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Full text of "Historia de la lengua y literatura castellana"

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in  2009  with  funding  from 

University  of  Toronto 


http://www.archive.org/details/historiadelaleng08ceja 


HISTORIA  DE  LA  LENGUA 

Y 

LiTERATüRii  Castellana 

COMPRENDIDOS    LOS   AUTORES   HISPANO-AMERICANOS 

(PRIMER  PERIODO  DE  LA  ÉPOCA  REALISTA:  1S50-1869) 


POR 


D.  JULIO  CEJADOR  Y  FRAUCA 

CATEDRÁTICO  DE  LENGUA  Y  LITERATURA  LATINAS 
DE  LA  UNIVERSIDAD  CENTRAL 


TOMO      VIII 


MADRID 


TIP.     DE    LA    «REVISTA   DE    ARCHIVOS,    BIBL.    Y    MUSEOS»  -^    / 

Olónaga,   I— Teléfono  S.  1.385  '^^      ^ 


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UNA  GRANDE  HISTORIA  LITERARIA 


Entre  los  insignes  trabajadores  intelectuales  con  que  cuenta  hoy 
España  ocupa  lugar  preeminente  el  sabio  filólogo  y  literato  don  Julio 
Cejador  y  Franca,  bien  conocido  en  ambos  mundos. 

Las  Gramáticas  griega  y  latina  y  la  Lengua  de  Cervantes  son  obras 
fundamentales,  que  revelan  una  inmensa  sabiduría  y  un  luminoso  cri- 
terio filológico.  El  magno  Tesoro  de  la  lengua  castellana,  del  cual 
van  publicados  doce  gruesos  volúmenes,  es  una  obra  de  tan  grande 
aparato  de  demostración  científica  y  de  tan  extrema  novedad  en  sus 
conclusiones,  que  sólo  cabe  admirar  la  magnitud  y  audacia  del  es- 
fuerzo, sin  pretender,  por  nuestra  parte,  dar  opiniones  que  requerirían 
estar   fundadas  en   profundos   conocimientos   de    filología   comparada. 

En  medio  de  una  labor  científica  que  revela  una  actividad  asombro- 
sa, el  señor  Cejador  emprendió  hace  pocos  años  otra  grande  empresa: 
la  Historia  de  la  lengua  y  de  la  literatura  castellana  ;  y  en  breve 
tiempo  ha  publicado  seis  volúmenes  y  tiene  en  prensa  el  séptimo,  que 
casi  llega  á  la  época  contemporánea. 

En  su  carta  á  don  Adolfo  Bonilla  y  San  Martín  reconoce  el  señor 
Cejador  que  la  realización  de  esta  empresa  hubiera  correspondido  al 
inolvidable  maestro  Menéndez  y  Pelayo.  Pero  habiendo  fallecido  éste 
sin  satisfacer  esa  grande  ambición  de  su  vida,  toca  á  los  que  le  han 
sucedido  en  el  cultivo  de  la  erudición  española  procurar  la  ejecución 
de  una  obra  que  reclaman  con  urgencia  cuantos  admiran  y  estudian 
las  letras  castellanas. 

Cuando  piensa  uno  en  los  vastos  planes  que  concibió  en  su  juventud 
Menéndez  y  Pelayo  y  en  su  magnífica  preparación  para  darles  ejecu- 
ción cumplida,  no  puede  menos  de  lamentar  que  los  más  bellos  quizá 
quedaran  apenas  esbozados;  presentando  el  aspecto  de  columnas  gran- 
diosas, á  las  cuales  falta  la  coronación  triunfal  del  monumento.  Y  se 
experimenta  simpatía  por  los  amigos  y  continuadores  del  maestro,  que, 
recogiendo  su  herencia,  han  procurado  realizar  esos  planes,  ya  explo- 
rando, como  Menéndez  Pidal,  las  misteriosas  reconditeces  de  la  epo- 
peya medioeval ;  ya  penetrando,  como  Bonilla  San  Martín,  en  los  in- 
trincados laberintos  de  la  historia  de  la  filosofía  española;  ya  ilustran- 
do figuras  y  obras  de  la  edad  de  oro  en  admirables  monografías, 
como  Rodríguez  Marín  y  Blanca  de  los  Ríos ;  ya  recorriendo  el  campo 
entero  de  nuestra  literatura,  como  lo  hace  don  Julio  Cejador  y  Frauca, 


VIH  UNA    GRANDE    HISTORIA    LITERARIA 

con  audacia  y  bizarría  propias  de  quien  pertenece  á  una  raza  de  ex- 
ploradores y  conquistadores,  que  dio  su  Libertador  al  Continente  ame- 
ricano :  la  raza  vascongada. 

Hay  distintas  maneras  de  escribir  la  historia  literaria  con  utilidad 
para  el  público  y  lustre  para  el  maestro :  desde  el  método  sintético, 
que  abarca  los  grandes  conjuntos  y  juzga  una  época  por  las  figuras 
más  tipleas  y  representativas,  hasta  el  procedimiento  minucioso  y  ana- 
lítico, que  se  preocupa  por  los  más  pequeños  pormenores.  Hay  histo- 
rias artísticas  é  historias  puramente  documentales;  libros  en  que  la 
erudición  ocupa  escaso  lugar  y  predomina  la  apreciación  estética  y 
otros  que  constituyen  verdaderos  repertorios  bibliográficos.  Todos 
estos  sistemas  son  legítimos  y  puede  decirse  que  mutuamente  se  comr 
pletan.  Y  tratándose  de  una  literatura  como  la  castellana,  tan  vasta  y 
comjplicada  en  sus  manifestaciones,  tan  deficientemente  ilustrada  has- 
ta hoy  en  muchos  de  sus  más  interesantes  períodos  y  al  propio  tiempo 
tan  original,  rica  y  pujante,  tan  digna  de  ocupar  la  atención  de  los 
más  altos  espíritus  críticos,  se  requieren  para  su  ilustración  y  estudio 
obras  de  índole  muy  diversa,  y  no  solamente  el  esfuerzo  de  un  sabio, 
sino  el  de  muchos  y  muy  preparados  especialistas. 

Lo  que  principalmente  caracteriza  la  obra  del  señor  Cejador  es 
su  riqueza  bibliográfica.  Es  una  renovación  y  continuación  de  la 
grande  empresa  de  Nicolás  Antonio,  pero  no  en  forma  de  dicciona- 
rio, como  la  Biblioteca  de  éste,  sino  en  forma  de  historia,  es  decir, 
siguiendo  un  plan  rigurosamente  cronológico,  que  coloca  á  cada  autor 
y  cada  obra  en  el  sitio  que  4e  corresponde.  Y  no  es  menor  la  amplitud 
del  plan  de  Cejador  que  la  que  ofrece  la  obra  del  antiguo  sabio,  pues 
su  historia  comprende  todas  las  manifestaciones  de  la  actividad  inte- 
lectual del  pueblo  español.  Bajo  el  título  general  de  literatura  quedan 
aquí  cobijadas,  no  sólo  las  obras  propiamente  literarias,  sino  las  que 
pertenecen  á  toda  clase  de  disciplinas  científicas,  con  lo  cual  se  am- 
plía desmesuradamente  el  cuadro,  pero  se  puede  seguir  de  frente  el 
desarrollo  de  la  cultura  española.  Abruma  y  confunde  la  cantidad  de 
nombres,  títulos  y  fechas  que  comparecen  en  esas  nutridas  páginas:  la 
colosal  erudición  del  autor  á  todo  alcanza,  y  su  infatigable  actividad 
no  se  arredra  ante  aquella  enorme  masa  de  datos,  que,  organizados 
por  él,  adquieren  su  valor  y  significación;  pero  que,  de  otra  manera, 
ahogarían  con  su  informe  peso  al  autor  y  al  lector.  El  riguroso  orden 
cronológico  vierte  viva  luz  sobre  los  fenómenos  literarios,  explica  las 
peculiaridades  de  ciertas  producciones  y  coloca  en  su  verdadero  lugar 
á  los  artistas,  aumentando  á  veces,  en  otras  reduciendo  su  significación 
propia  y  i>ersonal.  Pero  como  todo  método  tiene  sus  deficiencias,  no 
puede  negarse  que  esta  sucesión  no  interrumpida  de  obras  de  toda 
clase  no  es  muy  favorable  para  que  lectores  poco  preparados  puedan 
darse  cuenta  cabal  de  lo  que  Bruneticrc  llama  la  evolución  de  los  gé- 
neros. 

Se  engañaría  quien  creyese  que  la  obra  de  Cejador  es  exclusiva- 


UNA    GRANDE    HISTORIA    LITERARIA  IX 

mente  bibliográfica:  si  así  fuera,  sería  producción  inorgánica,  carece- 
ría de  alma,  cosa  incomprensible  en  un  trabajo  fundamental  de  un 
escritor  que  en  dondequiera  imprime  el  sello  de  su  poderosa  persona- 
lidad. Palpita  en  esa  obra  un  vigoroso  y  simpático  españolismo;  como 
si  el  espíritu  del  autor  se  hubiera  compenetrado  con  el  alma  nacional. 
Dondequiera  se  manifiesta  un  criterio  altivo  y  desenfadado,  que  no 
teme  contradecir  opiniones  consagradas,  cuando  se  trata  de  comparar 
las  manifestaciones  auténticas  del  genio  español  con  las  de  países  que 
aspiran  á  indiscutida  supremacía  en  literatura  y  arte,  como  Francia  é 
Italia.  Todos  los  sentimaentos  tradicionales,  que  han  sido  nervio  de  la 
raza  española  y  que  explican  su  posición  en  la  historia,  hallan  en  'Ce- 
jador  un  franco  y  caluroso  apologista,  á  quien  no  asusta  la  sombra 
espectral  de  la  Inquisición  ni  el  recuerdo  de  Felipe  II.  Ya  que  los 
críticos  extranjeros  han  solido  mostrarse  (con  honrosísimas  excep- 
ciones) tan  displicentes  con  las  cosas  españolas  y  tan  parsimoniosos 
en  el  elogio  de  sus  grandes  escritores,  justo  es  que  un  historiador  na- 
cional, á  quien  nadie  puede  tachar  de  ignorante,  elogie  con  arrogancia 
las  glorias  patrias  y  declare  que  nada  tienen  que  envidiar  á  las  de 
países  más  ricos  y  poderosos. 

Cejador  es  un  humanista,  iprofundo  conocedor  de  la  antigüedad 
griega  y  latina ;  pero  el  arte  clásico  no  es  el  preferido  de  su  alma.  Sus 
aficiones  lo  llevan  hacia  el  arte  popular,  aquel  que  brota  de  las  entra- 
ñas de  una  raza  y  expresa  sus  rasgos  más  característicos  y  originales, 
lo  más  hondo  é  íntimo  de  su  ser.  Cejador  admira  las  formas  correctas 
y  armoniosas  de  la  literatura  académica ;  pero  prefiere  las  manifesta- 
ciones irregulares  del  arte  espontáneo,  que  se  inspira  directamente  en 
el  espectáculo  de  la  vida  real.  Para  medir  hasta  dónde  llega  él  en  su 
entusiasmo  por  el  realismo  español,  basta  citar  el  siguiente  juicio,  que 
es  una  condensación  de  su  criterio  estético,  y  que  muchos  juzgarán 
extremoso  y  excesivo,  sobre  todo  por  la  novedad  de  ciertas  compara- 
ciones hechas  á  propósito  del  Arcipreste  de  Hita:  "Nuestra  literatura 
ofrece  tres  cimas,  que  se  yerguen  hasta  las  estrellas  y  sobresalen  entre 
las  obras  más  excelsas  del  ingenio  humano :  el  Quijote,  en  el  género 
novelesco;  la  Celestina,  en  el  dramático;  el  Libro  del  Buen  Amor,  en 
el  satírico,  en  el  lírico,  en  el  dramático,  en  todos  los  géneros...  La  lite- 
ratura griega  es  de  alfeñique  ante  esta  obra  de  un  verdadero  primitivo 
del  arte...  Sólo  Esquilo  puede  aparearse  con  él  en  la  fuerza;  y  sólo 
asentado  entre  los  primitivos  artistas  egipcios  se  halla  como  en  su 
casa  y  en  compañía  de  quien  le  entiende,  ó  codeándose  con  un  Ece- 
quiel  y  un  Isaías,  almas  de  la  misma  cantera  que  la  de  este  hombre 
verdaderamente  varonil  y  artista  colosal." 

Un  espíritu  como  el  de  Cejador,  tan  apasionado  por  las  cosas 
grandes,  no  podía  contentarse  con  la  anotación  puramente  bibliográ- 
fica ante  la  cual  tienen  iguales  derechos  fray  Luis  de  León  y  Cairasco 
de  Figueroa.  Y,  efectivamente,  él  reserva  sitio  especial  á  los  verda- 
deros maestros  y  traza  de  ellos  enérgicos  y  animados  retratos.  Ni  era 


X  UNA    GRANDE    HISTORIA    LITER.\RIA 

posible  que  su  conciencia  de  historiador  le  permitiese  pasar  de  laigo 
por  los  períodos  culminantes  de  la  Historia  de  España,  sin  detenerse 
un  instante  á  analizar  las  causas  generadoras  de  tanta  grandeza  y  de 
tan  desusado  esplendor  y  á  defender  á  su  patria  contra  envidiosos  car- 
gos de  naciones  rivales.  Los  cuadros  que  traza  de  la  España  de  los  Re- 
yes Católicos  y  de  la  de  Felipe  II  confortan  y  alientan  el  ánimo  de 
quien  siente  el  amor  de  la  lengua  y  de  la  raza. 

En  lo  que  toca  á  la  apreciación  literaria  de  los  escritores,  cono- 
ciendo ya  las  opiniones  del  critico,  bien  podemos  adivinar  cuáles  son 
sus  géneros  predilectos,  cuáles  los  escritores  que  se  llevan  todas  sus 
simpatías.  El  Romancero,  la  novela  picaresca,  el  teatro  del  siglo  xvi, 
la  mística,  ciencia  de  amor  que  no  fué  en  España  enervador  y  mal- 
sano quietismo,  sino  estímulo  enérgico  de  la  voluntad,  son  para  Ceja- 
dor  las  manifestaciones  verdaderamente  originales  del  genio  español. 
Reconoce  las  ventajas  del  movimiento  humanístico  del  Renacimiento; 
pero  deplora  la  italianización  excesiva  del  arte  español  y  da  claras  se- 
ñales de  participar  de  la  animadversión  de  Castillejo  por  los  versos 
hechos  *'al  itálico  modo".  De  aquí  el  valor  secundario  que  asigna  á  la 
lírica  clásica  y  con  mayor  razón  á  los  poemas  épicos  escritos  según  el 
patrón  de  Tasso  ó  de  Aríosto.  Para  él  la  forma  purísimja,  el  cendal 
griego  de  los  poetas  renacientes  sólo  puede  aceptarse  cuando  cubre  y 
embellece  un  pensamiento  fuerte  y  original.  Herrera,  uno  de  los  poetas 
más  influidos  por  el  gusto  italiano,  se  salva  á  sus  ojos  por  la  inspiración 
religiosa  y  patriótica  de  sus  odas,  como  se  salva  Quintana,  poeta  de 
gusto  francés,  pero  que  acertó,  á  fines  del  siglo  xviii,  á  hacerse  in- 
térprete elocuente  y  grandioso  del  patriotismo  español  en  días  de  la 
invasión  napoleónica.  De  fray  Luis  de  León,  el  Horacio  español,  pero 
cristiano  y  ascético,  escribe  el  siguiente  profundo  juicio:  "Es  fray 
Luis  la  clave  del  Renacimiento  español,  cuanto  á  haber  sabido  mejor 
que  nadie  fundir  en  una  las  tres  corrientes  del  pensamiento  y  de  la 
forma,  la  puramente  castellana,  la  grecolatina  y  la  hebraica,  y  esto 
tanto  en  prosa  como  en  verso."  Y  como  respondiendo  a  aquellos  re- 
buscadores eruditos  que  han  pretendido  destronar  á  Cervantes  para 
colocar  en  su  sitio  á  ciertos  viejos  hablistas,  ricos  en  palabras  y  ex- 
presiones de  cepa  castiza,  pero  faltos  de  genio  creador  y  de  la  belleza 
de  forma  que  trajo  el  Renacimiento,  escribe:  "Es  Cervantes  el  que 
más  diestramente  supo  aunar  la  refinada  elegancia  clásica  de  los  anti- 
guos y  del  Renacimiento  con  el  realismo  y  casticismo  del  habla  popu- 
lar, siendo  su  decir  propio  y  limpio,  armonioso  y  recio,  y  el  más  rico 
de  voces  y  construcción  de  los  escritores  castellanos." 

El  estilo  del  señor  Cejador  es  tan  personal  como  su  criterio  litera- 
rio. Amante  de  lo  popular,  enamorado  del  sano  realismo  español,  re- 
huye el  estilo  retórico  y  usa  un  extenso  vocabulario,  en  el  cual  abun- 
dan los  términos  familiares,  las  frases  que  sirven  para  poner  de  bulto 
las  cosas,  aun  cuando  no  pertenezcan  al  género  pulido  de  la  prosa 
elegante.  Hombre  batallador,  nunca  busca  eufemismos  ni  expresiones 


UNA    GRANDE    HISTORIA    LITERARIA  XI 

de  sentido  ambiguo  para  decir  todo  su  pensamiento;  antes  bien,  em- 
plea las  palabras  más  claras  y  decisivas,  ya  para  el  elogio,  ya  para  la 
censura.  Puede  uno  disentir  de  algunos  de  sus  juicios,  pero  aun  en 
medio  de  la  desconformidad,  debe  reconocer  que  Cejador  es  un  "espí- 
ritu valiente",  de  aquellos  á  quienes  Quevedo  no  habría  incluido  en 
su  censura,  cuando  en  su  epístola  al  Conde-Duque,  exclamaba :  "¿  Nun- 
ca se  ha  de  decir  lo  que  se  siente?" 

Para  muestra  de  la  manera  franca  y  desenfadada  que  usa  en  sus 
juicios  Cejador,  véase  el  concepto  que  emite  sobre  un  español  que  ha 
gozado  fuera  de  España  de  cierta  celebridad,  más  política  que  literaria: 
"Don  Juan  Antonio  Llórente,  el  don  Oppas  moderno,  canonista  áulico 
afrancesado  de  José  Bonaparte,  irreligioso  y  filibustero,  libelista  y 
falsario,  maestrescuela  de  Toledo,  hombre  que,  perdidas  las  esperanzas 
de  obispar,  de  que  había  dado  apetitosas  muestras,  metióse  á  incauta- 
dor  y  desamortizador  con  título  de  director  general  de  bienes  nacio- 
nales, cargo  que  le  quitaron  los  franceses  por  acusación  de  filtracio- 
nes de  unos  once  milloncejos  de  reales;  varón  que  apellidaba  á  los 
héroes  de  nuestra  independencia  plebe  y  canalla  vil,  pagada  por  el  oro 
inglés.  Quemó  los  papeles  de  la  Inquisición  que  no  le  venían  á  cuento; 
llevóse  otros,  porque  sí,  á  París  y  enhiló  el  embusterísimo  y  pedestre 
libro  Histoire  critique  de  Vlnquisition  d'Espagne...  y  acabó  con  el  re- 
trato político  de  los  Papas,  donde  admitió  la  fábula  de  la  papisa  Juana, 
y  con  la  traducción  de  la  inmunda  novela  de  Louvet  Aventuras  del  ba~ 
roncito  de  Faublas." 

La  independencia  de  criterio  que  demuestra  Cejador  en  todas  las 
secciones  de  su  obra  no  significa  que  él  tenga  en  poco  el  juicio  ajeno; 
por  el  contrario,  no  pierde  ocasión  de  citar  á  los  historiadores  y  crí- 
ticos que  le  han  precedido,  especialmente  á  Menéndez  y  Pelayo,  hasta  el 
punto  de  que  ha  formado,  con  estas  frecuentes  y  extensas  citas,  una 
verdadera  antología  de  trozos  escogidos  del  maestro.  Concuerdan  en 
casi  todos  los  puntos  estos  dos  sabios,  y  si  Cejador  parece  apartarse 
de  Menéndez  en  ciertas  apreciaciones  sobre  el  arte  clásico,  la  verdad 
es  que  ambos  coinciden  en  el  culto  entusiasta  por  los  genuínos  repre- 
sentantes del  más  puro  españolismo :  el  Arcipreste  de  Hita  y  el  autor 
de  la  Celestina  y  los  dos  colosos  de  la  edad  de  oro,  el  autor  del  Quijo- 
te y  el  creador  del  teatro  español. 

No  se  limita  Cejador  al  estudio  de  la  literatura  peninsular.  Con 
el  mismo  amplio  criterio  de  Menéndez  y  Pelayo,  abarca  todas  las  mani- 
festaciones de  la  cultura  hispana  en  ambos  mundos.  Su  obra  será  el 
monumento  intelectual  de  toda  la  raza  española.  En  el  volumen  sexto, 
que  acaba  de  publicarse,  encontramos  ya  varias  citas,  por  lo  general 
lisonjeras  en  su  forzosa  brevedad,  de  escritores  nacidos  en  Colombia. 
Y  al  entrar  en  el  período  independiente,  estamos  seguros  de  que  se  am- 
jjliará  la  parte  correspondiente  á  los  escritores  americanos.  Signo  del 
propósito  fraternal  del  autor  es  la  aparición  de  los  retratos  de  Bello 
y  Olmedo  al  lado  de  los  de  Lista  y  de  Quintana. 


XII  UNA    GR-\NDE    HISTORIA    LITERARIA 

Cuando  verntos  á  'Oejador  acumulando  preseas  de  todos  los  puntos 
del  globo  adonde  llegó  la  influencia  de  España,  no  podemos  menos  de 
recordar  á  esos  antiguos  hidalgos  que,  después  de  ejercitar  su  lanza 
contra  los  moros,  pasaban  á  Italia,  recorrían  en  triunfo  á  Flandes, 
combatían  en  campos  franceses  y  guardaban  alientos  y  brío  para  venir 
á  América,  conquistar  imperios  y  volver  á  la  madre  Patria,  cargados 
con  despojos  de  uno  y  otro  Continente. 

Libros  como  el  de  Cejador  son  convenientes  para  fomentar  el 
amor  patrio,  para  desvanecer  recelos  y  pesimismos,  para  alejar  á  los 
incautos  de  la  adoración  servil  de  lo  extraño,  poniendo  ante  sus  ojos 
el  espectáculo  de  la  propia  y  original  grandeza.  Si  es  nota  distintiva 
de  los  grandes  críticos  franceses  el  inculcar  en  toda  ocasión  la  supre- 
macía de  su  literatura  clásica  sobre  las  demás  europeas  y  aun  sobre  la 
griega  y  la  latina,  y  si  cada  uno  de  ellos  aguza  sus  facultades  para 
apreciar  desde  puntos  de  vista  nuevos  las  obras  maestras  del  gran 
siglo,  no  dejando  rincón  adonde  no  llegue  su  penetrante  mirada  ni 
pormenor  que  se  escape  á  su  análisis,  justo  es  que  un  hombre  como 
Cejador,  conocedor  de  las  literaturas  extranjeras,  pero  más  de  la  pro- 
pia, que  siente  y  ama  con  toda  la  energía  de  su  temperamento,  haga 
una  obra  honda  y  sinceramente  española,  llena  de  ardiente  patriotis- 
mo. Si  es  natural  y  lógico  que  los  franceses  no  descansen  en  el  estudio 
y  la  apología  de  Racine  y  de  Lafontaine,  de  Pascal  y  de  Montaigne, 
preciso  es  que  los  españoles  hagan  labor  semejante  en  honra  de  Lope, 
de  Calderón  y  de  Cervantes.  Como  esas  dos  literaturas,  en  sus  momen- 
tos culminantes,  no  sólo  difieren  profundamente,  sino  que  procuraron 
realizar  por  opuestos  caminos  sus  respectivos  ideales  de  belleza,  es 
natural  que  cada  nación  comprenda  mejor  á  sus  propios  genios  que  á 
los  extraños;  pero  esta  explicable  divergencia,  si  no  degenera  en  ri- 
dículo chatn'inisme  ó  patriotería,  puede  ser  fecunda  para  la  crítica  y 
darle  una  grande  amplitud  de  miras,  permitiéndole  colocar  en  un 
mismo  nivel  de  gloria  genios  de  índole  muy  opuesta. 

El  señor  Cejador  ha  hecho  un  llamamiento  á  todos  cuantos  escri- 
ben en  castellano  para  que  le  envíen  sus  respectivas  papeletas  biblio- 
gráficas, con  el  dato  de  su  nacimiento  y  la  descripción  precisa  de  sus 
obras,  y  este  generoso  deseo  debe  ser  atendido  por  cuantos  aspiren  á 
ocupar  un  sitio,  por  modesto  y  humilde  que  sea,  en  el  cuadro  inmenso 
de  la  literatura  castellana.  El  libro  del  señor  Cejador  está  llamado  á 
ser  el  consultor  indispensable  para  quien  quiera  comprobar  un  nom- 
bre, título  ó  fecha,  ó  refrescar  una  idea  sobre  la  materia,  y  para  quien 
desee  empaparse  en  lo  más  original,  brioso  y  serio  del  genio  español. 
Su  titánico  esfuerzo  impone  respeto  y  admiración,  y  debemos  ver  en 
él  al  digno  renovador  de  las  colosales  empresas  de  don  Marcelino  Me- 
nén<lez  y  Pelayo. 

Bogotá,  Julio  de  1^17. 

Antonio  Gómez  Restrepo. 


ÉPOCA  REALISTA 

(1850-1887) 


"Aliqua  imago  dicitur  esse  pulchra,  si 
perfecte  repraesentet  rem,  quamvis  tur- 
pem." — (S.  Tomás.) 

La  novela  realista  es  "un  miroir  qu'on 
proméne  le  long  du  chemin". — (Stendhal.) 

"L'art  est  une  représentation  ;  nous  r.e 
devons  penser  qu'á  représenter." — {Flau- 
bert.) 

"El  arte  es  la  realidad  vista  a  través  <íe 
un    temperamento." — (Zola.) 


Literatura  francesa. — Théodore  de  Banville  (1823-91).  Charles 
Eaudelaire  (1821-67),  Fleurs  du  mal  (1857-61).  Leconte  de  Lisie  (1820- 
94).  Sully  Prudhomme  (1839-.1907).  Franqois  Coppée  (1842-1908).  Emi- 
le  Augier  (1820-89),  Alexandre  Dumas,  hijo  (1821-95),  Dame  aux  Ca- 
melias, nov.  (1848)  y  dr.  (1852),  Francillon  (1887).  Victoriano  Sardou 
(1831-1908).  Paul  Bourget  (n.  1852).  Gustave  Flaubert  (1821-80),  Ma- 
dame  Bovary  (1856),  Salambó  (1862),  Tentation  de  S.  Antoine  (1874), 
Boiivard  eí  Pécuchet  (1881).  Octave  Feuillet  (1821-90).  Edmond  (1822- 
96)  y  Tules  (1830-70)  Goocourt,  Germinie  Lacerteux  (1865),  Fréres 
Zemganno  (1879).  Henry  Murger  (1822-61).  Alfonso  Daudet  (1840- 
78).  Catulle  Mendés  (1842- 1914).  Guy  de  Maupassant  (1850-93).  Emile 
Zola  (1840-1903),  Contes  a  Ninon  (1864),  Thérése  Raquin  (1867),  Les 
Rougon  Macquart  (1871-93),  Assommoir  (1877),  Germinal  (1885),  Fé- 
condité  (1889),  Déhácle  (1892),  Travail  (1901).  Anatole  France  (nació 
1844).  Taine  (1828-93),  Voyage  aux  Pyrénées  (1855),  Histoire  de  la 
líttérature  anglaise  (1863),  Philosophie  de  Vari  (1865-69),  De  l'Intel- 
ligence  (1870),  Origines  de  la  France  contemp.  (1876-90).  Ernest  Re- 
nán (1823-92),  Histoire  des  langues  sémitiques  (1857),  Vie  de  Jésus 
(1863),  Origines  du  christianisme  (1863-81),  Ahbesse  de  Jouarre  (1886), 
Histoire   d'Israel   (1887-93).   Jules   Lemaítre   (1853-1916).   G.   Boissier 


2  ÉPOCA    REALISTA    (185O-1887) 

(1823-1908).   Fustel   de   Coulanges   (1830-89),  La  Cité  antigüe  (1864). 
Ferdinand  Brunetiére  (1849-1907).  Emile  Faguet  (n.   1847). 

Literatura  rusa. — Dostoievski  (1822-1881),  La  Casa  de  los  muertos 
(1862,  trad.  franc.  1886),  Critnen  y  castigo  (1866,  trad.  fr.  1884),  Los 
Poseídos  (1873,  trad.  fr.  1886),  Los  Hermanos  Karamasov.  León  N. 
Tolstoi  (1828-1913),  La  Guerra  y  la  paz  (1872,  trad.  fr.  1880),  Anna 
Karcnina  (1877,  trad.  fr.,  1885),  Mi  religión  (trad.  fr.  1885),  Sonata  de 
Kreutzer  (1889,  trad.  fr.  1890).  Resurrección  (trad.  fr.  1900).  Liéskov 

(1831-95)- 

Literatura  inglesa. — Buckle,  Historia  de  la  Civilización  (1858). 
Freeman,  Historia  de  la  conquista  normanda  (1867).  Darwin  (1809- 
1882),  Origin  of  Species  (1859),  Descent  of  Man  (1871),  Activn  of 
Worms  (1881).  Elisabeth  Browning  (1809-1861),  Aurora  Leigh  (1856). 

Literatura   alemana. — Ricardo   Wagner   (1813-83).   Teodoro    Stem. 

1.  Al  mediar  el  siglo  xix  el  romanticismo  estaba  ya  muer- 
to V  enterrado  en  toda  Europa,  sucediéndole  el  llamado  arte 
realista,  que  señoreó  en  la  literatura  castellana  solo  y  señero 
hasta  1 888,  que  publicó  Rubén  Darío  su  primera  obra  moder»- 
nista  A:::ul.  En  Francia  se  pasó  presto  al  arte  naturalista,  que 
es  un  realismo  exagerado  y  de  índole  particular.  '"El  realismo, 
dice  Federico  Lolié,  casi  á  la  vez  se  extendió  por  toda  Europa : 
violento  y  patológico  en  Francia;  muy  local  y  conservando  el 
perfume  del  terruño  en  España ;  mezclado  de  aspiraciones  ele- 
vadas en  las  descripciones  de  los  grandes  escritores  ingleses, 
americanos,  eslavos  y  escandinavos."  Este  cambio  tan  profun- 
do del  romanticismo  al  realismo,  general  en  toda  Europa,  sólo 
se  explica  por  el  cansancio  de  la  fiebre  romántica,  que  en  el 
vaivén  de  las  modas  trae  la  calma  tras  la  tonnenta,  lo  real  tras 
lo  ideal,  la  vela  tras  el  sueño.  Sueño  ó  ensueño  de  fantástico 
idealismo,  fiebre  y  como  borrachera  del  espíritu  rebelde  con- 
tra lo  extraño  clásico  y  su  abstracto  ideal  había  sido  el  romanti- 
cismo. Volaron  los  románticos  tan  por  las  nubes  y  sueltos  de 
trabas,  cerniéronse  tan  alto,  que  se  cansaron  y  vinieron  á  tierra 
cual  atrevidos  ícaros.  Lo  ideal  liace.  al  remontarse  demasiado, 
perder  de  vista  el  suelo  y  la  realidad  de  la  vida.  Alzóse  la  crí- 
tica contra  el  abuso  de  la  imaginación  y  la  locura  romántica  en 
cuanto  de  exagerado  había  traído  del  Norte.  La  ciencia,  por 
otra  parte,  encarrilábase  cada  vez  más  reglada  hacia  lo  com- 
prol)ado  y  cierto.  La  filosofía  hacíase  por  momentos  y  cada 
día  más  positiva.   El   cambio  de  moda  había  de  seguir  en  el 


REALISMO   Y  NATURALISMO  i 

arte  esta  misma  ruta.  Entre  todos  echaron  abajo  el  ideal  ro- 
mántico. Como  no  era  dado  volver  á  lo  clásico,  sólo  quedaba 
el  realismo,  que  en  el  fondo  del  romanticismo  se  solapaba.  El 
romanticismo,  revolución  artística  contra  el  clasicismo,  olvidó- 
se de  los  asuntos  grecorromanos  y  puso  los  ojos  en  los  pro- 
pios,  nacionales  y   románicos,   de  la  Romanía,   de  la   Europa 
cristiana  y  caballeresca  medieval.  Dejó,  sin  embargo,  una  his- 
toria por  otra  historia,  la  historia  ajena  por  la  propia.  La  le- 
yenda, la  novela  histórica,  el  teatro  legendario,  el  recuerdo  del 
pasado,  en  suma,   alimentaron   el  arte  romántico.   Pero  como 
•tqueila  revolución  artística  consistía  en  volver  á  lo  propio,  de- 
jando lo  ajeno,  tras  la  historia  propia  se  pensó  en  el  propio 
presente,  en  el  vivir  actual :  entonces  apareció  el  realismo.  Esto 
cuanto  á  los  asuntos.  Cuanto  al  objeto  de  la  imitación  en  que 
el  arte  consiste,  el  romanticismo  dejóse  de  copiar  á  los  antiguos 
y  miró  á  la  naturaleza,  á  la  realidad  misma,  como  los  antiguos 
ya  la  habían  mirado.  Pero  "el  arte  es  la  realidad  vista  á  través 
de  un  temperamento",  como  dijo  Zola,  y  el  temperamento  ro- 
mántico era  el  septentrional  germánico,  de  donde  el  romanti- 
cismo había  bajado  al  Mediodía.  Vimos  que  ese  temperamento 
septentrional  consistía,  cuanto  al  fondo,  en  cierta  mjelancolía; 
cuanto  á  la  fonna,  en  lo  misterioso  y  vago  de  la  expresión ;  cuan- 
to á  fondo  y  forma  juntamente,  en  la  exageración;  añádase  el 
descorazonamiento  y  desesperación  del  mal  del  siglo  y  tendremos 
los  varios  ingredientes  del  temperamento  septentrional,  que  vino 
a  serlo  de  todo  romántico.  Para  las  gentes  del  Mediodía,  so- 
bre todo  para  los  españoles,  ese  temperamento  era  tan  postizo 
y  ajeno  com)o  el  del  clasicismo.  De  aquí  que  durara  bien  poco, 
lo  que  dura  una  moda,  y  que  aun  fuera  rechazado  en  todo  tiem- 
po por  la  crítica  y  las  personas  sensatas.  Para  el  año  1850  la 
moda  era  pasada,  el  postizo  olía  á  postizo,  falso  y  viejo  y  se 
había  echado  á  la  basura  y  los  españoles  se  habían  quedado  con 
su  propio  temperamento,  que  por  toda  la  historia  hemos  visto 
ser  el  realista.  Por  extraño  que  á  primera  vista  parezca  el  salto 
estético  que  Europa  dio  del  romanticismo  al  realismo  como  co- 
sas tan  encontradas  y  opuestas,   fué,  según  esto,  un  aconteci- 
miento harto  natural :  el  realismo  hallábase  ya  en  el  fondo  del 
romanticismo,  mejor  dicho,  era  el  mismo  romanticismo,  sólo 


4  ÉPOCA    REALISTA    (185O-1887) 

que  revuelto  y  enturbiado  por  el  elemento  septentrional  venido 
del  romanticismo  alemán.  Cuando  lo  turbio  desapareció  hubo 
de  aclararse  el  líquido,  que  era  realista.  Lo  que  lo  enturbiaba 
era  cosa  tan  extraña  como  el  mismo  clasicismo.  Desechado  eso 
extraño  septentrional,  la  revolución  romántica  del  volver  á  lo 
propio  despidiendo  todo  lo  extraño  alcanzó  su  intento.  El  rea- 
lismo es,  por  consiguiente,  no  opuesto  al  romanticismo,  sino 
su  propia  evolución  y  término,  es  el  romanticismo  llegado  á  su 
propia  y  natural  perfección.  A  fuer  de  revolución  literaria  con- 
tra lo  establecido  clásico,  fué  el  romanticismo  una  rebeldía  y 
soltura  de  toda  traba,  el  vivir  bohemio,  el  pisotear  leyes  y  au- 
toridades, el  abandonarse  á  la  inspiración  y  el  improvisar,  des- 
entendiéndose de  toda  disciplina  y  estudio  reposado.  Estos  her- 
vores tuvieron  que  asentarse,  y  la  época  realista  es  todo  lo 
contrario:  acato  á  la  autoridad  y  á  las  leyes,  vida  bien  morigera- 
da, reflexión  y  estudio.  Entramos  en  una  época  de  reflexión  tras 
la  pasada  de  inconsciencia  artística,  de  obras  pensadas  y  ma- 
duradas tras  la  anterior  de  improvisación  y  continuos  desba- 
rros. Se  trabaja  á  conciencia,  se  pule  y  acicala  el  estilo,  se  re- 
corta toda  hojarasca,  se  aborrece  toda  inverisimilitud  y  extra- 
\'agancia.  Aparecen  los  grandes  críticos,  el  gusto  se  depura,  no 
se  toleran  los  desmanes  literarios.  A  las  obras  atropelladas 
suceden  las  acabadas  y  perfectas.  Francia  era  tierra  abonada 
para  que  brotara  ese  naturalismo  ó  realismo  sui  generis  que 
vino  tras  la  época  romántica.  Primero,  porque  la  literatura 
francesa  siempre  pagó  parias  al  iitile,  sin  contentarse  con  el 
dulce,  conforme  al  espíritu  práctico  de  romanos  y  franceses. 
El  arte  por  el  arte,  la  literatura  de  puro  entretenimiento,  que 
acá  decimos,  es  extraña  al  gusto  francés.  Siempre  desearon  en- 
señar algo;  se  desvivieron  siempre  por  las  sentencias;  su  lite- 
ratura clásica  del  siglo  xvii  fué  más  hija  de  la  razón  que  de  la 
fantasía,  fué  razonadora  y  atada  ])or  mil  leyes  del  pensamien- 
to. Descartes  la  hizo  todavía  más  abstracta  y  casi  científica.  En 
el  siglo  XVIII  la  literatura  francesa  está  enteramente  al  servi- 
cio de  la  enciclopedia,  de  la  filosofía  sensualista  y  de  la  polé- 
mica anticristiana.  La  ciencia  volvió,  tras  el  ensueño  román- 
tico, á  .someter  el  arte  literario.  Zola  formuló  la  estética  natu- 
ralista, clasificando  su  manera  de  novelar  entre  las  ciencias  ex- 


REALISMO    Y  NATURALISMO  5 

t-erinientales.  Taine,  el  crítico  de  la  época,  le  había  preparado 
el  terreno  reduciendo  los  fenómenos  psicológicos  á  la  fisiología 
y  explicando  la  personalidad  del  artista  por  el  suelo,  la  raza  y 
el  medio  ambiente.  Claudio  Bernard  dio  los  últimos  toques  al 
iriaterialismo  biológico.  Fundidas  ciencia  y  filosofía  en  un  todo, 
resultó  que  el  homibre  no  era  en  sus  actos  nada  libre,  sino  como 
un  ser  de  tantos  de  la  naturaleza  sometido  á  los  agentes  exte- 
riores, determinado  por  ellos  en  todo  su  obrar.  El  espíritu  fran- 
cés, inclinado  á  la  literatura  docente,  útil,  al  volver  á  someterla 
á  la  ciencia  y  á  la  filosofía,  reinantes  á  la  sazón,  produjo  el 
naturalismo,  esto  es,  el  realismo,  que  en  todas  partes  había 
quedado  del  fondo  romántico,  pero  encadenado  al  materialis- 
mo, al  determinismo  de  la  naturaleza  bruta.  El  hombre  fue 
para  Zola  la  bestia  humana.  Echado  Dios  del  universo,  señora 
sin  rival  la  naturaleza,  la  conciencia  vióse  sin  arrimo  y  sin  con- 
suelo en  medio  de  la  lucha  y  miserias  de  que  se  ve  el  hombre 
rodeado.  Tal  es  la  tristeza,  la  desesperación,  el  descorazona- 
miento, el  pesimismo  ó  mal  del  siglo,  fruto  natural  de  la  cien- 
cia materialista  y  atea.  El  naturalismo  tuvo  que  ser,  no  sólo 
determinista,  sino  pesimista.  Apagada  la  luz  consoladora  de  un 
más  allá  feliz,  ya  no  vio  el  hombre  más  que  fango,  miseria, 
fealdad.  Las  gentes  luchan  sin  poder  salir  á  flote  de  esta  in- 
munda charca,  arrastradas  por  un  determinismo  fatal  hacia  el 
mal  moral  y  la  miseria  física.  Observar  ese  luchar  y  rebullirse 
en  vano  y  dejarse  fatalmente  arrastrar  y  pintarlo  con  los  más 
negros  colores  para  que  sirva  de  documento  científico:  tal  es 
la  forma  del  naturalismo  zolesco,  tal  es  el  realismo  "violento 
y  patológico",  que  dijo  Lolié.  El  escaso  influjo  francés  en  la 
literatura  nuestra  durante  esta  época  se  ve  recordando  los  au- 
tores franceses.  Ni  la  crítica  biográfica  de  Sainte-Beuve,  ni  la 
de  la  raza  y  del  medio  ambiente  de  Taine,  ni  la  lírica  impersonal 
de  Baudelaire  y  Leconte  de  Lisie,  ni  la  filosófica  de  Sully 
Prudhomme,  ni  la  parnasiana  de  Banville,  ni  la  gimnástica  en 
léxico  y  métrica  de  Richepin,  llegaron  á  España  hasta  mucho 
más  tarde.  Menos  todavía  se  halla  de  Flaubert  ni  los  Gon- 
court  en  nuestra  novelística.  Todos  estos  autores  franceses  in- 
fluirán en  la  literatura  castellana  tan  sólo  desde  la  época  mo- 
dernista (1888).  La  larga  época  realista  (1850- 1887)  cabe  di- 


6  ÉPOCA    REALISTA    (185O-1887) 

vidirla  en  dos  f>erioclos.  mediante  la  Revolución  de  1868.  y 
como  en  aquellos  dos  años  del  68  y  69  apenas  brilla  ning-ún 
autor  nuevo,  fu^ra  de  Galdós,  que  publica  su  primera  novela,  y 
los  anteriores  autores  se  callan,  durmiendo  la  siesta  la  litera- 
tura mientras  la  política  revolucionaria  callejea  y  ocupa  toda 
la  atención  de  las  gentes,  conviene  tomar  como  fecha  redonda 
el  año  1870  para  comenzar  el  segundo  período.  Comparados 
entre  sí,  nótanse  las  siguientes  diferencias,  debidas  al  espíritu 
más  conservador,  cristiano  y  moral  del  primer  período  y  á  las 
turbulentas  ansias  de  reformas  sociales  que  en  el  segundo 
trae  la  misma  revolución.  Durante  el  primero  brilla  la  alta 
comedia;  en  el  segundo,  el  drama  social.  Doctrinarias  en- 
trambas manifestaciones  teatrales,  como  propias  del  espíri- 
tu reflexivo  y  científico  de  toda  la  época,  responden,  la  mo- 
ral católica  de  la  alta  comedia,  al  espíritu  conservador  y  cris- 
tiano del  primer  período ;  el  doctrinarismo  social,  al  espíritu 
revolucionario  del  segundo :  Ayala  y  Tamayo  por  una  parte, 
Echegaray  y  su  escuela  por  otra.  En  segundo  lugar,  el  primer 
periodo  es  el  de  la  zarzuela;  el  segundo,  el  del  género  chico. 
Esto  cuanto  al  teatro,  que,  como  se  ve,  es  otro  enteramente 
que  el  legendario,  dramático  y  exagerado  teatro  romántico; 
hasta  el  de  Echegaray,  que  el  tumulto  revolucionario  hincha 
de  suerte  que  se  allega  al  romántico,  difiere  de  él  por  los  asun- 
tos de  actualidad  y  doctrina  social.  Cuanto  á  la  novela,  que  re- 
nace, puede  decirse,  en  esta  época,  después  de  fenecer  en  el  si- 
glo xviT.  como  fruto  natural  del  realismo,  en  el  segundo  pe- 
riodo es  más  socialmente  doctrinaria;  en  el  primero,  más  con- 
forme á  la  moral  cristiana:  en  Alarcón  y  Galdós  pueden  dis- 
tinguirse claramente  las  dos  tendencias.  Cuanto  á  la  lírica,  bas- 
ta comparar  á  Bécquer  con  Núñez  de  Arce,  que  florece  v  es 
todo  del  segundo  j^eríodo,  aunque  en  el  primero  se  diera  ¿t 
conocer,  para  que  se  advierta  la  diferencia  de  entrambos  pe- 
ríodos. En  suma,  la  revolución  trajo  la  literatura  social  en  to- 
dos los  géneros,  tras  la  literatura  moral  y  cristiana.  La  nota  re- 
gional también  va  creciendo  como  se  ve  por  el  género  chico  com- 
parado con  la  zarzuela.  Lo  que  además  di.stingue  el  segundo  pe- 
ríodo es  la  crítica  literaria  contemporánea  batallona,  género 
nuevo,  puede  decirse,  nacido  de  la  mayor  reflexión  científica 


REALISxMO    Y  NATURALISMO  7 

de  toda  esta  época.  Los  eruditos  del  período  anterior,  en  cam- 
bio, descollaron  más  en  la  erudición  y  crítica  de  la  vieja  lite- 
ratura, serena  y  sosegada.  Cuando  el  arte  realista  llega  á  su 
perfección  hácese  regional,  porque  la  realidad  de  que  se  sus- 
tenta hállase  particularizada  en  una  determinada  región,  don- 
de los  habitantes  se  distinguen  por  su  propia  índole,  las  cos- 
tumbres son  especiales,  el  campo  y  circunstancias  todas  señá- 
lanse  por  su  propia  tonalidad.  Durante  toda  la  época  realista 
se  nota  el  regionalismo  en  todos  los  géneros  y  va  distinguién- 
dose cada  vez  más  según  pasan  los  años,  hasta  llegar  á  la  épo- 
ca que  desde  1888  puede  y  debe  llamarse  regional  con  tanta  ó 
mayor  razón  como  modernista.  En  la  lírica,  durante  el  primer 
período :  Rosalía  de  Castro,  Llórente,  Lamarque ;  durante  el 
segundo.  Rueda,  López  Silva,  Enrique  Menéndez  Pelayo, 
Sinesio  Delgado,  Sofía  Casanova,  sin  contar  los  america- 
nos. En  el  teatro,  la  zarzuela  á  veces  hácese  ya  regional  y 
danse  á  conocer  los  que  florecerán  en  el  segundo  perío- 
do :  Ensebio  Blasco,  Ramos  Carrión,  Javier  de  Burgos ;  en 
el  segundo  período  el  género  chico  no  es  más  que  la  zarzuela 
achicada,  pero  españolizada  enteramente  y  regional  del  todo. 
En  la  novela,  durante  el  primer  período :  Trueba,  Fernán  Ca- 
ballero, Alarcón,  Valera,  Escalante,  lereda.  Ricardo  Sepúl- 
veda,  Jorge  Isaacs  y  Galdós,  aunque  éste  sólo  será  madrileño 
ó  regional  en  el  segundo  período,  al  cual  pertenecen  Polo  y 
Peyrolón,  Vicente  Arana,  Campión,  Palacio  Valdés,  Federico 
Lafuente,  Matheu,  Picón,  Blanca  de  los  Ríos,  Pardo  Bazán, 
Clarín,  Díaz  Martín,  Coloma,  Taboada  y  otros. 

2.  Federico  Lolié,  Tablean  de  l'histoire  litiéraire  du  monde. 
pág.  177,  París,  1899:  "Era  visible  que  el  idealismo  había  bajado  mu- 
cho en  las  imaginaciones  y  que  el  tono  de  las  obras  iba  á  cambiar, 
p»ra  aproximarse  lo  más  posible  al  gusto  de  la  multitud.  Esto  no  era 
en  todos  sentidos  una  decadencia.  El  arte  quiso  ser  la  expresión  de  la 
vida,  y  lo  consiguió  á  menudo.  El  realismo  se  extendió  casi  al  mismo 
tiempo  en  la  mayor  parte  de  las  literaturas,  violento  y  patológico  en 
Francia ;  muy  local  y  conservando  el  perfume  del  terruño  en  Es- 
paña, mezclado  de  aspiraciones  elevadas  en  las  descripciones  de  los 
grandes  novelistas  ingleses,  americanos,  eslavos  y  escandinavos.''  La 
obra  artística  fraguase  en  la  imaginación,  campo  intermediario  adonde 
bajan  de  la  mente  las  ideas  y  suben  de  los  sentidos  las  sensaciones  para 
idealizarse  éstas  y  corporizarse  aquéllas,  formando  una  íntima  fusión 


8  ÉPOCA    REALISTA    (185O-1887) 

entre  fondo  y  forma  merced  á  un  misterioso  procedimiento,  ignorado 
por  los  mismos  artistas.  Pero  conforme  al  temperamento  de  éstos,  la 
obra  artística  es  más  realista  ó  más  idealista,  según  refleje  más  fiel- 
mente las  cosas  y  hechos  de  la  realidad  ó  se  aleje  de  ella  señoreando  lo 
fantástico,  lo  soñado  ó  lo  ideado.  En  el  romanticismo  sobrepujó  lo  fan- 
tástico como  vaho  del  hervor  pujante  septentrional  que  oscurecía  las 
cosas ;  cuando  ese  hervor  se  apaciguó  y  desapareció  el  vaho,  sedimen- 
táronse las  heces  y  quedó  clarificado  el  liquido:  el  arte  surgió  realis- 
ta, nada  soñador.  En  lo  moral  igualmente  el  romanticismo  fué  un 
desenfreno  de  todo  atadero,  una  rebeldía  á  las  leyes  sociales;  tras  él 
vino  la  contraria  reacción,  de  docilidad  y  obediencia,  de  acatamiento 
á  lo  establecido.  De  aquí  el  arte  más  ó  menos  moralizador  y  docente, 
<iisoiplinado  y  disciplinador  de  la  época  realista,  tan  contrario  al  arte 
rebelde  é  indisciplinado  de  la  época  romántica.  El  realismo  no  se  opo- 
ne á  cierta  idealisación  artística,  propia  del  arte  y  por  la  cual  se  dife- 
rencia de  la  pura  fotografía  de  la  naturaleza.  Una  fotografía  hecha 
con  la  cámara  fotográfica  es  la  cosa  más  real  que  pueda  darse;  pero 
es  cosa  brutalmente  real.  Artísticamente  real  es  el  retrato  que  hace 
el  buen  pintor,  y  es  más  real  que  el  del  fotógrafo,  merced  á  esa  artís- 
tica idealización.  Admirablemente  lo  declaró  M.  Pelayo  (1884)  en  un 
artículo  sobre  Pereda,  como  incidente  de  una  crítica  de  Zola.  M.  Pe- 
layo,  Crít.  liter.,  5.*  ser.,  pág.  363:  ''Disputan  algunos  si  hay  ó  no  ver- 
dadera diferencia  entre  los  términos  realismo  y  naturalismo.  El  pri- 
mero parece  más  comprensivo,  pero  el  segundo  lleva  hoy  consigo  un 
carácter  de  literatura  militante,  y  aun  de  motín  demagógico,  que  exi- 
ge establecer  algún  matiz  entre  ambos  vocablos  por  mucho  que  los 
identifique  su  origen,  ya  que  en  lo  real  entra  la  naturaleza  y  en  ella 
el  espíritu  humano  con  cuanto  crea  v  concibe.  Pero  es  evidente  que 
en  el  uso  común,  y  aun  en  el  de  las  gentes  doctas,  una  cosa  es  el  rea- 
lismo de  Cervantes,  de  Shakespeare  y  de  Velázquez  y  otra  muy  di- 
versa el  naturalismo  francés,  que,  reconociendo  por  patriarca  y  maes- 
tro al  gran  Balzac  (verdadero  realista  de  los  de  la  primera  clase  v  que 
probablemente  renegaría  de  los  que  se  dan  por  descendientes  suyos,  si 
hoy  viviera),  se  autoriza  luego  con  los  nombres  de  Flaubert,  de  los 
Goncourt,  de  Zola  y  de  otros  que  pudiéramos  llamar  minora  sidera. 
A  decir  verdad,  el  calificativo  de  naturalistas  aplicado  á  la  mayor 
parte  de  estos  escritores  no  tiene  explicación  plausible...  Por  otra 
parte,  muchos  de  ellos,  aun  aplicando  los  procedimientos  naturalistas, 
eran  casi  idealistas  en  teoría...  Puede  llamarse  novela  naturalista  i 
Madame  Bovary,  pero  no  cabe  duda  de  que  Flaubert  vivió  y  murió 
romántico  impenitente...  El  único  naturalista  acérrimo  y  consecuente 
es  Emilio  Zola...  Todo  naturalista  es  realista...  pero  no  todo  rea- 
lista es  naturalista...  Zola,  en  cinco  ó  seis  libros  sucesivos  de  crí- 
tica (entre  los  cuales  los  que  importan  más  para  el  caso  son  Le 
Román  Experimental  y  Les  Romanciers  Naturalistes),  ha  aplicado 
sus  principios  á  la  no^'ela  y   el   teatro...    Zola,  hombre  ipculto  y  de 


REALISMO    Y   NATURALISMO  Q 

pocas  letras,  como  sus  libros  preceptivos  lo  declaran.  Esta  falta 
de  cultura  literaria  y  filosófica  que  en  Zola  se  advierte...  ex- 
plica la  flaqueza  de  sus  teorías,  los  pésimos  argumentos  con  que 
las  explana  y  defiende  y  el  aparato  con  que  presenta  como  descu- 
brimientos y  novedades  las  máximas  de  crítica  más  triviales  y  ma- 
noseadas, y  las  fórmulas  absurdas  que  da  á  algunos  pensamien- 
tos, por  otra  parte  muy  razonables...  En  la  misma  noción  del  arte 
va  envuelta  la  del  ideal,  siendo  la  una  inseparable  de  la  otra. 
El  mismo  Zola  llega  a  reconocerlo  así,  aunque  con  una  frase  de 
crudo  materialismo,  cuando  declara  que  el  arte  no  viene  á  ser  otra 
cosa  que  la  naturaleza  vista  á  través  del  temperamento  del  artista, 
es  decir,  modificada  por  eso  que  Zola  llama  temperamento.  Pues 
bien:  esa  modificación  que  el  artista  más  apegado  á  lo  real  impone 
á  los  objetos  exteriores  por  medio  de  los  dos  procedimientos  que 
.  llamaré  de  intensidad  y  de  extensión,  arranca  de  la  realidad  material 
esos  objetos  y  les  imprime  el  sello  de  otra  realidad  más  alta,  de  otra 
verdad  más  profunda;  en  una  palabra:  los  vuelve  á  crear,  los  ideali- 
za. De  donde  se  deduce  que  el  idealismo  es  tan  racional,  tan  real,  tan 
lógico  y  tan  indestructible  como  el  realismo,  puesto  que  uno  y  otro 
van  encerrados  en  el  concepto  de  la  forma  artística,  la  cual  no  es 
otra  cosa  que  una  interpretación  (ideal  como  toda  interpretación)  de 
la  verdad  oculta  bajo  las  formas  reales.  Merced  á  esta  verdad  inte- 
rior, que  el  arte  extrae  y  quintesencia,  todos  los  elementos  de  la  rea- 
lidad se  transforman  como  tocados  por  una  vara  mágica,  y  hasta 
los  personajes  que  en  la  vida  real  parecerían  más  insignificantes,  se 
engrandecen  al  pasar  al  arte,  y  por  la  concentración  de  sus  rasgos 
esenciales  adquieren  valor  de  tipos  (que  es  como  adquirir  carta  de 
nobleza  en  la  república  de  las  letras)  y  sin  dejar  de  ser  individuos, 
rara  vez  dejan  de  tener  algo  de  simbólico.  Y  es  que  los  ojos  del  ar- 
tista en  aigo  han  de  distinguirse  de  los  del  hombre  vulgar,  y  su  dis- 
tinción consiste  en  ver  como  entre  sombras  y  figuras  lo  mismo  que 
e!  filósofo  alcanza  por  procedimientos  discursivos,  es  decir,  la  me- 
dula de  las  cosas  y  lo  más  esencial  y  recóndito  de  ellas.  De  donde 
procede  que  los  grandes  personajes  creados  por  el  arte  (que  á  su  ma- 
nera es  creación,  y  perdonen  Zola  y  sus  secuaces),  tienen  una  vida 
mucho  más  palpitante  y  densa  que  la  mayor  parte  de  los  seres  páli- 
dos v  borrosos  que  venios  por  el  mundo."'  En  este  admirable  trozo 
declara  muy  bien  M.  Pelayo  la  creación  artística,  que  cierto  es  ideal, 
esto  es.  cosa  de  la  inteligencia  humana ;  pero  esa  modificación  de  las 
cosas  al  pasar  por  el  temperamento  del  artista,  esa  interpretación  de 
las  cosas,  que  siempre  es  obra  intelectual  é  imaginativa,  puede  ate- 
nerse más  ó  menos  á  la  realidad  ó  puede  evaporarse  por  la  fantasía 
y  mediante  la  idealización  en  figuras,  conceptos  é  imágenes  tan  ale- 
jadas ya  de  la  realidad,  que  apenas  les  quedan  huellas  de  ella.  A  la 
primera  clase  de  interpretación  y  de  temperamento  artístico  se  llamó 
siempre  realismo,  y   á  la  segunda,  i>dcalismo.   Lo   que   M.   Pelayo  de- 


10  ÉPOCA    RE.\LISTA    (185O-1887) 

clara  como  idealismo  no  es  más  que  la  ideación  de  la  realidad  por  el 
arte ;  pero  esa  ideación  puede  ser  realista,  si  se  aferra  á  reproducir  la 
realidad  é  idealista  si  tiende  á  apartarse  de  ella.  Son  tendencias  en 
las  que  caben  infinitos  grados.  El  naturalismo  es  un  extremo  del 
realismo  por  el  cual  se  confunde  el  arte  con  la  ciencia  en  sus  pro- 
cedimientos de  experimentación  y  estadística,  de  los  cuales  el  arte 
po  entiende,  y  en  su  fin  docente  y  utilitario,  de  los  cuales  se  desen- 
tiende no  menos  el  arte.  El  simbolismo  modernista  es  otro  extremo 
del  idealismo,  tan  extremado  y  tan  alejado  ya  de  lo  real,  que  se  hace 
enigmático  y  dificultosamente  descifrable.  Entre  esos  dos  extremos, 
naturalismo  y  simbolismo,  quedan  el  realismo  antiguo  español  y  el 
idealismo  antiguo  clásico  helénico.  La  explicación  de  M.  Pelayo  no 
refuta  el  naturalismo,  ni  defiende  el  idealismo,  ni  los  define  y  des- 
linda bien  á  entrambos,  pues  sólo  es  un  explicar  la  ideación  propia 
de  todo  arte,  sea  naturalista,  realista,  idealista,  simbólico :  cuatro 
grados  que  he  deslindado  como  pudieran  deslindarse  otros  infinitos 
intermedios,  según  el  temperamento  del  artista  interprete  la  realidad. 
Sigue  M.  Pelayo  atacando  al  naturalismo  por  su  "verdad  grosera" 
y  por  "cargar  sus  novelas  de  especies  picantes  que  estimulen  pala- 
dares estragados.  Y  es  triste  decirlo,  pero  necesario:  las  únicas  no- 
velas de  Zola  que  han  alcanzado  verdadero  éxito  de  librería,  así  en 
Francia  como  en  España,  son  las  que  más  ó  menos  están  cargadas 
de  escenas  libidinosas.  Si  exceptuamos  Nana,  Pot-BouiUc  y  el  Assom- 
inoir,  todas  las  demás  novelas  de  la  serie  de  los  Rongon  duermen  el 
sueño  de  los  justos  en  los  estantes  de  los  libreros  de  acá  y  de  allá. 
Todo  esto  prueba,  sin  duda,  lo  soez  y  bestial  del  gusto  del  público; 
pero  prueba  también  otra  cosa  peor;  es,  á  saber,  el  poco  ó  ningún 
respeto  que  los  artistas  tienen  á  la  dignidad  de  su  arte  y  la  facilidad 
con  que  se  dejan  corromper  y  prostituir  por  su  público...  El  género 
es  detestable,  no  ya  por  inmoral,  sino  por  feo,  repugnante,  la- 
1  ernario  y  extraño  á  toda  cultura,  así  mundana  como  estética".  Con 
estas  palabras  sí  que  refuta  estéticamente  el  naturalismo.  "No  es 
menos  verdad  que  si  la  doctrina  naturalista  nada  tiene  que  ver  con 
semejantes  horrores,  la  práctica  de  los  naturalistas,  lejos  de  re- 
huirlos, los  busca  con  fruición,  habiéndose  llegado  á  crearse  dentro 
de  la  escuela  una  especie  de  derecho  consuetudinario  que  los  auto- 
riza y  recomienda  y  que  hace  creer  á  los  mentecatos  que  la  novela 
naturalista  ha  de  ser  forzosamente  un  arte  de  mancebía,  de  letrina 
y  de  presidio,  como  si  sólo  de  tales  lugares  se  compusiese  esta  in- 
mensa variedad  de  la  naturaleza  y  de  la  vida."  Yo  opino  que  no  sólo 
la  práctica,  sino  la  teoría  del  naturalismo  tiene  que  ver  nnicho  con 
estas  por<|uerías.  Porque  si,  según  los  naturalistas,  el  arte  es  experi- 
mentación científica,  han  de  buscarse  para  sus  asuntos  con  preferen- 
cia lo  monstruoso,  lo  patológico,  lo  psiquiátrico,  el  presidio,  la  man- 
cebía, el  hospital.  Y  en  tales  lugares  y  en  tales  casos  patológicos  es 
donde  los  naturalistas  trabajan.  La  novela  española  de  estos  últimos 


REALISMO   Y   NATURALISMO  I  I 

años  ó  es  enteramente  simbolista  y  mística  ó  es  naturalista  al  modo 
dicho.  En  esos  casos  patológicos  hay  asunto  más  fecundo,  en  esos 
tipos  degenerados  cabe  más  extenso  estudio,  y  ¿por  qué  no  decirlo?, 
cabe  fantasear  más  contra  lo  verisímil  y  real,  piedra  en  que  siempre 
tropiezan  los  no  recios  artistas  y  que  con  tales  asuntos  y  personajes 
se  zafan  de  ella  los  que  no  lo  son  tanto.  Los  tales  naturalistas,  que 
dicen  se  proponen  representar  la  vida  humana,  la  falsean,  pues  sólo 
representan  la  parte  fea,  degenerada  de  la  vida.  No  son,  en  suma, 
realistas  á  fuerza  de  quererlo  ser  demasiado :  es  el  naturalismo  un 
realismo  extremado,  por  consiguiente,  vicioso.  "Salta  á  la  vista... 
que  el  patriarca  de  la  nueva  escuela,  sectario  fanático,  no  ya  del 
positivismo  científico,  sino  de  cierto  materialismo  de  brocha  gorda,. 
del  cual  se  deduce,  como  forzoso  corolario,  el  determinisr.io,  ó  sea 
la  negación  pura  y  simple  de  la  libertad  humana,  restringe  delibera- 
damente su  observación  (y  aun  de  ello  se  jacta)  al  campo  de  los  ins- 
tintos y  de  los  impulsos  inferiores  de  nuestra  naturaleza,  aspirando  á 
poner  de  resalto  la  parte  irracional,  ó,  como  él  dice,  la  bestia  huma- 
na. De  donde  resulta  el  que  haga  moverse  á  sus  personajes  como 
máquinas  ó  como  víctimas  fatales  de  dolencias  hereditarias  y  de  cri- 
sis nerviosas,  con  lo  cual,  además  de  decapitarse  al  ser  humano,  se 
aniquila  todo  el  interés  dramático  de  la  novela,  que  sólo  puede  re- 
sultar del  conflicto  de  dos  voluntades  libres  ó  de  la  lucha  entre  la 
libertad  y  la  pasión.  Nace  de  aquí  el  escasísimo  interés  que  la  mayor 
parte  de  estas  novelas  despiertan  y  el  tedio  que  á  la  larga  causan, 
como  que  carecen,  en  realidad,  de  principio  y  de  fin,  y  de  medio 
también,  reduciéndose  á  una  serie  de  escenas  mejor  ó  peor  engar- 
zadas, pero  siempre  de  observación  externa  y  superficial,  siendo 
para  el  autor  un  arca  cerrada  el  mundo  de  los  misterios  psicológicos, 
ya  que  fuera  demasiada  indulgencia  aplicar  tal  nombre  á  los  actos 
ciegos  y  bestiales  de  individuos  en  quienes  la  estupidez  ingénita  ó 
los  hábitos  viciosos  llegados  á  la  extrema  depravación  han  borrado 
casi  del  todo  el  carácter  de  seres  racionales."  No  pinta,  pues,  el  na- 
turalismo, el  hombre,  sino  la  mitad  del  hombre  y  la  mitad  cabalmen- 
te no  humana,  sino  bestial :  el  naturalismo  no  es  arte  humano  por  su 
asunto  y  objeto.  Xi  lo  es  por  el  sujeto  ó  artista,  el  cual  se  interesa 
tan  sólo  por  lo  no  humano  del  hombre,  como  si  no  tuviese  razón 
que  le  dijese  ser  más  digno  y  propio  del  arte  el  hombre  como  ser 
humano  que  lo  que  tiene  de  bestia.  Todo  ello  consecuencia  es  de  la 
filosofía  naturalista  y  materialista,  que  en  el  siglo  xviii  vino  á  sus- 
tituir á  la  antigua  filosofía  espiritualista  y  cristiana.  "No  conozco 
escritores  menos  naturales  y  más  artificiosos  que  los  que  hoy  pre- 
tenden copiar  exclusiva  y  fielmente  la  naturaleza.  Todo  es  en  ellos 
bízantinismo,  todo  artificios  de  decadencia  y  afeites  de  vieja,  todo 
intemperancias  coloristas  y  estremecimientos  nerviosos  en  la  frase. 
Si  este  estilo  es  natural,  mucho  debe  de  haber  cambiado  la  naturale- 
za al  pasar  por  los  boulevards  de  París.  A  la  vista  salta  que  la  na- 


12  'ÉrOCA    REALISTA    (185O-1887) 

turaleza  y  la  realidad  no  son,  en  el  sistema  de  Zola  y  sus  discípulos, 
más  que  un  par  de  testaferros  tras  de  los  cuales  se  oculta  un  roman- 
ticismo enfermizo,  caduco  y  de  mala  ley,  donde,  por  sibaritismo  de 
estilo,  se  lehuye  la  expresión  natural,  que  puede  ser  noble,  y  se  per- 
sigue con  pésima  delectación  y  artificio  visible  la  expresión  más 
violenta  y  torcida,  por  imaginar  los  autores  que  tiene  más  color.^' 
Todo  lo  cu:d  prueba  que  si  el  naturalismo  no  es  arte  humano  por  su 
asunto  ni  por  el  sujeto,  tampoco  lo  es  por  los  medios  de  que  se  vale. 
Falsea  el  naturalismo  la  vida,  pintándola  á  medias;  falsea  al  artista 
que  le  ciega,  no  dejándole  ver  en  el  hombre  más  que  la  bestia,  y 
falsea  los  medios  de  expresión,  valiéndose  de  lo  artificioso.  ¡  Tanto 
falsear  en  todo  á  la  naturaleza  para  después  vendérsenos  por  natu- 
ralistas! ¡El  colmo  de  la  falsedad  y  del  antinaturalismo!  M.  Pelayo, 
ibid.,  pág.  117:  ''Habia  en  el  movimiento  naturalista,  que  en  algunos 
puntos  era  una  degeneración  del  romanticismo,  y  en  otros  un  roman- 
ticismo vuelto  del  revés,  no  sólo  cualidades  individuales  muy  pode- 
rosas, aunque,  por  lo  común,  mal  regidas,  sino  una  protesta,  en 
cierto  grado  necesaria,  contra  las  quimeras  y  alucinaciones  del  idea- 
lismo enteco  y  amanerado;  una  reintegración  de  ciertos  elementos  de 
la  realidad,  dignísimos  de  entrar  en  la  literatura,  cuando  no  preten- 
den ser  exclusivos,  y  una  nueva  y  más  atenta  y  minuciosa  aplicación, 
no  de  los  cánones  científicos  del  método  experimental,  como  creía 
disparatadamente  el  patriarca  de  la  escuela,  sino  del  simple  método 
de  observación  y  experiencia,  que  cualquier  escritor  de  costumbres 
ha  usado ;  pero  que,  como  todo  procedimiento  técnico,  admite  con- 
tinua rectificación  y  mejora,  porque  la  técnica  es  lo  único  que  hay 
perfectible  en  el  arte."  Esta  más  minuciosa  observación  es  lo  único 
que  pasó  del  naturalismo  francés  á  la  gran  novela  española  desde 
1870  á  1888. 

3.  America  y  su  espíritu  literario. — En  Cuba  influyó  lite- 
rariamente la  literatura  de  España  más  que  en  el  resto  de  Amé- 
rica, como  era  de  suponer,  por  el  continuo  trasiego  y  comuni- 
cación de  la  que  todavía  era  colonia  española  con  la  Península. 
La  mayor  parte  de  los  escritores  fueron  insurrectos  ó  separa- 
tistas, y  así  la  literatura  es  en  gran  manera  política.  Con  esto 
se  comprenderá  que  los  autores  se  ensalcen  reciprocamente  más 
de  lo  justo  en  no  pocos  casos,  y  que  los  ensalcen  no  menos  los 
yankees.  \\n  los  iiltimos  años,  con  la  independencia,  nótase  en 
Cuba  más  afición  á  las  ciencias  que  á  la  pura  literatura,  sea  ñor 
el  mayor  trato  con  los  norteamericanos,  sea  por  el  carácter  mis- 
mo de  sus  habitantes,  ó,  como  yo  creo,  por  entrambas  cosas. 
De   JS50  á   1880  se  reorganiza  la  Argentina,   caído   ]\osas  y 


AMÉRICA     Y     SU     ESPÍRITU     LITERARIO  l5 

vueltos  del  destierro  sus  grandes  hombres.  La  literatura  tlcia, 
en  parte,  de  ser  romántica  y  lírica  y  hácese  razonadora,  didác- 
tica, jurídica,  política.  Andrade,  Guido  Spano,  Ricardo  Gutié- 
rrez, son,  por  estas  circunstancias,  lo  que  nuestros  realistas  de 
la  misma  época.  En  la  Argentina  puede  decirse,  sin  embargo, 
que  el  romanticismo  duró  hasta  i8So,  sin  duda  por  el  tempera- 
mento fogoso  é  inclinado  á  la  pompa  romántica  que  distingue 
á  los  autores  de  la  región  del  Plata.  Entonces  se  pasó  de  un 
salto  al  naturalismo  en  la  novela  por  influjo  francés.  En  el 
primer  período  de  la  época  realista,  sobre  todo,  llegó  á  su 
mayor  esplendor  la  literatura  colombiana,  según  es  el  carácter 
templado  y  armónico  de  los  hombres  de  aquella  tierra,  coma 
según  es  el  fogoso  y  declamatorio  de  los  ribereños  del  Plata 
floreció  la  literatura  en  la  Argentina  más  que  en  otras  regiones 
americanas  durante  la  época  romántica.  Creóse  la  Universidad 
de  Bogotá  en  1842  por  el  ministro  Mariano  Ospina,  y  allí  estu- 
diaron José  M."  Samper,  Teodoro  Valenzuela,  Próspero  Perei- 
ra  Gamba,  Gregorio  Gutiérrez  González,  escritores  que  llevaron 
á  las  letras  el  romanticismo,  mientras  entre  los  políticos  no  se 
oían  más  que  voces  de  innovación,  libertad,  igualdad,  fraterni- 
dad, y  se  creaba  la  Sociedad  Escuela  Republicana  (1850),  en  la 
que  entraron  todos  los  hombres  de  ideas  amplias  y  reformado- 
ras y  á  la  par  escritores  en  prosa  ó  en  verso.  Sin  embargo,  el 
romanticismo  colombiano  es  muy  poco  romántico,  y  si  lo  es. 
diríamos  que  lo  es  á  la  inglesa.  Es  un  verdadero  realismo,  que 
descubre  en  la  naturaleza  motivos  de  exquisitos  sentimientcs 
y  que  los  expresa  con  delicadeza  que  tiene  algo  de  clásica  en  el 
fino  gusto  y  en  el  torneado  de  la  hechura.  Así  como  en  la  época 
romántica  parece  que  las  Musas  se  van  todas  á  las  márgenes 
del  Plata,  al  llegar  la  época  realista  prefieren  darse  cita  en  Bo- 
gotá. La  razón  está  en  el  temperamento  artístico  de  estas  dos 
regiones  americanas.  Son  los  rioplatenses  románticos  por  na- 
turaleza, declamadores,  oratorios,  exagerados  en  la  expresión, 
derrochadores  de  fantasía.  Todos  sus  grandes  poetas  son  de 
esta  cuerda,  y  Echeverría  sigue  siendo  el  dechado  insustituible. 
En  estos  últimos  tiempos  se  echa  no  menos  de  ver  en  Lugones  y 
Herrera  Reissig,  que,  con  ser  modernistas,  tienen  de  gongori- 
nos  y  de  románticos  en  este  sentido  más  que  los  otros  moder- 


14  ÉPOCA    RE.VL1STA    (185O-1887) 

alistas  americanos.  Almafuerte,  Ghiraldo  y  otros  no  modernis- 
tas son  terribles  adalides  sociales  y  oradores  por  temperamento, 
como  son  por  temperamento  oradores  los  más  de  los  escritores 
argentinos  y  uruguayos.  Carlos  Roxlo  es  más  orador  que  poe- 
ta, en  prosa  y  en  verso,  y  lo  es  Rodó,  con  toda  su  finura  mo- 
dernista. En  cambio,  llegada  la  época  realista,  de  la  reflexión 
y  mesura,  de  gusto  académico,  digamos,  en  el  buen  sentido  del 
vocablo,  prospera  la  literatura  colombiana  sobre  las  demás  en 
América.  El  Mosaico  y  la  Academia  Colombiana  lo  prueban 
manifiestamente.  Bogotá  viene  á  llamarse  la  Atenas  americana, 
y  allí  florecen  los  mejores  poetas  de  la  época  y  el  humanismo  y 
la  filología,  encarnados  en  varones  de  la  talla  de  Antonio  Caro 
y  Rufino  Cuervo.  El  espíritu  romántico  de  la  rebeldía  se  ve  no 
menos  en  el  desamor  que  a  España  mostraron  los  escritores  rio- 
platenses,  comenzando  por  Echeverría;  y  al  revés,  el  espíritu 
mesurado,  conservador,  católico,  amigo  de  la  tradición  y  de 
España,  campea  en  los  escritores  colombianos.  El  cetro  literariíj 
pasa,  pues,  en  esta  época  del  Río  de  la  Plata  á  la  República  de 
Colombia.  Pero  antes  detiénese  en  Venezuela,  siendo  Caraca3 
por  cierto  tiempo  (1842-48)  el  centro  literario  más  floreciente, 
antes  de  serlo  Bogotá.  García  de  Quevedo,  Baralt,  Ros  de  Ola- 
no  y  otros  ingenios  españolizados  vienen  de  allí  á  la  Península. 
Después,  en  el  período  siguiente  sobresaldrá  la  literatura  me- 
jicana, y  en  Nicaragua  nacerá  Ruinen  Darío.  Diríase  que  el  flo- 
recimiento literario  va  subiendo  en  América  de  Sur  á  Norte, 
al  paso  que  el  criterio  estético  pasa  del  romanticismo  al  moder- 
nismo, de  la  fogosidad  á  la  delicadeza,  de  lo  pictórico,  chillón  y 
oratorio  á  lo  sentimental,  matizado  y  silencioso.  Fuera  de  esta 
<:orriente  artística  quedan  Chile  y  el  Perú.  En  Chile  el  tempe- 
ramento, más  que  artístico,  es  frío,  reflexivo,  como  el  de  los  vas- 
cos, cuya  sangre  acas  >  sobrepuje  en  los  chilenos,  y  así  sobrepuja 
■€l  estudio  de  la  historia  y  de  la  erudición  desde  los  tiempos  de 
Bello  y  aun  mucho  antes,  pues  Qiile  es  la  región  americana 
■que  po=ee  más  historiadores,  no  sólo  después  de  la  indepen- 
dencia, sino  aun  en  los  tiempos  coloniales.  El  Perú,  aristocrá- 
tico y  cortesano  por  tradici'jn,  español  en  política  y  gustos  has- 
ta muy  cerca  de  nuestros  tiempos,  sobresalió  literariamente  en 
Jo  que  subresalen  las  cortes  y  ciudades  aristocráticas:  en  la  sá- 


AMÉRICA     Y     SU     ESPÍRITU     LITERARIO  1 5 

tira  socarrona,  en  el  chiste  burlón,  en  la  pintura  de  las  costum- 
bres urbanas  presentes  y  pasadas. 

4.  La  literatura  en  América,  después  de  lograda  su  independen- 
cia, distingüese  en  general  de  la  española  en  andar  muy  mezclada  con 
la  política.  Repúblicas  en  perpetuo  período  constitucional  ó  de  for- 
mación, por  las  continuas  guerras  civiles  ó  de  caudillaje,  no  han  po- 
dido, las  más  de  las  veces  sus  escritores  librarse  de  la  política  y  hacer 
pura  y  desinteresada  literatura.  Hay  en  ella  mucho  de  cominería  de 
barrio,  mucho  de  historia  particular  de  caudillos  y  repúblicos  y  no 
menores  dejos  de  los  antiguos  rencores  contra  España,  que  se  rezu- 
man en  casi  todas  las  obras  históricas  y  aun  en  las  de  amena  litera- 
tura. Puede  decirse  que,  fuera  de  la  lírica,  y  aun  ésta  salpicada  de 
los  sentimientos  políticos  dichos,  apenas  si  en  América  se  ha  dado 
hasta  hoy  otro  cultivo  que  el  de  la  historia.  La  novela  de  costumbre? 
ha  producido  algunos  hermosos  frutos,  aunque  pocos,  relativamente ; 
el  teatro  apenas  si  apunta.  Oratoria,  polémica  política,  historia  algún 
tanto  parcial,  lírica:  tal  es  la  literatura  americana.  El  medio  es  con- 
trario á  la  literatura  amena  y  los  que  la  han  cultivado,  generalmente 
sólo  en  su  mocedad,  dejándola  después  por  la  política,  merecen  por 
lo  mismo  mayores  elogios,  porque  escribieron  para  pocos  en  medio 
de  un  desierto.  Asi  que  los  rnás  dejaron  desparramadas  sus  poesías 
en  los  periódicos,  sin  llegar  á  recogerlas  en  un  libro.  No  es,  pues,  de 
•extrañar  que  los  críticos  hayan  exageradamente  ensalzado  á  los  po- 
cos qi;e  tan  desinteresadamiente  se  entregaron  al  puro  arte  y  mis 
apreciaciones  acerca  del  valer  estético  de  los  escritores  americanos 
sonaran,  acaso,  á  desmedidos  no  pocas  veces.  Escudóme  con  la  misma 
razón  con  que  pueden  escudarse  los  críticos  americanos,  y  además 
con  otra,  y  es  que  en  España  la  literatura  de  allende  el  Atlántico 
es  muy  poco  conocida  para  lo  que  merece  y  debiera  conocerse.  Es 
un  esfuerzo  el  de  sus  autores  digno  de  toda  alabanza  por  el  medio 
hostil  ó  indiferente  en  que  escribieron,  y  aun  en  si  mismos  conside- 
rados, algunos  encierran  un  valor  estético  innegable.  A  vueltas  de  la 
desdichada  imitación  hispano-francesa,  irresistible  para  los  más,  el 
alma  americana  se  trasparenta  y  se  parece  en  aquella  literatura,  en 
su  conjunto,  si  no  con  toda  la  gallarda  valentía  que  debiera,  á  librar- 
se de  toda  imitación  extraña,  por  lo  menos  con  rasgos  bien  salientes 
no  pocas  veces,  preciosas  esperanzas  de  un  porvenir  más  halagüeño. 
Perdóneseme,  pues,  mi  inclinación  á  ensalzar  más  bien  que  á  de- 
primir á  los  autores  americanos  y  á  prescindir  de  la  política  en  cuan- 
to cabe.  ¿Sería  justo  que  por  insurrectos  y  enemigos  de  España  re- 
bajase vo  el  valer  literario  de  los  más  de  los  escritores  de  Cuba? 
¿No  cí;  preferible  me  exceda  en  sus  alabanzas,  echando  un  velo  so- 
hre  esas  mezquinas  pasioncillas  de  hermanos?  Más  alto  debe  volar 
nuestro  espíritu  y  hemos  de  abrazarlos  á  todos  con  los  nobles  y  gene- 


l6  ÉPOCA    REALISTA    (185O-1887) 

rosos  pensamientos  de  personas  cultas  y  con  el  entrañable  cariño 
de  verdaderos  hermanos  que  somos.  Cuanto  á  los  lectores  americanos, 
habrá  que  rogarles,  á  su  vez,  no  echen  á  mal  las  críticas  justas  y 
debidas  que  rebajen  algún  tanto  la  exagerada  estimación  que  sienten 
por  algunos  de  sus  escritores.  Menéndez  Pelayo  tuvo  que  sufrir  no 
poco  del  disgijsto  que  á  ciertos  críticos  americanos  proporcionó,  bien 
á  su  pesar,  al  poner  medida  á  los  desmedidos  encomios  que  por  allí 
se  prodigaban.  No  me  maravillaría  yo  se  me  echasen  también  encima, 
cuando,  con  toda  mi  benignidad,  me  veo  obligado  á  imitarle.  Hay 
ídolos  nacionales  para  los  compatricios  que  no  deben  serlo  para  el 
crítico  imparcial  de  la  Historia  de  la  Literatura  Castellana;  de  otra 
suerte,  desmerecerían  sus  juicios  cuando  fueran  justos  acerca  de 
unos  si  se  excediese  en  loar  más  de  lo  debido  á  otros  que  en  justicia 
no  lo  merecen.  A  Montalvo  se  le  ha  ensalzado  en  demasía,  supongo 
que  por  enemigo  de  García  Moreno,  á  quien  unos  rebajan  y  otros  le- 
vantan, según  sus  ideas  político-religiosas.  Atenerse  á  un  justo  medio 
y  no  apasionarse  con  razones  ajenas  á  la  literatura  es  dificultoso.  La 
guerra  de  Chile  y  el  Perú,  el  valer  comparado  de  Bolívar  y  de  San 
Martín,  la  insurrección  cubana,  la  revolución  é  imperio  de  Méjico 
son  otras  tantas  manzanas  de  discordia  que  dividen  los  ánimos  y  ma- 
lean el  juicio  crítico  de  los  que  por  América  escriben.  Si  por  católico 
y  español  no  viera  con  buenos  ojos  á  los  autores  que  por  allá  han  he- 
cho guerra  al  catolicismo  y  á  España,  tratándose  de  aquilatar  el  va- 
lor artístico  de  sus  obras  literarias,  con  razón  se  desecharía  mi  opi- 
nión ;  pero  no  menos  hubiera  de  desecharse  si,  por  no  parecer  parcial, 
dejase  de  señalar  los  defectos  de  tales  escritores.  M.  Pelayo,  Hist. 
poes.  hisp.-atner.,  t.  I  (191 1),  pág.  214:  "Como  fieles  historiadores 
hemos  de  consignar  que,  á  despecho  de  la  decantada  tiranía  militar  y 
á  despecho  de  las  guerras  civiles  que  han  empapado  en  sangre  aquel 
hermoso  suelo,  todavía  Cuba,  en  poco  más  de  ochenta  años,  ha  pro- 
ducido, á  la  sombra  de  la  bandera  de  la  madre  Patria,  una  literatura 
igual,  cuando  menos  en  cantidad  y  calidad,  á  la  de  cualquiera  de  los 
grandes  Estados  americanos  independientes  y  una  cultura  científica 
y  filosófica  que  todavía  no  ha  amanecido  en  varios  de  ellos.  Sería 
temeridad  atribuir  tales  progresos  al  lazo  político  que  sigue  uniendo 
á  Cuba  con  su  metrópoli  europea;  pero  también  sería  insensato  supo- 
ner en  los  españoles  un  propósito  deliberado  y  tenaz  de  matar  los 
gérmenes  de  civilización  en  sus  provincias  ultramarinas,  cuando  vemos 
florecer  bajo  el  régimen  autoritario  de  nuestros  capitanes  generales, 
no  sólo  la  poesía  con  Hercdia,  Milanés,  la  Avellaneda  y  Luaces,  sino 
la  filosofía  y  las  ciencias  naturales  y  económicas  con  Várela,  Luz  Ca- 
ballero, Saco  y  Poey.  Es  cierto  que  el  espíritu  general  de  los  literatos 
y  de  los  hombres  de  ciencia  en  Cuba  ha  solido  ser  sistemáticamente 
hostil  á  España;  pero  aun  esto  es  indicio  de  no  haber  sido  tan  grande 
la  represión  de  las  ideas  como  se  pondera,  á  no  ser  que  supongamos 
muy  torpes  ó  muy  inhábiles  á  cuantos  se  han  empeñado  en  atajarlas 


AMERICA     Y    SU     ESPÍRITU     LITERARIO  I  7 

el  paso  é  impedir  su  difusión.  Y  ciertamente  que  si  comparásemos 
(dicho  sea  sin  ofensa  de  nadie)  el  cuadro  de  la  literatura  v  de  la 
ciencia  en  la  española  provincia  de  Cuba  con  el  que  ofrece  la  vecina 
isla  de  Santo  Domingo  ó  las  no  muy  distantes  Repúblicas  de  la  Amé- 
rica Central,  para  no  hablar  de  Bolivia  y  otros  Estados  del  Sur,  quizá 
resultase  muy  dudosa  esa  virtud  mortífera  que  se  atribuye  al  régimen 
colonial.  Y  si  extendiendo  todavía  más  la  consideración  reparamos  que 
Cuba,  con  territorio  relativamente  tan  exiguo  y  con  historia  tan  mo- 
derna, vale  y  representa  en  la  historia  del  pensamiento  americano 
tanto  como  México,  Colombia  ó  la  República  Argentina  y  más  que 
Venezuela,  el  Ecuador  ó  el  Uruguay,  quizá  saquemos  por  última  con- 
secuencia que  no  tienen  tanta  razón  algunos  hijos  de  aquella  isla  para 
lamentarse  de  no  haber  sacudido  el  yugo  de  la  tiranía  ibera  cuando  se 
emanciparon  los  demás  criollos,  puesto  que,  á  lo  menos  bajo  el  aspecto 
intelectual,  no  se  ve  que  hubieran  ganado  mucho  en  el  cambio."  Ama- 
deo Almada  (montevideano).  Vidas  y  obras,  1912,  pág.  32:  "Casi  toda 
nuestra  literatura  se  resiente  de  aquella  pereza  por  un  lado  y  por  otro 
de  esta  tendencia  universal  á  la  amplificación  oratoria,  con  su  derro- 
che de  metáforas,  no  siempre  de  buen  gusto,  con  su  frondosidad  sin 
medida  y  con  la  escasa  profundidad  de  la  mayor  parte  de  sus  obras... 
Nuestros  poetas,  hecha  excepción  de  unos  pocos,  son  émulos  de  (^as- 
telar  y  de  Donoso  antes  que  de  Luis  de  León  y  de  Espronceda.  Falco 
es  un  orador  grandilocuente,  como  lo  es  Zorrilla  (S.  Martín),  como  lo 
fué  J.  C.  Gómez...  Nosotros  no  trazamos  una  pincelada  sin  sa- 
cudir primero,  en  pie  sobre  la  tribuna,  el  viejo  maletón  de  nues- 
tro léxico  castellano,  tan  rico  en  antiguos  tesoros  que  apenas  se  le 
toca,  como  si  fuera  susurrante  colmena  agitada  por  un  intruso,  resulta 
poco  menos  que  imposible  volverlo  al  orden  y  encerrar  las  palabras, 
abejas  asustadas  que  se  esparcen  en  sonoroso  enjambre,  en  sus  celdas 
geométricas  y  silenciosas."  Rodó  (uruguayo).  El  Mirador  de  Prós- 
pero (1913,  pág.  312)  :  "En  lo  que  tenia  de  fundamental  y  amplio,  el 
naturalismo  comprendía  elementos  que,  bien  asimilados,  no  hubieran 
podido  sino  favorecer  en  América  la  manifestación  de  un  espíritu  lite- 
rario original  y  vigoroso.  La  tendencia  á  ceñirse  á  la  realidad  viva  y 
concreta  es  la  vía  más  segura  para  llegar  á  una  originalidad  de  pueblo 
y  de  época,  como  la  tendencia  á  ceñirse  á  la  expresión  sincera  y  sim- 
ple de  lo  que  se  siente  es  el  más  seguro  camino  para  alcanzar  la  ori- 
ginalidad individual.  La  importancia  concedida  á  la  representación  del 
mundo  objetivo,  el  predominio  literario  de  la  descripción,  favorecía 
una  de  las  aplicaciones  del  arte  de  escribir,  capaces  de  brindar  en 
América  más  ricos  veneros  de  originalidad  como  es  la  pintura  y 
el  sentimiento  de  la  naturaleza  física.  La  precisión  minuciosa  en  la 
reproducción  de  costumbres  y  tipos  contribuía  á  relevar  el  sello  local 
del  poema  y  la  novela.  La  reivindicación  de  la  poética  virtualidad  de 
la  vida  contra  todo  quimérico  idealismo  coincidía  con  la  tendencia 
natural  en  pueblos  jóvenes  y  testigos  de  una  fecundidad  magnifica  y 

TOMO   VIH— 2 


l8  ÉPOCA    REALISTA    (185O-1887) 

potente.  La  franqueza,  y  aun  la  vulgaridad  pintoresca,  de  la  expre- 
sión autorizaban  á  que  se  diese  curso  en  el  lenguaje  literario  á  las 
peculiaridades  del  habla  regional.  Pero  ni  la  protesta  naturalista  se 
limitaba  originariamente  á  esos  elementos  para  siempre  justos  y  opor- 
tunos, ni  tampoco  esta  vez  la  imitación  supo  proceder  en  América 
con  libertad  y  firme  criterio.  Propendiendo,  como  sucede  en  toda  imi- 
tación servil  y  fascinada,  á  violentar  las  cosas,  á  recargar  las  tintas, 
á  ir  á  lo  extremo  del  original  y  ceder  á  la  impresión  de  lo  caricatu- 
resco más  que  de  lo  característico,  nuestros  naturalistas  tomaron  de 
preferencia  en  sus  modelos  lo  que,  siendo  en  estos  mismos  convencio- 
nal y  vicioso,  resultaba  tanto  más  falso  en  América  cuanto  que  se 
oponía  á  los  caracteres  que  por  recto  naturalismo,  por  directa  suges- 
tión de  la  naturaleza,  deben  forzosamente  prevalecer  en  toda  litera- 
tura que  brote  sin  esfuerzo  del  espíritu  de  nuestros  pueblos.  Así  el 
pesimismo  agrio,  desesperanzado  y  hastiado,  que,  como  idea  domi- 
nante, no  tenía  natural  acomodo  en  el  ambiente  de  tierras  prometidas 
al  porvenir,  rebosantes  de  vida  y  energía.  Así  la  predilección  por  la 
reproducción  artística  de  lo  feo,  rasgo  de  decadencia  que  carecía  de 
sentido  aceptable  dentro  de  una  cultura  literaria  en  sus  albores.  Así 
la  sensualidad,  no  espontánea,  vigorosa  y  ferviente,  sino  artificiosa, 
alambicada  y  senil;  sensualidad  de  cálculo  antes  que  de  instinto." 
M.  Pelayo,  Hist.  poes.  hisp.-tamer.,  t.  I,  pág.  408:  "Caracas,  que  por 
los  años  de  1842  á  1848,  según  expresión  del  notable  escritor  colom- 
biano Camacho  Roldan,  "merecía  el  nombre  de  la  Atenas  de  Amé- 
"rica."  "Allí  se  reimprimían  ávidamente  las  más  notables  produccio- 
nes de  la  literatura  española  contemporánea  y  traducciones  de  la 
francesa."  J.  Gil  Fortoul,  Hist.  const.  de  Vlenezuela,  t.  II,  pág.  134: 
"Lo  mismo  Lozano  que  Maitin  y  los  demás  que  con  ellos  forman  la 
mediocre  turba  romántica,  desdeñan  el  folk-lore  venezolano  y  tienen 
á  menos  bañar  sus  pálidas  musas  en  el  abundante  manantial  del  can- 
cionero popular.  Donde  suele  haber  nxás  belleza  que  en  cuantos  ver- 
sos han  escrito  nuestros  poetas  culteranos.  Por  de  contado,  el  cancio- 
nero imita  la  forma  y  también  á  veces  el  fondo  de  la  poesía  popular 
española,  á  causa  de  la  lengua  y  á  consecuencia  del  régimen  colonial; 
pero  no  deja  de  adquirir  por  esto  un  sello  característico  genuínamente 
nacional.  Cuando  el  alma  de  la  clase  media  se  duerme  en  la  monotonía 
del  romanticismo  pegadizo,  el  alma  de  la  clase  baja  palpita  vivaz  y 
original  en  romances,  galerones  y  corridos.  Nuestro  cantador  por  ex- 
celencia es  el  llanero,  mestizo  apenas  civilizado,  bravio  como  sus  to- 
ros, violento  como  sus  caballos,  suspicaz,  propenso  á  la  ironía  desnuda, 
positivista  y  en  amores  voluptuoso,  sin  galantería  ni  ternura...  Tradu- 
ce en  expresivos  cantos  su  mezclada  complexión  moral :  orgullo  de 
beduino,  jactancia  andaluza,  gozo  infantil  de  negro  manumiso..." 
Abel  Karl,  Emiro  Kastos:  "En  las  Repúblicas  híspano-americanas  los 
escritores  se  encuentran  abandonados  á  sí  mismos  y  toman  la  pluma 
con  el  triste  convencimiento  de  que  sus  producciones  serán  leídas  por 


AMERICA     Y    SU     ESPÍRITU     LITERARIO  1 9 

cuatro  docenas  de  individuos  y  de  que  la  prensa  periódica  no  se  ocu- 
pará de  ellas  ni  mucho  ni  poco.  Solamente  los  artículos  políticos  me- 
recen el  honor  de  ser  contestados  por  la  bandería  contraria...  Y  no 
puede  ser  de  otro  modo.  Allí  donde  las  oligarquías  militares  imperan 
como  reinas  absolutas;  donde  los  partidos  no  tienen  por  símbolo 
una  bandera,  sino  una  personalidad;  donde  el  choque  de  las  armas  y 
el  ruido  de  los  combates  fratricidas  absorben  completamente  la  vida 
pública,  la  verdadera  literatura  se  arrastra  lánguida  y  agonizante  y 
la  atención  se  fija  mucho  más  en  los  tajos  de  sable  que  en  los  rasgos 
de  pluma."  Pedro  Henríquez  Ureña,  D.  J.  Rniz  de  Alarcón,  Habana, 
1915,  pág.  7:  "Pero  observando  por  conjunto,  ¿quién  no  distingue  la 
poesía  cubana,  elocuente,  á  menudo  razonadora  y  aun  prosaica,  de  la 
dominicana,  llena  también  de  ideología,  pero  más  sobria  y  á  la  vez 
más  libre  en  sus  movimientos?  ¿Quién  no  distingue  entre  la  facundia 
la  difícil  facilidad,  la  elegancia  venezolana,  superficial  á  ratos,  y  el 
lirismo  metafísico,  singular  y  trascendental  de  Colombia?  ¿Quién  no 
distingue  junto  á  la  marcha  lenta  y  mesurada  de  la  poesía  chilena  los 
ímpetus  brillantes  y  las  audacias  de  la  Argentina?  Y  ¿quién,  por  fin, 
no  distingue  entre  las  manifestaciones  de  esos  y  los  demás  pueblos  de 
América  este  carácter  peculiar:  el  sentimiento  discreto,  el  tono  velado, 
el  matiz  crepuscular  de  la  poesía  mexicana?  Como  los  paisajes  de  la 
altiplanicie  de  Nueva  España,  recortados  y  acentuados  por  la  tenuidad 
del  aire,  aridecidos  por  la  sequedad  y  el  frío,  se  cubren,  bajo  los  cielos 
de  azul  pálido,  de  tonos  grises  y  amarillentos,  así  la  poesía  mexicana 
parece  pedirles  su  tonalidad.  La  discreción,  la  sobria  mesura,  el 
sentimiento  melancólico,  crepuscular  y  otoñal,  van  concordes  con  ese 
otoño  perpetuo  de  las  alturas,  bien  distinto  de  la  eterna  primavera 
fecunda  de  los  trópicos:  este  otoño  de  temperaturas  discretas,  que 
jamás  ofenden,  de  crepúsculos  suaves  y  de  noches  serenas.  Así  des- 
cubrimos la  poesía  mexicana  desde  que  se  define:  poesía  de  tonos 
.suaves,  de  emociones  discretas." 


PRIMER  PERIODO  DE  LA  ÉPOCA  REALISTA 
(antes  de  la  revolución) 

La  lírica  puramente  subjetiva. — La  novela  realista. — La  alta 
COMEDIA. — La  zarzuela. 

(i  850- 1 869) 


Isabel  II  (1843-1868). — ^Ministerio  Bravo  Murillo  y  Concordato 
(En.  1851-Dic.  1852). — Revolución  y  bienio  progresista  (1854-1S56). — 
Rompimiento  de  Espartero  y  O'Donnell  (1856). — Guerra  de  África 
(1858-1859). — Turno  legal. — Revolución  de  Setiembre:  Gobierno  pro- 
visional (1868-70). — Constitución  de  1869. 

5.  De  1830  á  1850,  época  romántica,  todo  es  revolución  y 
lucha,  política  y  literaria,  sobrepujando  el  liberalismo  en  polí- 
tica; en  literatura,  lo  español  sobre  y  contra  lo  francés.  De 
1850  á  1860  lleva  ventaja  el  catolicismo,  luchando  en  pro  suya 
los  que  antes  se  mostraron  pasivos  espectadores;  pero  desde 
1860  va  preparándose  la  Revolución  de  1868.  En  suma:  acción 
católica  del  50  al  60;  reacción  revolucionaria  del  60  al  68.  El 
romanticismo  iba  perdiendo  sus  fuerzas,  posándose  sus  extra- 
vagancias, al  mismo  paso  que  la  Revolución  política,  de  suerte 
que,  al  llegar  el  1850,  así  como  enmudece  la  Revolución,  el  ro- 
manticismo ha  desaparecido,  fuera  de  la  novela  folletinesca, 
que  cultivan  medianos  autores  para  la  gente  menuda.  Descar- 
gado el  romanticismo  de  la  espuma  que  trajo  de  fuera,  aquella 
exageración  y  misterio  septentrional,  cosas  que  le  diferenciaban 
de  nuestro  antiguo  arte  realista,  quedó  éste  como  único  arte, 
más  limpio  que  el  antiguo  de  todo  elemento  clásico,  si  bien  al- 


22        PRIMER   PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

gunos  escritores  vuelven  á  un  cierto  clasicismo  más  ó  menos 
franco.  En  Francia,  donde  el  positivismo  científico  venció  en 
esta  época  á  la  fe  religiosa  y  los  intereses  materiales  á  los  mo- 
rales, añadiéndose  además  el  espíritu  gálico  didáctico  y  social, 
que  distinguió  siempre  su  literatura,  del  romanticismo  se  saltó 
al  naturalismo,  que  no  es  más  que  el  realismo  que  se  encerraba 
en  el  fondo  romántico  y  quedó  á  descubierto  en  España ;  más 
los  efectos  de  esas  tendencias,  científica,  material  y  didáctica; 
esto  es,  un  realismo  de  fondo  determinista,  materialista  é  irre- 
ligioso, enderezado  al  fin  científico  de  servir  como  documento 
empírico  y  documental.  Nada  de  ello  pasó  á  España  durante 
esta  época,  en  la  cual,  por  consiguiente,  nuestra  literatura  vióse 
casi  libre  de  influencias  extrañas.  Alguna,  sin  embarga,  puede 
notarse  en  la  tendencia  de  ciertos  escritores,  sobre  todo  en  el 
teatro,  á  filosofar  ó  proponer  tesis  en  sus  obras ;  pero,  al  revés 
que  en  Francia,  eran  tesis  morales  y  cristianas.  La  novela  folle- 
tinesca es  el  último  residuo  romántico  que  queda  en  España 
para  pasto  de  la  curiosidad  poco  estética  de  la  gente  menuda, 
como  quedaron  durante  el  sig'lo  xvi  las  novelas  caballerescas, 
á  pesar  del  triunfo  del  Renacimiento. 

6.  Fuera  de  la  Revolución  del  54,  con  el  bienio  progresista,  la 
política  se  calma  y  se  aviene  con  la  Santa  Sede  y  con  las  ideas  cató- 
licas. Narváez  encadenó  la  revolución  en  184S;  Bravo  Murilío  (1851- 
52)  llegó  hasta  hacer  el  Concordato,  y  desde  1856,  los  moderados  y  la 
Unión  liberal  alternan  en  el  turno  legal  del  Gobierno,  pero  tendiendo 
unos  y  otros  á  la  tranquilidad,  de  suerte  que  los  progresistas  se  ale- 
jaron y  se  declararon  antidinásticos,  dando  origen  á  la  democracia 
y  preparando  la  Revolución  de  Setiembre.  En  todo  este  período  los 
católicos,  antes  atemorizados  y  pasivos,  toman  la  ofensiva,  como  en 
el  resto  de  Europa,  señalándose  escritores  como  Donoso  Cortés,  Apa- 
risi,  Balmes,  Navarro  Villoslada,  Gabino  Tejado,  E.  González  Pedro- 
so,  etc.  En  la  fuga  del  combate  pasaron  á  veces  de  la  raya,  tomando 
de  los  apologistas  franceses  doctrinas  ultracatólicas,  por  lo  que  se  les 
llamó  neocatólicos,  y  puede  verse  claramente  en  las  exageraciones  de 
Donoso  Cortés.  Sus  periódicos  son,  sin  embargo,  los  más  serios  y  me- 
jor escritos.  La  Regeneración  (1855-70),  fundada  por  Canga-Argüe- 
Des;  La  Esperanza  (1844-70),  en  que  Pedro  de  la  Hoz,  carlista,  y  des- 
pués su  hijo,  continuaron  por  el  sendero  trazado  por  Balmes;  El  Pen- 
samiento Español  (1860-70),  en  manos  de  Villoslada,  Tejado  y  Pe- 
dros©; El  Padre  Cobos,  donde  se  juntaron  los  más  hábiles  satíricos. 
La  política  hízose,  en  suma,  más  católica  y  conservadora  y  la  moral 


PRIMER   PERÍODO    DE    I^\    ÉPOCA   REALISTA    (185O-1869)         23 

fué  más  respetada  que  en  la  época  romántica ;  hasta  se  llegó  á  un 
cierto  fariseísmo  y  á  una  predicación  de  sensiblería  moral  bastante 
ñoña  y  mojigata  en  gran  parte  de  la  literatura.  Estos  extremos  de  los 
católicos  fueron  consecuencia  de  las  barrabasadas  que  la  Revolución 
había  cometido  en  la  época  anterior  y  de  la  rotura  de  costumbres  y 
burla  de  la  moral  entre  los  románticos.  El  romanticismo,  movimiento 
popular  y  verdadera  revolución,  tuvo  sus  centros  abiertos  á  todo  el 
mundo,  el  Ateneo  y  el  Liceo;  pero  pasados  aquellos  años  de  eferves- 
cencia, decae  el  Ateneo  y  el  Liceo  se  cierra.  Desperdigados  los  hom- 
bres de  letras  al  parecer,  júntanse  en  tertulias  varias,  donde  con  ma- 
yor minuciosidad  se  estudia  y  se  alardea  menos  aparatosamente.  De 
estas  tertulias  trató  el  Marqués  de  Molins  en  su  libro  Bretón  de  los 
Herreros.  En  casa  de  don  Patricio  de  la  Escosura,  calle  del  Amor  de 
Dios,  juntábanse  los  moderados  y  viejos:  Gallego,  Pacheco,  Nocedal, 
Donoso  Cortés,  Pastor  Díaz,  Bretón,  Ventura  de  la  Vega,  Rubí  y 
hasta  los  jóvenes  Gabino  Tejado  y  González  Pedroso.  Los  mismos 
asistían  á  la  del  Marqués  de  Molins  los  miércoles,  juntamente  con 
personas  más  eruditas:  Amador  de  los  Ríos,  Ramírez  Saavedra,  Cer- 
vino, A.  Fernández  Guerra,  Gil  y  Zarate,  Hartzenbusch,  M.  Lafuente, 
Navarro  Villoslada  y  Eugenio  Ochoa.  Todavía  más  eruditas  eran  las 
tertulias  en  casa  de  don  Atireliano  Fernández  Guerra  y  en  la  de  don 
Manuel  Cañete;  en  la  primera  leía  versos  Arnao,  que  dio  á  conocer  á 
Sélgas ;  en  la  segunda.  Zarco  del  Valle,  Ventura  de  la  Vega,  Campo  • 
amor,  Baralt,  el  pianista  Morphi.  La  gente  moza  continuaba  yendo  al 
café  del  Príncipe,  y  desde  1854,  al  café  de  la  Esmeralda,  en  la  calle 
de  la  Montera,  y  á  casa  de  Gregorio  Cruzada  Villamil,  calle  de  Lope 
de  Vega,  donde  señoreó  la  colonia  granadina,  llegada  aquel  año  1854 : 
Castro  y  Serrano.  Antonio  Alarcón,  Manuel  del  Palacio  y  otros ;  á  los 
que  se  añadieron  Eguilaz,  Trueba,  el  pintor  Germán  Hernández,  Nú- 
ñez  de  Arce  y  el  amigo  de  Cruzada,  Florentino  Sanz,  que  le  había 
llevado  á  Berlín.  Tras  los  románticos  vinieron  en  Francia  los  parna- 
sianos Teófilo  Gautier,  Teodoro  de  Banville,  autor  de  las  Odas  fu- 
nambulescas; Carlos  Baudelaire,  el  pesimista  satánico  de  las  Flores 
del  mal,  y  Leconte  de  Lisie.  Cada  uno  lleva  su  divisa,  pero  uno  de  los 
cuarteles  de  sus  escudos  es  el  mismo,  la  rima  rica,  la  técnica  esmerada 
del  verso,  que  es  lo  que  de  los  románticos,  sobre  todo  de  Víctor  Hugo, 
el  emperador  de  la  barba  florida,  quedó  en  la  literatura  francesa.  La 
riqueza  y  técnica  métrica  no  podía  pasar  de  Francia  á  España;  aquí 
era  tradicional  y  llegó  á  restaurarse  por  el  romanticismo.  En  Fran- 
cia no  podía  volverse  al  seudoclasicismo,  de  manera  que  al  resurtir 
el  gusto  después  del  romanticismo,  en  vez  de  volver,  como  en  España, 
al  antiguo  realismo,  todavía  más  depurado  y  nacional,  la  ola  se  que- 
bró, se  estrelló  y  se  derramó  en  mil  direcciones  nuevas,  con  la  única 
nota  común  del  parnasianismo.  Con  esto  se  explica  el  ningún  influjo 
de  la  lírica  francesa  en  la  española  durante  esta  época.  En  cambio,  la 
dramática  entre  los  autores  de  menor  cuantía,  tomó  no  poco  en  Es- 


24        PRIMER  PERÍODO   DE   L.\   ÉPOCA  REALISTA   (185O-1869) 

paña  de  la  francesa  neoclásica  de  Ponsard  y  Latour,  de  Saint  Ibars 
y  de  la  filosofante  de  E.  Augier,  Dumas  hijo  y  Victoriano  Sardou. 
Los  grandes  dramáticos  españoles  estaban  por  cima  de  tales  influen- 
cias. Laniprodón  canta  al  son  de  Scribe;  pero  Tamayo,  Ayala  y  los 
más  no  cantan  más  que  al  son  de  su  propio  corazón  cada  cual,  que 
todos  suenan  a  realismo  muy  nacional.  Otro  tanto  se  diga  de  la  novela. 
La  folletinesca  olía  á  Ponson-du-Terrail  ó  era  él  todo  entero  tradu- 
cido, V  aun  á  Sandeau  y  á  Jorge  Sand;  pero  Alarcón,  Fernán  Caba- 
llero y  Trueba,  Pereda  y  Galdós  no  tienen  pizca  de  francés.  La  litera- 
tura, en  manos  de  los  buenos  escritores,  se  había,  pues,  libertado  en- 
teramente del  antiguo  dominio  gálico,  era  limpiamente  española.  Tal 
es  el  gran  fruto  debido  al  romanticismo.  La  inexperta  mocedad  segui- 
rá á  veces  las  modas  francesas;  pero  las  obras  maduras  han  ido  arrai- 
gando tanto  desde  1830  en  la  tradición  española,  sobre  todo  merced  á 
la  critica  y  erudición  sabia,  que  el  parnasianismo,  el  naturalismo,  el 
simbolismo,  el  modernismo,  venidos  de  Francia,  no  han  llegado  á  cua- 
jar más  que  unas  cortas  temporadas  entre  ciertos  jóvenes,  más  ex- 
puestos á  las  modas  y  de  menos  asiento  por  no  haber  todavía  esco- 
gido su  propio  camino.  La  crítica  sabia  sigue  en  este  periodo  estu- 
diando la  antigua  literatura  castellana,  dando  sus  mejores  frutos  los 
eruditos  que  ya  se  dieron  á  conocer  en  la  época  romántica:  Gayan- 
gos  (1833),  Alcalá  Galiano  (1834),  Eugenio  Ochoa  (1835),  Amador  de 
los  Ríos  (1839),  Aureliano  Fernández  Guerra  (1839),  Pedro  José  Pi- 
dal  (1841J,  Cayetano  Rosell  (1841),  Ant.  BoíaruU  (1842},  Manuel  Ca- 
ñete (1843),  Adolfo  de  Castro  (1844),  Alenda  (1844),  Andrés  Bofa- 
rull  (1845),  Eustaquio  Fernández  Navarrete  (1845).  Añádanse  los  que 
aparecen  en  este  período,  sólo  en  España,  sin  contar  á  los  america- 
nos: \'icente  Barrantes  (1851),  Ant.  Martín  Carnero  (1851),  Cánovas 
(1852J,  Joaquín  Gichot  (1853),  Florencio  Janer  (1855),  Man.  Mur- 
guía  (1856),  Rada  y  Delgado  (1858),  Simonet  (1858),  Juan  Valera 
(1858),  Gómez  de  Arteche  (1859),  el  doctor  Thebussem  (1859),  Aguiló 
(1860),  La  Barrera  (1860),  F.co  Fernández  y  González  (1860),  Ben- 
jumea  (1861),  Tubino  (1862),  Soraluce  (1863),  Asensio  de  Toledo 
(1864)  Picatoste  (1865J,  Fita  (1866),  Vidart  (1866),  Villaamil  y  Cas- 
tro (1866),  Catalina  García  (1867),  Fernández  Duro  (1867),  Sbarbi 
(1867),  Fabié  (1S68),  Máinez  (i! 


7.  La  Lírica. — La  época  realista  con  su  ciencia,  reflexión 
y  critica  dio  lugar  en  Francia  á  la  lírica  parnasiana,  que  con- 
.^iste  en  el  esmero  técnico  y  cuasi  científico  de  la  forma  con 
descuido  del  fondo.  En  España  no  entró  el  influjo  de  esta  es- 
cuela ni  sus  obras  se  leyeron  sino  muchos  años  más  tarde;  con 
todo,  sin  llegar  á  ese  extremo  vicioso,  la  sensatez  de  la  época 
V  el  estudio  reflexivo  contra  la  rotura  romántica,  llevó  á  núes- 


LA    LÍRICA  2D 

tros  líricos  á  desechar  la  pasada  hojarasca  y  á  cuidar  más  de  la 
hechura,  sin  que  ella  sobrepujase  al  fondo  poético.  Antes  bien 
armonizados  fondo  y  forma,  la  sinceridad,  propia  del  realis- 
mo y  de  la  reflexión,  dio  la  nota  característica  á  nuestra  líricj 
y  no  menos  en  la  forma  la  sencillez,  hija  de  la  sinceridad.  El 
señorío  poético,  repartido  antes  entre  Espronceda,  Zorrilla  y 
Campoamor,  sigue  todavía  en  manos  de  este  último,  que  apenas 
fué  romántico,  y  se  distingue  por  el  realismo  popular,  el  humo- 
rismo, la  sencillez  de  expresión  y  la  sinceridad;  pero,  sobre 
todo,  pasa  á  manos  de  Bécquer,  acaso  el  mayor  lírico  y  por  lo 
menos  el  mayor  puro  lírico  que  ha  nacido  en  España.  Ningún 
otro  alcanzó  su  profundidad  de  sentimiento,  verdaderamicnte 
humano,  juntamente  con  su  sencillez  de  expresión.  Es  el  lírico 
más  íntimo,  humano  y  sincero  y  el  más  allegado  al  tono  y  sen- 
tir popular.  Núñez  de  Arce  dase  á  conocer  en  este  período,  pero 
sus  mejores  obras  son  hijas  del  espíritu  revolucionario  del  pe- 
ríodo siguiente.  Balart,  por  lo  doliente  y  terso  de  la  forma; 
Manuel  del  Palacio,  por  lo  real  y  risueño,  y  los  sencillos  y  caji- 
dorosos  Selgas  y  Trueba,  son  los  dioses  menores,  juntamente 
con  los  que,  llevados  del  realismo  de  la  época,  pudieran  ya  lla- 
marse regionales.  Rosalía  de  Castro  encarna  el  alma  gallega; 
Teodoro  Llórente,  la  levantina;  José  Lamarque,  la  andaluza; 
Melchor  Palau  se  allega  al  pueblo  en  sus  coplas.  Ouerol  es  el 
más  fino  ejemplar  de  un  neoclasicismo  genuino,  en  torno  del 
cual  zumban  otros  más  bajos  poetas  clásicos,  que,  careciendo  de 
vigor  para  el  realismo  y  lo  nacional,  resucitan  á  deshora  el 
clasicismo,  muerto  y  enterrado  en  la  época  anterior.  En  Amé- 
rica cantan  excelentes  poetas,  todos  más  ó  menos  íntimos,  más 
cuidadosos  y  sinceros  que  sus  antecesores :  los  Pombos,  Fallón. 
Miguel  Antonio  Caro,  en  Colombia;  Olegario  Andrade  y  Ri- 
cardo Gutiérrez,  en  la  Argentina  y  Uruguay;  Lorenzo  Luaces, 
en  Cuba;  Salaverry,  Soldán  L'nanue  y  Liona,  en  el  Perú. 
Todos,  los  de  acá  y  los  de  allá  del  mar,  son  más  sinceros  y  na- 
turales, más  realistas  y  humanos,  más  cantores  del  presente, 
más  íntimos  y  arraigados  en  lo  nacional  vivo  y  de  hoy  que  los 
románticos,  y  al  propio  tiempo  desechan  los  demasiados  y  vanos 
oropeles,  lo  misterioso  y  lo  desesperado,  todo  lo  extraño  que  el 
romanticismo  había  traído  de  allende.   La  mayor  reflexión  y 


26        PRIMER  PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (18.SO-18ÓQ) 

moralidad  de  este  periodo  se  nota  hasta  en  el  resurgimiento  de 
ia  fábula,  que  cultivaron  Hartzenbusch,  Pascual  Fernández 
Baeza,  Agustín  Principe,  Campoamor,  Carlos  Pravia,  Antonio 
de  Trueba,  el  Barón  de  Andilla  y  José  M."  Gutiérrez  de  Alba. 
En  los  líricos  de  segundo  orden  pueden  decirse  que  hay  dos  ten- 
dencias :  la  clásica,  sobre  todo  en  los  andaluces  y  los  eruditos ; 
la  becqueriana,  más  propia  de  los  poetas  del  Norte  de  España, 
señoreando  más  la  primera  de  1850  á  1860,  merced  á  la  mayor 
tranquilidad  política  y  moral;  la  segunda,  de  1860  á  1869. 

8.  A  Bécquer  imitaron  muchos;  otros,  después,  acaso  á  Heine, 
pero  en  lo  que  convenía  con  Bécquer.  Núñcz  de  Arce  se  hartó  de 
estas  poesías,  que,  si  á  veces  frisaban  en  ramplonas,  ningún  daño 
traían  á  la  literatura,  y  las  llamó  siispirillos  germánicos  y  vuelos  de 
gaUina,  frase  que  se  repitió  en  son  de  burla  hasta  por  críticos  en  esta 
parte  indiscretos.  Blanco  García  menospreció  el  género  y  túvolo  por 
antiespañol,  y  con  todo,  en  esa  escuela  pone  á  Palau  y  á  oiros  que  se 
allegan  á  los  cantores  populares.  Porque  los  tales  suspirillos  no  eran 
sino  cantares  populares,  mejor  ó  peor  hechos,  los  cuales  para  Núñez 
de  Arce,  el  trompeteador  de  la  Revolución,  natural  es  sonasen  á  poca 
cosa.  Hasta  Campoamor  hizo  cantares,  y  toda  su  poesía  de  la  época 
realista  pertenece  verdaderamente  á  ella,  con  haber  comenzado  á  poe- 
tizar en  la  romántica.  Todo  lo  cual  prueba  que  el  género  becqueriano 
no  es  más  que  el  popular  español,  que  es  el  realista.  Y  aun  por  eso 
los  sevillanos  volvieron  á  su  tradicional  clasicismo  de  las  escuelas  se- 
villa"nas  de  Lista  y  Herrera,  con  las  debidas  modificaciones,  entre 
cillas  el  colorido  y  lo  descriptivo,  notas  muy  andaluzas.  El  tomar  imo 
ú  otro  derrotero,  el  clásico  ó  el  sentimental  becqueriano,  ó  digamos, 
de  la  copla  popular,  pendía  en  los  autores  del  temperamento  artístico: 
los  más  fríos  y  amigos  de  la  forma,  del  colorido,  de  la  descripción 
prefirieron  el  clasicismo;  los  más  sentimentales  siguieron  el  otro  ca- 
mino. Entre  éstos  se  lucieron  los  gallegos  y  demás  poetas  del  Norte, 
inclinados  de  suyo  al  sentimiento  y  á  lo  íntimo,  así  como  los  andalu- 
ces, que  propenden  á  los  efectos  superficiales,  á  la  descripción,  al  co- 
lor y  á  la  forma,  volvieron  al  clasicismo.  Doña  Rosalía  de  Castro, 
sin  tener  nada  que  ver  con  Bécquer,  es  de  la  escuela  sentiiuental,  ín- 
tima, becqueriana,  y  no  menos  lo  son  Balart,  Trueba  y  Palau.  De  los 
clásicos,  son  excelentes  poetas  el  murciano  Selgas,  que,  con  su  amor 
al  color  y  á  las  flores,  como  meridional,  tiene  una  cierta  delicadeza 
de  sentir  propia  ya  de  la  época  realista,  >  los  dos  levantinos,  Querol 
y  Llórente,  que,  por  la  sinceridad,  son  becquerianos,  aunque  i)or  la 
trasparencia  y  serenidad  sean  clásicos  y  por  el  temperamento  colorista 
se  alleguen  á  los  andaluces.  El  clasicismo  de  estos  dos  poetas  se  dio 
siempre  como  planta  natural  y  propia  en  la  región  levantina.  Llegando 


LA    LÍRICA  27 

ya  á  la  plebe,  digamos,  aunque  plebe  poética,  Blanco  García,  sin  ceñirse 
al  período  que  tratamos  (1850-69).  divide  á  los  poetas  en  dos  bandos: 
clásicos  y  becquerianos  ó  heinianos  ó  germánicos.  Entre  los  prinieroj 
pone  como  de  la  escuela  sevillana,  que  pretendieron  restaurar  el  modo 
clásico  de  Lista  y  Herrera,  á  los  poetas  andaluces  Apezechea,  Rodrí- 
guez Zapata,  Bueno,  Aliñador  de  los  Ríos,  Fernández  y  González,  La- 
marque,  Reina,  Fernández  Espino,  Cañete,  los  hermanos  Herrera  y 
Robles,  Mercedes  de  Velilla,  y  como  independientes,  pero  que  se  alle- 
gan á  ellos,  á  López  García,  Alarcón,  Grilo,  Alcalde  y  Valladares,  Gi- 
nard,  Sánchez  Arjona,  García  Caballero,  Concepción  Estevarena,  Pe- 
ñaranda, Velarde,  Cavestany  y  además  á  Rueda  y  Shaw,  que  son  co- 
loristas andaluces  de  la  época  siguiente.  Entre  los  becquerianos  y  hei- 
nianos pone  á  F.  y  González,  Herrero,  Llórente  y  E.  Pardo  Bazán,  á 
Fuig  Pérez,  Ferrán,  Ladevese,  Sipos,  Dacarrete,  Mas  y  Prat,  Sepúl- 
veda,  además  de  Bécquer,  Palau  y  Florentino  Sanz.  De  todo  lo  dicho 
saco  yo  que  no  hay  tales  heinianos  ni  germánicos  poetas,  sino  que  son 
los  realistas  sentimentales,  íntimos,  más  cercanos  á  la  lírica  popular 
española.  De  hecho,  al  tratar  de  Bécquer  veremos  que  Heine  y  los 
alemanes  no  puede  decirse  fueron  conocidos  antes  de  la  Revolución 
del  68,  exceptuando  á  Florentino  Sanz,  y  ellos  comenzaron  á  poetizar 
antes  de  ella  en  ese  tono,  que  yo  llamo  popular,  sentimental  ó  realista. 
Ni  Rosalía  de  Castro,  ni  Palau,  ni  Campoamor  se  inspiraron  en  los 
alemanes,  ni  Bécquer  mismo.  Menos  se  inspiró  Ruiz  Aguilera,  de  la 
época  anterior,  y,  sin  embargo,  ya  es  popular.  De  Selgas  y  Trueba 
nada  digamos,  y  eso  que  abren  la  época.  El  género  había,  pues,  nacido 
del  romanticismo,  como  los  demás  géneros  realistas,  el  teatro  y  la 
novela.  Blanco  García,  por  haber  admitido  el  germanismo,  se  ve  en- 
redado de  suerte  que  tiene  que  afirmar  no  ser  español  este  género, 
donde  pone  poetas  tan  castizos,  que  se  distinguen  cabalmente  por  sus 
cantos  populares.  Además,  después  de  separar  los  de  la  escuela  sevi- 
llana, trata  de  los  neoclásicos;  pero  clásicos  fueron  unos  y  otros.  Ya 
notó  Pardo  Bazán  que  Blanco  García  anduvo  harto  confuso  en  toda 
lo  que  atañe  á  los  años  que  siguieron  á  la  época  romántica.  Deslin- 
dando ideas,  asentemos  que  en  la  época  realista  las  corrientes  líricas 
pueden  cifrarse  en  dos:  la  clásica  y  la  becqueriana.  A  la  clásica  per- 
tenecen los  andaluces  y  los  eruditos  ó  académicos  que,  por  su  mayor 
parte,  son,  además,  andaluces ;  á  la  becqueriana  pertenecen  los  poetas 
de  las  provincias  del  Norte.  Es  evidente  que  el  hecho  responde  aquí 
á  la  naturaleza  de  los  poetas,  de  las  escuelas  y  de  las  regiones.  Los 
meridionales,  más  superficiales  y  coloristas,  lo  ponen  todo  en  lo  or- 
namental de  la  forma:  tal  es  el  clasicismo  de  los  unos.  Los  septen- 
trionales, más  sentimentales  é  íntimos,  miran  más  al  fondo,  siendo 
en  la  forma  más  llanos  y  sencillos :  tal  es  la  manera  becqueriana.  Los 
eruditos  y  acadé:nicos  son  por  naturaleza  clásicos,  fríos,  formalistas; 
los  más  sentidos  é  íntimos  poetas  no  podían  ser,  después  del  romanti- 
cismo, ni  clásicos  ni  académicos.  El  realismo  era  hondura  del  propio 


28        PRIMER   PERÍODO    DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (1850-18Ó9) 

sentir,  sinceridad  y  llaneza  en  el  expresar.  Clásicos  fueron  los  que 
Valera  menciona,  como  verdadero  ripio,  para  rellenar  de  líricos  una 
época,  que  de  tal  ripio  no  necesitaba,  si  Valera  aqui  no  se  hubiera 
mostrado  tan  académico :  porque  Bécquer  vale  por  mil.  La  Academia, 
de  la  cual  don  Juan  anduvo  siempre  demasiadamente  enamorado,  fué 
en  todo  tiempo  partidaria  de  lo  clásico  y  tan  sólo  á  los  clásicos  pre- 
mió, con  escándalo  de  toda  persona  sensata.  Sería  una  chistosa  His- 
ioria  de  la  Academia  la  que  recontase  las  obras  que  ha  laureado  y  los 
ingenios  que  ha  alentado  y  educado.  Compréndese  que  no  haya  ha- 
bido académico  que  haya  arrostrado  á  escribirla.  El  Conde  de  Güen- 
dulain  llevóse  el  premio  en  un  certamen  académico  con  El  Cerco 
de  Zamora.  Después  escribió  un  todavía  más  desconocido  Canto  épico 
■en  la  muerte  del  Conde  de  Campo  Alange,  y  ya  nada  se  volvió  á  saber 
de  él  como  poeta.  El  Conde  de  Cheste  fué  otro  de  los  clásicos,  y  tan 
académico,  que  fué  director,  por  infinitos  años,  de  la  Academia.  Es- 
tébanez  Calderón  y  jMora  los  cita  Blanco  García  en  este  grupo,  aun- 
que pertenecieron  á  la  época  del  siglo  xviii  y  de  todos  modos  fueron 
eruditos.  Añade  á  Baralt,  que  por  erudito,  purista,  imitador  arcai- 
zante y  americano  no  es  extraño  siguiese  el  clasicismo;  á  i^eón  Ben- 
dicho  (1S30),  que  casi  es  de  la  época  del  xviii,  humanista  y  poco 
poeta,  puro  traductor,  y  á  Ríos  Rosas.  García  Olloqui  fué  premiado 
en  otro  ruidoso  certamen  de  la  Academia  por  La  Victoria  de  Bailen, 
composición  atestada  de  ripios,  vulgaridad,  afectación  y  prosa.  Esta 
hazaña  académica  se  llevó  á  cabo  nada  menos  que  en  1850.  También 
premió  la  Academia,  y  eso  en  1860,  á  Joaquín  José  Cervino,  otro 
clásico,  é  injustamente  premiado,  como  lo  probó  Manuel  Fernánde? 
y  González  en  el  Museo  Universal;  los  pospuestos  fueron  nada  menos 
•que  Aparisi,  Raimundo  Miguel,  Príncipe  y  Arnao,  que  valían  cien 
veces  más,  por  poco  que  valiesen.  Aureliano  Fernández  Guerra,  Va- 
lera,  Laverde  y  Meréndez  Pelayo,  que  Blanco  García  añade  come 
c'.ásico?,  fueron  eruditos  y  prosistas,  pero  poco  poetas.  Toda  esta  poe- 
sía académica  hallaba  cabida  en  la  Academia  en  las  épocas  romántica 
y  realista.  Remora  del  arte,  más  les  hubiera  valido  á  los  inmortales 
ceñirse  al  estudio  del  idioma,  conforme  á  su  instituto;  pero  en  el  idio- 
ma hicieron  todavía  menos  que  en  literatura,  porque  no  hicieron  nada. 
A  nadie  le  ocurre  que  la  Academia  llamara  á  su  seno  á  Bécquer, 
¿Porque  no  era  erudito?  ¿Porque  no  era  clásico?  Acaso;  pero  yo 
creo  que.  sobre  todo,  porque...  era  verdadero  poeta.  J.  Valera,  Poe- 
sía... siglo  .vix,  I,  pág.  207:  "Entre  los  personajes  que  en  la  tribuna 
y  en  el  gobierno  dd  Estado  acertaron  á  distinguirse,  figuran  tam- 
bién como  poetas  líricos  Ríos  Rosas,  Aparisi  Guijarro  y  iCánovas 
del  Castillo;  en  las  cátedras  de  Universidades  é  Institutos,  algunos  de 
tinto  mérito  como  don  I'"rancisco  Sánchez  de  Castro;  en  las  oficinas 
y  Direcciones  del  Ministerio  de  Hacienda,  don  Francisco  Luis  Retes 
y  don  Lope  Gisbert,  que  puso  en  lindos  versos  castellanos  las  me- 
jores leyendas  del  ciclo  de  la  Tabla  Redonda,  escritas  por    i'eiinyson 


LA   lírica  jg 

en  lengua  inglesa ;  en  Gracia  y  Justicia  ó  en  la  Magistratura,  si  la 
memoria  no  me  engaña,  los  señores  Arnao,  Cervino  y  otros,  y  en  la 
carrera  diplomática,  una  gran  multitud  de  versificadores,  de  cuyos 
aciertos  y  desaciertos  sería  prolijo  y  enojoso  además  dar  aquí  cuen- 
ta sin  error  y  sin  omisión,  calificándolos  á  todos  y  colocando  á  cada. 
uno  en  el  lugar  que  se  debe.  Baste  citar  aquí,  entre  los  poetas  diplo- 
máticos, á  don  Fernando  de  la  Vera  é  Isla,  á  don  Juan  Bautista  San- 
doval,  á  don  Gabino  Martorell,  hermano  y  sucesor  en  el  título  del 
Duque  de  Almenara  Alta,  de  quien  ya  hemos  hablado;  al  fértil  don 
Emilio  Olloqui,  laureado  por  la  Real  Academia  Española,  á  pesar  de 
su  dicción  superfina  y  archiculta  y  a  don  Rafael  García  Santisteban, 
que,  si  bien  adquirió  fama  componiendo  comedias,  zarzuelas  y  saí- 
netes, algún  derecho  tiene  á  ser  también  como  poeta  lírico  considerado^ 
Justo  es  consignar  aquí  que  el  aficionado  á  la  poesía  ó  el  poeta  de 
afición  que  tuvo  verdaderas  prendas  de  poeta,  aunque  se  emplease 
en  faenas  de  pane  lucrando,  conservó  la  tersura  y  limpieza  del 
espejo  en  que  se  reflejaba  el  mundo  encantado  de  sus  ensueños 
y  se  niianifestó  muy  distinto  y  hasta  contrario  á  lo  que  fué  en 
la  vixla  ordinaria  y  real  cuando  tomaba  la  lira  y  cantaba.  F(ué 
como  si  Catón,  al  escribir  en  su  libro  de  memorias  las  sumas  de 
dinero  que  daba  á  usura,  se  hubiese  valido  del  agudo  puñal  con  que 
se  mató  para  no  sufrir  al  tirano  y  para  no  ampararse  de  su  mag- 
nanimidad insegura.  Fué  como  si  la  Tizona  y  la  Colada  hubiesen, 
servido  de  asadores  y  acicalado  después  el  uno  ó  el  otro  acero,  do- 
tado de  más  fino  temple  y  esgrimido  por  la  diestra  del  Cid,  hubiese 
sei^ido  á  este  héroe  para  matar  moros  y  realizar  hazañas  apenas  in- 
creíbles. Así,  el  dirigir  el  movimiento  de  mercancías  de  una  extensa 
red  de  ferrocarriles,  mostrándose  apto  y  hábil,  no  embotó  la  exquisita, 
sensibilidad,  no  disipó  los  místicos  ensueños,  ni  manchó  la  pureza  y 
elegancia  de  dicción,  ni  abatió  el  impulso  del  vuelo  y  de  los  raptos 
líricos  que  don  Wenceslao  Querol  muestra  en  sus  hermosas  compo- 
siciones. Así  también  en  la  satírica  prosa  diaria  en  que  don  José  Sel- 
gas,  en  nombre  de  un  pasado  irrevocable  ó  falso,  entre  retruécanos^ 
agudezas  ingeniosas,  aunque  á  menudo  pueriles  y  rebuscadas  y  alam- 
bicados epigramas,  se  desata  en  burlas  y  en  injurias  contra  el  espíritu 
de  la  edad  presente  y  contra  hombres,  cosas  é  instituciones,  nadie 
acertaría  á  descubrir  al  candoroso,  sencillo  y  dulce  poeta  de  las  flores, 
al  autor  de  La  Primavera  y  El  Estío.  Y  así,  por  último,  en  la  suave 
melancolía,  en  el  fervor  rehgioso  y  en  la  placidez  y  elegancia  de  Las 
Mtijeres  del  Evangelio,  seria  difícil  ver  la  huella  del  hastío,  de  la. 
desesperanza  ó  de  ías  insanas  y  violentas  pasiones  que  arrastraron  á 
Larmig  hasta  el  suicidio."  M.  Pelayo,  Hist.  poes.  hisp.-fimer.,  t.  I 
(1911),  pág.  395:  "Ajquel  movimiento  de  reacción  que  contra  los  des- 
enfrenos del  lirismo  romántico  pareció  iniciarse  después  de  1844,  vol- 
viendo por  los  hollados  fueros  de  la  lengua  poética  y  por  la  cultura 
V  aseo  del  estilo  é  intentando   reanudar  la  tradición  de  las  escuelas- 


3o        PRIMER   PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

salmantina  y  sevillana  de  principios  del  siglo.  ILn  este  camino  se  fué 
demasiado  lejos,  y  por  huir  de  lo  desordenado,  exuberante  y  monstruo- 
so, vino  á  darse  en  lo  tiniido  y  apocado;  por  aversión  al  desaliño  se 
cayó  en  lo  relamido  y  artificioso;  resucitáronse  todo  género  de  inver- 
.siones,  perifrases  y  latinismos:  la  majestad  sonora  se  confundió  mu- 
■chas  veces  con  la  pompa  hueca,  con  el  énfasis  oratorio  y  la  rimbom- 
i)ancia,  naciendo  de  aquí  un  género  falso  y  aparatoso  lirismo,  que  por 
mucho  tiempo  dominó  y  aún  domina  en  todos  los  versos  que  pudié- 
ramos llamar  oficiales,  en  los  poemas  de  certamen  y  en  las  odas  de 
-circunstancias.  A  vueltas  de  algunas  composiciones  recomendables  en 
su  linea,  pero  de  todo  punto  inferiores  á  los  modelos  de  Quintana, 
Gallego  y  Lista,  este  neoclasicismo  póatumo,  de  tercera  ó  cuarta  mano, 
únicamente  ha  servido  para  conservar  ciertas  tradiciones  métricas 
de  buen  origen,  cierto  respeto  á  la  sintaxis  y  á  la  prosodia,  que  nunca 
están  de  más  y  deben  exigirse  á  todo  el  mundo."  Mucho  de  todo  esto 
hay  que  decir  de  los  poetas  secundarios  andaluces,  de  la  llamada  es- 
cuela sevillana,  clasicotes  en  demasía,  faltos  de  novedad,  amigos  de 
la  pesada  octava  real,  discretos  sempiternos  en  arte,  donde  no  suele  ser 
•el  de  la  discreción  temperamento  que  promete,  como  Apezechca,  Ro- 
dríguez Zapata,  Bueno,  Amador  de  los  Ríos,  Fernández  y  González, 
Reina,  Fernández  Espino,  Cañete,  los  hermanos  Herrero  y  Espinosa, 
los  esposos  Lamarque,  Justiniano,  Campillo,  De  Gabriel,  Herrera  y 
Robles,  de  quienes  trata  Blanco  García  (pte.  2,  c.  3)  más  latamente 
de  lo  que  merecen.  El  realismo  estético  es  un  criterio  que  hace  nau- 
fragar á  las  medianías,  porque  no  pueden  asirse  á  floripondios  y  otros 
elementos  ornamentales  con  que  las  medianías  arrebujan  su  vaciedad 
poética  en  otras  escuelas,  como  la  romántica  ó  la  modernista.  Por  eso 
<n  esta  ci)Oca  realista  hay  pocos  poetas  buenos,  porque  los  que  no  lo 
SCO  de  veras  se  van  al  fondo  y  se  quedan  con  un  clasicismo  de  pega, 
.con  formas  de  cajón,  ordinarias  y  gastadas.  En  el  terreno  de  la  na- 
-turalidad  medran  sólo  los  que  valen ;  la  afectación  alimenta  á  muchos 
golfos  literarios.  A  pesar  de  ser  clásico,  Menéndez  Pelayo,  de  ins- 
tinto estético  maravilloso,  vio  todo  eso  como  no  lo  vio  Valera;  por- 
que Valera  era  más  amigo  de  la  Academia  de  lo  que  pedía  su  poderoso 
<riterio  estético.  Dejadas  á  un  lado  todas  estas  medianías  clásicas  y 
eruditas,  véase  cómo  los  verdaderos  poetas  van  presentándose:  Sel- 
gas  (1850),  Clemente  Zenea  (cub.,  1850),  Fornaris  (cub.,  1850),  True- 
ca (1851),  Amao  (1851),  Man.  Pombo  (col.,  1851),  Augusto  Salave- 
rry  (per.,  1851),  Raf.  Pombo  (col.,  1853),  Guillermo  Matta  (chil.,  1853), 
Quero]  (1856),  Diego  Fallón  (col.,  1856),  Rosalía  de  Castro  (1857), 
Luaces  (cub.,  1857),  Bécquer  (1858),  Olegario  Andrade  (.arg.,  1858), 
Xúñcz  de  Arce  (1H59),  T.  Llórente  (1859),  Ricardo  Gutiérrez  (arg., 
1860),  Ealart  (1861),  Man.  del  Palacio  (1862),  Soldán  Unanue  (per., 
7863),  Guido  Spano  (arg.,  1863),  Liona  (per.,  1865),  Melchor  Palau 
<i866),  Miguel  A.  Caro  (col.,  1866),  José  Lamarque  (1867). 


EL    TEATRO  3 1 

9.  El  Teatro. — Tras  el  drama  romántico,  de  aswnto  histó- 
rico, extremado  en  caracteres,  lances  y  oropeles,  de  expresión 
lírica  desenfrenada,  viene  la  alta  comedia,  de  asunto  presente, 
reflexiva,  moral  y  más  psicológica  en  situaciones  y  caracteres; 
llana,  si  bien  más  atildada  y  de  fino  gusto  en  el  lenguaje.  A  pe- 
sar de  su  romanticismo,  Zorrilla  escribe  Traidor,  inconfeso  y 
mártir  (1845),  donde  con  mayor  juicio  y  naturalidad  se  aco- 
moda á  la  naturalidad  del  actor  Julián  Romea,  que  lo  había  de 
representar.  Muestra  más  intención  y  realidad  Bretón  en  la 
Escuela  del  matrimonio  (1852).  El  Hombre  de  mundo  (1845), 
de  Ventura  de  la  Vega,  abre  el  camino  á  la  alta  comedia,  y  has- 
ta de  la  tragedia  clásica.  La  Muerte  de  César,  "he  procurado, 
dice  á  Romea,  hacer  una  tragedia  tal  en  su  forma,  pero  dándo- 
le al  fondo  un  poco  más  de  realismo  ó,  por  mejor  decir,  menos 
de  convencional.  Le  he  quitado  la  tiesura,  la  aridez,  la  entona- 
ción igual  y  uniforme:  le  he  dado  variedad,  flexibilidad.  Ob- 
serva y  verás  que  en  mi  tragedia  las  gentes  comen,  duermen,  se 
emborrachan,  se  dicen  pullas".  Casi  lo  mismo  que  decía  Cer- 
vantes de  su  arte  realista  respecto  del  caballeresco  ó  antiguo  ro- 
mántico septentrional  y  del  tieso  clasicismo  que  le  precedieron. 
Poda  episodios  y  casi  peca  por  corto  Hartzenbusch  en  La  Ley 
de  raza  (1852)  y  por  moratiniano  en  Un  sí  y  un  no  (1854)" 
Vuelto  de  América  García  Gutiérrez,  ciñe  y  robustece  el  diá- 
logo y  muéstrase  más  asentado  en  Venganza  catalana  (1864)  y 
Juan  Lorenzo  (1865).  Pero  estos  autores  habían  nacido  román- 
ticos ;  los  verdaderos  dramáticos  de  este  período  son  Tarnayo  y 
Ayala,  éticos  ambos  en  el  fondo,  como  todos  los  escritores  de 
«ntonces,  que  tratan  de  enseñar  no  menos  que  de  entretener; 
realistas  en  la  exposición  y  cuidadosos  en  el  lenguaje.  El  deber 
como  triunfador  de  la  pasión  desenfrenada:  tal  es  el  fondo  éti- 
co de  entrambos  y  opuesto  á  la  rotura  brutal  de  los  instintos 
que  canonizaban  los  románticos.  En  su  primera  obra,  Un  hom^ 
bre  de  Estado  (1851),  escribe  Ayala:  "He  procurado  en  este 
ensayo,  y  procuraré  en  cuanto  salga  de  mi  pluma,  desarrollar 
-ün  pensamiento  moral,  profundo  y  consolador."  Tarnayo  aña- 
de de  su  parte:  "En  el  estado  en  que  la  sociedad  se  encuentra, 
es  preciso  llamarla  al  camino  de  su  regeneración,  despertando 
t\  germen  de  los  sentimientos  generosos...,  luchar  con  el  egoís- 


32        PRIMER   PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (185O-18Ó9) 

mo...,  excitar  la  compasión...,  los  hombres  y  Dios  sobre  los 
hombres."  Los  héroes  de  entrambos  dramaturgos  son  caballe- 
rosos, graves,  dignos  y  tolerantes.  Cierto  temple  varonil  y  hu- 
mano hay  en  ellos,  mezclado  armoniosamente  con  mayor  ter- 
nura, cierta  vehemencia  de  carácter  noble  con  mayor  austeridad 
en  el  deber,  que  no  se  hallan  en  el  teatro  romántico.  Bien  se 
trasluce  que  sus  autores  se  proponen  enaltecer  las  ideas  y  ro- 
bustecer la  voluntad  para  que  los  espectadores  se  aperciban  á 
combatir  toda  relajación  y  flaqueza  de  ánimo.  En  la  forma  son 
los  perfectos,  respecto  del  desarreglo  de  los  románticos,  los 
reflexivos,  bien  equilibrados  y  templados;  saben  concertar  cul- 
tura literaria  y  uso  teatral  de  los  recursos  escénicos,  naturalidad 
y  ficción,  esmero  en  el  decir  y  verdad  real.  De  tan  fino  m¿tal 
contadas  habían  de  Ser  las  obras  que  produjeran  y  de  hecho 
fueron  poco  fecundos.  Pocos  fueron  igualmente  los  dramáticos 
que  tan  elevada  idea  lograron  llevar  á  las  tablas.  Sacados  Se- 
rra  y  Enrique  Gaspar,  ¡cuan  baj>:s  quedan  y  fuera  de  la  alta 
comedia  Eguilaz,  Pérez  Escrich,  Larra  hijo,  Marco,  Campro- 
dón,  Fernández  y  González,  Hurtado!  Incapaces  de  tan  alto 
intento,  viéronse  arrastrados  á  llevar  al  teatro  lo  que  privaba 
en  la  novela  por  entregas.  Serra  libróse  por  su  españolismo 
acendrado;  Enrique  Gaspar,  por  su  anticipado  naturalismo; 
los  demás,  cual  secas  hojas  de  otoño  que  el  torbellino  arremo- 
lina, dejáronse  atropellar  de  la  moda  sin  asentar  con  firmeza 
la  personalidad  artística  que  no  tenían.  Los  autores  adocenados 
siempre  son  esclavos  de  la  moda,  y  las  modas  vinieron  siempre 
de  Francia.  Traían  la  moda  las  traducciones  y  arreglos,  que 
abundaron  en  esta  época  como  en  la  anterior.  El  retrato  de  la 
sociedad  francesa  durante  el  segundo  imperio  francés  era  lo  que 
se  pretendía  trasplantar  al  teatro  español  en  traducciones  y  arre- 
glos. Las  primeras  obras  de  Dumas  hijo,  el  moralista  paradó- 
jico é  inflexible,  que  abre  cátedra  de  utopías  doméstico-socia- 
les ;  las  de  Augier,  Ponsard,  Alfonso  Karr,  Feuillet,  Malefille, 
Barriere,  Laya,  Sandeau,  cultivadores  de  un  género  sentimen- 
tal, cauto  y  mitigado,  para  complacer  á  una  sociedad  positivista 
en  secreto  y  ansiosa  de  altas  ideas  en  público.  No  podía  pasar 
á  España  aquella  literatura  sin  dejarse  en  la  aduana  de  la  pú- 
blica moralidad  española,  tan  contraria  á  la  francesa,  lo  más 


EL    TEATRO 


crudo  y  á  la  par  lo  más  vivamente  pintado  por  aquellos  autores. 
¿Cómo  iba  á  encajar  aqui  La  Dama  de  las  Camelias?  El  "lim- 
piar de  escorias  é  inmundicias",  que  decía  un  critico,  era  des- 
naturalizar las  obras.  El  teatro  francés,  espejo  de  la  francesa 
sociedad,  resultaba  aquí  espejo  de  una  sociedad  extraña,  em- 
pañado, además,  con  las  timideces  de  los  arreglos.  El  que  hizo 
Ortiz  de  Pinedo  en  Los  Pobres  de  Madrid  (1857),  ^^^^  haber 
gustado  al  público,  atrájose  las  iras  de  la  critica  timorata,  que 
sacó  á  relucir  los  calificativos  de  soez  é  inmoral,  anárquico, 
demagógico,  andrajoso,  mal  oliente  y  hasta  el  de  natiir  alista - 
A  las  audacias  románticas  habían  sucedido  cierto  descaecimiento 
y  cobardía  que  se  espantaba  de  todo  y  que  hallaba  acomodado 
pasto  en  lo  sentimental,  blanducho  y  ñoño  hasta  empalagar. 
Aplaudiéronse  las  piezas  que  sobresalían  por  estas  notas :  Ver- 
dades amargas  (1853),  de  Eguilaz;  La  Oración  de  la  tard¿ 
(1858),  de  Larra;  El  Cura  de  aldea  (1858),  de  Pérez  Escrich; 
La  Cruz  del  matrimonio  (1861),  de  Eguilaz.  Apreciábase  en  la 
época  anterior  lo  violento,  lo  apasionado,  hasta  lo  destartalado 
en  caracteres  y  situaciones ;  ahora  se  hablaba  de  caracteres  dul- 
ces y  melancólicos,  de  tipos  angelicales,  ejemplares,  ideales,  de 
virtudes  evangélicas,  de  flores  delicadas.  Lo  melodramático,  en 
suma,  privaba  en  España,  como  en  Francia  y  en  toda  Europa. 
Era  en  todas  partes  efecto  de  la  natural  reacción  contra  el  ro- 
manticismo. Hasta  que  aburrida  la  gente  de  tanta  blandengue- 
ría  y  no  dando  abasto  los  escasos  autores  de  altos  vuelos  con 
sus  escasas  pi .  ducciones,  acogióse,  como  siempre,  á  la  vena 
popular  de  la  pintura  de  costumbres,  con  el  aperitivo,  además, 
de  la  música.  No  brotó  un  Lope  de  Rueda,  un  Guiñones  de  Be- 
navente,  un  Ramón  de  la  Cruz;  esta  vez  el  género  venía  de 
Francia,  y  en  no  pocas  de  las  piezas  se  trasparenta  harto;  pero 
era  tan  español  de  casta,  que  presto  se  españolizó  y  dio  aquí 
frutos  extraordinarios.  Al  punto  se  le  bautizó  con  el  añejo  nom- 
bre que  le  era  propio,  porque  no  era  más  que  la  vieja  zarzuela 
española  que  revivía.  La  crítica  empingorotada  y  erudita  alzó 
el  grito,  siempre  desconocedora  del  valor  de  lo  popular.  No 
pocos  malos  ratos  le  costó  á  Alarcón  la  campaña  que  emprendió 
contra  ella,  motejándola  de  sacadinero  y  engañamuchachos. 
Por  más  que  tronó  la  crítica,  como  después  la  oímos  trinar  con- 


TOMO   VIII.  — 3 


34        PRIMER  PERÍODO   DE   L.\   ÉPOCA   REALISTA   (185O-18ÓC)) 

tra  el  género  chico,  como  después  al  género  chico  acudía  en- 
tonces el  público  á  la  zarzuela.  "Todos  nuestros  escritores  dra- 
máticos, dice  Alarcón,  y  todos  nuestros  músicos  se  dedicaron, 
los  unos  a  escribir  zarzuelas,  abandonando  el  teatro  español  de 
verso,  y  propalando  los  otros  que  la  ópera  nacional  nacería  del 
cultivo  de  aquella  clase  de  composiciones."  No  pocos  años  más 
tarde,  cuando  de  la  zarzuela  nació  lo  que  en  España  tenía  que 
nacer,  el  género  chico,  que  vale  tanto  como  cualquiera  otro  gé- 
nero teatral,  todavía  esperaban  la  crítica  empingorotada  y  la 
necia  grey  erudita  que  había  de  nacer  de  ella  la  llamada  y  jamás 
nacida  ópera  española.  Como  si  estos  dos  extremos,  de  ópera, 
esto  es,  teatro  enteramente  musical,  y  de  española,  no  se  dieran 
de  cachetes  y  pudieran  jamás  concertarse.  La  cólera  española 
no  aguanta  música  en  todo  momento  dramático,  por  ser  con- 
tra la  naturalidad.  Revivió  la  zarzuela,  los  ingenios  todos  se 
dieron  á  cultivarla.  Camprodón  y  Olot,  sobre  todo,  con  ella  se 
enriquecieron.  Más  tarde,  hasta  la  crítica  la  aplaudió  y  tuvo 
por  buena,  como  se  ha  llegado  a  aplaudir  y  tener  por  bueno  el 
género  chico.  Y  es  que  las  novedades  siempre  hallan  resisten- 
cia, y  cuando  vienen  del  pueblo  hállanla  más  severa  todavía  en 
la  gente  letrada;  pero  el  pueblo  es  sabio  en  sus  novedades  por- 
que no  suelen  serlo  más  que  aparentemente  y  de  hecho  son  co- 
sas viejas  y  de  abolengo.  El  teatro  aquel  blanducho  y  falso,  y 
el  más  falseado  todavía  de  los  arreglos  franceses,  no  satisfacían 
al  pueblo.  Volvió  al  entremés  ó  saínete,  con  música  y  todo, 
traído  no  menos  de  Francia,  pero  que  cuadraba  al  gusto  del 
pueblo,  que  siempre  lo  tuvo  por  el  saínete  y  el  entremés  y  por  la 
música,  y  a  despecho  de  la  crítica  el  género  cundió.  La  zarzuela 
paró,  al  asomar  la  revolución,  en  Los  Bufos  madrileños,  copia 
de  los  parisienses,  como  el  género  chico  paró  en  el  género  ín- 
fimo y  las  varietés  francesas. 


10.  Del  15  de  Setiembre  de  1860  al  25  de  Junio  de  1861  se  pu- 
sieron en  escena  en  el  teatro  del  Principe  2y  obras  originales  y  13 
arregladas  ó  refundidas;  en  el  de  la  Zarzuela,  30;  en  el  del  Circo,  25; 
en  Variedades,  nueve ;  en  Novedades,  dos.  Total,  106  piezas.  Noticias 
éstas  tanto  más  de  notar  cuanto  dicen  y  propalan  algunos  que  por 
aquella  época  apenas  había  teatro  en  España.  Mucho  fárrago,  pero 
nada  de  poquedad  ni  escasez.  Los  buenos  autores  son  los  menos;  mas 


EL    TEATRO 


35 


¿acaso  en  alguna  era  fueron  los  más?  En  la  del  romanticismo  hubo 
acaso  más  de  los  que  meten  ruido;  pero  era  ruido  romántico,  de  mu- 
cho cascabeleo  y  sonajeo  huero  y  barato;  en  la  de  ahora  son  menos, 
pero  harto  mejores  los  llamados  buenos.  El  drama  realista  de  Tamayo 
y  Ayala  es  la  vuelta  al  antiguo  teatro  nacional  en  espíritu,  con  la  mo- 
dernización que  el  espíritu  mismo  del  teatro  nacional  demandaba. 
Este  espíritu  de  nuestro  teatro  nacional  tiraba,  efectivamente,  á  llevar 
á  las  tablas  la  vida,  ya  en  asuntos  del  tiempo  presente,  ya  históricos, 
pero  sin  falsear  la  realidad,  mezclando  lo  cómico  con  lo  trágico  como 
se  hallan  en  la  vida  mezclados,  interviniendo  toda  clase  de  gentes,  ha- 
ciéndoles hablar  con  el  propio  lenguaje,  culto  á  los  cultos,  popular  á 
los  populares,  y  con  la  gala  de  la  versificación  cuando  la  grandeza  del 
asunto  lo  pide.  Dejóse  el  prurito  romántico  de  todo  lo  extraordina- 
rio, exagerado  y  chillón,  de  la  lírica  retórica  en  el  habla,  de  los  re- 
cursos literarios,  de  los  caracteres  estrafalarios  y  rebeldes.  Tratóse 
de  imitar  la  vida  moderna  como  la  vida  de  su  época  imitó  el  teatro 
nacional.  Difiere  de  aquél  en  que,  para  mayor  verisimilitud,  se  echó' 
mano  á  veces  de  la  prosa,  y  en  que,  según  peuian  los  tiempos,  el  drama 
encerrase  una  idea  educadora,  una  tesis,  digamos;  mas  sin  que  por 
ello  el  drama  fuese  de  tesis,  esto  es,  sin  que  sobrepujase  el  intento 
doctrinal  á  lo  dramático.  Esta  novedad  no  lo  es  enteramente,  ya  que 
á  menudo  se  halla  en  nuestros  antiguos  y  siempre  en  Alarcón ;  pero 
ahora  generalizóse  mucho  más,  porque  la  literatura  toda  en  Francia 
tendía  á  lo  docente,  á  la  tesis,  al  problema,  á  la  propaganda,  así  el 
teatro  como  la  novela,  el  periodismo  y  la  cátedra.  Como  tan  francesa, 
esta  propensión  llevó  en  Francia  al  naturalismo,  exageración  del  rea- 
lismo docente;  en  España  apenas  hase  descaminado,  conteniéndose 
en  sus  justos  límites,  hasta  en  los  autores  más  aficionados  á  la  tesis, 
como  Selles,  Galdós,  Dicenta  y  Benavente.  En  el  período  de  la  época 
realista  que  estudiamos  ni  siquiera  llegó  á  este  extremo.  Tamayo,  ver- 
dadero propagandista  de  la  moral  católica  en  el  teatro,  jamás  sacrifica 
á  su  tesis  la  parte  dramática.  El  espíritu  de  observación  ahuyentó  del 
teatro  todas  las  falsedades  idealistas  y  lo  huero  en  tipos,  lenguaje  y 
recursos;  indujo  á  los  autores  á  presentar  los  conflictos  de  la  vida 
moderna  y  del  moderno  pensar  como  se  dan  en  la  realidad,  con  la 
mayor  verdad  posible.  No  estoy  conforme  con  Yxart  (t.  I,  pág.  146, 
El  Arte  esc),  admirable  crítico  á  quien  hemos  extractado  gran  parte 
de  lo  concerniente  al  teatro,  cuando  dice  que  "en  el  fondo  hay  in- 
compatibilidad manifiesta  entre  el  verdadero  genio  de  aquella  litera- 
tura y  el  genio  real  de  esta  nación",  dando  como  pinieba  el  que  cuando 
ya  fenecía  fuera  de  España  el  realismo,  "todavía  hablamos  de  él  en 
España  como  de  una  innovación".  No  podía  hablarse  del  realismo 
como  de  una  innovación  el  año  1894,  puesto  que  Ayala  y  Tamayo  ha- 
Ijían  dejado  para  entonces  de  dramatizar,  con  haber  sido  verdaderos 
dramáticos  realistas.  Las  Personas  decentes,  de  Gaspar,  y  Las  Ven- 
gadoras, de   Selles,  que  Yxart  examina  como  de  la  escuela  realista, 


36        PRIMER  PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (185O-18Ó9) 

son  ya  piezas  de  ulterior  evolución,  de  la  escuela  de  ideas.  Gaspar 
adelantóse  á  su  tiempo  y  fué  realista  y  hasta  casi  naturalista  en  Es- 
paña, cuando  aún  no  había  nacido  el  naturalismo  en  Francia.  Así  en 
su  primera  obra  Las  Circunstancias  (1867).  Y  con  Las  Personas  decen- 
tes llevó  á  las  tablas  en  1890  la  mismísima  manera  que  ha  llevado 
Benavente  en  1916  con  sus  últimas  obras  y  poco  antes  con  La  Prin- 
cesa Bebé,  como  veremos  al  hablar  de  este  autor.  Gaspar  es  de  la 
madera  de  Avala  y  Tamayo,  y  si  queda  im  poco  más  bajo  que  ellos 
es  por  la  poca  distinción  de  los  personajes,  que  todos  parecen  ser  uno 
mismo,  defecto  común  de  Selles,  de  Benavente  y  de  Linares  Rivas. 
No  traía  Gaspar  en  1890  la  novedad  del  realismo,  puesto  que  había 
"combatido  por  él  desde  sus  primeros  años  de  autor",  como  el  mismo 
Yxart  afirma,  y  habían  dado  ya  fin  á  su  teatro  Ayala  y  Tamayo.  ¿  O  es 
que  son  románticos  estos  autores?  Ni  extrañe  que  en  España  el  pú- 
blico popular  siguiese  deleitándose  con  lo  melodramático,  porque  otro 
tanto  sucedía  al  público  popular  en  todas  partes  y  en  todas  partes  su- 
cede ho>'  y  sucederá  siempre.  De  1845  á  1870  hiciéronse  en  Francia 
muchos  melodramas,  obras  sentimentales,  de  personajes  típicos  abs- 
tractos y  situaciones  exageradas,  amontonamiento  de  horrores,  fruto 
deJ  romanticismo  exagerado,  como  la  novela  folletinesca  y  por  entre- 
gas. Hiciéronlos,  sobre  todo,  Pixerecourt,  Ducange,  Bouchardy,  Enne- 
f)',  y  de  Francia  pasó  el  mal  gusto  al  resto  de  Europa.  En  España, 
aunque  se  hicieron  y  aún  se  hacen  melodramas,  suelen  ser  menos  so- 
ñadores y  exagerados,  y  no  obtuvieron  gran  aceptación  entre  las  per- 
sonas cultas.  Lo  melodramático  es  pasto  eterno  del  vulgo,  poco  culti- 
vado, que  gustó  en  otro  tiempo  de  los  libros  de  caballerías  y  gustará 
siempre  de  los  folletines.  El  realismo  gusta  no  menos  á  todo  el  mundo, 
gustó  y  gustará  siempre;  la  desgracia  es  que  autores  realistas  verda- 
deros caen  pocos  en  libra,  porque  es  lo  sumo  del  arte  saber  huir  de 
las  exageraciones  y  pintar  la  vida  tal  cual  es,  y  no  pueden  esos  con- 
tados autores  dar  abasto  á  la  curiosidad  popular.  El  realismo  pinta  á 
los  hombres  como  son,  no  como  deben  ser ;  deleita,  no  con  mi  idealis- 
mo soñado,  más  propio  de  la  moral  que  del  arte,  sino  con  el  espec- 
táculo vivo.  Este  suele  ser  más  inmoral  que  otra  cosa,  porque  la  virtud 
cp  rara  avis  y  además  ofrece  mayores  dificultades  que  el  vicio  para  ser 
representado.  Como  en  España  está  tan  arraigado  el  criterio  ético, 
nada  de  extraño  tiene  que  los  críticos  y  el  público,  no  deslindando  las 
sutilezas  que  enreda  el  problema  de  la  moral  y  el  arte,  griten  escan- 
dalizados contra  el  realismo,  confundiéndolo  con  lo  inmoral,  cuando 
de  hecho  es  el  único  arte  moral  que  hay,  como  que  es  el  arte  puro,  el 
cual  no  puede  ser  inmoral,  y  cuando  de  hecho  también  y  por  lo  mismo, 
lo  inmoral  en  el  arte  siempre  viene  de  falsear  la  realidad,  del  arte 
ideal.  La  critica  en  España,  en  vez  de  desmenuzar  un  drama  como 
obra  de  arte,  mostrando  sus  elementos  estéticos  y  no  estéticos,  apar- 
tando el  oro  artístico  de  la  escoria,  suele  entretenerse  siempre  en  in- 
vestigar y  proclamar  si  es  moral  ó  inmoral.  Por  mor  de  la  moral  quie- 


EL    TEATRO  3 7 

ren  personajes  simpáticos,  ansian  un  desenlace  agradable ;  esto  es, 
que  el  bueno  sea  recompensado  y  castigado  el  malo  al  acabar  el  dra- 
ma; escrupulizan  sobre  la  presentación  en  las  tablas  de  la  verdad  des- 
nuda, del  vicio  tal  cual  es,  queriendo  se  les  dore,  como  las  pildoras, 
para  que  no  amargue  á  las  conciencias  timoratas  ó  léase  farisaicas. 
A  esto  llaman  moral.  Pero,  ¿puede  darse  cosa  más  inmoral  que  la 
mentira,  que  el  falsear  la  realidad  entapujándola,  dorándola,  velando 
el  mal  paia  que  se  haga  más  atractivo?  El  artista  no  puede  sobrepujar 
en  el  arte  al  Criador  de  la  naturaleza.  Ahora  bien,  Dios  lo  que  pre- 
tende en  este  mundo  es  mostrar  la  libertad  del  libre  albedrio  del  hom- 
bre, raíz  de  su  obrar  y  merecer.  Para  ello  pasa  por  todas  las  malda- 
des y  flaquezas  humanas,  no  las  rebuja,  dejándolas  desnudas,  mos- 
trando así  á  los  mortales  que  el  bien  y  el  mal  está  en  sus  manos  y  que 
hay  otra  vida  donde  su  justicia  dará  á  cada  cual  su  merecido.  ¿Quién 
pensaría  en  la  otra  vida  si  viese  en  ésta  la  última  jornada  del  drama, 
esto  es,  premiado  el  bien  y  castigado  el  mal?  Los  falsos  moralistas 
no  parece  sino  que  quieren  enmendar  la  plana  á  Dios,  pretendiendo 
que  los  dramáticos  hagan  en  este  mundo  al  fin  de  sus  dramas  o^a  jus- 
ticia que  Dios  reserva  para  la  otra  vida.  Proclámanse  más  timoratos, 
más  morales  que  Dios,  no  consintiendo  el  vicio  en  el  teatro  si  no  es 
dorándolo  y  parece  le  echan  á  Dios  en  cara  el  que  lo  deje  por  ahí  cam- 
par con  toda  su  desnudez.  ¿  Puede  darse  en  arte  mayor  inmoralidad 
que  oscurecer  por  el  mismo  arte  los  designios  de  la  Providencia,  pin- 
tando el  vivir  de  suerte  que  ni  brille  el  libre  albedrio  ni  la  prueba  de 
otra  vida?  Pues  nada  más  que  eso  es  falsear  la  realidad  por  escrúpulos 
timoratos  y  á  eso  se  reduce  todo  el  clamoreo  de  los  críticos  y  de  los 
moralistas  cuando  juzgan  éticamente  el  teatro,  en  vez  de  juzgarlo 
como  pura  obra  de  arte.  Un  asesino  en  el  teatro  ha  de  acabar  en  la 
horca,  porque  así  lo  pide  la  moral  justiciera.  Con  eso  se  niega  implí- 
citamente que  haya  un  más  allá  de  esta  vida,  en  la  cual  el  asesino 
suele,  por  sus  artimañas,  llegar  á  ser  un  alto  y  respetado  personaje. 
;  Bueno  es  que  queramos  indefectiblemente  llevar  á  presidio  en  las 
tablas  al  ladrón,  á  quien  Dios  le  deja  prosperar  á  veces  por  esos  mun- 
dos como  una  persona  honrada !  Toda  inmoralidad  redúcese,  en  últi- 
mo término,  á  una  mentira:  esos  señores  pretenden  fundar  la  mora- 
lidad del  teatro  sobre  la  mentira  de  falsear  la  realidad.  Los  vicios  pú- 
blicos son  los  que  verdaderamente  estragan,  corrompen  y  desedifican, 
y,  á  pesar  de  todo,  consiéntelos  el  Autor  y  fuente  de  toda  moral.  El 
arte  representando  la  vida  tal  cual  es.  condensada  en  pequeño  espejo, 
no  hace  más  que  presentar  la  maldad  toda  junta  ante  la  razón  y  la 
conciencia  humana,  para  que,  chocando  con  los  eternos  principios 
morales  que  en  ella  brillan,  la  deteste  viéndola  cara  á  cara  como  á  su 
mortal  enemiga  y  en  sus  horribles  consecuencias,  que  lo  son  hasti 
la  prosperidad  del  asesino  y  del  ladrón,  harto  más  horrible  prosperi- 
dad para  la  conciencia,  que  sabe  hay  otra  vida  y  considera  la  nece- 
dad del  ladrón  y  del  asesino,  que  se  olvidan  de  ella,  obrando  como 


38        PRIMER  PERÍODO   DE   LA  ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

si  no  la  hubiera.  Así  depura  el  arte  la  realidad  perversa,  sacando  de 
ella  el  mismo  bien  que  Dios  saca  permitiéndola  en  el  mundo.  La  cues- 
tión de  la  moralidad  en  el  arte  es  una  cuestión  de  moralistas  topos, 
una  cuestión  de  verdadera  inmoralidad  ó,  por  lo  menos,  de  supina 
ignorancia  en  los  que  se  dan  por  maestros.  "Muchas  obras  hemos  vis- 
to tachar  de  inmorales,  escribe  Yxart,  sólo  por  algunos  pormenores 
de  la  superficie,  cuando  están  rebosando  alta  belleza  moraJ  por  todos 
sus  poros :  esto  es,  vitalidad  sana,  alteza  de  intento,  afirmación  del 
libre  albedrío.  Otras  condenaríamos  por  antiartísticas,  que  son  al 
propio  tiempo  inmorales,  ó,  en  otros  términos,  que  no  son  bellas  por 
su  peculiar  inmoralidad.  Pero  esta  inmoralidad  no  es  la  superficial  y 
visible  que  atañe  únicamente  á  lo  genésico  y  á  lo  femenino,  sino  aque- 
lla carencia  de  calor  dramático,  aquella  frialdad  senil  y  enervadora, 
que  ofrecen  el  espectáculo  del  mundo  v  del  hombre  desde  el  punto  de 
vista  ininteligente,  deprimente,  sin  libertad  ni  batalla."  El  arte  rea- 
lista ha  matado  de  un  golpe  el  arte  retórico  y  falso,  común  al  clasicis- 
mo y  al  romanticismo.  Eran  aquellas  obras  teatrales  verdaderos  de- 
chados de  retórica,  esto  es,  de  arte  falseado  y  académico,  arte  de  or- 
namentación, al  cual  se  sacrificaba  el  fondo  y  la  verdad  real  de  la 
\ida,  que  el  arte  debe  representar  sin  añadiduras  ni  cintajos.  El  uso 
del  verso  lleva  fácilmente  á  esa  falsedad  y  retórica :  han  hecho  bien 
en  preferir  la  prosa  los  autores  que  no  manejaban  el  verso  con  la 
misma  facilidad  y  naturalidad.  La  retórica  y  el  ornamento  servían 
para  apacentar  la  imaginación  de  un  público  de  niños,  con  detrimento 
de  la  sentida  realidad,  de  las  más  elevadas  facultades  que  anhelan 
ahondar  en  la  representación  de  la  vida,  que  buscan  pensamiento,  fon- 
do, alma,  espíritu,  y  no  puro  cascabeleo,  sonajería  y  cosquilleo  del 
oído.  La  pasión  no  es  nada  retórica,  no  sufre  largas  estrofas  ni  pe- 
riodos campanudos  como  los  que  se  menudeaban  en  el  teatro  román- 
tico y  á  veces  en  el  teatro  clásico.  No  hay  cosa  más  contraria  al  rea- 
lismo dramático  que  cuanto  huela  á  libros  y  literatura,  lo  cual  hasta 
cierto  punto  puede  pasar  en  la  novela,  obra  para  leída.  M.  Pelayo, 
Id.  estét.,  t.  V,  pág.  465:  "La  tragedia  clásica  había  muerto  con  el  an- 
tiguo régimen  y  era  imposible  resucitarla.  La  comedia  había  ido  per- 
diendo en  manos  de  Scribe  y  de  sus  colaboradores  todo  carácter  lite- 
rario. El  drama  romántico  había  abortado.  La  escuela  del  buen  sen- 
tido, preconizada  por  Ponsard.  no  podía  ser  más  que  una  escuela  de 
medianía  elegante  y  académica.  Sólo  una  evolución  realista  podía 
salvar  el  teatro,  y  esta  evolución,  presentida  por  Diderot  y  realizada 
ya  en  la  novela  por  Balzac,  iba  á  pasar,  aunque  de  un  modo  incomple- 
to, á  las  tablas,  creándose  el  drama  de  costumbres  modernas  y  de  te- 
sis social,  única  forma  que  hoy  subsiste,  aunque  no  sin  visos  de  pró- 
xima decadencia,  que  quizá  anuncie  los  funerales  del  teatro  mismo,  .^ 
lo  menos  en  su  forma  tradicional.''  Yxart,  El  Arte  cscín.,  t.  I  (1894), 
pág.  36:  "Al  asomar  la  década  del  50  se  había  llegado  al  otro  extremo 
del  camino  emprendido  en  el  34.  No  se  trataba  ya  como  entonces  de 


EL    TEATRO  ig 

asaltar  y  tomar  posiciones  á  la  bayoneta  y  con  estridente  tocata  de 
clarines;  todo  lo  contrario:  era  caso  de  organizar  las  llamadas  con- 
quistas de  la  Revolución,  y  aun  de  rectificar  los  errores  cometidos. 
Los  mismos  encarnizados  combates  (sin  metáfora)  en  que  siguieron 
desangrándose  los  españoles,  no  se  daban  ya  entre  la  España  vieja 
y  la  España  nueva,  sino  entre  los  partidos  que  crearon  esta  última. 
El  pronunciamiento  y  la  barricada  habían  ido  sucediendo  á  las  bata- 
llas campales  de  la  guerra  civil  entre  dos  ejércitos,  casi  entre  dos  Es- 
tados. Aquel  era  el  tiempo  de  los  Concordatos  y  las  revisiones  cons- 
titucionales. La  sociedad  desamortizadora,  ya  dueña,  se  apresuraba 
á  levantar  cabeza  y  á  gozar  de  todos  sus  beneficios,  con  cierto  ardor 
de  advenediza.  El  improvisado  desarrollo  de  la  industria,  el  plantea- 
miento sucesivo  de  las  innovaciones  materiales  (Sociedades  de  cré- 
dito, ferrocarriles,  ensanche  de  las  poblaciones),  traían  nuevas  cos- 
tumbres, que  alarmaban  á  los  moralistas,  y  nuevos  temas  para  revistas 
y  Ateneos.  El  problema  político  se  había  complicado  con  la  cuestión 
social.  Ya  los  Donosos  Cortés  iban  gritando  pavorosamente  en  cada 
esquina:  "¿Adonde  vamos  á  parar?"  El  partido  democrático  nacía, 
crecía,  se  imponía,  y  de  unas  en  otras,  de  acción  en  reacción,  no  había 
cu-estión  alguna  que  no  acercara  á  lo  que  fué  Revolución  de  Setiem- 
bre. ¡  Otra  quincena  ó  veintena  de  años ;  otra  generación  en  marcha 
que  da  su  fórmula,  la  discute,  la  plantea,  decae  y  pasa !  En  el  teatro, 
como  en  todo,  se  vino  á  tratar  de  lo  mismo,  mudando  sólo  la  fraseo- 
logía. La  literatua  en  general,  la  dramática  particularmente,  tuvieron 
también  sus  concordatos.  A  la  licencia  del  estro  poético  se  opuso  el 
mayor  estudio  de  la  naturaleza  humana.  Fatigados  autores  y  público 
de  tanto  delirio  y  pasión,  dieron  en  echar  de  menos  el  buen  sentido, 
la  verdad  dramática,  y,  sobre  todo,  el  fin  moral  del  teatro.  Con  la 
mayor  percepción  de  los  casos  y  caracteres  sociales,  con  la  mayor 
complejidad  de  la  vida,  se  pidió  á  la  misma  comedia  más  intención, 
más  trascendencia.  Aquella  nueva  sociedad  siente  deseos  de  verse  en 
las  tablas,  y  como  no  es  ya  tan  niña  ni  vive  en  circulo  tan  reducido, 
pone  figuras  únicamente  cortejando  á  una  coqueta,  como  en  la  Mar- 
cela, con  tipos-retratos  conocidos  de  los  abonados  de  Madrid ;  quiere 
su  poco  de  drama,  vestido  de  le\'ita :  la  alta  comedia,  en  una  palabra. 
Es  más :  así  como  existe  entre  los  pensadores  cierta  reacción  conser- 
vadora, hay  cierto  regreso  al  clasicismo  entre  los  literatos:  por  lo 
común,  éste  reaparece,  en  una  ú  otra  forma,  en  cuanto  se  vuelve  á 
predicar  templanza;  guarda  eternamente  estrechas  conexiones  con 
toda  tentativa  de  verdad  artística,  inclusas  las  más  radicales.  Eji  los 
mismos  autores  románticos  llegados  á  su  madurez  se  nota  con  antici- 
pación este  cambio.  Zorrilla  se  despide  de  las  tablas  con  Traidor,  in- 
confeso y  mártir  (1845).  Y  el  autor  dice  de  su  drama  que,  "sin  salirse 
de  su  terrorífico  romanticismo",  fué  ya  ©1  que  intentó  pensar  y  co- 
ordinar más  despacio.  Desde  luego  lo  escribió  para  Julián  Romea, 
el  apóstol  de  la  verdad  en  escena.  Aunque  el  autor  no  participaba  del 


40        PRIMER   PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

criterio  del  actor,  hoy  es  y  le  parece  su  obra  la  mejor  hecha  y  ajus-  ^ 
tada  "á  las  reglas  del  arte",  con  dos  actos  mcgistralmente  compues- 
tos. Bretón  se  cansa  é  irrita  de  que  ya  se  califiquen  de  sainetes  cultos 
sus  comedias,  de  triviales  sus  argumentos,  de  endebles,  efímeros, 
como  de  temporada,  sus  personajes:  se  esfuerza  en  comunicar  á  sus 
asuntos  mayor  intención :  en  pintar  el  estado  de  la  sociedad  en  el  in- 
terior doméstico:  La  Escuela  del  matrimonio,  una  de  sus  obras  más 
jiensadas,  es  de  1852.  Vega,  que  con  su  Hombre  de  mundo  (1845)  P''^" 
ludia,  en  realidad,  la  alta  comedia,  cree  hallar  dispuestos  los  ánimos 
para  aceptar  de  nuevo  la  desterrada  forma  de  la  tragedia  clásica: 
quiere  remozarla  con  nueva  vida.  I>e  su  Muerte  de  César  escribe  á 
Romea:  "He  procurado  hacer  una  tragedia  tal  en  su  forma,  pero  dán- 
dole al  fondo  un  poco  más  de  realismo  ó,  por  mejor  decir,  menos  de 
convención-ai.  Le  he  quitado  la  tiesura,  la  aridez,  la  entonación  igual 
y  uniforme:  le  he  dado  variedad,  flexibilidad.  Observa  y  verás  que 
en  mi  tragedia  las  gentes  comen,  duermen,  se  emborrachan,  se  dicen 
pullas."  Hartzenbusch,  por  su  parte,  expurga  de  episodios  é  incidentes 
sus  dramas  históricos,  como  La  Ley  de  raza  (1852)  hasta  pecar  de  os- 
curo— le  dicen — ,  con  tanta  economía  opuesta  á  la  exuberancia  anterior ; 
retrocede  en  la  comedia  hasta  la  forma  moratiniana,  como  en  Un  si 
y  un  no  (1854).  A  su  vuelta  de  América,  el  mismo  García  Gutiérrez, 
el  lírico  de  El  Trovador,  el  idólatra  y  traductor  de  Dumas  en  su  ju- 
ventud, se  aplica,  como  todos,  á  alcanzar  mayor  equilibrio  y  solidez, 
á  obtener  un  diálogo  más  ceñido,  más  robusto.  Tras  algunas  obras, 
hoy  olvidadas,  vuelve  á  sonar  su  nombre  con  Venganza  catalana 
(1864).  En  su  Juan  Lorenzo  (1865),  Y^-,  como  todos,  intenta  el  drama 
político,  con  pensamiento  social,  entre  aquellos  caracteres  templados, 
de  enérgica  voluntad,  de  índole  pensadora  y  reflexiva,  sucesores  de 
los  violentos  y  locuaces.  Pero  no  son  estos  los  escritores  que  implan- 
tan la  fórmula.  En  ninguna  época  hay  que  buscar  la  innovación,  y 
menos  con  todo  su  carácter,  entre  los  que  no  nacieron  al  mismo  tiem- 
po que  ella.  Los  citados  dramaturgos,  al  fin  y  al  cabo,  no  la  inician, 
la  siguen ;  no  la  sienten  discurrir  por  su  misma  sangre  pura  y  rica, 
sino  por  inoculación.  Los  autores  de  valía  que  trajo  aquel  movimiento 
literario  y  el  nuevo  estado  de  los  ánimos  son  únicamente  dos:  Tama- 
yo  y  López  de  Ayala...  Descartado  el  propósito  moral,  el  arte  de 
Tamayo  y  Ayala  es  también  ecléctico  y  de  transición :  es  el  de  los 
equilibrados  y  templados  y  suele  suscitar  una  de  tantas  discusiones 
superfinas  é  inútiles  entre  los  que  paladean  con  fruición  la  perfec- 
ción exquisita  y  los  que  prefieren  las  irregularidades  de  lo  sublime. 
Son  los  perfectos,  opuestos  á  los  geniales  y  desarreglados  de  la  época 
anterior.  De  cualquier  lado  que  se  mire,  todo  en  aquellas  obras  es 
reconciliación,  fusión,  soldadura  de  extremos:  fusión  de  la  mayor 
cultura  literaria  propia  para  saboreada  en  la  lectura,  con  los  recur- 
sos escénicos,  la  vida,  él  movimiento  imprescindibles  en  las  tablas; 
fusión   de   la   naturaleza   y  la   verdad   dramáticas,   con   la   depuración 


EL    TEATRO  4 1 

artística,  á  cuya  llama  el  natural  echa  de  sí  la  escoria  de  su  metal 
tosco  y  primitivo :  una  preparación  intensa,  tarda,  oculta,  que  produ- 
ce, sin  embargo,  figuras  tan  vivas  que  parecen  espontáneas." 

No  hay  que  confundir  la  ópera  con  la  zarzuela  cuanto  á  que  gusten 
ó  no  á  los  españoles.  La  ópera  ó  pieza  toda  musical  es  cosa  italiana, 
que  en  España  sólo  se  cultivó  y  cultiva  por  la  música  y  para  la  gente 
ilustrada.  La  cólera  española  ya  vimos  que  no  sufre  la  música  conti- 
nua, y  menos  en  ocasiones  trágicas.  En  vano  se  ordenó  en  1800  fuese 
española  la  letra  de  la  ópera;  se  faltó  á  lo  ordenado  de  1808  á  1824 
y  luego  desde  1826,  que  ha  seguido  cantándose  en  italiano.  La  zarzue- 
la consta  de  trozos  cantados  y  trozos  hablados,  y  este  género  es  muy 
del  gusto  de  los  españoles.  Ni  se  ciñe  á  plebeyos  asuntos  de  suyo; 
puede  admitir  hasta  lo  trágico  y  lo  soñador  ó  fantástico.  La  dificul- 
tad está  en  que  los  músicos  sientan  la  obra  escrita  por  un  buen  autor 
y  den  expresión  musical  á  algunos  de  sus  trozos.  Yo  creo  que  con 
el  tiempo  se  harán  zarzuelas  elevadas  de  estas  ú  otras  clases.  Pre- 
tender hacer  ópera  española  para  el  público  común  es  perder  el  tiem- 
po. Toda  obra  completamente  musical  será  del  género  de  la  ópera  que 
conocemos,  sólo  diferenciada  accidentalmente,  según  sea  Rossini  o 
Wagner  ó  Pedrell  el  autor.  Cuando  haya  excelentes  músicos  habrá, 
acaso,  ópera  para  un  cierto  público  y  habrá,  sobre  todo,  elevada  zar- 
zuela, que  será  gustada  de  todos.  La  zarzuela  española  moderna  tuvo 
sus  propios  comienzos  en  1849,  con  Colegiales  y  soldados,  letra  de 
Pina  y  de  Lumbreras,  música  del  maestro  Hernando,  el  cual,  á  poco, 
puso  música  á  El  Duende,  de  Luis  Olona.  Abrióse  el  Teatro  de  la 
Zarzuela  en  6  de  Octubre  de  1856,  por  no  dar  abasto  al  género  los 
demás  teatros:  con  tal  furia  fué  recibida  del  público.  Hiciéronlas 
hasta  Ventura  de  la  Vega,  Rubí,  García  Gutiérrez  y  otros  románticos, 
y  Eguilaz,  Ayala,  Selgas  y  Tamayo.  De  Ventura  de  la  Vega  es  Jugar 
con  fuego;  de  Eguilaz,  El  Molinero  de  Suhiza.  Camprodón  y  Olona 
hicieron,  sobre  todo,  el  gasto,  y  más  el  segundo,  que  hizo  muchísimas, 
y  las  hacía  mejores.  Sobresalieron  también  en  la  zarzuela  Luis  de 
Larra,  José  Picón,  Ricardo  de  la  Vega  y  Javier  de  Burgos,  que  des- 
pués fueron  maestros  en  el  género  chico.  Al  acercarse  la  Revolución 
de  1868  le  dio  giro  satírico  José  Gutiérrez  de  Alba.  Alarcón  se  en- 
sañó con  ella  en  cierto  artículo  célebre,  considerándola  como  cosa 
fuera  del  arte,  aberración  del  gusto  y  contraria  á  la  música  y  á  la 
litei^atura.  Pero  fué  en  vano  y  siguió  medrando  y  creciendo  hasta  que 
se  hundió  cuando  de  Francia  vinieron  los  Bufos,  inaugurados  en  22 
de  Setiembre  de  1866  con  El  Joven  Telémaco,  de  Ensebio  Blasco, 
música  de  Rogel.  Con  la  revolución  política  sobrevino  el  encenaga- 
miento de  la  escena  y  el  estrago  del  gusto,  mirando  tan  sólo  á  hace* 
reír  y  á  despertar  con  obscenidades  los  bajos  instintos.  Los  Bufos 
Madrileños:  tal  es  el  título  que  en  1866  se  dio  al  teatro  de  Varieda- 
des, por  haberse  dedicado  en  él  los  cantantes  Arderíus  y  Cubero,  las 
actrices  Checa  y  Bardan  á  hacer  reír,  y  nada  más  que  reír,  al  público 


42        PRIMER   PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   RE.\LISTA   (185O-1869) 

estragado,  que,  después  de  haber  pasado  el  rato  divertido,  sale  del 
teatro  calificando  de  disparate  lo  que  vio  y  oyó.  Si  se  hiciera  reír 
presentando  caracteres  y  situaciones  cómicas,  tendríamos  comedia, 
obra  de  verdadero  arte;  pero  en  este  género  no  había  nada  de  eso. 
Los  que  conociendo  el  clásico  Joven  Telémaco  salían  de  ver  el  Joven 
Telémaco,  de  Blasco,  decían :  "La  receta  para  hacer  estas  obras  es 
muy  sencilla  y  puede  aplicarse  á  todas  las  grandes  fábulas  ó  historia-i 
de  la  antigüedad.  Se  evoca  á  Julio  César,  por  ejemplo,  se  hace  que 
esté  muy  pensativo,  porque  le  cumple  un  pagaré;  llega  el  barbero, 
le  dice  que  la  noche  anterior  estuvo  en  el  café  Suizo  y  que  oyó  á  Bru- 
to, que  estaba  comiendo  una  tortilla  de  ron,  que  se  iba  á  armar  la 
gorda,  y  así  sucesivamente ;  lo  que  quiere  decir  que  viendo  Los  Dio- 
ses del  Olimpo  se  ve  El  Rapto  de  Elena,  El  Joven  Telémaco  y  las  de- 
más farsas  del  género  bufo.  (Véase  J-  Nombela,  Rev.  teatr.,  pág.  184.) 
Julio  Nombela,  Impresiones,  t.  II,  pág.  161 :  "La  zarzuela,  ó  sea  la 
ópera  cóinica  española,  empezaba  á  ser  por  entonces  el  espectáculo 
favorito  de  la  clase  media.  Al  regresar  de  París,  donde  pasó  una  larga 
temporada  el  compositor  don  Rafael  Hernando,  se  propuso  crear  en 
España  algo  parecido  á  la  ópera  cómica  francesa  y  consiguió  que 
Olona,  que  también  conocía  el  género  lírico  cómico  francés,  le  escri- 
biese un  libro,  que  se  tituló  El  Duende,  vaudeville  calcado  en  los 
de  que  tanto  abunda  el  repertorio  traspirenaico.  Hernando  hizo 
unos  cuantos  números  musicales ;  la  obra  se  representó  en  el  flaman- 
te teatro  de  Variedades.  Manuel  Catalina  desempeñó  el  principal  pa- 
pel, y  una  tiple  que,  si  mal  no  recuerdo,  fué  Amalia  Ramírez,  que 
adquirió  gran  celebridad,  y  María  Bardan,  madre  de  Francisco  Ar- 
deríus,  coadyuvaron  al  éxito  de  la  obra  con  un  actor  llamado  Car- 
celler,  cuyo  papel  se  reducía  á  aparecer  en  escena  tres  ó  cuatro  veces 
sin  hablar,  á  pesar  de  lo  cual  era  muy  aplaudido  por  su  mímica.  Estos 
artistas  contribuyeron,  con  la  música  fresca  y  entre  sentimental  y  ale- 
gre del  compositor  y  la  habilidad  del  autor  del  libreto,  á  aclimatar 
en  España  un  género  que  no  era  enteramente  nuevo ;  pero  que,  am- 
pliado y  mejorado,  adquirió  en  breve  tiempo  gran  desarrollo.  La  zar- 
zuela El  Duende  se  representó  más  de  cien  noches  seguidas,  éxito  que 
en  aquel  tiempo  pareció  fabuloso.  El  mismo  Hernando  escribió  la  mú- 
sica de  dos  nuevas  zarzuelas :  Gloria  y  peluca  y  Colegiales  y  soldados, 
cuyo  brillante  éxito  inspiró  á  varios  compositores  y  actores,  que, 
como  Salas  y  Calvet,  habían  cantado  óperas,  á  fundar  una  Sociedad 
para  explotar  el  nuevo  género.  Hernando  fué  el  iniciador,  y  Salas,  el 
famoso  barítono  que  desde  golfo  de  los  de  su  tiempo  había  llegado  á 
ser  un  aplaudido  artista,  acogió  la  idea  con  entusiasmo.  Barbieri.  co- 
rista en  las  compañías  de  ópera  que  habían  actuado  en  los  teatros  del 
Circo  y  de  la  Cruz  y  que  con  el  aliciente  de  las  célebres  bailarinas  ri- 
vales la  Fuoco  y  la  Guy  Stéfani,  habían  sacado  de  sus  casillas  al  pú- 
blico madrileño;  el  genial  Barbieri,  repito,  que  ya  dejaba  ])resumir 
lo  que  llegaría  á  ser  como  compositor;  Gaztambide,  que  desde  músico 


EL    TEATRO  4$ 

de  orquesta  en  los  teatros  por  su  instinto  artístico  y  su  mal  genio  ha- 
bía adquirido  notoriedad;  Olona,  el  libretista  indispensable,  y  algunos 
otros  músicos  y  actores,  trataron  de  fundar,  con  Hernando  y  Salas, 
una  sociedad  para  explotar  la  zarzuela.  Arrieta  fué  invitado  á  la  junti. 
preparatoria;  pero  como  á  su  regreso  de  Milán  había  sido  protegido 
y  mimado  por  la  Reina,  quien  para  que  se  representasen  las  óperas 
qu€  había  compuesto  ordenó  que  se  construyese  un  teatro  en  el  Real 
Palacio,  juzgó,  tal  vez,  que  descender  desde  la  ópera  á  la  zarzuela 
no  convenía  á  su  fama,  y  brilló  por  su  ausencia  en  la  reunión.  Como 
sucede  siempre  que  se  trata  de  formar  asociaciones  entre  artistas,  á 
j>€sar  de  estar  en  mayoría  los  músicos,  no  hubo  acorde  perfecto  entre 
los  circunstantes,  y,  al  cabo  de  prolijas  discusiones,  no  logrando  en- 
tenderse, cada  cual  tiró  por  su  lado  y  sólo  pudieron  avenirse  Gaz- 
tambide.  Salas  y  Olona,  quienes  buscaron  al  capitalista  don  Francisco 
Rivas,  siempre  dispuesto  á  emprender  negocios  de  pingüe  y  segura 
ganancia ;  le  propusieron  la  construcción  de  un  teatro,  cuyo  coste  le 
abonarían  con  creces  en  varios  años,  siendo  de  su  propiedad  cuando 
acabasen  de  pagarle,  y  mientras  los  obreros  levantaron  el  teatro  de 
la  Zarzuela,  prepararon  libretos  y  partituras.  El  éxito  de  este  nego- 
cio, á  la  vez  financiero  y  artístico,  fué  completo.  Durante  muchos 
años,  lo  más  distinguido  y  acaudalado  de  la  burguesía  y  la  gran  masa 
popular  favorecieron  aquel  lindo  teatro,  porque,  con  buen  acierto,  los 
que  debían  ser  sus  dueños  y  empresarios  dieron  antes  á  conocer  al  pú- 
blico en  el  teatro  del  Circo  el  género  que  se  proponían  cultivar,  v  libre- 
tistas, compositores  y  actores  comenzaron  á  saborear  los  triunfos,  que 
se  reprodujeron  después  en  el  coliseo  de  la  calle  de  Jovellanos.  Con 
los  de  Olona,  gran  maestro  en  artimañas  teatrales,  alternaron  los 
libros  de  Ventura  de  la  Vega,  García  Gutiérrez,  Ayala,  Camprodón, 
Serra  y  su  inseparable  y  laborioso  Pastorfido  ó  Pastor  pérfido,  como 
le  llamaban  en  el  Teatro,  y  el  mismo  Arrieta  no  se  desdeñó,  al  fin.  de 
enriquecer  con  su  más  inspirada  música  el  precioso  Grumete,  de  Gar- 
cía Gutiérrez,  y  la  Marina,  de  Camprodón.  Barbieri,  que  ya  había 
triunfado  con  Jugar  con  fuego,  desarrolló  toda  su  maestría  en  el  nue- 
vo teatro.  Gaztambide  y  Oudrid,  predecesores  uno  y  otro  de  Chueca, 
sabían  poco  contrapunto;  pero  contaban  con  una  inspiración  que  bas- 
taba y  sobraba  para  otorgarles  grandes  y  legítimos  éxitos.  Todos  se 
impusieron  al  público,  y  durante  veinte  años  no  abandonó  la  fortuna 
á  los  empresarios ;  pero,  al  fin  y  al  cabo,  la  perdieron  con  el  teatro 
de  su  propiedad,  que  en  este  picaro  mundo  no  hay  dichas  ni  des- 
dichas que  duren  mucho  tiempo."  Consúltense  Antonio  Peña  y  Goñi,. 
La  Opera  española  y  la  música  dramática  en  España  en  el  siglo  xix, 
Madrid,  1885 ;  L.  Villalba  Muñoz,  La  Cuestión  de  la  ópera  española, 
1913  (en  Ciud.  de  Dios,  XCTII,  204-211;  XCIV,  35...,  100-105);  Her- 
menegildo Giner  de  los  Ríos,  Apuntes  para  la  historia  de  la  ópera  en 
España,  1876  (en  Rev.  Esp.,  t.  L.). 

F.  Flores  García,  Memor.  intim.,  IV:  "La  libertad  de  la  prensa  en 


44        PRIMER   PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

aquella  época  (1869-71)  no  tuvo  límites.  Los  periódicos  decían  todo  lo 
que  les  daba  la  real  gana  de  instituciones  y  personas;  salía  á  colación 
la  vida  privada  de  todo  bicho  viviente  que  tuviera  alguna  importan- 
cia ;  se  sostenían  polémicas  vivas  y  apasionadas,  todo  ello  en  el  len- 
guaje más  violento,  crudo  y  procaz  que  puede  imaginarse,  y  el  pe- 
riodista á  quien  no  perseguían  ni  cerraban  siquiera  un  par  de  ve- 
ces en  la  antigua  cárcel  del  Saladero,  se  consideraba  desairado  y 
en  ridiculo...  En  los  clubs  se  pedía  diariamente,  como  la  cosa  más 
sencilla,  la  cabeza  de  algún  ciudadano  eminente  que  se  había  vendido 
al  oro  de  la  reacción...  Recuerdo  dos  manifestaciones  por  extremo 
graciosas:  la  del  hambre,  pidiendo  pan,  y  la  de  las  madres,  pidiendo 
la  abolición  de  las  quintas.  Los  teatros  de  mayor  atracción  en  aquella 
época  fueron:  Variedades  (que  estaba  situado  en  la  calle  de  la  Mag- 
dalena y  que  destruyó  un  incendio)  ;  el  de  la  Bolsa  (que  estaba  en 
la  calle  del  Barquillo  y  que  ha  desaparecido) ;  Capellanes  (hoy  Có- 
mico), y  La  Infantil  (hoy  Romea).  En  todos  esos  teatros  se  culti- 
vaba con  predilección  la  comedia  política,  unas  veces  en  forma  de 
revista  gacctillcsca  y  otras  en  el  más  elevado  terreno  de  las  ideas 
y  eligiendo  un  simbolismo  apropiado,  ya  para  atacar  la  Revolu- 
ción, ya  para  defenderla.  Lo  que  más  divertía  al  respetable  públi- 
co era  la  revista,  satírica  y  gráfica,  en  la  cual  un  personaje  era  Ri- 
vero,  imitado  físicamente  á  la  perfección  y  hablando  en  andaluz ; 
otro  personaje  era  Sagasta,  igualmente  caractericadu  é  imitado,  y 
así  sucesivamente,  Becerra,  Martos  y  cuantos  políticos  estaban  en 
juego...  Las  comedias  patrióticas — que  también  se  hicieron  algunas — 
€ran  las  más  aburridas  y,  por  consiguiente,  las  que  daban  menos  re- 
presentaciones. El  marco  natural  de  estas  obras  y  de  alguna  que  otra 
loa  (tan  lateras  como  las  comedias  patrióticas)  era  el  escenario  del 
teatro  de  Novedades.  En  muchos  cafés  de  Madrid,  singularmente  en 
los  de  los  barrios  extremos,  había  un  escenario  (tamaño  como  una 
•caja  de  pasas)  y  se  representaban  las  obras  de  mayor  aparato  del  re- 
pertorio, tales  como  El  Terremoto  de  la  Martinica,  Lázaro  el  mudo  ó 
*l  pastnr  de  Florencia,  Guzmán  el  Bueno  y  otras  por  el  estilo.  La 
reprise  de  Carlos  II  el  Hechizado,  verificada  en  todos  estos  cafés  y 
<n  algunos  teatros,  fué  un  acontecimiento.  El  publicó  insultó  á  su  sa- 
bor, durante  largo  espacio  de  tiempo,  al  fraile  Froilán  Díaz,  infama 
traidor,  que  tiene  la  culpa  de  todas  las  tonterías  que  coñete  aquel 
singularísimo  rey  y  de  todo  lo  malo  que  le  ocurre  al  galán  joven  y  á 
la  primera  dama.  Como  en  algunos  teatros  llegase  la  hostilidad  del 
público  hasta  el  extremo  de  pasar  á  vías  de  hecho  con  el  tal  fraile, 
arrojándole  patatas  y  otros  comestibles  contundentes,  el  actor  en- 
cargado de  dicho  antipático  papel,  en  un  momento  determinado,  cuan- 
do más  in>ponentes  eran  las  agresiones,  se  abría  ó  se  remangaba  los 
hábitos  y  enseñaba  debajo  de  los  mismos  su  traje  de  miliciano  na- 
cional, exclamando:  "Señores,  que  yo  soy  Fulano  de  Tal  y  pertenez- 
"co,  además  de  pertenecer  á  esta  compañía,  á  la  cuarta  del   primer 


EL    TEATRO  4& 

■'batallón  de  ligeros...  ¡  \'iva  la  libertad!"  El  publico  respondía  con 
otro  i  viva !  al  susodicho,  la  orquesta  tocaba  unos  compases  del  him- 
no de  Riego...  y  continuaba  la  representación,  ya  sin  peligro  para  el 
mencionado  traidor...,  que  era,  dramas  aparte,  tan  liberal,  tan  patriota  y 
tan  miliciano  como  el  primero.  Capellanes  y  La  Infantil  eran  los  teatros- 
más  desenfadados  y  demoledores  de  aquellos  tiempos.  Capellanes,  so- 
bre todo.  Las  alusiones  veladas  y  discretas,  las  frases  de  doble  sentido^ 
las  ironías,  el  humorismo,  las  indirectas,  el  chiste  picante  que  se  so- 
breentiende ó  se  entiende  más  por  lo  que  se  deja  decir  que  por  lo 
que  se  dice ;  toda  esa  retórica  fina  y  delicada  al  uso  entre  escritores 
agudos  é  ingeniosos  que  tienen  elevada  idea  de  la  cultura  que  debe 
suponerse  en  el  público  y  del  respeto  que  éste  merece,  era  cosa  total- 
mente desconocida  en  aquel  escenario.  Allí  se  hablaba  con  asombrosa 
claridad,  con  crudeza  inusitada,  sin  distingos  y  sin  eufemismos,  lla- 
mando á  las  cosas  por  sus  nombres  más  gráficos  y  pintorescos.  Con 
esto  se  conseguían  dos  cosas:  que  el  auditorio  se  enterase  perfecta- 
mente de  lo  que  se  le  decía  sin  el  menor  esfuerzo  de  la  imaginación  y 
que  la  propaganda  que  se  hacía  (que  era  lo  que  se  trataba  de  demos- 
trar) fuera  eficaz  y  provechosa...  En  La  Infantil,  como  en  Capellanes^ 
se  bailaba  el  can-can  en  cada  una  de  las  secciones,  y  como  postre  ape- 
titoso de  la  piececita  respectiva  había  cuatro  raciones  bien  despacha- 
das de  can-can,  con  una  particularidad  digna  de  mención  especialísi- 
ma,  á  saber:  el  can-'.can  de  primera  hora  podían  verlo  hasta  las  seño- 
ras que  concurrían  á  esos  espectáculos ;  el  de  segunda  hora  era  un 
poquito  más  fuerte  y  aún  podían  quedarse  algunas  de  las  señoras  que 
habían  asistido  á  la  primera  sección,  no  sin  hacer  como  que  se  rubo- 
rizaban en  los  momentos  culminantes  y  arriesgados  del  baile  suso- 
dicho y  jurando  (con  reservas  mentales)  no  volver  á  presenciar  aque- 
llo; en  la  tercera  toma,  que  era  para  hombres  y  mujeres,  ya  se  ini- 
ciaba un  desenfreno  que  producía  vértigos,  entablándose  diálogos 
pintorescos  y  sugestivos  entre  los  espectadores  más  impresionables;, 
que  aplaudían  rabiosamente  y  gesticulaban  como  en  el  más  concurrido 
manicomio.  Pero  lo  que  tenia  que  ver,  con  ser  tan  bueno  lo  que  ya 
se  había  visto,  era  el  can-can  de  la  cuarta  sección,  el  de  la  última 
hora:  aquello  era  el  acabóse,  la  débdcle  del  pudor  y  de  la  decencia. 
Toda  la  indumentaria  de  las  bailarinas  se  reducía  á  una  camisa,  muy 
corta  por  arriba  y  por  abajo,  y  á  unas  medias,  poco  más  largas  que 
unos  calcetines,  de  color  llamativo...  y  nada  más:  las  m-allas  quedábate 
suprimidas." 

Véase  el  orden  en  que  se  van  presentando  los  autores  dramáticos : 
Pérez  Escrich  (1850),  Camprodón  (1851),  Luis  Mariano  Larra  (1851) 
Adelardo  López  Ayala  (1851),  Liern  (1852),  Tamayo  (1853),  Luis 
Eguilaz  (1853),  Pastorfido  (1854),  Luis  Rivera  (1855),  Pelayo  del  Cas- 
tillo (1856),  Frontaura  (1856),  M.  Ortiz  de  Pinedo  (1857),  Rafael  del 
Castillo  (1859),  Enrique  Gaspar  (1860),  Eusebio  Blasco  (1862),  Ma- 


46        PRIMER  PERÍODO   DE   L.\   ÉPOCA  REALISTA   (185O-1869) 

riano   Pina   (1864),    Salvador   María   Granes   (1864),   Ramos   Carrión 
(1866),   Francisco  Javier  de   Burgos  (1866). 

11.  La  novela  y  el  cuento.  Los  cuadros  de  costumbres  y 
tipos,  de  la  época  romántica,  tenían  que  parar  en  el  cuento  v 
-en  la  novela  realista,  que  nacen,  puede  decirse,  o  resucitan  en 
€9ta  época.  Es  la  épica  realista,  que  deja  la  leyenda  y  la  novela 
histórica  y  narra  lo  presente,  un  pedazo  de  la  vida  real,  chico 
ó  grande.  Por  otro  lado,  el  espíritu  reflexivo  y  moralizador, 
•correspondiente  al  didáctico,  social,  humanitario  de  la  novela 
folletinesca  francesa,  que  también  se  fabricaba  en  España  para 
el  \iilgo,  tenía  que  colorear  el  cuento  y  la  novela.  Tal  vemos  en 
Trueba,  el  primer  cuentista,  y  en  Fernán  Caballero,  la  primera 
noveladora,  que  se  presentan.  Pero  cuento  y  novela,  además  de 
realistas  y  morales,  nacen  ya  regionales,  por  pintar  la  realidad, 
de  la  región  vasca,  Trueba,  y  de  la  andaluza,  Fernán  Caballe- 
ro. Otros  autores  prescindirán  más  o  menos  de  lo  regional, 
segim  sean  más  o  menos  urbanos,  como  Alarcón,  Valera  y  Cal- 
dos y  los  demás  del  período  siguiente,  aunque  todos  tengan 
obras  regionales,  siéndolo  enteramente  Pereda.  Basta  citar  es- 
tos grandes  nombres  para  echar  de  ver  la  inmensa  ventaja  del 
primer  período  de  la  época  realista  sobre  la  época  romántica, 
cuanto  a  la  novela.  Añádanse  Guillermo  Matta  y  Jorge  Isaacs, 
-de  Colombia;  Juan  León  Mera,  del  Ecuador;  Alberto  Blesl 
Gana,  de  Chile,  aunque  todos  fueron  poco  fecundos.  El  realis- 
mo, el  esmero  y  naturalidad  del  lenguaje,  la  tonalidad  popular 
y  aun  regional  son  las  notas  comunes  de  todos,  que  los  distin- 
gue de  los  narradores  románticos.  Quedan  como  románticos 
los  novelistas  folletinescos,  fantásticos,  sensibleros  y  demasia- 
damente moralizadores :  Pérez  Escrich,  Ortega  y  Frías,  Pilar 
Sinués,  Julio  Nombela,  Faustina  Sáez  de  Melgar.  La  novela 
francesa,  naturalista  o  experimental,  es  cosa  muy  diferente  y 
para  nada  influyó  por  ahora  en  España. 

12.  El  g'énero  épico  ó  narrativo,  que  en  la  época  romántica  soñó 
con  leyendas  é  historias  más  ó  menos  legendarias  y  todo  ello  en  ver- 
so, al  despertar  á  la  realidad  dio  de  mano  al  verso,  á  la  leyenda  y  á 
la  historia,  <]uedándose  con  lo  que  se  vela  á  vista  de  ojos  y  se  tocaba 
con  las  manos:  la  realidad  presente.  Narró,  pues,  el  vivir  presente,  y 
CEO  en  prosa  liana:  tal  es  el  cuento  y  su  más  amplia  evolución  la  no- 


LA    NOVELA    Y    EL    CUENTO  47 

vela.  No  llevaba  otra  cosa  una  época  positivista  y  razonadora,  tras  la 
noche  romántica  de  los  ensueños  de  la  fantasía.  Epopeya  bastardeada 
llamó  F.  Schlegel  á  la  novela;  épica  prosaica  la  llamaron  otros.  La 
vieja  epopeya  fué  la  novela  heroica,  como  la  leyenda  fué  la  novela 
caballeresca  y  la  novela  de  hoy  es  la  epopeya  realista  del  presente 
vivir.  Es  la  novela  una  epopeya,  no  más  rastrera,  sino  más  generali- 
zada, menos  soñadora  y  más  viva  y  real;  por  consiguiente,  más  per- 
fecta y  más  humana.  Salióse  del  círculo  de  hierro  de  los  héroes  homé- 
ricos ó  de  los  caballeros  legendarios,  y  corrió  por  el  mundo  entero, 
aprendió  á  vivir  la  vida  real  de  siempre  y  de  todas  partes.  El  espí- 
ritu romántico,  ganoso  de  toda  rotura  de  trabas,  la  desaherrojó  y  el 
espíritu  realista  la  educó.  Cervantes  la  había  sacado  de  los  libros  de 
caballerías  rompiendo  trabas  parecidas  y  aspirando  el  aire  de  la  rea- 
lidad. Decayó  en  España  después  de  él  con  toda  la  literatura,  que- 
dando como  adormecida  durante  el  reinado  del  seudoclasicismo,  tan 
contrario  y  real;  tornó  a  revivir  al  soplo  del  romanticismo,  reduci- 
da á  lo  histórico  y  legendario,  lejano  y  misterioso;  pero  explayóse 
libremente  por  tiempos  (y  lugares  al  llegar  la  época  realista,  vol- 
viendo á  ser  tan  universal  y  humana  como  Cervantes  la  había  crea- 
do. Admite  la  novela  todos  los  tonos,  asuntos,  estilos  y  lenguajes; 
puedte  ser  idealista  y  soñadora  ó  humana  y  reailista,  y  entre  estos 
dos  extremos  estéticos,  que  yo  calificaría  con  los  adjetivos  de  euro- 
pea y  española,  por  ser  estas  las  notas  de  la  literatura  de  España  y 
del  resto  de  Europa,  caben  infinitos  grados,  desde  la  parnasiana  y  la 
simbólica  hasta  la  naturalista.  Pero  lo  que  más  cabe  es  la  excelente 
novela  y  la  novela  ramplona.  El  género  se  presta,  cual  ningún  otro 
literario,  á  la  ramplonería,  por  la  facilidad  aparente  de  la  prosa  y  del 
hablar,  cosa  que  sin  estudios  ni  reflexión  han  caído  en  la  cuenta  que 
habían  hecho  toda  su  vida  los  infinitos  don  Hermógenes  que  han  es- 
crito novelas  ramplonas.  Por  eso  las  novelas  han  llovido  y  diluviado 
á  mares  sombre  la  haz  de  la  tierra  del  romanticismo  acá.  La  novela  es 
narración  de  cosas  más  ó  menos  fingidas,  y  las  hay  cortas  ó  prolijas 
de  dos  y  cuatro  tomos.  Hoy  se  condensan  más  y  más,  como  el  teatro 
se  condensa  en  el  cine.  Andrés  González  Blanco,  Htst.  nov.,  pág.  159: 
^'Pasado  el  furor  romántico  de  novela  caballeresca,  con  los  interme- 
dios de  novela  autobiográfica  ó  íntima  á  lo  Pastor  Díaz  y  á  lo  Pache- 
co en  su  Alfredo  (imitación  del  Adolfo  de  Benjamín  Constant),  no 
hubo  transición.  Del  romanticismo  más  encrespado  se  pasó  casi  vio- 
lentamente al  claro  é  ingenuo  realismo  de  Fernán  Caballero.  Por- 
que no  hemos  de  llamar  transición...  las  obras  ya  olvidadas  del  padre 
Pascual  Pérez  y  de  don  Estanislao  de  Koska  Baij'o  ni  menos  la 
novela  social,  que  en  Francia  ya  cultivaban  Eugenio  Sué,  Jorge  Sand 
y  Dumas."  Blanco  García,  La  liter.  esp.,  en  el  siglo  xix,  págs.  81-82: 
"Dos  tendencias  simultájieas  predominaron  en  la  novela  cuando  co- 
menzaron á  calmar  los  fervores  románticos  en  las  personas  sensatas: 
la  ejemplaridad  docente  y  el  amor  á  la  realidad  viva  y  concreta  des- 


48        PRIMER   PERÍODO   DE    L.\   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

pertado  en  cierto  modo  por  los  escritores  de  costumbres.  Síntesis  y 
personificación  de  las  tendencias  fueron  las  obras  de  una  mujer  ilus- 
tre..." La  nota  de  los  románticos,  ya  lo  dijo  Taine,  fué  "la  fogosidad, 
la  inspiración  súbita  y  feliz".  La  de  los  naturalistas  tenía  que  serle 
enteramente  opuesta,  "nuestra  solidez  y  nuestro  método  exacto",  que 
dijo  Zola.  El  cual  para  L'Assommoir  dicen  que  juntó  dos  legajos  de 
233  folios  y  para  escribir  diez  líneas  necesitaba  á  veces  leer  diez  libros. 
Líneas  hay  que  han  costado  diez  libros  á  cualquiera,  si  se  atiende  á  cuan- 
to en  vida  se  ha  leído  antes  de  escribirlas ;  pero  esa  documentación  coh 
que  suelen  hoy  decir  algnos  de  nuestros  novelistas  y  dramáticos  que  se 
documentan,  es  capaz  de  matar  toda  inspiración.  En  su  Poética  define 
admirablemente  Campoamor  las  tres  tendencias  poéticas  principales: 
"El  arte  es  idealista  cuando  las  imágenes  se  aplican  á  ideas ;  realista, 
cuando  se  aplican  á  las  cosas,  v  naturalista,  cuando  las  imágenes  se  apli- 
can á  cosas  que  repugnan  á  los  sentidos."  Con  este  rasgo  satírico  se 
burla  del  naturalismo,  cuyos  caracteres  son:  falta  de  ideas  elevadas,  de 
sentimientos  profundos  y  de  argumentos  interesantes ;  exceso  pesadí- 
simo de  descripciones,  de  menudencias;  tendencia  á  pintar  lo  mez- 
quino, lo  vil,  lo  repugnante,  lo  vicioso  de  la  sociedad.  Esa  sustancia, 
envuelta  generalmente  en  la  forma  de  un  lenguaje  rebuscado  y  afecta- 
ción de  estilo.  La  literatura  naturalista  no  excita  curiosidad  ni  causa 
interés;  nunca  hace  derramar  una  lágrima  ó  lanzar  un  suspiro,  nunca 
eleva  la  imaginación:  las  obras  de  esa  escuela  se  recorren  con  tibieza 
y  se  cierran  sin  pena,  si  no  producen  sueño  ó  repugnancia.  Así  Fran- 
cisco Pimentel.  Y  Cánovas:  "Víctor  Hugo  es  el  abuelo  común  del 
grupo  de  los  novelistas  franceses  que  cultiva  ahora  el  naturalismo... 
El  naturalismo  no  es  en  muchos  casos  sino  \m  romanticismo  anticris- 
tiano y  de  inmoralidad  grosera  ó  impúdica."  Este  paso  anticristiano  é 
inmoral  sacando  del  romanticismo  el  naturalismo  tenía  que  darse  en 
Francia,  dada  la  descreencia  y  baja  ética  de  su  corrompida  sociedad 
y  por  natural  reacción  del  realismo  después  del  idealismo  romántico. 
El  naturalismo  hízose  panegirista  del  vicio  y  del  crimen  y  apóstol 
del  materialismo.  De  los  dramas  de  Hugo  dijo  Nicolini  que  "son  la 
adoración  de  lo  grotesco  y  la  glorificación  de  las  deformidades  físi- 
cas y  morales".  Como  ejemplares  físicamente  repugnantes  bastará 
citar  el  Rigoleto,  de  Hugo;  la  Tísica  ó  Dama  de  los  camelias,  de  Al. 
Dumas;  la  Lechuza,  de  Sué;  el  Nabab,  de  Daudet;  la  Nan^o.  de  Zola. 
Gautier,  en  Fortunio,  advierte  que  no  es  ateo,  sino  que  adora  tres  dio- 
ses: el  oro,  la  belleza  y  el  bienestar.  Sué  presenta  como  religión  de  la 
Princesa  de  Cardoville  "el  refinamiento  de  los  sentidos  que  Dios  le 
había  dado...;  lo  bello  y  lo  feo  eran  para  ella  el  bien  y  el  mal".  El 
dios  de  Lelia,  en  Jorge  Sand,  es  "el  espíritu  del  mal  y  el  espíritu  del 
bien  en  un  .solo  espíritu.  Dios".  El  suicidio  es  endio.sado  por  Goethe, 
Jorge  Sand,  Sué,  Alfredo  de  Vigny  y  aun  por  I^martine ;  el  adulte- 
rio, por  Dumas,  Pellico,  Montepín,  Jorge  Sand;  el  latrocinio  y  la  lucha 
contra  la  sociedad,  por  Byron,  Schiller.  Dumas,  Hugo,  Sand,  Balzac.  La 


S.   XIX,    1850.   JOSÉ   SELGAS    CARRASCO  49 

glorificación  del  mal  y  el  menosprecio  de  la  virtud  comienza  en  los  ro- 
mánticos franceses  y  sigue  hasta  la  moderna  literatura  francesa,  de  la 
cual  ha  pasado  á  la  española. 

Véase  cómo  van  presentándose  los  novelistas  y  demás  prosadores: 
Selgas  (1850),  Barros  Arana  (chil.,  1850),  Pérez  Escrich  (1850), 
Trueba  (1851),  Fernán  Caballero  (1852),  Cánovas  (1852),  Ortega  y 
Frías  (1853),  Pilar  Sinués  (1854),  Juan  León  Mera  (ecuat.,  1854), 
Pedro  Antonio  Alarcón  (1855),  Julio  Nombela  (1857),  Alberto  Riest 
Gana  (chil.,  1858),  José  M.  Marroquín  (col.,  1858),  Juan  Valera  (1858), 
Amos  Escalante  (1859),  Faustina  Sáez  de  Melgar  (1859),  Rafael  del 
Castillo  (1859),  Eduardo  Palacio  (1859),  Pereda  (1861),  Ricardo  Se- 
púlveda  (1865),  Jorge  Isaacs  (col.,  1867),  Galdós  (1868). 

13.  A  Tío  18  ¿O.  José  Selgas  Carrasco  (i  822- i  882)  nació 
en  Murcia,  estudió  en  el  Seminario  de  San  Fulgencio;  mas  la 
pobreza  de  su  familia  le  cortó  la  carrera.  Presentóle  Arnao  á 
Fernández  Guerra,  y  cuando  en  la  tertulia  del  Conde  de  San 
Luis  leyó  Cañete  (1850)  su  apólogo  de  La  Violeta,  reconocieron 
todos  en  él  un  cantor  de  las  flores  como  no  lo  había  habido  en 
España.  Cañete  publicó  entonces  en  El  Heraldo  algunas  de  sus 
poesías.  Durante  la  Revolución  de  1854  empuñó  el  látigo  de 
Marcial  y  en  El  Padre  Cobos  vació  su  talento  en  sátiras  humo- 
rísticas y  cultísimas  en  el  fondo,  en  las  que  cada  frase  era  un 
chiste,  ó  un  retruécano,  ó  una  paradoja.  Llevóle  González  Bravo 
al  Parlamento  y  Fernández  Guerra  á  la  Academia.  Fué  el  cantor 
delicado  de  las  flores  y  de  la  inocencia.  Priinavera  (1850),  Estío 
(1882),  Flores  y  Espinas  (1883)  son  su  verdadera  corona  poética 
y  florida.  Adelantóse  á  los  poetas  modernistas  en  poner  su  alma 
en  la  naturaleza  y  hallarla  en  ella,  en  ver  en  las  flores  símbolos 
humanos,  en  pulsar  deliciosamente  las  cuerdas  todas  de  la  ter- 
neza, de  los  sentimientos  más  delicados,  aunque  sin  la  oscuri- 
dad y  sin  el  desquiciado  propósito  artístico  de  hacer  pura  mú- 
sica con  la  poesía.  Si  los  poetas  modernistas  no  le  han  apreciado 
débese  al  espíritu  de  Selgas,  católico,  conservador  y  moral,  que 
tan  en  rostro  les  da  a  los  que  lo  tienen  enteramente  contrario. 
"Cuando  la  flor  ingenua  de  su  primera  inspiración  se  agotó, 
dice  Juan  Pérez  de  Guzmán,  murió  el  poeta  y  apareció  el  escri- 
tor de  ingenio."  En  El  Padre  Cobos  fué  satírico  terrible  y  hu- 
morístico; en  los  Estudios  sociales,  que  comprenden  varias 
obras,  sobre  todo  en  Hoja^  sueltas,  mostróse  satírico,  solamente 

TOMO  vm.— 4 


5o         PRIMER   PERÍODO    DE   L.\   ÉPOCA   REALISTA    (185O-1869) 

humorista,  burlándose  benévolamente  de  las  nuevas  costum- 
bres y  modas  ridiculas,  con  ingenio  travieso,  en  estilo  senten- 
cioso y  cortado,  jugueteando  con  ideas  y  vocablos,  equívocos  y 
retruécanos,  pero  con  fondo  harto  filosófico  y  sensato.  Tampoco 
los  modernos  prosistas  le  han  admirado  en  esta  parte,  por  ra- 
zones ajenas  a  la  estética,  por  devoción  a  las  costumbres  que  él 
flageló.  Sus  novelas  pesadas  y  sus  ensayos  dramáticos  son  de 
hilaza  mucho  más  floja.  Selgas,  en  suma,  se  adelantó  a  su  tiem- 
po en  la  sensibilidad  delicada  con  que  siente  la  hermosura  de 
la  naturaleza  y  en  la  prosa  cortada,  febril  y  de  contrastes,  tan 
moderna  como  personalisima.  Fué  casi  tan  gran  satírico,  con 
espíritu  sereno  y  tradicional,  como  Fígaro  con  espíritu  tortu- 
rado, revolucionario  y  descreído.  Su  estilo  es  más  vibrante, 
nervioso  y  cortado,  más  moderno;  su  lenguaje  más  castizo. 
Pero  le  aventaja  Fígaro  en  la  gravedad  y  seriedad,  si  ventaja 
es,  y  en  el  pintar  tipos  vivos  y  vivas  escenas  de  la  vida,  que  lo 
es  y  grande,  mientras  Selgas  no  pasa  de  juguetear  ligeramente 
con  ideas,  sentencias  y  palabras. 

14.  Fué  crítico  social,  duro  en  el  fondo,  ligero  y  á  veces  festivo 
en  la  forma,  escribiendo  en  La  España,  El  Horizonte,  El  Padre  Co- 
bos (1854-56),  El  Teatro  (1864),  La  Constancia  (1867-68),  La  liustr. 
Catól.  (1877...),  La  Ilustr.  Catalana,  El  Diario  de  Barcelona.  Muchos 
modernos  han  rebajado  á  Selgas  más  de  lo  justo:  son  los  que  no  co- 
mulgan en  sus  doctrinas  religiosas  y  sociales.  Esta  parcialidad  secta- 
ria es  verdaderamente  salvajina.  Con  ella,  los  que  comulgamos  más 
ó  menos  en  las  ideas  de  Selgas,  religiosas  y  sociales,  deberíamos  re- 
tajar á  Larra;  pero  Dios  nos  libre  de  hacerlo.  Así  procedió  Blan- 
co García  al  rebajar  á  Clarín,  con  disgusto  de  los  que  sabemos  se- 
parar el  arte  de  lo  demás.  El  mismo  Fitzmaurice-Kelly  dijo  de  Sel- 
gas:  "En  su  Primavera  sus  poesías  se  hallan  de  tal  suerte  en  armo- 
nía con  los  sentimientos  convencionales,  que  era  forzosa  su  popula- 
ridad." Sentimientos  convencionales,  esto  es,  falsos,  que  eso  suena 
en  castellano-gálico,  no  está  bien  se  llamen  á  los  sentimientos  de  Sel- 
gas  y  de  la  España  católica,  esto  es,  á  lo  cristiano  y  virtuoso,  que  es 
lo  que  Selgas  canta.  ¿Le  gustaría  al  sabio  inglés  que  llamásemos 
convencionales  ó  falsas  las  doctrinas  de  los  no  católicos?  En  arte  y 
en  sociedad  respetamos  todas  las  opiniones.  Pero  lo  que  en  Selgas 
domina  es  todo  lo  noble  y  virtuoso,  y  eso  jamás  en  nigún  pueblo  debe 
tenerse  por  convencional.  "En  nuestros  días,  añade  el  autor  inglés, 
cuando  su  hora  pasó,  es  censurado  tan  injustamente  como  elogiado 
fué  con  exceso;  ya  es  algo  haber  sido  un  buen  versificador,  cuya  de- 


S.   XIX^    1850.   JOSÉ   SELGAS   CARRASCO,  5 1 

licadeza  no  fué  nunca  vulgar."  Decir  sencillamente  buen  versificador 
no  es,  creo,  bastante,  para  rehabilitarle  de  la  injusta  censura;  en  un 
poeta  alabar  sólo  eso  es  negarle  el  ser  poeta.  Es  tanto  más  vitupera- 
ble el  desprecio  en  que  los  modernistas  tienen  á  Selgas,  cuanto  que 
fué  su  verdadero  antecesor,  bien  que  sin  la  artificial  afectación,  sin 
la  oscuridad  septentrional,  sin  el  pesimismo  de  la  vida,  sin  el  espíritu 
alabador  del  vicio  y  menospreciador  de  la  virtud,  cosas  en  que  los  mo- 
dernistas se  apartan  de  él.  En  el  fondo  difieren  enteramente;  en  la 
forma,  tienen  de  común  el  sentido  de  la  naturaleza,  la  ternura  de 
sentim.ientos,  el  estilo  delicado,  matizado.  La  sensibilidad,  en  suma, 
lo  único  bueno  del  modernismo,  fué  la  nota  poética  de  Selgas,  aunque 
no  la  sensibilidad  de  postín,  que  sólo  juega  con  palabritas  y  falsifi- 
cación de  sensaciones,  como  se  da  en  no  pocos  poetillas,  á  quienes  he 
oído  despreciar  á  nuestro  poeta.  Cañete  halla  en  La  Primavera  "dos 
cualidades  importantísimas,  pero  muy  difíciles  de  concertar :  el  es- 
piritualismo,  la  vaguedad,  la  melancólica  ternura  de  las  poesías  del 
Norte;  la  gallardía,  la  frescura,  la  riqueza,  la  pompa  de  las  poesías 
meridionales".  Nótese  esto  contra  los  que  se  empeñan  en  ver  en  Béc- 
quer  y  demás  poetas  sentimentales  de  este  período  una  imitación  de 
Heine  y  otros  alemanes.  El  sentimentalismo  estaba  en  el  fondo  del 
romanticismo  y  quedó  depurado  y  claro  al  llegar  la  época  realista,  y 
esto  en  toda  Europa.  Nocedal,  en  la  contestación  á  su  discurso  de  la 
Academia:  "iComo  prosista  posee  Selgas  maravilloso  y  envidi.ible 
arte:  el  de  encerrar  los  pensamientos  más  profundos  y  á  vece,  más 
-atrevidos  en  las  palabras  más  sencillas  y  más  llanas  que  tiene  el  idio- 
ma castellano,  y  como  si  esto  no  fuera  extraordinario  mérito,  aún 
alcanza  otro  que  no  le  va  en  zaga.  Con  fórmulas  en  apariencia  lige- 
ras, como  quien  juguetea  y  se  entretiene  discurriendo  y  retozando  por 
entre  niños  y  flores,  clava  agudísimos  dardos  para  advertimiento 
común  y  derrama  benigno  rocío  y  abundante  consuelo  en  las  almas 
doloridas.  Sabe  así  desconcertar  y  confundir  á  los  adversarios  con 
gracia  tal,  que,  al  oírle,  fuérzalos  á  reír,  y  al  meditar  sobre  lo  que 
dice  les  hace  llorar,  como  serena  el  espíritu  contristado  con  una  frase 
al  parecer  trivial,  pero  de  tal  modo  briosa,  que  se  adhiere  tenaz  á  la 
memoria."  Valera:  "Las  Poesías  de  Selgas,  donde  veo  mucho  inge- 
nio y  buen  gusto,  á  pesar,  no  de  que  sustente  opiniones  contrarias  á 
las  mías,  sino  á  pesar  de  lo  paradoxal  y  declamatorio...  O  la  since- 
ridad completa,  que  no  veo  en  Selgas,  ó  la  tunantería  de  Alarcón, 
■que  no  cree  ni  en  Dios  y  que  se  le  conoce,  cuando  más  alardea  de 
santo.  Esto  también  confieso  que  me  cae  en  gracia.  En  la  Introduc- 
íCión  de  Alarcón  á  Selgas  hay  unos  parrafillos  encantadores  en  este 
género."  (Carta  á  Mariano  Catalina,  Lisboa,  Marzo  1883.)  Andr.  Gon- 
zález Blanco,  Hist.  nov.,  pág.  366:  "Autor  de  muchas  poesías  encan- 
tadoras de  ingenuidad  y  ternura  y  escritor  en  prosa  de  fárragos  con- 
ceptuosos, que  nos  retrotraen  al  siglo  xvii  en  su  íntima  decadencia, 
-con  más   un  amor  exagerado  á  los  lugares  comunes  disfrazados   de 


52        PRIMER  PERÍODO   DE   L-\   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

pensamientos  trascendentales."  F.co  Blanco  García,  Liter.  esp.  del 
s.  XIX,  t.  II,  pág.  556:  "¿Deja  de  ser  curioso,  porque  sea  triste,  el 
hecho  de  qué  entre  las  obras  de  Selgas  ocupen  más  de  la  mitad  de 
los  volúmenes  larguísimos  relatos  novelescos  dignos  de  Montejjin  y 
que  tienen  su  público  de  devotos  y  compradores  ?  ¡  Malhaya  el  diablo 
familiar  que  así  extravió  al  Quevedo  minúsculo  de  El  Padre  Cobos 
y  las  Hojas  sueltas!  ¡Cuánto  habríamos  ganado  con  que  los  rimeros 
de  cuartillas  consumidos  en  La  Mangana  de  oro  (1873,  seis  vols.),  El 
Ángel  de  la  guarda  é  Historias  contemporáneas  se  hubiesen  cuajado 
de  filigranas  en  verso,  como  las  de  La  Primavera  y  el  estío,  ó  de 
apuntes  y  observaciones  conceptistas  en  prosa!"  R.  Monner,  D.  J.  Sel- 
gas:  "Aun  sus  críticas  más  aceradas  y  punzantes  cubiertas  van  con 
el  suave  velo  de  la  tolerancia.  No  restalla  la  fusta  en  sus  manos;  los 
chasquidos  de  su  látigo  no  alcanzan  á  acardenalar  ningún  cuerpo,  sólo 
asustan  á  las  conciencias  harto  intranquilas.  Escribiendo  con  desen- 
fado, por  nativo  impulso,  la  corrección  amordaza  la  lengua...  Sus 
novelas  suelen  ser  ñoñas  por  extremado  empeño  de  querer  ser  mora- 
listas: los  personajes  por  él  creados  no  son  reales;  las  situaciones,^ 
por  lo  general,  falsas...  Pondero  y  encumbro  el  chispeante  redactor 
de...  Allí  está  en  la  plenitud  de  su  talento  el  fino  humorista,  el  irónico 
benévolo,  el  satírico  temible ;  allí  parla  y  rebulle  el  travieso  periodista, 
que  juega  con  las  palabras  y  las  ideas  con  inocente  ó  maligna  com- 
placencia; que  alterna  conceptos  al  parecer  triviales  con  frases  feli- 
ces y  sentenciosas;  que  gusta  del  retruécano  y  de  la  paradoja,  para 
mezclarlo  todo  en  sorprendente  maridaje,  esperanzas  y  recuerdos, 
alegrías  y  pesares...  Midió  siempre  nuestro  autor  con  pesos  de  buena 
ley  las  faltas  sociales  y,  descartando  al  individuo  por  lo  que  de  odioso 
tiene  lo  particular,  se  encaró  con  la  sociedad,  á  la  que  flageló  cristia- 
namente... El  estilo  de  nuestro  autor  no  se  parece  al  de  nadie...;  si 
con  el  de  alguien  puede  comparársele  es  con  el  de  Gracián,  ni  ha  lo- 
grado después  más  que  burdos  imitadores;  es  seco,  nervio.so,  cortado... 
Se  advierten  las  fosforescencias  inquietas  de  su  mente.  La  palabra 
brota  espontáneamente  de  los  puntos  de  la  pluma  para  llamar  en  se- 
guida á  otra  y  á  otras  que  serán  símil  ó  contraste  de  la  primera,  se- 
mejanza ú  oposición...  Respira  humildad,  modestia,  confianza  en  Dios 
y  despego  de  las  humanas  glorias.  Dios  y  patria  fueron  las  palabras 
que  grabó  en  su  escudo  de  combate  al  bajar  al  palenque  literario.  . 
La  cosa  más  vulgar,  el  asunto  más  trivial,  el  acontecimiento  más 
baladí,  al  pasar  por  el  tamiz  de  su  inteligencia,  cobra  vida,  color,  ani- 
mación, importancia.  Todo  para  él  se  presta  á  profundas  reflexiones, 
á  veces  un  tanto  conceptistas,  sí ;  pero  siempre  oportunas  y  casi  siem- 
pre profundas.  Su  ligereza  invita  á  pensar;  tras  la  sonrisa  asoma 
siempre  para  el  atento  lector  la  reflexión...  La  misma  movilidad  de 
su  concepción,  la  rai)idcz  con  que  pasaba  de  un  asunto  á  otro,  desflo- 
rándolo apenas,  el  frío  humorismo  de  que  hace  alarde,  vedándole  apa- 
sionarse  por   ningún    tema,   le   imposibilitaban    para   concepciones   de- 


S.  XIX,  1850.  JUAN  CLEMENTE  ZENEA  53 

mayor  vuelo.  Sin  embargo...,  es  su  culto  apasionado  por  todo  lo  noble, 
lo  grande,  lo  generoso.  Paladín  de  la  buena  causa,  por  cima  de  todo 
se  trueca  en  defensor  de  la  virtud  que  ennoblece  á  la  estirpe  humana. 
Escritor  eminentemente  moralista,  antimisoneista...  El  laúd  en  sus 
manos  vibra  con  plácida  armonía;  son  notas  tenues,  suaves,  melan- 
cólicas, que  nos  subyugan  y  arroban...  El  candor,  la  modestia,  la  sana 
conformidad  con  las  terrenas  miserias,  la  esperanza  en  otra  vida 
futura,  el  amor  al  prójimo,  en  una  palabra,  cuantos  sentimientos  de- 
licados pueden  albergar  el  alma  candorosa  del  niño  ó  de  la  virgen, 
hállanse  esparcidos  por  las  páginas  de  sus  libros  en  verso...  Para 
Selgas  las  flores  no  tuvieron  secretos...,  poeta  de  sentimiento,  para 
él  hay  siempre  analogías  entre  las  pasiones  del  corazón  y  el  carácter 
emblemático  de  las  flores  y  de  las  plantas." 

Obras  de  Selgas:  El  Bandido,  ensayo  poético,  Murcia,  1845.  Le 
Primavera,  colección  de  poesías,  Madrid,  1850.  Hojas  sueltas,  ibid., 
1861.  Más  hojas  sueltas,  nueva  colección  de  viajes  ligeros  alrededor 
de  vanos  asuntos,  1863.  Nuevas  páginas,  secretos  íntimos  que  con  el 
mayor  sigilo  se  confían  á  todo  el  que  quiere  saberlos,  1864.  De  tal 
palo  tal  astilla,  zarz.  (1864).  La  Primavera  y  el  estío,  colección  de 
poesías,  1866  (4.''  ed.,  aumentada).  Delicias  del  nuevo  paraíso,  reco- 
gidas al  vapor  en  el  siglo  de  lu  electricidad,  1871,  1875,  La  Manzana 
de  oro.  seis  vols.,  1872;  contiene:  t.  I,  La  Mujer  soñada;  t.  II,  Miseria 
humar..!;  t,  III,  Venganza  y  castigo;  t.  IV,  La  Criolla;  t.  V,  Un  rayo 
de  esperanza;  t.  VI,  El  Dedo  de  Dios.  Cosas  del  día,  continuación  de 
las  delicias  del  nuevo  paraíso,  1874,  1880.  Un  rostro  y  un  alma,  cartas 
auténticas,  1874,  1884.  El  Ángel  de  la  guarda,  nov.,  dos  vols.,  1875. 
Un  retrato  de  mujer,  Sevilla,  1876.  Escenas  fantásticas,  Madrid,  1876. 
Fisonomías  contemporáneas,  ibid.,  1877.  Mundo  invisible,  concmua- 
ción  de  las  Escenas  fantásticas,  Sevilla,  1878.  Flores  y  espinas,  co- 
lección de  poesías,  Madrid,  1879.  Hechos  y  dichos,  Sevilla,  1879,  His- 
torias contemporáneas,  1882 :  novelas  folletinescas  á  lo  Montepín, 
aunque  no  falten  en  ellas  bellezas  de  lenguaje.  Algo  mejor  es  Nona, 
novela  postuma,  1883,  Poesías,  H,  Flores  y  espinas;  versos  postumos, 
1883.  Nuevas  hojas  sueltas,  1885.  Luces  -y  sombras,  1886.  Novelas,  HI, 
La  Mariposa  blanca,  El  Número  13,  Día  aciago,  El  Saludador,  El 
Corazón  y  la  cabeza,  1887.  Delicias  del  nuevo  paraíso...  y  Cosas  del 
día,  1887.  Historias  contemporáneas.  Dos  para  dos.  El  Pacto  secreto. 
El  Corazón  y  la  cabeza,  1892,  Novelas,  VI,  Dos  rivales,  1894,  Deuda 
del  corazón,  El  Ángel  de  la  guarda,  dos  vols.,  Barcelona,  1909.  Obras, 
Madrid,  1882-1894,  13  vols.  Consúltense  Emilio  Díaz  de  Revenga,  Es- 
tudio sobre  Selgas,  Murcia,  1915;  R.  Monner  Sans,  D.  José  Selgas, 
B,  Aires,  1916. 

15.  "Año  1850.  Juan  Clemente  Zenea  (1832-1871),  de 
Bayamo  (Cuba),  publicó  sus  primeros  versos  a  los  diez  y  siete 
de  su  edad  en  La  Prensa  de  la  Habana;  desde  1851  se  lanzó 


54        PRIMER   PERÍODO   DE   LA   ÉPOC\   REALISTA   (185O-1869) 

a  conspirar,  desterróse  a  los  Estados  Unidos  y  fué  condenado- 
a  muerte  en  1853.  Pero  por  la  amnistía  general  volvió  a  la  Ha- 
bana donde  vivió  hasta  1865,  año  en  que  pasó  a  los  Estados 
Unidos,  y  allí  se  arruinó.  Tomó  parte  en  la  insurrección  de 
1868,  y  preso  (1870),  fué  fusilado  (1871).  Usó  el  seud.  Adolfo 
de  la  Azucena,  fué  director  de  la  Rcz\  Habanera  (1861-62), 
3  vols.,  y  Rez'.  del  Nuevo  Mundo  (Nueva  York,  1866).  Publicó 
dos  colecciones  de  sus  poesías,  una  en  1855  y  otra  con  título 
de  Cantos  de  la  Tarde,  en  1860.  Lo  mejor  son  sus  pocos  versos- 
elegiacos,  como  el  famosísimo  romance  Fidelia,  el  más  hermo- 
so de  los  que  en  Cuba  se  han  escrito.  Tuvo  por  modelo  a  Mus- 
set.  Sus  diez  y  seis  composiciones  escritas  en  la  prisión  llamá- 
ronlas los  editores  Diario  de  un  Mártir,  y  están  empapadas  de 
lúgubres  presentimientos.  Es  Zenea  melancólico  como  las  tar- 
des del  trópico;  aficionado  a  Musset,  aunque  tan  opuesto  en 
afectos,  pues  ama  los  castos  y  virginales,  pareciéndose  acaso 
más  á  Lamartine.  Nada  vulgar,  sobrio  y  nítido,  llega  al  cora- 
zón, dejando  en  él  duradera  huella. 

José  Forxaris  (i 827- i 890),  de  Bayamo  (Cuba),  donde  fué 
abogado  y  Regidor,  emigrado  durante  la  guerra  y  vuelto  a 
Cuba  en  1879,  fué,  con  sus  Cantos  d,el  Siboney,  escritos  en 
1850  y  publicados  en  1855,  el  poeta  de  los  siboney  es,  poesías 
con  que  él  y  otros  intentaron  formar  una  poesía  nacional  cu- 
bana, sustituyendo  en  los  romances  los  asuntos  medioevales  de 
los  románticos  por  otros  de  la  época  precolombina;  pero  los 
areytos  y  cantares  precolombinos  perecieron  con  los  indios  y 
así  fué  una  poesía  falseada  y  quimérica  en  el  fondo.  Fué  el  que 
mejor  los  hizo  y  tuvo  increíble  boga. 

A!ntonio  Lamberti,  poeta  montevideano,  romántico,  más 
esmerado  que  los  demás  de  su  tiempo,  fué  empleado  en  la  Ar- 
gentina e  hizo  poesías  bien  sentidas,  pero  sobre  todo  festivas  y 
epigramáticas. 

1«.  M.  Pelayo,  Hist.  poes.  hisp.-ainer.,  t.  I  (191 1),  pág.  273:  "La 
musa  de  Zenea  tenía  cortas  las  alas  y  fué  brutalmente  herida  en  su 
vuelo;  pero  dejó  algunas  notas  de  intensa  melancolía,  que  vibrarán 
eteniamente  en  el  alma  de  quien  lea  sus  poesías...  Sus  injuria?  rima- 
das contra  España  no  aumentarán,  ciertamente,  la  gloria  de  su  nom- 
bre :  lo  que  le  protege  y  conserva  son  sus  versos  elegiacos,  pocos  en 
número,  pero  que  apenas  tienen  rival  en  la  literatura  cubana.  Enf.re 


S.  XIX,  1850.  JUAN  CLEMENTE  ZENEA  55 

todos  descuella  un  romance  magistral,  Fidelia,  con  visibles  reminis- 
cencias del  Souvenir,  de  Alfredo  de  Musset,  que  era  el  poeta  predilecto 
de  su  alma...;  dista  mucho  de  ser  un  modelo  de  corrección  ni  de  ter- 
sura... Una  especie  de  presentimiento  fúnebre  envuelve  lodos  los  ver- 
sos de  Zenea,  aun  antes  de  llegar  al  grupo  de  las  diez  y  seis  composicio- 
nes escritas  en  su  prisión."  Rafael  M.  Merchán,  Repert.  Colombiano, 
1881 :  "El  carácter  dominante  de  las  poesías  de  Zenea  es  la  melanco- 
lía. Las  tardes  de  los  trópicos  se  reflejan  en  ellas  con  sus  medias  tin- 
tas crepusculares,  con  sus  grandes  sombras  invasoras  del  espacio  y 
del  alma,  con  sus  nubes  espléndidamente  tristes,  con  sus  colgaduras  fu- 
nerarias del  lado  de  Occidente,  con  su  inmenso  cielo  más  azul  y  más  di- 
latado que  á  ninguna  otra  hora  de  la  vida."  Enr.  José  Varona,  Ojeada 
sobre  el  mov.  intelect.  en  América,  1876:  "Zenea,  melancólico,  gemi- 
dor, arrullador,  que  ha  oído  todas  las  notas  de  sus  hermanos  del  otro 
continente  y  nos  las  prodiga  sin  repetirlas."  J.  C.  Zenea :  Jaquelina 
y  Reginaldo,  nov.  en  verso.  Habana,  1850.  Poesías,  ibid.,  1855.  Lejos 
de  la  patria,  nov.,  1859.  Cantos  de  la  tarde,  1860.  Sobre  la  Literatura 
de  los  Estados  Unidos,  Xew-York,  1861  (extenso  é  importante  estudio) ; 
Madrid,  1863  (en  La  América) ;  1881  (en  Rev.  de  Cuba).  La  Revolución 
de  Cuba,  México,  1868.  Poesías  postumas,  Madrid,  1871.  Poesías  com- 
pletas, Nueva  York,  1872  (comprende:  Cantos  de  la  tarde,  Poesías  va' 
fias,  Traducciones,  En  días  de  esclavitud,  Diario  de  un  Mártir;  lleva 
un  estudio  de  Piñeyro),  1874.  Nueva  col.  de  poesías,  Habana,  1909. 
Consúltense :  Mata,  Un  poeta  mártir,  1876.  Merchán,  Juan  C.  Zenea, 
1881.  Piñeyro,  Vida  y  escritos  de  J.  C.  Zenea,  1901. 
Fornaris: 

"Recuerdos  de  las  vírgenes  tostadas, 
de  esbeltos  talles  y  de  negros  ojos, 
que  vivieron  al  son  de  las  cascadas, 
bajo  el  ancho  dosel  de  los  corojos. 

Historias  de  otros  siglos  hechiceras 
que  sorprendí  en  la  margen  del  Caonao, 
del  límpido  Bayamo  en  las  riberas 
y  en  las  puras  corrientes  de  Arimao. 


Allí  en  pobres  y  rústicos  caneyes 
tranquilos  habitaron  los  behiques, 
las  vírgenes  cubanas,  los  caciques, 
una  familia,  en  fin,  de  siboneyes." 

José  Fornaris,  Recuerdos,  poesías,  Habana,  1850.  La  MuJTr  (con 
Zenea  y  con  Otero),  1850.  Poesías,  1855,  1856,  1857.  Cuba  poética, 
colecc.  (con  J.  Socorro  León),  1855,  1861.  Flores  y  lágrimas,  1860. 
Cantos  del  Siboney,  4.'  ed..  Habana,  1862;  i.*  ed.,  1855,  escritos  en 
Bayamo  en  1850.  Obras,  Habana,  1862-63,  tres  vols.  (Cantos  del  Si- 
boney, 5.*  ed..  El  Libro  de  los  amores  y  Los  Cantos  populares).  La 


56        PRIMER  PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

Hija  del  pueblo,  dr.  (1865).  Amor  y  sacñficio,  dr.  (1866).  Elementos 
de  Retórica  y  Poética,  Habana,  1868.  Cantos  tropicales,  París,  1874. 
El  Arpa  del  hogar,  poes.,  ibid.,  1878.  Poesías,  1888,  1909. 

Daniel  Martínez  Vigil :  "Ni  la  ausencia  prolongada  de  la  Patria,  ni 
el  silencio  persistente  de  su  musa  (de  Lamberti),  privada  por  el  ale- 
jamiento del  bardo,  de  las  inspiraciones  del  hogar  nativo,  han  logrado 
olvidar  las  estancias  de  uno  de  los  cantores  que,  con  Adolfo  Berro,  el 
delicado  modulador  de  las  congojas  juveniles,  y  con  Matías  Behety,  el 
Edgar  Poe  del  Sur,  forman  entre  nosotros  la  trinidad  hipostática  del 
culto  rendido  á  la  belleza  en  los  altares  del  sentimiento  humano." 


17.  'Ario  1850.  Diego  Barros  AIrana  (1830-1907),  chile- 
no, rector  de  la  Universidad,  el  más  famoso  historiador  de  su 
patria,  como  formador  de  hombres  el  primero  en  Chile  después 
de  Bello,  de  criterio  firme,  pacienzudo  en  el  trabajo,  severo  en 
sus  juicios,  aunque  algo  pesado  en  sus  escritos,  á  veces  parcial, 
falto  otras  de  criterio  histórico  y  de  estilo  defectuoso,  descolo- 
rido y  frió.  Su  obra  comienza  á  ceder  á  la  crítica  serena,  jui- 
ciosa é  inteligente  de  Errázuriz ;  pero  siempre  será  considerado 
como  uno  de  los  más  infatigables  historiadores  chilenos.  Fun- 
dó los  periódicos  literarios  El  Museo  (1853).  El  Correo  del 
Domingo  (1862)  y  la  Rezñsta  Chilena  (1875- 1880,  17  vols.) 

Enrique  Pérez  Escrich  ó  Elias  Gómez  (i 829- i 897), 
por  seud.  Carlos  Peña-lRubia  y  Tello,  valenciano,  casado  á  los 
diez  y  nueve  de  su  edad,  vino  pobre  á  Madrid  (1853)  y,  luchan- 
do siempre,  fué  de  los  autores  que  han  pagado  más  caras  la 
prosperidad  y  la  fortuna.  Estrenó,  después  de  otras  piezas  y 
con  grande  aplauso,  el  drama  El  Cura  de  aldea  (1858);  pero 
los  libreros  catalanes,  agotadas  en  los  folletines  las  novelas  fran- 
cesas y  convirtiendo  en  novelas  las  comedias,  le  persuadieron  á 
novelar  su  drama  (1861)  y  á  estirarlo,  para  acrecentar  el  nego- 
cio, lo  que  le  hizo  perder  en  interés  y  belleza.  El  buen  suceso 
le  convirtió  en  novelista:  mas  dejando  el  trillado  sendero  de 
crímenes  y  horrores  á  lo  d'Arlincourt  y  Ponson  du  Terrail, 
poetizó  crímenes  y  vicios,  introdujo  prédicas  morales,  presentó 
escenas  de  la  vida  con  naturalidad  y  moralizó  el  todo  á  lo 
Eguilaz,  y  sus  novelas  proclamadas  morales  corrieron  en  diez 
ó  doce  mil  ejemplares  por  toda  España.  Los  críticos,  sin  leer- 
las, tildáronlas  de  sensibleras.  Fueron  populares  porque  siem- 
pre llegó  al  pueblo  el  arte  de  enredo  que  despierte  el  interés,  de 


S.    XIX,     1850.     DIEGO    BARROS    ARANA  bj 

sentimientos  generosos  que  cuadren  con  la  conciencia  univer- 
sal humana,  de  toques  melodramáticos  que  hieran  el  corazón 
y  le  conmuevan ;  finalmente,  de  suficiente  naturalidad  para  que 
los  hechos  parezcan  reales.  Tales  son  las  cualidades  de  las  no- 
velas de  Escrich,  novelista  malogrado,  tanto  como  Fernández 
y  González,  para  la  novelística  verdaderamente  artística,  por  el 
ansia  comercial  de  hacer  dineros  que  les  infundieron  los  edito- 
res catalanes.  Fué  su  novela  efectista,  como  la  francesa,  mer- 
ced al  mismo  espíritu  de  codicia,  bien  que  menos  terrorífica, 
más  natural  y  real  y,  sobre  todo,  más  moral,  como  pedia  la  so- 
ciedad española.  Es,  de  los  novelistas  por  entregas,  el  que  si- 
gue detrás  d^e  Fernández  y  González. 

18.  Jorge  Huneeus  Gana,  Cuadro  histór.,  pág.  307:  "La  obra  de 
B.  A.  se  distingue  principalmente  por  su  gran  consistencia  científica... 
Es,  tal  vez,  el  primer  humanista  de  Chile...  En  los  extensos  volúmenes 
(de  la  Hist.  gen.  de  Chile)...  nos  hemos  encontrado  con  una  exhibi- 
ción del  pasado  que  es  completa,  desnuda  y  majestuosa  por  su  exten- 
sión, considerablemente  superior  á  la  de  todas  las  obras  históricas  de 
la  América  española.  Pero  en  estos  volúmenes  notamos,  aparte  de  un 
estilo  que  sin  duda  es  mucho  más  fácil  y  más  suelto,  más  limpio  y 
agradable  que  el  estilo  seco,  árido  y  dificultoso  de  los  primeros  libros 
de  Barros  Arana,  notamos  que  el  autor  no  ha  modificado  un  ápice  su 
manera  excesivamente  impersonal  de  referir  los  hechos  y  que  su  plu- 
ma de  escritor  olvida  demasiado  que  en  la  gran  paleta  del  cerebro 
humano  hay  colores,  estilos  y  tonos  distintos  y  especiales  para  cada 
género  de  cuadros  y  que  el  escritor  cuya  pluma  pasa  con  la  mis- 
ma imperturbable  frialdad,  con  la  propia  forma  anémica  é  indife- 
rente por  la  narración  del  más  horrendo  crimen  y  del  más  sublime 
heroísmo  y  por  el  relato  de  la  más  épica  batalla  y  el  bosquejo  del  más 
importante  personaje,  comete  el  mismo  yerro  desgraciado  de  aquellos 
pintores  que  acometen  con  un  solo  pincel  y  un  solo  color  en  la  paleta, 
la  pintura  de  un  gran  cuadro  en  que  hay  vasto  horizonte,  paisaje  va- 
riado y  figuras  distintas.  De  allí  la  indiscutible  monotonía  que  causa 
la  lectura  de  la  obra  monumental  de  Barros  Arana..."  Barros  Arana: 
Estudios  histór.  sobre  Vicente  Benavides  y  las  Campañas  del  Sur, 
1850.  Historia  jeneral  de  la  independencia  de  Chile,  Santiago,  1854- 
58,  cuatro  vols. ;  18S5.  Los  Cronistas  de  Indias,  1861.  Biblioteca  ame- 
ricana, Leipzig,  1862-64.  Vida  y  viajes  de  H.  de  Magallanes,  Santiago, 
1864.  Compendio  de  Historia  de  América,  ibid.,  1865,  1895,  dos  vols. 
Proceso  de  Pedro  de  Vtaldivia  y  otros  documentos,  1873.  Historia  de 
la  guerra  del  Pacífico  (1879-80),  1880-81,  dos  vols.  Notas  para  una 
Bibliografía  de  obras  anónimas  y  pseudónimas  sobre  la  hist.,  la  geogr. 


58        PRIMER  PERÍODO   DE   L„\   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

y  la  Uter.  de  América,  1882.  Historia  jcucral  de  Chile,  16  vols..  ibid  , 
1884-1902.  Obras  completas,  ibid.,  1908-14,  16  vols.  Consúltense:  Fran- 
cisco Javier  Ovalle,  Castillo,  El  Notable  historiador  chileno  D.  B.  A., 
Santiago,  1915;  Víctor  M.  Chiappa,  Bibliografía  de  D.  D.  B.  Arana, 
Teniuco,  1907. 

La  historia  de  Escrich  como  autor  dramático  está  en  El  Frac  asuL 
Como  novelista  firmó  un  contrato  con  el  editor  Guijarro,  comprome- 
tiéndose á  no  escribir  más  que  para  él,  por  ocho  ó  diez  mil  duros  al 
año.  Mimáronle  los  editores,  enriquecióse  y  subió  el  precio  del  trabajo 
intelectual.  Amante  de  su  familia,  del  orden  y  de  la  caza,  trasparen- 
tase su  bondad  en  el  estilo  de  sus  escritos.  Protegió  á  los  novelistas 
principiantes  y  agasajaba  á  cuantos  ibaí?  á  verle  en  su  finca  de  Pinto, 
junto  á  Madrid.  Su  moralidad  burguesa  y  asanchopanzada  se  le  vuel- 
ve en  contra  suya  á  veces.  Por  lo  demás,  ¿qué  novelas  iban  a  tejer  lo5 
que  las  alargaban  ó  acortaban,  según  crecía  ó  amenguaba  la  suscri- 
ción?  Venía  el  editor,  y:  "Alargue,  alargue,  que  pican,  que  es  una 
mir.n."  Y  el  doctrino  del  novelista  salvaba  al  personaje  que  ya  iba  á 
morir,  tomaba  á  enredar  la  madeja  empalmando  nuevos  lizos  y.., 
hasta  que  el  público  se  canse  de  los  personajes.  "Acabe  cuanto  antes 
(decía  otras  veces  á  la  quinta  entrega),  esto  no  va,  no  hay  suscrición, 
y  no  habiendo  negocio  no  debe  haber  novela."  Y  el  obediente  autor 
mandaba  al  otro  barrio  personajes  y  obra.  Pérez  Escrich  no  ha  mirado 
en  todas  sus  novelas  más  que  al  efecto  dramático,  melodramático, 
■Hremos  mejor.  Es  algo  entre  Balzac  y  Alejandro  Dumas  el  de  Los 
Tres  mosqueteros.  Mucha  imaginación,  mucho  movimiento,  mucho 
efecto  teatral ;  nada  de  caracteres,  de  almas,  de  humano,  honda  y  real- 
mente entendido.  Las  mismas  situaciones  se  repiten  en  todas  sus  obras, 
los  mismos  caracteres,  con  sólo  mudar  el  escenario.  Es  fórmula  uni- 
forme que  le  permite  escribir  mucho,  mucho.  La  forma  literaria,  el 
pincel,  no  son  nada  para  él,  como  ni  el  fondo  psicológico,  real,  des- 
menuzado, ni  casi  la  pintura  de  costumbres.  E.  Pérez  Escrich,  obras 
teatrales:  El  Rey  de  bastos  (1850,  1859).  Juan  el  Tullido,  dr.  (1855). 
Sueños  de  amor  y  ambición,  dr.  (1855).  Los  extremos,  jug.  (1855). 
Calamidades  (jug.).  Cuarzo,  pirita  y  alcohol  (1855).  Alumbra  á  tu 
víctima,  com.  (1855).  Sálvese  el  que  pueda  (1856).  No  hay  vida  más 
que  en  París,  com.  (1856).  Retratos  originales,  com.  (1856).  El  Maes- 
tro de  baile  (1856).  El  Ángel  malo,  dr.  (1856).  La  Pasión  y  muerte  de 
Jesús,  dr.  (1856).  Juan  Diente,  dr.  (1857).  Herencia  de  lágñmas,  dr. 
(1857).  La  Dicha  en  el  bien  ajeno,  dr.  (1857).  Amor  y  resignación, 
dr.  (1857).  ¿o  Mosquita  muerta,  com.  (1857).  Géneros  ultramarinos, 
jug.  (1858),  El  Cura  de  aldea,  dr.  (1858).  La  Mala  semilla,  dr.  (1859). 
Los  Moros  del  Riff,  aprop.  (1850).  /:/  Moiñmiento  continuo  (1859). 
Caricaturas  (1860).  Gil  Blas,  zarz.  (1860).  El  que  siembra  recoge, 
zarz.  (1861).  La  Corte  del  rey  poeta.  La  Hija  de  Fernán  Gil.  Ver  y 
no  ver.  Las  Garras  del  diablo.  El  Vértigo  de  Rosa.  Novelas:  El  Cura 
de  Aldea,  dos  vols.,  1861,  La  Calumnia,  dos  vols.,  i86í,  1864.  La  Ca- 


S.    XIX,    1850.    AGRIPINA    MONTES    DEL    VALLE  5q 

ridad  cristiana,  2."  pte.  de  El  Cura  de  aldea,  dos  vols.,  1861,  1863,. 
1864,  1879.  El  Mártir  del  Gólgota  cinco  vols.,  1863,  1866.  El  Corazón 
en  la  mano,  dos  vols.,  1863,  1868,  1887.  Las  Obras  de  misericordia, 
tres  vols.,  1864.  La  Mujer  adúltera,  dos  vols.,  1864.  El  Frac  azul,  1864. 
La  Envidia,  dos  vols.,  1865.  La  Esposa  mártir,  dos  vols.,  1865,  1873. 
El  Genio  del  bien,  1865.  La  Perdición  de  la  mujer,  dos  vols.,  1866. 
Los  Hijos  de  la  fe,  dos  vols.,  1866.  La  Madre  de  los  desamparados, 
dos  vols.,  1867.  Los  Angeles  de  la  tierra,  1867.  Los  Matrimonios  del 
diablo,  dos  vols.,  1867.  Escenas  de  la  zñda,  1869,  tres  vols.  El  hifierno 
de  los  celos,  187 1,  dos  vols.  El  Manuscrito  de  íina  madre,  cuatro  vols., 
1872-73.  El  Amor  de  los  amores,  cuatro  vols,,  1873.  La  Comedia  del 
amor,  dos  vols.,  1875.  Los  Cazadores,  1876,  1897.  La  Mancha,  1881. 
El  Camino  del  bien,  dos  vols.,  1882.  La  Hermosura  del  alma,  dos  vols., 
1882.  El  último  beso,  dos  vols.,  1883.  Un  libro  para  mis  nietos,  1884. 
La  Prosa  de  la  gloria,  18S7.  Las  Mariposas  del  alma,  dos  vols.,  1887, 
Historia  de  un  beso,  1887.  El  Hijo  del  pueblo  y  el  lugareño,  1888.  El 
Hombre  de  las  tres  vacas,  1888.  El  Violín  del  diablo,  1889.  Fortuna, 
etcétera,  1894.  Sor  Clemencia,  1895.  Narraciones  literarias,  1895.  El 
Hermano  Obregón,  dos  vols.  Los  Desgraciados,  dos  vols.  Las  Redes 
del  amor,  dos  vols.  La  Duquesa  de  Martcll.  La  Promesa  sagrada.  De 
tal  palo  tal  astilla.  El  Manicomio  modelo.  El  Ángel  de  la  guarda. 
Los  que  ríen  y  los  que  lloran.  El  Pan  de  los  pobres,  dos  vols. 

19.  Año  1850.  Agripina  Montes  del  Valle  (t  191 5),  de  Sala- 
mina  (Colombia),  por  seud.  Azucena  del  Valle,  poetisa  premiada  en 
1872  por  su  poesía  A  la  América  del  Sur,  y  en  1881  por  el  canto  Al 
trabajo.  J.  Valera,  Cart.  Americ,  1889,  pág.  158:  "Siente  y  refleja 
con  gran  viveza  y  vigor  la  hermosura  y  sublimidad  de  los  seres  in- 
animados ó  inferiores  al  hombre.  El  sentimiento  de  la  naturaleza  es 
en  su  alma  todo  lo  profundo  que  puede  ser  en  un  alma  católica  y  es- 
pañola: porque  la  idiosincrasia  de  nuestra  raza  pone  la  propia  indivi- 
dualidad por  cima  de  todo,  y  jamás  hubo  teósofo  español  que  la  di- 
solviese en  la  inmensidad  del  Universo,  ni  místico,  y  eso  que  los  he- 
mos tenido  maravillosos,  que  la  sepultase  en  el  abismo  interior  del 
centro  del  espíritu...  Doña  Agripina  es  una  señora  guapa,  joven  aún, 
que  se  casó,  en  muy  temprana  edad,  con  don  Miguel  del  Valle,  de 
quien  tuvo  numerosa  prole,  y  de  quien,  en  1886,  quedó  viuda.  Vive 
consagrada  á  sus  hijos,  á  par  que  da  lecciones  en  establecimientos  de 
educación  y  en  casas  particulares.  En  1887  ha  sido  nombrada  direc- 
tora de  la  Escuela  Normal  de  Santamarta."  Ant.  Gómez  Restrepo,  El 
Nuevo  Tiempo  Liter.,  Ener.  1915:  "Si  Ortiz  canta  al  Tequendama 
en  períodos  resonantes  y  oratorios,  al  modo  de  Quintana  y  de  Heredia, 
Caro  lleva  á  presencia  de  la  catarata  la  severa  inspiración  clásica 
que  lo  acompañó  toda  su  vida...  La  señora  Montes  del  v  alie,  debienao 
luchar  con  tan  temibles  competidores,  tuvo  el  buen  acuerdo  de  no 
imitar  á  ninguno  de  los  cantores  de  cataratas :  puso  delante  del  es- 


6o        PRIMER   PERÍODO    DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

pectáculo  SU  sensibilidad  femenil,  lo  contempló  con  apasionados  ojos 
de  mujer  y  sintió  la  vibración  nerviosa  que  producen  los  grandes  rap- 
tos artísticos.  Supo  unir  el  arranque  impetuoso  de  Heredia  con  el  arte 
delicado  y  brillante  de  Bello,  sin  copiar  rasgos  de  ninguno  de  los  dos; 
y  para  poner  en  el  cuadro  una  nota  femenina  sustituyó  "el  pabellón 
"de  negras  nubes"  de  Ortiz  y  "la  nube  de  incienso"  de  Caro,  con  "la 
''nivea  blonda  de  la  errante  nube  |  y  el  chai  de  la  colina",  y  rindió 
al  coloso  un  tributo  de  flores,  finalizando  una  estrofa  con  estos  versos 
soberbios  de  brillo  y  de  armonía :  "Y  el  cámbulo  ueshoja  reverente  | 
"sus  cálices  de  fuego  en  tu  corriente."  Dejó  la  señora  Montes  del  Va- 
lle un  poema  inédito,  en  varios  cantos,  titulado  El  Pijao,  al  cual  mi- 
raba con  especial  cariño,  fincando  en  él  su  más  alta  ambición  litera- 
ria." En  Esp.  Mod.  está  la  poesía  El  Hierro  (1900,  En.)  y  el  número  de 
31  de  Enero  1915  de  El  Nucro  Tiempo  Literario,  Bogotá,  le  está  dedi- 
cado y  en  él  se  publicó  Al  TequendanuJ.  Poesías,  Bogotá,  1883,  con 
introd.  de  Rafael  Pombo. 

Fernando  de  Castro  y  Pajares  (1814- i 874),  de  Sahagún  (León), 
franciscano  descalzo,  secularizóse  y  fué  catedrático  y  vicerrector  del 
Seminario  de  León,  catedrático  en  el  Instituto  de  San  Isidro  de  Ma- 
drid, catedrático  y  rector  de  la  Universidad  Central,  capellán  de  honor 
de  S.  M. ;  después  dejó  el  catolicismo  y  en  su  entierro  leyó  Salmerón 
parte  de  su  Memoria  testamentaria,  y  Francisco  Giner,  el  Sermón  de 
la  Montaña;  leyéronse,  además,  los  Mandamientos,  de  Sanz  del  Río. 
y  Ruiz  de  Quevedo  pronunció  un  discurso.  Fué  en  la  Universidad 
gran  fautor  del  krausismo  y  del  fanatismo  anticatólico,  con  Sanz  del 
Rio  y  el  maestro  Giner  de  los  Ríos.  Publicó  Historia  de  la  Edad  Me- 
dia, 1850.  El  Quijote  de  los  niños  y  para  el  pueblo,  1856,  y  E.l  Quijote 
para  todos,  1856,  ambas  obras  con  el  teudónimo  de  Un  Entusiasta  de 
Miguel  de  Cervantes  Saavedra.  Historia  profana  general  y  particular  de 
España,  Madrid,  1858;  París,  1859.  Compendio  razonado  de  Historia  ge- 
neral, Madrid,  1863-75,  cuatro  vols.  Resumen  de  Historia  general  y  de 
España,  ibid.,  1878.  Discurso  de  entrada  en  la  Acad.  de  la  Historia  sobre 
Caracteres  histór.  de  la  Iglesia  Española,  1886.  Memoria  testamentaria, 
publicada  por  M.  Sales  y  Ferré,  especie  de  autobiografía  espiritual  y 
religiosa,  donde  propone  una  nueva  religión  universal,  laica,  como  la 
de  Augusto  Compte,  Madrid,  1874.  Consúltense:  Ferrer  del  Río,  Vici- 
situdes de  un  Sacerdote  (en  Rev.  Esp.,  t.  VIII,  1-63) ;  M.  Pelayo, 
Heterod.,  III,  pág.  741...,  Memoria  testamentaria  del  Sr.  D.  F.  de 
Castro...  por  su  fideicomisario  y  legatario  D.  Manuel  Sales  y  Ferré, 
Madrid,  1874. 

Luis  Fernández  Guerra  y  Orbe  (1818-1890),  hijo  segundo  de  don 
José,  nació  en  Granada,  educóse  en  Madrid,  cursó  Derecho  en  su  ciu- 
dad natal  y  abogó  en  ella  y  después  en  Madrid,  dándose,  además,  á  la 
pintura  y  á  las  letras,  sobresaliendo  por  su  obra  D.  Juan  Ruiz  de 
Alarcón  y  Mendoza,  Madrid,  1871,  premiada  por  la  Academia;  nom- 
brado socio  de   ella,  pronunció  un   discurso  sobre   la   Teoría   métrica 


S.  XIX,  1850.  ENRIQUE  DE  ARRASCAETA  6 1 

úe  los  romances  castellanos.  Editó  las  Comedias  escogidas  de  D.  Agus- 
tín Moreto  (1856),  en  Aut.  Esp.,  con  biografía  y  estudio.  Además, 
compuso:  Un  Juramento,  Merecer  para  alcanzar  (1850),  El  Peluquero 
de  Su  Alteza,  La  Novia  de  encargo.  El  Niño  perdido,  com.  (1855). 

Gaspar  Bono  y  Serrano  (n.  1806),  de  Alcañiz,  capellán  castrense, 
buen  poeta  y  mejor  patriota,  publicó  Poesías,  Madrid,  1850,  1863. 
Biografía  de  Marco  y  Jerónimo  Vida,  ibid.,  1859.  El  Rosario  de  mi 
madre,  leyenda,  ibid.,  1867.  Poesías  religiosas  y  sermones,  ibid.,  1868, 
Miscelánea  religiosa,  política  y  literaria,  en  prosa  y  verso,  ibid.,  1870. 
La  Virgen  de  la  Academia,  leyenda,  ibid.,  1872.  Ultimo  día  de  Nu- 
mxincia,  tragedia,  ibid.,  1875  (con  un  diálogo,  Matías  y  yo,  y  Poesías 
varias),  obra  alegórica  de  su  vejez. 

Nemesio  Fern.á.ndez  Cuesta  y  Picatoste  (1818-1893),  segoviano, 
gran  periodista  y  traductor  de  obras  importantes  con  las  cuales  y  la 
dirección  de  la  casa  editorial  de  Gaspar  y  Roig  hizo  mucho  por  la 
cultura  española.  Dirigió  El  Universal  (1849),  El  Adelante  (1854,  que 
fundó  y  después  refundió  en  La  Discusión) ^  Las  Novedades  (1857), 
El  Museo  Universal.  Sus  obras  principales:  Carta  de  Tiburcio  á  su 
primo  Venancio  sobre  los  sucesos  ocurridos  en  Europa  en  los  primeros 
cuatro  meses  del  año  de  1850,  Madrid,  1850.  Id.  en  los  ocho  últimos 
meses  de  1850,  ibid.,  1851.  César  Canté,  Historia  de  cien  años  (1750- 
1850),  trad.  1851-53,  cuatro  vols.  Historia  Universal  de  César  Cantú, 
trad.,  tres  vols.,  1854;  10  vols.,  1875-78;  Barcelona,  1901-05,  10  vols, 
(continuada  desde  1850  á  1876  por  el  traductor).  Nuevo  viajero  uni- 
versal. Enciclopedia...,  ordenada,  cinco  vols.,  Madrid,  1859-62.  Mo- 
narcas cesantes  y  dinastías  extinguidas,  1865.  Diccionario  enciclopé- 
dico de  la  lengua  española...,  por  una  sociedad  de  personas...,  orde- 
nado, 1878,  dos  vols.  Diccionario  de  las  lenguas  española  y  francesa, 
Barcelona,  1885-87,  cuatro  vols.  Historia  Universal...  bajo  la  direcc. 
de  G.  Onckcn,  ibid.,  1890-94,  16  vols.  Anuario  hist.-'crít.  de  18^1,  Ma- 
drid, 1892.  Id.  de  i8g2,  1893.  Tradujo  obras  francesas  é  inglesas  y  co- 
laboró en  muchos  periódicos,  en  Rev.  Esp.  desde  1879,  con  artículos 
de  hist.  universal. 

20.  Año  1850.  La  Duquesa  de  Aerantes  publicó  Un  amor  sin  es- 
peranza, nov.,  Madrid,  1850. — V.  África  Bolangero  publicó  Fernan- 
do IV  en  Castilla  ó  dos  muertes  á  un  tiempo,  novela  histórica,  Ma- 
drid, 1850.  Alonso  el  Onceno  ó  quince  años  después,  continuación  de 
la  anterior,  ibid.,  1850.  Don  Pedro  I  de  Castilla  ó  el  grito  de  vettganza, 
nov.,  1850.  Don  Pedro  I  de  Castilla,  dr.,  1859. — Álbum  del  Bardo,  co- 
lección de  artículos  en  prosa  y  verso  de  varios  autores,  Madrid,  1850. 
—Enrique  de  Arrascaeta  (n.  1819),  de  Montevideo,  abogado,  perte- 
ció  á  la  Asamblea  de  1858,  fué  ministro  de  Gobierno  y  Relaciones 
Exteriores  del  presidente  Berro  y  escribió  durante  muchos  años  poe- 
sías en  los  periódicos.  Poeta  frío  y  correcto.  Publicó  Poesías,  1850. 
Poetas  de  la  América  de  habla  española,  sobre  todo  uruguayos,  Mon- 


62        PRIMER  PERÍODO   DE   L.\   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

tevideo,  1881. — Rafael  Arvelo  (i 814- i 878),  venezolano,  buscó,  como 
■dice  Gil  Fortoul,  "en  la  política  diaria  chispeantes  epigramas  é  in- 
genioso juego  de  palabras,  como  en  su  Brindis,  de  1857,  siendo  minis- 
tro de  Relaciones  Extranjeras,  al  arreglarse  el  conflicto  con  Holanda 
por  la  propiedad  de  la  isla  de  Aves  y  tumultos  de  Coro,  y  en  su  Sin 
y  Con,  de  1861,  siendo  revolucionario  federal,  al  frustrarse  la  ne- 
gociación de  paz  entre  Falcón  y  Páez"  (Hist.  Venes.,  t.  II,  pág.  524). 
En  1843  había  promovido  grande  escándalo  en  la  prensa  por  las  san- 
grientas seguidillas  con  que  insultó  á  un  adversario  político;  en  1846 
se  burló  en  Mistiforis  del  candidato  á  la  presidencia  José  Félix  Blanco. 
Poesías  completas,  Curazao,  1889. — Antonio  Auset  estrenó  El  Lirio 
intre  corsas,  dr.  (1850).  Trampas  inocentes,  com.  (1850).  Una  actriz, 
com.  (1850).  El  Hermano  mayor,  com.  (1851).  El  Problema  de  la  vida, 
•com.  (1859). — Pedro  Barrios  Casamayor  publicó  Historia  de  la  ciu- 
dad de  las  barricadas  (París),  Valparaíso,  1850. — Francisco  de  Paula 
DE  Bedoya  publicó  Historia  del  torco  y  de  las  principales  ganaderías 
de  España,  Madrid,  1850.  La  Escuela  del  gran  mundo. — Narciso 
Blanch  é  Illa  (t  1874),  de  Gerona,  director  de  La  Liga  Religiosa, 
publicó  Vergel  poético,  Barcelona,  1850.  Horas  de  solas,  1850.  Gerona 
histórica  y  monumental,  1853.  Flaquezas  del  alma,  dr.,  1857.  Doce 
años  de  regencia,  crónica  del  siglo  xv,  1863,  1864,  ^^  Laso  vjrde, 
1863.  Un  día  de  borrasca,  dr.,  1868.  Las  novelas  Obispo  y  má.tir, 
1872  y  El  Ángel  del  Claustro,  1872. — M.  F.  de  Bosadilla  publicó  Poe- 
sías, Ecija,  1850.  Poesías,  Madrid,  1852. — Fray  Manuel  Buzeta  y 
FRAY  Felipe  Bravo:  Diccionario  geográfico  y  estadístico  histórico  de 
las  Islas  Filipinas,  Madrid,  1850,  dos  vols. — Manuel  Cao  y  Montiel 
(t  1884),  habanero.  Versos,  Habana,  1850,  1855.  Esperanzas  y  recuer- 
dos, versos,  1855. — 'Carreño  y  Urbaneja,  venezolano,  publicó  Cate- 
cismo razonado,  Caracas,  1850. — Juan  Catalina  y  Rodríguez  (1830- 
1870),  madrileño,  actor  y  autor,  estrenó  Con  un  palmo  de  narices, 
-com.  (1850).  Entre  un  cabo  y  un  sargento  (1863).  El  Padre  de  la  cria- 
iura,  com.  (1866).  La  Trompa  de  Eustaquio  (1867). — Enrique  de  Cis- 
NEROS  Y  Nuevas  (1826-1898),  sevillano,  director  de  La  Unión  Liberal 
(1898),  alto  funcionario,  publicó  Poesías  líricas  y  estrenó  Rico  por 
fuersa,  com.  (1850).  Ultima  calaverada,  com.  (1850).  La  Litera  del  oi- 
dor, z2irz.  (1853).  Amor  es  sueño,  cora.  (1854).  El  Ramo  de  oliva, 
com.  (1856).  El  Paraíso  perdido  (1857).  La  Esperanza  de  dos  mundos, 
loa  (1858).  Las  Biografías,  com.  (1858).  Gaspar,  Melchor  y  Baltasar. 
Un  par  de  alhajas.  Jadraque  y  París.  Utta  deuda  sagrada. — Códigos 
españoles,  concordados  y  anotados,  Madrid,  1850,  12  tomos;  1872,  12 
tomos. — Correo  de  los  teatros,  Madrid,  1850-65,  dirigido  por  Pascual 
Cataldi. — Fernando  Criado  estrenó  El  Triunfo  de  Luis  XIV  y  muerte 
de  Mazarino,  dr.  (1850). — Blas  J.  Díaz  de  Arcaya  publicó  Vitoria 
y  los  4^  pueblos  de  su  jurisdición,  Vitoria,  1850. — José  de  Elizaga 
estrenó  El  Congreso  de  gitanos,  comedia  de  costumbres  flamencas, 
^ladrid,   1850. — La  España  musical,  artística  y  literaria,  pcriód.,  Ma- 


S.    XIX,    1850.    ANTONIO    MALLÍ  63 

drid,    185053  y   1854-55. — José   María   Esteva,  mejicano,  poetizó   en 
su  juventud  y  se  publicaron  sus  Poesías  en  Veracruz,  1850.  I. a  Mujer 
blanca,  ley.  mejic,  Habana,  1868.  Tipos  vcracruzanos  y  composiciones 
varias,  Xalapa-Enríquez,   1894. — El  Fandango,  obra  satírica   burlesca 
en  grado  superlativo,  escrita  en  prosa  y  verso  por  los  fundadores  de 
la  Risa,  Madrid,  1850,  2.'  ed. — 'Joaquín  Fernández  Córdopa  (n.  1829), 
poeta  de  Cuenca  (Ecuador),   publicó  Ensayos  poéticos. — José   Anto- 
nio DE  Francisco  publicó  También  las  flores  hablan,  Madrid,  1850. — 
Gumersindo   García  Várela  publicó  El  Almogávar,   nov.   hist.,   Ma- 
drid,   1850. — José   García  y   García   (1825-1904),   granadino,   ganó   el 
primer  premio  en  los  juegos  florales  de  1850  con  La  Batalla  de  Le- 
pante, y  en   1859  con  La  Batalla  de  las  Navas;  parafraseó  las  Siete 
palabras   é   hizo   lindas   poesías   amorosas. — Manuel   Adolfo    García 
(1830-1883),   poeta   lírico   peruano,   zorrillista,   de   la    Bohemia    liiieña 
(1848-60),   cuyos   dechados,   según   Palma,   fueron   Calderón,   .trolas  y 
Víctor  Hugo,  escribió  en  La  Rev.  de  Lima,  El  Correo  del  Perú,  etc. ; 
murió   loco  y   pobre.    Celebráronse    sus   quintillas   A   Bolívar,   poesía 
efectista;  pero  son  mejores  Mis  recuerdos.  Es  vigoroso  y  apasionado, 
aunque  con  alguna  falta  de  naturalidad  y  esmero.  Composiciones  poé- 
ticas, Havre,  1872. — Pedro  Gómez  Llarela  publicó  Poesías  juveniles, 
París,    1850. — Rafael    Gómez    de   la   Torre   publicó    Tres   hermanas, 
nov.,  Madrid,   1850,  La  Justicia  de  Alberoni,  nov.,   1854,  dos  vols. — 
José  González  Serrano,  de  Piedrahita,  jurisconsulto,  gobernador  de 
provincia,  director  en  Valladolid  de  La  Confiliación  (1884),  estrenó 
Alhamar  el  mudo,  dr.  (1850).  Mercedes,  nov.,  Madrid,   1882.  Magda- 
lena, nov.,  Salamanca,   1885,  dos  vols. — José  Gutiérrez  de  la  Vega 
(i 824- 1900),  sevillano,  político  y  escritor  de  caza,  entre  los  árcades  de 
Roma  Archita  Tenvicio,  dirigió  El  León  Español  (1854)  y  El  Horizon- 
te  (1859-60).   Publicó    Viajes  por  Italia,   dos   vols.,   Madrid,    1850-51, 
1887.  Los  Aforismos  de  Hipócrates,  trad.  y  comento,  1851.  Bibliogra- 
fía Venatoria,  1877-99,  cinco  vols. ;  ts.  I  y  H,  Libro  de  Montería  de 
¿Alfonso   XI;  t.   IH,  Libro   de   cetrería  del  Príncipe   y   el   Canciller; 
t.  IV,  Discurso  sobre  la  montería  de  G.  Argote  de  Molina;  t.  V,  Car- 
tilla venatoria  para  la  enseñanza  del  perro  de  muestra.  La  Ilustración 
Venatoria,  1878-85  (cada  año  un  tomo,  y  el  Álbum).  Del  Can  y  del 
caballo,  1889.  Los  Perros  de  caza  españoles,  Se\'illa,  1890.  Biblioteca 
histórica  filipina,  cuatro  vols.,  Manila,  1892-93. — ^Cayo  Hernández  de 
Padilla  estrenó  El  imposible  D.  Justo,  com.,  Almería,  1850. — Histo- 
ria...  de  D.  Luis  José  Sartorius,  primer  conde  de  S.  Luis,  Madrid, 
1850. — ^Eduardo  Infante  estrenó  Recuerdos  del  Dos  de  Mayo,   com. 
(1850). — José  M.'  de  Larra  estrenó  Un  imposible  de  amor,  com.  (con 
Ant.  Lozano,   1850). — ^Miguel  Lerdo  de  Tejada  (1812-1861),  político 
y   economista   mejicano,   publicó   Apuntes  históricos  de   la   ciudad   de 
Veracrtiz,  Méjico,  1850-58.  Comercio  exterior  de  México  desde  la  con- 
quista hasta  hoy,   1853. — 'Antonio  Mallí,  de  Brignole,  actor  y  autor 
dram'ático  que  escribió  unas  doce  piezas  originales,  comenzando  con 


64        PRIMER   PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA  REALISTA   (185O-1869) 

El  Endurecido  (1849),  sacado  de  la  tercera  parte  ó  La  Ira,  de  Los 
Siete  pecados  capitales,  de  Eugenio  Sué.  El  Noble  y  el  soberano,  dr., 
1850.  Cinco  reyes  para  un  reino,  dr.,  1850.  D.  Esteban  Ulan,  dr.,  1851. 
La  Virtud  y  la  traición,  dr.,  1852.  El  Maestre  de  Santiago,  1852.  Pe- 
layo  el  Niño,  1854.  Decretos  de  Dios,  1855.  Ilusiones  de  la  vida,  1859. 
La  Batalla  de  Lepanto,  1861.  El  Hechicero  y  la  fortuna,  com.  de  ma- 
gia,   1861. — Francisco    Martínez    de    Arizala,    poeta    melancólico    y 
tierno,  aunque  de  solos  bosquejos,  sin  acabar  sus  poesias,  publicó  No- 
ches perdidas,   poesías,   Granada,    1850. — Ildefonso   Marzo    Sánchez 
(1794-1856),  de  Alharin  el  Grande,  publicó  Historia  de  Málaga,  ibid., 
1850.  Munda  Betica,  ibid.,  1853.  Estudio  de  una  medalla  de  Nerón  ha- 
llada en  Cártama. — Francisco  Manuel  de  Mendialdúa  publicó  Poesías, 
Madrid,  1850.  ¿Quién  es  él?,  com.  (1860). — Antonio  Mendoza  e.strenó 
Ricardo,  dr.,  Granada,  1850.  Azares  del  coquetismo ,  com.,  ibid.,  1851. 
Los  Franceses  en  España,  dr.,   1863.    Vencer  por  mar  y  por  tierra, 
com.,  1866. — Pablo  de  Molenes  publicó  Una  leyenda  mundana,  nov.. 
Habana,    1850. — 'Felipe   Molina    (1812-1855),    de    Guatemala,    publicó 
Bosquejo  de  la  Rep.  de  Costa  Rica,  Madrid,  1850;  Nueva  York,  1851. 
Memoria  sobre  las   cuestiones  de  límites,   ibid.,    1850.    Costa-Rica  y 
Nueva  Granada,  Washington,   1852. — Francisco  María  Montero  pu- 
blicó Historia  de  Gibraltar  y  de  su  campo,  Cádiz,   1850. — ^Francisco 
Morera  y  Valls  estrenó  El  Castellano  de  Tamarit  ó  los  bandos  de 
Cataluña,  dr..  Barcelona,  1850.  Fueros  y  desafueros,  dr.  (1858). — Gui- 
llermo Mortgal,  profesor  español  que  vivió  catorce  años  en   Cuba, 
publicó  Félix  y  Adela,  novela   cubana,  Madrid,    1850-51,  dos   vols. — 
Las    Novedades,    diario    progresista,    Madrid,    1850-70,    fundado    por 
Ángel  Fernández  de  los  Ríos. — Félix   Ochoa  de  Alda  estrenó  A^cr- 
varra   en    el   siglo    xv,    dr.,    Pamplona,    1850. — Fernando    Orozco    y 
Berra,  novelista  mejicano,  publicó  la  Guerra  de  Treinta  Años,  1850. 
— Juana  de  Orta  y  Fernández  publicó  Poesías,  Habana,  1850. — Ubal- 
DO   Pasaron    y   Lastra   (1827- 1862),   de   Ribadeo   (Lugo),   capitán    en 
Cuba  y  Santo  Domingo,   publicó  en  periódicos  poesías  líricas   desde 
1847,  Q"^  juntó  en  Poesías  y  leyendas,  Madrid,  1850.  Autor  algo  es- 
trafalario.  Publicó,  además,  Atlas  crítico  de  la  Historia  de  España, 
Habana,    1860.    Obras   completas:    t.    I,   Poesías,    Nueva   York,    1860: 
t.  n,  Leyendas  y  dramas,  Habana,   1860;  t.  HI,  Por  literaria,  ibid., 
1860;  t.  iIV,  Milicia  y  organización,  ibid.,  1861.  Pilotaje  aeronáutico, 
1862.  Para  el  teatro:  Una  página  de  amor.  Todos  son  locos.  Por  ho- 
nor, vida  y  amor.  La  Verdad  contra  el  derecho. — Francisco  de  Paula 
Peláez  (i785-'i867),  de  San  Juan  Sacatepeques,  arzobispo  de  Guate- 
mala (1846),  publicó  Memoria  sobre  el  patronato  de  Santiago,   1850. 
Memorias  para  la  historia  de  Guatemala,  tres  vols.,  ibid.,   1852.  Ser- 
món, 1858.  Instrucción,  1868. — Próspero  Pereira  G.\mb.\  (n.  1825),  de 
Bogotá,  escribió  D.  Ángel  Ley,  leyenda.  Aquimcn  Zaque,  poema  en  I2 
cantos.  Amores  de  estudiante,  nov.  Poesías.  Florilegio  de  proverbios 
füosóficos.^ANünts  AvELiNO  Pí  Y  Arimón  pubHcó  Barcelona  anti- 


S.    XIX,    1850.    FRANCISCO    VILA    Y    GOIRI  65 

gua  y  moderna,  ibid.,  1850,   1854,  dos  vols. — Ignacio  Piquero  publicó 
Apuntes  para  la  corografía  y  la  estadística  del  estado  de  Miclwacan, 
Méjico,   1850. — 'Antonio  José  de  Plaza  (1809-1854),  de   Honda  (Co- 
lombia), publicó  Memorias  para  la  historia  de  la  Nueva  Granada  des- 
de  su   descubrimiento   hasta...    18 10,    Bogotá,    1850. — Poesías   escritas 
con  motivo  de  lu  inauguración  del  teatro   real,   Madrid,    1850. — José 
PuiG  Y  Caracena  estrenó  A  caza  de  novios,  com.,  Valencia,   1850. — 
María  Juana  Quintano  y  Medina  (n.   1815),  madrileña,  publicó  No- 
venas desde  1850,  y  además,  Canto  religioso  al  natalicio  del  príncipe 
de  Asturias,  Madrid,  185 1.  Devocionario  en  verso,  1853.  La  Religión 
y  El  Juicio,  poemas. — Nicolás   R.\mírez   de   Losada   (1817-1S85),   de 
Casarrubias  del  Monte  (Toledo),  por  seud.  El  Barón  de  I II escás,  re- 
dactor de  El   Clamor  Público    (1848-60),   colaborador   del   Semanario 
Pintoresco^  El  Museo  Universal  (1864-65),  publicó  El  Libro  de  los  re- 
tratos,   Madrid,    1850.   Los   Caballeros   de   industria,   ibid.,    1856,    dos 
vols.  Crónica  del  presente  siglo,  novela. — Miguel  Rodríguez  Ferrer 
(t  1889),  andaluz,  jefe  político  de  Álava  desde  1842,  pub'icó  Revista 
de  España  y  sus  prov.  de  Ultramar,  dos  vols.,  Madrid,  1850.  El  Tabaco 
habano,  su  historia,  Madrid,  1851.  Los  Nuevos  peligros  de  Cuba,  1862. 
Los   Vascongados,  su  país,  su  lengua  y  el  príncipe  L.  L.  Bonaparte, 
hermosa  obra  (en  Rev.  España,  1872,  t.  XXIX),  Madrid,  1873.  Natu- 
raleza y  civilización  de  la  grandiosa  Isla  de  Cuba,  1869-76  (en  Rev. 
España),  Madrid,  1876-87,  dos  vols.  (sigue  á  Pezuela).  De  los  terríco- 
las cubanos,   1881.  La  Paleo-arqueología  cubana,   1881.  Los  Partidos 
españoles  y  el  de  la  autonomía  de  Cuba,  1883.  Además,  en  Rev.  Esp.: 
Estudios  coloniales  (1870-71,  ts.  XVII-XVIII).  ¿En  dónde  tuvo  lugar 
la  catástrofe  de  D.  Alvaro  de  Luna?  (1872,  t.  XXIV). — Justo  Sahua- 
RAURA,  inca,  canónigo  del  'Cuzco:  Recuerdos  de  la  monarquía  peruana, 
París,  1S50. — Semblanzas  de  los  340  diputados  á  Cortes  que  han  figu- 
rado en  la  legislatura  de  184P  á  18 ¿o,  Madrid,  1850  (obra  recogida). — 
Juan   Suárez   y   Navarro,   ciudadano  jalisiense,   publicó   Historia   de 
México  y  del  general  Ant.  López  de  S.  Ana,  México,  1850. — El  Teatro 
de  la  Opera  se  inauguró  en  1850.  Véase  D.  Salgado  y  Araujo.  en  Rev. 
España,   1872,  t.   XXV,   pág.   467. — El   Tiple  libre,   cantares   cubanos, 
por  Lola,  Nue/a  York,   1850. — J.  D.  Valderrama  publicó  El  Grana- 
dero Luis,  Madrid,  1850. — Domingo  E.  Valdés  publicó  Flores  del  de- 
sierto, poesías.  Habana,    1850. — ^M.   Alejo  de   Vallón  publicó  Alima 
ó  el  chai  negro,  novela,  Madrid,  1850. — 'Julio  D.  de  Varona  (t  18S9?) 
publicó  Ratos  de  ocio.  Habana,  1850. — Veladas  cristianas,  colección  de 
obras  y  novelas  morales  y  religiosas,  originales  y  traducidos,  Madrid, 
1850. — Francisco   Vila  y   Goiri   (1830-1898),   madrileño,   director   de 
La  Luz   (1853-54),   La  Juventud,   El  Diablo    Verde;   colaborador   de 
El  Seman.  Pintoresco  y  La  Ilnstr.  Esp.  publicó  El  Hombre  propone 
y  Dios  dispone,  leyenda,  Madrid,  1850.  Abelardo  y  Eloísa,  com.  (1858). 
Ensayos  poéticos,  1859.  Lola,  1864,   1884.  El  Diluvio.   1865.  Un  ramo 
de  violetas,  1865,   1866.  Apuntes  para  la  historia...   de  España  desde 

TOMO    Vllt.— 5 


66        PRIMER   PERÍODO    DE   L.\   ÉPOC\   REALISTA   (185O-1869) 

1808  á  1868,  Madrid,  186S.  Filipinas,  1880.  Escenas  filipinas,  1882. 
Pensamientos,  1887.  Sesenta  años  en  un  tomo  (1808-1868),  1887.  Siga 
la  broma.  Malo  y  bueno  que  se  ha  dicho  de  las  mujeres.  Malo  y  bueno 
que  se  ha  dicho  del  matrimonio.  Algunas  poesías,  1887.  Una  herencia, 
nov.,  1888.  Medea,  trag.  El  Abismo,  El  Alconero,  D.  Francisco  de  Ro- 
jas, La  Mala  senda,  Historia  contemporánea,  Un  rayo  de  sol.  La  Ven- 
ganza de  un  marido.  Sobrino  postizo,  todos  dramas. — Buenaventura 
Vivó  publicó  Tratado  consular,  Méjico,  1850.  Memorias  de  B.  V., 
ministro  de  México  en  España  (1853-55),  Madrid,  1856. — Franctsco 
Zafater  y  Gómez  publicó  Apuntes  histórico-biográficos  acerca  de  la 
escuela  aragonesa  de  pintura,  Madrid,  1850,  1859,  1863. 

21.  Año  18 51.  Abelardo  López  de  Avala  y  Herrera 
(1S2S-1879)  nació  en  Guadalcanar  (Sevilla),  pasó  en  Villagar- 
cía  (Badajoz)  su  niñez  y  mostró  ya  su  nativa  precocidad  para 
el  teatro,  haciendo  uno  para  sus  amiguitos.  Fué  á  estudiar  el 
bachillerato  y  leyes  á  Sevilla  (1845),  donde  compuso  su  pri- 
mera poesia  publicada:  Los  dos  artistas,  la  leyenda  Amores  y 
dcsi'enturas,  de  la  que  sólo  se  han  publicado  trozos ;  la  tragedia 
El  Puñal  y  el  veneno,  y  las  comedias  Los  dos  Guzmanes  y  Un 
Hombre  de  Estado.  Habiendo  conocido  á  García  Gutiérrez  y 
tirándole  más  el  arte  que  el  bufete,  se  vino  á  Madrid  (1849)  J 
llevó  á  las  tablas  Un  Hombre  de  Estado  (1851),  "un  ensayo  de 
Hércules",  en  frase  de  Gil  y  Zarate.  Aunque  tuvo  mala  aco- 
gida, elogiósela  mucho  Cañete.  Apoyóle  el  Conde  de  San  Luis 
y  logró  un  empleo  en  el  Ministerio  de  la  Gobernación.  El  mis- 
mo año  (185 i)  fueron  silbadas  sus  comedias  Venganza  y  per- 
dón y  Los  dos  Giízmancs,  que  son  de  escaso  valor.  Con  esto 
mudó  de  propósito  y  dióse,  durante  diez  años,  á  escribir  zar- 
zuelas, como  La  Estrella  de  Madrid  (1853),  Guerra  á  muerte 
(1855),  Los  Comuneros  (1855),  El  Conde  de  CastraUa  (1856). 
El  Agente  de  matrimonio  (1862).  Cesante  en  el  bienio  progre- 
sista, escribió  en  El  Padre  Cobos  (1855-56)  y  antes  en  El  Mo- 
saico (1850),  y  se  metió  en  la  política  desde  1854,  pasando  de 
moderado  á  la  Unión  Liberal.  Aquel  año  compuso  Rioja,  de 
concepción  más  elevada  que  Un  Hombre  de  Estado,  como  que 
ts  la  glorificación  de  la  virtud  heroica;  pero  de  ejecución  harto 
más  desmañada,  por  faltar  la  lucha  de  pasiones,  la  fuerza  dra- 
mática y  la  variedad  de  tonos  de  su  primera  obra.  No  valía 
Ayala  para  asuntos  históricos,  pues  lo  humano  campeaba  más 


{Autores  dramáticos  contemporáneos,  í88i.) 


S.  XIX,  185 1.  ADELARDO  LÓPEZ  DE  AYALA        67 

en  estas  dos  quie  el  calor  local  del  siglo  xvii.  Vuelto  á  la  reali- 
dad de  la  vida  vivida,  el  mismo  año  1857,  que  fué  diputado  por 
Badajoz,  estrenó  El  Tejado  de  vidrio,  comedia  de  honda  mo- 
ral, de  original  concepción,  recio  choque  de  pasiones,  maestría 
técnica  y  clásica  sobriedad  en  la  forma,  aunque  adolezca  de 
alguna  inverisimilitud  y  de  ciertas  notas  destempladas.  El  Tan- 
to por  ciento  (1861),  delirante  y  estruendosamente  recibido, 
cuyas  36  primeras  representaciones  le  valieron  42.200  reales, 
no  ofrece  la  situación  dramática  originalísima  de  El  Tejado 
de  vidrio;  pero  es  un  cuadro  admirable  del  vicio  que  corroe  á 
la  moderna  sociedad,  del  interés  y  del  negocio.  Sin  avaros  de 
figurón  caricaturescos  á  la  antigua,  el  ansia  del  negocio,  del 
interés  pecuniario,  del  tanto  por  ciento,  se  huele,  se  palpa,  se 
rezuma  en  todo  el  tejido  de  la  obra  como  en  el  de  la  vida  or- 
dinaria, matizado  en  los  variados  personajes  y  disfrazado  con 
los  colores  de  conveniencia,  de  moda,  de  debilidad,  hasta  de 
virtud  social  y  doméstica  con  que  suele  hoy  revestirse.  El  arte 
de  los  poiTnenores,  de  lo  minucioso,  en  el  que  tanto  sobresalió 
Ayala,  como  en  él  sobresale  hoy  Benavente,  bordó  esta  obra, 
que,  por  la  gradación  de  tintas  y  el  desmenuzamiento  del  vicio 
capital  de  la  sociedad  moderna  plásticamente  llevada  al  cabo, 
sin  representación  alguna  típica  exagerada,  arrancó  aplausos  á 
todo  el  mundo,  sin  distinción  de  partidos,  hasta  regalársele  una 
corona  de  oro  al  autor  por  suscripción  que  abrió  La  Iberia,  y 
los  poetas,  un  precioso  Álbum.  De  mérito  inferior  es  El  Nu-evo 
Don  Juan  (1863),  aunque  del  mismo  intento  moral,  poniendo 
en  solfa  al  galanteador  de  mujeres  casadas;  falto  de  movimien- 
to y  de  unidad,  no  llenó  las  esperanzas  que  el  público  acaricia- 
ba tratándose  de  Ayala  y  mohíno  por  demás  enfrascóse  en  la 
política.  Aceptó,  con  todo  el  partido  de  la  Unión  Liberal,  la  re- 
volución de  1868,  en  cuyos  preparativos  tuvo  no  pequeña  parte; 
escribió  después  el  célebre  Manifiesto  de  Cádiz  (1868),  á  pe- 
sar de  que  vio  con  buenos  ojos  la  candidatura  del  Duque  de 
Montpensier  al  trono  de  España;  fué  ministro  de  Ultramar 
en  el  Gobierno  provisional  y  en  el  primer  Gabinete  de  la  Res- 
tauración, presidido  por  Cánovas,  y  murió  siendo  presidente 
del  Congreso.  Su  primera  y  última  obra,  después  de  tanto  po- 
litiquear perdiendo  el  tiempo  para  el  arte,  fué  Consuelo  (1878), 


/. 


68        PRIMER   PERÍODO    DE   UA    ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

siendo  presidente  del  Congreso :  nueva  invectiva  contra  el  po- 
sitivismo de  la  vida  moderna  y  la  falta  de  levantados  pensa- 
mientos y  de  nobles  miras  en  los  hombres  de  hoy.  La  misma 
gradación  de  tintas,  el  mismo  cuidado  del  matiz  y  de  los  por- 
menores, el  mismo  esmero  en  la  forma  y  exquisito  gusto  en 
todo  que  en  El  Tanto  por  ciento;  acaso  mejor  trazado  su  des- 
arrollo, aunque  de  menor  inspiración.  Son  sus  dos  obras  maes- 
tras, del  género  de  la  alta  comedia,  en  el  cual  gana  á  Tamayo. 
rey  de  la  escena  en  lo  dramático.  Buen  poeta  lirico,  hizo  magni- 
ficos  sonetos,  con  ser  de  encargo  ó  compromiso,  para  el  gasto 
de  casa,  como  él  decia,  y  una  epistola  moral  á  don  Emilio  Arrie- 
i.í  ( ICS56).  de  sabor  estoico  y  cristiano,  libre  remedo  y  que  nc^ 
desdice  del  modelo,  de  la  célebre  A  Fabio.  Pero  su  gloria  está 
en  la  alta  comedia,  desde  que  le  ocurrió  pintarnos  en  ella  la  so- 
ciedad positivista,  rutinaria  y  rastrera  del  siglo  xix.  Es  de  la 
escuela  de  Alarcón,  sin  acaso  pretenderlo;  dramaturgo  de  cos- 
tumbres sociales,  que  encierra  artísticamente  en   el   fondo   de 
cada  obra  una  doctrina  moral  desenvuelta  en  un  caso  particular 
de  gran  fuerza  dramática,  bien  matizada  con  pormenores,  en 
estilo  noble,  elevado,  elegante,  cortado  con  acendrado  gusto. 
El  Tanto  por  ciento  y  Consuelo  sufren  el  cotejo  con  las  mejo- 
res obras  del  mismo  género,  hasta  con  La  Verdad  sospechosa 
de  Alarcón.  Hizo  Ayala  en  la  alta  comedia  lo  que  Tamayo  en 
el  drama :  sacó  el  fruto  de  la  revolución  romántica,  desechando 
la  falsa  hojarasca  y  aprovechando  la  reacción  clásica  de  la  for- 
ma con  que  revistió  el  teatro  realista  y  de  sincera  actualidad. 
Tamayo  tuvo  más  ingenio ;  Ayala,  más  talento  reflexivo,  ma- 
yor cuidado  de  la  forma  y  más  inclinación  á  lo  clásico,  en  la 
cual   se  parece  á   Moratín,   auncjue   enteramente   le   oscurezca 
por  la  fuerza  y  riqueza  de  pincel,  como  dramaturgos  separados 
por  el  romanticismo,  que  sustituyó  á  lo  seudoclásico  el  realis- 
mo español,  teñido  de  un  discreto  clasicismo  en  el  gusto  y  es- 
mero de  la  forma.  Ayala  es,  sin  pretenderlo,  de  la  misma  escue- 
la de  Tamayo.  aunque  quede  por  debajo  de  él.  Son  hijos  de  la 
misma  época,  y  ello  lo  explica  todo.  Época  en  que  se  ensilan  las 
mieses  segadas  bajo  el  ardiente  sol  del  romanticismo  y  trilla- 
das entre  su  polvareda  es  desechada  la  paja  y  el  grano  limpio 
se  guarda.  Ea  política  sosegada  y  la  moral  pública  hacen  sazo- 


S.  XIX,  1851.  ADELARDO  LÓPEZ  DE  AYALA         69 

nar  las  buenas  ideas  en  las  obras  de  arte.  La  revolución  política 
y  artística  de  la  pasada  época  fué  provechosa,  como  lo  es  la 
tempestad ;  pero  lo  fué  mucho  más  la  calma  que  tras  ella  se 
siguió. 

22.  J.  o.  Picón:  "A  la  poderosa  inteligencia  de  Ayala  corres- 
pondía un  cuerpo  hermosamente  varonil.  En  su  rostro  ovalado  brilla- 
ban los  ojos  negros,  grandes  y  expresivos;  contrastaban  con  la  blan- 
cura de  su  tez  la  melena  negra,  el  recio  bigote  y  la  gruesa  perilla.  Era 
•de  regular  estatura,  andar  lento  y  aspecto  pensativo;  había  en  sus 
movimientos  algo  de  indolencia,  como  si  el  cerebro  absorbiese  toda  la 
energía  de  su  ser;  era  su  lenguaje  pausado  y  grave,  como  sí  las  pala- 
bras salieran  de  su  boca  esclavas  de  la  intención  y  del  alcance  que 
les  quería  dar  el  pensamiento.  Sabía  expresar  con  dulzura  lo  que  con- 
cebía con  vigor,  y  siendo  serio  al  par  que  afable,  poseía  el  secreto  de 
atraerse  la  voluntad  ajena,  ganando  simpatías  sin  perder  respeto." 
Ayala.  Disc.  Acad.,  1870:  "Es  el  teatro,  en  todas  las  naciones  que  han 
llegado  al  período  de  su  virilidad  y  á  la  completa  aplicación  de  sus 
principios  constitutivos,  la  exacta  representación  de  sí  mismas,  la 
síntesis  más  bella  de  sus  principios  más  generales.  De  tal  manera  el 
teatro  ha  sido  engendrado  por  la  fuerza  activa  de  la  nacionalidad,  que 
allí  donde  ésta  se  debilita  y  se  extingue,  aquélla  vacila  y  desaparece. 
Al  poeta  dramático  le  es  forzoso  confundirse  con  la  muchedumbre : 
.sus  creencias,  sus  pasiones,  sus  costumbres,  sus  aspiraciones  y  afectos 
unísonos,  son  las  fuentes  genuínas  de  la  inspiración  dramática;  si 
«stas  no  existen,  carece  el  poeta  de  elementos  para  sus  obras.  Nin- 
g^in  autor  dramático  abstraído  de  su  época  y  contrastando  vivamente 
con  ella,  ha  podido  jamás  animar  la  escena  y  promover  el  aplauso  de 
sus  contemporáneos."  Yxart,  El  Arte  escénico,  I,  pág.  44:  "Ayala 
estudia,  observa  la  sociedad  que  le  rodea,  enclavija  sus  planes  sin 
dejar  nada  al  acaso,  y  mucho  menos  á  incidentes  inverosímiles,  traídos 
con  violencia;  vive  largo  tiempo  con  sus  personajes  antes  de  plantar- 
los en  la  escena;  quiere  darse  cuenta  de  todos  sus  actos  y  palabras..-' 
No  exagero:  ahí  están  publicados  los  curiosos  borradores  de  sus 
obras:  papeles  que,  existiendo  en  la  cartera  de  muchos  autores,  son, 
quizás,  únicos  en  la  bibliografía  dramática  española;  el  reverso  de  los 
Recuerdos  de  Zorrilla  y  de  su  arte  de  composición :  apuntes  del  natu- 
ral, frases  y  diálogos  con  la  acotación  de  que  pueden  servir  para  una 
■escena,  ó  que  revelan  un  carácter  dramático.  A  lo  mejor,  se  entretiene 
en  representarse  físicamente  á  sus  personajes:  véase  la  descripción  del 
la  embriagadora  hermosura  de  Consuelo.  Los  planes  de  un  drama  fan- 
tástico (El  último  deseo),  de  Yo  (otra  obra  sobre  las  distintas  fases 
del  egoísmo),  están  analizados  como  en  un  tratado  especial  que  po^ 
dría  titularse:  Caracteres  y  Pasiones.  Monta  y  desmonta  la  máquina 
de  cada  personaje:  Consuelo,  su  madre,  Fernando,  Ricardo,  Fulgencio: 


70        PRIMER   PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

cuenta  su  historia  anterior  al  drama :  quiere  que  su  movimiento  resul- 
te estrictamente  de  la  natural  y  lógica  conducta  de  cada  uno  de  ellos. 
La  elaboración,  lo  repito,  es  lenta,  premiosa,  cortada  por  largos  in- 
tervalos de  pereza  y  "entumecimiento".  Es  lo  propio  de  esas  comple- 
xiones musculosas,  en  oposición  á  los  temperamentos  de  excitable  y 
pronta  fantasía,  y  es  lo  común  á  esos  alardes  supremos  de  una  crea- 
ción robusta,  firme  y  sólida.  A  su  interna  construcción  se  añade  el 
anhelo  de  revestirla  de  una  forma  rimada,  irreprochable,  sobria,  nie- 
lada, con  incrustaciones  de  oro.  Conviene  notarlo:  Ayala  compone 
primero  dramas  que  no  pueden  llamarse  históricos,  sino  de  costum- 
bres retrospectivas  ó,  mejor,  obras  sin  fecha,  vestidas,  por  más  gala, 
á  lo  Felipe  III  ó  Felipe  IV.  Como  la  acción  no  está  en  las  condicio- 
nes de  la  época,  sino  en  el  drama  interno,  pueden  considerarse  como 
un  paso,  una  transición  hacia  la  alta  comedia.  En  ellos,  pues,  el  verso 
parece  todavía  una  imposición  del  hábito.  Pero  la  propia  aptitud  lleva 
lógicamente  al  autor  á  sustituir  aquellos  trajes  por  el  frac...  y,  sin 
embargo,  el  verso  continúa.  Aquel  arte  no  pasa,  mejor  dicho,  no  quie- 
re pasar  de  allí :  aquella  forma,  empleada  á  voluntad,  con  especial  ca- 
riño, con  deleite,  es  lo  que  le  caracteriza ;  es  una  forma  superiormente 
artística,  que  tiene  valor  por  sí,  y  que  el  autor  estima  la  mejor,  por 
inadecuada  que  parezca  y  por  reñida  que  esté  con  la  índole  de  los  es- 
tudios preliminares  que  han  precedido  al  drama.  Ayala,  que  va  por  el 
camino  de  Augier,  no  hace  lo  que  éste:  no  deja  el  verso  con  el  tiempo, 
no ;  muere  fiel  á  la  especial  fruición  que  siente  destilando  gota  á  gota 
su  pensamiento  en  aquel  molde  tan  laboreado.  Así,  sus  obras,  con  ser. 
tan  modernas,  de  tan  bellos  fragmentos,  causan  hoy  una  impresióiij 
de  excesivamente  literarias :  en  ellas  se  ve  la  literatura  como  en  algu- 
nos cuadros  se  ve  la  pintura.  Los  pensamientos  morales  que  indiqué 
no  son,  por  lo  común,  de  extraordinaria  originalidad :  en  el  mismo 
Tanto  por  ciento  la  sordidez  de  los  agiotistas  es  un  poco  de  comedia; 
el  estado  general  de  que  arrancan  aquellas  situaciones  no  franquea  los 
límites  de  los  bastidores,  no  envuelve  la  obra.  Hay  que  llegar  á  Con- 
suelo, de  una  época  bien  posterior,  para  hallar  el  modelo  definitivo  de 
aquel  género  singular,  que  quizás  ya  sólo  se  encuentra  en  España : 
una  obra  magistral,  plenamente  moderna,  que  lleva  su  fecha  en  su 
jjropia  inspiración,  en  el  modo  de  sentir,  v  que  cuaja,  sin  embargo, 
en  una  forma  de  arte  antigua,  de  otro  tiempo  y  teatro,  propia  de  otros 
asuntos."  Man.  de  la  Revilla  (en  La  America) :  "El  carácter  distintivo 
del  espíritu  de  Ayala  en  cuanto  se  refleja  en  sus  obras  es  un  feliz  y 
armónico  concierto  de  todas  las  facultades,  siempre  encerradas  en  sus 
justos  límites  y  sometidas  á  una  razón  serena  que  las  dirige  y  regula. 
La  sensibilidad,  la  fantasía  y  el  entendimiento  concurren  armónica- 
mente á  la  producción  de  sus  obras,  sin  que  ninguna  predomine,  y  por 
eso  no  son  concepciones  delirantes  como  aquellas  que  la  imaginación 
prepondera,  ni  frías  ni  artificiosas  como  las  que  el  entendimiento, 
abandonado  á  sí  mismo,  crea;  ni  lloronas  y  falsamente  sentimentales 


S.    XIX,    185 1.   ANTONIO    DE   TRUEBA  7 1 

Ó  desordenadas,  exageradas  y  violentas  como  las  que  forja  la  sensi- 
bilidad cuando  la  razón  no  la  gobierna." 

Ayala:  Un  hombre  de  Estado,  dr.,  1851.  Castigo  y  perdón,  com., 
1851,  Los  dos  Gnzmanes,  com.,  1851.  La  Estrella  de  Madrid  zarz., 
1853.  Haydée  ó  el  secreto,  trad.,  1854.  El  Curioso  impertinente 
(con  Ant.   Hurtado),   1854.  Rio  ja,  dr.,   1854.   Guerra  á  muerte,  zarz., 

1855.  Los    Comuneros,    zarz.,    1855.    El    Conde    de    Castralla,    zarz., 

1856.  El  Tejado  de  vidrio,  com.,  1857.  El  Tanto  por  ciento,  dr., 
1861.  El  Agente  de  matrimonios,  zarz.,  1862.  El  Nuevo  Don  Juan, 
com.,  1863.  La  Mejor  corona  (con  otros,  1868).  D.  Pedro  Calderón, 
disc.  recep.  Acad.  Esp.,  1870.  Consuelo,  dr.,  1878.  Poesías  y  Proyec- 
tos de  comedias,  coleccionados  por  P.  A.  de  Alarcón.  Discurso  acerca 
del  Teatro  de  Calderón,  1870.  En  Rev.  Esp.,  El  Olzñdo,  soneto  (1879, 
t.  LXVII).  Obras,  ed.  M.  Tamayo,  Madrid,  1881-85,  siete  vols.  Epís- 
tolas, París,  1905.  Epístola  á  Emilio  Arrieta,  ed.,  A.  Bonilla,  1905  (en 
Rev.  Hisp.,  t.  XII,  págs.  24^-24^).  Gustavo,  nov.  inéd.,  ed.  A.  Pérez 
Calamarte,  1908  (ibid.,  t.  XIX,  págs.  300-427).  Consuelo,  ed.  A.  M. 
Espinosa,  Madrid,  1911,  1913.  Epistolario  inédito,  ed.  A.  Pérez  Cala- 
marte,  París,  1912.  Consúltense:  Conrado  Solsona  y  Baselga,  Ayala,  es- 
tudio político,  Madrid,  1891 ;  José  Ruano,  Consuelo,  est.  crít.,  Madrid. 

23.  Año  1851.  Antonio  de  Trueba  y  la  Quintana  (1819- 
1889),  Antón  el  de  los  cantares,  como  le  llamaron,  nació  en  Mon- 
tellano  (Vizcaya).  Aficionóse  de  niño  a  los  romances  de  ciego, 
que  su  padre  le  llevaba  de  las  ferias.  Para  no  ser  alistado  en 
el  Ejército  carlista  vino  á  Madrid  (1836)  como  dependiente 
de  mostrador  de  su  tío  don  José  Vicente  la  Quintana,  que  te- 
nía ferretería ;  pero  entre  clavos  y  lingotes  Trueba  ó  el  tío  An- 
tón, tenía  sus  libros  de  los  poetas  románticos,  que  se  aprendía 
de  memoria,  y  presto  dejó  la  tienda  (1845),  y  con  un  destinejo 
de  10  reales  comenzó  á  escribir  coplas,  que  enviaba  a  la  Revis- 
ta Vascongada,  de  Vitoria;  á  El  Serrano,  de  Ronda,  etc.  Fre- 
cuentó la  tertulia  del  Café  de  la  Esmeralda  y  la  de  Eguilaz 
y  publicó  su  Libro  de  los  cantares,  185 1,  que  tuvo  pronto  ocho 
ediciones  y  le  hizo  famoso.  Su  carácter,  su  tierra,  todo  está 
allí,  en  la  sencillez,  en  la  hombría  de  bien,  en  la  dulzura  de 
afectos  y  pensamientos  tranquilos.  Era  lo  regional,  lo  popu- 
lar, lo  castizo,  el  sabroso  fruto  del  terruño  que  el  realismo  sacó 
del  romanticismo.  Trueba  ^escribió  novelas,  periódicos,  otras 
poesías ;  pero  sus  Cuentos  y  sus  Cantares  son  la  corona  del  vate 
popular.  Seis  libros  de  cuentos  campesinos  han  bastado  para 
inmortalizarle.   Se  han  traducido  hasta  en  alemán.   El  Duque 


72         TRIMKU    PKRÍODO    DE    I^\    ÉPOC.\    REALISTA    (185O-1869) 

de  Montpensier  costeó  la  tercera  edición  de  sus  Cantares;  la 
reina  Isabel  II,  en  1862,  la  de  todas  sus  obras.  De  1862  á  1872 
volvió  á  su  tierra  querida;  la  segunda  guerra  civil  y  su  lealtad 
á  la  Reina  le  sacaron  de  ella.  ASfonso  XII  quiso  retenerle; 
pero  él  retornó  al  país  vascongado.  La  colonia  vasca  de  Bue- 
nos Aires  habia  hecho  una  suscripción  para  regalarle  una  casa; 
él  no  quiso  ser  nunca  más  que  el  Cronista  del  señorío.  En  los 
jardines  de  Albia,  en  Bilbao,  han  puesto,  hecha  por  Benlliure 
(1895),  su  estatua  á  flor  de  tierra,  entre  el  boscaje,  sentado 
como  solía  en  un  banco,  rodeado  de  los  niños  de  la  calle.  A  los 
niños,  á  la  calle,  á  las  comadres  del  barrio  debe  su  gloria.  Feliz 
vivió  con  su  sencillez,  querido  de  todos,  y  sus  sencillas  narra- 
ciones vivirán  siempre,  como  obras  las  más  candorosas,  puras, 
populares  y,  por  lo  mismo,  de  las  más  admirables  de  la  litera- 
tura castellana.  Rústicas  flores,  que  algunos  entonados  críti- 
cos y  aristócratas  falsos  del  arte  desdeñan  mirar  por  no  tener 
que  bajar  los  ojos  á  la  miadre  tierra  del  arte  popular,  única 
fecunda  madre  de  todo  arte  verdadero.  Trueba  pintó  un  pueblo 
sencillo,  patriarcal,  honrado  y  feliz,  con  tan  humana  naturali- 
dad como  podemos  todavía  comprobarlo :  el  pueblo  vasconga- 
do. Sencillo  era  el  pueblo,  sencillo  era  él,  sencillos  son  sus  cuen- 
tos. Xada  de  toques  fuertes,  de  colores  chillones,  de  pasiones 
turbulentas.  El  temperamento  del  escritor  aveníase  al  justo  con 
el  de  las  gentes  y  hasta  con  el  aire  y  cielo  de  la  región.  Su  tc>- 
nalidad  es  un  sj  es  no  es  elegiaca  y  melancólica,  como  la  de  la 
tierra  vasca,  siempre  envuelta  en  blancas  tocas  de  niebla  silen- 
ciosa o  de  nubes  que  dan  al  paisaje  un  color  de  ocaso.  Y  tal  e^ 
el  colorido  hasta  de  sus  Cuentos  de  color  de  rosa.  Trueba  hizo 
revivir  en  España  el  cuento  o  novelita  corta,  que  desde  enton- 
ces sigue  estando  de  moda. 

2».  Por  miras  políticas,  por  contrarias  aficiones  morales  y  reli- 
giosas, por  desconocerlo,  no  pueden,  ó  no  quieren,  ver  algunos  de 
!>uenos  ojos,  y  como  él  es,  al  pueblo  vascongado.  Pueblo  patriarcal, 
si  lo  hay,  donde  la  honradez,  el  candor,  la  bondad,  la  sencillez,  llegan 
hasta  hacérsenos  incrcibles,  acostumbrados  al  embuste,  doblez  y  falta 
de  conciencia  del  común  vivir  de  las  ciudades  modernas.  Los  separa- 
tistas vascos  que  hoy  han  alzado  allí  la  cal>eza,  quiero  decir  en  Ril- 
bac,  ciudad  castellana,  contribuyen  toílavía  más  á  hacerlo  ckIíoso  á  los 
que  no  lo  conocen.   Pero  sucede  que  los  más  de  los  tales  scptaratistas 


.„^.;^^7:^Jo   ezi£ypyr,.^c^.^ 


S.    xrx,    1 85 1.   ANTONIO    DE   TRUEBA  yS 

llevan  el  alma  vascongada  vuelta  del  revés.  No  fueron  así  sus  padres  ni 
lo  son  hoy  en  día  los  caseros,  los  verdaderos  representantes  de  la  raza. 
Una  desconfianza  ridicula,  un  odio  al  maqueta,  esto  es,  al  castellano, 
como  ellos  le  llaman  en  son  de  menosprecio,  una  desapoderada  alta- 
nería, vicios  son  que  jamás  se  vieron  en  los  verdaderos  escualdunas : 
todo  generosidad,  confiada  entrega  de  sí,  sencillez  candorosa.  El  habla 
es  el  fiel  retrato  del  alma  del  hombre  y  del  pueblo.  Pues  bien,  esos 
señores  separatistas,  desconocedores  del  verdadero  euskera  ó  habla 
vascongada  que  no  mamaron  con  la  leche,  se  han  hilvanado  un  nuevo 
euskera  ó  idioma  para  andar  por  casa,  que  sólo  lo  entienden  ellos,  y 
á  la  Euskalerria  ó  tierra  vascongada  la  llaman  Euskadi  ó  Euskaria, 
nombres  que  nunca  tuvo  y  han  sacado  del  flamante  idioma  que  ellos 
se  fabricaron.  Tan  vasca  es  el  alma  de  dichos  señores  como  el  idioma 
que  sacaron  de  su  cabeza.  La  tirria  á  España  llega  hasta  ofenderse 
de  que  se  les  diga  que  el  idioma  vasco  es  la  madre  del  castellano  y 
que  se  habló  en  toda  la  Península :  lo  que  debiera  engreírles,  les  irrita 
extrañamente.  Toda  mi  vida  la  consagré  á  estudiar  y  á  enaltecer  el 
vascuence  y  no  he  recibido  de  su  parte  más  que  todo  linaje  de  menos- 
precios. Pero  no  ha  de  agriarse  el  ánimo  por  tales  pequeneces  y  menos 
enturbiarse  la  cabeza  para  que  no  se  vea  al  pueblo  vascongado  como 
es  de  hecho.  Algunos  quisieran  ver  sombreados  los  cuadritos  de  Truc- 
ha con  pinceladas  de  vicios  y  fealdades  que  en  aquellas  sencillas  gen- 
tes suponen.  Trueba  no  pudo  pintar  lo  que  no  había.  Otros  echan  me- 
nos en  él  algo  de  la  malicia  é  intención  (más  ó  menos  picara  intención) 
que  creen  ha  de  tener  todo  escritor;  pero  tampoco  creo  yo  haya  de 
demandarse  al  artista  que  malee  ó  doble  su  temperamento  cuando  es 
candoroso  y  sencillo.  ¿  No  es  la  sencillez  de  intención  envidiable  cua- 
lidad que  debiéramos  hallar  en  todo  artista?  Fernán  Caballero  (Carta 
á  Latour)  :  "Remito  á  usted  el  Cuento  color  de  rosa,  de  Trueba:  sien- 
to que  abuse  de  las  sonrisas  y  de  la  palabra  bendito,  que  yo  he  puesto 
en  uso  en  literatura.  Tiene  menos  malicia  que  yo,  y  por  eso  es  menos 
precavido  para  evitar  dar  prise  á  nuestros  contrarios  en  ideas  y  esti- 
lo... Pienso,  como  usted,  que  la  especialidad  de  Trueba  es  les  cordes 
dances;  su  idea  en  su  cuento  lo  es,  y  para  hacerlas  más  dulces  toca 
(aunque  no  muy  bien)  las  que  con  ellas  contrastan  para  hacer  más 
dulces  las  primeras...  los  diminutivos  de  que  abusa  Trueba,  Tacto, 
tacto  es  y  no  talento,  lo  que  falta  á  nuestros  buenos  novelistas." 
Blanco  García,  Ea  Eiter.  esp.  en  el  s.  xix,  t.  II,  1903,  pág.  303:  "True- 
ba fué,  antes  que  nada,  el  felicísimo  intérprete  de  un  gran  pueblo, 
donde  viven  todas  las  virtudes  domésticas  y  patriarcales,  todo  el 
aliento  de  una  raza  virgen  é  indomable,  todos  los  tesoros  de  la  vida 
cristiana  en  su  más  alto  grado  de  pureza."  Andr.  González  Blanco, 
Hist.  nov.,  pág.  358:  "Trueba  fué  un  cantor  de  la  moral  tradicional  y 
de  la  honesta  vida  doméstica...,  tenía  condiciones  de  narrador  fácil 
y  galano.  No  aspiró  á  más,  no  quiso  ser  novelista  en  grande.  Sus  re- 
latos tienen  encantadora  ingenuidad  y  están  escritos  con  soltura ;  no 


74        PRIMER   PERÍODO   DE   L.\   ÉPOCA   RE.\LISTA   (185O-18Ó9) 

era  Trueba  hombre  de  acalorada  fantasía  ni  de  desenfreno  román- 
tico..." M.  Pelayo,  Crític.  liter.,  5."  ser.  (1908),  pág.  388:  "Con  cierta 
candidez  de  estilo,  que  al  principio  pareció  graciosa  y  luego  se  con- 
virtió en  manera,  vino  á  exagerar  el  optimismo  de  la  célebre  escritora 
(Fernán  Caballero),  empeñado  en  ver  las  costumbres  populares  sólo 
por  su  aspecto  ideal  y  poético.  Malos  vientos  corren  hoy  para  esta 
literatura  patriarcal;  pero  aún  conserva  Trueba  su  público  infantil,  y, 
además,  ¿quién  se  atreverá  á  negar  en  todo  el  ámbito  de  las  Provin- 
cias Vascongadas  la  exactitud  de  sus  pinturas,  que  nos  muestran  allí 
un  terrestre  paraíso?"  Una  punta  de  mal  humor  se  rezuma  de  estas 
palabras  del  Maestro;  quisiera  yo  no  las  hubiera  dicho,  y  por  mi  par- 
te no  quiero  hurgar  en  los  motivos;  sólo  diré  que  siempre  le  noté  un 
cierto  gestillo  displicente  tratándose  de  los  vascongados.  X'icente  Me- 
dina, Letras  (núm.  3) :  "Hubo  un  gran  literato,  de  corazón,  que  se 
llamó  Antonio  de  Trueba.  Alma  buena  de  los  hogares  han  sido  sus 
cuentos...  ¡Oh,  sus  Cuentos  de  color  de  rosa!  Trueba  pensó  en  los  que 
sienten  la  noble  inclinación  de  las  letras  y  publicó  una  especie  de 
preceptiva  literaria,  un  libro  sencillo  para  iniciar  á  los  que  quieren 
hacer  versos.  No  recordamos  ahora  el  título  y  apenas  tenemos  ya  una 
idea  de  aquella  obra;  pero  conservamos  la  impresión  de  que  era  algo 
como  todo  lo  de  Trueba :  ingenuo,  bondadoso,  fecundo.  A  los  jóvene» 
que  comienzan  á  escribir  versos  recomendamos  aquel  libro  de  Trueba 
y  todas  las  demás  obras  de  Antón  el  de  los  cantares,  los  cuales  vienen 
á  ser  para  el  espíritu  fuente  cristalina  y  pura." 

Trueba:  Nostalgia,  narración,  1845  (en  Semanario  Pintoresco). 
Contemplando  dormido  á  un  niño  poeta,  versos,  1847  (en  Rev.  Bas- 
congada,  Vitoria),  1856.  Artículos  (en  Rcv.  Base,  1849).  El  Señor  de 
Borledo,  leyenda,  Madrid,  1849,  185 1.  A  la  torre  de  Loizaga,  1849 
{Sem.  Pint.);  1882  {Rev.  Vizcaya).  Fábulas  de  educación  (con  C.  de 
Pravia),  Madrid,  1850.  Libro  de  los  Cantares,  Madrid,  1851,  1858; 
Leipzig,  1860;  Ausburgo,  1861 ;  Augbayo,  1862;  Madrid,  1864,  1865, 
1875,  i^joo,  1905.  El  Valle  de  Marquina,  nov.,  185 1.  El  Cid  Campeador, 
nov.  hist.,  Madrid,  1852,  1868.  Cuentos  populares,  Madrid,  1853,  1862 
(dos  ed.),  1864,  1875,  1913.  La  Vida  de  Juan  Soldado,  1854.  Cuentos 
de  color  de  rosa,  Madrid,  1854,  1859,  1862.  Las  Hijas  del  Cid,  nov., 
1859.  Colorín  colorado,  cuentos,  1859.  Cuentos  campesinos,  Madrid, 
1860;  Barcelona,  1861;  Madrid,  1865,  1916,  etc.  El  Judas  de  la  casa, 
Cárdenas,  1863.  Capitulas  de  un  libro,  sentidos  y  pensados  viajando 
por  las  provincias  Vascongadas,  Madrid,  1864.  La  Paloma  v  los  hal- 
cones, nov.,  1865.  Defensa  de  un  muerto,  Bilbao,  1865.  Cuentos  de  va- 
rios colores,  Madrid,  1866.  Cuentos  de  zñvos  y  muertos,  ibid.,  1866. 
El  Libro  de  las  montañas,  Bilbao,  1867,  1909.  Artículos  históricos, 
1868-86  (formarían  nueve  tomos  los  que  escribió  en  el  Noticiero,  fir- 
mados ó  anónimos).  Bosquejo  de  la  organización  social  de  Vizcaya 
(firmado  Mascárua  y  Calle),  Bilbao,  1870.  Cielo  con  nubccillas.  Ma- 
drid, 1871.  Aclaratoria  dirigida  á  D.  José  Amador  de  los  Ríos  sobre 


S.    XIX,    185 1.    ANTONIO   ARNAO  yS 

SUS  artículos  de  los  monumentos  vascongados,  1871  (en  Rcv.  Esp., 
t.  XXII).  El  Gabán  y  la  chaqueta,  nov.,  ibid.,  1872.  El  Redentor 
moderno,  nov.,  ibid.,  1872,  1876.  Resumen  descriptivo  é  históri- 
co de  Vizcaya,  Bilbao,  1872.  Narraciones  populares,  Madrid,  1874. 
Mari-Santa,  cxiadros  de  un  hogar,  ibid.,  1874,  1876.  La  Redención 
de  un  cautivo,  nov.  hist.,  ibid.,  1875.  Obras  populares,  dos  vols.^ 
ibid.,  1875.  La  Musa  indignada,  1876.  Venezuela  y  los  Vascos, 
1876  (en  Ilustr.  Esp.  y  Amer.,  Febr.).  Madrid  por  fuera,  Madrid,. 
1878.  Nuevos  cuentos  populares,  ibid.,  1880.  Arte  de  hacer  versos  al 
alcance  de  todo  el  que  sepa  leer,  Barcelona,  1881.  De  flor  en  flor, 
Madrid,  1882.  Distracciones  de  un  enfermo,  1885.  Matrimonio,  1885. 
Leyendas  genealógicas  de  España,  Barcelona,  1887,  dos  vols.  La  Sen- 
tencia, 1889.  Arciniega,  1889.  A  Cervantes,  1889.  Obras  escogidas, 
1898.  Cuentos  populares  de  Vizcaya,  póst.,  Madrid,  1905.  Cuentos  del 
hogar,  ibid.,  1905,  1916.  Recuerdos  del  hogar,  ibid.,  1905.  Cuentos 
populares  y  narraciones,  ibid.,  1909.  Recuerdos  de  la  Encartación, 
ibid.,  1910.  Selección  ó  florilegio,  Bilbao,  1914.  Obras,  Madrid,  1905, 
10  vols.  Obras  completas,  Madrid,  i907-'i5,  11  vols.:  I,  El  Libro  de  los 
cantares.  Canciones  primaverales,  biografía  y  retrato;  II,  El  Libro  de 
las  montañas  añadido  con  el  arte  de  hacer  versos;  III,  El  Libro  de  los 
recuerdos.  Fábulas  de  la  educación;  IV,  Cuentos  de  color  de  rosa;^ 
V,  Cuentos  campesinos ;  VI,  Cuentos  populares;  VII,  Cuentos  de  vi- 
vos y  muertos;  WII,  Cuentos  del  hogar;  IX,  Nuevos  cuentos  popu- 
lares; X,  Cuentos  populares  de  Vizcaya;  XI,  Cuentos  de  madres  é 
hijos.  Consúltense:  Notas  autobiográficas,  en  La  Ilustr.  Esp.  y  Amer. 
(30  Enero  1889) ;  Andrés  González  Blanco,  A.  de  T.,  su  vida  y  sus 
obras,  Bilbao,  1914;  Biblioteca  Bascongada,  t.  I,  En  honor  de  Trueba^ 
Bilbao,  1896;  Fermín  Herrán,  Trueba,  literato  y  vascongado,  Bilbao. 
A.  B.  González  Ant.  de  Trueba:  su  vida  y  sus  obras,  Bilbao,  1914. 
G.  Mújica,  Trueba,  su  significación  en  la  moderna  literatura  vasca,. 
San  Sebastián,  1914. 

25.  Año  1851.  Antonio  Arnao  y  Espinosa  de  los  Mon- 
teros (i 829- 1 889)  nació  en  Murcia,  vino  muy  joven  á  Ma- 
drid, frecuentó  la  tertulia  de  la  Esmeralda  con  Castillo,  Ba- 
rrantes, Bravo  (E.),  Cisneros,  Eguilaz,  Trueba,  Luqtie.  Gasset 
y  Artime,  Pravia  y  otros  de  la  brillante  generación  de  1848  á 
1854;  así  como  la  de  Eguilaz  en  la  plazuela  de  Trujillo  y  des- 
pués la  de  Cruzada  Villaamil  y  de  Fernández  Guerra,  en  la 
cual  dio  á  conocer  las  poesías  de  Selgas,  leídas  por  Cañete.  Du- 
rante la  Revolución  iba  con  Trueba  y  otros  varios  á  casa  de 
Frontaura,  calle  de  Serrano,  donde  se  leían  chascarrillos  y  chis- 
tes que  luego  salían  en  El  Cascabel  y  Los  Niños.  Fué  Censor 
de  teatros  y  murió  ocupando  la  plaza  de  Oficial  en  Gracia  y 


76        PRIMER    PKRÍODO    DE    LA   ÉPOCA    REALISTA    (185O-I869) 

Justicia.  Su  espíritu  armónico  resuena  en  todas  sus  obras  con 
encantadora  placidez;  sentimientos  dulces  y  esmerada  forma, 
que  convenían  á  la  época  artística  y  ix)líticamente  sosegada  en 
que  escribió,  pasada  la  borrasca  romántica.  "Sólo  quiero  en  paz 
oscura  i  sentir  que  mi  vida  pasa  |  como  arroyo  solitario  |  bajo 
la  verde  enramada."  Dijo  en  Amor  á  la  soledad,  y  tal  fué  su 
ideal  artístico,  hasta  en  los  tiempos  que  después  sobrevinieron 
de  la  Revolución  de  1868.  Aficionado  á  la  música  y  esposo  de 
eminente  profesora,  fué  el  primer  libretista  de  ópera  de  Es- 
paña, como  se  ve  por  los  dramas  líricos  D.  Rodrigo  (1857),  ^^^ 
naves  de  Cortés,  Gu^cmán  el  Bueno  (1876),  Pelayo,  Muerte 
de  Garcilaso,  La  Hija  de  Jefté,  La  Gitanilla. 

Manuel  Pombo  (i 827- i 898),  de  Popayán  (Colombia),  her- 
mano de  Rafael  Pombo,  se  educó  y  vivió  en  Bogotá  y  com- 
puso hacia  1851  poesías  sencillas,  dulces,  melancólicas,  como 
la  última  que  escribió  á  la  Virgen.  Fué  personificación  del  Fe- 
lipe del  pyoeta  Gregorio  Gutiérrez  González,  como  se  saca  de 
la  obra  De  Medellín  á  Bogotá  (1852),  diario  de  viaje,  agrada- 
ble y  ameno,  que  con  otras  ha  publicado  su  hijo:  Obras  iné- 
ditas de  Don  Manuel  Pombo,  Bogotá,  1914,  en  prosa. 

Carlos  Augusto  Salaverry  (183  i -i  890),  de  Piura  (Pe- 
rú), hijo  del  general  y  presidente  Salaverry,  fusilado  cuando 
el  hijo  contaba  seis  años,  quedó  solo  a  los  quince,  fué  soldado 
y  poeta  lírico  muy  sincero,  más  vigoroso  que  Althaus  y  más 
seguro  de  fuerzas  que  García.  Perteneció  con  ellos  a  la  Bohe- 
mia limeña  (1848-60)  e  hizo  algunos  dramas. 

Ji'Lio  Zaldumbide  (i 833- i 887),  poeta  de  Quito,  se  dio  á 
conocer  en  185 1  por  su  Canto  á  la  Música,  y  cerró  su  carrera 
poética  con  la  traducción  del  Lara,  de  Byron,  y  de  los  Sepul- 
cros, de  Pindemonte.  Era  meditador,  grave,  elevado  y  de  sen- 
timientos lánguidos  y  amables.  Comenzó  por  la  duda  y  acabó 
en  brazos  de  la  fe :  esta  batalla  pinta  en  sus  versos. 

26.  Sepún  Blanco  García,  son  "los  rasgos  característicos  de  la 
personalidad  poética  de  Arnao  el  dulce  y  vago  sentimentalismo,  el  es- 
mero y  la  pulcritud  llevados  hasta  la  exageración,  el  horror  á  toda 
suerte  de  violencia,  la  plétora  de  lugares  comunes  y  la  insipidez,  no 
siempre  redimida  por  el  candor  ingenuo."  M.  Pelayo:  "Nadie  advirtió 
en  él  jamás  desigijajdad  ni  desequilibrio  en  nada;  lo  que  principalmen- 


S.    XIX,    185 1.   MANUEL   POMBO  77 

te  llamaba  la  atención  á  quienquiera  que  le  tratase,  era  una  perfecta 
templanza  y  armonía  de  facultades  y  condiciones,  un  suave  y  fácil 
ritmo  interior,  que  se  traslada  sin  esfuerzo  á  las  palabras  del  poeta. 
Igual  impresión  sentirán  siempre  sus  lectores.  Arnao  era,  ante  todo,, 
un  espíritu  disciplinado,  condición  envidiable,  condición  rarísima,  que 
le  salvó  de  todo  género  de  anarquías  de  palabra  y  de  pensamiento,  y 
que,  así  como  en  vida  le  libró  de  tener  ningún  enemigo,  así  también 
á  los  ojos  de  la  posteridad  le  hará  invulnerable  ante  la  critica  más 
severa."  Para  sus  conocidos  era  Arnao  ungüento  amarillo.  Hállase 
su  firma  en  Semanario  Pintoresco  desde  1846,  Flor  de  la  Infancia 
(1868),  La  Ilustr.  Esp.,  La  Ilustr.  Catól.  (1877),  Los  Niños  (1870-77), 
La  Niíie::  (1879-83)  y  La  Primera  Edad  (1875).  ■^^^-  Arnao:  Himnos 
y  quejas,  poesías,  Madrid,  185 1.  Primavera  de  la  vida,  nov.,  1852. 
Melancolías,  rimas  y  cantigas,  1857,  Ecos  del  Tader,  1857.  La  Cam- 
paña de  África,  poema,  1860.  El  Caudillo  de  los  ciento,  nov.  en  verso, 
1866.  Las  Siete  palabras,  paráfrasis  en  verso,  1867.  La  Voz  del  cre- 
yente. Poesías  religiosas,  1872.  Trovas  castellanas,  1873.  Del  drama 
lírico  y  de  la  lengua  castellana,  1873  (disc.  recep.  Academia).  De  la 
música  en  el  templo  católico,  1874  (disc.  Acad.  San  Fernando).  Dra- 
mas líricos,  1875.  Elogio  de  D.  J.  Nicasio  Gallego,  1876  (disc.  Acad.). 
Un  ramo  de  pensamientos,  sonetos,  1878.  Gotas  de  rocío,  madrigales, 
1880.  Soñar  despierto,  poesías  postumas,  con  pról.  de  M.  Pelayo,  1891. 
La  Luc  entre  las  tinieblas,  cantos  religiosos,  1897. 

Ant.  Gómez  Restrepo,  El  Nuevo  Tiempo  Literario,  Bogotá,  191 5 
(Enero)  :  "En  la  penumbra  discreta  de  que  él  quiso  y  supo  rodear  su 
vida,  por  tendencia  invencible  de  su  carácter  enemigo  de  la  ostenta- 
ción... No  había  nacido  don  Manuel  para  secuiaz  del  romanticismo  de- 
cadente, pues  una  de  sus  dotes  principales  era  la  sencillez,  la  ingenui- 
dad con  que  expresaba  sentimientos  sanos  y  emociones  sinceras.  De 
aquí  la  íntima,  la  inefable  belleza  de  sus  versos  á  la  Virgen,  su  últi- 
ma producción  quizá  y  sin  duda  la  más  inspirada...;  si  no  ofrece 
profundidades  teológicas  ni  revela  el  trabajo  primoroso  del  orfebre, 
tiene  una  cosa  que  rara  vez  se  encuentra,  y  es  la  verdadera  efusión 
religiosa,  la  absoluta  sinceridad  del  sentimiento ;  la  nota  patética  sin 
esfuerzo  llega  al  alma  y  produce  una  impresión  de  dolorosa  dulzura... 
No  sólo  en  los  versos  de  don  Manuel,  sino  en  sus  escritos  en  prosa, 
se  encuentran  rasgos  que  revelan  la  exquisita  delicadeza  de  su  alma 
y  que  en  vano  se  buscarían  en  escritores  más  poderosos  y  originales, 
pero  de  complexión  espiritual  menos  selecta...  Su  amor  por  lo  tradi- 
cional... avivaba  la  gracia  é  inspiración  de  su  pincel  cuando  trazaba 
cuadros  de  la  edad  pasada;  sus  personajes  están  tratados  con  la  finura 
que  inspira  el  cariño...  como  de  retablo  antiguo...  En  don  Manuel  ha- 
bía un  fondo  de  compasiva  ternura...  Era  el  estilo  de  don  Manuel 
claro,  sencillo  y  espontáneo,  y  corría  con  la  ligereza  y  murmullo  ju- 
guetón de  los  arroyos...;  correcto  sin  esfuerzo;  decoroso  por  instin- 
to;   gráfico  y   pintoresco   como   pocos   de   sus   contemporáneos...    La 


/íi        llilMER   PERÍODO    DE   LA   ÉPOC\   REALISTA   (185O-1869) 

lectura  de  las  obras  de  don  Manuel  deja  una  impresión  grata  y  sim- 
pática y  nos  hace  querer  al  autor...  En  los  escritos  de  don  Manuel 
vemos  al  caballero  de  raza,  al  cristiano  sincero,  al  hombre  de  hogar, 
¿1  patriota  desinteresado,  al  ingenio  original  y  selecto,  enamorado  de 
la  belleza  ideal." 

\'entura  García  Calderón,  La  Litcr.  peruana,  1914,  pág.  62:  "A  este 
militar-poeta  le  supongo  haber  querido  seguir  el  ejemplo  de  Vigny. 
Espolvoreadas  de  cenicienta  melancolía  algunas  páginas,  entre  ellas 
Acuérdate  de  mí,  pudieran  ser  los  ápices  del  lirismo  peruano.  Nuestra 
literatura,  tan  terrestre,  conoce  allí  el  arranque  para  el  vuelo  du- 
rable. Dejó  sonetos  redondos...  Prefiero  algunos  de  sus  poemas  de 
aliento,  y  en  todo  caso  ningún  romántico  nuestro  dejó  un  libro  tan  ar- 
monioso como  los  Albores  y  destellos,  de  Salaverry,"  Albores  y  deste- 
llos, Lima,  1851;  Havre,  1871  (con  Diamantes  y  perlas  y  las  Cartas 
á  un  ángel).  Arturo,  dr.,  Lima,  1851.  Abel,  dr.,  1857.  El  Bello  ideal, 
•dr.,  1857.  Cartas  á  un  ángel,  1858.  Atahualpa,  dr.,  1860.  El  Amor  y  el 
ero,  dr.,  1861.  La  Estrella  del  Perú,  ley.  patr.,  1862.  Misterios  de  la 
iumba,  poem-a  filosófico,  Lima  1883. 

M.  Pelayo,  Hist.  poes.  hisp.-amer.,  t.  II  (1913),  pág.  131:  "Tenía 
Zaldumbide,  á  diferencia  de  otros  muchos  poetas  ecuatorianos,  sólida 
■educación  literaria,  basada  en  el  estudio  directo  y  reflexivo  de  los 
modelos  latinos,  italianos  é  ingleses  y  de  los  nuestros  del  siglo  de  oro, 
entre  los  cuales  prefería  á  Garcilaso  y  fray  Luis  de  León,  Así  es  que, 
aun  los  pocos  versos  románticos  que  en  su  mocedad  compuso,  son  rela- 
tivamente correctos,  y  en  los  posteriores  hay,  no  sólo  decoro  y  pulcri- 
tud en  la  dicción,  sino  estudio  de  la  parte  musical  del  idioma,  que 
fluye  manso  y  apacible  en  una  versificación  generalmente  esmerada... 
juntaba...  condiciones  descriptivas  no  vulgares;  sentimiento  no  fin- 
gido de  la  naturaleza,  aunque  más  en  el  conjunto  que  en  los  detalles, 
más  en  la  expresión  moral  que  en  la  expresión  física,  y  una  suave  y 
reposada  tristeza,  que,  por  ser  tan  suya,  ennoblece  v  renueva  en  él 
hasta  los  tópicos  más  vulgares  de  la  poesía  campestre...;  merece,  á 
lo  menos,  un  puesto  distinguido  entre  los  de  segimdo  (orden),  al  modo 
que  lo  obtiene  entre  los  cubanos,  por  prendas  muy  parecidas  de  senti- 
miento y  gusto,  el  dulce  y  simpático  Mendive."  Consúltese  Luis  Cor- 
dero, en  Memorias  de  la  Acad.  Ecuatoriana,  t.  I,  Quito,  1889. 

27.  Año  i8¿i.  l'^RANciscG  AsENjo  Barbieri  (1823-1894), 
por  seudónimos  Alfajamín,  José  Ibero  y  Canfranc,  El  Maestro 
Seguidilla  y  Uno  de  tantos,  tipo  de  pura  raza  árabe,  nació  en 
Madrid,  en  la  calle  del  Sordo,  para  resucitar  la  zarzuela  en  Es- 
paña, de  tantos  años  atrás  casi  olvidada,  tomando  de  Italia  y 
Francia  no  pocos  libretos,  aunque  aderezándolos  ú  la  española. 
Puc  compositor  popular,  historiador,  director  de  orquesta,  es- 
critor brillante  y  temible  polemista. 


S.   XIX,    185 1.   FRANCrSCO  ASENJO  BARBIERl  79 

Luis  Mariano  de  Larra  y  Wetoret  (1830-1901),  madri- 
leño, hijo  mayor  de  Fígaro  de  los  tres  que  tuvo,  director  del 
Teatro  Español  (1871-72),  escribió  muchos  artículos,  cuentos 
y  poesías,  algunas  novelas  y,  sobre  todo,  obras  teatrales,  las 
más  del  género  festivo  y  algunas  serias,  de  intento  moraliza- 
dor,  mezclando  lo  cómico  con  cierta  melancolía  sentimental. 
Fueron  muy  aplaudidas  las  comedias  Corazones  de  oro,  Oros, 
copas,  espadas  y  bastos;  en  particular  La  Oración  de  la  tarde, 
representada  el  mismo  año  que  el  Cura  de  aldea  (1858),  de 
Escrich,  pero  con  anterioridad  y  sin  el  plagio  que  se  dijo,  lle- 
vándole ventaja.  Sus  más  celebradas  zarzuelas,  Todos  son  rap- 
tos, el  Barherillo  de  Lavapiés,  Chorizos  y  polacos,  Juan  de 
Urbiiia,  La  Vuelta  al  inundo.  La  Conquista  de  Madrid.  Sus 
compañeros  le  llamaban  el  malo,  para  distinguirlo  de  su  padre. 
Fígaro;  pero  no  debe  comparársele  con  él,  por  ser  tan  diferen- 
tes los  géneros  en  que  padre  é  hijo  sobresalieron.  Es  el  hijo 
buen  dramático,  superior  á  Cano  y  Núñez  de  Arce;  autor  emi- 
nente é  injustamente  olvidado.  Envidiado  por  sus  continuos 
triunfos,  que  le  hacían  ser  muy  buscado  por  las  empresas,  sil- 
báronle obras  excelentes,  aun  desde  la  primera  escena,  hasta 
el  punto  de  tener  que  dejar  de  escribir  para  el  teatro,  para  el 
cual  compuso  cerca  de  un  centenar  de  obras. 

Francisco  Camprodón  y  Safont  (1816-1870),  de  Vich, 
autor  bueno,  parecido  á  Rubí  y  que  sabía  contentar  á  su  públi- 
co, sobresaliendo  en  el  manejo  de  las  figuras;  pero  mal  escri- 
tor, descuidado  en  el  lenguaje.  Fué  muy  aplaudido  por  su  dra- 
ma Lola  ó  Flor  de  un  día  (1851),  que  cuenta  con  29  ediciones, 
de  romanticismo  exagerado,  mucho  ripio  y  hasta  barbarismos. 
Segundó  con  Espinas  de  una  flor  (1852).  Hizo,  sobre  todo, 
zarzuelas,  algunas  de  gran  boga,  merced  á  la  música. 

28.  En  cuarenta  y  cuatro  años  fué  Barbieri  lego,  estudiante  de 
Medicina,  aprendiz  de  ingeniero,  alumno  del  Conservatorio,  corista, 
partiquino,  director  de  orquesta,  apuntador,  ordenando  de  ocasión, 
contrabandista  durante  una  hora,  buhonero  o  poco  menos,  director  de 
un  Liceo,  secretario  de  otro,  músico  militar,  miliciano  movilizado, 
empresario,  periodista,  poeta,  arqueólogo,  compositor  y  generalísimo 
-de  orquesta.  Suma  de  su  pintoresca  biografía,  que  lindamente  bosque- 
jó Nombela  en  1867  en  Retratos  á  la  pluma,  1904.  Barbieri,  el  músico 
más  español  de  nuestro  teatro,  con  el   famoso  Gaztambide,  que  bien 


8o        PRIMKR   PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

puede  acompañarle  en  el  genio  musical,  el  cantante  don  Francisco 
Salas  y  el  libretista  Olona,  se  juntaron  para  construir  el  teatro  de  la 
Zarzuela,  abierto  en  1856  y  quemado  en  1909,  con  el  fin  de  facilitar 
el  nuevo  espectáculo  teatral  llamado  carencia,  cuando  ya  gastados 
Bretón  y  Hartzenbusch,  ofreciendo  raras  veces  obras  García  Gutié- 
rrez y  menos  todavía  Ayala,  no  habiendo  todavía  estrenado  Tamayo 
Un  drama  nuevo,  sino  que  sólo  cultivaba  las  traducciones,  lo  mismo 
que  Ventura  de  la  Vega,  eran  únicos  dueños  del  teatro  en  España 
Rodríguez  Rubí,  Eguilaz  y  Camprodón  con  comedias  tan  ñoñas  como 
La  Rueda  de  la  fortuna,  La  Trenza  de  sus  cabellos  y,  á  lo  más,  La 
Cruz  del  matrimonio.  Los  Soldados  de  plomo  y  Flor  de  un  día.  Nuevo 
género  era  la  zarzuela,  venido,  es  cierto,  de  Italia  y  Francia,  á  pesar  de 
que  ya  en  el  siglo  xvii  se  representaron  zarzuelas  á  imitación  de  los 
italianos,  como  El  Jardín  de  Falerina,  de  Calderón,  que  se  hizo  en 
una  casa  de  campo  del  Rey,  llamada  La  Zarzuela,  de  donde  tomó  el 
nombre ;  y  no  menos  las  de  don  Ramón  de  la  Cruz  en  el  siglo  xviii. 
Las  primeras  obras  mixtas  de  canto  y  declamación,  como  la  opereta 
francesa,  se  representaron  en  Variedades  y  en  el  Circo,  una  de  ellas 
El  Duende,  que  tuvo  muy  buen  suceso.  De  Francia  vinieron  los  libre- 
tos de  las  más  famosas:  Jugar  con  fuego.  Los  Diamantes  de  la  coro- 
na, El  Dominó  azul.  El  Juramento,  etc.,  y  hasta  la  música  no  pocas 
veces  se  robaba  de  Francia.  Era  la  época  del  predominio  de  la  clase 
media,  debido  á  la  constitución,  y  la  zarzuela  era  una  clase  media  del 
arte,  sin  la  grandeza  aristocrática  de  la  ópera  ni  los  bríos  y  furores 
populares  del  drama  y  del  melodrama.  Por  lo  cual  gustó  en  España, 
sin  ser  cosa  enteramente  castiza,  como  ya  dijimos.  El  padre  de  la 
zarzuela  del  siglo  xix  fué  Barbieri,  el  cual,  después  de  la  ópera  no 
representada  //  Buontempore  (1847),  compuso  Gloria  y  pelucci  (1850), 
que,  aunque  no  libre  de  lo  italiano,  era  ya  obra  más  española,  y  lo  fué 
del  todo  Jugar  con  fuego  (1851),  á  pesar  del  libreto  originariamente 
francés.  Compuso  después,  entre  otras,  El  Marqués  de  Caravacd 
(1853),  D.  Simplicio  Bobadilla  (1853),  Los  Diamantes  de  la  corona 
(1854),  El  Sargento  Federico  (1855),  Los  dos  ciegos  (1855),  El 
Relámpago  (1857),  Un  caballero  particular  (1858),  Pan  y  toros  (1864), 
El  Barberillo  de  Lavapiés  (1874),  De  Getafe  al  Paraíso  (1883),  No- 
villos  en  Polvoranca,  etc.,  que  hemos  visto  hacerse  hasta  poco  ha. 
Publicó,  además,  Reseña  histórica  de  la  zarzuela,  Contestación  al 
maestro  Hernando  (1864),  Estudio  bibliográf ico-musical  {Rev.  Es- 
paña, 1871,  t.  XIX).  Un  estudio  al  Don  Lazarillo  Vizcardi,  de 
Eximeno  (1H72).  Ultimas  amores  de  Lope  (1874).  Las  Castañuelas, 
estudio  jocoso  (1876,  1879).  Cancionero  musical  de  los  siglos  xv  y  xvr 
(1890).  La  Zarzuela  (carta  á  D.  Pascual  Millán,  1887).  En  Esp.  Mod. 
y  en  discurso  acad. :  La  Música  de  la  lengua  castellana  (1892).  En  la 
zarzuela  lo  serio  nunca  llegaba  á  lo  dramático,  de  suerte  que  se  sufría 
mejor  la  música,  inaguantable  para  el  realismo  español  cuando  va 
con  lo  trágico    La  música  era  tan  sencilla  como  la  trama  del  libreto. 


S.    XIX,    185I.   LUIS   MARIANO   DE   LARRA  81 

Así  este  género  teatral  mediano  convenía  á  la  sociedad  de  la  época, 
mediana  en  todo.  De  esta  manera  vivió  la  zarzuela  hasta  mil  ochocien- 
tos sesenta  y  tantos,  víspera  de  la  revolución  de  Prim,  Serrano  y  To- 
pete, cuando  le  hicieron  competencia,  triunfando  enteramente,  los  fa- 
mosos bufos,  de  origen  todavía  más  francés  y  menos  castizo  género, 
que  cuadraba  al  justo  con  los  atrevimientos  políticos  de' aquel  mo- 
mento. La  Gran  duquesa  de  Gerolstcin,  Genoveva  de  Brabante,  Fran- 
cifredo  se  atrajeron  el  público.  A  las  notas  de  Ofifembach  acompaña- 
ban palabras  demoledoras,  presagio  de  la  revolución  en  España  y  lue- 
go en  Francia.  Desde  el  setenta  y  cuatro  la  zarzuela  se  renovó,  como 
se  renovó  el  teatro  español  con  Echegaray.  Caballero  y  Chapí  bebieron 
en  el  pueblo  su  inspiración  popular.  Los  libretistas  dejáronse  de  la 
gran  zarzuela,  aparatosa,  presumida,  y  dieron  nacimiento  al  llamado 
género  chico,  más  castizo,  como  que  era  en  Madrid  el  triunfo  cíe  lo 
folklórico  madrileño  y  andaluz,  al  mismo  tiempo  que  nacían  á  poder 
de  mismo  folklore  las  literaturas  regionales,  en  Cataluña  y  Aragón, 
en  Galicia  y  Santander,  en  Salamanca  y  Andalucía.  De  esta  manera 
fué  la  gran  zarzuela  un  género  de  transición  entre  la  ópera  y  el  gé- 
nero chico,  ó  saínete  genuínamente  español  con  música.  Cuando,  en 
1909,  se  quemó  el  teatro  de  la  Zarzuela,  había  fenecido  ya  la  zarzuela 
para  no  volverse  á  levantar.  Consúltense:  Arteaga  y  Pereíra,  Cele- 
bridades musicales,  Barcelona,  1886;  Peña  y  Goñi,  Barbieri,  Madrid, 
1875;  ídem.  La  Opera  española  y  la  música  dramática  en  España  en 
el  s.  ,vix,  1881 ;  M.  Pelayo  en  los  Discursos  de  recep.  de  Barbieri  en 
la  Acad.  Esp.,  1892;  T.  Bretón,  Barbieri,  la  ópera  nacional,  Madrid, 
1896. 

Luis  Mariano  de  Larra  casó  en  1856  con  Cristina  Ossorio  y  Ro- 
mero, hermana  de  los  eminentes  actores  Manuel  y  Fernando  Ossorio, 
siendo  este  último  uno  de  los  testigos  de  la  boda.  De  este  matrimonio 
nacieron  Mariano,  conocido  actor ;  María  y  Luis,  malogrado  autor  del 
género  chico.  En  el  estreno  de  La  Africanita  hubo  gritos,  insultos, 
bofetadas,  garrotazos,  por  mala,  terció  -la  autoridad  varias  veces,  y, 
desde  entonces,  escribió  con  el  seudónimo  de  Antonio  López  Ayllón. 
De  carácter  entero,  amante  de  la  justicia,  no  se  doblegaba  á  nadie,  nt 
á  empresarios  ni  á  amigos.  El  arca  repleta  de  duros  que  él  mostraba 
como  fruto  que  sacó  de  El  Barberillo  de  Lavapiés,  se  la  vaciaron  un 
día,  dejándole  pobre.  Redactor  de  El  Teatro  Español  y  de  la  Gaceta 
hasta  18Ó6;  fué  colaborador  de  Las  Novedades,  La  Iberia,  Semanario 
Pintoresco,  Museo  de  las  familias.  La  Patria,  La  Época,  El  Teatro, 
La  Ilustr.  Esp.  y  Gente  Vieja.  Usó  los  seudónimos  El  Autor  desco- 
nocido, Andrés  Corsino,  José  María  García,  Antonio  García  Hnerta, 
Antonio  López  Ayllón  y  Nadie.  Fué  gran  lector  de  comedias,  que  no 
parecía  sino  que  las  representaba  al  leerlas,  dándolo  todo  hecho  á  los 
actores.  Excelente  director  de  escena,  y  lo  fué  del  Español  (1870-72). 
Hubo  días  que  copó  todos  los  teatros  de  Madrid,  y  durante  unos  diez 
años  fué  el  más  mimado  del  público,  de  los  artistas  y  de  los  empre- 

TOMO  VÍII.— 6 


82        PRIMER   PERÍODO   DE   LA   ÉPOC\   REALISTA   (185O-1869) 

sarios.  De  aquí  la  envidiosa  guerra  que  le  hicieron.  Retiróse  á  su 
casa  de  \'aldemoro,  única  finca  que  le  quedaba  de  su  gran  riqueza, 
ganada  con  su  ingenio  y  malrotada  con  su  generosidad  y  poca  pre- 
visión. En  La  Africanita  se  lee:  "Silbada  estrepitosamente,  sin  oiría, 
la  noche  del  9  de  Enero  de  1883,  en  el  teatro  Circo  de  Price,  de  Ma- 
drid, y  aplaudida  después  en  todos  los  teatros  de  España  donde  se  ha 
representado.-'  Después  sólo  estrenó  La  Gala  del  Ebro,  que  no  corrió 
mejor  suerte.  Cuatro  ó  cinco  estrenó  más  tarde  con  seudónimo,  la  úl- 
tima, José  María,  opereta  (1888) ;  aunque  á  ruegos  de  su  hijo  Mariano, 
actor  en  Lara,  todavía  refundió  Los  Corazones  de  oro  (189...),  con 
buen  suceso.  Fué  nombrado  director  del  Boletín  Oficial  de  la  Propie- 
dad algunos  años  antes  de  morir  y  después  de  retirarse  del  teatro, 
cargo  con  6.000  pesetas,  que  desempeñó  hasta  su  muerte,  que  le  aca- 
rreó un  enfriamiento  por  asistir  al  entierro  de  Campoamor.  L.  M.  de 
Larra.  Comedias:  El  Toro  y  el  tigre  (i.'  obra,  con  Ram.  Valladares), 
1849.  El  Amor  y  la  moda.  Quien  piensa  mal,  mal  acierta,  185 1.  Pedro 
el  marino.  En  palacio  y  en  la  calle.  Las  tres  noblezas.  Quien  á  cu- 
chillo mata.  A  caza  de  cuervos.  Una  nube  de  verano.  Lanuza.  Entre 
todas  las  mujeres  (con  L.  Eguílaz).  Sapos  y  culebras  (con  id.).  Una 
Virgen  de  Murillo  (con  id.).  El  Beso  de  Judas,  1855.  Una  lágrima  y  un 
beso.  Juicios  de  Dios.  La  Flor  del  valle,  1856.  La  Pluma  \  la  espada, 

1856.  Batalla  de  reinas.  El  Amor  y  el  interés,  1857.  /-a  Planta  exótica, 

1857.  La  Paloma  y  los  halcones,  1857.  El  Rey  del  mundo,  1858.  La  Ora- 
ción de  la  tarde,  1858.  Los  Lazos  de  la  familia,  1859.  Ri-co  de  amor,  1859. 
Barómetro  conyugal.  La  Lápida  mortuoria.  La  Bolsa  y  el  bolsillo.  El 
Marqués  y  el  marquesita.  Los  Infieles  (con  N.  Serra),  1860.  Flores  y 
perlas,  1860.  La  Agonía,  1861.  Dios  sobre  todo.  El  Hombre  libre,  1862. 
La  Primera  piedra,  1862.  Estudio  del  natural.  El  Cuello  de  una  camisa, 
1863.  La  Cosecha,  1863.  En  brazos  de  la  muerte,  1866.  Bienaventu- 
rados los  que  lloran,  1866.  El  Bien  perdido,  1866.  Oros,  copas,  espadas 
y  bastos,  1866.  El  Ángel  de  la  muerte.  El  Becerro  de  oro.  Los  Hijos 
de  Adán.  El  Árbol  del  paraíso.  El  Caballero  de  gracia.  La  Tarde  de 
nochebuena.  Uyia  lágrima.  Los  Corazones  de  oro.  Tres  pies  al  gato. 
Risas  y  lágrinws.  Las  Ranas  pidiendo  rey.  Un  buen  hombre.  La  Viuda 
de  López.  Zarzuelas:  Un  embuste  y  una  bola  (mus.  de  Genovés),  1851. 
Todos  son  raptos  (m.  Oudrid),  185 1.  As  en  puerta  (id.).  La  Perla 
negra  (m.  Vázquez),  1858.  Las  Hijas  de  Eva  (m.  Gaztambide),  1862. 
Jua  Conquista  de  Madrid  (id.),  1863.  Cadenas  de  oro  (con  Ram.  Na- 
varrete,  m.  Arrieta).  Una  revancha  (m.  Campo).  Aa  Ínsula  Barata- 
ría (m.  Arrieta),  1864.  Punto  y  aparte  (m.  Rogel).  Los  Órganos  de 
Móstolcs  (m.  Rogel),  1867.  Los  Infiernos  de  Madrid  (id.),  1867. 
La  Varita  de  Virtudes  (m.  Gaztambide).  Los  Misterios  del  par- 
naso (m.  Arrieta).  Los  Hijos  de  la  costa  (m.  Marqués).  Justos  por 
pecadores  (m.  Oudrid  y  Marqués).  La  Prima  donna  (m.  de  zar- 
zuelas). El  Atrevido  en  la  Corte  (m.  Caballero).  El  Conde  y  el 
condenado    (con    García    Gutiérrez;    m.    Rogel    é    Inzenga).    Sueños 


S.   XIX,    185 1.   LUIS  MARIANO   DE  LARRA  83 

de  oro  (m.  Barbieri).  La  Creación  refundida  (m.  Rogel).  El  Barberi- 
llo  de  Lavapiés  (m.  Barbieri).  La  Vuelta  al  mundo  (m.  Barbieri  y  Ro- 
^el).  Chorizos  y  polacos  (m.  Barbieri).  Viaje  á  la  luna  (m.  Rogel). 
Juan  de  Urbina  (m.  Barbieri).  Los  Pajes  del  rey  (m.  Oudrid).  Las 
Campanas  de  C arrian  (m.  Planquette).  La  Guerra  santa  (con  Escrich, 
va.  Arrieta).  El  Corpus  de  sangre  (m.  Caballero).  La  Niña  bonita 
(m.  id.).  Los  Hijos  de  Madrid  (m.  Cereceda).  Boccaccio  (m.  Suppé). 
La  Africanita  (m.  Cereceda),  1883.  El  Guerrillero  (m.  Arrieta,  Caba- 
llero). Muchacho  (m.  Suppé).  El  Año  de  la  nanita  (m.  Rubio).  El  Es- 
tudiantino (m.  Milloker).  La  Gala  del  Ebro  (m.  Cereceda).  Manolita 
el  Rayo  (m.  Suppé).  José  María  (m.  Milloker),  1888  (última).  Ade- 
más: jyes  noches  de  amor  y  celos,  nov.,  dos  vols.,  1855.  La  Gota  de 
tinta,  dos  vols.,  nov.  El  Libro  de  las  mujeres  (trad.). 

J.  Nombela,  Impresiones,  t.  III,  pág.  70:  "Por  su  viva  imagina- 
ción, su  exquisita  delicadeza  de  sentimientos,  su  noble  y  bien  educada 
franqueza  catalana  y  su  perspicaz  instinto  del  arte  escénico,  era  (Cam- 
prodón)  muy  considerado  entre  los  del  oficio  y  muy  querido,  tanto  de 
los  artistas  que  figuraban  en  primera  línea  como  de  los  más  humildes, 
y  de  la  dependencia  del  teatro.  Era  llano,  justo;  poseía  un  espíritu  ver- 
daderamente democrático  y  siempre  estaba  dispuesto  á  favorecer  al  dé- 
bil contra  el  fuerte,  al  pobre  contra  el  rico.  Solía  alguna  que  otra  vez 
¿aerificar  la  sintaxis  á  los  efectos  escénicos;  pero  él,  que,  como  poeta, 
era  correcto,  delicado  y  de  un  exagerado  puritanismo,  no  se  paraba 
«n  barras  cuando  se  proponia  impresionar  al  público.  Practicaba  la 
teoría  del  famoso  dramaturgo  francés  Eugenio  Scribe,  quien  conden- 
saba su  teoría  sobre  el  arte  dramático  en  la  siguiente  fórmula ;  ante 
todo,  caracteres.  Con  caracteres  hay  situaciones,  y  con  caracteres  y 
situaciones,  aunque  un  mozo  de  cuerda  escriba  el  diálogo,  el  éxito  es 
seguro...  Me  refirió  algunos  episodios  de  su  mocedad,  sus  primeros 
amores,  que  le  habían  inspirado  el  drama  Flor  de  un  día,  la  rapidez 
con  que  le  escribió  en  un  par  de  semanas  y  la  sorprendente  facilidad 
con  que  había  logrado  que  se  representase  en  el  teatro  Español.  Cuan- 
do vino  á  Madrid  por  primera  vez  con  su  obra  en  la  maleta  y  sin 
grandes  esperanzas,  porque  no  conocía  á  ningún  literato,  su  buena 
suerte  le  llevó  á  una  casa  de  huéspedes  en  la  que  habitaban  Adelardo 
lx>pez  de  Ayala  y  José  de  Selgas.  Pronto  trabó  amistad  con  ellos,  y  Aya- 
la,  que  ya  se  había  dado  á  conocer  con  Un  Hombre  de  Estado,  que, 
aunque  no  agradó  al  público,  puso  de  relieve  su  superior  talento,  le 
presentó  al  actor  don  José  Valero.  Era  á  la  sazón  director  del  teatro 
Español  don  Tomás  Rodríguez  Rubí,  con  quien  Ayala,  á  causa  de  su 
drama,  había  tenido  algunas  diferencias,  y,  deseando  favorecer  á  Cam- 
prodón,  rogó  á  Valero  que  le  presentase  y  recomendase  á  Rubí.  Así 
lo  hizo  el  gran  actor  la  noche  siguiente,  al  terminar  la  función,  y  el 
director  dijo  al  novel  poeta  que  no  podía  detenerse  y  que  si  quería 
acompañarle,  por  el  camino  podría  decirle  el  objeto  de  su  visita.  Cam- 
prodón  salió  del  teatro  con  Rubí ;  sin  perder  tiempo,  como  buen  cata- 


84        PRIMER   PERÍODO   DE   LA  ÉFOCA   REALISTA   (185O-1869) 

lán,  le  confió  que  había  escrito  un  drama,  y  que,  como  se  lo  sabía  de 
memoria,  le  recitaría  lo  que  pudiera  hasta  dejarle  en  su  casa.  Sin  es- 
perar á  su  aquiescencia,  comenzó  á  recitar  la  obra,  y  estaba  en  la 
mitad  del  primer  acto,  cuando  Rubí  le  dijo:  "Hemos  llegado  á  mi 
''casa;  pero  seguiremos  andando  para  que  acabe  usted  de  recitarme  el 
■'primer  acto."  El  paseo  se  prolongó  hasta  después  de  bien  dada  la 
una,  y  entonces  lo  más  tarde  que  acababan  las  funciones  teatrales  era 
á  las  doce.  Camprodón  había  dado  á  conocer  al  director  del  teatro 
Español  los  actos  primero  y  segundo.  "No  puedo  oír  el  tercero — le 
''dijo  Rubí — ,  pero  no  importa:  si  es  como  los  que  acaba  usted  de  re- 
''citar,  envíeme  mañana  al  teatro  el  manuscrito."  Así  lo  hizo;  el 
director,  que  ansiaba  conocer  el  desenlace,  leyó  el  tercer  acto,  mandó 
sacar  de  papeles  la  obra  y  quince  días  después  se  puso  en  escena. 
Aún  no  hacía  un  mes  que  Camprodón  había  llegado  á  Madrid.  Pero, 
después  de  vencer  tan  fácilmente  los  tradicionales  obstáculos,  tuvo 
miedo  del  resultado  de  su  tentativa,  dejó  á  Rubí  la  dirección  de  los 
ensayos,  se  volvió  á  Barcelona,  donde  supo  el  gran  éxito  de  su  Flor 
de  un  día,  que  no  fué  de  un  día,  sino  de  cincuenta  ó  sesenta  noches, 
lo  que  en  aquella  época  significaba  un  triunfo  extraordinario,  y  tornó 
á  Madrid,  donde  disfrutó  la  satisfacción,  no  vulgarizada  todavía,  de 
salir  á  escena  á  recibir  los  entusiastas  aplausos  de  un  público  verda- 
deramente electrizado.  Colocado  en  primera  fila  entre  los  autores 
dramáticos  que  gozaban  boga,  como  Ventura  de  la  Vega,  como  Olona 
y  algún  tiempo  después  como  Avala  y  García  Gutiérrez,  escribió  libre- 
tos de  zarzuela,  que  quedaron  de  repertorio,  unos  originales  y  otros 
arreglados  del  francés,  demostrando  en  todo  su  maestría."  Campro- 
dón: Emociones,  poesías,  Barcelona,  1850.  Lola  ó  Flor  de  un  día,  dr., 
1851.  Espinas  de  una  flor,  1852.  Fíl  Dominó  azul,  zarz.,  1853.  Tres  por 
una,  zarz.,  1853.  Los  Diamantes  de  la  corona,  zarz.,  1854  (tomada  de 
Scribe).  Marina,  zarz.,  1855.  El  Vizcotuie,  1855.  Guerra  á  muerte, 
1855.  El  Diablo  en  el  poder,   1856.  La  Jardinera,   1857.  Juan  Lanas, 

1857.  Una  ráfaga,  dr.,  1857.  El  Lancero,  1857.  Libertinaje  y  pasión, 
dr.,  1857.  Beltrán  el  aventurero,  1858.  Por  conquista,  1858.  Un  pleito, 

1858.  Un  cocinero,  1858.  Quien  manda,  manda,  1859.  Un  zapatero,  fá- 
bula, 1859.  El  Diablo  las  carga,  1860.  Una  vieja,  1860.  El  Gran  bandido^ 
1860.  Una  niña,  1861.  Del  palacio  á  la  taberna,  1862.  Los  dos  mellizos, 
1862.  Los  Suicidas,  1863.  El  Relámpago,  1865.  La  Teta  gallinaire,  cua- 
dro de  costumbres  en  catalán,  1865.  Asirse  de  un  cabello,  1868.  Gala- 
tea,  1868.  El  Pan  de  la  boda,  etc.  Todas  zarzuelas.  Escribió  la  popula- 
rísima  Carta  á  D.  Juan  Prim,  en  quintillas,  con  motivo  de  la  guerra  de 
África.  Colección  de  poesías  castellanas,  Habana,  1871. 

29.  'Año  1851.  Fernando  Patxot  y  Ferrer  (1812-1859), 
de  Mahón,  por  seudónimos  Manuel  Ortiz  de  la  Vega  y  Sor 
Adela,  fundó  El  Telégrafo  (1857),  publicó  Las  Ruinas  de  mi 


S.    XIX,    185 1.    VICENTE    BARRANTES  85 

convento,  Barcelona,  185 1;  aumentada  con  Mi  claustro,  por 
Sor  Adela,  ibid.,  1856;  con  una  tercera  y  última  parte,  Las 
Delicias  del  claustro  y  mis  últimos  momentos  en  su  seno,  ibid  , 
1858.  Las  Ruinas...  y  Mi  claustro,  ibid.,  1871.  Su  intento  fué 
mover  la  compasión  para  con  las  víctimas  de  1835  y  la  indigim- 
ción  contra  los  verdugos  de  aquella  triste  salvajada.  Tradú- 
jose  á  varias  lenguas  y  se  leyó  mucho,  despertada  la  curiosidad 
por  desconocerse  el  autor  y  más  por  lo  colorida  y  sentidamente 
escrita  que  está,  aunque  á  veces  bastardea  el  sentimiento  en 
sensiblería,  y  por  el  siempre  creciente  interés  de  las  escenas. 
Valen  mucho  menos  las  partes  segimda  y  tercera  que  la  pri- 
mera. Publicó,  además,  con  el  mismo  seudónimo  de  0rtÍ2  de 
ia  Vega,  Historia  general  de  España  (continuación  de  Maria- 
na y  Miñana),  Barcelona,  1847-48.  Las  Glorias  Nacionales, 
grande  historia  de  todos  los  Reinos,  etc.,  españoles,  seis  vols., 
Madrid-Barcelona,  1852.  Los  Héroes  y  las  grandezas  de  la  tie- 
rra, anales  del  Mundo,  ocho  vols.,  Madrid,  1854.  Anales  de 
España,  10  vols.,  Barcelona,  1857-59.  Véase  Ortiz  de  la  Vega, 
año  1847. 

Manuel  Silvela  y  de  Le  Vieilleuze  (i 830- i 892),  naci- 
do en  París,  por  seudónimos  Velisla  y  Juan  Fernández,  minis- 
tro de  Estado  durante  la  Revolución,  tuvo  parte  en  la  Consti- 
tución del  76  y  fué  embajador  en  París,  académico  (1870),  ex- 
celente crítico  de  costumbres,  escritor  donairoso,  de  gracejo  y 
sabor  castizo  y  de  estilo  natural. 

Vicente  Barrantes  y  Moreno  (1829  1898);  de  Badajoz, 
donde  colaboró  en  El  Guadiana  (1847),  ^'•^'^  á  Madrid  (1848Í 
}'■  escribió  en  El  Teatro  Español  (1849),  ^'^^  Novedades,  La 
Ilustración,  El  Seman.  Pintor,  y  usó  los  seudónimos  Puhlicio 
y  El  Abate  Rascarrabias.  Hizo  novelas  en  su  juventud,  li- 
bros amenos  y  después  se  dio  a  la  erudición,  sobre  todo  de  las 
cosas  de  su  tierra  extremeña,  en  las  cuales  fué  muy  entendido. 

30.  M.  Silvela:  Negro  y  blanco,  jug.  (con  Ant.  Barreras,  1851). 
Sin  nombre,  por  Velisla,  Madrid,  186S.  Obras  literarias,  Madrid, 
1890  (Escrit.  Cast.).  Reseña  analítica  de  las  obras  postumas  de  Mo- 
ratín  {Rev.  España,  1868,  t.  IV).  Defendió  el  indefendible  Dicciona- 
rio académico  contra  Escalada,  en  El  Imparcial  (1886). 

Vio.  Barrantes:  Las  Pildoras,  folletos  satíricos,  Madrid,  1851,  Siem- 
pre tarde,  nov.,  1852.  Baladas  españolas,  i8'53,  1865.  Juan  de  Padilla, 


86        PRIMER   PERÍODO   DE   I^\   ÉPOC\   REALISTA   (185O-1869) 

nov..  dos  vols.,  1856.  La  Viuda  de  Padilla,  nov.,  1857.  La  Corona  de  Cas- 
tilla,  alegoría  dram.,  1S57.  El  Veinticuatro  de  Córdoba,  1859.  Catálogo 
raj:onado  y  crítico  de  los  libros...  que  tratan  de  las  provincias  de  Ex- 
tremadura, 1865.  Cursos  seguidos  en  la  Universidad  de  la  vida...,  por 
el  Bach.  Clarín  Brocado  (Vic.  Barrantes?),  1867.  La  Instrucción  pri- 
maria en  Filipinas.  1869.  Estudios  sobre  la  conquista  de  Filipinas, 
Fr.  Juan  de  Plasencia,  1870-71  (en  Rev.  Esp.).  Narraciones  e.rtreme- 
ñas,  1872-73,  dos  vols.  Viaje  á  los  infiernos  del  sufragio  universal,, 
por  Barvic  (Vic.  Barr.  ?),  1872.  Extremadura  en  el  reinado  de  Isabel 
la  Católica,  1872.  Discurso  leído  ante  la  Acad.  de  la  Hist.  en  su  pú- 
blica instalación  en  la  casa  del  nuevo  rezado,  1874.  Aparato  bibliográ- 
fico para  la  historia  de  Extremadura,  tres  vols.,  1875-79.  ^^^  estilo 
y  de  los  conceptos  de  nuestros  filósofos  contemporáneos,  1876  (disc. 
rec.  Acad.  Esp.).  Barros  emeritenses,  1877.  Guerras  piráticas  de  Fili- 
pinas, 1878.  S.  Pedro  de  Alcántara,  cristiano  romance,  1880.  La  Poe- 
sía lírica  en  Cuba,  1889.  Trneba  y  sus  amigos,  1889  (en  Esp.  Mod., 
Abr.).  Sección  hispano-íultram^arina,  1889-92  (ibid.).  El  Teatro  tagalo^ 
1889.  Nuevas  noticias  del  filósofo  Olavide,  1891  (en  Esp.  Mod.,  Mayo). 
Hatuey,  poem.  dram.,  1892  (ibid.,  Dic).  Lcís  ¡urdes  y  sus  leyendas^ 
1893.  Villergas  y  su  tiempo,  1894  (en  Esp.  Mod.,  Jun.).  Las  Obras  de 
Villergas,  1894  (ibid.,  Jul.).  España  fuera  de  España,  1894  (ibid.,  Ag.). 
Tenorios  políticos,  1894  (ibid.,  Set.).  Viaje  de  la  corbeta  Nautilus,  por 
Fern.  Villaamil,  1896  (ibid.,  Febr.).  Consúltese  Ant.  Cortijo  Valdés,. 
Biografía  del  Exento.  Sr.  D.  V.  Barrantes,  Madrid,  1874. 

31.  Año  18 51.  Santiago  Pérez  nació  en  Zipaquirá  de 
Colombia  (1830)  y  falleció  en  París  á  principios  del  siglo  xx; 
fué  presidente  de  la  República  (1874-76),  poeta  romántico  en  sus 
mocedades,  después  escritor  de  purísimo  gusto  y  brillante  es- 
tilo, sobre  todo  en  prosa.  Sus  discursos  son  modelos  de  ele- 
gancia. Estrenó  el  drama  romántico  Jacoho  Molai  (1851).  que 
Mariano  Ospina  destrozó  con  despiadada  crítica  desde  Mede- 
Uín,  aunque  aquella  obra  dramática  fué  el  Hernaiii  colombia- 
no, mereciendo  por  ello  alguna  mayor  consideración.  Bastante 
menos  se  había  hecho  hasta  entonces  en  Colombia  desde  Var- 
gas Tejada.  Lo  malo  es  que  no  tenía  hermosos  versos,  vesti- 
dura que  hizo  pasar  rozagantemente  tantos  dramones  dispara- 
tados en  la  época  romántica. 

Manuel  Ancizar  y  Basterra  (1812-1882).  nacido  en  la  ha- 
cienda de  El  Tintal,  cerca  de  Fontibon  (Colombia),  hijo  de  viz- 
caíno y  navarra,  doctorado  en  la  Habana,  catedrático  y  perio- 
dista en  Caracas  (1840),  secretario  de  Relaciones  Exteriores 
(1846)  en  Bogotá,  fundador  de  El  Neo-Granadino  (1848-54), 


S.  XIX,  185 1.  CARLOS  NAVARRO  Y  RODRIGO        87 

anduvo  en  la  Comisión  corográfica  de  Codazzi  como  secretario, 
redactando  las  impresiones  de  aquellos  viajes  (1850-5  O  en  el 
ameno  y  bonito  libro  Peregrinación  de  Alpha  (1853);  redactó 
después  en  Bogotá  (1855)  El  Tiempo;  fué  presidente  de  la  Cá- 
mara, rector  de  la  Universidad  y  del  Colegio  del  Rosario.  Gran 
repúblico  y  periodista,  demócrata  cristiano,  de  carácter  entero, 
amante  de  la  honradez  y  de  la  justicia. 

32.  Santiago  Pérez:  Ensayos  líricos  y  dramáticos,  Bogotá,  1851. 
Jacobo  Molai,  dr.,  ibid.,  185 1.  Gramática  de  la  lengua  castellan-a,  ibid., 
1853.  Leonor,  leyenda,  1855.  El  Castillo  de  Berkey,  dr.  hist.,  1856.  Sus 
últimos  escritos,  en  La  Defensa,  periódico  político  que  redactó  en  1880. 

M.  Ancizar :  Lecciones  de  psicología,  Bogotá,  1881.  Anarquía  y 
rojismo  en  N.  Granada,  Santiago  de  Chile,  1853.  Peregrinación  de 
Alpha  (1850-51),  Bogotá,  1853,  1914.  Diputado  á  la  Convención  na- 
cional... á  sus  comitentes,  1863.  Biografía  de  Sucre  (en  El  Repert. 
Colomb.  y  Bolet.  Acad.  Hist.),  Bogotá,  1903.  Biografía  de  Agustín 
Codazzi  (en  La  Patria).  Consúltense:  Juan  de  Dios  Restrepo,  Biogra- 
fía de  Ancizar;  Isid.  Laverde  Amaya,  Fisonomías  literarias.  Curazao, 
1890. 

33.  Año  1851.  Eugenio  de  Olavarría  y  Huarte  (1829-1S83),  de 
Bilbao,  jefe  del  Cuerpo  administrativo  del  Ejército,  director  de  El 
Ejército  Español  (1895),  colaboró  con  Francisco  Zea  en  Maese  Juan 
el  Espadero  y  otras  obras;  fué  redactor  de  Las  Cortes,  Eco  del  País, 
Universal  (1867),  América;  pero  no  firmaba.  Publicó  Tradiciones  de 
Toledo,  Madrid,  1880.  Leyendas  y  tradiciones,  ibid.,  1888.  Irmia,  poe- 
sía (en  Rev.  Esp.,  1881,  t.  LXXX).  El  Saltimbanco  (ibid.,  1883, 
t.  XCIX).  Para  el  teatro:  D.  Carlos  de  Austria,  1851.  Por  el  camino 
de  hierro,  185 1.  Duda  en  el  alma  ó  el  embozado  de  Córdoba,  1857. 
Los  Apuros  de  Gaspar,  1863.  Margarita,  zarz.,  1864.  El  Alcaide  de 
Toledo,  dr.,  1882.  Errar  la  cuenta. 

Florentino  Luis  Parreño  (1822-1897),  de  Málaga,  novelador  pé- 
simo, casi  tan  malo  como  San  Martín,  que  es  cuanto  cabe  en  el  género, 
publicó  Laura  de  Castro,  dr.,  185 1.  El  Conde  de  Sagunto,  Rey,  duque 
y  conspirador.  Pedro  el  temerario,  nov.  hist.,  1861.  La  Heroína  zegrí, 
1862.  El  Cáncer  de  la  vida,  dos  vols.,  1863-^4.  El  Héroe  y  el  César, 
1864,  1909.  Los  Invencibles,  el  monarca  y  la  hoguera,  1865.  El  Abismo 
y  el  valle,  1866.  Las  Plagas  de  un  pueblo,  1867.  La  Inquisición  y  el 
rey  y  el  Nuevo  Mundo  (la  más  famosa  de  sus  obras),  1867.  Jaime 
Alfonso  El  Barbudo,  1873.  El  Martirio  de  la  virtud,  1883,  dos  vols. 
Barbarroja,  historia  de  los  piratas  más  célebres  del  mundo,  1892. 

Carlos  Navarro  y  Rodrigo  (1833- 1903),  de  Alicante,  quien  de 
pobre  llegó,  á  fuerza  de  voluntad,  perseverancia  y  flexibilidad,  á  ser 
ministro,  fué  redactor  de  La  Época  (1860...)  y  La  Política;  cronista 


88        PRIMER   PERÍODO  DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (iSso-iSÓq") 

oficial  de  la  guerra  de  África  y  encargado  de  la  imprenta  del  Ejér- 
cito; político  y  orador.  Publicó  Ensayos  poéticos,  Alicante,  185 1.  Poe- 
sías, \'alencia,  1857.  El  Sahumerio  ó  los  mil  y  un  olores,  oriental, 
Barcelona,  1867.  Cuadros  al  fresco,  cuentos  de  todos  colores,  menos 
verdes,  Madrid,  1868.  El  Cardetuü  Cisneros,  ibid.,  1869.  Iturbide,  ibid., 
1869.  O'DonncIl,  ibid.,  1869,  dos  vols.  Su  Excelencia,  memorias  de  un 
gran  tunante,  Barcelona,  1871.  Las  Antillas,  1872  (2.*  ed.).  La  Restau- 
ración y  su  primer  ministro,  1877.  Notas  dispersas,  prosa  y  verso, 
Madrid,  1893.  La  Crisis  de  España  {Rev.  España,  1870,  t.  XV).  O'Don- 
ncIl y  la  guerra  de  África  (ibid.,  1868,  t.  I).  Cisneros  (ibid.,  1869, 
ts.  \'I-IX).  Casimiro  Perier  (ibid.,  1871,  t.  XVIIII).  La  Restauración 
(ibid.,  1879,  t.  LV).  Las  dos  borrascas,  soneto  (ibid.,  1879,  t.  LXVII). 
Lucha  eterna,  poesía  (ibid.,  1880,  t.  LXXIII),  etc. 

3-1.  Año  i8¿i.  Br.  Ajenjos  publicó  Zurribanda  critico-médi<o- 
literaria  que  da  al  Dr.  D.  Joaquín  Hysern,  Madrid,  1851. — Otro  ál- 
bum más  ó  colección  de  poesías  escogidas,  Ronda,  1851. — Álbum  pin- 
toresco, Madrid,  1851-52,  dos  vols. — Dionisio  Alcalá  Galiano 
(t  1860),  madrileño,  redactor  del  Diario  de  la  Marina  siete  años,  es- 
cribió, además  de  obras  económicas.  Poesías,  Habana,  1863. — Edu.\rdo 
Andeyro  del  Castillo  (1822-1892),  malagueño,  premiado  en  1851  por 
su  poesía  A  los  cinco  sentidos;  casado  en  1862,  escribió  Poesías  va- 
rias. Málaga,  1910,  póst. — 'Maximiano  Ángel  estrenó  El  Padrino,  zarz., 
Granada,  1851. — ^Robustiana  Armiño  de  Cuesta  (182 i- i 890),  de  Gijón, 
fundó  y  dirigió  en  Madrid  el  semanario  Ecos  del  Auseva  (1864-69), 
escribió  en  El  Pensamiento,  de  Badajoz  (1844);  El  Guadiana  (1845), 
La  Familia  (1875),  Los  Niños  (1870-77),  La  Primera  Edad  (1875),  El 
Altar  y  el  trono  (1869-J72),  etc.  Estuvo  casada  con  don  Juan  de  la 
Cuesta  Ckener,  fundador  de  la  Correspondencia  Medica.  Publicó  Poe- 
sías, dos  vols.,  Oviedo,  185 1.  Flores  del  Paraíso  ó  educación  de  la  in- 
fancia, Gijón,  1852.  Fotografías  sociales,  Madrid,  i8ói,  1863,  dos  vols. 
Las  Virtudes  capitales,  contra  soberbia,  humildad,  Madrid,  1865.  El  Án- 
gel de  los  tristes.  Dramas  de  la  costa,  novela,  1880. — Amadeo  de  Basi 
publicó  La  Mujer  del  Pacha  de  Jcrusalem,  Madrid,  1851,  1858. — Biblio- 
teca universal,  director,  Ángel  Fernández  de  los  Ríos,  cuatro  vols., 
Madrid,  1851-52. — Calisto  Bordenada  estrenó  Entre  dos  luces,  jug. 
cóm.-lír.  (1851). — Fray  Manuel  Buzeta  y  fray  Felipe  Bravo,  agusti- 
nos, publicaron  Diccionario  Geográfico-Estadistico-Histórico,  Madrid, 
1851,  dos  vols. — Daniel  Calvo  (n.  1832),  de  Sucre  (Bolivia),  ministro 
de  Instrucción  pública,  publicó  Melancolías,  1851.  Un  pensamiento,  Su- 
cre, 1859.  Ana  Dorset,  leyenda,  1869.  Rimas,  Santiago,  1870. — Pedro 
A.  Omacho  Pradilla,  colombiano,  publicó  Dos  leyendas  tradiciono- 
les,  Bogotá,  1851. — Cantos  dolorosos  en  que  se  explica  la  pasión  de 
n.  div.  Redentor  y  angustias  de  María,  La  Paz,  1851. — Juan  Julián 
Caparros  publicó  Sermones,  dos  vols.,  Madrid,  1851. — Mariano  Ca- 
rreras y  González  (1827-1885),  de  Morata  de  Jalón,  redactor  de  El 


S.    XIX,    185 1.    EDUARDO    ESPOXDA  89 

Observador  (1848-53),  La  Iberia  (1854);  fundador  de  La  Opinión,  etj 
Valencia  y  de  El  Argos  y  El  Magisterio  Español,  en  Madrid  (1867) ; 
director  de  la  Gaceta  de  Madrid  (1875).  Estrenó  Amor  de  padre,  com. 
(1851).  D.  Pepito  en  la  verbena,  jug.  (1852),  Amapolas,  flores  silves- 
tres, en  prosa  y  verso,  Madrid,  1866. — Enrique  del  Castillo  y  Alba 
(t  1879),  colaborador  en  La  Educación  Pintoresca,  El  Altar  y  el  Tro- 
no, Escenas  Contemporáneas,  El  Musco  Universal,  publicó  La  Flor  del 
paraíso  (1851),  Romancero  (1859),  Pasatiempos  literarios  (1866),  Las 
Ordenes  militares  portuguesas  (1872),  De  los  espectáculos  dramáticos 
en   sus   relaciones   con  la  moral   pública   (1872),   etc. — El    Conde   de 
Clonard  (n.  1793),  de  Barcelona,  teniente  general,  por  nombre  Don 
Serafín  María  de  Sotto  y  Ab-Ach,  publicó  Historia  orgánica  de  las 
armas  de  Infantería  y  Caballería  españolas,  Madrid,  1851-54,  16  vols. 
Álbum  de  la  Caballería  española,,  1861.  Álbum  de  la  Infantería  espa- 
ñola desde  sus  primitivos  tiempos,  ibid.,  1861.  Historia  de  los  colegios 
militares. — ^Juan    Codina    publicó    Guerras    de    Navarra    y    Cataluña 
(1451-1472),  Barcelona,  1851. — Colección  de  poesías  escogidas.  Ronda, 
1851,  2."  ed. — Luis  Cordero  (1830-1912),  poeta  ecuatoriano,  dedicó  á 
Andrade  su  mejor  poema.  Aplausos  y  Quejas,  y  le  imitó  en  lo  patrió- 
tico.— Corona  poética   en   conmemoración   del  fausto    natalicio   de   la 
Princesa  de  Asturias,  Madrid,  185 1,  21  composiciones  de  autores  no- 
tables.— El  Correo  de  la  Moda,  periód.  femen.  de  modas  y  literario, 
Madrid,  desde  185 1,  dirigido  por  Pedro  José  de  la  Peña,  y  desde  1867, 
por  Angela  Grassi. — 'Fernando  Cos-Gayón  escribió  en  la  Rev.  Espa- 
ña revistas  de  política  exterior  (1869-75)  y  de  crítica  literaria  (1869- 
73).  Historia  de  la  administración  pública  de  España,  Madrid,   1851. 
Crónica  del  viaje  de  SS.  MM...  á  Andalucía  y  Murcia,  1863.  Histor. 
jurídica  del  Patrimonio  Real,  1881,  Discursos,  1891.  Necrología  de... 
Cánovas,  1898. — Esteban  Dolz  del  Castelar,  presbítero,  publicó  Año 
Virginio,  Madrid,  1851-55,  cuatro  vols. — Manuel  Domínguez  (n.  1830), 
de  Querétaro  (Méjico),  escribió  leyendas  históricas  en  hermosos  ver- 
sos y  relaciones  de  viajes.  Obras  (leyendas  históricas,  descripciones), 
México,  1909  (t.  LXVII  de  la  Bibl.  Autor.  Mexic). — Fernando  José 
DE   Echevarría,   arquitecto,   publicó   Descripción   artístico^eligiosa    é 
histórica  del  grandioso  edificio  de  S.  Ignacio  de  Loyol-a,  Tolosa,  1851 
(con  Francisco  Abando,  capellán  del  santuario). — Juan  Manuel  Eche- 
verría, poeta  puertorriqueño,  obtuvo  el  premio  de  la  Academia  Real 
de  Buenas  Letras  de  San  Juan  Bautista  de  Puerto  Rico  en  1851,  y  es- 
cribió el  poema  Victoria  del  Morro  (1625)  y  el  canto  épico  El  Yunque 
(1851). — iFray  Juan  Félix  de  la  Encarnación  (1806-1879),  de  Geria 
(Valladolid),  agustino,  publicó  Estadística  de  la  Provincia  de  S.  Nicolás 
de  Tolentino  de  PP.  Agustinos  Rec.  de  Filipinas,  Manila,  185 1.  Dic- 
cionario Bisaya-español,  ibid.,  1851.  Diccionario  Español-bisaya,  ibid., 
1852. — Enciclopedia  moderna,  Madrid,   1851-55,  34  vols.,  por  los  más 
afamados  escritores. — Eduardo  Esponda  (181 5-1887),  de  Puerto  Rico, 
abogado  (1843),  publicó  Rosa  González,  nov.,  Habana,  185 1.  ¿Es  án- 


90        PRIMER   PERÍODO   DE   LA  ÉPOCA  REALISTA   (1850-1869) 

gelf,  nov.,  1877,  dos  vols.  La  Mulata,  estudio,  Madrid,  1878.  Doña 
Laura  de  Contrcras,  cuento. — Joaquín  Fontán  (n,  1825),  de  Ponte- 
vedra, bibliotecario  de  la  Reina,  diputado  (1858),  publicó  Poesías^ 
Madrid,  185 1.  Los  dos  rivales,  comedia. — 'Alvaro  Porcada,  sevillano, 
estrenó  Ernesto  y  Artemisa,  dr.,  Habana,  1851. — Margarita  Fran- 
cois  DE  Izaguirre  cstrcnó  El  Sol  de  Sa-lamanca,  zarz.  (1851). — Fray 
Francisco  Gaínza  y  Escobes,  dominico,  obispo  de  Nueva  Cáceres, 
publicó,  entre  otras  obras.  Memoria  y  antecedentes  sobre  l<is  expe- 
diciones de  Balanguingui  y  Joló,  Manila,  1851.  Milicia  de  Jesucris- 
to, manual  de  los...  de  la  Tercera  Orden  de  la  Penitencia  de  S.  Do- 
mingo, ibid.,  1859.  Facultades  de  los  obispos  de  Ultramar,  1S60, 
1877.  Ultimas  noticias  de  las  Misiones  españolas  del  Tunkin,  1860. 
Reseña  sobre  el  hospital  diocesano  de  Nueva  Cáceres,  1873.  Reseña 
del  Colegio  de  S.  Isabel...,  1877.  El  Santuario  de  N."  S."  de  la 
Peña  de  Francia,  Barcelona,  1881. — José  María  Ángel  Gaytán  (1819- 
1851),  de  Bogotá  (Colombia),  doctor  en  Leyes  (1838),  publicó  por 
entregas  y  sin  firmar  la  novela  que  postuma  reeditó  José  M.  Maldo- 
nado  y  Castro:  El  Doctor  Temis,  nov.,  Bogotá,  1851,  de  trama  compli- 
cada y  situaciones  dramáticas  como  las  de  Dumas,  de  costumbres  bo- 
gotanas, en  lenguaje  animado  y  con  algunos  toques  expresivos  v  re- 
cios.— Juan  María  Garay  y  Conde  publicó  Breves  apuntes  histórico- 
descriptivos  de  la  ciudad  de  Ecija,  ibid.,  185 1. — Francisco  de  Paula 
García  Peláez,  natural  y  arzobispo  de  Guatemala,  publicó  Memorias 
para  la  historia  del  antiguo  Rcyno  de  Guatemala,  tres  vols..  Guate- 
mala, 1851-52,  importante  resumen,  afeado  con  la  falta  de  método  y 
de  critica. — Gabriel  García  Moreno  (1821-1875),  de  Guayaquil,  cé- 
lebre presidente  católico  del  Ecuador  desde  1861,  fué  primero  perio- 
dista y  satírico  á  lo  Juvenal,  escribió  en  dos  tomos  la  Defensa  de  los 
Jesuítas,  obra  política.  Escritos  y  discursos,  dos  vols.,  Quito,  1887- 
1888.  P.  Barthe,  Garda  Moreno,  vengeur  et  martyr  du  Droit  Chrétien. 
— José  García  de  Arboleya  publicó  Historia  del  Archipiélago  y  Sul- 
tanía de  Joló,  Habana,  1851.  Manual  de  la  isla  de  Cuba,  compendio  de 
su  historia,  geografía...,  ibid.,  1852,  1859.  España  y  Méjico,  dos  vols., 
ibid.,  1861-62.  La  Verdadera  riqueza  de  las  naciones...,  ibid.,  1867,  Tres 
cuestiones  sobre  la  isla  de  Cuba,  ibid.,  1869. — Antonio  de  Gironella 
Y  Ayguals,  barcelonés,  puso  en  verso  castellano  la  Odisea,  1851,  tra- 
duciendo, no  del  griego,  sino  de  las  ediciones  latina  de  Stephano,  in- 
glesa de  Pope  y  francesas  de  Bitaubé,  Dugas-Montbel,  Dacier,  Le 
Brun  y  Bareste. — José  María  Goizueta  (1816-1884),  de  San  Sebastián, 
escribió  revistas  musicales  en  La  Época,  fué  redactor  de  El  Padre  Co- 
bos (1854-56),  y  la  cabeza  de  fraile  que  llevaba  la  publicación  era  su 
retrato.  Publicó  Leyendas  vascongadas,  Madrid,  1851,  1854,  1856, 
1866;  Bilbao,  1901  (t.  LVni,  Bibl.  base).  Aventuras  de  L^amián  el 
monaguillo ,  episodio  de  la  guerra  de  lu  Independencia,  Madrid,  1857. — 
Antonio  González  García  publicó  Pláticas  doctrinales,  Madrid,  1851. 
— Juana  Manuela  Gorriti  de  Belzú  (1819-1874),  argentina  de  vida 


S.    XIX,     185 1.    NICOMEDES    MARTÍN  gt 

novelesca,  casada  en  Bolivia  con  el  coronel  Manuel  Belzú,  presidente 
de  aquella  República  y  asesinado  por  Melgarejo,  vivió  en  Lima  du- 
rante el  destierro  (1855-65)  de  su  esposo  y  después  de  enviudar,  diri- 
gió un  colegio  y  El  Correo  del  Perú,  y  escribió,  antes  de  1845,  La 
Quena,  leyenda  incásica,  La  Paz,  185 1,  que  se  discutió  mucho;  des- 
pués, otras  varias  novelas.  Sueños  y  realidades,  obras  completas,  dos 
vols.,  B.  Aires,  1865.  Un  año  en  California,  Lima,  1869.  Panoramas 
de  la  vida,  B.  Aires,  1875.  Oasis  en  la  vida,  B.  Aires,  1888. — Manuel 
DE  GuiLLAMAS  publicó  Reseña  histórica  del  origen  y  fundación  de  las 
Ordenes  Militares,  Madrid,  1851. — León  Hinestrosa  (1816-1880),  de 
Bogotá,  publicó  Rodríguez  el  ajusticiado,  nov.,  Bogotá,  185 1  (en  El 
Pasatiempo).  Blanca,  cuento.  Gloria  á  Bolívar  y  otras  poesías. — Historia 
argentina  del  descubrimiento,  población...,  B.  Aires,  1851,  tres  vols.  El 
t.  I  comprende  esta  Historia,  escrita  por  Rui  Díaz  de  Guzmán  en  16 12 
y  parte  de  la  Hist.  del  Paraguay,  del  padre  Guevara.  El  t.  II,  la  historia 
de  los  guaraníes,  de  Gonzalo  de  Doblas ;  reconquista  de  B.  Aires  y  ro- 
mances sobre  ella  (1806-07)  y  otras  cosas.  El  t.  III,  La  Argentina,  de 
Barco  Centenera,  y  Tablas  de  latitudes,  de  A.  Malaspina. — Santiago 
Infante  de  Palacios  estrenó  Joseliyo  y  la  serrana  (con  su  hermano  To- 
más), 1851,  Los  dos  compadres,  com.  (con  id.),  1851.  El  Beso,  com.,  Ha- 
bana, 1870.  Miguel,  dr.,  Madrid,  1874.  El  número  siete,  jug.,  1874.  Pilar , 
monól.,  1886.  Lucrecia  B orgia,  jug.,  1889.  Otras  24  piezas  cita  Trelles 
(t.  VII,  pág.  151).  Emilia,  monól.,  1895. — José  Inzenga  y  Castella- 
nos (1828-1891),  madrileño,  de  los  fundadores  de  la  Gaceta  Musical 
(1855-78),  profesor  en  la  Esc.  Nac.  de  Música  y  Declamación,  buen 
compositor,  premiado  en  1846,  educado  en  París  y  vuelto  en  1848  á 
España,  estrenó  su  primera  obra,  El  Campamento,  en  1851,  y  trabajó 
mucho  por  la  zarzuela.  Publicó  Impresiones  de  un  artista  en  Italia^ 
Madrid,  1876.  Cantos  y  bailes  populares  de  España  (Galicia),  1888; 
id.  de  Murcia,  1888;  de  Valencia,  1888. — ^JosÉ  Jiménez  Serrano,  ju- 
risconsulto granadino,  colaborador  del  Semanario  Pintoresco  (1846-50),, 
estrenó  El  Valor  recompensado,  dram.  hist.,  Granada,  185 1.  Publicó 
Amor  de  madre,  novela,  Barcelona,  1882,  dos  vols. — José  F.  Jiménez 
estrenó  Contra  amor  no  hay  resistencia,  com..  Granada,  185 1. — Gasi- 
no Leonor  publicó  Últimos  momentos  del  M.  R.  P.  Fr.  Pascual  Ibá- 
ñez  ó  la  conquista  de  Joló...,  en  verso  y  prosa,  Manila,  1851. — Abra- 
ham  López  publicó  Decimotercio  Calendario,  Méjico,  1851. — Mate» 
Magariños  Cervantes  publicó  Eduardo  ó  las  víctimas  del  amor,  nov., 
Montevideo,  185 1. — ^JosÉ  A.  Marqués  de  Prado  publicó  Recuerdos  de 
África  ó  apuntes  para  formar  la  historia  gral.  de  las  posesiones  espcu- 
volas  del  África  mediterránea,  Barcelona,  1851.  Recuerdos  de  África,, 
historia  de  la  plaza  de  Ceuta,  Madrid,  1851,  1859. — Martín  Martico- 
rena  publicó  Poesías  sin  arte,  Madrid,  185 1. — Juan  Martín  Cortés  y 
FusTER  publicó  Otro  Eusebia,  recreaciones  titiles  en  diálogos,  poema 
didascálico.  Elche,  1851. — ^Nicomedes  Martín  Mateos  (1806-1890),  de 
Béjar,  juez,  catedrático,  registrador,  autor  de  obras  filosóficas  y  poli- 


92        PRIMER   PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

ticas,  colaborador  de  El  Siglo  (1848),  Rez:  Esp.,  etc.,  publicó  Veinte  y 
seis  cartas  al  Sr.  Marqués  de  Valdcgamas  en  contestación  á  los  26  cor- 
pítalos  de  su  Ensayo,  Valladolid,  1851.  El  Espiriiualismo,  curso  de 
filosofía,  cuatro  vols.,  Madrid,  1861-63.  Los  Místicos  españoles.  Cartas 
filosóficas  á  D.  Ramón  de  Campoamor  en  contestación  á  su  obra  de 
*'Lo  Absoluto",  Béjar,  i866. — EugEiNio  Martínez  Cuende,  redactor  del 
Boletín  del  Xuevo  Círculo  Lírico-dramático  (1853)  y  de  Las  Noveda- 
des, publicó  El  Arpa  del  Bardo,  ensayos  poéticos,  Madrid,  1851.-^ 
Manuel  Martínez  Quintanar  estrenó  Una  aventura  de  Felipe  IV, 
com.  (1851). — Memorial  histórico  español...  que  publica  la  R.  Acade- 
tnia  de  la  Historia,  Madrid,  1851-1915,  47  vols. — ^JosÉ  de  Mesa  y 
Aguilar  estrenó  El  Cacique  y  el  celoso,  dr.,  Sevilla,  1851. — Ángel 
María  Monti  publicó  Historia  de  Gibraltar,  Sevilla,  185 1. — Miguel 
Morayta  y  S.^grario  (1833-1917),  madrileño,  fundador  con  Castelar 
y  Francisco  Canalejas  de  El  Eco  Universitario  (1851),  redactor  de 
La  Rcp.  Ibérica  (1869-70),  Gente  Vieja  (1902);  director  de  La  Rcfor^ 
ma  (1868)  y  Rev.  Ibérica;  catedrático  de  la  Central,  librepensador  y 
demócrata,  publicó  ¡Aquellos  tiempos!,  coloquios  literarios,  históricos 
y  morales,  Madrid,  1875.  Historia  de  ¡a  Grecia  Antigua,  ibid.,  1883, 
dos  vols.  Historia  general  de  España,  nueve  vols.,  ibid.,  1890-96.  Ma- 
sonería española^  páginas  de  su  historia,  191 5. — Ramón  Morel  estrenó 
Dejar  el  honor  bien  puesto,  com.,  Zaragoza,  185 1. — Ginés  de  Moscoge 
estrenó  Isabel  I,  com.,  Barcelona,  1851. — Mundo  suspirando,  obra  en 
verso  escrita  por  una  sociedad  de  jóvenes,  Valencia,  1851.— Francisco 
Xard,  abogado,  redactor  del  Semanario  de  Industria  (1846-48),  escri- 
tor de  obras  didácticas  y  descriptivas,  publicó  Guía  de  Aranjuez,  su 
historia  y  descripción,  Madrid,  1851,  Vida  militar  y  política  de  D.  Ra- 
fael del  Riego,  Madrid,  1854,  dos  vols. — Pedro  Novia  de  Salcedo 
(1790-1865),  bilbaíno,  del  Consejo  de  Provincia,  diputado  y  senador, 
publicó  Defensa  histór.,  legislativa  y  económ.  del  Señorío  de  Vizcaya 
y  prov.  de  Álava  y  Guipúzcoa,  contra  las  Noticias  hist.  de  luán  An- 
tonio Llórente,  Bilbao,  1851,  cuatro  vols.  Diccionario  bascongado,  im- 
preso póst.,  Tolosa,  1887,  dos  vols. — Francisco  Palou  y  Flores  pu- 
blicó Una  venganza  frustrada,  nov.,  Madrid,  185 1. — Manuel  Pavía, 
marqués  de  Novaliches,  general  del  Ejército,  publicó  Memorias  so- 
bre la  guerra  de  Cataluña  (i847-'48),  Madrid,  1851.  Ejército  del  cen- 
tro (1874),  1878.  Pacificación  de  Andalucía,  1878. — Sebastián  Pérez 
publicó  Balmes  y  sus  impugnadores,  Logroño,  1851. — Poemas  premia- 
dos por  la  Academia  Real  de  Buenas  Letras  de  Puerto  Rico,  ibid., 
1851. — José  M.  Romero,  sevillano,  estrenó  Un  desengaño  á  tiempo 
(con  Juan  Corrales),  com.,  1851.  El  Susto  de  Cárdenas,  dr.  (1851), 
Por  los  parneses,  zarz.  (1853). — Joaquín  Sánchez  de  Fuentes  pu- 
blicó Carlos  I  de  España,  novela,  Madrid,  185 1. — Matías  Sangrador 
Vítores  publicó  Historia...  de  Valladolid,  ibid.,  1851-54,  cuatro  vols. 
Memoria  histórica  sobre  la  expulsión  de  los  moriscos,  ibid.,  1858.  Gran 
biblioteca  histórico-asturiana,  Oviedo,   1863-66.  Historia  de  la  Admi- 


S.  XIX,  1852.  FERNÁN  CABALLERO  gZ 

nist ración  de  Justicia  y  del  antiguo  gobierno  del  princ.  de  Asturias 
y  colección  de  sus  fueros,  ibid.,  1866. — (Luis  de  Solís  y  Manso  pu- 
blicó Ensayos  poéticos,  Madrid,  185 1. — Sud-América,  rev.  de  San- 
tiago, 1851,  tres  vols. — Teodoro  Valenzuela  (n.  1830),  de  Buga  (Co- 
lombia), juez,  diputado,  senador  y  diplomático,  escribió  poesías,  de 
las  que  pueden  verse  muestras  en  los  Parnasos. — Mariano  Vallejo, 
director  de  El  Contra  Bombos,  redactor  de  La  Discusión,  El  Año  óiy 
Gente  Vieja,  publicó  La  Favorita,  nov.,  Madrid,  185 1.  Leyendas  y 
tradiciones,  Madrid,  1896.  De  la  piel  del  diablo,  zarz.,  1899. — Fran- 
cisco DE  Vargas  Machuca  publicó  Vida  poltt.,  militar  y  pública 
de...  D.  F.co  Lcrsundi,  Madrid,  185 1.  Reina  de  las  flores,  zarz.,  1864. 
— Pablo  J.  Villaseñor  recogió  Aurora  poética  de  Jalisco,  colecc.  de 
poesías  líricas  de  jóvenes  jaliscienses,  Guadalajara,  185 1  (21  poetas). 
— ^Antonio  Vinageras  (1833-1905),  de  Matanzas,  que  vivió  largos 
años  en  Sevilla,  estrenó  Los  dos  estandartes,  dr..  Matanzas,  185 1. 
Obras,  París,  1855-58,  dos  vols.  Elogio  de  Poey,  París,  1858.  Ideas^ 
París,  1862  (en  verso  y  prosa).  El  Pan  del  pueblo,  Madrid,  1866.  Al- 
mas desiertas,  Madrid,  1866.  Enriqueta,  nov,,  ibid.,  1868.  A  la  tnemo- 
ria  de  mi  padre,  1868.  Discurso  de  la  Univ.  de  Salamanca,  1869.  Perlas 
blancas  y  negras,  Madrid,  1869.  Virtud  ó  crimen,  dr.,  1879.  Por  todas 
partes  se  va  á  Roma,  com.,  1879.  El  Hombre  bíblico,  confer.,  1879. 
Conferencias,  1890-91. 

35.  Año  i8¿2.  Fernán  Caballero,  por  propio  nombre 
Cecilia  Bóhl  de  Faber  (1796-1877),  hija  de  Nicolás  Bóhl  de 
Faber  y  de  Francisca  Larrea,  nació  en  Morges,  del  cantón  de 
Berna,  yendo  de  viaje  sus  padres  de  Cádiz  á  Hamburgo,  de 
donde  á  poco  volvió  con  ellos.  Convertido  al  catolicismo  el  pa- 
dre por  fray  Diego  José  de  Cádiz,  crió  á  sus  hijos  religiosa- 
mente, yeniSioóiSii  llevó  á  Cecilia  á  Hamburgo,  donde  la 
niña  estuvo  dos  años  aprendiendo  el  alemán  con  su  abuela,  y, 
vuelta  á  Cádiz,  casó  en  18 16  con  el  capitán  don  Antonio  Pla- 
nells  y  Bardaji,  de  Ibiza,  con  quien  estuvo  algunos  meses  en 
Puerto  Rico,  hasta  que,  muerto  el  esposo  antes  del  año,  volvió 
á  Europa,  viviendo  varios  años  en  Hamburgo,  y  casándose 
otra  vez  en  Cádiz  (1822)  con  el  oficial  de  Guardias  espa- 
ñolas don  Francisco  Ruiz  del  Arco,  marqués  de  Arco  Her- 
moso. Habiéndose  trasladado  á  las  ricas  posesiones  de  su  es- 
poso en  Dos  Hermanas,  despertósele  la  afición  á  las  narra- 
ciones del  pueblo ;  recogió  frases,  cuentos,  cantares  y  dichos- 
y,  por  pura  curiosidad  de  guardar  el  suceso  que  oyó  á  un 
campesino  y  que  luego  fué  argumento  de  La  Familia  de 
Alvar eda,  redactó  aquella  misma  noche  una  breve  narración 


94         PRIMER   PERÍODO  DE   L.^   ÉPOCA  REALISTA   (185O-1869) 

primero  en  alemán,  y  así  fué  escribiendo  otras  sin  intento  de 
publicarlas.  Pasaron  á  Sevilla,  donde  tenían  tertulia  en  casa,  y 
a,lli  escribió  la  primera  novelita  de  costumbres  andaluzas,  Sola, 
en   alemán,   que   se   imprimió   en   Hamburgo,    183 1.    Murió  el 
Marqués  en  1835,  quedando  viuda  por  segunda  vez  á  los  trein- 
ta V  ocho  años;  dos  y  medio  después  falleció  su  padre  y  á  los 
otros  dos.  su  madre  (1838).  Casó  por  tercera  vez  con  don  An- 
tonio Arrón  de  Avala  en  el  Puerto  de  Santa  IMaria  (1837)  X' 
venidos  á  menos  sus  bienes,  ausente  el  esposo  como  Cónsul  de 
España  en  Australia,  decidióse  á  publicar  La  Gaviota  en  El 
Heraldo,  de  Madrid  (1849),  escrita  por  ella  en  francés  y  tra- 
ducida al  castellano  por  José  Joaquín  de  Mora,  y  firmando  con 
el  seudónimo  de  Fernán  Caballero,  nombre  de  un  pueblo  de  la 
Mancha  que  sonaba  á  nombre  y  apellido.  Gustó  la  novela,  Eu- 
genio de  Ochoa  saludó  desde  La  España  "al  nuevo  Walter 
^  Scott  español"  y  todo  el  mundo  se  echó  á  buscar  quién  fuese. 
Estaba  en  Sanlúcar,  cuando   fueron  á  Andalucía  don  Manuel 
Cañete,  don  Ignacio  María  de  Argote,  marqués  de  Cabriñana ; 
-don  Juan  Guillen  Buzaran,  don  Fermín  de  la  Puente  y  Ape- 
cechca  y  don  Aureliano  Fernández  Guerra,  los  cuales  supieron 
de  don  Antonio  de  Latour,  Mora  y  Pastrana,  quién  era  la  au- 
tora, estrechando  con  ella  amistad  desde  entonces  y  dándola  á 
conocer  en  España.  Colaboró  la  Fernán  Caballero  en  la  Revista 
de  Ciencias,  Literatura  y  Artes  (185 5-1 861,  seis  vols.),  recién 
fundada  por  Cañete  y  Fernández  Espino,  en  Sevilla,  publican- 
do en  ella  Tres  almas  de  Dios,  que  después  tituló  Un  Serzñlón 
3  un  liberalito.  En  1858  sus  obras  contaban  ya  13  volúmenes, 
editados  por  Mellado,  con  introducciones  de  los  mejores  lite- 
ratos de  España.  Habíanse  las  más  publicado  en  folletines  de 
periódicos:  Clemencia,  en  El  Museo  Español  (1852);  Lágrimas 
y  Un  Verano  en  Bornos,  en  dicha  colección  de  Mellado  (1858), 
que  se  agotó  á  los  pocos  meses.  Su  esposo  se  suicidó  en  Lon- 
dres, de  vuelta  á  Australia,  después  de  pasados  dos  años  en 
España,  turbada  su  razón  por  creerse  engañado  de  su  gerente, 
«n  quien  tenía  puesta  toda  la  confianza.  Diez  años  pasó  Fer- 
nán  Caballerg  en  Sevilla,  teniendo  el  alcázar  i)or  vivienda,  y 
en  él  escribió  sus  últimas  obras  y  artículos;  pero  hubo  de  salir 
de  allí  cuando,  en  la  Revolución  de  Setiembre  de  1868,  arrojada 


:/ x.'t'-y^  fi^"^^      ^,^t-'<^¿«-i¿^$!^í-V-<>- 


{Obras  cotnpletas,  t.  I,  iSgS. 


S.    XIX,     1852,    FERNÁN    CABALLERO  gb 

de  España  Isabel  II,  que  le  había  dado  aquel  gracioso  aloja- 
miento, fueron  declarados  en  venta  los  bienes  del  Patrimonio 
Real.  Pasóse  á  vivir  á  una  casita  de  la  calle  entonces  llamada 
Juan  de  Burgos,  hoy  Fernán  Caballero,  donde  publicó  su  últi- 
ma obra.  Cíientos,  oraciones,  adizñnanzas  y  refranes  populares 
é  infantiles,   1877,  y  falleció  con  duelo  de  toda  España  y  de 
Europa  entera.  Hembra  verdaderamente  admirable  por  su  cla- 
rísimo ingenio,  grande  y  tierno  corazón;  por  sus  desgracias, 
soportadas  con  fortaleza  varonil ;  por  su  modestia,  amor  á  los 
desgraciados,   á  quienes  socorría  sin  ostentación,   y  por  toda 
suerte  de  virtudes.  En  la  literatura  castellana  del  siglo  xix  es 
la  Fernán  Caballero  de  importancia  tan  capital  como  poco  re- 
conocida. Ella  revivió  la  novela  castiza  española  sin  ingredien-  ,y 
tes  románticos ;  la  novela  realista  y  de  costumbres  de  Cervan- 
tes, continuada  después  por  Galdós.  Ella  dio  el  primer  ejemplo 
de  la  novela  regional,  continuada  por  Pereda.  Ella  fué  la  pri- 
mera que  introdujo  el  folklore  ó  demosofía  en  España. rAxle- 
lantándose  al  sentido  estético  de  su  época,  que  se  ceñía  al  ro- 
manticismo europeo,  llegó  de  un  salto  á  lo  que  tras  el  romanti- 
cismo había  de  venir :  al  realismo,  al  folklorismo,  que  después 
-sucedió,  y  al  regionalismo  literario,  última  evolución  y  término 
íinal  del  espíritu  romántico,  esto  es,  al  arte  nacional,  más  allá 
del  cual  no  se  concibe  mejora.  De  su  padre  Bohl  de  Faber  y 
de  su  madre  Francisca  Larrea  sacó  y  llevó  á  la  práctica  este 
«spíritu ;  pero  mucho  más  de  su  madre,  decidida  defensora  de 
la  literatura  nacional.  Fernán  Caballero,  bien  enterada  en  las 
principales  lenguas  y  literaturas  de   Europa,   lastimándose  de 
ver  el  veneno  que  incautamente  bebían  los  españoles  en  traduc- 
ciones de  novelas  francesas,  prendada  del  rico  minero  que  ha- 
bía descubierto  en  el  pueblo  español,  propúsose  contrarrestar 
los  daños  que  traia  la  novela  extranjera  con  narraciones  po- 
pulares castizas.  La  sinceridad  de  su  sano  intento  libróla  de  las 
l)ambollas  románticas  y  de  la  servil  imitación  de  Walter  Scott, 
único  género  novelesco  á  la  sazón  cultivado  en  España.  La  ele- 
vación extraordinaria  de  su  juicio  hízole  apreciar  el  tesoro  en- 
terrado en  el  terruño  de  elementos  estéticos,  que  los  eruditos 
pisaban  con  menosprecio.  Desde  Cervantes  nadie  se  había  aba- 
jado á  desenterrarlo;  desde  Cervantes  no  había,  por  lo  mismo, 


96        PRIMER   PERÍODO   DE   LA  ÉPOCA   REALISTA   (185O-.T869) 

habido  verdadero  novelista  nacional  en  España.  'A  la  corrom- 
pida sociedad  francesa,  pintada  por  sus  novelistas,  quiso  opo- 
ner la  vida  patriarcal,  sencilla,  henchida  de  verdaderas  y  en- 
cubiertas virtudes  del  pueblo  español ;  á  las  inmorales  y  anár« 
quicas  doctrinas  que  en  dorada  copa  servían  los  novelistas 
franceses,  la  doctrina  evangélica  encerrada  en  cuentos  y  refra- 
nes de  nuestra  raza.;  Balzac  y  Jorge  Sand  habían  convertida 
la  novela  romántica  histcSrica  de  Scott  en  novela  realista  de  la 
vida,  cual  se  daba  en  la  sociedad  francesa;  Fernán  Caballero, 
sin  el  menor  intento  de  imitarles,  con  sólo  buscar  la  belleza 
donde  se  halla  horra  de  ficciones,  en  el  pueblo,  dio  con  la  mis- 
jriYd  veta  del  realismo  español  que  antaño  beneficiara  Cervan- 
tes. Fué  en  España  tan  inventora  de  la  novela  realista  como 
Balzac  lo  fué  de  Francia.  Sino  que  en  Francia  la  sociedad  es- 
taba corrompida  y  en  la  cabeza  de  sus  novelistas  hervían  prin- 
cipios y  doctrinas  malsanas,  corroedoras  de  la  moral,  de  la 
familia  y  de  la  sociedad ;  y  el  pueW  j  que  Fernán  Caballero  pin- 
tó estaba  sustancialniente  sano,  la  cabeza  de  la  escritora  más 
sana  aún  y  el  corazón  henchido  de  nobles  sentimientos.  Las 
canteras  eran  opuestas  tanto  como  los  artistas :  opuestas  re- 
sultaron las  obras.  Fernán  Caballero,  avezada  á  los  sufrimien- 
tos de  la  vida  y  no  hallando  consuelo  más  que  en  la  doctrina 
del  Evangelio,  se  desvivir.,  por  aliviar  con  ese  mismo  consuelo 
las  penas  de  los  desgraciados,  sacándolo  de  las  mismas  tradi- 
ciones, cuentos  y  dichos,  que  el  ])ueblo,  á  quien  quería  consnlar, 
sabía  y  repetía.  La  sabiduría  popular  es  honda,  moral  y  evan- 
gélica :  la  de  los  eruditos,  como  los  novelistas  franceses,  de 
más  brillo,  más  moderna  y  de  moda,  harto  menos  profunda- 
mente arraigada  en  la  experiencia  del  triste  vivir  y  de  los  ro- 
bustos principios  morales  que  como  savia  mantiene  la  paz  del 
hogar,  el  amor  de  los  prójimos,  el  sosiego  de  los  corazones.  No 
se  critique  en  Fernán  Caballero  el  intento  doctrinario  que  en- 
cierran sus  novelas,  sin  sectarismos  ni  tesis  forzadas,  i)orque  el 
mismo  intento  doctrinario  encierran  las  novelas  extranjeras 
que  con  las  suyas  combatió  y  las  naturalistas  y  sociales  que 
después  han  venido,  con  harto  mayor  empeño  sectario  y  do- 
cente. Ni  jamás  sucedió  ni  estuviera  bien  sucediera  que  los  es- 
critores no  avivasen  sus  escritos  ccn:  sjs  propias  creencias  y  i>er- 


S,    XIX,     1852.    FERNÁN    CABALLERO  97 

sonales  sentimientos.  El  arte  no  es  cámara  fotográfica  que  co- 
pia la  realidad,  "es  representación  de  la  realidad  al  través  de 
iin  temperamento",  como  los  mismos  naturalistas  han  procla- 
mado. Y  entre  doctrinas  y  doctrinas,  algunos  preferirán  las 
destructoras  de  la  familia  y  de  la  sociedad,  las  materialistas 
que  niegan  el  alma  y  la  moral ;  los  más  de  los  hombres,  hoy  por 
hoy,  escogen  las  contrarias,  las  que  puso  en  sus  obras  Fernán 
Caballero.  Su  sentir  era  el  del  pueblo  español  y  asi  sus  ojos 
vieron  en  él  lo  que  le  cuadraba,  su  corazón  latió  armónicamen- 
te con  el  del  pueblo  y  supo  representarlo  en  sus  novelas  tal 
cual  era.  Posteriores  novelistas  españoles  dieron  á  sus  fábulas 
más  intrincado  enredo  que  avivase  la  curiosidad;  Fernán  Ca- 
ballero no  quiso  enredar  lo  que  en  la  realidad  no  hallaba  enre- 
dado, y  hoy  en  día  los  últimos  novelistas  tienden  á  lo  mismo, 
sin  acordarse  de  quien  antes  lo  hizo,  como  si  fuera  un  hallazgo 
maravilloso.  La  vida,  dicen,  no  es  compleja  como  esas  tramas 
novelescas.  Tal  creyó  Fernán  Caballero  y  tal  la  representó  en 
sus  novelas.  Y  no  dejaba  de  ser  cosa  nueva,  á  más  de  tener  el 
mérito  de  la  naturalidad.  "Hay  en  este  ligero  cuadro,  escribió 
G.  de  Molene,  lo  que  más  debe  gustar  generalmente:  novedad 
y  naturalidad."  "Es  innegable,  añadía  Al.  Dumas,  que  las  co- 
sas sencillas  son  las  que  más  conmueven  los  corazones  profun- 
dos y  las  altas  inteligencias."  Estos  epígrafes  que  llevaba  la 
novela  encierran  el  temperamento  literario  de  la  autora.  Para 
compararla  con  los  novelistas  franceses  de  su  tiempo  y  con  los 
posteriores  de  Francia  y  España,  téngase  presente  que  novela 
es  "representación  de  la  vida".  El  que  más  vivamente  la  re- 
presente y  con  mayor  sencillez  de  medios,  ése  será  mejor  no- 
velista. Zola  habrá  representado  fielmente  un  pedazo  de  la 
sociedad  francesa,  el  más  bajo  y  sucio  pedazo;  el  ruedo  de  la 
vestidura,  digamos,  deshilachado  y  cazcarriento :  es  gran  nove- 
lista. Fernán  Caballero  ha  representado  el  pedazo  principal  y 
más  característico  de  la  sociedad  española,  que  es  el  pueblo. 
Resulta  que  ese  pueblo  es  más  moral,  de  costumbres  más  sana.s 
y  hermosas,  de  noble  pensar,  de  sentir  hondo,  de  donairosa  des- 
envoltura, de  agudo  ingenio,  de  gracejo  chispeante,  de  soca- 
rrón y  salado  decir.  Tanto  que  mejor  para  avalorar  la  repre- 
sentación que  de  él  hace  nuestra  novelista,  tan  fiel  y  un  poqui- 

TOMO  VIH.  — 7 


98    PRIMER  PERÍODO  DE  LA  ÉPOCA  REALISTA  (185O-1869) 

to  más.  con  menos  andaluzadas  y  más  sombra  andaluza  que  no 
la  que  de  las  heces  de  París  logró  hacer  Zola.  Es  más  nacional 
representación :  por  consiguiente,  más  característica  y  más  hu- 
mana; es  representación  de  cosas  más  hermosas,  físicas  y  mo- 
rales :  por  consiguiente,  más  amena  y  de  más  dulce  deleite  esté- 
tico. ¿Por  qué  ha  de  ser  más  hermosa  la  pintura  de  un  ester- 
colero que  la  de  una  alegre  y  vistosa  boda?  Si  aquello  sirve  á 
la  ciencia  como  documento,  como  documento  sirve  estotro. 
Todo  está  en  la  fidelidad  de  la  representación,  y  á  fe  que  no 
habrá  quien  no  halle  en  Zola  alguna  exageración,  algo  de  carica- 
turesco, un  poco  de  querer  frapper  y  de  teatral.  En  la  verdad 
de  caracteres,  en  la  descripción  de  lugares,  en  el  mostrar  el 
choque  de  pasiones  y  modos  de  sentir  de  los  personajes  no 
queda  vencida  por  Zola  la  Fernán  Caballero ;  en  lo  que  la  Fer- 
nán Caballero  vence  á  Zola  es  en  expresar  la  ternura  y  delica- 
deza de  sentimientos,  en  pintar  el  candor  de  los  niños,  la  paz 
del  hogar,  la  hermosura  de  la  virtud.  Por  apropiada  que  sea  el 
habla  de  los  personajes  de  Zola,  jamás  llega  á  la  castiza  mane- 
ra del  decir  de  los  personajes  de  Fernán  Caballero.  Sus  dichos 
y  frases  están  tomados  de  la  realidad,  y  todas  sus  fábulas  son 
verdaderos  sucedidos;  mientras  que  las  fábulas  y  asuntos  de 
Zola  son  bien  fantaseados,  pero  fantaseados,  no  reales.  A  esto 
queda  reducido  el  realismo  de  Zola  y  Fernán  Caballero,  y  en 
ese  realismo,  que  llaman  naturalismo  por  allá,  se  cifra  todo  el 
valer  literario  de  la  novela,  según  los  mismos  naturalistas. 
Hablar  así  de  Zola  nos  ahorra  de  recordar  á  los  demás  nove- 
listas franceses  y  españoles.  Fernán  Caballero,  en  suma,  es  la 
que  hizo  renacer  en  España  la  novela  realista  y  á  la  vez  na- 
cional y  regional,  castiza  en  asunto,  pensar,  sentir  y  decir,  como 
no  la  había  habido  desde  Cervantes.  Su  fuerza  característica 
i  que  arraiga  en  el  pueblo,  la  pintura  de  la  vida  íntima  y  del 
¡alma  de  las  gentes  andaluzas  y  españolas,  impedirá  que  estas 
novelas  se  avejenten.  Gustarán  en  cada  época  las  del  momento; 
pero  siempre  sobrenadarán  las  de  esta  novelista,  como  sobre- 
nada y  es  eterno  cuanto  arraiga  en  el  pueblo  y  es  característi- 
camente nacional,  l'^n  l'^rnán  Caballero  la  mujer  sobrepuja  á 
la  escritora;  v  la  mujer  se  trasluce,  más  (|ue  en  las  obras  que 
publicó,  en  las  cartas  pnvadas  que  escribió.  Hay  que  añadir  á 


S.  XIX,  1852.  FERNÁN  CABALLERO  99 

•SU  gloria  de  novelista  otra  mayor:  la  de  su  correspondencia 
epistolar. 

8«-  El  padre  de  la  novela  moderna  fué  Honorato  Balzac,  que, 
■cual  otro  «Cervantes,  puso  en  sus  obras  todo  el  afán  y  trabajos  de  su 
vida,  llena  de  triunfos  y  de  tormentos,  de  luchas  y  de  sacrificios.  El 
epígrafe  general  con  que  rotuló  sus  novelas  de  La  Comedia  humana, 
dice  la  universalidad  que  abarcan  y  la  manera  realista  con  que  están 
escritas.  Desde  entonces  la  novela  ha  servido  para  difundir  entre  todo 
linaje  de  gentes  toda  clase  de  doctrinas,  siendo  tan  dañinos  y  tan 
benéficos  sus  frutos  como  los  del  periodismo.  En  periódicos  efectiva- 
mente y  en  revistas,  no  menos  que  en  libros,  han  llegado  al  público 
las  novelas,  y  en  su  dulzura,  elegante  estilo  y  encendidos  afectos  e«- 
vueltas  las  más  opuestas  doctrinas.  Después  de  Balzac,  el  más  famoso 
novelista  fué  Walter  Scott,  que  introdujo  la  novela  histórica.  Cele- 
bradísima  fué  Nuestra  Señora  de  París,  de  Víctor  Hugo,  y  bastante 
menos  sus  demás  novelas;  pero  la  mayor  parte  de  las  que  en  Francia 
se  leían,  presto  eran  traducidas  en  España  por  satisfacer  la  curiosidad 
y  sin  atender  al  mérito  de  las  traducciones,  que  era  nulo.  Entre  ellas 
sobresalieron  por  su  estruendo  el  Judío  errante  y  Los  Misterios  de 
París,  de  Eugenio  Sué,  obras  socialistas  hoy  insufribles.  Por  la  magia 
del  estilo  gustaron  mucho  Indiana,  Consuelo,  Lelia,  Espiridion,  La 
Condesa  de  Rudolstal,  de  Jorge  Sand,  aunque  mucho  más  las  Memo- 
rias del  diablo.  Paul  de  Koch  todavía  se  lee.  Paul  Feval  hízose  famoso 
con  El  Hijo  del  diablo;  pero,  sobre  todo,  Alejandro  Dumas,  con  Los 
Tres  mosqueteros,  La  Reina  Margarita,  El  Conde  de  Montecristo,  Las 
Memorias  de  un  médico  y  Los  Mohicanos  de  París.  Larra,  Villoslada, 
Escosura,  García  de  Villalta,  Espronceda,  fueron  los  primeros  en  hacer 
-novelas  originales  en  castellano  al  tono  de  Walter  Scott;  pero  no  fue- 
ron muy  leídas.  Vinieron  luego  los  socialistas  imitadores  de  Sué,  so- 
lare todo  Ayguals  de  Izco,  cuyos  novelones  se  leyeron  más  por  lo 
mismo,  aunque  literariamente  valían  mucho  menos  que  las  de  Juan 
Martínez  Villergas  y  Alfonso  García  Tejero.  Por  entregas  se  ven- 
dían infinidad  de  novelones  franceses,  y  todo  el  mundo  los  devoraba. 
Entonces  pi^blicó  su  primera  novela  Fernán  Caballero,  Su  valer  se 
saca  de  este  sencillo  hecho:  Las  páginas  fogosas  imitadas  de  Jorge 
Sand,  E.  Sué,  Dumas  padre  y  el  Vizconde  d'Alincourt,  que  se  engu- 
llían por  aquel  entonces,  están  apolillándose  en  las  librerías  de  viejo  ó 
se  hicieron  ya  polvo  años  ha ;  las  novelas  de  Fernán  Caballero,  á  des- 
pecho de  las  modas  y  de  las  doctrinas  literarias,  políticas  y  religiosas 
que  hoy  privan,  siguen  leyéndose  y  creo  firmemente  se  leerán  mientras 
liaya  gentes  de  gusto  que  gocen  de  conocer  el  alma  española.  Ya  ha 
envejecido  Zola,  y  Fernán  Caballero  se  remoza  por  momentos.  Las 
novelas  pornográficas,  las  únicas  que  hoy  se  leen,  acaso  seguirán  le- 
yéndose mucho  tiempo ;  acaso  de  aquí  á  cincuenta  años  nadie  se  acuer- 
de de  ellas,  lo  que  sí  puede  asegurarse  es  que  las  de  Fernán  Caballero 


100      PRIMER   PERÍODO   DE   LA  ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

se  leerán  más  que  hoy  ó  habrá  de  perderse  enteramente  el  sentimiento 
át  lo  más  noble  y  hermoso  que  encierran  las  tradiciones  humanas. 
Algunos  modernos,  ahitos  de  novelas  atormentadas  y  terriblemente 
desmoralizadoras,  han  dicho  que  Fernán  Caballero  idealizó  el  pueblo 
andaluz;  otros,  que  las  costumbres  que  describe,  aunque  sean  reales, 
son  muy  sosas  y  que  sosas  resultan  las  novelas  de  Fernán  CaballerQ. 
Para  todos  ellos  escribió  la  misma  novelista  (La  Fam.  de  Alvareda) : 
"Esto  es  lo  que  muchas  personas  no  comprenden  ó  fingen  no  com- 
prender. Todo  se  comprende  en  este  mundo:  todos  los  vicios,  todas 
las  irregularidades,  las  inclinaciones  más  atroces,  hasta  la  de  los  an- 
tropófagos; pero  se  niega  la  de  la  vida  tranquila  y  retirada  (de  las 
religiosas),  sin  cuidado  de  lo  presente  ni  de  lo  por  venir.  En  el  mun- 
do todo  se  cree:  se  cree  en  la  mujer  libre,  en  la  moral  del  robo,  en  la 
filantropía  de  la  guillotina;  se  cree  en  los  habitantes  de  la  luna  y  en 
otros  puffs,  como  dicen  los  ingleses,  ó  cañarás,  como  dicen  nuestros 
vecinos,  ó  bolas  y  patrañas,  como  llamamos  nosotros.  Todo  se  lo  traga 
el  escéptico  sátiro  llamado  mundo,  porque  nada  hay  tan  crédulo  como 
la  incredulidad,  ni  tan  supersticioso  como  la  irreligión.  Pero  no  cree 
en  los  instintos  de  pureza,  en  los  deseos  modestos,  en  corazones  hu- 
mildes ni  en  sentimientos  religiosos :  eso,  no.  La  existencia  de  éstas  es 
un  puff,  un  canard,  una  hola,  que  no  le  cuela;  no  tiene  este  !Minotau- 
ro  tales  tragaderas.  Para  esos  filósofos  que  pretenden  quitar  la  opi- 
nión, una  religiosa  es,  ó  una  víctima  inmolada  ó  un  monstruo  que  se 
sustrae  á  las  leyes  de  la  naturaleza  y  á  sus  sagrados  instintos.  Nobles 
y  elevados  son  por  cierto  nuestros  sagrados  instintos  si  engendran  la 
■mujer  libre  y  niegan  la  mujer  religiosa,  sumisa  y  casta.  Guardad  allá 
vuestras  máximas  impías  y  disolventes,  que  en  España  no  son  los  en- 
tendimientos bastante  obtusos  para  que  los  engañéis,  ni  las  almas 
bastante  innobles  para  que  las  pervirtáis."  Y  éstas  son  las  predicade- 
ras que  otros  hallan  mal  y  como  defectos  en  las  novelas  de  Fernán 
Caballero;  sobre  todo,  los  modernos  novelistas  del  amor  libre  y  de  la 
irreligión.  Si  ellos  se  creen  con  derecho  á  mejorar  la  sociedad  con 
sus  doctrinas  desbaratadoras  de  la  familia,  concédanle  al  menos  á 
la  Fernán  Caballero  el  derecho  á  pintar  y  alabar  la  vieja  sociedad 
española  y  sus  doctrinas  morales,  nobles  y  edificantes.  Ni  ellos  ni  ella 
supieron  escribir  novelas  que  no  encarnasen  doctrina  alguna,  ni  es 
bueno  se  escriban,  pues  cada  cual  tiene  su  alma  en  su  almario,  que, 
quieras  que  no,  mete  en  lo  que  escribe.  Ahora,  cuáles  doctrinas,  las  de 
ella  ó  las  de  ellos,  sean  más  sanas,  confortadoras  y  edificantes,  los 
lectores  lo  juzgarán  ateniéndose  á  su  conciencia  y  á  las  consecuencias 
de  tales  doctrinas  en  la  sociedad,  en  la  familia  y  en  los  individuos. 
Schopenhauer,  Zur  Mctaphysik  des  Sclwnen  und  Acsthetik:  "Una  no- 
vela será  tanto  más  elevada  y  sublime  cuanto  más  vida  interior  y  me- 
nos exterior  desarrolle;  y  esta  proporción,  como  un  signo  caracterís- 
tico, acompaña  á  todos  los  grados  de  novela,  desde  Tristón  Sliandy 
hasta  la  más  tosca  novela  de  caballerías  ó  de  ladrones;  Tristón  Shan- 


S.  XIX,  1852.  FERNÁN  CABALLERO  lOI 

dy  puede  decirse  que  no  tiene  acción,  ¡  y  cuan  escasa  la  tienen  La 
Nueva  Eloísa  y  el  IVilhelm  Meister!  Don  Quijote  mismo  tiene,  rela- 
tivamente, poca  acción,  y  ésta  es  muy  insignificante  y  tiende  á  lo  có- 
mico; estas  cuatro  novelas  son  lo  mejor  del  género.  Examínese,  ade- 
más, las  maravillosas  novelas  de  Juan  Pablo,  y  se  verá  cuánta  vida 
interior  desarrollan  sobre  la  base  más  exigua  de  la  exterior.  Hasta 
las  novelas  de  Walter  Scott  tienen  un  considerable  exceso  de  vida 
interior  sobre  la  exterior,  y  ésta  sólo  se  presenta  siempre  con  objeto 
de  poner  en  movimiento  aquélla,  mientras  que  en  las  malas  novelas 
existe  por  sí  misma.  El  arte  consiste  en  que,  con  la  menor  cantidad  po- 
sible de  vida  exterior,  se  dé  el  más  vigoroso  impulso  á  la  interior, 
porque  ésta  es,  en  realidad,  el  objeto  de  nuestro  interés.  La  misión 
del  novelista  no  es  referir  grandes  acontecimientos,  sino  hacer  inte- 
resantes los  pequeños,"  Eug.  Hartzenbusch,  pról.  á  Una  en  otra: 
■''Las  novelas  de  F.  C.  sólo  son  novelas  (es  decir,  relaciones  fingidas), 
porque  los  acontecimientos  descritos  en  ellas  no  se  han  verificado  to- 
dos en  el  mismo  orden,  ni  con  intervención  de  las  mismas  personas, 
ni  en  los  propios  lugares  donde  se  dice;  pero  todos  han  sucedido:  de 
las  personas  introducidas  en  Una  en  otra,  unas  viven,  otras  vivieron, 
muchas  vivirán  siempre...  No  hay  cosa  más  parecida  á  la  verdad  que 
la  verdad  propia...  Allí  no  se  transige  con  el  vicio  de  ninguna  mane- 
ra: las  acciones  buenas  van  revestidas  de  todo  el  brillo  que  debe  cir- 
cundar el  trono  de  la  virtud;  el  vicio  y  el  crimen  aparecen  estigmati- 
zados con  los  colores  que  más  deformes  pueden  hacerlos."  Joaquín 
Francisco  Pacheco,  pról.  á  La  Estrella  de  Vandalia:  "Escapar  al  pe- 
ligro de  la  imitación  y  de  la  escuela  en  este  tiempo;  copiar  d'aprés 
nature,  cuando  copian  tantos  de  las  que  ya  son  copias,  y  por  cierto  no 
muy  fieles;  desechar  esas  malas  tradiciones;  romper  esos  tristes 
prestigios;  tener  valor  para  empaparse  en  la  pura,  en  la  franca,  en 
la  verdadera  verdad,  y  para  presentarla  sin  rodeos,  como  sin  afei- 
te: he  aquí  lo  que  ya  indica  por  sí  sólo  un  espíritu  sano,  un  en- 
tendimiento recto,  un  juicio  merecedor  de  toda  alabanza.  Y  si  aña- 
dimos á  eso  que  no  sólo  ha  observado  por  sí,  sino  que  ha  obser- 
vado bien,  que  ha  escogido  con  talento,  que  ha  pintado  con  fuerza, 
que  ha  sentido  con  ternura,  que  ha  pensado  con  corazón...  Gran 
narrador,  gran  pintor,  gran  observador  de  caracteres,  escritor  ori- 
ginal y  espontáneo."  El  Duque  de  Rivas  dice  que  los  personajes  de 
La  Familia  de  Alvareda  "parecen  retratos  de  Velázquez ;  ¡  tan  al  vivo 
y  con  mano  tan  maestra  están  dibujados  y  coloridos!"  Fem.  Caba- 
llero, en  el  pról.  de  A.  Cavanilles  á  Lágrimas:  "¡Yo  literato!  No  soy 
la  rosa ;  pero,  como  dice  Biüwer,-  estuve  á  su  lado  y  me  impregné  de 
su  olor.  No  soy  erudito,  soy  solamente  culto.  En  cuanto  escribo  no 
hay  arte,  ni  saber,  ni  estudio;  es  instintivo;  tal  vez  expreso,  como  us- 
ted habrá  notado,  un  pensamiento  de  culta  esfera  sin  cuidar  del  len- 
guaje. Procuro,  sí,  poetizar  la  verdad,  ennoblecer  nuestra  pobre  na- 
turaleza... Yo  las  llamo  novelas,  cuadros,  relaciones;  pero  no  me  he 


102      PRIMER   PERÍODO  DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

propuesto  escribir   novelas.    He   tratado   de   dar   una   idea   verdadera^ 
exacta,  genuína  de  España  y  de  su  sociedad;  describir  la  vida  interior 
de  nuestro  pueblo,  sus  creencias,  sus  sentimientos,  sus  dichos  agudos. 
La  parte  que  podría  llamarse  novela  sólo  sirve  de  marco  á  este  vasto 
cuadro  que  me  he  propuesto  bosquejar...   Mi  intención  supera  mucho 
á  la  de  hacer  novelas...  Es  la  rehabilitación  de  cuanto  con  grosera  y 
atrevida  planta  ha  hollado  el  nunca  bien  ponderado  siglo  xix.  Reha- 
bilitación de  lo  santo,  de  lo  religioso,  de  las  prácticas  religiosas  y  su 
alto  y  tierno  significado;  de  las  costumbres  españolas  puras  y  rancias; 
del  carácter  y  modo  de  sentir  nacional ;  de  los  lazos  de  la  sociedad  y 
de  la  familia;  del  freno  en  todo  y  sobre  todo  en  esas  ridiculas  pasio- 
nes que  se  afectan  sin  sentirse  (porque,   afortunadamente,   una  gran 
pasión  es  rara) ;  las  virtudes  modestas,  como  la  de  Lágrimas,  preferi- 
bles á  las  que  se  pavonean  y  se  ostentan...  Estoy  persuadido  que  toda.'i 
las  más  hermosas  sátiras,  género  tan  universal  y  en  que  han  sobre- 
salido tantos  ingenios  superiores,  no  han  servido  de  nada  ni  han  he- 
cho germinar  ningún  buen  sentimiento,  y   sí   sólo  el  malhadado  des- 
precio del  hombre  hacia  el  hombre.  Muy  al  contrario :  las  referencias 
de  lo  bueno  y  de  lo  noble  despiertan  en  nosotros  sentimientos  análo- 
gos, los  ponen  en  circulación,  los  inoculan."  Y  el  mismo  Cavanilles, 
de  su  cosecha:  "Nadie  ha  pintado  con  tanto  acierto  la  vida  íntima,^ 
las  escenas  del  hogar  doméstico,  las  costumbres  populares.  Nadie  ha 
comprendido  tan  bien  como   usted   el   mérito   de  acciones  que   pasan 
desapercibidas,   la   razón  de  ciertas  prácticas,   la   filosofía  de   ciertos 
dichos   vulgares.   Cuando  nos   pinta   usted   una   escena   terr-ble,    ;  qué 
más  terrible  que  sus  descripciones...!   La  paz  doméstica,  la  felicidad 
conyugal    tienen    en    su    pluma    intérprete    digno.    ¡  Y   cómo    describe 
usted  la   dulzura,   el   candor  de  los  niños,   sus  juegos  y   sus  gracias 
infantiles...  !  En  medio  de  estas  escenas  viene  á  sorprendernos  un  pen- 
samiento de  alta  esfera,  lleno  de  filosofía,  de  profunda  moral  y  del 
puro  espíritu  del  Evangelio.  Y  ese  pensamiento  es  tan  natural,  y  se 
deduce  tan  lógicamente,  y  estaba  tan  cerca  de  nosotros,  y  nosotros, 
¡  ciegos !,  no  le  veíamos.  Pero  usted  lo  descubrió  con  su  vista  de  águi- 
la, y  del  caos  brotó  la  luz  y  de  la  piedra  árida  saltó  un  raudal."  M.  Pe- 
layo,  Crít.  liter.,  5.*  ser.  (1908),  pág.  99:  "La  observación  y  la  censura 
festiva  de  las  costumbres  nacionales  se  había  encerrado  al  principio 
en   marco  muy   reducido:   escenas  aisladas,   tipos   singulares,   pincela- 
das y  rasguños,  á  veces  de  mano  maestra,  pero  en  los  cuales,  si  podía 
lucir  el   primor   de  los   detalles,    faltaba   el   alma  de   la   composición, 
faltaba  un  tema  de  valor  humano,  en  cuyo  amplio  desarrollo  pudiesen 
entrar  twJos  aquellos  accidentes  pintorescos,  sin  menoscabo  del  interés 
dramático  que  había  de  resultar  del  conflicto  de  las  pasiones  y  aun  de 
las  ideas  apasionadas.  Tal  empresa  estaba  reservada  á  una  mujer  ilus- 
tre, en  cuyas  venas  corrían  mezcladas  la  sangre  germánica  y  la  an- 
daluza, y  cuyo  temperamento   literario  era  manifiesta   revelación   de 
sus   orígenes.    Si   un    velo   de   idealismo   sentimental    parecía   interpo- 


S.    XIX,     1852.    FERNÁN    CABALLERO  lo3 

nerse  entre  sus  ojos  y  la  realidad  que  contemplaban,  rompíase  este 
velo  á  trechos  ó  era  bastante  transparente  para  que  la  intensa  visión 
de  lo  real  triunfase  en  su  fantasía  y  quedase  perenne  en  sus  uái^inas, 
empapadas  de  sano  realismo  peninsular,  perfumadas  como  arca  de 
cedro  por  el  aroma  de  la  tradición,  y  realzadas  juntamente  por  una 
singular  especie  de  belleza  ética  que  no  siempre  coincide  con  la  belleza 
del  arte ;  pero  que,  á  veces,  llega  á  aquel  punto  imperceptible  en  que 
la  emoción  moral  pasa  á  ser  fuente  de  emoción  estética:  altísimo  don 
concedido  sólo  á  espíritus  doblemente  privilegiados  por  la  virtud  y 
por  el  ingenio."  Ibidem,  pág.  254:  "Fernán  Caballero,  cuyo  realismo 
sano,  y  aun  pudiéramos  decir  angelical,  se  ejercitó  siempre  en  la  ob- 
servación de  las  costumbres  tradicionales,  idealizándolas  en  cierto 
modo,  pero  labrando  hondamente  en  la  cantera  del  documento  vivo 
y  trasladando  á  sus  libros,  no  sólo  rasgos  de  pasión  y  de  ingenuidad 
sublime  de  los  que  "no  se  inventan",  según  su  propia  expresión,  sino 
un  material  riquísimo  y  enteramente  auténtico  de  cuentos  y  cantares, 
de  rimas  infantiles,  de  oraciones,  de  acertijos,  de  refranes  y  dichos 
agudos  y  sentenciosos;  en  suma,  de  todas  las  manifestaciones  artísti- 
cas y  formales  del  alma  andaluza,  recogidas  de  la  viva  voz  del  pue- 
blo." ídem,  pág.  387 :  "Así  en  los  que  llama  cuadros  de  costumbres, 
como  en  muchas  de  sus  novelas,  donde  la  acción  es  escasa  y  los  per- 
sonajes y  las  escenas  de  familia  lo  son  todo,  rayó  tan  alto  como  el 
que  más  en  este  linaje  de  escritos,  aunque  no  estaba  inmune  de  cierto 
sentimentalismo  á  la  alemana  ó  á  la  inglesa,  enteramente  extraño  á 
la  índole  de  las  escenas  que  describe,  ni  tampoco  se  libraba  del  inmo- 
derado afán  de  declamar  á  todo  propósito,  y  de  interrumpir  sus  mejo- 
res cuentos  con  inoportunos,  si  bien  encaminados  sermones...  Así  y 
todo,  aun  los  más  prevenidos  contra  aquella  índole  literaria  tan  an- 
gelical y  tan  simpática,  ante  quien  toda  crítica  enmudece,  no  podrán 
menos  de  reconocer  á  la  insigne  andaluza  autora  de  Clemencia  y  de 
La  Gaviota,  el  mérito  supremo  de  haber  creado  la  novela  moderna  de 
costumbres  españolas,  la  novela  de  sabor  local,  siendo  en  este  concepto 
discípulos  suyos  cuantos  hoy  la  cultivan,  y  entre  ellos  Pereda,  que, 
afín,  además,  por  sus  ideas  con  las  de  Fernán  Caballero,  se  ha  gloriado 
siempre  de  semejante  filiación  intelectual."  Pardo  Bazán,  La  Cuestión 
palpitante,  18,  247  y  258:  "Mientras  los  novelistas  de  su  época  metían 
en  tinta  lienzos  de  asunto  histórico  á  lo  Walter  Scott,  Fernán  tomaba 
apuntes  de  las  costumbres  que  veía  de  la  gente  que  alentaba  á  su  alre- 
dedor, pintando  asistentas,  bandidos,  gaviotas,  curas,  pastores,  labrie- 
gos y  toreros;  y  algunas  veces  en  sus  bosquejos  andaluces  brillaba  el 
sol  de  Mediodía,  el  que  Fortuny  condensó  en  sus  cuadros.  Hay  patio 
de  Fernán  que  no  parece  sino  que  lo  estamos  viendo  y  que  nos  ale- 
gra los  ojos  con  sus  flores  y  el  oído  con  el  rumor  del  agua,  el  cacareo 
de  las  gallinas  y  la  inocente  charla  de  los  niños.  Más  real,  más  sincera 
y  sencilla  inspiración  es  la  de  Fernán  que  la  de  casi  todas  las  novelas 
de  pendón  y  caldera,  capa  y  espada  ó  cimitarra  y  turbante  que  se  esti- 


104     PRIMER   PERÍODO  DE    LA   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

laban  entonces."  José  María  Asensio,  F.  Caballero  y  sus  obras,  pte.  3.', 
I,  161-162 :  "En  Fernán  Caballero  se  admira  como  nota  saliente  el  es- 
tudio del  corazón  humano  y  el  de  los  caracteres,  hecho  con  la  pro- 
fundidad de  una  inteligencia  alemana  y  con  la  delicadeza  del  senti- 
miento de  una  mujer  andaluza.  Lo  que  resplandece  en  sus  obras  es  la 
verdad,  lo  mismo  en  los  tipos  que  en  las  situaciones.  No  se  distingue 
por  el  arte  de  imaginar  una  fábula  intrincada,  desenvolverla  con  in- 
terés creciente  y  llevarla  á  imprevisto  desenlace  á  través  de  graves 
complicaciones  y  conmovedoras  peripecias.  Sus  narraciones  son  sen- 
cillas, casi  siempre  tienen  por  fondo  un  suceso  verdadero,  más  ó  menos 
adornado  para  distraer  la  atención  ó  disimular  la  realidad ;  pero  la 
descripción  pintoresca  de  los  lugares,  la  narración  viva,  variada,  de 
los  acontecimientos,  lo  animado  de  las  escenas,  que  se  presentan  á  la 
imaginación  como  si  las  estuviera  presenciando  el  lector,  son  dotes 
que  dan  todo  su  atractivo  á  las  novelas  de  Fernán.  Ella  supo  penetrar 
en  el  sentido  interior  de  las  antiguas  y  graves  familias  españolas,  asi- 
milándose su  modo  de  ser,  su  manera  recta  y  honrada  de  pensar,  sor- 
prendiendo los  momentos  críticos  y  verdaderamente  dignos  de  estudio 
y  atención  en  que  una  nueva  savia  entraba  en  la  sociedad  española ; 
en  que  dentro  de  las  casas  señoriales  del  antiguo  régimen  se  infiltra- 
ban ideas  que  pugnaban  abiertamente  con  cuantas  allí  eran  veneradas, 
y  los  hijos,  sin  darse  cuenta  de  ello,  empezaban  á  juzgar  de  la  con- 
ducta de  sus  padres,  á  tener  pensamientos  propios  y  aspiraciones  que 
no  se  ajustaban  á  los  cánones  que  eran  axiomas  indiscutibles  en  la  ge- 
neración que  les  prjcediera.  Del  contraste  entre  lo  antiguo  que  se  des- 
comconía  y  paulatinat^.ente  iba  desapareciendo,  aunque  oponiendo 
gran  resistencia  á  toda  innovación,  y  lo  nuevo  que  se  infiltraba  sin 
sentir  por  todas  partes,  y  aun  aparecía  en  las  acciones  de  los  mismos 
que  lo  repugnaban  y  lo  repelían,  supo  sacar  -jI  mayor  atractivo  de  sus 
novelas ;  el  resto,  quizá  la  parte  principal,  se  debe  al  estudio  y  á  las 
pinturas  verdaderas  de  las  costumbres  del  pueblo,  y  con  particularidad, 
del  campo  andaluz,  cuyos  rasgos  característicos  sorprendió  con  ex- 
t.aordinaria  penetración,  pintó  con  amor  y  con  verdad,  y  expuso  en 
fábulas  recogidas  en  los  lugares  mismos  que  las  dan  el  fondo  más 
apropiado  para  que  sean  conocidas  y  produzcan  en  alto  grado  deleite 
é  instrucción.  La  filosofía  de  Fernán  Caballero  era  la  filosofía  cris- 
tiana. La  fe  literaria  era  en  ella  hija  de  la  fe  religiosa.  De  sus  novelas 
más  importantes,  como  de  sus  menores  artículos,  de  sus  relaciones  y 
de  sus  cuadros,  sólo  se  desprende  una  consecuencia:  que  la  Religión 
es  la  mejor  guía  de  la  vida,  el  consuelo  de  todas  las  desgracias.  El 
fin  moral  es  patente  en  todos  sus  escritos,  y  el  manto  de  la  Religión 
los  envuelve  todos  con  encantadora  naturalidad.  Y  sabe  pintar  de 
mano  maestra  al  incrédulo  y  al  malvado :  presenta  en  sus  escenas  al 
indiferente,  al  vicioso  y  al  desengañado,  y  con  rasgos  propios  y  tan 
seguros  toíjues  como  los  que  su  pluma  consagra  á  pintar  la  bondad 
y  la  virtud;  que  no  en  balde  había  pasado  los  mejores  años  de  su 


S.  XrX,  1852.  FERNÁN  CABALLERO  Io3 

vida  en  paises  donde  se  hacía  alarde  de  combatir  á  la  Religión  cris- 
tiana y  entre  personas  que  ostentaban  como  gala  sus  creencias  hete- 
rodoxas. Pero  tales  sombras  sirven  á  Fernán  Caballero,  como  á  todos 
los  grandes  artistas,  para  hacer  resaltar  y  dar  mayor  relieve  á  las 
figuras  bañadas  de  luz.  La  escritora  de  aquellos  agradables  cuentos 
es  gran  propagandista  de  las  ideas  religiosas;  su  filosofía  es  la  cris- 
tiana." Eug.  Ochoa,  La  España,  1849:  "El  mayor  mérito  de  La  Ga- 
viota consiste,  seguramente,  en  la  gran  verdad  de  los  caracteres  y  de 
las  descripciones ;  en  este  punto  recuerda  á  cada  paso  las  obras  de 
los  grandes  maestros  del  arte,  Fielding,  Walter  Scott,  Cooper,  Cer- 
vantes, y  á  veces  compite  con  ellos.  No  todos  estarán  conformes  con  lo 
que  vamos  á  decir:  á  nuestro  juicio,  ese  mérito  es  el  que  principalmente 
debe  buscarse  en  una  novela,  porque  es,  digámoslo  así,  el  más  esen- 
cial, el  más  característico  de  este  género  de  literatura.  Verdad  y  no- 
vedad en  los  caracteres,  verdad  y  novedad  en  las  descripciones:  tales' 
son  los  dos  grandes  ejes  sobre  que  ha  de  girar  necesariamente  toda 
novela  digna  de  este  nombre..."  "En  La  Gaviota,  la  acción  es  casi 
nula :  todo  lo  que  constituye  su  fondo  puede  decirse  en  poquísimas 
palabras :  ¡  rara  prueba  de  ingenio  en  el  autor,  haber  llenado  con  la 
narración  de  sucesos  muy  vulgares  dos  tomos,  en  los  que  ni  sobra  una 
línea,  ni  decae  un  solo  instante  el  interés,  ni  cesa  un  punto  el  embe- 
leso del  lector !  Consiste  esto  en  la  encantadora  verdad  de  sus  des- 
cripciones, en  la  grande  animación  de  sus  diálogos,  y  más  que  todo, 
en  el  conocido  sello  de  vida  que  llevan  todos  los  personajes,  desde  el 
primero  hasta  el  último." 

Fernán  Caballero:  La  Gaviota  (pról.  de  Eug.  Ochoa),  Madrid, 
1849  (en  El  Heraldo).  Clemencia  (pról.  de  Luis  Eguilaz),  Madrid, 
1852  (y  en  El  Museo  Español),  dos  vols.,  1857,  1862.  Cuadros  de  cos- 
tumbres populares  andaluzas  (pról.  del  Marqués  de  Molins),  Sevilla, 
1852;  Valencia,  1870,  1878.  Lágrimas  (pról.  de  Ant.  Cavanilles),  Cá- 
diz, 1853;  Madrid,  1858,  1887.  La  Estrella  de  Vandalia  (pról.  de  Joa- 
quín F.co  Pacheco),  ^ladrid,  1855.  La  Suegra  del  diablo,  Madrid, 
1855  (en  Las  Novedades).  Obras  completas,  19  vols.,  Madrid,  1855. 
Una  en  otra  (pról.  de  Hartzenbusch),  Madrid,  1856.  La  Familia  de 
Alvar eda  (pról.  del  Duque  de  Rivas),  Madrid,  1856.  Elia  ó  España  50 
años  ha  (pról.  de  Fernando  de  Gabriel),  Madrid,  1857.  Relaciones 
(pról.  de  Fermín  de  la  Puente),  Madrid,  1857.  Un  scn'ilón  y  un  libe- 
ralito  (carta  de  Aparisi,  introd.  de  Jerónimo  de  la  Puente  Apezechea), 
Madrid,  1857.  Vulgaridad  y  nobleza,  ibid.,  1857;  Sevilla,  1860-61. 
Obras  completas  (edic.  Mellado),  13  vols.,  Madrid,  1858:  entre  ellas, 
Un  verano  en  Bornos  (pról.  de  Emilio  Olloqui),  Una  en  otra  (pról.  de 
Hartzenbusch).  Cuentos  y  poesías  populares  andaluzas  (pról.  de  J.  J. 
de  Mora),  Sevilla,  1859;  Madrid,  1877,  1916.  Noticia  del  origen  de  la 
capilla  real  de  la  Virgen  de  Valmelabrada...  y  de  su  restauración... 
en  i8¿p  (y  corona  poética  dedic.  á  los  Duques  de  Montpensier  por  la 
restauración...),  Sevilla,   1859.  Deudas  pagadas  (pról.  de  M.  Cañete), 


106      PRIMER   PERÍODO   DE   LA  ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

Madrid,  1860,  1863.  Obras  completas  (ed.  Mellado),  16  vols.,  Madrid, 
1861-64.  El  Alcázar  de  Sevilla,  Sevilla,  1862.  Colección  de  artículos 
religiosos  y  morales,  Cádiz,  1862.  Obras  {Colecc.  de  Aut.  Esp.),  ll 
vols.  (I,  if.  V.  XIII,  XVI.  XVII.  XX,  XXIII,  XXXII,  LX).  Leipzig, 
(1863-78.  La  Fariseo  (pról.  de  Pedro  Madrazo)  y  Las  dos  gracias,  Ma- 
drid, 1865,  1S67.  La  Mitología  contada  á  los  niños  é  historia  de  los 
grandes  hombres  de  la  Grecia,  Barcelona,  1867,  1873.  La  Corruptora 
y  la  buena  maestra  de  costumbres,  Madrid.  1868.  Cuentos,  oraciones, 
adiiñnanzas  y  refranes  populares  é  infantiles,  Madrid,  1877,  1878. 
Estar  de  mus  y  Magdalena,  Sevilla,  1878.  Ultimas  producciones,  pre- 
cedidas de  una  noticia  biográfica  por  Fernando  Gabriel  v  Fui^  de 
Apodnca,  Sevilla,  1878.  Obras  {Colecc.  de  Escritores  Castellanos), 
17  vols.  (ts.  XCVIII,  CVII.  CXI,  CXIV,  CXXII,  CXXV,  CXXXI, 
CXXXII,  CXXXIII,  CXXXV,  CXL.  CXLV,  CLI,  CLIII.  CLV, 
CLVIII,  CLIX),  Madrid,  1893-1914.  Obras  completas,  16  vols..  Ma- 
drid, 1902-1916.  Obras  completas,  Ant.  Romero,  cinco  vols.,  1907. 
Carlas  familiares...  por  el  M.  R.  P.  Diego  de  Vclencina  (en  Rev. 
Archiv.,  XVII  (1907),  págs.  100-119)  y  aparte,  1907.  La  Hija  del  sol 
(vol.  I  de  la  Bibliot.  Univ.,  de  Ángel  Fernández  de  los  Ríos).  El  Re- 
franero del  Campo  y  poesías  populares,  1914  {Obr.  compL,  t.  XVI). 
La  Farisea,  Las  dos  gracias  ó  expiación,  1916.  Consúltense:  Alfred 
Morel-Fatio,  F.  C.  d'apres  sa  corrcspondance  avec  Antoine  de  La- 
tour.  en  Bulletin  Hispanique,  t.  III  (1901)  y  en  Eludes  sur  l'Espagne, 
3.*  serie,  págs.  279-370;  C.  PitoUet,  Les  premiers  essais  littéraircs  de 
F.  C,  en  Bullet.  Hisp.,  t.  IX  (1907),  págs.  67-86  y  286-302;  t.  X,  pá- 
ginas 286-306,  378-396;  José  M.  Asensio,  en  el  t.  I  de  Obras  compl.  de 
F.  C,  Madrid,  1893;  Marqués  de  Figueroa,  F.  C.  y  la  novela  en  su 
tiempo,  Madrid,  1886;  Fernando  Gabriel,  estudio  biográfico  que  pre- 
cede á  Magdalena;  Fernán  Caballero,  sa  vie,  ses  a:uvres,  par  le  Comte 
de  Bonneau-Avenant,  París,  1882;  Fem.  Wolf,  en  el  Jahrbuch  für 
romanische  und  englische  Literatur,  fase.  3  (1857),  págs.  247-297; 
Cbcr  den  realistischen  Román  und  das  Siltcngemalde  bei  den  Spaniern 
in  der  neuesten  Zeit,  mil  besonderer  Bccihung  auf  die  Werke  von 
Fernán  Caballero;  Rev.  Archiv.,  Los  papeles  de...,  1902  (Agosto); 
L.  Coloma,  Recuerdos  de  F.  C,  Bilbao  (s.  a.) ;  Cartas  familiares  de 
F.  Caballero,  en  Rev.  Archiv.,  1907  (Juiio). 

37.  "Año  t8'j2.  Antonio  Cánovas  del  Castillo  (1828- 
1897),  malagueño,  á  quien  apoyó  en  sus  primeros  pasos  en 
Madrid  (1845)  El  Solitario,  primo  de  su  madre,  de<;pués  en  la 
política  O'EVonnell,  subiendo  al  cabo  hasta  ser  el  primer  hom- 
bre de  Estado  de  su  tiempo  en  España  y  ol  principal  fautor  de 
la  Restauración  de  la  Monarquía  después  de  la  Revolución  y 
de  la  República,  por  sus  propios  esfuerzos  y  talentos  y  por  su 
oratoria  y  gran  cultura.  Publicó  poesías  en  el  Semanario  Pin- 


w 


{Problemas  contemporáneos,  Madrid,  1884.) 


S.  XIX,  1852.  ANTONIO  CÁNOVAS  DEL  CASTILLO  1  07 

toresco  (1847),  la  novelita  La  Campana  de  Huesca  (1852)  y 
los  ocho  únicos  números  del  periódico  satírico  clandestino^  El 
Murciélago  (1853-4)  con  González  Bravo.  Murió  en  el  balnea- 
rio de  Santa  Águeda,  de  tres  pistoletazos  que  le  tiró  el  anar- 
quista Miguel  Angiolillo.  Recogió  una  magnífica  biblioteca  de 
hasta  35.000  volúmenes.  Fué  muy  estudioso,  orador  fácil,  opor- 
tunista é  improvisador.  Su  estilo,  algo  enrevesado  y  premioso, 
aunque  noble  y  bastante  elegante.  Su  novela,  con  algunos  acier- 
tos, es  obra  de  aprendiz ;  sus  versos,  algo  laboriosos,  no  pasan 
de  pinitos  poéticos  de  un  erudito ;  como  crítico  en  prólogos  y 
discursos  muestra  extenso  conocimiento  de  la  literatura  caste- 
llana y  de  otras  extrañas.  Pero,  en  suma,  se  nota  en  Cánova:; 
que  las  ocupaciones  de  la  política  no  le  dieron  lugar  á  formarse 
como  escritor  ni  á  dar  los  sazonados  frutos  que  eran  de  espe- 
rar de  su  buen  talento  y  laboriosidad. 

José  de  Castro  y  Serrano  (1828-1896),  granadino,  mé- 
dico, entregado  á  la  literatura,  no  quiso  cargos  públicos.  Fué 
amigo  de  leer  libros  ingleses,  y  de  ellos  tomó  cierto  suave  hu- 
morismo. Su  lema,  "agradar  á  los  lectores";  y  fué,  de  hecho, 
ameno  narrador,  con  no  pequeña  gracia  de  observador,  inge- 
nioso y  ocurrente,  de  menudencias.  Redactó  La  Gacetilla  (1856), 
El  Crítico  (1856),  El  Observador,  y  colaboró  en  otros  muchos 
periódicos,  á  veces  con  el  seudónimo  de  Un  Cocinero  de  S.  M. 
Famosas  fueron  sus  Cartas  transcendentales,  publicadas  en  La 
América  (1862),  sobre  costumbres  sociales,  con  agudo  y  chis- 
peante ingenio.  Con  las  pocas  noticias  que  le  envió  un  su  ami- 
go desde  Egipto  al  inaugurarse  el  canal  de  Suez,  fantaseó  La 
Novela  de  Egipto,  libro  que  salió  en  forma  de  cartas  en  La 
Época,  1869,  como  enviadas  por  anónimo  corresponsal,  con 
tanto  ingenio  y  maña,  que  pudiera  decirse  que  adivinó  lo  que 
no  vio. 

38.  J.  Valera,  Ecos  Argentinos,  1901,  pág.  227:  "Su  extraordi- 
nario valer  como  fácil,  brillante  é  imperioso  orador  y  sus  altas  pren- 
das de  hombre  de  Estado,  han  contribuido  á  eclipsar  las  otras  facul- 
tades especulativas  que  él  poseía  y  hasta  han  estorbado  que  las  ejer- 
cite asiduamente...  Añádase  á  esto  que  el  enconado  espíritu  de  par- 
tido y  tal  vez  la  envidia  de  ver  á  Cánovas  en  la  más  elevada  posición, 
han  pervertido  el  criterio  de  muchos,  juzgando  á  Cánovas  como  escri- 
tor casi  siemipre  con  severidad  extremada  y  muy  á  menudo  con  injus- 


lOb      PRIMER   PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

ticia  patente  y  absurda.  Sin  duda  que  él  tenía  un  defecto,  pero  este 
defecto  se  ha  hecho  constar  con  sobrada  acritud  y  se  ha  exagerado. 
Extraño  parece,  pero  es,  sin  embargo,  muy  frecuente  en  personas 
como  Cánovas,  de  tan  prodigiosa  afluencia  y  energía  de  palabra,  la 
cual  brotaba  de  sus  labios  semejante  á  inexhausto  venero  y  á  raudal 
impetuoso,  que  parezcan  al  escribir  algo  enmarañadas  en  el  estilo. 
Pero  hay  que  notar  que  la  tal  maraña  no  suele  estar  en  el  que  escribe, 
sino  en  el  que  no  sabe  leer  y,  sin  embargo,  lee...  Nacía  del  sobrado 
esmero,  de  su  anhelo  de  perfección  en  la  forma  y  de  su  afán  de  ser 
pulcro  y  atildado.  Si  Cánovas  no  hubiese  corregido  nunca  las  pruebas 
de  imprenta  y  hubiese  confiado  esta  tarea  á  cualquier  secretario  suyo, 
su  estilo  nos  parecería  á  todos  mucho  más  natural  y  espontáneo.  Al 
corregir  las  pruebas  no  he  de  negar  yo  que  él  le  viciaba  un  poco. 
Aun  así,  la  mayor  parte  de  sus  obras,  y  singularmente  las  políticas, 
históricas  y  filosóficas,  se  leerán  siempre  con  agrado,  hallando  en 
ellas,  quien  sea  capaz  de  entenderlas,  sutiles  y  profundos  pensamien- 
tos y  el  sello  magistral  de  una  inteligencia  alta  y  clarísima  y  de  un 
saber  nada  común,  adquirido  por  el  estudio.  No  he  de  sostener  yo  que 
fuese  Cánovas  muy  notable  poeta;  pero  él  no  pretendía  serlo  tampo- 
co... En  la  conversación  familiar,  sobre  todo  entre  damas,  era  Cáno- 
vas amenísimo.  Sus  chistes  y  sus  agudezas  picantes  regocijaban  á 
todos,  menos  al  qae  sentía  la  picadura;  yo  le  admiraba  más  como 
conversador  que  como  orador...  por  brillar  en  él  dos  nobilísimas  cua- 
lidades, una  en  apariencia  un  tanto  contraria  al  carácter  avasallador 
é  imperioso  que  generalmente  se  le  atribuye  y  otra  contraria,  en  rea- 
lidad, á  su  condición  poco  sufrida  y  que  prueba  la  fuerza  de  voluntad 
que  tuvo  que  emplear  para  vencerse."  A.  Cánovas:  La  Campana  de 
Huesca,  nov.,  1852,  1886,  1909.  Dominación  de  los  españoles  en  Italia, 
i86o.  La  Libertad  en  las  artes,  1867  (disc.  rec.  Acad.).  Estudios  lite- 
rarios, dos  vols.,  1868.  Bosquejo  histórico  de  la  Casa  de  Austria, 
1869,  1911.  Matías  de  Novoa,  1876.  Discursos  en  las  Cortes,  1876. 
El  Solitario  y  su  tiempo,  dos  vols.,  1883.  Probletn-as  contemporáneos, 
tres  vols.,  1884-90  (el  4.°  sin  publicar).  Obras  poéticas,  1887.  Estudios 
del  reinado  de  Felipe  IV,  dos  vols.,  1888.  Discursos  en  el  Círculo  de 
Madrid,  1888.  Estudios  de  la  decadencia  de  España  desde  Felipe  III 
hasta  Carlos  II,  1910.  Apuntes  para  la  historia  de  Marruecos,  1913. 
En  la  Rev.  España:  De  las  ideas  políticas  de  los  españoles  durante  la 
Casa  de  Austria  (1868-69,  ts.  IV-VI).  Del  principio  y  fin  que  tuvo  la 
primacía  de  los  españoles  en  Europa  (1868,  t.  I).  Roma  y  España  á 
principios  del  s.  xvi  (1868,  t.  II).  De  las  negociaciones  y  tratos  de 
Paulo  IV  con  los  franceses  (1868,  t.  II).  De  las  guerras  y  paces  entre 
Felipe  II  y  el  Papa  (186S,  t.  íll).  Felipe  IV  y  los  regicidas  ingleses 
(1872,  t.  XXIV).  A  Inés,  poesía  (1872,  t.  XXVII).  Los  Antiguos  y  mo- 
dernos vascongados  (1873,  t.  XXXIV).  Carta-prólogo  el  libro  del  señor 
Muro  ''La  Princesa  de  EboW  (1877,  t.  LV).  En  Esp.  Mod.:  Carlos  V 
y  las  Cortes  de  Castilla  (1889,  En.),  La  Democracia  en  Europa  y  Amé- 


S.   XIX,    1852.   RAFAEL  MARÍA  LIERN  IO9 

rica  (1890,  Feb.-Jun.).  Consideraciones  hist.-crit.  acerca  del  novísimo 
aspecto  de  la  cuestión  obrera  (1890,  Dic. ;  1891,  En.).  Consúltense:  Cá- 
novas del  C,  juicio  que  mereció  á  sus  contemporáneos  españoles  y  ex- 
tranjeros, recopilación  hecha  por  su  hermano  Emilio,  Madrid,  1901 ; 
A.  de  Lara  y  Pedraja,  A.  C.  del  Castillo,  Madrid,  1901 ;  A.  Pons  y  Um- 
bert,  C.  del  C,  Madrid,  1901 ;  Rev.  Arch.,  1901  (t,  V) ;  Juan  Pérez  de 
Guzmán,  en  Esp.  Mod.,  CCXXVI,  págs.  60-92;  Lista  alfabét.  y  por 
materias  de  las  papeletas  que  para  la  redacción  de  un  catálogo  se  en- 
contraron en  la  biblioteca  de...,  tres  vols.,  1903;  Juan  del  Nido,  Histo- 
ria... de  Cánovas,  Madrid,  1914. 

Clarín,  Ensayos  y  revistas,  pág.  830 :  "El  señor  Castro  y  Serrano 
es  un  elegante  de  las  letras  y  por  eso,  á  mi  entender,  aunque  no  sean 
estos  los  tiempos  de  mayor  esplendor  para  su  fama,  lejos  de  estar  an- 
ticuado, arrinconado,  decadente,  como  dicen  con  fruición  los  jóvenes 
impacientes,  que,  además  de  fogosos  son  malas  personas;  lejos  de 
estar  mandados  retirar,  como  también  se  dice  de  modo  bárbaro  y  gro- 
sero, alterna  sin  desdoro  con  lo  más  nuevecito."  Andr.  González 
Blanco,  Hist.  nov.,  pág.  346:  "Castro  y  Serrano  era  un  escritor  sim- 
pático, avezado  á  una  medianía  ilustre,  sin  grandes  pretensiones. 
Tenía  únicamente  la  pretensión  de  escribir  de  todo :  era  una  especie 
de  Larousse  diluido  en  pequeñas  dosis...  Tenía  lo  que  antes  se  llamaba 
chispa,  cultura  un  poco  superficial,  pero  extensa,  y  sabía  las  últimas 
cosas  de  Londres  (donde  había  residido)  y  de  París,  Amaba  la  ameni- 
dad sobre  todas  cosas,  como  reina  del  mundo,  y  terminaba  su  discurso 
de  recepción  en  la  Academia  Española :  "¿  Queréis  escribir  bien  ?  Pues- 
"sed  amenos."  Como  nunca  escribía  nada  acedo  ni  shocking,  sino  que 
todo  en  él  era  optimista,  risueño  y  galano,  era  un  narrador  á  proposita 
para  las  damas,  muy  á  tono  con  La  Ilustración  Española  v  Americana 
y  La  Moda  Elegante,  cuya  empresa  publicó  sus  Cuadros  contempo- 
ráneos." J.  Castro  y  Serrano:  Ansian  matrimoniales,  jug.,  1848.  Ani- 
males célebres  de  todos  los  tiempos  y  de  todos  los  países,  Madrid, 
1852.  España  en  Londres,  1862.  Cartas  trascendentales,  dos  vols.,  Ma- 
drid, 1862,  1865,  1887;  Segunda  serie,  1865.  Los  Cuartetos  del  Con- 
servatorio, breves  consideraciones  sobre  la  música  clásica,  1866.  Es- 
paña en  París,  1867.  La  Novela  de  Egipto,  1869  {La  Época),  1870. 
La  Capitana  Cook,  1871.  Cuadros  contemporáneos,  1871.  Mesa  re- 
vuelta, 1872.  Los  Países  Bajos  vistos  por  alto,  1880.  Cartas  sobre  el 
comedor  y  la  cocina,  dirigidas  al  Dr.  Thebussem,  1888  (2."  ed.).  His- 
torias vulgares,  dos  vols.,  1887,  1891.  De  la  amenidad  y  galanura  en  los 
escritos  (disc.  recep.  Acad.  Esp.),   1889.  Dos  historias  vulgares,  1891. 

39.  Año  1852.  Rafael  María  Liern  y  Cerach  (1832- 
1897),  valenciano,  por  seud.  Anialfi,  abogado  sin  ejercicio, 
persona  fina,  espíritu  voluble,  excelente  director,  escritor  co- 
rrecto y  autor  muy  gracioso,  llegó  á  Madrid  en  1868,  dirigid 


lio      PRIMER   PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (1850-1869) 

«1  Real  y  volvió  á  Valencia  len  1884.  Fué  director,  además,  del 
teatro  Gayarre,  de  Barcelona  (1891),  y  vino  al  Español  como 
director  artístico  con  la  María  Guerrero.  Dirigió  muy  bien  el 
teatro  Felipe,  en  el  Prado.  Fué  revistero  taurino  y  director  en 
Valencia  de  El  Saltamarií,  y  escribió  en  La  Mona  (Valencia), 
redactó  la  Gaceta  y  colaboró  en  La  Lidia,  La  Niñez,  La  Gran 
Vía,  Blanco  y  Negro.  Desde  los  veinte  de  su  edad  dio  obras  al 
teatro,  correctas,  joviales,  cultas  é  ingeniosas.  Una  coniersa- 
ción  en  diez  minutos  (1854)  fué  la  primera;  se  celebraron  mu- 
cho La  Almoneda  del  diablo  (1862),  Enmendar  la  plana  á  Dios, 
El  Lucero  del  alba,  La  Casa  de  fieras.  Escribió  muclias  piezas 
en  valenciano. 

Luis  Benjamín  Cisneros  (1837-1904),  de  Lima,  cónsul  en 
el  Havre  durante  muchos  años,  poeta  épico,  sobre  todo  ro- 
mántico, juvenil  y  bastante  clásico  y  preparnasiano  después; 
publicó  sus  primeros  ensayos  literarios  en  1852,  y  sobresalió 
en  la  lírica  y  la  dramática, 

4  0.  Refundió  Liern  La  Verdad  sospechosa,  de  Alarcón,  y  no 
gustó  (!).  En  El  Liberal  (11  Marzo  1894)  dijo  de  sí:  "Yo  no  he  es- 
crito nada  bueno,  |  pero  he  escrito  mucho,  mucho.  |  Van  trescientos 
actos,  sin  ¡  que  ni  uno  solo  descuente.  |  Malos  detestablemente,  |  pero 
trescientos  al  fin...  Cursé  leyes,  necio  anduve  |  no  ejerciendo;  luego 
estuve  I  empleado  en  ferrocarriles."  Con  seudónimo  de  Amalfi  arre- 
gló El  Barón  de  la  Castaña  (1872),  Don  Pornpeyo  en  Carnaval  (1873), 
Las  Hijas  de  Fulano  (1874),  El  Barbero  de  Rosini  (1873),  Los  Titi- 
riteros (1874),  etc.  R.  M.  Liern:  Una  conversación  de  diez  minutos, 
1852.  La  Almoneda  del  Diablo,  com.  de  magia,  1862.  La  Paloma  azid, 
com.,  1865.  La  Espada  de  Satanás,  com.  de  magia,  1867.  Carracuca, 
jug.,  1875.  Una  aluntna  de  Baco,  1875.  Azulina,  zarz.,  1876.  La  Escala 
del  crimen,  1877.  Artistas  para  la  Habana,  jug.  (con  Aug.  E.  Madán), 
1877.  El  Destierro  del  amor,  1878.  La  Piedra  de  toque,  apropóp.,  1885. 
A  ti  suspiramos  (con  S.  Granes),  1889.  El  Cotillón  de  Tapioca,  1889. 
La  Granadina  (con  A.  Madán),  1890.  Para  dos  perdices...,  1891.  La 
Gata  de  oro,  zarz.,  1891.  Oro  molido,  1895.  Y  sin  contrata,  1895.  El 
Teatro  en  el  bolsillo,  tipos  teatrales,  1895.  Siemprevivas,  artículos  y 
poesías,  Madrid,  1900.  Un  animal  raro.  Una  coincidencia  alfabética. 
Un  tigre  de  Bengala.  Una  casa  de  fieras.  El  Laurel  de  plata.  La 
Salsa  de  Aniceta.  D.  Pornpeyo  en  carnaval.  El  Proceso  del  cancán. 
La  Casa  de  fieras. 

Ventura  García  Calderón,  La  Litcr.  peruana,  1914,  pág.  61  :  "Pre- 
decesor inmediato  (Cisneros)  de  Chocano  en  la  épica;  romántico  ju- 
venil en  dos  novelas,  Edgardo  y  Julia;  preparnasiano,  como  si   más 


S.    XIX,    1852.   JOSÉ  ANTONIO   CALCAÑO  III 

que  en  Víctor  Hug-o  se  inspirara  en  los  flamígeros  acentos  del  padre 
Dante,  L.  B.  Cisneros  escribe  en  su  juventud  Aurora  Amor  y  una  ad- 
mirable Elegía  á  la  muerte  de  S.  M.  el  rey  Alfonso  XII.  No  todo  es 
excelente  en  aquel  poema  incompleto,  que  la  parálisis  le  impidió  con- 
cluir; pero  los  fragmentos  que  podía  balbucear  en  las  treguas  del 
mal  nos  indican,  como  los  acentos  de  la  Elegía,  al  gran  poeta  que 
perdimos."  Escenas  de  la  vida  de  Lima,  París,  1861.  Egdardo,  histo- 
ria de  un  joven  de  mi  generación,  Besanzon,  1864,  novela  bastante 
galicana,  que  él  llama  romance.  Julia,  nov.  Aurora  Amor,  poema, 
1895.  Alfredo  el  sevillano,  drama  aplaudido.  El  Pabellón  peruano, 
alegoría.  Elegía  á  la  muerte  de  S.  M.  el  rey  Alfonso  XII,  premiada 
en  la  Habana,  1886;  Lima,  1905,  y  que  no  pudo  acabar  por  haber  que- 
dado paralítico.  En  Esp.  Mod. :  Al  terminar  el  siglo  xix  y  Canto  al 
siglo  XX,  poesías  (Marzo  1901). 

41.  Afio  1852.  Tristán  de  Jesús  Medina  y  Sánchez  (1833- 
1886),  de  Bayamo  (Cuba),  por  seud.  Andrés  Mattini,  estudió  en  los 
Estados  Unidos,  Madrid  y  Alemania;  viudo  de  joven,  ordenóse  de 
presbítero  y  enseñó  en  el  Seminario  de  Cuba  (1855)  ;  fué  célebre  ora- 
dor sagrado,  y  en  el  Ateneo  de  Madrid  (1863)  y  en  periódicos,  llamó 
la  atención;  hízose  después  metodista  (1868),  pasó  á  Alemania  y  vol- 
vió á  España.  E.  J.  Varona,  Artíc.  y  disc,  pág.  31:  "La  fantasía  y  la 
verbosidad  caracterizan  á  Medina  como  escritor  y  debían  distinguirlo 
como  orador;  la  movilidad  caracteriza  su  temperamento  y  explica  su 
vida...  Se  casó  casi  niño,  fué  sacerdote  católico  y  paró  en  protestan- 
te... Sostuvo  con  gran  brillo  en  España  su  renombre  de  orador  y  es- 
critor. Hasta  allí  le  siguió  su  ruidosa  notoriedad,  y  de  súbito  se  oscu- 
reció, hasta  apagarse.  ¿Qué  deja  en  pos  de  sí  este  hombre  extraordi- 
nario? Un  nombre  célebre  que  pudo  haber  sido  glorioso;  algunos  ras- 
gos de  una  pluma  nerviosa  y  algunos  destellos  de  una  imaginación 
ferviente  y  apasionada."'  Publicó  Un  joven  alemán,  nov..  Habana, 
1852.  Misterios  de  la  Habana,  Purísima,  Habana,  1854.  El  Doctor  In- 
fausto, nov.,  1854.  El  Libro  de  los  mártires,  cántico,  Cuba,  1855.  Him- 
no al  Dios  de  la  armonía,  ibid.,  1855.  Una  lágrima  y  una  gota  de  ro- 
cío, nov.,  1855.  El  Duende,  periód.  dominical,  festivo,  ameno,  satiri- 
burlesco,  Matanzas,  1856.  María  Esperanza,  serm.,  Madrid,  1861.  Orcí- 
■ción  fúnebre  de  Cervantes,  ibid.,  1861.  Erupción  del  Vesubio,  1873. 
Mosart  ensayando  sti  Réquiem,  cuento  fant.,  1881.  Dejó  obras  inéd. 
que  pueden  verse  en  Trelles,  t.  VI,  pág.  163. 

José  Antonio  Calcaño  (i 827- i 897),  de  Cartagena  de  Indias,  edu- 
cado en  Caracas,  hermano  del  orador  Eduardo  y  del  crítico  y  novelista 
Julio,  fué  poeta  clásico  de  forma  y  esmerado,  aunque  á  veces  román- 
tico por  la  amargura  y  dolor  del  fondo.  Apropióse  varios  tonos  imi- 
tando á  Leopardi,  Lamartine,  Hugo,  Byron,  Zorrilla,  y  aun  Los  dos 
leños  y  El  Loco  de  la  montaña  tienen  de  la  leyenda  y  de  la  dolora, 
recordando,  así  como  en  otras,  á  Espronceda  y  Bécquer,  Hizo  exce- 


JI2      PRIMER   PERÍODO   DE   LA  ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

lentes  romances.  Clásica  es  la  Silva  á  la  Academia  Española;  descrip- 
ciones de  su  tierra  se  hallan  en  La  Maga  y  el  genio  de  las  schas,  La 
Flor  del  tabaco,  La  Hoja.  Obras  poéticas,  París,  1895.  Canto  triunfal 
á  Zorrilla,  Caracas,  1893. 

José  M/  Villafañe  (1830-1915),  cubano,  fallecido  en  Valencia, 
siendo  catedrático  de  su  Universidad,  publicó  de  1853  ^  1871,  en  Santia- 
go de  Cuba,  artículos  y  ensayos  literarios.  Catalina,  nov.,  Cuba,  1852.  La 
Mujer,  ibid.,  1853.  Influjo  del  orador  en  la  moralidad  y  civilización 
de  los  pueblos,  ibid.,  1853;  Huesca,  1879.  Obras  literarias,  Cuba, 
1858.  Dos  juguetes  literarios,  Cuenca,  1879.  Colección  de  memorias, 
discursos  y  diversas  composiciones,  dos  vols.  Las  cuatro  edades  de  la 
vida,  poema.  Miscelánea,  artíc.  y  nov.,  1916.  Rafael  AI."  de  Labra, 
Pról.  a  Miscelánea,  Madrid,  1916:  "Modesto,  á  pesar  de  su  alta  re- 
presentación científica  y  de  sus  éxitos  como  patriota,  publicista  y 
maestro...;  nació  en  Cuba,  allí  se  educó,  allí  publicó  sus  primeros  tra- 
bajos literarios  y  científicos,  allí  entró  en  el  terreno  de  la  política, 
allí  fué  maestro  y  profesor  de  Ciencias  y  de  allí  vino  á  la  Península 
española  para  ser  catedrático  de  Instituto  y  de  Universidad,  hasta 
que  murió  desempeñando  este  último  cargo  en  Valencia,  á  fines  de 
1915,  á  los  ochenta  y  cuatro  de  edad...  A  los  veintiuno  comenzó  á  es- 
cribir para  el  público  en  el  periódico  El  Orden,  de  Santiago  de  Cuba; 
á  los  veintidós  dirigió  la  Revista  Cubana...;  en  1858  entró  en  el  pro- 
fesorado...; tuvo  que  salir  de  Cuba  hacia  1871,  y  al  siguiente...  pudo 
ser  nombrado  catedrático  de  Matemáticas  del  Instituto  de  Huesca; 
luego,  en  1881,  en  los  Institutos  de  Ciudad  Real  y  Toledo.  El  año 
1875  fué  nombrado  en  Comisión  por  el  Gobierno  español  y  fué  con 
otros  profesores  ilustres  á  la  América  Central  para  hacer  estudios 
científicos,  y  desde  el  año  1879  al  1906  se  dedicó  en  la  Península  á 
escribir  y  publicar  numerosos  libros  de  educación  popular  y  de  Mate- 
máticas y  á  desempeñar  cátedras  de  estudios  superiores  en  varias 
Universidades   peninsulares:    Valencia,    Barcelona   y    Madrid." 

42.  Año  1852.  Ignacio  Alborna  estrenó  Apuros  de  un  gastróno- 
mo, saín..  Matanzas,  1852. — Álbum  de  señoritas,  periód.  de  líter.,  etc., 
Madrid,  1852-66. — Antonio  Miguel  Alcover  y  Jauma,  de  Palma  de 
Mallorca,  estrenó  La  Emulación  y  el  ejemplo,  jug.,  Sagua,  i852.-r-RA- 
MÓN  Aldana  (1832- 1882),  poeta  lírico  nacido  en  Mérida  de  Yucatán, 
cultivó  el  soneto,  la  oda  y  el  romance,  y  escribió  las  piezas  dramáticas 
Honor  y  felicidad,  Nobleza  de  corazón.  Una  prenda  de  venganza,  La 
Cabeza  y  el  corazón. — José  M.'  Amado  Salazar  publicó  Historia 
crítica  del  reinado  de  D.  Pedro  de  Castilla,  1852.  La  Familia  errante, 
nov.,  1853-55,  tres  vols.  El  Honor  castellano,  nov.  hist.,  1855.  Historia 
del  influjo  que  ha  tenido  el  descubrimiento  del  Nuevo  Mundo  en  la 
civilización  de  España. — José  María  Arnau  y  Pascual,  autor  dramá- 
tico nacido  el  1832  en  Arenys  de  Mar,  comenzó  escribiendo  en  caste- 
llano, luego  fué  de  los  primeros  en  el  renacimiento  catalán.  Casarse 


S.    XIX,    1852.    PASCUAL    FERNÁNDEZ    BAEZA  Il3 

por  carambola,  Fruta  del  siglo,  Vario,  nubes  y  viento,  El  Castillo  de 
los  encantos,  Nueva  táctica,  1869. — Joaquín  Asensio  Alcántara 
(1832-1877),  barcelonés,  primero  apuntador,  después  autor  dramático 
y  al  fin  secretario  de  gobierno,  fué  redactor  de  La  Correspondencia 
Ilustrada,  La  Idea  y  La  Nación;  escribió  dramas  y  comedias :  Amo- 
res perdidos  (1859),  Una  página  triste,  Dolores,  Heridas  de  amor, 
Los  Bandidos  de  levita,  Los  Soldados  de  la  industria.  Cuarto  men- 
guante (1860),  etc.  De  rejas  adentro,  cantares.  Romances  de  ciego, 
Ídem,  1865.  Calabazas  y  cabezas,  retratos  al  pastel,  Barcelona,  1865. 
— Narciso  Bassols,  catalán,  publicó  Los  Héroes  de  mojiganga  ó  los 
ex-libertadores  de  Cuba,  poemu  atroz  y  disparatado,  si  los  hay,  yan- 
kee-bufo,  tragi-cómico  é  hist.,  México,  1852. — Manuel  Bilbao,  chi- 
leno, hermano  del  agitador  Francisco,  publicó  la  novela  El  Inquisidor 
Mayor  ó  Historia  de  unos  amores,  Lima,  1852,  obra  que  fué  muy  leí- 
da y  logró  varias  ediciones.  No  menos  aplaudidas  fueron  las  demás : 
Los  dos  hermanos,  nov.,  y  El  Pirata  del  Guayas,  nov.  Historia  de 
Salaverry,  B.  Aires,  1867.  Historia  de  Rosas  (1810-1832),  Buenos 
Aires,  1868. — Pedro  Carreño  estrenó  La  Restauración,  dr.  his.,  Ma- 
tanzas, 1852.  Más  quiero  que  sierren  tablas,  com.  (1852).  El  Indus- 
trial de  nuevo  cuño,  zarz..  Habana,  1854.  Percances  de  la  avari- 
cia   (1855).    Pedro    Crespo,    dr.    (1856). — Antonio    M."    de    Cisneros 

Y  Lanüza  publicó  Vida  é  historia  de  S.  Fernando,  Sevilla,  1852. — Co- 
lección de  Fueros  y  Cartas  pueblas,  por  la  Acad.  Hist.,  Catálogo,  Ma- 
drid, 1852. — León  Francisco  de  la  Concha  publicó  La  Flor  de  la 
vida,  nov.,  Madrid,  1852. — Los  Cubanos  pintados  por  sí  mismos. 
Habana,  1852  (sólo  el  t.  I). — El  Diario  Español,  Madrid,  1852-70,  po- 
lítico de  la  unión  liberal. — José  Díaz  Valderrama  publicó  La  Huér- 
fana del  Manzanares,  4."  ed.,  Madrid,  1852. — Arcesio  Escobar  (1832- 
1867),  poeta  de  Medellín  (Colombia),  por  seud.  Ornar,  publicó  la  le- 
yenda en  verso  Gabriela.  Carta  literaria  á  Enrique  del  Solar  (1861). 
Los  cuadros  de  costumbres  limeñas  Antioquia,  El  Carnaval,  Chorri- 
llos, La  Tapada.  Discurso  sobre  la  Poesía  y  la  Historia  en  la  Aménca 
latina  (1861).  Simón  Bolívar  (1859).  Y  versos  que  se  hallan  en  el  Par- 
naso Colombiano  de  D.  Julio  Añez,  i2>'jy,  t.  IL — Juan  P.  de  Espinosa 

Y  CuTiLLAS  publicó  Fe,  esperanza  y  caridad,  tres  romances.  Habana, 
1852. — .Francisco  Esteban  de  Ingunza  y  Basualdo,  peruano,  publicó 
Viajes  por  el  oriente,  París,  1852  (un  solo  tomo). — Federico  Fernán- 
dez San  Roblan  (1823-1S74),  coronel  de  Estado  Mayor,  director  de 
La  Asamblea  del  Ejercito  (1856-59),  estrenó  Aragón  y  Castilla,  dr. 
(1852).  Publicó  Batalla  de  San  Quintín,  Madrid,  1863. — Isidoro  Fer- 
nández Monje,  por  seud.  El  Diablillo  Familiar,  en  La  Revista  (Pon- 
tevedra, 1849),  publicó  Marta,  episodio  hist.  contempor.,  Madrid, 
1852. — Pascual  Fernández  Baeza  (n.  1798),  de  Ponf errada,  magis- 
trado y  senador,  director  del  Boletín  de  Jurisprudencia,  con  Pacheco 
y  Hernández  de  la  Rúa  (1844),  colaborador  de  El  Laberinto  (1844), 
La  Ilustración  (1848),  El  Faro  de  la  Niñez  (1850),  Los  Niños  (1870...), 

TOMO  VIH.  — 8 


114      PRIMER   PERÍODO   DE   L.\   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

publicó  una  Elegía  á  la  muerte  de  su  esposa  doña  Carmen  de  Riego, 
hermana    del    general    Riego.    Fábulas   poJiticas   y    morales,    Madrid, 
1852;  ó  Colección  de  fábulas  morales,  Madrid,  1853;  aumentada,  1876. 
Nueva  colección  de  fábulas  morales,  dos  vols.,  1858,  aumentada.  Can- 
to á  la  tom-a  de  Tctuán,  1860. — Juan  García  Carr.\sco,  presbítero,  es- 
cribió Isabel  II,  drama  (1852). — Manuel  García  de  Aguilar  publicó 
Ecos  del  alma,  poesías,  Habana,  1852. — Las  Glorias  nacionales,  gran- 
de ¡list.  univ.  de  todos  los  reinos...  de  la  monarquía  española,  Barce- 
lona,   1852-54,   seis   vols. — Francisco   Gonz.áíez   Campo   (n.    1832),   de 
Guatemala,  compuso  el  himno  nacional  A   Centro-América,  la  elegía 
A  la  memoria  de  Manuel  Dicgucz,  A  la  exhumación  de  los  restos  mor- 
tales de  Flórez  y  otras  poesías  que  andan  desperdigadas.  Con  Rafael 
Goyena  Peralta  y  con  Ramón  Uriarte  formó  la  Galería  poética  centro- 
americana: colección  de  poesías  de  los  mejores  poetas  de  la  América 
del  Centro,  Guatemala,  1888. — Francisco  González  Ruz  (t  1895),  de  San 
Juan  (Cuba),  publicó  Los  Celos,  nov..  Habana,  1852.  Poesías,  ibid.,  1859. 
— José  Hernández  del  Mas,  por  seud.  Renato  de  Castel-León,  escri- 
bió en  La  Esperanza,  publicó  Los  Secretos  del  protestantismo,  novela 
religiosa,  Barcelona,  1852,  dos  vols.,  1858.  Felipe  V.  El  líliimo  suplicio 
de  las  libertades  catalanas,  nov.,  1858.  Guillermo  Tell,  nov.  hist.,  1857. 
Los  Amantes  de  Teruel,  nov.,   1861. — Crispín  Jiménez  de  Sandoval, 
teniente  general,  publicó  Memorias  sobre  la  Argelia  (con  Ant.  Madera 
y  Vivero),  Madrid,   1853.  Las  Inscripciones  de  Oran  y  Masalquivir, 
1867.  Batalla  de  Aljubarrota,  1872.  Las  Guerras  de  África  en  la  anti- 
güedad,   1881. — VÍCTOR    Patricio    Landaluce    (t    1889),    bilbaíno,    en 
Cuba  desde  1850,  buen  caricaturista,  estrenó  Doña  Toribia,  zarz.,  Ha- 
bana,   1852. — Manuel   Larios   (1824-^1895),   de   Panamá,   empleado   de 
Hacienda,  publicó  María,  nov..  Habana,  1852. — José  Socorro  de  León 
(1831-1869),  habanero,  por  seud.  Gil  Bla^,  poeta  jocoso,  publicó  Ensa- 
yos poéticos,  Habana,  1852.  Flores  silvestres,  poesías,  ibid.,  1853.  No 
más  cuartos  de  alquiler,  zarz.  (1853).  Cuba  poética,  1858.  Garrotazo  y 
tente  tieso.,  com.   1863.  Un  bautizo  en  Jesús  María.  Los  Camafeos. — 
Diego  Luque  de  Beas  (n.  1828),  de  Jerez  de  la  Frontera^  escenógrafo 
y  después  director  de  teatros,  amigo  de  Eguilaz,  refundió  de  Calde- 
rón Mejor  está  que  estaba   (1852),  publicó   la  novela  La   Dama  del 
Conde-Duque   (1852)   y   artículos  en  El  Imparcial  con   seudónimo   de 
El  Cura  de  Argamasilla.  Escribió  mucho  en  colaboración,  y  Misterios 
del  bastidor,  memorias  recónditas  del  teatro  y  sus  gentes  del  siglo  xix. 
— Rafael    Máiquez    estrenó    Mateo    y    Matea,    zarz.,    1852.    Tenta- 
ciones,   zarz.,    1854.    Lino    y    lana,    zarz.,    1855.    Chista !,    chist!!!, 
jug.,   1858.  Confidencias,   id.,   1861.  ¿Quién  era  la  que  cantaba?,  id., 
1861.  Por  un  ojo  de  la  cara,  com.,   1863. — Tomás  Martín   Feuillet 
(1832- 1 862),  de  Panamá,  escribió  poesías  como  Fe,  esperanza  y  cari- 
dad, Quédate  asi,  La  Flor  del  Espíritu  Santo,  ¿Cuánto  tiene? — Brau- 
lio Morgáez  publicó  Diálogos  entre  el  presbítero  D.  Tirso  Investiga- 
dor y  el  doctor  en  Teología  Fr.  Alonso  Constante,  Madrid,  1852. — Ra- 


S.    XIX,    1852.    LUIS    ZALLES  Il5 

MÓN  Muñoz  Andrade,  párroco,  publicó  El  PiUpito  católico,  historia 
de  la  elocuencia  sagrada,  eco  de  la  predicación  contemporánea,  Ma- 
drid, 1852. — Museo  ilustrado,  literatura,  ciencias...,  París,  1852. — 'Eus- 
taquio María  de  Nanclares  publicó  El  Favor  de  un  Rey,  novela, 
Madrid,  1852.  Santoral  español,  Madrid,  1864,  dos  vols. — Juan  José 
Nieva  estrenó  Amor  y  amistad,  com.  (1852).  Claveyina  la  gitana,  zarz. 
(1852).  La  Escuela  de  los  amigos,  com.  (1855)  La  Escuela  de  los  per- 
didos, com.  (con  Suricalday,  1855).  El  Corazón  de  un  soldado,  com 
(1855).  Pepiya  l-a  aguardentera,  jug.  (1856). — ^Joaquín  Pardo  de  la 
Casta  (t  1895),  senador,  redactor  de  El  Fénix,  de  Valencia,  publico 
Las  Galas  del  Turia,  leyendas,  Madrid,  1852.  Raquel,  nov.,  1852.  Ze- 
lim-Almanzor  ó  los  moriscos  valencianos,  nov.,  ibid.,  1853. — Fernando 
Pie  y  Faura  (1831-1868),  habanero,  publicó  Flores  del  Yumuri,  prosa 
y  verso,  1852.  Sensitivas,  poesías,  1854.  Adelfas,  1867. — Carlos  de 
Pravia  publicó  Engaños  y  desengaños,  nov.,  Madrid,  1852. — Resumen 
histórico  del  antiguo  santuario  de  N.  S.^  de  Regla,  Cádiz,  1852. — ^An- 
tonio Robles  estrenó  Salir  á  tiempo  de  pobre,  ensayo  cómico,  Manila, 
1852. — 'Casimiro  Rufino  Ruiz  publicó  Historia  mercantil  universal. 
Madrid,  1852. — Leandro  Saralegui  y  Medina  (1839-1910),  de  Ponte- 
vedra, publicó  Galicia  y  sus  poetas,  Ferrol,  1852,  1886.  Estudios  sobre 
la  época  céltica  en  Galicia,  ibid.,  1867;  Madrid,  1871 ;  Ferrol,  1894. 
Estudios  sobre  Galicia,  Coruña,  1888.  Efemérides  ferrolanas,  Madrid, 
1904.  Del  estado  de  las  personas  durante  la  Edad  Media  en  Ferrol. — 
"Bonifacio  Sotos  Ochando  publicó,  con  el  anagrama  de  Antonio  Ocho- 
das  Bisocof,  Proyecto  y  ensayo  de  una  lengua  universal  y  filosófica, 
1852,  1862;  en  franc,  París,  1855.  El  Incrédulo  conducido  á  la  fe  por 
la  razón,  1853.  Diccionario  de  lengua  universal,  1862. — Gramática  de 
la  lengua  universal,  1863.  Cartilla  de  la  1.  univ.,  1863. — Antonio  Val- 
demoros  y  Ricacho  (t  1856),  comandante  de  Infantería,  uno  de  los 
fundadores  de  El  Henares  (1846),  publicó  Poesías,  Guadalajara,  1852. 
— ^Fernando  de  la  Vera  é  Isja  Fernández  (t  1891),  poeta  primero 
romántico,  luego  sincero  neoclásico,  publicó  Ensayos  poéticos,  París, 
1852.  Versos,  Madrid,  1852,  1879,  1883.  Traducción  en  verso  del  Sal- 
mo L...  y  noticia  de  versiones  que  de  dicho  salmo  se  han  hecho  en 
lengua  castellana,  1879. — Manuel  Villar  y  Macías,  cronista  de  Sa- 
lamanca, poeta  lírico  y  narrativo,  se  suicidó  (1891)  arrojándose  al 
Tormes.  Publicó  Ecos  del  arpa,  poesías  y  leyendas,  Madrid,  1852.  Poe- 
sías y  leyendas.  Salamanca,  1859.  Historia  de  los  bandos  de  Salaman- 
ca, ibid.,  1883.  Historia  de  Salamanca,  tres  vols.,  ibid.,  1887. — José 
María  de  Vivancos  estrenó  Ceder  amor  y  fortuna,  dr..  Granada,  1852. 
Funesta  casualidad  (1855).  Glorias  m-undanas,  dr.  (1858).  La  Educa- 
ción y  el  instinto,  com.  (1858).  La  Flor  del  Gólgota,  poema  á  Jesús, 
Madrid,  1858.  Luchar  entre  amor  y  honor,  dr.  (1858).  Por  la  marina 
española^  melodr.  (1858).  También  la  nieve  se  quema,  com.  (1858).  El 
Artista  vale  más,  dr.  (1859). — Luis  Zalles  (1832-1896),  poeta  festivo 
y  popular  boliviano,  publicó  Poesías. 


Il6      PRIMKR    PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

43.  "Año  1853.  Manuel  Tamayo  y  Baus  (i 829- i 898),  por 
seud.  Joaquín  M.  Estcvancz,  Fulano  de  Tal,  José  García,  hijo 
de  celebrados  actores,  mayormente  su  madre,  Joaquina  Baus, 
señora  tan  distinguida  por  su  talento  como  por  su  virtud,  na- 
ció en  Madrid,  el  15  de  Setiembre  de  1829.  Su  vida  fué  extra- 
ordinariamente representativa  de  lo  que  alcanza  un  feliz  inge- 
nio criado  en  tiempos  bien  acomodados  para  que  pueda  des- 
envolverse. Pasó  la  niñez  entre  bastidores,  en  una  de  las  épocas 
más  brillantes  para  el  teatro  que  ha  tenido  España,  en  todo  el 
hervor  del  romanticismo  y  de  sus  triunfos  teatrales.  ]\Iuchacho 
de  once  años,  tradujo  y  refundió  el  drama  Genoveva  de  Bra- 
bante (1841),  que  representaron  sus  padres  en  Granada,  ani- 
mándose á  traducir  libremente  ó.  mejor,  á  imitar  poco  después 
La  Doncella  de  Orleáns,  de  Schiller,  con  el  título  de  Juana  de 
Arco  (1847),  también  por  sus  padres  representada  en  Madrid, 
y  á  componer  su  primera  obra  original,  lúgubre  y  romántica, 
cual  podía  esperarse  de  la  moda,  altisonante  y  campanuda,  El 
5  de  Agosto  (1848),  que  se  imprimió  en  1849.  Compuso  des- 
pués ó  arregló  otras  obras,  á  veoes  en  colaboración  con  Cañete, 
los  Fernández  Guerra  y  G\ros;  obras  de  transición  con  las 
cuales  se  fué  formando,  hasta  que,  acomodando  el  drama  á  la 
manera  realista,  sincera  y  moralizadora  más  ó  menos  del  gust:> 
de  la  época,  fué  el  primero  que  sacó  del  romanticismo  los  nue- 
vos y  exquisitos  frutos  del  verdadero  drama  moderno.  Pero 
antes  se  ensayó  en  la  tragedia  clásica,  componiendo  Vircjínia 
(7  Dic.  1853),  la  mejor,  sin  duda,  que  en  castellano  se  ha  es- 
crito, merced  á  lo  romántico  de  los  sentimientos  y  á  lo  realista 
de  las  situaciones  que  el  autor  mezcló  con  la  objetiva  serenidad 
del  clasicismo,  haciendo  obra  más  humana  y  española  que  el 
Edipo,  de  Martínez  de  la  Rosa,  y  que  La  Muerte  de  César,  de 
Ventura  de  la  Vega.  Obra  híbrida,  á  pesar  de  todo,  porque, 
contra  lo  que  entonces  creyó  Tamayo,  no  pueden  fundirse  cr* 
uno  la  tragedia  griega  y  el  drama  moderno.  El  propio  hubo  de 
reconocerlo,  ya  que,  menospreciando  los  grandes  aplausos 
que  ella  le  conquistó,  dio  vuelta  al  derrotero  antes  empren- 
dido del  drama  nacional,  hasta  (|ue  logró  incontrastable  triun- 
fo con  La  Locura  de  amor  (1855),  por  el  hábil  manejo  de 
los  recursos  dramáticos,  la  viva  pintura  de  caracteres  y,  sobre 


{Autores  dramáticos  contemporáneos,  1881. > 


S.    Xrx,    1853.    iMANUEL    TAMAYO    Y    BAUS  I  17 

todo,  por  el  desmenuzamiento  de  los  afectos  y  la  verdad  hu- 
mana que  encierran.  El  drama  realista  sacaba  aquí  del  roman- 
ticismo todo  el  sano  jugo  que  encerraba,  dejando  lo  leñoso  y 
muerto,  que  había  vivido  por  la  moda  do  unos  años.  Hasta  lo 
escribió  en  prosa,  así  como  los  más  de  los  dramas  posteriores, 
sin  duda  llevado  del  empeño  de  ser  verdadero  y  de  matar  todo 
artificio  teatral.  El  alma  ardientemente  enamorada  hasta  la  lo- 
cura de  la  reina  doña  Juana  es  la  pura  realidad  alumbrada 
hasta  en  sus  más  delicados  matices  y  claroscuros.  Corrió  el 
drama  por  toda  Europa.  Decayó  algo  en  Hija  y  madre  y  A  es- 
cape (1855);  pero  llevó  adelante  la  misma  pesquisa  de  afectos  y 
desentrañó  todavía  más  los  misterios  del  amor  en  La  Bola  de 
nieve  (1856),  De  la  verdad  como  fuente  de  belleza  en  la  litera- 
tura dramática  fué  el  magnífico  discurso  que  pronunció  al  en- 
trar en  la  Academia  Española  (1858)  y  que  cifra  el  criterio 
dramático,  que,  después  de  tan  varios  tanteos  romántico-clá- 
sicos, habíase  asentado  ya  en  el  autor,  produciendo  los  dramas 
realistas  y  psicológicos.  De  1858  á  1860  parece  hizo  bastantes 
arreglos  del  francés,  que  publicó  y  estrenó  á  nombre  de  D.  José 
María  García;  con  el  seudónimo  de  D.  Joaquín  Estébanes 
estrenó  Lo  Positivo  (1862),  tomado  el  asunto  de  Le  duc  Job; 
de  menor  aparato,  pero  de  más  hondura  psicológica  que  El 
Tanto  por  ciento,  estrenado  un  año  antes  sobre  el  mismo  asun- 
to por  Ayala.  Tamayo  era  ya  personaje  de  cuenta  y  Secretario 
perpetuo  de  la  Academia.  Fué,  además,  jefe  de  la  Biblioteca 
de  San  Isidro  y  Director  de  la  Nacional.  Alejado  de  la  política 
hasta  la  Revolución  de  Setiembre,  perteneció  después  al  partido 
tradicionalista  y  fué  profundamente  religioso.  La  bondad  y 
virtudes  de  su  corazón  muéstranse  claramente  en  el  más  va- 
liente de  sus  dramas,  piedra  de  escándalo  para  los  del  bando 
opuesto,  que  le  achacaron  el  hacer  de  propagandista  apostólico, 
los  mismos  que  después  han  ensalzado  la  propaganda  de  otras 
doctrinas  sociales,  harto  contrarias,  en  los  grandes  dramáticos 
de  nuestros  días  de  fuera  y  de  dentro  de  España.  Cuando  Fe- 
rrari pasaba  en  Italia,  llevado  de  la  odiosa  necesidad  impuesta 
por  las  cacareadas  persecuciones  sociales,  transigiendo  con  la 
brutal  é  infame  cobardía  que  se  llama  el  duelo,  costumbre  sal- 
vaje germánico-caballeresca,  baldón  de  las  naciones  cristianas 


Il8      PRIMER   PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

y  civilizadas,   consagración   supersticiosa  de  la   fuerza  contra 
la  inocencia,  Tamayo  presentó  en  las  tablas  el  virtuoso,  cris- 
tiano y  valiente  tipo  de  don  Fabián  en  Lances  de  honor  (1863),, 
venciendo  tan  gallardamente  el  qué  dirán  del  mundo  rutinario 
como  la  dificultad  casi  insuperable  de  representar  directamente 
al  varón  virtuoso.  El  drama  entero  (fuera  de  una  menudencia 
poco  verisímil)  es  la  verdad  de  la  vida,  tal  cual  la  vemos  á 
cada  paso,  creciendo  el  interés  por  momentos,  coronándose  de 
gloria  el  hombre  honrado  y  cubriéndose  de  ignominia  los  no- 
tables del  mundo.  Tomado  del  francés  arregló  Del  dicho  al  he- 
cho  (1863);  escribió  luego  Más  vale  maña  que  fiierza  (1866)  y 
llegó  á  la  cima  del  arte  dramático  con  Un  drama  nnez'o  (1867), 
obra  shakespeariana  en  todo  y  uno  de  esos  destellos  de  inspi- 
ración poética  que  sólo  han  logrado  la  dicha  de  tener  una  vez 
en  su  vida  los  más  elevados  ingenios :  Cervantes,  al  hallar  el 
contraste  entre  lo  ideal  de  don  Quijote  y  lo  material  de  San- 
cho; Calderón,  al  dar  con  el  pensamiento  de  La  Vida  es  sueño. 
Yorik,  que  hace  de  Conde;  su  esposa  Alicia,  que  hace  de  Bea- 
triz, y  Edmundo,  protegido  y  amigo  de  Yorik  y  de  Alicia  ena- 
morado, que  hace  de  Man  f redo,  conviértense  en  el  teatro,  de 
actores  de  un  drama  imaginario  en  autores  de  un  drama  real. 
Yorik  va  descubriendo  su  desdicha  poco  á  poco,  al  modo  de 
Edipo,  hasta  que  penetrando  la  realidad  en  su  llagado  pecho, 
revienta  en  los  apostrofes  dramáticos  al  infiel  amigo,  á  la  es- 
posa infiel,  convertidos  en  apostrofes  verdaderos.  El  especta- 
dor, dudando  por  un  momento  si  la  ficción  es  verdad,  si  la  ver- 
dad es  ficción,  se  siente  arrebatado  en  alas  de  la  fuerza  trágica 
_Jx_\o  más  subido  del  espasmo  estético.  El  público  llegó  hasta 
delirar  y  la  crítica  hasta  pasarse  de  hiperbólica;  pero  todo  se  lu 
merecía  la  alteza  de  la  obra.  En  1868  compuso  No  hay  nml  que 
por  bien  no  venga,  y  en  1870,  Los  Hombres  de  bien.  Son  en- 
trambos dramas  ^^erdaderas  sátiras  de  miserias  sociales,  mira- 
das con  lentes  cristianas,  como  Lances  de  honor.  En  todos  ellos 
se  retrata  el  cristiano  corazón  de  Tamayo,  y  todos  ellos  disgus- 
taron á  los  que  no  quieren  se  predique  en  el  teatro,  aun<}ue  sea 
con  obras  de  puro  arte,  aplaudiendo,  con  todo,  á  rabiar  dramas 
modernos  con  los  cuales  se  predican  otras  doctrinas  sociales  har- 
to poco  cristianas.  Pero  esto  viene  de  Europa  y  lo  otro  venía  de 


S.  XIX,  1853.  MANUEL  TAMAYO  Y  BAUS         I  I9 

España,  y  sabido  es  que  de  España  no  puede  venir  nada  bueno 
ni  nada  malo  venir  de  Europa.  Ello  es  que,  sin  ser  dramas  de 
pura  tesis,  sino  de  arte  que  llevan  doctrina  en  el  fondo,  unos  y 
otros  dramas,  los  buenos  que  hoy  se  hacen  y  los  que  Tamayo 
hizo,  son  obras  teatrales,  pues  lo  ordinario  es  que  en  el  fondo 
de  toda  obra  de  arte  haya  alguna  doctrina,  si  no  es  obra  artís- 
tica de  pura  ornamentación,  para  solaz  de  ojos  y  oídos,  y  que 
de  entre  los  dramas  de  este  jaez  moderaos  los  hav  hermosos; 
pero  los  de  Tamayo  son  mejores.  Tamayo  introdujo  -en  Espa- 
ña este  género  antes  de  que  brillara  tanto  en  Europa  poco  des- 
pués, y  no  ha  habido  todavía  aquí,cmien  le  haya  arrebatado  la 
palma.  No  hay  mal  que  por  bienJí^rnga  es  refundición  de  Le 
feíi  aii  coiivent,  y  fué  muy  aplaudido,  con  haberse  representado 
en  año  tan  borrascoso  como  el  de  1868.  Los  Hombres  de  bien, 
por  valer  muchísimo  más,  por  poner  al  vivo  la  hipocresía  de  la 
sociedad,  disgustó  en  1870  á  los  mismos  espectadores  que  acu- 
dían á  los  bufos  cayéndoseles  la  baba  y  no  de  arrobados  cier- 
tamente por  la  fuerza  del  arte.  Los  tipos  estaban  tallados,  cier- 
to, con  demasiada  dureza,  eran  extremados;  pero  más  extre- 
mados son  los  que  hoy  corren  por  novelas  y  dramas  con  aplau- 
so de  los  críticos.  La  crítica  se  salió  de  las  lindes  del  arte ;  fué 
más  bien  eco  de  la  política  y  del  libertinaje  moral  que  tiraba 
coces  contra  el  aguijón.  Los  tiempos  eran  otros :  los  pasados 
habían  facilitado  la  evolución  del  dramaturgo,  bueno  y  since- 
ro; los  presentes  pedían  otro  pasto  que  el  dramaturgo  sincero 
y  bueno  no  podía  dar  á  un  público  de  gusto  estragado.  Enmu- 
deció, pues,  desde  entoces  Tamayo,  muerto  como  artista  á  los 
cuarenta  y  uno  de  su  edad  por  los  nuevos  tiempos,  como  por 
los  tiempos  viejos  había  medrado  y  subido.  En  veintiocho  años 
que  todavía  vivió  hubiera  hecho  maravillas ;  ni  él  ni  otro  las 
hizo  mientras  duró  la  racha  revolucionaria.  En  1874  fué  ele- 
gido Secretario  perpetuo  de  la  Academia  Española,  y  en  1884, 
Director  de  la  Biblioteca  Nacional.  Tamayo,  nobilísimo  cora- 
zón, cabeza  despejada,  hijo  de  actores,  criado  en  las  tablas,  vi- 
viendo en  una  época  en  que  señoreaban  las  ideas  políticas  más 
cuerdas  entre  otras  dos  turbulentas  y  en  que  la  moral  y  la  re- 
ligión tenían  un  momento  de  respiro,  supo  juntar  la  moral  y  el 
arte  dramático  como  Alarcón,  ganándole  en  la  profundidad 


120      PRIMER   PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

psicológica,  en  los  personajes  y  en  todo.  Con  Locura  de  amor  y 
Un  drama  nuevo  se  puso  á  par  de  Shakespeare.  En  vez  de 
perder,  cada  dia  crecía  su  fama,  y  es,  hasta  hoy,  el  más  grande 
de  los  drajmáticos  españoles  de  la  literatura  moderna. 

•44.  "Cuando  se  abusó  en  el  teatro,  dice  J.  Nombela,  de  las  ama- 
ñadas ovaciones,  de  las  innumerables  llamadas  al  escenario  de  auto- 
res de  obras  muy  medianas  y  algunas  muy  ineptas,  se  negó  á  aceptar 
aquellos  agasajos,  aunque  para  él  se  considerasen  merecidos  y  hasta 
ocultó  su  nombre  ilustre  con  el  vulgar  seudónimo  de  don  Joaquín  Es- 
tébanez."  En  Espyaña  andan  tan  divididos  los  dos  campos  político- 
ético-religiosos,  que  se  ciegan  fácilmente  los  del  uno  al  tratar  de  per- 
sonas de  los  del  otro.  Si  Tamayo  hubiera  tenido  el  criterio  determi- 
nista, panteísta  ó  ateo  de  otros  escritores  europeos,  los  críticos 
españoles  que  alaban  toda  osadía  ético-filosófica,  tan  sólo  por  serlo, 
sin  atender  al  arte,  y  menosprecian  lo  hecho  conforme  á  la  ética  tra- 
dicional y  á  la  filosofía  cristiana,  no  hay  duda  que  hubieran  empinado 
á  Tamayo  tanto  como  le  han  abatido  por  sus  creencias  y  cristiana  filo- 
sofía. Tamaño  criterio  no  debe  prevalecer  ó  el  arte  no  es  más  que  un 
triste  fámulo  de  las  ideas  filosófico-religiosas,  como  de  hecho  lo  es  para 
tales  críticos.  Quiéranlo  filosóficamente  ó  no,  Tamayo  es  nuestro  me- 
jor dramático  de  la  época  moderna,  después  del  siglo  xvii,  y  en  muchas 
cosas  sobrepuja  á  nuestros  clásicos.  Y  á  aquellos  críticos  cábeles  la 
triste  culpa  de  que  Tamayo  no  haya  escrito  otras  obras  que  podían 
esperarse  de  la  madurez  de  su  edad.  Fernán  Flórez,  Tamayo  (sobre  el 
DrOftia  nuevo) :  "Todas  las  opinior*es,  rivalidades  y  antipatías  saluda- 
ron al  drama  con  una  ovación  unánime.  Es  un  drama  de  caracteres  y 
pasiones  fundamentales,  humanísimas,  cuya  vigorosa  contextura  se 
realza  con  una  prosa  limpia,  sintética  y  castiza.  La  fatalidad  arrastra 
fieramente  á  los  personajes,  sin  que  el  autor  trate  ni  un  momento  de 
arrancarle  sus  víctimas;  pero  inunda  la  escena  de  no  sé  qué  perfume 
de  ternura  y  piedad,  que  parece  condensarse  al  fin  y  caer  como  rocío 
de  lágrimas  sobre  los  muertos  y  los  matadores.  El  desarrollo  de  la 
acción,  la  progresión  de  los  afectos,  la  emoción  del  espectador,  jamás 
se  ordenó  tan  artísticamente...  Jamás  los  personajes  de  una  idealidad 
se  entraron  más  en  lo  hondo  del  corazón  para  enternecerle  ó  desga- 
rrarle... Jamás  los  afectos  propios  de  diversas  edades,  de  temperamen- 
tos diferentes,  de  los  varios  estados  del  ánimo,  se  definieron  con  tanto 
interés,  energía  y  colorido.  Todos,  en  este  drama,  se  hacen  amar:  Ali- 
cia y  Edmundo,  aunque  adúlteros  é  ingratos ;  Yórik,  en  sus  celos, 
sus  lágrimas  y  sus  furores ;  Shakespeare,  por  ser  digna  silueta  de 
aquel  gran  genio...  Sólo  es  aborrecible  Walton,  aborrecible  como  la 
envidia.  El  final  del  primer  acto  es  uno  de  los  artificios  más  sorpren- 
dentes del  mecánico  sin  rival  de  los  finales;  el  final  de  la  obra  produce 
en  el  ánimo  la  confusión  indescifrable  de  lo  verdadero  y  de  lo  imagi- 


S.    XIX,    1853.    MANUEL    TAMA  YO    Y    BAUS  121 

nado...  Pero  aún  es  de  más  subido  valor  estético,  aún  más  original,  la 
creación  de  Yórik.  ¡  Pobre  cómico !  Su  buen  corazón  es  causa  de  todas 
sus  desdichas...  Alicia,  su  esposa,  fué  salvada  por  él  de  la  miseria; 
Edmundo  era  huérfano,  y  le  recogió...  Cree  tener  en  Alicia  una  es- 
posa angelical;  en  Edmundo,  un  hijo.  "Bendito  Dios — dice  conversando 
"con  Shakespeare — ,  que  me  ha  concedido  la  ventura  de  ver  recom- 
"pensadas  en  mi  vida  mis  buenas  acciones.  Porque  fui  generoso  y  a^%  O  C' 
"caritativo,  logré  en  Alicia  una  esposa  angelical  y  en  Edmundo  un 
"amigo...  ¿Qué  amigo?  Un  hijo  lleno  de  nobles  cualidades.  ¡Y  qué 
"talento  el  de  uno  y  otra !  ¡  Cómo  representan  los  dos  el  Romeo  y  Ju- 
"lieta!  Divinos  son  estos  dos  héroes  á  que  dio  ser  tu  fantasía;  más 
"divino  aún  cuando  Alicia  y  Edmundo  les  prestan  humana  forma  y 
"alma  verdadera...  ¡Qué  ademanes,  qué  miradas,  qué  modo  de  ex- 
"presar  el  amor!  ¡Vamos,  aquello  es  la  misma  verdad!"  "¡Pobre 
"Yórik!" — murmura  Shakespeare  al  oír  estas  palabras.  "¡Pobre  Yó- 
"rik!" — murmura  también  el  público,  que  encuentra  en  estas  breves 
frases  de  esta  primera  escena  la  revelación  del  drama.  Y,  en  efec- 
to, ante  confianza  y  sencillez  tan  sublime,  ¿qué  se  le  puede  decir,  sino 
"¡Pobre  Yórik!"  Y  ellos,  en  verdad,  son  buenos  y  le  quieren;  pero 
se  vieron  y  se  amaron ;  no  le  respetan  por  sus  canas,  sino  por  su  bon- 
dad y  porqus  le  deben  gratitud;  darían  la  vida  por  él,  pero...  se  aman. 
Cuando  Yórik  logra  en  cierto  drama  un  codiciado  papel  de  esposo 
vendido,  no  se  da  cuenta  de  cómo  podrán  fingirse  los  celos ;  él  no  los 
ha  sentido...  Poco  á  poco,  la  sospecha  entra  en  su  corazón,  va  cre- 
ciendo, creciendo;  turba  su  dicha,  le  anega  en  lágrimas,  le  pide  san- 
gre y  le  sumerge  en  ella.  Pero  siempre  es  bueno,  y  mejor  cuanto  más 
desgraciado.  En  sus  primeras  dudas  quiere  que  su  misma  esposa  las 
desvanezca;  quizá  sea  tiempo  de  salvarla;  para  salvarla,  él  acentuará 
su  cariño  y  sus  caricias.  Bien  mirado,  él  obró  con  irreflexivo  arrebato 
al  casarse  con  ella.  ¿Cómo  habían  de  hacer  buen  matrimonio  la  juven- 
tud y  la  hermosura  con  la  vejez  y  la  fealdad?  Dispuesto  se  encuentra 
él  á  guiarla  hacia  el  bien,  como  esposo  y  como  padre.  El  llanto  de 
Alicia  le  revela  su  delito;  pero  él  sospecha  de  todos  y  no  sospecha  de 
Edmundo.  Su  bondad  incomparable,  su  ternura  por  Edmundo  y  Alicia, 
el  sentimiento  de  horror  que  le  inspira  la  ingratitud,  los  recelos  de  su 
honor  ultrajado  y  de  su  vejez  infamada  luchan  dentro  de  su  corazón 
tan  dolorosamente,  que  sus  gemidos  dan  piedad  y  espanto.  Ni  cuando 
ya  no  le  es  posible  dudar,  cuando  ya  sabe  que  Edmundo  es  el  infame 
autor  de  su  desdicha,  se  arrepiente  de  su  hidalga  confianza...  Prefiere 
ser  engañado  á  ser  injusto.  ¡  Pobre  Yórik !  La  impensada  revelación 
del  nombre  nunca  imaginado  del  culpable  ahogó  tu  corazón  en  súbito 
golpe  de  sangre,  armó  tu  diestra,  guió  tu  espada  al  corazón  del  que 
amabas  como  á  hijo!  ¡Cuánto  habrás  llorado  después  del  terrible 
acierto  de  tu  mano !  Un  drama  nuevo  nunca  pasará."  Yxart,  El  Arte 
escénico,  I,  pág.  46 :  "Tamayo,  en  esta  parte,  es  más  revolucionario, 
más  ampliamente  humano;  va  más  allá  y  más  pronto.  Su  programa  se 


122      PRIMER   PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

halla  en  su  discurso  de  recepción  sobre  la  verdad  dramática  (1859). 
Con  no  ser  nuevo,  cuanto  dice  arguye  el  cambio  que  se  ha  verificado; 
está  expuesto  de  un  modo  categórico,  sin  distinciones :  "La  gran  poé- 
"tica  es  la  del  corazón;  las  criaturas  facticias  han  de  ser  formadas  á 
"semejanza  de  las  vivientes."  "Vale  más  la  naturaleza  que  las  figuras 
"que  aspiran  á  ser  puro  espíritu,  puro  heroísmo,  pura  bondad;  estas 
"no  son  ni  espirituales,  ni  heroicas,  ni  buenas;  sorprenden  acaso;  no 
"convencen  nunca."  Tamayo  siente  un  momento  la  fascinación  de  la 
antigua  tragedia,  pura,  armoniosa:  ¿por  qué  no?  Ha  sido  una  de  tan- 
tas formas  de  esa  verdad  psicológica  que  anhela.  Pero  el  drama  mo- 
derno le  parece  más  profundo.  Y  para  él,  acepta,  por  fin,  sin  vaciliar, 
la  prosa,  hoy  su  forma  más  propia,  por  holgada,  por  más  rápida,  por 
adecuada  á  situaciones,  actos  y  medios,  que  no  llevan  ni  al  personaje 
ni  al  espectador  á  una  intensidad  de  emoción  que  haga  brotar  ese 
semicanto  de  la  poesía,  esa  expresión  intermedia  entre  la  música  y  el 
lenguaje  no  medido.  Es  verdad  que  la  prosa  de  Tamayo  tiene  tam- 
bién algo  de  componenda  y  transición  á  veces,  por  redicha,  por  sus 
giros  clásicos,  porque  sale  alguna  vez  de  la  boca  del  personaje  como 
si  éste  la  leyera;  pero  escrita  en  ella  están  conmovedoras  escenas  de 
La  Locura  de  amor,  fragmentos  de  realidad  viva  superiores  en  Lan- 
ces de  honor  y  el  Drama  nuevo,  cifra  y  compendio  de  todo  aquel  rea- 
lismo ideal,  con  toda  su  grandeza  trágica  y  todo  el  vigor  posible  en 
caracteres,  en  el  plan,  en  los  sentimientos,  en  todo." 

Tamayo:  Genoveva  de  Brabante  (trad.  y  ref.),  1841.  Juana  de  Arco 
(traduc.  libre  ó  imitación  de  La  Doncella  de  Orleáns,  de  Schiller), 
1847.  El  5  de  Agosto,  1848  (impr.  1849).  El  Juramento  (con  Luis 
Fernández  Guerra  y  M.  Cañete),  1848.  Un  marido  duplicado  (con  Mi- 
guel Ruiz  y  Torrent),  1849.  Fernando  el  pescador  ó  Málaga  y  los 
franceses  (disparatado  melodrama),  1849.  Tran-tran  (arreglo  del  fran- 
cés, con  su  hermano  Victorino),  1850.  Centellas  y  Moneada  (con  Be- 
nito de  Lianza  y  Esquivel,  duque  de  Solferino),  1850.  Una  apuesta, 
185 1.  Una  aventura  de  Richelieu  (dr.  calcado  sobre  otro  de  Al.  Du- 
mas),  1851.  La  Esperanza  de  la  patria  (loa,  con  Cañete),  1852, 
El  Don  del  cielo  (id.  id.),  1852.  Angela  (con  Cañete  y  Fernández 
Guerra,  arreglo  de  Luisa  Müller,  de  Schiller),  1852.  El  Peluquero  de 
Su  Alteza,  1853.  Don  Simplicio  Bohadilla,  1853.  Huyendo  del  peregil, 

1853.  Virginia  (trag.  clás.),  1853.  La  Rica  hembra  (con  A.  Fernández 
Guerra),    1854.   El   Castillo   de   Balsain   (con   L.    Fernández    Guerra), 

1854.  La  Locura  de  amor,  1855.  Hija  y  madre.  A  escape,  1855.  La 
Bola  de  nieve,  1856.  De  la  verdad  como  fuente  de  belleza  en  la  lite- 
ratura dramática  (di se.  recepc.  Acad.  Esp.).  1858.  Lo  Positivo  (asunto 
de  Le  duc  Job),  1862.  Lances  de  honor,  1863.  Del  dicho  al  hecho  (del 
francés),  1863.  Más  vale  maña  que  fuerza,  1866.  Un  drama  nuevo, 
1867.  No  hay  mal  que  por  bien  no  venga  (refnnd.  de  Le  fcu  au  cou- 
vent),  1869.  Los  Hombres  de  bien,  1870.  España  sin  honra,  canto 
épico  á   la  Revolución  de  Setiembre,   por  J.   M.   Estévanez,   Madrid, 


S.  XIX,  1853.  LUIS  M.  DE  EGUILAZ  123 

1869.  Obras,  cuatro  vols.,  Madrid,  1898-1900.  Consúltense:  Narciso 
Sicars  y  Salvado,  D.  Man.  Tarnayo  y  Baus,  estudio  crítico-biográfico , 
Barcelona,  190Ó;  Rev.  Archiv.,  1878  (Dic),  1898  (Junio);  E.  Cotarelo 
y  Mori,  Estudios  de  hist.  liter.  de  España,  Madrid,  1901,  plgs.  363- 
403;  A.  Fernández  Guerra,  Discursos  de  la  Academia  (1847),  t-  I^. 
Madrid,  1867;  M.  de  la  Revilla,  Manuel  Tamayo  y  Baus,  articulo  en 
Bocetos  literarios;  L.  Augusto  de  Cueto,  La  Leyenda  romana  de  Vir- 
ginia en  la  literatura  dramática,  '^Virginia"...  por  D.  M.  T.  y  B.,  en 
Rev.  Española  de  Ambos  Mundos,  t.  I,  págs.  365...,  reproducido  en 
Estudios  de  Hist.  y  Crítica  literaria,  t.  CXVI  de  la  Colección  de  Es- 
critores Castellanos;  D.  Ramón  Nocedal,  Un  análisis  minucioso  y  apo- 
logético de  "Los  Hombres  de  bien",  en  el  t.  V  de  La  Ciudad  de  Dios: 
P.  Blanco,  La  Liter.  españ.  en  el  s.  xix,  i.  II,  págs.  155-174;  A  New 
Drama,  trad.  inglesa  de  J.  D.  Fitz-Gerald  y  T.  H.  Guild,  N.  York, 
1915;   Isidoro  Fernández  Flórez,   Tamayo,  Madrid,   1891. 

45.  Año  18 ¿S-  Luis  (Martínez)  de  Eguilaz  y  Eguilaz 
(i 830- 1 874),  por  seud.  El  Ldo.  Escribe,  nació  en  Sanlúcar  de 
Barrameda,  y  á  los  catorce  de  su  edad  compuso  la  comedia 
Por  dinero  baila  el  perro,  que  se  representó  en  Jerez,  adonde 
fué  á  estudiar  en  el  Instituto.  Siguió  en  Madrid  (1849)  I2.  ca- 
rrera de  Leyes,  y  después  de  andar  de  Herodes  á  Pilatos  con  la 
comedia  Verdades  amargas,  desechándosela  Romea  y  los  de- 
más actores,  habiendo  caído  el  manuscrito  en  manos  de  Euge- 
nio de  Ochoa,  apoyado  por  él,  logró  estrenarla  en  1853,  gustando 
mucho  al  público  por  los  suaves  sentimientos,  el  perfume  de 
virtud  y  delicada  sátira  de  costumbres,  que  encierra  en  una 
sencilla  acción,  bien  tramada  y  de  no  mal  pergeñados  caracteres. 
Enfermizo  desde  la  niñez,  pobre  y  apesadumbrado  por  la  muer- 
te de  quienes  más  quería,  vivió  triste  y  se  avejentó  muy  presto. 
Fué  muy  religioso,  modesto  y  de  ideas  puras.  Conviene  con 
Tamayo  y  Ayala  en  el  intento  moral  y  en  tomar  los  asuntos  de 
la  vida  presente  y  á  veces  de  la  historia  patria.  Creía  que  el  tea- 
tro es  escuela  de  costumbres  y  sin  querer  acaso  siguió  la  manera 
de  Alarcón.  No  se  levanta  Eguilaz  de  la  pasadera  medianía ;  pero 
distingüese  por  la  maña  con  que  comúnmente  maneja  los  re- 
cursos dramáticos,  construyendo  con  talento  teatral  la  amia- 
zón  de  sus  piezas,  desenvolviendo  la  acción  con  bastante  natu- 
ralidad ;  pero  no  acierta  en  los  caracteres  ni  en  la  pintura  de 
costumbres.  Los  personajes  no  desdicen,  aunque  tampoco  des- 
cuellan, y  suelen  estar  medio  delineados.  Sin  notas  sobresalien- 


124      PRIMER   PERIODO  DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

tes  en  estilo,  lenguaje  y  versificación,  es  generalmente  correc- 
to. E*.  acaso,  demasiado  lírico;  pero  esto  mismo  envuelve  en 
cierto  perfume  poético  sus  obras,  que,  con  la  suavidad  de  senti- 
mientos y  la  sana  moral,  contribuyó  á  que  gustasen  á  los  más, 
si  bien  otros  las  criticaron,  en  parte  con  razón,  si  bien  dema- 
siado duramente,  merced  á  la  diversidad  de  opiniones  politico- 
religiosas.  El  Padre  Cobos  dijo  que  en  sus  comedias  eran  siem- 
pre lo  mejor  "los  últimos  versos  de  las  últimas  escenas  de  los 
últimos  actos",  porque  lo  mejor  de  lo  malo  es  que  se  acabe 
presto.  Rindió  pleito  homenaje  á  los  antiguos  ingenios  espa- 
ñoles, sacando  á  las  tablas  con  intento  moralizador  las  figuras 
de  Alfonso  X,  de  AÜarcón,  Lope,  Tirso,  Rojas,  Rueda  y  Timo- 
neda.  aunque  despintando  sus  caracteres.  Su  mejor  drama  es 
Las  Querellas  del  Rey  Sabio  (1858),  en  habla  antigua,  y  su 
mejor  comedia.  La  Cruz  del  matrimonio  (1861).  Escribió,  ade- 
más. La  Espada  de  San  Fernando,  poema  caballeresco  (1852), 
las  zarzuelas  El  Molinero  de  Subida  (1870)  y  El  Salto  del  pa- 
siego,  representado  después  de  su  muerte  (1878),  y  se  han  he- 
cho populares.  Desde  1852  hasta  1892  escribió  á  tres  obras  tea- 
trales por  año,  ó  sean  unas  70  entre  todas.  Cifró  sus  deseos  en 
devolver  al  arte  dramático  el  nervio  de  la  tradición  nacional  y 
fundarlo  en  la  moral,  y  viólos  logrados  por  si  en  la  medida  de 
sus  fuerzas  y  por  A'yala  y  Tamayo.  Por  el  poco  resalte  de  su 
personalidad  dramática  y  falta  de  fuerza  en  todo,  la  fama  gran- 
de que  en  su  tiempo  tuvo,  no  sin  embargo  sin  contradictores, 
ha  ido  apagándose  después  de  su  muerte,  y  acaso  más  de  lo 
justo. 

Raf.ael  Pombo  (1833-1912),  de  Bogotá,  ingeniero  (1851), 
matemático,  militar  (1854),  profesor,  diplomático  en  los  Esta- 
dos Unidos,  periodista,  polígrafo  y  poeta  de  variadísima  ento- 
nación y  de  imaginación  sajona  envuelta  en  un  temperamento 
tropical,  amigo  de  recoger  del  pueblo  pensamientos  y  modos  de 
decir  ])ara  dar  con  la  naturalidad  viva,  crítico  de  artes,  prosista 
didáctico,  discípulo  de  Manuel  Pombo,  tradujo  algo  de  Horacio 
y  de  otros  poetas  modernos  y  se  hizo,  sobre  todo,  famoso,  por 
sus  Cuentos  pintados,  Cuentos  morales  y  Fábulas  y  verdades, 
que  aprenden  los  niños  americanos.  Como  poeta,  siempre  ro- 
mántico, bien  que  templado  por  influencias  sajonas  desde  su 


S.   Xrx,    1853.    RAFAEL   POMBO  123 

viaje  á  los  Estados  Unidos,  cantó  el  amor  y  la  naturaleza,  con 
pasión  casi  religiosa,  en  armoniosos  versos  de  ritmo  íntimo  y 
facilidad  de  expresión. 

4  6.  L.  Eguilaz:  Mariana  la  Barlú,  parodia  andaluza  del  drama 
Adriatia  Lecouvreur  (con  seud.  de  El  Ldo.  Escribe),  1852.  La  Espada 
de  S.  Fernando,  1852.  Verdades  amargas,  1853.  Una  broma  de  Que- 
vedo,  1853.  Las  Prohibiciones,  1853.  Alarcón,  1853.  El  Caballero  del 
milagro,  1854.  La  Virgen  de  Murillo,  1854.  Una  aventura  de  Tirso, 
1855.  La  Llave  de  oro,  1856.  La  Vaquera  de  la  Finojosa,  1856.  La 
Vida  de  Juan  Soldado,  1856.  El  Patriarca  del  Tiiria,  1857.  Grazale- 
ma,  1857.  Las  Querellas  del  Rey  Sabio,  1858.  Mentiras  dulces,  1859. 
Santiago  y  á  ellos,  1859.  El  Padre  de  los  pobres,  1860.  Los  Crepúscu- 
los, 1861.  La  Cruz  del  matrimonio ,  1861.  Los  Soldados  de  plomo,  1865. 
Quiero  y  no  puedo,  1867.  El  Molinero  de  Subiza,  zarz.,  1870.  El  Salto 
del  pasiega,  zarz.,  1878.  La  Vergonzosa  en  palacio,  zarz.  La  Conva- 
lecencia. Entre  todas  las  mujeres.  Los  Encantos  de  Briján.  La  Paye- 
sa de  Sarria.  Lope  de  Rueda.  El  Pan  de  los  pobres.  Obras  dramá- 
ticas, París,  1864.  Consúltense:  Ángel  Lasso  de  la  Vega,  D.  L.  Egui- 
laz, caracteres  distintivos  de  sus  obras  dramáticas,  en  Rev.  de  España, 
1887;  G.  Calvo  Asensio,  El  Teatro  hispano  lusitano  en  el  s.  xix,  Ma- 
drid, 1875;  Rev.  Archiv.,  1874  (Jul.). 

El  españolismo  de  Pombo,  como  en  general  el  de  todos  los  escri- 
tores colombianos,  échase  de  ver  en  estas  palabras  (Pról.  á  las  Poe- 
sías de  Gr.  Gutiérrez  González) :  "En  los  caprichos  y  peligrosas  di- 
vergencias literarias  que  estarán  surgiendo  incesantemente  entre  nos- 
otros, desde  Méjico  hasta  la  Patagonia,  es  Madrid,  con  su  idioma,  sus 
libros  y  sus  artistas,  nuestro  providencial  correctivo,  nuestra  policía, 
el  crisol  fundidor  de  nuestra  misma  unidad  hispano-americana :  me- 
trópoli, en  fin,  de  nuestra  lengua,  el  vínculo  más  sutil  y  más  fuerte  y 
constante  de  almas  y  corazones."  J.  Valera,  Cartas  Americanas,  1889, 
pág.  190:  "Su  lira  posee  todas  las  cuerdas  y  todos  los  tonos:  es  mís- 
tica, erótica,  elegiaca,  jocosa,  satírica  y  descriptiva...  Hay  originali- 
dad, naturalidad  y  gracia.  Sus  redondillas  al  bambuco,  que  llegan  á 
ochenta,  muestran  cuan  fácil  y  abundante  es  el  autor,  sin  pecar  de 
pesado  ni  de  rastrero.  La  música  y  la  danza  del  bambuco  están  muy 
bien  calificadas,  y  ponderadas  con  chiste  todas  sus  excelencias  y  la 
desapoderada  afición  que  le  tienen  los  colombianos...  Los  versos  se- 
rios de  Pombo  son  aún  más  bellos  que  los  ligeros  y  jocosos.  En  Pre- 
ludio de  primavera  ni  imita  el  poeta  á  nadie  ni  parece  que  lleva  nin- 
guna intención  literaria.  Se  diría  que  canta  sin  querer,  excitado  por 
sentimientos  dulcísimos  y  por  las  primeras  auras  vernales,  después 
de  un  invierno  riguroso  de  Nueva  York...  Lo  que,  sobre  todo,  es  de 
admirar  en  Pombo  es  la  sencillez,  al  parecer  al  menos  sin  arte,  coa 
que  dice  cosas  muy  bellas,"  Consúltese,  además.  Anuario  de  la  Acnd. 


126      PRIMER   PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

Colombino,  Bogotá,  1914,  t.  III,  pág.  120...  (por  varios):  "Pombo  era 
el  augusto  emperador  de  la  lira  colombiana.  Su  genio  multiforme  y 
audaz  recorrió  todos  los  géneros,  con  pasmosa  facilidad,  y  ya  remon- 
tándose á  las  más  altas  regiones  de  la  poesía  filosófica,  ya  juguetean- 
do como  leve  mariposa,  con  la  niñez,  supo  ser  grande  y  original  en 
€l   fondo  y  brillante  y  nuevo  en  la   forma.  A  nadie  imitó;   pero  su 
poesía,  tan  nueva  en  nuestra  lengua,  tiene  aire  de  familia  con  la  de 
varios  de  los  más  grandes  vates  extranjeros,  y  por  ella  circulan  bri- 
sas de  la  primavera  del  Norte  y  cálidos  efluvios  de  los  trópicos.  Fué 
el  caballeresco  cantor  de  la  mujer...  La  naturaleza  tuvo  para  Pombo 
misieriosas   revelaciones...''   Ant.    Gómez    Restrepo,   Pról.   á   Poesías, 
Bogotá,  t.  I,  1906:  "Es  evidente  que  Pombo  no  es  un  cincelador  de  la 
forma  de  tan  peregrino  refinamiento  como  Fallón;  pero,  en  cambio, 
tiene  más  cuerdas  en  su  lira  y  es  un  poeta  más  rico,  más  variado,  más 
comjileto.   Buscó  la  grandeza  del  conjunto  más  que  la  perfección  en 
los  pormenores.  Al  lado  de  un  diamante  de  aguas  purísimas  dejó  caer 
más  de  una  vez  piedras  opacas,  de  imperfecto  tallado.   Fué  original 
■como  pocos;  pero,  en  ocasiones,  exótico...;  una  vida  literaria  de  se- 
senta años...;  el  poeta  en  quien  el  romanticismo  ha  infiltrado  su  pa- 
sión ardiente,   su   febril   inquietud,   su  ansia  de  un  goce  sin  límites  y 
al  propio  tiempo  su  precoz  desengaño  de  la  vida,  que  suele  despertar 
ráfagas  de  desolado  escepticismo.  El  lector  apasionado  de  Zorrilla,  el 
traductor   de    Byron,    aparece,    no   como    imitador   directo...,    pvero    sí 
como  un  romántico  influido...,  vigorosa  complexión  moral  del  poeta 
y...  su  afición  instintiva  á  la  poesía  popular,  en  cuyos  frescos  raudales 
acudió  á  templar  los  ardores  de  su  apasionada  musa...   Pero  Pombo 
fué  poeta  romántico  hasta  el   fin  de  su  vida...   Estilo  fácil,   flexible, 
brioso  é  incisivo,  en  que  cada  |xilabra  encierra  un  pensamiento  y  cada 
epíteto  equivale  á  una  descripción.  Desde  la  oda  hasta  el  epigrama, 
todo  lo  trató  con  increíble  facilidad  y  desitreza...,  originalidad,   fuer- 
za y  vigor  con  que  cultivó  ciertos  géneros,  como  la  elegía  amorosa,  la 
■contemplación  descriptiva  y  la  meditación  filosófica.   Sintió  el   amor 
á  la  naturaleza  de  un  modo  enérgico  y  personal...   Dio  á  sus  versos 
una  melodía  penetrante,  una  vibración  honda  y  patética,  que  convierte 
€n  himno  religioso  la  explosión  ardiente  y  viva  de  la  pasión  humana... 
La  música,  arte  de  que  fué  apasionado  toda  su  vida,  ejerció  poderoso 
influjo  sobre  su  numen...  Pombo  es,  ante  todo,  poeta  del  amor...;  su 
poesía   era   demasiado   personal   y   voluntariosa   para   que   pudiera   ser 
eco   de   la  colectividad,  y   como  cantor  de   la   Patria,   Pombo  cede   el 
paso  á  fion  José  Joaquín  Ortiz...  La  cuerda  que  más  dócilmente  vibra- 
ba en  la  lira  de  Pombo  era  la  que  expresa  los  deliquios  y  las  tormen- 
tas del  amor...;  amante  eterno  que  al  cabo  murió  célibe,  pero  fué  ca- 
ballero hasta  el   fin...   Junto  con   el   amor,   palpita  en   muchos  cantos 
<le   Pombo  el  sentimiento  de  la  naturaleza.   Nuestro  poeta  la  amó  in- 
tensa y  casi  religiosamente.''  Muchas  de  las  poesías  de  R.  Pombo  sa- 
lieron  en   La   Guirnalda.   Fundó  el   periódico  literario  La  Siesta.   Su 


S.    XIX,    1853.    GUILLERMO    MATTA  1 27 

poesía  Mi  Amor  lleva  por  seudónimo  Edda.  Poesías,  dos  vols.,  con 
estudio  de  A.  Gómez  Restrepo,  Bogotá,  1916^x917.  Fábulas  y  verda- 
des, ibid.,  1916.  Traducciones  poéticas,  ibid.,  1917.  En  Atinar.  Acad. 
Colomb. :  1874,  t.  I :  Poesía  descriptiva  americana,  Heredia  y  Bello 
(pág.  182).  Greg.  Gutierres  Gonsálec,  poesía  de  R.  Pombo  (ibid.,  t.  II 
(1911),  pág.  350.  Dos  poesías  de  R.  P.  (ibid.,  t.  III,  pág.  290).  Con- 
súltense: Homenaje  de  la  Acad.  Colomb.  á  D.  R.  Pombo,  en  Anuario 
de  la  misma,  t.  III  (1914),  pág.  120;  Isid.  Laverde  Amaya,  Fisono- 
mías litcr.,  1890. 

47.  Año  18 j^.  Carlos  Rubio  (i 833- i 87 i),  cordobés,  por 
seud.  Pablo  Gáinhara,  periodista  monárquico  liberal  revolucio- 
nario, secretario  de  Prim  en  el  destierro,  de  natural  fogoso, 
gran  escritor  en  prosa  y  verso,  venció  en  La  Iberia  á  Castelar, 
qu€  escribía  en  La  Democracia,  tratando  acerca  de  la  fórmula 
del  progreso.  Fué  publicando  en  periódicos  y  revistas  cuentos 
fantásticos  á  lo  Hoffman  y  Andersen,  coleccionándolos  des- 
pués en  ]Madrid,  1868.  Escribió  novelas  y  poemas.  Postumo, 
estrenóse  su  drama  Nicolás  Rienzi,  el  tribuno.  Como  lírico,  fué 
exagerado  é  hinchado. 

Guillermo  Matta  (1829-1897),  de  Copiapó  (Chile),  tuvo 
cargos  diplomáticos  en  España,  tomó  parte  en  los  sucesos  polí- 
ticos de  su  país  (1859),  fué  desterrado  á  Europa  hasta  1861, 
que  volvió  allá,  redactando  desde  1863  La  Voz  de  Chile;  des- 
pués fué  profesor  en  la  Universidad  de  Santiago,  diputado, 
presidente  de  la  Cámara  (1874),  ministro  en  Alemania  (1882) 
y  cerca  del  Vaticano,  senador  (1886),  ministro  en  la  Argenti- 
na (1887),  representante  en  el  Congreso  de  Washington  (1889). 
Publicó  las  leyendas  en  verso  Un  cuento  endemoniado  y  La 
Mujer  misteriosa,  en  Santiago,  1853,  que  levantaron  gran  tem- 
pestad por  sus  audacias  contra  la  Religión,  la  sociedad  y  cier- 
tas formas  literarias.  Esta  misma  rebeldía  de  espíritu  alentó 
todas  sus  poesías,  alzándose  como  reformador  y  apóstol  de  no- 
vedades contra  las  instituciones  establecidas  con  tendencia  do- 
cente é  imitando,  uno  tras  otro,  á  Espronceda,  Zorrilla,  Quin- 
tana, Hugo,  Byron,  Heine,  ó  mezclando  sus  tonos;  pero  siem- 
pre en  son  ardoroso,  batallador  y  trompetero,  con  grandes  des- 
igualdades, arrebatos  más  ó  menos  hermosos  y  caídas  prosai- 
cas, oscuras,  pedantes  é  incorrectas.  En  suma,  suena  á  un 
Quintana  más  desleído  y  palabrero,  más  docente,  anárquico  y 


128     PRIMER   PERÍODO   DE   L.\   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

rebelde,  más  descuidado  y  prosaico.  Fué  de  los  más  fecundos 
poetas  americanos. 

48.  Cr.rlos  Rubio  era  tuerto.  Fué  redactor  de  El  Mensajero 
(1853),  La  Ilustración,  Scumnario  Pintoresco,  La  Iberia.  Lo  que  nos 
falta,  nov.,  1853  (en  El  Mensajero).  Melodías  sagradas,  Madrid,  1854. 
Otro  Artagnán,  nov.,  1855.  Lágrimas  de  Elvira,  poema,  1855.  Napoleón, 
poema,  1855.  El  Juicio  final,  poema.  Los  Suefios  de  la  tumba,  poema. 
La  Flor  del  pantano.  Madrid,  1857.  Martín  de  Aranda,  nov.  María  y 
Esperanza,  nov.  Historia  del  neocatolicismo,  1865.  Cuentos.  1868. 
Historia  filosófica  de  la  revolución  española  de  1868.  Madrid,  1869, 
dos  vols.  Nicolás  Rienzi,  dr. 

Jorge  Huneeus  Gana,  Cuadro  Imt.,  pág.  666:  "En  su  género 
(Matta),  como  cantor  del  progreso  filosófico,  como  abnegado  heraldo 
poético  que  tuvo  el  arrojo  valiente,  y  entre  nosotros  rarísimo,  de 
consagrar  su  vida  entera  á  la  propaganda  y  expresión  de  sus  altas 
ideas  de  patria,  arte  y  filosofía,  merece,  sin  disputa,  el  primer  puesto 
del  parnaso  chileno.  Revélase  en  su  obra  un  valeroso  carácter  de 
gran  sacerdote,  que  tiene  en  la  lira  todas  las  energías  de  un  tribuno 
y  todas  las  originalidades  de  un  reformador...  Es  cierto  que...  se  ven 
patentes  anchas  huellas  del  desgreño  sombrío  de  Espronceda.  de  la 
abundancia  sonora  y  musical  de  Zorrilla,  del  calor  patriótico  y  arre- 
batado de  Quintana,  de  la  fantasía  extraordinaria  y  exuberante  de 
Hugo,  de  la  originalidad  amarga  y  desordenada  de  Byron,  del  acen- 
tuado filosofismo  positivista  de  Goethe,  de  la  vaga  idealidad  subjetiva 
de  Schiller  y  de  la  extravagancia  despreocupada  y  sangrienta  de 
Heine.  Pero  todos  estos  rasgos  interesantes,  que  sintetizan  poderosa- 
mente los  principales  caracteres  de  la  poesía  del  siglo  xix,  los  reúne 
Matta  en  una  profusión  armoniosa  y  semejante  que  constituye  el  prin- 
cipal sello  propio  de  su  personalidad  literaria...  El  ha  sido  el  primero 
que,  con  energía  valiente,  ha  roto  las  cadenas  de  los  viejos  y  respe- 
tuosos convencionalismos  de  expresión  filosófica  y  religiosa...;  lo  ha 
arrastrado  con  gran  frecuencia  á  los  abismos  más  deplorables  del 
mal  gusto  poético...;  á  la  hinchazón  vacía  y  á  una  pompa  hueca  y  pa- 
labrera...; le  ha  hecho  desbocarse  á  veces  por  los  despeñaderos  de  la 
confusión  y  de  la  oscuridad  en  las  imágenes... ;  á  los  límites  poco  sinv 
páticos  de  la  pedantería  pedagógica...;  degenerar  en  algunas  ocasio- 
nes en  prosaísmos  tan  mdelicados  como  inelegantes,  tan  incorrectos 
como  superfinos...  En  suma,  G.  M.  es  el  más  fecundo  de  nuestros  poe- 
tas, el  más  grandioso  de  nuestros  cantores  patrióticos,  el  más  innova- 
dor y  filosófico  de  nuestros  bardos,  el  más  docente  át.  nuestros  artis- 
tas... Grande  en  sus  vuelos,  grande  en  sus  caídas,  este  poeta  desigual.'* 
En  la  oda  A  las  armas: 

"Vosotros  sois  la  España,  escándalo  del  orbe, 
nación  de  viejas  momias  y  lúgubre  Escorial, 


S.  XIX,  1853.  JOAQUÍN  GUICHOT  Y  PARODY        1 29 

que  la  moderna  España  como  un  tifón  absorbe 
y  arroja  sólo  el  crimen  y  sopla  siempre  el  mal." 

Cuentos  en  verso,  1853  (las  dos  leyendas  Un  cuento  endemoniado 
y  La  Mujer  misteriosa).  Poesías,  cuentos  en  verso,  fragmentos  de  un 
poema  inédito,  Madrid,  1858,  dos  vols.,  con  las  dos  leyendas  antes  pu- 
blicadas. Nuevas  poesías,  Leipzig,  1887,  dos  vols. 

4  9.  Alio  18 ¿^.  Leopoldo  Eguilaz  y  Yanguas  nació  (1829)  en 
Mazarrón  (Murcia),  fué  catedrático  de  Literatura  en  Granada,  escri- 
bió varias  leyendas  originales  y  se  distinguió  como  uno  de  nuestros 
mejores  arabistas.  El  Talismán  del  diablo,  nov.  fantást.  oriental,  Ma- 
drid, 1853.  El  Milagro,  nov.  hist.  Ensayo  de  una  traducción  literal  de 
los  episodios  indios,  la  muerte  de  Yachnadatta  y  la  elección  de  esposo, 
de  Drampadi,  texto  y  notas.  Granada,  1861.  Glosario  etimológico  de 
las  palabras  españolas  de  origen  oriental,  ibid.,  1886:  obra  importan- 
tísima. Reseña  histórica  de  la  conquista  del  reino  de  Granada,  1894 
(2.'  ed.).  El  Hadits  de  la  princesa  Zoraida...,  relación  romancesca  del 
siglo  XV,  1892. 

Joaquín  Guichot  y  Parody  (1820-1906),  de  Madrid,  hijo  de  fran- 
cés y  andaluza,  estuvo  en  Sevilla  (1823)  y  Burdeos,  donde  estudió ;  vi- 
vió en  Madrid  (1840)  y  Sevilla  (1846),  dibujante  y  periodista  político  é 
histórico  en  El  Porvenir  (1848),  El  Centinela  de  Andalucía  (1853),  El 
Galgo  negro.  El  Artista,  que  dirigió  (1850) ;  El  Teatro,  que  fundó  con 
Asensio  (1851),  La  Andalucía,  El  Tío  Clarín  (1861-64),  E,l  Progreso 
(hasta  1886),  etc.;  director  de  La  Asamblea,  cronista  de  Sevilla  (1860), 
profesor   de  Dibujo   (1856-1900),   novelador   é   historiógrafo  y   más   y 
mejor  historiógrafo  que  novelador.  Reseña  hist.-descr.  del  puente  de 
hierro  de  Sevilla,  ibid.,   1852.  Dos  golosos  á  una  breva,   zarz.,  ibid., 
1853.  ^í;i   título,   coni.,   ibid.,    1854.  El  Adalid  almogávar,   nov.   hist., 
Barcelona,  1864.  Aurora,  ley.  gitana,  Sevilla,  1866.  La  Lucha  de  pa- 
siones, nov.,  ibid.,  1867.  Historia  gral.  de  Andalucía,  ocho  vols.,  1869- 
70.  Discurso  en  la  Acad.  de  Buenas  Letras,  1872.  Historia  de  Sanlúcar 
de  Barrameda,  Sanlúcar,   1872.  Los  Crímenes  misteriosos,  nov.,  Sevi- 
lla, 1872,  tres  vois.  Historia  de  Sevilla,  ocho  vols.,  1873-1892.  La  ínsu- 
la Baratarla,  hist.  contemp.  ó  cuento,  1874.  Historia  de  un  ajusticiado, 
1875.  El  Anillo,  dr.,  1876.  Maldita  política,  com.,  1876.  Las  Inundacio- 
nes de  Sevilla  (1876-77),  1877.  ^-  P<^dro  I  de  Castilla,  1878.  Biografía 
de  D.  José  M.  Ibarra,  1879.  Homenaje  á  Calderón,  1881.  D.  Fadrique 
Henríqiiez  de  Ribera,  1882.  El  cicerone  del  viajero  en  Sevilla,  1882. 
Escarceos  científicos  y  literarios,  1883.  Los  dos  estados  de  ctdiura  de 
los  griegos  del  ciclo  troyano  que  aparecen  en  los  poemas  homéricos, 
1887.  Vida  y  costumbres  del  pueblo  musulmán  en  España,  disc,  1888. 
Hiitoria  del  Ayuntamiento  de  Sevilla,  cuatro  vols.,   1896,   1903.  Pri- 
meros  escritos   literarios,   colecc.   y   anotad,   por  Alejandro    Guichot, 
1907.    Consúltense:    Notas    bibliográficas,    por    Al.    Guichot,    Sevilla^ 
1904;  Discurso  necrológico,  por  Man.  Chaves  Rey,  1906. 

TOMO    VII!. — g 


1 3o      PRIMER   PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

Felipe  Pérez,  colombiano  nacido  en  Soconsuca  (1834),  gobernante 
y  polígrafo,  escribió  novelas  como  Huaina  Capac,  Atahualpa,  Los 
Pizarras,  Jilma,  Los  Gigantes^  Imina,  Carlota  Corday,  Los  Pecados 
sociales,  Sara,  El  Caballero  de  l<i  barba  negra.  El  drama  Gonzalo  Pi- 
zarra (1858).  El  Canto  á  los  héroes.  El  Álbum  de  las  flores.  Páginas 
para  los  niños.  Homenajes  al  genio  (estud.  hist.).  Los  Grandes  líricos 
españoles.  Análisis  política,  social  y  económica  de  la  República  del 
Ecuador,  1853.  Versos,  1867.  Puso  en  orden  y  publicó  la  Geografía... 
de  Colombia,  dos  vols.,  1862-63,  del  italiano  Codazzi.  Consúltese  En- 
rique Pérez,  Vida  de  F.  P.,  Bogotá,  1911. 

Benjamín  Blanco  (1832-1905),  de  Cochabamba  (Bolivia),  legado 
en  Madrid,  poeta  epigramático  y  festivo,  de  tono  popular  y  sincero, 
de  sabor  local,  hizo  además  poesías  religiosas  y  patrióticas.  La  Ven- 
ganza de  una  mujer,  leyettda,  Cochabamba,  1853.  María  concebida  sin 
nuincha,  dos  cantos,  ibid.,  1857.  Poesías,  París,  1891.  Venecia,  impre- 
siones de  zñajc,  1892.  Obras  en  prosa  y  verso,  París,  1905,  dos  vols. 
En  prosa  escribió  En  una  velada  literaria,  La  Simoníaca,  La  Lengua 
castellana.  Astronomía  política. 

^Manuel  Orozco  y  Berra,  escritor  de  los  más  eruditos  de  Méjico 
y  el  primero  en  filología  indígena,  publicó  Noticia  histórica  de  la 
conjuración  del  Marqués  del  Valle  (1565-68),  México,  1853.  Geografía 
de  las  lenguas  y  carta  etnográfica  de  México,  1864.  Materiales  para 
una  cartografía  mexicana,  1871.  Historia  antigua  de  la  conquista  de 
México,  cuatro  vols.,  1880.  Apuntes  para  la  historia  de  la  geografía 
en  México,  1881.  Memoria  para  la  carta  hidrográfica  del  valle  de  Mé- 
xico. 

José  M.*  Torres  Caicedo  (1830-1889),  de  Bogotá,  ministro  en  In- 
glaterra y  Francia,  crítico  benévolo,  pero  autorizado,  publicó  Ayes 
del  corazón,  poesías,  N.  York,  1853.  Ensayos  biográficos  y  de  crítica 
literaria  sobre  los  principales  poetas  y  literatos  hispano-americanos, 
obra  excelente,  París,  1863-68,  tres  vols.  Bagatelas  literarias.  Reli- 
gión, Patria  y  amor,  poesías,  París  (1863).  Unión  latino- americana, 
ibid.,  1865.  Estudios  sobre  el  gobierno  inglés,  ibid.,  1868,  dos  vols.  An- 
drés Bello,  colecc.  de  poesías  originales  con  apuntes  biográficos,  Ca- 
racas, 1870.  Importante  cuestión  de  derecho  de  gentes,  París,  i88¿. 
Miscelánea  de  artículos  políticos,  económicos,  filosóficos  y  literarios, 
tres  vols. 

Manuel  Rodríguez  de  Berlanga  (t  1909),  eminente  arqueólogo, 
colaborador  de  la  Rev.  Arch.  (1897),  Rcv.  Asoc.  Artist.-arqueol.  de 
Barcelona  (1898-1903),  publicó  Estudios  sobre  los  dos  bronces  encon- 
trados en  Málaga  {1851),  Málaga,  1853.  Monumenta  histórica  mala- 
citana, ibid.,  1863.  Monumentos  histór.  del  Municipio  Flavio  Mala- 
citano, ibid.,  1864,  Los  Bronces  de  Osuna,  ibid.,  1873.  Los  Nuevos 
bronces  de  Osuna,  ibid.,  1876.  Los  Bronces  de  Lacusta,  etc.,  ibid., 
1881-84.  Decretum  Pauli  JEmilii  Pactum  Fiduciac  Lex  MetalU  Vipa- 
censis,  dos  vols.,  ibid.,  1881-84.  Noticia  de  la  obra  que  publica  F.co  Sil- 


S.    XIX,    1853.    HERACLIO    M.    DE    LA    GUARDIA  131 

vela  conteniendo  la  correspondencm  de  Sor  María  de  Agreda,  ibid., 
1885.  Sor  María  de  Agreda...,  1886,  El  Nuevo  bronce  de  Itálica,  1891. 
Consúltese  Rev.  Arch.,  1909  (Set.). 

Ramón  Ortega  y  Frías  (1825-1884),  granadino,  gran  fabricador 
de  novelas  y  vulgarotes  novelones  á  lo  Fernández  y  González,  peor 
que  Torcuato  Tarrago  todavía,  publicó  El  Caballero  Relámpago,  1853, 
1855,  1859.  Guztnán  el  Bueno,  dos  vols.,  1856,  1857,  1858,  1859,  1886. 
La  Alhambra,  1856,  1863.  El  Diablo  en  Paludo,  dos  vols.,  1857,  1858, 
1863,  1882,  1886.  El  Alcázar  de  Madrid,  leyendas  históricas,  1857.  La 
Capa  del  diablo,  1858,  1863.  Cervantes,  nov.,  dos  vols.,  1859.  El  Pelu- 
quero del  Rey  {memorias  del  tiempo  de  Felipe  IV),  1860.  El  Trovador, 
1860.  El  Duende  de  la  Corte,  1862,  1866.  El  Barbero  de  Sevilla,  dos 
vols.,  1862.  Rostros  blancos  y  conciencias  negras,  1865.  El  Hijo  Pró- 
digo, dos  vols.,  1866.  El  Hechicero,  1866.  Lobos  y  ovejas,  1866.  La 
Virgen  de  la  Paloma,  1867.  Abelardo  y  Eloísa,  dos  vols.,  1867.  El  Tri- 
bunal de  la  sangre  ó  los  secretos  del  Rey,  cuatro  vols.,  1867,  1875.  El 
Siglo  de  las  tinieblas  ó  memorias  de  un  inquisidor,  dos  vols.,  1868. 
La  Política  y  sus  misterios  ó  el  libro  de  Satanás,  1869.  Vida  y  viajes 
de  Cristóbal  Colón,  tres  vols.,  1872.  El  Ángel  de  la  familia,  1873.  Insu- 
rrección federal  en  187 s  (con  E.  Llofríu),  1873,  dos  vols.  Conquista 
del  Perú,  tres  vols.,  1874.  Conquista  de  Méjico  por  Hernán  Cortés. 
tres  vols.,  1874.  El  Envenenador,  1874.  La  Gente  cursi,  1874.  La  Gente 
ác  pega,  1874.  Una  hermana  de  la  caridad,  1874.  La  Loca  del  Vati- 
cano, 1874.  El  Padre  Ginés,  memorias  del  tiempo  de  Felipe  II,  1875. 
El  Cid,  1875.  Dos  pillos,  1875.  Un  año  entre  los  salvajes,  viajes  y  aven- 
turas del  Doctor  Smith,  1875.  La  Sombra  de  Felipe  II,  1875,  1892.  La 
conciencia  de  la  mujer,  1876.  El  primer  desliz,  1876.  Los  Libertinos, 
1876.  La  Gazmoña,  1876.  Las  Hijas  de  Elena,  1876.  Los  Hijos 
de  Satanás,  1876,  1892.  Lü  Vida  alegre,  1877.  Un  Juan  Lanas. 
1878.  Un  reinado  de  sangre,  tres  vols.,  1879.  Periquito  entre  ellas, 
1880.  El  Testamento  de  un  conspirador,  dos  vols.,  1880.  Historia  de 
una  mujer  bonita,  1881.  El  Amor  de  una  negra,  1882.  Una  venganza 
de  Felipe  II,  memorias  del  Diablo  en  Palacio,  1882.  La  Justicia  de 
Dios,  dos  vols.,  1882.  Islas  maravillosas,  dos  vols.,  1883.  Los  Descreí- 
dos, póst.,  1884,  1888.  El  Naufragio  de  la  Medusa,  1892.  Honor  de  es- 
posa y  corazón  de  madre,  tres  vols.,  1909.  El  Amor  contrariado.  El 
Anillo  de  Satanás.  Las  dos  reinas.  El  esclavo  de  su  crimen,  memorias 
de  un  resucitado.  Una  gota  de  sangre  del  escudero  de  Satanás.  El 
Hijo  del  misterio  y  celos  de  un  Rey.  Las  Justicias  de  Felipe  II.  Los 
Mares  de  arena  y  las  ciudades  subterráneas,  viajes  del  capitán  Milton. 
El  Mundo  desconocido,  exploración  del  África  Central,  La  Piel  de 
Zapa  (trad.  de  Balzac).  Primitivos  habitantes  de  España  (trad.  de  G. 
de  Humboldt).  La  Raza  maldita  ó  el  corazón  de  una  mujer.  El  Rey 
de  los  bandidos  ó  los  secuestradores  de  Andalucía.  Las  Víctimas  del 
amor.  Viriato  (pieza  teatral). 

Heraclio  Martín  de  la  Guardia  (1836-1907),  de  Caracas  (Vene- 


1 32       PRIMKR   PERÍODO   DE    LA    ÉPOCA   REALISTA    (185O-1869) 

zuela),  diputado,  diplomático,  poeta  algo  romántico  al  principio,  des- 
pués épico-lírico,  declamador  á  lo  Quintana,  aunque  más  modernizado, 
cantó  temas  románticos  y  comunes  entre  los  poetas  americanos,  y  fué 
premiado  por  su  Oda,  leída  en  el  centenario  de  A.  de  Humboldt  (1869). 
Está  considerado  como  fundador  del  teatro  nacional,  y  compuso  va- 
rios dramas  y  comedias.  Costne  II  de  Mediéis,  dr.,  1849  (á  los  diez  y 
ocho  de  su  edad).  Luisa  de  Lavalliére,  dr.,  1853.  D.  Fadrique,  dr., 
1856.  Parisina,  1858.  Ultima  ilusión.  La  Raza  latiría.  Las  Águilas.  La 
Tempestad.  A  Bello.  Con  motivo  de  la  inundación  de  Consuegra 
(1891).  Alma  parens.  Ciencia  y  poesía.  Obras  poéticas,  Caracas,  1886. 
Poesías  completas,  dos  vols.,  ibid.,  1905-06. 

50.  Aíio  185^.  Atirió  de  Párrocos  ó  Pláticas  familiares,  Madrid, 
1853-54,  cuatro  vols.;  1857,  dos  vols. — A-NTONio  Altadill  y  Teixidó 
(1828-1880),  de  Tortosa,  por  seud.  Antonio  de  Padua,  publicó  muchas 
novelas,  las  más  de  carácter  bíblico.  La  Pasión  de  Jestís,  dr.  sacro. 
Valencia,  1853.  La  Voz  de  España,  loa,  1859.  El  Trapero  de  Madrid, 
nov.,  Barcelona,  1861.  Barcelona  y  sus  misterios,  ibid.,  1861.  La  Mo- 
narquía sin  monarca,  grandezas  y  miserias  de  la  revolución  de  Setiem- 
bre, ibid.,  1869.  Amor  de  esposa,  nov..  Habana,  1886.  Jugar  con  el  co- 
razón, nov.  Los  Enamorados.  La  Semilla  del  bien. — Roque  Barcia  y 
Ferraces  (1823-1885),  sevillano,  periodista  y  político  revolucionario, 
de  los  promovedores  de  la  insurrección  de  Cartagena,  por  seud.  El 
Autor  de  los  viajes,  estrenó  El  Dos  de  Mayo,  dr.,  1846.  El  Pedestal  de 
la  estatua,  dr.,  1864.  Publicó  Generación  de  ideas  (con  seud.  de  El  Au- 
tor de  los  viajes),  1853.  Diccionarijo  etimológico  de  la  lengua  caste- 
llana, Madrid,  1855,  1881-83,  cinco  vols.,  obra  de  acarreo  que  los  de 
su  partido  político  ensalzaron  harto  más  de  lo  que  vale.  Un  paseo 
por  París,  retratos  al  natural,  Madrid,  1863.  Filosofía  de  la  lengua 
española.  Sinónimos  castellanos,  1864,  1865,  1890,  1910.  Formación  de 
la  lengua  española,  1872. — Calixto  Boldún,  cómico,  padre  de  la  Elisa 
Boldún,  autor  malo,  refundía  obras  del  teatro  antiguo  y  las  daba  por 
suyas.  De  él  escribió  Narciso  Serra:  "Boldún,  pedazo  de  atún,  |  hara- 
gán de  profesión,  |  tú  debieras  ser  baldón  |  en  lugar  de  ser  Boldún." 
El  Alcalde  de  Tronchón,  zarz.  (1853) ;  Simüia  similibus  curantur,  com. 
(1858);  ¡Qué  plaga!,  jug.  (1866);  A  secreto  agravio,  disimulada  ven- 
ganza, dr.  (1867). — Esteban  de  Jesús  Borrero  (1820-1877),  poeta  de 
Puerto  Príncipe  (Cuba),  terso,  cadencioso  y  delicado,  publicó  el  ro- 
mance Amira  (1853),  A  la  Avellaneda  (1860),  Dos  lágrimas,  A  la 
muerte  y  otras  poesías,  dulces  y  sencillas. — Sixto  Cám.\r.\  estrenó 
Jaime  el  Barbudo,  dr.  (1853). — Alberto  Carballo  García  publicó 
Apuntes  para  la  Historia  de  Galicia  (sólo  el  t.  I  en  El  Astro  de  Ga- 
licia), 1853. — Agustín  Esteban  Collantes  publicó  Diccionario  de  agri- 
cultura práctica  y  economía  rural  (con  Agustín  Alfaro),  siete  tomos, 
Madrid,  1853. — Miguel  Ángel  Corral  (n.  1833),  de  Cuenca,  en  el 
Ecuador,  abogado  (1861),  compuso  desde  joven   poesías  melancólicas, 


S.  XIX,  1853.  PABLO  DE  GOROSABEL  1 33 

amorosas. — Juan  Corrales  Mateos,  redactor  de  La  Unión  (1858-59), 
El  Honor  (1S60) ;  director  de  la  Gaceta  Minera  (1857),  Gaceta  de 
Marina  (1859)  y  El  Bombo  (1860),  con  seud.  El  Bachiller  Tauroma- 
quia, publicó  El  Porqué  de  los  toros  y  arte  de  torear  á  pie  y  á  caba- 
llo, Habana,  1853.  Los  Toros  españoles  y  tauromaquia  completa,  1856. 
Aventuras  de  Gilberto,  nov.  marítima,  Madrid,  1862,  tres  vols. — El 
Correo  de  Ultramar,  periódico  literario  con  obras  originales,  París, 
1853-57,  nueve  vols. — Diccionario  enciclopédico  de  la  lengua  española, 
por  una  sociedad,  Madrid,  1853-55. — Diccionario  universal  de  Historia 
y  Geografía...  por  una  Sociedad  de  literatos...,  México,  1853-56,  10 
vols. — Manuel  Fabra  y  Vila  publicó  Amor  patrio  con  el  celo  divino, 
Madrid,  1853,  1858. — José  Fernández  de  la  Puente  publicó  Memoria 
histór.-^rít.  del  célebre  combate  naval  y  z'ictoria  de  Lepanto,  Madrid, 
1853. — José  Vicente  Fillol  publicó  Ensayos  poéticos  sobre  la  esté- 
tica y  oratoria,  Valencia,  1853.  Curso  de  liter.  gral...,  ibid.,  1861. — 
Flores  del  siglo,  álbum  de  poesías...  de  los  más  distinguidos  escritores 
de  España  y  América,  coleccionadas  por  D.  J.  del  Castillo,  París, 
1853. — Biografía  del  Excmo.  Sr.  Teniente  General  D.  Andrés  García 
Camba,  Madrid,  1853  (véase  1824).  Juicio  de  residencia,  1844.  Los  16 
meses  de  mandato  superior  de  Filipinas,  1839. — Antonio  García  del 
Canto  (1824-1886),  de  Oviedo,  del  arma  de  Infantería,  colaborador 
del  Correo  Salmantino,  Semanario  Histórico,  Jlustr.  de  Madrid,  La 
España,  Gaceta  Militar  (185...),  La  Nube  (Zaragoza);  poeta  chirle  y 
novelista  ídem,  folletinesco,  y  para  la  gente  menuda  publicó  Poesías, 
Madrid,  1853.  La  Calavera  milagrosa,  leyenda.  Salamanca,  1854.  Mis- 
terios de  Filipinas,  nov.,  1858-59,  dos  vols.  Los  tres  hijos  del  crimen, 
nov.,  1861,  dos  vols.  Candelas  y  los  bandidos  de  Madrid,  1861,  1866, 
1873,  tres  vols.  España  en  la  Oceanía,  1862.  Aventuras  de  un  cochero 
y  memorias  de  un  lacayo,  nov.,  1863.  La  Conquista  de  Joló,  dr.,  Bi- 
nondo,  1865.  El  Misionero,  leyenda,  ibid..  1873.  Colección  de  poesías 
inéditas.  Salamanca,  1887.  Los  Piratas  de  Filipinas,  nov.  hist.,  con  la 
biografía  del  autor,  escrita  por  su  viuda,  ibid.,  1888,  dos  vols. — Mar- 
cos Gelt  estrenó  Con  mal  principio,  buen  fin,  com.,  Habana,  1853. — 
Juan  González  Medel  (1812-1883),  presbítero  y  orador  sagrado,  de 
Romanones  (Guadalajara),  escribió  en  El  Católico  y  La  Cruz  (1840- 
42) ;  le  asoció  Balmes  á  El  Pensamiento  de  la  Nación  y  fué  redactor 
de  La  Esperanza  (1844-51) ;  fundó  La  Iglesia  (1848),  escribió  en  El 
Altar  y  el  Trono  (1869-71),  Rez'ista  Carmelitana;  dirigió  El  Ancora 
de  Castilla,  en  Valladolid,  donde  fué  chantre  (1853).  Publicó  Sermo- 
nes doctrinales,  morales,  dogmáticos,  panegíricos  y  apologéticos,  ocho 
vols.,  Madrid,  1853-56.  Colección  de  sermones  inéditos,  Toledo,  1885. 
— Pablo  de  Gorosabel,  vascongado,  publicó  Bosquejo  de  las  antigüe- 
dades... de  Tolosa,  ibid.,  1853.  Diccionario  histór.,  geogr.,  descriptivo 
de  Guipúzcoa,  Tolosa,  1862.  Memoria  sobre  las  guerras  y  tratados  de 
Guipúzcoa  con  Inglaterra  en  los  siglos  xiv  y  xv,  ibid.,  1865.  Noticias 
de  las  cosas  memorables  de  Guipúzcoa,  cinco  vols.,  ibid.,   1899- 1900. 


1 34     PRIMER   PERÍODO   DE    LA   ÉPOCA   REALISTA    (1850-1869) 

Cosas  de  Guipúzcoa,  de  los  pueblos  y  ríos  de  nombres  antiguos,  1905 
(en  Euskal-Erria,  LII). — Pedro  Hernández  Pavot.tnt  publicó  IHo- 
rcs  de  Cuba,  poesías,  Habana,  1853. — José  M."  Izaguirre,  de  Bayamo 
(Cube),  publicó  en  estilo  sencillo  El  Narrador  Bay arnés,  libro  de 
cuentos  para  los  niños,  Bayamo,  1853. — Augusto  Jiménez  publicó 
Vocabulario  del  dialecto  gitano,  Sevilla,  1853. — José  María  de  La- 
rrea (1828-1859),  madrileño,  poeta  más  romántico  que  clásico,  estrenó 
varias  zarzuelas  y  la  comedia  No  es  oro  cuanto  reluce.  Con  Enrique 
Hernández  publicó  una  Semana  Santa,  en  verso,  muy  celebrada.  Fué 
de  los  primeros  redactores  de  La  Iberia  al  fundarse;  colaboró  en 
Educación  Pintoresca  (1857).  Comedias:  Un  imposible  de  amor.  Ellas 
y  nosotros,  Pero  Grullo,  Una  suegra.  La  Ocasión,  com.  (1853) ;  Tres 
noblezas,  A  caza  de  cuervos^  Los  dos  inseparables.  La  Duda,  dr.  (1857) ; 
Cuerdos  y  locos  (1856),  El  Amor  y  el  amor  propio  (1862). — Cuatro 
Laúdes,  Habana,  1853,  colección  de  poemas  por  Ramón  Zambrana, 
J.  G.  Roldan,  R.  M.  de  Mendive  y  Felipe  López  de  Briñas. — Valentín 
Ledesma  publicó  Ensayo  histór.  de  las  operaciones  del  Ejército  Li- 
bertador del  Perú  en  la  Campaña  de  1824,  Lima,  1853. — José  Ledo 
del  Pozo,  de  Benavente,  párroco  de  Carracedo,  publicó  Historia  de 
la  nobilísima  villa  de  Benavente,  Zamora,  1853. — Lira  patriótica  del 
Perú,  Lima,  1853. — Fausto  López  Villaerille,  director  de  El  Rami- 
t'ete  (1864),  publicó  Ecos  de  mi  lira,  Madrid,  1853. — Francisco  López 
Aldeguer  publicó  Un  amor  constante,  nov..  Caceras,  1853. — <Emilio 
Macías  Escobar  (n.  1833),  de  Cartagena  de  Indias,  estrenó  los  dramas 
El  Virrey  Solís  y  Apoteosis  del  Libertador.  Los  Cantos  del  bardo,  le- 
yenda en  verso.  A^.'  5.*  de  Lourdes,  leyenda. — ^Catalina  Macpherson 
de  Bremón,  por  seud.  Ossiuna,  publicó  en  Madrid  las  novelas  El  Hilo 
del  destino  (1853,  1877).  Isabel  ó  la  lucha  del  corazón  (1853,  en  El  He- 
raldo, 1875,  1880).  El  Hada  doméstica  (1869,  dos  vols.).  La  Rosa  del 
Genil  (1870,  dos  vols.).  Magdalena  (1871,  dos  vols.;  1879).  Por  no 
entenderse  (1873,  1879,  1883).  En  el  Peñón  (iSyy,  dos  vols.).  Los  Za- 
patitos  encarnados  (1877,  1883,  dos  vols.). — Eduardo  Maroto  de 
QuiRÓs  publicó  Amir  Alí,  nov.  hist.,  Habana,  1853. — Eduardo  Miran- 
da Y  Ramírez  publicó  La  Aurora  de  mi  vida,  ensayos  poéticos,  Ma- 
drid, 1853. — Blas  Molina  publicó  La  Feria  de  Ronda  ó  cuadros  de 
costumbres  andaluzas,  Ronda,  1853.  Antes  y  después,  comed.  (1858). 
Cien  duros  por  una  carta,  id.  (1S63).  Dos  maridos,  qué  ventura,  jug. 
(1858).  La  Codicia  rompe  el  saco,  com.  (1858).  Premio  y  castigo  ó  la 
conquista  de  Ronda,  dr.  (1862).  Rodrigo  de  Sandoval,  dr.  hist.  (1863). 
— Diego  Monfar  y  Sors  escribió  Historia  de  los  condes  de  Urgel, 
Barcelona,  1853,  dos  vols. — Antonio  del  Monte  y  Tejada  (1783- 
1861),  dominicano,  publicó  la  excelente  Historia  de  Santo  Domingo, 
Habana,  1853,  t.  I ;  1890-95,  cuatro  vols. — ^Manuel  Montúfar  publicó 
Memorias  para  la  historia  de  la  revolución  de  Centro-América,  Gua- 
temala, 1853. — Juan  de  Dios  de  Mora  (i 827- i 884),  cordobés,  redactor 
de  La  Discusión  y  novelista  reputado,  publicó  Pelayo,  nov.,   Madrid, 


S.    XIX,    1853.  JERÓNIMO  ROSELLÓ  I  35 

1853,  1857,  1861,  18Ó7.  Doña  Mariana  de  Austria,  nov.,  1854.  Los 
Templarios,  nov.,  dos  vols.,  1856-57.  El  Rey  D.  Fruela,  nov.,  1858. 
Florinda  ó  I-a  Cava,  nov.,  dos  vols.,  1866  (2."  ed.),  1884. — Tomás  C.  de 
Mosquera  publicó  Memorias  sobre  la  vida  del  libertador  Simón  Bolí- 
var, N.  York,  1853.  Compendio  de  Geografía...  de  los  Estados  Unidos 
de  Colombia,  Londres,  1866. — Murmurios  del  Cauto,  artículos  y  poe- 
sías, iCuba,  1853. — Juan  R.  Navarro  publicó  Guirnalda  poética,  selecta 
colección  de  poesías  mexicanas,  jMéxico,  1853  (de  57  poetas). — Sa- 
LUSTiANO  DE  Olózaga  (1805-1873),  famoso  político  y  orador  parlamen- 
tario nacido  en  Vico  (Logroño),  publicó  La  Historia  política  de  Es- 
paña, 1853  (disc.  recep.  Acad.  Hist.).  Discursos,  Madrid,  1863.  Estu- 
dios sobre  la  elocuencia,  política,  jurisprudencia,  historia  y  moral, 
1864,  1869.  Dificultades  del  idioma  castellano,  1871  (disc.  rec,  Acad. 
Esp.). — ^Juan  Oneille  y  Rosiñol  publicó  Poesías,  Madrid,  1853. — 
José  Antonio  Ortiz  Urruela  publicó  Estudios  sobre  la  elocuencia... 
discursos...  en  Guatemala,  Madrid,  1853. — Juan  Antonio  Pagés  pu- 
blicó Poesías  y  escritos  literarios  y  filosóficos,  Barcelona,  1853. — 
Eduardo  Pérez  Pedrero  y  Anaya  estrenó  Isabel  de  Saavedra,  dr. 
hist.  (1853). — Ceferino  Perogordo  y  López  publicó  Horas  de  insom- 
nio, poesías  sagradas  y  profanas,  Madrid,  1853. — José  Plácido  San- 
són (1815-1875),  de  Santa  Cruz  de  Tenerife,  redactor  de  Las  Nove- 
dades, publicó  La  Familia,  poesías,  Madrid,  1853,  1864.  Ecos  del  Tei- 
de,  poesías,  ibid.,  1871.  Ensayos  literarios,  tres  vols.  Elvira,  dr.  María, 
dr.  Atreo,  trag.  Tetrarca  (refund.  de  Calde-rón).  Herida  en  el  corazón, 
nov.,  Madrid,  1876. — Isabel  Prieto  de  Landázuri  (1833-1876),  espa- 
ñola de  nacimiento,  que  pasó  muy  niña  á  Méjico,  fué  allí  acaso  la 
mejor  poetisa  después  de  sor  Juana  Inés  de  la  Cruz,  por  la  verdad, 
sencillez,  sentimiento  y  ternura,  por  la  armoniosa  versificación  y  la 
mezcla  de  idealismo  y  melancolía.  Además  de  sus  poesías  líricas, 
compuso  15  obras  teatrales,  comedias  de  corte  bretoniano  algunas, 
las  más  obras  dramáticas  de  la  buena  escuela  romántica. — Julio  Ra- 
món Escobedo,  de  Sástago  (Zaragoza),  publicó  Reflexiones  de  la  cues- 
tión de  Oriente,   Zaragoza,   1853.  Afectos  religiosos,  en  verso,   ibid., 

1854.  Acentos  de  un  corazón  aragonés,  id.,  ibidem. — Revista  de  la 
Habana,  1853,  por  Rafael  M.*  Mendive  y  Quintiliano  García. — Re- 
vista Española  de  Ambos  Mundos,  Madrid,  1853-55,  cuatro  vols. — 
José  Rivas  Pérez,  presbítero,  publicó  La  Cueva  del  monje,  leyenda, 
Baza,  1853.  La  Inmac.  Concepción,  poema  hist.,  Granada,  1855.  El 
Triunfo  universal  de  la  religión  cristiana,  poema  hist..  Granada,  1857. 
Granada  y  sus  contornos.  Manual  histór.-descr.  de  Granada.  Jornada 
de  la  Sma.  Virgen.  La  Mina  de  oro. — A.  Agustín  Rocagomera  y  Sa- 
LAZAR  publicó  Los  trcs  croatos  ó  la  estrella  del  destino,  nov.  hist.. 
Madrid,  1853. — .Ramón  Rojas  y  Cañas  (t  1881),  poeta  limeño,  perio- 
dista y  escritor  de  costumbres,  de  estilo  desaliñado,  pero  chispeante, 
publicó,  sobre  todo.  Museo  de  limeñadas,  Lima,  1853. — Jerónimo  Ro- 
SELLÓ  (n.  1827),  mallorquín,  por  seud.  Lo  Cangoner  de  Miramar  y  Lo 


1 36     PRIMER   PERÍODO   DE   LA    ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

Joglar  de  Maylorcha,  publicó  Hojas  y  flores,  ensayos  literarios,  Pal- 
ma, 1853.  Consúltese  Rev.  Archiv.,  1900  (t.  IV,  págs.  88  y  284). — 
Alejandro  Luis  de  Sabando  publicó  Poesías,  Salamanca,  1853. — 
Fray  Rosexdo  Salvado  publicó  Memorias  históricas  sobre  la  Austra- 
lia, Barcelona,  1853. — Nicolás  Sancho  (1801-1883),  de  Alcañiz,  pres- 
bítero, ex  prior  del  Monasterio  de  Rueda,  escritor  correcto,  claro  y 
elegante,  publicó  Breve  descripción  de  la  capilla  del  cementerio  de 
Alcañiz,  ibid.,  1853.  Descripción  histór.,  artística...  de  Alcañiz,  ibid., 
1860.  Sermones  de  In  Virgen,  Barcelona,  1864,  Sermones  y  discursos, 
Lérida,  1876. — Domingo  Santa  María,  chileno,  presidente  de  la  Re- 
pública, buen  estilista,  publicó  Vida  de  D.  José  Miguel  Infante,  1853. 
Memoria  hist.  sobre  los  sucesos  ocurridos  desde  la  caída  de  D.  Ber- 
nardo O'Higgins  en  182^  hasta  la  promulgación  de  la  Constitución  en 
el  mismo  año,  1857. — Santiago  Ángel  Saura  publicó  D.  Enrique  el 
Doliente,  novela,  Barcelona,  1853. — ^Pío  de  la  Sota  y  Lastra  publicó 
Colección  de  ensayos  literarios  y  dramáticos,  Madrid,  1853.  Pon  Men- 
eo de  Acuña,  episodio  novelesco  de  la  historia  de  Castilla,  ibid.,  18^5. 
El  Castellano  de  Am>posta,  epis.  novelesco  de  la  historia  de  Aragón, 
1855.  La  lienta  del  diablo,  cuento  que  pica  en  historia,  1855.  Don  Jai- 
me I  y  el  Obispo  de  Girona,  leyenda  tradicional.  Historia  de  los  Con- 
cilios Generales,  dos  vols.,  1858. — El  Tribuno,  pcriód.  liberal,  Madrid, 
T853-55. — Adolfo  Valderrama  (1834-1902),  de  la  Serena  (Chile),  mé- 
dico, secretario  de  la  Universidad,  senador  y  ministro  de  Estado, 
buen  conocedor  del  castellano,  poeta  satírico-festivo  y  novelista,  es- 
cribió desde  1853  en  periódicos  y  publicó  Bosquejo  histórico  de  la 
poesía  chilena,  1866,  1882.  Marta,  nov.,  1878.  Al  amor  de  la  lumbre, 
poesías,  1881.  Después  de  la  tarea,  artículos  satíricos,  1882.  Obras  es- 
cogidas en  prosa,  1912  (Bibl.  Escrit.  Chil.).  Publicó  la  comedia  Don 
Cayetano  (en  La  I^ev.  Chilena). — María  T.  Verdejo  y  Duran  publicó 
Ecos  del  corazón,  ensayos  poéticos.  Zaragoza,  1853.  La  Estrella  de  la 
niñez,  compendio  de  moral,  Madrid,  1854.  Biografía  de  la  disting. 
poetisa  señorita  doña  María  Verdejo  y  Duran,  Zaragoza,  1855,  con 
poesías  suyas  y  retrato. — Nicanor  Zuricalday,  vascongado,  de  Gor- 
dejuela,  cantó  al  Árbol  de  Guernica,  fué  premiado  (1882)  por  el  ro- 
mance La  Quimera  del  rey  D.  Pedro,  ley  hist.,  poesía,  Bilbao,  1882. 
Compuso  el  poema  La  Lección  de  música  y  la  fantasía  Niño  divino, 
premiada  en  1853. 

51.  Año  1854.  Juan  León  Mera  (i 832- i 894).  de  Amba- 
to  (Ecuador),  uno  de  los  fundadores  de  la  Acadeniiia  Ecuato- 
riana, critico  sagaz  y  culto,  prosista  exquisito,  sobresalió  en  el 
modo  de  novelar  fantástico-naturalistico-sentimental,  á  lo  Ber- 
nardino  de  Saint-Pierre,  mayormente  en  Cumandá  ó  un  drama 
entre  salvajes  (1879),  donde  pinta  la  vida  de  las  selvas  mejor 
que  Cooper  y  Chateaubriand.  Como  historiador,  resiéntese  de 


S.    XIX,    1854.   JUAN    LEÓN   MERA  iSy 

esta  su  fantasía  naturalista  en  su  Ojeada  histórico-crítica  sobre 
la  poesía  ecuatoriana  (1868).  La  prim^era  de  sus  poesías  es  de 
1854,  y  la  última,  de  1882.  Es  el  talento  más  universal  nacido 
en  el  Ecuador.  Publicó  su  primer  tomo  de  versos  en  1858,  y 
La  Virgen  del  Sol  es  de  las  más  hermosas  leyendas  americanas 
acerca  de  los  indios. 

Florencio  Moreno  Godino  (i 829- i 906),  madrileño,  por 
seud.  Floro  Moro  Godo;  según  decían,  hijo  natural  de  aristo- 
crática dama,  y  mostrábale,  de  hecho,  en  su  porte,  sentimientos 
é  ideas.  Dióse  á  conocer  de  muy  joven  por  sus  poesías  y  ar- 
tículos literarios  de  grande  originalidad,  de  corte  elegante  y  de 
culta  y  fina  frase.  Casi  todos  los  periódicos  madrileños,  desde 
1854,  tienen  novelas,  poesías  y  artículos  suyos.  Altivo,  inde- 
pendiente, despreció  destinos  que  le  ofrecía  González  Bravo ; 
estoico,  burlando  de  todo,  vivió  en  la  corte  sin  humillarse  al 
poder,  eligiendo  sus  amigos  entre  los  desheredados  y  fallecien- 
do en  un  hospital.  Tipo  excéntrico,  mtuy  español,  como  lo  fue- 
ron Escosura,  Santos  Alvarez,  Florentino  Sanz,  Serra,  Ta- 
buérniga,  Segarra  y  Balmaseda,  que  alguien  echará  á  soberbia 
y  descoco;  los  más  discretos,  á  grandeza  de  ánimo  y  estoico 
menosprecio  de  este  bajo  mundo.  Honrado,  caballeroso,  fue 
uno  de  los  escritores  más  cultos  y  de  más  talento  del  siglo  xix 
en  España. 

Antonio  M.^  Joaquín  Afán  de  Rivera  C"  1906),  descen- 
diente del  adelantado  mayor  de  Andalucía  don  Pedro  Afán  de 
Rivera,  fué  granadino,  abogado,  secretario  en  el  Liceo  y  usó 
el  seud.  de  Juan  Soldado.  Escribió  piezas  de  teatro,  novelas, 
poesías,  leyendas  y  tradiciones.  Dirigió  la  revista  satírica  Ca- 
talineta,  y  colaboró  en  La  Alhambra  y  Gente  Vieja.  Fué  escri- 
tor muy  popular  en  su  tierra  y  pintó  bien  las  costumbres  del 
pueblo. 

52.  J.  Valera,  Nuev.  Cart.  Amer.,  1890,  pág.  128:  "Cumandá  es 
una  preciosa  novela.  Ni  Cooper  ni  Chateaubriand  han  pintado  mejor 
la  vida  de  las  selvas  ni  han  sentido  ni  descrito  más  poéticamente  que 
usted  la  exuberante  naturaleza,  libre  aún  del  reformador  y  caprichoso 
poder  del  hombre  civilizado...  Es  de  lo  más  bello  que  como  narración 
en  prosa  se  ha  escrito  en  la  América  española...  La  novela  Cumandá 
es  mil  veces  más  real,  más  imitada  de  la  naturaleza,  más  producto  de 
la  observación  y  del  conocimiento  de  los  bosques,  de  los  indios  y  de 


l38     PRIMER   PERÍODO    DE   LA   ÉPOCA   RKAUSTA    (185O-1869) 

la  vida  primitiva  que  casi  todos  los  poemas,  leyendas,  cuentos  y  no- 
velas que  sobre  asunto  semejante  se  han  escrito.  En  mi  sentir,  usted 
ha  producido  en  Cnmandá  una  joya  literaria  que  tal  vez  será  popula- 
rísima  cuando  pase  esta  moda  del  naturalismo,  contra  la  cual  moda 
peca  la  heroína,  aunque  no  pecan,  sino  que  están  conformes,  los  de- 
más personajes."  J.  León  Mera:  La  Virgen  del  Sol,  leyenda  indiana, 
Quito,  1861,  1887;  Barcelona,  1891.  Ojeada  histórico-crítica  sobre  la 
poesía  ecuatoriana,  Quito,  1868;  Barcelona,  1893,  con  apéndices.  Can- 
to á  García  Moreno,  Quito,  1876.  Cumandá  ó  un  drama  entre  salvajes, 
Quito,  1879;  Madrid,  1891.  Últimos  momentos  de  Bolívar,  Quito, 
1883.  Melodías  indígenas,  1887.  Entre  dos  tías  y  un  tío,  nov.,  1889. 
Por  qué  soy  cristiano,  nov.,  1891.  Poesías,  Barcelona,  1892.  Cantares 
del  pueblo  ecuatoriano  (t.  II  de  la  Antología  Eaiatoriana.  Poetas), 
Quito,  1892  (por  la  Academia  del  Ecuador).  Tijeretazos  y  plumadas, 
1903.  La  Escuela  doméstica,  Madrid,  1908.  Novelistas  ecuatorianas,  Ma- 
drid, 1909.  Carteóse  con  Valera,  manifestando  sus  teorías  literarias. 
{Ojeada...,  1893,  págs.  506-570);  Valera,  Ntiev.  Cartas  Americanas, 
págs.  177-78;  Esp.  Mod.,  1890-91. 

En  Pluma  y  lápiz  escribió  Moreno  Godino  curiosísimas  memorias 
sobre  la  Bohemia  literaria  de  1860  á  1880.  Siempre  pobre,  pero  siem- 
pre elegante,  á  pesar  de  lo  deteriorado  de  su  vestido ;  soberbio  en  me- 
dio de  su  inseparable  indigencia;  de  gran  talento  y  superior  pereza, 
que  se  pasaba  las  noches  callejeando  y  los  días  durmiendo  en  míseras 
casas  de  huéspedes,  y  con  todo  eso,  vivió  más  de  ochenta  y  cinco  años. 
J.  Xombela,  Impresiones,  t.  III,  pág.  353:  "Siendo  yo  redactor  del 
Diario  Español,  Mauricio  Tx)pez  Roberts,  tan  bueno  siempre,  enterado 
de  su  penuria,  le  admitió  en  la  redacción  con  un  modesto  sueldo.  A 
pesar  de  la  deteriorada  ropa  que  vestía,  se  observaba  en  sus  modaleí', 
en  su  aseo  y  en  su  conversación  ese  sello  de  natural  elegancia  que 
caracteriza  á  las  razas  privilegiadas.  Azares  que  ocultaba  con  esmero 
le  habían  obligado  á  cambiar  de  posición,  y  aceptaba  las  privaciones 
con  una  dignidad  que  á  veces  se  convertía  en  arrogancia.  Escribía 
poco,  porque  era  perezoso ;  pero  escribía  bien :  más  le  agrada  hablar 
que  escribir,  y  su  conversación  era  siempre  agradable.  Nunca  se  que- 
jaba de  su  mala  suerte.  Se  había  acostumbrado  á  trasnochar  y  hasta 
que  se  encendían  en  las  calles  los  faroles,  todavía  de  aceite  por  enton- 
ces, no  salía  de  la  humilde  casa  de  huéspedes  donde  habitaba.  Lo  pri- 
mero que  hacía  era  ir  á  la  redacción,  desempeñaba  su  breve  labor 
y  desaparecía  para  encaminarse  á  un  cafetucho  que  había  en  la  Plaza 
Mayor,  próximo  á  la  escalerilla  de  piedra  que  da  acceso  á  la  calle  de 
Cuchilleros.  El  café  que  allí  se  servía  costaba  dos  cuartos  la  taza,  y 
la  clientela  solía  ser  de  la  que,  de  vivir  por  entonces  en  la  villa  y  corte 
Kinconete  y  Cortadillo,  habrían  renovado  con  ellos  el  famoso  patio 
íevillano,  donde  tenían  su  emporio  aquellos  ilustres  bribones.  En  el 
café  que  cito  era  conocido,  estimado,  oído  y  agasajado  por  aquellos 
parroquianos,  que  salían  de  vez  en  cuando  á  cometer  sus  habituales 


s.  XIX,  1854.  "el  padre  cobos"  139 

fechorías  y  tornaban  á  referirlas  y  comentarlas.  Por  esa  ley  ineludi- 
ble de  los  contrastes,  él,  fino  y  atildado,  se  complacía  en  tratar,  sí- 
quiera  fuese  superficialmente,  á  aquellos  personajes  de  la  hampa;  ¿1, 
de  una  acrisolada  honradez,  oía  la  narración  de  las  proezas  justicia- 
bles de  aquellos  tomadores,  descuideros  ó  espadistas,  que  eran  á  sus 
ojos  personajes  interesantes  del  libro  de  las  miserias  de  la  vida.  No 
le  iba  mal  teniendo  relaciones  con  aquella  gente,  que  le  respetaba, 
porque,  desde  la  media  noche  hasta  la  madrugada,  lo  mismo  en  in- 
vierno que  en  verano,  recorría  las  calles  y  las  plazas  de  Madrid,  y 
tanto  sus  contertulios  del  café  de  la  Escalerilla  como  los  serenos  y  los 
polizontes,  que  así  llamaban  á  los  agentes  de  Orden  público,  le  salu- 
daban, y  hasta  solían  echar  con  él  largos  y  amenos  párrafos.  No  sé 
cómo  pudo  vivir  más  de  ochenta  años  sin  saber  dónde  dormiría,  no 
diré  cada  noche,  sino  cada  día ;  ni  cómo  podría  atender  á  las  necesi- 
dades de  su  estómago.  Pero  realizó  este  milagro  sin  que  jamás  haya 
llegado  á  mi  noticia  que  sacrificase  á  sus  necesidades  su  honradez 
y  su  dignidad,  que  era  lo  que  más  estimaba.  Cuando,  cansado  de  bus- 
car trabajo  sin  encontrarle,  decidió  hacer  novelas  por  entregas,  se 
dirigió  á  los  Manini,  y  como,  aunque  escribía  poco,  tanto  por  su  ta- 
lento como  por  la  excéntrica  vida  que  hacía,  gozaba  de  cierta  fama, 
en  los  círculos  literarios,  aceptaron  su  oferta,  encargándole  desde  lue- 
go una  obra  cuyo  asunto  y  título  le  indicaron.  Como  Murguía,  rechazó 
la  ingerencia  de  los  editores,  y  prefirió  seguir  resolviendo  cada  día 
el  difícil  y  penoso  problema  de  su  azarosa  y  desdichada  vida."  Fl. 
Mor.  Godino :  Poesías,  Madrid,  1862.  Por  un  retrato  (en  Rev.  Esp., 
1868,  t.  IV).  Una  traducción  del  Quijote  (ibid.,  1869,  ts.  VI-VII). 
Nerón,  dr.,  1892.  Sonetos  de  broma,  Madrid,  1900.  El  Ultimo  bohemio, 
1908. 

Afán  de  Rivera:  Alómenlos  de  ocio,  poesías.  El  Laberinto,  com. 
(Málaga,  1854).  La  Estrella  de  la  esperanza,  dr.  (1854).  Corte  y  cor- 
tijo, com.  (1854).  Antiguos  y  modernos,  com.  (1854).  La  Pensionista, 
zarz.  (1854).  Farínelli,  id.  (1855).  La  noche  buena,  jug.  (Granada,  1856,. 
1894).  Tres  damas  para  un  galán,  com.  (ibid.,  1857).  Una  rosa  y  un 
clavel.  Un  tiempo  del  verbo  amar  y  Por  un  cabello,  novelas.  El  collado 
del  Burro,  cuento.  Biografía  de  doña  Isabel  la  Católica.  Las  Noches 
del  Albaicín,  tradiciones.  Granada,  1885.  Fiestas  populares  de  Gra- 
nada, artículos  de  costumbres  y  escenas  populares,  ibid.,  1886.  Cosas 
de  Granada,  leyendas...,  ibid.,  1889.  Del  Veleta  á  Sierra  Elvira,  le- 
yendas, ibid.,  1893.  Entre  Beiro  y  Dauro,  cuadro  de  costumbres  gra- 
nadinas, ibid.,  1899.  Algarabía,  poesías,  ibid.,  1905. 

53.  Año  1854.  El  Padre  Cobos,  semanario  satírico,  el  más  céle- 
bre que  ha  habido  en  España,  saiió  durante  el  bienio  progresista 
(1854-56)  como  anónimo,  escrito  por  jóvenes  allegados  del  ex  ministro 
moderado  don  Pedro  de  Egaña,  entre  ellos  José  Selgas,  Ceferino  Suá- 
rez   Bravo,   Esteban   Garrido,   E.    González   Pedroso,   F.   Navarro   Vi- 


1^0     PRIMER   PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   RE.\LISTA    (185O-1869) 

Uoslada,  Emilio  Arrieta,  Cándido  Nocedal  y  otros  colaboradores  me- 
nos asiduos,  como  hópez  de  Ayala.  Tuvo  un  tinte  moderado,  sin  ser 
sectario  politicamente,  contra  los  farsantes  ó  engañados  que  herían 
los  sentimientos  tradicionales.  Defendióle  en  los  Tribunales  don  Cán- 
dido Nocedal.  Contribuyó  á  la  caída  de  Espartero.  El  director  fué 
Eduardo  G.  Pedroso.  Consúltese  J.  Pérez  de  Guzmán,  Más  sobre  "El 
P.  Cobos",  en  Ilustr.  Esp.  y  Amer.,  LXXXI.  págs.  251  y  254. 

Ángel  María  Dacarrete  (n.  1827),  gaditano,  colaborador  de  El 
Teatro,  Seman.  Pintor.^  La  Esp.  Moderna;  fué  poeta  estimable  é  imi- 
tó tierna  y  sentidamente  á  Bécquer.  Estrenó  Al  cabo  de  los  años 
mil,  1854.  Magdalena,  dr.,  1855.  Una  historia  del  día,  dr.  Mentir  á 
tiempo,  zarz.,  1856.  Poderoso  caballero  es  don  Dinero,  com.,  1857.  Ju- 
lieta y  Romeo,  dr.,  1858.  Las  Dulzuras  del  poder,  com.,  1859.  Poesías. 
Madrid,  1906.  En  Esp.  Mod.:  La  Flor  seca,  poes.  (1868,  t.  I).  A  ti,  re- 
cnerdo  (ibid.).  En  Siberia,  poes.  (t.  I\').  En  Bailen,  poes.  (1874, 
t.  XL).  Sonetos  (1890,  Marzo). 

José  Coll  y  Vehí  (1823-1876),  de  Torrent  (Gerona),  catedrático 
de  Retórica  en  el  Instituto  de  San  Isidro  (1848)  y  del  de  Barcelona 
(1861),  publicó  originales  y  atinadas  obras  de  preceptiva  desde  1854. 
Elementos  de  literatura,  1856,  1857,  1859,   1868.  La  Sátira  provenzal, 

1861.  De  los  trovadores  en  España,  1861.  Compendio  de  retórica  y 
poética  ó  nociones  elementales  de  literatura,  1862.  Diálogos  literarios 
(su  mejor  obra),  1868,  1871,  1882  (con  prólogo  de  M.  Pelayo),  1885, 
1896,  1907.  Modelos  de  literatura  castellana,  1871.  Los  Refranes  del 
Quijote,  1874. 

Alejandro  de  Tapia  y  Rivera  (1827-1881),  el  más  fecundo  y  no- 
table escritor,  poeta  y  dramaturgo,  de  Puerto  Rico,  por  seud.  El  Bardo 
de  Guamaní  y  Crisófilo  Sardanápalo,  preceptista  y  crítico,  muy  leído, 
tuvo  altos  propósitos  y  escribió  de  historia,  luego  leyendas,  novelas  y 
dramas,  con  talento  claro  y  culto,  aunque  sin  inspiración  poética,  de 
estro  lírico  débil  y  de  escaso  aliento,  desdeñoso  de  los  efectos  teatrales 
V  poco  atenido  en  ellos  y  en  las  novelas  á  la  realidad,  aun  histórica. 
Estimuló,  sin  embargo,  con  su  ejemplo  la  cultura  de  la  isla  y  dirigió 
La  Azucena  (1871-75).  Biblioteca  histórica  de  Puerto  Rico,  ibid.,  1854. 
Ensayos   literarios,    Habana,    1862.    El   Bardo    de    Guamaní,    Habana, 

1862.  La  Cuarterona,  dr.,  Madrid,  1867.  Camoens,  dr.,  ibid.,  1868;  re- 
fundido, Puerto  Rico,  1878.  Hero,  monól.  trág.,  Ponce,  1869.  Postumo 
el  Transmigrado,  Madrid,  1872.  Noticia  histórica  de  D.  Ramón  Po- 
7t'er,  Puerto  Rico,  1873.  Vasco  Núñez  de  Balboa,  dr.,  ibid.,  1873.  La 
Leyenda  de  los  veinte  años,  nov.,  ibid.,  1874.  Cofresi,  nov.,  ibid.,  1876. 
La  Salaniada.  grandiosa  epopeya,  Madrid,  187H.  La  Parte  del  león, 
dr.,  ibid.,  1880.  Miscelánea,  novel-as,  cuentos,  bocetos,  ibid.,  1880.  Con- 
ferencias sobre  estética  y  literatura,  ibid.,  1881.  Postumo,  con  2.'  pte. 
(El  Transmigrado  y  El  Envirgenado),  ibid.,  1882  (póst.).  Consúltese 
M.  Pelayo,  Hist.  poes.  hisp.-amcr.,  t.  I  (1911),  pág.  340;  José  de  Ar- 
mas, en  E.I  Siglo,  1865. 


REDACCIÓN  DE   «EL  PADRE   COBOS» 

Primera  línea:  Garrido.  Franc.  N.  Villoslada.  Cef,  SuárezJBravo, 

Em,  Arriata.  Ed.  G.  Pedroso. 
Segunda  línea:  Ad.López  de  Ayala.  José  Selgas.  Cándido_NocedaI. 


S.  XIX,    1854.   DOÑA  MARÍA  DEL  PILAR  SINUÉS  14I 

Doña  María  del  Pilar  Sinués  (1835-1893),  fecunda  novelista 
aragonesa,  de  Zaragoza,  nada  notable  ni  por  los  caracteres  ni  por  la 
pintura  de  costumbres,  bastante  sensiblera  y  empalagosa  en  sentimien- 
tos y  afectos;  y,  aunque  pretendiendo  ser  moralizadora,  quédase  con 
ser  docente  escritora  para  señoras  y  niñas ;  pero  de  una  moral  algo 
peligrosa,  cual  es  la  que  enseña  a  seguir  las  propias  inclinaciones. 
Más  que  á  los  románticos  aseméjase  á  los  naturalistas  de  fines 
del  siglo  XVIII  y  comienzos  del  xix,  y  á  madame  Cottin  en  par- 
ticular, á  quien  dirigió  una  de  sus  obras.  Hoy  se  nos  antoja  latosa,  fal- 
sa y  blanducha.  Tipo  estrafalario  de  mujer,  la  de  vida  más  desorde- 
nada y  perdida  y  de  escritos,  al  parecer,  más  morales  de  nuestras  es- 
critoras. Su  última  novela  fué  Morir  sola,  y  sola  murió  pobrísimamen- 
te,  hallándola  muerta  su  sirvienta  al  volver  á  casa.  Su  novelesco  caso- 
rio con  don  José  Marco,  autor  de  comedias,  nárralo  J.  Nombela  {Im- 
presiones,  t.  11,  pág.  333).  Sin  conocerla  más  que  por  unos  versos,  pi- 
dióle su  mano  con  otros  que  hicieron  Bécquer,  Viedma  y  Nombela, 
y  el  mismo  Marco,  y  se  casaron  por  poderes.  Novelescamente  se  apar- 
taron después  de  muchos  años.  Redactó  y  dirigió  Sinués  la  revista 
El  Ángel  del  hogar  (1864- 1868).  Era  buena  y  sencilla,  aunque  muy  ro- 
mántica. Obras  de  P.  Sinués :  Rosa,  nov.,  1S54,  1857,  1864,  1865,  1907. 
Luz  de  luna,  leyenda,  Madrid,  1855.  Ecos  de  mi  lira,  poesías^ 
Madrid,  1857.  La  Diadema  de  perlas,  nov.  hist.  (en  las  Cortes); 
3.*  ed.,  1857,  1863.  Amor  y  llanto,  leyendas,  1857.  Margarita,  1857,. 
1877.  Cantos  de  mi  libro,  leyendas  en  verso,  1857.  Premio  y  casti- 
go, 1857,  1866.  La  Ley  de  Dios,  ley.  mor.,  1858,  1859,  1866.  El 
Ángel  del  hogar,  1859,  1862,  1881.  Flores  del  alma,  poesías,  Barcelo- 
na, 1860.  Fausta  Sorel,  nov.,  1861,  dos  vols.,  1901.  Un  nido  de  palo- 
mas, nov.,  1861,  1865,  1877.  A  la  sombra  de  un  tilo,  1862.  Memorias 
de  una  joven  de  la  clase  media,  dos  vols.,  1862.  Narraciones  del  hogar, 
j.°  serie,  1862,  1908.  A  la  lus  de  la  lámpara,  cuentos,  1862,  1866,  1872, 
1873,  1876.  La  Virgen  de  las  lilas,  nov.,  1863.  Dos  venganzas,  nov., 
1863,  dos  vols.  Celeste,  nov.,  1863.  La  Senda  de  la  gloria,  nov.,  1863, 
1880.  El  Sol  de  invierno,  1863,  dos  vols.,  1879.  Hija,  esposa  y  madre, 
cartas,  dos  vols.,  1863,  1877,  1883.  No  hay  culpa  sin  pena,  nov.,  1864,. 
4."  ed.  El  Almohada  de  rosas,  nov.,  1864.  Galería  de  mujeres  célebres, 
1864-69,  15  vols.,  2."  ed.  El  Alma  enferma,  nov.,  tres  vols.,  1865.  El 
Cetro  de  flores,  leyendas,  14  vols.,  1865.  Sueños  y  realidades,  1865,, 
dos  vols.  Querer  es  poder,  nov.,  1865,  1878.  Álbum  de  mis  recuerdos, 
1865.  El  Ángel  de  las  tristezas,  1865.  Veladas  de  imñerno,  leyendas, 
dos  vols.,  Barcelona,  1866.  A  río  revuelto,  nov.,  dos  vols.,  1866.  Cuen- 
tos de  color  de  cielo,  1867.  El  Camino  de  la  dicha,  cartas,  dos  vols.,. 
1868.  Cartas  á  mi  ahijada,  1871  (en  La  Moda  Eleg.  Ilustr.).  Las  Alas 
de  Icaro,  nov.,  Valencia,  1872.  Una  hija  del  siglo,  nov.,  1873.  Isabel 
la  Católica,  leyenda  biográfica.  Habana,  1874.  El  Becerro  de  oro,  nov., 
Barcelona,  1875,  1878.  Un  libro  para  las  damas,  1875,  1878.  La  Vida 
íntima  y  En  la  culpa  va  el  castigo,  novelas,  1876,  1877,  1878.  Comba- 


142     PRIMER   PERÍODO   DE   I.A    ÉPOCA    REALISTA    (185O-1869) 

íes  de  la  z-ida,  cuadros  sociales,  1876.  Palmas  y  flores,  leyendas,  Ha- 
1)ana,  1877.  Plácida,  nov.,  Barcelona,  1877.  Un  libro  para  las  madres, 

1877,  1885.  Reifias  mártires,  1877.  La  Abuela,  1878.  La  Mujer  de  núes- 
iros  di-as,  1878.  La  Amiga  íntima,  nov.,  Barcelona,  1878.  Las  Esclavas 
del  deber,  leyendas  histór.,  1878.  Cortesanas  ilustres,  leyendas  histór., 

1878.  Glorias  de  la  mujer,  leyendas  históricas,  1878.  La  Gitana,  nov., 
Barcelona,  1878.  Un  libro  para  las  damas,  1878.  Reinas  mártires, 
.2^  serie,  1878.  Los  Mártires  del  amor,  leyendas,  1879.  La  Primera 
falta,  nov.,  Barcelona,  1879,  Tres  genios  femeninos,  leyendas,  1879. 
Luz  y  sombra,  leyendas,  1879.  Un  libro  para  las  jóvenes,  1879.  Cuen- 
tos de  niñas,  Barcelona,  1879.  La  Vida  real,  1880  (en  La  Ilustr.  Esp.). 
La  Dama  elegante,  1880.  Verdades  dulces  y  amargas,  1882.  Una  he- 
rencia trágica,  nov.,  1882,  2.*  ed.  Dramas  de  familia,  i.*  ser.,  1883. 
Dramas  de  familia,  2.*  ser.,  1885.  Narraciones  del  hogar,  2.'  ser. 
(antes  Cuentos  de  color  de  rosa),  1885.  Una  historia  sencilla,  Bar- 
celona, 1886.  La  Misión  de  lu  mujer,  Barcelona,  1886.  La  Expia- 
ción, nov.,  Barcelona.  Páginas  del  corazón,  1887.  Isabel,  í888.  Cartas  á 
una  madre,  1888-89  (en  La  Moda  Eleg.  Ilustr.).  Dos  madres  para  una 
hija,  1890.  Morir  sola,  1890.  La  Corona  de  sangre.  La  Corona  nupcial. 
La  Confianza  en  los  padres.  El  Matrimonio  sin  gloria.  El  Ultimo  amor. 
Angeles  de  la  tierra.  Locuras  humanas.  Amor  y  llanto.  Cómo  aman 
las  mujeres.  La  Flor  del  castellar.  Castillo,  aldea  y  palacio.  Novelas 
-cortas.  Rosa  y  Flor  de  oro,  1907.  Cuadros  animados  entre  niñas,  1908. 

Miguel  Pastorfido,  autor  ó  semiautor,  que  firmó  como  propias  no 
pocas  piezas  que  le  hizo  Pelayo  del  Castillo,  pagándoselas  en  moneda 
contante  y  sonante.  A  público  agravio,  1854.  Cinco  pies  y  tres  pulga- 
das, 1854.  Amor  en  antesale,  com.,  1855.  El  Rival  y  amigo,  1855.  Mi 
suegro  y  mi  mujer,  1855.  El  Amor  por  la  ventana,  com.,  1855.  El 
que  las  da  las  tom<i  ó  los  maridos,  com.,  1856.  Diez  minutos  de  rei- 
fiado,  1857.  Los  Maridos,  com.,  1859.  Entre  mi  mujer  y  el  primo, 
zarz.,  1862.  Crisis  matrimonial,  com.,  1863.  A  un  picaro,  otro  mayor, 
com.,  1864.  La  Chispa  eléctrica,  com.,  1865.  Heráclito  y  Demócrito. 
jug.,  1866.  Los  Amigos  íntimos,  com.  (con  Granes),  1866.  Los  De- 
dos huéspedes,  com.,  1867.  La  Venda  de  Cupido,  com,,  1867.  Susana, 
zarz.,  1867.  Los  CorJrabandisias,  1876.  La  Fortuna  en  las  narices. 
Olimpia.  Rosamunda.  Los  Celos  afortunados.  El  Collar  de  perlas.  El 
Juramento. 

Ramón  de  Santl'-.'.o,  periodista  y  poeta  montevideano,  nacido 
(1833)  en  la  época  romántica,  guardó  siempre  aquel  espíritu  turbulen- 
to y  de  oposición  política  en  sus  escritos,  tanto  en  prosa  como  en 
verso,  que  desparramados  andan  en  periódicos,  aunque  en  los  versos 
sin  exageración.  Fué  buen  sonetista;  en  verso  libre  compuso  La  Ciu- 
dad ela  de  Mouteiñdeo,  y  su  más  popular  y  romántica  poesía,  la  balada 
que  tituló  La  Loca  de  Bequeló.  Fundó  con  Pérez  Gomar,  l-'erreira  v 
Artigas,  García  Lagos,  Magariños  Cervantes,  I'ajardo  y  Barbosa,  el 
Eco   de  la  juventud  oriental  (1854);   redactó   El   Orden;   fundó   con 


S.    XIX,    1854.   FRANCISCO   BOTELLA  Y   ANDRÉS  1 43 

Pérez  Gomar,  Fernández,  Castaña,  Tomé  y  Basáñez,  La  Libertad 
(1855) ;  colaboró  en  La  Nación  (1859) ;  fundó,  con  Federico  de  la 
Barra,  El  Plata  (1864) ;  redactó  La  Reforma  Pacífica  (1865),  La  Re- 
pública (1865),  El  Correo,  El  Republicano,  El  Telégrafo  Marítimo 
{1887)  y  colaboró  en  otros  muchos. 

54,  Año  1854.  Ventura  Aguilar,  español,  publicó  Cantos  de  un 
canario,  poesías,  Madrid,  1854.  Ofilia,  nov.,  B.  Aires,  1887;  Barcelo- 
na, 1895.  Noche  penal,  1888.  El  Padre  Crespo,  nov..  Habana,  1900. — 
José  Aguilera  López  (t  1901),  de  Guadix,  publicó  Colección  de  poe- 
sías selectas  castellanas.  Granada,  1854,  1889. — América  poética.  Ha- 
bana, t.  I,  1854. — Fray  José  Amich,  franciscano,  publicó  Com-pendio 
histórico  de  los  trabajos...  que  los  ministros  evangélicos  de  la  seráfica 
religión  han  padecido...  provincias  del  Perú...  Van  en  seguida  ".¥0- 
ticias  histór.  sobre  las  misiones  en  la  república  de  Solivia  por  el  P. 
Cef crino  Mtissani,  mínimo",  París,  1854. — ^Antonio  M."  Arguelles  v 
Vallejos  estrenó  A  Manila  con  dinero  y  una  esposa,  com.  (1S54).  Don 
Currito  y  la  cotorra,  com.  (1857). — ^Patricio  Azcárate  (1800-1886), 
leonés,  publicó  una  biblioteca  filosófica  de  26  tomos,  de  Platón,  Aris- 
tóteles y  Leibnitz,  traducidos  y  anotados  por  él.  Obras  de  Platón, 
Madrid,  1871-72,  11  vols.  Veladas  sobre  la  Filosofía  moderna,  1854. 
Exposición  hist.-crítíca  de  los  sistemas  filosóficos  modernos,  1861. 
Sistemas  filosóficos  modernos,  cuatro  vols.,  1870.  La  Filosofía  y  la 
civilización  moderna  en  España  (Rev.  Esp.,  1880,  t.  LXXH),  1886. — 
José  Barbier  publicó  Fe  y  esperanza,  palma  de  los  martirios  dedicada 
ó  las  víctimas  de  la  causa  del  pueblo  en  el  glorioso  alzamiento  de  Ali- 
cante (1844),  Palma,  1854. — Antonio  Barrera  publicó  Wifredo  el 
Velloso,  crónica  catalana,  Madrid,  1S54,  1860.  El  Sacristán  de  S.  Tor- 
cuata, episodio  de  la  guerra  de  Sucesión,  Madrid,  1884. — Mercedes 
Belzú  de  Dorado  (1834- i 879),  poetisa  de  la  Paz  en  Bolivia,  fué 
hija  del  presidente  y  general  Belzú,  vivió  en  Lima  y  Europa;  después, 
«n  Sucre,  la  Paz  y  el  Perú,  dándose  á  conocer  por  sus  poesías  en  Are- 
quipa y  publicándolas  en  los  periódicos.  Poesías,  Valparaíso,  1891. — 
Aurelio  Berro  (n.  1834),  ministro  y  poeta  montevideano,  logró  el 
primer  premio  en  el  certamen  nacional  (1879),  con  el  Canto  al  Monu- 
mento de  la  Independencia  (en  El  Parnaso  Oriental,  1905)  ;  pero  no 
se  han  coleccionado  sus  poesías  quintanescas,  frías  á  menudo,  impe- 
tuosas á  ratos,  siempre  clásicas. — ^Francisco  Botella  y  Andrés,  di- 
rector de  El  Español  (1865-68)  y  El  Diario  Español,  estrenó  Furor 
parlamentario,  com.  (1854).  Amar  sin  dejarse  amar,  jug.  (1855,  1905). 
La  Unión  liberal,  jug.  (1855).  Las  dos  primas,  com.  (1855).  Lo  que 
quiera  mÁ  mujer,  com.  (1855).  El  Juego  de  cubiletes,  com.  (1855).  El 
Programa  de  Manzanares,  com.  (1855).  ^^^^  "^'^^^  llegar  á  tiempo 
f  1855).  Un  pie  y  un  zapato,  jug.  (1855).  El  Rico  y  el  pobre,  dr.  (1855"). 
Una  noche  y  una  aurora,  com.  (1856).  La  Paz  de  Vergara,  dr.  (1856). 
La  Torre  del  águila  negra,  dr.  (1856).  El  Alcalde  de  Antequera,  dr. 


144     l'RIMER   TERÍÜDO   DE    L.a   ÉPOCA   REALISTA    (185O-1869) 

(1857).  Hay  providencia,  dr.  (1857).  La  Flor  de  la  esperanza,  com. 
(1857).  Los  Cabellos  de  mi  marido,  com.  (1858).  Los  Cabellos  de  mi 
mujer,  com.  (1S58).  A  la  luna  de  J'alencia,  com.  (1858).  La  Cortesana 
y  la  lugareña,  com.  (1858).  La  Fe  perdida,  com.  (1858).  La  Mujer  á 
los  quince  años,  com.  (1858).  La  Mujer  á  los  treinta  años,  com.  (1858). 
La  Mujer  de  medio  siglo,  com.  (1858).  Para  dos  perdices...,  dos,  jug. 
(1859).  Los  Agiotistas,  dr.  (1859).  El  Fuego  y  la  estopa,  com.  (1859). 
La  Indiferencia  o  jugar  con  dos  barajas  (1859). — Tomás  de  las  Ca- 
sas LÓPEZ,  canario,  publicó  Rosas  Cardenenses,  poesías,  Cárdenas, 
1854. — Manuel  Cascarosa  y  Ribelles  estrenó  Una  lección  de  mun- 
do, com..  Valencia,  1854. — 'César  C'nto  (1836-1891),  poeta  colombia- 
no, de  Quibdó,  más  erudito  que  inspirado  y  demasiado  desleído,  faci- 
lísimo versificador  é  improvisador,  pero  que  tradujo  mejor  del  alemán 
y  del  inglés,  sobre  todo  el  Psalm  of  Life,  de  Longfellow,  publicó  Ver- 
sos, Londres,  1884.  Diccionario  ortográfico  de  apellidos  y  nombres 
propios  de  personas,  ibid.,  1885. — Cortes  Constituyentes,  i8¿4.  Gale- 
ría, 1854. — Las  Cortes,  diario  líber.,  Madrid,  1854-57. — Domingo  Dul- 
ce publicó  Diccionario  de  equitación  Madrid,  1854. — Eco  de  los  fo- 
lletines, novelas  célebres  extranjeras,  aueve  vols.,  Madrid,  1854-56. — 
José  Escudero  de  la  Peña  (1829-1883),  madrileño,  archivero  de  Al- 
calá (1882),  publicó  la  Crónica  de  Guadalajara,  notas,  etc.,  al  Libro 
de  la  Cámara  del  Principe  D.  Juan,  de  Oviedo,  y  á  la  Divina  retribu- 
ción..., del  bachiller  Palma.  Reimprimió  las  obras  de  Carlos  García 
(Libr.  de  antaño).  Además  publicó  los  18  primeros  tomos  de  la  Co- 
lección de  documentos  inéditos  del  Archivo  de  Indias.  Consúltese 
Rev.  Archiv.,  1883  (Set.). — Galería  nacional  (de  Chile)  ó  Colección  de 
biografías  y  retratos...,  dos  vols.,  1854-61,  Imprenta  Chilena. — Ma- 
nuel García  yVLBURQUERQUE,  cubano,  de  la  raza  de  color,  estrenó  El 
Jorobado  en  Guanabacoa,  1854. — Francisco  Gómez  de  la  Cortina, 
marqués  de  Morante,  Catalogus  librorum  Doctoris  D.  Franch,  Gó- 
mez de  la  Cortina,  March.  de  Morante...  t  Additio  ad  Caialogum, 
Madrid,  1854-70,  nueve  tomos.  Biografía  del  M.  Francisco  Sánchez 
el  Brócense,  1859.  Biografía  de  Isaac  Casaubon,  1862.  Noticias  del 
elocuente  orador  D.  Nicolás  Heredero  y  Mayoral,  1868.  Colaboró  en 
el  Diccionario  latino-español  de  Raimundo  Miguel  y  en  Un  fragmento 
de  Afranio,  con  el  mismo. — Juan  Feliciano  de  Grovares  publicó 
Pablo,  nov.,  Habana,  1854. — La  Iberia,  diario  liberal,  Madrid,  1854- 
68  y  1868-70,  fundado  por  Pedro  Calvo  Asensio. — Fray  José  Infan- 
tes, religioso  exclaustrado,  publicó  Historia  de...  S.  Pedro  Regalado, 
Valladolid,  1854. — Juan  Xei-omuceno  Justiniano  y  Arribas  (t  1901), 
coronel,  redactor  ó  director  en  Badajoz  de  El  Iris  (1862),  La  Defensa 
(1880),  La  Coalición  (1891),  publicó  Roger  de  Flor,  poema  heroico, 
Zaragoza,  1854;  Sevilla,  1858;  Madrid,  1865.  Poesías,  Sevilla,  18Ó2, 
1891.  Ayer  y  hoy,  poesías  al  Ayuntamiento  de  Bilbao,  Vitoria,  1871. 
Poesías  selectas,  Sevilla,  1891.  Romancero,  Badajoz,  1896. — El  Lc(m  Es- 
pañol, diario  moderado,  dirigido  por  José  Gutiérrez  de  la  Vega,  Madrid, 


S.    XIX,    1854.    JOSÉ   MARÍA    PINZÓN    RICO  I4Í» 

1854-60  y'  1865-66. — Juan  López  Itelo  estrenó  A  buen  tiempo,  un 
desengaño  (1854). — Juana  Paula  Manso  de  Noronha,  argentina,  pro- 
fesora y  directora  de  colegio,  escribió  poesías,  el  drama  La  Revolu- 
ción de  Mayo,  la  Historia  elemental  de  la  conquista  y  descubrimiento 
del  Río  de  la  Plata.  La  Familia  del  comendador,  nov.,  Buenos  Aires, 
1854. — Manuel  Martínez  Casado  estrenó  Un  marido  ofendido,  com.. 
Habana,  1854.  Lo  que  anda,  el  dengua  y  zumba  y  aguanta  (1857). — 
Ramón  Martínez  de  la  Torre  estrenó  El  Regente  y  el  labriego,  dr, 
(1854). — 'Cristino  Martos  y  Balbi  (1830-1893),  granadino,  político  y 
gran  orador,  publicó  La  Revolución  de  Julio  de  1854,  Madrid,  1854. — 
Bartolomé  Masó  (1834-1907) :  En  días  grandes,  proclamas,  cartas, 
poesías.  Habana.  1916. — A^-'tonio  Mestres  (1829-1866),  de  Agramunt 
(Lérida),  estrenó  Amor  y  honra.  Engaños  del  corazón.  Una  noticia  á 
tiempo,  La  Siempreviva,  Causas  y  efectos.  Más  vale  maña  que  fuerza, 
— Rufo  de  Negro,  abogado,  gobernador,  redactor  de  Las  Novedades 
y  Eco  del  País  (1862-66),  publicó  Recuerdos  del  corazón,  nov.,  Ma- 
drid, 1854. — 'CÁNDIDO  Nocedal  (1821-1885),  de  La  Coruña,  liberal  en 
su  juventud,  ministro  de  la  Gobernación,  tradicionalista  después  de  la 
Revolución  de  1868,  redactor  de  la  Gaceta  (1835),  colaborador  de  El 
Padre  Cobos,  fundador  de  La  Constancia  y  de  El  Siglo  Futuro,  ilus- 
tró las  Obras  de  D.  G.  M.  de  Jovellanos,  dos  vols.,  1865.  Observacio- 
nes sobre  la  novela,  1860  (disc.  recep.  Acad.  Esp.).  Discursos  sobre 
el  reconocimiento  del  llamado  reino  de  Italia,  1866.  Consúltese  C.  Bo- 
tella, D.  Cándido  Nocedal,  Madrid,  1913. — El  general  Daniel  Flo- 
rencio O'Leary  (1801-1854),  nacido  en  Dublín,  alférez  en  América 
(1818),  dejó  unas  Memorias,  traducidas  é  impresas  por  su  hijo  Simón 
B.  O'Leary,  Caracas,  1879-1888,  32  vols.,  ó  Bolívar  y  la  emancipación 
de  Sud-América,  Madrid,  1916-17  (con  tomo  apéndice  (1826-29),  de 
lo  secuestrado  en  Venezuela  por  el  presidente  Guzmán  Blanco,  é  im- 
preso en  Caracas,  1914).  Obra  importante  para  la  historia  de  Bolívar 
y  de  la  Independencia. — Deodoro  A.  de  Pascual,  español,  por  ana- 
grama Adadus  Calpe,  publicó  La  Novela  actual,  Montevideo,  1854. 
Apuntes  para  la  Hist.  de  la  Rep.  Oriental  del  Uruguay,  París,  1864, 
dos  vols.  Véase  J.  VaJera  (Obras,  t.  XXVI,  pág.  198). — Francisco 
Piferrer,  buen  erudito,  publicó  Tratado  de  Heráldica  y  Blasón,  Ma- 
drid, 1854.  Apéndice,  1857.  Trofeo  heroico,  armas,  emblemas  y  blaso- 
nes de  las  provincias  y  principales  ciudades  y  villas  de  España,  Ma- 
drid, 1860.  Nobiliario  de  los  reinos  y  señoríos  de  España,  ibid.,  1855- 
68,  ocho  vols.  Diccionario  de  las  bellas  artes,  1866,  dos  vols. — Pablo 
del  Pino  y  Mora,  natural  de  Aguilar  de  la  Frontera,  escribió  Aquí 
está  un  moso  é  verdá,  un  acto.  Málaga,  1854.  Honrado  y  criminal, 
com.  (1854).  Escenas  nocturnas,  ibid.,  1855. — José  M.*  Pinzón  Rico 
(1S34-1887).  de  Bogotá  (Co-lombia),  doctor  en  Leyes  (1852),  general 
en  la  guerra,  redactor  en  Caracas  de  El  Porvenir  (1867)  y  en  Bogotá 
de  La  Discusión  (1879-80),  etc.,  hizo  armoniosas  y  populares  poesías 
qtie  traen  los  Parnasos,  sobre  todo  la  Elegía  á  Ouijano  Otero  y  Des- 

TOMO  VIII. — 10 


146     PRIMKR    PERÍODO    DE    LA    ÉPOCA   REALISTA    (185O-186Q) 

pcrtar  de  Adán.  Trovas...,  publicadas  por  su  hermana  Adel-aida,  Bo- 
gotá, 1896.  José  Rivas  Groot,  Parnaso  Colotnh.,  1886,  pág.  xxxix : 
"No  tuvo  la  sencillez  antehoniérica  de  Gutiérrez,  sino  más  bien  las 
elegancias  de  trovador  del  mejor  ciclo;  consultó  siempre  la  armonía 
de  la  estrofa  deseoso  de  que  ésta  se  quedara  en  la  memoria,  lo  que 
consiguió  felizmente." — El  Plata  Científico  y  Literario,  revista  fun- 
dada por  Miguel  Navarro  Viola,  B.  Aires,  1854. — F.  Pradel  Alar- 
CÓN  publicó  Manual  predicable,  Madrid,  1854. — Diego  Rápela  pu- 
blicó El  Mosquito,  leyenda  crítico -burle  se  a,  en  verso,  Málaga,  1854. — 
Joaquín  Salarich,  médico,  publicó  Vich,  su  historia,  sus  monumentos, 
sus  hijos  y  sus  glorias,  Vich,  1854. — Ramón  Sanjurjo  Pardo  publicó 
Los  Obispos  de  Mondoñcdo,  Lugo,  1854,  dos  vols. — ^Francisco  San- 
tur  (t  1864),  peruano,  abogado  en  el  Ecuador,  publicó  Poesías,  Pa- 
rís, 1854. — EzEQUiEL  Uricoechea  (1834-1880),  de  Bogotá,  publicó  Me- 
moria sobre  las  antigüedades  Ncogranadinas,  Berlín,  1854.  Mapoteca 
Colombiana,  Londres,  1860.  Bibliografía  Colombiana,  1874. — Antonio 
DE  Viana,  canario,  publicó  Antigüedades  de  las  islas  Afortunadas  de 
la  Gran  Canaria...,  Santa  Cruz,  1854,  1905. — Francisco  de  Vidal  pu- 
blicó Historia  contemporánea  del  Imperio  Otomano,  Barcelona,  1854, 
dos  vols.  (véase  año  1862). — Isabel  de  Villamartín  publicó  Pembé- 
Haré,  oriental,  Gerona,  1854.  Poesía  á  Clemencia  Isaura,  premiada  en 
Barcelona,  1859.  Horas  crepusculares,  cantares  y  seguidillas,  Madrid, 
1865. — Juan  M.  Villegas  publicó  Juicio  crítico  de  los  poetas  españoles 
contemporáneos,  París,  1854. 

55.  Año  i8¿¿.  Pedro  Antonio  de  Alarcón  y  Ariza 
(i 833- 189 i)  nació  en  Giiadix,  estudió  Filosofía  en  aquel  Se- 
minario, se  bachilleró  en  Granada,  donde  comenzó  á  estudiar 
Leyes ;  pero  el  corto  caudal  de  su  padre  le  hizo  volver  al  Se- 
minario, donde  juntó  la  Teología  con  las  Letras.  Dejó  la  ca- 
rrera eclesiástica  y  huyóse  de  su  casa  a  Cádiz,  donde  con  Tor- 
cuato  Tarrago  fundó  la  revista  El  Eco  de  Occidente  (1852), 
y  á  Madrid,  donde  se  estrenó  en  El  Látigo  (1854-56);  volvió 
á  Granada ;  allí  fundó  la  bohemia  llamada  Cuerda  granadina. 
Cuando  el  levantamiento  de  Vicálvaro  (1854)  acaudilló  la  in- 
surrección y  embistió  contra  el  Clero  y  el  Ejército  en  La  Re- 
dención, que  él  mismo  fundó;  luego  en  Madrid  contra  Isabel  II 
con  Villergas  en  El  Látigo.  Tuvo  por  ello  un  duelo  con  García 
de  Quevedo,  que  disparó  al  aire,  salvándole  la  vida.  Desde  aquel 
día  dejó  la  revolución,  se  retiró  a  Segovia,  colaborando  en  los 
l>er¡ódicos  hasta  1857,  en  que  dio  al  teatro  el  drama  El  Hijo 
pródigo;  pero  no  segundó.  Sentó  plaza  (1859)  para  la  guerra 


^  Ju/i' kcyTZ^^'^'^- 


[Cuentos  amatorios,  igo5.) 


S.  XIX,  1855.  PEDRO  ANTONIO  DE  ALARCÓN       147 

de  África,  desde  donde  fué  enviando  cartas  que  coleccionó  con 
el  titulo  de  Diario  de  un  testigo  de  la  guerra  de  África,  Ma- 
drid, 18Ó0,  que  leyó  toda  España  con  el  afán  de  quien  lee  las 
hazañas  propias.  Como  fruto  de  su  viaje  por  Italia  (1860)  pu- 
blicó De  Madrid  á  Ñápales,  Madrid,  1861.  Fué  diputado  por 
Guadix  (1864)  y  escribió  en  La  Época  en  pro  del  partido  de 
O'Donnell ;  después  derrotó  personalmente  á  Narváez  en  el  Par- 
lamento; fué  de  ministro  á  Suecia  y  Noruega  (1875),  conse- 
jero de  Estado  y  académico.  Apoyó  á  Alfonso  XII  en  el  ar- 
tículo La  Unión  liberal  debe  ser  alfonsina.  Publicó  El  Final 
de  Norma  (1855),  Poesías  serias  y  humorísticas  (1870),  en  las 
que  con  urija  punta  de  humorismo  derrochó  color  y  metáfo- 
ras; La  Alpujarra  (1874),  El  Sombrero  de  tres  picos  (1874), 
El  Escándalo  (1875)  y  La  Pródiga  (1882).  Dificultoso  sobre- 
manera es  señalar  en  qué  sobresale  literariamente  Alarcón,  el 
novelista  más  leído  juntamente  con  Plereda,  el  más  gustado  y  el 
más  popular  de  los  novelistas  españoles.  Por  más  que  se  re- 
busque, no  se  ve  por  parte  alguna  adonde  agarrarse.  Diríase 
que  Alarcón  no  sobresale  en  nada.  La  crítica  halla  bien  la  tra- 
ma de  sus  novelas,  aunque  también  advierte  puntos  en  que 
€stá  floja;  ve  pinturas  de  caracteres,  pero  no  da  con  una  de 
esas  esculturas  que  le  arrebaten ;  admira  el  estilo  fácil  y  des- 
embarazado, el  lenguaje  noble  y  natural,  sin  dejar  de  adver- 
tir no  pocos  galicismos  y  frases  de  cajón,  y  no  halla  aquellos 
loques  inesperados  y  brillantes,  aquellas  lumbres  del  decir,  fra- 
ses ó  palabras  de  nervio  y  colorido,  que  esmaltan  los  escritos 
de  los  grandes  escritores.  No  parece  sino  que  se  pasea  uno  por 
un  jardín  donde  no  le  arrastra  los  ojos  planta  alguna  exqui- 
sita y  extraña,  árbol  alguno  de  particular  corpulencia  ó  esbel- 
tez. El  jardín  está  limpio  y  cuidado;  pero  es  un  jardín  espa- 
ñol á  secas,  donde  crece  todo  según  brota  y  por  donde  brota, 
plantas,  árboles  y  flores  son  comunes,  las  que  da  la  tierra  es- 
pañola. No  es  que  esté  de  m.oda;  Alarcón  no  estuvo  nunca  de 
moda;  pero  siempre  se  lee  y  las  ediciones  se  agotan  pronto. 
Se  lee  en  América  y  en  España,  por  gente  culta  y  gente  lega, 
por  personas  maduras,  viejos  y  niños.  Sus  novelas  son  los 
jardines  públicos,  adonde  todo  el  mundo  va  á  solazarse  un 
rato;  son  el  molino  del  tío  Lucas,  adonde  todos  acuden  pun- 


148     PRIMER   PERÍODO   DE   LA    ÉPOCA   REALISTA    (185O-1869) 

tualmente  sin  proponérs€lo.  El  tío  Lucas  sólo  tiene  un  pasar; 
pero  deja  á  todos  sabrosos  y  les  hace,  quieras  que  no,  volver 
otro  día  á  su  molino.  Alarcón  no  sobresale  en  nada  más  que 
en  no  pretender  sobresalir.  Es  el  contador  natural  y  llano,  aun- 
que no  de  la  gente  sencilla  del  lugar,  como  Trueba,  sino  de  la 
gente  urbana.  Trueba  es  tan  llano  y  natural,  pero  más  del  te- 
rruño, más  allegado  á  campesinos  y  aldeanos,  más  fresco  y  vir- 
ginal, más  inocente,  más  castizo.  Alarcón  cuenta  á  ciudadanos, 
en  estilo  más  urbano,  por  lo  mismo  menos  casto  y  puro,  más 
desleído  y  avulgarado.  Es  menos  popular  que  Trueba,  no  sien- 
te la  virgen  naturaleza,  no  recuerda  los  romances  ni  los  canta- 
res populares,  ni,  por  tanto,  se  allega  al  verdadero  pueblo.  Pero 
para  entre  personas  que  en  la  ciudad  viven  y  están  hechas  á 
las  artificiales  maneras  de  vivir  de  la  sociedad,  entre  casas  y 
calles,  no  hay  narrador  más  llano  y  natural  que  Alarcón.  En 
El  Sombrero  de  tres  picos,  asunto  tomado  del  popular  y  añejo 
Molinero  de  Arcos,  y  en  algunas  novelas  cortas,  como  La  Bue- 
naventura, El  Libro  talonario,  El  Carbonero  alcalde.  El  Asis- 
tente, El  Ángel  de  la  guarda,  es  el  Alfonso  Karr  español,  y  se 
acercó  más  á  la  pura  cepa  castellana,  y  por  tanto,  su  realismo 
es  más  recio,  su  filosofía  más  honda.  Estas  obras  pueden  ser- 
\'ir  de  piedra  de  toque  para  apreciar  el  tono,  que  he  llamado 
urbano,  de  las  demás,  y  mucho  más  servirán  las  obras  de  True- 
ba, con  quien  le  he  comparado.  Pero  dentro  de  la  común  so- 
ciedad es  Alarcón  el  más  sano,  natural  y  llano  cuentista  esp;i- 
ñol,  y  el  más  respetuoso  con  la  moral  urbana  y  las  maneras 
de  pensar  sociales.  Habla,  pues,  á  gentes  de  buena  sociedad  y 
de  honrada  burguesía  en  su  propio  lenguaje  y  así  gusta  á  to- 
dos y  á  nadie  desazona.  La  nota  propia  de  Alarcón,  aunque  no 
enteramente  literaria,  por  la  cual  gusta  á  todos  los  verdaderos 
españoles  de  raza,  es  su  españolismo,  su  amor  á  España,  no 
exagerado  en  ditirambos  inoportunos,  sino  hondamente  senti- 
do y  que  hasta  sin  expresarlo  se  rezuma  en  todos  sus  escritos. 
Por  lo  demás,  pinta,  siempre  que  puede,  la  tierra  española,  sus 
tipos  y  costumbres.  Pero  lo  que  no  pinta,  si  bien  es  alma  de  sus 
obras,  es  la  alegría  satírica,  el  gusto  cómico,  el  gracejo  profun- 
do, sano  y  franco,  que  tan  placenteras  hace  las  obras  de  Cer- 
vantes y  en  su  tanto  ha  pasado  a  las  obras  de  Alarcón,  por  ser 


S.    XIX,    1855.    PEDRO    ANTONIO    DE    ALARCÓN  149 

nota  característica  de  raza,  cual  se  halla  en  el  Arcipreste  de 
Hita,  en  la  novela  picaresca  y  hasta  en  las  obras  espirituales  de 
la  buena  época,  bastando  recordar  á  Santa  Teresa.  Ese  buen 
Jmmor  y  sana  socarronería  es  lo  que  haré  apacible  la  lectura 
de  Alarcón.  Y  nótese  el  contraste  de  la  literatura  a  la  sazón  en 
boga  entre  los  franceses,  pesimista,  negra,  como  de  gentes  mun- 
danas que  han  apurado  hasta  las  heces  el  placer  en  continuas 
orgías,  junto  al  mozo  sanóte  del  campo  que  no  ha  gustado  nada 
que  afemine  ni  enlobreguezca  el  corazón.  La  morgue  francesa 
es  fruto  del  vicio,  que  los  modernos,  hechos  de  hecho  ó  de  deseo 
á  la  vida  de  los  franceses,  pretenden  trasplantar  á  la  España 
todavía  sana  del  resto  de  los  españoles.  Verdad  es  que  más  tar- 
de, para  oponerse  á  lo  francés,  se  hizo  Alarcón  demasiado  atrás 
y  cayó  en  cierto  remiramiento  un  si  es  no  es  mojigato,  tímido, 
suspicaz,  que  le  llevó  á  perder  parte  del  natural  donaire,  desen- 
fadada y  fresca  picardía  de  los  primeros  tiempos.  El  Escánda- 
lo (1875)  no  es  novela  de  tesis,  como  algunos  han  dicho,  sino 
de  tendencia,  lo  cual  no  es  lo  mismo;  como  que  la  primera  su- 
bordina el  arte  á  la  tesis,  y  la  segunda  subordina  la  tesis  al 
arte,  aunque  sin  perderla  de  vista  y  aun  proponiéndosela  de  he- 
cho. Tal  El  Escándalo,  de  Alarcón,  y  Gloria,  de  Galdós,  dos 
de  las  mejores  novelas  españolas. 

6  6.  Hállase  la  firma  de  Alarcón,  ó  escribió  sin  ella,  además  de 
los  periódicos  citados,  en  La  Redención,  La  Política,  El  Occidente,  La 
Discusión,  El  Criterio,  La  Época,  El  Museo  Universal,  La  Ilustr.  Esp., 
Blanco  y  Negro,  Los  Niños,  La  Niñez  y  Rev.  de  España,  donde  pu- 
blicó Una  flor  menos,  poesía  (1868,  t.  V),  A  Daguerre,  id.  (1868, 
t.  VII).  A  Fr.  Luis  de  León,  id.  (1869,  t.  VIII).  A  Velázquez,  id.  (1869, 
t.  VIH).  Al  recibir  mi  retrato,  id.  (1870,  t.  XIII).  Habiéndose  pasado 
del  bando  de  los  revolucionarios  al  de  la  Monarquía  y  aun  de  los  ca- 
tólicos neos,  los  del  uno  ú  otro  hablan  del  acontecimiento  harto  poco 
desinteresadamente.  Acabó  idiota,  dicen  unos ;  fué  bebedor  formida- 
ble de  aguardiente  de  Ojén,  cosas  ambas  ciertas;  pero  que  no  tienen 
que  ver  ni  con  su  valer  literario  ni  con  su  llamada  conversión :  ahora 
no  bebe  Ojén  ni  es  idiota:  es  tierra.  He  preguntado  á  muchos  que  le 
trataron  acerca  de  su  .conversión,  y  los  no  muy  católicos  achácansela 
á  conveniencia,  creyendo  que  Alarcón  aparentaba  ser  católico  con  re- 
domada hipocresía;  en  cambio,  los  creyentes  tienen  á  pie  juntillas  qu€ 
Dios  le  tocó  el  corazón  cuando  salvó  la  vida  en  duelo.  Dios  es  el  que 
apura  las  intenciones;  si  antes  fué  sincero  revolucionario,  bien  pudo 
ser  después  sincero  creyente.  Portóse,  á  lo  menos,  siempre  como  caba- 


1 5o     PRIMER   PERÍODO    DE    LA   ÉPOCA   REALISTA    (185O-1869) 

Uero  y  persona  honrada  y,  no  habiendo  pruebas  en  contra,  no  es  justo 
sospechar  de  su  sinceridad.  El  Diario  de  un  testigo  de  la  guerra  de 
África  (1859- 1860)  dio  90.000  duros  al  editor,  que  tiró  de  una  vez 
50.000  ejemplares.  El  Final  de  Norma  (1855),  obra  de  un  mozalbete 
de  diez  y  seis  años,  tiene  todavía  del  negro  romanticismo  en  lo  trá- 
gico, aunque  el  sano  corazón  de  su  autor  le  haga  acabar  en  color  de 
rosa.  El  Sombrero  de  tres  picos  es  novela  tan  realista  á  la  española 
como  la  antigua  picaresca  y  la  tradición  de  donde  la  sacó.  El  Escán- 
dalo es  en  el  intento  docente;  El  Niño  de  la  bola  y  La  Pródiga,  de  cos- 
tumbres y  más  idealistas.  Andrés  González  Blanco,  Hist.  nov.,  pá- 
gina 223:  "Lo  que  más  singulariza  y  realza  las  obras  de  D.  P.  A.  A. 
es  el  españolismo  neto  y  sano  que  en  ellas  brilla.  Aunque  en  su  juven- 
tud se  acusó  al  autor  de  La  Pródiga  de  ser  francés  de  aficiones  y  estar 
influido  por  la  literatura  francesa  de  su  época."  "Creian  adversarios, 
"y  aun  amigos  del  poeta  de  Guadix  (dice  Luis  Alfonso,  prel.  á  El  Som- 
"brero  de  tres  picos),  que  su  pluma,  contaminada  de  incurable  gali- 
"cismo,  no  saldría  del  círculo  que  forma  el  género  francés ;  y  paró. 
"darles  un  solemne  mentís,  ha  trazado  con  desembarazo  sin  igual  un 
"cuadro  tan  genuínamente  español  como  la  gentileza  de  las  sevillanas 
"ó  el  color  de  los  vinos  de  Jerez..."  El  no  es  má»  que  narrador,  y 
narrador  castizo.  Todas  sus  obras  transpiran  un  sincero  y  sentido 
ajnor  á  la  tierra  española,  un  esfuerzo  generoso  por  grabar  en  el  pa- 
pel sus  tipos,  sus  ciudades,  sus  costumbres...  El  Sombrero  de  tres  pi- 
cos... no  es,  en  el  fondo,  más  que  la  renovación  del  intento  de  la  no~ 
vela  picaresca.  Mas  á  nuevos  tipos,  nuevas  costumbres...  No  es,  en 
realidad,  novela...;  pero  tal  como  en  1874  se  hacían  novelas,  puede 
pasar  por  un  modelo  del  género.  Es  un  episodio  retozón  y  jovial  de 
la  alegría  picaresca,  siempre  conservada  en  España.  Alarcón  remoza 
la  salsa  de  la  socarronería  y  malicia  castellanas  que  se  encuentra  en 
los  poetas  primitivos  (especialmente  en  el  Arcipreste  de  Hita)  y  en 
los  romances  y  tonadas  populares,  como  en  los  viejos  fabliaux  fran- 
ceses se  encuentra  la  legitima  joie  ganloise...  Es,  además,  el  fresco 
y  sano  picarismo  que  rezuma.  Aquí  tenemos  al  Alarcón  legítimo  de 
los  primeros  tiempos,  que,  sin  los  encogimientos  y  las  mojigaterías 
que  más  tarde  le  impuso  su  situación  especial  en  la  novela  española, 
ó  mejor  dicho,  se  impuso  él  á  sí  propio,  al  colocarse  en  actitud  de 
purificador  del  pantano  corrompido  por  la  novela  naturalista,  de 
reacción,  frente  á  la  revolución ;  al  escritor  que  no  teme  narrar  este 
episodio  vulgar  con  todas  las  chanzonetas  y  burlas  picantes  inheren- 
tes al  caso.  Aquí  está  el  hijo  del  pueblo,  que  no  teme  mostrarle  tal 
como  es,  hasta  en  la  desnudez  de  su  ingenua  picardía...  Alarcón... 
devuelve  al  arte  y  al  buen  sentido  lo  que  hace  tiempo  estaba  perdido 
para  ellos:  las  consejas  contadas  en  los  romances  populares...  Alar- 
cón... es,  ante  todo,  humorista,  humorista  de  buena  cepa  castellana: 
la  misma  socarronería  de  Sancho,  modificada  por  el  espíritu  de  un 
hombre  que,  aun  sin  ser  excesivamente  culto,  no  es  un  patán...   El  e*- 


S.  XIX,  1855.  PEDRO  ANTONIO  DE  ALARCÓX       l3l 

tilo...  no  tiene  más  virtud,  y  no  es  poca,  que  la  de  ser  limpio  y  suelto. 
Hoy  pedimos  más  al  novelista...  Poniéndome,  pues,  en  el  año  1874, 
no  puedo  sino  ensalzar  la  elegancia  y  limpieza  del  estilo  alarconiano, 
que,  sin  afectación  de  arcaísmo,  no  excluye  cierta  pomposidad...  ¿Por 
qué  no  he  de  loar  la  prestante  serenidad  y  la  hierática  tersura,  como 
de  matrona  romana,  del  estilo  de  Alarcón  en  retratos  como  éste  que 
hace  de  la  corregidora,  donde  el  estilo  pulido  y  serio  está  tan  en  con- 
sonancia con  la  severidad  de  la  figura...?  Díganme  si  no  es  de  mano 
maestra  el  retrato  de  la  seña  Frasquita...  La  boga  de  Alarcón  no  fué 
pasajera,  sino  muy  estable."  Pardo  Bazán,  Nuevo  teatro  crít.,  Oct.- 
Nov.  1891,  pág.  21 :  "Período  de  imitación  podemos  llamar  á  la  pri- 
mera manera  ultra-romántica  del  autor  de  EL  Fimil  de  Norma.  Nadie 
más  afrancesado  que  Alarcón  en  sus  comienzos...  "Comencé  rindiendo 
"vasallaje  á  Walter  Scott,  Alejandro  Dumas  y  Víctor  Hugo;  pero 
"me  aficioné  después  á  Balzac  y  á  Jorge  Sand,  por  hallarlos  más  pro- 
''fundos  y  sensibles...  Había  yo  conocido  ya  al  ingenioso  y  afrancesado 
"escritor  Agustín  Bonnat,  quien  me  trató  desde  luego  fraternalmen- 
"te...  y  contagio  eran  de  sus  graciosos  escritos  aquel  humorismo  apá- 
rrente, aquel  charloteo  con  el  lector  y  todas  aquellas  excentricidades 
•'•'y  chanzas..."  Esta  manera  que  por  reflejo  de  Agustín  Bonnat  ad- 
quirió Alarcón  la  tomaba  Bonnat  á  su  vez  del  "entonces  muy  en  can- 
"delero  y  siempre  admirable  Alfonso  Karr..."  La  nota  castiza  y  ran- 
cia que  tan  balsámico  sabor  de  generoso  vino  andaluz  comunica  á  los 
mejores  cuentos  alarconianos.  Xo  por  eso  he  de  condenar  enteramente 
el  afrancesamiento  del  amenísimo  cuentista.  Había  en  él  mucho  de 
espontáneo...  Maestría  suprema  en  el  arte  de  narrar:  ahí  tenéis  defi- 
nida la  verdadera  gloria  literaria  de  Alarcón...  Notaba  Revílla  en 
Alarcón  la  deficiencia  de  inventiva  y  .Alarcón  la  confirmaba  diciendo 
textualmente:  "Yo  soy  poco  aficionado  á  inventar  historias..."  Alar- 
cón carece  del  vigor  suficiente  para  sacar  de  sí  un  mundo  (como  Gal- 
dós),  y  en  cambio  posee  el  espejo  mágico  de  una  imaginación  que 
embellece  cuanto  copia...  Las  Narraciones  inverosímiles...  son  pobres 
en  interés,  mezquinas  en  intención  moral,  superficialmente  amenas... 
El  mérito  mayor  de  Alarcón  fué,  sin  duda  alguna,  haber  conservado 
á  su  obra  maestra  el  carácter  popular  y  sencillo  del  genuino  cuento... 
La  admirable  reproducción  de  la  fisonomía  nacional...  En  el  cuadrito 
óe  Alarcón,  sucinto,  intenso,  coloreado  cual  si  del  pincel  de  Goya  pro- 
cediese, podréis  hallar  en  resumen,  en  abreviatura,  la  sociedad  donde 
iba  á  brotar  la  epopeya  contra  el  capitán  del  siglo.  Aquel  es  el  mundo 
posterior  al  año  cuatro  y  anterior  al  ocho;  la  España  de  casacón, 
fuente  de  inspiraciones  para  los  poetas  contemporáneos;  pero  nunca 
mejor  vista  ni  manifestada  que  en  el  molino  del  tío  Lucas.  El  relato 
es  tan  pintoresco,  que  con  mucha  razón  decía  el  discreto  crítico  antes 
citado  que  allí  se  muestra  el  autor  como  pintor  soberano  en  primer 
término.  No  otra  cosa  se  requería  ser;  pero  había  que  serlo  en  tanto 
grado  que  no  cupiera  más.  Y  podrá  ser  igualado  El  Sombrero  de  tres 


l32      PRIMER   PERÍODO   DE    LA   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

picos;  mas  no  nacerá  quien  lo  supere,  porque,  en  su  género,  es  obra 
total,  redonda,  perfecta."  J.  Valera,  Poesías...  s.  xix,  I,  pág.  168:  "Las 
dos  más  salientes  cualidades  que  dan  á  los  versos  de  Alarcón  singular 
carácter.  Es  una  la  irónica  salida  de  tono,  que  llaman  ahora  humoris- 
mo, con  la  que,  al  parecer,  se  invalida,  convirtiéndolo  en  broma,  lo 
que  se  ha  dicho  antes  en  serio.  Pero,  si  bien  se  examina,  no  proviene 
esto  de  falta  de  fe,  sino  de  sobra  de  modestia,  si  en  la  modestia 
puede  haber  sobra.  Valgámonos  para  explicarlo  de  la  más  humorís- 
tica de  todas  las  odas  de  Horacio:  del  elogio  de  la  vida  del  campo, 
que  fray  Luis  de  León  supo  imitar  tan  alta  y  dichosamente.  Horacio 
era  modesto,  no  como  lírico,  ya  que  decía  sublime  ferianí  sidera  vérti- 
ce, sino  como  persona  austera  en  sus  moralidades.  De  aquí  que,  des- 
pués de  cantar  entusiasmado  y  con  sincero  fervor  las  puras  delicias 
del  retraimiento  campesino,  recelase  y  temiese  que  no  habían  de  creerle 
por  lo  poco  autorizado  que  se  juzgaba  y  saliese  con  el  chiste  de  que 
todo  aquello  lo  había  dicho  el  usurero  Alfio  al  recoger  el  dinero  que 
tenía  prestado  y  al  ir  á  prestarlo  otra  vez  á  más  elevado  tanto  por 
ciento.  Las  ironías  ó  humorismos  de  Alarcón  no  contradicen,  pues, 
sus  entusiasmos.  Alarcón  tal  vez  se  niega,  pero  no  los  niega.  Tal  vez 
carece  ó  sospecha  que  carece  de  la  constante  y  firme  voluntad  propia 
del  santo  y  del  varón  justo;  pero  no  del  amor  vehementísimo  hacia 
la  santidad  y  hacia  el  bien  que,  hondamente  sentido  por  el  poeta,  aun- 
que sea  en  un  breve  instante,  le  habilita  para  expresarle  y  para  infun- 
dir en  sus  canciones  su  purísimo  fuego.  La  otra  cualidad  de  Alarcón  es 
un  escepticismo  que  me  atrevo  á  calificar  de  sano  en  primera  instan- 
cia; de  risueño  y  jovial  y  de  muy  atinado  y  útil  en  última  instancia. 
Quiero  yo  significar  con  esto  que  Alarcón,  si  propendía  á  menudo  á 
burlarse  de  los  antiguos  ideales,  solía  ser  más  burlón  y  descreído  con 
los  ideales  novísimos,  hallándolos  bajos,  rastreros,  interesados  y  vul- 
gares. Así  se  comprende  bien,  sin  atribuirlo  á  causas  extrañas  ni  á 
conveniencias  de  género  alguno,  la  fervorosa  conversión  del  poeta 
hpcia  el  ideal  antiguo  en  los  últimos  años  de  su  vida.  No  de  otra  suerte 
una  extremada  filosofía  sensualista  puede  llevar  al  tradicionalismo  de 
Bonald  ó  de  Donoso.  Y  el  agnosticismo  hoy  en  moda  tal  vez  engendre, 
si  no  ha  engendrado  ya,  un  misticismo  flamante." 

P.  A.  Alarcón:  Fin  de  una  novela  (1855).  Los  seis  velos  (1855). 
El  Final  de  Norma  (1855).  Cuentos,  artículos  y  novelas  (1859).  Diario 
de  un  testigo  de  la  guerra  de  África  (1860) ;  Habana,  1909-10,  tres 
vols.  De  Madrid  á  Ñapóles  (1861,1911).  Novelas  (i866).  El  Suspiro 
del  moro,  canto  épico  (1867).  Poesías  serias  y  humorísticas  (1870, 
1885).  Juicios  literarios  y  artísticos  (1873).  La  Al pu jarra  (1874,  18^). 
El  Sombrero  de  tres  picos  (1S74).  Amores  y  amoríos  (1875).  El  Es- 
cándalo ("1875).  El  Niño  de  la  bola  (1880).  El  Capitán  Veneno  (1881). 
Novelas  cortas:  /.■  serie,  cuentos  amatorios  (18S1,  1912) ;  2."  serie, 
historietas  nacionales  (1881);  j.»  serie,  narraciones  invcrosintiles 
(1882).  La  Pródiga  (1882).  Cosas  que  fueron  (1882).   Viajes  por  Es- 


S.    XIX,    1855.    líMILIO    CASTELAR   Y    RIPOLL  1 53 

paña  (1883).  Historia  de  mis  libros  (1889).  El  Clavo  (1891).  Últimos 
escritos  (1891).  En  prosa  y  en  verso,  póst.  (1891).  Sin  un  cuarto  (1916). 
Se  hacen  á  la  continua  ediciones  que  administra  su  viuda.  Obras  es- 
cogidas, 1874  (en  Colccc.  de  escritores  castellanos).  Obras  completas, 
19  vols.,  Madrid,  1899.  Novelas  cortas  escogidas,  ed.,  Alfred  Remy, 
Boston,  1905.  Consúltense:  doña  E.  Pardo  Bazán,  Nuevo  teatro  críti- 
co, 1891 ;  y  Retratos  y  apuntes  literarios  (Obras  completas,  t.  XXXII). 
págs.  1 17-216;  A.  Bonilla  y  San  Martín,  Los  Orígenes  de  ''El  Sombre- 
ro de  tres  picos''',  en  Revue  Hispanique  (1905),  t.  XIII,  págs.  5-17; 
R.  Foulché-Delbosc,  D'otí  derive  ''El  Sombrero  de  tres  picos",  en  Re- 
vue Hispanique  (1908),  t.  XViIII,  págs.  468-487;  Mariano  Catalina, 
pról.  á  las  Novelas  Cortas;  Eduardo  Lustonó,  P.  A.  de  Alarcón,  en 
La  Ilustr.  Esp.  y  Amer.,  LXXIX,  pág.  331;  Rev.  Archiv.,  1902  (Abril). 

57.  Año  iS¿j.  Emilio  Castelar  y  Ripoll  (1832-1899) 
nació  en  Cádiz  y,  huérfano  de  padre,  fué  de  niño  á  Elda,  don- 
de estudió  la  primera  enseñanza,  y  en  Alicante,  cabeza  de  aque- 
lla provincia,  el  bachillerato;  en  la  Universidad  de  Madrid, 
DerecJio,  y  Filosofia  en  la  Escuela  Normal,  licenciándose 
(1852)  y  doctorándose  (1853).  Revelóse  como  orador  popular 
y  defensor  de  las  libertades  en  el  mitin  celebrado  para  las  elec- 
ciones en  el  teatro  Real  después  del  pronunciamiento  de  Vicál- 
varo  (1854).  Entró  en  la  redacción  de  El  Tribuno,  luego  en  la 
de  la  Soberanía  Nacional  (1855)  y  en  la  de  La  Disensión,  diri- 
gida por  Nicolás  Maria  Rivero,  y  en  ella  escribió  hasta  1864, 
que  fundó  La  Democracia,  periódico  antidinástico.  Ganó  por 
oposición  la  cátedra  de  Historia  de  España  de  la  Central  (1858). 
De  1857  3-  1861  dio  en  el  Ateneo  sus  famosas  conferencias  sobre 
La  historia  de  la  civili::ación  en  los  cinco  primeros  siglos  del 
cristianismo.  Entabló  en  La  Democracia,  que  dirigía,  una  polé- 
mica con  La  Discusión,  dirigida  entonces  por  Pí  y  Margall,  de- 
fendiendo el  republicanismo  individual,  según  su  Fórmula  del 
Progreso  (1867),  contra  el  socialismo  federal  de  Pí.  Por  haber 
publicado  el  artículo  El  Rasgo,  en  La  Democracia,  rebajando 
los  elogios  con  que  la  prensa  había  alabado  la  cesión  que  de  su 
patrimonio  había  hecho  al  Estado  Isabel  II,  fué  perseguido  el 
periódico,  y  al  autor  fonnáronle  expediente  como  catedrático. 
Luego,  cuando  la  noche  de  San  Daniel  (10  Abril  1865),  fué 
condenado  á  muerte  en  Consejo  de  guerra;  pero,  disfrazado, 
huyó  á  París,  donde  estuvo  hasta  la  Revolución  de  1868,  es- 
cribiendo y  siendo  el  ídolo  de  los  americanos  y  aun  de  toda 


1 54     PRIMER   PERÍODO    DE   LA   ÉPOCA   REALISTA    (185O-1869) 

Europa  por  su  fama  extraordinaria.  Trabajó  en  París  en  pro 
de  la  Revolución  y  después  de  Alcolea  en  España,  y  en  las  Cor- 
tes constituyentes,  como  representante  de  Zaragoza,  ganó  su 
oratoria  los  más  imperecederos  laureles,  siendo  célebres  los  dis- 
cursos en  que  terció  Manterola,  defendiendo  él  la  libertad  de 
conciencia,  el  que  pronunció  contra  la  totalidad  del  proyecto  de 
Constitución  monárquica  }•  el  de  la  existencia  de  EMos  (18Ó9). 
Presidente  de  la  República  en  los  más  azarosos  momentos,  tuvo 
que  dimitir  (1874)  y  salió  de  España  á  viajar.  Volvió  como 
diputado  por  Barcelona  á  las  primeras  Cortes  de  la  Restaura- 
ción, y  poco  á  poco  vino  á  hacerse  gubernamental,  sin  dejar  de 
ser  republicano,  proclamando  las  vías  sensatas  de  la  evolución 
política  contra  las  de  la  revolución  armada  de  Ruiz  Zorrilla  y 
demás  radicales.  Acusáronle  los  suyos  de  traidor  y  de  monár- 
quico vergonzante;  pero  el  no  haber  obtenido  nada  de  Alfon- 
so XII  y  el  haber  muerto  pobre  rechazan  tamaña  recrimina- 
ción. Su  último  trabajo  fué  Munniiraciones  europeas  (en  la 
Ilustración  Artística  de  Barcelona,  Junio,  1899).  Con  los  pocos 
que  le  siguieron  fundó  el  partido  posibilista,  al  que  se  debe  la 
democratización  de  la  Monarquía,  el  sufragio  universal  y  el 
jurado,  y  se  apartó  de  la  política  desde  1888.  Estuvo  en  1889 
y  en  1893  en  París;  en  1894,  en  Roma,  recibiéndole  León  XIII 
en  audiencia  privada,  y  en  1899  se  retiró  á  una  posesión  de 
sus  amigos  los  señores  Servet,  en  San  Pedro  del  Pinatar  (Alur- 
cia),  donde  falleció,  trayéndose  su  cadáver  á  Madrid,  á  la  Sa- 
cramental de  San  Isidro.  En  1908  se  le  levantó  un  monumento, 
hecho  por  Benlliure,  en  la  Castellana.  Castelar,  con  sus  pode- 
rosas facultades  de  orador  asiático,  floreció  en  la  época  más 
propicia  para  desenvolverlas  y  lucirlas.  Es  el  gran  tribuno  de 
la  Revolución  del  68.  Castelar  no  es  más,  en  efecto,  que  un  ora- 
dor asiático,  de  imaginación  estupendamente  rica  y  florida,  que 
engarza  los  sucesos  históricos  en  brillantísimos  floripondios, 
haciéndoles  decir  lo  que  á  su  pro^jósito  del  momenío  mejor 
cuadra,  para  confirmar  sus  proposiciones,  que  suelen  ser  co- 
múnmente grandes,  nobles  y  filosóficas,  á  veces  falsas  y  secta- 
rias. El  derroche  de  metáforas,  la  musical  armonía  de  períodos, 
la  facilidad  de  construirlos,  el  encanto  de  la  voz,  vistiendo  aquel 
tejido  de  hechos  históricos  y  apreciaciones  filosóficas  de  hom- 


EMILIO    CASTELAR 

[Fra  Filippo  Lippi,  1877.) 


S.  XIX,  1855.  EMILIO  CASTELAR  Y  RIPOLL        l55 

bres,  doctrinas  y  acontecimientos,  para  probar  doctrinas  por 
lo  común  caras  al  corazón  humano,  de  la  libertad,  de  la  paz,, 
de  la  justicia,  de  la  religión,  encantaban  al  auditorio,  no  sola- 
mente popular,  sino  al  más  culto,  y  le  traían  encadenado  de 
pies  y  manos  adonde  quería  el  elocuente  tribuno.  Hoy,  cuando 
leemos  sus  discursos,  enfriados  por  los  años,  sin  el  espíritu  que 
les  daba  su  voz  y  su  gesto,  sin  el  arrebato  de  las  muchedumbres 
que  enardece  las  almas  de  los  oyentes,  sólo  hallamos  un  filó- 
sofo sin  sistema,  que  toma  de  éste  ó  de  aquél,  según  le  viene 
á  cuento,  balanceándose  entre  el  neoplatonismo  y  cierto  seudo- 
misticismo  cristiano;  un  historiador  que  recoge  en  florido  ma- 
nojo y  sintetiza  y  saca  las  consecuencias  que  le  convienen,  sin 
mirar  mucho  en  si  contradicen  las  de  un  párrafo  ó  discurso  á 
las  de  otro;  un  orador  despilfarrado  en  flores,  en  colores,  en 
armonías  y  cadencias,  en  largos  y  bien  trabados  períodos.  Esta 
riqueza,  esta  desenvoltura  artística,  esta  sonoridad,  esta  brillan- 
tez de  colorido,  este  calor  ardiente,  esta  valentía  en  el  pensar  y 
en  el  decir,  cualidades  propias  de  la  raza  española,  le  han  hecho 
popular  en  España  y  América,  siendo,  sobre  todo,  Castelar, 
allende  el  Atlántico,  el  dechado  de  la  elocuencia  en  el  habla 
castellana.  Orador  declamatorio  fué  no  menos  Castelar  en  todo 
cuanto  escribió,  fuera  historia,  artículos  y  hasta  cartas.  Pode- 
rosa fantasía  y  arraigada  memoria,  los  medios  de  que  se  valió. 
Compararle  con  Cicerón,  que  no  era  asiático,  ó  con  el  ático 
Demóstenes,  es  disparate,  sólo  disculpable  por  ignorancia. 

5  8.  De  su  vida  privada  hay  que  decir  que  Castelar  no  amó  nunca 
más  que  á  dos  mujeres,  á  su  madre  y  á  su  hermana,  con  quienes  vivió, 
además  de  un  cortejo  de  sinceros  amigos  que  siempre  le  acompaña- 
ban. De  joven  escribía  sermones,  que  algunos  eclesiásticos  hallaban 
excelentes  y  se  los  apropiaban,  gratificándole  por  ellos;  hasta  que  en 
la  Revolución  de  Julio  arengó  muy  de  otra  manera  al  pueblo  en  las 
barricadas.  Fué  muy  trabajador  y  limaba  sus  escritos;  pero  de  manera 
que  la  fuga  de  su  oratoria  convertía  en  otras,  enteramente  diferentes,^ 
las  pruebas  de  imprenta  que  le  traían  para  corregir.  M.  Pelayo, 
Heterod.,  III,  pág.  738:  "Castelar  nunca  ha  sido  metafísico  ni  hombre 
de  escuela,  sino  retórico  afluente  y  brillantísimo,  poeta  en  prosa,  lírica 
desenfrenado,  de  un  lujo  tropical  y  exuberante,  idólatra  del  color  y 
del  número,  gran  forjador  de  períodos  que  tienen  ritmo  de  estrofas, 
gran  cazador  de  metáforas,  inagotable  en  la  enumeración,  siervo  de 
la  imagen,  que  acaba  por  ahogar  entre  sus  anillos  á  la  idea;  orador 


1 56  PRIMER  PERÍODO  DE  LA  ÉPOCA  REALISTA  (185O-1869) 

que  hubiera  escandalizado  al  austerísimo  Demóstenes,  pero  orador 
propio  de  estos  tiempos ;  alma  panteísta,  que  responde  con  agitación 
nerviosa  á  todas  las  impresiones  y  á  todos  los  ruidos  de  lo  creado  y 
aspira  á  traducirlos  en  forma  de  discursos.  De  aquí  el  forzoso  barro- 
quismo de  esa  arquitectura  literaria,  por  la  cual  trepan,  en  revuelta 
confusión,  pámpanos  y  flores,  ángeles  de  retablo  y  monstruos  y  grifos 
de  aceradas  garras.  En  cada  discurso  del  señor  Castelar  se  recorre 
dos  ó  tres  veces,  sintéticamente,  la  universal  historia  humana,  y  el 
lector,  cual  otro  Judio  Errante,  ve  pasar  á  su  atónita  contemplación 
todos  los  siglos,  desfilar  todas  las  generaciones,  hundirse  los  imperios, 
levantarse  los  siervos  contra  los  señores,  caer  el  Occidente  sobre  el 
Oriente ;  peregrina  por  todos  los  campos  de  batalla ;  se  embarca  en 
todos  los  navios  descubridores,  y  ve  labrarse  todas  las  estatuas  y  es- 
•cribirse  todas  las  epopeyas.  Y  no  satisfecho  el  señor  Castelar  con 
abarcar  así  los  términos  de  la  tierra,  desciende  unas  veces  á  sus  en- 
trañas y  otras  veces  súbese  á  las  esferas  siderales,  y  desde  el  hierro  y 
el  carbón  de  piedra  hasta  la  estrella  Sirio,  todo  lo  ata  y  entreteje  en 
■ese  enorme  ramillete,  donde  las  ideas  y  los  sistemas,  las  heroicidades 
y  los  crímenes,  las  plantas  y  los  metales,  son  otras  tantas  gigantescas 
flores  retóricas."  Castelar:  Ernesto,  nov.,  Madrid,  1855,  191 1.  Alfonso 
■el  Sabio,  nov.  (con  F.  de  P.  Canalejas),  ibid.,  1856.  La  Hermana  de 
la  Caridad,  nov.,  la  mejor  de  las  suyas,  con  influencia  romántica  de 
Lamartine  y  Chateaubriand,  ibid.,  1857,  1881,  dos  vols.  Lucano,  ibid., 
1857.  Ideas  democráticas,  ibid.,  1858.  La  Civilización  en  los  cinco  pri- 
meros siglos  del  cristianismo,  tres  vols.,  ibid.,  1859-62;  cuatro  vols., 
1877  (3.^  ed.).  Crónica  de  la  guerra  de  África  (con  F.  de  P.  Canalejas, 
G.  Cruzada  Villaamil  y  M.  Morayta),  ibid.,  1859.  Colección  de  artícu- 
los literarios  y  políticos,  ibid.,  1859.  Cartas  á  un  obispo  sobre  la  liber- 
tad de  la  Iglesia,  ibid.,  1864.  Cuestiones  políticas  y  sociales,  ibid.,  1870. 
Defensa  de  la  fórmula  del  progreso,  ibid.,  1870.  Semblanzas  contem- 
poráneas, dos  vols.,  Habana,  1871-72.  Vida  de  Lord  Byron,  Madrid, 
1873.  Discursos  políticos,  ibid.,  1873.  Historia  del  movimiento  repu- 
blicano en  Europa,  dos  vols.,  ibid.,  1873;  nueve  vols.,  1874-75.  Discur- 
sos en  las  Cortes  Constituyentes  (1873-74),  Barcelona,  1874.  Misce- 
lánea de  religión,  de  arte  y  de  política,  Madrid,  1874.  Estudios  histó- 
ricos sobre  la  Edad  Media,  ibid.,  1875.  Cartas  sobre  política  europea, 
ibid.,  1875.  Perfiles  de  personajes  y  bocetos  de  ideas,  ibid.,  1875.  Un 
año  en  París,  ibid.,  1876.  La  Cuestión  de  Oriente,  ibid.,  1876.  Recuer- 
dos de  Italia,  dos  vols.,  ibid.,  1877.  El  Ocaso  de  la  libertad,  ibid.,  1877. 
Era  Filippo  Lippi,  nov.  hist.,  tres  vols.,  1877.  Historia  de  un  corazón, 
con  su  2.*  pte.  titulada  Ricardo,  ibid.,  1878.  Ensayos  literarios,  ibid., 
1880.  Recuerdos  y  esperanzas,  ibid.,  1880.  La  Redención  del  esclavo, 
ibid.,  1880.  Conceptos  fundamentales  de  nuestra  edad,  demostrando  la 
poesía  en  ellos  contenida  (disc.  recep.  Acad.  Esp.),  ibid.,  1880.  Dis- 
curso, Lérida,  1880.  Un  viaje  á  París  durante  el  establecimiento  de 
la  República,  Madrid,  1880.  La  Revolución  religiosa,  cuatro  vols.,  Bar- 


S.  XIX,  1855.  DANIEL  MANTILLA  l5j 

celona,  1880-83.  Discursos  leídos  en  la  Acad.  Esp.,  ibid.,  1881.  Anales 
políticos,  ibid.,  1881.  La  Rusia  contemporánea,  ibid.,  1881.  Europa  en 
el  último  trienio,  ibid.,  1883.  Tragedias  de  la  Historia,  ibid.,  1883.  Las 
Guerras  de  América  y  Egipto,  ibid.,  1883.  Historia  del  año  1883,  ibid., 
1884.  Retratos  históricos,  ibid.,  1884.  Historia  del  año  1884,  ibid.,  1885, 
Discursos  parlamentarios  y  políticos  en  la  restauración,  ibid.,  1885. 
Discurso,  Orense,  1885.  El  Suspiro  del  Moro,  leyendas,  tradic.  é  his- 
torias referentes  á  la  conquista  de  Granada,  dos  vols.,  Madrid,  1885- 
86.  Galería  histórica  de  mujeres  célebres,  ocho  vols.,  ibid.,  1886-89. 
El  Marqués  de  Urquijo,  Vitoria,  1889.  La  Cuestión  social  y  la  paz  ar- 
mada, Madrid,  1890.  Nerón,  ibid.,  1891.  Historia  del  descubrimiento 
de  América  (cast.  é  ing.,  publicadas  al  mismo  tiempo),  Madrid  y  Nue- 
va York,  1892.  Historia  de  Europa  en  el  siglo  xix...,  continuada  bajo 
la  dirección  de  Man.  Sales  y  Ferré,  seis  vols.,  Madrid,  1895-1901.  Re- 
cuerdos de  Elda,  ibid.,  1899.  Fragmentos  escogidos  de  sus  obras,  ibid., 
1904.  Correspondencia  (1868-98),  1908.  Discursos  parlamentarios  y 
políticos,  dos  vols.,  ibid.,  1913.  En  la  Rev.  España:  La  Crítica  religio- 
sa en  la  Alemania  moderna  (1885).  Strauss  (1875,  t.  XLIII).  Sínte- 
sis entre  la  Filosofía  y  la  Historia  (1881,  t.  LXXX).  La  Filosofía 
del  individuo  al  comienzo  del  siglo  (1885,  t.  CIII).  La  Confede- 
ración de  razas  (1878,  t.  LX).  Los  Progresos  de  la  democracia  de- 
Europa (1886,  t.  CVIII).  La  Mujer  de  Noé  (1887,  t.  CXVI).  Hele- 
nos y  latinos  en  el  s.  xv  (1885,  t.  CII).  Fr.  Bart.  de  las  Casas  (1879,. 
t.  LXVI).  El  Renacimiento  y  la  Reforma  (1884,  t.  XCVIII).  El 
Viaje  de  Carlos  V  desde  Bruselas  á  Ytiste  (1885,  t.  CVIII).  Em- 
peños del  acaso  en  la  historia  (1884,  t.  C).  Lutero  (1884,  t.  XCVI). 
La  Capilla  Sixtina  (1869,  t.  IX).  Goya  (1869,  t.  X).  Iturbide,  por 
C.  Navarro  (1869,  t.  XI).  La  Historia  de  Portugal,  por  Olivei- 
ra  Martín  (1884,  t.  XCVII).  Consúltense:  Francisco  Cañamaque, 
Los  Oradores  de  1869,  Madrid,  1887;  R.  Castells,  Castelar  según  la 
frenología,  ibid.,  1875 ;  Carlos  de  Mazade,  Les  revolutions  de  l'Espagne 
contcmporaine,  Paris,  1868;  A.  Sánchez  del  Real,  Em.  Castelar,  su 
vida,  su  carácter,  Barcelona,  1873;  J.  M.  y  Saj.,  Genialidades,  Bilbao,. 
1889;  Alfredo  Opisso,  Litografías  viejas,  Castelar,  en  La  Vanguardia. 
1907;  Francisco  Mateos  Gago,  Opúsculos,  Cádiz,  1875-78;  M.  Pelayo,. 
Heterodoxos,  t.  III,  Madrid,  1898;  J.  Octavio  Picón,  Discurso  de 
recep.  en  la  Academia;  Miguel  Boada  y  Balmes,  Em.  Castelar,  Nue- 
va York,  1872;  Manuel  González  Araco,  Castelar,  su  zñda  y  su  muerte, 
1900;  Bernardo  Herrera  Ochoa,  Castelar,  Madrid,  1914;  Emilio  Cas- 
telar,  por  F.  de  Sandoval,  Paris,  1886;  Rev.  Archiv.^  1876  (Abr.) ;. 
J.  Man.  Orti  y  Lara,  La  Sofistería  democrática  ó  examen  de  las  Lec- 
ciones de  D.  E.  Castelar  acerca  de  la  civilización  en  los  cinco  primeros 
siglos  de  ¡a  Iglesia,  Granada,  1861. 

59.     'Año  i8f,¿.  Daniel  Mantilla  (1836-1868),  de  Buca- 
ramanga   (Colombia),   por   seud.   Ahel-Karl,   estuvo   en    París, 


¡58      PRIMER   PERÍODO    DE    i.A    ÉPOCA    REALISTA    (l850-l8(k)) 

■donde  escribió  sus  dos  mejores  trabajos  críticos:  Emiro  Kastos 
y  Un  libro  del  Sr.  José  iV/.'  Samper,  que  salieron  en  La  Opr 
Ilion  (1864),  y  la  biografía  de  Lamartine.  Publicó  sus  primeras 
poesías  en  La  Guirnalda  (1855);  contadas  son  las  que  escribió, 
pero  sinceras,  bien  sentidas  y  todas  melancólicas.  Inspiróse  en 
Lamartine  y  Musset,  de  quienes  fué  muy  aficionado,  y  en  Cam- 
poamor  y  Trueba,  imitando  á  este  último  en  la  mejor  de  todas, 
A  Elmira.  Es  del  tono  realista,  sentimental  y  sincero,  traspa- 
rente y  natural,  de  Bécquer,  bien  que  más  diluido  y  más  alejado 
del  espíritu  popular  hasta  en  preferir  el  endecasílabo  al  octo- 
sílabo. 

Daniel  Barros  Grez  (1834-1904),  de  Curicó  (Chile),  poe- 
ta, novelista,  fabulista  y  dramaturgo,  ingeniero,  arquitecto  y 
escritor  didáctico,  criticó  las  lacras  sociales  con  ingenio,  con 
pinchazos  políticos  á  veces,  sin  mezclarse  personalmente  en  po- 
lítica; fué  modesto  y  altivo  á  la  par,  recto  y  desinteresado,  que 
vivió  en  el  retiro,  sin  protectores,  y  murió  olvidado.  Famosa  es 
su  novela  Pipiólos  y  Pelucones  (1876),  á  la  manera  de  Walter 
Scott,  continuada  con  El  Huérfano  (1881),  verdadero  álbum 
de  la  vida  chilena  en  la  primera  mitad  del  siglo  xix,  en  tono 
de  picaresca  y  lenguaje  que  tira  á  cervantino.  Estilo  semejante 
gastó  en  Primeras  aventuras  del  maravilloso  perro  Cuatro  Re- 
imos (1898). 

60-  Hay  que  perdonar  á  un  joven  d«  pocos  años  como  Mantilla, 
que  estuvo  en  París  y  leyó  á  Michelet,  pero  no  tuvo  tiempo  para  leer 
más  serias  historias,  lo  que  acerca  de  España  sentía:  "esa  Nación  de- 
crépita, que  murió  para  la  historia",  los  "trescientos  años  de  servidum- 
bre", "los  tres  siglos  de  martirio".  Adriano  Páez,  Pról.  á  Artíc.  escog, 
de  Abel-Karl:  "Se  abrirá  y  se  dejará  el  libro  llorando:  se  verá  que 
ahí  palpita  desnuda,  sangrienta,  despedazada,  una  alma;  que  cada  es- 
trofa es  un  lamento,  cada  verso  una  lágrima,  y  que  la  musa  del  dolor 
meció  la  cuna  del  joven  bardo  y  lo  acompañó  fielmente  hasta  la  tumba, 
i  La  musa  del  dolor !  He  aquí  la  inspiradora  de  todas  las  obras  poéti- 
cas de  Daniel  Mantilla...;  puede  llamársele,  sin  reserva,  el  Musset  de 
Colombia.  Daniel  sentía  con  una  intensidad  y  verdad  extraordinarias, 
y  tenia  la  facultad  de  expresar  sus  sentimientos  con  una  ternura  y  de- 
licadeza exquisitas.  Todos  sus  versos  hacen  llorar  é  inspiran  el  interés 
más  vivo  por  el  joven  moribundo.  Las  composiciones  Lágrimas  y  Es- 
pinas y  A  Irwin  son  de  lo  más  bello  que  existe  en  la  literatura  colom- 
biana...   Estas  maravillas  de   sentimiento   v   estilo...    esta   sensibilidad 


S.   XIX,    1855.    LUIS  RIVERA  1  Sq 

casi  femenina  que  tenia  Abel-Karl;  esta  perfección,  sencillez  y  dul- 
zura de  lenguaje,  que  no  posee  en  grado  tan  notable  ningún  otro  poe- 
ta colombiano,  exceptuando  á  Gutiérrez  González  y  al  desgraciado 
Epifanio  Mejía...  Fué  también  eminente  prosista...;  el  estilo  es  de  una 
fluidez  y  elegancia  singulares."  Una  tarde  de  verano,  nov.,  París, 
1860.  H eterismo  ó  las  cortesanas,  Socorro,  1871.  Artículos  escogidos 
(y  poesías)  de  Abel-Karl,  Bogotá,  1879. 

Jorge  Huneeus  Gana,  Cuadro  hist.,  pág.  753:  "El  Huérfano  y  la 
Hist.  de  Cuatro  Remos  son  tuia  verdadera  y  enorme  enciclopedia  de 
ideas  y  doctrinas  y  costumbres  las  más  diversas.  Ha  querido  el  autor 
en  ellas  imitar  á  Cervantes  y  á  Lesage,  hilvanando,  en  ese  tejido  sin 
fin  del  estilo  de  la  antigua  novela  española,  aventura  tras  aventura 
y  episodio  tras  episodio.  Es  enorme  la  masa  de  observación,  la  ciencia 
de  muchos  asuntos  de  erudición  la  más  variada  y  opuesta  y  la  fe- 
cundidad de  inventiva...;  pero...  se  ha  alejado  de  los  ideales  del  arte, 
y  como  novelas,  salvo  Los  Pipiólos  y  Pelucones,  las  otras  no  resultan. 
Son  narraciones  copiosas,  arsenales  variados,  museos  literarios  en 
<iue  hay  telas  y  objetos  de  diverso  mérito  y  riquezas  diferentes;  pero 
en  que  no  hay  unidad  artística  ni  verdadero  trabajo  literario...  Pipió- 
los y  Pelucones  es  una  verdadera  novela  histórica,  con  estudio  psico- 
lógico real  de  los  caracteres  y  en  la  cual  hay  un  equilibrio  de  tan  gra- 
tos elementos,  que  no  vacilaríamos  en  declararla  tan  buena  como  al- 
guna de  las  mejores  de  don  Alberto  Blest."  Daniel  Barros  Grez :  Fá- 
bulas, Santiago,  1855,  1862,  1888.  Mundo,  demonio  y  carne,  dr..  Tal- 
ca, 1866  (son  diálogos  humorísticos).  Cuentos  para  los  niños  grandes, 
Bruselas,  1868;  Santiago,  1904.  Los  dos  matrimonios,  com.,  Valparaí- 
so, 1869.  El  Tejedor  ó  la  batalla  de  Maipú,  dr.,  Talca,  1873.  La  Cole- 
giala, jug.,  Santiago,  1873,  1881.  Como  en  Santiago,  com.,  ibid.,  1875. 
Pipiólos  y  Pelucones,  tradiciones  de  ahora  cuarenta  años,  ibid.,  1876, 
dos  vols.  Observaciones  sobre  el  verbo  hacer...,  ibid.,  1879.  Excepcio- 
nes de  la  natura-lesa,  ibid.,  1879.  Cada  oveja  con  su  pareja,  com.,  1879. 
El  Testarudo,  com.,  1879.  Ir  por  lana,  com.,  1880.  El  Tutor  y  su  pupila, 
•com.,  1880.  El  casi  casamiento,  com.,  1881.  El  Huérfano,  nov.  (conti- 
nuación de  Pipiólos),  seis  vols.,  Santiago,  1881.  La  Iglesia  y  el  Estado, 
fant.  trág.,  1883.  El  ¡Vividor,  com.,  1885.  El  Ensayo  de  la  comedia, 
com.,  1886.  Historia  de  un  polisón,  poema,  1889.  La  Academia  político- 
literaria,  nov..  Talca,  1890.  El  Logrero,  com.,  ibid.,  1890.  Primeras 
aventuras  del  maravilloso  perro  Cuatro  Remos  en  Santiago,  Santiago, 
1898,  ocho  vols.  La  Chingana,  ibid.,  1902.  La  Numeración  en  la  anti- 
cua India  y  entre  los  Romanos,  ibid.,  1903.  Su  Majestad  Posterior, 
ibid.,  1903.  Véase  bibliografía  completa  en  Bibliogr.  gral.  de  Chile. 

61.  Año  i8fi§.  Luis  River.\  (1826-1872),  de  Valencia  de  Alcán- 
tara, gran  periodista,  aplaudido  autor  dramático  y  fundador  del  perió- 
•dico  satírico  Gil  Blas  (1864),  con  el  cual  contribuyó  al  triunfo  de  la 
devolución  de  Setiembre  de  1868,  murió  joven,  después  de  haber  pa- 


l6o     PRIMER   PERÍODO    DE   LA   ÉPOCA   REALISTA    (185O-1869) 

sado  muchos  trabajos;  pero  con  el  periódico  pudo  dejar  á  su  viuda 
30.000  duros.  Fué,  además,  redactor  de  La  Discusión  (1858-64).  Los 
Hijos  de  la  fortuna,  nov.,  1855.  La  Luna  de  miel,  com.,  1857.  Las 
Aves  de  paso,  dr.,  1858.  La  Tierra  de  María  Zantísima,  jug.,  1859. 
Presente,  mi  general,  com.,  1859.  El  Honor  y  el  trabajo,  dr.,  1859.  El 
Padre  de  familia,  dr.,  1859.  El  Paraíso  en  Madrid,  i86o.  A  rey  muerto, 
zarz.,  1860.  El  Secreto  de  una  dama,  zarz.,  1862.  Al  borde  del  abismo, 
dr.,  1863.  La  Profecía,  dr.,  1864.  El  Estudiante  de  Salamanca,  zarz., 
1867. 

Antonio  Sánchez  Pérez  (183S-1912),  madrileño,  catedrático  del 
Instituto  de  San  Isidro  y  director  de  la  Escuela  de  Ingenieros  Indus- 
triales (1883),  gobernador  de  \'alencia  y  Huelva,  director  de  El  Sol- 
feo, redactor  de  muchos  periódicos,  por  seud,  Gil  Peres  y  Jaque-Mate, 
critico  benévolo  y  de  elegante  decir,  estrenó  Tres  á  una,  com.  (1855). 
Los  Hábiles,  com.  (1883).  Bodas  de  asar  (1888).  Ramón  de  Campo- 
amor  (1889),  Un  busto  albacca  (1889).  El  Primer  choque  (1889).  Un 
hombre  serio  (1891).  La  Puente  y  el  vado  (1892).  Saltos  de  liebre 
(1893).  El  Maestro  Ciruela  (1895).  Santos  de  barro  (1899).  Todo  el 
mundo.  Clases  de  adorno.  Publicó  las  novelas:  Doña  María,  Mariquita 
y  Maruja,  Entre  vivos  y  muertos  (1894),  Los  Amigos  del  dollar,  Lo 
Relativo.  Además:  De  bureo,  artículos  de  viaje,  1885.  Botones  de 
muestra,  cuentos  y  artículos.  En  Esp.  Mod. :  Cartas  americanas,  de 
J.  V alera  (1889,  Ag.).  Tabaré,  de  J.  Zorrilla  (1889,  Set.).  Los  últimos 
libros  de  Galdós  (1889,  Oct.).  Frutos  de  la  Encina  (1889,  Nov.).  La 
Hijuela  del  Parnasillo  (1894,  Oct.).  Treinta  años  después  (1895,  Set.). 
Dos  fracasos,  recuerdos  de  i8ój  (1902,  En.). 

José  Marco  y  Sánchez  (1830-1895),  valenciano,  esposo  de  María 
del  Pilar  Sinués,  director  de  La  España  Musical,  La  Esp.  Art.  y  Liter. 
(1850-56),  fundador,  poco  antes  de  fallecer,  de  Pro  Patria,  colaborador 
de  El  Teatro  y  El  Día,  autor  dramático  de  intento  moral,  culto  gra- 
cejo, bien  que  algo  premioso,  escaso  de  lirismo  y  ix>esía  y  aun  con 
alguna  ramplonería  en  la  prosa,  si  bien  de  buen  conjunto,  pintó  las 
costumbres  en  comedias  aplaudidas  del  público.  Corona  poética  dedi- 
cada á  Quintana  por  los  redactores  de  La  España  Musical  y  Literaria, 
Madrid,  1855.  La  Pava  trufada,  1856.  Libertad  en  la  cadena,  1857. 
El  Sol  de  invierno,  1860.  El  Peor  enemigo,  1861.  Sin  padre,  1861, 
Hoy,  1866.  Roberto  el  diablo,  1891.  ¡Cómo  ha  de  ser!  Los  Flacos.  El 
Manicomio  modelo.  Adán  y  Eva.  A  pesca  de  un  marido.  jSe  puede? 
Los  Conocimientos.  Cuestión  de  trámites.  La  Feria  de  las  mujeres.  La 
Mujer  compuesta.  Receta  matrimonial.  La  Gran  jugada.  Figuras  de 
cera.  El  Gato  negro.  Obras,  dos  vols.,  Madrid. 

Emilio  Alvarez  (1833-1900),  valenciano,  autor  de  teatro,  harto 
bohemio  y  perezoso,  que  si  bien  comía  poco  y  mal,  dormía  largo; 
Ue^ó  á  ser  director  de  escena  del  Español ;  mas  no  satisfecho  con  el 
mediano  suceso  de  sus  obras,  pasó  á  Chile,  donde  falleció,  siendo  pro- 
fesor de  declamación.  Blas  el  armero,  1855.  A  los  pies  de  F.,  señora,. 


S.    XIX,     1855.     ALEJANDRO    ARANGO  161 

jug.,   1S58.   Uno  de  tantos,  com.,   1858.  El  León  en  la  ratonera,  jug., 

1859.  Un  retrato   á  quemarropa,  jug.,   1859.   Pecados  veniales,   com., 

1860.  La  Reina  Topacio,  zarz.,  1861.  La  Voluntad  de  la  niña,  zarz., 
1863.  Los  Pretendientes,  1875.  Sobre  ascuas,  zarz.,  1876.  Juana,  Jua- 
nita y  Juanilla,  id.,  1877.  Madrid  en  cueros,  escenas  cómicas,  1887. 
La  Corte  de  doña  Urraca.  D.  Ramón  de  la  Cruz.  La  Buena  cama.  En 
la  piedra  de  toque.  Herida  en  el  alma.  La  Nuera.  Los  Hijos  de  Ma- 
drid, novela.  El  Bien  perdido.  Madre  mía,  com.  La  Rosa  de  Copiapó. 

Teresa  Arroniz  y  Bosch  (1827-1890),  de  Cartagena,  por  seud. 
Gabriel  de  los  Arcos,  escribió  poesías  estimables  y  novelas,  en  las  que 
mostró  talento  poco  común,  entre  ellas,  Mari-Péres,  premiada  por  la 
Academia,  y  La  Condesa  de  Albarosa,  que  es,  sin  duda,  la  mejor,  y 
salió  en  el  folletín  de  La  Correspondencia  de  España.  En  Rev.  Es- 
paña publicó  El  Abanico  de  oro  (1878,  ts.  LXV-LXVI).  Mari-Péres 
('1879,  ts.  XLVI-XLVIII).  Inés  de  Villamayor  (1879-80,  ts.  LXX- 
LXXIV).  La  Bola  negra  (1881-82,  ts.  LXXXI-LXXXVII).  El  Crisol 
roto  (1883,  ts.  XCI-XCIV).  La  Corona  de  ilusiones  (1883,  ts.  XCIV- 
XCV).  Además,  El  Testamento  de  D.  Juan  I,  Madrid,  1855;  Barcelo- 
na, 1864.  Recuerdos  (en  Rev.  Hisp.-Amer.,  1882,  t.  IX).  Vidrio  y  per- 
las (en  La  España).  Mercedes  (en  El  Grano  de  Arena,  Sevilla).  Los 
Pescadores  (ibid.).  Julieta  (en  Diario  Español).  La  Condesa  de  Alba- 
rosa  (en  La  Corresp.  de  España).  Gabriela  y  La  Señora  del  número 
íres  (en  El  Campo,  dirigido  por  Valera).  Dejó  inéditas  Luci,  Flvr  de 
un  día,  La  Corona  de  ilusiones  y  La  Ley  de  hierro,  acaso  su  obra 
maestra,  que  se  publicaron  más  tarde  en  el  folletín  de  El  Eco  de  Car- 
tagena. Cítanse  otras:  El  Faro  roto.  Ojo  por  ojo,  De  Cádiz  á  Gibral- 
tar,  Redención  de  un  no.  Jugar  en  falso.  La  Madeja  enredada,  La 
Dama  de  la  Reina,  El  Cura  de  Santo  Ángel. 

Florencio  Janer  (1831-1877),  de  Barcelona,  redactor  de  El  León 
Español  (1858-62),  director  del  Semanario  Popular  (1862),  oficial  del 
Consejo  Real  y  de  Gobernación,  literato  muy  erudito,  publicó  Exa- 
men del  compromiso  de  Caspe,  Madrid,  1855.  La  Danza  de  la  muerte, 
París,  1856.  Condición  social  de  los  moriscos  en  España,  if^57.  Decires 
y  canciones  del  s.  xv,  poesías  castellanas  de  la  Bibl.  Imperial  de  Pa- 
rís, Madrid,  1862.  Poem^a  de  Alfonso  Onceno,  1863.  Poetas  castellanos 
anteriores  al  siglo  xv,  1864,  1905  (t.  LVII  Aut.  Esp.,  colección  conti- 
nuada de  la  de  T/Ant.  Sánchez  y  Pedro  J.  Pidal).  Tratados  de  Es- 
paña, 1869.  Obras  de  Saavedra  Fajardo  (Aut.  Esp.).  Estudios  histó- 
ricos sobre  la  marina  española.  Fábulas  de  Esopo,  Samaniego  é  Iriar- 
te,  1875.  En  la  Rev.  Esp.:  Del  aprecio  y  conservación  que  se  tenían 
de  los  objetos  científicos  y  arqueológicos  en  el  reinado  de  Carlos  III 
y  Carlos  IV  (1871,  t.  XXII).  De  algunas  antigüedades  del  Museo  Ar- 
queológico (1872,  t.  XXXVI).  Literatura  y  costumbres  del  s.  xiii 
(1871,  t.  XXII).  Revista  de  los  trabajos  de  las  academias  y  socieda- 
des científ.,  econófH.  y  literarias  (1874,  t.  XXXVII). 

Alejandro  Arango  y  Escandón  (1821-18S3),  de  la  Puebla  de  los 

TOMü   VIII.— li 


102   PRIMER  PERÍODO  DE  LA  ÉPOCA  REALISTA  (185O-1869) 

Angeles,  imitó  á  fray  Luis  de  León  y  publicó  el  mejor  libro  que  te- 
nemos acerca  de  él,  Ensayo  histórico  sobre  Fr.  Luis  de  León,  primero 
en  La  Cruz  (1855-56),  luego  aparte  (1866).  Tradujo  El  Cid  de  Cor- 
neille  y  La  Cotijuración  de  los  Pazzis  de  Alfieri.  Publicó  una  Gramá- 
tica Hebrea  (1867),  y  Versos,  México,  1876;  cuya  segunda  edición, 
1879.  Fué  buen  poeta  religioso,  de  acrisolado  gusto:  Invocación  á 
la  Bondad  divine,  En  la  inmaculada  Concepción  de  N.^  6"."  Véase 
Victoriano  Agüeros,  Escritores  mexicanos  contemp.,  1880. 

NÉSTOR  Galindo  (1830-1865),  poeta  boliviano  de  Cochabamba,  sen- 
timental y  fúnebre,  incorrecto  en  lenguaje  y  rima,  publicó  en  1855  un 
canto  fúnebre  á  la  memoria  del  general  Ballivian,  que  le  valió  el 
destierro;  en  1856,  El  Proscripto  (en  El  Cóndor),  y  como  anónimas 
salieron  en  1857  unas  octavas  al  Pabellón  Boliviano.  Fué  de  los  fun- 
dadores de  la  Rev.  de  Cochabamba  (1852),  y  fusilado  por  causas  po- 
líticas. Publicó  Lágrimas,  Cochabamba,  1856.  Consúltese  Gabriel 
Rene  Moreno,  Biografía  de  D.  N.  Galindo,  en  Rev.  de  B.  Aires 
(t.  XViII,  1868,  págs.  321-339  y  496-547)- 

62.  Año  1855.  José  M.»  Acebo  (1830-1894).  madrileño,  estrenó 
El  Amor  y  la  amistad,  La  Venganza  de  una  muerta,  Misterios  socia- 
les, Dicen  que  no  hay  mal  que  por  bien  no  venga,  Adel-a,  La  Avella- 
nera de  Triana,  A  la  misa  del  gallo,  El  Ultimo  desengaño,  El  Monje 
de  Yuste,  El  Corazón  de  una  madre.  Pildoras  de  amor,  Los  Lazos 
del  corazón  (1873),  El  Corazón  de  un  padre,  Por  una  carta  (1873), 
El  Ángel  del  hogar,  La  Soirée  de  las  calaveras,  Liquidación  de  no- 
vios. El  Cuarto  de  Rosalía. — Álbum  poético  á  la  terminación  del  fe- 
rrocarril del  Grao  de  Valencia  á  Játiba,  Valencia,  1855. — Emilio  Al- 
cahaz (t  1879),  vizconde  de  Solís,  de  Cartagena,  fundó  y  dirigió  El 
Conservador  (1869),  y  publicó  las  novelas  Daniel  ó  la  corte  del  rey 
Ordoño,  Madrid,  1864,  dos  vols. ;  y  El  Bandido.  Estrenó  Un  ente 
como  hay  muchos,  com.  (1855);  El  Alcázar  de  Segovia,  La  Torr.; 
del  Duero,  dr.  (1855) ;  Kusar  ó  los  bandos  de  Holanda  (1856),  Calde- 
rón (1870). — Alivio  del  Párroco,  año  apostólico  ó  sea  Prácticas  fa- 
miliares, Barcelona,  1855,  cuatro  vols. — Antonio  Alverá  Delcrás 
estrenó  Tres  madres  para  una  hija,  zarz.  (1855). — José  María  An- 
GUiTA  Y  Saavedka,  gaditano,  redactor  de  El  Eco  de  Occidente  y  As- 
modeo,  de  Cádiz,  y  de  otros  periódicos  madrileños,  estrenó  Robo  y 
envenenamiento.  Huyendo  de  su  mujer.  De  soldado  á  brigadier.  Caza 
mayor  (1875).  El  Toro  de  la  corrida  (1877).  Los  Dedos  huéspedes 
(1878).  Publicó  Cuentos  humorísticos. — Leopoldo  Arias  Vargas  (1832- 
1886),  de  Bogotá,  pu]>licó  Hojas  perdidas.  1855,  imitando  á  Espron- 
ceda. — Arte  de  cazar  la  perdiz  con  reclamo,  Sevilla,  1855,  de  lo 
mejor  en  su  clase. — La  Asamblea  española  de  1854  y  la  cuestión 
religiosa...,  Madrid,  1855. — José  Asensio  y  Torres  escribió  Tratado 
de  heráldica  y  blasón,  revisado,  corregido  y  aumentado  por  D.  F.<^o 
Piferrcr,   Madrid,   1855.— José   de   Austria,   venezolano,   general,   pu- 


S.    XIX,     1855.    LUIS    ESCUDERO  l63 

blicó  Bosquejo  de  la  historia  militar  de  Venezuela  en  la  guerra 
de  su  independencia,  Caracas,  1855 :  tomó  parte  en  los  sucesos  que 
uarra  (1812-16)  y  es  más  bien  crónica. — Adolfo  Ballivian  (1831- 
1874),  natural  y  presidente  de  la  República  de  Solivia:  Escritos  lite- 
rarios y  políticos,  Valparaíso,  1874. — José  Berché  y  Claraco  publi- 
có Estrella  de  salud,  en  verso,  Huesca,  1855. — ^Juan  A.  Biedma  estrenó 
Si  buena  ínsula  me  dan...  (1855). — Boletín  de  Teatros,  Madrid,  1855, 
dirigido  por  Manuel  Cansinos. — ^Pedro  Calonge  y  Pérez  (n.  1810), 
del  Campo  de  Criptana,  capellán  castrense,  publicó  El  Pabellón  espa- 
ñol ó  Diccionario...  de  las  batallas,  sitios...  de  las  armas  españolas..., 
Madrid,  1855-57,  tres  vols. — Carlos  Calvacho  (1834-1885),  madrile- 
ño, actor,  librero  y  autor  dramático,  estrenó  muchas  obras,  entre  ellas 
Disfraces,  sustos  y  enredos,  jug.  (1855).  Tres  pies  al  gato,  jug.  (1856). 
El  Padre  del  hijo  de  mi  mujer  (1858).  Un  día  de  azares  (1863).  Un 
roto  y  un  descosido,  jug.  (1867).  Ladrones,  jug.  (1876).  Cuanto  menos 
bultos.  Una  tostada.  La  Novia  ó  la  vida.  María  ó  la  em-paredada.  Ta- 
pas y  medias  suelas.  Para  mentir,  las  mujeres.  Guerra  para  hacer  las 
paces.  Al  pie  del  precipicio.  El  Árbol  de  Bertoldo.  El  Loco  por  fuer- 
za. Un  príncipe  improvisado.  Herrar  el  tiro.  Mandar  en  jefe.  La  Bru- 
ja Celestina.  Un  amigo  franco,  etc. — Manuel  Castell,  sevillano,  re- 
sidente en  Cuba,  publicó  El  ocho  de  Setiembre  ó  la  toma  de  Sebasto- 
pol, zarz.,  Habana,  1855.  José  María,  dr.  (1856).  Luis  Vicente  Ve- 
Lazco,  dr.  (1856).  La  Justicia  de  Dios,  dr.  (1856).  El  Capitán  Serra- 
llonga,  dr.  (1856).  Fe  en  Dios,  dr.,  Lima,  1861.  Simón  Bolívar,  dr., 
Caracas,  1868. — Catálogo  de  los  libros  manuscritos  que  se  conservan 
en  la  Biblioteca  de  la  Universidad  de  Salamanca,  ibid.,  1855. — Colec- 
ción de  Cortes  de  los  antiguos  reinos  de  España  por  la  R.  Ac.  de  la 
Historia,  Catálogo,  Madrid,  1855. — Colección  de  novelas,  cuentos,  le- 
yendas... de  autores  cubanos.  Habana,  1855. — Corona  poética  dedicada 
á...  D.  M.  José  Quintana  con  motivo  de  su  coronación,  Madrid,  1855, 
por  muchos  poetas. — Colección  de  Cortes  de  los  antiguos  Reinos  de 
España,  un  vol.,  1855. — Creencias  populares  de  Asturias,  Valladolid, 
1855. — Bernabé  Damaria  (n.  1827),  de  Buenos  Aires,  vino  á  Madrid 
y  volvió  á  su  tierra  á  la  caída  de  Rosas.  Fué  pintor  y  poeta  y  publicó 
el  drama  América  libre,  el  libro  Las  Revelaciones  de  un  manuscrito 
y  un  tomo  de  Poesías  Líricas. — Domingo  Díaz  Granados  (1835-1868), 
de  Medellín  (Colombia),  abogado,  poeta  discreto  y  melodioso,  publicó 
versos  en  La  Guirnalda,  El  Porvenir  y  El  Mosaico. — Antonio  Esco- 
sura  y  Evia  publicó  Juicio  crítico  del  feudalismo  en  España,  1856. — 
Luis  Escudero  y  Perosso  (1835-1902),  sevillano,  por  seud.  Hispalen- 
sis,  archivero  del  Municipio  de  Sevilla,  redactor  de  La  Tribuna  Espa- 
ñola (1863),  La  Nación  Española  (1863-64),  publicó  Luisa  de  Varf la- 
tido y  Una  historia  de  duendes,  novelas;  Colección  de  leyendas  espa- 
ñolas. La  Antesala  del  Cielo,  1889;  las  comedias  y  juguetes  Una  ser- 
piente de  cascabel  (1870),  Doblones  y  pergaminos  (1870),  Norma  y 
Pollón  (1871),  La  Pena  de  argolla  (1871),  La  Costilla  falsa   (1872), 


164     PRIMER   PERÍODO    DE   LA   ÉPOCA   RE.\LISTA    (185O-1860) 

La  Sartén  y   el   caso   (1875),  Las   Orejas   del  asno,  La  Ratonera  y 
los   ratones;   los   dramas   La   Sangre   azul  y   la   sangre    roja,   A    es- 
paldas de  la  Ley  (1889),  La  Duda  (1889) ;  la  zarzuela  Duendes  y  frai- 
les (1894).  A  una  nube,  poesía  (en  Rev.  España,   1868,  t.  II). — José 
D.  Frías  publicó  Alberto  y  Avelina,  nov.,  Habana,   1855. — Romualdo 
DE  LA  Fuente  estrenó  Curro  Bravo  el  gaditano,  1855. — ^Manuel  Ata- 
NASio  Fuentes   (t    1887),   peruano,   erudito  y   travieso  escritor,  poeta 
satírico,    por    seud.    El   Murciélago,    publicó    artículos    que   juntó    en 
Aletazos  del  Murciélago,   Lima,    1855-60  (en  El  Murciélago) ;   París, 
1866.  Biblioteca  Peruana  de  historia,  ciencias  y  literatura,  colección 
de  escritos  del  anterior  y  presente  siglo,  nueve  vols.,  Lima,   1861-64. 
Biografía   del  Murciélago,    1863.   Linuí,   apuntes  históricos,   descripti- 
vos, París,  1867.  Arte  poética  de  Horacio,  ibid.,  1867. — Eugenio  Gar- 
cía Ruiz  (1819-1883),  de  Amusco  (Falencia),  diputado,   fundador  de 
la  Asociación  (1856),  escribió  en  El  Pueblo  desde  1860  hasta  que  des- 
apareció;  fué   ministro   de   la  Gobernación   (1874).    Publicó  Don  Pe- 
orondo  y  Masalegre,  historia  que  siendo  falsa  tiene  mucho  de  verda- 
dera, Madrid,  1855.  Dios  y  el  hombre,  1863.  Historias,  dos  vols.,  1876. 
— Martín   Gavilán   Escudero  estrenó  El  Arte  por  el   empleo,  com. 
(1855). — Domingo  Guinetti  (1808-1855),  de  Puerto  Rico,  publicó  Los 
Reveses   del   amor,   poesías,   Habana,    1855. — Eduardo   González    Pe- 
DROSO  (1822-1862),  madrileño,   redactor  de  El  Globo   (1844),  El   Uni- 
versal (1845),  El  Español  (1846).  La  España  (1848) ;   director  de  El 
Padre    Cobos    (1854-56)    y   El   Pensamiento    Español    (1860),   estrenó 
Paul  el  rom-ano,  dr.  (1855).  El  Veinticuatro  de  Febrero,  dr.  Publicó 
una  Vida  de  S.  Teresa  y  Autos  sacramentales  en  Aut.  Esp.,  t.  XLVIII, 
con  magnífico  estudio,   1908,   1916. — Miguel  González  Murióles  es- 
trenó Boabdil,  dr.,  Habana,   1855. — Primitivo  González   Ocampo  es- 
trenó Un  prisionero  de  Estado,  dr.  (con  Ajnt.  R.  de  Póo,  1855). — An- 
TONiNO  de  la  Guerra  estrenó  Margarita,  dr..  Habana,   1855. — Buen.<- 
VENTURA  Hernández   Sanahuja  publicó  Resumen  histórico-crítico   de 
la  ciudad  de  Tarragona,  ibid.,  1855.  Estudios  sobre  las  monedas  autó- 
nomas de  Cose,  ibid.,  1884. — Domingo  Ramón  Hernández  (1829-1893), 
venezolano,  poeta  muy  popular  y  romántico,  lleno  de  ternura,  compuso 
el  hermoso  y  melancólico  Canto  de  la  golondrina. — P.  P.  Hiüernando 
de  la  Cruz  publicó  Memorias  de  un  loco,  nov.,  Barcelona,  1855,  1863. 
— Fray  Félix  de  Huerta,  franciscano,  publicó  Estado  geográfico... 
histórico-religioso  de  la...  Provincia  de  S.  Gregorio...  de  S.  Francisco 
en  las  Islas  Filipinas^   Manila,    1855;   Binondo,    1865. — El  Iris  á  jhí 
suscritores,    miscelánea    de    poesías,    Lima,    1855. — Amador    Jover    y 
Sans  publicó  Ensayos  poéticos,  Cádiz,  1855.  Flores  marchitas,  poesías, 
Córdoba,    1888. — Joyas  del  Parnaso   cubano.    Habana,    1855-56. — Gas- 
par de  Laserna  estrenó  Las  Barricadas  de  Madrid,  dr.  (1855). — Be- 
nigno  Linares   y    La-Madrid,    fundador   de   El  Duende,   de    Linares 
(1875),    publicó    La    Pulifaldología,    sesiones    parlamentarias    y    otras 
composiciones  sobre  los  capriclios  de  los  mujeres  y  tonterías  de  los 


s.  XIX,  1855.  "revista  de  ciencias..."  i63 

pollos,  Madrid,  1855. — Valentín  López  Navalón  estrenó  El  Perro 
ó  yo,  com.  (1855). — Ramón  Lorente  y  Mora  estrenó  Cosas  suyas,  en- 
sayo cómico  (1855). — J.  R.  DE  Morales  publicó  Historia  de  la  Milicia 
Nacional,  Madrid,  1855. — José  M.*  Nin  publicó  Secretos  de  la  inqui- 
sición, nov.  hist.,  Barcelona,  1855. — Teodoro  de  Ochoa  estrenó  Un 
ayuda  de  cámara  ó  sea  octubre  de  iS^S,  com.,  1855.  Don  Luisito, 
com.,  1856.  Don  Olegario,  zarz.  Un  suceso  de  Fernando  el  Católico, 
dr.,  Vitoria,  1860. — Juan  Paadin  y  Tolosa  publicó  El  Conde  de  Vil- 
flor,  nov.,  Habana,  1855. — Evaristo  de  la  P.\liza  publicó  La  Rábida 
y  Cristóbal  Colón  (con  José  Pérez),  Huelva,  1855. — ^Manuel  R.  Pal- 
ma publicó  Poesías,  Lima,  1855. — 'José  M.  Paz  :  Memorias  postumas, 
B.  Aires,  1855. — Glorias  Babazorras  escritas  en  verso  por  Peruchico, 
Vitoria,  1855,  poema  en  dos  cantos  sobre  la  batalla  de  Vitoria. — Ra- 
fael Pitaluga  y  Delgado,  gaditano,  estrenó  Armas  al  hombro,  com., 
Habana,  1855.  Una  viña  en  la  Habana  (1856).  La  Regencia  de  Por- 
tugal, dr.  (1856). — José  Póo  (1831-1898),  habanero,  estrenó  El  Huér- 
fano de  Lucca,  dr..  Habana,  1855.  Luchas  del  corazón,  dr.,  1856. 
Casarse  con  la  familia,  com.,  1864. — Juan  de  la  Puerta  Vizcaíno, 
redactor  de  El  Fisgón  (1865),  estrenó  El  Maestro  de  esgrima,  com., 
1855.  Historia  de  los  templos  de  España  (con  G.  A.  Bécquer),  tem- 
plos de  Toledo,  Pozuelo  de  Alarcón,  1857.  Don  Sisenando,  zarz.,  1858. 
A  cual  más  feo,  zarz.,  1859.  En  Ceuta  y  en  Marruecos,  improvis., 
1859.  Risas  y  lágrimas,  colee,  de  seguidillas,  Madrid,  1865.  Las  Aves 
nocturnas^  historia  de  dos  huérfanos,  dos  vols.,  1866.  La  Plegari-a  de 
una  madre,  nov.,  dos  vols.,  1867.  Al  toque  de  ánimas,  historia  de  un 
pobre  loco,  1867,  1872.  El  Sitio  de  París  en  i8yo,  nov.,  dos  vols.,  1870. 
Carta  á  S.  A.  R.  Don  Alfonso  XH,  1873.  El  R.  Monasterio  de  San 
Lorenzo  del  Escorial,  Pozuelo  de  Alarcón,  1876.  El  Amor  y  la  caridad. 
— ^Francisco  Puig  y  de  la  Puente  publicó  La  Tumba  ignorada,  le- 
yenda^ Cádiz,  1855. — Juan  de  Quiroga  y  Espinosa  de  los  Monteros, 
comandante,  publicó  Sebastopol  y  la  fortificación,  1855.  Ojeada  espa- 
ñola á  la  cuestión  de  Oriente,  1856.  Sebastopol,  canto  militar,  Jerez 
de  la  Frontera,  1858.  Datos  sobre  la  existencia  y  el  carácter  del  Cid, 
1872.  La  Conciencia  tnilitar,  1872.  Colecc,  de  poesías,  Madrid,  1900. — 
Manuel  Ramírez  Aparicio  (1831-1867),  mejicano,  publicó  El  Cura 
de  almas,  en  El  Siglo  XIX,  1855.  Consuelos  y  esperanzas,  poesías, 
1858.  Cantos  patrióticos  y  amorosos,  1861.  Los  Conventos  suprimidos 
en  México,  1861  (y  en  los  tomos  LIX  y  LXI  de  la  Bibl.  Autor. 
Mexic,  1908),  á  la  manera  de  Los  Frailes  y  los  conventos,  de  V.  Ba- 
laguer. — 'Ramón  Ramírez,  venezolano,  publicó  El  Cristianismo  y  la 
libertad,  ensayo  sobre  la  civilización  americana.  1855. — Felipe  Ra- 
món Carrasco  estrenó  Ardides  del  amor,  com.,  Barcelona,  1855. — La 
Regeneración,  periód.  absolutista  fundado  por  Felipe  Canga  Argue- 
lles, Madrid,  1855-70. — Revista  de  Ciencias,  Literatura  y  Artes,  Sevi- 
lla, 1855-1860,  seis  vols.,  dirigida  por  M.  Cañete  y  José  Fernández 
Espino,   de  opiniones  templadas  y  razonable  eclecticismo,   contribuyó 


1 66       PRIMER   PERÍODO    DE   LA   ÉPOCA   REALISTA    (185O-1869) 

á  restaurar  en  parte  la  escuela  sevillana,  clásica  y  herreriana,  aunque 
sin    que    Herrera    pareciera    por    ninguna    parte. — Fernando    Reyes: 
Juguetes  poéticos,  Habana,  1855. — Magín  Robert  y  Sagarra  (t  1902), 
de  Santiago  de  Cuba,   publicó  Cuatro   tipos,  Cuba,    1855. — Francisco 
Javier  de  Salas  publicó  Marinu  española,  Madrid,   1855.  Marina  es- 
pañola de  la  Edad  Media,  Madrid,   1864,  dos  vols.  Expediciones  ma- 
rítimas de  D.  Pedro  I  de  Cast.  y  D.  Pedro  IV  de  Aragón,  1868  (disc. 
rec.  Acad.  Hist.).  Historia  de  la  matrícula  de  mar,  ibid.,   1879.  Ac- 
ciones navales  modernas  {i8¿yipoo),   1903. — Q.   J.  V.   Sánchez  pu- 
blicó Historia  novelesca   de  los  primeros  amores  de   Carlos   V ,   Ma- 
drid, 1855. — José  Sebastián  Segura  (t  1889),  mejicano,  cuñado  y  dis- 
cípulo de  Pesado,  ingeniero  de  Minas  y  al  fin  sacerdote,  tradujo  mu- 
cho de  los  clásicos  y  del  italiano,  francés,  alemán,  como  los  primeros 
cantos  de  la   Divina  Comedia,   El  Canto   de  la   Campana,  y   publicó 
versos  propios,  amorosos  en  su  mocedad,  después  religiosos  y  bíblicos, 
con  fácil  versificación,  pero  con  poca  fuerza.  Publicó  Sonetos  varios 
de  la  musa  mexicana,   México,    1855   (de  20   poetas).   Poesías,   ibid., 
1872. — ^Antonio    Silveira  y  Vasconcellos   estrenó  El  Padre   Cobos, 
jug.  lír.  (1855). — Juan   Suárez  Villegas  estrenó  El  Rey  Pedro  I  y 
los  conjurados,  drama  (1855). — Manuel  José  Tovar  (1831-1869),  poeta 
algo  verboso  de  Inquisivi  (Bolivia),  que  se  suicidó,  publicó  el  poema 
La  Creación,  1855,  1863,  y  otras  poesías. — Juan  Valle  (1838-1864),  de 
Guanajato  (Méjico),  ciego  á  los  tres  años,  compuso  poesías,  comenzan- 
do hacia  1855  con  una- dirigida  á  Zorrilla,  y  sobresaliendo  por  el  senti- 
mentalismo, llorando  su  propia  desgracia  y   cantando   la   religión,  la 
libertad  y  el  amor  puro  á  su  esposa.  Dos  ediciones  dice  Pimentel  se 
hicieron  de  sus  versos.  Algunas  piezas  dramáticas  compuso,  aunque  me- 
dianas. Viriles  son  sus  tercetos  á  la  Guerra  civil.  Según  José  M.  Vigil, 
"fué  el  cantor  más  enérgico  de  la  revolución  reformista,  siendo  dignas 
de  notarse  la  exactitud  y  originalidad  de  sus  descripciones,  no  obstan- 
te haber  perdido  la  vista  desde  los  primeros  años". — Manuel  de  Ze- 
guEiRA  Y  Caro  (n.  1805),  habanero,  hijo  del  célebre  poeta  Zequeira, 
estrenó  Un  quid  pro  quo,  com.,  Matanzas,  1855. 

63.  Alio  i8¿6.  Diego  Fallón  (1836-1906),  de  Santa  Ana 
(Colombia),  educado  en  Inglaterra,  de  donde  era  su  padre,  fué 
compositor  de  música,  ingeniero  y  profesor  más  de  cuarenta 
años  de  Música,  Matemáticas  é  Idiomas  en  la  Escuela  Militar 
de  Colombia;  ingenioso  decidor,  observador  y  modesto,  poeta 
sensible  á  la  naturaleza,  cuidadoso  y  culto;  pero,  sobre  todo, 
esmerado  é  intachable  en  la  hechura ;  dióse  á  conocer  en  la  ter- 
tulia de  El  Mosaico  con  el  famoso  canto  descriptivo  y  morali- 
zado La  Luna;  después,  con  el  no  acabado,  pero  sugestivo  poe- 


S.  XIX,  1856.  CARLOS  FRONTAURA  167 

ma  Las  Rocas  de  Suesca,  que  parecen  hablar  con  hondo  sen- 
tido místico. 

Vicente  Wenceslao  Querol  y  Campos  (1836-1889),  va- 
lenciano, empleado  en  ferrocarriles,  poeta  clásico  quintanesco 
y  elegante,  pulcro  y  acabado,  el  que  mejor  conservó  hasta  fines 
de  siglo  las  tradiciones  de  la  oda  clásica,  acomodándola  al  sen- 
tir moderno.  De  lo  mejor  suyo  son  las  Cartas  á  María  y  la  ele- 
gía A  la  muerte  de  mi  hermana  Adela. 

64.  j.  Valera,  Cart.  Americ,  1889,  pág.  199:  "En  la  sangre,  en 
el  ser,  en  la  educación  de  Fallón  hay  cierta  mezcla  de  inglés  y  de  his- 
pano-americano  que,  á  mi  ver,  se  refleja  en  sus  obras...  En  Las  rocas 
de  Suesca  vuela  con  gracia  y  tino  la  imaginación  alegre  y  caprichosa 
del  poeta  para  describir  un  lugar  alpestre,  prestando  vida,  palabra  y 
animación  á  los  peñascos  enormes.  Lo  grotesco  colosal  de  aquel  con- 
junto de  gigantes  petrificados,  que  recobran  la  vida  conjurados  por  el 
poeta,  se  infunde  en  el  espíritu  el  lector,  el  cual  se  siente  transportado 
á  un  mundo  fantástico,  donde,  en  lo  esquivo  y  solitario  de  las  monta- 
ñas, lejos  de  los  hombres,  hablan  y  discurren  las  piedras  y  refieren 
sus  lances  de  amor  y  forttina  de  hace  muchos  siglos,  allá  en  las  edades 
primeras  de  este  globo  que  habitamos...  Los  otros  versos  de  Fallón, 
A  ¡a  luna,  son  mucho  mejores  que  Las  Rocas  de  Suesca,  sin  que  nin- 
gima  extravagancia  caprichosa  contribuya  á  su  originalidad,  que  es 
grande,  si  bien  más  en  la  meditación  á  que  la  contemplación  induce, 
que  en  la  misma  contemplación.  Aun  así,  en  la  parte  descriptiva  hay 
notables  bellezas."  Poesías,  con  pról.  de  Miguel  A.  Caro,  Bogotá,  1882. 
Consúltese  José  Joaquín  Casas,  Semblanza  de  D.  Fallón  (en  Bolei. 
Hist.  y  Antigüedades,  Logotá,  1915,  pág.  27). 

J.  Valera,  Ecos  Argentinos,  1901,  pág.  105:  "Wenceslao  Querol... 
fué  uno  de  los  mejores  poetas  líricos  que  ha  habido  en  España  en  este 
siglo  y  en  los  pasados,  así  por  la  profundidad  con  que  pensaba  y  sen- 
tía como  por  la  limpieza,  nitidez  y  magistral  fuerza  de  expresión  para 
encerrar  en  sus  hermosos  versos,  como  en  rica  joya  de  oro,  sus  ideas 
y  sus  emociones."  Rimas,  Valencia,  1877  (con  pról.  de  P.  A.  Alarcón)  ; 
Madrid,  1891  (con  prefacio  de  T.  Llórente).  La  Fiesta  de  Venus,  1878 
(en  el  Almanaque  de  La  Ilustración).  Ultima  poesía  (en  Es[>.  Mod., 
1890  Nov.). 

65.  Año  1856.  Carlos  Frontaura  y  Vázquez  (1834- 
1910),  madrileño,  por  seud.  La  Señora  de  siempre,  redactor  de 
El  Reiyio  (1857),  ^^  Educación  Pintoresca  (1857),  -^^  -^'^ 
(1858),  director  de  El  Grillo  (1859),  El  Cascabel,  de  gran  cele- 
bridad (1863-75),  La  Cosa  Pública  (1869),  Los  Niños  (1873) 


l68     PRIMER   PERÍODO   DE   LA    ÉPOCA   REALISTA    (185O-1869) 

y  La  Dinastía,  colaborador  de  otros  muchos  papeles,  fué  buen 
literato  sin  gran  cultura.  Observador  perspicaz,  crítico  impar- 
cial y  avisado,  satírico  y  gran  fotógrafo  de  costumbres, 'desen- 
vuelto y  alegre,  atinó  en  poner  el  dedo  en  la  llaga,  más  para  se- 
ñalarla con  apacible  benevolencia  que  para  cauterizarla  dura- 
mente. Fué  gacetillero  ameno,  escritor  sencillo  en  prosa  y  ver- 
so, humorístico,  humano  y  educador  en  el  fondo;  festivo  en  la 
forma.  Copiaba  del  natural,  bien  que  sin  condensación  ni  filoso- 
fía alguna,  siendo  algo  así  como  un  Taboada,  sin  su  gracia, 
pero  también  sin  sus  rasguños  caricaturescos.  Brilló  no  menos 
en  el  teatro,  dándose  á  conocer  con  Un  caballero  particular, 
jug.  (1858),  En  las  astas  del  toro.  Los  Conspiradores,  Desde 
el  cielo,  zarzuelas  populares  muy  celebradas,  y  con  otras  pie- 
cecillas  sencillas  de  acción,  tiernas  en  situaciones  parciales  y 
graciosas,  como  Los  Hijos  de  su  madre,  El  Velo  de  encaje,  El 
Filántropo,  etc.  Sus  mejores  novelas  de  costumbres,  á  lo  Pi- 
gault  Lebrun  y  Paul  de  Kock.  Sermones  de  Doña  Paquita, 
Doce  maridos,  Las  tiendas.  El  Caballo  blanco. 

Pelayo  del  Castillo  y  López  (^  1883),  valenciano,  siem- 
pre muerto  de  hambre  y  hecho  un  perdis,  borracho  de  tasca  en 
tasca  con  Pedro  Marquina.  fué  autor  cómico  de  riquísima  in- 
ventiva, que  hizo  muchas  obras  firmadas  por  otros.  Pidióle 
Camprodón  que  le  tradujese  en  verso  una  comedia  del  francés 
para  dedicársela  á  cierta  Marquesa,  y  corrieron  estos  versos 
de  Castillo : 

"Si  la  comedia  es  francesa 
y  los  versos  míos  son, 
¿  qué  dedica  Camprodón 
á  la  señora  Marquesa?" 

La  más  celebrada  de  sus  comedias  fué  El  que  nace  para 
ochavo  (1867),  pieza  cómica  graciosísima  y  de  buena  ley,  que 
llegó  á  la  8.'  edición  en  191 1. 

Isidoro  Errazuriz  (1835-1910).  de  Santiago  de  Chile, 
estudió  en  los  Estados  Unidos  y  Alemania  (1853-56).  sostuvo 
polémicas  liberales  en  El  Ferrocarril,  escribió  en  La  Asamblea 
Constituyente,  fué  desterrado  (1859)  y  dirigió  en  Mendoza  El 
Constitucional;  volvió  (1861).  redactó  La  Voz  de  Chile  (1862) 
y  F.l  Mercurio;  fundó  La  Patria  0863):  instigó  al  público  á 


S.    XIX,    1856.    CARLOS   FRONTAURA  I  ClQ 

ía  guerra  con  España  (1866),  como  antes  á  la  rewMución  de 
1859,  luego  á  la  campaña  del  Perú  (1879)  y  á  la  revolución 
de  1 89 1,  por  su  natural  activo  y  belicoso.  Fué  diputado  (1870), 
escribió,  desde  1877,  el  estudio  histórico  de  la  Administración 
Erraziiric  (1871-76)  y  el  Estudio  histórico  de  los  partidos  en 
Chile.  Sobresalió  por  la  imaginación  desbordada  y  la  armonía 
sonora;  pero  pecó  de  incorrecto  y  poco  atildado.  Fué  historia- 
dor, poeta,  periodista  y,  sobre  todo,  fogoso  orador.  Ingenio 
muy  flexible,  variado  y  afluente,  aunque  sin  gran  fijeza  de 
intentos. 

66-     Paseaba  distraído   Frontaura   por   el   Prado  con   un   poetilla, 
cuando  pisó  un  objeto  que  resonó.  Era  un  cascabel.  "Me  ha  dado  usted 
una   fortuna'',  dijo  al  poeta,  á  quien  le  rogó  lo  recogiese  del  suelo, 
porque,  á  pesar  de  sus  anteojos,  veía  harto  poco.  Ocho  días  después 
se  gritaba  por  las  calles   "¡El  Cascabel!".  La  tirada  llegó   á  30.000 
ejemplares.   Puso  imprenta,  enriqueció,  echó  coche  y  se  hizo  popular 
Frontaura.  Conocía  á  la  gente  de  su  tiempo,  por  lo  menos  á  sus  lecto- 
res, vulgares  sin  ser  vulgo,  que  gustaban  ver  retratadas  sus  costumbres 
y  caracteres,  sus  frases  y  maneras,  leer  charadas  y  jeroglíficos  y  la 
política  negativa  que  defendía  El  Cascabel.  Literatura  ligera  la  suya, 
como  la  de  tantos  otros  de  su  tiempo;  pero  con  alguna  intención  y  fin 
educador  en  el  fondo  de  la  pintura  de  costumbres.  Escribió  primero 
sus  epigramas  en  la  gacetilla  de  La  España;  después,  en  El  Estado. 
A  su  primera  zarzuela,  El  Caballero  particular,  con  música  de  Bar- 
bieri,  siguieron  Céfiro  y  Flora,  Doña  Mariquita,  Campanone,  El  Cor- 
neta, Matilde  y  Malck-Adel,  El  Caballo  blanco.  Los  Conspiradores  de 
incógnito  (1859),  El  Mudo,  Los  Pecados  capitales.  Giralda,  El  Elixir, 
Los  Criados.  El  Hijo  de  D.  José  y  En  las  astas  del  toro,  que  le  valió 
el  primer  año  más  de  dos  mil  duros.  Honrado  y  trabajador,  no  aduló 
á  empresarios  ni  editores,  ni  sacó  un  céntimo  al  presupuesto  del  Es- 
tado; vivió  en  su  hogar  metódicamente  y  en  su  imprenta,  sin  dejarse 
ver  por  los  cafés,  paseándose  un  rato  cada  día  con  su  perro  de  Te- 
rranova.  Frontaura:  La  Mamá  y  los  niños,  jug.,  1856.  El  Filántropo, 
com.,  1856.  Céfiro  y  Flora,  zarz.,  1858.  Los  Hijos  de  su  madre,  1858. 
Un    primo,    jug.,    1858.    f/w    caballero    particular,    zarz.,    1858.    Poe- 
sías,   Madrid,    1858.    Las   Mujeres   y   los    hombres,   memorias   de   un 
señor  mayor,  ibid.,  1860.  Doña  Mariquita,  zarz.,  1860.  El  Cura  de  al- 
dea, dr.,    1860.  Los  Pecados  capitales,  zarz.,    1861.   El  Corneta,  zarz., 
1861.  El  Caballo  blanco,  zarz.,   1861.  El  Hombre  feliz,  monól.,    1861, 
El  Hijo  de  D.  José,  zarz.,   1862.  En  las  astas  del  toro,  zarz.,    1862. 
¿Eran  dos...?,  pues  ya  son  tres,  zarz.,  1867.  Viaje  cómico  á  la  E.vpo- 
sición  de  París,  M»idrid,   1867.  Romances  populares,  1867.  Caricaturas 
y  retratos,  1S68.  Máximas  morales,  autógrafas  de  escritores  españoles 


IJO     PRIMER   PERÍODO   DE    LA   ÉPOCA   REALISTA    (185O-1869) 

contemporáneos,  1872.  Doce  maridos,  nov.,  1873.  Desde  el  cielo,  1874. 
Mano  de  ángel,  nov.,  1874.  El  Maestro  de  Ocaña,  zarz.,  1874.  El  Aho- 
rro, com.,  1876.  Pepe  Carranza,  com.,  1S76.  Las  tres  rosas,  com.,  1878. 
López  y  su  mujer,  nov.,  1881.  El  Primer  pantalón,  poema,  1881.  Las 
Madres,  nov.,  1883  (2."  ed.),  1888.  Cuadros  infantiles,  1884.  Venturas 
y  des^L'cnturas  de  Rosita,  1886.  Las  Tiendas,  diálogos  humorísticos, 
1886  (4.*  ed.).  Lances  de  la  vida,  1887.  Miedo  al  hombre,  nov.,  Barce- 
lona, 1887.  Sermones  de  doña  Paquita,  1887.  Tipos  madrileños,  1888. 
Galería  de  matrimonios,  dos  vols.,  1888.  La  Doncella  del  piso  2!", 
nov.,  1889.  Las  Mujeres  del  pueblo  de  Dios  (con  Ed.  Zamora),  dos 
vol?.,  1889.  La  Edad  dichosa,  revista...  para  niños,  tres  vols.,  1890-92. 
Barcelona  en  188S  y  París  en  J88p,  1890.  Dicción,  biográf.  internac. 
de  escritores  y  artistas  del  s.  xix  (con  M.  Ossorio  y  Bernard,  sólo  el 
t.  I),  1890.  Blanco  y  negro,  narraciones  cortas,  1891.  Mano  de  ángel 
y  El  Caballo  blanco,  1891,  La  Buena  senda,  cuentos,  1892.  Documentos 
humanos,  gente  que  anda  por  ahí,  1894.  Gente  de  Madrid:  siluetas  y 
semblanzas,  1895.  Anita  la  ingeniosa,  1895.  El  Sueño  de  Navidad,  1895. 
Lira  de  oro,  poesías  y  cuentos,  1909.  Brígida,  nov.,  1909.  Además,  las 
zarzuelas  Los  Conspiradores,  El  Duende  del  mesón,  Campanone,  El 
Elixir  del  anior^  Giralda  o  el  marido  misterioso.  La  Señora  del  som- 
brero, La  Circasiana,  Matilde,  De  incógnito  y  El  Mudo.  Las  comedias: 
El  Velo  de  encaje,  El  Hijo  de  la  Al pu jarra,  El  Novio  de  China,  Los 
Criados,  Por  dinero  baila  el  perro.  Las  novelas  El  Hijo  del  sacristán, 
dos  vols. ;  La  Maldita  vanidad,  El  Rigor  de  las  desdichas,  dos  vols.  Y 
Cosas  de  Madrid,  Historias  tristes.  Un  ramo  de  violetas,  Los  Niños, 
14.  vols. 

■  Pastor f ¡do  compró  á  bajo  precio  á  Pelayo  del  Castillo  muchas  de 
sus  obras.  Era  locuaz  en  la  conversación.  Con  Pelayo  hacía  sonetos 
en  las  tascas  á  las  esposas  de  sus  conocidos  á  fin  de  sablearlas,  y 
mientras  allí  escribía  ó  charlaba  tenía  una  copita  de  la  que  tomaba 
sorbitos  y  un  vaso  del  que  tomaba  largos  buches :  la  copita  contenía 
agua;  el  vaso,  aguardiente.  Vivió  con  vilipendio  y  fué  poeta  facilísimo 
y  asombroso  improvisador,  cual  no  se  vio  después  de  Serra.  J.  Nom- 
bcla.  Impresiones,  t.  III,  pág.  329:  "Volví  á  hallarle  al  entrar  en  el 
portal  de  una  casa  de  la  calle  de  Jacometrezo,  esquina  á  la  de  Chin- 
chilla, en  el  que  había  un  puesto  de  libros.  Mi  antiguo  compañero  ha- 
bía heredado  la  industria  de  su  padre,  que  ya  de  por  sí  era  lucrativa, 
y  además  había  montado  lo  que  podríamos  llamar  una  fábrica  de  co- 
medias, saínetes  y  zarzuelas.  Como  si  se  tratara  de  la  cosa  más  natu- 
ral del  mundo,  me  confió  que  la  casualidad  le  había  puesto  en  relacio- 
nes con  un  joven  de  mucha  chispa,  que,  de  una  sentada,  escribía  una 
comedia  en  un  acto,  capaz  de  desternillar  de  risa  á  los  oyentes  más 
.«serios  ó  hipocondríacos.  Versificaba  con  asombrosa  facilidad,  comen- 
zaba su  labor  sin  saber  adonde  iría  á  parar ;  pero  toílo  le  salía  como 
una  seda,  las  situaciones  cómicas  brotaban  de  su  rápida  pluma  que  era 
una  ben<lición,  y  bien   podía  asegurarse  que   era   uno  de   los  mejores 


S.  XIX^  1856.  CARLOS  FRÜNTAURA 


171 


discípulos  de  Bretón  de  los  Herreros  y  émulo  de  Narciso  Serra.  Pero 
cuando  le  conoció,  no  tenía  sobre  qué  caerse  muerto:  era  un  bohemio 
que  sólo  por  casualidad  podía  comer  algo  de  vez  en  cuando,  sin  más 
lecho  para  dormir  que  los  bancos  de  la  plaza  de  Oriente  ó  el  quicio  de 
alguna  puerta.  Ignoraba  si  tenía  familia,  si  era  provinciano  ó  madri- 
leño, y  el  joven,  por  su  parte,  creo  que  también  lo  ignoraba  ó,  por  lo 
menos,  mostraba  empeño  en  ocultar  su  origen.  El  librero,  que  estaba 
casado  y  habitaba  un  espacioso  piso  bajo  en  la  casa  en  cuyo  portal 
tenía  su  comercio,  le  propuso  hospedarle  y  mantenerle,  á  condición  de 
que  cada  semana  escribiese  una  comedia  en  un  acto.  Antes  de  comer 
había  de  leerle,  por  lo  menos,  una  ó  dos  escenas;  otro  tanto  debía  su- 
ceder para  que  le  sirviesen  la  cena.  El  día  que  no  tenía  gana  de  escri- 
bir ó  le  faltaba  la  inspiración,  se  quedaba  sin  comer.  El  joven  no  debía 
firmar  sus  obras.  Se  las  entregaría  á  su  Mecenas;  éste  procuraría 
que  se  representasen,  cobraría  los  derechos  y,  si  alcanzaban  éxito, 
mejoraría  el  deteriorado  guardarropa  de  su  huésped.  Llamábase  éste 
Pelayo  del  Castillo,  y,  cuando  pudo  emanciparse  y  escribir  para  el 
teatro  por  su  cuenta  y  riesgo,  demostró  lo  mucho  que  valía  y  adquirió 
cierta  fama,  aunque  jamás  provecho,  porque,  antes  ó  después  de  estre- 
nadas, vendió  á  bajo  precio  sus  producciones.  Más  de  un  año  vivió 
bajo  la  tutela  del  comerciante  en  libros  viejos,  le  presentó  á  otros  dos 
ó  tres  compañeros  de  su  calaña,  entre  ellos  á  un  Pedro  Escamilla,  que 
hizo  comedias,  dramas  y  novelas,  primero  para  el  librero  y  después 
para  algunos  autores  perezosos  ó  aficionados  á  engalanarse  con  plumas 
ajenas.  Cuando  la  casualidad  me  puso  de  nuevo  en  relaciones  con  mi 
antiguo  condiscípulo  tenía  cuatro  huéspedes,  regimentados  todos  como 
antes  he  indicado,  y  de  acuerdo  con  algunos  empresarios,  á  quienes 
sólo  exigía  la  mitad  de  los  derechos  ó  un  tanto  alzado  por  cada  repre- 
sentación, según  me  confió,  teniendo  en  cuenta  nuestro  antiguo  cono- 
cimiento para  ser  franco  conmigo,  realizaba  un  buen  negocio,  y  en 
su  conciencia — los  explotadores  suelen  tenerla  ancha — ^hacía  una  ver- 
dadera obra  de  caridad,  puesto  que  ofrecía  albergue  y  comida  á 
unos  desdichados  que,  sin  su  ayuda,  habrían  perecido  de  inanición." 
Pelayo  del  Castillo:  Ver  para  creer,  com.  (1856).  Cuestión  de  tempe- 
ramento, jug.  (1866).  El  que  nace  para  ochavo,  com.  (1867).  Morirse 
á  gusto  (1870).  EL  Mejor  alcalde...  el  pueblo  (1872).  Por  dar  gusto  á 
mi  mujer  (1872).  Más  vale  pájaro  en  mano  (1873).  Botas  llovidas  del 
cielo  (1874).  Un  duque  sin  ducado  (1879).  Una  corazonada  (1880).  Por 
una  cruz.  Un  vago  de  real  orden.  Además.  Eh!,  eh!,  ríase  usted,  libro 
cómico  de  chistes,  Madrid,  1883. 

Jorge  Huneeus  Gana,  Cuadro  histór.,  pág.  421 :  "Desde  su  estreno 
en  1857  en  El  Ferrocarril  con  sus  célebres  artículos  sobre  Oscuran- 
tismo y  Libre  examen,  ha  dominado  en  la  prensa  sin  contrapeso  como 
diarista  de  formas  opulentas  y  oratorias.  La  Asamblea  Constituyente, 
La  Voz  de  Chile,  El  Mercurio  y  principalmente  La  Patria,  fundada  y 
dirigida  muchos  años  por  él,  conservarán  siempre  como  el  tesoro  de 


172     PRIMER   PERÍODO    DE   LA   ÉPOCA   REALISTA    (1850-1869) 

más  valor  artístico  de  sus  columnas  los  innumerables  artículos  de  este 
tribuno  célebre...  Su  cerebro  es  de  una  organización  tan  enérgica  y 
tan  vibrante,  que  se  plega  con  la  misma  facilidad,  con  el  propio  éxito, 
á  los  rasgos  sublimes  de  la  tribuna  popular,  á  los  arranques  imponen- 
tes de  la  oratoria  parlamentaria,  á  los  denuedos  valientes  y  tenaces 
del  polemista  de  la  prensa  y  a  la  pintura  serena  y  majestuosa  del  pa- 
sado. Hay,  sin  embargo,  dos  rasgos...:  una  concepción  sintética  de 
una  luminosidad  irresistible  y  una  opulencia  oratoria  de  formas,  cuya 
amplitud  poderosa,  cuya  artística  armonía  y  cuya  nerviosidad  brillante 
y  pintoresca  no  han  sido  superadas  por  nadie  en  Chile."  Luis  Orrego 
Luco,  Pról.  á  Obras  de  J.  E.,  1910:  "Isidoro  Errazuriz  ha  tenido,  en 
ciertos  momentos,  el  honor  tan  brillante  como  peligroso,  de  encar- 
nar en  su  elocuencia  desbordada  las  pasiones,  las  noblezas,  los  errores 
y  los  heroísmos  de  todo  un  pueblo  en  plena  agitación  y  en  plena  efer- 
vescencia... Los  refinamientos  de  sensibilidad,  que  constituían  en 
Errazuriz  la  fibra  de  poeta,  sirvieron  para  centuplicar  la  fuerza  del 
tribuno...,  imaginación  más  de  forma  que  de  fondo,  manifestada  en  la 
comparación,  en  la  metáfora  brillante,  en  la  sugestión  melodiosa..., 
antes  que  en  el  concepto  creador...  Las  páginas  históricas  de  Erra- 
zuriz han  sido  trazadas  con  pluma  de  artista  y  de  pensador...  Es  ar- 
monioso y  fácil,  galano  y  rico.  Como  escritor,  Errazuriz  carece  de  la 
corrección,  así  como  del  corte  netamente  cervantesco  de  Rodríguez  ó 
de  Rómulo  Mandiola...  La  imaginación  desbordada  de  Errazuriz  no 
se  avenía  con  la  nitidez  purísima  ni  con  la  naturalidad  perfecta... 
Su  Estudio  histórico  de  los  partidos  en  Chile,  trazado  con  pulso  firme, 
grande  amplitud  de  miras  y  la  imparcialidad  más  severa  es  una  de 
las  páginas  hondamente  meditadas  de  la  literatura  nacional...  Si  bien 
Errazuriz,  como  historiador,  no  tiene  la  honda  intuición  histórica  de 
don  José  Victorino  Lastarria,  en  cambio,  es  más  imparcial  en  la  apre- 
ciación de  hombres  y  sucesos,  menos  doctrinario  y  más  artista ;  le 
supera  en  el  vuelo  de  la  imaginación  y  de  la  frase."  Tres  razas,  1887; 
Valparaíso,  1892.  Obras  de  Isidoro  Errazuriz,  Discursos  Parlamenta- 
rios, dos  vols.,  Santiago,  1910  {Bibl.  Escrit.  Chil.). 

6  7.  Año  1856.  Fernando  Martínez  Pedrosa  (1830-1892),  madri- 
leño, redactor  de  El  León  Español  y  El  Reino;  director  de  El  Medico 
á  Palos  (1859)  y  La  Ilustr.  Catól.  (1890) ;  colaborador  del  Diario  de 
Barcelona  con  la  firma  P.  P.  P.,  El  Museo  Universal  (1857-69),  La 
Política  (1863),  El  Teatro,  La  Niñez;  revistero  de  teatros  en  La  Na- 
ción, usó  los  seudónimos  El  Conde  de  Cabra,  Fulano  de  Tal  y  Gil  Car- 
mona.  Cultivó  el  arle  dramático,  y  en  periódicos,  con  atildada  frase  y 
mucho  color,  la  sátira  ligera.  Estrella,  leyenda,  1856.  La  Paloma  tor- 
caz, dr.,  1860.  La  Red  de  flores,  zarz.,  1861.  El  Galán  de  la  higuera, 
jug.,  1863.  La  Madre  del  cordero,  com.,  1863.  Socorros  mutuos.  Gra- 
mática parda.  El  Mundo  nuevo.  Cuentos  íntimos,  Madrid,  1864.  La 
Flor  del  cardo,  zarz.  burlesca,  1873.  Nubes  y  flores,  versos,  1874.  Som- 


S.  XIX,  185Ó.  CARLOS  ENCINA  IjS 

bras,  rasgos  de  la  fisonomía  social,  1878.  Perfiles  y  colores,  sátira  de- 
costumbres,  Barcelona,  1882.  Diálogos  de  salón,  páginas  representa- 
bles,  Madrid,   1887. 

Vicente  de  Riva  Palacio  (1832-1896)  nació  en  Méjico,  por  seud. 
Rosa  Espino  en  la  Iliistr.  Españ.,  dióse  á  conocer  en  las  letras  y  en  la 
política  desde  1856.  Fué  poeta,  historiador,  crítico,  cuentista,  novelis- 
ta, colaborador  de  periódicos.  No  quiso  ser  ministro  de  Hacienda  con 
Juárez  (1861)  ;  armó  un  batallón  en  la  guerra  de  intervención  de  1862; 
fué  jefe  del  ejército  del  Centro;  tomó  á  Toluca  y  le  rindió  su  espada 
el  emperador  Maximiliano.  Hizo  cuanto  pudo  por  salvarle  la  vida. 
Ministro  de  España  fué  desde  1887.  Escribió  las  novelas,  en  parte  au- 
tobiográficas, Calvario  y  Tabor,  Monja  y  casada,  Martín  Garatuza, 
Las  dos  emparedadas,  D.  Guillen  de  Lampart.  Dirigió  el  periódico. 
La  Orquesta  y  fundó  El  Ahuizote.  Con  Juan  Antonio  Mateos  escribió 
las  comedias  y  dramas  coleccionados  en  Las  liras  hermanas,  y  con 
Manuel  Payno,  El  Libro  rojo,  de  leyendas  tradicionales.  El  y  Francis- 
co J.  Arredondo  publicaron  El  Parnaso  mexicano,  Méjico,  1885-1896^ 
24  tomitos.  Páginas  en  verso,  ibid.,  1885.  Con  Juan  de  Dios  Mera  pu- 
blicó Tradiciones  y  leyendas  mexicanas^  Méjico,  1887.  Dirigió  México 
á  través  de  los  siglos:  historia  gral.  (por  varios),  Barcelona  (1888?), 
cinco  vols.  Mis  versos,  Madrid,  1893.  En  Esp.  Mod. :  Sor  Magdalena, 
tradic.  mexicana  (1889,  Marzo).  Lorencillo,  epis.  hist.,  poes.  (1889,  Jul.). 

Marcos  Arroniz,  de  Drizaba  (Méjico),  escribió  poesías  ultra- 
rrománticas  ó  de  negro  humor  y  desesperación,  como  Ilusiones,  y 
otras  profias  de  un  creyente,  como  Sáficos  adónicos  á  la  Virgen,  Al 
Arco  iris,  soneto.  En  Los  Celos  hay  amor  y  odio,  ruegos  y  blasfemias^ 
incorrección  y  armonía,  espi ritualismo  y  sensualidad.  Publicó  Manual 
de  historia  y  cronología  de  México,  París,  1856.  Manual  de  biografía 
mexicana  ó  galería  de  hombres  célebres  de  México,  ibid.,  1857.  Enci- 
clopedia hispano-americana,  ibid.,  1858.  Manual  del  viajero  en  Méxi- 
co, ibid.,  1858,  1862. 

Carlos  Encina  (1838- 1882),  de  Buenos  Aires,  diputado  (1868),  ca- 
tedrático de  Ciencias  y  decano  de  la  Universidad,  compuso  Canto  líric.} 
á  Colón,  á  los  diez  y  nueve  de  su  edad,  y  fué  premiado.  Después  puso  en 
verso  dos  disertaciones:  Canto  al  Arte  y  La  Lucha  por  la  Idea.  Sus 
poesías  son  clásicas  en  la  forma,  y  frías,  filosóficas  en  los  asuntos,  ri- 
mando términos  abstractos  y  razonando  con  ellos  y  con  algunas  figuras 
poéticas.  M.  Pelayo,  Hist.  poes.  hisp.-amer.,  t.  H  (1913),  pág.  465: 
"Basta  pasar  la  vista  por  los  primeros  versos  de  cualquiera  de  estas 
ccmjposiciones  hinchadas  y  pedantescas  para  convencerse  de  que  su 
autor  era  leyente  asiduo  de  Hegel  y  de  Spencer;  pero  que  apenas  ha- 
bía recibido  de  la  naturaleza  ninguna  condición  poética.  Sus  versos, 
duros,  secos,  desarticulados,  sia  color  ni  música,  plagados  de  voces 
técnicas  y  abstractas,  son  prosa  rimada,  y  de  la  peor  especie  posil  le, 
prosa  de  tratados  de  Filosofía  puesta  en  malos  versos...  Parece  impo- 
sible que  este  galimatías  haya  sido  puesto  en  las  nubes  como  dechado- 


«74  PRiMER  PERÍODO  DE  T.A  ÉPOCA  RE.U.ISTA  (185O-1S69) 

de  poesía  filosófica  y  como  nuevo  rumbo  abierto  al  arte  americano." 
La  Atlúntida,  poema,  1856.  Canto  Úrico  á  Colón,  1857.  Canto  al  arte. 
La  Lucha  por  la  Idea.  La  Mujer  ideal.  Carlos  Encina:  In  Memoriam, 
B.  Aires,  1883. 

Manuel  (Martínez)  Murguía  (n.  1833),  de  La  Coruña,  viudo  hoy 
de  doña  Rosalía  de  Castro,  archivero,  negóse  á  ser  farmacéutico, 
como  su  padre  quería;  se  vino  á  Madrid,  donde  hambreó  no  poco,  y 
durmió  sobre  los  bancos  de  la  plaza  de  Oriente.  Tenía  talento  para 
novelista,  como  lo  mostró  componiendo  Desde  el  cielo  y  La  Madre 
Antonia.  Después  historió  á  Galicia,  poniendo  algo  de  novelesco  y  de 
fantástico  en  sus  obras.  Desde  el  cielo,  nov.,  Vigo,  1856;  Madrid,  1910. 
El  Ángel  de  la  muerte,  narración,  Madrid,  1857.  La  Mujer  de  fuego, 
nov.,  1859.  Diccionario  de  escritores  gallegos,  Vigo,  1862.  Historia  de 
Galicia,  t.  I,  Lugo,  1865;  Coruña,  1901 ;  t.  II,  Lugo,  1867;  Coruña, 
1905:  t.  III,  Santiago,  1889;  t.  IV,  Santiago,  1891 ;  t.  V,  ibid.,  1916. 
La  Primera  luz  (lecciones  de  geogr.  é  hist.  gallega),  Lugo,  1868.  El 
Foro,  Santiago,  1S82.  El  Arte  en  Santiago  (s.  xviii),  Madrid,  1884. 
Los  Precursores,  Faraldo,  etc.,  Coruña,  1885.  Los  Precursores,  Coru- 
ña, 1886.  Galicia,  sus  monum.  é  historia  (en  Esp.  y  sus  monumentos), 
Barcelona,  1888;  Coruña,  1889.  Es  prosa,  'Coruña,  1895.  D.  Diego  Gel- 
mircz,  ibid.,  1898.  Los  Trovadores  gallegos,  ibid.,  1905. 

Heraclio  C.  Fajardo  (1833-1867),  de  San  Carlos  (Uruguay),  re- 
dactor desde  joven  en  El  Nacional,  proscripto  de  Buenos  Aires,  fué 
poeta  romántico  furioso,  exagerado  y  de  mal  gusto.  Camila  O'Gor- 
man,  drama  muy  aplaudido,  B.  Aires,  1856,  1862.  América  y  Colón, 
poesía  premiada  en  1858.  La  Cruz  de  azabache,  poema,  B.  Aires,  1860. 
El  Colibrí,  versos  de  álbum,  agradables  é  ingeniosos.  Arenas  del  Uru- 
guay, definitiva  edición  de  sus  obras  poéticas,  B.  Aires,  1862.  Hilario 
Ascasuhi,  noticia  biográfica,  1862.  La  Indígena,  melodr.,  1862.  Su 
"hermano  Carlos  A.  Fajardo  hizo  poesías  románticas,  menos  conoci- 
das, pero  más  correctas  y  de  más  pura  inspiración. 

Laurindo  Lapuente,  poeta  montevideano,  cívico  y  patriotero,  di- 
dáctico y  bastante  prosaico,  quintanesco,  trompeteador,  publicó  £n- 
■sayos  poéticos,  B.  Aires,  1856.  Virtud  y  amor  hasta  la  tumba,  nov. 
romántica,  ibid.,  1856,  1858.  Una  respuesta  á  María,  fantasía,  ibid., 
1857.  Republicanas,  poesías,  ibid.,  1865.  Poesías,  ibid.,  1865.  Laurin- 
das,  poes.,  ibid.,  1865.  Varios  opúsculos  (1865).  Meteoros,  ibid.,  1867 •. 
pensamientos  en  verso.  Pobre  Patria,  1868. 

Leopoldo  María  Bremón  (1837-1914),  malagueño,  redactor  de  La 
España  (1855),  director  de  El  Horizonte,  secretario  de  la  redacción 
de  /:/  Padre  Cobos,  director  de  El  Musco  Católico  (1867),  colaborador 
de  La  Gran  Vía,  Gente  Vieja,  Ilustr.  Esp.,  fué  buen  crítico  é  ilustrado 
<:onocedor  de  los  clásicos.  Estrenó  Angélica  y  Medoro,  zarz.  (1856). 
Cupidí^  y  Marte,  zarz.  (1856).  Una  comedia  en  un  acto,  com.  (1858). 
Vna  emoción,  jug.  (1859).  La  Político-manía  (1867).  Las  Mujeres  del 
siglo,  zarz.  (1867). 


S.   XIX,   1856.   SALVADOR  CUCALÓN  )  yD 

C8.  Año  18 ¿6.  Aguinaldo  de  Luisa  Molina,  poesías  de  varios, 
Matanzas,  1856. — Álbum  de  la  Rábida,  Sevilla,  1856. — Álbum  poético 
dedicado  á  S.  A.  R.  la  Srma.  Sra.  Infanta  Doña  Ltiisa  Fernanda  de 
Borbón,  Sevilla,  1856. — Antonio  Arango  Valdés,  de  Pravia,  publicó 
en  La  Tradición,  Oviedo,  1856,  leyendas  y  poesías ;  en  El  Invierno, 
Oviedo,  1859,  artículos  y  poesías.  Suspiros  del  alma,  baladas,  Oviedo, 
1859. — Rafael  Arévalo,  secretario  de  la  municipalidad  de  la  Nueva 
Guatemala,  publicó  Libro  de  Actas  del  Ayuntamiento  de  la  ciudad  de 
Guatemala  {1524-1530),  Guatemala,  1856.  Colección  de  documentos 
antiguos  del  archivo  del  ayuntamiento  de  la  ciudad  de  Guatemala, 
ibib.,  1857. — 'Enrique  Arredondo  publicó  Alberto,  leyenda,  Madrid, 
1856. — ^JuAN  Belza  estrenó  A  Ritsia  por  Valladolid,  zarz,  (1856).  El 
Perro  del  hortelano,  zarz.  (1856).  Ardides  y  cuchilladas,  zarz.  (1861). 
Peluquero  y  marqués,  zarz.  (1861).  Por  amor  al  prójimo  (1863).  El 
Jorobado  (1863).  El  Cuerpo  del  delito,  jug.  (1864). — Ángel  Bello 
(t  1859),  cubano,  estrenó  Roberto  el  cervecero,  dr..  Habana,  1856. 
Don  Vetustón  Serpentón^  jug.  (1858). — Rafael  Blasco  y  Moreno 
(1836-1884),  de  Orihuela,  publicó  poesías  con  el  título  de  Historias 
del  corazón  (1864),  novelas  y  artículos  cortos  con  el  de  Una  hora  de 
recreo.  Dos  artistas,  novela.  Piezas  teatrales:  De  un  tiro  dos  pájaros, 
La  Tentación,  Por  balcones  y  ventanas.  Por  tejados  y  azoteas.  Un  in- 
quilino,  La  Caza  de  la  zorra. — Antonio  de  Padua  Bosch  (t  1876),  es- 
pañol, estrenó  Un  amigo  en  su  desgracia,  Habana,  1856,  1857.  Noti- 
cias hist.  y  geogr.  de  la  Palestina,  ibid.,  1859. — Eliodoro  del  Busto 
publicó  Los  Partidos  en  cueros  ó  apuntes  para  escribir  la  historia  de 
doce  años  (1843-56),  Madrid,  1856. — Antonio  Benigno  de  Cabrera  es- 
trenó El  Triunfo  del  pueblo  libre  en  1820,  dr.  (1856). — Salvador  Cam- 
marano  estrenó  María  de  Rohan,  dr.,  Puerto  Príncipe,  1856. — Juan 
María  Capitán  publicó  Poesías,  Jerez,  1856,  dos  vols. — Hamón  de  Ce- 
BALLOS  publicó  XXIV  capítulos  en  vindicación  de  Méjico,  Madrid, 
1856.  Guerra  de  España  en  Méjico,  ibid.,  1858. — Úrsula  Céspedes  de 
EscANAVERiNO  (1832-1874),  de  Bayamo  (Cuba),  poetisa  que  cantó  deli- 
cada y  sentidamente,  sobre  todo  el  amor  maternal,  publicó  Ensayos 
poéticos,  1856.  Ecos  de  la  selva,  poesías,  Bayamo,  1860;  Cuba,  1861. 
El  Cementerio  de  la  Haban<i  (1863),  La  Mariposa  del  Alba,  A  mi  hiJM 
Luisa,  Ayer,  etc.,  son  poesías  notables.  Enr.  José  Varona,  Ojeada  so- 
bre el  mov.  intelect.  en  América,  1876:  "¿Quién  ha  sido  más  espiri- 
tualmente  material  que  Úrsula  Céspedes,  cantora  de  todos  los  amores 
y,  sobre  todo,  del  puro  y  sacrosanto  amor  maternal  en  sus  esperanzas, 
en  sus  temores,  en  sus  ilusiones,  en  sus  angustias,  en  sus  crisis  supre- 
mas, hasta  en  el  paroxismo  de  la  muerte?" — José  Cortés,  actor,  pu- 
blicó Dios  y  el  hombre,  poesías  religiosas,  Habana,  1856.  La  Zarzuela 
en  la  Capital  del  Perú,  alegoría  en  un  acto,  Lima,  1857. — Manuel 
Costales  publicó  Florentina,  escenas  sociales.  Habana,  1856.  Aguinal- 
do habanero,  por  varios,  1865. — Salvador  Cucalón  y  Escolano  pu- 
blicó Lamentaciones  de  Jeremías,  poema   bíblico,   Madrid,    1856. — La 


176     PRIMER   PERÍODO    DE   LA   ÉPOCA   REALISTA    (185O-1869) 

Democracia,  periód.,  1856,  1864-6Ó,  1869-70,  donde  se  señalaron  Nico- 
lás M.  Rivero  y  Castelar. — La  Discusión,  diario  democrático,  Madrid, 
1856-70. — F.  Duran  y  España  publicó  El  Sitio  de  Sebastopol  ó  la  san- 
gre de  venganza,  nov.  hist.  contemp.,  Vich,  1856,  dos  vols. — Félix  Ma- 
ría Escalante,  poeta  mejicano,  publicó  en  Méjico,  1856,  una  colección 
de  sus  poesías  líricas. — M.  de  la  Escalera  publicó  Nomenclátor  de  las 
calles  de  Cádiz,  ibid.,  1856. — Arsenio  Esguekra  (1836-1875),  de  Iba- 
gué  (Colombia),  periodista  y  poeta,  cantor  de  la  patria,  el  hogar,  la 
virtud,  el  honor  y  el  deber,  cuyos  versos  y  artículos  literarios  ha  pu- 
blicado su  hermano  Nicolás,  con  prólogo  de  Medardo  l^ivas:  Poesías 
y  artículos  en  prosa,  Bogotá,  1880. — La  España  Teatral,  periód.  de 
teatros,  Aladrid,  1856. — Luis  Estrada  publicó  Resumen  de  la  Historia 
y  Administración  Ultramarina  de  las  posesiones  holandesas  en  el  Ar- 
chipiélago de  la  India,  Madrid,  185Ó,  1863.  Cuadro  geográfico,  histó- 
rico, administrativo  y  político  de  la  India,  Madrid,  1858.  Filipinas  en 
i8j2  (Rcv.  España,  1874,  t.  XXX VI). — Pasatiempos  literarios  de  Joa- 
quín Ezquerra  y  Bayo,  leyendas,  Madrid,  1856. — (Gabriel  Fernández^ 
de  Almería,  Ardides  del  amor,  zarz.  (1856).  El  Marido  es  un  tirano, 
com.  (1856).  El  Arrepentimiento,  dr.  (1857).  Hasta  el  sueño  es  ene- 
migo del  avaro,  jug.  (1859).  El  Amor  filial,  com.  (1860). — Leonardo 
Fernández  Elegido  publicó  Ensayos  poéticos,  Toledo,  1856. — ^Salva- 
dor Fernández  y  Cárdenas  publicó  El  Diablo  de  palo,  nov.  hist.,  Ma- 
drid, 1856.  El  Ultimo  carbonario  de  Lombardia,  nov,  hist.,  1856. — Jor- 
ge Florit  de  Roldan  estrenó  El  Secreto  de  un  monarca,  dr.,  Habana, 
1856. — EusEBio  FoNT  y  Müresso  (t  1900J,  músico  y  novelista  catalán, 
colaborador  de  varios  periódicos,  publicó  El  Emigrado,  nov.,  1856. 
Cuatro  millones,  nov.,  Madrid,  1877. — Joaquín  Francés  publicó  Los 
Miriñaques,  ensayo  poético,  joco-serio,  satírico-burlesco,  Tudela,  1856. 
— I'^RANcisco  de  Paula  Franqueza  publicó  Flores  de  amistad,  poesías, 
Barcelona,  185Ó. — Ángel  María  Galán  (n.  1836),  de  Genesano  (Co- 
lombia), escribió  El  Ultimo  Boabdil,  dr.  (con  Quijano  Otero)  y  poe- 
sías.— ^Aurelio  Gallardo  (1831-1869),  de  León  (Méjico),  además  de 
algunos  dramas,  entre  ellos  María  Antonicta  de  Lorena,  hizo  poesías 
bien  sentidas,  en  estilo  claro,  á  veces  prosaico.  Sueños  y  sombras, 
México,  1856.  Nubes  y  estrellas,  Guadalajara,  1865.  Leyendas  y  ro- 
mances, San  Francisco,  1868.  Leyendas  íntimas  y  la  novela  Amor  de 
Ángel  en  un  periódico  de  California. — ^Adolfo  García  estrenó  La  No- 
via y  el  pantalón,  com.  (1856),  La  Venta  encantada,  zarz.  (1859). 
Tal  para  cual,  zarz.  (i86o). — Manuel  González  publicó  Carmen  la 
española,  novela,  Madrid,  1856. — Pedro  Paulo  Govantes,  habanero. 
Poesías  (ix)st.),  Habana,  1856. — 'Gasi'ar  Hernández,  canónigo  domini- 
cano, publicó  La  Caridad  en  acción,  Cuba,  1856.  Lágrimas  de  la  so- 
ciedad, ibid.,  1H56. — ^JosÉ  Aniceto  Igaga  (1794-1860),  de  Trinidad 
(Cuba),  publicó  Travesuras  del  mocito  Mustafá,  Habana,  1856. — Eu- 
SEiiiO  J1MEN0  Martínez  publicó  Amor,  celos  y  amistad,  nov.,  Madrid, 
185^^ — Jorge  Lasso  ue  la  Vega  publicó  La  Marina  real  de  España  á 


S.    XIX,    1856.    IGNACIO   DE   QUESADA  1 77 

fines  del  s.  xviii  y  principios  del  xix,  Madrid,  1856-63,  dos  vnls. — 
Daniel  Lens  (1836-1878),  fué  poeta  romántico  boliviano. — Francisco 
DE  LA  Luz  DE  LA  Madrid,  de  Guanabacoa  (?),  publicó  Ensayos  poéti- 
cos, Sagua,  1856. — iRamón  Llórente  Lázaro  publicó  Compendio  de 
bibliografía  de  la  veterinaria  española,  Madrid,  1856. — El  Sitio  de 
Maestrick,  nov.  hist.  por  el  Peregrino^  Madrid,  1856. — ^Agustín  Marín 
de  Espinosa  publicó  Memorias  para  la  historia  de  la  ciudad  de  Cara- 
vaca  y  del  aparecimiento  de  la  Sfna.  Cruz,  Caravaca,  1856. — Antonio 
Martínez  publicó  Memorias  de  Galicia,  Pontevedra,  1856  (en  El  Res- 
taurador).— Victoriano  Martínez  Muller  (t  1872),  poeta  festivo,  le- 
dactor  de  La  Discusión,  publicó  Poesías  jocoso-satíricas,  Madrid, 
1856-57. — 'Emilio  Moreno  Cebada,  cura  de  San  Miguel  de  Fuenca- 
rral,  publicó  El  Predicador,  colecc.  de  sermones,  ocho  vols.,  Madrid, 
1856-58.  Historia  de  la  Virgen,  ibid.,  1859.  Historia  de  Jesucristo, 
dos  vols.,  1860.  Nueva  historia  de  la  Virgen,  1862,  dos  vols.  Historia... 
de  las  religiones,  dogmas,  creencias,  dos  vols.,  Barcelona  (s.  a.).  Bi- 
blioteca predicable...  para  todos  los  domingos  del  año^  11  vols.,  Ma- 
drid, 1864...  Nueva  historia  general  y  completa  de  la  Iglesia,  Barcelo- 
na, 1867,  cuatro  vols.;  1874-75,  13  vols.  Flores  de  María,  sermones, 
Madrid,  1903  (3.*  ed.).  Aventuras  de  Apolinar  Carrasco,  dos  vols., 
Barcelona,  1874.  Sermones,  Barcelona,  1877.  El  Concilio  Vaticano, 
dos  vols.  (s.  a.). — Carlos  Navarrete  y  Romay  (1833-1893),  habane- 
ro, publicó  Romances  cubanos,  Habana,  1856.  Poesías,  París,  1866. 
Antes  que  te  cases,  1866. — Luis  Ortega  de  la  Flor  (1814-1894),  ga- 
ditano, estrenó  Una  fiesta  en  un  ingenio.  Puerto  Príncipe,  1856.  La 
Valida  y  el  valido,  com.  (1857).  Felipe,  dr.  El  Cometa.  El  Viejo  ena- 
morado, zarz.  (1858).  Herminia  de  Albarracín,  dr.  (1858).  El  Empre- 
sario y  la  actriz,  jug.  (1851).  Los  Amores  de  un  guajiro,  jug.  (1858). 
Otras  inéditas,  en  Trelles  (t.  IV,  pág.  153). — ^Luis  G.  Ortiz  (1835- 
1894),  poeta  mejicano,  publicó  Poesías,  México,  1856. — Fernando  Os- 
soRio  estrenó  Por  ella,  dr.  (1856). — ^Benjamín  Pereira  Gamba  (n.  1834), 
catedrático,  periodista  y  poeta,  fundó  El  Álbum  (1856)  y  El  Iris 
(1861-62)  en  Quito,  redactó  La  Unión  en  el  Perú  (1862-63)  y  publicó 
sus  Poesías  con  prólogo  de  José  Joaquín  Ortiz. — José  Pérez  del 
Castillo  estrenó  No  se  lúzo  la  miel...,  com,  (1856). — ^Luisa  Pérez  y 
Montes  de  Oca  (n.  1837),  de  Caney  (Cuba),  poetisa  sencilla  y  tierna, 
como  era  llana  campesina,  publicó  Poesías,  Cuba,  1856.  Tiempo  perdi- 
do, poesías,  ibid.,  1857.  La  Hija  del  Verdugo,  epis.  hist.,  1865.  Los 
Gracos,  nov.,  1865.  Fuentes  Betancourt,  Luisa  Pérez,  estud.  crít.,  1879. 
Enr.  José  Varona,  Ojeada  sobre  el  mov.  intelect,  en  América,  1876: 
"El  amor  que  le  sobrevive,  que  llora  eternamente  sobre  la  tumba  re- 
gada por  las  flores  fragantísimas  del  recuerdo,  el  amor  casto  y  respeta- 
ble de  la  viudez,  ¿ha  sido  mejor  sentido  ni  mejor  cantado  que  por  Lui- 
sa Pérez?" — Ramona  Pizarro  estrenó  Elvira,  dr.  hist..  Habana,  1856. 
— Pucha  Yumurina,  versos  de  poetas  cubanos.  Matanzas,  1856-57,  dos 
vols. — ^Ignacio    de    Quesada    Castillo:    El    Avaro    hipócrita,    Puerto 

TOMO  VIH. — 12 


178     I'KIMER   PERÍODO    DE   LA   ÉPOCA   RE.\L1STA   (185O-1869) 

Principe,  1856. — José  M/  Quijano  Otero  (1836-1883),  de  Bogotá, 
diplomático  y  periodista,  historiador  y  poeta,  de  carácter  noble  y 
amante  de  su  tierra,  publicó  Compendio  de  historia  patria.  Bogotá, 
1883.  Memorial  histórica  sobre  Límites  entre  Colombia  y  el  Brasil. — 
Teodomiro  Ramírez  de  Arellano  y  Gutiérrez,  cordobés,  director  de 
La  Prozñncia  (1885),  publicó  El  Árbol  de  la  esperanza,  dr.,  Córdoba, 
1856.  Paseos  por  Córdoba,  ibid.,  1873,  1874,  1875,  1877.  Leyendas  y 
tradiciones  populares,  ibid.,  1876.  Recuerdos  de  Córdoba,  colección  de 
romances  tradicionales,  ibid.,  1883.  Romances  histórico-tradicionales 
de  Córdoba,  1902. — Los  dos  mayores  rivales  ó  los  dos  amantes  patrio- 
tas, nov.  hist,  nacional,  por  un  aficionado,  Montevideo,  1856. — Julio 
Rosas  (seud.),  habanero,  nacido  en  1839,  publicó  Julia,  nov.,  Habana, 
1856,  1859.  La  Tumba  de  azucenas,  id.,  1856,  1859,  1860.  Flor  del  co- 
razón, nov.  india,  Cádiz,  1857,  1858;  Habana,  1859,  1860.  Lágrimas  de 
un  ángel,  ibid.,  1859,  1860.  La  Joven  Esmeralda,  memorias  de  un  es- 
txidiante,  1859.  Graziela,  nov.,  Guanajay,  1863.  Magdalena,  nov.,  ibid., 
1863.  La  Campana  de  la  tarde,  nov.,  1873,  tres  vols.  Los  Cucuyos, 
1873.  La  Campana  del  ingenio,  1883-84.  Amor  á  la  patria,  San  Anto- 
nio de  los  Baños,  1888.  Mi  odio  á  España,  1897.  La  Joven  Cuba,  quin- 
cenario rcpubl.  federal,  1899.  Narciso  López  en  Cárdenas,  nov.,  1903. 
Cuba  Revolucionaria  (1826-68),  nov.,  Guanabacoa,  1914.  Francisco 
Vicente  Aguilera,  1916.  El  Cafetal  Azul,  nov.  cubana  política  (tendrá 
ocho  tomos). — Pedro  Ruiz  Aldea,  costumbrista  chileno,  publicó  Ojea- 
da sobre  la  provincia  de  Arauco,  Santiago,  1856  (en  El  Ferrocarril). 
Los  Araucanos  y  sus  costumbres,  Concepción,  1863  {La  Tarántula) ; 
Santiago,  1902.  Nuestro  pasado,  artículos  festivos,  1894. — Felipe  Ja- 
cinto Sala,  colaborador  de  Los  Niños  (1883-86),  publicó  Fábulas  re- 
ligiosas y  morales  en  verso,  Sabadell,  1856,  1865.  Nuevas  fábulas..., 
Barcelona,  1886. — Baltasar  Saldoni  publicó  Reseña  hist.  de  la  escola- 
nia  ó  colegio  de  música  de  la  Virgen  de  Monserrat...,  Madrid,  1856. 
Efemérides  de  músicos  españoles,  Madrid,  1860.  Diccionario  biográ- 
f ico-bibliográfico  de  efemérides  de  músicos  españoles,  ibid.,  1868-81, 
cuatro  vols. — Cándido  Salinas,  asturiano,  publicó  Poesías,  Oviedo, 
1856. — Fray  José  Sola  y  Francés,  franciscano  exclaustrado,  publicó 
Setenario  predicable  de  los  Dolores  de  María,  Barcelona,  1856. — ¡Car- 
los Soler  y  Arques  (1836-1896),  de  San  Martin  (Gerona),  catedrá- 
tico del  Instituto  de  Cisneros,  redactor  de  El  Fomento,  de  Badajoz 
(1873),  El  Magisterio  Español,  La  Ilustr.  Catól.  y  Rev.  Contemporá- 
nea, publicó  El  Talisfnán  de  la  bienandanza,  Madrid,  1856,  dos  vols. 
Veleidad  y  amor,  ibid.,  1858.  Huesca  monumental,  ojeada  sobre  su 
historia  gloriosa,  apuntes  biográficos  de  sus  santos  y  personajes  cé- 
lebres..., Huesca,  1864.  De  Madrid  á  Panticosa,  viaje  pintoresco  á  los 
ptieblos  históricos,  monumentos  y  sitios  legendarios  del  alto  Aragón, 
Madrid,  1878.  Los  Españoles  según  Calderón,  disc,  1881.  Ideal  de  la 
familia,  ibid.,  1887.  Aquí  y  allá,  bocetos  sociales,  ibid.,  1892.  Norte  y 
Mediodía,    1895. — lE.    (j.    Squier    i)ublicó   Apuntamiento   sobre    Centro 


S.  XIX,    1857.  JOAQUÍN   LORENZO   LUACES  1 79 

América,  París,  1856.  Collcction  of  rare  and  original  Documents  and 
Relations  conccrning  The  Discovery  and  Conquest  of  America,  New- 
York,  1860.  Monograph  of  authors  who  have  written  on  the  Lan- 
guages  of  Central  America,  ibid.,  1861.  Honduras,  descripción  hist., 
geogr.  y  estad.,  Tegucigalpa,  1908. — Félix  Talegón  de  Santiago 
estrenó  El  Mejor  amigo,  un  duro,  com.  (1856). — ^JosÉ  María  Ugarte 
(1836-1864),  de  Plencia  (Vizcaya),  escribió  un  drama,  poesílas  y 
El  Árbol  de  Guernica,  en  octavas  (1856). — Francisco  de  la  Vega 
estrenó  Donde  las  dan  las  toman,  zarz,  (1856). — Andrés  Viña  poi- 
blicó  Estudios  sobre  la  isla  de  Puerto  Rico,  Madrid,  1856. — Igna- 
cio ViRTO  estrenó  Santiaguillo,  jug.  (1856).  Luis  y  Luisito  (1856). 
Andarse  por  las  ramas,  jug.  (1861). — Antonio  Enrique  de  Za- 
fra (t  1875),  sevillano,  estrenó  Las  Trampas  de  mi  tío,  com.. 
Habana,  1856.  Un  huésped  á  media  noche,  com.  (1856).  Isabel  de 
Bossian,  dr.  (1856).  Amor  contra  nobleza,  dr.  (1858).  El  Lego  de  San 
Fardel,  dr.  (1858).  El  Hombre  negro,  dr.  (1859).  Los  Cantos  de  la 
pasión  (1859).  La  Toma  de  Tetuán,  dr.,  1860.  Pío  Nono,  poema,  1861. 
El  Alcalde  D.  Rodrigo,  dr.,  1862.  Los  Mártires  de  Roma,  dr.,  1862. 
Las  Siete  palabras,  cantos  religiosos,  1864.  Tres  para  dos,  jug.  (1865). 
Jeremías,  lamentaciones  comentadas  en  verso,  1866.  Un  golpe  de  for- 
tuna, com.  (1867).  Dios  los  cría...  (1868).  La  Fiesta  del  mayoral,  dr. 
<i868).  Un  cuadro  de  Rafael,  dr.  (1868).  Colón  en  Cuba  (1869).  BIok- 
ca  de  Toledo,  ley.,  1870.  Los  Salmos  penitenciales  comentados  en  ver- 
so, 1871.  Por  España  y  su  bandera  (1872).  La  Madre  imnaculada,  can- 
to, 1873. 

69.     Año  183/.  Rosalía  de  Castro  de  Murguía  (1837- 

1885)  nació  en  Santiago  y  vivió  en  Galicia  sola,  sin  comuni- 
cación literaria ;  hizo  poesías  en  gallego  y  castellano,  elegiacas, 
delicadas,  soñadoras,  henchidas  de  suavidad  y  dulzura  y  del 
sentimiento  íntimo  tan  propio  de  su  raza.  Ajpartóse  de  los  de- 
más versificadores  en  la  métrica,  obedeciendo  tan  sólo  á  la  ca- 
dencia. Siente  hondamente  la  naturaleza,  que  suele  cotejar  con 
el  estado  de  su  alma,  fundiendo  en  uno  entrambos  sentimien- 
tos, sobre  todo  con  una  á  manera  de  piedad  tierna  y  melan- 
cólica. 

Joaquín  Lorenzo  Lu.\ces  (i 826- i 867),  poeta  habanero, 
pomposo  y  enfático,  vehemente  y  deslumbrador,  siguiendo  la 
tradición  de  Olmedo  y  Heredia,  cantó  la  naturaleza  y  la  histo- 
ria, la  industria  y  el  heroísmo  colectivo.  Su  mejor  composición 
es  la  Oración  de  Matatías,  canto  revolucionario  del  corte  de 
Tassara.  Son  notables  La  Natnraleisa,  La  Luz,  El  Trabajo 
:(i867),   E^   Ultimo   día  de  Babilonia,   Caída  de  Missolonghi, 


l8o     PRIMER   PERÍODO    DE    LA    ÉPOCA    REALISTA    (185O-1869) 

Varsozña.  Publicó  romances  cubanos  en  periódicos,  anacreón- 
ticas, el  poema  Cuba  y  poesias  filosóficas  y  morales.  Entre  sus 
dramas:  Aristodemo,  la  mejor  tragedia  cubana  (1867),  El 
Mendigo  rojo,  Arturo  de  Osberg. 

7  0.     Con  el  escudo  de  seis  róeles  de  los  Castros  álzase  todavía  en 
la  vega  de  Padrón,  á  la  falda  del  monte  Miranda,  el  palacio  de  los 
ascendientes  de  Rosalía,  entre  los  cuales  se  cuenta  el  trovador  de  las 
Cortes  de  Juan  II  y  Enrique  IV,  Juan   Rodríguez  del   Padrón.  Tíos 
del  bisabuelo  de  Rosalía  fueron  los  tres  hermanos  Salgado  y  Moscoso : 
fray  Martín,  poeta  y  agustino;  fray  Gabriel,  mercedario  y  rector  de  la 
Universidad  de  Alcalá;  fray  Miguel,  císterciense.  Para  la  historia  no 
hay  secretos,  y  el  del  nacimiento  de  Rosalía  explica  las  dificultades 
por  algunos  halladas  para  dar  con  su  fe  de  bautismo  y,  sobre  todo, 
las  penas  íntimas  y  vida  retraída  de  la  poetisa,  cosas  que  se  transparen- 
tan  harto  en  su  vida  y  en  sus  versos.  El  padre  de  Rosalía  fué  sacer- 
dote :  la  historia  no  ve  ningún  desdoro  en  ello.  Al  morir,  apartada  de 
su  marido  y  en  compañía  tan  sólo  de  su  hermana,  recomendóle  á  ésta 
quemase  sus  poesías.  Xo  sólo  lo  cumplió,  sino  que  no  ha  querido  re- 
imprimir libro  alguno.  Sólo  de  los  Cantares  se  hicieron  dos  ediciones. 
Los  libros  de  Rosalía  son  rarísimos.  Su  vida  se  encierra  en  estas  pa- 
labras de  Vales  Failde :  "Después  de  haber  cumplido  escrupulosamen- 
te como  hija,  como  esf>osa  y  como  madre,  en  los  ratos  de  tristezas 
íntimas,  de  desolaciones  y  dolores,  cogía  la  pluma  y  rápidamente  es- 
cribía esas  inspiradas  estrofas  de  versificación   fluida,   rima   fácil   y 
metro  variado,   con  las  que  enseñó  el   habla  gallega  á   conterráneos 
suyos  que  afectaban  ignorarla;  consoló  á  millares  de  almas  tristes  que 
allende  los  mares  lloran  la  aldea  perdida;  puso  al  descubierto  llagas 
que  corroen  á  la  sociedad  contemporánea,  indicando  á  veces  con  cla- 
rividencia  grande   el   oportuno   remedio,   y    elevó   al   Cielo  pocas,   sí, 
pero   ardentísimas   poesías   religiosas,  que  no   se   desdeñarían  de   fir- 
marlas Teresa  de  Jesús,  Juan  de  la  Cruz  ó  cualquiera  otro  de  nues- 
tros  inmortales  místicos."    Sinceros,   del   alma,   y   cuajados  en   penas 
vividas  son  sus  versos,  y  ella  era  poetisa  gallega.  Con  esto  está  todo 
dicho.   "He  observado   (escribió   fray  Martín   Sarmiento,   en  las  Me- 
morias para  la  hist.  de  la  poesía)  que  en  Galicia  las  mujeres,  no  sólo 
son  poetisas,  sino  también  músicas  naturales.  Generalmente  hablando, 
así  en  Castilla  como  en  Portugal  y  en  otras  provincias,  los  hombres 
son  los  que  componen  las  coplas  é  inventan  los  tonos  ó  aires,  y  así  se 
ve  que  en  este  género  de  coplas  populares  hablan  los  hombres  con  las 
mujeres  ó  para  amarlas  ó  para  satirizarlas.  En  Galicia  es  al  contra- 
río. En  la  mayor  parte  de  las  coplas  gallegas  hablan  las  mujeres  con 
los  hombres,  y  es  porque  ellas  son  las  que  componen  las  coplas  sin  ar- 
tificio alguno,  y  ellas  inventan  los  tonos  ó  aires  á  que  las  han  de  can- 
tar, sin  tener  idea  del  arte  músico."  Nada  de  literatura  ni  de  artificio 


S.    -XIX,    1857.    ROSALÍA    DE    CASTRO  181 

hay  en  Rosalía;  tan  poco  culta  ni  erudita,  que,  como  candorosamente 
nos  dice,  no  estudió  "mais  escola  qu'a  d'os  nosos  probes  aldeans".  El 
habla  gallega  de  sus  poesías  "aparece  (segiui  la  Pardo  Bazán,  De  mi 
tierra,  1888,  pág.  28)  en  las  obras  de  Rosalía,  dulce,  palpitante,  cari- 
ñosa, de  cera  para  la  rima,  purificada  de  las  asperezas  y  vulgarismos 
que  solían  afearla  en  otros  poetas,  y  al  mismo  tiempo,  francamente  al- 
deana, salpicada  de  giros  y  locuciones  rústicas,  cuyo  sabor  de  fresa 
silvestre  no  habíamos  apreciado  hasta  que  el  poeta  (la  poetisa,  quiere 
decir)  nos  las  brindó  servidas  en  fuente  de  plata".  Apenas  tenía  once 
años  escribió  sus  primeros  versos,  que  luego  rompía;  algunos  de  los 
cuales  fueron  leídos  en  el  Liceo  de  San  Agustín,  de  Santiago.  Casó 
á  los  veinte  con  el  cronista  llamado  Manuel  Murguía,  fallecida  antes 
su  madre,  y,  á  poco  de  nacer,  el  primer  hijo  de  este  matrimonio,  des- 
graciado por  la  contrariedad  de  caracteres.  Nació  Rosalía  el  21  de 
Febrero  de  1837  y  falleció  el  15  de  Julio  de  1885,  siendo  sepultada  en 
el  cementerio  de  Iría,  dejando  huérfanas  varias  niñas  y  un  hijo.  Sus 
restos  fueron  trasladados  en  1891  á  la  iglesia  de  Santo  Domingo,  de 
Santiago,  donde,  por  suscrición  nacional,  se  levantó  un  monumento. 
A  poco  falleció  su  hijo  Ovidio,  pintor  revelado  como  bueno  en  la 
Exposición  de  Bellas  Artes  de  1899,  pocos  meses  antes  de  morir.  Tuvo 
émulos  y  envidiosos  Rosalía  que  inventaron  no  haber  sido  católica, 
ella,  que  había  cantado,  entre  otras  piadosas  estrofas,  ésta,  á  la  Santa 
Escolástica,  de  Ferreiro : 

"Y  orando  y  bendiciendo  al  que  es  todo  hermosura, 
se  dobló  mi  rodilla,  mi  frente  se  inclinó 
ante  El,  y  conturbada  exclamé  de  repente : 
¡  Hay  arte  !  ¡  Hay  poesía...  !  ¡  Debe  haber  Cielo  !  ¡  Hay  Dios  !" 

En  su  última  poesía  exclamaba: 

"Tan  sólo  dudas  y  dolores  siento, 
divino  Cristo,  si  de  Ti  me  aparto ; 
mas,  cuando  hacia  la  cruz  vuelvo  los  ojos, 
me  resigno  á  vivir  con  mi  calvario." 

Los  Cantares  encierran  los  dolores  y  amarguras  sociales  de  Gali- 
cia; Follas  novas,  los  dolores  y  amarguras  de  su  propia  alma:  dolores, 
sin  embargo,  plácida,  resignada,  dulce  y  cristianamente  áobrellevados. 
Manuel  Murguía,  su  esposo.  Los  Precursores,  1886,  pág.  177:  "Si  se 
refirieran  con  su  terrible  verdad  los  sufrimientos  experimentados  an- 
tes, ahora,  en  todo  tiempo,  bien  se  vería  qué  pocos  días  de  felicidad 
contó,  cuan  largo  y  duro  fué  su  cautiverio  y  de  qué  manera  inusitada 
los  contratiempos  doblaron  alma  tan  enérgica  y  apasionada.  Cómo  la 
fueron  á  buscar  al  silencio  de  su  casa  y  al  apartamiento  de  su  volun- 
tario destierro,  hiriéndola  en  medio  de  sus  hijos,  ausente  el  que  era 


iSa     PRIMER   PERÍODO    DE   LA   ÉPOCA   REALISTA    (185O-1869") 

SU  amparo,  cuando  creían  que  el  golpe  que  le  asestaban  era  el  único 
que  la  faltaba  para  morir.''  Juicio  de  la  Academia  en  el  informe  de  16 
Nov.  1SS7  sobre  En  las  orillas  del  Sur:  "No  cabe  desconocer  que 
doña  Rosalía  de  Castro  es  una  poetisa  de  mucha  sensibilidad,  de  ima- 
ginación arrebatada,  quizá  con  exceso,  y  de  otras  excelentes  dotes  lite- 
rarias debidas  á  la  naturaleza,  si  bien  las  obscurecen  no  pocos  desli- 
ces artísticos,  extravagancias  de  forma  y  nebulosidades  metafísicas^ 
que  generalmente  proceden  del  prurito  de  imitar  la  escuela  germánica, 
y  que  no  siempre  están  al  alcance  de  la  mujer  española."  Acorín,  El 
Paisaje  de  España,  1917,  pág.  32:  "En  la  lírica  de  Rosalía  hay  un 
profundo  sentimiento  del  ambiente  y  del  paisaje  de  Galicia;  pocos 
escritores  reflejaron  con  tanta  fidelidad  un  determinado  medio.  Ro- 
salía, fina,  sensitiva  y  dolorosa,  ha  traído  al  arte  esos  elementos  de 
vaguedad,  de  melancolía,  de  misterio,  de  sentido  difuso  de  la  muerte, 
que  más  tarde  han  de  alcanzar  un  desenvolvimiento  tan  espléndido  en 
la  obra  de  Valle-Inclán." 

Rosalía  de  Castro:  La  Flor,  poesías,  Madrid,  1857.  La  Hija  del 
mar,  nov.,  Vigo,  1859,  1863.  Fluiño,  nov.,  Madrid,  1861.  A  mi  madre, 
poesías,  Vigo,  1863.  Cantares  gallegos,  Vigo,  1863  >  Madrid,  1872.  Rui- 
nas, poesías  (traduce,  de  V.  Ruiz  de  Aguilera,  Armonías  de  la  tarde)r 
Vigo,  1864.  El  Caballero  de  las  botas  azules,  nov.,  Lugo,  1867.  Follas 
novas,  versos  en  gallego  (pról.  de  E.  Castelar),  Madrid,  1880.  El  Pri- 
mer loco,  cuento  extraño,  Lugo,  1881.  En  las  orillas  del  Sar,  poesías,, 
Madrid,  1884,  1909.  Cinco  poesías,  ibid.,  1905.  Obras  completas,  ibid., 
1909,  dos  vols.  (pról.  de  M.  Murguía).  Consúltense:  Manuel  Murguia, 
Los  Precursores,  Coruña,  1886;  Vales  Failde,  Rosalía  de  Castro,  Ma- 
drid, 1906;  Aug.  González  Besada,  R.  de  Castro,  notas  biográficas^ 
Madrid,  1916;  Azorín,  Clásicos  y  Modernos,  Madrid,  1913  (págs.  57- 
64) ;  José  S.  Prol  Blas,  Estudio  biobibliográfico-crítico  de  las  obras  de 
R.  de  Castro,  1917. 

Enr.  José  Varona,  Ojeada  sobre  el  mov.  intelect.  en  América, 
1876:  "Las  maravillas  de  la  maga  del  siglo  xix,  la  industria,  han 
sido  ensalzadas  por  Luaces...,  correctísimo,  amante  de  lo  acabado  en 
el  decir,  pero  profundo  y  sentido  en  el  pensar."  M.  Pelayo,  Antol., 
t.  II,  págs.  XLVi-vii:  "Nos  parece  el  tercero  en  mérito  entre  los  poe- 
tas de  la  isla,  inferior  á  la  Avellaneda...  inferior  también  á  Heredia... 
Su  entonación  es  la  de  Quintana  ó  más  bien  la  de  Tassara,  cuya  in- 
fluencia en  la  poesía  americana  ha  sido  extraordinaria.  Versificador 
robustísimo  Luaces  y  enamorado  en  demasía  de  la  jjompa  y  rotundi- 
dad del  período  poético,  suele  abusar  de  su  fuerza  y  caer  en  lo  enfá- 
tico y  declamatorio...  Pero  es  grande  la  pujanza  de  su  fantasía  é 
irresistible  el  empuje  con  que  corre  en  sus  estancias  el  raudal  de  la 
palabra  sonora,  venciendo  todas  las  esquiveces  y  reparos  del  gusto. 
La  sobriedad  era  incompatible  con  su  índole;  pero  en  medio  de  S'U 
abundancia  despilfarrada  y  viciosa  y  del  continuo  alarde  que  hace 
del  vocabulario  descriptivo,  tiene,  no  obstante,  relativa  corrección  de 


S.    XIX,    1857.    JULIO    NOMBELA  1 83 

gusto  y  de  lengua,  uíuy  rara  en  los  poetas  cubanos  de  la  última  era. 
Por  naturaleza  propende  á  las  regiones  más  elevadas  del  arte  lírico." 
ídem,  Histor.  poes.  hisp.-amcr.,  t.  I  (1911),  pág.  273:  "¡Qué  pocos 
versos  de  Luaces  se  pegan  á  la  memoria  ni  al  oído,  á  pesar  de  su  bri- 
llante efectismo !  Releídas  ahora  la  mayor  parte  de  sus  odas,  me  pa- 
recen frías,  forzadas,  artificiales,  concebidas  de  un  modo  puramente 
intelectual.  Acaso  la  única  que  de  sus  poesías  íntegramente  quede 
(pero  ésta  vale  por  muchas)  es  la  Oración  de  Matatías,  que  es,  á  pesar 
de  su  disfraz  bíblico,  uno  de  los  cantos  revolucionarios  de  más  aliento 
que  se  han  escrito  en  Cuba."  Piñeyro,  Vida  de  Zenca,  pág.  54:  "Poeta 
vigoroso  (Luaces),  pero  incompleto,  de  entonación  elevada,  pero 
monótona,  sin  matices ;  de  colorido  brillante,  pero  sin  claroscuro. 
Entre  sus  manos  nerviosas  saltaron  rotas  más  de  una  vez  las  cuer- 
das del  instrumento  que  pulsaba  con  febril  excitación:  la  lucha  he- 
roica tan  á  menudo  empeñada  entre  la  voluntad  inflexible  y  las 
facultades  no  siempre  á  la  altura  de  la  tarea  sublime  que  de  ellas 
exigía,  es  demasiado  visible  y  no  pueden  dejar  de  seguirse  con  afanoso 
interés  las  huellas  profundas  en  sus  versos.  He  ahí  por  qué,  á  pesar 
de  haber  escrito  trozos  de  admirable  grandilocuencia,  no  nos  ha  legado 
una  sola  de  esas  composiciones  espontáneas,  armoniosas  en  todas  sus 
partes,  de  ajuste  cabal  entre  el  fondo  y  la  forma,  que  se  graban  en  la 
memoria  y  pasan  de  boca  en  boca,  como  el  Niágara  ó  el  Himno  del 
desterrado  de  Heredia,  como  Fidelia  ó  Noche  tempestuosa  de  Zenea. 
Ascendía  en  su  vuelo  lírico  á  cumbres  á  que  Heredia  y  la  Avellaneda 
únicamente  llegaron,  á  que  no  alcanzó  ningún  otro  poeta  cubano; 
pero  faltáronle  las  gracias  seductoras  de  estilo  y  de  lenguaje,  que  van 
derechamente  al  corazón,  el  instinto  feliz  del  vocablo  bien  escogido  y 
bien  colocado,  de  la  frase  melodiosa  y  exquisita  que  despierta  un 
mundo  de  emociones."  Joaq.  Lor.  Luaces:  Poesías,  Habana,  1857, 
1903,  1909.  El  Mendigo  rojo,  dr.  (1859).  Defensa,  del  mismo  (en  Pa- 
lenque Liter.,  t,  ni).  Aristodemo,  trag.  (1867).  El  Trabajo,  oda,  1867. 
Canto  del  cosaco,  Varsovia  y  Romances  cubanos,  1877.  Cuba,  poema, 
1881-82  (en  Rev.  de  Cuba).  Consúltense:  P.  Guiteras,  Estud.  de  Liter. 
Cub.,  1875;  Valdivia,  Conferencia  sobre  Luaces,  1885;  Mitjans,  Lua- 
ces y  Heredia,  1888 ;  M.  Pelayo,  Antol.,  1893 ;  Bielsa,  Los  Sonetos  de 
Luaces,  1906;  Carolina  Poncet,  Biografía  de  J.  L.  Luaces,  1910;  Án- 
gel Mestre,  /.  L.  Luaces,  1865 ;  Fornaris,  /.  L.  Luaces,  1868 ;  B.  Cos- 
tales, /.  L.  Luaces,  1880;  Calcagno,  /.  L.  Luaces,  1885;  E.  Blanchet. 
/.  L.  Luaces,  1913,  en  Rev.  Pac.  de  Letras  de  la  Habana;  Enr.  Pi- 
ñeyro, Estud.  y  Confer.,  págs.  233-247. 

71.  Año  iS^y.  Julio  Nombela  (n.  1836),  madrileño,  ac- 
tor en  185 1  y  1852,  periodista  desde  1854,  empleado  de  Ha- 
cienda (1856),  redactor  del  Diario  Español  (1856-58),  donde 
publicó  sus  primeras  novelas,  fnndó  el  semanario  Las  Letras  y 


184     PRIMER   PERÍODO   DE   LA    ÉPOCA   RE.\LISTA    (185O-1869) 

las  Artes  (1859),  estuvo  en  Paris  (1860-63),  fué  secretario  de 
RÍOS  Rosas  y  uno  de  los  novelistas  por  entregas  (1864-72), 
como  Fernández  y  González,  Escrich,  etc.  Fundó  El  Fomento 
de  España  y  La  Novela  (1863),  y  con  Frontaura,  La  Cosa  Pú- 
blica (1869),  primer  periódico  diario  y  político  consagrado  á  la 
literatura,  y  desde  1870  á  1874  otras  cinco  revistas  semanales 
y  un  diario;  tomó  parte  en  la  causa  carlista,  fué  secretario  de 
Cabrera  y,  vuelto  después  de  la  guerra  á  Madrid,  dirigió  la 
Gaceta  Universal.  Fundó  en  1888  La  Ultima  Muda.  Trabaja- 
dor incansable,  atento  á  todo  progreso  de  cultura  en  las  letras, 
en  busca  siempre  de  la  verdad  en  las  doctrinas  y  sanos  inten- 
tos en  la  política,  bondadoso  y  modesto,  tuvo  por  maestros  en 
el  arte  de  escribir  á  Dumas,  Lamartine  y  Alfonso  Karr,  refle- 
jando en  sus  obras  las  tres  cosas  que  en  ellos  le  gustaron . 
"imaginación,  sentimiento,  ironía  sin  pesimismo,  teniendo  por 
inspiración  la  vida  real  y  por  fin  la  absoluta  moralidad  que  re- 
sulta de  la  emoción  que  lo  bello  produce  en  el  ánimo",  según 
él  mismo  dice  en  su  hermoso  y  sinccri^  libro  Jmprcsiojics  y  re- 
cuerdos, obra  autobiográfica  de  duradera  importancia  para  la 
historia  literaria  y  política  ie  su  tiempo.  Su  obra  mejor  escrita 
literariamente  es  Retratos  á  la  pluma.  Como  novelista  de  los 
de  por  entregas,  está  detrás  de  Escrich,  aunque  delante  de  los 
Parreñüs,  Tarragos,. Ortega  y  Frías  y  San  Martines. 

Severo  Catalina  v  del  Amo  (i 832- i 871).  de  Cuenca,  po- 
lítico y  escritor,  cursó  en  Madrid  Leyes  y  Filosofía  y  Letras 
(1845),  Teología,  Ciencias  exactas,  hebreo  y  árabe;  fundó  El 
Estado  (1864);  fué  catedrático  de  hebreo  (1857-68);  entró  en 
la  política  (1863);  fué  director  de  Instrucción  pública  (1868), 
ministro  de  Marina  y  Fomento,  representante  confidencial  de 
la  destronada  Isabel  II  cerca  del  Papa  y  volvió  á  Madrid  en 
1 87 1,  falleciendo  repentinamente.  Erudito  orientalista  y  escri- 
tor galano,  fino  observador,  publicó  vanas  obras,  que  no  dan 
sino  corta  idea  de  su  extraordinario  talento.  La  Mujer  es  uno 
d*  los  libros  que  más  se  venden. 

Manuel  Ortiz  de  Pinedo  (^  1901),  demócrata,  senador  y 
diputado,  director  del  Patrimonio  en  la  Revolución  de  1868, 
trabajó  en  FJ  Mosaico  {1850)  y  La  Víbora;  fué  redactor  de  El 
Tribuno  (1853-55),  ^-^  Discusión  (1856-59),  El  Eco  de  Allia- 


S.    XIX,    1857.    JULIO    NOMBELA  l83 

ma  (1869),  La  Política,  Gente  Vieja.  Poeta  satírico  de  flagie- 
ladoras  frases,  de  respuestas  agudas,  de  epigramas  sangrientos, 
de  versificación  fácil  y  chispeante,  y  más  que  nada  terrible 
maldiciente,  aunque  modelo  de  padres  de  familia  y  de  fieles 
esposos.  Frases  eran  las  suyas  que  derrumbaban  una  reputa- 
ción. Político  de  importancia  y  presuntuoso.  Su  obra  teatral, 
naturalista.  Los  Pobres  de  Madrid  (1857),  arreglada  del  fran- 
cés, fué  aplaudidísima  y  dio  un  dineral. 


t  ¿. 


Obras  de  Nombela:  Desde  el  cielo,  nov.,  1857,  en  el  folletín 
del  Diario  Español.  Manual  de  música,  París,  1860,  en  la  Encielo p. 
hisp.-amer.  La  Maldición  de  una  madre,  nov,  hist.,  París,  1861.  Una 
mujer  muerta  en  vida,  nov.,  ibid.,  1861,  1867,  en  Bibl.  de  la  novela 
con  el  título  de  Un  muerto  que  iñve;  en  Retratos  de  mujeres,  del  au- 
tor, y  en  Obras  líter.,  t.  XVII,  del  autor.  La  Pasión  de  una  reina, 
nov.  hist,,  París,  1862.  Carlos  y  lu  victoria,  id.,  id.,  1862.  La  Villana 
de  Alcalá,  id.,  id.,  1862.  Un  hijo  natural,  nov.,  ibid.,  1862,  y  muchas 
otras  ediciones  para  América ;  en  Madrid,  con  el  título  de  El  Cuarto 
mandamiento,  en  Retr.  de  m4ij.  y  en  Obr.  liter.,  t.  XII  del  autor;  en 
forma  de  drama  representóse  en  México  y  está  en  la  Bibliot.  teatral, 
1908.  El  Coche  del  diablo,  dos  vols.,  nov.,  Madrid,  1863,  y  en  Retr.  de 
muj.  y  Obr.  liter.,  t.  VIII.  El  Bello  ideal  del  matrimonio,  nov.,  Ma- 
drid, 1864,  y  en  Retr.  y  Obr.,  t.  VII.  La  Parricida,  nov.  hist.,  París, 
1864.  Los  soo.ooo  duros,  nov.,  dos  vols.,  Barcelona,  1866,  refundida 
en  Obr.,  ts.  XV  y  XVI.  La  Novela  de  una  joven  contada  por  cuatro 
trajes,  Madrid,  en  Bibl.  de  la  novelu,  1867  y  en  Retr.  y  Obr.,  t.  IX, 
El  Primer  millón,  nov,,  París,  1867,  y  en  Retr.  y  Obr.,  t.  VII.  Cristóbal 
Calón,  nov.  his.,  cuatro  vols.,  Madrid  1867,  pareció  como  escrita 
por  Lamartine,  pero  sólo  se  utilizó  el  cuaderno  que  Lamartine  dedicó 
á  Colón.  La  Mujer  de  los  siete  maridos,  nov.,  Madrid,  Bibl.  de  la  nov., 

1867,  y  en  Retr.  y  Obr.,  t.  XI.  Un  odio  á  muerte,  nov.,  dos  vols.,  Bar- 
celona, 1867.  Hernán  Cortés,  nov.  hist.,  cuatro  vols.,  Madrid,  1868, 
pareció  anón,  y  después  á  nombre  del  editor  Felipe  González  Rojas. 
Crónica  de  la  provincia  de  Navarra,  1868.  La  Piedra  filosofal,  Madrid, 

1868,  con  el  seud.  de  /.  Obleman,  después  con  el  del  autor  en  Madrid, 
París,  y  Retr.  y  Obr.,  t.  X.  Historia  de  un  minuto,  nov.,  Madrid,  fo- 
lletín de  La  Cosa  Pública,  1869,  Madrid,  1872;  París,  1874,  y  en  Retr. 
y  Obr..  t.  XIII.  El  País  del  oro,  nov.  hist.,  cuatro  vols.,  Madrid,  1869. 
como  anónima.  Historia  de  dos  amigos,  nov.,  París,  1869;  en  España, 
con  título  de  Dos  casos  de  amor,  en  Retr.  y  Obr.,  XIII,  La  dicha  de 
un  desdichado,  nov.,  París,  1870,  y  en  Retr.  y  Obr.,  t.  IX.  Mendigos  y 
ladrones,  nov,,  cuatro  vols.,  Madrid,  1870.  Los  Indianos,  nov.,  Madrid, 
folletín  de  El  País  Vasco-navarro,  1870,  y  en  Rev.  y  Obr.,  t.  XI.  Pepe- 
Hillo,  nov.  hist.,  dos  vols.,  Madrid,   1871.  La  Fiebre  de  riquezas,  nov. 


1 86     PRIMER   PERÍODO    DE    LA   ÉPOCA   REALISTA    (185O-1869) 

hist.,  dos  vols.,  Madrid,  1871.  Matcr  dolorosa,  nov.,  ibid..  Bibl.  de  la 
Famil.  cristiana,  1872,  y  en  Rctr.  y  Obr.,  t.  VIL  Ignacio  de  Loyola, 
nov.  hist.,  dos  vols.,  ibid.,  1874  (en  colaboración  con  Francisco  Martín 
Melgar).  Detrás  de  las  trincheras,  Madrid,  1876,  y  en  Ohr.,  ts.  XIX 
y  XX.  El  Ultimo  duende,  nov,  hist.,  París,  1876,  y  en  folletines.  El 
Secreto  de  la  vida,  nov.,  París,  1876,  y  en  Retr.  y  Obr.,  t,  XIV.  La 
Niña  de  oro,  nov.,  ibid.,  1876 ;  con  la  2.^  pte.,  La  Mujer  de  su  casa,  en 
1869,  y  en  Retr.  y  Obr.,  t.  XIV.  El  Puente  de  los  ahorcados,  nov.  his., 
Madrid,  1877.  El  Vil  metal,  nov.,  ibid.,  1879,  y  en  Rctr.  y  Obr.,  t,  IX. 
El  Picaro  mundo,  nov,,  ibid,,  1883,  y  en  Rctr.  y  Obr.,  t.  X.  El  Señor  de 
Peres,  nov,,  ibid,,  1884,  y  en  Obr.,  t,  XV^II.  La  riqueza  del  pobre, 
nov.,  ibid,,  1884,  y  en  Retr.  y  Obr.,  t.  X,  Un  aderezo  de  brillantes,  nov., 
ibid.,  1884,  y  en  Retr.  y  Obr.,  t.  XII,  El  Amor  propio,  nov,,  ibid.;  1889, 
y  Obr.,  t,  XVIII.  Impresiones  y  recuerdos,  cuatro  vols,,  Madrid,  1912. 
Literatura  política,  dos  vols.,  ibid,,  1913.  artículos  recogidos  en  Obr., 
ts.  XXI  y  XXII.  Obras  Literarias  de  Julio  Nombela,  2.2  vols..  Madrid, 
1905-14,  La  Flor  de  la  nieve,  nov.,  1916.  Seudónimos  de  J.  Nombela" 
Vicencio,  Fidelio,  Pedro  Jiménez,  Mayoliff-Mayoloff,  Juan  de  Ma- 
drid, J.  Obleman,  Mario  Lara.  J.  Nombela  al  autor:  "La  casa  edito- 
rial de  Castro  y  Cervó,  que  sólo  funcionó  durante  tres  ó  cuatro  años, 
hizo  una  edición  de  la  novela  de  Espronceda  Sancho  Saldaña.  Para 
publicada  por  entregas  era  corta  y  además  parecía  incompleta.  Como 
extrañará  que  la  primera  edición  de  Sancho  Saldaña  sólo  constase  de 
un  tomo  y  la  segunda  de  dos,  el  editor  me  encargó  que  la  completase 
y  concluyese.  Lo  que  hice,  procurando  que  la  acción  y  el  estilo  de  la 
segunda  parte  correspondiese  al  de  la  primera."  Periódicos  de  su  pro- 
piedad: La  Zarzuela  (semanal),  1859;  Las  Letras  y  las  Artes  (sema- 
nal), 1859  y  1860;  El  Fomento  de  España  (semanal).  1863  y  1864: 
El  País  Vasconavarro  (semanal),  1873;  La  Semana  (semanal),  1877; 
La  Cosa  Pública  (diario),  1869;  La  Gaceta  Popular  (diario),  1873; 
La  Gaceta  Universal  (diario),  1884,  La  Ultima  Moda  (semanal).  188S 
(sigue  publicándose).  Periódicos  de  los  que  fué  redactor  ó  colaborador: 
El  Porvenir,  1854;  Las  Cortes,  1855;  Diario  Español,  1856  á  58;  El 
Fénix.  1858  y  59;  El  Conciliador,  1859;  El  Correo  de  Ultramar  (Pa- 
rís), 1860  á  82;  Lo  Época,  1864  á  68;  La  Política,  1864  á  68;  Lo  //».?- 
tración  Española  y  Americana,  1870;  La  Correspondencia  de  España, 
1877. 

S.  Catalina.  La  Mujer,  tan  popular,  y  La  Verdad  del  Progreso, 
obra  apologética,  vieron  la  luz  primera  en  la  prensa  periódica,  sin  que 
el  autor  pretendiera  pasarlas  á  la  categoría  de  libros.  Roma,  su  obra 
postuma,  es  en  la  que  puso  mayor  empeño.  Es  de  lamentar  que  no  sea 
más  conocida  en  España,  Para  el  señor  Salcedo  es  uno  de  los  mejores 
libros  de  impresiones  de  viaje  con  que  cuenta  nuestra  literatura.  Ca- 
talina militó  en  la  política  conservadora  y  como  último  ministro  de 
Fomento  de  doña  Isabel  II,  representa,  con  sus  sabios  decretos  sobre 
instrucción  pública,  el  mayor  esfuerzo  que  se  hizo,  en  opinión  del  se- 


S.    Xl<X,    1857.   JOAQUÍN   PARLO    POSADA  1 87 

ñor  Menéndez  y  Pelayo,  para  conservar  en  el  trono  á  la  Reina  de  los 
tristes  destinos.  Es  famoso  su  discurso  sobre  instrucción  primaria  pro- 
nunciado en  el  Congreso  en  la  legislatura  de  1867  á  1868.  Severo  Ca- 
talina fué  de  los  redactores  del  Padre  Cobos  y  director  de  El  Gobierno^ 
El  Horizonte  y  La  España.  Publicó  La  Mujer,  Madrid,  1857,  1870, 
1883  (6.^  ed.).  La  Verdad  del  Progreso,  Madrid,  1862,  1877,  1909.  Via- 
je de  SS.  MM.  á  Portugal,  La  Rosa  de  oro  y  Discursos  literarios  (las 
tres),  Madrid,  1878.  Roma,  póst.,  Madrid,  1873,  1877,  tres  vols.  Con- 
súltense :  Cutanda,  Noticia  de  la  vida  y  de  las  princ.  obras  lifer.  de 
D.  S.  Catalina,  Madrid,  1873.  Sus  mejores  trabajos  andan  en  perió- 
dicos y  van  a  publicarse  con  poesías  v  otras  cosas  inéditas. 

M.  Ortiz  de  Pinedo:  Un  sobrino,  zarz.  (1857).  Los  Pobres  de  Ma- 
drid, dr.  (1857).  Una  mujer  de  historia.  Culpa  y  castigo,  dr.  (1859). 
Madrid  en  1818,  dr.  (1860).  Frutos  amargos,  dr.  (1861).  Los  Molinos 
de  viento.  La  Hija  del  pueblo.  El  Camino  de  presidio,  dr.  Por  ser  ella 
sin  ser  ella.  La  India.  Corregir  al  que  yerra,  com.  (1862).  Quien  siem- 
bra vientos,  com.  (1866).  Poesías,  Madrid,  1884.  Descartes,  soneto 
(Rev.  España,  1878.  t.  LX). 

■JS.  Año  18 ¿y.  LÁZARO  M.*  Pérez  (n.  1824),  de  Cartagena  de  In- 
dias, en  Bogotá  desde  1846,  militar  por  el  partido  conservador  en  las 
guerras  civiles  de  1854,  1861  y  1876;  redactor  de  El  Cabrión  (1852), 
fundador  de  El  Pon'enir  (1855),  de  la  Imprenta  Nacional  (1857)  y 
del  teatro  de  Bogotá  (1862-65),  redactor  de  El  Verjel  Colombiano 
(1875),  senador  y  cónsul,  periodista  y  dramaturgo,  de  estilo  franco  y 
vigoroso  en  el  pensar,  más  bien  que  atildado  en  la  expresión.  Es  nota- 
ble su  poesía  La  Limosna.  Teresa,  dr.,  Bogotá,  1857.  Elvira,  dr.,  1857. 
Una  página  de  oro  ó  El  Sitio  de  Cartagena  en  i8i§,  dr.  (arreglo  de 
La  Jota,  de  A.  Hurtado  y  Núñez  de  Arce),  1873.  Obras  poéticas  y 
dramáticas,  Bogotá,  1875 ;  aumentadas,  París,  1884  (con  retrato,  jui- 
cios, por  Torres  Caicedo  y  J.  M.  Samper,  98  poesías  y  tres  dramas: 
El  Gondolero  de  Venecia,  La  Cordelera  (la  Teresa  de  antaño),  Elvi- 
ra). En  la  Imprenta  Nacional,  que  dirigía,  publicó  La  Semana  Litera- 
ria de  ^^El  Porvenir",  Bogotá,  1858,  dos  vols. ;  Diccionario  para  pen- 
sar, 1860  (máximas  y  pensamientos  de  varios,  por  él  juntados).  Poetas 
hispano-americanos,  Bogotá,  1889-90  (sólo  un  tomo  de  poetisas  me- 
jicanas). Consúltese  Isid.  Laverde  Amaya,  Fisonomías  literarias.  Cu- 
razao, 1890. 

Joaquín  Pablo  Posada  (1825-1880).  de  Cartagena  de  Indias  (Co- 
lombia), gran  versificador,  mendicante  ó  sablista,  que  hoy  decimos, 
como  nuestro  Villasandino,  con  sus  Versos,  Bogotá,  1857,  que  tienen 
amenidad  de  estilo,  elegante  sencillez  de  expresión,  gracia  natural  y 
armoniosa ;  y  como  el  mismo  Villasandino,  satírico  y  travieso  impro- 
visador, sobre  todo  en  el  periódico  El  Alacrán,  donde  escribió  Cama- 
feos ó  Bosquejos  de  notabilidades  colombianas  en  política,  milicia,  co- 
mercio, ciencias,  artes,  literatura,  trápalas,  malas  mañas  y  otros  efec- 


l88      TKI.MKR   PERÍODO    DE   L.\   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

ios,  bajo  sti  triple  aspecto  físico,  moral  é  intelectual,  Barranquilla, 
íSyg:  semblanzas  agudísimas  en  verso,  no  siempre  justas  ni  benévo- 
las, antes,  muchas,  verdaderas  diatribas  personales;  pero  siempre  inge- 
niosas. Tratado  completo  de  Ortografía  Castellana,  Habana,  1860. 

El  padre  Mario  Valexzuela  (n.  1836),  de  Bogotá,  estudió  con  los 
jesuítas,  enseñó  en  Colegios  con  José  J.  Ortíz,  fué  redactor  de  La 
Guirnalda  y  se  entró  jesuíta  en  1857;  volvió  á  la  patria  en  1884  y  hoy 
vive  en  Panamá.  Escribió  en  su  mocedad,  antes  de  los  veinte,  veinti- 
nueve composiciones  poéticas,  dulces  y  melancólicas,  que  recuerdan  el 
tono  becqueriano ;  las  mejores,  Triunfaste  y  Desengaño.  Publicólas 
J.  M.  \'ergara:  Poesías  de...,  Bogotá,  1859.  Además,  Apuntamientos 
sobre  el  principio  de  utilidad,  ibid.,  1857.  Compendio  del  Código  Civil, 
Panamá,  1910  (3.'  ed.). 

'4.  Año  18 ¡y.  Aguinaldo  habanero,  buena  colección  en  prosa  y 
verso,  Habana,  1857,  por  Pedro  J.  Morillas  y  Manuel  Costales. — Ame- 
lio Aguirre,  gallego.  En  1857  (poco  antes  de  morir)  se  publicaron, 
con  el  título  de  Ensayos  poéticos,  casi  todas  sus  poesías.  Poesías  se- 
lectas. La  Coruña,  1901  (vol.  XLIX  de  la  Biblioteca  Gallega). — Juan 
Alonso  y  Eguilaz  estrenó  Una  herencia  completa,  com.  (1857).  El 
Mundo  hasta  Jesucristo,  discurso  familiar  sobre  la  historia  universal 
antigua,  Madrid,  1861.  El  Hombre  de  hoy,  meditaciones  de  un  des- 
ocupado, 1863.  En  serio  y  en  broma,  artículos  y  poesías,  Madrid, 
1866. — La  América,  rev.  polít.,  liter.,  dirigida  por  Eduardo  Asquerino 
y  en  1870  por  Víctor  Balaguer,  Madrid,  1857-70. — Manuel  Angelón 
(n.  1831),  de  Lérida,  redactor  de  El  Ancora  (1850),  director  de  La 
Gaceta  de  Comercio  (1860),  La  Flaca  (1868),  La  Ilustr.  Artística  de 
Barcelona;  dirigió  la  obra  Crímenes  célebres  españoles,  Barcelona, 
1859  (2.*  ed.).  Publicó  Un  Corpus  de  sangre  ó  los  fueros  de  Cataluña, 
Barcelona,  1857,  dos  vols.  Los  Misterios  del  pueblo  español  durante 
veinte  siglos,  novela  histórico-social,  1858-60,  tres  vols.  Isabel  II,  his- 
toria. 1860-61  (dos  edíc).  Atrás  el  extranjero,  nov.  bist.,  1861.  Flor 
de  un  día,  nov.,  1862,  1875,  dos  vols.;-  2.'  pte.,  ó  Espinas  de  una  flor, 
1862;  ambas,  1887.  Treinta  años  ó  la  vida  de  un  jugador,  dos  vols., 
1862.  El  Alojado,  nov.,  1863. — tAntonio  L.  Arenosa  (n.  1831),  habane- 
ro, publicó  María,  nov..  Habana,  1857. — Rafael  Atienza  y  Huertos 
(1822- 1 902),  de  Ronda,  marqués  de  Salvatierra,  fundó  en  Ronda  El 
Guadalez'ín  (1845),  El  Serrano  (1846);  dirigió  El  Rondeño,  La  Cró- 
nica de  la  Serranía  y  El  Alisador  Rondeño;  publicó  La  Mundo  de 
los  romanos  y  su  concordancia  con  la  ciudad  de  Ronda,  ibid.,  1857. 
— El  Belén,  periódico  en  verso,  publicado  por  el  Marqués  de  Molins, 
escrito  por  33  de  los  mejores  poetas  de  entonces;  un  solo  número, 
Madrid,  1857;  Méjico,  1858;  Madrid,  1886. — Íímii.io  Bernáldez 
(t  1876),  ingeniero  militar,  brigadier,  publicó  Reseña  histórica  de  la 
Guerra  al  Sur  de  Filipinas...  desde  la  conquista  hasta  nuestros  días, 
Madrid,  1857. — J.  de  P.  Blanco  y  Salcedo  publicó  Poesías,  San  Per- 


S.    XIX,    1857.   ANTONIO    DÍAZ  1 89 

nanclo,    1857. — Manuel    Busquets    estrenó    La    Humana    sabiduría    á 
Antes  la  mitad  que  el  todo,  com.,  Barcelona,   1857. — José   Caballero 
publicó  Diccionario   general   de   la   lengua   castellana,    Madrid,    1857, 
1865,  dos  vols. — VÍCTOR  Caballero  y  Valero,  gaditano,  publicó  Poe- 
sías, Cádiz,  1857.  Estrenó  ¡Españoles,  á  Marruecos!,  apropós.,  Haba- 
na, 1858.  Lo  que  puede  D.  Dinero,  jug.  (1860).  La  Azucena  del  valle, 
ley.  ó  poema,  1860.   Un  reo  de  muerte,  ley.,   1860.  España  laureada, 
oda,   Habana,    1861.  Poesías  líricas,   Habana,    1862.  El  Reino   de   las 
hadas,    ley.,    1862.    Ultima    ofrenda,    elegía,    Cádiz,    1871. — Feliciano 
Callejas  publicó  Fuero  de  Sepúlveda,  Madrid.   1857. — ^Alvaro   Cam- 
PANER  publicó  Apuntes  para   la  formación   de  un  catálogo   numismá- 
tico  español,   Barcelona,   1857.  Numismática  balear,  ibid.,   1879.  Bos- 
quejo  hist.   de  la  dominación   islamita   en  las  islas  Baleares,   Palma, 
1888.  Crónica  mayoricense,  noticias  y  relac.  histór.  de  Mallorca  desde 
I22g  á  1800,  Palma,  1881.  Indicador  manual  de  la  numismática  espa- 
ñola, ibid.,   1891. — El  Cancionero  de  S.  Isidro,  descripción  de  la  ale- 
gre romería...  por  el  Bobo  de  Coria,  Juan  Palomo  y  Perico  el  de  los 
Palotes,    Madrid,    1857,    en    verso. — Mariano    Capdepón,    general    del 
ejército,   publicó  El  Hijo    del   sacristán,   leyenda,   Madrid,    1857.   Re- 
cuerdos poéticos,  colección  de  leyendas  en  verso,  ibid.,   1863.  Dramas 
líricos,  Burgos,  1876-77,  tres  vols. ;  Madrid,  1904.  Roger  de  Flor,  dr. 
lír.,  1878.  Mitridates,  dr.,  1881.  Tempestades  del  alma,  nov.,  18S2.  Un 
desdichado,   nov.,    Burgos,    1889.    Un   hijo,    com.,    1890.    Pasatiempos,. 
poesías.    Burgos,    1901. — Pedro    Cardus    estrenó   La   Hija  de   Marte, 
zarz.,  Barcelona,   1857. — El  Carnaval  á  D.  Guindo  y  la  Toneta.  pieza 
bilingüe,  Barcelona,  1857. — J.  iOlemente  Cavero  Martínez  publicó  El 
Huérfano  de  Mompeller  ó  vida  de  S.  Roque,  en  verso,  Cuenca,  1857. — 
Colección  de  varios  documentos  para  la  historia  de  la  Florida  y  tierras 
adyacentes,   Madrid,    1857. — Bienvenido   Comín   y   Sarte   (1828-1880),. 
zaragozano,  publicó  El  Cristianismo  y  la  ciencia  del  derecho,  Madrid, 
1857.  Catolicismo  y  racionalismo,  Zaragoza,   1866,  dos  vols.  Apuntes 
sobre  la  literatura  cristiana,  ibid.,  1866.  La  Política  tradicional  de  Es- 
paña,  ibid.,    1870.    Virgen  y  mártir,   nov.   hist.,   ibid.,    1876. — ^Manuel 
Concha,  chileno,  uno  de  los  mejores  cultivadores  del  drama  histórico, 
género  muy  popular  entre  los  literatos  chilenos  de  mediados  del  si- 
glo XIX,  no  estrenó  en  la  capital.  Sanpieto  ó  la  libertad  de  Córcega,. 
La  Serena,  1857.  María  de  Borgoña,  ibid.,  1857.  Doña  Isabel  de  Oso- 
rio,  ibid.,   1858,  etc.   Tradiciones  Serenenses,  cuentos  cortos.   Crónica 
de   la   Serena   (1549-1870),   La   Serena,    1871. — La   Charanga,   periodo 
liter.   jocoserio   y   casi  sentimental.   Habana,    1857-58. — Domingo    del 
Monte  y  Portillo  (t  1883),  de  Matanzas  (Cuba),  publicó  Tradiciones 
matanceras,  1857.  Caoba,  nov.,  1858.  La  Loca  del  Canintar,  nov.,  1859,. 
1883,  1884.  Vivir  por  amor,  nov.,  1860.  Serafina,  nov.,  1860.  Bibliote- 
ca Cubana,  Habana,  1882.  Cartas  (críticas),  1889  (en  Rev.  Cub.,  ts.  IX, 
X,  XI  y  XII. — Antonio  Díaz,  hijo,  publicó  La  Tumba  de  rosa,  le- 
yenda, Montevideo,    1857.   El  Capitán  Albornoz,  dr.,   ibid.,    1860.  La.- 


i9>    ixí>;er  período  de  la  época  realista  (1850-1869) 

grimas  y  jesuítas,  dr..   1861.   Un  drama,   i86i. — Juan   Díaz  de  Cova- 
rrübias   (1837-1859),   de   Jalapa   (Méjico),   hijo   de   José   Jesús   Díaz 
(año  1829),  el  poeta  mártir,  bárbaramente  fusilado,  siendo  aún  estu- 
diante, en  Tacubaya,  por  el  general  Lorenzo  Márquez ;  médico,  novelista 
y  poeta  ultrarromántico,  publicó  Páginas  del  corazón,  poesías  dirigi- 
das á  Zorrilla,  México,   1857,  1859.  Novelas  históricas:  Gil  Gómez  ei 
insurgente  (t.  XLIlI  de  la  Bibliot.  Autor.  Mexic,  1902),  la  mejor  de 
sus   obras,   novela  histórica;   El  Diablo   en  México.  La   clase   media, 
La  Sensitiva:  publicadas  en  México,   1858.  Impresiones  y  sentimien- 
tos, artículos  de  costumbres.  Obras  completas,  Méjico,  1859.  El  mismo 
dice  "que  su  poesía  era  exagerada  y  viciosa;  que  no  podía  menos  de 
sembrar  malos  gérmenes  en  el  corazón  de  la  juventud";  y  en  el  pró- 
logo de  sus  Páginas:  "Mis  versos  no  son  más  que  espejos  de  mi  co- 
razón y  pertenecen  más  bien  á  esa  escuela,  si  así  se  puede  llamar,  de 
exageraciones  y  desvarío,  los  que,  sin  comprender  nuestra  verdadera 
misión  de  poetas,  nos  limitamos  á  llorar  nuestros  propios  y  ficticios 
dolores,   á  lanzar  gemidos  de  lastimera   desesperación,  renegando   de 
una  sociedad  que  en  nuestro  error  creemos  nos  ha  perdido,  á  malde- 
cir hasta  la  naturaleza,  como  si  ella  fuera  causa  de  los  extravíos  de 
la  razón  humana  en  ciertas  organizaciones  fácilmente  impresionables 
en  esa  época  de  juventud  en  que  sentimientos  tan  encontrados  luchan 
en  el  corazón,  sin  que  el  buen  sentido  y  la  prudencia  los  presidan". 
Hermosa  confesión  de  poeta  romántico. — Trinidad  Fernández  (1830 
1873),  poeta  de  Arequipa  (Perú),  publicó  Páginas  del  Recuerdo,  poe- 
sías,   Lima,    1857.    Margaritas   silvestres.    1870. — ^Garci-Sánchez    del 
Pinar  publicó  La  Campana  del  terror  ó  las  vísperas  sicilianas,  nov. 
hist.,  Madrid,  1857.  La  Monja  enterrada  en  vida  ó  el  comiente  de  San 
Plácido,  nov.  hist.,  1858. — 'José  Gaspar  y  Maristanv  (t   1879),  graba- 
dor catalán,  y  su  amigo  Gaspar  Roig,  fundaron  El  Musco   Universal 
(1857-69),  editando  y  vendiendo  baratísimamente  por  entregas  El  Dia- 
blo Mundo,  Orlando  Furioso,  Quintín  Durval,  Ivanhoe,  El  Genio  del 
cristianismo,  etc.,  y  luego  las  novelas  españolas  por  entregas,  que  esti- 
mularon á  la  lectura,  sobresaliendo  en  ellas  Fernández  y  González,  Ta- 
rrago, Nombela,  el  cual  dictaba  á  taquígrafos. — ^Manuel  Gil  de  Sal- 
cedo publicó  El  Memorialista,  cuadros  serios,  crítico-jocosos,  1857.  De 
pescador  á  soberano,  nov.,  Madrid,  1859.  Garibaldi  y  Procida  ó  las  pep- 
enas sangrientas  de  Sicilia,  nov.,  1860. — Manuel  Girón  y  Cuevas  (1816- 
1892)   publicó   Tiempo   perdido,  poesías,   Cuba,   1857. — Antero   Gómez 
publicó  Logroño  y  sus  alrededores,  ibid.,   1857. — ^JosÉ  Gonzalo  de  las 
Casas  (1826-1894),  de  Ciempozuelos,  notario,  autor  de  obras  jurídicas, 
redactor  del  Semanario  del  Notariado  Esp.  (1852),  Boletín  del  Notaria- 
do í  1853-58)  y  director  veinticinco  años  de  La  Gaceta  de  Notariado, 
decano  de  los  perió<licos  jurídico-notarialcs,  publicó  Anales  de  la  ¡Ca- 
lcografía   española,    Madrid,    1857. — (íerm.^n    Gutikrrez    de    Piñeres 
(1816-1872),  poeta  colombiano,  aunque  nacido  en  Puerto  Príncipe,  ya 
jocoso  y  aficionado  á  los  esdrújulos  brctonianos  y  satíricos,  en  prosa 


S.    XIX,    1857.    JUAN    .MARTÍ    Y    CANTO  IQí 

y  verso,  ya  serio  y  sentimental,  quejumbroso,  erótico  y  melancólico 
en  la  poesía,  como  en  Flor  de  Calamar,  colaboró  con  Posada  en  El 
Alacrán  y  publicó  El  Oidor,  dr.  hist.,  Bogotá,  1857,  1865.  Poesías, 
ibid.,  1857. — ^Narciso  de  Heredia  y  Heredia,  marqués  de  Heredia  y 
conde  de  Ofalia,  de  Almería,  hombre  de  Estado,  colaborador  de  La 
Ilustr.  Católica  (1877...),  publicó  Poesías,  Madrid,  1857.  Poesías  y 
artículos,  ibid.,  1879.  Versos  y  prosa,  Bilbao,  1892.  Escritos  del  Conde 
de  Ofalia  D.  N.  de  H.,  publicados  por  su  nieto  el  Marqués  de  Heredia, 
ibid.,  1894. — Eduardo  Hernández  Soldevilla  estrenó  El  Fin  del 
mundo  en  /j  de  Junio  de  i8¿j^  disparate  (1857).  Las  Precauciones, 
com.  (1857). — Victoriano  Hernando  publicó  Composiciones  verídicas 
y  crítico-burlescas ,  en  verso,  en  contra  de  los  extremos  de  las  modas, 
etc.,  Madrid,  1857. — iDeogracias  Hevia  publicó  Diccionario  general 
militar,  Madrid,  1857. — 'Carlos  Jiménez-Placer  (1837-1896),  de  la 
ciudad  de  San  Fernando,  primer  «jefe  del  Archivo  de  Indias  desde 
1884,  colaboró  en  periódicos  desde  1849,  escribió  primero  versos,  des- 
pués artículos,  las  novelas  Emilia  ó  El  Ángel  de  los  recuerdos  y  El 
Marqués  del  Valle  (1866) ;  y  las  obras  Pedro  Campaña,  su  tiempo  y  sus 
obras;  Necrología  del  Sr.  D.  Emilio  Márquez  y  Villarroel.  Sobresalió, 
empero,  como  dramático:  El  Ultimo  suspiro  (1857),  Pablo  el  pescador 
(1865),  Hernán  Cortés  (1867),  El  Mesón  de  Paredes  (1868),  La  Mejor 
corona  (1868,  con  López  Ayala).  Bajo  el  Cristo  del  Perdón  (1881,  con 
Cano  y  Cueto).  Consúltese  Rev.  Arch.,  1896  (Oct.). — Juan  Francisco  de 
Larriva,  peruano,  publicó  Poesías,  Lima,  1857.  El  Duque  de  Enchien, 
dr.  hist.,  1859.  Poesías  patrióticas,  Lima,  1862. — José  Hilario  López 
(1798-1871),  de  Popoyan,  general  del  ejército  (1831),  presidente  de 
Colombia,  escribió  sus  Memorias,  París,  1857  (sólo  el  t.  I). — Joaquín 
Maldonado  Macanaz  (1833-1901),  de  Iscar  (Valladolid),  por  seud. 
Zambullo,  catedrático  en  la  Central  (1871),  redactor  de  El  Criterio 
(1857),  El  Diario  Español,  La  Época  (1866),  que  á  veces  dirigió; 
diputado  y  senador,  publicó  Historia  de  Prusia.  Historia  de  Burgos. 
Historia  del  reinado  de  Felipe  V.  Voto  y  renuncia  del  rey  Felipe  V 
(1894,  al  entrar  en  la  Academia  de  la  Historia).  En  la  Rev.  de  Es- 
paña: España  y  Francia  en  el  siglo  xviii  (1886,  ts.  CVIH-CIX).  El 
tercer  Imperio  en  Francia  (1873,  t.  XXXI).  La  Princesa  de  los  Ur- 
sinos (1870,  t.  XIV).  El  Cardenal  Alberoni  (1881-82,  ts.  LXXXIII- 
LXXXIV).  Macanas  (1886,  t.  CIX).  La  Casa  de  Barbón  (1879, 
t.  LXVII). — Manuel  Malo  de  Molina  (n.  1843),  de  Almería,  publicó 
Rodrigo  el  Campeador,  Madrid,  1857. — ^Eduarda  Mansilla  de  García 
(n.  1838),  de  Buenos  Aires,  compositora,  por  seud.  Daniel,  publicó  las 
novelas:  El  Médico  de  S.  Luis  (1857).  Lucía  Miranda.  Pablo  ó  la 
vida  en  Icís  pampas  (1868).  Diálogo  sobre  la  resignación.  Similia  Sir 
milibus,  proverbio.  Marta,  prov.  Cuentos,  B.  Aires,  1880. — El  Alma 
desterrada,  leyenda  por  Ana  María,  Madrid,  1857.  Cantos  sagrados, 
ibid.,  1864. — Juan  Martí  y  Cantó  (1829- 1887),  de  Barcelona,  presbí- 
tero i.1855),  director  de  Ecos  del  amor  de  María  (1867)  y  Los  Santos 


192     PRIMER   PERÍODO    DE    LA    ÉPOCA    RE.\LISTA   (185O-1869) 

Angeles  (1873),  publicó  Armonías  angélicas  á  la  Inm.  Concepción^ 
Barcelona,  1857.  Cantos  religiosos,  1869.  Mes  lírico  de  María,  los 
cancioneros  de  Monserrat,  1870.  Historia  de...  Montserrat,  iSyy.  El 
Día  grande   del  alma   cristiana,    1878.  El  Pan   tiuestro   de   cada   día, 

1879.  Aroma  de  la  infancia,   1879  (4.*  ed.).  Manual  de  meditaciones, 

1880.  Historia  de  las  mercedes  de  la  Inmaculada  de  Lourdes,   1881. 
Trisagio  Mariano,  1883.  Ramillete  de  flores  celestiales,  1883.  El  Cielo 
en  la  tierra,   1883.  El  Ángel  del  peregrino   cristiano,    1883.  Más  allá 
de  la  tumba,  1885.  El  Romero  de  Montserrat,  1887. — 'Carlos  Martí- 
nez Navarro  estrenó  Al  fin,  quien  la  hace  la  paga  (1857). — .Manuel 
Martínez   de   Morentín,   profesor   en    Londres,    publicó,  entre   otras 
obras,   Estudios  filológicos,   Londres,    1857. — Luis   Marty   Caballero 
publicó  Vocabulario  de  todas  las  voces  que  faltan  á  los  Diccionarios 
de  la  lengua  castellana,  Madrid,  1857,  1859. — Luis  de  Mendoza  estre- 
nó El  Talismán,  dr.  (1857). — Emilio  Miró  (t  1861),  de  Reus,  publicó 
Glorias  españolas,  romancero  histórico,  Zaragoza,  1857.  Para  el  teatro, 
la  comedia  Un  pintor;  las  zarzuelas  Aurora,  El  Bufón  de  la  Reina,  y 
los  dramas  Lidiar  con  fortuna,  Una  deuda  antigua. — ^Eduarda  Moreno 
Y  Morales  de  López  Xuño,  poetisa  gallega,  escribió  poesías  en  perió- 
dicos literarios  y  fué  premiada  por  una  oda  á  la  Virgen  en  Burgos 
(1878) ;  publicó  Ayes  del  alma,  poesías,  Granada,   1875.  Ramillete  de 
azucenas,   poesías  religiosas   y    inórales,    ibid.,    1867. — ^^Miguel    x\ngel 
Mossi    (1819-1895),    de    Cambiano    (Italia),   presbítero    (1843),    fué   á 
Bolivia  como  misionero  apostólico  de   Propaganda  Fide  (1844),  gran 
conocedor  de  las  lenguas  del  Chaco  boliviano  (unas  40),  publicó  En- 
sayo sobre  las  excelencias  y  perfecciones  del  idioma  quichua,  Sucre, 
1857.  Clave  armónica  ó  concordancia  de  los  idiomas,  ibid.,  1858.  Dic- 
cionario de  la  lengua  quichua,   1860.   Teología  mística,  Cochabamba, 
1862;  Madrid,  1865.  Tratado  fisiológico  y  psicológico  de  la  formación 
del  lenguaje,  B.  Aires,  1873.  Diccionario  analítico  sintético  universal. 
Ollantay,    trad.,    y    Diccionario    hebreo-kjéchua-castcllano,    B.    Aires, 
1916    (propiamente,    1917). — El    Museo    Universal,    Madrid,    1857-69, 
primera  época  de  la  Ilustración  Española  y  Americana,  por  José  Gas- 
par.— Juan  C.   Ñapóles   Fajardo   (i 829- i 867),  de   las   Tunas  (Cuba), 
director  de  El  Oriental,  seguidor  de   Fornaris,   publicó  Rumores  del 
Hormigo,  Habana,  1857,  poesías  líricas,  narraciones  de  amores  y  cos- 
tumbres de  indios,  y  versos  festivos.  Versificador  fácil  y  espontáneo, 
cantor  de  la  naturaleza  cubana.  El  Cucalambé  pasa  por  la  mejor  poe- 
sía popular  de  Cuba.  Otras  ediciones:   Habana,  1858;  Holguín,   1866; 
Paris,  1878;  Holguín,  1879;  México,  1884;  B.  Aires,  1908.  Cucalambé, 
cantos    cubanos.    Habana,    1907.    Consecuencias    de    una    falta,    com., 
1859.  Flores  del  alma,  poesías.  Tunas,   1860.  Ayes  nocturnos,  poes.  y 
pros.,  Holguín,  1862.  El  Sitio  de  Holguín,  póst.,  Habana,   1868.  Colec- 
ción de   poesías   inéditas.   Gibara,    1886.— 'Cecilio   Navarro   (t    1889) 
escribió  muchas  traducciones  y  artículos  en  /•/  Musco   Universal,  La 
Academia,  La  Ab:ja,  Los  Niños,  La  Ilustr.  Artística,  etc.  y  public6 


S.  XIX,  1857.  EL  MARQUÉS  DE  RIANZUELA  IqS 

Poesías,  Valencia,  1857.  El  Río  de  lágrimas  ó  Rusia  en  Polonia,  ley. 
hist.,  1864,  Sil  Excelencia,  memorias  de  un  gran  tunante,  1867,  1871. 
Poemas  de  la  Biblia,  Barcelona,  1886. — Las  cuatro  Navidades,  poe- 
sías religiosas  y  festivas  de  nuestros  mejores  poetas  de  la  época 
(1851-1856),  Madrid,  1857. — Pedro  Neira  Acevedo  (1829-1858),  de 
Bogotá  (Colombia),  escribió  los  poemas  El  Cristianismo,  Bogotá, 
1857,  y  Cristóbal  Colón;  el  juguete  cómico  La  Bogotana.  Flores  mar- 
chitas. Introducción...  á  la  historia  de  Colombia,  Bogotá,  1857. — Nom- 
bres antiguos  de  las  calles  y  plazas  de  Cádiz,  ibid.,  1857. — Juan  Pa- 
blo NouGUÉs  Y  LiÑÁN  (t  1885),  abogado  y  presidente  de  la  Diputación 
de  Madrid,  director  del  Diario  de  Avisos  de  Zaragoza,  del  Diario  de 
la  Tarde,  de  Madrid,  que  murió  ciego,  pobre  y  olvidado,  publicó  Tro- 
vas de  ayer,  poesías,  Zaragoza,  1857.  El  Torerillo,  apropósito,  1902 
En  la  Rev.  Esp.:  La  Monarquía  aragonesa  (1881,  t.  LXXXII),  La 
Vida  del  campo  (i886,  t.  CXI). — José  de  Pablo  Blanco  y  Salcedo 
publicó  Poesías,  San  Fernando,  1857. — Rafael  Leopoldo  Palomino, 
español,  estrenó  Flor  del  desierto,  com.,  Cádiz,  1857.  Omunda,  dr., 
Habana,  1859,  1875.  El  Libro  del  diablo,  leyendas  morales,  1859.  Mi 
siglo  y  mi  corazón,  nov.,  1860.  Un  sevillano  en  la  Habana,  com. — Six- 
to Ramón  Parro  publicó  Toledo  en  la  mano,  ibid.,  1857,  dos  vols. 
Compendio  del  Toledo  en  la  mano,  ibid.,  1858. — Belisario  Peña 
(n.  1836),  de  Cipaquirá  (Colombia),  pasó  al  Ecuador  (1857),  donde 
dirigió  colegios  hasta  1863,  publicó  El  Templo,  poema  lírico,  y  muchas 
poesías  sueltas  en  periódicos,  las  más,  religiosas,  sobresaliendo  A 
María.  Son,  además,  notables,  Luna  y  A  la  muerte  de  Ortiz  Barrera. 
Composiciones  poéticas  del  Sr.  D.  Belis.  Peña,  con  retrato,  Quito, 
1912. — Mariano  Pérez  de  Castro,  artillero,  director  de  la  Gaceta 
Militar  (1858)  y  El  Mundo  Militar  (1859),  publicó  Atlas  de  las  bata- 
llas, combates  y  sitios  más  celebrados...,  tres  vols.,  Madrid,  1857-60. 
Origen  y  progresos  del  arte  de  la  guerra  en  España,  desde  la  época 
celtibérica  hasta  la  terminación  de  la  Edad  Media,  ibid.,  1872.  En  la 
Rev.  de  España:  La  Batalla  de  Guadalete  (1871,  t.  XX).  Covadonga 
(1871,  t.  XXI).  Los  Almohades  (1871,  t.  XXIII).  La  Batalla  del  Sa- 
lado (1872,  t.  XXV).  Batalla  de  Caltañazor  (1872,  t.  XXVI).  Bata- 
lla de  las  Navas  de  Tolosa  (1872,  t.  XXVIII).  Los  Almorávides  (1873, 
t.  XXXIII).^Emilio  Pichardo  (1816-1870),  de  Santa  Clara  (Cuba), 
publicó  Villaclara  romántica,  leyendas  y  poesías,  Villaclara,  1857. 
D.  Carlos  de  Montalván,  nov.,  ibid.,  1858. — José  Francisco  Pichardo 
(1837-1873),  poeta  dominicano  que  vivió  doliente  y  pobre  en  Vene- 
zuela, cantó  sus  dolencias. — Poetas  de  las  islas  Baleares,  siglos  xiii 
y  XIV,  Palma,  1857. — Vicente  Poleró  y  Toledo,  pintor,  colaborador 
en  La  Ilustr.  Cat.  (1877...),  El  Mundo  de  los  Niños  (1890-91),  La 
Edad  Dichosa  (1892),  Bolet.  Soc.  de  Excurs.  (1897),  publicó  CatáU 
de  los  cuadros...  del  Escorial,  Madrid,  1857.  Tratado  de  la  pintura, 
1886.  Estatuas  tumulares  de  personajes  españoles  de  los  siglos  xiii 
al  XVI j...,   Madrid,    1902. — El    Marqués    de    Rianzuela   publicó   La 

TOMO  VIH. — 13 


194      PRIMi-IR    PKRÍODO    DE    LA    ÉPOCA    RliALISTA    (185O-1869) 

Sombra  de  Hernán  Cortés  ó  discurso  que  dirige  á  la  nación  el  héroe 
de  Nueva  España,  Sevilla,  1857. — José  Rivera  y  Río,  poeta  mejicano, 
publicó  Las  Flores  del  desierto,  1857. — Roberto  Robert  (1827-1873), 
barcelonés,  director  de  El  Tío  Crispín  (1855),  redactor  de  La  Penín- 
sula (1856-57,  La  Discusión  muchos  años,  El  Fomento  (1862),  bata- 
llador y  demoledor  periodista  revolucionario  que  hacia  gala  de  ser 
ateo  y  fué,  por  lo  menos,  de  ingenio  incisivo  y  muy  culto,  publicó  El 
Ultimo  enamorado,  nov.,  Madrid,  1857.  El  Mundo  riendo,  gracias  y 
desgracias,  chistes  y  sandeces,  Barcelona,  1866.  Los  Cachivaches  de 
antaño,  1869,  1879,.  1904.  Crítica  de  la  bufonada  cómica  Macarroni- 
hí  /...,  1870.  Los  Tiempos  de  Mari-Castaña,  1870.  La  Espumadera  de 
los  siglos,  187 1.  Las  Españolas  pintadas  por  los  españoles  (por  varios, 
dirigida  por  él),  1871-72,  dos  vols.  Amores  funestos,  1903. — ^/Vgustín 
Baldomero  Rodríguez  (t  1862),  de  Villaclara  (Cuba),  mestizo,  publicó 
La  Pucha  silvestre,  poesías,  Villaclara,  1857. — Agustín  Rosell  estre- 
nó Elvira,  com.,  Cuba,  1857. — Antonio  Rubio  y  Gómez  (t  1902),  gra- 
nadino, de  la  Escuela  Normal  de  Almería,  laureado  en  certámenes 
poéticos,  publicó  Las  Estaciones  de  la  vida,  poesías,  Almería,  1857. 
Represalias,  dr.,  1857.  Del  mar  al  cielo,  crónica  de  un  viaje  á  Sierra 
Nevada,  Almería,  1881. — Tadeo  Ruiz  de  Ogarrio,  abogado,  publicó 
Manual  descriptivo  é  hist.  de  S.  Sebastián,  ibid.,  1857. — Adalio  Scola 
Y  Robles  (t  1873),  gaditano,  publicó  Lágrimas  y  sonrisas,  poesías. 
Habana,  1857.  Amor  de  un  artista,  com.,  1857.  Tempestades  de  la  vida, 
dr.  (1859).  Ráfagas  del  pensamiento,  poesías.  Matanzas,  1860-61.  Una 
noche  de  ilusión,  1862.  Misterios  del  alma,  ley.,  1862.  Sueños  del  alma, 
poesías,  1864.  Venganza  de  un  calabrcs,  dr.,  1867.  Amor  funesto,  dr., 
1869.  Páginas  del  corazón,  poes.,  1871.  La  Expiación,  dr.  (1873). — Pe- 
dro DE  Sobrado  estrenó  Concha,  apropós.  lírico-bailable  (1857). — Fé- 
lix SocÍAS  publicó  La  Verdad  de  Dios,  poema  en  tres  cantos,  Barce- 
lona, 1857. — José  María  de  la  Torre  (1815-1873)  publicó  Lo  que  fui- 
mos y  lo  que  sotnos  ó  la  Habana  antigua  y  moderna.  Habana,  1857, 
1913. — Manuel  de  Torres  y  Feria  (1833-1892),  habanero,  presbítero, 
por  seud.  Serafín  de  la  flor,  estrenó  La  Elección  de  un  novio,  jug.. 
Habana,  1857,  1883.  El  Padrino  inesperado,  com.,  1860,  1882.  El  Dra- 
ma del  mundo,  dr.,  1881.  Azotes  de  la  vida,  dr.,  1882.  La  Buena  escue- 
la, libro  de  máximas  en  verso,  1882.  Ecos  de  ultratumba,  1883.  Mise- 
rias humanas,  com.,  1883.  El  Corazón  en  la  mano,  com.,  1884.  La  Mu- 
jer frágil,  zarz.,  1884.  Mi  pasado  y  mi  presente,  obras  liter.,  t.  I, 
obr.  dram.,  Habana,  1889. — Manuel  Torrijos,  redactor  de  El  Occi- 
dente (1856-57),  La  Correspondencia  (1858-59),  director  de  El  Diablo 
Cojudo  (1860-61),  publicó  novelas  históricas.  La  Infanta  doña  Te- 
resa, Madrid,  1857,  Justicias  del  Rey  D.  Pedro,  ibid.,  1858.  El  Condes- 
table de  Castilla,  nov.,  ibid.,  1858.  El  Puñal  de  Trastamara,  ibid., 
1859.  El  Imperio  de  Marruecos,  su  historia,  geografía,  etc.,  Madrid, 
1859-60.  Almanaque  enciclopédico  para  los  años  de  1863  á  1866,  Cádiz, 
1862-65,   cuatro   vols. — Tradiciones  granadinas,   Granada,    1857. — ^Ma- 


S.    XIX,    1858.    CUSTAVO    ADOLFO    líÉCQUER  IQS 

NUEL  Rogelio  Tristani,  por  seud.  Un  solitario  de  América,  publicó 
La  Argentina,  poetna  histór.-descr.,  Montevideo,  1857. — 'Eduardo  Ve- 
LAZ  DE  Medrano  dirigió  el  Álbum  de  la  Zarzuela,  Madrid,  1857,  escri- 
to por  varios. — Benjamín  Vicuña  Solar  (1837-1897),  de  la  Serena 
(Chile),  fundador  de  El  Eco  Literario  del  Norte  (1857)  y  El  Demó- 
crata (1858),  fué  poeta  con  algo  de  Lamartine  y  del  Duque  de  Rivas. 
Su  hijo  publicó  sus  poesías:  Recuerdos,  Santiago,  1906. — ^JosÉ  Fran- 
cisco ViCH  publicó  La  Cruz  del  bosque,  nov.,  Madrid,  1857. 

75.  Año  1858.  Gustavo  Adolfo  Bécquer  (i 836- i 870) 
nació  en  Sevilla,  hijo  de  afamado  pintor  de  las  costumbres  de 
la  tierra  y  del  cual  quedó  huérfano  antes  de  los  cinco  de  su 
edad.  Estudió  las  primeras  letras  en  el  colegio  de  San  Antonio 
Abad  y  comenzó  la  carrera  de  Náutica  á  los  nueve  en  el  de  San 
Telmo.  Medio  año  llevaba  cuando  murió  su  madre  y  tenía  diez 
cuando,  suprimido  el  colegio,  acogióse  á  su  madrina,  persona 
acomodada  y  sin  sucesor ;  pero,  renunciando  á  lo  que  le  pudiera 
dejar,  partióse  á  Madrid  teniendo  diez  y  siete  años  (1854),  arras- 
trado de  su  afición  á  las  letras ;  tras  él  vino  á  la  corte  su  hertna- 
110  Valeriano  (1855).  Para  acudirle  en  una  enfermedad  graví- 
sima (1858),  Ramón  Rodríguez  Correa,  su  amigo,  llevó  á  La 
Crónica  la  tradición  india  El  Caudillo  de  las  manos  rojas,  que 
halló  entre  sus  papeles.  Aplaudieron  todos  la  que  por  creer  erra- 
ta de  imprenta  llamaron  traducción  india,  tan  al  propio  estaba 
expresado  el  espíritu  oriental.  Buscáronle  un  empleo  de  tempo- 
rero en  la  Dirección  de  Bienes  Nacionales.  Entre  minuta  y  mi- 
nuta leía  á  Shakespeare  y  dibujaba  los  tipos  de  los  dramas  que 
leía,  lo  cual  bastó  para  que  el  director  de  oficina  le  dejase  ce- 
sante. Entró  de  redactor  en  El  contemporáneo,  fundado  por 
don  José  Luis  Albareda  (1860-64),  y  allí  publicó  la  mayor  parte 
<ie  las  leyendas  y  las  Cartas  desde  mi  celda,  escritas  en  el  mo- 
nasterio de  Veruela  la  segunda  vez  que  allá  fué  (1864)  en  busca 
dt  fuerzas  para  recobrar  su  quebrantada  salud.  Las  Rimas 
habíalas  compuesto  de  1860  á  1861.  Casóse  en  1861,  tuvo  un 
hijo  y  fué  nombrado  fiscal  de  novelas  por  don  Luis  González 
Bravo,  que  admiraba  sus  escritos,  y  en  1870,  director  de  la 
Ilustración  de  Madrid.  Falleció  su  hermano  en  Setiembre  y  él 
en  Diciembre  del  mismo  año  1870,  de  una  fiebre  infecciosa; 
digamos  la  verdad,  de  sentir  que  le  calaba  hasta  los  tuétanos 
la  ramplonería  de  cuanto  le  rodeaba.  Amasado  de  pura  y  deli- 


196     PRIMER   PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA    (185O-1869) 

cadísima  poesía,  vivía  Bécquer  en  otra  región  ideal,  apenas  ro- 
zaba con  sus  plantas  este  bajo  suelo,  por  donde  pasó  cerrados 
los  ojos,  sin  caer  en  la  cuenta  dónde  se  hallaba,  enteramente  in- 
útil y  desmañado  para  los  menesteres  del  vivir.  De  alma  senti- 
mental, de  trato  suave,  incapaz  de  molestar  á  nadie,  de  hablar 
mal  de  nadie,  de  juzgar  mal  de  nadie,  anduvo  en  medio  del 
tráfago  de  la  corte  sin  querer  jamás  tratar  de  política  ni  de 
ctra  cosa  que  no  fuera  arte  y  poesía,  cual  sonámbulo  ensimis- 
mado que  vaga  viviendo  sólo  la  vida  de  su  fantasía.  Aprovechó 
cuantas  coyunturas  halló  para  visitar  las  antiguas  ciudades  es- 
pañolas donde  apacentar  su  devoción  á  las  cosas  del  pasado  y 
su  amor  al  arte.  Veruela,  al  pie  del  solitario  Moncayo,  y  la  vie- 
ja Toledo,  la  de  las  encrucijadas,  celosías  y  noclies  de  luna,  han 
quedado,  sobre  todo,  en  sus  escritos,  que  no  pensaba  publicar 
juntos  antes  de  retocarlos.  Tenía  en  trama  ó  en  proyecto  dra- 
mas, novelas,  fantasías,  leyendas;  su  temprana  muerte  tronchó 
en  flor  aquel  incomparable  poeta.  Publicó  Correa,  postumas,  en 
187 1,  sus  Obras;  esto  es,  Leyendas  en  prosa  y  Rimas.  Aunque 
Bécquer  nació  en  Sevilla,  no  hay  en  él  ni  una  ráfaga  del  aire 
poético   de   los   poetas   sevillanos;   es   más   bien   antisevillano. 
Todos,  en  cambio,  han  reconocido  en  él  r.n  espíritu  muy  seme- 
jante al  de  Hoffmann  y  Grimm  en  las  leyendas,  así  como  al 
de  Ruckert  y  Uhland,  /Mlfredo  de  Musset  y,  sobre  todo,  al  de 
Heine  en  las  Rimas.  Cuantos  le  conocieron  y  trataron  afinnan, 
sin  embargo,  que  no  sólo  no  imitó  á  Heine,  pero  que  ni  lo  leyó 
siquiera,  antes  de  cohiponer  sus  poesías.  "Sorprende,  á  veces, 
dice   su   íntimo  amigo   Rodríguez   Correa,   su   semejanza  con 
ciertos  autores  alemanes,  á  quienes  no  había  leído  hasta  hace 
muy  poco."  Julio  Nombela,  no  menos  íntimo  amigo  suyo,  da 
testimonio  de  lo  mismo.  Lo  que  hay  es  que  Bécquer  nació  con 
un  temperamento  puramente  lírico  como  ellos  en  la  época  'VÁ, 
lírica  y   musical  que  ha  conocido  la  historia.    Bécquer  había 
r acido  tan  [)oeta  como  ellos  y  en  la  misma  éjXKra  que  ellos. 
Ninguno  de  estos  grandes  poetas  copió  ni  imitó  á  los  otros  y, 
con  todo,   fueron  cantores  de  no  muy  desemejante  tonalidad 
lírica.    Heine   en   Alemania,   Musset   en    Francia,   Bécquer  en 
España,   por   ser    soberanos   poetas,    canearon   como    liabía   de 
cantarse  en  los  tiempos  moderaos  y  serán  todavía  por  muchos 


GUSTAVO    ADOLFO     BECQUEK 

(Pintura  hecha  por  su  hermano  Valeriano.) 


S.    XIX,     1858.    GUSTAVO    ADOLFO    BÉCQUER  \'/J 

años,  á  pesar  de  las  modas,  los  verdaderos  maestros  de  la  fK>e- 
sía  puramente  lírica.  Todos  tres  tomaron  del  romanticismo 
la  sustancia,  dejando  la  bambolla  y  la  espuma.  "No  mintió 
nunca",  dijo  Taine  de  Musset:  no  mintió  nunca,  ha  de  decirse 
de  Bécquer.  "Ha  muerto,  añadió,  y  nos  parece  que  todos  los 
días  oímos  hablar  de  él...  No  dijo  más  que  lo  que  sentía,  y  lo 
dijo  tal  como  lo  sentía.  Pensó  alto;  hizo  la  confesión  de  todo 
el  mundo.  No  ha  sido  admirado;  ha  sid  ^  amadO;  porque  era, 
más  que  un  poeta,  era  un  hombre.  Todo  el  mundo  encontraba 
en  él  sus  propios  sentimientos,  aun  los  más  fugitivos,  aun  los 
más  íntimos ;  tenía  las  últimas  virtudes  que  nos  quedan :  la 
generosidad  y  la  sinceridad,  y  tenía  el  más  precioso  de  los  do- 
nes que  pueden  seducir  á  una  sociedad  envejecida:  la  juven- 
tud." Reléanse  estas  palabras  aplicándolas  á  Bécquer  y  se  ha- 
llará ser  su  retrato.  Léanse  estas  otras  de  M.  Pelayo  sobre 
Musset  y  ténganse  por  dichas  sobre  Bécquer:  "Este  poeta, 
predilecto  de  la  juventud  é  hijo  mimado  del  amor,  no  hizo 
revoluciones  de  estrofas  y  cesuras  como  Víctor  Hugo...  no 
profesó  más  retórica  que  la  muy  ardiente  de  la  pasión,  y  con 
tila  se  hizo  inmortal.  Si  el  valor  y  la  importancia  de  un  poeta 
hubiesen  de  estimarse  por  la  materia  de  ír^us  cantos,  Alfredo  de 
Musset  sería  delicado,  gracioso,  encantador,  cualquier  cosa 
menos  grande.  Como  en  poesía  lírica  nada  vale  más  que  la  ex- 
presión vibrante  y  verdadera  de  un  alma  humana  que  se  nos 
entrega  del  todo  con  la  generosa  confianza  de  la  juventud  y 
sin  las  astucias  del  procedimiento  literario,  no  es  de  admirar 
que  todos  los  resonantes  alejandrinos  de  Víctor  Hugo  impre- 
cando á  los  tiranos  ó  filosofando  sobre  la  palingenesia  uni- 
versal, nos  lleguen  menos  al  alma  que  las  sencillas  y,  si  se  quie- 
re, vulgares  confesiones  de  este  pobre  poeta,  cuya  vena  se  ago- 
tó á  los  treinta  años."  A  los  treinta  y  cuatro  diremos,  hablando 
de  Bécquer.  Esta  nota  de  sinceridad,  del  no  mentir  nunca,  fué 
el  fruto  más  sano  que  salió  del  romanticismo,  sacado  por  los 
glandes  poetas  que  vinieron  después  de  él,  realistas  ideales  ó 
idealistas  reales,  si  se  quiere.  La  mentira  farandulera  del  cla- 
sicismo extraño  y  de  toda  imitación  había  muerto  á  manos  del 
romanticismo;  el  mismo  lomanticismo  había  descubierto  el 
único  filón  de  toda  verdadera  poesía,  lo  nacional,  lo  popular. 


igS     PRIMER  PERÍODO   DE    LA   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

lo  folkloñstico,  cortadas  que  se  hubieron  las  melenas,  arrin- 
conadas que  se  hubieron  las  teatrales  bambalinas  de  cemente- 
rios, buhos,  brujas,  osamentas  y  demás  matalotaje,  que  para 
la  galería  traía  el  romanticismo  consigo.  El  filón  popular  lo 
habían  beneficiado,  sin  ser  románticos,  los  últimos  grandes 
poetas  ingleses  y  los  alemanes  Schiller  y  Goethe  en  sus  Heder. 
Es  el  filón  popular  que  sigue  beneficiando  la  música  moderna 
y  la  moderna  poesía.  Verdad  y  nacionalidad :  tales  son  las  no- 
tas del  arte  moderno  desde  el  romanticismo.  ¿Qué  extraño  esté 
Bécquer  en  esto  al  unísono  con  Musset,  con  Heine,  hasta  con 
Goethe  y  Schiller?  Las  cuerdas  de  su  lira  no  las  fué  Bécquer 
á  comprar  á  Alemiania,  fueron  bien  suyas  y  bien  españolas  La 
pura  imitación  no  hace  poetas  tan  grandes  como  Bécquer  lo 
fué  y  hasta  á  los  mayores  poetas  los  malea.  Las  cuerdas  extra- 
ñas y  ajenas  siempre  sonaron  á  ajeno  y  extraño,  como  suenan 
hasta  en  fray  Luis  de  León  y  en  los  mejores  líricos  de  nues- 
tra época  clásica :  porque,  mejor  ó  peor,  tomaron  algo  ó  mu- 
cho del  extraño  y  ajeno  clasicisimo.  Ni  de  los  clásicos  ni  de  los 
alemanes  tomó  nada  Bécquer :  es  el  lírico  más  subjetivo,  más 
español  y  castizo  que  habido  en  España.  Alguien  extrañará 
tan  redonda  afirmación.  No  hay  duda  que  la  lírica  española 
más  castiza  es  la  de  los  cantares  populares  que  por  alií  se  oyen 
y  se  van  ya  recogiendo  en  libros  por  los  folkloristas.  Venga 
el  poeta  cuyas  rimas  se  asemejen  más  á  las  de  esos  delicadísi- 
mos, naturales  y  hondos  cantares  de  la  musa  española,  que  las 
de  Gustavo  Adolfo  Bécquer.  La  musa  popular  no  busca  me- 
tros, se  nacen  ellos  con  la  idea  en  los  cantares,  entallándoles 
tan  al  justo,  que  no  parece  sino  que  la  grandeza  de  la  idea  so- 
lamente se  tuvo  en  cuenta  y  que  rebosa  del  troquel  sencillo  de 
la  forma  métrica.  Otro  tanto  le  sucede  á  Bécquer,  que  parece 
menospreciar  la  hechura  del  verso,  tomando  los  más  sencillos, 
como  si  temiese  empuñar  el  cincel  para  modelar  metros  difi- 
cultosos y  exquisitos,  y,  sin  cml^argo,  hay  en  sus  versos  comu- 
nes una  extraña  melodía  interna  á  la  cual  no  alcanza  el  más 
sutil  de  los  cinceles :  la  misma  que  sentimos  en  la  poesía  po- 
pular. Es  la  que  proviene  del  haber  nacido  la  forma  á  la  vez 
(}ue  el  fondo,  fundidos  juntamente,  como  si  fondo  y  fonria  se 
hubieran  buscado  para  nacer,  no  pudiendo  salir  á  luz  cada  uno 
aparte  de  por  si. 


S.    XIX,     1858.    GUSTAVO    ADOLFO    BÉCQUER  1 99 

"¡Cuánta  nota  dormía  en  sus  cuerdas, 
Como  el  pájaro  duerme  en  las  ramas, 
Esi>erando  la  mano  de  nieve 
Que  sabe  arrancarla!" 

¿Es  copla  popular  ó  es  de  Béoquer  aquella  de 

"Por  una  mirada,  un  mundo; 
Por  una  sonrisa,  un  cielo; 
Por  un  beso...  ¡yo  no  sé 
Qué  te  diera  por  un  beso." 

Limpios,  tersos  y  trasparentes  son  los  poetas  alemanes  ci- 
tados y  lo  es  Musset;  pero,  ¿lo  son  más  que  esta  copla  y  que 
ias  coplas  populares  de  España  y  que  las  Rimas  de  Bécquer, 
que  brotan  como  agua  cristalina  de  manantial?  Musset  no 
supo  mentir;  pero  quien  no  supo  lo  que  es  saber  mentir  fué 
Bécquer,  ni  lo  sabe  la  musa  popular  española.  La  sinceridad  del 
sentir,  la  justa  propiedad  del  expresar,  la  hondura  de  los  pen- 
samientos, la  concisión  y  naturalidad  del  estilo,  la  sencillez  del 
metro,  son  cualidades  tan  de  la  una  como  del  otro.  Bécquer  es 
el  más  subjetivo  de  nuestros  -poetas,  quiero  decir,  el  que  más 
se  ensimisima  y  se  olvida  de  lo  que  tiene  fuera  de  si,  mientras 
que  la  poesía  española,  hasta  la  más  lírica,  es  objetiva,  preci- 
samente por  ser  realista  hasta  el  extremo.  Cuando  esto  se  dice, 
y  se  dice  con  razón,  porque  es  la  pura  verdad,  se  tiene  en  la 
cabeza  la  poesía  escrita  de  nuestros  líricos  y  se  confunde  una 
cierta  objetividad  serena,  propia  de  la  lírica  clásica  antigua, 
que  pasó  más  ó  menos  á  nuestras  mejores  poesías.  Pero  tén- 
ganse delante  de  los  ojos  las  coplas  populares.  En  ellas  está 
el  realismo  y  la  objetividad  de  la  raza;  pero  la  objetividad  no 
se  opone  en  ellas  al  sentimiento  íntimo,  antes  éste  es  tan  hon- 
do por  la  densidad  de  la  idea,  que  alcanza  á  ser  trascendental  y 
objetivo;  con  ser  personal,  hácese  universal  y  humano,  que  nos 
llega  á  todos  al  alma  por  salir  del  alma  popular,  que  la  lleva- 
mos todos  dentro.  El  realismo  de  las  coplas  populares  débese 
á  la  expresión  pictórica,  concreta,  particular  y  viva  en  que 
encarna  la  idea.  Esta  objetividad  y  este  realismo  de  la  copla 
popular  es  el  de  Bécquer.  Qué  pincel  más  realista  que  el  que 
pintó  aquellas  estrofas  que  todos  sentimos  como  si  las  hubié- 
semos inventado  nosotros,  tal  es  su  objetiva  trascendencia: 


SOO     PRIMER   PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

''V^olverán  las  oscuras  golondrinas 
En  tu  balcón  sus  nidos  á  colgar 
Y  otra  vez  con  el  ala  en  sus  cristales 
Jugando  llamarán. 
Pero  aquellas  que  e'  vuelo  refrenaban 
Tu  hermosura  y  mi  dicha  al  contemplar, 
Aquellas  que  aprendieron  nuectros  nombres... 
Esas...  ¡no  volverán!" 

¿Hay  español  que  no  haya  oído,  repetido  y  sentido  está 
maravilla  de  poesía,  tan  objetiva  y  subjetiva  á  la  vez,  á  la  vez 
tan  real  y  tan  ideal?  El  motivo  inspirador  de  los  versos  de 
Bécquer  son  el  amor  y  el  dolor,  el  amor  desengañado,  no  co- 
rrespondido, porque  eso  fué  toda  su  corta  vida:  aanar  ideal- 
mente y  realmente  penar.  Y  como  amor  y  dolor  sean  el  alma 
humana  toda  entera,  su  poesía  tenía  que  ser  puramente  subjetiva, 
lírica,  sentimental.  Su  amor  fué  tan  ideal  y  vaporoso,  que  no 
se  mancilló  con  el  menor  atisbo  de  lascivia.  De  aquí  que  su 
sentimiento  sea  reflejo  más  bien  de  un  sua\e  rayo  de  luna  que 
de  un  ardiente  rayo  de  sol ;  y  tan  íntimo,  que  apenas  si  se  viste 
de  la  expresión  externa  indispensable,  distinguiéndose,  en  cam- 
bio, por  cierta  inefable  música  interna  que  se  trasparenta  en  la 
misma  expresión,  haciéndola  como  traslúcida  y  de  clarísimo 
cristal.  Es  toda  su  alma,  su  pensar  y  su  querer,  la  que  sale 
musicalmente  en  sus  versos.  Hay  mucho  más  de  música  que 
de  pintura,  más  de  aire  diáfano  que  de  escultural  línea  en  ellos, 
con  ser  de  tan  escultural  relieve  y  de  tan  pictórico  trazo.  Los 
sentimientos  que  Bécquer  desahogó  poéticamente  se  compren- 
den conociendo  lo  acibarado  de  su  vida.  Un  amor  ideal,  plató- 
nico, imposible  de  lograr  sai  objeto;  en  ca|mbio,  una  esposa 
vulgar,  grosera,  fría,  incapaz  de  comprenderle.  Por  otro  cabo, 
un  ideal  artístico  levantadísimo,  que  le  hacía  tímido,  reconcen- 
trado, melancólico,  y  un  mundo  cual  el  que  le  rodeaba,  tan 
grosero  é  inteligente  para  el  arte  como  su  esposa  para  el  amor. 
Cabeza  y  corazón,  chocando  con  sus  mayores  adversarios,  la 
ramplonería  y  el  hielo,  caídos  en  el  más  hondo  desengaño: 
tales  son  los  motivos  líricos  de  sus  versos : 

"Es  mi  vida  un  erial, 
flor  que  toco  se  deshoja: 
que  en  mi  existencia  íaí.'.l 


S.  XIX,  1858.  GUSTAVO  ADOLFO  RÉCQUER        201 

alguien  va  sembrando  el  mal 
para  que  yo  le  recoja." 

Pero  lo  que  prueba,  sobre  todo,  que  la  poesía  de  Bécquer  es 
propia  suya  y  de  nadie  más  y  la  más  española  y  popular,  lo 
que  le  distingue  de  los  demás  poetas  modernos,  de  Heine  y 
MXisset,  es  el  no  haber  conocido  la  amargura  del  mal  del  si- 
glo, de  la  desesperación,  de  la  duda  escéptica,  del  que  llaman 
pesimismo  que  de  fuera  de  España  tomaron  hasta  Bspronceda 
y  Campoamor.  Y  cuenta  que  su  asunto  es  el  amor  desengañado, 
las  penas  del  amor.  La  placidez,  la  resignación,  yacen  en  las 
más  hondas  fibras  de  su  alma,  aun  cuando  nos  las  descubre 
desgarradas  por  el  desengaño  más  despiadado.  Eso  no  es  eu- 
ropeo, no  es  moderno;  pero  es  cristiano,  es  español,  es  popular. 
Otro  tanto  se  diga  de  la  honestidad  y  limpieza  de  armiño  con 
que  trata  sus  amores.  Ni  el  menor  asomo  de  lascivia  asoma  en 
sus  versos:  diríase  un  ángel  que  canta  platónicos  amores,  si 
esos  amores  no  fuesen  tan  humanos  como  angélicos.  ¡Cuan 
lejos  estamos  de  Musset!  El  odio,  el  mal  humor,  la  ironía,  ni 
sangrienta  ni  no  sangrienta,  pasiones  que  empapan  todo  Hei- 
ne, no  parecen  ni  en  un  solo  verso  de  Bécquer.  En  nada  de 
esto  es  moderno  ni  europeo;  es  español  y  cristiano,  nada  más. 
Romántico  tampoco  lo  es  por  ninguna  de  las  notas  que  llamé 
revolucionarias  y  septentrionales ;  su  romanticismo  es  el  arte 
popular,  cristiano,  español,  subjetivo  é  íntimo,  es  decir,  el 
puro  y  verdadero  lirismo  sin  las  macas  románticas  septentrio- 
nales. Los  cantares  de  Bécquer  corrieron  por  toda  España,  los 
aprendió  todo  el  mundo,  se  cantaron  con  música,  ni  más  ni 
menos  que  esas  coplas  populares  maravillosas,  á  las  cuales 
pocas  veces  llegaron  á  igualarse  las  más  sinceras  poesías  de 
los  escritores  y  si  alguna,  las  rimas  de  Bécquer.  En  el  mismo 
fray  Luis  de  León  siéntese,  repito,  algo  que  es  elegantísimo, 
pero  que  huele  á  extraño:  es  lo  que  tomó  de  Grecia  y  Roma, 
En  Bécquer  apuramos  hasta  la  última  gota  como  riquísimo  vino 
del  terruño,  porque  en  sus  poesías  hallamos  nuestros  propios 
sentimientos  y  expresados  como  sentimos  que  los  expresa- 
ríamos todos  nosotros,  si  nosotros  fuéramos  tan  poetas  como 
él.  Nos  hinchen  los  rincones  todos  del  alma  tan  cumplidamente 


2C2     PRIMER   PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA    (185O-1869) 

como  los  cantares  populares.  Siendo  el  más  subjetivo  de  nues- 
tros líricos  cuanto  á  expresar  Bécquer  su  más  hondo  sentir,  la 
hondura  donde  ese  sentir  arraiga  es  tal,  que  alcanza  á  tocar 
todas  las  fibras  mismas  de  la  humanidad  y  todos  creemos  que 
expresa  el  sentir  nuestro,  tal  es  la  universalidad  de  su  poesia: 
"¡Dios  mío.  qué  solos  ¡  se  quedan  los  muertos!!"  No  hay  en 
estas  cortas  palabras  ni  figuras,  al  parecer,  ni  casi  otra  melodía 
ni  metro  que  el  de  la  simple  frase  castellana,  y,  sin  embargo, 
el  sublime  de  la  idea  rebosa  de  la  forma  y  rebosaría  de  cual- 
quier forma,  por  magnífica  que  fuese.  Y  ¿qué  mayor  magni- 
ficencia pudiera  haber  buscado  el  poeta,  que  la  mayor  senci- 
llez en  vaso  con  que  quería  brindarnos  un  sorbo  del  néctar 
aparado  en  el  manantial  del  sublime  infinito?  "¿Qué  es  poe- 
sía? ¿Y  tú  me  lo  preguntas?  ¡  Poesía...  eres  tú."  Esto  no  se 
ha  dicho  así  más  que  en  los  cantares  populares.  Lo  que  no  sé 
que  se  haya  dicho  jamás  es  aquella  otra  sencilla  estrofa  que 
sabe  á  teosofía,  de  quien  no  tenía  idea  de  lo  que  teosofía  fue- 
ra, pero  que  sabía  sentir  el  amor  como  nadie ; 

"Los  suspiros  son  aire  y  van  al  aire. 
Las  lágrimas  son  agua  y  van  al  mar. 
Dime,  mujer:  cuando  el  amor  se  olvida, 
¿Sabes  tú  adonde  va?" 

Bécquer  desdeña  los  floripondios  de  los  poetas  clásicos  y  de  lo^ 
poetas  andaluces,  como  los  desdeñó  siempre  la  lírica  popular 
española.  Quisiera  él  que  las  palabras  no  enlodasen  el  sentimien- 
to, como  el  místico  quisiera  no  mancillase  su  aéreo  espíritu  el 
lodc  del  cuerpo.  Desearía  expresarse  "con  palabras  que  fuesen 
á  un  tiempo  |  suspiros  y  risas,  colores  y  notas".  Esto  lo  con- 
sigue por  medio  de  las  imágenes  aéreas  y  aromáticas,  inipal- 
pables  y  brillantes  cual  rayos  del  iris,  que  sabe  sacar  de  las 
palabras  materiales,  como  aquella  del  "Hilo  de  luz  que  en  ha- 
ces I  los  pensamientos  ata".  La  pobreza  de  rima  materia!  sus- 
tituyela con  otra  más  recóndita  y  musical  rima,  que  no  vemos 
ri  podemos  definir,  pero  que  suena  con  dulcedumbre  espiri- 
tual á  nuestros  oídos,  que  "como  el  pájaro  duerme  en  las  ra- 
mas", así  está  oculta  para  muchos  poetas,  hasta  que  llega  "la 
Llano  de  nieve  que  sal)c  arrancarla".  El  amor,  lo  más  s'ibje- 


S.    XIX,     1858.    GUSTAVO    ADOLFO    BÉCQUER  203 

tivo  que  hay  y  lo  que  todo  el  mundo  no  ha  podido  menos  de 
sentir  alguna  vez  en  -.u  vida,  es  lo  que,  sobre  todo,  ha  sibido 
expresar  Bécquer  como  nadie.  Sólo  asi  se  explica  el  increíble 
suceso  que  tuvieron  sus  Rimas  apenas  publicadas  y  la  fama 
cada  vez  más  asentada  y  altisima  que  cobró  su  nombre.  Una 
mirada  de  aquella  á  quien  el  poeta  amó  ó  á  quien  el  poeta  su- 
pone haber  amado,  le  hace  exclamar:  "¡Hoy  creo  en  Dios!" 
¿  Concíbese  manera  más  llana  y  sublime  á  la  vez  de  expresar 
la  dicha  del  amor?  ¿No  es  verdad  que  así  la  hubiéramos  ex- 
presado todos  y  que  nos  parece  nos  arrancó  á  cada  uno  de 
nosotros  del  fondo  del  alma  esta  expresión?  Ninguno  de  nos- 
otros, sin  embargo,  la  habíamos  dicho,  con  ser  tan  nuestra  y 
de  todos :  tal  es  de  humana,  mejor  diríamos  de  divina,  de  éter 
ñámente  bella.  Béoquer,  en  sus  prosaicos  afanes  del  vivir  co- 
tidiano, ni  tuvo  tiempo  ni  ocasión  ni  humor  acaso  para  buscar 
y  pretender  los  amoríos  que  tan  sinceramente  expresó  ni  las 
mujeres  por  quienes  se  muestra  enamorado.  Casi  es  seguro 
que,  como  dice  Vakra,  "con  frac  elegante  hecho  en  París  ó  en 
Londres,  con  finísima  ropa  blanca,  con  oro  en  el  bolsillo  y  con 
billetes  de  Banco  en  la  cartera,  Bécquer  hubiera  brillado  y 
triunfado  en  los  salones;  pero  acaso  no  hubiera  hallado  entre 
sus  enamoradas  á  las  que  halló  y  enamoró  saliendo  en  sueños 
de  su  pobre  casa.  Su  deseo  de  amar,  como  la  flecha  del  Prín- 
cipe de  un  cuento  de  Las  mil  y  tena  noches,  voló  por  c'ma  de 
toda  la  high-life  efectiva  y  fué  á  clavarse  en  la  dorada  puer- 
ta de  los  encantados  palacios  y  jardines  del  hada  Parabanú, 
que,  prendada  de  él,  le  tomó  por  esposo".  Bécquer,  efectiva- 
mente, soñó  que  amaba,  y  el  sueño  de  los  poetas  acaso  tiene 
más  realidad  que  la  realidad  no  soñada  de  la  gente  común. 
Por  lo  menos,  el  sueño  del  poeta  arraiga  más  hondo  en  el  alma 
humana,  derívase  inmediatamente  de  la  fuente  eterna  de  las 
ideas  madres,  de  las  que  manan  el  sentir  y  el  amar  de  cada 
uno  de  los  mortales :  es  más  real  cuanto  más  eterno,  más  obje- 
tivo cuanto  más  subjetivo,  más  verdadero,  más  sincero  cuanto 
al  parecer  más  mentiroso  y  fantaseador. 

Bécquer,  en  suma,  es,  fuera  de  toda  duda,  el  poeta  más 
lírico  nacido  en  España.  Hay  que  leer  de  los  mejores  poetas 
algunas  estrofas  para  que  llegue  al  alma  el  sentimiento  que  en 


204     Í'R'MER   PERÍODO   DE   L-\   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

ellas  dejaron  donnido;  de  Bécquer  basta  leer  una  frase  cual- 
(|uiera  y  en  cualquier  momento  y  estado  de  alma  para  sentirse 
ésta  revibrar  al  punto  y  al  unísono  con  la  frase,  y  es  que  no 
hay  una  frase,  ni  una  palabra,  que  no  esté  siempre  en  él  viva  y 
como  cargada  de  la  más  fuerte  tensión  de  electricidad  senti- 
mental y  que  no  llegue  al  punto  al  alma  y  la  hiera,  sobrecoja  y 
arrebate.  Eso  se  llama  poesía  lírica  pura.  Bécquer  es  el  más 
grande  de  los  líricos  españoles.  Tan  concentrado  elixir  senti- 
mental supo  escanciarlo  en  las  más  llanas  formas  rítmicas,  en 
las  más  sencillas  voces;  supo  dárnoslo  en  vaso  tan  sutil  y  aéreo, 
tan  vaporoso,  que  casi  no  lo  es.  Lo  menos  posible  de  vaso  ma- 
terial, de  palabras  sonoras,  para  lo  más  concentrado  de  senti- 
miento. Es  el  alma  del  poeta,  que  se  trasvasa  toda  entera  al 
alma  del  lector  casi  sin  intermediario.  El  summum  de  senti- 
miento con  el  mínimum  de  forma:  tal  es  lo  sublime  en  la  lírica, 
y  eso  es  Bécquer.  Por  eso  nos  arrebata  á  la  primera  frase  que 
le  oímos  y  nos  para  temblorosos  y  sobrecogidos :  es  lo  más 
apurado  del  sentimiento  estético  que  el  arte  pretende.  Acaso 
no  haya  habido  poeta  que  escribiera  menos  versos  que  Béc- 
quer; ninguno  puso  más  alma  humana  en  las  66  cortas  poesías 
que  dejó  escritas.  Ninguno  gastó  menos  palabras  para  decir 
más  que  todos.  La  mayor  cantidad  de  sentir  con  la  menor 
cantidad  de  forma  posible :  tal  es  la  lírica  becqueriajia,  lírica, 
por  consiguiente,  acendrada  y  pura,  si  algiuia  lo  fué.  Si  por 
tal  manera,  como  parece,  ha  de  aquilatarse  la  poesía  lírica,  no 
hay  lírico  que  á  Bécquer  aventaje.  Cualidad  es  ésta  de  la  lírica 
poixilar:  Bécquer  es,  de  hecho,  el  más  popular  de  los  pyoetas 
españoles  y  el  que  al  arte  popular  más  se  allega.  Acudir  al  te- 
soro del  lenguaje  y  á  la  mina  de  la  fantasía  para  ataviar  la 
idea  rica  y  vistosamente,  requerir  novedades  de  fondo  y  for- 
ma, forzar  el  aliento  para  que  por  el  metro  y  las  palabras  re- 
tumbe la  estrofa,  medios  son  para  brillar,  usados  por  los  poe- 
tas. Desecharlos  todos  sin  piedad,  cual  ropaje  que,  si  parece 
engalanar  la  idea,  de  suyo  es,  á  fuerza  de  encubrir  su  nativa 
belleza,  de  apesadumbrar  su  esencia  etérea  é  imponderable,  es 
propio  procedimiento  de  Bécquer.  Su  sentir  no  es  suyo,  es  de 
todo  hombre,  de  cualquier  raza,  época,  religión  y  cultura.  Es 
el  puro  sentir  más  íntimo  de  toda  alma,  no  ligado  á  espacio  ó 


S.  XI X^  1858.  GUSTAVO  ADOLFO  BÉCQUER        20 5 

tiempo.  No  canta  Bécquer  esta  ó  aquella  religión,  esta  6  aque- 
lla política,  la  propia  ó  la  ajena  patria;  cíñese  á  aquellos  sen- 
timientos íntimos,  primordiales  y  nativos  de  todo  hombre,  úni- 
camente como  tal.  Esto  da  á  sus  rimas  la  mayor  profundidad 
y  trascendencia  que  quepa  imaginar.  La  mayor  originalidad 
y  pujanza  lírica  con  los  más  flacos  y  sencillos  medios  es  algo 
que  frisa  en  lo  sublime  del  arte,  es  lo  depurado  del  verdadero 
arte  popular  y  del  arte  becqueriano.  "Las  pasiones  del  ánimo 
y  los  afectos  del  corazón,  decía  Hegel,  no  son  materia  de  pen- 
samiento poético  que  en  cuanto  tienen  de  general,  de  sólido  y 
eterno."  Así  el  hondo  lirismo  no  es  el  que  se  distingue  del  de 
los  demás,  sino  el  que  ahonda  tanto,  que,  á  fuerza  de  parecer 
más  individual  del  poeta,  lo  es,  de  suyo,  menos,  porque  llega 
á  las  raíces  de  los  afectos  y  pasiones  de  todo  hom,bre,  de  la 
humanidad  entera.  Cuanto  más  tenga  de  esto  será  más  puro 
lirismo  y  más  poético,  según  Hegel.  Ahora  bien;  Bécquer  es 
ese  lírico  puro  y  hondo,  que,  abstraído  en  sí,  canta  los  afec- 
tos más  universales  y  comunes  á  todo  hombre.  Esas  rimas 
lo  mismo  las  siente  el  inglés  que  el  italiano,  el  americano  que 
el  chino.  Hubo  unos  años  que  el  corazón  de  España  entera 
tembló  repitiendo  tan  soberana  poesía.  Críticos  eruditos  sa- 
lieron á  poco  que  dijeron  cansarse  de  ella:  dijeron,  con  todo 
el  empaque  de  la  cursilería,  que  había  pasado  de  moda.  Esa 
poesía  no  pasa  de  moda  jamás,  porque  no  es  poesía  de  moda; 
es  poesía  eterna.  Es  la  única  poesía  que  debe  de  proponerse 
por  dechado,  la  única  que  se  debe  imitar,  porque  en  ella  no 
cabe  imitación :  el  poeta  que  la  sienta  y  la  sepa  hacer,  la  hará ; 
no  cabe  en  ella  falsificación  ni  amaneramiento. 

Las  leyendas  en  prosa  de  Bécquer,  escritas  cuando  era  redac- 
tor de  El  Contemporáneo  (i  860-61),  después  de  visitar  varias 
provincias,  con  ojos  y  sensibilidad  de  verdadero  artista,  mayor- 
mente Toledo  y  Veruela,  son  los  sueños  ideales  de  un  poeta  rea- 
lista, que,  sobre  cualquier  objeto,  dicho  ó  nombre  antiguo,  for- 
jaba, con  fecundísima  inventiva,  una  historia  de  cosas  que,  si  no 
sucedieron,  pudieron  suceder,  dadas  las  circunstancias,  según 
parecen  henchidas  de  realidad  en  su  punto  de  arranque  y  como 
vistas  y  contempladas  en  sus  más  vivos  pormenores ;  pero  que, 
en  lo  que  en  alas  de  su  fantasía  ve  al  alzar  el  vuelo  el  poeta 


2o6    I•K:^í^:R  período  de  í.a  época  realista  (1850-1869) 

soñador,  hay  un  taii  rico  contenido  de  pensamiento  poético  y 
de  elevados  anhelos  hacia  lo  infinito  desconocido  y  misterioso, 
y  por  tan  sutil,  esmerada  y  cristalina  manera  de  decir  expre- 
sados y  en  tan  galano  y  vistoso  lenguaje,  que  si  las  Rimas  nos 
dicen  la  fuerza  de  su  propio  sentir,  nos  declaran  no  menos 
las  leyendas  la  alteza  de  su  pensar,  de  su  idear  y  anhelar  y  el 
tesoro  inagotable  de  su  fantasía.  El  valor  estético  de  las  le- 
yendas está  en  la  altísima  idea  que  Bécquer  hallaba  en  cual- 
quier objeto  antiguo,  como  si  el  objeto  se  la  dijese  al  oído,  y 
en  el  esfuerzo  artístico  extraordinario  de  su  ingenio  de  poeta 
para  vestir  esa  idea  sutil  y  sublime  con  palabras  materiales, 
que  tanto  distan  de  esa  sublimidad  ideal.  Aquí  de  su  riquísima 
fantasía,  que  hallaba  medio  de  encadenar  y  sujetar  material- 
mente lo  mcás  espiritual,  de  dar  forma  concreta  y  de  cuajar  en 
figTjras  vivas  lo  más  vaporoso  de  su  idear  y  anlielar  de  poeta 
soñador.  Sin  desquiciar  el  idioma  castellano,  sin  enquistarlo 
de  voces  extrañas  y  bárbaras,  sin  contorsionarlo  ni  retorcerlo, 
como  han  hecho  los  modernistas,  supo  Bécquer  sacar  de  él 
cuant..^  necesitó  para  expresar  castiza  y  elegantemente  lo  más 
aéreo  y  espiritual  que  pueda  concebirse.  Lo  poético  de  su  dic- 
ción armoniza  con  lo  poético  de  las  leyendas.  Hay  quien  pone 
sobre  las  Rimas  las  cartas  Desde  mi  eelda  en  mérito  literario. 
No  cabe  comparación  entre  tan  disparejos  asuntos.  La  psicolo- 
gía del  poeta,  y  á  veces  su  poesía,  son  las  mismas,  pero  nada 
más.  También  se  parecen  á  las  leyendas  cuanto  á  la  agudeza 
de  sus  cjos  interiores,  que  sabían  leer  en  cada  piedra,  en  cada 
árbol,  en  cada  rincón  del  monte  un  mundo  de  cuentos  fan- 
tásticos, como  si  la  naturaleza  hablara  al  poeta  en  lenguaje 
para  los  demás  desconocido. 

7  6.  "El  aspecto  exterior  de  Andalucía  era,  y  seguramente  segui- 
rá siendo,  sobre  todo  en  Sevilla  (dice  Julio  Nombeia.  Impres.,  I,  293), 
la  alegría,  la  broma,  el  buen  humor,  la  exageración,  lo  mismo  en  las 
satisfacciones  que  en  los  pesares.  Ingenio  rápido,  chispeante,  que,  al 
herir,  acaricia;  la  metáfora  y  el  chiste  espontáneos,  fáciles,  continuos; 
amores  y  odios  profundos  al  parecer,  en  realidad,  más  impresión  que 
ientimiento;  entusiasmos  febriles  seguidos  de  indiferencia  6  de  des- 
pecho; amistades  vehementes  y  sinceras  mientras  duran;  pero  seguidas 
de  enemistades  no  menos  sinceras  y  rápidas;  poca  fijeza,  mucho  ma- 
TÍposeo.  todo  sonrosado  y  todo  negro;  promesas  sentida?  en  el  momen- 


S.  XIX,  1858.  GUSTAVO  ADOLFO  BÉCQUER        207 

to  de  expresarlas  y  olvidadas  con  la  mayor  facilidad;  llantos  ruidosos 
y  risas  locas,  todo  superficialmente  encantador.  Tal  como  le  describo 
apareció  á  mis  ojos  el  carácter  ó,  por  lo  menos,  el  aspecto  exterior  de 
la  generalidad  de  los  sevillanos.  Bécquer,  formal,  ingenuo,  soñador, 
románt'co ;  pero,  sobre  todo,  sincero  y  artista  en  toda  la  extensión  de 
la  palabra,  era  una  excepción  entre  sus  paisanos."  Siempre  fué  tími- 
do y  modesto,  reservado  y  melancólico.  Publicó  sus  primeros  versos, 
en  1852  y  1853,  en  la  Aurora,  de  Sevilla;  pero  "tampoco  Bécquer  se 
hallaba  en  su  elemento  en  su  ciudad  natal".  Su  padre,  don  José  Do- 
mínguez Bécquer,  oriundo  de  Alemania  por  su  madre,  fué  con  su 
hermano  menor  y  discípulo  en  pintura  Joaquín,  uno  de  los  fundadores 
del  Liceo  sevillano;  hay  cuadros  suyos  en  el  Museo  de  aquella  ciudad. 
Casó  con  doña  Joaquina  Bastida  y  Vargas,  de  la  que  tuvo  seis  hijos, 
el  cuarto,  nuestro  Gustavo,  nacido  en  la  casa  número  26  de  la  calle 
del  Conde  de  Barajas,  que  compró  y  demolió  el  matador  de  toros 
Fuentes,  edificando  en  el  solar  elegante  casa,  que  habita,  en  la  que 
colocó  una  inscripción.  Murió  la  madre  á  los  pocos  meses  de  morir 
el  padre.  Recogió  á  los  huérfanos  don  Juan  de  Vargas,  tío  de  la  ma- 
dre, y  le  metió  en  el  colegio  de  huérfanos  de  San  Telmo,  donde  tam- 
bién entró,  de  doce  años,  Narciso  Campillo,  y  con  quien,  teniendo 
diez  Gustavo,  compuso  el  drama  Los  Conjurados,  que  representaron 
con  otros  alumnos  en  el  colegio.  Comenzaron  i:na  novela  á  lo  Walter 
Scott,  único  novelista  que  conocían ;  pero,  suprimido  el  colegio,  reco- 
gióle su  madrina,  doña  Manuela  Monahay,  señora  rica  y  leída,  en 
cuya  biblioteca  halló  y  leyó  Gustavo  las  obras  traducidas  de  Horacio 
y  las  de  Zorrilla,  huyendo  de  juegos  y  sin  salir  de  casa  en  dos  años, 
leyendo,  además,  á  Chateaubriaud,  Stáel,  D'Alincourt,  Sand,  Balzac, 
Byron,  Musset,  Hugo,  Lamartine,  Espronceda  y  Hoíímann.  En  1850 
se  ejercitó  en  el  dibujo  y  en  casa  trazaba  los  tipos  de  sus  lecturas; 
pero  le  aconsejaron  el  estudio  del  latín,  viendo  siu  vocación  literaria. 
Con  Campillo  escribió  tres  cantos  sobre  la  conquista  de  Sevilla,  y  los 
dos,  con  Julio  Nombela,  formaron  un  triunvirato  literario,  y,  dispues- 
tos á  ser  grandes  poetas,  escribieron  poesías  para  hacer  un  tomo,  con 
cuyo  producto  se  vendrían  á  Madrid  en  busca  de  la  gloria.  En  Madrid 
destruyó  Bécquer  las  suyas,  menos  una,  que  posee  Nombela  para  ea- 
tregar  en  la  Bibl.  Nac.  á  su  muerte,  con  otros  papeles  y  autógrafos. 
Contra  el  parecer  de  su  madrina,  que  quería  se  diese  á  la  pintura,  y 
rompiendo  con  ella,  se  vino  Bécquer  á  Madrid.  Tuvo  intento  de  com- 
poner una  obra  de  cinco  tomos,  titulada  Los  Templos  de  España,  poe- 
ma cristiano,  del  cual  el  libro  de  Chateaubriand  sería  sólo  un  boceto. 
En  Madrid  llevó  con  gran  resignación  su  pobreza,  viviendo  muy  ensi- 
mismado, sin  aburrirse,  en  medio  de  la  soledad  de  trato  con  las 
gentes.  Trató  de  fundar  varias  revistas  con  Viedma,  García  Luna 
y  Nombela;  pero  ninguna  prosperó.  J.  Nombela,  Impresiones,  t.  H, 
pág.  425 :  "En  Junio  de  aquel  mismo  año  1858  volví  á  ser  enfermero. 
Bécquer   sufrió  una  enfermedad   gravísima,   que   le  tuvo  postrado  en 


208     PRIMER  PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (1850-1869) 

fl   lecho  muy   cerca   de   dos   meses.    Después   de    tres   ó   cuatro   días 
de   una   fiebre   violenta  que   puso   en   gran   cuidado   al   médico,    apa- 
reció  en    su    cabeza    una    gran    erupción,    sin   que,    á    pesar    de    este 
desahogo,   remitiese  la  calentura.  A   la  caída   de  la  tarde  y   por  las 
noches,  á   las  altas   horas,  durante  las  dos  primeras   semanas   de   la 
enfermedad,  deliraba  sin  cesar,  evocando  en  su  delirio  las  ideas  que 
bullían  en  su  mente,  los  fantásticos  proyectos  literarios  que  había  for- 
jado su  imaginación.  Al  cabo  de  una  ó  dos  horas  de  aquella  terrible 
exaltación  quedaba  postrado,  sin  voz,  sin  movimiento,  como  muerto. 
La  buena  mujer  que  le  hospedaba  y  una  hija  suya,  que  era  peinadora, 
cuidaban  á  Gustavo  con  el  más  cariñoso  esmero;   su  hermano  Vale- 
riano, los  huéspedes,  sus  buenos  amigos  Federico  Alcega  y  Díaz  Cen- 
drera.  Luna  y  yo,  le  prestajnos  todo  género  de  auxilios,  alternando 
por  las  noches  para  velarle.  Cuando  pasó  el  peligro,  que  tanto  al  mé- 
dico que  le  asistía  como  á  nosotros  nos  hizo  temer  un  doloroso  desen- 
lace, se  había  debilitado  de  tal  modo,  que  necesitó  permanecer  más  de 
un  mes  en  la  cama,  y,  cuando  pudo  levantarse,  parecía  un  cadáver. 
Tardó  mucho  en  reponerse,  y  su  hermano,  como  era  natural,  y   sus 
amigos,  cada  cual  con  arreglo  á  sus  recursos,  le  ayudamos  á  soportar 
los  gastos  de  aquella  larga  y  penosa  enfermedad,  no  siendo  su  patrona 
la  que  menos  sacrificios  hizo  en  su  favor,  sin  exigir  ni  querer  que 
fuesen    remunerados...    Cuando    curado,    aunque    no    restablecido    por 
completo,  pudo  Bécquer  abandonar  la  triste  casa  donde  tanto  le  había 
hecho  sufrir  la  enfermedad,  se  manifestó  en  su  ánimo  el  amor  á  la 
vida  con  más  fuerza  que  nunca.  Federico  Alcega,  que  era  de  sus  ami- 
gos el  que  disponía  de  más  tiempo,  le  acompañaba  en  los  paseos  que 
para  fortalecerse  con  el  aire  3'^  el  sol  le  había  aconsejado  el  médico 
que  diese  por  las  mañanas,  aprovechando  lo  saludable  de  aquellas  ho- 
ras en  la  estación  veraniega.  Taimbién  Díaz  Cendrera  y  yo  alternába- 
mos con  Alcega  en  las  visitas  al  Retiro  y  nos  complacía  oír  contar  á 
Gustavo,  más   locuaz   que  de   costumbre,   las   tristes    impresiones,   los 
acerbos   temores   que   había    sufrido   durante    su   penosa   enfermedad. 
Parecían  mejorar  de  consuno  su  cuerpo  y  su  alma.  Las  esperanzas  se 
despertaban  con  nuevo  vigor  del  letargo  en  que  habían  estado  sumi- 
das, se  renovaban  en  su  espíritu  sus  proyectos  literarios  é  iluminaban 
su  estoico  pesimismo  ilusiones  que  una  consoladora  fe  en  el  porvenir 
mantenia  ofreciéndole  dulces  consuelos.  En  el  final  de  aquel  año  y  en 
el  siguiente  de   1859,  escribió  algunas  de  las  rimas  que  á  su  muerte 
fueron  publicadas,  y  particularmente  las  inspiradas  en  el  sentimiento 
del  amor,  que  algunos  han  creído  dedicadas  á  la  que  dos  años  después 
fué  su  esposa...  Al  llegar  el  otoño,  que  por  lo  regular  es  en  Madrid  el 
período  más  templado  del  año,  hermoso,  aunque  melancólico,  iba  yo 
a  buscar  á  Gustavo  y  elegíamos  con  frecuencia  para  pasear  la  Monta- 
ña del   Príncipe   Pío,    paraje   solitario   favorecido   con   la   perspectiva 
más  hermosa  de  los  alrededores  de  Madrid.  La  estación  del  ferrocarril 
del  Norte  y  algunas  casas  se  apoderaron  de  aquel  paseo;  pero  enton- 


S.    XIX,    1858.    GUSTAVO    ADOLFO    BÉCQUER  2C>9 

ees,  desde  su  punto  más  elevado,  se  descubrían  los  bosques  de  la  Casa 
de  Campo  y  de  El  Pardo,  teniendo  este  Real  Sitio  por  dosel,  en  último 
término,  las  nevadas  cumbres  del  Guadarrama.  Escudriñar  las  calles 
y  callejuelas  que  desde  la  Puerta  del  Sol  abrían  paso  á  la  Montaña, 
era  la  distracción  que  más  agradaba  á  Bécquer.  En  una  de  aquellas 
tardes  quiso  que  pasáramos  por  la  calle  de  la  Justa,  en  la  actualidad 
de  Ceres,  para  ver  la  casa  en  donde  yo  había  nacido,  casa  que,  desde 
hace  muchos  años,  como  otras  colindantes,  está  convertida  en  un  as- 
queroso lupanar.  Entramos  por  el  callejón  del  Perro,  seguimos  por  la 
derecha,  vimos  con  repugnancia  aquella  morada  que  en  la  época  de 
mi  nacimiento  albergaba  a  familias  modestas,  pero  decentes  y  hon- 
radas, y  proseguimos  hacia  la  calle  de  la  Flor  Alta,  frente  á  la  cual 
había  una  casa  de  vecindad  de  muy  buen  aspecto,  desde  cuyos  balcones 
S€  veía  un  trozo  de  la  calle  ancha  de  San  Bernardo.  Cuando  pasamos, 
estaban  asomadas  á  uno  de  los  balcones  del  piso  principal  dos  jóvenes 
de  extraordinaria  belleza,  diferenciándose  únicam.ente  en  que  la  que 
parecía  mayor,  escasamente  de  diez  y  siete  ó  diez  y  ocho  años,  tenía 
en  la  expresión  de  sus  ojos  y  en  el  conjunto  de  sus  facciones  algo  de 
celestial.  Gustavo  se  detuvo  admirado  al  verla,  y  aunque  proseguimos 
nuestra  marcha  por  la  calle  de  la  Flor  Alta,  no  pudo  menos  de  volver 
varias  veces  el  rostro,  extasíándose  al  contemplarla.  Había  visto  en 
ella  la  encarnación  de  la  Ofelia  y  la  Jidieta  de  Shakespeare,  la  Car- 
lota de  Goethe  y,  sobre  todo,  la  mujer  ideal  de  las  leyendas  que  bu- 
llían en  su  mente.  Aquella  tarde  estuvo  muy  expansivo,  y  en  las  su- 
cesivas volvimos  á  la  calle  de  la  Justa,  entrando  por  la  de  la  Flor  Alta, 
torciendo  á  la  izquierda  para  volver  por  la  calle  de  la  Estrella  á  la  de 
San  Bernardo  y  dirigirnos  á  nuestro  solitario  paseo.  Siguiendo  aquel 
camino,  si  las  jóvenes  estaban  asomadas  al  balcón,  podíamos  verlas 
durante  más  tiempo,  lo  que,  por  fortuna  nuestra,  sucedía  casi  siem- 
pre. No  tardé  en  saber  quiénes  eran  aquellas  dos  interesantes  señori- 
tas, y  como  la  que,  sin  sospecharlo,  inspiró  á  Bécquer  todas  las  rimas 
amatorias  debe  pasar  en  su  compañía  á  la  posteridad,  siquiera  sea 
como  la  Laura  del  Petrarca,  diré  que  se  llamaba  Julia  y  que  era  hija 
del  compositor  don  Joaquín  Espín  y  Guillen,  profesor  del  Conserva- 
torio y  autor  de  obras  musicales  que  le  alcanzaron  gran  notoriedad. 
Aimigo  mío  era  un  hijo  del  citado  maestro,  que  fué  á  su  vez  un  dis- 
tinguido músico,  y  cuando  adquirí  estas  noticias  y  me  enteré  de  que 
en  la  casa  de  aquellas  jóvenes  se  celebraban  muy  interesantes  concier- 
tos, propuse  á  Bécquer  que  asistiéramos  á  ellos.  Mi  indicación  fué  ro- 
tunda y  categóricamente  rechazada.  Prefería  el  ideal  á  la  realidad. 
Aquella  Julia  fué  su  inspiración ;  cuando  cesaban  de  verla  sus  ojos 
la  veía  su  espíritu;  amó  al  alma  que  adivinaba,  y  por  lo  mismo  que  le 
revelaba  los  más  recónditos  y  hermosos  sentimientos  de  la  mujer,  no 
quiso  conocerla,  ni  siquiera  oír  su  voz.  Mantenía  con  ella  unas  rela- 
ciones ideales,  vivía  de  una  ilusión.  ¡Candidez,  puerilidad,  dirán  los 
que  se  llaman  hombres  prácticos ;  pero  de  estas  puerilidades  y  candi- 

TOMO  VIH. — 14 


2  10    ::i:mer  pekíodo  de  l.\  época  realista  (1850-18Ó9) 

deces  brotan  las  rimas  que  se  eternizan  y  eternizan  á  los  ilusos  que 
las    producen !    Dos   años   después,   vencidas    las   dificultades,   empezó 
Bécquer  á  abrirse  camino,  y  sólo  por  rara  casualidad  vio  alguna  que 
otra  vez  á  su  Julia.  ¿Qué  le  importaba  no  sostener  con  ella  relaciones 
amorosa:-,  si  siempre  estaba  en  su  alma  su  recuerdo!"  De  1860  á  1861 
compuso  Bécquer  sus  Rimas.  De  Heine  había  traducido  muy  poco  Flo- 
rentino Sanz:  Canciones  de  Enrique  Heine,   1857  (en  el  Museo   Uni- 
versal. Mayo).   Más   tarde,   Mariano   Gil  y   Sanz,   salmantino,   tradujo 
parn.frásticamente,  v  mal,  el  Intermezzo,  sobre  la  versión  parafrástica 
de    Gerardo  de   Nerval,   en   el   mismo   Museo    Universal   (1867).    Ma- 
nuel  M.    Fernández   y   González,    redactor   de   hl   Imparcial,   tradujo 
más    fiel    que    poéticamente   y    mirando    más    á    la    traducción    fran- 
cesa, el  Intermezzo,  el  Regreso  y  La  Nueva  primavera:  Jov<^s  pru- 
sianas,  poemas  lír.    de   E.   Heine,    Madrid,    1873,    1879.   Jaime   Clark 
insertó  algunos  cantares  de  Heine  en  Poesías  líricas  alemanas,  Ma- 
drid,  1872,    1879.   No  menos  incluyó  otras   el   americano  Juan   Artu- 
ro Pérez  Bonalde  en  sus  Estrofas,  1877.  Ángel  Rodríguez  Chaves  tra- 
dujo el  Intermezzo,  Madrid,   1877.  José  J.   Herrero  vertió  muy  bien 
Poemas  y  Fantasías  en  la  Bibl.   Clásica,   de   Navarro,  Madrid,    1883. 
Teodoro  Llórente  volvió  á  traducir  á  Heine  en  la  Biblioteca  Arte  y 
Letras,   Barcelona,    1885.   R.   Correa,   el  amigo  y   editor  de   Bécquer, 
dijo  en  el  Prólogo:  "Aunque  hay  un  gran  poeta  alemán  á  quien  puede 
creerse  ha  imitado  Gustavo,  esto  no  es  cierto,  si  bien  entre  los  dos 
existe  mucha   semejanza."  Otro  tanto  aseguraron  Valera  y  otros  en 
las  disaisiones  del  Ateneo  (1876).  Lo  mismo  afirmó  Rafael  M.  Mer- 
chán  en  sus  Estudios  críticos.  1886.  El  padre  Blanco  García  disiente 
de  todos  ellos  y   cree  que   Bécquer  se   inspiró  en   Heine.   Si   así   fué, 
hubo  de  hacerlo  en  los  pocos  trozos  que  insertó  Florentino  Sanz  en 
el  Museo  Universal;  pero  no  es  argumento  suficiente  el  parecido  en- 
tre ambos  poetas,  único  que  se  aduce  de  hecho.  Jamás  hizo  Bécquer 
versos  á  su  mujer,  ni  quería  hablar  de   ella.   Casáronle   en   1861   sus 
amigotes,  Augusto  Ferrán  entre  otros,  que  andaba  liado  con  una  de 
las  hijas  de  la  portera  de  su  casa  propia,  y  casáronle  con  una  mucha- 
cha de  servicio  llamada  Casta,  natural  de  Soria,  vulgar  y  nada  guapa. 
Tuvo  de  ella  tres  hijos,  á  quienes  quería  mucho.  Estas  noticias  se  la& 
he  oído  á  Julio  Nombela,  íntimo  suyo  desde  la  niñez,  el  cual  me  ase- 
guró que  jamás  le  vio  reír  ni  hablar  sexualmente  de  mujeres...  En  visi- 
tas apenas  hablaba,  tan  sólo  se  desahogaba  con  los  amigos  tratando  de 
arte.  A  la  música  se  dio  mucho  del   1860  al   1862,  que  tradujo  paia 
Francisco  Salas  el  Fidelio  de  Beethm'en,  Fra  Diavolo  de  Weber,  etc., 
y   salieron   en   El   Museo    Universal   (1863),   de   Ga.spar   y    Roig.    Me 
asegura  Julio  Nombela  que  Bécquer  no  se  inspiró  en  Heine,  á  quien 
no  conoció  sino  por  referencias  de  Augusto   Ferrán,  el   primero  que 
habló  acá  de  él  sin  traducirlo.  Después  tradujo  algo  Florentino  Sanz. 
Fji  quien  más  se  inspiró  fiíé  en   Byron  y  los  autores  que  vimos  leyó 
en    Sevilla.    Pero    no    tomó    nada    de    nadie,    sino    de    su    estado    pa- 


S.    XIX,     1858.    GUSTAVO    ADOLFO    BÉCQUER  211 

tológico  y  enfermedad  de  consunción.  Todos  los  de  su  familia  mu- 
rieron antes  de  los  treinta  años.  Puede  asegurarse  que  antes  de 
escribir  las  Rimas  no  conoció  á  Heine,  y  todo  lo  más  un  par  de 
poesías  que  oyó.  Eduardo  Schure  dice  de  Heine:  "Por  un  lado, 
encontramos  en  él  una  sensibilidad  ardiente,  sutil,  femenina,  de  ex- 
quisita delicadeza ;  por  otra  parte,  un  espíritu  infernal,  una  ironía  ma- 
ligna y  selvática  que  asaetea  á  su  enemigo  con  flechas  emponzo- 
ñadas; unas  veces,  tristeza  suave  y  soñadora;  otras  veces,  risa  ma- 
ligna y  cínica;  ahora,  im  ángel;  luego,  un  demonio."  Ahora  bien; 
Bécquer  no  tiene  nada  de  lo  segundo,  del  lirismo  humorístico  que 
Heine  trajo  á  la  literatura,  merced  á  su  mal  humor  y  á  su  descrei- 
miento. Bécquer.  aun  dentro  de  lo  primero,  de  la  tristeza  suave  y 
soñadora,  es  más  candido  niño  que  Heine,  menos  corrido  ni  picar- 
deado, menos  leído  y,  en  cambio,  más  allegado  á  los  sentires  abiertos, 
claros  como  el  agua  de  la  fuente  y  sencillos  del  pueblo  castellano.  Es 
insostenible  lo  que  dijo  Teodoro  Llórente  en  su  traducción  de  Heine: 
"Intercaladas  muchas  de  aquellas  poesías  (de  Bécquer)  en  una  perfec- 
ta traducción  castellana  del  libro  de  Heine,.  no  se  notaría  diferencia 
entre  ambos  autores.  Esto  basta  para  la  gloria  del  poeta  sevillano:  no 
hay  que  atribuirle  una  originalidad  difícil  de  sostener."  A  pesar  de 
Llórente,  Bécquer  fué  original  y  no  tomó  de  Heine  sus  sentimientos, 
su  tonalidad,  su  ritmo,  que  fueron  muy  suyos  y  muy  españoles.  J.  Va- 
lera,  Poesía...  s.  XIX,  I,  pág.  178:  "Muchas  personas  han  creído  y  sos- 
tenido que  Bécquer  imita  á  Heine.  Otras  aseguran  que  jamás  le  había 
leído,  pero  esto  es  falso.  Bécquer  conoció  y  leyó  á  Heine;  pero  si  en 
algo  le  imitó,  fué  en  escribir  composiciones  muy  cortas,  como  los 
Lieder,  aunque  raza  vez  coincidían,  ni  en  el  sentir,  ni  en  el  pensar,  los 
Lieder  y  las  Rimas.  Notables  y  originalísimos  ingenios  eran  ambos, 
Bécquer  y  Heine.  Y,  sin  embargo,  nada  más  diferente,  por  no  decir 
más  opuesto,  que  las  .prendas,  condición  y  carácter  del  uno  y  del 
otro.  No  hay  espacio  aquí  para  compararlos  y  hacer  la  distinción  de- 
bida. Bástenos  indicar  que  el  talento  de  Heine  era  más  extenso  y  qui- 
zás más  complicado  y  más  hondo:  el  de  Bécquer  más  influido  por  el 
amor  y  la  fe  y  mucho  más  simpático  por  su  sencillez,  generosidad  y 
nobleza.  Nunca  llegó  Bécquer  á  las  alturas  filosóficas,  al  casi  reli- 
gioso entusiasmo  con  que  Heine,  por  ejemplo,  retrata  y  ensalza  al 
maravilloso  poeta  de  su  casta  Jeuda  Ben  Leví,  de  Toledo;  pero  tam- 
poco se  entregó,  rebajándose,  á  las  burlas  impías  y  al  sarcasmo  más 
que  volteriano  á  que  Heine  á  menudo  se  entrega.  Bécquer  jamás  es 
chistoso;  Heine  suele  tener  mucho  chiste,  aunque  cínico  y  desver- 
gonzado con  frecuencia.  En  resolución,  Bécquer  y  Heine  apenas  se 
parecen  en  otra  cosa  sint»  en  haber  escrito  composiciones  de  poco 
número  de  versos."  Julio  Burell,  Bécquer  y  Heine  (El  Mundo) :  "Un 
crítico  francés,  que  ha  hecho  escasa  justicia  á  Núñez  de  Arce  y  toda 
la  posible,  tratándose  de  una  pluma  francesa,  á  don  Ramón  de  Cam- 
poamor,  ha  publicado  últimamente  cierto  estudio  sobre  nuestro  Béc- 


212      PRIMER  PERÍODO   DE   L.\   ÉPOCA   REALISTA   (l850-l8Óg) 

quer,   en  que   al   lado  del  entusiasmo   incondicional   aparecen   errores 
semejantes  á  este  extraño  error:  "Bécquer  es  discípailo,  ya  que  no  imi- 
"tador  de  Heine.''  Y  es  lo  más  singular  que  este  error  puede  muy  bien 
haber  tenido  su  origen  en  España  misma.  Recuerdo  yo  cómo  en  los  dias 
de  aquel  gran  movimiento  literario  y  filosófico  que  siguió  al  profundo 
silencio  de  la  Restauración,   se   sentaban   proposiciones  en   la   prensa 
j   en  el  Ateneo  á  propósito  de  Bécquer,  de  su  filiación  literaria  y  de 
la  poética,  que  dejaban  muy  atrás  las  del  crítico  de  la  Revuc  Bleue. 
Para  la  generalidad  de  las  gentes  dadas  entonces  (el  número  va  sien- 
do ya  menor)  á  las  cosas  fútiles  de  la  poesía,  que,  sin  embargo,  llevan 
trazas  de  ser  eternas,  si  había  algo  cierto  en  el  mundo,  era  que  Béc- 
quer, con  sus  Rimas,  representaba  entre  nosotros  una  adaptación  del 
lied  alemán,  y,   sobre   todo  del  lied  que   Heine   canta:   "Le  han   en- 
"venenado   el   agua,   le   han   envenenado   el   pan..."   Enfrente   de    es- 
tos   errores    que    á    la   vuelta    de    unos    cuantos    eJíos    aparecen    tra- 
ducidos   al    francés,    sólo    recuerdo    haber    oído    una    voz    que    pro- 
testara después  de  la  de  Correa;  la  voz  de  Valera,  gran  crítico,  gran- 
de artista  y  testigo  en  la  redacción  de  El  Contemporáneo  de  lo  que 
pudiéramos  llamar  gestación   literaria  del   poeta   sevillano.   El   mismo 
Rcvilla,  que  era  la  sinceridad  literaria  más  pura  que  haya  yo  cono- 
cido;  el   mismo  malogrado   Revilla   llegó   á   sostener   como   reales   la 
semejanza  ó  imitación  de  que  ahora  habla  el   crítico  francés.   Y  en 
verdad  que  ni  antes  ni  ahora  ha  podido  decirse  cosa  más  tristemente 
contraria  á  la  verdad.  ¿Quién  es  Bécquer?  Es  un  alma  toda  española, 
toda  meriodíonal ;  para  él  no  existen  ni  el  sarcasmo  fiero  ni  la  des- 
afinada ironía;  hasta  ahora  ni  oculta  sus  lágrimas  ni  disfraza  con  una 
carcajada  sardónica  la  santidad  y  la  efusión  del  sentimiento.  Plácele 
recorrer  las  ruinas  de  las  viejas  edades,  y  le  cautivan,  le  arrebatan, 
le  despiertan  á  la  vida  de  lo  sobrenatural,  de  lo  maravilloso,  de  lo 
fantástico,  el  castillo  derruido,  la  catedral  desierta,  el  convento  silen- 
cioso,  el  cementerio  desolado,   la  montaña  abrupta  en  donde  anidan 
los   cuervos  y  las  águilas,   la  cañada   somibria   donde   se   esconden   y 
duermen  los   misteriosos   gnomos.    Recordad   aquella   hermosa   página 
que  se  llama  las  Tres  fechas,  aquel  soberbio  cuadro  que  se  llama  el 
Rayo  de  luna;  el  Órgano  sublime  de  Maese  Pérez,  el  miserere  terri- 
ble del  Monte  de  las  Animas;   recordad  su  visita   al   cementerio   de 
una  aldea,  en  cuyo  recinto  se  levanta  á  la  contemplación  de  lo  infini- 
to, exclamando:  "Me  es  igual  que  me  coloquen  debajo  de  una  pirá- 
"mide  egipcia,  como  que  me  aten  una  cuerda  á  los  pies  y  me  echen  á 
"un  barranco  como  un  perro.  Ello  es  que  cada  día  voy  creyendo  más 
"que,  de  lo  que  vale,  de  lo  que  es  algo,  no  ha  de  quedar  ni  un  átomo 
"aquí."  ¿Y  sus  notas  más  íntimas?  ¿Y  sus  acentos  más  personales  y 
más  tiernos?  ¡  A !  Es  necesario  ver  cómo  esas  sencillas  rimas  expo- 
nen la  pasión,  el  amor,   los  celos,  la  ira,  el   desaliento,   la  íiiclanco- 
lía,  la  tristeza  de  un  corazón  que  se  siente  abandonado  de  la  esperanza. 
Todo  es  en   Bécquer  grave,  profundo;  mas  natural,  naturalísimo.   El 


S.    XIX,    1858.    GUSTAVO    ADOLFO    BÉCQUER  21 3 

mismo  abandono  sistemático  de  la  forma  revela  cuan  íntimo,  cuan 
religioso  es  el  recogimiento  de  aquella  alma  sublime  en  esa  hora  mis- 
teriosa y  solemne  en  que  Dios  y  el  poeta  entablan  sus  coloquios  eter- 
nos. Sólo  Espronceda,  en  su  Canto  á  Teresa;  sólo  Tassara,  en  su 
Canto  á  Laura;  sólo  Campoamor,  en  la  Carta  de  la  heroína  de  su 
Tren  Expreso;  sólo  Musset,  en  su  sublime  Recuerdo,  muestran  la 
noble,  la  espontánea,  la  sincera  emoción,  la  altísima  unción  poética, 
que  son  como  musas  inseparables  vibrando  siempre  en  las  cuerdas 
t^.e  oro  á  que  Bécquer  arranca  aquellas  que  él  llamase  ^^Cadencias  que 
''el  aire  dilata  en  la  sombra."  Abrid  al  acaso  el  libro  que  las  encierra, 
y  hallaréis  lo  primero  un  corazón  con  las  dos  supremas  sensibilidades 
humanas :  la  sensibilidad  exquisita  del  arte  y  la  sensibilidad  de  un  alma 
llena  de  todos  los  amores:  "Saeta  que  voladora  |  cruza,  arrojada  al 
"azar,  |  sin  adivinarse  dónde  |  temblando  se  clavará."  "Eso  soy  yo, 
"que  al  acaso  |  cruzo  el  mundo  sin  pensar  ¡  de  dónde  vengo  ni  adonde  I 
"mis  pasos  me  llevarán."  Ya  lo  oís.  La  duda,  la  terrible  duda  acerca 
de  su  existencia  no  puede  ni  más  llana  ni  más  sencillamente  mostrarse. 
Es  un  pesimista  hondo,  muy  hondo;  pero  reposado,  tranquilo,  como  el 
de  Leopardi,  cuando  en  noche  serena,  deteniéndose  á  contemplar  el 
melancólico  resplandor  de  la  luna,  exclama  con  el  Pastor  del  Asia: 
"¿'Qie  fai  tu,  luna,  in  ciel?  "Dimmi,  che  fai  |  silenziosa  luna?...  |  Dim- 
"mi,  o  luna:  che  vale  |  al  pastor  la  sua  vita  |  la  vostra  vita  a  voi? 
"Dimmi:  ove  tende  |  questo  vagar  mió  breve  |  il  tuo  corso  immortale?" 
Bécquer  no  sabe  sonreír  como  Heine  cuando  siente  el  pecho  desga- 
rrado;  no  sabe  jugar  con  sus  penas,  y  angustiosas  y  amarguísimas 
viértelas  él  como  en  su  corazón  rebosan.  He  ahí  sus  nobles  acentos, 
sus  arranques  sin  afectismos  siempre  humanos.  Escribe  sus  versos 
con  su  propia  sangre,  y  por  eso  pueden  brotar  de  su  pluma  estrofas 
tan  maravillosamente  hermosas  como  aquellas  que  acaban  con  este 
grito  desgarrador:  "¡Dios  mío!  ¡Qué  solos  |  se  quedan  los  muertos!" 
Tuvo  nuestro  poeta  días  sin  pan  y  noches  sin  hogar  ni  abrigo.  Oigá- 
mosle cuan  amarga,  pero  cuan  severamente  nos  nabla  de  sus  jorna- 
das sombrías:  "Llegó  la  noche  y  no  encontré  un  asilo;  |  ¡y  tuve  sed... ! 
"Mis  lágrimas  bebí;  |  ¡y  tuve  hambre!  ¡Los  hinchados  ojos  |  cerré 
"para  morir !  |  ¡  Estaba  en  un  desierto !  Aunque  a  mi  oído  |  de  las 
"tumbas  llegaba  el  ronco  herir,  |  yo  era  huérfano  y  pobre...  el  mundo 
"estaba  I  desierto  para  mí."  Ni  una  rebeldía,  ni  una  queja  contra  Dios: 
poco,  muy  poco  contra  los  hombres.  Mira  hacia  su  desventura  y 
pasa...  Unas  cuantas  palabras  bastan  á  su  dolor.  Este  es,  después  de 
todo,  el  gran  secreto  del  admirable  poeta.  Sintió  también  en  sus  en- 
trañas mismas  la  ancha  y  envenenada  herida  de  la  traición,  abierta 
por  la  mano  de  la  mujer  querida;  y  entonces  no  le  ocurre  pensar  que 
todo  ha  sido  un  sueño,  una  mentira,  un  engaño  de  los  sentidos...  su 
amor  sigue  pensando:  "...¡Es  tan  hermosa!"  Cantó  este  amor  po- 
niendo en  cada  estrofa  un  pedazo  del  alma,  y  en  cada  nota  una  vi- 
bración de  su  propia  vida;  y  en  la  hora  de  la  suprema  angustia  y  del 


214     PRIMER   PERÍODO    DE   L.\   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

adiós  Último  piensa  que  en  medio  de  la  eterna  renovación,  ni  aquellas 
aves  que  escucharon  los  dulces  juramentos,  ni  aquellas  flores  que  se 
abrieron  en  los  dichosos  días,  "¡ya  nunca,  ya  nunca  volverán!''  Es- 
píritu es  el  de  Bécquer  que  sólo  á  la  verdad  de  los  sentimientos  res- 
ponde. La  pasión  de  un  día,  el  capricho  de  una  hora  no  le  arrancan 
una  sola  nota  jamás.  Alma-amor  es  su  alma,  y  cuando  sobre  la  tierra 
pasan  sin  apagar  la  sed  de  infinitos  en  que  su  espíritu  se  abrasa,  ya  la 
mujer  que  le  murmura  estremecida;  "yo  soy  ardiente,  yo  soy  more- 
"na;  |  yo  soy  el  símbolo  de  la  pasión..."  ya  la  mujer,  que  le  canta 
enamorada:  "¡Mi  frente  es  pálida,  mis  trenzas  de  oro  ¡  pueden  brin- 
"darte  dichas  sin  fin...  !",  y  piensa  que  el  ángel  soñado,  impalpable, 
invisible,  "vano  fantasma  de  niebla  y  luz",  no  ha  de  bajar  á  consolar 
«US  pesares,  corre  á  buscar  calma  y  refugio  "en  la  desierta  nave  | 
''del  templo  bizantino",  entre  cuyas  sombras  descubre  al  fin,  dormida 
sobre  la  piedra  fría,  la  mujer  ideal.  Pues  si  Bécquer  representa  en  la 
poética  en  estos  tiempos  el  candor,  la  sencillez  de  ánimo,  el  senti- 
miento sin  artificio,  el  arte-corazón,  el  calor  y  la  luz  del  Mediodía, 
Heine  es  un  término  opuesto,  bien  entendido  que  uno  y  otro  son  per- 
sonificaciones vigorosas  y  elocuentes  de  cuanto  hay  de  más  bello  en 
el  campo  del  pesimismo.  No  busquéis  otros  puntos  de  relación  ó  se- 
mejanza. Heine — y  él  lo  ha  dicho — formó  su  nido  en  la  peluca  de 
Voltaire;  Bécquer — él  lo  ha  contado — consumió  su  vida  entre  las 
sombras  de  la  tierra  y  las  vislumbres  del  cielo.  ¿Quién  es  Heine?  Es 
el  verbo  de  la  ironía  y  del  sarcasmo.  Del  día  mismo  en  que  naciera  se 
sirve  para  sus  burlas  y  equívocos.  "He  nacido — dijo  en  cierta  oca- 
"sión — el  I."  de  Enero  de  1800";  y  añadió  con  sorna:  "Soy,  pues,  el 
"primer  hombre  de  mi  siglo."  Y  no  es  que  Heine  deje  de  sentir  las  tris- 
tezas y  los  disgustos  del  mimdo;  pero  así  como  Bécquer  los  purifica 
ofreciéndolos  como  en  holocausto  al  arte,  Heine  los  recoge  con  una 
carcajada  sonora,  y  la  poesía  débele  entonces  mucho  al  genio  del 
poeta,  pero  muy  poco  á  su  corazón.  Xo  pidáis  al  poeta  alemán  que 
acorte  el  vuelo  á  su  sarcástica  musa ;  la  musa  de  Heine,  como  no 
tuvo  fronteras,  tampoco  conoció  tierra.  La  pluma  que  escribe  cosas 
tan  tiernas  como  los  amores  del  Pino  del  Norte  y  epigramas  tan  cáus- 
ticos como  aquel  en  que  donosamente  se  burlara  del  padre  Kant,  "que 
"hace  primero  la  Crítica  de  la  razón  pura,  y  consuela  después  á  su 
"criado  Juan  Sand  con  la  Crítica  de  la  razón  práctica'" — aquella  plu- 
ma sin  duda  de  oro  riquísimo  y  con  la  punta  de  diamante,  es  bisturí 
y  piqueta,  florete  y  aun  puñal — rara  vez  hace  oficio  de  lira;  penetra, 
corta,  raja,  pulveriza,  destruye;  y  cuando  las  flaquezas  del  prójimo 
no  bastan  á  sus  iras,  ó  por  un  momento  ha  saciado  su  afán  de  herir 
en  el  blanco,  torna  á  su  corazón  y  lo  punza  y  martiriza  hasta  que 
acaba  por  entregarlo  destrozado  y  sangriento  á  la  risa  inconsciente 
de  la  mujer  y  del  vulgo.  Estudiándolo  en  cualquiera  de  sus  libros  ve- 
réis cómo  pasa  burlón  y  escéptico  sobre  todos  los  sentimientos  más 
grandes  de  la  vida.  En  el  espíritu  que  ha  inspirado  sus  cantos,  casi 


S.    XIX^     1858.    GUSTAVO    ADOLFO    BÉCQUER  2l5 

siempre  estimables,  no  hay  que  buscar  la  menor  unidad :  ya  el  poeta 
entona  fogosa,  ardientemente,  himnos  á  la  patria  alemana;  ya  deifica 
á  Bonaparte ;  ya  es  pagano  y  exalta  á  Grecia;  ora  forja  católicas 
leA'^endas  con  la  unción  de  un  monje  de  la  Edad  Media,  y  algunas  pá- 
ginas pasadas,  destruye  con  estruendo  las  marmóreas  columnas  de  la 
mezquita  de  Córdoba,  indignado  de  verla  convertida  en  templo  de  Je- 
sús, llena  "por  el  odioso  culto  de  los  cristianos",  A  la  vista  de  esta 
incoherencia  sistemática  de  sentimientos  y  de  ideas  exclama  con 
acento  irónico  un  crítico  ilustre:  "¡  Tal  es  el  hombre  y  tal  es  el  poeta!" 
Es  cierto;  mas  no  lo  es  menos  que  hay  algo  permanente  influyendo 
siempre  por  modo  igual  en  el  genio  de  Heine;  y  ese  algo  es  junta- 
mente humor,  ironía  y  maledicencia.  No  hay  que  nombrar  la  Alema- 
nia, obra  en  prosa,  viva  y  genial,  donde  Heine  ha  vertido  por  com- 
pleto toda  su  hiél.  ¡  Qué  desesperación !  ¡  Qué  amargura !  ¡  Qué  cua- 
dros aquellos  cuadros  llamados  Las  Esposas  del  Señor,  la  Condesa  Pa- 
latina, el  Poeta  Fridusc,  Elegía  romántica,  el  Tambor  mayor  y  el 
Penitente  de  Canosa,  el  Aburrido,  La  Diana,  el  Elefante  blanco,  el 
Filántropo... !  Swift  y  Voltaire,  Rabelais  y  Sterne,  no  tienen  ni  ma- 
yor desenfado  ni  crudeza  más  terrible.  Recordad  por  un  momento 
aquellos  sentidos  poemas  El  Intermezzo,  El  Mar  del  Norte,  La  Nueva 
Primavera  y  El  Regreso,  verdaderos  prodigios  de  belleza ;  tras  de 
cada  rasgo  tierno  y  de  cada  palabra  regalada,  hallaréis  la  carcajada 
siniestra,  la  predicción  sombría,  la  hiél,  la  eterna  hiél  que  envenena 
el  aire  en  que  Heine  respira.  Habla  á  un  amigo  y  le  aconseja:  ''¡Bas- 
"ta  ya — le  dice — ,  basta  ya  de  tristeza  y  timidez !  Habla  muy  alto, 
"pide  sin  rebozo;  tendrán  á  gran  placer  concedértelo  y  acabarás  por 
"llevarte  á  tu  casa  la  novia.  Arroja  tu  dinero  á  los  músicos;  la  mú- 
"sica  es  la  reina  de  la  fiesta...  Abraza  al  vejestorio  de  la  tía,  aunque 
"pienses  para  ti:  "¡Que  el  diablo  cargue  con  ella.''  Habla  bien  de  los 
"príncipes  y  no  murmures  de  las  mujeres.  Si  matas  puerco,  no  seas 
"tacaño  en  las  morcillas.  Si  no  te  gusta  la  Iglesia,  no  seas  bestia,  ra- 
"zón  de  más  para  que  la  visites  con  frecuencia.  Quítate  el  sombrero 
"ante  el  cura,  y,  además,  envíale  de  vez  en  cuando  una  botella  de 
"buen  vino.  Rasca  donde  te  pique,  como  todo  hombre  honrado,  y  si 
"te  aprieta  el  zapato,  ponte  zapatillas.  Que  tu  mujer  ha  echado  de- 
"masiada  sal  en  el  puchero...  calma  tus  ímpetus  y  dile  sonriendo: 
"Monona  mía,  te  pintas  sola  para  buenos  guisos."  Que  tu  mujer  quie- 
"re  un  chai...  cómprale  dos  y  algunos  broches  y  alfileres  de  oro  y 
"diamantes.  ¡Oh,  amigo  mío,  sigue  mi  consejo;  de  esta  manera,  tras 
"una  vida  regalada  en  la  tierra,  alcanzarás  el  reino  de  los  Cielos!" 
¿Puede  ofrecerse  más  desolador  pesimismo?  Dígase  si  es  ese  el 
pesimismo  de  Bécquer.  Mientras  el  poeta  español  exclama:  "¡  Oh ' 
"¡  Qué  amor  tan  callado  el  de  la  muerte !  |  ¡  Qué  sueño  el  del  sepulcro 
"tan  tranquilo...!".  Heine  dirige  al  Cielo  esta  singular  plegaria:  "Los 
"jardines  celestiales  del  Paraíso,  la  mansión  de  los  bienaventurados 
"no  me   atraen  absolutamente:  no  he  de   encontrar   en   ellos   mujeres 


2l6     PRIMER   PERÍODO    DE   LA   ÉPOC\    REALISTA    ("18.^0-1869) 

"más  hermosas  que  las  que  he  visto  en  la  tierra.  No  hay  un  ángel,  ni 
"aun  ornado  con  sus  alas  más  primorosas,  que  baste  para  mí  á  reem- 
"plazar  á  una  mujer.  Cantar  salmos  en  medio  de  las  nubes  no  es,  con 
"mucho,  la  distracción  que  yo  anhelo.  ¡Señor!  Yo  creo  que  lo  mejor 
"será  que  me  dejes  en  este  mundo;  pero,  ante  todo,  sana  este  mi 
"achacosísimo  cuerpo  y  cuida  además  de  mi  bolsillo.  Este  mundo,  lo 
"sé,  está  lleno  de  vicios  y  de  horrores ;  ]  pero  estoy  ya  tan  acostum- 
"brado  á  pisar  el  pavimento  asfaltado  de  este  infierno  terrenal...! 
"El  rumor  del  mundo,  créeme,  no  ha  de  dañarme ;  salgo  rara  vez  de 
"casa;  prefiero  quedarme  en  ella,  de  bata  y  zapatillas,  al  lado  de  mi 
"mujer.  ¡Oh!  ¡Déjame  á  su  lado!  Cuando  oigo  su  dulce  charla,  mi 
"alma  saborea  con  delicia  la  música  de  su  voz  encantadora.  ¡  Es  tan 
"pura,  tan  leal  su  mirada !  ¡  Señor,  Señor !  No  te  pido  más  que  salud 
"y  un  suplemento  en  dinero...  ¡  Señor,  no  te  pido  más  que  me  dejes 
"pasar  todavía  algunas  dichosas  horas  en  statii  quo  al  lado  de  mi  mu- 
"jer."  Y  no  es  que  Heine  sea  siempre  así,  descreído  y  burlón.  El  In- 
termezzo es  una  revelación  constante  de  honestos  y  grandes  senti- 
mientos. Un  alma  toda  amor — amor  fresco  é  ingenuo — pasa  por  aque- 
llas páginas,  dejando  en  ellas  rico  perfume  de  juventud  y  de  esperanza. 
El  Mar  del  Norte  es,  en  muchos  espacios,  irradiación  brillante  y  pura 
del  último  gran  astro  de  la  poesía  germánica.  En  las  Hojas  caídas 
hay  cosas  tan  tiernas  y  tan  sentidas,  que  han  debido  hacer  llorar  al 
mismo  poeta  al  escribirlas.  Aquella  poesía,  breve  como  las  de  Bécquer, 
en  que  Heine  recuerda  á  su  anciana  madre,  ausente  y  próxima  á  mo- 
rir, y  á  su  patria  lejana,  vende  que  en  aquel  corazón  había  un  rincón 
lleno  de  luz...  Ya  lo  dijo  el  poeta  en  un  día  de  indignación:  "En  el 
"fondo  de  mi  corazón  hay  mucho  cieno,  ¿quién  sabe  si  en  ese  fondo 
"de  cieno  habrá  escondida  una  perla?"  ¿Qué  hay,  pues,  de  común  en- 
tre Bécquer  y  Heine?  Parten  uno  y  otro  de  un  punto  mismo,  del  pro- 
fundo malestar  de  la  existencia;  mas  los  rumbos  que  cada  cual  em- 
prende son  bien  distintos.  Sólo  el  fastidio  de  la  vida  los  aproxima; 
sólo  los  asemeja  una  circunstancia  superficial:  la  concisión.  ¡La  con- 
cisión! Pero  acaso  antes  que  Heine,  ¿no  había  escrito  Goethe  sus 
hermosos  Heder?  Schiller  mismo  no  dejó  de  cultivarlos...  ¡La  conci- 
sión !  Mas  ¿  para  qué  imitarla  en  Heine  ?  ¿  No  tenía  más  cerca,  mucho 
más  cerca  Bécquer  un  modelo  eterno  y  soberano?  ¿No  tenía  nuestro 
Cancionero  popular?  Entre  los  dos  poetas,  iguales  en  la  grandeza,  en 
la  inspiración  y  en  la  desventura,  existe,  sin  embargo,  ima  relación 
que  nadie  puede  negar;  un  lazo  tan  fuerte  como  eterno;  el  lazo  que 
une  á  los  genios  y  á  los  tristes:  la  inspiración  y  el  dolor."  Bécquer  se 
pintó  á  sí  mismo  en  el  Manrique  de  El  Rayo  de  luna:  "Manrique  ama- 
ba la  soledad,  y  la  amaba  de  tal  modo,  que  algunas  veces  hubiera  de- 
seado no  tener  sombra,  porque  su  sombra  no  le  siguiese  á  todas  par- 
tes. Amaba  la  soledad,  porque  en  su  seno,  dando  rienda  suelta  á  su 
imaginación,  forjaba  un  mundo  fantástico,  habitado  por  extrañas 
creaciones,   hijas   de    sus   delirios   y    sus   ensueños  de    poeta;    porque 


S.    XIX,     1858.    GUSTAVO    ADOLFO    BÉCQUER  217 

Manrique  era  poeta,  tanto,  que  nunca  le  habían  satisfecho  las  formas 
en  que  pudiera  encerrar  sus  pensamientos,  y  nunca  los  había  ence- 
rrado al  escribirlos.  Creía  que  entre  los  rojas  ascuas  del  hogar  habi- 
taban espíritus  de  fuego  de  mil  colores,  que  corrían  como  insectos  de 
oro  á  lo  largo  de  los  troncos  encendidos  ó  danzaban  en  una  luminosa 
ronda  de  chispas  en  la  cúspide  de  las  llamas,  y  se  pasaba  las  horas 
muertas  sentado  en  un  escabel  junto  á  la  alta  chimenea  gótica,  inmó- 
vil y  con  los  ojos  fijos  en  la  lumbre.  Creía  que  en  el  fondo  de  las  on- 
das del  río,  entre  los  musgos  de  la  fuente  y  sobre  los  vapores  del  lago, 
vivían  unas  mujeres  misteriosas,  hadas,  sílfides  ú  ondinas  que  exha- 
laban lamentos  y  suspiros  ó  cantaban  y  se  reían  en  el  monótono  ru- 
mor del  agua,  rumor  que  oía  en  silencio,  intentando  traducirlo.  Ea 
las  nubes,  en  el  aire,  en  el  fondo  de  los  bosques,  en  las  grietas  de  las 
peñas  imaginaba  percibir  formas  ó  escuchar  sonidos  misteriosos,  for- 
ma de  seres  sobrenaturales,  palabras  ininteligibles  que  no  podía  com- 
prender. ¡  Amar !  Había  nacido  para  soñar  el  amor,  no  para  sentirlo." 
Siempre  tuvo  en  los  labios  y  practicó  este  principio:  "No  se  debe 
escribir,  ni  pintar,  ni  esculpir,  ni  componer  .música  más  que  cuando 
el  espíritu  siente  la  necesidad  de  dar  á  luz  lo  que  ha  creado  en  sus 
entrañas."  En  su  concepto,  el  artista  debía  ser  objetivo  y  únicamente 
subjetivo  cuando,  después  de  haber  enriquecido  su  alma  con  continuas 
y  variadas  observaciones,  surgiera  en  ella  la  imperiosa  necesidad  de 
expresar  una  idea  ó  un  sentimiento,  nacidos  de  la  meditación,  de  la 
adivinación  ó  del  sufrimiento.  Comprendía  el  oficio  del  escritor,  del 
artista ;  pero  protestaba  contra  la  esclavitud  que  imponía  al  genio.  Se 
explicaba  que  obras  como  la  de  los  Templos  de  España  labrasen  la 
fortuna  de  quienes  la  escribiesen  y  editasen;  pero  lo  que  se  califica 
de  pacotilla  literaria,  no  le  parecía  obra  de  inteligencia,  sino  labor 
manual.  Véase  J.  Nombela,  Impresiones,  t.  II,  pág.  166.  Ramón  Ro- 
dríguez Correa,  Pról.  á  Rimas:  "Nada  de  lo  que  dejó  escribiólo  con 
intención  de  que  formase  un  libro...,  sus  grandes  imaginaciones... 
bajaron  con  él  al  sepulcro...  Las  rimas  de  Bécquer  no  son  la  total 
expresión  de  un  poeta,  sino  lo  que  de  un  poeta  se  conoce...  Confiarse 
en  la  admirable  desnudez  de  la  forma  intrínseca,  servir  á  la  inteli- 
gencia de  los  demás  la  esencia  del  pensamiento  y  herir  el  corazón 
de  todos  con  el  laconismo  del  sentir,  sacrificando  sin  piedad  palabras 
sonoras,  lujoso  atavío  de  amontonadas  galas  y  maravillas  de  multipli- 
cados reflejos,  á  la  sinceridad  de  lo  exacto  y  á  la  condensación  de  la 
idea,  y  obtener,  únicamente  con  esto,  aplauso  y  popularidad  entre 
las  multitudes,  es  verdaderamente  maravilloso,  sobre  todo  en  España, 
cuya  lengua  ha  sido  y  será  venero  inagotable  de  palabras,  frases, 
giros,  conceptos  y  cadencias.  Nada  menos  digno  de  llamar  la  aten- 
ción es  que  el  poeta  haya  conseguido  tan  rápida  celebridad  sin  tocar 
en  sus  fantasías  ni  en  sus  realidades  nada  que  directamente  excite 
el  interés  de  las  pasiones  colectivas  de  sus  contemporáneos.  Como  en 
las  de  los  grandes  maestros,  en  su  paleta  no  figuran  más  colores  que 


2l8     PRIMER   PERÍODO   DE   L-\   ÉPOCA   REALISTA   (l850-l86'j"¡ 

los  primordiales  del  iris,  descompuestos  en  el  prisma  de  la  imagina- 
ción y  del  sentimiento;  universales,  sencillos  y  espontáneos,  sin  en- 
cenderse al  contacto  de  pasiones  políticas  ó  de  problemas  sociales  y 
religiosos.  Tienen  en  sí  el  germen  de  todo  lo  ideal ;  pero  sin  acomoda- 
mientos de  época  ni  duda,  indignaciones  ó  esperanzas  de  impíos  ó 
fanáticos...  De  cada  cuatro  versos  suyos  puede  hacerse  una  larga 
poesía  descriptiva;  pero  herir  las  cuerdas  de  la  idea  ó  del  sentimiento 
en  menos  palabras  es  casi  imposible.  La  idea,  pues,  sin  más  adorno  que 
el  necesario,  como  él  decía,  para  poderse  presentar  decente  en  el  mundo, 
tiene  una  importancia  real  y  sólida  en  sus  composiciones."  El  mismo 
Bécquer,  en  el  elogio  de  su  discípulo  Forran  {Ob>\}s  de  Decquer, 
4.*  ed.,  t.  III,  págs.  109-125)  da  bien  á  entender  que  su  fuente  son  las 
coplas  populares,  añadiendo :  "En  sus  manos  la  sencilla  arpa  popular 
recorre  todos  los  géneros,  responde  á  todos  los  tonos  de  la  infinita 
escala  del  sentimiento  y  de  las  pasiones.  No  obstante,  lo  mismo  al 
reír  que  al  suspirar,  al  hablar  del  amor  que  al  expresar  algunos  de 
sus  extraños  fenómenos,  al  traducir  su  sentimiento  que  al  formular 
una  esperanza,  estas  canciones  rebosan  en  una  especie  de  vaga  é  in- 
definible melancolía,  que  produce  en  el  ánimo  una  sensación  dolorosa 
y  suave."  J.  Nombela,  Impresiones,  t.  III.  pág.  374:  "Además  me  ha- 
bía enterado  de  que  los  trabajos  literarios  que  publicaba  en  El  Con- 
temporáneo le  habían  alcanzado  celebridad  y  los  recursos  necesarios 
para  vivir  con  holgura.  Al  mismo  tiempo  colaboraba  en  la  importante 
revista  ilustrada  El  Museo  Universal,  en  la  que  aparecían  preciosos  é 
interesantes  dibujos  de  su  hermano  Valeriano,  que  también  se  había 
casado.  Uno  y  otro  habían  vencido,  por  fin,  en  la  lucha  sostenida 
durante  seis  años.  El  verdadero  mérito  triunfa  al  cabo,  aunque  no 
siempre  bastante  á  tiempo.  Supe,  por  último,  que  había  tenido  un  hijo, 
y  como  suponía  que  habría  sabido  elegir  una  compañera  digna  de  su 
alma  privilegiada,  esperaba  hallarle  en  el  seno  de  un  hogar  feliz  v 
fíeseaba  con  ansia  darle  un  abrazo,  confiarle  mis  desventuras  y  pros- 
peridades en  el  liempo  que  había  transcurrido  sin  vernos,  y  oír  las 
que  á  su  vez  tendría  que  referirme.  Olvidé  que  sólo  era  expansivo 
cuando  hablaba  de  sus  ideas  y  sus  sentimientos,  }  en  nuestra  entre- 
vista después  de  tres  años  de  separación,  charlamos  ampliamente  de 
su  colaboración  en  El  Contemporáneo,  que  debió  á  los  buenos  oficios 
de  Correa,  gran  amigo  de  Albareda;  de  su  estancia  en  el  monasterio 
de  Veruela,  adonde  había  ido  á  buscar  fuerzas  para  reponer  su  que- 
brantada salud  y  donde  la  segunda  vez  que  fué  al  famoso  monasterio 
en  1864,  después  de  nuestra  entrevista,  escribió  las  Cartas  de  mi  celda, 
que  tanto  admiraron  los  escritores  y  el  público  ilustrado  y,  por  últi- 
mo, de  las  Rimas,  que,  en  su  mayor  parte,  había  escrito  en  los  años 
1860  y  61,  de  las  que  me  recitó  algunas,  que  me  encantaron.  Quiso  á 
su  vez  que  le  refiriese  pormenores  de  mi  vida  literaria  en  Paris,  y 
ni  él  ni  yo  omitimos  ningún  detalle  que  pudiera  interesarnos.  Más  de 
dos  horas,  que  me  parecieron  muy  cortas,  duró  aquella  conferencia, 


S.    XIX,     1858.    GUST.W^O    ADOLFO    BÉCQUER  2iy 

y  no  dejó  de  extrañarme  que  no  me  hablase  de  la  familia  que  había 
creado.  No  hay  que  atribuir  aquella  omisión  á  disgustos  íntimos,  á 
contrariedades  domésticas.  Era  la  consecuencia  lógica  de  su  natura- 
leza, exuberante  de  cuanto  bullía  y  palpitaba  en  su  espíritu  creador  de 
bellezas,  reservada  ó  más  bien  indiferente  respecto  de  la  vida  fisio- 
lógica y  vulgar.  Sumido  en  una  constante  y  enfermiza  somnolencia 
para  todo  lo  material;  sin  sufrir  el  efecto  de  las  privaciones;  ama- 
ble y  bondadoso  siempre,  aunque  de  un  modo  pasivo ;  con  una  pa- 
ciencia y  una  resignación  que  rayaban  en  la  santidad,  parecía  seguir 
su  marcha  por  el  mundo  como  un  autómata :  sólo  se  despertaba  v  se 
exaltaba,  mostrándose  sublime,  cuando  el  arte,  como  una  circulación 
ideal,  vivificaba  todo  su  ser...  Durante  el  período  en  que  sólo  nos  se- 
pararon cortos  intervalos  de  tiempo,  no  le  oí  quejarse  de  sus  desven- 
turas, de  su  pobreza.  Era  aseado,  pulcro,  cuidaba  su  escasa  y  sufrida 
ropa ;  pero  todo  esto  lo  hacía  maquinalmente,  más  que  por  el  qué  di- 
rán, que  tanto  preocupa  á  muchos,  por  su  refinamiento,  que  le  esti- 
mulaba inconscientemente  á  honrar  en  su  persona  física  y  social  su 
persona  moral  é  intelectual.  Lo  que  constituye  el  mecanismo  de  la 
vida  ordinaria,  si  no  lo  desconocía  lo  practicaba  sin  interés,  como 
una  función  inexcusable.  Parecía  insensible,  y  hastr  indiferente,  como 
hombre  y  como  amigo;  pero  basta  leer  sus  Rimas,  sus  Cartas  de  mi 
celda,  el  prólogo  que  aparece  en  la  primera  edición  de  sus  obras,  para 
convencerse  de  que  aquella  frialdad  era  aparente,  sin  que  él  quisiera 
que  lo  fuese.  Había  algo  de  pudor  en  su  reserva,  algo  de  discreción 
en  su  indiferentismo.  Meditando  su  psicología,  porque  su  recuerdo  es 
uno  de  los  que  evoco  más  á  menudo,  he  llegado  á  pensar  que  obede- 
cía á  una  causa  psíquico-fisiológica.  Su  alma  robusta,  exuberante  de 
salud,  vivía  aprisionada  en  un  cuerpo  endeble,  enfermizo.  En  los  mo- 
mentos en  que  el  espíritu  dominaba  á  la  materia,  era  el  poeta  subli- 
me, el  admirable  narrador  de  los  misterios  de  la  ccnciencia,  de  las 
creaciones  de  la  imaginación,  de  los  insondables  sentimientos  que  él 
lograba  sondear;  pero  estos  esfuerzos  del  prisionero  que  le  ofrecían 
la  libertad  y  le  permitieron  dejar  en  el  mundo  para  su  eterna  gloría 
cuanto  admiramos  de  su  espíritu,  debilitaban  y  agravaban  la  pobreza 
de  su  cuerpo,  y  entonces  volvía  á  ser  la  endeble  y  deteriorada  máquina 
que  movía  sus  ruedas  sin  apercibirse  de  que  se  movían  al  impulso  de 
una  fuerza  desconocida  que  no  deseaba  conocer.  Cuando  las  observa- 
ciones que  acabo  de  apuntar  influyeron  en  mi  ánimo,  me  expliqué 
que  nada  me  insinuase  con  relación  á  su  nuevo  estado,  que  conside- 
raba quizás  como  un  suceso  natural  y  corriente  en  la  vida  física  y 
social  del  ser  humano...  En  1860  comenzó  Bécquer  el  prólogo  de  la 
colección  de  cantares,  que,  con  el  título  de  Soledad,  compuso  Ferrán... 
Lo  que  observé  en  las  muy  contadas  ocasiones  en  que  nos  vimos  des- 
de mi  regreso  de  París  hasta  su  muerte,  es  que  jamás  hablaba  de  las 
interioridades  de  su  hogar.  Cuando,  por  tener  que  ocuparnos  de  asun- 
tos literarios,  vivir  á  gran  distancia  el  uno  del  otro  y  faltarme  tiempo 


220     PRIMER   PERÍODO    DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (l8.=iO-l8Ó9j 

para  atender  á  mis  tareas,  pude  conseguir  que  almorzase  conmigo 
dos  ó  tres  veces,  natural  era  que  mi  mujer  le  preguntase  por  la  suya. 
Contestó  lacónicamente,  y  sólo  al  ver  á  mi  hijo,  que  entonces  tenía, 
sobre  poco  más  6  menos,  la  edad  que  el  suyo,  tres  años  escasos,  nos 
habló  de  él,  sin  olvidar  los  pueriles  detalles  que  tanto  preocupan  y 
encantan  á  los  padres.  ¿No  era  feliz  en  su  hogar?  Creo  que  ni  era 
desgraciado  ni  dichoso.  Vivía,  como  ya  he  dicho,  más  que  en  un 
mundo  real,  en  un  mundo  ideal.  Mientras  fué  fiscal  de  novelas,  como 
yo  estaba  en  el  gran  período  de  mi  producción  de  aquel  género  litera- 
rio, seguro  de  que  ni  con  inmoralidades  ni  con  teorías  subversivas 
habría  de  comprometerle,  me  pidió  que  le  llevase  ¡ni  original,  lo  que 
nos  proporcionaría  ocasión  de  vernos,  y  que  yo  mismo  sellase  mis 
cuartillas  con  el  sello  de  la  Fiscalía.  Además  dio  orden  de  que  cuando 
fuese  á  verle  y  estuviese  en  casa,  me  dejasen  entrar  en  su  despacho 
y  utilizar  el  sello.  Esto  no  sucedió  más  que  una  vez,  y  fué  la  única 
en  que  vi  á  su  esposa,  que,  al  enterarse  de  mi  llegada,  acudió  á  salu- 
darme al  despacho,  adonde  me  había  guiado  una  doméstica.  Podría 
tener  de  veintitrés  á  veinticuatro  años ;  agraciada  como  la  mayoría 
de  las  mujeres  de  la  edad  que  representaba;  nada  extraordinario  se 
notaba  en  ella ;  era,  al  parecer,  una  de  tantas  señoras  como  hay  por 
el  mundo  que  desempeñan  en  una  casa  funciones  útiles,  que  pueden 
ser,  y  son,  fíeles  esposas  y  excelentes  madres,  sin  perjuicio  de  pasar 
tin  buen  rato  conversando  con  las  amigas  de  las  contrariedades  do- 
mésticas, de  las  torpezas  y  picardías  de  las  criadas  y  de  otras  cosas 
por  el  estilo.  Deduje  de  aquella  rápida  impresión  que  mi  admirado 
amigo  tenía  una  mujer  de  su  casa,  y  pensé,  sin  que  el  tiempo  me  haya 
hecho  cambiar  de  opinión,  que  no  se  casó,  sino  que  le  casaron.  En 
otro  de  los  Pensamientos  á  que  antes  me  he  referido,  puede  ver  el 
lector  una  confesión  del  poeta,  que  confirma  mi  suposición.  "He  pa- 
usado los  días  más  hermosos  de  mi  existencia — dice — aguardando  á 
"una  mujer  que  no  llega  nunca.  ,;  Dónde  me  ha  dado  esa  cita  miste- 
"riosa?  No  lo  sé.  Acaso  en  el  cielo,  en  otra  vida  anterior  á  la  que 
'sólo  me  liga  ese  confuso  recuerdo.  Pero  vo  la  he  esperado  y  la  es- 
"pero  aún,  trémulo  de  emoción  y  de  impaciencia.  Mil  mujeres  pasan 
"al  lado  mío :  pasan  unas  altas  y  pálidas,  otras  morenas  y  ardientes, 
"aquéllas  con  un  suspiro,  éstas  con  una  carcajada  alegre,  y  todas  con 
"promesas  de  ternura  y  melancolía  infinitas,  de  placeres  y  de  pasión 
''sin  límites.  Este  es  su  talle,  aquellos  son  sus  ojos  y  aquel  el  eco  de 
"su  voz,  semejante  á  una  música.  Pero  mi  alma,  que  es  la  que  guarda 
"de  día  una  remota  memoria,  se  acerca  á  su  alma...  ¡Y  no  la  cono- 
"ce...!  Así  pasan  los  años  y  me  encuentran  y  me  dejan  sentado  al 
"borde  del  camino  de  la  vida...  ¡siempre  esperando...!  Tal  vez  vie- 
"jo.  á  la  orilla  del  sepulcro,  veré  con  turbios  ojos  cruzar  aquella  mu- 
"jer  tan  deseada,  para  morir  como  he  vivido...  ¡esperando  y  deses- 
"perado...!"  La  vida  fué,  en  efecto,  para  él,  un  continuo  sufrimiento, 
con  muy  breves  períodos  de  tregua.  Su  hijo  era,  quizás,  lo  único  que 


S,  XIX,  1858.  GUSTAVO  ADOLFO  BÉCQUER        221 

alegraba  su  alma  soñadora  en  aquel  hogar,  donde  su  mala  salud  ne- 
cesitaba asiduos  cuidados,  donde  podía  vivir  en  el  hermoso  campa 
de  la  fantasía  con  los  seres  ideales  que  creaba,  y  no  pedir  á  la  vida, 
como  nunca  le  había  pedido,  más  que  la  calma  material  para  poder 
permanecer  la  mayor  parte  del  tiempo  posible  en  el  mundo  de  sus 
ideas,  de  sus  quimeras  y  de  sus  delicados  y  hermosos  sentimientos- 
En  los  seis  últimos  años  de  su  vida  las  dolencias  físicas  le  hicieron 
pasar  penosas  temporadas;  pero,  gracias  al  interés  que  inspiró  á 
González  Bravo,  á  quien  por  esto  sólo  puede  perdonarse  cuanto  hizo 
de  malo — y  no  fué  poco — en  la  esfera  política,  logró  vivir  con  holgu- 
ra y  atender  fácilmente  á  sus  obligaciones.  La  Revolución  de  1868- 
acabó  con  la  Fiscalía  de  novelas;  pero  Bécquer  continuó  escribiendo 
para  El  Museo  Universal,  y  cuando,  en  1870,  fundó  Gasset  La  Ilustra- 
ción de  Madrid  en  competencia  con  La  Ilustración  Español^i  y  Ame- 
ricana, de  Abelardo  de  Carlos,  le  confió  la  dirección  literaria  del 
nuevo  periódico  ilustrado,  en  el  que  colaboró  con  su  genial  y  admira- 
ble lápiz  su  hermano  Valeriano...  El  día  21  se  agravó  y  expiró  el  22. 
á  las  diez  de  la  mañana.  Tan  importante  como  lastimoso  suceso  pasó 
inadvertido  ó  poco  menos  para  el  público.  La  Correspondencia  ni 
siquiera  insertó  la  noticia.  De  los  periódicos  que  entonces  existían 
sólo  La  Opinión  Nacional  y  La  Época  anunciaron  el  fallecimiento  de 
Bécquer,  dedicándole  tres  ó  cuatro  líneas,  Gil  Blas,  recordando  que 
en  el  breve  espacio  de  tres  meses  habían  sucumbido  'los  dos  hermanos, 
gloria  uno  de  las  artes  y  el  otro  de  las  letras,  se  limitó,  en  un  arran- 
que de  soberbia,  á  llamar  implacable  á  Dios.  La  Ilustración  de  Madrid 
no  pudo,  hasta  el  día  27,  anunciar  la  inesperada  y  sensible  muerte  de 
su  director,  prometiendo  publicar  en  el  número  próximo  una  amplia 
biografía  y  el  retrato  del  malogrado  vate.  Retrato  y  biografía,  escrita 
ésta  por  Narciso  Campillo,  aparecieron  en  el  primer  número  de  Ene- 
ro del  siguiente  año...  Admirado  y  querido  como  poeta,  más  que  por 
sus  contemporáneos,  que  apenas  le  conocieron,  por  las  generaciones 
posteriores,  los  que  le  admiran  y  le  aman  saben  de  memoria  sus  rimas 
y  las  evocan  y  repiten  en  sus  momentos  de  melancolía ;  pero  las  rimas 
no  son  más  que  las  bellísimas  flores  de  un  alma  hermosa,  privilegia- 
da, encantadora:  los  sazonados  y  sabrosos  frutos  de  su  espíritu  son 
sus  leyendas,  sus  artículos  de  crítica  artística  y  literaria,  las  cartas 
que  le  inspiró  su  estancia  en  el  monasterio  de  Veruela,  el  prólogo  de 
la  gran  obra  de  Los  Templos  de  España,  sueño  de  toda  su  vida  que 
no  pudo  realizar.  Eji  su  labor  no  es  sólo  el  poeta :  es  la  poesía,  el 
arte  bajo  todos  los  aspectos  de  la  belleza  moral  é  intelectual.  Aunque 
en  su  mocedad  tuvo  ocasión  de  conocer  á  los  más  insipirados  poetas 
antiguos  y  modernos,  pronto  cesaron  de  ejercer  influencia  en  su 
espíritu,  que  adquirió  un  sello  propio  contemplando,  comprendiendo  y 
admirando  la  obra  de  Dios  en  toda  su  grandeza.  En  su  producción 
literaria  circula  la  poesía  como  la  sangre  en  el  cuerpo  humano,  y  hasta 
cuando  desea  ser  prosaico,  no  puede  prescindir  de  la  poesía  de  la  senci- 


22  2      PRIMER   PERÍODO   DE    LA   ÉPOCA    REALISTA    (185O-1869) 

Hez  y  la  sinceridad.  Sus  ojos  sabían  ver,  tenían  memoria  de  lo  que  veían 
y  no  dejaba  á  su  imaginación  que  los  dominase :  la  ponía  á  su  servicio. 
■Cuando  era  su  deseo  describir  un  carácter,  un  aspecto  humano,  un  pai- 
saje, un  monumento,  un  objeto  cualquiera,  su  cerebro  era  la  cámara  os- 
cura, en  la  que  quedaba  impresionado  lo  que  veía;  cámara  oscura  excep- 
cional, porque  no  sólo  se  reflejaba  en  ella  lo  material,  sino  lo  inmaterial, 
V  al  afirmar  como  afirma  á  menudo  que  las  palabras  lo  podrán  expresar 
lo  que  expresar  desea,  las  que  emplea  le  desmienten,  porque  son  á  un 
tiempo  dibujo,  color,  alma,  vida.  Como  los  de  Cervantes  y  los  de 
Shakespeare,  los  caracteres,  los  tipos  que  han  encarnado  en  sus  obras 
son  definitivos  y  eternos.  En  toda  su  labor  palpita  la  fe.  No  duda,  y, 
si  duda,  no  quiere  dudar:  quiere  creer,  y  cree.  Las  contrariedades  y 
las  miserias  de  la  vida  jamás  le  quebrantaron:  las  disculpaba  y  las 
perdonaba.  Siempre  fué  serio.  No  rechazaba  la  broma,  pero  la  es- 
quivaba. Nunca  le  vi  reír :  sonreír  siempre,  hasta  cuando  sufría.  Tam- 
poco le  vi  llorar :  lloraba  hacia  dentro.  Era  paciente,  sufrido,  resigna- 
do, amable,  bondadoso.  Sabía  compadecer,  perdonar,  admirar  lo  bue- 
no y  ocultarse  á  sí  mismo  lo  mísero  y  lo  malo.  Alma  tan  grande  como 
la  suya  no  cabía  en  cuerpo  humano,  y  el  suyo  se  rindió  á  aquella 
grandeza ;  pero  su  alma  quedó  en  sus  obras  y  en  ellas  vivirá  eterna- 
mente." J.  Valera,  Cart.  americ:  "Bécquer,  en  ambos  Mundos  y  por 
dondequiera  que  suena  ó  se  escribe  la  lengua  de  Cervantes,  no  se  le 
ha  de  negar  )a  gloria  de  haber  creado  escuela.  No  es  fácil  explicar 
en  qué  consiste  la  manera  hecqueriana;  pero,  sin  explicarlo,  se  com- 
prende y  se  nota  donde  la  hay.  Las  asonancias  del  romance  aplicadas 
¿  versos  endecasílabos  y  eptasílabos  alternados;  la  acumulación  de 
símiles  para  representar  la  misma  idea  por  varios  lados  y  aspectos; 
una  sencillez  graciosa,  que  degenera  á  veces  en  prosaísmo  y  en  des- 
aliñado abandono;  pero  que  da  á  la  elegancia  lírica  el  carácter  popu- 
lar del  romance  y  aun  de  la  copla;  el  arte  ó  el  acierto  feliz  de  decir 
las  cosas  con  tono  sentencioso  de  revelación  y  misterio,  y  cierta  va- 
guedad aérea,  que  no  ata  ni  fija  el  pensamiento  del  lector  á  un  punto 
concreto,  sino  que  le  deja  libre  y  le  solevanta  y  espolea  para  que  bus- 
que 'lo  inefable  y  aun  se  figure  que  lo  columbra  ó  lo  oye  á  lo  lejos 
cual  eco  remoto  de  la  misma  poesía  que  lee."  Difiere  Bécquer  de  Zo- 
rrilla y  de  los  demás  autores  románticos  de  leyendas  en  muchas  cosas, 
<le  suerte  que  nada  tienen  sus  leyendas  de  románticas,  aunque  al  vul- 
go de  los  lectores  así  les  parezca.  Nada  de  efectos  buscados  y  rebus- 
cados, que  den  golpe  por  lo  no  esperados,  por  la  novedad;  nada  de 
exageraciones  en  situaciones  y  personajes,  en  el  terror  pretendido  á 
toda  costa,  en  los  caracteres  rebeldes,  indómitos,  puntillosos,  ni  en 
el  floreo  vano  del  decir.  En  cambio,  las  leyendas  de  Bécquer  arran- 
can de  un  hecho  que  pudiera  ser  real  y  realista,  y  lleno  de  verdad  es 
toílo  su  desenvolvimiento.  Hay  una  gran  sinceridrid,  (jue  c-n  totlo  se 
transparenta,  en  vez  del  prurito  i>oi  llamar  la  atención  y  de  sacu- 
dir los  nervios  que  hallamos  en  el  romanticismo.  Son  superficiales,  de 


S.    XIX,     1S58.    GUSTAVO    ADOLFO    BÉCQUER  223 

hecho,  las  leyendas  románticas  y  todo  está  en  lo  vistoso  de  las  deco- 
raciones, digamos,  en  lo  que  salta  á  los  ojos.  Bécquer  estudiaba  sus 
leyendas  con  exquisito  cuidado,  en  vez  de  dar  brochazos  escenográ- 
ficos. El  hecho  real  no  era  para  él  más  que  el  sugeridor  de  una  idea 
levantada  y  sutilmente  poética,  tan  dificultosa  de  expresar  y  con- 
cretar, que  es  maravilloso  el  esfuerzo  de  expresión  artística  que  su- 
pone. Por  ejemplo,  el  hecho  en  que  se  funda  El  Miserere  pudiera 
haber  sucedido,  es  pintura  realista;  pero  la  idea  de!  poner  en  música 
el  pensamiento  que  encierra  el  salmo  es  tan  dificultosa  de  concretar 
como  es  hondo  el  modo  cómo  Bécquer  sentía  ese  salmo.  Qué  sentía 
Bécquer  del  salmo  Miserere  y  de  qué  manera  lo  expresó :  ese  es  el 
sueño  ideal  del  poeta  realista,  que,  no  sólo  es  realista  en  el  cuento, 
sino  en  la  manera  de  expresar  ese  su  hondo  sentir  el  salmo.  Afanaba 
y  sudaba  por  dar  concreción  real  y  artística  á  idea  tan  sutil  y  vapo- 
rosa; lápiz  en  mano,  dibujaba  lo  que  tenía  en  la  fantasía,  hasta  que 
la  idea  quedase  realizada,  hecha  cuerpo  real  sin  perder  nada  de  su 
ideal  sustancia.  Esta  lucha  con  los  medios  de  expresión,  con  el  len- 
guaje, es  la  propia  obra  de  arte.  Mientras  los  románticos,  sin  estudio 
ni  miramientos  escribían  aprisa  y  corriendo,  Bécquer  trabajaba  le- 
yendo y  enterándose  por  la  historia  hasta  lograr  la  concreción  de 
su  idea.  Es  lo  propio  de  esta  época  de  reflexión  y  de  realidad,  de 
verdad  y  sinceridad,  de  ahondamiento  en  la  idea  y  de  esmero  en 
su  expresión,  cosas  todas  en  que  se  distinguió  Bécquer,  como  se  distin- 
guieron Aiyala  y  Tamayo,  Fernán  Caballero  y  Pereda.  Ni  por  lo 
sutil  del  pensamiento  ni  por  ila  riqueza  de  la  fantasía  han  de  llamarse 
románticas  las  leyendas  de  Bécquer.  No  son  románticas,  no  tienen 
nada  de  la  exageración  en  fondo  y  forma  de  las  obras  del  romanti- 
cismo, ni  afectaciones  ni  cosas  inverisímiles  de  ninguna  especie.  Son, 
sí,  muy  ideales  en  el  contenido  y  aspiración ;  pero  sin  la  espuma  ro- 
mántica, antes  sólidamente  zanjadas  en  descripciones  realistas  de  he- 
chos muy  posibles  y  de  todos  los  días,  y  desenvueltas  con  un  gran 
sentido  de  la  realidad  sincera ;  son  humanas,  aunque  soñadoras,  por 
cuanto  brotan  del  anhelo  ideal  de  un  altísimo  poeta.  En  el  fondo  y  en 
3a  forma  son  obras  cristianas  y  españolas,  licor  limpio  y  clarificado 
que  estaba  en  el  romanticismo,  después  que  se  asentaron  las  heces 
exageradas  septentrionales :  es  lo  que  hemos  llamado  realismo.  Con- 
viene Bécquer  en  todo  esto  con  otros  poetas  alemanes,  como  en  sus 
Rimas  con  Heine  y  Musset;  pero  tan  sólo  por  ser  todos  ellos  poetas 
de  la  misma  época.  Ni  en  los  sentimientos  ni  en  lo£,  asuntos  tiene  con 
ellos  nada  de  común,  ni  lo  misterioso  de  Bécquer  es  lo  misterioso  de 
Hoííman  ni  lo  fantástico  es  del  mismo  género.  En  Bécquer  la  fantasía 
es  un  tesoro  riquísimo;  pero  que  se  emplea  con  toda  discreción,  sin 
pasar  jamás  la  raya  de  lo  verisímil,  como  medio  tan  sólo  para  dar 
concreción  realista  á  la  sutil  idea.  Si  hubiera  imitado  á  los  alemanes 
podrían  señalarse  asuntos,  rasgos  comunes  particulares;  pero  no  creo 
dé  con  ellos  el  crítico  más  lince.  No  digo  que  no  los  leyera;  acaso  los 


2  24      PRIMER   PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA  REALISTA   (185O-1869) 

leyó,  acaso  no.  Pero  todo  es  suyo  y  muy  suyo  y  sustancialmente  dife- 
rente. R.  R.  Correa,  prólogo:  "E¡n  cada  punto  de  España  que  había 
visitado  durante  su  vida  artística  había  levantado  su  fantasía  podero- 
sa, unida  á  su  nada  común  saber,  un  mundo  de  tradiciones  y  de  histo- 
rias, sólo  con  ver  brillar  el  bordado  manto  de  santa  imagen  ó  leyendo 
apenas  una  inscripción  borrosa  en  oscuro  rincón  de  arruinada  abadía. 
Esto  explica  su  estancia  en  el  monasterio  de  Veruela,  sus  correrías  por 
las  provincias  de  Avila  y  Soria  y  las  venidas  á  Toledo,  donde  vivió 
un  año  y  en  donde  estuvo  tres  días  veinte  antes  de  morir.  Para  él  To- 
ledo era  sitio  adorado  y  de  su  inspiración...  En  el  fondo  de  sus  escri- 
tos hay  lo  que  podría  llamarse  realismo  ideal,  único  realismo  posible 
en  artes,  si  no  han  de  ser  mera  imitación  de  la  naturaleza  ó  anacro- 
nismo literario  y  han  de  llevar  el  sello  de  algo  creado  por  el  artista... 
.^us  leyendas,  que  pueden  competir  con  los  cuentos  de  Hoffman  y  de 
Grimm  y  con  las  baladas  de  Ruckert  y  de  Uhland,  por  muy  fantásti- 
cas que  sean,  por  muy  imaginarias  que  parezcan,  entrañan  siempre 
un  fondo  tal  de  verdad,  una  idea  tan  real,  que,  en  medio  de  su  forma 
y  contextura  extraordinarias,  aparece  espontáneamente  un  hecho  que 
ha  sucedido  ó  puede  suceder,  sin  dificultad  alguna,  á  poco  que  se  ana- 
licen la  situación  de  los  personajes,  el  tiempo  en  que  se  agitan  ó  las 
circunstancias  que  les  rodean.  No  son  una  idea  filosófica  que  ocultan 
tal  ó  cual  cosa  y  que  quieren  decir  esto  ó  lo  otro ;  no :  contienen  una 
realidad  que,  para  grabarse  más  profundamente  en  el  corazón,  hiere 
primero  la  fantasía  con  deslumbradoras  apariencias  y,  disipadas  éstas, 
queda  espontánea,  fuerte  y  erguida.  De  la  verdad  ha  de  brotar  la  filo- 
sofía y  no  de  ésta  ha  de  resultar  aquélla.  Tal  sucede  en  las  leyendas, 
en  los  artículos  y,  sobre  todo,  en  sus  magnificas  Cartas,  modelos  de 
buen  decir,  verdaderas  obras  maestras  de  facundia  y  de  lenguaje. 
El  Rayo  de  luna.  Los  Ojos  verdes...  aquel  contorno  de  mujer..., 
aquel  hada  de  ojos  verdes...  ¿qué  representan  sino  la  mujer  ideal...? 
tQué  significa  aquel  Miserere...,  sino  ese  anhelar  del  artista,  ese 
luchar  sin  reposo  con  la  forma,  esa  desesperación  eterna  por  hallar 
digno  ropaje,  línea  precisa,  color  verdadero,  palabra  oportuna  y  nota 
adecuada  al  mundo  increado  de  su  alma,  á  los  hijos  brillantes  de  su 
fantasía?" 

G.  A.  Bécquer:  Obras,  Madrid,  1871 ;  1881,  dos  vols.  (3.*  ed.) ; 
1904,  tres  vols.  (5.'  ed.  aumentada) ;  1907,  tres  vols.  (6.*  ed.  aument.) ; 
191 1  (7.»  ed.),  1912.  Consúltense:  E.  W.  Olsted,  Tales  and  Poems  of 
G.  A.  B.,  Boston,  1907  (con  prefacio) ;  Rafael  Merchán,  Estudios 
críticos;  Juan  López  Núñez,  Biografía  anecdótica  de  Bécquer,  Ma- 
drid, 191 5;  Herminio  Madinaveitia,  Bécquer,  ensayo  crítico  acerca 
de  .ui  personalidad  literaria,  Vitoria,  1916;  C.  De  Lollis,  en  Flegrea 
(20  Mayo  1900),  t.  II. 


77.     Año  1858.  Juan  Valera  y  Aj-calá  G altano  (1824- 


S.  XIX,    1858.  JUAN  VA  LERA  225 

1905).  hijo  de  don  José  Valera,  oficial  de  Marina,  y  doña  Dolores 
Alcalá  Galiano,  marquesa  de  la  Paniega,  nació  en  Cabra,  siguió 
á  su  padre  á  Córdoba,  Málaga  y  Sevilla,  donde,  siendo  director 
su  pad.e  del  colegio  de  San  Telmo,  esperaba,  con  la  gracia  de 
cadete  de  Artillería,  seguir  las  armas;  pero  no  aprobándolo 
sus  padres,  estudió  Latín  y  Leyes.  En  el  Seminario  de  Málaga 
estudió  Filosofía;  con  su  padre,  Cosmografía  y  Geografía. 
También  aprendió  francés,  inglés  é  italiano.  Leía  mucho,  aun- 
que sin  orden,  y  presumía  de  volteriano  y  romántico  y  hacía 
versos,  y  confirmóse  en  su  vocación  literaria  conociendo  en 
Málaga  á  Ros  de  Olano.  A  los  diez  y  siete  de  su  edad  pasó  á 
Granada  á  estudiar  Derecho  en  el  colegio  del  Sacro  Monte, 
donde  estuvo  un  año;  pero  logró  de  sus  padres  le  trajesen  á  la 
Universidad  de  Madrid,  después  de  estudiado  en  la  de  Grana- 
da el  segundo  curso;  adonde  vuelto,  se  bachilleró  en  1844  y 
publicó  sus  Ensayos  poéticos.  Granada,  1844.  Con  el  título  de 
abogado  (1846)  vino  á  Madrid  á  buscar  fortuna;  el  Duquc; 
de  Rivas,  amigo  de  su  padre,  le  llevó  á  Ñapóles  como  agregado 
sin  sueldo  (1847),  donde  pasó  dos  años  y  medio  enamorando 
damas  y  aprendiendo  griego  clásico  y  moderno.  Vuelto  á  Ma- 
drid (1849),  vagamundeó,  siempre  lamentando  su  falta  de  di- 
nero para  alternar  con  los  que  lo  tenían,  hasta  que  sus  padres 
le  alcanzaron  el  nombramiento  de  agregado  con  sueldo  para 
Portugal  (1850).  Allí  compró  libros  y  comenzó  á  trabajar  la 
prosa,  habiéndole  aficionado  á  ello  Estébanez  Calderón.  Pidió 
ir  al  Brasil  y  fué  como  secretario  de  la  Legación  (185 1).  Diez 
meses  había  estado  en  Portugal;  en  Río  Janeiro  estuvo  vein- 
tiuno. Vuelto  á  Madrid  (1853),  comenzó  á  escribir  en  prosa 
para  los  periódicos:  para  la  Remsta  de  Ambos  Mundos,  donde 
publicó  Sobre  los  cantos  de  Leopardi,  Del  romanticismo  en  Es- 
paña y  de  Espronceda,  sus  primeros  artículos  (1854).  Dio 
otros  en  La  Revista  Peninsular,  que  fundó  con  Caldeira  y 
Sinibaldo  de  Mas  en  Lisboa.  Nombróle  secretario  Pacheco  para 
Francfort  y  Berna,  en  los  di? 5  del  Ministerio  de  la  Unión  li- 
beral; pero  le  enviaron  á  Dresde  (1854),  donde  estuvo  diez 
meses  y  aprendió  alemán;  luego,  á  París.  En  1856,  cuando  el 
golpe  de  Estado  de  O'Pjnnell,  asistió  en  Palacio  como  oficial 
que  era  de  la  Secretaría.  Fué  como  secretario  con  el  Diuque  de 

TOMO   VIII.— |5 


2  20      PRIMER    PIÍRÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

Osuna  por  Paris,  Bruselas.  Munster,  Berlín,  Varsovia  á  San 
Petersburgo  (1856),  donde  estuvo  seis  meses.  Cueto,  subs«e- 
cretario  de  Estado,  que  le  había  alcanzado  el  destino,  publicó 
mutiladas  varias  curiosísimas  cartas  que  Valera  le  había  es- 
crito, sin  saberlo  don  Juan,  lo  que  molestó  al  mismo  Valera, 
ofendió  al  Duque  y  agradó  al  público.  Volvió  (1857)  á  Se- 
cretaría en  España  y  á  escribir  de  crítica  literaria  y  filosófica, 
ya  conocido  como  escritor  ameno  y  entendido,  sobre  todo  acer- 
ca de  la  civilización  en  los  cinco  primeros  siglos  del  Cristia- 
nismo, impugnando  las  lecciones  de  Castelar,  el  cual  respondió, 
y  la  polémica  dio  como  fruto  el  libro  de  Roque  Barcia  Las 
Cátedras  del  Ateneo,  que  se  prohibió.  Sus  artículos  salieron 
en  El  Estado,  algunos  en  La  América,  en  El  Mundo  Pintores- 
co y  otros  periódicos.  Publicó  en  1858  un  tomo  de  poesías.  Al 
cabo  logró  ser  diputado  por  Archidona,  á  pesar  de  Posada 
Herrera,  después  de  haberlo  intentado  en  balde  varias  veces. 
Quiso  ponerse  de  parte  del  Gobierno;  pero,  desatendido  de 
Posada,  dejó  el  destino  de  30.000  reales  y  se  pasó  á  la  oposi- 
ción con  González  Bravo.  En  1859  publicó  La  Malva,  con  Mal- 
donado  y  Macanaz,  Miguel  de  los  Santos  Alvarez  y  Alarcón, 
aunque  éste  se  fué  á  la  guerra  de  África,  no  escribiendo  más 
que  en  el  primer  número;  Alvarez  era  perezoso,  Maldonado 
tenía  otros  quehaceres  y  así  él  se  lo  hacía  todo.  En  1859  dejó 
la  carrera  diplomática  y  explicó  Filosofía  de  lo  helio  en  el 
Ateneo.  Fuese  á  París  con  su  madre,  y  á  su  vuelta,  en  1860, 
escribió  con  Segovia  {El  Estudiante)  en  la  revista  satírico-lite- 
raria El  Cócora.  En  1860  explicó  en  el  Ateneo  la  Historia 
crítica  de  nuestra  Poesía,  y  se  metió  de  lleno  por  primera  vez 
en  la  política  militante  como  redactor  de  El  Contemporáneo, 
adonde  le  llamó  José  Luis  Albareda  y  donde  escribió  de  todo, 
entre  otras  cosas  20  capítulos  de  una  novela,  Margarita  y  Afi- 
tonio  (1861),  que  dejó  interrumpida.  I-^yó  al  entrar  en  la  Aca- 
demia (1862)  su  discurso  La  Poesía  popular  como  ejemplo  del 
punto  en  que  debieran  coincidir  la  idea  vulgar  y  la  idea  acadé- 
mica sobre  la  lengua  castellana.  Mantuvo  polémicas  literarias 
y  ]X>líticas  en  El  Estado,  El  Contemporáneo,  La  Esperanza, 
El  Pensamiento  Español;  pero  fracasó  en  la  política  por  su 
moderación  en  las  ideas,  el  equilibrio  de  su  espíritu  y  el  escep- 


^^^.^^^^'í?^^ 


S.  XIX,    1858.  JUAN  VALERA  227 

ticismo  Optimista,  que  le  alejaba  de  toda  afirmación  ó  nega- 
ción violenta,  y  por  la  independencia  de  criterio,  que  no  le  per- 
mitía someterse  en  todo  caso  al  caudillo  de  un  partido.  Dejó 
el  moderado  y  pasóse  á  la  Unión  liberal;  fué  director  general 
de  Agricultura  (1864)  y  á  poco  estuvo  como  ministro  en  Franc- 
fort (1865-67),  nombrado  por  el  Gabinete  O'Donnell;  vol- 
vió á  España,  visitó  París,  casóse  con  doña  Dolores  Delavat 
(1867)  y  se  estableció  en  Madrid.  Fundó  la  Revista  de  España 
(1867),  leyó  discursos  en  la  Academia,  fué  diputado  por  Mon- 
tilla  (1868),  subsecretario  de  Estado  (1868),  ministro  en  Lis- 
boa (i 88 i),  en  Washington  (1883),  en  Bruselas  (1886-88), 
embajador  en  Viena  (1893-95)  y  jubilóse  como  diplomático  en 
1896.  Además  fué  director  de  Instrucción  pública,  senador  vi- 
talicio y  de  la  Comisión  que  ofreció  la  corona  a  don  Amadeo. 
Su  curiosidad  filosófica,  más  atizada  por  la  controversia  sobre 
la  escuela  krausista,  le  llevó  á  leer  los  místicos  españoles  y  á 
escribir  su  primera  novela,  Pepita  Jiménez;  después.  El  Co- 
mendador Mendoza  y  Doña  Luz,  con  las  cuales  intentó  despertar 
en  España  ciertas  ideas  filosóficas,  que  de  su  continuo  pensar 
y  de  las  lecturas  le  bullían  en  la  cabeza  y  no  creía  llegaran  al 
alcance  del  público  expuestas  de  una  manera  didáctica,  sobre 
todo  la  de  armonizar  las  ideas  viejas  de  nuestros  místicos  con 
las  modernas,  d(_  las  cuales  no  creía  desdecían  en  atrevimiento 
y  originalidad.  Nada  vence  al  amor:  tal  es  la  conclusión  que 
se  saca  de  Pepita  Jiménez.  Val  era  es,  ante  todo,  el  más  acabado 
prosista  de  España  en  el  siglo  xix,  cuanto  á  galanura,  refinado, 
gusto,  natural  sencillez,  amenidad  y  buen  humor.  No  sobresale 
ni  por  el  color  ni  por  el  sentimiento;  pero  aventaja  á  todos  en  las 
dotes  que  manan  de  la  pura  inteligencia:  el  juicio  sano,  pers- 
picaz y  certero;  el  razonamiento  sutil,  deslindador  las  más  ve- 
ces y  analítico,  sintético  á  sus  tiempos  y  altalmente  comprensivo : 
el  rarísimo  sentido  común  que  le  lleva  á  buscar  los  más  natu- 
rales argumentos  y  á  exponerlos  con  evidencia  maravillosa;  el 
más  acendrado  gusto,  cuando  de  literatura  erudita  se  trata ;  la 
ductilidad  y  acomodo  ó  el  ningún  dogmatismo  y  aun  sobrado 
escepticismo;  la  bondadosa  anchura  de  mangas  y  cortesana 
transigencia  en  gustos  y  doctrinas ;  el  arte  supremo  de  la  ame- 
nidad; la  finura  de  la  más  socarrona  y  azucarada  ironía.  Es 


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io      ] 


228      PRIMER   PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

el  escritor  que  más  llena  á  los  lectores  cultos  y  más  enseña,  sin 
la  menor  apariencia  de  pretenderlo,  así  como  su  estilo,  al  pa- 
recer llano  y  al  alcance  de  todos,  es  el  más  acabado  ejemplo  de 
la  difícil  facilidad.  Como  crítico  de  obras  eruditas  es  no  menos 
el  primero  de  su  siglo  en  España,  merced  á  este  mismo  talento 
cerebraJ  y  analítico,  á  su  sentido  común,  exquisito  gusto  y  es- 
tilo de  su  prosa;  pero  por  sus  inclinaciones  aristocráticas  des- 
barra en  cuanto  atañe  al  arte  popular,  el  cual  jamás  llegó  á 
comprender  por  no  saberlo  sentir.  Humanista,  no  de  grandes 
fondos  ni  erudiciones  filológicas  ni  menos  lingüísticas;  pero 
sí  de  vasta  y  escogida  cultura  y  de  acendrado  gusto  helénico,  ha 
llenado  sus  obras  críticas  de  principios  estéticos,  cuanto  al  arte 
erudito,  los  más  sanos,  seguros  y  profundos  que  tuvo  nadie  en 
España.  Su  cortesía  de  diplomático  y  su  saladísimo  ingenio, 
rebosante  de  humorismo  benévolo,  derrama  flores  sobre  ciertas 
obras  que  critica,  envuelve  en  cumplidos  halagüeños  á  sus  au- 
tores, dando  solamente  á  entender  sus  defectos  con  esta  sutil 
manera  de  galantería.  Como  novelista  queda  por  bajo  de  Pe- 
reda, Caldos,  Blasco  Ibáñez,  Palacio  Valdés  y  Alarcón,  por 
carecer  del  empuje  de  fantasía  y  brío  de  pasión  en  que  sobre- 
salen todos  estos  autores^o  siendo  sus  personajes  otra  cosa 
/-''Trtíe^vafraeiisrtícá' del"mismo  don  Juan  Valera,  que  en  ellos  encar- 
Inó  y  por  ellos  habla.  Son,  con  todo,  amenísimas  sus  novelas  por 
f^  laT  mismas  elevadas  cualidades  que  brillan  en  sus  demás  obras, 
•  no  diferenciándose  de  ellas  más  que  en  la  fomia  dialogada, 
é  cuando  no  razona  el  autor  por  cuenta  propia,  y  en  una  discreta 
acción,  verisímil  y  bien  desenvuelta  entre  tipos  bastante  reales 
por  de  fuera,  pero  por  de  dentro  con  el  mismo  espíritu  del  au- 
tor, si  bien  suficientemente  diferenciados  por  hacer  los  varios 
papeles  que  el  mismo  autor  distribuye,  conforme  á  la  variedad 
de  pensares  y  sentires  que  en  su  eclecticismo  personal  holgada- 
mente tenían  cabida,  discutiendo  el  pro  y  el  contra  de  cualquier 
asunto,  como  en  sus  demás  escritos  suele  hacerlo.  Aunque  sin 
ningún  dogmatismo,  fué  Valera  gran  pensador,  filósofo  ecléc- 
tico algo  escéptico  y  epicúreoimuy  curioso  de  investigar  todo  \\- 
naji?'de  míatenos  y  reíüncíiteces  y  maravilloso  expositor  de  ellas 
en  sus  novelas,  cuentos  y  críticas,  con  el  más  fino  humorismo 
andaluz,  que  acá  en  cristiano  llamamos  chunga,  guasa  y  pitorret^ : 


S.  XIX,    1858.  JUAN  VALERA  22g 

cosas  taii  españolas,  que  no  sé  cómo  puedan  decirse  en  ninguna 
lengua  del  mundo. 

'8.  La  madre  de  don  Juan  había  estado  antes  casada  con  un 
brigadier  suizo  al  servicio  de  España,  de  quien  tuvo  á  don  José  Freü- 
lleiT,  heredero  del  título  materno.  Su  padre  se  retiró  y  fué  perseguido 
por  liberal ;  pero,  al  morir  el  Rey,  volvió  á  las  armas  como  coman- 
dante en  Cabra,  después  gobernador  de  Córdoba  y  comandanfe  del  ter- 
cio naval  en  Málaga,  y  más  tarde  director  del  colegio  de  San  Telmo. 
Los  verdaderos  educadores  de  Valera  fueron  el  Duque  de  Rivas  y 
A,  Alcalá  Galiano.  De  ellos  tomó  el  buen  gusto,  el  odio  á  toda  mani- 
festación ruidosa,  á  toda  salida  de  tono,  además  del  buen  humor,  el 
arte  de  charlar  y  contar  cuentos  y  gracias,  el  esmero  en  el  escribir, 
la  elegancia  cortesana  en  todo,  la  claridad  y  agudeza  del  ingenio. 
Carta  á  su  madre  desde  Lisboa :  "No  creo  que  mi  carrera  ni  mis  es- 
tudios me  proporcionen,  como  usted  espera,  grandes  ventajas  en  lo 
por  venir;  después,  estoy  convencido  que  lo  que  soy  hasta  ahora  se 
lo  debo  al  favor,  y  que  si  no  hubiera  tenido  valedores,  sería  aún 
agregado  sin  sueldo,  ó  ni  esto  siquiera.  El  único  modo  de  hacer  valer 
lo  que  sé,  dado  que  yo  sepa  algo,  no  pudiendo  salir  diputado,  sería  es- 
cribir, y  para  esto  hay  dos  grandes  dificultades:  la  primera,  mi  desi- 
dia, desaliento,  falta  de  habilidad  y  de  costumbre,  y  la  segunda,  su- 
poniendo aquélla  vencida,  la  indiferencia  y  hasta  mala  voluntad  del 
público  español,  poco  amigo  de  leer  cosas  serias.  La  única  ventaja 
que  saco  yo  de  los  estudios  está  en  ellos  mismos,  no  habiendo  cosa  que 
más  me  divierta  y  entretenga  que  la  lectura,  ni  mayor  deseo  en  mí, 
después  del  de  tener  dinero  (porque  en  éste  se  resumen  y  completan 
todos  los  deseos  humanos),  que  el  de  saber."  En  otra  á  García  de 
Quevedo,  desde  Río  Janeiro:  "Yo  me  siento  incapaz  de  ser  dogmático 
en  mis  opiniones  filosóficas;  ando  siempre  saltando  del  pro  al  contra 
y  dudando  y  especulando,  sin  atreverme  á  seguir  doctrina  alguna.  La 
poca  ciencia  que  tengo  me  pesa  como  si  fuera  mucha,  tan  débil  es  mi 
entendimiento,  y  te  aseguro  que,  cuando  estoy  en  mí,  le  pido  á  Dios 
que  me  envíe  su  gracia  y  me  quite  la  ciencia  de  encima."  J.  Valera, 
en  cartas:  "Mis  necesidades  son  grandes;  mis  gustos  por  el  lujo  y  el 
bienestar  y  mis  recursos,  extremadamente  escasos."  "Si  algo  me  im- 
pacienta es  la  pobreza.  Por  eso  me  quiero  meter,  por  el  pronto,  á 
autor  dramático.  Es  el  medio  más  corto  de  obtener  cien  duros  al 
ines,  que  es  cuanto  deseo  para  vivir  holgadamente."  "Esta  afición 
mía  á  las  faldas  es  terrible."  "El  mundo,  al  fin,  no  es  una  cosa 
tan  mala."  "Ya  conocerá  usted  que,  á  pesar  de  mi  liberalismo  filo- 
sófico, soy  aficionadísimo  á  la  gente  de  alto  copete,  y  tanto,  que 
me  aflige  y  entristece  la  de  mal  tono."  Cuando  Valera  comenzó, 
á  su  vuelta  de  Rusia  (1857),  á  figurar  en  la  política  y  el  perio- 
dismo como  moderado,  de  criterio  imparcial  y  sereno,  ecléctico, 
escéptico  y  tolerante,  sobresalían  en  las  letras  Ayala,  Alcalá  Galiano, 


23o      PRIMER   PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA    (185O-1869) 

Ventura  de  la  \'ega,  Hartzenbusch,  el  Marqués  de  Molins,  Alarcón, 
Tamayo,  Pastor  Díaz,  Campoamor,  Santos  Alvarez,  Lafuente,  Noce- 
dal, Castelar,  Amador  de  los  Ríos,  Fernández  Jiménez,  el  Marqués 
de  Valmar,  Selgas,  Fernández  Guerra,  Aparisi,  el  Duque  de  Rivas. 
Eo  la  crítica  del  Ensayo,  de  Donoso  Cortés,  mostró  desconfiar  de  la 
democracia  y  sólo  creía  bueno  el  dominio  de  la  clase  media,  de  la  inte- 
ligencia, el  saber  y  la  riqueza,  y  creía  que  Donoso  Cortés  confundía 
la  teología  con  la  religión.  Rebatióle  como  ultrarreaccionario  en  nom- 
bre de  la  razón  y  de  Ja  tolerancia,  y  censuró  a  Castelar  de  faJta  de 
claridad  en  la  expresión  de  las  ideas,  de  sobra  de  floripondios,  de 
querer  conciliar  opiniones  irreconciliables:  "el  progreso  es  para  nos- 
otros una  creencia,  no  una  ciencia.  El  progreso  en  que  creemos  está 
limitado  por  la  misma  condición  del  hombre,  y  de  esta  suerte,  ya  que  no 
se  funde  en  la  doctrina  cristiana,  no  se  opone  á  ella  tampoco".  De- 
cíale á  Castelar  que  demostrase  claramente  cómo  el  cristianismo,  lejos 
de  ser  contrario  al  progreso  humano,  era  causa  muy  eficaz  del  mismo; 
pero  que  cristianismo  y  progreso  son  cosas  diferentes,  como  son  la 
perfección  cristiana,  cosa  que  está  fuera  de  este  mundo,  y  el  progreso, 
que  está  en  el  mundo  mismo.  J.  Juderías,  D.  J.  Valera  (1914,  Jul.) : 
•'Los  orígenes  de  la  novela  de  Valera  hay  que  buscarlos  en  la  gran 
controversia  filosófica  á  que  dio  lugar  la  aparición  de  la  escuela 
krausista.  Esta  controversia  interesó  mucho  á  don  Juan  y  motivó  sus 
trabajos  titulados  El  Dios  Yo  (1859),  la  Carta  de  Roque  á  Petra 
(1859),  las  Aclaraciones  á  la  Carta  de  Roque  á  Petra  (1860),  los  Frag- 
mentos filosóficos  (1860),  su  estudio  Sobre  la  enseñanza  de  la  Filo- 
sofía en  las  Universidades,  las  Cartas  trascendentales  acerca  del  fun- 
damento filosófico  de  los  partidos  políticos  en  España  (1863),  sus 
Cartas  á  Campoamor  sobre  lo  absoluto  (1865)  y  sus  trabajos  poste- 
riores, que  se  titularon  Metafísica  á  la  ligera  y  La  Metafísica  y  la 
poesía  (1883  y  1890,  respectivamente)...  Si  hemos  de  atenernos  á  lo 
que  dice  Valera  en  el  citado  prólogo  de  Pepita  Jiménez,  donde  mejor 
se  encuentran  los  orígenes  filosóficos  de  esta  novela  es,  á  no  dudarlo, 
en  los  diálogos  que  llevan  el  título  de  El  Racionalismo  artnónico.  Die- 
ron pie  á  estos  diálogos,  publicados  en  1873,  poco  antes  de  la  apari- 
ción de  la  famosa  novela,  un  trabajo  de  don  Nicolás  Salmerón,  que 
llevaba  el  título  de  Principios  analíticos  de  la  doctrina  del  tiempo. 
Las  afirmaciones  contenidas  en  este  artículo  indujeron  á  Valera  á  ex- 
plicar el  krausismo  "de  un  modo  llano  y  pedestre,  por  medio  de  diá- 
logos entre  una  Glafira,  un  Filodoxo  y  un  Filaletes". 

A  la  vez  dulce  y  amargo,  irónico  y  serio,  es  Valera  el  artista  aris- 
tócrata del  más  refinado  gusto:  alquitarado  en  dorado  licor  y  diluido 
en  sabrosa  prosa,  propina  á  los  lectores  cultos  su  escepticismo  sutil  con 
tal  hechizo,  que  el  que  una  vez  le  lee  no  puede  menos  de  apetecer  todas 
sus  demá.s  obras.  Los  naturalistas  menospreciarán  su  clasicismo;  los 
críticos  severos  vocearán  que  su  crítica  empalagosa  y  amiga  de  conten- 
tar á  todos  más  es  elegante  panegírico,  que  envuelve  á  veces  una  del  i- 


S.  XIX,    1858.  JUAN  VALERA  23 1 

cada  tomadura  de  pelo;  otros  añadirán  que  llevado  él  mismo  toda  su 
vida  en  brazos  de  la  fortuna  por  haber  nacido  de  pies,  como  dicen,  todo 
le  ve  envuelto  en  nubes  de  color  de  rosa  y  jamás  supo  lo  que  es  sufrir 
y  luchar  en  la  vida.  Todo  ello  es  cierto;  pero  no  lo  es  menos  que  don 
Juan  tiene  muchísimo  garabato  para  enganchar  y  engatusar  y  entre- 
tener á  sus  lectores.  Toda  su  estética  se  reducía  á  la  amenidad,  esto 
es:  escribir  de  suerte  que  los  lectores  se  entretengan  y  no  se  aburran, 
que  por  eso  los  libros  literarios  llamáronse  libros  de  entretenimiento. 
Es  el  escritor  andaluz  de  mejor  sombra  y  de  mejor  ángel  que  Dios 
echó  al  mundo.  Ni  es  su  entretenimiento  con  cosillas  superficiales, 
con  notas  de  color,  con  pinturas  de  toreros  y  graciosas  hembras,  con 
literatura  de  abanico,  en  una  palabra,  como  algunos  han  entendido 
mostrarnos  el  alma  de  Andalucía,  no  enseñándonos  más  que  algo  de 
su  corteza.  Valera  ni  la  corteza  ni  el  alma  de  Andalucía  se  empeñó 
en  hacernos  ver;  es  escritor  universal,  culto,  de  no  muy  hondas  erudi- 
ciones; pero  con  unas  dedaditas  de  filosofía  y  de  todo  linaje  de  co- 
nocimientos, que  adoben  sus  críticas  y  novelas,  y,  sobre  todo,  con  la 
sal  á  puñados  del  culebrear  con  el  pensamiento,  adelgazando  los  jui- 
cios, quebrándolos  de  puro  adelgazarlos,  deslindarlos  y  apurarlos;  con 
el  aristocrático  piropear  á  los  que  critica  y  el  enmelado  enlabiar  á 
los  lectores ;  con  el  buen  ángel,  en  suma,  que  le  sopla  siempre  sin  can- 
sarse y  á  pedir  de  boca.  Han  dicho  algunos  que  Valera  supo  robar  á 
nuestros  místicos  ideas,  estilo  y  lenguaje;  no  cabe  mayor  disparate 
crítico  en  literatura.  Valera  es  un  escéptico  como  escritor,  forrado 
de  epicúreo;  su  estilo  tiene  otro  corte  más  moderno  y  humorístico 
que  el  de  nuestros  clásicos;  en  el  lenguaje  se  le  escapan  no  pocos  ga- 
licismos y  no  tiene  la  riqueza  sintáctica  ni  léxica  de  nuestros  viejos 
autores.  La  mística  de  Pepita  Jiménez  nada  tiene  que  ver  con  la  de 
nuestros  autores  místicos;  es  mística  vuelta  del  revés,  mística  de  don 
Juan,  mística,  por  lo  mismo,  humorística  y  socarrona,  de  pega,  de 
chunga  y  entretenimiento ;  no  tiene  ni  una  brizna  de  verdadera  mís- 
^._^ca.  Es  Pepita  la  mujer  limpia,  elegante  y  sabionda,  el  ideal  de  mu- 
jer con  que  siempre  Valera  soñó  y  pintó  en  todas  sus  novelas.  Los 
escrúpulos  del  seminarista  son  los  que  en  las  gentes  de  Iglesia  caían 
en  gracia  á  don  Juan  y  que,  después  de  celebrarlos  regocijadamente 
para  su  íolapa,  los  trae  aquí  á  colación  con  la  más  picara  seriedad  del 
mundo  para  volverlos  á  celebrar  y  reír  cuando  los  vea  acogidos  en 
serio  por  los  lectores,  á  la  manera  que  juguetea  con  los  autores  ame- 
ricanos en  sus  Cartas,  llenándoles  de  piropos  para  regodearse  después 
á  solas  pensando  en  cómo  se  chuparán  los  dedos  con  tan  melosa  y 
rica  tomadura  de  pelo.  Valera  era  muy  largo  y  muy  lagarto  y  esta 
socarronería  y  buena  sombra  andaluza  es  la  que  hace  admirables  to- 
dos sus  escritos.  La  erudición  de  Valera  es  otra  tomadura  de  pelo  á 
los  que  en  ella  creen;  toda  ella  es  de  segunda  mano,  de  cosas  oídas  y 
de  enciclopedias.  Sino  que  pocos  habrá  habido  que  supiesen  vender 
tan  cara  la  erudición  barata  y  común,  y  no  cometía  ningún  robo  al 


232      PRIMER   PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (1850-1869)^ 

venderla  cara,  porque  la  sal  con  que  la  sazonaba  valia  más  que  oro 
molido.  Sin  ese  revolotear  saladísimo  é  ingenioso  en  torno  de  un  tema 
cualquiera,  paliqueando  siempre  él  mismo  hasta  por  labios  de  los 
mismos  personajes  de  sus  novelas,  las  novelas  de  Valera  no  valdrían 
un  pitoche.  Ese  prurito  de  filosofar  que  algunos  le  achacan  para  reba- 
jar el  mérito  de  ellas  es  cabalmente  lo  que  las  realza  de  precio;  y  el 
hablar  siempre  el  autor  y  el  mismo  descarado  yo  que  en  todas  partes 
menudea  y  que  en  la  mayoría  de  los  escritores  suele  ser  insufrible,  es  en 
Valera  graciosísimo  y  condimento  indispensable.  Tampoco  es  idealis- 
ta ni  académico  ni  frío  en  sus  novelas.  Realistas  son  todos  sus  toques, 
como  que  las  más  veces  no  hace  más  que  pintarse  á  sí  mismo,  sus 
gustos  y  opiniones;  quien  así  se  pinta  y  escribe  tan  subjetivamente, 
tampoco  puede  ser  frío;  y  el  escritor  subjetivo  y  realista  no  puede  de- 
cirse académico.  Fuera  de  algunas  apreciaciones  muy  particulares, 
Valera  tenía  manga  ancha  para  todas  las  opiniones,  en  todo  hallaba 
qué  alabar  y  con  qué  contentarse  y  contentar  al  criticado  y  á  los  lec- 
tores, y  una  de  las  cosas  más  graciosas  en  él  es  ver  los  juegos  mala- 
bares que  hace  con  las  ideas  para  conseguirlo  y  ilos  artilugios  diabó- 
licos que  le  sugiere  su  buen  ángel.  Porque,  además,  hay  en  Valera 
una  nota  que  no  creo  tenga  aada  de  académica  y  que  le  hace  muy 
simpático,  y  es  el  sentido  comihi,  tan  poco  común  en  otros  escritores 
como  común  en  él,  y  con  el  cual  desarma  á  cualquiera.  El  quid  está 
en  saber  aderezar  lo  que  dicta  el  sentido  común  con  Ja  sal  y  pimienta 
que  él  lo  adereza,  como  adereza  y  hace  valer  la  común  erudición  que 
le  viene  á  mano.  Valera  es  un  antecesor  de  Anatole  France,  acaso 
con  menor  erudición,  acaso  no;  pero  con  no  menor  humorismo,  mayor 
sal  y  picardía  y,  sobre  todo,  que,  en  vez  de  afeminar  al  público  que 
le  lee,  le  alienta,  no  sólo  al  arte,  sino  hasta  á  la  moral  y  la  religión, 
hasta  cuando  parece  guasearse  algún  tanto  de  ciertas  ideas.  En  el 
for»do  fué  un  creyente  y  creyente  murió;  muy  conservador,  á  pesar 
de  los  pujos  progresistas  de  sus  mocedades,  y  más  aristócrata  y  me- 
nos democrático  y  popular  de  lo  que  convenía.  Su  mayor  tacha  fué 
menospreciar  al  pueblo,  no  apreciar  lo  que  en  el  pueblo  hay  de  eterno 
por  lo  instintivo,  lo  mismo  cuanto  al  arte  que  cuanto  á  la  historia. 
Sólo  en  este  punto  fué  académico  y  pésimo  aquilatador  de  las  cosas. 
En  la  Academia  Española  tenía  puestos  todos  sus  amores,  y  el  Dic- 
cionario académico  era  su  breviario.  Y,  sin  embargo,  por  sus  dichos, 
por  su  sentido  común,  por  su  buena  sombra,  fué  lo  que  fué,  quiero 
ro  decir,  por  lo  que  mamó  con  la  leche  del  pueblo  andaluz.  Las  nove- 
las de  Valera  son  todas  variaciones  de  un  solo  personaje,  que  es  él 
1  mismo,  ya  haciendo  de  hombre,  ya  de  mujer.  En  Pepita  Jiménez  éi 
es  Pepita  y  él  es  el  seminarista,  como  él  es  doña  Luz  y  el  Comendador 
Mendoza.  En  todos  sus  personajes  está  don  Juan  el  casuista  y  el 
socarrón.  Casuístico  es,  en  efecto,  todo  su  procedimiento  noveles- 
co, no  menos  que  su  procedimiento  critico.  Escritor  cerebral,  más 
bien  que   intuitivo,   juega   con   las   ideas,   desentrañándolas,   deslindan- 


S.  XIX,   1858.  JUAN  VALERA  233 

do,  distinguiendo,  apurando  y  adelgazando  con  penetrante  sutileza. 
De  ahi  el  que  á  muchos  no  guste  su  crítica,  por  no  ser  cortada 
á  puros  hachazos  y  exagerada  como  en  otros.  De  ahí  el  género 
psicológico  de  su  novela,  desmenuzando  y  apurando  una  concien- 
cia, esto  es,  la  lucha  oculta  en  almas  refinadas  entre  la  pasión  y  el  de- 
ber. Ahora  bien,  "la  casuistique,  dice  Brunetiére,  est  lame  méme 
de  l'art  de  représenter  les  passions".  Claro  es  que  este  método  de  no- 
velar sólo  contenta  á  lectores  maduros  y  refinados  y  que  es  demasiado 
sutil  para  los  jóvenes  y  para  el  pueblo,  y  no  menos  frío  y  poco  melo- 
dramático, que  es  lo  que  al  común  de  los  lectores  suele  gustar  en  las 
novelas.  Además,  Valera  tenía  poca  fantasía,  no  era  intuitivo,  sobre- 
saliendo más  bien  como  discursivo  y  analizador  de  conceptos,  por  lo 
cual  no  brillan  sus  escritos  por  el  color,  por  los  afectos,  por  la  sensi- 
bilidad, siendo  algún  tanto  fríos  en  esta  parte.  Semejase  extrañamen- 
te á  Sainte-Beuve  en  la  crítica,  en  el  estilo,  en  el  sabor  agradable- 
mente escéptico  y  en  el  método  psicológico  de  novelar.  Pepita  Jiménez 
tiene  el  mismo  asunto  que  Voluptc,  y  si  Valera  se  precia  de  haberse 
empapado  en  nuestros  místicos,  el  autor  de  Port-Royal  se  había  for- 
mado en  los  moralistas  del  siglo  xviii.  No  es,  repetimos,  académico 
ni  idealista  hasta  cierto  punto;  pero  no  deja  de  ser,  á  otro  viso,  en- 
trambas cosas.  Académico,  por  sus  aficiones  á  la  Academia  y  á  cierta 
reglamentación  y  poco  empuje  en  golpes  de  audacia  y  valentía,  y  aca- 
so no  menos  en  lo  apurado  del  gusto,  que,  á  ser  enteramente  helénico, 
no  llevara  consigo  la  frialdad  que  lleva  como  fruto  dé  su  arte  más 
discursivo  que  imaginativo.  Se  han  comparado  sus  obras  á  una  gale- 
ría de  estatuas  de  fino  mármol  de  Paros.  Idealista  es,  no  sólo  por  su 
inclinación  á  razonar  ideas  más  bien  que  á  verlas  y  expresarlas  cua- 
jadas en  escenas,  sino,  además,  por  ser  poco  realista  en  sus  concep- 
ciones generales.  Su  mejor  novela,  Pepita  Jiménez,  es  en  esta  parte 
enteramente  falsa.  No  se  da  en  la  realidad  una  Pepita  como  ésa,  y 
tan  sólo  es  verisímil,  encarnando,  como  encarna,  en  ella  el  mismo 
sutil  razonador  don  Juan.  Es  mucha  hembra  aquélla  y  demasiado 
filósofa.  Menos  se  da  en  la  realidad  semejante  seminarista.  Hoy  no 
suelen  ser  tan  listos  los  que  se  dan  en  España,  y  á  la  vez  tan  sandios 
é  ignorantes  ni  hoy  ni  nunca  se  dieron.  Cualquier  seminarista  le  coge 
i  don  Juan,  en  los  razonamientos  que  al  suyo  le  presta,  en  mil  igno- 
rancias y  sandeces,  en  que  no  caen  los  que  conocen  nuestra  Teología 
y  nuestra  Moral.  Don  Juan  conocía  entrambas  cosas  muy  de  sobre- 
peine, y  es  cosa  de  risa  que  nos  quiera  hacer  creer  que  todo  eso  lo 
tomó  de  nuestros  místicos.  Son  sofismas  de  quien  no  ha  calado  en  la 
doctrina  católica.  De  hecho  Valera  es  un  perfecto  sofista  y  sofístico  es 
su  método.  El  que  no  conozca  á  Sócrates  ni  Platón  puede  conocerlos, 
cuanto  al  método,  leyendo  á  Valera.  Hasta  en  el  fino  gusto  y  en 
el  tornear  del  lenguaje  es  un  Platón  y  un  Gorgias.  Ni  el  seminarista 
ni  Pepita  están  tomados  de  la  realidad;  son  tipos  ideales,  conformes 
á  la  idea  que  Valera  se  había  forjado  de  un  seminarista  que  tuviera 


234     PRIMER   PERÍODO    DE    L.\   ÉPOCA   REALISTA    (185O-1869) 

SUS  conocimientos  religiosos  y  su  corazón  enamoradizo  y  epicúreo,  y 
de  una  hembra  que  llevase  envestida  la  parte  femenina  v  aun  algo  de 
la  masculina  de  don  Juan.  Como  todo  Valora  se  halla  en  cualquiera  de 
sus  obras,  es  menester  conocer  sus  ideas  religiosas  y  filosóficas.  Va- 
kra  fué  católico  en  doctrinas;  pero  en  arte  fué  cristiano  y  pagano  á 
la  vez  y  más  pagano  que  cristiano.  No  entendió  jamás  que  esta  vida 
fuese  un  valle  de  lágrimas,  sin  duda  porque  no  aprendió  á  sufrir  ni 
tuvo  que  sufrir,  á  no  ser  en  pequeneces;  para  él  la  vida  es  buena,  el 
vivir  es  de  color  de  rosa.  Quería  estar  bien  con  su  conciencia,  algo 
elástica,  que  se  esplayara  por  el  edén  de  la  vida,  y  anhelaba  coger  de 
este  mundo  las  flores  de  todos  los  placeres,  que  para  eso  los  ha  puesto 
Dios  en  él.  Fué,  prácticamente,  un  verdadero  epicúreo,  no  de  los  de 
baja  estofa,  sino  de  los  verdaderos  á  la  antigua,  ganoso  de  gozar 
aristocráticamente  todo  lo  placentero  que  se  da  en  la  vida.  Perdona 
fácilmente  toda  falta,  como  flaqueza  de  la  picara  humana  naturaleza. 
En  Pepita  Jiménez  se  le  ve  sutilizar  cuanto  puede  para  casar  linda- 
mente la  moral  cristiana  con  la  epicúrea,  y  como  estaba  más  en- 
golosinado de  la  soltura  epicúrea  que  de  la  abnegación  cristiana, 
sbsuelve  al  seminarista  porque  cae  en  las  redes  del  amor  de  una 
tan  boniti  y  picara  viudita,  como  absuelve  en  Genio  y  figura  de  cuan- 
to pecaron  á  los  que  mucho  amaron,  volviendo  del  revés  el  dicho  de 
Jesús  á  la  Magdaleni.  Valera,  espíritu  aristocrático  por  educación, 
clásico,  erudito  y  académico,  todo  en  el  buen  sentido  de  estas  palabras, 
"Tiene  una  falta  en  su  criterio  artístico,  en  todo  lo  demás  tan  discreto, 
acertado  y  el  más  cabal  acaso  de  nuestros  críticos.  La  falta  está  en 
no  poder  apreciar  lo  popular,  lo  no  aristocrático,  lo  no  académico,  lo 
no  erudito,  lo  no  clásico.  Puede  verse,  dondequiera  que  toque  puntos 
de  literatura  popular,  sobre  todo  en  su  Discurso  de  entrada  en  la  Aca- 
demia, en  el  cual  precisamente  fué  á  tratar  de  este  asunto,  ajeno  ente- 
ramente á  su  ningún  conocimiento  sobre  lingüística,  folklore  y  poesía 
n,edioeval.  Allí  hocicó  magistralmente.  Refutáronle,  defendióse ;  pero 
harto  mal.  Véa:ise  Estudios  críticos  (1864),  págs.  262  y  siguientes.  Ni 
del  Cantar  de  Myo  Cid,  ni  del  Romancero,  que  constituyen  la  admira- 
ble epopeya  castellana,  da  muestras  de  entender  una  palabra.  La  poe- 
sía popular  para  él  no  brilló  en  España  hasta  los  siglos  xvi  y  xvii, 
confundiéndola  lastimosamente  con  la  erudita  y  clásica.  Faltábale  á 
Valera  instrucción  lingüística  y  filológica  y  sobrábale  rumbo  aristo- 
crático. El  estudio  lingüístico  lleva  al  aprecio  del  habla  como  producto 
evolutivo  popular  y  forma  el  criterio  científico  moderno  para  prefe- 
rir á  todo  lo  individual,  reflexivo  y  erudito  lo  popular,  común  é  in- 
consciente, el  habla  como  principal  obra  artística  de  la  nación,  los 
cantares  del  pueblo  y  los  romances  ó  épica  popular;  finalmente,  todo 
le  folklórico,  única  mina  de  creación  humana  que  los  mismos  eruditos 
han  beneficiado  y  fuera  de  la  cual  no  hay  otra  que  pueda  aprovechar 
la  grande  y  verdadera  literatura  objetiva,  ya  que  la  subjetiva  llévala 
cada  poeta  en  su  propia  alma.  De  lo  que  \'alera  ha  sabido  más  que 


S.  XIX,    1858.  JUAN  VAI.ERA  233 

todos  los  autores  españoles  antiguos  y  modernos  es  de  crítica  estética 
sobre  literatura  erudita.  En  esto  no  hay  quien  se  le  aventaje.  Podría 
de  sus  obras  entresacarse  tal  montón  de  admirables  observaciones,  de 
tan  exquisito  gusto  y  de  tan  común  sentido,  que  pudiera  formarse 
un  verdadero  tratado  de  estética  teórico-práctico  como  no  lo  hubiera 
escrito  ni  el  mismo  Menéndez  y  Pelayo,  el  cual,  sin  embargo,  llegó  á 
comprender  y  gustar  mucho  más  que  \^alera  la  literatura  medioeval, 
por  lo  menos  en  los  últimos  años  de  su  vida,  merced  á  la  semilla  que 
en  su  criterio  había  depositado  Milá  y  merced  á  los  estudios  que  en 
los  últimos  años  de  su  vida  hizo  de  aquella  época  literaria.  Algo  se 
resintió,  con  todo,  por  su  exclusivo  clasicismo,  no  llegando  á  apreciar 
enteramente  lo  popular  ni  en  la  literatura  ni  en  el  lenguaje.  Valera, 
que  no  tuvo  por  maestro  á  Milá  ni  hizo  estudios  lingüísticos  ni  me- 
dioevales, miró  siempre  lo  popular  con  desdén  y  ni  siquiera  alcanzó  a 
distinguirlo  de  lo  erudito,  juzgando  tan  sólo  lo  no  erudito  como  vulgar,, 
plebeyo,  grosero  é  informe.  Así  afirmó  que  la  prosa  fué  antes  en 
España  c_ue  la  poesía;  que  la  literatura  popular  no  valió  nada  hasta 
el  siglo  XVI,  cuando  precisamente  desapareció  la  gran  poesía  popular, 
que  fué  ',a  medioeval ;  que  la  literatura  erudita  precedió  en  la  Edad 
Media  á  la  popular  y  la  encarriló ;  que  no  hay  hasta  el  siglo  xvi  cosa 
que  valga  la  pena  de  leerse  fuera  de  la  Celestina  y  las  Coplas  de  Jor- 
ge Manrique;  que  todas  las  poesías  primitivas  populares  fueron  he- 
chas por  una  aristocracia  sacerdotal  ó  guerrera.  "La  prosa  y  la  poe- 
sía cultas,  dice,  y  hasta  la  poesía  por  todo  extremo  artificiosa,  se 
formaron  también  por  reflexión  y  con  estudio,  antes  de  que  el  puebla 
desanudara  la  lengua  y  rompiese  en  cantos  que  no  fueran  informes 
y  bárbaros  del  todo.  Y  lo  que  en  general  digo  de  las  naciones  de 
Europa,  puede  también  decirse  de  España.  Entre  nosotros  no  hubo 
poesía  popular,  digna  del  nombre  de  poesía,  hasta  fines  del  siglo  xv 
ó  principios  del  xvi ;  á  la  poesía  popular  precedió  entre  nosotros  la 
erudita,  y  á  la  perfección  de  la  poesía,  considerada  en  general,  la 
perfección  de  la  prosa.  Las  Partidas,  El  Conde  Lucanor,  Las  Cróni- 
cas y  La  Celestina,  valen  diez  veces  más  que  todos  los  poemas  y  can- 
ciones anteriores  al  siglo  xvi.  Los  romances  ó  no  existen  ó  valea 
poco,  antes  de  esta  época...  El  poema  del  Cid  parecerá  siempre  á  los 
más  de  sus  lectores  un  trabajo  artificial  y  erudito,  donde  se  nota  el  es- 
fuerzo para  expresarse  en  una  lengua  ruda  y  apenas  formada,  y  donde 
se  imita  la  versificación  francesa  de  las  canciones  de  gesta...  Todo 
esto  prueba,  á  mi  ver,  que  la  poesía  popular,  cuando  ha  tenido  en  Es- 
paña su  verdadera  eflorescencia,  ha  sido  en  ios  siglos  xvi  y  xvii... 
La  originalidad  vino  cuando  el  pueblo  tuvo  plena  conciencia  de  sí  y 
se  manifestó  en  el  romancero  (¡  erudito  de  fines  del  xvi ! !)  y  en  el 
teatro.  Nuestra  literatura  de  la  Edad  Media  se  puede  demostrar  que 
es  menos  original...  que  la  posterior  al  Renacimiento."  Todo  este 
cúmulo  de  disparates  sonaron  en  su  Discurso  de  recepción  de  la  Aca- 
demia, esto  es,  en  la  ocasión  más  solemne  y  en  la  obra  de  más  em- 


236      PRIMER   PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (1850-1869) 

peño  que  escribió  Valera:  "Cuando  reflexioné  que  para  entrar  aquí 
había  de  presentar  un  escrito,  si  breve,  duradero,  y  había  de  dar  ra- 
zón de  mí,  la  cual,  siendo  indigna  de  esta  Academia,  perpetuaría  la 
Indignidad,  porque  la  Academia  comunicaría  su  vida  y  su  duración 
L  mi  escrito,  y  no  sería  éste  como  otros  muchos  escritos  míos,  perdi- 
dos en  el  inmenso  fárrago  de  los  periódicos  y  condenados  al  olvido 
para  siempre."  Por  fortuna,  la  Academia  Española  no  da  vida  á  obra 
alguna  que  en  sí  misma  no  la  tenga  y  menos  la  dará  á  aquel  Discurso, 
el  más  disparatado  que  escribió  Valera  por  haberse  metido  en  cosas 
que  no  entendía,  mientras  que  sus  críticas  de  los  periódicos,  recogidas 
en  libros,  son  su  verdadera  gloria,  para  mí  mayor  que  la  de  sus  nove- 
las, porque  el  timbre  principal  de  su  gloria  es  la  crítica  literaria,  don- 
de expone  sutil  y  amenamente  los  más  hondos  principios  del  más  ex- 
quisito gusto  y  del  arte  más  acendrado.  Valera  fué  redactor  de  El 
Contemporáneo  (1860-65),  director  de  El  Progreso  (1865),  colabora- 
dor de  muchos  periódicos,  y  firmó  á  veces  Un  aprendiz  de  helenista, 
Eleutcrio  Filogyno  y  Currita  Albornoz.  Valera,  Estudios  críticos,  1864, 
dedic. :  "Ni  aun  en  la  época  de  mayor  fervor  y  entronizamiento  del  ro- 
manticismo había  sido  yo  romántico,  sino  clásico  á  mi  manera,  ma- 
nera por  cierto  harto  diferente  del  pseudo-clasicismo  francés  introdu- 
cido en  España  por  Luzán  y  los  Moratines.  Yo  era  adorador  de  la 
forma,  pero  de  la  forma  íntima,  espiritual,  no  de  la  estructura,  no  dei 
atildamiento  rítmico,  pueril  y  afectado;  yo  era  fervoroso  creyente  de 
los  misterios  del  estilo,  en  aquella  sencillez  y  pureza  por  donde  el  es- 
tilo realza  las  ideas  y  los  sentimientos,  y  pone  en  la  escritura,  con 
encanto  indestructible,  toda  la  mente  y  todo  el  corazón  de  los  auto- 
res." J.  Valera,  Dedic.  de  El  Comend.  Mendoza:  "Escribí  mi  primera 
novela  sin  caer  hasta  el  fin  que  era  novela  lo  que  escribía.  Acababa  yo 
de  leer  multitud  de  libros  devotos.  Lo  poético  de  aquellos  libros  me 
tenía  hechizado,  pero  no  cautivo.  Mi  fantasía  se  exaltó  en  libertad  y 
mi  seco  espíritu  se  atuvo  á  la  razón  severa.  Quise  entonces  recoger 
como  en  un  ramillete  todo  lo  más  precioso,  ó  lo  que  más  precioso 
me  parecía  de  aquellas  flores  místicas  y  ascéticas,  é  inventé  un  per- 
sonaje que  las  recogiera  con  fe  y  entusiasino,  juzgándome  ye  por  mí 
mismo  incapaz  de  tal  cosa.  Así  brotó  espontánea  una  novela,  cuando 
yo  distaba  tanto  de  querer  ser  novelista."  M.  Pelayo,  Heterod.,  III, 
pág.  814:  "Mi  dulce  Valera,  el  más  culto,  el  más  helénico,  el  más  re- 
gocijado y  delicioso  de  nuestros  prosistas  amenos  y  el  más  clási-co,  ó 
más  bie.T  el  único  verdaderamente  clásico  de  nuestros  poet;i.^.  La  ale- 
gría franca  y  serena  y  el  plácido  contentamiento  de  la  vida  nadie  los 
ha  expresado  en  castellano  con  tanta  audacia  y  al  mismo  tiempo  con 
tanta  suavidad  y  gracia  ateniense  como  Valera.  Es  uno  de  los  pocos 
quos  aequus  amavit  Júpiter:  naturaleza  de  escritor  algo  pagana,  pero 
no  cif-rtamente  con  el  paganismo  burdo  de  Carducci.  sino  con  cierto 
paganismo  refinado  y  de  exquisita  naturaleza,  donde  el  amor  á  lo  sen- 
sible y  plástico  y  á  las  pompas  y  verdores  de  la  genial  primavera,  se 


S.  XIX,    1858.  JUAN  VALERA  337 

ilumina  con  ciertos  rayos  de  misticismo  y  teosofía,  y  no  excluye  eJ 
amor  á  otras  hermosuras  más  altas,  bien  patente,  v.  gv.,  en  la  hermosa 
oda  de  El  Fuego  Divino.  No  es  Valera  muy  cristiano  en  el  espíritu 
d€  sus  novelas,  una  de  las  cuales,  la  más  bella  de  todas,  aunque  pueda 
interpretarse  benignamente  (y  yo  desde  luego  la  interpreto)  en  el  sen- 
tido de  lección  contra  las  falsas  vocaciones  y  el  misticismo  contrahe- 
cho, á  muchos  parece  un  triunfo  del  naturalismo  pecador  y  pujante 
sobre  la  mortificación  ascética  y  el  anhelo  de  lo  sobrenatural  y  ce- 
leste." 

La  mayor  parte  de  las  obras  de  Valera  salieron  primero  en  perió- 
dicos y  revistas;  los  discursos  académicos,  aparte.  Las  ediciones  pri- 
meras en  tomos,  todas  madrileñas,  menos  las  señaladas,  son  como 
siguen:  Poesías,  1858,  i88ó.  Estudios  críticos  sobre  literatura^  po- 
lítica y  costumbres  de  nuestros  días,  1864,  dos  vols.  Poesía  y  arte  de 
los  árabes  en  España  y  Sicilia,  traduce,  de  A.  F.  Schack,  1867-71, 
tres  vols.  Pepita  Jiménez,  1874.  Las  Ilusiones  del  Dr.  Faustino,  1875. 
El    Comendador   Mendoza,    i^yy.    Disertaciones    y    juicios   literarios, 

1878.  Pasarse  de  listo  (1878).  Tentativas  dramáticas,  i8yg.  Doña  Luz, 

1879.  Dafnis  y  Cloe,  1880.  Cuentos  y  diálogos,  Sevilla,  1882.  Algo 
de  todo,  ibid.,  1883.  Apuntes  sobre  el  nuevo  arte  de  escribir  nove- 
las, 1887.  Nuevos  estudios  críticos,  1888.  Cartas  americanas,  18S9. 
Nuevas  cartas  americanas,  1890.  Ventura  de  la  Vega,  biografía  y 
estudio  crítico,  1891.  Las  Mujeres  y  las  Academias,  1891.  Pequene- 
ces, Currita  Albornoz  al  P.  Luis  Coloma,  1891.  La  Metafísica  y  la 
poesía,  1891,  La  Buena  fama,  1894.  Juanita  la  larga,  1895.  ^^  Hechi- 
cero, 1895.  Cuentos  y  chascarrillos  andaluces,  1896.  Genio  y  figura... ^ 
1897.  A  vuela  pluma,  1897.  De  varios  colores,  1898.  Morsamor,  1899. 
Ecos  argentinos,  1901.  Florilegio  de  poesías  castellanas  del  siglo  xix^ 
1902-03,  cinco  vols.  El  Superhombre  y  otras  novedades,  1903.  Tera^ 
péufica  sociul,  1905.  Discursos  académicos,  1905,  tomos  I  y  II  de  la 
Colecc.  de  obras  completas.  Mariquita  y  Antonio,  fragmentos,  1907^ 
t.  XIII  de  la  Col.  de  obr.  completas.  Correspondencia,  1913,  dos  vols. 
de  la  Col.  de  obras  completas.  Historia,  y  política  (1869-1887),  1914. 
Estudios  críticos  sobre  filosofía  y  religión  (1883-89,  t.  XXXVI). 
Cartas  americanas,  1916  (t.  XLIII).  Miscelánea  (t.  XLV),  1916.  En 
Rev.  España:  El  Budhismo  esotérico  (1887,  t.  CXVI).  El  Raciona- 
lismo armónico  de  Glafera  (1873,  ts.  XXXIII-XXXIV).  La  Revolu- 
ción y  la  libertad  religiosa  en  España  (1869,  t.  VIII).  Un  poco  de 
crematística  (1870,  t.  XIII).  Sobre  el  concepto  que  hoy  se  forma  de 
España  (1868,  t.  I).  Figuras  de  Alemania  contemporáneas  (1887, 
t.  CXVIl).  Apuntes  sobre  el  nuevo  arte  de  escribir  novelas  (1886-87, 
ts.  CXI-'CXV).  Con  motivo  de  las  novelas  rusas  (1887,  t.  XCVII).  Le- 
yendas del  antiguo  Oriente  (1870,  ts.  XV-XVII).  Pepita  Jiménez  (1874). 
Las  Ilusiones  del  Doctor  Faustino  (1874-75).  El  Dr.  Fastenrath  (1870), 
t.  XII.  Críticas  (1869-87).  En  Esp.  Mod.:  Novela  parisiense  mejicana 
(1889,  Mayo).  Tabaré,  por  J.  Zorrilla  (1889,  Set.).  La  Religión  de  la  hu- 


238      PRIMER   PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

manidad  (1889,  Oct.,  Xov.).  Morriña,  por  Pardo  Bacán,  etc.  (1889, 
Dic).  Sobre  lo  inútil  de  la  metafísica  v  la  poesía  (1890,  En.,  Nov.).  El 
Renacimiento  clásico  en  la  líter.  catal.  (1890,  En.).  Portugal  contetn- 
f cráneo  (1890,  Febr.).  Viagens  na  Gálica,  por  L.  F.  Silveira  (1890, 
Marz.).  Verdades  poéticas  por  M.  Palau  (1890,  Mayo).  Novela-pro- 
grama (1890,  Mayo),  Catálogo...  de  García  Peres  (1891,  Ener.).  Di- 
sonancius  y  armonías  de  la  moral  y  de  la  estética  (1891,  Mar.,  Abr.). 
Colección  de  papiros...  (1894,  Mayo).  El  Hechicero  (1894,  Jun.).  La 
Buena  fam^a  (1894,  Oct.-Dic).  Influencia  del  elemento  indígena  en  la 
cultura  de  los  moros  del  reino  de  Granada,  por  F.  J.  Simonet  (1896, 
Febr.).  Sobre  dos  tremendas  acusaciones  contra  España  (1896,  Febr.). 
Los  Jesuítas  de  puertas  adentro  (1896,  Abr.).  El  Superhombre  (1897, 
Dic).  En  Bolet.  Acad.  Esp.:  Noticia  autobiográf.,  1914  (I,  128-140, 
escrita  en  1863).  Obras  com^pl.:  i,  Discursos  académicos,  1905.  2, 
Disc.  acad.,  1905.  3,  Doña  Luz,  1910.  4.  Pepita  Jiménez,  191 5.  5,  Las 
Ilusiones  del  Dr.  Faustino,  1906.  6,  Id.,  1906.  7,  El  Comendador  Men- 
doza, 1906.  8,  Pasarse  de  listo,  1906.  9,  Juanita  la  Larga,  1906.  10,  Genio 
y  figura,  1907.  11,  Morsamor,  1907.  12,  Dafnis  y  Cloe,  1907.  13,  Novelas 
y  fragmentos,  1907.  14,  Cuentos,  1907.  15,  Cuentos,  1908.  16,  Teatro, 
1908.  17,  Poesías,  1908.  18,  Poesías.  1908.  19,  Crítica  literaria  (1854-56). 
1908.  20,  ídem  (1857-60),  1909,  21,  ídem  (1860-61),  1909.  22,  ídem  (1861- 
63),  1909.  2T„  ídem  (1864-71),  1909.  24,  ídem  (1873-78),  1910.  25,  ídem 
(1878-82),  1910.  26,  ídem  (1886-87),  1910.  27,  ídem  (1887-89),  191 1. 
28,  ídem  (1889-1896),  1911.  29,  ídem  (1896-98),  1911.  30,  ídem  (1899- 
1900),  1912.  31,  ídem  (1901-05),  1912.  32,  ídem  (1901-05),  1912,  33, 
ídem  (1901-05),  1912.  34,  Estudios  crít.  sobre  filosofía  y  religión 
(1855-63),  1913.  35,  ídem  (1863-88),  1913.  36,  ídem  (1883-80),  1913.  37, 
Historia  y  política  (1859-1863),  1913.  38,  ídem  (1869-87),  1914.  39, 
Estudios  críticos  sobre  hist.  y  polít.  (1892-98),  1914.  40,  Hist.  y  polít. 
(1896-1903),  1914.  41,  Cartas  americanas  (1888),  1915.  42,  ídem  (1889- 
90),  191=^.  43,  ídem  (1891-97),  1916.  44,  ídem  (1897-1900),  1916.  45, 
Miscelánea,  1916.  46,  ídem,  1917.  Consúltense:  señora  doña  E.  Pardo 
Bazán,  Retratos  y  apuntes  literarios  (Obras  completas,  t.  XXXII), 
págs.  217-280;  Conde  de  Casa-Valencia,  Necrología  del  Excmo.  Sr. 
D.  J.  V.,  Madrid,  1905 ;  Conde  de  las  Navas,  Don  Juan  Valera :  apun- 
tes del  natural,  Madrid,  1905 ;  Julián  Juderías,  D.  J.  V.,  apuntes  para 
su  biografía,  en  La  Lectura  (1913-1914)  ;  César  Silva,  D.  J.  Valera, 
Valparaíso,  1914;  Bolct.  Acad.  Esp.  (su  autobiografía  hasta  1863), 
1914;  J.  Juderías,  La  Bondad,  l-a  tolerancia  y  el  optimismo  en  las 
obras  de...,  1914  (en  Ilustr.  Esp.  y  Amer.  (LVIII) ;  Ángel  Marvaud, 
D.  J.  Valera,  1905  (en  La  Quinzaine,  LXVI,  386-407)  ;  J.  Bénder,  La 
Correspondencia  de  D.  J.  Valera,  1913  (en  La  Lectura,  XIII,  130-142). 
Las  cartas  á  Laverde  están  en  poder  del  señor  don  Antonio  Graiño; 
trozos  ha  publicado  Juderías  en  La  Lectura  (1917). 

79.    Año  1858.  Olegario  Víctor  Andrade  (i 838- i 883), 


S.    XIX,    1858.    OLEGARIO    VÍCTOR   ANDRADE  239 

de  Concepción  (Uruguay),  pasó  la  niñez  en  Rio  Grande  y  en 
el  Estado  Oriental,  con  su  familia  desterrada;  volvió  con  ella 
á  Gualeguaychú,  donde  alg^-^nos  dicen  que  nació,  y  luego  á  Ca- 
seros. Dejó  los  estudios  (1858)  después  de  lograr  con  un  pre- 
mio por  Mi  Patria  (1856)  sus  primeros  triunfos  literarios,  y 
bien  se  resintió  de  ello,  consagrando  al  periodismo  los  veinticin- 
co años  que  después  vivió;  fué  secretario  del  presidente  Derqui 
en  1860.  Defendió  la  política  de  Urquiza  contra  Sarmiento, 
luchando  por  la  causa  federal  y  la  unión  nacional.  Redactor  en 
Buenos  Aires  de  La  América,  El  Pueblo,  La  Tribuna;  funda- 
dor de  La  Tribuna  Nacional,  siguió  la  corriente  política  de 
Avellaneda  y  de  su  condiscípulo  Roca  (1880).  Falleció  siendo 
diputado.  Las  turbulencias  políticas  de  la  época  y  la  moda  lite- 
raria de  consuno  le  hicieron  románti<:o  en  literatura,  no  menos 
que  su  propio  natural  ensimismado,  especie  de  sonámbulo  con 
cara  de  esfinge,  de  cuerpo  encogido,  bien  que  de  buena  talla. 
Fué  el  Víctor  Hugo  americano,  á  quien  admiró,  acaso  sin  imi- 
tar, tanto  como  enamorado  era  de  Longfellow.  Decir  román- 
tico es  decir  desenfrenado  exagerador,  rompedor  de  toda  mesura 
y  traba,  como  aquel  que  prefiere  el  señorío  brutal  de  la  imagi- 
nación y  de  la  sensibilidad  al  amor  de  la  verdad  y  del  gusto  me- 
surado. Tal  fué  Andrade.  Su  desbocado  Pegaso  necesitó  más 
de  freno  que  de  espuela,  menospreció  lo  tierno  en  el  sentir  y  lo 
atildado  y  casto  en  el  expresar ;  soltó  las  riendas  á  toda  inspira- 
ción atrevida  y  recia  y  menudeó  galicismos,  abstractos  y  frases 
¿■•maneradas  en  su  lenguaje.  Fué,  como  buen  romántico,  im- 
provisador y  apresurado  en  escribir,  saltando  por  las  reglas 
con  ufanías  de  muchacho  travieso;  un  Víctor  Hugo  segimdón, 
sobrepujándole  en  sus  defectos  y  no  llegándole  generalmente  en 
sus  virtudes;  uno  de  los  más  grandes  poetas,  sin  embargo,  en 
grandilocuencia  y  robustez  de  acento  de  la  América  del  Sur. 
Todo  estrépitos  y  tempestades,  volcanes  y  cataclismos;  pero 
con  poco  esmero  ni  gusto  en  la  forma,  bien  que  con  un  fondo 
de  sinceridad  y  grandeza  lírica.  Compuso  dos  grandes  poemas. 
La  Atlántida  (1881)  y  El  Prometeo  (1877)  y  otros  poemitas 
y  composiciones  menores  en  que  canta  la  patria,  la  gloria,  la 
amistad,  sobresaliendo  en  El  Nido  de  cóndores  (1877),  San 
Martín  (1878),  Al  general  LavaUe,  Canto  á  Víctor  Hugo,  El 


240     PRIMER  PERÍODO  DE   LA  ÉPOCA   REALISTA   (185O-18Ó9) 

Arpa  perdida.  La  Noche  de  Mendoza  (1880).  Fué  cantor  de  su 
patria  y  de  ^Ajiiérica. 

José  ]\Ianuel  Marroquín  (i 827- i 908),  bogotano,  hijo  de 
José  M.*  Marroquín  y  Trinidad  Ricaurte,  huérfano  desde  su 
primera  niñez  y  por  ello  "barrido  de  toda  fe  y  de  toda  ilusión 
en  las  cosas  del  mundo  y  al  mismo  tiempo  disfrazado  perpetua- 
mente de  sonrisas,  como  un  ataúd  cubierto  de  flores",  en  frase 
de  Rafael  Pombo;  estudió  latin  en  el  Seminario  (1840-45),  des- 
pués leyes  en  San  Bartolomé;  doctoróse  (1849)  y  dirigió  un 
colegio  en  Yerbabuena  (1851-57);  casó  con  Matilde  Osorio 
(1853).  año  que  fué  diputado:  con  Caro  y  Vergara  fundó  la 
Academia  Colombiana,  que  dirigió  (1876-1908);  fué  rector 
del  colegio  del  Rosario  desde  1887  y  vicepresidente  de  la  Re- 
pública (i 898- 1 904).  Usó  los  seudónimos  Pero  Pére2  de  Pe- 
rales ó  P.  P.  de  P.  y  Gonzalo  González  de  la  Gonzalera.  Fué 
durante  su  vida  uno  de  los  más  autorizados  literatos,  mejor 
prosista  que  poeta  y  uno  de  los  mejores  noveladores  de  cos- 
tumbres de  Colombia,  que  habiendo  intentado  con  f'loja  acción 
y  sin  fuertes  luchas  pasionales,  corregir  vicios  y  malas  costum- 
bres, hizo  más  bien  sátiras  benignas,  sin  amargura  ni  exage- 
raciones caricaturescas,  pintando  la  realidad  con  puntualidad 
feliz.  Sobresale  entre  sus  novelas  El  Moro,  en  que  un  caballo, 
asi  nombrado,  cuenta  su  vida.  Hízose  famoso  por  su  tratado 
de  Ortografía.  Prosista  festivo,  notable  por  sus  artículos  de 
costumbres,  escritos  desde  1849,  conocedor  á  fondo  del  caste- 
llano, que  maneja  castiza  y  elegantemente. 

José  M.'  Roa  Barcena  (1827-1908),  de  Jalapa  (México), 
comerciante,  fué  á  la  capital  (1853),  La  Sociedaé,  que  redactó 
conservadora  y  escribió  en  El  Universal  dos  años,  La  Cruz 
(1855),  El  Eco  Nacional  (1858),  La  Sociedad,  que  redactó 
solo  rrrucho  tiempo;  apoyó  la  Intervención  y  el  Imperio  y  fué 
de  la  Junta  de  Notables,  dejando  á  Maximiliano  cuando  le  vio 
apartarse  de  las  ideas  conservadoras.  Propugnó  las  doctrinas 
conservadoras  de  Lucas  Alamán  y  defendió  el  catolicismo. 
Escritor  cóstizo  y  acendrado,  historiador  sesudo  é  imparcial, 
atildado  prosista,  alabado  de  Valera  por  sus  cuentos,  de  M.  Pe- 
layo  por  sus  fieles  traducciones,  de  Antonio  Caro  por  sus  poe- 
sía«;.  Sus  asuntos  fueron  de  la  historia  mejicana,  siguiendo  en 
ello  á  Rodríguez  Galván. 


MM^^^^ruL 


{Obras,  t.  I,  México,  1897.) 


S.  XIX,  1858.  OLEGARIO  VÍCTOR  ANDRADE  24I 

80.  J.  Valera,  Cartas  Americanas^  1889,  pág.  70:  "Por  la  inco- 
rrección, por  el  descuido  á  veces  de  la  forma,  tendré  que  censurar  no 
poco  en  las  poesías  de  Olegario  Andrade;  pero  me  consuela  y  anima 
que  mis  alabanzas  han  de  ser  grandes,  sinceras  y  fervorosas,  y  muy 
superiores  á  las  que  tributé  ya  á  don  Rafael  Obligado,  poeta  sin  duda 
más  elegante  y  correcto;  pero  que  jamás  se  remontó  hasta  ahora  tan 
alto  en  sus  canciones  como  Andrade  se  remonta,  ni  tomó  para  ellas, 
como  toma  Andrade,  asuntos  que  mueven  ó  deben  mover  el  ánimo  de 
toda  la  nación  para  quien  canta.  Andrade,  á  veces,  movido  por  el 
asunto  mismo  que  trata  y  por  su  elevada  inspiración,  es  más  que  un 
poeta  nacional,  es  uno  de  aquellos  pocos  poetas  que  aciertan  á  dirigir 
la  voz  dignamente  á  todo  el  linaje  de  los  hombres,  excitando  en  ellos 
el  amor  de  las  teorías,  la  fe  en  ¡os  propósitos  que  le  son  más  caros  y 
la  sublime  esperanza  de  que  pronto  habrán  de  realizarse.  De  esta 
suerte,  el  poeta  tiene,  hasta  donde  es  posible  en  lo  humano  y  en  una 
edad  tan  descreída  como  la  nuestra,  algo  del  profeta  antiguo :  es  el 
vate.  Ya  se  ve  que  debe  ser  difícil  y  delicado  juzgar  bien  á  Andrade; 
pero,  sin  creer  en  todas  sus  teorías  y  sin  esperar  el  cumplimiento  de 
todos  sus  vaticinios,  bien  podemos  celebrar  el  entusiasmo  con  que  los 
expresa  y  decir  desde  luego  que  por  este  entusiasmo  le  colocamos  en 
el  número  de  aquellos  poetas  universales  y  sublimemente  didácticos, 
entre  los  que  descuellan  Schiller,  Manzoni,  Quintana  y  Víctor  Hugo... 
Las  elevadas  aspiraciones,  el  ideal  cuya  realización  se  columbra  en  el 
porvenir,  los  planes,  doctrinas  y  esperanzas  que  están  en  la  mente  co- 
lectiva de  un  pueblo  ó  de  la  humanidad  toda,  por  estilo  vago,  informe 
y  confuso,  resplandecen  con  mayor  luz  en  el  alma  del  poeta  y  merced 
á  ia  energía  plástica  que  el  poeta  tiene  se  revisten  de  forma  determi- 
naaa,  precisa  y  hermosa,  en  versos  que  muestran  con  claridad  aquello 
mismo  que  agitaba  el  centro  oscuro  del  alma  y  que  el  vulgo  apeaas 
comprendía.  Para  ser  así  poeta  didáctico...  se  requieren  el  entusias- 
mo y  el  buen  gusto...  poseía  esta  primera  condición...  Sobre  la  otra 
condición,  sobre  la  del  buen  gusto,  hay  reparos  que  poner.  En  mi 
sentir  es  necesario  dar  á  la  forma  extraordinaria  belleza  para  que 
este  género  de  poesía  trascendental  y  encumbrada  penetre  bien  en  las 
inteligencias  y  en  los  corazones,  y  venga  á  ser  como  la  fórmula  dura- 
dera de  una  tendencia  general,  de  una  aspiración  nacional  ó  humana. 
No  bastan  las  imágenes...  ni  el  fuego  de  la  pasión...;  son  indispensa- 
bles, además,  el  esmero,  la  reflexión  y  el  arte  más  exquisito...  No 
hay  arte  con  que  disimule  el  poeta  la  falta  de  convicción.  Lo  que  sí 
puede  ser  es  que,  por  ampulosidad  sobrada,  se  estropee  un  sentimiento 
leal  y  sincero  y  aparezca  falso  y  mentido.  Esto  se  advierte  á  veces  en 
Víctor  Hugo.  No  ha  de  extrañarse,  pues,  que  también  se  advierta  en 
Olegario  Andrade,  que  tomó  á  Víctor  Hugo  por  ídolo  y  modelo... 
Presupuestos,  con  todo,  el  sentir  y  el  pensar  con  hondura,  y  la  since- 
ridad, y  el  brío  en  el  estilo,  que  todo  esto  tiene  Andrade,  no  se  puede 
negar  que  fué  egregio  poeta,  por  más  que  á  veces  le  falten  el  arte,  la 

TOMO   VIH   . —  I(i 


242      PRIMER   PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

mesura,  la  nitidez  y  la  elegancia...  Andrade  es  uno  de  los  más  ilus- 
tres poetas  que  ha  habido  en  América,  y  valdría  más  que  Olmedo  ó 
que  Bello,  y  tanto  como  Qumtana,  si  hubiese  cursado  Humanidades 
y  hubiese  tenido  más  y  mejores  lecturas."  M.  Pelayo,  Hist.  poes. 
hisp.-amer.,  t.  II  (1913),  pág.  461 :  "Uno  de  los  poetas  de  más  gran- 
dilocuencia y  más  robusto  acento  que  ha  producido  la  América  del 
Sur.  Sus  defectos  son  palmarios  y  de  ellos  no  cabe  excusa.  Andrade 
era  un  i-oeta  efectista,  que  escribió  para  ser  leido  en  voz  alta  y  reso- 
nante y  para  ser  aplaudido  á  cañonazos.  Pero  en  esta  poesia,  todo 
boato  y  pompa,  todo  estrépitos,  tempestades,  volcanes  y  cataclismos, 
hay  un  fondo  de  sinceridad  y  de  grandeza  lírica  que  triunfa  de  lo 
exuberante  y  barroco  de  la  forma.  Andrade  tenía  el  gusto  sin  educar 
y  le  fascinó  la  imitación  de  lo  peor  de  Víctor  Hugo,  por  quien  profe- 
saba una  especie  de  culto,  ó,  más  bien,  de  fanatismo ;  pero  tenía  tam- 
bién, aunque  en  pequeña  escala,  algunos  de  los  grandes  dones  de  su 
modelo:  la  sensación  ardiente  y  luminosa,  cierta  especie  de  visión 
hipnótica,  que  agranda  y  transfigura  los  objetos;  la  im-aginación  retó- 
rica, que  los  interpreta  de  un  modo  siempre  eficaz,  aunque  desmesu- 
rado y  sofístico,  y  juntamente  con  esto  la  arrogancia,  plenitud  y  nú- 
mero de  la  versificación,  la  pródiga  y  despilfarrada  magnificencia 
del  estilo,  fecundo  en  hipérboles,  abundante  en  palabras  rotundas,  de 
sonido  y  brillo  metálicos.  En  él,  como  en  Víctor  Hugo,  fatiga  la  mo- 
notonía de  lo  grandioso,  la  luz  abrasadora  del  Mediodía,  derramada 
por  igual  y  de  plano  sobre  todos  los  objetos.  Y  como  en  todo  imitador, 
aun  siendo  tan  distinguido  como  Andrade,  se  extreman  los  defectos  y 
no  las  cualidades  del  modelo,  de  ahí  que  el  poeta  argentino  sucumba 
con  frecuencia  bajo  el  peso  de  los  colosos  de  granito  y  de  las  monta- 
ñas de  metáforas  con  que  pretende  escalar  el  cielo...  En  Andrade 
debemos  reconocer  y  aplaudir  mucho  de  lo  bueno  que  encontramos  en 
rmestro  Tassara,  cuyos  aciertos  y  caídas  se  parecen  mucho  á  los  suyos, 
salvo  la  expresión,  que  siempre  es  en  Tassara  mucho  más  limpia  y 
correcta.  Andrade  no  había  tenido  ningún  género  de  estudios  de  Hu- 
manidades y  no  leyó  más  que  en  libros  franceses."'  Doctor  González, 
Diario  de  Sesiones  de  B.  Aires  (Set.  27,  1916) :  "Andrade  fué  una 
sorpresa,  con  su  vuelo  de  cóndor,  de  esa  ave  que  él  magnifica  en  uno 
de  sus  ])Ocmas  y  con  el  cual  puede  compararse  por  la  oración  y  ma- 
jestad del  vuelo,  así  como  alcanza  á  la  comparación  con  uno  de  sus 
grandes  modelos,  con  Víctor  Hugo.  Muchos  han  dicho  que  Andrade 
imitaba  más  de  lo  j)ermitido,  y  aun  hubo  crítico  que  hizo  prolijas  com- 
paraciones de  sus  más  celebradas  estrofa?,  haciendo  ver  en  ellas  re- 
miniscencias de  otros  poetas  extranjeros ;  pero  de  él  puede  decirse 
— no  sé  si  alguien  lo  ha  dicho  ya,  pero  si  no  se  ha  dicho,  yo  lo  digo — 
que  se  parece  en  sí  al  mismo  pájaro  gigantesco  que  él  canta  en  uno  de 
sus  poemas.  Porque  el  cóndor  es  un  ave  de  rapiña ;  pero  es  de  rapiña 
tan  poderosa,  de  vuelo  tan  potente,  que  podría  elegirse  en  símbolo  de 
genios  humanos  de  la  especie  en  la  historia;  acaso  podría  <lecirse  que 


S.  XIX,   1858.  JOSÉ  MANUEL  MARROQUÍN  243 

él  es  dueño  de  todo,  y  como  dueño,  toma  aquello  que  sirve  de  sustento 
á  sus  poderosas  alas  para  volar  á  la  altura  que  ninguna  otra  ave  del 
continente  alcanza.  Andrade  fué  un  artista,  y  si  alguna  vez  tomó  la- 
drillos de  una  fábrica  ajena  fué  para  construir  los  enormes  palacios 
de  poesía  que  le  dieron  su  gloria,  como  el  Nido  de  cóndores,  la  Noche 
de  Mendoza,  la  Atlántida,  los  cantos  á  San  Martín,  á  Víctor  Hugo  y 
otros  de  igual  valor  y  fama.  En  \m  instante  la  vida  argentina  llegó  á 
concentrar  en  su  persona  la  ansiosa  expectativa  de  la  nación  entera. 
Por  eso,  cuando  apareció  en  nuestro  cielo  el  maravilloso  cometa  de 
1882,  que  llenó  de  asombro  al  mundo  todo,  el  alma  argentina  se  estre- 
meció de  emoción  y  buscó  en  su  espacio  mental  el  poeta  que  cantase 
tanta  magnificencia.  Todos  exclamamos  á  una  voz:  "¡Andrade!" 
Andrade,  por  desgracia,  estaba  ya  enfermo,  y  junto  con  la  desapari- 
ción del  gran  astro  errante,  el  poeta  argentino  se  extinguió  tras  él ; 
y  la  nación  quedó  sin  expresar  en  forma  poética  la  inmensa  sensación 
colectiva  de  aquel  astro  magnifico,  que,  al  anunciar  para  el  mundo 
el  advenimiento  de  sucesos  extraordinarios,  pasó,  según  los  hombres 
de  ciencia,  para  no  reaparecer  más  en  nuestro  cielo."  01.  V.  Andrade: 
Obras  poéticas,  B.  Aires,  1877,  pról.  de  Benjamin  Basualdo;  Santia- 
go de  Chile,  biografía  y  crít.  de  Jacobo  Larrain;  París-B.  Aires, 
1905;  1907;  Barcelona,  1909;  B.  Aires,  1915,  con  pról.  de  Evar.  Mén- 
dez. Prometeo,  B.  Aires,  1878.  Atlántida,  1901  (en  Esp.  Mod.).  Consúl- 
tense: .Santiago  Estrada,  01.  V.  Andrade,  estudio  crítico  (Miscelánea, 
t.  I,  1889) ;  Julio  A.  Roca,  Oración  fúnebre  en  la  tumba  de  Andrade, 
1882  (La  Tribuna  Nac.) ;  José  Nic.  Matienzo,  El  Poeta  01.  V.  A., 
estud.  crít.-biogr.,  B.  Aires,  1882  (Niiev.  Rev.  de  B.  A.);  Mariano 
A.  Pelliza,  Andrade,  boc.  biográfico,  1885  (en  Glorias  Argent.) ;  Ri- 
cardo Rojas,  Andrade,  conf.,  Madrid,  1907  (La  Lectura)  ;  Nic.  Ave- 
llaneda, Carta  sobre  "Prometeo"  (Escritos,  t.  I,  1883) ;  Carlos  Guido 
Spano,  Carta  sobre  "'Prometeo"  (en  Ráfagas,  t.  II,  1879) ;  Eduardo 
Wilde,  Carta  sobre  "Prometeo",  1899  (en  Prometeo  y  C'^^) ;  Miguel 
Cañé,  Prometeo  (Charlas  liter.,  1885) ;  Paúl  Groussac  (Prometeo,  en 
el  pról.  de  Basualdo) ;  Luis  Stella  Goycoechea  Menéndez,  Andrade 
(en  Los  Primeros,  Córdoba,  1897). 

Ant.  Gómez  Restrepo,  El  Nuevo  Tiempo  Literario,  Bogotá,  191 5 
(Enero) :  "Marroquín,  su  compañero  del  alma  (de  Vergara  y  Ver- 
gara),  era,  como  él,  un  ingenio  castizo  y  regocijado,  pero  de  tempera- 
mento frío,  tan  inclinado  á  la  reserva  como  el  otro  á  la  comunicación 
total  de  su  ser.  La  colaboración  de  Marroquín  en  El  Mosaico  fué  de 
las  más  valiosas;  allí  se  encuentra  un  precioso  artículo  titulado  Reco- 
gida de  caballos,  que  revelaba  desde  entonces  en  el  autor  una  predi- 
lección runca  desmentida  por  el  noble  animal,  protagonista  más  tarde 
del  mejor  libro  de  Marroquín  y  uno  de  los  mejores  de  nuestra  litera- 
tura, el  celebérrimo  Moro,  donde  puso  el  castellano  de  Yerbabuena 
todo  el  caudal  de  su  observación  menuda  y  realista  y  cuanto  en  él 
había  de  amor  á  la  naturaleza  y  de  filosofía  práctica  y  desengañada." 


244      PRIMER   PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

José  Caicedo  Rojas  (pról.  á  Obras,  1875) :  "El  señor  Marroquín,  con 
los  ojos  fijos  en  las  tradiciones  de  la  lengua,  bebiendo  en  las  fuentes 
puras  de  ella  y  acatando  así  la  autoridad  de  los  maestros  como  los 
legítimos  fueros  del  uso...,  sin  rayar  tampoco  en  el  extremo  de  afec- 
tación V  culteranismo,  ha  sabido  mantenerse  á  la  altura  conveniente, 
hermanando  sin  esfuerzo  un  estilo  fluido,  claro  y  fácil,  con  un  len- 
guaje digno  y  culto;  todo  ello  sazonado  con  el  donoso  y  oportuno 
chiste,  con  el  buen  gusto  y  delicadeza...  Este  es  el  colorido  constante 
de  los  (escritos)  suyos,  semejantes  por  la  mayor  parte  á  aquellos  ri- 
sueños cuadros  flamencos  en  que  se  ven  trasladadas  al  lienzo  las  es- 
cenas apacibles  de  la  familia  ó  de  la  vida  del  campo."  José  Dom. 
Cortés,  La  Amér.  Poét.,  1875 :  "Marroquín  es  el  primer  hablista  de 
Colombia.  Tiene  una  rara  erudición  del  idioma  español  y  es  en  sus 
escritos  castizo  y  elegante."  Rafael  Pombo:  "Escritor  cuya  preciosa 
espyecialidad  y  cuyo  poder  benéfico  es  precisamente  la  impasibilidad, 
la  ausencia  de  toda  ilusión  mundana,  la  facultad  y  misión  más  bien 
evangélica,  de  despojar  la  farsa  social  de  sus  caretas  y  el  comercio 
de  la  vida  de  su  tren  ruinoso  de  vanidades.  Tal  es  la  tendencia  cardi- 
nal de  cuanto  escribe  Marroquín...  La  prosa...  aventaja  con  nnicho  al 
verso...;  ha  estado  toda  su  vida  escribiendo  realismo."  J.  M.  Marro- 
quín: Tratado  completo  de  ortografía  castellana,  Bogotá,  1858;  Haba- 
na, 1860;  Piura,  1861 ;  Cuenca,  1874;  París,  1907;  Bogotá,  1908;  Nue- 
va York,  191 5.  Diálogos  entre  mi  pluma  y  yo  y  Respuesta  á  un  siiscri- 
tor  de  La  Caridad,  1866  y  sig.  Poesías,  Bogotá,  1867,  ó  sea  Parnaso 
Colombiano,  t.  I.  Diccionario  ortográfico  ó  catálogo  de  las  voces  cas- 
tellanas cuya  ortografía  puede  ofrecer  dificultad,  1875.  Obras  escogi- 
das en  prosa  y  en  verso,  Bogotá,  1875.  Vida  y  carácter  de  D.  Juan 
A.  Marroquín,  ibid.,  1883.  Cartas  á  D.  Rufino  J.  Cuervo,  1886  y  1889 
(en  El  Telegrama).  Arar  en  el  mar,  1893.  Blas  Gil,  nov..  Bogotá, 
1896.  Entre  primos,  nov.,  ibid.,  1897.  El  Moro,  nov.,  N.  York,  1897, 
1901.  Amores  y  leyes,  nov.,  Bogotá,  1898.  Nada  nuevo,  historias, 
cuentos  y  otros  escritos  viejos,  ibid.,  1908.  En  el  Anuario  de  la  Acad. 
Colomb.:  Elogio  de  D.  José  M.  Vergara  (t.  I,  pág.  80).  Observaciones 
sobre  la  acentuación  y  uso  de  la  tilde  (ibid.,  pág.  129).  Mss. :  Apuntes 
autobiográficos.  Recuerdos  de  Matilde  Osario,  Historia  de  Yerba- 
buena  (se  publicaron  12  ejemplares) :  de  estas  tres  obras  posee  los 
niss.  su  hijo,  del  mismo  nombre  (José  M.  Marroquín).  Consúltense: 
Luis  M.*  Mora,  Biografía  de  D.  J.  M.  Marroquín,  EL  Centro,  1897; 
Luis  Serrano  Blanco,  Biograf.  de  D.  J.  M.  M.;  José  M.  Marroquín 
(hijo),  D.  J.  M.  Marroquín  íntimo,  Bogotá,  1915. 

Miguel  Ant.  Caro,  Poesías  de  Roa  B.,  Bogotá,  1882,  prólogo:  "Son 
las  poesías  de  Roa  Barcena  españolas  y  castizas  por  la  forma;  ame- 
ricanas jior  el  colorido  local,  y  narrativas.  Roa,  si  no  inventor  del 
género  á  las  que  las  suyas  pertenecen,  títulos  tiene  para  ser  conside- 
rado, tal  vez,  como  su  cultivador  más  distinguido  en  la  América 
española...  Gran  cualidad,  así  en  poesía  como  en  todo,  es  el  decoro. 


S.  XIX,  1858.  EDUARDO  DF:  LA  BARRA  245 

Roa  Barcena  la  posee,  con  otras  apreciables  dotes,  y  si  no  cada  una 
de  ellas  con  la  superioridad  en  que  aislada  la  ha  ostentado  tal  vez  algún 
otro,  reunidas  resplandecen  en  él  y  en  grado  bastante  eminente  para 
darle  entre  poetas  americanos,  en  este  género,  la  primacía  de  que 
otros  carecieron.  Roa  Barcena  narra  con  facilidad  y  gracia ;  enca- 
dena á  sus  relaciones  el  interés  del  lector;  describe  con  pincel  de 
artista  que  ama  y  observa  la  naturaleza;  con  fidelidad  da  á  conocer 
las  costumbres  de  nuestros  mayores  nacidos  ó  avecindados  en  Amé- 
rica. Cuando  escribe  el  poeta  en  su  propio  nombre,  sus  sentimientos, 
nobles  y  puros,  hablan  desde  el  papel,  con  muda  elocuencia,  al  alma. 
Sabe  su  lengua,  conoce  los  recursos  de  la  versificación  castellana..." 
J.  Valera,  Nuevas  Cart.  Anier.,  1890,  pág.  82:  "Noche  al  raso  es  lin- 
dísima colección  de  anécdotas  y  cuadros  de  costumbres,  donde  el  in- 
genio, el  talento  y  la  habilidad  para  narrar  están  realzados  por  la  na- 
turalidad del  estilo  y  por  la  gracia  y  el  primor  de  un  lenguaje  castizo 
y  puro,  sin  la  menor  afectación  de  arcaísmo."  Roa  Barcena  publicó 
Poesías  líricas,  1858.  Leyendas  en  verso,  México,  1858.  Catecismo  de 
Geografía  Universal,  1860.  Leyendas  mexicanas,  cuentos  y  haladas  del 
norte  de  Europa  y  composiciones  diversas,  1862.  Catecismo  de  la  His- 
toria de  México,  1862.  Novelas  originales  y  traducidas,  1870.  Nuevas 
poesías,  1875.  Recuerdos  de  la  invasión  norteamericana,  1883.  Acopio 
de  sonetos  castellanos  con  notas  de  un  aficionado,  1887.  Ultimas  poe- 
sías líricas,  1888,  1891,  1895.  Antología  de  poetas  mexicanos  publicada 
por  la  Acad.  Mexicana,  México,  1892,  1894  (de  76  poetas).  Cuentos 
originales  y  tradn^cciones,  1897  (de  Hoffman  y  Dickens,  es  el  t.  I  de 
Obras).  Recuerdos  de  la  invasión  norteamericana,  1901  (son  los  to- 
mos II  y  III  de  Obras,  ó  XXXVIII  y  XXXIX  de  la  Bibl  Autor. 
Mexic).  Biografías  de  Gorostiza  y  otros,  1902  (t.  IV  de  Obras, 
t.  XLII  de  la  Bibl.).  Ensayo  de  tina  historia  anecdótica  de  México  en 
los  tiempos  anteriores  á  la  conquista,  México.  1862,  1909  (t.  V  de 
Obras,  t.  LXVI  de  la  Bibl.).  Novelas  cortas,  1910  (t.  VI  de  Obras, 
t.  LXXVII  de  la  Bibl).  Obras  poéticas,  1913. 

81.  Año  18 ¿8.  Eduardo  de  la  Barra  Lastarria  (1839- 
1900),  de  Santiago  de  Chile,  ingeniero,  rector  del  Liceo  de  Val- 
paraíso, ministro  en  el  Uruguay,  fué  uno  de  los  literatos  más 
eruditos  y  entendidos  de  su  tierra,  sobre  todo  en  asuntos  de 
métrica  v  de  filología.  Usó  45  seudónimos.  Poeta,  filósofo  /, 
sobre  todo,  maestro,  de  firme  criterio  y  exquisita  sensibilidad, 
hizo  críticas  agridulces,  nunca  enconadas ;  sostuvo  polémicas 
caballerescas,  librepensadoras  y  amenas;  compuso  poesías  hen- 
chidas de  sentimiento  y  virilidad,  algunas  muy  becquerianas, 
sobrias  \  sugestivas  y  fué  investigador  enamorado  de  lo  que  él 
creyó  justo  y  verdadero.  Fundó  la  Academia  de  Estudios  Cien- 


246     PRIMER   PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

Hficos  V  Literarios,  del  T>iceo  en  1872,  y  fué  columna  maestra 
del  Círculo  de  Amigos  de  las  Letras  y  de  la  Academia  de  Bellas 
Letras.  Defendió  con  ímpetu  el  librepensamiento  y  la  libertad 
religiosa  en  La  Voz  de  Chile  y  La  Opinión  y  pronunció  un  dis- 
curso en  favor  de  La  Libertad  de  Cuba  (1874).  Como  poeta 
fué  laureado  muchas  veces  en  las  dos  épocas,  con  intervalo  de 
veinte  años,  que  cultivó  la  poesía  con  extraña  flexibilidad  para 
apropiarse  todos  los  estilos.  Hombre  trabajador,  enciclopédico 
casi,  picó  en  todo  con  curiosidad  y  actividad  increíble,  con 
grandes  alientos  y  propósitos,  que  si  en  algunos  erró,  fué  con 
entera  sinceridad  y  sana  intención. 

AxBERTO  Blest  Gana,  uacído  en  183 1,  chileno,  soldado, 
ingeniero  militar,  estuvo  en  Europa,  y  á  su  vuelta  (1852),  en- 
señó topografía  militar,  fué  intendente  de  Colchagua,  diputado, 
gran  diplomático  (1871).  jefe  de  la  sección  del  Ministerio  de 
Guerra  y  Marina;  pero,  sobre  todo,  novelista  desde  1858  á 
19 10,  el  más  nacional  novelista  de  Chile,  maestro  de  Vicente 
y  Daniel  Grez  y  de  sus  hermanos  Guillenno  y  Luis  Blest  Gana. 
Concienzudo  escritor,  realista  y  paisajista  admirable,  tiene  do- 
tes de  observador  minucioso,  narra  con  amenidad,  frescura  y 
con  cierta  ironía  bonachona,  de  pura  cepa  chilena.  Sus  obras  son 
documento  vivo  del  vivir  privado  entre  las  gentes  de  su  tierra, 
y  los  tipos  que  creó  viven  todavía  en  la  imaginación  de  cuantos 
le  han  leído.  Durante  la  reconquista  es  novela  histórica  que  pin- 
ta la  generación  del  año  1810,  la  más  documentada  y  curiosa 
tal  vez  de  la  América  española. 

Narciso  Campillo  y  Correa  (1835-1900),  sevillano,  cate- 
drático en  Cádiz  (1865)  y  en  Madrid  (1869),  escritor,  ya  clásico, 
ya  romántico,  elegante  y  castizo  en  prosa  y  verso,  saladísimo 
epigramático  y  muy  popular,  cuentista  chispeante  y  hasta  desca- 
rado, colaboró  en  El  Museo  Universal,  Escen.  Contcmpor.,  La 
Ilustrac.  Esp.,  y  fundó  en  Cádiz,  con  Roque  Barcia.  El  Demó- 
crata Andaluz. 

82.  Kn  1887  Federico  Várela  propuso  un  premio  á  la  mejor  co- 
lección de  poesías  becquerianas  que  se  presentase.  Dividiólo  el  jurado 
entre  dos,  y  resultaron  ser  ambas  de  Eduardo  de  la  Barra.  F.n  1859 
había  sido  premiada  su  oda  A  ¡a  Independencia  de  America,  por  el 
Circulo  de  los  Amigos  de  las  Letras.  En  1889  parodió  festivamente 
Las  Rosas  andinas,  de  Ru1)én  Darío,  llamándole  Rubén  Rubí.  T(k1o  lo 


S.  XIX,  1858.  EDUARDO  DE  LA  BARRA  247 

cual  prueba  que  Eduardo  de  la  Barra  tenía  facultades  imitativas  sor- 
prendentes y  que  se  acomodaba  á  todos  los  géneros.  Jorge  Huneeus 
Gana,  Cuadro  hist.,  pág.  445 :  "El  rasgo  literario  distintivo  de  la  pro- 
sa de  E.  de  la  Barra  es  el  rasgo  oratorio,  violento  y  brillante,  propio 
de  la  polémica  de  la  prensa  y  del  debate  religioso.  Este  rasgo,  que  lo 
acerca  elegantemente  y  con  originalidad  propia  á  la  elocuencia  des- 
lumbradora de  Isidoro  Errazuriz,  habría  hecho  de  su  pluma  una  de 
las  más  formidables  del  diarismo  chileno,  si  las  asperezas  amargas  de 
las  polémicas  recordadas  y  las  tareas  ingratas  de  la  enseñanza  no  lo 
hubieran  apartado  desde  hace  muchos  años  de  las  columnas  de  la 
prensa  diaria."  ídem,  pág.  705 :  "Volvió  á  las  brechas  del  parnaso 
en  la  última  época  de  su  vida,  después  de  haber  mantenido  colgada 
por  más  de  veinte  años  la  lira  de  sus  ruidosos  triunfos  primeros...  El 
talento  de  Barra  se  distinguía  esencialmente  por  una  flexibilidad 
pasmosa  para  adaptarse  con  brillo  á  todos  los  géneros  literarios  y 
para  asimilarse  con  elegancia  todos  los  estilos  poéticos...  Su  so- 
neto A  la  muerte  de  Dido,  publicado  por  sus  maestros  de  litera- 
tura en  El  Ferrocarril  (1858),  fué  la  primera  aurora  de  los  triun- 
fos poéticos  que  obtenía  el  año  siguiente  en  los  certámenes  del 
Círculo  de  Amigos  de  las  Letras,  con  su  robusta  Oda  á  la  Inde- 
pendencia de  América  y  con  su  ático  y  esplendoroso  canto  Al  Abate 
Molina.  Todos  los  periódicos  y  revistas  de  1859  hasta  1866  están 
llenos  de  versos  fáciles,  blandos,  musicales  y  románticos  de  este  bardo 
laureado...,  poeta  múltiple  y  proteiforme."  E.  de  la  Barra:  Poesías  lí- 
ricas, Santiago,  1866.  Saludables  advertencias  á  los  verdaderos  cató- 
licos y  al  clero  político...  por  V.  Erasmo  Gesuit  (seud.),  1871.  Fran- 
cisco Bilbao  ante  la  Sacristía,  1872.  El  Radicalismo  chileno,  por  Ar- 
gos (seud.),  1875.  Lecciones  de  Historia  Literaria,  1878.  Elementos  de 
métrica  castellana,  1887.  Examen  crítico  del  fallo  que  dio  el  Jurado 
Várela  sobre  ^'Métrica  castellana",  1888.  Estudio  sobre  la  versifica- 
ción castellana,  1889.  Poesía  subjetiva  y  objetiva,  dos  vols.,  París, 
1889.  Rimas  chilenas,  ibid.,  1890.  Nuevos  estudios  sobre  versificación 
castellana,  Santiago,  1891.  La  Hoja  perdida  del  poema  del  Cid,  Ro- 
sario, 1894.  Cuestión  filológica...  sobre  gramática  antigua,  ibid.,  1894. 
Ensayos  filol.  americanos,  ibid.,  1894.  Primores  de  la  lira  antigua, 
K  Aires,  1894.  Problemas  de  fonética,  ibid.,  1894.  El  Endecasílabo 
didáctico.  Rosario,  1895.  Notas  al  juicio  crítico  que  hace  D.  Rafael 
Merchán  de  las  poesías  de  D.  E.  de  la  Barra,  B.  Aires,  1895.  Sistema 
acentual  castellano,  Santiago,  1896.  Restauración  de  la  Gesta  del 
Cid,  ibid.,  1896.  Del  correcto  silabeo,  ibid.,  1897.  Algo  sobre  la  forma- 
ción del  castellano,  ibid.,  1897.  El  Libro  del  niño,  arte  de  escribir, 
ibid.,  1897.  Ortografía  fonética,  ibid.,  1897.  La  Reforma  Ortográfica, 
su  historia  y  su  alcance,  ibid.,  1897.  Estudios  de  Rítmica  Moderna, 
versos  dobles  y  triples,  íbíd.,  1897.  Las  Palabras  compuestas  son  con- 
servadoras (estudios   etimológicos),   ibid.,    1897.   Tratado   de   Ortogra- 


248      PRIMER   PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (1850-1869) 

fia  Reformada,  ibid.,  1897.  Crítica  Filológica  (examen  y  refutación  de 
algunas  leonas  del  profesor  Haussen),  ibid.,  1897.  Una  modificación 
literaria  del  siglo  xv,  ibid.,  1898.  El  Sistema  métrico-rítniico  de  la 
antigua  versificación,  ibid.,  1898.  De  cómo  se  exhuman  de  las  cróni- 
cas los  romances  y  canciones,  ibid.,  1898.  Investigaciones  sobre  la 
lengua  y  su  desarrollo,  ibid.,  1898.  Restauración  del  Misterio  de  los 
Reyes  Magos,  ibid.,  1S98.  Reforma  radical  de  la  acentuación  caste- 
llana, ibid.,  1898.  Estudios  Críticos  de  Literatura  Arcaica,  ibid.,  1898. 
Odas  de  Horacio,  trad.,  ibid.,  1898-99.  Estudios  de  rítmica  moderna, 
ibid.,  1898.  Las  Fábulas  de  Juan  Ruiz,  ibid.,  1898  Métrica  antigua 
y  rítmica  moderna,  ibid.,  1899.  Elementos  de  ortografía,  ibid.,  1899. 
Las  lenguas  celto-latinas,  ibid.,  1899.  El  Poema  del  Cid  reconstruido, 
ibid.,  1900.  La  Crónica  rimada  de  las  cosas  de  España,  ibid., 
1900.  Ruy  Díaz  de  Vivar,  Cantar  de  Gesta,  ibid.,  1900.  En  Esp. 
Mod.:  A  Gonzalo  Bulnes  (1898,  Oct.).  Eduardo  de  la  Barra  íntimo 
(poesías,  etc.,  por  Fidclis  P.  del  Solar),  Santiago,  1901.  Los  artículos  y 
estudios  sobre  Barra,  en  Vaisse,  Bibliografía  general  de  Chile,  1915, 
págs.  277-78. 

Carta  de  Alb.  Blest  Gana  á  Benj.  Vicuña  Mackenua:  "Un  día,  le- 
yendo á  Balzac,  hice  un  auto  de  fe  en  mi  chimenea,  condenando  á  las 
llamas  las  impresiones  rimadas  de  mi  adolescencia;  juré  ser  novelista 
ó  abandonar  el  campo  literario,  si  las  fuerzas  no  me  alcanzaban  para 
hacer  algo  que  no  fuesen  triviales  y  pasajeras  composiciones.  Desde 
entonces,  he  seguido  mi  propósito  sin  desalentarme  por  la  indiferen- 
cia, sin  irritarme  por  la  crítica,  sin  envanecerme  tampoco  por  los 
aplausos  con  que  el  público  ha  saludado  mis  últimas  novelas.  El  se- 
creto de  mi  constancia  está  en  que  escribo,  no  por  culto  á  la  gloria, 
que  no  existe  ni  aun  con  oropeles  entre  nosotros,  no  por  ambición 
pecuniaria,  porque  sólo  últimamente  mis  trabajos  empiezan  á  produ- 
cirme algún  dinero,  sino  por  necesidad  del  alma,  por  afición  irresis- 
tible, por  ese  algo  inmaterial,  en  fin,  que  nos  lleva  á  apartarnos  de 
los  cuidados  enfadosos  de  la  vida,  lanzando  la  imaginación  á  un  cam- 
po en  que  nadie  puede  vedarnos  los  dulces  frutos  de  la  satisfacción 
intelectual."  Jorge  Huneeus  Gana,  Cuadro  hist.,  pág.  735:  "No  hay 
caso,  entre  los  novelistas  americanos  de  raza  española,  de  un  autor 
tan  parejo  en  tantas  obras  y  que  á  los  ochenta  años  de  edad  conserve 
en  el  alma  y  en  el  estilo  el  vigor  talentoso,  la  observación  profunda, 
el  análisis  penetrante,  el  colorido  intenso  y  el  noble  sentimiento  de 
la  especial  nacionalidad  chilena...  Podríamos,  sin  esfuerzo,  formar 
un  gran  cuadro  de  costumbres  nacionales,  entresacando  de  las  novelas 
de  B.  G.  las  diversas  y  magistrales  descripciones  que  nuestros  há- 
bitos han  inspirado  á  su  pincel  de  artista  apasionado  por  la  realidad, 
sin  olvidar  las  elegancias  y  correcciones  de  las  formas.  B.  G.  es  un 
gran  novelista,  porque  posee  la  percepción  equilibrada  de  todo  lo  que 
podríamos  llamar  el  paisaje  humano."  Alb.  Blest  Gana:  Engaños  y 
desengaños,   El   Primer   amor  y   La   Fascinación,    novelas    publicadas 


S,    XIX,    1858.    FRANCISCO   JAVIER    SIMONET  249 

en  La  Voz  de  Chile  y  La  Rep.  del  Pacífico,  en  1858.  Juan  de 
Arias,  nov.,  1859.  La  Aritmética  en  el  amor,  novela  premiada,  Val- 
paraíso, 1860.  El  Pago  de  las  deudas,  186 1.  Un  drama  en  el  campo, 
nov.  corta,  1861.  La  Venganza  y  Mariluán,  id.,  1861.  Martín  Rivas. 
París  (1862),  1910.  El  Ideal  de  un  calavera,  ibid.,  1863.  La  Flor  de  la 
higuera,  1864  (en  El  Independiente).  Durante  la  reconquista,  París, 
1897.  Los  Trasplantados,  dos  vols.,  ibid.,  1905,  1912.  El  Loco  Estero, 
1910.  Para  el  teatro :  El  Jefe  de  familia,  Santiago,  1858.  Sus  obras  en 
Bibl.  Escrit.  Chil.  Consúltense:  Roberto  Huneeus,  D.  A.  B.  G.  y  la  no- 
vela histórica,  París,  1897. 

En  un  ejemplar  de  Historias  de  la  corte  celestial,  propiedad  de 
don  F.co  Viñals,  discípulo  de  Campillo,  corregido  por  el  propio  autor, 
puso  éste  tras  la  dedicatoria  estos  versos  y   firma: 

"Este   es  libro  original, 
cien   veces   excomulgado, 
pues  al   fanatismo  ha  dado 
una  estocada  mortal. 
Califica   al    Santoral 
según   la   razón  humana, 
no   confunde  pez   con   rana, 
da  á   cada   cosa   su  nombre, 
enseña  al  hombre  á   ser  hombre 
y   es  la  verdad   del   mañana. 

S.'.  J.-." 

Fué  Campillo  íntimo  amigo  de  Bécquer  y  de  Nombela,  aunque  de  afi- 
ciones contrarias,  clásico  en  gustos  literarios  y  andaluz  de  los  guasones, 
que  toman  la  vida  en  broma,  sacando  partido  de  todo  para  reír.  Estu- 
dió con  Bécquer  en  San  Telmo,  y  con  él  hizo  sus  primeras  poesías. 
Publicó  Poesías,  Sevilla,  1858.  Memoria  y  teoría  del  estilo,  Cádiz, 
1865.  Nuevas  poesíac,  ibid.,  1867.  Retórica  y  poética,  Madrid,  1872, 
1875,  una  de  las  mejores  del  siglo  xix  en  España.  Una  docena  de 
cuentos,  ]\íadrid.  1878.  Nuevos  cuentos,  ibid.,  iSSi.' Florilegio  Espa- 
ñol, ibid.,  1885,  1888,  dos  vols.,  buena  antología.  Historia  del  periodis- 
mo, confer.  en  el  Ateneo,  1890.  Cuentos  y  sucedidos,  ibid.,  1893,  1899, 
con  Javier  de  Burgos.  Suya  es  la  Historia  de  la  corte  celestial,  1891, 
publicada  con  el  seud.  de  Un  sacristán  jubilado.  En  Esp.  Mod. :  La 
Niña  de  los  cinco  pisos  (1895,  Oct.).  El  Difunto  (1895,  Dic). 

83.  Año  i8j8.  Francisco  Javier  Simonet  y  Baca  (1829- 
1897),  ^^  Málaga,  donde  estudió,  así  como  en  Granada,  hasta 
que,  propuesto  por  Estébanez  Calderón  para  una  plaza  de  au- 
xiliar para  escribir  la  Historia  de  la  Infantería  española,  vino 
á  Madrid,  donde  acabó  sus  estudios  universitarios.   Fué  cate- 


25o   PRIMER  PERÍODO  DE  LA  ÉPOCA  REALISTA  (185O-1869) 

drático  de  árabe  en  Granada.  Cultivó  la  lírica,  la  dramática  y  la 
iio\'ela  (Renterdos  de  un  poeta.  Una  poetisa),  la  lengua  v  la 
poesía  de  los  árabes,  siendo  uno  de  los  más  señalados  arabistas 
del  siglo  XIX. 

Joaquín  García  Icazbalceta  (1825-1894)  nació  en  Mé- 
jico; sil  padre.  Ensebio  García,  español;  su  madre,  Ana  Icaz- 
balceta, mejicana.  Eran  de  posición  desahogada,  pero,  por  dis- 
turbios políticos,  hubieron  de  emigrar  á  los  Estados  Unidos,  de 
donde  vinieron  á  España  (Cádiz),  hasta  1836,  que  volvieron  á 
Méjico.  Aprendió  varios  idiomas  y  dióse  al  estudio  con  tal 
ahinco,  que  llegó  á  ser  el  más  ilustre  bibliófilo  y  crítico  mejica- 
no. Sus  obras  son  muchas  y  muy  eruditas  sobre  los  idiomas  me- 
jicanos y  sobre  la  historia  mejicana  de  los  siglos  xvi  y  xvii. 

84.  F.  J.  Simonet:  La  Alhambra,  leyendas  histórico-árabes,  Ma- 
drid, 1858.  Alm-anzor,  leyenda,  1858.  Merien,  1858.  Camar.  Descrip- 
ción del  reino  de  Granada  bajo  la  dominación  de  los  Nazeritas,  con 
el  texto  arábigo  de  Mohammad-Ebn-Aljathib,  Madrid,  1860;  Granada, 
1872.  Crestomatía  arábigo-española  (con  el  padre  I.erchundi),  Gra- 
nada, 1881.  El  Cardenal  Ximcnes  de  Cisneros  y  los  manuscritos  ará- 
bigo-granadinos, Granada,  1885.  Santoral  hispano-muzárabe,  escrito 
en  961  por  Rabí  Ben  Zaid,  obispo  de  Ilíberis.  Glosario  de  voces  ibé- 
ricas y  latinas  usadas  entre  los  muzárabes,  Madrid,  1888-89.  El  Con- 
cilio III  de  Toledo,  edición  políglota,  1891.  Influencia  del  elemento 
indígena  en  la  cultura  de  los  moros  de  Granada,  Tánger-Mála^^a, 
1891.  Cuadros  históricos  y  descriptivos  de  Granada,  ibid.,  1896.  His- 
toria de  los  muzárabes  de  España,  1897- 1903- 1905  (en  Memor.  Acad. 
Hist..  t.  XIII).  En  Esp.  Mod.:  Museo  granadino  de  antigüedades  ára- 
les, pjr  Almagro  Cárdenas  (1889,  Febr.).  Consúltese  A.  Almagro 
Cárdenas,  Biografía  del  Dr.  D.  F.  I.  Simonet,  Granada,   1905. 

Tradujo  Icazbalceta  la  Historia  de  la  conquista  del  Peni,  de  Pres- 
(ott,  enriqueciéndola  con  notas.  Aficionóse  á  los  estudios  históricos 
mejicanos  y,  dueño  de  ejemplares  de  libros  raros  y  de  más  raros  ma- 
nuscritos, emprendió  la  publicación  de  una  Colección  de  documentos 
para  la  Historia  de  México,  dos  vols.,  1858-66.  Apuntes  para  un  Catá- 
logo de  Escritores  en  lenguas  indígenas  le  América,  1866.  Historia 
eclesiástica  indiana,  de  fray  Jerónimo  Mendieia,  1870,  con  Noticias 
del  autor  y  de  la  obra.  Diálogos  latinos,  de  Cervantes  de  Salazar 
(1554),  1875.  Coloquios  espirituales  y  sacramentales  y  poesías  sagra- 
das, del  padre  Fernán  González  de  Eslava,  1877,  con  introducción.  Es- 
tudio biográfico  y  bibliográfico  de  fray  J.  de  Zumárrapa,  1881.  Biblio- 
grafía Mexicana  del  siglo  xvi,  cuatro  vols.,  1886.  Nueva  Colección  de 
Documentos  para  la  Historia  de  México,  cuatro  vols.  T.  I,  1886,  co-i- 


S.  XIX,   1858.  JUAN  DE  DIOS  DE  LA  RADA  25 1 

tiene:  Cartas  de  religiosos  de  Nueva  España  (1534-1594),  precedidas 
de  la  Biografía  de  fray  Jerónimo  de  Mendieta.  T.  II,  1889:  Códice 
franciscano  del  siglo  xvi  (Informe  al  Visitador  Lie.  Ovando  y  Car- 
tas religiosas,  1533-1569).  T.  III,  1891 :  Relaciones,  con  introducción. 
T.  IV:  Documentos  franciscanos,  de  los  siglos  xvi  y  xvii.  Opiisculos 
ifvéditos  latinos  y  castellanos,  del  padre  Francisco  Alegre,  con  noti- 
cias bibliográficas  y  Una  vida  del  autor,  en  latín,  1889.  Estudio  histó- 
rico sobre  la  dominación  española,  1894  (en  el  periódico  Renacimien- 
to). Vocabulario  de  mcxicanismos,  Méjico,  1899  (en  la  portada,  1905 
en  la  cubierta,  post.,  publicado  por  su  hijo  Luis  García  Pimentel,  exce- 
lente obra;  llega  hasta  Gusto,  que  es  hasta  donde  "dejó  arreglado  el 
autor".)  En  las  Memorias  de  la  Academia  Mexicana,  de  la  cual  fué  di- 
rector, publicó :  La  Instrucción  pública  en  México  durante  el  siglo  xvi,. 
Discurso  sobre  las  Bibliotecas  de  Egniara  y  Beristain,  Francisco  de 
Terrosas  y  otros  poetas  del  siglo  xvi.  El  Bach.  D.  Antonio  Calderón 
BenaiÁdes,  impresor  del  siglo  xvii,  La  Grandeza  mexicana,  de  Balbue- 
na  (esf.  bibliogr.),  El  Padre  Avendaño,  predicador  del  siglo  xvii.  Pro- 
vincialismos mexicanos,  Vida  del  P.  Alegre.  Obras  de  Icazbalceta,  Mé- 
xico, 1892-99,  10  vols.  Obras  (Bibl.  Autor.  Mexic),  cinco  vols.,  1898. 
1904.  Opúsculos  varios,  2.*  ed.,  1905,  sobre  asuntos  históricos ;  es  el  t.  I 
de  la  Biblioteca  de  Autores  Mexicanos,  editada  por  V.  Agüeros.  Opúscu- 
los varios,  t.  II  de  la  Bibl.,  sobre  asuntos  históricos  y  Reyertas  más 
que  literarias,  México,  1896.  Biografías,  t.  III  de  la  Bibl.,  sobre  misio- 
neros, obispos,  religiosos,  etc.,  1896.  Biografías,  t.  II,  1897.  Biografía 
de  D.  Juan  de  Zumárraga,  1897,  t.  IX  de  la  Bibl.  Opúsculos  varios, 
t.  IV,  1898,  t.  XIV  de  la  Bibl.  Opúsculos  varios,  t.  III,  1898,  t.  XII  de 
la  Bibl.  Opúsculos  varios,  t.  VIII.  Biografías,  t.  IX.  Tomo  X:  Noti- 
cias de  Documentos  para  la  Hist.  de  Méjico,  Doctrina  del  P.  Zumá- 
rraga, Bibliografía.  Informe  sobre  los  establecimientos  de  beneficen- 
cia y  corrección  de  esta  capital,  póst.,  1907  (Docum.  hist.  de  Méj.,  V)» 

85.  Año  1858.  Juan  de  Dios  de  la  Rada  y  Delgado  (1827-1901), 
de  Almería,  archivero,  director  del  Museo  Arqueológico  Nacional  y 
de  La  Rev.  Universitaria  (1856-61),  gran  arqueólogo  y  numismático, 
incansable  escritor,  director  del  Museo  español  de  antigüedades,  iSjy, 
publicó,  entre  otras  obras:  Crónicas  Catalanas  (1858).  Viaje  de 
SS.  MM.  y  AA.  por  Castilla,  León,  etc.  (1860).  Historia  de...  Madrid 
(1860-64,  dos  vols.,  con  Rosell  y  Amador  de  los  Ríos).  Cristóbal  Co- 
lón, dr.  (1863).  Historia  de  la  Orden  de  María  Lídsa  en  Ordenes  de 
Caballería  (t.  II,  1865).  Mujeres  célebres  de  España  y  Portugal,  dos 
vols.  (1868).  Crónica  de  la  provincia  de  Granada,  en  la  Crón.  gral.  de 
España  (t.  VII,  1869).  En  el  Museo  Esp.  de  Antigüedades  41  mono- 
grafías (ts.  I-XI,  1872-80).  Paz  como  hermanos,  com.  (1876).  Anti- 
güedades del  Cerro  de  los  Santos  (1875).  Viaje  ó  Oriente  en  la  fra- 
gata Arapiles,  tres  vols.  (1876-82).  La  Academia,  ¿-emanario  (1877- 
79).  Corona  ftinebre,  á  la  memoria  de  la  reina  Mercedes  (con  otros, 


252       PRIMER    PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA  (185O-1869) 

1878).  El  Amigo  del  saldado  (1881).  Viaje  de  SS.  MM.  los  Reyes  de 
España  á  Portugal  (1S83).  Ensayo  sobre  la  interpretación  de  la  escri- 
tura hierática  de  la  América  Central,  de  L.  de  Rosny,  trad.  (1884), 
con  el  Manuscrito  completo  de  Diego  de  Landa  y  el  Manuscrito  figu- 
rativo con  palabras  aztecas  escritas  en  caracteres  españoles  en  el 
año  1526.  La  Necrópolis  de  Carmona  (1885).  Bibliografía  numismá- 
tica española  (1886).  Excursión  arqueológica  á  Uclés,  Sahelices  y 
Cabeza  de  Griego...  en  1888  (1889).  Catálogo  de  monedas  arábigas... 
del  Archivo  Arq.  Nac.  (1892).  El  Centenario,  del  descubrimiento  de 
América,  revista  (1892).  Códice  Maya  denominado  Cortesiano  que  se 
conserva  en  el  Museo  Arqneol.  Nac,  1892.  Historia  de  España  (con 
Aurel.  Fern.  Guerra  y  Ed.  Hinojosa),  dos  vols.  La  Alcarria  en  los 
primeros  dos  siglos  de  su  reconquista  (1894).  Vclásques,  disc,  1899. 
Mosaicos  de  Hylas  (1900).  Dos  madres  y  un  solo  amor,  dr.  Consúltese 
Narciso  Sentenach,  en  Rev.  Archiv.,  1901,  pág.  638. 

Juan  Antonio  de  Viedma  (1831-1869)  nació  en  Jaén,  vino  de  estu- 
<?iante  á  Madrid,  frecuentó  el  café  de  la  Esmeralda,  fué  crítico  de 
teatros  y  redactor  de  cosas  amenas  en  Las  Novedades  (1858),  El  Eco 
del  País  (1862)  y  La  Razón  Española  (1863-66),  firmando  Gacela  y 
El  Bachiller  sensible,  y  estrenó  en  1858  la  zarzuela  El  Alférez;  pero 
conoció  no  ser  el  teatro  su  vocación  y  se  dio  á  la  lírica  tradicional  y  ro- 
mántica y  á  la  poesía  religiosa.  Discípulo  de  Zorrilla,  todo  imagina- 
ción, brilló  por  el  color,  el  ritmo,  la  hipérbole.  Fué  magistrado  en  la 
Habana,  donde  falleció.  Publicó  Paráfrasis  de  la  Santa  Biblia  en  !a 
Gaceta  de  Madrid,  dirigida  por  Rafael  Baralt ;  pero  su  principal  obra 
fué  la  colección  de  baladas  históricas,  que  salieron  en  El  Museo  Uni- 
versal y  otros  periódicos,  y  que  luego  imprimió  con  prólogo  de  Cañete 
y  título  de  Cuentos  de  la  villa,  ley.  y  trad.,  Habana,  1868,  "ramillete 
de  lindas  flores,  prenda  segura  de  la  modestia  del  autor",  que  dice  el 
prologuista.  La  Fe,  poesía  (Rev.  bspaña,  1868,  t.  HI). 

El  Mosaico,  tertulia  y  famosa  revista  literaria  de  Bogotá  (1858- 
1870),  señala  juntamente  con  el  Museo  de  cuadros  de  costumbres  (1866) 
de  la  Biblioteca  de  El  Mosaico,  la  época  de  mayor  fervor  literario  en 
Colombia.  Fué  fundada  por  Eugenio  Díaz,  y  sus  principales  redactores 
fueron  José  M.  Vergara  y  Vergara,  José  Joaquín  Borda,  Ricardo  Sil- 
va, José  M.  Marroquín  y  Ricardo  Carrasquilla.  F.l  Mosaico  consta  de 
cuatro  volúmenes. 

8«.  Año  1858.  Pe.i)ro  de  Agüero  v  Sánchez,  juez  en  Santiago 
de  Cuba,  publicó  D.  José  Antonio  Saco,  Londres,  1858,  1860. — J.  de 
Aguilak  publicó  Sebastián,  poema.  Ciudad  Real,  1858. — Juan  de  Sa- 
HAGÚN  Ai.ARCÓN  estrenó  La  fortuna  en  la  desgracia,  jug.  (1858). — 
Frav  Mateo  Amo,  dominico,  de  los  mejores  poetas  de  Filii)inas,  sobre 
todo  cu  la  mística,  publicó  Virgilio  traducido,  las  Bucólicas  y  Geór- 
gicas, Manila,  1858,  buena  traducción  en  verso.  Poesías  sagradas, 
Manila,  1863. — Anales  de  Aviles...,  Oviedo,  1858-59  (Rev.  de  Ast.). — 


S.    XIX,    1858.    MIGUüL    COLMEIRO  2  33 

EusEBio  Anglora  publicó  Los  Polvos  de  mi  abuelo,  nov.,  Barcelona^ 
1858. — Francisco  Aranda  y  Ponte  (i 823- i 856),  venezolano,  escritor 
castizo,  romántico  discreto,  escribió  en  prosa  y  verso,  cuya  colección 
salió  en  1858. — El  Arpa  rota;  Cantos  de  Jorge,  Oviedo,  1858. — M.  R. 
Arróniz  publicó  El  Carnaval  de  Murcia  en  el  año  1854,  poema  joco- 
serio, Murcia,  1858. — Raimundo  Bernal  O,  de  Turmequé  (Colom- 
bia), publicó  Viene  por  mí  y  carga  con  usted,  travesura  histórico-no- 
velesca,  Bogotá,  1858. — 'Juan  de  la  Cruz  Berrio  publicó  El  Viajero 
del  Ganges,  nov.,  Madrid,  1585. — ^Eduardo  Blanco  (n.  183S),  de  Ca- 
racas, coronel,  novelista  romántico,  de  estilo  abundoso,  varonil  y  ex- 
presivo, publicó  primero  en  La  Tertulia  (1875)  los  cuentos  fantásti- 
cos El  Número  ciento  once  y  Vanitas  vanitatuní;  después  publicó  las 
novelas,  no  menos  fantásticas,  románticas  y  efectistas  Una  noche  en 
Ferrara  (1875);  Zarate,  novela,  dos  vols.,  Caracas,  1882,  1889;  Fau- 
vette.  Noches  del  Panteón,  La  Casaca  del  buen  tío  don  Zenón,  El 
Cura  de  Santelmo,  Cuentos,  Tradiciones  épicas  y  Venezuela  Heroi- 
ca (su  mejor  obra),  Caracas,  1883;  París,  1911,  1914. — Marcial. 
Busquet  publicó  El  Abrazo  de  Ver  gara,  poema  en  tres  cantos,  Bar- 
celona,  1858. — José  Cándido  Bustamante,  montevideano,  estrenó  Un 
celoso  como  hay  muchos,  jug.,  Montevideo,  1858.  La  Mujer  abando- 
nada, dr.  (1876). — Benito  Canella  Meana,  periodista  asturiano  de 
Sobrescopio,  publicó  poesías  y  fábulas  en  la  Rev.  de  Asturias,  Oviedo, 
1858-59,  y  en  la  Ilustr.  Gall.  y  Ast.,  Madrid,  1879. — Belén  Cepero 
(t  1872),  poetisa  de  Matanzas  (Cuba),  por  seud.  La  Hija  del  Yumurí, 
publicó  Ayes  del  corazón.  Habana,  1858.  Suspiros  del  alma,  poesías 
de  la  hija  del  Yumurí,  Habana,  1863.  Ecos  tropicales,  1865.  Suspi- 
ros del  alma,  1865.  Poesías,  1866,  dos  vols. — ^M.  Cerda  de  Villares- 
TÁN  publicó  Catálogo  general  de  las  antiguas  monedas  autónomas  de- 
España, Madrid,  1858.  Catálogo  de  las  monedas  arábigo  españolas... 
de  M.  C.  de  V.,  1861. — José  Anselmo  Clavé  (1824- 1874),  barcelonés,. 
torero  y  músico,  fundador  de  los  Coros  Clavé,  gobernador  de  CasteUón 
durante  la  República,  director  de  El  Metrónomo,  Ecos  de  Euterpe, 
publicó  Flores  de  estío,  poesías,  puestas  en  música  por  él  mismo,  Bar- 
celona, 1858,  1861. — Juan  de  la  Coba  Gómez  publicó  Amor  de  la  pa- 
tria, dr.,  Orense,  1858.  Gran  victoria,  ópera,  ibid.,  1894.  Cervantes  sol- 
dado, id.,  ibid.,  1894.  La  Trampitana,  id.,  ibid.,  1895.  La  Toma  de  Am- 
beres,  id.,  ibid.,  1895.  Flores  del  milagro,  id.,  1895.  Cuba  es  de  España, 
ópera,  1895.  Criba  en  España,  ópera,  Orense,  1895.  Razones  de  ley,  dra- 
ma, 1896. — Colección  de  discursos  leídos  en  las  sesiones  públicas  para 
ia  recepción  de  Académicos  de  la  Historia,  Madrid,  185S. — Miguel  Col- 
MEiRO  (1816-1901),  de  Santiago,  catedrático,  entre  otras  obras  botáni- 
cas, publicó  La  Botánica  y  los  botánicos  de  la  Península.  Madrid,  1858. 
Diccionario  de  los  diversos  nombres  vulgares  de  muchas  plantas  ustiales 
y  notables  del  Antiguo  y  Nuevo  mundo,  ibid.,  1871.  Enumeración...  de 
las  plantas  de  la  Península...  y  sus  nombres  vulgares,  ibid.,  1885-89, 
cinco  vols.  Indicaciones  sobre  los  nombres  vulgares  de  las  plantas,  1891. 


254       PRIMER   PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA  (185O-.T869) 

— Juan  Francisco  Comas,  poeta  de  Puerto  Rico,  publicó,  á  los  diez  y 
nueve  de  su  edad,  Preludios  del  arpa,  Mayagüez,  1858,  dos  vols. — 
Francisco  Copons  y  Navia  publicó  Memorias  de  los  años  1814  y  1820 
■al  24,  Madrid,  1858. — Luis  Cortés  y  Suaña  (t  1901),  taquígrafo  y 
director  del  Diario  de  las  Sesiones  del  Senado,  publicó  La  Cueva  de 
Infiesto,  poesías,  Madrid,  1858.  El  Magnetismo...,  Animal,  filfa  cóm.- 
lir.  (1860). — Francisco  Cutanda  (1807-1875),  madrileño,  por  seud. 
El  de  la  Navaja,  publicó  La  Lisonja,  sátira,  Madrid,  1858.  El  Epigra- 
ma, 1861  (disc.  recep.  Acad.  Esp.).  Doña  Francisca,  nov.,  ibid.,  1869, 
■dos  vols.  Cándida,  nov.,  1873  (2.^  ed.).  El  Teatro  de  los  ciegos,  1873. 
Noticia  de  la  vida  y  de  las  princ.  obras  de  D.  Severo  Catalina,  1873. 
— Manuel  Delgado  Lara  estrenó  La  Luneta  de  un  titido,  com.  (185S). 
El  Canario  y  la  burra,  dispar,  cóm.  (1860). — Manuel  Pedro  Delgado 
•estrenó  Luchas  de  amor  y  deber,  dr.  (1858).  Los  Celos  de  Mateo,  jug. 
(con  Blas  Sierra,  1860). — Cayetano  Díaz  de  Tuesta  publicó  Mis  gan- 
dulerías, poesías,  Alicante,  1858. — Ángel  Enríquez  estrenó  La  Caba- 
iia,  zarz.  (1858). — José  Fernández  publicó  Canción  chistosa,  Barce- 
lona, 1858. — Pamela  Fernández  de  Lande,  escritora  de  Puerto  Prin- 
cipe (Cuba),  por  seud.  Rafaela,  estrenó  Una  casa  de  modas,  conL, 
P.  Príncipe,  1858.  Lea  usted,  com.  Los  Artistas,  com.  (1858). — José 
Julio  de  la  Fuente  publicó  Paralelo  hist.-juríd.  entre  el  Fuero  Real 
y  el  libro  de  los  Fueros  de  Aragón  de  D.  Jaime  I,  disc,  Madrid,  1858. 
Memorias  del  Instituto...  de  Bilbao  (1871-72),  Bilbao,  1871,  en  cuyo 
Apéndice  se  citan  los  impresores  y  autores  vascos. — Lx)s  señores  Gar- 
cía González  y  L.\lama  estrenaron  A  un  ardid  otro  mayor  (1858),  A 
-caza  de  un  yerno  (1860). — Luis  García  Martín  (n.  1833),  de  Valladolid, 
del  arma  de  Caballería,  publicó  muchos  años  el  Almanaque  Militar 
Español  y  Manual  de  teatros  (reseña  de  ellos  y  de  los  artistas),  1858, 
r86o.  España  en  África,  culpas  ó  faltas  del  siglo  xviii  que  paga 
£l  XIX,  Madrid,  1879. — Eduardo  G.  Gordón  (1838-1879),  de  Monte- 
video, periodista,  dramaturgo  y  poeta,  publicó  Hojas  del  corazón, 
verso?,  Montevideo,  1860.  Estrenó  Desengaños  de  la  vida,  dr.  (1858). 
La  Patria,  apropós.,  1864.  La  Fe  del  alma.  El  Lujo  de  ¡a  miseria. 
Son  comedias  imitadas  de  las  españolas. — Vicente  Gregorio  Aspa 
estrenó  Paulina,  dr.  (1858). — Fernando  Guillamas  y  Galiano,  coroneí 
de  Ingenieros,  publico  Historia  de  Sanlúcar  de  Barrameda,  Madrid, 
1858. — Eduardo  Hernández  y  Ferrer  publicó  Abrojos  de  la  zñda, 
nov.,  Madrid,  1858. — Jacinto  Labaila  y  González  (1833-1895),  de 
Valencia,  fué  con  Querol,  Llórente,  Pizcueta,  etc.,  de  los  que  desper- 
taron el  renacimiento  literario  valenciano.  En  castellano  estrenó  La 
Providencia,  dr.  Í1863).  Ecos  de  la  ju7<cntud,  poesías.  Valencia,  1864. 
Mesa  revuelta,  1866.  La  Espuela,  estudio  psicológico-novclcsco,  Madrid, 
1873.  Las  Mujeres  en  venta,  novela,  Gerona,  1873.  Misterios  del  co- 
razón, novela,  1876,  Poesías  serias  y  jocosas.  Valencia,  1877.  Para  el 
teatro:  El  Arte  de  hacerse  amar  (1858).  Jai  Nave  sin  piloto  (1861). 
ni  Grito  de  la  conciencia  (^1862).  La  Providencia  (1863),  ¿Me  entienda 


S.    XIX,    1858.    MARIANO    PADILLA  253 

usted?  (1863).  Ojo  al  Cristo  (1864).  Los  Comuneros  de  Cataluña 
(1871).  La  Resucitada  (1890).  Novelas  íntimas,  1896,  dos  vols.  Fundó 
en  Valencia  Silvina  á  los  veinte  de  su  edad;  dirigió  el  Bolet,  Rev.  del 
Ateneo  de  Valencia  (1870-71)  y  La  Ilustr.  Valenciana;  fué  redactor 
<le  La  Opinión,  El  Diario  Mercantil;  presidió  la  sociedad  Lo  Rat  Pe- 
nat. — Pedro  Lacasa  publicó  Vida  militar  y  política  del  General  ar- 
gentino D.  Juan  Lavalle,  B.  Aires,  1858. — El  Laúd  del  desterrado, 
poesías  patrióticas  de  varios  cubanos,  Nueva  York,  1858;  Habana, 
1903. — Juan  N.  López  de  Vergara,  catedrático,  escribió  Curso  aca^ 
dérnico  de  la  elocuencia  española,  póst.,  Tenerife,  1858. — 'Eleuterio 
Llofríu  y  Sagrera  (1835-1880),  de  Alicante,  doctor  en  Derecho 
(1860),  secretario  del  Gobierno  civil  de  Huesca,  director  de  El  Ál- 
bum de  las  Familias  (1865),  escritor  sencillo  y  correcto,  ameno  é 
instructivo,  publicó  Azucena,  nov,,  Alicante,  1858.  La  Hija  del  mar, 
iiov.,  ibid.,  1858.  La  Estrella  de  Villalar,  nov.,  Madrid,  1861.  Castigo 
del  cielo,  nov.,  ibid.,  1871.  La  Cruz  de  los  matrimonios,  nov.  Mar- 
tirio y  resignación,  nov.  Consideraciones  históricofilosóficas  acerca 
del  s.  XV.  Historia  de  la  insurrección  y  guerra  de  la  Isla  de  Cuba, 
Madrid,  1870-72,  cuatro  vols.  El  Naufragio  del  grumete,  nov.,  Ma- 
drid, 1872.  Heroísmo  de  una  madre,  nov.  La  Madre  de  los  pobres, 
nov.  Tempestades  del  alma,  nov.,  Madrid,  1873.  Física  recreativa, 
1873.  Gloria,  dinero  y  mujer,  nov.  Insurrección  federal  de  i8js> 
Madrid,  1873.  Maldito  dinero,  nov.,  ibid.,  1874,  dos  vols.  Para  el 
teatro:  Un  voluntario.  La  Caridad,  com.,  1868.  Aquí  fué  Troya,  com. 
El  Mesías  prometido,  id.  La  Azucena,  id.  Galileo,  epis.  dram.,  1875. 
En  Méjico  y  en  Madrid. — Luis  Martí  publicó  Diccionario  de  la  len- 
gua castellana,  Madrid,  1858. — José  Martínez  Monroy  (1837-1861), 
•de  Cartagena,  sólo  pudo  dar  primicias,  sentidas  y  filosóficas,  de  lo 
-que  prometía,  aunque  la  poesía  El  Genio,  en  La  Crónica  (1858),  debió 
más  su  fama  á  la  política  que  á  lo  que  vale.  En  La  Victoria  de  Tetuán 
€8  belicoso  en  demasía.  Cantó  El  Arte,  Al  telégrafo  eléctrico,  A  la 
Virgen,  Lo  que  dice  mi  madre.  Poesías,  Madrid,  1864,  con  biografía 
por  Castelar  y  comentarios  por  Hartzenbusch. — ^JosÉ  Lino  Melero, 
■cubano,  publicó  El  Artista,  dr.,  Habana,  1858.  Clementina,  trag.  (1868). 
—Alvar  Méndez  de  Rivera  publicó  El  Príncipe  de  Viana,  novela 
Jiistórica,  Barcelona,  1858. — Isaac  Núñez  de  Arenas  publicó  Elemen- 
tos filosóf.  de  la  literatura  esthetica,  Madrid,  1858.  Qué  se  entiende 
por  conservación  del  idioma,  1863  (disc.  recep.  Acad.  Esp.). — Carlos 
OcHOA  Y  Madrazo  (u.  1836),  madrileño,  hijo  de  Eugenio  Ochoa,  por 
seud.  Claudio  Félix  de  Guzmán  y  Un  testigo  ocular,  colaborador  de 
La  Época,  La  Commune  de  París,  La  Liberté  (París) ;  corresponsal 
allí  de  El  Imparcial,  estrenó  Un  viaje  sentimental  (del  fr.,  1858).  El 
Capitán  Azul,  dr.  Un  mal  padre.  Las  Colegialas  de  Saint  Cyr.  La  Loca 
de  Londres.  Dirigió  el  periódico  madrileño  L'Espagne  (1866).  Publicó 
Antología  española,  teatro,  dos  vols.,  París,  1860-61 ;  t.  HI,  Trozos 
escogidos  de  los  mejores  hablistas,  Besanzón,  1860. — ^Mariano  Padilla 


250      PRIMER   PERÍODO   DE   LA  ÉPOCA   REALISTA   (1850-1869) 

(t  1869),  médico  y  catedrático  guatemalteco,  publicó  Apuntamientos 
para  la  biografía  del  Sr.  D.  José  Antonio  Larrave  y  Velazco,  ibid., 
1858.  Ensayo  histórico  sobre  el  origen  de  la  enfermedad  venérea  ó  de 
las  Bubas...,  Guatemala,  1861. — Gonzalo  Peoli  (1835-1871),  de  La 
Guayra  (Venezuela),  en  Cuba  desde  1849,  publicó  Poesías,  Matanzas, 
1858. — Don  Pepito,  mozo  alcgórico-fantástico...,  entretenimientos  de 
la  época  en  forma  de  diálogo,  Barcelona,  1858. — Mariano  Pérez 
Cuenca  publicó  Historia  de  Pastrana,  Madrid,  1858,  1871. — Gregorio 
Petano  y  Mazariegos  publicó  Viajes  por  Europa  y  América,  París, 
1858. — Poesías  piadosas,  Madrid,  1858. — Revista  del  Pacífico,  Valpa- 
raíso, 1858-61,  cinco  vols. — Vicente  Reyna  publicó  Las  Víctimas  del 
paso  de  Quinteros  y  el  genio  de  la  América  del  Sur,  leyenda,  Buenos 
Aires,  1858. — Fray  Manuel  Rivas  publicó  Idea  del  imperio  de  An- 
nam,  Alanila,  1858. — Ignacio  Casimiro  Roca  (n.  1838),  poeta  de  Gua- 
yaquil, sentido  y  tierno,  cofundador  de  El  Álbum  Literario  y  de  La 
Regeneración. — José  María  Rodríguez,  presbítero,  dirigió  el  Tesoro 
de  oratoria  sagrada  ó  repertorio  universal  de  materias  predicables, 
Barcelona,  1858,  12  vols. — Manuel  Rodríguez  Objío  (1838-1S71), 
dominicano,  ardiente  poeta  político,  emigrado  y  fusilado. — Joaquina 
Ruiz  DE  Mendoza  publicó  Tres  tumbas  al  pie  de  la  cruz,  episodio  de 
un  viaje  de  recreo,  Madrid,  1S58.  Colaboró  en  El  Pensamiento  (Ba- 
dajoz, 1844). — Fernando  Sala  estrenó  Los  Ardides  de  Jazmui,  com. 
(1858). — Luis  Sergio  Sánchez,  director  del  Instituto  de  Cáceres 
(1848),  publicó  Poesías,  Cáceres,  1858. — Colección  de  los  escritos  del 
Dr.  D.  Pedro  Antonio  Sánchez,  canónigo  de...  Santiago,  Madrid. 
1858. — O.  Santularia  y  Añoro  publicó  Biblioteca  del  cura  párroco, 
tres  vols.,  Huesca,  1858. — Emilia  Serrano  de  Wilson  (n.  1843-),  Ba- 
ronesa de  Wilson,  granadina,  directora  en  Madrid  de  La  Caprichosa 
y  La  Nueva  Caprichosa,  que  estuvo  en  la  Habana  de  1906  á  1912, 
publicó  Las  Siete  palabras  de  Cristo,  poema,  París,  1858.  El  Camino  de 
la  cruz,  poema,  ibid.,  1859.  Alfonso  el  Grande,  poema  hist.,  ibid.,  1860. 
Almacén  de  las  señoritas,  ibid.,  1860.  Manual  ó  sea  Guía  de  los  viaje- 
ros en  Inglaterra,  Escocia  é  Irlanda,  ibid.,  1860.  Pobre  Ana,  ley.  hist., 
Madrid,  i8ói.  La  Familia  de  Gaspar,  nov.,  1867  (en  El  Eco  Ferrola- 
to).  El  Ramillete  de  pensamientos,  poesías  líricas,  1868  (ibidem). 
Los  Pordioseros  de  frac,  nov.,  Madrid,  1875.  Las  perlas  del  corazón 
y  aspiraciones  de  la  mujer,  Méjico,  1884.  Americanos  célebres,  dos 
vols.,  Barcelona,  1888.  América  y  sus  Mujeres,  ibid.  (s.  a.,  1890).  Al- 
meraya,  ley,  árabe,  Habana,  1891.  Siembra  y  cosecha,  episodios  para 
la  juventud,  Curazao,  1892.  América  á  fin  de  siglo,  Barcelona,  1897. 
El  Mundo  literario  americano,  escritores  contemporáneos,  Barcelona, 
1903,  dos  vols.  Maravillas  americanas,  dos  vols.,  ibid.,  1910.  México 
y  sus  gobernantes  desde  i^K^  á  1910,  dos  vols.,  ibid.,  1912.  Consúltese 
P.amón  Elices  Montes,  La  Bar.  de  Wilson,  su  vida  y  sus  obras,  Mé- 
xico, 1883. — UiEGO  DE  Silvia  publicó  Tratado  de  oratoria  y  poética, 
arreglado  en  forma  de  diálogo,  Madrid,  1858,  1869. — J(jeÉ  A.  Tavo- 


S.    XIX,     1859.    GASPAR    NÚÑEZ    DE    ARCE  267 

LARA  estrenó  Cosas  de  todos  los  días,  com.,  Montevideo,  1858. — Te- 
soro de  la  sabiduría  de  todos  los  siglos  y  países,  sentencias,  pensa- 
mientos..., por  D.  R.  C,  Madrid,  1858. — Telesforo  Tuñón  y  Cañedo 
estrenó  Un  abrazo  de  la  suegra  y  un  mimo  de  la  mujer,  Habana,  1858. 
— Quiteria  Varas  Marín  (1838-1886),  poetisa  chilena,  discipula  de 
Mercedes  Marin  del  Solar,  su  tia,  cantó  á  la  caridad  é  hizo  poesías 
elegiacas  de  suavidad  pálida;  festiva  y  donairosa  es  La  Chimenea. — 
Rafael  Villalobos  y  Belmonte  estrenó  Caza  mayor,  com.,  Málaga 
(1858). — ^Manuel  Villavicencio  publicó  Geografía  de  la  república  del 
Ecuador,  New- York,  1858. — A.  Marcelina  Vinent  publicó  Genero-¡ 
sidad  musulmana,  leyenda,  Mahón,  1858. 

87.     Año  18 jg.  Gaspar  Núñez  de  Arce  (i 832- i 903)  na- 
ció en  Valladolid,  donde  su  padre  era  empleado  de  Correos,  y 
á  los  pocos  años  fué  con  toda  la  familia  á  Toledo,  donde  se  dio 
á  conocer,  á  los  c[uince,   como  poeta,   con  un  drama  titulado 
Amor  y  orgullo,  que  arrebató  á  la  gente.   Desgarróse  de  la 
casa  paterna,  como  Zorrilla,  ganoso  de  renombre  y  gloria  en 
la  corte,  donde  fué  periodista,  escribiendo  primero  en  El  Ob- 
servador  (185 i)    y  comió  corresponsal    de   La  Iberia    (1857) 
asistió  á  la  campaña  de  África  (1860).  Afiliado  á  la  política 
de  la  Unión  liberal,  fué  gobernador  de  Logroño  y  diputado  á 
Cortes  por  Valladolid  en   1865.   Después  de  la  Revolución  de 
Setiembre,  en  la  cual  tomó  parte,  desempeñó  el  Gobierno  de 
Barcelona,  y  durante  la  Restauración  ocupó  elevados  puestos, 
hasta  ser  ministro  de  Ultramar  en   1883.   Fué  presidente  del 
Ateneo  y  de  la  Sociedad  de  Escritores  y  Artistas  y  académico 
de  la  Española  (1874).  Gran  poeta,  escultural  y  retórico,  cere- 
bral y  equlibrado,  realista  y  fogoso,  de  la  rama  de  Quintana, 
á  quien  no  imitó,  pero  aventajó;  no  rayó,  sin  embargo,  tan  alto 
como  Espronceda,  Zorrilla,  Campoamor  y  Bécquer.  De  lo  más 
apasionado  y  vehemente  de  suyo,  á  pesar  de  haber  dicho  (1864) 
que  á  los  treinta  tenía  "el  alma  apagada  y  fría",  alzóse  con 
nuevos  y  no  esperados  bríos  al  sonar  la  Revolución,  como  poe- 
ta nacional,  en  cierto  modo,  educador  de  pueblos,  cantor  al  aire 
libre  entre  los  grito's  del  combate,  no  de  las  hazañas  de  héroes, 
como  Quintana,  sino  de  las  dudas  religiosas  de  su  descreído  si- 
glo, llorando  y  dudando  á  la  par  con  él  "entre  lágrimas  y  cie- 
no", viéndolo  todo  negro  y  encapotado,  no  sólo  el  tempestuoso 
mar  de  las  almas,  sino  hasta  el  desastre  "de  esta  España  n-joral 


TOMO    VIII. 


l58       PRIMER   PERÍODO  DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

que  se  derrumba".  No  aduló  á  las  desgreñadas  muchedumbres; 
que  en  continuos  motines  iban  empujadas  á  la  revolución  por 
demagogos  poco  épicos.  Revolucionario  él  mismo,  dudaba,  tan- 
to en  politica  como  en  religión,  al  igual  de  los  demás.  En  ambos 
terrenos  fué  el  poeta  de  la  duda,  y,  por  tanto,  verdadero  poeta 
nacional  en  aquellos  días  en  que  la  nación  entera  zozobraba  sin 
esperanzas  en  religión  ni  en  política.  La  revolución  aquella, 
menguada  y  tacaña  revolución,  al  trepar  á  lo  alto  del  secular 
trono  de  nuestros  reyes,  vio  debajo  de  sí  el  abismo,  se  le  fué  la 
cabeza  y  despeñóse  feamente.  También  Núñez  de  Arce  se  es- 
fuerza por  dar  salida  al  estado  de  los  ánimos  y  asoma  á  veces 
su  cabeza  por  cima  de  las  nieblas  de  la  incredulidad,  quiere  ser 
espiritualista,  desea  comprobar  lo  macizo  de  las  tradicionales 
doctrinas,  de  la  personalidad  de  Dios,  de  la  inmutabilidad  de  la 
ley  moral,  de  los  derechos  de  la  conciencia,  de  la  responsabilidad 
del  hombre,  de  la  verdad  revelada,  de  la  persona  y  doctrina  de 
Cristo;  pero  derrúmbase  al  punto  y  torna  á  zabullirse  en  la 
negregura  de  la  falta  de  fe  o,  por  lo  menos,  de  la  duda  :  que  "es 
hijo  del  siglo  y  en  vano  se  resiste  á  su  impiedad".  Este  altiba- 
jar de  la  duda  es  lo  que  canta  Núñez  de  Arce  en  tono  alg"ún  tan- 
to retórico;  pero  con  un  brío  tal,  que  suena  á  sincero  su  canto. 
El  ropaje  escultural  poético,  de  amplios  y  clásicos  pliegues ;  la 
soltura  del  estilo,  lo  gallardo  de  la  versificación,  el  dominio 
perfecto  de  los  metros  más  dificultosos,  hacen  de  los  Gritos  del 
combate  (1875)  uno  de  los  libros  poéticos  más  acabados  del  si- 
glo XIX.  Pasada  la  Revolución  de  Setiembre,  mudó  las  cuerdas 
de  su  lira,  y  según  el  parecer  de  los  más,  con  ventaja,  convir- 
tiéndose en  poeta  filosófico  y  en  poeta  inspiradísimo  y  de  ex- 
quisito esmero  en  la  forma,  ya  en  la  delicada  bucólica  del  Idilio 
(1878;.  ya  en  la  romántica  volubilidad  de  El  Vértigo  (1879)  y 
de  Hernán  el  Lobo,  ora  en  el  dantesco  simibolismo  de  La  Selva 
oscura  (1879)  y  de  La  yisión  de  L'ray  Martín  (1880).  ora  en  la 
imitación  de  la  Ultima  lamentación  de  Lord  Byron  (1878),  des- 
pués en  los  verdaderos  idilios  La  Pesca  (1884)  y  Maruja  (1886), 
y,  sobre  todf>.  en  el  poema  simbólico  Raimundo  Lulio  (1875), 
donde  los  tercetos  de  Dante  parecen  tras]K)rtados  por  prittKera 
vez  á  nuestro  idioma  y  la  pasión  legendaria  ele  Raimundo  y  su 
dama  nada  pierde  en  fuerza  y  hermosura  al  ser  velada  jxjr  el 


[Autores  dramáticos  contemporáneos,  iSSi.") 


S.    XIX,    1859.    GASPAR    NÚÑEZ    DE    ARCE  269 

simbolismo  de  la  razón  y  de  la  ciencia.  Rafael  Calvo  fué  leyendo 
o,  m¡ejor  dicho,  fué  declamando  estos  poemas  en  el  teatro  con- 
forme los  iba  componiendo  el  autor.  Como  dramaturgo  El  Laii- 
fel  de  la  Zubia,  Herir  en  la  sombra,  La  Jota  aragonesa,  etc.,  fue- 
ron obras  que  hizo  en  colaboración  con  don  Antonio  Hurtado ; 
propias  son  Deudas  de  la  honra.  Quien  debe,  paga  y  El  Haz  de 
leña.  La  última  es  drama  histórico  y  trata  el  asunto  del  prínci- 
I^e  don  Carlos,  hijo  de  Felipe  II,  ya  famoso  por  los  pinceles  de 
Schiller,  Alfieri  y  Quintana.  Pero  si  aquellos  autores  se  aprove- 
charon de  la  leyenda  que  en  su  tiempo  corría,  Núñez  de  Arce, 
después  de  descubierta  la  falsedad  de  la  leyenda,  se  atuvo  al  he- 
cho histórico  y  supo  sacar  de  él,  aunque  parezca  mentira,  un 
■drama  verdadero,  sencillo  en  el  plan,  sobrio  en  el  habla,  de  vi- 
gorosos sentimientos,  de  personajes  bien  salientes.  No  conoció, 
al  parecer,  el  mejor  drama  histórico  español  de  Jiménez  de 
Enciso,  El  Príncipe  D.  Carlos,  y  así  no  se  le  puede  comparar, 
quedando  muy  tras  él  en  todo,  á  pesar  de  ser  El  Haz  de  leña 
el  más  hermoso  drama  histórico  del  siglo  xix, 

88.  Núñez  de  Arce  pertenece,  por  sus  obras  teatrales,  al  período 
de  1850-70;  por  sus  cantos  sociales,  al  período  de  1870-88,  y  por  sus 
últimas  obras  reg'ionales  y  descriptivas,  á  la  época  regional,  que  co- 
piienza  en  1888,  la  de  Gabriel  y  Galán,  Medina  y  Rueda.  Dícese  que, 
fallecido  repentinamente  el  párroco  de  la  Antigua  apenas  bautizó  á 
don  Gaspar,  quedó  sin  hacer  la  inscripción  parroquial,  y  sólo  veinti- 
siete años  después  se  sobresanó  la  omisión  por  informaciones,  y  aun- 
que se^^ún  ellas,  se  asentó  una  partida  en  que  constaba  haber  .'lacido 
el  4  de  Setiembre  de  1834,  no  faltaba  quien,  como  un  tío  suyo,  afir- 
mase corresponder  ¡a  fecha  al  mes  de  Agosto  de  1833.  Pero  después 
se  ha  dado  con  la  verdadera  partida  de  bautismo,  del  6  de  Agosto  de 
1832  (véase  N.  Alonso  Cortés,  Viejo  y  Nuevo,  Valladolid,  1916).  Fué 
director  en  Madrid  de  El  Bachiller  Honduras  (1850),  que  tomó  des- 
pués por  seudónimo;  redactor  de  El  Observador  (1853),  de  La  Ibe- 
ria, fundada  en  1854  y  como  su  corresponsal  estuvo  en  la  guerra 
-de  África;  fundó  El  Contribuyente ;  fué  redactor  de  El  Constitucio- 
nal y  La  Política.  Llegó  á  senador  y  ministro  de  la  Corona.  Colaboró 
en  Gente  Vieja  y  antes  en  La  Educ.  Pintoresca  (1857),  Los  Niños 
(1870...),  El  Día,  Blanco  y  Negro,  La  Ilustr.  Esp.,  La  Esp.  Moderna. 
En  la  Rev.  España:  Revista  de  política  interior  (1870-72).  Estrofas 
(1870,  t.  XIII).  La  Libertad,  soneto  (1875,  t.  XLVII).  A  Lesbia,  son. 
(1877,  t.  LVII).  A  J avellanos,  son.  (1878,  t.  LX).  A  un  hombre  irreso- 
luto (1878,  t.  LXI).  M.  Pelayo,  Crít.  litcr.,  i."  serie:  "Núñez  de  Arce 


200      PRIMER   PERÍODO  DE   LA  ÉPOCA  REALISTA   (185O-1869) 

pertenece  al  género  de  los  poetas  cizñles,  de  los  que  increpan  y  amo- 
nestan, de  los  que  hacen  crujir  su  látigo  sobre  las  prevaricaciones  so- 
cia  es,  los  que  imprimen  el  hierro  candente  de  su  palabra  en  la  fren 
te  y  en  la  espalda  de  los  grandes  malvados  de  la  historia  ó  de  los  que 
ellos  tienen  por  tales,  pues  no  se  ha  de  olvidar  que  el  poeta  político, 
en  nuestros  tiempos,  no  puede  menos  de  ser  un  hombre  de  partido, 
con  todos  los  atropellos  é  injusticias  que  el  espíritu  de  facción  trae 
consigo.  Pero  este  mismo  espíritu  no  cabe  sino  en  almas  de  temple 
recio  y  viril,  naturalmente  honradas  y  capaces  de  apasionarse  por 
una  idea...  A  pesar  de  sus  méritos  dramáticos...  es,  ante  todo,  un 
gran  poeta  lírico...;  por  las  mejores  y  más  sanas  partes  de  su  ingenio 
y  por  las  condiciones  de  la  lengua  poética  que  habla  es  hijo  de  la  es- 
cuela castellana,  llamada  comúnmente  salmantina...,  el  predilecto 
suyo...  Quintana...  como  hermano  gemelo,  como  hijos  del  mismo  te- 
rruño y  educados  con  las  mismas  auras.  Uno  y  otro  se  parecen  en 
no  mirar  el  arte  como  frivolo  solaz,  sino  como  elemento  educador  y 
civilizador  de  los  pueblos.  Uno  y  otro  buscan  la  inspiración,  no  en 
solitaria  estancia,  lejos  del  bullicio,  sino  al  aire  libre  y  á  la  radiante 
lumbre  del  sol,  entre  las  oleadas  de  la  multitud  y  en  el  fragor  inmen- 
so de  la  batalla,  entre  trueno  de  cañones  y  relampaguear  de  espadas. 
Uno  y  otro  miran  el  mundo,  no  como  paraíso  de  amores  ó  como  de- 
sierto de  melancolías,  sino  como  palestra  ó  circo...  Núñez  de  Arce... 
duda  mucho  más  de  lo  que  afirma  y  llora  sobre  lo  que  destruye... 
Convirtiendo  el  poeta  sus  estrofas  en  hierro  estampado  sobre  la  he-» 
rida  abierta,  levanta  en  1870,  en  medio  del  triunfo  de  la  Revolución, 
á  la  cual  él  servía,  el  látigo  de  Juvenal  y  de  Quevedo...  El  no  aduló 
nunca  á  la  licencia  desgreñada  del  motín...  Nunca  para  la  maldad 
triunfante  tuvo  aplauso  ni  excusa.  Su  voz  austera  y  robusta  se  alzaba 
siempre  en  aquellos  tremendos  días,  como  para  purificar  la  atmós- 
fera corrompida  por  el  olor  de  la  sangre  y  el  humo  del  incendio.  La 
conciencia  nacional,  amedrentada  por  la  insolente  tiranía  del  motín, 
se  templaba  y  vigorizaba  con  el  canto  masculino  y  poderoso  de  Núñez 
de  Arce.  Era  una  tribuna  la  suya  más  eficaz  que  la  tribuna  parla- 
mentaria... No  es  exclusivamente  poeta  político...  Es  el  cantor  ofi- 
cial de  la  duda...  Ha  puesto  N.  de  A.  su  musa  al  servicio  de  la  causa 
espiritualista,  inseparable  de  la  causa  cristiana,  combatiendo  con  el 
acero  del  sarcasmo,  en  estrofas  tan  fáciles  como  limpias  y  gallardas, 
las  doctrinas  del  materialismo  evolucionista  y  afirmando  en  toda  oca- 
sión y  con  entereza  la  personalidad  de  Dios,  la  iiunutabilidad  de  la 
ley  moral,  los  derechos  de  la  conciencia,  la  responsribilidad  del  ser 
humano  y,  finalmente,  la  absoluta  necesidad  de  algún  ideal  (jue  sea 
como  la  sal  de  la  vida  y  la  impida  corromperse  miserablemente...  Este 
pr>ema  de  Raimundo  Lidio  .señala,  á  mi  ver,  el  apogeo  de  la  gloria 
de  N,  de  A...  El  señor  N.  de  A.,  que  tantas  cuerdas  tiene  en  su  lira,  es 
también  poeta  dramático  y  me  complazco  en  reconocerlo  así,  por  lo 
mismo  que  voy  contra  la  opinión  común  y  quizá  cf)ntr;i  la  que  de  si 


S.    XIX,    1859.    GASPAR    NÚÑEZ    DE    ARCE  26 ( 

mismo  tiene  formada  el  poeta.  ¡  Cosa  singular !  Aquí,  donde  la  hueca 
ampulosidad,  llamada  lirismo,  se  enreda  eternamente  como  planta  pa- 
rásita al  diálogo  del  teatro...  observamos  el  frecuente  contraste  de 
que  cuando  un  verdadero  poeta  lírico,  v.  gr.,  Ayala  ó  N.  de  A.,  llega 
al  teatro,  hace  estudio  de  expresarse  Qon  austera  sobriedad  y  de  po- 
ner en  boca  de  sus  figuras  escénicas  el  verdadero  lenguaje  de  la  vida... 
Ha  hecho  un  drama  tan  bueno  como  cualquier  otro  del  teatro  español 
moderno...  De  las  obras  que  exclusivamente  le  pertenecen  ha  colec- 
cionado el  señor  N.  de  A.  cuatro :  Deudas  de  la  honra,  Quien  debe, 
paga,  Justicia  providencial  y  El  Has  de  leña.  Las  tres  primeras..., 
muy  bien  concertadas  y  escritas.  El  autor  ha  querido  caracterizarlas, 
llamando  á  la  primera  drama  íntimo  ó  de  conciencia;  á  la  segunda, 
comedia  de  costumbres,  y  á  la  tercera,  drama  de  tendencias  sociales. 
Pero,  salvo  leves  accidentes,  todas  tres  pertenecen  á  la  manera  de 
Ayala  3;^  á  una  de  las  maneras  de  Tamayo ;  es  decir,  á  aquel  género 
de  alta  comedia  que  pudiéramos  llamar  realismo  urbano  y  ético  ó 
moralizador  y  en  España  comedia  alarconiana...  Después  de  ellos 
podemos  nombrar  con  justo  elogio  á  N.  de  A.,  aun  reconociendo  que 
no  es  la  observación  de  los  vicios  y  defectos  sociales  el  campo  de  su 
gloria  y  que  quizá  por  eso  mismo  propende  á  las  moralidades  generad- 
les y  sentenciosas  y  á  los  conflictos  ásperos  como  el  de  Deudas  de  la 
honra,  más  bien  que  al  estudio  de  la  infinita  variedad  de  los  detalles. 
Resulta  de  aquí  también  algo  de  pálido  y  borroso  que  suele  haber  en 
las  figuras...  El  Haz  de  leña...  Su  Felipe  II  no  es  ya  el  monstruo 
apocado  y  vil  de  Quintana  ni  la  esfinge  monosilábica  de  Alfieri...; 
personaje  noble,  simpático  y  muy  próximo  á  la  realidad.  El  autor  le 
ha  tratado  con  cariño."  Carlos  Arturo  Torres,  Estudios,  1906,  pág.  127 : 
"Heredero  de  Quintana  en  el  cetro  de  la  lírica  española,  Núñez  de 
Arce,  el  ilustre  poeta  que  hoy  lloran  las  letras  castellanas,  fué  igual 
á  su  predecesor  en  la  energía  del  verbo,  en  la  altura  del  concepto  y  en 
el  vigor  de  la  inspiración ;  no  llegó  á  la  épica  entonación  del  primero, 
pero  tuvo  más  que  éste  la  profundidad  filosófica,  lo  impecable  de  la 
form.a  y  la  intensa  nota  humana.  Representantes  uno  y  otro  de  los 
conturbados  tiempos  en  que  les  cupo  en  suerte  vivir,  tiene  Quintana 
el  generoso  juvenil  entusiasmo  de  aquellos  años  de  gloria  y  de  lucha, 
de  amor  á  la  Patria  y  de  fe  en  sus  destinos  superiores ;  Núñez  de 
Arce,  vastago  de  otra  edad  de  rectificaciones  y  desengaños,  siente 
á  las  veces  que  resfría  el  fuego  de  su  alma  nobilísima  ese  hálito  sutil 
del  escepticismo  político,  el  más  enervante  y  desolador  de  los  escep- 
ticismos; resuena  en  las  odas  del  primero  el  grito  de  la  guerra  de  la 
Independencia  y  el  doloroso  clamor  de  Trafalgar  y  Albuera,  en  tanto 
que  en  las  octavas,  tercetos  y  sextinas  del  segundo  vibra  el  eco  de  una 
revolución  en  que  la  turbulencia  política  de  los  pueblos  nada  es  ante 
la  turbación  moral  de  los  espíritus.  Quintana  es  simplemente  descreí- 
de  ó  indeferente  en  religión;  el  otro,  el  más  moderno,  místico  de  cora- 
zón y  racionalista  de  pensamiento,  traduce  mejor  que  otro  alguno  en 


262       PRIMER   PERÍODO   DE  LA  ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

nuestra   lengua  ese   íntimo  conflicto — drama   silencioso  de   tantas   al- 
mas— entre  la   aspiración  blanca  que   afirma  y   el   análisis   negro  que 
niega  y  hace  de  la  duda  á  la  vez  el  torcedor  de  su  vida  y  la  acerba 
inspiración  de  sus  poemas.  Adviértense  en  Núñez  de  Arce,  como  poe- 
ta lírico,  tres  maneras  principales  bien  caracterizadas:  la  poesía  polí- 
Hca  {Gritos  del  combate),  la  poesía  simbólica  y  filosófica  {Raimundo 
I.ulio,  La  Duda,  que,  aunque  incluidas  en  los  Gritos  del  combate,  per- 
tenecen ideológicamente  á  la  segunda  manera:  La  Selva  obscura,  La 
Visión  de  Fray  Martín,  Lamentación  de  Byron,  A  Darwin,  Luzbel, 
Tristezas,  Siirsum,   etc.),   y   la   que   pudiéramos  llamar   realista   en   el 
sentido  amable  de  la  palabra,  familiar  y  descriptiva  {Idilio,  La  Pes- 
ca, Maruja,  etc.) ;  podría  hablarse  de  una  cuarta,   feliz  incursión  en 
los  campos  del  polvoroso  romanticismo,  ejercicio  de  virtuosidad,   se- 
gún dice  un  crítico  extranjero,  á  la  cual  pertenecen  El  Vértigo,  Her- 
nán el  Lobo  y  Miserere.   La  poesía  subjetiva  también   le  debe  notas 
tan  sentidas  como  aquélla,  grabada  en  la  memoria  de  cuantos  tuvieron 
la  fortuna  de  leerla  una  vez:  "¿Recuerdas?  Cuando  en  los  días..."'  Las 
apuntadas  modalidades  de  su  poesía  se  complementan  y  se  implican 
necesariamente    para    formar    esa    unidad    de    su    genio    imponente    y 
coercitivo,  cual  cumple  á  un  verdadero  atleta  en  el  campo  del  intelec- 
to, conductor  de  espíritus  en  una  época  de  formación  social,  á  quien 
las  influencias  ambientes  y  la  mental  conformación  le  vedaron  el  refi- 
namiento exquisito  y  que  tuvo  muchas  veces  que  subyugar  los  fueros 
del  reino  interior  á  las  necesidades  supremas  de  la  propaganda  y  de  la 
acción...  Núñez  de  Arce  estaba  en  la  plenitud  de  su  vigor  cuando  es- 
talló la  revolución  de  1868;  quería  para  su  país  la  conquista  pacífica 
y  firme  del  derecho,  y  aspiraba  á  la  razonada  y  segura  emancipación 
de  sus  compatriotas.   Cuando  principió  el    fermento   precursor   de   lo 
que  para  él  era  funesto  y  delirante  extravío  en  vez  de  reclamo  enér- 
gico y  severo  del  derecho,  tuvo  para  su  patria  un  amargo  reproche  y 
una  inmisericorde  reprobación...  Ante  la  ceguedad  ó  ante  el  criminal 
extravío  de  una  sociedad  empujada  al  abismo  por  los  más  inicuos  in- 
tereses; ante  el  escamoteo  que  de  los  más  sacrosantos  ideales  se  hace 
para  prender  la  discordia  y  perder  á  la  patria ;  cuando  la   razón  es 
escarnecida  y  la  justicia  vilipendiada;  cuando  sólo  hay  aplausos  para 
el  agitador  ó  para  el  explotador  de  las  malas  pasiones  de  los  pueblos 
y  sambenitos  para  quien  solitario  é  inerme  defiende  los   fueros  de  la 
verdad ;  cuando  esto  sucede,  decimos,  es  imjiosiblc  que  no  estalle  fiera 
la  indignación  del  ])uct:i  en  cláusulas  de  fuego,  á  manera  de  estigmas 
sobre  las  frentes  culpadas.  Liberal  de  la  más  genuína  escuela,  por  más 
que  fuera  partidario  de  la  forma  monárquica  de  gobierno,  su  amor  a 
la  "Diosa  de  blanca  túnica  ceñida"    que  veía  en  sus  sueños  juveniles, 
le  llevó  á   condenar  de   mo<lo   resuelto   la   licencia   y   la   revuelta,   que 
en   España,  como  en  otras  j>artes,  usurpan  el  nombre  de  la  libertad  y 
profanan  sus  aras  sacrosantas.   Nunca  se  escucharon  en   los  ámbitos 
del  habla  castellana  acentos  más  vibrantes,  más  robustos,  más  valero- 


S.    XIX,    1859.    GASPAR    NÚÑEZ    DE    ARCE  203 

soí ;  nunca  tampoco  poeta  alguno  influyó  de  modo  más  decisivo  en  el 
alma  nacional.  ''Su  tribuna,  dice  Menéndez  Pelayo,  era  más  eficaz 
'que  la  parlamentaria."  Reconocemos  la  honradez  de  su  actitud  y 
aplaudimos  la  solidez  de  su  criterio  sereno  en  días  de  universal  fre- 
nesí, por  más  que  no  compartamos  sus  puntos  de  vista  monárquicos, 
á  los  cuales  sirvió  con  desinterés  y  valor.  Llevado  por  su  imperativo 
categórico  á  servir  á  la  libertad,  creyó  que  el  modo  más  directo  de 
hacerlo  era  combatiendo  la  guerra  civil.  Encargado  de  redactar  el 
manifiesto  del  16  de  Octubre  de  1868,  en  el  cual  el  Gobierno  provisio- 
nal consignó  sus  proyectos  de  reforma,  comenzó  allí  mismo  su  pro- 
paganda antirrevolucionaria,  que  continuó  en  sus  poesías  y  cuya  re- 
sonancia fué  extraordinaria;  con  la  mira  de  conjurar  la  guerra  civil, 
contribuyó  á  dar  el  falso  paso  de  la  proclamación  de  Amadeo  de  Sa- 
boya:  tres  años  más  tarde  y  seis  días  antes  de  la  abdicación  del  rey 
italiano  murió  Ríos  Rosas;  Núñez  de  Arce  escribió  su  famosa  elegía 
En  la  muerte  de  Ríos  Rosas,  de  la  que  manos  desconocidas  tiraron 
más  de  doscientos  mil  ejemplares  y  que  es  una  página  llena  de  amar- 
gura, de  elocuencia  y  desolación.  En  toda  esa  revuelta  época  sus  es- 
trofas eran  arietes;  sus  cantos,  gritos  del  combate,  de  un  combate 
solitario  y  sin  tregua,  en  el  cual,  á  nombre  de  la  libertad,  atacaba  sin 
miedo  el  fanatismo  secular  y  el  absolutismo,  que  han  envilecido  á 
España,  y  en  nombre  de  la  civilización  se  enfrentaba  á  las  turbas  en- 
loquecidas por  la  pasión  política.  "Desafiando  el  contrario  clamoreo", 
el  poeta  mostraba  el  efecto  liberticida  de  la  violencia  y  el  desorden, 
que  es  el  de  dar  nacimiento 

"...Al  tirano  providencial; 
Que  también  tiene,  como  las  fieras. 
Sus  domadores  la  humanidad." 

Ardiente  como  Tirteo  y  severo  como  Tácito,  no  ceja  un  punto  en  su 
propaganda  contra  los  excesos  de  la  revolución,  cuando  ser  revolu- 
cionario era  la  moda  universal.  La  reacción  prevista  por  el  poeta 
— quien  nunca  como  en  esta  ocasión  mereció  el  nombre  de  vate — se 
cumplió  fatalmente,  y  tras  breve  ensayo  de  República,  volvió  el  pue- 
blo, incapaz  de  fundar  la  libertad  é  inmerecedor  de  ella,  á  erigir  "el 
"trono  secular  de  Recaredo..."  Los  Gritos  del  combate  son  la  obra 
de  un  poeta  de  España ;  los  poemas  filosóficos  son  lia  obra  de  un  poeta 
de  la  humanidad.  En  la  profunda  concepción  bíblica  aparece  la  Madre 
de  los  hombres  seducida  por  el  deseo,  que  será  el  aguijón  sempiterno 
de  su  raza,  tendiendo  la  mano  al  árbol  de  la  ciencia,  que  por  desgra- 
cia "no  es  el  árbol  de  la  vida..."  Este  drama  de  todos  los  tiempos  agi- 
ta y  conmueve  el  alma  del  poeta  y  de  ese  espasmo  angustioso  brotan 
dos  de  las  creaciones  más  notables  de  la  literatura  castellana,  Raimun- 
do Lulio  y  La  Visión  de  Fray  Martín."  Núñez  de  Arce :  "En  la  Ultima 
lamentación  de  Lord  Byron  he  procurado  probarme  en  el  tono  épico, 


264      PRIMER  PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

tal  como  creo  yo  que  debe  ser  en  nuestra  época ;  en  el  Idilio  he  intenta- 
do penetrar  en  el  seno  de  esa  poesía  íntima,  familiar,  patética,  que  se 
desarrolla  al  calor  del  hogar  y  en  la  dulce  serenidad  de  la  Naturaleza; 
en  La  Selva  oscura  he  pretendido  velar  mi  pensamiento,  sin  hacerle 
incomprensible,  en  los  misterios  de  la  alegoría  y  del  simbolismo;  en 
La  yisión  de  Fray  Martín,  de  la  cual  el  público  sólo  conoce  el  primer 
canto,  he  deseado,  bajo  íorma  serena  y  grave,  unir  lo  fantástico  y  lo 
sobrenatural  á  lo  real  y  trascendente,  y  en  El  Vértigo  predominan  ex- 
clusivamente el  carácter  legendario  y  la  forma  popular,  para  lo  cual 
le  he  escrito  en  el  metro  del  pueblo."  J.  V'alera,  Poesía...  siglo  xix, 
I,  pág.  229:  "Su  inicial  inspiración  es  subjetiva  casi  siemipre.  Lo  que 
escribe  es  conversación  interior  y  examen  de  conciencia  antes  de  ser 
discurso,  cuya  sinceridad  está  siempre  patente;  sus  dudas,  los  proble- 
mas que  plantea  y  cuya  solución  busca;  sus  recelos  y  temores  y  sus 
elevadas  esperanzas,  suelen  ser  trascendentales ;  sentidos  con  mayor 
ó  menor  profundidad  y  comprendidos  con  lucidez  más  ó  menos  clara, 
agitan  el  espíritu  de  casi  todos  los  hombres  pensadores,  nuestros  con- 
temporáneos. Las  composiciones  amatorias  de  Núñez  de  Arce  son, 
por  cierto,  muy  bellas.  ¿Quién  no  lo  reconoce  y  confiesa  al  leer  el 
Idilio?  La  du'lce  melodía  que  en  sus  cantos  pone  el  amor  de  la  mujer 
se  desvanece,  con  todo,  y  deja  de  oírse,  perdiéndose  en  la  enérgica  re- 
sonancia que  dan  á  su  voz  y  á  su  lira  otros  menos  personales  pen- 
samientos y  pasiones.  El  amor  de  la  patria,  el  anhelo  de  libertad  y  de 
progreso  para  el  humano  linaje  y  la  aspiración  constante  á  la  verdad, 
á  la  hermosura  y  al  bien  infinitos,  son  el  perenne  é  inexhausto  venero 
donde  recoge  este  poeta  el  licor  delicioso  y  salubre  con  que  deleita  y 
conforta  las  almas,  ofreciéndole  en  áurea  copa  que  su  rica  imagina- 
ción y  su  arte  esmerado  forjan  y  esmaltan.  La  duda  y  el  temor  que 
asaltan  á  menudo  al  poeta  acaban  siempre  por  disiparse  ó  más  bien 
se  convierten  en  afirmación  y  en  esperanza.  En  ninguna  de  sus  obras 
brilla  más  esta  esperanza  y  aparece  esta  afirmación  más  segura  é 
inquebrantable  que  en  los  últimos  versos  que  ha  dado  á  la  estampa 
con  el  título  de  Sursunt  corda.  En  ellos  exclama  el  poeta:  "¡Lejos  de 
"mí  la  torpe  incertidumbre !"  Brinda  á  su  patria,  abatida  y  triste,  bál- 
samo de  esperanza  y  consuelo,  y  prorrumpe  en  un  himno  eucarístico 
á  la  procidencia  de  Dios,  combinado  con  alegres  vaticinios  y  con  so- 
noras alabanzas  á  la  civilización  europea.  Antes  de  alcanzar  y  de  can- 
tar victoria,  el  poeta,  sin  embargo,  ha  vacilado  y  combatido  mucho. 
Las  quejas,  las  diatribas,  las  sátiras  y  los  anatemas  contra  la  incredu- 
lidad, los  vicios  y  los  pecíidos  de  la  edad  presente  han  precedido  al 
hermoso  ex^inicio  en  que  casi  sin  restricción  la  glorifica,  profetizando 
venturas  y  triunfos  mayores.  Incotulicionalmente,  con  tal  de  que  se 
crea  y  se  espere  en  Dios,  el  poeta  confía  en  la  constante  ascensión 
del  humano  linaje,  aunque  en  su  marcha  progresiva  salte  por  cima 
de  antiguas  y  venerandas  doctrinas  é  instituciones...  Cuantos  son  los 
problemas    religiosos,    filosóficos,    sociales    y   políticos    que    interesan 


S.  XIX,  1859.  JUAN  PALOU  Y  COLL  265 

hay  á  la  humanidad,  agitan  y  enardecen  su  alma;  y  él,  con  lealtad 
y  franqueza  que  le  salvan  de  la  inconsecuencia,  y  la  explican,  y  la 
justifican,  y  hasta  la  hacen  merecedora  de  aplausos,  ya  que  no  los  re- 
suelva, los  presenta  á  nuesitra  consideración  en  resplandecientes  y 
atrevidas  imágenes  y  en  versos  sonoros,  correctos  y  casi  siempre  so- 
brios.-' 

La  Cuenta  del  zapatero,  comedia,  1859.  ¿Quién  es  el  autor?,  come- 
dia, 1859.  ¡Cómo  se  empeña  un  marido!,  comedia,  1860.  Deudas  de  la 
honra,  drama,  1863.  Ni  tanto  ni  tan  poco,  comedia,  1865.  El  Laurel 
de  la  Zubia,  drama  (con  Antonio  Hurtado),  1865.  Santo  Domingo, 
1865.  Herir  en  la  sombra,  drama  (con  Hurtado),  1866.  La  Jota  ara- 
gonesa, drama  (con  id.),  1866.  Quien  debe,  paga,  comedia,  1867.  Jus- 
ticia providencial,  drama.  El  Haz  de  leña,  drama,  1872.  Entre  el  al- 
calde y  el  rey,  zarzuela  (música  de  Arrieta),  1875.  Gritos  del  combate, 
poesías,  1875.  Raimundo  Lidio,  poema,  1875.  Discurso  en  la  Acad., 
1876.  Ultima  lamentación  de  Lord  Byron,  poema,  1879.  Un  idilio  y 
una  elegía,  1879.  La  Selva  oscura,  poema,  1879.  El  Vértigo,  poema, 
1879.  La  Visión  de  Fr.  Martín,  poema,  1880.  Hernán  el  Lobo  (i."  pte. 
en  El  Liberal),  1881,  191 1.  La  Pesca,  poema,  1884.  Maruja,  poema, 
1886.  Miscelánea  literaria,  1886.  Discurso  de  la  Exposición  lit erario- 
artística,  1887.  Discurso  sobre  el  regionalismo  en  el  Ateneo,  1886. 
ídem  sobre  la  lírica,  allí  mismo,  1887.  Discursos  del  Congreso  litera- 
rio hispano-americano ,  1892.  Poemas  cortos,  1895.  Sursum  corda, 
poema,  1900.  Sandio  Gil,  novela,  1901.  Luzbel,  i.^  pte.  (en  El  Liberal). 
La  Sombra  de  César,  tragedia  (trad.  de  Víctor  Balaguer).  La  Primer 
hoja  del  álbum,  1901  (en  Esp.  Mod.,  En.).  Sus  obras  son  las  que  más 
ediciones  han  alcanzado,  traduciéndose  a'l  francés,  portugués,  inglés, 
alemán,  sueco,  holandés  y  húngaro,  hasta  en  latín  puso  El  Vértigo  don 
Miguel  de  Robles  Alabern.  En  castellano,  sus  libros  de  versos  han  te- 
nido más  de  400  ediciones  en  España  y  América,  más  unas  200  frau- 
dulentas. Gritos  del  combate,  Madrid,  1875,  1885,  etc.  Poesías  comple- 
tas, New-York,  1884.  Miscelánea  literaria  [contiene  Recuerdos  de  la 
guerra  de  África'],  Barcelona,  1886.  Consúltense:  señora  doña  E.  Par- 
do Bazán,  Retratos  y  Apuntes  literarios  (Obras  completas,  t.  XXXH, 
págs.  63-82) ;  don  José  del  Castillo  Soriano,  Núñez  de  Arce,  Madrid, 
1904;  M.  Pelayo,  en  Autores  dramáticos  contemporáneos,  t.  H,  pá- 
ginas 293-317;  J.  Valera,  Revista  Europea,  1875,  t.  IV,  n.  60;  Eduard 
Lidfords,  G.  N.  de  Arce,  en  Nordisk  Tidskrift  (1905),  págs.  510-526; 
Narciso  Al,  Cortés,  Viejo  y  Nuevo,  Valladolid,  1916;  J.  J.  Lizasoaín, 
A'^.  de  Arce  como  dramático,  1913  (en  Estudios  de  Deusto,  Bilbao) ; 
Ezio  Levi,  La  leggenda  di  Don  Carlos  nel  teatro  spagnuolo  del  Sei- 
cento,  1913  (Rev.  d'Italia,  anno  XVI,  vol.  I,  855-913). 

89.     Año  18 jp.  Juan  Palou  y  Coll,  poeta  mallorquín,  es- 
trenó en  1859  ^1  vigoroso  cuadro  histórico  La  Canipoiia  de  la 


266      PRIMER   PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

Abmidaina.  qnc  (lió  el  último  y  magnífico  son  romántico,  y  en 
el  cual  retiñe  el  amor  maternal  y  paternal.  Fué  tanto  ó  más 
aplaudido  que  El  Trozador  y  Los  Anuuitcs  de  Teruel  y  vale 
más  que  ellos  por  el  sentimiento,  los  personajes  y  la  originali- 
dad ;  pero  las  grandes  esperanzas  que  el  público  concibió  del 
jo\-en  autor  quedaron  casi  desvanecidas.  Sólo  compuso  después 
La  Espada  y  el  laúd  (1865).  drama  desleído  y  oscuro,  y  Don 
Pedro  Puñalet,  dr.,  Palma,  1900.  Consúltese  J.  L.  Estelrich, 
Biografía  de  D.  J.  P.  y  C,  Palma,  1907;  y  Págin.  mallorqiiinas, 
1912. 

Teodoro  Llórente  y  Olivares  (1836-1911),  de  Valen- 
cia, por  seud.  J^alentino,  director  de  Las  Provincias  (1865), 
La  Opinión  (1861)  y  El  Panorama  (1868-70),  Vlióse  á  conocer 
desde  1861  por  sus  poesías  valencianas,  contribuyó  al  renaci- 
miento literario  catalán  con  Rubio  y  Ors,  Aiguiló,  Aribau,  Ba- 
laguer  y  \^icente  W.  Querol,  su  compañero  inseparable.  Fué 
con  él  y  con  José  M."  de  Torres  nombrada  Mayoral  en  los 
Juegos  florales  de  Barcelona  (1868)  y  uno  de  los  fundadores  y 
alma  de  la  Academia  valenciana  Lo  Raí  Penat  (1878).  Dio  le- 
vantados alientos  á  la  cultura  valenciana  y  catalana,  uniéndolas 
fraternalmente  y  dentro  de  la  cultura  española,  subordinando 
el  amor  á  la  patria  chica  al  de  la  patria  grande.  Sus  obras  re- 
crean el  ánimo,  dándole  esfuerzo  para  todo  noble  anhelo.  Fué 
coronado  en  1909  y  era  Mestre  en  gay  saber.  Descolló  en  la 
poesía  castellana  y  en  la  valenciana  como  poeta  correcto  y  ma- 
duro, de  exquisito  gusto,  de  blanda  mehxlía.  Tradujo  á  nues- 
tro idioma  como  nadie  en  el  siglo  xix,  aclimatando  discreta- 
mente en  nuestro  parnaso  las  mejores  flores  de  los  parnasos 
ajenos.  Pero  su  alma  poética  entera  se  halla  en  los  versos  va- 
lencianos del  Llibret,  sobre  todo  en  La  Barraca. 

Amos  de  Escalante  y  Prieto  (1831-1902),  santanderino, 
])or  seud.  Jtian  García  (su  propio  y  antiguo  aixillido),  de  gran 
cultura,  licenciado  en  ciencias  y  académico  de  la  I'^spañola  y  de 
la  Historia;  jujeta  enamorado  de  la  Montaña  y  conocedor  de 
todos  sus  rincones  geográficos  é  históricos,  comenzó  á  escribir 
en  La  Tertulia,  vivió  en  Madrid  algunos  años  y  se  retiró  á  su 
tierra.  Conocía  bien  el  latín  y  varios  idiomas  modernos.  Pro- 
sista y  poerla  culto  para  cultos,  cantó  como  pocos  el  mar.  A  ve- 


S.    XlX,    1859.    AMOS    DE   ESCALANTE  267 

ees  cae  en  oscuridades  por  el  afán  de  expresar  el  pensamiento 
con  novedad.  Poeta  muy  septentrional,  amigo  de  lo  vago  y  su- 
gerente ;  en  la  form(a  mjuy  atildado. 

90.     T.  Llórente:  Poesías  selectas  de  Víctor  Hugo,  1859.  El  Cor- 
sario, de  Byron,  1863  (con  Querol).  Zaida,  de  Voltaire,  1868.  Leyen- 
das de  oro,  poesías  de  los  principales  autores  modernos,   1875.  Amo- 
rosas, poesías  de   los  principales  autores  modernos,    1876.    Viaje   de 
S.  M....   á...  Levante...,    1877.   Cartas  sobre  las  dos  últimas  Exposi- 
ciones...  de  París,   1879.  Fausto,  de   Goethe,    1882,    1905.  Poesías   de 
Heine,   1885.  Llibret  de  versos,   1885.  Fábulas  de  La  Fontaine,   1885. 
Valencia,    dos    vols.,    1887-89.    Non    llibret    de    versos,    1902.    Poesías 
tríades,  1905.  Poetas  franceses  del  s.  xix,  1906.  Leyenda  de  oro,  2." 
serie,   1908.   Versos  de  la  juventud,   1909.  Nueva  antología  de  poetas 
franceses   modernos   (inédita).    Florilegio    de   sus   poesías,   Barcelona^ 
1909.   En  Esp.   Mod. :   El  Movimiento   literario   en   Valencia   en   1888 
(1889,  En.).  Epistolae  et  Orationes  R.  P.  Josephi  Reigii  S.  J.  (1889, 
En.).  Las  Letras  en  Valencia  durante  i88g  (1890,  Febr.).  Flores  im- 
puras, poes.  (1890,  Abr.).  Durante  el  sitio  de  París,  poes.  (1891,  En.). 
En  el  jardín,  poes.  (1891,  Febr.).  La  Delicada,  poes.   (1891,   Marz.). 
Del  apéndice  al  intermezzo,  poes.   (1891,   Mayo).  Noche   en  la  playa,, 
poes.  (1891,  Jul.).  De  ultratumba,  poes.  (1892,  Abr.).  El  Alma  última, 
poes.   (1909,   En.).   Introito,  poes.   (1909,    Febr.).   La  Bendición,   poes, 
(1909,   Abr.).   Los  Nenúfares,   Hacia   el  pasado.   Las   tres   doncellas,, 
poes.  (1909.  Mayo).  A  una  joven  árabe,  poes.  (1909,  Jun.).  Los  Dioses 
de  Grecia,  poes.  (1909,  Ag.).  En  el  cementerio  de  Arroiv,  poes.  (1909,. 
Set.).  Himno  al  sol  (1909,  Oct.).  Paseo,  poes.  (1909,  Nov.).  In  deserto,, 
poes.  (1909,  Dio.).   Visto  al  pasar  (1910,  En.).  La  Muerte  del  mono 
(1910,  Febr.).  La  Alborada  (1910,  Marzo).  Momentos  deliciosos  (1910, 
Abr.).  El  Poeta  moribundo  (1910,  Mayo).  Ella  (1910.  Jun.).  El  Casti- 
llo junto  al  mar  (1910,  Jul.).  Al  levantarse  en  el  campo  (1910,  Ag.). 
El  Tiesto  de  flores.  Noche  de  nieve  (1910,  Set.).  La  Campana  rajada,. 
Aparición  (1910,  Oct.).  Improvisación  en  la  Gran  Cartuja,  A  una  mu- 
jer (1910,  Nov.).  Diamante  del  corazón,  La  Flor  del  espino  y  la  estre- 
lla (1910,  Dic).  Consúltense:  Juan  Navarro  Reverter,  T.  LL,  su  vida 
y  sus  obras,  Barcelona,    1909;  José   Sanchís   Sivera,  Notas  á  la  obra 
Teodoro  Llórente,  por  J.  N.  Reverter,  Barcelona,  1910;  ídem  Biogra- 
fía del  Excmo.  Sr,  D.  Teod.  Llórente,  Valencia,  1912;  Juan  Pérez  de 
Guzmán,  en  Esp.  Mod.,  191 1;  Lo  Ral  Pcnat  (Julio  de  191 1);  E.  Méri- 
mée,  en  Bull.  Hisp.,  t.  XIII  (1911);  Juan  Maragall,  D.   T.  Llórente, 
1909  (en  Cultura  Esp.,  págs.  543-44). 

M.  Pelayo,  Crít.  liter.,  5.'  ser.  (1908),  pág.  423:  "Pintor  idealista, 
rico  en  ternuras  y  delicadezas,  que  ha  envuelto  aquel  paisaje  en  un 
velo  de  suave  y  gentil  poesía...  Amos  Escalante,  autor  de  Costas  y 
Montañas  y  de  Ave  Maris  Stella,  dos  libros  que  pasarán  por  clásicos 


268      l'RIMER   PERÍODO    DE   L.\   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

cuando  los  españoles  volvamos  á  aprender  el  castellano."  Id.  4."  ser. 
(1907),  pág.  187:  "Su  alma  de  poeta  lírico  quedó  estampada  en  sus 
versos  y  en  su  prosa...;  cuanto  trazó  su  pluma  está  envuelto  en  una 
atmósfera  lírica  y  líricamente  interpretado,  en  la  más  alta  acepción 
que  puede  tener  esta  palabra  lirismo.  La  observación  es  en  él  precisa 
y  exacta,  como  de  hombre  graduado  y  experto  en  Ciencias  naturales; 
fidedigna  la  notación  del  detalle  pintoresco ;  y,  sin  embargo,  lo  que 
en  nuestro  gran  Pereda  es  cuadro  de  género,  tocado  con  la  franqueza 
y  brío  de  los  maestros  holandeses  y  españoles,  es  en  A.  E.  vaga,  mis- 
teriosa y  melancólica  sinfonía,  que  sugiere  al  alma  mucho  más  de  lo 
que  con  palabras  expresa...  En  su  arte  era  Juan  Garda  un  anacoreta, 
un  solitario...,  trabajaba  á  hurto  de  sus  amigos...;  había  puesto  tan 
alto  su  ideal  artístico,  que  siempre  creía  estar  remoto  de  la  perfec- 
ción... Así  se  engendró  en  él  aquella  superstición  de  la  forma...  Esta 
dura  labor  ocupó  los  mejores  años  de  su  vida...  Como  era  cristiano 
y  era  poeta  y  nació  en  una  era  crítica  y  terrible  para  el  pensamiento 
humano,  tuvo  que  soportar,  como  todo  hijo  de  Adán,  grandes  y  espi- 
rituales dolores...,  tuvo  que  luchar  con  las  insidias  del  error  y  con 
las  propensiones  de  nuestra  naturaleza  caída,  saliendo  victorioso, 
pero  desgarrado,  de  la  lucha.  Xo  es  maravilla,  pues,  que  su  voz  venga 
empapada  en  lágrimas  y  que  haya  más  tormentas  y  brumas  en  su  poe- 
sía que  días  serenos  y  auras  bonancibles.  No  fué,  ni  pudo  ser,  poeta 
popular,  sino  esencialme-nte  aristocrático,  como  lo  era  su  teniperamen- 
to.  Cantó  para  pocas  y  selectas  almas;  pero  en  su  apartamiento  y  so- 
ledad estética  no  hubo  ficción  ni  alarde  ni  impostura...  La  Naturaleza 
no  le  había  negado  ninguna  condición  de  escritor,  salvo  acaso  cierta 
desenvoltura,  resolución  y  firmeza  que  impera  y  subyuga  á  todo  gé- 
nero de  lectores.  Pensaba  y  soñaba  juntamente  y  al  velarse  sus  pen- 
samientos con  las  sombras  del  ensueño,  no  podían  ser  enteramente 
diáfanos.  Impone  saludable  atención  al  que  lee;  pero  nadie  dirá  que 
esto  sea  un  demérito.  Puede  serlo  la  falta  de  precisión  á  veces,  cierta 
especie  de  niebla  que  envuelve  los  contornos  de  sus  figuras,  lira  poe- 
ta lírico  aun  escribiendo  en  prosa,  y  lo  era  de  especie  muy  sutil  y 
etérea,  más  musical  que  gráfico...  La  densidad  de  su  prosa,  que  no  es 
defecto,  sino  exceso,  tenía  sus  hondas  raíces  en  una  cultura  de  las 
más  vastas  y  más  sólidas  que  en  escritor  español  he  visto....  consumado 
latinista...,  las  literaturas  inglesa  é  italiana...,  un  sello  de  grave<lad  y 
madurez,  que,  naturalmente,  es  mayor  en  las  últimas  (obras) ;  pero 
que  no  falta  ni  siquiera  en  los  versos  y  en  los  libros  de  viajes."  En- 
rique Menéndez  y  PelayO;  De  Canfahria  (1890),  pág.  15:  ^'Juau  Gar- 
da es  un  caballero  antiguo,  en  todo  cuanto  este  adjetivo  tenga  de  en- 
comiástico. Español  hasta  el  fondo  de  su  alma,  en  ella  guarda  todas 
las  energías  y  respetos  de  los  españoles  de  antes — de  los  españoles, 
que  se  pudiera  decir  sin  más  aditamento — ;  su  piedad  profunda,  su 
moral  austera,  su  hondo  amor  y  nunca  quebrantada  obediencia  del 
hogar,  aquella  cortesía  con  los  viejos  y  los  sabios  y  rendimiento  con 


S.    XIX,    1859.   EDUARDO   DE  PALACIO  269 

las  damas,  rendimiento  y  cortesía  llenos  de  respeto  y  que  no  nacen  en 
los  labios,  sino  adentro,  sin  que  hagan  los  labios  otra  cosa  que  ves- 
tirlos, al  pasar  afuera,  con  dicción  noble  y  correcta,  tan  lejana  de  la 
afectación  cuanto  de  la  vulgaridad.  Tanto  como  español  es  monta- 
ñés :  apegado  al  solar  como  la  idea  al  cerebro  en  que  nace ;  pagado  al 
alto  linaje  de  que  viene,  no  para  otra  cosa  que  para  no  oscurecerle  y 
para  probar  con  obras  y  pensamientos  cómo  se  funda  en  algo  el  res- 
peto de  las  gentes  á  un  apellido,  á  un  escudo,  á  una  casa;  prendado 
de  su  tierra,  no  con  amor  irreflexivo  y  ciego,  sino  avivador  del  alma 
y  los  ojos,  que  no  lleva  á  escarnecer  la  ajena,  sino  sólo  á  elogiar  la 
propia  y  poner  en  su  servicio  lo  mejor  del  pensamiento  y  del  corazón.'* 
Escalante  escribió  artículos  en  El  Día,  La  Época,  La  Iliistr.  Esp., 
Bol.  de  Comercio,  El  Atlántico,  La  Tertulia,  Rev,  Cántahroasturiana. 
La  Torre  de  Caicedo,  romance  (en  el  Semanario  Pintoresco,  1859). 
Del  Manzanares  al  Darro,  relación  de  viaje,  Madrid,  1863.  Del  Ebro 
al  Tíber,  recuerdos,  ibid.  1864.  Costas  y  montañas,  libro  de  un  cami- 
nante,  ibid.,  1871.  En  la  playa,  acuarelas  (Marina,  Un  cuento  viejo. 
Bromas  y  veras,  A  flor  de  agua,  La  Luciérnaga) ,  ibid.,  1873.  Ave 
Maris  Stella,  historia  montañesa  del  s,  xvii,  ibid.,  1877.  Poesías,  San- 
tander, 1890  {Marinas,  Flores,  En  la  Montaña) ;  Madrid,  1907,  con 
pról.  de  M.  Pelayo. 

91.  Año  1859.  José  Picóx  (i 829- i 873),  madrileño,  arqui- 
tecto, redactor  de  El  Clamor  Público,  estrenó  varias  zarzue- 
las, aplaudidas,  sobre  todo  Pan  v  toros,  con  música  de  Bar- 
bieri,  llena  de  ingenio  y  vida,  con  no  poco  de  dramático  y  mu- 
cho interés. 

Bernardo  López  García  (i 840- i 870),  de  Jaén,  se  dio  á 
conocer  como  poeta  en  su  oda  Al  Asia,  publicada  en  La  Discu- 
sión, de  Madrid,  1859,  donde  fué  estudiante  y  colaborador  de 
El  Eco  del  País,  hasta  que,  vuelto  á  Jaén,  se  casó  (1864),  y  pu- 
blicó sus  Poesías,  Jaén,  1861,  1867,  1880,  1882,  1908  La  polí- 
tica le  im-pidió  perfeccionarse  en  el  arte ;  pero  son  muy  notables 
sus  populares  y  fogosas  décimas,  irresistiblemente  arrebatado- 
ras, á  pesar  de  sus  defectos,  Al  Dos  de  Mayo,  que  todo  espa- 
ñol conoce,  y  hermosa  composición  la  del  Día  de  difuntos.  Se- 
ñalóse por  el  arrebatado  fuego  y  la  fantasía,  que  dio  á  veces 
en  la  hinchazón  y  aun  gongorismo,  como  buen  andaluz  de 
ca.'-ta. 

Eduardo  de  Palacio  y  Huera  ("  1900),  por  seudónimos 
Sentimientos,  Gansee  o  y  Sultán,  redactor  de  El  Globo,  El  Pe- 
rro Grande  (1875),  El  Resumen,  El  Imparcial,  Anuario  tan- 


270      PRIMER   PERÍODO    DE   L.^   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

riiw  de  1883.  Madrid  Cómico,  comenzó  siendo  bailarín,  luego 
novelador  por  entregas,  publicando  El  Corazón  de  un  bandido 
y  Diego  Corrientes;  fué  saladisimo  revistero  de  toros  con  la 
expresiva  y  pintoresca  manera  de  decir  de  toreros  y  gente  afla- 
mencada, y  con  Luis  Tabeada,  escritor  festivo  de  El  Imparcial; 
trabajó  deinasiado  y  falleció  joven  y  sin  recursos. 

Luis  Rodríguez  Velasco  (n.  1839),  de  Santiago  de  Chile, 
colaborador  de  La  Semana  (1859),  La  Vos  de  Chile  (1862), 
redactor  de  El  Charivari  y  La  Linterna  del  Diablo;  traductor 
del  Rui  Blas  de  Hugo  y  de  los  proverbios  teatrales  de  Musset : 
estuvo  dos  años  en  Lima  (1865)  y,  vuelto,  publicó  un  tomo  de 
Poesías  líricas,,  1868,  1909  y  Por  amor  y  por  dinero,  Santiago, 
1869:  la  mejor  comedia  nacional  de  Chile,  uno  de  los  aconte- 
4.imientos  teatrales  más  ruidosos,  exageradamente  aplaudida 
por  la  critica  y  hasta  parodiada  y  puesta  en  solfa.  Fué  ix)eta 
lomántico  y  popular,  fresco,  colorista  y  correcto,  muy  reco- 
mendable, además,  por  la  pureza  de  su  alma  y  por  su  cultura. 
Hojas  secas  es  del  género  sentimental  erótico  y  de  lo  mejor  de 
sus  mocedades.  Patrióticos  y  briosos  son  los  cantos  á  La  Es- 
m-eralda  y  al  Combate  del  21  de  Mayo.  Obras  poéticas,  Santia- 
go, 1889.  Poesías  completas,  ibid.,  1909.  En  Esp.  Mod. :  El 
Boojnrang,  poes.  (1891.  Nov.), 

92.  José  Picón  estrenó  El  Solterón,  tipo  cómico  (1859).  La  Gue- 
rra de  los  sombreros  (1859).  Memorias  de  un  estudi-ante,  zarz.,  con 
música  fie  Oudrid  (1860).  Un  concierto  casero,  sain.  lír.  (1861).  Anar- 
quía conyugal,  zarz.  (1861).  La  Isla  de  S.  Balandrán,  zarz.  (1862).  La 
Corte  de  los  milagros,  com.  (1862).  La  Doble  vista,  zarz.  (1863).  El 
Medico  de  las  damas,  zarz.  (1864).  Pan  y  toros,  zarz.,  prohibida  ton- 
tamente en  1867,  cc:no  si  fuera  revolucionaria,  que  no  lo  era,  y  si 
Síílo  dejaba  malparada  la  corte  de  Carlos  IV.  Gibraltar,  zarz.,  1890. 
Palco,  modista  y  coche,  com.  (1867).  Los  Holgazanes,  zarz.  Entre  la 
espada  y  la  pared.  Consúltese  Jac.  Oct.  Picón,  Prohibición  de  "Pan 
y  ioros'\  1917  (en  Rev.  Hisp.,  XL). 

Ed.  Palacio:  Las  Siete  palabras,  en  verso,  1867.  España  desde  el 
primer  Barbón  hasta  la  revolución  de  Setiembre,  Madrid,  1868,  cinco 
vols.  El  Garbanzo,  cuadros  históricos  contemporáneos,  1875.  El  Fraile 
del  Rastro,  cuadros  de  costumbres,  1HH6.  Cuadros  vivos  á  pluma  y 
á  pelo,  1891.  Adán  y  Compañía,  cuculros  históricos,  i8<)2.  Para  d  tea- 
tro: La  Dama  incógnita,  jug.,  1859.  Mi  mujer  y  el  vecino,  com.,  1860. 
Los  Amantes  de  Rosita,  1876.  Callos  y  caracoles,  1877.  El  León  casero, 
jug.,   1883.  Pensión  franqaise,  estudio  al  natural,  1885. 


S.    XIX,    1859.   NICOLÁS  AVELLANEDA  27I 

93.  Año  i8¿g.  Antonio  Cav anilles  y  Centi  (1805- 
1864),  coruñés,  por  anagrama  Nicasio  Antón  Valle,  estudió 
(1814)  Leyes  en  M'adrid  y  Alcalá  y  con  Alberto  de  Lista  Hit- 
manidades,  abogó  después  en  la  corte;  fué  censor  de  teatros 
Í1851-185Ó),  académico  de  la  Historia  (1841)  y  de  Ciencias  Mo- 
rales y  Políticas,  y  entre  otras  obras  publicó  unos  preciosos  Diá- 
logos y  la  Historia  de  España,  cinco  vols.,  Madrid,  1860-63, 
que  llevó  hasta  Felipe  III  y  no  pudo  acabar  por  su  fallecimien- 
to. De  juicio  atinado  y  claro,  serena  imparcialidad,  estilo  con- 
ciso y  expresivo,  ceñido  y  brioso,  lleno  de  color,  de  espíritu  in- 
vestigador, lenguaje  elegante  y  castizo,  es  Cavanilles,  después 
de  Mariana,  el  que  mejor  supo  dar  el  tono  conveniente  á  la 
historia  general  y  su  obra,  aunque  menos  prolija  que  otras,  la 
mejor  que  tenemos  escrita. 

José  Gómez  de  Arteche  (182 i- 1906),  madrileño,  acaba- 
dos (1840)  sus  estudios  en  el  colegio  de  Artillería,  llegó  á  ma- 
riscal de  Campo  (1877)  y  fué  retirado  por  edad.  Dióse  á  la 
Geografía  é  Historia  de  España,  siendo  de  los  autores  más  ce- 
lebrados del  siglo  XIX  entre  los  escritores  militares  de  estos 
asuntos.  Formó  el  itinerario  de  Madrid  á  Andalucía  (1848),  el 
de  Aran  juez  á  Talavera  (1850)  y  otros  varios.  Redactó  la 
Asamblea  del  Ejército  (1859-67). 

Mariano  Pardo  de  Figueroa  (n.  1828-),  de  Medina  Sido- 
nia  por  seud.  El  Doctor  Thebusseui,  AI.  Droap  y  Un  mal  ta- 
garote, cuyos  trabajos  sobre  philatelia  le  valieron  el  título  de 
Cartero  honorario  de  España  é  Indias,  abogado,  eruditísimo, 
castizo  y  regocijado  escritor,  ha  publicado  en  cortas  tiradas 
un  sinfín  de  curiosos  escritos,  de  los  cuales  á  no  pocos  han  res- 
pondido otros  autores,  acerca  de  cuestiones  filológicas,  demo- 
sóficas,  filatélicas  y  literarias. 

Nicolás  Avellaneda  (i 837- i 885),  de  Tucumán,  en  Bíne- 
nos Aires  desde  1857,  redactó  con  Cañé  el  viejo  El  Comercio 
del  Plata  y  escribió,  sobre  todo,  en  El  Nacional  (1859-61). 
Gran  estadista,  periodista  y  político,  llegó  á  ser  presidente  de 
la  República  (1874-80).  Prosista  cuidadoso  del  estilo,  con  pun- 
tas de  retórico  y  académico,  de  período  breve  y  numeroso,  so- 
brio y  firme,  sentencioso  y  claro,  es  considerado  como  el  me- 
jor orador  de  la  Argentina.  De  los  doce  tomos  publicados  de 


272       PRIMER   PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

SUS  obras  (B.  Aires.  191  o),  en  que  hay  no  poco  improvisado, 
se  han  entresacado  Escritos  literarios,  B.  Aires,  191 5,  con  in- 
troducción de  Alvaro  Mehán  Lafinur.  Acaso  su  mejor  obra 
son  los  Estudios  sobre  las  leyes  de  tierras  públicas  (18Ó5  ?)  y  su 
ensayo  sobre  Rivadavia.  Estrenó  Qué  dirá  la  sociedad  y  Li- 
niers,  con  buen  suceso. 

Manuel  Ossorio  y  Bernard  (i 839- 191 3),  de  Algeciras, 
padre  del  abogado  Ossorio  y  Gallardo,  escritor  estimable,  gran 
trabajador,  escribió  mucho  en  periódicos  y  no  pocas  obras,  pe- 
dagógicas las  más  y  para  los  niños,  en  prosa  y  en  verso.  So- 
bresalió como  pintor  satírico  de  costumbres,  benévolo  y  culto, 
sin  saña,  con  fina  observación  de  ía  realidad  y  amena  y  popular 
expresión  y  lenguaje. 

Manuel  M."  Madiedo  (181 5-1 888),  de  Cartagena  de  In- 
dias (Colombia),  fecundo  polígrafo,  de  talento  brillante,  aun- 
que desigual,  conservador  y  gran  defensor  del  catolicismo,  y 
que,  sin  embargo,  odiaba  á  los  hijos  y  nietos  de  españoles,  acha- 
cándoles las  guerras  civiles  y  cuantos  crímenes  y  desgracias 
sucedían  en  América.  Escritor  medio  en  francés  de  páginas 
elocuentes  sobre  cuestiones  sociales  y  autor  de  la  oda  Al  Mag- 
dalena, notable  por  su  naturalidad  y  sencillez,  y  de  la  tragedia 
Lucrecia  ó  Roma  libre,  que  escribió  á  los  diez  y  nueve  de  su 
edad. 

94.  Pedro  Madrazo,  Necrolog.  de  A.  C.  y  C,  1864:  "Todas  las 
dotes  de  un  gran  historiador  las  reunió  Cavanilles :  juicio  claro,  im- 
parcialidad severa,  estilo  conciso  y  expresivo,  conocimiento  profundo 
de  los  hechos  y  de  los  sucesos  que  narraba,  espíritu  investigador  que 
le  permitía  desenvolver  en  todas  sus  consecuencias  los  acontecimien- 
tos de  que  era  cronista ;  todo  esto  y  algo  más  se  admira  en  la  Historia 
de  España  de  don  Antonio  Cavanilles.  Hay  en  ella  trozos  que  compi- 
ten con  los  de  Tácito,  trozos  que  no  sólo  revelan  al  escritor  castizo  y 
elegante,  sino  al  profundo  pensador."  A.  Cavanilles:  El  Libro  de  mis 
hijos  ó  colección  de  noticias  científicas  y  literarias  para  uso  de  la 
juventud,  por  D.  A.  C.  y  C.  (124  págs.),  Madrid,  1841.  Memoria  sobre 
el  Fuero  de  Madrid,  1852  (en  el  t.  VIH  de  Mcm.  Acad.  Hist.).  Le- 
qucitio  en  i8¿j,  1858.  Diálogos  políticos  y  literarios  y  discursos  aca- 
démicos, 1859  (2."  ed. ;  la  i.'  sólo  de  50  ej.).  Cartas  y  discursos  acadé- 
micos, 1855-61  (en  Rev.  Cieñe.  Liter ,  Sevilla,  las  cartas) ;  Madrid, 
1009.  Historia  de  España,  t.  I,  1860;  t.  ÍI,  1S61  ;  t.  111.  1862;  t.  IV, 
1862;  t.  V,  1863  (hasta  el  estudio  de  Felipe  lí,  sin  acabar).  Consúltese 
Eduardo    Reyes    Prospcr,    Dos   noticias    históricas    de...    1).    Antonio 


.^^^^^ 


{Dos  noticias  históricas,  por  Ed.  Reyes  Prosper,  1917.) 


S.    XIX,    1859.    MARIANO    PARDO    DE   FIGUEROA  273 

José  Cavanillcs,  por  D.  Antonio  Cavanilles  y  Centi  y  D.  Mariano  La 
Gasea,  Madrid,  1917. 

J.  G.  de  Arteche :  Geografía  histórico-militar  de  España  y  Portu- 
gal, dos  vols.,  Madrid,  1859,  1880.  Descripción  y  mapas  de  Marruecos 
(con  F.co  Coello),  1859.  Historia  de  la  Guerra  de  la  Independencia, 
14  vols.,  1868-1903.  Expedición  de  los  españoles  á  Dinamarca  á  l<is 
órdenes  del  Marqués  de  la  Romana  (disc.  recep.  Acad.  Hist.),  1872. 
Un  soldado  español  de  veinte  siglos,  1874,  1886.  Nieblas  de  la  historia 
patria,  tres  vols.,  1876,  1888.  Fernando  VII  en  Valengay,  1880.  Elogio 
del  Ten.  gen.  D.  Mariano  Alvares  de  Castro,  defensor  de  Gerona, 
i88o.  El  Luto  del  2  de  Mayo,  1884.  De  la  cooperación  de  los  ingleses 
en  la  guerra  de  la  Independencia,  disc,  1887.  Juan  Martín  el  Empe- 
cinado, 1888.  La  Conquista  de  Méjico,  1892.  Reinado  de  Carlos  IV, 
1892-93.  Elogio  del  Ten.  gen.  D.  Eduardo  Fernández  S.  Román,  1894. 
La  Mujer  en  la  guerra  de  la  Independencia,  1903.  La  Mujer  española 
en  el  Trono,  1904.  Dos  de  Mayo  de  1808,  1908.  En  Esp.  Mod. :  El 
Año  militar  i88p  (1890,  En.).  Consúltese  Jul.  Suárez  Inclán,  Disc. 
Acad.  Hist.,  1909. 

C.  F.  D.,  Notas  acerca  del  Sr.  Dr.  Thebusscm  (en  Quinta  ración 
de  artíc,  1907)  :  "El  doctor  Thebussem,  y  lo  digo  con  dolor,  es  poco 
amante  de  las  cosas  españoilas,  que  con  harta  frecuencia  vitupera  é 
incrimina.  Sus  aficiones  cosmopolitas,  su  larga  permanencia  en  In- 
glaterra y  su  veneración  á  las  costumbres  de  dicho  país...  En  resolu- 
ción :  los  pareceres  de  los  críticos  que  antes  apuntamos  y  de  otros  que 
han  guardado  el  anónimo,  coinciden  en  que  el  Doctor  tiene  afecto  á 
las  fruslerías;  que  acierta  á  exornar  todo  asunto,  aun  los  más  esté- 
riles y  triviales ;  que  ama  las  extravagancias  literarias,  y  que  se  sale 
del  camipo  de  lo  vulgar.  Todo  esto,  unido  á  plácemes  y  vítores,  ha 
hecho  caminar  á  nuestro  autor  por  una  senda  llana  y  cubierta  de 
flores.  Pero  como  nadie  es  doblón  de  á  ocho,  resulta  que  para  el 
eminente  Revilla  los  discursos  thebussianos  están  desprovistos  de 
sustancia  y  fundamento;  Ruiz  Enríquez  los  tiene  por  medianos,  lin- 
dando con  lo  vulgar,  entendiendo  que,  después  de  leídos,  la  cabeza 
queda  vacía,  y  N.  Acevedo  los  juzga  insignificantes,  insípidos,  in- 
odoros é  incoloros,  como  hijos  de  una  pluma  decadente.  Supuesto 
que  dichos  señores  miden  por  un  rasero  todas  las  producciones  del 
e=:criror,  claro  es  que  consideran  como  futilidades  la  hacienda,  la 
Gramática,  el  correo,  el  cervantismo,  la  bibliografía,  la  filología  y 
otros  puntos  no  despreciables  en  que  el  Doctor  se  ha  ocupado.  Por 
último,  el  señor  Knaut  le  aplica  el  varapalo  que  contiene  la  carta 
Deslenguado,  impresa  en  este  volumen,  porque  Thebussem  entien- 
de que  tales  censuras  vienen  á  ser  la  salí  y  pimienta  que  da  gusto 
y  aroma  á  la  salsa  de  los  elogios.  ¡  Vaya  usted  á  buscar  el  talón  de 
Aquiles  de  cada  hombre !  Peña  y  Goñi,  que  ha  sido,  á  nuestro  pa- 
recer, el  que  con  mayor  profundidad  y  esmero  ha  trazado  la  bio- 
grafía  del   Doctor,   deduce  que   la   importancia   que   ha   alcanzado   es 

TOMO  vm.— 18 


274      PRIMER   PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

Única,  por  d  género  de  s^is  trabajos  y  por  el  estilo  especialísimo 
que  en  ellos  campea.  Con  perdón  del  ilustre  crítico,  opinamos  que  es 
otra  la  causa  de  esa  importancia  que  califica  de  única.  Tenemos  por 
indudable  y  axiomático  que  Thebussem  no  es  orador,  ni  crítico,  ni 
periodista,  ni  filósofo,  ni  hombre  de  ciencia ;  que  no  ha  publicado 
dramas,  ni  poesías,  ni  novelas,  que  son  las  producciones  que  más  rá- 
jíidamente  dan  renombre  y  fama.  Y  lo  más  extraño  es  que  no  ha 
escrito  cosa  alguna  que  deba  llamarse  una  obra.  Porque  si  varios 
niños  no  fonnan  un  hombre,  ni  muchas  astillas  un  tablón,  ni  el  pa- 
quete de  agujas  una  espada,  también  puede  afirmarse  que  los  volú- 
menes thebussianos,  fabricados  con  artículos  de  corta  lectura,  aun 
cuando  físicamente  abulten  como  los  libros,  no  lo  son  en  la  realidad 
literaria.  Nuestro  autor  ha  huido  de  la  corte  y  de  los  centros  de  cul- 
tura, haciendo  en  sus  mocedades  la  vida  errante  del  nómada.  Con 
razón  dijo  monsieur  Sabín  Bertheloí  que  el  Doctor  era  un  étre  in- 
saisissable...  on  ne  sait  jamáis  oü  il  va.  Conquistar  fama  literaria  en 
tales  condiciones  parece  punto  menos  que  imposible,  y,  sin  embargo, 
ha  sido  conquistada.  Si  no  hay  altos  vuelos,  gran  enseñanza  y  filoso- 
fía profunda  en  las  producciones  de  que  nos  ocupamos,  hay,  en  cam- 
bio, amenidad,  erudición  y  apacible  entretenimiento  para  los  lectores 
y  triunfos  para  el  autor.  Este  pudiera  decir  á  sus  adversarios,  con  el 
gran  satírico  español  del  siglo  xix :  "Y  que  aunque  valgo,  por  des- 
'■gracia.  poco,  |  muchos  que  hay  en  el  mundo  valen  menos."  Estamos, 
pues,  conformes,  hechas  las  salvedades  que  anteceden,  con  el  sentir 
de  don  Antonio  Peña  y  Goñi,  y  convenimos  en  llamar  al  señor  The- 
bussem, no  solamente  único  entre  sus  colegas  del  pasado  siglo,  sino 
el  más  único,  usando,  en  tono  de  elogio,  del  pleonasmo  que  en  el  es- 
crutinio de  la  librería  de  don  Quijote  empleó  el  Cura  para  burlarse 
de  la  Fortuna  de  Amor,  del  poeta  Antonio  de  Lofraso."  Bibliografía 
del  doctor  Thebussem:  Datos  históricos  relativos  á  la  inscripción  que 
en  el  año  de  185P  se  colocó  en  Medina  Sidonic;  donde  estuvo  presa  y 
murió,  la  reina  doña  Blanca  de  Borbón,  esposa  de  don  Pedro  de  Cas- 
tilla, 1859.  Epístolas  Droapianas,  siete  cartas  sobre  Cervantes  y  el 
Ouixote,  dirigidas  al  muy  honorable  doctor  E.  W.  Thebussem,  en  los 
años  de  18Ó2  y  1868,  por  el  Sr.  M.  Droap,  1868.  Droapiana  del  año 
i86f),  octava  carta  sobre  Cervantes  y  el  Quixote,  dirigida  al  muy 
honorable  Dr.  E.  W.  Thebussem  en  el  año  i86p,  por  el  Sr.  M.  Droap; 
publícala  con  apéndices  D.  Mañano  Pardo  de  Figueroa,  Madrid, 
1869.  Carta  bibliográfica  á  D.  F.(^o  de  B.  Palomo  sobre  la  descripción 
de  las  exequias  del  rey  D.  Felipe  II.  Sevilla,  1869.  Kpankla,  carta  di- 
rigida al  Sr.  D.  Eduardo  de  Mariátegui,  Madrid,  1870.  Segunda  edi- 
ción de  Kpankla  y  primera  de  Klentron,  cartas  philatélicas  del  Dr. 
Thebussem  y  de  D.  Eduardo  de  Mariátegui,  Madrid.  1871.  Algunos 
escritos  del  Teniente  de  navio  D.  José  Emilio  Pardo  de  Figueroa 
(Pascual  Lucas  de  la  Encina),  ordenados  y  anotados  por  el  Dr.  The- 
bussem,  Madrid,    1873.   Muestrario   de   fábulas  fabulosas,    1876.   Pro- 


EL   DOCTOR  THEBUSSEM 

{Quinta  ración  de  artículos,  1907.) 


S,    XIX,    1859.    MARIANO    PARDO    DE   FIGUEROA  2^5 

grama  de  las  fiestas  que  en  el  aniversario  del  nacimiento  del  señor 
D.  Quijote...,  Gibraltar,  1876.  Yantares  y  conduchos  de  los  Reyes  de 
España...,  con  la  receta  de  la  torta  de  doña  Petra,  Madrid,  1877. 
Vamos  á  cuentas,  ibid.,  1880.  Nombramiento  de  cartero  honorario 
principal  de  Madrid  con  uso  de  uniforme  y  sin  sueldo,  á  favor  del 
Dr.  Thebussem,  Madrid,  1880.  Sellos  de  Correo,  artículo  crítico - 
bibliográfico,  publicado  en  el  número  7  de  la  Revista  de  Valencia, 
1881.  Anules  de  las  Ordenanzas  de  Correos  de  España,  nota  bibliográ- 
fica, Madrid,  1881.  Los  Jefes  del  Correo  de  España,  1881.  Los  Alfa- 
jores de  Medina  Sidonia,  1882.  Tres  antiguallas  que  se  conservan  por 
D.  José  Pardo  de  Figueroa  en  su  casa  de  Medina  Sidonia,  calle  de 
Tapia,  núm.  2,  Madrid,  1882.  Ajilimójili,  al  bachiller  lugareño  en  San 
Roque,  Huerta  de  Cigarra,  1883.  Elenco  de  algunos  mapas  de  España, 
Madrid,  1883.  Ristra  de  ajos  formada  con  seis  cabezas,  año  1884. 
Cómo  se  acabó  en  Medina  el  Rosario  de  la  Aurora,  Madrid,  1884. 
El  Correo  y  la  pintura,  1885.  Fábulas  fabulosas,  con  aprobación  de 
D.  Juan  Eugenio  Hartzenbusch  y  licencia  de  D.  José  María  Asensie, 
3.*  ed.,  Madrid,  1885.  Roger  Kinsey,  second  edition,  Privately  Prin- 
ted,  1885.  Segunda  ristra  de  ajos,  compuesta  de  14  cabezas,  Madrid, 
1886.  Galicno,  apuntes  dedicados  al  limo.  Sr.  D.  José  Jordana  y  Mo- 
rera, segunda  tirada,  Burgos,  1888.  Un  cocinero  de  S.  M.,  la  mesa  mo- 
derna, cartas  sobre  el  comedor  y  la  cocina,  ibid.,  1888.  Notas  genealó- 
gicas que  para  tomar  el  hábito  de  Santiago  presentaron  D.  Mariano, 
D.  Francisco  y  D.  Rafael  Pardo  de  Figueroa,  naturales  de  Medina 
Sidonia,  año  de  1888.  El  Dr,  Thebussem  y  un  cocinero  de  S.  M.,  la 
mesa  moderna...,  2.'  ed.,  Madrid,  1888.  Señor  y  Don,  Madrid,  1888. 
Tauromaquia,  D.  Pedro  Yuste  de  la  Torre,  ibid.,  1888.  Cosas  y  casas 
de  hidalgos,  1889.  Dos  cartas,  escribíalas  el  Sr.  Dr.  Thebussem,  car- 
tero honorario  del  Reino,  y  Juan  J.  Cortina,  Jerez  de  la  Frontera, 
1890.  El  Doctor  Jliebussem,  copia  del  artículo  nominal,  Madrid,  1891. 
Un  pliego  de  cartas,  ibid.,  1891.  Un  triste  capeo,  1892.  Don  Martín 
Vicente  Daoiz,  iS()2.  Primera,  segunda,  tercera,  cuarta  y  quinta  ración 
de  artículos,  Madrid,  1892-1907,  cinco  vols. :  i.^,  1892;  2.*,  1894;  3.', 
1898;  4.^,  1902;  5.^,  1907.  Granada,  hermosa  ciudad,  mírame  afanado 
iras  de  tu  beldad,  Madrid,  1893.  Fruslerías  postales  por  el...  Caballero 
profeso  del  hábito  de  Santiago,  Madrid,  1895.  Thebussianas,  J."  serie. 
Valencia  (s.  a.,  1903).  Desafío  ocurrido  en  1632  entre  D.  Juan  Pardo 
de  Figueroa  y  D.  García  de  Avila,  con  motivo  de  la, muerte  de  un 
venado,  carta  dirigida  al  señor  Vizconde  de  Bétera  (Rev.  Contem- 
poránea). Algo  de  Philatelia...,  Madrid,  penúltimo  año  del  sigüo  xix. 
Futesas  literarias,  1899.  NN.  Kb.  Ch.  y  En  sobrehux,  cartas,  1906. 
Coto  de  Doña  Ana,  1907.  Sellos  de  fecha  del  correo  español,  1908. 
Notas  bibliográficas  de  Medina  Sidonia,  1909.  Añadidura  á  Notas 
bibliográficas,  1910.  En  Esp.  Mod.:  Un  arbitrio  del  siglo  xvi  (1890, 
Eo.).  Palabrería  (1891,  Febr.).  Sopas  de  ajo  (1891,  Nov.).  Lo  verde 
(1894,  Marz.).  Dos  cartas  de  Villergas  (1894,  Set.).  Consúltense:  dou 


276      PRIMER  PERÍODO    DE   LA   ÉPOC\   REALISTA   (185O-1869) 

José  Antonio  de  Balenchana,  Copia  reservada  de  una  carta  literaria... 
al  Doctor  Thebussetn,  Madrid,  1898.  M.  Droap,  Epístolas  Droapia- 
nas...,  Cádiz,  1878.  Manuel  Foronda  y  Aguilera,  Carta  misiva  al 
Dr.  Thebussem  {copia  reservada),  Madrid,  1903.  Johannes  Gold- 
schniidht,  Más  sobre  el  Dr.  Thebussem,  carta  literaria  dirigida  á  don 
Antonio  Peña  y  Goñi,  Madrid,  1887.  F.  Hardt,  Voces  mal  sonantes,, 
honestamente  consideradas  en  carta  de  Aguinaldo,  dirigida  al  Doctor 
Thebussem,  en  particular,  y  muy  provechosa  á  todos  en  general,  Ma- 
drid, 1889.  Homenaje  de  la  "Revista  Postal"  al  Dr.  Thebussem,  Val- 
paraíso, 1899.  Rafael  Pardo  de  Figueroa,  El  Conde  de  Cañete  del  Pi- 
nar y  el  Sextante  de  reflexión,  Madrid,  1901.  Juan  de  Sacre,  Pam- 
pirolada, carta  dirigida  al  Dr.  Thebussem,  con  motivo  de  la  segunda 
ristra  de  ajos,  Madrid,  1886.  José  Emilio  Pardo  de  Figueroa,  Algunos 
escritos  del  Teniente  de  navio...  (Pascual  Lucas  de  la  Encina),  orde- 
nados y  anotados  por  el  Dr.  Thebussem,  Madrid,  1873.  F.  Hardt, 
Cañas  y  toros,  carta  al  Dr.  Thebussem,  Madrid,  1890.  Catálogo  the- 
bussiano,  por  D.  /.(osé)  /í.(mosa),  Madrid,  1911.  Ant,  Peña  y  Goñi^ 
El  Dr.  Thebussem,  Madrid,  1887.  Andrés  Ruiz  Cobos,  Dr.  Thebus- 
sem, 1890.  Doctor  D.  Alaer  (Aníbal  Echeverría  y  Reyes),  Biblioteca 
Thebussiana,  Santiago  de  Chile,  1889.  R.  Monner  Sans,  Breves  noti- 
cias sobre  la  novela  esp.  contemporánea,  B.  Aires,  1889. 

Alvaro  Melián  Lafinur,  Inirod.  á  Escrit.  liter.  de  Avellaneda :  "Lo 
que  de  él  queda,  empero,  no  carece,  por  cierto,  de  valor  y  basta  para 
conceptuarle  uno  de  nuestros  clásicos  representativos  y  estimables.  El 
juicio  común  de  la  posteridad  le  ha  fijado  en  una  postura  un  tanto 
afectada  de  tribuno  académico,  grandilocuente  y  enfático.  Permanece 
para  muchos  como  un  tipo  de  orador  alambicado,  como  un  retórico 
más  atento  á  las  frases  que  á  las  ideas...  Algo  de  eso  había,  con  efec- 
to, en  este  constante  amador  de  las  formas  verbales...,  pero...,  sin 
duda,  gran  escritor  y  con  frecuencia  verdadero  artista  del  estilo,  no 
se  pagaba  tan  sólo  de  la  eufonía  y  el  ritmo  de  sus  cláusulas.  Aparece 
como  una  preocupación  constante  de  su  espíritu  el  infundir  siempre 
en  la  frase  tersa  y  armónica  una  idea  madura,  una  noción  e.xacta...; 
la  adecuación  de  una  prosa  límpida  y  flexible  á  asuntos  tratados  con 
hondura  de  pensamiento  y  erudición  oportuna;  la  gracia  de  la  ima- 
gen coloreando  la  grave  seriedad  del  concepto;  la  concisión  de  la 
frase,  á  menudo  lapidaria,  concretando,  en  síntesis  feliz,  la  idea  más 
ó  menos  trascendente...  El  .sentido  del  ritmo  es  casi  privativo  de  él 
entre  los  prosistas  de  su  época.  Su  concepto  de  la  composición  supera 
al  de  la  mayor  parte  de  los  mismos.  Inferior  á  ellos  en  ciertos  aspec- 
tos aislados,  resulta  quizás  el  más  completo  por  la  alianza  de  sus  cua- 
lidades nativas  con  una  más  sólida  educación  literaria...  No  tiene  el 
color  de  Sarmiento,  ni  la  trabazón  lógica  impecable  de  Alberdi,  ni  la 
espontaneidad  de  Ixjpez,  ni  la  ironía  del  autor  de  La  Gran  Aldea:  pero 
es  el  que  conserva  más  permanentemente  su  allure  literaria.  En  todas 
.sus  producciones  aspira  á  imprimir  un   sello  personal...   Revélase  un. 


S.    XIX,    1859.    MANUEL    MARÍA    MADIEDO  277 

ánimo  templado  y  generoso...,  un  espíritu  sano  y  ponderado,  poseedor 
de  un  talento  claro  y  flexible.  Sin  llegar  al  rasgo  genial,  mantiénese 
siempre  á  gran  altura  por  el  equilibrio  constante  entre  la  inteligencia, 
el  corazón  y  el  carácter,  que  se  resuelve  en  un  sereno  optimismo,  en 
el  amor  á  la  vida  y  la  fe  en  la  acción,  en  esa  elevación  moral,  que  es 
la  más  bella  enseñanza  que  debemos  á  los  grandes  argentinos  del  pa- 
sado... Por  todo  ello  Avellaneda  ejerció  un  gran  influjo  social  entre 
los  hombres  de  su  tiempo."  Escritos,  B.  Aires,  1883.  Escritos  y  dis- 
cursos, 12  vols.,  ibid.,  1910.  Escritos  literarios,  ibid.,  1915.  Consúl- 
tese David  Peña,  Elogio  de  Avellaneda,  1917  (en  Nosotros,  Set.). 

Manud  Ossorio  y  Bernard  fué  redactor  de  El  Constitucional 
(1860),  El  Contemporáneo  (1864),  El  Español  (1865),  La  Ley  (1867), 
Don  Quijote  (1869),  Las  Novedades  (1870-71),  El  Eco  del  Progreso 
(1872),  El  Cascabel,  La  Gaceta,  El  Gobierno,  El  Día,  La  Correspon- 
dencia; director  de  La  Idea  (1859),  El  Teatro  (1864),  El  Noticiero  de 
España  (1868),  La  Independ.  Esp.  (1868),  La  Gaceta  Popular  (1873), 
El  Cronista  (1885),  El  Diario  Ojie,  de  Avisos,  La  Niñez,  El  Mundo 
de  los  Niños,  La  Edad  Dichosa,  La  Iliistr.  Cat.,  Agencia  Fabra  (1895), 
y  colaborador  de  muchos  periódicos  de  Méjico,  Cuba,  Filipinas  y  es- 
pañoles. En  Rev.  España:  Tras  de  lo  iuúlil,  fantasía  (1883,  t.  XCV). 
Necrología  española  (1871-72,  t.  XXIV).  ídem  (1880,  t.  LXXIV). 
Ensayos  poéticos,  Madrid,  1859.  Novísimo  diccionario  de  la  lengua 
escrito  en  verso  (con  Rafael  Tejada  y  Alonso),  1868.  Galería  biblio- 
gráfica de  artistas  españoles  del  siglo  xix,  Madrid,  1868-69,  dos  vols. 
Viaje  crítico  alrededor  de  la  Puerta  del  Sol,  1874,  1882.  Novísimo 
diccionario  festivo,  1876.  La  Reptíblica  de  las  letras,  cuadros  de  cos- 
tumbres literarias,  1876.  Moral  infantil,  páginas  en  verso,  1876;  3.^  ed., 
1884.  Cinco  mil  duros,  comedia,  1876.  Romancero  de  A/".*  5".*  de  Ato- 
cha, 1877.  Un  país  fabuloso,  1878.  El  Secreto  del  tío,  pasillo  (1878). 
La  Niñez,  revista,  1879,  dos  vols.  Lectura  de  la  infancia,  cuentos, 
1880.  Cuadros  de  género  trazados  á  pluma,  1883.  Galería  biográfica 
de  artistas  españoles  del  s.  xix,  1883-84.  Romances  de  ciego,  1883. 
Cuentos  novelescos,  nueva  serie,  1884.  Álbum  infantil,  cuentos,  máxi- 
mas y  enseñanzas ,  en  prosa  y  verso,  1885.  Monólogos  de  un  aprensivo, 
1887.  Progresos  y  extravagancias,  1887.  Los  dos  Garcías,  1889.  Pape- 
les viejos,  investigaciones  literarias,  1890.  Caracteres  contemporáneos, 
1891.  Gente  menuda,  romances  infantiles,  1891.  Poemas  infantilet, 
1894.  El  Año  infantil,  1895.  Epigramas  infantiles,  1895.  Fábulas  y 
moralejas,  1896.  Cuentos  ejemplares,  1896.  Cuentos  y  sucedidos,  1898. 
La  Vida  en  sociedad,  cartas  familiares,  1899.  Ensayo  de  un  catálogo 
de  periodistas  españoles  del  s.  xix,  1903-04.  Libro  de  Madrid.  El 
Año  infantil,  1912.  La  Fábula  moderna,  1912.  En  Esp.  Mod. :  Apuntes 
para  un  Dice,  de  escritoras  esp.  del  s.  xix,  1889-90.  Apuntes  para  un 
Dice,  de  escritoras  amer.  del  s.  xix  (1891-92).  "Cuentos  literarios", 
de  Nilo  M.  Fabra  (1896,  En.). 

M.   M.   Madiedo:   Poesías  (con   un   tratado   de  Métrica),   Bogotá, 


278      PRIMER  PERÍODO    DE   L.\   ÉPOCA   REALISTA    (185O-1869) 

1859.  La  Ciencia  social,  1863.  Tratado  de  crítica  general,  1868.  Nues- 
tro siglo  XIX,  cuadros  nacionales,  1868.  Ecos  de  la  noche,  1870.  Una 
idea-abismo,  dr.,  1872.  Tres  diablos  sueltos,  jug.,  1872.  Tratado  de 
derecho  de  gentes,  1874.  El  Arte  de  probar,  1874.  El  Dedo  en  la  llaga, 
Caracas,  1876.  Una  gran  revolución  (su  mejor  obra),  ibid.,  1876.  Lum- 
bres, flores  y  armonías.  Buen  golpe  de  folletos. 

95.  Año  i8¿p.  Rafael  del  Castillo,  por  seud.  Alvaro  Carrillo, 
historiador,  fecundo  novelista  folletinesco  y  autor  dramático,  colabo- 
rador de  varios  periódicos  barceloneses,  como  La  Música  Ilustrada 
(1898),  Pluma  y  Lápiz  (1902);  publicó  El  Honor  de  España,  episodios 
de  h  guerra  de  Marruecos,  Cádiz,  1859.  Palacio  por  dentro  y  pueblo 
por  fuera,  1860,  1S62.  Los  Caballeros  del  amor.  Madrid  riendo  y  Ma- 
drid llorando,  1861.  El  Trapero  de  Madrid,  1861.  El  Padre  de  los  po- 
bres. El  Campanero  de  S.  Pablo,  1862.  Los  Misterios  catalanes,  1862. 
Los  Misterios  de  Madrid  ó  el  salen  de  Capellanes,  1863.  Las  Cortesa- 
nas del  siglo  xix.  El  Primer  amor.  La  Falsa  adúltera.  Las  Hijas  sin 
madre.  Las  Mujeres  sin  corazón.  El  Llanto  de  una  hija.  Amor  de 
padre,  1864.  Las  Hijas  de  Eva,  1864.  El  Rey,  el  pueblo  y  el  favorito, 
\S6y.  Los  Incendiarios  de  Madrid.  Historia  de  España  ilustrada,  seis 
vols.,  1871-80.  La  Vuelta  por  España,  1871.  Galería  de  monarcas  es- 
pañoles é  italianos,  1872.  Historia  de  Murcia,  1875.  Diccionario  geo- 
gráfico, estadístico  c  histórico,  biográfico,  postal,  municipal,  7n:litar, 
marítimo  \  eclesiástico  de  España  (con  Ricardo  Faura),  1879-88;  Bar- 
celona, 1889-92,  cuatro  vols.  La  Maja  de  las  Maravillas,  dos  vols., 
1881.  Los  Bandidos  celebres  españoles,  dos  vols.,  1883.  Corazón  de 
mujer,  1891.  Reina  v  esposa  ó  aragoneses  y  catalanes  en  Oriente, 
1898.  Diego  Corrientes,  1898.  Don  Juan  de  Serrallonga,  1898.  Hernán 
Cortés  y  Marina,  1898.  José  María,  1898,  Los  Siete  Niños  de  Ecija, 
1898.  Luis  Candelas,  1898.  Margarita  de  Borgoña,  1898.  Treinta  años 
6  la  vida  de  un  jugador,  1898.  Catalina  Howard,  1899.  La  Flor  de  un 
día,  1899  (2.*  ed.).  Las  Espinas  de  una  flor,  1899  (2."  ed.).  La  Hija  de 
la  muerta,  1899.  Dos  pilletes,  1899.  La  Verbena  de  la  Paloma,  1899. 
Para  el  teatro:  ¡Pobre  ciega!  (1850).  Un  pollo  de  lugar,  iug.  (1857). 
Los  dos  cortesanos  (1858).  Los  desposorios  de  Albano  (1859).  Fausto. 
El  Convidado  de  piedra,  zarz.  El  Calcetín  de  Marco  Antonio,  com. 
(1860).  Los  Pobres  de  Barcelona,  dr.  (1865).  La  Ambición  de  una  mu- 
jer, dr.  (1865).  Maldita  sea  la  guerra  (1874). 

Faustina  S.^ez  de  Melgar  (1834-1895),  de  Villamanrique,  funda- 
dora de  La  Violeta  (1862-66),  La  Canastilla  de  la  Infancia  (1882), 
París  Charmant  (1884).  Publicó  África  y  España,  cánticos  poéticos 
escritos  con  motivo  de  la  guerra  de  Marruecos,  Madrid,  1859.  La  Lira 
del  Tajo,  poesías,  1859.  La  Higuera  de  Villaverde,  ley.  trad.,  1860. 
La  Pastora  de  Cuádrela,  nov.,  1860,  1863;  París,  1867,  cuya  segunda 
parte  es  La  Marquesa  de  Pinares,  nov.,  1861,  1868.  Los  Miserables 
de   España  ó  secretos  de  la  Corte,  nov..    1862-63,   dos   vols.    Matilde, 


S.    XIX,     1859.    JOSÉ    GONZÁLEZ    DE    TEJADA  279 

nov.,  1862,  1866.  ¡icos  de  gloria,  leyendas  poéticas  sobre  once  Alfon- 
sos de  Castilla,  1863.  Angela  ó  el  ramillete  de  jazmines,  nov.,  1863-65, 
tres  vols. ;   1879-80.  Aniana  ó  la  quinta  de  Peralta,  nov.,   1866,    1868, 

1880.  Rosa  ó  la  cigarrera  de  Madrid,  nov.,  1872,  dos  vols.  Contra  indi- 
ferencia, celos,  jug.,  1875.  Un  libro  para  mis  hijas,  Barcelona,  1877. 
Deberes  de  la  mujer,  artíc,  Madrid,  1866,  2."  ed.  La  Abuelita,  cuentos 
de  la  aldea,  Barcelona,  1877,  1879.  Inés  ó  la  hija  de  la  caridad,  nov., 
Madrid,  1878.  Sendas  opuestas  y  La  Bendición  paterna,  novelas,  1878. 
El  Deber  cumplido,  nov.,  1879,  El  Collar  de  esmeraldas,  nov.,  1879, 
1:889.  La  Cadena  rota,  dr.,   1879.  Páginas  para  las  niñas,   Barcelona, 

1881.  Manual  de  la  joven  adolescente,  ibid.,  1883.  Las  Mujeres  espa- 
ñolas, americanas  y  lusitanas  pintadas  por  sí  mismas  (con  otras), 
1885.  El  Hogar  sin  fuego  y  La  Bendición  paterna,  1890.  El  Trovador 
del  Tiiria,  i8go,  2.^  ed.  Además:  Amar  después  de  la  muerte,  nov. 
La  Loca  del  Encinar,  nov.  La  Cruz  del  Olivar,  nov.  Aurora  y  felici- 
dad, nov.  La  Semana  de  los  niños,  lecturas.  Romances  históricos.  Ple- 
garia para  canto.  Salve  para  ídem.  Páginas  para  las  niñas.  Biblioteca 
de  la  mujer. 

Emilio  Lafuente  y  Alcántara  (1825-1866),  de  Archidona,  her- 
mano de  Miguel,  publicó  Inscripciones  árabes  de  Granada,  ibid.,  1859- 
60.  Catálogo  de  los  códices  arábigos  adquiridos  en  Tetuán  por  el  go- 
bierno de  S.  M.,  Madrid,  1862.  Dominación  de  las  razas  africanas  en 
España,  1863.  Cancionero  popular,  dos  vols.,  ibid.,  1865.  Ajbar  Mach- 
mtia,  colecc.  de  tradiciones,  crónica  anónima  del  s.  xi  (traduce,  del 
árabe),  ibid.,  1867.  El  Amo  de  Alcalá,  nov, 

José  Antonio  de  La  valle  (t  1896),  peruano  muy  erudito,  fundó, 
con  José  Toribio  Pacheco,  La  Revista  de  Lima  (1860),  para  continuar 
la  tradición  de  El  Mercurio  Peruano,  y  en  ella  publicó  notables  biogra- 
fías, como  de  O'Higgins,  Antequera,  Valdés,  etc.,  colaborando,  ade- 
más, los  mejores  ingenios.  Publicó,  no  menos,  D.  Pablo  de  Olavide, 
Lima,  1859,  1885.  Doña  Mariana  Belzunce,  episodio  de  la  vida  social 
de  Lima  en  el  s.  xviii,  ibid.,  1886.  Juan  de  la  Torre,  ibid.,  1886  (2.* 
ed.).  Galería  de  retratos  de  los  gobernadores  y  virreyes  del  Perú 
{15^2-1824),  publicada  por  Domingo  de  Vivero,  texto  de  Lavalle, 
ibid.,  1891.  Galería  de  retratos  de  los  Arzobispos  de  Lima  (1541-1891), 
'■■^em  id.,  ibid.,  1892.  Galería  de  retratos  de  los  gobernantes  del  Perú 
independiente  (1821-1871),  ídem  id.,  ibid.,  1893.  La  Hija  del  contador, 
nov.  dis:ript.  y  de  costumbres  antiguas,  por  el  Ldo.  Perpetuo  Anta- 
ñón (seud.),  ibid.,  1893. 

José  González  de  Tejada  (1833- 1894),  madrileño,  por  seud.  El 
Vizconde  Gazenolz  de  Tuildonné,  magistrado,  escritor  satírico  alegó- 
rico, sin  bilis,  y  que  no  personalizó,  muy  enterado  en  nuestros  clási- 
cos, donairoso  y  travieso,  colaborador  del  Semanario  Pintoresco,  Los 
Niños,  La  Ilustr.  Esp.  y  Amer.,  estrenó  Camino  del  matrimonio,  com., 
1859.  Anacreónticas  de  última  moda,  Madrid,  1860:  sabrosas  parodias 
de  las  de  Villegas  y  Meléndez;  ibid.,   1879.  El  Laurel  de  Apolo,  loa, 


28o       PRIMER   PERÍODO    DE    LA    ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

1861.  El  Romancero  del  2  de  Mayo,  1862.  La  Novia  de  Marte,  com., 
1864.  Narraciones  históricas  tomadas  de  los  mejores  hablistas  caste- 
llanos. 1866.  Memoricís  de  un  viaje  al  interior  de  España,  1867  (por 
El  Vizconde...).  Cuentos  caseros,  1872.  Romances  históricos,  tradicio- 
nales y  de  capa  y  espada,  1878.  Articulas  viejos  nuevamente  publica- 
dos, 1885. 

Rosario  Orrego  de  Uribe  (1834-1879),  periodista  y  poetisa  chilena, 
casada  después  en  segundas  nupcias  con  Jacinto  Chacón,  y  que  se  fir- 
mó á  veces  Una  Madre,  fundadora  de  La  Revista  de  Valparaíso,  pu- 
blicó sus  primeros  cantos  en  1859  y  algo  después  las  novelas  de  cos- 
tumbres Alberto  el  jugador  (1861),  Teresa  y  Los  Buscavidas.  Son 
notables  sus  cantos  patrióticos,  rítmicos,  briosos,  con  hondas  senten- 
cias y  movimiento.  A  la  república  peruana  con  motivo  de  la  derrota 
de  la  escuadra  española  en  Chile.  Rodolfo  Polanco  Casanova,  Ojeada 
crít-,  pág.  57:  "Sus  versos  son  rítmicos,  vehementes,  encierran  á  ve- 
ces ideas  profundas,  abarcan  horiíoates  más  amplios  (que  los  de  Mer- 
cedes jNIarin),  donde  la  inspiración  de  esta  distinguida  poetisa  vuela 
á  sus  anchas,  sin  las  trabas  de  la  corrección  clásica,  que  á  muchos 
hace  amanerados  i  encojidos  en  los  avances  del  pensamiento...  En 
R.  O.  la  inspiración  raya  siempre  á  mayor  altura  que  en  su  maestro 
(su  esposo  Chacón),  dado  caso  que  lo  fuera.  Sus  versos  son  música 
que  halaga  dulcemente  el  oído,  en  tanto  que  las  sentencias  despiertan 
en  la  mente  del  que  las  oye  emocionantes  meditaciones." 

Anselmo  Suárez  y  Romero  (1818-1878),  de  la  Habana,  gran  pro- 
sista, pintor  excelente  de  las  costumbres  cubanas,  publicó  Colección 
de  articulas,  Habana,  1859;  t.  H,  Crítica,  1910-11.  Prólogo  á  las  obras 
de  R.  Palma,  1861.  Contestaciones  á  los  impugnadores  del  Prólogo... 
(libro  inédito,  donde  se  halla  toda  la  historia  literaria  de  Cuba).  Jui- 
cios sobre  mis  obras  (para  refutar  á  Piñeyro),  Francisco,  nov.  (es- 
crita en  1839J,  Nueva  York,  1880;  1901-02  (en  Cuba  y  América). 

9  6.  Año  i8¿p.  El  Amigo  de  la  Familia,  novela-almanaque,  ocho 
voís.  de  novelas,  Madrid,  1859. — Manuel  Alaminos  Sánchez  estrenó 
Un  error  frenológico,  com.  (1859). — Alermón  y  Dorreguiz  publicó 
Descripción  del  imperio  de  Marruecos,  Madrid,  1859. — Francisco  de 
Alvaro  publicó  Encarnación,  nov.,  San  Sebastián,  1859,  1866. — Fer- 
nando Amor  publicó  Recuerdos  de  un  viaje  á  Marruecos,  Sevilla, 
1859. — Tomás  Aranaz  y  Barrera  publicó  Historia  de  la  isla  de  Ibiza, 
Ibiza,  1859.  Sabiduría  española  diciada  por  la  experiencia  y  medita- 
ción en  mil  proverbios,  Barcelona,  1832. — José  de  Arcos  y  Pérez 
estrenó  Las  Cosas  de  mi  mujer,  com.,  Cádiz,  1859. — José  Antonio 
Arvelo  (n,  1843),  de  Caracas,  publicó  sus  primeros  versos  en  los  pe- 
riótlicos  (1859),  y  escribió  para  el  teatro  El  Castigo  de  una  coqueta 
(1869),  comedia  moratiniana,  y  otras.  No  recogió  sus  versos,  que  an- 
dan en  los  periódicos  venezolanos  de  1859  á  1875. — I'emcitas  Asín 
DE  (Barrillo  publicó  Rugier  de  Lauria,  noz'.  hist.,  Madrid,   1859;  Va- 


S.  XIX,  1859.  GUILLERMO  FORTEZA  28 1 

Iladolid,   1875. — Aventuras  hislórico-novelescas  de  un  viajero,  relata- 
das por  el  mismo,  Madrid,   1859. — Mateo  Barroso  y  Bonzón  publicó 
La  Mano  de  Dios,  nov.,  Madrid,  1859. — José  Bertrán  y  Ferrari,  ca- 
talán, estrenó  El  Caballero  del  penacho  negro,  dr.  hist..  Habana,  1859. 
— Biblioteca  de  la  risa,  Madrid,   1S59,  dos  vols. ;   1862. — Pedro  José 
Bosch  escribió  La  Vida  de  una  mujer,  dr.,  Lima,  1859. — José  Satur- 
nino BoTTACH  publicó  Soledades  del  pensamiento  ó  colección  de  má- 
ximas,  Madrid,    1859. — M.    Cánovas   publicó   Noticias   histór.,   geogr., 
etc.,  de  las  islas  Filipinas,  Madrid,  1859. — W.  Manuel  Carnicero  pu-  , 
blicó  Inventario  de  la  Biblioteca...  del  Escorial,  1859  (ms.  ibidem). — 
Antonio  Carralón  y  Larrúa  estrenó  El  Mal  del  prójimo,  jug.  (1859). 
Que  convido  al  coronel,  com.  (1860).  El  Primer  vuelo   de  un  pollo, 
zarz.    (1861). — Renato   Castel    León    publicó   las   novelas   Sansón   el 
Aventurero   (1859).  Los  Amantes  de   Teruel  (1861). — Carlota  Coso, 
hija  de  la  heroína  Agustina  de  Aragón,  publicó  La  Ilustre  Heroína 
de  Zaragoza,  novela  histórica,  Madrid,  1859. — Cuba  poética.  Habana, 
1859,    1861    (de    52    poetas). — Antonio    Cubero    publicó   Estela,    nov., 
Madrid,    1859. — Francisco    Damato    estrenó    El   Dedo    de    Dios,    dr. 
(1859). — ^Isidoro  de  María  (n.  181 5),  montevideano,  publicó  Descrip" 
ción  geográfica  de  la  Rep.  Oriental  del  Uruguay,   1859.  Rasgos  bio~ 
gráficos   de   los   hombres  notables   del    Uruguay,    1879-80,   tres   vols.; 
1883.  Elementos  de  historia  de  la  Rep.  Or.  del  Uruguay,  1880.  Anales 
de  la  defensa  de  Montevideo,  1883,  tres  vols.  Montevideo  antiguo. — 
Diccionario  manual  griego-latino-español,  por  los  Padres  Escolapios, 
Madrid,  1859. — José  María  de  Eguren  (t   1878),  de  Vergara,  redac- 
tor  de   La   España,    colaborador    del   Semanario    Pintoresco,    publicó 
Memoria  descriptiva  de  los  códices  notables  conservados  en  los  Ar- 
chivos eclesiásticos  de  España,  Madrid,   1859. — P.  Elizalde  y  Escu- 
dero publicó  Ocios  de...,  Mérida  de  Yucatán,  1859. — Francisco  de  la 
EscosuRA  Y  Escosura  publicó  Colección  de  sonetos.  Habana,  1859. — 
José  Fernández  Guerra,  colaborador  de  La  Iltistr.  Católica  (1877...), 
imitó  El  Cementerio  de  aldea,  célebre  meditación  elegiaca  de  T.  Gray, 
y  fué  reproducida  por  don  Manuel  Cañete  al  fin  de  sus  Poesías,  Ma- 
drid,   1859,   nota   33. — José   Fernández   Llamazares,   leonés,   abogado 
en  Madrid,   publicó  Historia  de  la  Bula  de  la  S.   Cruzada,  Madrid, 
1859.  Historia  compendiada  de  las  cuatro  Ordenes  Militares  de  San- 
tiago, Calatrava,  Alcántara  y  Mantesa,  ibid.,  1862. — El  Cazador  erran- 
te, por  Gavino  Ferri,  Madrid,  1859,  siete  vols. — ^Guillermo  Forteza 
(1830-1874),  mallorquino,  archivero,  redactor  de  El  Reino   (1859-66). 
Obras  criticas  y  literarias,  Palma,   1882.  Obras  literarias,  ibid.,  1894. 
Consúltese  Rev.  Archiv.,  1874  (Enero).  Blanco  García,  La  Liter.  esp. 
en  el  s.  xix.  H  (1903),  pág.  595:  "Aun  sin  hacer  alto  en  sus  poesías 
catalanas,  bastan  para  la  gloria  de  Forteza  su  acabado  estudio  de  Cap- 
many,  que  premió  la  Academia  de  Buenas  Letras  de  Barcelona,  sus 
admirables  observaciones  sobre  la  decadencia  de  la  Literatura  espa- 
ñola después  del  romanticisimo,  su  defensa  de  Fernán  Caballero  y  las 


282      PRIMER   TERÍODO    DE   I^   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

humoradas  satíricas  que  se  conservan  en  sus  escritos  ó  por  conducto  de 
la  tradición  oral." — Mariano  Gelabert  y  Correa  publicó  Risa  y  llan- 
to, ensayos  poéticos,  Madrid,  1859. — 'Mariano  González  Valls,  va- 
lenciano, jurisconsulto,  publicó  una  no  despreciable,  antes  bien  escrita 
novela  en  lenguaje  antiguo,  bastante  bien  hilado  y  con  conocimiento 
de  usos  y  costumbres  y  algunas  situaciones  patéticas :  El  Caballero  de 
la  Almanaca,  novela  histórica  escrita  cu  lenguaje  del  siglo  xiii,  Ma- 
drid, 1859. — José  Rosendo  Gutiérrez  publicó  Cantos  al  pie  del  Illinia- 
ni,  La  Paz,  1859.  Iturbide,  dr.,  .^862.  Maldición  y  superstición,  leyenda, 
1857.  Rosas  secas,  versos,  1875.  Datos  para  la  bibliografía  boliviana. 
La  Paz,  1875.  Bibliografía  boliviann  en  1878,  ibid.,  1879.  Segundo 
suplemento,  ibid.  (1880). — Luis  de  Ibáñez  y  García,  teniente  coronel, 
publicó  Mi  cautiverio,  Madrid,  1859.  Historia  de  las  Islas  Marianas, 
Granada,  18S6. — Pedro  Antonio  Iglesias  estrenó  D.  Pedro  I  de  Cas- 
tilla, dr.  (1859). — La  Lectura  para  todos,  semanario  ilustrado,  Ala- 
drid,  1859-61,  tres  vdls. — Felipe  López  estrenó  Los  Caladores  en 
África,  }ug.  lír.  (1859). — Augusto  Llacayo  y  Santa  María  estrenó 
Un  no  sé  qué  y  un  qué  sé  yo,  com.  (con  Eugenio  Larroca),  1859.  Pu- 
blicó Antiguos  manuscritos  de  historia,  ciencia  y  arte  militar,  medi- 
cina y  literarios  existentes  en  la  biblioteca  del  Monasterio  de  El 
Escorial,  Sevilla,  187S.  Burgos:  Catedral,  Cartuja,  Eluelgas,  etc.,  Bur- 
gos, 1886-88.  Calderón  y  su  siglo,  Cochinchina  y  el  Tonkín. — Fran- 
cisco Manzano  Oliver  estrenó  Españoles  nada  más,  dr.  (1859).  Bi- 
zarro el  conquistador,  dr.  (1859).  Una  herencia,  com.  (1859).  Los 
Encantos  de  una  flor,  com,  (1859).  Tres  coronas  imperiales,  dr.  (1860). 
— Juan  Martín  Carramolino,  de  Avila,  publicó  Epítome  historial 
de  la  Iglesia,  Madrid,  1859,  dos  vols.  Historia  de  Avila,  su  provincia 
y  obispado,  ibid.,  1872-73,  tres  vols.  Historia  de  los  Papas. — Luis 
Martín  y  de  Castro  publicó  Los  Desposados  de  la  muerte,  Cuba, 
1859.  Emelina,  nov.,  San  José,  1870. — Ignacio  María  Martínez  de 
Arcóte  Salgado  y  Guzmán  (1822-1895),  marqués  de  Cabriñana  del 
Monte,  nacido  en  Córdoba,  diputado  á  Cortes  desde  1850,  ganó  el 
premio  en  los  Juegos  florales  (1859)  con  su  Canto  épico  á  la  con- 
quista de  Córdoba  por  el  Rey  S.  Fernando,  Sevilla,  1860,  en  yy  oc- 
tavas. Colaboró  en  los  periódicos  literarios  desde  1850  y  sus  Poe- 
sías se  imprimieron  en  Madrid,  1866. — Manuel  Martínez  y  Sanz, 
chantre,  publicó  Lecciones  de  oratoria  sagrada.  Burgos,  1859.  His- 
toria del  templo-catedral  de  Burgos,  ibid.,  1866.  Breves  reflexiones 
sobre  los  Evangelios  de  todas  las  dominicas  del  año,  Madrid,  1867. 
Pláticas  familiares,  ibid.,.  1868.  La  Sma.  Virgen...,  ibid.,  1878. — 
Carlos  José  Melciok,  coronel  retirado,  ])ul>licó  Diccionario  enci- 
clopédico de  la  música,  I^rida,  1859. — Memoria  de  los  zjireyes  que 
han  gobernado  el  Perú...,  de  orden  suprema,  Lima,  Callao-Paris, 
1859,  seis  vols. — Florencio  Merino  estrenó  Una  guerra  de  familia 
Í1859). — Enrique  Miñota  estrenó  Plaza  sitiada  (1859). — ^Josí-:  Mon- 
tero Y  Arostegui  publicó  Historia  y  descripción  de  la  ciudad  y  de- 


S.  XIX,  1859.  MIGUEL  VICENTE  ROCA  283 

partamento  naval  del  Ferrol,  Madrid,  1859. — 'Juan  Moreiro  publica 
El  Error  y  la  razón  teológica  ó  la  idolatría  con  sus  extravíos  y  el 
cristianismo  civilizador...,  trinomio  religioso  en  verso  y  prosa,  Oren- 
se, 1859. — Emilio  Mozo  de  Rosales,  por  seud.  El  Bachiller  Pelusa^ 
colaborador  del  Heraldo,  autor  dramático  sin  personalidad  literaria, 
estrenó  ¿Quién  es  el  padre?,  1859.  Un  noble  de  nuevo  cuño,  1861. 
La  Marquesita,  1862.  Miserias  de  la  aldea,  1863.  Caprichos  del  cora- 
zón, 1863.  El  Arte  de  ser  feliz,  1863.  Doble  emboscada,  1864.  El  Es- 
tudiante novel,  1864.  Los  Ermitaños  de  la  calle  del  Burro,  1864.  La 
Niña  mimada,  1866.  El  Soplo  del  diablo,  1866.  Ruede  la  bola,  1866. 
El  Hogar  sin  jefe,  1867.  El  Lirio  de  Florencia,  Madrid,  1889.  Talis- 
mán de  las  jóvenes  para  hallar  novios  y  casarse  pronto,  folleto,  1869. 
— Francisco  Muñoz  Rubalcaba  publicó  Flores  de  un  día,  poesías, 
New-York,  1859. — Ernesto  Novoa  (1839-1873),  poeta  de  Arequipa, 
escribió  muchas  poesías  en  periódicos  y  las  leyendas  Lelia,  Ricaurte 
y  La  Estrella  del  Dos  de  mayo. — Juan  Ortiz  Máiouez  estrenó  Lct 
Huella  del  pecado,  dr.  (1859). — Pensamientos  de  íin  huérfano,  Ma- 
drid, 1859. — De  la  ruina  á  la  fortuna  ó  el  sitio  de  Maestrich,  nov.  por 
Peregrino,  Madrid,  1859. — Isidro  Mariano  Pérez,  peruano,  escribió 
El  Corazón  de  una  limeña,  dr.,  Lima,  1859.  El  Cosaco  del  Don,  ibid., 
1859.  Julia,  dr.,  1859.  Manco  //,  dr.,  1859.  El  Puñal  de  Bayaceto,  dr., 
1859. — Trinidad  Manuel  Pérez,  peruano,  escribió  El  Emigrado  es- 
pañol., dr.,  Lima,  1859.  La  Industria  y  el  Poder,  dr.,  1862. — Fray 
Juan  Planas,  dominico,  publicó  Arte  pastoral,  dos  vols.,  Gerona, 
1859.  El  Catequista  orador...,  pláticas,  Barcelona,  1861,  dos  vols.; 
1889  (7.*  ed.).  Jesucristo  predicando  ó  sermones  sobre  los  misterios 
y  doctrinas  de  N.  S.  J.  C,  dos  vols.,  1878.  El  Cura  en  el  pulpito,  dis- 
cursos morales,  Barcelona,  1886  (4.*  ed.).  El  Misionero  apostólico  ó 
conferencias  teológico-morales,  póst.,  1887. — Ricardo  Puente  y  Bra- 
ÑAS  estrenó  El  Hongo  y  el  miriñaque,  apropós.  cóm.  (1859).  Santo  y 
peana,  com.  (1859).  La  Peor  cuña,  com.  (1861).  El  Literato  por  fuer- 
za, com.  (1863).  De  la  mano  á  la  boca,  com.  (1864).  El  Ultimo  figurín, 
zarz.  (.1873). — ^Javier  de  Ramírez  (t  1870),  sevillano,  redactor  de 
La  Democracia  (1865),  estrenó  La  Culebra  en  el  pecho,  com.,  1859. 
La  Caja  de  Pandora,  estudios  filosóficos,  político-satíricos,  litera^ 
ríos...,  Madrid,  1862,  1865.  Fuego  entre  ceniza,  com.,  1863. — José 
Pedro  Ramírez,  de  Montevideo,  publicó  Espinas  de  la  orfandad,  dr. 
(1859). — •Pedro  Enrique  Ramos  estrenó  El  Bello  ideal,  com.  (1859). 
El  Capitán  español,  zarz.  (1859), — Rebelión  de  Bernardo  del  Carpió,. 
nov.  hist.,  Madrid,  1859. — El  Reino,  diario  de  la  unión  liberal,  funda- 
do por  Nicolás  Quintana,  Madrid,  1859-66. — Francisca  Carlota  del 
Riego  Pica  publicó  Elena  de  Mendoza,  nov.,  Madrid,  1859.  Una  ca- 
lumnia, nov.,  1864.  La  Misión  de  la  mujer,  cartas,  1882. — Miguel 
Vicente  Roca  y  Viñarta,  abogado,  por  seud.  Cecilio  Vegramunte, 
estrenó  La  Unión  en  África,  dr.  (con  Carmelo  Calvo  y  Rodríguez, 
1859).  Europa,  la  guerra  de  África  y  los  partidos  políticos  de  Espacia, 


284      PRIMER   PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

Madrid,  1860.  El  Testamento  de  Acuña,  dr.,  1871.  El  Barómetro, 
1871.  La  Petaca,  1871.  Quien  bien  te  quiera,  1872. — Conquista  y  des- 
cubrimiento del  Nuez'o  Reino  de  Granada,  de  las  islas  occidentales 
del  mar  Océano  y  fundación  de  la  ciudad  de  Santafé  de  Bogotá,  pri- 
mera de  este  Reino  donde  se  fundó  la  Real  Audienci-a  y  Chancillería, 
siendo  la  cabeza.  Se  hizo  Arzobispado.  Cuéntase  en  ella  su  descubri- 
miento, algunas  guerras  civiles  que  había  entre  sus  naturales,  sus 
costumbres  y  gente,  y  de  qué  procedió  este  nombre  tan  celebrado  del 
Dorado;  los  generales,  capitanes  y  soldados  que  vinieron  á  su  con- 
quista, con  todos  los  Presidentes,  Oidores  y  Visitadores  que  han  sido 
de  la  Real  Audiencia,  los  Arzobispos,  prebendados  y  dignidades  que 
■fian  si-do  de  esta  santa  Iglesia  Catedral,  desde  el  año  1539,  que  se  fun- 
dó, hasta  el  de  1636  (véase  este  año  en  nuestra  Historia),  que  esto  se 
escribe,  con  algunos  casos  sucedidos  en  este  Reino,  que  van  en  la 
historia  para  ejemplo  y  no  para  imitarlos,  por  el  daño  de  la  concien- 
cia. Compuesto  por  Juan  Rodríguez  Fresle,  natural  de  esta  ciudad 
y  de  los  Freslcs  de  Alcalá  de  Henares  en  los  Reinos  de  España,  cuyo 
padre  fue  de  los  primeros  pobladores  y  conquistadores  de  este  Nuevo 
Reino.  Dirigido  á  la  S.  R.  M.  de  Felipe  IV,  Rey  de  España,  nuestro 
Rey  y  Siñor  natural,  Bogotá,  1859. — José  Rodríguez  Seoane  (1839- 
1860),  de  Pontevedra:  Articulos  y  novelas,  Coruña,  1889  (Bibl.  Gall.). 
— Antonio  Rotondo  y  Nicolau  publicó  Historia  ilustrada  de  la  guerra 
de  África  en  iSfip  y  1860...,  Madrid,  1859-60,  dos  vols.  Historia... 
del  R.  Monasterio  de  S.  Lorenzo...,  1863.  La  Cueva  de  Cervantes  en 
Argel,  1895.  Diccionario  fraseológico  español-francés  y  fr.-esp.,  Ma- 
drid, 1 84 1. — Escritos  religiosos  del  P.  Pedro  Salgado  de  la  Soledad, 
escolapio,  Madrid,  1859. — Hipólito  Sánchez  publicó  Recopilación  de 
las  voces  alteradas  en  el  Perú  por  el  uso  vulgar.  Arequipa,  1859. — 
Miguel  Sánchez  Plazuelos  publicó  Pedro  Babilonia  ó  justicia  de 
Dios,  poema  religioso,  Madrid,  1859.  Cartas  crítico-poéticos  que  un 
payo  de  buen  humor  dirige  á  sus  amigos  por  conducto  de  un  tarta- 
mudo para  desengaño  de  los  admiradores  del  Pindó...,  ibid.,  1862. — 
Diego  Segura  estrenó  Españoles,  á  Marruecos,  dr.  (1859). — El  Som- 
brero, su  pasado,  su  presente,  su  porvenir,  por  los  principales  litera- 
tos, Madrid,  1859. — Aquilino  Suárez  Barcena,  de  Oviedo,  publicó 
El  Conde  de  Campomanes  {Rev.  Instr.  Públ.,  1859).  Sumario  de  Ar- 
mas de  linajes  de  Asturias,  recopilado  de  varios  autores,  por  D.  Tirso 
de  Aviles...,  dalo  á  luz  por  primera  vez  con  notas...,  Oviedo,  1862. — 
Victorino  Tamavo  estrenó  A  tientas,  com.  (1859). — El  Teatro  Espa- 
ñol, scman.  crítico,  dirigido  por  Ro<iue  Barcia,  Madrid,  1859. — JoA- 
Qvís  T0ME0  V  Benedicto,  zaragozano,  publicó  Zaragoza,  su  historia, 
descripción,  glorias  y  tradiciones,  Zaragoza,  1859-60,  dos  vols.  Las 
Calles  de  Zaragoza...,  sus  tnonumentos  y  tradiciones,  ibid.  El  Buitre 
de  Prometeo,  dr.  (1859).  El  Cautivo  en  Argel,  drama  (1860).  Gil  de 
Mesa,  nov.  hist.,  Zaragoza,  1860.  Cervantes,  dr.  (1861).  La  Campana 
de  Huesca,  dr.  (1862).  El  Marqués  de  Villena,  dr.  (1863). — Juan  Justo 


S.  XIX,  1860.  FEDERICO  BALART  285 

Uguet  publicó  Adelina,  nov.,  Madrid,  1859.  La  Redención,  poema,. 
Madrid,  1859.  El  Árbol  caído,  nov.,  1864.  Bertoldo  y  Bertoldino,  Bar- 
celona, 1864.  Los  Mandamientos,  nov.,  1865,  dos  vols.  Las  Primeras 
bellezas  del  mundo  ó  sea  la  Santa  Biblia...  puesta  en  forma  episódica 
y  dialogada,  1878,  tres  vols. — Una  flor  querida,  novela  sentimental, 
Madrid,  1859. — Mariano  Urrabieta  estrenó  La  Comedia  de  Laura,. 
jug.  (1859). — Fernando  Valdés  Aguirre  publicó  Apuntes  para  la 
Historia  de  Cuba  primitiva,  París,  1859. — Los  Valencianos  pintados 
por  sí  mismos...  por  varios...,  Valencia,  1859. — Ricardo  de  Velasco 
Ayllón  estrenó  Un  disparate  (1859).  Por  faltas  y  sobras,  zarz.  (1859).. 
— Francisco  de  Paula  Velázquez  y  Lorente  estreno  España  y  Áfri- 
ca, loa,  Toledo,  1859.  Una  historia  de  lágrimas,  nov.,  Oviedo,  1863. — 
Evaristo  Ventosa  publicó  Historia  de  la  guerra  de  África,  Barcelo- 
na, 1859-60,  dos  vols. — ^Luis  ViLAR  Y  Pascual  publicó  Diccionario 
genealógico  y  heráldico  de  las  familias  ilustres  de  la  Monarquía  es- 
pañola, Madrid,  1859-60,  ocho  vols.  Anuario  de  la  nobleza  española, 
ibid.,  1879. — NiCETO  de  Zamacois,  hijo  mayor  de  don  Miguel,  bilbaíno, 
establecido  en  Méjico  desde  joven,  publicó  Historia  de  Méjico,  Bar- 
celona, 1882,  18  vols.  El  Firmante,  zarz.  (1859). 

97.  Año  1860.  Federico  Balart  (1831-1905),  de  Priego 
(Murcia),  en  Madrid  desde  los  diez  y  nueve  años,  hizo  sus  pri- 
meras criticas  en  La  Verdad  (18Ó0-63),  con  seudónimo  de  Na- 
die; después,  en  La  Democracia  (1864),  con  el  de  Cualquiera,. 
y  en  el  Gil  Blas  (1864).  Por  un  artículo  satírico  tuvo  un  duelo,, 
del  que  salió  herido.  Escribió  no  menos  críticas  en  El  Univer- 
sal (1867),  El  Globo  (1874),  con  seudónimo  de  Un  aficionado. 
Fué  subsecretario  de  Gobernación,  diputado,  senador,  conse- 
jero de  Estado,  académico  (1S91).  Dejó  la  política  desde  la 
Restauración  (1874)  y,  fallecida  su  esposa,  volvióse  á  la  fe  ca- 
tólica y  escribió  (1880-88)  sus  mejores,  más  sentidas  y  tiernas 
poesías,  intituladas  Dolores  (1893),  á  la  memoria  de  su  es- 
posa. Notables  fueron  sus  artículos  en  Los  Lunes  de  "El  Inr 
parcial"  y  los  de  crítica  artística  publicados  en  La  Ilustración 
Española  y  Americana  (1890)  sobre  la  Exposición  de  Bellas 
Artes.  Fué  censor  y  director  del  teatro  Español  y  vivió  siem- 
pre pobre.  Su  musa  es  hermosamente  clásica,  trasparente  como 
el  cristal,  exquisita  como  un  aroma,  sentida  y  triste  cuando 
llora,  noble  y  rozagante  cuando  se  cierne  por  las  alturas  de  no- 
ble filosofía.  Como  crítico  de  artes  plásticas  y  de  literatura,  es 
de  los  más  honrados  y  concienzudos,  y  de  los  más  elegantes;. 


286       PKIMER   PERÍODO   DE   LA  ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

imparcial  y  sereno,  razona  sus  sanos  juicios  con  madura  sen- 
satez é  ingeniosa  originalidad, 

Ricardo  Gutiérrez  (1836-1896),  de  Arrecifes,  provincia 
<le  Buenos  Aires,  buen  cristiano,  médico  y  poeta  del  dolor  y 
(le  la  tristeza;  en  medio  de  las  turbulencias  políticas  que  si- 
.guieron  á  la  caída  de  Rosas  y  precedieron  á  la  batalla  de  Pa- 
vón, sin  mezclarse  en  ellas,  recogido  en  sí  mismo,  entregóse 
por  una  parte  al  alivio  de  las  miserias,  curando  á  los  niños  y 
protegiendo  á  la  infancia  desvalida,  y  por  otra,  en  los  mo- 
mentos de  ocio,  á  cantar  las  amargiu-as  del  corazón,  á  poner 
en  verso  las  lágrimas  que  del  suyo  brotaban  como  de  pensador 
hondo,  ensimismado,  que  no  ve  por  todas  partes  más  que  el 
reinado  de  la  tristeza  y  del  dolor.  Fué,  efectivamente,  el  poeta 
de  la  tristeza  angustiosa  y  de  la  piedad  lastimada,  que  por  eso 
era  médico  bien  penetrado  del  sacerdocio  de  su  profesión  y 
poeta  cuya  visión  de  la  vida  estaba  empapada  en  lágrimas.  Con- 
serva de  los  románticos  el  sustituir  á  la  realidad  de  las  escenas 
la  fantasía  soñadora,  cuando  trata  de  asuntos  épicos  ó  narrati- 
vos; pero  nada  de  épico  tenía:  no  supo  hilar  una  acción  ni  ta- 
llar un  personaje.  Canto  llamó  á  su  obra  La  Fibra  salvaje 
{1860).  con  harta  más  razón  que  poema,  como  Miguel  Cañé 
pretendía.  Fué  un  lírico  puro,  de  la  opaca  de  transición  entre 
el  romanticismo  y  el  realisaiio,  teniendo  de  aquél  lo  fantástico 
y  soñador,  de  éste  la  sinceridad  y  ninguna  exageración,  tanto 
^n  el  sentir  como  en  el  expresar.  Deleita  con  sus  tristezas,  en- 
vuelve al  lector  en  dulces,  amplias  y  vaporosas  vibraciones, 
despierta  en  él  nobles  y  profundas  simpatías  por  las  penas  y 
sufrimientos  humanos;  pero  sin  la  espuma  romántica  de  efec- 
tismos y  teatralerías,  con  la  llaneza  de  un  alma  poética  sincera. 
Pobre  es  su  vocabulario ;  conserva  frases  románticas  de  cajón 
y  aun  las  menudea;  nada  de  atildado  ni  exquisito  en  su  estilo, 
lo  cual,  si  hasta  cierto  punto  no  es  virtud  artística,  tami>CH:o 
deja  de  serlo,  como  negación  de  todo  rebuscamiento.  Porque, 
de  hecho,  la  cualidad  principal  de  Gutiérrez  es  la  sinceridad. 
Pocos  como  él  han  sal>id(j,  con  escasos  medios  téiMiicos,  impre- 
sionar tan  hondamente,  i^or  la  dulce  unción  del  canto  (jucj um- 
broso, ]K>r  el  vago  quejido  del  pensamiento,  llanamente  expre- 
sado,  cabalmente  i)or   sinceramente  sentido.    Fué  triste,   como 


S.  XlS.,    1860.  FEDERICO  BALART  287 

todo  hombre  serio  que  piensa  hondo,  y  triste  hubo  de  ser  su 
poesía.  Uno  de  los  trozos  más  característicos  es  la  carta  á  Lu- 
cía en  La  Fibra  salvaje.  Notables  son  La  Oración,  El  Misio- 
nero, Magdalena,  La  Hermana  de  la  Caridad.  Dejó  inédito  el 
drama  Lázaro,  después  estrenado  (1903). 

98,  Ángel  Ganivet,  en  Helios,  t.  II,  pág.  43:  "De  Dolores  había 
leído  algunos  fragmentos;  decididamente  las  composiciones  que  me 
gustan  más  son  las  escritas  en  pareados,  las  más  naturales  y  las  más 
personales:  Al  lector,  Resignación,  A  media  noche,  Restitución.  No 
es  libro  de  actualidad,  y  por  eso  es  más  duradero.  Balart  es  un  poeta, 
á  secas,  de  lo  que  no  hay ;  no  es  humorista  como  Campoamor,  en  esto 
le  aventaja;  no  es  escultural  como  Núñez  de  Arce,  pero  sin  necesidad 
de  tanto  músculo  le  supera...  En  la  poesía  lírica  no  basta  el  senti- 
miento, si  no  hay  un  estado  de  ánimo  interesante  y  apropiado  á  las 
circunstancias...  La  fuerza  de  sus  poesías  está  en  la  soledad  de  que 
aparece  rodeado.  Por  eso  las  mejores  son  las  de  versos  pareados,  las 
más  monótonas  y  las  que,  por  consiguiente,  corresponden  mejor  á  la 
idea  que  mueve  al  poeta.  Siendo  vtilgarísimo  el  sentimiento  del  amor 
perdido,  conmueve  delicadamente  cuando  el  que  lo  sufre  deja  ver  sus 
efectos  en  una  actitud  poética,  como  lo  es  la  del  solitario,  que  se 
aparta  de  todo  lo  material  para  vivir  con  su  idea,  con  su  recuerdo  y 
crai  su  dolor.  Quizás  la  composición  que  contiene  mejor  el  espíritu 
del  libro  es  una  de  las  más  cortas,  Soledad.''  ].  Vallera,  Ecos  Argen- 
tinos, 1901,  pág.  106:  "Es  de  admirar  el  señor  Balart  por  su  correc- 
ción y  elegancia,  por  la  riqueza  de  su  idioma  poético  en  giros,  frases 
y  voces  y  por  el  primor,  concisión  y  energía  con  que  sabe  hacer  y 
hace  versos  sonoros  y  sin  ripios.  El  cuiltivado  espíritu  del  autor  luce 
naturalmente,  con  sobriedad  y  sin  rebuscamiento,  el  gran  saber  que 
posee ;  se  muestra  agitado  y  preocupado  por  los  más  tenebrosos  pro- 
blemas religiosos,  metafísicos  y  sociales  que  agitan  en  nuestros  días 
el  alma  humana ;  y  atina  á  hablar  de  ellos,  no  con  la  didáctica  seque- 
dad del  profesor  ó  del  prosista,  sino  revistiéndolos  de  imágenes  bri- 
llantes y  envolviéndolos  en  hermosos  símbolos  y  animadas  alegorías, 
que  arrebatan  la  imaginación  del  lector  sin  enturbiar  ni  confundir 
lo  que  es  y  debe  ser  claro,  aunque  sí  prestando  hasta  á  lo  metafísico 
y  abstracto  el  fuego  de  la  pasión  y  la  conmovedora  energía  de  lo  que 
está  tan  hondamente  sentido  como  bien  expresado."  J.  Valera,  Poe- 
sía... s.  XIX,  I,  pág.  226:  "Su  buen  gusto,  su  extenso  y  variado  saber 
y  su  espíritu  reflexivo,  ordenan  y  dirigen  los  ímpetus  de  su  vehemente 
sensibilidad  y  ponen  á  su  inspiración  di  freno  del  recto  juicio.  Es 
notable  la  tersura  de  su  estilo.  En  sus  versos  hay  claridad  y  precisión. 
Poco  ó  nada  huelga  en  ellos,  y  no  por  eso  se  advierte  el  esfuerzo  que 
pudo  costar  el  escribirlos,  ni  se  ven  las  huellas  de  la  lima  que  tal  vez 
se  empleó  en  acicalarlos.  Fáciles  y  llanos  son  todos.  En  ellos  se  ex- 


288      PRIMER   PERÍODO   DE   L^^   ÉPOCA   REALISTA   (1850-1869) 

presan  los  pensamientos  con  la  misma  exactitud  dialéctica  que  cabe 
en  la  prosa,  y,  sin  embargo,  el  lenguaje  de  que  se  valen  es  digno  siem- 
pre de  la  poesía.-'  La  crítica  de  Balart  por  Acorin  es  apasionadamen- 
te desacertada.  Dolores,  Madrid,  1893,  1895,  1902.  Impresiones,  Lite- 
ratura y  Arte,  1894.  El  Prosaísmo  en  el  arte,  1895.  Horizontes,  poe- 
sías más  filosóficas  que  sentimentales,  1897.  Novedades  de  antaño. 
Sombras  y  destellos,  póst.,  1905.  Fruslerías,  1905. 

En  la  única  Necrología  de  R.  Gutiérrez:  "Exquisito  compuesto 
de  sensibilidad  y  pasión,  ha  dicho  el  señor  Manuel  Láinez,  mezcla  de 
energías  y  desfallecimientos,  de  altiveces  y  ternuras,  de  tristezas  y 
alegrías,  adusto  y  familiar,  grande  á  la  distancia  y  extraño  y  con- 
fuso de  cerca ;  con  todos  los  lineamentos  y  todas  las  luces  y  las  som- 
bras que  caracterizan  á  los  hombres  de  excei^ción,  cuyos  contornos 
conserva  la  biografía,  apuntando  sus  alternativas,  como  se  estudia  el 
proceso  de  las  grandes  almas  humanas,  casi  siempre  en  rebdión  con 
el  medio  ambiente  en  que  desarrollaron  su  vida.  Su  aspecto  físico 
era  tan  sorprendente  y  extraño  como  su  espíritu...  Nadie  pasaba  por 
su  lado  sin  notarle;  atraía  y  confundía  la  amalgama  de  rigidez  y 
ternura  de  su  fisonomía;  el  conjunto  de  sus  facciones  guardaba  una 
inmutable  compostura,  la  completa  despreocupación  de  lo  que  le  ro- 
deaba; pero  sus  ojos,  de  incierta  y  cambiante  luz,  de  mirada  buena 
y  íífable,  denunciaban  que  el  habitante  valía  más  que  la  fachada  de 
aquella  morada  humana"  (En  la  Introd.,  de  J.  A.  Argerich,  191 5.) 
Rodó,  El  Mirador  de  Próspero  (1913,  pág.  319)  :  "Era  el  poeta  de  to- 
dos, sin  dejar  de  ser,  intensa  y  dominantemente,  el  poeta  de  sí  mismo. 
Había  brindado  la  hospitalidad  de  su  corazón  á  todas  las  cosas  bue- 
nas, á  todas  las  cosas  bellas.  Naturaleza  esencialmente  lírica  la  suya, 
siempre  en  sus  cantos  el  impulso  del  vuelo  partía  de  la  intimidad. 
Pero  en  su  intimidad  refundía,  convirtiéndolo  en  sentimiento  propio, 
en  dolor  propio,  el  dolor  de  todos  los  que  sufren ;  en  fuerza  de  su 
vida,  d  alentar  de  todos  los  que  esperan,  la  exaltación  de  todos  los 
que  batallan ;  en  calor  de  su  sangre,  el  ansia  de  todos  los  que  pade- 
cen hambre  de  justicia  y  el  entusiasmo  de  todos  los  que  persiguen 
sobre  la  tierra  un  ideal.  La  individualidad,  la  vida  misma  del  poeta, 
límpida  y  fuerte  como  el  mármol,  eran,  además,  un  nimbo  de  luz  sobre 
su  obra.  ¡  Cuántas  veces,  corriendo,  llenos  de  emoción,  el  velo  que 
oculta  á  nuestros  ojos  la  intimidad  de  la  existencia  de  donde  parte 
la  palabra  inspirada,  sólo  nos  es  dado  encontrar  el  fondo  gris  de  una 
l>ersonalidad  moralmente  indiferente  ó  borrosa !  En  nuestro  poeta, 
personalidad  y  arle,  vida  y  ensueño,  se  confumlen  y  forman  un  solo 
trazo  de  luz.  Huella  por  la  que  puede  seguirse  el  rumbo  de  su  marcha 
son  sus  versos.  Cantó  á  la  fe  en  el  ideal  (|ue  regenera,  y  tuvo  fe; 
cantó  á  la  caridad,  y  fué  piadoso;  cantó  al  heroísmo,  y  fué  soldado. 
En  esta  luminosa  existencia  la  poesía  es  acción,  la  acción  es  poesía. 
Evocando  la  imagen  del  varón  bueno  y  abnegado  es  como  a(l(|uiere 
sobre  nosotros  toda  su  avasalladora  virtud  el  canto  <lel  poeta.  Dueño 


S.    XIX,    1860.    RICARDO    GUTIÉRREZ  289 

era  su  numen  por  igual  de  las  dos  grandes  manifestaciones  del  sen- 
tín-iento  lírico :  la  que  se  reconcentra  en  el  recogimiento  y  la  medita- 
ción timida  del  tumulto  humano,  y  la  que  alienta  en  las  inspiraciones 
del  alma  cdlectiva  y  es  tribuna  de  donde  arengar  y  espada  con  que 
lidiar  en  nombre  de  todos.  Vibraban  alternadajmente  en  sus  cantos  los 
acentos  del  hombre  íntimo  y  los  del  soldado  del  pensamiento  y  la 
acción.  Unas  veces  la  suave  estrofa  modelada  para  el  amor  y  el  rue- 
go; la  que  se  ampara  bajo  aquellas  frondas  propicias  ail  misterio  del 
alma,  donde  los  sentimientos  delicados  y  afectuosos  anidan.  Otras 
veces  el  verso  amplio  y  fulgurante,  el  verso  de  grandes  alas,  lleno  de 
sol,  erguido  sobre  una  cúspide.  Nacían  de  esta  audacia  épica  ©1  grito 
de  guerra  de  la  Libertad  que  envía  al  país  del  trópico  sus  legiones; 
la  vigorosa  imprecación  de  Montevideo;  el  diálogo  de  El  Poeta  y 
el  Soldado.  Brotaban  de  aquella  reconcentración  melancólica  la  carta, 
húmeda  en  lágrimas,  á  Líicía;  el  contemplativo  sentir  de  La  Oración, 
y  la  querella  apasionada  de  la  Magdalena.  No  era  el  poeta  de  Lázaro 
un  devoto  de  la  plasticidad  y  melodía  de  la  forma ;  no  era  un  cincela- 
dor paciente  y  obstinado  del  verso  ni  á  él  alcanzaron  los  influjos  de 
la  evolución  posterior  al  romanticismo  de  la  lírica  que  levantó  so- 
bre las  ruinas  de  las  aras  de  la  emoción  y  el  pensamiento  las  consa- 
gradas al  culto  de  'la  perfección  exterior.  Pero  tenía  un  admirable 
don  instintivo  de  armonía,  un  seguro  y  natural  imperio  del  ritmo,  que 
le  autorizaban  para  sustituir,  en  la  ejecución,  los  afanes  del  procedi- 
miento laborioso  con  la  confianza  y  la  audacia  de  la  libertad.  Y  el 
verso  brotaba  de  su  mente  alado,  ágil,  espontáneo,  con  ímpetu,  como 
lampo  de  luz  que  rasga  de  improviso  las  sombras;  como  de  vena  de 
agua  que  salta  de  la  roca  herida  por  el  pico ;  como  de  anchurosa  ban- 
dera que  se  despliega  de  un  golpe  y  flota  en  los  aires  á  favor  de  un 
viento  pujante.  Hase  observado  que  uno  de  los  más  constantes  modos 
de  manifestación  del  genio  lírico  está  en  el  don  de  crear  ó  modificar 
algún  metro,  que  es  como  "la  nueva  copa  en  que  se  exprime  el  jugo 
"generoso  de  un  ingenio  nuevo".  Fué  otorgado  á  Ricardo  Gutiérrez 
este  signo  escogido  de  originalidad.  El  cinceló  su  copa  para  el  vino 
de  su  vendimia,  y  creó  su  estrofa  propia,  su  estrofa  admirablemente 
modelada  sobre  el  tono  íntimo  de  su  sentimiento,  llena  á  la  vez  de 
fuerza  y  de  gracia,  como  el  cuerpo  del  púgil,  y  que  quedó  consagrada 
en  la  lírica  argentina,  donde  Gervasio  Méndez  la  eligió  para  mensa- 
jera de  su  abandono  y  su  dolor  y  la  ungió  nuevamente  con  la  unción 
de  las  lágrimas.  En  ella  están  sus  composiciones,  que  muchos  tienen 
por  mejores;  las  que  son,  por  lo  m.enos,  las  más  sentidas,  las  más  in- 
genuas, las  más  íntimas ;  y  ella  llegará  á  la  posteridad,  perpetuándose 
en  la  métrica  de  la  poesía  americana,  como  forma  sensible  de  la  in- 
mortalidad de  quien  la  añadió  al  Cancionero  de  la  lengua."  Doctor 
González,  Diario  de  Sesiones,  de  B.  Aires  (Set.  27,  1916)  :  "Ricardo 
Gutiérrez,  sin  duda  alguna,  fué  el  poeta  que  más  hondamente  cantó 
los  dolores  y  los  ideales  del  alma  humana,  en  cuanto  está  representa- 

TOMO    VIII. --IO 


290       F'ÍIMER   PERÍODO    DE   L.\   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

da  por  esa  parte  de  nuestra  nacionalidad  diseminada  por  las  pampas 
y  las  campañas;  no  á  la  manera  de  Martín  Fierro,  que  traduce  las 
del  gaucho  en  su  propio  idioma,  sino  á  la  manera  del  psicólogo  mo- 
derno, que  estudia  el  akna  de  su  generación ;  á  la  manera  del  sabio, 
áe\  psicólogo,  del  crítico;  y,  por  cierto,  esta  ciencia  le  debe  ese  po- 
der tan  grande  de  análisis  y  emoción  con  el  cual  supo  arrancar  de 
las  dolencias  humanas  los  acentos  tan  profundos  como  los  de  un  Job 
dotado  de  ciencia;  fué  también,  como  Almafuerte,  un  poeta  intenso 
y  un  filántropo  abnegado.'"'  "Doctor  Ricardo  Gutiérrez,  hijo  de  don 
Juan  Gutiérrez  y  de  doña  María  Sáenz.  nació  en  Arrecifes,  provincia 
de  Buenos  Aires,  el  día  10  de  Noviembre  del  año  1836.  Muy  joven 
aún,  sus  padres  lo  enviaron  á  la  capital,  en  cuya  Universidad  se  doc- 
toró en  Medicina  y  Cirugía.  En  1860  aparecieron  sus  primeras  pro- 
ducciones en  verso  en  El  Correo  del  Domingo,  y  se  editó  á  la  vez  sus 
poemas  descriptivos  que  llevan  por  título  La  Fibra  salvaje.  Lázaro 
es  otro  de  los  magistrales  poemas  del  doctor  Gutiérrez.  Establecido 
en  Buenos  Aires,  se  dedicó  con  ahinco  á  su  humanitaria  profesión, 
pero  sin  abandonar  sus  aficiones  literarias,  como  lo  prueban  las  co- 
lumnas de  la  Revista  de  Buenos  Aires,  la  Revista  Argentina,  la  del 
Club  Universitario,  de  Montevideo :  La  Ondina  del  Plata  y  otras  re- 
vistas de  literatura  y  varios  diarios  políticos  que  contienen  muchas 
de  sus  composiciones.  En  1878  se  publicó  un  tomo  bajo  el  rubro  Poe- 
sías de  Ricardo  Gutierres,  que  contiene  los  poemas  arriba  citados  y 
numerosos  cantos  que  forman  El  Libro  de  las  lágrimas  y  El  Libro  de 
los  cantos;  en  1879  fundó,  con  sus  hermanos  José  María  y  Juan  Gu- 
tiérrez, La  Patria  Argentina,  diario  en  cuyas  páginas  diera  á  luz  sus 
bellísimas  producciones  en  prosa,  entre  ellas  el  poema  Cristian,  que 
aguardan  aún  la  mano  piadosa  é  inteligente  que  los  reúna  en  un  vo- 
lumen. En  1891  anunciaba  la  aparición  de  otro  libro  titulado  Juicios. 
El  doctor  Gutiérrez  hizo  también  la  campaña  del  Paraguay  bajo  las 
órdenes  del  general  Mitre,  y  á  su  vuelta,  en  1870,  el  Gobierno  lo  envió 
á  Europa  en  jira  de  estudios.  En  los  viejos  centros  se  atesoró  de  ex- 
periencia, y  al  lado  de  los  maestros  se  especializó  en  lo  que  debía  ser 
uno  de  los  pedestales  de  su  fama :  la  clínica  infantil.  De  regreso  á  la 
patria  fundó  el  hospital  de  Niños  de  esta  capital,  del  que  fué  su  pri- 
mer director,  cargo  que  desempeñó  gratuitamente  durante  veinticinco 
años.  Se  dice  que,  apenas  asomaba  en  las  salas,  todos  los  enfermitos, 
haciendo  un  esfuerzo,  venciendo  sus  propias  dolencias,  le  saludaban 
con  alborozos  filiales.  Numerosos  y  distinguidos  escritores  nacionales 
y  extranjeros  hanse  ocupado  de  la  singular  existencia  del  doctor  Gu- 
tiérrez, y  entre  las  obras  sobre  su  personalidad  científica  y  literaria 
se  destacan  las  de  Juan  Antonio  Argerich,  Pablo  Groussac,  José  En- 
rique Rodó,  Gontrán  Ellauri,  Obligado.  Miguel  Cañé,  Osvaldo  Mag- 
nasco,  Manuel  láinez  y  otros.  A  la  entrada  del  hospital  de  Niños, 
los  médicos  de  Buenos  Aires  erigiéronle,  á  su  muerte,  una  estatua, 
y  en  el  cementerio  de  la  Recoleta,  un  inoinniK-nio  fúnebre,  en  justiciero 


S.    XIX,    1860.    RICARDO    GUTIÉRREZ  29 1 

homenaje  "al  maestro  y  fundador."  Pero  aún  falta  el  busto  del  "poe- 
"ta-médico"  en  un  jardín  público  de  Buenos  Aires,  donde  puedan 
contemplarlo  las  progenies  presentes  y  por  venir,  y  recordar  ante  su 
fignra  al  que  fuera  una  de  las  más  puras  y  menos  discutidas  glorias 
literarias  y  científicas  de  la  patria.  Como  un  apéndice  digno  y  por 
encuadrar  dentro  del  motivo  de  estas  líneas,  transcribimos  á  conti- 
nuación dos  de  las  bellísimas  poesías  del  egregio  vate,  conservadas 
inéditas  hasta  la  fecha.  Ellas  son : 

"adiós"  es  la  palabra  de  la  muerte 
(Dolora.) 

Aquel  ser  adorado  que  en  mi  vida 
amé  (fuera  de  ti)  con  más  amor, 
la  tarde  de  una  triste  despedida 
"Adiós" — me  dijo,  y  respondile — :  "¡Adiós!" 

¡  Ay !  Sin  que  ya  otro  sol  para  él  luciera 
su  alma  idolatrada  se  apagó... 
¡  Ultimo,  eterno,  para  siemipre  era 
su  adiós  primero  y  mi  primer  adiós...  ' 

¡Ah!,  desde  entonces,  cuando  acá  en  la  vida 
me  alejo  de  algún  ser  que  quiero  yo, 
en  la  triste  ansiedad  de  la  partida 
ni  adiós  le  pido  ni  le  digo  adiós. 


Hoy  tengo  oscurecido  el  pensamiento 
y  lleno  de  tristeza  el  corazón, 
porqup  en  las  puras  ondas  de  tu  aliento 
mandaste  á  mis  oídos  un  adiós. 

Deja  que  cruce  enmudecido  al  verte; 
calla  otra  vez  tu  misteriosa   voz. 
"Adiós"  es  la  palabra  de  la  muerte. 
Ni  adiós  me  digas  ni  te  digo  "adiós." 

"la  gratitud 

Miré  por  detrás  de  mí 
porque  un  brazo  levantado 
con  un  puñal  afilado 
bajar  á  herirme  sentí; 
y  al  verse  comprometida 
la  impunidad  del  traidor, 
lleno  de  extraño  terror 
oculto  emprendió  la  huida. 
— ¡  No  vas  cubierto  bastante  ! 
— grité,  sin  hacerle  daño — : 


29*       PRIMER   PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

el  libro  del  desengaño 

me  ha  mostrado  tu  semblante; 

<\  brazo  del  enemigo 

no  esconde  el  golpe  jamás, 

"la  que  hiere  por  detrás 

es  siempre  mano  de  amigo"; 

y  en  este  mundo  mortal 

sé  desde  antes  también, 

"que  el  mal  se  paga  con  bien 

y  el  bien  se  paga  con  mal." 

La  Razón,  Set.  23/916." 

La  Fibra  salvaje,  1860.  Cristian,  1880.  Poesías  líricas  {El  Libro  de 
las  lágrimas,  El  Libro  de  los  cantos),  1878,  1882,  1915,  1916.  Poemas 
(La  Fibra  salvaje,  Lázaro),  con  estudio  de  Juan  Ant.  Argerich,  Bue- 
nos Aires,  1916.  Poesías  escogidas  (Poesías  líricas  y  Poemas),  Bar- 
celona, 1 91 5. 

99.  Año  1860.  Enrique  Gaspar  y  Rimbau  (i 842- i 902), 
madrileño,  y  de  la  carrera  consular,  colaborador  de  Las  Pro- 
vincias, de  Valencia,  y  Gente  Vieja,  etc.,  pasó  lo  más  florido 
de  su  vida  en  Atenas  y  Marsella;  después  estuvo  de  diplomá- 
tico en  Hong-Kong  y  otras  partes  lejanas,  lo  cual  le  impidió 
darse  de  lleno  á  las  letras.  Fué  poeta  festivo  y  ligero  y  uno  de 
los  mejores  dramáticos  de  la  época  realista  y  por  consiguiente 
de  todo  el  siglo  xix.  Ayala  dióse  á  conocer  con  El  Hombre  de 
Estado  (1851);  Tamayo,  con  La  Locura  de  amor  (1855),  triun- 
fando con  ellos  el  nuevo  género  realista;  pero  aplicado  á  la  alta 
sociedad,  en  la  llamada  alta  comedia,  Enrique  Gaspar  dio  un  poco 
más,  no  sólo  aplicándolo  á  la  clase  media,  sino  afinando  hasta 
tal  punto  el  realismo,  que  se  le  ha  llamado  naturalista,  antici- 
pándose ya  al  naturalismo  francés  con  su  primera  obra  Co- 
rregir al  que  yerra  (1860).  Adelantóse  más  tarde  no  menos  á 
la  escuela  del  teatro  de  ideas  que  hoy  triunfa,  con  Las  Perso- 
nas decentes  (1890).  Fundador,  de  esta  manera,  de  dos  nuevas 
escuelas  dramáticas  en  España ;  no  bien  justipreciado  por  la 
crítica  de  su  tiempo,  por  hal>crse  adelantado  al  presente,  á  pe- 
sar de  habérsele  casi  siempre  aplaudido  y  de  haber  cobrado 
envidiable  fama,  ocupa  un  lugar  señalado  en  la  dramaturgia 
española  del  siglo  xix.  Sus  comedias  fueron  realistas  en  su 
primera  época  y  satíricas,  fie  fina  observación  psicológica,  ca- 


S.    XIX,    1860.    PEDRO    ESCAMILLA  sgj 

racteres  verdaderos,  situaciones  vivas,  golpes  ingeniosísimos. 
Prefería,  como  de?piiés  los  naturalistas  franceses,  sacar  á  las 
tablas  personajes  malos,  bien  que  reales  y  de  la  sociedad  espa- 
ñola, para  burlarse  ccmicamente  de  ellos  mediante  la  más  fina 
sátira.  Realidad  y  ver  ad  y  hondo  y  filosófico  pensamiento,  en- 
carnado en  cada  una  <:e  sus  obras.  Entendió  muy  bien  su  ópo^ 
ca  y  se  adelantó  á  ella  cuanto  á  la  más  sólida  dramaturgia,  de 
llevar  al  teatro  la  vida  común  tal  cual  es,  en  personajes,  situa- 
ciones y  manera  de  hablar.  La  Levita  causó  una  verdadera  re- 
volución, y  gustaron  mucho  El  Estómago  y  Huelga  de  hijos. 
En  su  segunda  época  avanzó  todavía  más  en  realismo  y  fué  el 
primero  en  llevar  á  la  escena  el  teatro  de  ideas,  anticipándose 
á  Benavente  y  ganándole  en  la  viveza  y  rapidez  del  diálogo, 
en  la  pasión  y  movimiento  teatral,  en  la  unidad  de  acción;  te- 
niendo, como  él,  los  defectos  de  que  el  diálogo  sobrepuje  á  la 
acción  dramática,  hablándose  en  la  escena  más  bien  que  obran- 
do; y  de  que,  como  el  mismo  Benavente  y  Linares  Rivas,  se 
trasparente  á  veces  demasiado  el  autor  en  varios  de  los  p-erso- 
najes,  que  se  expresan  en  el  mismo  estilo  y  tono  satírico.  Fué 
también  el  primero  en  convertir  el  tradicional  lenguaje  empa- 
cado y  literario  en  el  real  y  vivo  de  las  gentes  de  buena  socie- 
dad, artísticamente  condensado  en  el  diálogo  recortado,  vivo, 
culto  y  nada  amanerado. 

Carlos  Walker  Martínez  (1842-190.O.  de  Valparaíso, 
diputado  (1870),  gran  orador  político,  jurisconsulto  distingui- 
do, defensor  de  la  Revolución  del  pi,  notable  y  valiente  escri- 
tor, que  desenmascaró  francamente  muchos  errores  é  injusti- 
cias; vigoroso  y  batallador  poeta,  cantor  del  pueblo  obrero; 
pero,  sobre  todo,  de  los  más  aplaudidos  dramáticos,  porque 
supo  beneficiar  la  vena  de  la  historia  patria  con  acierto  y  sin 
caer  en  patrioterías  hueras :  altivo  y  caballeroso  al  estilo  de 
los  cruzados  paladines  de  la  Edad  Media.  El  Hijo  del  pueblo 
y  La  Vuelta  á  la  patria  son  poesías  que  recita  todo  chileno. 
Las  Cartas  de  Jerusalén  son  dulces,  tiernas  y  melancólicas. 

Pedro  Escamilla,  madrileño,  director  de  El  Fisgón  (1865), 
fué  toda  su  vida  un  bohemio.  Bueno  y  castizo  escritor,  compu- 
so un  sinfín  de  obras  teatrales  y  novelescas  del  género  melcH 
dramático  y  folletinesco,  que  gustaron  mucho  por  el  enredo  va- 


194       PRIMER   PERÍODO    DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

riadisimo,  que  despierta  la  atención,  en  lo  cual  fué  inagotable 
por  su  rica  inventiva.  El  Arcediano  de  San  Gil  fué  muy  aplau- 
dido. 


100-     E.  Gaspar,  en  el  pról.  á  Las  Personas  decentes  (1890),  sien- 
ta que  en  el  teatro  "la  evolución  se  impone".  "Tiempo  hace  que  el 
público  la  presiente;  hoy  ya  la  exige:  lo  difícil  es  que  acepte  el  man- 
jar sin  extrañeza,  cuando  todavía  conserva  el  dejo  de  su  antigua  ali- 
mentación." Así  es  que  "quiere  vestirse  de  actualidad,  puesto  que  vive 
la  vida  moderna".  Las  Personas  decentes  es  un  cuadro  de  la  relaja- 
ción y  lenidad  sociales,  nacidas  de  la  tendencia   igualitaria   "que  ha 
echado  un  puente  entre  el  hombre  de  bien  y  el  bribón  para  que  todos 
puedan  circular  por  él  confundidos,  mediante  un  derecho  de  portazgo 
de  camisa  limpia".  Discurriendo  sobre  la  forma  de  llevar  á  la  escena 
este  cuadro,  trata  de  la  verdad,  de  la  moralidad  y  del  uso  de  la  prosa 
en  el  teatro.  Cuanto  á  la  verdad,  teme  el  autor  que  parezca  ingrata 
y  repulsiva  y  que  su  sátira  se  le  haga  al  público  antipática  y  cruda, 
al  presentar  á  los  hombres  tales  corno  son,  no  como  antes  se  hacía  en 
el  teatro,  presentándolos  como  debían  ser,  de  modo  que  á  lo  ideal  de 
antaño  prefiere  lo  real;  al  gusto  estético  de  lo  ideal,  el  gusto  de  la 
reflexión,  viendo  el  espectáculo  vivo  de  las  costumbres  contemporá- 
neas.   Nada   de    personajes    simpáticos,    sino   reales,    como    ellos   son. 
Cuanto  á  la  moral,  teme  la  tacha  de  no  serlo  su  obra,  porque  un  la- 
drón no  acaba  en  presidio,  antes  sigue  tan  respetado  en  la  escena... 
como  en  el  mundo.  Prescinde  de  ejercer  al  final  la  justicia  distributiva 
"como  en  los  cuentos  de   niños";  no   le   toca  á   él   la   sanción   moral. 
"¿No  me  saldrán  ustedes  tratándome,  por  mojigatería,  de  autor   fu- 
resto  y  plaga  social,  porque  dejo  vivir  al  bueno  y  al  malvado  en  la 
ficción  como  en  la  realidad,  sin  enmendar  la  plana  á  Dios?"  Cuanto 
al  uso  de  la  prosa  escueta,  esto  es,  sin  borlas  ni  cintajos,  y  que  ha- 
blamos en  visita  ó  en  la  calle,  dice:  "En  España  venimos  confundien- 
do desde  fecha  muy  remota  la  dramática  con  las  bellas  artes.  Nues- 
tras obras  teatrales  son  verdaderos  dechados  de  retórica.  Como  la  lite- 
ratura entre  nosotros  consiste  en  poner  bonito  el  concepto,  diciendo 
las  cosas  de  distinta  manera  que  el  común  de  los  mortales,  el  lenguaje 
de  nuestros  dramas  ha  resultado  un  convencionalismo  muy  en  armo- 
nía con  los  asuntos  caballerescos  y   de   época,  pero  un  anacronismo 
para  la   comedia  de  costumbres...   Esta   supeditación   del   fondo  á   la 
forma  ha  traído  consigo  el  predominio  de  la  rima  en  la  escena,  peca- 
do original  del  que  emanan  los  demás  errores:  pues,  al  construir  una 
obra  teatral,  el  adornista  ha  eclipsado  siempre  al  arquitecto,  la  soli- 
dez ha  cedido  el  paso  á  la  belleza  y  el  edificio  ha  resultado  con  una 
fachada   llena   de   telamones   en   los   arquitraves,   de    metopas   en   los 
frisos,   fie   esculturas  en   los  tíni])anos  del    frontón,   de  maravillas  d«e 
ornamentación,   en    fin...   pero   sin  cimientos...    Ser  ó  no  ser.   Nifios, 


S.    XIX,    1860.    ENRIQUE   GASPAR    Y    RIMBAU  2yb 

cultivemos  la  sincccloque  y  la  metonimia  y  contentémonos  con  aspirar 
al  premio  de  retórica  en  el  curso  de  humanidades.  Hombres,  dejemos 
los  rizos,  el  tonelete  y  todo  el  atavío  infantil,  que  ya  no  sienta  bien 
á  nuestras  barbas,  y  rompamos  con  la  tradición  resueltamente.  No 
hagamos  versos  para  no  olvidarnos  con  el  canto  de  que  nuestra  misión 
es  hablar.  Archivemos  los  tropos,  á  fin  de  que  el  público,  emborra- 
chado por  la  exuberancia  de  fantasía,  no  aplauda  inconscientemente 
la  emboscada  que  le  tendemos,  para  que  no  note  que  hemos  invertido 
toda  una  escena  en  decirle  que  nos  vamos  por  el  primer  tren,  y  que 
aun  esto  poco  se  lo  hemos  dicho  vestidos  de  levita  y  armados  de  un 
laúd  como  los  trovadores  antiguos."  Acerca  de  Las  Personas  decentes 
véase  el  juicio  de  Yxart,  El  Arte  escénico,  t.  I,  pág.  166,  que  pondre- 
mos al  tratar  de  Benavente  para  compararle  con  Gaspar.  Respecto  del 
lenguaje,  engáñanse  los  críticos  al  creer  que,  ensalzada  el  habla  común 
y  real,  como  la  ensalza  Gaspar,  contra  la  falsa  retórica  antigua,  pre- 
tenda fotografiar  en  la  escena  el  modo  ese  común  de  hablar.  Nadie 
ha  dicho  que  no  sea  arte  el  llevar  el  habla  común  á  la  literatura  y  la 
pura  fotografía  no  es  arte.  Lo  que  han  dicho,  por  ejemplo,  los  natu- 
ralistas, y  muy  bien  dicho,  es :  "queremos  llevar  á  las  tablas  una  len- 
gua literaria  hablada''' ,  en  oposición  á  la  lengua  literaria  escrita,  que 
es  la  que  usa  y  usó  la  inmensa  mayoría  de  los  dramaturgos.  "Intenta- 
mos un  resumen  vivo  y  característico  del  lenguaje  usual",  y  claro  está 
que  resumir  lo  característico  no  es  fotografiar  el  habla  popular  con 
sus  repeticiones  vulgares,  sus  balbuceos  incorrectos,  con  la  escoria 
de  la  conversación.  Esa  escoria  del  habla  la  quita  el  arte,  así  como 
quita  la  escoria  y  lo  no  característico  al  pintar  acciones,  situaciones 
y  personajes,  resumiendo  por  el  arte,  limpiando  la  realidad,  sin  ideali- 
zar, que  es  cosa  bien  diferente.  El  realismo  es  tan  arte  como  el  idea- 
lismo, sino  que  el  realismo  saca  sus  elementos  de  la  realidad  y  el 
idealismo  los  saca  de  la  cabeza.  Lo  que  se  intenta  imitar  de  la  con- 
versación común  es  la  vida,  la  espontaneidad,  el  calor,  la  animación. 
Y  esto  hicieron  siempre  todos  los  verdaderos  artistas ;  pero  los  que 
no  lo  son  tanto,  y  en  las  épocas  decadentes  casi  todos,  aférranse  al 
amaneramiento  formando  un  lenguaje  enteramente  falso  y  apartado 
del  vivo  común  de  las  gentes.  Hay  que  devolverlo  á  la  vida,  mejor 
dicho,  hay  que  llevar  por  el  arte  otra  vez  á  la  literatura  el  habla  viva 
del  común  de  las  gentes  artizándola  sin  matarla,  condensándola,  lim- 
piándola de  la  escoria,  de  la  ramplonería  usual.  No  faltó  á  la  natu- 
ralidad Gaspar,  cuando  eso  hizo,  de  modo  que  hablasen  galanamente 
sus  personajes,  cuando  eran  de  buena  sociedad,  de  una  sociedad  cor- 
tés y  galana.  Tal  es  la  lengua  literaria  hablada  que  llevó  al  teatro  y 
otros  llevaron  á  la  novela  en  la  época  realista.  "Se  ha  deseado  crear 
esa  lengua,  dice  Yxart,  en  oposición  á  la  del  libro;  abandonar  por 
falsa  la  imitada  de  otros  dramas  y  acudir  á  la  de  naturaleza:  vivifi- 
car con  su  sangre  el  anémico  idioma  de  las  tablas.  Este  es  el  lenguaje 
usual,  que  puede  ser  culto,  ya  que  hay  también  gente  culta,  lo  mismo 


296      PRIMER  PERÍODO   DE    LA   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

que  rudo  y  popular,  ya  que  existe  el  pueblo.  A  falta  de  méritos  más 
altos,  Las  Personas  decentes  tendrán  siempre  la  gloria  de  haber  con- 
tribuido en  estos  últimos  años  á  esta  reforma,  tan  denigrada  y  mal 
comprendida  por  algunos:  pasar  de  ia  retórica  melodramática  al  len- 
guaje de  la  naturaleza...  y  de  la  sociedad  culta"  {El  Arte  esccn.,  I, 
pág.  181).  Yxart,  El  Arte  esc,  I,  pág.  308:  ''Se  anticipó,  hace  casi 
tm  cuarto  de  siglo,  á  algunos  dramaturgos  espafioles.  El  arte  peculia- 
rísimo  de  Gaspar — el  que  más  recuerda  el  de  los  escritores  franceses, 
con  ser  original  y  castizo — se  halla  integro  y  como  en  su  punto  de 
sazón  en  Huelga  de  hijos.  Su  diálogo  es  sobrio,  gráfico  y  certero,  en 
tono  más  corriente,  más  bajo  y,  por  tanto,  más  agradable  que  el  usado 
en  general  por  los  demás  escritores  españoles,  siempre  afectado  y 
duro.  Ese  estilo,  que  ''tiene  el  diablo  en  el  cuerpo" — como  quería 
Voltaire — ^y  es  la  más  adecuada  envoltura  exterior  de  un  ingenio  ace- 
rado y  penetrante,  en  oposición  y  contraste  con  la  imaginación  ardo- 
rosa, da  muy  singular  vitalidad  á  lodos  los  caracteres  con  pocos  to- 
ques, comunica  amenidad  extraordinaria  á  las  escenas  cómicas  del 
primer  acto,  y  sobrio,  severo  vigor  á  los  conmovedores  episodios  de 
los  dos  siguientes.  El  autor  ha  realizado,  además,  en  Huelga  de  hijos 
un  verdadero  tour  de  forcé,  de  arquitectura  teatral.  Con  tratarse  de 
un  asunto  que  lleva  consigo  una  serie  de  reconocimientos  y  sorpresas 
entre  personas  que  viven  separadas,  que  una  vez  juntas  se  estorban 
mutuamente,  y  que,  estorbándose,  han  de  ventilar  todas  el  mismo  con- 
flicto doméstico  ó  ser  víctimas  de  él  en  distintas  situaciones,  la  obra 
se  desarrolla  en  un  mismo  lugar  y  exactamente  en  el  tiempo  brevísimo 
de  la  representación.  Hay  un  regreso  tan  riguroso  á  las  unidades  de 
los  clásicos,  que  sólo  se  corre  y  descorre  el  telón  para  dar  descanso 
á  los  espectadores.  Huelga  de  hijos  corona  dignamente,  á  mi  juicio, 
la  perseverante  labor  de  un  dramaturgo  sincero,  valiente  y  reñido  con 
las  peores  tradiciones  de  la  escena  española,  que,  por  lo  mismo,  no  ha 
sido  apreciado  aún  en  todo  lo  que  vale."  Andr.  González  Blanco,  Los 
Dratnat.  esp.,  1917,  pág.  251 :  "Don  Enrique  Gaspar,  que  ha  sido  exce- 
sivamente olvidado  y  que  es,  en  verdad,  un  precursor  del  teatro  realista 
moderno  y  que  unía  á  su  condición  de  creador  la  condición  de  crítico 
sagaz  y  clarividente.  Pero  entregado  á  sus  tareas  consulares,  el  señor 
Gaspar  no  habia  podido  poner  en  el  teatro  todo  su  esfuerzo  y  no  había 
podido  dedicarle  sino  raros,  aunque  fecundos  ocios,  en  las  largas  vigi- 
lias insulares  de  Hong-Kong  ó  de  Manila.  E^mbebido  como  Stendhal 
y  como  E(ja  de  Quciroz  en  sus  protocolos,  apenas  era  un  profesional, 
era  más  bien  un  amateur  resuelto  y  esforzado ;  no  podía  hacer  la  vida 
intensa  del  autor  teatral,  ])enetrar  en  los  saloncillos,  crearse  atmós- 
fera, dar  vuelos  al  nombre,  dinamizar  su  gloria,  por  decirlo  así,  y 
vegetaba  en  lejanas  y  transoceánicas  tierras,  sin  relación  directa  y 
continua  con  la  metrópoli.  Por  eso  su  obra  Las  Personas  decentes 
(1890),  estrenada  cinco  años  antes  que  Juan  José  y  acaso  al  mismo 
tiempo  que   Los  Irresponsables  (1891),  no  ¡nido  lograr  el   éxito  defi- 


S.    XIX.    1860.    PEDRO    ESCAMILLA  297 

nitivo  que  hubiera  obtenido  en  caso  de  que  su  autor  hubiese  vivido 
en  Madrid  y  frecuentado  los  camerinos  de  las  actrices  de  nota  y  las 
camarillas  literarias." 

E.  Gaspar:  Un  miope  sin  quevedos  (Valencia,  1856).  Corregir  al 
que  yerra  (1S60).  El  Onceno,  no  estorbar  (1860).  Las  Sábanas  del 
cura.  La  Escala  del  matrimonio  (1861).  El  Piano  parlante,  jug.  (1863). 
Pobres  mujeres,  jug.  (1863).  Candidito  (1863).  No  lo  quiero  saber 
(1863).  El  Sueño  de  un  soltero  (1864).  Moneda  corriente  (1864).  Cues- 
tión de  forma  (1865).  El  Oso  proscripto.  El  Jugador  de  manos.  Una 
familia  especial.  Mosén  Antonio.  La  Nodriza.  La  Vida  íntima.  Las 
Circunstancias  (1867).  La  Levita.  D.  Ramón  y  el  señor  Ramón  (1868). 
La  Cancanomanía.  El  Estómago  (1871).  Lola  (1885).  El  Anacronó- 
pete,  viaje  á  China  (1887).  Castigo  de  Dios  (1887).  Majaderías  (1889). 
Más  majaderías  (1889).  Las  Personas  decentes  (1890).  Viaje  á  Atenas 
(1891).  A'ada  entre  dos  platos  (1892).  Huelga  de  hijos  (1893).  Pasiones 
políticas  (1895).  La  Chismosa  (1898).  Consúltese  Rev.  Archiv.,  1902 
(Agosto). 

Publicó  Walker  un  tomo  de  Poesías,  dos  de  Romances  ameri- 
canos, El  Proscrito,  la  vida  del  ministro  Diego  Portales,  París,  1879. 
Estrenó  La  Religión  y  la  inteligencia,  dial.  (1860).  Manuel  Rodrí- 
guez, dr.  (1865).  La  Redención  de  C/zí7e  (1891).  Páginas  de  un  viaje 
á  través  de  la  América  del  Sur,  Santiago,  1877,  1903. 

Pedro  Escamilla:  Miguelito,  1860.  Un  gallego,  coni.,  1861.  Aven- 
daño  y  Aguilar,  1862.  Las  Siete  palabras.  Habana,  1867.  El  Desenla- 
ce de  un  drama,  1869.  Bertoldo,  1869.  Requiescat  in  pace,  1870.  El 
Cristo  de  la  agonía,  1870.  Jesús,  1870.  Por  el  rey  y  contra  el  rey,  1872. 
El  Álbum  y  ramillete,  1872.  La  Alcaldesa  de  Zaratán,  1873  El  Hijo 
de  D.  Damián,  1873.  Una  hiena,  1874.  Por  lo  flamenco,  1874.  El  Niño 
ya  tiene  í/n  diente,  1874.  Por  ser  corto  de  genio,  1874.  La  Hermana  de 
la  Cruz  Roja,  1874.  Escenas  de  un  drama,  1874.  Muertos  que  resuci- 
tan, 1876.  Amor  quebranta  amistad,  1877.  Partida  doble,  1877.  La 
Muñeca,    1878.   El  Pretil  de  Santisteban,    1879.   La   Ultinm    comedia, 

1880.  Cobrar  el  hospedaje,  1880.  Ei  Hábito  de  Santiago,  1880.  Di- 
plomacia macarena,  1880.  Un  toro  de  muerte,  1880.  Se  suplica  el 
coche,   1880.  Se  desea  un  señor  solo,   1880.  La  Camisa  de  la  Lola, 

1881.  Las  Matanzas  de  Oran,  1881.  Correr  un  temporal,  1881.  Ora- 
ción de  S.  Antonio,  1882.  El  Capitán  Satanás,  1882.  Ruperto  el  po- 
bre diablo,  parod.,  1883.  Un  matrimonio  á  muerte,  1884.  Verónica 
y  volapié,  1885.  La  Cabeza  de  S.  Pedro,  1889.  Publicó  novelas  folleti- 
nescas de  burda  hilaza :  El  Mártir  del  aldea.  La  Bruja  de  Chamberí, 
1876.  Rosa  Samaniego  ó  la  sima  de  Egurquiza,  1877.  El  Doctor  joro- 
hado  ó  el  rey  de  los  ladrones,  1878.  El  Cristo  del  perdón,  1879.  Un 
drama  al  pie  del  cadalso,  1879.  El  Guardián  de  los  Jerónimos,  1880. 
El  Mesón  del  miserere.  Las  Chulas  de  Lavapiés,  1881.  Los  Baños  del 
Manzanares,  1882.  Amo^  de  madre,  1882.  El  General  Bumbúm,  1883. 
El  Farol  de  la  Virgen,  1883.  El  Guapo  Francisco  Esteban,   1883.  La 


298      PRIMER   PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (185G-1869) 

Urraca  kidrona,  1883.  El  Majo  de  Andt'ijar,  1883.  Almanaque  de 
chistes  para  1884,  1883.  Lola  la  costurera,  1884.  San  Francisco  y  Com- 
pañía, 1885.  Las  Siete  mujeres  de  Barba  Azul.  La  Virgen  del  mar, 
1886.  Almanaque  el  Quitapesares  (trece  años,  1889). 

101.  Año  1860.  Eduardo  (Hano)  Bustillo  de  Lusto- 
NÓ,  nacido  en  1836,  madrileño,  secretario  de  la  esjjosa  del 
rey  don  Amadeo,  fué,  según  Revilla  al  juzgar  su  Libro  acul 
y  según  otros,  mediano  como  poeta  y  como  dramático;  sin 
embargo,  hay  cierta  fina  sátira  psicológica  realista  en  algunos 
de  sus  libros  y  artículos  del  Madrid  Cómico.  En  El  Ciego  d. 
Biienavista  tomó  igualmente  prestada  la  pluma  á  Quevedo. 
En  Las  Cuatro  estaciones  hay  poesías  sentidas  v  de  apasiona- 
do amor  á  la  naturaleza,  en  !a  que  halla  motivos  filosóficos  y 
morales.  Gran  literato,  moralmente  bueno  en  sus  escritos  y  en 
su  trato  y  carácter,  de  lengua  viperina  como  crítico  y  de  fino 
gusto.  Buen  poeta,  sonetista  y  romancerista.  Escribió  en  la 
Ihistr.  Española  sobre  todo,  y  dirigió  El  Gato  (18Ó6),  donde 
usó  el  seudónimo  de  El  Gato  de  Madrid. 

Antonio  Fernández  Grilo  (1854- 1906),  poeta  cordobés, 
de  salones  y  Corte,  de  pura  fantasía  andaluza  y  poco  fondo,  es- 
cribió sus  primeras  composiciones  Al  mar  y  El  Águila,  y  las 
mejores.  Las  Ermitas,  Noche  Buena,  El  Imñeruo,  El  Campo, 
La  Monja. 

102.  Fué  E.  Bustillo  tamJiién  redactor  de  La  Iberia,  El  Gato, 
Ilustr.  Esp.;  colaboró  en  La  Educación  Pintoresca  (1857),  Escenas 
Contemporáneas  (1865),  Los  Niños  (1870-77),  La  Niñez  (1879-83). 
La  Edad  dichosa  (1890-92),  etc.  Usó  del  seud.  El  Gato  de  Madrid. 
Obras:  Estudio  sobre  Calderón.  El  Romancero  de  la  guerra  de  África 
(1860).  El  Libro  de  María  (1865).  El  Laurel  de  los  laureados  (1872). 
Las  Cuatro  estaciones  (1877).  El  Libro  azul,  novelilas  y  bocetos  de  cos- 
tumbres (1879).  La  Sal  de  María  Santísima,  cancionero  fesiíx'o  (1882). 
El  Ciego  de  Buenavisla,  romancero  satírico  de  tipos  y  malas  costum- 
bres fi888).  Cuentos,  pensamientos  y  agudezas  de  los  poetas  dramá- 
ticos del  siglo  de  oro,  dos  yols.  Cosas  de  leí  vida,  cuentos  y  novelitas 
('1899).  Campawis  teatrales,  crítica  dramiática  (i(K>0.  Para  el  teatro: 
Lazos  de  amor  y  amistad,  coin.  (1865).  L roncos  y  ramas.  Camino  de- 
recho. Cartas  trascendentales  (1877).  Agustina  de  Aragón,  cp¡so<l. 
dram,  Í1878).  Razón  de  Establo  (1879),  Galas  del  ingenio  (1880).  En 
Rev.  España:  El  Laurel  de  los  laureados,  paso  dram.  (1872,  t.  XXVII). 
I'uc  muy  sufrido  en  las  bromas,  como  en  la  (¡iie  le  dieron  sus  amigos 


.    S.    XIX,    1860.    FRANCISCO    FERNÁNDEZ    Y    GON  ZÁLEZ         299 

de  la  cervecería  Escocesa  (calle  del  Príncipe),  regalándole  con  un 
banquete  por  viejo,  fingiendo  allí  telegramas  recibidos  de  Calderón, 
etcétera. 

F.co  Blanco  García,  La  Liter.  esp.  en  el  s.  xix,  II  (1903),  pág.  65: 
"El  (Grilo)  se  ha  retratado  á  sí  mismo  en  esta  décima,  si  se  la  en- 
tiende al  revés : 


"No  soy  el  aura  sonora 
que  en  inútil  embeleso 
busca  el  perfumado  beso 
de  la  flor  que  la  enamora ; 
no  soy  la  bruma  incolora 
de  la  yerta  tradición, 
ni  la  candida  ilusión, 
ni  los  sueños  de  la  cuna, 
ni  el  tibio  rayo  de  luna 
que  duerme  en  el  torreón." 

Grilo  es  todo  eso  que  él  no  quiere  ser :  el  poeta  de  las  auras  y  las  flo- 
res, de  la  tradición  y  los  recuerdos  en  lo  que  tienen  de  más  íntimo  é 
impalpable;  canta  con  la  dulzura,  pero  también  con  la  inconsciencia 
de  un  ruiseñor.  La  potente  lira  de  Núñez  de  Arce  ó  de  Espronceda  se 
le  cae  muy  pronto  de  las  manos."  Trabajó  en  El  Contemporáneo,  La 
Libertad,  El  Tiempo,  El  Debate,  El  Arco  Iris;  dirigió,  con  José  Bisso^ 
El  Andaluz  (1864)  y  colaboró  en  muchos  periódicos.  En  la  Rev.  Esp. 
escribió  España  en  el  centenario  de  Calderón  (1881,  t.  LXXX).  Poesías,. 
Córdoba,  1860,  1869;  Madrid,  1879.  Ideales,  poesías  escogidas,  París, 
1891. 

103.  Año  1860.  Francisco  Fernández  y  González 
(1833-1917),  de  Albacete,  hijo  de  un  comandante  de  Caballe- 
ría distinguido  en  la  guerra  de  la  Independencia  y  hermano 
del  novelista  Manuel,  estudió  en  Valladolid  y  Madrid,  fué 
catedrático  del  Instituto  de  Teruel  (1855)  y  de  la  Universidad 
de  Granada  (1856)  y  de  Madrid  (1864),  académico  de  la  His- 
toria (1867)  y  de  la  Española  (1894);  eruditísimo  en  Hi.=;- 
toria  de  España,  mayormente  en  lo  que  atañe  á  los  árabes ; 
filólogo  semitizante,  más  cuanto  á  lo  histórico  que  cuanto  á 
lo  puramente  lingüístico.  Por  orden  de  la  Academia  de  la  His- 
toria corrigió  y  amplió  la  Biblioteca,  de  Casiri,  y  tradujo  la 
novela  caballeresca  arábiga  Beii-Zeyyad-ben-Amir  el  de  Qui- 
ne;:a  (en  Museo  Nao.  de  Antigüedades). 


50o    primer  período  de  la  época  realista  (185o-1869) 

Cavetano  Alberto  de  la  Barrera  Leirado  (1831- 
1872),  madrileño,  estudió  Medicina,  quedóse  con  la  farmacia 
de  su  padre,  vendióla  y  en  un  mal  negocio  vióse  sin  hacienda ; 
fué  bibliotecario  de  la  Nacional.  Escritor  muy  erudito  y  uno 
de  nuestros  más  beneméritos  historiadores  literarios. 

José  ]\Iaría  Vergara  y  Vergara  (1831-1872),  colombia- 
no, diputado,  historiador,  poeta,  á  veces  excesivamente  tierno, 
sin  gota  de  hiél  y  perpetuo  improvisador;  escritor  ameno  y 
variado,  incansable  periodista,  crítico  más  gramatical  que  es- 
tético. 

104.  M.  Pelayo,  La  España  Moderna,  1874,  págs.  129-31:  "Per- 
sona universalmente  reputada  como  una  de  las  más  doctas  de  nuestra 
nación  en  Filología  y  en  Historia  y  calificada  no  ha  mucho  de  arabis- 
ta de  primer  orden  por...  Hartwig  Derembourg...,  estudiante  de  por 
vida...  La  robustez  hercúlea  de  su  temperamento  intelectual  le  ha 
permitido  cargar  sobre  sus  hombros  todo  el  peso  y  balumba  de  cono- 
cimientos diversos  que  integran  el  programa  de  nuestra  Facultad,  y 
por  saberlo  todo  muy  á  fondo,  no  se  le  debe  calificar  de  especialista 
en  nada.  Pasman  la  variedad  de  sus  estudios  y  lecturas,  las  raras  in- 
vestigaciones á  que  se  entrega,  el  número  de  lenguas  antiguas  y  mo- 
dernas, aun  de  las  más  exóticas  y  difíciles  que  ha  llegado  á  dominar.. 
La  Estética,  que  es  su  cátedra  oficial  y  universitaria..."  ídem,  Crít. 
liter.,  2.*  serie,  1895,  pág.  357 :  "El  libro  que  modestamente  intituló 
Memoria  sobre  el  estado  social  y  político  de  los  Mudejares  de  Casti- 
lla es  completa  y  riquísima  historia  de  aquella  parte  de  nuestra  pobla- 
ción... y  fué  obra  sin  precedentes...  Las  Instituciones  jurídicas  del 
pueblo  de  Israel  en  España  es,  en  realidad,  una  nueva  historia  de  los 
judíos  españoles...  Ha  traducido  gran  número  de  textos  árabes,  he- 
breos y  rabínicos  concernientes  á  nuestra  historia  y  literatura,  tales 
como  la  Crónica  de  Aben  \dhari  de  Marruecos,  la  de  Gotmaro,  obis- 
po de  Gerona,  el  Ordenamiento  de  las  aljamas  de  Castilla,  muchos 
cuentos  y  novelas...,  un  nuevo  catálogo  de  los  manuscritos  árabes  de 
El  Escorial,  corrigiendo  y  ampliando  el  de  Casiri...,  otro  catálogo  de 
los  manuscritos  rabínicos  conservados  en  el  mismo  depósito.''  Fran- 
cisco Fernández  y  González :  Berceo  ó  el  poeta  sagrado  en  la  España 
cristiana  del  siglo  xiii  (en  La  Razón).  Lo  Sublime  y  lo  cómico  (en 
La  Iberia).  España  árabe,  lii^torias  de  Al-Andalus,  de  Aben  Adharí, 
Granada,  1860.  Plan  de  una  Biblioteca  de  autores  árabes  españoles, 
Madrid,  1861,  1863.  Estado  social  y  político  de  los  mudejares  de  Cas- 
tilla, ibid.,  1866.  Historia  de  la  crítica  literaria  en  España  desde  Lu- 
zán  hasta  nuestros  días,  ibid.,  1867.  Idea  del  imperio  en  el  mundo 
antiguo  y  sus  influencias  ulteriores  en  la  península  ibérica,  disc.  en 
la  Acad.    Historia,    1867.   Las  Doctrinas  de  R.   Lulio   (en   Rei\   Esp., 


S.    XIX,     1860.    JOSÉ    MARÍA    VERGAR;\  3oi 

1870-72,  ts.  XVI-XXVIII),  De  los  moriscos  que  permanecieron  en 
España  (ibídem,  1871,  ts.  XIX-XX).  De  la  escultura  y  pintura  entre 
los  pueblos  de  rasa  semítica  (ibid.,  1871-72.  ts.  XXII-XXIV).  Estu- 
dios clásicos  de  las  Universidades  españolas  durante  la  época  del  Re- 
nacimiento (en  Rev.  de  la  Universidad).  Naturaleza,  fantasía  y  arte 
(ibidem).  Lo  Ideal  y  sus  formas  (en  El  Movimiento,  1876).  Crónica 
de  los  reyes  francos  por  Gotmaro,  obispo  de  Gerona;  noticia  y  juicio 
de  la  crónica,  1880.  Instituciones  jurídicas  del  pueblo  de  Israel  en  los 
diferentes  estados  de  la  península  ibérica  desde  su  dispersión  en  tiem- 
po del  emperador  Adriano  hasta  principios  del  s.  xvi,  Madrid,  1881 
(t.  I).  Establecimiento  de  los  españoles  y  portugueses  en  las  comarcas 
occidentales  de  África  (en  Rev.  Esp.,  1885,  ts.  CV-CVII).  El  Mesia- 
nismo  israelita  en  la  península  ibérica  (ibid.,  1885,  t.  CII).  Ordena- 
miento de  las  aljamas  hebreas,  texto  rabínico-aljamiado  (en  Bolet. 
Acad.  Hist.,  1886).  Estudio  numismático-histórico  sobre  las  medallas 
llamadas  de  Agila  II  y  los  hijos  de  Witiza,  1889.  Los  Reyes  Acosta  y 
Elier  (en  Esp.  Mod.,  1889,  Nov.).  Primeros  pobladores  históricos  de  la 
península  ibérica,  1890  {Historia  de  España,  dirigida  por  Cánovas). 
Discurso,  en  la  Acad.  Española,  1894.  Memorias  de  escritores  griegos 
y  arábigos  sobre  el  estrecho  de  Gibraltar  y  la  Península  Ibérica,  1905 
(en  Iliistr.  Esp.  y  Amer.)  Consúltense :  M.  Pelayo,  Rev.  crít.,  en  La 
Esp.  Mod.,  t.  VI,  n.  63,  págs.  129-31  (1874) ;  ídem,  Estud.  crít.  liter.^ 
2."  serie,  1895  (pág.  353...). 

La  Barrera :  Catálogo  bibliográfico  y  biográfico  del  Teatro  anti- 
guo español  desde  stis  orígenes  hasta  mediados  del  siglo  xviii,  Ma- 
drid, 1860;  uno  de  los  libros  más  eruditos  y  ricos,  indispensable  para 
la  historia  literaria.  Noticias  biográficas  de...  D.  Juan  de  Arguijo, 
1868  (en  Rev.  Esp.,  t.  III).  Adiciones  á  las  poesías  de  D.  Francisco 
de  Rio  ja,  en  su  edic.  de  Madrid,  1867,  Sevilla,  1872  (Biblióf.  Andal.). 
Nueva  biografía  de  Lope  de  Vega,  Madrid,  1891  (inserta  en  el  t.  I  de 
la  gran  edición  académica  de  Lope).  El  Cachetero  del  buscapié,  póst., 
Santander,  1916.  Dejó  manuscritas  Notas  á  la  vida  de  Cervantes  es- 
crita por  D.  M.  F.  de  Navarrete,  Madrid,  1864-66,  dos  tomos,  donde  se 
habla  del  ms.  de  la  Colombina  descubierto  por  Asensio  con  Los  Ha- 
bladores, La  Cárcel  de  Sevilla,  Melisendra  (diversa  de  la  de  Lope), 
Doña  Justina  y  Calahorra,  Entremés  de  los  refranes,  obras  que  fue- 
ron editadas  por  Ad.  de  Castro  {Varias  obras  inéd.  de  Cervantes, 
1874).  Asimismo  dejó  para  otra  edición  del  Catál.  del  teatro  esp., 
muchas  notas,  que  están  en  el  ejemplar  autógrafo  de  la  Bibl.  Nacio- 
nal :  de  ellas  han  sacado  algunos  varias  noticias  dándolas  por  propias. 
Consúltese  A.  Morel-Fatio,  C.  Alb.  de  la  B.,  igiy  (en  Bull.  Hisp.,  XIX, 
ir.6-122). 

Ant.  Gómez  Restrepo,  El  Nuevo  Tiempo  Literario,  Bogotá,  19 15 
(Enero)  :  "Otro  adorador  de  lo  pasado  fué  Vergara  y  Vergara,  ta- 
lento fácil,  voluble  y  ameno,  que  tuvo,  entre  todos  sus  compañeros, 
el  don  de  lágrimas,  no  incompatible  con  la  sal  y  travesura  propias  del 


302       PRIMER    PERÍODO    DE   Ul    ÉPOCA   REALISTA   ( 1 850-18(^/9) 

ingenio  bogotano.  Escribió  con  cierto  gracioso  descuido,  imitando  ya 
á  este,  ya  á  aquel  de  sus  autores  favoritos,  con  tal  poder  de  asimi- 
lación, que  algunos  de  sus  artículos,  escritos  á  imitación  de  Selgas, 
podrían  haber  sido  firmados  por  el  propio  autor  de  Hojas  sueltas, 
■con  el  cual  compite  en  juegos  de  ingenio,  en  aquellas  sutiles  y  brillan- 
tes variaciones  sobre  un  mismo  tema.  Su  mejor  obra  es  Un  manojito 
4e  hierba,  página  que  hace  honor  á  la  literatura  americana;  allí  dio 
-su  nota  más  alta  como  escritor  de  sentimiento.  Pero  no  se  olvidarán 
fácilmente  Los  Buitres,  Las  Tres  tazas.  Un  par  de  viejos  y  tantas 
otras  cosas,  escritas  al  correr  de  la  pluma  y  en  que  vertió  todas  las 
delicadezas  de  su  corazón  de  niño,  eterno  enamorado  de  lo  bueno  y 
de  lo  bello,  y  víctima  de  la  nostalgia  por  un  ayer,  ya  irrevocable,  y 
que  él  embellecia  con  la  luz  dorada  de  sus  ensueños.''  La  Lira  gra- 
nadina, 1860.  Historia  de  la  literatura  en  Nueva  Granada  (1538-1820), 
Bogotá,  1867,  1905.  Olivos  y  aceitunos  todos  son  unos,  nov.  política. 
Versos  en  borrador,  1869,  con  pról.  de  José  J.  Ortiz.  Artículos  esco- 
cidos, Londres,  i88i.  Vi<ia  y  escritos  del  general  Nariño.  Escritores 
colombianos,  Londres.  1885.  Parnaso  colombiano,  tres  vols.  Artículos 
literarios,  Londres,  1885.  Museo  de  costumbres,  colecc.  de  varios. 
Estudio  biográfico  de  Jttan  de  Castellanos  {Rev.  Esp.,  t.  XIX).  Con- 
súltense sus  dos  biografías  hechas  por  José  M.  Marroquín  en  el 
Anuario  de  la  Acad.  Colomb.  (1874)  y  por  Carlos  Martínez  Silva  en 
Repert.  Colombiano. 

105.  Año  j86o.  Ramón  Rodríguez  Correa  (1835-1894),  habanero, 
diputado,  consejero  de  Estado,  redactor  en  Cádiz  de  El  Mediodía 
(1856),  año  que  vino  á  Madrid,  y  lo  fué  de  La  Crónica  (1857),  El 
Reino  (1859),  El  Con-emporánco  (1860-63).  El  Mosquito  (1864);  di- 
rector de  Las  Noticias  (1864-66),  redactor  de  El  Gobierno  (1872); 
«scribió  la  novela  Rosas  y  perros,  poética  y  crítica  social,  Madrid, 
1872,  con  prólogo  de  Béoqucr,  de  quien  se  había  hecho  buen  amigo 
casi  desde  su  llegada  de  Cuba  (1860),  siendo  em;pleado,  como  él,  en  la 
Dirección  de  Bienes  Nacionales.  Era  aficionado  al  humorismo,  á  las 
antítesis  y  comparaciones  burlescas,  á  los  disparates  de  forma  y  á 
las  hipérboles  atrevidas;  pero  todo  ello  sin  furia  romántica,  bien  asi 
como  sus  .sátiras  eran  chistosas,  mas  sin  intención  de  herir.  Publicó 
y  ;,'rologó  las  Obras  de  Bécquer,  dándole  á  conocer  después  de  la 
muerte  del  gran  poeta.  En  la  Rev.  Esp.:  Rosas  v  perros  (1871-72, 
is.  XXIII-XXIV).  Episodios  Nacionales,  de  Galdós  (1873,  t.  XXXIV). 
Sistema  preventivo,  nov.  (1876-77,  t?.  XLV-I.IV).  Un  hombre  corrido. 
nov.  (1878,  t.  LX).  El  Mejor  de  los  amores  (1879,  t.  LVII).  El  Pre- 
mio gordo  (1884,  t.  XCVII).  Agua  pasada,  novelas  cortas,  Matlrid, 
1894.  Consúltense:  Ant.  Sánchez  Pérez,  La  Hijuela  del  Parnasillo, 
en  Esp.  Moderna,  Oct.,  189.1;  Ed.  Benot,  en  Rev.  Esp.,  t.  XXXVII 
(1874),  Andrés  (ionzález  Blanco,  Hist.  nov.,  i>ág.  362:  "El  humorista, 
amigo  de  antítesis  y  conipa raciones  burlescas,  en  la  vi<la  y  en  el  arte, 


S.   XIX,    1860.    FRANCISCO   CALCAGNO  3o3 

K.  C...  Un  poco  disparatado  é  hiperbólico  á  veces  en  sus  comparicio- 
nes, quizás  abusando  demasiado  del  humorismo;  pero  siempre  genial, 
con  médula,  y  encantador  aun  en  sus  devaneos  trascendentales.  Su 
novela  {Rosas  y  perros)  deja  una  impresión  fuerte;  se  extraña  uno 
de  Que  un  escritor  así  haya  sido  menos  estimado  de  lo  que  merece. 
Hay  rasgos  de  ternura  y  rasgos  de  humorismo  que  ningún  escritor 
de  aquella  época  tuvo  y  que  pocos  han  igualado  después.  Se  adivina, 
en  sus  procedimientos  que  aún  está  en  formación  la  novela  realista..., 
pero  hay  en  ella  á  veces  relampagueos  de  genio...  Bl  talento  de 
R,  Correa  se  anticipó  en  mucho  á  sus  contemporáneos." 

Jaime  Martí  Miquel  (n.  1840),  de  Villajoyosa  (Alicante),  mar- 
qués de  Benzú,  escribió  á  los  diez  años  un  Himno  al  sol;  republicano, 
dirigió  El  Sifflo  (1862),  La  República  Federal  (Valencia,  1869).  Hart- 
zenbusch  dijo  de  él  que  sería  digno  descendiente  de  los  principes  del 
Gay  saber.  Tradujo  poesías  de  muchos  autores  extranjeros  y  compuso 
otras  propias  y  novelas.  Armonías,  Madrid,  1874,  1876.  Noches,  poe- 
sías, 1885.  Ecos  de  la  juventud,  versos,  1887.  Granos  de  oro.  Joaquín 
Pecci  {León  XIII),  poesías  latinas  puestas  en  rima  castellana.  La 
Leyenda  del  trovador,  1893.  Poemas  de  los  principales  autores  ex- 
tranjeros puestos  en  rima  castellana.  El  Ramo  de  pensamientos,  poe- 
sías de  ilustres  poetas  extranjeros  puestas  en  rima  castellana,  1895. 
Flores  de  luz,  poesías  traducidas,  1897.  El  Cantor  de  los  castillos, 
versos,  1905.  El  Libro  de  Oriente.  El  Proceso  de  Satanás,  nov.,  1906. 
La  Hija  del  ajusticiado,  1906. 

Mariano  Aguiló  y  Fúster  (1825-1897),  poeta  y  bibliófilo  mallor- 
quín, de  Palma,  publicó  Bibliografía  Catalana,  premiada  en  1860  por 
la  Bibl.  Nacional.  Son  notables  sus  poesías  catalanas  y  otras  obras 
literarias  y  filológicas  en  aquella  lengua,  sobre  todo  su  Romancero 
en  dialecto  lemosín,  colección  de  Fogassot,  Bergada,  Bolloure.  Des- 
pués de  Joaquín  Rubio  y  Ors,  fué  el  que  más  hizo  por  la  literatura 
catalana  cuanto  al  lenguaje  poético  y  propio.  Consúltese  Rev.  Archiv. 
1897  (Ag.). 

Francisco  Calcagno  (1827-1903),  de  Güines  (Cuba),  publicó  Mesa 
revuelta,  artíc.  de  amena  liter.,  Habana,  1860,  1863.  Notas  cronoló- 
gicas de  Güines,  ibid.,  1862.  Escenas  cubanas.  Güines,  1863.  Calcaño- 
tipos,  ibid.,  1864.  Poesías  (con  seud.  de  Narciso  Blanco),  1864.  Poetas 
de  color.  Habana,  1868,  1878,  1887  (4.^  ed.).  Historia  de  un  muerto  y 
noticias  del  otro  mundo,  nov.  cient..  Habana,  1875;  Barcelona,  1878. 
Diccionario  Biográfico  Cubano,  New-York,  1878-86,  dos  vols.  Los 
Cantos  del  esclavo,  1879.  Uno  de  tantos,  nov.,  1881  (acaso  la  Sin 
Título,  1884).  Y  yo  entre  ellas,  versos,  1885.  Los  Crímenes  de  Concha, 
escenas,  1887.  En  busca  de  eslabón,  nov.  cient.,  Barcelona,  1888.  Ro- 
inualdo,  nov.,  1891.  Recuerdos  de  antes  de  ayer,  1893.  Las  Lazo,  1893, 
1894,  1896,  con  título  de  Mina,  nov.  Don  Enriquito,  nov.  hist.,  1895. 
El  Emisario,  nov.,  1896.  Un  casamiento  misterioso,  nov.,  1897,  1899. 
Aponte,  Barcelona,  1901,  dos  vols. 


3o4   PRIMER  PERÍODO  DE  LA  ÉPOCA  RE-^LISTA  (185O-1869) 

Antonio  Benavides  y  Navarrete  (1808-1884),  de  Baeza,  ministro 
de  la  Gobernación,  de  Gracia  y  Justicia  y  de  Estado ;  director  de  la 
Academia  de  la  Historia  é  individuo  de  la  Española  (no  se  sabe  por 
qué),  escribió  en  El  Correo  Nacional  (1838-42),  y  publicó  Historia 
de  Femando  VII,  algunos  de  cuyos  capítulos  leyó  en  el  Ateneo  (1869- 
70).  Memorias  de  D.  Fernando  IV  de  Castilla,  con  la  crónica,  1860, 
dos  vols.  Historia  política  de  España  de  1820  á  1823.  Historia  de  las 
regencias  españolas  en  el  presente  siglo  (Rev.  Esp.,  1871,  ts.  XXII- 
XXIII).  Amadeo  de  Sabaya,  antipapa,  1871.  La  Elocuencia  parla- 
mentaria, i8y2  (disc.  rec.  Acad.  Esp.).  Las  Repúblicas  musulmanas 
en  España,  1873.  Examen  crítico  de  la  Historia  de  Avila,  1874.  Con 
Fernández  Guerra,  Ferrer,  etc. :  Historia  de  las  Ordenes  de  caballería 
y  de  las  condecoraciones  españolas,  cuatro  vols.,  Madrid,  1865. 

José  Rosas  Moreno  (1838- 1883),  de  Lagos,  en  el  Estado  de  Jalisco 
(México),  el  mejor  fabulista  mejicano,  hizo  algimas  comedias  y  pu- 
blicó poesías  con  el  título  de  Hojas  de  rosa  y  hermosas  Fábulas  en 
"pequeños  cuadros  brillantes  de  ligereza,  de  gracia  y  colorido  poéti- 
co", según  Akamirano  en  el  prólogo,  y  que  se  leen  en  las  escuelas  de 
México.  Imitó  á  Selgas  y  Bécquer.  Dulce  y  sentimental  se  muestra 
en  La  Juventud,  La  Vuelta  á  la  aldea  y  en  los  sonetos  En  el  álbum 
de  mi  hermana,  El  Zenzontle,  La  Primavera.  Hizo  los  dramas  Flores  y 
espinas  y  Sor  Juana  Inés  de  la  Cruz,  y  las  comedias  Nadie  se  muere  de 
amor,  Los  Parientes,  El  Pan  de  cada  día,  etc.  Coleccionó  El  Pensil  de 
la  niñez,  colección  de...  poesía  mexicana,  México,  1872  (de  19  poetas). 

106.  Año  j8óo.  Manuel  Abreu  publicó  Colección  de  versos  lau- 
datorios, Habana,  1860. — Academia  Española,  Discursos  de  recepción 
(desde  1847),  1860-65,  tres  vols. — José  Luis  At-bareda  y  Sedze  (1829- 
1897),  sevillano,  gobernador  de  Madrid,  ministro  de  Fomento  y  Go- 
bernación, embajador  en  París  y  Londres,  político  y  gran  periodista, 
fundó  y  dirigió  El  Contemporáneo  (1860-64)  y  Revista  de  España 
(1868),  después  de  volver  de  París  (1866).  Un  invulnerable,  boceto  de 
novela  (Rev.  Esp.,  1868,  t.  III).  Discursos  y  artículos  políticos,  Ma- 
drid, 1883. — Álbum  dedicado  á  S.  M.  la  Reina  doña  Isabel  II,  Pal- 
ma, 1860. — Álbum  de  la  guerra  de  África,  por  Las  Novedades,  Ma- 
drid, 1860. — Álbum  que  dedican  á  S.  M.  la  Reina  doña  Isabel  II  los 
profesores  de  educación  primaría,  Madrid,  1860. — Antonio  Alcaloe 
Y  Valladares  (1829-1894),  de  Baena,  catedrático,  poeta  de  certáme- 
nes, mejor  dicho,  versificador  fácil,  que  se  repite  y  no  ve  nunca  nada 
nuevo,  de  tono  algo  enfático  andaluz,  prosaico  y  ripioso  á  veces, 
estrenó  Quiero  dinero,  Córdoba,  1860.  Publicó  Flores  del  Guadalqui- 
vir, poesías  y  leyendas.  1872.  1878.  .Medina  Azzahara,  leyenda,  1880. 
Lepanto,  canto  épico,  1881.  Hojas  de  laurel,  poesías  premiadas  en 
más  de  cien  certámenes,  Madrid,  1882.  Tradiciones  españolas,  Cór- 
doba y  íu  provincia,  1883.  La  Fuente  del  olvido,  poema,  1884.  Don 
Alonso  de  Aguilar  ó  la  Cruz  del  Rastro,  dos  vols.,  Madrid,   1888.— 


S.    XIX,    1860.    TORIBIO   DEL    CAMPILLO  3o5 

Dionisio  S.  de  Aldama,  con  Manuel  J.  de  García  González,  publicó 
Historia  general  de  España  desde  les  tiempos  primitivos  hasta  fines 
del  año   1860,  Madrid,   1860,   1863-66,   18  vols. — Saturio  L.  Alvarez 
MoNTEQUÍN  escribió  Consecuencias  de  un  desdén,  dr.,  1860. — ^Manuel 
Alvistur  publicó  Biografía  del  Excmo.  Sr.  D.  Mateo  Seoane,  Madrid, 
1860. — Poesías  filosófico-morales  por  el  poeta  ochentón  D.  Francisco 
Antonio   de   Caldas,   Oviedo,    1860. — 'Miguel   Arcas    y    Sánchez    pu- 
blicó   Corona    poética    á    la    rendición    de    Tetuán,    Madrid,    1860. — 
Miguel  Babiloni  y  Corro  estrenó  El  Castillo  de  Bellver,  zarz.,  Pal- 
ma, 1860.  Publicó  Simón  Ballester  el  Tuerto,  nov.  hist.,  Madrid,  1863. 
— Daniel   Balanciart  publicó   Colección   de   pequeñas  novelas,    1860. 
En  aras  de  la  justicia,  dr.,  1875.  Casamientos  y  viceversa,  jug.,  1877. 
Las    Carolinas,    Madrid,    1885.   La    Gamazada,    historia    encomiástica 
desde  los  lUtimos  días  de  la  creación  hasta  el  fin  del  mundo,  ibid., 
1894. — Federico  Carlos  Beltrán  (t   1871)   escribió  en  La  Atracción 
(1847-8),  dirigió  La  Organización  del  Trabajo  y  fué  redactor  de  va- 
rios  periódicos;   publicó   Historia   de   la   guerra   de   África,    Madrid, 
1860. — 'Concepción   Benítez   de  Guevara  publicó  Las  dos   baronesas, 
nov.,  Barcelona,  1860. — Jacobo  Bermúdez  de  Castro  publicó  La  Vis- 
ja  sultana,  versos,  Montevideo,   1860.  El  Fanatismo  religioso  y  poli- 
tico   {Rev.  España,    1869,  t.  VII).  Recuerdos  de   Grecia   (ibid.,    1868, 
t.   III). — Miguel  Blanco  Herrero,  director  de  El  Beato  Padre  Co- 
bos   (1866-67),   publicó   La    Guerra   de   África,   la,   Atlántida,   poema, 
1860.  Cuentos  para  reír,  Madrid,   1869.  Arte  de  hacerse  amar  por  su 
marido.  Más  cuentos  para  reír,  1881.  Política  de  España  en  Ultramar, 
1888,  1890. — Agustín  Blat  y  Blat  y  José  Manuel  Blat  y  Soto  pu- 
blicaron Rasgos  poéticos  á  la  paz  y  á  la  entrada  triunfal  en  Valencia 
de  parte  de  las...  huestes...  África,  Valencia,   1860. — Nicanor  Bolet 
Pekaza  (1838-1906),  venezolano,  político  y  periodista  serio  y   festivo, 
vivió   bastante   en   los   Estados   Unidos.    Estrenó  Luchas  del  honor  y 
A  falta  de  pan  buenas  son  tortas.  Fué  el  mejor  humorista  de  su  tie- 
rra,   ingenioso    y    flexible    escritor,    orador    parlamentario,    poeta    en 
prosa ;  costumbrista,  sobre  todo ;  original  y  ameno,   de  estilo  terso  y 
espíritu  alegre,  como  en  Mis  nervios.  De  Caracas  á  La  Guayra,  Cos- 
tumbres  caraqueñas. — José   Joaquín    Borda    (1835-1878),    colombiano, 
diputado  y   director   de   un   colegio   de   Guayaquil,   periodista,   publicó 
Miscelánea  política,   1860.   Cuadros  de  costumbres...,  de  varios  auto- 
res,  1861.  Colección  de  Poesías,  Lima,   1862.  Poesías,  Habana,   1867. 
Poesías  Cubanas,  recogidas  por...,  Bogotá,  1871.  Historia  de  la  Com- 
pañía de  Jesús  en  la  Nueva  Granada,  Poissy,  1872.  Lecciones  de  Li- 
teratura, Bogotá,  1876.  Compendio  de  la  Historia  de  Colombia,  1876. 
Historia  de  Colombia  contada  á  los  niños,  c^.^  ed.,   1890.  Monumentos 
patrióticos  de   Bogotá,    1892. — Federico   de   Bouvier  y   Pacheco   es- 
trenó Amor  de  alojamiento,  com.,  Manila,   1860. — 'A.  Cabero  publicó 
La  Cruz  y  la  media  luna  ó  la  guerra  de  África,  nov.,  Madrid,  1860. — 
ToRiBio  DEL  Campillo  y  Casamoh  (1824-1900),  de  Daroca,   inspector 

TOMO  TtlI.  — 20 


3o6      PRIMER   PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

de  archiveros,  catedrático  de  la  Escuela  de  Diplomática,  publicó  Ensayo 
sobre  los  poemas  provensales  de  los  siglos  xii  y  xiii,  Madrid,  1860. 
Catálogo    de   las   bibliotecas   de   Latassa,    1877.   Historia   de   Daroca, 
1878.  Apuntes  de  la  asignatura  de  Bibliología,  1897-98.  El  Cancionero 
de  Pedro  Marcuello,   1899.  Documentos  histór.  de  Daroca  y  su  Co- 
munidad, Zaragoza,   191 5. — Antonio  Capmany  y  Montpalau,  sobrino 
del    filólogo   é   historiador   del   mismo    nombre,    publicó   Historia    de 
Madrid,  1860.  Historia  del  Monasterio  del  Caballero  de  Gracia,  1862. 
Museo   histórico   que  comprende  los  principales  sucesos...,  dos  vols., 
1862.   Origen  histórico  y  etimológico  de  las  calles  de  Madrid,   1863. 
— Felipe  Carrasco  de  Molina  estrenó  Reo  y  juez,  dr.   (1860). — Ei 
Cócora,  revista  de  flaquezas  humanas,  por  una  sociedad  de  sabios  tan 
modestos  como  bellacos,  dedicada  á  la  gente  mordaz,  risueña  y  ma- 
leante,  Madrid,    1860. — Memorias   de   Lord   Cochrane   recieyít emente 
publicadas  en  Londres   bajo   el   título   de  '■'■Servicios  navales  que   en 
libertar  á  Chile  y  al  Perú  de  la  dominación  española  rindió  el  Conde 
de  Dundonald",  Valparaíso,  1860;  Madrid,  1916. — Juan  de  Conpigny, 
escritor  delicado,  aunque  tímido,  flojito,  cultito  y  sosito,  de  esos  que 
hacen  comedias,  llamadas  irónicamente  discretas  y  finas;  de  hecho,  un 
latoso  como  Juan  Diana  y  Compañía;  estrenó  La  Luna  de  miel,  com. 
(1860).  Mañana,  com.  (1865),  que  gustó,  pintando  á  los  españoles,  que 
todo  lo  dejan  para  mañana.  La  Paja  en  el  ojo  ajeno,  com.  (1866). — El 
Contemporáneo,  periód.  conservador  fundado  por  José  Luis  Albareda, 
Madrid,   1860-65,  después  refundido  en  La  Política. — (Cayetano  Cor- 
NET  publicó  Guía  del  viajero  en  Manresa  y  Cerdana,  Barcelona,  1860. 
Tres  días  en  Monserrat,  guía  hist.-áescr.,  ibid.,   1863. — Corona  poéti- 
ca á  la  rendición  de  Tetuán,  Madrid,  1860,  poesías  de  muchos  poetas. 
— Corona  poética  en  la  entrada  triunfal  del  invicto  ejército  de  África, 
Madrid,   1860. — Antonio  Corona  (n.   1835),  por  seud.  A.  Rocano,  co- 
laborador de  La  Gaceta  Popular  (1873),  poeta  granadino,  subdirector 
general  del  Tesoro,  jubilado  en  Granada,  colaboró  en  muchos  perió- 
dicos.— 'Ángel  Costa  publicó  Ensayos  literarios,   Montevideo,   1860. — 
Crónica  de  Ambos  Mundos,  Madrid,   1860-62. — Crónica  de  la  guerra 
de   África,   escrita   con   presencia   de   datos   oficiales,   por  R.   R.    de 
M.,   Madrid,    1860. — ^Amalia    Domingo    Soler    (1835-1909),    poetisa   y 
espiritista   sevillana,    redactora   de   La    Conciencia   Libre    (Barcelona, 
1896)   y  de  La   Unión  Espiritista  (ibid.,   1897),  publicó  muchos   libros 
de   poesías  y   de   controversias,   entre   ellos   ¡Te  perdono!,   ocho   vols. 
Ramos  de  violetas,  cuatro  vols.,  etc. — Federico  Errazuriz  Zañartu, 
chileno,  presidente  de  la  República,  publicó  Chile  bajo  el  imperio  de 
la  Constitución  de   1828,  Santiago,    1860,  en  defensa  de   los  constitu- 
yentes  federaliatas.   Los  Pincheiras,   estudio   histórico. — Evaristo   F's- 
calera  publicó  Garibaldi  y  sus  glorias,  Madrid,   1860.  Los  Soldados  de 
la  independencia  italiana,  1861.  Ultima  expedición  de  Garibaldi,  1862. 
Méjico   hist.-dcscriptivo   (con   Man.   González   Llana),    1862.   Historia 
y  descripción  de  Méjico,   1864.  La  España  del  siglo  xix  (con  M.  G. 


S.  XIX,  1860.  ÁNGEL  LÓPEZ  ANITUA  3oj 

Llana),  cuatro  ts.,  1864.  Crónica  del  Principado  de  Asturias,  1865. — 
Fermín  Ferreira  y  Artigas  (1837- i 872),  poeta  bohemio  de  Monte- 
video, que  desde  joven  buscó,  desencantado,  el  olvido  en  el  vicio  y 
sólo  halló  nuevas  desventuras.  Sus  versos,  ligeros,  espontáneos,  des- 
cuidados, pero  sentidos,  reflejan  su  vida.  Orador  elocuente  en  el 
Parlamento,  periodista  batallador  en  El  Siglo,  murió  roído  por  los 
excesos.  Estrenó  Donde  las  dan  las  toman,  proverbio  en  un  acto 
(1860).  Páginas  sueltas,  1872. — Ana  M."  Franco,  de  Almería,  estrenó 
Amores  septuagenarios,  com.,  Almería,  1863.  La  Mano  de  Dios,  com. 
Un  novio  tartamudo,  jug.  Ir  por  lana,  jug.  Publicó  en  1860  un  tomo 
de  poesías  líricas. — Eusebio  Freixa  \  Rabassó  (1824-1894),  de  Reus, 
por  seud.  E.  F.  M.  Rixtea  y  Asóhar,  periodista,  publicó  Teresa  Guix, 
1847,  ó  AdiUtera  y  parricida,  ley,  hisi.-tontemp.  en  verso,  Lérida, 
1857;  Madrid,  1867,  1886.  Lo  Mejor  de  lo  mejor,  gran  repertorio  de 
máximas,  sentencias...,  obra  escrita  por  600  autores  y  publicada  por..., 
Lérida,  1860.  El  Crisol  de  centenares  de  libros...,  gran  repertorio  de 
máximas,  axiomas...,  refranes...,  Madrid,  1879.  Brillantes  lif erarios, 
morales,  filosóficos  y  políticos,  ejemplos  históricos  sorprendentes, 
1889. — 'José  M.^  Gafas,  capitán,  publicó  Historia  militar  de  la  guerra 
de  África,  Madrid,  1860. — iMateo  A..  Galindo  Catalán  publicó  Don 
Luis  Villaseñor,  cuadros  de  costumbres  en  variedad  de  metros,  Zara- 
goza, 1860. — Fray  José  Antonio  Gari  y  Siumell  publicó  Descripción  é 
historia  de  la  villa  de  Villanueva  y  Geltrú,  Villanueva,  1860.  Bibliote- 
ca Mercedaria  (1873?). — José  Gómez  Díez,  redactor  de  La  Verdad 
{1865),  director  de  la  Gaceta,  con  seudónimo  de  Saurín,  publicó  Bo- 
ceto histórico...  Cánovas  del  Castillo...,  1880.  Antes  El  Imperio  dd 
oro,  nov.,  Madrid,  1860. — Francisco  González  Llanos  publicó  Bio- 
grafía política  y  militar  de...  D.  Juan  Prim,  Madrid,  1860. — Valentín 
Gormaz  publicó  Correcciones  lexicográficas  sobre  la  lengua  castellana 
en  Chile,  Valparaíso,  1860. — Guia  de  Zaragoza,  ibíd.,  1860 :  la  más 
completa. — ^Pablo  Herrera  publicó  Ensayo  sobre  la  historia  de  la  lite- 
ratura ecuatoriana,  Quito,  1860,  1889  (en  Rev.  Ecuatoriana,  t.  I). 
Apuntes  biográficos  de  D.  J.  J.  Olmedo,  Quito,  1877. — Sebastián 
Herrero  Espinosa  de  los  Monteros,  compañero  de  Tassara  en  Sevi- 
lla, después  obispo  de  Vitoria,  estrenó  García  el  Calumniador  en  sus 
mocedades  y  después  publicó  Poesías  religiosas,  hacia  el  1860;  2."  ed., 
Córdoba,  1887. — ^Francisco  Jiménez  y  Guited  publicó  Historia...  de 
D.  Juan  Prim...,  Barcelona,  1860,  dos  vols. — Faustino  Jouve  estrenó 
El  Regreso  del  soldado,  apropósito  á  la  paz  (1860).  Si  la  muía  fuera 
buena  (1861).  La  Pasión  de  Jesi'is,  corona  sacra,  1866. — Nicasio  de 
Landa  y  Alvarez  (1831-1891),  de  Pamplona,  fundador  de  La  Caridad 
en  la  Guerra,  distinguido  médico  militar,  publicó  La  Campaña  de  Ma- 
rruecos, Madrid,  1860.  Un  zñajc  á  Canarias,  Pamplona,  1863.  Los  Pri- 
meros cristianos  de  Pompeiopolis,  leyenda  de  S.  Fermín,  Pamplona, 
1882. — José  R.  Leal  publicó  Filosofía  social,  Madrid,  1860.  Teatro 
nuevo,  Habana,  1880. — Ángel  López  Anítua  publicó  El  Ciprés  de  la 


3o8      PRIMER   PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

reina,  leyenda  hist.  en  verso,   León,    1860. — Miguel  Lora,  boliviano, 
publicó  Ensayos  poéticos,  Sucre,  1860. — Sebastián  Lorente,  historia- 
dor español  fallecido  en  Lima  (1884),  decano  de  la  Facultad  de  Le- 
tras de  aquella  ciudad,  además  de  obras  didácticas,  publicó  Historia 
antigua  del  Perú,  Lima,  1860.  Historia  de  la  Conquista  del  Perú,  ibid., 
1861.  Historia  del  Perú  bajo  la  dinastía  austríaca  (1542-1598),  ibid., 
1861,   1863;   ídem,  t.   II   (1598-1700),   París,    1870.  Historia  del  Perú 
compendiada,  Lima,  1866.  Historia  del  Perú  bajo  los  Bortones  (1700- 
1821),   Lima,    1871.   Historia   del  Peni   desde   la   proclamación    de   la 
Independencia,   Lima,    1876,  La  Civilización   peruana  indígena,   ibid., 
1879. — Federico  Macía  y  Acosta,  español,  capitán  de  Caballería  en 
1860,  diputado  en  1871,  publicó  La  Traición  de  Metz,  nov..  Habana, 
1860.  El  Bastardo,  nov.,  Villaclara,  1860.  La  Judia  en  el  campamento 
ó  glorias  en  África,  dr.,  1860.  Azares  de  la  vida,  nov..  Habana,  1862. 
Los  Piratas  napolitanos,  dr.  hist.,   1865. — Bruno  Maldonado  Melén- 
DEZ  (1840- 1890),  poeta  bogotano,  diputado,  escribió  dramas  que  no  se 
representaron  y   el  tomo  de  versos  Fantasías,   con   los  dramas. — Ci- 
priano  Martínez   estrenó  Achaques  matrimoniales  (1860).   Celar  sin 
saber  á  quién,  com.  (1863). — F.  Martínez  Zapat.\  publicó  Recuerdos 
históricos   de    los   veintitrés   reinados,    Madrid,    1860. — Francisco    de 
Sales  Mayo,  por  seud.  Quindalé  y  Aristipo,  médico,  pasó  sus  veinte 
últimos  años  en  Londres;  fué  precursor  de  los  noveladores  naturalis- 
tas en  La  Condesilla  y  La  Chula;  dirigió  El  Reflejo  (1843),  í"^  ^^~ 
dactor  de  El  Constitucional  (1860-63)  y  publicó  El  Rencor  de  la  gi- 
tana, crón.  novelesca,  Madrid,   1860.  Diccionario  gitano,   1867.  Jaime 
el  Barbudo  ó  los  bandidos  de  Crevillente,  nov.  hist.,  ibid..   1868.  La 
Condesita,    nov.,    1869.    Gramática   gitana,    1870.    El    Gitanismo,   hist., 
cost.  y  dialecto,   1870.  Miserias  imperiales  ó  la  gloria  en  nn  ataúd, 
crón,  nov.,  1874.  La  Chula,  historia  de  muchos,  1882  (2.*  ed.). — Agus- 
tín Millares  Torres  (1826-1896),  de  las  Palmas  (Canarias),  músico, 
en  Madrid  (1846-48),  en  las  Palmas  director  de  El  Porvenir,  El  Ca- 
nario, El  Ómnibus,  publicó  Historia  de  la  Gran  Canaria,  Las  Palmas, 
1860-61,  dos  vols. ;  1867.  Historia  de  la  Inquisición  en  ¡as  Islas  Cana- 
rias, ibid.,   1874,  cuatro  vols.  El   Ultimo   de  los  canarios,  nov.,   1875. 
Esperanza,  id.,  1875.  Historia  de  un  hijo  del  pueblo,  id.,  1877.  Aven- 
turas de  un  converso,  1877.  Hijos  ilustres  de  las  Islas  Canarias,  dos 
vols.,  Madrid,  1878-79  (2.»  ed.,  refund.).  Historia  general  de  ¡as  Islas 
Canarias,  1882-95,  10  vols. — Juan  Miguel  de  Losada  estrenó  El  Mo- 
narca cenobita,  dr.  (1860).  Luz  divina,  dr.  (1861).  Pruebas  humanas, 
dr.  (1861). — Colección  de:  pequeñas  novelas  y  cuadros  de  costumbres 
de  DON   Franclsco  de  Córdova  y  López  y  don   Daniel  Balaciart  y 
Tormo,  Madrid,   1860.  La  Corona  Real  de  Hungría,  por  F.  Córdoba 
y  Ix>pez,  nov.,   1860.— Josfe  María  Ortiz.  de  Olmedo,  director  de  El 
Eco  Nacional  (1892),  publicó  Mi  primer  xnielo,  poesías,  Madrid  (1894). 
A  falta  de  pan...,  proverb.  en  un  acto  (1860). — Copiosa  y  variada  co- 
lección de  selectos  panegíricos,  Barcelona,  1860. — Timoteo  de  la  Paz 


S.  XIX,  1860.  CEFERINO  TRESSERRA  SOQ 

Sacristán  publicó  Valentín,  nov.,  Cáxliz,  1860. — El  Pensamiento  Es- 
pañol, periódico  absolutista  fundado  por  Gabino  Tejado;  redactores, 
además,  Villoslada  y  Pedroso,  Madrid,  1860-70. — Vicente  Pérez  Ro- 
sales (1807-1886),  de  Santiago  de  Chile,  nieto  de  españoles,  gran 
viajero  y  bohemio  sempiterno;  en  París  desde  1825,  vuelto  á  su  tie- 
rra después  de  la  revolución  de  Julio  y  partido  de  nuevo  á  Chile 
{1859)  y  Alemania,  donde  publicó  Ensayo  sobre  Chile;  fué  senador 
(1876-81)  y,  sobre  todo,  agente  de  la  Colonización  del  Sur  desde 
1850;  escribió  sus  aventuras  en  la  curiosa  y  amena  obra  Recuerdos 
del  pasado  (1814-1860),  publicados  en  La  Época;  después  aparte, 
Santiago,  1882,  1886,  1910  {Bibl.  Escrit.  Chil.).  Diccionario  del  En- 
trometido.— iAntonio  Población  y  Fernández  publicó  Historia  médica 
de  la  guerra  de  África,  Madrid,  1860.  Historia  de  la  medicina  militar 
española,  San  Sebastián,  1877. — Poesías  que  da  á  luz  la  R.  Acad.  Esp. 
para  conmemorar  los  triunfos  de  las  armas  españolas  en  la  guerra  de 
África,  Madrid,  1860. — Felipe  Poey,  sabio  cubano,  publicó  Geografía 
de  la  isla  de  Cuba,  Habana,  1860. — El  Pueblo,  diario  democrático, 
Madrid,  1860-70. — Fray  Esteban  Rallón  publicó  Historia  de...  Jerez, 
ibid.,  1860,  1890-94. — 'Tomás  Ramos  publicó  Estudios  históricos  de  la 
nobleza  ibérica,  Madrid,  1860. — Tomás  Reina  y  Reina  publicó  en  Re^ 
vista  de  Cieñe,  Liter.  y  Artes,  de  Sevilla,  1860,  la  oda  A  la  guerra  de 
España  contra  Marruecos.  Descubrimiento  y  conquista  del  Perú,  1892. 
— Revista  de  Sud-América,  cuatro  vols.,  Valparaíso,  1860-63. — Félix 
Reyes  Ortiz  (1828-1883),  poeta  boliviano  de  Sagarnaga,  periodista, 
escribió  los  dramas  Chismografía  y  Las  Lanzas  (1875),  Odio  y  amor 
(1860);  las  leyendas  El  Templo  y  La  Zafra,  y  versos;  murió  loco,  y 
sus  últimas  composiciones  se  resienten  de  negrura.  Historia  de  cuatro 
días.  La  Paz,  1872.  Leyendas,  ibid.,  1861. — Juan  Riera  y  Busquets 
estrenó  Abderraman,  drama,  Gerona,  1860. — Alejandro  Rixchan 
estrenó  La  Pupila,  aprop.  (1860). — 'Vicente  Rodríguez  Varó  estre- 
nó La  Paja  en  el  ojo  ajeno,  jug.  (1860).  Un  pollo  y  un  viejo,  jug. 
(1860). — Luisa  Sáenz  de  Viniegra,  de  Torrijos,  publicó  Vida  del 
general  D.  José  María  de  Torrijos  y  Uriarte,  Madrid,  1860,  dos  vols. 
— Manuel  Sánchez  Escandón  y  Morquecho,  auditor  de  Marina, 
publicó  A  las  glorias  de  España  en  África,  cantos,  de  vigorosa  ento- 
nación, Madrid,  1860. — 'Luis  San  Jttan  y  Alcober  estrenó  Sobrinos 
que  da  el  demonio,  jug.,  1860.  Dulces  cadenas,  comedia  bien  aplaudi- 
da, 1866,  1883  (5.*  ed.).  La  Cnerda  templada,  com.,  1866.  Epílogo  de 
una  historia,  com.,  1876. — Luis  Sipos  (t  1879),  poeta  gallego,  á  lo 
Heine,  mezcló  la  dulzura  de  los  cantares  apasionados  con  el  desen- 
fado satírico,  como  dice  Blanco  García;  publicó  poesías  en  El  Bazar 
y  en  La  Ilustración  Esp.  y  Americana  (1872). — A  la  toma  de  Tetuán, 
corona  poética,  Barcelona,  1860. — El  Conde  de  Torre-Marín  publicó 
Ensayos  poéticos,  Madrid,  1860. — Fray  Juan  Angelo  Torrentes,  car- 
melita en  Palma,  tradujo  del  latín,  del  padre  José  Andrés,  jesuíta,  Glo- 
rias del  Carmelo,  Palma,  1860,  cuatro  vols. — 'Ceferino  Tresserra  pu- 


3lO     PRIMER   PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA    (185O-186Q) 

blicó  Los  Misterios  del  Saladero,  novela,  Barcelona,  1860.  La  Judia 
errante,  nov.,  1862-63. — Simón  Vera  estrenó  Tetuán  por  los  españoles, 
dr.  (con  V.  de  Lalama,  1860). — La  Verdad,  diario  pol.  y  liter.,  Madrid, 
1860-66. — Vergel  inagotable  de  felicitaciones  en  verso,  por  D.  M.  P., 
Barcelona,  1860. — José  Joaquín  Villanueva  estrenó  La  Franqueza, 
zarz.  (1860). — Pedro  Manuel  Yago  publicó  Recuerdos,  leyendas  en  ver- 
so, Valencia,  1860.  El  Justo  medio,  jug.  (1863).  En  el  fondo,  aforismos 
caseros....  Valencia,  1863. — Prudencia  Zapatero  y  Olea  de  Ángu- 
lo publicó  La  Expiación,  novela,  Madrid,  1860.  Un  hijo  sin  madre, 
nov.,   1881.  Madrid  por  dentro,  nov.,   1887. 

107.  Año  186 1.  José  M.^  Pereda  y  Porrúa  (i 833- i 906) 
nació  en  Polanco  (Santander),  hijo  de  Juan  y  Bárbara,  él  de 
Polanco,  ella  de  Counillas,  personas  de  abolorio,  cristianan  á 
carta  cabal  y  no  escasas  de  bienes  de  fortuna.  Tuvo  hasta 
veintiún  hermanos.  Cursó  la  segunda  enseñanza  en  Santan- 
der (1844-50).  pasó  á  Madrid  (1852)  con  el  fin  de  prepararse 
para  artillero,  aficionándose  más  á  los  teatros,  á  las  tertulias 
literarias  del  café  de  La  Esmeralda  y  á  las  novelas,  que  á  las 
matemáticas.  Decidióse  á  no  seguir  carrera  v  volvióse  á  su 
tierra  (1854),  donde  pasó  el  cólera  (1855).  y  para  aliviar  la 
melancolia  que  le  sobrevino,  estuvo  una  temporada  en  An- 
dalucía (1857).  Fundada  La  Abeja  Montañesa  en  Santander 
(1858),  alentado  por  sus  amigos,  publicó  en  ella  un  artículo 
humorístico,  Ya  escampa,  con  la  firma  de  P.  y  Paredes,  que 
siguió  poniendo  en  su  ya  desde  entonces  continua  colabora- 
ción, hasta  que,  en  1864,  puso  su  propio  nombre  en  Los  Zán- 
ganos de  la  Prensa.  En  La  Abeja  Montañesa,  ya  hacia  1859, 
escribió  críticas  de  libros  y  de  teatro,  ayudado  de  Eduardo 
Bustillo,  gacetillas  y  la  mayoría  de  las  Escenas  Montañesas; 
otras  cuatro  publicó  en  el  novenario  literario  FA  Tío  Caye- 
tano, fundado  por  él  con  otros  dos  amigos.  Salieron  colec- 
cionadas las  Escenas  Montañesas  en  Madrid,  1864,  aplaudi- 
das por  Hartzenbusch,  Mesonero  y  Antonio  Flores.  Pasó  en 
París  unos  meses  (1864)  leyendo  novelas,  obsei*vando  la  vida 
y  frecuentando  los  teatros.  Espcribió  de  política  como  carlista 
en  el  segundo  Padre  Cobos,  cuando  la  rjloriosa;  fué  diputado 
á  Cortes  por  Cabuérniga  en  las  primeras  de  don  Amadeo; 
pero,  desengañado  de  la  farsa  que  veía  entre  bastidores,  reti- 
róse á  su  tierra,   levantando   un   chóteaic  (1872)    frente   á   su 


^^^-^5^ 


S.    XIX,    1861.    JOSÉ    MARÍA    PEREDA  3ll 

casa  natal.  Habíasele  enfriado  el  fervor  novelístico  por  lo  mal 
que  los  más  habían  recibido  las  primicias  de  su  arte  realista, 
hasta  el  mismo  Trueba,  en  el  prólogo,  donde  le  achacaba  el 
"detenerse  á  fotografiar  lo  malo"  y  el  "mal  gusto  de  pasar  de 
largo  por  delante  de  lo  mucho  bueno  que  hay  en  la  Montaña" ; 
pero  Menéndez  Pelayo,  su  amigo,  le  hizo  volver  á  tomar  la 
pluma,  animándose  además  él  mismo  por  lo  aplaudido  que  en 
Aimérica  era  su  libro.  Arregló,  pues,  La  Mujer  del  César  de 
un  su  ensayo  dramático  de  antaño,  y,  con  otras  cosas,  publicó 
Bocetos  al  temple,  1876.  De  lleno  se  entregó  á  las  letras,  es- 
cribiendo los  Tipos  trashumantes  para  La  Tertulia  (1876), 
impresos  en  Santander,  1877.  Con  su  primera  novela,  El  Buey 
suelto,  dividióse  la  gente,  unos  por  él,  otros  por  Galdós,  se- 
gún los  colores  políticos,  después  del  ruido  que  metió  El  Es- 
cándalo, de  Alarcón.  Admirador  Galdós  de  Pereda,  procuró 
que  los  periódicos  liberales  le  alabasen,  correspondiéndole  él, 
tratando  de  volverle  a  la  fe  de  sus  mayores.  Debiera  publi- 
carse la  correspondencia  que  por  entonces  se  cruzó  entre  los 
dos  amigos  é  insignes  novelistas.  Con  todo,  la  lucha  de  ideas 
mezclábase  en  la  crítica,  y  hasta  Clarín  le  dio  codillo.  Pero  ei 
realismo  español  de  Pereda  triunfaba  en  toda  España,  antes 
de  que  Pardo  Bazán  nos  trajera  el  naturalismo  francés  con 
La  Cuestión  palpitante.  Con  Pedro  Sánchea  y  Sotileza  subió, 
nemine  discrepante,  á  la  cim'a  de  la  novelística  española.  La 
critica  entera,  sin  distinción  de  colores,  deshízose  en  alaban- 
zas, y  hasta  el  descontentadizo  Clarín  se  le  entregó  atado  de 
pies  y  manos,  proclamando  que  Pedro  Sánchez  era  la  mejor 
novela  española  de  las  modernas  y  Sotileza  un  poema  sublime. 
En  Madrid,  Valencia,  Barcelona,  Oviedo,  fué  agasajado  (1884- 
85)  por  los  más  ilustres  escritores.  Sola  la  Pardo  Bazán  hubo 
de  reñir  á  poco  con  él,  después  de  publicadas  Nubes  de  estío 
(1890),  mientras  Galdós,  con  su  gran  generosidad  de  corazón, 
seguía  y  siguió  siempre  admirándole.  Al  caer  nuestra  leyenda 
dorada  con  el  desastre  colonial,  cayéronsele  á  Pereda  sus  últi- 
mas ilusiones.  Con  la  entrada  en  la  Academia  (1879),  adonde, 
sin  pretenderlo  ni  quererlo,  le  llevó  Menéndez  Pelayo,  hacién- 
dole avecindarse  en  Madrid,  conforme  al  artículo  9.°  de  los 
Estatutos  de  aquella  Corporación,  acabó  su  vida  literaria.  Fa- 


3l2     PRIMER   PERÍODO    DE   LA   ÉPOCA   REALISTA    (1850-1869) 

lleció  de  arterieesclerosis,  por  un  ataque  de  angina  de  pecho, 
tn  Polanco.  Pereda  es,  después  de  Cervantes,  el  primer  novelis- 
ta español.  Novelador  regional,  llegó  á  la  cima  del  realismo  des- 
criptivo de  su  tierra  y  de  la  psicología  de  las  almas,  sobre  todo 
en  sus  obras  maestras  Peñas  arriba,  Sotileza  y  algunas  de  las 
Escenas  Montañesas;  algo  más  abajo  quedan,  aunque  señorean- 
do las  demás  novelas  modernas,  D.  Gonzalo  González  de  la  Gon- 
zalera,  El  Sabor  de  la  tierruca,  La  Puchera  y  Al  primer  vuelo. 
Sus  personajes  se  mueven  y  viven,  no  al  antojo  del  artista,  sino 
con  la  espontánea  independencia  de  seres  vivos  que  hacen  lo 
que  les  da  la  gana,  sin  necesitar  que  el  novelista  les  dé  per- 
miso para  ello.  El  diálogo  y  la  descripción  sobrepujan  á  la 
trama  en  la  mayor  parte  de  sus  obras.  El  estilo,  natural, 
robusto,  colorido  y  vivo,  sin  el  menor  dejo  de  amaneramiento 
de  escritor  erudito;  el  lenguaje,  el  hablado  por  los  montañe- 
ses, matizado  de  voces  regionales  y  propias.  Galdós  ha  creado 
un  mundo  de  seres  vivos;  pero,  comparado  con  Pereda,  diña- 
se que  tan  sólo  los  ha  esbozado  á  brocha  gorda,  porque  en  el 
pequeño  mundo  de  Pereda,  región,  costumbres,  personajes, 
afectos,  almas,  en  una  palabra,  han  sido  calados  por  el  poe- 
ta hasta  sus  más  recónditos  entresijos  y  han  sido  expresados 
por  manera  tan  minuciosa,  que,  aun  siendo  pocos  á  veces  los 
rasgos,  la  reciura  de  su  color  y  el  contraste  y  el  arte  maravi- 
lloso los  han  rebultado  y  sacado  del  cuadro,  que  no  parece 
sino  que  andan  por  ahí,  vivos,  en  alma  y  cuerpo.  No  huelga 
una  palabra  ni  una  frase  en  Pereda,  y  cada  una  tiene  una  fuer- 
za, un  color,  que  Galdós  raras  veces  alcanza  con  su  lenguaje, 
harto  más  desleído  y  común.  En  esta  fuerza  expresiva,  en  que, 
en  suma,  consiste  el  arte,  Pereda  gana  infinitamente  á  Galdós, 
aunque  en  el  conjunto  inmenso  de  su  obra,  como  pintura  más 
amplia  de  España,  gane  Galdós  á  Pereda.  Pereda  es  un  rea- 
lista, á  veces  hasta  exagerado,  si  la  frase  se  i>enTiite,  merced 
al  naturalismo  franfés  en  lo  que  tiene  de  cargar  la  mano  ó 
apretar  el  i)incel  en  ciertos  toques,  y  así  algunos  le  tuvieron 
por  naturalista;  pero  no  lo  es,  como  no  lo  ha  sido  nadie  en 
España.  Nunca  quiso  afiliarse  al  naturalismo,  porque  repug- 
naba á  sus  creencias  religiosas  y  literarias.  Fué,  además,  re- 
gionalista    literario;    en    dejando    la    montaña    santanderina. 


S.    XIX,    1 86 1.    JOSÉ    MARÍA    PEREDA  3l3 

como  en  La  Montálves  y  Pedro  Sánchez,  flojea  su  fuerza 
pictórica.  Porque  pictórico  es  más  que  otra  cosa.  Es  Pereda 
para  Santander  lo  que  Fernán  Caballero  para  Andalucía  y 
Blasco  Ibáñez  para  Valencia,  aunque  de  más  fuerte  pincel  que 
■ellos. 

108.  Es  para  asombrar  la  dócil  modestia  de  nuestros  españoles, 
á  quienes  se  ha  calificado  de  altaneros  y  orgullosos  en  mala  parte, 
confundiendo  el  noble  orgullo  é  independencia  digna  con  la  fanfa- 
rrona altanería  y  loca  soberbia,  cuando  los  vemos  abrir  la  boca  de 
■admirados  y  remedar  como  unos  dotrinos  á  Zola  el  naturalista  y  rea- 
lista falso,  teniendo  en  su  propia  casa  á  Pereda,  que  antes  de  Zola 
se  había  mostrado  ya  realista  sano  y  de  cuerpo  entero  desde  que  es- 
•cribió  en  La  Abeja  Montañesa.  Pardo  Bazán  creyó  haber  hallado 
una  riquísima  vena  de  pura  plata  al  darnos  á  conocer  la  que  todo  lo 
tnás  era  de  plomo  argentífero,  y  eso  que  aquí  teníamos  el  cerro  ente- 
ro del  Potosí.  Tanto  descamina  en  el  arte  el  ansia  de  seguir  modas 
pasajeras.  Y  fuelo  tanto,  que  hoy  todo  el  mundo  se  burla  del  arte 
zolesco,  mientras  que  las  novelas  de  Pereda  son  las  que  más  se  ven- 
den en  la  librería  española;  más  todavía  que  las  de  Trigo  y  otros  mo- 
dernos, que  es  cuanto  decirse  puede.  Su  valer  estriba  en  el  sano  rea- 
lismo, en  el  puro  realismo,  en  el  realismo  de  Cervantes  y  Velázquei:, 
en  el  realismo  español,  que  aquí  es  ocasión  de  apurar,  cotejándolo 
con  el  naturalismo  de  Zola.  Si  en  cualquier  género  artístico,  en  el 
llamado  regional,  al  cual  pertenece  la  novela  de  Pereda,  es  donde 
vienen  más  á  cuento  los  dos  fundamentos  principales  de  todo  arte: 
el  conocer  á  fondo  y  el  estar  enamorado  del  objeto.  Pereda  conoció 
la  Montaña  y  la  amó  como  quien  allí  se  pasó  toda  su  vida  sin  querer 
salir  de  ella.  De  este  conocimiento  y  amor  sacó  Pereda  la  pintura 
realista  de  la  tierra  aquella  y  del  alma  de  la  gente  montañesa.  No 
está  el  toque  del  realismo  en  retratar  fotográficamente.  La  fotogra- 
fía retrata  muerto  el  objeto;  de  otra  manera  el  retrato  de  un  pintor 
jamás  llegaría  á  la  material  y  muerta  fotografía.  Lo  que  á  la  foto- 
grafía falta  y  lo  que  el  pintor  añade  es  el  alma,  que  aviva  el  traslado 
frío  de  la  máquina.  En  esto  mismo  difiere  el  verdadero  artista  del 
copista  puro  y  el  realismo  de  Pereda  del  material  realismo  de  que 
pudiera  alardear  quien  minuciosamente  retratara  con  palabras  luga- 
res y  personajes  de  la  Montaña.  Hay  un  no  sé  qué  de  vida  en  el  re- 
trato hecho  por  un  pintor,  que  falta  en  la  escueta  fotografía.  Ese  no 
sé  qué,  no  retratado  por  el  sol,  porque  yace  en  el  fondo  del  alma  y  «1 
sol  no  pasa  más  adentro  de  la  superficie,  es  lo  que  el  artista  lee  pe- 
netrando en  ella  y  lo  pone  en  su  lienzo  ó  en  su  novela.  La  más  aco- 
modada postura  de  un  personaje  al  retratarse  dice  bien  poco  si  lo 
comparamos  con  la  que  el  artista  puede  dar  á  su  pintura;  cuanto  más 
si  el  artista  dispone  de  la  palabra,  con  la  cual  puede  sosegadamente 


3 14     PRIMER    PERÍODO    DE    LA   ÉPOCA    REALISTA    (185O-1869) 

recorrer  toda  una  acción  en  la  que  el  carácter  y  el  alma  entera  de 
sus  personajes  se  pongan  de  manifiesto.  La  naturaleza  insensible  tam- 
bién tiene  su  alma;  mejor  digamos,  los  liombres  se  la  prestan,  hacen 
que  las  suyas  propias  se  reflejen  en  ella,  y  el  artista  puede  lograrla 
como  nadie,  mientras  que  para  la  fonografía  esa  alma  de  las  cosas 
es  letra  muerta.  Para  infundir  al  retrato  de  cosas  y  personas  esa 
alma  que  las  haga  vivir  en  la  obra  artística,  menester  es  que  el  ar- 
tista las  conozca  y  trate  toda  su  vida  y  que  esté  de  ellas  enamorado. 
Conocimiento  y  amor  hacen  al  artista.  El  que  no  lo  sea,  al  visitar  los 
lugares  descritos  por  Pereda  y  al  hablar  con  sus  moradores,  tendrá 
un  desencanto,  porque  no  penetrará  en  lo  que  ve  hasta  el  alma  de 
cosas  y  personas  que  Pereda  sacó  de  ellas  y  dejó  de  manifiesto  en 
sus  novelas.  Este  realismo  sólo  puede  darse  enterannente  en  el  arte 
regional,  por  identificarse  más  por  el  cabo  el  artista  con  ¡o  que  des- 
cribe con  conocimiento  y  amor.  Artista  regional  perfecto  sólo  puede 
serlo,  por  consiguiente,  el  que  nació,  vivió  y  amó  la  tierra  que  des- 
cribe. Su  personalidad  puede  decirse  que,  en  sustancia,  es  la  de  la 
región,  salvo  lo  distintivo  que  diferencia  entre  sí  á  los  hombres.  Pin- 
tar su  propia  alma  será  pintar  el  alma  de  su  tierra.  Y  cnanto  más 
ahonde  en  la  una  y  en  la  otra,  más  de  cerca  llegará  al  alma  nacional 
y  sabrá  sacar  á  luz  el  alma  de  la  raza.  Tal  es  la  razón  de  que  las 
obras  de  Pereda,  con  ser  tan  regionales,  gusten  á  todo  el  mundo  y 
más  á  los  españoles.  Es  el  alma  española  la  que  pinta,  con  el  matiz 
del  montañés  y  el  de  la  propia  personalidad  suya.  Siendo  esto  así, 
no  se  concibe  que  Pereda  se  ciñese  á  pintar  lo  más  feo  de  la  monta- 
ña y  los  instintos  más  groseros  de  los  montañeses,  que  por  bien  que 
lo  lograra  no  hubiera  abarcado  el  alma  entera  de  su  tierra ;  sólo  nos 
hubiera  dado  las  sombras  del  cuadro,  sin  tocarlo  de  luces.  Eso  no 
cabe  en  quien  conocía  y  amaba  la  Montaña,  y  eso  hizo  Zola  y  á  eso 
se  reduce  su  falso  naturalismo,  ya  que  no  es  natural  que  tan  sólo  se 
den  en  el  mundo  sombras  y  fealdades  morales.  Zola  no  amó  la 
sociedad  que  describía,  sólo  amaba  la  fama  de  ser  un  novelista  de 
nuevo  género  y  aborrecía  la  vida  que  pintaba.  No  se  siente  en  sus 
novelas,  por  el  consiguiente,  aquel  perfume  amoroso,  aquel  aroma  de 
cariño  f>or  la  tierra  y  las  gentes,  que  despiden  las  novelas  de  Pereda. 
Es  un  pedazo  de  la  realidad  y  el  más  feo  pedazo  de  ella,  lo  que  Zola 
describe;  Pereda  abarca  la  realidad  entera.  Zola  la  mira  con  la  frial- 
dad del  sociólogo ;  Pereda,  con  el  cariño  de  quien  ve  en  ella  un  pe- 
dazo de  su  alma.  Nuestros  artistas  tuvieron,  con  todo,  la  flema  de 
dejarse  ¡levar  por  la  mano  de  la  Pardo  Bazán  para  embaucarse  con 
el  naturalismo  forastero  de  Zola,  volviendo  las  espaldas  al  realismo 
nacional  de  Pereda.  Las  modas  suelen  traerlas  las  señoras  y  tras  las 
señoras  se  van  de  cabeza  los  honiibres.  Pereda,  De  tal  palo...,  pról. : 
"En  Dios  y  en  mi  ánima  te  juro  que  ya  no  sé  lo  que  es  realismo  en 
las  obras  del  ingenio,  desde  que  tanto  se  zarandea  la  palabra  entre 
las  plumas  de  la  crítica.  Si  por  realismo  se  entiende  la  afición  á  prc- 


S.    XIX,    1861.    JOSÉ    MARÍA    PEREDA  3l5 

sentar  en  el  libro  pasiones  y  caracteres  humanos  y  cuadros  de  la  na- 
turaleza, dentro  del  decoro  del  arte,  realista  soy,  y  á  mucha  honra  lo 
tengo;  pero  si  con  tal  calificación  se  me  quiere  filiar,  como  ya  se  ha 
hecho,  y  hasta  en  son  de  alabanza,  bajo  las  banderas,  triunfantes  hoy 
ultramontes,  de  un  naturalismo  hediondo  que  pinta  al  desnudo  los  es- 
tragos del  alcohol,  la  inmundicia  de  los  lavaderos  y  las  obscenidades 
de  las  mancebías,  protesto  contra  la  injuria  que  de  tal  modo  se  me 
infiere.  Hay,  sin  embargo,  quien  ha  visto  poesía  y  belleza  en  el  fon- 
do de  esas  letrinas  de  la  literatura.  ¿Qué  no  serán  capaces  de  ver 
ciertos  linces  de  la  crítica?"  P.  Blanco,  Liter.  españ.,  II,  págs.  532- 
553:  "Lugar  era  éste  para  decir  algo  sobre  la  tan  debatida  cuestión 
del  naturalismo  de  Pereda,  si  no  hubiese  indicado  ya  mi  parecer  y 
si  no  considerara  como  la  última  palabra  lo  que  tan  amplia  y  atinada- 
mente escribe  Menéndez  y  Pelayo  en  el  prólogo  de  las  obras  del  gran 
novelista  santanderino.  Pugnan  de  frente  todas  ellas  con  la  de  Zola 
y  su  grey  en  que  mientras  éstos  obedecen  al  sistema  del  pesimismo 
absoluto,  al  amor  de  lo  feo  por  lo  feo,  es  la  realidad  para  Pereda  un 
conjunto  variado,  y  casi  diríamos  armónico,  á  lo  menos  en  la  esfera 
del  arte,  donde  el  mal  se  desarrolla  al  lado  del  bien,  prestándole  ma- 
yor hermosura  por  el  contraste.  Partiendo  de  principios  tan  radical- 
mente opuestos,  no  puede  ser  uno  el  término  final.  Pereda,  como  cris- 
tiano, admite,  estudia  y  ensalza  el  libre  albedrío  en  el  hombre,  cre- 
yéndole capaz  de  la  virtud  y  del  heroísmo,  al  revés  de  los  que  le 
consideran  como  un  animal  perfeccionado.  No  busca  para  fondo  de 
sus  cuadros  las  lóbregas  mansiones  donde  recibe  culto  el  vicio  en 
todas  sus  formas,  ni  reduce  el  amor  á  la  categoría  de  instinto  sexual, 
ni  nacen  de  sus  personajes  seres  corroídos  por  la  lujuria  y  movién- 
dose «n  sentinas  putrefactas.  A  cambio  del  hastío  enervante  y  de  las 
negras  pesadillas  del  naturalismo,  rebosa  en  las  novelas  del  gran  au- 
tor montañés  el  placer  dulce  y  tranquilo  de  todo  lo  delicadamente 
bello.  Aquella  atmósfera  corrompida  por  los  hedores  de  la  concupis- 
cencia desenfrenada  no  puede  compararse  con  esta  otra,  en  que  siem- 
pre se  aspira  aire  puro,  perfumes  suaves  y  embriagadores.  Mientras 
Nana  y  Madama  Bovary  y  los  demás  modelos  parisienses  llevan  arras- 
trando la  imaginación  por  los  cenagales  de  los  centros  populosos, 
donde  reina  una  civilización  decadente  y  refinada,  las  Escenas  Mon- 
tañesas, Don  Gonzalo,  El  Sabor  de  la  tierruca  y  Sotileza  nos  dan  á 
gustar  el  idilio  de  la  campiña  ó  la  epopeya  del  trabajo,  ideales  sanos 
y  fecundos  que  nada  tienen  que  ver  con  el  cansancio  del  espíritu, 
subyugado  por  la  despótica  fatalidad  de  la  materia.  Está  en  lo  justo 
Pereda  al  desoír  á  sus  mentores  oficiosos.  El  se  ha  conocido  á  sí 
mismo  mejor  que  nadie.  A  los  reclamos  de  la  novedad  afortunada 
puede  oponer  la  verdad  inmutable ;  al  lema  de  naturalismo,  que  es, 
al  fin,  cosa  de  ayer,  gastada  en  menos  espacio  que  un  figurín,  el  lema 
de  naturaleza,  que  es  de  todos  los  tiempos  y  de  todas  las  latitudes." 
M.  Pelayo,  Crit.  liter.,  5."  ser.,  pág.  355 :  "Pereda,  el  más  montañés  de 


3l6     PRIMER    PERÍODO    DE    LA    ÉPOCA    REALISTA    (185O-1869) 

todos  los  montañeses,  identificado  con  la  tierra  natal...,  apacentando 
sin  cesar  sus  ojos  con  el  espectáculo  de  esta  naturaleza  dulcemente 
melancólica  y  descubriendo  sagazmente  cuanto  queda  de  poético  en 
nuestras  costumbres  rústicas,  ha  traído  á  sus  libros  la  Montaña  en- 
tera, no  ya  con  su  aspecto  exterior,  sino  con  algo  más  profundo  é 
íntimo,  que  no  se  ve,  y,  sin  embargo,  penetra  el  alma;  con  eso  que  el 
autor  y  sus  paisanos  llamamos  el  sabor  de  la  tierruca,  encanto  miste- 
rioso, producidor  de  eterna  soledad  {saudade)...  ha  logrado  dar  for- 
ma artística...  al  vago  sentimiento  de  esta  nuestra  raza  septentrional, 
que,  con  rebosar  de  poesía,  no  habí.i  encontrado  hasta  estos  últimos 
tiempos  su  poeta...  Que  Pereda  emplea  procedimientos  naturalistas 
es  innegable;  que  se  va  siempre  tras  de  lo  individual  y  concreto..., 
que  enamorado  de  los  detalles...;  que*  en  la  descripción  y  en  el 
diálogo  se  aventaje  más  que  en  la  invención  y  en  la  composición... ;  que 
no  rehuya  la  pintura  de  nada  verdadero  y  humano,  y,  finalmente,  que 
ha  vigorizado  su  lengua  con  la  lengua  del  pueblo...,  todo  esto  lo  hace 
Pereda,  no  por  imitación,  no  por  escuela...,  sino  porque  esa  es  su  ín- 
dole...; es  realista,  pero  muchos  negaran,  y  yo  con  ellos,  que  deba 
contársele  entre  los  naturalistas...  Pereda,  que  tiene  á  gala  el  ser 
realista,  ha  rechazado  con  indignación  en  varios  prólogos  suyos  toda 
complicidad  con  los  naturalistas  franceses...  Cuando  él  empezó  á  es- 
cribir sus  Escenas  Montañesas,  coleccionadas  ya  en  1864,  ni  existía 
el  naturalismo  como  escuela  literaria,  ni  tal  nombre  se  había  pronun- 
ciado en  España,  ni  estaban  siquiera  escritas  la  mayor  parte  de  las 
obras  capitales  del  género,  en  el  cual  yo  no  incluyo,  sino  con  grandes 
limitaciones,  las  de  Balzac...  Le  han  llamado  algunos  naturalista  de 
la  naturaleza.  Y  tienen  razón,  si  esto  se  entiende  como  en  oposición 
á  naturalista  de  escuela...  Nótase  en  los  primeros  cuadros  de  Pereda 
(salvas  radicales  diferencias  de  temperamento,  que  pueden  reducirse 
i  la  sencilla  fórmula  de  "más  vigor  y  menos  ternura")  la  influencia  de 
Fernán  Caballero,  y  nótase  también  la  de  otro  discípulo  suyo...  Truc- 
ha..., que  por  los  años  de  1864  se  hallaba  en  el  apogeo  de  su  fama, 
fué  el  encargado  de  hacer  el  prólogo  de  las  Escenas  Montañesas... 
Pereda  aborrece  de  muerte  los  idilios  y  las  fingidas  Arcadias,  y  tiene 
horror  instintivo  á  los  idealismos  falsos,  optimistas,  bonachones  y 
empalagosos;  pero  esto  no  quita  que  haya  en  sus  cuadros  idealidad 
y  pureza,  toda  la  que  en  sí  tienen  las  costumbres  rústicas...,  monta- 
ñeses ladinos  y  litigantes  a  natiz'itate,  entreverados  de  sencillez  y 
malicia,  atentos  á  su  interés  y  á  las  contingencias  del  papel  sellado, 
y  juntamente  con  esto  cautelosos  y  solapados  en  sus  palabras...  Cada 
uno  habla  como  quien  es,  y  el  zafio,  como  zafio  se  expresa.  FI  señor 
Pereda,  por  lo  mismo  que  siente  mucho  y  bien,  es  enemigo  jurado  de 
la  sensiblería;  pero  cuando  llega  á  situaciones  patéticas,  encuentra 
para  el  dolor  ó  la  alegría  la  expresión  natural  y  no  rebuscada  y  con- 
mueve más  que  otros  novelistas  serios  y  estirados,  por  lo  mismo  que 
no  se  esperan  tales  ternuras  en  un  autor  de  continuo  alegre  y  jaca- 


S.    XIX,    1861.    JOSÉ    MARÍA    PEREDA  Siy 

randoso.  Hay,  ciertamente,  tesaros  de  sentimiento  en  el  alma  y  en  los 
escritos  de  Pereda;  pero  estos  sentimientos  son  siempre  viriles,  ro- 
bustos  y   primitivos,   como    in fundidos   en   hombres   de    tosca   y    ruda 
corteza...   No   rehuye  jamás  la  expresión  valiente  y  pintoresca,   por 
áspera  y  disonante  que  en  un  salón  parezca,  ni  se  asusta  de  la  miseria 
material,  ni  teme  penetrar  en  la  taberna  y  palpar  los  andrajos  y  las 
llagas;    pero   basta   abrir    cualquiera    de   sus    libros    para   convencerse 
de  que  corre  por  su  alma  una  vena  inagotable  de  pasión   fresca,  es- 
pontánea y  humana,  y  que  sabe  y  siente  como  pocos  todo  género  de 
delicadezas  morales  y  literarias,  y  que  acierta  á  encontrar  tesoros  de 
poesía  hasta  en  lo  que  parece  más  miserable  y  abyecto...  En  ese  ar- 
tículo de  La  Leva,  que  nunca  me  cansaré  de  citar,  porque  desde  Cer- 
vantes acá  no  se  ha  hecho  ni  remotamente  un  cuadro  de  costumbres 
por  el  estilo  (igualado,  pero  no  superado  por  el  autor),  hay  alcoholis- 
mo como  en  los  libros  más  repugnantes  de  la  escuela  francesa,  hayí^ 
palizas  y  riñas  conyugales,  hay  inmundicia  y  harapos  y  un  penetrante 
y  subido  olor  á  parrocha  y,  sin  embargo,  ¡  qué  melancolía  y  ternura  la 
del  final!  ¡Cómo  sienten  y  viven  aquellos  pobres  marineros  de  la  calle 
del  Arrabal!  ¿Qué  héroe  de  salón  ó  de  boudoir  interesará  nunca  lo 
que  el  tío  Tramontorio,  lanzando  en  la  escena  del  embarque  aquel  so- 
lemne larga?  Si  esto  es  realismo,  bendito  sea.  Si  realismo  quiere  decir 
guerra  al  convencionalismo,  á  la  falsa  retórica  y  al  arte  docente  y  ser- 
moneador, y  todo  esto  en  nombre  y  provecho  de  la  verdad  humana, 
bien   venido   sea.    Así   pintaba   Velázquez...    El   señor   Pereda   no   es 
fotógrafo  grande  ni  chico,  porque  la  fotografía  no  es  arte...  sus  per- 
sonajes no  están  en  la  realidad,  pero  pueden  estarlo;  son  humanos^ 
nos  parece  que  viven  y  respiran ;  son  la  idealización  de  una  clase  en- 
tera,  la  realidad  idealizada...   Si  yo  dijera  que   para  mí   son  las  dos 
series  de  las  Escenas  Montañesas  lo  más  selecto  de  la  obra  de  Pe- 
reda,  no  diría  más  que^lo  que   siento...   Admiro  más  en  Pereda   al 
autor  de  bosquejos  y  cuadritos  de  género  que  al  de  novelas   largas, 
y  entre  las  escenas  cortas,  todavía  doy  la  preferencia  á  las  de   cos- 
tumbres campesinas...,  en  las  cuales  logra  el  ingenio  de  su  autor  un 
grado  de  vigor  y  de  fuerza  creadora  y  hasta  de  terror  sublime,  que, 
por  decirlo  así,  le  levanta  sobre  sí  mismo...  La  segunda  época  de  la 
vida  literaria  de  Pereda  comienza  en  1878...  Yo  no  admiro  sólo  en 
él   lo  que  todo  el  mundo   ve  y   admira:   el   extraordinario  poder   con 
que  se  asimila  lo  real  y  lo  transforma;  el  buen  sentido  omnipotente  y 
macizo;  la  maestría  del  diálogo,  por  ningún  otro  alcanzada  después 
de  Cervantes;  el  poder  de  arrancar  tipos  humanos  de  la  gran  cantera 
de  la  realidad;  la  frase  viva,  palpitante  y  densa;  la  singular  energía 
y  precisión  en  las  descripciones;  el  color  y  el  relieve,  los  músculos  y 
la   sangre;    el   profundo   sentido   de   las  más   ocultas   armonías  de   la 
naturaleza  no  reveladas  al  vulgo  profano;  la  gravedad  del  magisterio 
moral;  la  vena  cómica,  tan  nacional  y  tan  inagotable,  y,  por  último, 
aquel  torrente  de  lengua  no  aprendida  en  los  libros,  sino  sorprendida 


,  .  3l8      PRIMER   PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA    (185O-1869) 

y  arrancada  de  labios  de  las  gentes;  lengua  verdaderamente  patricia 
j  de  legítimo  solar  y  lengua  castellana...  Pero  le  amo,  además,  como 
escritor  de  raza,  como  el  poeta  más  original  que  el  Norte  de  España 
ha  producido...  En  Sotileza,  aquella  misma  robusta  inspiración  que 
había  dado  perpeíua  vida  á  Cafetera,  al  Tuerto  y  á  Tramontorio,  ha 
roto  el  estrecho  marco  del  cuadro  de  género  y  penetrado  en  el  ancho 
y  generoso  cerco  de  la  gran  pintura,  poniendo  con  entera  franqueza 
á  sus  héroes  entre  ciclo  y  mar,  y  haciéndoles  verdaderos  protagonis- 
tas de  una  acción  trágica,  que  llega  y  toca  á  lo  más  alto  de  la  pasión 
humana,  acentuada  aquí  en  vigoroso  contraste  con  una  naturaleza 
bravia  y  rebelde."  M.  Pelayo,  Obras  de  Pereda,  1887,  t.  I,  pról. :  "Lo 
que  importa  dejar  consignado  es  que  si  Pereda  no  debe  ser  tenido 
por  naturalista  en  el  sentido  francés  de  la  palabra,  quizá  la  principal 
razón  de  esto  sea  su  propia  naturalidad  y  el  sano  temple  de  su  es- 
píritu." "Porque  lo  cierto  es  que  no  conozco  escritores  menos  natu- 
rales y  más  artificiosos  que  los  que  hoy  pretenden  copiar  exclusiva  y 
fielmente  la  naturaleza.  Todo  es  en  ellos  bizantinismo,  todo  artificios 
óe  decadencia  y  afeites  de  vieja,  todo  intemperancias  coloristas  y 
estremecimientos  nerviosos  en  la  frase.  Si  este  estilo  es  natural,  mu- 
cho debe  haber  cambiado  la  naturaleza  al  pasar  por  los  boulevares 
de  París.  A  la  vista  salta  que  la  naturaleza  y  la  realidad  no  son,  en 
el  sistema  de  Zola  y  sus  discípulos,  más  que  un  par  de  testaferros, 
tras  de  los  cuales  se  oculta  un  romanticismo  enfermizo,  caduco  y  de 
mala  ley,  donde,  por  sibaritismo  de  estilo,  se  rehuye  la  expresión  na- 
tural, que  suele  ser  noble,  y  se  persigue  con  pésima  delectación  y  ar- 
tificio visible  la  expresión  más  violenta  y  torcida,  por  imaginar  los 
autores  que  tienen  más  color.  ¡Y  cuánto  suelen  engañarse!"  Galdós, 
Discurso  Acaé.  Esp.,  1897:  "Ha  sabido  condensar  el  gran  narrador 
(en  Sotileza)  toda  la  poesía  de  la  marina  cantábrica...  Nunca  ha  teni- 
do la  gente  de  mar  pintor  más  hábil...  Resulta  el  libro  de  Pereda  un 
poema  del  Océano  costero,  del  Océano  en  cierto  modo  popular,  gran- 
jeria de  toda  una  raza  que  en  él  y  por  él  vive,  con  trabajos  indecibles, 
hostigada  por  inclemencias  de  que  no  tenemos  idea  los  que  en  tierra 
vivimos;  raza  infeliz  y  creyente,  que  devoran  las  galernas  en  el  mar 
y  en  tierra  las  miserias  y  ahogos  de  la  vida,  y  que,  baqueteada  por  las 
tempestades  de  fuera  y  de  dentro,  muere  en  el  .';anto  amor  de  las  so- 
ledades oceánicas,  pues  no  hay  afición  que,  como  la  del  mar,  tenga  la 
virtud  de  acrecerse  con  las  desdichas  y  trabajos.  Esta  sociedad  singu- 
lar, con  sus  caracteres  bien  definidos,  su  sencillez  ruda,  su  fe  inque- 
brantable y  el  fondo  soberano  en  que  se  agita,  como  ella  rudo,  ele- 
mental, aproximado  emblema  de  lo  infinito,  la  reproduce  Pereda  con 
tanta  verdad  como  poesía.  Las  figuras  principales  del  libro,  Sotileza, 
Carpía,  Muergo,  el  padre  Apolinar,  etc.,  son  tan  verdaderas,  que  la 
manipulación  artística  desaparece  en  ellas  y  se  nos  ofrecen  surgiendo 
con  vida  efectiva,  cuerpo  y  espíritu,  rostros  y  palabra,  <lel  seno  de  las 
páginas.  En  la  acción,  sencilla  y  con   fácil  lógica,  no  vemos  la  mano 


S.    XIX,    1861.    JOSÉ    MARÍA    PEREDA  Big 

que  compone.  Creyérase  que  todo  se  ha  hecho  por  si  mismo,  con  es- 
pontáneo proceder  y  por  natural  formación,  sin  que  lo  tocaran  los  de- 
dos del  artífice.  Libros  como  Sotileza  pertenecen  á  la  literatura  euro- 
pea, y  para  adaptarlos  á  una  región  y  hacerlos  caber  en  ella  hemos 
de  imaginar  en  ésta  un  tamaño  desmedido.  Es  joya  tan  grande,  que, 
para  darle  estuche,  tenemos  que  empalmar  nuestra  nación  con  otras, 
buscando  la  universalidad  del  sentimiento  estético."  Miguel  'Cañé  (en 
Recuerdos  Liter.,  de  Mérou,   1915,  pág.  352:  '■'Sotileza...  es  un  libro 
shakespeariano ;  y  usted  que  conoce  mi  admiración  apasionada  y  vio- 
lenta por  el  poeta  inglés,  sabrá  valorar  mi  elogio.  Hay  más  color  en 
Sotileza  que  en  todas  las  telas  de   los  venecianos   reunidas.   ¡  Eso  es 
naturalismo,  hinojo!  ¡Eso  es  verdad,  eso  es  vida,  cuerno  y  recuerno! 
Bajo  este  aspecto,  pongo  á  Pereda  á  cien  codos  arriba  de  Zola.  Figú- 
rese á  ese  hombre   conociendo   el   mundo   parisiense   como   conoce  el 
microcosmo   santanderino,   y   ayúdeme   á   sentir.   Se  necesita,   no   sólo 
una  observación  incisiva,  un  poder  intelectual  tremendo,  sino  un  don 
natural  para  penetrar  asi  á  la  región  confusa  de  esos  cráneos  en  em- 
brión, de  esas  crisálidas  de  hombre.  No  basta  concebir  en  esos  casos ; 
*s   necesario    expresar,    rendir,   traducir    el    pensamiento.    Usted   que 
plumea,  como  yo,  sabe,  menos  que  yo,  porque  yo  cepillo  más,  lo  'que 
-cuesta  vestir  una  idea  que  se  ve  desnuda,  pasearse  esbelta  por  el  espí- 
ritu. Eso  es  maravilloso  en  Pereda.  Muergo  es  Caliban,  escapado  de  la 
isla  de  Próspero,  sobre  un  tronco  de  árbol  y  caído  á  la  playa  de  San- 
tander entre  la  resaca.  Lo  que  es  admirable,  cierto,  íntimo,  un  sondazo 
hondo  como  un  pozo  á  la  naturaleza  humana,  es  la  pasión  carnal,  bru- 
tal, de  Sotileza  por  el  monstruo,  más  violenta,  si  cabe,  que  los  rugidos 
<ie  lascivia  de  Muergo.  ¿Y  los  firvolcs  de  Cleto?  ¿Quiere  nada  más 
l>tieno  que  ese  análisis  moral,  de  una  delicadeza  infinita,  pero  aparen- 
temente tejido  con  la  burda  materia  que  secreta  el  alma  de  ese  semi- 
Mrbaro?  Las  Mocejón  dan  cuatro  cuerpos  á  las  viejas  harpías  clásicas 
y  éstas  ni  las  ven.  Son  hermanas  de  la  bruja  de  Macbeth...  Anoche  se 
me  erizó  el  pelo  leyendo  la  descripción  de  la  galerna." 

Escenas  Montañesas,  colección  de  bosquejos  de  costumbres  tomados 
del  natural,  con  pról.  de  A.  Trueba,  Madrid,  1864;  correg.  y  atún.,  San- 
tander, 1877.  Ensayos  dramáticos,  Santander,  1869  (25  ejemplares). 
Tipos  y  paisajes,  seg.  serie  de  Esc.  Mont.,  Madrid,  1871.  Bocetos  al 
temple  (La  Mujer  de  César,  Los  Hombres  de  pro.  Oros  son  triunfos), 
Madrid,  1876.  Tipos  trashumantes,  croquis  á  pluma,  Santander,  1877; 
Barcelona,  1897.  El  Buey  suelto,  cuadros  edificantes  de  la  vida  de  un 
solterón,  Madrid,  1878.  Don  Gonzalo  González  de  la  Gonzalera,  ibid., 
1879.  De  tal  palo  tal  astilla,  1880.  Esbozos  y  rasguños,  ibid.,  1881.  El 
Sabor  de  la  Tierruca,  Barcelona,  1882.  Pedro  Sánchez,  Madrid,  1883. 
De  Patricio  Rigüelta  {redivivo)  á  Gildo  el  "Letrado''^  su  hijo  en  Co- 
teruco,  ibid.,  1883.  Sotileza,  ibid.,  1885.  La  Montálvez,  ibid.,  1888.  La 
Puchera,  ibid.,  1889.  Nubes  de  Estío,  ibid.,  1891.  Al  primer  vuelo, 
idilio,  Barcelona,   1891.  La  Leva  y  El  Fin  de  una  raza,  en  Cuentos 


320     PRIMER    PERÍODO    DE    LA    ÉPOCA    REALISTA    (185O-1869) 

escogidos  de  los  mejores  autores  castellanos  contetnporáneos...,  jxyr 
E.    Gómez    Carrillo,    París,    1894.   Peñas   arriba,   Madrid,    1895.    Pa~ 
chin  González,  ibid.,  1896,  Discursos  leídos  ante  la  R.  Academia  Esp., 
ibid.,  1897  (el  de  contestación,  de  Galdós).  M.  Pelayo,  Pereda,  Galdós, 
Discursos  en  la  R,  Acad.  Esp.,  ibid.,   1897.  Homenaje  á  M.  Pelayo, 
ibid,,  1899,  con  un  trabajo  de  Pereda.  Para  ser  buen  arriero...,  ibid., 
1900.  Obras  completas,  17  vols.,  con  pról.  de  M.  Pelayo,  varias  edicio- 
nes. La  novela  en  el  teatro,  cartas,  con  aclaraciones  y  coment,  de  Luis 
Ruiz  Contreras,  Barcelona,  1910.  Sus  obras  dramáticas:  Tanto  tienes, 
tanto  vales  (com.  estrenada  en  1861).  Palos  en  seco  (1861).  Marchar 
con  el  siglo  (1863).  Mundo,  amor  y  vanidad,  zarz.  (1863).   Terrones 
y  pergaminos  (1863).  Sus  artículos  en  La  Abeja  (1858-1867),  El  Tío 
Cayetano    (1858-1859,    1868-1869),  La   Tertulia   (1876,    1876-77),   San- 
tander Crema  (1884),  El  Aviso  (1885),  El  Atlántico  (1886).  El  discur- 
so de  los  Juegos  Florales  de  Barcelona,  en  La  Vanguardia  y  El  At- 
lántico   (1892).   Prólogos.    Comunicado    y    Comunicado,    en    El   Aviso 
(1877).  Cuatro  palabras  á  un  deslenguado  (1882).  Las  Comezones  de 
la  Sra.  Pardo  Bazán,  en  El  Imparcial  (21   Febr.   1901).  Sr.  Director 
de  EL  Aviso,  en  éste  y  en  El  Atlántico  (1901).  Traducción  del  cuadro 
de   Narciso   Qller,   titulado  Natura,   en  El  Liberal   (11    Enero   1897). 
Cartas  de  circunstancias,  en  el  álbum  Andalucía  (1885),  en  el  Limos- 
na (1896),  en  Álbum  Patria  (1898),  en  El  Lábaro  (1905).  En  Rev.  Es- 
paña: Blasones  y  talegas  (1869,  t.  VII).  Dos  sistemas  (1869,  t.  VIII). 
Al  amor  de  los  tizones  (1869,  t.  VIII).  La  Mujer  del  ciego,  ¿para 
quién   se    afeita?    (1869,    t.    IX).    El   Peor    bicho    (1869,    t.    IX).    Ir 
por   laño    Í1869,    t.    X).    Las    Brujas    (1870,    t.    XII).    Un    tipo    más 
(1870,   t.   XIII).   La   Mujer   del   César   (1870,    t.   XVII).    Un   marino 
(1872,   t.    XVIII).   Los  Buenos  muchachos    (1872,    t.    XXVIII).    Co- 
laboró   igualmente   en   La   Ilustr.    Calól.    (1877)    y    Rev.    Contempor. 
(1897-99).  Cartas  á  Laverde,  en  poder  del  señor  Graiño.  Obras  com- 
pletas, 17  vols.,  últimas  ediciones:  t.  I,  5.'  ed.,  1917;  t.  II,  4."  ed.,  1909; 
t.  III,  5.'  ed.,   1913;  t.  IV,  s.""  ed.,   1917;  t.  V,  4.^  ed.,   1910;  t.   VI, 
3.'  ed.,  1910;  t.  VII,  3.^  ed.,  1912;  t.  VIII,  3."  ed.,  191 1;  t.  IX,  6.*  ed., 
1916;  t.  X,  4.*  ed.,  1913;  t.  XI,  3.^  ed.,   1910;  t.  XII,  3.'  ed.,   1909; 
t.   XIII,  3.»  ed.,   1913;  t.  XIV,  3.'   ed.,   1913;   t.   XV,  6.*  ed.,    1917; 
t.  XVI,  3.»  ed.,  1916;  t.  XVII,  2.'  ed,  1917. 

Consúltese:  M.  Menéndez  y  Pelayo,  Don  José  María  de  Pereda,  en 
Estudios  de  Crítica  literaria,  5.'  serie,  Madrid,  1908,  págs.  353-444; 
Apuntes  para  la  biografía  de  Pereda  publicados  por  "El  Diario  Mon- 
tañés", el  10  de  Mayo  de  1906,  Santander,  1906;  B.  de  Tannenberg, 
en  Revue  Hispanique  (1898),  t.  V,  págs.  330-364;  J.  R.  Lomba  y  Pe- 
draja,  en  Cultura  Española  (1906),  págs.  711-725;  Augusto  Charro  Hi- 
dalgo, D,  J.  M.  de  Pereda,  Madrid,  1884;  Pardo  Bazán,  Pereda  y  su 
último  libro  (en  Nuevo  teatro  crít.,  Marzo,  1891);  Pérez  Galdós, 
Disc.  Acad.  Esp.,  1H97,  y  Pról.  á  El  Sabor  de  la  tierruca;  Trueba. 
prólogo  á  Escenas  Montañesas,  i864;Rev.  de  Archivos,  ic>o3  (Febrero, 


S.    XIX,    1861.   NICOLÁS   DÍAZ   DE  BENJUMEA  321 

Agosto) ;  L,  Ruiz  Contreras,  Memorias  de  un  desmemoriado,  Madrid, 
1917. 

109.  Año  1 86 1.  José  Peón  y  Contreras  (i 843- i 908), 
de  Mérida  (Méjico),  el  restaurador  del  teatro  mejicano,  doc- 
tor en  Medicina  á  los  diez  y  nueve  de  su  edad,  escribió  á  los 
diez  y  ocho  la  leyenda  La  Cruz  del  Paredón,  imitada  de  Zo- 
rrilla, y  tres  piezas  dramáticas :  María  la  Loca,  El  Castigo 
de  Dios  y  El  Conde  de  Santisteban.  Tal  precocidad  de  ingenio 
dejó  asombrados  á  sus  paisanos,  como  á  los  suyos  Echegaray 
por  la  novedad  y  fecundidad.  Fué  practicante  en  el  hospital  de 
Jesús  (1863),  director  de  la  Vacuna  y  director  del  hospital  de 
San  Hipólito  (1867). 

no.     J.  Peón  Contreras:  Hasta  el  cielo,  dr.  (1870).  Gil  González 
de  Avila,  dr.  (1876).  La  Hija  del  Rey,  dr.  (1876).  Un  Amor  de  Her- 
nán Cortés,  dr.  (1876).  Esperanza,  dr.  (1876).  Antón  de  Alaminos,  dr. 
(1876).  El  Conde  de  Peñalva,  dr.  (1877).  Doña  Leonor  de  Sarabia, 
dr.  (1878).  Entre  tu  tío  y  tu  tía,  com.  (1878).  Por  el  joyel  del  sombre- 
ro, dr.  (1878).   Vivo  ó  muerto,  dr.  (1879).  Impulsos  del  corazón,  dr. 
Todos  impresos  en  Mérida  de  Yucatán,  1883.  Poesías  (apólogos,  ele- 
gías, descripciones,  eróticas),  Méjico,  1863.  Flores  del  alma,  poesías, 
1871.  En  1873  escribió  en  el  folletín  de  El  Domingo  una  colección  de 
Romances  históricos  mexicanos,  Méjico,   1873.  En  1876  fué  premiada 
en  concurso  su  Oda  á  Hernán  Cortés.  Obras  dramáticas,  en  verso  y 
prosa,  Méjico,  1879.  Romances  dramáticos,  ibid.,  1880.  Trovas  Colom- 
binas,  ibid.,   1881.  Ecos,   poesías   á  lo  Bécquer  y   Heine,   ibid.,    1883. 
Pequeños    dramas,    1887.    Romances    históricos   y   dramáticos,    trovas 
colombinas,  París,   1888.  Obras,  México,   1896-97,  dos  vols. ;  t.  I  (IV 
de  la  Bibl.  Autor.  Mexic),  teatro;  t.  II  (V  de  la  misma),  teatro.  En 
el  t.  XLVI   (1902)   de  la  Bibl.  Autor.  Mexicanos:  Romances  histór. 
mexic.  Romances  dramáticos.  Pequeños  dramas.  Trovas  Colombinas. 
Canto  á  José  Martí,  Habana,  1903. 

I 
111.  Año  186 1.  Nicolás  Díaz  de  Benjumea  (1829-1884),  barce- 
lonés, cervantista,  que  señaló  el  camino  de  buscar  en  el  Quijote  logo- 
grifos,  simbolismos,  autobiografías,  caminando  por  él  desenfadada- 
mente é  involucrando  la  obra  más  clara  del  mundo.  Véase  la  Rev. 
Contemporánea,  1877.  Atribuyó  el  falso  Quijote  á  fray  Andrés  Pérez, 
presunto  autor  de  La  Pícara  Justina.  Fué  director  en  Madrid  de  La 
Unión  (1864),  El  Fígaro,  periódico  satírico;  publicó  estando  en  Lon- 
dres Plegaria  del  cautivo,  romance  (1865),  y  allí  dirigió  El  Eco  de 
Ambos  Mundos;  vuelto  á  España,  redactó  El  Programa  (1868-69)  j 
El  Arte;  dirigió  El  Musco  Universal,  que  después  fué  La  Ilustración 

TOMO  VIH.  — 31 


3a2  PRIMER  PERÍODO  DE  LA  ÉPOCA  REALISTA  (185O-18Ó9) 

Española  y  Americana.  Publicó  La  Estafeta  de  Ur ganda,  Londres, 
1801;  El  Correo  de  ALquife,  1866;  y  El  Mensaje  de  Merlín,  trilogía  de 
la  nueva  critica  cervantina.  Ciencia  popular  ó  Calece,  de  máx.  y  con- 
sejos, 'Líádiz,  1865.  Costumbres  del  Universo,  dos  vols.,  Barcelona, 
i8ó5-t)ó.  La  Cuestión  del  día,  1868.  La  verdad  sobre  el  Quijote,  1878. 
El  Escudo  en  blanco,  1880.  Los  Hombres  españoles,  americanos  y  lu- 
sitanos, Barcelona,  1881.  Lenguaje  del  Corazón,  1882.  ¿Quién  es  más 
loco?,  1882.  La  Génesis  del  Quijote,  1883.  El  Solterón,  1884  (3,"  ed.), 
1912.  El  Catecismo  filosófico  en  verso.  Palmerin  de  Inglaterra.  La 
Mitología  de  In  Revolución.  En  Rev.  Esp. :  El  Progreso  en  la  crítica 
del  Quijote,  1878-79  (ts.  LXIV-LXVII). 

Ángel  Lasso  de  la  Vega  y  Arguelles  (1831-1899),  de  San  Fer- 
nando, archivero,  redactor  ó  colaborador  de  La  llustr.  Esp.,  La  llustr. 
Catól.  (1877...),  La  Rev.  Europea,  La  Ciudad  de  Dios,  España  Artís- 
tica, Rev.  de  Madrid,  La  Niñez  (1879-83),  El  Mundo  de  los  Niños 
(1891),  La  Lidia  (1894),  Barcelona  Cómica  (1894.-9Ó),  Rev.  Contemp. 
(1897),  El  Correo  Ilustrado  (1897),  El  Gato  Negro  (1898),  La  Esp. 
Moderna,  Mundo  Naval  (1897-99),  ^ol.  Soc.  Geogr.  Publicó  El  Llan- 
to de  Raquel,  canto  bíblico,  1849.  La  Batalla  de  Pavía,  canto  ép.,  Ma- 
drid, 1861.  Una  deuda  de  amor,  com.,  1863.  La  Juglaresa,  zarz.,  1867. 
Historia  y  juicio  crítico  de  la  escuela  poética  sevillana  en  los  si- 
glos XVI  y  XVII,  Madrid,  1871 ;  ídem  en  los  siglos  xviii  y  xix,  1876, 
dos  vols.  La  Danza  de  la  muerte  en  la  poesía  castellana,  1878.  Un 
viaje  á  la  eternidad,  dr.,  1879.  A  la  ciencia,  oda,  1880.  Calderón,  1881. 
Viajeros  españoles  de  lu  Edad  Media,  1882.  Tragedias  de  Séneca, 
trad.  en  verso,  1883  (son  Medea  é  Hipólito).  Antología  griega,  trad. 
en  verso,  1884.  Comedias  de  Terencio,  trad.  en  verso,  Madrid,  1884. 
Luis  Eguilaz  {Rev.  Esp.,  1887,  t.  CXVIII).  De  Salamanca  á  Madrid. 
Navegantes  españoles.  La  Apoteosis  de  un  héroe...  D.  Alvaro  de  Ba- 
san, 1888.  Rayo  de  luz,  etc.,  1894.  Quien  siembra,  recoge,  prov.  en  un 
acto,  1908  (2.*  ed.).  En  Esp.  Mod.:  La  Agricultura  en  la  antigua 
Roma  (1890,  Jul.).  Juan  Holbein  (1898,  Jul.). 

Ramón  Aba.ncens  publicó  Colección  de  adagios  ó  refranes  espa- 
ñoles, Orense,  1861. — Temístocles  Abella  Mendoza  (n.  1841),  de 
Sogamoso  (Colombia),  comerciante,  publicó  Mis  versos,  Bogotá,  1864. 
Los  Tres  Pedros,  nov.  (1864).  Anacoana,  nov.  (1865).  Cartas  de  un 
viajero  (1869).  Estudios  biográficos  de  la  Hist.  de  América,  Bogotá, 
1888.  Gentilicios  usuales,  1890.  Almanaque  biográf ico-americano ,  1894. 
— Luis  Gonzalo  Agosta  (t  1887),  de  Matanzas  (Cuba),  publicó  Epi- 
sodio de  la  vida  de  Juan  Rivera,  romance  premiado,  1861. — Manuel 
Luciano  Agosta  publicó  La  Guerra  civil  entre  los  incas,  nov.  hist., 
Montevideo,  1861.  Un  matrimonio  de  rebote,  nov.,  1862. — Actas  de 
las  Cortes  de  Castilla  (1563-1623),  1861-1917,  40  tomos,  por  el  Con- 
greso de  los  Diputados,  y  desde  el  tomo  XIX,  por  la  Acad.  Hist. 
Son  complemento  de  las  de  los  antiguos  reinos. — Álbum  de  la  in- 
fantería  española   desde  sus   primitivos   tiempos,   Madrid,    1861. — Ca- 


S.  XIX,  1861.  ANTONIO  CORZO  323 

MiLO  Alonso  Valdespino,  director  de  Las  Cortes  (1854),  publicó  Jo- 
robas políticas,  Madrid,  1861. — Alejandrina  Arguelles  Toral  y 
Hevia  publicó  Ensayos  poéticos,  Irún,  1861. — ^í^'Ianuel  Arteaga,  por 
seud.  EL  Antillano,  publicó  Los  Antiguos  camagücyanos  y  el  nob^^ 
expósito,  nov.,  Puerto  Príncipe,  1861.  La  Metamorfosis  de  un  joven 
singular,  nov.,  1861.  Ventura  sin  ventura. — José  de  Ayala  y  Aguilar 
publicó  Tardes  cubanas  ó  conferencias  literarias  sobre  los  futuros 
destinos  de  la  Isla  de  Cuba,  Madrid,  1861. — Ramón  B.  Barrera  y 
Sánchez  (1812-1865),  catalán,  actor,  pintor  y  cantor,  publicó  Glorias 
de  María,  iV."  S.^  de  Monserrate,  poema  histórico.  Habana,  1861. — 
Liberto  Berzosa  estrenó  Jacinto,  zarz.  (1861). — José  Mercedes  Be- 
tancourt  (t  1866),  mulato  cubano,  publicó  Ecos  del  Tinima,  poe- 
sías. Habana,  1861. — Adolfo  Blanch  publicó  Historia  de  la  guerra 
de  la  independencia  en  el  antiguo  principado,  Barcelona,  1861-62, 
dos  vols. — Bartolomé  Bordoy  publicó  El  Limosnero  del  rey  de  Ma- 
llorca, nov.,  Palma,  1861. — Vicente  Burgos  estrenó  El  Maestro  de 
primeras  letras,  dr.  (con  Ant.  Carralón),  1861. — El  Padre  Cándido, 
periód.  de  literatura  y  teatros,  Madrid,  1861-63. — 'Constantino  Ca- 
rrasco (1841-1877),  poeta  peruano,  partidario  del  americanismo  en 
poesía,  autor  de  la  celebrada  silva  Al  Árbol  de  la  quina,  conocedor 
del  quichua,  del  que  tradujo  en  verso  castellano  el  famoso  drama 
Ollantay,  Lima,  1876,  que  se  ha  querido  dar  por  drama  antiquísimo 
y  no  parece  ser  niiás  que  imitación  de  las  comedias  españolas,  hecha 
por  algún  ingenioso  misionero  del  siglo  xvii  ó  posterior.  Trabajos 
poéticos  de  C.  Carrasco,  Lima,  1878.  El  texto  en  verso  del  Ollantay 
€Stá  tomado  del  que  en  prosa  publicó  José  Sebastián  Barranca  en 
Lima,  1868.  Pacheco  Zegarra  lo  tradujo  al  francés:  Ollantay,  drame 
en  vers  quechuas,  París,  1878;  de  esta  traducción  salió  la  castellana 
de  Madrid,  1886  {Bibl.  Universal).  Sobre  esta  cuestión,  véase  M.  Pe- 
layo,  Hist.  poes.  hisp.^amer.,  t.  H,  pág.  265.  E.  C.  Hills,  The  Quechua 
drama  Ollanta,  1914  (en  The  Romanic  Review,  N.  York,  127-176). 
Miguel  Ángel  Mossi,  Ollantay,  trad.,  B.  Aires,  1916  (la  bibliografía, 
por  Samuel  A.  Lafone  Quevedo,  pág.  xxxvi).  Biblioteca  Peruana 
t.  II,  pág.  431  (la  bibliografía).  Bart.  Mitre,  Catál.  razonado  de  la 
secc.  de  Lenguas  amer.,  1910  {II,  200-236). — Juan  Bautista  Carrasco 
publicó  Geografía  gral.  de  España,  comparada  con  la  primitiva,  dos 
vols.,  Madrid,  i86i.-^Manuel  Carrascosa  y  Rivelles  estrenó  Los 
Votos,  com.  (1861). — Pedro  C.  Caso  publicó  Poesías  fúnebres,  Lima, 
1861. — A.  Isaac  del  Castillo,  de  Lorca,  publicó  Memoria  histórica 
4e...  Lorca,  ibid.,  1861. — José  Conejo  Soumosiers  publicó  Historia 
de  Antequera,  dos  vols.,  ibid.,  1861. — Simón  Cordovés  (n.  1831),  de 
Bogotá,  publicó  Poesías,  Santiago,  1887. — Cortes  de  los  antiguos  rei- 
mos de  León  y  Castilla,  por  la  Acad.  Hist.  (i349-i559).  Madrid,  1861- 
1903,  siete  tomos :  los  dos  primeros  son  una  Introducción  de  Manuel 
Colmeiro,  1883-84. — Balbixo  Cortés  publicó  Estudios  del  Archipié- 
lago   asiático,   Madrid,    1861. — Antonio    Corzo   y    Barrera   (t    1897), 


324     PRIMER   PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

de  Santiago  de  Cuba,  magistrado,  redactor  de  El  Progreso  Constituí 
cional,  director  en  la  Habana  de  La  Voz  de  Cuba  (1864),  por  seud. 
Enrique    Gisbcrt,    escritor    castizo,    elegante    é    ingenioso,    demasiado 
pesimista,  publicó  Ensayos  poéticos,   Madrid,   1861.  Hojas  de  Otoño, 
artíc.  y  opuse,  liter.,  Habana,  1896.  Para  el  teatro:  Tirios  y  Troyanos 
(con   Enrique   Príncipe  y   Satorres),    1872.  El   Valor  á  prueba,  com. 
(1873).  Las  Fieras  de  su  Alteza  (1873).  La  Creación  de  la  atmósfera, 
com.  (1877).  Las  dos  joyas  de  la  casa  (1878,  1889).  La  Cuerda  tirante, 
com.,  1886. — .Manuel  Ángel  Corzo  publicó  El  Cancionero  de  Galicia, 
Santiago,  1861. — La  Charanga,  enciclopedia  pintoresca  de  historia,  li- 
teratura, teatros,  Palma,  1861. — Francisco  Danvila  y  Collado  (1829- 
1898),  valenciano,  publicó  El  Iris  (1848),  La  Cartera  (1849) ;  fué  re- 
dactor de  El  Valenciano,  arqueólogo,  novelista  y  dramático.  El  Toque 
de  alba,  dr..  Valencia,  1861.  Trajes  y  anuas  de  los  españoles  desde  los 
tiempos  prehistóricos  hasta  primeros  del  s.  xix,   Madrid,    1877,   dos 
vols.  Na  carroga  de  Vüaragut,  ibid.,   1888.  Rika,  nov.  (1908?).  Bajo 
los  pinos,  nov.,  1910. — Manuel  Díaz  de  Arcaya  y  González  de  Echa- 
VARRi  (n.  1841),  de  Vitoria,  catedrático,  poeta  religioso,  publicó  Can- 
tos del  corazón.  Sueños  del  ahna,  Bilbao,  1901  (Bibl.  base,  t.  LVH). 
Engracia,  poema.  Leyendas  alavesas  (1897),  dos  vols.;  2.'  serie,  1898. 
Cuadros  infantiles.  La  Torre  de  la  Encontrada.  El  Basilisco  de  UrriaU 
do.   Cantares  aragoneses,  etc.   Para  el  teatro:   Ingeniosa  caridad.  Al 
borde  del  precipicio.  En  vísperas  de  boda.  Adonis,  1888.  De  parle  del 
Sr.  Pérez.  La  Desaparecida.  D,  Lope  de  Haro.  ¿Me  caso?  ¡Suspen- 
so !,  etc. — Historia  de  la  ciudad  de  Salamanca,  que  escribió  don  Ber- 
nardo Dorado,  continuada  por  don  Manuel  Barco  López  y  don  Ramón 
Girón,   Salamanca,   1861. — Enrique  Edo  y  Llop  (t    1913),  valenciano 
que   fué  á   Cuba   en   1855,   publicó  Memoria   histórica  de  la   villa  de 
Cienfuegos,  ibid.,   1861,   1888.  El  Loco  del  valle,  dr.  (1861).  Ardides 
de  amor,  zarz.  (1861).   Un  quid  pro  quo   (1878).   J8y8  en  Cuba,  rev. 
cóm.  (1878).  Las  Espinas  de  una  rosa,  zarz.  De  aldeana  á  Condesa, 
zarz.  Marieta,  com.  Un  amigo,  com.  La  Salvación  en  Dios,  com.  Por 
buscar  una  mujer,  com.  Quien  mucho  abarca.  Cariños  de  la  inocen- 
cia. Un  desgraciado.  Dudas  y  temores.  Ni  ella  es  ella  ni  él  es  él,  jug., 
1882. — NiLO  María  Fabra  y  Deas  (1843-1903),  de  Blanes  (Gerona), 
fundó  la  Agencia  Fabra,  de  información   periodística,  en    1865,   aso- 
ciada en  1870  á  la  de  Havas,  de  París,  y  Rcuter,  de  Londres;  publicó 
Cuentos,  La  Batalla  de  Pavía,  canto   épico,   Madrid,   1861. — Antonio 
Fernández  y  Morales  publicó  Ensayos  poéticos  en  dialecto  bcrciano, 
León,  1861 ;  Toledo,  1876. — Augusto  Ferrán  y  Forniés  (1836-1880), 
madrileño,   bastante  bohemio  en   su   vida,   vivió  solitario   y   perezoso; 
hízose  alcohólico,  partió  á  Chile  (1872-77)  y  falleció  en  un  manicomio. 
Fué  poeta  imitador  de  Bécquer,  el  cual  le  elogió  (Obras  de  B.,  4.*  ed., 
t.  ni,  págs.  109-125);  redactor  de  El  Observatorio  Pintoresco  (1837) 
y   director   de   El  Sábado   (1859).   Publicó  La  Soledad,   colección   de 
cantares,  Madrid,    i86i.  La  Pereza,   cantares,    1871.    Una   inspiración 


S.  XIX,   1861.  NICOLÁS  GONZÁLEZ  CHAVES  325 

alemana   (en  Rev.   Esp.,    1872,   t.    XXV).    Obras   completas,   Madrid 
(1893).   Consúltese  J.   Nombela,  Impresiones,  t,   III,   pág.  87. — Adela 
Galiana  y  Albaladejo  publicó  El  Hombre  y  el  corazón,  descripción 
sucinta  de  las  épocas  de  su  vida.  Valencia,   1861. — León   Galindo   y 
Vera   (t    1889),   abogado,   diputado  y   periodista,   publicó  Intereses... 
que  en  África  tiene  España,  Madrid,  1861.  Progreso  y  vicisitudes  del 
idioma  castellano  en  nuestros  cuerpos  legales,   1863-65.  Autoridad  de 
la  Academia  en  materia  de  lenguaje,   1875  (disc.  de  recep.  en  ella). 
Comentarios  á  la  Legislación  hipotecaria  (con  Raf.  de  la  Escosura), 
1880-87,  seis  vols.  Historia,  vicisitudes  y  política  tradicional  de  Es- 
paña respecto  á  sus  posesiones  en  las  Costas  de  África,  1884. — Ángel 
Gallifa   y   Larraz,   zaragozano,   estrenó   Justicia  no    es   caridad,   dr., 
Zaragoza.,    1861. — Joaquina   García   Balmaseda,   de   González    (1837- 
1893),  madrileña,  actriz  con  Joaquín  Arjona  y  escritora  en  La  Es- 
paña Musical  (1854),  donde  publicó  la  traducción  de  la  novela  france- 
sa  Una  noche  en  las  nubes;  en  La  Corresp.  de  Esp.,  Correo  de  la 
Moda,  que  dirigió  diez  años,  desde  1883;  en  Los  Niños,  Aurora  de  la 
vida.  Museo  de  las  familias,  La  Mujer  cristiana,  La  Niñee.  Firmaba 
á   veces   Lady   Ketty,   Aurora   Pérez   Mirón,   Baronesa   de    Olivares, 
Adela  Samb  y  Zahara.  Estrenó  Genio  y  figura,  prov.  (1861).  Publicó 
Entre  el  cielo  y  la  tierra,  poes.,  Madrid,   1868.  La  Mujer  laboriosa, 
manual  de  labores,   1877  (2.'  ed.).  La  Mujer  sensata,  consejos,   1882, 
1884,   1886.  La  Madre  de  familia,  diálogos  instructivos  sobre  la  reli- 
gión, la  moral  y  las  maravillas  de  la  naturaleza,  6.*  ed.,  Madrid,  1889; 
10.'  ed.,  1902.  Donde  las  dan...,  prov.  en  un  acto.  Un  pájaro  en  el  gar- 
lito, com.  Historia  de  una  muñeca,  contada  por  ella  misma,  Barcelo- 
na, 1889.  Reo  y  juez,  com.  Lo  que  no  compra  el  dinero,  com. — Manuel 
García  de  Agüero,  colaborador  de  La  Ilustr.  Españ.,  publicó  Fábulas 
escritas  en  variedad  de  metros,  Madrid,   1861.  Mentiras  y  verdades, 
poesías,  ibid.,  1887.  ¿Es  el  A.  E.  M.  García  autor  de  Apólogos?  Las 
Almas  sobre  la  tierra,   ibid.,   1893. — iSimón   García   escribió   en   1861 
Compendio  de  arquitectura  y  simetría  de  los  templos  (Ms.)  ;  lo  impor- 
tante  es   lo   gótico,   extractado   de   los   cuadernos   de    Rodrigo    Gil   de 
Hontañón. — 'Dolores  Gómez  de  Cádiz,  de  Velasco  (n.  1818),  poetisa 
malagueña,   escribió  en  periódicos  de   Málaga,   Granada  y  Madrid  y 
publicó  Santa  Casilda,  nov.,  Madrid,  1861,  dos  vols. — Vicente  Gómez 
Flores  estrenó  El  Travieso,  zarz.,  Palma,   1861. — Manuel  González 
Llana,   catedrático   de   Instituto,   redactor  de  La  Iberia,   colaborador 
en  El   Teatro   (1864),   diputado,   jefe   de   Administración   jubilado   en 
1902,   publicó  La  Italia  del  siglo  xix   (con   Evaristo  Escalera),   Ma- 
drid,   1861-62.   Historia    de   las   Repúblicas   de   la   Plata   (1512-iSio"), 
ibid.,  1863.  Hijos  ilustres  de  Asturias,  Oviedo,  1864.  En  Rev.  de  Es- 
paña: América,  sobre  la  prioridad  üe  su  descubrimiento,  1877  (t.  LIX^, 
1879  (ts.  LXVII-LXIX).  Geografía  de  América,  1878-1881  (ts.  LXIV- 
LXXXIII).   La  Civilización  de  la  antigua   Grecia,   1879  (t.   LXXI). 
—Nicolás   González  Chaves   (1817-1878),  de  Bogotá,  publicó  obras 


3a6     PRIMER   PERÍODO    DE   LA   ÉPOCA   REALISTA    (185O-1869) 

desde  1861.  Estudio  cronológico  de  la  guerra  de  la  independencia  en 
la  antigua  Colombia,  París,  1879.  Cuadros  sinópticos  de  la  guerra  de 
la  independencia,  ibid.,  1880. — José  Hernández  Hernández  publica 
Los  dos  extremos,  leyenda,  Cuba,  1864. — Romualdo  Lafuente  estre- 
nó Ab-Del-Motri  ó  guerras  fratricidas,  dr.  (1861). — Benjamín  Lens, 
boliviano  de  La  Paz  (1836-1878),  publicó  Flores  de  un  día,  poesías, 
La  Paz,  1861 ;  hizo  piezas  dramáticas :  Amor,  celos  y  venganza.  El 
Hijo  natural,  Borrascas  del  corazón,  El  Gvante  negro,  dr.,  1872.  La 
Mejicana. — El  Tío  Lesnas,  semanario  burlesco,  satírico  y  literario, 
Madrid,  1861. — Saturnino  López  Novoa  publicó  Historia  de...  Bar- 
lastro,  Barcelona,  1861,  dos  vols. — José  Losáñez  (1803-1870),  de  San 
Ildefonso  (Segovia),  publicó  El  Alcázar  de  Segovia,  Segovia  ,i86r. 
Noticia  histór.  del  Santuario  é  Imagen  de  N."  S."  de  la  Fuencisla, 
1S61.  Biografía  de  D.  Luciano  Sáez  del  Portal.  Tradujo  Las  Tardes- 
de  la  Granja,  Madrid,  1863,  añadiendo  poesías. — Ramón  R.  Luna  pu- 
blicó El  Hijo  del  pueblo,  nov.,  Madrid,  1861.  El  Tribuno  del  pueblo, 
nov.,  1864,  dos  vols.  La  Modista  de  Madrid,  novela,  Madrid,  1864, 
dos  vols.  Margarita  de  Borgoña,  ibid..  1865,  dos  vols.  La  Torre  de 
los  crímenes  ó  el  suplicio  de  una  Reina,  ibid.,  1866,  dos  vols.  Ana 
Bolena,  nov.  hist.,  1867. — Ramón  Máiquez  estrenó  D.  Cleofás  ó  la 
casa  de  huéspedes,  com.  (1861). — ^Cayetano  Manrique  publicó  El  Prín- 
cipe D.  Carlos,  conforme  á  los  documentos  ae  Simancas.  Madrid, 
1867.  Apuntes  para  la  vida  de  Felipe  H  <j  para  la  historia  del  Santo 
Oficio...,  ibid.,  1868.  Manuscritos  árabes  aljamiados,  1912.  En  la 
Rev.  España:  Tregua  y  juicio  de  Dios  (1868-69,  ts.  V-VT).  Lorenzo 
Ricci  (1870,  t.  XVI).  Felipe  U  y  los  jesuítas  (1876,  t.  L). — Amali© 
Marichalar,  marqués  de  Montesa,  y  Cayetano  Manrique  publicaron 
Historia  de  la  Legislación  y  recitaciones  del  Derecho  civil  de  España, 
Fuero  de  Navarra,  Vizcaya,  Guipúzcoa  y  Álava,  Madrid,  1861-1872, 
nueve  vols. — Teodoro  Martel  Ferííández,  conde  de  Villaverde  la  Alta, 
cordobés,  publicó  Ensayos  poéticos,  Córdoba.  1861.  Poesías,  ibid.,  1866. 
Recreaciones  cristianas,  Madrid,  1889. — José  M.*  Martínez  estrenó 
El  Capitán,  dr.  hist.,  Habana,  1861. — José  Martínez  de  Mazas,  deán 
de  Jaén,  publicó  Retrato  al  natural  de  la  ciudad  y  término  de  Jaén, 
j«í  estado  antiguo  y  moderno,  Jaén,  1861. — Alejandro  Matías  Do- 
mínguez publicó  Mi  aurora,  poema  sacro,  Serjovia,  1861. — Antonio 
Mencía  y  Echevarría  estrenó  Al  que  no  está  hecho  á  bragas...,  1861. 
— Javier  de  Mendoza,  español,  publicó  España  y  Venezuela,  Madrid, 
1861. — Eduardo  Mier  y  Barbery  (n.  1829),  de  Paterna  (Huelva),  por 
seud.  Perpetuo  Ponleví,  que  jamás  aspiró  á  honores  académicos,  gran 
conocedor  de  lenpuas,  traductor  de  Eurípides,  Juvenal.  Schiller  y 
Schack,  redactor  de  7:7  Parlayncttto  (i.SóoV  El  León  Español  (1865), 
El  Reino,  El  Tiempo  (1867),  etc..  publicó  Biblioteca  de  dramáticos 
griegos,  traducidos,  Madrid,  1861.  Tragedias  de  Eurípides,  1865, 
1880,  1909.  Fábulas  de  Esopo...,  Fedro.  Aviano.  A.  Gelio,  1871.  His- 
toria de  la  litar,  y  del  arte  dram.  en  España,  trad.  <lc   Scliack,   1862; 


S.   XIX,   1861.  olí  VER  Y  HURTADO  327 

cinco  vols.,  1885-87.  Fernando,  nov.,  1886.  Obras  dramáticas  de  Schi- 
Uer,  1913  {Bibl.  Clás.).  En  Rev.  Esp.  (1880,  t.  LXXV).  Amor  entre 
hielo  y  fuego. — Francisco  Miras  publicó  Dichos  y  sentencias  célebres 
de    los   principales    filósofos,    emperadores,    oradores,    poetas...    (por 
Erasmo),  Madrid,   1861. — Luis  Müntalvo   y  Jardín  publicó  Ensayos 
poéticos,    Madrid,    i86i. — Eugenio   Moret   publicó   Por   dinero,   nov., 
Habana,  1861. — Felipe  Moriano  publicó  Instrucción  breve  y  compen- 
diosa para  leer  los  impresos  antiguos  castellanos,  Sevilla,   1861.   Or- 
tografía  general   paleográfico-bibliográfica   de    la    lengua    castellana, 
Sevilla,   1866. — Ricardo  Mosquera  estrenó  La  Cruz  de  los  Humeros, 
zarz.  (1861). — José  Muñoz  y  Gavip.ia,  vizconde  de  San  Javier  y  con- 
de de  Fabraquer,  á  la  muerte  de  su  padre  don  José  fué  redactor  de 
El  Fénix  (1857-59),  colaborador  de  otros  periódicos  y  publicó  Histo- 
ria del  alzamiento  de  los  moriscos,  su  expulsión,  etc.,  Madrid,   1861. 
Crónica  gral.  de  España,  ibid.,  1871.  La  Loca  del  Buen  Retiro,  novela 
hist.,  Madrid,  1875,  1892.  Tres  años  en  Fernando  Pó,  1875.  El  Invisi- 
ble ó  los  bandidos  de  Toledo,  novela,  1875.  D.  Juan  el  Tuerto,  crónica 
ae  D.  Alfonso  XI,  novela,  1875,  El  Suplicio  de  un  ministro,  memorias 
de  D.  Alvaro  de  Luna,   1876.  La  Novicia  de  las  Huelgas,   1876.  La 
Manola  del  Avapiés,   1877.  FA  Fingulo   obispo  griego   (Rev.   España, 
1876,  t.  XLVIII).  Calomarde  (ibid.,  1875,  t.  XLVI),  Ultimo  confesor 
de  María  Luisa  (ibid.,  1874,  t.  XLl). — Josa  M."  Navarro,  militar  me- 
jicano, después  presbítero  en  Guatemala,  publicó  Memoria  del  estado 
actual  de  la  parroquia  de  S.  Martin  Xiloiepeque,   Guatemala,    1861. 
Memoria  del  estado  de  la  parroquia  de  Concepción  de   Villa  Nueva, 
ibid.,  1868,  Documentos  justificativos  de  la  conducta  de...,  ibid.,  1869. 
— Carlos  Nicolás  de  Palomera  publicó   Un  drama  social  ó  las  dos 
noblezas,  nov.,  1861.  El  Hombre  de  hielo,  nov.,  Madrid,  1861.  La  Copa 
de  la  venganza,  nov.,   1861.  Amor  y  patria,  nov.,  1862.   Últimos  días 
de  Sagunto  ó  Ergasto  y  Belenna,  nov.  hist.,   Barcelona,   1863. — José 
M.*  NoGUÉs  Y  Gastaldi  (n.  1838),  sevillano,  bibliotecario  en  Palacio 
y  en  El  Escorial,  estrenó  Jenaro   el   Gondolero,   Madrid,    1861.   Oro, 
astucia  y  amor,  zarz.  No  es  nada  lo  del  ojo.  Id.  La  Perla  de  Triana, 
id.  Estafeta  de  amor,  id.  Un  Tenorio  moderno,  id.  (1864).  El  Consejo 
de  los  Diez,  id.  Consultor  jurisperito,  id.  La  Vigilante,  id.  Una  Madre, 
dr.  El  Celoso,  zarz.  La  Herencia  del  pecado,  dr.   Ver  visiones,  com. 
(1867).  Al  año  de  estar  casado,  id.  Pedro  Ponce  y  Juan  Carranza,  id. 
Acteón.  El  Marido  anónimo.   Un  tenor  jubilado.  María,  com.  (1876). 
El  Alcalde  de  Amurrio.  El  Collar  de  perlas.  Y  otras  con  Al.  Benisia, 
Enrique  Gaspar,  Liern.  En  la  Bibl.  Nac.  está,  premiado  en   1891,  su 
ms.   de   Anónimos  y   seudónimos. — José    Oliver   y   Hurtado   publicó 
Munda  Pompeyana  (con  Manuel,  su  hermano),  Madrid,   1861.  Diver- 
sos periplos  ibéricos,  1863  (disc.  recep.  Acad.  Hist.).   Viaje  arqueoló- 
gico, 1866.  De  la  batalla  de  Vej:^r...  ó  de  Guadalete,  Granada,   1869. 
Ihberi  ó   Granada  (con   su   hermano),   Madrid,    1870.    Granada  y  sus 
monumentos  árabes  (con  su  hermano).  Málaga,   1875. — Manuel  Olí- 


328     PRIMER   PERÍODO    DE   LA   ÉPOCA   REALISTA    (185O-1869) 

VER  Y  Hurtado  publicó,  además,  Forma,   tiempo  y  circunstancias  en 
que  hubo  de  verificarse  el  nacimiento   del  reino   de  Pamplona,    1866 
(disc.  rec.  Acad.  Hist.).  La  Escultura  cristiana  española,   1881   (disc. 
rec.  Acad.  San  Fernando). — Silvestre  María  Ortiz,  coronel  retirado, 
publicó  La  Razón  y  la  fe  ó  la  cruz  y  los  siglos,  canto.   Salamanca 
(1861). — Antonio   Plaza  (1833-18S2),  poeta  satírico  mejicano,   escép- 
tico  y  agriamente  sarcástico,  publicó  Álbum  del  corazón,  poesías,  Pa- 
rís, 1885;  Barcelona,  1899. — A  los  profanadores  del  ingenioso  hidalgo 
D.  Quijote  de  la  Mancha,  por  D.  M.  F.  y  G.,  crítica  del  D.  Quijote 
que   puso   en   escena   Ventura   de   la   Vega,    Madrid,    1861. — Lorenzo 
Puente   Agosta   (1835-1870),   de   Puerto   Rico,   publicó  El  Arpa   del 
peregrino,  poesías,  Cuba,  1861  (escritas  á  los  diez  y  ocho  de  su  edad). 
La   Cotorra,   prosa   y   verso,    Bayamo,    1863.   Álbum   poético.    Puerto 
Rico,   1868. — Pythagoras  (seud.),  publicó  La  Magia  en  el  s.  xix,  no- 
vela   científica,    Madrid,    1801. — Antonio    Rodríguez    López    estrenó 
Los  Bereberes  del  Riff,  dr.,  Gran  Canaria  (1861).  Tetuán  por  España, 
dr.  (2.*  pte.  del  anterior)   (1861).  Poesías,  Santa  Cruz  de  la   Palma. 
1873. — José  Rodríguez  y  Moar,  capitán  retirado,  publicó  La  Creación 
por  la  mano  de  Dios  por  amor  al  hombre...  tratado  filosófico,  político, 
moral  y  religioso  por  el  cual  queda  derribado  el  espíritu  del  filosofis- 
mo, dos  vols.,  Madrid,   1861. — La  Romería  de  S.  Isidro,  gacetilla  de 
Madrid  ó  sea  historia,  descripción,  chistes,  guasas,  filfas...,  Madrid, 
1861. — Juan   Luis   Romero   publicó   Sueños   del   alma,   nov.,   Madrid, 
1861. — J.  Sáinz  de  Arroyal  publicó  Glorias  de  España,  colección  de 
emblemas  latinos   con  su   versión  parafrásica   al   castellano,   Madrid, 
1S61. — Antonio    Sánchez    Cabanas,    capellán,    publicó    Historia    de... 
Ciudad-Rodrigo,  ibid.,   1861. — Manuel  Sánchez  Mármol  (1839-1912), 
mejicano,  periodista,   fecundo  novelador,  publicó  Poetas  yucatecos  y 
iabasqueños,  Mérida,    1861.   Novelas  como  El  Misionero   de  la   Cruz, 
Pocahontas,  sátira  política;  Juanita  Sonsa,  Antón  Pérez. — Francisco 
DE  Paula  Sanmartín  publicó  Un  alma  y  un  corazón,  nov.,  Jaén,  1861. 
— José  Santa  Coloma  (t  1886),  por  seud.  Pilotos  y  El  Tío  Cándido, 
militar,   fundador   de   El   Tío   Lesnas,   semanario   burlesco   y   satírico 
(1861)  y  El  Tábano,  revista  de  tauromaquia  (1S70),  escribió  revistas 
taurinas,  además,  en  El  Diario  Español  y  publicó  el  Reglamento  para 
las  corridas  de  toros.  Fábulas  en  variedad  de  metros,  Madrid,   186  r. 
La    Tauromaquia,    compendio    de    la    historia    del    torco,    ibid.,    1870. 
Apuntes  biográf.  de  los  diestros,  1872.  Miscelánea  taurina,  1875.  Apun- 
tes biográf.  de  los  matadores  de  toros,   1877.  Crónica  taurom.  de  las 
corridas  en  la  plaza  de  Madrid...  del  presente  año...,  1878. — Pascual 
Savall  y   Dronda,   zaragozano,   publicó  Estatutos  y   ordinaciones  de 
los  montes  y   huertas  de    Zaragoza,    i86t.   Fueros  y   Observancias  y 
Actos  de  Corte  del  reino  de  Aragón,  dos  vols.,  Zaragoza,  1866. — Án- 
gel M.'  Segovia  (n.   1848),  de  Logroño,  redactor  de  Las  Novedades 
(1870),  uno  de  los  fundadores  de  La  Izquierda  Diná.^tica  y  de  La  Es- 
tafeta, publicó  Cervantes,  nueva  utopía...,  Maílrid,  1861.  Una  esquela 


S.  XIX,  1862.  EUSEBIO  BLASCO  329 

de  un  ateo,  1872.  Los  dos  gorrillas,  caricatura  bufo-vharlatanesco- 
jarmacéutico^fantástica  en  un  acto,  1875.  Melonar  de  Madrid,  sem- 
blanzas, bocetos,  caricaturas,  1876.  Figuras  y  figurones,  biografías, 
dos  vols.,  1877-78;  34  vols.,  1881. — Sermones  de  misión  cuadragesi- 
mal... por  un  franciscano  aragonés,  Madrid,  1861. — Francisco  Ja- 
vier Soler  publicó  Sonetos  místicos,  Habana,  1861. — Ramón  Taboada 
publicó  Poesías  históricas,  orientales  y  satíricas,  Barcelona,  1861. — 
N.  Tanco  Armero  publicó  Viaje  de  Nueva  Granada  á  China  y  de 
China  á  Francia,  París,  186 1. — Tertulia  literaria,  colección  de  poesías 
selectas  leídas  en  las  reuniones  semanales  celebradas  en  casa  de  D.  Juan 
José  Bueno,  Sevilla,  1861. — Perfecto  F.  Ulloa  publicó  Espinas  de 
amor,  novela,  Madrid,  1861,  1864,  dos  vols. — José  Manuel  Veitia 
publicó  Sueño  de  oro,  nov.,  Habana,  1861. — Antonio  Vico  y  López 
estrenó  La  Caja  del  regimiento,  com.  (1861). — ^Ernesto  Vidal  y 
Calzada  publicó  Eugenia  ó  la  mujer  del  cornerciante,  nov.,  Barcelona, 
1861. — Benito  Vilá  publicó  Guía  del  viajero  en  Málaga,  ibid.,  1861. — 
Sebastián  Vilella  y  Font  estrenó  El  Corbonán  ó  el  tesoro  del  tem- 
plo, dr.  bíblico  (1861). — ^M.  Villegas  publicó  El  Triunfo  de  la  inocen- 
cia ó  la  expiación,  novela  histórica,  Madrid,  1861. — La  Voz  del  tiple, 
colecc.  de  décimas  cubanas.  Habana,  1861,  1881. — Manuel  M,  Yacosa 
Y  León  estrenó  El  Paso  de  los  Castillejos,  dr.,  Cádiz,  1861. 

112.  Año  1862.  EusEBio  Blasco  (i 844- i 903)  nació  en 
Zaragoza,  abandonó  la  carrera  de  arquitecto,  que  también  tuvo 
y  ejerció  su  padre,  dándose  á  escribir  para  el  teatro,  comen- 
zando con  Vidas  ajenas  (1862)  y  La  Niñez  engañosa,  estre- 
nadas en  Zaragoza.  Quedó  huérfano,  vino  á  Madrid  y  escribió 
en  el  Gil  Blas  (1864-66)  y  La  Discusión,  emigró  cuando  los 
sucesos  de  1866,  volvió  en  1868,  estuvo  de  secretario  particu- 
lar de  María  Rivero,  fué  de  los  partidarios  de  Cánovas,  de 
Martos,  de  Zorrilla  y  al  cabo  otra  vez  del  conservador.  Había 
Tiacido  para  hacer  reír  al  público  y  entronizó  el  género  bufo 
con  El  Joven  Telémaco,  hiriendo  de  muerte  al  género  clá- 
sico, que  alzaba  de  nuevo  la  cabeza.  Compuso  sin  descanso 
durante  cuarenta  y  cinco  años  74  obras  dramáticas,  poesías, 
sátiras,  novelas,  cuentos  y  unos  treinta  y  cinco  libros,  dema- 
siadas obras,  donde  derramó  con  despilfarro  chistes  y  agude- 
zas de  un  ingenio  brillante  y  rico.  Fué  muy  aplaudido  su  Dis- 
curso baturro  (1897),  Fundó  el  semanario  Vida  Nueva  (1898). 
Merecen  citarse  su  comedia  El  Pañuelo  blanco,  sus  poesías 
Soledades  (1876),  Poesías  festivas  (1880),  Cuentos  (1899), 
Cuentos  aragoneses  (1901)  y  sus  crónicas  y  siluetas.   En  Le 


33o     PRIMER   PERÍODO    DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

Fígaro,  de  París  (1885-96),  firmaba  Mo^uiragón.  Blasco  des- 
cuida el  fondo,  los  caracteres  3^,  á  veces,  hasta  la  gramática, 
por  la  vis  cómica  y  la  fuerza  chispeante,  que  hace  reír  á  los 
mismos  muertos ;  toma  argumentos  ó  ideas  de  obras  francesas 
ó  donde  las  halla,  apropiándoselo  todo  y  dándole  sello  perso- 
nal, con  su  gran  manejo  del  diálogo,  deliciosa  versificación  y 
salidas  ocurrentes.  Tiene  la  cuerda  cómica  de  Bretón,  aunque 
en  menor  grado,  y  hubiera  podido  acaso  emparejarle,  si,  en 
vez  de  ser  tan  fecundo,  hubiera  atendido  más  á  la  perfección; 
pero  era  de  natural  abandonado  y  poco  cuidadoso  de  su  fama 
venidera.  Escribió  al  día;  tuvo  ingenio  de  buena  chispa,  que 
no  quiso  domeñar. 

Manuel  del  Palacio  Simó  (1832-1907),  hijo  del  mili- 
tar don  Simón,  nació  en  Lérida,  estudió  Letras  y  Náutica  y 
comenzó  á  escribir  en  periódicos  y  revistas  de  Madrid,  donde 
se  dio  a  conocer  como  poeta  en  1849;  afinó  su  gusto  en  Gra- 
nada (1850),  donde,  con  otros,  fundó  la  Cuerda  granadina, 
que  luego  trasladaron  á  un  sotabanco  de  la  calle  de  Mesón  de 
Paredes  en  Madrid.  Aquí  popularizó  su  vena  satírica  y  polí- 
tica como  demócrata  en  El  Látigo,  La  Discusión  (1858),  El^ 
Pueblo  (1860),  Gil  Blas,  con  alborotos  populares,  prisión  y 
destierro  á  Puerto  Rico,  de  donde  volvió  al  triunfar  la  Revo- 
lución de  Setiembre;  pasó  á  Florencia  como  encargado  de  los 
Negocios  de  España,  y  volvió  pacífico  burgués,  neutral  ser- 
vidor del  Ministerio  de  Estado,  casado  y  llano  de  condición. 
Domeñó  el  soneto  é  hizo  epigramas,  canciones,  letrillas,  chis- 
pas, cantares,  con  facilidad  de  improvisador.  Siempre  alegre, 
bullicioso,  vividor,  ordenadamente  desarreglado,  chistoso  y  ori- 
ginal en  el  palique  con  sus  amigos,  discurseador,  disparadameme 
regocijado  en  banquetes  y  uno  de  los  que  más  brillaban  en  la 
famosa  tertulia  de  Cruzada  Villamil.  Fué  siempre  franco,  expan- 
sivo, generoso,  y  como  poeta,  uno  de  los  satíricos  más  populare- 
que  hubo  en  España. 

lis.  Amenísimo  cronista  de  periódico,  fué,  además,  Ensebio 
Blasco  autor  siempre  festivo,  bien  que  no  tan  espontáneo,  fino  y  co- 
rrecto como  Vital  Aza.  Tomó  no  pocas  veces  del  francés,  como  El 
Pañuelo  blanco,  su  mejor  pieza  teatral,  que  es  Le  Capricc,  de  Alfre- 
do de  Musset,  desenvuelto  gallardamente  á  la  española.  Son  notables 


S.  XIX,  1862.  EUSEBIO  BLASCO  33 1 

también  No  la  hagas  y  no  la  temas,  El  Anzuelo,  El  Baile  de  la  Con- 
desa, Soledad,  La  Rosa  amarilla.  Publicó  de  seis  á  siete  mil  cróni- 
cas y  artículos  políticos  y  literarios  en  periódicos  de  España,  París  y 
América.  Dejó  inéditas  18  ó  20  comedias.  Escribió  en  La  Discusión,. 
de  Rivero;  La  Nación,  La  Democracia,  fundada  por  Castelar  (1864); 
Gil  Blas  (1864-66),  Día  de  Moda,  El  Garbanzo,  que  dirigió  (1878-79); 
Le  Figaro,  en  París,  con  los  seud.  de  Rabagás  y  Mondragón,  que  tam- 
bién usaba   en  La  Época,   etc.   Después,   en    Vida  Nueva   (1898),   que 
dirigió;  Heraldo  de  Madrid,  y  apenas  pasaba  día  sin  hacer  algo  para 
alguno  de  todos  los  periódicos  de  la  corte.  Vivió  en  París  diez  y  seis- 
ó  diez  y  ocho  años  y  fué  uno  de  los  principales  redactores  del  Fígaro. 
Ensebio  Blasco  picó  en  todos  los  géneros  literarios,  y  en  todos,  rela- 
tivamente, hizo  maravillas.  En  ocho  ó  quince  días  amañaba  una  linda 
comedia  y  solía  escribirlas  sin  previo  plan,  al  azar  de  lo  que  saliera, 
y  siempre  le  salían  bien.  Fué  modelo  de  hijos,  de  esposos,  de  padres, 
sin  vicios,  correcto  en  el  trato,  naturalmente  generoso  y  trabajador  in- 
cansable. Pero  tenía  la  manía  de  las  grandezas,  caprichos  costosos  por 
poseer  cosas  de  lujo,  de  arte;  quería  vivir  á  lo  príncipe,  y  así,  cuanto 
ganaba  con  comedias,  periódicos,  El  Garbanzo,  por  ejemplo,  novelas 
y  versos,  todo  se  le  escurría  de  entre  las  manos.  Con  la  misma  facilidad 
daba  á  sus  amigos  apurados  como  les  pedía  en  sus  apuros.  Se  encon- 
I1Ó  un  día  con  Constantino  Gil,  y  "Dame  cinco  duros,  que  los  necesito 
mdispensableniente",   le   dijo.   Dióselos,   siguieron   charlando  y  viendo 
en  el  escaparate  de  la  Dalia  azul,  de  la  Carrera  de  San  Jerónimo,  un 
bastón,  se  le  encapricha  á  Blasco;  entran,  da  los  cinco  duros  por  él  y 
salen.  A  los  pocos  pasos  se  topa  con  Antonio  Vico,  que  le  dice :  "Bo- 
nito bastón."  '''i Te  gusta?"  "Mucho."  "Pues  te  lo  regalo."  Y  quedóse 
sin  dinero  y  sin  bastón.  Eusebio  Blasco,  El  Liberal,  2  Marzo   1894: 
"Mi  padre  quería  ]  que  yo  edificase,  |  que  él  era  arquitecto  |  y  al  hijo 
pensaba  |  sus  obras  dejarle;  |  pero  yo  soñaba  |  con  letras  y  artes...   | 
En  'duelos  me  hieren,  |  no  respeto  á  nadie;  ]  ataco  á  los  fuertes,  |  in- 
sulto á  los  altos,  I  me  bato  en  las  calles.  |  Asalto  el  teatro,  [  me  silban 
y  aplauden,  [  emigro,  conspiro,  \  paso  mis  Abriles  |  en  lucha  constan- 
te..., I  y  yo  entré  en  el  ajo  (de  la  revolución)    |  y  fui  personaje   |  y 
mandé  á   las   gentes   ]   y   mantuve   el   orden:    |    ¡Qué   barbaridades!" 
].  Nombela,  Impresiones,  t.  III,  pág.  394:  "Funcionaban  unas  socie- 
dades  llamadas    irónicamente    de    Socorros   mutuos.    Los    afiliados    á 
ellas  tenían  por  principal  obligación  asegurar  en   sus  conversaciones 
y  en  los  periódicos  de  que  eran  redactores  ó  colaboradores  que  sus 
compañeros   eran   los  más   inteligentes,   castizos,   inspirados,   geniales, 
fecundos  y  admirables  escritores  de  su  tiempo.  Siempre  hubo  grupos, 
más  ó  menos  numerosos,  del  género  de  los  que  indico,  y  á  mí  me  cupo 
en  suerte  formar  parte  del  que  con  su  cariñosa  ingenuidad  y  su  teje- 
maneje agradable  y  simpático  para  lograr  lo  que  deseaba  fundó  Eu- 
sebio Blasco,  á  quien,  como  él  ha  referido,  sonrió  la  suerte  el  mismo 
día  en  que  llegó  á  Madrid  desde  Zaragoza,  su  ciudad  natal.  Pocos,  en 


332      PRIMER   PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA    (185O-1869) 

efecto,  han  sido  en  la  república  de  las  letras  más  afortunados  que  él, 
lo  que  mereció  por  su  inagotable  ingenio,  la  gracia  y  la  soltura  de 
estilo  y  las  demás  originales  y  preciosas  cualidades  que  brillan  en 
sus  amenas  é  interesantes  obras.  Solicitado,  perseguido,  hasta  estoy 
por  decir  que  acosado  por  la  fortuna,  no  supo,  sin  embargo,  aprove- 
charse de  aquel  favor  constante,  y  aunque  fué  modelo  de  hijos,  aman- 
te y  fiel  esposo,  y  lo  que  cariñosamente  solemos  llamar  un  padrazo, 
creo  que,  por  su  carácter  ligero,  veleidoso,  impresionable,  imprevisor 
y  al  mismo  tiempo  sufrido  y  resignado,  no  fué  dichoso,  á  pesar  de 
contar  con  todos  los  elementos  para  serlo.  A  sus  privilegiadas  dotes 
intelectuales  unía  una  laboriosidad  incansable  y  una  activida  i  eléctrica 
para  realizar  sus  proyectos.  Cuando  empezaba  á  saborear  los  triunfos 
escénicos  en  el  género  bufo,  que  tanta  fama  y  tanto  dinero  ¡.roporcio- 
nó  á  Arderius,  su  importador  desde  Francia  á  Espai'ia,  se  le  ocurrió 
fundar  una  sociedad  con  algunos  redactores  de  los  periódicos  más  im- 
portantes que  se  publicaban,  cuyo  único  propósito  fuese  auxiliarse 
mutuamente  para  adquirir  celebridad." 

E.  Blasco:  Arpegios,  versos,  Madrid,   1866.  Los  Curas  en  camisa, 
artículos,  1866.  Cuentos  alegres,  1867.  Del  amor  y  otros  excesos,  1867. 
Del  Suizo  á  la  Suiza,  viaje  de  placer,  1868.  La  Farsa  religiosa,  1869. 
Madrid  por  dentro  y  por  fuera,  1873.  Una  señora  comprometida,  nov., 
1873.  Obras  festivas  en  prosa  (de  1865  á  1867),  1873.  Esto  y  lo  otro 
y  lo  de  más  allá,   1875.  Soledades,  versos,   1876.  Flaquezas  humanas, 
cuentos,  1877.  William  Shakespeare,  1878  (en  Rev.  Esp.,  t.  LX).  No- 
ches en  vela,  1878.  Poesías  festivas,  1880.  Malas  costumbres,  apuntes 
de  mi  tiempo,  1880.  Busilis,  ciencia  y  corazón,  1881.  Epigramas,  1881. 
Flaquezas  humanas,  cosas  del  otro  jueves,  1881.  Ellos  y  ellas,  chistes 
internacionales,   1884.   Mis  contemporáneos,   semblanzas  varias,    1886. 
Conferencias  dadas  en  el  Ateneo,  1886.  Cuentos  y  sucedidos,  1886.  Mis 
cevociones,   1886.   El  Modernismo   en  Francia.   Recuerdos,   notas  ín- 
timas de   Francia  y  España,   1894.   París  íntimo,   1894.    Corazonadas, 
1898.  Madrid  pintoresco,  cuadros  pintorescos,  1903.  Cuentos  aragone- 
ses, cinco  vols.,  1901,  1905,  1908,  1910.  Cuentos,  2."  serie,  1901.  Obras 
completas,  27  vols.,   Madrid,   1905-06.   Cosas   baturras   en  serio   y   en 
broma,  1908.  La  Argentina  y  sus  grandezas,  1910.  Piezas  teatrales  de 
E   Blasco:  Día  completo.  La  Mujer  de  Ulises  (1865).  Amor  constipado 
(¡867).   La   Suegra   del   diablo   (1867).   Pablo   y    Virginia   (1867).   Los 
Dulces  de  la  boda  (1871).  La  Procesión  por  dentro  (1873).  El  Anzuelo 
(1874).  La  Rosa  amarilla  (1877).  Los  Niños  y  los  locos  (1877).  Pobre 
pcrfiado    (1878).    Juan    García    (1878).    Juan    León    (1895).    Duerme 
(1895).    El   Ángelus    (1897).    Madre    mía    (1898).    Mensajero    de    paz 
('898).  Don  Saturnino  (1898).  La  Cruz  del  túnel  (1898).  Los  dos  suc- 
hes (1898).  Pobres  hijos  (1900).  Dulces  memorias  (1900).  Policarf>ito 
(1900).  Mañana  me  caso  (1901).  Los  Timplaos  (1901).  La  Adivinadora 
(1902).  La  Fonda  del  Potro  (1902).  La  Molinera  de  Campiel  (1904).  El 
Vecino  de  enfrente.  La  Rubia.  La  Señora  del  cuarto  bajo.  Ni  tanto  ni 


S.     XIX,     1862.     MANUEL    DEL    PALACIO    SIMÓ  333 

tan  poco.  Presión  y  Compañía.  Todo  por  el  arte.  ¿  Ultimo  adiós?  El  Pri- 
mer galán.  Las  Niñas  del  entresuelo.  Levantar  muertos  (con  Ramos  Ca- 
irión).  No  la  hagas  y  no  la  temas.  Buena,  bonita  y  barata.  Cabeza  de 
chorlito.  El  Baile  de  la  Condesa.  El  Bastón  y  el  sombrero.  Guapo  ron- 
deño.  El  Miedo  guarda  la  viña.  El  Secreto.  Jugar  al  escondite.  La 
Antigua  española.  La  Mosca  blanca.  La  Posada  de  Lucas.  La  Tertulia 
de  confianza.  Parientes  y  trastos  viejos.  Pascuala.  Si  yo  tuviera  di- 
nero. Soledad.  ¡A  la  humanidad  doliente!  Los  Novios  de  Teruel.  Los 
Caballeros  de  la  tortuga.  Los  Progresos  del  amor.  Joven  audaz.  El 
Dolor  de  cabeza.  Las  Manzanas  de  oro.  El  Oro  y  el  moro.  La  Corte 
del  rey  Reúma.  Hablemos  claro.  Estrella.  De  prisa  y  corriendo.  Mo- 
ros en  la  costa.  El  Centinela.  El  Capitán  Marín. 

Manuel    del    Palacio,    por    seudónimo    Gusarapo    y    Paco-Ila,    fué 
redactor  en  Granada  de  Fray  Chirimique  Andana  (185 1) ;  en  Madrid 
de  La  Discusión  (1858),  El  Regulador  (1859),  El  Pueblo  (1860),  Gil 
rilas  (1864-70)  ;   director  de  Nosotros  (1858-59),  El  Mosquito   (1864- 
69),  El  Comercio   (1864),  El  Periódico  Ilustrado   (1866) ;  colaborador 
ce   casi   todos   los   literarios.   En  ,1a  Rev.  España:   Llamando   á   una 
puerta   (1868,   t.    IV).   Poesías    (1870,   t.    XVI).    J.   Valera,   Poesía... 
s.  XIX,  I,  pág.  224:  "Grande  estimación  merecen  sus  Leyendas  y  poe- 
mas, cuyo  estilo  es  más  correcto  y  sobrio  que  el  de  las  narraciones  de 
Zorrilla,  y  no  cae  nunca  en  el  prosaísmo  en  que  suelen  caer  los  pe- 
queños poemas  de  Campoamor.  Casi  siempre  la  clara  nitidez  con  que 
Palacio  cuenta  y  describe,  presta  singular  hechizo  á  sus  historias  en 
verso,  hasta   á   las   que   rayan   en   extravagantes   de   puro   fantásticas, 
como  El  Puñal  del  capuchino.  Su  dominio  del  idioma  y  su  maestría  y 
facilidad  en  versificar,  si  bien  se  advierten  en  lo  narrativo,  como  en 
la   poética  leyenda  titulada  Imposible,   todavía   aparecen  mejor  y   se 
adornan  con  más  ricas  galas  en  otros  poemas  que  más  bien  son  des- 
criptivos y  líricos,  como  Los   Vientos  y  La  Primavera.   Es  tanta  la 
variedad  de  tonos  con  que  canta  la  musa  de  Manuel  del  Palacio,  que 
el  lector  vacila  y  no  acierta  á  decidir  cuál  le  suena  mejor.  Yo  de  mí 
sé  decir  que,  si  bien  oigo  leer  con  deleite,  por  ejemplo,  el  atinado  > 
entusiasta  elogio  de  Murillo  ó  la  hermosa  y  fiel  pintura  de  la  melan- 
cólica y  severa  campiña  de  Roma,  todavía  celebro  y  aplaudo  más  el 
desenfado  y  la  gracia  de  este  poeta  cuando  desata  la  vena  satírica  y 
la  deja  correr  libremente,  como  en  Los  Envidiosos.  La  compendiosa 
y  firme  exactitud  con  que  Manuel  del  Palacio  expresa  sus  pensamien- 
íos  le  hace  apto,  como  á  pocos,  para  lo  epigramático,  debiendo  enten- 
derse aquí  por  epigrama  lo  que  este  vocablo  significa  en  su  más  am- 
plio sentido:  comiposición  poética  breve  en  que,  con  precisión  y  agu- 
deza,  se   expresa  un   solo   pensamiento   principal,   aunque   no   siempre 
sea  satírico  ó  festivo.  En  esta  clase  de  composiciones,  ya  tristes,  ya 
alegres,  campea  y  triunfa  el  ingenio  de  este  poeta.  Así  sus  sonetos, 
sus  chispas,  sus  coplas  y  sus  breves  madrigales,   finas  galanterías  y 
delicados  requiebros  dedicados  á  las  damas  y  escritos  ya  en  un  álbum,. 


334     PRIMER   PERÍODO   DE   LA    ÉPOCA   REALISTA    (185O-1869) 

ja  en  un  abanico.  Al  leer  la  colección  de  versos  titulada  Huelgas  di- 
plomáticas  se  tiene  por  indudable  que  su  autor,  ministro  de  España  en 
Montevideo,  hubo  de  hacerse  popularísimo  en  aquella  República  y  ga- 
narse la  voluntad  amistosa  de  todos,  y  especialmente  lisonjeadas  seño- 
ras y  señoritas  uruguayas."  Man.  del  Palacio:  Función  de  desagravio 
en  obsequio  de  las  Bellas  Artes,  1862.  El  Tío  de  Alcalá  (teatr.),  1862. 
Museo  cómico  ó  tesoro  de  los  chistes...  cuentos,  fábulas  (con  Luis 
Rivera),  dos  vols.,  Madrid,  1863.  Cabezas  y  calabazas,  1864.  Doce  rea- 
les de  prosa  y  algunos  versos  gratis,  1864.  El  Amor,  las  mujeres  y 
el  matrimonio,  1864.  De  Tetuán  á  Valencia,  pasando  por  Miraflores, 
1865.  La  Situación,  los  partidos  y  otras  menudencias,  1865.  Un  liberal 
pasado  por  agua,  1868.  Cien  sonetos,  1870.  Letra  menuda,  1877.  Fruta 
verde,  1881.  Melodías  íntimas,  1884.  Veladas  de  otoño,  1884,  1887. 
Blanca,  poema,  1885.  Huelgas  diplomáticas,  1887.  El  Niño  de  la  Nieve, 
1889.  Clarín  entre  dos  platos,  1889,  Chispas,  1894.  Páginas  sueltas, 
1901  (en  El  Imparcial).  Un  soldado  de  ayer,  1902.  En  serio  y  en  bro- 
ma, 1906.  Poesías  escogidas,  con  pról.  de  J.  Octavio  Picón,  1Q16.  En 
Esp.  Mod.:  A  una  dama  que  me  envió  su  retrato,  poes.  (1889,  Febr.). 
A  mi  amiga  L  M,  (1889,  Marzo).  Enfrente  de  la  Torre  Eiffel  (1889, 
Jun.).  El  Vulgo  (1890,  Jun.).  Al  Círculo  de  Bellas  Artes  (1890,  Dic). 
El  Collar  de  perlas  (1891,  Xov.).  Al  entrar  en  la  Academia:  Hasta 
qué  punto  el  idioma  está  identificado  en  nuestra  patria  con  el  idioma 
vulgar  (1894).  Consúltese  N.  Alonso  Cortés,  M,  del  P.,  1916  (en  Rev. 
Cast.). 

114.  Año  1862.  José  de  Jesús  Cuevas,  nacido  en  Méjico  (1842); 
fué  su  abuelo  materno  el  capitán  español  Juan  Antonio  Estavillo,  ori- 
ginario de  Santander.  Fundó  sociedades  católicas  en  toda  la  Repúbli- 
ca, fué  diputado  en  el  Congreso  y  expulsado  por  negarse  á  suscribir 
tma  ley  contra  la  libertad  religiosa.  Estrenó  diez  ó  doce  dramas,  dos 
<le  ellos  traducidos  al  inglés  para  representarse  en  los  EE.  UU. ;  hizo 
trabajos  jurídicos,  y  entre  los  literarios  hay  seis  tomos  de  la  Bibliote- 
ca de  Aut.  Mexicanos.  Obras  de  D.  José  de  Jesús  Cuevas:  t.  I,  Dis- 
cursos religiosos,  México,  1898;  II,  Vida  de  la  poetisa  Sor  Juana 
Inés  de  la  Cruz;  III,  Dramas;  IV,  Viajes;  V,  Opúsculos  filosóficos, 
políticos  y  literarios;  VI,  Defensa  de  la  aparición  milagrosa  de  la 
S.  Virgen  de  Guadalupe. 

Manuel  María  Flores  (1840-1885),  nacido  en  el  valle  de  San 
Andrés,  á  la  falda  occidental  del  Orizaba  (México),  malogrado  poeta 
joven,  cantor  de  la  pasión  camal  sin  reticencias  ni  velos  en  Pasiona- 
rias, París,  1886,  1892;  Barcelona,  KK>2,  1906;  París,  1913;  Barcelona, 
1912,  imitando  á  Musset,  aunque  no  en  la  gran{le/.a  de  la  pasión,  que 
le  hace  entrever  los  más  hondos  misterios  del  dolor  humano,  sino  en 
la  calentura  sensual  y  afeminada  á  lo  Ovidio;  bien  que  también  escri- 
bió de  otras  cosas,  como  la  oda  á  la  Patria  en  el  5  de  Mayo  de  1862. 
Murió  ciego.  Poesías,  con  pról.  de  J.  M.  Altamirann,  Barcelona  (1909). 


S.   XIX,    1862.   MARMNO   FELIPE   PAZ  333 

Poesías  inéditas,  París,   1912.  En  Esp.  Mod.:  El  Primer  beso  (1903, 
Mayo). 

Eduardo  Zamora  y  Caballero  (1837-1899),  valenciano,  político, 
historiador,  novelista  y  dramático,  director  de  La  Europa  (1865),  es- 
trenó La  Piedra  de  toque,  com.,  1862.  Me  conviene  esta  mujer,  jug., 
1863.  El  Rey  ha  muerto,  viva  el  Rey,  jug.,  1863.  Un  dia  en  el  gran 
mundo,  com.,  1863.  Don  Ramón,  jug.,  1864.  La  Mejor  joya,  el  honor, 
com.,  1864.  Por  una  bota,  1866.  El  Sastre  del  Campillo,  1867.  La  Ul- 
tima batalla,  com.,  1867.  Publicó  Ecos  del  alma,  poesías,  Madrid,  1863. 
La  Niña  esposita,  nov.,  ibid.,  1863,  1867.  Romancero  de  la  guerra  del 
Pacífico,  ibid.,  1866.  El  Rebuzno  de  Yara,  romancero  histórico,  ibid., 
1870.  Historia  general  de  España,  ocho  vols.,  ibid.,   1873-75. 

Vicente  Manterola  (1833-1891),  de  San  Sebastián,  magistral  en 
Pam-plona  y  secretario  de  Monescillo  (1861),  lectoral  de  Toledo  (1862), 
magistral  de  Vitoria,  donde  fundó  El  Semanario  Católico  (1866)  y  se 
dio  á  conocer  como  polemista;  diputado  (1868),  gran  orador,  que  con- 
tendió con  Castelar  sin  quedar  vencido,  después  de  la  campaña  carlista 
(1872).  Publicó  Ensayo  sobre  la  tolerancia  religiosa  en  la  segunda  mi- 
tad del  siglo  xix,  1862.  El  Celibato  eclesiástico.  Unidad  religiosa  en 
España  (en  El  Sem.  Catól.).  Don  Carlos  ó  el  petróleo.  El  Satanismo, 
1879.  Afirmaciones  católicas,  Madrid,  1884. 

Franxisco  M.*  Tubino  y  Rada  y  Delgado  (1833-1888),  de  San  Ro- 
que (Cádiz),  director  en  Sevilla  de  El  Porvenir  y  La  Andalucía;  en 
Madrid,  fundador  de  la  Rev.  de  Bellas  Artes  (1866),  crítico  de  arte 
renombrado,  publicó  El  Quijote  y  la  Estafeta  de  Urganda,  Sevilla, 
1862.  Un  trono  en  Méjico,  ibid.,  1862.  La  Corte  en  Sevilla,  ibid.,  1862. 
Gibraltar,  Sevilla,  1863.  Esto  matará  á  aquello,  ibid.,  1864.  Murillo  y 
su  época,  ibid.,  1864.  Estudios  contemporáneos,  ibid.,  1865,  1866.  Es- 
tudios prehistóricos,  Madrid,  1868.  Pablo  de  Céspedes,  Madrid,  1868. 
El  Arfe  y  los  artistas  contemporáneos  en  la  Penínsida,  ibid.,  T871.  Cer- 
vantes y  el  Quijote,  ibid.,  1872.  Patria  y  federalismo,  1873.  La  His- 
toria de  un  cautiverio,  estudio  de  costumbres  y  tipos  andaluces,  ibid., 
1875.  Los  Aborígenes  ibéricos,  ibid.,  1876.  La  Escultura  contempo" 
ranea,  1877  (disc.  rec.  Acad.  S.  Fernando).  Historia  del  renacimiento 
literario  contemporáneo  en  Cataluña,  Baleares  y  Valencia,  ibid.,  1880. 
Los  Restos  mortales  del  Cid  y  de  Jimena  devueltos  á  España,  Sevi- 
lla, 1883.  Estudios  sobre  el  arte  en  España,  Sevilla,  1886.  Estudios 
contemporáneos,  ibid.,  1886.  Pedro  de  Castilla,  leyenda  de  Doña  Ma- 
ría Coronel  y  muerte  de  D.  Fadrique,  Madrid,  1887. 

Mariano  Felipe  Paz  Soldán  (n.  1821),  de  Arequipa  (Perú),  polí- 
tico y  ministro,  historiador  y  erudito,  publicó  Geografía  del  Perú,  de 
su  hermano  Mateo,  correg.  y  aum.,  París,  1862.  Historia  del  Perú  In- 
dependiente, cuatro  vols.,  t.  I,  Lima,  1868;  t.  II,  ibid.,  1870;  t.  III, 
Tíavre,  1874;  t.  IV,  B.  Aires,  1888.  Diccionario  geogr.-estadíst.  del 
Perú,  1877,  1885.  Biblioteca  Peruana,  Lima,  1879.  Revista  Peruana, 
cuatro  vols.,  ibid.,  1879-80.  Narración  histórica  de  la  guerra  de  Chile 


336     PRIMER   PERÍODO  DE   LA  ÉPOCA  REALISTA   (185O-1869) 

contra  el  Perú  y  BoLivia,  B.  Aires,  1884  (contra  las  obras  de  Barros 
Arana  y  Vicuña  Mackenna).  Geografía  de  la  Rep.  Argentina,  B.  Aires, 
1886. 

115.     Año   1S62.  La  Abeja,  Revista  científica  y  literaria,  Barce- 
lona, 1862-1870,  seis  vo'ls. — Álbum  de  la  Caridad,  Juegos  florales  de 
la  Coruña  en  1861,  seguido  de  un  mosaico  poético  de  nuestros  vates 
gallegos,   Coruña,   1862:  los  primeros  que  hubo  en  aquella  ciudad  y 
que  dieron  impulso  al  renacimiento  de  la  literatura  regional  gallega. — 
Joaquín  A.  Alcántara  estrenó  El  P.  Gallifa,  dr.  (con  Modesto  Llo- 
rens,  18Ó2).  Una  página  triste,  dr.  (1862). — Napxiso  de  Ameller  pu- 
blicó El  Monje  gris.  Catalanes  y  aragoneses  en  Oriente.  Estudio  de 
costumbres  de  la  Edad  Media,  Madrid,  1802,  cuatro  vols. — José  Apa- 
Rici  Y  Valparda  estrenó  El  Hijo  del  ahorcado,  dr.  (1862).  Huyendo 
de   lo   que   corre,   com.    (1867). — Arte   en   España,   rev.,   dirigida   por 
G.   Cruzada  Villaamil,  Madrid,   1862-69,  ocho  vols. — Antonio  Balbín 
DE  Unquera,  colaborador  periodista  desde  los  Anales  de  Beneficen- 
cia (1862)  hasta  Gente  Vieja  (1903),  publicó  Reseña  hist.  de  la  Bene- 
ficencia,  Madrid,    1862.   Mesonero   Romanos   y   los   escritores   de   su 
tiempo   {Rev.  España,   1886,  t.   CXI).  Andrés  Bello,  su  época  y  sus 
obras,  Madrid,  1910. — Rafael  Boira,  director  de  La  Voz  de  los  Ayun- 
tamientos (1860-63),  publicó  El  Libro   de  los  cuentos,  Madrid,    1862, 
tres  vols. — José  Bolaños  estrenó  Una  empresa  inesperada  (con  José 
Salinas),  Habana,  1862.  Apuros  de  un  guajiro,  com.,  1865.  El  Médico 
y  su  portera   (1867). — Bruno   Bret,   arcipreste   de   San   Juan   de   las 
Abadesas,    compuso    Colección    de    sermones,    Vich,    1862,    dos    vols., 
1864,   1865. — R.\MÓN  Briceño,  chileno,  director  de  la  Biblioteca   Na- 
cional, publicó  Estadística  bibliográfica  de  la  literatura  chilena  (1812- 
1877),  Santiago  de  Chile,  1862,  dos  vols.,  obra  importante;  1879.  Re- 
pertorio de  antigüedades  chilenas,  ibid.,   1889.  Catálogo  de  la  Biblio- 
teca  Chileno-Americana,    1889. — Fray   Ramón   Buldú   dirigió   el    Te- 
soro de  Panegíricos,  Barcelona,  1862,  tres  vols. — Francisco  de  Paula 
Calcaño  y  Paniza  (1842-1891),  de  Caracas  (Venezuela),  publicó  va- 
rios dramas  de  mérito,  un  poema  y  muchas  poesías  y  artículos,  y  fué 
redactor  de  periódicos  humorísticos;  pero  no  coleccionó  sus  trabajos. 
— Carlos   Calvo  publicó   Colección   completa  de   tratados...    de   todos 
los  Estados  de  la  América  latina...  desde  1493,  París,  1862-69,  11  vols^ 
Anales  históricos  de  la  revolución  de  la  América  Latina,  cinco  vols., 
Paris,  1864-67.  Consúltese  José  Yves  Limantour,  Notice  sur  la  vie  et 
les   travaux   de   M.   Carlos   Calvo,   París.    1909. — Calixto    F.    Campo- 
Redondo  publicó  Ecos  de  la  Montaña,   colección  de  poesías,  Santan- 
der,   1862. — Benigno   Cardallo   Wangüemert   publicó    Viaje   descrip- 
tivo á  las  islas  Canarias,  Madrid,   1862. — Alberto  Carrasco  escribió 
la  comedia  Fiarse  de  las  apariencias  y  el   ensayo  épico  Alfonsos  é 
Isabeles,  ensayo  épico,   1862. — Crescencio  Carrillo  y  Ancona.  canó- 
nigo de  Mérida  (Yucatán),  publicó  Historia  de  Wclinna,  leyenda  yu~ 


S.  XIX,  1862.  ANTONIO  GONZÁLEZ  GARBÍN        337 

cateca,  Mérida,  1862.  El  Repertorio  pintoresco,  ibid.,  1863.  Estudio 
histórico  sobre  la  raza  indígena  de  Yucatán,  Veracruz,  1865.  Obser- 
vación critico-hist.  ó  Defensa  del  clero  Yucateco,  Mérida,  1866,  con 
la  Disertación  sobre  la  literatura  antigua  de  Yucatán.  Historia  anti- 
gua de  Yucatán,  Mérida  de  Yucatán,  1883  (2/  ed.). — Cartas  crítico- 
poéticas...,  por  D.  M.  S.  P.,  Madrid,  1862. — Mariano  Castro  y  Du- 
que publicó  Compendio  de  la  historia  de  la  China,  Madrid,  1862. — 
F.  Cantagrel  publicó  El  Loco  del  Palacio  Real,  diálogos  sobre  todas 
las  cosas  y  otras  muchas  más,  Madrid,  1862. — ^Darío  Céspedes  estre- 
nó Un  sordo  cumplió,  jug.  (1862).  Los  Enamorados,  com.,  1875. — 
Colección  de  composiciones  premiadas...  en  los  Juegos  Florales,  Cór- 
doba, 1862. — Venancio  Colomera  y  Rodríguez  publicó  Paleografía 
castellana,  Valladolid,  1862. — 'José  Comas  publicó  La  Vuelta  de  pre- 
sidio, nov.,  Barcelona,  1862.  Claudio,  historia  de  un  procesado,  ibid., 
1865.  El  Mundo  pintoresco,  historia  y  descripción  de  las  Antillas, 
ibid.,  1868. — (Melchor  Concha  y  Toro,  chileno,  senador,  publicó 
Chile  durante  los  años  1824  á  1828,  Santiago,  1862,  imparcial  y  sere- 
no, de  estilo  sobrio  y  esmerado. — Eduardo  Cortés  estrenó  Una  gan- 
ga, com.  (1862). — Gerardo  Cóuder,  redactor  de  El  Fomento  Literario 
(1863),  publicó  Mis  ratos  de  ocio,  poesías,  cuentos  y  costumbres,  Ma- 
drid, 1862. — Diccionario  biográfico  universal,  Madrid,  1862. — Joaquín 
DiMAS  estrenó  Las  tres  rosas  ó  los  celos,  pieza  bilingüe,  Barcelona, 
1862.  La  Sombra  de  D.  Pascual,  id.  id.,  1862. — Jacobo  Domínguez  y 
Santí  (t  1898),  de  Santiago  de  Cuba,  por  seud.  Cobo,  periodista,  es- 
trenó Un  lance  de  crisis,  com.,  Cienfuegos,  1862.  El  Barberillo  de 
Jesús  María,  parod.  (1875).  La  Calle  de  la  Muralla  (1878). — El  Eco 
del  País,  diario  de  la  unión  liberal,  Madrid,  1862-66. — ^JosÉ  María  Es- 
candón,  de  Oviedo,  publicó  Historia  monumental  del  rey  Pelayo  y 
sucesores,  Madrid,  1862. — José  Fernández  Espino  (1816-1875),  sevi- 
llano, catedrático,  dirigió  con  Cañete  la  Revista  de  Ciencias,  Litera- 
tura y  Artes,  de  Sevilla  (1855-69),  donde  escribió  algunas  poesías. 
Publicó  los  hermosos  Estudios  de  literatura  y  de  crítica,  Sevilla,  1862. 
Curso  histórico-crítico  de  la  literatura  española,  ibid.,  1871.  Elemen- 
tos de  estética,  1874. — Primitivo  Fuentes  publicó  Historia  del  cris- 
tianismo en  el  Japón,  Madrid,  1862. — Francisco  García  Cuevas,  ma- 
gistrado jubilado  en  1902,  colaborador  en  periódicos,  estrenó  La  Niña 
de  nieve,  zarz.  (1862).  El  Rapacín  de  Candas,  zarz.  (1864).  Al  Perro 
flaco,  zarz.  (1865).  Marusiña,  com.  (con  R.  Caruncho,  1897). — Luis 
García  Luna  (t  1870),  redactor  de  El  Eco  del  País  (1862-63),  Las  No- 
ticias (1864)  ;  colaborador  en  El  Teatro  (1864)  y  El  Periódico  Ilus- 
trado (1865),  estrenó  El  Olmo  y  la  vid,  com.,  1862.  Publicó  Una  virgen 
y  un  demente,  historia  del  s.  xvii,  Madrid,  1863.  La  Estrella  de  Na- 
zareth,  leyendas  y  tradiciones  de  Tierra  Santa  sobre  la  Sma.  Virgen, 
ibid.,  1868,  dos  vols.  El  Monasterio  de  Piedra  (Rev.  España,  1873, 
t.  XXXI).  N.'  S.^  de  Atocha  (ibid.,  1873,  t.  XXXIII).— Antonio  Gon- 
zález Garbín,  de  Almería,  catedrático  de  la  Universidad  de  Grana- 

lOMü  VIII.  — 22 


338      PRIMER   PERÍODO   DE   LA  ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

da  (1873)  y  Madrid,  publicó  Cuadros  sinópticos  d^  lengua  griega,  Bar- 
celona, 1862.  Cultura  de  Almería  en  el  siglo  xi,  foU.,  1868.  Tratado  de 
retórica,  1872.  Almería  musulmana.  Apología  de  Sócrates  por  Jenofon- 
te, trad.  Teatro  selecto  de  Planto,  trad.,  1879.  Historia  de  la  literatura 
latina.  Granada,  1896. — Manuel  M.*  González,  capellán  de  la  Armada, 
publicó  Los  Pastores  en  Belén,  zarz.  sacra,  Ferrol,  1862. — León  Goz- 
LÁN  publicó  La  Loca  del  número  ló,  Madrid,  1862. — 'Camilo  Enrique 
Gronlier,  de  Guanabacoa  (Cuba),  publicó  Flores  de  mi  vida,  versos. 
Habana,  1862.  Cantos  de  mi  patria,  poesías  y  cantos  populares,  ibid., 
1864.  Lirios  de  la  tarde,  poes.  y  cantos  populares,  ibid.,  1876. — Mi- 
guel P.  GuiMERÁ  publicó  Armonías  de  Orfeo,  Habana,  1862. — Juan 
Gutiérrez  de  Tovar,  de  Almería,  poeta  epigramático,  festivo  y  ale- 
gre, publicó  Risas  y  lágrimas,  Madrid,  1862.  A  los  defensores  de 
Almería,  1873,  y  otras  muchas  poesias  en  periódicos. — ^Jos¿  Hipólito 
Herrera,  capitán  peruano,  publicó  El  Álbum  de  Ayacucho,  colección 
de  los  principales  documentos  de  la  guerra  de  la  independencia  del 
Perú  y  de  los  cantos  de  victoria  y  poesías,  Lima,  1862. — Domingo 
Hevia  y  Prieto  (t  1882),  asturiano,  presbítero,  colaborador  ó  redac- 
tor de  revistas  católicas,  publicó  Flores  y  Espinas,  Burgos,  1862.  Cien- 
cia de  la  vida  ó  recreaciones  morales  en  verso.  Canto  popular  al  le- 
vantamiento de  Asturias  contra  la  Francia  en  1808,  1865.  Amiera, 
ensayo  poético  asturiano,  1865.  Relación  histór.  de  los  santuarios  cé- 
lebres de  Covadonga,  El  Brezo  y  la  Saleta,  Lérida,  1867. — Eligió 
IzAGUiRRE  (1835-1870),  de  Bayamo,  insurrecto,  ministro  de  Hacienda 
(1869),  cuyas  poesías  salieron  juntamente  con  las  de  José  J.  Palma, 
José  M.*  Izaguirre  y  Juan  Izaguirre,  en  Colección  de  poesías  de  va- 
rios jóvenes  bayameses,  Bayamo,  1862. — Fernando  Izchudy  estrenó 
Amor  y  celos,  dr.,  Cuba,  1862. — Francisco  de  Asís  Lafita  y  Blanco 
estrenó  Un  paseo  por  Sevilla,  zarz.,  Habana,  1862. — Juan  Lasso  de  la 
Vega  y  Arguelles  publicó  Anales  de  la  marina  militar  de  España,  Ma- 
drid, 1862. — 'Cristóbal  López  y  Muñoz  publicó  Aurora,  nov.,  Granada, 
1862. — Eladio  López  y  Ramírez  de  Arellano  estrenó  Ardides  de 
de  amor,  com.  (1862).  Don  Baltasar  en  el  poder,  coon.  (1862). — José 
M.'  López  y  Martínez  publicó  Poesías  médico-quirúrgicas,  Madrid, 
1862. — Evaristo  Llórente  Salazar  publicó  La  Cruz  de  los  matri- 
monios, nov.,  Madrid,  1862. — Elíseo  A.  Martínez  Cordero  publicó 
Cantos  guajiros  por  varios  józ'enes  cubanos,  Cuba,  1862. — José  Ma- 
tías Aviles  (n.  1836),  poeta  de  Guayaquil,  abogado  (1858)  y  ministro, 
compuso  poesías  líricas  y  obras  para  el  teatro  (1862). — José  Manuel 
Mestre  (1832-1886),  cubano,  filósofo  y  profesor  de  la  Universidad  de 
la  Habana  desde  1861,  publicó  De  la  Filosofía  en  la  Habana,  ibid., 
1862.  Consúltense:  E.  J.  Varona,  Artíc.  y  disc,  1891 ;  José  Ign.  Ro- 
dríguez, Vida  del  Dr.  J.  M.  Mestre,  1909  (en  AVt'.  Fac.  letr.  Habana, 
VJH-IX),  Habana,  1909. — ^S.  de  Mobellán  publicó  Memorias  meji- 
canas, historia  anecdótica  de  las  revoluciones...  (1820-1S60),  Madrid, 
1862. — Rafael  Molero  de  Borbolla,  abogado  y  director  de  El  Obrero 


S.    XIX,    1862,   MIGUEL  SÁNCHEZ  339 

de  la  Civilización  (Sevilla,  1885),  autor  de  obras  jurídicas,  publicó 
Andrómeda  ó  la  emancipación  de  la  mujer,  novela  histórico-mitoló- 
gica,  Sanlúcar,  1862. — Ricardo  Molina  publicó  En  el  campo  y  la  ciu- 
dad, nov.,  Madrid,  1862. — R.  El  Mugiense:  Emilia  ó  los  efectos  del 
coquetismo,  1862. — Francisco  Muñoz  y  Ruiz  publicó  La  Defensa  de 
Astapa,  canto  épico,  Madrid,  1862. — Tomás  M.  Muñoz,  peruano,  es- 
cribió La  Discordia  conyugal,  dr.,  Lima,  1862. — Nemidoru  (seud.)  : 
Recuerdos  de  mi  juventud,  cuadros  de  costumbres  (cubanas).  Haba- 
na, 1862,  1863. — 'Jacinto  Ontañón  Enríquez  y  Arias  de  Mendoza 
(n.  1848),  burgalés,  redactor  en  Burgos  de  El  Independiente  y  di- 
rector de  El  Papamoscas  (1897-902),  publicó  La  Virgen  de  las  Viñas, 
leyenda  en  verso.  Burgos,  1862,  1867.  A  ratos  perdidos,  poesías,  Ma- 
drid, 1875,  1879.  Los  juguetes  Llueven  hijos.  Lo  que  puede  una  mu- 
jer, ¿Es  usted  de  los  m^íosf,  Bienaventurados  los  que  cobran,  Me 
gustan  todas. — ^Mateo  Paz  Soldán  escribió  Geografía  del  Peni..., 
correg.  y  aument.  por  su  hermano  Mariano  Felipe,  París,  1862. — Ma- 
nuel DE  J.  Peña  y  Reinoso  (n.  1835),  de  Santo  Domingo,  revolucio- 
nario en  Cuba  (1858)  y  diputado,  periodista,  agricultor  y  maestro, 
publicó  Ocios  y  tristezas,  poesías,  1862. — José  Toribio  Polo  publicó 
El  Parnaso  Peruano,  Lima,  1862. — José  María  Rincón,  director  de 
La  Semana  Tipográfico -postal  (1869),  estrenó  Venganza  y  expiación, 
di.  (1862).  Los  Canallas  de  levita,  melodrama,  1882. — Demetrio  de  los 
Ríos,  arquitecto,  publicó  Memoria  arqueól.-descrip.  del  anfiteatro  de 
Itálica,  Madrid,  1862.  El  Arte  en  todas  sus  manifestaciones,  Sevilla, 
1885.  La  Catedral  de  León,  Madrid,  1895,  dos  vols.  El  Arte  bufo  (en 
Rev,  Esp.,  1881,  t.  LXXXIV). — El  Romancero  de  Jaén,  ibid.,  1862. — 
Aureliano  Ruiz  publicó  El  Monje  artista,  cuento  tradic,  Granada, 
1862. — Eduardo  Saavedra  y  Moragas  (1829-1912),  ingeniero,  literato 
é  historiador,  director  de  revistas  científicas,  orientalista  entendido  en 
literatura  aljamiada,  publicó  España  antigua,  1862  (disc.  rec.  Acad. 
Hist.).  De  la  verdad  y  la  belleza  en  las  matemáticas,  1869  (disc.  rec. 
Acad.  Cieñe).  Escritos  musulmanes  españoles  sometidos  al  dominio 
cristiano,  1878  (disc.  rec.  Acad.  Esp.).  La  Geografía  de  España  del 
Edrisi,  1881.  Esttidio  sobre  la  invasión  de  los  árabes  en  España.  1892. 
La  Mujer  mozárabe,  1904.  Pelayo,  1906.  Abderraman  I,  1910.  Des- 
cripc.  de  la  vía  rom.  entre  Uxama  y  Augustobriga,  Elogios  del  Excmo. 
Sr.  D.  E.  Saavedra...  en  el  Senado,  1912  (en  Bol.  Ac.  Hist.,  LX). — 
Juan  Sala  publicó,  además  de  obras  de  Derecho,  Diccionario  biográfico 
universal,  Madrid,  1862. — José  M."  Sánchez  Barra,  abogado  peruano, 
publicó  Poesías,  Bruselas,  1862. — Miguel  Sánchez,  presbítero,  publicó 
El  Papa  y  los  gobiernos  populares,  Madrid,  1862,  tres  vols.  Sermones 
del  mes  de  María,  1864,  dos  vols.  Los  Santos  Padres,  1864.  Sermones 
de  cuaresma  y  Semana  Santa,  1864,  dos  vols.  Sermones  de  Domini- 
cas, 1865,  dos  vols.  La  Vida  de  Jesús,  1866.  Felipe  II  y  la  liga  de 
i^Ji  contra  el  turco,  186S.  Examen  teológico-crítico  de  la  obra  de... 
D.   Cándido  Nocedal,   titulada  "Vida  de  J avellanos",   1881.  Intransu 


340      PRIMER   PERÍODO   DE   LA  ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

gentes  y  la  doctrina  católica,  1882.  Novedad  c  ilegitimidad  del  carlis- 
mo, 1886. — El  Buen  Sancho  de  España,  colecc.  metódica  de  máximas, 
proverbios...,  por  Un  Espíritu  apasionado   de  las  gentes  del  campo, 
Madrid,  1862. — Agustín  Santa yana  publicó  La  Isla  de  Mindanao,  su 
historia,  sii   estado  presente,  Madrid,   1862. — ^Antonio   Sanz   y   Sanz, 
arcipreste  de  Tortosa,  publicó  Daniel  ó  sea  la  proximidad  del  fin  del 
siglo...,  Madrid,   1862. — Benito  Sanz  y  Forés,  canónigo  de  Tortosa, 
publicó  Sermones  predicados...   en  honor  del  Smo.  Sacramento,  Ma- 
drid,  1862. — Federico  Sawa  publicó  Aurelio   el  fratricida,  ley.   hist., 
Barcelona,    1862. — Tomás    Segarpa    publicó   Poesías   populares,    Leip- 
zig,  1862. — Antonio   Segovia  y  Beltrán  publicó  Los  Penitentes  mu- 
dos, nov.,   Madrid,    1862,  dos  vols. ;    1863. — Setnanario   Popular,   Ma- 
drid,  1862-65. — Verdadero  retrato  de  un  Misionero  perfecto  animado 
en  la  Vida  del  V.  P.  Fr.  Diego  José  de  Cádiz...,  escrita  por  fray  Luis 
Antonio    de    Sevilla,    Málaga,    1806,    publicada   en    Sevilla,    1862. — 
Francisco  Suárez,  asturiano,  publicó  Los  Guaraníes  ó  la  cruz  mila- 
grosa, nov.  hist.,  Ferrol,  1862.  Los  Demócratas  ó  el  ángel  de  la  liber- 
tad, nov.,  ibid.,  1863.  Claiidina,  nov..  Habana,  1906. — M.\nuel  y  Eduar- 
do V.  Taboada  publicaron  Ester  ó  la  familia  de  Leví,  nov.,  Madrid, 
1862. — Mariano  Torre  y  Marco  publicó  Historia  de  España,  Madrid, 
1862. — Simón   Tort  y   Sala  estrenó  Las  Doctrinas  económicas  ó   la 
baratura,  dr.   (1862). — Francisco  de  Paula  Vidal  publicó  La  Farsa 
social   ó   aventuras  de   Caravaca,  nov.,   Barcelona,    1862.   (Véase   año 
1854.) — Federico  Villalba  y  Llofríu  (1834-1884),  político,  redactor 
de  El  Diario  Español,  El  Argos,  El  Debate;  director  de  Fígaro  (1868) 
y  El  Cronista,  publicó  Cinco  siglos  en  un  día,  cuento  con  semejanza  de 
historia,  Madrid,  1862. 

116.  Año  j8ój.  Carlos  Guido  Spano,  ho}'  el  patriarca  de 
la  poesía  americana,  nació  en  Buenos  Aires  (1829)  y  fué  hijo 
del  general  Tomás  Guido;  viajó  dos  veces  por  Europa,  estuvo  en 
Lisboa,  Londres,  París  (1851  y  1871);  renunció  á  cargos  polí- 
ticos, los  tuvo  administrativos  y  se  entregó  á  la  poesía.  Los 
nobles  sentimientos  de  su  corazón,  la  tierna  lástima  en  las 
desgracias  ajenas  embeben  todas  sus  composiciones,  que  son, 
por  consigiente,  sentimentales,  bien  que  con  cierta  serenidad 
propia  de  su  terniperamento  artístico.  Fué  y  es  en  la  Argentina, 
efectivamente,  el  maestro  de  la  inspiración  clásica,  verdadera- 
mente helénica.  Epico-lírico,  el  mas  clásico  y  aiui  puro  griego 
de  los  poetas  americanos.  Tradujo  ó  arregló  por  primera  vez 
del  griego,  y  con  hábil  semejanza  en  color  y  estilo,  i)oesías  de 
Pablo  el  Silenciario,  Rufino  Mdeagro,  Filodeano,  Antipatro  de 
Tesalia,  v  la  oda  de  Safo  á  Venus.  Del  helenismo  y  de  su  pro- 


GUIDO  SPANO 

(Montevideo,    igoS.) 


S.  XIX,  1863.  CARLOS  GUIDO  SPANO  3>^l 

pió  natural  tomó  la  nota  característica  de  su  arte,  la  dulce 
serenidad  y  la  apacibilidad  graciosa  de  su  sentir  y  del  lasti- 
marse en  las  desgracias  y  á  la  vista  de  la  injusticia  sufrida  por 
otros.  Compadece  lo  mismo  á  los  suyos,  viéndolos  victimas  de 
la  fiebre  amarilla,  que  á  los  mejicanos,  cuando  la  invasión  fran- 
cesa (1862)  en  su  México;  ó  á  los  oprimidos  paraguayos  en 
su  llorosa  Nenia;  á  José  Várela  en  su  Elegía,  escrita  en  portu- 
gués, muestra  su  tierno  sentir,  más  intimo  en  la  composición 
A  mi  imadre,  en  la  dedicada  á  un  amigo  que  llora  la  muerte  de 
su  padre,  en  Al  pasar,  ó  al  nacer  del  primer  amor.  En  los  guin- 
dos. Participando  en  lo  sentimental,  de  Obligado,  y  en  lo  culto 
de  'la  forma,  de  Oyuela,  acudieron  aquellos  dos  poetas  en  su 
debate  ó  Justa  Literaria  acerca  del  clasicismo  y  del  romanti- 
cismo, para  que  Guido  Spano  fallase,  como  lo  hizo,  armonizando 
el  gusto  helénico  con  su  aplicación  á  asuntos  nacionales.  Las 
horas.  Quince  años,  Imniortalitas,  Carina,  son,  además  de  las 
citadas,  preciosas  muestras  de  su  elegante  Musa. 

José  Lamarque  de  Novoa  (1828-1904),  sevillano,  por  seud., 
como  Arcade,  Ibero  Ahantiadc,  poeta  clásico,  cantó  la  fe  y  ia 
patria  en  leyendas  y  odas  de  sonoras  estrofas  quintanesca.-, 
como  en  la  oda  premiada  en  Lérida  (1863)  y  publicada  el  mismo 
año  en  aquella  ciudad :  A  la  Sma.  Virgen  María  en  Monserrat. 
También  compuso  leyendas  en  forma  de  baladas,  como  El 
Señor  feudal.  El  Hijo  espurio,  que  publicó  en  El  Museo  Uni- 
versal (1869). 

Antonia  Díaz  Fernández  de  Lamarque  (1831-1892),  de 
Marchena,  esposa  de  José  Lamarque,  poetisa  premiada  en  Lé- 
rida (1863)  por  su  poesía  María  en  Monserrat,  como  lo  fué 
su  esposo,  á  quien  se  asemeja  en  tono  é  inspiración  clásica.  So- 
bresalió por  el  misticismo  en  sus  poesías  religiosas. 

117.  Rodó,  El  Mirador  de  Próspero  (1913,  pág.  552):  Mme.  de 
Staél  llamaba  á  la  ancianidad  de  los  varones  ilustres  "la  aurora  de 
"la  inmortalidad".  Digamos  nosotros  que  si  alguna  vez  puede  ha- 
blarse de  una  ancianidad  que  tenga  semejanzas  de  aurora  es  cuando 
se  trate  de  este  poeta  luminoso,  sereno,  eterno  adolescente  del  alma, 
cuya  mano  se  tiende  desde  las  cumbres  blancas  de  la  vida  para  brin- 
darnos con  un  libro  de  versos  {Ecos  lejanos),  que  ostenta  toda  la 
espontaneidad,  todo  el  candor  y  toda  la  frescura  de  la  más  intacta 
juventud.  Tan  natural  y   suave  como  es,  fué  á  su  modo  un  original 


342      PRIMER   PERÍODO   DE   LA  ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

y  casi  un  rebelde.  Su  figura  resalta,  dentro  de  su  época,  con  el  in- 
terés peculiar  de  los  que  no  se  parecen  á  sus  contemporáneos  y  lle- 
van en  su  sensibilidad,  en  su  fantasía  ó  en  su  gusto,  un  carácter  esen- 
cial que  los  singulariza.  Llegó  á  la  escena  literaria  cuando  alcanzaba 
entre  nosotros  á  triunfal  plenitud  la  renovación  romántica,  y  vio  pa- 
sar la  corriente  de  las  nuevas  formas  con  cierto  apartamiento  seño- 
ril,  aunque  no  incapaz   de   simpatía  y   asimilación.    Puede,   en  algún 
sentido,  afirmarse  que  fué  su  musa  la  Cordelia  fiel  al  clasicismo  entre 
las  que  aquí  respiraron  el  aliento   impetuoso  de  la  temipestad  hugo- 
niana.  Pero  éste  de  clasicismo  es  un  término  de  harta  vaguedad.  Con 
él  se  clasificaba  hasta  entonces  la  manera  de  los  que  habían  saludado 
en  versos  precoces,   arrogantes,   mezcla  de   infantil   ingenuidad  y  de 
laboriosa  retórica,  las  glorias  de  la  Revolución ;  y  con  los  poetas  de 
la  Revolución  no  tiene,  seguramente,  el  imaginador  de  Amira  y  de 
Marmórea  más  afinidad  de  tendencias  que  con  los  que  tremolaron  en 
el  torneo  de  nuestra  vida  literaria  los  colores  del  romanticismo.  Aque- 
llos poetas  profesaban,  por  ideal  de  la  forma,   el  remedo  pindárico, 
la  elocuencia  lírica;  buscando  efectos  semejantes  á  los  de  la  arenga 
y   la  proclama,   pagaban   pleno   tributo  á   la  afectación  declamatoria, 
que  era  la  ficticia  inspiración  de  la  época ;  en  tanto  que  una  de  las 
calidades  de  la  poesía  de  Guido  es  su  serenidad,  su  aristocrática  tem- 
planza, y  lo  característico  en  su  forma  es  todo  lo  contrario  del  lirismo 
elocuente :  es  la  línea  pura  y  correcta  en  breves  límites.  Ellos  no  ha- 
llaban medio  de  desprenderse  de  la  altisonancia  de  la  oda  académica, 
especie  de  pedestal  á  cuya  planta  abandonaba  el  poeta,  como   fardo 
innoble  y  pesado,  su  naturaleza  de  hombre,  para  asumir  la  gravedad 
solemne  de  un  numen,  sino  cuando  procuraban  la  falsa  sencilhz  ma- 
drigalesca ó  bucólica,  en  tanto  que  la  elevación  ideal  y  la  forma  pura 
y  escogida  conviven  hermanablemente  con  la  verdad  de  los  afectos 
en  el   autor  de  Ecos  lejattos...    Nada   hay,   seguramente,   en   nuestro 
poeta  que  se  asemeje  á  una  de  esas  intuiciones  de  lo  antiguo,  en  que 
la  poesía,  flor  de  humanidades,  obra  con  el  prestigio  de  una  evoca- 
ción arqueológica,  y  acierta  á  exprimir,  de  las  reliquias  de  un  arte 
muerto,  la  más  recóndita  belleza.  Su  antigüedad  consiste  sólo  en  sim- 
patías de  la  imaginación ;  su  clasicismo  no  pasa  de  ciertas  líneas  ge- 
nerales de  gusto  y  estilo,  nacidas  de  natural  propensión  y  afinidad, 
más  que  de  iniciación  profunda,  y  acrisoladas,  antes  que  en  el   mo- 
delo original,   en   los  que,  en   distintos  tiempos,   hicieron    retoñar   sus 
formas   al    sol   de   España   y   de   Italia.    Pero   haya   sumergido   más  ó 
menos  dictante  de  las  fuentes,  la  urna;  haya  rasgado  más  ó  menos  de 
cerca  el   velo  del   santuario,  es  indudable  que  de   aquella  fe  poética 
es  devoto,  y  que  por  virtud  de  ella  lia  merecido  el  favor  de  las  gra- 
cias. Como  epígrafe  de  sus  versos  vendría  bien  el  hcinisti<]uio  de  La 
Invención  de   Chénier,  que   pide   pensamientos  nuevos   labrados   en   el 
mármol    antiguo.   Tiene   del    ateniense    inmolado   por    los   escitas   del 
Terror,  el   atici.smo  en  que  ha  puesto  aún   más  la  naturaleza  que  la 


S.    XIX,    1863.    CARLOS   GUIDO   SPANO  3^3 

escuda;  y  cuando  su  numen,  no  satisfecho  ya  con  el  ara  en  que  se 
ofrecen  los  sacrificios  de  la  forma,  aspira  al  triunfo  que  se  consagra 
con  tributo  de  lágrimas,  es  para  penetrar,  como  Chénier,  en  esa  zona 
crepuscular  del  sentimiento  donde  flotan  las  sombras  de  las  heroínas 
de  Eurípides,  y  el  eco  de  las  quejas  de  Dido,  y  extienden  sus  alas 
blancas  y  sedosas  los  alejandrinos  de  Racine.  Bajo  el  tipoy  de  la 
paraguaya  de  Nenia  se  siente  latir,  un  corazón  hermano  de  La  Joven 
Cautiva.  Marmórea  tiene  la  triste  languidez  de  Neera.  De  este  abo- 
lengo ático  de  su  naturaleza  poética  y  su  arte,  nace,  entre  otros  ca- 
racteres que  contribuyen  á  imprimirles  sello  singular  y  distinto  den- 
tro de  su  tiempo,  el  dominio  de  toda  exquisitez  de  la  dicción  y  toda 
delicadeza  del  ritmo...  Pero  el  aspecto  que  manifiesta  toda  la  supe- 
rioridad de  la  obra  poética  de  Guido,  aquel  en  que  principalmente 
puede  ser  ejemplar,  es,  sin  duda,  el  de  las  exterioridades  plásticas 
del  verso ;  el  que  admiramos  en  las  cuartetas  de  Aniira,  en  las  de  la 
inolvidable  bendición  paternal,  en  el  verso  libre  de  La  Noche,  en  las 
briosas  octavas  de  Adelante.  Hay  dos  supremas  manifestaciones  de 
la  belleza  poética  en  la  forma,  y  cada  una  de  eUas  prevalece  según  la 
poesía,  que  reúne  y  armoniza,  en  cierto  modo,  las  calidades  de  las 
demás  artes  bellas,  se  inclina  á  participar  de  la  determinación  de  las 
artes  del  dibujo  ó  de  la  vaguedad  del  esplritualismo  melódico.  Por 
ima  parte,  la  línea  firme,  el  ritmo  vencedor  de  la  inmaterialidad  de 
la  palabra,  el  culto  de  las  apariencias  materiales  y  tangibles  del  ver- 
so, que  dan  la  sensación  de  contornos  mórbidos  de  estatua;  el  arte  de 
la  imagen  precisa,  dotada  de  relieve,  que  puede  hacerse  pasar  de  la 
estrofa  al  mármol  ó  al  bronce;  el  procedimiento,  en  fin,  que  pone  en 
manos  del  poeta,  ya  el  martillo  y  el  cincel  del  escultor,  ya— para 
símbolo  de  los  primores  de  un  Gautier  ó  un  Heredia — el  diamante 
del  grabador  de  piedras  finas.  Por  otra  parte,  el  tejido  tenue  y 
aeriforme  de  los  líricos  en  quienes  la  poesía  tiende  á  la  sugestión  sen- 
timental de  la  música ;  el  de  las  rimas  de  Bécquer,  el  del  Heder  hei- 
niano :  semiclarídad  de  crepúsculo,  levedad  etérea,  graciosa  suavidad 
de  una  forma  desdeñosa  del  efecto  plástico  y  el  "número  sonoro", 
pero  que,  modelada  para  expresar  las  vaguedades  del  ensueño  y  la 
aspiración  de  lo  inefable,  encuentra  su  arte  propio  rehuyendo  la  se- 
vera precisión  de  la  línea,  espiritualizando  los  contornos  de  la  idea 
y  de  la  imagen,  como  la  onda  de  incienso  que,  al  paso  que  más  alto 
sube,  más  gana  en  inmaterialidad.  Carlos  Guido  es  de  los  que  sienten 
y  señorean  la  primera  manifestación  de  poesía;  de  los  que  trabajan 
el  ritmo  como  el  mármol,  el  pensamiento  como  inscripción  lapidaria 
y  la  imagen  como  escultura.  Tal  se  caracterizó,  dentro  de  una  genera- 
ción romántica,  este  poeta,  que,  en  más  de  un  aspecto  de  su  arte,  se 
vincula  mejor  con  el  mundo  nuestro  que  con  el  de  los  días  de  su 
juventiid.  Personificó  el  culto  indeficiente  de  la  forma,  cuando  las 
condiciones  de  la  obra  de  improvisación  de  una  literatura  y  las  in- 
fluencias de  la  escuela,  conspiraban  para  imponer  cierto  vicioso  amor 


344     PRIMER   PERÍODO    DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

al  desaliño;  la  amable  serenidad  del  sentimiento,  cuando  vibraba  en 
toda  lira  la  repercusión  de  universales  tempestades  del  ánimo;  el 
desinterés  de  un  ideal  de  poesía  levantado  sobre  los  rudos  afanes  de 
la  acción  inmutable  entre  el  hervor  pasajero  de  las  muchedumbres, 
en  un  tiempo  en  que  los  propios  fantasmas  de  los  sueños  bajaban  á 
partir  la  arena  del  circo  y  era  la  canción  como  vaso  de  bronce  que 
recogía  y  amplificaba  las  resonancias  del  combate."  C.  Guido  Spano: 
Hojas  al  viento,  1871,  1879,  1901.  Ráfagas,  prosa,  1879.  América  en 
el  IV  Centenario  de  su  descubrimiento,  1892.  Ecos  lejanos,  1899.  Poe- 
sías completas,  Barcelona,  191 1,  1914.  Álbum  Guido  Spano,  con  oca- 
sión de  las  fiestas  en  honor  del  poeta,  1895. 

José  Lamarque:  Poesías  líricas  y  leyendas  históricas  y  tradicio- 
nales en  verso,  Sevilla,  1867;  aumentada,  1895.  España  por  D.  Alfon- 
so XII,  versos,  ibid.,  1875.  Recuerdos  de  las  Montañas,  baladas  y 
leyendas,  ibid.,  1879,  1901.  Desde  la  Montaría,  cartas  (con  seud.  Ibero 
Abantiade),  1883,  Sátira  contra  los  vicios  de  la  sociedad  española  de 
nuestros  días  (premiada),  1884.  Sueños  de  primavera,  leyendas,  Bar- 
celona, 1S91.  Cristóbal  Colón,  poema,  Sevilla,  1892.  Poesías  líricas,  ibid., 
1895.  El  Fondo  de  mi  cartera,  poesías,  ibid.,  1898.  Desde  mi  retiro, 
poesías,  ibid.,  1900.  Remembranzas  poesías,  ibid.,  1903. 

María  del  P.  Sinués:  "No  hay  en  el  moderno  Parnaso  lira  alguna 
que  aventaje  en  ternura,  melodía,  suavidad  y  sentimiento  á  la  de  la 
señora  de  Lamarque;  el  ángel  de  la  castidad  la  ha  coronado  de  flo- 
res; perlas  y  azucenas  brotan  de  su  arpa  de  oro''  (juicio  exagerado). 
Marta  en  Monserrat,  poema,  1863.  Poesías,  Sevilla,  1867;  entre  ellas 
A  Marchena,  La  Destrucción  de  Numancia  y  la  epístola  Las  Poeti- 
sas españolas.  Flores  marchitas,  baladas  y  leyendas,  dos  vols.,  Sevi- 
lla, 1877,  1882.  El  Precio  de  la  dádiva,  nov.,  1881.  Tres  flores,  id., 
1881.  Poesías  religiosas,  Barcelona,  1889.  Aves  y  Flores,  fábulas  mo- 
rales,  1890.  Poesías  líricas,  póst.,  dos  vols.,  Sevilla,   1893. 

118.  Año  186^.  Pedro  Paz  Soldán  de  Un.\nue  (1839- 
1895),  por  seud.  Juan  de  Arona,  nació  en  Lima,  viajó  y  se  formó 
en  Europa,  tuvo  hartas  desventuras,  recorrió  todos  los  g^éneros 
literarios,  fué  filólogo  y  poeta  satírico,  muy  zumbón.  Declaró 
guerra  á  todos,  todos  le  pegaron,  en  pareados  les  respondió  y 
Lima  entera  reía.  "Garrotazo  y  tente  tieso,  |  hasta  no  dejarles 
hueso",  rezaba  el  lema  de  .su  famoso  periódico  satírico.  Fué  ro- 
mántico empedernido,  de  los  de  negro  descorazonamiento  y  sal- 
vajismo furioso,  á  pesar  de  su  talento  y  cultura.  Tradujo  toda- 
vía mejor  versos  latinos,  sobre  lodo  las  Geórgicas  de  Virgilio. 

Eugenio  M.'  de  Hostos  (i 839- i 903),  de  Mayagücz  (Puer- 
to Rico),  educado  en  España,  desde  los  trece  de  su  edad ;  re 
publicano,  abogó  por  las  reformas  de  su  tierra,  y  desterrado 


S.  XIX,  1863.  JUAN  DE  ARONA  345 

partió  á  Nueva  York  (1868),  consagrándose  á  la  insurrección 
cubana,  recién  promovida  por  Céspedes;  fué  dos  años  después 
á  la  guerra  de  Cuba ;  recorrió  durante  cuatro  la  América  como 
propagandista  de  la  insurrección,  Santo  Domingo,  Perú,  Chile 
(1872),  Brasil  y  Buenos  Aires  (1873),  Nueva  York  (1876), 
Venezuela  (1877),  Santo  Domingo  (1879),  donde  estuvo 
de  Profesor  de  derecho,  así  como  antes  en  la  Universidad 
de  Santiago.  En  1898  trabajó  contra  la  dominación  yanqui  en 
Puerto  Rico  y  en  pro  de  la  unión  de  todas  las  Antillas.  Fué  filó^ 
sofo,  moralista,  sociólogo,  crítico  literario,  novelista.  Publicó 
su  primera  novela  La  peregrinación  de  Bayocui  en  1863,  elogiada 
por  Ros  de  Olano  y  Alarcón,  é  hizo  un  magnífico  análisis  de 
Hamlet.  Señalóse  como  literato  por  su  perspicacia  crítica  y  por 
el  brío  y  desenfado  de  su  decir. 

Ricardo  Carrasquilla  (1827-1886),  de  Quibdó  (Colom- 
bia), varón  grave,  periodista  y  maestro,  fué,  sin  embargo,  muy 
aficionado  á  festivos  asuntos,  que  trató  burlonamente  y  no  sin 
ribetes  satíricos,  prefiriendo  el  metro  de  las  letrillas;  también 
compuso  narraciones  históricas. 

José  Ajsítonio  Soffía  (i 843- i 884),  de  Valparaíso,  de  la 
escuela  de  Bello,  director  de  la  Biblioteca  Nacional  (1864-70), 
ministro  en  Colombia  (1874),  escribió,  ya  en  1863,  poesías  en 
La  Voz  de  Chile,  y  en  sus  últimos  días,  estando  en  Bogotá,  su 
mejor  obra,  el  romance  histórico  Bolívar  y  San  Martín,  los 
dos  cantos  épicos  de  Michimalonco,  y  sus  admirables  traduc- 
ciones de  Víctor  Hugo  y  Alfredo  de  Vigny.  Fué  poeta  de  ex- 
quisita elegancia,  ingenio  sano  y  festivo,  prosista  satírico  y 
humorístico. 

ZoROBABEL  RODRÍGUEZ  (1839-1901),  de  Quillota  (Chile), 
diputado  muchos  años,  superintendente  de  Aduanas,  filólogo, 
de  vasta  ilustración  y  polemista  de  fuste,  campeón  del  catoli- 
cismo, el  más  notable  de  los  periodistas  de  su  tierra,  gran  críti- 
co literario,  severo,  pero  bienintencionado ;  fué  el  principal  re- 
dactor de  El  Independiente  y  colaboró  en  La  Estrella  de  Chile. 

119-  Juan  de  Arona:  "Ante  mis  ojos  todo  está  negro,  |  y  triste 
presa  de  mi  rencor,  |  si  alguien  padece,  ¡  cuánto  me  alegro !,  |  si  al- 
guien se  ríe,  me  ahoga  el  furor."  Ventura  García  Calderón,  La  Liter. 
peruana,  1914,  pág.  66:  "Adivinadnos  en  sus  poesías,  en  su  Dícciona- 


34Ó      PRIMER    PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA    REALISTA    (185O-1869) 

rio  de  peruanismos,  el  ferviente  amor  á  cuantos  giros  y  frases  de 
provincia  española  algunos,  de  limeña  prosapia  muchos,  evocan  el 
pasado  colonial  y  la  realidad  de  cada  día.  Este  filólogo  es  un  poeta  y 
este  poeta  es  un  limeño.  Sabe  el  origen  de  cada  voz,  le  autoriza  con 
versos  propios,  hasta  dudarse  si  las  poesías  peruanas  fueron  sólo  es- 
critas como  ejemplos  para  un  manual  de  retórica  nacional.  Su  genio- 
era  zumbón;  sus  desventuras  fueron  grandes.  Uno  y  otras  explican 
esa  poesia  rencorosa  que  en  sus  famosos  Chispazos  llegó  al  descaro 
agresivo...  Ya  en  las  primeras  horas  de  su  juventud,  pródiga  en  do- 
nes, la  universal  acidia  del  esplín  lo  abruma :  "Hay  unos  días  deses- 
"perantes  |  en  que  me  carga  la  humanidad."  No  estoy  seguro  de  que 
el  poeta  clásico  de  las  ceñidas  traducciones  latinas,  el  romántico  de 
Ruinas  hubiera  concluido  mejor  en  otra  parte;  pero  sin  duda  melan- 
colías de  descartado,  soledades  ardientes  de  poeta,  lo  convirtieron  en 
el  coplero  venal  y  perseguido  de  sus  últimos  años  indecorosos.  Sus 
mejores  poesías  son  traducciones."  Juan  de  Arona:  Riñnas,  poesías, 
París,  1863.  Cuadros  y  episodios  peruanos  y  otras  poesías,  con  retrato, 
Lima,  1867.  La  España  tetuánica  y  la  Finzonada,  ibid.,  1867.  Las 
Geórgicas  de  Virgilio,  en  verso,  ibid.,  1867.  Los  Médanos,  poema  pen- 
tasílabo, 1869.  Más,  menos  y  ni  más  ni  míenos,  juguete  cómico,  1871. 
La  Matrona  de  Efeso,  1872.  Poesía  latina,  1883.  Pasada  pesada  en 
posada,  retruécano  cómico,  1883.  Diccionario  de  peruanismos,  Lima, 
1883;  B.  Aires,  1884.  Sonetos  y  chispazos,  Lima,  1885.  Canto  á  Les- 
seps,  1887.  Poesías  peruanas,  1887.  Páginas  diplomáticas  del  Perú, 
.'891.  Geografía  del  Perú,  póst.,  París,  dos  vols.  El  Intransigente  cas- 
tigado, comedia.  Hay  poesías  suyas  en  Estrella  de  Chile,  ts.  H,  IV, 
XH,  XHI,  XVL 

E.  M.  Hostos:  La  Peregrinación  de  Bayoan,  1863.  Biografía  de  Plá- 
cido, Santiago  de  Chile,  1872.  Los  Fusilados  en  Cuba,  B.  Aires,  1873.  La 
Revolución  de  Cuba  ante  los  españoles  dignos,  ibid.,  1874.  El  General 
Máximo  Gómez,  S.  Domingo,  1881.  M.  Gómez  y  la  Revol.  de  Cuba, 
1881.  Reseña  histórica  de  Puerto  Rico,  1882.  Silverio  del  Prado,  ar- 
tículos. Meditando  (Hamlet,  Plácido,  Guido  Spano,  G.  Matta),  París, 
1909.  Moral  social  es  su  mejor  obra  ético-filosófica,  Madrid,  1917. 
Consúltense:  Ant.  'Caso,  en  Conferencias,  México,  1910;  R.  Blanco- 
Fombona,  Grandes  escritores  de  América,   1917. 

Emil.  Isaza,  Antol.  Colomb. :  "Carrasíjuilla,  hambre  grave  y  seve- 
ro, era,  sin  embargo,  miuy  aficionado  á  Jos  asuntos  festivos.  En  El 
Chocolate  forma  \\n  gracioso  y  agradable  contraste  la  alta  entonación 
con  lo  humilde  y  casero. del  tema.  También  era  muy  dado  á  las  na- 
rraciones de  episodios  históricos,  por  el  estilo  de  El  Abrazo.  Era  mo- 
delo de  ciudadanos  patriotas  y  hombres  buenos,  y  su  memoria  es 
guardada  con  tal  cariño  y  respeto  por  sus  numerosos  discíipulos,  que 
hace  poco  le  erigieron  éstos  un  monumento  en  su  modesta  tumba." 
Sofismas  anticatólicos  vistos  con  microscopio,  1866,  1881  (3.»  ed.,  con 
Los  Ecos  de  los  Zarzos).  Coplas  escogidas,  Bogotá,  1881,  con  pról.  de 


S.   XIX,    1863.   FRANCISCO   PÉREZ   ECHEVARRÍA  847 

J.  M.  Marroquín;  N.  York,  1881.  Ofrendas  del  ingenio  (con  J.  Man. 
Marroquín),  antología,  Bogotá,  1884.  Las  Fiestas  de  Bogotá,  cuadro 
de  costumbres.  EL  Abraso,  epis.  histórico.  Consúltense:  D.  R.  Carras- 
quilla, en  Horizontes,  de  Bucaramanga,  Enero  1916,  y  Rev.  Coleg.  del 
Rosario,  1916,  Jun. ;  José  Man.  Marroquín,  Apuntes  sobre  R.  Carras- 
quilla, en  Rev.  Col.  Rosario,  t.  VIL 

Jorge  Huneeus  Gana,  Cuadro  hist.,  pág.  713:  "En  el  talento  de 
SofFia  dominan  las  notas  del  amor  á  la  patria,  del  culto  por  la  mujer 
y  del  humorismo  literario  y  crítico.  En  El  Nuevo  Ferrocarril  (1S80), 
y  antes  en  la  Academia  de  Bellas  Letras  (1873),  y  después  en  el  Ate- 
neo de  Bogotá  (1880  adelante),  llamó  la  atención  pública  con  dis- 
cretas y  joviales  revistas  de  humorismo  social  sano  y  sin  hiél,  escri- 
tas en  prosa,  y  que  revelaban  un  espíritu  satírico  de  la  más  fina  ley. 
Los  numerosos  cuentos,  versos  y  epigramas...  sentaron  su  reputación 
de  verdadero  poeta  festivo...  La  Epopeya  del  León  y  su  célebre  poe- 
ma histórico  Michimalonco,  premiado  con  medalla  de  oro  en  un  cer- 
tamen .literario  de  nuestra  Universidad  en  1877,  son  trabajos  que  re- 
velan verdadera  inspiración  poética  y  un  poderoso  sentimiento  de  la 
naturaleza...  Son  especialmente  notables  la  fluidez  elegante  de  su 
verso,  la  gracia  mórbida  de  su  estilo,  la  frescura  inexhaurible  de  su 
imaginación  y  el  sano  amor  á  la  vida  y  á  todo  lo  bueno  y  á  todo  lo 
noble,  que  bulle  y  chisporrotea  agradable  y  profusamente  en  todas  sus 
poesías."  Poesías  líricas,  1875.  Hojas  de  otoño,  1878.  Poemas  y  Poe- 
sías, Londres,  1885.  Víctor  Hugo  en  América  {poesías),  traducciones 
de  ingenios  americanos,  coleccionadas  por  José  A.  So f fía  y  José  Ri- 
vas  Groot,  Bogotá,  1889. 

Jorge  Huneeus  Gana,  Cuadro  hist.,  pág.  474:  "En  el  fondo  del 
cerebro  de  Z.  Rodríguez  se  ocultaba...  un  temiperamento  poderoso  de 
escritor,  que,  con  los  años,  ha  adquirido  una  destreza  formidable  en 
el  manejo  de  la  pluma  de  polemista  político  y  de  propagandista  eco- 
nómico... Sorprenden  vivamente  el  poder  extraordinario  de  dialéc- 
tica, la  fuerza  robusta  de  lógica,  la  profunda  habilidad  para  buscar 
y  herir  el  lado  débil  de  las  cuestiones  y  la  firmeza  enérgica,  correcta 
y  pintoresca  de  estilo,  que  forman  la  trama  invencible  y  hermosa  de 
sus  editoriales  de  combate..."  Zorob.  Rodríguez:  La  Cueva  del  loco 
Eustaquio,  novela  extravagante,  1863.  Apuntes  sobre  la  poesía  indí- 
gena de  América.  1867-68  (en  La  Estr.  de  Chile).  Miscelánea  litera- 
ria,  tres  vols.,  1873,  su  obra  principal.  Diccionario  de  chilenismos, 
Santiago.  1875.  Reparos  al  Diccionario...,  por  Fidel  P.  del  Solar, 
ibid.,  1876.  Reparos  de  reparos,  por  Fern.  Paulsen,  ibid.,  1876.  Fran~ 
cisco  Bilbao. 

120.  Año  18ÓJ.  Francisco  Pérez  Echevarría  (1842-1884),  ma- 
drileño, empleado,  últimamente  delegado  de  Hacienda,  redactor  de 
La  Opinión  Nacional  (1868-70),  colaborador  de  La  Ilustr.  Esp.,  La 
Ilustr.  Artíst.,  La  Niñez,  autor  que  sobresalió  más  en  la  comedia  que 


348      PRIMER   PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

en  el  drama,  no  mal  escritor  y  poeta.  Conipuso  dramas  con  Francisco 
Luis  de  Retes,  debiéndosele  á  él  más  bien  la  forma  de  la  redacción 
que  el  desenvolvimiento  dramático,  en  que  le  ganaba  su  compañero. 
También  trabajó  con  A.  Gil  Santibañes.  Las  mejores  comedias  suyas 
son;  El  Centro  de  gravedad,  Los  Celos  de  una  vieja,  Las  Quintas,  Lo 
que  vale  el  talento.  De  los  dramas,  hechos  en  colaboración,  el  mejor 
es  L'Hereu.  Fuera  de  Modestia  y  vanidad,  su  primera  obra  estrena- 
da en  Albacete,  las  demás  lo  fueron  en  Madrid.  F.co  Pérez  Echeva- 
rría:  Modestia  y   vanidad.   Don   Tomás  IL   Otro   diablo    cojuelo.   El 
Centro  de  gravedad.  Los  Celos  de  una  vieja.  Las  Quintas.  Una  vícti- 
ma de  amor  (1863).  La  Pobrecita  Hortensia  (1873).  Los  Grandes  tí- 
tulos   (1876).    Luchas   heroicas   (1S77).    La    Evidencia    (1S77).    Vetu- 
ria.    El    Coronel    Esteban.    Los    Aguinaldos.    Los    Miopes.    Palabras 
sueltas.  Entre  Pinto  y   Valdemoro.   Coriolano.   Géneros  ultramarinos. 
Lo  que  vale  el  talento  (1889).  El  Violtn  de  Cremona.  La  Razón  de  la 
fuerza.  La  Caza  de  los  maridos.  Con   Retes:  La  Beltraneja,  dr.  La 
Fornarina,  dr.  Doña  María  Coronel,  dr.  El  Frontero  de  Baeza,  dr. 
L'Hcrcu,  dr.  (1879).  Las  Colegialas  de  Puerto  Real.  Segismundo.  El 
Hidalgo  de  Ronda.  El  Amor  que  pasa.  Con  A.  Gil  Santibáñez:  Saldo 
de  cuentas  (1879).  El  Ejemplo,  dr.  (1879).  El  Paraíso  de  Milton.  Los 
Infelices.  El  Motín  contra  Esquilache.  Una  boda  en  Palacio.  A  la  me- 
moria de...  la  Condesa  de  Vilches,  poesía  (en  Rev.  Esp.,  1874,  t.  XLI). 
José  Arnaldo  Márquez  (1830-1904),  diplomático  y  poeta  peruano, 
que  escribía  hacia  1882  en  la  America  del  Sur,  estaba  en   París  en 
1885,    luego    en    Barcelona,    París,    Chile;    muy    inteligente    y    cultQ 
y  de  espíritu  selecto,  pero  de  natural  excéntrico  y  por  temperamento 
bohemio;  quedó   reducido  á  la  miseria,   gastando  sus  haberes   en  un 
artefacto  fantástico  de  imprimir.  Su  poesía,  científica  á  menudo  por 
los  asuntos,  tiende  á  ser  filosófica  por  la  fuerza  del  pensamiento;  el 
estilo,  de  extraño  vigor  y  densidad;  fácil  de  palabra,  recio  de  ritmo. 
Tradujo    á    Shakespeare.    Martín    García    Mérou,    Recuerdos    Liter., 
igi5,  pág.  63:  "£s  imposible  describir  el  efecto  que  produjo  su  pa- 
labra original  y  pintoresca.   Se  reveló  como  un  humorista  notable  é 
hizo  uso  de  una  forma  oratoria  interesante,  paseándose  por  el  esce- 
nario con  la  soltura  y  sencillez  del  que  se  encuentra  en  su  gabinete  de 
estudio  y  siguiendo  con  el  público  una  conversación  en  alta  voz,  llena 
de  frases  de  acerado  sarcasmo  y  de  observaciones  altamente  satíricas 
>   profundamente  filosóficas...   Bohemio  de  corazón,  de  temperamento 
y  de  instinto...  Era,  además,  un  poeta  inspirado...  Tenía  una  facili- 
dad sorprendente  y  una  fecundidad  inagotable  de  temas  é  inspiracio- 
nes... La  fórmula  de  osa  poesía,  de  vastas  irradiaciones  intelectuales 
y  base  científica."  J.  Arnaldo  Márquez:  Poesías,  Lima.   i<S53.  A  ori- 
llas de  un  lago,  leyenda,  trad..  Habana,  1861.  Notas  perdidas,  leyen- 
das y  poesías,   dos  vols.,   Lima,    1862,    1878.  La   Humanidad,   poema, 
1862.  El  Perú  y  la  España  Moderna,  ibid.,  1866,  dos  vols.  La  Huma- 
nidad, poemia.  Recuerdos  de  un  viaje  á  los  Estados  Unidos. 


S.   XIX,    1863.    PILAR   PASCUAL   DE   SANJUÁN  3.\g 

Isaac  Carrillo  y  O'Farril  (1844-1901),  Habanero,  buen  imita- 
dor de  nuestros  clásicos  antiguos  y  de  los  poetas  del  siglo  xix  espa- 
ñoles, escribió  en  El  Occidente,  El  País,  etc.;  estuvo  en  Madrid  (1865), 
abogado  en  la  Habana  (1866)  y  catedrático  de  su  Instituto,  en  Nueva 
York  (1869),  dirigió  El  Mundo  Nuevo  y  volvió  á  Cuba  (1899).  Pu- 
blicó Marta,  nov.,  Habana,  1863.  Luchas  del  alma,  dr.  (1864).  El  qwe 
con  lobos  anda  (1867).  Magdalena,  dr.  (1868).  El  Hombre  de  la  mas- 
cara, nov.  Noches  de  luna,  nov.  José  Ang.  Escoto,  en  Rev.  Hist.  Crít., 
Matanzas,  1916  (n.  3,  pág.  302)  :  "Su  poesía  es  humana,  generosa  y 
patriótica.  El  fondo  es  marcadamente  lírico  y  con  tendencias  ele- 
giacas. Su  gusto,  sin  poder  decirse  que  es  un  modelo,  es  bastante  de- 
purado, y  la  expresión,  sencilla  y  elegante,  aun  cuando  no  exenta  de 
incorrección.  La  cultura  que  poseía  era  varia,  y  además  de  los  clá- 
sicos españoles  é  hipanoamericanos,  conocía  los  extranjeros...  Tiene 
energía  y  virilidad  en  sus  conceptos,  pero  no  se  distingue  gran  cosa 
por  su  originalidad.  Se  inspira  en  los  grandes  poetas  españoles  del 
siglo  XIX,  de  las  odas  mayores  de  Gallego  torna  la  entonación,  y  de 
las  Dolaras  de  Campoamor,  el  tinte  de  filosofía...  En  algunos  de  sus 
versos  hay  atisbos  de  la  poesía  de  Bécquer." 

Nicolás  de  Soraluce  (1820-1884),  de  Zumárraga,  pasó  á  Francia 
de  quince  años  y  de  allí  á  Buenos  Aires  hasta  1855,  que  se  casó  en 
San  Sebastián;  fué  infatigable  desenterrador  de  glorias  guipuzcoa- 
nas  é  historiador,  aunque  poco  ó  nada  artístico.  Biografía  del  ilustre 
conquistador  de  Filipinas  Miguel  López  de  Legazpi,  Tolosa,  1863. 
Historia  general  de  Guipúzcoa,  Madrid,  1864,  1869;  Vitoria,  1870,  dos 
vols.  Fueros  de  Guipúzcoa,  Madrid,  1866.  Biografía  de...  D.  Javier 
M.  de  Munive  é  Idiáquez,  conde  de  Peñaflorida,  1866.  Más  biogra- 
fías y  catálogo  de  obras  vasco-navarras,  ibid.,  1871.  El  libre  comercio 
vascongado,  1875  (en  Rev.  Esp.,  t.  XLVI).  Real  Compañía  Guipuz- 
coana,  Madrid,  1876.  Historia  compendiada  de  la  R.  Sociedad  Bascon- 
gada  de  los  Amigos  del  Raís,  S.  Sebastián,  1880.  Defensa  del  apellido 
familiar  de  Juan  Sebastián  del  Cano,  ibid.,  1881.  Gloria  y  gratitud  á... 
J.  S.  del  Cano,  Vitoria,  1882.  Las  Exornas.  Juntas  y  Diputaciones  de 
Guipúzcoa  y  J.  S.  del  Cano,  ibid.,  1883.  Ultimas  líneas  de  Soraluce, 
Tolosa,  1886.  En  Euskal  Erria  (1897) :  La  Milagrosa  imagen  de 
iV."  S.^  del  Coro.  Herrán:  "El  señor  Soraluce  es  más  cronista  que  his- 
toriador, hacina  materiales  con  más  gracia  y  discernimiento  que  filo- 
sofa sobre  los  acontecimientos  que  tuvieron  lugar  y  que  critica  la  con- 
veniencia ó  inconveniencia  de  estos  ó  los  otros  sucesos." 

Pilar  Pascual  de  Sanjuán  (t  1899),  maestra,  regenta  de  la  Nor- 
mal de  Barcelona,  colaboradora  de  Los  Niños,  El  Monitor  de  Primera 
Enseñanza  y  El  Magisterio  Español,  publicó  obras  morales  y  blan- 
duchas,  sanas,  bien  que  de  poca  fuerza  estética.  Los  Albores  de  la 
vida.  Barcelona,  1863.  Año  evangélico  para  los  niños,  Barcelona, 
1877,  2.*  ed.  reformada.  Manual  epistolar  para  uso  de  las  señoritas, 
ibid.,  1877,  1883.  Guía  de  la  mujer,  ibid.,  1877.  5.*  ed.  El  Sendero  de 


33o      PRIMER   PERÍODO  DE   LA  ÉPOCA   REALISTA   (1850-1869) 

la  virtud,  leyendas  morales  para  niños,  ibid.,  1877,  3.'  ed.  Flores  del 
cielo,  dos  series,  ibid.,  1879.  La  Moral  de  la  historia,  cuadros  históri- 
cos con  su  aplicación  moral  al  alcance  de  los  niños,  ibid.,  1883.  El 
Primer  libro  de  las  niñas,  ibid.,  1883.  Prontuario  del  ama  de  casa, 
ibid.,  1885.  La  Familia,  ibid.,  1885.  Flora,  ó  la  educación  de  una  niña, 
ibid.,  1885.  El  Nuevo  Fleury,  1885,  1887.  El  Trovador  de  la  niñez, 
lectura  graduada  en  verso,  1886,  9.*  ed. ;  1912.  Los  Deberes  materna- 
les. Urbanidad,  1888.  Colección  de  máximas.  Escenas  de  familia, 
1891.  Noches  de  estío,  cuentos  para  niños,  1897.  Flora,  libro  de  lec- 
tura en  prosa  y  verso,  1897  (2."  ed.  ?),  1898. 

Nicolás  Díaz  y  Pérez  (1841-1902),  de  Badajoz,  por  seud.  El  Plu- 
tarco extremeño  y  Nicomcdes  Duran  y  Pereda,  redactor  en  Madrid 
de  La  Caza  (1865),  La  Reforma  (1865-69),  Los  Sucesos  (1866),  El 
Amigo  del  Pueblo  (1868-69)  Y  -^^  República  Ibérica;  director  de  El 
Hijo  del  Pueblo  (1868-69) ;  redactor  en  Badajoz  de  El  Museo  Ex- 
tremeño (1865),  La  Federación  Extremeña  (1871),  El  Obrero  Fede- 
ral (1888) ;  político  republicano  y  literato,  no  quiso  cargo  alguno  de 
Castelar  y  Figueras.  Publicó  Bandera  negra,  leyenda  en  verso,  Huel- 
va,  1863.  En  alta  mar,  nov.,  Madrid,  1868.  Estudio  sobre  Camoens  y 
la  literatura  portuguesa.  José  Mazzini,  Madrid,  1876.  Historia  de  Ta- 
lavera  la  Real,  1875,  1879.  Páginas  para  la  mujer,  1878.  Catálogo  de 
los  periódicos  que  se  han  publicado  en  Extremadura,  1879.  Ecos  per- 
didos, poesías,  1881.  Baños  de  baños,  1881.  López  de  Ayala  y  Moreno 
Nieto,  Fregenal,  1883.  Infuettcia  de  Extremadura  en  la  literatura 
española,  Badajoz,  1883.  Diccionario  histórico,  biográfico,  crítico  y 
bibliográfico  de  escritores,  artistas  y  extremeños  ilustres,  Madrid, 
t.  I,  1884;  t.  II,  1885.  Recuerdos  de  Extremadura,  1885.  Extremadura, 
Barcelona,  1887  {España  y  sus  monumentos).  La  Francmasonería  es- 
pañola, 1894. 

121.  Año  186^.  Academia  Bibliográfico-Mariana.  Certámenes 
poéticos  celebrados  en  los  años  186^  á  1868,  Lérida,  1863-68,  seis  vols. — 
Miguel  Alegre  y  Garcés,  cura  de  Alcalá  de  la  Selva  (Teruel),  pu- 
blicó Historia  de  A^»  5".'  del  Espino,  Teruel,  1863. — ^JosÉ  Luis  Al- 
fonso (t  1881),  marqués  de  Móntelo,  publicó  Cantos  de  un  peregrino, 
París,  1863.  Novelas  cortesanas,  el  guante,  1886.  Id.,  dos  cartas,  1887. 
— La  Alhambra,  relatos  de  Granada...,  por  varios,  Barcelona,  1863:  La- 
fuente,  Rada  y  Delgado,  Cañete,  W.  Irving,  etc. — Julián  Alonso  Díez 
publicó  La  Pradera  poética  de  S.  Isidro,  Madrid,  1863. — Antonio 
Ángulo  y  Heredia  (i 837- i 875),  de  Matanzas  (Cuba),  abogado  en 
Madrid  (1860),  director  de  la  Aurora  del  Vumurí  (1868),  que  falleció 
loco,  publicó  El  Pensamiento  Español.  Madrid,  1863.  Goethe  y 
Schiller,  su  vida  y  obras,  lecturas  del  Ateneo,  ibid.,  1863.  Goethe  y 
sus  obras,  traducido  del  alemán,  ibid.,  1863.  Cartas  de  un  joven  cu- 
bano, 1863.— Ramón  Antequera,  (1817-1903),  director  de  La  Verdad 
en  el  Progreso  Í1867),   publicó  Inicio  analítico   del   Quijote,   Madrid, 


S.    XIX,    1863.    FRANCISCO   GARCÍA   VIVANCO  35 1 

1863. — Ramón  Igi.acio  Arnao  (1819-1887),  de  Limonar  (Cuba),  publi- 
có Apuntes  de  viaje,  Habana,  1863  (en  EL  Correo  Habanero). — Ma- 
nuel Arrieta  y  Gómez,  editor,  publicó  Santoral  español  ó  colección 
de  biografías  de  todos  los  santos  nacidos  en  España...,  por  conocidos 
y  competentes  escritores,  Madrid,  1863,  dos  vols. — ILuis  Blanc  y  Na- 
varro publicó  El  Cantor  del  pueblo,  1863.  La  Quiebra  de  un  banquero, 
•dr.  (1864).  Los  Amigos  de  los  pobres,  dr.  (1865).  La  Verdadera  Car- 
mañola (1870),  contra  la  de  Ramón  Nocedal,  peor,  bien  que  más 
aplaudida  por  los  revolucionarios. — Victorina  Bridoux  y  Mazzini 
DE  Domínguez  publicó  Lágrimas  y  flores,  producciones  literarias, 
Santa  Cruz  de  Tenerife,  1863. — Simón  Calcaño,  venezolano,  pu- 
blicó El  Iris,  dos  vols.,  Puerto  Cabello,  1863. — El  Cascabel,  periód. 
festivo,  dirigido  primero  por  Frontaura,  político  después  de  la  Revo- 
lución de  1868,  Madrid,  1863-70. — Colección  de  Autores  Españoles, 
48  vols.,  Leipzig,  1863-87. — Manuel  Corchado  y  Juarbe  (1840-1884), 
poela  portorriqueño,  diputado  en  Madrid,  buen  orador ;  escribió  una 
valiente  oda  al  pintor  Campeche  para  un  concurso  de  18Ó2 ;  luego  es- 
piritista, publicó  Corona  Poética  dedicada  al  M.  José  Campeche, 
P.  Rico,  1863.  Historias  de  Ultra-Tumba,  Madrid,  1872.  Páginas  san- 
grientas, romancero  de  la  segunda  guerra  civil,  ibid.,  1875  (con  Ale- 
jandro Benisia).  El  Trabajo,  poesía,  1878.  María  Antonietn,  dr., 
P.  Rico,  1880.  Contra  la  esclavitud  escribió  la  Biografía  de  Lincoln. 
Corona  poét.  á  la  mem.  de...  D.  M.  Corchado,  Ponce,  1885. — Helio- 
doro  Criado  Baca  (n.  1843),  autor  dramático  malagueño,  colaborador 
€n  La  Familia  (1875),  escribió  A  Capellanes,  La  Seña  Manuela,  Los 
Cotorrones,  A  la  Exposición,  Arlequina,  A  toda  vela.  Dos  chicos  en 
fjrande.  El  Señor  de  la  picota,  etc.,  etc.  La  Caricatura,  juguete,  1885. 
— P.  P.  H1DERNAND0  Cruz  publicó  Memorias  de  un  loco,  novela,  Bar- 
celona, 1863. — José  Di'Araujo  estrenó  Seis  señoritas  sin  miriñaque, 
zarz.  (1863).  Yo  soy  mi  hijo,  com.  (1864). — ^JosÉ  Escola  publicó  Co- 
rona poética  de  los  españoles...  la  Sma.  Virgen  María  en  el  misterio 
de  su  concepción  purísima,  Barcelona,  1863. — Víctor  C.  Feijóo  pu- 
blicó Los  Mártires  de  Polonia,  nov.  hist,  Madrid,  1863. — Flores  del 
genio,  Cochabaniba,  1863,  poesías. — 'Antonio  Flórez,  americano,  pu- 
blicó Curso  de  historia  antigua,  Besanzón,  1863  (2."  ed.).  El  Gran 
Mariscal  de  Ayacucho,  N.  York,  1883. — Evaristo  Fombona,  asturia- 
no radicado  en  Venezuela,  hizo  que  se  estableciese  la  Academia,  de 
Caracas,  correspondiente  de  la  Española  (1883) ;  publicó  España  y 
Venezuela,  Caracas,  1863.  Mis  impresiones  del  28  de  Octubre  de  1872, 
ibid.,  1873.  Elogio  de  Simón  Bolívar,  ibid.,  1875.  Repúblicas  hispano- 
americanas, ibid.,  1876.  Plancha  trazada,  ibid.,  1878.  Isabel  la  Cató- 
lica, Bolívar,  Fr.  Bart,  de  las  Casas,  la  religión  de  la  patria,  ibid., 
1884, — El  Fomento  Literario,  rev.  sem.,  Madrid,  1863-64. — Valeriano 
Garcés  González  publicó  Guía  histór.-estadíst-descriptiva  de...  Avila, 
ibid.,  1863.  Vocabulario  descriptivo  y  legislativo  de  caminos,  Badajoz, 
1875.— Francisco  García  Vivanco  (1843-1908),  madrileño,  capitán  de 


352     PRIMER  PERÍODO   DE   I_\   ÉPOC\   REALISTA   (18.^0-1869) 

Infantería,  estrenó  En  el  tren,  jug.  (1878),  Quiero  ser  periodista.  La 
Ultima  crisis.  Los  Cómicos  de  Alarcón.  Os  presto  mi  mujer.  Los  Anó- 
nimos.  Las  Modistas  de   Madrid.   Pobres   niños. — Romualdo    García 
Allende  publicó  Lágrimas  y  esperanzas,  poesías,  Haro,  1863. — Gaspar 
GÓMEZ  Trigo  estrenó  Mentiras  graves,  com.  (1863). — Felipe  Guillen 
Y  Caravantes  (n.  1818),  zaragozano,  abogado,  concejal  (1869  y  1874), 
publicó  Descripción  de  Ixis  calles...,  de  Zaragoza,  ibid.,  1863. — Manuel 
IÑIGO  Y  Miera  publicó  Historia  de  ¡as  Ordenes  de  Caballería,  Madrid, 
1863,  dos  vols. — José  de  Lorenzo,  Gonzalo  de  Murga  y  Martín  Fe- 
RREiRO  publicaron  Diccionario  Marítimo  Español,  Madrid,  1863. — José 
Manuel  Lleras  (1843-1879),  bogotano,  periodista  y  poeta  improvisador, 
estrenó  La  Guarda  del  campamento,  zarz.  El  Espíritu  del  siglo,  jug. 
Variedades  literarias,   Bogotá,    1879,   ed.   por   su  hermano. — Modesto 
Llorens  y  Torres  (n.  '.835),  barcelonés,  abogado,  jubilado  en  1908,  es- 
cribió la  leyenda  dramática  El  Derecho  del  pequeño;  estrenó  El  Casado, 
casa  quiere,  com.  (1863).  ¡Adiós!  y  Andar  á  ciegas.  Confianzas,  Avila, 
191 1.  También  publicó  Estudios  histórico-arqueológicos  (1903)  y  Con- 
sejos religioso-amorales  (1908). — Augusto  Maquet  publicó  Deudas  de 
corazón,  nov.,   Habana,   1863. — ^Luis  Maraver  y  Alfaro  (1822-1886), 
de  Fuenteovejuna  (Córdoba),  fundador  (1870)  y  director  hasta  su  muer- 
te de  El  Cencerro,  por  seud.  Fray  Liberto,  publicó  Historia  de  Córdoba, 
ibid.,   1863;  t.  II,   1866.  Guía  de  curiosidades  cordobesas,   ibid.,   1866. 
Fe,  esperanza  y  caridad,  zarz.  Almacén  de  quitapesares,  verso  y  prosa, 
Madrid,  1886. — José  M."  Martínez  Iñiguez  publicó  Crimen,  venganza 
y  expiación,  nov.,  Madrid,  1863. — ^JosÉ  María  de  Martorell  y  Fiva- 
ller  (1843-1896),  duque  de  Almenara  Alta,  marqués  de  Monasterio, 
natural  de  Ciudadela  (Menorca),  redactor  de  la  Rez'.  Cient.  y  Liter., 
La  Cruzada,  colaborador  de  la  Rev.  de  Esp.,  Rcv.  Hisp.-Amer.,  La 
llustr.  CatóL,  publicó  Un  libro  para  los  amigos,  Madrid,  1878;  escri- 
bió poesías  que   se  publicaron   postumas   con   prólogo   de   J.   Valera: 
Poesías,  Madrid,  1887. — Serafín  Mata  y  Oneca  estrenó  La  Caza  del 
pollo,    com.    (1863). — Eduardo    Maza    estrenó    La   Fe    triunfante,    dr. 
bibl.,  1863.  Ama,  portera  y  criada,  jug.,  1865.  La  Mamá  de  mi  mujer, 
jug.,   1870. — Epifanio  Mejía,  de  Yarumal  (Colombia),  poeta  que  en- 
loqueció, fué  pintor  de  la  naturaleza,  como  Gutiérrez  González,  con 
sencillez  primitiva.  La  Paloma  del  arca  (1863).  La  Muerte  del  novillo, 
etcétera.  Poesías,  con  disc.  de  Juan  de  D.  Uribe,  Medellín,  1902. — Án- 
gel Mestre  y  Tolón  (1841-1873),  habanero,  españolista  en  la  insu- 
rrección, publicó  Melancolías.  Habana,   1863,  celebradas  por  la  Ave- 
llaneda y  Villergas.  Dos  Laúdes  (con  Santiago  Manzanet),  Matanzas, 
1863.    Poesías,    1868. — JosK    Montai.vo    y    Castillo,    conde    de    Casa 
Montalvo,   publicó    Triunfo    de   la   Religión   católica   sobre   todas   las 
religiones,  Nueva  York,   1863. — Félix  Moreno  Astray  publicó  San- 
tiago  Pintoresco,   ibid.,   1863.  Fd   Viajero   en...   Santiago,   ibid.,   1865. 
Historia  pintoresca  de  Galicia,   1865  (en   El  Eco   Coruñés).-r^MiyK- 
LEÓN  Moreno  Gil,  por  seud.  Golmcrinn  y  González,  estrenó  La  Flor 


S.   XIX,    1863.   HERMENEGILDO  RATO  Y  HEVIA  353 

trasplantada,  dr,  (1863).  Una  obra  de  caridad,  com.  (1864).  Que  uste- 
des lo  pasen  bien,  com.  (18S0). — Valentín  Murillo,  chileno,  nove- 
lista y  dramático,  obtuvo  mención  honorífica  en  el  certamen  de  La 
Unión,  por  su  novela  Un  sombrero  de  paja,  nov.,  Valparaíso,  1887. 
Antes  había  publicado,  desde  1863,  otras  cortas,  como  Las  Heri- 
das del  corazón,  con  el  epígrafe  de  Perder  el  amor  para  un  joven 
es  perder  la  vida  (1863),  Genoveva  (1867),  El  Vértigo  de  un  vicio 
(1870),  Un  desaparecido  y  Una  víctima  del  honor  (1871),  de  tesis 
jurídica.  El  Patio  de  los  tribunales,  com.,  1871. — Augusto  Naguet 
publicó  Deudas  del  corazón.  Habana,  1863. — Manuel  de  Odriozola, 
coronel  peruano  y  erudito,  publicó  Documentos  literarios  del  Perú, 
Lima,  1863-1877,  II  vols.  Documentos  históricos  del  Perú,  ibid.,  1863- 
1877,  10  vals. — José  M.*  Orense  publicó  Treinta  años  de  gobierno  re- 
presentativo en  España,  Madrid,  1863. — Abdón  de  Paz  (1840-1899), 
de  Polán  (Toledo),  redactor  de  La  Iberia,  publicó  Poesías,  Madrid, 
1863.  La  Biblia  de  las  mujeres,  ibid.,  1867,  1887.  La  Cruz  de  Eva, 
nov.,  1873.  El  Árbol  de  la  vida,  estudios  fundamentales  sobre  el  cris- 
tianismo, 1^77 .  Luz  en  la  tierra,  1882.  Sueños  y  Nubes,  colecc.  de  no- 
velas, 1884.  Rayo  de  luna  y  Galerio,  obras  escénicas,  1891,  1894.  Mar 
de  batalla,  prosa  y  verso,  1896.  La  España  de  la  Edad  Media,  1898. 
En  la  Rev.  España:  El  Libro  de  Job  (1873,  t.  XXX).  El  Progreso 
por  la  desgracia  (1872,  t.  XXVIII).  Codificación  española  (1885, 
t.  CXV).  La  Expulsión  de  los  judíos  (1886,  t.  CIX).  La  Expulsión 
de  los  meros  (1886,  t.  CX).  Origen  del  hombre  (1876,  t.  XLVIII).  La 
Novela  española  (1869,  t.  X). — Francisco  Pelayo  Briz  (t  1889),  ca- 
talán, poeta  mestre  en  Gay  Saber,  periodista  y  folklorista,  novelador 
y  dramaturgo,  propagandista  del  catalanismo  político,  tradujo  33  Fá- 
bulas escogidas  de  Esopo,  1863.  Norma  ó  la  sacerdotisa  de  la  isla  de 
Sen,  nov.,  Barcelona,  1863.  La  Orientada,  poema,  ibid.,  1881. — Anto- 
nio Pérez  Rioja  (t  1902),  de  Soria,  redactor  de  La  Sociedad  (1868) 
y  El  Basar  (1874),  autor  de  notables  artículos  literarios,  que  habiendo 
desempeñado  en  Cuba  el  importante  cargo  de  secretario  del  Gobierno 
de  la  Habana,  volvió  tan  pobre  como  fué,  publicó  Joanes  de  Urbieta, 
ley.  hist.,  San  Sebastián,  1863.  Amor  es  triunfo,  com.,  1864.  Roman- 
cero de  Numancia,  Madrid,  1866.  Monumentos,  personajes  y  hechos 
culminantes  de  la  Historia  Soriana,  ibid.,  1883.  Antigüedades  soria- 
nas,  ibid.,  1884.  La  tierra  prometida,  recuerdos  de  un  provinciano. — 
Hipólito  Pérez  Várela,  gallego,  publicó  Ensayo  de  un  Catálogo 
descriptivo  de  las  Medallas  de  proclamaciones  de  los  Reyes  de  Es- 
paña, Habana,  1863. — Poema  religioso  la  Diosa  y  la  Furia  ó  sea  la 
caridad  perseguida  por  el  materialismo,  obra  histórica  contemporánea, 
novelesca...,  por  un  misionero  franciscano,  Madrid,  1863-65,  tres 
vols. — La  Política,  diario  de  la  unión  liberal,  Madrid,  1863-70. — Ma- 
nuel María  de  Puelles  publicó  La  Tribu  de  los  gazules  ó  conquista 
de  Alcalá,  poema  histórico  en  seis  cantos,  Sevilla,  1863. — Hermene- 
gildo Rato  y  Hevia  publicó  Historia  de  España  compendiada,  Toledo, 

TOMO  VIII.  — S'í 


334      PRIMER   PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA  REALISTA   (1850-1869) 

1863,  Bellezas  de  Toledo,  ibid,,  18Ó6. — Luis  Augusto  Rebello  da 
Silva  publicó  Memoria  sobre  la  vida  política  y  literaria  de  D.  Fran- 
cisco Martínez  de  la  Rosa,  Lisboa,  1863. — Manuel  Remón  Zarco  del 
Valle,  inspector  general  de  los  Reales  Palacios,  erudito  bibliógrafo, 
publicó  el  Ensayo  de  tina  Biblioteca  Española  de  libros  raros  y  curio- 
sos, formado  cotí  los  apuntamientos  de  D.  Bart.  José  Gallardo,  coor- 
dinados y  aumentados  (con  J.  Sancho  Rayón),  cuatro  vols.,  Madrid, 
1863-89.  Documentos  inéditos  para  la  Historia  de  las  Bellas  Artes  en 
España,  1870  (y  t.  LV  de  la  Colecc.  de  doc.  inéd.  para  la  Hist.  de 
Esp.).  Introducción  de  la  imprenta  en  América,  1872.  Viaje  de  Felü 
pe  II  á  Inglaterra,  por  Andrés  Muñoz,  1877.  Aves  de  caza,  anotacio- 
nes al  Fuero  de  Sepúlveda,  por  Raf.  Florancs,  1890.  Catalogue  de  la 
Bibliothcqne  de  M.  Ric.  Heredia,  prólogo,  París,  1891.  Coleccionistas 
Españoles,  1894-97  (en  La  Época).  Noticias,  en  el  Bolet.  de  El  Arte 
en  España  (ts.  I  y  II).  Cuadro  sinóptico  de  una  colección  de  estampas 
recogida  y  ordenada  por  D.  Valentín  Carderera  (en  el  t.  III  de  El 
Arte  en  España).  Descripción  de  la  traza  y  ornato  de  la  custodia  de... 
Sevilla  (ibid.,  t.  III).  Vida  de  Juan  Herrera  por  Ceán  Bermúdez 
(en  El  Tiempo).  Catálogo  bibliográfico  de  xxi  mss.  existentes  en 
la  R.  Biblioteca  (con  el  Conde  de  las  Navas;  son  de  lenguas  ameri- 
canas), Madrid,  1914.  Documentos  de  la  catedral  de  Toledo,  Madrid, 
1916,  dos  vols.  Por  imprimir,  en  su  poder:  Ensayo  de  un  catálogo 
biográfico  y  bibliográfico  de  escritores  españoles  de  Bellas  Artes, 
premiado  en  1863  por  la  Bibl.  Nacional;  y  Biblioteca  bibliográfica 
española,  premiada  en  1881  por  ídem. — Revista  de  Buenos  Aires, 
1863-71,  25  vols.,  fundada  por  Vicente  G.  Quesada,  importante  para 
la  cultura  y  las  letras;  dirigiéronla  el  fundador  y  Miguel  Navarro 
Viola,  y  escribieron  en  ella,  entre  otros,  J.  M.  Gutiérrez  y  V.  Fidel 
López. — Manuel  Rico  y  Sinobas  publicó  Libros  del  saber  de  astrono- 
mía del  rey  D.  Alfonso  X,  Madrid,  1863-67,  cinco  vols.  Historia  del 
trabajo,  del  vidrio  y  sus  artífices  en  España,  1873.  Diccionario  de 
calígrafos  españoles,  póst.,  1903. — ^Alvaro  Robledo  publicó  Diaño  de 
un  peregrino  en  Tierra  Santa,  Madrid,  1863. — Tomás  Rodríguez  Pi- 
KiLLA  (t  1886),  redactor  de  El  Eco  de  la  Juventud  (1850),  La  Discu- 
sión (1860);  director  de  La  Constitución,  publicó  Reseña  hist.  de  los 
progresos  de  la  Geografía,  Salamanca,  1863.  Colón  en  España,  estudio 
histórico-crítico  sobre  la  vida  y  hechos...,  Madrid,  1884. — Trinidad 
de  Rojas  y  Rojas  publicó  Historias  íntimas,  Granada,  1863,  leyendas 
en  ver.so. — Romancero  español  contemporáneo...,  Madrid,  1863,  1886. 
— Antonio  Sellen  (1838-1889),  de  .Santiago  de  Cuba,  desterrado  á 
España  como  insurrecto  y  escapado  á  Alemania,  llevó  á  la  isla  ele- 
mentos poéticos  germánicos,  tradujo  el  Fausto,  de  Goethe;  el  Inter- 
mezzo, de  Heine;  el  Giaour,  de  Byron ;  los  dos  últimos  en  Revista 
Cubana.  Estudios  poéticos,  traducciones  é  imitaciones  en  verso  (con 
Francisco  .Sellen),  Habana,  1863.  Poesías,  ibid.,  1864.  Libro  intimo, 
versos,    1865.   Una  temporada   lírica,  nov.,   1865.   Un  visionario,  nov,. 


S.    XIX,    1864.    SALVADOR    MARÍA   GRANES  353 

1865.  Una  historia  de  amor,  poemita,  1866.  El  Amigo  de  los  Niños, 
per.  quincenal,  New  York,  1872.  Cuatro  poetnas  de  Lord  Byron,  trad., 
ibid.,  1877.  Joyas  del  Norte,  trad.,  1879.  Arpas  amigas,  1879  (con 
Francisco).  Ecos  del  Rin,  poes.  alem.  trad.,  ibid.,  1881.  Ecos  del  Sena, 
trad.,  1883.  Poesías,  Habana,  191 1. — Francisco  Sellen  (1838-1907), 
cubano,  publicó  Estudios  poéticos,  Habana,  1863  (con  Antonio  Sellen). 
Arpas  amigas,  1879  (con  ídem).  Poesías,  N.  York,  1890.  Hatuey, 
poema  dram.,  ibid.,  1891.  Cantos  á  la  patria,  N.  York,  1900.  Las 
Apuestas  á  Zuleika,  en  un  acto  (1891),  A'.  York,  1901.  El  Tipo  de 
D.  Juan  en  las  literaturas  modernas,  1902  (en  Cuba  y  América).  La 
Muerte  de  Demóstenes,  dr.,  1911,  con  pról.  de  M.  H^nríquez  Ureña. 
Bertrán,  trag.  (del  inglés  Mathurin). — Francisco  M.  Servera  publicó 
El  Mundo  tal  cual  es,  nov.  critica,  Palma,  1863. — José  Sienra  y  Ca- 
rranza (n.  1843),  montevideano,  orador,  periodista,  diplomático,  mi- 
nistro, diputado  y  del  Consejo  de  Estado  (1898) ;  redactor  de  La  De- 
mocracia, El  Plata,  El  Pueblo,  La  Tribuna  Popular;  catedrático  de 
la  Universidad,  poeta  correcto,  escribió  A  una  paraguaya,  canto  ro- 
busto popularizado.  La  Caída,  poema.  Cuestiones  americanas,  Monte- 
video, 1907. — 'Carlos  Strada  publicó  Garibaldi  en  Aspromonte,  dr. 
hist.,  Rosario  (Argentma),  1863. — Alfonso  Torres  de  Castilla  pu- 
blicó Historia  de  las  persecuciones  políticas  y  religiosas...,  Barcelo- 
na, 1863,  seis  vols.  Historia  de  los  crímenes  del  despotismo,  ibid., 
1867,  tres  vols.  La  Humanidad  y  sus  progresos,  1867. — Francisco 
ToYMiL  publicó  Ayes  del  alma,  poes.,  1863.  Laura,  nov.,  1864. — Tra- 
diciones cordobesas,  Córdoba,  1863. — Manuel  Trigueros  y  González 
estrenó  El  Empirismo  y  la  ciencia,  com.,  Carmona,  1863. — Jacinto 
Valdés,  obrero  cubano,  publicó  Cantos  del  alma,  poesías,  Habana, 
1863.  Una  vieja  del  día,  com.  (1865). — Manuel  Vázquez  Taboada 
publicó  El  2  de  Mayo...,  novela  histórica,  Madrid,  1863.  El  Sitio  de 
Zaragoza,  nov.  hist.,  1864.  El  2  de  Mayo,  reseña  histórica,  1865.  Sa- 
lones y  bohardillas,  nov.,  1865. — Francisco  F.  Villegas  estrenó  El 
Envidioso,  com.  (1863). — Juan  Manuel  Villén,  de  Jaén,  publicó  Una 
flor  del  trópico,  nov.  cubaría.  Habana,  1863  (2.^  ed.). — Julián  Vivar 
publicó  La  Bruja  de  Aragón,  leyenda  en  verso,  Buenos  Aires,  1863. 

122.  Año  1S64.  S.\LVADOR  M.^  Granes  (1840-1910),  ma- 
drileño, estudió  en  las  Escuelas  Pías  de  S.  Fernando  y  acabó 
la  carrera  de  leyes ;  pero  á  los  veintidós  de  su  edad  estrenó  D.  Jo- 
sé^ Pepe  y  Pepito  (1864)  con  tan  buen  suceso,  que  se  dedicó  al 
teatro.  Hasta  1892  llevaba  escritos  232  actos,  los  más  libretos 
de  zarzuela,  originales  ó  arreglados  del  francés.  Buen  autor 
de  piezas  cómicas  y  buen  escritor,  festivo,  satírico  y  mordaz,  :i 
pesar  de  su  afable  condición;  fecundo  y  excelente  versiñcador, 
sobresalió  por   las  parodias   que  hizo    graciosísimas.   Trabajó 


356     PRIMER   PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (iS.SO-lSÓQ) 

ya  solo,  ya  en  colaboración.  Notable  es  C.  de  L.  título  de  una 
de  sus  piezas,  asi  como  El  Casamiento  republicano.  Barba  Azul, 
La  princesa  de  Trevisonda  y  otras.  Su  último  estreno  fué  Lo- 
renzín  (1910),  parodia  de  Lohengrin. 

Mariano  Pina  Domínguez  (t  1895),  granadino,  hijo  del 
fecundo  Mariano  Pina,  dijérase  todavia  serlo  más  si  suyas  fue- 
ran las  obras  que  estrenó,  como  él  afirmaba;  pero  hay  que  des- 
mentirle en  redondo,  concediéndole  otro  mérito,  el  de  buen  tra- 
ductor y  excelente  arreglador  de  piezas  ajenas,  sobre  todo  frati- 
cesas,  cual  otro  Ventura  de  la  Vega,  sin  su  elevada  cultura. 
Su  primer  estreno  fué  Un  nuevo  Quintiliano,  com..  Gra- 
nada 1864.  Estuvo  de  redactor  en  Las  Novedades  (1860),  La 
Patria  (1865),  El  Eco  Nacional  (1868)  y  La  Correspondencia; 
colaboró  en  La  Gran  Via  (1893)  y  Barcelona  Cómica  (1894). 
Hizo  Revistas  políticas  y  zarzuelas,  algunas  con  Ramos  Ca- 
rrión.  Aplaudidí simas  fueron  Ya  somos  tres  y  Madrid,  Zara- 
goza y  Alicante. 

Manuel  González  Prada  (n.  1844),  peruano,  carácter  de 
acero,  librepensador,  revolucionario,  antiespañolista  furibundo, 
en  todo  extremado,  piedra  de  escándalo  en  el  Perú  por  sus 
doctrinas  y  manera  de  propagarlas,  fué  en  el  espíritu  y  aun  en 
el  estilo  el  menos  peruano  de  los  escritores  de  su  tierra.  Me- 
diano poeta  romántico  primero,  trágico  y  desesperado  después, 
centelleó  en  sus  discursos,  en  el  Ateneo  y  otras  tribunas,  desde 
1886,  y  lanzó  en  sus  libros  en  prosa  recios  chispazos  y  hasta 
rayos  y  centellas,  en  prosa  fácil  aunque  común,  pero  de  un  brío 
personal  característico,  ya  de  ferocidad,  ya  de  sarcasmo,  con- 
tra todo  lo  establecido,  contra  toda  religión,  contra  la  gramá- 
tica, contra  las  metáforas,  contra  la  literatura  antigua  espa- 
ñola, contra  todo  el  mundo.  Rencoroso  universal  y  sin  porqué, 
tronó  contra  NYiñez  de  Arce,  Castelar,  Valera  y  contra  Ricardo 
Palma,  á  quien  sustituyó  poco  ha  en  la  Biblioteca  Nacional, 
dejándole  casi  en  la  «niseria  los  últimos  días  de  su  vida ;  y  pr<v 
clamó  la  emancipación  completa  respecto  de  España  en  lengua 
y  literatura  y  la  necesidad  de  que  América  se  empapase  de  lite- 
raturas extranjeras.  Trabajó  solitario  y  malquerido  de  casi 
todo  el  mundo,  acorazado  con  su  odio  á  todos  y  su  sobcrb'a, 
"Gallardo  animal  de  presa"  le  llamó,  en  son  de  alabanza,  su  pa- 


S.    XIX,    1864.    MARIANO    PINA    DOMÍNGUEZ  Sbj 

negirista  Blanco-Fombona.  Hoy  los  espíritus  rebeldes  le  han 
rehabilitado.  De  todas  suertes,  como  prosador,  bien  que  descui- 
dado en  el  lenguaje,  es  acaso  el  más  recio  y  relampagueador 
del  Perú  y  uno  de  los  más  originales  y  briosos  escritores  de 
América. 

123.  Granes  dirigió  El  Iris  (1858),  La  Aurora  Literaria  (1867), 
La  Semana  Literaria  (1867)  ;  después  dirigió  ó  redactó  los  periódicos 
satíricos  La  Filoxera,  La  Viña  (1880),  El  Buñuelo,  Los  Monigotes, 
Madrid  Cómico,  Gente  Vieja.  Usó  el  seud.  de  Moscatel.  Salvador 
M."  Granes:  D.  José,  Pepe  y  Pepito,  com.  (1864).  Dos  leones,  zarz. 
(con  C.  Navarro,  1874).  Se  necesitan  oficialas,  id.  (1875).  Catálogo 
cómico-'Crítico  de  la  Exposición  de  Bellas  Artes  de  i8j6,  escrito  en 
verso  y  prosa  por  los  Sres.  Granes  y  Vallejo  (1876).  Café  con  leche, 
Madrid,  1880.  Calabazas  y  cabezas,  semblanzas,  ibid.,  1880.  ¡Ellas!, 
jug.  cóm.  (1880).  La  Sanguinaria,  parodia  (1884).  El  Conde  de  Cabra, 
jug.  (con  Felipe  Pérez  y  González,  1885),  Brinquini,  jug.  (con  Cal. 
Navarro,  1885).  Un  simón  por  horas,  id.  (con  Fel,  P.  y  Gonz.,  1885). 
En  el  nombre  del  padre...,  zarz.  (con  C.  Navarro,  1886).  Tula,  jug. 
lír.  (1886).  Grandes  y  chicos  (con  Jackson  Veyan,  1887).  Florinda  6 
la  Cava  Baja,  ópera  española  (1887).  Sustos  y  enredos,  zarz.  (con 
Ed.  Lustonó,  1888).  El  Estrangulado,  dr.  (con  id.,  1888).  Mala  som- 
bra, jug.  (con  C.  Navarro,  1888).  La  Hija  de  la  mascota,  zarz.  (1889). 
Vida  de  S.  Isidro,  melodr.  (1889).  El  Mojicón  (1890).  El  Voto  del 
caballero,  ópera  bufa  (1890).  El  Día  de  la  Ascensión,  zarz.  (1891). 
Los  Enemigos  del  cuerpo,  jug.  (1891).  Carmela,  parodia  Úrica  de 
la  ópera  Carmen  (1891).  La  Santa  Cecilia,  zarz.  (con  C.  Nava- 
rro, 1892).  El  Boticario  de  Navalcarnero,  jug.  (con  Pina  Domín- 
guez, 1892).  Argumento  de  Miss  Helyeít,  opereta  (1893).  El  Baño 
de  Diana  (con  J.  García  Rufino,  1898).  El  Rayo  (1898).  Los  Presu- 
puestos de  Villapierde  (1899,  1900).  La  Golfemia,  parodia  (1900).  El 
Balido  del  zuli'i  (con  E.  López  Marín,  1900).  La  Dinamita  (1900). 
Cascarrabias,  saín,  (con  E.  Montesinos,  1901).  Jaleo  nacional  (1902). 
La  Farolito  (1902).  Creo  con  mi  madre  (1903).  El  Señor  de  Barba 
Azul,  opereta  bufa  (1903).  La  Rifa  del  beso  (con  J.  García  Rufino, 
1903).  Los  Hombres  de  talco  (1903).  Gloria  pura  (con  Paso,  1904). 
La  Fosca  (1904).  Miss  Helyett  (1905).  El  Tesoro  de  la  bruja  (con 
E.  Polo  y  J.  Quilis,  1906).  Orden  del  Rey  (1906).  Delirium  tremens 
(con  E.  Polo,  1906).  Los  Pordioseros,  zarz.  (con  id.,  1908).  Madrid 
separatista  (con  id.,  1908).  Vaya  calor  (1908).  Alto  y  alojamiento, 
jug.  (con  Florencio  Bello,  1909).  La  poca  vergüenza  (con  Ern.  Polo, 
1909).  Lorencín  ó  el  camarero  del  Cine,  parodia  (1910). 

Pina  Domínguez  (El  Liberal,  27  Marzo,  1894) :  "Conste  que  soy 
de  Granada,  |  de  la  ciudad  de  Boabdil,  |  y  que  corre  por  mis  venas  \ 
la  sangre  de  los  del  Riff ;  |  con  chilaba  y  con  turbante  [  soy  más  moro 


358     PRIMER   PERÍODO   DE   LA   ÉPOC\   RIL\LISTA   (l850-l8Óg) 

que  el  Garnith."  Mar.  Pina  Domínguez:  Un  nuevo  Quintiliano.  com. 
(Granada,  1864).  La  Novia  del  general,  com.  (1873).  La  Casa  de  locos 
(1874).  Los  Comediantes  de  aníafio,  zarz.  (1874).  Lo  sé  todo,  jug. 
(1874).  Dar  en  el  blanco  (1874).  Me  es  igual  (1874).  Ya  pareció  aque- 
llo (1875).  El  Forastero  (1875).  Aventuras  de  un  joven  tímido,  no- 
vela, 1875.  El  Fogón  y  el  ministerio  (1875).  La  Ley  del  mundo 
(1875).  Valiente  amigo  (1875).  Mesa  revuelta  (1875).  Arda  Tro- 
ya (1875).  Las  Cerezas  (1875).  Compuesto  y  sin  novia  (1875).  El 
Seductor  de  criadas,  nov.,  1876,  1882,  1891.  El  Hombre  de  las  tres 
pelucas  (1876).  El  Libre  albedrío  (1876).  Percances  de  tres  mujeres 
(1876).  Cambiar  de  colores  (1876).  La  Confitera  (1876).  Los  Carbo- 
neros (1877).  El  Chiquitín  de  la  casa  (1877).  El  Guardarropa  (1878). 
Historia  y  cuentos,  zarz.  (1879).  Dimes  y  diretes,  jug.  (1879).  El 
Lucero  del  alba,  zarz.  (1879).  Las  Tres  jaquecas  (1S81).  Viaje  á 
Suiza,  veraneo  cómicoMrico  (1882).  Las  Mil  y  una  noches,  cuento 
en  tres  actos  (1882).  La  Misa  del  gallo,  aprop.  cóm.-lír.  (1882).  Cow- 
plicaciones,  com.  (1882).  La  Filoxera,  sain.  lír.  (1882).  ¿Eh...f  ¿A  la 
plaza?,  revista  (1883).  Madrid,  Zaragoza  y  Alicante,  jug.  (1883).  Co- 
rreo de  la,  Habana,  com.  (1883).  La  Taberna,  melodr.  (1883).  Vestirse 
de  largo,  jug.  (1884).  La  Ducha,  id.  (1884).  Para  casa  de  los  padres, 
id.  (1884).  La  Feria  de  S.  Lorenzo,  zarz.  (1884).  El  Milagro  de  la 
Virgen,  zarz.  (1884).  La  Diva,  zarz.  (1885).  Veinte  céntimos,  jug. 
(1887).  Aguas  azotadas,  id.  (1888).  Mam'zelle  Nitouche,  zarz.  (1888). 
Odette,  dr.  (1888),  Un  crimen  misterioso,  jug.  (1889).  Creced  y  multi- 
plicaos, id.  (con  E.  Mario,  1890).  El  Crimen  de  la  calle  de  Leganitos, 
com.  (1890).  Los  Bombones,  jug.  (1891).  Los  Cohetes,  id.  (1891).  París 
fin  de  siglo,  com.  (1891).  La  Mujer  de  papá  (1892).  Retolondrón,  ope- 
reta (1892).  Correos  y  teléfonos,  jug.  (1893).  El  Húsar,  zarz.  (1893). 
González  y  González,  com.  (1893).  El  Ángel  guardián,  zarz.  (1893). 
Mujer  y  reina,  zarz.  (1895).  El  Huracán  (191 1). 

Blanco-Fombona,  Pról.  á  Páginas  Libres,  1916:  "Ataca  (González 
Prada)  por  igual  la  educación  religiosa,  los  vicios  politices,  la  in- 
fluencia esipañola,  la  mentira  social,  la  literatura  rancia,  el  antimilita- 
rismo, la  abyección.  ¡  Y  en  qué  prosa !  Una  prosa  de  electricidad  que 
brota  relámpagos...  En  las  venas  exhautas  de  la  generación  vencida 
(por  Chile)  introduce  dinamita.  En  los  corazones  temblorosos  inyecta 
el  odio  á  Chile...  Se  conocian  de  él  versos  románticos,  heinianos,  de 
su  juventud,  mediocres...  Se  educó  en  el  Seminario.  Viajó  por  Eu- 
ropa. Llevó  en  París  no  vida  disipada,  sino  de  estudio  y  desarrollo 
psiquico.  Cuando  aparece  en  el  Ateneo  de  Lima,  en  1886...  se  revela 
un  librepensador...,  un  demócrata...,  un  revolucionario...,  un  patrio- 
ta..., un  gran  prosarlor.  .Su  vida  pública  empieza  entonces...  ¿Qué 
dice...?  "Los  clérigos  en  la  sociedad  recuerdan  á  los  cuerpos  opacos 
"en  ol  Firmamento:  aunque  no  se  descubren  á  la  vista,  manifiestan 
"su  presencia  por  las  perturbaciones  que  causan  en  los  astros  veci- 
"nos. ..  Tf»dos  los  sacerdotes  extranjeros  (en  Lima)  van  al  mismo  fin 


S.    XIX,    1864.   MANUEL   GONZÁLEZ    PRADA  33g 

"y  se  valen  de  iguales  medios :  desde  el  Visitador  dominico  hasta  el 
"Delegado  apostólico,  desde  el  azucarado  padre  francés  que  repre- 
"senta  la  metamorfosis  masculina  de  madame  de  Pompadour,  hasta 
"el  grotesco  fraile  catalán  que  personifica  la  evolución  mística  del 
"torero..."  Lo  mueve  sólo  un  furioso  afán  de  redentorismo.  Existen- 
cia de  veras  apostólica.  La  vida  de  González  Prada  es  uno  de  los 
más  nobles  ejemplos  que  puede  proponerse  á  la  juventud  de  América. 
¿Y  cómo  le  pagan?  Como  á  todos  los  redentores:  con  la  cruz.  La 
sociedad  lo  repudia,  el  clero  lo  excomulga...  Poco  á  poco  los  radi- 
cales, los  liberales,  lo  rodean;  y  hasta  se  funda  un  partido,  la  Unión 
nacional,  que  lo  reconoce  por  jefe...  A  ese  rectilíneo  le  sobra  orgullo, 
le  falta  acomodamiento...  Su  partido  se  disgrega.  Poco  práctico  ó 
muy  altivo,  ó  insociable,  él  se  aisla  y  permanece  distante,  erguido, 
mludo,  sin  más  satisfacción  que  la  de  ver  cómo  sus  semillas  fructifi- 
can... Las  ideas  liberales,  en  efecto,  á  Prada  más  que  á  ninguno  de- 
ben su  presente  difusión  en  tierra  del  Perú...  En  1912  se  dignó  acep- 
tar el  primero,  el  único  cargo  de  su  carrera  pública:  la  Dirección  de 
la  Biblioteca  Nacional.  Pero  es  tan  de  presa  este  azor,  que  al  entrar 
en  la  Biblioteca  sacó  en  las  garras,  por  los  cabellos,  chorreando  ri- 
dículo, al  antiguo  bibliotecario,  aquel  jacarandoso  Ricardo  Palma. 
Nadie  olvida  en  el  Perú  el  folleto  donde  González  Prada  daba  cuenta 
al  Gobierno  del  estado  como  encontró  la  librería  nacional.  Y  menos 
que  nadie  lo  olvidará  el  viejo  mulato  Palma:  quedó  convertido  en 
calandrajo;  quedó  electrocutado,  muerto."  Para  entender  todo  esto, 
véase  lo  que  el  mismo  Blanco-Fombona  escribe  antes  (pág.  xxiv, 
nota) :  "Una  de  aquellas  diabluras  cometidas  en  los  suburbios  de 
Lima  por  estos  negros  del  Caribe  fué  la  violación,  un  día  ó  una  no- 
che, de  ciertas  pobres  y  honestas  miujeres.  De  ese  pecado  mortal  des- 
ciende Ricardo  Palma...  Don  Ricardo  ha  olvidado,  hasta  ahora,  in- 
cluir entre  sus  Tradiciones  peruanas  esta  amarga  tradición  de  familia. 
No  podemos  echárselo  en  cara.  Me  alegro  que  el  viejo  mulato  de 
Lima  pueda  leer  antes  de  morirse  esta  breve  nota.  Se  la  debía.  No 
tanto  para  vindicar  la  memoria  de  Bolívar  como  para  corresponder 
á  las  acotaciones  que  él  puso,  según  parece,  al  margen  de  alguna  obra 
mía  en  la  Biblioteca  Nacional  del  Perú.  Donde  las  dan  las  toman,  seor 
f eolenco."  No  conozco  ese  folleto ;  sólo  sé  que  Palma  fué  el  funda- 
dor y  el  alma  de  la  Biblioteca,  que  ha  sido  la  mayor  gloria  literaria 
del  Perú,  que  al  ser  echado  de  la  Biblioteca  tenía  setenta  y  nueve 
años  y  que  ha  quedado  enfermo,  reducido  á  la  miseria.  Cuanto  á  Gon- 
zález Prada,  su  mérito  natural  queda  dicho,  un  carácter  de  acero; 
la  intención  habrá  podido  ser  en  él  elevada  y  santa;  pero  la  historia 
no  juzga  las  intenciones  sino  por  los  hechos,  y  los  hechos  dicen  que 
pasó  de  toda  buena  raya  en  los  intentos  buenos,  si  los  tuvo.  Alvaro 
Melián  Lafinur  también  le  enaltece  en  Nosotros  (Febr.  1917),  pero 
sin  purgarle  de  los  hechos  y  escritos,  que  ahí  están.  Ventura  García 
Calderón,  La  Litcr.  peruana,  1914,  pág.  yy.  "Un  ensayista,  un  pensa- 


36o     PRIMER   PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (185O-18Ó9) 

dor  apasionado,  un  pagano  místico  á  la  manera  armoniosa  de  su 
maestro  Luis  Menard ;  un  soñador  situado  á  igual  distancia  de  la 
pura  especulación  y  del  lirismo  sin  médula,  éste  parece  representar 
González  Prada  en  la  literatura  del  Perú...  Pág.  libres  y  Horas  de  lu- 
cha, sus  colecciones  de  artículos  parecen  misceláneas  de  un  admira- 
ble escritor  cuyos  libros  centrales  se  perdieron.  La  juventud  de  G.  P. 
apenas  se  extravía  en  el  quejumbroso  pleonasmo  de  nuestros  líricos. 
Este  sí  nació  sincero.  Con  sus  lecturas  favoritas  de  fray  Luis  ó  de 
Leopardi  se  compone  el  más  singular  estado  de  ánimo:  un  sosiego  som- 
brío y  nihilista.  Si  se  retira  al  campo,  no  será  para  descansar...,  sino 
para  repetirse,  como  un  incrédulo  ermitaño  desesperado,  el  desampa- 
ro del  hombre  bajo  un  cielo  sin  dioses  y  entre  una  Naturaleza  sin 
oídos.  Este  será  su  tema  predilecto  y  su  invariable  melancolía.  En 
1871  sólo  es  poeta;  diez  años  después  talla  su  prosa  rotunda...  Ya  ha 
empezado  á  ser  enemigo  de  todo  el  mundo.  Una  leyenda,  una  renco- 
rosa leyenda  lo  aleja  y  lo  aisla  como  la  nube  de  azufre  á  Satanás. 
Páginas  libres  merece  entonces  los  honores  de  im  auto  de  fe.  'Curas 
y  dueñas  queman  el  libro.  Un  pazguato  fraile  responde  Páginas  razo- 
nables, en  nombre  de  Santo  Tomás  y  de  Sancho  Panza.  Ataca  Prada 
á  la  religión...  Nadie  comprendía  la  obstinación  de  Prada;  rebeldía 
de  madurez,  y  ya  no  pecado  juvenil.  Le  acosaron,  le  abrumaron  con 
la  más  taimada  conspiración  de  silencios...  Aquello  fué  una  triste 
historia.  Con  su  actitud  quedaba  probado  lo  que  tal  vez  no  necesitaba 
demostraciones.  Prada  es  el  menos  peruano  de  los  escritores.  Perpetuo 
iracundo  en  un  país  donde  los  años  docilizan  las  rebeldías;  inquieto 
por  hallar  un  sentido  religioso  al  mundo  donde  nadie  conoce  la  in- 
quietud metafísica  y  se  acogen  todos,  porque  no  tiene  levaduras  el 
alma,  á  un  catolicismo  de  ceremonia ;  capaz  de  indignación  donde  la 
sonrisa  basta;  pesimista  incrédulo  donde  los  negadores  románticos 
coinciden  en  la  afirmación  del  principio  divino;  sarcástico  donde  la 
sátira  sólo  fué  rasguño;  grave  donde  tantos  ríen;  patético  en  la  crio- 
lla fiesta;  escritor  viril  donde  la  prosa  es  amable  desmayo;  so- 
brio y  escueto  donde  los  literatos  sintieron  en  general  el  frenesí 
del  pleonasmo...  Esa  invitación  al  odio,  que  fué  su  célebre  discur- 
so sobre  la  guerra  del  80,  se  recuerda  siempre  como  el  más  her- 
moso espectáculo  de  osadía.  Su  genio  le  llevaba  á  indisponerse...  ¡Ren- 
cores de  G.  P.,  que  van  dejando  al  desnudo  las  aristas  del  estilo 
y  del  alma  como  el  ácido  en  el  cobre  del  agua  fuerte !  Su  prosa  llega, 
en  capítulos  como  Valcra  y  Castelar,  á  una  sequedad  flamígera. 
''Abofetear  con  rosas  mojadas  en  vitriolo",  dice  en  alguna  parte.  Es 
su  programa.  Como  el  admirable  ecuatoriano  Montalvo,  vierte  veneno 
en  puras  ánforas...  Prosa  escultural  ha  sido  y  quiso  Prada  que  fuera... 
En  un  país  donde  los  hombres  envejecen  tan  cuerdamente,  este  ancia- 
no tiene  frescas  indignaciones  de  joven;  ¡qué  digo!,  crece  en  años  y 
en  locura.  "¡Oh  corazón,  á  delirar  nacido",  confesó  alguna  vez...  Exó- 
ticas, su  última  obra,  es  su  tentativa  frustrada  de  verso  libre.  ^:  Por 


S.    XIX,    1864.   J.    PÉREZ   DE  GUZMÁN   Y   GALLO  36l 

qué  no  decir  la  verdad  de  quien  la  ha  amado  tanto?  Este  libro  es  un 
error;  este  libro  parece  un  manual  de  poética  con  ejemplos,  y  lo  es 
en  cierto  modo."  G.  Prada:  Páginas  libres,  París,  1894;  Madrid,  1915. 
Minúsculas,  poes.,  1901.  Horas  de  lucha,  Lima,  1908.  Exóticas,  poes., 
ibid.,  191 1.  La  Biblioteca  Nacional,  ibid.,  1912.  Presbiterianas,  poe- 
sías. Salieron  versos  suyos  en  el  Parnaso  Peruano,  de  Cortés  (1861), 
y  en  Anales  del  Círculo  Literario  (1877).  Consúltese  R.  Blanco-Fom- 
"bona,  Grandes  escritores  de  América,  Madrid,  1917. 

124.  Año  1864.  Lucio  V.  Mansilla,  de  Buenos  Aires,  general  del 
ejército,  escritor  de  fino  ingenio,  fallecido  pocos  años  ha  en  París, 
militó  contra  los  indios,  cuyas  costumbres  describió  á  maravilla.  Es- 
trenó Atar-iGull  ó  una  venganza  africana,  dr.  rom.,  B.  Aires,  1864. 
Una  tía,  com.,  1864.  Entre  Nos,  causeries  del  Jueves,  cinco  vols.,  1889- 
90.  Retratos  y  recuerdos,  1894.  Estudios  morales,  1896.  Rosas,  estudio 
polít.  y  psicológico.  En  vísperas,  París.  Un  país  sin  ciudadanos,  ibidem. 
Mis  memorias.  Los  Ranqueles,  descripción  de  costumbres  de  aquella 
nación  india.  Alvaro  Melián  Lafinur,  Introd.  á  Escrit.  liter.,  de  Ave- 
llaneda, 1915:  "Mansilla  pertenece  al  mismo  género  (que  Wilde)  :  es- 
cribe á  trazos  rápidos  é  inconexos,  sin  curarse  de  la  composición  ni 
preservarse  de  las  cacofonías,  frecuentes  en  el  tono  ameno  de  su  cau- 
serie  chispeante." 

Juan  Pérez  de  Guzivián  y  Gallo  (n.  1841),  de  Ronda,  en  Madrid 
desde  1862,  redactor  de  El  Reino  (1862),  La  Época  (1864),  su  director 
(1866),  académico  de  la  Historia  (1906),  uno  de  nuestros  más  grandes 
eruditos,  aclaró  muchos  asuntos  históricos  en  monografías  y  artícu- 
los. Escribió  con  seudónimo  de  Job  las  crónicas  de  la  Exposición 
Universal  de  París  en  la  Ilustración  Esp.  y  las  revistas  hispanoame- 
ricanas de  La  España  Moderna  (1896-98).  Con  el  de  Jhony  escribió 
en  la  Ilustr.  Esp.  y  con  el  de  Nicolás  Pérez  Merino  sobre  industrias 
antiguas  españolas,  en  El  Eco  del  Siglo  (1874).  Publicó  Las  Hadas:  le- 
yenda original,  al  estilo  de  las  Orientales,  Madrid,  1864.  Ernesto  Rossi: 
apuntes  biográficos,  Madrid,  1866.  La  Cuestión  esencial,  Ronda,  1869. 
De  la  libertad  de  imprenta  y  de  su  legislación  en  España,  Madrid, 
1873.  Un  centenario  más:  el  doctorado  en  la  Universidad  de  Alcalá 
de  Henares  de  la  Excma.  Sra.  D."  María  Isidra  Quintana  de  Guzmán 
y  Lacerda,  después  marquesa  de  Gnadalcázar  y  de  los  Hinojares 
(Ilustr.  Esp.  y  Amer.,  Enero,  1875).  Joaquín  Fortanet:  excelente  ti- 
pógrafo (La  Época,  Julio,  1876).  Un  matrimonio  de  Estado:  estudio 
histórico  político,  Madrid,  1877.  El  Principado  de  Asturias:  estudio 
histórico  legal,  ibid.,  1880.  Las  Academias  literarias  del  siglo  de  los 
Austrias  {Ilustr.  Esp.  y  Amer.,  Agosto  y  Setiembre  1880).  La  Jarre- 
tera; solemne  investidura  de  S.  M.  el  Rey  D.  Alfonso  XII  de  Borbón 
y  Borbón,  rey  de  España,  verificada  en  el  real  Palacio  de  Madrid  el 
día  II  de  Octubre  de  1881;  segunda  ed.  aumentada,  Madrid,  1881.  Bi- 


362     PRIMER  PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

blioteca  andaluza.  Poesías  y  discursos  de  D.  Antonio  Ríos  y  Rosas, 
precedidas  de  una  biografía  por  D.  Hermenegildo  Giner  de  los  Ríos, 
y  seguidos  de  un  elogio  fúnebre  por  D.  Juan  Pérez  de  Guzmán,  Mála- 
ga, 1884.  Madrid  viejo:  crónicas,  avisos,  leyendas  y  descripciones  de 
la  villa  y  corte  en  los  siglos  pasados,  con  un  prólogo  de  D.  Juan  Pérez 
de  Guzmán  y  cuatro  palabras  de  D.  Julio  Monreal,  Madrid,  1887.  Co- 
ronas heráldicas,  líricas  y  épicas  en  honor  de  D.  Alvaro  de  Bazán, 
marqués  de  Santa  Cruz,  ibid.,  1888.  Una  revolución  literaria :  siglos  xv 
al  XVI  {Ilustr.  Esp.  y  Am.,  Abril,  1889).  La  Invención  de  la  zarzuela: 
cuándo,  cómo,  por  quién  y  dónde  se  ejecutó  la  primera  que  se  escribió 
en  España,  polémica  sobre  este  asunto  con  D.  Francisco  Asenjo  Bar- 
bieri  {La  Época,  Marzo  1889).  El  Autor  y  los  interlocutores  de  los  diá- 
logos de  la  montería,  Madrid,  1890.  Los  tres  patriarcas  de  la  poesía 
castellana  en  Méjico :  Cervantes  de  Solazar,  Solazar  de  Alarcón  y 
Gutiérrez  de  Cetina  (Ilustr.  Esp.  y  Amer.,  Setiembre  y  Octubre  1890). 
El  Comedor  de  la  caridad:  silueta  del  Marqués  de  Cubas  (La  Época, 
Enero  1891).  Coronas  líricas  de  D.  Gaspar  de  Guzmán,  conde-duque 
de  Olivares  (Ilustr.  Esp.  y  Amer.,  Diciembre  1891).  El  Teniente  don 
Jacinto  Ruiz  y  Mendoza,  Madrid,  1891.  La  Rosa:  manojo  de  la  poesía 
castellana,  formado  con  las  mejores  composiciones  líricas  consagradas 
á  la  reina  de  las  flores  durante  los  siglos  xvi,  xvii,  xviTi  y  xix  por 
los  poetas  de  los  dos  mundos.  Recogiólas  de  diferentes  libros,  códices 
y  manuscritos,  y  las  publicó  con  noticias  biográficas  originales  don 
Juan  Pérez  de  Guzmán,  Madrid,  1891-92.  Algunas  rimas  castellanas 
del  abad  D.  Antonio  de  Malucnda.  Descubriólas  entre  los  manuscritos 
de  la  Biblioteca  Nacional  de  Madrid  D.  Juan  Pérez-  de  Guzmán  y 
Gallo,  y  las  publica  por  vez  primera  bajo  los  auspicios  del  excelentísi- 
mo Sr.  D.  Manual  Pérez  de  Guzmán  y  Boza,  marqués  de  Jerez  de  los 
Caballeros,  á  quien  se  dedican,  Sevilla,  1892.  Descubrimientos  y  em- 
presas de  los  españoles  en  la  Patagonia,  conferencia  dada  en  el  Ateneo 
de  Madrid  el  5  de  Marzo  de  i8p2  é  impresa  en  la  Colección  dada  á  la 
estampa  por  dicho  centro  científico.  Prólogo  introd.  á  las  Memorias  de 
la  Condesa  de  Espoz  y  Mina,  Sobre  el  nombre  de  América...  (en  El 
Centenario,  t.  II,  1892).  Los  Vetos  de  Inglaterra  y  las  empresas  es- 
pañolas en  Marruecos  (La  Época,  31  Octubre  1893).  Academias  lite- 
rarias de  ingenios  y  señores  bajo  los  Austrias  (España  Moderna, 
t.  IV,  1894).  Memorias  de  1872.  El  Retraimiento  á  Tablada  (La  Épo- 
ca, Mayo  de  1895),  Recuerdos  de  Ruiz  Zorrilla.  La  Conferencia  de 
El  Escorial  (La  Época,  Junio  1895).  El  Apostolado  de  la  imprenta 
en  España  durante  el  primer  siglo  de  su  invención  (Esp.  Mod.,  Se- 
tiembre 1895).  Los  Salones  de  la  Condesa  de  Montijo  (Esp.  Mod.^ 
Enero,  Febrero,  Marzo,  Abril  y  Mayo  1896).  Gayangos,  el  rey  de  los 
bibliófilos  españoles  (La  Época,  Octubre  1897).  El  Cardenal  Monesci- 
llo,  arzobispo  de  Toledo  (La  Época,  Agosto  1897).  El  Primer  suple- 
mento ilustrado  y  cincuentenario  de  la  fundación  de  "La  Época''''  (La 
Época,  Diciembre    1890  y   Enero   i8c)H).  Elduaycn  (La  Época,  Junio 


S.  XIX,  1864.  J.  PÉREZ  DE  GUZMÁN  Y  GALÍ.O       363 

1898).  Los  Sabios  de  España:  Jiménez  de  la  Espada  (Ilustr.  Esp.  y 
Amor.,  Octubre  1898;  El  Nacional,  9  Octubre).  Lo  que  debe  á  España 
la  libertad  de  los  Estados  Unidos  (La  Época,  Abril  1898).  Las  Gue- 
rras de  España  durante  el  siglo  xix  {La  Época,  Julio  1898).  La  Terce- 
ra desmembración  de  España  {La  Época,  Julio  1898).  De  Lepanto  á 
Trafalgar  {Rev.  de  Navegación  y  Comercio,  1898).  La  Mujer  española, 
en  la  Minerva  castellana  {España  Mod.,  Junio,  Agosto,  Setiembre  y 
Octubre  1898).  La  Literatura  científico-militar  de  España  en  los  años 
i8pó  y  1897  (Esp.  Mod.,  Enero  y  Febrero  1898).  El  Capitulo  de  la 
Orden  de  damas  nobles  de  María  Luisa,  bajo  el  ministerio  del  príncipe 
de  la  Paz  (La  Época,  Mayo  1899).  La  Soberanía  del  rey  D.  Alfon- 
so XIII  en  la  insigne  orden  del  Toisón  de  Oro  (La  Época,  Mayo 
1899).  Capuz,  grabador  en  madera  (La  Época,  Setiembre  1899).  De  la 
criminalidad  en  Castilla,  cabeza  de  España,  y  del  estado  de  las  cos- 
tumbres en  Madrid,  su  corte,  durante  el  reinado  de  Felipe  II  (Esp. 
Mod.,  Febrero  á  Setiembre  de  1899).  Aranda  y  María  Luisa  (La  Épo- 
ca, Agosto  1900).  En  la  frontera  de  Portugal:  el  príncipe  de  la  Paz  y 
Luciano  Bonaparte  (La  Época,  Setiembre,  Octubre  y  Noviembre  1900), 
Escoiqniz  y  el  príncipe  de  la  Paz  (La  Época,  Agosto  y  Setiembre 
1900).  Cómo  se  juró  en  Madrid  al  yey  José  Bonaparte  en  Diciembre 
de  1808  (Ilustr.  Esp.  y  Amer.,  Abril  y  Mayo  1900).  La  Prisión  del 
Conde  de  Montijo  (La  Época,  Julio  1900).  Cocina,  periodista  ilustre 
(La  Época,  Julio  1900).  Balanza  del  siglo  xix,  artículos  publicados  en 
"La  Epoca'\  Madrid,  1900.  El  Hábito  de  Santiago  del  gran  poeta  dra- 
mático español  D.  Francisco  de  Rojas  Zorrilla,  con  autógrafo  (Ilustr. 
Esp.  y  Amer.,  Enero  1900).  El  Padre  de  Moratín  (Esp.  Mod.,  1900). 
Retos  y  desafíos  (Esp.  Mod.,  ts.  I,  U  y  III,  1900).  De  guante  blanco  i 
historia  de  El  Padre  Cobos  (Esp,  Mod.,  Enero  1901).  El  Nuevo  im- 
perio de  Alemania  (Esp.  Mod.,  Mayo,  1901).  Casamiento  de  un  prín- 
cipe de  Asturias:  las  cartas  de  la  novia  (Ilustr.  Esp.  y  Amer.,  Enero, 
190T).  El  Cautiverio  de  Fernando  VII  en  Valencey  (La  Época,  Abril- 
Julio,  1901,  20  capítulos).  D.  Miguel  Colmeiro,  naturalista  ilustre  (La 
Época,  Junio  1901).  Los  Almuerzos  de  Moret  (La  Época,  Noviembre 
1901 ;  Las  Novedades,  Nueva  York,  Diciembre  1901).  Un  autor  dra- 
mático entre  las  víctimas  del  Dos  de  Mayo :  don  Lorenzo  Daniel  (Esp. 
Mod ,  Junio  1901).  Origen  del  teatro  lírico  español  en  el  siglo  xix: 
Jugar  con  fuego  (La  Época,  Marzo  1901).  La  Exploración  del  Ori- 
noco (Esp.  Mod.,  Octubre  1901).  La  Marquesa  de  Casa  Loring,  Ama- 
lia Heredia  de  Loring  (La  Época,  Octubre  1902).  Bosquejo  histórico 
documental  de  la  Gaceta  de  Madrid,  escrito  al  entrar  en  el  cuarto 
siglo  de  su  existencia  y  para  solemAiizar  la  declaración  de  la  mayor 
edad  del  rey  D.  Alfonso  XIII,  Madrid,  1902.  Embajada  del  conde  de 
Fernán  Núñez  en  París  á  los  comienzos  de  la  Revolución»  francesa 
(Memorias  de  la  Real  Ac.  de  la  Hist.,  t.  XII).  Estudios  sobre  Moratín. 
La  primera  representación  de  "El  Sí  de  las  niñas^'  (Esp.  Mod.,  t.  VI, 
1902).  Panteón  nacional  de  españoles  ilustres  (Esp,  Mod.,  t.  IV,  1902). 


304      PRIMER   PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

El  Teatro  Español  (La  Época,  Setiembre,  Noviembre,  doce  capítulos, 
1902).  Cvándo  y  quién  fué  el  fundador  del  periodismo  en  España:  An- 
drés Almansa  de  Mendoza  (Esp.  Mod.,  Abril,  1902).  Bosquejo  histórico 
documental  de  la  Gaceta  de  Madrid  {Gaceta  de  Madrid,  Julio  1802). 
Grafologia  real  de  España.  La  firma  de  los  reyes  Alfonsos  {Ilustr.  Esp. 
y  Amer.,  Marzo  y  Abril  1902).  La  Guía  oficial  de  España  (Esp.  Mod., 
Setiembre  1901).  Carlos  Guido  Spano,  el  Néstor  del  Parnaso  argen- 
tino (II.  Esp.  y  Am.,  Marzo  1903).  Conciencia  religiosa  de  Núñez  de 
Arce  (Ilustr.  Esp.  y  Amer.,  Junio  1903).  Las  Cortes  y  los  Gobiernos 
del  reinado  de  £>/  Isabel  II  (Esp.  Mod.,  t.  I,  1903).  Los  Himnos  nacio- 
nales de  la  América  española  (Esp.  Mod.,  t.  I,  1903),  El  Primer  certa- 
men poético  que  se  celebró  en  España  en  honor  de  la  Purísima  Con- 
cepción de  María,  Madre  de  Dios,  Patrono  de  España  v  de  la  In- 
fantería española  (Sevilla,  16  de  Abril  de  16 15),  Madrid,  1904.  Repa. 
raciones  á  la  vida  é  historia  de  Carlos  IV  y  María  Luisa:  la  primera 
calumnia  (Rev.  Arch.,  Abril  1904),  La  Misión  de  Machado  en  Viena 
(La  Época,  Agosto-Octubre  1904).  Centenario  de  Isabel  la  Católica: 
Isabel  la  Católica  en  la  guerra,  en  la  política,  en  la  ciencia  y  en  las 
artes:  cuadro  de  autógrafos  ilustres  del  tiempo  de  Isabel  la  Católica 
(Ilustr.  Esp.  y  Amer.,  Noviembre  y  Dic.  1904).  La  Duquesa  de  Berwick 
y  de  Alba,  Rosario  Falcó  y  Osario  (Ilustr.  Esp.  y  Amer.,  1904).  Un 
rasgo  de  carácter  de  Ríos  Rosas  en  la  gobernación  de  la  provincia  de 
Málaga  (Ilustr.  Esp.  y  Amer.,  Marzo  1904).  Memorial  de  la  vida  de 
sor  Teresa  Vivel  y  Candell,  Superiora  de  las  Hijas  de  la  Caridad  del 
hospital  de  dementes  de  Santa  Isabel,  de  Legones,  único  general  de  la 
beneficencia  en  España,  Leganés,  1904.  Las  Mocedades  d'e  D.  Manuel 
José  Quintana  (Esp.  Mod.,  t.  III,  1904).  La  Academia  Antartica  (Ilustr. 
Esp.  y  Amer.,  Setiembre  1904).  La  Labor  histórico-litcraria  de  la 
duquesa  de  Alba,  Rosario  Falcó  y  Gutiérrez  de  los  Ríos,  condesa  de 
Siruela  (Ilustr.  Esp.  y  Amer.,  Agosto  1904).  Los  Israelitas  de  origen 
español  en  el  oriente  de  Europa :  la  conservación  de  la  lengua  castella- 
na entre  ellos  y  su  inclinación  hacia  España  (Esp.  Mod.,  Julio  1904). 
El  Magisterio  de  la  Prensa  en  España:  D.  Andrés  Borrego  (Esp.  Mod., 
Marzo  1904).  Programa  de  la  política  que  la  Unión  Iberoamericana  ha 
de  seguir  en  sus  relaciones  con  las  Repúblicas  Hispanoamericanas 
(Unión  Iberoamericana,  1904).  Centenario  de  la  primera  edición  del 
"Quijote".  Moisés,  Homero  y  Ce-i^x  antes  ó  el  libro  de  Dios,  el  libro  de 
los  héroes  y  el  libro  de  los  hombres  (Ilustr.  Esp.  y  Amer.,  Mayo  1905). 
Centenario  de  Trafatgar:  Gravina  y  su  muerte  (Ilustr.  Esp.  y  Amer., 
Setiembre-Noviembre  1905).  El  Libro  y  la  biblioteca  en  España  du- 
rante los  siglos  medios  (Esp.  Mod.,  Octubre  ifp5).  La  Biblioteca  de 
consulta  del  rey  D.  Alfonso  el  Sabio  (Ilustr.  Esp.  y  Amer.,  Marzo 
1905).  Guerras  sectdares  de  opinión  contra  España  y  las  desmembra- 
ciones de  esta  monarquía  (Esp.  Mod.,  Noviembre  1905).  Los  Ocios 
de  la  paz:  sátiras  sociales  y  políticas  de  los  siglos  xvi  y  .vvii  (Ilustr. 
Esp.  y  Amer.,  Marzo  y  Abril  1905).  En  el  cartulario  de  Prim:  cartas 


S.  XIX,    1864.  JOSÉ  MARÍA  ASENSIO  DE  TOLEDO  363 

de  ingenios  de  la  corte  (Esp.  Mod.,  Setiembre,  1905).  La  Alta  Miner- 
va española  en  cuadros  de  autógrafos  de  escritores  insignes,  con  su 
correspondiente  explicación  (Ilustr.  Esp.  y  Amer.,  Enero,  Julio,   Se- 
tiembre y  Diciembre  1905).  El  Arsenal  manuscrito  del  Teatro  español 
en  la  Biblioteca  Nacional  de  Madrid  (Ilustr.  Esp.  y  Amer.,   Enero 
1905).  Documentos  sobre  el  combate  naval  de   Trafalgar  {Bol.  Real 
Ac.  Hist.,  t.  XLIX,   1906).  Dogmas  de  la  política  de  Fernando   V  el 
Católico,  discurso  de  recepción  en  la  Real  Ac.  de  la  Hist.,  1906.  Ver- 
sos de  varia  edad,  Madrid,  1906.  La  Cartera  de  Gravina  (Esp.  Mod.^ 
t.  I,  1906).  Las  Relaciones  políticas  de  España  con  las  demás  poten- 
cias de  Europa  al  caer  el  Conde  de  Floridablanca  de  su  ministerio  en 
I'¡g2  [Revue  du  Droit  international,  t.  I,  1906).  Páginas  de  la  historia 
del  periodismo,  de  1820  á  182^  {Esp.  Mod.,  t.  IV,  1902).  Cátiovas  del 
Castillo,  juzgado  por  sus  libros  {Esp.  Mod.,  t.  V,  1907).  La  Historia 
inédita,  estudios  del  reinado,  vida,  proscripción  y  muerte  de  Carlos  IV 
y  María  Luisa  de  Borbón,  reyes  de  España,  Madrid,  1908.  El  Dos  de 
Mayo  en  Madrid.  Relación  histórica  documentada,  Madrid,  1908.  Do- 
cumentos para  la  bibliografía  de  D.  Manuel  José  Quintana  {Bol.  Real 
Ac.  Hist.,  t.  LVII,  1910).  El  Retrato  como  documento  histórico  {Esp. 
Mod.,  t.  VI,  1910).  La  Casa  del  rey  moro  en  Ronda  (Bol.  Ac.  Hist., 
t.  LVI,  i«9io).  El  Mayoral  del  Felibrige  y  mestre  del  Cay  Saber  Teo- 
doro Llórente  y  Olivares  {Esp.  Mod.,  i.  IV,  191 1).  Informe  á  la  Real 
Academia  de  la  Historia  sobre  la  falsedad  del  retrato  y  de  los  retratos 
de   Miguel   Cervantes   Saavedra,    1912,    1916.    Canalejas   {Esp.    Mod., 
t,  VI,  1912).  Las  Sesiones  secretas  de  las  Cortes  de  Cádiz  {Esp.  Mod., 
t.  V,  1912).  Sobre  ^^La  España  del  s.  xix^\  1913  {Bol.  Acad.  Hist.). 
El  ms.  perdido  de  la  "Crón.  de  N.  Esp.",  del  Dr.  Cervantes  de  Sala- 
sar,  1914  (en  Ilutr.  Esp.  y  Amer.,  LVIII,  n.   17).  Prólogo  á  las  Es- 
tancias y  Viajes  del  Emperador  Carlos  V  desde  el  día  de  su  nacimien- 
to  hasta  el  de  su  muerte,  por  D.   Manuel   de  Foronda  y  Aguilera, 
Madrid,   1914.  Informe  á  la  Real  Academia  de  la  Historia  sobre  la 
obra  Historia  interna  documentada  de  la  Compañía  de  Jesús,  por  don 
Miguel  Mir,   Barcelona,    1914.   Oficios  de  mediación  de  España  por 
negociaciones  de  paz  y  asuntos  entre  Estados  beligerantes,  1915.  Re- 
lación de  la  vida  política  y  parlamentaria  del  Excmo.  Sr.  D.  Luis  José 
Sartorins,  191 5.  Reseña  histórica  y  política  del  Senado  español  desde 
el  origen  de  las  Instituciones  representativas  en  España,  1915.  Noticia 
histórico-biográf.  del  general  de  brigada  D.  Luis  Fernández  de  Córdo- 
va  y  Remón  Zarco  del  Valle,  tercer  marqués  de  Mendigorría  (en  su 
obra  Campaña  rusojaponesa,  en  prensa).  El  R.  P.  Fidel  Fita  (en  el 
Bolet.  Acad.  Hist.,  Febr.   1918).  Memorias  hisfór.  de  la  R.  Academia 
de  la  Hist.  de  los  años  1914-18.  Y  200  trabajos  más.  asi  históricos  como 
literarios.  Véase  el  índice  de  Esp.  Mod.,  pág.  348.  La  ipresente  biblio- 
grafía es  completa,  hecha  por  el  mismo  autor. 

José  M.'  Asensio  de  Toledo  (1829-1905),  sevillano,  de  la  Acade- 
mia de  la  Historia  (1899)  y  de  la  Española  (1904),  consejero  de  Esta- 


366     PRIMER   PERÍODO   DE   L.\   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1S09) 

do,  colaborador  de  La  Ilustr.  Católica  (1877),  La  Lidia  (1882),  La 
llustr.  Esp.,  La  Esp,  Moderna  (1898),  Bolet.  de  la  Acad.  Hist.  (1897- 
99),  fué  de  los  más  celebrados  cervantófilos  ó  cervantista,  nombre 
que  él  inventó,  y  muy  erudito  en  literatura  é  historia.  Con  Gayangos, 
José  M/  Álava  y  Francisco  de  R.  Palomo  fundó  la  Sociedad  de  Bi- 
bliófilos Andaluces  (1869).  M,  Pelayo  decía:  "No  hay  escrito  alguno 
del  señor  Asensio,  por  breve  que  sea,  que  no  vaya  marcado  con  el 
sello  de  la  investigación  propia  y  no  traiga  alguna  novedad  á  la  His- 
toria literaa-ia."  Documentos  inéditos  sobre  Cervantes,  Sevilla,  1864. 
Nuevos  documentos  para  ilustrar  la  vida  de  Cervantes...,  ibid,  1864. 
francisco  Pacheco  y  sus  obras,  ibid.,  1867,  1886.  Sebastián  de  Horoz- 
co,  ibid.,  1867.  Cartas  literarias  sobre  el  Quijote,  Cádiz,  1868.  Retra- 
aos de  autores  españoles,  sacados  en  facsímile  de  antiguas  ediciones  de 
Mis  obras  (1563-1701),  Sevilla,  1869.  El  Compás  de  Sevilla,  ibid.,  1870. 
Cervantes  y  sus  obras,  cartas,  ibid.,  1870;  Barcelona,  1902.  Rodrigo 
Fernández  de  Ribera,  Madrid,  1871.  Catálogo  de  algunos  libros,  folle- 
tos y  artículos  sueltos  referentes  á  la  vida  de  Cervantes,  Sevilla,  1872. 
La  Obra  de  un  Avellaneda,  Madrid,  1873.  Cervantes  inventor,  Sevilla, 
1874.  El  Conde  de  Lemos,  Madrid,  i8.'^o.  Pacheco,  Libro  de...  retratos, 
1881.  Los  Restos  de  Colón,  Sevilla,  1881.  Don  Juan  de  Arguijo,  Ma- 
drid, 1883.  Catálogo  de  la  biblioteca  cervantina.  Valencia,  1883.  Nota 
de  algunos  libros,  artículos,  etc.,  sobre...  Cervantes,  Sevilla,  1885.  Un 
cervantista  portugués  del  s.  xviii,  Sevilla,  1885.  Toros  en  Cádiz  en 
1578,  Cádiz,  1889.  Cristóbal  Colón,  Barcelona,  1891,  dos  vols.  Martín 
Alonso  Pinzón,  Madrid,  1892.  Fernán-Caballero,  Madrid,  1893.  Rela- 
ciones del  Yucatán,  dos  vols.  Personalidad  de  C.  Colón,  1895  (disc. 
recep.  Acad.  Hist.).  Proemio  al  Quijote,  Barcelona,  1898.  Interpreta- 
ciones del  Quijote,  disc,  1904  (disc.  recep.  Acad.).  En  la  Rev.  Espa- 
ña: Observaciones  sobre  las  ediciones  primitivas  del  Quijote  (1869, 
t.  IX),  Los  Continuadores  del  ingenioso  hidalgo...  Avellaneda...  (1873, 
t.  XXXni).  Puede  traducirse  el  Quijote  (1873,  t.  XXXTV).  Hércu- 
les, poema  de  Montesquieu  (1878,  t.  XLHI).  D.  Pedro  1  (1878,  t.  XLV). 
En  Esp.  Moderna:  Fr.  Juan  Pérez  y  Fr.  Ant.  de  Marchena  (1890, 
t.  XXI).  Recuerdos  de  antaño,  un  romance  autógrafo  de  Mariano 
Fernández  (1890,  Dic).  La  Carta  de  C.  Colón  con  la  r elución  del  des- 
cubrimiento del  Nuevo  Mundo  (1891,  Oct.).  Particularidades  y  anéc- 
dotas relativas  al  Quijote  (1894,  En.,  y  1896,  Dic).  La  Ultima  palabra 
sobre  la  salida  de  C.  Colón  (1892,  Febr.).  Martin  Alonso  Pinzón  (1892, 
Mayo,  Jun.,  Jul.).  Fernán  Caballero  (1893,  Jun.).  El  Teatro  de  Bretón 
(1897,  En.).  La  Patria  de  D.  J.  de  Jáurcgui  (1899,  Ag.). 

Francisco  Pimentel,  filólogo,  erudito  y  crítico  mejicano,  en  todo 
excelente  y  benemérito  de  la  cultura  patria,  publicó  Memoria  sobre  las 
causas  que  han  originado  la  situación  actual  de  la  raza  indígena  de 
México,  ibid.,  1864.  Biografía  y  crítica  de  los  principales  poetas  me- 
xicanos, Madrid,  1868.  Cuadro  descriptivo  y  comparativo  de  las  len- 
guas indígenas  de  México,  Méjico,   1874  (2.*  ed.),  obra   importantísi- 


S.    XIX,    1864.    ANTONIO    CAMPOS    Y    CARRERAS  367 

ma.  Historia  crítica  de  la  literatura  y  de  las  ciencias  sn  México  desde 
la  conquista,  Méjico,  1885-92  (t.  I  de  poetas) ;  1903  (ts.  IV  y  V  de  sus 
Obras).  Obras  completas,  cinco  vols.,  Méjico,  1903-04. 

Adolfo  Llanos  y  Alcahaz,  fecundo  escritor  murciano,  militar  en 
la  guerra  de  África,  redactor  (1863-73)  <^e  El  Reino,  El  Mosquito,  La 
Farsa,  El  Noticiero  de  España,  El  Correo  Militar,  que  dirigió  (1869) ; 
en  Méjico  desde  1873,  fundó  La  Colonia  Española;  en  Nueva  York, 
La  Rasa  Latina  (1879).  Publicó  La  Mujer  en  el  siglo  xix,  Madrid, 
1864,  1876.  Los  tres  refranes,  aventuras  de  un  asturiano,  México, 
1875.  La  Dominación  española  en  México,  México,  1875-77,  cuatro 
vols.  (3.'  ed.).  El  Odio  á  España.  La  Literatura  en  España.  Obras  dra- 
máticas, tres  vols.  Obras  cómicas,  tres  vols.  Hojas  secas,  id.  Plegarias, 
id.  Cantos  patrióticos,  id.  Siete  años  en  África.  Historietas.  No  leáis 
esto,  mujeres.  Tiempo  perdido,  Méjico,  1876.  Recuerdos,  poesías,  ibid., 
1876  No  vengáis  á  América,  ibid.,  1877.  El  Porvenir  de  España  en 
América,  ibid,,  1878.  El  Payaso,  Madrid,  1881.  Elementos  de  gramática 
farda,  ibid.,  1883,  tres  partes.  Libro  de  verano,  tauromaquia  femenina, 
arte  de  lidiar  á  los  hombres,  ibid.  Novísimo  diccionario  del  amor,  ibid., 
1884.  ¿Nos  casaremos? ,  pieza  teatr.,  1884.  Chist,  para  vosotras,  1884. 
Enaguas  y  pantalones,  1884.  Lengua  viperina  en  salsa  para  recreo  de 
maldicientes,  1884.  ¿Lo  ves?,  1885.  La  Trompeta,  jug.,  1885.  El  Gigante 
americano,  1886.  Tonterías  y  malas  costumbres,  1887.  Países  bajos, 
1888.  Romancero  de  D.  Jaime  el  Conquistador,  1889.  Poemas  de  la 
barbarie.  Estado  actual  de  la  cultura  literaria  de  Méjico  (e»  Rev. 
Esp.,  1883,  t.  XC).  Origen  del  plagio  en  Méjico.  Polémicas.  Folletos. 
Pedrería  falsa. 

125.  Año  1864.  Andrés  M.*  Beladiez  estrenó  Flores  y  frutos, 
com.,  Madrid,  1864. — Biblioteca  histórico-osturiana,  Oviedo,  1864-66, 
cinco  vols. — Antonio  Bravo  y  Tudela  (t  1891),  clérigo,  cronista  de 
Laredo,  director  del  Guía  del  Clero  (1862-65),  Caceta  del  Clero  (1866- 
70),  Gaceta  Católica  (1869-70),  publicó  Historia  de  la  poesía  cristiana. 
Historia  de  la  elocuencia  cristiana,  tres  vols.,  1864-65.  Anuario  del  piíl- 
pito,  colección  de  discursos  para  todos  los  meses  del  año,  1867.  Panegí- 
ricos de  los  Santos  más  populares  de  España,  1868.  El  Concilio  Ecum. 
del  Vaticano,  1871.  Recuerdos  de  la  villa  de  Laredo,  1873.  La  Madre  de 
Jesús,  dos  vols.,  1882.  Los  Apóstoles,  leyenda  histórico-religiosa,  1885. 
María  Magdalena,  leyenda,  dos  vols.,  1886.  Los  Grandes  oradores  de 
Grecia  y  Roma,  1886.  Vida  de  S.  Pablo,  1890.  Teresa  de  Jesiis,  leyenda 
religiosa,  hist.-naciofial-religiosa,  dos  vols. — Julio  C.  Bueno  estrenó 
El  que  no  está  hecho  á  bragas,  apropós.,  Montevideo,  1864. — José  Bus- 
tillo  estrenó  El  Bufón  de  su  Alteza,  zarz.  (1864). — Carlos  Calcaño 
y  Paniza  (1844-1889),  poeta  de  Caracas  (Venezuela),  publicó  en  pe- 
riódicos muy  buenas  poesías,  la  mayor  parte  místicas. — 'Ricardo  Cal- 
TAÑAZOR  estrenó  Un  marido  de  lance,  zarz.  (1864). — Antonio  Campos 
Y  Carreras  (1840- 1870),  de  Alicante,  literato  "bien  intencionado  y  no 


368     PRIMER   PERÍODO   DE   Im\   ÉPOCA   REALISTA    (185O-1869) 

vanidoso",  como  dijo  Canipoanior  en  el  prólogo  que  le  puso  á   sus 
Fábulas,  Madrid,  1864,  añadiendo:  "Este  libro  es  más  bien  una  espe- 
ranza Quc  una  realidad,  aunque,  en  realidad,  es  un  libro  que  revela  á 
un  autor  sencillo  en  los  asuntos,  natural  en  los  pensamientos,  sobrio 
en  la  forma,  modesto  hasta  la  timidez  y  moral  hasta  rayar  en  lo  es- 
crupuloso "  La  segunda  parte  no  se  publicó  sino  en  El  Seman.  Cató- 
lico, de  Alicante,  que  él  fundó  (1870- 1887) .—Fray  Gaspar  Cano  (1827- 
1896),   de   Dueñas,   agustino,    publicó   Catálogo    de   los   Religiosos   de 
N.  P.  S.  Agustín...  de  Filipinas  desde  su  establecimiento  en  estas  Is- 
las, Manila,  1864,  importante.— Modesto  Castro  publicó  Pláticas  doc- 
trinales, Manila,  1864. — Colección  de  Documentos  inéditos  de  Indias, 
1864-1911,  55  vols.,  importantísima.— ^Enrique  Conscience  (1812-1883), 
nacido  en  Amberes,  novelista,  publicó  El  Corredor  de  playa.  Habana, 
1864.  El  Martirio   de  una  madre,  Madrid,    1877.   Cuentos  flamencos. 
Valencia,   1883.  El  Demonio  del  dinero,  Barcelona,    1911. — Gregorio 
Cruzada  Villamil,  por  seud.  El  Difunto  pintor  Orbaneja,  en  la  Cri- 
tica de  la  Exposición  nación,  de  Bellas  Artes  de  1864.  Publicó  Los 
Tapices  de   Coya,  Madrid,    1870.   Rubens,   diplomático   español,    1874. 
Andrés  Vclázques,  anales  de  su  vida  y  obras,  Madrid,  1885.  Publicó 
el  primer  Averiguador,  1868. — Juan  E,  Delmas  (t  1892),  fundador  del 
Irurac^Bat,  La  Correspondencia  Vascongada  (con  Trueba,  1870),  pu- 
blicó Guia  hist.-'descr.  del  viajero  en  el  señorío  de   Vizcaya,   Bilbao, 
1864.  Colección  de  leyendas,  ibid.,  1880.  La  Iglesia  de  S.  Nicolás,  su 
pasado  y  su  presente,  ibid.,  1881.  Castelugach,  con  su  historia  y  tra- 
diciones,   1888.    Cosas   de   antaño,   capit.   hist.,    biografía   por   Fermín 
Herrón,  Bilbao,  1896.  En  Esp.  Mod.:  El  Castillo  de  Arteaga  y  la  em- 
peratriz de  los  franceses  (1890,  Mar.),  y  aparte.  De  cómo  el  puerto 
de  Bilbao  es  mucho  más  antiguo  de  lo  que  se  cree  (1889,  Ag.). — Dic- 
cionario marítimo  español...,  por  J.  de  Lorenzo,  Gonzalo   de  Murga 
y  Martín  Ferreiro,  Madrid,   1864. — Antonio  M.  Echeverría  estrenó 
Angelito,  zarz.  (1864).  El  Novicio,  zarz.  (1864"). — Justo  Eledoro  es- 
cribió El  Rico  y  el  pobre,  com.,  Nueva  York  (1864).  La   Visita  del 
bayamcs,  com.,  Cuba,   1864. — Francisco  de  Paula  Éntrala  (+   1882), 
granadino,  fallecido  en  Manila,  director  del  Semanario  Popular  (1865), 
asiduo  redactor  de  El  Porvenir  Filipino,  fué  novelista,  discípulo  pri- 
meramente de  Pérez  Escrich,  luego  en  Filipinas  más  modernizado  y 
realista   á   lo    Galdós.    Fecundo   y   variado    ingenio,    buen   observador, 
pero   adocenado   prosista,   de   estilo   ramplón.   Manual  del   viajero   en 
Madrid,  Madrid,  1864.  Los  Hombres  de  la  época  ó  la  rueda  de  la  for- 
tuna, nov.,  cuatro  vols.,  1864.  Los  Amores  de  un  pintor,  nov.,  Habana, 
1866;   Manila,   1874  (escrita  en   1860).  El  Castillo  de  Santa  Eufemia, 
nov.,  Manila,  1874.  La  Rubia  de  Quiapo,  cuadros  filipinos,  ibid.,  1874. 
Las  Bienaventuranzas,  nov.  de  costu&nbres,  ibid.,   1874.  El  Buque-pá- 
jaro, nov.,  1875.  La  Morena  de  Sampaloc,  1875.  Sonrisas  tristes,  coL 
de  cuentos,  artíc,  historias  filipinas,  1875.  Olvidos  de  Filipinas,  1881. 
Sin   título,  nov.,    1881.   Cuadros  filipinos,   saín.,    1882. — Francisco   de 


S.    XIX,     1864.    FRAY    CEFERINO    GONZÁLEZ  369 

Paula  Escudero   y  Perosso  (1828-1874),   sevillano,   doctor  en  Leyes 
(1853),  empleado  en  Fomento  (1852)  y  en  la  Biblioteca  Nacional,  es- 
cribió la  Topografía  hispalense,  Madrid,   1894,  premiada  en   1864;  al 
frente  lleva  su  biografía   por   Fabié.   Consúltese  Rev.   Archiv.,    1874 
(Jul.). — Miguel  A.  Espinosa  publicó  El  Cáliz  de  la  amargura,  nov., 
Madrid,  1864. — 'Cayetano  Fernández  (1820-1901),  gaditano,  presbítero, 
catedrático  de  Retórica,  profesor  de  Alfonso  XII,  publicó  sus  preciosas 
Fábulas  ascéticas  en  verso,  Sevilla,  1864;  Madrid,  1871.  Proverbios  del 
Príncipe,  Madrid,  1865.  El  Talismán  de  los  niños,  Sevilla,  1875.  Nuevas 
fábulas  ascéticas,  Sevilla,  1898.  Tiene  poesías  tan  lindas  como  La  Go- 
tera y  La  Azucena. — Distracciones  de  un  hafnbrienio,  renglones  agri- 
dulces, originales  de  M.  F.  el  Flaco...,  Madrid,   1864;  7."  ed.,  1867; 
8."  ed.,  prosa  y  verso,  Madrid,  1873.  Renglones  agridulces,  segunda  par- 
te de  las  distracciones  de  un  hambriento,  1866. — ^Constancto  Franco  V. 
(n.  1842),  de  Vélez  (Colombia),  fecundo  é  improvisador  escritor  y  pe- 
riodista, publicó  Fragmentos  de  la  vida  de  Ester,  Bogotá,  1S64.  Moral 
filosófica,  1872.  Artículos,  1873.  Apuntamientos  para  la  historia,  1877. 
Reseñas  biográficas  de  los  proceres  y  mártires  de  la  Independencia  de 
Colombia,  Bogotá,  1880.  Leyendas  históricas,  1885.  Galán  el  comunero, 
nov.,   1891.   Para  el  teatro  las  comedias:   Contra  soberbia,  humildad 
(1876) ;   El  Paraíso   perdido    (1888),   D,   Nicomedes   (1889),   Angelito 
(1889),  Los  Pecados  capitales  (1889),  A  telón  descubierto  (1892);  los 
dramas:  La  Expiación  de  tina  mujer  (1876),  Sámano  (1887),  Boves 
(18S7),  El  Demonio  Alcohol  (1888),  Los  Comuneros  (1888),  El  Viáta- 
dor  Montano   (1891). — Víctor   Gebhart  publicó  Historia  general  de 
España  y  de  sus  Indias,  Barcelona,  1864,  siete  vols.  Los  Dioses  de  Gre- 
cia y  Roma,  ibid.,  1880-81,  dos  vols.  La  Tierra  santa,  ibid.,  1885. — Gil 
Gelpi  y  Ferro  (1826-1894),  catalán,  en  Cuba  desde  1864,  director  en 
Madrid  y  en  la  Habana  de  La  Constancia  Española,  La  Prensa  de  la 
Habana,  El  Mentor,  La  Voz  de  Cuba  (1884),  publicó  Estudios  sotre  la 
América,  conquista,  colonización,  tres  vols..  Habana,  1864-66-70.  Álbum 
histórico  fotográfico  de  la  guerra  de  Ctiba,  ibid.,  1870.  Situación  de 
España  y  de  sus  posesiones  de  Ultramar,  Madrid,  1871.  Los  Autono- 
mistas de  Cuba...,  1879.  Historia  de  la  Rez'olución  y  guerra  de  Cuba, 
dos  vols..  Habana,   1887-89. — Gil  Blas,  buen  semanario  polít. -satírico, 
Madrid,   1864-72,  ocho  vols.;  desde   1866  fué  bisemanal.  Redactores: 
F.  Balart,  Eus.  Blasco,  Man.  del  Palacio,  L.  Rivera,  Ed.  Saco,  Ant. 
Sánchez   Pérez.   Fué  continuado  por  El  Cohete,   siete   vols.,    1872-73. 
— .José  Gisbert  y  Abad  estrenó  Flor  solitaria,  dr.   (1864). — Alejan- 
dro Gómez,  sargento,  publicó  Los  Sucesos  de  la  Granja  en  1836,  apun^ 
tes  para  la  Historia,  Madrid,   1864. — A.  A,  Gondrecourt  publicó  El 
Gascón   y    el   normando,   novela,   Córdoba,    1864,    cuatro   vols. — Fray 
Ceferino  González,  dominico,  cardenal  y  arzobispo  de  Sevilla  y  To- 
ledo, publicó  Estudios  sobre  la  filosofía  de  S.  Tomás,  Manila,  1864; 
Madrid,   1886,  tres  vals.  Historia  de  la  filosofía,  Madrid,   1878,  tres 
vols.;  1886,  1907.  Estudios  religiosos,  filosóf.,  científ.  y  sociales,  ibid., 

TOMO  VHI.— 24 


370     PRIMER  PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

1873,  dos  vols.  La  Biblia  y  la  ciencia,  Maxlrid,  1891 ;  Sevilla,  1892, 
dos  vols.— José  González  Estrada  (t  1883),  madrileño,  tirador  de 
oro  y  famoso  escritor  de  los  periódicos  que  dirigió.  El  Pistón  (1864), 
periódico  de  chistes,  disparatado,  único  en  su  género;  Bigoiazos,  tra- 
gábalas y  cureñas  (1868?).  Hizo  colecciones  de  versos  no  menos  hu- 
morísticos, las  cuales,  como  estos  periódicos,  son  rarísimas  de  hallar, 
Gran  compositor  de  acrósticos,  pentacrósticos  y  poesía  laberíntica, 
como  él  la  llamaba. — ^AIariano  González  Moral  publicó  El  Indicador 
de  ValladoUd,  ibid.,  1864.  Guía  del  viajero  en  Burgos...,  por  D.  Vic. 
García  y  García...,  aumentada.  Burgos,  1867. — Felipe  M."  de  Govan- 
TES  publicó  Vida  de  D.  Simón  de  Anda  y  Salazar,  Manila,  1864,  1869. 
Noticias  y  Geografía  de  Filipinas,  Binondo,  1866,  1878.  Compendio 
de  la  Historia  de  Filipinas,  Manila,  1877.  Episodios  históricos  de 
Filipinas,  Manila,  1881. — Juan  José  Guerrero  (t  1867)  estrenó  La 
Suegra  futura,  com..  Habana,  1864.  Una  tarde  en  Nazareno,  1864.  Un 
guateque  en  la  taberna,  1864.  Las  Boas  de  Petronila. — Francisco  de 
Paula  Guzmán  (1844-1884),  mejicano,  entendido  en  Humanidades  y 
poeta  místico,  compuso,  entre  otras,  una  oda  Al  Sagr,  Corazón  de  Je- 
sús, una  paráfrasis  del  Hortulns,  atribuido  á  Virgilio  y  otra  de  un 
poemita  de  Próspero  Tirón,  del  siglo  v. — Pío  Hernández  Fraile, 
presbítero,  publicó  Sermones  de  la  Sma.  Virgen,  Madrid,  1864. — Ra- 
món de  Huerta  Posada  (n.  1834),  de  Llanes,  colaborador  en  muchos 
periódicos,  publicó  Amor,  poesía  é  historia,  Madrid,  1864. — Antonio 
Hurtado  del  Valle,  por  seud.  El  Hijo  del  Damuji  (1842- 1877),  de 
Cienfuegos,  revolucionario,  secretario  de  Estado  (1873)  y  fusilado, 
publicó  Producciones  de...,  Guanabacoa,  1864. — Eduardo  de  Inza 
(i'  1879),  madrileño,  crítico  maldiciente  y  autor  de  poesías  festivas  y 
punzantes,  á  quien  no  gustaba  nada  de  nadie,  redactor  de  El  Teatro 
Español,  La  Verdad,  Las  Noticias,  Los  Sucesos,  Las  Cortes,  estrenó 
Los  Aires  de  Chamberí,  jug.  (1864).  Los  tres  mosqueteros,  comedia, 
1873.  Bromas  con  la  vecindad,  juguete,  1873.  Una  visita,  comedia 
(1873). — 'José  Eugenio  Iturrino,  peruano,  publicó  El  Laberinto  poé- 
tico, composiciófí  chistosa,  satíricaAburlesca  de  costumbres...  sobre 
base  de  467  refranes,  Lima,  1864. — Diego  Ingo  Ramírez,  venezolano, 
publicó  Hojas  de  estío,  Caracas,  1864.  La  Revista,  tres  vols.;  Caracas, 
1872-73. — Adolfo  Joaristi  publicó  Viaje  dramático  alrededor  del 
mundo,  aventuras  de  los  más  afamados  viajeros...,  Barcelona,  1864, 
dos  vols. — F.  de  Larroca  (t  1880)  publicó  D.  Félix  de  la  Ribera,  ley. 
en  verso.  Habana,  1864. — ^Evaristo  López  publicó  La  Alfonsiada  ó  la 
conquista  de  Toledo,  poema  épico  en  doce  cantos,  Zaragoza,  1864. — 
Melitón  Martín  (1820-1886),  segoviano,  célebre  ingeniero,  publicó 
Pónos,  historia  alegórica  del  trabajo  humano,  nov.  filos.,  1864.  La 
Hormiga  y  el  universo,  1868.  La  Leyenda  del  trabajo,  1870.  La  Filo- 
sofía del  sentido  común,  1874.  La  Cartilla  del  trabajo,  1875.  Las  Huel- 
gas, 1875.  Carta  que  puede  servir  de  prólogo  á  la  Cartilla  del  trabajo, 
1876.  La  Imaginación,  1^77.  Evolución  de  la  ciencia,  1882.  Conato  de 


S.    XIX,    18Ó4.    JOSÉ    MORENO    NIETO  3j  I 

clasificación  de  los  conocimientos  humanos  en  el  siylo  xix,   1889. 

José  Mayo,  presbítero,  publicó  Vitoria  ó  la  España  Católica  en  el  año 
de  J855,  Segovia,  1864.— Gervasio  Méndez  (1842-1897),  de  Guale- 
guaychú  (Arg-entina),  soldado,  después  periodista,  escribió  versos  des- 
de 1864,  á  los  diez  y  seis  de  su  edad;  quedó  paralítico  en  1873,  dirigió 
así  enfermo  el  Álbum  del  Hogar,  muy  leído  de  las  señoras,  y  publi-^ó 
Poesías,  1876,  1898,  de  tono  elegiaco,  delicadamente  doloridas  y  me- 
lancólicas, como  empapadas  en  verdaderas  lágrimas,  bien  que  algo 
prosaicas.  Hojas  de  mi  cartera.  Parécese  mucho  á  Bécquer,  á  quien 
imitó  cada  vez  más,  hasta  en  los  metros. — Francisco  Merry  y  Co- 
LOM  (1829-1900),  sevillano,  diplomático,  publicó  Relación  del  viaje  á 
la  ciudad  de  Marruecos  (1863),  Madrid,  1864.  Mi  embajada  en  la  ciu- 
dad de  Marruecos  en  1863,  Madrid,  1894. — Carlos  Mesia  de  la  Cer- 
da, por  seud.  El  Tonto  de  Marras,  escribió  en  La  Malva  (1859)  y  pu- 
blicó Poesías  hasta  cierto  punto,  Madrid,  1864.  El  Gorro  de  mi  abuelo, 
cuentos  fantásticos,  ibid.,  1865.  Cualquier  cosa,  París,  1873.  Cuando 
en  el  cielo  está  escrito,  com.,  1874.  Elba,  París,  1874.  El  Saquillo  de 
mi  abuelo,  cuentos  fantásticos,  1875. — Guillermo  Michelena,  médico 
venezolano,  publicó  Gullemiro  ó  las  pasiones,  nov.,  1864. — Francisco 
Miguel  y  Badia  (1840-1899),  autor  barcelonés  de  trabajos  artísticos 
y  crítica  de  arte,  redactor  del  Diario  de  Barcelona  (1866),  fundador 
con  José  Masriera,  F.co  Soler,  José  Pelegrí  y  Pablo  Bosch  de  El  Re- 
cuerdo (1862-1871),  publicó  Cuentos  de  la  abuela,  Barcelona,  1864 
(4.*  ed.).  La  Habitación,  cartas  á  una  señorita,  ibid.,  1879,  tres  series, 
1882-1888. — Leandro  Miguel  Herrero  publicó  Los  Pobres...  vergon- 
zantes, cuadros  para  reír,  Madrid,  1864,  tres  vols. — Julio  Monreal 
Jiménez  de  Embún  (1839-1890),  zaragozano,  abogado,  colaborador 
de  La  Ilustr.  Esp.,  El  Bazar,  La  Ilustr.  Artística,  poeta  clásico,  satí- 
rico culto,  vivaz,  pintoresco,  conceptuoso  y  burlón,  estrenó  Angelitos, 
com.  (1864).  Cien  leguas  de  mal  camino  (1868).  La  Aguja  de  marear. 
Romper  el  hielo.  Publicó  en  Los  Sticesos  (1867)  las  novelas  El  Para- 
guas verde  y  Memorias  de  un  perro  del  gran  mundo.  Además,  suelta, 
En  paños  menores,  Madrid,  1873.  Cuadros  viejos,  colección  de  pince- 
ladas, toques  y  esbozos,  representando  costumbres  españolas  del  sir- 
glo  XVII,  Madrid,  1878. — José  Moreno  Nieto  (1823-1882),  de  Síme- 
la (Badajoz),  orientalista,  catedrático  de  árabe  en  Granada  y  de  De- 
recho internacional  en  Madrid,  gran  orador  del  Ateneo,  que  floreó 
sobre  todas  las  ciencias  morales,  políticas,  históricas  y  aun  naturales, 
sin  ahondar  en  ninguna;  rector  de  la  Universidad  de  Madrid,  direc- 
tor de  Instrucción  pública.  Publicó  Biblioteca  de  historiadores  arábi- 
go-andaluces,  Madrid,  1864.  Gram.  arábiga,  1872.  Oposición  funda- 
mental entre  la  civilización  religiosa-cristiana  y  la  racionalista,  1879. 
Discursos  académicos,  Madrid,  1882,  con  disc.  de  Cánovas.  M.  Pelayo, 
Disc.  Academia,  1883:  "Entendimiento  vasto  y  condensador,  fácil- 
mente abierto  á  todo  lo  que  le  parecía  noble  y  generoso,  ávido  de  abar- 
car con  rápido  vuelo  los  términos  y  confines  de  la  humana  ciencia, 


372     PRIMER   PERÍODO    DE   L.\   ÉPOCA   RE.\LISTA   (185O-1869) 

vivió  y  murió  en  el  más  ardiente  fervor  idealista,  enamorado  de  las 
obras  del  espíritu  y  anheloso  de  propagarlas  entre  su  nación  y  o-ente. 
Fácil  en  el  concebir,  facilísimo  y  brillante  en  la  palabra,  fué  su  vida 
una   improvisación   continua,   desinteresada   de   otro   fin  que  el   libre 
ejercicio  de  la  inteligencia...  Poca  parte  de  su  alma  ha  pasado  á  sus 
libros  y  no  tiene  idea  de  él  quien  no  vio  correr  de  sus  labios,  raudo  y 
atropellado,  el  largo  río  de  su  elocuencia...   Nació  para  hablar,  para 
enseñar,  para  discutir." — El  Mosquito,  periódico  zumbón,  dirigido  por 
Manuel  del   Palacio,  Madrid,   1864-65  y   1868-69. — Nuniancia   destrui- 
da, poema  épico  en  verso  P.  U.  Z.,  Madrid,   1864,  tres  vois.  de  seis 
cantos  cada  uno. — José  de  Olózaga  publicó  A  Arguelles,  de  1820  á 
1824,  Madrid,   1864.  Abdicación  de  D.  Amadeo   (Rev.  España,   1873, 
t.  XXXI). — 'Carlos  Paz  estrenó  Mala  madre,  dr.,  Buenos  Aires,  1864. 
Caridad,  dr.  de  costumbres,   1865. — 'Gregorio  Pérez  Gomar,  montevi- 
deano, publicó  Idea  de  la  perfección  humana,   1864.  America   Vespu- 
cio,  1880. — Luisa  Pérez  de  Zambrana  publicó  Poesías,  Habana,  1860. 
Angélica  y  Estrella,  nov.,    1864.  Consúltese   Em.   de   los   .S.   Fuentes, 
L.  P.  de  Z.,  Santiago,  1879. — Gregorio  Perogordo  y  Rodríguez  (1840- 
1891),  madrileño,  por  seud.  José  Hernández  y  González  y  José  Rol- 
dan,  abogado,   pintor,   poeta,   sacerdote   (1882)    después   de   enviudar, 
rector  de  N.*  S.*  de  Gracia,  fiscal  de  la  \'icaría  de  Madrid  y  rector 
de  las  Comendadoras  de  Santiago,  colaborador  en  Álbum  Literario, 
La  Idea  (1860),  El  Teatro  (1864),  Rev.  Literaria  (Cádiz,  1868),  Esce- 
nas Contemp.,  La  Paz  (1870),  La  Familia  (1875),  La  Niñez  (1879-83), 
La  llustr.  Cat.  (1888),  etc.  La  VHrgen  de  la  Almudena,  su  historia..., 
Madrid,  1864.  En  La  Academia  del  Gato,  1870,  publicó  un  romancero. 
El  Arte  de  ser  feliz,  com.  infantil. — Vicente  Pied-íarita  (n,  1834),  de 
Guayaquil,  fué  poeta  de  fácil  versificación. — Benigno  Piñán,  húrga- 
les, publicó  Un  sueño,  leyenda,  1864.  Porfía  y  fidelidad,  id.  La  Som- 
bra del  pasado,  poema,  Madrid,  1881. — El  Pistón,  t>eriódico  de  chistes 
y  risas,   curioso   por   lo   disparatado,    Madrid,    1864. — Miguel    de   la 
Plata  y  Marcos  publicó  Estudios  biográfico-bibliográficos  de  la  me- 
dicina militar  española,  Madrid,   1864.   Colección  bio-bibliográfica  de 
escritores  médicos  españoles,  Madrid,  1882. — Mariano  Ponz  estrenó  Un 
milsico  viejo,  jug.  (1864). — Carmen  Potts  de  Vizcarra  escribió  Re- 
pública y  Monarquía,  dr..  Callao,  1864. — Resumen  historia  de  las  Mi- 
siones que  la  Provincia  del  Smo.  Rosario  de  Filipinas  de  la  Orden  de 
Predicadores  tuvo  en  la  Isla  Formosa,  Manila,   1864. — Revista  Hispa- 
no-Americana,  Maflrid,  1864-67. — José  Joaquín  Ribo  escribió  Retrato 
histórico  del  Rey  de  las  Dos  Sicilias  Francisco  II,  Barcelona,   1864. 
La  Farsa  social,  ibid.,   1865.  Postrimerías  de  la  insurrección  cubana, 
Madrid,    1871.   La  Diplomacia   española,   calece,   de   tratados...    desde 
1801,    Madrid,    1871,   dos   vols.   Historia   de   los   voluntarios   cubanos, 
ibid.,   1872-74,  dos  vols.,   1877.  Boceto  hist.  del  ten.  general  D.  Joa- 
quín Jovellar,  1876.  Estudio  biográf.  de...  D.  Víctor  Balaguer,   1876. 
Entre  sombras,  nov.,  1880. — Clotilde  del  Carmen  Rodríguez  (t  1880), 


S.    XIX,    1864.    ENRIQUE    DEL    SOLAR  3y3 

de  Cien  fuegos,  por  seud.  La  Hija  del  Dumiji,  publicó  Efusiones  del 
alma,  poesías,  Cienfuegos,  1864. — Jesús  Rodríguez  Cao  (1853-1868), 
madrileño,  niño  precoz,  poeta,  escribió  poesías  que  se  publicaron  en 
El  Espíritu  Nacional  (1867)  con  seud.  de  El  Escolar  y  luego  con  el 
título  de  Obras  literarias...,  Madrid,  1868-1870,  cuatro  vols.  Estrenó 
El  Orgiíllo  castigado  (1864).  Fernán  Caballero  (Carta  á  Larour) :  "He 
recibido  y  leído  las  poesías  del  joven  Cao.  Fuera  parte  de  la  peque- 
ña comedia,  que  es  bastante  bonita  y  se  trasluce  el  niño,  las  demás 
poesías,  en  su  mayor  parte,  me  parecen,  francamente,  fuera  parte  de 
las  que  dirige  á  su  madre,  para  un  hombre,  bien  poca  cosa;  para  un 
niño,  chocantes.  Ese  niño  tiene  disposición,  buena  memoria,  buen 
oído,  ha  leído  (en  lugar  de  estudiar)  muchas  poesías  y  forma  las  su- 
yas con  reminiscencias.  Y  moralmente  hablando,  más  vale  que  así  sea. 
Pues  ¿puede  en  un  alma  de  niño  de  doce  años  caber  ese  desencanto 
raquítico  del  mundo,  ese  ardor  amoroso  contra  naturaleza 

Vi  tu  seno  alabastrino, 
Que  mil  encantos  augura,  etc.? 

¿  Caben  estas  sentencias  dogmáticas  en  boca  de  quien  oirá  que  le  di- 
cen: "Niño,  estáte  quieto;  si  no,  no  comerás  postres"? — Romances, 
Oviedo,  1864. — Nicolás  S.\lmer6n  y  Alonso  (1838-1913),  de  Alhama 
(Almería),  catedrático  de  la  Universidad  de  Oviedo  (1864)  y  Madrid 
(1869),  adalid  de  los  republicanos,  presidente  del  Poder  ejecutivo  (1873), 
escribió  con  alguna  oscuridad,  como  los  demás  krausistas,  desde  su 
Discurso  doctoral,  1864.  Obras,  en  cuatro  vols.,  Madrid,  desde  1881 : 
I,  Discursos  parlamentarios;  II,  Estudios  históricos;  III,  Estudios  filo- 
sóficos; IV,  Estudios  políticos,  sociales  y  religiosos.  Colección  de  tra- 
bajos filosóficos  y  discursos  políticos,  1911.  Consúltese  Ant.  Llopis, 
Hist...  de  D.  N.  Salmerón,  IMadrid,  1915. — María  de  la  Concepción 
Saralegui  de  Cumia  publicó  Poesías  á  la  Sma.  Virgen,  Madrid,  1864. 
■ — Manuel  Seco  y  Shelly  (t  1877),  del  arma  de  Infantería,  estrenó 
Serafín,  com.,  1864.  Pubtícó  La  Virgen  del  Encinar,  ley.,  Madrid, 
1876.  Cuatro  mujeres...  y  un  cabo,  1876,  1891.  Las  Señoras  de  contra- 
bando, 1878.  Los  Dramas  del  hogar,  1878. — Ramón  Segade  Campo- 
amor  (t  1877),  gallego,  publicó  La  Olla  del  diablo,  Vigo,  18Ó4.  Cotolay, 
leyenda  piadosa,  Madrid,  1879.  Francisca,  cuadros  de  costumbres  ga- 
llegas, ibid.,  1881.  Pablo  Gómez,  nov.,  Coruña,  1883. — Juan  Sirera  pu- 
blicó Poesías  religiosas,  Madrid,  1864. — Enrique  del  Solar  (n.  1844), 
de  Santiago  de  Chile,  hijo  de  Mercedes  Marín,  la  célebre  poetisa,  dipu- 
tado de  1870  á  1873,  mostró  desde  joven  su  afición  á  los  estudios  críti- 
cos y  á  la  poesía;  pero  después  logró  mayores  triunfos  como  escritor 
de  costumbres,  á  lo  Ricardo  Palma.  Así  en  Una  aventura  de  Ercilla. 
Leyendas  i  Tradiciones.  Dos  hermanos,  novela  premiada  en  La  Unión, 
de  Valparaíso,  1887.  Jorge  Huneeus  Gana,  Cuadro  hist.,  pág.  660:  "En- 
rique del  Solar,  más  distinguido  como  novelista,  heredero  y  continua- 


374     PRIMER   PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

dor  del  vago  misticismo  religioso  que  flota  en  los  cantos  de  su  ilustre 
madre  doña  Mercedes  Mar'n  del  Solar;  pero  de  lira  mucho  más  débil 
en  las  cuerdas  del  canto  heroico  y  patriótico  y  del  himno  á  la  naturaleza, 
bien  que  en  espontaneidad  y  dulzura  poética  no  tienen  nada  que  envidiar 
á  los  de  la  autora  del  Canto  fúnebre  á  Portales." — Ramón  Tavares  y 
LozAXO  publicó  Floresta  de  la  literatura  sagrada  de  España  ó  colección 
de  pensamientos  escogidos  de  nuestros  autores  de  mayor  mérito,  Ma- 
drid, 1864,  cuatro  vols. — Ramón  Torres  Muñoz  de  Luna  (t  1890), 
catedrático  de  Ciencias  en  Madrid,  profesor  de  Alfonso  XII,  director 
de  La  Esp.  Científica  y  Agrícola  (1882),  publicó  El  Álbum,  de  mis  hi- 
jos, poesías,  Madrid,  1864.  El  Porvenir  de  la  agricultura  española, 
1865.  Estudios  químicos  sobre  economía  agrícola  en  general,  i868. 
La  Cuestión  capital  de  España,  la  agricultura  y  la  hacienda,  1871.  La 
Cuna  del  niño  Dios,  en  tres  jornadas,  1879,  1907. — Alfredo  Torroella 
(t  1879),  habanero,  estrenó  Amor  y  pobreza,  dr..  Habana,  1864.  Poesías, 
ibid.,  1864,  1866.  Careta  sobre  careta,  com.  (1866).  Laureles  de  oro, 
com.  (1867).  El  Ensayo  de  D.  Juan  Tenorio,  1868.  U71  minué,  1868.  El 
Mulato,  dr.,  México,  1870.  El  Istmo  de  Suez.  El  Cajón  de  la  sorpresa. 
J.  Martí,  Rasgos  biogr.  de  A.  Torroella,  1879.  J.  D.  Peza,  Alfredo 
Torroella,  191 1. — Leandro  Torróme  estrenó  Diabluras  de  Serafina, 
com.  (1867).  Luchas  civiles,  drama  (1874). — Elisardo  Ulloa  publicó 
Crónicas  ilustradas  de  la  Guardia  civil,  Madrid,  1864. — Meditaciones 
de  color  claro  y  preludios  poéticos,  por  Valentino,  Madrid,  1864. — 
Benito  Vicente  Garcés  (t  1897),  director  de  El  Eco  de  la  Industria 
(1870),  publicó  Romancero  del  2  de  Mayo  de  1808,  Madrid,  1864.  La 
Campaña  de  Marruecos  descrita  en  romances,  simulando  operaciones 
aritméticas,  Madrid,  1866.  Rom,ancero  de  la  romería  de  S.  Isidro  en 
Madrid,  ibid.,  1874,  1896. — La  Virgen  de  la  Almudena,  Madrid,  1864. 
— 'Miguel  Zaragoza  publicó  Flores  filipinas,  poesías,  Madrid,  1864.' 

126.  Año  i86¿.  Julio  Calcaño  (n.  1840-),  de  Caracas  (Ve- 
nezuela), redactor  de  los  principales  diarios  de  la  República, 
erudito,  filólogo,  crítico  autorizado,  poeta  y  novelista,  histo- 
riador literario,  de  los  varones  más  cultos  y  eminentes  de  su 
tierra.  Blanca  de  TorrcstcUa  es  su  mejor  novela  histórica  sobre 
el  Renacimiento  italiano;  i)ero  hizo  mejor  las  novelitas,  cuen- 
tos y  leyendas  cuando  tomó  asuntos  venezolanos,  haciendo  re- 
vivir personajes  históricos,  como  al  padre  Larrea.  Conserva 
casi  siempre,  hasta  en  su  principal  novela,  un  tono  romántico 
'[ue  le  quedó  de  su  primera  educación.  Kn  poesía  es  realista, 
claro  y  sincero,  con  ecos  de  Campoamor  y  Bécquer. 

NuMA  PoMPiLio  Llona  (1832-1907),  pocta  ecuatoriano  de 
Guayaquil,  estudió  en   Colombia  y  Perú  hasta  doctorarse  en 


JULIO    CALCAÑO 


S.  XIX,  1865.  JULIO  CALCAÑO  SyS 

Leyes;  fué  secretario  del  Congreso  Americanista  de  Lima 
(1864),  cónsul  del  Perú  en  España  é  Italia,  profesor  en  la  Uni- 
versidad de  Lima,  rector  de  la  de  Guayaquil,  Poeta  esmerado 
y  clásico  sonetista,  aficionado  á  las  dificultades  técnicas  junto 
con  alardes  de  independencia  artística,  demasiado  didáctico  y 
reflexivo;  cantó  sus  luchas,  dolores  y  placeres. 

Vicente  García  de  Ouesada  (1830- 191 3),  de  Buenos  Ai- 
res, estudió  en  su  Universidad  hasta  1849,  doctoróse  en  Leyes 
(1855)  y  entró  en  la  política  y  el  periodismo  en  1852.  Fué  dipu- 
tado (1856),  director  de  la  Biblioteca  Pública,  comisionado 
para  recoger  documentos  históricos  en  España  (1873),  ministro 
de  Gobierno  (1877),  diplomático  (1883-1904).  Fundó  La  Rev. 
de  Panamá,  La  Rev.  de  B.  Aires  (24  vols.,  reeditados  desde 
191  i)  y  La  Nueva  Rev.  de  B.  Aires  (1881).  Publicó  muchas 
obras  históricas,  sobresaliendo  literariamente  en  las  Memorias 
de  un  viejo  y  en  las  Crónicas  Potosinas.  Fué  uno  de  los  va- 
rones que  más  trabajaron  por  el  engrandecimiento  de  su  patria. 

127.  G.  Picón-Febres,  La  Liter.  Venes.,  1906,  pág.  289:  "Don 
Julio  Gaicano  deja  muy  atrás  á  su  hermarxo  don  Arístides  en  el  atilda- 
miento de  la  forma ;  pero  sus  versos,  por  lo  general,  son  fríos,  aun 
cuando  en  ellos  se  vea  la  cultura  intelectual  del  escritor.  El  vale  más 
en  sus  críticas,  en  sus  novelas  y  en  sus  cuentos,  á  pesar  de  tener  com- 
posiciones tan  sentidas  como  Al  paterno  campo,  la  cual  no  hubiera 
trabajado  mejor  su  hermano  José  Antonio,  que  es  entre  los  Cálcanos 
el  único  á  quien  puede  calificarse,  á  labios  llenos  de  loores,  de  emi- 
nentísimo poeta."  ídem,  pág.  368:  "El  aspecto  de  la  novela  y  del 
cuento  en  la  pluma  del  escritor  Gaicano  es  uniformemente  románti- 
co, tanto  en  el  fondo  como  en  la  forma  que  lo  viste:  unas  veces  lleno 
<ie  terrorismo  espantoso,  otras  de  sentimentalismo  alambicado."  Jul. 
Gaicano :  Blanca  de  Torrestella,  nov.,  Garacas,  1865,  con  pról.  de  Jor- 
ge González  Rodil;  1901  (3.^  ed.).  Las  Noches  del  hogar,  cuentos  y 
leyendas  extravagantes,  filosóficos,  satíricos  y  chismográficos,  Ma- 
racaibo,  1869.  Resumen  de  las  Actas  de  la  Academia  Venezolana, 
Garacas,  1884.  Id.,  18S6.  Reseña  histórica  de  la  literatura  venezolana, 
ibid.,  1888.  Hojas  de  ciprés,  poesías,  ibid.,  1889.  Discursos,  en  la 
Acad.  Venez.,  ibid.,  1890.  El  Descubrimiento  de  América,  ibid.,  1892. 
Parnaso  Venezolano,  t.  I,  ibid.,  1892.  El  Castellano  en  Venezuela,  es- 
tudio crítico,  ibid.,  1897.  El  Semanario,  tres  vols.,  ibidem.  El  Héroe 
de  Turhaco.  Discursos,  en  la  Acad.  Venez.,  1906.  Tres  poetas  pesi- 
mistas del  s.  XIX,  ibid.,  1907.  Discurso  de  recepción  en  la  Academia 
Nac.  de  la  Historia,  1908.  Cuentos  escogidos,  ibid.,  1913.  Poesías,  dos 
vols.,  ibid.,  1915.  En  Esp.  Mod.:  Epitalamio  (Nov.   1901). 


376     PRIMER   PERÍODO    DE   LA   ÉPOCA   REALISTA    (1850-1869) 

Obras  de  Liona:  La  Escuadra  española  en  las  costas  del  Perú,  poe- 
sías, París,  1865.  Cantos  americanos,  ibid.,  1S66.  Los  Caballeros  del 
Apocalipsis^  1869.  Nuevas  poesías  y  escritos  en  prosa,  Ginebra,  1870, 
Noche  de  dolor  en  las  montañas,  1872.  Cien  sonetos.  Club  literario, 
poema,  Lima.  1876.  Odisea  del  almc,  poema  lírico  (escrito  en  1864), 
ibid.,  1876,  1S77,  1881.  Clamores  de  Occidente,  cien  sonetos  nuevos, 
ibid.,  1880.  Interrogaciones,  poemas  filosóficos,  ibid.,  1880.  Obras  poé- 
ticas, tres  vols.,  Lima,  1880-81-82.  Cantos  patrióticos  y  religiosos.  Poe- 
mas amatorios  y  diversos.  Al  Centenario  del  nacimiento  de  Bolívar, 
1883.  Bosquejos  de  literatos  colombianos,  1886.  La  Estela  de  una  vida, 
poemas,  París,  1893,  con  biografía  y  crítica.  El  Amor  supremo.  Eji 
Esp.  Mod.:  A  España,  soneto  (1900,  Nov.). 

C.  O,  Bunge,  Introd.  á  la  Hist.  Colon.,  1915:  "Las  Crónicas  poto- 
sinas  constituyen,  á  mi  juicio,  la  obra  de  mayor  mérito  literario  del 
doctor  Quesada.  Compónenla  varias  leyendas  y  narraciones  histórico- 
novelescas,  que  se  pueden  considerar  un  dechado  en  su  género.  Huall- 
pa.  Mensajero  fatídico  y  Justicia  de  Dios,  por  ejemplo,  son  verdade- 
ras joyas  de  nuestra  literatura,  y,  por  cierto,  no  tan  conocidas  como 
detíieran  serlo.  En  forma  galana  y  con  estilo  lleno  de  casticidad  y 
elegancia,  el  doctor  Quesada  hace  revivir  episodios  de  la  vida  en  las 
colonias  españolas.  Sabe  diseñar  en  breves  rasgos  las  siluetas  de  sus 
personajes,  sus  preocuipaciones,  sus  creencias,  sus  sentimientos.  Y  no 
es  el  menor  mérito  de  esas  crónicas  el  de  la  verdad  histórica.  La  fan- 
tasía del  autor,  lejos  de  desfigurarla,  la  hace  resaltar  en  forma  níti- 
da y  concluyente."  V.  G.  Quesada :  Escenas  de  la  vida  colonial  en  el 
siglo  XVI,  B.  Aires,  1865.  La  Patagonia  y  las  tierras  australes...,  ibid., 
1875.  Recuerdos  de  España  (1874?).  Las  Bibliotecas  europeas  y  algu- 
nas de  la  América  kitina...,  ibid.,  1877.  El  Virreinato  del  Río  de  la 
Plata  (1776-1810),  ibid.,  1881.  Apuntamientos  histórico-críticos  para 
servir  de  base  á  la  cuestión  de  límites  entre  la  Rep.  Arg.  y  Chile, 
1881.  Memorias  de  un  viejo  (con  seud.  de  Víctor  Calvez),  4.*  ed., 
1889.  Congreso  de  orientalistas,  Roma,  1889.  Crónicas  Potosinas,  dos 
vols.,  París,  1890.  Costumbres  de  la  Edad  Medioeval  Hispano-Ameri- 
(anas,  dos  vols.,  ibid.,  1890.  La  Sociedad  hispano-amcricana  bajo  la 
dominación  española,  B.  Aires,  1893.  Los  Estados  Unidos  y  la  Amé- 
rira  del  Sur  (con  seud.  de  Domingo  de  Pantoja),  1893.  Capitulaciones 
para  el  descubrimiento  v  conquista  del  Río  de  la  Plata  y  Chile...  Mi- 
sión ante  la  Santa  Sede  (1901),  1901.  Los  Indios  en  las  provincias  del 
Río  de  la  Plata,  1903.  Misión  de  Méjico  (1891),  1904.  Misión  de  los 
Estados  Unidos  (1885-92),  dos  vols.,  1904.  Recuerdos  de  mi  vida  di- 
plomática, Roma,  i8r^p,  1904.  Misión  ante  el  Gobierno  del  Brasil,  dos 
vols.,  1908.  La  Vida  intelectual  en  la  América  española  durante  los 
siglos  XVI,  XVII  y  xviii,  B.  Air-^s,  1910.  Derecho  de  patronato,  1910. 
Historia  colonial  argentina,  1915.  Mis  memorias  políticas  (ms.).  Me- 
morias de  la  Biblioteca  (los  años  que  la  dirigió). 


S.    XIX,    1865.    JOSÉ    MANUEL    ESTRADA  Syy 

128.  Año  1865.  Ricardo  Sepúlveda  y  Planter  (n.  1846),  de  Za- 
ragoza, abogado,  redactor  ó  colaborador  de  El  Cascabel,  La  Cosa 
Pública,  Los  Niños,  El  Día,  La  Época,  El  Bazar,  Museo  Universal, 
La  Niñez,  La  Gran  Vía,  Blanco  y  Negro,  El  Gato  Negro,  La  Ilustr. 
Esp.,  Para  Todos,  Gente  Vieja;  dióse  á  conocer  como  poeta  festivo 
en  El  Cascabel  y  estrenó  Cupido  contra  Esculapio,  zarz.  (con  R.  Moly 
de  Baños),  1865.  Al  público  del  Escorial,  monól.,  1876.  El  Pleito  del 
matrimonio  (con  T.  Guerrero).  Notas  graves  y  agudas,  versos,  1867. 
Lluvia  menuda  de  coplas  serias  y  festivas,  1870.  De  doce  á  una,  no- 
velas, tipos,  costumbres,  1871.  Las  Botas,  cuadros  festivos  de  cos- 
tumbres, 1877,  1888.  Las  Cuentas  de  mi  rosario.  En  el  sitio.  La 
Mujer  de  edad.  Los  Efectos  civiles  del  matrimonio.  Después  se 
dio  á  la  historia  y  erudición  y  publicó  La  Casa  de  las  siete  chime- 
neas, 1882.  El  Monasterio  de  S.  Jerónimo  el  Real  en  Madrid,  estudio 
hist. -literario,  1883.  Madrid  viejo,  1887,  1888.  El  Corral  de  la  Pacheco, 
1888.  Sol  y  sombra,  prosa  y  verso,  1895.  Antiguallas,  crónicas,  des- 
cripciones y  costumbres  españolas  en  los  siglos  pasados,  1897.  Su  me- 
jor libro,  con  sus  últimos  versos,  ¡Dolores!,  Lérida,  1881,  no  ha  sido 
destinado  á  la  publicidad.  Pocos  prosadores  han  manejado  con  más 
donaire  y  naturalidad  el  gracejo  y  la  ingeniosa  chispa,  haciendo  ame- 
nas las  cosas  viejas  del  Madrid  histórico. 

José  Manuel  Estrada  nació  en  la  Argentina  en  1842,  fué  director 
del  Colegio  Nacional  y  orador  iribunicio,  periodista  militante,  polí- 
tico honrado,  orador  fogoso,  jefe  del  partido  católico,  historiador,  es- 
tilista esmerado  y  de  buen  castellano,  de  estilo  oratorio,  enérgico, 
lleno  de  frases  de  efecto,  de  imágenes  y  sentencias.  Sus  obras  llegan 
á  doce  tomos.  Murió  en  la  Asunción  del  Paraguay.  Ensayo  histórico 
sobre  la  revolución  de  Antequera.  Lecciones  de  Historia  Argentina, 
con  el  siguiente  criterio  sobre  España:  "Ella  tiene  su  política:  la  ex- 
pulsión de  los  judíos  y  los  moros,  la  colonización  de  América.  Tiene 
su  héroe:  Carlos  V.  Tiene  su  sombría  encarnación:  Felipe  II.  Y  su 
m.onumento,  por  fin:  El  Escorial  Sus  resultados  están  visibles:  se 
llaman  atraso,  se  llaman  tiranía,  se  llaman  Narváez..."  "Se  llaman, 
nosotros  los  americanos^\  debiera  haber  añadido,  para  3er  puntual. 
"Ciegos  los  ojos  por  la  ignorancia,  abrumada  por  el  derecho  divino, 
viste  los  despojos  del  caballero  antiguo  bajo  la  cogulla  del  Inquisidor." 
Todo  esto  será  oratoria  tribunicia,  pero  fundada  en  una  completa 
ignorancia  del  pueblo  á  quien  pretende  pintar  y  en  un  criterio  harto 
parcial  y  patriotero.  Ensayo  histórico  sobre  la  revolución  de  los  comu- 
neros del  Paraguay  en  el  s.  xviii,  Buenos  Aires,  1865.  La  Política 
liberal  bajo  la  tiranía  de  Rosas,  ibid.,  1873.  El  Génesis  de  nuestra  raza, 
el  catolicismo  y  la  democracia,  los  comuneros  del  Paraguay,  ibid., 
1899.  Fragmentos  históricos,  ibid.,  1901.  Alvaro  Melián  Lafinur,  Intro- 
ducción á  Estud.  liter.,  de  Avellaneda,  191 5:  "La  afluencia  elocuente, 
la  imaginación  y  la  fogosidad,  que  son  cualidades  de  Estrada,  se  en- 
cuentran contrapesadas  por  su  falta  de  orden,  medida  y  transparencia." 


37S     PRIMER   PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

Luis  Ricardo  Fors,  catalán,  fecundo  y  curioso  escritor,  director 
de  la  Academia  Española  del  Uruguay,  publicó  El  Entreacto,  sema- 
nario teatral,  Madrid,  1865.  El  Progreso,  diario,  Montevideo,  186S. 
El  Progreso,  seman.,  B.  Aires,  1869-70.  El  Correo  Ibérico,  rev.,  Río  de 
Janeiro,  1871.  Miscelánea  americana,  Madrid,  1871.  Irma  Mor  el,  nov., 
ibid.,  1871.  La  Hoja  de  marfil,  nov.,  Lisboa,  1871.  Episodios  de  zñaje, 
París,  1871.  Artes  y  Letras,  ibid.,  1872.  Cartas  políticas,  ibid.,  1872. 
Floresta  de  edttc.  y  recreo,  rev.  liter.,  Lisboa,  1874.  Rev.  Occidental, 
ibid.,  1874.  Gaceta  Oficial  Americana,  semanar.,  Londres,  1874-75 
(con  N.  Díaz  Benjumea).  Archivo  latino-americano,  ibid.,  1875.  De 
Madrid  á  París,  París,  1875.  Galería  de  andaluces  ilustres,  Sevilla, 
1877.  El  Arte,  seman..  Habana,  1880.  Amor  y  pasteles,  Sevilla,  1878. 
Indicaciones  para  una  galería  de  andaluces  ilustres,  Habana,  1879. 
Por  las  piernas,  ibid.,  1880.  Los  Hombres  españoles,  americanos  y 
lusitanos  pintados  por  sí  mismos  (con  Benjumea),  Barcelona,  1881. 
Diccionario  enciclopédico  de  la  Masonería,  ibid.,  1883.  Lo  que  está  de 
Dios,  prov.  en  un  acto,  ibid.,  1886.  Arnús,  jug.,  1886.  Tierras  y 
tipos,  Montevideo,  1890;  La  Plata,  1905.  Los  Secretos  de  la  espada, 
B.  Aires,  1894.  Levantamiento...  de  la  provincia  de  B.  Aires,  ibid., 
1895.  Exégesis  de  la  mayor  revolución  humana,  ibid.,  1897.  Baladas 
americanas.  La  Plata,  1897.  Idilio,  escenas  cubanas,  ibid.,  1897.  Fan- 
tasmas y  aparecidos,  ibid.,  1898.  Espíritu  del  Quijote,  ibid.,  1901 ; 
B.  Aires,  1916.  Las  Bibliotecas  de  Montevideo,  La  Plata,  1903.  Vida 
de  Cervantes,  ibid.,  1904;  B.  Aires,  1916.  Discurso  en  el  tercer  centén, 
del  Quijote,  ibid.,  1905.  Criptografía  quijotesca.  La  Plata,  1905.  Filo- 
scfía  del  Quijote,  ibid.,  1906.  Supercherías  liter.  sobre  el  escudo  de 
D.  Quijote  (en  la  2.*  ed.  de  El  Espíritu  del  Quijote). 

Melchor  Pacheco  y  Obes  (1809-1851),  de  Buenos  Aires,  tribuno 
ardoroso,  valiente  coronel,  poeta  melancólico  y  sentimental,  discípulo 
de  Echeverría,  i)ero  más  mesurado,  de  quien  se  publicaron  en  La  Re- 
vista Literaria  (1865)  El  Cementerio  de  Alégrete,  en  tono  melancólico 
y  grave;  A  tina  Cruz  en  medio  del  Campo  y  otras  poesías.  Raúl  Monte- 
ro y  Bustamante,  El  Parnaso  Oriental,  1905:  "Fué  una  personalidad 
hecha  de  violentos  contrastes,  un  alma  dual  ya  iluminada  por  un  relám- 
pago de  genio,  ya  presa  de  pasiones  bravias,  ya  arrastrada  por  uno  de 
esos  arranques  que  hacían  de  nuestros  abuelos  verdaderos  héroes,  ya 
inquieta  y  llena  de  duda,  vacilante  ante  el  porvenir...  Nacido  en  plena 
revolución,  su  alma  se  modeló  en  las  ideas  y  los  sentimientos  que  agi- 
taron á  los  hombres  del  año  10.  La  literatura  romántica  concluyó  de 
formar  su  espíritu  y  le  lanzó  en  plena  crisis  á  la  vida  pública,  adonde 
llevó  sus  sueños  girondinos.  Fué  uno  de  los  tantos  enfermos  de  liris- 
mo. A  la  manera  de  Juan  Carlos  Gómez,  que  hizo  de  su  vida  un  poe- 
ma, él  hizo  de  la  suya  una  epopeya.  Poseía  la  frase  fulgurante  y  grá- 
fica de  los  convencionales  del  89  y  sabía  dominar  las  muchedumbres 
con  la  actitud  dantoniana  y  la  palabra  tonante  y  llena  de  fuego  de 
Robespierre...   Ll  poeta  fué  lo  accidental  en  él.  Sus  versos  expresan 


S.  XIX,   1865.  P.  JULIO  ALARCÓN  Y  MELÉNDEZ  Syg 

SUS  íntimos  pesares  ó  las  ideas  melancólicas  de  un  espíritu  cansada 
de  la  lucha." 

Felipe  Picatoste  y  Rodríguez  (1842-1892),  madrileño,  archivero, 
matemático,  astrónomo,  geógrafo,  historiador,  poliglota,  bibliófilo  y 
crítico  de  altos  vuelos,  pasó  la  juventud  enseñando,  luchó  después  por 
•la  democracia,  y  al  triunfar  la  revolución  de  1868,  fué  director  de  la 
Gaceta,  administrador  de  la  Imprenta  Nacional.  Escribió  en  El  Ma- 
drileño (1860),  Rev.  del  Movimiento  Intelectual  en  Europa  (1865-67), 
Las  Novedades  (1869-70)  y  Fígaro.  Firmó  las  más  veces  Felipe.  Sus 
libros  son  todos  de  macizo  pensador  y  de  elevado  crítico :  Andar  y 
ver.  Excursión  á  las  provincias  del  Norte  y  Mediodía  de  Francia, 
Madrid,  1865.  Las  Frases  célebres,  1878,  1880.  Centenario  de  Calde- 
rón, 1881.  La  Estética  en  la  naturaleza,  en  la  ciencia  y  en  el  arte^ 
1882.  D.  Juan  Tenorio,  1883.  Estudios  sobre  la  grandeza  y  la  deca- 
dencia de  España,  tres  vols.,  1883,  1887.  La  Casa  de  Cervantes  en  Va- 
lladolid,  1888.  Apuntes  para  una  biblioteca  científica  española  del  si- 
glo XVI,  1891.  Últimos  escritos...,  1892.  Compendio  de  Historia  de 
España,  1907  (7."  ed.). 

Julián  Castellanos  y  Velasco  (t  1891),  demócrata,  publicó  Flo- 
res y  espinas,  poesías  (con  Gabriel  Bueno),  Toledo,  1865.  Los  Cacos, 
su  historia,  cuadros  del  natural  (1878).  Los  Discípulos  de  Caco,  dos 
vols.  (1881).  Odio  de  rasa  ó  la  Sultana  loca  (18S2).  El  Hijo  de  la  no- 
che ó  la  herencia  del  crimen  (1883).  La  Venganza  de  un  proscripto 
(1883).  La  Hija  del  crimen,  nov,,  dos  vols.  (1883-84).  La  Hija  del  ver- 
dugo (1884).  El  Favorito  de  la  reina  (1884).  Castigo  del  cielo,  nov., 
dos  vols.  (1884).  La  Virgen  María  (1885).  Advocaciones  de  la  Virgen 
(1886).  La  Bruja,  anales  secretos  de  la  Inquisición  (1886).  Los  Ratas 
(1887).  La  Luz  del  cristianismo  (1889).  La  Hija  del  cura  (1889).  El 
Destripador  de  mujeres  (1889).  Ensueños  de  rosa  y  oro  (1889).  Se- 
cretos de  la  honra,  dos  vols.  Roberto  el  pirata,  dos  vols.  Para  el  tea- 
tro: Feliz  viaje,  D.  Juan  (1869);  Luisa  (1872),  Casimiro  (1873),  Et 
Fantasma  del  aldea  (1878),  El  Estudiante  de  Maravillas  {ú 


12  9.  Año  1865.  Buenaventura  Abárzuza  (1841-1910),  habanero, 
ministro  de  Ultramar  (1894),  firmador  del  Tratado  de  París  (1898), 
publicó  Una  historia  de  amor,  dr.,  1865. — José  M.*  Aguilar  y  Sán- 
chez publicó  Ayer  y  hoy  de  Valladolid  ó  sea  historia  gral.  de  Castilla 
la  Vieja  y  particular  de  Valladolid,  ibid.,  1865. — A.  Aguilera  y  Ve- 
lasco  publicó  Códices  antiguos,  Madrid,  1865,  cuatro  vols. — El  padre 
Julio  Alarcón  y  Meléndez  (n.  1843),  por  seud.  Saj,  jesuíta  cordo- 
bés, director  muchos  años  del  Mensajero  del  Corazón  de  Jesús,  en 
Bilbao,  publicó  Sentimientos,  Madrid,  1865.  Lealtad  á  prueba,  ensayo 
dram.,  Bilbao,  1886.  El  Azar,  dr.,  ibid.,  1887.  De  broma  y  de  veras. 
Genialidades,  Bilbao,  1892.  No  hay  posada,  pieza  andaluza,  1892.  La 
Europa  salvaje,  1894.  Intenciones,  tres  vols.,  1894.  A  los  jóvenes,  dos 
feminismos  y  la  aristocracia  del  cielo,  diálogos  en  verso,   1901.  De 


38o     PRIMER  PERÍODO    DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

broma  y  de  veras,  relatos  infantiles,  1901.  Fragmentos  más  ó  menos 
intencionados,  1902.  Un  feminismo  aceptable,  Madrid,  1908,  Un  gran 
artista,  ibid.,  1910.  Recuerdo  de  recuerdos,  Bilbao,  1912.  La  B.  Mag- 
dalena Sofía  Bar  ai,  Barcelona,  19 12.  Guía  particular  del  viajero  á 
través  de  todos  los  países  conocidos  y  desconocidos,  Bilbao.  Una  ce- 
lebridad desconocida  (Concepción  Arenal),  Madrid,  1914. — El  Álbum 
de  las  familias,  seman.  liter.,  Madrid,  1865-67. — Álbum  del  buen  hu- 
mor ó  colección  de  cuentos,  anécdotas,  consejan,  chcscarrillos,  dicha- 
rachos..., Madrid,  1865. — Fernando  Alfonso  Fulgosio  (183 i- 1873), 
archivero  y  periodista  gallego,  publicó  Crónica  de  las  provincias  de 
la  Coruña,  Pontevedra  y  Orense,  tres  vols.,  1865-66-67.  Alfonso,  re- 
cuerdos de  Galicia,  Madrid,  1866.  La  Ultima  señora  de  Insúa,  novelas 
y  leyendas,  recuerdos  de  Galicia,  1867.  La  Perla  de  Lima,  1869.  Cró- 
nica de  las  Islas  Filipinas,  1871  (con  muchos  errores).  Ultimas  rela- 
ciones de  España  con  las  Rep.  de  Chile  (en  Rev.  Esp.,  1871-72,  to- 
mos XXIII-XXV).  El  Cura  de  Fruime  (ibid.,  1872,  ts.  XXVII- 
XXVIII).  Apuntes  para  la  historia  de  Galicia  (ibid.,  1870-71,  to- 
mos XV-X\^III).  Una  mata  de  helécho  en  la  provincia  de  Má- 
laga (ibid.,  1869,  t.  X).  El  Día  de  Santiago,  nóv.  (ibid.,  1870,  to- 
mos XII-XIII).  Apuntes  para  el  libro  de  Zamora  (ibid.,  1873-74,  to- 
mos XXXII-XXXVI).  Consúltese  Rev.  Archiv.,  1873  (Oct.).— Nico- 
MEDES  Antelo  publicó  El  Poeta  y  el  fraile,  Buenos  Aires,  1865.  Im- 
presiones de  viaje,  Barcelona,  1911-12. — 'Ventura  del  Arco  recogió 
Documentos  y  relaciones  para  la  Historia  de  Filipinas  (Madrid,  1859- 
1865,  ms.  Vindel). — ^JosÉ  de  Armas  y  Céspedes  (1834-1900),  de  Puerto 
Príncipe,  director  de  la  Aurora  del  Yumurí  (1868),  publicó  Un  desa- 
fío, nov.,  Habana,  1865. — José  Miguel  de  Arrieta  Mascárua  (1798- 
1869),  de  Güeñes  (Vizcaya),  diputado  á  Cortes,  publicó  Vida  del  Ven. 
mártir  el  limo.  Sr.  D.  Valentín  de  Berrio-Ochoa,  obispo  de  Centuria 
y  Vicario  Ap.  del  Tonquín,  Bilbao,  1865. — Valentín  Arróniz  y  Tho- 
íias  (n.  1845-),  de  Cartagena,  sobrino  de  Teresa  Arróniz,  intendente 
de  Administración  de  la  Armada  y  poeta  festivo  v  dramático  que  no 
ha  coleccionado  sus  trabajos. — .Serapio  Baqueiro  publicó  Ensayo  his- 
tórico sobre  las  revoluciones  del  Yucatán  (1840-1864),  Mérida,  1865. 
— Federico  Bardan  estrenó  Las  Cartas  de  Rosalía,  zarz.  (1865). — 
Juan  Bellido  y  Montesinos  publicó  Historia  Militar  de  España,  Ma- 
drid, 1865.  El  General  Prim,  ibid.,  1869.  La  Guerra,  ibid.,  1869. — Hi- 
lario Blanco  y  Jiménez  publicó  Fábulas  morales,  políticas  y  litera- 
rias en  variedad  de  metros,  Madrid,  1865,  1883. — Francisco  Blanch 
É  Illa  publicó  Crónica  de  la  provincia  de  Gerona,  1865. — Salvador 
Carrera  y  Bou  (1845-1911),  actor  y  autor  dramático  barcelonés,  pu- 
blicó En  el  fondo  del  mar  y  La  Vengadora  de  su  honra,  novelas.  Ana- 
tomía de  la  mujer  y  Las  Mujeres  y  sus  nombres,  poesías,  1876.  Hija 
por  hija.  El  Ultimo  de  su  raza.  Un  hidalgo  á  la  intemperie.  La  Mejor 
corona.  Flis-flas.  La  Guerra  civil.  ¡Casi  siempre!  Industria,  Comer- 
cio y  Artes.  Sueños  dorados.  Los  Angeles  de  la  tierra.  La  Ley  natural. 


S.    XIX,    1865.    EDUARDA   FEIJÓO   DE  MENDOZA  38 1 

La  Perla  negra,  comedias.  Dirigió  La  Exposición  (iScSó-Sg),  de  Bar- 
celona, y  Álbum  Salón  (1902). — ■Antonio  Luis  Carrión  (1839-1893), 
malagueño,  director  en  su  tierra  de  El  Papel  verde,  El  Amigo  del 
Pueblo,  Rev.  de  Andalucía,  y  en  Madrid  de  La  Justicia,  colaborador 
de  El  Teatro  (1864),  creó  la  Biblioteca  Andaluza,  fué  gran  periodista, 
amigo  de  Salmerón  y  estrenó  Un  pollo  de  sesenta  años,  com.,  1865. 
Publicó  Cantos  populares,  1870.  Recuerdos  y  aspiraciones,  1878.  Ecos 
del  Tajo,  1878.  Lágrimas  y  desencantos.  Estudios  literarios.  Ciencias- 
y  literatura.  Miscelánea. — Emilio  de  la  Cerda  Gariot,  dibujante  ma- 
lagueño, director  de  El  Avisador  Malagueño  (1890),  publicó  Un  drama 
al  pie  del  Vesubio,  dr.,  1865.  Guía  de  Málaga,  1866.  Ensayos  poéticos, 
Málaga,  1868.  Un  recuerdo  á  Torrijas,  loa.  Notas  de  mi  lira.  Málaga, 
1876.  La  Hora  de  lu  paz,  loa,  1S76.  El  Ultimo  día  de  Numancia,  dr. 
lírico.  Tipos  de  mi  tierra,  1885.  Esposo,  amante  y  marido,  nov.,  1888. 
El  Secreto  de  Ernestina,  nov.,  1888.  Tipos  andaluces,  Madrid,  1890. — 
Enrique  Cillis  de  López  publicó  La  Moda,  primeros  ensayos  poéti- 
cos, Toledo,  1865. — Códigos  y  leyes  de  España,  Madrid,  1865,  cuatro 
tomos. — Colección  de  composiciones  premiadas,  Córdoba,  1865. — José 
Domingo  Costa  y  Borras,  arzobispo  de  Tarragona:  Obras,  Barcelo- 
na, 1865,  dos  vols. — Crónica  general  de  España...,  por  conocidos  es- 
critores..., Madrid,  1SÓ5-71,  13  vols.,  director,  Cayetano  Rosell. — Ca- 
simiro Delmonte  (1838-1887),  de  Cimarrones  (Cuba),  estrenó  Rosas 
y  diamantes,  com..  Matanzas,  1865.  Poesías,  1867.  El  Árbol  de  los 
Gusmanes,  dr.,  1883.  En  la  ciénaga,  nov.,  1909-10. — Antonio  Díaz 
Quintana  publicó  Álbum  cristiano,  calece,  de  poesías  y  leyendas  reli- 
giosas de  nuestros  primeras  escritores,  Madrid,  1865. — ^Enrique  Do-* 
MÉNECH  publicó  Carlos  y  Elvira,  nov.,  Madrid,  1865. — Miguel  Lu- 
ciano Domínguez,  granadino,  publicó  Mis  veladas,  poesías  festivas. 
1865. — Ambrosio  Echemendía  (t  1898),  esclavo  pardo  de  Trinidad 
(Cuba),  libertado  en  1865  por  suscripción  popular,  por  seud.  Mácsimo 
Hero  de  Neiba,  publicó  Murmurios  del  Táyaba,  poesías,  Trinidad, 
1865. — Federico  Henríquez  y  Carvajal  (n.  1848),  de  Santo  Domin- 
go, fautor  y  ai'udador  de  los  insurrectos  cubanos  (1868-95),  maestro, 
orador,  periodista  y  magistrado,  por  seud.  Porfirio,  publicó  Mis  de- 
seas, poesía,  á  los  diez  y  siete  de  su  edad.  El  Hambre  epopeya  ó  De 
flor  en  flor,  comedia  en  prosa  y  verso,  escrita  en  1870,  sin  publicar. 
En  su  juventud  hizo  también  dramas,  entre  ellos.  La  Hija  del  hebreo. 
Juvenilia  (1915?). — ^Domingo  Erosa  y  Fontán  publicó  El  Maestro  de 
escuela,  nov.,  Santiago,  1865. — La  Escena,  rev.  de  música  y  teatros, 
Madrid,  1865-67. — Joaquín  Espar,  presbítero,  publicó  Curso  teórica- 
práctica  de  predicación,  Barcelona,  1865. — Miguel  Febrer,  francisca- 
no exclaustrado,  publicó  Alivio  de  directores  de  almas,  Barcelona, 
1865. — Eduarda  Feijóo  de  Mendoza  publicó  Redención  por  amor, 
nov.,  1865.  Doña  Blanca  de  Lanuza,  novela  histórica,  1866,  1869,  dos 
vols.  El  Puente  mayar  de  Valladolid,  leyenda  tradicional,  Valladolid, 
1872.  La  Conquista  de  Madrid,  Madrid,   1873,  dos  vols. — Rafael  M. 


382     PRIMER  PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

Fernández  Neda,  uno  de  los  fundadores  de  El  Consultor  del  Censo  y 
del  Registro  civil,  publicó  Auroras,  poesías,  Madrid,  1865. — Fray  Joa- 
quín FoNSECA,  dominico,  buen  escritor,  poeta,  orador,  filósofo,  que 
brilló  en  Manila  y  fué  retirado  á  Avila  por  haber  tanto  descollado. 
Publicó  Panegírico  de  S.  Tornas,  Manila,  1865.  Obsequio  á  los  ven- 
cedores del  Callao,  poesías,  1866.  Discurso,  1868.  Oración  fúnebre, 
1868.  Historia  de  los  PP.  Dominicos  en  las  JsUis  Filipinas  y  en  sus 
Misiones  del  Japón,  China,  Tung-Kin  y  Fomwsa...  hasta  1840,  obra 
orig.  é  inéd.  del  M.  R.  P.  Fr.  Juan  Ferrando...,  corregida,  variada  y 
refundida,  Madrid,  1870,  seis  vols.  (de  las  más  eruditas  y  en  hermoso 
castellano).  Sermones,  1871,  1872,  5'.  Tornas  de  Aquino  en  presencia 
de  S.  Alb,  Magno,  diálogo,  Manila,  1874.  Los  Mártires  dominicos  del 
Extremo  Oriente,  poema,  Milán,  1877  (cast,  é  ital.) ;  Madrid,  1878. 
La  Catedral  de  Manila,  Manila,  1880. — Juan  M.  García  de  la  Linde 
(t  18S7),  médico  militar,  catedrático  del  Instituto,  estrenó  Hipocre- 
sía, com,.  Puerto  Príncipe,  1865.  La  Sonrisa  de  un  ángel,  com;,  1865- 
66. — Manuel  García  Retamera  publicó  Diario  evangélico  en  que  se 
hallan  incluidos  todos  los  evangelios...  á  las  festizñdades  del  año,  tra- 
ducidos en  verso,  Madrid,  1865,  dos  vols. — Mariano  García  Jiménez 
estrenó  Ardides  de  amor,  zarz.  (1865). — M.  Gómez  Mañez  publicó 
Cantares  lingüísticos,  Segorbe,  1865. — Manuel  Gómez  Sánchez,  pe- 
ruano, coleccionó  Mixtura  para  el  Bello  Sexo,  repertorio  de  canciones 
y  yaravíes  cantables,  antiguos  y  modernos.  Arequipa,  1865. — José  Joa- 
quín Govantes  (t  1881),  habanero,  estrenó  Unu  vieja  como  hay  mu- 
chas, com..  Habana,  1865.  Horas  de  amargura,  poesías,  ibid.,  1865. 
Poesías,  ibid.,  1867. — José  Guijarro  y  Rico  estrenó  Tomasa  la  Trini- 
taria, 1865. — Aloís  Heiss  publicó  Descripción  general  de  las  monedas 
hispanocristianas  desde  la  invasión  de  los  árabes,  tres  vols.,  Madrid, 
1865. — 'Manuel  Henao  y  Muñoz  (1828-1891),  de  Llerena,  abogado,  fis- 
cal del  Supremo,  fundador  de  El  Eco  de  Castilla  (Valladolid,  185 1), 
El  Progreso  Comercial  (1861),  La  Independencia  Española  (1869), 
Los  Dos  Mundos;  estrenó  Armonías  conyugales,  jug.,  1865.  Publicó 
Los  Barbones  ante  la  Revolución,  Madrid,  1868,  tres  vols.  El  Libro 
del  pueblo,  1872  (3."  ed.),  1883.  El  Ángel  caído  ó  la  mujer,  poema, 
1877.  Estudios  críticos,  1879.  El  Drama  de  la  vida,  poema,  1879. — 
Juan  Hernández  y  Rodríguez  publicó  Mañanas  de  neblina,  poesías, 
Habana,  1865. — Historia  de  las  Ordenes  de  Caballería  y  de  las  conde- 
coraciones españolas.  Redactada  por  varios  escritores,  Madrid,  1865, 
dos  vols. — Homilías  para  todos  los  domingos  del  año,  por  la  Redac- 
ción de  la  "Guía  del  Clero",  Madrid,  1865. — Luis  G.  Inclán,  mexica- 
no, publicó  Astucia,  el  jefe  de  los  hermanos  de  la  Hoja,  ó  los  charros 
contrabandistas  de  la  Rama,  dos  vols.,  México,  1865-66,  novela  de 
costumbres  mejicanas,  henchida  de  vida  y  color. — Julio  L.  Jaimes 
(nació  1845?),  poeta  boliviano,  por  seudónimo  Brocha  Gorda,  pu- 
blicó La  Villa  imperial  de  Potosí.  Morir  por  la  Patria,  drama.  Un 
hombre  en  apuros,  comedia.  Crítica  literaria...  Epílogo  de  la  guerra 


S.     XIX,     1865.     JUAN     PIZARRO  383 

del  Pacífico.  Galería  de  Hombres  públicos  de  Bolivia. — Gregorio 
Lasaga  Larreta  publicó  Compilación  histórica,  biográfica  y  marítima 
de  la  provincia  de  Santander,  Cádiz,  1865. — José  M."  León  y  Domín- 
guez (n.  1838),  gaditano,  canónigo  (1880),  catedrático  del  Seminario 
-de  Cádiz,  director  desde  1885  del  Bolet.  Ecles.,  colaborador  de  la  Rev. 
Ecles.  (1898),  estrenó  El  Ángel  del  Piiig-ICerdá,  dr.,  1865.  Los  Márti- 
res patronos  de  Cádiz,  dr.,  1865.  El  Seise  mártir  de  Zaragoza,  auto, 
Córdoba,  1874.  La  Reconquista  de  Cádiz,  dr.,  1874.  Leyendas  históri- 
cas y  morales,  Cádiz,  1866,  dos  vols.  Páginas  del  hogar.  Álbum  des- 
criptivo de  un  viaje  por  Italia...  Galería  dramática  infantil  (más  de 
cien  piezas),  1881-82.  El  Sueño  de  la  novicia,  1882.  Recuerdos  gadi- 
tanos, Cádiz,  1897.  El  Siervo  del  Centurión,  1905.  Mártir  hijo  de  la 
mártir,  1905.  La  Casa  de  locos,  1906.  Berenice,  dr.,  1906.  Cristo  resu- 
citado, 1906. — iLoR£NZO  LÓPEZ  Y  MuÑiz,  español,  publicó  Flores  del 
alma,  poesías,  Habana,  1865,  tributo  al  poeta  J.  J.  Milanés. — Ramón 
LÓPEZ  Borreguero,  español  cuyo  padre  nació  en  Guayana,  publicó 
Elena  de  Montesanto  ó  episodios  del  sitio  de  Pavía,  novela  histórica, 
Madrid,  1865.  Los  Indios  caribes,  memorias  interesantes  de  Venezue- 
la, ibid.,  1875,  dos  vols. ;  Barcelona,  1886. — ^Carlos  María  de  la  Cer- 
da publicó  El  Gorro  de  mi  abuelo,  cuentos  fantásticos  en  prosa  y  ver- 
so, Madrid,  1865. — Manuel  María  de  la  Cueva  estrenó  La  Conquista 
de  mi  mujer,  com.  (1865). — José  de  Jesús  Márquez  (1837-1902),  ha- 
banero, publicó  Jorge,  nov..  Habana,  1865.  Aurora,  nov.,  1873.  La 
Hija  de  Jin  bandido,  1873.  La  Imprenta  y  el  periodismo,  19  artíc, 
1878.  Aventuras  de  un  sordo,  nov.,  1888.  Los  Hermanos  del  silencio, 
nov.,  1896. — Joaquín  Martínez  Pinillos  estrenó  Una  pasión  al  vapor, 
jug.  (1865). — LuGARDA  Mirabal,  poctisa  de  Güines  (Cuba),  publicó 
Poesías,  Habana,  1865. — Vicente  Emilio  Molestina  publicó  Lira  ecua- 
toriana, colección  de  poesías  nacionales,  Guayaquil,  1865,  de  medianos 
poetas.  Literatura  ecuatoriana,  colección  de  antigüedades  literarias,  fá- 
bulas, epigramas,  sátiras...,  Lima,  1868. — Justo  Morales  estrenó  Un  re- 
trato, dr.,  Habana,  1865. — Ricardo  Morales  de  Castro  estrenó  Panchi- 
to,  jug.  (1865).  Misterios  de  la  calle  de  Toledo,  dr.  (1866). — 'Sinforoso 
Nodal  estrenó  Música,  pintura  y  guerra,  jug.,  Peñaranda,  1865. — Ma- 
nuel Nogueras  estrenó  Un  alcalde  constitucional,  jug.  (1865). — Patro- 
cinio en  la  Corte  de  la  Luna,  novela  que  muy  bien  pudiera  llannarse  his- 
tórica, escrita  por  Claridades  y  su  compadre  Mateo,  Barcelona,  1865. — 
Josefina  Pelliza  de  Sagasta,  nació  (1848)  en  la  provincia  de  En- 
tre-Ríos, de  la  Argentina,  y  comipuso  á  los  diez  y  siete  de  su  edad  sus 
mejores  poesías. — El  padre  Manuel  Pérez  de  la  Madre  de  Dios,  es- 
colapio, publicó  Corona  Calasancia  ó  noticias  biográficas  de  los  varo- 
nes ilustres  de  las  Escuelas  Pías...,  Madrid,  1865,  cuatro  vols. — Nar- 
ciSA  Pérez  Reo  yo  y  Soto  de  Boado  (1849- i  892),  de  Santiago  de  Com- 
postela,  publicó  Cantos  de  la  infancia,  Lugo,  1865.  Devocionario  in- 
fantil, en  verso,  ibid.,  1867.  Horas  perdidas,  poesías,  ibid.,  1873.— Juan 
PiZARRO,   cubano,   publicó    Valromey,  nov.,   París,    1865   (en   francés). 


384     PRIMER   PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

Italia,  1865. — Poesías  dedicadas  á  S.  M.  la  Reina  doña  Isabel  II  al 
ceder  á  la  Nación  la  mayor  parte  de  su  Real  patrimonio,  Madrid, 
1865;  de  70  autores.-^JoAQUÍN  Posada  Gutiérrez  (1797-1881),  de  Car- 
tagena de  Indias  (Colombia),  general  en  la  guerra  de  la  Independen- 
cia que  acompañó  á  Bolívar,  fué  orador  y  político  notable  y  publicó 
el  mejor  libro  de  historia  de  Colombia,  con  título  de  Memorias  histó- 
rico-políticas  del  General  J.  P.  G.,  t.  I,  Bogotá,  1865;  t.  II,  ibid.,  1881. 
Véase  M.  Ant.  Caro,  Artículos  y  Discursos. — El  Progreso,  rev.  de 
cieñe,  letr.  y  artes,  dirigido  por  Escosura,  Segovia  y  Valera,  Madrid, 
1865. — ^JuAN  Rizzo  Y  Ramírez  publicó  Juicio  crítico  de  D.  Alvaro  de 
Luna,  Madrid,  1865.— /Francisco  Rodríguez  García,  abogado  en  Ma- 
drid, publicó  Crónica  del  señorío  de  Vizcaya,  Madrid,  1865. — Doña 
Natividad  de  Rojas  y  Ortiz  de  Zarate  estrenó  Una  apuesta  en  la 
velada  de  S.  Juan,  zarz.  (1865). — Ubaldo  ó  Waldo  Romero  de  Qui- 
ñones (1843-1915),  de  Ponferrada,  por  seud.  El  Bachiller  Canta-Claro 
y  Sexto  Pompeyo,  coronel  de  Caballería,  director  de  La  Linterna  del 
Pueblo  (1868),  publicó  Curso  completo  de  gramática  parda,  Madrid, 
1865  (tres  edic).  La  Chusma,  tipos  de...  novela,  dos  vols.,  1874.  Sensi- 
tiva, nov,  1875.  Los  Huérfanos,  nov.,  1880,  1890  (10.°  ed.).  El  Pactum, 
entr.  trágico-bufo,  1881.  Juan  de  Avendaño,  nov.,  1883.  Violeta,  1883. 
El  General  Motín,  nov.,  1886.  Abnegación,  nov.,  1887.  Tontón,  1888. 
El  Lobtimano,  1894  (2.*  ed.).  La  Cariátida,  nov.,  1807.  Biografía  de 
D.  Basilio  Paraíso,  Guadalajara,  1899.  La  Neurosis  anárquica,  ibid., 
1900.  La  Bestia,  Madrid,  1902.  Evangclina,  1904.  Golfines,  1905.  Con- 
cepto real  del  arte  en  la  literatura,  1905.  La  Trinidad,  1906.  La  Ver- 
dad, 1907.  Los  Señores  Diputados,  400  semblanzas  en  z>erso,  pról.  de 
Galdós,  1907.  Amaupsiquis,  1908.  Psicología,  Guadalajara,  1909.  Psi- 
cología del  poema  '^El  Ingenioso  Hidalgo"",  Madrid,  1912.  Reden- 
ción humana,  1913.  La  Viuda,  nov.,  1914. — Federico  Rosado  y  Brin- 
can (t  1894),  español,  publicó  Sentimientos  y  esperanzas,  poes.  y  ley., 
Puerto  Príncipe,  1865.  Poesías,  Habana,  1897. — Víctor  Roselló  pu- 
blicó Del  Perú  á  Europa,  relación  de  un  viaje,  Barcelona,  1865.  Cris- 
tóbal Colón,  poema,  Barcelona,  1874. — Victorina  Sáenz  de  Tejada, 
en  el  claustro  María  de  los  Angeles  (1841-1910),  granadina,  poetizó 
desde  niña,  y  en  1866  era  ya  muy  conocida  por  su  leyenda  Nuestra 
Señora  de  Covadonga,  premiada  en  la  Academia  Mariana  de  Lérida. 
Imprimióse  un  tomo  de  sus  Poesías,  Granada,  1865,  y  después  compu- 
so el  canto  Glorias  de  Antequera  (1H67)  y  Una  lágrima  sobre  Espa- 
ña, durante  la  Revolución  del  68.  En  1869  pasó  á  Sevilla,  donde  ganó 
un  premio  con  la  leyenda  D.  Miguel  de  Manara  (i'^73),  entró  religio- 
sa agustina  en  el  convento  del  Espíritu  Santo  (1876)  y  su  última  com- 
IX)sición  religiosa  fué  el  delicado  poema  sobre  la  Virgen  Azucena  en- 
tre Espinas.  Consúltese  J.  Cáscales,  Sevilla  intelectual,  1896. — Saine- 
tes:  El  Paje  de  la  llave,  Herir  por  los  mismos  filos,  Los  Genios 
encontrados,  La  Fiesta  del  lugar  en  Navidad,  La  Vanidad  en  la  locura, 
1865. — Nicolás  Sánchez  Pérez  (t   1864),  cubano:  Poesías,  Habana, 


S.    XIX,     1866.    MIGUEL    RAMOS    CARRIÓN  385 

18Ó5. — ])usiO  DE  LOS  Santos  Parra  estrenó  La  Hija  del  obrero,  dr. 
(1865). — Natalicio  Talayera,  nacido  en  Villarrica  (1837)  del  Para- 
guay, escribió  en  el  Semanario  artículos  y  versos,  y  en  la  guerra  de 
1865  militó  en  los  ejércitos  de  López,  coomponiendo  á  la  vez  cantos 
guerreros,  que  se  hacían  populares  y  se  han  perdido.  "Toscos  eran  sus 
versos^  dice  Olegario  Andrade,  pero  ardientes,  animados  por  el  en- 
tusiasmo de  la  patria,  encendidos  por  la  chispa  de  la  fe  en  la  victo- 
ria." Un  himno  de  este  primer  poeta  paraguayo  puede  leerse  en  la 
Antología  de  su  país,  de  José  Rodríguez  Alcalá. — R.\fael  Tejada  y 
Alonso  estrenó  Juan  Tumbón,  revista  joco-seria  del  año  iS6¿,  en  el 
teatro  de  Novedades,  con  Manuel  Ossorio  y  Bernard  (1865,  Dic). — 
El  Trovador  católico,  cantos  religiosos...,  por  A.  G.  T.,  Madrid,  1865. 
— Juan  Francisco  Valerio  (t  1878),  habanero,  satírico  y  costum- 
brista, aunque  incorrecto  y  sin  gusto,  publicó  Cuadros  sociales,  Ha- 
bana, 1865,  1876,  1883.  Perro  huevero  aunque  le  quemen  el  hocico 
(1S68). — José  de  Velilla  y  Rodríguez  (1847-1904),  sevillano  y  her- 
mano de  la  poetisa  Mercedes,  bastante  buen  poeta  clásico,  aunque 
flojo  dramático,  compuso  á  los  diez  y  siete  de  su  edad  el  drama  Don 
Jaime  el  Desdichado,  estrenado  en  1865;  después.  Mira  de  Amescua  ó 
el  valle  de  lagrimáis  (1867),  Witiza  (1870),  La  Expulsión  de  los  moris- 
cos (1871),  El  Ultimo  día  (1874),  Torrigiano  (1874),  La  Luz  del  rayo 
(1875),  Reinar  para  no  reinar  (1877),  A  espaldas  de  la  ley  (1889),  La 
Duda  (1892),  Los  Enemigos  del  orden  (1892),  Daniel  (1894),  ¡Venci- 
do! (1894),  Eva  (1899).  Publicó  Meditaciones  y  recuerdos,  poesías, 
Sevilla,  1875.  El  Teatro  en  España  (disc.).,  ibid.,  1876.  Concepción 
Estevarena,  ibid.,  1877.  Los  Juegos  florales  (1888).  Doña  Antonia 
Días  de  Lamarque,  Sevilla,  1893.  Poesías  líricas,  ibid.,  1912.  His- 
toria y  origen  de  los  instrumentos  musicales.  La  Necrópolis  de 
Carmona.  Consúltese  Manuel  Chaves,  D.  José  de  Velilla,  su  vida  y  sus 
obras,  Sevilla,  1910. — Enrique  de  Villarroya  y  Llorens  (1843-1899), 
poeta  valenciano,  diplomático,  redactor  de  periódicos  valencianos  y 
director  en  Madrid  de  La  Patria  (1869),  publicó  Eulalia,  novela,  Ma- 
drid, 1865;  Valencia,  1867. 

130.  Año  1866.  Miguel  Ramos  Carrión  (1845-1915), 
hijo  de  ilustre  abogado,  que  á  poco  hubo  de  venir  á  Madrid  por 
azares  de  la  fortuna,  nació  en  Zamora  y  desde  niño  mostró  de- 
cidida vocación  á  las  letras;  sin  seguir  el  consejo  de  los  suyos, 
que  le  destinaban  á  una  carrera,  estudió  por  sí  solo  en  la  Biblio- 
teca Nacional,  amparado  por  Hartzenbusch,  su  director.  Ape- 
nas contaba  catorce  años,  cuando  publicó  en  El  Amigo  del  Piie' 
hlo  sus  primeras  poesías  y  cuentos ;  luego,  en  El  Museo  Univer- 
sal, en  El  Fisgón,  y  fundó  Las  Disciplinas,  sátira  social  muy 
apreciada  entre  los  literatos  de  entonces.  Escribió  después  mu- 

TOMO  VIH.— a5 


38Ó      PRIMER   PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

chas  poesías  festivas  para  El  Moro  Muza,  de  la  Habana,  con 
seudónimo  de  Boabdil  el  Chico;  fué  redactor  único,  debajo  de 
la  dirección  de  Villergas,  con  seud.  de  Daniel^  del  periódico 
Jeremías  (segunda  época,  1869-70),  de  La  Libertad  y  La  Pu- 
blicidad, y  escribió  novelas  cortas  en  El  Garbanzo;  después,  tra- 
bajos literarios  en  Madrid  Cómico,  Blanco  y  Negro,  Ilustr. 
Esp.,  El  Liberal  {cuentos  propios)  y  en  los  Lunes  de  "El  Im- 
parciaV .  Su  nombre  se  leyó  en  periódicos  durante  cincuenta  y 
ocho  años;  no  cobró  ningiin  sueldo  del  Estado  y  algunas  de  sus 
obras  se  han  traducido  al  portugués,  francés,  italiano,  inglés, 
alemán  y  sueco.  Estrenóse  en  el  teatro  con  la  zarzuela  Un  sarao 
y  una  soiréc  (1866),  escrita  con  Eduardo  Lustonó,  música  de 
Arrieta,  inspirada  en  el  Ayer,  Hoy  y  Mañana,  de  Antonio  Flo- 
res. Hízola  la  compañía  de  los  Bufos  Madrileños,  en  Varieda- 
des, Su  última  obra  se  hizo  en  Lara:  Mi  cara  mitad  (1908). 
A  sesenta  y  nueve  llegan  sus  piezas,  á  veces  con  la  colaboración 
de  Carlos  Coello,  José  Campo-Arana,  Ensebio  Blasco  y  con  su 
hijo  Antonio  Ramos  Martín,  sobre  todo  con  Vital  Aza,  con 
quien  puede  decirse  que  se  completaba  como  autor  acabado. 
Tuvo  Ramos  Carrión  gran  autoridad  teatral ;  fué  verdadero 
rey  y  dictador  de  los  teatros  durante  muchos  años,  muy  solici- 
tado de  empresarios,  que  estaban  siempre  á  su  mandar,  no  me- 
nos que  cómicos  y  autores.  Sobresalió  en  zarzuelas,  comedias  y 
piezas,  puede  decirse  que  en  todo :  particularmente  en  el  plan  fir- 
me y  bien  trazado.  Exclusivamente  suyas,  y  sobresalientes,  son 
las  zarzuelas  Los  Sobrinos  del  Capitán  Grant,  El  Chaleco  blan- 
co. Agua,  azucarillos  y  aguardiente,  y  las  comedias  El  Noveno 
mandamiento,  La  Careta  verde,  La  Mamá  política.  Con  Vital 
Aza,  El  Rey  que  rabió,  Los  Lobos  marinos.  La  Calandria.  En 
sus  últimos  años  estuvo  arrinconado  y  olvidado  de  los  jóvenes, 
que  trajeron  otros  teatros  que  dicen  de  ideas  y  poético  y  que 
sólo  son  teatros  á  medias. 

Melchor  de  Palau  y  Cátala  (1843-1912),  de  Mataró,  in- 
geniero y  poeta,  inspiróse  en  los  cantares  populares  y  fué  de  los 
primeros  que  los  hicieron  tan  buenos,  que  han  corrido  dentro  y 
fuera  de  España,  cantándose  algunos  pocos  hasta  por  las  gen- 
tes del  pueblo,  como  obra  de  vate  bastante  popular. 

ESTANISLAO  DEL  Campo  (1834-1884),  de  Buenos  Aires,  pe- 


S.  XIX,  186Ó.  MIGUEL  RAMOS  CARRIÓN         387 

riodista  y  diputado,  imitó  la  poesia  gaucliesca  popular,  como 
Bartolomé  Hidalgo  é  Hilario  Ascasubi;  pero  la  falseó  bastante 
más  que  ellos,  no  míenos  que  el  lenguaje.  Sentía  y  expresaba 
mejor  las  bellezas  naturales  que  no  los  sentimientos  del  alma 
gaucha.  Es  ntás  gustado  por  los  cultos  que  por  el  pueblo,  más 
cuidadoso  de  la  versificación,  que  es,  por  consiguiente,  más 
culta,  menos  popular.  Fué  imitador  fecundo  de  Ascasubi.  Tie- 
ne intención  cómica  y  burlona.  Compuso  Fausto,  impresiones 
del  gaucho  Anastasio,  el  Pollo,  en  la  representación  de  esta- 
ópera,  1866,  1870.  Poesías,  Buenos  Aires,  1870,  1875. 

131.  Ramos  Carrión  y  Vital  Aza,  que  fué  su  colaborador  más 
asiduo,  se  completaban  al  colaborar,  y  así  dieron  obras  mejores  que 
cada  uno  por  separado.  Era  ya  viejo  Ramos  Carrión  y  daba  el  plan; 
Vital  Aza,  más  mozo,  ponía  la  forma  con  la  viveza  y  frescura  de  la 
mocedad.  Lastimábase  Ramos  Carrión  de  que  con  el  asunto  de  La 
Hija  del  guarda,  que  juntos  habían  planeado,  hubiese  hecho  Vital 
Aza  La  Praviana,  sin  contar  con  él.  Compuso  Ramos  los  dos  primeros 
actos  de  La  Bruja  y  se  fueron  ensayando.  Aguardaban  los  cómicos  el 
tercero;  pero  el  autor  no  lo  hallaba,  por  más  vueltas  que  diera  á  su 
magín.  Acudió  á  Vital  Aza,  que  le  sacase  de  apuros,  el  cual  le  hizo 
todo  el  tercer  acto,  con  promesa  de  guardarle  el  secreto,  por  cuanto 
la  obra  pasaba  ya  como  de  sólo  Ramos  Carrión.  En  secreto  se  lo  dijo 
Vital  Aza  á  su  hermano,  y  éste  lo  descubrió  á  todo  Gijón.  Tal  fué  el 
motivo  de  romper  los  dos  amigos  y  colaboradores.  El  tercer  acto  de 
La  Bruja  se  distingue,  de  hecho,  por  la  gracia  y  espontaneidad.  Ra- 
mos Carrión,  El  Liberal,  4  Abril  1894 :  "Al  verme  en  situación  tan 
apurada  |  se  me  ofreció  por  gente  de  valía  |  la  seductora  credencial, 
firmada  |  que  altivo  rechacé  con  energía...  |  Usé  entonces  un  terno  de 
verano,  |  que  tuve  que  llevar  todo  el  invierno,  |  y  me  obligó  inhuma- 
no I  á  soltar  por  la  boca  más  de  un  terno."  Yxart,  Arte  esc.,  II,  pá- 
gina 66:  "Los  autores  (Ramos  y  Aza)  son  unos  practicones  del  teatro, 
muy  hábiles  en  presentar  las  situaciones  con  una  claridad,  con  una 
nitidez  extraordinarias ;  se  muestran  celosos  de  comunicar  vida,  co- 
lor y  movimiento  reales  á  las  escenas  más  baladíes...,  usan,  además, 
una  prosa  limpia,  afluente,  correcta,  con  gracejo...  Pero  después  de 
todo...,  ¿qué?  Aun  dentro  del  género  del  quid  pro  quo  y  de  la  trave- 
sura escénica,  obras  como  Zaragüeta  resultan  inocentes,  reducidas  al 
juego  de  la  sordera  y  á  un  remojón  por  todo  final."  J.  O.  Picón,  Pro!, 
á  Prosa  escogida,  1916:  "De  dos  maneras  se  hace  reír  al  público:  coí; 
el  chiste  ligero  de  las  frases  que  cazan  al  vuelo  lo  ridículo,  y  con  aque- 
lla otra  gracia,  de  mayor  alcance,  que  consiste  en  burlarse  de  los 
hombres  descubriendo  la  causa  de  sus  errores ;  y  claro  está  que  el 
conjunto  de  facultades  necesarias  para  conseguir  esto  último  es,  en 


388      PRIMER   PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (1850-1869) 

quien  lo  posee,  un  don  mucho  más  precioso  que  el  simple  gracejo  6 
la  oportunidad  al  decir  donaires  y  cuchufletas...;  quien  se  sobrepone  á 
esta  atrr.cción  de  lo  extraordinario,  aplicando  con  originalidad  el  inge- 
nio á  burlarse  de  lo  vulgar,  da  prueba  de  tenerlo  muy  sagaz  y  muy 
fino.  Esta  era  la  facultad  que  Ramos  Carrión  poseía  en  alto  grado:  la 
que  consiste  en  observar  lo  común,  lo  ordinario,  lo  que  en  la  vida  se 
encuentra  á  cada  paso,  presentándolo  cuando  es  ridículo  á  los  ojos  del 
público  en  situaciones  y  diálogos  donde,  ya  por  sí  sólo,  ya  por  con- 
traste ó   seguido  de  comentarios  oportunos,  provoca  la   risa,  que   se 
mofa  de  ello  y  lo  condena.  Era,  en  una  palabra,  un  verdadero  autor 
cómico.  Todo  su  teatro  descansa  sobre  la  habilidad  de  descubrir  lo 
ridículo ;  pero  la  gracia  con  que  lo  hace  no  queda  nunca  ensombreci- 
da ni  agriada  por  el  pesimismo:  los  tipos  de  insensatos,  vanidosos,  co- 
diciosos y  egoístas  que  dibuja  de  mano  maestra  no  producen  amargura 
de  corazón:  la  burla  de  que  son  víctimas,  las  carcajadas  que  arrancan» 
ni  por  asomo  nos  hacen  odiosa  la  humanidad...   Durante  más  de  nn 
cuarto  de  siglo  fué  el  ídolo  del  público  y  el  favorito  de  los  empresa- 
rios... Menos  el  drama  de  asunto  lastimoso  y  terrorífico,  cultivó  todos 
los  géneros.  Hizo  comedias  de  caracteres,  entre  las  cuales  sobresalen 
La  Mamá  política,  El  Noveno  mandamiento  y  Los  Señoritos;  come- 
dias de  gracioso  tan  notables  como  La  Careta  verde;  saínetes  llenos 
de  vida  y   ricos   de   color  como   Doce   retratos,  seis  reales  y  Agua, 
azucarillos  y  aguardiente,  y  multitud  de  piezas  de  enredo,  juguetes  có- 
micos, pasillos,  revistas  y  otras  obrillas  ligeras,  donde  brillan  su  gra- 
cejo, siempre  decoroso,  y  su  ingenio  de  pura  raza  española.  Además, 
durante  muchos  años  fué  el  principal  mantenedor  de  la  zarzuela...  La 
Marsellcsa,  La  Tempestad,  La  Bruja,  El  Rey  que  rabió  y  Los  Sobrinos 
del  capitán  Grant."  Un  sarao  y  una  soirce,  1866.  El  Figle  enamorado, 
1867.  La  Mujer  del  prójimo,  1869.  De  Madrid  á  Biarritz,  1869.  Más 
vaie  tarde  que  nunca,  1870.  Perro,  5,  j.°  izquierda,  1871.  Un  palomi- 
no atontado,   1871.  ¡Chitan!,   1S72.   Un  cuarto  desalquilado,   1872.  Se 
continuará,  1872.  Esperanza,  1872.  Las  Medias  naranjas,  1873.  E7'a  y 
Adán,  1873.  La  Hoja  de  parra,  1873.  La  Gallina  ciega,  1873.  Levantar 
muertos,  1874.  El  Domador  de  fieras,  1874.  Doce  retratos,  seis  reales, 

1874.  León  y  Leona,  1874.  Cada  loco  con  j«  tema,  1874.  Los  Señoritos, 
1.^.74.  La  Viuda  del  zurrador,  1874.  La  Clave,  1875.  La  Mamá  política, 

1875.  La  Marsellesa,  1876.  La  Careta  verde,  1876.  El  Siglo  que  viene, 

1876.  El  Año  sin  juicio,  1877.  Los  Madriles,  1877.  Los  Sobrinos  del 
capitán  Grant,  1877.  El  Empresario  de  Valdemorillo,  1877.  El  Diablo 
Cojuelo,  1878.  El  Noveno  mandamiento,  1879.  Las  dos  princesas,  1879. 
Esto,  lo  otro  y  lo  de  más  allá,  1879.  Periquito,  1879.  La  Ocasión  la  pin- 
tan calva,  1879.  ¡Adiós,  Madrid!,  1880.  De  tiros  largos,  1880.  La  Pri- 
mera cura,  1880.  La  Calandria,  1880.  El  Hijo  de  la  nieve,  1881.  Robo 
en  despoblado,  1882.  La  Tempestad,  1882.  La  Mujer  del  sereno,  1883. 
La  Criatura,  1883.  La  Almoneda  del  5.°,  1885.  Papeles  son  papeles, 
1886.  Coco  de  señoras,  1886.  Goloiuirina,   1886.  El  Padrón  municipal. 


S.    XIX,    1866.    MIGUEL    ANTONIO    CARO  SSg 

1887.  Los  Lobos  marinos,  1887.  La  Bruja,  1887.  El  Señor  Gobernador, 

1888.  El  Chaleco  blanco,  1890.  El  Rey  que  rabió,  1891.  El  Oso  muerto, 
1891.  Zaragücta,  1894.  El  Bigote  rubio,  1895.  Agua,  azucarillos  y 
aguardiente,  1897.  El  Espejo  del  alma,  1898.  La  Muela  del  juicio,  1899. 
Circe,  1902.  Pasacalle,  1905.  Defectos  íntimos,  1905.  El  Pan  nuestro  de 
cada  día,  1905.  La  Joroba,  1906.  Pepe  Botellas,  1908.  Mt  cara  mitad, 
1908.  Teatro  moderno,  dos  vols.,  1894.  Colorín  colorao,  cuentos,  1898. 
Zarzamora,  nov.,  1899.  La  Reina  de  los  Madgyares,  novela  corta.  Poe- 
sías. Prosa  escogida,  cuentos,  1916,  con  pról.  de  J.  O.  Picón. 

Fernán  Caballero  (carta  á  Latour)  :  "Nada  toma  el  pueblo  de  poe- 
sías cultas  que  ni  oye  ni  sabe,  y  el  libro  que  nos  recoanienda  (Cañete, 
esto  es,  los  Cantares  de  Palau)  toma  del  pueblo  sus  ideas,  su  género, 
sus  expresiones  sus  santos  y  cosas...  toma  su  sans  facons  en  el  decir, 
sus  modismos,  sus  palabras,  eso,  sí,  y,  no  obstante,  ye,'  tan  identifica- 
da con  el  pueblo,  conozco  al  instante  lo  que  es  genuino  y  lo  que  es 
imitado.  La  espontaneidad,  la  fe,  la  sencillez,  los  defectos  le  faltan ;  es 
cosa  mejor,  pero  no  es  aquélla ;  son  niños  bien  educados  y  no  niños  sin 
educación,  y  éstos  me  gustan  más.  Por  eso  decía  yo  á  usted  que  Cañe- 
te se  contradice  de  una  hoja  á  otra  en  su  prólogo  y  afirma  lo  que  no 
es  ni  será,  y  es  que  el  pueblo  cantará  las  coplas  de  Palau.  ¡  Nunca ! 
Así  como  no  pronunciará  á  la  madrileña.  Cada  uno  sabe  lo  que  sabe, 
y  yo,  en  el  humilde  y  ordinario  estudio  del  pueblo,  sé  más  que  Cañete. 
Bastaría  la  chocantísima  innovación  de  Palau  de  hablar  de  besos,  para 
reconocer  que  no  es  de  la  casta  musa  popular  que  canta  sus  amores  á  las 
puertas  de  los  padres  y  madres  de  sus  novias.  Jamás  he  oído  al  pueblo 
asociar  esa  palabra  sino  en  sus  cariños  á  los  niños.  La  retenue  y  decen- 
te severidad  de  este  pueblo  la  expresa  bien  este  refrán:  "Entre  santa  y 
"santo,  pared  de  cal  y  canto."  Escribió  Palau  en  El  Museo  Universal 
y  Semanario  Popular;  fué  redactor  en  El  Pabellón  Nacional,  La  Van- 
guardia, Rev,  Contempor.  (ocho  años),  Gente  Vieja;  colaboró  en  Los 
Niños  (1883-86),  Barcelona  Cómica  (1895-96),  La  Ilustr.  Cat.  (1877...), 
Ilustr.  Esp.,  El  Mundo  Ilustrado,  Pluma  y  Lápiz  (1902).  Publicó  Can- 
tares, Madrid,  1866  (más  de  seis  edic).  Desde  Belén  al  Calvario,  1877. 
La  Atlántida,  trad.  de  Verdaguer,  1878.  Verdades  poéticas,  1881,  1890. 
Nuevos  cantares,  1883.  Acontecimientos  literarios,  crítica,  cada  año, 
desde  1888  á  1896.  Poesías  y  cantares,  1893.  Versos  para  escuclcís, 
1903.  El  Libro  de  los  cantares,  1904,  1909.  Poesías,  verdades  poéticas, 
cantares,  poesías  varias,  1906.  La  Ciencia  como  fuente  de  inspiración 
poética,  1908  (disc,  rec.  Acad.  Esp.). 

132.  Año  1866.  Miguel  Antonio  Caro  (1843- 1909)»  ^^ 
Bogotá,  hijo  del  ilustre  poeta  J.  Eusebio  Caro,  fué  presidente  de 
Colombia  (1894)  y,  después  de  Bello,  el  escritor,  humanista  y 
maestro  más  ilustre  de  Am/érica.  sincero  amigo  de  España  y 
desvanecedor,  con  su  macizo    saber   y  acatada  autoridad,  del 


SgO     PRIMER   PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (1850-1869) 

ialso  concepto  que  corría  en  su  país,  como  todavía  sigue  co- 
rriendo en  otros,  de  la  civilización  y  colonización  española  y, 
finalmente,  defensor  de  la  religión  y  del  orden.  Fué  jweta  lati- 
no y  castellano,  clásico  en  estilo,  de  la  escuela  del  siglo  xviii.. 
como  erudito  y  versificador  fácil,  sobresaliendo  por  su  oda  A 
la  estatua  del  Libertador.  Orador,  crítico,  filólogo,  humanista, 
historiador  y  filósofo.  Redactó  el  periódico  político  El  Tradi- 
cionalista.  Hizo  la  mejor  traducción  que  en  verso  castellano  te- 
nemos de  Virgilio  (1873),  aunque  menudea  en  demasía  voca- 
blos cultos,  dejados  los  propios  populares,  que  colorearían  con 
más  recios  y  finos  matices  las  descripciones. 

Juan  Montalvo  (1833-1889),  de  Ambato  (Ecuador),  estu- 
dió en  Quito  y  comenzó  á  escribir  después  de  la  revolución  de 
1 85 1,  en  El  Iris;  vino  a  Europa  (1858)  con  la  Legación  á  Roma 
de  Pedro  Moncayo,  visitando  á  España  y  viviendo  como  ad- 
junto diplomático  en  París;  volvió  al  Ecuador  (1860)  cuando 
gobernaba  García  Moreno,  á  quien  escribió  carta  famosa  abo- 
gando por  la  ¡guerra  al  Perú!,  idea  que  desenvolvió  fundando 
El  Cosmopolita  (1866),  donde  publicó,  además,  artículos  litera- 
rios é  hizo  la  guerra  al  mismo  García  Moreno  por  su  teocracia 
y  jesuitismo,  hasta  que,  llegado  éste  á  dictador  (1869),  hubo  de 
huir  á  Colombia,  desterrado  por  siete  años  en  Ipiales,  donde 
escribió,  en  1872,  los  Siete  Tratados,  publicados  diez  años  más 
tarde.  En  ellos  charla  y  divaga  sobre  cuanto  le  ocurre,  con  "ar- 
tificiosidad  preciosa",  con  "disposición  militante  y  quijotesca", 
que  dice  Rodó,  imitando  en  el  estilo  á  Cervantes  y  Quevedo, 
desembaulando  un  tesoro  de  palabras  y  modos  añejos  de  decir, 
como  hizo  en  España  Estébanez  Calderón,  aunque  con  mayor 
brío,  si  bien  con  menor  arte  y  color  y  con  menor  pureza  que  él. 
De  esta  restauración  arcaica  alardeó,  sobre  todo,  en  otra  obra, 
Capítulos  que  se  le  olvidaron  á  Ceri'anies,  ensayo  de  imitación 
de  un  libro  inimitable,  obra  impresa  después  de  su  muerte  é  hi- 
perl>ólicamente  elogiada  por  algunos,  siguiendo  á  Rodó.  A  la 
muerte  de  García  Moreno,  asesinado  en  1875,  volvió  Montalvo 
á  la  patria ;  pero  hubo  de  partirse  á  Panamá,  cuando  la  dictadu- 
ra de  Veintemilla,  y  allí  escribió  las  Catilinarias.  Vino  á  Fran- 
cia, imprimió  sus  Siete  Tratados,  estuvo  en  Madrid  y,  vuelto  á 
París,  publicó  (1887)  seis  números  de  El  Espectador,  falleciendo 


ESCKl'i  OkKS    CULuJNiHl.WuS 


I,  José  Manuel  Restrepo.  2,  Rafael  Pombo.  3,  José  Jonquín  Ortiz    4    José 
Caicedo  Rojas.  5,  Rufino  José  Cuervo.  6,  Gregorio  Gutiérrez  González 
7,  Miguel  Amonio  Caro.  8,  Rafael  Núñez.  9,  Felipe  Zapata.  10  Santia- 
go Pérez.  II,  Jorge  Isaacs.  ' 


S.    XIX,     18Ó6.    MIGUEL    AMTOXIO    CARO  Sqi 

á  los  dos  años.  Monlalvo  fué  un  luchador  en  varics  de  sus  es- 
critos, desenfadado  y  recio,  irónico  y  contundente;  en  los  de- 
nlas divagó  como  ensayista,  vertiendo  mil  ideas,  tomadas  de  sus 
vastas  lecturas,  y  bien  asimiladas,  con  otras  propias,  dando  al 
conjunto  un  sello  m|uy  personal,  mayormente  merced  á  su  inge- 
nio, al  tono  donairoso  y  gracejante,  á  la  alteza  de  su  pensar  y 
al  lenguaje  marcadamente  castizo  y  algo  á  la  antigua.  Todo  su 
empeño  lo  puso  en  apropiarse  el  habla  castellana  de  nuestros 
antiguos  autores;  pero,  á  pesar  de  haberles  tomado  palabras  y 
maneras  de  decir,  sin  duda  por  falta  de  libros  antiguos  y  de 
hondos  conocimientos  lingüísticos,  no  logró  más  que  á  medias 
su  pretensión.  Escritor  clásico,  atildado,  académico  y  reflexivo, 
ingenioso  y  agudo,  amante  é  imitador  de  nuestros  autores  y  del 
añejo  lenguaje,  bien  que  mezclándolo  todo  torpemente  con  fra- 
ses galicistas  ó  poco  castizas,  y  harto  afectado  é  híbrido  por  el 
consiguiente,  sobresalió  en  la  descripción  brillante  y  en  el  do- 
nairoso é  ingenioso  decir,  siendo  uno  de  los  mejores  prosistas 
americanos. 

Santiago  Estrada  (i 840- i 892),  de  Buenos  Aires,  director 
del  diario  católico  La  América  del  Sur,  secretario  de  Félix 
Frías  en  Ohile,  fallecido  en  Madrid,  fundador  de  La  Patagonia, 
crítico  de  teatros  en  La  Libertad.  La  Unión,  El  Diario,  escritor 
fecundo  y  variado,  periodista,  crítico  teatral  y  musical,  narra- 
dor de  viajes,  orador  académico,  picó  en  todo,  aunque  sin  ahon- 
dar en  nada.  Tuvo  innegable  talento  y  en  el  estilo  mostróse 
2cadémico,  clásico,  castizo.  Fué  laureado  en  1882  y  en  otros 
Juegos  Florales  anteriores.  Valera  prologó  sus  Obras,  en  ocho 
tomos  (Barcelona,  1889),  de  crítica,  teatro,  historia,  discursos. 

133.  Marco  Fidel  Suárez,  Escritos,  1914,  pág.  335:  "El  fondo 
del  carácter  intelectual  del  señor  Caro  está  constituido  por  su  talento 
esencialmente  filosófico  y  por  sus  creencias  religiosas,  que  son  las 
del  católico  más  convencido  é  ilustrado...  De  su  padre  heredó  ese 
talento  filosófico,  que  hace  que  todos  sus  escritos  sean  atiodelo  de  ra- 
zonamiento y  estén  datados  de  varonil  elocuencia,  finos  y  relucientes, 
como  las  escamas  de  acero  de  la  cota  de  un  guerrero  antiguo.  Esto 
explica  también  la  armonía  y  dependencia  que  guardan  sus  ideas  y  la 
firmeza  y  estabilidad  de  sus  convicciones...;  como  polemista,  tenga  el 
señor  Caro  muy  pocos  rivales,  distinguiéndose  por  una  poderosa  dia- 
léctica, que  pocas  veces  degenera  en  sutil.  Son  admirables  la  lucidez, 


392       PRIMER   PERÍODO  DE   LA  ÉPOCA   REALISTA   (1850-1869) 

tino  y  vigor  con  que  pone  su  erudición,  memoria  é  ingenio  al  servicio 
de  las  cuestiones  que  defiende.  Define,  divide,  plantea  y  demuestra 
con  exactitud  y  profundidad  rigurosas.  Para  él  la  crítica  es  juicio  ilus- 
trado é  imparcial  acerca  de  lo  verdadero,  lo  bello  y  lo  bueno...  La  in- 
flexibilidad,  más  aparente  que  real,  de  su  carácter  y  la  severidad  de 
sus  juicios,  que  cuando  trata  de  política  suele  degenerar  en  dureza... 
Puede  ser  considerado  como  uno  de  los  más  eminentes  cultivadores  de 
la  forma  clásica...  Avezado  al  uso  del  castellano  clásico...,  poseedor 
de  la  lengua  española  "con  todas  sus  preseas  y  tesoros",  y  admirador 
de  Horacio  y  del  cantor  de  la  Noche  serena...;  la  Oda  á  la  estatua  de 
Bolívar...  posee  admirable  concisión,  profundidad  melancólica,  vehe- 
mencia de  sentimientos  y  completa  verdad,  y,  sobre  todo,  tiene  lo  que 
es  esencia  de  la  poesía,  conforme  lo  indica  este  mismo  nombre,  es  de- 
cir, espíritu  creador,  capaz  de  dar  forma  á  lo  impalpable  y  de  sorpren- 
der aquello  que  todos  sentimos,  pero  que  se  pierde  al  ir  á  contemplar- 
lo, como  sucede  en  la  penumbra  que  media  entre  la  conciencia  y  los 
sueños...  Perfección  en  la  forma,  profundidad  en  las  ideas,  noble  sen- 
cillez, castidad  en  los  afectos,  melancolía  de  sentimientos  y  religiosi- 
dad en  las  aspiraciones  son  los  distintivos  de  las  mejores  obras  poéti- 
cas del  señor  Caro."  Emiliano  Isaza,  Antol.  Colomb.:  "A  él  en  primer 
término  se  debe  el  que  haya  caído  en  desuso  el  espíritu  antiespañol, 
que  no  era  natural  y  espontáneo,  sino  simple  moda,  fomentada  ofi- 
cialmente cada  año  por  los  discursos  patrioteros  de  20  de  Julio,  y  tal 
resultado  se  obtuvo  con  el  establecimiento  de  las  relaciones  diplomáti- 
cas con  la  madre  patria,  con  la  propagación  de  la  buena  literatura 
castellana  y  con  la  fundación  de  las  Academias  americanas."  J.  Vale- 
ra,  Cartas  amcric,  1889,  pág.  142:  "Miguel  Antonio  Caro  ha  escrito 
mucho  en  prosa,  así  de  ciencias  morales  y  políticas  como  de  filología. 
En  pocos  escritos  modernos  resplandece  más  oue  en  los  de  este  autor 
lo  que  podemos  llamar  el  españolismo...  No  sin  motivo  califica  usted 
al  autor  de  gran  poeta  y  considera  sus  mejores  versos  La  Vuelta  á  la 
patria...  Aquella  dulce  y  mística  melancolía,  aquella  vaguedad  esfu- 
mada con  que  percibimos  como  verdadera  patria  la  que  está  más 
allá  de  la  muerte,  y  aquella  pintura  tan  natural  y  verdadera  de  la  pa- 
tria terrenal...  y  aquella  mengua  y  abatimiento  del  corazón  enfermo, 
que  vuelve  á  su  antigua  soledad,  que  la  desea  y  ya  no  la  halla,  porque 
ya  no  existe  sino  en  su  mente  como  idea]  divino:  todo,  en  suma,  en 
esta  composición,  en  que  hay  más  sentidos  y  más  ideas  que  palabras, 
la  hacen  en  mi  opinión  perfecto  dechado  de  poesía  de  sentimiento  en 
cualquier  idioma."  Obras  de  M.  A.  Caro:  Poesías,  Bogotá,  1866.  Es- 
tudios sobre  el  utilitarismo,  ibid.,  1869.  Gramática  de  la  lengua  latina 
(con  R.  J.  Cuervo),  ibid.,  1893,  5."  ed.  Tratado  del  participio,  ibid., 
1870,  1910.  Horas  de  amor,  ibid.,  1871.  Obras  de  Virgilio,  traducidas 
en  versos  castellanos,  ibid.,  1873-76,  tres  vols. ;  Madrid.  1908.  El  Pa- 
rricidio ó  crimen  y  expiación,  Bogotá,  1880.  Del  uso  en  sus  relaciones 
con  el  lenguaje,  disc.,  1881.  Artículos  y  discursos,  ibid.,  1888.  Traduc- 


S.    XHX,    1866.    JUAN   MONTALVO  SqS 

dones  poéticas,  1889.  Libertad  de  imprenta,  1888  (en  La  Nación), 
1890.  Los  Enormes  sueldos,  ibid.  Sonetos,  Curazao,  1891.  Apuntes 
sobre  crédito...,  Bogotá,  1892.  Mensaje,  .i8g4.  Americanismo  en  el  len- 
guaje. Del  verso  endecasílabo,  sus  variedades,  su  origen.  Dejó  tres 
tomos  mss.  de  versos  latinos.  En  Anuario  de  la  Academia  Colombia^ 
na,  t.  I,  1874:  El  Quijote  (pág.  18).  De  la  aliteración  considerada  como 
elegancia  métrica  (pág.  117).  En  el  t.  III:  Canto  al  silencio,  inéd.  En 
Esp.  Mod.:  El  Buey,  poes.  (1891,  Abr.).  El  Viento,  poes.  (1892,  Jun.). 
A  Virgilio,  poes.  (1892,  JuL).  Los  Venideros,  poes.  (1892,  Jul.).  Día  y 
noche,  poes.  (1892,  Ag.).  A  Alfredo  Tennyson,  poes.  (1892,  Ag.).  El 
Aislamiento,  poes.  (1892,  Set.).  La  Copa,  poes.  (1892,  Oct.).  Amor  ver- 
dadero, poes.  (1892,  Dic).  Respeto  ú  la  desgracia,  poes.  (1893,  En.). 
Amor  de  mujer,  poes.  (1893,  Febr.).  La  Sombra,  poes.  (1893,  Marzo). 
Al  llanto,  poes.  (1893,  Mayo).  Respeto  á  los  poetas,  poes.  (1893,  Jun.), 
Lejos  de  la  patria,  poes.  (1893,  Julio).  Amor  de  níujer,  poes.  (1893, 
Oct.).  Joyas  del  corazón,  poes.  (1893,  Oct.).  La  Gallina  chasqueada, 
poes.  (1893,  Nov.).  A  una  fuente,  poes.  (1893,  Dic).  Obras  completas, 
Bogotá,  desde  1918:  Estudios  literarios,  dos  vols. ;  Estudios  filológicos, 
dos  vols. ;  Mensajes,  discursos  y  alocuciones  del  Vicepresidente  de  la 
República;  Filosóficos,  religiosos  y  morales,  dos  vols.;  Recuerdos  ne- 
crológicos; Escritos  políticos,  históricos  y  jurídicos;  Discursos  y  es- 
critos varios;  Obras  en  verso,  cinco  vols.;  Obras  latinas,  dos  vols. 
Consúltense:  Valera,  Cart.  americanas,  pág.  142.  M.  Pelayo,  Ho^ 
racio  en  Esp.,  t.  II,  pág.  280;  Calece,  de  escrit.  cast.  y  Estudio  crí- 
tico sobre  los  traductores  de  la  Eneida.  Bibl.  Cías.,  ts.  IX  y  X.  Parna- 
so Colombiano,  1886-7.  Anuario  de  la  Acad.  Colombina,  t.  II,  pági- 
nas 227-281,  Bogotá,  191  i;  t.  III  (initio).  Bibliogr.  Colombiana,  1895. 
Alfonso  Robledo,  D.  M.  A.  Caro  y  su  obra,  Colombia,  1912. 

Los  Siete  tratados  de  Montaívo  son:  De  la  Nobleza,  De  la  Belleza 
en  el  género  humano.  Réplica  á  un  sofista  pseudocatólico.  Del  Genio, 
Los  Héroes  de  la  emancipación  sudamericana.  Los  Banquetes  de  los 
filósofos  y  El  Buscapié;  el  último  reproducido  como  estudio  prelimi- 
nar en  los  Capítidos  que  se  le  olvidaron  á  Cerz'antes.  J.  Valera,  Nuez'. 
Cart,  Amer.,  1890,  pág.  194:  "Montalvo  es  artificioso  y  afectadísi- 
mo..., aspira  en  demasía  á  decir  cosas  nuevas  y  á  decirlas  como  nadie 
las  ha  dicho :  quiere  ser  un  primor,  un  dechado  de  forma."  Id.  A  vue- 
la pluma:  "Nada  menos  parecido  á  Cervaates  que  Juan  Montalvo; 
uno,  todo  espontaneidad,  sencillez  y  alta  inspiración,  á  menudo  casi 
inconsciente;  otro,  todo  reflexión,  artificio  y  doctrina.  El  libro  de 
Montalvo,  no  obstante,  es  la  obra  de  un  hombre  de  gran  talento,  del 
más  atildado  prosista  que  en  estos  últimos  tiempos  ha  escrito  en  len- 
gua castellana  y  de  un  hombre,  por  último,  de  imaginación  briosa  y 
rica."  ídem,  Ecos  Argentinos,  1901,  pág.  40:  "Yo  he  admirado  siem"- 
pre  el  raro  talento,  la  erudición  pasmosa  y  la  singular  maestría  en  el 
manejo  de  nuestra  lengua  que  hace  Juan  Montalvo  en  los  Siete  tra- 
tados y  en  El  Espectador  y  en  otras  obras  suyas ;  pero,  en  mi  sentir. 


394   PRIMER  PERÍODO  DE  LA  ÉPOCA  REALISTA  (1850-1869) 

en  esta  imitación  del  Quijote,  que  comprende  nada  menos  que  sesenta 
capítulos,  me  parece  que  ha  hecho  un  solemne  fiasco.  Y  no  porque 
no  se  adviertan  y  aun  se  admiren  en  todas  las  páginas  de  este  libro 
la  grande  erudición  del  autor  y  €l  arte  y  la  habilidad  con  que  domina 
nuestro  idioaua,  bordando  un  dechado  admirable  con  sus  vocablos, 
frases  y  giros,  sino  porque  la  gracia,  el  chiste,  la  espontaneidad  y  la 
inspiración  inconsciente  y  por  lo  mismo  divina  de  Miguel  de  Cervan- 
tes, no  aparecen  en  una  sola  página  del  libro  de  Montalvo,  tan  lleno 
de  afectación  y  tan  rebuscado  y  violento  en  su  estilo,  que  se  cae  de 
las  manos  y  no  hay  paciencia  ai  para  leerle."  M.  Pelayo,  Hist.  pocs. 
hisp.-amer.,  t.  II  (1913),  pág.  133:  "A  los  cuales  conviene  añadir  ya, 
con  las  necesarias  reservas  de  ortodoxia  y  de  gusto,  el  del  sofista 
agudo  é  ingeniosísimo  y  brillante  y  castizo,  aunque  abigarrado  y  algo 
pedantesco  prosista  Juan  Montalvo."  Los  americanos  le  han  ensalzado 
á  tal  punto,  que  un  libro  no  bastaría  para  deshinchar  tanto  encomio. 
En  i)aréntesis  lo  haremos  brevemente  respecto  de  algunas  frases  de! 
insigne  Rodó.  Rodó,  Montalvo :  "El  ensayo  al  gusto  de  Montaigne,  des- 
ordenado y  libre  de  todo  plan  metódico,  extrema  en  manos  de  Montal- 
vo su  curso  voluntarioso  y  errabundo...,  el  tema  es  lo  accesorio  para 
el  ensayista,  y  lo  principal,  el  alarde  continuo  y  centelleante  de  inge- 
nio, de  lectura  y  de  estilo...,  el  pensamiento  fundamental  -comparece 
flaco  y  escaso,  de  entre  el  follaje  de  las  digresiones...  Como  carácter 
de  estilo,  la  espontaneidad  natural  y  suelta  de  Montaigne  es  el  tér- 
mino opuesto  á  la  artificiosidad  preciosa  de  Montalvo;  y  como  carác- 
ter moral,  la  indolencia  contemplativa  del  bórdeles  en  nada  se  parece 
á  la  disposición  militante  y  quijotesca  con  que  nuestro  americano  asis- 
te al  espectáculo  del  mundo...  Tuvo  por  ideal  la  vuelta  á  los  típicos 
moldes  de  la  lengua...,  quiso  escribir  como  lo  haría  un  contemporá- 
neo de  Cervantes  y  Quevedo...  y  lo  cumplió  de  modo  que  pasma  y 
embelesa  (A  los  que  no  están  hechos  á  Quevedo  y  Cervantes.)...  Nun- 
ca se  trajo  á  luz,  de  las  arcas  del  idioma,  tanta  deliciosa  antigualla 
(En  una  sola  página  de  El  Solitario  hay  mucho  más  de  eso  que  en 
diez  de  Montalvo.)...  La  ciencia  vasta  y  prolija,  el  sentimiento  pro- 
fundo del  idioma  que  semejante  evocación  supone,  son  verdadera- 
mente incomparables  (A  cada  paso  se  ven  construcciones  que  prueban 
lo  contrario,  aun  sin  contar  los  neologismos,  y  puesto  todo  ello  en  Ja 
pluma  de  Cervantes.)...  La  literatura  castellana  no  ofrece  en  el  si- 
glo XIX  otra  tentativa  de  restauración  arcaica  comparable  á  la  suya, 
per  lo  viva  y  orientada  en  sentido  de  arte,  y  no  de  solaz  gramatical  y 
académica,  que  la  de  las  Escenas  de  Estébanez  Calderón  (Adolfo  de 
Castro,  en  El  Buscapié,  es  cien  veces  más  castizo,  gracioso  y  ameno, 
y  cien  veces  más  castizo  es  el  bachiller  Alonso  de  S.  Martin  en  La 
Hostería  de  Cantillana.)  l^ero  el  costuni1)rista  andaluz...  queda  como 
escritor  de  muchos  menos  quilates  que  Montalvo  (Va  en  gustos,  yo  haJlo 
al  Solitario  infinitamente  más  castizo,  más  popular,  más  artista.)... 
La  lengua  de  Castilla  se  mira  en  el  estilo  de  Montalvo  como  la  ma- 


S.    XrX,    1866.   JUAN    MONTALVO  BqS 

dre  amorosa  en  el  hijo  de  sus  entrañas.  Nunca  hubo  gusto  literario 
de  más  neto  solar  español,  por  lo  que  tiene  y  por  lo  que  le  falta,  que 
el  suyo  (Antes,  á  pesar  de  algunos  vocablos,  el  giro  y  manera,  el  estilo  y 
el  espíritu  del  verdadero  castellano  están  ausentes  de  los  libros  de  Mon- 
talvo;  cualquier  escritor  de  los  populares,  aun  del  siglo  xviii,  le  lleva 
ventaja,  y  rio  pocos  españoles  del  siglo  xix.)...  Pero  quien  allí  aparece 
V  campea  es  Montalvo  y  no  Cervantes...  Montalvo,  en  su  natural  de 
escritor,  se  parecía  poco  al  modelo  que  en  esta  ocasión  trató  de  imi- 
tar. Cervantes,  en  quien  la  invención  novelesca  conserva  mucha  parte 
del  candor  del  primitivo  épico,  tuvo  la  divina  inspiración  del  estilo 
y  como  su  arte  infuso;  pero  careció,  en  fuerza  de  su  propia  absoluta 
naturalidad,  de  la  conciencia  del  estilo,  que  es  intensísima  y  predomi- 
nante en  Montalvo,  artista  refinado  y  precioso,  cuyas  afinidades, 
dentro  de  la  clásica  prosa  castellana,  han  de  buscarse,  mucho  más 
que  en  Cervantes,  en  Ouevedo  ó  Gracián  (Cuanto  á  ser  afectados,  no 
cuanto  al  espíritu  del  idioma.  Por  lo  demás,  Cervantes  es  natural, 
pero  muy  reflexivo  y  de  gran  conciencia  de  estilo.  Cervantes  hizo  es- 
tudio, pero  mucho  estudio,  del  estilo  y  conocía  los  clásicos  latinos, 
italianos  y  españoles  y  reflexionó  grandemente  sobre  ellos  y  trató  de 
escribir  con  propiedad  y  elegancia,  sin  faltar  á  la  naturalidad.  El  mis- 
mo lo  da  á  entender  á  cada  paso.)...  En  ocasiones  aparece  la  retórica 
aliñada  y  compuesta  como  en  producción  de  certamen,  con  los  recur- 
sos clásicos  y  el  orden  convencional  que  ajusta  frases,  giros  y  figuras,, 
cual  escuadrón  dispuesto  por  sus  hileras.  Otras  veces  es  la  persecu- 
ción desconcertada  del  efecto  violento,  en  la  parte  sentimental  ó  en  el 
color,  el  énfasis  declamíatorio,  la  barroca  mezcla  de  tintas,  el  esfuerzo 
patético  que  produce  aquel  "son  de  cuerdas  tirantes"  de  que  hablaba 
Taine  á  propósito  de  ciertas  páginas  de  Dickens...  En  los  buenos  y  en 
los  malos  momentos,  su  prosa  es  personalísima...  ¿Fué  pensador  Mon- 
talvo? Para  llenar  cabalmente  el  concepto  faltóle,  sin  duda,  no  sólo 
la  superior  serenidad  que  pone  su  atalaya  por  encima  del  tumulto  y 
claimor  de  las  pasiones,  sino  también  la  condición,  más  esencial,  de 
interesarse  en  las  ideas  por  sí  mismas,  y  no  principalmente  como  tema 
oratorio  ó  como  arena  de  una  justa ;  faltóle  aquel  pertinaz  afán  corí 
que  se  entra  por  las  reconditeces  de  una  idea  hasta  iluminar  lo  más 
entrañado  y  secreto  con  que  se  la  apura  y  exprime  hasta  verla  soltar 
su  más  espesa  substancia...  ¿Qué  hay,  entonces,  en  Montalvo,  además 
del  incomparable  prosista?  Hay  el  esgrimidor  de  ideas,  hay  aquella 
suerte  de  pensador  fragmentario  y  militante  á  que  aplicamos  el  nom- 
bre de  luchador...  Alma  quijotesca,  si  las  hubo;  alma  traspasada  por 
la  devoradora  vocación  de  enderezar  entuertos,  desfacer  agravios  y 
limpiar  el  mundo  de  malandrines  y  follones.  Tocando  á  esta  condi- 
ción, ponemos  la  mano  en  el  fondo  del  carácter ;  en  el  rasgo  maestra 
y  sÍ9^nificativo  que,  concertándose  con  aquel  otro,  no  menos  esencial, 
de  la  pasión  del  decir  hermoso  y  pulcro,  diseñan,  como  el  perfil  de 
una  medalla,  el  relieve  de  la  personalidad...  Tuvo  el  don  de  reír  y  le 


396      PRIMER  PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA  REALISTA   (185O-1869) 

tuvo  de  cepa  puramente  españorta,  conio  todas  las  partes  de  su  inge- 
nio y  diversificado  en  la  más  rica  gama:  desde  la  risa  vengadora  y 
mortal  hasta  la  de  inocente  regocijo,  y  desde  la  sonrisa  que  punza  y 
la  que  compone  con  una  lágrima  el  agridulce  de  la  melancolia  hasta 
aquella  otra,  más  vaga  y  persistente,  que  significa  sólo  salud  de  alma 
y  vigilante  apercibimiento  del  gusto...  BI  tono  de  nobleza  y  superio- 
ridad... La  abundancia  de  ideas  morales,  pintorescas  y  cálidas;  el  ge- 
neroso entusiasmo,  la  fortaleza  y  alegría  de  alma,  el  temple  varonil..." 
Juan  Montalvo :  Siete  tratados,  Besanzón,  18S2,  dos  vols.  El  Especta- 
dor (seis  números),  Paris,  1887.  Capítulos  que  se  le  olvidaron  á  Cer- 
vantes, ensayo  de  imitación  de  un  libro  inimitable,  Besanzón,  1895; 
Barcelona,  1898.  Inéditos  y  artículos  escogidos,  Quito,  1897.  Geome- 
tría moral,  1902;  Madrid,  1917.  Mercurial  Eclesiástica  {Libro  de  las 
verdades)  y  Un  vejestorio  ridículo  ó  los  Académicos  de  Tirtcafuera, 
Madrid,  1918.  Consúltense:  J.  E.  Rodó,  Montalvo,  en  El  Mirador  de 
Próspero;  R.  Blanco-Fombona,  Grandes  escritores  de  América,  Ma- 
drid, 1917. 

Alvaro  Melián  Lafinur,  Introd.  á  Estud,  liter.  de  Avellaneda, 
1915:  "La  prosa  de  S.  Estrada  presenta  cierto  esmero  y  donaire  cas- 
tizo." Martín  García  Mérou,  Recuerdos  Liter.,  1915,  pág.  59:  "Su 
estilo  pulido,  trabajado,  labrado  pacientemente,  sale  del  inolde  terso 
y  cepillado,  ocultando  la  violencia  del  esfuerzo  de  creación.  Sin  po- 
seer una  gran  ilustración,  tiene  una  energía  de  voluntad  inmensa  y 
una  persistencia  infatigable  para  rodearse  de  libros  relacionados  con 
€l  tema  que  estudia  y  sacar  de  ellos  la  medula  de  los  conocimientos 
que  persigue.  Es,  sin  duda  alguna,  el  más  castizo  de  nuestros  escrito- 
res, y,  exceptuando  á  Oyuela,  aquel  en  quien  más  influjo  ha  ejercido 
€l  espíritu  español."  Pág.  228:  "Un  admirable  artista  de  ja  palabra  es- 
crita ó  hablada,  un  maestro  consumado  del  estilo,  un  corazón  y  una 
imaginación  de  poeta,  repleta  de  luces  y  de  colores,  de  ritmos  musi- 
cales y  de  todos  los  secretos  irresistibles  de  una  ciencia  mágica  del 
estilo,  que  lo  hace  embellecer  todos  los  temas,  que  lo  hace  recorrer 
todos  los  tonos  del  lenguaje  y  matizar  de  flores  y  piedras  preciosas 
todos  sus  escritos."  J.  Valera,  Nuev.  Cart.  Amcr.,  1890,  pág.  193:  "Lo 
primero  que  elogio  y  lo  primero  que  me  es  simpático  en  los  escritos  de 
usted  es  el  espíritu  conservador  y  castizo  de  que  están  impregnados. 
Ni  tal  espíritu  perjudica  á  la  originalidad  individual  del  escritor.  Para 
ser  original  no  es  necesario  desfig^irarse,  ni  disfrazarse,  ni  descas- 
tarse, ni  dejar  uno  de  ser  quien  es  y  ser  otro.  Y  en  cuanto  á  la  ori- 
ginalidad colectiva,  en  cuanto  al  sello  nacional  y  distinto,  es  seguro 
que  ha  de  ponerse  sobre  la  propia  y  común  sustancia  española  y  no 
sobre  otro  elemento  de  importación  ó  sobre  materia  extraña  y  pres- 
tada. La  Miscelánea  de  usted  es  una  colección  de  artículos  de  va- 
rios géneros;  pero  en  todos  prevalece  lo  moral  y  religioso.  Más  bien 
que  de  crítico-literarios  i)ueden  calificarse  de  filosóficos  y  doctrina- 
les... En  las  tendencias,  Montalvo  y  usted  son  muy  distintos,  y  en  el 


S.    XIX,    1866.   SANTIAGO    ESTRADA  397 

estilo,  más  aún.  Montalvo  es  artificioso  y  afectadísimo:  usted,  espon- 
táneo y  natural.  Montalvo  aspira  en  demasía  á  decir  cosas  nuevas  y 
á  decirlas  como  nadie  'las  ha  dicho:  quiere  ser  un  primor,  un  dechado 
de  forma.  Usted  aspira  sólo  á  decir  lo  que  siente  y  piensa,  aunque  sea 
lo  que  sienten  y  piensan  los  demás  hombres ;  y  á  decirlo  con  orden  y 
claridad,  sin  rebuscamientos  ni  rarezas...  Usted  escribe  corde  bono  ef 
fide  non  ficta,  con  'la  sinceridad,  con  la  convicción  candorosa,  que 
atrae  la  atención  de  los  lectores,  que  les  gana  la  voluntad,  que  los  con- 
vence á  veces  y  que,  cuando  no  los  convence,  los  interesa  y  conmueve, 
convirtiéndolos,  si  no  en  correligionarios  de"!  dogma  que  se  predica, 
en  amigos  y  parciales  entusiastas  del  predicador...  En  cuanto  los  ocho 
tomos  contienen  luce  usted  su  vasta  lectura,  su  recto  criterio,  su  viva 
y  espléndida  imaginación;  lo  bondadoso  é  indulgente  de  su  índole,  que 
más  que  á  señalar  defectos  le  lleva  á  descubrir  y  celebrar  bellezas ; 
y  el  fervoroso  entusiasmo  y  el  amor  entrañable  con  que  se  comiplace 
usted  en  realzarlas  y  en  encomiarlas...  La  obra  de  usted  que  cito  la 
última,  De  Valparaíso  á  la  Oroya,  es  la  mejor  de  todas,  en  mi  sentir, 
ó  al  menos  la  que  me  ha  causado  impresión  más  honda  y  más  grata. 
Me  parece  amenísimo  libro  de  viaje.  El  estilo  de  usted,  animado  y  pin- 
toresco, tiene  la  fuerza  de  trasladar  en  espíritu  al  lector  á  los  lugares 
que  va  usted  recorriendo  y  que  tan  bien  describe."  Santiago  Estrada: 
ediciones  de  Barcelona:  La  Flor  de  las  tumbas  (1866).  El  Hogar  en 
¡■a  pampa,  nov.  (1866).  Discursos  (1889).  Teatro  (1889).  Estudios  bio- 
gráficos (1889).  Viajes  del  Plata  á  los  Andes  y  del  mar  Pacífico  al 
mar  Atlántico,  dos  vols.  (1889),  Miscelánea,  dos  vols.  (1889). 

134.  Año  1866.  Museo  de  Cuadros  de  costumbres,  Biblioteca  de 
"El  Mosaico",  dos  tomos,  Bogotá,  1866.  Con  El  Mosaico  (1858-1870) 
señala  la  época  de  mayor  fervor  literario  en  Colombia.  Tomo  I :  Pró- 
logo. El  Boga  del  Magdalena,  por  Manuel  María  Madiedo.  Contribu- 
ciones directas,  por  José  Manuel  Marroquín.  La  Tienda  de  don  Antu- 
co,  por  José  Manuel  Groot.  Felipe,  por  Gregorio  Gutiérrez  González. 
Entre  usted,  que  se  moja,  por  José  David  Guarín.  El  Tiple,  por  José 
Caicedo  Rojas.  Los  percances  de  un  estudiante,  por  Hermógenes  Sa- 
ravia.  Las  Guacharacas,  por  Vicente  Lombana.  Los  Diablitos,  por 
Manuel  Pombo.  Lo  que  va  de  ayer  á  hoy,  por  Ricardo  Carrasquilla. 
Toros  en  calle  y  en  plaza,  por  Rafael  Pombo.  Un  domingo  en  casa, 
por  Ricardo  Silva.  El  Correísta,  por  José  María  Vergara  y  Vergara. 
Fiestas  de  la  Candelaria  en  La  Popa,  por  el  general  Joaquín  Posada 
Gutiérrez.  Aíis  recuerdos  de  Tibacui,  por  la  señora  Josefa  Acevedo  de 
Gómez.  La  Nochebuena,  por  Rafael  Elíseo  Santander.  Cachaco,  por 
Ignacio  Gutiérrez  Vergara.  Algo  sobre  tierra  caliente,  por  Salvador 
Camacho  Roldan.  Ovidio  el  enamorado,  por  Medardo  Rivas.  Mi  com- 
padre Facundo,  por  Juan  de  Dios  Restrepo.  El  Reloj  y  la  pila  de  Tún- 
ja,  por  José  Joaquín  Vargas.  El  Trilladero  de  la  Hacienda  de  Chingatá, 
por  Eugenio  Díaz.  El  Triunvirato  parroquial,  por  José  María  Samper.. 


'5^S      PRIMER   PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

ilativo  por  el  cual...,  por  Juan  Francisco  Ortiz,  Peregritia^ión  por  el 
norte  de  la  Nueva  Granada,  por  M.  Ancizar.  Un  viajero,  por  José 
Joaquín  Borda.  Quejas  al  mono  de  la  pila,  por  Crisóstomo  Osorio. 
Los  Enamorados,  por  Lázaro  María  Pérez.  La  Semana  santa  en 
Popayán,  por  José  María  V'ergara  y  V'erg^ara.  El  Contrabandista,  por 
Manuel  María  Madiedo.  Penitencia,  por  J.  M.  Marroquín.  Nos  fui- 
mos á  Ubaque,  por  José  Manuel  Groot.  El  Duende  en  un  baile,  por 
José  Caícedo  Rojas.  Un  día  de  San  Juan  en  tierra  caliente,  por  David 
Guarín.  El  Portón  de  casa,  por  Ricardo  Silva.  Un  jurado,  por  Ricardo 
Carrasquilla.  El  Mercado  de  la  Mesa,  por  José  M.  Vergara  y  Ver- 
gara.  Una  excursión  por  el  Valle  del  Cauca,  por  Manuel  Ponibo. 
Las  Fiestas  de  mi  parroquia,  por  Rafael  Elíseo  Santander.  Discurso 
sobre  traslación  de  capital,  por  Hernrógenes  Saravia.  Los  Pepitos, 
por  Juan  de  D.  Restrepo.  Destino  irrevocable,  por  Ricardo  Carras- 
quilla. Contestación,  por  José  M.  Marroquín.  María  Ticince  ó  los 
pescadores  del  Tunja,  f>or  Eugenio  Díaz.  U}ta  tasa  de  chocolate,  por 
Juan  Francisco  Ortiz.  Seis  horas  en  un  champán,  por  José  Joaquín 
Borda.  Los  Viajeros  en  Colombia  y  Sur  América,  por  Felipe  Pérez. 
Costumbres  de  antaño,  por  José  Manuel  Groot.  Apuntes  de  un  viaje 
por  el  Sur  de  Nueva  Granada,  por  Santiago  Pérez.  La  Carrera  de  mi 
sobrino,  por  José  Manuel  Marroquín.  El  Cosechero,  por  Medardo  Ri- 
vas.  El  Maestro  Julián,  por  David  Guarín.  Un  par  de  viejos,  por  José 
María  Vergara  y  Vergara.  La  Tijera,  por  Domingo  A.  Maldonado. 
La  Calle  Honda,  por  Rafael  Elíseo  Santander.  Imdcmnizaciones,  por 
Ricardo  Silva.  Las  Compras  en  la  calle  Real,  por  José  Ángel  Gaitán. 
La  Voluntaria,  por  el  general  Joaquín  Posada  Gutiérrez.  Vamos  á 
■fnisa  al  pueblo,  por  José  Manuel  Marroquín.  El  Chino  de  Bogotá, 
por  Januario  Salgar.  El  Salto  de  Tequcnüama,  por  Juan  Francisco 
Ortiz.  El  Canei  del  Totumo,  por  Eugenio  Díaz.  El  Lenguaje  de  las 
^asas,  por  José  María  Vergara  y  Vergara.  Bajando  el  Dagua,  por 
Manuel  Pombo.  Esquina  de  avisos,  por  José  M.  Vergara  y  Vergara. 
Tomo  II:  ¿Quién  es  el  más  feliz  de  los  mortales?,  por  José  M.  Ma- 
rroquín. Los  Llanos,  por  Felipe  Pérez.  Una  visita,  por  Gregorio  Gu- 
tiérrez González.  La  Tierra  caliente,  por  Juan  de  D.  Restrepo.  Una 
tertulia  casera,  por  Juan  B.  Ortiz.  Remigia  ó  vicisitudes  de  las  hijas 
de  la  alegría,  por  José  Manuel  Groot.  El  Raizalismo  vindicado,  por 
Rafael  Elíseo  Santander.  La  Serenata,  por  Juan  F.  Ortiz.  Joaquín 
Guarín,  por  José  Caícedo  Rojas.  Una  noche  de  fiestas,  por  Ricardo 
Carrasquilla.  La  Docena  de  pañuelos,  por  J.  David  Guarín.  Ponga  us- 
ted tienda,  p>or  Ricardo  Silva.  Un  sueño  de  dos  colores,  por  José  Ma- 
nuel Groot.  El  Ultimo  Abencerraje  ó  la  trata  de  caballos,  por  José 
M.  Vergara  y  Vergara.  La  Pirámide  de  la  Itica-pol,  por  Santiago  Pé- 
rez. Antiguo  modo  de  viajar  por  el  Quindió,  por  José  Caícedo  Rojas. 
Partida  del  Libertador,  por  Joaquín  Posada  Gutiérrez.  Es  mal  que 
anda,  por  Ulpiano  González.  Los  Viceversas  de  Bogotá.  Viajes,  por 
bernardo  Torrente.  La  Retreta,  por  José  Ángel   Gaitán.  Literatura 


s.  XIX,  i8ó6.  LUIS  j.  viDART  3gg 

fósil,  por  José  María  Samper.  Descripción  del  puente  de  Icononzo, 
por  Romualdo  Cuervo.  Los  Artesanos,  por  Rafael  E.  Santander.  El 
Tiempo  vale  dinero,  por  Ricardo  Carrasquilla.  Una  página,  por  José 
M.  Quijano  Otero.  Lo  que  puede  un  pie,  por  Mariano  González  Man- 
rique. Peregrinación  por  el  Norte  de  la  Nueva  Granada,  por  Manuel 
Ancízar.  Investigaciones  sobre  algunas  antigüedades,  por  José.  M. 
Marroquín.  El  Paseo  campestre,  por  León  Hinestrosa.  El  Sr.  Euge- 
nio Días,  por  José  M.  Vergara  y  Vergara.  Manuela,  novela  original, 
por  Eugenio  Díaz  (Fué  la  primera  edición  de  esta  celebrada  novela). 
Luis  J.  Vidart  y  Schuch  (1835-1897),  madrileño,  teniente  coro- 
nel de  Artillería,  diputado  (1872),  erudito  escritor  de  novelas,  poesías, 
artículos  y,  sobre  todo,  de  historia,  gran  cervantista,  vulgarizador  de 
las  glorias  patrias  en  periódicos,  polemista  algo  paradójico,  crítico 
benévolo,  fué  colaborador,  á  los  diez  y  nueve  de  su  edad,  de  El  Se- 
fnanario  Pintoresco ;  después  de  La  Prosperidad  Pública  (1868),  La 
Voz  del  Siglo  (1869),  El  Correo  Militar  (1872),  La  Gaceta  Popular 
(1873),  Rev.  de  Esp.,  La  Esp.  Mod.,  La  Ilustr.  Esp.,  Blanco  y  Negro, 
Rev.  Contemp.,  Barcelona  Cómica.  Luis  J.  Vidart:  La  Filosofía  espa- 
ñola, indicaciones  bibliográficas,  Madrid,  1866.  Letras  y  armas,  breves 
noticias  de  algunos  literatos  y  poetas  militares  de  la  edad  presente, 
Sevilla,  1867;  Madrid,  1871.  Versos,  Madrid,  1872.  Pena  sin  culpa, 
com.,  1874.  Cuestión  de  amores,  dr,,  1876.  Cervantes,  poeta  épico, 
iSjy.  La  Historia  literaria  de  España,  1877.  Noticias  biográf.  del  Co- 
mandante Villamartín,  1877,  1883.  Canwens,  apuntes  biogr.,  1880.  El 
Quijote  y  el  Telémaco,  1884.  Los  Biógrafos  de  Cervantes  en  el  si- 
glo XVIII,  1886.  ídem  en  el  s.  xix,  1889.  Vida  y  escritos  de...  D.  Vi- 
cente de  los  Ríos,  1889,  Un  historiador  francés  de  la  vida  de  Cervan^ 
tes,  1891.  Colón  y  Bobadilla,  una  polémica  y  un  boceto  dramático, 
1892.  Descubrimiento  del  Njievo  Mundo,  1893.  Los  Aciertos  del  señor 
Pinheiro  C hagas  y  los  errores  del  Sr,  Harrisse,  1893.  Utilidad  de  las 
monografías...,  1894.  Vasco  de  Gama  y  el  descubrimiento  de  Occanía, 
1895.  El  Descubrimiento  de  Oceanía  por  los  portugueses,  1896.  El 
Descubrimiento  de  la  India  por  Vasco  de  Gama,  1896.  La  Partida  de 
Vasco  de  Gama  para  el  descubrimiento  de  la  India,  1896.  En  la  Rev. 
España:  Artículos  militares  (1871).  La  Novela  en  la  edad  moderna 
(1871,  t.  XXI).  Recuerdos  de  una  polémica  acerca  de  la  novela  de 
D.  Juan  Valera  (1876,  t.  Lili).  La  Literatura  docente  (1879, 
t.  LXVIII).  El  Naturalismo  en  el  arte...  (1882,  t.  LXXXV).  Acerca 
de  lo  mismo  (1882,  t.  LXXXVIII).  Una  teoría  y  un  ejemplo,  de  lo 
mismo  (1884,  t.  C).  La  Inmortalidad  de  la  poesía  (1885,  t.  CVII).  La 
Escuela  poética  sevillana  (1868,  t.  IV).  Los  poetas  líricos  contemp.  de 
Portugal  (1872,  t.  XXV).  Pena  sin  culpa,  dr.  (1874,  ts.  XXXVI- 
XXXVII).  Cuestión  de  amores,  dr.  (1876,  ts.  LV-LVI).  Un  proceso 
militar...,  por  P.  de  la  Escosura  (1878,  t.  LXI).  Dilema,  poesía  (1881, 
t.  LXXIX).  Los  Terremotos  de  Andalucía,  meditación  (1886,  t.  CXII). 
Una  noticia  poco   conocida  acerca  de  la  patria  de  Cervantes  (1880, 


400      PRIMER   PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

t.  LXXIII),  Críticas  (1870-77).  En  Esp.  Mod.:  Las  Obra^  hist.-mili- 
tares  del  cap.  D.  F.co  Barado  (1889,  Jim.).  Las  Corridas  de  toros 
(1891,  Abr.).  Consúltese  Miguel  Carrasco  Labadía,  Noticias  biográfi- 
cas de  D.  Luis  Vidart,  Madrid,  1892. 

Enrique  Ceb.\llos  Quintana,  del  arma  de  Infantería,  director  de 
El  Diario  de  los  Pobres  (1868),  colaborador  de  El  Bazar  (1874-75),  La 
Niñez  (1879-83),  Los  Niños  (1883-86),  El  Minido  de  los  Niños  (1891), 
escritor  fecundo  de  obras  militares  y  de  educación,  de  novelas,  poe- 
mas, obras  teatrales  y  poesías  líricas,  estrenó  La  Covadonga,  fantasía 
dr.,  1866.  El  Museo  del  soldado,  Madrid,  1867.  Las  Mujeres  de  la  no- 
che, nov.,  1876.  El  Quijote  de  los  siglos,  1876.  La  Mujer  del  prójimo, 
nov.,  1877.  La  Pesca  de  marido,  nov.,  1878.  Lo  Mejor  de  la  mujer, 
nov.,  1878.  El  Talismán  de  Juan  Soldado,  1879,  1883.  Una  doncella  en 
agraz,  nov.,  1879.  Tempestades,  poemas,  1880.  Juan  Soldado,  1880, 
Esperanzas,  poema,  1880.  Vergel  de  la  infancia;  cuentos  de  color  de 
ciclo,  1881.  Las  Pecadoras,  1881.  La  Escala  del  placer,  1882.  Escenas 
morales,  Barcelona,  188Ó.  Narraciones  de  cuartel,  1887,  1889.  Una  sue^ 
gra  por  el  aire,  Madrid,  1888.  El  Loco  de  S.  Onofre,  cuadro  dram., 
1889.  La  Catnisa  de  Adán,  nov.,  1889.  Los  Dramas  de  la  Corte.  1891. 
Captdlos  de  rosa,  cuentos  para  niños,  1897.  Jazmines  y  violetas,  ídem, 
1897.  Noticias  suyas,  monól.,  1897.  La  Mano  azul,  1901,  La  Nieta  de 
Barba  Azid,  1901.  El  Jabón  de  Pilotos,  1902. 

Eduardo  Benot  y  Rodríguez  (1822-1007),  de  Cádiz,  republicano  y 
académico,  gran  pedagogo  en  su  estilo  y  filósofo  del  lenguaje,  hondo 
conocedor  de  la  métrica  castellana,  publicó  obras  para  la  enseñanza 
de  los  idiomas  francés,  italiano,  inglés  y  alemán,  hizo  comedias  y  es- 
cribió poesías  y  artículos  desde  185 1.  Examen  critico  de  la  acentua- 
ción castellana,  Cádiz,  i866;  Madrid,  1888.  Versificación  por  pies  mé- 
tricos, Madrid,  1890.  Patria,  versos,  1890.  El  Muerto  zñvo,  zarz.  Mi 
siglo  i  mi  corazón,  dr.  Arquitectura  de  las  lenguas,  tres  vols.,  Madrid 
(s.  a.).  Diccionario  de  asonantes  y  consonantes.  Diccionario  de  Ideas 
afines,  1899.  España,  poesías,  1905.  Cervantes  i  el  Quijote,  1905.  Los 
Duendes  del  lenguaje,  póst.,  1908.  Arte  de  hablar,  gramática  filosófica 
de  la  lengua  castellana,  1910  (póst.).  En  Esp.  Mod.:  La  Crisis  econó- 
mica (1889,  Maye).  Las  Hipótesis  (1889,  Oct.).  Versificación  por  pies 
métricos  (1890,  Ag.,  Set.  y  Oct.).  Signo  de  pasiva  se  (1904,  Mayo). 
El  Análisis  atomístico  gramatical  (1904,  Jun.).  Uso  de  los  modos  y 
tiempos  (1904,  Ag.).  Estudio  aislado  de  las  palabras  (1904,  Nov.), 
¿Hay  semivocales?  (1904,  Dic).  La  Sílaba  (1905,  Jun.).  Tiempos  de 
significado  translaticio  (1905,  Oct.). 

José  David  Guarín  (1830-1890),  de  Quetame  (Colombia),  por  seud. 
David  y  El  Fisgón,  escritor  de  artículos  de  costumbres  y  autor  de  La 
Soledad,  meditación  delicada  y  honda,  y  algunas  otras  ¡jocsías;  popu- 
lar en  su  tiempo,  aunque  llano  y  descuidado  en  estilo  y  de  sátira  no 
muy  fina.  Ant.  Gómez  Restrepo,  El  Nuevo  Tiempo  Literario,  Bogotá, 
1915  (Enero):  "Escritor  popularisimo  en  su  tiempo  y  que  por  su  estila 


S.   XIX,    1866.  JOSÉ  VILLAAMIL  Y   CASTRO  4OI 

llano  y  descuidado,  su  conocimiento  de  las  costumbres  de  la  clase  me- 
dia, su  sátira  no  muy  fina,  pero  sí  bien  encaminada,  reunía  condicio- 
nes para  ser  leído  por  mayor  número  de  personas  que  otros  literatos 
de  estirpe  más  clásica  y  refinada.  Mas  que  por  sus  numerosos  artícu- 
los, vivirá  Guarín  por  una  poesía,  de  meditación  delicada,  original  y 
profunda,  de  forma  sencilla,  pero  de  inspiración  intensa,  que  tituló 
La  Soledad,  y  que  revela  una  vena  íntima  de  sentimiento  en  un  autor 
de  aspecto  burgués  y  de  carácter  festivo."  Las  Bodas  de  un  muerto, 
Bogotá,  1866.  Las  Aventuras  de  un  santo,  iSyy.  Obras,  1880  (3.'  ed.). 
Las  tres  semanas,  1884.  Cuando  dos  se  quieren  bien,  juguete. 

José  López  Portillo  y  Rojas  (n.  1850),  de  Guadalajara  (Méjico), 
acabados  los  estudios  de  Derecho,  viajó  por  los  Estados  Unidos,  Fran- 
cia, Inglaterra,  Egipto  y  Palestina  y  á  su  vuelta  publicó  Impresiones 
de  viaje,  que  fueron  muy  bien  recibidas.  Fué  abogado  y  catedrático 
y  publicó  El  Derecho  y  la  economía  política.  Como  periodista  fundó  la 
revista  de  ciencias,  letras  y  artes  titulada  República  Literaria  (1866), 
donde  publicó  artículos  literarios,  históricos  y  de  crítica,  leyendas  y 
novelas,  poesías  y  discursos,  á  veces  con  el  seudónimo  de  Yussuf  ben 
Issa,  aludiendo  á  su  nombre  y  al  de  su  padre.  Editó,  en  1891,  la  Cró- 
nica de  Jalisco,  de  fray  Antonio  Tello,  que  se  creía  perdida.  En  1892, 
Armonías  fugitivas,  colección  de  poesías,  entre  ellas  el  poema  Un 
héroe,  publicado  ya  en  1882.  En  El  Renacimiento,  1894,  publicó  un 
poemita  en  prosa.  Pía,  de  gran  sentimiento.  La  Parcela,  novela,  Mé- 
xico, 1898.  Obras,  México  (Bibliot.  Autor.  Mexic.) :  en  el  t.  II  (LXIX 
de  la  Bibl.),  Novelas  cortas,  1901 ;  en  el  t.  IV  (LXIX  de  la  Bibl.),  Los 
Precursores,  novela,  dirigida  á  Pereda,  1909. 

Francisco  de  Paula  Sosa  (1848-1916),  mejicano,  historiador,  gran 
erudito  y  crítico,  publicó  Manual  de  biografía  Yucateca,  Mérida  (Yu- 
catán), 1866.  Una  temporada  lírica,  nov..  Habana,  1876.  Episcopado 
mexicano,  galería  biográfica,  México,  1877.  Biografía  de  D.  Benito 
Juárez,  ibid.,  1884.  Biografías  de  mexicanos  distinguidos,  ibid.,  1884. 
Bosquejo  histórico  de  Coyoacan,  ibid.,  1890.  Escritores  y  poetas  sud- 
am-ericanos,  1890.  Las  Estatuas  de  la  Reforma,  noticias  biográficas, 
1900.  Conquistadores  antiguos  y  modernos,  1901 ;  1902  (en  Esp.  Mod., 
Abr.,  Mayo).  Breves  notas  tomadas  de  la  escuela  de  la  vida,  1910. 

José  Villaamil  y  Castro  (1839-1910),  madrileño,  jefe  del  Cuerpo 
de  Archiveros,  colaborador  del  Museo  Español  de  Antigüedades,  Bo- 
letín de  la  Soc.  Geogr.,  El  Arte  en  España,  Semanario  Pintoresco, 
Museo  Universal,  El  Averiguador,  La  Ilustr.  Gallega  y  Astur.,  Rev. 
Europea,  Rev.  de  España,  Galicia  Diplomática,  Rev.  de  Bellas  Artes, 
Rev.  de  Archivos,  etc.  Publicó  Descripción...  de  la  Catedral  de  San- 
tiago, Lugo,  1866.  Crónica  de  la  provincia  de  Lugo,  Madrid,  1866, 
1869.  Rudimentos  de  arqueología  sagrada,  Lugo,  1867.  Los  Pertigue- 
ros de  la  iglesia  de  Santiago,  i^yz;  2.*  pte.,  1883.  Antigüedades  pre- 
históricas y  célticas  de  Galicia,  Lugo,  1873 ;  Mondoñedo,  1894.  Los 
Códices  de  las  iglesias  de  Galicia  en  la  Edad  Media,  1874.  Ensayo  de 

TOMO     VIII  — 26 


402      PRIMER   PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

un  catálogo...  de  libros...  que  tratan...  de  Galicia,  1875,  1887.  Catálogo 
de  los  viss...  en  la  biblioteca  del  Noviciado  de  la  Universidad  Central, 

1878.  Breve  reseña  histór.-dcscript.  del  Archivo  gral.  de  Indias...,  Se- 
villa, 1884.  Los  Foros  de  Galicia  en  la  Edad  Media,  1884.  Iglesias  ga- 
llegas de  la  Edad  Media,  1901,  1904.  Mobiliario  litúrgico  de  Galicia 
en  la  Edad  Media,  1907.  Obras  (Bibliografía),  1907.  La  Catedral  de 
Santiago,  1909.  En  la  Rev.  España:  La  Peregrifiación  á  Santiago 
('1869,  t.  VII).  Las  Invasiones  piráticas  en  Galicia  y  el  Obispo  Santo 
(1869,  t.  IX).  El  Concejo  de  una  ciudad  gallega  en  el  s.  xiv  (1871, 
ts.  XX-XXII). 

José  Domingo  Cortés  (t  1884),  chileno,  publicó  Cantos  patrióticos. 
Serena,  1866.  Parnaso  boliviano,  Valparaíso,  1869.  Galería  de  hotnbres 
célebres  de  Solivia,  Santiago,  1869.  Parnaso  peruano,  Valparaíso, 
1871.  La  República  de  Bolivia,  Santiago,  1872.  Parnaso  argentino, 
ibid.,  1873.  América  poética,  poesías  selectas  americanas,  París,  1875. 
Bolivia,  apuntes  geográficos,  estad.,  de  costumbres,  descriptivos  é  his- 
tóricos, París,  1875.  Poetisas  americanas,  ramillete  poético  del  bello 
sexo  hisp. -americano,  ibid.,  1875;  París-México,  1896.  Prosistas  ame- 
ricanos, colecc,  París,  1875.  Diccionario  biográfico  americano,  París, 
1876  (2.'  ed.). 

El  padre  Fidel  Fita  y  Colomé  (1838-1918),  jesuíta,  gran  traba- 
jador como  epigrafista  y  erudito  historiador  en  el  Boletín  de  la  Aca- 
demia de  la  Historia,  de  la  cual  fué  director,  publicó,  entre  otras  cosas: 
Epigrafía  romc-na  de  la  ciudad  de  León,  León,  1866.  La  Santa  cueva 
de  Manresa,  1872.  Restos  de  la  declinación  céltica  y  celtibérica  en  al- 
gunas lápidas  españolas,  1878.  El  Gerundense  y  la  España  primitiva, 

1879.  Recuerdos  de  un  viaje  á  Santiago  (con  Fernández  y  González), 
Madrid,  1880.  Galería  de  jestUtas  ilustres,  ibid.,  1880.  Actas  inéditas 
de  siete  concilios  españoles  celebrados  desde  el  año  12S2  hasta  el  de 
1314,  ibid.,  1882.  Fray  Bernal  Buyl  ó  el  primer  apóstol  del  Nuevo 
Mundo,  colecc.  de  docum.  raros...,  ibid.,  1884.  Estudios  históricos  (sus 
artículos  del  Bolet.  Acad.  Hist.),  ocho  vols.,  ibid.,  1884-1890.  Lápidas 
hebreas  de  Gerona,  Barcelona.  La  España  hebrea,  Madrid,  1890-98, 
dos  vols.  Tres  discursos  históricos,  1909.  Consúltese  J.  Pérez  de  Guz- 
mán,  en  Bolet.  Acad.  Hist.,  Febr.,  1918. 

Francisco  Giner  de  los  Ríos  (1840-1915),  hijo  de  una  hermana 
de  Ríos  Rosas,  nació  en  Ronda,  estudió  el  bachillerato  en  Cádiz,  Bar- 
celona, Alicante  y  Granada,  según  los  destinos  de  su  padre,  funciona- 
rio de  Hacienda;  Derecho  y  Filosofía  y  Letras  en  Granada;  ganó  por 
oposición  la  cátedra  de  Filosofía  del  Derecho  de  la  Central  y  renun- 
ció á  ella  por  compañerismo  con  Sanz  del  Río  y  Fernando  de  Castro  al 
acercarse  la  Revolución  de  Setiembre;  devuelto  después  de  ella,  se  le 
apartó  de  la  enseñanza  en  1875  y  volvióle  á  su  cátedra  en  1881  J.  Luis 
Albareda.  Su  obra  personal  fué  la  Institución  Libre  de  Enseñanza 
(hacia  1870),  continuación  de  la  escuela  krausista  en  España,  obra  en 
1*  que  demostró  la  entereza  y  constancia  de  su  carácter  admirable. 


S.  XIX,    1866.  ARÍSTIDES  ARTIÑANO  Y  ZURICALDAY         4ü3 

aunque  el  propósito  de  tanto  saber  y  de  tantas  energías  de  este  peda- 
gogo suavísimo  en  lo  de  fuera,  durísimo  en  lo  de  dentro,  á  juzgar  por 
sus  frutos,  sea  la  descristianización  y  desespañolización  de  la  España 
tradicional.  M.  Pelayo,  Heterod.,  III,  pág.  804:  "Francisco  Giner  de  los 
Ríos,  catedrático  de  Filosofía  del  Derecho  y  alma  de  la  Institución 
Libre  de  Enseñanza,  personaje  notabilísimo  por  su  furor  propagandis- 
ta, capaz  de  convertir  en  krausistas  hasta  las  piedras,  hombre  honra- 
dísimo por  otra  parte,  sectario  convencido  y  de  buena  fe,  especie  de 
Ninfa  Egeria  de  nuestros  legisladores  de  Instrucción  pública,  muy 
fuerte  en  pedagogía  y  en  el  método  intuitivo,  partidario  de  la  escuela 
laica...,  fecundísimo,  como  todos  los  krausistas,  en  introducciones, 
conceptos  y  programas  de  ciencias  que  nunca  llega  á  explanar."  Ade- 
más de  las  traducciones  de  Krause,  Róder,  Ahrens  y  otros  extranje- 
ros, publicó  Giner  Estudios  literarios  (1866).  Principios  de  derecho 
natural,  1871.  Estudios  jurídicos  y  políticos  (1875).  Estudios  filosófi- 
cos y  religiosos  (1876).  Estudios  de  literatura  y  arte  (1876).  Principios 
de  Derecho  natural  (con  Alfredo  Calderón).  Manual  de  Literatura  na~ 
cional  y  extranjera,  Madrid,  1899,  dos  vols.  Historia  crítica  abreviada 
de  Literatura  nacional  y  extranjera.  La  Universidad  española,  1916, 
Psicología,  Idea  del  Derecho  y  Educación  y  Enseñanza,  obras  que 
nada  tienen  que  ver  con  la  literatura  y  que  valen  mucho  menos  que  la 
recia  personalidad  del  pedagogo.  Están  reimprimiéndose  ahora  sus 
obras. 

135.  Año  1866.  Antonio  Aguayo  publicó  Historia  de  una  carta, 
Madrid,  1866. — ^JosÉ  Aguirre  Matiol  publicó  De  Sagunto  á  Cartago  ó 
impresiones  de  un  viaje  á  la  Corte  de  Túnez,  Valencia,  1866. — Álbum 
poético  dedicado  á...  D.  losé  Zorrilla,  Valladolid,  i866.-^Manuel  de 
Almagro  publicó  Breve  descripción  de  los  viajes  hechos  en  América 
durante  los  años  de  1862  á  i8óó,  Madrid,  1866. — Ángel  Alvarez  de 
Araujo  y  Cuéllar  publicó  Recopilación  histórica  de  las  cuatro  órde- 
nes militares,  Madrid,  1866.  Ceremonial,  de  las  mismas,  1868.  Las  Or- 
denes militares,  1891.  Oficio  divino,  de  ídem,  1893. — Juan  V.  Ara- 
CUiSTAiN,  vascongado,  publicó  las  hermosas  Tradiciones  vasco-cánta- 
bras, Tolosa,  1866.  El  Baso-Iaun  de  Etumeta,  nov.  hist.,  ibid.,  1882. 
Cuadros  del  Evangelio,  ibid.,  1901. — Francisco  Arderíus,  célebre  ac- 
tor, inauguró  en  1866,  con  su  compañía,  en  el  teatro  de  Variedades  de 
Madrid,  los  famosos  Bufos  Madrileños  ó  Bufos  de  Arderíus.  Publicó 
Hasta  los  gatos  quieren  zapatos,  apuntes  sobre  el  Teatro  Español, 
Madrid,  1877.  De  mis  recuerdos,  narraciones  históricas,  1914. — Fran- 
•cisco  de  Armas,  cubano,  publicó  Esclavitud  en  Cuba,  Madrid,  1866. — 
Arístides  Artiñano  y  Zuricalday,  vascongado,  redactor  del  Euskalr- 
duna,  de  Bilbao,  y  de  El  Cuartel  Real,  periódico  del  pretendiente  don 
Carlos,  publicó  Biografía  del  Sr.  D.  Pedro  Novia  de  Salcedo,  Bilbao, 
j866.  El  Alzamiento  de  Vizcaya  en  18/2  y  el  convenio  de  Amorevieta, 
Sevilla,  1872.  El  Señorío  de  Vizcaya,  Barcelona,  1885.  El  Ven.  mar- 


404      PRIMER  PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (1850-1869) 

tir...  Valentín  de  Bcrrio-Ochoa,  Bilbao,  1886.  Crónica  de  la  corona- 
ción... de  iV."  5".»  de  la  Merced,  Barcelona,  1889.— José  Marín  Baldo 
(1826-1891),  murciano,  notable  arquitecto,  autor  del  grandioso  Monu- 
mento á  Colón  y  á  la  gloria  de  España,  en  la  Exposición  Nacional  de 
Bellas  Artes  de  1866,  publicó  Fuensantica,  novela  de  costumbres  mur- 
cianas (en  El  Semanario  Murciano).  Lo  que  dijo  Juan  de  Herrera, 
Madrid,  1882. — Becerro,  libro  famoso  de  las  Behetrías  de  Castilla, 
Santander,  1866. — La  Beldad  de  las  verdades,  pequeña  colección  de 
cantares,  por  dos  inseparables,  Madrid,  1866. — Francisco  J.  A.  Berra 
publicó  Bosquejo  histór.  de  la  Rep.  Oriental  del  Uruguay,  Montevideo^ 
1866,  1881  (3.a  ed.).  Defensa  del  bosquejo  histórico,  ibid.,  1882. — Se- 
gundo Blanco  estrenó  Delirios  de  la  razón,  com.  (1866). — ^Cosme  Blas- 
co Y  Val  (n.  1838),  zaragozano,  catedrático,  publicó  bastantes  obras 
históricas  y  geográficas,  entre  ellas  Curso  de  geografía  histórica  anti- 
gua, Zaragoza,  1866.  Historia  de  Zaragoza,  ibid.,  1882.  Curso  de  geo- 
grafía universal  moderna.  Diccionario  geográfico  físico.  Historia  de 
la  antigua  Universidad  de  Huesca.  Historia  de  los  principales  descu- 
brimientos geográficos.  Historia  de  la  ciudad  de  Teruel  y  de  sus 
célebres  Amantes.  Historia  de  Jaca.  Diccionario  biográficoartístico 
de  Aragón.  Historia  de  la  Imprenta  en  Aragón.  Cancionero  his- 
tórico-poptdar  de  Aragón. — Fernando  Borbolla  Fernández  estrenó 
El  Rey  Alfonso  I,  dr.  (1866). — El  Cancionero  del  Esclavo,  Madrid, 
1866. — Manuel  Carreras  y  González  compuso  El  Trompeta  del  Ar- 
chiduque, zarzuela;  D,  Pepito  en  la  verbena,  juguete;  Por  derecho  de 
conquista.  La  Czarina,  drama  (de  Scribe).  Amapolas,  flores  silvestres, 
en  prosa  y  verso,  Madrid,  1866.  Silencio  hasta  la  muerte,  historia  de 
una  demencia  (Rev.  España,  1883,  t,  XCII). — Corona  poética  ó...  En- 
rique Tamberlick,  Madrid,  1866. — El  Correo  sino-ünamita  ó  Correspon- 
dencia de  las  Misiones  del  S.  O.  de  Predicadores  en  Formosa,  China  y 
Tung-King,  30  vols.,  Manila,  1866-1897.  Continuó  después  de  la  pérdi- 
da de  Filipinas. — Teodoro  Cuevas  publicó  Colección  inédita  de  400 
documentos  referentes  á  la  historia  de  Marruecos,  Madrid,  1866.  Es- 
tudio general  sobre  el  bajalato  de  Larache...,  1891. — Mariano  Chacel 
Y  González  (1846-1882),  salmantino,  director  de  El  Bufón  del  Pueblo, 
El  Buzón  del  Pueblo,  El  Coplero  de  la  Villa,  Los  Descamisados  (1873), 
El  Pendón;  poeta  dinamitero,  bohemio  y  calavera,  de  decir  brioso  en 
verso  y  prosa,  publicó  Cantares  de  todos  colores,  Valladolid,  1866.  Ga- 
lería de  retratos  lúgubres,  en  29  cantos,  Madrid,  1873.  Cantos  del  gi- 
tano, 1877;  y  versos  festivos,  graciosos,  en  Madrid  Cómico  (1880-81). 
Para  el  teatro:  El  Amante  espíritu.  Un  tío.  La  Comedia  de  hoy.  En- 
sayo y  función.  Por  seguir  la  moda.  La  Nochebuena  del  marino.  El 
Cuarto  *nandamiento.  El  Corazón  de  un  perdido.  Los  Desamparados. 
Un  mandamiento  de  la  ley  de  Dios.  Im  Ley  del  trabajo.  La  Noche  pri- 
mera. Los  Bohemios  (1878),  El  Afán  de  bullir.  La  Filoxera  del  poder. 
Lanceros  (1879),  muy  celebrada.  El  Año  1881  (revista  local,  Vallado- 
lid). — Miguel  Díaz  Ballesteros  publicó  Historia  de  la  villa  de  Oca- 


S.  XIX,  1866.  JOSÉ  HOSTA  /J05 

ña,  ibid.,  1866.  El  tomo  segundo  por  Benito  de  Lariz  García  Suelto, 
ibid.,  1873. — Escenas  de  la  vida:  colección  de  cuentos  y  cuadros  de 
costumbres,  por  una  Sociedad  de  autores,  Madrid,  1866. — Manuel  M." 
Fernández  y  González,  diferente  del  novelista,  compuso  La  Lira  del 
Guadalete,  poesías,  Madrid,  1866,  y  la  traducción  más  fiel  que  poética 
del  Intermezzo,  el  Regreso  y  La  Nueva  primavera  de  Heine,  con  el 
título  de  Joyas  prusianas,  Madrid,  1873,  1879. — José  Ferreiro  Peral- 
ta publicó  La  Hija  del  pueblo,  novela.  La  Soberbia,  1866,  cuatro  vols. 
La  Toma  de  San  Quintín,  dr.  (1866). — Fiestas  que  celebró  la  Iglesia 
de  S.  María  la  Blanca...  de  Sevilla...  en  obsequio  del  Breve...  en  fa- 
vor del  Misterio  de  la  Concepción,  Sevilla,  1866:  tiene  muchas  poe- 
sías.— Flor  de  epigramas...,  Madrid,  1866. — Flor  de  letrillas...,  Ma- 
drid, 1866. — La  Fortuna  de  Próspero,  una  estocada  al  diablo,  Madrid, 
1866. — Fueros,  observancias  y  actos  de  Corte  del  reino  de  Aragón, 
Zaragoza,  1866,  dos  vols. — Ignacio  Galiano  y  Aparicio  estrenó  El  Pri- 
sionero de  guerra,  com.,  Habana,  1866. — El  padre  Ramón  García,  je- 
suíta, publicó  Noticia  histórico-descriptiva  del  colegio  de  Loyola,  Ma- 
drid, 1866.  Relación  sucinta  del  dichoso  fin  de  los  205  mártires  muer- 
tos en  el  Japón,  Tolosa,  1868. — Enrique  Claudio  Girbal  (1839-1896), 
de  Gerona,  publicó  Guía  de  Gerona,  ibid.,  1866.  Escritores  gerunden- 
ses,  ibid.,  1867.  La  Rosa  de  oro,  Madrid,  1880.  Catál.  de  cuadros  del 
Museo  de  Gerona,  Gerona,  1882.  Tossa,  noticias  sobre  ¡a  hist.,  tradic. 
y  costumbres  de  esta  villa,  Gerona,  1884.  El  Castillo  de  Brunzola,  ibid., 
1885.  Epistolario  del  Cardenal  gerundense  D.  Fr.  Benito  de  Sala  y 
Caramany,  1889.  Los  Judíos  en  Gerona.  El  Príncipe  de  Gerona.  Álbum 
monumental  de  Gerona.  El  Sitio  de  Gerona  en  1284. — Ricardo  Gon- 
zález del  Camino  publicó  La  Hija  del  coronel,  nov..  Habana,  1866. — 
José  Grimaud  publicó  El  Cancionero  infantil,  Madrid,  1863,  1866. — 
Eusebio  Guiteras  (1823-1893),  cubano,  publicó  Guía  de  la  cueva  de 
Bellamar,  Matanzas,  1866.  Irene  Albar,  nov.,  Barcelona,  1885-86,  dos 
vols.  Un  invierno  en  Nueva  York,  Barcelona.  Colecc.  de  poes.  relig. 
(inéd.).  Gabriel  Reyes,  nov.,  1903-04.  Milanos  y  su  época,  1909.  Diario 
de  un  viaje  por  España  (1843),  1913. — 'Henri  Harrisse  (1830-1910), 
de  París  y  de  origen  americano,  publicó  Bibliotheca  americana  vetus- 
tissima  (1492-1551),  N.  York,  1866,  Additions,  París,  1872,  dos  vols. 
D.  Fernando  Colón,  ensayo  crítico,  Sevilla,  1871.  Fernand.  Colomb., 
sa  vie,  ses  ceuvres,  París,  1872.  Introducción  de  la  imprenta  en  Améri- 
ca, Madrid,  1872,  siete  vols.  Grandeza  y  decadencia  de  la  Colombina, 
Sevilla,  1886.  Catalogue  de  livres,  cortes  et  documents  mss.  provenant 
de  la  bibliothéque  de  feu  H.  Harrisse,  París,  1912.  Consúltense :  Henri 
Cordier,  Henri  Harrisse,  1910  (en  Bullet.  du  Bibliophile  et  du  biblio- 
thécaire,  489-505  y  569-582)  ;  Henry  Vignaud,  Henry  Harrisse,  étude 
hiographique  et  mírale,  avec  la  bibliographie  critique  de  ses  csuvres, 
París,  1912. — Pablo  Hernández  y  A,  Figueroa,  habanero,  publicó  En- 
sayos poéticos.  Habana,  1866.  Sueños  de  ángel  (1872). — Pedro  María 
Hidalgo  publicó  Espartero,  León,  1866. — José  FIosta  publicó  Crónica 


406      PRIMER  PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA  REALISTA   (185O-1869) 

de  la  provincia  de  Ciudad  Real,  1866. — Manuel  Jorrero  y  Paniagua 
(n.  1846),  de  Quintanar  de  la  Orden  (Toledo),  catedrático,  director  de 
El  Cascabel,  El  Escaparate,  La  Ilustr.  Crist.,  puMicó  Versos  para  aba- 
nicos, Madrid,  1.875.  Cuentos  fantásticos  y  morales,  1879  (4.''  ed.)^ 
1883  (6."  ed.),  1891  (9.*  ed.).  Cantares,  seguidillas,  versos  para  abani- 
cos, 1886  (6.»  ed.).  Cantares  á  la  Virgen  María,  1888,  1897  (7.*  ed.). 
Guía  palaciana,  1902. — Fausto  López  Vela  (1842-1866),  segoviano, 
dejó  escritas  las  obras  Conquista  de  Córdoba  por  el  Rey  S.  Fernando, 
Madrid,  1866.  La  España  y  el  genio  del  bien  y  del  mal,  ibid.,  1866. 
Juana  de  Arco,  nov.,  ibidem.  Poesías  sueltas.  Variedades. — ^M\nuel 
LÓPEZ  Lorenzo  publicó  Cantares  patrióticos...  á  Casto  Méndez  Núñez 
por  los  españoles  residentes  en  las  repúblicas  del  Plata,  Buenos  Aires, 
1866. — Juan  Antonio  Lossada  Piñeres  (1836-1898),  de  Cartagena  de 
Indias,  vivió  en  Maracaibo,  redactó  La  Voz  de  la  Mayoría  y  publicó 
Semblanzas  zulianas,  Maracaibo,  en  varios  folletos.  Hombres  notables 
de  la  Revolución  del  p-?  en  Venezuela,  dos  vols. :  I,  Caracas,  1893 ; 
II,  Maracaibo,  1895. — Francisco  de  la  Madrid  (n.  1843),  de  Guanaba- 
coa  (Cuba),  estrenó  Cosas  de  la  ciudadela,  jug.,  Cárdenas,  1868. — 
Eduardo  de  Mariátegui  (1835-1880),  madrileño,  por  seud.  Rudheric 
Al-Magherit,  ingeniero  militar  (1857),  publicó  Crónica  de  la  Prov.  de 
Toledo,  Madrid,  1866.  Carpintería  de  lo  blanco,  de  Diego  López  de 
Arenas,  1867.  Reseña  hist.-ftnilitar  de  las  guerras  de  Alemania  é  Ita- 
lia en  1866,  1867.  Glosario  de  algunos  antiguos  vocablos  de  arquitectu- 
ra..., 1876.  Apología...,  del  Comendador  Scribá,  1878.  El  Capitán  Cris- 
tóbal de  Rojas,  1879.  Con  seudónimo  de  AlMagherit  salió  en  la  Ilustr, 
Españ.  (1872)  Un  juego  de  ajedrez,  tradición  granadina. — Juan  Agus- 
tín Marino  (1843-1873),  de  Holguín  (Cuba),  publicó  Flores  incultas, 
poesías,  Cuba,  1866. — José  Martín  del  Pozo  estrenó  Catalina  Segun- 
da, dr.,  Habana,  1866. — 'Saturnino  Martínez  (1840-1905),  de  Sariego 
(Asturias),  pasó  á  Cuba,  donde  fué  empleado  de  la  Biblioteca,  dirigió 
La  Aurora  (1866)  y  La  Razón  (1876),  La  Unión  (Tarragona,  1903). 
Publicó  Poesías,  tres  vols.,  Habana,  1866- 1870- 1876. — Pío  B.  Mesa  pu- 
blicó Los  Anales  de  la  ciudad  del  Cuzco,  ibid.,  1866-67,  dos  vols. — Ig- 
nacio Miranda,  de  Puerto  Príncipe,  estrenó  La  Triaca  en  el  veneno. 
Puerto  Príncipe,  1866.  No  es  oro  todo  lo  que  reluce,  1866.  Donde  me- 
nos se  piensa...,  1866.  Huye,  galleta,  que  te  coge  diente,  1866.  Alma 
sola,  ni  canta  ni  llora  (1867). — El  Motín  de  las  estrellas,  disparate 
lírico-astronómico  bailable...  de  varios  autores...,  teatro  de  los  Bufos 
Madrileños  (1866). — La  Muerte  de  Curro  Cejas,  desatino  histórico- 
trágico,  parodia  inocente  de  la  magnífica  tragedia  '^La  Muerte  de  Cé- 
sar^', parto  laborioso  de  una  compañía  de  ingenios  averiados,  Madrid, 
1866. — José  Muñoz  y  García,  gaditano,  estrenó  Coces  contra  el  agui- 
jón, com..  Habana,  1866. — José  Nadal  de  Gurrea  publicó  Glorias  na- 
varras, Historia...  de  Navarra,  biografías...,  Pamplona,  1866. — Igna- 
cio Negrín  (n.  1825),  canario,  oficial  de  la  Armada,  publicó  La  Poesía 
del  mar,  cuentos  marítimos  «n  verso,  Habana,   1866  2.'  ed. — Emilio 


S.  XIX,   1866.  JERÓNIMO  SANZ  407 

Nieto  publicó  Amar  de  incógnito,  historia  inverosímil,  Madrid,  1866. 
— Noches  literarias  en  casa  de  Nicolás  Azcárate,  'por  varios,  en  prosa 
y  verso,  notable,  Habana,  1866,  dos  vols.  Nicolás  Azcárate  (1828-1894) 
fué  rico  Mecenas  de  los  literatos  cubanos. — Francisco  de  Asís  Palou 
(1829-1876),  del  Puerto  de  Santa  María,  director  en  Córdoba  de  La 
Lealtad  (1875),  publicó  Historia  de...  Alcalá  de  Henares,  Madrid, 
1866. — Antonio  Pérez  Carrión  (n.  1824),  canario,  publicó  Biografías 
de  ilustres  canarios,  Habana,  1866. — Francisco  J.  Pérez  de  Granda- 
LLANA  Y  Ángulo,  jerezano,  publicó  Poesías,  Jerez,  1866.  Sueños  y  lá- 
grimas, Madrid,  1879.  Poemas,  1880.  Jmito  al  fuego,  poesías,  ibid., 
1880.  Hojas  de  mi  cartera,  pensamientos,  ibid.,  1882.  Cantares,  ibid., 
1883.  Caprichos,  1884. — Pablo  Pildain  (n.  1848),  de  Puerto  Principe 
(Cuba),  estrenó  María,  dr.,  Habana,  1866.  Tres  contra  una,  jug.  (1866). 
María  del  Pino  de  la  Cruz  y  Penichet,  canaria,  publicó  Lágrimas  y 
flores,  poesías,  Habana,  1866. — Félix  Pizcueta  Galell  (1837-1890), 
valenciano,  médico,  director  de  La  Nación,  Los  dos  Reinos  (V'^alencia, 
1864)  y  El  Mercantil  Valenciano  (1874),  publicó  Las  Noches  de  invier^ 
no,  historias,  cuentos....  Valencia,  1866.  En  la  maroma,  historia  de 
"una  volatinera,  ibid.,  1876.  Gabriela,  nov.,  ibid.,  1878.  El  Administrador 
de  la  Baronesa,  id.,  ibid.,  1878.  La  Insurrección  de  Alahuar,  nov.,  Ma- 
drid, 1878. — Manuel  Jacinto  Presas  y  Morales  (1845-1874),  de  Ma- 
tanzas, médico,  publicó  Estudio  sobre  la  locura  de  D.  Quijote,  Matan- 
zas, íSóó. — M.  Puncet  de  Jiménez  publicó  La  Aficionada  del  sir- 
glo  XIX,  dr.,  Puerto  Príncipe,  1866. — ^Juan  María  Ramírez  publicó 
Bibliografía  de  la  primera  imprenta  de  Buenos  Aires,  ibid.,  1866. — 
Revista  de  Bellas  Artes,  rev.  de  crít.,  teatr.,  etc.,  Madrid,  1866-68. — 
Bonifacio  Riaíío  escribió  Bibliografía  Granadina  y  noticias  histór.  de 
su  imprenta  é  impresores  hasta  fines  del  s.  xvii,  ms.  de  la  Bibl.  Nac, 
por  ella  premiada  en  1866. — 'Catalina  Rodríguez  de  Morales  (1835- 
1894),  de  Pipián  (Cuba),  por  seud.  Yara,  publicó  Poesías,  Matanzas, 
1866;  t.  n,  Maracaibo,  1878.  Hijo  itnico,  poes.,  Matanzas,  1884. — Ra- 
fael Ruiz  Urbina  publicó  Los  Trovadores  Marianos...,  Madrid,  1886, 
dos  vols. — Saínetes:  El  Médico  en  el  lugar  y  la  sordera.  El  Viudo,  La 
Estera,  Las  Preciosas  ridícidas,  1866. — ^Faustino  Sancho  y  Gil  (na- 
ció 1850),  de  Mores  (Zaragoza),  por  seud.  Abelardo  Rosa,  orador  dis- 
tinguido, jurisconsulto  y  literato,  publicó  La  Bella  jardinera,  Zarago- 
za, 1866;  Sevilla,  1877.  El  Renacimiento,  Madrid,  1871.  Elogio  de  don 
Joaquín  M.^  Lopes,  1875  (en  Rev.  Acad.  Jnrispr.).  Espronceda,  1879 
(en  Rev,  Arag.).  Lucas  Jordán,  1880  (ibid.).  El  Teatro  de  Echegaray, 
Zaragoza,  1882.  Vicente  Espinel,  1877.  Enrique  Jácome  y  Breca,  1885. 
Elogio  de  Lope  de  Vega,  1885.  D.  Diego  Hurtado  de  Mendoza,  1885. 
Prólogo  á  Borao  (edic.  1885).  Elogio  de  Bretón,  1886.  Murillo,  apuntes 
para  la  hist.  de  su  vida  (Rev.  España,  1874,  t.  XLI). — Indalecio  San 
Julián,  español,  publicó  Sueños,  locuras  y  lágrimas,  poesías,  Habana, 
1866. — Jerónimo  Sanz  (1836-1882),  habanero,  maquinista,  publicó 
Amarguras  y  esperanzas,  poesías.  Habana,  1866.  Poesías,  i88i  (pról. 


408      PRIMER   PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

de  Rafael  M.  Mendive). — Rafael  Serrano  Alcázar  (1842-1901),  mur- 
ciano, del  Consejo  de  Estado,  fué  subsecretario  de  Gobernación  á  los 
treinta  de  su  edad,  después  vicepresidente  del  Congreso,  redactor  de  La 
Patria.  Publicó  Poesías,  IMadrid,  1866.  Últimos  cantos,  1871.  Cantos 
negros  ó  historias  extravagantes,  1874.  La  Corona  de  mi  tiempo,  1883. 
Hojas  veraniegas,  1884.  Política  y  Literatura,  1887.  La  Mujer  alegre, 
18S9.  San  Sebastián,  1894.  Cartas  politicas,  1900.  En  el  periódico  La 
Novela  publicó  La  Amiga  íntima. — José  Manuel  de  la  Sierra,  monte- 
videano, publicó  La  Revolución  de  i8¿/,  1866. — José  E.  Triay  (1844- 
1907),  gaditano,  publicó  (con  Mariano  Ramiro,  1834-1886,  gaditano), 
Ensayos,  versos,  Cárdenas,  1866,  Las  Glorias  del  voluntario,  prosa  y 
verso,  Habana,  1869.  El  Corsario  rojo,  ley.,  1871,  Cervantes,  loa,  1877. 
Iris  de  paz  (1878).  Para  el  teatro,  en  1879:  El  Pabellón  nacional.  Por 
la  bandera  de  España.  Jesús,  María  y  José.  ¿Quién  es  el  muerto f  La 
S&ñora  no  está  en  casa.  La  Hija  del  aire.  La  Cola  del  gato.  El  Bandido 
de  Londres.  Corona  de  laurel  y  corona  de  espinas.  Juan  Valjean.  Caseta. 
Abelardo  y  Eloísa.  Carmen.  La  Perícola.  Noches  en  el  hogar.  La  Vuel- 
ta de  Andrés,  1896. — José  Trujillo  y  Armas  (t  191 1),  de  Güines 
(Cuba),  publicó  Flores  de  un  día,  poesías,  Haban^,  1866. — Fernando 
Urzáiz  (n.  1840),  habanero,  residente  en  Mérida  de  Yucatán  en  1904, 
estrenó  Venganza  contra  venganza,  dr..  Habana,  1866.  La  Prosa  de  la 
vejez,  jug.,  1866.  El  hacer  bien  nunca  se  pierde  (1872).  Poemitas  infan- 
tiles, iSjy.  Nubes  en  cielo  azid,  com.,  1882. — Adolfo  Vargas  (n.  1836), 
de  Badajoz,  ya  difunto,  fué  excelente  poeta  satírico  y  publicó  Real 
Hospicio  de  Badajoz,  su  fundación,  derechos  y  privilegios...,  Badajoz, 
1896.  La  Romería  de  Botoz.  Los  Destinos  piiblicos. — Adolfo  Varona 
estrenó  Más  vale  pájaro  en  mano.  Puerto  Príncipe,  1866.  Diana  al 
tambor  mayor  (1866).  Proverbios  de  salón,  1866. — Francisco  Villa 
publicó  Flor  de  cantares,  colecc.  de  las  nvejores  coplas  y  seguidillas 
populares  de  España,  Madrid,  1866. — José  Villasante,  español,  secre- 
tario del  Gobierno  de  la  Habana  (1866),  estrenó  Muerte  por  honra, 
dr..  Habana,  1866. 

136.  Año  1867.  Jorge  Isaacs  (1837-1891).  de  Cali  (Co- 
lombia), introdujo,  con  Diego  Fallón  y  Rafael  Pombo,  en  el 
Parnaso  americano,  el  sentimiento  de  la  naturaleza  y  el  idea- 
lismo soñador  de  los  poetas  septentrionales  y  de  nuestros  ga- 
llegos poetas;  pero  fué  todavía  más  celebrado  por  su  novela 
María  (1867),  obra  henchida  de  ternuras  poéticas,  á  lo  Saint 
Pierre,  idilio  de  un  primer  amor  desgraciado  que  gime  entre 
las  hermosuras  de  la  naturaleza  americana;  bien  <jue  no  pocos 
defectos  narrativos  impidan  se  ponga  á  par  de  /líala  y  de  Pa- 
blo y  Virginia.  Es,  con  todo,  superior  á  estas  novelas,  en  otra 


S.    XIX,    1867.    JORGE    ISAACS  409 

cosa  más  sustancial:  en  ser  acabada  manifestación  del  estado 
del  alma  en  determinada  época  de  una  sociedad  naciente  y  sana, 
de  un  hogar  inmaculado  y  de  una  juventud  generosa  y  nobilí- 
sima; en  interpretar  honda  y  sinceramente  un  sentimiento  ver- 
daderamente humano,  el  más  elevado  propósito  del  arte.  Del 
habla  del  Cauca  tiene  hasta  192  provincialismos,  además  del 
tono  general  del  diálogo. 

Pedro  Marquina  C*"  1886),  zaragozano,  dramático  que  tra- 
bajaba á  menudo  con  Pelayo  del  Castillo,  su  amigo  de  tascas  y 
borracheras  y  del  vivir  á  la  bohemia.  Vendía  sus  obras  á  los 
pasteleros,  de  puro  goloso.  Murió  pobre,  echando  la  patrona  su 
cadáver  entre  la  nieve  de  la  calle  en  una  noche  de  invierno  por 
zafarse  de  pesquisas  judiciales.  Distinguíase  de  Castillo  en  ser 
premioso  de  palabra;  pero  dejó  piezas  aplaudidísimas  que  toda- 
vía son  de  repertorio,  como  Palabra  de  aragonés,  El  Poeta  de 
guardilla  y,  sobre  todo.  El  Arcediano  de  San  Gil.  Colaboró  en 
La  Niñez. 

137.  Carlos  Arturo  Torres,  Estudios,  1906,  pág.  252:  "María  es 
<jbra  única,  no  puede  ser  superada  por  creación  análoga  de  otro  autor, 
ni  aun  por  usted  mismo.  Yo  la  estimo  como  obra  acabada,  no  porque 
desconozca  sus  defectos  de  ejecnción,  hijos,  sin  duda,  de  la  escuela  y 
gusto  predominantes  en  la  época  en  que  se  escribió ;  pero  es  acabada 
porque  revela  una  verdad,  esto  es,  expresa  un  estado  del  alma  real  é 
intenso,  un  momento  necesario  de  la  vida,  y  lo  expresa  en  ese  lengua- 
je comprendido  por  todos,  así  en  Colombia  como  fuera  de  ella.  Es  que 
el  drama  del  alma  cautivará  siempre,  cualquiera  que  sea  el  teatro  en 
donde  se  desarrolle.  En  esa  obra  se  lanzó  la  nota  más  alta  de  una  épo- 
ca y  de  un  período  de  la  vida  dados.  En  el  tiempo  en  que  se  escribió 
y  á  la  edad  en  que  se  lee,  todos  la  sienten.  "La  obra  de  Helvecio,  dijo 
"Mad.  Dudeffand,  es  admirada  porque  ha  revelado  á  todos  los  hom- 
"bres  su  propio  secreto."  Esto  aconteció  á  María  y  por  eso  está  al  ni- 
vel de  otras  dos  obras  de  índole  muy  diversa...  Manon  Lescaut  y 
Obermann.  La  mórbida  turbación  de  una  sociedad  decadente  ó  el  esté- 
ril decaimiento  de  una  época  de  reacción  tenían  que  dar  necesaria- 
mente como  flor,  ya  que  no  como  fruto,  estas  obras,  al  paso  que  el 
tranquilo  desarrollo  de  una  sociedad  naciente  y  sana,  de  un  hogar  in- 
maculado y  de  una  juventud  generosa  y  nobilísima,  como  los  de  nues- 
tro país  en  aquella  época,  dieron  esa  flor  de  virginidad  y  de  amor,  que 
embalsama  perennemente  el  campo  de  las  patrias  letras."  María,  no- 
vela, Bogotá,  1867;  Barcelona,  1882,  1891,  1893,  1898;  París,  1898; 
Barcelona  (1910).  Poesías,  Bogotá,  1864,  1878.  La  Revolución  radical 
en  Antioquía,  Bogotá,  1880.  Estudio  sobre  las  tribus  indígenas  del  De- 


410      PRIMER  PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

parlamento  del  Magdalena  (Anal,  de  la  Instr.  Pública^  n.  45).  Saulo^ 
poema,  Bogotá,  1881,  En  Esp.  Mod.:  ¡Descansa,  guerrero!,  poes.  (1893, 
Set). 

Pedro  Marquina:  El  Laurel  de  Erato,  1867.  Un  cosechero  riojano, 

1871.  El  Sitio  de  París,  dr.  (con  Eloy  Perillán),  1871.  El  Primer  beso, 

1872.  La  Espada  de  Bercnguer,  dr.  Un  corazón  de  oro,  1872.  El  Arce- 
diano de  Sen  Gil,  1873,  1876,  1880,  1884.  El  Grano  de  trigo,  1874.  Viva 
Cuba  española,  dr.,  1876.  El  Corazón  de  un  baturro,  1876.  El  Poeta  de 
Guardilla.  Papel  impreso,  poesías,  Madrid,  1878.  La  Mina  de  oro,  1881. 
El  Nieto  del  ciego,  1881.  Palabra  de  aragonés,  1882,  1889,  Rosa  y  cla- 
vel, 1884.  El  Reo,  poema,  1884. 

138.  Año  186/.  Cesáreo  Fernández  Duro  (i 830- i 908), 
capitán  de  navio,  director  de  la  Crónica  Naval  de  España  (1855- 
60),  Rcv.  de  Navegación  (1894),  colaborador  de  La  Ilustr. 
Esp.  (1897-99),  Mundo  Naval  (1898-1900),  Rev.  Contemporá- 
nea (1898),  La  Esp.  Mod.,  por  seud.  F.  Hardt.  Uno  de  los  más 
eruditos  historiadores  de  España  en  el  siglo  xix  y  el  primero 
en  asuntos  histórico-navales,  escritor  infatigable  y  benemérito 
de  la  patria. 

Rufino  José  Cuervo  (1844-1911),  de  Bogotá,  donde  ense- 
ñó bastantes  años,  vivió  desde  1882  y  murió  en  París.  Gran 
conocedor  de  la  lengua  castellana,  fué  el  mayor  y  más  exigente 
filólogo  americano,  de  los  primeros  que  introdujeron  la  com- 
paración histórica  en  el  estudio  de  nuestra  lengua,  el  más  sutil 
analizador  de  las  variantes  del  habla  popular  de  Bogotá,  mo- 
destísimo y  virtuosísimo  varón,  una  de  las  mayores  glorias  lite- 
rarias de  América. 

José  María  Sbarbi  y  Osuna  (1834-1910),  de  Cádiz,  pres- 
bítero, músico  y  paremiólogo,  gran  conocedor  del  castellano, 
escritor  de  los  más  castizos,  amenos  é  instructivos,  publicó 
obras  de  gran  importancia  para  el  conocimiento  de  nuestro  idio- 
ma y  no  fué  admitido  en  la  Academia  Española,  mereciéndolo 
mejor  que  cuantos  en  ella  estaban  á  la  sazón,  por  haberse  pica- 
do Juan  Valera  por  Un  plato  de  garrafales,  en  que  le  sacó  á 
relucir  las  faltas  de  lenguaje  de  Pepita  Jiménez. 

139.  Ces.  Fern.  Duro:  Naufragios  de  la  Armada  española,  Ma- 
drid, 1867.  Cervantes,  marino,  1869.  Apuntes  biográficos  de  El  Hach 
Mohamed  el  Bagdady,  1877.  Disquisiciones  náuticas,  seis  vols.,  1877- 
81.  Venturas  y  desventuras,  nov.,  1878.  A  la  ufar  madera,  1880.  Ro- 
mancero de  Zamora,  1880.  Mateo  de  Laya,  i88i.  D.  Diego  Pcñalosa  y 


S.   XIX,    1867.   RUFINO  JOSÉ  CUERVO  4II 

SU  descubrimiento,  1882.  Memorias  históricas  de  la  ciudad  de  Zamora^ 
cuatro  vols.,  1882-83.  ^^^  Joyas  de  Isabel  la  Católica,  las  naves  de- 
Cortés  y  el  salto  de  Alvarado,  1882.  Colón  y  Pinzón,  1883.  Bosquejo 
encomiástico  de  D.  Pedro  Enríquez  de  Acevcdo,  conde  de  Fuentes,. 
1884.  D.  F.co  Fernández  de  la  Cueva,  1884.  La  tapicería  de  Bayeiix..., 
1884.  La  Armada  invencible,  dos  vols.,  1885.  Antigüedades  en  América 
Central,  1885.  Colón  y  la  historia  postuma,  1885.  Historia  de  la  con- 
quista y  población  de  la  provincia  de  Venezuela,  escrita  por  D.  José  de 
Oviedo  y  Baños...,  Madrid,  18S5,  dos  vols.  El  Gran  Duque  de  Osuna  y 
su  Marina  (1602-1624),  1885.  La  Conquista  de  las  Azores  en  158^^ 
1886.  Crónica  de  España...  escrita  por  D.  Gonzalo  de  Fino  josa,  obispo 
de  Burgos,  que  tradujo  del  latín  al  francés  Juan  Golain,  fraile  carm. 
y  torna  al  castellano  con  notas...,  1887  (ms.).  Tradiciones  infunda- 
das, 1888.  Estudios  históricos  del  reinado  de  Felipe  II,  1890.  Cañas  y 
Toros,  1890  (con  seud.  de  F.  Hardt).  La  Nebulosa  de  Colón,  1890. 
Ríos  de  Venezuela  y  de  Colombia,  relaciones  inéditas,  1890.  El  Arte 
naval,  1890.  Colección  biblio gráfica-biográfica  de  noticias  referentes 
á  la  provincia  de  Zamora,  1891.  Bosquejo  biográfico  del  almirante 
D,  Diego  de  Egues  y  Beaumont,  1892.  Pinzón  en  el  descubrimiento  de 
las  Indias,  1892.  Los  Cabofos  Juan  y  Sebastián,  1893.  Viajes  regios  por 
mar  en  el  transcurso  de  ¿00  años,  1893.  Hernán  Tello  Portocarrero  y 
Manuel  de  Vega  Cabeza  de  Vaca,  1895.  Armada  española  desde  la 
unión  de  los  reinos  de  Castilla  y  Aragón,  nueve  vols.,  1895-1903.  De  al- 
gunas obras  desconocidas  de  cosmografía  y  de  navegación,  1895.  El 
Dr.  D.  Marcos  Jiménez  de  la  Espada,  1898.  Correspondencia  militar 
de  D.  José  de  Vargas  y  Ponce  y  otros,  1900.  El  líltimo  almirante  de 
Castilla  D.  Juan  Tomás  Enríquez  de  Cabrera,  1902.  La  Mujer  españo- 
la en  Indias,  1902.  Viajes  del  Infante  D.  Pedro  de  Portugal  en  el  si- 
glo XV,  1903.  D.  Pedro  Enríquez  de  Acevcdo,  conde  de  Fuentes,  igo6. 
D.  José  M.  de  Murga,  el  Hach  Mohamed-el-Bagdady ,  1906.  Reseña 
hist.  de  la  Acad.  (1905-06)  (en  Bol.  Acad.  Hist.,  XLIX,  170-201).  En 
la  Rev.  Esp.:  Resultado  del  Congreso  de  Americanistas,  1885  (t.  CV). 
Bernabé  Varona,  1874  (t.  XXXVIII).  Cervantes,  marino,  1869,  t.  VIII). 
En  Esp.  Mod.:  Holandeses  en  América  (1890-91).  Concepto  colombino 
(1892,  Marzo).  Reseña  crítica  del  centenario  (de  Colón,  1893,  Xov.). 
Homenaje  á  Henry  Harrisse  (1893,  En.).  El  Estandarte  y  el  arcón  de 
Oquendo  (1894,  Febr.).  Cómo  han  ido  civilizándose  los  japoneses 
(1894,  Ma)^o),  Los  Galeones  de  Vigo  (1900,  Dic).  Consúltense:  Rev. 
Archiv.,  1908  (Mayo) ;  Velada  necrológica  que  dedicó  la  R.  Soc.  Geo- 
gráfica ó...,  Madrid,  1909. 

Falleció  Cuervo  pobre  y  abandonado.  No  acabó  la  publicación  del 
Diccionario,  primero,  por  falta  de  recursos,  á  pesar  de  haberle  prometi- 
do costearle  la  edición  las  Repúblicas  americanas;  además,  porque  las 
citas  preparadas  las  había  tomado  de  la  Bibl.  de  Rivadeneira  y  des- 
pués conoció  estar  dichas  ediciones  llenas  de  errores;  finalmente,  por- 
que la  muerte  de  su  hermano  dejóle  lleno  de  tristeza  y  solo.  Todo  ello 


412       PRIMER   PERÍODO  DE   LA  ÉPOCA  REALISTA   (1850-1869) 

me  lo  tenía  dicho  en  cartas  particulares.  El  prólogo  al  Diccionario  se 
lo  aderezó  el  padre  Miguel  Mir.  Cuervo  no  escribía  con  la  elegancia 
que  él  quisiera,  ni  desechaba  los  galicismos  que  debiera,  como  lo  de- 
muestra el  padre  Juan  Mir.  En  su  Diccionario  entretiénese  en  muchos 
verbos,  eruditos  de  origen,  y  pasa  por  alto  otros  muchos  clásicos  y 
vulgares,  que  casi  desconocía,  por  ser  pocos  los  libros  viejos  que  tenía 
á  mano.  Su  fuente,  la  dicha  Biblioteca  de  Rivadeneira;  cuando  cayó 
en  la  cuenta  y  quiso  buscar  otros  libros  era  tarde,  y  ya  no  tenía  dinero 
para  comprarlos  ni  humor  para  verlos  en  las  bibliotecas.  Su  valer  está 
en  el  criterio  exactísimo  con  que  aplicó  la  lingüística  histórica  compa- 
rada al  estudio  de  las  palabras,  y,  sobre  todo,  en  el  ojo  clínico  con  que 
hacía  anatomía  psicológica  de  las  voces,  de  su  construcción  y  evolu- 
ción. En  Bogotá  no  tuvo  los  libros  clásicos  necesarios  para  recoger  los 
materiales;  si  hubiera  nacido  en  España  hubiera  aprovechado  mucho 
mejor  el  tiempo  y  nos  hubiera  dado  una  obra  lexicográfica  admirable. 
La  mejor  que  compuso  es  la  de  las  Apuntaciones.  Obras  de  R.  J.  Cuer- 
vo: Apuntaciones  críticas  sobre  el  lenguaje  bogotano,  Bogotá,  1867- 
72,  1873;  Chartres,  1885;  París,  1905,  1907,  1912,  1914.  Gramática  la- 
tina (con  M.  A.  Caro),  Bogotá,  1867,  1869,  1876,  1886.  Notas  á  la  Gra- 
mática, de  Bello,  1874,  7.'  ed.;  1881;  París,  1898,'  1902,  1913.  Diccio- 
nario de  construcción  y  régimen  de  la  lengua  castellana  (A-D,  sin 
acabar),  dos  vols.,  París,  1886-1893.  Vida  de  Rufino  Cuervo  (su  padre, 
redactada  con  su  hermano  Ángel),  dos  vols.,  París,  1892.  En  Anuario 
de  la  Acad.  Colomb.,  t.  I,  1874:  Estudios  filológicos  (pág.  47).  Una 
nueva  trad.  de  Virgilio  (pág.  213).  Consúltense:  J.  Valera,  Cartas 
americanas,  Madrid,  1901 ;  J.  Cejador,  Pasavolantes,  Madrid,  1913; 
fray  Pedro  Fabo,  R.  J.  Cuerz'o  y  la  lengua  castellana,  tres  vols.,  Bo- 
gotá, 1912;  J.  M.  Dihigo,  R.  J.  C,  Habana,  1912;  Anuario  de  la  Acad. 
Colombiana,  t.  II,  págs.  287-349;  Boris  de  Tannenberg,  Cuervo  íntimo, 
191 1  (en  Bullet.  Hisp.,  XIII,  479-88). 

Sbarbi  usó  el  seudónimo  ó  anagrama  José  María  Bisbar  en  El  Ave- 
riguador; el  de  Juarraes  Bombasan  en  Doña  Lucía,  y  el  de  El  Doctor 
Marañan  y  Uñate  en  un  artículo  de  El  Averiguador.  J.  M.  Sbarbi: 
Prontuario  de  definiciones  musicales,  Badajoz,  1861.  Teófilo  ó  prue- 
ba de  las  pruebas  del  estado  eclesiástico,  1867.  El  Averiguador  uni- 
versal, correspondencia  entre  curiosos,  literatos,  anticuarios,  etc.  y 
Revista  de  toda  clase  de  curiosidades,  director  D...,  siete  vols.,  Ma- 
drid, 1868-82;  suyos  son  los  cuatro  de  1879-82.  Cervantes  teólogo, 
1870.  El  Libro  de  los  refranes  (unos  1.800),  1872.  Florilegio  ó  Rami- 
llete alfabético  de  Refranes  y  Modismos  comparativos  y  ponderativos 
de  la  Lengua  Castellana...,  1873.  Un  plato  de  garrafales,  1874.  El  Re- 
franero general  español,  parte  recopilado  y  parte  compuesto  por..., 
10  vols.,  1874-78.  Intraducibilidad  del  Quijote,  1876  (por  sí  es  el  t.  VI 
de  El  Refranero,  respuesta  á  un  artículo  de  J.  M.  Asensio,  en  Rev. 
Esp.,  28  Oct.  1873,  opuesto  á  lo  que  sustentó  Sbarbi  en  otro  de  la 
Ilustr.  Esp.,  1872,  I-V).  El  Libro  de  los  refranes,  1872.  Doña  Lucía, 


S.  XIX,  1867.  JOSÉ  PEDRO  VÁRELA  4l3 

novela  (crítica  de  la  Academia),  1886.  Monografía  sobre  los  refranes,, 
adagios  y  proverbios  castellanos  y  las  obras  ó  fragmentos  que  expresa- 
mente tratan  de  ellos  en  nuestra  lengua,  1891.  Ambigú  literario,  1897.  In 
illa  tempore  y  otras  frioleras,  bosquejos  cervantinos,  1903.  En  mss. : 
Diccionario  de  Andalucismos  (de  5  á  6.000  papeletas).  Diccionario 
de  refranes,  adagios  y  locuciones  proverbiales  (más  de  5.000).  Colec- 
ción de  los  refranes,  adagios,  proverbios  y  frases  proverbiales,  senten- 
ciosas é  idiomáticas  que  se  hallan  en  las  obras  de  Cervantes  (unas 
2.500  papeletas).  En  La  Ilustr.  Esp.  y  Amer.  publicó  Preliminares 
para  un  tratado  completo  de  Paremiología  comparada  (22-Vn ;  8,  22 
y  30-VIII;  8  y  22-IX;  8  y  15-X;  22  y  30-XII  de  1885;  22-XI  de  1886, 
y  15-IV  de  1888).  Cosas  (Almanaque  de  ídem).  El  Elemento  cornígero 
(1884,  Ag.).  Esplendidez  española  (Almanaque,  id.,  1890).  Paremiolo- 
gía comparada  (1885-88).  En  La  Ilustr.  Art.,  1885:  El  Alfabeto  en  la 
paremiología;  1886:  La  Aritmética  en  la  paremiología;  1886:  La  Mú- 
sica en  la  paremiología.  En  Esp.  Mod.:  No  hay  hombre  sin  hombre 
(1889,  Abr.).  Anas  (1889,  Dic).  Cuernos  y  plumas  (1903,  En.).  Espí- 
ritu gral.  de  dualidad  (1908,  Jul.). 

14  0.  Año  1867.  Evaristo  Silió  y  Gutiérrez  (1841-1874),  de 
Santa  Cruz  de  Iguña  (Santander),  redactor  de  La  Voz  del  Siglo  (1868), 
La  Constitución  (1871)  y  El  Eco  del  País  (1872),  persona  culta,  enten- 
dido en  lenguas  modernas,  fué  poeta  delicado,  lírico  elegante,  melancó- 
lico como  buen  montañés,  que  dio  con  el  filón  poético  de  su  tierra, 
bien  que  algo  decadente  y  que  recuerda  á  Leopardi.  Publicó  Santa 
Teresa  de  Jesús,  poema,  Madrid,  1867.  El  Esclavo,  leyenda,  1867.  La 
Magdalena,  poema  (sin  acabar).  Pero  su  mejor  obra  es  Desde  el  valle, 
poesías,  Madrid,  1868,  donde  sobresalen  Una  fiesta  en  mi  aldea,  Una 
tarde,  Los  Viajeros,  romance.  Poesías,  con  prólogo  de  M.  Pelayo,  Va- 
liadolid,  1897.  M.  Pelayo,  Crít.  liter.,  4.^  serie,  pág.  272:  "E.  Silió,  pre- 
maturamente malogrado,  tuvo  la  inspiración  melancólica  y  gris  de 
nuestro  paisaje  otoñal,  pero  algo  monótona  y  enfermiza." 

José  Martí  y  Folguera  (n.  1850),  de  Reus,  director  de  El  Eco  del 
Centro  de  Lectura,  Reus;  redactor  de  El  Boletín  Diplomático  (1869- 
70);  hizo  poesías  zorrillescas ;  fué  premiado  (1867),  después  hízose 
parnasiano,  amigo  de  los  Bartrinas ;  ingenio  fecundo,  indisciplinado  y 
paradójico;  escribió  en  catalán  y  castellano.  Vibraciones,  poesías,  Bar- 
celona, 1874.  Pobre  Fortuny,  1874.  Poesías,  Reus,  1875.  Sonetos  y  ma- 
drigales, Madrid,  1876.  Soneto  (Rev.  Esp.,  1876,  t.  XLVIII).  Siempre- 
vivas, Barcelona,  1885.  Versos  castellanos,  1893.  Poemas  castellanos, 
ibid.,  1896.  En  los  20  vols.  de  los  Juegos  Florales  de  Barcelona,  desde 
1858,  hay  hasta  50  composiciones  suyas. 

José  Pedro  Várela  (1845-1879),  de  Montevideo,  comerciante,  fun- 
dador de  La  Paz,  como  periodista  viajó  por  Europa  y  los  Estados 
Unidos,  donde  publicó  un  libro  de  rimas  románticas  y  melancólicas. 
Ecos  perdidos,  Nueva  York,  1867.  Vuelto  á  Montevideo  (1868)   diri- 


4 '4      PRIMER   PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

gió  La  Paz  hasta  1873,  retiróse  de  la  política  y  publicó  La  Educación 
del  pueblo,  1874,  y  La  Legislación  escolar.  Su  fama  la  debe  á  la  re- 
forma escolar  de  su  patria,  que  le  inspiró  Sarmiento,  á  quien  conoció 
tn  los  Estados  Unidos. 

Rafael  Villa  (t  1890),  poeta  y  periodista  cubano,  defensor  de  la 
integridad  nacional,  publicó  Recuerdos,  poesías,  Madrid,  1867.  Ecos 
de  la  patria,  Habana,  1872,  en  verso.  Martirio  del  alma,  dr.  (1872).  El 
Monasterio  de  Yiiste  (1872).  La  Dama  de  Carlos  V  (1872).  Mis  recuer- 
dos, compos.  lír.  y  dram.,  Cienfuegos,  1873.  Narraciones  históricas, 
leyendas  y  tradiciones  españolas.  Habana,  1875  (cinco  novelas  histór.), 
1883  (4.^  ed.).  Obras  en  prosa  y  verso,  narrac,  ley.  y  tradic,  dram. 
y  poesías.  Matanzas,  1882.  El  Mulato  de  Murillo,  1886, 

Ricardo  Becerra,  nacido  (1836)  en  Bogotá  (Colombia)  y  fallecido 
á  principios  del  siglo  xx  en  Nueva  York,  político,  orador  elocuentísi- 
mo, diplomático,  historiador  y  periodista,  publicó  Biografía  de  Juan 
Uslar,  1867  (y  en  el  t.  HI  de  Biografías  de  hombres  not.  de  Hispano- 
América).  El  General  José  Tadeo  Monagos,  Caracas,  1868.  De  la  res- 
ponsabilidad atribuida  á  Bolívar...,  Santiago,  1875.  Vida  de  D.  Fran- 
cisco de  Miranda,  Caracas,  1896,  dos  vols.;  Madrid,  1917.  Al  Gobierno 
de  Colombia,  1900. 

141.  Año  18Ó7.  H.  Alegría  (seud.)  publicó  La  Locura:  Salpicón 
ó  miscelánea;  la  tnás  amena  y  divertida  de  anécdotas...,  cuentos..., 
chascarrillos,  etc.,  compuestos  por  una  sociedad  de  buscones,  chuscos  y 
graciosos  bajo  la  dirección  de...,  Madrid,  1867. — Francisco  Alvarez 
(1847-1881),  de  Manatí  (Puerto  Rico),  poeta  incorrecto  por  falta  de 
rnstrucción,  de  fondo  melancólico  y  sincero,  como  quien  con  incurable 
dolencia  sentía  acercársele  la  muerte.  Su  mejor  poesía  es  Meditación 
nocturna.  Obras  literarias  de...,  P.  Rico,  1881. — José  Amiera  estrenó 
Una  deuda  de  gratitud,  dr.,  Habana,  1867. — Julián  Arbulo  y  Alberdi 
(n.  1847),  de  Vitoria,  poeta  festivo,  publicó  Álbum  y  Coplas  y  Calen- 
darios, Bilbao,  1897  (en  Bibl.  vasc).  Para  el  teatro:  Un  hombre  con 
tres  caras,  Es  más  listo  que  Cardona;  Pintor,  músico  y  poeta;  Amor  y 
fe,  La  Cesta  de  la  vecina,  Mjaría  la  Expósita. — Juan  de  Dios  Arias 
publicó  Reseña  histór...  la  intervención  francesa,  sitio  de  Querétaro..., 
México,  1867. — Juan  Manuel  Barrera  (1828- 1888),  de  Chiriguaná 
(Colombia),  senador,  publicó  El  Álbum  de  mis  versos,  Bogotá,  1867. 
Las  Glorias  de  la  Patria,  ibid.,  1884. — ^Julio  Bernal  y  Soriano  (nació 
1831),  de  la  villa  de  Almonacid  (Zaragoza),  presbítero,  publicó  Vela- 
das de  un  párroco,  catecismo  fundamental,  Zaragoza,  1867,  1876.  Tra- 
diciones hist.-ireligiosas  de  todos  los  pueblos  de  la  Diócesis  de  Zarago- 
za, ibid.,  1880.  Religión  y  Patria  ó  el  Niño  Aragonés,  1881,  1882. — 
Luis  Victoriano  Betancourt  y  Salgado  (1843-1885),  cubano,  publicó 
el  poema  Bartolo  y  Chumba,  crítica  de  la  literatura  obscena;  y  una 
colección  de  prosa  y  verso,  en  la  que  sobresale  la  elegía  A  la  muerte 
de  Lincoln:  Artículos  de  costumbres  y  poesías,  Guanabacoa,   1867. — 


s.  XIX,  1867.  "epicaris"  415 

Bibliotheca  Americana  de  Maisonneuve  et  CM,  París,  1867. — ^César 
BoRjA  (1847-1910),  político  y  literato  ecuatoriano  de  Quito,  ministro 
de  Instrucción  pública,  publicó  Ergatina,  crítica,  y  los  poemas  Madre, 
El  Agua,  Patria,  Raza  de  Víboras,  Paisajes  y  Recuerdos,  Fin  de  Siglo, 
Plores  Tardías  (1906)  y  Joyas  Ajenas. — Rafaela  Bravo  y  Macías  (na- 
ció 1850),  poetisa  rondeña,  escribió  En  el  retiro  de  Málaga  (1867),  la 
leyenda  en  verso  San  Juan  de  la  Palma,  la  comedia  Las  Apariencias 
engañan,  el  poema  Las  Siete  estrellas  y  otras  poesías  no  coleccionadas. 
— Emilia  Calé  y  Torres  de  Quintero,  gallega,  por  seud.  Esperanza, 
colaboradora  de  la  Rev.  Conteni,poránea,  La  Familia,  El  Correo  de  la 
Moda,  El  Progreso,  de  Pontevedra  (1865),  Rev.  Popular  (1892); 
publicó  Horas  de  inspiración,  poesías,  Lugo,  1867;  Madrid,  1875.  Lor- 
zos  rotos,  drama,  Coruña,  1883.  Escenas  de  la  zñda,  novelitas.  Cre- 
pusculares, versos,  Coruña,  1894. — Ciríaco  Camargo  publicó  Año  Cris- 
tiano en  verso,  Madrid,  1867. — Luis  Carreras  (1840-1888),  de  Mataró, 
publicó  Éter,  de  crítica,  1867.  Los  Malos  novelistas  españoles,  genera- 
lizados en  D.  M.  Fernández  y  González,  D.  Francisco  J,  Orellana, 
D.  Rafael  del  Cantillo,  D.  Enrique  Pérez  Escrich,  artículos  publ.  en  la 
rev.  Hispano-Americana,  Barcelona,  1867.  Historia  de  la  guerra  de 
Francia  y  Priisia,  dos  vols.,  ibid.,  1871.  Un  casairtiento  infame,  répli- 
ca al  Duque  de  la  Torre,  París,  1883.  Retratos  á  l-a  pluma,  ibid.,  1S84. 
Elvira,  nov.,  Barcelona,  1884.  Dejó  por  acabar  un  buen  libro  que  arre- 
gló y  adaptó  en  francés  Dumaine,  Ensayo  sobre  la  vida  y  las  obras 
de  Cervantes,  París,  1897. — Zacarías  J.  Casaval  publicó  Relaciones 
históricas  y  fabulosas,  Madrid,  1867  (2.^  ed.).  Apuntes  para  una  hist. 
nacional  {reinado  de  Carlos  II)  (en  Rev.  España,  1868,  t.  IV).  Carta 
sobre  los  hechizos  que  el  Conde-JDuque  de  Olivares  dio  á  Felipe  IV 
(1868,  t.  I).  En  el  día  del  aniversario  de  la  muerte  del  general  O'Don- 
nell  (1868,  t.  V). — ^Emilio  del  Castillo  Xegrete  publicó  Galería  de 
oradores  de  México  en  el  s.  xix,  México,  1867-80,  tres  vols.  México 
en  el  s.  xix,  ibid.,  1875-90,  24  vols. — Códice  diplomático-americano  de 
Cristóbal  Colón,  Habana,  1867. — Colección  de  obras  arábigas...,  t.  I, 
Ajbar  machmua;  t.  II,  Crónica  del  Ebn-^UKotiya,  Madrid,  1867. — 
Telesforo  Corada  estrenó  La  Heroína  de  Barcelona,  dr.  hist.-fant. 
(1867).  Palos  y  pérdida,  farsa  (1867). — Juan  Cossío  escribió  Placeres 
y  dolores,  zarz.,  Lima,  1867. — Ángel  Cuervo,  por  seud.  Moreli,  nacido 
(1838)  en  Bogotá,  hermano  de  José  Rufino,  con  quien  vivió  en  París, 
falleciendo  antes  que  él,  publicó  La  Dulzada,  poema,  Bogotá,  1867.  El 
Diputado  Mártir  (1876).  Jamás,  novela,  París,  1892.  Vida  de  Rufino 
Cuervo  y  noticias  de  su  época  (con  su  hermano  Rufino),  dos  vols., 
ibid.,  1892.  Curiosidades  de  la  vida  americana  en  París,  ibid.,  1893.  En 
la  soledad,  nov.,  ibid.,  1895.  Dick,  1895. — 'José  Francisco  Díaz  y  Sui- 
za, del  Tribunal  Supremo,  publicó  Historia  del  senado  romano,  Barce- 
lona, 1867. — Diccionario  enciclopédico  de  la  lengua  española,  Bibl. 
Gaspar  y  Roig,  Madrid,  1867,  dos  vols. — Don  Quijote,  periód.  liter, 
manal,  Madrid,  1867-68. — Epicaris,  tragedia,  de  D.  L.  V.  y  D.  y  D.  F.  S. 


4l6      PRIMER   PERÍODO   L'S   LA   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

(1867). — Jerónimo  Espejo  publicó  Apuntes  históricos  sobre  la  expedi- 
ción libertadora  del  Perú  (1820),  B.  Aires,  1867.  San  Martin  y  Bolívar, 
ibid.,  1873. — La  Estrella  de  Chile,  rev.,  16  vols.,  1867-79. — S\lvador 
María  de  Fábregues  (n.  1839),  de  Valencia,  donde  fué  direc  or  de  La 
Ilustr.  Popular  y.  El  Recreo  de  las  Familias  (1871),  publicó  El  Libro  de 
los  Reyes,  apuntes...  de  los  soberanos  de  España,  Valencia,  1867.  Le^ 
yendas  y  tradiciones.  Valencia,  1874.  Novelas  cortas,  Barcelona,  1890. 
Los  Hijos  de  D.  Silvestre,  juguete,  1893.  La  Ciega  avaricia,  1902. — 
Modesto  Falcón  publicó  Salamanca  artística  y  monumental,  ibid., 
1867.  Cristóbal  Colón  y  la  Universidad  de  Salamanca,  ibid.,  1881. — 
Francisco  de  Paula  Fors  de  Casamayor  publicó  La  Estrella  de  Mon- 
serrat...  su  descripción,  su  historia  y  tradiciones,  Madrid,  1867. — Ga- 
lería universal  de  biografías...,  Madrid,  1867,  dos  vols. — Diego  García 
Nogueras  (t  1887),  dramático  español,  secretario  del  Gobierno  en 
Cuba,  publicó  Poesías,  Habana,  1867. — Ernesto  García  Ladevese,  poe- 
ta imitador  de  Bécquer,  publicó  Baladas  y  Cantares,  Madrid,  1867. 
Fuego  y  cenizas,  baladas,  ibid.,  1868. — Ramón  García  Sánchez  (t  1885), 
autor  de  muchas  comedias  y  novelas,  escribió  en  El  Fomento  Literario 
(1863-64),  La  Iberia,  La  Primera  Edad;  publicó  Encantos  y  desencan- 
tos, poesías,  Madrid,  1867.  La  Camisa  de  boda,  novela  festiva,  1877. 
Los  doce  Alfonsos,  romancero  histórico,  1885.  Para  el  teatro :  Usted  dis- 
pense (1875).  La  Ley  de  Dios  (1876). — Vicente  García  y  García  pu- 
blicó Guía  del  viajero  en  Burgos,  Burgos,  1867  (2.'  ed.). — Blanca  de 
Gassó  y  Optit  (t  1877),  madrileña,  inspirada  poetisa,  colaboradora  de 
La  Lira,  La  Guirnalda,  La  Moda  Elegante,  El  Bazar,  El  Correo  de  la 
Moda,  muerta  de  un  pistoletazo  por  su  padre,  que  también  se  suicidó 
al  punto,  publicó  Corona  de  la  infancia,  lecturas  poéticas  y  canciones 
para  niños,  Madrid,  1867.  Cien  cantares  á  los  ojos,  Madrid,  1871.  El 
Amigo  de  las  damas,  1873.  El  Dos  de  Mayo,  loa.  Nnmancia,  tragedia. 
Publicó  varios  años  el  Almanaque  de  tocador. — Mariano  Gil  y  Sanz, 
poeta  salmantino,  publicó  la  traducción  parafrástica  y  poco  fiel  del  In- 
termezzo, de  Heine,  hecha  sobre  la  de  Gerardo  de  Nerval,  en  El  Mur- 
seo  Universal,  1867. — Sabino  de  Goicoechea  y  Echevarría  (t  1901),. 
por  seud.  Argos,  arquitecto  bilbaíno,  director  de  El  Nervión,  publicó' 
Ellos  y  nosotros,  episodios  de  la  guerra  civil,  Bilbao,  1867.  Las  dos  ba- 
tallas, recuerdos  de  la  guerra  civil,  Madrid,  1873.  Pasavolantes,  retratos 
sin  retoque,  Bilbao,  1883.  Otros  pasavolantes,  1889.  Últimos  pasavo- 
lantes, 1895. — Mariano  Guillen  y  Mesa  (n.  1846),  madrileño,  empleado 
de  Aduanas  en  Cuba,  redactor  de  la  Aurora  (1868),  estrenó  Un  fin  trá- 
gico, com..  Habana,  1867. — La  Guirnalda,  periód.,  Madrid,  1867-70. — 
Luis  Herrera  y  Robles  (1838- 1907),  sevillano,  presbítero  y  catedrático 
en  Cabra  y  Sevilla,  poeta  clásico,  publicó  Oda  á  N.  S.  de  la  Antigua 
(1867).  Poesías,  Sevilla,  1872,  1874,  religiosas  en  su  mayor  parte.  La 
Eneida,  trad.  en  verso,  Sevilla,  1898,  1904,  1905:  con  prólogf/  de  J.  Va- 
lera. — El  Imparcial,  diario  liberal,  fundado  por  Rduanlo  Gasset  y  Ar- 
time,  Madrid,  1867  hasta  hoy. — Eduardo  Iriondo  publicó  Impresiones. 


S.  XIX,  1867.  BIENVENIDO  OLIVER  Y  ESTELLER       417 

del  viaje  de  circunnavegación  de  la  fragata  blindada  Numancia,  Ma- 
drid, 1867. — Fray  Manuel  Jiménez,  agustino,  publicó  Mártires  del  Ja- 
pón, Valladolid,   1867. — Juan  Landa  publicó  Novísimo  Diccionario  de 
la  Rima,  ibid.,  1867.  Hombres  y  mujeres  célebres  de  todos  los  tiempos 
y  de  todos  los  países,  Barcelona,  1875,  dos  vols. — Ch.  Leclerc,  fran- 
cés,   publicó   Bibliotheca   Americana,    París,    1867,    importante    (1.647 
obras) ;  ibid.,  1878-87  con  Sitppléments  de  1881  y  1887. — Teodoro  Aqui- 
lino León  (n.   1839),  de  Popayan  (Colombia),  abogado  y  periodista, 
estrenó  Los  Bordes  del  sepulcro,  dr.  hist.,  Popayan,  1867.  La  Policía 
de  París,  dr.,  Bogotá,  1882.  Martirio  y  redención,  dr.,  Popayan,  1890. 
— Mañanas  habaneras,  novelas  y  comedias.  Habana,  1867. — Isidoro  de 
María,  uruguayo,  de  quien  dice  Paul  Montero  que  agregó,  como  histo- 
riador, á  la  cronología,  el  elemento  pintoresco  y  formuló  los  primeros 
juicios  que  sirvieron  de  base  para  las  síntesis  posteriores.   Su  obra, 
extensa  y  rica  en  información  y  referencias,  es  la  fuente  en  que  se  han 
abrevado  todos  los  historiadores  que  le  han  sucedido.  Se  limitó  en  su 
fecunda  labor  á  narrar  sencillamente  lo  que  había  visto  ú  oído  y  á  dar 
los  docum/entos  originales  sin  cuidarse  de  intento  alguno  científico  y 
literario.  Publicó  Compendio  de  la  Historia  de  la,  Rep.  Or.  del  Uru- 
guay, Montevideo,  1867.  Sus  historias  de  las  épocas  colonial  y  de  la  in- 
dependencia alcanzan  á  20  volúmenes. — Rosa  Marrero  y  Caro  publicó 
Poesías,  Habana,  1867. — 'Tomás  Mendoza  y  Duran  (t  1869),  de  Cara- 
cas (Venezuela),  muerto  en  la  insurrección  cubana,  estrenó  De  lo  vivo 
á  lo  pintado,  com.,  Santiago  de  Cuba,  1867.  A  espaldas  vueltas  (1868). 
Los   Mocitos   del   día   (1868).    Una   estocada  secreta,   dr.   Justicia   de 
propia  mano,  dr.  Dos  máscaras,  zarz.  El   Tesoro  de  S.  Clara,  com. 
— Belén  de  Miranda  estrenó  El  Rosario  perdido,  dr..  Habana,  1867. — 
Martín  D.  Montesinos  estrenó  Casa  de  orates,  com.  (1867). — Fray 
José  M.'   Moran,  dominico,  publicó  Relación  de  la  vida  y  gloriosa 
muerte  de  ciento  diez  santos  del  Orden  de  S.  Domingo...,  martirisados 
en  el  Japón,  Madrid,   1867. — Rogelio  Moreno  Rey  publicó  Flores  y 
espinas,   cantares,   Madrid,    1867. — Juan   José   Moreti   publicó   Histo- 
ria... de  Ronda,  ibid.,  1867. — 'El  abad  Miguel  Muntadas  publicó  Mon- 
serrat,  su  pasado,  su  presente  y  su  porvenir,  historia  compuesta  en 
zista  de  los  documentos  existentes  en  el  archivo  del  monasterio,  Man- 
resa,  1867  y  1871 ;  continuada,  Barcelona,   1894. — José  Ignacio  Neira 
Acevedo,  colombiano,  publicó  El  Sereno  de  Bogotá,  nov.  hist.,  Bogo- 
tá,  1867. — Matías  Nieto  Serrano  publicó  Bosquejo  de  la  ciencia  vi- 
viente, Madrid,  1867.  Filosofía  de  la  naturaleza,  1884.  Biografía  de... 
F.co  Méndez  Alvaro,   1888.  Cartas  al  Dr.  Letamendi,   1890.  Biología 
del  pensamiento,  1891.  Simbolismo  geométrico  de  la  vida,  1895.  Histo- 
ria crít.  de  los  sistemas  filosóficos,  1897-98,  dos  vols.  Diccionario  crí- 
iico-biológico,  estudio  de  palabras  del  idioma  castellano,  1901,  dos  vols. 
—Bienvenido  Oliver  y  Esteller  (n.  1836),  de  Catarroja,  subdirector 
de  Registros  y  colaborador  de  la  Rev,  Contemp.  (1898),  publicó  Estu- 
dios históricos  sobre  el  derecho   civil  en  Cataluña,  Barcelona,   1867. 

TOMO    rill. — 26 


4l8       PRIMER  PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

Historia  del  derecho  en  Cataluña,  Mallorca  y  Valencia,  código  de 
les  costumbres  de  Tortosa,  Madrid,  1876-81,  cuatro  vols.  La  Na- 
ción y  le  realera  en  los  estados  de  lu  Corona  de  Aragón,  1884  (disc. 
recep.  Acad.  Hist.).  Derecho  inmobiliario  español,  1892-94. — Alva- 
ro Omil  y  JuaK  de  Madrid:  La  l'irgcn  de  la  Paloma,  dr.  (1867). 
— Juan  Ortega  Girones  (t  1900),  español,  publicó  Cantares,  Alicante, 
1867.  La  Osa  mayor  (teatro),  Habana,  1871. — Ramón  Otero  publicó 
Galicia  médica,  Santiago,  1867. — Antonio  María  de  Padua  publicó 
La  Madre  de  Dios  en  México,  leyendas  y  tradiciones  religiosas...,  Mé- 
xico, dos  vols.  Cruz  de  flores  y  crus  de  espinas,  Barcelona,  dos  vols. 
María  Magdalena,  nov.  bíbl.,  Madrid,  1867.  Los  Juramentos  de  amor, 
Barcelona,  1889,  dos  vols.  Jugar  con  el  corazón,  ibid.,  1890,  dos  vols. 
Morir  por  su  madre,  ibid.,  1890,  dos  vols.  La  Madre  de  los  Macabeos. 
Amor  de  esposa,  dos  vols. — José  A.  Páez,  general  venezolano,  publi- 
có su  Autobiografía,  dos  vols.,  Nueva  York,  1867-69;  Madrid,  1916. — 
Carlos  Pardo  y  Fernández  estrenó  Mucho  ruido  y  pocas  nueces,  Ha- 
bana, 1867. — Parnaso  Colombiano,  t.  I,  Poesías  de  J.  M.  Marroquín, 
Bogotá,  1867,  y  pról.  de  J.  M.  Vergara  y  Vergara;  t.  H,  Poesías  de  Gre- 
gorio Gutiérrez  y  González,  ibid.,  1867;  t.  HI,  Poesías  de  José  Caicedo 
Rojas,  ibid.,  1869,  pról.  de  J.  M.  Marroquín. — Augusto  Pérez  Perchet 
publicó  Poco  y  tnalo,  versos,  Málaga,  1867. — Emilio  Prieto  y  Villa- 
RREAL  (n.  1840),  del  Puerto  de  S.  María,  del  arma  de  Caballería,  fun- 
dador del  Memorial  y  Revista  del  Arma  de  Cab.  (1873),  La  Corres- 
pondencia Militar  (1877),  El  Ideal  (1893)  y  La  Nación,  que  dirigió 
hasta  1895,  estrenó  La  Tabla  de  salvación,  com.  (1867),  publicó  Ma- 
droñópoli^,  colección  de  cuadros  vivos,  Madrid,  1892.  Ruis  Zorrilla 
desde  su  expulsión  de  España  hasta  su  muerte  (1875-95),  1903. — 
Francisco  Quíntale  publicó  Diccionario  gitano,  Gramiática,  Vocabu- 
lario caló-castellano,  Madrid,  1867. — Antonio  Ramiro  v  García 
(t  1870),  de  Molina  de  Aragón,  redactor  de  El  Pabellón  Nacional,  La 
Ley  (1867),  El  Noticiero  de  España  (1868),  autor  dramático  y  escritor 
festivo,  publicó  Un  millón  de  disparates,  fragmentos  de  un  libro  verde, 
recopilados  en  un  cuento  novelesco,  Madrid,  1867. — Relaciones  de  los 
Virreyes  y  Audiencias  que  han  gobernado  el  Perú,  tres  vols.,  Lima- 
Madrid,  1867-72. — Estanislao  Rendueles  Llanos  publicó  Historia  de 
la  villa  de  Gijón,  ibid.,  1867. — Manuel  Roblejo,  esclavo  cubano,  muer- 
to en  la  insurrección,  publicó  Ecos  del  alma.  Puerto  Príncipe,  1867. — 
El  Rosario  de  mi  madre,  leyenda  religiosa,  Madrid,  1867. — ^Eduardo 
Saco  (t  1898),  redactor  del  Gil  Blas,  Los  Sucesos,  La  Iberia;  director 
de  la  Gaceta  después  de  la  Revolución  del  68  y  administrador  de  la 
Imprenta  Nacional,  fundador  de  La  Situación  (1893),  estrenó  Un  ma- 
rido de  encargo,  jug.  (1867).  Una  extravagancia,  com.  (1876).  El  Tea- 
tro por  dentro,  Madrid,  1879.  En  Rev.  Esp.  artículos  sobre  costtmibres 
rrmianas  ("1877-80)  y  El  Periodismo  (1888,  t.  LXXVH). ^Carlos  M. 
Santigosa  publicó  El  Pendolista  universal,  Sevilla,  1867.  El  Río  de  la 
Plata,  recuerdos  de  viaje,  ibid.,  1906. — Manuel  de  los  Santos  Barrios 


S.  XIX,  1868.  BENITO  PÉREZ  GALDÓS  419 

estrenó  La  Cadena  del  esclavo,  dr.  (1867). — El  Siglo  Ilustrado,  seman., 
Madrid,  1867-70. — Martín  de  las  Torres  publicó  El  Archiduque  Ma- 
ximiliano de  Austria  en  Méjico...,  Barcelona,  1867. — Víctor  Torres 
Arce  (1847-1883),  poeta  chileno,  por  seud.  Pedro  de  Urdemalas,  de- 
masiado llorón  y  sensiblero,  estrenó  obras  románticas,  El  Honor  de 
una  mujer,  dr.  (1872).  Los  dos  amores  (1876).  El  Falso  honor.  El  Sa- 
crificio inútil.  Publicó  Poesías  líricas,  prologadas  por  Domingo  Ar- 
teaga  Alemparte,  de  forma  sencilla  y  apasionado  sentimiento,  eróticas 
las  más,  de  modo  que  adivinó  á  Bécquer.  Novela  festiva  son  Los  Amo- 
res de  un  Pije  (1872).  Sus  cantos  á  los  héroes  de  la  guerra  del  Pacifico 
salieron  de  1879  á  1881  en  El  Nuevo  Ferrocarril.  Dirigió  La  Lectura 
varios  años. — El  Universal,  diario  progresista,  dirigido  por  Eduardo 
Asquerino,  Madrid,  1867-70. — Santiago  Vaca  de  Güzmán,  argentino, 
publicó  Ayes  del  corazón,  Sucre,  1867  (2."  ed.).  Poesías,  ibid.,  1867. 
Días  amargos,  páginas  de  un  libro  de  memorias  de  un  pesimista,  Bue- 
nos Aires,  1886,  1888,  1891. — 'Carlos  Jenaro  Valdés  (1845-1890),  de 
Villaclara  (Cuba),  por  seud.  Justino,  director  de  El  Palenque  Literario 
(1878),  publicó  Vergonzosas,  poesías,  Cienfuegos,  1867;  Habana,  1869. 
Tesoro  popular,  col,  escog.  de  Cantos  Cubanos,  1879,  1880,  1883,  1890. 
Segunda  parte,  1883.  Un  ramo  de  acacias,  artíc,  disc.  y  poesías,  1879. 
— Felipe  Valdés  Colell,  por  seud.  F.  Cavell  de  Sol,  publicó  Clotilde, 
nov.,  Guanabacoa,  1867.  Dolores,  id.,  1868. — Juan  José  Vilar  Psayla 
publicó  Linajes  nobles  de  España,  Madrid,  1867,  1879. 

142.  Año  1868.  Benito  Pérez  Galdós  (n.  1845-),  ^^ 
las  Palmas  (Canarias),  en  cuyo  Instituto  estudió  con  aprovecha- 
miento y  con  aficiones  literarias  desde  el  principio,  aunque  sin 
saber  por  dónde  habia  de  tirar.  Vino  á  Madrid  en  1863  y  ya  no 
se  acordó  de  su  tierra,  por  lo  menos  no  se  transparenta  ella  para 
nada  en  sus  obras,  como  ni  las  demás  cosas  que  atañen  á  su 
persona,  merced  á  su  increíble  modestia  y  á  su  temperamento 
puramente  épico  objetivo  que  le  lleva  á  meterse  de  lleno  en  los 
personajes  que  crea,  saliendo  enteramente  de  sí.  Cursó  Leyes 
en  la  corte  de  mala  gana  é  hizo  algunos  ensayos  teatrales  que  no 
le  contentaron  y  no  llevó  á  las  tablas.  Comenzó  á  escribir  La 
Fontana  de  oro  en  1867,  con  tendencia  revolucionaria,  conti- 
nuóla en  Francia  y  acabóla  el  año  siguiente,  tomándole  á  su 
vuelta  en  Barcelona  la  Revolución,  que  vio  con  gusto,  aunque 
no  tuvo  en  ella  parte,  viviendo  solo,  ensimismado  y  algo  triste 
aquellos  años  (1868-72),  pasándose  el  tiempo  en  el  Ateneo. 
Hizo  un  viaje  á  Santander,  donde  conoció  á  Pereda  (1871), 
con  quien  desde  entonces  tuvo  entrañable  y  fraternal  amistad, 


420      PRIMER   PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

jamás  interrumpida,  á  pesar  de  la  diferencia  en  ideas  políticas 
y  religiosas,  uniéndolos  las  estéticas  y  literarias.  Casi  todos  los 
veranos  se  juntaban  en  Santander,  donde  se  labró  con  el  tiem- 
po una  casa  de  campo,  que  Pereda  dirigió,  y  mientras  le  duró 
la  vida  al  insigne  montañés  mantuvieron  entrambos  novelistas 
cariñosa,   familiar  y  literaria  correspondencia,  cuando  estaban 
separados.  Publicó  El  Audaz  en  la  Revista  de  España  (1871), 
cuyo  director,  Albareda,  le  insinuó  el  título  de  Episodios  Nor- 
cionales  para  la  serie  que  le  había  ocurrido  escribir  de  novelas 
históricas,  breves  y  amenas.  Compuso  la  primera  en  Santander, 
la  de  Trafalgar,  impresa  con  tres  más  en  1873;  cinco  publicó 
el  año  siguiente,  acabando  en  1875  la  serie  con  La  Batalla  de 
los  Arapiles.  A  esta  primera  serie  de  diez  novelas  de  hechos  he- 
roicos, muy  bien  recibida  del  público,  siguióse  la  segunda,  de 
acontecimientos  políticos,  hasta  1879,  interrumpida  por  Doña 
Perfecta,  Gloria,  Marian^la  y  La  Familia  'de  León  Roch,  con 
lo  cual  llegó  la  época  de  la  Restauración.  En  1885,  fallecidos 
Alfonso  XII  y  Serrano  y  proclamada  la  regencia  de  Cristina,  le 
hizo  Sagasta  diputado  por  Puerto  Rico.  El  mismo  año  fué  de- 
rrotado Caldos  en  la  Academia  Española...  nada  menos  que  por 
Commelerán,  catedrático  de  latín  del  Instituto  del  Cardenal 
Cisneros.  Caldos  vivía  ordinariamente  en  Madrid  los  inviernos^ 
y  los  veranos  los  pasaba  en  Santander  ó  viajando  por  Europa. 
Madrileño  por  adopción,  educación  y  gusto  artístico,  sacó  de 
Madrid  sus  mejores  personajes,  cuadros  y  escenas ;  estudió  con 
¿agaz  observación  sus  barrios  y  escondrijos,  sus  tipos,  sus  cos- 
tumbres, como  nadiey  Para  Caldos  el  campo  y  la  naturaleza  es 
~~Tán  sólo  lugar  de  escenas;  no  es  paisajista  ni  la  naturaleza  le 
habla  de  suyo ;  es  más  bien  urbano  y  pintor  de  almas  exclusiva- 
mente, como  Homero  y  Cervantes,  todo  lo  contrario  de  su  ami- 
go Pereda,  que,  como  el  Shah  de  Persia,  lleva  siempre  consigo 
tierra  de  su  patria.  Caldos  es  noi^elista  de  pura  cepa  española. 
En  un  tiempo  en  que  el  naturalismo  hacía  riza  en  Francia,  lle- 
gando su  oleaje  turbulento  á  España  en  forma  de  traducciones 
y   folletines  que  inundaban  cafés  y  tertulias,  alzóse  solitario, 
desde  su  retiro,  con  la  gravedad  de  un  encumbrado  peñasco  en 
medio  del  mar,  y  sin  estrepitosos  programas,  sin  aspavientos 
de  crítico,  ni  de  maestro,  ni  de  reformador,  continuó  la  obra 


BENITO  PÉREZ  CALDOS 


S.   XIX,    1868.   BENITO  PÉREZ  CALDOS  42I 

de  Fernán  Caballero,  Alarcón,  Trueba  y  Pereda,  la  obra  de  la 
novela  realista;  pero  con  empuje  más  viril,  con  miras  más 
anchas,  sin  ceñirse  a  una  región,  sino  abarcando  la  sociedad 
española  toda  entera.  Ingenio  robusto  y  sano,  se  sobrepuso  á 
las  doctrinas  á  la  sazón  corrientes  del  naturalismo  de  Zola,  á 
los  corrompidos  afeminamientos  que  corroían  la  novela  fran- 
cesa, al  negro  pesimismo  que  la  emponzoñaba,  al  vil  interés  de 
folletineros  y  traductores  que  cobraban  el  barato  en  España, 
al  puritanismo  de  los  neocatólicos  que  ensombrecía  la  sociedad  O 
española.  Hizo  obra  personal,  grave  y  austera,  independiente  y 
varonil,  realista  á  la  manera  de  Cervantes,  nacional  por  asun- 
tos é  intentos  de  sanear  las  doctrinas  sociales  y  literarias.  i\r- 
lista  macho,  sobresaliente  por  la  fuerza  y  empuje,  menospreció 
todo  linaje  de  pequeneces  técnicas,  de  escuelas  y  de  modas,  lo- 
grando enhebrar  la  recia,  realista  y  nacional  novela  de  Cer- 
vantes con  su  misma  serenidad  objetiva,  su  misma  intención  ] 
crítico-social,  su  misma  observación  menuda  de  las  gentes  po- 
pulares y  de  sus  costumbres  y  lenguaje.  Llegó  en  todo  ello 
hasta  donde  su  talento  le  permitió :  si  de  ninguna  manera  cabe 
aparearle  con  el  príncipe  de  nuestros  ingenios,  en  los  resulta- 
dos le  siguió  de  cerca  cuanto  á  los  móviles  y  medios,  y  logró 
ser,  después  de  Pereda,  el  primer  novelista  español  de  su  si- 
glo. Gran  observador  de  la  vida  y  costumbres  de  la  clase  media, 
paciente  lector  de  la  Historia  de  España  durante  el  siglo  xix, 
ha  compuesto  dos  géneros  de  novelas,  históricas  las  unas  y 
de  caracteres  y  costumbres  las  otras,  las  más  de  estas  segun- 
das doctrinales  ó  tendenciosas.  Pertenece  á  la  escuela  rea- 
lista (no  naturalista)  y  distingüese  de  todos  los  novelistas  es- 
pañoles del  siglo  XIX,  sacando  á  Ptereda,  en  la  pintura  de 
caracteres  y  en  la  clásica  objetividad  cervantina.  Más  que  en 
los  afectos  tiernos,  aunque  no  falto  de  ellos,  sobresale  en  los 
fuertes,  que  brotan  de  suyo  de  la  pintura  de  caracteres,  contras- 
tes y  situaciones  dramáticas,  sin  aparecer  para  nada  el  autor. 
El  estilo  y  lenguaje,  generalmente  castizo  y  muy  popular,  aun- 
que corriente,  fácil  y  nada  estudiado  ni  pulido.  Es  muy  espa- 
ñol y  desafectado  en  todo,  sin  haber  mezclado  en  lo  más  mínimo 
las  muchacherías  y  modas  francesas :  tal  es  su  mayor  timbre 
de  gloria.  Galdós  pone  todo  su  trabajo  en  observar  las  costum- 


4*2      PRIMER   PERÍODO   DE   L.\   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

bres  y  el  habla  popular ;  en  viajar  en  tercera  y  vivir  en  posadas ; 
en  leer  y  releer  muchas  historias  y  documentos,  quiere  decir 
que  se  prepara  despacio  y  con  solidez.  Pero  al  escribir  vuela  y 
es  incapaz  de  pararse  á  pensar  una  frase,  tornear  un  período, 
entonar  una  cadencia.  Busca,  sí,  la  palabra,  la  frase  propia; 
pero  no  se  arregosta  con  exquisiteces  poéticas  ni  prosaicas. 
Hasta  se  descuida  en  condensar,  dilatando  á  veces  las  novelas 
más  prolijamente  de  lo  que  la  acción  de  la  fábula  pudiera  acon- 
sejarle. Como  doctrinario,  que  lo  es,  y  mucho,  no  hace  novelas 
de  tesis  propiamente,  sino  de  tendencia  doctrinaria,  no  pospo- 
niendo á  ellas  el  arte,  sino  al  revés,  resultando  éticas  por  el 
asunto  escogido  y  por  la  pintura  de  personajes.  En  todo  ello 
no  pinta  más  que  la  realidad.  Las  lacras  sociales  no  son  fanta- 
seadas, sino  vivas.  Pero  muéstrase  demasiadamente  anticleri- 
cal en  no  admitir  más  que  personajes  -odiosos  que  confirmen 
sus  doctrinas,  habiéndolos  buenos,  en  las  clases  que  combate. 
En  las  novelas  de  Galdós  todo  clérigo,  toda  persona  piadosa, 
todo  católico  suele  ser  odioso  y  extremado  en  lo  clerical,  en  la 
inúransigencia,  en  la  dureza  de  entrañas,  en  el  fariseísmo.  Real- 
1  mente  hay  muchos  en  España  que  son  así ;  pero  hay  otros  que 
"^  'no  lo  son,  y  éstos  nunca  salen  á  lucir  sus  virtudes  católicas  en 
las  novelas  de  Galdós.  Diríase  que  para  él  no  hay  virtudes  ca- 
tólicas, y  las  hay,  como  hay  virtudes  naturales,  y  más  frecuen- 
tes, ciertamente.  En  cambio,  "para  él,  dice  A.  González  Blan- 
co, todos  los  hombres  de  ideas  avanzadas  (que,  además,  siem- 
pre son  ingenieros,  por  de  contado,  para  inri  de  la  vieja  raza 
de  doctores  y  leguleyos  que  han  infestado  nuestra  patria,  y  como 
si  nuestra  salvación  estuviese  en  la  Escuela  de  Caminos,  Cana- 
les y  Puertos)  son  emblema  de  perfecciones,  tanto  físicas  como 
morales  é  intelectuales...  Son  listos,  amables,  locuaces,  bien 
educados,  finos  en  enamorar  y  duchos  en  fascinar,  hasta 
guapos,  para  colmo  de  dichas.  Tal  el  Pepe  de  Doña  Perfecta  y 
el  Máximo  de  Electra..."  Este  es  su  defecto  capital;  negativo, 
I  si  se  quiere,  pero  defecto,  y  de  sectarismo  religioso,  que  le  ha 
hecho  no  [xko  daño,  aun  para  el  puro  arte.  Fuera  de  esto,  en 
todo  lo  demás  es  Galdós  escritor  sesudo,  grave,  digno  de  los 
mayores  encomios.  Los  Episodios  Nacionales  bastarían  para 
que  le  tuviésemos  por  un  novelador  do  la  historia  moderna,  de 


S.  XIX,  1868.  BENITO  PÉREZ  CALDOS  423 

un  genero  nuevo.  No  es  de  los  autores  de  novelas  históricas  á 
lo  Scott,  que  mejor  se  dirían  leyendas  históricas  en  prosa.  Cal- 
dos pretendió  hacer  historia  cuanto  al  episodio  que  en  cada 
novela  de  éstas  pinta,  cuanto  á  los  acontecimientos  principales 
y  personajes  históricos  que  intervienen ;  pero  quiso,  además, 
aderezar  acontecimientos  y  personajes  novelescamente,  esto  es, 
reconstruyendo  los  demás  elementos  que  no  hallaba  en  la  his- 
toria por  medio  de  la  fantasía  con  la  mayor  verisimilitud  po- 
sible,  de  manera  que   resultase  un  cuadro  artístico  acabado. 
No  de  otra  manera  los  filólogos  modernos  nos  han  reconstruí- 
do  la  torre  de  Borsippa  ó  de  Babel  y  níuchos  monumentos 
griegos  y  romanos  sobre  los  fragmentos  que  todavía  quedan 
tn  pie  y  con  las  descripciones  de  los  viejos  escritores.  Algo  así 
hacían  los  historiadores  clásicos,  tomándose  la  libertad  de  su- 
plir cosas  y  aun  de  fingir  arengas,  parlamentos,  sin  contar  con 
las  sangrientas  descripciones  de  batallas,  obra  las  más  veces  de 
pura  fantasía.  Con  todo,  llamábanlas  historias  artísticas,  distan- 
do tanto  de  la  seca  historia  moderna,  que  no  admite  rellenos  de 
ningún  género  ni  descripciones,  sino  la  pura  narración  de  lo 
que  dan  de  sí  los  documentos.  Por  eso  no  quiso  llamar  á  estas 
obras  historias,  sino  episodios  novelescos,  novelas  que  pintan 
trozos  históricos.  Ello  le  penuitía,  además,  enlazar  con  la  his- 
toria alguna  otra  novela,  por  lo  común  amorosa,  de  las  gentes 
que  en  la  historia  intervienen,  para  que  no  fueran  cansadamen- 
te políticos  los  asuntos  ni  exclusivamente  patriótica  la  emoción, 
sino  que  tuvieran  más  variedad   novelesca  de   acaecimientos, 
enredos,  pasiones  y  afectos  y  fueran  episodios  comunes  de  los 
Episodios  N-acionales.  Semejante  mezcla  nada  quita  á  lo  his- 
tórico, antes  lo  realza  y  matiza,  pues  no  hay  quien  no  distinga 
los  hechos  realmente  históricos  y  sus  personajes  de  los  otros 
pormenores  que,  si  no  sabemos  acaecieran  de  cierto,  pudieron, 
por  lo  menos,  acaecer  ellos  ú  otros  parecidos  que  se  dan  en  la 
vida  común.  Son  verdaderas  historias  noveladas,  expuestas  á 
modo  de  novela  y  sazonadas  con  otros  elementos  del  todo  no- 
velescos ;  y  son  novelas  históricas,  ya  que  el  fondo  es  histórico. 
Como  novelas  sonlo  de  buena  ley.  Tienen  su  acción,  general- 
mente doble,  la  histórica  principal  y  la  novelesca  subordinada, 
bastante  bien  trabadas  para  que  no  parezcan  dos  obras,  sino 


424      PRIMER   PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (1850-1869) 

una.  Tienen  pinturas  admirables  de  personajes  históricos  y  de 
otros  por  él  creados.  Tienen  movimiento  y  vida,  afectos  since- 
ros y  fuertes,  señoreando  el  patriotismo  y  el  amor  á  España. 
Como  historias  han  dado  á  conocer  la  del  siglo  xix  á  los  espa- 
ñoles harto  mejor  que  los  pesados  mamotretos  llamados  propia- 
mente historias.  Galdós  no  falsea  los  acontecimientos  ni  los 
personajes.  Podrá,  acaso,  alguna  vez  engañarse,  como  los  his- 
toriadores se  engañan;  pero  ha  bebido  en  los  mismos  documen- 
tos que  los  historiadores  las  noticias  y  ha  sabido  mejor  que  ellos 
darnos  el  espíritu,  la  visión  artística  de  la  historia.  La  parte  pu- 
ramente novelesca  le  ha  servido  cabalmente  para  lo  que  él  ha 
llamado  efusión  estética,  algo  así  como  el  papel  del  coro  en  la 
tragedia  griega,  en  cuyo  lirismo  se  reflejaba  el  efecto  que  la  tra- 
gedia producía  en  la  muchedumbre  del  pueblo,  á  ella  ajena  en  par- 
te, y  el  juicio  que  el  sentido  común  del  mismo  pueblo  formulaba 
acerca  de  ella.  Así  pudo  decir  Galdós  en  la  edición  de  1885 : 
"Lo  que  comúnmente  se  llama  Historia,  es  decir,  los  abultados 
libros  en  que  se  trata  de  casamientos  de  Reyes  v  Príncipes,  de 
tratados  y  alianzas,  de  las  campañas  de  mar  y  tierra,  dejando 
en  olvido  todo  lo  demás  que  constituye  la  existencia  de  los  pue- 
blos, no  basta  para  fundamento  de  estas  relaciones,  que  ó  no 
son  nada  ó  son  el  zivir,  el  sentir  y  hasta  el  respirar  de  la  gen- 
te.'' Lo  subrayado  es  lo  que  logró  Galdós  con  el  elemento  no- 
velesco, que,  si  parece  ser  secundario  respecto  al  Episodio,  de 
hecho  es  lo  principal,  no  sólo  como  novelesco,  sino  como  histó- 
rico, pues  es  la  historia  interna  y  viva  de  los  pueblos,  el  espíri- 
tu y  el  vivir  de  las  gentes,  en  el  cual  influyen  los  Episodios,  la 
historia  oficial.  Nadie  como  él  nos  ha  sabido  dar  una  visión  tan 
clara  de  las  épocas  en  que  suceden  los  Episodios,  de  lo  que  lla- 
man el  ambiente,  el  medio,  de  ese  polvillo  imperceptible  que  se 
respira  y  que  los  historiadores  raras  veces  sal>en  condensar,  y 
sí  tan  sólo  los  novelistas  y  dramáticos,  cuando  son  grandes  ar- 
tistas ;  cosas  que  estando  en  los  libros  no  están  en  ellos,  porque 
se  hallan  de  manera  difusa,  como  la  atmósfera  y  el  aire;  cosas 
que  ni  los  artistas  ni  Galdós  dicen  con  palabras  en  ])articular, 
sino  que  se  desprenden  de  la  pintura  de  menudencias,  al  pare- 
cer de  poco  tomo,  y  como  que  se  trasminan  del  conjunto  y  en- 
tran por  las  narices  de  los  lectores,  que  las  huelen  y  olfatean 


S.  XIX,  1868.  RENITO  PÉREZ  GALDÓS  42D 

sin  darse  cuenta,  sin  hallarlas  alli  declaradas  expresamente.  Es 
que  Galdós  las  olfateó  y  las  olió  primero  recorriendo  los  pue- 
blos y  los  barrios  populares  de  Madrid,  sus  casas  de  vecindad, 
sus  tugurios,  tascas  y  cafés,  hasta  conocer  á  fondo  el  alma  po- 
pular española,  y  leyendo  después  historias  y  documentos,  vio, 
eon  su  poder  de  artista,  esa  misma  alma  bullir  entre  los  acon- 
tecimientos que  leía;  y  como  era  la  misma  alma,  aunque  muda- 
dos algún  tanto  los  tiempos,  tuvo  la  visión  del  vivir  de  las  gen- 
tes en  ellos  tan  por  el  cabo  como  cuando  las  vio  de  hecho  en  sus 
■cafés,  tascas,  tugurios  y  casas  de  vecindad,  y  como  la  tuvo, 
supo  comunicarla  á  sus  lectores.  Así  cumplió  con  la  divisa  de 
episodios  Nacionales:  ars,  natura,  ventas.  En  ellos  podemos 
■considerarle  como  el  Erckmann-Chatrian  español,  bien  así  como 
en  las  otras  novelas  fué  verdadero  discípulo  de  Cervantes  y  de 
Dickens. 

Pero  á  los  Episodios  Nacionales  llevan  gran  ventaja  las 
primeras  novelas  de  Galdós,  por  ser  puras  novelas  de  cosas 
vistas  y  vividas,  de  la  historia  interna  y  viva  de  la  sociedad  por 
-él  conocida  y  estudiada  en  los  barrios  populares  y  en  los  pue- 
blos. Por  estas  novelas  comenzó  Galdós  y  hay  quien  pretende 
que  con  ellas  introdujo  en  España  el  naturalismo,  aunque,  aña- 
den, que  sin  la  obscenidad,  sin  la  fórmula  científica  de  docu- 
iTiento  social,  sin  el  determinismo  fisiológico,  sin  las  rastreras 
íealdades,  rebuscadas  con  delectación  y  escudriñadas  con  el 
escalpelo  del  médico.  ¿En  qué  quedamos?  En  que  es  un  natu- 
ralista sin  nada  más  del  naturalismo  francés  que  lo  que  en  Es- 
paña se  llamó  siempre  realismo  de  la  novela  picaresca  y  de  la 
novela  cervantina.  No  es,  pues,  Galdós  naturalista,  ni  por  pien- 
so, sino  realista  español  de  pies  á  cabeza.  La  vida  del  bajo 
pueblo  de  Madrid,  con  su  propio  decir  chispeante  y  pintoresco, 
encuadrando  una  fábula  lastimera  y  sentida,  tal  es  Fortunata 
y  Jacinta.  Sencillas  novelas  de  ternura  y  pasión,  no  menos  que 
■de  costumbres  y  caracteres,  son  igualmente  Marianela,  Tor- 
mento, El  Amigo  Manso  y  Tristana.  En  Daña  Perfecta,  La 
Familia  de  León  Roch  y  Gloria  hizo  Galdós  novelas  de  sátira 
social,  de  tendencia  y  algo  doctrinarias.  A  pesar  de  este  doctri- 
narismo  exagerado,  y  acaso  debido  á  él,  son  éstas  las  más  re- 
cias novelas  de  Galdós,  en  el  relieve  de  los  caracteres,  en  la 


426        PRIMER  PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

fuerza  de  las  situaciones  dramáticas,  en  lo  denso  de  la  accióir 
y  su  movido  desarrollo,  en  la  emoción  que  hierve  en  lo  hondo  de 
la  novela,  que  no  es  más  que  la  misma  alma  de  Galdós,  hirvien- 
te  como  caldera  al  fuego  de  su  fogoso  anticlericalismo,  al  pro- 
pio tiempo  que  honrado,  sincero,  bondadoso  y  dulce  en  el  trato 
con  todo  el  mundo. 

El  teatro  de  Galdós  es  trasunto  dramático  de  su  novelística. 
Hombre  sincero,  que  podrá  estar  errado,  y  creo  lo  está  en  algu- 
nas ideas,  pero  que  busca  la  verdad  y  estriba  con  tesón  en  la 
que  se  persuade  serlo;  novelista  hecho  á  retratar  la  vida  real, 
en  costumbres,  caracteres  y  situaciones,  envolviéndola  tan  sólo 
con  transparente  cendal  de  un  idealismo  filosófico  ó  simbolismo 
doctrinario,  llevó  á  las  tablas,  más  densamente,  como  es  natu- 
ral, esa  misma  vida^  caracteres,  situaciones  y  costumbres,  gi- 
rando en  el  quicio  de  un  pensamiento  social  educativo  ó  de  una 
sentencia  simbólica  que  lo  revistiese.  Así  del  teatro  fantástico, 
melodramático,  romántico  é  hinchado,  de  Echegaray,  el  públi- 
co tuvo  que  pasar  al  teatro  realista,  humano  y  natural  de  Gal- 
dós. Quedóse  parado  y  estupefacto  y  no  aplaudió  sus  primeras 
obras  ni  los  críticos  calaron  el  porqué,  tan  explicable,  de  que 
acostumbradas  á  la  tensión  de  nervios,  se  quedasen  las  gentes 
sintiendo  la  falta  de  algo,  de  esa  misma  nerviosa  tensión. 
Achacáronlo  algunos  á  la  lentitud  novelesca,  que  no  abando- 
naba del  todo  el  dramaturgo;  otros  á  poco  conocimiento  de  los 
recursos  dramáticos  y  de  las  triquiñuelas  teatrales  que  se  apren- 
den entre  bastidores,  poco  frecuentados  por  Galdós.  El  cual 
fundamenta  sus  dramas  en  uno  ó  más  caracteres,  de  naturali- 
dad casi  brutal,  ajena  á  los  dictámenes  sociales,  á  las  farsas 
recibidas,  á  las  doctrinas  rutinarias,  más  ó  menos  opuestas  á  la 
naturaleza  del  hombre.  Puestos  esos  caracteres  en  el  falso  me- 
dio social,  sufren  sus  consecuencias  y  con  el  los  espectadores, 
en  quienes  se  despierta  la  sinceridad  y  los  principios  naturales, 
que  jamás  están  del  todo  dormidos  en  el  alma,  y  enamorándose 
del  que  es  victima  de  las  falsedades  sociales,  yérguense  contra 
ellas,  poniéndose  al  lado  de  la  víctima,  siendo  así  arrastrados 
hacia  el  pensamiento  filosófico  pretendido  i)or  el  autor,  y  abra- 
zándolo y  empapándose  en  él,  salen  del  teatro  robustecidos  y 
como  ahorrados  del  lastre  social  que  llevaban,  con  mayor  clari- 


S.  XIX,   1868.  BENITO  PÉREZ  GALDÓS  4*7 

dad  en  la  mente  para  columbrar  la  verdad  y  mayor  vigor  en  el 
corazón  para  practicar  la  sinceridad  en  la  vida  y  no  dejarse 
enredar  en  sus  falaces  dictámenes  y  prácticas  rutinarias.  Hay 
en  el  teatro  de  Galdós  las  partes  sustanciales  del  verdadero 
drama.  Arranca  de  fuertes  caracteres,  que  simbolizan  las  virtu- 
des varoniles  y  los  principios  naturales  de  la  vida  humana.  Los 
choques  con  el  medio  en  que  se  mueven  son  naturales  y  forzo- 
sos. Los  afectos  despertados,  patéticos  y  caros  al  humano  co- 
razón. El  autor  cuida  mucho  de  que  las  costumbres,  vestidos, 
habla  y  demás  respondan  á  la  realidad,  no  menos  que  cuida 
de  todo  ello  en  sus  novelas.  El  defecto  que  enflaquece  á  veces 
algunas  partes  de  sus  dramas  es  el  elemento  simbólico,  al  cual 
acude  para  algunas  escenas,  abandonando  el  terreno  de  la  rea- 
lidad, por  ejemplo,  en  el  último  acto  de  Los  Condenados.  En 
casos  tales  parécese  á  Calderón,  cuando  sobrepujaba  en  él  se- 
mejante simbolismo,  propio  del  auto  sacramental.  Otro  defec- 
to acaso  está  en  la  exageración  doctrinaria,  por  la  cual  genera- 
liza ciertos  defectos  sociales  ó  ciertos  tipos  depravados,  que  to- 
dos suelen  reducirse  á  la  hipocresía,  vicio  que  combate  en  casi 
todo  su  teatro,  ensalzando  la  sinceridad.  Así  en  Electra,  que  le- 
vantó brava  polvareda,  la  cual  cegó  á  todos  por  mezclar  el 
público  con  ella  sus  parcialidades  religiosas;  3^  en  Casandra, 
que  vale  mucho  más,  á  pesar  de  no  haber  levantado  mota  de 
polvo,  atacándola  el  público  aristocrático  y  seudodevoto  con  la 
falta  de  asistencia  y  con  el  silencio.  También  á  veces  sobran 
episodios,  que  recuerdan  la  novela  y  huelgan  en  el  drama;  en 
cambio,  otras  no  hallan  los  espectadores  algunos  pormenores 
y  toques  que  le  solacen  y  entretengan  mientras  se  desenvuelve 
la  parte  seria  de  la  obra.  Finalmente,  por  fundamental  que  en 
la  vida  social  sean  el  vicio  de  la  hipocresía  y  la  virtud  de  la  sin- 
ceridad, resiéntese  el  teatro  de  Galdós  de  escasa  variedad,  gi- 
rando casi  todas  sus  obras  dramáticas,  como  no  pocas  de  sus 
novelas,  en  torno  de  esta  doctrina  y  de  este  doble  tipo  del  hi- 
pócrita y  del  sincero.  Diríase  dramático  de  un  solo  tema,  bien, 
que  admirablemente  desenvuelto  en  matizadas  variaciones. 

Galdós,  en  suma,  se  distingue  por  el  realismo,  la  naturali- 
dad y  la  sencillez.  Sin  el  menor  esfuerzo,  al  parecer,  ha  sabido 
arrancar  á  la  realidad  un  tan  gran  número  de  criaturas,  dan- 


428      PRIMER   PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (18SO-1869) 

doks  vida  en  el  arte,  que  sólo  le  gana  Balzac  entre  los  moder- 
nos. Personajes,  pasiones,  situaciones,  costumbres,  tramas,  lle- 
van en  sus  novelas  el  sello  de  la  naturalidad.  Los  medios  de 
expresión  no  son  menos  realistas,  naturales  y  sencillos :  consisten 
1^0'^^         en  copiar  el  habla  común  de  las  gentes  con  fidelidad  suma.  Pé- 
rez Galdós  es  el  que  más  comprehensivamente  ha  sabido  abar- 
car en  sus  novelas  la  vida  de  los  españoles  del  siglo  xix  por  to- 
das sus  caras.  Otros  le  ganarán  en  cualidades  particulares :  Pe- 
reda en  la  sobria  y  recia  manera  de  manejar  el  pincel  y  en  pintar 
el  paisaje ;  Palacio  Valdés,  en  el  humorismo ;  Blasco  Ibáñez,  en 
.     la  pintura  de  las  muchedumbres ;  pero  nadie  le  llega  en  haber 
I     retratado  en  sus  novelas  el  alma  española  de  su  siglo  y  en  el 
/      habla  familiar  y  propia  del  pueblo  español. 

143.  Cuando  en  1870  publicó  Galdós  La  Fontana  de  uro,  tiempo 
había  que  la  novela  dormitaba  en  España :  ni  El  Escándalo,  ni  Pepita 
Jiménec,  ni  Sotileza  habían  visto  la  luz.  Maestros  consumados  eran 
ya  los  autores  que  después  escribieron  estas  obras;  Galdós,  el  más  jo- 
ven de  todos,  se  les  adelantó  en  esta  parte.  Es,  después  de  la  Fernán 
Caballero,  el  padre  de  la  novela  española  moderna.  Tres  años  después 
{1873)  emprendía  la  tarea  de  novelar  la  vida  política  y  á  la  vez  la  vida 
interna  de  los  españoles  durante  todo  el  siglo  xix  en  los  Episodios 
Nacionales.  En  la  primera  serie  de  Episodios  Nacionales  sobresale  la 
fuerza  épica  como  los  asuntos  lo  pedían ;  en  la  segunda,  la  variedad 
pintoresca,  lo  dramático  y  lo  cómico;  en  la  tercera,  más  honda  obser- 
vación histórica,  como  de  quien,  acostumbrado  á  sacar  el  jugo  á  his- 
torias y  documentos,  lo  hace  con  mayor  maestría  y  finura.  El  estilo 
gana  no  menos  cada  vez  en  ciertos  refinamientos,  cierta  intención 
cervantina,  que  cala  más  y  se  transparenta  más.  Galdós  es,  como  los 
más  encumbrados  escritores  de  todos  los  tiempos,  un  realista  brutal  en 
la  expresión  y  un  refinado  idealista  en  el  intento.  Su  ingenio  ideal  y 
simbólico  le  permite  condensar  en  un  tipo  ó  dos  el  carácter  de  la  épo- 
ca, tipo  de  persona  fantástica  de  hecho,  pero  la  más  real  artísticamen- 
te que  cabe.  Su  ingenio  realista,  que  sobrepuja  en  Galdós  al  ideal,  le 
ha  hecho  maestro  insuperable  de  la  novela  de  costumbres.  Su  princi- 
pal defecto,  que  está  en  la  prolijidad,  mana  de  aquí,  del  meter  episo- 
dios, escenas,  diálogos,  tipos,  que  ni  refuerzan  casi  la  acción  principal, 
pero  que  desahogan  su  plétora  de  ojo  costumbrista  que  repara  en  todo, 
en  el  primero  que  pasa...  por  su  imaginación,  porque  algini  día  lo  vio 
y  ahora  le  viene  á  las  mientes  y  le  arrastra  los  dedos  hasta  describirlo. 
Es  preñez  fecundísima  de  observador  la  que  hace  prolijas  no  pocas 
partes  de  sus  novelas.  Escenas,  tipos  y  diálogos  que  dañan  al  conjun- 
to; ]>ero  que  de  por  sí  son  re  i;os  y  pinceladas  magistrales.  Es  me- 


S.  XIX,  1868.  BENITO  PÉREZ  GALDÓS  429 

nestcr  toda  la  cachaza  de  un  lector  de  poemas  épicos  para  no  saltar 
por  estos  episodios  y  detenerse  á  saborearlos  en  lo  que  valen.   Pero 
para   poder  llegar  á   condensar  en   un   tipo  ó  dos  el   espíritu  de  una 
época  y  á  tener  esa  preñez  de  costumbres  en  el  magín,  ¡  cuánto  no  ha 
tenido  que  leer  de  historia  Galdós  y  cuánto  no  ha  tenido  que  observar 
en  la  vida  de  todo  linaje  de  gentes!  Y,  sobre  todo,  ¡qué  poderoso  cere- 
bro no  se  necesita  para  alquitarar  todas  esas  lecturas  y  observaciones, 
cifrando  el  jugo  quintesenciado  en  una  acción  y  en  unos  cuantos  per- 
sonajes, todos  hijos  de  la  fantasía,  aunque  cuajados  de  la  realidad  leí- 
da y  observada !  La  fecundidad  de  Galdós  no  es  abundancia  que  daña, 
como  la  de  las  malas  yerbas ;  es  prueba  de  la  fecundidad  característi- 
ca de  algunos  excelsos  ingenios,  como  Aristóteles  y  Cicerón,  que  tanto 
escribieron   y   todo   excelente,    y   en    el   género   novelesco   cabalmente 
como  Balzac,  de  cuya  Comedia  humana  no  desdice  la  novela  histórica 
de  Galdós  llamada  Episodios  Nacionales,  cuánto  menos  si  se  añaden 
las  demás  novelas  que  Galdós  ha  escrito.  Estrenóse  Galdós  en  el  teatro 
con  Realidad  (1892)  y  La  Loca  de  la  casa  (1893),  fragmentos  de  sus 
novelas  Realidad  y  Ángel  Guerra,  lo  que  dio  pie  á  los  malos  críticos,  que 
lo  fueron  entonces  casi  todos,  para  agarrarse  á  la  contienda  de  si  la 
novela  puede  dramatizarse  y  de  si  un  buen  novelista  puede  ser  buen 
autor  dramático.  Con  esto  creyeron  disculpar  á  Galdós  por  no  haberlo 
hecho  mejor,  cuando,  desde  Tamayo  y  Enrique  Gaspar,  no  se  había 
visto  cosa  mejor  en  el  teatro,  con  más  la  novedad  que  Galdós  traía, 
del  psicologismo  en  la  presentación  de  caricteres  tan  complejos  y  ad- 
mirables como  Viera  y  Orozco,  ó  tan  actuales  y  sublimes  como  Pepet  y 
Victoria.  Que  este  desmenuzamiento  psicológico  y  la  costumibre  de  se- 
ñalar menudencias  en  la  descripción  novelesca  le  llevasen  á  Galdós  á 
detenerse  demasiado  en  pormenores,  personajes  y  hechos  secundarios, 
que  hacían  pesada  la  representación,  no  menos  que  el  mismo  análisis 
de  la  conciencia,  por  tenerlo  que  hacer  á  veces  á  fuerza  de  monólogos 
los  personajes,  sin  poderlo  hacer  el  autor  de  por  sí,  narrando  y  filoso- 
fando, como  puede  en  la  novela,  defectos  son  del  género  psicológico  di- 
ficultado en  las  tablas ;  pero  que  llevan  como  verdaderas  virtudes  esté- 
ticas al  teatro  la  realidad  común  y  viva,  desterrando  mil  falsedades,  más 
sintéticas  y  típicas  antiguas  que  estéticas  y  loables.  Hay  que  ensanchar 
el  cuadro  teatral,  hay  que  llevar  al  escenario    la  vida  más  real  todavía, 
con  tal  que  las  menudencias  sean  expresivas ;  hay  que  hacer  más  psi- 
cológico  y   menos   épico  el   teatro,   más   subjetivo   y   menos   objetivo, 
como  algTjnos  dicen ;  ó,  por  lo  menos,  esta  novedad  es  tan  legítima 
como  la  otra  manera  más  tradicional,  con  tal  que  la  traiga  quien  la 
sepa  traer.  La  poderosa  fuerza  de  observación  de  Galdós  ahondó  mu- 
cho más  en  la  vida  v  en  los  personajes,  y  su  ingenio  novelístico,  tan 
maduro  y  grave,  embebió  en  la  urdimbre  espesa  de  estas  obras  un  pen- 
samiento más  intencionado  de  lo  que  hasta  entonces  se  había  visto  en 
el  teatro  español.  El  final  de  Realidad  es  ideal,     de  espectral  efectis- 
mo, recurso  á  que  ha  vuelto  á  acudir  en  otras  obras  Galdós,  ya  para 


43o       PRIMER   PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

expresar  estados  ó  cambios  de  conciencia  difíciles  de  expresar  por 
otro  medio,  ya  para  dar  misteriosa  grandeza  con  este  elemento  de  lo 
sobrenatural  moderno.  En  La  Loca  de  la  casa  los  dos  primeros  actos 
son  magistrales,  planteando  el  combate  entre  CVuz  y  Victoria,  ya  como 
personas,  ya  como  representativos  de  ideas,  del  rudo  trabajador,  enér- 
gica voluntad  que  espera  la  mejora  social  del  materiasl  esfuerzo,  con 
la  espiritual  caridad  y  mística  abnegación  del  alma  cristiana;  pero  se 
¿.chica  en  el  mismo  combate  de  los  otros  dos  actos,  convirtiéndose  la 
entereza  de  entrambos  en  testarudez,  el  nnituo  propósito  de  amarse  en 
rastrero  designio  de  dominarse  y  molestarse  mutuamente,  acabando 
todo  en  una  obra  de  fábrica,  simbólica  de  la  victoria  espiritual  de  ella; 
pero  que  no  concierta  bien  dos  tan  hermosos  caracteres  y  dos  tan 
grandiosas  ideas,  que  pedían  otra  más  elevada  síntesis.  En  Alma  y  vida 
(1909)  hay  dos  caracteres  nobilísimos  y  contrapuestos,  que  no  pueden 
menos  de  atraerse  y  amarse  para  complementarse :  Juan  Pablo,  que 
personifica  la  vida  pura  y  natural,  sin  las  hipocresías  del  trato  humano, 
pero  con  toda  la  fuerza  de  voluntad  que  la  sinceridad  del  vivir  le  co- 
munica, y  Laura,  que  personifica  el  ensueño  y  la  gracia.  La  ingenua 
audacia  del  conquistador  y  la  ideal  candidez  se  entienden  al  punto  y 
se  compenetran.  En  El  Abuelo  (1904),  la  mejor  obra  de  Galdós,  que 
arrebató  en  un  solo  aplauso  á  todos  los  espectadores,  hasta  á  los  que 
fueron  decididos  á  no  aplaudir  y  á  los  frivolos  y  vanidosos,  es  dramati- 
zación  de  la  novela  del  mismo  título,  tragedia  del  Conde  de  Albrit, 
coronada  por  la  sonrisa  irónica  de  la  misteriosa  naturaleza,  dándole 
por  consolador  báculo  de  su  vejez  á  la  nieta  nacida  de  adulterio,  él,  que 
sólo  creía  en  la  virtud  de  la  sangre  noble.  Siempre  la  naturaleza  ven- 
cedora en  los  dramas  galdosianos,  como  en  la  realidad  de  la  vida.  Fe- 
liz el  artista  que  sólo  pone  sus  ojos  en  la  naturaleza:  seguro  es  su 
triunfo.  El  Abuelo  es  uno  de  los  mejores  dramas  coni/puestos  desde 
principios  del  siglo  xix  en  España  y  fuera  de  ella.  Sólo  admite  com- 
paración con  Shakespeare  y  con  Ibsen.  Una  de  las  más  doradas  men- 
tiras sociales  queda  por  este  drama  desemiiascarada,  hecha  polvos. 
Mariucha  (1900)  es  una  rebelde,  salvada  por  León,  uno  que  de  perdido 
5upo  hacerse  hombre  de  bien.  El  drattta  de  tesis,  de  conciencia  colectiva, 
de  conflictos  sociales,  fueron  novedades  de  Ibsen,  antes  del  cual  tan 
sólo  en  la  novela  se  hablan  tratado.  Nada  construye  ni  edifica  social- 
mente  Ibsen;  sólo  sabe  destruir.  Pero  destruir  lo  malo  viejo  ya  es  un 
paso  para  edificar;  inquietar  las  conciencias  es  prepararlas  para  que 
se  renueven.  Las  doctrinas  ibsenianas  tiempo  había,  desde  la  Revo- 
lución francesa,  sobre  to<lo,  que  se  respiraban  en  el  aire  y  se  leían 
en  los  libros  de  los  filósofos  y  se  apuntaban  en  las  novelas;  él  las  llevó 
al  teatro.  En  Brand  se  presenta  á  Dios  paseándose  sobre  los  quicios  del 
cielo  sin  cuidarse  del  hombre,  insensible  á  nuestras  penas  y  á  nuestros 
ruegos  En  La  Comedia  del  amor  se  contrapone  á  éste  el  idealismo 
fantaseador  del  hombre.  En  Los  Aparecidos,  la  mujer,  que  no  siente 
amor  por  su  marido,  mayormente  si  él  es  un  depravado,  se  da  por  li- 


S.  XIX,   1868.  BENITO  PÉREZ  GALDÓS  48 1 

bre  de  serle  fiel.  En  Per  Gint  se  ve  al  carácter  independiente  tender 
á  la  soledad  y  á  la  tristeza.  En  El  Pato  salvaje  se  enseña  que  la  ver- 
dad acarrea  desastres.  En  Juan  Gabriel  Borkman  se  demuestra  cómo 
la  ambición  tiene  que  ser  de  corazón  duro  y  cruel.  En  Solness  el  cons- 
tructor queda  burlado  el  que  vive  alimentando  quimeras.  Dramaturgos 
de  todas  partes  han  seguido  á  Ibsen:  Suderman,  en  Alemjania;  Rober- 
to Braceo  y  Enrico  Butti,  en  Italia;  Donnay,  Lavedán,  Paul  Hervieu 
y  Alfredo  'Capus,  en  Francia;  bien  que  tan  sólo  dando  vueltas  á  la  no- 
ria del  adulterio,  y  Francisco  de  Curel  con  bastante  mayor  amplitud; 
los  ingleses,  imitadores  de  los  franceses,  como  Sidney  Grundi,  Arturo 
Jones  y  hasta  Sahw,  el  seco  demoledor  y  frío  paradojitsa.  En  España, 
Echegaray  hubiera  sido  un  Ibsen  si  se  hubiera  ceñido  más  á  la  rea- 
lidad, en  lugar  de  sacar  sus  conflictos  de  la  fantasía,  falseando  carac- 
teres y  situaciones.  Selles  tuvo  un  momento  de  luz  en  El  Nudo  gor- 
diano, como  tuvo  otro  Dicenta  en  Juan  José.  El  verdadero  ibseníano 
de  España  es  Galdós,  ya  que  ni  Linares  Rivas  ni  Benavente  han  podi- 
do abrir  la  puerta  del  templo  dramático  y  por  más  empeño  que  hayan 
puesto  sólo  hayan  logrado  entrever  algo  de  lo  de  dentro  mirando  por  las 
rendijas.  Galdós  fué  ibseníano  en  la  novela  y  lo  fué  al  trasportarla  al 
escenario.  El  dramático  sueco  y  el  español  quieren  sacar  de  la  natura- 
leza, brutal  á  veces  y  contra  la  razón,  nuevas  leyes  morales  y  sociales 
que  pongan  en  olvido  las  de  la  tradición,  rutinarias  y  desrazonables 
algunas,  otras  que  por  lo  menos  así  se  les  antojan  á  estos  dramáticos. 
Pero  yerren  ó  no  en  un  caso  ó  en  otro,  ello  es  que  han  dado  con  rico 
filón  de  caracteres  y  situaciones  dramáticas,  que  es  lo  que  al  arte  le 
importa,  prescindiendo  de  las  doctrinas.  Como  autor  dramático  resién- 
lense  las  obras  de  Galdós  de  la  tonalidad  novelesca  á  que  está  acos- 
tumbrado. Sí  en  vez  de  hacer  novelas  hubiera  hecho  sólo  dramas,  aca- 
so hubiera  sido  un  gran  dramaturgo.  Efectivamente,  todos  son  largos, 
complicados,  preñados  de  episódicas  situaciones.  No  hay  uno  solo  que 
no  haya  necesitado  de  tijera  para  presentarse  en  las  tablas.  También 
abusa  á  veces  del  simbolismo,  bien  que  con  una  grandeza  que  frisa  en 
calderoniana.    Hubiera    sido    maravilloso   compositor    de   autos    sacra- 
mentales. Pero  en  todos  sus  dramas  ha  dejado  marcada  Galdós  la  ga- 
rra de  león  por  la  valentía  dramática,  hondura  de  pensamiento,  cho- 
que de  afectos,  caracteres,  situaciones,  todo  ello  del  mismo  corte  que 
en  sus  novelas.  Los  defensores  del  simibolísmo  nos  hablan  del  goce  de 
la  interpretación  personal.   Es  el  goce  del  que  resuelve  un  problema 
matemático,  del  que  descifra  una  charada,  una  vieja  inscripción.  Goce 
es,  pero  no  goce  estético,  producido  por  la  belleza  artística,  sino  por  el 
ejercicio  de  las  facultades.  El  símbolo  no  añade  nunca  un  átomo  de 
belleza  á  la  obra  artística,  á  no  ser  que  esté  concretado  en  hechos, 
como  en  La  Vida  es  sueño,  que  entonces  no  es  símbolo,  sino  pensa- 
miento hecho  acción,  como  lo  es  toda  obra  de  arte.  Nada  gana  Alma 
y  vida,  de  Galdós,  con  que  simbolice  el  movimiento  socialista  ó  la  rui- 
na de  la  Monarquía  ó  la  decadencia  del  clericalismo,  que  todo  esto  se 


432      PRIMER  PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

discurrió  y  se  dijo,  ó  lo  que  el  mismo  Galdós  declaró  en  el  prólogo: 
"Vaciar  en  moldes  dramáticos  una  abstracción,  más  bien  vago  presen- 
timiento que  idea  precisa,  la  melancolía  que  invade  y  deprime  el  alma 
española  de  algún  tiempo  acá."  El  drama  es  hermoso,  porque  Laura 
es  una  mujer  melancólica,  deprimida,  etc.,  muy  bien  expresada.  Pero 
lo  mismo  puede  simbolizar  á  la  España  decaída  que  á  cualquier  mujer 
histérica,  como  de  hecho  la  simboliza,  pues  siempre  un  personaje  re^ 
presenta  á  cuantos  sean  como  él  en  el  mundo.  Ese  simbolizar  á  Flspa- 
ña  ó  á  otra  cosa  no  toca  al  arte,  está  fuera  de  sus  atribuciones.  Al  arte 
sólo  toca  pintar  bien  á  esa  mujer  llamada  Laura;  lo  demás  son  chilin- 
drinas filosóficas  y  monsergas  modernistas  venidas  del  Norte.  Esta 
manera  de  simbolizar  ha  ido  aplicándola  cada  vez  más  Galdós  á  sus 
últimas  obras;  pero  repito  que  nada  añade  á  su  valer  estético,  antes  á 
veces  lo  amengua,  amenguando  su  realismo.  Los  lectores  españole?, 
realistas  de  raza,  convienen  en  ello,  dando  menor  aprecio  á  las  últimas 
novelas  simbólicas  de  Gaildós, 

Galdós,  Memorias  {Esfera,  III,  146) :  "Tomé  un  coche  en  Beasáin 
para  irme  á  Azpeitia,  lugar  famoso  de  cuyo  nombre  era  deber  mío 
acordarme  siempre,  porque  allí  nació  mi  abuelo  materno  don  Domin- 
go Galdós  y  Alcorta,  varón  digno  y  virtuoso,   contemporáneo,  según 
creo,  de  'a  Revolución  francesa.  En  los  últimos  años  del  siglo  xviir 
fué  destinado  aquel  señor  á  Las  Palmas,  con  el  cargo  de  Secretario 
de  la  Inquisición."  Galdós    en  Clarín  {Galdós,  pág.  20)  :  "Vine  á  Ma- 
drid el  63  y  estudié  la  carrera  de  Leyes  de  mala  gana ;  allá,  en  el 
Instituto,   fui   bastante  aprovechado;   aquí,   todo   lo  contrario.   Tengo 
una  idea  vaga  de  que  en  los  tres  ó  cuatro  años  que  precedieron  á  la 
Revolución  del  68  se  me  ocurrían  á  mí  unas  cosas  muy  raras.  Hice 
algunos  ensayos  de  obras  de  teatro,  todo  bastante  mediano,  excepto  una 
cosa  que  n»e  parece  que  era  menos  mala,  si  bien  me  alegro  de  que  no 
hubiera  pasado  de  las  Musas  al  teatro ;  y  el  67  se  rríe  ocurrió  escribir 
La  Fontana  de  oro,  libro  con  cierta  tendencia  revolucionaria.  Lo  em- 
pecé aquí  y  lo  continué  en  Francia;  al  volver  á  España,  hallándome 
en  Barcelona,  estalló  la  Revolución,  que  acogí  con  entusiasmo.   Des- 
pués estuve  algún   tiempo  como  atortolado,   sin   saber  qué  dirección 
tomar,  bastante  desanimado  y  triste  (no  siendo  exclusivamente  litera- 
rias las  causas  de  esta  situación  de  espíritu).  En  aquel  tiempo  (del 
68  al  72)  era  yo  punto  fijo  en  el  Ateneo  viejo,  pero  me  trataba  con 
poca  gente;  apenas  hablaba  con  dos  ó  tres  personas."  Nótese  en  todo 
esto  el  natural  modesto,  ensimismado  y  retraído  de  Galdós.   Por  en- 
tonces le  conoció  Pereda,  el  cual  dice  (ibidem,  pág.  21):  "Le  mando 
(á  Clarín)  estos  cuatro  garabatos  en  respuesta  ó,  mejor  dicho,  en  cum- 
plimiento del  encargo  (jue  me  hace  usted  en  su  carta  del   12,  y  siento 
que  sea  tan  apurado  ya  el  plazo,  porque  el  tema  merece  larga  platica, 
que  yo  echaría  con  gusto,  porque  tengo  el  corazón  repleto  del  asunto. 
Relatado  al  vuelo,  queda  reducido  á  muy  poco  lo  que  podrá  usted  ver 
en  la  semblanza  mía,  hecha  por  Galdós,  que  precede  á  El  Sabor  de  la 


S.  XIX,  1868.  BENITO  PÉREZ  GALDÓS  433 

lierruca.  El  no  había  publicado  más  que  La  Fontana  de  oro  y  algunos 
artículos  literarios  que  á  mí  me  gustaban  mucho,  muchísimo.  Yo  era 
á  la  sazón  padre  de  la  patria,  y  había  echado  al  mundo  las  dos  series 
de  Escenas  montañesas,  muy  conocidas  de  Galdós.  Un  día  del  verano 
del  71  esperaba  yo  en  el  vestíbulo  de  una  fonda  de  esta  ciudad  á  que 
bajara  un  amigo  mío,  á  quien  había  avisado  que  le  esperaba  allí.  Ma- 
quinalmente  me  puse  á  leer  la  lista  de  huéspedes  que  tenía  delante,  y 
vi  que  uno  de  ellos  era  don  Benito  P.  Galdós.  Con  ánimo  de  visitarle 
pregunté  por  él  inmediatamente  á  un  camarero  que  pasaba.  "Ahí  le 
''tiene  usted'',  me  respondió,  señalando  á  un  joven  vestido  de  luto, 
que  salía  del  comedor.  Me  hice  cruces  mientalmente,  porque  no  podía 
imaginarme  yo  que  tuviera  menos  de  cuarenta  años  un  hombre  que 
se  firmaba  Pérez  Galdós,  y  además,  Benito,  y  además,  hablaba  de  los 
tiempos  de  don  Ramón  de  la  Cruz  y  de  la  Fontana  de  oro  como  si  los 
hubiera  conocido.  Yo  tenía  entonces  treinta  y  ocho  años.  Hablando, 
hablando,  resultó  que  nos  sabíamos  mutuamente  de  memoria,  y  desde 
aquel  punto  quedó  arraigada  entre  nosotros  una  amistad  más  que  ínti- 
ma, fraternal,  que  por  mi  parte  considero  indestructible,  cuando,  lejos 
de  entibiarse  con  las  enormes  diferencias  políticas  y  religiosas  que  nos 
dividen,  más  la  encienden  y  estrechan  á  medida  que  pasan  los  años. 
Yo  me  explico  este  fenómeno  por  la  admiración  idolátrica  que  siento 
por  el  novelista  y  por  la  índole  envidiable  de  su  carácter  dulcísimo; 
pero  ¿  cómo  se  explica  en  él  la  fidelidad  que  me  guarda  y  el  cariño 
con  que  me  corresponde?  En  fin,  que  no  acabaría  si  me  pusiera  á  es- 
cribir sobre  este  tema.  Todos  los  veranos  nos  vemos  aquí  (en  Santan- 
der). En  algunos  de  ellos  me  ha  proporcionado  el  regaladísimo  placer 
de  pasar  unos  cuantos  días  conmigo  en  Polanco.  Nuestra  correspon- 
dencia epistolar  ha  sido  frecuentísima  durante  algunos   inviernos,  y 
muy  rara  la  carta  en  que  hemos  tratado  en  serio  cosa  alguna ;  y  tanto 
de  estas  correspondencias  como  de  nuestras  conversaciones  íntimas,  he 
deducido  siempre  que,  fuera  de  la  política  y  de  ciertas  materias  reli- 
giosas, en  todas  las  cosas  del  mundo,  chicas  y  grandes,  estamos  los 
dos  perfectamente  de  acuerdo.  ¿  Será  éste  el  vínculo  que  más  nos  ime 
y  estrecha  ?  Un  detalle  curioso :  Galdós,  que  sería  capaz  de  quedarse 
en  cueros  vivos  por  mí,  no  me  regala  sus  obras  cuando  las  publica, 
sin  duda  por  no  tomarse  la  molestia  de  empaquetar  los  ejemplares  y 
mandarlos  al  correo..."  Memorias  de  Galdós  (La  Esfera,  año  3,  nú- 
mero 117):  "Tontín,  ¿has  olvidado  que  esc-ibías  articulejos  de  polí- 
tica en  La  Revista  de  España,  nueva  creación   de  Albareda?   ¿Tan 
aturdido  estás,  que  no  te  acuerdas  de  que  en  La  Revista  de  España 
.publicaste  tu  segunda  novela.  El  Andas,  y  que  al  propio  tiempo  impri- 
mías en  la  imiprenta  de  Noguera  La  Fontana  de  oro?...  Siento  pasar 
el  70,  el  71,  y  á  mediados  del  y2  vuelvo  á  la  vida  y  me  encuentro  que, 
sin  saber  por  qué  ni  por  qué  no,  preparaba  una  serie  de  novelas  histó- 
ricas, breves  y  amenas.  Hablaba  yo  de  esto  con  mi  amigo  Albareda,  y 
como  le  indicase  que  no  sabía  qué  título  poner  á  esta  serie  de  obritas, 

TOMO  VIII. —28 


434      PRIMER  PERÍODO    DE    LA   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

José  Luis  me  dijo:  "Bautice  usted  esas  obritas  con  el  nombre  de  Epi- 
"sodios  Nacionales."  Y  cuando  me  preguntó  en  qué  época  pensaba  ini- 
ciar la  serie,  brotó  de  mis  labios  como  una  obsesión  del  pensamiento 
la  palabra  Trafaigar.  Después  de  adquirir  la  obra  Merliani  me  fui  á 
pasar  el  verano  á  Santander.  En  la  ciudad  cantábrica  di  comienzo  á 
mi  trabajo,  y  paseando  una  tarde  con  mi  amigo  el  exquisito  poeta 
Amos  de  Escalante,  éste  me  dejó  atónito  con  la  siguiente  revelación : 
"¿Pero  usted  no  sabe  que  aqui  tenemos  el  último  superviviente  del 
"combate  de  Trafalgar?"  ¡Oh,  prodigioso  hallazgo!  Al  siguiente  día, 
en  la  plaza  de  Pombo,  me  presentó  Escalante  un  viejecito  muy  simpá- 
tico, de  corta  estatura,  con  levita  y  chistera  anticuadas;  se  apellidaba 
Galán  \-  había  sido  grumete  en  el  gigantesco  navio  Santísima  Trinidad. 
Los  pormenores  de  ia  vida  marinera  en  paz  y  en  guerra  que  me  con- 
tó aquel  buen  señor  no  debo  repetirlos  ahora.  El  tomo  Trafalgar,  don- 
de se  relata  la  terrible  y  gloriosa  tragedia  naval,  se  publicó  en  los  pri- 
meros meses  del  y¿,  y  en  el  mismo  año  di  al  público  los  tres  tomos  si- 
guientes: La  Corte  de  Carlos  IV,  El  ip  de  Marzo  y  el  2  de  Mayo  y 
Bailen.  Al  año  siguiente  siguieron  sin  interrupción  otros  cuatro,  y  á 
principios  del  75  terminé  la  serie  con  La  Batalla  de  los  Arapiles.  En 
los  diez  tomos  conservé  como  eje  y  alma  de  la  acción  la  figura  de 
Gabriel  Araceli,  que  se  dio  á  conocer  como  píllete  de  playa  y  terminó 
su  existencia  histórica  como  caballeroso  y  valiente  oficial  del  Ejército 
español.  La  primjera  serie  tuvo  tan  feliz  acogida  por  el  público,  que 
me  estimuló  á  escribir  la  segunda;  en  ésta  archivé  la  figura  de  Ara- 
celi y  saqué  á  relucir  la  de  Salvador  Monsalud,  personaje  en  que  pre- 
valece sobre  lo  heroico  lo  político,  signo  característico  de  aquellos 
turbados  tiempos.  Allí  está  la  Masonería,  las  trapisondas  del  20  al  23, 
la  furiosa  reacción,  los  Apostólicos,  la  primera  salida  del  Pretendien- 
te para  encender  la  guerra  civil.  Interrumpí  esta  serie  con  nuevos  tra- 
bajos. Sin  dar  descanso  á  la  pluma  escribí  Doña  Perfecta,  Gloria, 
Marianela  y  La  Familia  de  León  Roch.  Alguna  de  estas  obras  coinci- 
dió con  la  Restauración...  Después...  y  sin  respiro,  La  Desheredada; 
en  seguida  me  metí  con  El  Amigo  Manso,  El  Doctor  Centeno,  Tor- 
mento, La  de  Bringas,  Lo  Prohibido...  Hallábame  yo  por  entonces 
en  la  plenitud  de  la  fiebre  novelesca.  Del  arte  escénico  no  me  ocupa- 
ba poco  ni  mucho.  No  frecuentaba  >o  los  teatros.  Desde  mi  aislamien- 
to sentía  el  rumor  entusiasta  de  los  grandes  éxitos  de  don  José  Eche- 
garay.  Aquel  portento  iba  de  gloria  en  gloria  fascinando  á  todos  los 
públicos.  Conocía  yo  las  obras  de  Echegaray  por  la  lectura,  no  por  la 
representación.  Pasaron  años  antes  que  yo  viera  sobre  las  tablas  las 
obras  del  gran  maestro.  De  este  moílo  corría  el  tienípo  hasta  llegar 
al  85.  El  25  de  Noviembre  de  aquel  año  murió  Alfonso  XII...  Al  día 
siguiente  falleció  el  general  Serrano.  Proclamada  la  Regencia  de  doña 
María  Cristina,  subió  Sagasta  al  Poder  y  su  primer  acto  fué  convocar 
las  'Cortes  para  el  año  siguiente.  Un  amigo  mío,  de  quien  he  de  ha- 
blar mucho  en  el  curso  de  estas  Memorias,  indicó  á  Sagasta  que  me 


S.  XIX,  1868.  BENITO  PÉREZ  GALDÓS  435 

sacara  diputado  por  las  Antillas,  En  aquellos  tiempos,  las  elecciones 
en  Cuba  y  Puerto  Rico  se  hacían  por  telegramas  que  el  Gobierno  en- 
viaba á  las  autoridades  de  las  dos  islas.  A  mí  me  incluyeron  en  el  tele- 
grama de  Puerto  Rico;  y  un  día  me  encontré  con  la  noticia  de  que  era 
representante  en  Cortes,  con  un  número  enteramente  fantástico  de 
votos.  Con  estas  y  otras  arbitrariedades  llegamos,  años  después,  á  la 
pérdida  de  las  colonias.  En  la  primavera  del  86  se  abrieron  las  Cor- 
tes... ¿Sabes  tú  cuándo  estuve  yo  en  Ginebra?  ¿Fué  en  mi  primer 
viaje  á  París  ó  en  el  segundo?  En  los  dos...  Después  fuimos  á  Lau- 
sanne...  en  Neufchatel...,  dime  cuándo  estuve  yo  en  Portugal.  ¡Esta 
sí  que  es  buena !  ¡  Pero  si  eso  fué  el  año  pasado,  después  que  escri- 
biste Lo  Prohibido...!  Mi  gran  amigo  Pereda  y  yo  fuimos  á  Portugal, 
acompañados  de  un  rico  comerciante  santanderino.  Del  72  (fué  el  1871), 
el  primer  año  que  yo  visité  la  capital  cantábrica,  data  mi  entrañable 
amistad  con  el  insigne  escritor  montañés;  amistad  que  permaneció  in- 
alterable, fraternal,  hasta  que  acabaron  los  días  del  glorioso  autor  de 
Sotileza  y  Peñas  arriba.  Algunos  creen  que  Pereda  y  yo  vivíamos  en 
continua  rivalidad  por  cuestiones  religiosas  y  políticas.  Esto  no  es 
cierto.  Pereda  tenía  sus  ideas  y  yo  las  mías;  en  ocasiones  nos  enredá- 
bamos en  donosas  disputas,  sin  llegar  al  altercado  displicente.  En  ver- 
dad, ni  don  José  María  Pereda  era  tan  clerical  como  alguien  cree,  ni 
yo  tan  furibundo  librepensador  como  suponen  otros.  En  mi  copioso 
archivo  epistolar,  de  que  hablaré  más  adelante,  conservo  como  un 
rico  tesoro  multitud  de  cartas  de  Pereda,  escritas  maravillosamente 
en  aquella  prosa  fluida,  galana,  incomparable...  Sin  acordarme  ya  de 
Galicia  ni  de  Portugal,  agarré  la  pluma,  y  con  elementos  que  de  ante- 
mano había  reunido,  ^me  puse  á  escribir  Fortunata  y  Jacinta...,  mi 
afición  á  los  viajes.  Apenas  apuntó  aquel  verano  me  fui  á  Santander; 
embarqué  en  un  vapor  de  la  Trasatlántica  que  partía  para  el  Havre. 
De  este  puerto  partí  inniediatamente  para  París,  donde  sólo  estuve 
una  noche.  Al  siguiente  día...  emprendí  mi  correría  sólito,  ansioso  de 
pasar  la  frontera  de  Alsacia  y  llegar  á  Strasburgo...  á  Maguncia, 
Francfort...  á  Vibrick,  donde  tomé  el  vapor  para  la  excursión  flu- 
vial... en  Colonia...  salí  como  flecha  disparada  hacia  la  catedral... 
Aix-la-Ohapelle,  Lieja,  Bruselas,  Namur,  Lille,  París...  al  Havre...  á 
Santander...  á  Madrid...  Asistía  yo  puntualmente  al  Congreso  sin  des- 
plegar los  labios.  Oía,  sí,  con  profunda  atención  cuanto  allí  se  habla- 
ba... En  el  correr  de  aquel  año  1888...  á  Rotterdam...  La  Haya... 
Amsterdam...  hasta  Berlín...  Postdam...  Hamburgo...  Altona,  ciudad 
dinamarquesa...  Kiel...  Copenhague."  Galdós,  en  el  prólogo  de  Vieja 
España,  de  Salaverría  (1907) :  "Algo  he  corrido  por  esta  meseta  his- 
tórica, en  carricoches  ó  en  tercera  de  trenes  mixtos,  aunque  no  tanto 
como  quisiera.  Las  posadas  y  las  clases  de  tercera  del  ferrocarril  son 
excelente  posición  para  hablar  directamente  con  la  raza." 

J.   M.   Asensio,   Fernán   Caballero,   pte.   HI,   págs.    174-5:    "Pérez 
Galdós  representa  otra  faz  de  la  novela  genuinamente  española,  otro 


436      PRIMER   PERÍODO    DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

paso  dado  en  la  exposición  y  propaganda,  en  forma  ag^-adable,  de  la& 
ideas  que  el  autor  considera  beneficiosas  á  su  país,  y  como  en  Alarcón 
y  en  Valera,  predomina  en  sus  obras  el  espíritu  nacional,  siendo  muy 
remota,  si  en  algo  puede  encontrarse,  la  imitación  ó  la  influencia  de 
los  escritores  que  alcanzan  mayor  popularidad  del   otro  lado  de  los 
Pirineos.  Las  novelas  de  Pérez  Galdós  no  son  naturalistas,  en  el  sen- 
tido que  quiere  dársele  á  este  sistema,  por  más  que  tengan  mucho  de 
verdaderam'cnte  realistas.   Con  gran  tino  y  con  la  convicción  de  un 
gran  talento,  huye  de  la  crudeza  y  desnudez  de  que  hacen  gala  los 
novelistas  franceses,  y  aunque  estudia  la  naturaleza  y  se  satura,  oor 
decirlo  asi,  de  observación,  ésta  le  sirve  para  hacer  vivir  á  sus  perso- 
najes, prestarles   las   ideas  y  sentimientos  conformes  á   su  carácter, 
pero  sin  traspasar  los  límites  del  decoro,  fuera  de  los  cuales,  ni  hay 
verdadera  belleza,  ni  puede  concebirse  obra  artística  que  merezca  se- 
mejante   nombre."    Manuel    de    la    Revilla,    Revista    Contemporánea, 
t.  XIV,  pág.  508:  "Esta  concepción  (de  Marianelu),  á  la  vez  idilio  y 
tragedia,  en  que  el  señor  Galdós  ha  revelado  una  cualidad  que  hasta 
ahora  no  había  mostrado  tanto  como  fuera  apetecible:  la  ternura  y 
delicadeza  del  sentimiento.   Nada   más  bello  y   conmbvedor  que   esta 
producción  deliciosa ;  nada  más  profundo  que  la  emoción  que  causa 
en  el  lector  la  trágica  historia  de  aquella  niña  desdichada,  víctima  ino- 
cente de  la  ley  inexorable  del  destino ;  nada  más  tierno  y  poético  que 
aquellos  amores  de  Pablo  y  Marianela,  ni  más  trágico  y  doloroso  que 
aquel    final,   trazado  con   una   sencillez   verdaderamente   sublime.   En 
las  obras  anteriores  había  mostrado  el  señor  Galdós  que  es  novelista; 
en  ésta  demuestra  que  es  poeta."  Clarín,  Galdós,  1912,  pág.  26:  "Gal- 
dós, generalmente,  no  profundiza  en  el  sueño,  en  la  vaga  idealidad,  sino 
en  la  vida  social  y  en  la  moral,  pareciéndose  en  esto  último  á  muchos 
escritores  ingleses,  que  por  cierto  él  estima  grandemente.  Los  Episo- 
dios Nacionales   fueron  populares  en   seguida,   porque,   si   no   en   los 
primores  de  arte  que  hay  en  muchos  de  ellos,  en  lo  principal  de  su 
idea  y  en  las  brillantes,  interesantísimas  cualidades  de  su  forma  pu- 
dieron ser  comprendidos  y  sentidos  por  el  pueblo  español  en  masa. 
Galdós  no  debe   su   popularidad  á   vergonzosas  transacciones   con   el 
mal  gusto  vulgar,  sino  al  vigor  de  su  talento,  á  la  claridad,  franqueza 
y  sentido  práctico  y  de  justicia  que  revelan  sus  obras.  En  muchas  de 
éstas,  especialmente  en  Jas  escritas  desde  La  Desheredada  inclusive, 
acá,  hay  mucho  más  de  lo  que  puede  ver  un  lector  distraído,  de  pocos 
alcances  en   reflexión   y   en   gusto;   pero   en  todas  hay,   además,   ese 
gran  realismo  del  pueblo,  esa  feliz  concordancia  con  lo  sano  y  lo  no- 
ble del  espíritu  público,  que,  lejos  de  ser  una  abdicación  del  artista 
verdadero,  es  señal  de  que  pertenece  su  ingenio  á  las  más  altas  regio- 
nes del  arte,  de  que  es  de  aquellos  que  la  historia  consagra,  porque, 
sin  dejar  de  ser  grandes  solitarios  cuando  suben  á  las  cumbres  misterio- 
sas del  Sinaí  de  la  poesía,  bajan  también,  como  el  Moisés  de  la  Biblia, 
á  comunicar  con  el  pueblo  y  á  revelarle  la  presencia  de  los  Eloim, 


S.  XIX,  1868.  BENITO  PÉREZ  GALDÓS  437 

que  han  sentido  eii  Ja3  alturas...  "El  año  1873 — dice  Galdós  en  el  do- 
"cumento  citado — escribí  Trafalgar,  sin  tener  aún  el  plan  completo  de 
"la  obra ;  después  fué  saliendo  lo  demás.  Las  novelas  se  sucedían  de 
"una  manera...  inconsciente.  Doña  Perfecta  la  escribí  para  la  Revista 
"d^  España,  por  encargo  de  León  y  Castillo,  y  la  comencé  sin  saber 
"cómo  había  de  desarrollar  el  asunto.  La  escribí  á  empujones,  quiero 
"decir,  á  trozos,  como  iba  saliendo;  pero  sin  dificultad,  con  cierta 
"afluencia  que  ahora  no  tengo."  Esta  falta  de  conciencia  al  escribir 
y  esta  falta  de  plan  de  que  habla  Galdós,  recuerdan  los  primeros  li- 
bros de  Daudet,  que  también  salieron  así,  coimo  quiera,  es  decir,  como 
quería  la  rica  vena  de  la  juventud  vigorosa  segura  de  sí  misma,  de  su 
abundancia  y  fuerza.  Tanto  en  Daudet  como  en  Galdós,  las  obras  de 
la  edad  madura  no  salieron  tan  fácilmente,  los  dos  se  quejan  de  que  les 
cuestan  ahora  más  trabajo;  pero  esto  consiste  en  que  los  productos 
del  ingenio  maduro  y  reflexivo,  para  ser  de  más  peso  y  trascendencia, 
necesitan  más  conciencia  de  lo  que  se  hace,  aunque  sea  sin  contar  ya 
la  graciosa  y  descuidada  espontaneidad  de  la  juventud  del  artista,  que 
ha  de  ser  un  gran  maestro.  Y  con  todo,  esa  Dvña  Perfecta  que  salió 
á  empujones,  muchos  la  consideran,  yo  no,  como  una  de  las  obras  más 
perfectas,  mejor  compuestas  de  su  autor  insigne.  Pero  ya  llegamos  á 
Gloria;  ésta  sí  que  es  para  rruichos,  para  los  más,  la  novela  de  las  no- 
velas de  Galdós ;  á  lo  inenos  fué  la  que  le  dio  más  gloria,  y  no  sé  si 
dinero;  la  que  le  puso  á  la  altura  de  los  primeros  novelistas  en  el 
concepto  de  la  mayoría.  Pues  todavía,  á  pesar  de  todo  eso,  no  aparece 
en  Gloria  el  autor  pacienzudo  y  reflexivo  que  trabaja  una  novela 
como  una  cosa  seria  y  que  no  se  hace  todos  los  días  ni  cada  pocos 
meses,  según  con  mucho  juicio  advierte  el  mismo  Daudet  á  los  que  le 
llaman  perezoso.  Oigamos  á  Galdós :  "Gloria  fué  obra  de  un  entu- 
"siasmo  de  quince  días.  Se  me  ocurrió  pasando  por  la  Puerta  del  Sol, 
"entre  la  calle  de  la  Montera  y  el  café  Universal;  y  se  me  ocurrió  de 
^'galpe,  viendo  con  claridad  toda  la  primera  parte.  La  segunda  es 
"postiza  y  tourmentée.  ¡Ojalá  no  la  hubiera  escrito!  X...  tuvo  la 
"culpa  de  que  yo  escribiera  esa  segunda  parte,  porque  me  dijo  (¡  de- 
"monio  de  críticos  !)  que  debía  sacar  las  consecuencias  de  la  tesis  y 
"apurar  el  tema."  Nada  dice  Galdós  de  cómo  nació  Marianelu  ni  los 
datos  (si  estos  son  datos)  que  ha  querido  comunicarmie  añaden  más  á 
lo  dicho,  sino  que  "desde  La  Desheredada  acá  ha  ido  advirtiendo  que 
"cada  vez  le  cuesta  más  trabajo,  sin  duda  por  ser  más  reflexivo..." 
No  habla  mucho,  y  se  ve  luego  que  prefiere  oír,  pero  guiando  á  su 
modo,  por  preguntas,  la  conversación.  No  es  un  sabio,  pero  sí  un 
curioso  de  toda  clase  de  conocimientos,  capaz  de  penetrar  en  lo  más 
hondo  de  muchos  de  ellos,  si  le  importa  y  se  lo  propone.  Se  conoce 
que  una  de  las  disciplinas  que  menos  le  agradan  á  este  literato...  es 
la  retórica.  Es  todo  lo  contrario  de  esos  hombres  de  letras  que  en  su 
vida  han  hablado  en  sus  papeles  más  que  de  papel  impreso  ó  manus- 
crito; es  de  los  artistas  que  no  aman  el  material  por  el  material.  Si 


438      PRIMER   PERÍODO   DE   LA  ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

hubiera  modo  de  ser  novelista  por  señas,  )o  sería.  Aunque  en  sus  obras 
abundan  los  párrafos  numerosos,  pintorescos,  llenos  de  colores,  no 
hay  aquí  más  que  una  válvula  para  otras  tantas  ideas  é  imágenes,  no 
el  prurito  del  período  sonoro  y  rotundo,  ni  menos  el  afán  pictórico- 
literario  de  hacer  de  las  nueve  ó  diez  partes  de  la  oración  una  paleta 
de  colores.  Cuando  Galdós  escribe  mejor  es  cuando  no  piensa  si- 
quiera que  está  escribiendo,  y  cuando  tampoco  el  lector  se  fija  en 
aquel  intermediario  ind'spensable  entre  la  idea  del  autor  y  el  propio 
pensamiento.  Y  Galdós  escribe  casi  siempre  así,  y  se  puede  decir  que 
escribe...  como  viste,  sin  asomos  de  pretensiones,  y  porque  no  hay 
más  remedio  que  escribir  para  explicarse.  Su  conversación  no  tira  á 
ser  chispeante;  pero  pocas  veces  deja  de  insinuar,  si  se  trata  de  asun- 
tos de  importancia,  algo  que,  si  de  pronto  no  brilla  ni  impresiona  mu- 
cho, se  va  haciendo  camino  en  nuestro  espíritu  y  se  hace  recordar 
mucho  tiempo  después.  Lo  de  latet  anguis  in  herba  se  puede  decir  del 
ingenio  de  Galdós.  Nadie  como  él  para  engañar  á  los  tontos  que  no 
ven  el  talento  sino  cuando  viste  uniforme,  cuando  enseña  bordaduras 
y  cimeras  que  hieren  los  sentidos.  Lo  mismo  que  con  él  sucede  con  sus 
libros,  cuya  profundidad  no  pueden  ó  no  quieren  conocer  muchos, 
porque  el  autor  no  se  lo  anuncia  con  tecnicismos  de  estética  ó  de  so- 
ciología ó  de  cualquier  otra  cosa  de  cátedra,  ni  tampoco  con  amane- 
ramientos filosóficos,  ó  sentimientales,  ó  declamatorios,  ó  populache- 
ros. Si  hubiéramos  de  juzgarle  por  comparaciones,  creo  que  se  podría 
recordar,  como  el  más  semejante  al  de  sus  obras,  el  espíritu  que  predo- 
mina en  los  artistas  ingleses  de  la  novela,  y  aun  en  general  se  podría 
añadir  que  Galdós  tiende  á  ser  como  varios  personajes  de  sus  últimas 
novelas:  un  español  á  la  inglesa.  Sus  viajes  más  frecuentes  al  ex- 
tranjero van  á  parar  á  Londres,  y  sus  lecturas  favoritas  son  ahora 
las  novelas  inglesas...  Y  los  libros  de  ciencia  positiva,  de  aplicación 
inmediata."  Clarín,  Galdós,  1912,  pág.  311:  "Hay  en  Pérez  Galdós  un 
corazón  grande,  un  noble  entusiasmo  por  las  grandes  cosas,  un  supre- 
mo amor  á  la  justicia,  una  fe  innominada,  mas  no  por  eso  poco  fuerte; 
y,  además,  hay  una  ternura  poética  y  pudorosa  para  todo  lo  delicado 
y  débil,  que  hasta  en  la  burla  y  en  la  sátira  se  transparenta...  En  su  es- 
tilo, como  en  su  carácter,  no  es  aparatoso  ni  bullanguero,  huye  de  la 
exageración,  no  amplifica,  satiriza  la  forma  asiática,  desdeña  la  hi- 
pérbole, ama  el  eufemismo,  escribe  entre  líneas  y  gusta  de  ser  enten- 
dido en  media  palabra;  si  llora,  llora  por  dentro;  si  se  entusiasma,  su 
entusiasmo  es  contenido,  prudente;  si  ríe,  no  da  carcajadas;  cuando 
se  burla,  no  desprecia,  ama  y  contempla  y  admira  las  ideas  en  las  co- 
sas que  son,  no  su  símbolo,  sino  su  expresión  más  humilde,  asequible 
y  clara  para  el  espíritu  vidente;  sus  mayores  enemigos  son  los  tiranos 
y  los  charlatanes,  porque  son  los  azotes  de  la  justicia  y  de  la  pruden- 
cia, virtudes  cardinales  en  moral  y  en  literatura.  La  prudencia  bien 
entendida  y  entendida  en  todo  lo  que  vale  se  puede  decir  que  es  la 
musa  de  Galdós...  Ha  escrito,  en  el  genero  más  difícil  y  más  agrada- 


S.  XIX,  1868.  BENITO  PÉREZ  GALDÓS  439 

ble  para  nuestros  días,  la  novela  mejor  pensada,  más  inspirada  y  de 
forma  más  bella  de  cuantas  se  han  publicdo  en  España  en  todo  el  si- 
glo: esta  novela  se  llama  Episodios  Nacionales."  J.  Valera,  Ecos  Ar- 
gentinos, 1901,  pág.  114:  "En  mi  sentir,  del  juicio  del  señor  Menéndez 
(y  Pelayo)  y  del  fallo  dictado  por  él  sale  muy  lucidamente  el  señor  Pé- 
rez Galdós  y  aparece  como  novelista  de  primer  orden,  digno  de  ser 
comparado  con  Balzac  en  Francia  y  con  Dikens  en  Inglaterra,  así 
por  el  esfuerzo  creador  con  que  presta  movimiento,  vida  y  carácter 
á  sus  personajes,  como  por  la  observación  fiel  y  por  la  exactitud  con 
que  nos  pinta  el  ser  y  el  vivir  de  nuestra  clase  media."  M.  Pelayo, 
Crít.  litcr.,  5.*  ser.  (1908),  pág.  86:  "Pérez  Galdós,  artífice  valiente 
de  un  monumento  que,  quizá  después  de  -la  Comedia  humana,  de  Bal- 
zac, no  tenga  rival,  en  lo  copioso  y  en  lo  vario,  entre  cuantos  ha  le- 
vantado el  genio  de  la  novela  en  nuestro  siglo...  Tan  perseverante  vo- 
cación... se  ha  mostrado,  además,  con  un  ritmo  progresivo,  con  un 
carácter  de  reflexión  ordenada,  que  convierte  el  cuerpo  de  las  obras 
del  señor  Galdós...  en  un  sistema  de  observaciones  y  experiencias 
sobre  la  vida  social  de  España  durante  más  de  una  centuria.  Para 
realizar  tamaña  empresa,  el  señor  Pérez  Galdós  ha  empleado  sucesiva 
ó  simultáneamente  los  procedimientos  de  la  novela  histórica,  de  la 
novela  realista,  de  la  novela  simbólica,  en  grados  y  formas  distintos, 
atendiendo  por  una  parte  á  las  cualidades  propias  de  cada  asunto  y 
jjor  otra  á  los  progresos  de  su  educación  individual  y  á  lo  que  vulgar- 
mente se  llama  el  gusto  del  público...  Galdós,  con  ser  el  más  joven 
de  los  eminentes  ingenios  á  quienes  debió  hace  veinte  años  la  restau- 
ración de  la  novela  española  (Valera,  Alarcón,  Pereda),  tuvo  crono- 
lógicamlente  la  prioridad  del  intento...  El  señor  Galdós,  entre  cuyas 
admirables  dotes  resplandece  una,  rarísima  en  autores  españoles,  que 
es  la  laboriosidad  igual  y  constante,  publicaba  con  matemática  puntua- 
lidad cuatro  de  estos  volúmenes  por  año...  No  todos  estos  libros  eran 
ni  podían  ser  de  igual  valor;  pero  no  había  ninguno  que  pudiera  re- 
chazar el  lector  discreto;  ninguno  en  que  no  se  viesen  continuas  mues- 
tras de  fecunda  inventiva,  de  ingenioso  artificio  y  á  veces  de  clarísi- 
mo juicio  histórico,  disimulado  con  apariencias  de  amenidad...  El  ra- 
cionalismo, no  iracundo,  no  agresivo,  sino  más  bien  manso,  frío,  no 
puedo  decir  que  cauteloso,  comenzaba  á  insinuarse  en  algunas  narra- 
ciones del  señor  Galdós,  torciendo  á  veces  el  recto  y  buen  sentido  con 
que  generalmente  contempla  y  juzga  el  movimiento  de  la  sociedad  que 
precedió  á  la  nuestra.  Pero  en  los  cuadros  épicos,  que  son  casi  todos 
los  de  la  primera  serie  de  los  Episodios,  el  entusiasmo  nacional  se  so- 
brepone á  cualquer  otro  im.pulso  ó  tendencia...  En  estas  obras,  cuyo 
sentido  general  es  altamente  educador  y  sano,  no  se  enseña  á  odiar 
al  enemigo,  ni  se  aviva  el  rescoldo  de  pasiones  ya  casi  extinguidas, 
ni  se  adula  aquel  triste  género  de  infatuación  patriótica  que  nuestros 
vecinos,  sin  duda  por  no  ser  los  que  menos  adolecen  de  tal  defecto, 
han  bautizado  con  el  nombre  especial  de  chaurinisme;  pero  tampoco 


440       PRIMER   PERÍODO   DE   L.\   ÉPOCA   REALISTA  (185O-1869) 

se  predica  un  absurdo  y  estéril  cosmopolitismo,  sino  que  se  exalta  y 
vigoriza  la  conciencia  nacional  y  se  la  templa  para  nuevos  conflictos... 
Estas  novelas  del  señor  Galdós  son  históricas,  ciertamente,  y  aun  al- 
gunas pueden  calificarse  de  historins  anoveludas,  por  ser  muy  exigua 
la  parte  de  ficción  que  en  ellas  interviene...  La  observación  realista  se 
impone  al  autor...  Cuando  Galdós  cerró  muy  oportunamente  en  1879 
la  segunda  serie  de  los  Episodios  Nacionales...  pasó  del  campo  de  la 
novela  histórica  y  política...  al  de  la  novela  idealista,  de  tesis  y  ten- 
dencia social...  Gloria  y  La  Familia  de  León  Roch...  no  fueron  juz- 
gadas en  cuanto  á  su  valor  artístico:  fueron  exaltadas  ó  maldecidas 
con  igual  furor  y  encarnizamiento  por  los  que  andaban  metidos  en  la 
batalla  de  ideas  de  que  ambos  libros  eran  trasunto...  Gloria...  es  lite- 
rariamente una  de  las  mejores  de  Galdós,  no  sólo  porque  está  escrita 
con  más  pausa  y  aliño  que  otras,  sino  por  la  gravedad  de  pensa'miento, 
por  lo  patético  de  la  acción,  por  la  riqueza  psicológica  de  las  princi- 
pales figuras,  por  el  desarrollo  majestuoso  y  gradual  de  los  sucesos, 
por  lo  hábil  é  inesperado  del  desenlace  y,  principalmente,  por  la  ele- 
vación ideal  del  conjunto,  que  no  se  empaña  ni  aun  en  aquellos  mo- 
mentos en  que  la  emoción  es  más  viva.  Con  más  desaliño  y  también 
con  menos  caridad  humana  y  más  dureza  sectaria  está  escrita  La  Fa- 
milia de  León  Roch...;  D,oña  Perfecta,  como  cuadro  de  género  y  ga- 
lería de  tipos  castizos,  es  de  lo  más  selecto  de  su  repertorio,  y  lo  sería 
de  todo  punto  si  no  asomasen  en  ella  las  preocupaciones  anticlericales 
del  autor...  Tres  subdivisiones,  lógicamente  marcadas  por  un  cambio 
de  manera  en  el  escritor.  Pertenecen  á  la  prianera  las  novelas  idealis- 
tas que  conocemos  ya,  á  las  cuales  debe  añadirse  El  Amigo  Manso, 
idilio  trágico...  La  segunda  fase  (tercera  ya  en  la  obra  total  del  nove- 
lista) empieza  en  1881  con  La  Desheredada  y  llega  á  su  punto  culmi- 
nante en  Fortunata  y  Jacinta,  una  de  las  obras  capitales  de  Pérez  Gal- 
dós, una  de  las  mejores  novelas  de  este  siglo.  En  las  anteriores,  siento 
decirlo,  á  vueltas  de  cosas  excelentes,  de  pinturas  fidelísimas  de  la 
realidad,  se  nota  con  exceso  la  huella  del  naturalismo  francés...  de  tri- 
vial y  somera  aquella  psicología  ó  dígase  psico-física;  de  bajo  y  ruin 
el  concepto  mecánico  del  mundo  que  allí  se  inculca ;  de  pedantesco 
ó  incongruente  el  aparato  pseudo-científico  con  que  se  presentan  las 
conclusiones,  del  más  vulgar  determinismo,  única  ley  que  en  estas 
novelas  rige  los  actos,  ó  más  bien  los  apetitos  de  la  que  llaman 
bestia  humana,  víctima  fatal  de  dolencias  hereditarias  y  de  cri- 
sis nerviosas...  Galdós  aprovechó  en  numerosos  libros  de  desigual 
valor  toda  la  parte  útil  de  la  evolución  naturalista,  esmerándose, 
sobre  todo,  en  el  individualismo  de  sus  pinturas;  en  la  ricpieza,  á 
veces  nimia,  de  detalles  casi  microscópicos;  en  la  copia  fiel,  á  veces 
demasiado  fiel,  del  lenguaje  vulgar,  sin  excluir  el  de  la  hez  del  po- 
pulacho. No  fué  materialista  ni  determinista  nunca;  pero  en  todas 
las  novelas  de  este  segundo  grupo  se  ve  que  presta  mucha  y  loable 
atención  al  dato  fisiológico  y  á  la  relación  entre  el  alma  y  el  tempe- 


S.  XIX,  1868.  BENITO  PÉREZ  CALDOS  441 

ramento. ..  La  mayor  parte  de  las  novelas  de  este  grupo,  además  de 
ser  españolas,  son  peculiarmente  madrileñas  y  reproducen  con  pas- 
mosa variedad  de  situaciones  y  caracteres  la  vida  del  pueblo  bajo  y 
de  la  clase  media  de  la  capital...  Tienen  estos  cuadros  valor  socioló- 
gico muy  grande...;  tienen  á  veces  gracejo  indisputable,  en  que  el  no- 
velista no  desnxiente  su  prosapia  castellana;  tienen,  sobre  todo,  un 
hondo  sentido  de  caridad  humana,  una  simpatía  universal  por  los 
débiles,  por  los  afligidos  y  menesterosos...  Todo  esto,  no  sólo  honra 
el  corazón  y  el  entendimiento  de  su  autor  y  da  á  su  labor  una  finalidad 
muy  elevada,  aun  prescindiendo  del  puro  arte,  sino  que  redime  de  la 
tacha  de  vulgaridad  cualquiera  creación  suya,  realza  el  valor  repre- 
sentativo de  sus  personajes  y  ennoblece  y  purifica  con  un  reflejo  de 
belleza  moral  hasta  lo  más  abyecto  y  ruin;  todo  lo  cual  separa  pro- 
fundamente el  arte  de  Galdós  de  la  fiera  insensibilidad  y  el  diletian- 
tismo  inhumano  con  que  tratan  estas  cosas  los  naturalistas  de  otras 
partes.  Pero  no  se  puede  negar  que  la  impresión  general  de  estos  li- 
bros es  aflictiva  y  penosa,  aunque  no  toque  en  los  lindes  del  pesimis- 
mo; y  que  en  algunos  la  fetidez,  el  hambre  y  la  miseria,  ó  bien  las 
angustias  de  la  pobreza  vergonzante  y  los  oropeles  de  una  vanidad 
todavía  más  triste  que  ridicula,  están  fotografiados  con  tan  terrible  y 
acusadora  exactitud,  que  dañan  á  la  impresión  serena  del  arte  y  acon- 
gojan el  ánimo  con  visiones  nada  plácidas.  ¡  Qué  distinta  cosa  son  las 
escenas  populares  de  ese  mi  sano  pueblo  de  Madrid,  llenas  de  luz,  color 
y  alegría,  que  Pérez  Galdós  había  puesto  en  sus  Episodios,  robando  el 
lápiz  á  Goya  y  á  don  Ramón  de  la  Cruz  !  Y  en  otro  género,  compáre- 
se la  tétrica  Desheredada  con  aquella  inmensa  galería  de  novelas  lu- 
panarias  de  nuestro  siglo  xvi,  en  que  quedó  admirablemente  agotado 
el  género  (con  más  regocijo,  sin  duda,  que  edificación  ni  provecho  de 
los  lectores),  y  se  verá  que  algo  perdió  Galdós  con  afrancesarse  en  los 
procedimientos,  aunque  nunca  se  afrancesase  en  el  espíritu...  Fortu- 
nata y  Jacinta,  libro  excesivamente  largo,  pero  en  el  cual  la  vida  es 
tan  densa,  tan  profunda  á  veces  la  observación  moral,  tan  ingeniosa  y 
amena  la  psicología...,  tan  interesante  la  acción  principal  en  medio  de 
su  sencillez,  tan  pintoresco  y  curioso  el  detalle  y  tan  amplio  el  esce- 
nario... Es  un  libro  que  da  la  ilusión  de  la  vida:  tan  completamente 
estudiados  están  los  personajes  y  el  medio  ambiente.  Todo  es  vulgar 
en  aquella  fábula,  menos  el  sentimiento;  y,  sin  embargo,  hay  algo  de 
épico  en  el  conjunto,  por  gracia,  en  parte,  de  la  manera  franca  y  va- 
liente del  narrador,  pero  todavía  más  de  su  peregrina  aptitud  para 
sorprender  el  íntimo  sentido  é  interpretar  las  ocultas  relaciones  de 
las  cosas,  levantándolas  de  este  modo  á  una  región  más  poética  y  lu- 
minosa. Por  la  realización  natural,  viviente,  sincera;  por  el  calor  de 
humanidad  que  hay  en  ella;  por  la  riqueza  del  material  artístico  allí 
acumulado,  Fortunata  y  Jacinta  es  uno  de  los  grandes  esfuerzos  del 
ingenio  español  en  nuestros  días...  Si  alguna  de  las  posteriores  fábu- 
las de  nuestro  autor  pudiera  rivalizar  con  ésta,  sería,  sin  duda,  Ángel 


442      PRIMER   PERÍODO   DE   L.\   ÉPOCA   REALISTA   (185O-18Ó9) 

Guerra,  principio  de  una  evolución...  No  sólo  vuelve  á  la  novela  nove- 
lesca en  el  mejor  sentido  de  esta  fórmula,  sino  que  demuestra...  el 
sentido  de  Ja  poesía  arqueológica  de  las  viejas  ciudades  castellanas  y 
entra,  además,  no  diré  que  con  paso  enteramente  firme,  pero  sí  con 
notable  elevación  de  pensamiento,  en  un  mundo  de  ideas  espirituales 
y  aun  místicas,  que  es  muy  diverso  del  mundo  en  que  la  acción  de 
Gloria  se  desenvuelve.  Algo  ha  podido  influir...  Tolstoi ;  pero  mucho 
más...  la  depuración  progresiva,  aunque  lenta,  de  su  propio  pensa- 
miento religioso...  Los  ensayos  dramáticos  del  señor  Galdós,  que  aquí, 
como  en  todas  partes,  no  ha  venido  á  traer  la  paz,  sino  la  espada, 
rompiendo  con  una  porción  de  convenciones  escénicas,  trasplantando 
al  teatro  el  diálogo  franco  y  vivo  de  la  novela,  y  procurando  más  de 
una  vez  encarnar  en  sus  obras  algún  pensamiento  de  reforma  social, 
revestido  de  formas  simbólicas,  al  modo  que  lo  hacen  Ibsen  y  otros 
dramaturgos  del  Norte...  Sin  ser  un  prosista  rígidamente  correcto,  á 
lo  cual  su  propia  fecundidad  se  opone,  hay  en  sus  obras  un  tesoro  de 
lenguaje  familiar  y  expresivo.  Ha  estudiado  más  en  los  libros  vivos 
que  en  las  bibliotecas...  Sin  dejar  de  ser  castizo  en  el  fondo,  se  educó, 
por  una  parte,  bajo  Ja  influencia  anatómica  y  fisiológica  del  arte  de 
Balzac,  y  por  otra,  en  el  estudio  de  los  novelistas  ingleses,  especial- 
mente de  Dickens,  á  quien  ¿e  parece  en  la  mezcla  de  lo  plástico  y  lo 
soñado,  en  la  riqueza  de  los  detalles  mirados  como  con  microscopio, 
en  la  atención  que  concede  á  lo  pequeño  y  á  lo  humilde,  en  la  poesía 
de  los  niños  y  en  el  arte  de  hacerles  sentir  y  hablar,  v  finalmente, 
en  la  pintura  de  los  estados  excepcionales  de  conciencia :  locos,  so- 
námbulos, místicos,  iluminados  y  fanáticos  de  todo  género...  Diríase 
que  estas  cavernas  del  alma  atraen  ú  Galdós,  cuyo  singular  talento 
parece  formado  por  una  mezcla  de  observación  menuda  y  reflexiva  y 
de  imaginación  ardiente,  con  vislumbres  de  iluminismo  y  á  veces  con 
ráfagas  de  teosofía...  En  su  modo  de  ver  y  de  concebir  el  mundo, 
Galdós  es  poeta ;  pero  le  falta  algo  de  la  llama  lírica.  En  cambio,  po- 
cos novelistas  de  Europa  le  igualan  en  lo  trascendental  de  las  con- 
cepciones y  ninguno  le  supera  en  riqueza  de  inventiva.'' 

Episodios  Nacionales,  primera  serie:  Trafalgar,  1873.  La  Corte  de 
Carlos  IV,  1873.  El  ip  de  Marzo  y  el  2  de  Mayo,  1873.  Bailen,  1873. 
Napoleón  en  Chamartín,   1874.  Zaragoza,   1874.  Gerona,   1874.  Cádiz, 

1874.  Juan  Martín  el  Empecinado,   1874.  La  Batalla  de  los  Ara  piles, 

1875.  Segunda  serie:  El  Equipaje  del  Rey  José,  1875.  Memorias  de 
un  Cortesano  de  1815,  1875.  La  Segunda  Casaca,  1876.  El  Grande 
Oriente,  1876.  7  de  Julio,  1876.  I^os  Cien  mil  hijos  de  San  Luis,  1877. 
El  Terror  de  1824,  1877.  Un  voluntario  realista,  1878.  Tercera  serie: 
Los  Apostólicos,  1879.  Un  faccioso  más  y  algunos  frailes  menos,  San- 
tander, 1879.  Zumalacárregui,  1898.  Mendizábal,  Santander,  1898.  De 
Oñate  á  la  Granja,  1898.  Luchana,  1899.  La  Campaña  del  Maestrazgo, 
Santander,  1899.  La  Estafeta  romántica,  1899.  Vergara.  Santander- 
Madrid,  1899.  Montes  de  Oca,  1900.  Los  Ayacuchos,  1900.  Bodas  Rea- 


S.  XIX,  1868.  BENITO  PÉREZ  GALDÓS  443 

les,  Santander,  1900.  'Cuarta  serie:  Las  Tormentas  del  48,  ií)02.  Nar- 
váez,  Santander,  1902.  Los  Duendes  de  la  camarilla,  1903.  La  Revolu- 
ción de  Julio,  Santander,  1903-04.  O'Donnell,  1904.  Aita  Tettauen, 
1904-05.  Carlos  VI  en  la  Rápita,  1905.  La  Vuelta  al  mundo  en  la  Nu- 
mancia,  1906.  Prim,  Santander-Madrid,  1906.  La  de  los  tristes  destinos, 
1907.  Serie  final:  España  sin  Rey,  1907-08.  España  trágica,  1909.  Ama- 
deo I,  Santander-Madrid,  1910,  La  primera  República,  191 1.  De  Car- 
tago  á  Sagunto,  Santander-Madrid,  1911,  Cánovas,  Madrid-Santander^ 
1912.  Novelas:  La  Fontana  de  oro,  1867-68.  La  Sombra,  1870-87.  El 
Audaz,  1871.  Doña  Perfecta,  1876.  Gloria,  i."  y  2."  parte,  1876-77. 
Marianela,  1878.  La  Familia  de  León  Rock,  i."  y  2."  parte,  1878.  La 
Desheredada,  i."  y  2."  parte,  1881.  El  Amigo  Manso,  1882.  El  Doctor 
Centeno,  i."  y  2."  parte,  1883.  Tormento,  1884.  La  de  Bringas,  1884. 
Lo  Prohibido,  i."  y  2."  parte,  1884-85.  Fortunata  y  Jacinta,  i.",  2.",  3.^ 
y  4,"  parte,  1886-1887.  Miau,  1888.  La  Incógnita,  1888-89.  Torquemada 
en  la  hoguera,  1889.  Realidad,  1889.  Ángel  Guerra,  1.°,  2.'  y  3."  paríe, 
Madrid-iSantander-Madrid,  1890-91.  Tristana,  1892.  La  Loca  de  la 
casa,  1893.  Torquemada  en  la  crus,  Santander,  1893.  Torquemada  en 
el  Purgatorio,  1894.  Torquemada  y  San  Pedro,  1895.  Nazarín,  San- 
tander, 1895.  Hcilma,  1895.  Misericordia,  1897.  El  Abuelo,  Santander, 
1897.  Memoranda,  1905.  Casandra,  1905.  El  Caballero  encantado,  San- 
tander-Madrid, 1909.  La  Razón  de  la  sinrazón,  i^i^.^El  Tacaño  Salo- 
món,  1916.  Teatro:  Realidad,  1892.  La  Loca  de  la  casa,  1893.  La  de 
San  Quintín,  1894.  Los  Condenados,  1894.  Voluntad,  1895.  Doña 
Perfecta,  1896.  La  Fiera,  1896.  Electra,  1901.  Alma  y  vida,  1902. 
Mariucha,  Barcelona,  IS)03.  Bárbara,  1905.  Amor  y  ciencia,  1905. 
Pedro  Minio,  1908.  Celia  en  los  Infiernos,  1913.  Alceste,  1914.  Sor  Si- 
mona, i9i5?'En  la  Rev.  España:  Revista  de  política  interior  (1870-72). 
Las  Generaciones  artísticas  de  Toledo  (1870,  ts.  XIII-XV).  Cuarenta 
leguas  por  Cantabria  (1876,  t.  Lili).  D.  Ramón  de  la  Cruz  (1870-71, 
ts.  XVII-XVIII).  La  Sombra,  nov.  (1871,  t.  XVIII).  El  Artículo  de 
fondo,  cuento  (1872,  t.  XIX).  El  Audaz,  nov.  (1871,  ts.  XX-XXIII). 
Un  tribunal  literario  (1872,  t.  XXVIII).  Antes  de  Trafalgar  (1873, 
t.  XXX).  Doña  Perfecta  (1876,  ts.  XLIX-L). 

'Oonsúltense :  M.  Menéndez  y  Pelayo,  Discurso,  contestándole  en 
la  Academia,  1897.  ídem,  D.  B,  P.  G.  considerado  como  novelista  (en 
Estudios  de  crít.  liter.,  5.^  ser.,  Madrid,  1908,  págs.  83-127).  L.  Alas, 
B.  P.  Galdós,  estudio  crít.-biográf.,  Madrid,  1889.  ídem,  Galdós  (Obras 
compl.  de  Clarín,  t.  I),  1912.  B.  P.  Galdós,  Memorias  de  un  desmemo- 
riado (en  la  Esfera,  III,  1916).  L.  Antón  del  Olmet  y  A.  García  Ca- 
raífa,  Galdós,  Madrid,  1911.  Ernest  Martinenche,  El  Teatro  de  Pé- 
rez G.,  de  la  Revue  de  Deux  Mondes  (en  La  Esp.  Mod.,  CCXX,  pá- 
ginas 118- 1 58,  1906).  ídem.  El  Abuelo,  1905  (en  La  Revue  Latine, 
419-428).  John  D.  Fitz-Gerald,  Doña  Perfecta,  1906  (en  Modcrn  L. 
Notes,  XXI,  223-24).  L.  Ruiz  Contreras,  Memorias  de  un  desmemo- 
riado, Madrid,  1917.  Andr.  González  Blanco,  Galdós,  Madrid,  1918. 


444      PRIMER   PERIODO    DE   L.\   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

144.  Afio  1868.  Enrique  José  Varona  y  Pera  (n.  1849-) 
de  Puerto  Príncipe  (Cuba),  fué  premiado  por  una  oda  en  1867, 
trabajó  muclio  por  la  insurrección  cubana,  fué  nombrado  se- 
cretario de  Hacienda  (1900)  y  de  Instrucción  pública;  final- 
mente, vicepresidente  de  la  República  (1912-16).  Pfero  más  que 
versificador  ni  político  es  filósofo,  como  lo  fueron  Várela  y 
Luz,  secuaz  de  Stuart  Mili  y  Spencer,  creyendo  que  "el  cetro 
de  la  filosofía  se  halla  depositado  en  Inglaterra".  Es  catedráti- 
co de  la  Universidad.  Dlirigió  la  revista  de  J.  A.  Cortina,  á  su 
fallecimiento,  cambiándole  el  nombre  de  Revista  de  Cuba  por 
el  de  Rcc-ista  Cubana  (1885).  Merece  señalado  lugar  en  la  his- 
toria de  la  literatura  por  la  sagaz  y  elevada  crítica  que  ha  ejer- 
cido en  libros  y  revistas,  siendo  la  autoridad  más  acatada  de 
hoy  en  Cuba,  y  con  razón,  por  el  acierto  y  tino  con  que  deslin- 
da y  juzga  las  obras  literarias. 

Rafael  M.'  Merchán  (1844-1905),  de  Manzanillo  (Cuba), 
hijo  de  bogotano,  redactor  en  su  villa  natal  de  La  Antorcha  y 
El  Comercio;  en  la  Habana,  desde  1867,  de  El  Siglo  y  El  FaíSj 
drnde  publicó  el  artículo  Laboremus  (1868),  origen  del  epíteto 
Laborantes  dado  á  los  que  ayudaban  á  los  insurrectos;  fundó 
El  Tribuno  (1869),  emigró  á  Nueva  York,  redactó  La  Revolu- 
ción (1870-71)  y  dirigió  La  Nación  (18S6-87);  residió  en  Co- 
lombia desde  1874  y  fué  un  año  representante  de  aquella  Repú- 
blica en  Madrid  (1904).  Fué  crítico  sagaz  é  imparcial,  prosista 
suficientemente  castizo  y  poeta  de  corte  clásico,  de  verso  sono- 
ro y  bien  redondeado. 

Ignacio  Manuel  Alt ami rano  (i 834- i 893),  de  Texila  (hoy 
ciudad  Guerrero,  Méjico),  de  raza  indiana,  sin  saber  castellano 
hasta  que  a  los  catorce  años  fué  a  la  escuela.  Llamósele  El  Dan- 
ton  americano,  por  su  oratoria  ardiente.  Fué  maestro  y  favore- 
cedor de  la  juventud  estudiosa,  político,  diputado  á  los  veinti- 
siete de  su  edad,  cónsul  en  Barcelona  (1889),  periodista,  cate- 
drático y  soldado,  poeta  naturalista  y  sensual,  versificador  pul- 
cro y  abundante,  crítico  benigno,  levantado  y  docto  en  sus  Re- 
vistas Literarias,  conocedor  de  leyendas  y  tradiciones ;  escribió 
poesías,  críticas,  cuentos  y  novelas:  Los  Naranjos,  Al  Atoyac, 
Plegaria  en  la  montaña,  Clemencia.  Redactó  con  Ignacio  Ramí- 
rez y  Guillermo  Prieto  El  Correo  de  México. 


ENRIQUE  JOSÉ  VARONA 


S.  XIX,   1868.  RAFAEL  MARÍA  MERCHÁN  4^3 

145.     Ant.  Gómez  Restrepo,  El  Literario,  Bogotá,   1916  (Mayo): 
"Su  cultura  (de  Varona)  literaria  y  cientifica  es  enorme  y  le  permite 
abarcar  desde  las  más  curiosas  reliquias  de  la  poesía  griega  hasta  las 
últimas  manifestaciones  de  las  literaturas  inglesa  y  alemana.  Su  dedi- 
cación preferente  á  las  investigaciones  filosóficas  no  ha  debilitado  ni 
oscurecido  su  vivo  sentimiento  del  arte  ni  su  noble  inspiración  poética. 
Como  filósofo  es  secuaz  de  Stuart  Mili  y  de  Spencer  y  considera  que 
"el  cetro  de  la  filosofía  se  halla  depositado  en  Inglaterra..."  En  sus 
dos  tomos  de  estudios  y  artículos  literarios  el  pensador  aparece  por 
dondequiera    y    luce,    de    modo    especial,    en    disertaciones    estéticas, 
como  las  dedicadas  á  la  gracia  y  al  idealismo  y  realismo.  Su  estilo  no 
es  oratorio :  es  el  reposado,  transparente  y  sereno  de  quien  piensa  en 
el  retiro  de  su  gabinete  y  pesa  el  alcance  de  sus  palabras,  pues  sabe 
que  ejerce  un  alto  magisterio."  Carlos  M.  Trelles,  Los  i¿o  libr.,  1914: 
•'Iguala  á  Piñeyro  por  la  maestría  en  el  manejo  del  idioma  castellano 
y  lo  supera  en  la  profundidad  del  pensamiento  y  en  la  extensión  de 
sus  conocimientos;  ha  aportado  á  nuestra  literatura  cuatro  obras  de 
primer  orden,  que  serán  siempre  consideradas  como  de  las  mejores 
salidas   del   intelecto   cubano."   M.   Henríquez   Ureña:   "Al   través   de 
toda  su  obra,  que  comprende  cerca  de  40  vols.  y  folletos  y  que  en  parte 
no  despreciable  se  halla,  además,  anónima  y  dispersa  en  las  páginas 
de  los  periódicos."  Fué  Varona  fundador  de  la  Revista  Cubana  (1885- 
95)  y  director  de  Patria.  Dejando  otras  obras  que  no  nos  atañen,  pu- 
blicó Odas  anacreónticas,  P.  Príncipe,  1868.  Tesoro  del  teatro  antiguo- 
español,  1868,  La  Hija  pródiga,  dr.,  1870.  Poesías,  Habana,  1878.  Ojea- 
da sobre  el  movimiento  intelectual  de  América,  1878.  Paisajes  cubanos, 
en  verso,  1879.  Disertación  sobre  el  espíritu  de  la  literatura  en  nues- 
tra época.  Matanzas,   1880.  Conferencias  filosóficas,   i.*  serie,  Haba- 
na, 1880.  Cervantes,  conf.,  1883.  Estudios  literarios  y  filosóficos,  1883. 
Discursos  de...  y  Rafael  Montoro,  1883.  Conferencia  sobre  Emerson, 
1884;  San  José  de  Costa  Rica,  1917.  Víctor  Hugo  como  poeta  satírico, 
conf.,  1885.  El  Poeta  anónimo  de  Polonia,  conf.,  1887,  Seis  conferen- 
cias,  Barcelona,    1887.   Conferencias  filosóficas,   2.^  y   3."   serie,   Ha- 
bana, 1888,  dos  vols.  Los  Cubanos  en  Cuba,  1888.  Artículos  y  discur- 
sos, 1891.  El  Fracaso  colonial  de  España,  Nueva  York,  1896-97.  Desde 
mi   belvedere.   Habana,    1907.  Mirando   en  torno,    1910.  En   voz  alta, 
1916.  Escritos,  igiy.  Violetas  y  Ortigas,  notas  críticas,  Madrid,  1917. 
J.  Valera,  A  vuela  pluma  (1897),  pág.  175:  "D.  R.  M.  Merchán  es 
uno  de  los  escritores  de  más  saber  y  talento  que  hay  en  el  dia  en  la 
América  española."  E.  José  Varona,  Rev.  Cub.,  1887,  t.  V,  pág.  4Ó9: 
"Nada  hay  en  él  (en  Estud.  crít.)  escrito  de  prisa.  Se  ve  que  los  datos 
han  sido  acopiados  con  antelación  y  de  propósito;  y  que  el  autor  nos 
da  juicios  tranquilamente  elaborados  y  no  impresiones  más  ó  menos 
fugaces.  Es  obra,  pues,  de  un  verdadero  crítico  á  que  da  particular 
realce  que  el  crítico  sea  á  la  par  un  erudito  y  un  artista  de  gusto  acen- 
drado, como  espectador  interesado,  pero  lleno  de  imparcialidad;  de- 


44^      PRIMER  PERÍODO   DE   L.\   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

ferente  y  cortés  con  los  hombres,  respetuoso  con  sus  creencias,  que- 
riendo decir  y  diciendo  la  verdad,  sin  ^lastimar  á  sus  oyentes;  tiene 
del  critico  que  más  admira,  Sainte-Beuve,  una  grande  y  difícil  cuali- 
dad: sabe  desasirse  del  objeto  que  examina,  ponerlo  á  conveniente 
distancia,  sin  mirarlo  con  ojos  huraños  ni  hostiles;  sabe,  en  fin,  es- 
tudiarlo ;  pero  le  f ailtan  quizás  algunos  granos  de  su  escepticismo." 
Antonio  Gómez  Restrepo,  El  Literario,  Bogotá,  1916  (Mayo) :  "Per- 
teneció Merchán  al  grupo  de  grandes  críticos  que  son  alto  honor 
de  la  literatura  cubana...  Tenía  la  base  de  una  sólida  educación,  de  es- 
tudios hechos  á  conciencia,  y  los  viajes  y  el  trato  de  los  hombres  afi- 
naron su  inteligencia  y  dieron  mayor  ensanche  á  su  cultura...  Su  lec- 
tura era  inmensa  y  había  sabido  metodizarla  y  hacerla  fructuosa  por 
medio  de  un  sistema  de  anotaciones  y  referencias  y  por  la  formación 
de  libros  de  recortes  que  constituían  un  inmenso  arsenal  de  noticias... 
Escribía  el  castellano  con  corrección  y  elegancia,  y  en  materia  de  len- 
guaje estaba  tan  lejano  de  los  prosistas  anacrónicos  resucitadores  de 
antiguallas  como  de  Jos  apasionados  cultivadores  del  galicismo:  su  es- 
cuela era  la  de  Bello  y  de  Cuervo.  Amaba  la  literatura  francesa  sobre 
todas  las  demás,  pero  no  era  extraño  á  las  letras  clásicas,  y  conocía 
bien  á  los  autores  españoles.  Aun  cuando  de  apariencias  frías,  ardía 
en  su  alma  la  chispa  eléctrica...  Sus  Estudios  críticos  son  como  un¿ 
colmena  intelectual,  en  que  cada  celdilla  contiene  miel  de  distinto  sa- 
bor...; una  mina,  siempre  aprovechable,  de  datos  útiles,  de  referen- 
cias eruditas  y  de  observaciones  agudas  y  penetrantes.  Si  por  algo 
peca  el  libro  es  por  exceso  de  documentación,  por  haber  sacrificado 
el  autor  más  de  una  vez  el  efecto  estético  al  deseo  de  ofrecer  al  pú- 
blico una  copiosa  información,  intercalando  en  el  texto  de  sus  estudios 
datos  que  hubieran  podido  ocupar  sitio  más  modesto  é  ir  en  forma  de 
notas...  De  aquí  que,  en  ocasiones,  en  vez  de  darnos  un  juicio  sintético, 
una  apreciación  de  conjunto,  prefiera  detenerse  en  el  estudio  de  los 
detalles;  en  la  discusión  de  asuntos  secundarios...  Había  abrazado  las 
teorías  de  la  escuela  experimental."  R.  M.  Merchán,  Laboremus,  Ha- 
bana, 1868  (en  El  País).  El  Tribuno,  periód.,  ibid.,  1869.  Diario  Cuba- 
no, periód.,  N.  York,  1870.  La  Revolución,  periód.,  ibid.,  1870-71.  La 
Honra  de  España  en  Cuba,  ibid.,  1871.  Evangelina,  trad.  de  Longfe- 
llow,  Bogotá,  1883,  1887.  Mil  anécdotas,  ibid.,  1884.  Estudios  críticos, 
ibid.,  1886;  Madrid,  1917  (trabajos  antes  publicados  en  perió<licos). 
Variedades,  ibid.,  1894  (trabajos  antes  publicados,  sólo  el  t.  I).  Cuba, 
justificación  de  su  guerra  de  independencia,  ibid.,  1896.  La  Redención 
de  un  mundo,  ibid.,  1898.  Comentarios,  ibid.,  1898;  Madrid,  1903.  Emo- 
ciones, poesías,  Bogotá,  1899  (versos  firmados  desde  1865) ;  Madrid, 
1903,  En  Esp.  Mod.:  Cartas  á  D.  J.  Vallera  (1890,  Abr.,  Mayo).  El 
Espinar  cubano  y  la  segunda  Barrantina  (1890,  Jun.).  Un  poco  de 
lodo  (1891,  Febr.,  Abr.).  A  Lamartine,  poes.  (1891,  Jun.).  Consúlten- 
se: Opiniones  sobre  los  Estud.  crít.  y  otros  trabajos  de  R.  M.  M.,  por 
Varios,  Bogotá,  1890 ;  Dom.  Figarola-Caneda,  Bibliografía  de  R.  M.  M., 


jCUX) 


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S.    XIX,    1868.    JOSÉ   GAUTIER   BENÍTEZ  447 

Habana,  1905;  J.  M.  Dihigo,  R.  M.  M.,  1915;  Ant.  Gómez  Restrepo, 
Ensayo  sobre  los  Estad,  crít.  de  R.  M.  Merchán,  Bogotá,  1886. 

Ign.  M.  Altamirano,  Revistas  literarias  de  México,  México,  1868, 
reimpresas  en  la  Bihl.  de  Agüero.  Ensayo  crítico  sobre  "Baltasar",  dra- 
m-a  de  la  Avellaneda,  Méjico,  1868.  Cuentos  de  invierno,  Clemencia, 
México,  1869.  La  Poesía  lírica  en  iSyo.  Rimas,  México,  1S80  (3.^  ed.), 
1885.  Cuentos  de  invierno,  Las  tres  flores,  ibid.,  1880  (3."  ed.).  La  Na- 
vidad en  las  Montañas,  París,  1S91  (5.*  ed.).  Paisajes  y  leyendas,  tra- 
dic.  y  costumbres  de  México,  Habana,  1893.  Obras,  México,  1899. 
Julia  y  demencia,  nov.,  1904.  El  Zarco,  la  mejor  de  sus  novelas,  inéd. 
Atenea,  nov.  inéd.  Carta  á  una  poetisa.  Medalla  de  Hernán  Cortés. 
Movimiento  literario  en  México.  Antonia  y  Beatriz.  Cartas  sentimen- 
tales. Dramaturgia  mexicana.  Véase  Bibl.  de  Autores  Mexicanos,  de 
Agüero. 

146.  Año  1868.  Justo  Sierra  (1848-1912),  de  Campeche 
(Méjico),  estudió  en  el  Nacional  Colegio  de  San  Ildefonso 
{1861),  abogado  desde  1871,  diputado,  subsecretario  y  ministro 
de  Instrucción  pública  (1905-11),  creó  la  Universidad  Nacio- 
nal, fué  profesor  de  Historia  en  la  Escuela  Preparatoria  du- 
rante muchos  años,  ministro  plenipotenciario  en  Madrid  (191 2), 
donde  falleció.  Dirigió  la  Academia  Mexicana  y  colaboró  en  La 
Rev.  Universal,  México  (1893),  Rcv.  Azul,  El  Mundo  Ilustra- 
4o,  Rev.  Moderna  y  otras  varias.  Poeta,  periodista,  historiador ; 
fué,  sobre  todo,  el  Maestro,  como  le  llamaban,  de  la  juventud; 
siempre  lleno  de  ardor  y  de  ansia  de  cultura  para  su  pueblo,  de 
criterio  sano  y  esperanzado,  presto  a  recibir  toda  novedad  pro- 
vechosa. Como  escritor  es  elegante,  y  bien  se  ve  por  Conversa- 
ciones del  domingo,  publicadas  en  el  folletín  del  Monitor,  de 
Mléjico,  introduciendo  el  estilo  satírico  gracioso,  á  lo  francés; 
y  por  la  elegía  A  un  poeta  suicida  (1876) ;  pero  es  algo  retórico, 
enfático  y  zorrillesco,  sobre  todo  en  la  poesía  Dios  y  en  el  poe- 
ma dramático  Colón. 

José  Gautier  Benítez  (i 848- i 880),  de  Humaco  (Puerto 
Rico),  hijo  del  poeta  Arce  Gautier  y  de  la  poetisa  Alejandrina 
Benítez.  fué  alférez  de  Infantería  y  político  avanzado  de  la 
isla;  estuvo  en  España  (1869)  y  escribió  muchos  artículos  en 
El  Progreso.  Poeta  romántico,  melancólico  y  doliente  por  tem- 
peramento, entreverada  alguna  voluptuosidad,  amoroso  y  sen- 
tido, uno  de  los  mejores  poetas  que  han  escrito  en  Puerto  Rico. 
■Colección  de  poesías,  P.  Rico,  1880.  Poesías,  ibid.,  1892,  1906. 


448    primer  período  db  la  época  realista  (185o-1869) 

Santiago  de  Liniers  y  Gallo-Alcántara  (1842-1908), 
madrileño,  por  seud.  El  Bachiller  D.  Diego  de  Bringas,  conde 
de  Liniers,  nieto  del  célebre  virrey  de  Buenos  Aires,  juriscon- 
sulto y  político,  académico  (1894),  redactor  ó  colaborador  de 
El  'Año  61,  El  Gobierno,  La  España,  El  Noticiero,  La  Gorda, 
La  Unión  Católica,  La  Cartilla,  La  Ilustr.  Catól.,  España,  La 
Época  (con  seud.  de  Juan  Peres),  etc. ;  carlista  hasta  la  Restau- 
ración y  desde  entonces  de  la  Unión  Católica,  que  fundó  con 
los  Condes  de  Orgaz  y  de  Guaqui,  Sánchez  Toca,  Luis  y  Ale- 
jandro Pidal;  fué  Gobernador  civil  de  Madrid  (1809-1900). 
Conío  escritor  parécese  algo  en  el  ingenio  y  en  el  espíritu  filosó- 
fico á  Selgas. 

147.  Antonio  Caso,  Justo  Sierra,  en  la  revista  México.  1914  y 
Rev.  de  America,  París  (núms.  22  y  23)  :  "El  sabía  amar  con  fuego  di- 
vino, lo  mismo  las  grandes  cosas  que  las  cosas  pequeñas:  su  intuición 
poderosa  iba  siempre  en  alas  de  su  insaciable  amor,  en  pcs  de  certi- 
dumbre moral  y  de  ciencia...;  en  sus  libros  de  historia  y  en  sus  dis- 
cursos pedagógicos  y  cívicos...  palpita  el  conocimiento  de  la  huma- 
nidad en  el  fondo  de  un  optimisjno  sincero,  en  verdad  apostólico,  que 
besa  "con  profunda  piedad",  á  despecho  de  todas  las  ironías  y  todos 
los  escepticismos,  "la  mano  de  la  mártir  cristiana  que  encendió  la 
"lámpara  de  las  catacumbas";  conocimiento  capaz  de  alcanzar  su  ob- 
jeto, porque  lo  investiga  con  todos  los  recursos  del  alma,  porque  lo 
solicita  con  la  atracción  irresistible  del  amante."  J-  Sierra :  Conversa- 
ciones del  domingo,  Méjico,  1868.  Compendio  de  Historia  de  la  Anti- 
güedad, ibid.,  1879,  1880.  Confesiones  de  un  pianista,  nov..  ibid.,  1882. 
Al  autor  de  Murmurios  de  la  selva,  epístola-poema,  ibid.,  1888.  Ele- 
mentos de  Historia  General,  para  las  escuelas,  ibid.,  1880.  Historia 
General,  ibid.,  1891,  1909.  Trovas  Colombinas,  ibid.,  1892.  Discurso  y 
poesía,  ibid.,  1892.  Historia  Patria,  París,  1894,  dos  vols.  Discursos, 
1895  (dos).  Catecismo  de  Historia  Patria,  París,  1896.  Cuentos  ro-mán- 
ticos,  ibid.,  1896,  Eti  tierra  yankee,  viajes,  Méjico,  1898.  México,  su 
evolución  social  (por  varios,  dirigido  por...),  Barcelona,  1900-01.  Ma- 
nual escolar  de  Historia  General,  Méjico,  1904,  1912.  Jiiárcc,  Barcelo- 
na, 1905.  Juárez,  disc,  Méjico.  1906.  Discursos,  1910.  Antología  del 
Centenario  (como  su  director),  Méjico,  1910,  dos  vols.  Discurso,  ibid., 
1910.  Prólogo  á  Poesías,  do  M.  G.  Nájera.  Obras,  Méjico,  hasta  1904 
iban  publicados  cuatro  tomos.  Historia  de  México,  la  conquista  de 
Nueva  España,  Madrid,  1917.  Consúltese  Genaro  Estrada,  Poetas  Nue. 
vos,  1916,  donde  cita  los  artículos  que  de  él  tratan. 

Sant.  Liniers:  La  Filocalia  ó  arte  de  distinguir  á  los  cursis  de  los 
que  no  lo  son  (con  Silvela).  Novelas  madrileñas,  Madrid,  1868.  Todo 
el  mundo,  ibid.,  1876.  Líneas  y  manchas,  apuntes,  rasgos  y  contornos. 


S.    XIX,    1868.   GUMERSINDO   LAVERDE  Y   RUIZ  449 

tomados  del  natural,  1882,  Novísimo  Espejo  y  Doctrinal  de  caballeros 
en  doce  romances,  por  el  bachiller  D.  Diego  de  Bringas,  1887:  obra 
satírica  y  didáctica,  moralizadora  de  las  costumbres.  Alza  y  baja, 
1893. 

148.  Año  1868.  José  Alcalá  Galiano  (n.  1843),  conde  de  Torri- 
jos,  madrileño,  progresista,  librepensador  y  diplomático,  tradujo  bien 
los  Poemas  dramáticos  de  Lord  Byron,  Caín,  Sardanápalo,  Manfredo, 
Madrid,  1886.  Dióse  á  conocer  por  la  oda,  bastante  prosaica,  A  la  abo- 
lición de  la  esclavitud  (1869).  Hizo  otras  al  Monte  Ceñís,  Atomías,  El 
Titán,  Plegaria  de  Silvio,  cantando  las  conquistas  de  la  ciencia.  Tra- 
dujo también,  de  Shakespeare,  Hamleí,  Macbeth  y  El  Sueño  de  una 
noche  de  verano.  Publicó  las  novelas  La  Bruja  del  ideal.  El  Timel,  La 
Media  naranja.  El  último  wals  (en  Esp.  Mod.,  1895).  Coimpuso  la  zar- 
zuela El  Aire  de  una  mujer  (1875),  y  con  Grilo  la  comedia  La  Cabeza 
y  el  corazón.  El  humorismo  es  su  principal  nota,  sobre  todo  en  el  li- 
bro Estereoscopio  social,  Madrid,  1872.  Tiene  delicada  sensibilidad  y 
viva  fantasía,  sobresaliendo  en  las  poesías  amorosas.  Las  diez  y  una 
noches,  cuentos  occidentales.  Valencia  (1906).  En  la  Rev.  España  pu- 
blicó El  Género  bufo  y  la  literatura  dramática  (1871,  t.  XVIII).  La 
Briíja  y  el  ideal,  cuento  (1869,  t.  VI).  La  Media  naranja,  nov.  (1869, 
t.  XI).  Poesías  (1868-81).  Lamartine  considerado  como  poeta  lírico 
(1869,  t.  IX).  Sobre  La  Fontana  de  Oro  (1871,  t.  XX). 

José  S.  Alvarez  (1848-1903),  de  Gualeguaychú  (Argentina),  de 
vida  harto  bohemia,  buen  observador,  pintó  bien  las  costumbres  porte- 
ñas  populares,  haciendo  hablar  á  los  personajes  su  propia  lengua,  con 
gracia  en  el  diálogo;  fundó  la  revista  Caras  y  caretas  con  el  seudóni- 
mo de  Fray  Mocho.  Escribió  novelas  como  En  el  mar  austral.  Viaje 
ai  país  de  los  matreros,  1897.  La  Marina  argentina.  Fruta  pintona, 
Esmeraldas.  Cuentos,  1906.  Cuadros  de  la  ciudad,  Buenos  Aires ;  Bar- 
celona, 1913. 

Martín  José  Lira  (1834-1867),  de  Santiago  de  Chile,  viajó  dos 
años  por  Europa  y  murió  joven  en  Valdivia.  Publicóse  un  tomo  de  sus 
poesías,  1868,  entre  las  que  descuellan  A  un  rizo  de  los  cabellos  de  mi 
madre,  A  la  luna.  El  Reloj,  Inconsecuencia,  Al  18  de  Setiembre  dt 
1810,  La  Fe,  Ilusión  perdida,  Dios,  Lejos,  A  un  ave  herida,  Ruinas, 
Flores  y  lágrimas,  A  un  niño  loco  de  nacimiento.  Hay  hondo,  sincero 
y  sobrio  sentimiento. 

Gumersindo  Laverde  y  Ruiz  (1840-1890),  de  Santander,  catedrá- 
tico en  Santiago,  académico,  colaborador  de  muchos  periódicos  litera- 
rios, entre  1850  y  1880,  sobre  todo  del  Semanario  Pintoresco,  publicó 
A  Isabel  II,  oda  premiada  por  la  Acad.,  1865.  Ensayos  críticos  sobre 
Filosofía,  Literatura  é  Instrucción  ptíblica,  Lugo,  1868.  En  la  Rev. 
España:  Los  Estudios  bíblicos  (1868,  t.  V).  El  Tradicionalismo  en 
España  en  el  siglo  xviii  (1868,  t.  I).  Sonetos  (1873,  ts.  XXXIV- 
XXXV).  Canalejas  (1869,  t.  X). 

TOMO  VIII. — 30 


4^0      PRIMER  PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

Franxisco  Mateos  Gago  y  Fernández  (1827-1890),  de  Grazalenia, 
presbítero  y  catedrático  en  Sevilla,  satirizó  y  mató  la  propaganda  pro- 
testante en  España  y  rebatió  la  propaganda  anticatólica  de  los  revo- 
lucionarios del  68,  sobre  todo  algunos  escritos  de  Castelar.  Colección 
de  opúsculos,  Sevilla,  1869,  1877-85,  siete  vols.  En  el  Himnario  para 
uso  de  la  Iglesia  Española,  coleccionado  y  en  parte  compuesto  por 
Jvan  B.  Cabrera,  Pastor  de  la  Iglesia  Jívangélica  del  Redentor  en 
Madrid,  Madrid,  1878,  hay  300  poesías,  las  mejores  de  Mora  y  Cas- 
tro, aunque  todas  son  harto  medianas.  Juana  la  Papisa,  Sevilla,  1878 
(contra  Castelar).  Análisis  filos,  de  la  escrit.  y  lengua  hebr.,  de  García 
Blanco,  arreglado.  1882. 

Ramón  León  Máinez  (t  1917),  gaditano,  por  seud.  El  Dachillcr 
Cervántico,  director  de  El  Pueblo  (Cádiz,  1898),  excelente  cervantó- 
filo, publicó  Cartas  literarias...  sobre  Cervantes  y  el  Quijote,  Cádiz, 
1868.  Cervantes  y  los  críticos,  ibid.,  1870.  Crónica  de  los  Cervantistas, 
ibid.,  1871-79.  Vida  de  Cervantes,  ibid.,  1877.  Cervantes  y  su  época. 
Jerez,  1901-03  (y  en  Esp.  Mod.,  1900,  Mayo).  Educación  y  adolescen- 
cia de  Cervantes  {Esp.  Mod.,  1900,  Set.). 

H9-  Año  1868.  Juan  Alfonso,  venezolano,  por  seud.  Aecio,  pu- 
blicó L'n  drama  en  Caracas,  nov.,  1868. — Anales  de  la  Universidad  de 
Colombia,  Bogotá,  1868-69. — Federico  Avecilla,  redactor  de  El  Puen- 
te de  Alcolea  (1868),  publicó  De  Madrid  á  Salamanca,  haciendo  noche 
en  Zamora,  zñaje  inverosímil,  pero  cierto,  Madrid,  1868. — El  Averi- 
guador, setnanario,  Madrid,  1868,  por  Gregorio  Cruzada  Villaamil ; 
1871-72,  dos  vols.  y  cuatro  números  de  1873,  por  Eduardo  de  Mariá- 
tegui;  1876,  solos  11  números,  por  Mariano  Vergara ;  1879-82,  cuatro 
vols.,  por  José  M.'  Sbarbi. — 'Marcelino  Bautista  y  Velasco  (t  1893), 
fundador  de  los  Anales  de  Beneficencia  y  Sanidad  (1860-63),  director 
de  La  Caza  (1865)  y  de  El  Correo  de  las  Antillas,  publicó  Historia  de 
ía  revolución  española,  Madrid,  1868. — Fausto  Antonio  de  Beitia  y 
Ramón  de  Echezarreta,  naturales  de  Tavira,  publicaron  Noticias  his- 
tóricas de  la...  villa  de  Tavira  de  Durango,  Bilbao,  1868. — iJosé  Bisso 
Y  Vidal  (t  1889),  malagueño,  redactor  de  La  Época,  fundador  con 
Grilo  de  El  Andaluz  (1864)  y  con  la  colaboración  de  importantes  lite- 
ratos; publicó  Crónica  de  la  prov,  de  Álava,  Madrid,  1868.  Castillos 
y  tradiciones  feudales  de  la  península  ibérica,  por  los  más  distinguidos 
escritores  nacionales,  Madrid,  1870,  dos  vols.,  1874. — 'El  bachiller 
Lorenzo  de  Cabanyes  publicó  Fábulas  políticas,  Barcelona,  1868. — 
JosK  M.*  del  'Campo  publicó  Monografía  de  la  prensa  periódica  de 
España,  1868  (en  Los  Sucesos). — Luis  Capella  Toledo  (n.  1838),  de 
Santamarta  (Colombia),  militar,  diputado,  presidente  del  Senado  y 
general,  publicó  Poesías,  1868.  Leyendas  históricas,  3.*  ed.,  1884-85, 
tres  vols.,  muy  leídas  y  gustadas,  por  la  riqueza  de  fantasía  y  galas 
poéticas. — JosK  María  Garulla,  periodista  católico,  de  Igualada,  guar- 
dia de  zuavos  de  Pío  IX,  fundador  de  La  Juventud,  La  Civilización 


S.    XIX,    1868.    FERNANDO    GONZÁLEZ    VERA  461 

(1892),  traductor  en  rimas,  famosas  por  lo  grotescas,  de  la  Sagrada 
Biblia,  publicó  Viaje  de  Madrid  á  Roma,  1868.  El  Afecto  ciega  la  ra- 
zón, noveUi,  2."  ed.,  1887. — José  María  del  Castillo  (1842-1899),  de 
Tudela  de  Navarra,  perdió  su  cátedra  en  la  Escuela  de  Ingenieros  por 
no  jurar  la  Constitución  de  1869;  publicó  El  Papelito,  periódico  para 
reír  y  llorar  (1868-70),  periódico  satírico  político,  muy  celebrado, 
muerto  por  la  célebre  partida  de  la  porra;  fué  en  el  campo  carlista  se- 
cretario de  Elío  y  doña  Margarita  de  Borbón;  entró  jesuíta  (1882), 
colaboró  en  El  Mensajero  y  publicó  El  País  de  la  gracia,  cuentos  de 
mil  colores,  Bilbao,  1889.  Ellos  y  ellas  (en  el  Mensajero  desde  1890). 
— La  Mejor  corona,  loa...,  por  Ad.  López  de  Ayala,  la  señora  Díaz  de 
Lamarque  y  otros  varios,  1868. — Francisco  de  Paula  Cortés  (nació 
1850),  de  Bogotá,  coronel,  publicó  Atm>r-:s  de  dos  especies,  nov.,  Po- 
payan,  1868.  Cuadros  de  un  pintor  bogotano,  Bogotá,  1881.  Plegaria, 
1884.  Reglas  gra^maticales,  1886.  La  Perla  de  Madrid,  dr.,  1887. 
Juguetes  de  salón  ó  teatro  de  los  niños. — Luis  'Cruz  estrenó  La  Galli- 
na ciega,  jug.,  Habana,  1868. — Isabel  Cheix  Martínez  (n.  1839), 
poetisa  malagueña,  comenzó  á  versificar  desde  niña,  ganó  el  primer 
premio  en  1868  con  su  leyenda  El  Caballero  de  Ñapóles  y  después 
otros  en  la  Academia  Mariana,  en  la  de  Buenas  Letras  de  Sevilla,  etc. 
Compuso  novelas  como  Clemencia,  El  Plato  de  china.  El  Pino,  La 
Cueva  de  los  diamantes,  La  Niña  de  oro,  Aurora  María,  Fátima,  Dos 
amores,  Flor  del  alba.  La  Faniilia  de  Monsalves.  Estrella  del  tnar,  his- 
toria de  la  Virgen  María,  Sevilla,  1873,  1902  (4.*  ed.).  Romancero  de 
D.  Pedro  I  de  Castilla,  ibid.,  1898. — Enciclopedia  cómica...,  colección 
de  poesías,  artículos  humorísticos,  revistas...,  cuentos,  anécdotas,  epi- 
gramas..., Madrid,  1868-9,  dos  vols. — Los  Farsantes,  paso  que  pasó  en 
un  lugar  de  la  Mancha...  en  los  Bufos  Madrileños  (1868). — Francisco 
Fernández  escribió  muchas  piezas  en  un  acto  en  la  Habana,  Los  Ne- 
gros catedráticos  (1868),  El  Bautizo  (1868). — Aníbal  Galindo  (1834- 
1901),  de  Coella  (Colombia),  diputado  y  diplomático  en  Inglaterra  y 
Francia,  escribió  mucho  sobre  asuntos  económicos  é  internacionales 
(véase  La  verde)  y  cultivó  las  letras.  El  Paraíso  Podido  de  Milton, 
trad.  del  inglés,  Gante,  1868  (texto  inglés  y  al  frente  la  traducción  en 
prosa).  Memoria...  al  Gobierno,  Bogotá,  1873.  Alegato,  1882.  Las  Ba- 
tallas decisivas  de  la  libertad,  París,  i888.  Recuerdos  históricos  (1840- 
95),  Bogotá,  1900. — ^DoMiciA  García,  de  Puerto  Príncipe,  publicó  Ál- 
bum poético-^fotográfico  de  las  escritoras  cubanas.  Habana,  1868  (bio- 
grafías y  retratos),  1874,  1903. — Urbano  Gascón  y  Guimbao  (1843- 
1868),  de  amarillas  (Teruel),  publicó  Historia  de  S.  Pedro  de  Ar- 
bués,  Madrid,  1868. — Francisco  Gavarrete  publicó  Geografía  de  la 
república  de  Guatemala,  ibid.,  1868  (2.^  ed.),  importante. — 'Manuel  de 
GÓNGORA  Y  Martínez,  catedrático  de  la  Universidad  de  Granada,  pu- 
Wicó  Antigüedades  prehistóricas  de  Andalucía,  Madrid,  1868. — Fer- 
nando González  Vera  publicó  en  üa  Rev.  de  España :  De  los  primeros 
misioneros  en  Nueva  España  y  carta  de  Fr.  Pedro  de  Gante  (1868, 


452       PRIMER   PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA  REALISTA   (185O-1869) 

t.  III). — La  Gorda,  periód.  liberal  satírico-político,  Madrid,  1868-70. 
La  Nuez'a  Gorda,  1870. — A.  Guzmán  de  León  publicó  El  último  Bar- 
bón, historia  drannática  de  Isabel  II,  Barcelona,  1868,  cuatro  vols. — 
Luis  de  Guzm.\n,  Serttwncs  selectos,  Lima,  1868. — Jesús  Hermoso, 
mejicano,  publicó  las  novelas  Natalia  y  María,  Habana  (1868).  La  Isla 
de  Caballos  (1868).  Las  Espinas  de  la  Rosa,  nov.,  1869. — Joaquín  de 
HuELBES  Temprado,  propagador  del  espiritismo,  director  de  El  Crite- 
rio (1868-70),  redactor  de  La  Propaganda  (1870),  publicó  ¡Aurrera!, 
poesías,  Madrid,  1868.  Ecos  de  un  alnia,  Ocaña,  1883. — La  Igualdad, 
diario  demócr.-republ,  Madrid,  1868-70. — Abpaham  Kónig,  chileno, 
periodista,  diplomático  y  abogado,  publicó  en  La  Libertad  la  novela 
La  Historia  de  un  moribundo,  1868.  A  través  de  la  Rep.  Argentina, 
Santiago,  1890. — Máximo  R.  Lira,  chileno,  publicó  en  La  Estrella  de 
Chile  la  preciosa  leyenda  novelesca  La  Espuma  del  mar,  1S68.  Orillas 
del  Biobio,  escenas  de  la  vida  araucana,  Santiago',  1870. — iCándido 
López  y  Malta  publicó  Historia  descriptiva  del  R.  Sitio  de  Aran  juez,, 
escrita  en  1868  sobre  la  que  escribió  en  1804  D-  J''tciii  Alvares  Quin- 
dos,  Aranjuez,  1868. — José  Florencio  López  (1821-1892),  de  Guana- 
jay  (Cuba),  por  seud.  Jacan,  publicó  La  Tuna  brava,  colección  de  es- 
critos en  verso  que  parece  prosa  y  en  prosa  que  no  parece  verso.  Ma- 
tanzas, 1868.  Parodia  de  Marcela  (1868).  Autobiografía.  Nadie  sabe 
para  quién  trabaja  (1879).  El  Avispero,  compos.  festiv.  y  satír.,  1885. 
— 'Salvador  López  Guijarro,  granadino,  nacido  en  1834,  político,  pe- 
riodista y  poeta  parnasiano,  publicó  Un  poco  de  prosa,  artículos  lite- 
rarios, Madrid,  1875.  Tierra  y  cielo,  nov.,  ibid.,  1886.  Los  artículos 
publicados  en  La  Política,  y  El  Debate  salieron  en  Colección,  Madrid, 
1872.  En  Rev.  de  España:  Los  Derviches  (1869,  t.  XI).  Los  Españo- 
les en  tiempo  de  Enrique  IV  (1868,  t.  IV).  Viaje  de  la  Numancia 
(1868,  t.  I).  De  Madrid  á  Atenas  (1869,  t.  X).  La  Ultima  conquista 
(1873,  t.  XXXII).  La  Historia  de  un  deseo  (1876,  ts.  L-LI).  Los  Cua- 
renta (1881,  t.  LXXVIIÍ).  Cuentos  madrileños  (1884,  t.  XCIV).  Poe- 
sía (1875,  t.  XLVII).  Homenaje  (1877,  t.  VIII).  Hablar  al  alm<¡,  com. 
(1878,  t.  LX).  Soneto  (1879,  t.  LXVIII).  Ojos  dormidos,  poes.  (1884, 
t.  XCVI).  Alejandro  Duntfls,  hijo  (1868,  t.  IV). — Manuel  C.  Llana  pu- 
blicó Galería  histórica  y  biográfica  de  las  mujeres  más  notables...,  Ma- 
drid, 1868. — Ignacio  Mariscal  (1829-1910),  de  Oaxaca  (Méjico),  polí- 
tico y  abogado,  diputado  (1856),  ministro  de  Justicia  é  Instrucción  pú- 
blica (1868),  diplomático,  ministro  de  Justicia  (1879),  polemista  en 
periódicos,  tradujo  de  Poc  El  Cuervo  y  conKpuso  el  drama  D.  Nicolás^ 
Bravo  ó  clemencia  mexicana,  el  hermoso  soneto  Franklin,  Fulton  y 
Morse,  etc.  Poesías  de...,  coleccionadas  por  Balbino  Davalas,  Madrid, 
1911. — Federico  Moja  v  Bolívar  (1842-1897),  de  Santander,  colabo- 
rador en  Madrid  desde  1866  del  Gil  Blas,  Las  Novedades,  La  Rep. 
Ibérica  (1869),  El  Orden  (1S70),  Jaque-Mate,  primer  secretario  de  la 
Academia  Española  de  Roma,  fundada  en  1873;  después,  vuelto  á  Ma- 
drid, escribió  en  El  Solfeo,  El  Globo,  El  Pueblo  Español,  El  Impar- 


S.  XIX,  1868.  ANTONIO  M."  DEL  VALLE         453 

<:ial,  Las  Noticias  (Málaga,   1880).   Publicó  Alegorías,  Madrid,   1868, 

1874.  El  Club  de  los  solteros,  nov.,  1872.  Notas  de  viaje,  1879.  El  Dúo 
eterno,  1880.  La  Cama  de  matrimonio,  1882.  Tipos  y  tipejos,  1885. 
Algo  sobre  el  naturalismo  literario,  1895. — Mariano  Antonio  Molas 
escribió  Descripción  histórica  de  la  antigua  provincia  del  Paraguay, 
publicada  con  aumentos  por  Ángel  Justiniano  Carranza,  Buenos  Aires, 
1868. — José  M/  de  Murga:  Recuerdos  marroquíes,  el  moro  viz- 
caíno, El  Hach  Mohamed  El  Bagdady,  Bilbao,  1868;  Madrid,  1906, 
por  Cesáreo  Fernández  Duro. — La  Nación,  diario  progresista,  Ma- 
drid, 1864-66  y  1868-70. — ¡Ramón  Nocedal  y  Romea  (n.  1844),  hijo  de 
don  Cándido,  por  seud.  Un  ingenio  de  esta  Corte,  fundador  del  partido 
mtegrista  y  director  de  El  Siglo  Futuro  desde  el  fallecimiento  de  su 
padre  (18S5),  redactor  antes  de  La  Constancia  (1867-68),  estrenó  El 
Juez  sin  causa,  com.  (1868)  y  La  Carmañola  (1870,  3.^  ed.  1878),  con- 
tra la  revolución  y  que  armó  gran  polvareda,  llegándose  á  prohibir. 
Obras,  Madrid,  1907-14,  ocho  vols. — 'José  Parada  y  Barreto  (t  1886), 
de  Jerez,  profesor  de  Música,  director  de  la  Rev.  y  Gaceta  Musical 
(1867),  crítico  musical  de  La  Iberia,  publicó  Diccionario  técnico,  his- 
tórico y  biográfico  de  la  Música,  Madrid,  1868. — José  E.  Ponce  de 
León,  poeta  matancero,  publicó  El  Arpa  del  Yumurí,  Matanzas,  1868, 

1875.  Cantos  del  pueblo,  Habana,  1876.  Cancionero  tropical,  Matanzas, 
1878.  Jardín  Matancero,  colecc.  de  poes.  de  61  señoritas,  1878-79,  dos 
vols.  Ecos  patrios,  poes.,  1899. — José  M.^  Prellezo  (t  1903),  cubano, 
por  seud.  R.  P.  Zoell,  publicó  Un  botón  de  chaleco,  no'v.,  1868.  Juan 
Quiñones,  guaracha  sin  música.  Habana,  1879.  Españolas,  1880.  Manga- 
Mocha,  cuento  ñañigo,  1880.  Juana-  Cham^icú,  cuento,  1880.  Apuntes 
de  Hist.  liter.,  1882.  Patria,  América,  Paz,  Reptíblica...,  1900. — Pedro 
Pruneda  (1830-1869),  de  El  Poyo  (Teruel),  redactor  de  El  Pueblo,  La 
Discusión  y  La  Democracia,  publicó  Historia  de  la  guerra  de  Méjico 
desde  1861  á  18Ó7,  Madrid,  1868. — Julio  Quevedo,  boliviano,  publicó 
Páginas  íntimas,  poesías,  Buenos  Aires,  1868. — Revista  de  España, 
Madrid,  1868-1895,  150  ts.,  dirigida  por  José  Luis  Albareda:  la  mejor 
que  hubo  en  España. — Rita  Rodés  y  Garcés  publicó  Alboradas,  poe- 
sías, Zaragoza,  1868. — Francisco  Sánchez  de  Castro  (1847-1899),  de 
Béjar,  catedrático  de  la  Universidad  Central,  redactor  de  El  Fomento 
Literario  (1863-64),  publicó  El  Veinte  y  dos  de  Junio.  Elegía  á  la  Pd- 
tria,  Madrid,  1868.  Hermenegildo,  dr.,  ibid.,  1875.  La  Mayor  venganza, 
dr,,  ibid.,  1875.  Theudis,  dr.,  ibid.,  1878.  Cántico  al  hombre,  ibid.,  1879, 
de  tono  épico  y  solemne,  pero  pesadísimo.  Apuntes  de  literatura  y  biblio- 
grafía jurídicas  en  España,  ibid.,  1883.  Lecciones  de  Literatura  general 
y  Española,  1887,  Madrid,  1890,  dos  vols.  La  Iglesia  católica. — José  Se- 
gura Y  Barreda  publicó  Morella  y  sus  aldeas,  Morella,  1868. — Manuel 
Soto  Freyre  publicó  La  Imprenta  en  Galicia,  1868. — Antonio  M.*  del 
Valle  y  Serrano,  marqués  de  Villa-Huerta,  publicó  La  Tradición  de 
una  aldea,  leyenda,  Madrid,  1868.  Sonetos,  1885.  El  pro  y  el  contra,  pa- 
radojas, ibid.,  1890.  Viajes,  hazañas  y  aventuras  de  un  héroe  del  s.  xiii, 


454       PRIMER   PERÍODO   DE   LA  ÉPOCA  REALISTA  (185O-1869) 

noveUi  histórica,  1894. — Andrés  Clemente  Vázquez  publicó  Estudios 
jurídicos,  Habana,  1868.  Oradores  mexicanos,  México,  1872.  Análisis 
del  juego  de  ajedrez,  Madrid,  1892.  Enrique  Faber,  nov.  hist.,  'Habana, 
1894.  En  el  Ocaso,  1898.  Entre  brumas,  1899.  Leyendas  trémulas,  189Q, 
— Eulalia  Velarde  del  Campo  nació  (1848)  en  Santillana  del  Mar  y 
fué  hermana  del  fecundo  y  entusiasta  poeta  Fernando  Velarde  y  de 
doña  Virtudes  Vedarde,  priora  de  las  Huelgas  de  Burgos ;  fué  poetisa 
devota,  imitadora  de  Lope.  Los  tres  hermanos  se  educaron  en  el  hogar 
paterno.  "Se  distingue  doña  Eulalia  en  la  poesía  religiosa  por  sus  afec- 
tos sinceros  y  sencillos  y  por  la  dulzura  y  fluidez  de  sus  versos"  (.^jtiós 
Escalante). — 'Ladislao  Velasco  y  Fernández  de  la  Cuesta  (1817-1891), 
de  Vitoria,  publicó  Memoria,  Vitoria,  1868  (incluida  en  Los  Eúska- 
ros...).  Los  Eúskaros  en  Álava,  Guipúzcoa  y  Vizcaya;  sus  orígenes, 
historias,  lengua,  leyes,  costumbres  y  tradiciones,  Barcelona,  1879, 
Memorias  del  Vitoria  de  antaño,  ibid.,  1886,  1889. — Miguel  \'elasco 
Y  Santos  (t  1897),  archivero,  publicó  Poesía  histórica  de  la  Univer'- 
sid<id  de  Valencia,  su  origen  y  fundación.  Valencia,  1868.  Consúltese 
Rev.  Archiv.,  1897  (Mayo  y  Jun.). — Francisco  Vidal  Gormaz,  chileno, 
publicó  Primeros  trabajos  de  exploración  del  río  Valdivia  y  sus  habi- 
tantes, Santiago,  1868.  Reconocimiento  del  río  Maullin  (eu  Anuario 
Hidrográfico).  Documentos  para  la  Hist.  náutica  de  Chile,  1879-81 
(ibidem,  ts.  V,  VI,  VH) ;  1892  (ibid.,  t.  XVI). — Antonio  Zinnty  publi- 
có Efemeridografía  Argireparquiótica,  Buenos  Aires,  1868.  Gaceta 
Mercantil  de  Buenos  Aires,  1875.  Bibliografía  histórica  de  las  Pro- 
vincias Unidas  del  Río  de  la  Plata  (1780-1821),  1875.  Historia  de  lo.: 
Gobernadores  de  lus  Provincias  Argentinas  desde  1810,  tres  vols., 
1879-82.  Catálogo  de  las  obras  de  D.  Ant.  Zinny,  1882.  Historia  de  la 
prensa  periódica  de  la  Rep,  Or.  del  Uruguay,  1883.  Historia  de  los  Go- 
bernantes del  Paraguay,  1887, 

150.  Año  i86g.  Manuel  Cano  y  Cueto  (1849- 19 i6)  na- 
ció en  Madrid,  pasó  de  joven  con  sus  padres  á  Sevilla,  donde 
estudió  Leyes,  después  de  hacer  sus  primeros  estudios  en  Ca- 
Tiión  con  los  padres  jesuítas.  Huérfano  de  padre,  fué  perdien- 
do más  tarde  á  su  madre,  hijo  y  esposa,  á  quienes  quiso  entra- 
ñablemente ;  fué  diputado,  gobernador  de  Málaga  y  Sevilla, 
presidente  del  Ateneo  y  de  la  Academia  de  Buenas  Letras  de 
aquella  ciudad,  y  consumido  por  penas  morales,  perdió  la  ra- 
zón, pasando  sus  últimos  años  en  el  hospital  de  Málaga.  Con- 
servador en  política,  buen  cristiano  y  amante  de  Sevilla,  sus 
obras  se  inspiraron  en  la  fe  y  en  la  patria,  con  espíritu  caba- 
lleresco, cristiano  y  castizo.  Sobresalió  por  su  creadora  fanta- 
sía, siendo  muy  celebradas  sus  Leyendas  y  tradiciones  sevilla- 


,  S.   XIX,   1869.  ROMÁN  VIAL  435 

nos.  También  cultivó  la  novela  y  el  arte  dramático.  Fundó  La 
Legitimidad,  El  Independiente  (1869)  y  La  Rev.  Sevillana. 

151.  M.  Cano  y  Cueto :  Páginas  de  un  libro,  novelas  cortas  (con 
pról.  de  Luis  Montoto),  Sevilla.  Don  Miguel  de  Manara,  leyenda,  Se- 
villa, 1873.  Doña  María  Coronel,  leyenda,  ibid.,  1874.  Leyendas  y  tra- 
diciones de  Sevilla,  ibid.,  1875.  El  Hombre  de  piedra,  leyenda  en  ver- 
so, ibid.,  1889.  Tradiciones  sevillanas,  ocho  vols.,  ibid.,  1895-97.  Nove- 
las: Holga,  Un  cuento  extravagante,  Un  enfermo  y  un  loco,  Manuel 
Itiiveron.  Para  el  teatro:  Estrella,  zarz.  Hidrofobia  conyugal.  Un  te- 
norio casado.  La  Encubierta.  Guerra  al  extranjero,  zarz.  Los  Rosales 
de  Manara,  zarz.  (1874).  Lorenzo.  Quiero  ser.  Tres  pies  para  un  ban- 
co (con  Felipe  Pérez).  Revista  de  Sevilla  (con  Montoto).  Bajo  el 
Cristo  del  Perdón  (con  Jiménez  Placer).  Un  cuento  de  Roncesvalles, 
dr.  Crónica  de  la  capital.  Transmigración  de  las  ahnas,  jug. 

152.  Año  i8óp.  Soledad  Agosta  de  Samper  (1831-1913),  colom- 
biana, hija  del  historiador  Joaquín  y  esposa  de  J.  M.  Samper,  por 
seud.  Aldebaran,  Bertilda,  Andina  y  Renato  en  periódicos  (1862-92), 
fundadora  de  La  Mujer  (1878-81),  publicó  en  periódicos  las  novelas 
José  Ángel  Galán,  Co'.ísíükcíü,  Lasia,  Les  Hidalgos  ac  Zamora,  Gil 
Bayle,  Alonso  de  Ojeda,  La  Juventud  de  Andrés,  La  Familia  del  tío 
Andrés,  Las  dos  reinas  de  Chipre,  El  Talismán  de  Enrique,  Historia 
de  dos  familias.  Una  catástrofe,  Historia  de  dos  mujeres.  Anales  de 
un  paseo.  Novelas  y  cuadros  sudamericanos,  Bogotá,  1869.  Biografías 
de  hombres  ilustres  de  la  época  del  descubrimiento,  1883.  Los  Piratas 
de  Cartagena,  leyendas,  1886.  La  Famiilia,  lecturas  para  el  hogar,  1886. 
El  Corazón  de  la  mujer,  Curagao,  1887.  La  Mujer  española  en  Amé- 
rica, 1887  (en  Rev.  Esp.,  t.  XCVII).  Un  nuevo  libro  de  D^  E.  Pardo 
Bazán,  1887  (ibid.,  t.  XCVII).  Una  holandesa  en  América,  nov.,  Cu- 
ragao,  1888.  Carta  de  Helena  Mirada  Zulueta  á  la  Sra.  D.^  Soledad 
Acosta,  Bogotá,  1891.  La  Mujer  española  en  S.  Fe  de  Bogotá,  1892 
(en  Esp.  Mod.,  Abr.).  Memorias,  Chartres,  1893.  Viaje  á  España,  dos 
vols.,  1893-94.  La  Mujer  en  la  sociedad  moderna,  París,  1895.  Conse- 
jos á  las  -mujeres,  París,  1896.  Época  de  la  Independencia  y  Presiden- 
tes de  la  República  de  Nueva  Granada,  Bogotá,  1909-1910,  dos  vols. 

Francisco  Bauza,  el  mejor  orador  uruguayo,  espontáneo  y  á  la 
española,  católico  y  demócrata,  el  mejor  historiador  de  su  tierra,  pu- 
blicó de  joven  Poesías,  Montevideo,  1869,  malas  poesías.  Estudios  lite- 
rarios, 1885.  Estudios  constitucionales,  1887.  Historia  de  la  dominación 
española  en  el  Uruguay,  1880-82;  1895,  tres  vols.,  una  de  las  mejores 
obras  históricas  escritas  en  América. 

Román  Vial  (1833-1896),  de  los  mejores  escritores  chilenos  de  cos- 
tumbres, trazó,  como  dramaturgo  popular,  en  piezas  cortas  teatrales,, 
tn  comedias  y  artículos,  notables  cuadros  de  la  vida  chilena,  con  vigor 
y  sana  alegría,  á  lo  Ramón  de  la  Cruz.   Una  votación  popular,  jug., 


436      PRIMER   PERÍODO    DE    LA   ÉPOCA   RE.ALISTA   (185O-1869) 

1869,  Choche  y  Bachicha,  jug.,  1870.  Los  extremos  se  tocan,  com., 
1871.  Dignidad  y  orgullo,  dr.,  Valparaíso,  1872.  La  Mujer  hombre,  dr., 
1874.  Gratitud  y  amor,  com.,  1881,  Gente  alegre,  Valparaíso,  1895.  El 
Teléfono.  Además  otros  juguetes  y  artículos  de  costumbres  en  El 
Mercurio,  editados  en  \"alparaíso  (1870-1892)  y  más  tarde  recopilados. 
Costumbres  chilenas,  Valparaíso,  1889;  Santiago,  1907. 

Enrique  Rodríguez  Solís,  por  seud.  Lisso,  redactor  de  El  Com- 
bate, La  Lucha,  El  Gorro  Frigio;  director  de  La  Federación  Esp. 
(1870),  La  Ilustr.  Americana  Federal  (1871),  Gaceta  de  Teatros,  La 
Ilustr.  Popular;  publicó  Reseña  histórica  de  las  monarquías  españolas. 
Barcelona,  1869.  Historias  populares,  1874.  Las  etcéteras,  1875.  La 
Mujer  defendida  por  la  Historia,  la  Ciencia  y  la  Moral,  Madrid,  1878. 
Las  Extraviadas,  1880.  Panorama  literario,  1881.  Eva,  estudio  social. 
1881 ;  2.*  pte.,  ó  Evangclina,  1883.  Espronceda,  su  tiempo,  su  vida  y 
sus  obras,  1883.  La  Vida  madrileña,  1885.  Majas,  manólas  y  eludas, 
historia,  tipos  y  costumbres  de  antaño  y  hogaño,  1886.  Los  Guerrilleros 
de  1808...,  dos  vols.,  1887.  Historia  del  partido  republicano,  dos  vols., 
1894.  La  Mujer,  el  hombre  y  el  amor,  1895.  Historia  popular  de  la 
guerra  de  Cuba,  dos  vols.,  Barcelona,  1897.  La  Mujer  español<i  y  ame- 
ricana..., reseña  histórica,  1898.  Guía  artística,  reseña  histórica  del 
teatro  y  la  declamación,  1903.  Historia  de  la  prostitución  en  España  y 
América,  dos  vols.  En  Rev,  España:  Los  Concelleres  de  Barcelona 
(1873-74,  ts.  XXX-XXXVII).  La  Masía  de  la  caridad,  leyenda  (1871, 
t  XIX).  D.  Juan  de  Serrallonga  (ibid.,  1871,  t.  XIX).  Justicia  de  Dios 
(íbid.,  1871,  t.  XXI) 

Francisco  de  Paula  Canalejas  y  Casas  (1834-1883),  de  Escacena, 
catedrático  auxiliar  de  Literatura  en  Valladolid  (1857),  en  Madrid 
(1863)  y  de  Historia  de  la  Filosofía  (1874),  brilló  como  orador  en 
1873  y,  además  de  otras  obras  filosóficas,  publicó  Lms  Leyes  que  pre- 
siden á  la  lenta  y  constante  sucesión  de  los  idiomas,  1869  (di se.  rec. 
Acad.).  Discurso  sobre  Cervantes,  1869.  Curso  de  literatura  general, 
1869,  dos  vols.  Las  Doctrinas  de  R.  Lulio,  1870.  Los  Autos  sacram.  de 
Calderón,  1871.  Estudios  crít.  de  filosofía,  polít.  y  liter.,  1872.  Del  ca- 
rácter de  las  pasiones  en  la  tragedia  y  en  el  drama,  1875.  Doctrinas 
religiosas  del  racionalismo  contemporáneo,  el  panentheismo,  poléfnica 
de  Canalejas  con  Campoamor  sobre  el  krausismo...,  1875.  De  la  poesía 
heroico -popular  castellana,  1875.  La  Poesía  dramática  en  España, 
1876.  La  Poesía  moderna,  1877.  La  Poesía  épica  en  la  antigüedad  y  en 
la  Edad  Media,  conferencias.  De  la  poesía  religiosa.  Los  Poemas  ca- 
ballerescos y  los  libros  de  Caballería.  1878.  Universidad  del  arte.  Las 
Lenguas  germánicas.  Fué  redactor  de  El  Eco  ünivcrsiiario  (1851), 
La  Razón  (1860-61),  La  República  Ibérica  (1869-70)  y  director  de  Ia 
Revista  Ibérica  (1861-63).  F^  Esp.  Mod.:  El  Panentheismo.  carta  á 
R.  de  Campoamor  (1901,  Marzo).  "Naturaleza  anti-krausista,  espíritu 
ávido  de  novedad,  amjílificador  y  oratorio,  rápido  de  comprensión, 
brillante  y  algo  superficial"  (M.  Pelayo,  Heterod.,  III,  737). 


S.   XIX,   1869.  RAIMUNDO  GELER  ¿^bj 

153.  Año  i86p.  Academia  de  Ciencias  sociales  y  de  Bellas  Letras, 
fundada  en  Caracas  en  1869. — Patricio  Aguirre  de  Tejada,  conde  de 
Andino,  publicó  La  Catedral  de  Burgos,  1869  (en  Rev.  Esp.,  t.  XI). 
Blanca  de  Castilla,  1870  (ibid.,  t.  XVII).  El  Mar  Mediterráneo,  1870 
(ibid.,  t.  XII).  Poesías,  Madrid,  1872,  1903. — José  Almirante  y  To- 
RROELLA  (1823-1894),  vallisoletano,  general  del  Ejército,  redactor  de 
El  Henares,  primer  periódico  publicado  en  Guadalajara  (1846),  publi- 
có su  hermoso  Diccionario  militar,  Madrid,  1869.  Bibliografía  militar 
de  España,  ibid.,  1876. — Francisco  de  Paula  de  Arkangoiz,  de  Vera- 
cruz,  educado  en  España  é  hijo  de  españoles,  publicó  Apuntes  para  la 
historia  del  segundo  Imperio  mejicano,  Madrid,  1869.  Méjico  desde 
1808  hasta  i86f,  Madrid,  1871-72,  cuatro  vols.,  extracto  de  la  de  Ala- 
mpan en  los  dos  primeros. — Asamblea  Constituyente  de  i86p,  biografías 
de  todos  los  representantes...,  Madrid,  1869. — Boletín -'revista  de  la 
Universidad  de  Madrid,  1869-75,  ocho  vols. — Filomeno  Borrero,  co- 
lombiano, publicó  Recuerdos  de  viajes  en  América,  Europa,  Asia  y 
África,  Bogotá,  1869. — Francisco  Cabrerizo  Sánchez  publicó  Lo  que 
pasa  en  este  mundo,  comedia.  Habana,  1869.  Cantares  agridulces,  Ma- 
drid, 1899. — Lorenzo  Campano  publicó  Diccionario  de  geografía  anti- 
gua y  moderna,  Madrid,  1869.  Viajes  á  las  cinco  partes  del  mundo, 
París,  1875. — D'aniel  Carballo  publicó  La  Expedición  militar  de  don 
Pedro  Ceballos  al  río  de  la  Plata,  1869  (en  Rev.  España,  t.  X). — An- 
tonio L.  Carrillo  publicó  Cantos  populares,  Málaga,  1869. — José 
Antonio  Collazo,  cubano,  fusilado  en  1869,  publicó  Piedad,  ley.  cub., 
Santiago  de  Cuba,  1869.  El  Puñal  verde,  trad,  cub.,  ibid.,  1869. — Ra- 
fael CoNTRERAS,  dircctor  en  Granada  de  La  Constancia  (1852),  escri- 
bió Rasgos  característicos  de  la  cultura  árabe  (en  Rev.  Esp.,  1878, 
t.  LXII).  Movimiento  civilizador  de  los  árabes  (ibid.,  1881,  t.  LXXIX). 
Nuevos  datos  acerca  de  la  guerra  y  expulsión  de  los  moriscos  (ibid., 
1879,  t.  XliVIII).  Del  arte  árabe  en  España  (ibid.,  1869,  ts.  VII-VIII). 
Sobre  la  conservación  de  lu  Alhambra  (ibid.,  1870,  t.  XIII).  Ligero 
estudio  sobre  las  pinturas  de  la  Alhambra  (ibid.,  1878,  t.  XLII).  Del 
arte  árabe  en  España,  Granada,  1875.  Estudio  descriptivo  de  los  monu- 
mentos árabes  de  Granada,  Sevilla  y  Córdoba,  1878,  1885.  Recuerdos 
de  la  dominación  de  los  Árabes  en  España,  sus  tradic,  liter.,  artes. 
Granada,  1882. — José  Corces  estrenó  El  Riflero,  com..  Habana,  1869. — 
Cayetano  Costa  publicó  Los  Hijos  de  la  selva,  pensamientos  íntimos, 
Habana,  1869. — Don  Quijote,  Madrid,  1869,  buen  diario  político-satí- 
rico, dirigido  por  Juan  Rico  y  Amat  y  Manuel  Ossorio  y  Bernard. — 
Z.  Flores,  peruano,  publicó  Efemérides  americanas.  Tacna,  1869. — 
Fuero  general  de  Navarra,  Pamplona,  1869. — José  Antonio  García  y 
García,  director  muchos  años  de  Las  Novedades,  de  Nueva  York 
(1882-92...),  publicó  Relaciones  de  los  virreyes  del  Nuevo  Reino  de 
Granada...,  New  York,  1869. — Ramón  Gay,  español,  estrenó  La  Casa 
del  voluntario,  com..  Habana,  1869.  Por  la  bandera  de  España,  cora. 
(1870). — Raimundo  Geler  publicó  Iskis  Filipinas,  Madrid,  1869. — Al- 


458      PRIMER   PERÍODO    DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (185O-18Ó9) 

VARO  Gil  Sanz  publicó  en  la  Rev.  de  España  Observaciones  sobre  la 
hist.  polít.  de  Aragón,  Prov.  Vasc.  y  Navarra  {1877,  t,  LVII).  D.  Al- 
varo de  Luna  (1883,  t.  XCTI).  Situacióji  económica  de  España  durante 
la  dominación  austríaca  (1869,  t.  IX).  Preliminar  de  las  Comunidades 
(1877,  t.  LVIII).  Noticias  hist.  de  la  Universidad  de  Salamanca  (1873- 
74,  ts.  XXXV-XXXVl).  La  Política  castellana,  noticias  hist.  y  consi- 
deraciones acerca  de  su  origen,  carácter  y  vicisitudes  hasta  el  final 
de  l-as  comunidades,  Salamanca,  1878. — Ricardo  Gon23Ále2  publicó 
Los  Proscritos,  nov..  Tacna  (Perú),  1869  (sólo  el  t.  I). — Heraclio 
Guardia  (1829-1907),  poeta  venezolano  sentimental,  de  feliz  fantasía 
y  fácil  versificación,  aunque  algo  desleído  y  prosaico  por  la  impro- 
visación; fué  premiado  por  su  oda  á  La  Libertad  del  Viejo  Mundo 
(1869)  é  hizo  otras  poesías  descriptivas,  como  La  Primavera,  hermosa 
composición. — Alvaro  Guijarro  de  Molina  publicó  Madrid  en  día  de 
fiesta,  costuntbres  contemporáneas  (con  Isidoro  Martínez  Sanz),  Ma- 
drid, 1869. — Do\  FRAY  Casimiro  Herrero  (1824-1886),  de  Villameriel 
(Falencia),  agustino,  obispo  de  Camarines  (1881),  publicó  Apuntes  in- 
teresantes sobre  las  Islas  Filipinas,  Madrid,  1869.  Frutos  que  pueden 
dar  las  reformas  en  Filipinas,  ibid.,  1871.  Reseña  que  demuestra  el 
fundamento  y  causas  de  la  insurrección  de...  Filipinas,  ibid.,  1872.  Fili- 
pinas ante  la  razón  del  indio  (trad.),  1874. — Emilio  Hübner  (t  1901), 
alemán,  vino  á  España  (1860)  comisionado  por  el  Rey  de  Prusia,  y  pu- 
blicó Corpus  Inscriptíonum  Latinarum,  vol.  I.  Inscriptiones  Hispamos 
Latinae  (unas  4.000)  y  Supplementum  (unas  2.000),  1869  y  1892,  Mo- 
nuinenta  linguae  ibericae,  Berlín,  1893.  La  Arqueología  en  Espa- 
ña. Inscriptiones  Hispaniae  christianae,  Berlín,  1871.  Supplementum, 
1900.  Additamenta  nova  ad  Inscriptiones  Hispaniae  latinas,  Berlín, 
T903.  Consúltese  Rev.  Arch.,  1901  (Abr.). — La  Ilustración  Española  y 
Americana,  rev.,  continuación  de  El  Museo  Universal,  Madrid,  1869 
hasta  hoy. — Juan  Palomo,  semanario  satírico  y  literario.  Habana, 
1869. — Leyendas  y  tradiciones  populares  de  todos  los  países  sobre  la 
Sma.  Virgen  María,  Madrid,  1869. — 'Antonio  López  Muñoz  (nació 
T849),  d^  Huelva,  catedrático  en  los  Institutos  de  Osuna,  Granada  y 
Cardenal  Cisneros  (1893).  político,  ministro  de  Instrucción  pública, 
publicó  Aliatar,  leyenda  (1869).  Trabajos  oratorios.  1889.  Trabajos 
forenses,  1896.  Para  el  teatro:  Errar  la  senda,  com.  (1875).  El  Le- 
gado, dr.  (1879).  Escupir  al  cielo,  dr.  (1879).  Herencia  forzosa,  dr. 
(1881).  Brenda,  dr.  (1884),  El  Amigo  de  la  casa,  com.  (1885).  El  Pre- 
cio de  un  caballo,  cuento  (1894). — La  Mano  Oculta,  Madrid,  1869, 
buen  periódico  político-satírico. — Leopoldo  Martínez  Reguera,  mé- 
c'ico,  redactor  de  La  Minerva  (1861),  colaborador  de  FJ  Bazar,  El  Si- 
glo Médico  Í1872-73),  etc.,  por  seud.  Leonardo  Gutiérrez  Ampelo,  pu- 
blicó Reseña  históricoidcscriptiva...  de  la  ciudad  de  Montoro,  ibid., 
1869.  Bibliografía  hidrológico-médica  española,  Madrid,  1892-96-97, 
tres  vals. — ^Luis  Martínez  Casado  estrenó  El  Gorrión,  jug..  Habana, 
1869.  Las  Glorias  de  las  Tunéis  (1869).  La  verdadera  felici^dad,  zarz, 


S.   XIX,    1869.  ADOLFO  RUIZ   DE  QUEVEDO  469 

(1869).  Pelayo,  loa  (1870). — Manuel  Martínez  Otero,  español,  publi- 
có Un  voluntario,  jug..  Habana,  1869.  Desde  niños  por  la  patria  (1870). 
Tanto  le  dan  al  buey  manso,  jug.  (1875). — Fray  Ramón  Martínez  Vi- 
gil  (1840-1904),  de  Somió  (Oviedo),  dominico  (1858),  obispo  de  Ovie- 
do (1884),  colaborador  de  La  Ilustr.  Cat.  (1877...),  El  Universo  (1903), 
La  Esp.  Modern.,  publicó  obras  desde  1869,  pero  siempre  plagiando, 
glosando  otras  sin  decirlo.  La  Orden  de  predicadores,  sus  glorias,  etc., 
seguidas  del  ensayo  de  una  biblioteca  de  dominicos  españoles,  Madrid, 
1884.  La  Antigua  civilización  de  las  Islas  Filipinas,  1891  (glosas  del 
padre  Chirino,  cuyo  mg.  tenía,  sin  saber  que  el  padre  Oolin  estaba  im- 
preso, el  cual  tomó  del  mismo  padre,  diciéndolo).  Cartas  Pastorales 
tres  vols.,  1898  (en  el  Congreso  le  probaron  plagios). — Manuel  Merry 
Y  CoLOM  (i835-]894),  ses'illano,  catedrático  en  el  Instituto  de  Osuna  y 
Universidades  de  Granada  y  Sevilla,  publicó  Un  viaje  á  Fea  {Rev.. 
Esp.,  1869,  t.  IX).  Del  origen,  fundación...  de  la  Universidad  de  Osu- 
na, Madrid,  1869.  El  Cannen  de  la  virtud,  Granada,  1874.  Estudio  sobre 
el  teatro  español  en  los  siglos  xvi  y  xvii,  Sevilla,  1876.  Historia  crítica 
de  España,  ibid.,  1885-87,  seis  vols.  Ensayo  crítico  sobre  las  Novelas 
ejemplares  de  Cervantes. — J.  Mora  y  Bellever  publicó  Crónica  biblio- 
gráfica, los  oradores  de  i86p  {Rev.  España,  t.  LXXII). — Carlos  Pa- 
lanca Gutiérrez,  mariscal  de  campo,  publicó  Reseña  histórica  de  la 
Expedición  de  Cochinchina,  Cartagena,  1869. — ^Martín  Palma  (1821- 
1884),  chileno,  el  miejor  novelista  por  entregas  de  su  tierra,  tiene  vehe- 
mencia de  propagandista  anticlerical  y  descripciones  brillantes,  á  veces 
rasgos  puntuales  de  costumibres;  publicó  Los  Secretos  del  pueblo 
(1869).  La  Felicidad  del  matrimonio  (1870).  Los  Misterios  del  confeso- 
nario (1874). — iMariano  Ponz,  redactor  de  La  Discusión  (1865),  pu- 
blicó ¡Riego!,  novela  histórica,  Madrid,  1869,  3.^  ed. — José  Puig  y 
Pérez  (1845- 1897),  redactor  de  El  Impar cial  y  La  Igualdad,  fundador 
de  El  Perro  Grande,  mediano  poeta  imitador  de  Heine  {Museo  Uni- 
versal, 1869),  publicó  Coplas  y  Quejas,  1869.  Coche  y  palco,  1872.  Lu- 
cas Gómez,  1873. — ^Carlos  Ramírez  de  Arellano  publicó  en  la  Rev. 
España:  Noticias  de  algunos  de  los  primeros  descubridores  de  Amé- 
rica (1869,  t.  X).  El  Ldo.  Pedro  de  la  Gasea  (1870,  t.  XV).  Notician 
biográficas  y  bibliográficas  de  los  escritores  judíos  y  portugueses 
([870  ts.  XII-XIII). — Juan  Facundo  Riaño  publicó  en  la  Rev.  Espa- 
ña Apuntes  sobre  el  Egipto  (1870,  t.  XIV).  La  Alhambra  (i834,. 
t.  XCVIT).  Una  relación  inédita  de  la  vida  de  D.  Carlos  hijo  de  Feli- 
pe II  (1870,  t.  XII).  Además:  Crónica  gral.  de  D.  Alonso  el  Sabio, 
Madrid,  1869,  Los  orígenes  de  la  arquitectura  arábiga,  1880.  The  in- 
dustrial arts  in  Spain,  Londres,  1879.  Critical  &  bibliographical  notes 
on  early  Spanish  m>usic.,  ibid.,  1887. — ^^Evangelina  C.  de  Rincón  So- 
ler, de  Tunja  (Colombia),  publicó  Los  Emigrados,  leyenda  hist.,  Bo- 
gotá, 1869. — Sermones  de  D.  Amaro  Rodríguez,  célebre  loco  del  Hos- 
pital de  Inocentes  de  Sevilla,  ibid.,  1869. — Adolfo  Ruiz  de  Quevedo^ 
español,  estrenó  La  Sangre  española  ó  un  Episodio  de  Vuelta  Abajo, 


460      PRIMER   PERÍODO   DE   LA   ÉPOCA   REALISTA   (185O-1869) 

Habana,  1869.  Hojas  de  otoño,  poes.,  1884. — José  M.*  Ruiz  de  Somavia 
y  R.^Mos  publicó  Poesías,  Sanlúcar,  1869. — El  Duque  de  San  Fernan- 
do publicó  Ligeros  apuntes  y  consideraciones  políticas,  morales  y  so- 
ciíües,  Vitoria,  1869.  Viajes  por  las  Amcricas.  Bilbao,  1871. — Nicolás 
María  Serrano  publicó  El  Dios  de  Suñer  y  Capdevila,  Madrid,  1869. 
Historia  universal  de  César  Cantú,  continuada,  1874,  siete  vols.  Com- 
pendio de  Historia  Universal  y  particular  de  España,  Madrid,  1875, 
siete  vols.  Diccionario  universal  de  la  lengua  castellana,  ciencias  \<  ar- 
tes, ibid.,  1875-81,  15  vols.  Compendio  de  Hist.  Univ.,  de  César  Cantú, 
1877.  Historia  de  N.  S.  de  Lourdes,  ibid.,  1878. — Luis  Octavio  de  To- 
ledo hizo  en  1869  el  Catálogo  de  In  Librería  del  Cabildo  toledano, 
Madrid,  1903. — .Enrique  Tovar  estrenó  La  Vuelta  del  marino,  Manila, 
1869. — Félix  M.*  de  Urcullu  y  Zulueta,  por  seud.  F.  de  Ziilema, 
publicó  Páginas  de  la  xñda  de  un  pollo  de  corazón  sensible,  escritas 
por  el  mismo,  1869. — Inés  Vasseur  (1853-1878),  camagüeyana  (Cuba), 
estrenó  La  causa  de  tu  dolor,  jug.,  Veracruz,  1869. — A.  Vidal  y  Díaz 
publicó  Memoria  histórica  de  h  Universidad  de  Salamanca,  ibid.,  1869. 
— Cayetano  Vidal  y  Valenciano  publicó  Imitadores,  traductores  y  co- 
mentadores españoles  de  la  "Divina  Comedia^'  (Rev.  España,  1869, 
t.  X).  Composiciones  escritas  para  las  veladas  liter.  del  Ateneo  Cata- 
lán, Barcelona,  1871.  El  Camino  de  la  fortuna,  por  Benj.  Frankíin, 
arreglo,  Barcelona,  1872.  Cortada,  su  vida,  sus  obras,  ibid.,  1872.  Elo- 
cuencia y  poesía  castellanas,  ibid.,  1875.  Manuel  Milá  y  Fontanals,  1888. 


índice,  por  años,  de  autores  y  obras  anónimas 


Abancens  (Rarmón),  1861. 
Abárzuza   (Buenaventura),    1865. 
Abeja  (La),  1862. 
Abel-Karl   1855  (en  Dan.  Man- 
tilla). 
Abella    Mendoza    (Temí stocks), 

1861. 
Aerantes  (Duquesa  de),  1850. 
Abreu  (Manuel),  1860. 
Academia  bibliográfica  Mariana, 

1863. 
Academia  cieñe.  Caracas,  1869. 
Academia  Españ.,  discursos,  1860. 
Acebo  (José  M.),  1855. 
Acosta  (Luis  Gonzalo),   1861. 
AcosTA   (Manuel   Luciano),    1861. 
AcosTA    DE    Samper    (  Soledad )  , 

1869. 
Actas  de  las  Cortes  de  Castilla, 

1861. 
Adela  (Sor),   1851   (en  Patxot). 
Afán  de  Rivera  (Antonio  M."  J.), 

1854. 
África  Bolangero  (V.),  1850. 
Aguayo  (Antonio),  1866. 
Agüero  y   Sánchez   (Pedro   de), 

1858. 
Aguilar  (J.  de),  1858. 
Aguilar  y  Sánchez  (José  M.*), 

1865. 
Aguilar  (Ventura),  1854. 
Aguilera  y  Velasco  (A.),   1865. 


Aguilera  López  (José),   1854. 
Aguiló     y     Fuster     (Mariano)  > 

1860. 
Aguinaldo   Habanero,    1857. 
Aguinaldo    de    Luisa    Molí n  a, 

1856. 
Aguirre  (Amelio),  1857. 
Aguirre  Matiol  (José),  1866. 
Aguirre    de    Tejada    (Patricio), 

1869. 
Ajenjos  (Br.)    1851. 
Alaminos     Sánchez     (Manuel), 

1859. 
Alarcón     (Juan     de     Sahagún) , 

1858. 
Alarcón  y  Meléndez  (P.   Tullo), 

1865. 
Alarcón   (Pedro  Antonio),    1855. 
Albareda  (José  Luis),  1860. 
Alborna  (Ignacio),  1852. 
Álbum  á  Isabel  II,  1860. 
Álbum  á  Luisa  Fernanda,  1856. 
Álbum  ó  Zorrilla,  1866. 
Álbum  dedicado  á  Isabel  II,  1860, 
Álbum  de  la  caridad,  1862. 
Álbum   de   la  guerra   de   África, 

1860. 
Álbum  de  la  infantería,  1861. 
Álbum  de  la  Rábida,  1856. 
Álbum  de  las  familias  (Fl),  1865.. 
Álbum  del  Bardo,  1850. 
Álbum  del  buen  humor,  1865. 


462 


AUTORES  Y  OBRAS  ANÓNIMAS 


Álbum  de  señoritas,  1852. 
Álbum  más  (Otro),  185 1. 
Álbum  pintoresco,  1851. 
Álbum  poét.  de  los  ferrocarriles 

del  Grao,  1855. 
Alcal.\  Galiano  (Dionisio),  1851. 
Alcalá  Galiano  (José),  1868. 
Alcalde  y  Valladares  (Antonio), 

1S60. 
Alcántara  (Joaquín  A.),   1862. 
Alcaraz  (Emilio),  1855. 
Alcovek  y  Jauma  (Ant.  Miguel), 

1852. 
Aldama  (Dionisio  S.  de),  1860. 
Aldana  (Ramón),  1852. 
Alegre  y  Garcés  (Miguel),  1863. 
Alegría  (H.),  1867. 
Alermón  y  Dorreguiz,  1859. 
Alfonso  y  Fulgosio  (Fernando), 

1865. 
Alfonso  (José  Luis),  1863. 
Alfonso  (Juan),  1868. 
Alhambra  {La),  1863. 
Alivio  del  Párroco,  1855. 
Alivio  de  Párrocos,  1853. 
Almagro  (Manuel  de),  1866. 
Almirante    y   Torroella   (José), 

1869. 
Alonso    Valdespino    (Camilo), 

1861. 
Alonso  y  Eguilaz  (Juan),   1857. 
Alonso  Díez  (Julián),  1863. 
Altadill   y    Teixidó    (Antonio). 

1853- 
Altamirano    (Ignacio     Manuel)  . 

1868. 
Alvarez    de   Araujo   y   Cuéllar 

(Angelj,  1866. 
Alvarez  (Emilio),  1855. 
Alvarez  (Francisco),  1867. 
Alvarez  (José  S.),  1868. 
Alvarez  Montequín  (Saturio  L.), 

1860. 
Alvaro  (Francisco  de),  1859. 
Alverá  Delgrás  (Antonio),  1855. 
Alvistur  (Manuel),  1860. 


Amado  Salazar  (José  M.*),  1852. 

Ameller  (Narciso  de),  1862. 

América  (La),  1857. 

América  poética.  1854. 

Amich  (Fr.  José),  1854. 

Amiera  (José),  1867. 

Amigo  de  las  Familias  (El),  1859, 

Amo  (Fr.  Mateo),  1858. 

Amor  (Fernando),  1859. 

Anales  de  Aviles,  1858. 

Anales  de  la  Universidad  de  Co- 
lombia, 1868. 

Ancizar  (Manuel),  1851. 

Andeyro  del  Castillo,  185 i. 

Andrade  (Olegario  Víctor),  1858. 

Ángel  (Maximino),  1851. 

Angelón  (Manuel),  1857. 

Anglora  (Ensebio),  1858. 

Anguita  y  Saavedra  (José  M.), 
1855- 

Ángulo  y  Heredia  (Antonio), 
1863. 

Antelo  (Nicomedes),  1865. 

Antequera  (Ramón),  1863. 

Antonio  de  'Caldas  (Francisco), 
1860. 

Aparici  y  Valparda  (José),  1862. 

Aranaz  y  Barrera  (Tomás),  1859. 

Aranda  y  Ponte  (Francisco), 
1858. 

Araxgo  y  Escandón  (Alejandro), 

1855. 
Arango  Valüés  (Antonio),  1856. 
Araquistaín  (Juan  V.),   1866. 
Arbulo  y  Alberdi  (Julián),  1867. 
Arcas  y  Sánchez  (Miguel),  1860. 
Arco  (V^entura  del),  1865. 
Arcos  (Gabriel  de  los),  1855  (en 

Arróniz,  Teresa). 
Arcos  y  Pérez  (José  de),  1859. 
Arderíus  (Francisco),  1866. 
Arenosa  (Antonio  L.),  1857. 
Arévalo  (Rafael),  1856. 
Augote    (Ignacio    M.'    Martínez 

de),   1859  (en  Martínez). 


AUTORES   Y   OBRAS  ANÓNIMAS 


463 


Arguelles  Toral  y  Hevia  (Ale- 
jandrina), 1861. 
Arguelles  y  Vallejos  (Antonio 

M-),  1854. 
Arias  (Juan  de  Dios),  1867. 
Arias  Vargas  (Leopoldo),   1855. 
Armas  (Francisco  de),  1866. 
Armas    y    Céspedes    (José    de), 

1865. 
Armiño  de  Cuesta  (Robustiana), 

1851. 
Arnaldo   Márquez   (José),    1863. 
Arnao  (Antonio),  185 1, 
Arnao   (Ramón   Iglacio),    1863. 
Arnau    y    Pascual    (José    M.*), 

1852. 
Arona   (Juan  de),    1863   (en   Paz 

Soldán). 
Arpa  rota  (El),  1858. 
Arrangoiz   (Francisco  de),    1869. 
Arrascaeta    (Enrique    de),    1850. 
Arredondo   (Enrique),    1S56. 
Arrieta  Mascárua  (José  Miguel 

de),   1865. 
Arrieta     y     Gómez     ( Manuel )  , 

1863. 
Arróniz  (M.  R.),  1858. 
Arróniz  (Marcos),  1856. 
Arróniz  y  Bosch  (Teresa),  1855. 
Arróniz  y  Thomas  (  Va«lentín  )  , 

1865. 
Arte  de  cazar,  1855. 
Arte  en  España,  1862. 
Arteaga  (Manuel),  1861. 
Artiñano    y    Zuricalday    (x\rís- 

tides),  1866. 
Arvelo  (José  Antonio),   1859. 
Arvelo  (Rafael),  (1850. 
Asamblea  Constituyente  de  i86p, 

1869. 
Asamblea...   de  1854  (La),   1855. 
Asenjo     Barbieri     (Francisco)  , 

1851. 
Asensio     Alcántara     (Joaquín), 

1852. 
Asensio  y  Torres  (José),  1855. 


Asensio   de   Toledo    (José   M.*), 

1864. 
Asín     de     Carrillo     (Felicitas), 

1859. 

Atienza    y     Huertos     (Rafael), 

1857. 
Auset  (Antonio),  1850. 
Austria  (José  de),   1855. 
Avecilla  (Federico),  1868. 
Avellaneda  (Nicolás),  1859. 
Aventuras  histAnov.,    1859. 
Averiguador  {El),   1868. 
Ayala  y  Aguilar  (José  de),  1861. 
Ayes  del  corazón,  1858. 
Azcárate  (Patricio),  1854. 


B.^BiLONi  Y  Corro  (Miguel),  1860. 
Bachiller    Canta-Claro    (El), 

1865  (^"  Romero  de  Quiñones). 
Balanciart  (Daniel),  1860  y  1860 

(en  Novela). 
Balart  (Federico),  1860. 
B albín    de    Unquera    (Antonio), 

1862. 
Baldo  (José  M.),  1866. 
Ballivian  (Adolfo),  1855. 
Baqueiro  (Serapio),  1865. 
Bareier  (José),  1854. 
Barcia  y  FERR.^CES  (Roque),  1853. 
Bardan  (Federico),   1865. 
Barra  Lastarria  (Eduardo  de  la), 

1858. 
Barrantes  y   Moreno   (Vicente), 

1851. 
Barrera  (Antonio),  1854. 
B.\RRERA    (Cayetano    Alberto    de 

la),  1860. 
Barrera  (Juan  Manuel),  1867. 
Barrera  y  Sánchez  (Ramón  B.), 

1861. 
Barrios   Casamayor   (Pedro), 

1850. 
Barros  Grez  (Daniel),  1855. 
Barros  Arana  (Diego),   1850. 


464 


AUTORES  Y  OBRAS  ANÓNIMAS 


Barroso   y   Bonzón   (Mateo), 

1859. 
Bassols  (Narciso),  1852. 
Bast  (Amadeo  de),  1851. 
Bautista  y  Vei,asco  (Marcelino), 

1868. 
Bauza  (Francisco),  1869. 
Becerra  (Ricardo),  1867. 
Becerro,  1866. 

BÉCQUER  (Gustavo  Adolfo),  1858. 
Bedoya  (F.co  de  P.  de),  1850. 
Beitia  (Fausto  Antonio  de  )  , 

1868. 
Beladiez  (Andrés  M.*),   1864. 
Beldad    de    las    verdades    (La), 

1866. 
Belén  (El),  1857. 
Beltrán  (Federico  Carlos),  1860. 
Belza  (Juan),  1856. 
Belzú    de    Dorado    (Mercedes), 

1854. 

Bellido  y  Montesinos  (Juan), 
1865. 

Bello  (Ángel),  1856. 

Benavides  y  Navarrete  (Anto- 
nio), 1860. 

Benítez  de  Guevara  (Concep- 
ción), 1860. 

Benot  y  Rodríguez  (Eduardo). 
1866. 

Berché  y  Claraco  (José),   1855. 

Bermúdez  de  Castro  (Jacobo), 
1860. 

Beknal  y  Soriano  (Julio),   1867. 

Bernal  o.  (Raimundo),  1858. 

Bernáldez  (Emilio),   1857. 

Berra  (Francisco  J.  A.),  1866. 

Berrio  (Juan  de  la  Cruz),  1858. 

Berro  (Aurelio),  1854. 

Bertrán  y  Ferrari  (José),  1859. 

Rerzosa  (Liberto),   1861. 

Betancourt  (José  Mercedes)  , 
1861. 

Betancourt  y  Salgado  (Luis  Vic- 
toriano), 1867. 

Biblioteca  americana,   1867. 


Biblioteca  de  la  risa,  1859. 
Biblioteca   hi-stor. -asturiana, 

1864. 
Biblioteca  universal,   1851. 
BiEDMA  (Juan  A.),  1855. 
Bilbao  (Manuel),  1852. 
Bisso  Y  Vidal  (José),  1868. 
Blanc  y  Navarro  (Luis),  1863. 
Blanco  (Benjamín),  1853. 
Blanco  (Eduardo),   1858. 
Blanxo     y     Jiménez     (Hilario), 

1865. 
Blanco    y    Salcedo    (J.    de    P.), 

1857. 

Blanco  y  Herrero  (Miguel), 
1860. 

Blanco  (Segundo),  1866. 

Blanch  (Adolfo),  1861. 

Blanch  é  Illa  (Francisco),  1865. 

Blanch  é  Illa  (Narciso),  1850. 

Blasco  y  Val  (Cosnue),  1866. 

Blasco  (Eusebio),  1862. 

Blasco  y  Moreno  (Rafael),  1856. 

Blat  y  Blat  (Agustín),  1860. 

Blat  y  Soto  (José  Manuel),  1860. 

Blest  Gana  (Alberto).   1858. 

BoBADiLLA  (M.  F.  de),  1850. 

Boira  (Rafael),  1862. 

BoLANGERO  (V.  Africa),  1850. 

Bolaños  (José),  1862. 

BoLUÚN  (Calixto),  1853. 

BoLET  Peraza  (.Nicanor),   1860. 

Boletín  de  teatros,  1855. 

BoLzr'itJ- Revista  de  la  Universi- 
dad, 1869. 

Bono  y  Serrano  (Gaspar),  1850. 

Borbolla  Fernández  (Fernando), 
1866. 

Borda  (José  Joaquín),  1860. 

Bordenada   (Calixto),   1851. 

Bordoy   (Bartolomé),    1861. 

BoRjA  (César),   1867. 

Borrero     (Esteban     de     Jesús), 

1853. 
Burrero  (Filomeno),   1869, 
Bosch  (Antonio  de  Padua),  1856. 


AUTORES  Y  OBRAS  ANÓNIMAS 


465 


BoscH  (Pedro  José),  1859. 

Botella  y  Andrés  (Francisco), 
1854. 

BoTTACH   (José  Saturnino),   1859. 

BouviER  Y  Pacheco  (Federico 
de),  1860. 

Bravo  y  Tudela  (Antonio),  1864. 

Bravo  (Fr.  Felipe),  185 1  (en  Bu- 
zeta), 

Bravo  y  Macías  (Rafaela),  1867. 

Bremón   (Leopoldo  M.''),   1856. 

Bret  (Bruno),  1862. 

Briceño  (Ramón),  1862. 

Bridoux  y  Mazzini  (Victorina), 
1863. 

BuE>?o  (Julio  €.),  1864. 

Buldú  (Fr.  Ramón),  1862. 

Burgos  (Vicente),  1861. 

Busquet  (Marcial),  1858. 

BusQUETS  (Manuel),  1857. 

BuSTAMANTE  (José  Cándido)  , 
1858. 

BusTiLLO  (Eduardo  Hano),  1860. 

Bustillo  (José),  1864. 

Busto  (Bliodoro  del),   1856. 

BuzETA  (Fr.  Manuel),   1850-51, 


Caballero  (Fernán),  1852. 
Caballero  (José),  1857. 
Caballero  y  Valero  (Víctor), 

1857. 
Cabanyes  (Lorenzo  de),  1868. 
Cabero  (A.),  1860. 
Cabrera  (Antonio  Benigno  de), 

1856. 
Cabrerizo  Sánchez  (Francisco), 

1869. 
CÁDIZ  (Vida   de  Fr.   Diego   José 

de),   1862. 
Calcagno  (Francisco),  1860. 
Calcaño  y  Paniza  (Carlos),  1864. 
Calcaño  y  Paniza  (Francisco  de 

Paula),  1862. 
Calcaño  (José  Antonio),  1852. 
Calcaño  (Julio),  1865. 


Calcaño  (Simón),  1863. 

Caldas  (Francisco  Antonio  de), 

1860. 
Calé  y  Torres  de  Quintero 

(Emilia),  1867. 
Calonge  y  Pérez  (Pedro),  1855. 
Caltañazor  (Ricardo),  1864. 
Calvacho  (Carlos),  1855. 
Calvo  (Carlos),  1862. 
Calvo  (Daniel),  1851. 
Callejas  (Feliciano),  1857. 
Camacho  Pradilla  (Pedro  A.), 

1851. 

CÁMARA    (Sixto),    1853. 

Camargo  (Ciríaco),  1867. 
Cammaraxo   (Salvador),    1856. 
Campaner  (Alvaro),  1857. 
Campano  (Lorenzo),  1869. 
Campillo    y    Correa    (Narciso), 

1858. 
Campillo    y    Casamor    (Toribio), 

1860. 
Campo  (Estanislao  del),  1866. 
Campo  (José  M.^),  1868. 
Campo-Redondo     (Calixto     F  .  )  , 

1862. 
Campos    y    Carreras    (Antonio), 

1864. 
Camprodón  (Francisco),  1851. 
Canalejas  y  Casas  (Francisco  de 

Paula),  1869. 
Cancionero     del     Esclavo     (El), 

1866. 
Cancionero    de    S.    Isidro    (El), 

1857. 
■Cándido  (EJ  P.),  1861. 
Canella  y  Meana  (Benito),  1858. 
Cano  (Fr.  Gaspar),  1864. 
Cano  y  Cueto  (Manuel),  1869. 
CÁNOVAS  DEL  Castillo  (Antonio), 

1852. 
cánovas  (m.),  1859. 
Cantagrel  (F.),  1862. 
Cantos  dolorosos,  185 1. 
Cao  y   Montiel   (Manuel),    1850. 
Caparros  (Juan  Julián),  1851. 


TOMO  viir. — 30 


466 


AUTORES  Y  OBRAS  ANÓNIMAS 


Capdepón  (Mariano),  1857. 
Capella  Toledo  (Luis),  1868. 
Capitán  (Juan  M.^),   1856. 
Capmany    y    Montpalau    (Anto- 
nio), 1860. 
Carballo    García    (Abelardo), 

1853. 
Carballo  (Benigno),  1862. 
Carballo  (Daniel),  1869, 
Cardüs  (Pedro),  1857. 
Carnaval     ó     D.     Guindo     {El), 

1857. 
Carnicero  (W.  Manuel),   1859. 
Caro  (Miguel  Antonio),   1866. 
Carralón    y    Larrúa    (Antonio), 

1859. 
Carrasco  (Alberto),  1862. 
Carrasco  (Constantino),  1861. 
Carrasco    de    Molina    (Felipe), 

1860. 
Carrasco  (Juan  B.),  1861. 
Carrascosa  y  Rivelles  (Manuel), 

1861. 
Carrasquilla   (Ricardo),   1863. 
Carreño  y  Urbaneja,  1850. 
Carreño  (Pedro),  1852. 
Carrera  (Luis),   1867. 
Carrera  y  Bou  (Salvador),  1865. 
Carreras  (Luis),   1867. 
Carreras  y  González  (Manuel), 

1866. 
Carreras  y  González  (Mariano), 

1851. 
Carrillo  (Alvaro),   1859  (en  Ra- 
fael del  Castillo). 
•Carrillo  (Antonio  L.),  1869. 
Carrillo  (Crescendo),  1862. 
'Carrillo    y    O'Farrill    (Isaac), 

1863. 
Carrión  (Antonio  Luis),   1865. 
Cartas  criticas,  1862. 
Garulla  (José  M.»),  1868. 
Casas    López    (Tomás    de    las), 

1854 
Casaval  (Zacarías  J  ',   1867. 
Cascabel  {El),  1863. 


Cascarosa  y  Ribelles  (Manuel), 

1854. 
Caso  (Pedro  C),  1861. 
Castel  León  (Renato),  1859. 
Castelar  (Emilio),  1855. 
Castell  (Manuel),  1855. 
Castellanos  y  Velasco  (Julián), 

1865. 
Castillo  (A.  Isaac  del),  1861. 
Castillo    Negrete    (Emilio    del), 

1867. 
Castillo   y   Alba   (Enrique   del), 

1851. 
Castillo  (José  M.»  del),  1868. 
Castillo   y   López    (Pelayo   del), 

1856. 
Castillo  (Rafael  del),  1859. 
Castro  (Fernando  de),  1850. 
Castro  y  Serrano  (José  de), 

1852. 
Castro  y  Duque  (Mariano), 

1862. 
Castro  (Modesto),  1864. 
Castro  (Rosalía  de),  1857. 
Catalina  y  Rodríguez  (Juan), 

1850. 
Catalina    y    del    Amo    (Severo), 

1857. 
, Catálock)  mss...  Univ.  Salatnanca, 

1855. 
Cavanilles    y    Centi    (Antonio), 

1859. 
Cavero  Martínez  {].  Clemente), 

1857- 
Ceballos   Quintana    (  Enrique )  , 

1866. 
Ceballos  (Ramón),  1856. 
Cepeko  (Belén),  1858. 
Cerda    Gariot    (Emilio    de    la), 

1865. 
Oerdá    de    Villarestán    (  M  . )  , 

1858. 
CÉSPEDES  (Darío),  1862. 
CÉSPEDES  (Úrsula),  1856. 
Cillis  DE  LÓPEZ  (Enrique),  1865. 


AUTORES  Y  OBRAS  ANÓNIMAS 


467 


CiSNEROs  Y  Lanuza  (Antoiiio  M.»), 

1852. 
CiSNEROs  Y  Nuevas  (Enrique  de), 

1850. 
CiSNEROS  (Luis  Benjamín),   1852, 
Clavé  (José  Anselmo),  1858. 
Clonard  (Conde  de),   1851. 
Coba  Gómez  (Juan  de  Ja),   1858. 
Cobos  (El  Padre),  1854. 
CócoR.'T,  (El),  1860. 
CocHRANE  (Lord),   1860. 
CÓDICE. . .    de    Cristóbal    Colón, 

1867. 
CÓDIGOS  españoles,  1850. 
CÓDIGOS  y  leyes  de  España,  1865. 
CoDiNA  (Juan),  1851. 
CoLECC.  Autor,  Españ.,  1863. 
CoLECc...   compos...   Córdoba, 

1862. 
CoLECc...   cofUrpos...   Córdoba, 

1865. 
CoLECc...  Cort'TS,  1855. 
CoLECC.    Discursos    de    la    Acad. 

Hist.,  1858. 
CoLECC...    doc...    de    la    Florida, 

CoLECC...  I>oc...  Indias,  1861. 

CoLECC...  fueros,  1852. 

OoLECC.    de    novelas...     cubanas, 

1855- 

CoLEcc.  de  obras  arábigas  de  hist. 
y  geogr.,  1867. 

CoLECc.  de  poes.,  185 1. 

CoLMEiRO  (Miguel),  1858. 

Colomera  y  Rodríguez  (Venan- 
cio), 1862. 

CoLL  Y  Vehí  (José),  1854. 

CoLLANTES    (Ag.    Esteban),    1853. 

Collazo  (José  Ant.),  1869. 

Comas  (Juan  F.co),  1858. 

'OoMÍN    Y    Sarte    ( Bienvenido )  , 

1857- 
Congas  (José),  1862. 
Concha  (León  F.co),  1852. 
Concha  (Manuel),  1857. 
Concha  y  Toro  (Melchor),  1862. 


Conejo  Soumosiers  (José),   1861. 

C0NPIGNY  (Juan  de),  1860. 

Conscience  (Enrique),    1864. 

Contemporáneo  {El),  1860. 

Contó  (César),  1854. 

Contreras  (Rafael),  1869. 

Copons  (Francisco),  1854. 

Corada  (Telesforo),  1867. 

CoRCES  (José),  1869. 

Corchado  (Manuel),  1863. 

CÓRDOVA  (Francisco  de),  1860  (en 
Coilecc.  de  novel-as). 

Cordovés  (Simón),  1861. 

CoRNET  (Cayetano),   1860. 

Corona  poét.  al  ejército  de  Áfri- 
ca, 1860. 

Corona  poct.  á  la,  Princesa,  1851. 

Corona  poét.  á  Quintana,  1855. 

Corona  poét.  á  Tamberlik,   1866. 

Corona  poét...  Tetuán,  1860. 

Corona  (La  mejor),  1868. 

Corona  (Antonio),   1860. 

Corral  (Miguel  Ángel),  1853. 

Corrales  Mateos  (Juan),  1853. 

Correo  de  la  Moda  (El),  1851. 

Correo  de  los  teatros,  1850. 

Correo   de    Ultramar   (El),    1853. 

Correo  Sino-pnamita  (El),   1866. 

Cortes  (Las),  1854. 

Cortes  de  los  antiguos  reinos  de 
León  y  Castilla,  1861. 

Cortes  de  Castilla  (Actas  de  las), 
i86i. 

Cortes  Constituyentes,   1854. 

Cortés  (Balbino),  1861. 

Cortés  (Eduardo),  1862. 

Cortés   (Francisco  de   P.),   1868. 

Cortés  (José),  1856. 

Cortés   (José  Domingo),   1866. 

Cortés  y  Suaña  (Luis),  1858. 

Corzo  y  Barrera  (Antonio), 
1861. 

Corzo  (Manuel  Ángel),  1861. 

Cos-Gayón  (Fernando),   1851. 

Coso  (Carlota),  1859. 

Cossío  (Juan),  1867.  ^ 


468 


AUTORES  Y  OBRAS  ANÓNIMAS 


Costa  (Ángel),  1860. 

Costa  (Cayetano),  1869. 

Costa    y    Borras    (José    Dom.), 

1865. 
Costales  (Manuel),  1856. 
CouDER  (Gerardo),  1862. 
Creencias  pop.  de  Asturias,  1855. 
Criado  (Fernando),   1850. 
Criado  Baca  (Heliodoro),   1863. 
Crónica  de  Ambos  Mundos,  1860. 
Crónica  de  la  guerra  de  África, 

1860. 
Crónica  gral.  de  España,  1865. 
Cruz   (P.   P.   Hidernando),   1863. 
Cruz  (Luis),  1868. 
Cruzada    Villamil    (  Gregorio )  , 

1864. 
Cuba  poética,  1859. 
Cubanos  pintados  por  sí  mismos 

(Los),  1852. 
Cubero  (Antonio),  1859. 
Cucalón  y  Escolano  (Sa'lvador), 

1856. 
Cuervo  (Ángel),  1867. 
Cuervo  (Rufino  José),   1867, 
Cuevas  (José  de  Jesús),  1862. 
Cuevas  (Teodoro),  1866. 
CuTANDA  (Francisco),   1858. 

Chacel   y   González   (Mariano), 

1866. 
Charanga    (La),    enciclop.,    1861. 
Charanga  (La),  periód.,  1857. 
CiiEix   Martínez   (Isabel),    1865. 

Dacarrete  (Ángel  M.»),  1854. 
Damaria  (Bernabé),  1855. 
Damato  (Francisco),  1859. 
Danvila  y  Collado  (Francisco), 

1861. 
D'Araujo  (José),  1863. 
Delgado  Lara  (Manuel),  1858. 
Delgado    (Manuel    Pedro),    1858. 
Delmas  (Juan  E.),  1864. 
Delmonte  (Casimiro),  1865. 


Delmonte  y  Portillo  (Domin- 
go), 1857. 

De  María  (Isidoro),  1859. 

Democracia  (La),  1856. 

Diario  Español  (El),  1852. 

DÍAZ  Fernández  de  Lamarque 
(Antonia),    1863. 

DÍAZ  (Antonio),   1857. 

DÍAZ   Quintana  (Antonio),   1865. 

DÍAZ  DE  Arcaya  (Blas  J.),  1850. 

DÍAZ  DE  Tuesta  (Cayetano),  1858. 

DÍAZ  Granados  (Domingo),  1855. 

DÍAZ   Valderrama   (José),    1852. 

DÍAZ  Y  Suiza  (José  Francisco), 
1867. 

DÍAZ  de   Covarrubias  (Juan), 

1857- 
DÍAZ  de  Arcaya  (Manuel),   1861. 

DÍAZ  Ballesteros  (Miguel),  1866. 

I   DÍAZ    de    Benjumea    ( Nicolás )  , 

1861. 

DÍAZ   Y    PÉREZ    (Nicolás),    1863. 

Dicción,  biográf.  univ.,  1862. 

Dicción,  enciclop.,  1853. 

Dicción,  enciclop.  de  G.  y  Roig,, 
1867. 

Dicción.   griego-lat.-¡csp.,    1859. 

Dicción,  marítimo.  1864. 

Dicción,  univers.  de  hist.  y  geo- 
grafía, 1853. 

Dimas   (Joaquín),    1862. 

Discursos  de  la  Acad.  Esp.  (des- 
de 1847),  1860. 

Discusión  (La),  1856. 

DocuM.  de  Amér.  y  Ocean.,  del 
arch.  de  Indias,  1864. 

DoT,z  DEL  Castelar  (Esteban), 
1851. 

DoMÉNECH    (Enrique),    1865. 

Domingo   Soler  (Amelia),   1860. 

Domínguez  y  Santí  ( Jacobo )  , 
1R62. 

Domínguez  (Manuel),   1851. 

Domínguez  (Miguel  Luciano), 
1865. 

Don  Quijote.  1867  y  1869. 


AUTORES  Y  OBRAS  ANÓNIMAS 


469 


Dorado  (Bernardo),  1861. 
Dulce  (Domingo),  1854. 
Duran  y  España  (F.),   1856. 


Eco  DEL  País  (£/),  1862. 

Eco    DE    LOS    Folletines    {El) , 

1854. 
EcHEMENDiA  (Ambrosio),  1865. 
Echevarría  (Fernando  José  de), 

1851. 
Echeverría   (Antonio  M.),   1864. 
Echeverría  (Juan  Manuel),  1851. 
Echezarreta    (Ramón    de),    1868 

(en  Beitia). 
Edo  y  Llop  (Enrique),  1861. 
Eguilaz   y   Yanguas   (Leopoldo), 

1853. 

Eguilaz  y  Eguilaz  (Luis  Martí- 
nez de),  1853. 

Eguren  (José  M.*  de),   1859. 

Eléboro  (Justo),  1864. 

Elizaga  (José  de),  1850. 

Elizalde  y  Escudero  (P.),  1859. 

Encarnación  (Fr.  Juan  Félix  de 
la),   1851. 

Enciclopedia  cómica,   1868. 

Enciclopedia  mod.,   185 1. 

Encina  (Carlos),  1856. 

Enríquez  (Ángel),  1858. 

Henríquez  y  'Carvajal  (Federi- 
co),  1865. 

Éntrala  (Francisco  de  P.),  1864. 

Epicaris,   1867. 

Erosa  y  Fontan  (Domingo), 
1865. 

Errazuriz  Zañartu  (Federico), 
1860. 

Errazuriz  (Isidoro),  1856. 

Escalante  (Amos  de),   1859. 

Escalante  (Félix  M.*),  1856. 

Escalera  (Evaristo),  1860. 

Escalera  (M.),  1856. 

EscAMiLLA  (Pedro),  1860. 

Escandón  (José  M."),  1862. 

Escena  (Lo),  1865. 


Escenas  de  la  vida,  1866. 
Escobar  (Arcesio),  1852. 
Escobar  (Emilio  Macías),   1853. 
Escola  (José),  1863. 
EscosuRA    Y     Hevia     (Antonio), 

1856. 
Escosura  y  Escosura  (Francisco 

de  la),  1859. 
EscRicH  (E.  Pérez),  1850. 
EiscuDERO    Y    Peroso    (Freacisco 

de  P.),  1864. 
Escudero  de  la  Peña  (José), 

1854. 
Escudero  y  Perosso  (,Luis),  1855. 
España  Musical  (La),  1850. 
España  Teatral  (La),  1856. 
EsPAR  (Joaquín),  1865. 
Espejo  (Jerónimo),  1867. 
Espinosa    y    Cutillas    (Juan    P. 

de),   1852. 
Espinosa  (Miguel  A.),  1864. 
EsPONDA  (Eduardo),  1851. 
Esquerra  (Arsenio),  1856. 
Esteban  de  Ingunza  (Francisco), 

1852. 
Esteva  (José  M.^),  1850. 
Estrada  (José  Manuel),   1865. 
Estrada  (Luis),   1856. 
Estrada  (Santiago),   1866. 
Estrella  de  Chile  (La),  1867. 
EzQUERRA  Y   Bayo  (Joaquín), 

1856. 


Fabra  y  Vila  (Manuel),  1853. 
Fabra  (Nilo  M."),  1861. 
Fabraquer  (Conde  de),  1861  (en 

Muñoz  y  Gaviria). 
Fábregues  (Salvador  M  .  *  de), 

1867. 
Fajardo  (Heraclio  C),  1856. 
Falcón  (Modesto),  1867. 
Fallón  (Diego),   1856. 
Fandango  (EF),  1850. 
Farsantes  (Los),  1868. 
Febrer  (Miguel),  1865.  ! 


470 


AUTORES  Y  OBRAS  ANÓNIMAS 


Feijóo  (Eduarda),  1865. 

Feijóo  (Víctor  C),  1863. 

Fernández  Grilo  (Antonio), 
1860. 

Fernández  y  Morales  (Antonio). 
1861. 

Fernández   (Cayetano),    1864. 

Fernández  Duro  (Cesáreo),  1867. 

Fernández  S.  Román  (Federico), 
185--. 

Fernández  (Francisco),   1868. 

Fernández  y  Gonz'áxez  (Fran- 
cisco),  1860. 

Fernández  (Gabriel),  1856. 

Fern.ández  Monje  (Isidoro), 
1852. 

Fernández  Córdoba  ( Joaquín  ) , 
1850. 

Fernández  (José),  1858. 

Fernández   Espino    (José),    1862. 

Fernández  Guerra  (José),   1859. 

Fernández  Llamazares  (José), 

1859. 
Fernández  de  la  Puente  (José), 

1853. 
Fernández    Elegido   (Leonardo), 

1856. 
Fernández  Guerra  (Luis),   1850. 
Fernández  y  González  (Manuel 

M.'),  1866. 
Fernández    Cuesta    (  Nemesio )  , 

1850. 
Fernández    de   Lande    (Pamela), 

1858. 
Fernández   Baeza  (Pascual), 

1852. 
Fernández    Neda    (Rafael    M.), 

1865. 
Fernández    y   Cárdenas    (Satlva- 

dor),    1856. 
Fernández  (Trinidad),   1857. 
Ferrán    y    Forniés    (Augusto)  , 

1861. 
Ferreira    y    Artigas    (Fermín), 

1860. 
Ferreiro  Peralta  (José),   1866. 


Ferri   (Gabino),   1859. 
Fiestas  en  Sevilla,  1866. 
Fillol  (José  Vicente),  1853. 
Fita  y  Colomé  (P.  Fidel),  1866. 
Flaco  (M.  F.  el),  1864. 
Flor  de  epigramas,  1866. 
Flor  de  letrillas,  1866. 
Flores  del  genio,  1863. 
Flores  del  siglo,  1853. 
Flores  (Manuel  M.'),  1862. 
Flores  (Z.),  18Ó9. 
Florez  (Antonio),  1B63. 
Florit  (Jorge),  1856. 
Fombona  (Evaristo),  1863. 
Fomento  Literario  (El),  1863. 
Fonseca  (Fr.  Joaquín),  1865. 
Font  y  Moresso  (Eusebio),  1856. 
FoNTAN  (Joaquín),  1851. 
Porcada  (Alvaro),  185 1. 
FoRNARis  (José),  1850. 
FoRS    DE    Casamayor    (Franoisco 

de  P.),  1867. 
FoRS  (Luis  Ricardo),  1865. 
FoRTEZA  (Guillermo),  1859. 
Fortuna  de  Próspero  {La),  1866. 
Francés  (Joaquín),  1856. 
Francisco  (José  Antonio  de )  , 

1850. 
Franco  (Ana  M."),  1860. 
Franco  V.  (Constancio),  1864. 
Francois  (Margarita),  1851. 
Franquesa   (  Francisco   de  P  . )  • 

Freixa  (Eusebio),  1860. 
Frías  (José  D.),  1855. 
Frontaura  (Carlos),  1856. 
Fuente  (José  Julio  de  la),  1858. 
Fuente  (Romualdo  de  la),  1855. 
Fuentes   (Manuel   A  t  a  n  a  s  i  o)  , 

1855- 

Fuentes  (Primitivo),  1862. 

Fuero  de  Navarra,  1869. 

Fueros  v  actas  de  Corte  de  Ara- 
gón, 1866. 

l<"uLG0Sio  (Fernando  Alfonso), 
1865. 


AUTORES  Y  OBRAS  ANÓNIMAS 


471 


Gafas  (José  M.'),  1860. 

Gaínza  y  Escobes  (Fr.  Francis- 
co), 1851. 

Gaitán  (José  M."  Ángel),  1851, 

Galán  (Ángel  M.»),  1856. 

Galería  nacional,  1854. 

Galería  universal  de  biografías, 
1867. 

Galiana  (Adela),  1861. 

Galianü  y  Aparicio  (Ignacio), 
1866. 

Galindo  (Aníbal),  1868, 

Galindo  y  de  Vera  (León),  1861. 

Galindo  Catalán  (Mateo  A. ), 
1860. 

Galindo  (Néstor),  1855. 

Gallardo  (Aurelio),  1856. 

Gallifa  y  Larraz  (Ángel),  1861. 

Garay  y  CIonde  (Juan  M.*),  1851. 

Garcés  González  (Valeriano), 
1863. 

Garci-Sánchez  del  Pinar,  1857. 

García  González,  1858. 

García  (Adolfo),  1856. 

García  del  Canto  (Antonio), 

1853. 
García    Camba    (  Biografía    de  ) , 

1853- 
García   Nogueras  (Diego),   1867. 
García  (Domicia),  1868. 
García  Ladevesse  (Ernesto), 

1867. 
García  Ruiz  (Eugenio),  1855. 
García  Cuevas  (Francisco),  1862. 
García  Vivanco  (Francisco), 

1863. 
García  Peláez  (Francisco  de  P.), 

1851. 

García  Moreno  (Gabriel),  185 1. 
García    Icazbalceta    (Joaquín), 

1858. 
García    Balmaseda    (Joaquina), 

1861. 
García  de  Arboleya  (José),  1851. 
García  y  García  (José),   1850. 


García    y    García    (José    Ant.), 

1869. 
García  Carrasco  (Juan),  1852. 
García  de  la  Linde  (Juan  M.), 

1865. 
García  Luna  (Luis),  1862. 
García  Martín  (Luis),  1858. 
García   de   Agüero    (Manuel), 

1861. 
García    de    Aguilar    (  Manuel ) , 

1852. 
García  Alburquerque  (Manuel), 

1S54. 
García  Retamera  (Manuel),  1865. 
García   (Manuel  Adoáfo),    1850. 
García  Jiménez  (Mariano),  1865. 
García  (P.  Ramón),  1866. 
García   Sánchez   (Ramón),    1867. 
García    Allende    ( Romualdo ) , 

1863. 
GarcIa  (Simón),  1861. 
García  y  García  (Vicente),  1867. 
García   de   Ouesada   ( Vicente ) , 

1865. 
Gari  y  Siumell  (Fr.  José  Ant.), 

1860. 
Gascón  y   Guimbao  (Urbano), 

1868. 
Gaspar  (Enrique),  1860. 
Gaspar   y   ]\L\ristany    (José), 

1857- 
Gassó  y  Ortiz  (Blanca  de),  1867. 
Gautier  de  Benítez  (José),  1868. 
Gavarrete   (Francisco),    1868. 
Gavilán    Escudero    (M  a  r  t  í  n) , 

1855. 
Gay  (Ramón),  1869. 
Gebhart  (Víctor),   1864. 
Gelabert    y    Correa    (Mariano), 

1859. 
Geler  (Raimundo),  1869. 
Gelpi  y  Ferro  (Gil),  18^4. 
Gelt  (Marcos),  1853. 
Ghinetti  (Domingo),   1855. 
Gil  Blas,  1864. 
Gil  Sanz  (AJvaro),  1869. 


AUTORES  Y  OBRAS  ANÓNIMAS 


Gil  de  Salcedo  (Manuel),   1857. 
Gil  y  Saxz  (Mariano),  1867. 
GiNER   DE   LOS   RÍOS   (Francisco), 

1866. 
GiRB.\L   (Enrique   Claudio),    1866. 
Girón  y  Cuevas  (Manuel),  1857. 
GiRONELLA  Y  Ayguals  (Antonio), 

1851- 

GiSBERT  Y  Abad  (José),  1864. 

Glorias    nacionales   (Las),    1852. 

GoicoECHEA  Y  ECHEVARRÍA  (Sa- 
bino), 1867, 

Goizueta  (José  M."),  1851. 

GÓMEZ  (Alejandro),  1864. 

GÓMEZ  (Antero),  1857. 

GÓMEZ  DE  'CÁDIZ  (Dolores),  1861. 

GÓMEZ  DE  LA  Cortina  (Francis- 
co), 1854. 

GÓMfz  Trigo  (Gaspar),  1863. 

GÓMEZ  DE  LA  Cortina  (Joaquín), 
1854. 

GÓMEZ  DE  Arteche  (José),  1859. 

GÓMEZ  DÍEZ  (José),  1860. 

GÓMEZ  Manes  (M.),  1865. 

GÓMEZ   SÁNCHEZ  (Manuel),   1865. 

GÓMEZ  Llarela  (Pedro),  1850. 

GÓMEZ  DE  LA  Torre  (Rafael), 
1850. 

GÓMEZ  Flores  (Vicente),  1861. 

Gondrecourt  (A.  A.),  1864. 

Góngora  y  Martínez  (Manuel 
de),  1868. 

González  Garbín  (Antonio), 
1862. 

González  García  (Antonio). 
1851. 

González  (Fr.  Ceferino),  1864. 

González    Pedroso    ( Eduardo )  . 

1855- 
González  Vera  (Fernando),  1868. 
González    Campo    (  Francisco )  , 

1852. 
González    Llanos    (Francisco), 

1860. 
González  Ri-z  (Francisco),  1852. 
González   Estrada   (José),    1864. 


González    Serrano  (José),    1850. 
González  de  Tejada  (José),  1859. 
González  Medel  (Juan),   1853. 
González  (Manuel),  1856. 
González  Llana  (Manuel),   1861. 
González  Prada  (Manuel),  1864. 
González  (Manuel  M.*),   1862. 
González    Moral    (Mariano), 

1864. 
González  Valls  (Mariano),  1859. 
González  Murióles   (Migue4), 

1855. 
González  (Nicolás),  1S61. 
González    Ocampo    (Primitivo). 

1855- 
González  (Ricardo),  1869. 
González  del  Camino  (Ricardo), 

1866. 
Gonzalo  de  las  Casas  (Tose). 

1857- 
Gorda  (La),  1868. 
GoRDÓN  (Eduardo  G.),  1858. 
Gormaz  (Valentín),  1860. 
Gorosábel  (Pablo  de),   1853. 
Gorriti   (Juana   Manuela),    1851. 
Govantes  (Felipe  M."  de),  1864. 
GovANTES  (José  Joaquín),  1865. 
Govantes  (Pedro  Pablo),   1856. 
GozLÁN  (León),  1862. 
Granes  (Salvador  M.*),  1864. 
Gregorio  Aspa  (Vicente),   1858. 
Grimaud  (José),  1866. 
Gronlier  (Camilo  Enrique),  1862. 
Grovanes    (Juan    Feliciano    de). 

1854. 
Guardia  (Heraclio  de  la),  1869. 
GuARÍN  (José  David),  1866. 
Guerra  (Antonino  de  la),   1855. 
Guerrero  (Juan  José),  1864. 
Guía  de  Zaragoza,  1860. 
Guicttot    y     Parooy     (Joaquín), 

1852. 
Guido  Spano  (Carlos),  1863. 
Guijarro    de    Molina    (Alvaro), 

1869. 
Guijarro  y  Rico  (José),  1865. 


AUTORES  Y  OBRAS  ANÓNIMAS 


47Í 


GuiLLAMAs  Y  Galiano  (Feman- 
do), 1858. 

GuiLLAMAS  (Manuel  de),  185 1, 

Guillen  y  Caravantes  (Felipe), 
1863. 

Guillen  y  Mesa  (Mariano),  1867. 

GuiMERÁ  (Miguel  P.),  1862. 

Guirnalda  (La),  1867. 

GuiTERAS  (Eusebio),   1866. 

Gutiérrez  de  Piñeres  (Germán), 

1857- 
Gutiérrez  de  la  Vega  (José), 

1850. 
Gutiérrez  (José  Rosendo),  1859. 
Gutiérrez  de  Tovar  (Juan),  1862. 
Gutiérrez  (Ricardo),   1860. 
GuzMÁN  DE  León  (A.),  1868. 
GuzMÁN  (Francisco  de  P.),  1864. 
GuzAtÁN  (Luis  de),  1868. 


Harrisse  (Henry),  1866. 
Heiss  (Aloíss),  1865. 
Henao  y  Muñoz  (Manuel),  1865. 
Heredia    (José    F.co),    1870  (en 

Piñeyro). 
Heredia  y  Heredia   (  Narciso  )  , 

1857- 
Hermoso  (Jesús),  1868. 
Hernández  (Buenaventura),  1855. 
Hernández    de    Padilla    (Cayo), 

1S50. 
Hernández  (  Domingo  Ramón  )  , 

1855- 
Hernández  y  Ferrer  (Eduardo), 

1858. 

Hernández  Soldevilla  (Eduar- 
do), 1857. 

Hernández  (Gaspar),    1856. 

Hernández  Hernández  (J  o  s  é")  , 
1861. 

Hernández  del  Mas  (José),  1852. 

Hernández  y  Rodríguez  (Juan), 
1S65. 

Hernández  y  A.  Figueroa  (Pa- 
blo), 1866. 


Hernández  Pavolini   (Pedro), 

1853. 
Hernández   Fraile  (Pío),   1864. 

ItIernando  (Victoriano),   1857. 

Herrera  (José  Hipólito),  1862. 

Herrera  y  Robles  (Luis),   1867. 

Herrera  (Pablo),  1860. 

Herrero  (Fr.  Casimiro),   1869. 

Herrero   Espinosa   (  Sebastián  )  , 

1860. 

Hevia  (Deogracias),  1857. 

Hevia  y  Prieto  (Domingo),  1862. 

Hidalgo  (Pedro  M.^),  1866. 

Hidernando  de  la  Cruz  (P.  P.), 

1855. 

Hinestrosa  (León),  1851. 

Historia  Argentina,  1851. 

Historia  de...  Sartorius,  1850. 

Historia  de  las  Ord.  de  Caballe- 
ría, 1865. 

Homilías,  1865. 

Hosta  (José),  1866. 

Mostos  (E^ugenio  M."  de),   1863. 

HiJBNER  (Emilio),  1869. 

Huelbes  Temprado  (Joaquín  de), 
1868. 

Huerta  (Fr.  Félix  de),  1855. 

Huerta  Posada  (Ramón  de), 
1864. 

Hurtado  del  Valle  (Antonio), 
1864. 


Ibá'ñez  y  García  (Luis  de),  1859. 
Iberia  (Lo),  1854. 
Igaga  (José  Aniceto),  1856. 
Iglesias  (Pedro  Ant.),  1859. 
Igualdad  {La),  1868. 
Ilusración   Esp.   y   Amer.   {La); 

1869. 
Imparcial  {El),  1867. 
Inclán  (Luis  G.),  1865. 
Infante  (Eduardo),  1850. 
Infante  de  Palacios  (Santiago), 

1851. 
Infantes   (Fr.   José),    1854. 


474 


AUTORES   Y   OBRAS   .^"ONIMAS 


Inza  (Eduardo  de),  1864. 
Inzenga  y  Castellanos  ( José )  , 

1851. 
IÑIGO  Y  Miera  (Manuel),  1863. 
Ikiondo  (Eduardo),  1867. 
Iris  (El),   1855. 
ISAACS  (Jorge),  1867. 
Iturrino  (José),  1864. 

IZAGUIRRE    (Eligió),    1862. 

Izaguirre  (José  M."),  1853. 
IzcHUDY  (Fernando),  1862. 


Jaimes  (Ju^lio  L.),  1865. 
Jaxer  (Florencio),  1855. 
Jesús  Cuevas  (José  de),  1862. 
Jiménez  (Augusto),   1853. 
Jiménez    Placer    (Carlos),    1857. 
Jiménez    de    Sandoval   (Crispín), 

1852. 
Jiménez  y  Guited  (  Francisco  )  , 

1860. 
Jiménez  Serrano  (José),  1851. 
Jiménez  (José  F.),  1851. 
Jiménez  (Fr.  Manuel),   1867. 
JiMENO    Martínez    (Eusebio), 

1856. 
Joarizti  (Adolfo),  1864. 
JoRRETO  Y   Paniagua   (  Manucl )  , 

1866. 
JouvE  (Faustino),  1860. 
JovER  Y  Sans  (Amador),  1855. 
Joyas  del  parnaso  cubano,  1855. 
Juan  Palomo,  sem.,  1869. 
Jugo  Ramírez  (Diego),  1864. 
Tustiniano    y    Arribas    (Juan 

Nep.),   1854. 


Kónig  (Abraham),  1868. 


Labaila  y   González   (Jacinto) 

1858. 
Lacasa  (Pedro),  1858. 


Lafita  y   Blanco   (Francisco  de 

A),  1862. 
Lafuexte  y  Alcántara  (Emilio) ^ 

1859. 
Lafuente  (Romualdo),   1861. 
Lamarque  de  Novoa  (José),  1863. 
Lamberti  (Antonino),   1850. 
Lanua  (Juan),   1867. 
Landa   y   Alvarez    (Nicasio   de), 

1860. 
Landaluce   (Víctor   Patricio  ), 

1852. 
Lapuente  (Laurindo),  1856. 
Larios  (Manuel),  1852. 
Larra  (José  M.'  de),  1850. 
Larra  y  Wetoret  (Luis  Mariano 

de),  1851. 
Larrea  (José  M.^  de),   1853. 
Larriva  (Juan  F.co  de),  1857. 
Larroca  (F.  de),  1864. 
Lasaga  Larreta  (Gregorio),  1865. 
Laserna  (Gaspar  de),   1855. 
Lasso  de  la  Vega  (Ángel),  1861. 
Lasso  de  la  Vega  (Jorge),  1856. 
Lasso  de  la  Vega  (Juan),  1862. 
Laúd  del  desterrado  (El),  1858. 
Laúdes  (Cuatro),  1853. 
Lavalle  (José  Ant.),  1859. 
Laverde    y    Ruiz    (Gumersindo), 

1868. 
Leal  (José  R.),  1860. 
Leclerc  (Ch.),  1867. 
Lectura  (La),  1859. 
Ledesma  (Valentín),  1853. 
Ledo  del  Pozo  (José),  1853. 
Lens  (Benjamín),  1861. 
León  Español  (El),  1854. 
León   y    Domínguez    (Tose   M.'), 

1865. 
León  (José  Socorro  de),  1852. 
León  Mera  (Juan),  1854. 
León  Máinez  (Ramón),   1868. 
León    (Teodoro   Aquilino),    1867. 
Leonor  (Gabino),  1851. 
Lerdo  de  Tejada  (Miguel),  1850. 
Lesnas  (El  Tío),  1861. 


AUTORES  Y  OBRAS  ANÓNIMAS 


47  D 


Leyendas...  sobre  María,  1869. 
LiERN  (Rafael  M,'),  1852. 
Linares  y  La  Madrid  (Benigno), 

1855- 
L1NIERS  (Santiago  de),   1868. 
Lira  patr.  del  Perú,  1853. 
Lira  (Martín  José),  1868, 
Lira  (Máximo  R.),  1868. 
LocuR.A  (Lo),  1867. 
López  (Abraham),  185 1. 
LÓPEZ  DE  Ayala  (A  d  el  a  r  d  o)  , 

1851. 
LÓPEZ  Anitúa  (Ángel),   1860. 
LÓPEZ  Muñoz  (Antonio),  1869. 
LÓPEZ   García   (Bernardo),    1859. 
LÓPEZ  Y  Malta  (Cándido),   1868. 
LÓPEZ  Y  Muñoz  (Cristóbal),  1862. 
LÓPEZ   Y   Ramírez    de   Arellano 

(Eladio),  1862. 
LÓPEZ  (Evaristo),  1864. 
LÓPEZ  Vela  (Fausto),  1866. 

LÓPEZ    ViLLABRILLE    (FaUSto), 

1853. 

LÓPEZ  (Felipe),  1859. 

LÓPEZ  Aldeguer  (Francisco), 

1853. 
LÓPEZ  DE  Argote  (Ignacio  M."), 

1859. 
LÓPEZ  Portillo  (José),  1866. 
LÓPEZ  (José  Hilario),  1857. 
LÓPEZ  (José  Florencio),   1868. 
LÓPEZ    Y    Martínez    (José    M.*), 

1862. 
LÓPEZ  Itelo  (Juan),  1854. 
LÓPEZ  DE  Vergara  (Juan  X.), 

1858. 
LÓPEZ  Y  MuÑiz  (Lorenzo),  1865. 
LÓPEZ    Lorenzo    (Manuel),    1866. 
LÓPEZ    Borreguero    (Ramón), 

1865. 
LÓPEZ  Guijarro  (Salvador), 

1868. 
LÓPEZ    NovoA   (Saturnino),    1861. 
LÓPEZ  Navalón  (Valentín),  1855. 
Lora  (Miguel),  1860. 
LoRENTE  Y  Mora  (Ramón),  1855. 


Lorente   (Sebastián),    1860. 

Lorenzo  Luaces  (Joaquín),  1857. 

Lorenzo  Gonzalo  de  Murga  (Jo- 
sé de),  1863. 

Losáñez  (José),  1861. 

Lossada  Piñeres  (Juan  Antonio),. 
1 866. 

Luna  (Ramón  R.),  1861, 

Luoue  de  Beas  (Diego),   1S52. 

Luz  de  la  Madrid  (Francisco  de 
la),  1856. 

Llacayo  y   S.   María  (Augusto),. 

1859. 
Ll.-^na  (Manuel  C),  1868. 
Llanos    y   Alcaraz    (Adolfo), 

1864. 
Lleras  (José  Manuel),  1863. 
Llofríu    y    Sagrera    (Eleuterio) 

1858. 
Llona  (Numa  Pompilio),   1865. 
Llorens    y    Torres    (Modesto),. 

1863. 
Llórente     Salazar     ( Evaristo ), 

1862. 
Llórente  Lázaro  (Ramón),  1856- 
Llorente  y  Olivares  (Teodoro), 

1859. 

Macía   y   Agosta   (Federico), 

1860. 
Macías   Escobar   (Emilio),    1853. 
Macpherson    (Catalina),    1853. 
Madiedo   (Manuel   M."),    1859. 
Madrid  (Francisco  de  la),   1866. 
Maestrick  {El  Sitio  de),  1856. 
Magariños    'Cervantes    (Mateo), 

1851. 
MÁiQUEZ  (Rafael),   1852. 
MÁiQUEz  (Ramón),  1861. 
Maldonado    Meléndez    (Bruno), 

1860. 
Maldonado    Macánaz    (Joaquín), 

1857. 
Malo  de  Molina  (Manuel),  1857. 


476 


AUTORES  Y  OBRAS  ANÓNIMAS 


Mallí    de    Brignole    (Antonio), 

1850. 
Mano  oculta  (La),  1869. 
Manrique   (Cayetano),    1861. 
Mansilla  de   García   (Eduarda), 

1857. 

Mansilla  (Lucio  V.),  1864. 

Manso  de  Noronha  (Juana  Pau- 
la), 1854. 

Manterola    (Vicente),    1862. 

Mantilla  (Daniel),   1855. 

Manzano    Oliver    (  Francisco  ) , 

1859. 
Mañanas  habaneras,  1867. 
Maquet  (Augusto),  1863, 
Mará  VER  y  Alfaro  (Luis),  1863. 
Marco  y  Sánchez  (José),  1855. 
María  (Ana),  1857. 
María  Beladiez  (Andrés),    1864. 
María  de  la  Cerda  (Carlos), 

1865. 
María  (Isidoro  de),  1867. 
María    de    la    Cueva    (Manuel), 

1865. 
Mariátegui   (Eduardo  de),    186  í. 
Marichalar  (Amalio),   1861. 
Marín    de    Espinosa    (Agustín), 

1856. 
Marino  (Juan  Agustín),   1866. 
Mariscal   (Ignacio),    1868. 
Maroto    de    Quirós    (Eduardo), 

1853- 
Marqués    de    Prado    (José    A.), 

1851. 
Márqlt:z   (José   Arnaldo),    1863, 
Márquez  (José  de  Je^ús),   1865. 
Marquina  (Pedro),   1867. 
Marrero  y  Caro  (Rosa),  1867. 
Marroquí N  (José  Manuel),   1858. 
Martel   Fernández   de   Córdoba 

(Teodoro),   1861. 
Martí  Miquel  (Jaime),  1860. 
Martí   y   Folguera  (José),   1867. 
Martí  y  Cantó  (Juan),  1857. 
Martí  (Luis),  1858. 
Marticorena  (Martín),  1851. 


Martín    de   la    Guardia    (Hera- 

clio),   1853. 
Martín  del  Pozo  (José).  1866. 
Martín    Carramolino   (  í  u  a  n  )  , 

1859. 
Martín  Cortés  y  Fuster  (Juan), 

1851. 
Martín   y   de   Castro   (Luis), 

1S59. 
Martín  (Meütón),   1864. 
Martín    Mateos    (  Nicomedes  )  , 

1851. 
Martín  Feuillet  (Tomás),  1852. 
Martínez  (Antonio),   1856. 
Martínez    Xavarro    (Carlos), 

1857. 
Aíartínez   (Cipriano).   1860. 
Martínez    Cordero    (Elíseo    A.), 

1862. 
Martínez     Cuende    (  Eugenio  )  , 

1851. 
Martínez  Zapata  (F.),  1860. 
Martínez     Pedrosa    (Fernando), 

1856. 
Martínez    de    Artzala    (Francis- 
co), 1850. 
Martínez     de    Argote     (Ignacio 

M."),  1859. 
Martínez     Pinillos    (  Joaquín  )  , 

1865. 
Martínez  de  Mazas  (José),  1861. 
Martínez   Monroy   (José),    1858, 
Martínez  (José  M."),  1861, 
Martínez    Iñiguez    (José    M.'), 

1863. 
Martínez    Reguera     (Leopoldo), 

1869. 
Martínez    Casado    (Luis),    1869. 
Martínez  de  Eguilaz  (Luis), 

1853- 
Martínez     Rarrionuevo     (  M  a  - 

nnel),    1^82. 
Martínez   Casado   (Manuel)  , 

1854. 
Martínez  de  Morentín  (Manuel), 

1857. 


AUTORES  Y  OBRAS   ANÓNIMAS 


477 


Martínez  Otero  (Manuel),  1869. 
Martínez    Quintanar    (Manuel), 

1851. 
Martínez  y  Sanz  (Manuel),  1859, 
Martínez  de  la  Torre  (Ramón), 

1854. 
Martínez    Vigil    (Fr.    Ramón), 

1869. 
Martínez  (iSatumino),  1866. 
Martínez    Muller    (Victoriano), 

1856. 
Martorell  y  Fivaller  (José  M." 

de),  1863. 
Martos  y  Balbi  (Cristino),  1854. 
Marty  Caballero  (Luis),  1857. 
Marzo  Sánchez  (Ildefonso),  1850. 
Masó  (Bartolomé),  1854. 
Mata  y  Oneca  (Serafín),  1863. 
Mateos  Gago  (Francisco),  1868, 
Matías    Domínguez    (Alejandro), 

1861. 
Matías  Aviles  (José),  1862. 
Matta  (Guillermo),  1853. 
Mayo  (Francisco  de  Sales),  1860. 
Mayo  (José),  1864. 
Maza  (Eduardo),   1863. 
Medina  y   Sánchez   (Tristán   de 

Jesús),  1852. 
Mejía  (Epifanio),   1863. 
Melcior  (Carlos  José),   1859. 
Melero  (José  Lino),  1858, 
Memorial  hist,  esp.,  1851. 
Memorias    de    D.    Fernando    IV, 

1860  (en  A.  Benavides). 
Memorias    de    los    virreyes    del 

Perú,    1859. 
Mencía  y  Echevarría  (Antonio), 

1861. 
Méndez  de  Ribera  (Alvar),  1858. 
MÉNDEZ  (Gervasio),  1864. 
Mendialdúa    (Francisco    Manuel 

de),  1850. 
Mendoza  (Antonio),  1850. 
Mendoza  (Javier  de),  1861. 
Mendoza  (Luis  de),  1857. 
Mendoza  (Tomás),  1867. 


Mera  (Juan  León),   1854. 
Merchán  (Rafael  M."),  1868. 
Merino  (Florencio),   1859. 
Merry  y  Colom  (Francisco), 

1864. 
Merry  y  Colom  (Manuel),  1869. 
Mesa  y  Aguilar  (José  de),  1851. 
Mesa  (Pío  B.),  1866. 
Mesía  de  la  Cerda  (Carlos), 

1864. 
Mestre  y  Tolón   (Ángel),    1863. 
Mestre  (José   Manuel),   1862. 
Mestres  (Antonio),  1854. 
Migueleña   (Guillermo),    1864. 
MiER  Y  Barbery  (Eduardo), 

1861. 
Millares  y  Cubas  (Agustín), 

1860. 
M1Ñ0TA  (Enrique),   1S59. 
Miguel  y  Badí a  (Francisco), 

1864. 
Miguel  de  Losada  (Juan),   1860. 
Miguel   Herrero  (Leandro), 

1864. 
MiRABAL  (Lugarda),  1865. 
Miranda  (Belén  de),  1867. 
Miranda   y   Ramírez    (Eduardo),. 

1853. 

Miranda  (Ignacio),   1866. 

Miras  (Francisco),  18Ó1. 

Miró  (Etailio),   1857. 

Mobellán  (S.  de),  1862. 

Moja  y  Bolívar  (Federico),  1868. 

Molas  (Mariano  Ant.),  1868. 

Molero  de  Borbolla  (  Rafael )  , 
1862. 

MoLESTiNA  (Vicente  E  m  i  J  i  o  )  , 
1865. 

MoLENES  (Pablo),  1850. 

Molina  (Blas),  1850. 

Molina  (Felipe),  1850. 

Molina  (Ricardo),   1862. 

Monear  y  Sors  (Diego),   1853. 

Monreal  Jiménez  de  Embún  (Ju- 
lio),  1864. 


478 


AUTORES  Y  OBRAS  ANÓNIMAS 


MoNTALVo  Y  Castillo  (José), 

1863. 
MoNTALVO  (Juan),  1866. 
MoNTALVO  Y  Jardín  (Luis),  1861. 
Monte  y   Tejada   (Antonio  del), 

1853- 
Monte  y  Portillo  (Domingo 

del),   1857. 
Montero   (Francisco    M.'),    1850. 
Montero  y  Akóstegui  (José), 

1859- 
jMontes    del    Valle    (Agripina), 

1850. 
Montesinos   (Martín   D.),    1867. 
MoNTi  (Ángel  M."),  1851. 
Montufar  (Manuel),  1853. 
Mora  y   Bellever  (J.),   1869. 
Mora  (Juan  de  Dios  de),  1853. 
Morales  (J.  R.),  1855. 
Morales  (Justo),  1865. 
Morales    de    Castro    (Ricardo), 

1865. 
Moran  (Fr.  José  M.  ),   1867. 
Morante  (Marqués  de),  1854  (en 

J.  Gómez  de  da  Cortina). 
MoRAYTA  (Miguel),  185 1. 
M0REIR0  (Juan),  1859. 
MoREL  (Ramón),  1851. 
Moreno  y  Morales  (  Eduarda ) , 

1857. 
Moreno  Cebada  (Emilio),   1856. 
Moreno  Astray  (Félix),    1863. 
Moreno  Godino  (Florencio),  1854. 
Moreno   Nieto  (José),   1864. 
Moreno  Gil  (Pantaleón),  1863. 
Moreno  Rey  (Rogelio),   1867. 
Morera    y    Valls    (Francisco), 

1850. 
Moret  (Eugenio),  1861. 
M0RETI  (Juan  José),  1867. 
Morgaez  (Braulio),   1852. 
MoRiANO  (Felipe),  1861. 
Morillas  (Pedro  J.),  1857. 
Mortgall    (Guillermo),    1850. 
Mosaico  (El),  1858. 
M0SCOGE  (Ginés  de),  1851. 


Mosquera   (Ricardo),   1861. 
Mosquera  (Tomás  C),  1853. 
Mosquito  (El),  1864. 
Mossi  (Miguel  Ángel),  1857. 
Motín  de  las  estrellas  (El),  1866. 
Mozo  DE  Rosales  (Elmilio),  1859. 
Muerte    de    Curro    Cejas    (La), 
1866. 

MUGIENSE    (R.    El),     1862. 

Mundo  suspirando,  185 1. 
Muntadas  (Miguel),  1867. 
Muñoz   Rubalcaba  (  Francisco  )  , 

1859- 
MuÑ-oz  Y  Ruiz  (Francisco),  1862, 
Muñoz  y  García  (José),  1866. 
Muñoz  y  Gaviria  (José),   1861. 
Muñoz  Andrade  (Ramón),   1852. 
Muñoz  (Tomás  M.),  1862. 
Murga  (José  M."  de),  1868. 
MuRGUÍA   (  M  a  n  u  e  1    Martínez), 

1856. 
MuRiLLO  (Valentín) ,  1863. 
Murmurios  del  Cauto,   1853. 
Museo  ilustrado,  1852. 
Museo   Universal  (El),   1857. 


Nación  (La),  1868. 
Nadal   de  Gurrea  (José),   1866. 
Naguet  (Augusto),  1863. 
Nanclares    (Eustaquio    M.*    de), 

1852. 
ÑAPÓLES   Fajardo   (Juan    C  .  )  , 

1857- 
Nard  (Francisco),   1851. 
Navarrete  y  Romay  (Carlos), 

1856. 
Navarro  y  Rodrigo  (Garlos), 

1851. 
Navarro  (Cecilio),  1857. 
Navarro  (José  M.'),   1861. 
Navarro  (Juan  R.).  1853. 
Navarro    Viola    (Miguel),    1854 

(en  El  Plata). 
Navidades  (Las  Cuatro),   1857. 
Negrín  (Ignacio),  1866. 


AUTORES  Y  OBRAS  ANÓNIMAS 


479 


Xegro  (^Rufo  de),  1854. 

Neira    Acevedo    (José    Ignacio), 

1867. 
Neira  Acevedo  (Pedro),   1857. 
Nemidoru,  1862. 
XicoLÁs    de    Palomera    (Carlos), 

1861. 
Nieto  (Emilio),  1866. 
Nieto  Serrano  (Matías),  1867, 
Nieva  (Juan  José),  1852, 
NiN  (José  M."),  1855. 
Nocedal  (Cándido),  1854. 
Nocedal  (Ramón),  1868. 
Noches  literarias,  1866. 
Nodal  (Sinforoso),  1865. 
Nogueras  (Manuel),  1865. 
NoGUÉs  (José  M."),  1861. 
Nombela  (Julio),  1857. 
Nombres  antig,  de   l<is  calles  de 

Cádiz,  1857. 
NouGUÉs  Y  LiÑÁN  (Juan  Pablo), 

18:7. 
Novedades  {Las),  1850. 
Novelas   {Colección  de),   1860. 
Novia  de  Salcedo  (Pedro),  1851. 
NovoA  (Ernesto),  1859. 
Numaxcia  destruida,  1864. 
NÚÑEZ  de  Arce   (Gaspar),    1859. 
NúÑ"EZ  DE  Arenas  (Isaac),   1858. 


Ochoa  y  !Madrazo  (Carlos),  1858. 

OcHOA  DE  Alda  (Feliz),  1850. 

Ochoa  (Teodoro  de),  1855. 

Odriozola  (Manuel  de),  1863. 

Olavarría  y  Ruarte  (Eugenio 
de),  185 1. 

O'Leary  (General),   1854. 

Oliver  (Bienvenido),  1867. 

Oliver  y  Hurtado  (José  Ma- 
nuel),  1861. 

Olózaga  (José  de),   1864. 

Olózaga  (Salustiano  de),  1853. 

Ollantay,  i 86  i  (en  Const.  Ca- 
rrasco). 

Omil  (Alvaro),  1867. 


Oneille  y  Rosiñol  (Juan),  1853. 
Ontañón    Enríquez    ( Jacinto )  , 

1862. 
Orense  (José  M.'),  1863. 
Orozco  y  Berra  (Fernando), 

1850. 
Orozco  y  Berra  (Manuel),  1853. 
Orrego  (Rosario),   1859. 
Orta   y   Fernández   (Juana   de), 

1850. 
Ortega  Girones  (Juan),  1867. 
Ortega  de  la  Flor  (Luis),  1856. 
Ortega  y   Frías   (Ramón),    1853. 
Ortiz    Urruela   (José   Antonio), 

1853. 
Ortiz  (José  M.*),  1860. 
Ortiz  Máiquez  (Juan),   1859. 
Ortiz  (Luis  G.),  1856. 
Ortiz  de  Pinedo  (Manuel),  1857, 
Ortiz  de  la  Vega  (Manuel), 

185 1  (en  Patxot). 
Ortiz   (Silvestre  M.''),    1861. 
OssoRio  (Fernando),   1856. 
Ossorio   y   Bernard    (  Manuel )  , 

1859. 
Otero  (Ramón),  1867. 


Paadín  y  Tolosa  (Juan),  1855. 
Pablo   Blanco  (José  de),  1857. 
Pacheco  y  Obés  (Melchor),  1865. 
Padilla  (Mariano),   1858. 
Padua  (Antonio  M."  de),  1867. 
PÁEZ  (José  A.),  1867. 
Pagés  (Juan  Ant.),  1853 
Palacio  (Eduardo  de),   1859. 
Palacio  (Manuel  del),  1862. 
Palanca  Gutiérrez  (Carlos), 

1869. 
Palau  (Melchor  de),   1866. 
Paliza  (Evaristo  de  la),  1855. 
Palma  (Manuel  R.),  1855. 
Palma  (Martín),  1869. 
Palomera  (Carlos  N.),   1861. 
Palomino    (Rafael    Leopoldo), 

1857. 


48o 


AUTORES  Y  OBRAS  ANÓNIMAS 


Palou  y  Flores  (Francisco), 

1851. 
Palou  (Francisco  de  Asís),  1866. 
Palou  y  Coll  (Juan),  1859. 
Panegíricos  (^Copiosa  colee,  de), 

1S60 
Parada   y   Barreto   (José),    iSfS. 
Pardo  y  Fernández  (Carlos), 

1867. 
Pardo    de    la    Casta    ííoaquin), 

1852. 
Pardo    de    Figueroa    (Mariano), 

1859. 
Parnaso  Colombiano,   1867. 
Parrexo   (Flore4icio   Luis),    1851. 
Parro  (Sixto  Ramón),   1857. 
Pasaron  y  Lastras   (U  b  a  1  d  o), 

1850. 
Pascual  (Deodoro  A.  de),   1854. 
Pascual  de   S.  Juan  (Pilar), 

1863. 
Pastorfido   (Miguel),    1854. 
Patrocinio    en    la    Corte    de    la 

Luna,  1865. 
Patxot  (Femando),  1851. 
Pavía  (Manuel),  1851. 
Paz  (Abdón  de),  18Ó3. 
Paz  (Carlos),  1864. 
Paz  (José  M.),  1855. 
Paz   Soldán   (  Mariano   Felipe  )  , 

1862. 
Paz  Soldán  (Mateo),  1862. 
Paz  Soldán  de  Unanue  (Pedro), 

1863. 
Paz   Sacristán   (Timoteo  de  la), 

1860. 
Peláez  (Francisco  de  P.),  1850. 
Pelayo   Briz  (Francisco),   1863. 
Pelliza  de   Sagasta  (  Josefina  )  , 

1865. 
Pensamiento  Español  {El),  1860. 
Pensamientos    de    un    huérfano, 

1859. 
Peña  (Belisario),   1857. 

Peña  y  Reinoso  (Manuel  de  J.), 
1862. 


Peoli  (Gonzalo),  1858. 

Peón  y  Contreras  (José),  1861. 

Pepito  (Don),  1858. 

Pereda  (José  M."),  1861. 

Peregrino,   1859. 

Pereira  Gamba  (Benjamín),  1856. 

Pereira  Gamba  (Próspero),  1850. 

Pérez   Carrión   (Antonio),    1866. 

PÉREZ  RiojA  (Antonio),   1863. 

PÉREZ  Perciiet  (Augusto),   1867. 

PÉREZ  Galdós  (Benito),   1868. 

PÉREZ  Pedrero  (Eduardo),   1853. 

PÉREZ   EscRiCH   (Enrique),    1850. 

PÉREZ  (Felipe),  1S53. 

PÉREZ    Echevarría    (Francisco), 

1863. 
PÉREZ  DE  Grandallana  (Francis- 

(co  J),   1866. 
PÉREZ   Gomar   (Gregorio),   1864. 
PÉREZ  Várela  (Hipólito),  1863. 
PÉREZ   (Isidro  Mariano),   1859. 
PÉREZ  DEL  Castillo  (José),  1856. 

PÉREZ    DE    GUZMÁN    (José),    1864. 

PÉREZ  DE  GuzMÁN  (Juan),  1864. 
PÉREZ  (Lázaro  M."),   1857. 
PÉREZ  Y  Montes  de  Oca  (Luisa), 

1856. 
PÉREZ   DE   Zambrana   (  L  u  í  s  a  )  , 

1864. 

PÉREZ    DE    LA    MaDRE    DE    DiOS    (P. 

Manuel),  1865. 
PÉREZ   DE  Castro  (Mariano), 

1857- 
PÉREZ   Cuenca  (Mariano),   1858. 
PÉREZ  Reoyo  (\arcisa).  1865. 
Pérez   (Santiago)    1851. 
PÉREZ  (Sebastián),  1851. 
Pérez  (Trinidad  Manuel).  1859. 
PÉREZ  Rosales  (Vicente),   1860. 
Perogordo    y    López    (Ce ferino), 

1853. 

Perogordo  y  Rodríguez  (Grego- 
rio), 1864. 

Perichico,  1855. 

PÉTANO  Y  Mazariegos  (Grcgo- 
rio),  1858. 


AUTORES  Y  OBRAS  ANÓNIMAS 


Pí  Y  Arimón  (Andrés  Avelino), 

1850. 
PiCATOSTE  (Felipe),   1865. 
Picón  (José),  1859. 
PiciiAKDo  (Emilio),   1857. 
PicHARüo  (José  F.co)^  1857. 
Pie  y  Fauka  (Fernando),  1852. 

PlEDRAHITA    (Viccntc),    1864. 

PiFERRER  (Francisco),  1854. 
PiLDAiN  (Pablo),  1866. 
PiMENTEL  (Francisco),  1864. 
Pina  Domínguez  (Mariano)  , 

1864. 
Pino    de    la   Cruz    (María    del), 

1866. 
Pino  y  Mora  (Pablo  del),  1854. 
Pinzón  Rico  (José  M.-''),  1854. 
PiÑÁN  (Benigno),  1864. 
Piquero  (Ignacio),  1850. 
Pistón  (El),  1864. 
PiTALUGA   Y  Delgado   (  Rafael )  , 

1855- 

P1ZARR0  (Juan),  1865. 

P1ZARR0  (Ramona),  1856. 

PizcuETA  Galell  (Félix),  i86ó. 

Plácido  Sansón  (José),  1853. 

Planas  (Fr.  Juan),  1859. 

Plata  cient.  y  literaria  (El),  1854. 

Plata  y  Marcos  (Miguel  de  la), 
1864. 

Plaza  (Antonio),  1861. 

Plaza  (Antonio  José),  1850. 

Población  y  Fernández  (Anto- 
nio), 1860. 

Poema  religioso,  1863. 

Poemas  de  la  R.  Acad.  de  Puerto 
Rico,  1 85 1. 

Poesías  á  Isabel  II,  1865. 

Poesías  de  la  Academia  á  la  gue-* 
rra  de  África,  1860. 

Poesías  piadosas,  1858. 

Poesías...  teatro  real,  1850. 

Poetas  baleares,  1857. 

Poetas  yucatecos,  1861  (en  Sán- 
chez Mármoil). 

PoEY  (Felipe),  1860. 


PoLfjitó  (Vicente),  1857. 

Política  {La),  1863. 

Polo  (José  Toribio),  1862. 

PoMBo  (Manuel),  185 1. 

PoMBO  (Rafael),   1853. 

PoNCE  DE  León  (José  E.),  1868. 

PoNZ  (Mariano),  1864  y  1869. 

Póo  (José),  1855. 

Posada  Gutiérrez  (  Joaquín )  , 
1865. 

Posada  (Joaquín  Pablo),  1857. 

PoTTS  (Carmen),  1864. 

Pradel  Alarcón  (F.),  1854. 

Fravia  (Carlos  de),  1852. 

Prellezo  (José  M."),  1868. 

Presas  y  Morales  (Manuel  Ja- 
cinto), 1866. 

Prieto  y  Villarreal  (  Emilio )  , 
1867. 

Prieto    de    Landazuri    (Isabel), 

1853. 

Profanadores  de  D.  Quijote  {A 
los),  1861. 

Progreso  (El),  1865. 

Pruneda  (Pedro),  186S. 

Pucha  Yunmrina,  1856. 

Pueblo  (El),  1800. 

Fuelles  (Manuel  M."),  1863. 

Puente  Agosta  (Lorenzo),   1861. 

Puente  y  Brañas  (Ricardo), 
1859. 

Puerta  Vizcaíno  (Juan  de  la), 
1855. 

PuiG  Y  DE  LA  Puente  (Francis- 
co), 1855. 

PuiG  Y  Caracena  (José),  1850. 

PUIG   Y   PÉREZ    (José),    1869. 

Puncet  DE  Jiménez  (M.),   1866. 
Pyth acoras,   i 861. 


OuEROL  Y  Campos  (Vicente  Wen- 
ceslao),  1856. 
Ouesada  Castillo   (Ignacio   de), 
"  1856. 


TOMO  VIH. — 31 


482 


AUTORES  Y  OBRAS  ANÓNIMAS 


QjESADA  (Vicente  García  de), 
1865. 

OUEVEDO    (Julio),    186S. 

QuijAxo  Otero  (José  M."),  1856. 
QuiNTAi^É  (Francisco),   1867. 
QuiNTANO  Y  Medina  (María  Jua- 
na), 1850. 
QuiROGA  (Juan),  1855. 


Rada  y  Delgado  (Juan  de   Dios 

de  la),  1858. 
Rallón  (Fr.  Esteban),   1860. 
Ramírez    y    García    (  Antonio )  , 

1867. 
Ramírez    de   Arellano   (Carlos), 

1869. 
Ramírez  (Javier  de),  1859. 
Ramírez  (José  Pedro),  1859. 
Ramírez  (Juan  M.'),  1866. 
Ramírez   Aparicio   (Manuel), 

1855- 

Ramírez  de  Losada  ( Nicolás ), 
1850. 

Ramírez  (Ramón),  1855. 

R.-vMÍREZ  de  Arellano  (Teodomi- 
ro),  1856. 

Ramón  Carrasco   (Felipe),    1855 

Ramón  Escobedo  (JuQio),  1853. 

Ramón  Parro  (Sixto),  1857. 

Ramos  Carrión  (Miguel),   1866. 

Ramos  (Pedro  Enrique),  1859. 

Ramos  (Tomás),  1860. 

Rápela  (Diego),  1854. 

Rascarrabias  (El  abate),   1851. 

Rato  y  Hevia  (  Hermenegildo  )  , 
1863. 

Rebelión  de  Bernardo,  1859. 

Rebello  da  Silva  (Luis  Augus- 
to), 1863. 

Regeneración   (La),    1855. 

Reina  y  Reina  (Tomás),  1860. 

Reino  (El),   1859. 

Relaciones  de  los  Virreyes  del 
Perú,  1867. 


Remón  Zarco  del  Valle  (Ma- 
nuel), 1863. 

Renduells  Llanos  (Estanislao), 
1867. 

Resumen  de  las  Misiones  del  Ro- 
sario,  1864. 

Resumew  del  monast.  de  N."  S* 
de  Regla,  1852. 

Revista  de  Bellas  Artes,  1866. 

Rev.  de  B.  Aires,  1863. 

Rev.  de  Cicnc,  Liter.  y  Aries, 
1855. 

Rev.  de  España,  1868. 

Rev.  del  Pacífico,  1858. 

Rev.  de  Snd-Amcrica,  1860. 

Rev.  Esp,  de  Ambos  M  n  n  d  o  s  , 

1853. 
Rev.  Hisp .-Americana,   1864. 
Reyes  Ortiz  (Félix),   1860. 
Reyes  (Fernando),  1855. 
Reyna  (Vicente),  1858. 
Rianzuela  (Marqués  de),  1857. 
RiAÑo  (Bonifacio),  1866. 
RiAÑo  (Juan  F.),  1869. 
RiEÓ  (José  Joaquín),   1864. 
Rico  y  Sinobas  (Manuel),  1863. 
Riego    Pica    ( Francisca    Carlota 

del),   1859. 
Riera  y  Busquets  (Juan),  1860. 
Rincón    Soler    ( Evangelina    C . 

de),   1P69. 
Rincón  (José  M.^),  1862. 
Rinchán   (Alejandro),    1860. 
Ríos  (Demetrio  de  los),  1S62. 
Riva  Palacio  (Vicente  de),  1856. 
Rivales  {Los  dos  mayores),  1856. 
RiVAs  Pérez  (José),  1853. 
RivAS  (Fr.  Manuel),   1858. 
Rivera  y  Río  (José),  1857. 
Rivera  (Luis),  1855. 
Rizzo  Y  Ramírez  (Juan),  1865. 
Roa  Barcena  (José  M."),  1858. 
Robert    y    Sagarra   (Magín), 

1855- 
Robert  (Roberto),   1857. 
Robledo  (Alvaro),   1863. 


AUTORES  Y  OBRAS  ANÓNIMAS 


483 


RoBLEjo  (Manuel),  1867. 
Robles  (Antonio),   1852. 
Roca  (Ignacio  Casimiro),  1858. 
Roca  y  \'iñarta  (Miguel  Vicen- 
te), 1859. 
RocAGOMERA  (A.  Agustín),  1853. 
RoDÉs  Y  Garcés  (Rita),  1868. 
Rodríguez  (Agustín  Baldomero), 

iS57- 

Rodríguez  (Amaro),  18Ó9. 

Rodríguez   López   (x\ntonio), 
1861. 

Rodríguez    de    Mor.\les    (Catali- 
na), 1S66. 

Rodríguez  (Clotilde  del  Carmen), 
1864. 

Rodríguez  Solís  (Enrique),  1869. 

Rodríguez   García   (  Francisco  )  , 
18Ó5. 

Rodríguez  Cao  (Jesús),  1864. 

Rodríguez  y  Moar  (José),   1861. 

Rodríguez  Seoane  (José),   1859. 

Rodríguez  (José  M/),  1858. 

Rodríguez  Fresle  (Juan),  1859. 

Rodríguez  Velasco  (Luis),  1859, 

Rodríguez    de    Berlaxga    (  M  a  - 
nuel),  1853. 

Rodríguez  Objió  (Manuel),  1858.   ; 

Rodríguez    Ferrer   (  AI  i  g  u  e  1 ),   ; 
1850. 

Rodríguez    Correa    (Ramón)  , 
1860. 

Rodríguez   Pinilla   (Tomás), 
1863. 

RoDRÍGUTEZ  Varó  (Vicente),  1860. 

Rodríguez  (Zorobabel),   1863. 

Rojas  y  Ortiz  de  Zarate  (Nati- 
vidad), 1865. 

Rojas  y  Cañas  (Ramón),  1853. 

Rojas  y  Rojas  (Trinidad),   1863. 

Romancero  de  Jaén  (El),  1862. 

Romancero  español,  1863. 

Romances,  1864. 

Romería  de  S.  Isidro  (La),  1861. 

Romero  (José  M.),  1851. 

Romero  (Juan  Luis),  1861. 


Romero    de   Quiñones    (Ubaldo), 

1865. 
Rosado   y   Brincan   (  Federico )  . 

1865. 
Rosario  de  mi  madre  (El),  1867. 
Rosas  Moreno  (José),  1860. 
Rosas  (Julio),  1856. 
Rosell  (Agustín),  1857. 
RosELLÓ  (Jerónimo),  1853. 
RosELLÓ  (Víctor),  1865. 
Rotondo    y    Nicolau    (Antonio), 

1859. 
Rubio  y  Gómez  (Antonio),   1857. 
Rubio  (Carlos),  1853. 
Ruiz  DE  QuEVEDO  (Adolfo),  1869. 
Rüiz  (Aureliano),  1862. 
Ruiz  (Casimiro  Rufino),   1852. 
Ruiz    DE    Mendoza    (  Joaquina )  , 

1S5S. 
Ruiz  de  Somavia  (José  M."), 

1S69. 
Ruiz  Aldea  (Pedro),  1856. 
Ruiz  Urbina  (Rafael),  1866. 
Ruiz  de  Ogarrio  (Tadeo),   1857. 


Saa YEDRA  (Eduardo),  1862. 
Sabando   (xA.lejandro  Luis  de), 

1853- 
Saco  (Eduardo),  1867. 

SÁENZ     DE     VlNIEGRA     (  L  U  i  S  a  )  , 

1860. 
Sáenz    de    Tejada    (  Victorina )  , 

1865. 
SÁEZ  DE  Melgar  (Faustina),  1859. 
Sahuaraura  (Justo),   1850. 
Saínetes,  1865. 
Saínetes,  1866. 

SÁiNz  de  Arroyal  (J.),  1861, 
Sala  (Felipe  Jacinto),  1856. 
Sala  (Fernando),   1858. 
Sala  (Juan),  1862. 
Salarich   (Joaquín),   1854. 
Salas  (Francisco  Javier  de), 

1855- 


484 


AUTORES  Y  OBRAS  ANÓNIMAS 


Salaverry   (Carlos   Augusto), 

1851. 
S.\LDONi  (Baltasar),  1856. 
Salgado  (P.  Pedro),  1859. 
Salinas  (Cándido),   1856. 
Salmerón    y    Alonso    (Nicolás), 

1864. 
Salvado  (Fr.  Rosendo),   1853. 
SÁNCHEZ    Cabanas    (Antonio), 

1861. 
Sánchez  Pérez  (Antonio),   1855. 
SÁNCHEZ  de  Castro  (Francisco), 

1868. 

SÁNCHEZ    (Hipólito),    1859. 

SÁNCHEZ  DE   Fuentes   (Joaquín). 

1851. 

SÁNCHEZ  Barra  (José  M."),  1862. 

SÁNCHEZ  (Luis    Sergio),    1858. 

SÁNCHEZ    MÁRMOL    (M.),    1861. 
SÁNCHEZ    ESCANDÓN    (M  a  n  U  6  1), 

1860. 

SÁNCHEZ  (Miguel),  1862. 
SÁNCHEZ  Palazuelos  (M  i  g  u  e  1), 

1859. 

SÁNCHEZ     PÉREZ     (Nicolás),     1865. 

SÁNCHEZ  (Pedro  Ant.),  1858. 

SÁNCHEZ   (Q.   J.    V.),    1855. 

Sancho    de    España    (El    Buen), 

1862. 
Sancho  y  Gil  (Faustino),   1866. 
Sancho  (Nicolás),  1853. 
San    Fernando    (El    Duque    de), 

1869. 
Sangrador   Vítores   (Matías), 

1851. 
San    Javier    (El    Vizconde    de), 

1861. 
San  Juan  (Luis),  1860. 
San  Julián  (Indalecio),  1866. 
Sanjurjo  Pardo  (Ramón),    1854. 
Sanmartín     (Francisco    de     P.), 

1861. 
Sansón   (José   Plácido),    1853. 
Santa  Coloma  (José),  1861. 
Santa  María  (Domingo),  1853. 
Santander  (Rafael  Elíseo),  1848. 


Santa YANA  (Agustín).  1862. 
Santiago  (Ramón  de),  1854. 
Santigosa  (Carlos  M.),   1867. 
Santolaria  (O.),  1858. 
Santos   Parra   (Justo  de  los), 

1865. 
Santos  Barrios  (Manuel  de  los),. 

1867. 
Santur  (Francisco),   1854. 
Sanz  y  Sanz  (Antonio),  1862, 
Sanz  y  Forés  (Benito),  1862. 
Sanz  (Jerónimo),  1866. 
Saralegui   y   Medina   (Leandro),. 

1852. 
Saralegui  (María  de  la  C),  1S64, 
Saura  (Santiago  Ángel),  1853. 
Savall  y  Dronda  (Pascual),  1861. 
Sawa  (Federico),  1862. 
Sbarbi  (José  M.«),  1867. 
Scola  y  Robles  (Adalio),  1857, 
Seco  y   Shelly  (Manuel),   1864. 
Segade   Campoa^íIOr  (Ramón), 

1864. 
Segarra  (Tomás),  1862. 
Segovia  (Ángel  M.'),   186 1. 
Segovia    y    Beltrán    (Antonio),. 

1S62. 
Segura  (Diego),  1859. 
Segura  y   Barreda  (José),   1868. 
Segura  (José  Sebastián),  1855. 
Selgas  (José),  1850. 
Sellen  (Antonio),  1863. 
Sellen  (Francisco),  1863. 
Semanario  Popular,  1862. 
Semblanzas  de  los  340  diputados, 

1 850. 
Sepúlveda  (Ricardo),   1865. 
Sermones,   1861. 
Serrano   de  Wilson   (Emilia), 

1858. 
Serrano  (Nicolás  M."),   1869. 
Serrano  Alcázar  (Rafael),  1866. 
Hervera  (Francisco  M.),   1863. 
Sevilla   (Fr.    Luis   Antonio   de), 

1862. 
1   Sienra  y  Carranza  (José),  1863. 


AUTORES  Y  OBRAS  ANÓNIMAS 


485 


Sierra  (José  Manuel  de  la),  1866. 

Sierra  (Justo),  1868. 

Siglo  Ilustrado  (El),  1867. 

SiLió    Y    Gutiérrez    (Evaristo), 
1867. 

SiLVEiRA  Y  Vasconcellos  (Anto- 
nio), 1855. 

SiLVELA   Y   Le    Vieilleuze   (Ma- 
nuel),  1 85 1. 

Silvia  (Diego  de),  1858. 

SiMONET  (Francisco  Javier),  1858, 

SiNUÉs  (M."  del  Pilar),  1854. 

Sipos  (Luis),  1860, 

Sirera  (Juan),  1864. 

Sobrado  (Pedro  de),  1857. 

Socías  (Félix),  1857. 

SoFFiA  (José  Ant.),   1863. 

SoLÁ  Y  Francas  (Fr.  José),  1856. 

Solar  (Enrique  del),  1864. 

Soler  y  Arques  (Carlos),  1856. 

Soler  (Francisco  Javier),   1861. 

Soler  (Ramón),  1865. 

SoLÍs  Y  Manso  (Luis  de),  1851. 

Sombrero  (El),  1859. 

SoRALUCE  (Nicolás  de),  1863. 

Sosa  (Francisco  de  P.),   1866. 

Sota  y  Lastra  (Pío  de  la),  1853. 

Soto  Freiré  (Manuel),  1868. 

Sotos  Ochando  (Bonifacio), 
1852. 

Spano  (Carlos  Guido),  1863. 
Squier  (E.  G.),  1856, 
Strada  (Carlos),  1863. 
SuÁREZ  Y  Romero  (Anselmo), 

1859. 
SuÁREZ    BARCENA   (  A  q  u  i  1  i  n  O  ), 

1859. 

SuÁREZ  (Francisco),  1862. 
SuÁREZ  Y  Navarro  (Juan),  1850. 
SuÁREZ  Villegas  (Juan),  1855. 
Sud-América,  185  i. 

Taboada  (Manuel  y  Eduardo  V.), 

1862. 
Taboada  (Ramón),   1861. 
Talavera  (Natalicio),  1865. 


Talegón  de  Santiago  (Félix), 

1856. 
Tamayo  y  Baus  (Manuel),   1853. 
Tamayo  (Victorino),  1859. 
Tanco  Armero  (N.),  1861. 
Tapia  y  Rivera  (Alejandro  de), 

1854. 
Tavares  y   Lozano  (Ramón), 

1864. 
Tavolara  (José  A.),  1858. 
Teatro  de  la  Opera,  1850. 
Teatro  Español  (El),  1859. 
Tejada  y  Alonso  (Rafael),  1865. 
Tertulia  literaria,  1861. 
Tesoro  de  la  sabiduría,  1858. 
Tetuán  (A  la  torna  de),  1860. 
Thebussem  (Doctor),  1859  (en  M. 

Pardo). 
Tiple  libre  (El),  1850. 
Toledo  (Luis  Octavio  de),   1869. 
ToMEO    Y    Benedicto    (Joaquín), 

1859. 
Torre  (José  M."  de  la),  1857. 
Torre  y  Marco  (Mariano),  1862. 
Torre-Marín  (El  Conde  de), 

1860. 
Torrentes  (Fr.  Juan  Angeles, 

1860. 
Torres    de    Castilla    (Alfonso), 

1863. 
Torres  Caicedo  (José  M."),  1853. 
Torres  y  Feria  (Manuel  de), 

1857- 
Torres  (Martín  de  las),  1867. 
Torres  Muñoz  de  Luna  (Ramón), 

1864. 
Torre.-.  Arce  (Víctor")    1867 
ToRRijos  (Manuel),  1857. 
Torroella  (Alfredo),  1864. 
Torróme  (Leandro),  1864. 
ToRT  Y  Sala  (Simón),  1862. 
TovAR  (Enrique),  1869. 
TovAR  (Manuel  José),  1855. 
ToYMiL  (Francisco),  1863. 
Tradiciones   cordobesas,    1863. 
Tradiciones  granadinas,  1857. 


486 


AUTORES  Y  OBRAS  ANÓNIMAS 


Tressekra  (Ccferino),  1860. 
Triay  (José  E.),  1866. 
Tribuno  (El),  1853. 
Trigueros  y  González  (]\Ianuel), 

1S63. 
Tristani  (Manuel  Rogelio),  1857. 
Trovador   Católico   (El),    1865. 
Trueba  (Antonio  de),  185 1. 
Trujillo  y  Armas  (José),  1866. 
TuBiNo  (Francisco  M.*),  1862. 
TuÑÓN    Y    Cañedo    (Telesforo), 

1858. 


Ugarte  (José  M.'),  1856. 
Uguet  (Juan  Justo),  1859. 
Ulloa  (Elisardo),  1864. 
Ulloa  (Perfecto  F.),  1861. 
Una  flor  querida,  1859. 
Universal  (El),  1867. 
Urcullu  y  Zulueta  (Félix  M."), 

1869. 
Uricoechea  (Ecequiel),  1854. 
Urrabieta  (Mariano),  1859. 
Urzáiz  (Fernando),  1866. 


Vaca  de  Guzmán  (Santiago), 
1867. 

Valdemoros  y  Ricacho  (Anto- 
nio), 1852. 

Valderrama  (Adolfo),    1853. 

Valderrama  (J.  D.),  1850. 

Valdés  (Carlos  Genaro),  1867. 

Valdés  (Domingo  E.),  1850. 

Valdés  Colell  (Felipe),  1861. 

Valdés  Aguirre  (Fernando), 

1859. 

Valdés  (Jacinto),  1863. 

Valencianos  pintados  por  sí  mis- 
mos (Los),  1859. 

Valentino,  1864  (en  Elisardo 
Ulloa). 

Valenzuela  (P.  Mario),  1857. 

Valenzuela  (Teodoro),  1851. 

Valera  (Juan),  1858. 


Valerio   (Juan   Francisco),    1865. 
\'"alle  y  Serrano  (Antonio  M.*), 

1868. 
Valle  (Juan),  1855. 
\^allejo  (Mariano),  1851. 
Vallón  (M.  Alejo  de),  1850. 
Varas  Marín  (Quiteria),   1858, 
Várela  (José  Pedro),  1867. 
Vargas  (Adolfo),  1866. 
Vargas  Machuca  (Francisco  de), 

185 1. 
\'arona  (Adolfo),  1 866. 
Varona  (Enrique  José),  1868. 
Varona  (Julio  D.),  1850. 
Vasseur  (Inés),  1869. 
Vázquez  (Andrés 'C),  1868. 
Vázquez  Taboada  (Manuel),  1863. 
Vega  (Francisco  de  la),  1856. 
Veitia  (José  Manuel),  1861. 
Veladas  cristianas,  1850. 
Velarde  del  Campo  (Eulalia), 

1868. 
\^elasco  y  Fernández  de  la 

Cuesta  (Ladislao),  1868. 
Velasco  y  Santos  (Miguel),  1868. 
Velasco    Ayllón    (Ricardo    de), 

1859. 
Velaz    de    Medrano    (Eduardo), 

1857. 

Vel/vzquez  y  Lorente  (Francis- 
co de  P.),  1859. 

Velilla  y  Rodríguez  (José  de), 
1865. 

Velisl.\,   185 i  (en  Man.  Silvela). 

Ventosa  (Evaristo),  1859. 

Vera  é  Isla  (Fernando  de  la), 
1S52. 

\''era  (Simón),   1860. 

Verdad  (La),   1860. 

Verdejo    y    Duran    (María    T.), 

1853- 
Vergara   y   Vergara   (José   M."), 

1860. 
Vergel  de  felicitaciones,   1860. 
Vial  (Román),  1869. 
Vi  ANA  (Antonio  de).  1854. 


AUTORES  Y  OBRAS  ANÓNIMAS 


487 


Vicente   Garcés    (Benito),    1864. 
Vico  y  López   (Antonio),   1861. 
Vicuña  Solar  (Benjamín),  1857. 
ViCH   (José  Francisco),   1857. 
Vidal  y  Díaz  (A.),  1869. 
Vidal  y  Valenciano  (Cayetano), 

1869. 
Vidal  y  Calzada  (Ernesto),  1861. 
Vidal  (Francisco  de),  1854. 
Vidal  (Francisco  ele  P.),  1862. 
Vidal  Gormaz  (Francisco),  1868. 
Vidart  (Luis  J.),  1866. 
ViEDMA  (Juan  Ant.),  1858. 
ViLA  Y  GoiRi   (Francisco),   1850. 
ViLÁ  (Benito),  1861. 

ViLAR    PSAYLA    (Juau    José),    1867. 

ViLAR  Y  Pascual  (Luis),  1859. 
Vilella  y  Font  (Sebastián), 

1861. 
Villa  (Francisco),  1866. 
Villa  (Rafael),  1867. 

ViLLAAMIL  Y    CaSTRO   (José),    1866. 

Villafañe  (José  M."),  1852. 
ViLLALBA  Y  Llofríu  (Fcdcrico), 

1862. 

Villalobos  y  Belmonte  (Rafael), 

1858. 
Villamartín    (Isabel   de),    1854. 
ViLLANUEVA  (José  Joaquín),  1860. 
Villar  y  Macías  (Manuel),  1852. 
ViLLARROYA  (Enrique  de),    1865. 
Villasante  (José),  1866. 

ViLLASEÑOR    (Pablo    J.),    185I. 

ViLLAViCENCio  (Mauuel),   1858. 
Villegas  (Francisco  F.),   1863. 
Villegas  (Juan  M.),  1854. 
Villegas  (M.),  1861. 
ViLLÉN  (Juan  Manuel),   1863. 
ViNAGERAS  (Antonio),   185 1. 
Vinent  (A.  Marcelina),  1858, 


Viña  (Andrés),  1856. 

Virgen   de  la  Almudena  {La), 

1864. 
ViRTO  (Ignacio),    1856. 
ViVANCOS  (José  M."  de),  1852. 
Vivar  (Julicán),  1863. 
Vivó  (Buenaventura),  1850. 
Voz  del  tiple  (La),  1861. 

Walker   Martínez   (Carlos) 

1860. 
WiLSON   (La  Baronesa  de),   1858 

(en  Serrano). 

Yacosa  y  León  (Manuel  M.), 

1861. 
Yago  (Pedro  Manuel),  1860. 
YuMURÍ  {La  Hija  del),   1858  (en 

BeJén  Cepero). 

Zafra  (Antonio  Enrique  de), 
1856. 

Zaldumbide  (Julio),  1851. 

Zalles  (Luis),  1852. 

Zamacois  (Niceto  de),  1859. 

Zamora  y  Caballero  (Eduardo), 
1862. 

Zapater  y  Gómez  (Francisco), 
1850. 

Zapatero  y  Olea  (  Prudencia  )  , 
1860. 

Zaragoza  (Miguel),  1864. 

Zarco  del  Valle  (Manuel  Re- 
men), 1863. 

Zenea  (José  Clemente),   1850. 

Zeoueira   y    Caro    (Manuel    de), 

1855. 
ZiNNY  (Antonio),   1868. 
ZuRiCALDAY   (Nícanor),    1853. 


índice  de  laminas 


PAGS. 


Adelardo  López  de  Ayala 66     *^ 

Antonio  de  Trueba  y  la  Quintana 72 

Fernán  Caballero 94  ""^ 

Antonio  Cánovas  del  Castillo 106 

Manuel  Tama yo_j_Baus 116  '■^ 

Redacción  de  «El  Padre  Cobos» 140 

Pedro  Antonio  de  Alarcón 146 

Emilio  Castelar  y  Ripoll.     .     , i54 

Gustavo  Adolfo  Bécquer 196 

Juan  Valera  y  Alcalá  Galiano 226 

José  María  Roa  Barcena 240 

Gaspar  Núñez  de  Arce • 258 

Antonio  Cavanilles  y  Centi 272 

El  Doctor  Thebussem 274 

José  María  Pereda  y  Porrúa 3io 

Carlos  Guido  Spáno 340 

Julio  Gaicano 374 

Escritores  cotombianos .  .     .     .     , Sgo 

Benito  Pérez  Galdós 420  ^ 

Enrique  José  Varona 444 

Ignacio  M.  Altamirano 446 


Obras  de  D.  |ulio  Cejador  y  Frauca 


Gramática    Griega,   según    el   sistema    histórico    comparado.    Pesetas    15. — He- 
rederos de  Juan  Gili:   Cortes,   581.   Barcelona,    1900. 
La    Lengua    de    Cervantes. — Gramática   y    Diccionario    de    la    Lengua    caste- 
llana  en    el    "Ingenioso    Hidalgo    Don   Quijote    de    la   Mancha". — Tomo    I: 
Gramática.   En    España,   pesetas    10. — Tomo  II:   Diccionario  y   Comentarios. 
Pesetas   25. — Jubera   Hermanos,    Campomanes,    10.    Madrid,    1905-06. 
Cabos   sueltos.  Literatura  y   lingüística.   Pesetas   5.--Perlado,    Páez  y    C.*,  Su- 
cesores  de    Hernando,   Arenal,    11.    Madrid,    1907. 
Nuevo    método   teórico-práctico   para   aprender   la   Lengua   Latina. — Primer 
curso:   Tomo   I,  Libro  de   clase;  tomo   II,   Libro   de  casa.   Pesetas    12. — Se- 
gundo  curso:    Tomo    I,    Libro    de   clase;   tomo    II,    Libro   de    casa.    Pesetas 
12. — Victoriano    Suárez,    Preciados,    48.    Palencia,    1907-08 
El   Lenguaje. — Serie    de    estudios,    de    los    que    van    ya    publicados   los    tomos 
siguientes : 

Tomo  I :  Introducción  á  la  Ciencia  del  Lenguaje. — Segunda  edición, 
enteramente  refundida  y  aumentada.  Pesetas  6. — Jubera  Hermanos,  Cam- 
pomanes,   10.    Palencia,    191 1. 

Tomo  II :  Los  Gérmenes  del  Lenguaje. — Estudio  físico,  fisiológico 
y  psicológico  de  las  voces  del  lenguaje,  como  base  para  la  investigación 
de  sus  orígenes. — En  España,  pesetas  10. — Jubera  Hermanos,  Campo- 
manes,    10.    Bilbao,    1902. 

Tomo  III :  Embriogenia  del  Lenguaje. — Su  estructura  y  formación 
primitivas,  sacadas  del  estudio  comparativo  de  los  elementos  demostra- 
tivos de  las  lenguas. — En  España,  pesetas  12. — Jubera  Hermanos,  Cam- 
pomanes, 10.  Madrid,   1904. 

Tomo  IV :  Tesoro  de  la  Lengua  Castellana,  Origen  v  vida  del  Len- 
guaje, Madrid,  1908-1914. — Tomo  A,  E,  I,  O,  U. — Perlado,  Páez  y  C.a, 
Arenal,    11.    Pesetas    12. 

Tomo  V :  Tesoro  de  la  Lengua  Castellana,  etc.,  etc.  Tomo  R. 
Tomo  VI :  Tesoro  de  la  Lengua  Castellana,  etc.,  etc.  Tomo  N,  Ñ. 
Tomo  VII :  Tesoro  de  la  Lengua  Castellana,  etc.,  etc.  Tomo  L. 
Tomo    VIII :   Tesoro    de    la    Lengua    Castellana  — Silbantes.    Primera 
Parte. 

Tomo  IX :  Tesoro  de  la  Lf.ngua  Castellana. — Silbantes.  Segunda 
parte. 


Tomo    X :     Tesoro     de    la     Lengua     Castellana. — Silbantes.     Tercera 
parte. 

Tomo    XI :    Tesoro    de    la     Lengua    Castellana. — Silbantes.     Cuarla 
parte. 

Tomo  XII :   Tesoro  de  la  Lengua   Castellana. — Labiales  (B,    P).   Pri- 
mera parte. 

Tomo  XIII :   Tesoro  de  la  Lengua  Castellana. — Labiales  (B,   P).   Se- 
gunda  parte  (en  prensa). 

Oro  y  oropel,  novela.  Pesetas  3. — Perlado  Páez  y  C",  Arenal,  11.  Madrid,  191 1. 

Pasavolantes,  colección  de  artículos.  Pesetas  3. — Tubera  Hermanos,  Campo- 
manes,   10.  Madrid,   1912. 

Mirando  á  Loyola,  novela.  Pesetas  3,50. — "Renacimiento",  San  Marcos,  42. 
Madrid,    1913. 

Arcipreste  de  Hita,  edición,  prólogo  y  comentario :  dos  tomos.  Pesetas  6. 
Paseo  de  Recoletos,  25,  "La  Lectura",   1913. 

Rojas,  "La  Celestina",  edición,  prólogo  y  comentario :  dos  tomos.  Pese- 
tas 6. — Paseo   de   Recoletos,   25,   "La   Lectura",    1913. 

Mateo   Alemán,    Gucmán    de   Alfarache,    edición    y    prólogo:    dos    tomos.    "Re- 
nacimiento",    1913. 

Lorenzo  Gracián.  El  Criticón,  edición  y  prólogo:  dos  tomos.  "Renacimiento", 
1913-14. 

El  Lazarillo  de  Tormes,  edición  prólogo  y  comentario :  un  tomo.  Pese- 
tas 3. — Paseo   de   Recoletos,   25,   "La  Lectura",   1914. 

¡De  la  ti'erra...!,  colección  de  artículos.  Pesetas  3. — Jubera  Hermanos,  Cam- 
pomanes,   10.  Madrid,   1914. 

Trazas  del  amor,  novela. — J.  Ratés,  plaza  de  San  Javier,  6.  Madrid,   1914. 

Epítome  de  Literatura  L.'^tina.  Pesetas  3. — Victoriano  Suárez,  Preciados,  48. 
Madrid,    1914. 

Miguel  de  Cervantes  Saavedra.  Biografía,  bibliografía  y  crítica.  Madrid, 
1916.   Pesetas  2. — En  las  mismas  librerías. 

QuEVEDO,  Los  Sueños,  edición,  prólogo  y  comentario :  dos  tomos.  Pesetas  6. 
Paseo  de  Recoletos,  25,  "La  Lectura",   1916-17. 

Historia  de  la  Lengua  y  Literatura  Castellana  {desde  sus  orígenes  hasta 
Carlos  V),  tomo  I.  Madrid,  1915.  Pesetas  lo. — En  las  librerías  de  Sucesores 
de   Hernando.   Victoriano    Suárez   y  Jubera   Hermanos. 

Historia  de  la  Lengua  y  Literatura  Castellana  {época  de  Carlos  V),  tomo  II. 
Madrid,   1915.  Pesetas  10. — En  las  mismas  librerías. 

Historia  de  la  Lengua  y  Lite.iatura  Castellana  {época  de  Felipe  II),  tomo  III. 
Madrid,   1915.  Pesetas  10. — En  las  mismas  librerías. 

Historia    de    la    Lengua    y    Literatura    Castellana    {época    de    Felipe    III), 
tomo   IV.   Madrid,    1916.   Pesetas   10. — En  las  mismas  librerías. 

Historia  de  la  Lengua  y  Literatura  Castellana  {época  de  Felipe  IV  y  Car- 
los II),  tomo  V.   Madrid,   1916.   Pesetas  10. — En  las  mismas  librerías. 

Historia  de  la  Lengua  y  Literatura  Castellana  {siglo  xviii  hasta  1829), 
tomo  VI.  Madrid,   191 7.  Pesetas  10. — En  las  mismas  librerías. 

Historia  de  la  Lengua  y  Literatura  Castellana  {época  romántica,  1830- 
1849),  tomo  VIL  Madrid,  1917. 

Historia  de  la  Lengua  y  Literatura  Castellana  {época  realista,  /."  parte, 
antes  de  la  Revolución,  1850-1869),  tomo  VIII.  Madrid,  1918.  Pesetas  10.  En 
las  mismas  librerías. 

En  prensa:  Historia  de  la  Lengua  y  Literatura  Castellana  {época  realista, 
2.*  parte,  después  de  la  Revolución,  1870-1887),  t.  IX. 


CRÍTICA 


Sr.  D.  Julio  Cejador  y  Franca. 

Muy  señor  mío  y  de  todo  mi  aprecio:  Felicito  á  usted  sinceramen- 
te por  la  publicación  de  su  Gramática  Griega,  de  la  cual  ha  tenido  la 
bondad  de  remitirme  un  ejempilar.  En  mi  humilde  parecer,  esta  obra 
significa  el  principio  de  una  nueva  era  para  los  estudios  helénicos, 
hoy  tan  decaídos  entre  nosotros.  Aventaja  mucho,  en  método  y  copia 
de  doctrina,  á  todas  las  Gramáticas  publicadas  en  España,  y  no  creo 
que  quede  deslucida  en  comparación  con  :las  extranjeras.  Su  autor  se 
muestra  enterado  de  todos  los  progresos  de  la  filología  clásica,  y  esto 
no  de  un  modo  atropellado  y  superficia;l,  sino  con  pleno  y  maduro 
conocimiento,  y  con  la  habilidad  necesaria  para  adaptar  los  resultados 
de  esta  investigación  al  estado  actual  de  nuestra  cultura.  La  creo  más 
útil  para  la  enseñanza  que  la  de  Curtius,  y  más  completa  en  algunos 
puntos.  Si  la  obra  de  usted  llega  á  introducirse  en  nuestras  escuelas, 
creo  que  ha  de  producir  excelentes  frutos,  á  pesar  del  corto  tiempo 
que  se  dedica  á  esta  clase  tan  fundamental.  De  usted  afectísimo  segu- 
ro servidor,  q.  b.  s.  m.,  M.  Mencndez  y  Pelciyo. 


Sr.  D.  Julio  Cejador, 

Santander,  22  de  Setiembre  de  1907. 

Mi  estimado  amigo :  A  causa  de  mis  ocupaciones,  que  en  esta  tem- 
porada han  sido  muchas,  no  he  podido  escribir  á  usted  antes,  dándole 
las  gracias  por  el  envío  de  su  Nuevo  Método  teórica-práctico  para 
aprender  la  lengua  latina.  Nuevo  es,  en  efecto,  y  ojailá  llegue  á  acli- 
matarse entre  nosotros,  acabando  de  una  vez  con  las  absurdas  rutinas 
que  prevalecen  en  este  grado  de  la  enseñanza,  y  hacen  casi  inúti:!  en- 
tre nosotros  el  estudio  elemental  de  las  Humanidades,  cuando  debieran 
ser,  y  en  todas  partes  son,  base  de  ila  cultura  literaria,  juntamente  con 
el  estudio  y  aprendizaje  de  la  lengua  nativa.  A  su  ineficacia  actual 


434  CRITICA 

en  nuestra  enseñanza  contribuyen,  no  sólo  los  rezagados  partidarios 
dei  empirismo  gramatical,  que  se  trasmite  por  insensatos  procedimien- 
tos de  repetición  mecánica,  sino  también  los  que  habiendo  adquirido 
una  superficial  noticia  de  los  adelantos  modernos  de  la  Lingüística,  y 
creyéndose  capiaces  de  aplicar  el  método  histórico-comparativo  porque 
han  saludado  sus  rudimentos,  abruman  al  mísero  principiante  con  un 
fárrago  de  doctrina  filológica  mal  digerida,  y  de  dejan  incapaz  de  tra- 
ducir el  texto  latino  más  sencillo,  con  lo  cuail  se  pierde  el  más  inme- 
diato y  universal  provecho  que  puede  sacarse  de  las  lenguas  clásicas. 

Como  usted  es  filólogo  de  verdad,  ha  sabido  huir  prudentemente 
de  tales  escollos.  El  método  práctico,  el  análisis  y  la  traducción  es  el 
centro  de  su  sistema.  El  estudio  racional  del  organismo  de  la  lengua  le 
sirve  de  apoyo  y  complemento.  Está  clarísimamente  expuesto  y  con- 
tiene todo  lo  necesario  sin  nada  de  lo  superfino. 

Creo  con  toda  sinceridad  que  este  método  puede  dar  muy  buenos 
resultados,  no  sólo  en  lo  que  atañe  á  su  especiail  fin,  sino  también 
c.-n¡o  ejercicio  gradual  de  la  inteligencia,  fáciJ  de  aplicar  á  otros  estu- 
dios no  menos  necesitados  que  éste  de  una  exposición  científica  á  la 
p.-r  que  sencilla. 

De  usted  siempre  afectísimo  amigo  y  s.  s.,  q.  s.  m,  b.,  M.  Menéndes 
y  Pelayo. 


Reunidos  en  el  Ateneo  de  Madrid  los  señores  don  Miguel  Mir,  de 
la  Real  Academia  Española;  don  José  Aleniany,  catedrático  de  Len- 
gua griega  en  la  Universidad  Central,  y  don  Francisco  Navarro  y 
Ledesma,  presidente  de  la  sección  de  Literatura  de  este  Ateneo,  de- 
signados por  la  Junta  directiva  para  examinar  y  juzgar  los  trabajos 
presentados  al  primer  certamen  literario  del  Ateneo,  referentes  al 
tema  Gramática  y  Vocabulario  del  "Quijote'',  acuerdan,  por  unani- 
midad, después  de  un  detenido  estudio,  conceder  el  premio  de  3.500 
pesetas  á  la  Memoria  cuyo  lema  es :  Tus  obras  los  rincones  de  la 
tiera,  \  llevándolas  en  grupa  Rocin-ante,  \  descubren,  y  á  la  envidia 
mueven  guerra,  y  se  complacen  en  hacer  constar  eil  mérito  extraordina- 
rio de  esta  obra,  que  no  solamente  constituye  señalada  honra  para  su 
autor,  sino  especial  satisfacción  para  el  Ateneo,  que  ha  convocado 
este  Concurso. 

En  la  primera  parte,  que  es  la  Gramática,  se  exponen  con  suma 
claridad  las  doctrinas  esenciales  hasta  hoy  imperantes  respecto  de 
nuestro  idioma,  y  se  da  cabida  á  otras  nuevas,  cuya  originalidad  lla- 
mará la  atención  de  todos  los  filólogos  y  gramáticos,  especialmente 
en  lo  relativo  á  ]a  sintaxis;  doctrinas  que  indican  en  su  autor  profun- 
dísimo conocimiento  de  la  Gramática  comparada  de  las  lenguas  neo- 
latinas y  de  las  clásicas  en  que  estas  tienen  sus  raíces. 

En  el  Vocabulario  se  consignan  textos  de  más  de  9.000  palabras, 
cuya  enumeración  viene  á  enriquecer  en  gran  manera  el  Diccionario 


CRÍTICA  495 

corriente,    acreditáiKlose   el    uso   de   esas   palabras   con    ejemplos    del 
Príncipe  de  los  ingenios  españoles. 

Y  para  que  conste,  estimándolo  así  en  conciencia,  lo  firmamos  en 
Madrid,  a  cuatro  de  Mayo  de  mil  novecientos  cinco. — Miguel  Mir, 
José  Alcmany,  F.  Navarro  y  Lcdesma. 


Sr.  D.  Julio  Cejador. — Madrid. 

Mi  distinguido  amigo :  Me  siento  tan  mal  de  ila  cabeza,  que  sólo 
en  virtud  de  un  grande  esfuerzo  escribo  á  usted  estas  cuatro  líneas ;  y 
digo  que  son  cuatro,  porque  deseara  manifestar  á  usted  mucho  más 
largamente  el  placer  con  que  he  hojeado  lias  capillas  de  la  Gramática 
del  ^'Qiíijote^',  que  ha  tenido  usted  ila  fineza  de  enviarme;  y  aunque 
penoso,  me  es  gratísimo  el  esfuerzo,  porq.ue  lo  hago  para  felicitar  á 
usted  cordialmente  y  ofrecerle  una  vez  más  el  homenaje  de  admira- 
ción que  merecen  el  vasto  saber  de  usted  y  su  incomparable  laborio- 
sidad. 

Aunque  las  capillas  no  traían  portada,  me  bastó  recorrer  algunas 
páginas  para  decir  ex  tingue  leonem:  este  ilibro  no  puede  venir  sino 
del  autor  de  los  Gérmenes  y  la  Embrogenia  del  Lenguaje.  Ya  supon- 
drá usted  que  no  he  podido  todavía  leerlo  íntegramente  y  con  deten- 
ción, línea  por  línea,  como  debo  hacerlo;  y  no  ocultaré  á  usted  que 
me  ha  acometido  cierto  pujo  de  vanidad  al  ver  que  es  más  considera- 
ble el  número  de  casos  en  que  estamos  de  acuerdo  que  el  de  aquellos 
en  que  disentimos :  vanidad  que  no  carece  de  su  poquito  de  modestia, 
pues  que  me  obliga  á  m|ás  escrupuloso  estudio. 

Mayáns  dijo  por  ahí  que  las  Partidas  eran  la  Tesorería  Mayor  de 
la  lengua  castellana;  juzgo  que  si  'le  hubiera  tocado  en  suerte  vivir 
en  nuestros  días  y  leer  la  Gramática  del  ^^Quijote'\  y  el  Diccionario 
que  la  acompañará,  hubiera  vacilado  en  la  aplicación  de  la  frase.  Sin 
duda  que  el  código  del  Rey  Sabio  abarca  grandísimo  número  de  cues- 
tiones y  materias  que  exigen  un  vocabulario  propio;  pero  las  lenguas 
no  son  palabras  solamente,  sino  frases,  construcciones,  metáforas, 
giros;  variedad  de  estilos  y  lenguaje  según  las  clases  sociales  y  las 
circunstancias  de  la  vida.  En  este  concepto  no  cabe  comparación  en- 
tre líos  dos  insignes  monumentos  de  la  literatura  castellana.  Quien 
acuda  á  la  sintaxis  de  usted,  se  quedará  pasmado  de  ver  dos  insupe- 
rables recursos  de  que  dispone  nuestra  lengua  para  formar  y  enlazar 
las  frases  y  construir  oraciones  y  períodos  con  da  más  cumplida 
precisión  y  elegancia.  Basta  leer  algunos  capítulos  de  Cervantes  para 
saber  cómo  se  explicaban  en  su  tiempo  dos  literatos  y  el  pueblo,  para 
estimar  el  estilo  llano  de  la  gente  culta  y  el  desaliñado  del  vulgo,  vivi- 
ficado todo  con  la  intuición  más  sorprendente  de  las  almas  que  viven 
y  palpitan  en  esas  frases. 


496  CRÍTICA 

La  gramática  del  Quijote  puede  decirse,  pues,  que  es  la  gramática 
de  la  lengua  castellana  en  su  forma  más  nacional  y  genuina;  y  en 
ninguna  labor  pudiera  usted  haber  empleado  mejor  sus  profundos 
conocimientos  filológicos  y  su  penetración  científica.  En  la  exposición 
y  análisis  de  la  obra  de  Cervantes  ha  hecho  usted  converger  todos  los 
elementos  de  la  ciencia  del  lenguaje,  la  fonética  como  la  psicología, 
la  crítica  del  texto  como  la  estimación  estética  de  la  elocución ;  y  lo  que 
vale  más,  para  tan  ardua  tarea  ha  usado  usted  de  un  criterio  libérrimo, 
libérrimo  como  eí  de  Cervantes,  para  quien  la  gramática  era  "la  dis- 
creción del  buen  lenguaje''.  En  esos  tiempos  tenían  los  preceptistas 
poquísimo,  si  algún  influjo,  y  el  arte  de  bien  hablar  existía  en  el  alma 
de  todos,  de  todos  los  mejores,  digo,  calificado  por  la  educación  co- 
mún en  las  universidades,  en  las  campañas,  en  los  viajes,  en  las  aca- 
demias; cada  cual,  según  su  propio  natural,  era  en  su  lenguaje  diserto 
á  su  modo,  y  esa  gran  variedad  en  la  unidad  es  uno  de  los  mayores 
encantos  de  nuestros  buenos  libros  de  aquella  época.  He  celebrado 
mucho  ver  cómo  se  burla  usted  de  ciertas  reglas  que  parecen  forjadas 
por  sordos  y  mudos  para  sordos  y  mudos,  por  gente  y  para  gente  que 
ignora  lo  que  habla  y  lo  que  oye,  por  el  estilo  de  los  que  han  querido 
hacernos  creer  que  en  castellano,  ni  más  ni  menos  que  en  latín,  te- 
nemos sílabas  üargas  y  breves  por  naturaleza  y  por  posición,  ó  que 
nuestros  adjetivos  concuerdan  con  el  sustantivo  en  género,  número 
y  caso.  La  naturaleza  misma  de  la  obra  de  usted  le  ha  favorecido  en 
la  empresa  de  escombrar  este  terreno  de  las  malezas  de  !a  rutina  v 
del  capricho  individual :  hechos  estudiados  con  rigor  científico,  esas 
son  sus  reglas. 

No  dudo  que  la  obra  de  usted  alcanzará,  como  lo  merece,  los  aplau- 
sos de  todos  los  amantes  de  la  literatura  castellana ;  y  me  figuro  que 
si,  andando  el  tiempo,  redujese  usted  su  libro  á  forma  y  proporciones 
puramente  didácticas,  haría  usted  singular  servicio  al  estudio  de  nues- 
tra lengua,  proponiendo  como  base  el  habla  de  Cervantes  é  indicando 
la  evolución  posterior  del  castellano,  del  castellano  de  todos  ó  los  más, 
sin  cuidarse  de  los  latinizantes,  ó,  digámoslo  con  más  verdad,  de  los 
afrancesados.  La  obra  como  la  publica  usted  hoy  será  el  consultor  de 
los  eruditos  y  en  general  de  los  estudiosos ;  la  reducción  será  como 
la  leche  de  que  se  nutran  todos  antes  de  pasar  á  disciplinas  mayores. 

Despropósito  parecerá  la  ¡dea,  pero  acaso  lo  es  menos  de  lo  que 
puede  pensarse.  Si  con  visos  de  acierto  se  ha  dicho  que  las  naciones 
más  están  formadas  de  muertos  que  de  vivos,  con  mayor  razón  cabe 
aplicar  ila  idea  á  las  lenguas  de  pueblos  que  se  ufanan  de  poseer  an- 
tigua y  gloriosa  'literatura,  y  se  hablan  en  extendidos  y  variados  te- 
rritorios. En  este  caso  no  es  ya  el  habla  familiar  de  una  reducida 
comarca,  por  culta  que  sea,  lo  que  puede  servir  de  tipo  ideal  á  muchos 
millones  de  individuos,  ni  la  materia  única  con  que  formen  sus  obras 
los  artistas:  ese  tipo  y  ésa  materia  existen  en  la  literatura,  y  no  me- 
ramente en  la  de  hoy,  sino  también,  y  con  mejores  títulos,  en  la  de  los 


CRITICA  497 

siglos  pasados.  Cervantes  y  León,  con  Jovellanos  y  Quintana,  con 
Vaílera  y  Núñez  de  Arce,  con  Pardo  y  Pesado,  con  Juan  María  Gu- 
tiérrez y  Caro,  forman  para  nosotros  como  la  madre  de  dilatado  río 
en  que  se  unen  las  hablas  de  muchas  generaciones,  echando  á  las 
márgenes  las  brozas  de  lo  añejo,  ya  inservible,  de  lo  provincial  y 
vulgar.  A  esa  unidad  artística  es  á  ilo  único  que  hoy  podemos  aspirar. 

Unido  á  usted  por  esta  elevada  simpatía,  le  renuevo  mis  felicita- 
ciones y  agradecimientos,  y  quedo  de  usted  amigo  sincero  y  ferviente 
admirador,  q.  b.  s.  m.,  Rufino  J.  Cuervo. 

París,  24  de  Abril  de  1905. 

He  recibido  y  he  estado  hojeando  el  Diccionario  y  Comentario  del 
"Quijote^' ;  y  con  sania  envidia  me  he  quedado  pasmado  del  cúmulo 
de  trabajo,  y  mlás  que  todo,  del  saber  que  aparece  dondequiera,  lo 
tendré  sobre  m,i  mesa  y  lo  consultaré  á  cada  paso  como  á  maestro 
consumado... — Rufino  J.  Cuervo. 


París,   16  de  Diciembre  de   1904. 
Sr.  D.  Julio  Cejador  y  Frauca. — Madrid. 

Señor  mío  y  respetado  amigo:  Asombrado  se  quedará  usted  de  la 
demora  de  esta  carta ;  pero  confío  en  que  me  la  perdonará  cuando 
sepa  que  de  algunos  años  acá  se  me  han  ido  debilitando  las  fuerzas 
de  modo  que  tengo  que  tomar  muy  despacio  cualquiera  trabajo  que 
exija  atención. 

Esto  ime  ha  impedido  cumplir  con  lo  que  me  dictaba  mi  gusto  y  mi 
interés ;  y  dedicando  una  hora  diaria  á  la  lectura  de  la  admirable  obra 
de  usted,  hasta  ahora  no  la  he  concluido. 

Cumpliendo  lo  ofrecido,  diré  á  usted  con  la  más  ingenua  sinceridad 
la  impresión  que  m,e  ha  dejado  el  libro  de  usted:  mi  parecer  vale  muy 
poco,  si  algo  vale ;  pero  quisiera  que  en  medio  de  ila  indiferencia  con 
que  los  que  hablan  castellano  miran  la  lingüística  científica,  fuera  mi 
voz  de  ailguna  satisfacción  para  usted. 

La  teoría  de  usted  sobre  el  origen  del  lenguaje  mp  parece  inataca- 
ble :  usted  la  funda  en  la  más  sana  filosofía  y  en  los  datos  más  ciertos 
de  las  ciencias  experimentailes.  No  acierto  á  expresar  mi  satisfacción, 
mejor  dicho,  la  admiración  con  que  he  leído  una  obra  en  castellano. 
en  que  aparecen  hablando  como  en  su  casa  los  mayores  sabios,  desde 
Platón  y  Aristóteles  hasta  Ribot  y  Wundt,  digerida  su  ciencia  y  asi- 
milada en  la  poderosa  inteligencia  de  usted,  para  sacar  cansecuencias 
lógicamente  luminosas  y  dar  realce  á  ideas  propias,  resultado  de  hon- 
da meditación.  Y  ¿qué  diré  de  la  oportunidad  con  que  usted  cita  desde 
Aristófanes  hasta  los  cantarcillos  gallegos,  como  testimonio  del  habla 
instintiva  popuilar? 

Por  lo  que  hace  á  la  comprobación  de  la  doctrina  con  los  hechos, 

TOMO  VIII. — 32 


498  CRÍTICA 

siento  en  el  alma  no  ser  juez  com¡>etente  (ó  serío  infinitamente  me- 
nos) para  dar  á  usted  mi  parecer.  Aunque  nieto  de  un  vasco  (mi  abue- 
lo materno,  don  Carlos  Joaquín  de  Urisarri,  nació  en  Vergara),  ignoro 
completamente  el  eúskera,  y  así  he  de  creer,  como  creo,  sin  sentirila, 
en  la  explicación  que  usted  da  de  la  maravillosa  variedad  de  sus  for- 
mas. Por  otra  parte,  el  estudio  casi  exclusivo  de  la  lingüística  en  sus 
relaciones  con  los  idiomas  romanos  y  sobre  todo  con  el  castellano,  me 
ha  hecho  sobremanera  meticuloso,  y  no  puedo  prescindir  de  buscar  y 
consultar  e¡l  factor  histórico.  Xo  se  me  oculta  que  esto,  exagerado,  es 
vicioso;  poco  ha  que  el  señor  Thomas,  discípulo  de  los  más  esclareci- 
dos del  señor  G.  Paris,  echaba  en  cara  á  mi  amigo  el  doctor  Schu- 
chardt  la  maravillosa  amplitud  de  sus  disquisiciones,  aun  en  el  campo 
¿el  romanismo,  y  su  aparente  laxitud  en  materia  de  ileyes  fonéticas; 
éste  ha  replicado  que  las  tales  no  han  sido  proclamadas  en  el  Sinaí,  y 
que  aún  falta  saber  cuál  es  su  verdadera  significación,  ante  da  impor- 
tancia que  debe  darse  á  la  evolución  y  consonancia  de  las  significacio- 
nes. Esto  mismo  juzgo  que  podrá  usted  oponer  á  mi  timidez,  nacida 
sin  duda  de  lo  Jimitado  de  mis  investigaciones;  aunque  recelo  que  us- 
ted mismo,  con  la  admirable  comprensión  de  innumerables  lenguas, 
admitirá  la  faciJidad  de  que  se  tomen  como  originarias  coincidencias 
que  provienen  de  una  evolución  posterior,  sin  que  podamos  compro- 
barlo por  falta  de  datos  históricos.  (Sírvame  esto  de  disculpa,  si  no 
siento  en  esta  parte  con  igual  conciencia  que  en  la  parte  teórica,  el 
valor  de  la  imponderable  labor  de  usted.  Admiro,  pues,  en  silencio, 
y  aguardo  que  ila  continuación  de  su  obra  sorprendente  aquiete  esos 
escrúpulos,  que  temo  sean  como  de  monja. 

Reitero  á  usted  mis  agradecimientos,  y  le  ruego  acepte,  con  mi  in- 
útil amistad,  el  homenaje  de  mi  más  sincera  y  profunda  admiración. 
Espero  que  usted  me  ofrezca  ocasión  de  probarle  con  obras  cuan  de 
corazón  soy  su  servidor,  q.  b.  s,  m.,  R.  J.  Cuervo. 


ESTUDIOS    SOBRE   EL   LENGUAJE 

Obra  importantísima 

La  frialdad  con  que  se  recibe  en  España  la  publicación  de  cierto 
género  de  obras  raya  ciertamente  en  insensata.  Hay  ciencias  de  la 
mayor  importancia  que  se  han  estudiado  y  se  estudian  ansiosamente 
en  el  extranjero,  y  que  aquí  apenas  si  se  conocen  de  nombre.  Ob- 
sérvese, si  no,  lio  que  con  la  Geografía  política  y  económica  acon- 
tece. Nótese  lo  que  ocurre  con  la  Lingüística.  Es  este  estudio  casi 
extraño  actualmente  al  movimiento  intelectual  de  nuestra  patria,  no 
obstante  haber  sido  un  español,  Hervás,  quien  en  el  siglo  xviii  echó 
los  cimientos  de  la  ciencia  del  lenguaje,  que  se  confunde  ordinaria- 
mente con  la  Filología. 


CRITICA  499 

Dedicarse  á  su  elaboración  es,  desde  luego,  un  caso  honorable,  y 
llegar  en  su  cultivo  á  dominar  la  complejidad  y  dificuiltades  de  estos 
conocimientos  supone  largos  años  de  trabajo  constante,  árido  y  sin 
aliciente  alguno,  como  no  sea  e;l  ideal  lejano  de  algún  hallazgo  impór- 
tente, de  alguna  innovación  perdurable.  A  este  pequeño  grupo  de  oscu- 
ros españoles  beneméritos  pertenece  don  Julio  Cejador  y  Frauca,  quien 
después  de  veinte  años  de  estudio  ha  comenzado  á  publicar  una  obra 
magistral  sobre  el  lenguaje. 

El  pasado  año  apareció  el  tomo  primero,  con  el  título  genérico  de 
El  lenguaje :  s^is  transformaciones,  su  estructura,  sit  unidad,  su  origen, 
su  razón  de  ser. 

Se  hace  en  este  tomo  un  estudio  histórico  sobre  la  ciencia  filoló- 
gica, €n  el  cual  muestra  el  autor  haber  manejado  cuanto  sobre  esta 
ciencia  se  ha  escrito  en  todos  los  países  y  en  todos  los  tiempos. 

Hace  á  continuación  das  diversificaciones  entre  la  Filología  y  la 
Lingüística,  ciencia  esta  última  que  apenas  si  cuenta  un  siglo  de  exis- 
tencia. 

Conocidos  estos  preliminares,  expone  el  señor  Cejador  sus  teorías 
criginalísimas,  atrevidas  y  sólidamiente  científicas,  acerca  del  lenguaje, 
teorías  que  serán  presentadas  sistemáticannente  en  los  tomos  sucesivos, 
á  que  éste  sirve  de  introducción. 

El  volumen  aparecido  este  año.  Los  Gérmenes  del  lenguaje,  es  un 
profundo  estudio  fisiológico  y  psicoilógico  de  las  voces  del  lenguaje 
como  base  para  la  investigación  de  sus  orígenes.  Hay  en  este  libro 
ideas  realmente  interesantísimas  sobre  los  sonidos  primitivos  y  las 
primeras  ideas  expresadas  fonéticamente.  Las  más  modernas  concep- 
ciones del  sonido  bocal,  fisiológica  y  psicológicaniente  considerado, 
son  criticadas  sabia  y  agudamente. 

Después  de  este  tomo  vendrán,  según  promete  el  autor,  otros  que 
han  de  completar  esta  obra,  única  en  su  género  y  sin  precedentes,  se- 
gún creemos,  en  la  bibliografía  española  por  su  amplitud  y  su  eje- 
cución. 

"Me  declaro — dijo  el  señor  Menéndez  y  Pelayo  en  una  carta  al  au- 
tor— de  todo  punto  incompetente  para  juzgar  una  obra  de  tal  magnitud 
y  trascendencia;  pero  no  puedo  menos  de  manifestar  á  usted  mi  admi- 
ración por  los  conocimientos  profundos  y  sólidos  que  revela,  por  la 
lucidez  y  elegancia  de  la  exposición  y  por  los  altos  propósitos  que  in- 
dica y  cumplirá. 

"Únicamente  los  verdaderos  filólogos  ó,  por  mejor  decir,  los  ver- 
daderos lingüistas,  que  son  los  que  en  este  caso  tienen  autoridad  y 
competencia,  podrán  decir  á  usted  si  en  el  estado  actual  de  la  ciencia 
€s  posible  la  síntesis  á  que  usted  aspira.  Los  que  sólo  hemos  estudiado 
•algunas  'lenguas  como  instrumentos  de  sus  respectivas  literaturas,  no 
tenemos  voto  en  tal  litigio;  pero  si  algo  vale  la  razón  de  analogía, 
debemos  estar  de  parte  de  usted,  porque  siendo  tan  manifiesta  en  la 
literatura  comparada  la  unidad  del  espíritu  humano  y  de  sus  procedí- 


500  CRÍTICA 

mientos  artísticos,  mucho  más  parece  que  ha  de  serlo  en  el  material 
lingüístico  y  en  la  Gramática  comparada,  donde  es  mucho  mayor  la 
parte  de  lo  espontáneo  é  inconsciente.  En  suma,  lo  que  es  verdad  de  las 
mitologías  y  de  las  literaturas,  no  ha  de  desmentirse  respecto  de  las 
lenguas,  que  en  cierto  modo  envuelven  sus  gérmenes. 

''Además  de  ¡la  grande  importancia  que  para  todos,  creyentes  é  in- 
crédulos, tiene  la  tesis  fundamental  del  primer  libro,  que  ha  de  ser 
explanada  en  los  subsiguientes,  hay  mucha  y  positiva  doctrina  en  lo 
ya  publicado,  y  puede  servir  como  excelente  ensayo  de  vulgarización 
de  estos  conocimientos  en  España.  Son  útiles  desde  luego  el  cuadro 
y  clasificación  de  las  lenguas  y  el  rico  tratado  de  FonoJogia,  que  por 
sí  solo  puede  labrar  una  reputación  científica. 

"Xo  me  creo  con  la  autoridad  suficiente  para  hablar  en  ninguna 
revista  de  una  obra  que  sólo  tiene  relación  indirecta  con  mis  estudios; 
pero  como  mero  lector  agradecido,  no  puedo  menos  de  dar  á  usted  la 
enhorabuena  por  su  trabajo  y  por  el  valor  heroico  que  manifiesta  us- 
ted en  el  mero  hecho  de  publicarle." 

Es  verdaderamente  heroico  el  esfuerzo  del  señor  Cejador,  tanto 
como  inverosímil  el  desdén  con  que  la  nación  corresponde  á  sus  po- 
cos sabios,  á  los  que  lo  son  en  realidad. — XXX. 

{El  Imparcial,  27  Octubre  1902.) 


MITRIDATES 
I 


Hace  próximamente  un  siglo  que  cierto  sabio  alemán,  nacido  en 
Pomerania  y  llamado  Juan  Cristóbal  Adelung,  emprendió  la  publica- 
ción de  un  libro  formidable,  el  Mitrídatcs,  en  el  que  se  traducía  la 
oración  dominical  á  todas  las  lenguas  del  mundo.  Veinte  años  antes  un 
sacerdote  españd,  nacido  en  tierra  de  Cuenca,  y  llamado  don  Lorenzo 
Hervás  y  Panduro,  había  publicado  su  famoso  Catálogo  de  las  lenguas, 
piedra  fundamental  de  la  ciencia  filológica.  Sobre  estos  dos  libros  se 
ha  levantado  un  monumental  edificio,  gloria  del  siglo  xix.  Siguiendo 
el  método  comparativo,  que  ya  en  el  siglo  de  oro  de  nuestra  literatura 
presintieron  el  maestro  Francisco  Sánchez  de  las  Brozas  y  el  canó- 
nigo don  Bernardo  Aldrete,  los  sabios  de  la  pasada  centuria  han  lle- 
gado á  conocer  todas  las  lenguas  humanas,  han  penetrado  en  el  secre- 
to de  los  pensares  y  en  el  de  los  hablares  con  que  los  expresan  tanto 
los  antroi)ófagos  africanos  al  mascullar  !a  chuleta  de  algún  pariente, 
lanzando  gritos  de  hartura  satisfecha,  en  swahilí  ó  en  bantú,  cuanto  los 
más  refinados  psicólogos  de  París  al  despellejar  piadosamente  á  un 
dramaturgo  modernista  durante  los  entreactos  de  cualquier  estreno  en 
el  Odeón. 


CRÍTICA  50I 

Hubo,  pues,  un  primer  Mitrídatcs  conocedor  de  todas  las  lenguas, 
ya  fuese  Hervás,  ya  Adelung.  Después  los  Mitrídates  se  han  multi- 
plicado. Se  ha  llegado  á  desenredar  y  poner  en  claro  gran  parte  del 
árbol  genealógico  de  las  lenguas.  Se  ha  visto  cómo  eran  ramas  muchas 
que  parecían  troncos.  Se  ha  entrevisto  lia  unidad,  el  tocón  primitivo. 
Faltaba  desenterrar  y  descubrir  las  raíces,  y  esta  importantísima  in- 
vención, ¡digámoslo  con  orgullo  para  gloria  de  la  patria!,  la  ha  rea- 
lizado un  pobre,  oscuro,  modesto  sacerdote  español  nacido  en  tierra 
aragonesa:  don  Juilio  Cejador  y  Frauca. 

Cejador  es  un  hombre  pequeño,  flaco,  cetrino,  los  ojos  como  dos 
..'scuas,  los  brazos  rebeldes,  los  movimientos  indisciplinados,  la  figura 
toda  llena  de  elocuencia  persuasiva.  No  tiene  facha  de  orador,  de  po- 
lítico, de  literato,  de  nada  que  huela  á  profesión  ú  oficio  enderezado 
á  conseguir  fines  inmediatos  y  someros.  Los  que  sabéis  conocer  en 
los  ojos  ó  en  otras  cosas  ail  hombre  poseído  por  un  ideal  ó  por  una 
idea  grande,  no  confundiréis  á  Cejador  con  ningún  ministril  del  hoy 
ni  del  mañana  temprano,  con  aquel  sabio  administrador  de  su  ciencia 
ó  de  su  arte,  con  este  ambicioso  apto  para  hacer  bulto  en  escailafones. 
Ni  es  tampoco  Cjejador  x\n  erudito  pisahormigas  y  cuentagotas  de  los 
que  percancean  respetabilidad  científica  y  pingües  sueldos  dilucidando 
cuidadosamente  si  la  mota  negra  que  hay  en  lia  página  segunda  del 
Códice  Vigilu.no  es  el  punto  de  una  /  ó  la  indiscreción  de  una  mosca 
medioeval :  ni  menos  todavía  es  de  aquellos  Mitrídates  baratos  para 
quienes  la  ciencia  es  una  fonda  en  donde  ellos,  como  ciertos  camare- 
ros, sirven  da  minuta  y  cobran  la  cuenta  en  veinticinco  idiomas.  Sabio 
de  veras,  Cejador  es  un  alma  inocente  y  candorosa,  inhábil  para  los 
tratos  del  mundo.  Ha  vivido  en  las  faldas  y  laderas  del  Líbano,  ha 
recorrido  Egipto  y  Siria,  errando  inconscientemente  por  eil  mundo  con 
su  ideal  á  cuestas,  y  al  volver  á  la  patria,  el  ideal  logrado  lie  pesa 
como  una  cruz,  y  él  no  lo  nota,  por  más  que  ya  le  han  azotado  los 
sayones,  le  han  perseguido  los  escribas  y  le  han  vendido  los  fariseos. 
Pero  vale  más  no  entristecerse,  pues  tratamos  de  un  sabio  alegre,  para 
quien  toda  alegría  y  toda  gratuilación  son  obligadas. 

Desenterrar  las  raíces  del  lenguaje,  poner  al  descubierto  la  lengua 
primitiva,  declarar  y  demostrar  con  pruebas  de  todos  los  géneros  y  con 
ejemplos  de  todos  los  idiomas  que  esa  lengua  primitiva  es  el  eúskera  ó 
vascongado  y  proclamar  que  las  formas  elementales  de  ella  son  das 
voces  dictadas  por  la  naturaleza  ó  sugeridas  por  el  simple  funciona- 
miento del  organismo  á  los  primeros  hombres  y  conservadas  vivas 
al  través  de  siglos  y  siglos  en  ambas  vertientes  de  la  región  pirenaica, 
donde  el  vasco  y  sus  dialectos  viven,  es  lo  que  hasta  ahora  ha  iniciado 
Cejador  en  el  primer  tomo  ó  pródogo  de  su  maravilloso  libro  El  Len- 
guaje (Salamanca,  1901)  ;  ha  expuesto  en  el  segundo  tomo.  Los  Gér- 
menes del  lenguaje  (Bilbao,  1902)  y  acaba  de  probar  cumplidamente 
en  el  tercer  volumen.  Embriogenia  del  lenguaje  (Madrid,  1904).  En 
los   dos  primeros   tomos   exponía   con   lucidez   pasmosa   un   novísimo, 


502  CRÍTICA 

claro  y  racional  criterio  para  tratar  la  cuestión.  Ya  en  ello  se  com- 
prendía que  era  Cejador  un  monista  convencido,  un  Haekel  de  la 
ciencia  lingüística,  un  psicólogo  de  la  fuerza  de  los  Wundí  y  de  los 
Sergi.  un  observador  é  inductor  de  la  talla  de  los  Max  Müller  y  de 
los  Spencer.  Pero  en  este  último  volumen,  al  tratar  de  Ja  Embriogenia 
del  lenguaje,  fundando  la  investigación  en  el  estudio  de  las  palabras 
demostrativas  de  todos  los  idiomas  del  mundo,  construyendo,  como 
repetiría  Adelung,  el  Mitrídates  del  yo,  del  tú,  del  el,  del  nosotros, 
etcétera,  para  lo  cual  ¡le  ha  sido  necesario  recorrer  y  nianejar  cuantas 
gramáticas  y  cuantos  léxicos  existen  relativos  á  las  innumerables 
formas  de  hablar  notorias  en  el  planeta,  Cejador  se  presenta  á  nues- 
tros ojos  como  el  hombre  que  ve  claro  y  que  claro  habla,  cual  veía 
Platón  ei  divino,  cual  hablaba  Renán  el  humano. 

Ha  transcurrido  un  siglo,  el  tiempo  suficiente  para  la  crianza  de 
infinitos  dogmatismos  y  para  la  cerrazón  absoluta  de  innumerables 
criterios.  La  Filosofía,  la  ciencia  del  lenguaje,  que  debiera  ser  la  más 
viva  y  despabilada,  se  ha  ido  convirtiendo,  bajo  las  gafas  de  los  mio- 
pes alemanes,  en  una  nueva  Escolástica.  A  los  nominalistas  de  la  ge- 
neralización filosófica  han  reemplazado  los  nominalistas  de  la  partí- 
cularización  ó  desmenuzamiento  filológico.  Vamos  ya  teniendo  tam- 
bién aquí  en  España,  ¡  alabado  sea  Dios !,  algunos  filólogos  de  esos 
que,  estudiando  la  piel  de  las  palabras,  llaman  despectivamente  lo  otro 
á  ¡las  ideas :  hay,  en  esta  materia,  quien  afirma  que  el  pensamiento  es 
pura  retórica,  divagar  de  oradores  hueros ;  hay  quien  colecciona  va- 
riantes y  quien  hacina  papeletas  consignando  hechos  desalmados  y 
estúpidos  para  no  sabemos  qué  Estadísticas  de  las  que  empujan  hacia 
la  Academia.  Para  estos  benditos  seres,  la  Filosofía  es  cosa  de  los  re- 
publicanos y  demás  gente  enemiga  del  orden.  Las  hipótesis,  para  ellos, 
son  patentes  de  locura:  las  generalizaciones,  crímenes  nefandos.  Ellos 
son  los  sabios  únicos,  -la  aventajada  prole  de  los  doctores  de  Salamanca, 
vestidos  hoy  con  cogulla  alemanisca,  incapaces  é  impotentes  para 
comprender  que  aún  queden  por  descubrir  Nuevos  Mundos  de  aque- 
llos que  jamás  encontró  la  ciencia  si  no  supo  hermanarse  con  la  au- 
dacia. Ya  sé,  ya  presumo  lo  que  estos  frailucos  laicos,  lo  que  algunos 
miopes  germanófilos  pensarán  y  dirán  de  Cejador.  Por  ellos,  América 
se  hubiera  quedado  sin  descubrir,  pues  Colón  no  era  ningún  sabio,  ni 
usaba  antiparras,  ni  había  dividido  el  mundo  entero  en  papeletas. 

Pero,  por  honra  de  España,  bueno  será  creer  que  existe  alguien 
capaz  de  menospreciar  esas  ratoniles  pequeneces.  Alguien  habrá  á 
quien,  si  no  ¡le  convence  la  inteligencia,  le  conmoverá  hondamente  el 
corazón  el  hecho  de  que  un  sabio  español,  pobre,  solo  y  sin  ayuda  ofi- 
cial, ni  títulos  académicos  hasta  hace  pocos  días,  haya  fundado  una 
doctrina  completa,  lógica  y,  por  lo  menos,  científicamente  aceptable 
acerca  del  primer  idioma  que  se  habló  en  la  tierra  y  haya  probado 
que  ese  idioma  fué  el  qué  hablan  ilos  campesinos  y  los  trabajadores 
en  una  región  de  las  más  pobladas  y  cultas  de  nuestro  país. 


CRÍTICA  5o3 

¿  Sería  mucho  pedir,  para  un  hombre  que  tal  obra  ha  reahzado,  el 
amparo  oficial  que  pudiera  suponer  la  creación  de  una  cátedra  de 
etískera  en  el  doctorado  de  Filosofía  y  Letras?  ^:  Parecerá  un  disparate 
que  siendo  ó  pudiendo  ser  (no  afirmemos  nada  en  absoluto)  'la  lengua 
vascongada  la  primitiva,  el  Estado  español  proteja  su  estudio  oficial 
con  la  misma  atención  que  dedica  al  de'.l  sánscrito,  que  de  fijo  no  es 
primitiva  y  casi  de  seguro  no  le  importa  á  nadie  en  España? 

Y  cuando  el  Estado  no  tenga  en  sus  arcas  cuatro  mil  pesetas  para 
las  carabelas  que  han  de  aportar  á  este  Nuevo  Mundo,  ¿no  habrá  allá, 
en  la  vieja  tierra  de  Vasconia,  entre  aquellos  euskaldunas  tan  gene- 
rosos y  tan  ricos  quien  se  prive  cada  año  de  unas  cuantas  botellas  de 
Cordón  7-011  ge  ó  del  importe  de  una  traviesa  á  favor  de  cualquier  Chi- 
quito para  que,  libremente  y  sin  auxiilio  del  tantas  veces  maldecido 
Erario  centralizador,  un  hombre  de  buena  y  de  mucha  fe,  como  aquel 
de  quien  hablo,  enseñe  á  ilos  que  quieran  oírle  algo  vislumbrado  por 
Humboldt,  presentido  por  Larramendi,  adivinado  por  Luis  Luciano 
Bonaparte,  indicado  por  Astarloa,  algo  de  que  los  vascos  pueden 
quizás  más  que  de  otra  cosa  alguna  enorgullecerse?  Aquel  hierro 
•viscaino 

que  os  encargo 
corto  en  palabras,  pero  en  obras  largo 

bien  podrá  trocarse  en  un  poco  de  oro  para  cambiarle  por  los  bri- 
llantes de  üa  ciencia  y  permitirle  al  sabio  pobre  que  siga  en  paz  sus 
estudios. 

¿Quiere  escucharlo  el  señor  Ministro  de  Instrucción  pública? 
¿Quieren  entenderlo  bien  los  patriotas  vascongados? 

Pero  aún  será  preciso  decir  algo  de  ilo  sustancial  de  este  libre 
prodigioso. 


II 

Y  dijo  el  Señor:  "He  aquí  que  uno  es  el  pueblo  y  una  lengua  para 
todos..."  "Pero  venid,  bajemos  y  confundamos  allí  la  ilengua  de  ellos 
para  que  no  entienda  cada  cual  la  voz  de  su  prójimo." 

Esto  dice  el  Génesis,  en  el  capítulo  XI,  que  trata  de  'la  torre  de 
Babel.  Lo  que  no  consigna  es  cuál  era  esa  lengua  primitiva  una  para 
todos.  Ahora  ya  está  averiguado :  esa  lengua  era  ila  que  hablan  los 
pescadores  de  Bermeo  y  de  Mundaca,  la  que  cantan  los  versolaris  en 
las  fiestas  de  Durango  y  de  Orduña,  el  viejo  idioma  cuyo  último  poe- 
ta, Antonio  Arzac,  ha  muerto  hace  pocos  días  pobre  y  casi  olvidado. 
Es  un  idioma  no  inficionado  por  la  retórica,  no  adulterado  por  la  ac- 
ción corrosiva  de  las  abstracciones:  un  idioma  positivo,  natural,  que 
pesa  poco  en  la  memoria :  algo  de  ilo  que  intenta  ser  el  inglés  común 
á  londinenses,  neoyorkinos,  californianos,  neocdlandeses,  australianos. 


D04  CRITICA 

indios  del  Ganges  y  burghers  del  Sur  de  África:  un  instrumento  se- 
mejante al  banjo  de  la  conocidísima  canción  de  Kipling  y  que  con  su 
pylli-Zi'ylH  -ti.'inki-zi'inki-popp!  y  con  su  tiinka-tiíuka,  iunka,  tuuka, 
tunk  y  su  tara-rara-rara-rara-ra-rrrpp !  con  seis  ú  ocho  sonidos  toscos, 
pero  de  pujante  eficacia  expresiva,  hace  entenderse,  danzar,  reír,  ca- 
minar y  gemir,  tanto  al  pobre  negro  que  torpemente  la  maneja  en  el 
sollado  de  un  trasatlántico,  cuanto  al  marino  hiperbóreo  que  reposa 
las  fatigas  del  balleneo  ó  de  las  pesquerías  de  Terranova,  así  al  fellah 
harapiento  de  las  riberas  del  Nilo,  como  al  borrachín  azotamuelles  de 
Londres  ó  de  Glasgow. 

Fundado  en  mal  leídos  dogmas  teológicos  ó  metafísicos  y  en  ca- 
prichosas inducciones,  cuanto  se  había  dicho  hasta  aquí  respecto  de  la 
lengua  madre  era  igualmente  absurdo.  Quienes  viven  pegados  al  tex- 
to del  Génesis  no  pueden  pensar  que  Adán  hablaba  hebreo,  sirocaldeo 
ó  el  idioma  plagado  de  formas  dialectales  en  que  escribía  Moisés 
cuando  intentaba  resucitar  la  perdida  memoria  del  Paraíso  terrestre, 
pues  ¿para  qué  necesitaba  Adán  da  complicada  terminología  de  una 
lengua  que  sirve  á  civilizaciones  evidentemente  muy  lejanas  del  pri- 
mitivo estado  de  candidez  paradisiaca?  Quienes  aceptan  las  tan  repe- 
tidas como  desacreditadas  divisiones  de  las  lenguas  en  tres  familias, 
fiándose  en  su  estructura  (monosilábicas,  aglutinantes  y  flexibles)  ó 
en  las  supuestas  razas  que  ¡las  hablaron  (indoeuropeas,  semíticas  y 
turanias)  no  podrán  menos  de  admitir  tres  idiomas  primitivos,  pero 
verdaderamente  primitivos,  elementales,  semisalvajes  ó  salvajes  del 
todo.  ¿  Hay,  sin  embargo,  nada  menos  probable  que  la  existencia  de 
tres  formas  distintas  para  expresar  una  sola  y  simple  sensación  pri- 
mitiva y  elemental?  ¿No  es  en  esto  mucho  más  racional  el  Génesis, 
que  anticipándose  á  Ernesto  Haeckel  decía,  por  boca  del  Creador: 
Ecce  units  est  populus,  "he  aquí  que  uno  es  el  pueblo",  y  adelantán- 
dose á  Julio  Cejador,  añadía:  Et  unum  lahium  ómnibus,  "y  un  labio 
(una  lengua)  para  todos"?  Moisés  era  monista,  sin  saberlo,  y  yo  creo 
que  si  hubiese  estado  en  Roma  recientemente,  habría  estrechado  la 
mano  de  Haeckel  el  librepensador,  á  hurtadillas  del  \^aticano.  y  no 
hubiera  dejado  de  recomendar  á  Su  Santidad  que  mirase  por  un 
sacerdote  conno  Cejador,  á  quien  se  ha  perseguido  por  probar  cien- 
tíficamente lo  que  el  primero  y  más  respetable  autor  del  .Antiguo  Tes- 
tamento había  afirmado  en  forma  popular,  lo  que  algunos  sabios  neos 
niegan  porque  les  conviene  que  haya  en  la  ciencia  muchas  torres  de 
Babel  para  seguir  cobrando  en  diversos  idiomas,  como  verdaderos 
Mitrídates  del  presupuesto, 

Pero,  además  de  ser  fiílólogo  y  antropólogo  consumado,  Moisés 
demostró  ser  un  filósofo  profundo  en  este  asunto  del  idioma  primiti- 
vo :  y  sin  apartarse  un  punto  del  texto  sagrado,  establece  con  toda 
lógica  Cejador  .su  segunda  importantísima  afirmación  contra  Rous- 
seau y  contra  cuantos  han  discurrido  sobre  este  particular,  á  saber: 

El  idioma  primitivo  no  es  un  invento  de  los  hombres. 


CRÍTICA  5o5 

Claro  es,  por  consiguiente,  que  la  lengua  primitiva  fué  inventada 
por  Dios.  ¿  Cómo  ?  C-omo  inventa  Dios  las  cosas ;  creando  organis- 
mos naturales  y  haciéndolos  servir  á  necesidades  naturales  también. 
Imposible  parece  que  hayan  transcurrido  tantos  siglos  sin  que  los  sa- 
bios llegaran  á  persuadirse  de  esto,  de  que  el  hablar  es  tan  natural  y 
tan  necesario  como  el  andar  y  el  digerir,  y  si  conocemos  la  digestión  y 
Ja  locomoción,  estudiando  anatómica  y  fisiológicamente  los  órganos 
en  ellas  empleados,  sin  andarnos  con  elucubraciones  metafisicas  so- 
bre el  páncreas  ó  sobre  el  tendón  de  Aquiles,  necio  será  creer  que  po- 
demos conocer  el  origen  del  lenguaje  si  no  estudiamos  los  órganos  y 
las  funciones  naturales  del  habla. 

Por  eso  el  ilustre  Sánchez  Calvo,  precursor  de  Cejador  en  estas 
investigaciones,  anduvo  cerca  de  resolver  el  problema  en  su  conocida 
obra  Los  Nombres  de  los  dioses;  pero  no  le  resolvió  porque  llevaba 
á  cuestas  unas  alforjas  metafisicas  que  le  estorbaban  mucho,  las  mis- 
mas que  ¡le  dictaron  su  estupenda  Filosofía  de  lo  maravilloso  positivo. 
Para  tratar  de  estas  cosas,  vale  más  ser  como  Cejador,  filólogo  y 
antropólogo  ó  psicólogo  experimental  que  filólogo  y  metafísico  ma- 
ravilloso, como  Sánchez  Calvo:  vale  más  ir  del  brazo  de  Wundt  que 
ir  de  la  mano  de  Kant. 

Sánchez  Calvo  había  reconocido,  como  Cejador,  comunidad  de 
raíces  y  de  formas  en  todas  las  lenguas  estudiadas,  pues  gracias  á  las 
infinitas  gramáticas  y  á  los  innumerables  vocabularios  que  fia  propa- 
ganda imperialista  y  comercial  de  ciertas  naciones  coilonizadoras  ha 
repartido  por  el  globo,  no  es  ningún  milagro  ser  hoy  Mitrídates  de 
cuantos  idiomas  se  hablan  en  la  tierra.  Pero  Sánchez  Calvo,  filósofo  de 
lo  maravilloso,  creía  que  las  primeras  palabras  fueron  palabras  ad- 
mirativas y  la  más  antigua  la  onomatopeya  hcrbcrherber,  imitativa 
de  la  acción  de  hervir.  Sánchez  Calvo  suponía  que  ;los  hombres  no  ha- 
blaron ni  se  admiraron  hasta  que  vieron  barbotear  al  agua  caliente 
en  un  puchero  ó  cazuela :  como  si  fuera  posible  hacer  cazuelas  sin 
liablar,  y  probable  que  no  les  pasmase  más  á  aquellos  hombres  cual- 
quier fenómeno  de  la  naturaleza  (rayo,  trueno,  etc.)  que  les  llenara 
de  miedo  y  consiguientemente  de  instintos  defensivos  y  religiosos. 
Sánchez  Calvo  contemplaba  este  fenómeno  puramente  humano  sin 
atender  al  hombre  mismo,  sino  á  las  cosas  exteriores.  Cejador,  por 
el  contrario,  rumiando  concienzudamente  una  página  admirable  de 
Taine  en  su  hondo  libro  De  la  Inteligencia,  profundizando  las  induc- 
ciones de  Wundt  en  su  ya  popular  Psicología  fisiológica  y  atendiendo 
á  su  propio  discurrir  de  hombre  clarividente,  confirma  todos  los  datos 
por  él  acumulados  y  relativos  á  cientos  y  miles  de  lenguas  habladas 
en  el  mundo  respecto  de  unos  cuantos  sonidos,  iguales  en  todas  ellas, 
y  que  expresan  principalmente  las  ideas  y  relaciones  del  espacio,  en 
las  que  van  envueltas  las  de  la  personalidad,  las  de  la  afirmación  cate- 
górica instintiva,  las  que  los  psicólogos  llaman  hoy  asociaciones  pri- 
meras ó  sensoriales,  base  de  los  juicios  ó  relaciones  intelectivas,  etc. 


5o6  CRÍTICA 

Y  estos  primeros  sonidos,  ¡  caso  inesperado !,  coincidentes  en  todas 
las  hablas  del  mundo,  son  las  palabras  demostrativas  del  eúskera  pro- 
nunciadas y  escritas  en  el  siglo  xx  como  se  escribían  ya  en  el  códice 
Calixtino  del  siglo  xiii,  de  seguro  como  se  pronunciaban  antes  de  la 
torre  de  Babel,  que  si  fué  confusión  de  lenguas,  más  fué  confusión  de 
ideas,  de  instintos  y  de  propósitos.  Pero  como  esta  teoría  no  es  un 
capricho  (Cejador  ni  siquiera  es  vascongado  ni  en  Vasconia  le  ha 
ocurrido  nada  agradable),  resulta  que  esas  primeras  formas  demostra- 
tivas no  son  sino  movimientos  naturales  del  aparato  vocal  ó  posicio- 
nes de  la  garganta,  de  la  lengua,  del  paladar,  de  los  dientes  y  de  Ios- 
labios  para  dejar  salir  el  aire. 

Pocas  páginas  tan  interesantes  ni  que  causen  tan  íntima  emoción 
estética  }•  moral  como  aquellas  en  que  rastreando  esos  sonidos  de  que 
se  valieron  nuestros  infelices  ascendientes  para  expresar  sus  afectos, 
sus  impresiones  y  sus  relaciones  con  la  Naturaleza,  llegamos  á  con- 
vencernos, como  dijo  el  otro,  de  que  el  hombre  es  un  animal  meta- 
físico;  de  que  el  primer  salvaje  que  abrió  la  boca,  por  instinto,  dis- 
tinguió el  yo  del  no  yo  con  la  misma  seguridad  que  Kant,  aunque  no 
diferenciase  el  yo  puro  {das  reine  ich)  del  yo  empírico,  en  lo  cual 
quizás  el  salvaje  tenía  razón:  y  de  igual  manera  se  ensancha  y  se 
alegra  el  alma  comprobando  que  ese  mismo  trogilodita,  antropófago 
c  lo  que  fuera,  sin  haber  leído  la  Lógica  de  Hegel,  ni  las  Meditaciones 
de  Descartes,  ni  los  Diálogos  entre  Hylas  y  Filonons  de  Berkeley,. 
tenía  del  espacio  una  noción  natural  clarísima  y  la  concretaba  dicien- 
do a  para  expresar  lo  lejano,  i  para  lo  próximo,  o  para  Jo  circundante, 
etcétera,  etc. 

Pero  sería  inocente  suponer  en  el  lenguaje  primitivo  expresiones 
para  todas  las  categorías  aristotélicas  y  para  todas  las  modificaciones 
de  estos  conceptos  fundamentales.  Las  palabras  de  espacio  indican, 
para  un  hombre  sensitivo  ó  sensorial,  de  mentalidad  preconsciente, 
sensaciones  de  cantidad  y  de  relación  y  hasta  de  calidad  y  modo.  A  es 
lejos,  pero  también  es  mucho  y  es  grande  y  es  ellos,  la  multitud  le- 
jana. /  es  cerca,  y  asimismo  es  poco  y  es  no  grande  y  es  tú  ó  vosotros 
que  estáis  junto  á  mí  y  á  quienes  señalo  con  el  dedo  (la  i  indigitante, 
dice  con  agudeza  Cejador)  y  es  algo  agudo  y  algo  estrecho,  como  el 
sonido  i.  A  las  relaciones  temporales  no  alcanzan  estos  sonidos,  por- 
que el  salvaje  no  vive,  como  nosotros,  de  recuerdos  y  de  esperanzas, 
sino  que  vive  en  presente,  de  la  actualidad,  sin  la  conciencia  del  ayer 
ni  el  presentimiento  ó  el  temor  del  mañana.  Y  véase  cómo,  contra  lo 
acostumbrado  y  previsto,  el  grito  de  un  papú  nos  conduce  á  las  más 
altas  regiones  de  la  Metafísica,  porque  ¡la  sencillez  es  el  camino  para 
la  grandeza  y  su  condición  obligada,  y  á  la  Metafísica  se  la  encuentra, 
no  se  la  busca.  ¿Cómo  prueba  Cejador  estas  pocas  fundamentales  aser- 
ciones, bases  del  descubrimiento  del  idioma  primitivo?  Menester  será 
resumirlo  en  breves  palabras. 


CRÍTICA  3<7 


III 


Es  un  hecho,  indudable  y  dolorosísimo,  por  cierto,  que  la  palabra, 
mejor  diré,  el  grito  más  antiguo  común  á  todos  los  idiomas  es  el  ge- 
mido ó  la  queja  ¡ay!  Otro  hecho  indiscutible  es  que  Ja  letra  con  san- 
gre entra.  El  lenguaje,  pues,  como  el  arte,  como  la  ciencia,  como  los 
hombres  mismos,  nació  del  dolor. 

Artis  initinm  dolor 

es  el  primer  miembro  de  da  fórmula  misteriosa  de  arimi,  quiero  decir, 
de  Ganivet  el  grande.  Y  la  primera  de  todas  las  artes  debió  de  ser  el 
hablar. 

Pero,  ¿qué  dice  quien  grita  ¡ a-y !  instintivamente?  Con  la  a  quiere 
arrojar  lejos,  fuera  de  sí,  al  mundo  entero  del  dolor  que  le  oprime : 
con  la  i,  más  apremiante  y  acentuada  cuanto  mayor  es  el  aprieto,  pide 
auxilio  al  prójimo,  á  i,  es  decir,  á  tú,  al  que  está  más  cerca.  Este 
ejemplo  no  es  de  Ce j ador,  pero  yo  lo  pongo  aplicando  su  teoría. 

Otro,  mío  también  y  quizás  más  probatorio,  pues  se  trata  de  sonidos 
extrahumanos,  tan  conocidos  por  los  hombres  como  por  los  animales. 
¿Habéis  visto  lo  que  hace  un  carromatero  de  los  que  enganchan  una 
reata  de  ocho  ó  nueve  muías  en  fila  india  ó  sea  de  una  en  fondo, 
cuando  tiene  que  doblar  la  esquina  de  una  calle?  Como  el  látigo  no 
le  basta  y  ni  las  muías  obedecen  ya  al  látigo  en  estos  tiempos,  aunque 
otra  cosa  crean  algunos  gobernantes  de  reata,  el  buen  carromatero 
coge  de  la  madrina  á  la  muía  de  varas  y  ahuecando  la  voz  todo  lo 
posible,  grita  primero:  ¡oooooo...!  El  efecto  es  instantáneo.  La  pri- 
mera muJa  de  la  fila  y  tras  ella  todas  las  demás,  describen  un  arco  de 
círculo,  ó  se  vuelven  en  redondo  para  doblar  la  esquina  hasta  hacer 
virar  el  carromato  pesadísimo.  Esa  o  es  para  las  muías,  como  para  los 
hombres,  la  voz  que  expresa  lo  redondo,  lo  circundante,  lo  en  torno. 
De  modo  que  si  el  carretero  siguiese  soltando  oes.  la  muía  primera 
describiría  un  círculo  completo  é  iría  á  dar  con  el  hocico  en  la  barcina 
ó  en  la  zaga  del  carro.  Pero  una  vez  dada  la  vuelta  necesaria,  es  me- 
nester seguir  en  línea  recta,  y  entonces  el  carretero  emite  estos  tres 
sonidos  sorprendentes,  venerables,  antiquísimos :  Rrrrrí-a,  con  lo  cual 
basta  para  que  las  muías  adelinen  otra  vez  todas  derechas.  ¿Por  qué? 
Porque  rrrr  significa  en  todos  los  idiomas  partir,  salir  ayidando  (de 
ahí  arre,  aurrerá,  etc.) ;  i  es  un  mandato  dirigido  á  tú,  con  el  dcda 
tieso  ó  con  el  látigo,  si  de  muías  se  trata;  y  por  úiltimo,  a  es  lo  lejano, 
el  sitio  adonde  el  carro  se  encamina.  ¿  Cómo  han  de  caer  en  la  cuenta 
de  cuál  fué  ;la  lengua  primitiva  los  filólogos  de  chistera  y  smoking, 
que  desconocen  el  lenguaje  de  Jos  carreteros,  el  habla  de  la  Natura- 
leza? ¿No  hemos  de  suponer  que  la  mentalidad  del  hombre  primitivo 
estaba  mucho  miás  cerca  de  la  inteligencia  de  una  muía  de  varas  que 
de  la  sublime  minerva  de  un  profesor  de  Cambridge  ó  de  Tubinga? 


5o8  CRÍTICA 

De  igual  manera,  ¿cuántos  académicos  de  la  Española  ó  de  la 
Francesa  hay  que,  al  entrar  en  sus  doctas  casas,  saluden  al  colega  y 
le  pregunten  por  sus  achaques  diciendo  che?  Ninguno.  Pues,  bueno; 
che  ó  re  (tsc,  pronuncian  los  vascongados)  es  la  primera  interrogación 
y  el  primer  saludo,  la  primera  fórmula  vocativa.  Véase  en  Valencia, 
en  Murcia,  en  Castilla  la  Vieja  (donde  suelen  decir  cJió),  en  gran  parte 
de  Italia  (donde  suena  también  cho-á)  y  en  toda  América  del  Sur, 
singularmente  entre  los  gauchos  y  pampyeros,  cuyo  vocabulario,  según 
observaciones  directas,  hechas  en  el  terreno,  apenas  constará  de  se- 
senta á  ochenta  palabrotas.  Mas  á  toda  pregunta  sigue  una  afirmación. 
El  hombre  primitivo,  sin  embargo,  coincide  con  los  sabios  analíticos 
modernos  en  lo  de  sentar  pocas  afirmaciones  absolutas,  apodicticas: 
un  salvaje  es  tan  escéptico  ó  más  que  un  sabio  investigador,  pues  los 
extremos  se  tocan,  y  á  la  misma  dubitación  angustiosa  conducen  la 
suma  ciencia  y  la  suma  ignorancia.  Asi,  el  hombre  primitivo  no  afir- 
ma sino  cuando  le  preguntan,  y  entonces  echa  para  afuera  los  labios, 
"baja  la  cabeza  hacia  el  suelo,  como  para  arraigar  en  la  tierra  madre 
su  convicción,  y  dice:  ba,  pa,  algo  así,  un  sonido  ¡labial,  que  para  el 
vascongado,  amigo  de  concretar  los  conceptos  y  hasta  de  imponerlos, 
es  mucho  más  categórico,  pues  dice  ha-i,  ó  lo  que  es  lo  mismo . 
] ."  Eso  es  cierto  =  b.  2°  Es  cierto  universalm)ente  ó  en  toda  razón  ^^  o; 
3.°  Debes  creerlo  y  convencerte  tú=i.  ¿Qué  otra  cosa  significan 
nuestro  ¡baya,  baya!  asertórico,  que  nada  tiene  que  ver  con  el  verbo 
ir,  y  el  vclay  de  los  va/lisoletanos  y  el  vai  ó  w  de  los  provenzales? 

Pero  un  hombre  que  pregunta  y  otro  que  responde  ya  son  dos  seres 
racionales.  Véase  en  qué  términos  tan  sencillos  (aparte  el  natural  des- 
envolvimiento de  estos  elementales  datos  en  una  obra  fundamental) 
se  resume  la  evolución  humana,  desde  el  hombre  emocional  que  sólo 
sabía  decir  ¡ay!  hasta  el  hombre  intelectual,  que  con  cinco  vocales 
designa  sitios,  tamaños,  distancias  y  relaciones  de  las  cosas  y  declara 
su  propia  personalidad  y  la  ajena  y  hasta  muestra  instintos  sociables 
diciendo  che  y  convicciones  precientíficas  diciendo  ba.  La  razón  co- 
mienza desde  que  el  hombre  articula,  esto  es,  desde  que  usa  las  arti- 
culaciones imftropiamente  llamadas  consonantes.  Vocales  sólo  hay  mu- 
chos animales  que  las  profieren :  articular,  sólo  articula  el  hombre. 
No  se  puede  creer  en  el  hombre  alalo  ó  mudo;  no  se  concibe  su  exis- 
tencia: y  aquí  Cejador  cierra  contra  los  transformistas,  y  en  particu- 
lar contra  Haeckel,  con  la  convicción  más  ruda. 

Hay  aún  otro  elemento  importantísimo  del  que  los  filólogos  han 
prescindido  y  que  solamente  los  psicólogos,  y  en  particular  los  his- 
toriadores de  la  naturaleza  y  del  espíritu,  Tylor,  Lazarus,  Wundt, 
Lange  y  V'illiam  James  toman  en  cuenta:  el  gesto,  el  movimiento, 
ademán,  actitud  y  visaje  que  á  cada  sonido  corresponde.  En  el  gesto 
revela  el  hombre  primitivo  ó  no  educado  la  emoción,  y  el  gesto  pro- 
viene de  la  contracción  de  músculos,  de  la  vibración  de  nervios,  de 
las    desigualdades    circulatorias;    eso    es    la    emoción,    ol    movimiento 


CRÍTICA  5og 

mismo,  la  conmoción  de  los  órganos  afectados  por  accidentes  internos 
ó  exteriores,  según  declaran  Lange,  James,  Sergi,  los  más  afamados 
psicólogos  modernos.  Luego  el  lenguaje  no  es  sino  un  aspecto  natural, 
concreto  de  esta  conmoción.  El  hombre  educado  se  sonroja  y  calla; 
el  niño  se  pone  colorado  á  consecuencia  de  una  emoción,  y  además  lo 
confiesa  inocentemente,  diciendo:  "Me  da  vergüenza."  Esas  tres  pa- 
labras forman  parte  de  la  emoción,  son  una  faceta  de  ella,  como  la 
congestión  sanguínea  que  colorea  los  carrillos  del  muchacho.  De  ahí 
la  asociación  de  las  inlpresiones  á  las  palabras  que  las  representan  y 
el  que  muchas  veces  sólo  al  nombrar  el  limón  partido  se  nos  hace  la 
boca  agua.  El  lenguaje  emocional  no  es  más  que  un  gesto  de  la  gargan- 
ta y  de  la  boca...  tan  natural  como  el  estirar  un  brazo  ó  el  encogerle, 
y  i  cuántas  veces  Ja  mano,  el  entrecejo,  la  comisura  de  los  labios,  el 
busto,  son  más  elocuentes  que  la  palabra  ó  la  frase  á  que  acompañan ! 
De  esto  juzgará  bien  quien  recuerde  haber  oído  hablar  al  difunto  don 
Práxedes  Plateo  Sagasta. 

Coimplemento  natural  del  gesto  y  aun  mejor  que  complemento  diré 
calidad  principalísima  de  ilo  que  se  dice  y  de  lo  que  se  gesticula  ó 
mima,  son  la  entonación  y  el  timbre  de  la  voz,  con  tanta  profundidad 
estudiados  y  entendidos  por  Benot,  nuestro  gran  filósofo  del  lenguaje. 
Grave  atraso  representa  en  la  humanidad  la  escasez  de  signos  gráfi- 
cos para  representar  la  entonación,  el  timbre  y  la  duración  de  los  so- 
nidos, donde  se  revela  únicamente  la  intención  del  que  habla  y  el 
verdadero  sentido  de  lo  que  dice.  ¡  Cuántos  pleitos  y  cuántas  disquisi- 
ciones hermenéuticas  y  cuántas  contradictorias  exégesis  se  evitarán 
el  día  que,  muertas  la  escritura  y  la  imprenta,  conozcamos  cuanto  se 
diga  y  haya  de  decir,  por  miedlos  directos,  como  el  fonógrafo  perfec- 
cionado y  unlversalizado  !  Esta  parte  ignota  ó  mal  revelada  del  len- 
guaje es  precisamente  la  parte  subjetiva,  el  alma  del  que  habla,  lo 
que  descubre  los  fenómenos  de  su  conciencia.  Mucho  interés  han  te- 
nido siempre  los  hombres  en  que  no  conozcamos  su  interior,  donde 
habita  la  verdad,  según  el  santo.  Por  eso  hay  tan  pocos  signos  para 
describir  ó  representar  la  entonación  y  el  timbre.  La  hipocresía  hu- 
mana es  infinita...  Pero  esto  es  ya  ir  muy  lejos.  Volviendo  á  nuestros 
hombres  primitivos  y  á  su  sencillísimo  lenguaje,  no  creo  que  haya 
nadie  á  quien  no  asombre  y  sorprenda  ver  cómo  éste  obedece  á  un 
plan  lógico  por  ;la  misma  Naturaleza  dictado :  de  la  emoción  pura  al 
concepto  genérico,  ya  casi  metaf  ísico.  ¡  Admirable  estudio,  en  el  que 
se  aprende  á  estimar  al  primer  hombre  que  dijo  ¡  ay  !  tanto  cuanto  á 
Homero  y  á  Aristóteles,  pues  con  esas  dos  vocales  mostró  ser  tan 
poeta  como  filósofo ! 

¡  Maravillosa  intuición  la  de  Cejador  al  descubrir  las  bases  del 
lenguaje  geométrico  ó  espacial,  que  entraña  tanta  diversidad  de  rela- 
ciones materiales  é  inmateriales !  ¡  Certero  instinto  el  que  le  ha  con- 
ducido á  fijarse  en  el  hecho  prodigioso  de  que  el  eúskera  sea  un  idio- 
ma que  conserva  sus  raíces  vivas,  mientras  los  demás  viven  de  raíces 


5  I  o  CRÍTICA 

muertas,  embalsamadas  en  los  Diccionarios ;  en  la  naturalísima  y  casi 
perogrullesca  afirmación,  por  todos  los  gramáticos  oilvidada  ó  desco- 
nocida, de  que  el  sonido  no  es  un  guarismo  muerto,  sino  un  organis- 
mo viviente,  de  que  el  7  ó  el  9  no  existen  en  la  naturaleza  y  la  a,  la  o 
y  la  e,  sí ;  de  que  las  relaciones  gramaticales  no  son  algebraicas  ecua- 
ciones, sino  hechos  duros  como  peñas  ó  blandos  como  el  agua,  pero 
reales  y  tangibles ;  de  que,  en  fin,  para  mayor  claridad,  hasta  el  mismo 
nombre  del  idioma  primitivo  es  tan  luminoso  en  este  punto,  que  eskera 
significa  el  habla  y  eskaldun,  el  que  habla! 

Y  cuando  esto  no  fuera  ittil  y  glorioso  para  España,  aunque  de 
tan  importantes  descubrimientos  no  se  siguiese  mayor  bien  que  el  de 
sacudir  el  polvo  á  das  viejas  rutinas  filológicas  ó  gramaticales  y  alzar 
á  más  nobles  y  altas  esferas  las  cabezas  agachadas  sobre  los  polvo- 
rientos infolios,  y  habituar  á  la  gente  estudiosa  á  penetrar  con  gallar- 
día y  gentil  desembarazo  en  el  intrincado  bosque,  siempre  Cejador 
rrjerecía  y  merece  la  gratitud  nacional.  Bueno  será  que  no  pasemos 
por  el  bochorno  de  dejar  abandonado  en  un  rincón  al  hombre  que  con 
más  amplitud  de  criterio  y  con  más  serenidad  y  alteza  filosófica  ha 
tratado  el  lenguaje  desde  los  tiempos  del  padre  Hervás  y  Panduro 
hasta  los  presentes.  Désele  una  cátedra,  que  medios  legales  hay  para 
ello  y  algo  más  aprovechará  el  hacerlo  que  el  concedérsela  por  oposi- 
ción, ó  por  concurso  á  cualquier  yerno  venturoso  ó  á  cualquier  lacayo 
erudito. 

F.  Navarro  y  Ledesma. 

{El  Itnparcial,  18,  22  y  29  de  Octubre  de  1904.) 


ES    POSITIVAMENTE    IMPOSIBLE   REDUCIR   TODAS 
LAS  LENGUAS  A  UN  SOLO  Y  MISMO  IDIOMA  PRIMITIVO 

Esta  gratuita  y  negativa  afirmación  que  Ernesto  Haekel  sienta  en 
la  página  599  de  su  obra  Histoire  de  la  Crcation  después  de  un  razo- 
namiento en  el  que  afirma  la  existencia  del  hombre  privado  de  len- 
guaje, durante  cuyo  estado  ala-lo  de  la  humanidad  tuvo  lugar  la  divi- 
sión del  género  humano  en  especies,  en  cada  una  de  las  cuales  brotó 
posteriormente  el  habla,  ha  tenido  en  el  año  de  gracia  que  corremos 
dos  convincentes  y  positivas  contestaciones,  dadas,  ía  una  por  un  ita- 
liano y  la  otra  por  un  español  (i).  Alfredo  Trombetli  es  el  nombre  del 


(1)  Ya  en  189S,  en  una  .Memoria  presentada  al  sefsundo  Congreso  internacion.Tl  cien- 
tífico de  católicos,  demostró  c)  abate  Alcxandre  que  morfológicamente,  ó  sea  bajo  el 
punto  de  vista  de  la  forma,  las  lenguas  todas  eran  rcducibles  a  un  tipo  único,  y  por  lo 
tanto,  no  significa  diferencia  esencial  la  división  de  aquéllas  en  monosilábicas,  agluti- 
nantes y  de  flexión.  Fali.ibi  probar  lo  mismo  bajo  el  punto  de  vista  de  la  materia,  y 
«•lo  e»  lo  que  han  hecho  Cejador  y  Trombetli. 


CRÍTICA  5  I  I 

italiano  que  en  una  Memoria,  premiada  con  lo.ooo  francos  por  la  Aca- 
demia de  los  Sineci,  demuestra,  en  vista  de  la  comparación  de  todas 
las  lenguas  que  se  hablan  en  el  globo,  que  todas  ellas  proceden  de  un 
solo  tronco.  No  he  visto  la  Memoria  de  Trombetti;  pero  si  tengo  á  la 
vista  y  he  leido  desde  la  primera  á  la  última  página  el  iibro  del  emi- 
nente lingüista  español  titulado  Embriogenia  del  lenguaje,  su  estruc- 
tura y  formación  primitivas,  sacadas  del  estudio  comparativo  de  los 
elementos  demostrativos  de  las  lenguas,  por  don  JuJio  Cejador  y 
Frauca. 

Este  libro  forma  el  tercer  tomo  de  la  colección  que  el  señor  Ceja- 
dor va  publicando  para  exponer  completamente  su  teoría  lingüística; 
y,  como  se  desprende  del  título  del  mismo,  no  estudia  en  él  todas  las 
voces  de  los  idiomas  todos,  sino  sólo  los  demostrativos,  cuya  compa- 
ración le  lleva  á  afirmar  que  todas  las  lenguas  habladas  por  los  dis- 
tintos pueblos  del  globo,  no  son  más  que  variaciones  de  una  primitiva, 
cuyos  elementos  aparecen  en  todas  ellas  más  ó  menos  alterados,  pero 
reducibles  siempre  al  tipo  primitivo. 

El  plan  que  desarrolla  el  autor  en  este  tomo  de  su  obra  es  el  si- 
guiente:  i.°  Mediante  el  estudio  de  ilos  demostrativos  de  todas  las 
lenguas,  llegar  á  la  lengua  primitiva.  2."  Comprobar  con  datos  la  teo- 
ría expuesta  en  Los  Gérmenes  (i).  3.°  Demostrar  la  unidad  originaria 
de  todas  las  ilenguas.  4.°  Que  el  sistema  demostrativo  nos  presenta  el 
verdadero  desenvolvimiento  del  lenguaje  en  su  estado  más  primitivo; 
y  5.°  Que  en  el  vascuence  se  halla  el  estado  primitivo  de  los  demostra- 
tivos de  todos  los  idiomas. 

Como  demostrativos  estudia  el  autor  "todas  aquellas  dicciones  que 
indican  las  relaciones  del  espacio  respecto  del  que  habla;  pronombres 
personales  y  demostrativos;  todos  ilos  adverbios  y  partículas  que  indi- 
can tiempo,  espacio,  lugar  ó  modo,  aunque  sólo  desde  el  punto  de  vista 
<ie  las  relaciones  del  espacio.  Estos  demostrativos  no  son  más  que  los 
sonidos  primitivos,  cuya  naturaleza  y  valor  ha  estudiado  ya  en  el  se- 
gundo tomo  de  su  obra;  ellos  constituyen  el  primitivo  lenguaje  y  su 
combinación  y  evolución  ha  dado  por  resultado  el  sinnúmero  de  len- 
guas que  hoy  se  hablan  en  el  mundo. 

Los  demostrativos  absolutos  primitivos  no  son  más  que  los  cinco 
sonidos  vocales  a,  e,  i,  o,  u,  que  como  interjecciones  en  todos  los  pue- 
blos tienen  su  valor  propio  y  determinado. 

La  emisión  de  dichos  cinco  sonidos  responde  á  cinco  distintos 
gestos  de  la  boca,  que  á  su  vez  se  corresponden  con  otros  tantos  de 
todo  el  organismo,  como  éstos  responden  á  la  situación  moral  produ- 
cida en  el  hombre  por  el  estado  de  relación  en  que  se  encuentra  res- 
pecto de  los  objetos  del  mundo  exterior;  y  de  ahí  que  aquellos  sonidos 
no  sean  más  que  :1a  expresión  fónica  de  los  estados  internos  del  ser 


(I)    Tomo  segiiado  de  la  obra,  del  cual  me  ocupé  en  la  Revista  de  Aragón.  Marzo 
de  iQüi. 


D  1  2  CRITICA 

que  habla.  Y  por  esta  razón,  en  todas  las  lenguas  "¿  es  un  demostra- 
tivo que  indica  lo  próximo,  o  es  el  que  se  le  contrapone  para  indicar 
lo  lejano,  o  es  un  término  medio  que  sirve  para  lo  lejano  y  en  torno, 
«  para  expresar  lo  profundo  y  e,  finalmente,  sirve  para  preguntar  y 
para  el  relativo",  doctrina  que  nos  comprueba  con  ejemplos  que  adu- 
ce de  todas  las  lenguas. 

A  continuación  estudia  el  señor  Cejador  el  valor  de  todos  esos  de- 
mostrativos en  Eúskera,  y  pasa  después  al  de  los  demostrativos  rela- 
tivos primitivos,  formados  por  consonantes  que  para  sonar  toman  una 
vocal,  y  cuya  ley  de  derivación  es:  "cada  sonido  ó  grupo  fónico  se 
determina  y  especifica  más  por  otro  sonido  ó  grupo  fónico  que  se  le 
uñade,  sufijándosele" ;  procedimiento  conforme  con  el  proceso  inte- 
lectual que  va  siempre  de  lo  indeterminado  y  genérico  á  lo  determina- 
do y  específico.  Expone  el  valor  que  en  Eúskera  tienen  estos  demos- 
trativos (;;.  z,  b,  k,  g,  r,  I,  d,  t)  y  su  evolución  en  dicha  lengua. 

No  conozco  el  vascuence  ni  dispongo  actualmente  de  tiempo  para 
dedicar  un  par  de  meses  á  su  estudio;  pero  fiado  en  la  sinceridad  del 
autor  y  en  vista  de  los  datos  que  en  este  estudio  aduce,  no  puede  uno 
menos  de  rendirse  á  la  evidencia  de  que  el  valor  natural  que  á  los  de- 
mostrativos asignó  el  autor  en  Los  Gérmenes,  lo  tienen  en  esta  lengua 
tan  ignorada  y  desconocida  por  nosotros,  que  deberíamos  ser  los  más 
interesados  en  estudiarla  y  en  divulgar  su  conocimiento. 

Varias  pueden  ser  las  causas  que  á  esto  han  contribuido,  siendo 
sin  duda  una  de  las  más  importantes  el  gran  defecto  de  nuestra  edu- 
cación cívica  ó  nacional,  que  nos  lleva  no  sé  por  qué  ni  cómo  á 
aplaudir  y  admirar  todo  lo  que  sea  y  venga  del  extranjero  y  desdeñar 
y  menospreciar  lo  que  tenemos  en  casa.  Preocupación  perniciosa  é 
infundada,  contra  la  cual  debe  empezar  la  reacción. 

Pero  en  donde  resulta  probada  hasta  la  evidencia  más  convincente 
la  unidad  originaria  de  todas  Jas  lenguas  que  se  hablan  en  nuestro 
planeta,  es  en  el  estudio  que  el  señor  Cejador  hace  en  el  capítulo  V  de 
la  obra,  de  los  grupos  ni  y  gu,  empleados  ambos  para  significar  la 
primera  persona,  el  yo  y  el  nos,  por  todas  las  lenguas  del  mimdo. 
Efectivamente ;  el  yo  es  Oo  más  íntimo  de  nuestro  ser,  es  lo  que  más 
agarrado  poseemos ;  es  lo  último  que  perdemos.  Podrá  un  pueblo  per- 
der miles  de  voces  de  su  vocabulario  y  sustituirlas  por  otras;  pero 
cuando  pierda  el  yo  es  que  ha  perdido  su  lengua,  es  c|ue  él  mismo  ha 
dejado  do  pxistir. 

Pues  Díen:  el  autor  pasa  revista  á  todas  las  lenguas  del  mundo, 
comenzando  por  las  de  América.  En  los  vocabularios  comí:  arados  de 
las  34  lenguas  que  hablan  las  tribus  indianas  de  la  Colombia  inglesa. 
i6  tienen  el  ni  =  yo,  ó  ne ;  seis,  nu;  cuatro,  no,  y  sólo  una,  na.  En 
las  siete  restantes  se  ve  en  todas  la  n.  En  i6,  junto  con  la  n,  se  ve  la 
gutural  k,  ya  como  tal,  ya  palatizada.  Lo  mismo  se  ve  en  las  lenguas 
algonquinas  y  en  las  atapascas.  En  Méjico  sucede  lo  propio  en  las  len- 
guas nahualt,  tepehuana,  etc.,  etc.;  como  también  en  tarasco,  popo- 


CRÍTICA  5l3 

lloco,  seri  y  demás  lenguas  del  centro  de  América,  ho  mismo  ocurre 
en  todo  el  Occidente  de  América,  como  en  mojo,  bauro,  maipure  y 
otras  lenguas  de  la  América  meridional,  resultando  de  todos  los  cua- 
dros comparativos  que  nos  presenta  el  señor  'Cejador  que  en  toda  la 
América,  la  primera  persona,  el  yo,  tiene  para  su  expresión  un  solo 
grupo  etimológico:  el  grupo  ni.  Estudia  después  este  grupo  en  las  len- 
guas hiperbóreas:  aleuta,  esquimal,  aino,  coreano;  en  las  anarianas 
del  Indostán,  empezando  por  das  drávidas,  de  las  que  nos  da  un  ex- 
tracto de  los  cuadros  comparativos  de  Hunter  citando  formas  del  ta- 
mil, malayalan,  cañares,  íeluga,  etc.,  etc.,  en  todas  las  que  se  ve  el 
grupo  ni  para  indicar  yo,  nos,  nuestro,  y  como  sufijo  ó  desinencia 
verbal.  Explica  la  k  del  brahui,  que  no  supo  explicar  F.  Muller,  y  con. 
cluye  en  que  las  drávidas  presentan  el  grupo  ni  mejor  conservado 
que  'las  indoeuropeas  y  altaicas,  con  otras  consideraciones  acerca  de 
los  pueblos  que  pasaron  á  poblar  el  nuevo  continente. 

Y  para  no  hacerme  pesado  citando  nombres  de  lenguas,  en  todas 
las  cuales  encontraremos  el  grupo  ni  para  expresar  el  yo,  diré  que  el 
autor  continúa  su  revista  por  las  lenguas  de  la  Oceanía,  á  las  que  si- 
guen las  camitas,  después  las  semíticas,  las  del  Sudán,  las  altaicas,  las 
caucásicas  y,  por  fin,  las  indoeuropeas.  En  éstas  se  encuentra  la  m, 
que  no  es  primitiva,  sino  derivada  de  la  n,  como  lo  prueban  los  muchos 
casos  en  que  en  estas  mismas  lenguas  aparece  esta  letra ;  y,  como  final 
de  este  estudio,  dice  el  autor:  "He  analizado  casi  todas  las  lenguas  del 
mundo;  apenas  he  dejado  por  aducir  más  que  algunos  dialectos,  y,  sin 
embargo,  en  todas  nos  hemos  encontrado  con  que  yo  se  dice  ni  ó  de 
otra  manera  muy  parecida. 

La  primitiva  forma  ni  ó  nik  ó  ne  ó  nek  en  las  lenguas  aducidas  la 
hemos  hallado  la  friolera  de  130  veces  sólo  en  América.  Como  sufijo 
ó  prefijo,  NI,  así  como  suena,  existe,  se  puede  decir,  no  sólo  en  todas 
'las  familias,  sino  en  todas  las  lenguas,  en  una  proporción  del  90  por 
100...  ¿Puede  atribuirse  este  hecho  á  casualidad?  Luego  ni,  nik  son 
las  formas  primitivas,  pues  que  son  las  más  generales  y  las  que  expli- 
can todas  Jas  demás." 

Eil  mismo  procedimiento  sigue  el  autor  en  el  estudio  que  hace  del 
grupo  gu  =  nos,  acerca  del  cual  hay  que  advertir  que  en  algunas  len- 
guas, y  entre  éstas  en  las  indoeuropeas,  se  ha  empleado  para  el  singular 
yo  =  (e)go;  así  como  el  grupo  ni  ha  pasado  á  indicar  el  plural  nos 
con  Ja  s  característica  de  este  número.  La  explicación  del  empleo  del 
gu  =  nos,  en  vez  del  ni  =  yo,  es  muy  natural,  y  todavía  seguimos 
hoy  empleando  muchas  veces  el  nos  decimos  por  el  yo  digo,  con  cuyo 
cambio  no  hacemos  más  que  atribuir  al  nos  (derivado  de  ni)  su  valor 
natura],  primitivo  y  etimológico,  yo. 

¿Y  qué  de  extraño  es  que  así  sucediera,  sobre  todo  en  Asia,  donde 
las  etiquetas  refinadas  fueron  antiguamente  tan  ordinarias  y  aún  lo 
son  en  todo  el  Oriente  de  Asia?  En  América  no  se  encuentra  tal  con- 

TOMO  VIII.— 33 


5 14  CRÍTICA 

fusión,  ni  tampoco  en  el  extremo  de  la  Oceanía,  en  la  Melanesia,  los 
dos  polos  de  la  irradiación  etnológica,  adonde  fueron  las  primeras 
oleadas  de  gentes  partidas  del  Asia. 

Después  de  estudiar,  siguiendo  el  mismo  proceso,  los  grupos  fóni- 
cos que  indican  la  segunda  y  la  tercera  persona  en  Jas  lenguas  deriva- 
das, se  ocupa  del  estudio  de  los  demás  demostrativos  en  todas  ellas, 
llegando  siempre  á  la  misma  deducción,  esto  es,  que  á  través  de  las 
múltiples  y  variadas  modificaciones  que  han  sufrido  estos  grupos 
fónicos  en  las  distintas  lenguas,  todavía  el  estudio  comparativo  j>emii- 
te  al  que  lo  verifica  con  imparcialidad  y  sin  prevención  de  ningún 
género,  encontrar  los  elementos  comunes  y  primitivos  de  los  mismos, 
los  cuales  debieron  pertenecer  á  la  lengua  común,  madre  de  todas, 
pues  existen  en  todas  las  derivadas. 

Y  de  paso  he  de  notar  que  lo  más  extraño  en  este  punto  no  es  el 
qae  las  lenguas  se  diferencien  después  de  tantos  siglos  de  desgaste 
continuo  que  las  palabras  vienen  sufriendo,  y  especialmente  debieron 
sufrir  antes  de  conocerse  la  escritura  y  quedar  aquéllas  ya,  con  este 
procedimiento,  fijadas  y  como  estereotipadas  hasta  cierto  punto;  sino 
que  lo  raro,  lo  extraño,  lo  que  casi  liega  á  lo  inconcebible — y  por  tanto 
puede  explicar  en  cierto  modo  las  afirmaciones  que  gratuitamente 
han  hecho  de  que  las  lenguas  eran  irreductibles,  dos  que  no  han  querido 
aceptar  la  relación  del  Génesis — ,  es  que,  á  pesar  de  tal  diferencia  de 
civilizaciones,  de  climas,  de  variaciones  en  el  medio  ambiente,  de  in- 
fluencias recíprocas,  etc.,  etc.,  queden  todavía  en  las  ¡lenguas  habladas 
elementos  suficientes  para  demostrar  su  unidad  de  origen  de  un  modo 
positivo  y  evidente  á  todo  aquel  que  emprenda  este  estudio  sin  pre- 
venciones de  ningún  género. 

Léase  la  obra  del  señor  Cejador;  estudíese  con  el  detenimiento  que 
merece  objeto  tan  profundo  y  tan  trascendente;  téngase  la  debida 
preparación  para  comprender  algunos  cambios  fónicos,  que  son  muy 
normales  y  ordinarios  y  concede  todo  el  que  haya  estudiado,  no  mu- 
chas lenguas,  sino  sólo  las  de  una  familia,  y  se  verá  que  las  deduccio- 
nes del  señor  Cejador  son  tan  lógicas  y  conformes  á  las  leyes  de  la 
lingüística,  que  puede  afirmar,  como  lo  hace,  que  no  ha  torturado 
ningún  grupo  fónico  para  derivado  de  otro.  Y  no  puede  menos  de 
suceder  esto;  y  no  puede  ser  más  legítima  la  conclusión  del  autor,  dada 
la  base  sobre  que  asienta  su  teoría. 

Léase  el  tomo  segundo,  Los  Gérmenes,  y  dígase  si  hasta  e/1  día  ha 
habido  Jingüista  que  haya  tratado  de  demostrar  la  unidad  del  lenguaje 
basándose  en  la  misma  naturaleza  del  sujeto  que  habla,  del  hombre:  y 
como  el  origen  de  éste  es  uno  y  único,  como  es  obra  de  un  solo  y  úni- 
co Artífice,  y  no  de  diversos  monos  que  lo  engendraran  en  distintos 
puntos  del  planeta,  su  modo  de  expresión,  su  habla,  ha  sido  también 
único  y  no  artificial,  no  producto  de  convención,  ni  de  gritos  inarti- 
culados y  gestos  y  ademanes  descompuestos,  sino  nntural  y  conforme 


CRÍTICA  5 1  5 

á  la  sapientísima  organización  y  alma  racional  de  que  le  dotó  el  sa- 
pientísimo Artífice  que  le  fonmó  del  polvo. 

José  Alemany, 
Catedrático  de  Lengua  Griega  de  la  Universidad  Central. 

(El  Universo,  15  de  Noviembre  de  1904,) 


DIAJIIO  DE  UN  ESPECTADOR 

LAS  PALABRAS 

Un  sabio  modesto,  cuya  fama  no  ha  salido  aún  del  círculo  de  los 
doctos  y  de  los  estudiosos,  don  Julio  Cejador,  trabaja  hace  años  en 
revelarnos  el  misterio  del  lenguaje.  Don  Julio  Cejador  es  un  filólogo. 
El  filólogo  es  el  hombre  de  la  lenta  lectura,  ¿Os  acordáis  de  Nietz- 
sche?  Nosotros,  hombres  vulgares,  de  (lectura  rápida,  pasamos  sobre 
Jas  palabras,  recogiendo  de  ellas  nociones  y  conceptos :  son  para  nos- 
otras signos  fríos,  inertes;  fórmulas  habituales  del  álgebra,  del  pen- 
samiento. El  filólogo,  hombre  de  ¡lectura  lenta,  se  para  en  ellas,  las  ve 
animadas  y  vivas;  descubre  su  historia,  su  abolengo,  su  lejano  origen, 
y  escudriña  en  su  interior  la  sucesión  de  ideas  y  de  emociones  que 
las  fabricaron  primeramente  y  luego  las  habitaron. 

Las  palabras  son,  de  cierto,  una  gran  maravilla  y  un  gran  misterio. 
Acostumbrados  á  usarlas  desde  la  infancia,  nuestra  familiaridad  con 
ellas  hace  que  no  veamos  su  mlisterio,  que  nos  parezcan  una  cosa  natu- 
ral, sencilla,  que  lleva  en  sí  misma  su  explicación,  ó  no  necesita  nin- 
guna. ¿Hay  cosa  más  natural  que  hablar?  Esos  sonidos  nos  parecen 
una  cosa  definitiva,  como  la  forma  de  los  seres.  Su  significación  se 
nos  antoja  que  es  parte  de  ellas  mismas,  é  inseparable  del  sonido. 
Pero  esos  sonidos  y  esas  significaciones  tienen  una  larga  y  á  veces 
accidentada  historia;  han  pasado  por  muchas  fases  y  cambios.  Tam- 
bién los  seres  del  mundo  orgánico,  siguiendo  el  río  caudaloso  y  lentJ 
de  la  evolución,  se  vistieron  y  se  despojaron  de  muchas  formas. 

Remontándonos  en  la  investigación  de  la  antigüedad  de  Jas  pala- 
bras, llegamos,  como  en  la  historia  de  los  pueblos,  á  un  período  fabu- 
loso, mítico,  lleno  de  nieblas :  al  misterio  de  los  orígenes.  ¿  Hubo  una 
lengua  primitiva?  Y  yendo  aún  más  allá,  ¿cómb  se  formó  ese  idioma 
originario?  ¿Cómo  prendieron  en  las  voces  del  hombre  las  primeras 
semillas  de  pensamiento  y  de  emoción  ?  ¿  Cómo  la  vida  interna  tomó 
carne  y  vestidura  de  palabras?  ¿Por  qué  tal  sonido  adquirió  tal  signifi- 
cación ó  nació  con  ella?  ¿Por  qué  unas  palabras  expresan  seres,  otras 
acciones,  otras  relaciones,  otras  conceptos  abstractos,  ideas  metafísi- 
cas, lo  más  alejado  de  la  materialidad  y  de  las  fórmulas  precisas  y 
concretas?  ¿Qué  relación  hay  entre  el  sonido  y  Ja  significación?  ¿Qué 
ignorado  cauce  llevó  al  pensamiento  á  verterse  en  las  copas  de  la  pa- 
labra? 


5 1 6  CRÍTICA 

Oejador,  en  su  obra  monumental  El  Lenguaje,  escudriña  estos  pro- 
blemas, y  nos  cuenta  la  vida  y  aventuras  de  estas  palabras  castellanas 
que  usamos  todos  los  días  y  que  tan  sencillas  y  naturales  nos  parecen. 
El  tomo  IV  de  El  Lenguaje  acaba  de  publicarse.  Se  llama  Tesoro  de 
l-a  lengua  castellana.  Origen  y  vida  del  lenguaje.  Lo  que  dicen  las  pa- 
labras. Es  un  Diccionario,  pero  un  Diccionario  que  no  se  parece  á  los 
que  utilizamos  comúnmente;  un  Diccionario  en  que  las  palabras  no 
están  en  formación  militar,  siguiendo  el  orden  de  sus  diversas  bande- 
ras, que  son  las  letras,  sino  agrupadas  por  familias  y  gentes,  como  las 
antiguas  milicias,  en  torno  de  las  voces  eúskeras  é  indoeuropeas  de 
donde  provienen,  ó  que  son  sus  parientes  mayores.  Un  Diccionario 
que  no  se  limita  á  poner  al  lado  del  vocablo  una  definición,  sino  que 
nos  cuenta  lo  que  el  vocablo  ha  sido,  sus  vicisitudes  y  cambios,  su  em- 
pleo en  las  letras  eruditas  y  en  los  modismos  y  refranes  del  habla  po- 
pular, su  parentela  y  estirpe. 

Esta  obra  magna  no  es  hosca  y  ceñuda  para  con  el  vulgo ;  no  está 
escrita  con  el  pensamiento  aristocrático  del  que  sólo  quiere  rozarse 
con  gentes  leídas  y  sabidoras :  á  todos  se  ofrece  llana  y  comprensible, 
y  aun  se  adereza  á  veces  con  las  sales  del  ingenio  castizo,  para  hacer- 
se más  acepta  y  tratable.  El  mediano  saber,  mucho  más  fatuo  que  la 
verdadera  sabiduría,  suele  huir  de  esta  llaneza  y  perecerse  por  tecni- 
cismos y  terminachos  intrincados. 

El  señor  Cejador  es  un  eclesiástico:  es  catedrático  de  un  Instituto 
de  provincias.  Sus  libros,  por  la  enorme  suma  de  trabajo,  de  medita- 
ción, de  paciente  inteligencia  que  representan,  nos  dan  ila  imagen  de 
su  vida ;  la  imagen  de  una  vida  absorbida  por  la  representación,  que 
arde  serenamente  en  luz  espiritual.  Su  símbolo  sería  una  lámpara,  una 
lámpara  antigua,  como  las  que  vemos  en  ilas  viñetas  y  en  los  emble- 
mas que  representan  los  sabios  de  lejanos  tiempos,  absortos  en  su  tra- 
bajo, meditativos,  ausentes  del  marco  exterior  de  su  vivienda,  de  las 
cosas  materiales  que  les  rodean.  La  lámpara  es  un  emblema  de  vigi- 
lancia, de  trabajo  mental,  de  vigilias  consagradas  al  pensamiento. 

El  Estado  debería  honrar  á  'Cejador,  elevándole  á  las  aulas  de  la 
enseñanza  superior,  donde  está  su  puesto. 

Los  que  hablamos  el  castellano,  doctos  é  ignorantes,  letrados  y  sin 
letras,  debemos  agradecerle  que  nos  cuente  la  maravillosa  historia  de 
las  palabras  desde  que  brotaron  de  labios  del  hombre  primitivo,  en  la 
selva  prehistórica. 

Andrenio. 

(La  Época,  20  de  Octubre  1908.) 


CRÍTICA  5 17 


REVISTA  UTERARIA 

Tesoro  de  la  lengua  castellana. — ^Origen  y  vida  del  lenguaje. — Lo 
QUE  DICEN  LAS  PALABRAS,  por  dou  JuHo  Cejador  y  Frauca.  Madrid, 
1908. 

Plumas  ilustres  de  literatos  y  filólogos,  como  Menéndez  y  Pelayo, 
Rufino  José  Cuervo,  y  aqui  en  estas  mismas  columnas  el  malogrado 
Navarro  Ledesma,  se  han  empleado  en  el  elogio  de  las  obras  del  gran 
filólogo  español  don  Julio  Cejador  y  Frauca,  investigador  y  filósofo 
del  lenguaje.  Hoy  toca  á  la  mía,  más  humilde,  decir  algunas  palabras 
del  Tesoro  de  la  lengua  castellana,  recién  salido  de  das  prensas. 

El  Tesoro  de  la  lengua  castellana,  Origen  y  vida  del  lenguaje,  Lo 
que  dicen  las  palabras,  que  todos  estos  títulos  lleva,  y  ninguno  sobra, 
por  lo  que  cada  uno  declara  del  contenido  del  libro,  es  el  tomo  IV  de 
la  obra  magistral  emprendida  por  Cejador  con  el  título  de  El  Lengua- 
je, sus  transformaciones,  su  estructura,  su  unidad,  su  origen  y  su  ra- 
san de  ser.  Recordemos  rápidamente  que  los  tres  tomos  anteriores 
comprenden :  el  primero,  la  Introducción  al  estudio  del  lenguaje;  el 
segundo.  Los  Gérmenes  del  lenguaje,  estudio  fisiológico  y  psicológico 
de  las  voces  del  lenguaje,  como  base  para  la  investigación  de  sus  orí- 
genes y  el  tercero  Ja  Embriogenia  del  lenguaje,  su  estructura  y  formas 
primitivas,  sacadas  del  estudio  comparativo  de  los  elementos  demos- 
trativos de  las  lenguas.  Obra  es  ésta  de  las  que  consumen  una  vida  y 
exigen  tal  caudal  de  conocimiento  de  idiomias  antiguos  y  modernos, 
tal  penetración  filosófica,  tal  espíritu  de  paciente  investigación  histó- 
rica y  una  tan  firme  ojeada  de  conjunto  para  no  perderse  en  esa  Ba- 
bel de  palabras  diferentes,  que  parecen  superiores  á  lo  que  puede  dar 
de  sí  el  esfuerzo  de  un  hombre,  bien  que  da  laboriosidad  guiada  por 
una  inteligencia  poderosa  hace  milagros  y  uno  de  ellos  es  la  multi- 
plicación del  tiempo  y  del  trabajo. 

El  Tesoro,  como  lo  dice  su  nombre,  es  un  Diccionario,  pero  un 
Diccionario  concebido  y  ejecutado  de  muy  diferente  manera  que  los 
usuales  que  manejamos  á  cada  paso. 

Lo  primero  que  llamará  la  atención  en  él,  por  ser  lo  más  visible  y 
chocante,  es  que  las  palabras  no  están  por  el  orden  del  abecé,  como 
dice  el  autor,  sino  formadas  en  grupos  naturailes  con  arreglo  al  orden 
lógico  é  histórico  que  les  marca  la  derivación  de  los  sonidos  elemen- 
tales y  la  descendencia  de  unas  en  otras  lenguas,  desde  el  viejo  eús- 
kera  y  das  antiguas  lenguas  indoeuropeas,  principalmente  el  griego  y 
el  latín,  al  castellano.  El  orden  alfabético  que  se  emplea  en  dos  dic- 
cionarios es,  como  todo  el  mundo  sabe,  un  orden  artificial,  de  catálo- 
go, de  clasificación,  ideado  para  da  comodidad  de  la  consulta,  aunque 
tiene  el  inconveniente  de  presentar  descoyuntada,  y  más  aún  que  des- 
coyuntada, repartida  en  casillas  la  lengua,  es  insustituible  por  lo  sen- 


5l8  CRÍTICA 

cilio  y  rápido,  sobre  todo  en  'los  léxicos  de  manejo  vulgar.  En  la  obra 
de  Cejador  la  dificultad  práctica  que  resultaría  de  no  estar  las  pala- 
bras puestas  por  este  orden  acostumbrado,  se  remediará  fácilmente 
poniendo  al  final  un  repertorio  ó  índice  alfabético.  El  autor  lo  dice  en 
el  prólogo :  "El  tropiezo  de  no  servir  después  la  obra  para  dar  al  pun- 
to con  el  vocablo  que  se  busque,  con  el  refrán,  el  modismo,  la  frase, 
rodéase  de  una  manera  harto  llana  haciendo  al  final  de  la  obra  un 
tomo  de  referencias  por  orden  alfabético  de  las  voces  castellanas,  y 
si  á  mano  viene,  en  listas  separadas,  de  las  griegas,  latinas,  euskéri- 
cas.  Por  manera  que  siguiendo  el  orden  lógico,  tendremos  un  diccio- 
nario castellano,  un  diccionario  del  eúskera,  un  diccionario  latino,  un 
diccionario  griego,  todos  etimológicos,  y  además  un  diccionario  caste- 
llano cabal  en  todos  sentidos,  cuanto  es  posible  hacerlo  á  una  sola  perso- 
na que  sólo  cuenta  con  una  cabeza  y  dos  puños."  Este  remedio  se  ha 
aplicado  en  los  diccionarios  que  no  observan  el  orden  del  abecedario, 
por  ejemplo,  en  los  diccionarios  ideológicos,  cuyos  artículos  están  agru- 
pados en  torno  de  ciertas  nociones  ó  ideas  primarias,  que  son  á  modo 
de  capitanes  de  cada  grupo  de  conceptos.  Trazar  el  mapa  de  un  idioma, 
reconstituir  la  estructura  natural  de  su  vocabulario,  parece  empresa  di- 
ficilísima, en  que  hay  que  proceder  por  aproximaciones  y  conjeturas. 
El  esquema  más  aproximado  de  un  idioma,  teniendo  en  cuenta  su 
formación  temporal  é  histórica,  sería  un  árbol,  un  árbol  genealógico 
de  palabras.  En  ese  esquema  nos  hace  pensar  el  Tesoro  de  la  lengua 
castellana  del  señor  Cejador,  en  cuyo  primer  volumen  aparecen  agru- 
padas las  palabras  en  torno  de  las  cinco  vocales  a  e  i  o  u,  como  soni- 
dos elementales.  Su  subtítulo,  Origen  y  vida  de  ¡as  palabras,  declara 
la  importancia  que  en  esta  obra  tienen  las  etimologías,  la  historia  de 
las  palabras.  El  otro  subtítulo.  Lo  que  dicen  las  palabras,  atañe  á  la 
semántica  ó  valor  significativo.  Pero  el  Diccionario  de  Cejador  no  es 
un  Diccionario  de  definiciones.  "¿Definiciones  de  palabras  en  el  Dic- 
cionario?— dice — .  Cuando  ailgún  Aristóteles  se  meta  á  lexicógrafo, 
amohinado  al  cabo  con  sus  géneros  y  diferencias  que  nada  dicen,  dará 
en  volverlas  por  el  envés,  como  la  del  narigudo  de  Quevedo:  "Erase 
un  hombre  á  una  nariz  pegado."  Esas  son  las  mejores  definiciones. 
El  que  no  sepa  lo  que  es  un  caballo  se  quedará  tan  en  ayunas  con  su 
definición  como  todos  nos  quedamos  con  la  de  la  electricidad,  qne 
nadie  sabe  definir  hoy  por  hoy." 

¿'Cómo  sabremos,  pues,  lo  que  dicen  las  palabras?  lo  sa])remo9 
principalmente  por  el  uso  vulgar,  y  también  por  su  historia.  El  Dic- 
cionario del  señor  Cejador  nos  muestra  el  uso  de  las  palabras  con  dos 
clases  de  autoridades:  'las  autoridades  literarias  y  la  anónima,  pero 
inmensa  y  decisiva  autoridad  del  pueblo,  manifestada  en  los  refranes 
y  modismos  vulgares,  verdaderamente  idiomáticos,  sacados  de  la  en- 
traña de  la  lengua. 

Lleva  el  Tesoro  de  la  lengua  castellana  XKXVi  páginas  de  intro- 
ducción,  páginas   verdaderamente   sustanciosas,   escritas   con   una  lia- 


CRÍTICA  3 19 

neza  y  una  soltura  encantadoras,  como  por  maestro  en  el  idioma.  Allí 
resuniie  el  señor  Cejador  su  teoría  del  lenguaje,  expuesta  y  desarro- 
llada en  los  volúmenes  anteriores.  Los  filólogos,  valiéndose  del  mé- 
todo histórico-comparativo,  es  decir,  cotejando  las  diversas  formas  de 
■las  palabras  en  las  lenguas  de  la  misma  familia,  y  averiguando  las 
formas  que  las  palabras  de  un  mismo  idioma  han  tenido  en  las  varias 
épocas  de  su  historia,  han  llegado  á  descubrir  las  leyes  de  la  evolu- 
ción fonética  de  las  lenguas,  y  aun  á  sacar  ciertas  fórmulas  ó  pala- 
bras esquemáticas,  que  parecen  como  las  palabras  madres  de  donde 
salieron  las  variantes  de  los  diferentes  idiomas,  y  que  debieron  de 
pertenecer  á  una  lengua  única  anterior  á  los  idiomas  indoeuropeos 
que  conocemos.  Pero  más  allá  de  ilas  raíces  que  son  las  palabras  de 
un  periodo  prehistórico,  como  dice  Delbrück,  no  puede  pasar  la  in- 
vestigación puramente  filológica.  Los  psicólogos,  por  su  parte,  traba- 
jan por  averiguar  el  origen  del  habla  por  medio  de  indagaciones  psi- 
cofí sicas.  Cejador,  aprovechando  los  trabajos  de  unos  y  otros,  ha 
llegado  más  lejos,  hallando  en  el  vascuence  ó  eúskera  ila  lengua  prim.i- 
tiva,  anterior  á  las  indoeuropeas,  y  al  mismo  tiempo  el  lenguaje  natu- 
ral que  responde  al  mecanismo  psicofísico. 

"En  el  terreno  histórico,  donde  trabajan  indoeuropeístas  y  roma- 
nistas— escribe  el  señor  Cejador — ,  soy  uno  de  ellos,  y  como  ellos, 
e-nderezo  todos  mis  pasos  por  el  método  histórico-comparativo,  y  me 
apropio  cuanto  ha  descubierto  la  lingüística  moderna :  las  Jeyes  foné- 
ticas y  las  raíces...  Créese  hoy  que  el  problema  del  origen  del  lenguaje 
está  en  manos  de  Ja  psicología :  á  ella,  pues,  me  encaminé.  Pero  no 
bastando  la  psicología  individual,  porque  el  habla  es  un  fenómeno  de 
la  sociedad,  no  del  individuo,  hube  de  acudir  á  Ja  psicología  colectiva 
y  social.  Por  este  camino  logré  penetrar  en  la  prehistoria  lingüística 
y  dar  por  rara  casualidad  con  la  lengua  más  antigua  de  Europa,  que 
allá,  antes  de  la  historia,  se  hablaba  por  estas  tierras,  cuando  ni  el  grie- 
go, ni  el  latín,  ni  el  godo,  ni  el  sánscrito  habían  nacido.  Aquella  habla, 
que  es  la  eúskera,  y  todavía  vive  en  un  rincón  de  España,  entre  los 
vascongados,  vi  que  era  el  habla  natural,  que  encajaba  en  los  princi- 
pios de  la  psicología  colectiva,  y  el  habla  de  la  cual  las  indoeuropeas 
poco  después  nacieron."  En  los  trabajos  de  los  filólogos  vascófilos 
Astarloa  y  Larramendi  puede  rastrearse  el  germen  ó  antecedente  re- 
moto de  la  doctrina  que  científicamente  desenvuelve  Cejador,  pero 
aquello  es  como  una  incipiente  aurora  en  que  hay  muchas  sombras,  y 
esto  el  discurso  claro  y  luminoso  como  la  luz  del  día,  discurso  que  se 
desenvuelve  con  la  riqueza  y  la  seguridad  de  una  doctrina  científica 
aprovechando  los  grandes  adelantos  de  la  filología  y  la  psicología 
moderna. 

¿Cómo  y  por  qué  puede  decirse  que  el  eúskera  es  el  habla  natural? 
Cejador  lo  razona  con  una  explicación  psicológica.  El  lenguaje  nace 
del  gesto;  la  articulación  es  un  gesto  que  se  hace  con  da  boca,  y  que 
expresa  tan  naturalmente  como  los  demás  gestos  los  estados  interio- 


52  0  CRÍTICA 

res  del  hoaabre,  sus  emociones,  su  vida  psiquica.  El  gesto  es  una  ma- 
nifestación externa,  una  aparición  en  la  superficie  del  movimiento 
psicofisico.  Eso  son  las  palabras.  Pero  ocurre  que  los  gestos  elemen- 
tales del  lenguaje,  esas  voces  sencillas,  que  han  sido,  como  dice  Cc- 
jador,  las  turquesas  de  Jas  palabras,  son  voces  vivas  euskéricas,  por 
donde  resulta  que  el  eúskera  coincide  con  las  primitivas  manifesta- 
ciones psicofísicas  que   forman  los  elementos  del  ¡lenguaje. 

La  clara,  á  par  de  profunda  introducción  del  Tesoro  de  la  lengua 
castellana,  es  el  mejor  comentario  de  este  libro,  al  cual  puede  aplicar- 
se en  dos  sentidos  ese  clásico  nombre  de  Tesoro  que  les  cae  bien  á  los 
diccionarios. 

Tesoro  es  de  voces,  de  refranes,  de  autoridades  letradas  y  aun  de 
psicología  y  folklore,  y  Tesoro  es  también  mirando  á  la  parte  del 
autor,  de  saber,  de  paciente  estudio,  de  erudición,  de  laboriosidad 
infatigable.  A  esa  Introducción  remitimos  á  los  que  deseen  más  larga 
explicación  de  la  que  puede  darse  en  estas  rápidas  reseñas  periodís- 
ticas. 

E.    GÓMEZ    DE    BaoUERO. 

{El  Imparcial,  26  Octubre  1908.) 


UN  LIBRO  DE  CEJADOR 

Después  de  leer  el  libro  de  don  Julio  Cejador  Lo  que  dicen  las 
palabras,  primer  capítulo  de  su  obra  Origen  y  vida  del  lenguaje,  pa- 
rece como  que  se  apodera  de  vosotros  cierto  encogimiento  del  ánimo, 
temeroso  de  invadir  inconscientemente  e!  vedado  de  las  formas  bárbaras 
de  expresión  del  pensamiento. 

Un  chistoso  amigo  del  señor  Maura,  periodista  de  aguda  percep- 
ción, informante  político  de  buen  seso,  que  hoy  comparte  con  otros 
amigos  del  presidente  la  ingrata  tarea  de  fiscalizar  la  contabilidad  de 
la  Hacienda  pública,  no  sabiendo  en  cierta  ocasión  qué  términos  pon- 
derativos usar  para  la  alabanza  de  la  oratoria  maurista,  exclamaba: 

— ¿  No  es  verdad  que  al  oír  hablar  á  don  Antonio  se  sienten  deseos 
de  tirar  de  un  carro? 

No  sé  si  fué  Voltaire  el  que  dijo  que  leyendo  El  Contrato  social 
se  sentían  ganas  de  ponerse  á  cuatro  pies.  Mi  respetable  y  justamente 
agasajado  contertulio  de  otros  días  remedaba  en  cierto  modo  al  iró- 
nico creador  del  panglosismo,  aunque,  naturalmente,  ilas  palabras  de 
éste,  si  es  que  profirió  las  que  yo  le  cuelgo,  y  las  de  aquél,  tenían  dis- 
tinto alcance  y  algo  diversa  significación... 

Pues  bien ;  al  enterarse  de  Lo  que  dicen  las  palabras,  del  maestro 
de  Filología,  lo  que  uno  advierte  en  sí  mismo  es...  deseos  de  callar. 
Cejador  debe  de  ser  uno  de  los  hombres  que  calen  más  hondo  en 
punto  á  lingüística,  y  doy  á  este  concepto  forma  dubitativa  porque  no 


CRÍTICA  521 

cuadraría  con  mi  modestia  en  ese  menester  de  los  estudios  filológicos 
un  aserto  cerrado,  donde  ila  malicia  común  pudiese  hallar  bambolla, 
ya  que,  asi  el  elogio  como  el  vituperio  apuntan  en  quien  los  manifiesta 
y  mantiene  la  presunción  de  ciencia  bastante  para  el  juicio  que  los 
engendra. 

''Acordándome  del  ideal  que  en  el  suyo  etimológico  propone  Mon- 
Jau  de  un  acabadísimo  diccionario,  cual  sería  el  que  llevase  las  pala- 
bras por  sus  acepciones,  usos  y  etimología  hasta  su  fuente  manantial 
y  primer  origen  del  habla,  si  posible  fuese,  me  pregunté  si  no  me  sería 
dado  á  mí  lograrlo,  juntando  en  una  entrambas  obras,  que  abrazase 
todo  el  castellano,  las  indoeuropeas,  donde  están  sus  fuentes  inmedia- 
tas, y  hasta  el  eúskera  ó  lengua  primitiva,  de  donde  éstas  manan,  tra- 
yendo así  el  agua  desde  las  primeras  maneras  que  tuvieron  los  hom- 
bres de  expresarse  hasta  el  castellano  que  hoy  hablamos.  Halagador 
era  el  intento,  grandiosa  la  empresa,  por  más  que  pareciera  formida- 
ble. Pero  iban  adelante  los  trabajos  preparatorios;  reducíase  á  enla- 
zarlos y  entretejerlos  en  una  sola  tela.  Ailcé  mi  tinglado,  armé  mi 
telar  y  allá  va:  este  es  el  primer  tomo,  el  primer  capítulo  de  muestra, 
del  Origen  y  vida  del  lenguaje  y  del  Tesoro  de  la  lengua  castellana.'' 

Esas  palabras  de  Cejador  denuncian  la  magnitud  de  su  trabajo  y 
el  mérito  imponderable  de  tan  egregia  tentativa. 

El  lector  del  primer  capitulo  del  Origen  y  vida  del  lenguaje,  ya 
sabe  á  qué  atenerse.  Los  vocablos  que  vayan  apareciendo  á  sus  ojos 
le  dirán  su  historia,  las  vicisitudes  por  que  han  pasado,  lo  que  con 
ellos  ó  con  sus  elementos  fonéticos  más  simples  ha  dicho  la  Humani- 
dad, los  cambios  operados  en  los  mismtos  en  el  flujo  y  reflujo  de  las 
generaciones  que  los  usaron,  el  valor  semántico  que  se  les  puede  atri- 
buir, la  misión  que  les  estuvo  reservada  en  un  período  determinado 
de  cultura. 

Cada  uno  de  los  signos  verbales  con  que  expresamos  nuestros  pen- 
samientos, nuestros  sentimientos,  nuestras  voliciones,  es  un  símbolo 
histórico  ó  un  elemento  dinámico  del  espíritu  social.  Cuando  pasa 
como  ser  muerto  al  catálogo  de  ilos  arcaísmos,  todavía  se  presta  á  la 
disección  del  filólogo,  que  lo  descompone  en  su  parte  temática  y  en  su 
parte  desinencial  y  en  los  prefijos  y  en  los  sufijos,  que  recibiera  al 
correr  en  el  acarreo  del  uso,  y  puede  mostrar  al  curioso  su  noble  as- 
cendencia ó  su  baja  estirpe  y  el  resumen  de  su  valor  como  testimonio 
momtentáneo  de  Ja  psiquis  de  un  pueblo. 

Las  palabras  son  índices  de  la  cultura  y  del  progreso  de  la  Hu- 
manidad, y  en  sus  evoluciones  semánticas  se  puede  seguir  el  curso  de 
ciertos  principios  que  fueron  como  jalones  de  la  marcha  de  ía  His- 
toria. 

La  frase  con  que  yo  estampo  mi  pensamiento,  su  giro,  su  estruc- 
tura, es  un  dato  de  la  vida  de  mi  ambiente  interior  (mi  educación  lite- 
laria,  mis  aficiones,  mis  prejuicios)  en  sus  relaciones  con  el  medio 
que  me  circunda.  Por  muy  subjetivo  que  estiméis  lo  que  sale  de  vos- 


322  CRÍTICA 

Otros  en  forma  de  concepto,  siempre  habréis  de  encontrar  en  su  fondc 
y  en  su  modalidad  externa  un  atributo  de  esos  dos  ambientes. 

Al  hablar  devolvemos  en  nuevos  estados  alotrópicos,  como  dicen 
los  químicos,  la  riqueza  mental  que  hemos  tomado  del  acervo  común. 
La  idea  es  del  medio;  cualquiera  que  fuere  la  caperuza  que  ¡a  pongáis, 
reflejará  en  todo  momento  un  estado  de  conciencia  social  que  ha  te- 
nido en  vosotros  el  primero  de  sus  órganos  de  expresión  ó  uno  de 
tantos  como  la  revelaron. 

Somos,  realmente,  arcaduces.  Pozamos  el  agua  y  la  impulsamos 
por  cauces  diversos;  pero  no  nutrimos  el  manantial.  Cuanto  está  en 
nosotros  nos  vino  de  fuera,  y  al  asistir  á  la  contemplación  de  nuestra 
propia  psiquis,  al  sentirnos  términos  objetivos  de  nuestra  reflexión 
(el  yo,  visto  en  la  conciencia),  lo  que  hallamos  propiarrtente  es  la  ima- 
gen del  ser  sociatl,  de  la  psiquis  de  nuestro  medio  circundante,  pro- 
yectada en  nosotros  mismos. 

Vaya  todo  esto  para  denotar  la  importancia  que,  en  mi  sentir,  tiene 
el  estudio  lexicográfico  del  lenguaje,  como  hecho  que  lleva  por  induc- 
ción al  conocimiento  de  da  Historia. 

Benot  dijo  un  día  ante  la  Academia  de  la  Lengua  lo  que  era  hablar, 
complementando  así  uno  de  los  elementos  de  la  definición  de  la  Gra- 
mática, y  creo  que  para  él  á  tanto  equivalía  aquel  acto  coirfo  á  susti- 
tuir el  valor  absoluto  de  las  palabras,  consideradas  aisladamente,  por 
el  valor  relativo  que  cobran  en  virtud  de  su  oracional  interdependencia. 

'Cejador,  como  diestro  orífice,  aquilata  y  depura  el  casticismo  del 
vocablo,  señalando  su  noble  ó  vil  abolengo  (v  tened  presente  que  aquí 
la  nobleza  procede  de  abajo),  según  el  mester  donde  alentó  algún  día 
ó  la  nativa  pureza  de  su  formación  original.  Y  luego  acude  al  arsenal 
inagotable  de  la  sabiduría  plebeya  y  os  dice  lo  que  'la  chusma  castella- 
na (definitivo  legislador  del  idioma,  arbitro  para  dar  ó  negar  el  pase 
á  las  intrusiones  de  la  erudición)  pensó  con  Jas  palabras  que  os  quinta- 
esencia, definiéndolas  en  el  refrán  ó  en  la  frase,  es  decir,  limitando,  al 
agruparlas  con  otras,  su  primera  significación  absoluta. 

No  es  el  suyo  trabajo  anatómico,  de  descomposición,  de  análisis, 
exclusivamente,  aunque  vosotros  y  yo  creamos  que  le  preocupa  el  ha- 
llazgo de  líos  últimos  filamentos  ideológicos  que  contenga  un  signo 
verbal,  por  rudimentarios  que  fueren,  y  sorprenda  su  perspicacia  para 
reducir  á  elementos  simplicísimos  las  partes  componentes  de  la  es- 
tructura verbal.  Cejador  estudia  la  palabra  en  función,  como  ser  vivo, 
de  órganos  primordiales,  adventicios  ó  atrofiados,  y  os  deja  ver  cómo 
han  pasado  por  ella  calladas  corrientes  de  energía  mental,  deformán- 
dola en  unas  ocasiones  y  hermoseándola  en  otras,  y  recubriendo  casi 
siempre  con  una  estratificación  de  estados  de  alma  (página  de  ila  his- 
toria natural  del  lenguaje)  que  conserva  las  formas  definitivas  de  su 
estructura  orgánica... 

Cejador  restituye  á  las  palabras  de  nuestra  Jengua  su  primitiva 
significación  y  las  sorprende  en  un  momento  de  su  vida;  es,  á  saber: 


CRÍTICA  523 

cuando,  expresando  el  querer  y  el  sentir  del  pueblo,  hallaron  albergue 
en  los  escritores  clásicos  de  ios  siglos  xvi  y  xvii,  especialmente  en 
los  del  primero ;  y  decía  yo  que  invitaba  al  silencio  'la  lectura  de  su 
libro  magistral,  porque  después  de  notar  en  sus  páginas  el  cerco  apre- 
tado que  ponen  dos  barbarismos  de  toda  especie  al  castizo  decir,  pa- 
rece imposible  no  enturbiar  la  limpidez  de  nuestro  idioma  con  nuevos 
vocablos  allegados  al  mismo,  no  por  el  vínculo  de  la  agnación  de  ía 
unidad  genética,  sino  por  el  lazo  de  das  menguadas  adopciones  artifi- 
ciosas. 

Sólo  que  habrá  no  pocos  que  crean  que  no  debemos  aspirar  á  un 
puro  remedo  del  habla  de  nuestros  mayores,  y  que  siendo  interesante 
la  obra  de  descubrir  su  buen  gusto,  su  gentileza  en  el  uso  del  idioma, 
su  escrupulosa  expresión  de  ila  savia  castiza  para  señalar  los  mínimos 
matices  del  pensamiento,  su  majestuosa  grandeza,  su  prodigalidad  sin 
límites  en  la  fárfara  de  Castilla,  hasta  llegar  á  la  liberaíísima  disipa- 
ción que  muestra  un  Alfonso  Martínez  de  Toledo,  verbigracia  (á 
quien  por  cierto  no  cita  entre  sus  clásicos  Cejador,  con  ser  quien  fué, 
sin  duda  por  no  sailirse  de  los  escritores  del  siglo  xvi),  es  inútil  ir 
contra  la  invasora  corriente  de  neologismos  que  han  aportado  al  idio- 
ma nuestro  acceso  al  mundo  civilizado  (sin  que  esto  sea  negar  que 
fuimos  alguna  vez  centro  de  la  universail  cultura)  y  el  olvido  y  la  ig- 
norancia de  nuestro  tesoro  verbal,  escondido  bajo  siete  llaves  en  el 
arca  veneranda  de  la  literatura  del  sig'lo  xv  y  de  los  dos  siguientes. 

Ni  siquiera  son  muchos  los  que  aseguren  que  bastaría  con  hundir 
el  cazo  en  el  barreño  popular  para  extraer  ila  más  rica  substancia  de 
nuestro  decir.  Recordad  que  era  fray  Luis  de  León  el  que  se  expresa- 
ba en  los  términos  siguientes: 

"Dicen  que  no  hablo  romance  porque  no  hablo  desatadamente  y 
sin  orden  y  porque  pongo  en  ilas  palabras  concierto,  y  las  escojo  y  les 
doy  su  lugar,  porque  piensan  que  hablar  romance  es  hablar  como  se 
habla  en  el  vulgo,  y  no  conocen  que  el  bien  hablar  no  es  común,  sino 
negocio  de  particular  juicio,  ansí  en  lo  que  se  dice  como  en  la  manera 
como  se  dice.  Y  negocio,  que  de  las  palabras  que  todos  hablan,  elige 
las  que  convienen  y  mira  el  sonido  dellas  y  aun  cuenta  á  veces  las  le- 
tras y  las  pesa  y  las  compone,  para  que  no  solamente  digan  con  clari- 
dad lo  que  se  pretende  decir,  sino  también  con  armonía  y  dulzura..." 

El  caudal  de  'las  palabras  se  renueva  y  se  renovará  incesantemen- 
te, sin  que  las  leyes  de  razas  de  los  que  más  estiman  lo  castizo  y  lo 
clásico  sean  parte  á  evitar  cruzamientos  que  engendren  vastagos  de 
mestiza  condición. 

Mortalia  jacta  peribunt — decía  Horacio  (y  perdonad  la  cita,  ¡  oh, 
nobles  Eleuterios !) — Neduní  sermonmn  stet  honos  et  gratia  vivax. 
Multa  renascentur  qiiae  jam  cecidere,  cadentque  qiiae  niinc  sunt  in 
honorc  vocabula,  si  volet  usus... 

Y  si  licuit  semperque  Ucebit — signatum  praesente  nota  procn-* 
dere   nomen — ,   ¿quién  se  atreverá   á  proscribir   formas  nuevas   ver- 


524  CRÍTICA  *■ 

bales  que  lian  logrado  ingreso  en   la  conversación   familiar   vestidas 
con  arreo  castellano? 

Ut  syivae  foliis  pronos  mutantur  in  anuos,  prima  cadunt:  ita 
verborum  vetus  intcrit  actas.  Et  iuvcnum  ritu  florea t  modo  nata, 
vigentque. 

Las  pailabras  no  están  libres  de  la  caducidad  que  amenaza  á  todo 
lo  contingente.  Y  aunque  las  que  ya  sucumbieron  revivan  en  la  plu- 
ma de  un  escritor  ó  en  los  labios  de  los  oradores,  la  proliferación  exu- 
berante de  líos  neologismos  les  negará  el  aire  y  la  luz  y  volverán  á  ser 
fósiles  que  recuerden  una  etapa  de  nuestra  literatura  ó  un  momento 
de  la  Historia  de  Ja  Humanidad. 

Apuremos  todos  los  días  en  la  apacible  soledad  de  nuestra  biblio- 
teca el  néctar  de  la  castiza  parla  de  nuestros  mayores  en  el  vaso  de 
oro  de  los  libros  predilectos;  pero  dejemos  que  este  revuelto  mar  de 
la  vida  moderna  traiga  á  nuestras  playas  fragmentos  de  todos  los 
caiitiles... 

José  Rocamora. 

{Heraldo  de  Madrid,  30  de  Octubre  de  1908.) 


ESTE  TOMO  SE  ACABÓ  DE  IMPRIMIR 

EN    LA    TIPOGRAFÍA    DE    LA    "REVISTA    DE 

ARCHIVOS,     BIBLIOTECAS    Y    MUSEOS" 

EL    DÍA    IX    DE   MARZO 

DEL  AÑO  MCMXVIII 


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Cejador  y  Franca,    Julio 

Historia  de  la  lengua  y 
literatura  castellana 


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