Ello le penuitía, además, enlazar con la his-
toria alguna otra novela, por lo común amorosa, de las gentes
que en la historia intervienen, para que no fueran cansadamen-
te políticos los asuntos ni exclusivamente patriótica la emoción,
sino que tuvieran más variedad novelesca de acaecimientos,
enredos, pasiones y afectos y fueran episodios comunes de los
Episodios N-acionales. Semejante mezcla nada quita á lo his-
tórico, antes lo realza y matiza, pues no hay quien no distinga
los hechos realmente históricos y sus personajes de los otros
pormenores que, si no sabemos acaecieran de cierto, pudieron,
por lo menos, acaecer ellos ú otros parecidos que se dan en la
vida común. Son verdaderas historias noveladas, expuestas á
modo de novela y sazonadas con otros elementos del todo no-
velescos ; y son novelas históricas, ya que el fondo es histórico.
Como novelas sonlo de buena ley. Tienen su acción, general-
mente doble, la histórica principal y la novelesca subordinada,
bastante bien trabadas para que no parezcan dos obras, sino
424 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (1850-1869)
una. Tienen pinturas admirables de personajes históricos y de
otros por él creados. Tienen movimiento y vida, afectos since-
ros y fuertes, señoreando el patriotismo y el amor á España.
Como historias han dado á conocer la del siglo xix á los espa-
ñoles harto mejor que los pesados mamotretos llamados propia-
mente historias. Galdós no falsea los acontecimientos ni los
personajes. Podrá, acaso, alguna vez engañarse, como los his-
toriadores se engañan; pero ha bebido en los mismos documen-
tos que los historiadores las noticias y ha sabido mejor que ellos
darnos el espíritu, la visión artística de la historia. La parte pu-
ramente novelesca le ha servido cabalmente para lo que él ha
llamado efusión estética, algo así como el papel del coro en la
tragedia griega, en cuyo lirismo se reflejaba el efecto que la tra-
gedia producía en la muchedumbre del pueblo, á ella ajena en par-
te, y el juicio que el sentido común del mismo pueblo formulaba
acerca de ella. Así pudo decir Galdós en la edición de 1885 :
"Lo que comúnmente se llama Historia, es decir, los abultados
libros en que se trata de casamientos de Reyes v Príncipes, de
tratados y alianzas, de las campañas de mar y tierra, dejando
en olvido todo lo demás que constituye la existencia de los pue-
blos, no basta para fundamento de estas relaciones, que ó no
son nada ó son el zivir, el sentir y hasta el respirar de la gen-
te.'' Lo subrayado es lo que logró Galdós con el elemento no-
velesco, que, si parece ser secundario respecto al Episodio, de
hecho es lo principal, no sólo como novelesco, sino como histó-
rico, pues es la historia interna y viva de los pueblos, el espíri-
tu y el vivir de las gentes, en el cual influyen los Episodios, la
historia oficial. Nadie como él nos ha sabido dar una visión tan
clara de las épocas en que suceden los Episodios, de lo que lla-
man el ambiente, el medio, de ese polvillo imperceptible que se
respira y que los historiadores raras veces sal>en condensar, y
sí tan sólo los novelistas y dramáticos, cuando son grandes ar-
tistas ; cosas que estando en los libros no están en ellos, porque
se hallan de manera difusa, como la atmósfera y el aire; cosas
que ni los artistas ni Galdós dicen con palabras en ])articular,
sino que se desprenden de la pintura de menudencias, al pare-
cer de poco tomo, y como que se trasminan del conjunto y en-
tran por las narices de los lectores, que las huelen y olfatean
S. XIX, 1868. RENITO PÉREZ GALDÓS 42D
sin darse cuenta, sin hallarlas alli declaradas expresamente. Es
que Galdós las olfateó y las olió primero recorriendo los pue-
blos y los barrios populares de Madrid, sus casas de vecindad,
sus tugurios, tascas y cafés, hasta conocer á fondo el alma po-
pular española, y leyendo después historias y documentos, vio,
eon su poder de artista, esa misma alma bullir entre los acon-
tecimientos que leía; y como era la misma alma, aunque muda-
dos algún tanto los tiempos, tuvo la visión del vivir de las gen-
tes en ellos tan por el cabo como cuando las vio de hecho en sus
■cafés, tascas, tugurios y casas de vecindad, y como la tuvo,
supo comunicarla á sus lectores. Así cumplió con la divisa de
episodios Nacionales: ars, natura, ventas. En ellos podemos
■considerarle como el Erckmann-Chatrian español, bien así como
en las otras novelas fué verdadero discípulo de Cervantes y de
Dickens.
Pero á los Episodios Nacionales llevan gran ventaja las
primeras novelas de Galdós, por ser puras novelas de cosas
vistas y vividas, de la historia interna y viva de la sociedad por
-él conocida y estudiada en los barrios populares y en los pue-
blos. Por estas novelas comenzó Galdós y hay quien pretende
que con ellas introdujo en España el naturalismo, aunque, aña-
den, que sin la obscenidad, sin la fórmula científica de docu-
iTiento social, sin el determinismo fisiológico, sin las rastreras
íealdades, rebuscadas con delectación y escudriñadas con el
escalpelo del médico. ¿En qué quedamos? En que es un natu-
ralista sin nada más del naturalismo francés que lo que en Es-
paña se llamó siempre realismo de la novela picaresca y de la
novela cervantina. No es, pues, Galdós naturalista, ni por pien-
so, sino realista español de pies á cabeza. La vida del bajo
pueblo de Madrid, con su propio decir chispeante y pintoresco,
encuadrando una fábula lastimera y sentida, tal es Fortunata
y Jacinta. Sencillas novelas de ternura y pasión, no menos que
■de costumbres y caracteres, son igualmente Marianela, Tor-
mento, El Amigo Manso y Tristana. En Daña Perfecta, La
Familia de León Roch y Gloria hizo Galdós novelas de sátira
social, de tendencia y algo doctrinarias. A pesar de este doctri-
narismo exagerado, y acaso debido á él, son éstas las más re-
cias novelas de Galdós, en el relieve de los caracteres, en la
426 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
fuerza de las situaciones dramáticas, en lo denso de la accióir
y su movido desarrollo, en la emoción que hierve en lo hondo de
la novela, que no es más que la misma alma de Galdós, hirvien-
te como caldera al fuego de su fogoso anticlericalismo, al pro-
pio tiempo que honrado, sincero, bondadoso y dulce en el trato
con todo el mundo.
El teatro de Galdós es trasunto dramático de su novelística.
Hombre sincero, que podrá estar errado, y creo lo está en algu-
nas ideas, pero que busca la verdad y estriba con tesón en la
que se persuade serlo; novelista hecho á retratar la vida real,
en costumbres, caracteres y situaciones, envolviéndola tan sólo
con transparente cendal de un idealismo filosófico ó simbolismo
doctrinario, llevó á las tablas, más densamente, como es natu-
ral, esa misma vida^ caracteres, situaciones y costumbres, gi-
rando en el quicio de un pensamiento social educativo ó de una
sentencia simbólica que lo revistiese. Así del teatro fantástico,
melodramático, romántico é hinchado, de Echegaray, el públi-
co tuvo que pasar al teatro realista, humano y natural de Gal-
dós. Quedóse parado y estupefacto y no aplaudió sus primeras
obras ni los críticos calaron el porqué, tan explicable, de que
acostumbradas á la tensión de nervios, se quedasen las gentes
sintiendo la falta de algo, de esa misma nerviosa tensión.
Achacáronlo algunos á la lentitud novelesca, que no abando-
naba del todo el dramaturgo; otros á poco conocimiento de los
recursos dramáticos y de las triquiñuelas teatrales que se apren-
den entre bastidores, poco frecuentados por Galdós. El cual
fundamenta sus dramas en uno ó más caracteres, de naturali-
dad casi brutal, ajena á los dictámenes sociales, á las farsas
recibidas, á las doctrinas rutinarias, más ó menos opuestas á la
naturaleza del hombre. Puestos esos caracteres en el falso me-
dio social, sufren sus consecuencias y con el los espectadores,
en quienes se despierta la sinceridad y los principios naturales,
que jamás están del todo dormidos en el alma, y enamorándose
del que es victima de las falsedades sociales, yérguense contra
ellas, poniéndose al lado de la víctima, siendo así arrastrados
hacia el pensamiento filosófico pretendido i)or el autor, y abra-
zándolo y empapándose en él, salen del teatro robustecidos y
como ahorrados del lastre social que llevaban, con mayor clari-
S. XIX, 1868. BENITO PÉREZ GALDÓS 4*7
dad en la mente para columbrar la verdad y mayor vigor en el
corazón para practicar la sinceridad en la vida y no dejarse
enredar en sus falaces dictámenes y prácticas rutinarias. Hay
en el teatro de Galdós las partes sustanciales del verdadero
drama. Arranca de fuertes caracteres, que simbolizan las virtu-
des varoniles y los principios naturales de la vida humana. Los
choques con el medio en que se mueven son naturales y forzo-
sos. Los afectos despertados, patéticos y caros al humano co-
razón. El autor cuida mucho de que las costumbres, vestidos,
habla y demás respondan á la realidad, no menos que cuida
de todo ello en sus novelas. El defecto que enflaquece á veces
algunas partes de sus dramas es el elemento simbólico, al cual
acude para algunas escenas, abandonando el terreno de la rea-
lidad, por ejemplo, en el último acto de Los Condenados. En
casos tales parécese á Calderón, cuando sobrepujaba en él se-
mejante simbolismo, propio del auto sacramental. Otro defec-
to acaso está en la exageración doctrinaria, por la cual genera-
liza ciertos defectos sociales ó ciertos tipos depravados, que to-
dos suelen reducirse á la hipocresía, vicio que combate en casi
todo su teatro, ensalzando la sinceridad. Así en Electra, que le-
vantó brava polvareda, la cual cegó á todos por mezclar el
público con ella sus parcialidades religiosas; 3^ en Casandra,
que vale mucho más, á pesar de no haber levantado mota de
polvo, atacándola el público aristocrático y seudodevoto con la
falta de asistencia y con el silencio. También á veces sobran
episodios, que recuerdan la novela y huelgan en el drama; en
cambio, otras no hallan los espectadores algunos pormenores
y toques que le solacen y entretengan mientras se desenvuelve
la parte seria de la obra. Finalmente, por fundamental que en
la vida social sean el vicio de la hipocresía y la virtud de la sin-
ceridad, resiéntese el teatro de Galdós de escasa variedad, gi-
rando casi todas sus obras dramáticas, como no pocas de sus
novelas, en torno de esta doctrina y de este doble tipo del hi-
pócrita y del sincero. Diríase dramático de un solo tema, bien,
que admirablemente desenvuelto en matizadas variaciones.
Galdós, en suma, se distingue por el realismo, la naturali-
dad y la sencillez. Sin el menor esfuerzo, al parecer, ha sabido
arrancar á la realidad un tan gran número de criaturas, dan-
428 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (18SO-1869)
doks vida en el arte, que sólo le gana Balzac entre los moder-
nos. Personajes, pasiones, situaciones, costumbres, tramas, lle-
van en sus novelas el sello de la naturalidad. Los medios de
expresión no son menos realistas, naturales y sencillos : consisten
1^0'^^ en copiar el habla común de las gentes con fidelidad suma. Pé-
rez Galdós es el que más comprehensivamente ha sabido abar-
car en sus novelas la vida de los españoles del siglo xix por to-
das sus caras. Otros le ganarán en cualidades particulares : Pe-
reda en la sobria y recia manera de manejar el pincel y en pintar
el paisaje ; Palacio Valdés, en el humorismo ; Blasco Ibáñez, en
. la pintura de las muchedumbres ; pero nadie le llega en haber
I retratado en sus novelas el alma española de su siglo y en el
/ habla familiar y propia del pueblo español.
143. Cuando en 1870 publicó Galdós La Fontana de uro, tiempo
había que la novela dormitaba en España : ni El Escándalo, ni Pepita
Jiménec, ni Sotileza habían visto la luz. Maestros consumados eran
ya los autores que después escribieron estas obras; Galdós, el más jo-
ven de todos, se les adelantó en esta parte. Es, después de la Fernán
Caballero, el padre de la novela española moderna. Tres años después
{1873) emprendía la tarea de novelar la vida política y á la vez la vida
interna de los españoles durante todo el siglo xix en los Episodios
Nacionales. En la primera serie de Episodios Nacionales sobresale la
fuerza épica como los asuntos lo pedían ; en la segunda, la variedad
pintoresca, lo dramático y lo cómico; en la tercera, más honda obser-
vación histórica, como de quien, acostumbrado á sacar el jugo á his-
torias y documentos, lo hace con mayor maestría y finura. El estilo
gana no menos cada vez en ciertos refinamientos, cierta intención
cervantina, que cala más y se transparenta más. Galdós es, como los
más encumbrados escritores de todos los tiempos, un realista brutal en
la expresión y un refinado idealista en el intento. Su ingenio ideal y
simbólico le permite condensar en un tipo ó dos el carácter de la épo-
ca, tipo de persona fantástica de hecho, pero la más real artísticamen-
te que cabe. Su ingenio realista, que sobrepuja en Galdós al ideal, le
ha hecho maestro insuperable de la novela de costumbres. Su princi-
pal defecto, que está en la prolijidad, mana de aquí, del meter episo-
dios, escenas, diálogos, tipos, que ni refuerzan casi la acción principal,
pero que desahogan su plétora de ojo costumbrista que repara en todo,
en el primero que pasa... por su imaginación, porque algini día lo vio
y ahora le viene á las mientes y le arrastra los dedos hasta describirlo.
Es preñez fecundísima de observador la que hace prolijas no pocas
partes de sus novelas. Escenas, tipos y diálogos que dañan al conjun-
to; ]>ero que de por sí son re i;os y pinceladas magistrales. Es me-
S. XIX, 1868. BENITO PÉREZ GALDÓS 429
nestcr toda la cachaza de un lector de poemas épicos para no saltar
por estos episodios y detenerse á saborearlos en lo que valen. Pero
para poder llegar á condensar en un tipo ó dos el espíritu de una
época y á tener esa preñez de costumbres en el magín, ¡ cuánto no ha
tenido que leer de historia Galdós y cuánto no ha tenido que observar
en la vida de todo linaje de gentes! Y, sobre todo, ¡qué poderoso cere-
bro no se necesita para alquitarar todas esas lecturas y observaciones,
cifrando el jugo quintesenciado en una acción y en unos cuantos per-
sonajes, todos hijos de la fantasía, aunque cuajados de la realidad leí-
da y observada ! La fecundidad de Galdós no es abundancia que daña,
como la de las malas yerbas ; es prueba de la fecundidad característi-
ca de algunos excelsos ingenios, como Aristóteles y Cicerón, que tanto
escribieron y todo excelente, y en el género novelesco cabalmente
como Balzac, de cuya Comedia humana no desdice la novela histórica
de Galdós llamada Episodios Nacionales, cuánto menos si se añaden
las demás novelas que Galdós ha escrito. Estrenóse Galdós en el teatro
con Realidad (1892) y La Loca de la casa (1893), fragmentos de sus
novelas Realidad y Ángel Guerra, lo que dio pie á los malos críticos, que
lo fueron entonces casi todos, para agarrarse á la contienda de si la
novela puede dramatizarse y de si un buen novelista puede ser buen
autor dramático. Con esto creyeron disculpar á Galdós por no haberlo
hecho mejor, cuando, desde Tamayo y Enrique Gaspar, no se había
visto cosa mejor en el teatro, con más la novedad que Galdós traía,
del psicologismo en la presentación de caricteres tan complejos y ad-
mirables como Viera y Orozco, ó tan actuales y sublimes como Pepet y
Victoria. Que este desmenuzamiento psicológico y la costumibre de se-
ñalar menudencias en la descripción novelesca le llevasen á Galdós á
detenerse demasiado en pormenores, personajes y hechos secundarios,
que hacían pesada la representación, no menos que el mismo análisis
de la conciencia, por tenerlo que hacer á veces á fuerza de monólogos
los personajes, sin poderlo hacer el autor de por sí, narrando y filoso-
fando, como puede en la novela, defectos son del género psicológico di-
ficultado en las tablas ; pero que llevan como verdaderas virtudes esté-
ticas al teatro la realidad común y viva, desterrando mil falsedades, más
sintéticas y típicas antiguas que estéticas y loables. Hay que ensanchar
el cuadro teatral, hay que llevar al escenario la vida más real todavía,
con tal que las menudencias sean expresivas ; hay que hacer más psi-
cológico y menos épico el teatro, más subjetivo y menos objetivo,
como algTjnos dicen ; ó, por lo menos, esta novedad es tan legítima
como la otra manera más tradicional, con tal que la traiga quien la
sepa traer. La poderosa fuerza de observación de Galdós ahondó mu-
cho más en la vida v en los personajes, y su ingenio novelístico, tan
maduro y grave, embebió en la urdimbre espesa de estas obras un pen-
samiento más intencionado de lo que hasta entonces se había visto en
el teatro español. El final de Realidad es ideal, de espectral efectis-
mo, recurso á que ha vuelto á acudir en otras obras Galdós, ya para
43o PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
expresar estados ó cambios de conciencia difíciles de expresar por
otro medio, ya para dar misteriosa grandeza con este elemento de lo
sobrenatural moderno. En La Loca de la casa los dos primeros actos
son magistrales, planteando el combate entre CVuz y Victoria, ya como
personas, ya como representativos de ideas, del rudo trabajador, enér-
gica voluntad que espera la mejora social del materiasl esfuerzo, con
la espiritual caridad y mística abnegación del alma cristiana; pero se
¿.chica en el mismo combate de los otros dos actos, convirtiéndose la
entereza de entrambos en testarudez, el nnituo propósito de amarse en
rastrero designio de dominarse y molestarse mutuamente, acabando
todo en una obra de fábrica, simbólica de la victoria espiritual de ella;
pero que no concierta bien dos tan hermosos caracteres y dos tan
grandiosas ideas, que pedían otra más elevada síntesis. En Alma y vida
(1909) hay dos caracteres nobilísimos y contrapuestos, que no pueden
menos de atraerse y amarse para complementarse : Juan Pablo, que
personifica la vida pura y natural, sin las hipocresías del trato humano,
pero con toda la fuerza de voluntad que la sinceridad del vivir le co-
munica, y Laura, que personifica el ensueño y la gracia. La ingenua
audacia del conquistador y la ideal candidez se entienden al punto y
se compenetran. En El Abuelo (1904), la mejor obra de Galdós, que
arrebató en un solo aplauso á todos los espectadores, hasta á los que
fueron decididos á no aplaudir y á los frivolos y vanidosos, es dramati-
zación de la novela del mismo título, tragedia del Conde de Albrit,
coronada por la sonrisa irónica de la misteriosa naturaleza, dándole
por consolador báculo de su vejez á la nieta nacida de adulterio, él, que
sólo creía en la virtud de la sangre noble. Siempre la naturaleza ven-
cedora en los dramas galdosianos, como en la realidad de la vida. Fe-
liz el artista que sólo pone sus ojos en la naturaleza: seguro es su
triunfo. El Abuelo es uno de los mejores dramas coni/puestos desde
principios del siglo xix en España y fuera de ella. Sólo admite com-
paración con Shakespeare y con Ibsen. Una de las más doradas men-
tiras sociales queda por este drama desemiiascarada, hecha polvos.
Mariucha (1900) es una rebelde, salvada por León, uno que de perdido
5upo hacerse hombre de bien. El drattta de tesis, de conciencia colectiva,
de conflictos sociales, fueron novedades de Ibsen, antes del cual tan
sólo en la novela se hablan tratado. Nada construye ni edifica social-
mente Ibsen; sólo sabe destruir. Pero destruir lo malo viejo ya es un
paso para edificar; inquietar las conciencias es prepararlas para que
se renueven. Las doctrinas ibsenianas tiempo había, desde la Revo-
lución francesa, sobre to<lo, que se respiraban en el aire y se leían
en los libros de los filósofos y se apuntaban en las novelas; él las llevó
al teatro. En Brand se presenta á Dios paseándose sobre los quicios del
cielo sin cuidarse del hombre, insensible á nuestras penas y á nuestros
ruegos En La Comedia del amor se contrapone á éste el idealismo
fantaseador del hombre. En Los Aparecidos, la mujer, que no siente
amor por su marido, mayormente si él es un depravado, se da por li-
S. XIX, 1868. BENITO PÉREZ GALDÓS 48 1
bre de serle fiel. En Per Gint se ve al carácter independiente tender
á la soledad y á la tristeza. En El Pato salvaje se enseña que la ver-
dad acarrea desastres. En Juan Gabriel Borkman se demuestra cómo
la ambición tiene que ser de corazón duro y cruel. En Solness el cons-
tructor queda burlado el que vive alimentando quimeras. Dramaturgos
de todas partes han seguido á Ibsen: Suderman, en Alemjania; Rober-
to Braceo y Enrico Butti, en Italia; Donnay, Lavedán, Paul Hervieu
y Alfredo 'Capus, en Francia; bien que tan sólo dando vueltas á la no-
ria del adulterio, y Francisco de Curel con bastante mayor amplitud;
los ingleses, imitadores de los franceses, como Sidney Grundi, Arturo
Jones y hasta Sahw, el seco demoledor y frío paradojitsa. En España,
Echegaray hubiera sido un Ibsen si se hubiera ceñido más á la rea-
lidad, en lugar de sacar sus conflictos de la fantasía, falseando carac-
teres y situaciones. Selles tuvo un momento de luz en El Nudo gor-
diano, como tuvo otro Dicenta en Juan José. El verdadero ibseníano
de España es Galdós, ya que ni Linares Rivas ni Benavente han podi-
do abrir la puerta del templo dramático y por más empeño que hayan
puesto sólo hayan logrado entrever algo de lo de dentro mirando por las
rendijas. Galdós fué ibseníano en la novela y lo fué al trasportarla al
escenario. El dramático sueco y el español quieren sacar de la natura-
leza, brutal á veces y contra la razón, nuevas leyes morales y sociales
que pongan en olvido las de la tradición, rutinarias y desrazonables
algunas, otras que por lo menos así se les antojan á estos dramáticos.
Pero yerren ó no en un caso ó en otro, ello es que han dado con rico
filón de caracteres y situaciones dramáticas, que es lo que al arte le
importa, prescindiendo de las doctrinas. Como autor dramático resién-
lense las obras de Galdós de la tonalidad novelesca á que está acos-
tumbrado. Sí en vez de hacer novelas hubiera hecho sólo dramas, aca-
so hubiera sido un gran dramaturgo. Efectivamente, todos son largos,
complicados, preñados de episódicas situaciones. No hay uno solo que
no haya necesitado de tijera para presentarse en las tablas. También
abusa á veces del simbolismo, bien que con una grandeza que frisa en
calderoniana. Hubiera sido maravilloso compositor de autos sacra-
mentales. Pero en todos sus dramas ha dejado marcada Galdós la ga-
rra de león por la valentía dramática, hondura de pensamiento, cho-
que de afectos, caracteres, situaciones, todo ello del mismo corte que
en sus novelas. Los defensores del simibolísmo nos hablan del goce de
la interpretación personal. Es el goce del que resuelve un problema
matemático, del que descifra una charada, una vieja inscripción. Goce
es, pero no goce estético, producido por la belleza artística, sino por el
ejercicio de las facultades. El símbolo no añade nunca un átomo de
belleza á la obra artística, á no ser que esté concretado en hechos,
como en La Vida es sueño, que entonces no es símbolo, sino pensa-
miento hecho acción, como lo es toda obra de arte. Nada gana Alma
y vida, de Galdós, con que simbolice el movimiento socialista ó la rui-
na de la Monarquía ó la decadencia del clericalismo, que todo esto se
432 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
discurrió y se dijo, ó lo que el mismo Galdós declaró en el prólogo:
"Vaciar en moldes dramáticos una abstracción, más bien vago presen-
timiento que idea precisa, la melancolía que invade y deprime el alma
española de algún tiempo acá." El drama es hermoso, porque Laura
es una mujer melancólica, deprimida, etc., muy bien expresada. Pero
lo mismo puede simbolizar á la España decaída que á cualquier mujer
histérica, como de hecho la simboliza, pues siempre un personaje re^
presenta á cuantos sean como él en el mundo. Ese simbolizar á Flspa-
ña ó á otra cosa no toca al arte, está fuera de sus atribuciones. Al arte
sólo toca pintar bien á esa mujer llamada Laura; lo demás son chilin-
drinas filosóficas y monsergas modernistas venidas del Norte. Esta
manera de simbolizar ha ido aplicándola cada vez más Galdós á sus
últimas obras; pero repito que nada añade á su valer estético, antes á
veces lo amengua, amenguando su realismo. Los lectores españole?,
realistas de raza, convienen en ello, dando menor aprecio á las últimas
novelas simbólicas de Gaildós,
Galdós, Memorias {Esfera, III, 146) : "Tomé un coche en Beasáin
para irme á Azpeitia, lugar famoso de cuyo nombre era deber mío
acordarme siempre, porque allí nació mi abuelo materno don Domin-
go Galdós y Alcorta, varón digno y virtuoso, contemporáneo, según
creo, de 'a Revolución francesa. En los últimos años del siglo xviir
fué destinado aquel señor á Las Palmas, con el cargo de Secretario
de la Inquisición." Galdós en Clarín {Galdós, pág. 20) : "Vine á Ma-
drid el 63 y estudié la carrera de Leyes de mala gana ; allá, en el
Instituto, fui bastante aprovechado; aquí, todo lo contrario. Tengo
una idea vaga de que en los tres ó cuatro años que precedieron á la
Revolución del 68 se me ocurrían á mí unas cosas muy raras. Hice
algunos ensayos de obras de teatro, todo bastante mediano, excepto una
cosa que n»e parece que era menos mala, si bien me alegro de que no
hubiera pasado de las Musas al teatro ; y el 67 se rríe ocurrió escribir
La Fontana de oro, libro con cierta tendencia revolucionaria. Lo em-
pecé aquí y lo continué en Francia; al volver á España, hallándome
en Barcelona, estalló la Revolución, que acogí con entusiasmo. Des-
pués estuve algún tiempo como atortolado, sin saber qué dirección
tomar, bastante desanimado y triste (no siendo exclusivamente litera-
rias las causas de esta situación de espíritu). En aquel tiempo (del
68 al 72) era yo punto fijo en el Ateneo viejo, pero me trataba con
poca gente; apenas hablaba con dos ó tres personas." Nótese en todo
esto el natural modesto, ensimismado y retraído de Galdós. Por en-
tonces le conoció Pereda, el cual dice (ibidem, pág. 21): "Le mando
(á Clarín) estos cuatro garabatos en respuesta ó, mejor dicho, en cum-
plimiento del encargo (jue me hace usted en su carta del 12, y siento
que sea tan apurado ya el plazo, porque el tema merece larga platica,
que yo echaría con gusto, porque tengo el corazón repleto del asunto.
Relatado al vuelo, queda reducido á muy poco lo que podrá usted ver
en la semblanza mía, hecha por Galdós, que precede á El Sabor de la
S. XIX, 1868. BENITO PÉREZ GALDÓS 433
lierruca. El no había publicado más que La Fontana de oro y algunos
artículos literarios que á mí me gustaban mucho, muchísimo. Yo era
á la sazón padre de la patria, y había echado al mundo las dos series
de Escenas montañesas, muy conocidas de Galdós. Un día del verano
del 71 esperaba yo en el vestíbulo de una fonda de esta ciudad á que
bajara un amigo mío, á quien había avisado que le esperaba allí. Ma-
quinalmente me puse á leer la lista de huéspedes que tenía delante, y
vi que uno de ellos era don Benito P. Galdós. Con ánimo de visitarle
pregunté por él inmediatamente á un camarero que pasaba. "Ahí le
''tiene usted'', me respondió, señalando á un joven vestido de luto,
que salía del comedor. Me hice cruces mientalmente, porque no podía
imaginarme yo que tuviera menos de cuarenta años un hombre que
se firmaba Pérez Galdós, y además, Benito, y además, hablaba de los
tiempos de don Ramón de la Cruz y de la Fontana de oro como si los
hubiera conocido. Yo tenía entonces treinta y ocho años. Hablando,
hablando, resultó que nos sabíamos mutuamente de memoria, y desde
aquel punto quedó arraigada entre nosotros una amistad más que ínti-
ma, fraternal, que por mi parte considero indestructible, cuando, lejos
de entibiarse con las enormes diferencias políticas y religiosas que nos
dividen, más la encienden y estrechan á medida que pasan los años.
Yo me explico este fenómeno por la admiración idolátrica que siento
por el novelista y por la índole envidiable de su carácter dulcísimo;
pero ¿ cómo se explica en él la fidelidad que me guarda y el cariño
con que me corresponde? En fin, que no acabaría si me pusiera á es-
cribir sobre este tema. Todos los veranos nos vemos aquí (en Santan-
der). En algunos de ellos me ha proporcionado el regaladísimo placer
de pasar unos cuantos días conmigo en Polanco. Nuestra correspon-
dencia epistolar ha sido frecuentísima durante algunos inviernos, y
muy rara la carta en que hemos tratado en serio cosa alguna ; y tanto
de estas correspondencias como de nuestras conversaciones íntimas, he
deducido siempre que, fuera de la política y de ciertas materias reli-
giosas, en todas las cosas del mundo, chicas y grandes, estamos los
dos perfectamente de acuerdo. ¿ Será éste el vínculo que más nos ime
y estrecha ? Un detalle curioso : Galdós, que sería capaz de quedarse
en cueros vivos por mí, no me regala sus obras cuando las publica,
sin duda por no tomarse la molestia de empaquetar los ejemplares y
mandarlos al correo..." Memorias de Galdós (La Esfera, año 3, nú-
mero 117): "Tontín, ¿has olvidado que esc-ibías articulejos de polí-
tica en La Revista de España, nueva creación de Albareda? ¿Tan
aturdido estás, que no te acuerdas de que en La Revista de España
.publicaste tu segunda novela. El Andas, y que al propio tiempo impri-
mías en la imiprenta de Noguera La Fontana de oro?... Siento pasar
el 70, el 71, y á mediados del y2 vuelvo á la vida y me encuentro que,
sin saber por qué ni por qué no, preparaba una serie de novelas histó-
ricas, breves y amenas. Hablaba yo de esto con mi amigo Albareda, y
como le indicase que no sabía qué título poner á esta serie de obritas,
TOMO VIII. —28
434 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
José Luis me dijo: "Bautice usted esas obritas con el nombre de Epi-
"sodios Nacionales." Y cuando me preguntó en qué época pensaba ini-
ciar la serie, brotó de mis labios como una obsesión del pensamiento
la palabra Trafaigar. Después de adquirir la obra Merliani me fui á
pasar el verano á Santander. En la ciudad cantábrica di comienzo á
mi trabajo, y paseando una tarde con mi amigo el exquisito poeta
Amos de Escalante, éste me dejó atónito con la siguiente revelación :
"¿Pero usted no sabe que aqui tenemos el último superviviente del
"combate de Trafalgar?" ¡Oh, prodigioso hallazgo! Al siguiente día,
en la plaza de Pombo, me presentó Escalante un viejecito muy simpá-
tico, de corta estatura, con levita y chistera anticuadas; se apellidaba
Galán \- había sido grumete en el gigantesco navio Santísima Trinidad.
Los pormenores de ia vida marinera en paz y en guerra que me con-
tó aquel buen señor no debo repetirlos ahora. El tomo Trafalgar, don-
de se relata la terrible y gloriosa tragedia naval, se publicó en los pri-
meros meses del y¿, y en el mismo año di al público los tres tomos si-
guientes: La Corte de Carlos IV, El ip de Marzo y el 2 de Mayo y
Bailen. Al año siguiente siguieron sin interrupción otros cuatro, y á
principios del 75 terminé la serie con La Batalla de los Arapiles. En
los diez tomos conservé como eje y alma de la acción la figura de
Gabriel Araceli, que se dio á conocer como píllete de playa y terminó
su existencia histórica como caballeroso y valiente oficial del Ejército
español. La primjera serie tuvo tan feliz acogida por el público, que
me estimuló á escribir la segunda; en ésta archivé la figura de Ara-
celi y saqué á relucir la de Salvador Monsalud, personaje en que pre-
valece sobre lo heroico lo político, signo característico de aquellos
turbados tiempos. Allí está la Masonería, las trapisondas del 20 al 23,
la furiosa reacción, los Apostólicos, la primera salida del Pretendien-
te para encender la guerra civil. Interrumpí esta serie con nuevos tra-
bajos. Sin dar descanso á la pluma escribí Doña Perfecta, Gloria,
Marianela y La Familia de León Roch. Alguna de estas obras coinci-
dió con la Restauración... Después... y sin respiro, La Desheredada;
en seguida me metí con El Amigo Manso, El Doctor Centeno, Tor-
mento, La de Bringas, Lo Prohibido... Hallábame yo por entonces
en la plenitud de la fiebre novelesca. Del arte escénico no me ocupa-
ba poco ni mucho. No frecuentaba >o los teatros. Desde mi aislamien-
to sentía el rumor entusiasta de los grandes éxitos de don José Eche-
garay. Aquel portento iba de gloria en gloria fascinando á todos los
públicos. Conocía yo las obras de Echegaray por la lectura, no por la
representación. Pasaron años antes que yo viera sobre las tablas las
obras del gran maestro. De este moílo corría el tienípo hasta llegar
al 85. El 25 de Noviembre de aquel año murió Alfonso XII... Al día
siguiente falleció el general Serrano. Proclamada la Regencia de doña
María Cristina, subió Sagasta al Poder y su primer acto fué convocar
las 'Cortes para el año siguiente. Un amigo mío, de quien he de ha-
blar mucho en el curso de estas Memorias, indicó á Sagasta que me
S. XIX, 1868. BENITO PÉREZ GALDÓS 435
sacara diputado por las Antillas, En aquellos tiempos, las elecciones
en Cuba y Puerto Rico se hacían por telegramas que el Gobierno en-
viaba á las autoridades de las dos islas. A mí me incluyeron en el tele-
grama de Puerto Rico; y un día me encontré con la noticia de que era
representante en Cortes, con un número enteramente fantástico de
votos. Con estas y otras arbitrariedades llegamos, años después, á la
pérdida de las colonias. En la primavera del 86 se abrieron las Cor-
tes... ¿Sabes tú cuándo estuve yo en Ginebra? ¿Fué en mi primer
viaje á París ó en el segundo? En los dos... Después fuimos á Lau-
sanne... en Neufchatel..., dime cuándo estuve yo en Portugal. ¡Esta
sí que es buena ! ¡ Pero si eso fué el año pasado, después que escri-
biste Lo Prohibido...! Mi gran amigo Pereda y yo fuimos á Portugal,
acompañados de un rico comerciante santanderino. Del 72 (fué el 1871),
el primer año que yo visité la capital cantábrica, data mi entrañable
amistad con el insigne escritor montañés; amistad que permaneció in-
alterable, fraternal, hasta que acabaron los días del glorioso autor de
Sotileza y Peñas arriba. Algunos creen que Pereda y yo vivíamos en
continua rivalidad por cuestiones religiosas y políticas. Esto no es
cierto. Pereda tenía sus ideas y yo las mías; en ocasiones nos enredá-
bamos en donosas disputas, sin llegar al altercado displicente. En ver-
dad, ni don José María Pereda era tan clerical como alguien cree, ni
yo tan furibundo librepensador como suponen otros. En mi copioso
archivo epistolar, de que hablaré más adelante, conservo como un
rico tesoro multitud de cartas de Pereda, escritas maravillosamente
en aquella prosa fluida, galana, incomparable... Sin acordarme ya de
Galicia ni de Portugal, agarré la pluma, y con elementos que de ante-
mano había reunido, ^me puse á escribir Fortunata y Jacinta..., mi
afición á los viajes. Apenas apuntó aquel verano me fui á Santander;
embarqué en un vapor de la Trasatlántica que partía para el Havre.
De este puerto partí inniediatamente para París, donde sólo estuve
una noche. Al siguiente día... emprendí mi correría sólito, ansioso de
pasar la frontera de Alsacia y llegar á Strasburgo... á Maguncia,
Francfort... á Vibrick, donde tomé el vapor para la excursión flu-
vial... en Colonia... salí como flecha disparada hacia la catedral...
Aix-la-Ohapelle, Lieja, Bruselas, Namur, Lille, París... al Havre... á
Santander... á Madrid... Asistía yo puntualmente al Congreso sin des-
plegar los labios. Oía, sí, con profunda atención cuanto allí se habla-
ba... En el correr de aquel año 1888... á Rotterdam... La Haya...
Amsterdam... hasta Berlín... Postdam... Hamburgo... Altona, ciudad
dinamarquesa... Kiel... Copenhague." Galdós, en el prólogo de Vieja
España, de Salaverría (1907) : "Algo he corrido por esta meseta his-
tórica, en carricoches ó en tercera de trenes mixtos, aunque no tanto
como quisiera. Las posadas y las clases de tercera del ferrocarril son
excelente posición para hablar directamente con la raza."
J. M. Asensio, Fernán Caballero, pte. HI, págs. 174-5: "Pérez
Galdós representa otra faz de la novela genuinamente española, otro
436 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
paso dado en la exposición y propaganda, en forma ag^-adable, de la&
ideas que el autor considera beneficiosas á su país, y como en Alarcón
y en Valera, predomina en sus obras el espíritu nacional, siendo muy
remota, si en algo puede encontrarse, la imitación ó la influencia de
los escritores que alcanzan mayor popularidad del otro lado de los
Pirineos. Las novelas de Pérez Galdós no son naturalistas, en el sen-
tido que quiere dársele á este sistema, por más que tengan mucho de
verdaderam'cnte realistas. Con gran tino y con la convicción de un
gran talento, huye de la crudeza y desnudez de que hacen gala los
novelistas franceses, y aunque estudia la naturaleza y se satura, oor
decirlo asi, de observación, ésta le sirve para hacer vivir á sus perso-
najes, prestarles las ideas y sentimientos conformes á su carácter,
pero sin traspasar los límites del decoro, fuera de los cuales, ni hay
verdadera belleza, ni puede concebirse obra artística que merezca se-
mejante nombre." Manuel de la Revilla, Revista Contemporánea,
t. XIV, pág. 508: "Esta concepción (de Marianelu), á la vez idilio y
tragedia, en que el señor Galdós ha revelado una cualidad que hasta
ahora no había mostrado tanto como fuera apetecible: la ternura y
delicadeza del sentimiento. Nada más bello y conmbvedor que esta
producción deliciosa ; nada más profundo que la emoción que causa
en el lector la trágica historia de aquella niña desdichada, víctima ino-
cente de la ley inexorable del destino ; nada más tierno y poético que
aquellos amores de Pablo y Marianela, ni más trágico y doloroso que
aquel final, trazado con una sencillez verdaderamente sublime. En
las obras anteriores había mostrado el señor Galdós que es novelista;
en ésta demuestra que es poeta." Clarín, Galdós, 1912, pág. 26: "Gal-
dós, generalmente, no profundiza en el sueño, en la vaga idealidad, sino
en la vida social y en la moral, pareciéndose en esto último á muchos
escritores ingleses, que por cierto él estima grandemente. Los Episo-
dios Nacionales fueron populares en seguida, porque, si no en los
primores de arte que hay en muchos de ellos, en lo principal de su
idea y en las brillantes, interesantísimas cualidades de su forma pu-
dieron ser comprendidos y sentidos por el pueblo español en masa.
Galdós no debe su popularidad á vergonzosas transacciones con el
mal gusto vulgar, sino al vigor de su talento, á la claridad, franqueza
y sentido práctico y de justicia que revelan sus obras. En muchas de
éstas, especialmente en Jas escritas desde La Desheredada inclusive,
acá, hay mucho más de lo que puede ver un lector distraído, de pocos
alcances en reflexión y en gusto; pero en todas hay, además, ese
gran realismo del pueblo, esa feliz concordancia con lo sano y lo no-
ble del espíritu público, que, lejos de ser una abdicación del artista
verdadero, es señal de que pertenece su ingenio á las más altas regio-
nes del arte, de que es de aquellos que la historia consagra, porque,
sin dejar de ser grandes solitarios cuando suben á las cumbres misterio-
sas del Sinaí de la poesía, bajan también, como el Moisés de la Biblia,
á comunicar con el pueblo y á revelarle la presencia de los Eloim,
S. XIX, 1868. BENITO PÉREZ GALDÓS 437
que han sentido eii Ja3 alturas... "El año 1873 — dice Galdós en el do-
"cumento citado — escribí Trafalgar, sin tener aún el plan completo de
"la obra ; después fué saliendo lo demás. Las novelas se sucedían de
"una manera... inconsciente. Doña Perfecta la escribí para la Revista
"d^ España, por encargo de León y Castillo, y la comencé sin saber
"cómo había de desarrollar el asunto. La escribí á empujones, quiero
"decir, á trozos, como iba saliendo; pero sin dificultad, con cierta
"afluencia que ahora no tengo." Esta falta de conciencia al escribir
y esta falta de plan de que habla Galdós, recuerdan los primeros li-
bros de Daudet, que también salieron así, coimo quiera, es decir, como
quería la rica vena de la juventud vigorosa segura de sí misma, de su
abundancia y fuerza. Tanto en Daudet como en Galdós, las obras de
la edad madura no salieron tan fácilmente, los dos se quejan de que les
cuestan ahora más trabajo; pero esto consiste en que los productos
del ingenio maduro y reflexivo, para ser de más peso y trascendencia,
necesitan más conciencia de lo que se hace, aunque sea sin contar ya
la graciosa y descuidada espontaneidad de la juventud del artista, que
ha de ser un gran maestro. Y con todo, esa Dvña Perfecta que salió
á empujones, muchos la consideran, yo no, como una de las obras más
perfectas, mejor compuestas de su autor insigne. Pero ya llegamos á
Gloria; ésta sí que es para rruichos, para los más, la novela de las no-
velas de Galdós ; á lo inenos fué la que le dio más gloria, y no sé si
dinero; la que le puso á la altura de los primeros novelistas en el
concepto de la mayoría. Pues todavía, á pesar de todo eso, no aparece
en Gloria el autor pacienzudo y reflexivo que trabaja una novela
como una cosa seria y que no se hace todos los días ni cada pocos
meses, según con mucho juicio advierte el mismo Daudet á los que le
llaman perezoso. Oigamos á Galdós : "Gloria fué obra de un entu-
"siasmo de quince días. Se me ocurrió pasando por la Puerta del Sol,
"entre la calle de la Montera y el café Universal; y se me ocurrió de
^'galpe, viendo con claridad toda la primera parte. La segunda es
"postiza y tourmentée. ¡Ojalá no la hubiera escrito! X... tuvo la
"culpa de que yo escribiera esa segunda parte, porque me dijo (¡ de-
"monio de críticos !) que debía sacar las consecuencias de la tesis y
"apurar el tema." Nada dice Galdós de cómo nació Marianelu ni los
datos (si estos son datos) que ha querido comunicarmie añaden más á
lo dicho, sino que "desde La Desheredada acá ha ido advirtiendo que
"cada vez le cuesta más trabajo, sin duda por ser más reflexivo..."
No habla mucho, y se ve luego que prefiere oír, pero guiando á su
modo, por preguntas, la conversación. No es un sabio, pero sí un
curioso de toda clase de conocimientos, capaz de penetrar en lo más
hondo de muchos de ellos, si le importa y se lo propone. Se conoce
que una de las disciplinas que menos le agradan á este literato... es
la retórica. Es todo lo contrario de esos hombres de letras que en su
vida han hablado en sus papeles más que de papel impreso ó manus-
crito; es de los artistas que no aman el material por el material. Si
438 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
hubiera modo de ser novelista por señas, )o sería. Aunque en sus obras
abundan los párrafos numerosos, pintorescos, llenos de colores, no
hay aquí más que una válvula para otras tantas ideas é imágenes, no
el prurito del período sonoro y rotundo, ni menos el afán pictórico-
literario de hacer de las nueve ó diez partes de la oración una paleta
de colores. Cuando Galdós escribe mejor es cuando no piensa si-
quiera que está escribiendo, y cuando tampoco el lector se fija en
aquel intermediario ind'spensable entre la idea del autor y el propio
pensamiento. Y Galdós escribe casi siempre así, y se puede decir que
escribe... como viste, sin asomos de pretensiones, y porque no hay
más remedio que escribir para explicarse. Su conversación no tira á
ser chispeante; pero pocas veces deja de insinuar, si se trata de asun-
tos de importancia, algo que, si de pronto no brilla ni impresiona mu-
cho, se va haciendo camino en nuestro espíritu y se hace recordar
mucho tiempo después. Lo de latet anguis in herba se puede decir del
ingenio de Galdós. Nadie como él para engañar á los tontos que no
ven el talento sino cuando viste uniforme, cuando enseña bordaduras
y cimeras que hieren los sentidos. Lo mismo que con él sucede con sus
libros, cuya profundidad no pueden ó no quieren conocer muchos,
porque el autor no se lo anuncia con tecnicismos de estética ó de so-
ciología ó de cualquier otra cosa de cátedra, ni tampoco con amane-
ramientos filosóficos, ó sentimientales, ó declamatorios, ó populache-
ros. Si hubiéramos de juzgarle por comparaciones, creo que se podría
recordar, como el más semejante al de sus obras, el espíritu que predo-
mina en los artistas ingleses de la novela, y aun en general se podría
añadir que Galdós tiende á ser como varios personajes de sus últimas
novelas: un español á la inglesa. Sus viajes más frecuentes al ex-
tranjero van á parar á Londres, y sus lecturas favoritas son ahora
las novelas inglesas... Y los libros de ciencia positiva, de aplicación
inmediata." Clarín, Galdós, 1912, pág. 311: "Hay en Pérez Galdós un
corazón grande, un noble entusiasmo por las grandes cosas, un supre-
mo amor á la justicia, una fe innominada, mas no por eso poco fuerte;
y, además, hay una ternura poética y pudorosa para todo lo delicado
y débil, que hasta en la burla y en la sátira se transparenta... En su es-
tilo, como en su carácter, no es aparatoso ni bullanguero, huye de la
exageración, no amplifica, satiriza la forma asiática, desdeña la hi-
pérbole, ama el eufemismo, escribe entre líneas y gusta de ser enten-
dido en media palabra; si llora, llora por dentro; si se entusiasma, su
entusiasmo es contenido, prudente; si ríe, no da carcajadas; cuando
se burla, no desprecia, ama y contempla y admira las ideas en las co-
sas que son, no su símbolo, sino su expresión más humilde, asequible
y clara para el espíritu vidente; sus mayores enemigos son los tiranos
y los charlatanes, porque son los azotes de la justicia y de la pruden-
cia, virtudes cardinales en moral y en literatura. La prudencia bien
entendida y entendida en todo lo que vale se puede decir que es la
musa de Galdós... Ha escrito, en el genero más difícil y más agrada-
S. XIX, 1868. BENITO PÉREZ GALDÓS 439
ble para nuestros días, la novela mejor pensada, más inspirada y de
forma más bella de cuantas se han publicdo en España en todo el si-
glo: esta novela se llama Episodios Nacionales." J. Valera, Ecos Ar-
gentinos, 1901, pág. 114: "En mi sentir, del juicio del señor Menéndez
(y Pelayo) y del fallo dictado por él sale muy lucidamente el señor Pé-
rez Galdós y aparece como novelista de primer orden, digno de ser
comparado con Balzac en Francia y con Dikens en Inglaterra, así
por el esfuerzo creador con que presta movimiento, vida y carácter
á sus personajes, como por la observación fiel y por la exactitud con
que nos pinta el ser y el vivir de nuestra clase media." M. Pelayo,
Crít. litcr., 5.* ser. (1908), pág. 86: "Pérez Galdós, artífice valiente
de un monumento que, quizá después de -la Comedia humana, de Bal-
zac, no tenga rival, en lo copioso y en lo vario, entre cuantos ha le-
vantado el genio de la novela en nuestro siglo... Tan perseverante vo-
cación... se ha mostrado, además, con un ritmo progresivo, con un
carácter de reflexión ordenada, que convierte el cuerpo de las obras
del señor Galdós... en un sistema de observaciones y experiencias
sobre la vida social de España durante más de una centuria. Para
realizar tamaña empresa, el señor Pérez Galdós ha empleado sucesiva
ó simultáneamente los procedimientos de la novela histórica, de la
novela realista, de la novela simbólica, en grados y formas distintos,
atendiendo por una parte á las cualidades propias de cada asunto y
jjor otra á los progresos de su educación individual y á lo que vulgar-
mente se llama el gusto del público... Galdós, con ser el más joven
de los eminentes ingenios á quienes debió hace veinte años la restau-
ración de la novela española (Valera, Alarcón, Pereda), tuvo crono-
lógicamlente la prioridad del intento... El señor Galdós, entre cuyas
admirables dotes resplandece una, rarísima en autores españoles, que
es la laboriosidad igual y constante, publicaba con matemática puntua-
lidad cuatro de estos volúmenes por año... No todos estos libros eran
ni podían ser de igual valor; pero no había ninguno que pudiera re-
chazar el lector discreto; ninguno en que no se viesen continuas mues-
tras de fecunda inventiva, de ingenioso artificio y á veces de clarísi-
mo juicio histórico, disimulado con apariencias de amenidad... El ra-
cionalismo, no iracundo, no agresivo, sino más bien manso, frío, no
puedo decir que cauteloso, comenzaba á insinuarse en algunas narra-
ciones del señor Galdós, torciendo á veces el recto y buen sentido con
que generalmente contempla y juzga el movimiento de la sociedad que
precedió á la nuestra. Pero en los cuadros épicos, que son casi todos
los de la primera serie de los Episodios, el entusiasmo nacional se so-
brepone á cualquer otro im.pulso ó tendencia... En estas obras, cuyo
sentido general es altamente educador y sano, no se enseña á odiar
al enemigo, ni se aviva el rescoldo de pasiones ya casi extinguidas,
ni se adula aquel triste género de infatuación patriótica que nuestros
vecinos, sin duda por no ser los que menos adolecen de tal defecto,
han bautizado con el nombre especial de chaurinisme; pero tampoco
440 PRIMER PERÍODO DE L.\ ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
se predica un absurdo y estéril cosmopolitismo, sino que se exalta y
vigoriza la conciencia nacional y se la templa para nuevos conflictos...
Estas novelas del señor Galdós son históricas, ciertamente, y aun al-
gunas pueden calificarse de historins anoveludas, por ser muy exigua
la parte de ficción que en ellas interviene... La observación realista se
impone al autor... Cuando Galdós cerró muy oportunamente en 1879
la segunda serie de los Episodios Nacionales... pasó del campo de la
novela histórica y política... al de la novela idealista, de tesis y ten-
dencia social... Gloria y La Familia de León Roch... no fueron juz-
gadas en cuanto á su valor artístico: fueron exaltadas ó maldecidas
con igual furor y encarnizamiento por los que andaban metidos en la
batalla de ideas de que ambos libros eran trasunto... Gloria... es lite-
rariamente una de las mejores de Galdós, no sólo porque está escrita
con más pausa y aliño que otras, sino por la gravedad de pensa'miento,
por lo patético de la acción, por la riqueza psicológica de las princi-
pales figuras, por el desarrollo majestuoso y gradual de los sucesos,
por lo hábil é inesperado del desenlace y, principalmente, por la ele-
vación ideal del conjunto, que no se empaña ni aun en aquellos mo-
mentos en que la emoción es más viva. Con más desaliño y también
con menos caridad humana y más dureza sectaria está escrita La Fa-
milia de León Roch...; D,oña Perfecta, como cuadro de género y ga-
lería de tipos castizos, es de lo más selecto de su repertorio, y lo sería
de todo punto si no asomasen en ella las preocupaciones anticlericales
del autor... Tres subdivisiones, lógicamente marcadas por un cambio
de manera en el escritor. Pertenecen á la prianera las novelas idealis-
tas que conocemos ya, á las cuales debe añadirse El Amigo Manso,
idilio trágico... La segunda fase (tercera ya en la obra total del nove-
lista) empieza en 1881 con La Desheredada y llega á su punto culmi-
nante en Fortunata y Jacinta, una de las obras capitales de Pérez Gal-
dós, una de las mejores novelas de este siglo. En las anteriores, siento
decirlo, á vueltas de cosas excelentes, de pinturas fidelísimas de la
realidad, se nota con exceso la huella del naturalismo francés... de tri-
vial y somera aquella psicología ó dígase psico-física; de bajo y ruin
el concepto mecánico del mundo que allí se inculca ; de pedantesco
ó incongruente el aparato pseudo-científico con que se presentan las
conclusiones, del más vulgar determinismo, única ley que en estas
novelas rige los actos, ó más bien los apetitos de la que llaman
bestia humana, víctima fatal de dolencias hereditarias y de cri-
sis nerviosas... Galdós aprovechó en numerosos libros de desigual
valor toda la parte útil de la evolución naturalista, esmerándose,
sobre todo, en el individualismo de sus pinturas; en la ricpieza, á
veces nimia, de detalles casi microscópicos; en la copia fiel, á veces
demasiado fiel, del lenguaje vulgar, sin excluir el de la hez del po-
pulacho. No fué materialista ni determinista nunca; pero en todas
las novelas de este segundo grupo se ve que presta mucha y loable
atención al dato fisiológico y á la relación entre el alma y el tempe-
S. XIX, 1868. BENITO PÉREZ CALDOS 441
ramento. .. La mayor parte de las novelas de este grupo, además de
ser españolas, son peculiarmente madrileñas y reproducen con pas-
mosa variedad de situaciones y caracteres la vida del pueblo bajo y
de la clase media de la capital... Tienen estos cuadros valor socioló-
gico muy grande...; tienen á veces gracejo indisputable, en que el no-
velista no desnxiente su prosapia castellana; tienen, sobre todo, un
hondo sentido de caridad humana, una simpatía universal por los
débiles, por los afligidos y menesterosos... Todo esto, no sólo honra
el corazón y el entendimiento de su autor y da á su labor una finalidad
muy elevada, aun prescindiendo del puro arte, sino que redime de la
tacha de vulgaridad cualquiera creación suya, realza el valor repre-
sentativo de sus personajes y ennoblece y purifica con un reflejo de
belleza moral hasta lo más abyecto y ruin; todo lo cual separa pro-
fundamente el arte de Galdós de la fiera insensibilidad y el diletian-
tismo inhumano con que tratan estas cosas los naturalistas de otras
partes. Pero no se puede negar que la impresión general de estos li-
bros es aflictiva y penosa, aunque no toque en los lindes del pesimis-
mo; y que en algunos la fetidez, el hambre y la miseria, ó bien las
angustias de la pobreza vergonzante y los oropeles de una vanidad
todavía más triste que ridicula, están fotografiados con tan terrible y
acusadora exactitud, que dañan á la impresión serena del arte y acon-
gojan el ánimo con visiones nada plácidas. ¡ Qué distinta cosa son las
escenas populares de ese mi sano pueblo de Madrid, llenas de luz, color
y alegría, que Pérez Galdós había puesto en sus Episodios, robando el
lápiz á Goya y á don Ramón de la Cruz ! Y en otro género, compáre-
se la tétrica Desheredada con aquella inmensa galería de novelas lu-
panarias de nuestro siglo xvi, en que quedó admirablemente agotado
el género (con más regocijo, sin duda, que edificación ni provecho de
los lectores), y se verá que algo perdió Galdós con afrancesarse en los
procedimientos, aunque nunca se afrancesase en el espíritu... Fortu-
nata y Jacinta, libro excesivamente largo, pero en el cual la vida es
tan densa, tan profunda á veces la observación moral, tan ingeniosa y
amena la psicología..., tan interesante la acción principal en medio de
su sencillez, tan pintoresco y curioso el detalle y tan amplio el esce-
nario... Es un libro que da la ilusión de la vida: tan completamente
estudiados están los personajes y el medio ambiente. Todo es vulgar
en aquella fábula, menos el sentimiento; y, sin embargo, hay algo de
épico en el conjunto, por gracia, en parte, de la manera franca y va-
liente del narrador, pero todavía más de su peregrina aptitud para
sorprender el íntimo sentido é interpretar las ocultas relaciones de
las cosas, levantándolas de este modo á una región más poética y lu-
minosa. Por la realización natural, viviente, sincera; por el calor de
humanidad que hay en ella; por la riqueza del material artístico allí
acumulado, Fortunata y Jacinta es uno de los grandes esfuerzos del
ingenio español en nuestros días... Si alguna de las posteriores fábu-
las de nuestro autor pudiera rivalizar con ésta, sería, sin duda, Ángel
442 PRIMER PERÍODO DE L.\ ÉPOCA REALISTA (185O-18Ó9)
Guerra, principio de una evolución... No sólo vuelve á la novela nove-
lesca en el mejor sentido de esta fórmula, sino que demuestra... el
sentido de Ja poesía arqueológica de las viejas ciudades castellanas y
entra, además, no diré que con paso enteramente firme, pero sí con
notable elevación de pensamiento, en un mundo de ideas espirituales
y aun místicas, que es muy diverso del mundo en que la acción de
Gloria se desenvuelve. Algo ha podido influir... Tolstoi ; pero mucho
más... la depuración progresiva, aunque lenta, de su propio pensa-
miento religioso... Los ensayos dramáticos del señor Galdós, que aquí,
como en todas partes, no ha venido á traer la paz, sino la espada,
rompiendo con una porción de convenciones escénicas, trasplantando
al teatro el diálogo franco y vivo de la novela, y procurando más de
una vez encarnar en sus obras algún pensamiento de reforma social,
revestido de formas simbólicas, al modo que lo hacen Ibsen y otros
dramaturgos del Norte... Sin ser un prosista rígidamente correcto, á
lo cual su propia fecundidad se opone, hay en sus obras un tesoro de
lenguaje familiar y expresivo. Ha estudiado más en los libros vivos
que en las bibliotecas... Sin dejar de ser castizo en el fondo, se educó,
por una parte, bajo Ja influencia anatómica y fisiológica del arte de
Balzac, y por otra, en el estudio de los novelistas ingleses, especial-
mente de Dickens, á quien ¿e parece en la mezcla de lo plástico y lo
soñado, en la riqueza de los detalles mirados como con microscopio,
en la atención que concede á lo pequeño y á lo humilde, en la poesía
de los niños y en el arte de hacerles sentir y hablar, v finalmente,
en la pintura de los estados excepcionales de conciencia : locos, so-
námbulos, místicos, iluminados y fanáticos de todo género... Diríase
que estas cavernas del alma atraen ú Galdós, cuyo singular talento
parece formado por una mezcla de observación menuda y reflexiva y
de imaginación ardiente, con vislumbres de iluminismo y á veces con
ráfagas de teosofía... En su modo de ver y de concebir el mundo,
Galdós es poeta ; pero le falta algo de la llama lírica. En cambio, po-
cos novelistas de Europa le igualan en lo trascendental de las con-
cepciones y ninguno le supera en riqueza de inventiva.''
Episodios Nacionales, primera serie: Trafalgar, 1873. La Corte de
Carlos IV, 1873. El ip de Marzo y el 2 de Mayo, 1873. Bailen, 1873.
Napoleón en Chamartín, 1874. Zaragoza, 1874. Gerona, 1874. Cádiz,
1874. Juan Martín el Empecinado, 1874. La Batalla de los Ara piles,
1875. Segunda serie: El Equipaje del Rey José, 1875. Memorias de
un Cortesano de 1815, 1875. La Segunda Casaca, 1876. El Grande
Oriente, 1876. 7 de Julio, 1876. I^os Cien mil hijos de San Luis, 1877.
El Terror de 1824, 1877. Un voluntario realista, 1878. Tercera serie:
Los Apostólicos, 1879. Un faccioso más y algunos frailes menos, San-
tander, 1879. Zumalacárregui, 1898. Mendizábal, Santander, 1898. De
Oñate á la Granja, 1898. Luchana, 1899. La Campaña del Maestrazgo,
Santander, 1899. La Estafeta romántica, 1899. Vergara. Santander-
Madrid, 1899. Montes de Oca, 1900. Los Ayacuchos, 1900. Bodas Rea-
S. XIX, 1868. BENITO PÉREZ GALDÓS 443
les, Santander, 1900. 'Cuarta serie: Las Tormentas del 48, ií)02. Nar-
váez, Santander, 1902. Los Duendes de la camarilla, 1903. La Revolu-
ción de Julio, Santander, 1903-04. O'Donnell, 1904. Aita Tettauen,
1904-05. Carlos VI en la Rápita, 1905. La Vuelta al mundo en la Nu-
mancia, 1906. Prim, Santander-Madrid, 1906. La de los tristes destinos,
1907. Serie final: España sin Rey, 1907-08. España trágica, 1909. Ama-
deo I, Santander-Madrid, 1910, La primera República, 191 1. De Car-
tago á Sagunto, Santander-Madrid, 1911, Cánovas, Madrid-Santander^
1912. Novelas: La Fontana de oro, 1867-68. La Sombra, 1870-87. El
Audaz, 1871. Doña Perfecta, 1876. Gloria, i." y 2." parte, 1876-77.
Marianela, 1878. La Familia de León Rock, i." y 2." parte, 1878. La
Desheredada, i." y 2." parte, 1881. El Amigo Manso, 1882. El Doctor
Centeno, i." y 2." parte, 1883. Tormento, 1884. La de Bringas, 1884.
Lo Prohibido, i." y 2." parte, 1884-85. Fortunata y Jacinta, i.", 2.", 3.^
y 4," parte, 1886-1887. Miau, 1888. La Incógnita, 1888-89. Torquemada
en la hoguera, 1889. Realidad, 1889. Ángel Guerra, 1.°, 2.' y 3." paríe,
Madrid-iSantander-Madrid, 1890-91. Tristana, 1892. La Loca de la
casa, 1893. Torquemada en la crus, Santander, 1893. Torquemada en
el Purgatorio, 1894. Torquemada y San Pedro, 1895. Nazarín, San-
tander, 1895. Hcilma, 1895. Misericordia, 1897. El Abuelo, Santander,
1897. Memoranda, 1905. Casandra, 1905. El Caballero encantado, San-
tander-Madrid, 1909. La Razón de la sinrazón, i^i^.^El Tacaño Salo-
món, 1916. Teatro: Realidad, 1892. La Loca de la casa, 1893. La de
San Quintín, 1894. Los Condenados, 1894. Voluntad, 1895. Doña
Perfecta, 1896. La Fiera, 1896. Electra, 1901. Alma y vida, 1902.
Mariucha, Barcelona, IS)03. Bárbara, 1905. Amor y ciencia, 1905.
Pedro Minio, 1908. Celia en los Infiernos, 1913. Alceste, 1914. Sor Si-
mona, i9i5?'En la Rev. España: Revista de política interior (1870-72).
Las Generaciones artísticas de Toledo (1870, ts. XIII-XV). Cuarenta
leguas por Cantabria (1876, t. Lili). D. Ramón de la Cruz (1870-71,
ts. XVII-XVIII). La Sombra, nov. (1871, t. XVIII). El Artículo de
fondo, cuento (1872, t. XIX). El Audaz, nov. (1871, ts. XX-XXIII).
Un tribunal literario (1872, t. XXVIII). Antes de Trafalgar (1873,
t. XXX). Doña Perfecta (1876, ts. XLIX-L).
'Oonsúltense : M. Menéndez y Pelayo, Discurso, contestándole en
la Academia, 1897. ídem, D. B, P. G. considerado como novelista (en
Estudios de crít. liter., 5.^ ser., Madrid, 1908, págs. 83-127). L. Alas,
B. P. Galdós, estudio crít.-biográf., Madrid, 1889. ídem, Galdós (Obras
compl. de Clarín, t. I), 1912. B. P. Galdós, Memorias de un desmemo-
riado (en la Esfera, III, 1916). L. Antón del Olmet y A. García Ca-
raífa, Galdós, Madrid, 1911. Ernest Martinenche, El Teatro de Pé-
rez G., de la Revue de Deux Mondes (en La Esp. Mod., CCXX, pá-
ginas 118- 1 58, 1906). ídem. El Abuelo, 1905 (en La Revue Latine,
419-428). John D. Fitz-Gerald, Doña Perfecta, 1906 (en Modcrn L.
Notes, XXI, 223-24). L. Ruiz Contreras, Memorias de un desmemo-
riado, Madrid, 1917. Andr. González Blanco, Galdós, Madrid, 1918.
444 PRIMER PERIODO DE L.\ ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
144. Afio 1868. Enrique José Varona y Pera (n. 1849-)
de Puerto Príncipe (Cuba), fué premiado por una oda en 1867,
trabajó muclio por la insurrección cubana, fué nombrado se-
cretario de Hacienda (1900) y de Instrucción pública; final-
mente, vicepresidente de la República (1912-16). Pfero más que
versificador ni político es filósofo, como lo fueron Várela y
Luz, secuaz de Stuart Mili y Spencer, creyendo que "el cetro
de la filosofía se halla depositado en Inglaterra". Es catedráti-
co de la Universidad. Dlirigió la revista de J. A. Cortina, á su
fallecimiento, cambiándole el nombre de Revista de Cuba por
el de Rcc-ista Cubana (1885). Merece señalado lugar en la his-
toria de la literatura por la sagaz y elevada crítica que ha ejer-
cido en libros y revistas, siendo la autoridad más acatada de
hoy en Cuba, y con razón, por el acierto y tino con que deslin-
da y juzga las obras literarias.
Rafael M.' Merchán (1844-1905), de Manzanillo (Cuba),
hijo de bogotano, redactor en su villa natal de La Antorcha y
El Comercio; en la Habana, desde 1867, de El Siglo y El FaíSj
drnde publicó el artículo Laboremus (1868), origen del epíteto
Laborantes dado á los que ayudaban á los insurrectos; fundó
El Tribuno (1869), emigró á Nueva York, redactó La Revolu-
ción (1870-71) y dirigió La Nación (18S6-87); residió en Co-
lombia desde 1874 y fué un año representante de aquella Repú-
blica en Madrid (1904). Fué crítico sagaz é imparcial, prosista
suficientemente castizo y poeta de corte clásico, de verso sono-
ro y bien redondeado.
Ignacio Manuel Alt ami rano (i 834- i 893), de Texila (hoy
ciudad Guerrero, Méjico), de raza indiana, sin saber castellano
hasta que a los catorce años fué a la escuela. Llamósele El Dan-
ton americano, por su oratoria ardiente. Fué maestro y favore-
cedor de la juventud estudiosa, político, diputado á los veinti-
siete de su edad, cónsul en Barcelona (1889), periodista, cate-
drático y soldado, poeta naturalista y sensual, versificador pul-
cro y abundante, crítico benigno, levantado y docto en sus Re-
vistas Literarias, conocedor de leyendas y tradiciones ; escribió
poesías, críticas, cuentos y novelas: Los Naranjos, Al Atoyac,
Plegaria en la montaña, Clemencia. Redactó con Ignacio Ramí-
rez y Guillermo Prieto El Correo de México.
ENRIQUE JOSÉ VARONA
S. XIX, 1868. RAFAEL MARÍA MERCHÁN 4^3
145. Ant. Gómez Restrepo, El Literario, Bogotá, 1916 (Mayo):
"Su cultura (de Varona) literaria y cientifica es enorme y le permite
abarcar desde las más curiosas reliquias de la poesía griega hasta las
últimas manifestaciones de las literaturas inglesa y alemana. Su dedi-
cación preferente á las investigaciones filosóficas no ha debilitado ni
oscurecido su vivo sentimiento del arte ni su noble inspiración poética.
Como filósofo es secuaz de Stuart Mili y de Spencer y considera que
"el cetro de la filosofía se halla depositado en Inglaterra..." En sus
dos tomos de estudios y artículos literarios el pensador aparece por
dondequiera y luce, de modo especial, en disertaciones estéticas,
como las dedicadas á la gracia y al idealismo y realismo. Su estilo no
es oratorio : es el reposado, transparente y sereno de quien piensa en
el retiro de su gabinete y pesa el alcance de sus palabras, pues sabe
que ejerce un alto magisterio." Carlos M. Trelles, Los i¿o libr., 1914:
•'Iguala á Piñeyro por la maestría en el manejo del idioma castellano
y lo supera en la profundidad del pensamiento y en la extensión de
sus conocimientos; ha aportado á nuestra literatura cuatro obras de
primer orden, que serán siempre consideradas como de las mejores
salidas del intelecto cubano." M. Henríquez Ureña: "Al través de
toda su obra, que comprende cerca de 40 vols. y folletos y que en parte
no despreciable se halla, además, anónima y dispersa en las páginas
de los periódicos." Fué Varona fundador de la Revista Cubana (1885-
95) y director de Patria. Dejando otras obras que no nos atañen, pu-
blicó Odas anacreónticas, P. Príncipe, 1868. Tesoro del teatro antiguo-
español, 1868, La Hija pródiga, dr., 1870. Poesías, Habana, 1878. Ojea-
da sobre el movimiento intelectual de América, 1878. Paisajes cubanos,
en verso, 1879. Disertación sobre el espíritu de la literatura en nues-
tra época. Matanzas, 1880. Conferencias filosóficas, i.* serie, Haba-
na, 1880. Cervantes, conf., 1883. Estudios literarios y filosóficos, 1883.
Discursos de... y Rafael Montoro, 1883. Conferencia sobre Emerson,
1884; San José de Costa Rica, 1917. Víctor Hugo como poeta satírico,
conf., 1885. El Poeta anónimo de Polonia, conf., 1887, Seis conferen-
cias, Barcelona, 1887. Conferencias filosóficas, 2.^ y 3." serie, Ha-
bana, 1888, dos vols. Los Cubanos en Cuba, 1888. Artículos y discur-
sos, 1891. El Fracaso colonial de España, Nueva York, 1896-97. Desde
mi belvedere. Habana, 1907. Mirando en torno, 1910. En voz alta,
1916. Escritos, igiy. Violetas y Ortigas, notas críticas, Madrid, 1917.
J. Valera, A vuela pluma (1897), pág. 175: "D. R. M. Merchán es
uno de los escritores de más saber y talento que hay en el dia en la
América española." E. José Varona, Rev. Cub., 1887, t. V, pág. 4Ó9:
"Nada hay en él (en Estud. crít.) escrito de prisa. Se ve que los datos
han sido acopiados con antelación y de propósito; y que el autor nos
da juicios tranquilamente elaborados y no impresiones más ó menos
fugaces. Es obra, pues, de un verdadero crítico á que da particular
realce que el crítico sea á la par un erudito y un artista de gusto acen-
drado, como espectador interesado, pero lleno de imparcialidad; de-
44^ PRIMER PERÍODO DE L.\ ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
ferente y cortés con los hombres, respetuoso con sus creencias, que-
riendo decir y diciendo la verdad, sin ^lastimar á sus oyentes; tiene
del critico que más admira, Sainte-Beuve, una grande y difícil cuali-
dad: sabe desasirse del objeto que examina, ponerlo á conveniente
distancia, sin mirarlo con ojos huraños ni hostiles; sabe, en fin, es-
tudiarlo ; pero le f ailtan quizás algunos granos de su escepticismo."
Antonio Gómez Restrepo, El Literario, Bogotá, 1916 (Mayo) : "Per-
teneció Merchán al grupo de grandes críticos que son alto honor
de la literatura cubana... Tenía la base de una sólida educación, de es-
tudios hechos á conciencia, y los viajes y el trato de los hombres afi-
naron su inteligencia y dieron mayor ensanche á su cultura... Su lec-
tura era inmensa y había sabido metodizarla y hacerla fructuosa por
medio de un sistema de anotaciones y referencias y por la formación
de libros de recortes que constituían un inmenso arsenal de noticias...
Escribía el castellano con corrección y elegancia, y en materia de len-
guaje estaba tan lejano de los prosistas anacrónicos resucitadores de
antiguallas como de Jos apasionados cultivadores del galicismo: su es-
cuela era la de Bello y de Cuervo. Amaba la literatura francesa sobre
todas las demás, pero no era extraño á las letras clásicas, y conocía
bien á los autores españoles. Aun cuando de apariencias frías, ardía
en su alma la chispa eléctrica... Sus Estudios críticos son como un¿
colmena intelectual, en que cada celdilla contiene miel de distinto sa-
bor...; una mina, siempre aprovechable, de datos útiles, de referen-
cias eruditas y de observaciones agudas y penetrantes. Si por algo
peca el libro es por exceso de documentación, por haber sacrificado
el autor más de una vez el efecto estético al deseo de ofrecer al pú-
blico una copiosa información, intercalando en el texto de sus estudios
datos que hubieran podido ocupar sitio más modesto é ir en forma de
notas... De aquí que, en ocasiones, en vez de darnos un juicio sintético,
una apreciación de conjunto, prefiera detenerse en el estudio de los
detalles; en la discusión de asuntos secundarios... Había abrazado las
teorías de la escuela experimental." R. M. Merchán, Laboremus, Ha-
bana, 1868 (en El País). El Tribuno, periód., ibid., 1869. Diario Cuba-
no, periód., N. York, 1870. La Revolución, periód., ibid., 1870-71. La
Honra de España en Cuba, ibid., 1871. Evangelina, trad. de Longfe-
llow, Bogotá, 1883, 1887. Mil anécdotas, ibid., 1884. Estudios críticos,
ibid., 1886; Madrid, 1917 (trabajos antes publicados en perió<licos).
Variedades, ibid., 1894 (trabajos antes publicados, sólo el t. I). Cuba,
justificación de su guerra de independencia, ibid., 1896. La Redención
de un mundo, ibid., 1898. Comentarios, ibid., 1898; Madrid, 1903. Emo-
ciones, poesías, Bogotá, 1899 (versos firmados desde 1865) ; Madrid,
1903, En Esp. Mod.: Cartas á D. J. Vallera (1890, Abr., Mayo). El
Espinar cubano y la segunda Barrantina (1890, Jun.). Un poco de
lodo (1891, Febr., Abr.). A Lamartine, poes. (1891, Jun.). Consúlten-
se: Opiniones sobre los Estud. crít. y otros trabajos de R. M. M., por
Varios, Bogotá, 1890 ; Dom. Figarola-Caneda, Bibliografía de R. M. M.,
jCUX)
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S. XIX, 1868. JOSÉ GAUTIER BENÍTEZ 447
Habana, 1905; J. M. Dihigo, R. M. M., 1915; Ant. Gómez Restrepo,
Ensayo sobre los Estad, crít. de R. M. Merchán, Bogotá, 1886.
Ign. M. Altamirano, Revistas literarias de México, México, 1868,
reimpresas en la Bihl. de Agüero. Ensayo crítico sobre "Baltasar", dra-
m-a de la Avellaneda, Méjico, 1868. Cuentos de invierno, Clemencia,
México, 1869. La Poesía lírica en iSyo. Rimas, México, 1S80 (3.^ ed.),
1885. Cuentos de invierno, Las tres flores, ibid., 1880 (3." ed.). La Na-
vidad en las Montañas, París, 1S91 (5.* ed.). Paisajes y leyendas, tra-
dic. y costumbres de México, Habana, 1893. Obras, México, 1899.
Julia y demencia, nov., 1904. El Zarco, la mejor de sus novelas, inéd.
Atenea, nov. inéd. Carta á una poetisa. Medalla de Hernán Cortés.
Movimiento literario en México. Antonia y Beatriz. Cartas sentimen-
tales. Dramaturgia mexicana. Véase Bibl. de Autores Mexicanos, de
Agüero.
146. Año 1868. Justo Sierra (1848-1912), de Campeche
(Méjico), estudió en el Nacional Colegio de San Ildefonso
{1861), abogado desde 1871, diputado, subsecretario y ministro
de Instrucción pública (1905-11), creó la Universidad Nacio-
nal, fué profesor de Historia en la Escuela Preparatoria du-
rante muchos años, ministro plenipotenciario en Madrid (191 2),
donde falleció. Dirigió la Academia Mexicana y colaboró en La
Rev. Universal, México (1893), Rcv. Azul, El Mundo Ilustra-
4o, Rev. Moderna y otras varias. Poeta, periodista, historiador ;
fué, sobre todo, el Maestro, como le llamaban, de la juventud;
siempre lleno de ardor y de ansia de cultura para su pueblo, de
criterio sano y esperanzado, presto a recibir toda novedad pro-
vechosa. Como escritor es elegante, y bien se ve por Conversa-
ciones del domingo, publicadas en el folletín del Monitor, de
Mléjico, introduciendo el estilo satírico gracioso, á lo francés;
y por la elegía A un poeta suicida (1876) ; pero es algo retórico,
enfático y zorrillesco, sobre todo en la poesía Dios y en el poe-
ma dramático Colón.
José Gautier Benítez (i 848- i 880), de Humaco (Puerto
Rico), hijo del poeta Arce Gautier y de la poetisa Alejandrina
Benítez. fué alférez de Infantería y político avanzado de la
isla; estuvo en España (1869) y escribió muchos artículos en
El Progreso. Poeta romántico, melancólico y doliente por tem-
peramento, entreverada alguna voluptuosidad, amoroso y sen-
tido, uno de los mejores poetas que han escrito en Puerto Rico.
■Colección de poesías, P. Rico, 1880. Poesías, ibid., 1892, 1906.
448 primer período db la época realista (185o-1869)
Santiago de Liniers y Gallo-Alcántara (1842-1908),
madrileño, por seud. El Bachiller D. Diego de Bringas, conde
de Liniers, nieto del célebre virrey de Buenos Aires, juriscon-
sulto y político, académico (1894), redactor ó colaborador de
El 'Año 61, El Gobierno, La España, El Noticiero, La Gorda,
La Unión Católica, La Cartilla, La Ilustr. Catól., España, La
Época (con seud. de Juan Peres), etc. ; carlista hasta la Restau-
ración y desde entonces de la Unión Católica, que fundó con
los Condes de Orgaz y de Guaqui, Sánchez Toca, Luis y Ale-
jandro Pidal; fué Gobernador civil de Madrid (1809-1900).
Conío escritor parécese algo en el ingenio y en el espíritu filosó-
fico á Selgas.
147. Antonio Caso, Justo Sierra, en la revista México. 1914 y
Rev. de America, París (núms. 22 y 23) : "El sabía amar con fuego di-
vino, lo mismo las grandes cosas que las cosas pequeñas: su intuición
poderosa iba siempre en alas de su insaciable amor, en pcs de certi-
dumbre moral y de ciencia...; en sus libros de historia y en sus dis-
cursos pedagógicos y cívicos... palpita el conocimiento de la huma-
nidad en el fondo de un optimisjno sincero, en verdad apostólico, que
besa "con profunda piedad", á despecho de todas las ironías y todos
los escepticismos, "la mano de la mártir cristiana que encendió la
"lámpara de las catacumbas"; conocimiento capaz de alcanzar su ob-
jeto, porque lo investiga con todos los recursos del alma, porque lo
solicita con la atracción irresistible del amante." J- Sierra : Conversa-
ciones del domingo, Méjico, 1868. Compendio de Historia de la Anti-
güedad, ibid., 1879, 1880. Confesiones de un pianista, nov.. ibid., 1882.
Al autor de Murmurios de la selva, epístola-poema, ibid., 1888. Ele-
mentos de Historia General, para las escuelas, ibid., 1880. Historia
General, ibid., 1891, 1909. Trovas Colombinas, ibid., 1892. Discurso y
poesía, ibid., 1892. Historia Patria, París, 1894, dos vols. Discursos,
1895 (dos). Catecismo de Historia Patria, París, 1896. Cuentos ro-mán-
ticos, ibid., 1896, Eti tierra yankee, viajes, Méjico, 1898. México, su
evolución social (por varios, dirigido por...), Barcelona, 1900-01. Ma-
nual escolar de Historia General, Méjico, 1904, 1912. Jiiárcc, Barcelo-
na, 1905. Juárez, disc, Méjico. 1906. Discursos, 1910. Antología del
Centenario (como su director), Méjico, 1910, dos vols. Discurso, ibid.,
1910. Prólogo á Poesías, do M. G. Nájera. Obras, Méjico, hasta 1904
iban publicados cuatro tomos. Historia de México, la conquista de
Nueva España, Madrid, 1917. Consúltese Genaro Estrada, Poetas Nue.
vos, 1916, donde cita los artículos que de él tratan.
Sant. Liniers: La Filocalia ó arte de distinguir á los cursis de los
que no lo son (con Silvela). Novelas madrileñas, Madrid, 1868. Todo
el mundo, ibid., 1876. Líneas y manchas, apuntes, rasgos y contornos.
S. XIX, 1868. GUMERSINDO LAVERDE Y RUIZ 449
tomados del natural, 1882, Novísimo Espejo y Doctrinal de caballeros
en doce romances, por el bachiller D. Diego de Bringas, 1887: obra
satírica y didáctica, moralizadora de las costumbres. Alza y baja,
1893.
148. Año 1868. José Alcalá Galiano (n. 1843), conde de Torri-
jos, madrileño, progresista, librepensador y diplomático, tradujo bien
los Poemas dramáticos de Lord Byron, Caín, Sardanápalo, Manfredo,
Madrid, 1886. Dióse á conocer por la oda, bastante prosaica, A la abo-
lición de la esclavitud (1869). Hizo otras al Monte Ceñís, Atomías, El
Titán, Plegaria de Silvio, cantando las conquistas de la ciencia. Tra-
dujo también, de Shakespeare, Hamleí, Macbeth y El Sueño de una
noche de verano. Publicó las novelas La Bruja del ideal. El Timel, La
Media naranja. El último wals (en Esp. Mod., 1895). Coimpuso la zar-
zuela El Aire de una mujer (1875), y con Grilo la comedia La Cabeza
y el corazón. El humorismo es su principal nota, sobre todo en el li-
bro Estereoscopio social, Madrid, 1872. Tiene delicada sensibilidad y
viva fantasía, sobresaliendo en las poesías amorosas. Las diez y una
noches, cuentos occidentales. Valencia (1906). En la Rev. España pu-
blicó El Género bufo y la literatura dramática (1871, t. XVIII). La
Briíja y el ideal, cuento (1869, t. VI). La Media naranja, nov. (1869,
t. XI). Poesías (1868-81). Lamartine considerado como poeta lírico
(1869, t. IX). Sobre La Fontana de Oro (1871, t. XX).
José S. Alvarez (1848-1903), de Gualeguaychú (Argentina), de
vida harto bohemia, buen observador, pintó bien las costumbres porte-
ñas populares, haciendo hablar á los personajes su propia lengua, con
gracia en el diálogo; fundó la revista Caras y caretas con el seudóni-
mo de Fray Mocho. Escribió novelas como En el mar austral. Viaje
ai país de los matreros, 1897. La Marina argentina. Fruta pintona,
Esmeraldas. Cuentos, 1906. Cuadros de la ciudad, Buenos Aires ; Bar-
celona, 1913.
Martín José Lira (1834-1867), de Santiago de Chile, viajó dos
años por Europa y murió joven en Valdivia. Publicóse un tomo de sus
poesías, 1868, entre las que descuellan A un rizo de los cabellos de mi
madre, A la luna. El Reloj, Inconsecuencia, Al 18 de Setiembre dt
1810, La Fe, Ilusión perdida, Dios, Lejos, A un ave herida, Ruinas,
Flores y lágrimas, A un niño loco de nacimiento. Hay hondo, sincero
y sobrio sentimiento.
Gumersindo Laverde y Ruiz (1840-1890), de Santander, catedrá-
tico en Santiago, académico, colaborador de muchos periódicos litera-
rios, entre 1850 y 1880, sobre todo del Semanario Pintoresco, publicó
A Isabel II, oda premiada por la Acad., 1865. Ensayos críticos sobre
Filosofía, Literatura é Instrucción ptíblica, Lugo, 1868. En la Rev.
España: Los Estudios bíblicos (1868, t. V). El Tradicionalismo en
España en el siglo xviii (1868, t. I). Sonetos (1873, ts. XXXIV-
XXXV). Canalejas (1869, t. X).
TOMO VIII. — 30
4^0 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
Franxisco Mateos Gago y Fernández (1827-1890), de Grazalenia,
presbítero y catedrático en Sevilla, satirizó y mató la propaganda pro-
testante en España y rebatió la propaganda anticatólica de los revo-
lucionarios del 68, sobre todo algunos escritos de Castelar. Colección
de opúsculos, Sevilla, 1869, 1877-85, siete vols. En el Himnario para
uso de la Iglesia Española, coleccionado y en parte compuesto por
Jvan B. Cabrera, Pastor de la Iglesia Jívangélica del Redentor en
Madrid, Madrid, 1878, hay 300 poesías, las mejores de Mora y Cas-
tro, aunque todas son harto medianas. Juana la Papisa, Sevilla, 1878
(contra Castelar). Análisis filos, de la escrit. y lengua hebr., de García
Blanco, arreglado. 1882.
Ramón León Máinez (t 1917), gaditano, por seud. El Dachillcr
Cervántico, director de El Pueblo (Cádiz, 1898), excelente cervantó-
filo, publicó Cartas literarias... sobre Cervantes y el Quijote, Cádiz,
1868. Cervantes y los críticos, ibid., 1870. Crónica de los Cervantistas,
ibid., 1871-79. Vida de Cervantes, ibid., 1877. Cervantes y su época.
Jerez, 1901-03 (y en Esp. Mod., 1900, Mayo). Educación y adolescen-
cia de Cervantes {Esp. Mod., 1900, Set.).
H9- Año 1868. Juan Alfonso, venezolano, por seud. Aecio, pu-
blicó L'n drama en Caracas, nov., 1868. — Anales de la Universidad de
Colombia, Bogotá, 1868-69. — Federico Avecilla, redactor de El Puen-
te de Alcolea (1868), publicó De Madrid á Salamanca, haciendo noche
en Zamora, zñaje inverosímil, pero cierto, Madrid, 1868. — El Averi-
guador, setnanario, Madrid, 1868, por Gregorio Cruzada Villaamil ;
1871-72, dos vols. y cuatro números de 1873, por Eduardo de Mariá-
tegui; 1876, solos 11 números, por Mariano Vergara ; 1879-82, cuatro
vols., por José M.' Sbarbi. — 'Marcelino Bautista y Velasco (t 1893),
fundador de los Anales de Beneficencia y Sanidad (1860-63), director
de La Caza (1865) y de El Correo de las Antillas, publicó Historia de
ía revolución española, Madrid, 1868. — Fausto Antonio de Beitia y
Ramón de Echezarreta, naturales de Tavira, publicaron Noticias his-
tóricas de la... villa de Tavira de Durango, Bilbao, 1868. — iJosé Bisso
Y Vidal (t 1889), malagueño, redactor de La Época, fundador con
Grilo de El Andaluz (1864) y con la colaboración de importantes lite-
ratos; publicó Crónica de la prov, de Álava, Madrid, 1868. Castillos
y tradiciones feudales de la península ibérica, por los más distinguidos
escritores nacionales, Madrid, 1870, dos vols., 1874. — 'El bachiller
Lorenzo de Cabanyes publicó Fábulas políticas, Barcelona, 1868. —
JosK M.* del 'Campo publicó Monografía de la prensa periódica de
España, 1868 (en Los Sucesos). — Luis Capella Toledo (n. 1838), de
Santamarta (Colombia), militar, diputado, presidente del Senado y
general, publicó Poesías, 1868. Leyendas históricas, 3.* ed., 1884-85,
tres vols., muy leídas y gustadas, por la riqueza de fantasía y galas
poéticas. — JosK María Garulla, periodista católico, de Igualada, guar-
dia de zuavos de Pío IX, fundador de La Juventud, La Civilización
S. XIX, 1868. FERNANDO GONZÁLEZ VERA 461
(1892), traductor en rimas, famosas por lo grotescas, de la Sagrada
Biblia, publicó Viaje de Madrid á Roma, 1868. El Afecto ciega la ra-
zón, noveUi, 2." ed., 1887. — José María del Castillo (1842-1899), de
Tudela de Navarra, perdió su cátedra en la Escuela de Ingenieros por
no jurar la Constitución de 1869; publicó El Papelito, periódico para
reír y llorar (1868-70), periódico satírico político, muy celebrado,
muerto por la célebre partida de la porra; fué en el campo carlista se-
cretario de Elío y doña Margarita de Borbón; entró jesuíta (1882),
colaboró en El Mensajero y publicó El País de la gracia, cuentos de
mil colores, Bilbao, 1889. Ellos y ellas (en el Mensajero desde 1890).
— La Mejor corona, loa..., por Ad. López de Ayala, la señora Díaz de
Lamarque y otros varios, 1868. — Francisco de Paula Cortés (nació
1850), de Bogotá, coronel, publicó Atm>r-:s de dos especies, nov., Po-
payan, 1868. Cuadros de un pintor bogotano, Bogotá, 1881. Plegaria,
1884. Reglas gra^maticales, 1886. La Perla de Madrid, dr., 1887.
Juguetes de salón ó teatro de los niños. — Luis 'Cruz estrenó La Galli-
na ciega, jug., Habana, 1868. — Isabel Cheix Martínez (n. 1839),
poetisa malagueña, comenzó á versificar desde niña, ganó el primer
premio en 1868 con su leyenda El Caballero de Ñapóles y después
otros en la Academia Mariana, en la de Buenas Letras de Sevilla, etc.
Compuso novelas como Clemencia, El Plato de china. El Pino, La
Cueva de los diamantes, La Niña de oro, Aurora María, Fátima, Dos
amores, Flor del alba. La Faniilia de Monsalves. Estrella del tnar, his-
toria de la Virgen María, Sevilla, 1873, 1902 (4.* ed.). Romancero de
D. Pedro I de Castilla, ibid., 1898. — Enciclopedia cómica..., colección
de poesías, artículos humorísticos, revistas..., cuentos, anécdotas, epi-
gramas..., Madrid, 1868-9, dos vols. — Los Farsantes, paso que pasó en
un lugar de la Mancha... en los Bufos Madrileños (1868). — Francisco
Fernández escribió muchas piezas en un acto en la Habana, Los Ne-
gros catedráticos (1868), El Bautizo (1868). — Aníbal Galindo (1834-
1901), de Coella (Colombia), diputado y diplomático en Inglaterra y
Francia, escribió mucho sobre asuntos económicos é internacionales
(véase La verde) y cultivó las letras. El Paraíso Podido de Milton,
trad. del inglés, Gante, 1868 (texto inglés y al frente la traducción en
prosa). Memoria... al Gobierno, Bogotá, 1873. Alegato, 1882. Las Ba-
tallas decisivas de la libertad, París, i888. Recuerdos históricos (1840-
95), Bogotá, 1900. — ^DoMiciA García, de Puerto Príncipe, publicó Ál-
bum poético-^fotográfico de las escritoras cubanas. Habana, 1868 (bio-
grafías y retratos), 1874, 1903. — Urbano Gascón y Guimbao (1843-
1868), de amarillas (Teruel), publicó Historia de S. Pedro de Ar-
bués, Madrid, 1868. — Francisco Gavarrete publicó Geografía de la
república de Guatemala, ibid., 1868 (2.^ ed.), importante. — 'Manuel de
GÓNGORA Y Martínez, catedrático de la Universidad de Granada, pu-
Wicó Antigüedades prehistóricas de Andalucía, Madrid, 1868. — Fer-
nando González Vera publicó en üa Rev. de España : De los primeros
misioneros en Nueva España y carta de Fr. Pedro de Gante (1868,
452 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
t. III). — La Gorda, periód. liberal satírico-político, Madrid, 1868-70.
La Nuez'a Gorda, 1870. — A. Guzmán de León publicó El último Bar-
bón, historia drannática de Isabel II, Barcelona, 1868, cuatro vols. —
Luis de Guzm.\n, Serttwncs selectos, Lima, 1868. — Jesús Hermoso,
mejicano, publicó las novelas Natalia y María, Habana (1868). La Isla
de Caballos (1868). Las Espinas de la Rosa, nov., 1869. — Joaquín de
HuELBES Temprado, propagador del espiritismo, director de El Crite-
rio (1868-70), redactor de La Propaganda (1870), publicó ¡Aurrera!,
poesías, Madrid, 1868. Ecos de un alnia, Ocaña, 1883. — La Igualdad,
diario demócr.-republ, Madrid, 1868-70. — Abpaham Kónig, chileno,
periodista, diplomático y abogado, publicó en La Libertad la novela
La Historia de un moribundo, 1868. A través de la Rep. Argentina,
Santiago, 1890. — Máximo R. Lira, chileno, publicó en La Estrella de
Chile la preciosa leyenda novelesca La Espuma del mar, 1S68. Orillas
del Biobio, escenas de la vida araucana, Santiago', 1870. — iCándido
López y Malta publicó Historia descriptiva del R. Sitio de Aran juez,,
escrita en 1868 sobre la que escribió en 1804 D- J''tciii Alvares Quin-
dos, Aranjuez, 1868. — José Florencio López (1821-1892), de Guana-
jay (Cuba), por seud. Jacan, publicó La Tuna brava, colección de es-
critos en verso que parece prosa y en prosa que no parece verso. Ma-
tanzas, 1868. Parodia de Marcela (1868). Autobiografía. Nadie sabe
para quién trabaja (1879). El Avispero, compos. festiv. y satír., 1885.
— 'Salvador López Guijarro, granadino, nacido en 1834, político, pe-
riodista y poeta parnasiano, publicó Un poco de prosa, artículos lite-
rarios, Madrid, 1875. Tierra y cielo, nov., ibid., 1886. Los artículos
publicados en La Política, y El Debate salieron en Colección, Madrid,
1872. En Rev. de España: Los Derviches (1869, t. XI). Los Españo-
les en tiempo de Enrique IV (1868, t. IV). Viaje de la Numancia
(1868, t. I). De Madrid á Atenas (1869, t. X). La Ultima conquista
(1873, t. XXXII). La Historia de un deseo (1876, ts. L-LI). Los Cua-
renta (1881, t. LXXVIIÍ). Cuentos madrileños (1884, t. XCIV). Poe-
sía (1875, t. XLVII). Homenaje (1877, t. VIII). Hablar al alm<¡, com.
(1878, t. LX). Soneto (1879, t. LXVIII). Ojos dormidos, poes. (1884,
t. XCVI). Alejandro Duntfls, hijo (1868, t. IV). — Manuel C. Llana pu-
blicó Galería histórica y biográfica de las mujeres más notables..., Ma-
drid, 1868. — Ignacio Mariscal (1829-1910), de Oaxaca (Méjico), polí-
tico y abogado, diputado (1856), ministro de Justicia é Instrucción pú-
blica (1868), diplomático, ministro de Justicia (1879), polemista en
periódicos, tradujo de Poc El Cuervo y conKpuso el drama D. Nicolás^
Bravo ó clemencia mexicana, el hermoso soneto Franklin, Fulton y
Morse, etc. Poesías de..., coleccionadas por Balbino Davalas, Madrid,
1911. — Federico Moja v Bolívar (1842-1897), de Santander, colabo-
rador en Madrid desde 1866 del Gil Blas, Las Novedades, La Rep.
Ibérica (1869), El Orden (1S70), Jaque-Mate, primer secretario de la
Academia Española de Roma, fundada en 1873; después, vuelto á Ma-
drid, escribió en El Solfeo, El Globo, El Pueblo Español, El Impar-
S. XIX, 1868. ANTONIO M." DEL VALLE 453
<:ial, Las Noticias (Málaga, 1880). Publicó Alegorías, Madrid, 1868,
1874. El Club de los solteros, nov., 1872. Notas de viaje, 1879. El Dúo
eterno, 1880. La Cama de matrimonio, 1882. Tipos y tipejos, 1885.
Algo sobre el naturalismo literario, 1895. — Mariano Antonio Molas
escribió Descripción histórica de la antigua provincia del Paraguay,
publicada con aumentos por Ángel Justiniano Carranza, Buenos Aires,
1868. — José M/ de Murga: Recuerdos marroquíes, el moro viz-
caíno, El Hach Mohamed El Bagdady, Bilbao, 1868; Madrid, 1906,
por Cesáreo Fernández Duro. — La Nación, diario progresista, Ma-
drid, 1864-66 y 1868-70. — ¡Ramón Nocedal y Romea (n. 1844), hijo de
don Cándido, por seud. Un ingenio de esta Corte, fundador del partido
mtegrista y director de El Siglo Futuro desde el fallecimiento de su
padre (18S5), redactor antes de La Constancia (1867-68), estrenó El
Juez sin causa, com. (1868) y La Carmañola (1870, 3.^ ed. 1878), con-
tra la revolución y que armó gran polvareda, llegándose á prohibir.
Obras, Madrid, 1907-14, ocho vols. — 'José Parada y Barreto (t 1886),
de Jerez, profesor de Música, director de la Rev. y Gaceta Musical
(1867), crítico musical de La Iberia, publicó Diccionario técnico, his-
tórico y biográfico de la Música, Madrid, 1868. — José E. Ponce de
León, poeta matancero, publicó El Arpa del Yumurí, Matanzas, 1868,
1875. Cantos del pueblo, Habana, 1876. Cancionero tropical, Matanzas,
1878. Jardín Matancero, colecc. de poes. de 61 señoritas, 1878-79, dos
vols. Ecos patrios, poes., 1899. — José M.^ Prellezo (t 1903), cubano,
por seud. R. P. Zoell, publicó Un botón de chaleco, no'v., 1868. Juan
Quiñones, guaracha sin música. Habana, 1879. Españolas, 1880. Manga-
Mocha, cuento ñañigo, 1880. Juana- Cham^icú, cuento, 1880. Apuntes
de Hist. liter., 1882. Patria, América, Paz, Reptíblica..., 1900. — Pedro
Pruneda (1830-1869), de El Poyo (Teruel), redactor de El Pueblo, La
Discusión y La Democracia, publicó Historia de la guerra de Méjico
desde 1861 á 18Ó7, Madrid, 1868. — Julio Quevedo, boliviano, publicó
Páginas íntimas, poesías, Buenos Aires, 1868. — Revista de España,
Madrid, 1868-1895, 150 ts., dirigida por José Luis Albareda: la mejor
que hubo en España. — Rita Rodés y Garcés publicó Alboradas, poe-
sías, Zaragoza, 1868. — Francisco Sánchez de Castro (1847-1899), de
Béjar, catedrático de la Universidad Central, redactor de El Fomento
Literario (1863-64), publicó El Veinte y dos de Junio. Elegía á la Pd-
tria, Madrid, 1868. Hermenegildo, dr., ibid., 1875. La Mayor venganza,
dr,, ibid., 1875. Theudis, dr., ibid., 1878. Cántico al hombre, ibid., 1879,
de tono épico y solemne, pero pesadísimo. Apuntes de literatura y biblio-
grafía jurídicas en España, ibid., 1883. Lecciones de Literatura general
y Española, 1887, Madrid, 1890, dos vols. La Iglesia católica. — José Se-
gura Y Barreda publicó Morella y sus aldeas, Morella, 1868. — Manuel
Soto Freyre publicó La Imprenta en Galicia, 1868. — Antonio M.* del
Valle y Serrano, marqués de Villa-Huerta, publicó La Tradición de
una aldea, leyenda, Madrid, 1868. Sonetos, 1885. El pro y el contra, pa-
radojas, ibid., 1890. Viajes, hazañas y aventuras de un héroe del s. xiii,
454 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
noveUi histórica, 1894. — Andrés Clemente Vázquez publicó Estudios
jurídicos, Habana, 1868. Oradores mexicanos, México, 1872. Análisis
del juego de ajedrez, Madrid, 1892. Enrique Faber, nov. hist., 'Habana,
1894. En el Ocaso, 1898. Entre brumas, 1899. Leyendas trémulas, 189Q,
— Eulalia Velarde del Campo nació (1848) en Santillana del Mar y
fué hermana del fecundo y entusiasta poeta Fernando Velarde y de
doña Virtudes Vedarde, priora de las Huelgas de Burgos ; fué poetisa
devota, imitadora de Lope. Los tres hermanos se educaron en el hogar
paterno. "Se distingue doña Eulalia en la poesía religiosa por sus afec-
tos sinceros y sencillos y por la dulzura y fluidez de sus versos" (.^jtiós
Escalante). — 'Ladislao Velasco y Fernández de la Cuesta (1817-1891),
de Vitoria, publicó Memoria, Vitoria, 1868 (incluida en Los Eúska-
ros...). Los Eúskaros en Álava, Guipúzcoa y Vizcaya; sus orígenes,
historias, lengua, leyes, costumbres y tradiciones, Barcelona, 1879,
Memorias del Vitoria de antaño, ibid., 1886, 1889. — Miguel \'elasco
Y Santos (t 1897), archivero, publicó Poesía histórica de la Univer'-
sid<id de Valencia, su origen y fundación. Valencia, 1868. Consúltese
Rev. Archiv., 1897 (Mayo y Jun.). — Francisco Vidal Gormaz, chileno,
publicó Primeros trabajos de exploración del río Valdivia y sus habi-
tantes, Santiago, 1868. Reconocimiento del río Maullin (eu Anuario
Hidrográfico). Documentos para la Hist. náutica de Chile, 1879-81
(ibidem, ts. V, VI, VH) ; 1892 (ibid., t. XVI). — Antonio Zinnty publi-
có Efemeridografía Argireparquiótica, Buenos Aires, 1868. Gaceta
Mercantil de Buenos Aires, 1875. Bibliografía histórica de las Pro-
vincias Unidas del Río de la Plata (1780-1821), 1875. Historia de lo.:
Gobernadores de lus Provincias Argentinas desde 1810, tres vols.,
1879-82. Catálogo de las obras de D. Ant. Zinny, 1882. Historia de la
prensa periódica de la Rep, Or. del Uruguay, 1883. Historia de los Go-
bernantes del Paraguay, 1887,
150. Año i86g. Manuel Cano y Cueto (1849- 19 i6) na-
ció en Madrid, pasó de joven con sus padres á Sevilla, donde
estudió Leyes, después de hacer sus primeros estudios en Ca-
Tiión con los padres jesuítas. Huérfano de padre, fué perdien-
do más tarde á su madre, hijo y esposa, á quienes quiso entra-
ñablemente ; fué diputado, gobernador de Málaga y Sevilla,
presidente del Ateneo y de la Academia de Buenas Letras de
aquella ciudad, y consumido por penas morales, perdió la ra-
zón, pasando sus últimos años en el hospital de Málaga. Con-
servador en política, buen cristiano y amante de Sevilla, sus
obras se inspiraron en la fe y en la patria, con espíritu caba-
lleresco, cristiano y castizo. Sobresalió por su creadora fanta-
sía, siendo muy celebradas sus Leyendas y tradiciones sevilla-
, S. XIX, 1869. ROMÁN VIAL 435
nos. También cultivó la novela y el arte dramático. Fundó La
Legitimidad, El Independiente (1869) y La Rev. Sevillana.
151. M. Cano y Cueto : Páginas de un libro, novelas cortas (con
pról. de Luis Montoto), Sevilla. Don Miguel de Manara, leyenda, Se-
villa, 1873. Doña María Coronel, leyenda, ibid., 1874. Leyendas y tra-
diciones de Sevilla, ibid., 1875. El Hombre de piedra, leyenda en ver-
so, ibid., 1889. Tradiciones sevillanas, ocho vols., ibid., 1895-97. Nove-
las: Holga, Un cuento extravagante, Un enfermo y un loco, Manuel
Itiiveron. Para el teatro: Estrella, zarz. Hidrofobia conyugal. Un te-
norio casado. La Encubierta. Guerra al extranjero, zarz. Los Rosales
de Manara, zarz. (1874). Lorenzo. Quiero ser. Tres pies para un ban-
co (con Felipe Pérez). Revista de Sevilla (con Montoto). Bajo el
Cristo del Perdón (con Jiménez Placer). Un cuento de Roncesvalles,
dr. Crónica de la capital. Transmigración de las ahnas, jug.
152. Año i8óp. Soledad Agosta de Samper (1831-1913), colom-
biana, hija del historiador Joaquín y esposa de J. M. Samper, por
seud. Aldebaran, Bertilda, Andina y Renato en periódicos (1862-92),
fundadora de La Mujer (1878-81), publicó en periódicos las novelas
José Ángel Galán, Co'.ísíükcíü, Lasia, Les Hidalgos ac Zamora, Gil
Bayle, Alonso de Ojeda, La Juventud de Andrés, La Familia del tío
Andrés, Las dos reinas de Chipre, El Talismán de Enrique, Historia
de dos familias. Una catástrofe, Historia de dos mujeres. Anales de
un paseo. Novelas y cuadros sudamericanos, Bogotá, 1869. Biografías
de hombres ilustres de la época del descubrimiento, 1883. Los Piratas
de Cartagena, leyendas, 1886. La Famiilia, lecturas para el hogar, 1886.
El Corazón de la mujer, Curagao, 1887. La Mujer española en Amé-
rica, 1887 (en Rev. Esp., t. XCVII). Un nuevo libro de D^ E. Pardo
Bazán, 1887 (ibid., t. XCVII). Una holandesa en América, nov., Cu-
ragao, 1888. Carta de Helena Mirada Zulueta á la Sra. D.^ Soledad
Acosta, Bogotá, 1891. La Mujer española en S. Fe de Bogotá, 1892
(en Esp. Mod., Abr.). Memorias, Chartres, 1893. Viaje á España, dos
vols., 1893-94. La Mujer en la sociedad moderna, París, 1895. Conse-
jos á las -mujeres, París, 1896. Época de la Independencia y Presiden-
tes de la República de Nueva Granada, Bogotá, 1909-1910, dos vols.
Francisco Bauza, el mejor orador uruguayo, espontáneo y á la
española, católico y demócrata, el mejor historiador de su tierra, pu-
blicó de joven Poesías, Montevideo, 1869, malas poesías. Estudios lite-
rarios, 1885. Estudios constitucionales, 1887. Historia de la dominación
española en el Uruguay, 1880-82; 1895, tres vols., una de las mejores
obras históricas escritas en América.
Román Vial (1833-1896), de los mejores escritores chilenos de cos-
tumbres, trazó, como dramaturgo popular, en piezas cortas teatrales,,
tn comedias y artículos, notables cuadros de la vida chilena, con vigor
y sana alegría, á lo Ramón de la Cruz. Una votación popular, jug.,
436 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA RE.ALISTA (185O-1869)
1869, Choche y Bachicha, jug., 1870. Los extremos se tocan, com.,
1871. Dignidad y orgullo, dr., Valparaíso, 1872. La Mujer hombre, dr.,
1874. Gratitud y amor, com., 1881, Gente alegre, Valparaíso, 1895. El
Teléfono. Además otros juguetes y artículos de costumbres en El
Mercurio, editados en \"alparaíso (1870-1892) y más tarde recopilados.
Costumbres chilenas, Valparaíso, 1889; Santiago, 1907.
Enrique Rodríguez Solís, por seud. Lisso, redactor de El Com-
bate, La Lucha, El Gorro Frigio; director de La Federación Esp.
(1870), La Ilustr. Americana Federal (1871), Gaceta de Teatros, La
Ilustr. Popular; publicó Reseña histórica de las monarquías españolas.
Barcelona, 1869. Historias populares, 1874. Las etcéteras, 1875. La
Mujer defendida por la Historia, la Ciencia y la Moral, Madrid, 1878.
Las Extraviadas, 1880. Panorama literario, 1881. Eva, estudio social.
1881 ; 2.* pte., ó Evangclina, 1883. Espronceda, su tiempo, su vida y
sus obras, 1883. La Vida madrileña, 1885. Majas, manólas y eludas,
historia, tipos y costumbres de antaño y hogaño, 1886. Los Guerrilleros
de 1808..., dos vols., 1887. Historia del partido republicano, dos vols.,
1894. La Mujer, el hombre y el amor, 1895. Historia popular de la
guerra de Cuba, dos vols., Barcelona, 1897. La Mujer español<i y ame-
ricana..., reseña histórica, 1898. Guía artística, reseña histórica del
teatro y la declamación, 1903. Historia de la prostitución en España y
América, dos vols. En Rev, España: Los Concelleres de Barcelona
(1873-74, ts. XXX-XXXVII). La Masía de la caridad, leyenda (1871,
t XIX). D. Juan de Serrallonga (ibid., 1871, t. XIX). Justicia de Dios
(íbid., 1871, t. XXI)
Francisco de Paula Canalejas y Casas (1834-1883), de Escacena,
catedrático auxiliar de Literatura en Valladolid (1857), en Madrid
(1863) y de Historia de la Filosofía (1874), brilló como orador en
1873 y, además de otras obras filosóficas, publicó Lms Leyes que pre-
siden á la lenta y constante sucesión de los idiomas, 1869 (di se. rec.
Acad.). Discurso sobre Cervantes, 1869. Curso de literatura general,
1869, dos vols. Las Doctrinas de R. Lulio, 1870. Los Autos sacram. de
Calderón, 1871. Estudios crít. de filosofía, polít. y liter., 1872. Del ca-
rácter de las pasiones en la tragedia y en el drama, 1875. Doctrinas
religiosas del racionalismo contemporáneo, el panentheismo, poléfnica
de Canalejas con Campoamor sobre el krausismo..., 1875. De la poesía
heroico -popular castellana, 1875. La Poesía dramática en España,
1876. La Poesía moderna, 1877. La Poesía épica en la antigüedad y en
la Edad Media, conferencias. De la poesía religiosa. Los Poemas ca-
ballerescos y los libros de Caballería. 1878. Universidad del arte. Las
Lenguas germánicas. Fué redactor de El Eco ünivcrsiiario (1851),
La Razón (1860-61), La República Ibérica (1869-70) y director de Ia
Revista Ibérica (1861-63). F^ Esp. Mod.: El Panentheismo. carta á
R. de Campoamor (1901, Marzo). "Naturaleza anti-krausista, espíritu
ávido de novedad, amjílificador y oratorio, rápido de comprensión,
brillante y algo superficial" (M. Pelayo, Heterod., III, 737).
S. XIX, 1869. RAIMUNDO GELER ¿^bj
153. Año i86p. Academia de Ciencias sociales y de Bellas Letras,
fundada en Caracas en 1869. — Patricio Aguirre de Tejada, conde de
Andino, publicó La Catedral de Burgos, 1869 (en Rev. Esp., t. XI).
Blanca de Castilla, 1870 (ibid., t. XVII). El Mar Mediterráneo, 1870
(ibid., t. XII). Poesías, Madrid, 1872, 1903. — José Almirante y To-
RROELLA (1823-1894), vallisoletano, general del Ejército, redactor de
El Henares, primer periódico publicado en Guadalajara (1846), publi-
có su hermoso Diccionario militar, Madrid, 1869. Bibliografía militar
de España, ibid., 1876. — Francisco de Paula de Arkangoiz, de Vera-
cruz, educado en España é hijo de españoles, publicó Apuntes para la
historia del segundo Imperio mejicano, Madrid, 1869. Méjico desde
1808 hasta i86f, Madrid, 1871-72, cuatro vols., extracto de la de Ala-
mpan en los dos primeros. — Asamblea Constituyente de i86p, biografías
de todos los representantes..., Madrid, 1869. — Boletín -'revista de la
Universidad de Madrid, 1869-75, ocho vols. — Filomeno Borrero, co-
lombiano, publicó Recuerdos de viajes en América, Europa, Asia y
África, Bogotá, 1869. — Francisco Cabrerizo Sánchez publicó Lo que
pasa en este mundo, comedia. Habana, 1869. Cantares agridulces, Ma-
drid, 1899. — Lorenzo Campano publicó Diccionario de geografía anti-
gua y moderna, Madrid, 1869. Viajes á las cinco partes del mundo,
París, 1875. — D'aniel Carballo publicó La Expedición militar de don
Pedro Ceballos al río de la Plata, 1869 (en Rev. España, t. X). — An-
tonio L. Carrillo publicó Cantos populares, Málaga, 1869. — José
Antonio Collazo, cubano, fusilado en 1869, publicó Piedad, ley. cub.,
Santiago de Cuba, 1869. El Puñal verde, trad, cub., ibid., 1869. — Ra-
fael CoNTRERAS, dircctor en Granada de La Constancia (1852), escri-
bió Rasgos característicos de la cultura árabe (en Rev. Esp., 1878,
t. LXII). Movimiento civilizador de los árabes (ibid., 1881, t. LXXIX).
Nuevos datos acerca de la guerra y expulsión de los moriscos (ibid.,
1879, t. XliVIII). Del arte árabe en España (ibid., 1869, ts. VII-VIII).
Sobre la conservación de lu Alhambra (ibid., 1870, t. XIII). Ligero
estudio sobre las pinturas de la Alhambra (ibid., 1878, t. XLII). Del
arte árabe en España, Granada, 1875. Estudio descriptivo de los monu-
mentos árabes de Granada, Sevilla y Córdoba, 1878, 1885. Recuerdos
de la dominación de los Árabes en España, sus tradic, liter., artes.
Granada, 1882. — José Corces estrenó El Riflero, com.. Habana, 1869. —
Cayetano Costa publicó Los Hijos de la selva, pensamientos íntimos,
Habana, 1869. — Don Quijote, Madrid, 1869, buen diario político-satí-
rico, dirigido por Juan Rico y Amat y Manuel Ossorio y Bernard. —
Z. Flores, peruano, publicó Efemérides americanas. Tacna, 1869. —
Fuero general de Navarra, Pamplona, 1869. — José Antonio García y
García, director muchos años de Las Novedades, de Nueva York
(1882-92...), publicó Relaciones de los virreyes del Nuevo Reino de
Granada..., New York, 1869. — Ramón Gay, español, estrenó La Casa
del voluntario, com.. Habana, 1869. Por la bandera de España, cora.
(1870). — Raimundo Geler publicó Iskis Filipinas, Madrid, 1869. — Al-
458 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-18Ó9)
VARO Gil Sanz publicó en la Rev. de España Observaciones sobre la
hist. polít. de Aragón, Prov. Vasc. y Navarra {1877, t, LVII). D. Al-
varo de Luna (1883, t. XCTI). Situacióji económica de España durante
la dominación austríaca (1869, t. IX). Preliminar de las Comunidades
(1877, t. LVIII). Noticias hist. de la Universidad de Salamanca (1873-
74, ts. XXXV-XXXVl). La Política castellana, noticias hist. y consi-
deraciones acerca de su origen, carácter y vicisitudes hasta el final
de l-as comunidades, Salamanca, 1878. — Ricardo Gon23Ále2 publicó
Los Proscritos, nov.. Tacna (Perú), 1869 (sólo el t. I). — Heraclio
Guardia (1829-1907), poeta venezolano sentimental, de feliz fantasía
y fácil versificación, aunque algo desleído y prosaico por la impro-
visación; fué premiado por su oda á La Libertad del Viejo Mundo
(1869) é hizo otras poesías descriptivas, como La Primavera, hermosa
composición. — Alvaro Guijarro de Molina publicó Madrid en día de
fiesta, costuntbres contemporáneas (con Isidoro Martínez Sanz), Ma-
drid, 1869. — Do\ FRAY Casimiro Herrero (1824-1886), de Villameriel
(Falencia), agustino, obispo de Camarines (1881), publicó Apuntes in-
teresantes sobre las Islas Filipinas, Madrid, 1869. Frutos que pueden
dar las reformas en Filipinas, ibid., 1871. Reseña que demuestra el
fundamento y causas de la insurrección de... Filipinas, ibid., 1872. Fili-
pinas ante la razón del indio (trad.), 1874. — Emilio Hübner (t 1901),
alemán, vino á España (1860) comisionado por el Rey de Prusia, y pu-
blicó Corpus Inscriptíonum Latinarum, vol. I. Inscriptiones Hispamos
Latinae (unas 4.000) y Supplementum (unas 2.000), 1869 y 1892, Mo-
nuinenta linguae ibericae, Berlín, 1893. La Arqueología en Espa-
ña. Inscriptiones Hispaniae christianae, Berlín, 1871. Supplementum,
1900. Additamenta nova ad Inscriptiones Hispaniae latinas, Berlín,
T903. Consúltese Rev. Arch., 1901 (Abr.). — La Ilustración Española y
Americana, rev., continuación de El Museo Universal, Madrid, 1869
hasta hoy. — Juan Palomo, semanario satírico y literario. Habana,
1869. — Leyendas y tradiciones populares de todos los países sobre la
Sma. Virgen María, Madrid, 1869. — 'Antonio López Muñoz (nació
T849), d^ Huelva, catedrático en los Institutos de Osuna, Granada y
Cardenal Cisneros (1893). político, ministro de Instrucción pública,
publicó Aliatar, leyenda (1869). Trabajos oratorios. 1889. Trabajos
forenses, 1896. Para el teatro: Errar la senda, com. (1875). El Le-
gado, dr. (1879). Escupir al cielo, dr. (1879). Herencia forzosa, dr.
(1881). Brenda, dr. (1884), El Amigo de la casa, com. (1885). El Pre-
cio de un caballo, cuento (1894). — La Mano Oculta, Madrid, 1869,
buen periódico político-satírico. — Leopoldo Martínez Reguera, mé-
c'ico, redactor de La Minerva (1861), colaborador de FJ Bazar, El Si-
glo Médico Í1872-73), etc., por seud. Leonardo Gutiérrez Ampelo, pu-
blicó Reseña históricoidcscriptiva... de la ciudad de Montoro, ibid.,
1869. Bibliografía hidrológico-médica española, Madrid, 1892-96-97,
tres vals. — ^Luis Martínez Casado estrenó El Gorrión, jug.. Habana,
1869. Las Glorias de las Tunéis (1869). La verdadera felici^dad, zarz,
S. XIX, 1869. ADOLFO RUIZ DE QUEVEDO 469
(1869). Pelayo, loa (1870). — Manuel Martínez Otero, español, publi-
có Un voluntario, jug.. Habana, 1869. Desde niños por la patria (1870).
Tanto le dan al buey manso, jug. (1875). — Fray Ramón Martínez Vi-
gil (1840-1904), de Somió (Oviedo), dominico (1858), obispo de Ovie-
do (1884), colaborador de La Ilustr. Cat. (1877...), El Universo (1903),
La Esp. Modern., publicó obras desde 1869, pero siempre plagiando,
glosando otras sin decirlo. La Orden de predicadores, sus glorias, etc.,
seguidas del ensayo de una biblioteca de dominicos españoles, Madrid,
1884. La Antigua civilización de las Islas Filipinas, 1891 (glosas del
padre Chirino, cuyo mg. tenía, sin saber que el padre Oolin estaba im-
preso, el cual tomó del mismo padre, diciéndolo). Cartas Pastorales
tres vols., 1898 (en el Congreso le probaron plagios). — Manuel Merry
Y CoLOM (i835-]894), ses'illano, catedrático en el Instituto de Osuna y
Universidades de Granada y Sevilla, publicó Un viaje á Fea {Rev..
Esp., 1869, t. IX). Del origen, fundación... de la Universidad de Osu-
na, Madrid, 1869. El Cannen de la virtud, Granada, 1874. Estudio sobre
el teatro español en los siglos xvi y xvii, Sevilla, 1876. Historia crítica
de España, ibid., 1885-87, seis vols. Ensayo crítico sobre las Novelas
ejemplares de Cervantes. — J. Mora y Bellever publicó Crónica biblio-
gráfica, los oradores de i86p {Rev. España, t. LXXII). — Carlos Pa-
lanca Gutiérrez, mariscal de campo, publicó Reseña histórica de la
Expedición de Cochinchina, Cartagena, 1869. — ^Martín Palma (1821-
1884), chileno, el miejor novelista por entregas de su tierra, tiene vehe-
mencia de propagandista anticlerical y descripciones brillantes, á veces
rasgos puntuales de costumibres; publicó Los Secretos del pueblo
(1869). La Felicidad del matrimonio (1870). Los Misterios del confeso-
nario (1874). — iMariano Ponz, redactor de La Discusión (1865), pu-
blicó ¡Riego!, novela histórica, Madrid, 1869, 3.^ ed. — José Puig y
Pérez (1845- 1897), redactor de El Impar cial y La Igualdad, fundador
de El Perro Grande, mediano poeta imitador de Heine {Museo Uni-
versal, 1869), publicó Coplas y Quejas, 1869. Coche y palco, 1872. Lu-
cas Gómez, 1873. — ^Carlos Ramírez de Arellano publicó en la Rev.
España: Noticias de algunos de los primeros descubridores de Amé-
rica (1869, t. X). El Ldo. Pedro de la Gasea (1870, t. XV). Notician
biográficas y bibliográficas de los escritores judíos y portugueses
([870 ts. XII-XIII). — Juan Facundo Riaño publicó en la Rev. Espa-
ña Apuntes sobre el Egipto (1870, t. XIV). La Alhambra (i834,.
t. XCVIT). Una relación inédita de la vida de D. Carlos hijo de Feli-
pe II (1870, t. XII). Además: Crónica gral. de D. Alonso el Sabio,
Madrid, 1869, Los orígenes de la arquitectura arábiga, 1880. The in-
dustrial arts in Spain, Londres, 1879. Critical & bibliographical notes
on early Spanish m>usic., ibid., 1887. — ^^Evangelina C. de Rincón So-
ler, de Tunja (Colombia), publicó Los Emigrados, leyenda hist., Bo-
gotá, 1869. — Sermones de D. Amaro Rodríguez, célebre loco del Hos-
pital de Inocentes de Sevilla, ibid., 1869. — Adolfo Ruiz de Quevedo^
español, estrenó La Sangre española ó un Episodio de Vuelta Abajo,
460 PRIMER PERÍODO DE LA ÉPOCA REALISTA (185O-1869)
Habana, 1869. Hojas de otoño, poes., 1884. — José M.* Ruiz de Somavia
y R.^Mos publicó Poesías, Sanlúcar, 1869. — El Duque de San Fernan-
do publicó Ligeros apuntes y consideraciones políticas, morales y so-
ciíües, Vitoria, 1869. Viajes por las Amcricas. Bilbao, 1871. — Nicolás
María Serrano publicó El Dios de Suñer y Capdevila, Madrid, 1869.
Historia universal de César Cantú, continuada, 1874, siete vols. Com-
pendio de Historia Universal y particular de España, Madrid, 1875,
siete vols. Diccionario universal de la lengua castellana, ciencias \< ar-
tes, ibid., 1875-81, 15 vols. Compendio de Hist. Univ., de César Cantú,
1877. Historia de N. S. de Lourdes, ibid., 1878. — Luis Octavio de To-
ledo hizo en 1869 el Catálogo de In Librería del Cabildo toledano,
Madrid, 1903. — .Enrique Tovar estrenó La Vuelta del marino, Manila,
1869. — Félix M.* de Urcullu y Zulueta, por seud. F. de Ziilema,
publicó Páginas de la xñda de un pollo de corazón sensible, escritas
por el mismo, 1869. — Inés Vasseur (1853-1878), camagüeyana (Cuba),
estrenó La causa de tu dolor, jug., Veracruz, 1869. — A. Vidal y Díaz
publicó Memoria histórica de h Universidad de Salamanca, ibid., 1869.
— Cayetano Vidal y Valenciano publicó Imitadores, traductores y co-
mentadores españoles de la "Divina Comedia^' (Rev. España, 1869,
t. X). Composiciones escritas para las veladas liter. del Ateneo Cata-
lán, Barcelona, 1871. El Camino de la fortuna, por Benj. Frankíin,
arreglo, Barcelona, 1872. Cortada, su vida, sus obras, ibid., 1872. Elo-
cuencia y poesía castellanas, ibid., 1875. Manuel Milá y Fontanals, 1888.
índice, por años, de autores y obras anónimas
Abancens (Rarmón), 1861.
Abárzuza (Buenaventura), 1865.
Abeja (La), 1862.
Abel-Karl 1855 (en Dan. Man-
tilla).
Abella Mendoza (Temí stocks),
1861.
Aerantes (Duquesa de), 1850.
Abreu (Manuel), 1860.
Academia bibliográfica Mariana,
1863.
Academia cieñe. Caracas, 1869.
Academia Españ., discursos, 1860.
Acebo (José M.), 1855.
Acosta (Luis Gonzalo), 1861.
AcosTA (Manuel Luciano), 1861.
AcosTA DE Samper ( Soledad ) ,
1869.
Actas de las Cortes de Castilla,
1861.
Adela (Sor), 1851 (en Patxot).
Afán de Rivera (Antonio M." J.),
1854.
África Bolangero (V.), 1850.
Aguayo (Antonio), 1866.
Agüero y Sánchez (Pedro de),
1858.
Aguilar (J. de), 1858.
Aguilar y Sánchez (José M.*),
1865.
Aguilar (Ventura), 1854.
Aguilera y Velasco (A.), 1865.
Aguilera López (José), 1854.
Aguiló y Fuster (Mariano) >
1860.
Aguinaldo Habanero, 1857.
Aguinaldo de Luisa Molí n a,
1856.
Aguirre (Amelio), 1857.
Aguirre Matiol (José), 1866.
Aguirre de Tejada (Patricio),
1869.
Ajenjos (Br.) 1851.
Alaminos Sánchez (Manuel),
1859.
Alarcón (Juan de Sahagún) ,
1858.
Alarcón y Meléndez (P. Tullo),
1865.
Alarcón (Pedro Antonio), 1855.
Albareda (José Luis), 1860.
Alborna (Ignacio), 1852.
Álbum á Isabel II, 1860.
Álbum á Luisa Fernanda, 1856.
Álbum ó Zorrilla, 1866.
Álbum dedicado á Isabel II, 1860,
Álbum de la caridad, 1862.
Álbum de la guerra de África,
1860.
Álbum de la infantería, 1861.
Álbum de la Rábida, 1856.
Álbum de las familias (Fl), 1865..
Álbum del Bardo, 1850.
Álbum del buen humor, 1865.
462
AUTORES Y OBRAS ANÓNIMAS
Álbum de señoritas, 1852.
Álbum más (Otro), 185 1.
Álbum pintoresco, 1851.
Álbum poét. de los ferrocarriles
del Grao, 1855.
Alcal.\ Galiano (Dionisio), 1851.
Alcalá Galiano (José), 1868.
Alcalde y Valladares (Antonio),
1S60.
Alcántara (Joaquín A.), 1862.
Alcaraz (Emilio), 1855.
Alcovek y Jauma (Ant. Miguel),
1852.
Aldama (Dionisio S. de), 1860.
Aldana (Ramón), 1852.
Alegre y Garcés (Miguel), 1863.
Alegría (H.), 1867.
Alermón y Dorreguiz, 1859.
Alfonso y Fulgosio (Fernando),
1865.
Alfonso (José Luis), 1863.
Alfonso (Juan), 1868.
Alhambra {La), 1863.
Alivio del Párroco, 1855.
Alivio de Párrocos, 1853.
Almagro (Manuel de), 1866.
Almirante y Torroella (José),
1869.
Alonso Valdespino (Camilo),
1861.
Alonso y Eguilaz (Juan), 1857.
Alonso Díez (Julián), 1863.
Altadill y Teixidó (Antonio).
1853-
Altamirano (Ignacio Manuel) .
1868.
Alvarez de Araujo y Cuéllar
(Angelj, 1866.
Alvarez (Emilio), 1855.
Alvarez (Francisco), 1867.
Alvarez (José S.), 1868.
Alvarez Montequín (Saturio L.),
1860.
Alvaro (Francisco de), 1859.
Alverá Delgrás (Antonio), 1855.
Alvistur (Manuel), 1860.
Amado Salazar (José M.*), 1852.
Ameller (Narciso de), 1862.
América (La), 1857.
América poética. 1854.
Amich (Fr. José), 1854.
Amiera (José), 1867.
Amigo de las Familias (El), 1859,
Amo (Fr. Mateo), 1858.
Amor (Fernando), 1859.
Anales de Aviles, 1858.
Anales de la Universidad de Co-
lombia, 1868.
Ancizar (Manuel), 1851.
Andeyro del Castillo, 185 i.
Andrade (Olegario Víctor), 1858.
Ángel (Maximino), 1851.
Angelón (Manuel), 1857.
Anglora (Ensebio), 1858.
Anguita y Saavedra (José M.),
1855-
Ángulo y Heredia (Antonio),
1863.
Antelo (Nicomedes), 1865.
Antequera (Ramón), 1863.
Antonio de 'Caldas (Francisco),
1860.
Aparici y Valparda (José), 1862.
Aranaz y Barrera (Tomás), 1859.
Aranda y Ponte (Francisco),
1858.
Araxgo y Escandón (Alejandro),
1855.
Arango Valüés (Antonio), 1856.
Araquistaín (Juan V.), 1866.
Arbulo y Alberdi (Julián), 1867.
Arcas y Sánchez (Miguel), 1860.
Arco (V^entura del), 1865.
Arcos (Gabriel de los), 1855 (en
Arróniz, Teresa).
Arcos y Pérez (José de), 1859.
Arderíus (Francisco), 1866.
Arenosa (Antonio L.), 1857.
Arévalo (Rafael), 1856.
Augote (Ignacio M.' Martínez
de), 1859 (en Martínez).
AUTORES Y OBRAS ANÓNIMAS
463
Arguelles Toral y Hevia (Ale-
jandrina), 1861.
Arguelles y Vallejos (Antonio
M-), 1854.
Arias (Juan de Dios), 1867.
Arias Vargas (Leopoldo), 1855.
Armas (Francisco de), 1866.
Armas y Céspedes (José de),
1865.
Armiño de Cuesta (Robustiana),
1851.
Arnaldo Márquez (José), 1863.
Arnao (Antonio), 185 1,
Arnao (Ramón Iglacio), 1863.
Arnau y Pascual (José M.*),
1852.
Arona (Juan de), 1863 (en Paz
Soldán).
Arpa rota (El), 1858.
Arrangoiz (Francisco de), 1869.
Arrascaeta (Enrique de), 1850.
Arredondo (Enrique), 1S56.
Arrieta Mascárua (José Miguel
de), 1865.
Arrieta y Gómez ( Manuel ) ,
1863.
Arróniz (M. R.), 1858.
Arróniz (Marcos), 1856.
Arróniz y Bosch (Teresa), 1855.
Arróniz y Thomas ( Va«lentín ) ,
1865.
Arte de cazar, 1855.
Arte en España, 1862.
Arteaga (Manuel), 1861.
Artiñano y Zuricalday (x\rís-
tides), 1866.
Arvelo (José Antonio), 1859.
Arvelo (Rafael), (1850.
Asamblea Constituyente de i86p,
1869.
Asamblea... de 1854 (La), 1855.
Asenjo Barbieri (Francisco) ,
1851.
Asensio Alcántara (Joaquín),
1852.
Asensio y Torres (José), 1855.
Asensio de Toledo (José M.*),
1864.
Asín de Carrillo (Felicitas),
1859.
Atienza y Huertos (Rafael),
1857.
Auset (Antonio), 1850.
Austria (José de), 1855.
Avecilla (Federico), 1868.
Avellaneda (Nicolás), 1859.
Aventuras histAnov., 1859.
Averiguador {El), 1868.
Ayala y Aguilar (José de), 1861.
Ayes del corazón, 1858.
Azcárate (Patricio), 1854.
B.^BiLONi Y Corro (Miguel), 1860.
Bachiller Canta-Claro (El),
1865 (^" Romero de Quiñones).
Balanciart (Daniel), 1860 y 1860
(en Novela).
Balart (Federico), 1860.
B albín de Unquera (Antonio),
1862.
Baldo (José M.), 1866.
Ballivian (Adolfo), 1855.
Baqueiro (Serapio), 1865.
Bareier (José), 1854.
Barcia y FERR.^CES (Roque), 1853.
Bardan (Federico), 1865.
Barra Lastarria (Eduardo de la),
1858.
Barrantes y Moreno (Vicente),
1851.
Barrera (Antonio), 1854.
B.\RRERA (Cayetano Alberto de
la), 1860.
Barrera (Juan Manuel), 1867.
Barrera y Sánchez (Ramón B.),
1861.
Barrios Casamayor (Pedro),
1850.
Barros Grez (Daniel), 1855.
Barros Arana (Diego), 1850.
464
AUTORES Y OBRAS ANÓNIMAS
Barroso y Bonzón (Mateo),
1859.
Bassols (Narciso), 1852.
Bast (Amadeo de), 1851.
Bautista y Vei,asco (Marcelino),
1868.
Bauza (Francisco), 1869.
Becerra (Ricardo), 1867.
Becerro, 1866.
BÉCQUER (Gustavo Adolfo), 1858.
Bedoya (F.co de P. de), 1850.
Beitia (Fausto Antonio de ) ,
1868.
Beladiez (Andrés M.*), 1864.
Beldad de las verdades (La),
1866.
Belén (El), 1857.
Beltrán (Federico Carlos), 1860.
Belza (Juan), 1856.
Belzú de Dorado (Mercedes),
1854.
Bellido y Montesinos (Juan),
1865.
Bello (Ángel), 1856.
Benavides y Navarrete (Anto-
nio), 1860.
Benítez de Guevara (Concep-
ción), 1860.
Benot y Rodríguez (Eduardo).
1866.
Berché y Claraco (José), 1855.
Bermúdez de Castro (Jacobo),
1860.
Beknal y Soriano (Julio), 1867.
Bernal o. (Raimundo), 1858.
Bernáldez (Emilio), 1857.
Berra (Francisco J. A.), 1866.
Berrio (Juan de la Cruz), 1858.
Berro (Aurelio), 1854.
Bertrán y Ferrari (José), 1859.
Rerzosa (Liberto), 1861.
Betancourt (José Mercedes) ,
1861.
Betancourt y Salgado (Luis Vic-
toriano), 1867.
Biblioteca americana, 1867.
Biblioteca de la risa, 1859.
Biblioteca hi-stor. -asturiana,
1864.
Biblioteca universal, 1851.
BiEDMA (Juan A.), 1855.
Bilbao (Manuel), 1852.
Bisso Y Vidal (José), 1868.
Blanc y Navarro (Luis), 1863.
Blanco (Benjamín), 1853.
Blanco (Eduardo), 1858.
Blanxo y Jiménez (Hilario),
1865.
Blanco y Salcedo (J. de P.),
1857.
Blanco y Herrero (Miguel),
1860.
Blanco (Segundo), 1866.
Blanch (Adolfo), 1861.
Blanch é Illa (Francisco), 1865.
Blanch é Illa (Narciso), 1850.
Blasco y Val (Cosnue), 1866.
Blasco (Eusebio), 1862.
Blasco y Moreno (Rafael), 1856.
Blat y Blat (Agustín), 1860.
Blat y Soto (José Manuel), 1860.
Blest Gana (Alberto). 1858.
BoBADiLLA (M. F. de), 1850.
Boira (Rafael), 1862.
BoLANGERO (V. Africa), 1850.
Bolaños (José), 1862.
BoLUÚN (Calixto), 1853.
BoLET Peraza (.Nicanor), 1860.
Boletín de teatros, 1855.
BoLzr'itJ- Revista de la Universi-
dad, 1869.
Bono y Serrano (Gaspar), 1850.
Borbolla Fernández (Fernando),
1866.
Borda (José Joaquín), 1860.
Bordenada (Calixto), 1851.
Bordoy (Bartolomé), 1861.
BoRjA (César), 1867.
Borrero (Esteban de Jesús),
1853.
Burrero (Filomeno), 1869,
Bosch (Antonio de Padua), 1856.
AUTORES Y OBRAS ANÓNIMAS
465
BoscH (Pedro José), 1859.
Botella y Andrés (Francisco),
1854.
BoTTACH (José Saturnino), 1859.
BouviER Y Pacheco (Federico
de), 1860.
Bravo y Tudela (Antonio), 1864.
Bravo (Fr. Felipe), 185 1 (en Bu-
zeta),
Bravo y Macías (Rafaela), 1867.
Bremón (Leopoldo M.''), 1856.
Bret (Bruno), 1862.
Briceño (Ramón), 1862.
Bridoux y Mazzini (Victorina),
1863.
BuE>?o (Julio €.), 1864.
Buldú (Fr. Ramón), 1862.
Burgos (Vicente), 1861.
Busquet (Marcial), 1858.
BusQUETS (Manuel), 1857.
BuSTAMANTE (José Cándido) ,
1858.
BusTiLLO (Eduardo Hano), 1860.
Bustillo (José), 1864.
Busto (Bliodoro del), 1856.
BuzETA (Fr. Manuel), 1850-51,
Caballero (Fernán), 1852.
Caballero (José), 1857.
Caballero y Valero (Víctor),
1857.
Cabanyes (Lorenzo de), 1868.
Cabero (A.), 1860.
Cabrera (Antonio Benigno de),
1856.
Cabrerizo Sánchez (Francisco),
1869.
CÁDIZ (Vida de Fr. Diego José
de), 1862.
Calcagno (Francisco), 1860.
Calcaño y Paniza (Carlos), 1864.
Calcaño y Paniza (Francisco de
Paula), 1862.
Calcaño (José Antonio), 1852.
Calcaño (Julio), 1865.
Calcaño (Simón), 1863.
Caldas (Francisco Antonio de),
1860.
Calé y Torres de Quintero
(Emilia), 1867.
Calonge y Pérez (Pedro), 1855.
Caltañazor (Ricardo), 1864.
Calvacho (Carlos), 1855.
Calvo (Carlos), 1862.
Calvo (Daniel), 1851.
Callejas (Feliciano), 1857.
Camacho Pradilla (Pedro A.),
1851.
CÁMARA (Sixto), 1853.
Camargo (Ciríaco), 1867.
Cammaraxo (Salvador), 1856.
Campaner (Alvaro), 1857.
Campano (Lorenzo), 1869.
Campillo y Correa (Narciso),
1858.
Campillo y Casamor (Toribio),
1860.
Campo (Estanislao del), 1866.
Campo (José M.^), 1868.
Campo-Redondo (Calixto F . ) ,
1862.
Campos y Carreras (Antonio),
1864.
Camprodón (Francisco), 1851.
Canalejas y Casas (Francisco de
Paula), 1869.
Cancionero del Esclavo (El),
1866.
Cancionero de S. Isidro (El),
1857.
■Cándido (EJ P.), 1861.
Canella y Meana (Benito), 1858.
Cano (Fr. Gaspar), 1864.
Cano y Cueto (Manuel), 1869.
CÁNOVAS DEL Castillo (Antonio),
1852.
cánovas (m.), 1859.
Cantagrel (F.), 1862.
Cantos dolorosos, 185 1.
Cao y Montiel (Manuel), 1850.
Caparros (Juan Julián), 1851.
TOMO viir. — 30
466
AUTORES Y OBRAS ANÓNIMAS
Capdepón (Mariano), 1857.
Capella Toledo (Luis), 1868.
Capitán (Juan M.^), 1856.
Capmany y Montpalau (Anto-
nio), 1860.
Carballo García (Abelardo),
1853.
Carballo (Benigno), 1862.
Carballo (Daniel), 1869,
Cardüs (Pedro), 1857.
Carnaval ó D. Guindo {El),
1857.
Carnicero (W. Manuel), 1859.
Caro (Miguel Antonio), 1866.
Carralón y Larrúa (Antonio),
1859.
Carrasco (Alberto), 1862.
Carrasco (Constantino), 1861.
Carrasco de Molina (Felipe),
1860.
Carrasco (Juan B.), 1861.
Carrascosa y Rivelles (Manuel),
1861.
Carrasquilla (Ricardo), 1863.
Carreño y Urbaneja, 1850.
Carreño (Pedro), 1852.
Carrera (Luis), 1867.
Carrera y Bou (Salvador), 1865.
Carreras (Luis), 1867.
Carreras y González (Manuel),
1866.
Carreras y González (Mariano),
1851.
Carrillo (Alvaro), 1859 (en Ra-
fael del Castillo).
•Carrillo (Antonio L.), 1869.
Carrillo (Crescendo), 1862.
'Carrillo y O'Farrill (Isaac),
1863.
Carrión (Antonio Luis), 1865.
Cartas criticas, 1862.
Garulla (José M.»), 1868.
Casas López (Tomás de las),
1854
Casaval (Zacarías J ', 1867.
Cascabel {El), 1863.
Cascarosa y Ribelles (Manuel),
1854.
Caso (Pedro C), 1861.
Castel León (Renato), 1859.
Castelar (Emilio), 1855.
Castell (Manuel), 1855.
Castellanos y Velasco (Julián),
1865.
Castillo (A. Isaac del), 1861.
Castillo Negrete (Emilio del),
1867.
Castillo y Alba (Enrique del),
1851.
Castillo (José M.» del), 1868.
Castillo y López (Pelayo del),
1856.
Castillo (Rafael del), 1859.
Castro (Fernando de), 1850.
Castro y Serrano (José de),
1852.
Castro y Duque (Mariano),
1862.
Castro (Modesto), 1864.
Castro (Rosalía de), 1857.
Catalina y Rodríguez (Juan),
1850.
Catalina y del Amo (Severo),
1857.
, Catálock) mss... Univ. Salatnanca,
1855.
Cavanilles y Centi (Antonio),
1859.
Cavero Martínez {]. Clemente),
1857-
Ceballos Quintana ( Enrique ) ,
1866.
Ceballos (Ramón), 1856.
Cepeko (Belén), 1858.
Cerda Gariot (Emilio de la),
1865.
Oerdá de Villarestán ( M . ) ,
1858.
CÉSPEDES (Darío), 1862.
CÉSPEDES (Úrsula), 1856.
Cillis DE LÓPEZ (Enrique), 1865.
AUTORES Y OBRAS ANÓNIMAS
467
CiSNEROs Y Lanuza (Antoiiio M.»),
1852.
CiSNEROs Y Nuevas (Enrique de),
1850.
CiSNEROS (Luis Benjamín), 1852,
Clavé (José Anselmo), 1858.
Clonard (Conde de), 1851.
Coba Gómez (Juan de Ja), 1858.
Cobos (El Padre), 1854.
CócoR.'T, (El), 1860.
CocHRANE (Lord), 1860.
CÓDICE. . . de Cristóbal Colón,
1867.
CÓDIGOS españoles, 1850.
CÓDIGOS y leyes de España, 1865.
CoDiNA (Juan), 1851.
CoLECC. Autor, Españ., 1863.
CoLECc... compos... Córdoba,
1862.
CoLECc... cofUrpos... Córdoba,
1865.
CoLECc... Cort'TS, 1855.
CoLECC. Discursos de la Acad.
Hist., 1858.
CoLECC... doc... de la Florida,
CoLECC... I>oc... Indias, 1861.
CoLECC... fueros, 1852.
OoLECC. de novelas... cubanas,
1855-
CoLEcc. de obras arábigas de hist.
y geogr., 1867.
CoLECc. de poes., 185 1.
CoLMEiRO (Miguel), 1858.
Colomera y Rodríguez (Venan-
cio), 1862.
CoLL Y Vehí (José), 1854.
CoLLANTES (Ag. Esteban), 1853.
Collazo (José Ant.), 1869.
Comas (Juan F.co), 1858.
'OoMÍN Y Sarte ( Bienvenido ) ,
1857-
Congas (José), 1862.
Concha (León F.co), 1852.
Concha (Manuel), 1857.
Concha y Toro (Melchor), 1862.
Conejo Soumosiers (José), 1861.
C0NPIGNY (Juan de), 1860.
Conscience (Enrique), 1864.
Contemporáneo {El), 1860.
Contó (César), 1854.
Contreras (Rafael), 1869.
Copons (Francisco), 1854.
Corada (Telesforo), 1867.
CoRCES (José), 1869.
Corchado (Manuel), 1863.
CÓRDOVA (Francisco de), 1860 (en
Coilecc. de novel-as).
Cordovés (Simón), 1861.
CoRNET (Cayetano), 1860.
Corona poét. al ejército de Áfri-
ca, 1860.
Corona poct. á la, Princesa, 1851.
Corona poét. á Quintana, 1855.
Corona poét. á Tamberlik, 1866.
Corona poét... Tetuán, 1860.
Corona (La mejor), 1868.
Corona (Antonio), 1860.
Corral (Miguel Ángel), 1853.
Corrales Mateos (Juan), 1853.
Correo de la Moda (El), 1851.
Correo de los teatros, 1850.
Correo de Ultramar (El), 1853.
Correo Sino-pnamita (El), 1866.
Cortes (Las), 1854.
Cortes de los antiguos reinos de
León y Castilla, 1861.
Cortes de Castilla (Actas de las),
i86i.
Cortes Constituyentes, 1854.
Cortés (Balbino), 1861.
Cortés (Eduardo), 1862.
Cortés (Francisco de P.), 1868.
Cortés (José), 1856.
Cortés (José Domingo), 1866.
Cortés y Suaña (Luis), 1858.
Corzo y Barrera (Antonio),
1861.
Corzo (Manuel Ángel), 1861.
Cos-Gayón (Fernando), 1851.
Coso (Carlota), 1859.
Cossío (Juan), 1867. ^
468
AUTORES Y OBRAS ANÓNIMAS
Costa (Ángel), 1860.
Costa (Cayetano), 1869.
Costa y Borras (José Dom.),
1865.
Costales (Manuel), 1856.
CouDER (Gerardo), 1862.
Creencias pop. de Asturias, 1855.
Criado (Fernando), 1850.
Criado Baca (Heliodoro), 1863.
Crónica de Ambos Mundos, 1860.
Crónica de la guerra de África,
1860.
Crónica gral. de España, 1865.
Cruz (P. P. Hidernando), 1863.
Cruz (Luis), 1868.
Cruzada Villamil ( Gregorio ) ,
1864.
Cuba poética, 1859.
Cubanos pintados por sí mismos
(Los), 1852.
Cubero (Antonio), 1859.
Cucalón y Escolano (Sa'lvador),
1856.
Cuervo (Ángel), 1867.
Cuervo (Rufino José), 1867,
Cuevas (José de Jesús), 1862.
Cuevas (Teodoro), 1866.
CuTANDA (Francisco), 1858.
Chacel y González (Mariano),
1866.
Charanga (La), enciclop., 1861.
Charanga (La), periód., 1857.
CiiEix Martínez (Isabel), 1865.
Dacarrete (Ángel M.»), 1854.
Damaria (Bernabé), 1855.
Damato (Francisco), 1859.
Danvila y Collado (Francisco),
1861.
D'Araujo (José), 1863.
Delgado Lara (Manuel), 1858.
Delgado (Manuel Pedro), 1858.
Delmas (Juan E.), 1864.
Delmonte (Casimiro), 1865.
Delmonte y Portillo (Domin-
go), 1857.
De María (Isidoro), 1859.
Democracia (La), 1856.
Diario Español (El), 1852.
DÍAZ Fernández de Lamarque
(Antonia), 1863.
DÍAZ (Antonio), 1857.
DÍAZ Quintana (Antonio), 1865.
DÍAZ DE Arcaya (Blas J.), 1850.
DÍAZ DE Tuesta (Cayetano), 1858.
DÍAZ Granados (Domingo), 1855.
DÍAZ Valderrama (José), 1852.
DÍAZ Y Suiza (José Francisco),
1867.
DÍAZ de Covarrubias (Juan),
1857-
DÍAZ de Arcaya (Manuel), 1861.
DÍAZ Ballesteros (Miguel), 1866.
I DÍAZ de Benjumea ( Nicolás ) ,
1861.
DÍAZ Y PÉREZ (Nicolás), 1863.
Dicción, biográf. univ., 1862.
Dicción, enciclop., 1853.
Dicción, enciclop. de G. y Roig,,
1867.
Dicción. griego-lat.-¡csp., 1859.
Dicción, marítimo. 1864.
Dicción, univers. de hist. y geo-
grafía, 1853.
Dimas (Joaquín), 1862.
Discursos de la Acad. Esp. (des-
de 1847), 1860.
Discusión (La), 1856.
DocuM. de Amér. y Ocean., del
arch. de Indias, 1864.
DoT,z DEL Castelar (Esteban),
1851.
DoMÉNECH (Enrique), 1865.
Domingo Soler (Amelia), 1860.
Domínguez y Santí ( Jacobo ) ,
1R62.
Domínguez (Manuel), 1851.
Domínguez (Miguel Luciano),
1865.
Don Quijote. 1867 y 1869.
AUTORES Y OBRAS ANÓNIMAS
469
Dorado (Bernardo), 1861.
Dulce (Domingo), 1854.
Duran y España (F.), 1856.
Eco DEL País (£/), 1862.
Eco DE LOS Folletines {El) ,
1854.
EcHEMENDiA (Ambrosio), 1865.
Echevarría (Fernando José de),
1851.
Echeverría (Antonio M.), 1864.
Echeverría (Juan Manuel), 1851.
Echezarreta (Ramón de), 1868
(en Beitia).
Edo y Llop (Enrique), 1861.
Eguilaz y Yanguas (Leopoldo),
1853.
Eguilaz y Eguilaz (Luis Martí-
nez de), 1853.
Eguren (José M.* de), 1859.
Eléboro (Justo), 1864.
Elizaga (José de), 1850.
Elizalde y Escudero (P.), 1859.
Encarnación (Fr. Juan Félix de
la), 1851.
Enciclopedia cómica, 1868.
Enciclopedia mod., 185 1.
Encina (Carlos), 1856.
Enríquez (Ángel), 1858.
Henríquez y 'Carvajal (Federi-
co), 1865.
Éntrala (Francisco de P.), 1864.
Epicaris, 1867.
Erosa y Fontan (Domingo),
1865.
Errazuriz Zañartu (Federico),
1860.
Errazuriz (Isidoro), 1856.
Escalante (Amos de), 1859.
Escalante (Félix M.*), 1856.
Escalera (Evaristo), 1860.
Escalera (M.), 1856.
EscAMiLLA (Pedro), 1860.
Escandón (José M."), 1862.
Escena (Lo), 1865.
Escenas de la vida, 1866.
Escobar (Arcesio), 1852.
Escobar (Emilio Macías), 1853.
Escola (José), 1863.
EscosuRA Y Hevia (Antonio),
1856.
Escosura y Escosura (Francisco
de la), 1859.
EscRicH (E. Pérez), 1850.
EiscuDERO Y Peroso (Freacisco
de P.), 1864.
Escudero de la Peña (José),
1854.
Escudero y Perosso (,Luis), 1855.
España Musical (La), 1850.
España Teatral (La), 1856.
EsPAR (Joaquín), 1865.
Espejo (Jerónimo), 1867.
Espinosa y Cutillas (Juan P.
de), 1852.
Espinosa (Miguel A.), 1864.
EsPONDA (Eduardo), 1851.
Esquerra (Arsenio), 1856.
Esteban de Ingunza (Francisco),
1852.
Esteva (José M.^), 1850.
Estrada (José Manuel), 1865.
Estrada (Luis), 1856.
Estrada (Santiago), 1866.
Estrella de Chile (La), 1867.
EzQUERRA Y Bayo (Joaquín),
1856.
Fabra y Vila (Manuel), 1853.
Fabra (Nilo M."), 1861.
Fabraquer (Conde de), 1861 (en
Muñoz y Gaviria).
Fábregues (Salvador M . * de),
1867.
Fajardo (Heraclio C), 1856.
Falcón (Modesto), 1867.
Fallón (Diego), 1856.
Fandango (EF), 1850.
Farsantes (Los), 1868.
Febrer (Miguel), 1865. !
470
AUTORES Y OBRAS ANÓNIMAS
Feijóo (Eduarda), 1865.
Feijóo (Víctor C), 1863.
Fernández Grilo (Antonio),
1860.
Fernández y Morales (Antonio).
1861.
Fernández (Cayetano), 1864.
Fernández Duro (Cesáreo), 1867.
Fernández S. Román (Federico),
185--.
Fernández (Francisco), 1868.
Fernández y Gonz'áxez (Fran-
cisco), 1860.
Fernández (Gabriel), 1856.
Fern.ández Monje (Isidoro),
1852.
Fernández Córdoba ( Joaquín ) ,
1850.
Fernández (José), 1858.
Fernández Espino (José), 1862.
Fernández Guerra (José), 1859.
Fernández Llamazares (José),
1859.
Fernández de la Puente (José),
1853.
Fernández Elegido (Leonardo),
1856.
Fernández Guerra (Luis), 1850.
Fernández y González (Manuel
M.'), 1866.
Fernández Cuesta ( Nemesio ) ,
1850.
Fernández de Lande (Pamela),
1858.
Fernández Baeza (Pascual),
1852.
Fernández Neda (Rafael M.),
1865.
Fernández y Cárdenas (Satlva-
dor), 1856.
Fernández (Trinidad), 1857.
Ferrán y Forniés (Augusto) ,
1861.
Ferreira y Artigas (Fermín),
1860.
Ferreiro Peralta (José), 1866.
Ferri (Gabino), 1859.
Fiestas en Sevilla, 1866.
Fillol (José Vicente), 1853.
Fita y Colomé (P. Fidel), 1866.
Flaco (M. F. el), 1864.
Flor de epigramas, 1866.
Flor de letrillas, 1866.
Flores del genio, 1863.
Flores del siglo, 1853.
Flores (Manuel M.'), 1862.
Flores (Z.), 18Ó9.
Florez (Antonio), 1B63.
Florit (Jorge), 1856.
Fombona (Evaristo), 1863.
Fomento Literario (El), 1863.
Fonseca (Fr. Joaquín), 1865.
Font y Moresso (Eusebio), 1856.
FoNTAN (Joaquín), 1851.
Porcada (Alvaro), 185 1.
FoRNARis (José), 1850.
FoRS DE Casamayor (Franoisco
de P.), 1867.
FoRS (Luis Ricardo), 1865.
FoRTEZA (Guillermo), 1859.
Fortuna de Próspero {La), 1866.
Francés (Joaquín), 1856.
Francisco (José Antonio de ) ,
1850.
Franco (Ana M."), 1860.
Franco V. (Constancio), 1864.
Francois (Margarita), 1851.
Franquesa ( Francisco de P . ) •
Freixa (Eusebio), 1860.
Frías (José D.), 1855.
Frontaura (Carlos), 1856.
Fuente (José Julio de la), 1858.
Fuente (Romualdo de la), 1855.
Fuentes (Manuel A t a n a s i o) ,
1855-
Fuentes (Primitivo), 1862.
Fuero de Navarra, 1869.
Fueros v actas de Corte de Ara-
gón, 1866.
l<"uLG0Sio (Fernando Alfonso),
1865.
AUTORES Y OBRAS ANÓNIMAS
471
Gafas (José M.'), 1860.
Gaínza y Escobes (Fr. Francis-
co), 1851.
Gaitán (José M." Ángel), 1851,
Galán (Ángel M.»), 1856.
Galería nacional, 1854.
Galería universal de biografías,
1867.
Galiana (Adela), 1861.
Galianü y Aparicio (Ignacio),
1866.
Galindo (Aníbal), 1868,
Galindo y de Vera (León), 1861.
Galindo Catalán (Mateo A. ),
1860.
Galindo (Néstor), 1855.
Gallardo (Aurelio), 1856.
Gallifa y Larraz (Ángel), 1861.
Garay y CIonde (Juan M.*), 1851.
Garcés González (Valeriano),
1863.
Garci-Sánchez del Pinar, 1857.
García González, 1858.
García (Adolfo), 1856.
García del Canto (Antonio),
1853.
García Camba ( Biografía de ) ,
1853-
García Nogueras (Diego), 1867.
García (Domicia), 1868.
García Ladevesse (Ernesto),
1867.
García Ruiz (Eugenio), 1855.
García Cuevas (Francisco), 1862.
García Vivanco (Francisco),
1863.
García Peláez (Francisco de P.),
1851.
García Moreno (Gabriel), 185 1.
García Icazbalceta (Joaquín),
1858.
García Balmaseda (Joaquina),
1861.
García de Arboleya (José), 1851.
García y García (José), 1850.
García y García (José Ant.),
1869.
García Carrasco (Juan), 1852.
García de la Linde (Juan M.),
1865.
García Luna (Luis), 1862.
García Martín (Luis), 1858.
García de Agüero (Manuel),
1861.
García de Aguilar ( Manuel ) ,
1852.
García Alburquerque (Manuel),
1S54.
García Retamera (Manuel), 1865.
García (Manuel Adoáfo), 1850.
García Jiménez (Mariano), 1865.
García (P. Ramón), 1866.
García Sánchez (Ramón), 1867.
García Allende ( Romualdo ) ,
1863.
GarcIa (Simón), 1861.
García y García (Vicente), 1867.
García de Ouesada ( Vicente ) ,
1865.
Gari y Siumell (Fr. José Ant.),
1860.
Gascón y Guimbao (Urbano),
1868.
Gaspar (Enrique), 1860.
Gaspar y ]\L\ristany (José),
1857-
Gassó y Ortiz (Blanca de), 1867.
Gautier de Benítez (José), 1868.
Gavarrete (Francisco), 1868.
Gavilán Escudero (M a r t í n) ,
1855.
Gay (Ramón), 1869.
Gebhart (Víctor), 1864.
Gelabert y Correa (Mariano),
1859.
Geler (Raimundo), 1869.
Gelpi y Ferro (Gil), 18^4.
Gelt (Marcos), 1853.
Ghinetti (Domingo), 1855.
Gil Blas, 1864.
Gil Sanz (AJvaro), 1869.
AUTORES Y OBRAS ANÓNIMAS
Gil de Salcedo (Manuel), 1857.
Gil y Saxz (Mariano), 1867.
GiNER DE LOS RÍOS (Francisco),
1866.
GiRB.\L (Enrique Claudio), 1866.
Girón y Cuevas (Manuel), 1857.
GiRONELLA Y Ayguals (Antonio),
1851-
GiSBERT Y Abad (José), 1864.
Glorias nacionales (Las), 1852.
GoicoECHEA Y ECHEVARRÍA (Sa-
bino), 1867,
Goizueta (José M."), 1851.
GÓMEZ (Alejandro), 1864.
GÓMEZ (Antero), 1857.
GÓMEZ DE 'CÁDIZ (Dolores), 1861.
GÓMEZ DE LA Cortina (Francis-
co), 1854.
GÓMfz Trigo (Gaspar), 1863.
GÓMEZ DE LA Cortina (Joaquín),
1854.
GÓMEZ DE Arteche (José), 1859.
GÓMEZ DÍEZ (José), 1860.
GÓMEZ Manes (M.), 1865.
GÓMEZ SÁNCHEZ (Manuel), 1865.
GÓMEZ Llarela (Pedro), 1850.
GÓMEZ DE LA Torre (Rafael),
1850.
GÓMEZ Flores (Vicente), 1861.
Gondrecourt (A. A.), 1864.
Góngora y Martínez (Manuel
de), 1868.
González Garbín (Antonio),
1862.
González García (Antonio).
1851.
González (Fr. Ceferino), 1864.
González Pedroso ( Eduardo ) .
1855-
González Vera (Fernando), 1868.
González Campo ( Francisco ) ,
1852.
González Llanos (Francisco),
1860.
González Ri-z (Francisco), 1852.
González Estrada (José), 1864.
González Serrano (José), 1850.
González de Tejada (José), 1859.
González Medel (Juan), 1853.
González (Manuel), 1856.
González Llana (Manuel), 1861.
González Prada (Manuel), 1864.
González (Manuel M.*), 1862.
González Moral (Mariano),
1864.
González Valls (Mariano), 1859.
González Murióles (Migue4),
1855.
González (Nicolás), 1S61.
González Ocampo (Primitivo).
1855-
González (Ricardo), 1869.
González del Camino (Ricardo),
1866.
Gonzalo de las Casas (Tose).
1857-
Gorda (La), 1868.
GoRDÓN (Eduardo G.), 1858.
Gormaz (Valentín), 1860.
Gorosábel (Pablo de), 1853.
Gorriti (Juana Manuela), 1851.
Govantes (Felipe M." de), 1864.
GovANTES (José Joaquín), 1865.
Govantes (Pedro Pablo), 1856.
GozLÁN (León), 1862.
Granes (Salvador M.*), 1864.
Gregorio Aspa (Vicente), 1858.
Grimaud (José), 1866.
Gronlier (Camilo Enrique), 1862.
Grovanes (Juan Feliciano de).
1854.
Guardia (Heraclio de la), 1869.
GuARÍN (José David), 1866.
Guerra (Antonino de la), 1855.
Guerrero (Juan José), 1864.
Guía de Zaragoza, 1860.
Guicttot y Parooy (Joaquín),
1852.
Guido Spano (Carlos), 1863.
Guijarro de Molina (Alvaro),
1869.
Guijarro y Rico (José), 1865.
AUTORES Y OBRAS ANÓNIMAS
47Í
GuiLLAMAs Y Galiano (Feman-
do), 1858.
GuiLLAMAS (Manuel de), 185 1,
Guillen y Caravantes (Felipe),
1863.
Guillen y Mesa (Mariano), 1867.
GuiMERÁ (Miguel P.), 1862.
Guirnalda (La), 1867.
GuiTERAS (Eusebio), 1866.
Gutiérrez de Piñeres (Germán),
1857-
Gutiérrez de la Vega (José),
1850.
Gutiérrez (José Rosendo), 1859.
Gutiérrez de Tovar (Juan), 1862.
Gutiérrez (Ricardo), 1860.
GuzMÁN DE León (A.), 1868.
GuzMÁN (Francisco de P.), 1864.
GuzAtÁN (Luis de), 1868.
Harrisse (Henry), 1866.
Heiss (Aloíss), 1865.
Henao y Muñoz (Manuel), 1865.
Heredia (José F.co), 1870 (en
Piñeyro).
Heredia y Heredia ( Narciso ) ,
1857-
Hermoso (Jesús), 1868.
Hernández (Buenaventura), 1855.
Hernández de Padilla (Cayo),
1S50.
Hernández ( Domingo Ramón ) ,
1855-
Hernández y Ferrer (Eduardo),
1858.
Hernández Soldevilla (Eduar-
do), 1857.
Hernández (Gaspar), 1856.
Hernández Hernández (J o s é") ,
1861.
Hernández del Mas (José), 1852.
Hernández y Rodríguez (Juan),
1S65.
Hernández y A. Figueroa (Pa-
blo), 1866.
Hernández Pavolini (Pedro),
1853.
Hernández Fraile (Pío), 1864.
ItIernando (Victoriano), 1857.
Herrera (José Hipólito), 1862.
Herrera y Robles (Luis), 1867.
Herrera (Pablo), 1860.
Herrero (Fr. Casimiro), 1869.
Herrero Espinosa ( Sebastián ) ,
1860.
Hevia (Deogracias), 1857.
Hevia y Prieto (Domingo), 1862.
Hidalgo (Pedro M.^), 1866.
Hidernando de la Cruz (P. P.),
1855.
Hinestrosa (León), 1851.
Historia Argentina, 1851.
Historia de... Sartorius, 1850.
Historia de las Ord. de Caballe-
ría, 1865.
Homilías, 1865.
Hosta (José), 1866.
Mostos (E^ugenio M." de), 1863.
HiJBNER (Emilio), 1869.
Huelbes Temprado (Joaquín de),
1868.
Huerta (Fr. Félix de), 1855.
Huerta Posada (Ramón de),
1864.
Hurtado del Valle (Antonio),
1864.
Ibá'ñez y García (Luis de), 1859.
Iberia (Lo), 1854.
Igaga (José Aniceto), 1856.
Iglesias (Pedro Ant.), 1859.
Igualdad {La), 1868.
Ilusración Esp. y Amer. {La);
1869.
Imparcial {El), 1867.
Inclán (Luis G.), 1865.
Infante (Eduardo), 1850.
Infante de Palacios (Santiago),
1851.
Infantes (Fr. José), 1854.
474
AUTORES Y OBRAS .^"ONIMAS
Inza (Eduardo de), 1864.
Inzenga y Castellanos ( José ) ,
1851.
IÑIGO Y Miera (Manuel), 1863.
Ikiondo (Eduardo), 1867.
Iris (El), 1855.
ISAACS (Jorge), 1867.
Iturrino (José), 1864.
IZAGUIRRE (Eligió), 1862.
Izaguirre (José M."), 1853.
IzcHUDY (Fernando), 1862.
Jaimes (Ju^lio L.), 1865.
Jaxer (Florencio), 1855.
Jesús Cuevas (José de), 1862.
Jiménez (Augusto), 1853.
Jiménez Placer (Carlos), 1857.
Jiménez de Sandoval (Crispín),
1852.
Jiménez y Guited ( Francisco ) ,
1860.
Jiménez Serrano (José), 1851.
Jiménez (José F.), 1851.
Jiménez (Fr. Manuel), 1867.
JiMENO Martínez (Eusebio),
1856.
Joarizti (Adolfo), 1864.
JoRRETO Y Paniagua ( Manucl ) ,
1866.
JouvE (Faustino), 1860.
JovER Y Sans (Amador), 1855.
Joyas del parnaso cubano, 1855.
Juan Palomo, sem., 1869.
Jugo Ramírez (Diego), 1864.
Tustiniano y Arribas (Juan
Nep.), 1854.
Kónig (Abraham), 1868.
Labaila y González (Jacinto)
1858.
Lacasa (Pedro), 1858.
Lafita y Blanco (Francisco de
A), 1862.
Lafuexte y Alcántara (Emilio) ^
1859.
Lafuente (Romualdo), 1861.
Lamarque de Novoa (José), 1863.
Lamberti (Antonino), 1850.
Lanua (Juan), 1867.
Landa y Alvarez (Nicasio de),
1860.
Landaluce (Víctor Patricio ),
1852.
Lapuente (Laurindo), 1856.
Larios (Manuel), 1852.
Larra (José M.' de), 1850.
Larra y Wetoret (Luis Mariano
de), 1851.
Larrea (José M.^ de), 1853.
Larriva (Juan F.co de), 1857.
Larroca (F. de), 1864.
Lasaga Larreta (Gregorio), 1865.
Laserna (Gaspar de), 1855.
Lasso de la Vega (Ángel), 1861.
Lasso de la Vega (Jorge), 1856.
Lasso de la Vega (Juan), 1862.
Laúd del desterrado (El), 1858.
Laúdes (Cuatro), 1853.
Lavalle (José Ant.), 1859.
Laverde y Ruiz (Gumersindo),
1868.
Leal (José R.), 1860.
Leclerc (Ch.), 1867.
Lectura (La), 1859.
Ledesma (Valentín), 1853.
Ledo del Pozo (José), 1853.
Lens (Benjamín), 1861.
León Español (El), 1854.
León y Domínguez (Tose M.'),
1865.
León (José Socorro de), 1852.
León Mera (Juan), 1854.
León Máinez (Ramón), 1868.
León (Teodoro Aquilino), 1867.
Leonor (Gabino), 1851.
Lerdo de Tejada (Miguel), 1850.
Lesnas (El Tío), 1861.
AUTORES Y OBRAS ANÓNIMAS
47 D
Leyendas... sobre María, 1869.
LiERN (Rafael M,'), 1852.
Linares y La Madrid (Benigno),
1855-
L1NIERS (Santiago de), 1868.
Lira patr. del Perú, 1853.
Lira (Martín José), 1868,
Lira (Máximo R.), 1868.
LocuR.A (Lo), 1867.
López (Abraham), 185 1.
LÓPEZ DE Ayala (A d el a r d o) ,
1851.
LÓPEZ Anitúa (Ángel), 1860.
LÓPEZ Muñoz (Antonio), 1869.
LÓPEZ García (Bernardo), 1859.
LÓPEZ Y Malta (Cándido), 1868.
LÓPEZ Y Muñoz (Cristóbal), 1862.
LÓPEZ Y Ramírez de Arellano
(Eladio), 1862.
LÓPEZ (Evaristo), 1864.
LÓPEZ Vela (Fausto), 1866.
LÓPEZ ViLLABRILLE (FaUSto),
1853.
LÓPEZ (Felipe), 1859.
LÓPEZ Aldeguer (Francisco),
1853.
LÓPEZ DE Argote (Ignacio M."),
1859.
LÓPEZ Portillo (José), 1866.
LÓPEZ (José Hilario), 1857.
LÓPEZ (José Florencio), 1868.
LÓPEZ Y Martínez (José M.*),
1862.
LÓPEZ Itelo (Juan), 1854.
LÓPEZ DE Vergara (Juan X.),
1858.
LÓPEZ Y MuÑiz (Lorenzo), 1865.
LÓPEZ Lorenzo (Manuel), 1866.
LÓPEZ Borreguero (Ramón),
1865.
LÓPEZ Guijarro (Salvador),
1868.
LÓPEZ NovoA (Saturnino), 1861.
LÓPEZ Navalón (Valentín), 1855.
Lora (Miguel), 1860.
LoRENTE Y Mora (Ramón), 1855.
Lorente (Sebastián), 1860.
Lorenzo Luaces (Joaquín), 1857.
Lorenzo Gonzalo de Murga (Jo-
sé de), 1863.
Losáñez (José), 1861.
Lossada Piñeres (Juan Antonio),.
1 866.
Luna (Ramón R.), 1861,
Luoue de Beas (Diego), 1S52.
Luz de la Madrid (Francisco de
la), 1856.
Llacayo y S. María (Augusto),.
1859.
Ll.-^na (Manuel C), 1868.
Llanos y Alcaraz (Adolfo),
1864.
Lleras (José Manuel), 1863.
Llofríu y Sagrera (Eleuterio)
1858.
Llona (Numa Pompilio), 1865.
Llorens y Torres (Modesto),.
1863.
Llórente Salazar ( Evaristo ),
1862.
Llórente Lázaro (Ramón), 1856-
Llorente y Olivares (Teodoro),
1859.
Macía y Agosta (Federico),
1860.
Macías Escobar (Emilio), 1853.
Macpherson (Catalina), 1853.
Madiedo (Manuel M."), 1859.
Madrid (Francisco de la), 1866.
Maestrick {El Sitio de), 1856.
Magariños 'Cervantes (Mateo),
1851.
MÁiQUEZ (Rafael), 1852.
MÁiQUEz (Ramón), 1861.
Maldonado Meléndez (Bruno),
1860.
Maldonado Macánaz (Joaquín),
1857.
Malo de Molina (Manuel), 1857.
476
AUTORES Y OBRAS ANÓNIMAS
Mallí de Brignole (Antonio),
1850.
Mano oculta (La), 1869.
Manrique (Cayetano), 1861.
Mansilla de García (Eduarda),
1857.
Mansilla (Lucio V.), 1864.
Manso de Noronha (Juana Pau-
la), 1854.
Manterola (Vicente), 1862.
Mantilla (Daniel), 1855.
Manzano Oliver ( Francisco ) ,
1859.
Mañanas habaneras, 1867.
Maquet (Augusto), 1863,
Mará VER y Alfaro (Luis), 1863.
Marco y Sánchez (José), 1855.
María (Ana), 1857.
María Beladiez (Andrés), 1864.
María de la Cerda (Carlos),
1865.
María (Isidoro de), 1867.
María de la Cueva (Manuel),
1865.
Mariátegui (Eduardo de), 186 í.
Marichalar (Amalio), 1861.
Marín de Espinosa (Agustín),
1856.
Marino (Juan Agustín), 1866.
Mariscal (Ignacio), 1868.
Maroto de Quirós (Eduardo),
1853-
Marqués de Prado (José A.),
1851.
Márqlt:z (José Arnaldo), 1863,
Márquez (José de Je^ús), 1865.
Marquina (Pedro), 1867.
Marrero y Caro (Rosa), 1867.
Marroquí N (José Manuel), 1858.
Martel Fernández de Córdoba
(Teodoro), 1861.
Martí Miquel (Jaime), 1860.
Martí y Folguera (José), 1867.
Martí y Cantó (Juan), 1857.
Martí (Luis), 1858.
Marticorena (Martín), 1851.
Martín de la Guardia (Hera-
clio), 1853.
Martín del Pozo (José). 1866.
Martín Carramolino ( í u a n ) ,
1859.
Martín Cortés y Fuster (Juan),
1851.
Martín y de Castro (Luis),
1S59.
Martín (Meütón), 1864.
Martín Mateos ( Nicomedes ) ,
1851.
Martín Feuillet (Tomás), 1852.
Martínez (Antonio), 1856.
Martínez Xavarro (Carlos),
1857.
Aíartínez (Cipriano). 1860.
Martínez Cordero (Elíseo A.),
1862.
Martínez Cuende ( Eugenio ) ,
1851.
Martínez Zapata (F.), 1860.
Martínez Pedrosa (Fernando),
1856.
Martínez de Artzala (Francis-
co), 1850.
Martínez de Argote (Ignacio
M."), 1859.
Martínez Pinillos ( Joaquín ) ,
1865.
Martínez de Mazas (José), 1861.
Martínez Monroy (José), 1858,
Martínez (José M."), 1861,
Martínez Iñiguez (José M.'),
1863.
Martínez Reguera (Leopoldo),
1869.
Martínez Casado (Luis), 1869.
Martínez de Eguilaz (Luis),
1853-
Martínez Rarrionuevo ( M a -
nnel), 1^82.
Martínez Casado (Manuel) ,
1854.
Martínez de Morentín (Manuel),
1857.
AUTORES Y OBRAS ANÓNIMAS
477
Martínez Otero (Manuel), 1869.
Martínez Quintanar (Manuel),
1851.
Martínez y Sanz (Manuel), 1859,
Martínez de la Torre (Ramón),
1854.
Martínez Vigil (Fr. Ramón),
1869.
Martínez (iSatumino), 1866.
Martínez Muller (Victoriano),
1856.
Martorell y Fivaller (José M."
de), 1863.
Martos y Balbi (Cristino), 1854.
Marty Caballero (Luis), 1857.
Marzo Sánchez (Ildefonso), 1850.
Masó (Bartolomé), 1854.
Mata y Oneca (Serafín), 1863.
Mateos Gago (Francisco), 1868,
Matías Domínguez (Alejandro),
1861.
Matías Aviles (José), 1862.
Matta (Guillermo), 1853.
Mayo (Francisco de Sales), 1860.
Mayo (José), 1864.
Maza (Eduardo), 1863.
Medina y Sánchez (Tristán de
Jesús), 1852.
Mejía (Epifanio), 1863.
Melcior (Carlos José), 1859.
Melero (José Lino), 1858,
Memorial hist, esp., 1851.
Memorias de D. Fernando IV,
1860 (en A. Benavides).
Memorias de los virreyes del
Perú, 1859.
Mencía y Echevarría (Antonio),
1861.
Méndez de Ribera (Alvar), 1858.
MÉNDEZ (Gervasio), 1864.
Mendialdúa (Francisco Manuel
de), 1850.
Mendoza (Antonio), 1850.
Mendoza (Javier de), 1861.
Mendoza (Luis de), 1857.
Mendoza (Tomás), 1867.
Mera (Juan León), 1854.
Merchán (Rafael M."), 1868.
Merino (Florencio), 1859.
Merry y Colom (Francisco),
1864.
Merry y Colom (Manuel), 1869.
Mesa y Aguilar (José de), 1851.
Mesa (Pío B.), 1866.
Mesía de la Cerda (Carlos),
1864.
Mestre y Tolón (Ángel), 1863.
Mestre (José Manuel), 1862.
Mestres (Antonio), 1854.
Migueleña (Guillermo), 1864.
MiER Y Barbery (Eduardo),
1861.
Millares y Cubas (Agustín),
1860.
M1Ñ0TA (Enrique), 1S59.
Miguel y Badí a (Francisco),
1864.
Miguel de Losada (Juan), 1860.
Miguel Herrero (Leandro),
1864.
MiRABAL (Lugarda), 1865.
Miranda (Belén de), 1867.
Miranda y Ramírez (Eduardo),.
1853.
Miranda (Ignacio), 1866.
Miras (Francisco), 18Ó1.
Miró (Etailio), 1857.
Mobellán (S. de), 1862.
Moja y Bolívar (Federico), 1868.
Molas (Mariano Ant.), 1868.
Molero de Borbolla ( Rafael ) ,
1862.
MoLESTiNA (Vicente E m i J i o ) ,
1865.
MoLENES (Pablo), 1850.
Molina (Blas), 1850.
Molina (Felipe), 1850.
Molina (Ricardo), 1862.
Monear y Sors (Diego), 1853.
Monreal Jiménez de Embún (Ju-
lio), 1864.
478
AUTORES Y OBRAS ANÓNIMAS
MoNTALVo Y Castillo (José),
1863.
MoNTALVO (Juan), 1866.
MoNTALVO Y Jardín (Luis), 1861.
Monte y Tejada (Antonio del),
1853-
Monte y Portillo (Domingo
del), 1857.
Montero (Francisco M.'), 1850.
Montero y Akóstegui (José),
1859-
jMontes del Valle (Agripina),
1850.
Montesinos (Martín D.), 1867.
MoNTi (Ángel M."), 1851.
Montufar (Manuel), 1853.
Mora y Bellever (J.), 1869.
Mora (Juan de Dios de), 1853.
Morales (J. R.), 1855.
Morales (Justo), 1865.
Morales de Castro (Ricardo),
1865.
Moran (Fr. José M. ), 1867.
Morante (Marqués de), 1854 (en
J. Gómez de da Cortina).
MoRAYTA (Miguel), 185 1.
M0REIR0 (Juan), 1859.
MoREL (Ramón), 1851.
Moreno y Morales ( Eduarda ) ,
1857.
Moreno Cebada (Emilio), 1856.
Moreno Astray (Félix), 1863.
Moreno Godino (Florencio), 1854.
Moreno Nieto (José), 1864.
Moreno Gil (Pantaleón), 1863.
Moreno Rey (Rogelio), 1867.
Morera y Valls (Francisco),
1850.
Moret (Eugenio), 1861.
M0RETI (Juan José), 1867.
Morgaez (Braulio), 1852.
MoRiANO (Felipe), 1861.
Morillas (Pedro J.), 1857.
Mortgall (Guillermo), 1850.
Mosaico (El), 1858.
M0SCOGE (Ginés de), 1851.
Mosquera (Ricardo), 1861.
Mosquera (Tomás C), 1853.
Mosquito (El), 1864.
Mossi (Miguel Ángel), 1857.
Motín de las estrellas (El), 1866.
Mozo DE Rosales (Elmilio), 1859.
Muerte de Curro Cejas (La),
1866.
MUGIENSE (R. El), 1862.
Mundo suspirando, 185 1.
Muntadas (Miguel), 1867.
Muñoz Rubalcaba ( Francisco ) ,
1859-
MuÑ-oz Y Ruiz (Francisco), 1862,
Muñoz y García (José), 1866.
Muñoz y Gaviria (José), 1861.
Muñoz Andrade (Ramón), 1852.
Muñoz (Tomás M.), 1862.
Murga (José M." de), 1868.
MuRGUÍA ( M a n u e 1 Martínez),
1856.
MuRiLLO (Valentín) , 1863.
Murmurios del Cauto, 1853.
Museo ilustrado, 1852.
Museo Universal (El), 1857.
Nación (La), 1868.
Nadal de Gurrea (José), 1866.
Naguet (Augusto), 1863.
Nanclares (Eustaquio M.* de),
1852.
ÑAPÓLES Fajardo (Juan C . ) ,
1857-
Nard (Francisco), 1851.
Navarrete y Romay (Carlos),
1856.
Navarro y Rodrigo (Garlos),
1851.
Navarro (Cecilio), 1857.
Navarro (José M.'), 1861.
Navarro (Juan R.). 1853.
Navarro Viola (Miguel), 1854
(en El Plata).
Navidades (Las Cuatro), 1857.
Negrín (Ignacio), 1866.
AUTORES Y OBRAS ANÓNIMAS
479
Xegro (^Rufo de), 1854.
Neira Acevedo (José Ignacio),
1867.
Neira Acevedo (Pedro), 1857.
Nemidoru, 1862.
XicoLÁs de Palomera (Carlos),
1861.
Nieto (Emilio), 1866.
Nieto Serrano (Matías), 1867,
Nieva (Juan José), 1852,
NiN (José M."), 1855.
Nocedal (Cándido), 1854.
Nocedal (Ramón), 1868.
Noches literarias, 1866.
Nodal (Sinforoso), 1865.
Nogueras (Manuel), 1865.
NoGUÉs (José M."), 1861.
Nombela (Julio), 1857.
Nombres antig, de l<is calles de
Cádiz, 1857.
NouGUÉs Y LiÑÁN (Juan Pablo),
18:7.
Novedades {Las), 1850.
Novelas {Colección de), 1860.
Novia de Salcedo (Pedro), 1851.
NovoA (Ernesto), 1859.
Numaxcia destruida, 1864.
NÚÑEZ de Arce (Gaspar), 1859.
NúÑ"EZ DE Arenas (Isaac), 1858.
Ochoa y !Madrazo (Carlos), 1858.
OcHOA DE Alda (Feliz), 1850.
Ochoa (Teodoro de), 1855.
Odriozola (Manuel de), 1863.
Olavarría y Ruarte (Eugenio
de), 185 1.
O'Leary (General), 1854.
Oliver (Bienvenido), 1867.
Oliver y Hurtado (José Ma-
nuel), 1861.
Olózaga (José de), 1864.
Olózaga (Salustiano de), 1853.
Ollantay, i 86 i (en Const. Ca-
rrasco).
Omil (Alvaro), 1867.
Oneille y Rosiñol (Juan), 1853.
Ontañón Enríquez ( Jacinto ) ,
1862.
Orense (José M.'), 1863.
Orozco y Berra (Fernando),
1850.
Orozco y Berra (Manuel), 1853.
Orrego (Rosario), 1859.
Orta y Fernández (Juana de),
1850.
Ortega Girones (Juan), 1867.
Ortega de la Flor (Luis), 1856.
Ortega y Frías (Ramón), 1853.
Ortiz Urruela (José Antonio),
1853.
Ortiz (José M.*), 1860.
Ortiz Máiquez (Juan), 1859.
Ortiz (Luis G.), 1856.
Ortiz de Pinedo (Manuel), 1857,
Ortiz de la Vega (Manuel),
185 1 (en Patxot).
Ortiz (Silvestre M.''), 1861.
OssoRio (Fernando), 1856.
Ossorio y Bernard ( Manuel ) ,
1859.
Otero (Ramón), 1867.
Paadín y Tolosa (Juan), 1855.
Pablo Blanco (José de), 1857.
Pacheco y Obés (Melchor), 1865.
Padilla (Mariano), 1858.
Padua (Antonio M." de), 1867.
PÁEZ (José A.), 1867.
Pagés (Juan Ant.), 1853
Palacio (Eduardo de), 1859.
Palacio (Manuel del), 1862.
Palanca Gutiérrez (Carlos),
1869.
Palau (Melchor de), 1866.
Paliza (Evaristo de la), 1855.
Palma (Manuel R.), 1855.
Palma (Martín), 1869.
Palomera (Carlos N.), 1861.
Palomino (Rafael Leopoldo),
1857.
48o
AUTORES Y OBRAS ANÓNIMAS
Palou y Flores (Francisco),
1851.
Palou (Francisco de Asís), 1866.
Palou y Coll (Juan), 1859.
Panegíricos (^Copiosa colee, de),
1S60
Parada y Barreto (José), iSfS.
Pardo y Fernández (Carlos),
1867.
Pardo de la Casta ííoaquin),
1852.
Pardo de Figueroa (Mariano),
1859.
Parnaso Colombiano, 1867.
Parrexo (Flore4icio Luis), 1851.
Parro (Sixto Ramón), 1857.
Pasaron y Lastras (U b a 1 d o),
1850.
Pascual (Deodoro A. de), 1854.
Pascual de S. Juan (Pilar),
1863.
Pastorfido (Miguel), 1854.
Patrocinio en la Corte de la
Luna, 1865.
Patxot (Femando), 1851.
Pavía (Manuel), 1851.
Paz (Abdón de), 18Ó3.
Paz (Carlos), 1864.
Paz (José M.), 1855.
Paz Soldán ( Mariano Felipe ) ,
1862.
Paz Soldán (Mateo), 1862.
Paz Soldán de Unanue (Pedro),
1863.
Paz Sacristán (Timoteo de la),
1860.
Peláez (Francisco de P.), 1850.
Pelayo Briz (Francisco), 1863.
Pelliza de Sagasta ( Josefina ) ,
1865.
Pensamiento Español {El), 1860.
Pensamientos de un huérfano,
1859.
Peña (Belisario), 1857.
Peña y Reinoso (Manuel de J.),
1862.
Peoli (Gonzalo), 1858.
Peón y Contreras (José), 1861.
Pepito (Don), 1858.
Pereda (José M."), 1861.
Peregrino, 1859.
Pereira Gamba (Benjamín), 1856.
Pereira Gamba (Próspero), 1850.
Pérez Carrión (Antonio), 1866.
PÉREZ RiojA (Antonio), 1863.
PÉREZ Perciiet (Augusto), 1867.
PÉREZ Galdós (Benito), 1868.
PÉREZ Pedrero (Eduardo), 1853.
PÉREZ EscRiCH (Enrique), 1850.
PÉREZ (Felipe), 1S53.
PÉREZ Echevarría (Francisco),
1863.
PÉREZ DE Grandallana (Francis-
(co J), 1866.
PÉREZ Gomar (Gregorio), 1864.
PÉREZ Várela (Hipólito), 1863.
PÉREZ (Isidro Mariano), 1859.
PÉREZ DEL Castillo (José), 1856.
PÉREZ DE GUZMÁN (José), 1864.
PÉREZ DE GuzMÁN (Juan), 1864.
PÉREZ (Lázaro M."), 1857.
PÉREZ Y Montes de Oca (Luisa),
1856.
PÉREZ DE Zambrana ( L u í s a ) ,
1864.
PÉREZ DE LA MaDRE DE DiOS (P.
Manuel), 1865.
PÉREZ DE Castro (Mariano),
1857-
PÉREZ Cuenca (Mariano), 1858.
PÉREZ Reoyo (\arcisa). 1865.
Pérez (Santiago) 1851.
PÉREZ (Sebastián), 1851.
Pérez (Trinidad Manuel). 1859.
PÉREZ Rosales (Vicente), 1860.
Perogordo y López (Ce ferino),
1853.
Perogordo y Rodríguez (Grego-
rio), 1864.
Perichico, 1855.
PÉTANO Y Mazariegos (Grcgo-
rio), 1858.
AUTORES Y OBRAS ANÓNIMAS
Pí Y Arimón (Andrés Avelino),
1850.
PiCATOSTE (Felipe), 1865.
Picón (José), 1859.
PiciiAKDo (Emilio), 1857.
PicHARüo (José F.co)^ 1857.
Pie y Fauka (Fernando), 1852.
PlEDRAHITA (Viccntc), 1864.
PiFERRER (Francisco), 1854.
PiLDAiN (Pablo), 1866.
PiMENTEL (Francisco), 1864.
Pina Domínguez (Mariano) ,
1864.
Pino de la Cruz (María del),
1866.
Pino y Mora (Pablo del), 1854.
Pinzón Rico (José M.-''), 1854.
PiÑÁN (Benigno), 1864.
Piquero (Ignacio), 1850.
Pistón (El), 1864.
PiTALUGA Y Delgado ( Rafael ) ,
1855-
P1ZARR0 (Juan), 1865.
P1ZARR0 (Ramona), 1856.
PizcuETA Galell (Félix), i86ó.
Plácido Sansón (José), 1853.
Planas (Fr. Juan), 1859.
Plata cient. y literaria (El), 1854.
Plata y Marcos (Miguel de la),
1864.
Plaza (Antonio), 1861.
Plaza (Antonio José), 1850.
Población y Fernández (Anto-
nio), 1860.
Poema religioso, 1863.
Poemas de la R. Acad. de Puerto
Rico, 1 85 1.
Poesías á Isabel II, 1865.
Poesías de la Academia á la gue-*
rra de África, 1860.
Poesías piadosas, 1858.
Poesías... teatro real, 1850.
Poetas baleares, 1857.
Poetas yucatecos, 1861 (en Sán-
chez Mármoil).
PoEY (Felipe), 1860.
PoLfjitó (Vicente), 1857.
Política {La), 1863.
Polo (José Toribio), 1862.
PoMBo (Manuel), 185 1.
PoMBO (Rafael), 1853.
PoNCE DE León (José E.), 1868.
PoNZ (Mariano), 1864 y 1869.
Póo (José), 1855.
Posada Gutiérrez ( Joaquín ) ,
1865.
Posada (Joaquín Pablo), 1857.
PoTTS (Carmen), 1864.
Pradel Alarcón (F.), 1854.
Fravia (Carlos de), 1852.
Prellezo (José M."), 1868.
Presas y Morales (Manuel Ja-
cinto), 1866.
Prieto y Villarreal ( Emilio ) ,
1867.
Prieto de Landazuri (Isabel),
1853.
Profanadores de D. Quijote {A
los), 1861.
Progreso (El), 1865.
Pruneda (Pedro), 186S.
Pucha Yunmrina, 1856.
Pueblo (El), 1800.
Fuelles (Manuel M."), 1863.
Puente Agosta (Lorenzo), 1861.
Puente y Brañas (Ricardo),
1859.
Puerta Vizcaíno (Juan de la),
1855.
PuiG Y DE LA Puente (Francis-
co), 1855.
PuiG Y Caracena (José), 1850.
PUIG Y PÉREZ (José), 1869.
Puncet DE Jiménez (M.), 1866.
Pyth acoras, i 861.
OuEROL Y Campos (Vicente Wen-
ceslao), 1856.
Ouesada Castillo (Ignacio de),
" 1856.
TOMO VIH. — 31
482
AUTORES Y OBRAS ANÓNIMAS
QjESADA (Vicente García de),
1865.
OUEVEDO (Julio), 186S.
QuijAxo Otero (José M."), 1856.
QuiNTAi^É (Francisco), 1867.
QuiNTANO Y Medina (María Jua-
na), 1850.
QuiROGA (Juan), 1855.
Rada y Delgado (Juan de Dios
de la), 1858.
Rallón (Fr. Esteban), 1860.
Ramírez y García ( Antonio ) ,
1867.
Ramírez de Arellano (Carlos),
1869.
Ramírez (Javier de), 1859.
Ramírez (José Pedro), 1859.
Ramírez (Juan M.'), 1866.
Ramírez Aparicio (Manuel),
1855-
Ramírez de Losada ( Nicolás ),
1850.
Ramírez (Ramón), 1855.
R.-vMÍREZ de Arellano (Teodomi-
ro), 1856.
Ramón Carrasco (Felipe), 1855
Ramón Escobedo (JuQio), 1853.
Ramón Parro (Sixto), 1857.
Ramos Carrión (Miguel), 1866.
Ramos (Pedro Enrique), 1859.
Ramos (Tomás), 1860.
Rápela (Diego), 1854.
Rascarrabias (El abate), 1851.
Rato y Hevia ( Hermenegildo ) ,
1863.
Rebelión de Bernardo, 1859.
Rebello da Silva (Luis Augus-
to), 1863.
Regeneración (La), 1855.
Reina y Reina (Tomás), 1860.
Reino (El), 1859.
Relaciones de los Virreyes del
Perú, 1867.
Remón Zarco del Valle (Ma-
nuel), 1863.
Renduells Llanos (Estanislao),
1867.
Resumen de las Misiones del Ro-
sario, 1864.
Resumew del monast. de N." S*
de Regla, 1852.
Revista de Bellas Artes, 1866.
Rev. de B. Aires, 1863.
Rev. de Cicnc, Liter. y Aries,
1855.
Rev. de España, 1868.
Rev. del Pacífico, 1858.
Rev. de Snd-Amcrica, 1860.
Rev. Esp, de Ambos M n n d o s ,
1853.
Rev. Hisp .-Americana, 1864.
Reyes Ortiz (Félix), 1860.
Reyes (Fernando), 1855.
Reyna (Vicente), 1858.
Rianzuela (Marqués de), 1857.
RiAÑo (Bonifacio), 1866.
RiAÑo (Juan F.), 1869.
RiEÓ (José Joaquín), 1864.
Rico y Sinobas (Manuel), 1863.
Riego Pica ( Francisca Carlota
del), 1859.
Riera y Busquets (Juan), 1860.
Rincón Soler ( Evangelina C .
de), 1P69.
Rincón (José M.^), 1862.
Rinchán (Alejandro), 1860.
Ríos (Demetrio de los), 1S62.
Riva Palacio (Vicente de), 1856.
Rivales {Los dos mayores), 1856.
RiVAs Pérez (José), 1853.
RivAS (Fr. Manuel), 1858.
Rivera y Río (José), 1857.
Rivera (Luis), 1855.
Rizzo Y Ramírez (Juan), 1865.
Roa Barcena (José M."), 1858.
Robert y Sagarra (Magín),
1855-
Robert (Roberto), 1857.
Robledo (Alvaro), 1863.
AUTORES Y OBRAS ANÓNIMAS
483
RoBLEjo (Manuel), 1867.
Robles (Antonio), 1852.
Roca (Ignacio Casimiro), 1858.
Roca y \'iñarta (Miguel Vicen-
te), 1859.
RocAGOMERA (A. Agustín), 1853.
RoDÉs Y Garcés (Rita), 1868.
Rodríguez (Agustín Baldomero),
iS57-
Rodríguez (Amaro), 18Ó9.
Rodríguez López (x\ntonio),
1861.
Rodríguez de Mor.\les (Catali-
na), 1S66.
Rodríguez (Clotilde del Carmen),
1864.
Rodríguez Solís (Enrique), 1869.
Rodríguez García ( Francisco ) ,
18Ó5.
Rodríguez Cao (Jesús), 1864.
Rodríguez y Moar (José), 1861.
Rodríguez Seoane (José), 1859.
Rodríguez (José M/), 1858.
Rodríguez Fresle (Juan), 1859.
Rodríguez Velasco (Luis), 1859,
Rodríguez de Berlaxga ( M a -
nuel), 1853.
Rodríguez Objió (Manuel), 1858. ;
Rodríguez Ferrer ( AI i g u e 1 ), ;
1850.
Rodríguez Correa (Ramón) ,
1860.
Rodríguez Pinilla (Tomás),
1863.
RoDRÍGUTEZ Varó (Vicente), 1860.
Rodríguez (Zorobabel), 1863.
Rojas y Ortiz de Zarate (Nati-
vidad), 1865.
Rojas y Cañas (Ramón), 1853.
Rojas y Rojas (Trinidad), 1863.
Romancero de Jaén (El), 1862.
Romancero español, 1863.
Romances, 1864.
Romería de S. Isidro (La), 1861.
Romero (José M.), 1851.
Romero (Juan Luis), 1861.
Romero de Quiñones (Ubaldo),
1865.
Rosado y Brincan ( Federico ) .
1865.
Rosario de mi madre (El), 1867.
Rosas Moreno (José), 1860.
Rosas (Julio), 1856.
Rosell (Agustín), 1857.
RosELLÓ (Jerónimo), 1853.
RosELLÓ (Víctor), 1865.
Rotondo y Nicolau (Antonio),
1859.
Rubio y Gómez (Antonio), 1857.
Rubio (Carlos), 1853.
Ruiz DE QuEVEDO (Adolfo), 1869.
Rüiz (Aureliano), 1862.
Ruiz (Casimiro Rufino), 1852.
Ruiz DE Mendoza ( Joaquina ) ,
1S5S.
Ruiz de Somavia (José M."),
1S69.
Ruiz Aldea (Pedro), 1856.
Ruiz Urbina (Rafael), 1866.
Ruiz de Ogarrio (Tadeo), 1857.
Saa YEDRA (Eduardo), 1862.
Sabando (xA.lejandro Luis de),
1853-
Saco (Eduardo), 1867.
SÁENZ DE VlNIEGRA ( L U i S a ) ,
1860.
Sáenz de Tejada ( Victorina ) ,
1865.
SÁEZ DE Melgar (Faustina), 1859.
Sahuaraura (Justo), 1850.
Saínetes, 1865.
Saínetes, 1866.
SÁiNz de Arroyal (J.), 1861,
Sala (Felipe Jacinto), 1856.
Sala (Fernando), 1858.
Sala (Juan), 1862.
Salarich (Joaquín), 1854.
Salas (Francisco Javier de),
1855-
484
AUTORES Y OBRAS ANÓNIMAS
Salaverry (Carlos Augusto),
1851.
S.\LDONi (Baltasar), 1856.
Salgado (P. Pedro), 1859.
Salinas (Cándido), 1856.
Salmerón y Alonso (Nicolás),
1864.
Salvado (Fr. Rosendo), 1853.
SÁNCHEZ Cabanas (Antonio),
1861.
Sánchez Pérez (Antonio), 1855.
SÁNCHEZ de Castro (Francisco),
1868.
SÁNCHEZ (Hipólito), 1859.
SÁNCHEZ DE Fuentes (Joaquín).
1851.
SÁNCHEZ Barra (José M."), 1862.
SÁNCHEZ (Luis Sergio), 1858.
SÁNCHEZ MÁRMOL (M.), 1861.
SÁNCHEZ ESCANDÓN (M a n U 6 1),
1860.
SÁNCHEZ (Miguel), 1862.
SÁNCHEZ Palazuelos (M i g u e 1),
1859.
SÁNCHEZ PÉREZ (Nicolás), 1865.
SÁNCHEZ (Pedro Ant.), 1858.
SÁNCHEZ (Q. J. V.), 1855.
Sancho de España (El Buen),
1862.
Sancho y Gil (Faustino), 1866.
Sancho (Nicolás), 1853.
San Fernando (El Duque de),
1869.
Sangrador Vítores (Matías),
1851.
San Javier (El Vizconde de),
1861.
San Juan (Luis), 1860.
San Julián (Indalecio), 1866.
Sanjurjo Pardo (Ramón), 1854.
Sanmartín (Francisco de P.),
1861.
Sansón (José Plácido), 1853.
Santa Coloma (José), 1861.
Santa María (Domingo), 1853.
Santander (Rafael Elíseo), 1848.
Santa YANA (Agustín). 1862.
Santiago (Ramón de), 1854.
Santigosa (Carlos M.), 1867.
Santolaria (O.), 1858.
Santos Parra (Justo de los),
1865.
Santos Barrios (Manuel de los),.
1867.
Santur (Francisco), 1854.
Sanz y Sanz (Antonio), 1862,
Sanz y Forés (Benito), 1862.
Sanz (Jerónimo), 1866.
Saralegui y Medina (Leandro),.
1852.
Saralegui (María de la C), 1S64,
Saura (Santiago Ángel), 1853.
Savall y Dronda (Pascual), 1861.
Sawa (Federico), 1862.
Sbarbi (José M.«), 1867.
Scola y Robles (Adalio), 1857,
Seco y Shelly (Manuel), 1864.
Segade Campoa^íIOr (Ramón),
1864.
Segarra (Tomás), 1862.
Segovia (Ángel M.'), 186 1.
Segovia y Beltrán (Antonio),.
1S62.
Segura (Diego), 1859.
Segura y Barreda (José), 1868.
Segura (José Sebastián), 1855.
Selgas (José), 1850.
Sellen (Antonio), 1863.
Sellen (Francisco), 1863.
Semanario Popular, 1862.
Semblanzas de los 340 diputados,
1 850.
Sepúlveda (Ricardo), 1865.
Sermones, 1861.
Serrano de Wilson (Emilia),
1858.
Serrano (Nicolás M."), 1869.
Serrano Alcázar (Rafael), 1866.
Hervera (Francisco M.), 1863.
Sevilla (Fr. Luis Antonio de),
1862.
1 Sienra y Carranza (José), 1863.
AUTORES Y OBRAS ANÓNIMAS
485
Sierra (José Manuel de la), 1866.
Sierra (Justo), 1868.
Siglo Ilustrado (El), 1867.
SiLió Y Gutiérrez (Evaristo),
1867.
SiLVEiRA Y Vasconcellos (Anto-
nio), 1855.
SiLVELA Y Le Vieilleuze (Ma-
nuel), 1 85 1.
Silvia (Diego de), 1858.
SiMONET (Francisco Javier), 1858,
SiNUÉs (M." del Pilar), 1854.
Sipos (Luis), 1860,
Sirera (Juan), 1864.
Sobrado (Pedro de), 1857.
Socías (Félix), 1857.
SoFFiA (José Ant.), 1863.
SoLÁ Y Francas (Fr. José), 1856.
Solar (Enrique del), 1864.
Soler y Arques (Carlos), 1856.
Soler (Francisco Javier), 1861.
Soler (Ramón), 1865.
SoLÍs Y Manso (Luis de), 1851.
Sombrero (El), 1859.
SoRALUCE (Nicolás de), 1863.
Sosa (Francisco de P.), 1866.
Sota y Lastra (Pío de la), 1853.
Soto Freiré (Manuel), 1868.
Sotos Ochando (Bonifacio),
1852.
Spano (Carlos Guido), 1863.
Squier (E. G.), 1856,
Strada (Carlos), 1863.
SuÁREZ Y Romero (Anselmo),
1859.
SuÁREZ BARCENA ( A q u i 1 i n O ),
1859.
SuÁREZ (Francisco), 1862.
SuÁREZ Y Navarro (Juan), 1850.
SuÁREZ Villegas (Juan), 1855.
Sud-América, 185 i.
Taboada (Manuel y Eduardo V.),
1862.
Taboada (Ramón), 1861.
Talavera (Natalicio), 1865.
Talegón de Santiago (Félix),
1856.
Tamayo y Baus (Manuel), 1853.
Tamayo (Victorino), 1859.
Tanco Armero (N.), 1861.
Tapia y Rivera (Alejandro de),
1854.
Tavares y Lozano (Ramón),
1864.
Tavolara (José A.), 1858.
Teatro de la Opera, 1850.
Teatro Español (El), 1859.
Tejada y Alonso (Rafael), 1865.
Tertulia literaria, 1861.
Tesoro de la sabiduría, 1858.
Tetuán (A la torna de), 1860.
Thebussem (Doctor), 1859 (en M.
Pardo).
Tiple libre (El), 1850.
Toledo (Luis Octavio de), 1869.
ToMEO Y Benedicto (Joaquín),
1859.
Torre (José M." de la), 1857.
Torre y Marco (Mariano), 1862.
Torre-Marín (El Conde de),
1860.
Torrentes (Fr. Juan Angeles,
1860.
Torres de Castilla (Alfonso),
1863.
Torres Caicedo (José M."), 1853.
Torres y Feria (Manuel de),
1857-
Torres (Martín de las), 1867.
Torres Muñoz de Luna (Ramón),
1864.
Torre.-. Arce (Víctor") 1867
ToRRijos (Manuel), 1857.
Torroella (Alfredo), 1864.
Torróme (Leandro), 1864.
ToRT Y Sala (Simón), 1862.
TovAR (Enrique), 1869.
TovAR (Manuel José), 1855.
ToYMiL (Francisco), 1863.
Tradiciones cordobesas, 1863.
Tradiciones granadinas, 1857.
486
AUTORES Y OBRAS ANÓNIMAS
Tressekra (Ccferino), 1860.
Triay (José E.), 1866.
Tribuno (El), 1853.
Trigueros y González (]\Ianuel),
1S63.
Tristani (Manuel Rogelio), 1857.
Trovador Católico (El), 1865.
Trueba (Antonio de), 185 1.
Trujillo y Armas (José), 1866.
TuBiNo (Francisco M.*), 1862.
TuÑÓN Y Cañedo (Telesforo),
1858.
Ugarte (José M.'), 1856.
Uguet (Juan Justo), 1859.
Ulloa (Elisardo), 1864.
Ulloa (Perfecto F.), 1861.
Una flor querida, 1859.
Universal (El), 1867.
Urcullu y Zulueta (Félix M."),
1869.
Uricoechea (Ecequiel), 1854.
Urrabieta (Mariano), 1859.
Urzáiz (Fernando), 1866.
Vaca de Guzmán (Santiago),
1867.
Valdemoros y Ricacho (Anto-
nio), 1852.
Valderrama (Adolfo), 1853.
Valderrama (J. D.), 1850.
Valdés (Carlos Genaro), 1867.
Valdés (Domingo E.), 1850.
Valdés Colell (Felipe), 1861.
Valdés Aguirre (Fernando),
1859.
Valdés (Jacinto), 1863.
Valencianos pintados por sí mis-
mos (Los), 1859.
Valentino, 1864 (en Elisardo
Ulloa).
Valenzuela (P. Mario), 1857.
Valenzuela (Teodoro), 1851.
Valera (Juan), 1858.
Valerio (Juan Francisco), 1865.
\'"alle y Serrano (Antonio M.*),
1868.
Valle (Juan), 1855.
\^allejo (Mariano), 1851.
Vallón (M. Alejo de), 1850.
Varas Marín (Quiteria), 1858,
Várela (José Pedro), 1867.
Vargas (Adolfo), 1866.
Vargas Machuca (Francisco de),
185 1.
\'arona (Adolfo), 1 866.
Varona (Enrique José), 1868.
Varona (Julio D.), 1850.
Vasseur (Inés), 1869.
Vázquez (Andrés 'C), 1868.
Vázquez Taboada (Manuel), 1863.
Vega (Francisco de la), 1856.
Veitia (José Manuel), 1861.
Veladas cristianas, 1850.
Velarde del Campo (Eulalia),
1868.
\^elasco y Fernández de la
Cuesta (Ladislao), 1868.
Velasco y Santos (Miguel), 1868.
Velasco Ayllón (Ricardo de),
1859.
Velaz de Medrano (Eduardo),
1857.
Vel/vzquez y Lorente (Francis-
co de P.), 1859.
Velilla y Rodríguez (José de),
1865.
Velisl.\, 185 i (en Man. Silvela).
Ventosa (Evaristo), 1859.
Vera é Isla (Fernando de la),
1S52.
\''era (Simón), 1860.
Verdad (La), 1860.
Verdejo y Duran (María T.),
1853-
Vergara y Vergara (José M."),
1860.
Vergel de felicitaciones, 1860.
Vial (Román), 1869.
Vi ANA (Antonio de). 1854.
AUTORES Y OBRAS ANÓNIMAS
487
Vicente Garcés (Benito), 1864.
Vico y López (Antonio), 1861.
Vicuña Solar (Benjamín), 1857.
ViCH (José Francisco), 1857.
Vidal y Díaz (A.), 1869.
Vidal y Valenciano (Cayetano),
1869.
Vidal y Calzada (Ernesto), 1861.
Vidal (Francisco de), 1854.
Vidal (Francisco ele P.), 1862.
Vidal Gormaz (Francisco), 1868.
Vidart (Luis J.), 1866.
ViEDMA (Juan Ant.), 1858.
ViLA Y GoiRi (Francisco), 1850.
ViLÁ (Benito), 1861.
ViLAR PSAYLA (Juau José), 1867.
ViLAR Y Pascual (Luis), 1859.
Vilella y Font (Sebastián),
1861.
Villa (Francisco), 1866.
Villa (Rafael), 1867.
ViLLAAMIL Y CaSTRO (José), 1866.
Villafañe (José M."), 1852.
ViLLALBA Y Llofríu (Fcdcrico),
1862.
Villalobos y Belmonte (Rafael),
1858.
Villamartín (Isabel de), 1854.
ViLLANUEVA (José Joaquín), 1860.
Villar y Macías (Manuel), 1852.
ViLLARROYA (Enrique de), 1865.
Villasante (José), 1866.
ViLLASEÑOR (Pablo J.), 185I.
ViLLAViCENCio (Mauuel), 1858.
Villegas (Francisco F.), 1863.
Villegas (Juan M.), 1854.
Villegas (M.), 1861.
ViLLÉN (Juan Manuel), 1863.
ViNAGERAS (Antonio), 185 1.
Vinent (A. Marcelina), 1858,
Viña (Andrés), 1856.
Virgen de la Almudena {La),
1864.
ViRTO (Ignacio), 1856.
ViVANCOS (José M." de), 1852.
Vivar (Julicán), 1863.
Vivó (Buenaventura), 1850.
Voz del tiple (La), 1861.
Walker Martínez (Carlos)
1860.
WiLSON (La Baronesa de), 1858
(en Serrano).
Yacosa y León (Manuel M.),
1861.
Yago (Pedro Manuel), 1860.
YuMURÍ {La Hija del), 1858 (en
BeJén Cepero).
Zafra (Antonio Enrique de),
1856.
Zaldumbide (Julio), 1851.
Zalles (Luis), 1852.
Zamacois (Niceto de), 1859.
Zamora y Caballero (Eduardo),
1862.
Zapater y Gómez (Francisco),
1850.
Zapatero y Olea ( Prudencia ) ,
1860.
Zaragoza (Miguel), 1864.
Zarco del Valle (Manuel Re-
men), 1863.
Zenea (José Clemente), 1850.
Zeoueira y Caro (Manuel de),
1855.
ZiNNY (Antonio), 1868.
ZuRiCALDAY (Nícanor), 1853.
índice de laminas
PAGS.
Adelardo López de Ayala 66 *^
Antonio de Trueba y la Quintana 72
Fernán Caballero 94 ""^
Antonio Cánovas del Castillo 106
Manuel Tama yo_j_Baus 116 '■^
Redacción de «El Padre Cobos» 140
Pedro Antonio de Alarcón 146
Emilio Castelar y Ripoll. . , i54
Gustavo Adolfo Bécquer 196
Juan Valera y Alcalá Galiano 226
José María Roa Barcena 240
Gaspar Núñez de Arce • 258
Antonio Cavanilles y Centi 272
El Doctor Thebussem 274
José María Pereda y Porrúa 3io
Carlos Guido Spáno 340
Julio Gaicano 374
Escritores cotombianos . . . . , Sgo
Benito Pérez Galdós 420 ^
Enrique José Varona 444
Ignacio M. Altamirano 446
Obras de D. |ulio Cejador y Frauca
Gramática Griega, según el sistema histórico comparado. Pesetas 15. — He-
rederos de Juan Gili: Cortes, 581. Barcelona, 1900.
La Lengua de Cervantes. — Gramática y Diccionario de la Lengua caste-
llana en el "Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha". — Tomo I:
Gramática. En España, pesetas 10. — Tomo II: Diccionario y Comentarios.
Pesetas 25. — Jubera Hermanos, Campomanes, 10. Madrid, 1905-06.
Cabos sueltos. Literatura y lingüística. Pesetas 5.--Perlado, Páez y C.*, Su-
cesores de Hernando, Arenal, 11. Madrid, 1907.
Nuevo método teórico-práctico para aprender la Lengua Latina. — Primer
curso: Tomo I, Libro de clase; tomo II, Libro de casa. Pesetas 12. — Se-
gundo curso: Tomo I, Libro de clase; tomo II, Libro de casa. Pesetas
12. — Victoriano Suárez, Preciados, 48. Palencia, 1907-08
El Lenguaje. — Serie de estudios, de los que van ya publicados los tomos
siguientes :
Tomo I : Introducción á la Ciencia del Lenguaje. — Segunda edición,
enteramente refundida y aumentada. Pesetas 6. — Jubera Hermanos, Cam-
pomanes, 10. Palencia, 191 1.
Tomo II : Los Gérmenes del Lenguaje. — Estudio físico, fisiológico
y psicológico de las voces del lenguaje, como base para la investigación
de sus orígenes. — En España, pesetas 10. — Jubera Hermanos, Campo-
manes, 10. Bilbao, 1902.
Tomo III : Embriogenia del Lenguaje. — Su estructura y formación
primitivas, sacadas del estudio comparativo de los elementos demostra-
tivos de las lenguas. — En España, pesetas 12. — Jubera Hermanos, Cam-
pomanes, 10. Madrid, 1904.
Tomo IV : Tesoro de la Lengua Castellana, Origen v vida del Len-
guaje, Madrid, 1908-1914. — Tomo A, E, I, O, U. — Perlado, Páez y C.a,
Arenal, 11. Pesetas 12.
Tomo V : Tesoro de la Lengua Castellana, etc., etc. Tomo R.
Tomo VI : Tesoro de la Lengua Castellana, etc., etc. Tomo N, Ñ.
Tomo VII : Tesoro de la Lengua Castellana, etc., etc. Tomo L.
Tomo VIII : Tesoro de la Lengua Castellana — Silbantes. Primera
Parte.
Tomo IX : Tesoro de la Lf.ngua Castellana. — Silbantes. Segunda
parte.
Tomo X : Tesoro de la Lengua Castellana. — Silbantes. Tercera
parte.
Tomo XI : Tesoro de la Lengua Castellana. — Silbantes. Cuarla
parte.
Tomo XII : Tesoro de la Lengua Castellana. — Labiales (B, P). Pri-
mera parte.
Tomo XIII : Tesoro de la Lengua Castellana. — Labiales (B, P). Se-
gunda parte (en prensa).
Oro y oropel, novela. Pesetas 3. — Perlado Páez y C", Arenal, 11. Madrid, 191 1.
Pasavolantes, colección de artículos. Pesetas 3. — Tubera Hermanos, Campo-
manes, 10. Madrid, 1912.
Mirando á Loyola, novela. Pesetas 3,50. — "Renacimiento", San Marcos, 42.
Madrid, 1913.
Arcipreste de Hita, edición, prólogo y comentario : dos tomos. Pesetas 6.
Paseo de Recoletos, 25, "La Lectura", 1913.
Rojas, "La Celestina", edición, prólogo y comentario : dos tomos. Pese-
tas 6. — Paseo de Recoletos, 25, "La Lectura", 1913.
Mateo Alemán, Gucmán de Alfarache, edición y prólogo: dos tomos. "Re-
nacimiento", 1913.
Lorenzo Gracián. El Criticón, edición y prólogo: dos tomos. "Renacimiento",
1913-14.
El Lazarillo de Tormes, edición prólogo y comentario : un tomo. Pese-
tas 3. — Paseo de Recoletos, 25, "La Lectura", 1914.
¡De la ti'erra...!, colección de artículos. Pesetas 3. — Jubera Hermanos, Cam-
pomanes, 10. Madrid, 1914.
Trazas del amor, novela. — J. Ratés, plaza de San Javier, 6. Madrid, 1914.
Epítome de Literatura L.'^tina. Pesetas 3. — Victoriano Suárez, Preciados, 48.
Madrid, 1914.
Miguel de Cervantes Saavedra. Biografía, bibliografía y crítica. Madrid,
1916. Pesetas 2. — En las mismas librerías.
QuEVEDO, Los Sueños, edición, prólogo y comentario : dos tomos. Pesetas 6.
Paseo de Recoletos, 25, "La Lectura", 1916-17.
Historia de la Lengua y Literatura Castellana {desde sus orígenes hasta
Carlos V), tomo I. Madrid, 1915. Pesetas lo. — En las librerías de Sucesores
de Hernando. Victoriano Suárez y Jubera Hermanos.
Historia de la Lengua y Literatura Castellana {época de Carlos V), tomo II.
Madrid, 1915. Pesetas 10. — En las mismas librerías.
Historia de la Lengua y Lite.iatura Castellana {época de Felipe II), tomo III.
Madrid, 1915. Pesetas 10. — En las mismas librerías.
Historia de la Lengua y Literatura Castellana {época de Felipe III),
tomo IV. Madrid, 1916. Pesetas 10. — En las mismas librerías.
Historia de la Lengua y Literatura Castellana {época de Felipe IV y Car-
los II), tomo V. Madrid, 1916. Pesetas 10. — En las mismas librerías.
Historia de la Lengua y Literatura Castellana {siglo xviii hasta 1829),
tomo VI. Madrid, 191 7. Pesetas 10. — En las mismas librerías.
Historia de la Lengua y Literatura Castellana {época romántica, 1830-
1849), tomo VIL Madrid, 1917.
Historia de la Lengua y Literatura Castellana {época realista, /." parte,
antes de la Revolución, 1850-1869), tomo VIII. Madrid, 1918. Pesetas 10. En
las mismas librerías.
En prensa: Historia de la Lengua y Literatura Castellana {época realista,
2.* parte, después de la Revolución, 1870-1887), t. IX.
CRÍTICA
Sr. D. Julio Cejador y Franca.
Muy señor mío y de todo mi aprecio: Felicito á usted sinceramen-
te por la publicación de su Gramática Griega, de la cual ha tenido la
bondad de remitirme un ejempilar. En mi humilde parecer, esta obra
significa el principio de una nueva era para los estudios helénicos,
hoy tan decaídos entre nosotros. Aventaja mucho, en método y copia
de doctrina, á todas las Gramáticas publicadas en España, y no creo
que quede deslucida en comparación con :las extranjeras. Su autor se
muestra enterado de todos los progresos de la filología clásica, y esto
no de un modo atropellado y superficia;l, sino con pleno y maduro
conocimiento, y con la habilidad necesaria para adaptar los resultados
de esta investigación al estado actual de nuestra cultura. La creo más
útil para la enseñanza que la de Curtius, y más completa en algunos
puntos. Si la obra de usted llega á introducirse en nuestras escuelas,
creo que ha de producir excelentes frutos, á pesar del corto tiempo
que se dedica á esta clase tan fundamental. De usted afectísimo segu-
ro servidor, q. b. s. m., M. Mencndez y Pelciyo.
Sr. D. Julio Cejador,
Santander, 22 de Setiembre de 1907.
Mi estimado amigo : A causa de mis ocupaciones, que en esta tem-
porada han sido muchas, no he podido escribir á usted antes, dándole
las gracias por el envío de su Nuevo Método teórica-práctico para
aprender la lengua latina. Nuevo es, en efecto, y ojailá llegue á acli-
matarse entre nosotros, acabando de una vez con las absurdas rutinas
que prevalecen en este grado de la enseñanza, y hacen casi inúti:! en-
tre nosotros el estudio elemental de las Humanidades, cuando debieran
ser, y en todas partes son, base de ila cultura literaria, juntamente con
el estudio y aprendizaje de la lengua nativa. A su ineficacia actual
434 CRITICA
en nuestra enseñanza contribuyen, no sólo los rezagados partidarios
dei empirismo gramatical, que se trasmite por insensatos procedimien-
tos de repetición mecánica, sino también los que habiendo adquirido
una superficial noticia de los adelantos modernos de la Lingüística, y
creyéndose capiaces de aplicar el método histórico-comparativo porque
han saludado sus rudimentos, abruman al mísero principiante con un
fárrago de doctrina filológica mal digerida, y de dejan incapaz de tra-
ducir el texto latino más sencillo, con lo cuail se pierde el más inme-
diato y universal provecho que puede sacarse de las lenguas clásicas.
Como usted es filólogo de verdad, ha sabido huir prudentemente
de tales escollos. El método práctico, el análisis y la traducción es el
centro de su sistema. El estudio racional del organismo de la lengua le
sirve de apoyo y complemento. Está clarísimamente expuesto y con-
tiene todo lo necesario sin nada de lo superfino.
Creo con toda sinceridad que este método puede dar muy buenos
resultados, no sólo en lo que atañe á su especiail fin, sino también
c.-n¡o ejercicio gradual de la inteligencia, fáciJ de aplicar á otros estu-
dios no menos necesitados que éste de una exposición científica á la
p.-r que sencilla.
De usted siempre afectísimo amigo y s. s., q. s. m, b., M. Menéndes
y Pelayo.
Reunidos en el Ateneo de Madrid los señores don Miguel Mir, de
la Real Academia Española; don José Aleniany, catedrático de Len-
gua griega en la Universidad Central, y don Francisco Navarro y
Ledesma, presidente de la sección de Literatura de este Ateneo, de-
signados por la Junta directiva para examinar y juzgar los trabajos
presentados al primer certamen literario del Ateneo, referentes al
tema Gramática y Vocabulario del "Quijote'', acuerdan, por unani-
midad, después de un detenido estudio, conceder el premio de 3.500
pesetas á la Memoria cuyo lema es : Tus obras los rincones de la
tiera, \ llevándolas en grupa Rocin-ante, \ descubren, y á la envidia
mueven guerra, y se complacen en hacer constar eil mérito extraordina-
rio de esta obra, que no solamente constituye señalada honra para su
autor, sino especial satisfacción para el Ateneo, que ha convocado
este Concurso.
En la primera parte, que es la Gramática, se exponen con suma
claridad las doctrinas esenciales hasta hoy imperantes respecto de
nuestro idioma, y se da cabida á otras nuevas, cuya originalidad lla-
mará la atención de todos los filólogos y gramáticos, especialmente
en lo relativo á ]a sintaxis; doctrinas que indican en su autor profun-
dísimo conocimiento de la Gramática comparada de las lenguas neo-
latinas y de las clásicas en que estas tienen sus raíces.
En el Vocabulario se consignan textos de más de 9.000 palabras,
cuya enumeración viene á enriquecer en gran manera el Diccionario
CRÍTICA 495
corriente, acreditáiKlose el uso de esas palabras con ejemplos del
Príncipe de los ingenios españoles.
Y para que conste, estimándolo así en conciencia, lo firmamos en
Madrid, a cuatro de Mayo de mil novecientos cinco. — Miguel Mir,
José Alcmany, F. Navarro y Lcdesma.
Sr. D. Julio Cejador. — Madrid.
Mi distinguido amigo : Me siento tan mal de ila cabeza, que sólo
en virtud de un grande esfuerzo escribo á usted estas cuatro líneas ; y
digo que son cuatro, porque deseara manifestar á usted mucho más
largamente el placer con que he hojeado lias capillas de la Gramática
del ^'Qiíijote^', que ha tenido usted ila fineza de enviarme; y aunque
penoso, me es gratísimo el esfuerzo, porq.ue lo hago para felicitar á
usted cordialmente y ofrecerle una vez más el homenaje de admira-
ción que merecen el vasto saber de usted y su incomparable laborio-
sidad.
Aunque las capillas no traían portada, me bastó recorrer algunas
páginas para decir ex tingue leonem: este ilibro no puede venir sino
del autor de los Gérmenes y la Embrogenia del Lenguaje. Ya supon-
drá usted que no he podido todavía leerlo íntegramente y con deten-
ción, línea por línea, como debo hacerlo; y no ocultaré á usted que
me ha acometido cierto pujo de vanidad al ver que es más considera-
ble el número de casos en que estamos de acuerdo que el de aquellos
en que disentimos : vanidad que no carece de su poquito de modestia,
pues que me obliga á m|ás escrupuloso estudio.
Mayáns dijo por ahí que las Partidas eran la Tesorería Mayor de
la lengua castellana; juzgo que si 'le hubiera tocado en suerte vivir
en nuestros días y leer la Gramática del ^^Quijote'\ y el Diccionario
que la acompañará, hubiera vacilado en la aplicación de la frase. Sin
duda que el código del Rey Sabio abarca grandísimo número de cues-
tiones y materias que exigen un vocabulario propio; pero las lenguas
no son palabras solamente, sino frases, construcciones, metáforas,
giros; variedad de estilos y lenguaje según las clases sociales y las
circunstancias de la vida. En este concepto no cabe comparación en-
tre líos dos insignes monumentos de la literatura castellana. Quien
acuda á la sintaxis de usted, se quedará pasmado de ver dos insupe-
rables recursos de que dispone nuestra lengua para formar y enlazar
las frases y construir oraciones y períodos con da más cumplida
precisión y elegancia. Basta leer algunos capítulos de Cervantes para
saber cómo se explicaban en su tiempo dos literatos y el pueblo, para
estimar el estilo llano de la gente culta y el desaliñado del vulgo, vivi-
ficado todo con la intuición más sorprendente de las almas que viven
y palpitan en esas frases.
496 CRÍTICA
La gramática del Quijote puede decirse, pues, que es la gramática
de la lengua castellana en su forma más nacional y genuina; y en
ninguna labor pudiera usted haber empleado mejor sus profundos
conocimientos filológicos y su penetración científica. En la exposición
y análisis de la obra de Cervantes ha hecho usted converger todos los
elementos de la ciencia del lenguaje, la fonética como la psicología,
la crítica del texto como la estimación estética de la elocución ; y lo que
vale más, para tan ardua tarea ha usado usted de un criterio libérrimo,
libérrimo como eí de Cervantes, para quien la gramática era "la dis-
creción del buen lenguaje''. En esos tiempos tenían los preceptistas
poquísimo, si algún influjo, y el arte de bien hablar existía en el alma
de todos, de todos los mejores, digo, calificado por la educación co-
mún en las universidades, en las campañas, en los viajes, en las aca-
demias; cada cual, según su propio natural, era en su lenguaje diserto
á su modo, y esa gran variedad en la unidad es uno de los mayores
encantos de nuestros buenos libros de aquella época. He celebrado
mucho ver cómo se burla usted de ciertas reglas que parecen forjadas
por sordos y mudos para sordos y mudos, por gente y para gente que
ignora lo que habla y lo que oye, por el estilo de los que han querido
hacernos creer que en castellano, ni más ni menos que en latín, te-
nemos sílabas üargas y breves por naturaleza y por posición, ó que
nuestros adjetivos concuerdan con el sustantivo en género, número
y caso. La naturaleza misma de la obra de usted le ha favorecido en
la empresa de escombrar este terreno de las malezas de !a rutina v
del capricho individual : hechos estudiados con rigor científico, esas
son sus reglas.
No dudo que la obra de usted alcanzará, como lo merece, los aplau-
sos de todos los amantes de la literatura castellana ; y me figuro que
si, andando el tiempo, redujese usted su libro á forma y proporciones
puramente didácticas, haría usted singular servicio al estudio de nues-
tra lengua, proponiendo como base el habla de Cervantes é indicando
la evolución posterior del castellano, del castellano de todos ó los más,
sin cuidarse de los latinizantes, ó, digámoslo con más verdad, de los
afrancesados. La obra como la publica usted hoy será el consultor de
los eruditos y en general de los estudiosos ; la reducción será como
la leche de que se nutran todos antes de pasar á disciplinas mayores.
Despropósito parecerá la ¡dea, pero acaso lo es menos de lo que
puede pensarse. Si con visos de acierto se ha dicho que las naciones
más están formadas de muertos que de vivos, con mayor razón cabe
aplicar ila idea á las lenguas de pueblos que se ufanan de poseer an-
tigua y gloriosa 'literatura, y se hablan en extendidos y variados te-
rritorios. En este caso no es ya el habla familiar de una reducida
comarca, por culta que sea, lo que puede servir de tipo ideal á muchos
millones de individuos, ni la materia única con que formen sus obras
los artistas: ese tipo y ésa materia existen en la literatura, y no me-
ramente en la de hoy, sino también, y con mejores títulos, en la de los
CRITICA 497
siglos pasados. Cervantes y León, con Jovellanos y Quintana, con
Vaílera y Núñez de Arce, con Pardo y Pesado, con Juan María Gu-
tiérrez y Caro, forman para nosotros como la madre de dilatado río
en que se unen las hablas de muchas generaciones, echando á las
márgenes las brozas de lo añejo, ya inservible, de lo provincial y
vulgar. A esa unidad artística es á ilo único que hoy podemos aspirar.
Unido á usted por esta elevada simpatía, le renuevo mis felicita-
ciones y agradecimientos, y quedo de usted amigo sincero y ferviente
admirador, q. b. s. m., Rufino J. Cuervo.
París, 24 de Abril de 1905.
He recibido y he estado hojeando el Diccionario y Comentario del
"Quijote^' ; y con sania envidia me he quedado pasmado del cúmulo
de trabajo, y mlás que todo, del saber que aparece dondequiera, lo
tendré sobre m,i mesa y lo consultaré á cada paso como á maestro
consumado... — Rufino J. Cuervo.
París, 16 de Diciembre de 1904.
Sr. D. Julio Cejador y Frauca. — Madrid.
Señor mío y respetado amigo: Asombrado se quedará usted de la
demora de esta carta ; pero confío en que me la perdonará cuando
sepa que de algunos años acá se me han ido debilitando las fuerzas
de modo que tengo que tomar muy despacio cualquiera trabajo que
exija atención.
Esto ime ha impedido cumplir con lo que me dictaba mi gusto y mi
interés ; y dedicando una hora diaria á la lectura de la admirable obra
de usted, hasta ahora no la he concluido.
Cumpliendo lo ofrecido, diré á usted con la más ingenua sinceridad
la impresión que m,e ha dejado el libro de usted: mi parecer vale muy
poco, si algo vale ; pero quisiera que en medio de ila indiferencia con
que los que hablan castellano miran la lingüística científica, fuera mi
voz de ailguna satisfacción para usted.
La teoría de usted sobre el origen del lenguaje mp parece inataca-
ble : usted la funda en la más sana filosofía y en los datos más ciertos
de las ciencias experimentailes. No acierto á expresar mi satisfacción,
mejor dicho, la admiración con que he leído una obra en castellano.
en que aparecen hablando como en su casa los mayores sabios, desde
Platón y Aristóteles hasta Ribot y Wundt, digerida su ciencia y asi-
milada en la poderosa inteligencia de usted, para sacar cansecuencias
lógicamente luminosas y dar realce á ideas propias, resultado de hon-
da meditación. Y ¿qué diré de la oportunidad con que usted cita desde
Aristófanes hasta los cantarcillos gallegos, como testimonio del habla
instintiva popuilar?
Por lo que hace á la comprobación de la doctrina con los hechos,
TOMO VIII. — 32
498 CRÍTICA
siento en el alma no ser juez com¡>etente (ó serío infinitamente me-
nos) para dar á usted mi parecer. Aunque nieto de un vasco (mi abue-
lo materno, don Carlos Joaquín de Urisarri, nació en Vergara), ignoro
completamente el eúskera, y así he de creer, como creo, sin sentirila,
en la explicación que usted da de la maravillosa variedad de sus for-
mas. Por otra parte, el estudio casi exclusivo de la lingüística en sus
relaciones con los idiomas romanos y sobre todo con el castellano, me
ha hecho sobremanera meticuloso, y no puedo prescindir de buscar y
consultar e¡l factor histórico. Xo se me oculta que esto, exagerado, es
vicioso; poco ha que el señor Thomas, discípulo de los más esclareci-
dos del señor G. Paris, echaba en cara á mi amigo el doctor Schu-
chardt la maravillosa amplitud de sus disquisiciones, aun en el campo
¿el romanismo, y su aparente laxitud en materia de ileyes fonéticas;
éste ha replicado que las tales no han sido proclamadas en el Sinaí, y
que aún falta saber cuál es su verdadera significación, ante da impor-
tancia que debe darse á la evolución y consonancia de las significacio-
nes. Esto mismo juzgo que podrá usted oponer á mi timidez, nacida
sin duda de lo Jimitado de mis investigaciones; aunque recelo que us-
ted mismo, con la admirable comprensión de innumerables lenguas,
admitirá la faciJidad de que se tomen como originarias coincidencias
que provienen de una evolución posterior, sin que podamos compro-
barlo por falta de datos históricos. (Sírvame esto de disculpa, si no
siento en esta parte con igual conciencia que en la parte teórica, el
valor de la imponderable labor de usted. Admiro, pues, en silencio,
y aguardo que ila continuación de su obra sorprendente aquiete esos
escrúpulos, que temo sean como de monja.
Reitero á usted mis agradecimientos, y le ruego acepte, con mi in-
útil amistad, el homenaje de mi más sincera y profunda admiración.
Espero que usted me ofrezca ocasión de probarle con obras cuan de
corazón soy su servidor, q. b. s, m., R. J. Cuervo.
ESTUDIOS SOBRE EL LENGUAJE
Obra importantísima
La frialdad con que se recibe en España la publicación de cierto
género de obras raya ciertamente en insensata. Hay ciencias de la
mayor importancia que se han estudiado y se estudian ansiosamente
en el extranjero, y que aquí apenas si se conocen de nombre. Ob-
sérvese, si no, lio que con la Geografía política y económica acon-
tece. Nótese lo que ocurre con la Lingüística. Es este estudio casi
extraño actualmente al movimiento intelectual de nuestra patria, no
obstante haber sido un español, Hervás, quien en el siglo xviii echó
los cimientos de la ciencia del lenguaje, que se confunde ordinaria-
mente con la Filología.
CRITICA 499
Dedicarse á su elaboración es, desde luego, un caso honorable, y
llegar en su cultivo á dominar la complejidad y dificuiltades de estos
conocimientos supone largos años de trabajo constante, árido y sin
aliciente alguno, como no sea e;l ideal lejano de algún hallazgo impór-
tente, de alguna innovación perdurable. A este pequeño grupo de oscu-
ros españoles beneméritos pertenece don Julio Cejador y Frauca, quien
después de veinte años de estudio ha comenzado á publicar una obra
magistral sobre el lenguaje.
El pasado año apareció el tomo primero, con el título genérico de
El lenguaje : s^is transformaciones, su estructura, sit unidad, su origen,
su razón de ser.
Se hace en este tomo un estudio histórico sobre la ciencia filoló-
gica, €n el cual muestra el autor haber manejado cuanto sobre esta
ciencia se ha escrito en todos los países y en todos los tiempos.
Hace á continuación das diversificaciones entre la Filología y la
Lingüística, ciencia esta última que apenas si cuenta un siglo de exis-
tencia.
Conocidos estos preliminares, expone el señor Cejador sus teorías
criginalísimas, atrevidas y sólidamiente científicas, acerca del lenguaje,
teorías que serán presentadas sistemáticannente en los tomos sucesivos,
á que éste sirve de introducción.
El volumen aparecido este año. Los Gérmenes del lenguaje, es un
profundo estudio fisiológico y psicoilógico de las voces del lenguaje
como base para la investigación de sus orígenes. Hay en este libro
ideas realmente interesantísimas sobre los sonidos primitivos y las
primeras ideas expresadas fonéticamente. Las más modernas concep-
ciones del sonido bocal, fisiológica y psicológicaniente considerado,
son criticadas sabia y agudamente.
Después de este tomo vendrán, según promete el autor, otros que
han de completar esta obra, única en su género y sin precedentes, se-
gún creemos, en la bibliografía española por su amplitud y su eje-
cución.
"Me declaro — dijo el señor Menéndez y Pelayo en una carta al au-
tor— de todo punto incompetente para juzgar una obra de tal magnitud
y trascendencia; pero no puedo menos de manifestar á usted mi admi-
ración por los conocimientos profundos y sólidos que revela, por la
lucidez y elegancia de la exposición y por los altos propósitos que in-
dica y cumplirá.
"Únicamente los verdaderos filólogos ó, por mejor decir, los ver-
daderos lingüistas, que son los que en este caso tienen autoridad y
competencia, podrán decir á usted si en el estado actual de la ciencia
€s posible la síntesis á que usted aspira. Los que sólo hemos estudiado
•algunas 'lenguas como instrumentos de sus respectivas literaturas, no
tenemos voto en tal litigio; pero si algo vale la razón de analogía,
debemos estar de parte de usted, porque siendo tan manifiesta en la
literatura comparada la unidad del espíritu humano y de sus procedí-
500 CRÍTICA
mientos artísticos, mucho más parece que ha de serlo en el material
lingüístico y en la Gramática comparada, donde es mucho mayor la
parte de lo espontáneo é inconsciente. En suma, lo que es verdad de las
mitologías y de las literaturas, no ha de desmentirse respecto de las
lenguas, que en cierto modo envuelven sus gérmenes.
''Además de ¡la grande importancia que para todos, creyentes é in-
crédulos, tiene la tesis fundamental del primer libro, que ha de ser
explanada en los subsiguientes, hay mucha y positiva doctrina en lo
ya publicado, y puede servir como excelente ensayo de vulgarización
de estos conocimientos en España. Son útiles desde luego el cuadro
y clasificación de las lenguas y el rico tratado de FonoJogia, que por
sí solo puede labrar una reputación científica.
"Xo me creo con la autoridad suficiente para hablar en ninguna
revista de una obra que sólo tiene relación indirecta con mis estudios;
pero como mero lector agradecido, no puedo menos de dar á usted la
enhorabuena por su trabajo y por el valor heroico que manifiesta us-
ted en el mero hecho de publicarle."
Es verdaderamente heroico el esfuerzo del señor Cejador, tanto
como inverosímil el desdén con que la nación corresponde á sus po-
cos sabios, á los que lo son en realidad. — XXX.
{El Imparcial, 27 Octubre 1902.)
MITRIDATES
I
Hace próximamente un siglo que cierto sabio alemán, nacido en
Pomerania y llamado Juan Cristóbal Adelung, emprendió la publica-
ción de un libro formidable, el Mitrídatcs, en el que se traducía la
oración dominical á todas las lenguas del mundo. Veinte años antes un
sacerdote españd, nacido en tierra de Cuenca, y llamado don Lorenzo
Hervás y Panduro, había publicado su famoso Catálogo de las lenguas,
piedra fundamental de la ciencia filológica. Sobre estos dos libros se
ha levantado un monumental edificio, gloria del siglo xix. Siguiendo
el método comparativo, que ya en el siglo de oro de nuestra literatura
presintieron el maestro Francisco Sánchez de las Brozas y el canó-
nigo don Bernardo Aldrete, los sabios de la pasada centuria han lle-
gado á conocer todas las lenguas humanas, han penetrado en el secre-
to de los pensares y en el de los hablares con que los expresan tanto
los antroi)ófagos africanos al mascullar !a chuleta de algún pariente,
lanzando gritos de hartura satisfecha, en swahilí ó en bantú, cuanto los
más refinados psicólogos de París al despellejar piadosamente á un
dramaturgo modernista durante los entreactos de cualquier estreno en
el Odeón.
CRÍTICA 50I
Hubo, pues, un primer Mitrídatcs conocedor de todas las lenguas,
ya fuese Hervás, ya Adelung. Después los Mitrídates se han multi-
plicado. Se ha llegado á desenredar y poner en claro gran parte del
árbol genealógico de las lenguas. Se ha visto cómo eran ramas muchas
que parecían troncos. Se ha entrevisto lia unidad, el tocón primitivo.
Faltaba desenterrar y descubrir las raíces, y esta importantísima in-
vención, ¡digámoslo con orgullo para gloria de la patria!, la ha rea-
lizado un pobre, oscuro, modesto sacerdote español nacido en tierra
aragonesa: don Juilio Cejador y Frauca.
Cejador es un hombre pequeño, flaco, cetrino, los ojos como dos
..'scuas, los brazos rebeldes, los movimientos indisciplinados, la figura
toda llena de elocuencia persuasiva. No tiene facha de orador, de po-
lítico, de literato, de nada que huela á profesión ú oficio enderezado
á conseguir fines inmediatos y someros. Los que sabéis conocer en
los ojos ó en otras cosas ail hombre poseído por un ideal ó por una
idea grande, no confundiréis á Cejador con ningún ministril del hoy
ni del mañana temprano, con aquel sabio administrador de su ciencia
ó de su arte, con este ambicioso apto para hacer bulto en escailafones.
Ni es tampoco Cjejador x\n erudito pisahormigas y cuentagotas de los
que percancean respetabilidad científica y pingües sueldos dilucidando
cuidadosamente si la mota negra que hay en lia página segunda del
Códice Vigilu.no es el punto de una / ó la indiscreción de una mosca
medioeval : ni menos todavía es de aquellos Mitrídates baratos para
quienes la ciencia es una fonda en donde ellos, como ciertos camare-
ros, sirven da minuta y cobran la cuenta en veinticinco idiomas. Sabio
de veras, Cejador es un alma inocente y candorosa, inhábil para los
tratos del mundo. Ha vivido en las faldas y laderas del Líbano, ha
recorrido Egipto y Siria, errando inconscientemente por eil mundo con
su ideal á cuestas, y al volver á la patria, el ideal logrado lie pesa
como una cruz, y él no lo nota, por más que ya le han azotado los
sayones, le han perseguido los escribas y le han vendido los fariseos.
Pero vale más no entristecerse, pues tratamos de un sabio alegre, para
quien toda alegría y toda gratuilación son obligadas.
Desenterrar las raíces del lenguaje, poner al descubierto la lengua
primitiva, declarar y demostrar con pruebas de todos los géneros y con
ejemplos de todos los idiomas que esa lengua primitiva es el eúskera ó
vascongado y proclamar que las formas elementales de ella son das
voces dictadas por la naturaleza ó sugeridas por el simple funciona-
miento del organismo á los primeros hombres y conservadas vivas
al través de siglos y siglos en ambas vertientes de la región pirenaica,
donde el vasco y sus dialectos viven, es lo que hasta ahora ha iniciado
Cejador en el primer tomo ó pródogo de su maravilloso libro El Len-
guaje (Salamanca, 1901) ; ha expuesto en el segundo tomo. Los Gér-
menes del lenguaje (Bilbao, 1902) y acaba de probar cumplidamente
en el tercer volumen. Embriogenia del lenguaje (Madrid, 1904). En
los dos primeros tomos exponía con lucidez pasmosa un novísimo,
502 CRÍTICA
claro y racional criterio para tratar la cuestión. Ya en ello se com-
prendía que era Cejador un monista convencido, un Haekel de la
ciencia lingüística, un psicólogo de la fuerza de los Wundí y de los
Sergi. un observador é inductor de la talla de los Max Müller y de
los Spencer. Pero en este último volumen, al tratar de Ja Embriogenia
del lenguaje, fundando la investigación en el estudio de las palabras
demostrativas de todos los idiomas del mundo, construyendo, como
repetiría Adelung, el Mitrídates del yo, del tú, del el, del nosotros,
etcétera, para lo cual ¡le ha sido necesario recorrer y nianejar cuantas
gramáticas y cuantos léxicos existen relativos á las innumerables
formas de hablar notorias en el planeta, Cejador se presenta á nues-
tros ojos como el hombre que ve claro y que claro habla, cual veía
Platón ei divino, cual hablaba Renán el humano.
Ha transcurrido un siglo, el tiempo suficiente para la crianza de
infinitos dogmatismos y para la cerrazón absoluta de innumerables
criterios. La Filosofía, la ciencia del lenguaje, que debiera ser la más
viva y despabilada, se ha ido convirtiendo, bajo las gafas de los mio-
pes alemanes, en una nueva Escolástica. A los nominalistas de la ge-
neralización filosófica han reemplazado los nominalistas de la partí-
cularización ó desmenuzamiento filológico. Vamos ya teniendo tam-
bién aquí en España, ¡ alabado sea Dios !, algunos filólogos de esos
que, estudiando la piel de las palabras, llaman despectivamente lo otro
á ¡las ideas : hay, en esta materia, quien afirma que el pensamiento es
pura retórica, divagar de oradores hueros ; hay quien colecciona va-
riantes y quien hacina papeletas consignando hechos desalmados y
estúpidos para no sabemos qué Estadísticas de las que empujan hacia
la Academia. Para estos benditos seres, la Filosofía es cosa de los re-
publicanos y demás gente enemiga del orden. Las hipótesis, para ellos,
son patentes de locura: las generalizaciones, crímenes nefandos. Ellos
son los sabios únicos, -la aventajada prole de los doctores de Salamanca,
vestidos hoy con cogulla alemanisca, incapaces é impotentes para
comprender que aún queden por descubrir Nuevos Mundos de aque-
llos que jamás encontró la ciencia si no supo hermanarse con la au-
dacia. Ya sé, ya presumo lo que estos frailucos laicos, lo que algunos
miopes germanófilos pensarán y dirán de Cejador. Por ellos, América
se hubiera quedado sin descubrir, pues Colón no era ningún sabio, ni
usaba antiparras, ni había dividido el mundo entero en papeletas.
Pero, por honra de España, bueno será creer que existe alguien
capaz de menospreciar esas ratoniles pequeneces. Alguien habrá á
quien, si no ¡le convence la inteligencia, le conmoverá hondamente el
corazón el hecho de que un sabio español, pobre, solo y sin ayuda ofi-
cial, ni títulos académicos hasta hace pocos días, haya fundado una
doctrina completa, lógica y, por lo menos, científicamente aceptable
acerca del primer idioma que se habló en la tierra y haya probado
que ese idioma fué el qué hablan ilos campesinos y los trabajadores
en una región de las más pobladas y cultas de nuestro país.
CRÍTICA 5o3
¿ Sería mucho pedir, para un hombre que tal obra ha reahzado, el
amparo oficial que pudiera suponer la creación de una cátedra de
etískera en el doctorado de Filosofía y Letras? ^: Parecerá un disparate
que siendo ó pudiendo ser (no afirmemos nada en absoluto) 'la lengua
vascongada la primitiva, el Estado español proteja su estudio oficial
con la misma atención que dedica al de'.l sánscrito, que de fijo no es
primitiva y casi de seguro no le importa á nadie en España?
Y cuando el Estado no tenga en sus arcas cuatro mil pesetas para
las carabelas que han de aportar á este Nuevo Mundo, ¿no habrá allá,
en la vieja tierra de Vasconia, entre aquellos euskaldunas tan gene-
rosos y tan ricos quien se prive cada año de unas cuantas botellas de
Cordón 7-011 ge ó del importe de una traviesa á favor de cualquier Chi-
quito para que, libremente y sin auxiilio del tantas veces maldecido
Erario centralizador, un hombre de buena y de mucha fe, como aquel
de quien hablo, enseñe á ilos que quieran oírle algo vislumbrado por
Humboldt, presentido por Larramendi, adivinado por Luis Luciano
Bonaparte, indicado por Astarloa, algo de que los vascos pueden
quizás más que de otra cosa alguna enorgullecerse? Aquel hierro
•viscaino
que os encargo
corto en palabras, pero en obras largo
bien podrá trocarse en un poco de oro para cambiarle por los bri-
llantes de üa ciencia y permitirle al sabio pobre que siga en paz sus
estudios.
¿Quiere escucharlo el señor Ministro de Instrucción pública?
¿Quieren entenderlo bien los patriotas vascongados?
Pero aún será preciso decir algo de ilo sustancial de este libre
prodigioso.
II
Y dijo el Señor: "He aquí que uno es el pueblo y una lengua para
todos..." "Pero venid, bajemos y confundamos allí la ilengua de ellos
para que no entienda cada cual la voz de su prójimo."
Esto dice el Génesis, en el capítulo XI, que trata de 'la torre de
Babel. Lo que no consigna es cuál era esa lengua primitiva una para
todos. Ahora ya está averiguado : esa lengua era ila que hablan los
pescadores de Bermeo y de Mundaca, la que cantan los versolaris en
las fiestas de Durango y de Orduña, el viejo idioma cuyo último poe-
ta, Antonio Arzac, ha muerto hace pocos días pobre y casi olvidado.
Es un idioma no inficionado por la retórica, no adulterado por la ac-
ción corrosiva de las abstracciones: un idioma positivo, natural, que
pesa poco en la memoria : algo de ilo que intenta ser el inglés común
á londinenses, neoyorkinos, californianos, neocdlandeses, australianos.
D04 CRITICA
indios del Ganges y burghers del Sur de África: un instrumento se-
mejante al banjo de la conocidísima canción de Kipling y que con su
pylli-Zi'ylH -ti.'inki-zi'inki-popp! y con su tiinka-tiíuka, iunka, tuuka,
tunk y su tara-rara-rara-rara-ra-rrrpp ! con seis ú ocho sonidos toscos,
pero de pujante eficacia expresiva, hace entenderse, danzar, reír, ca-
minar y gemir, tanto al pobre negro que torpemente la maneja en el
sollado de un trasatlántico, cuanto al marino hiperbóreo que reposa
las fatigas del balleneo ó de las pesquerías de Terranova, así al fellah
harapiento de las riberas del Nilo, como al borrachín azotamuelles de
Londres ó de Glasgow.
Fundado en mal leídos dogmas teológicos ó metafísicos y en ca-
prichosas inducciones, cuanto se había dicho hasta aquí respecto de la
lengua madre era igualmente absurdo. Quienes viven pegados al tex-
to del Génesis no pueden pensar que Adán hablaba hebreo, sirocaldeo
ó el idioma plagado de formas dialectales en que escribía Moisés
cuando intentaba resucitar la perdida memoria del Paraíso terrestre,
pues ¿para qué necesitaba Adán da complicada terminología de una
lengua que sirve á civilizaciones evidentemente muy lejanas del pri-
mitivo estado de candidez paradisiaca? Quienes aceptan las tan repe-
tidas como desacreditadas divisiones de las lenguas en tres familias,
fiándose en su estructura (monosilábicas, aglutinantes y flexibles) ó
en las supuestas razas que ¡las hablaron (indoeuropeas, semíticas y
turanias) no podrán menos de admitir tres idiomas primitivos, pero
verdaderamente primitivos, elementales, semisalvajes ó salvajes del
todo. ¿ Hay, sin embargo, nada menos probable que la existencia de
tres formas distintas para expresar una sola y simple sensación pri-
mitiva y elemental? ¿No es en esto mucho más racional el Génesis,
que anticipándose á Ernesto Haeckel decía, por boca del Creador:
Ecce units est populus, "he aquí que uno es el pueblo", y adelantán-
dose á Julio Cejador, añadía: Et unum lahium ómnibus, "y un labio
(una lengua) para todos"? Moisés era monista, sin saberlo, y yo creo
que si hubiese estado en Roma recientemente, habría estrechado la
mano de Haeckel el librepensador, á hurtadillas del \^aticano. y no
hubiera dejado de recomendar á Su Santidad que mirase por un
sacerdote conno Cejador, á quien se ha perseguido por probar cien-
tíficamente lo que el primero y más respetable autor del .Antiguo Tes-
tamento había afirmado en forma popular, lo que algunos sabios neos
niegan porque les conviene que haya en la ciencia muchas torres de
Babel para seguir cobrando en diversos idiomas, como verdaderos
Mitrídates del presupuesto,
Pero, además de ser fiílólogo y antropólogo consumado, Moisés
demostró ser un filósofo profundo en este asunto del idioma primiti-
vo : y sin apartarse un punto del texto sagrado, establece con toda
lógica Cejador .su segunda importantísima afirmación contra Rous-
seau y contra cuantos han discurrido sobre este particular, á saber:
El idioma primitivo no es un invento de los hombres.
CRÍTICA 5o5
Claro es, por consiguiente, que la lengua primitiva fué inventada
por Dios. ¿ Cómo ? C-omo inventa Dios las cosas ; creando organis-
mos naturales y haciéndolos servir á necesidades naturales también.
Imposible parece que hayan transcurrido tantos siglos sin que los sa-
bios llegaran á persuadirse de esto, de que el hablar es tan natural y
tan necesario como el andar y el digerir, y si conocemos la digestión y
Ja locomoción, estudiando anatómica y fisiológicamente los órganos
en ellas empleados, sin andarnos con elucubraciones metafisicas so-
bre el páncreas ó sobre el tendón de Aquiles, necio será creer que po-
demos conocer el origen del lenguaje si no estudiamos los órganos y
las funciones naturales del habla.
Por eso el ilustre Sánchez Calvo, precursor de Cejador en estas
investigaciones, anduvo cerca de resolver el problema en su conocida
obra Los Nombres de los dioses; pero no le resolvió porque llevaba
á cuestas unas alforjas metafisicas que le estorbaban mucho, las mis-
mas que ¡le dictaron su estupenda Filosofía de lo maravilloso positivo.
Para tratar de estas cosas, vale más ser como Cejador, filólogo y
antropólogo ó psicólogo experimental que filólogo y metafísico ma-
ravilloso, como Sánchez Calvo: vale más ir del brazo de Wundt que
ir de la mano de Kant.
Sánchez Calvo había reconocido, como Cejador, comunidad de
raíces y de formas en todas las lenguas estudiadas, pues gracias á las
infinitas gramáticas y á los innumerables vocabularios que fia propa-
ganda imperialista y comercial de ciertas naciones coilonizadoras ha
repartido por el globo, no es ningún milagro ser hoy Mitrídates de
cuantos idiomas se hablan en la tierra. Pero Sánchez Calvo, filósofo de
lo maravilloso, creía que las primeras palabras fueron palabras ad-
mirativas y la más antigua la onomatopeya hcrbcrherber, imitativa
de la acción de hervir. Sánchez Calvo suponía que ;los hombres no ha-
blaron ni se admiraron hasta que vieron barbotear al agua caliente
en un puchero ó cazuela : como si fuera posible hacer cazuelas sin
liablar, y probable que no les pasmase más á aquellos hombres cual-
quier fenómeno de la naturaleza (rayo, trueno, etc.) que les llenara
de miedo y consiguientemente de instintos defensivos y religiosos.
Sánchez Calvo contemplaba este fenómeno puramente humano sin
atender al hombre mismo, sino á las cosas exteriores. Cejador, por
el contrario, rumiando concienzudamente una página admirable de
Taine en su hondo libro De la Inteligencia, profundizando las induc-
ciones de Wundt en su ya popular Psicología fisiológica y atendiendo
á su propio discurrir de hombre clarividente, confirma todos los datos
por él acumulados y relativos á cientos y miles de lenguas habladas
en el mundo respecto de unos cuantos sonidos, iguales en todas ellas,
y que expresan principalmente las ideas y relaciones del espacio, en
las que van envueltas las de la personalidad, las de la afirmación cate-
górica instintiva, las que los psicólogos llaman hoy asociaciones pri-
meras ó sensoriales, base de los juicios ó relaciones intelectivas, etc.
5o6 CRÍTICA
Y estos primeros sonidos, ¡ caso inesperado !, coincidentes en todas
las hablas del mundo, son las palabras demostrativas del eúskera pro-
nunciadas y escritas en el siglo xx como se escribían ya en el códice
Calixtino del siglo xiii, de seguro como se pronunciaban antes de la
torre de Babel, que si fué confusión de lenguas, más fué confusión de
ideas, de instintos y de propósitos. Pero como esta teoría no es un
capricho (Cejador ni siquiera es vascongado ni en Vasconia le ha
ocurrido nada agradable), resulta que esas primeras formas demostra-
tivas no son sino movimientos naturales del aparato vocal ó posicio-
nes de la garganta, de la lengua, del paladar, de los dientes y de Ios-
labios para dejar salir el aire.
Pocas páginas tan interesantes ni que causen tan íntima emoción
estética }• moral como aquellas en que rastreando esos sonidos de que
se valieron nuestros infelices ascendientes para expresar sus afectos,
sus impresiones y sus relaciones con la Naturaleza, llegamos á con-
vencernos, como dijo el otro, de que el hombre es un animal meta-
físico; de que el primer salvaje que abrió la boca, por instinto, dis-
tinguió el yo del no yo con la misma seguridad que Kant, aunque no
diferenciase el yo puro {das reine ich) del yo empírico, en lo cual
quizás el salvaje tenía razón: y de igual manera se ensancha y se
alegra el alma comprobando que ese mismo trogilodita, antropófago
c lo que fuera, sin haber leído la Lógica de Hegel, ni las Meditaciones
de Descartes, ni los Diálogos entre Hylas y Filonons de Berkeley,.
tenía del espacio una noción natural clarísima y la concretaba dicien-
do a para expresar lo lejano, i para lo próximo, o para Jo circundante,
etcétera, etc.
Pero sería inocente suponer en el lenguaje primitivo expresiones
para todas las categorías aristotélicas y para todas las modificaciones
de estos conceptos fundamentales. Las palabras de espacio indican,
para un hombre sensitivo ó sensorial, de mentalidad preconsciente,
sensaciones de cantidad y de relación y hasta de calidad y modo. A es
lejos, pero también es mucho y es grande y es ellos, la multitud le-
jana. / es cerca, y asimismo es poco y es no grande y es tú ó vosotros
que estáis junto á mí y á quienes señalo con el dedo (la i indigitante,
dice con agudeza Cejador) y es algo agudo y algo estrecho, como el
sonido i. A las relaciones temporales no alcanzan estos sonidos, por-
que el salvaje no vive, como nosotros, de recuerdos y de esperanzas,
sino que vive en presente, de la actualidad, sin la conciencia del ayer
ni el presentimiento ó el temor del mañana. Y véase cómo, contra lo
acostumbrado y previsto, el grito de un papú nos conduce á las más
altas regiones de la Metafísica, porque ¡la sencillez es el camino para
la grandeza y su condición obligada, y á la Metafísica se la encuentra,
no se la busca. ¿Cómo prueba Cejador estas pocas fundamentales aser-
ciones, bases del descubrimiento del idioma primitivo? Menester será
resumirlo en breves palabras.
CRÍTICA 3<7
III
Es un hecho, indudable y dolorosísimo, por cierto, que la palabra,
mejor diré, el grito más antiguo común á todos los idiomas es el ge-
mido ó la queja ¡ay! Otro hecho indiscutible es que Ja letra con san-
gre entra. El lenguaje, pues, como el arte, como la ciencia, como los
hombres mismos, nació del dolor.
Artis initinm dolor
es el primer miembro de da fórmula misteriosa de arimi, quiero decir,
de Ganivet el grande. Y la primera de todas las artes debió de ser el
hablar.
Pero, ¿qué dice quien grita ¡ a-y ! instintivamente? Con la a quiere
arrojar lejos, fuera de sí, al mundo entero del dolor que le oprime :
con la i, más apremiante y acentuada cuanto mayor es el aprieto, pide
auxilio al prójimo, á i, es decir, á tú, al que está más cerca. Este
ejemplo no es de Ce j ador, pero yo lo pongo aplicando su teoría.
Otro, mío también y quizás más probatorio, pues se trata de sonidos
extrahumanos, tan conocidos por los hombres como por los animales.
¿Habéis visto lo que hace un carromatero de los que enganchan una
reata de ocho ó nueve muías en fila india ó sea de una en fondo,
cuando tiene que doblar la esquina de una calle? Como el látigo no
le basta y ni las muías obedecen ya al látigo en estos tiempos, aunque
otra cosa crean algunos gobernantes de reata, el buen carromatero
coge de la madrina á la muía de varas y ahuecando la voz todo lo
posible, grita primero: ¡oooooo...! El efecto es instantáneo. La pri-
mera muJa de la fila y tras ella todas las demás, describen un arco de
círculo, ó se vuelven en redondo para doblar la esquina hasta hacer
virar el carromato pesadísimo. Esa o es para las muías, como para los
hombres, la voz que expresa lo redondo, lo circundante, lo en torno.
De modo que si el carretero siguiese soltando oes. la muía primera
describiría un círculo completo é iría á dar con el hocico en la barcina
ó en la zaga del carro. Pero una vez dada la vuelta necesaria, es me-
nester seguir en línea recta, y entonces el carretero emite estos tres
sonidos sorprendentes, venerables, antiquísimos : Rrrrrí-a, con lo cual
basta para que las muías adelinen otra vez todas derechas. ¿Por qué?
Porque rrrr significa en todos los idiomas partir, salir ayidando (de
ahí arre, aurrerá, etc.) ; i es un mandato dirigido á tú, con el dcda
tieso ó con el látigo, si de muías se trata; y por úiltimo, a es lo lejano,
el sitio adonde el carro se encamina. ¿ Cómo han de caer en la cuenta
de cuál fué ;la lengua primitiva los filólogos de chistera y smoking,
que desconocen el lenguaje de Jos carreteros, el habla de la Natura-
leza? ¿No hemos de suponer que la mentalidad del hombre primitivo
estaba mucho miás cerca de la inteligencia de una muía de varas que
de la sublime minerva de un profesor de Cambridge ó de Tubinga?
5o8 CRÍTICA
De igual manera, ¿cuántos académicos de la Española ó de la
Francesa hay que, al entrar en sus doctas casas, saluden al colega y
le pregunten por sus achaques diciendo che? Ninguno. Pues, bueno;
che ó re (tsc, pronuncian los vascongados) es la primera interrogación
y el primer saludo, la primera fórmula vocativa. Véase en Valencia,
en Murcia, en Castilla la Vieja (donde suelen decir cJió), en gran parte
de Italia (donde suena también cho-á) y en toda América del Sur,
singularmente entre los gauchos y pampyeros, cuyo vocabulario, según
observaciones directas, hechas en el terreno, apenas constará de se-
senta á ochenta palabrotas. Mas á toda pregunta sigue una afirmación.
El hombre primitivo, sin embargo, coincide con los sabios analíticos
modernos en lo de sentar pocas afirmaciones absolutas, apodicticas:
un salvaje es tan escéptico ó más que un sabio investigador, pues los
extremos se tocan, y á la misma dubitación angustiosa conducen la
suma ciencia y la suma ignorancia. Asi, el hombre primitivo no afir-
ma sino cuando le preguntan, y entonces echa para afuera los labios,
"baja la cabeza hacia el suelo, como para arraigar en la tierra madre
su convicción, y dice: ba, pa, algo así, un sonido ¡labial, que para el
vascongado, amigo de concretar los conceptos y hasta de imponerlos,
es mucho más categórico, pues dice ha-i, ó lo que es lo mismo .
] ." Eso es cierto = b. 2° Es cierto universalm)ente ó en toda razón ^^ o;
3.° Debes creerlo y convencerte tú=i. ¿Qué otra cosa significan
nuestro ¡baya, baya! asertórico, que nada tiene que ver con el verbo
ir, y el vclay de los va/lisoletanos y el vai ó w de los provenzales?
Pero un hombre que pregunta y otro que responde ya son dos seres
racionales. Véase en qué términos tan sencillos (aparte el natural des-
envolvimiento de estos elementales datos en una obra fundamental)
se resume la evolución humana, desde el hombre emocional que sólo
sabía decir ¡ay! hasta el hombre intelectual, que con cinco vocales
designa sitios, tamaños, distancias y relaciones de las cosas y declara
su propia personalidad y la ajena y hasta muestra instintos sociables
diciendo che y convicciones precientíficas diciendo ba. La razón co-
mienza desde que el hombre articula, esto es, desde que usa las arti-
culaciones imftropiamente llamadas consonantes. Vocales sólo hay mu-
chos animales que las profieren : articular, sólo articula el hombre.
No se puede creer en el hombre alalo ó mudo; no se concibe su exis-
tencia: y aquí Cejador cierra contra los transformistas, y en particu-
lar contra Haeckel, con la convicción más ruda.
Hay aún otro elemento importantísimo del que los filólogos han
prescindido y que solamente los psicólogos, y en particular los his-
toriadores de la naturaleza y del espíritu, Tylor, Lazarus, Wundt,
Lange y V'illiam James toman en cuenta: el gesto, el movimiento,
ademán, actitud y visaje que á cada sonido corresponde. En el gesto
revela el hombre primitivo ó no educado la emoción, y el gesto pro-
viene de la contracción de músculos, de la vibración de nervios, de
las desigualdades circulatorias; eso es la emoción, ol movimiento
CRÍTICA 5og
mismo, la conmoción de los órganos afectados por accidentes internos
ó exteriores, según declaran Lange, James, Sergi, los más afamados
psicólogos modernos. Luego el lenguaje no es sino un aspecto natural,
concreto de esta conmoción. El hombre educado se sonroja y calla;
el niño se pone colorado á consecuencia de una emoción, y además lo
confiesa inocentemente, diciendo: "Me da vergüenza." Esas tres pa-
labras forman parte de la emoción, son una faceta de ella, como la
congestión sanguínea que colorea los carrillos del muchacho. De ahí
la asociación de las inlpresiones á las palabras que las representan y
el que muchas veces sólo al nombrar el limón partido se nos hace la
boca agua. El lenguaje emocional no es más que un gesto de la gargan-
ta y de la boca... tan natural como el estirar un brazo ó el encogerle,
y i cuántas veces Ja mano, el entrecejo, la comisura de los labios, el
busto, son más elocuentes que la palabra ó la frase á que acompañan !
De esto juzgará bien quien recuerde haber oído hablar al difunto don
Práxedes Plateo Sagasta.
Coimplemento natural del gesto y aun mejor que complemento diré
calidad principalísima de ilo que se dice y de lo que se gesticula ó
mima, son la entonación y el timbre de la voz, con tanta profundidad
estudiados y entendidos por Benot, nuestro gran filósofo del lenguaje.
Grave atraso representa en la humanidad la escasez de signos gráfi-
cos para representar la entonación, el timbre y la duración de los so-
nidos, donde se revela únicamente la intención del que habla y el
verdadero sentido de lo que dice. ¡ Cuántos pleitos y cuántas disquisi-
ciones hermenéuticas y cuántas contradictorias exégesis se evitarán
el día que, muertas la escritura y la imprenta, conozcamos cuanto se
diga y haya de decir, por miedlos directos, como el fonógrafo perfec-
cionado y unlversalizado ! Esta parte ignota ó mal revelada del len-
guaje es precisamente la parte subjetiva, el alma del que habla, lo
que descubre los fenómenos de su conciencia. Mucho interés han te-
nido siempre los hombres en que no conozcamos su interior, donde
habita la verdad, según el santo. Por eso hay tan pocos signos para
describir ó representar la entonación y el timbre. La hipocresía hu-
mana es infinita... Pero esto es ya ir muy lejos. Volviendo á nuestros
hombres primitivos y á su sencillísimo lenguaje, no creo que haya
nadie á quien no asombre y sorprenda ver cómo éste obedece á un
plan lógico por ;la misma Naturaleza dictado : de la emoción pura al
concepto genérico, ya casi metaf ísico. ¡ Admirable estudio, en el que
se aprende á estimar al primer hombre que dijo ¡ ay ! tanto cuanto á
Homero y á Aristóteles, pues con esas dos vocales mostró ser tan
poeta como filósofo !
¡ Maravillosa intuición la de Cejador al descubrir las bases del
lenguaje geométrico ó espacial, que entraña tanta diversidad de rela-
ciones materiales é inmateriales ! ¡ Certero instinto el que le ha con-
ducido á fijarse en el hecho prodigioso de que el eúskera sea un idio-
ma que conserva sus raíces vivas, mientras los demás viven de raíces
5 I o CRÍTICA
muertas, embalsamadas en los Diccionarios ; en la naturalísima y casi
perogrullesca afirmación, por todos los gramáticos oilvidada ó desco-
nocida, de que el sonido no es un guarismo muerto, sino un organis-
mo viviente, de que el 7 ó el 9 no existen en la naturaleza y la a, la o
y la e, sí ; de que las relaciones gramaticales no son algebraicas ecua-
ciones, sino hechos duros como peñas ó blandos como el agua, pero
reales y tangibles ; de que, en fin, para mayor claridad, hasta el mismo
nombre del idioma primitivo es tan luminoso en este punto, que eskera
significa el habla y eskaldun, el que habla!
Y cuando esto no fuera ittil y glorioso para España, aunque de
tan importantes descubrimientos no se siguiese mayor bien que el de
sacudir el polvo á das viejas rutinas filológicas ó gramaticales y alzar
á más nobles y altas esferas las cabezas agachadas sobre los polvo-
rientos infolios, y habituar á la gente estudiosa á penetrar con gallar-
día y gentil desembarazo en el intrincado bosque, siempre Cejador
rrjerecía y merece la gratitud nacional. Bueno será que no pasemos
por el bochorno de dejar abandonado en un rincón al hombre que con
más amplitud de criterio y con más serenidad y alteza filosófica ha
tratado el lenguaje desde los tiempos del padre Hervás y Panduro
hasta los presentes. Désele una cátedra, que medios legales hay para
ello y algo más aprovechará el hacerlo que el concedérsela por oposi-
ción, ó por concurso á cualquier yerno venturoso ó á cualquier lacayo
erudito.
F. Navarro y Ledesma.
{El Itnparcial, 18, 22 y 29 de Octubre de 1904.)
ES POSITIVAMENTE IMPOSIBLE REDUCIR TODAS
LAS LENGUAS A UN SOLO Y MISMO IDIOMA PRIMITIVO
Esta gratuita y negativa afirmación que Ernesto Haekel sienta en
la página 599 de su obra Histoire de la Crcation después de un razo-
namiento en el que afirma la existencia del hombre privado de len-
guaje, durante cuyo estado ala-lo de la humanidad tuvo lugar la divi-
sión del género humano en especies, en cada una de las cuales brotó
posteriormente el habla, ha tenido en el año de gracia que corremos
dos convincentes y positivas contestaciones, dadas, ía una por un ita-
liano y la otra por un español (i). Alfredo Trombetli es el nombre del
(1) Ya en 189S, en una .Memoria presentada al sefsundo Congreso internacion.Tl cien-
tífico de católicos, demostró c) abate Alcxandre que morfológicamente, ó sea bajo el
punto de vista de la forma, las lenguas todas eran rcducibles a un tipo único, y por lo
tanto, no significa diferencia esencial la división de aquéllas en monosilábicas, agluti-
nantes y de flexión. Fali.ibi probar lo mismo bajo el punto de vista de la materia, y
«•lo e» lo que han hecho Cejador y Trombetli.
CRÍTICA 5 I I
italiano que en una Memoria, premiada con lo.ooo francos por la Aca-
demia de los Sineci, demuestra, en vista de la comparación de todas
las lenguas que se hablan en el globo, que todas ellas proceden de un
solo tronco. No he visto la Memoria de Trombetti; pero si tengo á la
vista y he leido desde la primera á la última página el iibro del emi-
nente lingüista español titulado Embriogenia del lenguaje, su estruc-
tura y formación primitivas, sacadas del estudio comparativo de los
elementos demostrativos de las lenguas, por don JuJio Cejador y
Frauca.
Este libro forma el tercer tomo de la colección que el señor Ceja-
dor va publicando para exponer completamente su teoría lingüística;
y, como se desprende del título del mismo, no estudia en él todas las
voces de los idiomas todos, sino sólo los demostrativos, cuya compa-
ración le lleva á afirmar que todas las lenguas habladas por los dis-
tintos pueblos del globo, no son más que variaciones de una primitiva,
cuyos elementos aparecen en todas ellas más ó menos alterados, pero
reducibles siempre al tipo primitivo.
El plan que desarrolla el autor en este tomo de su obra es el si-
guiente: i.° Mediante el estudio de ilos demostrativos de todas las
lenguas, llegar á la lengua primitiva. 2." Comprobar con datos la teo-
ría expuesta en Los Gérmenes (i). 3.° Demostrar la unidad originaria
de todas las ilenguas. 4.° Que el sistema demostrativo nos presenta el
verdadero desenvolvimiento del lenguaje en su estado más primitivo;
y 5.° Que en el vascuence se halla el estado primitivo de los demostra-
tivos de todos los idiomas.
Como demostrativos estudia el autor "todas aquellas dicciones que
indican las relaciones del espacio respecto del que habla; pronombres
personales y demostrativos; todos ilos adverbios y partículas que indi-
can tiempo, espacio, lugar ó modo, aunque sólo desde el punto de vista
<ie las relaciones del espacio. Estos demostrativos no son más que los
sonidos primitivos, cuya naturaleza y valor ha estudiado ya en el se-
gundo tomo de su obra; ellos constituyen el primitivo lenguaje y su
combinación y evolución ha dado por resultado el sinnúmero de len-
guas que hoy se hablan en el mundo.
Los demostrativos absolutos primitivos no son más que los cinco
sonidos vocales a, e, i, o, u, que como interjecciones en todos los pue-
blos tienen su valor propio y determinado.
La emisión de dichos cinco sonidos responde á cinco distintos
gestos de la boca, que á su vez se corresponden con otros tantos de
todo el organismo, como éstos responden á la situación moral produ-
cida en el hombre por el estado de relación en que se encuentra res-
pecto de los objetos del mundo exterior; y de ahí que aquellos sonidos
no sean más que :1a expresión fónica de los estados internos del ser
(I) Tomo segiiado de la obra, del cual me ocupé en la Revista de Aragón. Marzo
de iQüi.
D 1 2 CRITICA
que habla. Y por esta razón, en todas las lenguas "¿ es un demostra-
tivo que indica lo próximo, o es el que se le contrapone para indicar
lo lejano, o es un término medio que sirve para lo lejano y en torno,
« para expresar lo profundo y e, finalmente, sirve para preguntar y
para el relativo", doctrina que nos comprueba con ejemplos que adu-
ce de todas las lenguas.
A continuación estudia el señor Cejador el valor de todos esos de-
mostrativos en Eúskera, y pasa después al de los demostrativos rela-
tivos primitivos, formados por consonantes que para sonar toman una
vocal, y cuya ley de derivación es: "cada sonido ó grupo fónico se
determina y especifica más por otro sonido ó grupo fónico que se le
uñade, sufijándosele" ; procedimiento conforme con el proceso inte-
lectual que va siempre de lo indeterminado y genérico á lo determina-
do y específico. Expone el valor que en Eúskera tienen estos demos-
trativos (;;. z, b, k, g, r, I, d, t) y su evolución en dicha lengua.
No conozco el vascuence ni dispongo actualmente de tiempo para
dedicar un par de meses á su estudio; pero fiado en la sinceridad del
autor y en vista de los datos que en este estudio aduce, no puede uno
menos de rendirse á la evidencia de que el valor natural que á los de-
mostrativos asignó el autor en Los Gérmenes, lo tienen en esta lengua
tan ignorada y desconocida por nosotros, que deberíamos ser los más
interesados en estudiarla y en divulgar su conocimiento.
Varias pueden ser las causas que á esto han contribuido, siendo
sin duda una de las más importantes el gran defecto de nuestra edu-
cación cívica ó nacional, que nos lleva no sé por qué ni cómo á
aplaudir y admirar todo lo que sea y venga del extranjero y desdeñar
y menospreciar lo que tenemos en casa. Preocupación perniciosa é
infundada, contra la cual debe empezar la reacción.
Pero en donde resulta probada hasta la evidencia más convincente
la unidad originaria de todas Jas lenguas que se hablan en nuestro
planeta, es en el estudio que el señor Cejador hace en el capítulo V de
la obra, de los grupos ni y gu, empleados ambos para significar la
primera persona, el yo y el nos, por todas las lenguas del mimdo.
Efectivamente ; el yo es Oo más íntimo de nuestro ser, es lo que más
agarrado poseemos ; es lo último que perdemos. Podrá un pueblo per-
der miles de voces de su vocabulario y sustituirlas por otras; pero
cuando pierda el yo es que ha perdido su lengua, es c|ue él mismo ha
dejado do pxistir.
Pues Díen: el autor pasa revista á todas las lenguas del mundo,
comenzando por las de América. En los vocabularios comí: arados de
las 34 lenguas que hablan las tribus indianas de la Colombia inglesa.
i6 tienen el ni = yo, ó ne ; seis, nu; cuatro, no, y sólo una, na. En
las siete restantes se ve en todas la n. En i6, junto con la n, se ve la
gutural k, ya como tal, ya palatizada. Lo mismo se ve en las lenguas
algonquinas y en las atapascas. En Méjico sucede lo propio en las len-
guas nahualt, tepehuana, etc., etc.; como también en tarasco, popo-
CRÍTICA 5l3
lloco, seri y demás lenguas del centro de América, ho mismo ocurre
en todo el Occidente de América, como en mojo, bauro, maipure y
otras lenguas de la América meridional, resultando de todos los cua-
dros comparativos que nos presenta el señor 'Cejador que en toda la
América, la primera persona, el yo, tiene para su expresión un solo
grupo etimológico: el grupo ni. Estudia después este grupo en las len-
guas hiperbóreas: aleuta, esquimal, aino, coreano; en las anarianas
del Indostán, empezando por das drávidas, de las que nos da un ex-
tracto de los cuadros comparativos de Hunter citando formas del ta-
mil, malayalan, cañares, íeluga, etc., etc., en todas las que se ve el
grupo ni para indicar yo, nos, nuestro, y como sufijo ó desinencia
verbal. Explica la k del brahui, que no supo explicar F. Muller, y con.
cluye en que las drávidas presentan el grupo ni mejor conservado
que 'las indoeuropeas y altaicas, con otras consideraciones acerca de
los pueblos que pasaron á poblar el nuevo continente.
Y para no hacerme pesado citando nombres de lenguas, en todas
las cuales encontraremos el grupo ni para expresar el yo, diré que el
autor continúa su revista por las lenguas de la Oceanía, á las que si-
guen las camitas, después las semíticas, las del Sudán, las altaicas, las
caucásicas y, por fin, las indoeuropeas. En éstas se encuentra la m,
que no es primitiva, sino derivada de la n, como lo prueban los muchos
casos en que en estas mismas lenguas aparece esta letra ; y, como final
de este estudio, dice el autor: "He analizado casi todas las lenguas del
mundo; apenas he dejado por aducir más que algunos dialectos, y, sin
embargo, en todas nos hemos encontrado con que yo se dice ni ó de
otra manera muy parecida.
La primitiva forma ni ó nik ó ne ó nek en las lenguas aducidas la
hemos hallado la friolera de 130 veces sólo en América. Como sufijo
ó prefijo, NI, así como suena, existe, se puede decir, no sólo en todas
'las familias, sino en todas las lenguas, en una proporción del 90 por
100... ¿Puede atribuirse este hecho á casualidad? Luego ni, nik son
las formas primitivas, pues que son las más generales y las que expli-
can todas Jas demás."
Eil mismo procedimiento sigue el autor en el estudio que hace del
grupo gu = nos, acerca del cual hay que advertir que en algunas len-
guas, y entre éstas en las indoeuropeas, se ha empleado para el singular
yo = (e)go; así como el grupo ni ha pasado á indicar el plural nos
con Ja s característica de este número. La explicación del empleo del
gu = nos, en vez del ni = yo, es muy natural, y todavía seguimos
hoy empleando muchas veces el nos decimos por el yo digo, con cuyo
cambio no hacemos más que atribuir al nos (derivado de ni) su valor
natura], primitivo y etimológico, yo.
¿Y qué de extraño es que así sucediera, sobre todo en Asia, donde
las etiquetas refinadas fueron antiguamente tan ordinarias y aún lo
son en todo el Oriente de Asia? En América no se encuentra tal con-
TOMO VIII.— 33
5 14 CRÍTICA
fusión, ni tampoco en el extremo de la Oceanía, en la Melanesia, los
dos polos de la irradiación etnológica, adonde fueron las primeras
oleadas de gentes partidas del Asia.
Después de estudiar, siguiendo el mismo proceso, los grupos fóni-
cos que indican la segunda y la tercera persona en Jas lenguas deriva-
das, se ocupa del estudio de los demás demostrativos en todas ellas,
llegando siempre á la misma deducción, esto es, que á través de las
múltiples y variadas modificaciones que han sufrido estos grupos
fónicos en las distintas lenguas, todavía el estudio comparativo j>emii-
te al que lo verifica con imparcialidad y sin prevención de ningún
género, encontrar los elementos comunes y primitivos de los mismos,
los cuales debieron pertenecer á la lengua común, madre de todas,
pues existen en todas las derivadas.
Y de paso he de notar que lo más extraño en este punto no es el
qae las lenguas se diferencien después de tantos siglos de desgaste
continuo que las palabras vienen sufriendo, y especialmente debieron
sufrir antes de conocerse la escritura y quedar aquéllas ya, con este
procedimiento, fijadas y como estereotipadas hasta cierto punto; sino
que lo raro, lo extraño, lo que casi liega á lo inconcebible — y por tanto
puede explicar en cierto modo las afirmaciones que gratuitamente
han hecho de que las lenguas eran irreductibles, dos que no han querido
aceptar la relación del Génesis — , es que, á pesar de tal diferencia de
civilizaciones, de climas, de variaciones en el medio ambiente, de in-
fluencias recíprocas, etc., etc., queden todavía en las ¡lenguas habladas
elementos suficientes para demostrar su unidad de origen de un modo
positivo y evidente á todo aquel que emprenda este estudio sin pre-
venciones de ningún género.
Léase la obra del señor Cejador; estudíese con el detenimiento que
merece objeto tan profundo y tan trascendente; téngase la debida
preparación para comprender algunos cambios fónicos, que son muy
normales y ordinarios y concede todo el que haya estudiado, no mu-
chas lenguas, sino sólo las de una familia, y se verá que las deduccio-
nes del señor Cejador son tan lógicas y conformes á las leyes de la
lingüística, que puede afirmar, como lo hace, que no ha torturado
ningún grupo fónico para derivado de otro. Y no puede menos de
suceder esto; y no puede ser más legítima la conclusión del autor, dada
la base sobre que asienta su teoría.
Léase el tomo segundo, Los Gérmenes, y dígase si hasta e/1 día ha
habido Jingüista que haya tratado de demostrar la unidad del lenguaje
basándose en la misma naturaleza del sujeto que habla, del hombre: y
como el origen de éste es uno y único, como es obra de un solo y úni-
co Artífice, y no de diversos monos que lo engendraran en distintos
puntos del planeta, su modo de expresión, su habla, ha sido también
único y no artificial, no producto de convención, ni de gritos inarti-
culados y gestos y ademanes descompuestos, sino nntural y conforme
CRÍTICA 5 1 5
á la sapientísima organización y alma racional de que le dotó el sa-
pientísimo Artífice que le fonmó del polvo.
José Alemany,
Catedrático de Lengua Griega de la Universidad Central.
(El Universo, 15 de Noviembre de 1904,)
DIAJIIO DE UN ESPECTADOR
LAS PALABRAS
Un sabio modesto, cuya fama no ha salido aún del círculo de los
doctos y de los estudiosos, don Julio Cejador, trabaja hace años en
revelarnos el misterio del lenguaje. Don Julio Cejador es un filólogo.
El filólogo es el hombre de la lenta lectura, ¿Os acordáis de Nietz-
sche? Nosotros, hombres vulgares, de (lectura rápida, pasamos sobre
Jas palabras, recogiendo de ellas nociones y conceptos : son para nos-
otras signos fríos, inertes; fórmulas habituales del álgebra, del pen-
samiento. El filólogo, hombre de ¡lectura lenta, se para en ellas, las ve
animadas y vivas; descubre su historia, su abolengo, su lejano origen,
y escudriña en su interior la sucesión de ideas y de emociones que
las fabricaron primeramente y luego las habitaron.
Las palabras son, de cierto, una gran maravilla y un gran misterio.
Acostumbrados á usarlas desde la infancia, nuestra familiaridad con
ellas hace que no veamos su mlisterio, que nos parezcan una cosa natu-
ral, sencilla, que lleva en sí misma su explicación, ó no necesita nin-
guna. ¿Hay cosa más natural que hablar? Esos sonidos nos parecen
una cosa definitiva, como la forma de los seres. Su significación se
nos antoja que es parte de ellas mismas, é inseparable del sonido.
Pero esos sonidos y esas significaciones tienen una larga y á veces
accidentada historia; han pasado por muchas fases y cambios. Tam-
bién los seres del mundo orgánico, siguiendo el río caudaloso y lentJ
de la evolución, se vistieron y se despojaron de muchas formas.
Remontándonos en la investigación de la antigüedad de Jas pala-
bras, llegamos, como en la historia de los pueblos, á un período fabu-
loso, mítico, lleno de nieblas : al misterio de los orígenes. ¿ Hubo una
lengua primitiva? Y yendo aún más allá, ¿cómb se formó ese idioma
originario? ¿Cómo prendieron en las voces del hombre las primeras
semillas de pensamiento y de emoción ? ¿ Cómo la vida interna tomó
carne y vestidura de palabras? ¿Por qué tal sonido adquirió tal signifi-
cación ó nació con ella? ¿Por qué unas palabras expresan seres, otras
acciones, otras relaciones, otras conceptos abstractos, ideas metafísi-
cas, lo más alejado de la materialidad y de las fórmulas precisas y
concretas? ¿Qué relación hay entre el sonido y Ja significación? ¿Qué
ignorado cauce llevó al pensamiento á verterse en las copas de la pa-
labra?
5 1 6 CRÍTICA
Oejador, en su obra monumental El Lenguaje, escudriña estos pro-
blemas, y nos cuenta la vida y aventuras de estas palabras castellanas
que usamos todos los días y que tan sencillas y naturales nos parecen.
El tomo IV de El Lenguaje acaba de publicarse. Se llama Tesoro de
l-a lengua castellana. Origen y vida del lenguaje. Lo que dicen las pa-
labras. Es un Diccionario, pero un Diccionario que no se parece á los
que utilizamos comúnmente; un Diccionario en que las palabras no
están en formación militar, siguiendo el orden de sus diversas bande-
ras, que son las letras, sino agrupadas por familias y gentes, como las
antiguas milicias, en torno de las voces eúskeras é indoeuropeas de
donde provienen, ó que son sus parientes mayores. Un Diccionario
que no se limita á poner al lado del vocablo una definición, sino que
nos cuenta lo que el vocablo ha sido, sus vicisitudes y cambios, su em-
pleo en las letras eruditas y en los modismos y refranes del habla po-
pular, su parentela y estirpe.
Esta obra magna no es hosca y ceñuda para con el vulgo ; no está
escrita con el pensamiento aristocrático del que sólo quiere rozarse
con gentes leídas y sabidoras : á todos se ofrece llana y comprensible,
y aun se adereza á veces con las sales del ingenio castizo, para hacer-
se más acepta y tratable. El mediano saber, mucho más fatuo que la
verdadera sabiduría, suele huir de esta llaneza y perecerse por tecni-
cismos y terminachos intrincados.
El señor Cejador es un eclesiástico: es catedrático de un Instituto
de provincias. Sus libros, por la enorme suma de trabajo, de medita-
ción, de paciente inteligencia que representan, nos dan ila imagen de
su vida ; la imagen de una vida absorbida por la representación, que
arde serenamente en luz espiritual. Su símbolo sería una lámpara, una
lámpara antigua, como las que vemos en ilas viñetas y en los emble-
mas que representan los sabios de lejanos tiempos, absortos en su tra-
bajo, meditativos, ausentes del marco exterior de su vivienda, de las
cosas materiales que les rodean. La lámpara es un emblema de vigi-
lancia, de trabajo mental, de vigilias consagradas al pensamiento.
El Estado debería honrar á 'Cejador, elevándole á las aulas de la
enseñanza superior, donde está su puesto.
Los que hablamos el castellano, doctos é ignorantes, letrados y sin
letras, debemos agradecerle que nos cuente la maravillosa historia de
las palabras desde que brotaron de labios del hombre primitivo, en la
selva prehistórica.
Andrenio.
(La Época, 20 de Octubre 1908.)
CRÍTICA 5 17
REVISTA UTERARIA
Tesoro de la lengua castellana. — ^Origen y vida del lenguaje. — Lo
QUE DICEN LAS PALABRAS, por dou JuHo Cejador y Frauca. Madrid,
1908.
Plumas ilustres de literatos y filólogos, como Menéndez y Pelayo,
Rufino José Cuervo, y aqui en estas mismas columnas el malogrado
Navarro Ledesma, se han empleado en el elogio de las obras del gran
filólogo español don Julio Cejador y Frauca, investigador y filósofo
del lenguaje. Hoy toca á la mía, más humilde, decir algunas palabras
del Tesoro de la lengua castellana, recién salido de das prensas.
El Tesoro de la lengua castellana, Origen y vida del lenguaje, Lo
que dicen las palabras, que todos estos títulos lleva, y ninguno sobra,
por lo que cada uno declara del contenido del libro, es el tomo IV de
la obra magistral emprendida por Cejador con el título de El Lengua-
je, sus transformaciones, su estructura, su unidad, su origen y su ra-
san de ser. Recordemos rápidamente que los tres tomos anteriores
comprenden : el primero, la Introducción al estudio del lenguaje; el
segundo. Los Gérmenes del lenguaje, estudio fisiológico y psicológico
de las voces del lenguaje, como base para la investigación de sus orí-
genes y el tercero Ja Embriogenia del lenguaje, su estructura y formas
primitivas, sacadas del estudio comparativo de los elementos demos-
trativos de las lenguas. Obra es ésta de las que consumen una vida y
exigen tal caudal de conocimiento de idiomias antiguos y modernos,
tal penetración filosófica, tal espíritu de paciente investigación histó-
rica y una tan firme ojeada de conjunto para no perderse en esa Ba-
bel de palabras diferentes, que parecen superiores á lo que puede dar
de sí el esfuerzo de un hombre, bien que da laboriosidad guiada por
una inteligencia poderosa hace milagros y uno de ellos es la multi-
plicación del tiempo y del trabajo.
El Tesoro, como lo dice su nombre, es un Diccionario, pero un
Diccionario concebido y ejecutado de muy diferente manera que los
usuales que manejamos á cada paso.
Lo primero que llamará la atención en él, por ser lo más visible y
chocante, es que las palabras no están por el orden del abecé, como
dice el autor, sino formadas en grupos naturailes con arreglo al orden
lógico é histórico que les marca la derivación de los sonidos elemen-
tales y la descendencia de unas en otras lenguas, desde el viejo eús-
kera y das antiguas lenguas indoeuropeas, principalmente el griego y
el latín, al castellano. El orden alfabético que se emplea en dos dic-
cionarios es, como todo el mundo sabe, un orden artificial, de catálo-
go, de clasificación, ideado para da comodidad de la consulta, aunque
tiene el inconveniente de presentar descoyuntada, y más aún que des-
coyuntada, repartida en casillas la lengua, es insustituible por lo sen-
5l8 CRÍTICA
cilio y rápido, sobre todo en 'los léxicos de manejo vulgar. En la obra
de Cejador la dificultad práctica que resultaría de no estar las pala-
bras puestas por este orden acostumbrado, se remediará fácilmente
poniendo al final un repertorio ó índice alfabético. El autor lo dice en
el prólogo : "El tropiezo de no servir después la obra para dar al pun-
to con el vocablo que se busque, con el refrán, el modismo, la frase,
rodéase de una manera harto llana haciendo al final de la obra un
tomo de referencias por orden alfabético de las voces castellanas, y
si á mano viene, en listas separadas, de las griegas, latinas, euskéri-
cas. Por manera que siguiendo el orden lógico, tendremos un diccio-
nario castellano, un diccionario del eúskera, un diccionario latino, un
diccionario griego, todos etimológicos, y además un diccionario caste-
llano cabal en todos sentidos, cuanto es posible hacerlo á una sola perso-
na que sólo cuenta con una cabeza y dos puños." Este remedio se ha
aplicado en los diccionarios que no observan el orden del abecedario,
por ejemplo, en los diccionarios ideológicos, cuyos artículos están agru-
pados en torno de ciertas nociones ó ideas primarias, que son á modo
de capitanes de cada grupo de conceptos. Trazar el mapa de un idioma,
reconstituir la estructura natural de su vocabulario, parece empresa di-
ficilísima, en que hay que proceder por aproximaciones y conjeturas.
El esquema más aproximado de un idioma, teniendo en cuenta su
formación temporal é histórica, sería un árbol, un árbol genealógico
de palabras. En ese esquema nos hace pensar el Tesoro de la lengua
castellana del señor Cejador, en cuyo primer volumen aparecen agru-
padas las palabras en torno de las cinco vocales a e i o u, como soni-
dos elementales. Su subtítulo, Origen y vida de ¡as palabras, declara
la importancia que en esta obra tienen las etimologías, la historia de
las palabras. El otro subtítulo. Lo que dicen las palabras, atañe á la
semántica ó valor significativo. Pero el Diccionario de Cejador no es
un Diccionario de definiciones. "¿Definiciones de palabras en el Dic-
cionario?— dice — . Cuando ailgún Aristóteles se meta á lexicógrafo,
amohinado al cabo con sus géneros y diferencias que nada dicen, dará
en volverlas por el envés, como la del narigudo de Quevedo: "Erase
un hombre á una nariz pegado." Esas son las mejores definiciones.
El que no sepa lo que es un caballo se quedará tan en ayunas con su
definición como todos nos quedamos con la de la electricidad, qne
nadie sabe definir hoy por hoy."
¿'Cómo sabremos, pues, lo que dicen las palabras? lo sa])remo9
principalmente por el uso vulgar, y también por su historia. El Dic-
cionario del señor Cejador nos muestra el uso de las palabras con dos
clases de autoridades: 'las autoridades literarias y la anónima, pero
inmensa y decisiva autoridad del pueblo, manifestada en los refranes
y modismos vulgares, verdaderamente idiomáticos, sacados de la en-
traña de la lengua.
Lleva el Tesoro de la lengua castellana XKXVi páginas de intro-
ducción, páginas verdaderamente sustanciosas, escritas con una lia-
CRÍTICA 3 19
neza y una soltura encantadoras, como por maestro en el idioma. Allí
resuniie el señor Cejador su teoría del lenguaje, expuesta y desarro-
llada en los volúmenes anteriores. Los filólogos, valiéndose del mé-
todo histórico-comparativo, es decir, cotejando las diversas formas de
■las palabras en las lenguas de la misma familia, y averiguando las
formas que las palabras de un mismo idioma han tenido en las varias
épocas de su historia, han llegado á descubrir las leyes de la evolu-
ción fonética de las lenguas, y aun á sacar ciertas fórmulas ó pala-
bras esquemáticas, que parecen como las palabras madres de donde
salieron las variantes de los diferentes idiomas, y que debieron de
pertenecer á una lengua única anterior á los idiomas indoeuropeos
que conocemos. Pero más allá de ilas raíces que son las palabras de
un periodo prehistórico, como dice Delbrück, no puede pasar la in-
vestigación puramente filológica. Los psicólogos, por su parte, traba-
jan por averiguar el origen del habla por medio de indagaciones psi-
cofí sicas. Cejador, aprovechando los trabajos de unos y otros, ha
llegado más lejos, hallando en el vascuence ó eúskera ila lengua prim.i-
tiva, anterior á las indoeuropeas, y al mismo tiempo el lenguaje natu-
ral que responde al mecanismo psicofísico.
"En el terreno histórico, donde trabajan indoeuropeístas y roma-
nistas— escribe el señor Cejador — , soy uno de ellos, y como ellos,
e-nderezo todos mis pasos por el método histórico-comparativo, y me
apropio cuanto ha descubierto la lingüística moderna : las Jeyes foné-
ticas y las raíces... Créese hoy que el problema del origen del lenguaje
está en manos de Ja psicología : á ella, pues, me encaminé. Pero no
bastando la psicología individual, porque el habla es un fenómeno de
la sociedad, no del individuo, hube de acudir á Ja psicología colectiva
y social. Por este camino logré penetrar en la prehistoria lingüística
y dar por rara casualidad con la lengua más antigua de Europa, que
allá, antes de la historia, se hablaba por estas tierras, cuando ni el grie-
go, ni el latín, ni el godo, ni el sánscrito habían nacido. Aquella habla,
que es la eúskera, y todavía vive en un rincón de España, entre los
vascongados, vi que era el habla natural, que encajaba en los princi-
pios de la psicología colectiva, y el habla de la cual las indoeuropeas
poco después nacieron." En los trabajos de los filólogos vascófilos
Astarloa y Larramendi puede rastrearse el germen ó antecedente re-
moto de la doctrina que científicamente desenvuelve Cejador, pero
aquello es como una incipiente aurora en que hay muchas sombras, y
esto el discurso claro y luminoso como la luz del día, discurso que se
desenvuelve con la riqueza y la seguridad de una doctrina científica
aprovechando los grandes adelantos de la filología y la psicología
moderna.
¿Cómo y por qué puede decirse que el eúskera es el habla natural?
Cejador lo razona con una explicación psicológica. El lenguaje nace
del gesto; la articulación es un gesto que se hace con da boca, y que
expresa tan naturalmente como los demás gestos los estados interio-
52 0 CRÍTICA
res del hoaabre, sus emociones, su vida psiquica. El gesto es una ma-
nifestación externa, una aparición en la superficie del movimiento
psicofisico. Eso son las palabras. Pero ocurre que los gestos elemen-
tales del lenguaje, esas voces sencillas, que han sido, como dice Cc-
jador, las turquesas de Jas palabras, son voces vivas euskéricas, por
donde resulta que el eúskera coincide con las primitivas manifesta-
ciones psicofísicas que forman los elementos del ¡lenguaje.
La clara, á par de profunda introducción del Tesoro de la lengua
castellana, es el mejor comentario de este libro, al cual puede aplicar-
se en dos sentidos ese clásico nombre de Tesoro que les cae bien á los
diccionarios.
Tesoro es de voces, de refranes, de autoridades letradas y aun de
psicología y folklore, y Tesoro es también mirando á la parte del
autor, de saber, de paciente estudio, de erudición, de laboriosidad
infatigable. A esa Introducción remitimos á los que deseen más larga
explicación de la que puede darse en estas rápidas reseñas periodís-
ticas.
E. GÓMEZ DE BaoUERO.
{El Imparcial, 26 Octubre 1908.)
UN LIBRO DE CEJADOR
Después de leer el libro de don Julio Cejador Lo que dicen las
palabras, primer capítulo de su obra Origen y vida del lenguaje, pa-
rece como que se apodera de vosotros cierto encogimiento del ánimo,
temeroso de invadir inconscientemente e! vedado de las formas bárbaras
de expresión del pensamiento.
Un chistoso amigo del señor Maura, periodista de aguda percep-
ción, informante político de buen seso, que hoy comparte con otros
amigos del presidente la ingrata tarea de fiscalizar la contabilidad de
la Hacienda pública, no sabiendo en cierta ocasión qué términos pon-
derativos usar para la alabanza de la oratoria maurista, exclamaba:
— ¿ No es verdad que al oír hablar á don Antonio se sienten deseos
de tirar de un carro?
No sé si fué Voltaire el que dijo que leyendo El Contrato social
se sentían ganas de ponerse á cuatro pies. Mi respetable y justamente
agasajado contertulio de otros días remedaba en cierto modo al iró-
nico creador del panglosismo, aunque, naturalmente, ilas palabras de
éste, si es que profirió las que yo le cuelgo, y las de aquél, tenían dis-
tinto alcance y algo diversa significación...
Pues bien ; al enterarse de Lo que dicen las palabras, del maestro
de Filología, lo que uno advierte en sí mismo es... deseos de callar.
Cejador debe de ser uno de los hombres que calen más hondo en
punto á lingüística, y doy á este concepto forma dubitativa porque no
CRÍTICA 521
cuadraría con mi modestia en ese menester de los estudios filológicos
un aserto cerrado, donde ila malicia común pudiese hallar bambolla,
ya que, asi el elogio como el vituperio apuntan en quien los manifiesta
y mantiene la presunción de ciencia bastante para el juicio que los
engendra.
''Acordándome del ideal que en el suyo etimológico propone Mon-
Jau de un acabadísimo diccionario, cual sería el que llevase las pala-
bras por sus acepciones, usos y etimología hasta su fuente manantial
y primer origen del habla, si posible fuese, me pregunté si no me sería
dado á mí lograrlo, juntando en una entrambas obras, que abrazase
todo el castellano, las indoeuropeas, donde están sus fuentes inmedia-
tas, y hasta el eúskera ó lengua primitiva, de donde éstas manan, tra-
yendo así el agua desde las primeras maneras que tuvieron los hom-
bres de expresarse hasta el castellano que hoy hablamos. Halagador
era el intento, grandiosa la empresa, por más que pareciera formida-
ble. Pero iban adelante los trabajos preparatorios; reducíase á enla-
zarlos y entretejerlos en una sola tela. Ailcé mi tinglado, armé mi
telar y allá va: este es el primer tomo, el primer capítulo de muestra,
del Origen y vida del lenguaje y del Tesoro de la lengua castellana.''
Esas palabras de Cejador denuncian la magnitud de su trabajo y
el mérito imponderable de tan egregia tentativa.
El lector del primer capitulo del Origen y vida del lenguaje, ya
sabe á qué atenerse. Los vocablos que vayan apareciendo á sus ojos
le dirán su historia, las vicisitudes por que han pasado, lo que con
ellos ó con sus elementos fonéticos más simples ha dicho la Humani-
dad, los cambios operados en los mismtos en el flujo y reflujo de las
generaciones que los usaron, el valor semántico que se les puede atri-
buir, la misión que les estuvo reservada en un período determinado
de cultura.
Cada uno de los signos verbales con que expresamos nuestros pen-
samientos, nuestros sentimientos, nuestras voliciones, es un símbolo
histórico ó un elemento dinámico del espíritu social. Cuando pasa
como ser muerto al catálogo de ilos arcaísmos, todavía se presta á la
disección del filólogo, que lo descompone en su parte temática y en su
parte desinencial y en los prefijos y en los sufijos, que recibiera al
correr en el acarreo del uso, y puede mostrar al curioso su noble as-
cendencia ó su baja estirpe y el resumen de su valor como testimonio
momtentáneo de Ja psiquis de un pueblo.
Las palabras son índices de la cultura y del progreso de la Hu-
manidad, y en sus evoluciones semánticas se puede seguir el curso de
ciertos principios que fueron como jalones de la marcha de ía His-
toria.
La frase con que yo estampo mi pensamiento, su giro, su estruc-
tura, es un dato de la vida de mi ambiente interior (mi educación lite-
laria, mis aficiones, mis prejuicios) en sus relaciones con el medio
que me circunda. Por muy subjetivo que estiméis lo que sale de vos-
322 CRÍTICA
Otros en forma de concepto, siempre habréis de encontrar en su fondc
y en su modalidad externa un atributo de esos dos ambientes.
Al hablar devolvemos en nuevos estados alotrópicos, como dicen
los químicos, la riqueza mental que hemos tomado del acervo común.
La idea es del medio; cualquiera que fuere la caperuza que ¡a pongáis,
reflejará en todo momento un estado de conciencia social que ha te-
nido en vosotros el primero de sus órganos de expresión ó uno de
tantos como la revelaron.
Somos, realmente, arcaduces. Pozamos el agua y la impulsamos
por cauces diversos; pero no nutrimos el manantial. Cuanto está en
nosotros nos vino de fuera, y al asistir á la contemplación de nuestra
propia psiquis, al sentirnos términos objetivos de nuestra reflexión
(el yo, visto en la conciencia), lo que hallamos propiarrtente es la ima-
gen del ser sociatl, de la psiquis de nuestro medio circundante, pro-
yectada en nosotros mismos.
Vaya todo esto para denotar la importancia que, en mi sentir, tiene
el estudio lexicográfico del lenguaje, como hecho que lleva por induc-
ción al conocimiento de da Historia.
Benot dijo un día ante la Academia de la Lengua lo que era hablar,
complementando así uno de los elementos de la definición de la Gra-
mática, y creo que para él á tanto equivalía aquel acto coirfo á susti-
tuir el valor absoluto de las palabras, consideradas aisladamente, por
el valor relativo que cobran en virtud de su oracional interdependencia.
'Cejador, como diestro orífice, aquilata y depura el casticismo del
vocablo, señalando su noble ó vil abolengo (v tened presente que aquí
la nobleza procede de abajo), según el mester donde alentó algún día
ó la nativa pureza de su formación original. Y luego acude al arsenal
inagotable de la sabiduría plebeya y os dice lo que 'la chusma castella-
na (definitivo legislador del idioma, arbitro para dar ó negar el pase
á las intrusiones de la erudición) pensó con Jas palabras que os quinta-
esencia, definiéndolas en el refrán ó en la frase, es decir, limitando, al
agruparlas con otras, su primera significación absoluta.
No es el suyo trabajo anatómico, de descomposición, de análisis,
exclusivamente, aunque vosotros y yo creamos que le preocupa el ha-
llazgo de líos últimos filamentos ideológicos que contenga un signo
verbal, por rudimentarios que fueren, y sorprenda su perspicacia para
reducir á elementos simplicísimos las partes componentes de la es-
tructura verbal. Cejador estudia la palabra en función, como ser vivo,
de órganos primordiales, adventicios ó atrofiados, y os deja ver cómo
han pasado por ella calladas corrientes de energía mental, deformán-
dola en unas ocasiones y hermoseándola en otras, y recubriendo casi
siempre con una estratificación de estados de alma (página de ila his-
toria natural del lenguaje) que conserva las formas definitivas de su
estructura orgánica...
Cejador restituye á las palabras de nuestra Jengua su primitiva
significación y las sorprende en un momento de su vida; es, á saber:
CRÍTICA 523
cuando, expresando el querer y el sentir del pueblo, hallaron albergue
en los escritores clásicos de ios siglos xvi y xvii, especialmente en
los del primero ; y decía yo que invitaba al silencio 'la lectura de su
libro magistral, porque después de notar en sus páginas el cerco apre-
tado que ponen dos barbarismos de toda especie al castizo decir, pa-
rece imposible no enturbiar la limpidez de nuestro idioma con nuevos
vocablos allegados al mismo, no por el vínculo de la agnación de ía
unidad genética, sino por el lazo de das menguadas adopciones artifi-
ciosas.
Sólo que habrá no pocos que crean que no debemos aspirar á un
puro remedo del habla de nuestros mayores, y que siendo interesante
la obra de descubrir su buen gusto, su gentileza en el uso del idioma,
su escrupulosa expresión de ila savia castiza para señalar los mínimos
matices del pensamiento, su majestuosa grandeza, su prodigalidad sin
límites en la fárfara de Castilla, hasta llegar á la liberaíísima disipa-
ción que muestra un Alfonso Martínez de Toledo, verbigracia (á
quien por cierto no cita entre sus clásicos Cejador, con ser quien fué,
sin duda por no sailirse de los escritores del siglo xvi), es inútil ir
contra la invasora corriente de neologismos que han aportado al idio-
ma nuestro acceso al mundo civilizado (sin que esto sea negar que
fuimos alguna vez centro de la universail cultura) y el olvido y la ig-
norancia de nuestro tesoro verbal, escondido bajo siete llaves en el
arca veneranda de la literatura del sig'lo xv y de los dos siguientes.
Ni siquiera son muchos los que aseguren que bastaría con hundir
el cazo en el barreño popular para extraer ila más rica substancia de
nuestro decir. Recordad que era fray Luis de León el que se expresa-
ba en los términos siguientes:
"Dicen que no hablo romance porque no hablo desatadamente y
sin orden y porque pongo en ilas palabras concierto, y las escojo y les
doy su lugar, porque piensan que hablar romance es hablar como se
habla en el vulgo, y no conocen que el bien hablar no es común, sino
negocio de particular juicio, ansí en lo que se dice como en la manera
como se dice. Y negocio, que de las palabras que todos hablan, elige
las que convienen y mira el sonido dellas y aun cuenta á veces las le-
tras y las pesa y las compone, para que no solamente digan con clari-
dad lo que se pretende decir, sino también con armonía y dulzura..."
El caudal de 'las palabras se renueva y se renovará incesantemen-
te, sin que las leyes de razas de los que más estiman lo castizo y lo
clásico sean parte á evitar cruzamientos que engendren vastagos de
mestiza condición.
Mortalia jacta peribunt — decía Horacio (y perdonad la cita, ¡ oh,
nobles Eleuterios !) — Neduní sermonmn stet honos et gratia vivax.
Multa renascentur qiiae jam cecidere, cadentque qiiae niinc sunt in
honorc vocabula, si volet usus...
Y si licuit semperque Ucebit — signatum praesente nota procn-*
dere nomen — , ¿quién se atreverá á proscribir formas nuevas ver-
524 CRÍTICA *■
bales que lian logrado ingreso en la conversación familiar vestidas
con arreo castellano?
Ut syivae foliis pronos mutantur in anuos, prima cadunt: ita
verborum vetus intcrit actas. Et iuvcnum ritu florea t modo nata,
vigentque.
Las pailabras no están libres de la caducidad que amenaza á todo
lo contingente. Y aunque las que ya sucumbieron revivan en la plu-
ma de un escritor ó en los labios de los oradores, la proliferación exu-
berante de líos neologismos les negará el aire y la luz y volverán á ser
fósiles que recuerden una etapa de nuestra literatura ó un momento
de la Historia de Ja Humanidad.
Apuremos todos los días en la apacible soledad de nuestra biblio-
teca el néctar de la castiza parla de nuestros mayores en el vaso de
oro de los libros predilectos; pero dejemos que este revuelto mar de
la vida moderna traiga á nuestras playas fragmentos de todos los
caiitiles...
José Rocamora.
{Heraldo de Madrid, 30 de Octubre de 1908.)
ESTE TOMO SE ACABÓ DE IMPRIMIR
EN LA TIPOGRAFÍA DE LA "REVISTA DE
ARCHIVOS, BIBLIOTECAS Y MUSEOS"
EL DÍA IX DE MARZO
DEL AÑO MCMXVIII
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Cejador y Franca, Julio
Historia de la lengua y
literatura castellana
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