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Full text of "Historia de la lengua y literatura castellana"

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University  of  Toronto 


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HISTORIA  DE  LA  LENGUA 

Y 

Literatura  Castellana 

COMPRENDIDOS   LOS   AUTORES    HISPANO-AMERICANOS 

(ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA:  1888-1907); 

(PRIMERA  PARTE) 


POR 


D.  JULIO  CEJADOR  Y  FRAUCA 

CATEDRÁTICO    DE   LENGUA    Y    LITERATURA    LATINAS 
DE  LA   UNIVERSIDAD    CENTRAL 


TOMO       X 


MADRID 

TIP.  DE  LA  «REV.  DE  ARCH.,  BIBf-.  Y  MUSEOS» 

OlÓK^aga,   I.— Teléfono  S.  1.38S 

1919 


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-i. 10 


AL  GRAN  NOVELADOR  DE  MARE  NOSTRUM 

DON     VICENTE     BLASCO     IBAÑEZ 

CON  LA  ADMIRACIÓN  Y  EL  CARIÑO  DE 
SU  AFECTÍSIMO   AMIGO, 

Julio  Cejador. 


ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA 
(i  888- 1 907) 

LA  COPLA  Y  LA   LÍRICA  REGIONAL. LA  NOVELA   REGIONAL. EL  GÉNERO   CHI- 
CO.  EL  MODERNISMO  EN  AMÉRICA  Y  ESPAÑA  Y  LA  GENERACIÓN  DEL  98. 

"Lo  bueno  no  es  nuevo  y  lo  nuevo  no 
es  bueno."   {Villergas.) 

"O  rinnovarsi  o  moriré."  (D'Annuzio .) 


Regencia  de  María  Cristina  (1885- 1902).  Filibusteros  cubanos  y 
guerra  de  Melilla  (1893).  Guerra  de  Cuba  (1895-98).  Insurrección  de 
Filipinas  (1896).  Asesinato  de  Cánovas  (1897).  Guerra  con  los  Esta- 
dos Unidos  y  pérdida  de  las  Colonias  (1898).  Alfonso  XIII  (1902);  su 
boda  (1906). 

Literatura  francesa. — Stéphane  Mallarmé  (1842-1898).  José  María 
Heredia  (1842-1905)  j  Paul  Verilaine  (1844-1896).  Gabriel  Vicaire 
(1848-1900).  Jean  Arthur  Rimbaud  (1854-1891).  Georges  Rodenbach 
(1855-1898).  Gustave  Kahn  (n.  1859).  Emi:le  Verhaeren  (1855-1916). 
Jean  Moréas  (1856-1910).  Albert  Samain  (1859-1900).  Charles  Guérin 
(1873-1902).  Edmond  Rostand  (1868-1918),  Cyrano  de  Bergerac  (1897), 
Chantecler  (1910).  Fierre  Louys  (1870).  Enry  Bataille  (1872).  Camile 
Mauclair  (1872).  Brieux  Donnay.  P.  Hervieu.  Bernstein.  Franqois 
de  Curel.  Henri  Barbusse  (1S74).  Charles  Morice  (1861).  Alfred  Ca- 
pus  (1858).  Maurice  Barres.  Ed.  Rod.  Paul  Adam.  Marcel  PrévosL 
J.  Richepin.  Chauson  des  Gueux  (1876),  Mes  Paradis  (1894).  Armand 
Silvestre  (f  1901).  André  Lemoine  (f  1907).  A.  Mérat  (1840-1909). 
Jean  Lahor  (doctor  Cazalis,  1840- 1909),  J.  K,  Huysmans,  Cathédrale 
(1898).  Francisque  Sarcey  (1828-1899).  Leo  Claretie,  Histoire  de  la 
Littérature  francaise  (1900-1910;  15  vols.,  1912).  Gustave  Lanson, 
Histoire  de  la  Littérature  franqaise  (1912).  Jules  Laforgue  (1860-1887). 
Henri  Régnier  (n.  1864).  Fernán  Gregh  (n.  1873).  Francis  Viélé-Grif- 
fin  (n.  1864).  Mseterlinck. 

Literatura   inglesa. — Walt    Whitman    (18x9-1892).    Dante    Gabriel 


2  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

Rosseti  (1828-1882).  James  Thomson  (1834-1882).  Algernon  Charies 
Swinbürne  (n.  1835).  William  Ernect  Henley  (1849-1903).  Robert 
Louis  Stevenson  (1850-1894).  Osear  O'Flahertie  Wilde  (1856-1900). 
John  Richard  Green,  Historia  del  pueblo  inglés  (1877).  G.  Eiiot 
(1819-1880).  Rudyard  Kipling. 

Literatura  alemana. — Conrado  Fernando  Meyer.  Luis  Anzengruber. 
Ossip  Schubin.  Jorge  Ebers.  Rodolfo  Lindon.  Federico  Vischcr.  Max 
Kretzer.  Hermann.  Herberg.  G.  Conrad.  Hermann  Sudermann.  Gerard 
Hauptmann  Nietzsche. 

Literatura  rusa. — Volynsky^  propagador  del  simbolismo  y  decaden- 
tismo (1895).  Miliouskov.  Kovalerski.  Oniéguine.  Lydia  Rostoptchin. 
Garcian  (1855-1885).  Koroliénko  (n.  1860),  Sueño  de  Macario  (1885). 
Eoborikin,  El  retorno  (1894).  Potapiénko,  Los  pecados  (1896).  Tche- 
khov.  La  hechicera,  Ágata,  La  estepa.  Historia  melancólica  (1889). 
Aláximo  Gorki. 

Literatura  7iorsO-escandinava. — Henrik  Ibsen  (1828-1906),  floreció 
de  1889  á  1900.  BjcErnstjerne  Bjoernson  (1832-1910)  (traducido  al 
francés  desde  1880),  Un  fracaso  (1893),  Más  allá  de  las  fuerzas  huma- 
nas (trad  fr.  1896-97).  Premio  Nobel,  fundado  en  1901. 

Literatura  italiana- — Gabriel  d'Annunzio  (n.  1864).  Fogazzaro. 

Literatura  polaca. — Sienkievicz,  Qtio  vadis?  (trad.  franc.  1900), 

1.  Literatura  regional. — Desde  la  revolución  francesa  tiró 
la  política  hacia  la  democracia  en  España,  y  más  desde  la  re- 
volución <M.  68.  Los  derechos  legislahles  del  individuo  fue- 
ron el  programa;  los  medios,  la  implantación  de  la  República, 
el  ensayo  de  federalismo,  la  propaganda  socialista  internacio- 
nal, la  restauración  de  la  dinastía  con  una  Constitución  demo- 
crática. El  arte  literario  hízose  á  la  par  más  y  más  democrático 
y  regional.  Venía  preparándose  esta  novedad  en  literatura  y 
en  política  desde  la  revolución  francesa  y  desde  el  romanticis- 
mo. Era  como  una  niebla  que  baja  y  baja  de  lo  aristocrático  a 
lo  popular,  de  lo  general  á  lo  individual.  La  historia,  antes  de 
Reyes  y  dinastías,  iba  convirtiéndose  en  historia  de  los  pueblos 
y  del  vivir  común  y  ordinario  de  los  hombres  todos,  en  historia 
interna.  En  esta  época  acaban  de  despertar  los  regionalismos 
políticos  en  toda  Europa  y  las  literaturas  regionales.  No  nos 
atañe  tratar  de  la  literatura  catalana,  euskérica,  gallega,  valen- 
ciana y  bable,  aunque  sean  las  más  frescas  y  pujantes  por  ha- 
ber nacido  horras  de  trabas  académicas,  cortesanas  y  hasta 
cierto  punto  eruditas.  Pero  aun  en  castellano  se  hace  cada  vez 
más  regional  la  literatura.  En  regional  tiene  que  parar  el  arte 


LITERATURA  REGIONAL  i 

realista  que  mira  á  expresar  la  realidad,  cuando,  como  en  Es- 
paña, hay  riqueza  de  caracteres  regionales,  originados  por  el 
temple  y  clima,  costumbres  y  maneras  de  vivir  diferentes.  El 
arte  romántico  tiraba  á  expresar  lo  nacional  histórico,  á  resu- 
citar las  nacionales  epopeyas  en  un  tono  moderno  de  subjetivi- 
dad y  lirismo,  que  dio  por  resultado  la  leyenda  en  verso,  la  no- 
vela histórica  en  prosa  y  el  teatro  heroico  medioeval.  El  realis- 
mo ciñó  la  mirada  á  lo  presente  entre  las  cosas  nacionales  y  á 
lo  más  íntinio  de  los  propios  sentimientos.  Tal  es  la  novela 
realista,  la  lírica  íntima  becqueriana,  el  teatro  en  la  alta  co- 
media y  en  la  zarzuela.  Pero  como  lo  más  presente  y  lo  más 
íntimo  para  cada  escritor  es  lo  que  tiene  en  su  tierra,  donde 
escribe,  y  en  el  carácter  y  costumbres  de  los  suyos,  ya  junta- 
mente con  el  realismo  nació  el  arte  regional,  que  hubo  de  ir 
coloreándose  y  diferenciándose  cada  vez  más.  El  arte  anda- 
luz, aragonés,  santanderino,  salmantino,  extremeño,  murciano; 
gallego,  madrileño  se  diferencian  y  matizan,  sobre  todo,  en 
esta  época;  las  frases,  modismos  y  palabras  regionales  llegan 
á  la  novela  y  al  teatro.  La  literatura  castellana  regional,  antes 
cultivada  por  Fernán  Caballero  y  Trueba,  después  por  Pere- 
da, Galdós,  Palacio  Valdés,  Blasco  Ibáñez,  Pardo  Bazán,  ge- 
neralízase entre  autores  de  segundo  orden.  La  lírica  se  regio- 
naliza  entre  los  poetas  que  componen  canciones  populares  y 
coplas.  El  teatro  pasa  de  la  zarzuela  al  género  chico,  que  es 
teatro  popular  y  regional,  sobre  todo  de  costumbres  andalu- 
zas, madrileñas  y  baturras.  En  Abiérica,  mientras  la  lírica  se 
afrancesa  haciéndose  modernista,  la  novela,  más  y  más  realista, 
hácese  regional,  naciendo  así  en  cada  República  la  verdadera 
literatura  nacional,  que  arraiga  en  las  costumbres  y  caracteres 
propios  de  cada  región  americana. 

2-  Lo  regional  es  la  flor  y  nata  de  lo  realista,  puesto  que  si  no  es 
regional,  será  más  genérico,  más  vago,  menos  particular  y  real.  Lo 
real  es  determinado,  y,  por  consiguiente,  del  terruño  éste  ó  aquél,  que 
en  España  difieren  notablemente.  Lo  no  regional,  sólo  es  realista  en 
el  tono,  no  puede  ser  retrato  fiel  de  algo  determinado,  a  no  ser  escri- 
biendo de  ciudades  cosmopolitas,  que  no  ofrecen  colorido  particular. 

Juan  Valera,  al  tratar  del  discurso  de  recepción  en  que  Pereda  ba- 
iló de  la  novela  regional  (Ecos  Argentinos,  1901,  pág.  119),  dice: 
■''Confieso  mi  ignorancia:  la  tal  clasificación  me  cogió  de  nuevas.  Yo 


4  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

no  sabía  que  hubiese  un  género  de  novelas,  llamadas  regionales,  opues- 
to a  otro  género  de  novelas,  llamadas,  tal  vez,  porque  esto  no  resulta 
bien   claro,  nacionales  ó    cosmopolitas.  Yo  he   creído  siempre  que  la 
novela  es  representación  y  pintura  de  actos  y  pasiones  de  la  vida  hu- 
mana, los  cuales  actos  y  pasiones  de  la  vida  humana  pasan  por  fuerza 
en  alguna  región..."  La  novela  que  fué  histórica  por  el  romanticis- 
mo pasó  á  realista  cuando,  desechando  efl  sueño  romántico  de  lo  pasado^ 
quedó  como  fundamento  del  arte  lo  presente  y  nacional,  tal  cual  es; 
y  particularizando  más  .en  el  espacio  y  el  tiempo,  merced  á  la  afición  á 
lo  popular  y  castizo  que  el  romanticismo  trajo,  el  arte  se  especializó  en 
cada  región,  tiñéndose  del  espíritu  popular  de  ella,  del  color  Socal,  del 
ambiente,  del  carácter,  sentir  y  habla  especiales.  Es  el  término  natural 
del  realismo,  el  realismo  más  acabado.  Costumbres  y  espíritu  de  una 
región:   eso  no  se  halla  sino  en  atisbo  y  como  por  accidente  en  ilas 
novelas  realistas,  y  sólo  se  halla  en  las  regionales  como  objeto  propio, 
pretendido  y  principal.  Y  en  este  sentido  es  eJ  arte  más  castizo,  aunque 
no  lo  vea  ^'alera,  pues  ahonda  más  en  el  suelo  y  espíritu  de  un  rincón 
de  la  nación,  llegando  por  lo  particular  regional  á  lo  común  nacional  y 
de  la  raza.  La  tendencia  á  lo  regional  se  desprende  de  lo  que  el  mismo 
Vaílera  dice   al  refutar  todo  esto  (pág.  122)  :  "En  nuestra  misma  Pen- 
ínsula resurgen  los  antiguos  idiomas  regionales  y  vu€lv,e  a  escribirse  ea 
catalán,  en  valenciano  y  en  gallego.  En  Bélgica  renacen  y  luchan  con-» 
tra  la  lengua  francesa,  el  w^alón  y  el  flamenco.  En  Finlandia  se  exhu- 
man las  olvidadas  epopeyas,  las  antigüedades  religiosas  y  políticas,  y 
todo  lo  que  formaba  el  ser  castizo  de  aquella  nación...  Y  en  el  Imperio 
de  Austria...  persiste,  bajo  él  mismo  cetro,  el  alemán,  el  tcheco,  el  croa- 
ta, el  serbio,  el  polaco,  el  ruteno,  el  esloveno,  el  eslovaco,  el  húngaro ,  eí 
rumano,  el  italiano,  hablando  cada  cual  su  idioma,  reivindicando  su  na- 
cionalidad y  resucitando,  conservando,  aumentando  ó  creando  su  singu- 
lar literatura ;  ó  sea,  escribiendo  cada  cual  en  su  lengua  nativa  novelas, 
comedias,  historias,  periódicos,  etc."  ¿  Qué  es  esto,  sino  lo  regional  que 
resucita  merced  al  romanticismo  que,  alejándose  de  ilas  antiguas  nacio- 
nes clásicas,  volvió  á  los  pueblos  sobre  sí  mismos;  primero,  sobre  su 
historia;  luego,  sobre  su  presente?  Cuando  esa  literatura  de  Cataluña', 
Galicia,   Santander,  Andalucía,   Aragón,   informada  por  este  espíritu 
regional,  se  escribe  en  castellano,  es  literatura  castellana  regional,  la 
cual  acabó  de  despertar  después  del  realismo,  habiendo  comenzado  á 
rebullir  apenas  el  romanticismo  llegó.  Sino  que  Valera  gustó  siempre 
poco  de  lo  popular  por  su  natural  aristocrático,  y  no  veía  lo  que  basta- 
ba abrir  los  ojos  para  verío.  ^ 

3.  La  novela. — Se  hace  cada  vez  más  regional.  En  esta  época  la 
escriben  todavía  antores  de  la  anterior;  ía  montañesa,  Pereda;  la  ara- 
gonesa. Polo  y  Peyrolón,  Matheu  y  Romualdo  Nogués ;  la  vascongada, 
Vicente  Arana  y  Arturo  Campión ;  la  asturiana.  Clarín  y  Palacio  Vafl- 
dés;  la  gallega,  el  Marqués  de  Figueroa  y  Pardo  Bazán;  la  valenciana. 


LITEIL\TUIL\  REGIONAL  5 

Blasco  Ibáñez;  la  andaluza,  Blanca  de  los  Ríos  y  ^Manuel  Díaz  Mar- 
tín; la  leonesa,  Federico  Lafuente ;  la  madrileña,  Ortega  INIunilla,  Oc- 
tavio Picón,  Enrique  Sepúlveda,  Galdós,  José  de  Siles,  Zahonero,  el 
padre  Coloma,  Luis  Taboada,  .etc.  Son  novelistas  regionales  que  se 
presentan  por  primera  vez  en  esta  época :  Díaz  de  Escovar,  Arturo  Re- 
yes, León  Roch,  Ganivet,  González  Anaya,  Carmen  de  Burgos,  Muñoz 
y  Pabón,  que  escriben  la  novela  andaluza;  la  levantina,  Morales  San 
Martín  y  Gabriel  Miró;  la  aragonesa,  Mariano  Baselga,  CasañaJ,  Gar- 
cía Arista,  Teodoro  Gascón,  López  Allué,  Blas  y  Ubide,  Rafael  Pam- 
plona; la  salmantina,  Luis  Maldonado,  Mariano  Domínguez  Berrueta; 
la  gallega,  Valle-Inclán ;  la  santanderina,  Delfín  Fernández  y  Gonzá- 
lez, Ramón  de  Solano;  la  asturiana,  Andrés  González  Blanco;  la  viz- 
caína, Unamuno;  la  leonesa,  Martín  Granizo;  la  maragata,  Concha 
Espina;  la  madrileña,  Larrubiera,  Zozaya,  el  Bach.  San  Martín,  Ace- 
bal, Carrere,  López  Roberts,  Luis  Valera,  José  Francés,  Antonio  Ho- 
yos, R.  Gómez  de  la  Serna,  Kleiser,  Mata,  Velasco  Zazo,  Ramírez 
Ángel,  Répide,  Pinillos,  López  de  Haro,  Insúa,  Llanas  Aguilaniedo, 
Baroja,  Alfonso  Danvila,  etc. 

J.  Valera,  Ecos  Argentinos,  1901,  pág.  209:  "La  novela  española 
de  costumbres  de  nuestros  días  parece  realista,  más  que  por  seguir  el 
gusto  francés,  por  inclinación  natural  de  los  españoles  á  preferir  en 
sus  obras  el  realismo.  En  la  pintura,  sobre  todo,  de  las  gentes  de  la 
clase  media  y  de  la  clase  ínfima,  y  en  el  lenguaje  del  vulgo  con  todos 
sus  idiotismos  y  más  gráficas  frases,  nuestros  autores  son  dignos  de 
admiración  y  de  aplauso  por  lo  fieles,  aunque  tal  vez  pecan  por  cierta 
falta  de  selección,  de  que  la  fidelidad  conviene  que  vaya  acompañada. 
Todo  lo  que  dicen  los  personajes  de  una  novela  ha  de  parecer  verosímil 
que  en  la  realidad  lo  digan  personajes  semejantes;  pero  no  todo  lo 
■que  dicen  estos  personajes  de  la  realidad  ha  de  ponerse  en  boca  de 
los  personajes  de  la  novela,  porque  esta  obra,  que  debe  ser  una  obra 
de  arte,  dejaría  entonces  de  serlo  y  se  convertiría  en  representación 
servil  de  lo  sucedido  y  vivido,  con  toda  la  prolija  trivialidad  y  con  la 
fatigosa  pesadez  que  la  realidad  tiene  á  menudo.  A  pesar  del  escollo 
que  indicamos  y  en  .el  que  con  frecuencia  se  choca,  no  puede  menos  de 
ser  admirado  y  envidiado  el  talento  de  observación  de  algunos  autores 
y  la  facilidad  dichosa  con  que  reproducen  en  sus  cuadros  lo  que  verda- 
deramente ha  ocurrido  ó  ha  podido  ocurrir.  En  el  teatro,  en  lo  que 
llaman  algunos  con  infundado  desprecio  el  género  chico,  se  nota,  sin- 
gularmente, esta  habilidad.  Y  como  la  forma  dramática  exige  conci- 
sión, dos  autores  se  salvan  de  la  difusión  gracias  á  esta  exigencia, 
mientras  que  en  la  novela,  donde  hay  campo  abierto  para  extenderse, 
tal  vez  para  ser  fieles,  caen  en  difusos.  De  aquí  que  se  produzcan  en 
>el  día  saínetes  y  zarzuelas  que,  salvo  algún  excesivo  desenfado  que  un 
severo  crítico  puede  censurar  en  ocasiones,  son  cuadros  de  la  vida  po- 
pular, llenos  de  exactitud  graciosa." 

Eduardo  Ibarra,  en  Helios,  t.  IV  (año  1904),  pág.  52:  "En  primer 


6  ÉPOCA   REGIONAL  Y   MODERNISTA   (1888-I907) 

término  y  sobre  toda  otra,  descuella  en  todos  (los  novelistas  regionales 
aragoneses)  una  nota:  copian  la  realidad  tal  como  es,  son  naturalistas- 
sin  pizca  de  idealismo:  por  eso  sus  novelas  resultan  á  veces  desagra- 
dables y  producen  en  ocasiones  impresión  penosa.  Turmo,  Blas  y  Ló- 
pez Allué  presentan  tipos  repulsivos,  y  en  sus  obras  los  personajes  más- 
simpáticos  resultan  vencidos,  sacrificados  a  las  necesidades  de  la  vida, 
con  todas  sus  brutalidades  y  durezas :  son  la  contrafigura  de  aquellas- 
famosas  novelas  por  entregas^  en  las  que  siempre,  al  final,  aparece  la 
virtud  triunfante  sobre  el  vicio:  Pereda,  que  es  el  novelista  á  quien- 
más  se  parecen,  pinta  montañeses  idealizados :  creo  que  el  autor  de 
Sctileza  es  más  realista  en  el  fondo  que  en  las  figuras  de  sus  hermosos 
cuadros:  los  aragoneses,  no;  pintan  lo  que  ven;  si  bueno,  bueno;  sí 
malo,  malo.  Por  lo  mismo  que  son  verdaderas,  parecen  sus  novelas 
tristes ;  la  seriedad  de  la  raza  se  percibe  en  ellos ;  compáreseles  con  los 
modernos  novelistas  andaluces,  v.  gr.,  el  padre  Coloma  y  Muñoz  Pa- 
bón,  y  se  percibirá  este  dejo  de  tristeza;  apenas  hay  chistes  ni  gracias 
en  los  diálogos  de  sus  personajes;  Blas,  que  es  el  más  alegre  del  grupo^ 
hace  brotar  la  sonrisa  presentando  tipos  ridiculos,  no  por  lo  que  dicen, 
sino  por  lo  que  hacen ;  convienen  en  esto  con  la  característica  del  chiste 
aragonés,  que  aparece  en  cuentos,  canciones  y  chascarrillos  ser  más 
bien  de  acción  y  de  pensamiento,  que  no  de  palabra.  En  cambio,  hay 
extraordinaria  fibra  y  nervio  en  los  tipos;  se  pliegan  ante  el  influjo 
de  elementos  como  el  medio  social,  difíciles  de  dominar;  luchan  y  for- 
cejean cuando  su  esfuerzo  puede  proporcionarles  la  victoria;  de  aquí 
la  tensión  dramática  de  sus  novelas ;  y  esto  aparece  en  todos ;  no  gus- 
tan de  retratar  tipos  blanduchos,  gentes  apocadas ;  el  país  no  da  abun- 
dantes modelos  de  este  género;  aquí  cada  uno  tiene  un  rey  en  et 
cuerpo." 

4.  La  lírica. — Durante  eil  primer  decenio  de  la  época  modernista, 
ciéronse  á  conocer  en  España  quince  poetas  líricos.  Ninguno  es  mo- 
dernista: tan  sólo  Antonio  Zayas  es  discípulo  de  Heredia,  el  de  los 
sonetos.  Andaluces  que  hicieron  cantares  y  coplas  fueron  Joaquín  Al- 
caide de  Zafra,  Marcos  Rafael  Bilanco  Belmonte,  Narciso  Díaz  de  Es- 
covar,  Antonio  Palomero,  Enrique  Paradas,  León  Roch  y  Arturo 
Reyes.  Cantaron  castizamente  el  solar  castellano  Narciso  Alonso 
Cortés.  Cándido  Rodríguez  Pinilla  y  Manuel  Sandoval.  Fueron  poetas 
íntimos  y  melancólicos,  el  almeriense  José  Durban  Orozco  y  el  gallego 
Ricardo  José  Catarineu.  Y  camparon  por  sus  respetos  José  Tolosa 
Hernández  y  Miguel  de  Unamuno.  En  el  segundo  decenio  danse  á  co- 
nocer cuarenta  poetas  en  España:  de  ellos,  cinco  muy  sobresalientes, 
por  este  orden:  José  María  Gabriel  y  Galán,  Vicente  Medina.  Antonio 
Machado,  Enrique  de  Mesa  y  Juan  Ramón  Jiménez.  Sólo  el  último  fué 
modernista,  el  mejor  y  el  únicamente  puro  de  Jos  líricos  modernistas 
españoles :  los  otros  cuatro  fueron  poetas  más  ó  menos  regionales,  Ga- 
briel y  Galán,  extremeño ;  Medina,  murciano ;  Machado,  soriano ;  Mesa, 


LITERATIIRA  REGIONAL  7 

del  Guadarrama.  Tras  los  cinco  viene  Villaespesa,  poeta  regional  gra- 
nadino, de  la  Granada  histórica.  De  los  demás,  fueron  poetas  regiona- 
les: Alberto  Casañal,  Teodoro  Iriarte  y  Sixto  Celorrio,  aragoneses; 
Luis  Barreda,  santanderino;  Isaac  IMartín  Granizo,  leonés;  José  Mu- 
ñoz S.  Román,  Casilda  Antón  del  Olmet,  Manuel  Machado  y  Felipe 
Cortines  INíurube,  andaluces.  Clásicos  y  castizos  ó  no  clasificables  fue- 
ron :  José  Almendros,  José  Toral,  Andrés  Vázquez  Sola,  Félix  Cuque- 
relia,  Javier  Valcarce,  Pedro  Jara  Carrillo,  Ramón  de  Godoy,  José 
Ortiz  de  Pinedo,  Cristóbal  de  Castro,  Luis  Fernán  Cisneros,  Luis  de 
Tapia,  Luis  jMartínez  Kleiser,  Gregorio  Martínez  Sierra,  Andrés  Gon- 
zález Blanco,  Eduardo  de  Ory,  Ramón  de  So;!ano,  Mariano  Miguel  de 
Val,  Manuel  Abril,  Carlos  Miranda.  Tan  sólo  quedan  como  modernis- 
tas, además  de  Ramón  Jiménez :  Enrique  Diez  Cañedo,  Eduardo  Mar- 
quina,  Emilio  Carrere,  Manuel  Monterrey  y  Ramón  Pérez  Ayala ;  to- 
tal, seis  poetas  durante  toda  la  época.  Hubo  otros  muchos,  de  la  ínfim.a 
plebe,  que  escribieron  en  revistas,  y  algunos  en  libros,  poesías  moder- 
nistas descabelladas,  que  no  merecen  tenerse  en  cuenta.  Algunos  de 
los  citados  como  no  regionales  pagaron  no  menos  parias  á  la  moda 
con  alguna  composición  suelta.  Ramón  Jiménez  fué  el  puro  modernis- 
ta; los  otros  fueron,  generalmente,  claros,  con  ráfagas  extranjeras. 
El  gusto  del  matiz,  de  la  adjetivación  copiosa,  de  los  metros  largos  y 
otras  cualidades  de  la  escuela  se  les  pegaron  a  bastantes  poetas,  que 
de  ninguna  manera  pueden  llamarse  modernistas.  Puede  asegurarse 
que,  pasados  unos  cuantos  años  de  embriaguez,  el  modernismo  dejó 
más  bueno  que  malo  en  la  lírica  castellana  de  la  Península;  mientras 
que  en  América  sobrepujó  lo  malo  á  lo  bueno,  y  esta  es  la  hora  que 
todavía  no  ha  desaparecido  del  todo  el  modernismo  en  algimos  poetas 
americanos. 

La  lírica  regional  son  los  cantares,  en  que  no  pocos  autores  han 
procurado  imitar  los  del  pueblo,  siempre  fecundísimo  é  inimitable  no 
m.enos  en  su  lírica  que  en  su  épica.  No  acaban  algunos  de  entender 
cómo  el  pueblo  es  el  mejor  de  los  artistas.  En  su  Prólogo  á  la  Paella 
Aragonesa^  de  Celorrio,  escribió  Ensebio  BJasco: 

"Aquello  que  dice  usté  de 

'  Catorce    novios    lo    menos 

t'hi  conocido,  Dolores, 
el  que  se  case  con  tú 
trebajadica  te  coge, 

lo  hi  oído  yo  hace  dos  veranos  en  las  calles  de  San  Sebastián,  y  decían 
unos  pijaitos:  "¡Qué  cosas  dice  el  pueblo!"  ¡Qué  ha  de  decir  el  pue- 
blo !  ¡  En  seguida  van  á  discurrir  canciones  así  líos  que  están  labrando  y 
plantando  lechugas!  A  usté  le  pasa  lo  que  á  mí,  que  á  lo  mejor 
hago  unas  coplas  y  luego  me  las  hallo  en  las  colecciones  de  cantos  po- 
pulares. El  pueblo  es  muy  bruto  el  probecico  porque  no  le  enseñan  na- 
da, y  no  ha  hecho  nunca  cantares  que  tengan  fundamento;  eso  se  lo 


8  ÉPOCA  REGIONAL  Y   MODERNISTA   (1888-I907) 

digo  yo  á  usté,  y  que  no  se  le  olvide  ese  recadico.  Lo  que  hay  es  que 
cuatro  ó  cinco  charradores  se  cogen  lo  que  les  da  la  gana,  que  lo  oyen 
per  ahí,  y  dicen  que  el  pueblo  es  poeta.  Créame  usté  á  mí,  los  poetas 
somos  nosotros,  y  por  lo  mesmo,  Jo  que  dicimos  nosotros  se  pega  al 
oído,  y  pasa  por  ser  del  común  de  la  gente.  Y  esta  es  la  verdá,  }•  el  que 
no  esté  conforme  que  se  eche  fuera."  Yo,  que  no  estoy  conforme,  me 
meto  dentro  y  afirmo  que  Blasco  se  engaña  de  medio  a  medio-  Claro 
que  cuando  decimos  que  un  cantar  es  popular,  algún  individuo  So  hizo; 
pero  lo  hizo  como  parte  que  era  del  pueblo,  y  si  en  algo  desdecía  eil 
cantar  del  popular  espíritu,  di  pueblo  lo  fué  retocando  hasta  hacerle 
perder  todo  el  sabor  erudito  individual  y  no  popular,  con  que  aquel 
individuo  lo  echó  al  mundo.  Con  hechos  prueba  esto  mismo  Narciso 
Alonso  Cortés  en  un  jugoso  artículo,  que  conviene  trasladar  aquí.  {Vie- 
jo y  Nuevo,  Valladolid,  1916)  : 

"El  cantar  para  ser  bueno 
ha  de  ser  como  la  coía, 
que  se  pegue  al  que  lo  escucha 
cuando  salga  de  una  boca. 

Así  dijo  Ventura  Ruiz  Aguilera,  significando  que  los  cantares  com- 
puestos por  poetas  eruditos  sólo  si  tienen  sabor  popular  serán  acepta- 
dos por  el  pueblo.  Y  el  mismo  Agui'Iera  dijo  en  otra  copla: 

Un  cantar  bajó  al  pueblo; 
no  era  mal  mozo; 
pero  el  puebío  le  dijo: 
"No  te  conozco." 

Así  es.  De  los  muchos  cantares  escritos  por  poetas  nc  anónimos, 
son  relativamente  pocos  los  que  se  han  incorporado  al  abundantísimo 
caudal  lírico  del  pueblo-  ¿En  qué  consiste  esto?  En  que  eíl  pueblo  «o 
los  cOnoce ;  no  tienen  la  fisonomía  que  á  él  le  es  familiar,  ni  !a  llaneza 
que  él  acostumbra  emplear  en  otros  tales,  ni  la  concisión  lapidaria 
con  que  él  suele  decir  muchas  cosas  en  pocas  palabras.  Alguna  vez  el 
pueblo  ve  que  se  aproxima  á  él  un  cantar  que  tiene  aire  de  familia; 
pero  algún  inoportuno  rasgo  de  énfasis,  algún  indicio  de  anfibología, 
alguna  afectación  violenta  impide  que  la  identidad  sea  completa  para 
que  pueda  codearse  con  Jos  suyos.  Al  pueblo  le  apena  despedir  brusca- 
mente al  recién  llegado,  que  no  deja  de  tener  cierta  gallardía;  pero 
siente,  al  mismo  tiempo,  repugnancia  para  abrir  las  puertas  á  quien 
bastardea  su  condición.  ¿Qué  hace  entonces?  Coge  al  forastero,  le 
acomoda  a  su  gusto,  le  quita  jorobas,  tachas  y  posturillas,  y  acaba  por 
prohijartle.  Notorios  son  los  casos  en  que  esto  ha  sucedido.  Escribió 
Ventura  Ruiz  Aguilera,  entre  sus  numerosos  y  bellos  cantares,  dos 
que  dicen  así : 


LITER.\TURA  REGIOXAL  9 

En  tu  escalera  mañana 
he  de  poner  un  letrero 
con  seis  palabras  que  digan : 
"Por  aquí  se  sube  al  cielo." 

Anda,  ve  y  dile  á  tu  madre, 
si  me  desprecia  por  pobre, 
que  el  mundo  da  muchas   vueltas, 
que  ayer  se  cayó  una  torre. 

Estos  dos  cantares  pasaron  a!  pueblo ;  pero  modificados  en  la  for- 
ma que  puede  verse  por  el  primero  : 

En  la  puerta  de  tu  casa 
he  de  poner  un  letrero 
con  letras  de  oro  que  digan : 
"Por  aquí  se  sube  al  cielo." 

Por  cierto  que  Lafuente  y  Alcántara  oyó  cantar  al  pueblo  estos 
■dos  cantares;  creyófios  de  origen  popular,  y  los  insertó  en  su  Cancio- 
nero. Entonces  Aguilera,  con  una  ofuscación  inexplicable  en  hombre 
tan  discreto,  protestó  contra  lo  que  él  creía  "una  lesión  de  su  derecho 
de  propiedad"  y  calificó  de  "desatinos  de  á  folio"  las  variantes  intro- 
ducidas por  el  pueblo.  ¡  Cuando  precisamente,  como  dice  Rodríguez 
Marín,  las  enmiendas  eran  afortunadísimas,  y  el  autor  del  Libro  de 
las  Sátiras  debiera  haber  tenido  por  gran  honor  que  el  pueblo  adoptase 
sus  cantares !  "Porque  es  de  notar  — escribe  el  mismo  Rodríguez  ]\Ia- 
TÍn  en  su  preciosa  conferencia  sobre  La  Copla — ,  que,  aun  a  las  coplas 
de  autores  cultos  que  hace  suyas  el  pueblo,  no  les  otorga  su  regium 
'exequátur  sin  hacerles  alguna  modificación,  invariablemente  para  me- 
jorarlas. Por  ejemplo,  mi  amigo  don  Melchor  de  Paláu,  perdido  ha 
poco  para  las  buenas  letras,  había  escrito: 

Pajarillo,  tú  que  vuelas 
por  esos  mundos  de  Dios, 
dime  si  has  visto  en  tu  vida 
un  ser  más  triste  que  yo. 

El  pueblo  prohijó  este  hermoso  cantar,  pero  enmendándolo  así : 

Pajaritos  que  voláis 
por  esos  mundos  de  Dios, 
decidme  dónde  hay  un  hombre 
más  desgraciado  que  yo. 

Con  lo  cual  ha  ganado  no  poco  la  copla:  primero,  porque  se  pre- 

•gunta  en  ella  a  todos  los  pájaros,  y,  aun  siendo  tantos,  y  no  uno  solo, 

se  deja  entender   que  no  han  visto  hombre  tan  desdichado    como   el 

que  los  interroga;  segundo,  porque  la  vida  de  un  pajarillo  es  corta 


10  ÉPOCA  REGIONAL   Y   MODERNISTA   (1888-I907) 

para  ver  a  muchos  hombres  infortunados,  mientras  que  todos  los  pa- 
jarillos,  repartidos  por  esos  mundos  de  Dios,  pueden  ver  muchos;  ter- 
cero, porque  lo  de  desgraciado  es  permanente,  y  lo  de  triste  es  pasa- 
jero y  accidental;  y  cuarto,  porque  la  gente  popular  no  dice  un  ser,  y 
la  palabra  es  impropia,  por  demasiado  culta,  de  una  copla  en  que  se 
pretende  imitar  la  llanísima  habla  del  vulgo."  (La  Copla,  pág.  30.) 

Dcmófilo,  hablando  de  lo  ocurrido  con  los  cantares  de  Ruiz  Agui- 
lera, escribía:  "Otro  tanto  sucede  con  el  cantar  del  mismo  Aguilera, 
que  dice: 

El  día  que  tú  naciste 
cayó  un  pedazo  de  cielo ; 
cuando  mueras  y  allá  subas 
se  tapará  el  agujero.  i 

El  pueblo  lo  canta  en  la  siguiente  forma: 

El  día  que  tú  naciste 
cayó  un  pedazo  de  cielo; 
hasta  que  tú  no  te  mueras 
no  se  tapa  el  agujero. 

Soberbia  lección  la  que  ofrece  este  cantar: 

Cuando  mueras  y  allá  subas 

es  un  verso  verdaderamente  horripilante; 

Hasta  que  tú  no  te  mueras 

es  un  verso,  en  cambio,  que  contiene  una  delicadeza  de  primer  orden. 
Si  ilo  que  cayó  era  un  pedazo  de  cielo  y  el  cantar  se  dirigía  á  una  mujer 
amada,  esto  es,  a  un  verdadero  ángel,  ¿adonde  había  de  ir  a  parar, 
cuando  muriese,  sino  al  cielo  á  rellenar  aquel  desconchado  que  se  for- 
mó por  su  caída?"  (Demófilo:  Poesía  popular,  pág.  69;  y  en  el  Post- 
scriptum  á  los  Cantares  populares  españoles  de  Rodríguez  Marín,  t.  V, 
página  200).  Y  Salvador  Rueda,  más  sincero  que  Aguilera  en  este  pun- 
to, cuenta  en  la  siguiente  forma  lo  que  pasó  con  un  cantar  suyo:  "An- 
tes de  haberle  coleccionado  en  mi  obra  Estrellas  errantes,  publiqué,  en 
periódicos,  este  cantar,  que  en  seguida  se  oyó  en  las  fiestas  de  mi  país; 
pero  véase  con  qué  modificaciones.  Como  salió  de  mi  pluma  fué  así : 

Cuando  me  esté  retratando 
en  tus  pupilas  de  fuego, 
cierra  de  pronto  los  ojos 
por  ver  si  me  coges  dentro. 

La  primera  modificación  que  le  hicieron,  fué  la  del  primer  octosí- 
labo, el  cual  fué  sustituido  por  este: 

Cuando  yo  me  esté  mirando.  1 


LITERATURA  REGIONAL  1 1 

Y,  efectivamente,  no  es  popular  el  retratando  ese  que  yo  escribir: 
ningún  hombre  dd  pueblo  dice  á  su  novia  "me  retrato  en  tus  ojos"V, 
sino  "me  miro  en  tus  ojos".  Si  le  dijese  lo  primero,  ella  lo  extrañaría,, 
y  le  parecería  su  novio  demasiado  "filadélfico". 

El  segundo  verso  del  cantar  ha  sido  respetado,  pero  me  parece  que: 
ha  consistido  en  hallar  dificultad  para  'la  sustitución  del  asonante. 

En  el  tercer  octosílabo,  ha  habido  también  modificación :  en  vez  de 


se  ha  puesto 


"cierra  de  pronto  los  ojos". 


'cierra  los  ojos  de  pronto. 


que  es  más  claro  y  acaso  más  gramatical. 

En  el  último  verso  se  ha  quitado  el  "por  ver"  y  se  ha  puesto  "á' 
ver",  que  es  más  sencillo. 

Resulta,  pues,  que  en  una  canción  de  cuatro  versos,  el  pueblo  ha_ 
hecho  tres  correcciones,  y  la  copla  que  nació  tal  como  antes  quedó  es- 
crita, se  canta  hoy  así : 

"Cuando  yo  me  esté  mirando 
en  tus  pupilas  de  fuego, 
cierra  Sos  ojos  de  pronto 
á  ver  si  me  coges  dentro." 

(Prólogo  a  Cantos  de  la  Tuna,  de  Luis  Zapatero  pág.  vii)>. 

De  este  modo  el  vulgo  arregla,  retoca,  modifica  los  cantares  com- 
puestos por  poetas  cultos,  haciéndolos  totalmente  suyos.  Yo  oí  en  boca.. 
de'l  pueblo  — y  aun,  antes  de  hacer  la  comprobación,  las  tuve  por  po- 
pulares—  varias  coplas  de  Paláu,  de  Palacio,  de  Zorrilla,  etc.,  algunas 
de  ellas  intactas,  otras  reformadas.  Trasladólas  a  continuación,  anotan- 
do junto  á  cada  una  las  variantes  introducidas  por  di  pueblo,  ó  biens 
indicando  que  seguían  invariables. 

(DE  PALÁU) 

¿Cómo  quieres  que  los  aires 
cruce  un  pájaro  sin  alas? 

¿  Cómo  quieres  que  yo  viva  Invariable, 

si  me  quitas  la  esperanza? 

Ojos  azules  tenía 
la  mujer  que  me  engañó; 

ojos  de  color  de  cielo,  Invariable, 

i  mira  tú  si  fué  traición ! 

Para  co'Iores,  la  rosa; 
para   brillar,  las  estrellas; 

para  blancura,  la  nieve;  Invariable, 

para  firme,  mi  firmeza. 


12 


ÉPOCA  REGIONAL  Y   MODERNISTA   (1888-I907) 


Por  una  puñaladita 
me  tienen  preso  en  !la  cárcel;  ;3 

me  has  partido  el  corazón 
y  andas  suelta  por  la  calle. 

Soñé  que  el  fuego  se  helaba, 
soñé  que  la  nieve  ardía. 
Mira  qué  cosas  soñé 
que  hasta  soñé  que  eras  mía. 

Tienes  en  la  cara,  niña, 
lo  mejor  del  cielo  y  tierra: 
dos  rosas  en  tus  mejillas, 
en  tus  ojos  dos  estrellas. 

Tus  ojos  negros  (i)  me  llevan 
derechito  al  cementerio, 
pues  si  los  abres,  me  matan,  (2) 
y  si  los  cierras,  me  muero. 

Las  lucecitas  que  brillan 
de  noche  en  el  cementerio,  (i) 
están  diciendo  á  los  vivos : 
■^'Acordaos  de  los  muertos".  (2) 

No  niegues  tu  pan  all  pobre 
que  de  puerta  en  puerta  llama;  (i) 
tal  vez  te, enseñe  el  camino 
que  tú  seguirás  mañana.  (2) 

Río  arriba,  río  arriba 
nunca  el  agua  correrá, 
que  en  el  mundo  río  abajo, 
TÍO  abajo  todo  va. 


Invariable. 

Invariable. 

Invariable. 

(i)    Tus    ojos,    niña^ 

(2)   Me  matas. 

(i)    Los    cementerios. 

(2)  Que  se  acuerden  de  los  muertos. 

(i)    No   le   niegues  pan   al   pobre. 

que  a  tu  puerta  llega  y  llama. 
(2)  Que  has  de  seguir  tú   mañana. 

Invariable. 


(DE  MANUEL  DEL  PALACIO) 


A  unos  ojos  me  asomé 
y  en  unos  labios  caí. 
Si  un  corazón  (i)  no  me  saca 
no  sé  qué  será  de  mí. 

Del  tamaño  de  un  guisante 
guardo  una  caja  de  plata, 
y  en  ella  (i)  pienso  encerrar 
el  corazón  de  una  ingrata.  (2) 

He  de  mandar  que  me  entierren 
sentado,  cuando  yo  muera,  (i) 
por  que  no  falte  quien  diga: 
"Ya  no  vive  y  aún  espera."  (2) 

Campana  que  toca  a  muerto 
no  la  tengas  afición, 
porque  hasta  tocando  a  gloria 
te  ha  de  producir  dolor. 


(i)   Si   el   corazón. 


(i)  En  ella. 

(2)   El   corazón  que  me  mata. 

(i)  Cuando  me  muera_ 

(2)    Para   que   puedas   decir: 

"Se   murió,   pero   me   espera". 

Invariable. 


LITERATURA  REGIONAL 


I^ 


El  amigo  verdadero 
ha  de  ser  (i)  como  la  sangre, 
que  acude  (2)  siempre  a  la  herida 
sin  esperar  que  la  llamen. 

El  hombre,  cuando  se  embarca, 
debe  rezar  una  vez ; 
cuando  va  á  la  guerra,  dos, 
y  cuando  se  casa,  tres. 
Los  buenos   corazones 
son  como  el  yunque : 
cuanto  más  les  golpean  (i) 
mejor  relucen. 
En  el  viaje  de  la  vida 
van  los  ricos  á  caballo, 
los  caballeros  á  pata 
y  los  pobres  arrastrando. 
Hombres  como  carretas 
conozco  muchos, 
que  solamente  chillan 
por  falta  de  unto. 


(i)    Debe   ser. 
(2)    Que    acuda 


Invariable 


(i)   Le  golpean. 


Invariable 


Invariable. 


(DE  RUIZ  AGUILERA) 


Permita  Dios  que  te  siga 
un  novillo  imaginario, 
que  tropieces  en  mis  ojos 
y  que  caigas  en  mis  brazos. 
Los  que  en  promesas  fían 
son  como  el  gallo, 
que  antes  de  que  amanezca 
ya  está  cantando. 
Un  sabio  de  los  muchos 
que  yo  conozco, 
ha  reventado  anoche 
de  puro  tonto. 


Invariable. 


Invariable. 


Invariable. 


(DE  ZORRILLA) 


El  amor  que  de  ti  logre  (i) 
no  se  lo  cuentes  á  nadie, 
que  es  di  amor  que  se  cuenta 
pluma  que  se  arroja  al  aire. 


(i)    Que   en  ti   logré 


(DE  M.  SERRANO) 


Al  sereno  de  mi  barrio 
pregunté  qué  hora  sería; 


14  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I9O7) 

•te  asomaste,  y  exclamó:  (i)  (i)  Respondió. 

"Las  doce  del  mediodía."  (2)  (2)  De  mediodía 

(DE  TEODORO  GUERRERO) 

Como  dos  árboles  somos 

que  la  suerte  los  separa,  (i)  (1)  Nos  separa 

ponen  en  medio  un  camino,  (2)  (2)  Con   un    camino   por    medio, 

pero  se  juntan  sus  ramas.  (3)  (3)  Las  ramas. 

(DE  CASAÑAL) 

Cuando  vuelva  de  la  siega 
•asómate  á  la  ventana, 

que  á  un  segador  no  le  importa  Invariable, 

que  le  dé  el  sol  en  la  cara. 

(DE  DACARRETE) 

Yo  soy  uno,  tú  eres  una; 
xma  y  uno,  que  son  dos;  (i)  (i)  Tú  eres  una,  yo  soy  uno, 

•dos  que  debieron  ser  uno;  uno  y  una,  que  son  dos 

jpero  no  lo  quiso  Dios. 

(DE  SALVADOR  RUEDA) 

Si  quieres  darme  la  muerte 
■tira  donde  más  te  agrade; 

pero  no  en  el  corazón,  Invariable, 

porque  en  él  llevo  tu  imagen. 

(DE  DÍAZ  DE  ESCOVAR) 

Cuando  dos  que  se  han   querido 
■se  encuentran  en  una  calle,  (l)  (i)   Personas  que  se  han  querido 

no  saben  lo  que  decirse  y  se  encuentran  en  la  calle. 

íii  saben  cómo  mirarse. 

(DE  VICENTE  ADRIÁN) 

Tu  cariño  es  como  el  toro, 
■que  donde  le  llaman  va; 

el  mío  es  como  una  piedra,  (l)  (i)   Como  la  piedra, 

donde  le  ponen  se  está. 

¿  Se  ve  cómo  el  pueblo,  Dejos  de  rechazar  los  cantares  de  los  poetas 
•cultos  se  los  apropia  cuando  le  parecen  bien?  ¿Obsérvase  de  qué  modo 
¡procura  ajustarlos  a  su  estilo  introduciendo  tal  ó  cual  reforma? 


LITERATURA  REGIONAL  í5 

No :  es  incierto  que  siempre,  como  suponía  Ruiz  Aguilera,  "el  vulgo 
siente  mucho  y  siente  bien ;  pero  expresa  mal,  y  expresa  mal  porque 
carece  de  arte".  No  siempre  ocurrirá  'lo  que  á  aquel  trovador  aludido 
por  don  Juan  Manuel,  y  á  quien  de  este  modo  recuerda  Cañete  en  el 
prólogo  á  los  cantares  de  Melchor  de  Palau :  "Un  caballero  de  Perpi- 
ñán,  que  vivia  en  tiempos  del  rey  don  Jaime  I,  y  era  un  gran  trovador, 
oyó  al  pasar  por  cierta  calle  que  un  zapatero  se  recreaba  en  decir  !a 
mejor  y  más  popular  de  sus  cantigas.  Pero  la  decía  tan  erradamente 
en  las  palabras  y  en  di  son,  que,  enojado  él  poeta,  descendió  del  caballo 
y  se  sentó  junto  a  él.  EJ  zapatero  siguió  cantando,  y  cuanto  más  decía 
más  confundía  Ja  cantiga;  hasta  que,  indignado  el  trovador  de  la  tor- 
peza del  artesano  que  tan  malparaba  sus  versos,  tomó  unas  tijeras  é 
hizo  muchas  cortaduras  en  cuantos  zapatos  encontró  á  mano.  Así  vengó 
en  las  obras  del  zapatero  la  falta  de  intelligencia  con  que  éste  estropeaba 
■Ja  suya." 

Habrá  en  el  pueblo  — ¿quién  lo  duda? —  zapateros  que  echen  á  per- 
der la  Jabor  de  los  poetas;  pero  también  hay  en  el  pueblo  poetas  dignos 
de  poner  el  marchamo  en  las  producciones  de  otros  poetas  que  garbo- 
samente piden  entrada  en  sus  dominios." 

Manuel  Machado,  La  guerra  liter.,  1914,  pág.  78:  "¡Los  poetas  de 
cantares !  ¡  Qué  pocos  han  sido !  En  cuanto  hemos  dicho  Ferrant, 
Trueba,  Aguilera,  Tovar,  ya  no  tenemos  que  nombrar  á  nadie  ó  casi 
■nadie...  ¡  Los  poetas  de  cantares,  almas  identificadas  con  el  pueblo  en  lo 
de  acumular  mid  años  de  sentimiento  en  los  cuatro  versos  de  una  mala- 
gueña ó  en  los  tercios  de  una  seguidilla  gitana!...  ¡Y,  como  el  pueblo, 
condenados  á  Ja  gloria  del  anónimo!...  Porque  las  coplas  no  son  tales 
coplas  verdaderas  hasta  que  se  pierde  el  nombre  del  autor  y,  gotas  de 
llanto  ó  de  rocío,  van  á  parar  al  mar  de  la  poesía  popular...  Bien  es  ver- 
dad que  á  los  que  las  escriben  ó,  mejor  dicho,  las  cantan  ó  Jas  lanzan,  se 
les  da  un  ardite  de  la  gloria  literaria  y  se  quedan  satisfechos  con  des- 
ahogar el  alma.  Poetas  de  la  vida  y  no  profesionales  del  arte,  es  sola- 
mente en  los  azares  de  su  vida  donde  hay  que  buscar  las  raíces  de  su 
producción,  si  nos  interesa  descubrirlas,  Wo  cual  á  ellos  les  tiene  sin 
cuidado."  Pág.  83 :  "Las  coplas  no  se  escriben ;  se  cantan  y  se  sienten ; 
-nacen  del  corazón,  no  de  la  inteligencia,  y  están  más  hechas  de  gritos 
que  de  palabras.  Sólo  la  costumbre  de  llorar  cantando,  propia  de  nues- 
tro pueblo,  es  capaz  de  encerrar  tanta  pena  y  tantos  amores  en  los  ter- 
cios de  una  malagueña  ó  en  el  canto  llano  de  una  segniriya.  No ;  no  se 
escriben  las  coplas  ni  son  tales  coplas  verdaderas  hasta  que  no  se  sabe 
^\  nombre  del  autor.  ¡  Y  este  glorioso  anónimo  es  el  premio  supremo 
'de  tes  que  tal  género  de  poemas  componen!... 

No  canto  por  que  me  escuchen 
ni  para  lucir  la  voz,  , 

canto  por  que  no  se  junten 
la  pena  con  el  doflor." 


\6  ÉPOCA  REGIOXAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

Sobre  La  Copla  véanse,  además,  Rodríguez  Marín,  Madrid,  1910; 
S  y  J.  Alvarez  Quintero,  La  Copla  andaluza^  1910  (en  Ateneo,  IX, 
233-244). 

ó.  Literatura  regional  americana- — La  literatura  regional  y  más  6 
menos  popular  puede  decirse  que  nace  en  América  durante  esta  época. 
Sólo  la  Argentina  y.  el  Uruguay  poseían  desde  comienzos  del  siglo  xix 
prop-a  literatura  poética,  la  gauchesca,  fuera  de  alguna  rara  novela  que 
en  las  demás  Repúblicas,  con  algunos  cuentos  de  costumbres,  se  habían 
hecho  aisladamente.  En  la  Argentina  danse  á  conocer  ahora  Ocantos, 
Jiménez  Pastor  y  Puebla  de  Godoy,  ^Manuel  Ugarte,  Alberto  Tena  y 
Manuel  Gálvez.  En  el  Urugua}-,  Carlos  Reyles,  Fernández  Medina,  Pé- 
rez Petit  y  Javier  de  Yiana.  En  Venezuela,  Tuüo  Pebres  Cordero,  G. 
Picón  Pebres,  Miguel  Eduardo  Pardo,  Tosta  García,  Blanco  Fombona, 
Francisco  Pérez  y  Emilio  Constantino  Guerrero.  En  Costa  Rica  co- 
menzó con  Manuel  González  Zeledón,  y  brillaron  Aquileo  Echeverría 
y  Ricardo  Fernández  Guardia,  García  Monge  y  González  Rucavado.  En 
Co'lombia,  Tomás  Carrasquilla,  Clímaco  Soto  Borda  y  Rafael  M.  Ca- 
margo.  En  Méjico  fué  de  la  época  anterior  Rafael  Delgado,  y  diéronse 
ahora  á  conocer  González  Obregón,  Ángel  del  Campo,  Federico  Gam- 
boa y  Enrique  Barrios.  En  Chile,  Luis  Orrego  Luco,  Baldomcro  Lillo, 
Roberto  Alarcón,  Erna  de  la  Barra  y  Guillermo  Labarca.  En  el  Perú 
podemos  recordar  á  ^Mercedes  Cabello,  Clemente  Palma  y  Enrique  A, 
Carrillo.  En  Santo  Domingo  fué  notable  Tulio  M.  Cestero.  En  Cuba, 
Jesús  Castellanos  y  Arturo  Carricarte. 

6.  Naturaleza  del  modernismo- — Los  po(streros  años  del 
siglo  XIX  y  primeros  del  siglo  xx  fueron  una  época  de  reno- 
vación  artística  y  de  hervor  estético,  como  no  se  había  conoci- 
do después  de  la  romántica.  Rubén  Darío  era,  sin  duda,  un 
gran  poeta.  Sintiéronlo  así,  primero  los  jóvenes  poetas  ameri- 
canos, luego  los  poetas  jóvenes  españoles  y  hasta  los  que  no 
eran  ni  poetas  ni  jóvenes  aquende  y  allende  el  mar.  Las  vibra- 
ciones de  su  lira  se  comunicaron  al  viejo  y  nuevo  continente  y 
una  desusada  ondulación  estética  recorrió  las  tierras  todas  de 
habla  castellana.  Dijérase  que  el  dios  Apolo  habia  bajado  y 
dado  al  mundo  una  nueva  y  nijás  exquisista  sensibilidad.  Ello 
respirábase  con  el  aire.  Los  nervios  parecían  estar  en  continua 
vibración.  La  atmósfera  aquella  sentíase  fuertemente  cargada 
de  poesía.  Y  quien  la  había  traído  era  Rubén  Darío.  Fué  un 
verdadero  maestro:  él  trajo  la  nueva  sensibilidad,  él  fué  el 
Apolo  verdadero  de  aquella  época.  E^a  es  su  gloria  innegable. 


NATURALEZA  DEL  MODERNISMO  IJ 

A  enjambres  brotaron,  a  vueltas  de  no  pocos  poetas  notables, 
un  sinfín  de  borraj eadores  de  versos  y  prosas  modernistas,  que, 
no  teniendo  temperamento  poético,   sólo  supieron  tomar   del 
maestro  los  defectos,  exagerándolos  lastimosamente.  Pero  es  que 
la  conmoción  llegaba  á  todo  el  mundo  y  sólo  el  sentir  no  hace 
poetas,  sino  el  saber  expresar  lo  que  se  siente,  y  los  más  de 
aquellos  jóvenes  que  sintieron  aquella  novedad  estética,  creyen- 
do que  la  sabrían  no  menos  expresar,  enristraron  la  péñola  y 
feamente  fracasaron.  Aquel  elemento  sensitivo  de  la  lirica,  que 
el  arte  moderno  había  traído  con  el  romanticismo,  aquella  vive- 
za en  el  expresar  las  sensaciones,  que  frisa  casi  con  la  música, 
habíase  ido  acendrando  hasta  llegar  á  lo  más  refinado  y  mati- 
zado. Las  más  delicadas  fibras  de  los  sentidos  recogían  tan  al- 
quitarado licor,  empapábanse  en  él  y  las  sensaciones  calaban 
hasta  lo  más  íntimo  del  alma.  Era  ccxmo  un  aroma,  fresco  y  de- 
licioso, que  se  respiraba  en  el  mundo  del  arte,  algo  que  embria- 
gaba los  sentidos.  Consistía  en  cierta  sutil  y  refinada  manera  de 
expresar  con  delicadeza  y  matiz  las  sensaciones.  Proponíase  el 
arte  aquel  dar  la  sensación  de  las  cosas  sin  apenas  nombrarlas  ni 
describirlas.  De  aquí  las  varias  escuelas  de  simbolistas,  instru- 
mentistas, coloristas,  impresionistas,  etc.,  etc.,  que  tan  sólo  se 
diferenciaban  en  la  clase  de  sensaciones  que  principalmente  pre- 
tendían despertar.  Los  que  eran  verdaderos  poetas  vieron  en  las 
cosas,  no  ya  una  huella  histórica  del  hombre  que  pasó,  como  la 
veían  los  románticos,   fantaseando  leyendas  sobre  las  ruinas, 
sino  como  un  reflejo  sim-bólico  de  la  intimidad  de  su  alma  en 
el  momento  presente.  No  trataban  de  describir  la  aurora  ó  la 
puesta  del  sol,  las  montañas  ó  los  valles,  los  muebles  de  una 
habitación,  etc.,    etc.,  haciendo  el  recuento  prolijo  y  pesado  al 
menudeo,  como  lo  habían  hecho  los  naturalistas,  sino  que  bus- 
caban en  las  cosas  el  propio  espíritu,  espejado  en  ellas.  La  vi- 
sión de  las  cosas  es  como  la  misma  vida  del  alma.  No  les  atraía 
lo  fijo  y  estable  de  ellas,  sino  lo  deleznable  que  pasa,  el  reflejo 
del  sol  levante  ó  poniente  que  sobre  ellas  resbala,  como  imagen 
del  vivir  humano;  el  ritmo  incesante  de  la  naturaleza  que  res- 
ponde al  latir  del  propio  corazón;  el  continuo  cambio,  el  refle- 
jo del  tiempo  en  ella  con  sus  tornasolados  cambiantes  que  re- 
tratan el  hervoroso  bullir  de  los  afectos  y  el  no  cansado  vaivén 


TOMO   X.— 2 


l8  ÉPOCA  REGIONAL  Y   MODERNISTA   (1888-I907) 

de  las  sensaciones  del  alma  humana.  La  fluidez  de  las  aparien- 
cias, más  bien  que  la  rigidez  de  las  sustancias,  era  lo  que  les 
atraia  los  ojos,  cual  si  la  naturaleza  se  espejase  en  las  aguas 
movedizas  y  destelladoras  de  un  rio  que  corre.  Así  el  ansia  de 
nuevas  y  nuevas  sensaciones  que  pretendía  sentir  y  despertar 
en  otros  repastábase  en  el  continuo  fluir  y  cam.biar  de  la  natura- 
leza, donde  las  hallaba  el  poeta  reflejadas.  Si  en  lugar  de  preten- 
derlo como  fin  del  arte  lo  hubieran  tomado  solamente  como 
medio,  subordinado  al  fin  principal  del  arte  literario,  que  está 
en  expresar  el  pensamiento ^  el  modernismo  no  hubiera  mere- 
cido más  que  alabanzas.  La  sensación  y  la  fantasía  son  en  el 
arte  literario  á  modo  de  camareras  de  la  inteligencia  que  deco- 
ran, enraman,  alumbran  y  aparejan  el  camino  por  donde  el 
pensamiento  ha  de  pasar  para  llegar  de  la  mente  del  que  habla 
ó  escribe  á  la  mente  de  los  que  oyen  ó  leen.  Dar  la  primacía  á 
la  fantasía,  como  los  gongorinos  y  románticos;  ó  á  la  sensa- 
ción, como  los  modernistas,  es  sacar  de  quicio  el  arte,  es  tras- 
tornarlo de  arriba  abajo,  haciendo  del  medio  fin  y  del  fin  me- 
"^io,  es  despeñarlo  en  la  decadencia. 

Por  grande  que  fuera  el  poeta  que  llevó  á  AiTkérica  y  trajo 
á  España  el  llamado  modernismo,  sutil  y  alambicada  combina- 
ción de  las  últimas  escuelas  líricas  francesas,  decadentismo  es 
lo  que  llevó  y  trajo.  En  sustancia,  no  es  más  que  la  afectación 
de  fondo  y  forma,  como  todos  los  decadentismos,  el  alejandri- 
no, el  romano,  el  culterano.  Agotadas  las  manifestaciones  es- 
téticas todas,  tras  el  clasicismo,  el  romanticismo,  el  realismo  y 
el  naturalismo,  los  jóvenes  poetas  franceses  se  desparraman 
en  cenáculos,  llamándose  unos  parnasianos,  otros  delicuescen- 
tes, decadentes  éstos,  simbolistas  aquéllos,  matices  todos  de  un 
decadentismo  común,  de  una  común  afectación,  merced  al  in- 
tento que  todos  llevan  de  la  novedad,  acudiendo  á  exageracio- 
nes de  los  varios  elementos  artísticos  de  la  poesía  lírica,  pre- 
tendiendo á  todo  trance  dar  golpe  y  maravillar,  ya  por  la  for- 
ma escultural  y  pictórica,  como  los  parnasianos;  ya  por  el  ele- 
mento musical  del  ritmo  y  de  las  palabras  mismas,  como  los 
simbolistas;  ya  por  lo  lascivo  ó  satánico,  anárquico  ó  escéptico 
de  las  ideas  los  más;  ya  por  el  ansia  de  sensaciones  refinadas 
no  los  menos ;  ya  por  un  misticismo  sensual  ó  panteístico,  vago 


NATURALEZA    DEL    MODERNISMO  IQ 

Ó  enigmático.  La  exquisitez  y  el  refinamiento  literario  en  la 
forma,  retrata  el  socisl  de  Francia  y  no  menos  lo  retrata  el  pan- 
teísmo, el  escepticismo  y  el  sensualismo  del  fondo.  El  decaden- 
tismo pasó  de  la  lírica  á  los  demás  géneros  poéticos,  hasta  al 
mismo  teatro  y  no  menos  á  la  prosa.  Literatura  aristocrática 
para  pocos,  no  gustó  al  común  de  las  gentes  y  libraron  bien 
sin  mancillarse  con  ella  bastantes  escritores,  los  más  gente  ma- 
dura y  en  las  humanidades  impuesta,  otros  por  vivir  más  alle- 
gados al  pueblo,  mayormente  en  las  provincias.  Había,  con 
todo,  en  el  fondo  de  esta  anarquía  y  exageración  algunas  sa- 
nas raíces,  que,  según  va  desapareciendo  el  decadentismo,  han 
dado  nuevo  vigor  y  frescura  á  las  obras  literarias  de  los 
últimos  años.  De  ellas,  la  libertad  y  ninguna  sujeción  a  leyes 
establecidas,  la  personalidad  individual,  la  mayor  sensibilidad 
y  el  ansia  de  matiz.  Estas  cualidades  no  podrán  m.enos  de  pro- 
ducir obras  de  sana  estética,  cuando  se  abandone  el  decadentis- 
mo del  fondo,  ó  ideas  depravadas  y  el  decadentismo  de  la  for- 
ma, ó  afectación  en  el  decir.  Moralidad  y  naturalidad  son  las 
dos  cosas  que  ha  de  pretender  el  que  desee  librarse  del  deca- 
dentismo, recogiendo  de  él  los  sanos  principos  de  la  libertad  ar- 
tística, de  la  personalidad,  de  la  sensibilidad  y  de  la  finura  y  va- 
riedad en  el  matiz.  El  modernismo  es  una  literatura  decadente 
que  vino  de  la  Francia  decadente  en  costumbres,  positivista  y 
afeminada.  La  falta  de  nerváo  viril  y  de  alteza  de  sentimientos 
en  las  costumbres  no  puede  menos  de  reflejarse  en  la  literatu- 
ra. El  refinamiento  urbano  de  París  le  dio  no  menos  el  tono 
cuanto  á  la  forma,  correspondiendo  así  á  la  flaqueza  del  fondo. 
Si  comparamos  este  arte  decadente  con  el  alejandrino  y  el  cul- 
terano, hallaremos  que  cada  uno  de  los  tres,  con\aniendo  en  la 
desviación  del  arte  puro  y  sano  hacia  la  afectación  enfermiza 
de  lo  postizo,  y  el  odio  á  la  naturalidad  y  sencillez,  diferéncian- 
se :  el  alejandrino,  por  el  prurito  de  la  erudición;  el  culterano, 
por  la  fiebre  de  la  fantasía;  el  modernismo,  por  el  refinamien- 
to de  la  sensibilidad.  El  predominio  de  la  inteligencia,  de  la 
fantasía,  de  la  sensibilidad  llevaron  en  todas  tres  á  la  oscuri- 
dad y  la  afectación.  Las  raíces  están  en  el  carácter  de  cada  uno 
de  los  pueblos :  intelectual,  abstracto  é  ideal  fué  el  del  griego ; 
imaginativo  y  pintoresco,  el  del  español;  sentimental,  el  de  los 


20  ÉPOCA   REGIONAL   Y   MODERNISTA    (1888-I907) 

pueblos  del  Norte  de  Europa,  cuyo  espíritu  se  halla  desde  el 
romanticismo  en  la  literatura  europea  y  es  alma  del  simbolis- 
mo francés.  Pictórica  es  la  exageración  del  culterano,  coono 
musical  la  del  modernista  y  abstracta  la  del  alejandrino.  Na- 
ciendo de  tan  opuestas  facultades  predominantes  en  los  carac- 
teres de  los  pueblos,  el  decadentismo  literario  viene  á  ser  en 
todos  tres  prurito  de  oscuridad  y  de  afectación.  Exageración 
de  uno  de  los  tres  principales  elementos  artísticos  y  de  una  de 
las  tres  principales  facultades  productoras  del  arte,  no  puede 
ser  todo  decadentismo  más  que  exageración  parcial,  falta  de 
armonía,  refinamiento  de  uno  de  los  elementos  concurrentes  al 
arte  perfecto,  desequilibrio  de  facultades,  imperfección  y  men- 
gua de  la  obra  total.  Tanto  la  critica  histórica  y  comparativa 
de  los  modernos,  como  la  crítica  puramente  estética  de  los  an- 
tiguos, no  pueden  menos  de  condenar  tales  decadencias,  sus 
escuelas  exageradas,  sus  obras  más  esclarecidas.  Los  más  altos 
ingenios  quedan  más  ó  menos  mancillados  y  amenguado  el  va- 
lor de  sus  obras.  En  suma,  esta  nueva  escuela,  que  puede  cali- 
ficarse de  impresionista  ó  sensacionista,  en  prosa  y  en  verso,  no 
hace  más  que  arabescos  de  sensaciones,  arabescos  líricos;  y 
gracias  que  no  se  ciña  á  los  arabescos  de  figuras  y  palabras, 
como  la  escuela  gongocina,  ó  á  los  arebacos  de  conceptos, 
como  la  escuela  conceptista  del  siglo  xvii.  El  gongorismo  fué 
la  extravagancia  y  el  refinamiento,  la  afectación  en  las  mfetá- 
foras  y  palabras;  el  conceptismo,  la  extravagancia,  el  refina- 
miento, la  afectación  en  los  conceptos;  y  la  extravagancia,  el 
refinamiento,  la  afectación  en  las  sensaciones  es  el  modernis- 
mo. Afectación  y  exageración  de  la  lírica  subjetiva  y  pura  lírica, 
propia  del  siglo  xix.  A'  los  modernistas  tiraban  aquellos  versos 
de  Gabriel  y  Galán  que  pintan  su  carácter  decadente : 

"Me  jiedin  los  hombris 
'  que  son  medio  jembras.*' 

Los  simbolistas  franceses  tuvieron  por  precursores  á  Bau- 
delaire,  el  decadente  de  las  "emanaciones  y  fosforescencias  ca- 
davéricas";  á  Gautier,  el  del  "arte  de  la  transposición";  á 
Rimbaud,  el  de  la  "audición  coloreada".  Cuando  en  1885  rei- 
naba Zola  encenagado  en  su  naturalismo,  documentado,  cien- 


NATURALEZA    DEL   MODERNISMO  21 

tífico  y  feo,  llegaron  de  Inglaterra  los  blandos  céfiros  del  pre- 
rrafaelismo ingenuo,  aunque  algo  trasanejado;  de  Alemania  lle- 
gó el  soplo  espiritualista  de  Hegel,  el  huracán  encendido  de 
Wagner  y  el  ábrego  agostador  del  pesimismo  de  Schopenhauer. 
Estos  vientos  derramaron  y  levantaron  hacia  las  nubes  ideales 
á  la  juventud  literaria  á  quien  atufaba  con  razón  la  hedentina 
del  naturalismo.  Mallarmé  ideó  un  nuevo  concepto  del  arte  poé- 
tica. Juntáronsele  otros,  á  quienes  llamaron  simbolistas^  acep- 
tando ellos  el  calificativo  por  librarse  del  de  decadentes  con  que 
les  motejaban  los  periódicos.  Fundaron  la  Reviie  Wagnerienn^ 
y  la  Revue  Indépendante.  El  concepto  de  la  nueva  poesía,  sa- 
cado de  la  Filosofía  hegeliana,  era  más  idealista  que  realista, 
oponiéndose  así  como  una  reacción  extremada  al  extremado 
realismo  de  Zola.  Como  tendencia,  encarnar  ideas  en  los  perso- 
najes; como  procedimiento,  emplear  la  alegoría,  la  alusión,  el 
símbolo,  y  esto  más  bien  musical  que  pictóricamente.  Resulta- 
do: tendencia  á  la  oscuridad  enigmática  y  misteriosa,  cuanto 
á  las  ideas,  y  mayor  libertad  en  la  métrica,  cuanto  al  elemento 
musical  de  la  poesía.  Este  movimiento  extremadamente  idealis- 
ta no  pudo  durar  mucho ;  al  comenzar  el  siglo  xx  había  desapa- 
recido en  Francia.  Adam,  Barres,  Louys,  Regnier,  Vielé-Grif fin^ 
Gide,  Gourmont,  Schwob,  fuéronse  cada  uno  su  camino  ade- 
lante, sin  acordarse  más  del  simbolismo.  A  España  llegó  el 
simbolismo,  ya  por  Rubén  Darío,  ya  por  las  revistas  francesas, 
en  los  últimos  años  del  siglo  xix. 

7.  La  última  manifestación  artística  venida  de  Francia  es  la  que 
llaman  modernismo^  que,  á  Dios  gracias,  también  ha  pasado  de  moda 
á  la  hora  de  ahora.  Manifestación  artística,  no  tan  s6]o  literaria,  que 
se  deja  fácilmente  comprender  por  cualquiera  en  los  dibujos  y  pinturas 
que  se  ponen  en  los  forros  de  Jos  libros  literarios,  de  versos,  novelas 
y  teatro.  Eche  mano  el  lector  del  primero  que  tope :  todos  convienen  en 
una  cosa:  en  que  no  pintan  la  reailidad.  Son  paisajes,  figuras  y  cosas 
fantásticas.  Diríase  que  el  que  las  dibujó  solamente  tuvo  empeño  en 
llamar  la  atención  de  los  mirones  de  escaparates.  No  es  que  no  supiera 
dibujar  una  mujer,  im  árbol,  un  claustro,  una  puesta  de  sol,  sino  que 
á  posta  ha  dibujado  y  pintado  estas  cosas  de  una  manera  extravagante 
y  fantástica,  como  no  son  en  la  realidad.  Las  más  veces  resultan  ver- 
daderos mamarrachos,  otras  se  oponen  á  lo  que  realmente  se  ve  en 
este  mundo  y  siempre  señorea  la  fantasía  ganosa  de  fraguar  novedades. 
Son,  pues,  dibujos  y  pinturas  antirreales,   fantásticas,   extravagantes, 


22  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

que,  por  lo  desusado,  llamen  la  atención.  Y  tales  son  las  notas  de  la 
modernista  literatura,   como  lo  son  las   de  tai  es  dibujos   modernistas. 
El  huir  de  la  realidad  denuncia  ya  á  las  claras  que  semejante  arte  no 
es   español  de  origen;   el  pretender  llamar  la  atención  dice  á  voz  en 
cuello  ser  arte  francés,  de  escaparate  y  exportación  á  todo   el  globo 
terráqueo ;  lo  de  la  extravagancia  en  el  fantasear  muestra  ser  cosa 
de  una  sociedad  cansada,  ahita,  que  busca  novedades  sin  fin,  impre- 
siones desacostumbradas,  como  lo  es  la  moderna,  sobre  todo  de  Pari^ 
donde  se  fabrican  las  novedades  y  las  modas.  Como  verdadera  moda 
parisiense  enloqueció  á  los  poetas  españoles  durante  unos  años.  Pero 
era  un  arte  tan  extraño,  que  á  nadie  le  gustó  en  España,  fuera  de  los 
mismos  técnicos  y  poetas,  porque  no  encajaba  en  nuestros  gustos.  Ellos 
se  encerraron  en  su  torre  de  marfil :  cantaron,  inundaron  de  versos  las 
¡librerías,  revistas  y  periódicos,  haciendo  gala  de  artistas  tan  soberanos 
que  nadie  alcanzaba  su  arte.  Pero  á  nadie  le  gusta  cantar  sólo  paral 
los  pájaros,  porque  los  pájaros  cantan  mejor,  y  hubieron  de  bajar  de 
su  torre  de  marfil  y  cambiar  de  moda.  Fué  cosa  de  otro  tiempo.  Nadie 
lee  ni  leeerá  ya  jamás  nada  de  eso.  Ingenios  no  vulgares  perdieron  en 
semejantes  mamarrachadas  tiempo  y  trabajo.  Afanáronse  en  vano  los 
poetas  del  Parnaso,  y  entre  ellos  Rubén  Darío,  en  devolver  a  la  Musa 
helénica  ?as  gracias  de  su  antigua  mocedad ;  pero  la  mocedad  pasó,  y 
la  caducidad  también,  de  la  Musa  helénica.  No  conoció  la  Musa  hele- 
nica  la  molicie  parisiense,  sino  que  robusteció  sus  desnudos  miembros 
en  eil  Gimnasio  de  Atenas;  la  sensualidad  era  en  ella  muy  otra.  La 
generación  la  consideraba  como  el  más  hermoso  é  inmaculado  florecer 
d^  la  Naturaleza,  envuelto  en  ritos  religiosos,  no  manchado  por  el  pe- 
cado original  ni  afeado  por  la  tradición  de  veinte  siglos  de  cristianismo. 
Los  ojos  del  griego  miraban,  con  la  inocente  serenidad  de  niño,  lo  que 
ios  ojos  del  cristiano,  por  descreído  que  sea,  miran  con  la  gastada  y 
corrompida  lascivia  de  viejo  verde.  Los  parnasianos    eran  tan  deca^ 
dentes  como  los  demás  líricos  de  su  tiempo :  viejos  chochos  que  no  com- 
prenden ya  la  sana  robustez  natural  y  danse  á  soñar  tan  sólo  en  sus 
frutos,  que  sólo  pueden  ser  artificiosamente  soñados  y  empodrecidos; 
en  sus  flores,  que  sólo  pueden  ser  artificiailmente  soñadas  y  marchitas. 
Dijérase  que  los  parnasianos  habían  logrado  hacerse  con  el  mármol  de 
Paros  y  del  Pentélico  en  que  los  griegos  labraban  sus  estatuas  y  relie- 
ves; pero  que  no  habiendo  podido  dar  caza  al  espíritu  griego  con  que 
los  antiguos  sabían  animar  el  mármol,  dejábanle  con  su  frialdad  nativa 
á  pesar  de  lo  refinado  del  buril  con  que  modelaban  en  él  sus  exquisiteces 
de  'líneas  y  contornos.  Miraban  al  hombre  y  la  naturaleza  con  anteojos 
de  viejos   cascados  y  podridos  parisienses  en  vez  de  mirarlos  con  el 
candoroso  y  sano  mirar  de  robustos  efebos  hechos  al  sudor  y  polvo  de 
la  palestra  en  Atenas.  Así  considerados,  nada  menos  helénico  que  los 
parnasianos  y  que  el  mismo  Rubén  Darío. 

Rubén  y  los  parnasianos  creyeron  haber  robado  á  la  Grecia  la  gata- 
nura  y  sobriedad  de  la  forma ;  pero  da  forma  no  es  más  que  el  cuerpo 


NATURALEZA    DEL    MODERNISMO  23 

de  las  ideas  en  las  cuales  se  empapa,  y  henchida  de  ellas  y  como  espon- 
jada por  su  espíritu,  se  manifiesta  y  resalta,  se  contorna  y  rebulta  en 
curvas  y  líneas  con  Ja  sana  robustez  del  mancebo  cuando  sanas  y  robus- 
tas son  las  ideas;  con  las  apilongadas  arrugas  y  apergaminados  plie- 
gues del  viejo  caduco,  cuando  las  ideas  son  enfermizas,  avejentadas  y 
decadentes.  Arte  decadente  y  nada  juvenil,  enfermizo  y  poco  vigoroso, 
helado  y  sin  ardimiento,  artificial  y  de  estufa,  harto  impotente  para 
volver  á  la  frescura  y  naturalidad  del  arte  helénico,  el  decadentismo  en 
todas  sus  ramas  no  puede  resistir  los  aires  y  soles  del  campo  ni  si- 
quiera de  la  playa;  huye  de  las  gentes  y  se  acoge  á  su  torre  de  marfil 
para  solaz  libresco  de  contados  exquisitos  que  desdeñan  al  resto  de  los 
morta'Jes  con  el  mismo  desdén  con  que  se  alejan  de  la  Naturaleza.  Sa- 
crificaron los  parnasianos  el  fondo  á  la  forma,  como  los  románticos 
hablan  sacrificado  la  forma  al  fondo;  mientras  que  los  griegos  armo- 
nizaron y  ajustaron  tan  apretadamente  fondo  y  forma,  idea  y  expre- 
sión, que  no  hay  modo  de  apartarlas,  porque  ya  habían  dicho  que  Mi- 
nerva sa'lió  entera  y  armada  de  todas  sus  armas  de  la  cabeza  de  su 
padre  Júpiter,  y  la  obra  artística  nace  de  la  cabeza  del  artista  entera 
y  acabada.  Por  lo  menos  la  obra  romántica,  como  hija  de  su  tiempo^ 
bullía  con  la  vida  moderna,  recogiendo  el  ruido  y  el  po'lvo  de  las  filosó- 
ficas y  sociales  batallas  de  su  época,  y  así  salía  ataviada  con  todos  sus 
colorines  y  arreos  arlequinescos,  libre  y  desatada,  soñadora  y  fantásti- 
ca, medio  cristiana  y  medio  atea,  cuall  la  sociedad  en  que  vivía,  core 
todos  sus  desgarros  y  desesperaciones,  con  todas  las  angustias  y  anhe- 
les, con  sus  ideales  soñados  y  sus  realidades  padecidas,  sus  fulgores 
fantásticos  y  sus  negruras  experimentadas;  pero  siempre  sincera  y 
apasionada,  individual  y  social  á  la  vez,  como  en  Byron  y  el  autor  de 
Werther,  como  en  Lamartine  y  Hugo.  En  el  Parnaso  no  había  más  que 
puro  recuerdo  de  un  vivir  fallecido  y  enterrado  había  siglos ;  corteza 
helénica  sin  el  viejo  helénico  meollo  y  sin  6\  meollo  vivo  presente;  pura 
corteza  muerta,  forma  sin  fondo,  en  que  siempre  consistió  toda  deca- 
dencia artística.  Hay  decadentismo  de  fondo  y  lo  hay  de  forma  en  la 
literatura.  Como  el  arte  literario  se  cifra  en  expresar  da  eterna  lucha 
que  en  el  hombre  traen  entablada  el  instinto  animal  ó  apetito  y  la¡ 
razón,  elemento  específico  del  hombre,  cuando  la  razón  señorea  sin  des- 
pejar al  apetito  de  sus  naturales  fueros,  el  fondo  literario  se  ennoblece, 
es  humano,  eleva  y  educa ;  cuando,  empero,  vence  el  apetito,  encenaga- 
se el  arte  y  se  hace  bestia'l,  decae  de  su  propio  fin,  que  es  levantar  al 
hombre  hacia  lo  divino  que  en  su  mente  se  refleja,  darle  alas  para  que 
no  le  abata  la  porción  animal,  humanizar  esta  porción  animal  y  aun 
divinizar  ¡la  humana,  llevando  al  hombre  hacia  la  increada  belleza  como 
en  el  famoso  carro  de  que  habló  á  Platón  la  vieja  de  Alantinea.  En  la 
filosofía  sensualista  y  rastrera  que  dominó  en  Francia  el  siglo  xviii 
formóse  una  civilización  tan  rastrera  y  sensual  como  ella  durante  el 
siglo  XIX,  aprovechándose  de  los  inventos  científicos  tan  sólo  para  ali- 
mentar las  ansias  de  gozar.  La  literatura  que  de  este  estado  del  esoíritu: 


24  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

francés  brotó  es  la  literatura  decadente,  que  lo  es  en  el  fondo.  Cuanto 
á  la  forma,  hubo  el  mismo  desequilibrio,  venciendo  á  la  norma  de  la 
razón  el  puro  sentido,  descaminándose  la  métrica,  el  estilo,  da  metáfo- 
ra por  el  camino  de  la  música,  del  colorido,  del  pulimento  del  lengua- 
je, de  donde  el  simbolismo,  el  impresionismo  y  el  parnasianismo.  FA  de- 
cadentismo artístico  fué  siempr^  efecto  de  agotamiento  y  de  cansan- 
cio, tras  una  época  de  esplendor,  en  Alejandría,  en  Roma,   en  ell  si- 
glo XVII,  á  fines  del  xix.  Por  comezón  d«  variar  lo  bueno  dióse  en  lo 
rralo,  buscando  extravagancias,  de  manera  que  se  invirtió  el  arte,  po- 
niéndolo patas  arriba,  tomando  como  sustancia  lo  accidental  y  ío  prin- 
cipal  como   secundario.   En  Alejandría   lo   prncipall'   era   ostentar   eru- 
dición;  en   Roma,   hacer  figuras   geométricas   con    versos,   centones   y 
todo  linaje  de  gimnasias  métricas;  en  España,  emplear  vocablos  lati- 
nos y  excéntricas  metáforas:  en  eu  siglo  xix,  exagerar  cualquiera  de 
los  elementos  ornamentales :  el  elemento  pictórico,  el  musical,  el  sim- 
bólico, sobre  todo  el  sensacional.  Pero  en  todas  estas  épocas  decaden- 
tes hay  exageraciones  parecidas  de  lo  secundario,  que  ahogan  lo  prin- 
cipal, de  donde  en  todas  ellas  la  oscuridad  es  la  nota  característica, 
debida    á  los   términos  raros,   á  las  metáforas   exageradas  y  que  tan 
sólo  apuntan,  á  la  extravagancia  métrica.  El  propósito  de  todo  deca- 
dente, sea  modernista  ó  alejandrino,  romano  ó  gongorino,  es  dar  golpe, 
dejar  con   la  boca  abierta,  llamar  la  atención  de  los  eruditos  sobre  el 
propio  ingenio   que  ha  vencido   dificultades   inauditas  ó  que  ha  dado 
ccn  nunca  oídas  novedades.  Hínchase  la  parte  musical  ó  la  pictórica,  lía 
metáfora  ó  el  retruécano;  rómpese  la  armonía  ó  el  sentimiento  natu- 
ral, desbocándose   en  sensaciones  exquisitas  ó  en  rebuscados  ritmos; 
arrontónanse  términos  extraños;  los  floripondios  ornamentales  ahogan 
como  hojarasca  á  la  idea,  y  la  idea  misma  se  saca  de  las  fi'lósofías 
menos  comunes,  de  las  heces   anárquicas  y  disolventes,  antisociales  é 
inmorales.  Al  descoco  en  'la  forma  acompaña  la  desvergüenza  en  él 
fondo.  El  arte  decadente  consiste  en  hacer  volatines  con  los  elementos 
artísticos,    vencer    dificultades,    sobresalir    en    extravagancias,    que   la 
gente  se  arremoline  y  aplauda  por  lo  inesperado.  El  decadente  afecta 
oscuridades  porque  no  tiene  nada  claro  que  decir;  pretende  cantar  en 
su  marfileña  torre  odiando  á  la  sociedad;  menosprecia  al  pueblo,  por- 
que teme  al  sentido  común;  proclámase  aristócrata  del  arte  y  canta 
solo  para  los  más  selectos,  para  lo  granado  de  3a  gente  culta  y  eru- 
dita, que  aunque  no  le  entienda  dirá  que  le  entiende,  para  no  confun- 
dirse con  el  común  de  las  gentes.  El  decadente  moderno  es,  además, 
un   extravagante  en  su  vida,  un  bohemio  en  costumbres,  un  anormal 
en  temperamento,  ó  por  tal  se  finge  en  sus  obras,  de  modo  que  exage- 
ra sobre  todo  las  sensaciones,  busca  sensaciones  extrañas ;  se  embriaga 
no  sólo  con  ailcohol,  sino  con  éter  y  opio.  No  sabe  más  que  de  perso- 
nas desequilibradas  como  él,  de  tipos  psiquiátricos,  histéricos,  locos;  de 
jóvenes  perdidos,  de  viejos  verdes,  de  cortesanas  sin  pudor,  de  lasci- 
vias rebuscadas,  de  espasmos  nerviosos,  de  estados  neuróticos,  de  gen- 


NATURALEZA    DEL   MODERNISMO  25 

tes  corrompidas,  de  asuntos  inmorales,  de  Id  sádico,  de  lo  satánico,  de 
las  mezclas  de  lo  más  sagrado  con  lo  más  profano.  No  se  sacia  de  sen- 
saciones inusitadas,  y  por  lo  inusitado  de  las  sensaciones  que  despier- 
tan juzga  las  obras  literarias.  Para  él  la  idea  y  el  hondo  pensar  no 
son  cosas  que  al  arte  atañan,  sino  tan  solamente  la  sensación.  La  es- 
cuela modernista  no  busca  otra  cosa  más  que  expresar  sensaciones.  ¿  Qué 
sensaciones  comunica  ?,  os  pregunta  cualquier  modernista  al  hablarle  de 
tina  obra  literaria.  Hasta  poco  ha  el  arte  era  la  manifestación  de  todo 
€l  hombre  que  hablaba  all  hombre  entero :  al  entendimiento,  al  corazón, 
á  la  fantasía,  á  los  ojos  y  al  oído,  y  sobre  todo  al  entendimiento,  por 
ser  lia  facultad  humana  señora  de  las  demás.  "El  hombre  — dice  Aris- 
tóteles—  es  un  animal  político";  esto  es,  que  consta  de  varias  clases 
sociales :  unas  esclavas,  otras  intermedias,  otra  señora,  que  es  Ja  razón. 
Las  sensaciones,  comunes  al  hombre  y  al  animal,  debían  atenderse  en 
el  arte,  pero  no  exclusivamente.  Y  como  el  arte  propio  de  Jas  sensa- 
ciones es  la  música,  el  modernista,  que  sólo  busca  sensaciones,  fuese 
tras  la  música  en  la  poesía,  empeñado  en  hacer  música  con  paíabras. 
Esto  no  puede  lograrse  más  que  de  dos  maneras:  ó  se  amontonan  pa- 
labras sin  sentido  y  tales  que  por  su  sonido  recuerden  los  instrumentos 
musica)!es,  ó  ya  que  lo  tengan,  que  despierten  sensaciones  prescindiendo 
casi  del  significado.  En  ambos  casos  hay  simbolismo.  De  lo  primero  na- 
ció la  audición  coloreada;  de  lo  segundo,  e!  simbolismo  puro.  Por  eso 
se  llamaron  simbolistas  y  musicales  los  modernistas;  por  eso  variaron  la 
métrica,  para  matizar  más  y  más  el  elemento  musical ;  por  eso  resultó 
una  poesía  cuasi  enigmática,  vaporosa,  que  insinúa  sin  decir  termi- 
nantemente idea  alguna.  Ora  pretende  eil  poeta  recordarnos  el  sonido 
de  las  trompetas,  ora  el  del  cuerno  de  caza,  aquí  el  del  órgano,  acullá 
el  de  la  tempestad.  Este  pretende  que  un  trozo  literario  nos  haga  la 
impresión  de  la  primavera  ó  del  otoño,  de  una  noche  de  melancólica 
luna  ó  de  una  sosegada  siesta;  aquél  quiere  que  recordemos  castillos 
medievailes  ó  una  salita  del  tiempo  de  Luis  XIV,  una  escena  de  Wateau, 
un  claroscuro  de  Rembrandt,  etc.,  etc.  Ello  es  sacar  de  quicio  el  arte 
literario  empleándolo  con  otro  fin  del  que  pide  su  naturaleza,  que  está 
en  que  exprese  al  hombre  todo  entero  tal  cual  es,  no  lo  que  la  música 
expresa  ni  lo  que  dice  un  castillo,  una  salita,  una  tempestad.  Rebaja, 
además,  el  arte,  pues  mira  tan  sólo  al  hombre  como  sensitivo,  en  lo 
cual  conviene  con  el  bruto,  en  vez  de  mirarle  como  racional.  Por  con- 
secuencia, el  tal  arte  no  es  natural,  y  así  tiende  al  efectismo,  á  la  ex- 
travagancia en  el  metro,  en  las  palabras,  en  la  construcción,  en  todo 
el  estilo.  El  estilo  es  el  hombre  cuando  es  todo  el  hombre  el  que  se 
comunica  á  todo  el  hombre;  pero  aquí  podemos  decir  que  el  estilo  es 
el  ser  sensitivo,  es  el  bruto ;  el  estilo  es  un  pedazo  del  hombre,  y  el 
pedazo  v  porción  más  baja,  la  porción  animal  del  hombre.  Y  aun  bueno 
va  si  el  modernista  es  gran  maestro  que  sabe  despertar  sensaciones 
siempre  con  alguna  punta  de  afectación ;  pero  los  discípulos  sólo  con- 
siguen exagerar  la  afectación,  oscurecer  más  y  más  la  idea,   parlar 


26  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

por  parlar,  romper  todo  ritmo  y  hacer  prosa  en  líneas  desiguales  y 
llenas  de  tropezones,  usar  voces  raras,  extrañas,  en  una  palabra,  exa- 
gerar el  efectismo  del  género  diciendo  disparates  de  toda  laya.  Como 
lo  natural  al  habla  es  expresar  los  conceptos  del  ánimo  con  la  mayor 
viveza  y  propiedad,  con  galanura  y  sonoridad  ó  con  reciura  y  brio,  se- 
gún el  estado  afectivo,  y  no  al  revés,  expresar  el  estado  afectivo  me- 
diante d  sonsonete  y  sonajeo  de  las  voces,  cuanto  el  modernista  dice 
carece  de  llaneza,  va  como  en  zancos,  vestido  de  payaso,  es  rebuscado, 
exquisito,  afectado.  Y  hacer  efecto,  dar  golpe  es  el  fin  del  modernista 
mediocre  que  no  logra  expresar  sensaciones  como  el  maestro.  La  lite- 
ratura   modernista  no   es  sana,   ni   equilibrada,   ni   robusta;   es   enfer- 
miza, desequilibrada  y  afeminada ;   es  anormal!,  psiquiátrica,  erotóma- 
na,  falsamente  mística,  que  junta  lo  más  sagrado  con  lo  más  lasciva 
para  exagerar  el  contraste;    inmoral  y  determinista:   en   todo  ello   es 
hija  de  la  literatura  naturalista,   conservando   todas   estas   cualidades 
del  naturalismo.  Las  teorías  de  Lombroso  y  Sergi  acerca  del  desequi- 
librio y  degeneración  de  ios  llamados  genios  es  una  canonización  cien- 
tífica del  hecho  y  un  estímulo,  porque  el  prurito  de  llegar,  que  dicen,, 
el  creerse  genios,  la  egolatría,  si  siempre   fué  natural  en   los  poetas,, 
aficionados  á  la  güoria,  como  lo  es  en  todo  gran  entendimiento  que  an- 
sia scbrevivirse,  en  los  poetas  modernistas  llega  á  la  locura  y  la  men- 
tecatez, creyéndose  ser  ilos  primeros  que  en  el  mundo  han  logrado  des- 
cubrir la  verdadera  vena  poética,  cuando  sólo  han  dado  con  la  vena  de 
la  locura.  Todas  las  especulaciones  lombrosianas  no  me  llegarán  á  con- 
vencer á  mí  de  que  el  genio  sea  una  degeneración  ni  un  desequilibrio. 
Yo  entiendo  que  es  el  más  armónico  equi'librio  de  todas  las  facultades 
y  la  gran  sensibilidad  de  todas  ellas  como  cuerdas  de  una  lira  finísima 
y  muy  sensible,  lo  cual  arguye  perfección  en  todas.   Ni  obsta  que  el 
desequilibrado,  por  serlo,  sobrepuje  en  alguna  facultad  con  la  cual  pue- 
da hacer  maravillas,  porque  presto  se  notarán  entre  estas  maravillas 
no  menores  disparates,  efecto  de  la  falta  de  armonía  entre  todas  las 
facultades.  No  pocos  renombrados   escritores  de  nuestro  tiempo  han 
sido  desequilibrados  de  esta  manera  y  otros  muchos  han  fingido  serlo 
fingiendo  erotomanías,  satanismos,  rarezas  y  extravagancias.  Ello  es  la 
mejor  prueba  de  ser  esto  lo  que  hoy  priva  y  de  que  alardean  los  más 
de  no  ser  sanos,  sino  desquiciados  poetas,  esto  es,  genios,  según  creen 
candorosamente.  Schopenhauer  fué  equilibradísimo  y  estupendo  escri- 
tor y  filósofo ;  compáresele  con  Nietzsche,  que  murió  en  un  manicomio, 
y  se  verá  lo  que  es  armonía  en  uno  y  desequilibrio  en  otro.  Compárense 
no  menos  Goethe  con  Poe,  Gabriel  y  Galán  con  VerJaine  el  borracho, 
Santa  Teresa  con  la  Rachilde. 

El  simbolismo  francés  comienza  en  1885  como  reacción  contra  la 
brutalidad  de  los  naturalistas  y  contra  la  frialdad  de  los  parnasianos. 
Es,  pues,  un  vuelo  hacia  lo  ideal  y  una  protesta  contra  la  esclavitud  de 
la  rima.  El  naturailismo  confundía  lo  real  con  lo  nauseabundo,  siendo  un 
verdadero  hospital  y  una  letrina,  y  empleaba  el  lenguaje  más  soez  con- 


NATURALEZA    DEL    MODERNISMO  27 

forme  á  lo  pllebeyo  de  los  personajes  y  á  la  falta  de  moralidad  y  sobra-^ 
de  escepticismo.  El  Parnaso' estaba  henchido  de  poetas  mediocres  que, 
con  la  simple  técnica  de  lo  plástico,  imágenes  bonitas  y  son  metálico  del 
verso,  pasaban  por  poetas,  por  más  que  les  faltasen  pensamiento  y  afec- 
to. El  movimiento  espiritualista  que  á  la  sazón  hizo  populares  las  doc- 
trinas espiritistas  de  AIlan-Kardec  y  la  música  soñadora  y  mística  de 
.Wagner,   habia  preparado   el  terreno.    Brunetiére   felicitó   á  ilos   cinca 
prófugos  de  la  escuela  de  Zola  por  desesclavizarse  de  las  cadenas  mé- 
tricas y  por  su  vuelta  á  lo  espiritual.  Pero  el  mal  estuvo  en  que  se  salió 
de  un  extremo,  de  lo  ultrarreal  por  lo  bajo,  para  saltar  á  otro,  á  lo  ul-- 
trarreal  por  Jo  alto,  dejando  en  medio  la  realidad,  verdadero  campo  del 
arte.  Se  quiso  ir  á  lo  misterioso  y  desconocido,  á  lo  que  se  soñaba  haber 
detrás  de  las  cosas,  detrás  de  la  realidad.  Y  como  detrás  de  la  realidad 
ro  hay  nada,  lia  poesía  se  entretuvo  en  soñar  cosas  no  reales,  vagas,, 
indefinidas;  cayó  en  el  limbo  de  la  nada  entre  dos  platos.  La  rotura  de 
la  esclavitud  métrica  se  exageró  no  menos  y  se  dio  en  el  verso  que  no 
es  verso,  sino  prosa  excesivamente  rítmica.  Ambos  principios  de  espi- 
ritualidad y  de  libertad  métrica  lo  fueron  ya  de  los  románticos.  No  me- 
nos fué  común  á  entrambas  escuelas  el  crecerse  el  poeta  un  ser  inspi- 
rado que  ve  lo  que  no  ven  los  demás,  de  donde  la  comezón  por  íla  no-- 
vedad,  que  en  la  escuela  modernista  fué  mayor  por  tratarse  de  tras- 
poner el  mundo  real  donde  viven   los  adocenados  ó  filisteos,  cosa  en 
que  difiere  del  romanticismo.  Del  mismo  modo  difiere  por  Iq  egoísta, . 
refinado,  aristocrático  y  enemigo  de  lo  popular  y  por  ell  medio  acomo- 
dado á  la  expresión  de  ese  más  allá  desconocido  á  los  simples  mortales: 
ei  símbolo.  De  este  medio,  elemento  especifico  de  la  nueva  escuela,  tomó 
el  nombre  de  simbolismo.  El  simbolismo  sólo  podía  ejercerse  con  el 
juego  de  ílas  metáforas,  por  ser  la  fuente  de  ellas  y  ser  ellas  el  lenguaje 
de  la  poesía.  Pero  no  habiendo  de  ser  claras  las  metáforas,  sino  evoca- 
doras vagas  de  lo  vago  y  misterioso,  la  exageración  metafórica  llevó  á 
los  modernistas  á  mayores  extravagancias  que  á  los  románticos,  aña- 
diendo además  á  la  extravagancia  Ja  oscuridad  enigmática.  A  ella  les 
llevaba  no  menos  la  comezón  por  la  novedad  y  por  el  gusto  de  desci- 
frar lo  para  pocos  inteligible,  como  para  ima  cofradía  de  iniciados.  Por 
todo  ello  tocaba  el  modernismo,  más  que  con  el  romanticismo,  con  eí 
gongorismo  de  antaño.  Así  de  hecho  el  simbolismo  es  una  mezcla  de 
romanticismo  y  de  gongorismo :  es  decadencia  de  decadencias.  La  tan 
decantada   novedad   y   libertad   sólo   quedaron    como    satisfacción    del 
amor  propio,  que  hinchó  más  y  más  á  los  poetas  simbolistas.  Porque, 
fuera   de  pocos  maestros,  todos  los  demás  fueron  sus  discípulos,   imi-- 
tándoles.  por  consiguiente   no  siendo  nuevos,  y  sometiéndoseles  en  los 
principios  y  en  la  imitación,  por  lo  tanto  perdiendo  la  libertad  no  me- 
nos que  la  novedad  de  que  alardeaban  y  cayendo  en  el  mismo  defecto 
oue  achacaban  á  los  viejos  clásicos  y  á  los  románticos.  Objeto  que  tra- 
ta de  expresar  e!  simbolismo,  lo  ultrarreal,  esto  es,  lo  desconocido,  la 
nada;  medio,  el  juego  oscuro,  raro,  desusado  ó  nuevo  de  paíabras  y 


28  ÉPOCA   REGIONAL  Y   MODERNISTA    (1888-I907) 

'.metáforas:  nada  para  el  objeto,  oscuridad  para  la  expresión.  Tal  es 
el  simbolismo,  mientras  que  arte  es  expresar  clara  y  vivamente  lo 
Teall,  imitación  de  la  naturaleza,  que  dijo  Aristóteles,  ó  como  interpre- 
tó Horacio,  ut  pictura  poesis.  El  placer  de  lo  nuevo  no  es  placer  esté- 
tico, no  atañe,  pues,  al  arte.  Menos  le  atañe  lo  oscuro,  ya  que  arte 
es  expresión.  Dividióse  la  escuela  simbolista  en  tres:  fué  decadente  é 
impresionista,  con  Verlaine,  armónica  y  lihreversista,  con  Hallarme ; 
mística,  con  Maeterlinck.  Luego  llegó  Moréas  con  su  neoclasicismo  á 
enterrarías  á  todas  tres.  Dos  novedades  trajo  el  simbolismo.  En  la  for- 
ma, la  dislocación  del  alejandrino  centelleante  de  Hugo,  suprimiendo 
los  hemistiquios  clásicos,  y  poniendo  la  cesura  en  medio  de  una  pa- 
labra y  no  como  en  el  verso  dlásico,  al  fin  de  palabra  y  principio  de 
pie;  libertando,  para  decirlo  de  una  vez,  el  verso  de  muchas  de  sus 
reglas  y  disciplinas,  convirtiéndolo  en  una  especie  de  prosa  rimada  ó 
ritmada  ó  solamente  ritmada,  aligo  por  el  estilo  de  las  innovaciones 
métricas  del  americano  Walt  Whitman.  Así  el  verso  libre  de  Gustavo 
Kahn  y  das  prosas  poli  formes  de  las  Baladas  francesas^  de  Paul  Fort. 
Diríase  que  se  trataba  de  hacer  el  verso  lo  menos  verso  posible.  Cuan- 
to al  fondo  ó  idea,  en  vez  de  presentar  de  frente  las  cosas,  como  Jos 
parnasianos,   verdaderos   neoclásicos,   las   presentan   como   de   soslayo, 

■  aludiendo  tan  solamente  á  ellas ;  sugiérenlas,  en  vez  de  señalarlas  y 
nombrarlas.  "Nombrar  una  cosa  — dice  Mallarmé —  es  suprimir  las  tres 
cuartas  partes  del  deleite  que  produce  la  poesía,  el  cual  nace  del  gusto 
que  hay  en  ir  adivinando  las  cosas;  el  ensueño  y  verdadera  poesía  está 
€n  sugerir.  En  el  perfecto  empleo  de  este  misterio  consiste  el  símbolo: 
evocar  poco  á  poco  una  cosa  para  mostrar  di  estado  del  alma,  ó  al  re- 
vés, escoger  una  cosa  y  sacar  de  ella  el  estado  del  alma  por  una  serie 
■de  intuiciones."  Y  Verlaine: 

"De  la  musique  avant  toute  chose, 
Et  pour  cela  préfére  l'impair 
Pllus  vague  et  plus  soluble  dans  l'air 
Sans  ríen  que  luí  qui  pese  ou  qui  pose. 

S'il  faut  aussi  que  tu  n'ailles  point 
Choisir  tes  mots  sans  quelque  méprise: 
Ríen  de  plus  cher  que  la  chanson  grise 
Ou  rindecis  au  Précis  se  joint." 

Según  estos  principios,  por  la  idea  clara  se  pone  lo  sombrío  é  im- 
-  preciso,  la  vaga  media  tinta  por  el  cdlor  brillante;  á  los  arranques  des- 
becados sustituye  lo  indefinido  de  los  anhelos.  El  miedo  á  lo  común, 
conocido  y  gastado,  lleva  así  á  lo   enigmático,  raro  y  rebuscado.  La' 

■  afectación  y  el  prurito  por  ilo  raro  están  en  la  misma  raíz  de  la  doc- 
trina simbolista,  que  no  podía  durar  sana  sino  lo  que  dura  una  moda 

-extravagante.  Cuanto  al  espíritu,  así  como  el  naturalismo  procede  del 

espíritu  inglés,  así  el  simbolismo  viene  del  espíritu  germánico.  El  sim- 

-;bolismo  es,  pues,  en  fondo  y  forma  una:  mayor  sofltura,  mayor  impre- 


I 


NATURALEZA    DEL    MODERNISMO  29 

cisión,  vaguedad,  evanescencia  y  como  nebulosidad.  Correspóndense  la/. 
forma  más  libre  y  dislocada,  el  verso  que  sea  más  vagamente  versa- 
pareciéndose  á  la  prosa,  y  el  fondo  ó  manera  de  declarar  di  pensamien- 
to imprecisa,  vaga,   oscuramente.   Es  un  diluirse  y  evaporarse   en   el 
pensar  y  en  el  versificar.  Esto  nos  dice  que  el  modernismo  lleva  un 
contrario  camino  al  del  reailismo  español,  que  le  es  opuesto  y,  por  con- 
siguiente, tira  al  idealismo.  Pero  no  es  idealismo  puro,  esto  es,  de  pu- 
ras ideas,  como  es  el  clasicismo,  donde  las  ideas  son  de  suyo  clarísimas,., 
y  en  faltando  claridad,  es  porque  falta  idea.  Este  no  realismo  es,  pues, 
más  bien  que  idealismo,  cosa  que  toca  a  la  pura  fantasía,  es  fanfasis- 
nio.  El  modernista,  de  hecho,  sobresale  por  la  fantasía  y  la  imagina- 
ción visual,  auditiva,  olfativa,  táctil.  En  ello  parécese  al  gongorismo 
y  al  romanticismo,  y  así  es  que  los  modernistas  no  condenan  tan  de 
plano  los  defectos  de  aquellas  escuelas.  El  predominio  de  la  fantasía 
sobre  las  demás  facultades  fué  siempre  propio  de  épocas  decadentes  ó 
de  gran  turbación.  Difiere  el  modernismo  del  gongorismo  en  que  éste, 
por  ser  consecuencia  del  dlasicismo  en  sus  defectos  de  imitación  y  puro 
remedo,  ponía  toda  la  gala  en  el  uso  de  voces  latinas  y  en  el  juguetear 
con  metáforas  hasta  oscurecer  el  pensamiento.  El  modernismo  tira  á 
oscurecerlo  igualmente  y  con  predominio  de  la   fantasía ;   pero  no  á 
fuerza  de  metáforas  precisas  y  de  voces  latinas,  sino  con  metáforas- 
imprecisas  y  vagas,  de  fantasía  soñadora  y  desvanecida,  germánica,  en. 
una  palabra.  Cuando  por  este  camino  no  se  llega  á  la  oscuridad,  sino 
que  dentro  de  las  lindes  de  lo  claro  se  adelgaza  y  matiza,  y  cuando 
3a  fantasía  no  sobrepuja:  y  domeña  á  las  demás  facultades,  sino  que- 
sirve  para  colorear  con  mayor  variedad  de  matices,  evocando  clara  y 
reciamente,  no  hay  duda  que  el  simbolismo  no  es  vicioso,  que  es  un 
arte  de  buena  ley,  de  elegancia  y  finura,  exquisito,  fantástico,  tamizado 
en  colores  y  sonidos.  Tal  es  el  arte  de  Rubén  Darío,  en  eil  cual  acaso 
la  fantasía  sobrepuja  demasiadamente  al  sentimiento,  resultando  un 
arte  algo  frío,  por  lo  parnasiano  que  era.  Conviene  el  modernismo  con 
el  romanticismo  en  el  predominio  de  la  fantasía  y  en  la  tendencia  á  to- 
no real,  á  exagerar  el  sueño,  á  poner  no  poco  de  subjetivo,  esto  es,  en 
lo  germánico  fantástico,  y  no  menos  en  el  espíritu  de  libertad  é  inde- 
pendencia; pero  diferenciase  en  que  el  modernismo  es  arte  más  refi-- 
nado,  es  un  romanticismo  pálido,  nada  chillón,  evanescente,  sin  su  exa- 
geración de  tonos  y  con  otra  más   rebuscada  afectación.  El  romanti- 
cismo es  el  espíritu  germánico  en  eJ  momento  de  su  briosa  juventud; 
el  modernismo,  en  el  momento  de  su  edad  gastada.  Libertad  y  fanta- 
sía en  ambos;  pero  con  exagerado  derroche,  vigor  sano  y  caricatura 
en  el  romanticismo ;  en  el  modernismo  con  diluida  riqueza,  fuerzas  en- 
fermizas y  arte  de  miniatura.  El  arte  simbólico  llegó  á  ser  tan  oscuro 
como  el  gongorino,  teniendo  entrambos  eJ  mismo  intento  ideal  de  que 
"la  mayor  gloria  del  poeta,  consiste  en  no  ser  comprendido".  Arte  uno 
y  otro  para  eruditos,  nada  popular  ni  menos  nacional.  Los  modernistas, 
encerrároíise  cada  cual  en  su  torre  de  marfil,  huyendo  de  los  filisteos,. 


30  ÉPOCA  REGIONAL   Y   MODERNISTA   (1888-I907) 

••del  vulgo.  Son  frases  suyas.  En  la  Estética  de  la  lengua  francesa,  de 
Remy  de  Gourmont,  hay  mucho  de  común  con  la  Apologética,  de  Es- 

.phiosa  y  Medrano,  y  con  el  Arte  de  Ingenio,  de  Gracián,  esto  es,  con 
los  códigos  del  culteranismo  y  del  conceptismo.  Los  simbolistas,  como 

•observa  Laurent  Tailhade,  son  á  la  Francia  contemporánea  lo  que  á 
la  Francia  del  antiguo  régimen  fué  la  Pléyade;  lo  que  los  euphuistas 

-en  Inglaterra,  lo  que  los  gongorinos  en  España,  lo  que  los  secentistas  ó 
marinistas  en  Italia.  Pero  el  modernismo  francés  no  sóilo  comprende 

..la  escuela  de  los  simbolistas,  sin  otras  varias  escuelas  que  se  desga- 
jaron de  ella;  los  decadentes,  los  delicuescentes,  los  jóvenes  efebos,  los 
nuevos  estetas,  los  magos,  los  instrumentistas  evolutivos,  los  magnifi- 

•  centes,  etc.,  etc.,  que  se  distinguieron  por  alguna  nota  en  la  común 
afectación  y  el  común  amaneramiento  y  el  común  predominio  de  la  fan- 
tasía. Hiciéronse  unos  a  otros  g-uerra  cruel.  Verlaine,  gran  poeta,  de 
quien  se  llaman  discípulos  los  decadentes,  dijo  de  éstos  mismos  que  "la: 
única  palabra  inscrita  en  su  bandera  era  la  de  Reclamo",  "Lo  que  es- 
criben — añade — ,  no  es  verso,  sino  prosa;  ni  siquiera  prosa,  sino  je- 
rigonza (charavia),  y  sobre  todo  no  es  francés,  ni  pizca  de  francés.  Me 

^ cargan  Sos  tales  simbolistas."  Moreas  niega  á  Rene  Ghil  todo  puesto 

-en  la  literatura.  Henri  de  Regnier,  Charles  Morice,  Charles  Vignier,  se 

"burlan  donosamente  de  la  pretendida  jefatura  de  escuela  francesa,  que 

•pretende  arrogarse  el  "griego   Moreas";   Jean  Caragnel  llama  á  las 

"  nuevas  escuelas  "literatura  de  vagidos,  de  balbuceos,  de  falta  de  ideas" ; 
Gustavo  Kahn,  poeta  y  preceptista  de  los  más  celebrados,  dice  de  al- 
gimos  de  sus  compañeros :  "Moreas  va  á  Has  bibliotecas  á  buscar  pala- 
bras, y  después  de  recogida  la  cosecha:  las  combina  penosamente,  y 
nada  más;  Charles  Morice...  debía  dedicarse  á  la  agricultura,  donde 
faltan  brazos ;  Regnier  no  tiene  absolutamente  ningún  talento."  Saint- 
Pol  Roux,  el  Magnífico,  adalid  de  su  escuela,  y  que  pretende  ser  por 
■el  estilo  prosaico  un  Carlyle  francés,  proclama  una  doctrina  teológico- 
literaria,  que  nadie  entiende  ni  escucha.  Cada  escuela  tiene  á  las  otras 
por  "quantité  méprisable"  y  "quantité  negligeable".  En  pasando  un 
año  tienen  por  viejo  cualquier  libro  de  versos.  Llegaron  después  Les 
dernieres  venus,  como  M,  Gregh,  M.  Barbuse,  André  Riboire,  Magre, 

'Charles  Guérin,  estudiados  por  M.  Chantavoine;  tras  ellos  los  25  dis- 
cípulos de  Rene  Ghil,  que  luchan  por  los  fueros  del  método  evolutivo 
literario.  Andrés  Barré:  "Una  causa  mística  se  esconde  detrás  de  los 
seres  y  Hos  objetos  de  la  Naturaleza."  "Cada  individuo  es  algo  más 
que  el  signo  tangible  de  un  poder  misterioso,  pues  es  la  resultante  sen- 
sible de  las  fuerzas  ocultas  que  gobiernan  el  mundo."  "En  otros  tér- 
minos, lo  visible  es  la  forma  material  de  lo  invisible,  el  índice  plantado 
sobre  el  misterio,  como  la  piedra  de  una  tumba  sobre  la  nada."  "El  arte 
debe  adivinar,  mejor  que  pintar,  lo  que  oculta  su  realidad,  penetrando 
en  los  eJementos  que  lo  producen,  para  sugerir  la  intensidad  ó  multi- 
plicidad de  los  mismos."  "La  razón  no  sube  hasta  el  misterio.  El  hom- 

"bre  para  alcanzarlo  se  sirve  de  sus  facultades  de  evocación,  del  don 


NATURALEZA    DEL    MODERNISMO  3 1 

profético,  del  ensueño,  ddl  hondo  sentir,  y,  en  una  palabra,  del  delirio 
poético,  por  medio  del  cual  el  alma  no  conoce,  pero  sí  presiente,  lo 
Incognoscible."  Paul  Adam :  "¿  Es  preciso  ser  de  los  iniciados  para  apo- 
derarse de  las  bellezas  de  este  lenguaje  nuevo?  Distingamos.  O  bien 
el  asunto  escogido  comporta  especulaciones  metafísicas,  evocaciones 
supremas  que  no  pueden  traducir  dignamente  las  prosas  habituales,  sim- 
ple utensilio  dea  habla  común.  Entonces  es  necesario  el  empleo  de  un 
estilo  hierático,  de  términos  simbólicos  y  no  comunes,  capaces  de  ceñir 
limpiamente  a  la  idea,  manteniéndola  por  cierto  espacio  ligada  al  pen- 
samiento de  modo  que  éste  aparezca  ó  se  deje  ver,  no  de  una  manera 
superficial,  sino  con  sus  orígenes,  elegancias,  derivaciones,  finalidades  y, 
en  una  palabra,  con  todo  aquello  que  el  pensamiento  puede  contener  ó 
sugerir.  O  bLen  él  asunto  de  la  obra  es  una  simple  representación  del 
mundo,  de  la  vida  imaginativa,  y  entonces  el  estilo  usual  se  le  adapta 
y  conviene  maravillosamente,  en  cuyo  caso  el  empleo  del  simbolismo 
será  defectuoso.  Nosotros  reivindicamos  el  derecho,  en  consecuencia, 
de  escribir  bajo  dos  formas  y  en  armonía  con  la  naturaleza  de  los  asun- 
tos. La  mayor  parte  de  nuestras  obras  serán  accesibles  á  los  letrados. 
Las  otras,  las  preferidas,  las  del  gran  arte,  serán  escritas  para  los 
düettantis  comprensivos,  á  quienes  la  originalidad  de  lo  emblemático  no 
aterrorice,  y  que,  á  fin  de  multiplicar  sus  sensaciones,  alegría  suprema 
ó  goce  supremo,  se  cuidarán  de  sondar  y  percibir  todas  las  riquezas 
del  símbolo."  Remy  de  Gourmont:  "Uno  de  los  elementos  del  Arte  es 
lo  Nuevo.  Ese  elemento  es  tan  esencial,  que  casi  constituye  por  entero 
el  Arte.  Tan  esencial  es,  que  el  Arte,  sin  el  elemento  de  la  novedad,  se 
parece  á  un  vertebrado  sin  vértebras."  Carlos  Roxlo,  Hist.  Lit^r.  Uritn 
guay,  t.  VII,  pág.  33:  "Es  para  mí  muy  fácil  de  explicar  el  proceso 
psicológico  que  lleva  á  los  autores  del  decadentismo.  Este  tiene  su  orí- 
gen  en  la  misma  causa  que  infantó  lo  gongorino  y  lo  mariniano.  El  mie- 
do á  la  rutina,  la  justa  ambición  de  notoriedad,  las  dificultades  de  sobre- 
salir dentro  de  los  moldes  en  que  ya  muchos  sobresalieron  y  el  afán 
r.obilísimo  de  señalarle  nuevas  rutas  al  numen."  "O  rinnovarse  o  mori- 
ré" es  la  empresa  de  D'Annunzio,  que  no  cesan  de  repetir  los  moder- 
nistas. Los  decadentes  ó  impresionistas,  los  verlainianos,  gustan  de  dar 
tina  impresión  vaga,  evaporada  con  metáforas  é  imágenes  de  media  luz, 
nada  claras,  como  la  huella  que  dejó  una  imagen  en  la  fantasía,  pasado 
ya  ailgún  tiempo:  "Des  visions  de  fin  de  nuit  |  qu'éclaire  seulement 
cine  aube  qui  luit",  al  decir  de  Verlaine.  La  poesía  ha  de  ser  espejo 
poco  diáfano  de  la  sensación,  algo  crepuscular,  nebuloso,  descoflorido, 
velado,  casi  inconsciente,  sin  colores  vivos,  sino  muy  matizados.  Como 
•el  propósito  no  es  expresar  ideas,  sino  sensaciones,  siendo  el  habla  ex- 
presión de  ideas  y  la  música  expresión  de  Sicnsaciones,  quisieron  que  la 
poesía  fuera  música,  y  música  instrumental  para  que  fuera  muy  matiza- 
da, dando  lugar  á  la  escuela  de  los  instrumentistas  que  exageró  esta  ten- 
dencia. De  aquí  el  estudio  de  la  audición  coloreada,  del  sustituir  colores 
con  sonidos  y  sonidos  con  colores.  Marcel  Reja,  en  L'Art  ches  les  fous, 


32  ÉPOCA   REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

ha  estudiado  el  arte  de  los  locos  y  de  los  niños,  que  coinciden  con  el  de 
todas  las  decadencias.  Extractaremos  algunos  puntos  con  Nombela  y 
Campos,  Labor  intelectual,  t.  I,  pág.  230 :  "El  estilo  pueril  propiamen- 
te dicho  se  distingue  por  toscos  esquemas,  balbuceos  de  un  simbolismo 
incipiente...;  un  nuevo  período  mental...,  la  de  la  copia  realista  de  la 
naturaileza.  Este  estilo  pueril...  en  el  salvaje  adquiere  su  completo  des- 
arrollo... :  los  dos  desprecian  por  igual  la  realidad,  porque  no  aspiran 
á  reproducir  sus  formas,  sino  la  idea  á/t  los  seres  ú  objetos  que  dibujan 
toscamente...  Los  dibujos  de  los  locos...  se  ajustan  en  el  fondo  á  dos 
tipos  principa;Ies :  el  decorativo  y  el  simbólico...  La  manía  decorativa 
es  una  señal  de  decaimiento  que  se  puede  dar  en  los  géneros  litera- 
rios... cuando  pierden  su  virilidad  y  se  conforman  con  reducirse  á  la 
servidumbre.  El  arte  es  simplemente  el  adorno  para  los  pueb'os  salva- 
jes; pero  entre  los  civilizados  todo   el  arte   suele  convertirse  en  un 
adorno  cuando     pierde  su  amor  espiritual.  Otras  veces  los  dibujos  de 
los  locos  encierran  una  intención  expresiva.  Son  manifestación  de  ima 
idea  ó  de  un  sentimiento,  y  entonces  los  autores  se  vakn  de  un  simbo- 
lismo  incoherente  y  oscuro...   El   simbolismo   es  legítimo   en    el   arte; 
pero  no  olvidemos  que  hay  un  simboflismo  sano,  que  al  generalizar  acla- 
ra, y  otro  que  se  pierde  en  vagas  nebulosidades,  con  grave  riesgo  de 
invadir  los  dominios  de  Üa  locura...  Los  locos  suelen  preferir  el  v.erso 
á  la  prosa...,  porque  la  prosodia  es  para  ellos  una  especie  de  aparato 
ortopédico  en  el  que  se  apoyan  para  correr  con  facilidad,  porqu,e  el  rit- 
mo es  un  auxiliar  automático  que  establece  algún  orden  en  da  confu- 
sión de  imágenes  y  palabras  que  afluyen  á  los  labios  del  paeta  loco,  y 
porque  la  rima  facidita  la  abigarrada,  asociación  de  las  voces  usadas 
sin  orden  ni  concierto.  Algunas  de  estas  composiciones,  en  las  que  las 
palabras  no  tienen  otro  valor  que  el  de  simples  sonidos,  y  que  son  un 
puro  ripio  desde   el  principio  hasta  eil  fin,  son  tristes  modelos  de  un 
verbalismo  intelectual  que  funciona  automáticamente  y  que  sustituyen 
con  las  sonoridades  de  la  versificación  la  ausencia  de  todo  pensamien- 
to... El  metro  es  lo  principal;  la  poesía,  lo  accesorio.  La  metromanía 
es  un  verdadero  síntoma  de  locura.  No  hay  extravagancia  rítmica  de 
las  que  imaginan  aquellos  poetas  hueros,  que  desean  á  toda  costa  en- 
cubrir la  indigencia  de  su  imaginación  con  deslumbradores  oropeles,  que 
no  figure  en  la  antología  de  los  manicomios.  Reja  cita,  entre  otros  ej.em- 
plos  de  singularidades  métricas,  una  poesía  en  el  verso  libre  que  usan 
ahora  los  vates  ultramodernistas,  compuesta  por  una  loca   que  antes 
de  estanlo  no  había  versificado  jamás...  Hay  además  otras  producciones 
delirantes  con  caracteres  específicos,  que  Reja  clasifica  en  cinco  gru- 
pos,  á   saber:   primero,   los  escritos   genuínamente   absurdos,   que   son 
como  dislocaciones  del  pensamiento;  segundo,  los  simbólicos,  donde  lo 
absurdo    aparece   dominado   por  una   caricatura   de  las   generailidades 
simbólicas,  y  donde  no  es  difícil  hallar  ingeniosidades  extravagantes; 
tercero,  los  místicos,  de  un  misticismo  falso,  que  consiste  en  solemnes 
candideces,  que  á  lo  mejor  funda  en  un  calembour  la  explicación  de  un 


NATURALEZA    DEL    MODERNISMO  33 

arcano,  y  cuyo  estilo,  hueco  y  pomposo,  tiene  todo  el  aspecto  de  una 
grotesca  humorada;  cuarto,   las  obras   que  constituyen   un   formulario 
de  frases  que  quieren  ser  sentenciosas  y  suelen  ser  disparates  ó  trivia- 
lidades, sin  ninguna  conexión  entre  sí;  y   quinto,  das  producciones  en 
que  asistimos  á  una  verdadera  fuga  de  ideas  y  vemos  cómo  el  espíritu 
se  va  por  la  tangente  y  cae  en  los  más  inconcebibles  absurdos.  Todas 
estas  aberraciones  en  prosa  y  en  verso  que  Reja  analiza  con  escrupu- 
losa atención,  nos  hacen  pensar  en  los  más  comunes  extravíos  que  su- 
fre el  arte  iliterario  cuando  quebranta  las  leyes  derivadas  de  su  propia 
naturaileza...    Basta    repasar   los   caracteres   expuestos   y   compararlos 
con  los  que  ofrecen  las  obras  más  típicas  de  toda  decadencia  literaria." 
Th.  Gautier,  sobre  Baudelaire :  "Hay  gentes  que  son   naturalmente 
amaneradas.  La  sencillez  seria  en  ellas  pura  afectación  y  una  especie 
de  amaneramiento  en  sentido  inverso.  Todo  lo  que  tiene  de  encantado- 
ra la  verdadera  inocencia,  lo  tiene  de  molesto-  y  desagradable  el  falso 
candor...   ¿El  poniente  no  tiene  su  belleza  lo  mismo  que  la  mañana? 
Eso  que  impropiamente  se  llama  estilo  de  decadencia,  no  es  otra  cosa 
que  el  arte  cuando  llega  á  ese  punto  de  madurez  extraña,  propio  y  ca- 
racterístico de  las  civilizaciones  que  envejecen;  estilo  ingenioso,  com-. 
plicado,  sabio,  lleno  de  matices  y  de  refinamientos,  que  extiende  siem- 
pre los  uímites  de  la  lengua,  explotando  todos  los  vocabularios  técnicos, 
tomando  colores  de  todas  las  paletas,  notas  de  todos  los  instrumentos, 
esforzándose  por  expresar  el  pensamiento  en  lo  más  inefable  que  tiene, 
y  la  forma  en  sus  contornos  más  vagos  y  fugitivos.  Se  recordará  á  pro- 
pósito de  esto  'la  lengua  del  bajo  Imperio  romano,  jaspeada  ya  con  los 
verdores  de  la  descomposición  y  los  refinamientos  complicados  de  la 
escuela  bizantina,  última  fonna  del  arte  griego  deliquescente,  pero  ta'l 
es  el  idioma  necesario  y  fatal  de  los  pueblos  y  de  las  civilizaciones^  don- 
de ja  vida  facticia  ha  reemplazado  á  la  vida  natural,  desarre  liando  en 
el  hombre  necesidades  antes  desconocidas." 

No  puede  tirar  el  arte  por  un  lado  y  el  pensamiento  filosófico  de 
una  época  por  otro.  El  pensamiento  positivista  que  trajo  el  naturalismo 
en  Francia,  y  cuyas  más  altas  cumbres  fueron  allí  Taine,  Comte  y  Re- 
nán, estaba  ya  de  capa  caída  cuando  el  modernismo  se  desgajó  del  Par- 
naso. Habíase  hecho  idealista  el  pensamiento  filosófico,  é  idealista  se 
hizo  el  arte.  En  1896  pronunciaba  Brunetiére  en  Besanqon  un  discurso 
sobre  el  renacimiento  del  idealismo,  notando  cómo  los  hombres  de  cien- 
cia sentían  cada  día  más  el  misterio  de  la  vida  y  advertían  las  lindes 
infranqueables  de  >la  ciencia  experimental,  tras  las  cuales  sospechaban 
un  más  allá  que  tan  en  redondo  habían  negado  los  positivistas.  Hallaba 
estas  ideas  hasta  en  el  mismo  pontífice  del  positivismo,  cuando  en  sus 
últimos  días  pensó  en  levantar  con  materiales  de  su  doctrina  templo 
para  un  credo  y  un  rito  religioso.  ¿Qué  mucho  surgiera  entonces  la 
njúsica  ideal  de  Wagner  y  la  poesía  simbolista,  tan  ideal  como  musical 
y  wagneriana?  La  pintura  alegórica  de  Puvis  de  Chavannes  era  tan 
pintura  simbolista  y  wagneriana  como  wagneriana  y  alegórica  era  la 


TOMO    X.— 3 


34  ÉPOCA  REGIONAL   Y   MODERNISTA    (1888-I907) 

poesía  simbolista.  Hasta  la  política  soñaba  en  ideailes  y  utópicos  so- 
cialismos. Pocos  años  antes  de  hablar  Brunetiére,  veía  Eduardo  Rod 
cómo  á  la  negación  positivista  iba  oponiéndose  una  afirmación  religio- 
sa. Bourget  había  no  menos  llevado  á  la  literatura  el  estudio  psicológi- 
co, tanto  en  la  novela  como  en  la  crítica,  afirmando  con  ello  que  en  la 
bestia  humana^  de  Zola,  había  además  un  alma  que  mediante  su  libre 
albedrío  luchaba  con  sus  instintos,  y  que  el  determinismo  positivista. 
iba  á  desaparecer  de  la  novela  no  menos  que  de  la  filosofía.  Este  mo- 
"vimiento  filosófico  espiritualista  había  ya  encarnado  no  menos  en  el  arte 
•europeo,  que  influyó  grandemente  en  Francia^  ayudando  á  derrocar  el 
naturalismo.  Inglaterra  influyó  con  Jorge  Eliot;  Rusia,  con  Dostoievski 
y  Tolstoi;  Suecia,  con  Ibsen  y  Bjoernstjerne  Bjoernson;  Alemania,  con. 
Sudermann,  Hauptmann  y  Nietzsche;  Italia,  con  D'Annunzio  y  Fogaz- 
zaro.  Añadióse  luego  el  influjo  del  inglés  Rudyard  Kipling,  del  ruso 
Gorki  y  del  polaco  Sienkievicz.  Todos  estos  tan  variados  escritores 
convenían  en  lo  que  Brunetiére  llamó  pitic  socialc.  Un  como  soplo 
de  piedad  humana  diríase  haberles  inspirado  á  todos.  "Un  so- 
plo de  caridad  evangélica  — dice  Lanson — ,  de  solidaridad  hu- 
mana llegó  hasta  nosotros  y  fundía  la  dureza  de  nuestro  naturalismo." 
A  pesar  de  haber  formado  el  americano  Rodó  su  pensamiento  en 
los  positivistas  franceses  Taine,  Comte  y  Renán,  todas  sus  obras  son 
una  predicación  de  espiritual  idealismo,  encarnado  hasta  en  los  tipos 
que  llevan  al  frente,  Ariel,  Próspero  y  Proteo.  "El  positivismo  — dice — , 
que  es  la  piedra  angular  de  nuestra  formación  intelectual,  no  es  ya  la 
cúpula  que  la  remata  y  corona."  Véase  Gustavo  Gallinal,  Rodó  (1918). 
Los  treinta  y  siete  poetas  del  cenáculo  de  Lemerre  proclamaron  co- 
mo lema  del  parnasianismo:  Impasibilidad.  Del  romanticismo  debía  to- 
marse el  color,  la  forma  suntuosa,  y  ahogar  el  yo.  "Nada  de  sollozos 
humanos  en  el  canto  del  poeta",  dijo  Catulle  Mendes,  Pero  no  fué  im- 
pasible ninguno  de  los  parnasianos.  En  Gautier  hay  un  fondo  de  triste- 
zas, desaliento  y  nihilismo,  que  le  llevan  al  arte  para  consolarse.  En 
Baudelaire,  visionario  á  lo  Edgar  Poe,  hay  exaltación  perpetua,  idea- 
lismo ardoroso  y  enfermiza  sensualidad.  Ni  son  impasibües  SuUy 
Prud'homme,  el  filósofo;  ni  Franqois  Coppée,  el  burgués;  ni  Ar- 
mand  Silvestre,  el  fauno;  ni  aun  Leconte  de  Lisie,  apóstol  se- 
reno del  cenáculo;  pues  sobre  los  Poemas  antiguos  y  sobre  los 
Poemas  bárbaros  se  apesadumbra  la  tristeza  deil  vivir.  Poeta  impa- 
sible, no  es  poeta.  En  lo  que  se  diferencian  de  los  románticos  es  en 
tomar  por  lo  serio  el  trabajar  la  forma,  el  cuidar  la  técnica,  el  estudio, 
en  suma,  que  los  románticos  alardeaban  de  menospreciar,  encomendán- 
dolo á  la  inspiración  instintiva.  Hay,  pues,  menos  espontánea  natura- 
lidad y  mayor  artificio  y  cuidado.  Tal  es,  en  la  lírica  francesa,  el  fruto 
de  la  época  realista,  científica  y  reflexiva.  El  modernismo  extremó  to- 
davía más  estas  tendencias,  llamémoslas  cerebrales.  El  modernismo 
tiene  una  raíz  mortífera,  muerta  diríamos  mejor,  y  así  no  podía  vivir, 
ni  vivió  largos  años:  es  literatura  pensada,  más  que  sentida,  y  la  lite- 


NATURALEZA    DEL    MODERNISMO  35 

ratura  na  de  ser  más  sentida  que  pensada.  Es  arte  cerebral  más  que 
cordial,  á  pesar  de  todo  el  pujo  de  sensaciones  que  trata  de  exprimir, 
porque  no  las  exprime  del  corazón  sintiendo,  sino  de  la  cabeza  pensan- 
do Es  tradicional  en  el  arte  francés  el  que  salga  por  cálculo,  más  bien 
que  por  sentimiento,  y  el  cálculo  es  madre  de  la  ciencia,  no  del  arte.  El 
arte  cerebral  acaba  siempre  por  ser  arte  de  pura  forma,  juego  de  pa- 
labras. Ahora  bien,  "la  poesia  no  es  humana  música  de  palabras,  sino 
celeste  música  de  pensamientos",  dijo  Miguel  Antonio  Caro.  Así  el 
modernismo  vino  á  emparentar  con  el  gongorismo  y  culteranismo  de 
antaño.  Puede  enteramente  aplicarse  al  modernismo  y  simbolismo  la 
impresión  que  fray  Angd  Manrique  escribió  del  culteranismo  de  su 
tiempo,  en  Exequias^  Túmulo,  etc.  (1621)  :  "los  juezes  quedaron  tan 
ayunos  de  lo  que  querían  de^ir  (ciertas  octavas),  quanto  se  cree  que 
lo  están  délo  que  dizen  muchos  de  los  poetas  que  ahora  se  usan,  aten- 
tos sólo  á  esconder  la  sentencia,  si  es  que  tienen  alguna  en  la  escabro- 
sidad del  estilo,  entonces  tenido  de  sus  autores  por  más  culto,  quando, 
apóstatas  de  la  lengua  castellana,  si  no  es  los  suyos,  ni  hay  idiomas  ni 
frases  de  que  no  usen...  i  Raro  prodigio  de  Ja  singularidad  en  los  modos 
de  hablar,  si  no  loable,  admirable  por  lo  menos,  que  sepa  un  hombre 
hablar  en  castellano  y  entre  sus  naturales  más  obscuro  que  hablaron  en 
latín  Persio  ni  Horacio  aun  para  los  extraños  desta  lengua!''  Recuerdo 
haber  leído  esta  estrofa  modernista  de  un  poeta  americano,  que  sola 
ella  se  basta  para  probar  la  consanguinidad  del  modernismo  con  el 
gongorismo  :_^ 

"En  el  grávido  retrete  los  cerúleos  palimps.estos 

ora  lúbricos  ebullen,  ora  lúridos  y  mestos 
gemen  místicas  saudades 
o  a  los  féretros  de  Hades 

van  en  flébil  palinodia  maldiciendo  sus  incestos." 
De  aquí  que  de  todos  Jos  poetas  modernistas,  pueda  decirse  lo  que 
dijo  Rodó  de  Rubén  Darío:  que  no  son  poetas  nacionales  ni  populares, 
que  son  exquisitos  y  refinados  de  expresión,  nada  ó  poco  afectivos  ni 
apasionados,  sino  individuailes  y  fríos,  que  todo  lo  sacrifican  en  aras 
de  la  gracia  en  el  decir  y  de  la  novedad  en  el  pensar,  que  pueden  ser 
peligrosos  como  modelos,  y,  por  tanto,  sólo  admisibles  como  excepcio- 
nes. Quiere  decir  que  son  plantas  raras  y  exquisitas  de  estufa  para 
que  luzcan  en  regio  salón,  de  las  que  ni  frutos  ni  aun  flores  hay  que  es- 
perar. Armando  Donoso,  Los  nuevos,  1912,  pág.  114:  "No  diré  que  la 
poesía  tendenciosa  sea  una  necesidad  artística:  lejos  de  mí  tal  atenta- 
do contra  'la  belleza ;  pero  tal  vez,  mientras  más  se  acerque  a  todo  hu- 
manismo más  altos  vuelos  le  están  reservados,  y  el  mayor  poeta,  quién 
sabe  si  será  un  día  aquel  que  haya  penetrado  más  hondamente  en  el 
alma  colectiva  de  la  raza.  Este  rabioso  personalismo  que  ha  caracteri- 
zado la  literatura  de  la  segunda  mitad  del  siglo  xix,  podrá  engendrar 
poetas  atormentados  hasta  la  angustia  como  Baudelaire,  poetas  sutiles 
hasta  la  genialidad  como  Verlaine,  ó  musicales  y  objetivos  como  Rubén 


36  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

Darío,  pero  jamás  el  tipo  del  gran  creador,  del  poeta  inconmensurable, 
un  Shakespeare,  un  Eurípides,  un  Goethe." 

Víctor  Pérez  Petit,  Los  Modernistas,  1903,  pág.  56:  "Toda  tiranía 
provoca  una  reacción.  El  naturalismo  se  había  alzado  triunfante  sobre 
las  ruinas  de  la  ciudad  ideal.  Sus  victimas  — los  románticos  y  los  par- 
nasianos— ,  los  proscriptos  del  mundo  del  arte,  no  podían  sufrir  la 
derrota.  Por  otra  parte,  los  excesos  y  demasías  cometidos  por  aquella 
escuela,  su  empuje'  avasallador,  su  despotismo  imperante,  levantaron 
tin  clamoreo  de  rabia.  Y  entonces,  todos  los  hijos  del  Ensueño  for- 
maron legión  contra  los  hijos  de  la  Realidad.  Una  bandera  tremoló  en 
los  aires.  Una  barricada  se  levantó  en  la  calle.  La  lucha  estaba  empe- 
ñada al  fin.  Pero  como  no  era  posible  resucitar  muertos,  los  nuevos  pa- 
ladines del  idealismo  abandonaron  sin  vacilar  las  doctrinas  románticas 
y  parnasianas :  éstas  no  hubieran  ya  decidido  á  nadie.  Había  que  hacer 
gTjerra  radical  y  temeraria,  para  destronar  á  una  escuela  que,  en  su 
día,  también  había  sido  temeraria  y  radical.  Y  entonces  surgió  la  exa- 
geración como  la  más  pujante,  como  la  más  temeraria  arma  de  com- 
bate. La  Verdad  era  el  culto  de  los  naturalistas;  los  decadentes  procla- 
maron la  Ficción.  El  análisis  era  el  norte  de  aquéllos,  y  éstos  escogie- 
ron el  del  símbolo.  Lo  real  perseguían  Jos  primeros;  los  últimos,  se 
enfrascaron  en  lo  artificial.  Y  así,  por  exageración  y  contraste,  al  culto 
de  las  reglas  s.e  opuso  el  olvido  completo  de  ellas;  al  examen  científico, 
el  arte  enfermizo;  á  la  sinceridad,  el  ensueño;  á  lo  común,  lo  excepcio- 
nal. Y  la  paradoja  de  Gautier  pasó  á  ser  verdad  inconcusa:  "Para  el 
poeta,  das  palabras  tienen  en  sí  mismas,  y  fuera  del  sentido  expresado 
por  ellas,  una  belleza  y  un  valor  enteramente  propios,  como  esas  pie- 
dras preciosas  que  aún  no  han  sido  talladas  ni  engarzadas  en  pulseras, 
collares  y  anillos,  y  que,  sin  embargo,  encantan  al  conocedor  que  las 
mira  centellar  satisfecho,  cual  lo  haría  un  artífice  que  calculara  una 
joya.  No  se  puede  negar  que  existen  pailabras  que  son  diamantes,  za- 
firos, rabíes,  esmeraldas,  y  que  existen  otras  como  el  fósforo  frotado, 
y  no  es  pequeña  la  tarea  de  saberlas  escoger."  Esta  idea  del  autor  de 
Esmaltes  y  camafeos,  fué  extremada  por  los  decadentes :  los  vocablos 
del  idioma,  en  sus  manos  evocadoras,  se  encendieron  como  farolillos 
chinescos.  Así  fué  cómo  se  descubrió  — por  un  doble  fenómeno  mental 
y  sensitivo,  que  convirtió  las  impresiones  del  oído  en  ondas  lumínicas 
trasmitidas  á  la  retina —  que  la  palabra  aire  tiene  un  color  asul,  que 
la  voz  triunfo  es  de  un  color  púrpura,  que  mujer  es  color  de  rosa, 
violín,  completamente  blanca,  abalorio  de  tonalidad  negra^  etc.,  etc. ;  y 
así  se  dijo  que  no  sólo  los  nombres  propios  tienen  un  matiz  caracterís- 
tico (Esteban  Mallarmé  dice  que  Emilio  tiene  un  color  verde  lapislá- 
zuli), sino  también  que  cada  vocal  representa  un  tono  distinto.  Es  00- 
nccido  el  célebre  soneto  de  Rimbaud:  "A  noir,  E  blanc,  I  rouge,  U  vert, 
O  bleu,  voyelles  |  Je  dirai  quelque  jour  vos  naissances  latentes.  |  A, 
noir  corset  velu  des  mouches  éclatantes  |  Qui  bombillent  autour  des 
puanteurs  cruelles..."  Rene  Ghil,  otro  maestro  de  la  secta  decadente. 


NATURALEZA    DEL    MODERNISMO  Sy 

presentó  un  raro  Misal  — Traite  du  Verbe —  para  ofrendar  á  la  nueva 
divinidad.  Pero  sus  impresiones  é  ideas  difieren  algo  de  las  de  Rimbaud. 
Mientras  el  autor  del  Sonnet  des  Voyelles  dice  que  la  letra  I  es  roja, 
la  O  azul  y  la  U  verde^  el  poeta  de  Légendes  d'ánie  et  de  sang  afirma 
que  la  I  es  azul,  la  O  roja  y  amarilla  la  U.  Vemos,  pues,  que  los  mis- 
mos apóstoles  del  decadentismo  no  se  entienden  entre  sí,  y  que  en  esta 
iglesia  hay  cismas  como  en  todas  las  religiones.  Por  lo  demás,  esto  es 
u:i  detalle  que  no  tiene  mayor  importancia,  desde  que  en  el  fondo  de 
la  cuestión  no  hay  otra  cosa  que  el  propósito  de  épater  les  hourgeois... 
El  mismo  Rene  Ghil,  en  su  Traite  du  Verbe,  dice:  "Analizando  su 
soberanía,  las  Harpas  son  blancas ;  y  azules  son  los  Violines,  desfalle- 
cidos á  menudo  por  una  fosforescencia  para  exagerar  los  paroxismos; 
en  la  plenitud  de  las  Ovaciones,  los  cobres  son  rojos ;  las  Flautas,  amari- 
llas, modulan  la  ingenuidad  al  asombrarse  del  resplandor  de  los  labios; 
y  sordina  de  la  Tierra  y  de  las  carnes,  síntesis  siempre  de  los  únicos 
instrumentos  simples,  los  Órganos  completamente  negros,  lloran..."  Es 
dudoso  que  este  párrafo  (que  puede  servir  de  ejemplo  de  los  extraordi- 
narios galimatías  que  cometen  los  decadentes)  nos  convenza  de  lo  que 
trata  de  demostrar;  pero  es  indudable,  en  cambio,  que  de  él,  como  de 
todo  el  Traite  du  Verbe,  fluye  la  idea  de  que  la  poesía  debe  hablar  á 
nuestro  sensorio  y  no  á  nuestro  cerebro.  Debe  hacerse  música  agrada- 
ble al  oído,  música  que  provoque  el  ensueño,  música  que  arrobe  el  alma. 
Es  lo  que  dice  Verlaine :  "De  la  musique  avant  toute  chose  |,  Et  pour 
cela,  préfére  l'impair  ]  Plus  vague  et  pl!us  soluble  dans  l'air  |  Sans 
ríen  en  luí  qui  pese  ou  qui  pose."  No  es  de  extrañar,  pues,  que  persi- 
guiendo este  solo  propósito,  se  haya  llegado  á  afirmar  que  Jas  voces 
del  idioma  no  deben  emplearse  en  el  verso  por  su  significado  corrien- 
te ó  etimológico,  sino  por  su  sonido  onomatopéyico  y  por  su  color,  por 
su  ritmo  y  por  sus  gestos.  En  esta  hiperestesia  musical,  los  decadentes 
llevan  á  su  período  á/lgido  la  estética  de  Banville,  haciendo  de  sus  es- 
trofas verdaderas  zarabandas,  dignas  de  acompañar  las  danzas  sagra- 
das de  Haití,  con  sus  sonidos  primitivos  de  tam-tam  y  sus  modulacio- 
nes nasales  de  kinores  hebraicos.  Los  instrumentistas  y  los  wagnen'a- 
nos  (que  así  se  denominan  éstos,  para  diferenciarse  de  los  romanistas, 
delicuescentes  y  progresistas  que  dan  la  supremacía  á  la  línea,  al  color 
ó  al  tema  excepcional),  logran  por  tal  modo  componer  estrofas  que 
son  un  hacinamiento  de  palabras  sin  sentido  y  sin  rei^ación  las  unas  con 
las  otras.  Otro  rasgo  distintivo  de  la  tendencia  decadente  es  lo  excep- 
cional. Sus  cultores  — ese  enjambre  de  rubias  abejas  que  zumba  en 
la  cumbre  del  Helicona  para  .libar  el  néctar  de  las  flores  de  Apolo—, 
buscan  en  el  alma  contemporánea  todo  lo  que  ella  puede  encerrar  de 
extraño,  raro,  sutil,  abstruso  y  anormal.  Los  sentimientos  y  pasiones, 
las  ideas  y  principios  Comunes  y  vuilgares,  no  marcharían  de  perfecto 
acuerdo  con  esa  estética  extravagante  y  agudísima.  La  forma  aérea, 
musical,  llena  de  irisaciones,  cuajada  de  oscuridades,  no  puede  ex- 
presar sino  estados  de  alma,  complejos,  abstrusos,  desordenados.  Y  de 


38  ÉPOCA   REGIONAL  Y   MODERNISTA   (1888-I907) 

ahí  que  toda  esa  literatura  resulte,  á  veces,  incomprensible  é  incohe- 
rente, vibrante  y  simbólica.  "Habéis  dotado  el  cielo  del  arte  — dice  un 
autor  francés —  de  no  sabemos  qué  luz  macabra;  habéis  creado  un  es- 
tremecimiento y  un  espasmo  nuevos."   Hay  algo  de  eso,    en  verdad; 
pero  lo  cierto  es  que  casi  todas  esas  cosas  raras  nos  resultan  ininteli- 
gibles, y   que  nuestro  pensamiento  queda  extraviado   en  ese  laberinto 
de  versos  libres,  amorfos  y  musicales.  ¡  El  verso  Ubre !  Francis  Vielé- 
Griffin,  Gustave  Kahn  y  el  Conde  Robert  de  Montesquiou  Fezensac^ 
nos  han  dado  numerosos  ejemplos  de  los  efectos  musicales  que  obtie- 
nen ail  utilizarlo.  Porque  los  decadentes,  si  bien  no  desdeñan  "la  rima 
rica"   de   los   románticos   (todos   esos   consonantes   sonoros   que  titilan 
colgados  al  extremo  del  verso  como  las  cadenillas  de  oro  de  las  escla- 
vas circasianas),  y  no  olvidan  del  todo  "la  consonante  de  apoyo"  que 
da  más  armonía  á  la  estrofa,  han  hecho  todo  lo  posible  por  desterrar 
las  viejas   reglas  métricas,   descoaluntarudo   los  hemistiquios   vértebra 
por  vértebra,  y  deshaciendo  todos   los  acentos  prosódicos  que  marca- 
ban el  compás  en  Jos  augustos  alejandrinos  clásicos.  La  frase  aérea, 
lírica,  diluida,  que  expresa  sentimientos  sutiles  é  indefinibles,   encuen- 
tra así  un  molde  adecuado,  y  se  extiende  fluida  y  ligera  como  un  vapor 
de  incienso  sobre  la  cailma  infinita  de  una  tarde  otoñal.  Y  nada  impor- 
ta entonces  que  el  círculo  de  hierro  de  la  medida  y  el  ritmo  pretendan 
contener  los  desbordes  del  pensamiento:  éste  levanta  el  vuelo  como  un 
poderoso  alción  de  las  tormentas,  y  sigue  el  rumbo  caprichoso  á  que 
le  arrastre  el  batir  de  sus  ailas.  Entonces  vemos  un  heptasílabo  aparea- 
do á  un  alejandrino  yun  verso  monosílabo  seguido  de  otro  de  dieciocho 
ó  veinte  sílabas.  Pero  sobre  toda  esa  selva  desigual,  en  Ja  que  los  ar- 
bustos se  encaraman  á  los  altos  troncos  seculares,  divaga  una  extraña 
cadencia  que  alimenta  Ja  idea  de  poesía:  es  la  música  anhelada  por 
estos  poetas.   Finalmente,  haremos  notar  que  la  metáfora  — que  tan 
grande  parte  tiene  en  la  lírica  de  los  románticos — ,  es  apenas  emplea- 
da en  los  versos  decadentes.  Las  imágenes  no  surgen  en  éstos  por  tér- 
minos de  comparación,  sino  por  el  sonido  propio  de  las  palabras,  por 
su  color  ó  por  sus  combinaciones  rítmicas...  El  decadentismo  es,  pues, 
la  reacción  inevitable  contra  el  genio  del  naturalismo  que  imperó  en 
Francia,  y  la  conclusión  obligada  de  la  evolución  seguida  por  la  lírica 
desde  Víctor  Hugo  á  nuestros  días.  Todas  las  reformas  á  la  métrica, 
de  este  genial  poeta,  el  pesimismo  de  Baudelaire,  las  orgías  coloristas 
de  Gautier,  la  impasibilidad  de  Leconte  de  Lisie,  los  juegos  malabares 
de  Banville,  la  ortografía  de  Heredia  y  la   musicalidad  de  Verlaine, 
vinieron  en  tropel  á  engendrar  una  era  de  decadencia.  Y  entonces  sur- 
gieron  los   coloristas,  los    wcgnerianos,   los  instrumentistas,   los   deli- 
cuescentes, los  romanos  y  los  progresistas  — toda  esa  falange  de  poetas 
extraordinarios,  verdaderos  cultores  de  lo  exótico  y  de  lo  raro,  soña- 
dmes  excéntricos  que  pasean  sus  sueños  por  el  reino  de  la  Quimera, 
platicando  con  los   faunos  y  grifos,  persiguiendo  los  gnomos  y  gorgo- 
nas.  respirando  el  aroma  de  flores  envenenadas,  acariciando  monstruos 


NATURALEZA    DEL    MODERNISMO  Sg 

fabulosos  como  manticoros  y  catoblepas,  oyendo  armonías  de  instru- 
mentos á  la  distancia  y  embelesándose  con  las  bacantes  que  cruzan 
desenfrenadas  al  través  de  los  bosques  centenarios  ó  desmayando  de 
ventura  ante  las  pálidas  nereidas  que  rondan  por  los  lagos  azules  del 
jardín  de  las  Hespérides;  — toda  esa  turbamulta  de  "Jos  nuevos", 
borrachos  de  sensaciones  refinadas  y  agudísimas,  sedientos  de  clarida- 
des y  rumores,  espíritus  hipnotizados  por  el  genio  de  las  palabras,  por 
sus  modulaciones  arcanas  y  sublimes,  por  sus  colores  tenues  y  desma- 
yados; que  viven  en  una  vibración  continua,  cual  si  fueran  cristales 
sutilísimos  de  baccarat  heridos  por  una  varita  mágica  de  plata ;  almas 
enfermas...  cada  uno  de  estos  poetas  es  original,  único,  y  permanece 
aislado  en  medio  á  sus  compañeros.  No  hay  escuela  literaria  propia- 
mente dicha,  sino  manifestaciones  particulares.  No  pertenecen  á  igle- 
sia determinada,  y  cada  uno  oficia  en  el  altar  propio  de  su  capricho 
personal,  incensando  la  divinidad  y  derramando  en  su  loor  perfumes 
y  ungüentos  arrobadores.  La  frase  de  Wagner  "no  imitéis  á  nadie  y 
menos  a  mí"  es  la  consigna  de  estos  poetas  independientes.  Y  por  ello 
cada  uno  sigue  el  sendero  de  sus  naturales  inclinaciones,  aunque  todos 
estén  de  acuerdo  en  los  principios  generales.  Espíritus  abrasados  por 
llamas  celestes,  por  amores  frenéticos,  por  lascivias  infernales,  por 
dolores  dulcísimos,  por  recuerdos  legendarios,  por  filosofías  olvidadas 
en  los  negros  panteones  de  las  civilizaciones  desaparecidas,  no  viven 
la  vida  que  nosotros  vivimos,  y  ora  resultan  contemporáneos  de  los 
bárbaros  que  cruzaban  en  rápidos  corceles  las  planicies  del  Asia  Me- 
nor, ora  visten  la  túnica  de  armiño  de  los  Aedas  atenienses,  ya  ofician 
á  la  par  de  los  sacerdotes  sálicos,  ya  filosofan  en  un  tenebroso  rincón 
de  Alejandría  al  lado  del  viejo  Ptolomeo  Evergetes,  ora,  en  fin,  se 
arrojan  á  los  mundos  saturnianos,  á  las  Alfas  del  Centauro,  á  lo  infi- 
nito, á  lo  desconocido,  para  deleitarse  con  el  concierto  de  los  soles  que 
oían  Pitágoras  y  Timeo  de  Socres.  No  debemos  confundir,  sin  embar- 
go, á  los  decadentes  — cuyos  principales  rasgos  acabamos  de  señalar — 
con  'los  simbolistas...  Stéphane  Mallarmé,  el  más  grande  de  los  simbo- 
listas, resume  así  toda  la  teoría:  "Nombrar  un  objeto  es  suprimir  las 
tres  cuartas  partes  del  placer  que  se  experimenta  adivinando  un  poe- 
ma poco  á  poco ;  sugerirlo,  he  ahí  el  ideal.  El  uso  perfecto  de  este  mis- 
terio es  'lo  que  constituye  el  símbolo;  evocar  por  partes  un  objeto  para 
mostrar  un  estado  de  alma  ó,  á  la  inversa,  escoger  un  objeto  y  des- 
prender de  él  un  estado  de  alma  por  medio  de  una  serie  de  solucio- 
nes." Esta  poesía,  verdadera  antítesis  de  la  de  los  pnrnasianos,  reviste 
la  forma  de  ensueño,  y  tiene  todos  los  refinamientos  y  exquisiteces  de 
!as  sensaciones  más  vaporosas  é  inmateriales.  Las  palabras  pierden  su 
forma,  su  rigidez,  su  estricta  y  descarnada  representación  del  pensa- 
miento; y  como  si  una  extraña  luz  las  iluminara  por  dentro,  esfuman 
sus  contornos,  toman  morbideces  y  relieves  fugitivos,  destellan  mati- 
ces y  resplandores  para  tejer,  sobre  un  fondo  impalpable,  apocalípticas 
aáegorías,   brumas  emblemáticas,  maravillosos  bordados  de  espejismo 


40  ÉPOCA   REGIONAL   Y   MODERNISTA    (1888-I907) 

que  parecen  diluirse  en  movibles  volutas  de  humo,  ó  para  representar, 
al  través  de  nieblas  blanquecinas,  reverberaciones  de  piedras  precio- 
sas ocultas  en  terrenos  lacustres  y  reflejos  de  astro  extraviados  sobre 
las  ag-uas  de  los  estanques..." 

Desde  1900  se  funden  las  escuelas  líricas  de  Francia;  los  simbolis- 
tas vuelven  á  la  tradición.  Parnasianos:  Laurent  Tailhade,  Robert  de 
la  Villehervé,  Emmanuel  Signoret,  Claude  Couturier.  Simbolistas: 
Jean  Moréas,  Henri  de  Régnier,  Fernand  Gregh,  Gustave  Kahn,  Jules 
Laforgue,  Franqois  Jammes,  Charles  Maurice,  E.  B.  Constant,  Henry 
Muchart,  Arthur  Simaud.  Neo-románticos:  Clovis  Hugues,  Jean  Ra- 
loeau,  Charles  Devennes,  Richepin. 

8.     El  modernismo ^  prurito  de  novedad. — "Lo  nuevo  siempre  es 
mejor   porque    es  nuevo,    sólo    por    eso."    Este    dicho  de    Remigio    de 
Gourmant  parece  haber  sido  el  santo  y  seña  de  los  modernistas.  Por 
lo  menos  de  su  título  de  modernistas ;  porque  también  responden  ail 
toque  de  clarín  de  Carlos  Morice :  "Harás  todo  lo  contrario  de  lo  que 
hicieron  tus  nntepasados."  Tal  es  el  principio  engendrador  de  la  moda 
en  el  vestir.  El  modernismo  es  lo  moderno,  lo  de  la  mOda;  es  la  escuela 
cuyo  principio  estético  no  es  la  belleza  de  los  clásicos,  ni  la  expresión, 
único  verdad-ero   principio  del  arte,  sino  la  moda,  la  novedad,  lo  mo- 
derno. Y  como  las  ideas  son  eternas  y  nunca  nuevas,  el  modernismo 
se  atiene  á  la  forma,  á  las  palabras  y  al   ritmo,  á  la  renovación  con- 
tinua de  ritmos  y  palabras.  Así,  señoreando  la  forma  al  fondo,  ila  poe- 
sía   queda    desquiciada,    es    decadente.    Todos    los    maestros    del    mo- 
dernismo   convienen    en    ello.    "Le    rare    est    le    bon",    dijo    Verlaine. 
Para   Paul   Hervieu   el   buen  escritor   es  "el  que   expresa  un   pensa- 
miento   en  los  términos  más  nuevos  que  haya,   desterrando  todas  las 
frases  hechas".  "O  rinnovarsi  o  moriré",  ha  dicho  D'Annunzio  (Gio- 
vanni  Episeopo).  Si  después  de  recorrer  tan  variadas  y  tan  apartadas 
sendas  por  donde  han  echado  los  líricos  franceses  modernos  nos  levan- 
tamos para,  á  vista  de  pájaro,  contemplarlas  á  ellas  y  á  los  que  por 
ellas  discurren,  no  podremos   menos  de  cifrar  el  modernismo  en  una 
sola  fórmula:  Ansia  de  notoñedad.  No  es  hallazgo  éste  del  otro  jueves, 
sino  de  todos  los  días  para  el  que  se  pasea  por  Francia.  Los  franceses 
viven  por  la  notoriedad  y  para  la  notoriedad.  La  moda  es  cosa  fran- 
cesa; de  Francia   salen  las  modas  todas,  no  sólo  del  vestido,  sino  del 
juguete,  de  la  industria  entera,  del  arte,  de  la  literatura.  Francia  es 
el  escaparate,  los  franceses  son  los  corredores  y  escaparateros  de  la 
industria,  de  la  ciencia,  del  arte,  de  la  literatura.  La  renombrada  lige- 
reza francesa  acaso  no  sea  causa,  sino  efecto  de  este  espíritu  de*  noto- 
riedad que  no  'les  deja  sosegar,  que  les  hace  buscar  en  todo  la  pose  y 
figurar  en  todas  partes.   Hasta  en    religión   los   franceses,   sí   no   han 
contado    con  .grandes    fundadores    de    Ordenes    como    San    Francisco, 
Santo  Domingo,   San  Ignacio,   han  tenido  infinidad  de  fundadorcillos 
y  más  de  madamas  fundadorcillas  de  Congregaciones  religiosas  que  han 


NATURALEZA    DEL    MODERNISMO  4 1 

inundado  el  mundo,  porque  cualquier  devoto,  y  más  si  es  devota,  ha  que- 
rido ser  un  San  Ignacio  ó  una  Santa  Teresa.  Las  escuelas  literarias 
francesas  no  responden  más  que  al  mismo  afán  de  notoriedad  histrió- 
nica.  Lo  nuevo,  lo  raro,  Jo  extravagante,  lo  que  llame  la  atención,  eso 
han  pretendido.  Y  nótese  bien :  con  nada  de  eso  tiene  que  ver  el  arte, 
aue  sólo  busca  la  belleza,  y  la  belleza  es  eterna  é  inmortal,  mientras 
que  lo  nuevo,  lo  que  frappe^  !a  moda,  es  cosa  de  un  día,  es  Ja  carica- 
tura de  la  belleza,  como  la  niña  vanidad,  de  quien  es  hija,  es  contraria 
y  caricatura  del  orgullo  fundado  y  grande.  Es  espíritu  femenino,  no 
tiene  nada  de  macho  eso  de  querer  figurar,  de  pirrarse  por  la  moda, 
de  no  aspirar  más  que  á  atraerse  'las  miradas  de  los  que  pasan.  Eso  y 
nada  más  es  el  modernismo.  Quiere  el  modernista  pasar  por  sencillo 
á  la  antigua,  remedando  los  trompicones  y  torpezas  de  los  primitivos 
poetas,  siendo  un  refinado  y  hastiado  de  escuelas  y  de  estéticas;  desea 
pasar  por  músico  que  tañe  con  palabras ;  ansia  hacer  simbolismos  idea- 
les, filosofías  hondas.  Y  ni  es  filósofo,  ni  músico,  ni  primitivo.  El  caso 
€S  dar  en  cosa  desusada.  Si  en  la  versificación  se  ha  llegado  al  extremo 
de  refinamiento  y  se  han  agotado  los  recursos,  lo  único  nuevo  que  resta 
es  volver  atrás,  hacer  versos  desafinados,  cabalgadores,  aleluyas  de 
muchachos.  El  ansia  de  lo  desusado  llevó  siempre,  en  las  épocas  deca- 
dentes, á  la  poesía  laberíntica,  oscura,  que  haga  pensar,  que  haya  de 
ser  descifrada,  que  necesite  comentario.  Hay  que  dar  á  entender  que 
encubren  los  versos  cosas  nunca  dichas,  nuevas ;  cuando  si  el  poeta 
tuviera  cosas  nuevas  y  nunca  dichas  que  expresar  lo  que  haría  sería 
darse  maña  para  ^exponerlas  claramente  anticipándose  á  los  demás. 
Así  fué  de  oscura  y  enigmática  la  poesía^ alejandrina,  la  romana  de 
la  decadencia,  la  gongorina  y  culterana  de  España  y  de  Europa  entera 
en  el  siglo  xvii.  El  modernismo  es  un  culteranismo  de  nuevo  cuño; 
pretende  la  sencillez  primitiva^  en  vez  del  refinamiento  decadente;  el 
descuido  pensado  del  ritmo,  en  vez  del  acicalamiento  rítmico.  Pero,  en 
lo  demás,  las  mismas  salidas  de  pie  de  banco,  las  mismas  figurerías 
deslumbradoras,  Ja  misma  extravagancia  y  rotura  de  lenguaje,  estilo, 
metáforas  y  pensamientos.  Lo  destartalado  de  los  versos  en  los  poetas 
primitivos,  sus  anacronismos,  todos  sus  defectos,  se  nos  antojan  encan- 
tadores por  ver  en  ellos  el  candor  del  niño  que  trompica,  pero  que  se 
empeña  en  andar.  Mas  esas  mismas  faltas,  cuando  las  vemos  en  los  cul- 
tos y  refinados  poetas  modernos,  hácennos  el  efecto  de  chocheces  de 
viejos  decadentes  que  tornan  en  su  edad  caduca  á  la  niñez  y  no  pueden 
menos  de  causarnos  compasión,  cuando  no  asco.  No  es  que  no  sean 
poetas,  sino  que  adrede  buscan  chocheces  y  trompican  y  cojean  para 
llamar  la  atención.  Poeta  era  Góngora,  y  de  los  buenos ;  pero  sus  ver- 
sos cultos  son  execrables.  Fuera  de  esto,  hacer  sobresaliente  poesía  por 
los  medios  ordinarios,  con  los  ritmos  comunes,  con  las  comunes  voces, 
es  harto  más  dificultoso  después  de  otros  grandes  poetas  que  la  hicie- 
ren; y  como  á  todo  trance  hay  que  hacerse  oír,  ya  que  no  se  pueda 
por  el  camino  trillado  prefiérese  echar  por  esos  trigos.  "Moins  curieux 


42  ÉPOCA   REGIONAL   Y   MODERNISTA   (1888-I907) 

d'art  qu'affamés  de  reclame  et  de  notorieté",  dijo  Brunetiére.  Tal  es, 
electivamente,  el  alma  del  modernismo,  bien  de  manifiesto  en  aquella 
frase  épater  le  hourgeois.  Delirio  Jñstérico  de  notoriedad  llamaba 
Mallarmé  á  la  producción  literaria  de  estos  tiempos,  y  sólo  él  explica 
la  muchedumbre  de  escuelas  que  en  pocos  años  han  ido  sucediéndose 
en  París,  durando  cada  una  lo  que  tardaba  en  deshacerse  una  tertulia 
de  poetas  en  un  café  en  torno  de  alguno  ó  algunos  más  sobresalientes 
por  sus  novedades  y  se  formaba  otra  tertulia  en  torno  de  otro  ú  otros 
novadores.  La  nOyedad  era  la  nota  estética  que  privaba  y  el  medio  de 
alcanzar  esa  notoriedad  de  los  delirantes  é  histéricos  poetas.  Ha  sus- 
tituido esta  tan  ramplona  idea  de  la  novedad  á  la  idea  religiosa  que 
creó  el  arte  en  cada  pueblo  á  su  imagen  y  semejanza  (Brieghman, 
L'Anarchie  dans  l'art^  París,  1898).  Max-Nordau,  en  Dégcncresc^nce, 
habló  de  !os  parnasianos,  diabolistas,  simbolistas,  decadentistas,  este- 
tas, romanistas,  instrumentistas ;  y  no  sé  cuántas  escuelas  más,  impre- 
sionistas, sensitivistas,  orientalistas,  los  de  la  "estética  de  Jos  espíri- 
tus", los  de  la  vida  interior,  los  naturalistas,  hanse  sucedido,  hasta 
que  "hoy  en  literatura  no  hay  escuelas,  sino  individualismo",  como 
dijo  Gómez  Carrillo.  A  eso  llaman  egotismo^  y  aun  dicen  que  llega  á 
tanto  que  hay  autor  que  sólo  lee  sus  propias  obras,  hojeando  no  más 
las  de  los  otros.  Los  escritores  modernistas  fueron  calificados  por  Lom- 
broso  de  simuladores  natos,  esto  es,  gentes  que  tienen  la  comezón  y 
manía  de  fingir  sentimientos  y  emociones  por  darlas  de  raros,  excén- 
tricos, desalmados,  demoníacos,  extravagantes,  en  una  palabra,  por 
dar  á  entender  que  son  unos  genios,  que  no  son  como  los  demás.  Acha- 
que de  artistas  en  todo  tiempo,  pero  hoy  agudo  más  que  nunca,  por 
el  endiosamiento  que  ellos  mismos  han  atribuido  á  los  genios  artísti- 
cos. Nada  más  insoportable  que  el  artista,  nada  más  vidrioso,  nada  más 
vano  ni  más  soberbio.  Su  megalomanía  ha  llegado  hoy  á  lo  sumo. 
La  gloria  les  emborracha.  Dicen  que  son  inspirados  de  lo  alto  por  algún 
genio  ó  demonio.  Ingenios  es  como  antes  se  llamaban;  esto  es,  hom- 
bres que  nacen  con  tales  ó  cuales  hermosas  cualidades  artísticas,  in- 
fundidas  en  ellos  al  nacer  por  los  genios  ó  diocesillos  paganos  que 
equivalían  á  nuestros  ángeles  de  la  guarda.  Hoy  ya  no  se  llaman  in- 
genios, sino  genios;  quiere  decir  que  son  esos  mismos  diosecillos  hu- 
manados hechos  hombres.  A  tanto  llega  la  humana  soberbia,  que  se 
endiosa  a  sí  misma  porque  así  se  le  antoja.  Con  este  culto  del  yo,  con 
este  afán  de  alardear  de  dioses,  era  natural  que  tirasen  á  ser  origina- 
les, excepcionales.  Para  ello,  como  los  cueros  humanos  no  daban  de  sí, 
dieron  en  estiradlos,  en  fingir  lo  que  no  sentían,  en  excitarse  y  hacer 
de  los  locos,  en  falsear  sus  facultades  afectivas,  en  adulterar  la  ma- 
nera de  sentir,  para  que  fuera  otra  que  )la  de  los  demás,  y  cuando,  á  pe- 
sar de  todo,  no  lo  consiguen,  hacen  arte  enigmático,  oscuro,  que  parezca 
contener  dentro  eso  no  común  que  pretenden  aparentar,  aunque  no 
contenga  más  que  la  huera  y  vana  pedantería  del  que  quiere  ser  lo 
que  no   puede  ser.  Torturan  el  entendimiento  para  sacar  algo  sutil  y 


NATURALEZA    DEL    MODERNISMO  43 

nunca  oído;  dan  garrote  al  corazón  para  que  exprima  alguna  sensa-- 
ción  jamás  sentida;  lanzan  la  fantasía  sin  freno  por  países  descono- 
cidos, hasta  dar  con  la  flor  de  Lilolá,  con  aquel  tema  raro,  peregrino,, 
desconocido.  Entonces  es  el  atizar  el  fuego  del  corazón,  que  hierva  y 
borbotee,  entonces  el  tomar  excitantes  y  bebidas  para  salir  de  sí  y 
sentir  extraordinariamente,  de  modo  que  todos  estos  artistas  paran 
en  borrachos,  alcohólicos,  tomadores  de  éter,  opio,  morfina,  qué  sé  yo; 
Así  llegan  á  los  paraísos  artificiales  que  procuran  expresar  por  medio 
de  un  arte  que  no  puede  menos  de  ser  artificial  y  tan  poco  humano^ 
como  semejantes  visiones,  sensaciones  é  intentos  de  los  tales  artistas». 
Luego  viene  la  horma,  el  molde  en  que  vaciar  tan  exquisito  Jicor:  ha- 
de tener  las  rarezas,  las  sutilezas  del  fondo;  que  exprese,  hable  y  diga: 
por  estallidos,  á  golpes,  en  rumores,  por  zumbidos  de  insectos  y  fclla- 
jes,  por  frufrúes  de  sedas  y  papeles  lo  que"  no  se  quiere  decir  con  la 
palabra  común  y  vulgar.  Si  el  artista  es  vate,  entonces  los  versos  tam- 
bién han  de  ser  desusados,  estrafalarios,  que  den  golpe,  que  rompan 
el  ritmo  impensadamente,  que  sin  dejar  de  ser  versos  parezcan  prosa,, 
así  como  si  escriben  en  prosa  ha  de  ser  tal  que  semeje  verso.  Se  desea 
hacer  música  con  la  pintura  ó  con  el  idioma,  literatura  con  la  pintura: 
ó  con  la  música,  pintura  con  :1a  música  ó  con  el  idioma.  El  caso  es  no 
hacer  lo  que  el  común  de  la  gentes;  sacar,  por  consiguiente,  las  cosas- 
de  quicio.  Ser  raros:  tal  es  el  intento  y  tales  Jos  medios.  En  suma,  la 
vanidad  artística  que  desea  á  todo  trance  aparentar  como  blanco  y  fin- 
en vez  del  único  fin  y  blanco  del  arte:  expresar.  Ahora  bien,  la  come- 
zón de  aparentar  falsea  el  arte  en  su  más  honda  raíz,  empapándola 
de  mentira,  vaciándolo  de  verdad,  que  es  su  propio  fondo.  Así  se  ex- 
plica que  no  hayan  dejado  rincón  alguno  de  tiempos  y  naciones  por 
requisar  ni  piedra  por  mover.  Todo  lo  revuelven,  registran,  desentre- 
sijan:  cosmogonías,  religiones,  ritos,  santorales,  mitologías,  heráldica,^ 
símbolos,  misterios,  ceremonias,  monumentos;  en  Grecia  y  en  Rema, 
en  Egipto  y  la  India,  en  China  y  el  Japón,  en  el  Perú  y  Méjico.  Lo 
mismo  les  importa  Jo  pagano  que  lo  cristiano,  lo  ascético  que  lo  epi- 
cúreo; antes,  todo  lo  barajan:  sacro  y  profano,  antiguo  y  nuevo,  feO' 
y  hermoFO,  divino  y  humano.  Despepítanse  más  por  lo  exótico,  raro  y 
pintoresco  que  por  lo  ingenuo,  propio  y  natural;  por  lo  extraño  mas- 
que por  lo  nacional  y  casero ;  por  lo  aristocrático  más  que  por  lo  po- 
pular. Apéstales  como  carroña  el  vulgo  y  las  gentes  comunes.  Prefie- 
ren al  vivir  presente  la  vieja  historia,  á  la  historia  la  leyenda  y  á  la 
leyenda  la  conseja.  Los  libros  y  monumentos  raros  les  dicen  más  que 
la  vida  que  sienten  en  tomo  suyo  y  la  naturaleza  que  'les  rodea.  No 
escudriñan  el  alma  humana  si  no  en  cuanto  tiene  de  enfermiza  ó  ma- 
niática en  locos,  hipocondríacos  é  histéricos.  Ellos  mismos  s,e  fingen 
estarlo,  y  aborrecen  lo  humano  normal ;  créense  gavilanes  ó  palomas, 
ángeles  ó  demonios,  sátiros  ó  vírgenes.  La  manía  de  la  exhibición  y 
teatralería  les  metió  en  el  cuerpo  la  de  la  simulación  y  ésta  la  del' 
enigma.  Verlaine  y  Mallarmé  son  los  dos  pontífices.  Proteo  el  primero^. 


44  ÉPOCA   REGIONAL   Y   MODERNISTA    (l888-IC)07) 

;a  fuerza  de  bebidas,  ora  oficia  de  místico  cristiano,  ora  de  sátiro  pa- 
gano y  carnal,  ya  se  presenta  como  ángel  inmaculado,  ya  como  in- 
munda bestia;  Cristo  y  Priapo,  María  y  Afrodita  le  inspiran  á  ratos. 
Mallarmé  vuelve  al  revés  el  arte,  y  de  la  expresión  hace  la  no  expre- 
sión ;  esconde  y  solapa  adrede,  cuando  el  arte  de  suyo  tiende  á  declarar 
y  descubrir.  Sus  obras  son  jeroglíficos,  misterio?,  tinieblas;  dentro  dice 
que  está  lo  que  quiere  expresar;  pero  como  no  lo  expresa,  no  hay  nada. 
Semejante  arte,  hermético,  debía  de  quedar  inédito.  Echar  á  la  calle 
un  enigma,  un  tapujo  que  nadie  ha  de  descifrar  ni  desenvolver,  es  el 
calmo  de  la  necedad.  Convertir  el  arte,  que  no  es  más  que  expresión, 
en  cosa  que  en  vez  de  expresar  oculte,  es  el  disloque  de  la  Cocura. 
Lo  que  en  el  fondo  de  todo  esto  hav  es  mucha  pretensión  pedantesca 
y  mayor  falta  de  sinceridad  artística.  Sinceridad  es  el  arte,  porque  es 
expresión;  falseamiento  es  el  arte  modernista,  moda,  por  consiguiente, 
•de  un  día,  locura  de  una  noche  de  orgía.  Ya  pasó,  y  no  podía  menos 
de  pasar.  Ñoñerías  de  jóvenes  vanidosos.  Como  si  en  el  momento  pre- 
sente no  tuviéramos  ansia  de  descubrir  verdades,  de  resolver  proble- 
mas, de  bañarnos  en  la  fuente  de  sana  verdad,  tanto  artística  como 
científica.  Venirnos  ahora  con  vejeces  y  rarezas,  con  embustes  y  ju- 
guetes pueriles,  de  preciosismos,  pastorismos,  cuando  tanta  hambre  te- 
nemos de  verdad  y  de  sinceridad.  Domina  lo  raro,  lo  humano  se  me- 
nosprecia. Pero  el  arte  de  los  hombres  humano  ha  de  ser  si  quiere  ser 
eterno  y  que  llegue  al  alma  de  los  hombres.  Por  eso  los  artistas  más 
vigorosos  y  verdaderos  son  ajenos  á  dilettantismos,  á  modas,  deportes, 
cosicosas  y  tiquismiquis  de  todos  esos  enfermizos,  decadentes,  deli- 
cuescentes y  maniáticos  jovenzuelos  de  la  ilechigada  modernista.  Vi- 
ilergas  lo  ha  encerrado  todo  ello  en  frase  lapidaria:  "Lo  bueno  no  es 
nuevo  y  lo  nuevo  no  es  bueno."  Juan  Valera,  Ecos  Argentinas,  1901» 
P'i?-  73-  "La  tal  galomanía,  cuando  se  extrema,  produce  lastimosos  re- 
sultados y  lleva  con  gran  facilidad  y  sin  sentir  á  un  ridículo  amane- 
ramiento. Debemos  observar  que  en  la  misma  Francia  este  ridícullb 
amaneramiento  se  da  más  que  en  parte  alguna.  Y  la  razón  es  obvia. 
A]\{  el  oficio  de  escritor  es  muy  lucrativo...  Quien  por  versos,  por  no- 
velas ó  por  cualquier  otro  libro,  obtiene  aplausos  de  los  gacetilleros  de 
París,  ya  puede  estar  seguro  de  que  venderá  de  su  libro  miles  y  tal  vez 
centenares  de  miles  de  ejemplares.  De  aquí  el  empeño,  en  la  literatura 
francesa  más  que  en  ninguna  otra  sentido,  de  lo  inaudito,  de  lo  extrava- 
gante y  de  lo  raro.  De  aquí  que  en  lo  que  no  cabe  adelanto  ni  progreso, 
que  en  lo  qiie  es  permanente  y  está  por  cima  de  las  variaciones  y  ca- 
prichos de  la  moda,  que  en  la  poesía,  en  su  más  amplüo  significado,  se 
inventen  en  París,  cada  dos  ó  tres  años,  nuevos  usos,  padrones,  cortes 
y  hechuras,  como  tal  vez  los  cocineros  de  París  inventan  nuevos  gui- 
sos y  como  los  sastres,  modistas  y  peluqueros  inventan  nuevas  formas 
para  los  trajes,  sombreros  y  tocados.  Convertir  en  artículos  de  moda 
*los  milagros  divinos,  las  creaciones  inmortales  de  las  musas,  es,  á  mi 
ver,   la  más  ruin  y  espantosa  de  todas  las  herejías  en  la  religión  del 


NATURALEZA    DEL    MODERNISMO 


45 


arte.  A  ser  hereje  de  este  género  puede  llevar  la  afición  de  la  última, 
moda  á  los  más  generosos  y  brillantes  ingenios.  Dentro  de  cierto  lí- 
mite y  refrenado  por  la  prudencia  y  por  el  buen  gusto,  el  afán  de  lo 
nuevo  tal  vez  anime  á  crear  algo  nuevo ;  tal  vez  lo  extraño,  lo  exótico,, 
lo  peregrino  discretamente  adaptado  á  la  literatura  propia,  logre  her- 
mosearla con  galas  y  adornos  que  nunca  tuvo,  y  con  los  cuales  sor- 
prende y  enamora.  No  poco  de  esto  vi  yo,  noté  y  celebré  en  los  versos 
y  en  la  prosa  del  primer  librito  de  Rubén  Darío  que  llegó  á  mis  manes, 
titulado  Asui.  Mayores  alabanzas  di  aún,  y  más  me  agradaron  por  su 
novedad  extraña,  los  versos  que  Rubén  Daño  compuso  y  publicó  en 
Madrid...  las  Seguidillas,  los  Centauros  y  El  Pórtico  al  libro  En  tropel^ 
de  Salvador  Rueda...  Pero  como  ya  he  dicho,  el  excesivo  amor  á  lo 
francés  puede  y  suele  convertirse  en  galomanía,  y  hasta  llegar  á  ser 
manía  general  y  completa...,  tengo  que  creer  y  que  decir  que  hay  algo 
de  maniático,  ó  al  menos  de  extraviado  en  poner  por  las  nubes  á  per- 
sonajes tan  extravagantes  como  Juan  Moréas,  Pablo  Verlaine,  el  Conde 
de  Santieaumont,  Eduardo  Dubas,  Lorenzo  Tailhade  y  otros  á  quienes 
nadie  ó  casi  nadie  conoce  ni  tiene  ganas  de  conocer  por  esta  tierra... 
Si  raro  (en  Los  Raros,  de  Darío)  es  el  que  tiene  una  pose  ó  varias,  el 
que  para  llamar  la  atención,  seguir  la  moda,  ó  dar  la  moda,  inventa 
rarezas  y  extravagancias,  yo  no  celebro  á  ningún  raro.  Prefiero  reírme 
de  todos.  Por  el  contrario,  si  raro  es  lo  no  vulgar,  lo  no  común,  rarísi- 
mo es  el  ingenio,  rarísima  es  la  inspiración  poética  y  más  raro  que 
nada  es  lo  que  llamamos  genio.  De  esta  segunda  significación,  algo  de 
raro  tiene  el  mismo  Rubén  Darío,  y  por  esa  rareza  le  he  celebrado 
siempre...  ¿Por  qué,  pues,  no  se  contenta  con  esta  rareza?  ¿Por  qué 
busca  también  la  otra  para  sí,  y  en  los  demás  la  celebra?  Esto  es  lo 
que  yo  critico,  y  esto  es  lo  que  me  infunde  el  recelo  de  que  pueda  ex- 
traviarse Rubén  Darío...  Yo  no  niego  que,  en  cada  época,  hay  tenden- 
cias y  corrientes  distintas  de  las  anteriores.  Lo  que  niego  es  que  deba- 
nadie  buscar  la  corriente  ó  la  tendencia  para  lanzarse  en  ella,  preme- 
ditada y  reflexivamente.  Si  tal  hace,  se  expone  á  caer  en  lo  amanera- 
do, afectado  y  falso.  Si  cae  en  la  tendencia  ó  en  la  corriente,  porque 
no  lo  puede  evitar...  todavía  será  lamentable  que  se  deje  arrastrar,  si 
la  corriente  es  mala;  pero  aun  así,  y  arrebatado  por  ella,  podrá  ser  el 
cantor  natural  y  sencillo."  Del  lenguaje  de  los  escritores  modernistas 
y  de  otros  que  sin  pretenderlo  lo  son,  porque  se  les  pega  á  causa  de  la 
ignorancia  del  castellano,  hay  que  decir  una  cosa  harto  notable :  que- 
es  un  castellano  particular  de  ellos  y  para  ellos,  empedrado  de  epítetos 
y  voces  imitadas  del  francés  ó  derivadas,  como  eí  diablo  les  da  á  en- 
tender, del  castellano  usado,  del  latín  y  aun  del  griego,  tres  idiomas  que 
no  conocen.  Pero  lo  bueno  es  que  esos  señores,  alardeando  de  me- 
nospreciar el  material  lingüístico,  diccionario  y  gramática,  medio  bien 
socorrido  para  no  estudiarlo,  no  hacen  más  que  rebuscar  todas  esas 
palabrillas  y  forjarlas  á  su  talante  y  aun  consultar  á  los  que  saben 
griego,  latín  y  castellano,  de  solapa,  por  supuesto,  y  devanarse  la  se- 


46  ÉPOCA  REGIONAL  Y   MODERNISTA   (1888-I907) 

sera  para  volver  al  castellano  las  que  en  los  poetas  franceses  les  en- 
cantan y  les  tienen  sorbido  el  seso.  Juran  y  perjuran  que  del  lenguaje 
:no  hay  que  hacer  caso  y  aun  que  hay  que  emplear  el  corriente  y  mo- 
liente, sin  matarse  por  ser  castizos,  que  no  quieren  voces  muertas, 
sino  vivas  y  actuales.  Y  con  todo,  sus  voces,  bien  reterrebuscadas,  sólo 
•tienen  de  vivas  y  actuales  el  usarlas  ellos  solos.  Las  gentes  no  entien- 
den semejante  palabrería  gálico-latino-helénica,  ó  si  la  entienden  no 
les  hace  mella;  pero  ellos  con  ella  se  saborean  y  andan  todo  el  día  á 
•caza  de  rarezas,  diciendo  al  mismo  tiempo  que  del  lenguaje  no  hacen 
vcaso.  Tan  cierto  es  que  el  pintor  no  puede  desentenderse  de  los  colo- 
res de  su  paleta,  ni  él  escritor  del  lenguaje  que  le  sirve  de  instru- 
mento. Acerca  de  lo  extranjerizada  que  á  principios  del  siglo  xx  se  ha- 
llaba España  y  de  las  extravagancias  modernistas,  trató  Bonilla  en 
Im  Hostería  de  Cantillana  (1911);  véanse  muestras.  Sólo  en  la  carrera 
de  San  Jerónimo  un  cartel  de  teatro  anunciaba :  II  Padrone  delle  Fe- 
rriére;  en  otro  se  leían :  soirée  fashionahle,  rendez-voiis,  great  atrac- 
tion,  clown.  En  los  rótulos  de  tiendas  nombres  como  Riley^  Landauer, 
Prévot,  Poucet^  Cuzzani,  Gucsnu,  Convré,  Péant^  Cook,  ChristopJiie, 
Lhardy,  Getheu  Kribbcn;  burean,  antiquités^  buffet,  restaurant,  La 
Parisienne,  New  England,  High-Life^  Continental-Expr^ss,  Tourist- 
Office,  Perfumería  Inglesa^  Platería  Inglesa^  Cervecería  Inglesa.  En 
la  librería  de  Fe  podían  (leerse  libros  con  títulos  como  Alma  de  imbécil 
(Novela  experimental) :  "Enrique  presentaba  el  aspecto  de  un  loco 
larvado  histérico-epiléptico,  cuyo  sistema  nervioso  sensitivo  ó  perifé- 
rico funcionaba  rápida  y  turbulentamente  al  asimilar  la  energía  del 
.gran  venero  en  donde  se  guarda  y  distribuye  la  fuerza  cósmico  univer- 
sal: era  su  locura  traumática,  tóxica,  si  se  quiere..."  Rastros  (ensa- 
yo de  novela)  :  "Cap.  I.  El  Five  o'clock-tea.  Gloria  abandonó  el  salón 
rojo  y  se  dirigió  al  salón  azul;  pero  al  llegar  al  salón  azul,  echó  de  me- 
Jios  algo  que  se  había  dejado  en  el  rojo;  volvió  cd  salón  rojo,  abriendo 
para  ello  la  puerta  que  con  el  azul  comunicaba,  recogió  un  lindo  abanico 
japonés  que  estaba  sobre  el  piano,  y  empujando  otra  vez  la  puerta  del 
.  salón  rojo,  entró  de  nuevo  en  el  salón  azul."  Luz  Mundi  (Ayes  y  Gritos) : 
"¡Yo  vengo  del  País  donde  el  Sol  brilla!  ¡Yo  traigo  en  el  Cráneo  su 
Luz!  ¡Dejadme  hablar!  ¡¡Dejadme  hablar.  Hombres  Partículas!!  Pe- 
.ro...  ¿qué  digo?  ¿Seréis  acaso  dignos  de  escuchar  mi  Palabra?  ¿Seréis 
merecedores  de  que  irradie  sobre  vuestras  almas  la  divina  Llama  que 
^rde  en  mi  Cabeza  ?"  Cuentos  negros :  "De  la  casa  salía  un  olor  á  baldo- 
sas recién  regadas,  y  del  campo  emanaban  bíblicos  efluvios.  El  paisaje, 
vago  de  color,  abstracto  de  luz,  febricitante  de  claro  obscuro,  se  esfuma- 
ba en  brumosas  lejanías..."  Canturías  {Auto-historias)  :  "Yo,  echado  en 
una  chaise4ongue,  sentía  arder  en  mi  cabeza  los  vapores  del  vino,  en 
xse  estado  de  semi-inconsciencia  que  recuerda  los  sueños  del  hatchis; 
ella,  desceñida,  reclinaba  la  cabeza  sobre  mis  hombres  y  recibía  con  an- 
-sia  el  hálito  de  da  noche,  que  se  filtraba  por  las  persianas  de  la  serré  para 
;acariciar  las   formas  de  su  cuerpo,   ebúrneas,   espléndidas,  vibrantes. 


EL  MODERNISMO  EN  AMERICA  Y  ESPAÑA  47 

cual  si  quisiesen  moduHar  los  arpegios  de  un  himno  de  lascivia."  Re- 
beldía: "Estoy,  por  tanto,  en  mi  derecho,  al  no  creer  en  la  moral  his- 
tórica y  al  afirmar  que  el  Evangelio,  como  basado  en  ella,  es  una  farsa 
indigna.  El  robo  es  más  humano  que  el  ayuno,  y  en  su  consecuencia 
más  explicable  y  más  defendible;  el  asesinato  es  más  humano  que  la 
oración,  y  en  su  consecuencia  más  digno  de  una  ley  que  lo  regulle. 
Ko  extrañe,  pues,  á  nadie  esta  mi  declaración:  al  primero  que  me  tro- 
pecé por  delante,  le  robo  y  luego  le  asesino."  Meteoros  psicológicos  {ver- 
sos) :  "Menudas  gotas  de  lluvia,  |  van  cayendo,  van  cayendo,  |  van 
mojando,  van  mojando,  |  van  mojando  el  seco  suelo;  |  van  cayendo  y 
van  mojando,  |  van  mojando  y  van  cayendo...  |  ¡  ¡  También  las  almas 
se  mojan!!  |  ¡¡También  se  secan  los  pechos!!"  Caja  de  colores  {ver- 
sos), con  Pórtico^  Liminar,  Vestíbulo  y  Epilogal:  "Cuando  hables  con- 
migo, I  no  me  hables  diciendo  |  las  mismas  palabras  |  que  modula  el 
demos;  \  sollámente  palabras  ebúrneas  |  en  tus  .labios  quiero,  |  como 
aquellas  que  Pythia  en  el  trípode,  al  magno  conjuro  |  pronunciaba  en 
Delphos",  poesía  titulada  en  griego  Kctvtúv,  la  cual  dice  adelante: 
"Dame,  hermosa,  un  abrazo  aromático,  |  caríbdico,  intenso,  |  que  estre- 
mezca las  cuerdas  del  raquis,  trocándola  en  lira  |  de  atáxico  Orpheo." 
En  cambio  los  libros  que  tratan  de  literatura  castellana,  que  la  estu- 
dian y  admiran,  sobre  Cervantes,  Juan  Manuel,  Calderón,  Ercilla, 
Berceo,  Macías,  Hurtado  de  Mendoza,  Tirso,  Arcipreste  de  Hita,  Lá- 
zaro de  Tormes,  eran  todos  extranjeros:  J.  Fitzmaurice-Kelly,  Baist, 
Morel-Fatio,  Ducamin,  Fitz-Gerald,  Rennert,  Foulché-Ddlbosc,  Fari- 
relli,  E,  Mérimée,  Rouanet,  De  Haan,  etc.,  etc. 

9.  Entrada  del  modernismo  en  A^mérica  y  España  y  la 
llamada  generación  del  p8. — Cada  cosa  crece  y  medra  con  aque- 
llo que  le  dio  el  ser.  La  Enciclopedia  y  las  ideas  francesas  fue- 
ron las  que  apartaron  de  España  a  las  flamantes  Repúblicas 
americanas.  Criada  aquella  juventud  durante  un  siglo,  por  la 
anayor  parte  de  sus  más  ilustres  pensadores,  en  el  cariño  de 
las  ideas  francesas  y  en  el  odio  de  España,  así  como  en  todo 
«el  siglo  XIX  no  pudo  crear  América  un  arte  nacional,  así  á  fines 
•de  él,  hubo  de  encapricharse  más  y  más  por  el  arte  pari- 
-siense,  con  la  novela  naturalista  primero,  mayormente  en  la 
¡Airgentina,  donde  el  espíritu  francés  predominaba  sobre  el 
espíritu  español;  después  y  sobre  todo  con  la  lírica  mo- 
■dernista.  Atisbos  se  hallan  ya  en  los  grandes  poetas  naci- 
-dos  en  las  regiones  centrales  del  Nuevo  Mundo,  más  in- 
clinadas al  arte  matizado  y  poco  chillón,  en  Díaz  Mirón  y  Gu- 
tiérrez Niájera,  de  Méjico;  en  Asunción  Silva,  de  Colombia;  en 


48  ÉPOCA  REGIONAL  Y   MODERNISTA   (1888-I907) 

Julián  del  Casal,  de  Cuba.  Pero,  sobre  todo,  Rubén  Darío,  de 
Nicaragua,  como  más  universal  poeta,  con  su  extraordinaria 
facultad  de  apropiarse  cuanto  hallaba  a  su  paso,  supo  tomar  las 
varias  tonalidades  del  parnaso  y  del  simbolismo  francés,  fra- 
guando una  manera  muy  personal,  deslumbradora,  ligera  y  mo- 
derna, que  ofreció  como  dechado  de  imitación  francesa  en  Azul 
(1888)  á  la  juventud  americana,  ganosa  de  novedades  parisien- 
ses. Remedáronle  en  toda  América  los  jóvenes,  sobresaliendo 
Lugones  en  la  Argentina  y  Herrera  Reissig  en  el  Uruguay, 
entre  la  turbamulta  de  portaliras  que  por  doquier  brotaban,  in- 
festando la  lírica  castellana  con  todo  linaje  de  extravagancias  y 
enturbiando  con  neologismos  el  habla  castellana.  Diez  años  tar- 
dó en  llegar  la  moda  a  España,  donde  la  tradición  realista  ha- 
bía tan  fuertemente  arraigado  que  daba  a  la  sazón  como  últi- 
mos frutos  la  literatura  regional.  Pero  un  acontecimiento  in- 
esperado abrió  de  repente  las  puertas  al  arte  parisiense,  sobre 
todo  en  la  persona  de  Rubén  Darío,  que  por  manera  tan  há- 
bil lo  había  convertido  en  castellano.  La  pérdida  de  las  colo- 
nias (1898)  es  el  año  en  que  podemos  decir  llegó  el  modernis- 
mo a  España.  Unos  cuantos  jóvenes  escritores,  aleccionados  por 
la  Institución  lihi-e  de  enseñanza^  habían  criado  en  sus  pechos 
odio  mortal  á  la  tradición  española  y  al  espíritu  cristiano  que 
la  había  informado,  entregándose  á  poco,  en  cambio,  á  la  lec- 
tura del  acérrimo  enemigo  del  Evangelio,  Federico  Nietzsche. 
La  pérdida  de  las  colonias,  lo  que  ellos  llamaron  el  desastre^ 
•vertiendo  maJlamente  la  débácle  francesa,  antojóseles,  según 
estas  doctrinas  que  bullían  en  sus  cabezas  y  sentimientos 
que  acariciaban  en  sus  corazones,  como  plena  confirmación 
de  ellos,  como  consecuencia  necesaria  de  la  manera  de  ser  y 
del  espíritu  de  la  vieja  España.  Airados  y  echando  fuego 
por  los  ojos,  irguiéronse  en  medio  de  la  sociedad  española  y  lan- 
zaron inapelable  anatema  contra  toda  la  tradición,  juraron  des- 
truir cuanto  aquí  se  había  hecho  durante  siglos,  condenaron  como 
falsa  leyenda  todas  nuestras  antiguas  glorias  y  condenaron  á 
los  españoles  como  incapaces  para  la  cultura.  Un  descorazona- 
miento extraño  cayó  sobre  toda  la  nación.  Horrible  abatimiento 
de  ánimo  en  las  desgracias  nacionales,  odio  implacable  á  todo  lo 
tradicional  español,  como  causante  de  ellas,  ansias  desapoderadas 


LA    GENERACIÓN    DEL    98 

(Por  hernaiido  Marco.) 


EL  MODERNISMO  EN  AMÉRICA  Y  ESPAÑA  49 

de  europeizarlo  todo,  de  modernizarlo  todo :  tales  fueron  los  senti- 
mientos que  la  pérdida  de  las  colonias  despertó  en  aquellos  jóvenes 
amamantados  en  las  doctrinas  antiespañolas  de  la  Institución 
libre  de  enseñanza.  Uno  de  ellos,  Azorin^  el  más  perseverante 
propagandista  de  tales  doctrinas,  nos  ha  puesto 'bien  al  descu- 
bierto la  raíz  de  ellas,  al  escribir  en  son  de  alabanza:  "El  es- 
píritu de  la  Institución  libre ^  es  decir,  el  espíritu  de  Giner,  ha 
determinado  el  grupo  de  escritores  de  1898."  {El  Paisaje  eti 
España^  pág.  163.)  Estas  ansias  de  lo  nuevo  de  fuera,  esta  co- 
miezón  de  modernizarse,  explica  en  el  arte  la  llegada  del  mo- 
dernismo. La  soberbia  con  que  pretendían  ser  los  salvadores  de 
España  y  con  que  se  creían  ser  los  primeros  que  durante  siglos 
de  historia  española,  bochornosa^  habían  abierto  los  ojos  á  la 
verdad  y  á  la  verdadera  grandeza  humana,  explica  la  pedante- 
ría con  que  los  poetas  modernistas  y  los  modernistas  prosado- 
res se  creían  llamados  a  enterrar  para  siempre  el  arte  español 
pasado,  inventando  un  arte  nuevo,  único  y  verdadero  arte.  Hin- 
chados de  este  tufo  de  hombres  privilegiados,  encaramáronse 
en  su  torre  de  marfil,  despreciaron  al  vulgo  y  aristocratizaron 
su  literatura,  sutilizándola  y  oscureciéndola  para  que  sólo  fue- 
se entendida  por  un  grupo  selecto  y  refinado.  Así  tradujeron 
al  arte  la  frase  de  Costa,  "Hay  que  echar  doble  llave  al  sepul- 
cro del  Cid",  rompiendo  con  todo  lo  tradicional,  en  el  arte  con 
el  realismo,  y  volando  por  las  nubes  de  un  más  simbolista  y 
enigmático  idealismo  que  el  de  la  época  culterana  y  que  el  de 
la  época  romántica.  Movimiento  político,  ético  y  artístico  á  la 
vez,  extranjerizo,  revolucionario  y  pedantesco.  De  aquellos  in- 
fatuados intelectuales^  como  se  llamaron,  hay  que  decir  con  Lope : 

"O  sabe  naturaleza 
más  que  supo,  en  estos  tiempos, 
ó  muchos  que  nacen  sabios 
son  porque  lo  dicen  ellos." 

La  generación  del  p8  se  han  llamado  á  sí  mismos  aquellos 
jóvenes  escritores  que  descorazonados  por  el  que  llamaron  desas- 
tre^ pretendieron  revisar  los  valores,  entre  ellos  los  literarios, 
y  que  con  el  menguado  lastre  de  lecturas  francesas  y  entero 
desconocimiiento  de  la  historia  patria,  cargaron  la  culpa  a  to- 

TOMO      X. — 4 


50  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

dos  los  varones  más   grandes  de  España,   desecharon   el  arte 
nacional,  mofáronse  de  las  proezas  del  Cid  y  demás  héroes  y 
quisieron  hacer  borrón  y  cuenta  nueva.  En  vez  de  ahondar  en 
el  alma  española  y  en  las  obras  nacionales  para  hacer  una  crí- 
tica seria,   condenáronlo  todo  a  bulto,  volvieron  sus  ojos   al 
otro  lado  de  los  Pirineos  y  clamaron :  europeización.  Con  increí- 
ble fatuidad  creyéronse  los  primeros  que  habían  nacido  con  ta- 
lento en  España.  Eran  literatos,  condenaron  toda  la  antigua  li- 
teratura española,  y  diéronse  á  traer  en  manojos  y  á  brazadas 
la  literatura  que  á  la  sazón  privaba  en  Francia,  el  modernismo. 
Ni  siquiera  se  percataron  de  que  sus  anhelos  de  renovación,  pero 
nacional  y  discreta,  venían  proclamándolos  ya  antes  de  ellos  y 
no  sólo  destruyendo  lo  viejo  malo,  sino  edificando  lo  bueno 
nuevo,  Joaquín  Costa  cuanto  á  la  economía  nacional  y  cuanto 
al  estudio  del  alma  española;  Menéndez  Pelayo  cuanto  á  la  li- 
teratura y  filosofía,  haciendo  revivir  la  antigua  cultura  menos- 
preciada desde  fines  del  siglo  xviii ;  Ixart  y  Clarín  renovando 
la  crítica;  Galdós  y  Pereda,  resucitando  la  nacional  novela  rea- 
lista; Castelar,  Pí  y  Margall,  Salmerón,  Cánovas,  desbrozan- 
do el  campo  de  la  política.  Ellos  creyéronse  más  altos  genios 
que  todos  estos  varones,  despreciáronlos  como  á  viejos  y  pu- 
siéronse, una  vez  echado  el  candado  al  sepulcro  del  Cid  y  ce- 
rrada la  historia  literaria  española,  á  edificar  por  su  cuenta.  Los 
principales  de  esta  generación  del  98  fueron  Azorín^  Ramiro  de 
IMaeztu,  Unamuno,  Manuel  Bueno,  José  Ortega  Gasset,  Pío  Ba- 
roja,  Valle-Inclán,  Marquina,  los  modernistas  todos.  A  la  acla- 
mación nacional  de  1905  en  pro  de  Echegaray,  premiado  con  el 
premio  Nobel,  respondieron  con  una  manifestación  condenando 
su  teatro  como  poco  natural  y  demasiado  artificioso,  y  procla- 
mando su  arte  modernista,  que  ciertamente  es  más  artificioso, 
menos  natural,  y,  por  de  contado,  harto  más  desleído  y  blanden- 
gue. En  vez  de  echar  la  culpa  del  desastre  á  la  política  oligár- 
quica, liberalescojacobina,  verdaderamente  absolutista,  entroni- 
zada en  España  por  los  afrancesados  de  las  Cortes  de  Cádiz,  y 
remachada  por  los  hombres  que  tras  la  farandulesca  revolu- 
ción del  68  tuvieron  la  sartén  por  el  mango,  esto  es,  en  vez  de 
culpar  á  la  política  antiespañola  venida  de  Francia,  y  de  ahon- 
dar en  la  historia  del  pueblo  español  y  de  sus  democráticas  ins- 


EL  MODERNISMO  EN  AMÉRICA  Y  ESPAÑA  5  I 

tituciones  y  carácter  independiente,  como  los  grandes  pensado- 
res Costa,  Ganivet,  Picavea,  Picatoste,  etc.,  volvieron  otra  vez 
los  ojos  al  extranjero  y  con  mayor  ahinco  quisieron  hacer  añi- 
cos todo  lo  español  para  europeizar  y  desespañolizar  a  España, 
según  las  doctrinas  de  la  Institiició)i  libre.  Bebieron  en  las  in- 
teresadas fuentes  inglesas  y  francesas  las  falseadas  noticias  so- 
bre la  historia  de  España,  o  sea  la  Leyenda  negra;  comenzaron 
á  despotricar  contra  la  historia,  el  espíritu,  la  tradición  y  nues- 
tras cosas  todas ;  arrimáronse  más  y  más  apiñados  a  la  Institu- 
ción Libre  de  Enseñanza,  cuyo  fin  es  desespañolizar  y  descris- 
tianizar á  España,  y  echando  mano  de  la  picota,  como  verdade- 
ros iconoclastas^  que  han  sido  llamados,  emprendieron  la  triste 
empresa  de  echar  abajo  hasta  sus  cimientos  la  España  históri- 
ca y  tradicional,  pregonando  que  no  solamente  hasta  entonces 
no  habíamos  servido  jamás  para  nada  los  españoles,  sino  que 
hasta  éramos  incapaces  de  valer  para  nada  en  adelante,  porque 
éramos  de  raza  inferior,  parientes  de  los  moros  'berberiscos. 
Mozos  desalentados,  sin  valor  para  cosa  de  provecho,  sin  ma- 
nos para  la  acción,  aunque  infatuados  y  llena  la  cabeza  de  que 
hasta  que  ellos  nacieron  nada  bueno  había  brotado  en  esta  cui- 
tada España,  no  valieron  para  la  política  ni  para  cosa  que  pi- 
diese manos  y  aliento.  Refugiáronse  en  los  libros,  digo,  en  las 
revistas)  francesas,  embriagáronse  de  las  modas  literarias  de 
Francia,  que  les  traía  el  Mercurio  de  última  hora,  y  los  que  ha- 
bían tachado  de  perezosos,  quijotescos,  vanamente  idealistas  y 
teóricos  á  todos  los  españoles  de  los  siglos  pasados,  creyéronse 
llamados  a  levantar  a  España  ensartando  en  versos  y  prosas 
lindas  palabritas  sonadoras,  de  un  parnasianismo  de  segunda 
mano,  soñando  simbolismos  hueros,  remilgándose  en  baños  de 
poesías  delicuescentes,  haciendo,  en  una  palabra,  pura  literatu- 
ra palabrera,  de  chochez  senil,  de  afectación  decadentista.  Su 
desaliento,  su  falta  de  voluntad  no  podía  dar  otro  fruto.  A  esa 
afectada  y  decadente  literatura,  de  pura  forma  o  palabrería, 
llamáronla  los  españoles,  en  son  de  mofa,  modernista,  esto  es, 
que  sólo  pretendía  la  novedad  efímera  de  última  hora,  la  moda 
francesa,  el  dar  golpe  con  palabritas,  lo  raro,  lo  nuevo,  lo  ex- 
travagante y  no  común,  lo  desusado,  lo  moderno.  Mozos  ave- 
jentados y  chochos  á  los  veinte  de  su  edad,  de  alma  caída,  de 


52  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

brazos  quebrados,  en  vez  de  alzar  una  España  nueva  por  la 
acción,  sólo  consiguieron  por  la  palabra,  con  jeremiadas  pueriles, 
abatir  los  ánimos  de  las  gentes.  Jamás  se  vio  tal  postración  de 
espíritu  en  todos.  El  alma  nacional  dijérase  evaporada  y  des- 
aparecida. El  modernismo  literario  o  extranjerismo  de  esta  abú- 
lica juventud  puso  en  todos  ansia  de  lo  extranjero,  mejor  dire- 
mos, estragó  todo  gusto,  estranguló  toda  ansia  y  anhelo,  y  de- 
iando  vacía  de  espíritu  nadional  á  España,  invadióla  lo  extran- 
jerizo en  todo,  en  la  literatura,  en  las  artes,  en  el  mueblaje,  en 
el  vestir,  en  el  comercio,  en  las  empresas  de  todo  género,  en 
el  lenguaje.  Sólo  estaban  de  moda  los  usos,  costumbres,  artes 
y  palabras  extranjeras.  En  los  libros  y  en  los  rótulos  de  casas 
de  comercio  ó  de  empresas  industriales  leíanse  más  voces  ex- 
trañas que  españolas.  Así  el  modernismo  ó  extranjerismo  pasó 
de  la  literatura  á  todo  el  vivir  nacional.  Tal  es  la  gran  hazaña 
de  la  generación  del  98,  que  todavía  se  alaba  de  ella ;  tal  el  mo- 
dernismo, su  propia  obra.  Los  que  todavía  conservaban  algo 
del  espíritu  nacional,  gente  machucha  ó  vieja,  alzáronse  contra 
los  modernistas  y  el  modernismo,  traspasando  á  veces  las  lin- 
des de  la  ecuanimidad,  menospreciándolo  todo  á  bulto;  pero 
harta  razón  les  asistía.  El  modernismo  nunca  llegó  del  todo  á 
triunfar  y  vióse  presto  abandonado  por  los  mdsmos  que  lo  de- 
fendían. El  arte  castizo  sobrepúsose  y  arrastró  á  los  más  ex- 
tranjerizados, que  hoy  apenas  guardan  rastro  de  aquella  moda 
pasajera,  infecunda  por  su  propia  caducidad  y  ridicula  por.  su 
antinatural  afectación.  De  ella  hubo  elementos  sanos  que  al  arte 
tradicional  se  incorporaron ;  los  demás  fueron  blanco  de  chaco- 
ta y  escarnio.  Pero  mientras  duró  aquella  borrachera  del  mo- 
dernismo, ¡qué  batahola  de  poetillas  lilas  y  glaucos  portaliras 
asaltaron  revistas  y  periódicos  é  inundaron  los  escaparates  de 
versos  estrafalarios,  de  líneas  que  parecían  versos,  de  seudocríti- 
cas  literarias,  de  prosas  enrevesadas,  de  sandeces  de  todo  jaez ! 
Diríase  que  la  poesía  castellana  se  había  hecho  toda  ella  moder- 
nista y  que  la  manera  tradicional  iba  á  quedar  olvidada  para 
siempre.  La  moda  fué,  sin  embargo,  tan  pasajera,  que  ape- 
nas puede  señalarse  el  año  en  que  llegó  ni  el  año  en  que  desapa- 
reció. Pasado  aquel  estruendo  hallamos  que  solos  dos  ó  tres 
poetas  verdaderos  rindieron  culto  á  la  escuela.  Ramón  Jiménez, 


EL  MODERNISMO  EN  AMÉRICA  Y  ESPAÑA  53 

Marquina,  Monterrey,  Pérez  Ayala;  los  demás  fueron  tan  os- 
curos poetas,  que  nadie  se  acuerda  ya  de  ellos.  Verdad  es  que 
la  mayor  parte  de  los  poetas  jóvenes  de  nombradla  rindieron 
parias  a  la  moda  con  algunos  versos ;  pero  siguieron  su  propia 
inspiración  y  camino,  abominando  á  poco  hasta  del  calificativo 
de  modernista.  En  la  prosa  introdujo  el  modernismo  el  mismo 
Rubén  Darío  con  Los  Raros,  y  Valle  Inclán  con  sus  novelas.  No 
hizo  menor  riza  la  moda  en  los  jóvenes  prosadores  improvisa- 
dos ;  pero  los  que  hablan  de  tener  personalidad  literaria  f uéron- 
se  curando  poco  á  poco  de  aquella  lepra  ó  á  pesar  de  ella  fueron 
grandes  prosistas  por  otros  conceptos,  como  Valle  Inclán  y  Azo- 
rín.  Gloriábanse  de  que,  asi  en  el  verso  como  en  la  prosa,  ha- 
bían desatado  y  desanqiulosado  la  rigidez  de  la  métrica  y  la 
tiesura  del  idioma.  Vanas  fanrt:asias,  puesto  que  en  el  verso 
no  trajeron  otra  novedad  que  la  de  resucitar  metros  viejos,  de 
origen  francés,  en  la  forma  destartalada  de  la  época  medieval, 
y  la  de  desquiciar  los  versos  conocidos,  ahorrándolos  de  cesu- 
ras y  convirtiéndolos  á  menudo  en  pura  prosa;  y  cuanto  al  de- 
cir, poético  ó  prosaico,  emporcáranlo  con  todas  heces  de  neolo- 
gismos gálicos,  latinos  y  helénicos  y  con  derivados  nuevos  in- 
necesarios y  mal  formados  seg-ún  la  Índole  del  idioma. 

Y,  sin  embargo...,  á  pesar  de  todos  los  pesares,  con  todo 
este  montón  y  este  diluvio  de  vituperios  que  acabo  de  lanzar 
contra  el  modernismo,  hay  algo  que  el  modernismo  trajo,  que 
los  más  lo  sienten  y  no  lo  aciertan  a  expresar.  Hay  un  afina- 
miento de  la  sensibilidad  estética,  un  arregosto  del  alma  en  la 
belleza,  una  ansia  de  gozar  estéticamente,  un  pío  por  sentir  y 
un  prurito  y  cosquilleo  en  lo  ya  sentido,  que  no  parece  sino  que 
el  dios  Apolo  bajó  acá  entre  nosotros.  Escritores  y  hasta  poe- 
tas conozco  que  nada  de  esto  sintieron  durante  aquellos  días 
modernistas;  acaso  huyeron,  como  de  la  peste,  fuera  del  cerco 
de  aquella  atmósfera.  Yo,  que  juzgo  tan  duramente  el  moder- 
nismo como  el  que  más,  no  quise  huir,  quise  averiguarlo  todo, 
sentirlo  todo.  Y  lo  sentí.  Metíme  entre  los  jóvenes  modernis- 
tas. Reíame,  para  mi  solapa,  de  sus  rarezas ;  pero  sentí  con  ellos 
el  furor  estético.  Aquella  fué  una  temporada  muy  parecida 
á  la  del  romanticismo.  Sino  que  en  la  época  romántica  se  go- 
zaba con  la  fantasía  recordando  ó  fantaseando  las  épocas  pa- 


54  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

sadas  medievales;  en  la  modernista  se  gozaba  con  sensaciones 
íntimas  de  lo  presente.  La  lírica  era  más  íntima,  no  miraba  á 
lo  objetivo  histórico,  sino  á  lo  presente  subjetivo.  Era  una  cu- 
riosidad inquieta  y  desasosegada  que  buscaba  en  todas  partes 
motivos  afectivos.  Las  artes  todas  diñase  que  se  habían  juntado 
y  compenetrado,  merced  al  procedimiento  wagneriano.  Los  poe- 
tas, no  sólo  inquirían  temas  poéticos  y  eso  más  para  sentir  ellos 
mismos  que  para  comunicar  á  otros  su  sentir,  y  los  buscaban  en 
la  realidad  presente,  más  bien  que  en  la  realidad  ó  en  la  fanta- 
sía histórica,  sino  que  á  la  vez  querían  gozar  de  las  demás  ar- 
tes :  querían  comprender  y  gustar  de  la  pintura,  de  la  escultura, 
de  la  arquitectura,  de  la  música.  Sentían  un  hambre  nunca  sa- 
ciado de  todo  género  de  sensibilidad  artística.  Entonces  descu- 
brieron lo  que  era  el  Greco,  Velázquez  y  Goya;  dieron  en  la 
fuerza  expresiva  de  Beethoven  y  Wagner :  gozaron  del  estilo  ar- 
quitectónico románico,  gótico,  plateresco,  bizantino  y  hasta  egip- 
cio. Eran  aficionados  á  todas  las  artes  y  en  todas  buscaban  mo- 
tivos sensacionales.  El  afinamiento  de  la  sensibilidad,  el  hondo 
sentimiento  de  todo  lo  que  ofreciera  huella  de  algo  humano,  la 
aplicación  del  "Hombre  soy  y  nada  de  lo  que  al  hombre  atañe 
me  es  extraño",  era  lo  que  había  en  el  fondo  del  modernismo 
y  lo  que  de  él  nos  ha  quedado.  Los  poetas  y  artistas  anteriores 
á  aquella  época  no  sentían  esa  ansia  generosa  de  admirar,  de 
arrobarse,  de  compenetrarse,  de  sentir  toda  obra  de  arte.  A  ve- 
ces nos  figuramos  al  Greco,  á  Goya,  á  algunos  otros,  comidos 
de  esa  comezón  que  nosotros  sentimos.  Es  que  la  sentimos 
nosotros  y  la  suponemos  en  ellos.  Yo  creo  que  ellos  no  la  tu- 
vieron, que  ni  siquiera  la  tuvieron  los  románticos.  Es  algo  nue- 
vo, es  lo  que  el  modernismo  trajo  al  arte.  Claro  está  que  hubo 
mucho  de  afectar  tal  comezón  entre  los  que  buscaban,  no  el 
arte  sino  la  vanagloria  del  arte ;  que  hubo  mucho  de  pose,  de 
postín,  de  teatralería  y  escaparate,  mucho  de  aparatero,  como 
bnbo  muchos,  los  más,  que  deseaban  ser  poetas  y  no  lo  eran. 
Pero  eso  mismo  indica  que  esta  nueva  ansia  irradió  por  todas 
partes,  embebió  hasta  al  aire  que  se  respiraba  y  con  el  aire  la 
")ebían  las  gentes  menos  sensibles  y  de  más  seca  condición.  De 
aquí  aquel  pretender  buscar  sentidos  ocultos  y  misteriosos  en 
las  cosas  y  trasponer  la  supei'ficie  y  corteza  ansiando  ensimarse 


EL  MODERNISMO  EN  AMÉRICA  Y  ESPAÑA  53 

en  el  hondón  de  los  seres,  donde  se  pensaba  hallar  la  verdade- 
ra poesía  de  ellos.  Dfe  aquí  aquel  impresionarse  con  la  vista  del 
campo,  con  la  lectura  de  un  libro,  con  la  contemplación  de  un 
cuadro,  de  una  estatua,  de  un  monumento  y  los  géneros  nue- 
vos en  literatura  de  la  crítica  impresionista  y  de  la  pura  des- 
cripción de  la  naturaleza,  no  ya  á  la  manera  prolija,  pesada  y 
seca  del  naturalismo,  como  quien  hace  la  estadística  al  micnu- 
deo  de  cuantas  cosas  ve,  sino  buscando  en  ellas  el  reflejo  fugi- 
tivo del  momento,  de  la  hora,  de  la  estación  del  año,  del  tiem- 
po que  por  ellas  se  resbala,  del  ritmo  de  la  vida  y  del  trabajo, 
del  continuo  mudarse,  de  la  fluidez  de  lo  caduco  y  aparencial 
6  todo  ello  como  símbolo  del  estado  del  alma  del  poeta.  De  aquí 
aquel  mezclar  las  artes  y  querer  hacer  música  con  los  versos, 
descripciones  con  la  música  y  pintura  con  cubos,  sacando  las 
artes  de  quicio :  especie  de  locura,  muy  reprobable,  pero  que 
tiene  la  misma  excusa  que  la  locura  desatada  y  el  hervor  des- 
apoderado de  la  juventud  en  sus  primeros  tanteos,  cuando  no 
habiendo  todavía  dado  con  su  propio  camino,  revuélvense  de 
todos  lados,  miran  á  una  parte  y  á  otra,  y  á  la  vez  que  dispara- 
tan de  lo  lindo,  dan  muestra  de  envidiables  facultades,  que  han 
de  producir  excelentes  frutos  con  el  tiempo,  cuando  la  dema- 
siada pámpana  caiga,  se  asiente  el  juicio  y  se  sedimente  la  ebu- 
llición. Yo,  pues,  que  sentí  el  míodernismo  y  lo  viví  con  los  jó- 
venes, no  puedo  rechazarlo  enteramente  y  á  bulto,  como  lo  re- 
chazan muchas  personas,  acaso  demasiadamente  sensatas.   En 
teoría,  la  escuela  es  falsa  como  decadente ;  en  la  práctica,  mer- 
ced a  aquel  movimiento  extraordinario  de  los  sentimientos  ar- 
tísticos, muchos  jóvenes  despertaron  á  la  vida  del  arte,  la  sen- 
sibilidad estética  se  afinó,  se  generalizó  el  ansia  de  lo  bello  ar- 
tístico, el  arte  se  levantó  del  fango  naturalista  en  que  vacía  y 
tomó  vuelos  más  ideales  y  poéticos ;  el  tinte  grotesco  de  la  lite- 
ratura bastante  chabacana  a  la  sazón  desapareció,  tomando  su 
lugar  la  delicadeza,  a  lo  chillón  sustituyó  el  matiz ;  á  la  ordina- 
riez, lo  exquisito ;  á  lo  vulgarote,  lo  aristocrático ;  á  lo  común  y 
adocenado,  lo  elegante  y  selecto.  Se  pasó,  en  todo  ello,  de  la 
raya;  pero  hoy  ha  vuelto  el  arte  á  su  justo  medio,  arreado  con 
las  nuevas  preseas  que  de  aquellas  descabelladas  aventuras  tra- 
jo consigo.  En  suma,  el  arte  español  ha  salido  ganando  algo 


56  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907), 

de  aquella  revolución  venida  de  Francia,  y  ese  algo,  fruto  del 
modernismo,  débese  muy  particularmente  al  gran  poeta  Rubén 
Darío,  y  no  poco  á  Valle-Inclán,  Benavente,  Martínez  Sierra, 
^Azorín^  Marquina,  Ramón  Jiménez,  Pérez  Ayala,  Andrés  Gon- 
zález Blanco,  los  dos  Machados  y  á  otros  escritores  y  poetas 
que  en  aquella  época  se  formaron  y  aun  rindieron  parías  á  la 
moda,  sacando  de  ella  las  hermosas  cualidades  artísticas  que 
les  enaltecen  ó,  por  lo  menos,  refinándolas  y  acendrándolas  me- 
diante aquel  baño  modernista,  al  cual  creo  yo  que  deben  su  ex- 
quisita é  impresionable  sensibilidad.  Que  tal  fué,  á  lo  que  yo 
entiendo,  el  verdadero  y  excelente  fruto  del  modernismo.  Esta 
admirable  cualidad  artística  de  la  sensibilidad  fácilmente  im- 
presionable vino,  con  el  modernismo,  de  Francia,  donde  siem- 
pre floreció.  Son  tan  refinadamente  impresionables  los  escrito- 
res franceses,  que  a  menudo  pecan  por  exceso,  y  así  dieron  en 
el  decadentismo  artístico,  que  no  es  más  que  un  refinamiento 
de  la  sensibilidad  y  de  su  expresión  por  medio  del  arte. 

10.  José  María  Salaverría,  La  Afirm.  esp.,  1917,  pág.  20:  "En 
estos  últimos  años  una  institución  (la  libre  de  enseñanza)  un  tanto 
misteriosa,  había  proporcionado  los  medios  de  viajar  á  bastantes  jó- 
venes estudiosos  ó  que  pretendían  estudiar.  Con  rarísimas  excepciones, 
esos  hombres  han  vuelto  á  su  patria  notablemente  despectivos;  han 
temado  del  extranjero  las  ideas  más  cosmopolitas  é  internacionales, 
lían  vuelto  más  blandos  y  más  inciertos.  Respecto  á  España,  ante  el 
atraso  de  España,  sienten  esa  vergüenza  de  los  arrivistas  cuando  tie- 
nen que  presentar  su  madre  á  los  amigos;  quisieran  que  su  pobre  y 
humilde  madre  no  existiese...  DI  español  no  solamente  se  niega  á  sí 
mismo,  sino  que  se  desprecia.  El  tono  despectivo  está  de  moda  entre 
nosotros ;  de  las  esferas  intelectuales  ha  descendido  al  campo  del  vul- 
go y  del  pueblo...  El  escritor,  atiborrado  de  lecturas  y  visiones  extran- 
jeras, vierte  en  gT  ánimo  de  sus  lectores  la  idea  de  la  inferioridad  casi 
irredimible  de  la  sociedad  española.  Estos  escritores  suelen  dejarse 
fecundar,  como  espíritus  femeninos,  por  la  impertinencia  y  la  jactancia 
del  extranjero,  y  cuando  retornan  á  su  patria  están  virtualmente  ga- 
nados á  la  causa  enemiga.  Porque  el  europeo  (lo  que  en  cierto  sentido 
histórico  y  cultural  llamamos  europeo)  siempre  es  enemigO'  del  ser  y 
de  la  tradición  de  España...  Nuestro  parlanchín  ó  pedantesco  intelec- 
tualismo  busca  fuentes  de  información  en  París  y  Londres,  y  vuelve 
con  la  mente  emponzoñada...  El  bizarro  y  gesticulante  romanticismo 
del  98  era  bastante  más  egoísta  y  jactancioso  que  el  del  año  30.  Los  nue- 
ves románticos  creían  en  Nietzsche  como  en  un  profeta,  y  aseguraban 


EL  MODERNISMO  EN  AMERICA  Y  ESPAÑA  ^7 

que  cada  uno  de  ellos  poseía  la  fuerza,  la  dignidad  intelectual,  la  ener- 
gía y  el  saber  en  una  cifra  infinitamente  mayor  que  todos  los  espa- 
ñoles anteriores;  en  cambio  España  carecía  de  nervio,  la  nación  era 
una  ruina,  el  Estado  un  espantajo-  Cada  uno  de  los  innovadores  se 
asignaba  todas  las  virtudes  y  excelencias  y  reservaba  á  la  nación  to- 
das las  disminuciones.  Y  cada  uno,  en  fin,  erigíase  en  futuro  salvador 
de  España.  No  hay  noticia  de  otra  época  en  que  la  petulancia  meridio- 
nal haya  conseguido  un  tono  tan  vasto  y  pronunciado.  Así  nació  el 
grupo  de  escritores,  artistas  y  políticos  que  se  llama  la  "generación 
de)l  98"...  Llevando  en  su  cuerpo  la  gangrena  antipatriótica,  los  inno- 
\  adores  estaban  condenados  á  deshacer  en  sus  propias  manos  lo  poco 
de  nacionalidad  y  de  patria  que  restaba  en  España.  Tal  vez  lo  compren- 
dieron así  expresa  ó  instintivamente,  y  ello  explica  la  especie  de  que- 
jumbre y  de  pesimismo  que  vaga  por  todas  sus  obras...  La  crítica  es- 
pañola tuvo  al  principio  cultivadores  de  talla  y  responsabilidad.  Joa- 
quín Costa,  Ganivet,  Macías  Picavea,  por  ejemplo.  En  seguida  llegó  la 
hueste  turbulenta  de  los  demoledores,  los  paradojales,  los  irrespetuosos 
y  los  impacientes.  Fundábanse  revistas  y  periodiquitos  revolucionarios, 
cerno  aquella  Vida  Nueva,  campeón  de  todas  las  negaciones...  Fallaron 
que  todos  los  españoles  que  vivieron  antes  eran  unos  desdichados  es- 
tultos. Esto  explica  la  furia  iconoclasta  que  se  apoderó  de  ellos...  En 
los  primeros  hombres,  como  Ganivet,  la  protesta  tenía  un  sabor  inter- 
no, sincero,  propiamente  español;  procedían  de  dentro  para  afuera... 
Apenas  enmudeció  Ganivet,  los  jóvenes  reformadores  (levantaron  el 
grito,  inventaron  gestos,  tiraron  anárquicas  bombas  contra  todo  lo 
imaginable.  Estos  procedían  al  contrario,  de  fuera  para  adentro.  Eran 
lectores  de  la  última  revista  de  París,  del  último  drama  de  Ibsen,  de 
las  novelas  rusas  y  del  abrasado  Nietzsche...  Llenos  de  erudición  pari- 
siense, insuflados  de  soberbia  y  modernismo,  pusiéronse  á  juzgar  á 
España  con  un  criterio  extranjero...  Entonces  se  formalizó  la  enfer- 
medad del  masoquismo  nacional,  que  importaba,  como  se  sabe,  el  gus- 
to patológico  de  hurgar  é  insistir  en  el  propio  desdoro  y  desprestigio... 
Valle  Inclán  adoptó  la  postura  danunciana...  Ramiro  de  ^laeztu  re- 
pasaba nerviosamente  todas  las  revistas  extranjeras  para  deslumhrar 
al  lector  con  un  párrafo  de  ideas  detonantes...  Azorín  iba  libando  en 
todos  los  libros...,  en  Montaigne,  en  Anatole  France,  en  los  articulistas 
franceses,  y  para  despistar  á  los  incautos  se  vestía  un  traje  artificial 
y  artificioso,  que  deslumhró  á  la  gente-  Pío  Baroja  se  remontaba  hasta 
Dickens  y  los  novelistas  rusos...  En  cuanto  á  Unamuno,  su  facultad 
formidable  de  lector...  le  permitía  merodear  por  todas  las  literaturas 
con  impunidad  perfecta...  Mientras  Pío  Baroja  revolvía  los  andrajos 
de  los  suburbios  madrileños,  Asorín  llevaba  su  dilettantismo  extran- 
jerizante á  los  pueblos  de  Castilla  y  daba  esa  nota  suya  despiadada, 
desoladora,  en  que  la  repetición  de  la  pequenez  y  lo  cotidiano  estéril 
inspira  una  especie  de  modorra  pesimista,  de  un  pesimismo  linfático 
y  rurali...  Los  intelectuales  del  98  aspiraban  á  europeizar  España  poco 


58  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

menos  que  por  edicto  gubernamental.  Eran  en  esto  descendientes  de 
los  afrancesados  del  tiempo  de  Napoleón...  Nada  tan  cómico  como  cier- 
tos iberoamericanos  que  desatienden  el  vigor  y  el  carácter  de  sus  be- 
líos  países  á  cambio  de  una  sonrisa  de  París.  ¡  La  gran  estupidez  de 
Rubén  Darío,  que  pudo  ser  un  gran  poeta  americano,  y  se  redujo  al 
limite  de  un  número  más  en  el  cortejo  de  los  metecos  parisinos,  repe- 
tidores marginales  de  la  mueca  de  París...  La  generación  del  98  tuvo 
la  amarga  virtud-  del  nihilismo ;  enriqueció  el  caudal  negativo  de  Es- 
paña, y  añadió  pesimismo  al  acervo  común...  La  nación,  como  simple 
nación  real,  ha  crecido  considerablemente  en  valor,  en  eficacia  posi- 
tiva, en  probabilidades;  en  canto  que  el  peso  intelectua)j  ha  disminuí- 
do...;  si  abrimos  un  libro,  si  ojeamos  un  articulo  de  firma  prestigiosa, 
nos  sorprenderá  el  tono  de  mortal  abatimiento.  Esto  es  lo  que  ha  ren- 
dido aquel  núcleo  de  hombres  renovadores.  La  negación  sistemática, 
el  tópico  pesimista,  el  desdén  hacia  la  tradición  española:  he  ahí  sus 
frutos...  España...  ha  mejorado  á  pesar  de  los  hombres  del  98.  Obe- 
deciendo á  esos  hombres,  España  se  hubiese  abandonado  en  el  surco, 
porque  no  hay  noticia  de  que  una  predicación  sistemáticamente  ne- 
gadora,  pesimista  y  autodespreciadora  haya  conducido  á  ningún  puebla 
al  éxito...  Los  hombres  del  98  han  concedido  al  separatismo  la  única 
fuerza  de  que  dispone.  La  crítica  y  el  pesimismo  de  España  ha  sida 
un  arma  eficacísima  para  el  separatismo  y  una  justificación  de  sus  ex- 
cesos... En  el  arte  y  la  literatura  españoles  han  dominado  hasta  hoy 
las  normas  y  el  tono  nacidos  de  la  llamada  generación  del  98...  Todas 
sus  publicaciones  llevan  de  algún  modo  la  palabra  sacramental:  nueva. 
Las  revistas  son  nuevas,  la  política  y  las  ideas  son  nuevas,  nuevos  íbs 
hombres  y  los  libros.  El  concepto  de  novedad  pasa  á  convertirse  en 
obsesión...  Se  trata  de  crear  una  España  y  no  continuarla,  rompe  la 
tradición,  establece  la  nulidad  de  todo  lo  anterior...  Toda  la  crítica 
española  sobre  España  está  influida  por  el  criterio  extranjero...  El 
puritanismo  protestante  y  el  intelectualismo  enciclopedista  francés 
acordaron  que  España  era  un  pueblo  estulto,  fanático  y  precito...  Hay 
que...  mirar  á  España  con  ojo  de  español,  no  de  extranjero...  Durante 
muchos  años,  siglos  enteros,  ha  existido  en  el  mundo  una  rabia,  un 
apasionamiento  antiéspañol...  Los  intelectuales  españoles,  sobre  todo 
los  de  la  generación  del  98,  se  han  dejado  arrastrar  en  esa  corriente, 
han  aceptado  el  impulso  pasional  extranjero,  han  dado  legalidad  á  los 
lugares  comunes...  Desde  la  guerra  de  Cuba  ha  ocurrido  en  la  mente 
española  una  disminución  aterradora ;  el  corazón  de  España  había  des- 
cendido en  sus  pulsaciones,  y  el  miedo,  pero  un  miedo  razonado  y  me- 
tódico, carcomía  las  raíces  de  nuestra  voluntad."  J.  Valera,  Discurso 
Académ.,  contestando  á  M.  P.elayo:  "Conformidad  ruin  con  el  des- 
dén extranjero,  en  sujetos  descastados  que  desprecian  la  tierra  y  la 
raza  de  que  son,  por  seguir  la  corriente  y  mostrarse  excepciones  de  la 
regla...  El  abatimiento,  el  desprecio  de  nosotros  mismos  ha  cundido  de 
un  modo  pasmoso,  y  aunque  en  los  individuos  y  en  algunas  materias 


EL  MODERNISMO  EN  AMÉRICA  Y  ESPAÑA  Sq 

es  laudable  virtud  cristiana,  que  predispone  á  resignarse  y  á  someter- 
se á  la  voluntad  de  Dios,  en  la  colectividad  es  vicio  que  postra,  incapa- 
cita y  anula  cada  vez  más  al  pueblo  que  lo  adquiere.'' 

M.  Unamuno,  La  hermandad  futura  (en  Nuevo  Mundo,  5  jul,  191S)  í- 
"¿  Qué  se  ha  hecho  de  los  que  hace  veinte  años  partimos  á  la  conquis- 
ta de  una  patria?...,  ya  que  entonces,  en  rigor,  no  la  teníamos,  ni  la 
tenemos  hoy...  No  era  resucitar  á  España  lo  que  queríamos,  era  hacer 
tma  nueva.  Habíamos  roto  espiritualmente  con  la  tradición  nacional... 
Ninguno  de  nosotros  sabía,  en  realidad,  lo  que  buscaba...  Nosotros 
rompimos  el  yugo  y  empezamos  á  destrozar  el  campo  y  á  pisotear  los 
surcos  y  á  trastornar  y  deshacer  la  labor  de  la  servidumbre...  ¿La  he- 
irios  encontrado?  (la  patria).  No,  no  la  hemos  encontrado...  ¿Cuál  fué 
nuestro  pecado?  Nuestro  pecado  fué  partir  á  buscar  una  patria  y  no 
una  hermandad.  No  nos  buscábamos  unos  á  otros,  sino  que  cada  cual 
buscaba  su  pueb'lo...,  ó  mejor  dicho:  su  público...  ¿Qué  nos  queda?  Mo- 
rir cada  uno  en  su  rincón...,  morir  solos  y  sin  patria  ni  hermandad." 
Azorín,  Clasic.  y  mod.,  pág.  305 :  "En  la  literatura  española  9^  genera- 
ción de  1898  representa  un  renacimiento :  un  renacimiento  más  ó  menos 
amplio,  ó  más  ó  menos  reducido — si  queréis — ,  pero,  al  cabo,  un  renaci- 
miento... Un  renacimiento  es  sencillamente  la  fecundación  del  pensa- 
miento nacional!  por  el  pensamiento  extranjero.  Ni  un  artista,  ni  una  so- 
ciedad de  artistas  podrán  renovarse  — s(^r  algo —  ó  renovar  el  arte  sin 
una  influencia  extraña.  Nada  hay  primero,  espontáneo  ó  incausado  en  ar- 
te;  aun  los  artistas  que  parecen  más  originales  (por  ejemplo,  en  pintura,, 
un  Velázquez  ó  un  Goya)  deben  toda  su  fuerza,  todo  su  vigor,  toda  su 
himinosidad  á  una  sugestión  extraña  á  ellos.  No  se  trata  de  imitaciones  ó 
rapsodias ;  las  influencias  de  que  hablamos  son  sugestiones  etéreas,  casi 
indefinibles,  sutiles,  que  hacen  despertar  en  e!  artista  estados  psicoló- 
gicos latentes  y  determinan  avivamientos  de  la  sensibiíHdad  que,  sin  esas 
sugestiones,  acaso  no  hubiera  sido  tan  intensa  ó  quizá  no  hubiera  sido 
de  CSC  modo...  Hombres  de  la  generación  de  1898  son  Valle-Inclán,  Una- 
muno, Benavente,  Baroja,  Bueno,  IMaeztu,  Rubén  Darío.  Indicaremos 
Eas  diversas  influencias  que  han  obrado  sobre  las  modalidades  litera- 
rias de  tales  escritores.  Sobre  Valle-Inclán:  D'Annunzio,  Barbey 
d'Aurevilly.  Sobre  Unamuno :  Ibsen,  Tolstoi,  Amiel.  Sobre  Benaven- 
te: Shakespeare,  Musset,  los  dramaturgos  modernos  franceses.  Sobre 
Baroja:  Dickens.  Poe.  Balzac,  Gautier.  Sobre  Bueno:  Stendhal,  Bran- 
des, Ruskin.  Sobre  Maeztu:  Nietzsche,  Spencer.  Sobre  Rubén  Darío: 
Verlaine,  Banville,  Víctor  Hugo.  Por  encima  de  estas  sugestiones  par- 
ticulares, como  dominándolas  á  todas,  se  podrían  marcar  algunas,  ya 
indicadas  entre  los  nombres  citados,  pero  que  tuvieron  más  fuerza  que 
las  demás.  Tales  son  las  de  Nietzsche,  Verlaine  y  Teófilo  Gautier.  El 
filósofo  alemán  era  en  1898  desconocido  en  su  verdadero  carácter;  co- 
menzaba á  asomar  en  Francia;  se  le  había  expuesto  en  un  estimable 
libro  en  Italia.  Pero  Nietzsche  era  en  la  época  citada  para  la  juventud, 
tanto   en  España  como  en  Francia,  un  rebelde,  un  anarquista.  Pocos 


6o  ÉPOCA  REGIONAL  Y   MODERNISTA   (1888-I907) 

-años  después,  cuando  se  le  tradujo  íntegramente  al  francés  y  se  le  es- 
tudió con  cuidado,  la  idea  de  Nietzsche  sufrió  una  transmutación  con- 
siderable. Pero  el  pensador  aiemán  hizo  brotar  en  España  muchos 
gestos  de  iracundia  y  múltiples  gritos  de  protesta.  Teófilo  Gautier,  por 
otro  lado,  ayudó  á  la  juventud  de  1S98  á  ver  di  paisaje  de  España.  Su 
Viaje  á  España  fué  leído  y  releído  por  aquellos  muchachos  que  re- 
novaban la  memoria  de  Larra  y  comenzaron  á  amar  los  viejos  pue- 
blos castellanos.. -En  1891  Menéndez  y  Pelayo  decía  del  libro  de  Gau- 
tier  en  su  Historia  de  las  ideas  estéticas:  "Su  Viaje  á  España,  que 
'^en  Francia  está  considerada  como  obra  maestra,  y  que  entre  nos- 
'■'otros,  por  una  preocupación  absurda,  sue5e  citarse  como  modelo  de 
"disparates,  sólo  comparable  con  el  de  Alejandro  Dumas,  no  es,  en  ver- 
"dad,  ningún  documento  histórico  ni  arqueológico;  pero  en  lio  que  toca 
■"á  la  interpretación  poética  del  paisaje,  difícilmente  será  superado  nun- 
^'ca,  porque  la  geografía  física  de  la  Península  no  está  contada  allí, 
"sino  vista,  con  visión  absorta,  desinteresada  y  esplendente."  La  últi- 
ma sugestión  de  las  tres  citadas  — la  de  Verlaine —  contribuyó  á  for- 
mar la  mentalidad  de  Rubén,  y  á  través  de  Rubén  determinó  la  ten- 
dencia actual  de  la  lírica.  Agreguemos  á  estas  influencias  librescas  ías 
personales,  directas,  vivas,  ejercidas  por  algunos  extranjeros  que  con- 
vivieron con  literatos  del  98-  Uno  de  esos  extranjeros  fué  Cornuty, 
apasionado  de  Verlaine  y  fervoroso  recitador  de  sus  poesías;  otro,  el 
doctor  suizo  Pablo  Smith,  entusiasta  de  Nietzsche.  Un  ejemplar  ale- 
mán de  Nietzsche  poseía  Smith,  y  sobre  su  traducción  á  viva  voz  es- 
•  cribió  Baroja  unos  artícudos  en  El  I m parcial.  Un  espíritu  de  protesta, 
<íe  rebeldía,  animaba  á  la  juventud  de  1898.  Ramiro  de  Maeztu  escri- 
bía impetuosos  y  ardientes  artículos  en  los  que  se  derruía  los  valores 
tradicionalles  y  se  anhelaba  una  España  nueva,  poderosa.  Pío  Baroja, 
con  su  análisis  frío,  reflejaba  el  paisaje  castellano  é  introducía  en  la 
novela  un  hondo  espíritu  de  disociación;  el  viejo  estilo  rotundo,  am- 
puloso, sonoro,  se  rompía  en  sus  manos  y  se  transformaba  en  una 
notación  algebraica,  seca,  escrupulosa.  Valle-Inclán,  con  su  altivez  de 
^an  señor,  con  sus  desmesuradas  melenas,  con  su  refinamiento  de! 
estilo,  atraía  profundamente  á  los  escritores  novicios  y  les  deslum- 
hraba con  la  visión  de  un  paisaje  y  de  unas  figuras  sugeridas  por  c4 
Renacimiento  italiano:  los  vastos  y  gallardos  palacios,  las  escalinatas 
de  mármol,  las  viejas  estatuas  que  blanquean,  mutiladas,  entre  los 
mirtos  seculares ;  las  damas  desdeñosas  y  refinadas  que  pasean  por  los 
jardines  en  que  hay  estanques  con  aguas  verdosas  y  dormidas.  ^^Giar- 
dini  chiusi,  appena  intraveduti  \  o  contcmplati  a  Itingo  pe'  cancelli"... 
El  movimiento  de  protesta  comenzaba  á  inquietar  á  la  generación  ante- 
rior. No  seríamos  exactos  si  no  dijéramos  que  el  renacimiento  litera- 
rio de  que  hablamos  no  se  inicia  precisamente  en  1898.  Si  la  protesta 
se  define  en  ese  año,  ya  antes  había  comenzado  á  manifestarse  más  ó 
menos  vagamente.  Señales  de  ello  vemos,  por  ejemplo,  en  1897;  ^n 
•Febrero  de  ese  año,  uno  de  fos  más  prestigiosos  escritores  de  la  g€- 


EL  MODERNISMO  EN  AMÉRICA  Y  ESPAÑA  6 1 

neración  anterior  — don  José  María  de  Pereda —  lee  su  discurso  de- 
recepción en  la  Academia  Española.  La  obsesión  persistente  de  la  li- 
teratura nueva  se  percibe  á  lo  largo  de  todas  esas  páginas  arbitrarias- 
Pereda  habla  en  su  trabajo  de  ciertos  modernistas  partidarios  del  cos- 
mopolitismo literario;  contra  ios  tales  arremete  furiosamente.  Pero 
páginas  más  adelante,  el  autor,  no  contento  con  embestir  contra  estos 
heresiarcas,  nos  habla  de  otros  personajes  "más  modernisias  aún", 
"los  tétricos  de  la  negación  y  de  la  duda,  que  son  los  melenudos  de 
"ahora"  — ¡  oh,  melenas  pretéritas  de  Valle-Inclán ! — ,  los  cuales  me- 
lenudos proclaman,  al  hablar  de  la  noveCa,  "que  el  interés  estriba  ten 
el  escalpelo  sutil,  en  él  análisis  minucioso  de  las  profundidades  del 
espíritu  humano".  (Mas  véase  la  fuerza  del  movimiento  innovador: 
Pereda,  que  tan  absurdamente  dedl'ama  contra  la  innovación  literaria, 
sin  enterarse  en  qué  consista,  hace  suya,  ya  casi  al  final  de  su  discur- 
so, la  doctrina  de  un  autor  que  dice  que  todos  los  idiomas  "tienen  en 
"sí  una  virtualidad  estética  que  obra  en  el  espíritu  del  lector  como  ma- 
"nantial  de  deleite,  independientemente  del  contenido  interior  de  las 
"ideas"...  Y  eso  no  es  otra  cosa  que  el  fundamento  del  vitando,  abomi- 
nable, revolucionario  simbolismo.)  La  generación  de  1898  ama  3ós  vie- 
jos pueblos  y  el  paisaje;  intenta  resucitar  los  poetas  primitivos  (Ber- 
ceo,  Juan  Ruiz,  Santillana) ;  da  aire  al  fervor  por  el  Greco,  ya  iniciado 
en  Catalluña,  y  publica,  dedicado  al  pintor  cretense,  el  número  único 
de  un  periódico:  Mercurio;  rehabilita  á  Góngora  — uno  de  cuyos  ver- 
sos sirve  de  epígrafe  á  Verlaine,  que  creía  conocer  al  poeta  oordo- 
bési — ;  se  declara  romántico  en  el  banquete  ofrecido  a  Pío  Baroja 
con  motivo  de  su  novela  Camino  de  perfección;  siente  entusiasmo  por 
Larra,  y  en  su  honor  realiza  vma  peregrinación  al  cementerio  en  que 
estaba  enterrado  y  lee  un  discurso  ante  su  tumba  y  en  ella  deposita 
ramos  de  violetas;  se  esfuerza,  en  fin,  en  acercarse  á  la  realidad  y 
en  desarticular  el  idioma,  en  agudizarlo,  en  aportar  a  él  viejas  pala- 
bras, plásticas  palabras,  con  objeto  de  aprisionar  menuda  y  fuerte- 
mente esa  reaíidad.  La  generación  de  1898,  en  suma,  no  ha  hecho  sino 
continuar  el  movimiento  ideológico  de  la  generación  anterior:  ha  te- 
nido el  grito  pasional  de  Echegaray,  el  espíritu  corrosivo  de  Cam- 
poamor  y  el  amor  á  la  realidad  de  Galdós.  Ha  tenido  todo  eso;  y  la 
curiosidad  mental  por  lo  extranjero  y  el  espectáculo  del  desastre  — fra- 
caso de  toda  la  pdlítica  española —  han  avivado  su  sensibilidad  y  han 
puesto  en  ella  una  variante  que  antes  no  había  en  España."  Andrés 
González  Blanco,  Hist.  nov.,  pág.  867 :  "La  juventud  actual  es  vio- 
lentamente iconoclasta.  A  todo  el  que  tiene  aspiraciones  á  oeñir  la 
corona  literaria  ó  simplemente  á  ejercer  el  magisterio  entre  sus  co- 
legas, 'le  mira  con  horror  y  con  odio.  Rechaza  toda  tutela  y  no  nimba 
sien  alguna  con  la  aureola  de  la  santidad  artística;  al  contrario,  de- 
rrumba ídolos  y  socava  pedestalíes  que  parecían  bien  afirmados.  A  sus 
predecesores,  á  los  viejos,  los  considera  con  desprecio  aplastante;  y 
á  quien  sigue  su3  huellas  ó  simplemente  respeta  sus  saludables  oficios-^ 


63  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

y  ve  en  su  nombre  una  protectora  y  benéfica  guía,  lo  expulsa  de  su 
seno  con  asco  y  le  echa  en  cara  este  insultante  apostrofe:  /  Vete  al  dia- 
blo con  tus  maestros!  La  juventud  de  hoy  diría  gustosamente,  ':omo 
en  el  poema  de  Próspero  de  Aquitania  {De  ingratis^  III,  8)  — si  la 
juventud  inculta  y  hollgazana  se  ocupase  de  conocer  estas  joyas  de  la 
primera  poesía  latinocristiana,  que  viene  á  ser  en  literatura  lo  que 
en  el  arte  pictórico  el  arte  de  los  primitivos,  de  ibs  del  milenio,  de 
Brehuegel  ó  de  Patinir — ;  diría,  pues,  la  juventud  de  hoy  si  conociese 
estas  perlas:  Vcstri  iUi,  quorum  ructatis  verba,  magistri...  ¡Quitad 
.allá  con  aquellos  vuestros  maestros,  cuyas  frases  eructáis!...  No,  ya 
no  se  jura  in  verba  magistri:  ya  no  se  asegura  como  supremo  argu- 
jnento  que  el  maestro  lo  dijo:  magister  dixit...  Ya  no  hay  maestros,  y 
como  en  la  Liturgia  socrática  de  John  Toland,  los  iniciados  hacen 
promesa  de  no  jurar  nunca  por  ningún  maestro,  ni  siquiera  por  el 
m.ismo  Sócrates  — así  los  hijos  de  Verlaine,  á  quien  con  dli  maestro 
griego  alguna  vez  se  ha  comparado  (acaso  maliciosamente  por 
algunos,  aludiendo  á  sus  costumbres  pederásticas) — ,  y  se  le  parece, 
sin  duda,  en  que,  como  aquél,  fué  á  la  vez  un  maestro  y  un  corruptor 
de  la  juventud —  juraron  desde  su  iniciación  en  el  secreto  deifico  del 
Arte...  Ya  no  hay  maestros.  Así  es  de  heterogénea,  dispar  y  sin  nor- 
ma la  producción  actual." 

11-  El  modernismo  en  América  y  Filipinas. — Rodó,  El  mirador 
de  Próspero  (1913,  pág.  314)  :  "No  veo  que  hoy  (salvo  excepciones 
individuales  que  han  existido  siempre)  se  imite  (en  América)  con  más 
personalidad  y  más  conciencia  de  ilo  oportuno  y  adaptable,  que  cuando 
se  imitaba  á  los  profetas  del  romanticismo  y  á  los  maestros  de  natu- 
ralismo." Id.  (pág.  318) :  "¡  Cuan  pocos  de  nuestros  poetas  de  hoy, 
aun  cuando  haya  de  ser  grande  y  duradera  la  glloria  de  sus  triunfos, 
alcanzarán  esta  devoción  á  los  sentimientos !  El  poeta,  hoy,  es,  ante 
todo,  el  artista,  es  el  orfebre,  es  el  cincelador  paciente  y  empeñoso, 
Detiénese  ante  sus  puertas  el  viandante  para  admirar,  en  aquella  fies- 
ta de  la  luz,  los  finos  contornos  ddl  oro  cincelado-  Pero,  cuando  se 
aleja,  lleva  sólo  la  impresión  de  un  deslumbramiento,  porque  no  re- 
conoce ya,  en  él  artífice  enamorado  del  ritmo  y  del  color,  á  aquel  ser 
— comparable  con  el  pelícano  del  mito — ^  que  arrancaba  de  sus  entra- 
ñas palpitantes  la  imagen  viva  de  lo  que  llevaban  los  demás  dentro  de 
sí."  Admirable  definición  de  la  poesía  modernista  americana,  parna- 
siana enteramente,  y  de  su  maestro  Rubén  Darío.  Carlos  Arturo  Re- 
yes, Estudios,  1906,  pág.  253:  "Siempre  he  creído  que  la  pretensión 
da  implantar  en  este  país  fla  literatura  parisiense  fin  de  siglo  es  una 
ignorancia  de  las  leyes  biológicas  de  la  adaptación  y  un  exotismo... 
Tenemos  mayores  afinidades  con  los  eslavos  que  no  con  los  Diatinos  de 
Francia.  En  efecto,  leyendo  las  novelas  rusas  se  adivina  una  alma 
más  cercana  de  lia  nuestra,  un  concepto  de  la  vida  más  parecido  al 
-nuestro,  unas  costumbres  más  familiares  á  nosotros  por  lo  sencillas  y 


EL   MODERNISMO    EN   AMERICA   Y    FILIPINAS 


63 


sinceras  que  las  brillantes,  artificiales  y  refinadas  de  París  á  la  moda; 
comprendemos  más  aquellos  dolores  y  alegrías  y  tenemos  mayor  si- 
militud de  aspiraciones." 

F.  García  Godoy,  La  Literatura  americana  de  nuestros  días, 
1915  página  95:  ''En  las  letras  hispanoamericanas  evidenciase, 
con  frecuencia,  un  verdadero  derroche  de  prosas  efectistas  y  de 
puerilidades  rimadas,  productos,  en  muchísimos  casos,  de  imitaciones 
exóticas,  pero  pocas  veces  se  advierte  en  nuestro  movimiento  intéfec- 
tual  algo  bien  preciso  y  caracterizado  que  demuestre  la  tendencia  á 
cultivar  asiduamente  estudios  de  índole  elevada  y  de  positivo  valor 
ideollógico.  En  un  modernismo  vago,  sutil,  cambiante,  pleno  de  refi- 
namientos artificiales  de  sensibilidad  y  de  matices  y  filigranas  de  ex- 
presión, se  consume  toda  ó  casi  toda  nuestra  desbordante  actividad  in- 
telectual. Afortunadamente  ese  modernismo  va  ya  de  paso,  como 
quien  dice,  reemplazado  por  orientaciones  de  mayor  amplitud  hu- 
mana y  de  un  más  propio  y  natural  relieve  artístico."  F.  García  Cal- 
derón: "La  juventud  que  abomine  del  pasado  por  un  injustifica- 
bie  sentimiento  de  vanidad  ó  de  soberbia,  no  podrá  jamás  po- 
seer un  concepto  de  la  vida  que  imprima  ritmo  integral  á  sus 
aspiraciones.  El  pasado,  por  cierta  íntima  fuerza,  vive  en  nosotros. 
Cuando  creemos  habernos  alejado  más  de  él,  surge  de  improviso  con 
potencia  irresistible-"  Gustavo  Gallinal,  Rodó,  1918:  ''Si  se  le  estudia 
-(al  modernismo)  en  algunos  de  sus  representantes  más  típicos  y  que 
arrastraron  tras  sí  más  numeroso  cortejo,  el  modernismo  fué  escuela 
-que  nunca  arraigó  muy  hondo  en  suelo  americano.  Se  caracterizó,  qui- 
zá en  mayor  grado  que  tendencia  alguna,  por  el  desvío  con  respecto 
á  la  realidad  circunstante.  Vivió  más  de  la  imitación  que  de  lia  energía 
de  un  pensamiento  original.  Produjo  algunas  obras  de  refinada  be- 
lleza; pero  ellas  fueron  como  aquella  flor  del  aire,  capricho  de  nues- 
tra naturalleza,  que,  prendida  al  tronco  montes  á  que  sirve  de  gracioso 
airón,  no  ha  menester  tomar  los  jugos  nutricios  de  la  tierra...  Los  re- 
medos de  los  que  se  alineaban  en  su  séquito  de  príncipe  (de  Rubén) 
de  una  exótica  corte  en  la  que  lucieron  algunas  joyas  ricas  y  valio- 
sos, pero  en  la  que  la  moda  encubrió  también  muchos  amaneramien- 
tos, muchas  vanas  frivolidades  y  no  pocas  perversiones  retóricas." 
•G,  Picón-Febres,  Notas  y  opiniones,  1899,  P^g-  43:  "En  dicha  escuela 
-(modernista)  pululan  los  imitadores  serviles,  los  que  han  dado  en  la 
-fi.or  de  figurarse  que  la  originalidad  consiste  en  el  hipérbaton  desca- 
"bellado  y  en  ahogarlo  todo  en  océano  de  azul  los  que  se  la  pasan 
-con  ciertos  libros  vetustos  en  la  mano  para  extraerles  mil  vocablos 
-que  no  son  de  uso  frecuente  y  significación  extensamente  conocida, 
•que  empllean  como  se  les  ocurre,  y  que  por  un  lado  les  hacen  palabre- 
ros y  por  el  otro  ininteligibles.  Son  esos  imitadores  sin  talento,  sin 
juicio  y  sin  gramática,  la  peste  brava  y  negra  de  'la  literatura  amerf- 
■cana  y  su  descrédito...  Se  dieron  á  la  tarea  de  componer  enigmas  li- 
icrarios,  por  no  decir  gailimatías,  á  fuerza  de  esfinges,  misterios,  vír- 


64  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

genes  pálidas,  piedras  preciosas  y  grandes  lirios  blancos.  Una  serie 
de  hipérboles  insólitas,  un  aluvión  de  imágenes  montadas  unas  sobre 
otras,  un  hipérbaton  que  hace  pruebas  de  fuerza  como  los  saltimban- 
quis, y  muchas  canéforas  y  muchos  kakemonos,  y  una  dosis  de  azi.I 
que  supera  á  la  del. Mediterráneo  entero...;  pero  lo  que  es  alginia  cosa 
de  sustancia,  ni  aproximadamente-"  M.  Romera  Navarro,  La  Esfe- 
ra, 1918,  Marzo:  "A  este  modernismo  faltábale  lia  cualidad  que  nos 
parece  esencial  en  la  literatura  americana,  si  ésta  ha  de  llegar  á  ser, 
y  ya  lo  empieza  con  el  criollismo,  genuínamente  americana :  el  senti- 
miento de  la  Naturaleza.  Por  eso,  y  porque  ha  tenido  acá  el  moder- 
nismo todo  lo  malo  del  francés :  tristeza,  sensualidad,  artificio,  y  lo  me- 
nos vailioso  del  clasicismo,  el  culto  de  la  forma,  amén  de  iconoclacia 
en  las  ideas  y  anarquismo  métrico  de  su  propia  cosecha,  tal  planta  de 
importación  estaba  condenada  á  morir,  y  por  muerta  y  bien  enterrada: 
puede  dársele  á  la  hora  presente.  Tiempo  atrás,  en  1904,  hablaba  ya 
Rubén  Darío  de  "las  parodias  de  corrupción  estética  que  infestan  al- 
^'gunos  de  nuestros  rincones  literarios,  verlenianismo  por  fuerza,  sibi- 
''^.'ismo  de  importación,  porque  así  se  hace  ahora;  cosas  que  á  muchos 
'■'parecen  nuevas,  y  que  ya  son,  en  verdad,  muy  viejas."  La  carencia  de 
verdaderos  ideales  artísticos  ha  sido  la  causa  de  que  haya  imperado  acá 
y  en  nuestra  España  toda  esa  poesía  modernista,  de  desenterradas  pa- 
ganerías  y  gorjeos  versallescos,  aceitada  poesía  de  torre  de  marfil, 
tan  pulidita  y  empalagosa  que,  cuando  más,  nos  habla  al  oído,  pero 
jamás  al  aiíma.  Y  la  América  española,  donde  lo  que  hacía  falta  eran 
intérpretes  del  sentir,  del  vivir  americano,  intérpretes  de  su  natura- 
leza y  de  sus  aspiraciones  colectivas,  se  llena  de  modernistas  que,  des- 
preciando en  la  técnica  l'usata  poesía,  grita  á  voz  en  cuello  efli  ¡odi 
profanwn  vnlgus!  del  gentil  Horacio.  Se  obstinan  los  buenos  hdm-" 
bres  en  encerrarse  en  su  torre  de  marfil,  en  su  "alcázar  interior",  y 
cierran  los  ojos  y  la  inspiración  ante  las  sublimes  bellezas  del  suelo 
americano.  Y  porque  no  ha  sido  aquí  el  poeta  intérprete  y  custodiador 
de  la  Naturaleza,  como  lo  quiere  Schiller,  ni  la  literatura  en  general 
reflejo  de  tipos,  costumbres  é  ideas  y  aspiraciones  comunes,  su  in- 
fluencia en  la  vida  americana  es  nula.  Que  la  misión  de  la  literatura, 
sobremanera  en  países  nacientes,  no  es  sólo  deleitar,  sino  orientar,  es 
cosa  sabida  de  todos,  menos  los  modernistas.  Si  ellos  no  han  querido 
entender  a  su  pueblo,  éste  tampoco  les  ha  escuchado;  a  la  gente  del 
oficio  se  le  puede  encandilar,  á  veces,  por  el  oído;  al  pueblo,  no.  "Me- 
^'rezca  cada  cual  la  estimación  por  sí  — semeja  opinar  con  Gracián — , 
no  por  soborno  del  gusto."  En  vez  de  seguir,  cuando  menos,  el  ejem- 
plo de  los  grandes  vates  de  la  primera  mitad  del  pasado  sigffo,  de  los 
Bellos,  los  Olmedos,  los  Heredias,  los  Echeverrías,  los  Andrades,  e  ins- 
pirarse en  la  próvida  y  hermosa  Naturaleza,  en  la  Historia,  temas  y 
costumbres  patrias,  se  afrancesan  en  el  pensamiento,  estüb  y  lengua- 
je, se  amartelan  y  engatusan  con  su  París  de  su  alma,  y  dejan  tras  de 
sí  un  sonoro  vacío.  "Un  pensador,  un  filósofo,  un  sociólogo  — ^ha  di- 


EL   MODERNISMO   EX   AMÉRICA   Y    FILIPINAS  G3 

"cho  Guerra  Junqueiro —  puede  no  ser  patriota;  pero  un  poeta,  si  no 
''siente  ]o  que  en  derredor  tiene,  lo  concreto  y  vivo,  con  mayor  fuerza 
"que  lo  lejano  y  abstracto,  será  cualquier  cosa,  pero  no  poeta."  Por 
fortuna,  llevan  las  cosas  nuevo  rumbo.  Al  subjetivismo  excesivo,  al 
desconcierto  espiritual  y  pesimismo  modernistas,  están  reemplazando 
el  objetivismo,  el  optimismo  y  ¡la  definida  orientación  de  la  literatura 
criolla,  la  cual  sólo  conserva  del  modernismo  su  libre  técnica.  Es  aho- 
ra cuando  los  escritores  principian  á  ver  y  sentir  como  hijos  de  Amé- 
rica. En  rigor,  á  la  actual  juventud  cábele  el  honor  de  inaugurar  la 
literatura  propiamente  americana.  Los  maestros  del  pasado,  Bello, 
Gorostiza,  Olmedo,  Mármol,  Arboleda,  fueron,  en  el  fondo,  ó  espa- 
ñoles, ó  clásicos,  pero  no  americanos.  Los  modernistas  no  fueron  ni 
lo  uno  ni  lo  otro.  El  americanismo,  como  movimiento  casi  unánime, 
es  tan  reciente,  que  data  de  ayer  mañana,  apenas  una  docena  de  años. 
Leguizamón,  Lugones,  Blanco-Fombona,  Ugarte,  Chocano,  Payró, 
Urbaneja,  figuran  á  la  vanguardia.  El  Arte  empieza  a  ser  acá  lo  que 
pedía  Zola:  la  realidad  vista  á  través  de  un  temperamento-''  Arm.  Do- 
noso, Los  nuevos^  1912,  pág.  xi:  "El  abuso  perjudicial  del  preciosismo 
nos  ha  traído  daños  más  considerables  que  toda  la  corriente  cosmopo- 
lita de  la  emigración...  El  hombre  del  porvenir  que  nada  sabe  de  la 
neurastenia,  del  simbolismo  ni  de  Tas  cocotas  de  Willete;  el  hombre 
músculo  y  apóstol  de  Walt  Whitman  y  el  hombre-cerebro  de  Emer- 
son, con  mucho  de  indio  chorotega  y  no  poco  de  Nietzsche,  de  Zaratus- 
tra.''  Over  Emet :  "Todo  aquí  se  opone  á  ello  (en  Chile,  al  simbolis- 
mo) :  la  raza,  el  clima,  el  ambiente,  y  más  que  todo,  el  cielo  azulado, 
la  Naturaleza  esplendorosa,  enemiga  nata  del  chiaroscuro  y  de  las 
nieblas."  Salaverría,  Tierra  Argent.:  "Me  contaba  el  joven  poeta 
Manuel  Gálvez,  con  justa  amargnira,  que  tos  libros  criollos  suelen  caer 
en  el  major  de  los  olvidos,  mientras  los  libros  italianos  ó  franceses, 
por  ser  extranjeros,  ganan  pronto  5a  estimación  del  público.  Es  posi- 
ble que  sea  otra  la  causa :  tal  vez  el  público  argentino  rechaza  los  li- 
bros argentinos  por  su  falta  de  reaJlidad.  Los  escritores  criollos  suelen 
aficionarse  por  las  cosas  vagas  y  liliales;  se  enamoran  de  las  escuelas 
modernistas;  beben  en  la  fuente  de  París;  cantan  cosas  ajenas  á  aa 
Argentina;  se  pierden  en  ridículos  comentarios  sobre  e]  Trianón  y 
sobre  las  brumas  bulevardescas;  y  entonces  el  público  no  les  hace  ca- 
so... cantaran  y  comentaran  densamente  ilas  cosas  americanas,  y  otro 
sería  el  destino  de  sus  libros.  Lo  prueba  Sarmiento,  que  es  leído  asi- 
duamente hoy  todavía,  puesto  que  se  halla  tan  fresco  como  en  su  pri- 
mera edición;  lo  prueba  eí  Martín  Fierro,  cuyas  ediciones  se  agotan 
en  cuanto  se  imprimen.  La  manía  decadente  y  modernista,  tristemente 
ñoña,  no  respeta  ni  á  los  ingenios  más  claros  y  robustos.  Ahí  tenemos 
á  Leopoldo  Lugones,  talento  fuerte,  erudición  vasta,  estilo  abundan- 
te y  sólido,  inteligencia  enciclopédica;  ha  escrito  libros  tan  firmes  co- 
mo el  Imperio  Jesuítico  y  la  Guerra  Gaucha;  sin  embargo,  cuando 
quiere  versificar  cae  en  las  mismas  debilidades  que  el  último  de  los 

TOMO   X— 5 


66  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

poetastros,  componiendo  versos  afeminados  y  bulevardieros.  Tienen 
otra  manía  los  escritores  de  aquel  país,  que  es  el  afán  de  lo  monstruo- 
so, de  lo  genial!,  de  lo  trascendente.  Parecen  estar  henchidos  de  la  in- 
fantil vanidad  de  Víctor  Hugo,  ó  de  la  morbosa  vanidad  de  Napoleón, 
No  se  resigna  ninguno  de  ellos  á  ser  menos  que  un  genio;  toda  la  na- 
ción argentina,  y  sus  hermanas  próximas  Uruguay  y  Chile,  padecen 
de  esta  obsesión  enfermiza  por  lo  genial.  Carecen  aquellos  pueblos  de 
reserva,  de  contención  y  de  crítica.  Es  como  si  una  charanga  estuvie- 
se tocándoles  continuam.ente  al  oído  marchas  triunfales.  Por  eso  se  ob- 
serva en  sus  escritores  una  dispersión  de  aptitudes  y  de  tentativas,  al 
modo  de  quien  busca  el  camino  de  la  glloria  y  ataca,  para  encontrar- 
lo, multitud  de  senderos.  Un  mismo  escritor  suele  intentar  el  periodis- 
mo, la  política,  el  verso,  el  cuento,  la  historia,  como  Lugones ;  ó  escribe 
poemas  heroicos  y  libros  sobre  enseñanza,  como  Ricardo  Rojas,  cuyo 
libro  sobre  el  Nacionalismo  es  obra  de  veras  considerable.  Pero  á  ve- 
ces se  encuentra  aún  allí  el  escritor  discreto  y  concienzudo,  que  hace 
su  libro  sin  mirar  á  la  genialidad  y  le  resulta  un  libro  perfecto.  Este  es 
el  caso  de  Rodríguez  Larreta,  que  ha  escrito  su  bella  novela  de  La 
Gloria  de  Don  Ramiro  sobre  motivos  del  tiempo  de  Felipe  II.  Viene  á 
aumentar  esta  confusión  del  gusto  y  de  las  orientaciones  literarias,  la 
Prensa  periódica  de  Buenos  Aires,  con  su  abundante  colaboración 
europea.  Los  más  grandes  articulistas  italianos,  franceses  y  españoles 
mandan  sus  trabajos,  en  que  tratan  múltiples  y  contradictorias  cues- 
tiones; todos  estos  trabajos  se  confunden  en  las  páginas  de  aquellos 
inmensos  diarios ;  el  público  'los  lee,  y  el  resultado  es  bien  notorio :  una 
confusión  de  criterios  y  matices,  lecturas  mal  digeridas,  eclecticismo. 
Pero  gracias  á  los  periódicos  tiene  aquella  sociedad  ambulante  y  anó- 
nima, contradictoria,  cierto  aire  de  media  cultura  que  no  deja  de  sor- 
prender al  europeo.  La  gente  adquiere  un  barniz  ilustrado,  y  las  dife- 
rentes cuestiones  mundiales  llegan  al  público  por  conducto  de  las  hojas 
periódicas,  de  manera  que  se  logra  allí  una  especie  de  enciclopedismo 
aun  en  las  personas  de  procedencia  más  humilíde.  Pero,  en  realidad, 
esto  no  pasa  de  una  desfloración  de  asuntos,  una  cultura  periodística. 
La  gente,  así  como  anda  muy  bien  vestida  á  la  última  moda,  se  viste 
lo  mism.o  con  esa  cultura  de  periódico,  demasiado  ligera  y  apresurada 
para  ser  honda,  duradera.  Bien  es  verdad  que  la  gente  no  puede  allí 
pararse  mucho  á  leer  con  calma  y  á  digerir,  en  el  ocio,  las  lecturas; 
echa  mano  de  la  cultura  perodística,  como  forma  Ba  más  viable  de  ins- 
truirse. Así  es  como  se  explica  la  uniformidad  de  aquella  gente.  En 
el  vestir,  hasta  en  el  andar  y  en  él  conducirse,  son  uniformes;  las  for- 
mas de  expresión,  las  frases  corrientes,  las  palabras,  son  comunes  á 
todos;  de  donde  proviene  que  las  gentes  hablan  con  bastante  facilidad 
y  soltura,  pero  uniformemente.  Han  limitado  el  idioma,  reduciéndolo  á 
un  número  preciso  de  palabras  y  modismos,  comunes  á  todas  las  gen- 
tes. Faltan,  además,  verdaderas  diferenciaciones  provinciales,  ó  van 
desapareciendo  con  rapidez  tales  diferenciaciones:  la  nación  se  unifor- 


EL   MODERNISMO    EN   AMÉRICA   Y    FILIPINAS  67 

miza  rápidamente,  lo  cual  puede  ser  un  defecto.  En  Europa,  en  nues- 
tras viejas  naciones,  las  diferencias  provinciales  son  muy  profundas  y 
contumaces;  ellas  favorecen  la  diversidad,  ila  renovación  continua  del 
-espíritu,  caracteres,  formas,  frases  y  palabras.  La  Nación  es  un  diario 
moderno,  g-rande,  culto,  de  una  tradición  política  muy  fuerte;  tiene, 
todavía  hoy,  el  sello  que  le  diera  su  fundador,  el  ilustre  Bartolomé 
^NJitre,  y  en  los  asuntos  que  afectan  á  la  política  y  á  la  'literatura,  indis- 
-cutiblemente  es  él  órgano  más  respetable.  Tan  grande  y  moderno, 
acaso  más  fastuoso,  es  el  diario  La  Prensa,  montado  á  la  ma- 
nera yanqui,  con  una  información  telegráfica  insuperable.  La  re- 
vista Caras  y  Caretas  es  un  semanario  ilustrado  de  gran  difusión  y 
editado  esmeradamente."  J.  Valera,  Ecos  Argentinos,  1901,  pág.  243 
(escribíase  en  1S97)  :  "En  las  esferas  literarias  y  de  pensamiento  es- 
peculativo, España,  que  está  inmediatamente  unida  á  Francia,  imita 
poco  á  los  franceses,  salvo  en  trajes,  peinados...  La  literatura  contem- 
poránea española,  será  más  ó  menos  buena  y  apreciable,  pero  sigue 
siendo  bastante  original.  Hasta  cuando  los  que  escriben  de  priesa  para 
ganar  la  vida,  principalmente  con  la  literatura  dramática,  traducen  ó 
arreglan  piezas  francesas,  por  ser  esto  más  fácil  que  inventarlas,  lo 
hacen  con  tall  gracia  ó  sin  gracia,  pero  tan  mañosamente,  que  no  pare- 
ce francés  lo  que  han  traducido  y  arreglado.  Comoquiera  que  ello  sea,  y 
salvo  excepciones  muy  raras,  más  que  una  servil  y  constante  imitación 
de  la  extranjera,  cultura,  es  de  lamentar  entre  nosotros  cierto  aislamien- 
to, esquivo  y  uraño,  que  ahoga  ó  al  menos  estrecha  la  cultura  propia 
y  no  la  deja  crecer  y  dilatarse,  asimilándose  ajenos  elementos  y  con- 
-í-irtiéndolcs  en  la  propia  substancia.  Lo  contrario  noto  yo  que  ocurre 
por  lo  común  en  casi  todas  las  Repúblicas  hispanoamericanas,  salvo, 
acaso,  en  Colombia,  donde  siguen  siendo  tan  castizos  ó  más  que  en 
España.  El  influjo  francés  penetra  por  allí  profundamente  y  da  mues- 
tras de  sí,  poniendo  su  sello  en  todas  las  tentativas  filosóficas  ó  que 
pretenden  ser  filosóficas  y  en  toda  otra  producción  literaria  en  prosa 
ó  en  verso...;  el  influjo  francés  es  tan  predominante  que  parece  ex- 
clusivo... Yo  creo  que  las  (letras  hispanoamericanas  ganarían  muchísi- 
mo si  acertaran  á  libertarse  de  la  obsesión  y  sugestión  casi  única  del 
pensamiento  francés...  Las  mil  novelas  escritas  en  América  serían  mil 
veces  más  interesantes  si  los  autores  se  olvidasen  de  París  y  de  los  no-' 
vdlistas  parisienses  y  nos  pintasen  con  fidelidad  y  sin  artificio  exótico 
lo  que  piensa,  siente  y  dice  el  vulgo  de  sus  paisanos."  Pág.  385 :  "Cada 
día  me  maravillo  más  de  la  profundidad  con  que  ha  penetrado  en  los 
escritores  hispanoamericanos  el  espíritu  de  la  literatura  francesa  no- 
vísima. En  algimos  apenas  queda  de  españoQ  más  que  el  lenguaje.  Se 
diría,  no  sin  dolor,  que  tal  vez  vale  y  se  estima  tan  poco  lo  que  es 
propio  de  la  casta,  que  conviene  desechardo  como  un  estorbo,  des- 
castándose para  escribir.  Y  es  lo  peor  que  lo  que  más  se  imita  es  lO 
tétrico,  pesimista  y  desesperado,  y  como  se  imita  de  buena  fe  y  no  se 
repara  en  la  pose  de  los  autores  admirados  y  que  sirven  de  modelo,  los 


68  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

cuales  distan  no  poco  de  ser  tan  tristes  por  naturaleza  como  por  mo- 
da, suelen  resultar  las  tales  imitaciones  lúgubres  en  demasía  y  más 
á  propósito  que  para  recrear,  para  meter  el  corazón  en  un  puño  ail  hom- 
bre más  de  pelo  en  pecho." 

De  la  poesia  en  Filipinas  trató  W,  Retana  (De  la  evolución 
de  la  literatura  castellana  en  Filipinas,  1909).  No  la  hubo  hasta  ei 
siglo  XIX,  por  haber  faltado  los  frailes  á  las  leyes  que  favorecían  el 
aprendizaje  del  castellano  entre  los  indios,  tendiendo  á  que  no  lo  apren- 
diesen, y  por  la  censura  y  prohibición  de  llevar  libros  á  Filipinas.  En  .el 
siglo  XIX  sólo  se  sabe  de  tres  poetas,  y  ésos  escriben  fuera  de  su  tierra : 
Juan  Atayde,  oficiaÜ  de  Infantería  (y  1896) ;  Pedro  Alejandro  Paterno 
y  Rizal  (f  1896).  Con  la  independencia  aprenden  mejor  el  castellano, 
prefiriéndolo  al  inglés,  y  surgen  poetas  que  la  cantan  con  brío,  sobre 
todo  cada  año  en  el  aniversario  del  fusilamiento  de  Rizal;  pero  va 
decayendo  el  estro  a!l  hacerse  modernistas  y  puros  imitadores:  José 
Palma,  Cecilio  Apóstol,  Pacífico  Victoriano,  Fernando  María  Guerre- 
ro, el  mejor  y  adalid  de  los  demás,  Mcente  Peláez,  Manuel  Bernabé, 
Belisario  Rosas,  Jesús  Balmori.  W.  Retana,  De  la  evol.  de  h  lit.  cast.  en 
filipinas,  1909,  pág.  28:  "Esta  desigualdad  en  la  producción  de  los 
poetas  fi'lipinos  hay  que  atribuirla  á  la  abigarrada  confusión  que  han 
hecho  de  los  modelos,  pues  que  quieren  participar  á  un  tiempo  de  va- 
tes tan  diferentes  como  Rueda,  Rubén  Darío,  Andrade,  Santos  Cho- 
cano,  Espronceda,  Núñez  de  Arce  y,  por  de  contado,  el  inevitable  Ver- 
laine,  con  ajenjo  y  todo.  Verlaine  les  ha  trastornado  á  los  más  de 
ellos;  y  el  trastorno  es  de  verdadera  trascendencia,  por  lo  mismo  que 
á  Verlaine  no  le  saborean  en  el  original  francés,  sino  en  el  sedimento 
que  del  célebre  poeta  simbolista  se  halla  en  cierta  parte  de  Ja  litera- 
tura hispanoamericana  degenerada  en  París,  que  es  la  que  tanto  les 
agrada  á  los  adelfas  del  Club-Euterpe  manilense.  Para  los  filipinos, 
tan  entusiastas  de  los  hispanoamericanos,  diríase  que  no  han  existido 
Olmedo  ni  Bello  ni  Heredia...  Si  Lemaítre  pudo  calificar  de  despre- 
ciable el  simbo'lismo  hecho  por  los  verdaderos  simbolistas,  ¿cómo  ha- 
brá que  calificar  el  simbolismo  masturbado  con  imitaciones  de  los  imi- 
tadores?.-.. De  poco  tiempo  á  esta  parte  para  los  filipinos  se  diría  que 
la  Flora  de  su  país  es  Flora  indigna:  no  hay  en  ella  una  planta  que 
se  preste  al  símil.  Ahora  todo  se  vuelve  hablar  de  lirios  (no  los  hay 
en  Filipinas),  de  violetas  (ídem,  id.),  sin  contar  con  que  todo  So  ha- 
llan pálido  ó  lóbrego...  ¡en  la  región  del  Sol!  Y  sacan  á  relucir  túni- 
cas, donde  no  existe  idea  de  tales  prendas,  y  se  entusiasman  con  las 
manos  blancas,  los  que  las  tienen  morenas...  En  una  palabra,  se  va 
de  tal  modo  desnaturalizando,  deslocalisando^  mejor  dicho,  la  poesía 
ñlipina,  que  los  filipinos  acabarán  por  lograr  que  no  haya  poesía  fili' 
pina...  Todo  esto  es  falso,  y  por  lo  mismo,  inaceptable;  todo  esto  es 
poesía  hecha  con  la  cabeza...,  modernismo  cerebral...  Los  temas  pa- 
ItrJóticos  no  son  ya  tan  enérgicos  ni  tan  espontáneos  como  antes;  la 
nota  amorosa  apenas  se  ctóltiva;  el  paisaje  no  se  siente...  Lo  que  triun- 


BIBLIOGRAFÍA  MODERNISTA  69 

fa  es  lo  indeciso,  lo  fantástico,  ilo  falsamente  tristón,  lo  bohemio...  Lo 
que  triunfa  es  la  deslocalización  de  ia  poesía  filipina." 

13.  Bibliografía  modernista. — A.  Barre,  Le  symbolisme  (1885-1900), 
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del  modernismo,  Barcelona,  1908.  Eusebic  Blasco,  El  modernismo  en 
Francia,  recuerdos,  notas  íntimas  de  Francia  y  España,  1894.  A.  Bo- 
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Madrid,  1914.  R.  de  Souze.  Rythme  poétiqne^  1892.  R.  Cansinos-Assens, 
Les  Hermes,  Madrid,  1916;  ídem,  Las  Escuelas  literarias,  1916.  J.  Ce- 
jador,  El  Simbolismo,  1904  (en  Helios)  :  ídem.  La  Lírica  española  en 
la  época  modernista,  desde  1918  (en  Nuevo  Mundo,  Enero).  B.  H.  Clark, 
The  Continental  Drama  of  To-day.  N.  York,  1914.  F.  W.  Chandler, 
Aspects  of  Modern  Drama^  N.  York,  1914.  A.  Dauzat.  Le  sentimcnt 
de  la  nature  et  son  expression  artistique,  París,  1914.  C  Eguía  Ruii, 
Crisis  del  simbolismo  literario,  1914  (en  Razón  y  Fe,  XXXVIII). 
Emile  Faguet,  Notes  sur  le  théátre  contemporain,  3  series,  1888-90. 
Fr.  Benito  Garnelo,  El  Modernismo  literario  español,  1913  (en  Cñid-  de 
Dios,  XCIII).  E.  Goldman,  The  social  Significance  of  the  Modern  Dra- 


70  ÉPOCA  REGIONAL  Y   MODERNISTA   (1888-I907) 

ma,  Boston,  1914.  E.  Gómez  Carrillo,  El  Modernismo,  Madrid,  1905, 
Arturo  Gómez  Lobo,  La  Literatura  modernista  y  el  idioma  de  Cer- 
vantes, Ciudad  Real,  1908.  L.  de  la  Tourrasse,  La  Evolución  del  arte- 
escénico,  el  realismo,  la  reacción  simbolista,  1914  (en  La  Lectura,  XVI). 
F.  Vigié  Lecoq,  La  Poésie  contemporaine^  i897-  Otón  Weininger,  Ue- 
ber  die  letzten  Dinge,  Viena,  1904. 

Véase  cómo  van' presentándose  los  líricos:  Rubén  Darío  (ni- 
carag.,  1888).  Julián  del  Casal  (cub.,  1888).  Rodríguez  Pinilla  (1888). 
Catarineu  (1889).  Fernández  Granados  (mej.,  1889).  Enrique  Paradas 
(1891).  Víctor  Arrequine  (urug.,  1892).  José  Durban  (1892).  Enrique 
Redel  (1892).  Antonio  Zayas  (1892).  Francisco  Antich  (1893).  Bonifa- 
cio Byrne  (cub.,  1893).  Chocano  (per.,  1893).  ^ulio  Flórez  (col.,  1893).- 
Manuel  Pimentel  (venez.,  1893).  Talero  Núñez  (col.,  1893).  Soto  Hall 
(cost,  1893).  Emilio  Fernández  Vaamonde  (1894).  Antonio  Palomero 
(1894).  Urbach  (cub.,  1894).  P.  Teodulo  Vargas  (col.,  1894).  Jop.quín  Allu- 
caide  de  Zafra  (1895).  N.  Alonso  Cortés  (1895).  Blanco  Belmonte  (1895)^ 
Alberto  Ghiraldo  (arg.,  1895).  Pedro  A,  González  (chil,,  1895).  Abra- 
ham  Z.  López  Penha  (de  Curazao,  1895).  Amado  Ñervo  (mej..  1895). 
Guzmán  Papini  (urug.,  1895).  Man.  Sandoval  (1895).  Froilán  Turcios 
(hond.,  1895).  Almafuerte  (arg.,  1896).  Carlos  G.  Amézaga  (per.,  1896). 
Andrés  Mata  (venez.,  1896).  Diego  Uribe  (col.,  1896),  Guillermo  Valen-^ 
cia  (col.,  1896).  Arciniegas  (col.,  1897).  Santiago  Arguello  (nicar.,  1897). 
Lugones  (arg.,  1897).  José  Almendros  (1898).  Luis  Barreda  (1898).  Al- 
berto Casañal  (1898).  Francisco  Contreras  (chil.,  1898).  Diego  Dub3Ó 
Urrutia  (chil.,  1898).  Samuel  Fernández  Montalva  (chil.,  1898).  JuBia 
Herrera  Reissig  (urug.,  1898).  Samuel  Darío  Maldonado  (venez.,  1898). 
Isaac  Martín  Granizo  (1898).  Gregorio  Martínez  Sierra  (1898),  Vi- 
cente Medina  (1898).  José  Muñoz  S.  Román  (1898).  José  Toral  (1898). 
Francisco  Villaespesa  (1898).  Roberto  Brenes  Micsén  (cost-,  1899). 
Ricardo  Jaimes  Freyre  (boliv.,  1899).  Eduardo  Marquina  (1899).  Car- 
los Pezoa  Veliz  (chil.,  1899).  Miguel  L.  Recuant  (chil,  1899).  José  Jua» 
Tablada  (mej.,  1899).  Andrés  Vázquez  Sola  (1899).  Antonio  Bórquez 
Solar  (chil.,  1900).  Félix  Cuquerella  (1900).  Eugenio  Díaz  Romero 
(arg.,  1900).  Samuel  A.  Lillo  (chil,  1900).  Gabriel  E.  Muñoz  (venez.,. 
1000).  Horacio  Quiroga  (urug.,  1900).  Víctor  Rocamonde  (venez.,  1900). 
Juan  C.  Ramírez  (col,  1900).  Natalio  Vadell  (urug.,  1900),  Javier  Val- 
carce  (1900).  Casilda  Antón  del  Olmet  (1901).  Juan  Arcia  (venez.,  1901). 
Sixto  Celorrio  (1901).  Esteban  Foncueva  (cub.,  1901).  José  Gabriel 
y  Galán  (1901).  Ramón  de  Godoy  (1901).  Pedro  Jara  Carrillo  (1901). 
Pedro  J-  Naón  (arg.,  1901).  José  Ortiz  de  Pinedo  (1901).  Juan  Ramón 
Jiménez  (1901).  Leónidas  N.  Yerovi  (per.  1901).  Enriqueta  Camarilla 
(mej.,  1902).  Rubén  M.  Campos  (mej.,  1902).  Emilio  Carrere  (1902). 
Cristóbal  de  Castro  (1902).  Emilio  Frugoni  (urug.,  1902).  Federico  A» 
Gutiérrez  (arg.,  1902).  Manuel  Machado  (i902)-  Manuel  Magallanes 
(chil,  1902).  Raúl  Montero  (urug.,  1902).  Efrén  Rebolledo  (mej.,  1902), 
Luis  Rosado  (mej-,  1902).  Ernesto  Mario  Barreda  (arg.,  1903),  Luis  Per- 


bibliografía  modernista  71 

nán  Cisneros  (1903).  Enrique  González  Martínez  (mej.,  1903).  Teodoro 
Irlarte  (1903).  Antonio  Machado  (1903).  Alberto  Mauret  Gaama- 
ño  (chiL,  1903).  Horacio  Olivos  (chil.,  1903).  Ismael  Parraguez  (chil,, 
1903).  Luis  de  Tapia  (1903).  Enrique  Alvarez  Henao  (col.,  1904).  Al- 
fredo Arvedo  Larriva  (venez.,  1904)-  José  de  Diego  (portorr.,  1904). 
Luis  Martínez  Kiíeiser  (1904).  Sergio  Medina  (venez.,  1904).  Manuel 
Monterrey  (1904).  Eduardo  Ory  (1904).  Manuel  Pérez  Curis  (urug., 
1904).  Ramón  Pérez  AyaHa  (1904).  Ramón  de  Solano  (1904).  Alvaro 
Armando  Vasseur  (urug.,  1904),  Leopoldo  Velasco  (arg.,  1904).  Ángel 
María  Céspedes  (coll.,  1905),  Ismael  López  (col.,  1905).  Enrique  de 
Mesa  (1905).  Víctor  Domingo  Silva  (chiH.,  1905).  Mariano  Miguel  de 
Val  (1905).  Eduardo  Várela  (cub.,  1905).  María  Eugenia  Vaz  Ferreira 
(urug.,  1905).  Manuel  Abril  (1906).  La  Corte  de  los  poetas  (1906).  En- 
rique Diez  Cañedo  (1906).  Ángel  Falco  (urug.,  1906).  Carlos  Miranda 
(1906),  Juan  Aymerich  (arg.,  1907).  Enrique  Banchs  (arg.,  1907).  Felipe 
Cortines  Murube  (1907).  Manuel  Gálvez  (arg.,  1907).  Andrés  González 
Blanco  (1907).  Federico  Urbach  (cub-,  1907). 

Véase  cómo  van  pareciendo  los  dramáticos:  Arniches  (1888).  Gon- 
zalo Cantó  (188S).  Dicenta  (1888).  López  Marín  (1888).  Ce^so  Lucio 
(1888).  L.  Larra  y  Ossorio  (1891).  Joaquín  Abati  (1892).  Benavente 
((892).  Jiménez  Pastor  (arg.,  1892).  Rafael  S.  Ana  (1892).  Ventura  de 
la  Vega  (1892).  J.  Juan  Cadenas  (1893).  Antonio  Casero  (1894).  M. 
Fernández  de  'lia  Puente  (1894).  Enrique  García  Alvarez  (1894).  Anto^- 
nio  Paso  (1894).  Pérez  Petit  (urug.,  1894).  Eduardo  Montesinos  (1895). 
Los  Quinteros  (1897).  Martínez  Viérgol  (1897).  Prats  Peralta  (1897). 
Juan  Arzadun  (1898).  Antonio  López  Monis  (1898).  Gregorio  Martínez 
Sierra  (1898).  Federico  Oliver  (1898).  Francisco  Villaespesa  (1898). 
Jacinto  Grau  (1899).  Eduardo  Marquina  (1899).  Sebastián  Alonso  Gó- 
mez (1900).  Antonio  Domínguez  Fernández  (1900).  Federico  Gil  Asen- 
sio  (1900).  Felipe  Pérez  Capo  (1900).  Francisco  Toro  Luna  (1900).  Luis 
Esteso  (190T).  Ramón  Asensio  Más  (1902).  Enrique  García  Velloso 
(arg.,  1902),  Antonio  Fernández  Lepina  (1903).  Manuel  Linares  Rivas 
(•^903)-  Florencio  Sánchez  (arg.,  1903).  Pedro  Muñoz  Seca  (1904).  Ja- 
cinto Capella  (1905).  Luis  Linares  Becerra  (1905).  Enrique  López  AÜar- 
cón  (1905).  Atanasio  Melantuche  (1905).  Pedro  Pérez  Fernández  (1905). 
Antonio  Ramos  Martín  (1905).  Antonio  Rey  y  Soto  (1905).  Víctor  Do- 
mingo Silva  (chil.,  1905).  Manuel  Abril  (1906).  Francisco  Hederra 
(chil.,  1906).  Ramón  López  Montenegro  (1906).  José  A,  Ramos  (cub., 
1906).   Felipe   Sassone  (per.,   1906).  José  López  Pinillos  (1907). 

Véase  cómo  van  presentándose  los  novdistas  y  demás  prosadores: 
Mercedes  Cabello  (peruana,  1888).  Gonzál.^^  Obreo^ón  (mcj.,  1888). 
Larrubiera  (1888).  Ocantos  (arg.,  1888).  Wenceslao  Retana  (1888). 
Reyles  (urug.,  1888).  Zozaya  (1888).  Blanco  García  (1889).  N.  Díaz 
de  Escovar  (1889).  Aquileo  Echeverría  (costarr.,  18S0.  Federico  Gam- 
boa (mej.,  1889).  Morales  San  Martín  (1889).  Sánchez  Diez  (1889). 
Zumeta  (venez.,  1889).  TuHo  Pebres  Cordero  (venez.,  1890).  López  de 


72  ÉPOCA   REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

Sáa  (1890),  Pascuaü  Millán  (1890),  P.  Juan  Mir  (1890),  Picón  Pebres 
(venez.,  1890).  Luis  Urbina  (mej.,  1890),  Arturo  Reyes  (1891).  Maria- 
no Baselga  (1892).  Fernández  Medina  (urug.,  (1892).  Gómez  Carrillo 
(guatem.,  1892).  Jiménez  Pastor  (arg.,  1892).  Maragall  (1892 j.  IMontero 
Barrantes  (costarr.,  1892).  L  Orrego  Luco  (chil.,  1892)-  Miguel  Eduar- 
do Pardo  (venez.,  1892).  Rosario  Puebla  (arg.,  1892).  Fr.  Ambro- 
sio de  Valencina  (18^2).  Gabriel  M.  Vergara  (1892).  Azorin  (1893). 
Testa  Garcia  (venez.,  1893).  Zamacois  (1893).  Ricardo  Fernández 
Guardia  (costarr.,  1894).  Luis  Maldonado  (1894).  Juan  Ochoa  (1894). 
Antonio  Palomero  (1894).  Francisco  Pérez  Mateos  (1894).  Pérez  Pe- 
tit  (urug.,  1894).  José  María  Saüaverría  (1894).  Enrique  Sawa  (1894). 
Valle-Inclán  (1S94).  N.  Alonso  Cortés  (1895).  Blanco  Fombona  (venez., 
1895).  Ángel  del  Campo  (mej.,  1895).  Juan  Domínguez  Berrueta  (1895). 
Deilfin  Fernández  y  González  (1895).  Javier  Fernández  Pesquero 
(1895).  Gómez  de  Baquero  (1895).  Clemente  Palma  (per.,  1895).  Ma- 
nuel Bueno  (1896).  Tomás  Carrasquilla  (col.,  1896).  Ganivet  (1896). 
Rodó  (urug.,  1896).  Magdaleno  de  Santiago  (1896).  Javier  de  Viana 
(urug.,  1896).  Waísse  (chil.,  1896).  Bonilla  S.  Martín  (1897).  Emilio 
Gutiérrez  Camero  (1897).  L.  López  Ballesteros  (1897).  Daniel  y  Car- 
los Martínez  Vijil  (urug.,  1897).  Pérez  Triana  (col.,  1897).  Clímaco 
Soto  Borda  (col.,  1897).  Unamuno  (1897),  Alberto  Casañal  (1898).  Tu- 
lio  M.  Cestero  (domin.,  1898).  Pedro  Emilio  Coll  (venez.,  1898).  Gre- 
gorio García  Arista  (1898).  José  Toral  (1898).  Joaquín  Argamasilla 
(1899).  Rafael  M.  Camargo  (col.,  1899).  César  Dominici  (venez.,  1899). 
Salvador  González  Anaya  (1899).  Llamas  AguiHaniedo  (1899).  Pío  Ba- 
raja (1900).  Eduardo  Barriobero  (1900).  Enrique  Barrios  (mej.,  1900). 
Carmen  de  Burgos  (1900).  Julio  Cejador  (1900).  Alfonso  Danvila  (1900). 
Ángel  Estrada,  hijo  (arg.,  1900).  Joaquín  García  Monge  (costarr.,  1900). 
Teodoro  Gascón  (1900).  Baldomcro  Lillo  (chil.,  1900).  Luis  López 
Allué  (1900).  Juan  Muñoz  y  Pabón  (1900).  José  M.  Souza  Reilly  (urug., 
1900).  Francisco  Acebal!  (1901).  Roberto  Alarcón  (chiL,  1901).  Octavio 
Bunge  (arg..  1901).  Ángel  Carnevali  (venez.,  1901).  Mariano  Domín- 
guez Berrueta  (1901).  Claudio  González  Rucavado  (costarr.,  1901).  Ga- 
briel Miró  (1901).  José  Ortiz  de  Pinedo  (1901).  Julio  Víctor  Tomey 
(1901).  Felipe  Trigo  (1901).  Prudencio  Canitrot  (1902).  Emilio  Carre- 
re  (1902).  Jesús  Castellanos  (cub.,  1902).  Mauricio  López  Roberts 
(1902).  Gustavo  Martínez  Zuviria  (arg.,  1902).  Raull  Montero  (urug., 
1902).  Alberto  Nin  Frías  (urug..  1902).  Francisco  Pérez  (venez.,  1902). 
Manuel  Ugarte  (arg.,  1902).  Luis  Valera  (1902).  Arturo  Carricarte 
(cub,,  1903).  M.  Ciges  Aparicio  (1903).  Concha  Espina  (1903).  José 
Francés  (1903).  Isidoro  Coloma  Quevedo  (1903)-  Antonio  Hoyos  (1903). 
José  Antonio  Román  (chil.,  1903).  Antonio  Sánchez  Ruiz  (1903).  Be- 
nigno Várela  (1903).  Juan  Blas  y  Ubide  (1904).  Fr.  Pedro  Fabo  (1904)- 
Francisco  García  Calderón  (per.,  1904),  Ramón  Gómez  de  la  Sema, 
(1904).  Carlos  González  Peña  (mej..  1904).  Emilio  C.  Guerrero  (venez., 
1904).  José  León  Pagano  (arg.,  1904),  Luis  Martínez  Kileiser  (1904). 


S.    XIX,    1888.    RUBÉN    DARÍO  yS 

Pedro  Mata  (1904).  Isaac  Muñoz  (1904).  Rafael  Pamplona  (1904).  Ra- 
món Pérez  Avala  (1904).  Ramón  de  Solano  (1904).  Antonio  Velasco 
Zazo  (1904).  Emma  de  la  Barra  (chil.,  1905).  Enrique  A.  Carrillo  (per., 
1905).  Emilio  Cuervo  Márquez  (col.,  1905).  Pedro  Henríquez  Ure- 
ña  (dom.,  1905),  Guillermo  Labarca  (chil.,  1905).  Serafín  Puertas  (1905). 
Julio  Puyol  (1905).  José  de  lia  Riva  Agüero  (per.,  1905).  Fernando  A. 
Santibáñez  (chil.,  1905).  Alberto  Tena  (arg.,  1905).  Hugo  Barbagelata 
(urug.,  1906).  Federico  García  Sanchiz  (1906).  Max  Henríquez  Ure- 
ña  (dom.,  1906).  León  Martín  Granizo  (1906).  Carlos  Pereyra  (mej., 
1906).  Emiliano  Ramírez  Angdl  (1906).  Pedro  de  Répide  (1906).  Felipe 
Sassone  (per.,  1906).  Carlos  Arturo  Torres  (col.,  1906).  Mariano  Alar- 
cón  (1907).  J.  Eduardo  Barrios  (chil.,  1907).  Manuel  Bedoya  (per.,  1907). 
Manuel  Gálvez  (arg.,  1907).  Federico  García  Godoy  (dom.,  1907).  An- 
drés González  Blanco  (1907).  Alfonso  Hernández  Cata  (cub.,  1907).  Al- 
berto Insúa  (1907).  José  López  Pinillos  (1907).  Rafael  López  de  Haro 
(1907),  Juan  A.  Zubillaga  (urug.,  1907). 

14.  Año  1888.  Rubén  Darío  (i 867- 19 i 6)  nació  ,en  Meta- 
pa,  departamento  de  Segovia,  en  la  República  de  Nicaragua ; 
crióse  con  su  madre,  apartada  del  marido;  luego  en  León,  en 
la  casa  colonial  de  su  abuela  materna;  por  fin,  con  una  tía, 
prima  de  su  padre.  Estuvo  algún  tiempo  en  el  Colegio  de  Je- 
suítas ;  a  los  trece  publicó  versos  algo  zorrillescos  en  El  En- 
sayo (1880);  luego  en  El  Temwmetro^  y  artículos  contra  el 
Gobierno  en  La  Verdad.  Enseñó  Gramática  en  un  colegio ; 
pero  á  poco  pasó  á  Managua,  donde,  empleado  en  la  Biblioteca 
Nacional,  leyó  los  clásicos  en  las  ediciones  de  Rivadeneira,  y 
no  poco  á  Zorrilla,  Bécquer,  Góngora  y  Víctor  Hugo.  Publicó 
allí,  á  los  diez  y  ocho  de  su  edad,  su  primfer  libro,  Epístolas  y 
poemas  (1885).  Partióse  para  El  Salvador,  donde  le  favoreció 
el  presidente  Zaldívar,  y  adoleció  de  viruelas ;  vuelto  a  Nicara- 
gua, estuvo  empleado  en  la  secretaría  del  presidente  Zavala,  y 
fuese  á  Chile  (1886).  Escribió  en  La  Época  y  El  Mercurio^  de 
Santiago;  fué  premiado  en  un  concurso,  y  tuvo  un  empleo  en 
la  Aduana  de  Valparaíso,  que  perdió  por  darse  á  la  vida  bo- 
hemia. En  aquella  ciudad  publicó  Abrojos  (1887),  en  que  imitó 
las  saetas  de  Cano;  Las  rosas  andinas  (1888),  de  entonación 
becqueriana,  y  Azul  (1888),  prosas  y  versos,  de  arte  afrance- 
sado y  espíritu  cosmopolita,  inspirado  en  los  escritores  fran- 
ceses y  de  tonalidad  generalmente  parnasiana.  E^te  libro,  donde 
camipea  con  toda  claridad  la  extraña  fuerza  de  asimilación  que 


74  ÉPOCA   REGIONAL   Y   MODERNISTA    (1888-I907) 

poseía  Rubén  para  apropiarse  cuanto  leía  y  su  no  menos  exqui- 
í.ita  sensibilidad  artística  para  vibrar  al  unísono  con  los  poetas 
franceses,  que  por  aquel  entonces  le  traían  sorbido  el  seso,  to- 
mándoles sus  maneras  y  fundiéndolas  en  otra  suya  propia  ori- 
ginal, en  la  que  señorean  el  refinamiento  parnasiano  y  la  volu- 
bilidad caprichosa  de  volar  de  flor  en  flor,  recordando  lo  más 
exquisito  de  las  épocas  artísticas,  sus  autores  y  obras,  la  ^Mito- 
logía  sobre  todo  y  las  tradiciones  de  Oriente,  deslumbrando  á 
cada  paso  con  la  novedad  de  lo  inesperado,  siempre  posándose 
como  de  pasada  con  viveza  de  mariposa  y  con  ligero  revuelo  y 
galanura  aristocrática,  fué  el  que  le  dio  fama  de  gran  poeta 
en  América  y  España,  tra3'endo  á  la  Literatura  castellana  el  que 
poco  después  llamóse  modernismo.  Por  mediación  de  Eduardo 
de  la  Barra,  que  le  prologó  el  libro,  nombróle  el  general  Bar- 
tolomé Mitre  corresponsal  de  La  Nación  (1889),  de  Buenos 
Aires.  Después  de  dos  años  pasados  en  Chile,  volvió  á  su  tierra 
y  á  San  Salvador,  donde  el  año  1890  se  casó;  dirigió  La  Unión 
y  anduvo  metido  en  política  hasta  que,  comisionado  por  el  Go- 
bierno de  Nicaragua  para  el  Centenario  de  Colón,  vino  á  Ma- 
drid (1892),  donde  fué  agasajado  por  los  más  célebres  litera- 
tos. A  su  vuelta,  el  e?c  presidente  de  Colombia  Rafael  Núñez 
consiguió  de  su  República  fuese  nombrado  Cónsul  general  en 
Buenos  Aires.  Con  el  dinero  que  le  dieron  pasó  por  Nueva  York 
á  Francia ;  buscó  en  París  á  Verlaine,  y  jamás  dio  con  él  sin 
verle  hecho  una  uva;  conoció  á  Charles  Morice  y  fué  amigo  de 
Jean  3*Ioréas.  La  "villa  infernal  y  divina"  dejóle  sin  un  cuarto, 
y  entonces  se  embarcó  para  Buenos  Aires,  tan  hecho  uva  á  me- 
nudo como  Verlaine  y  gozando  "el  peligroso  encanto  de  los 
paraísos  artificiales".  Fué  después  Secretario  de  la  Dirección 
General  de  Correos  en  la  Argentina  cuando,  á  la  muerte  de  su 
protector  Rafael  Núñez,  se  le  acabó  el  momio  del  Consulado 
colombiano.  Al  publicar  el  1896  en  Buenos  Aires  Los  Raros, 
sobre  famosos  escritores,  y  Prosas  profanas,  aunque  algunos 
hablaron  contra  el  simbolismo,  la  decadencia  y  su  poesía,  si- 
guiéronle los  más ;  fundó  la  efímera  R'eznsfa  de  América  con 
el  boliviano  Ricardo  Jaimes  Freyre;  dióse  una  temporada  al 
ocultismo  y  se  embarcó  á  fines  del  1898  para  España  como  co- 
rresponsal de  La  Nación^  yendo  luego  á  París  al  inaugurarse 


RUBEX  DARÍO 


S.    XIX,    1888.    RUBÉN    DARÍO  73 

la  Exposición  de  1901,  donde  se  quedó  cuatro  años  como  Cón- 
sul de  Nicaragua.  Desde  allí  salió  varias  veces  á  visitar  otras 
tierras :  Italia,  Asturias,  Dieppe,  Bretaña,  Bélgica,  Alemania, 
Austria-Hungría  é  Inglaterra.  Aunque  Asiil  salió  en  1888  y 
Prosas  profanas  en  1896,  los  poetas  jóvenes  españoles  le  cono*- 
cieron  del  todo  y  se  dieron  á  imitarle  cuando  estuvo  en  jNIadrid 
en  1898,  y  sobre  todo  desde  que  salió  la  edición  de  París  de 
Prosas  profanas  en  1901 ;  Amil  no  fué  apenas  conocido  para 
ellos  hasta  la  edición  de  Barcelona  de  1907.  Acpiel  mismo  año  de 
1 901  se  publicaron  las  crónicas  que  desde  Madrid  enviaba  á  La 
Nación,  tituladas  España  contemporánea  y  Peregrinaciones.  Los 
Cantos  de  vida  y  esperanza  (1905)  fueron  para  nuestros  jóve- 
nes poetas  la  última  consagración  del  maestro.  En  aquel  libro 
dejó  rasguñado  su  carácter  artístico  con  aquellas  palabras  por 
las  que  afirmaba  ser  él  "muy  siglo  diez  y  ocho  y  muy  moderno 
y  muy  antiguo;  audaz,  cosmopolita" ;  "3^0  no  soy  un  poeta  para 
muchedumbres",  sino  de  la  "aristocracia  del  pensamiento".  Fué 
Cónsul  de  su  patria  en  París  desde  1901,  Secretario  de  la  Le- 
gación nicaragüense  en  la  Conferencia  Panamericana  de  Rio 
Janeiro;  estuvo  en  Buenos  Aires  y  Mallorca  (1907),  y  con 
Vargas  Vila  fué  nombrado  de  la  Comisión  de  Nicaragua  para 
el  arbitraje  del  rey  don  Alfonso  XIII  sobre  los  límites  de  Hon- 
duras. Volvió  á  fines  de  1907  en  triunfo  á  su  tierra,  y  de  ella 
como  Ministro  á  España  (1908);  pero,  dejándosele  de  pagar 
su  sueldo,  pasó  á  París.  En  representación  de  Nicaragua  asis- 
tió á  las  fiestas  del  Centenario  mexicano  (1910);  mas  la  revo- 
lución había  estallado;  el  Gobierno,  bajo  el  influjo  yanqui,  no 
le  quiso  recibir,  bien  que  el  pueblo  le  manifestó  admiración  y 
aprecio.  Como  había  quedado  cesante  en  el  cargo  de  Ministro 
cerca  del  Rey  de  España  por  el  triunfo  de  los  revolucionarios 
nicaragüenses,  volvióse  á  París  (1910)  j  allí  fundó  (191 1)  las 
revistas  Mundial  y  Elegancias,  que  divulgó  por  América  en  un 
viaje  (1912).  De  París,  donde  le  sobrevino  fuerte  anemia  ce- 
rebral, pasó  á  reponerse  á  Palma  de  Mallorca,  donde  estuvo 
cuatro  meses  y  escribió  la  novela  autobiográfica  inédita  El  Oro 
de  Mallorca;  después  á  Barcelona  y  á  Nueva  York  á  fines  de 
1914,  tan  enfermo  que  apenas  podía  hablar.  Allí  le  acometió 
(1915)  además  una  pulmonía  doble,  de  la  cual  mal  convaleciente 


76  ÉPOCA  REGIONAL   Y   MODERNISTA   (1888-I907) 

4)artióse  á  Guatemala  y  León  de  Nicaragua  "en  busca  del  ce- 
-rnenterio  de  mi  país  natal",  según  escribió  á  Gómez  Carrillo,  y 
de  hecho  á  poco,  tras  una  operación  en  el  hígado,  falleció  de 
■hidropesía  el  6  de  febrero  de  1916,  con  todos  los  auxilios  espi- 
rituales. Su  última  poesía  fué  el  Cmito  del  Cisne^  poema  con 
-motivo  de  las  fiestas  de  Minerva,  octubre  de  191 5,  en  Gua- 
-temala. 

15.  Vida  de  R.  D.  escrita  por  él  mismo,  1916,  pág.  5.  "En  la  ca- 
tedral de  León  de  Nicaragua,  en  la  América  Central,  se  encuentra  üa 
fe  de  bautismo  de  Félix  Rubén,  hijo  legítimo  de  Manuel  García  y  Rosa 
"Sarmiento.  En  realidad,  mi  nombre  debía  ser  Félix  Rubén  García  Sar- 
miento." Nació  el  18  de  Enero  de  1867.  L  -  Daríos  llamaban  en  su  tie- 
rra á  los  de  su  familia  paterna  por  un  antecesor  de  este  nombre.  Sus 
•padres,  primos  entre  sí,  casados  por  conveniencia,  apartáronse  á  los 
ocho  meses  de  matrimonio,  uno  antes  de  nacer  Rubén.  La  prima  de  su 
padre.  Bernarda  Darío  (f  1912),  viuda  de  Félix  Ramírez  Madregil, 
le  adoptó  por  hijo,  y  en  la  casa  heredada  falleció  el  poeta,  en  la  ciudad 
de  León.  Firmóse  ya  desde  joven  Rubén  Darío,  por  ser  conocido  su 
padre  más  por  Darío  que  por  García.  Cuando  en  la  revolución  mata- 
ron á  un  hermano  de  su  madre,  llevaron  la  noticia  de  Ja  acción,  di- 
ciendo que  "fué  muerto  también  el  indio  Darío".  Y  á  lo  del  indianis- 
mo aludió  Rubén  cuando  dijo  que  tal  vez  tenga  en  sus  venas  "una  gota 
tie  sangre  chorotega  ó  negrandana".  De  sus  amoríos  escribió  el  poeta : 
"Allá  en  el  colegio  mi  adolescencia  se  despertó  por  completo...  pensé, 
todavía  vaga  y  misteriosamente  en  mi  prima  Inés...  La  dije  todo  lo 
que  sentía,  suplicante,  balbuciente...  ¡Oh,  ella  debía  recibir  gozosa  mi 
adoración!  Creceríamos  más,  seríamos  marido  y  mujer."  Luego  fué 
Elena :  "Arrastrada  por  el  deseo  me  miraba  la  adorada  mía,  y  nuestros 
ojos  se  decían  cosas  ardorosas  y  extrañas."  A  poco  Hortensia  Buislay, 
sa'tarina  de  una  compañía  ecuestre  norteamericana:  "Con  mis  catorce 
años  encendidos  quise  irme  en  seguimiento  de  Hortensia  Buislay.  la 
niña  ágil,  errante  silfo  del  salto."  En  Managua  tuvo  otros  amores, 
"Mi  juventud;  ¿fué  juventud  la  mía?",  se  preguntó  más  tarde  el  poeta. 
"Lo  fué,  sin  duda,  harto  prematura.  "Poeta  niño"  le  llamaban  en  su 
'tierra.  Ventura  García  Calderón  ha  publicado  en  la  Revue  Hispanique 
{1917)  Los  primeros  versos  de  Rubén  Darío,  de  El  Ensayo,  y  Eduardo 
de  Ory  en  Rubén  Darío,  1917,  algunos  de  los  escritos  en  Chile.  La 
poesía  á  Colón,  que  escribió  (1892)  en  Madrid  y  puede  verse  en  la  pá- 
gina 39  del  mismo  libro,  es  del  corte  de  Núñez  de  Arce,  pero  muy 
inferior,  comparada  con  las  de  este  poeta.  No  mejor  es  su  última  poe- 
sía. Canto  del  Cisne,  con  las  salidas  de  tono  prosaicas,  defecto  prin- 
cipal del  poeta : 


S.    XIX,    1888.    RUBÉN    DARÍO  77^' 

"Aquí  reapareció  la  austera, 
la  gran  Minerva  luminosa; 
su  diestra  akó  de  diosa  áptera, 
y  movió  el  gesto  de  la  diosa 
la  mano  de  Estrada  Cabrera. 

Ya  su  voz  regeneradora 
se  oyera  cuando  hacia  el  Atlántico 
vibró  con  el  glorioso  cántico 
la  voz  de  la  locomotora. 
A  aquella  llamada  sonora 
se  conmovieron  las  montañas 
y  los  bosques,  y  entre  las  cañas 
y  los  troncos,  los  dioses  viejos 
de  los  antiguos  monolitos, 
los  de  pretéritos  ritos, 
despertaron  de  su  pasado. 

Y  se  asomó  por  la  espesura 
para  ver  el  monstruo  de  acero, 
la  férrea  sombra  de  Alvarado, 
y  á  su  lado  La  Sin  Ventura; 
tiembla  el  trajín  del  tren  que  grita; 
y,  no  lejos  está  apoyado 
en  un  invisible  cayado 
el  angélico  Bethllemita. 

Luego  hay  otros  conquistadores, 
religiosos,  encomenderos, 
damas,  alguaciles,  señores, 
hechiceros,  saludadores, 
traficantes  y   aventureros; 
y  atrás,  entre  mágicas  brumas, 
con  sus  pieles,  oros  y  plumas, 
las  tribus  hijas  de  Votan, 
y  reyes  de  águilas  y  plumas, 
los  Kicab  y  Tecún-Umán." 

En  el  concurso  necrológico  de  sonetos  a  la  memoria  de  R.  Daríc- 
por  Caras  y  Caretas,  fué  premiado  el  de  Emilio  Baquero  Lazcano  (de 
Córdoba,  Argentina).  Véase,  y  con  él  los  frutos  de  la  escuela  rube- 
niana: 

"las   musas   Á   DARÍO 

Porque  has  hecho  que  el  Verso,  como  efebo  rosado,  danzara 
En  las  liras  de  luz  de  la  Aurora,  magnífico  y  diestro, 
Cr roñando  las  rosas  de  tu  vida  profunda  y  preclara 
Con  la  música  inmensa  que  ha  vertido  en  los  siglos  tu  estro; 

Porque  amabas  la  luna,  ¡dulce  isla  eucarística  y  rara; 
Y  eras  áspero  y  tierno,  como  rosa  vestida  de  hierro,  y  tan  nuestro 


78  ÉPOCA  REGIONAL  Y   MODERNISTA   (1888-1907) 

Que  tu  VOZ  era  nuestra,  Gloria  de  alas  eternas  ampara 
Tus  poemas,  tu  nombre  y  la  flor  de  tu  estro,  Maestro ! 

Tu  corazón  ha  muerto,  ¡rubí  triste  de  arder  fatigado...! 
En  las  aguas  oscuras  de  sus  negros  países,  la  Muerte 
Matar  quiere  los  cisnes  de  tus  lagos,  ¡oh  claro  Señor...! 

Ella  cubre  tu  vida,  como  un  vasto  océano  enlutado; 
Mas  en  vano :  tu  alma  sobrenada  y  su  canto  se  advierte 
Como  un  coro  de  cisnes  en  un  Himno  de  Vida  y  de  Amor." 

Casóse  por  lo  civil  en  Costa  Rica  con  doña  Rafaela  Contreras  «n 
1890,  de  la  cual  enviudó  á  los  dos  ó  tres  años,  y  de  la  que  tuvo  á  Rubén 
Darío  Contreras  que  ahora  (1918)  tiene  veintisiete  años,  habla  co- 
rrectamente varios  idiomas  y  se  ha  recibido  de  médico  en  la  Univer- 
sidad de  Heidelberg;  es,  además,  artista;  toca  el  piano  y  ha  dado  con- 
ciertos. Año  y  medio  después  de  casado  perdió  á  su  mujer,  dejando  de 
cuatro  meses  el  niño  que  recogió  y  educó  lia  familia  de  don  Ricardo 
Trigueros,  Volvióse  á  casar  á  poco  (1893)  con  doña  Rosario  Murillo, 
de  la  que  trató  de  divorciarse.  Los  últimos  años  de  su  vida  acompañóle 
la  camarera  madrileña  Francisca  Sánchez^  de  quien  tuvo  por  hijo  á 
Rubén  Darío  Sánchez,  madrileño,  que  ha  cumpllido  ya  diez  años  (1918). 
Sus  crónicas  en  La  Nación,  de  Buenos  Aires,  se  imprimieron  después 
en  varios  tomos.  En  Mundial,  de  París,  dejó  sus  últimas  poesías.  Ru- 
bén Darío,  El  oro  de  Mallorca  (nov.  no  acabada,  en  Nosotros,  Febre- 
ro 1917)  :  "Itaspes  (es  Rubén)...  decía  todas  las  noches  su  padrenues- 
tro, pues  había  conservado,  á  pesar  de  su  espíritu  inquieto  y  comba- 
tivo y  de  su  vida  agitada  y  errante,  muchas  de  las  creencias  religiosas 
que  le  inculkaron  en  la  infancia...;  gustaba  poco  del  trato  de  la  gente, 
de  la  betise  circulante,  que  se  manifiesta  por  la  usual  y  consuetudina- 
ria conversación  del  vulgo  municipal  y  espeso,  como  él  decía.  Así  como 
gustaba  de  comunicar  con  los  espíritus  sencillos,  con  los  campesinos 
simples,  con  los  marineros,  con  los  viejecitos  y  viejecitas  de  pocas 
luces...  Tenía  sus  consecutivos  padecimientos  por  do  más  pecado  ha- 
bía; porqué  el  quinto  y  el  tercero  de  los  pecados  capitales  habían  sido 
los  que  más  se  habían  posesionado,  desde  su  primera  edad,  de  su  cuer- 
po sensual  y  de  su  alma  curiosa,  inquieta  é  inquietante...  Si  un  bebe- 
dizo diabólico  ó  un  manjar  apetecible  ó  un  cuerpo  bello  y  pecador  me 
■anticipa,  de  contado,  un  poco  de  paraíso,  ¿voy  á  dejar  pasar  esa  segu- 
ridad por  algo  de  que  no  tengo  propiamente  una  segura  idea...?  Un 
temperamento  erótico,  atizado  por  la  más  exuberante  de  las  imagina- 
ciones y  su  sensibilidad  mórbida  de  artista,  su  pasión  musical,  que  le 
exacerbaba  y  le  poseía  como  un  divino  demonio  interior.  En  sus  an- 
gustias, á  veces  inmotivadas,  se  acogía  á  un  vago  misticismo,  no  me- 
nos enfermizo  que  sus  exaltaciones  artísticas.  Su  gran  amor  á  la  vida 
estaba  en  contraposición  con  un  inmenso  pavor  de  la  muerte.  Era  ésta 
para  él  como  ima  fobia,  como  una  idea  fija.  Cuando  ese  clavo  de  hielo 
•metido  en  el  cerebro  le  hacía  pensar  en  el  inevitable  fin,  si  estaba  en 


S.    XIX,    1888.    RUBÉN    DARÍO  79 

soledad,  sentía  que  se  le  erizaba  el  pelo  como  á  Job  al  roce  de  lo  noc- 
turno invisible.  Tantos  años  errantes,  con  la  incertidumbre  del  porve- 
nir, después  de  haber  padecido  los  entreveros  de  una  existencia   de 
novela;  en  una  labor  continua,  con  alternativas  de  comodidad  y  de  po- 
breza; con  instintos  y  predisposiciones  de  archiduque  y  necesitado  casi 
siempre,  sin  poder  satisfacer  sino  por  cortos  períodos  de  tiempo  sus 
necesidades  de  bienestar  y  aun  de  lujo,  amigo  de  bien  parecer,  de  bien 
comer,  de  bien  beber  y  de  bien  gozar  como  era;  cansado  ya  de  una  co- 
piosa labor,  cuyo  producto  se  había  evaporado  día  por  día;  asqueado 
de  la  avaricia  y  mala  fe  de  los  empresarios,  de  los  patrones,  de  los  lex- 
plotadores  de  su  talento;  dolorido  de  las  falsas  amistades,  de  las  adu- 
laciones interesadas,  de  la  ignorancia  agresiva,  de  la  rivalidad  inferior 
y  traicionera;  desencantado  de  la  gloria  misma,  y  de  lia  infamia  dis- 
frazada 3-  adornada  y  halagadora  de  los  grandes  Centros,  se  veía  en 
vísperas  de  entrar  en  la  vejez,  temeroso  de  un  derrumbamiento  fisio- 
lógico, medio  neurasténico,  medio  artrítico,  medio  gastrítico,  con  mie- 
dos y  temores  inexplicables,  indiferente  á  ila  fama,  amante  del  dinero 
por  lo  que  da  de  independencia ;  deseoso  de  descanso  y  de  aislamiento  y, 
sin  embargo,  con  una  tensión  hacia  la  vida  y  el  placer  — ¡  al  divido  de 
la  muerte! — ,  como  durante  toda  su  vida.  Curioso  B^enjamín  Itaspes." 
Historia  de  mis  libros:  "Más  de  una  vez  pensé  en  que  pude  ser  feliz, 
si  no  se  hubiera  opuesto  el  rudo  destino.  La  oración  me  ha  sai! vado 
siempre,  la  fe;  pero  hame  atacado  también  la  fuerza  maligna,  ponien- 
do en  mi  entendimiento  horas  de  duda  y  de  ira.  Mas  ¿  no  han  padecido 
niayores  agresiones  los  más  grandes  santos?  He  cruzado  por  lodazales. 
Puedo  decir  como  el  vigoroso  mejicano:  "Hay  plumajes  que  criizan  el 
"pantano  y  no  se  manchan;  mi  plumaje  es  de  ésos."  En  cuanto  á  la 
bohemia  inquerida,  ¿habría  yo  gastado  tantas  horas  de  mi  vida  en  agi- 
tadas noches  blancas,  en  la  euforia  artificial  y  desorbitada  de  los  alco- 
holes, en  et  desgaste  de  una  juventud  demasiado  robusta,  si  la  fortuna 
me  hubiera  sonreído,  y  si  el  capricho  y  el  triste  error  ajenos  no  me  hu- 
biesen impedido,  después  de  una  crueldad  de  la  muerte,  la  formación 
de  un  hogar...?  Y  gracias  sean  dadas  á  la  suprema  Razón  si  puedo 
clamar:  Si  no  caí  fué  porque  Dios  es  bueno...  Ciertamente  en  mí  existe, 
desde  (ios  comienzos  de  mi  vida,  la  profunda  preocupación  del  fin  de  la 
existencia,  el  terror  á  lo  ignorado,  el  pavor  de  la  tumba,  ó,  más  bien, 
del  instante  en  que  cesa  el  corazón  su  ininterrumpida  tarea  y  la  vida 
desaparece  de  nuestro  cuerpo.  En  mi  desolación  me  he  lanzado  á  Dios 
como  á  un  refugio,  me  he  asido  de  la  plegaria  como  de  un  paracaídas. 
i\Ie  he  llenado  de  congoja  cuando  he  examinado  el  fondo  de  mis  creen- 
cias y  no  he  encontrado  suficientemente  maciza  y  fundamentada  mi 
fe,  cuando  el  conflicto  de  las  ideas  me  ha  hecho  vacilar  y  me  he  sen- 
tido sin  un  constante  y  seguro  apoyo.  Todas  las  fiil'osofías  me  han  pa- 
recido impotentes  y  algunas  abominables  y  obra  de  locos  y  malhecho- 
res. En  cambio  desde  Marco  Aurelio  hasta  Bergson,  he  saludado  con 
gratitud  á  los  que  dan  alias,  tranquilidad,  vuelos  apacibles  y  enseñan  á 


8o  ÉPOCA  REGIONAL  Y   MODERNISTA    (1888-I907) 

comprender  de  la  mejor  manera  posible  el  enigma  de  nuestra  estancia 
sobre  la  tierra."  Arturo  Ambrogi:  "Rubén  acaba  de  pasar  moribundo 
por  nuestros  puertos,  camino  de  Nicaragua.  Va  á  León,  á  su  pueblo 
natal,  á  reclamar  un  tibio  rincón  en  la  casa  solariega.  Los  años  le  han 
abrumado.  La  enfermedad  le  ha  herido  mortalmente.  Va  triste.  Va 
solo.  Va  desilusionado.  Quien  pudo  verle,  tendido  en  una  ancha  silla 
de  'lona,  sobre  cubierta,  frente  al  mar,  volviendo  la  espalda  á  la  tierra, 
como  en  un  gesto  de  altivo  desdén,  me  dice  que  es  solamente  un  ca- 
dáver el  que  algunos  devotos  llevan  allí.  ¡  Pobre  Rubén !  Tiembla  ante 
la  idea  de  la  muerte,  como  un  niño  ante  la  puerta  de  una  estancia  oscu- 
ra. Y  cuando  sonríe,  forzadamente,  por  no  dejar  de  hacerflo,  hay  en 
su  sonrisa  tal  condensación  de  honda  amargura,  que  más  que  sonrisa 
aquello  parece  una  mueca."  Edmundo  Montagne,  en  Nosotros,  Febre- 
ro 1916:  "Vestía  impecablemente,  de  acuerdo  con  las  diversas  cir- 
cunstancias que  la  sociedad  impone,  é  impresionaba  al  pronto  de  res- 
petuosa manera,  sin  invitar  luego,  aun  en  sus  mayores  expansiones, 
á  liberalidades  desatentadas,  menos  á  francachelas  de  plebeyo  gusto... 
Subconscientemente  acaso,  exageraba  la  importancia  del  bien  vestir 
para  que  en  el  trato  surgiera  de  modo  infalible  el  decoro  de  tos  otros, 
ó  acaso  para  poder  callar  con  menos  violencia  de  ánimo,  pues  él  tenía, 
al  parecer,  así  como  el  temor  de  su  conversación  con  los  demás...,  su 
taciturnidad...  Darío  callaba,  callaba,  sin  moverse,  adquiriendo  ese 
aspecto  de  ídolo  budista  que  le  era  propio...  Sin  duda  alguna  el  gran 
poeta  era  imprevisor  para  con  las  minucias  de  la  existencia  materiafl, 
Pero  ó  mucho  me  engaño  ó  Darío  estaba  convencido  de  su  buena  es- 
trella... Por  más  que  él  no  se  cuidara,  ni  mucho  ni  poco,  de  cómo  vivi- 
ría mañana,  vivió  milagrosamente  bien  hasta  el  último  de  sus  días... 
El  vistió  de  lo  mejor  y  más  á  su  gusto  y  asiíó  en  los  hoteles  más  lujo- 
sos y  confortables...  Aparecía  tímido  cuando  estaba  entre  gentes  á 
quienes  no  conocía  y  á  quienes,  en  mucho  ó  en  poco,  debía  mostrarse... 
Había  una  franca  amabilidad  en  Darío,  la  que  no  era  muy  constatable 
sino  entre  sus  íntimos...  Darío  creía  en  la  eficacia  médica...  Su  amor 
á  lo  raro  no  se  había  concretado  a/I  que  demostrara  en  su  libro  de  ma- 
gistrales estudios  sobre  escritores  de  excepción.  Hasta  en  los  últimos 
años  de  su  existencia  tuvo  á  más  de  un  Lautremont  ó  de  un  Boecklin 
de  que  ocuparse.  Lo  bello  ó  lo  raro  no  pasaba  sin  su  advertencia,  sin 
su  alusión.  Y  esto  era  en  el  reino  del  arte  como  en  el  de  la  vida  y  como 
en  el  del  ensueño,  hermano  de  la  Muerte  y  lindero,  por  tanto,  de  lo- 
desconocido,  que  lo  atraía  para  desconcertarfo." 

16.  Rubén  Darío  se  ha  hecho  famoso  como  adalid  de  la 
lírica  modernista  en  Atórica  )'■  España  y  sobresale  por  la  fíntira 
de  su  oído  musical,  por  la  cual  ha  remozado,  siguiendo  á  Sal- 
vador Rueda,  los  viejos  versos  medioevales  y  ha  injerido  en 
ellos  recursos  nuevos,  tan  libres  algunos,  al  parecer,  y  prosai- 


S.    XIX,    1888.    RUBÉN    DARÍO  8 1 

eos  que  sólo  un  oído  tan  delicado  como  el  suyo  y  un  buen  lec- 
tor puede  gozar  de  los  variados  matices  de  sus  ritmos.  El  que 
conozca  bien  la  rítmica  de  los  cantares  populares  y  de  los  re- 
franes hallará  en  ellos  la  misma  riqueza  y  libertad,  aunque 
Darío  no  la  sacó  de  ellos,  sino  de  las  tendencias  de  las  escuelas 
modernas  francesas.  Encajan,  por  consiguiente,  generalmente 
hablando,  tales  libertades  en  la  métrica  castellana,  antes  bien, 
son  más  conformes  á  ella,  al  ritmo,  digo,  popular  y  castizo, 
que  no  las  esi-rofas  tan  atadas  de  los  poetas  eruditos,  conti- 
nuadores de  la  métrica  italiana.  No  hizo,  sin  quererlo,  acaso, 
más  que  soldar  la  tradición  libérrima  de  la  escuela  castellana, 
medio  vencida  por  la  italiana  en  el  siglo  xvi ;  aunque  prefirió 
los  versos  largos,  sobre  todo  el  alejandrino  francés. 

La  misma  libertad  y  volubilidad  ofrece  Darío  en  el  estilo 
poético :  puro  parnasiano  primero,  parnasiano  y  algo  impre- 
sionista simbólico  después,  luego  cada  vez  más  humanista  neo- 
clásico,  neopagano  y  neopanteísta,  ha  seguido  todo  el  camino 
de  la  evolución  lírica  francesa,  apropiándose  algo  de  todas  las 
maneras  con  la  fuerza  poética  de  su  exquisita  sensibilidad,  re- 
finado gusto  y  fineza  de  oído,  y  trayéndolas  todas  ellas,  quin- 
tesenciadas  en  un  estilo  personal,  al  Parnaso  castellano.  De 
todas  estas  escuelas  francesas  fué  discípulo  y  le  han  seguido 
como  á  maestro  muchedumbre  de  jóvenes  en  España  y  Amé- 
rica, resultando  la  manera  ecléctica  y  libre  de  nuestra  poesía 
de  hoy,  que  de  todas  esas  manifestaciones  estéticas  toma  lo 
que  le  place  para  hacerse  cada  poeta  con  su  estilo  personal  y 
propio,  único  criterio  que  hoy  señorea  y  el  único  que  verdade- 
ramente debe  señorear  en  el  arte.  Todo  ello  débese  en  gran 
parte  á  Rubén  Darío.  Hay  siempre  en  sus  obras  delicada  poe- 
sía, brío  y  color;  sentimiento,  acaso  menos  y  poco  subjetivo. 
Pero  la  comezón  por  ser  original,  como  en  todos  los  modernos 
líricos  franceses,  le  hace  a  veces  caer  en  rarezas  de  pensa- 
mientos y  palabras,  despeñándole  de  repente  desde  lo  más  en- 
cumbrado hasta  dar  en  verdaderas  extravagancias  y  sandeces, 
que  admiran  algunos  por  lo  extrañas,  por  lo  peregrinas  y  no 
esperadas.  Verdad  sea  que  esto  acontece  las  más  veces  en  epís- 
tolas ó  trozos  que  recuerdan  los  Sermones  de  Horacio,  donde 
parece  como  buscado  adrede  cierto  prosaísmo  humorístico  en 


82  ÉPOCA  REGIONAL  Y   MODERNISTA   (1888-I907) 

ritmo,  palabras  y  salidas  inesperadas  que  hacen  más  sabroso 
el  decir  por  la  agudeza  del  ingenio,  que  salta  sin  trabas,  reto- 
zando y  señor  de  sí,  del  asunto,  de  la  métrica  y  del  lenguaje. 
Es  Rubén  Dario  uno  de  los  pocos  grandes  poetas  líricos  caste- 
llanos del  siglo  XIX  que,  por  serlo,  ha  traído  al  arte  novedades 
líricas  antes  desconocidas,  bien  que  no  suyas  personales  del 
todo,  sino  tomadas  de  Francia.  Porque,  en  suma,  no  descolló 
Rubén  Darío  por  la  invención,  sino  por  la  facultad  asimila- 
dora, con  la  cual  su  sensibilidad  supo  apropiarse  los  mejores 
aromas  y  colores  del  moderno  Parnaso  francés.  Pueden  redu- 
cirse á  tres  principales  sus  novedades.  Exquisitez  en  pensar 
mientos^  formas  y  ritmos^  propia  de  los  decadentes  franceseSj, 
como  de  quien  se  solaza  recordando  épocas  cortesanas,  cual 
la  francesa  del  siglo  xviii;  épocas  de  refinado  gusto,  cual  la 
helénica;  épocas  virginales  y  candidas,  cual  la  medioeval  y 
prerrafaelista;  siendo,  por  lo  mismo,  poeta,  no  de  muchedum- 
bres, sino  de  pocos  de  apurado  y  aun  decadente  gusto  y  cultura 
particular.  Esnwro  en  la  forma ^  conforme  a  los  parnasianos 
franceses,  aunque  sin  su  marmórea  frialdad,  antes  con  la  de- 
licadeza del  sentimiento  lírico  y  el  ansia  de  nuevas  y  rebusca- 
das sensaciones,  fruto  que  la  lírica  moderna  sacó  del  roman- 
ticismo y  que  el  decadentismo  francés  sutilizó  y  extremó.  Li- 
bertad en  la  métrica^  imitada  de  la  moderna  lírica  francesa, 
renovando  todas  las  clases  de  versos  que  alguna  vez  se  usaron 
en  España,  sobre  todo  en  la  Edad  Media,  y  combinándolos  de 
mil  maneras,  rompiendo  á  menudo  las  leyes  tradicionales  de  la 
acentuación  rítmica  observada  en  cada  clase  de  verso,  hasta 
confundirse  el  ritmo  poético  con  el  prosaico,  de  modo  que  es- 
critos Beguidamente  los  versos  de  algunas  poesías  no  diferirían 
de  una  bien  trabajada  y  sonante  prosa.  Cuanto  al  lugar  que  á 
Rubén  corresponde  en  el  Parnaso  español  del  siglo  xix,  no 
hay  duda  que  es  uno  de  los  primeros;  pero  no  el  primero  de 
todos,  pese  á  ios  modernistas,  que  no  pueden  ser  admitidos 
como  jueces  en  causa  propia.  Es  uno  de  los  maestros  y  grandes 
poetas  que  abrieron  nuevos  rumbos,  como  Quintana,  Espron- 
ceda,  Zorrilla,  Carqpoamor,  Bécquer,  Rueda,  Gabriel  y  Galán. 
Aunque  en  la  preferencia  por  uno  ú  otro  de  estos  sobresalien- 
tes ingenios  entre  á  la  parte  el  gusto  y  natural  del  que  le  pre- 


S.    XIX,    1888.    RUBÉN   DARÍO  83 

fiera  á  los  demás,  en  el  criterio  estético  sereno,  universal  y 
objetivo,   siempre  quedará  Rubén  como  el  adalid  de  una  es- 
cuela lírica  decadente,  en  que  la  palabra  y,  en  general,  la  forma 
se  sobrepone  al  fondo  poético,  como  en  el  gongorismo  y  en 
todas   las  épocas   decadentes  y  preciosistas.    El   prurito  de  la 
novedad  y  de  hacer  efecto  en  todas  ellas,  y  más  en  la  moder- 
nista, señorea  al  puro  y  limpio  arte  lírico  de  derramar  afuera  el 
alma  y  su  sentir  desinteresado.  La  afectación,  como  sombra  al 
cuerpo,  siguió  siempre  á  esos  intentos  bastardos  y  ajenos  al  arte 
puro,  y  la  afectación  en  el  modernismo  es  demasiado  mani- 
fiesta para  que  los  mismos  modernistas  puedan  razonablemente 
negarla.  La  afición  por  lo  rebuscado  y  raro  parece  ya  en  el 
título  del  libro  de  Rubén  Los  Raros ^  los  poetas  raros  que  fue- 
ron de  allí  en  adelante  sus  maestros;  y  aunque  llegó  á  igua- 
larles, y  aun  á  ganarles  á  algunos,  hubo  de  ser  uno  de  Los 
Raros  Rubén  Darío.  El  arte  modernista,  como  el  gongorismo, 
el  preciosista,  el  romano  de  la  edad  de  plata  y  el  alejandrino, 
por  ser  arte  decadente,  fué  arte  por  extremo  culto  y  refinado, 
para  pocos,  alejado  y  aun  enemigo  declarado  de  lo  popular  y 
nacional :  no  es,  pues,  el  gran  arte,  cuyos  poetas  llevan  el  nom- 
bre de  vates  y  son  voz  y  eco  del  sentir  de  una  raza;  á  lo  más, 
lo  son  del  ceñido  sentir  de  unas  cuantas  personas  muy  cultas  y 
selectas.  Las  cualidades  todas  que  distinguen  del  arte  popular 
al  arte  culto,  y  que  hacen  á  éste  muy  inferior,  hállanse  en  el 
modernismo  y  en  Rubén  Darío.  De  ello  tratamos  en  el  primer 
tomo  de  esta  Historia.  Cuanto  á  los  asuntos,  aunque  posterior- 
mente tocó  Rubén  algunos  más  hondos,  de  la  vida  y  de  la 
muerte,  como  quien  tanto  la  temía,  por  lo  común  fueron  los 
de  toda  escuela  decadente,  floreos  juveniles  sobre  el  amor,  ge- 
neralmente lascivo,  sobre  el  lujo,  el  mundo  elegante  y  los  re- 
finamientos versallescos,  parisienses  y  de  las  épocas  históricas 
refinadas.  Es  lo  más  superficial  en  que  puede  entretenerse  un 
arte  de  jugueteo  infantil;  la  reacción  postmodernista,  que  sólo 
canta  el  hombre  y  la  vida  en  las  más  hondas  raíces  del  ser  y 
del  vivir  humano,  lo  trágico  y  trascendental,  prueba  suficien- 
temente lo  liviano  y  de  poco  tomo  de  los  temas  modernistas. 
La  consiguiente  manera  y  el  tono  de  afeminada  decadencia,  de 
molicie  y  demasiada  blandura  del  arte  modernista,  chocan  no 


§4  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

menos  con  la  reciura  y  virilidad  de  los  cantores  fuertes  que 
sucedieron.  En  los  mismos  dias  en  que  el  modernismo  se  loza- 
neaba retozando  femenilmente  por  España  y  América,  cantaban 
con  otro  timbre  de  más  robusto  metal  asuntos  más  hondos  y 
nobles  Almafuerte  allende  y  Gabriel  y  Galán  aquende  el  Atlán- 
tico. Si  lo  único  de  bueno  que  el  modernismo  trajo  al  arte  es 
una  mayor  sensibilidad,  nadie  echará  menos  esa  nueva  sen- 
sibilidad en  Almafuerte  y  Gabriel  y  Galán,  los  cuales  son  más 
hondamente  afectivos  que  Rubén,  con  sensibilidad  no  tan  fe- 
menina, pero  si  harto  más  varonil  y  más  humana.  El  estruen- 
doso triunfo  que  aupaba  en  todas  partes  á  Rubén  no  dejaba 
se  oyese  la  voz  de  estos  dos  poetas;  pero  como  el  triunfo  fué 
tan  efímero  y  ligero  cual  la  moda  de  un  dia,  hoy,  para  todo 
aquel  que  sepa  aquilatar  la  grande,  humana  y  sentida  poesía, 
Gabriel  y  Galán  y  Almafuerte  serán  más  altos  y  universales 
poetas  que  Rubén  Darío,  como  lo  es  la  poesía,  en  general,  que 
ha  sucedido  á  la  modernista,  y  á  la  cual  ellos  pertenecen  de 
lleno.  Si  en  el  verso  es  Rubén  á  veces  un  tantico  afectado,  en 
la  prosa  lo  es  casi  de  ordinario,  ya  en  frases  y  palabras,  ya  en 
comparaciones  y  metáforas.  No  posee  el  ritmo  prosaico,  antes 
diríase  caminar  á  trancas,  como  el  marino  cuando  anda  por 
tierra.  Tiene  muchos  galicismos,  construcciones  bárbaras  y 
poca  propiedad  de  lenguaje.  A  menudo  parece  un  principiante 
que  no  sabe  dar  paso  en  firme,  sin  la  menor  soltura  ni  gallar- 
día. A  veces  tiene  frases  muy  felices ;  aunque  las  más  son  re- 
miniscencias de  otros  autores.  Ha  hecho  más  daño  con  su  prosa 
que  con  sus  versos  entre  la  juventud,  sobre  todo  americana. 
Los  más  de  los  prosistas  jóvenes  de  América  escriben  hoy  con 
un  encrespamiento  tal  de  figuras,  en  tono  tan  bombástico,  que 
trasciende  á  pedantería  y  poco  asiento.  La  moderna  llaneza  es 
timbre  inconfundible  de  sinceridad  y  de  gravedad  en  el  pensar 
y  decir.  Añádase  la  comezón  por  parecer  rebeldes  é  indepen- 
dientes que  no  pocos  afectan,  dándoselas  de  valientes,  y  que 
para  los  discretos  suena  tan  sólo  á  matonismo  literario,  agita- 
nado y  barroco,  y  á  mengua  de  verdadero  saber  y  de  juicio 
maduro  y  modesto.  Todo  ello  débese  á  Rubén  Darío,  cuya 
prosa  está  afeada  por  todos  estos  defectos. 

Rubén  Darío,  en  suma,  es  un  tan  gran  temperamento  poé- 


S.    XIX,    1888.    RUBÉN    DARÍO  85 

tico,  que,  á  pesar  de  sus  principios  estéticos  decadentes  y  de 
haber  imitado  á  los  poetas  más  decadentistas  y  extravagantes, 
hizo  maravillosas  poesías,  en  las  que  predomina  un  gusto  ex- 
quisito, una  fantasía  riquísima  y  multicolor,  una  armonía  ine- 
fable; dotes  que  hacen  olvidar  sus  teorías  decadentes  y  sus 
conscientes  rarezas  prácticas,  arrebatando,  quieras  que  no,  al 
lector  más  exigente  y  más  adversario  de  sus  doctrinas  estéti- 
cas con  el  poderoso  arrastre  de  un  altísimo  poeta. 

jr 

17.  Rubén  Da-ío  comenzó  siendo  medio  clásico  y  medio  román- 
tico, imitando  á  los  grandes  poetas  españoles  del  siglo  xix.  Sus  pri- 
meras poesías,  publicadas  poco  ha  en  París,  son  becquerianas.  De  1880 
á  1890  compuso  su  primer  libro  Epístolas  y  Poemas;  las  primeras  sa- 
ben á  Núñez  de  Arce  y  á  Mcnéndez  y  Pelayo ;  los  segundos,  á  Zorrilla. 
Luego  publicó  Las  Rosas  andinas^  Rimas  y  contrarrimas,  y  Abrojos, 
dcnde  se  nota  el  eco  de  Campoamor  y  de  Leopoldo  Cano  {Saetas),  con 
dejos  de  Bécquer.  Pero  quedando  muy  por  bajo  de  todos  ellos  apuntan 
ya  las  cualidades  del  Darío  que  conocemos,  un  exquisito  oído  musical, 
•cierta  tendencia  aristocrática  y  el  desenfado  llevado  hasta  la  extra- 
vagancia, que  tiene  salidas  de  tono  prosaicas  y  rastreras  en  medio  de 
su  empaque  señoril.  Como  delegado  de  Nicaragua  al  Centenario  de 
Colón  (1892)  vino  á  España  y  fué  bien  recibido  por  Núñez  de  Arce, 
Castelar,  Campoamor,  J.  Valera  y  Pardo  Bazán.  Pero  Rubén  Darío, 
espíritu  independiente  é  inquieto,  quiso  hacer  otros  vinos  y  probólos 
todos.  Publicó  Azul  y  Los  Raros.  De  hecho  raros  eran  algunos  por  lo 
misterioso  y  cerrado,  aunque  otros  ni  por  poco  conocidos  lo  eran,  como 
Max  Nordau,  Ibsen,  Edgar  Poe,  Paul  Adam,  Eranlo,  sin  duda,  para 
él  y  él  buscaba  lo  raro,  que  es  cabalmente  una  de  sus  notas  caracterís- 
ticas, como  lo  es  de  todos  los  líricos  franceses  modernos,  que  han  pre- 
tendido épater  le  bourgeois,  dar  golpe,  sobresalir  sea  como  quiera.  El  li- 
bro está  en  prosa,  el  único  de  crítica  algo  seria  del  autor;  lleva  intento 
educativo,  pretendiendo  importar  á  España  la  cultura  francesa,  que  le 
había  gustado  á  él;  encierra  sutiles  observaciones  y  está  escrito  en  es- 
tilo y  lenguaje  ligero,  desenfadado  y  algo  fantasioso  y  pedante,  como  de 
<iuien  descubre  cosas  que  cree  nuevas  y  comienza  á  sonreírse  de  los 
demás,  que  supone  no  las  conocen  y  siguen  á  la  antigua.  Pero  sobre 
todo  la  prosa  es  poética,  modernista  y  ya  conforme  á  la  teoría  de  la 
''melodía  ideal"  que  formuló  después  en  el  preámbulo  de  Prosas  pro- 
fanas (1896)  y  se  funda  en  el  simbolismo  francés  de  la  imprecisión  y 
del  matiz,  conforme  al  Art  Poétique,  de  Verlaine,  maestro  de  la  es- 
cuela: "Pas  de  couleur,  rien  que  la  nuance."  Y  como  escribió  Jorge  Pel- 
lissier  (Etudes  de  Uttérature  ef  de  morale  contemporaincs,  1905)  :  "Los 
simbolistas  alteran  toda  la  Gramática  racional  al  expresar,  en  lugar  de 
ideas  precisas  y  seguidas,  sentimientos  vagos  y  difusos.  Subordinan  ó 


t6  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

sacrifican  las  reglas  á  la  traducción  de  su  yo.  Esto  es  lo  que  hacían  tam- 
bién los  impresionistas.  Pero  el  impresionismo  era  algo  casi  exclusiva- 
mente pintoresco;  y  los  simbolistas,  mucho  menos  pintores  que  músi- 
cos, se  cuidan  mucho  más  de  los  efectos  rítmicos.  La  influencia  del 
simbolismo  sobre  la  sintaxis  habrá  consistido  en  aligerarla,  en  darle 
una  flexibilidad  que  no  había  tenido  jamás  con  los  parnasianos."  Has- 
ta dónde  llegó  esta  doctrina  puede  verse  recordando  á  Rene  Ghil,  nue- 
vo Góngora,  de  quien  son  aquellos  laberínticos  y  disparatados  versos 
(Oicverture  du  ^'Voeu  de  zñvre")  : 

"Horizontale  dans  la  largeur  large-ailant 
oü  l'immemoire  d'estuaire  d'angles  lent 
— tonnants  de  houle —  est  dans  le  vol  du  goéland : 
tonnante  et  qui  separe  en  spumantes  déroutes 
elle  á  haut  dominé  les  limites  dissoutes 
et  vers  quel  angle  ardu  qui  vainquait  — s'égalant 
emergente  au  phare  de  Fixités..." 

Esta  prosa  poética,  cargada  de  epítetos  y  de  colorines,  balanceada 
■en  ritmos  no  menos  poéticos,  hastía  y  es  rebuscada  por  extremo.  Sólo 
cae  al  justo  en  leyendas  poéticas  como  las  de  Bécquer,  ó  en  cuentos  le- 
gendarios como  los  de  Azul;  en  tratados  filosóficos  ó  críticos,  está  harto 
fuera  de  su  lugar  y  huele  que  trasciende  á  afectación,  hasta  en  el  va- 
ronil Rodó.  Fué  al  punto  imitado  por  los  americanos  y  hasta  A.  Gon- 
zález Blanco,  que  la  alaba,  no  puede  menos  de  notar  que  con  esta  imi- 
tación "cesó  el  peso  gravoso  de  la  influencia  castellana,  y  vino  á  su- 
plantarla la  influencia  francesa.  Se  desdeñó  el  localismo  y  el  color 
regional.  Se  abandonaron  los  giros  castizos  y  las  voces  anticuadas. 
Se  relegó  al  olvido  el  lenguaje  engolado  y  académico  que  allá  por  los 
trópicos  é  intertrópicos  solían  cultivar  los  correspondientes  de  la  Es- 
pañola". Y  si  la  prosa  del  maestro  resultaba  afectada,  ¿qué  sería  la 
de  los  discípulos,  que  carecían  hasta  de  su  ingenio  poético  ?  Desde  en- 
tonces se  escribe  en  América  un  castellano  afrancesado,  plagado  de 
extravagancias;  una  lengua  franca,  que  los  escritores  defienden  con  el 
principio  de  la  evolución  natural  del  lenguaje,  cuando  no  ha  sido  sino 
revolución  y  bien  contra  la  naturaleza  del  habla  castellana,  pues  se  viste 
á  la  francesa.  Fué  este  un  nuevo  gongorismo,  latinizado  y  afrancesado 
á  la  vez,  mientras  el  del  siglo  xvii  sólo  fué  latinizado:  verdadera  lati- 
nogaliparla.  Y  si  este  lenguaje  es  reprobable  en  el  verso,  donde  siem- 
pre permitimos  mayores  rarezas,  en  la  prosa  es  sencillamente  detes- 
table. La  prosa  del  mismo  maestro  Rubén  Darío  lleva  no  pocos  gali- 
cismos. Sus  demás  obras  prosaicas  salieron  por  artículos  en  La  Na- 
ción, de  Buenos  Aires.  Así  España  contemporánea,  París,  1901 ;  Pe- 
regrinaciones, París,  190 1 ;  La  Caravana  pasa,  París  (sin  f.) ;  Tie- 
rras solares,  Madrid,  1904,  1905;  Opiniones,  Madrid  (sin  f.) ;  Pa- 
risiana, Madrid  (sin   f.) ;   El   Viaje   á  Nicaragua   (1909),  Todos  sob 


S.    XIX,    1888.    RUBÉN    DARÍO  87 

libros  impresionistas  de  viajes,  según  corría  por  unas  ú  otras 
tierras.  La  prosa  de  Darío  alcanza  su  mayor  períeccióu  en  Acul,  Bue- 
nos Aires,  1903,  con  prólogo  de  J.  Valera,  que  ya  le  había  escrito  al 
autor  en  Cartas  americanas  (1888).  La  parte  poética  de  Asul  se  rotula 
El  Año  lírico,  por  evocar  cada  una  de  las  estaciones:  Primaveral,  en 
romance;  Estival,  Autumnal  é  Invernal,  en  silva;  Pensamiento  de  oto- 
ño^ en  romance,  y  A  un  poeta,  en  serventesios;  Anagke,  en  silva; 
después  sonetos  en  alejandrinos  y  en  versos  de  17  sílabas,  donde  se 
ve  el  influjo  métrico  francés.  Azul  es  el  paso  primero  de  Rubén  hacia 
la  renovación  lírica,  aunque  todavía  se  muestra  clásico.  Francamente 
modernista  fué  ya  en  Prosas  profanas,  aunque  sin  las  exageraciones 
posteriores,  con  la  anarquía  rítmica  y  aun  falta  de  toda  rima,  como 
en  aquellos  versos,  que  no  lo  son : 

"¡Helena! 
;  La  anuncia  el  blancor  de  un  cisne ! 
¡  Makheda ! 
;  ¡  La  anuncia  un  pavo  real ! 

¡  Ingenia,  Electra,   Catalina  ! 
Anuncíalas  un  caballero  con  un  hacha." 

Mucha  erudición  clásica,  mitológica,  y  á  vueltas  nombres  y  cosas 
vulgares  que  chocan.  Lo  raro,  lo  inesperado  en  ideas,  vocablos,  rimas, 
sobre  el  cañamazo  de  un  clasicismo  rebuscado  y  parnasiano.  Con  este 
libro  trajo  el  modernismo  á  España.  Desdeñáronle  los  poetas  consa- 
grados, negáronle  sus  columnas  los  periódicos.  El  único  que  se  le 
hizo  amigo  fué  Salvador  Rueda,  amistad  que  más  tarde  rompieron 
las  chismerías  envidiosas  de  amigos  desleales.  Después  del  desastre 
nacional  (1898)  fué  cuando  la  juventud  literaria  le  abrió  aquí  los  bra- 
zos y  pudo  publicar  en  La  Vida  Literaria,  dirigida  por  Benavente, 
poesías  como  Canción  de  Carnaval,  En  1904  todavía  se  ve,  por  la  re- 
vista Helios  (núm.  12),  que  le  alababa  una  pequeña  corte  de  joven- 
zuelos llamados  poetas  modernistas,  no  aceptando  sus  versos  los  más 
de  los  periódicos  hasta  1910,  que  ya  pudo  publicarlos  en  El  Imparcial 
y  el  Heraldo.  Con  Rubén  Darío  sonaron  por  entonces  acá  los  nombres 
de  otros  simbolistas  decadentes  de  América:  el  de  Amado  Ñervo  y 
Leopoldo  Lugones,  el  de  Leopoldo  Díaz  y  Manuel  Díaz  Rodríguez, 
etcétera.  El  simbolismo  reinó  en  Francia  de  1880  á  1890,  naciendo 
con  algunos  bohemios  que  se  apartaron  de  la  escuela  parnasiana  en 
1880,  Trasplantólo  Darío,  sobre  todo,  á  España.  M<  da  francesa  traída 
por  poetas  americanos,  ¿qué  podía  durar  en  esta  tierra  de  propias 
tradiciones?  Hemos  visto  que  en  1904  sólo  era  admitido  por  un  corro 
de  jovenzuelos  imitadores,  no  admitiéndole  al  maertro  sus  versos  los 
grandes  periódicos;  en  1910  se  los  admitían  ya;  pero  el  corro  de  joven- 
zuelos imitadores  se  iba  dispersando.  Fué  moda  parisiense  traída  por  ame- 
ricanos que  sólo  fué  seguida  por  el  dandismo  literario,  no  calando  ja- 


88  ÉPOCA  REGIONAL  Y   MODERNISTA   (1888-I907) 

más,  no  digo  en  el  pueblo,  pero  hasta  ni  en  los  literatos  graves,  y  que 
desapareció  tan  presto  como  vino.  Ya  no  había  apenas  en  España  mo- 
dernistas cuando  salieron  Cantos  de  vida  y  esperan::a  (1905) ;  en 
Francia  habían  desaparecido  mucho  antes.  En  1904  {Ticnas  solares) 
recomendaba  Darío  un  libro  de  Fombona  porque  estaba  ajeno  "á  las 
parodias  de  corrupción  estética  que  infestan  algunos  de  nuestros  rin- 
cones literarios,  verleníanismo  por  fuerza,  sibilismo  de  importación, 
porque  así  se  hace  ahora^  cosas  que  á  muchos  parecen  nuevas  y  que 
ya  son,  en  verdad,  muy  viejas".  Todo  el  toque  del  modernismo  estaba 
en  dar  golpe  y  chocar  despertando  la  admiración  con  la  novedad  y 
rareza.  Pero  como  no  hay  cosa  que  antes  pase  que  el  afecto  de  la 
admiración  y  todo  lo  nuevo  deja  de  serlo  para  los  curiosos  al  día 
siguiente  de  visto  y  sabido,  el  modernismo  no  podía  durar.  Era  cosa 
que  sustancialmente  consistía  en  la  moda,  como  su  nombre  de  moder- 
nismo lo  dice:  lo  más  efímero  que  hay  y  lo  más  contrario  al  arte,  que 
es  eterno,  como  es  eterna  la  belleza,  mientras  que  su  caricatura,  la 
moda,  es,  por  propia  naturaleza,  pasajera.  Esta  nota  de  rareza  que 
choque  es  la  propia  del  modernismo  y  la  que  dio  tono  al  m.odernismo 
español.  Pero  el  fondo  era  parnasiano,  mayormente  en  los  poetas 
americanos  que  trajeron  el  modernismo.  El  pamasianismo  fué  un 
clasicismo  nacido  como  reacción  contra  el  romanticismo;  esto  es,  un 
limar  y  repulir  y  contornear  la  forma  con  el  mayor  esmero  contra  el 
desdén  ácrata  romántico,  un  volver  á  los  asuntos  mitológicos  contra 
el  odio  que  los  románticos  les  tuvieron;  pero  de  ellos  conservó  la  li- 
bertad métrica.  Reacción  á  su  vez  contra  el  Parnaso  fué  el  simbo- 
lismo, conserA'ando  no  poco  de  él,  sobre  todo,  Verlaine  y  mucho  más 
Rubén  Darío.  Contra  el  idealismo  soñador  de  los  románticos  se  alzó 
el  realismo  rastrero  de  los  naturalistas  en  prosa  y  el  positivismo  con- 
ciso de  forma  en  verso  de  los  parnasianos;  y  contra  esta  limpieza  del 
color  y  de  la  línea  parnasiana  se  levantó  de  nuevo  el  idealismo  vagt>; 
musical,  instrumental  del  simbolismo.  En  Francia  siempre  anduvo  así 
el  arte,  subiendo  y  bajando  de  extremo  á  extremo,  bailando  en  la 
cuerda  floja,  por  ganas  de  distinguirse  y  de  aparentar,  que  es  el  pru- 
rito y  flaco  de  los  franceses.  En  España,  raza  realista,  adonde  venían 
de  rechazo,  atrasadas  y  ya  sin  fuerza  esas  modas,  no  pudo  notarse 
tan  claramente  todo  ese  altibajar  del  arte  francés.  No  sé  que  haya 
habido  aquí  un  parnasiano  puro  ni  un  puro  simbolista,  como  ni  hubo 
en  prosa  ni  un  naturalista  puro.  No  hubo  aquí  más  que  modernismo 
entre  unos  cuantos  jóvenes  ávidos  de  novedades,  y  esto  durante  una 
certa  temporada.  El  realismo  de  la  raza  hizo  chunga  de  ellos  y  tuvie- 
ron presto  que  dejarse  de  rarezas  francesas.  "En  Rubén  Darío,  que 
es  el  primer  verleniano  de  lengua  castellana,  subsiste  aún  —dice 
A.  González-Blanco — ,  y  casi  siempre  predominó  sobre  éste,  el  poeta 
académico  y  pulido,  el  poeta  parnasiano...  Más  tarde  su  verUnianis- 
wío,  su  decadentismo,  su  acracia  técnica,  lo  que  puede  conglomerarse 
en  el  nombre  vago  de  modernismo,  fué  tomando  ímpetu,  y,  á  medida 


S.    XIX,    1888.    RUBÉN    DARÍO  89 

que  se  sentía  más  seguro  de  sí  propio,  se  lanzaba  á  más  veloz  carre- 
ra... En  Prosas  profanas  aún  subsiste  bien  el  poeta  parnasiano,  el 
poeta  que  sigue  la  tradición  española,  y  predomina  sobre  el  poeta 
nuevo,  rebelde,  que  acaba  de  formarse  dentro  de  él...  Hay  una  veta 
do  hispanismo  en  Rubén  Darío  que  no  se  extirpa  fácilmente...  Prosas 
profanas  encierra  poemas  de  tan  desemejante  matiz  como  Mía  y  Dice 
mía,  de  un  verlenianismo  sutil  y  quintaesenciado;  y  Año  nuevo  y 
Coloquio  de  los  Centauros,  troquelados  con  arreglo  al  más  inflexible 
parnasianismo.  Y  aun  tratándose  de  métrica,  ¿cabe  comparación  entre 
poesías  tan  de  corte  clásico  como  Era  un  aire  suave...,  Elogio  de  la 
seguidilla.  Friso,  Bouquet  y  La  página  blanca...,  y  composiciones 
tan  preñadas  de  novedades  técnicas,  algunas  de  ellas  inadmisibles, 
como  Heraldos,  El  País  del  Sol,  El  Poeta  pregunta  por  Stella,  Canto 
de  la  sangre  y  El  Reino  interior... ?^^  Publicó  después  Cantos  de  vida 
y  esperan:ra,  Los  cisnes  y  otros  poemas,  Madrid,  1909,  donde  es  de 
notar  la  renovación  del  hexámetro,  ya  traído  al  castellano  por  Esteban 
de  Villegas,  juntamente  con  la  combinación  de  endecasílabos  y  ale- 
jandrinos, versos  inarmónicos,  el  pareado  y  otras  antiguallas  rítmicas 
con  que  buscó  la  novedad.  El  himno  A  Roosevelt  es  acaso  el  trozo 
más  caliente  y  viril  que  ha  escrito  Rubén  Darío,  y  la  Canción  de 
otoño  en  primavera,  una  de  sus  más  acabadas  poesías.  En  Cantos  de 
vida  y  esperanza  es  donde  extrema  el  autor  las  libertades  métricas 
y  todo  su  tecnicismo.  No  hay  que  admitir,  sin  embargo,  á  bulto  y  en- 
teramente lo  que  cacarean  los  modernistas,  que  soltó  la  métrica  cas- 
tellana, encadenada  antes  por  la  rutinaria  preceptiva.  La  preceptiva 
no  hace  más  que  sacar  sus  leyes  de  los  versos  usados,  y  la  métrica  cas- 
tellana nunca  estuvo  encadenada.  Lo  que  hizo  Darío  fué  admitir  ver- 
sos inarmónicos,  suprimir  hemistiquios,  menudear  cesuras,  cosas  que 
á  veces  descerrajan  el  oído  y  no  sueltan  la  métrica,  sino  que  la  vuel- 
ven loca  de  atar.  Y  á  atarla  volvieron  los  más  de  nuestros  poetas, 
hasta  los  mismos  modernistas,  porque  ni  el  poeta,  por  loco  que  le 
permitamos  ser,  es  bueno  que  ande  más  loco  que  una  cabra.  Los  ver- 
sos bien  hechos  de  Darío  valen  mucho  más  que  los  que  su  locura 
novadora  deja  trepar  por  esas  peñas  y  que  amargan,  cuando  llegan, 
el  gusto  que  nos  daban  los  buenos.  Que  lo  son  por  el  cabo  merced 
á  la  elegancia  y  suavidad  musical  de  su  fino  oído.  Salvador  Rueda 
fué  el  vocero  del  talento  de  Rubén  Darío  en  España.  A  pesar  de  los 
desenfrenos  revolucionarios  que  traía,  le  abrió  paso,  dióle  á  conocer 
con  generoso  corazón.  Por  sus  buenos  oficios  pudo  publicar  Rubén 
Darío  en  El  Liberal  la  primera  composición  que  con  su  firma  apa- 
reció en  España,  y  luego  El  Elogio  de  la  seguidilla.  Hasta  entonces 
■se  le  habían  cerrado  todas  las  redacciones,  teniéndole  por  chiflado,  y 
entonces  se  inventó  el  risible  mote  de  modernista  para  los  poetas 
que  hablaban  de  princesas  pálidas,  nenúfares,  crisantemos  y  atar- 
deceres glaucos.  Rubén  Darío  escribió  el  prólogo  al  libro  de  Rueda 
JEn   Tropel,   y  en  una   nota  Rueda   llamaba   á   su   amigo   "el   poeta... 


QO  ÉPOCA   REGIONAL  Y   MODERNISTA    (1888-I907) 

que   más   sobresale   en   la   América   latina,    el   que   del    lado   de   alUt 
del  mar  ha  hecho  la  revolución  en  la  poesía,   el  divino  visionario, 
maestro  en   la   rima,  músico  triunfal   del   idioma,   enamorado  de  las 
abstracciones  y  de  los  símbolos  y  quintaesenciado  artista  que  se  llama 
Rubén  Darío.  Sabiendo  yo  cómo  su  afiligranada  pluma  labra  el  verso, 
le  he  ofrecido  las  primeras  páginas  de  esta  obra  para  que  en  ellas 
levante  un  pórtico,  que  es  lo  único  admirable  que  va  en  este  libro,  á 
fin  de  que  admiren  á  tan  brillante  poeta  los  españoles...".  Desde  1900 
corrió  por  España  la  firma  de  Rubén  Darío.  Cuando  se  lee  á  Rubén, 
después  de  leídos  otros  poetas  modernistas,  no  se  halla  sino  otro  mo- 
dernista, aunque  el  mejor  de  todos  ellos,  el  esbelto  pino    añoso  que 
descuella  entre  pimpollos  chicos,  más  ó  menos  talluditos,  más  ó  menos- 
raquíticos.  Pero  al  advertir  que  fué  Rubén  Darío  el  primero  que  en 
castellano  escribió  versos  modernistas,  cae  uno  en  la  cuenta  de  que 
no  hay  tal  modernismo,  sino  una  nueva  lírica,  rubeniana  habremos  de 
llamarla,  imitada  más  ó  menos  felizmente  por  los  que  han  seguido  su 
escuela.  Es,    pues,  la  lírica  modernista  la  tonalidad  lírica  de  Rubén 
Darío.  Es  algo  nuevo  en  el  arte,  desconocido  antes  de  él  así  en  Fran- 
cia como  en  España,  por  más  que  se  hallen  sus  raíces  en  los  parna- 
sianos franceses  y  algrin  matiz  de  su  poesía  en  el  verlenianismo.  Es 
Rubén  un  parnasiano  particular.  Esa  nota  particular  es  el  modernis- 
mo lírico  castellano,  por  ser  la  tonalidad  lírica  de  Rubén,  de  la  cual 
se  ha  derivado  á  sus  imitadores.  Cada  gran  poeta  trae  al  arte  una 
tonalidad  nueva;  no  hay  mejor  criterio  para  distinguir  á  los  grandes 
poetas  del  coro  de  imitadores  que  siguen  las  escuelas  que  ellos  crean 
con  esa  su  nueva  tonalidad.  Hay  una  tonalidad  lírica  de  Quintana  que 
después  se  deja  oír  en  infinidad  de  discípulos  suyos,  tanto  en  España 
como  en  América.  Hay  otra  tonalidad  nueva  en  Espronceda.  Zorrilla 
trae  otra,  y  otra  trae  Bécquer,  otra  Campoamor,  otra  Rueda  y  otra 
Gabriel  y  Galán.  Son  tantas  nuevas  maneras  de  lírica  castellana  del 
siglo  XIX  cuantos  son  los  grandes  poetas,  los  verdaderos  creadores 
líricos  de  nuestra   raza  durante  el  mismo  siglo.  Pretender   aquilatar 
cualquiera  de  estos  poetas  comparándolo  con  otro  de  ellos  es  preten- 
der aquilatar  un  tono  cualquiera  musical  con  otro  de  la  gama.  Todos 
ellos  son  perfectos  en  su  línea  y  dan  una  sensación   propia,   incon- 
fundible y   sin  par  ni  semejante.  Según  el  gusto  particular,  uno  pre- 
ferirá el  reconcentrado  y  melancólico  tono  de  sí  bemol  menor,  otro  el 
triunfante  y  franco  de  do  mayor,  éste  gustará  más  de  Bécquer;  aquél, 
de  Quintana.  Lo  que  sí  puede  y  debe  hacerse  es  declarar  la  tonalidad 
de  que  se  trata  y  explicar  sus  causas,  que  están  parte  en  el  carácter 
del  poeta,  parte  en  la  escuela  que  fué  más  de  su  gusto,  parte  en  el 
medio  artístico  y  social  y  en  la  época  en  que  vivió.  Cuanto  al  carác- 
ter, Rubén  Darío  es  un  exquisito,  amigo  de  lo  aristocrático  y  esco- 
gido, enemigo  de  lo  vulgar,  de  lo  popular,  de  lo  común:  es  poeta  para 
pocos,  jamás  lo  será  para  un  pueblo  entero.  Esta  preferencia  de  sus 
gustos  le  llevó  á  ser  parnasiano.  Su  vida  bohemia,  como  la  de  Ver- 


S.    XIX,    1885.    RUBÉN    DARÍO  Ql 

laine,  y  la  soltura  del  ritmo  verlainiano  que  señoreaba  en  París,, 
cuando  Rubén  en  París  se  formó,  le  hicieron  tomar  algunos  matices 
de  esta  escuela,  y  sobre  todo  romper  con  la  métrica  tradicional.  La  fuer- 
za de  sentimientos,  de  sensaciones,  mejor  digamos,  de  toda  la  lírica 
moderna  de  después  de  los  románticos,  calentó  su  parnasianismo,  que 
por  lo  mismo  no  fué  tan  frío  como  el  parnasianismo  francés.  El  rea- 
lismo de  la  raza  hispana,  la  tendencia  á  la  claridad  y  al  color,  la  fan- 
tasía de  nuestra  gente,  le  desvió  del  simbolismo  francés,  del  idealismo 
europeo  y  de  la  nebulosidad  germánica.  Todas  estas  raíces  tiene  la. 
lírica  de  Rubén  Darío,  Detengámonos  un  poco  en  ellas,  recordando 
sobre  todo  las  corrientes  líricas  francesas  en  las  cuales  bebió  al  for- 
marse como  poeta  en  París.  El  carácter  aristocrático  y  exquisito  de 
Rubén  Darío  nos  lo  pinta  bien  Gómez  Carrillo  con  un  solo  rasgo 
(La  Bohemia  Sentimental,  dedic.) :  "Cuando  Rubén  Darío  tenía  ta- 
lento... estuvo  á  punto  de  asesinar  á  un  amigo  suyo  que  le  llamó 
bohemio.  — i  Bohemio  yo !  — gritaba  con  tono  fiero  el  autor  de  Azul — , 
\  Pues  no  faltaba  más !  Los  bohemios  no  existen  ya  sino  en  las  cár- 
celes ó  en  los  hospitales...  En  nuestra  época,  los  literatos  deben  lle- 
var guantes  blancos  y  botas  de  charol;  porque  el  arte  moderno  es 
una  aristocracia."  A  pesar  de  ser  un  verdadero  bohemio  en  la  vida, 
tan  bohemio  como  Verlaine,  en  arte  calzábase  guantes  blancos  y  botas 
de  charol,  quería  ser  un  aristócrata  y  abominaba  del  pueblo.  Rubén 
Darío  es  un  verdadero  poeta  lírico  y  de  tanta  riqueza  y  variedad  de 
tonos,  que  parece  difícil  formular  brevemente  su  carácter.  Después 
de  mucho  estudiarle  se  ve  que  puede  cifrarse  en  que  ha  sabido  como 
nadie  empaparse  en  el  espíritu  de  la  poesía  moderna  francesa  y  ver- 
terlo en  versos  castellanos,  siendo  á  la  vez  tan  castellano  como  puede 
serlo  un  poeta  de  nuestra  raza  que  lleva  espíritu  francés,  y  tan  fran- 
cés como  puede  serlo  un  poeta  que  habla  en  castellano.  Como  nues- 
tros jóvenes  admiraban  la  poesía  francesa  y  trataban  en  vano  de 
imitarla,  vieron  en  él  al  maestro  que  había  alcanzado  lo  que  ellos 
deseaban  y  no  alcanzaban,  y  se  hicieron  sus  discípulos.  Esta  íntima 
compenetración  de  dos  genios  poéticos  en  uno,  del  francés  y  del  caste- 
llano en  Rubén  Darío,  parece  cifrar  el  carácter  de  su  lírica.  El  fondo 
de  la  lírica  francesa  moderna  era  parnasiano,  no  siendo  el  simbolis- 
mo más  que  una  rama  del  Parnaso,  que  alguna  rara  vez  imitó  Ru- 
bén; pero  demasiado  poeta  para  reconocer  el  extravagante  desvío  de 
esta  escuela,  no  quiso  ser  enteramente  simbolista.  Las  notas  parna- 
sianas son,  según  Andrés  González  Blanco,  "la  nitidez  del  contorno 
y  la  concisión  rielampagueante".  Siempre  el  helenismo  entendido  á 
la  francesa,  ni  más  ni  menos  que  en  el  siglo  clásico  de  Luis  XIV.  El 
francés,  superficial  por  naturaleza,  se  dejó  siempre  arrebatar  por  los 
visos  deslumbradores  de  la  forma  clásica  sin  calar  el  fondo  del 
helenismo.  Arte  aristocrático  el  clasicismo  francés  del  siglo  de 
Luis  XIV,  no  lo  es  menos  el  parnasianismo  moderno:  desdeñan  uno 
y  otro  el  arte  popular,  no  quieren  nada  con  la  plebe.  Pero  el  moder- 


92  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

rio  es  más  superficial  todavía,  porque  todo  lo  pone  en  el  refinamiento 
-de  la  palabra,  hasta  dar  en  el  simbolismo,  en  que  la  palabra  sea  tan 
sutil,  delicada  y  aérea  que  se  convierta  en  música  y  sólo  como  música 
sea  expresiva,  no  como  palabra;  arte  de  sugestión,  de  alusión  para 
que  haya  misterio.  Se  opone  el  simbolismo  al  Parnaso,  que  prefiere 
la  línea,  la  tersura  y  claridad;  pero  de  hecho  es  una  hijuela  de  él, 
consistiendo  en  el  refinamiento  de  la  expresión.  Por  lo  mismo  se  pa- 
rece al  gongorismo  y  llegó  como  él  al  misterio,  al  enigma,  á  dar  que 
descifrar,  más  bien  que  dar  á  entender  claramente.  Porque  todas  son 
tendencias  del  refinamiento  de  la  forma,  á  que  naturalmente  propen- 
de la  imitación  superficial,  del  arte  clásico.  Rubén  Darío,  ya  exqui- 
sito y  aristocrático  por  carácter,  afilióse  al  Parnaso.  "Huye,  por  con- 
siguiente, lo  ordinario  como  el  armiño  lo  impuro;  ama  prodigar  la 
seda,  el  oro,  el  mármol,  como  términos  de  comparación...,  el  instinto 
del  lujo,  material  y  espiritual,  con  cierta  indolente  non  curanza  del 
sentido  moral...,  versos  preciosos,  de  una  distinción  impecable,  de 
un  incomparable  refinamiento  de  expresión."  Así  J.  E,  Rodó,  Todos 
convienen  además  en  hallar  en  él  la  gracia  de  Watteau,  Estas  exqui- 
-  siteces  parnasianas  son  una  manera  harto  particular,  superficial  y 
francesa  de  practicar  el  principio  aquel  de  el  arte  por  el  arte,  que  no 
se  había  visto  nunca  por  tierras  españolas.  Poetas  desinteresados,  no 
utilitarios,  no  doctrinarios,  fueron  los  más  de  los  poetas  españoles, 
que  practicaron  en  su  verdadero  sentido  este  principio;  pero  mirar 
tan  sólo  á  la  vestidura  poética,  ni  aun  á  los  gongorinos  se  les  ocurrió. 
Eso  se  quedaba  para  los  poetas  modernos  franceses.  De  aquí  la  frial- 
dad, que  atribuyen  al  clasicismo  los  que  lo  interpretan  por  las  obras 
de  sus  imitadores.  Nada  de  pasión,  nada  sino  el  arte,  nada  sino  la 
forma  más  exterior,  *'los  mórbidos  é  indolentes  escorzos,  las  sereni- 
dades ideales,  las  languideces  pensativas,  todo  lo  que  hace  que  la 
túnica  del  actor  pueda  caer  constantemente  sobre  su  cuerpo  flexible 
en  pliegues  llena  de  gracia",  que  dice  Rodó.  Eso  es  el  Parnaso;  aun- 
que en  Rubén  Darío  la  sangre  de  la  raza  rebulle  siempre  en  lo  hondo, 
debajo  de  esa  piel  mórbida  y  glauca,  que  los  modernistas  pintan.  Otra 
nota  principal  de  todo  el  arte  francés  moderno  y  de  siempre  es  la  no- 
vedad, el  dar  golpe,  el  admirar:  Le  rare  est  le  bon,  que  dijo  alguien. 
De  lo  raro  á  la  rareza  va  tan  poco,  que  rareza  en  castellano  es  lo  mis- 
ino que  extravagancia.  De  ello  participó  mucho  en  sus  principios,  y 
aun  siempre  le  quedaron  resabios  á  Rubén  Darío,  como  á  todo  buen 
francés  y  como  á  todo  imitador  del  clasicismo,  sea  gongorino,  sea 
•modernista.  Verdaderas  majaderías,  que  ya  pasan  de  extravagancias, 
ha  buscado  algima  vez  Rubén  Darío  para  dar  novedad  á  sus  poesías; 
no  quiero  creer  que  tan  alto  ingenio  se  haya  en  tales  casos  dejado 
arrastrar  de  la  rima.  Habla  de  San  Juan  evangelista  y  de  San  Pablo: 
"A  Juan  virgen  y  á  Pablo  militar  y  violento,  |  á  Juan,  que  nunca  supo 
del  supremo  contacto;  \  á  Pablo,  tempestuoso,  que  halló  á  Cristo  en 
>el  viento,  |  y  á  Juan,  ante  quien  Hugo  se  queda  estupefacto."  Como 


S.    XIX^    1888.    RUBÉN    DARÍO  qS 

Hugo,  quédase  estupefacto  cualquiera  persona  decente  ai  oír  lo  del- 
supremo  contacto  hablando  de  San  Juan  y  al  advertir  que  llama  f>ii- 
liiar  á  San  Pablo,  sin  duda  porque  le  pintan  espada  en  mano.  "Ver- 
lame  es  más  que  Sócrates",  dice  en  otro  lugar,  porque  "Amó  más 
que  la  Grecia  de  los  griegos  I  la  Grecia  de  la  Francia."  Prefiere  d 
seudohelenisrao  francés  al  helenismo  griego.  La  razón,  ¡  porque  en 
Francia  hay  más  lascivia ! :  "Porque  en  Francia  |  al  eco  de  las  risas 
y  los  juegos  |  su  más  dulce  licor  Venus  escancia."  "Demuestran  más 
encantos  y  perfidias,  |  coronadas  de  flores  y  desnudas,  |  las  diosas  de 
Clodión  que  las  de  Fidias.  |  Unas  cantan  francés;  otras  son  mudas." 
Hasta  aqui  llega  su  afrancesamiento  y  su  ignorancia  del  arte  heléni- 
cu,  cuya  lascivia  pagana,  muy  superior  á  la  francesa,  aunque  más  na- 
tural y  menos  refinada,  parece  desconocer.  Penetremos  más  adentro 
en  el  afrancesamiento  de  Rubén,  en  cuanto  tiene  de  decadente  y  afe- 
minado. En  sus  mocedades  cantó  el  amor  sensual  en  Prosas  profanas- 
(iSpó).  Es  poesia  de  refinado  sensualismo,  hasta  hacerse  carne  el  mis- 
mo espíritu.  Es  el  sensualismo  francés  en  la  poesía,  en  la  sociedad, . 
como  efecto  natural  de  la  filosofía  sensualista  francesa  del  siglo  xviii. 
"Celebra  en  sus  versos  el  poeta  — dice  Lauxar — .  con  el  ritual  mun- 
dano de  la  obsequiosidad  elegante,  á  sus  amadas  de  un  día  en  las  fies- 
tas nocturnas  y  luminosas  de  los  bulevares  y  los  cabarets...  Su  amor 
no  es  el  que  impele  y  constriñe  y  se  desembaraza  de  todo  obstáculo  en 
el  empuje  de  la  violencia  irresistible;  es  más  que  amor,  sed  de  amor, 
sabio  capricho  ó  voluntad  de  goce,  que  se  complace  en  la  Divagación 
tranquila,  entre  imágenes  pasionales  de  amores  griegos,  y  franceses,  y 
florentinos,  y  alemanes,  y  españoles,  y  exóticos,  y  en  todos  busca  y  en- 
cuentra su  curiosidad  de  nuevos  deleites,  un  halago  distinto."  En 
suma,  Rubén  es  un  exquisito  sensual,  que  sólo  busca  el  goce  de  la 
sensualidad  más  refinada  y  espiritualizada,  espiritualizando  el  senti- 
do, pero  sensualizando  más  todavía  el  espíritu.  El  arte  moderno,  hijo 
de  la  filosofía  sensualista,  sólo  busca  sensaciones,  es  afeminado  y  de- 
cadente, ha  descendido  y  olvidádose  de  los  nobles  pensares,  de  los 
heroicos  intentos,  como  la  filosofía  se  ha  olvidado  de  la  noble  metafí-- 
sica.  Y  en  los  poetas  jóvenes  las  sensaciones  esas  redúcense  á  una 
sola,  á  la  de]  amor;  amor  sensual,  por  consiguiente,  bien  que  refinado 
hasta  frisar  en  el  sadismo,  convirtiendo  en  carne  las  más  levantadas 
aspiraciones  del  alma.  Pero  la  carne  muere,  en  el  placer  sensual  hay 
heces  de  amargura,  dejos  de  hastío  y  de  desengaño,  y  Rubén  Darío, 
cerno  todo  verdadero  poeta,  por  sensual  que  sea,  ha  dado  en  este  pa- 
radero de  cuanto  fenece.  Nueve  años  después,  á  los  treinta  y  ocho 
de  su  edad,  se  publicaron  Cantos  de  vida  y  esperanza  (1905).  "Juven- 
tud, divino  tesoro,  |  ya  te  vas  para  no  volver."  No  es  la  suya  una' 
Canción  de  Otoño  en  Primavera ;  su  primavera  está  lejos  ya  y  presta- 
á  su  otoño  el  recuerdo  suave  de  los  amores  primeros.  "Sus  gustos  han 
cambiado  — dice  Lauxar — ;  un  sosiego  reflexivo  y  lento  reemplaza  á 
los  ímpetus  juveniles;  las  fuerzas  perdidas  en  la  sangre  han  pasado  á- 


94  ÉPOCA  REGIONAL  Y   MODERNISTA   (1888-I907) 

-SU  espíritu.  Sus  goces,  ahora  más  tranquilos,  se  han  hecho  más  sabios. 
La  filosofía  epicúrea  une  á  los  placeres  de  su  carne  ima  armonía  de 
pensamientos  y  les  transfunde  el  alma  de  un  naturalismo  lleno  de  be- 
lleza." De  la  carne  de  la  mujer  ha  subido  á  la  belleza  del  misterio  del 
mundo.  El  poeta  que  encerrado  en  sí  mismo  dijo  antes  "el  verso  azul 
y  la  canción  profana",  sale  ahora  con  "hambre  de  espacio  y  sed  de 
-cielo"  al  mundo.  "He  meditado  — escribe  Rubén —  ante  el  problema 
de  la  existencia  y  he  procurado  ir  hacia  la  más  alta  idealidad.  He  ex- 
presado lo  expresable  de  mi  alma  y  he  querido  penetrar  en  el  alma 
de  los  demás,  y  hundirme  en  la  vasta  alma  universal...  He  cantado  en 
diferentes  modos  el  espectáculo  multiforme  de  la  Naturaleza  y  su 
inmenso  misterio.  He  celebrado  el  heroísmo,  las  épocas  bellas  de  la 
Historia,  los  poetas,  los  sueños,  las  esperanzas...  He  comprendido  la 
fuerza  de  las  tradiciones  en  el  pasado,  y  de  las  previsiones  en  el  fu- 
turo." Así,  sin  dejar  de  ser  moderno,  por  "las  previsiones  en  el  fu- 
turo", se  hizo  más  español  y  reconoció  el  valer  de  su  raza  por  "la 
fuerza  de  las  tradiciones  en  el  pasado".  En  esta  segunda  época  fué 
más  eleA'ado  poeta  Rubén  Darío,  y  cantó  las  ínclitas  rasas  ubérrimas, 
la  Marcha  triunfal^  á  Rcosevelt,  la  Letanía  de  N.  S,  D.  Quijote,  sus 
obras  de  más  levantado  espíritu. 

Dicen  de  Teófilo  Gautier  que  fué  chino  de  adopción  durante  seis 
meses,  árabe  durante  tres,  indio  por  un  año  y  griego  toda  su  vida,  asen- 
tando su  escuela  en  el  "Parnaso".  Griegas  son  en  Banville  Las  Cariá- 
tides y  Le  sang  de  la  coupe.  HaSta  los  decadentes  Morcas  y  Mauricio 
Du  Pessys  invocan  á  Grecia  y  Roma.  Griego  de  esta  manera  es  Rubén 
Darío,  sobre  todo  en  el  Coloquio  de  los  Centauros,  en  el  Palimpsesto 
y  en  el  Friso.  No  es  el  helenismo  ni  el  clasicismo  éste  de  Rubén  -y  de 
la  Francia  del  siglo  xix  el  de  la  Francia  del  siglo  xviii,  ni  menos  el 
de  los  griegos  y  romanos;  es  un  clasicismo  modernista,  de  sello  fran- 
cés, menos  atado  y  más  elegante  y  lírico  que  el  antiguo  seudoclasicis- 
mo  de  Versalles,  pero  tan  francés  y  de  pura  forma  superficial  como 
aquél.  Es  el  parnasianismo ,  alma  de  toda  la  poesía  de  Rubén  Darío, 
aunque  esa  alma  vaya  revestida  con  todos  los  colorines  del  arlequi- 
nesco modernismo,  cuya  más  resonante  nota  es  lo  que  se  llama  dar 
golpe,  pasmar  por  lo  inesperado  y  raro.  Raros  y  enigmáticos  son  los 
mismos  títulos  de  las  obras  de  Rubén  Darío,  modernistas,  en  suma,  y 
nada  clásicos,  ni  aun  parnasianos.  Prosas  profanas  son  poesías  exqui- 
-sitas,  cuyo  título  tomó  del  hacer  una  prosa  (mística)  de  Berceo.  Va- 
lera  frunció  el  ceño  al  oír  el  otro  de  Azul.  Gómez  Carrillo  halló  que 
••no  todos  los  Raros  eran  raros.  Ello  es  que  tales  títulos  llaman  la  aten- 
ción: son  modernistas.  Rubén  Darío  es  un  verdadero  parnasiano:  no 
sueña  más  que  en  dar  bonitas,  delicadas  expresiones.  No  es  poeta  que 
■nos  abra  su  pecho  y  derrame  sus  afectos,  pues  de  creer  es  que  Rubén 
Darío  tenía  sus  afectos  y  pasiones,  su  propio  calor  de  alma,  y  sabe- 
mos bien  que  lo  tuvo;  mientras  que  ni  pasiones  propias,  ni  propios 
-:afectos,  ni  calor  de  alma  hay  en  sus  versos.  Es  subjetivamente  frío. 


S.    XIX,    1888.    RUBÉN    DARÍO  95 

lü  opuesto  á  Bécquer.  El  arte  por  el  arte  es  su  lema.  No  pretende  en- 
señar, no  pretende  expresar  nada  de  lo  que  á  él  le  mueve,  ni  de  lo  que 
mueve  ó  conviene  á  la  sociedad,  ni  de  lo  que  encierra  la  moral  ó  la 
filosofía,  según  una  ú  otra  escuela.  Es  desinteresado,  demasiadamente 
desinteresado.  Es  relativamente  frío.  En  sus  versos  no  se  retrata  su 
alma  ni  la  de  n;:die.  El  arte  por  el  arte  es  para  él  la  delicada  hechura, 
el  estilo  poético,  la  poesía  de  pensamientos  ó  sensaciones,  sean  cuales 
fueren ;  porque  el  pensar  y  el  sentir  son  para  él  pura  materia  que  labra 
como  cera  para  hacer  poesía  de  pura  forma.  ¿No  es  esto  ser  parna- 
siano? Pues  nada  más  es  Rubén  Darío.  No  le  espanta  la  grandeza  de 
ia  naturaleza  americana,  ni  la  siente  ni  la  toca  jamás;  no  le  conmue- 
ven ideales  de  ningún  género.  Su  único  ideal  es  tornear  ideas  y  ver- 
sos. Como  abeja  rebusca  toda  idea  bonita,  toda  bonita  forma,  sea  cual 
fuere,  dejando  cuanto  no  es  bonito,  escogiendo  y  libando  de  la  rea- 
lidad nada  más  que  la  flor  de  todas  las  bonituras  y  los  sibaritismos 
raás  exóticos.  Luego  esa  flor  la  macera,  la  limpia,  la  acicala,  la 
acendra,  la  acrisola  y  sale  su  poesía  apurada  en  puras  exquisiteces. 
Oros,  mármoles,  sedas,  púrpuras,  plumajes  de  cisne;  lo  suntuoso,  lo 
elegante,  lo  que  es  puro  lujo  en  la  materia  ó  en  el  espíritu:  de  eso 
a'imenta  su  poesía.  No  hay,  pues,  que  esperar  de  él  nada  de  trascen- 
dental, de  popular,  de  nacional ;  nada  que  sepa  á  poesía,  á  drama  ni 
aun  á  lírica  pura  personal;  sólo  hará,  comúnmente  hablando,  ver- 
bos preciosos,  refinados,  livianos  y  fugaces  sobre  naderías;  dijes  y 
chucherías  de  puro  lujo  para  vitrinas  en  elegante  gabinete  de  dama 
ociosa.  Es  un  poeta  que  debiera  haber  vivido  en  la  graciosa,  ama- 
nerada y  selecta  corte  de  Versalles  del  siglo  xviii,  corte  que  él 
evoca  á  menudo  y  por  entre  cuyo  refinado  gusto  solamente  conoce 
é  imita  el  arte  griego.  Es,  en  suma,  el  Watteau  de  la  literatura, 
•con  su  cielo  azul  y  opalino.  Sus  poesías  son  minués,  gavotas  y  pava- 
nas. Es  su  poesía  poesía  de  abanico  marfileño  en  manos  de  gentil  mar- 
quesita galante.  Pero  hay  un  elemento  nuevo  en  Darío  añadido  á  aquel 
seudoclasicismo,  y  ese  elemento  nuevo  es  múltiple,  viene  del  parna- 
síanismo  moderno  ó  moderno  clasicismo,  francés,  en  cuya  escuela  hay 
que  poner  a  Rubén  Darío,  y  viene  del  decadentismo  de  Verlaine,  del 
cual  ha  tomado  algunas  notas,  las  más  transparentes  y  menos  enig- 
máticas, y  tales  que  no  ensombreciesen,  aunque  matizasen  policromá- 
ticamente, los  cristalinos  sones  parnasianos,  propios  de  su  lira.  "No 
me  parece  dudoso  — dice  Rodó —  que  puedan  reconocerse  en  la  ge- 
nialidad de  nuestro  poeta  muchos  de  los  elementos  psíquicos  y  muchos 
de  los  elementos  literarios  que  entran  en  la  composición  del  complejo 
legado  de  Verlaine;  pero  no  creo  que  pueda  verse  igualmente  repro- 
ducido el  carácter  del  conjunto  que  engendra  el  precipitado  de  la  per- 
sonalidad." Verlaine  tiene  mucho  de  inconsciente,  de  bardo  bohemio 
irreflexivo;  Rubén  Darío  es  siempre  reflexivo,  dueño  de  sí.  Todo  lo 
hasta  aquí  tratado  tomó  Rubén  de  Francia;  todavía  queda  otro  ele- 
mento importantísimo,  la  libertad  métrica,  que  en  Francia  tuvo  dos 


gÓ  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-1907) 

causas:  la  rebeldía  romántica,  que  por  romper  con  todo  lo  clásico  se 
desenfrenó  en  todo  linaje  de  metros  hasta  entonces  desconocidos,  y 
el  carácter  antimusical  de  la  lengua  francesa,  que,  en  dejando  los  con- 
tados troqueles  métricos  de  sus  clásicos,  sólo  pudo  vaciarse  en  ritmos 
poco  musicales,  casi  casi  prosaicos.  Rubén,  por  carácter  propio  y  por 
su  educación  francesa,  apropióse  este  espíritu  de  rebeldía  y  no  menos 
la  tendencia  á  los  ritmos  prosaicos.  Ninguna  falta  hacían  éstos  en 
castellano,  puesto  que  dentro  del  ritmo  firme  y  severo  da  de  sí  nuestra 
lengua  para  un  sinfín  de  variedades  métricas,  todas  sonoras  y  distan- 
tes del  ritmo  de  la  prosa.  De  esta  raya  del  ritmo  poético,  con  toda, 
la  amplitud  que  nuestra  lengua  le  permitía,  pasó  Rubén,  sólo  por  imi- 
tar á  los  franceses.  De  aquí  que  en  los  ritmos  de  este  poeta  haya  que 
distinguir  dos  cosas.  Loable  es  la  libertad  que  se  tomó  doblando  y  tres- 
doblando las  cuerdas  de  la  lírica  castellana;  pero  no  lo  es  tanto,  y  es 
de  muy  dudoso  gusto,  el  desenfreno  que  le  llevó  á  veces  á  confundir 
el  ritmo  poético  con  el  ritmo  prosaico.  Todavía  él  en  estos  casos  prac- 
ticólo con  tan  fino  oído,  que  el  crítico  más  exigente  no  puede  menos 
de  gustar  de  esos  versos  que  no  son  versos,  pero  que  tienen  su  ritma 
prosaico  no  menos  dificultoso  y  más  variado  que  el  poético.  Porque, 
al  fin  y  al  cabo,  el  arte  tiene  infinitas  manifestaciones,  y  no  porque 
hasta  ahora  se  hayan  distinguido  bien  los  ritmos  poéticos  y  prosaicos 
va.  á  condenarse  la  fusión  de  entrambos  en  una  obra  de  arte ;  antes, 
por  el  contrario,  los  matices  pálidos  y  sombreados  del  ritmo  poético, 
que  confinan  ya  con  el  prosaico,  llevan  consigo  un  dejo  de  sinceridad 
y  de  naturalidad  muy  propias  para  ciertos  asuntos  y  estados  de  alma 
que  no  se  expresan  tan  al  justo  con  la  pura  prosa  ni  con  el  puro  versa 
á  la  antigua  recortado.  Los  imitadores  de  Rubén  son  los  que  han  hecho 
verdaderas  extravagancias  en  este  particular,  por  ser  tanto  más  difi- 
cultoso el  labrar  poesía  en  ritmos  tan  tenues  y  delicados  que,  sin  ser 
del  todo  prosaicos,  están  á  punto  de  serlo.  Sobresale  Rubén  en  et 
ritmo  dactilico  ó,  si  se  quiere,  trocaico,  que  muchos  no  han  sabida 
imitar,  y  con  el  cual  ha  hecho  versos  larguísimos  y  desiguales,  pero 
de  tanta  armonía  como  los  de  pocas  y  determinadas  sílabas.  Por  ejem- 
plo, en  Marcha  triunfal  y  Salutación  del  optimista.  En  ambas  admira- 
bles composiciones  se  ve  ser  este  ritmo  apropiadísimo  para  la  épica 
castellana  y  harto  más  variado  y  grandilocuente  que  la  tradicional  y 
fatigosa  octava  real:  "ínclitas  |  razas  u  |  bérrimas,  |  sangre  de  His-  | 
pánia  fe  |  cunda."  "Ya  |  pasa  de  |  bajo  los  |  áreos  or  |  nados  de  |  blanca» 
Mi  I  nérvas  y  |  Martes,  los  |  áreos  triun  j  fáles  en  |  dónde  las  |  Famas 
e  I  rigen  sus  |  largas  trom  |  petas..."  Este  ritmo  diríase  hijo  del  hexá- 
metro ó  verso  heroico  de  griegos  y  latinos,  de  ritmo  dactilico  ó,  S|i 
se  quiere,  trocaico,  con  anacruso  en  algunos  versos,  según  ¡ndii'an  las 
rayas  verticales  con  que  he  dividido  los  pies  ó  metros.  Pongamos  ahora 
seguidos  algunos  versos  de  Darío,  y  nadie  dirá  sino  que  son  pura  prosa, 
y  no  grandemente  poética  ni  musical :  "¡  Divina  Estación !  ¡  Divina  Es- 
tación !  Sonríe  el  alba  más  dulcemente.  La  cola  del  pavo  real  oculta 


S.    XIX,    1505.    RUBÉN    DARÍO  97 

SU  prestigio.  El  sol  aumenta  su  intima  influencia;  y  el  arpa  de  los 
nervios  vibra  sola.  ¡  Oh,  Primavera  sagrada !  ¡  Oh,  gozo  del  don  sa- 
grado de  la  vida !  ¡  Oh,  bella  palma  sobre  nuestras  frentes !  ¡  Cuello 
del  cisne!  ¡Paloma  blanca!  ¡Rosa  roja!  ¡Palio  azul!..."  Ni  palabra 
ni  frase  que  no  sean  asaz  vulgares,  fuera  de  lo  subrayado.  Por  miles 
hemos  leído,  en  árabe  y  griego,  descripciones  de  la  primavera  que 
valen  mil  veces  más  que  ésta.  Cuanto  á  la  métrica,  en  suma,  Rubén 
no  inventó  nada  nuevo;  sólo  resucitó  algunas  cosas  algo  caldas  en 
desuso  y  se  tomó  algunas  libertades  contra  los  acentos  fijos  de  ciertos 
géneros  de  versos,  que  sus  seguidores  han  formalizado  feamente  en 
sistema.  El  descoyuntar  el  verso  para  dar  más  fuerza  á  una  palabra 
importante  parece  libertad  artística  plausible;  pero  no  lo  es  cuando 
por  medio  de  la  cesura  se  corta  la  palabra  acentuando  indebidamente 
un  artículo,  una  preposición  ó  conjunción  que  forma  parte  de  la  mis- 
ma palabra,  formalmente  una  por  el  único  acento,  ó  se  parte  en  dos 
una  palabra  larga  dándole  más  acentos  de  los  que  en  el  habla  tiene. 
Y  no  nos  vengan  con  que  los  griegos  cortaban  así  las  palabras,  por- 
que con  eso  ellos  no  trastrocaban  los  acentos  de  las  mismas,  como 
hacen  los  modernistas,  que  hasta  tienen  que  acentuar  el  artículo,  átono 
por  naturaleza.  Y  hacer  de  tales  licencias  norma  común,  como  lo  han 
hecho  algunos  modernistas  discípulos  suyos,  es  indisculpable  prurito 
de  pretender  parecerse  al  maestro  imitándole  tan  sólo  en  sus  deslices. 
Tampoco  es  de  alabar  el  abuso  del  alejandrino,  del  pareado  y  de  otras 
puerilidades  por  imitar  la  métrica  francesa,  que,  musicalmente  pobre 
de  recursos,  no  merece  la  remede  en  semejante  pobretería  musical 
nuestra  métrica,  mucho  más  rica,  libre  y  armoniosa.  Rubén  Darío, 
espíritu  inquieto,  nada  mirado  con  nadie  ni  con  nada,  ni  con  la  mé- 
trica tradicional  ni  con  el  tradicional  lenguaje;  mariposa  que  sube  y 
baja,  retoza  sin  sosiego,  pero  también  sin  cortesía  para  con  nadie, 
metiéndosele  á  uno  en  los  ojos,  calabaceando  contra  la  bombilla  eléc- 
trica, alzándose  como  una  flor,  cayendo  como  una  piedra;  conjunto 
de  locuras  y  puerilidades,  lunático  extravagante,  niño  sempiterno  sin 
ayo  y  sin  vergüenza.  Hay  que  tomarse  la  venia  de  decírselo  al  que 
se  la  tomó  de  no  tenerla;  y  ya  que,  por  desgracia,  no  lo  pueda  ya  oír, 
hay  que  decírselo  a  sus  ciegos  seguidores.  La  obra  de  Rubén  Darío  es 
una  Alhambra  hecha  de  todo  lo  refinado  y  ornamental,  vistoso  y  apa- 
cible de  griegos  y  romanos,  orientales  y  árabes,  renacientes  y  versa- 
llescos ;  pero  tan  para  pasto  del  pequeño  egoísmo  como  la  Alhambra, 
para  saborear  sensaciones  menudas,  para  recrear  la  vista,  para  pasar 
el  rato  muellemente  reclinado  entre  cojines  y  oliendo  el  perfume  de 
las  cazoletas.  Nada  de  grande  que  estremezca,  que  lleve  al  infinito,  que 
derrame  el  alma  sobre  los  demás  humanos:  eso  se  queda  para  el  cris- 
tiano, que  levanta  hacia  el  cielo  una  catedral  que  cobije  bajo  sus 
naves  pueblos  enteros.  El  moro  hace  su  palacio  para  sí  solo,  hacia 
dentro ;  por  de  fuera,  nada ;  traspasado  el  feo  postigo,  un  paraíso.  La 
obra  de  Rubén  Darío  es  una  Alhambra,  nada  tiene  de  catedral.  En- 

TOMO       X  — 7 


98  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

caremos  ya  franca  y  valientemente  la  cuestión  que  interroga  callada- 
mente en  el  pecho  de  los  lectores,  ¿Es  cierto  que  Rubén  Darío  es  el 
mejor  poeta  que  ha  cantado  en  lengua  castellana  y  que,  por  de  con- 
tado, lo  es  de  los  que  en  lengua  castellana  cantaron  durante  el  si- 
glo XIX?  Porque  tal  han  proclamado  algunos,  sino  que  al  ser  amigos 
del  poeta  y  de  la  escuela  modernista,  dejan  de  tener  autoridad  en  estas 
proclamas.  Carlos  Arturo  Torres,  americano,  comparándole  con  Núñez 
de  Arce,  el  demodé  para  los  modernistas,  dice:  "En  tiempo  de  Petro- 
nio  era  moda  menospreciar  al  noble  Virgilio  y  al  gran  Lucrecio:  las 
modas  pasan,  las  pasiones  del  día  se  extinguen  y  la  posteridad,  que 
no  comprende  los  tristes  motivos  de  la  actitud  contemporánea,  no  re- 
coge sino  lo  que  es  digno  de  la  posteridad.  El  colorismo,  la  orfebrería 
y  el  lapidarismo  son  adorables,  pero  no  son  toda  la  poesía,  ni  siquiera 
lo  más  importante  y  lo  más  hermoso  de  la  poesía:  lo  precioso,  lo  esti- 
mable, pero  lo  grande,  lo  hermoso,  lo  sublime,  lo  son  más  aim;  Boti- 
celli  es  digno  de  admiración,  pero  en  nada  amengua  la  grandeza  titá- 
nica de  Miguel  Ángel;  el  Perseo  de  Benvenuto  no  es  un  argumento 
contra  El  Moisés,  ni  el  Decameron  contra  La  Dizñna  Comedia,''^  Lo 
grande  apenas  apunta  en  ninguna  estrofa  de  Darío ;  señorea  en 
todas  las  suyas  lo  menudo;  lo  bonito  sobrepuja  á  lo  hermoso;  lo  su- 
blime hállase  enteramente  ausente.  Es  hermosura  al  menudeo  la  de 
Rubén,  es  todo  en  él  bonito,  exquisito,  refinado.  La  gran  poesía  no 
conoce  el  refinamiento,  fruto  de  toda  decadencia  artística.  Rubén  Da- 
río es  im  grandísimo  poeta,  nacido  en  época  artísticamente  decadente. 
Tiene  bellezas  que  ningún  otro  poeta  español  tuvo:  por  eso  es  uno  de 
ios  grandes  poetas;  pero  careció  de  otras  bellezas  mayores  y  de  mo- 
mentos sublimes  que  los  demás  tuvieron :  es,  pues,  menor  que  ellos. 
Sin  ir  muy  atrás,  hasta  Núñez  de  Arce,  según  la  cita  de  Arturo  To- 
rres, es  uno  de  ellos.  ;  Cuánto  más  Gabriel  y  Galán  y  Bécquer !  i  Rubén 
Darío  el  mayor  poeta  lírico  que  ha  escrito  en  castellano !  Exageración 
manifiesta  que  conviene  deshinchar  con  la  sencilla  observación  de  rio 
aer  nada  popular  la  poesía  de  Rubén  y  sí  sólo  de  unos  cuantos  devoto» 
feligreses,  cuya  cofradía  desaparecerá  en  cortos  años  y  con  ellos  la 
poesía  del  maestro,  fruto  artificial  y  de  gabinete,  moda  literaria  de 
vna  temporada  que,  por  elegante  y  maravillosa  que  sea,  y  de  hecho 
lo  es,  no  puede  parangonarse  con  lo  popular,  que  es  en  cierta  manera 
eterno,  tanto  como  el  pueblo.  Por  Extremadura  cantan  las  gentes  ver- 
sos de  Gabriel  y  Galán,  y  versos  de  Bécquer  se  cantan  por  todas  par- 
tes, por  ser  mucho  más  populares.  Pues  ya  dijo  Costa  que  para  que 
•una  poesía  sea  verdaderamente  popular  "es  menester  que  todo  en  ella, 
salvo  la  ejecución,  sea  del  pueblo":  los  sentimientos,  las  creencias,  la 
forma  de  expresión  espiritual,  la  versificación,  la  manera  de  divul- 
garse (Introd.  á  un  trat.  de  Política.  Madrid,  1881.  Pág.  208.) 

Rubén  Darío  en  La  Nación  (julio,  París,  1913) :  ¿Cuál  fué  el 
origen  de  la  novedad  (en  Azul)  ?  El  origen  de  la  novedad  fué  mi 
reciente  conocimiento  de  autores  franceses  del  Parnaso,  pues  a  la  sazón 


S.    XIX,    1868.    RUBÉN    DARÍO  99 

la  lucha  simbolista  apenas  comenzaba  en  Francia...  Fué  Catulle  Men- 
dés  mi  verdadero  iniciador...  Algunos  de  sus  cuentos  líricos-eróticos, 
una  que  otra  poesía  de  las  comprendidas  en  el  Poníase  contemporaine, 
fueron  para  mí   una  revelación.   Luego   vendrían  otros  anteriores  y 
nr.ayores:  Gautier,  el  Flaubert  de  La  tentación  de  S.  Antoine;  Paul  de 
Saint  Víctor,  que  me  aportarían  una  inédita  y  deslimibrante  concep- 
ción del  estilo.  Acostumbrado  al  eterno  clisé  español  del  siglo  de  oro 
y  a  su  indecisa  poesía  moderna,   encontré  en  los  franceses  que  he 
citado  una  mina  literaria  por  explotar:  la  aplicación  de  su  manera  de 
adjetivar,  de  ciertos  modos  sintáxicos,  de  su   aristocracia  verbal,  al 
castellano...   Concentré  en  ese  color  célico  la  floración  espiritual  de 
mi  primavera  artística...  Se  componía  de  un  puñado  de  cuentos  y  poe- 
sías que  podrían  calificarse  de  parnasianas.  Azul  se  imprimió  en  1888 
en  Valparaíso...  Valera  vio  mucho,  expresó  su  sorpresa  y  su  entusias- 
mo sonriente...  Valera  observa,  sobre  todo,  el  completo  espíritu  fran- 
cés del  voliunen...  Un  soplo  de  París  animaba  mi  esfuerzo  de  enton- 
ces; mas  había  también,  como  el  mismo  Valera  lo  afirmaba,  un  gran 
amor  por  las  literaturas  clásicas  y  conocimiento  "de  todo  lo  moderno 
"europeo".   No  era,  pues,  un  plan  limitado  ni  exclusivo.  Hay,  sobre 
tcdo,  juventud,  un  ansia  de  vida,  un  estremecimiento  sensual,  un  re- 
lente pagano  á  pesar  de  mi  educación  religiosa  y  profesar  desde  mi 
infancia  la  doctrina  católica,  apostólica,  romana.  Ciertas  notas  hete- 
rodoxas las  explican  ciertas  lecturas.  En  cuanto  al  estilo,  era  la  época 
un.  que  predominaba  la  afición  por  la  escritura  artística  y  el  dilentan- 
tismo  elegante.  En  el  cuento  El  Rey  burgués  creo  reconocer  la  influen- 
cia de  Daudet...  En  El  Sátiro  sordo  el  procedimiento  es  más  ó  menos 
mendesiano;  pero  se  impone  el  recuerdo  de  Hugo  y  de  Flaubert.  En 
La  Ninfa  los  modelos  son  los  cuentos  parisienses  de  Mendés,  de  Ar- 
mand  Silvestre,  de  Mezeroi,  con  el  aditamento  de  que  el  medio,  el  ar- 
gumento, los  detalles,  el  tono,  son  de  la  vida  de  París,  de  la  literatura 
de  París...  En  El  Fardo  triunfa  la  entonces  en  auge  escuela  natura- 
iista.  Acababa  de  conocer  algunas  obras  de  Zola,  y  el  reflejo  fué  in- 
mediato ;  mas  no  correspondiendo  tal  modo  á  mi  temperamento  ni  á 
mi  fantasía,  no  volví  á  incurrir  en  tales  desvarios.  En  El  Velo  de  la 
reina  Mah...  el  deslumbramiento  shakespeariano  me  poseyó  y  realicé 
por  primera  vez  el  poema  en  prosa.  Más  que  en  ninguna  de  mis  ten- 
tativas, en  ésta  proseguí  el  ritmo  y  la  sonoridad  verbales,  la  trasposi- 
ción musical...  En  los  versos  seguía  el  mismo  método  que  en  la  prosa: 
la  aplicación  de  ciertas  ventajas  verbales  de  otras  lenguas... ;  abandono 
de  las  ordenaciones  usuales  de  los  clisés  consuetudinarios;   atención 
á  la  melodía  interior,  que  contribuye  al  éxito  de  la  expresión  rítmica; 
novedad  en  los  adjetivos,  estudio  y  fijeza  del  significado  etimológico 
de  cada  vocablo,  aplicación  de  la  erudición  oportuna,  aristocracia  lé- 
xica...  Caupolican,  que  inició  la  entrada  del  soneto  alejandrino  á  la 
francesa  en  nuestra  lengua...  Tal  fué  mi  primer  libro  (Acul).'^  Rubén 
Darío,  íbidem  {Prosas  profanas) :  "No  se  tenía  en  toda  la  América  es- 


lOO  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

pañola  como  fin  y  objeto  poéticos  más  que  la  celebración  de  las  glorias 
criollas,  los  hechos  de  la  independencia  y  la  naturaleza  americana:  un 
eterno  canto  á  Junin,  una  inacabable  oda  á  la  agricultura  de  la  zona 
tórrida  y  décimas  patrióticas...  En  cuanto  á  la  cuestión  ideológica  y 
■verbal  proclamé  ante  glorias  españolas  más  sonoras,  la  del  gran  don 
Francisco  de  Quevedo,  de  Santa  Teresa,  de  Gracián...  En  el  fondo 
de  mi  espíritu,  á  pesar  de  mis  vistas  cosmopolitas,  existe  el  inarran- 
cable filón  de  la  raza;  mi  pensar  y  mi  sentir  continúan  mi  procesa 
histórico  y  tradicional...  En  Era  un  aire  suave,  que  es  un  aire  suave, 
sigo  el  precepto  del  Arte  Poética  de  Verlaine:  "De  la  musique  avant 
"toute  chose."  El  paisaje,  los  personajes,  el  tono,  se  presentan  en 
ambiente  siglo  dieciochesco.  Escribí  como  escuchando  los  violines  del 
rey...  En  Del  campo  me  amparaba  la  sombra  de  Banville...  Mía  y 
Dice  mía  son  juegos  para  música...  En  Heraldos  demuestro  la  teoría 
de  la  melodía  interior...  el  verso  no  existe,  bien  que  se  imponga  la 
notación  ideal.  El  juego  de  las  sílabas,  el  sonido  y  color  de  las  vocales, 
el  nombre  clamado  heráldicamente,  evocan  la  figura  oriental,  bíblica, 
legendaria,  y  el  tributo  y  la  correspondencia...  Recreaciones  arqueo- 
lógicas  indican  por  su  título  el  contenido.  Son  ecos  y  maneras  de  épo- 
cas pasadas...  Así  en  Friso  recurro  al  elegante  verso  libre...  Hay  más. 
arquitectura  y  escultura  que  música  y  más  cincel  que  cuerda  ó  flauta. 
Lo  propio  en  Palimpsesto,  en  donde  el  ritmo  se  acerca  á  la  repercu- 
sión de  los  números  latinos.  En  El  Reino  interior  se  encuentra  de  la 
influencia  de  la  poesía  inglesa,  de  Dante  Gabriel  Rosetti  y  de  algu- 
nos de  los  corifeos  del  simbolismo  francés...  Decires,  layes  y  cando- 
nes  renuevan  antiguas  formas  poémicas  y  estróficas..."  Rubén  Darío 
(íbidem) :  "Si  un  Azul  simboliza  el  comienzo  de  mi  primavera,  y 
Prosas  profanas  mi  primavera  plena,  Cantos  de  Vida  y  Esperanza 
encierran  las  esencias  y  savias  de  mi  otoño...  La  autumnal  es  la 
estación  reflexiva...  Mi  optimismo  se  sobrepuso.  Español  de  América 
y  americano  de  España,  canté,  eligiendo  como  instrumento  el  hexá- 
metro griego  y  latino,  mi  confianza  y  mi  fe  en  el  renacimiento  de 
la  vieja  Híspanla,  en  el  propio  solar  y  del  otro  lado  del  Océano... 
Hay  mucho  hispanismo  en  este  libro  mío...  Habían  revivido  en  mí 
alientos  ancestrales..."  Desde  Mallorca:  "La  palabra  nace  juntamen- 
te con  la  idea  ó  coexiste  con  la  idea,  pues  no  podemos  damos  cuenta 
de  la  una  sin  la  otra...  Sepamos  que  muchas  de  esas  cosas  flamantes 
importadas  (de  Alemania,  Inglaterra,  Erancia)  yacen  entre  polillas, 
en  ancianos  infolios  españoles.  Y  las  que  no,  son  pruebas  por  corre- 
gir para  la  edición  de  mañana,  en  espera  de  una  sucesión  de  correc- 
ciones..." J.  Valera,  Cartas  americancis,  1889,  pág.  214:  "Usted  es 
usted:  con  gran  fondo  de  originalidad  y  de  originalidad  muy  extraña. 
Si  el  libro  (Azul),  impreso  en  Valparaíso  en  este  año  de  1888,  no 
estuviese  en  muy  buen  castellano,  lo  mismo  pudiera  ser  de  un  autor 
francés,  que  de  un  italiano,  que  de  un  turco  ó  de  un  griego.  El  libro 
está  impregnado  de  espíritu  cosmopolita.  Hasta  el  nombre  y  apellido  del 


S.    XIX,    1888.    RUBÉN    DARÍO  10 1 

autor,  verdaderos  o  contrahechos  y  fingidos,  hacen  que  el  cosmopo- 
litismo resalte  más.  Rubén  es  judaico  y  persa  es  Darío;  de  suerte  que, 
por  los  nombres,  no  parece  sino  que  usted  quiere  ser  ó  es  de  todos 
los  países,  castas  y  tribus.  El  libro  Azul...  no  es,  en  realidad,  un  libro; 
es  un  folleto  de  132  páginas;  pero  tan  lleno  de  cosas  y  escrito  por  estilo 
tan  conciso,  que  da  no  poco  en  qué  pensar  y  tiene  bastante  que  leeh 
Desde  luego  se  conoce  que  el  autor  es  muy  joven:  que  no  puede  tener 
más  de  veinticinco  años,  pero  que  los  ha   aprovechado   maravillosa- 
mente. Ha  aprendido  muchísimo,  y  en  todo  lo  que  sabe  y  expresa  mues- 
tra singular  talento  artístico  o  poético...   Y  se  entrevé  también  que 
todo  esto  ha  penetrado  en  la  mente  del  autor,  no  diré  exclusivamente, 
pero  sí  principalmente,  a  través  de  libros  franceses.  Es  más :  en  los 
perfiles,  en  los  refinamientos,  en  las  exquisiteces  del  pensar  y  del  sentir 
del  autor,  hay  tanto  de  francés,  que  yo  forjé...  que...  en  París  había 
vivido  seis  o  siete  años  con  artistas,  literatos,  sabios  y  mujeres  ale- 
gres de  por  allá...,  he  sabido  que...  no  ha  salido  de  Nicaragua  sino 
para  ir  a  Chile...  ¿Cómo,  sin  el  influjo  del  medio  ambiente,  ha  podido 
usted  asimilarse  todos  los  elementos  del  espíritu  francés,  si  bien  con- 
servando española  la  forma  que  auna  y  organiza  estos  elementos,  con- 
virtiéndolos en  sustancia  propia?...  Ninguno  de  los  hombres  de  letras 
de  esta  Península,  que  he  conocido  yo,  con  más  espíritu  cosmopolita... 
me  ha  parecido  tan  compenetrado  del  espíritu  de  Francia  como  usted 
me  parece...  Veo,  pues,  que  no  hay  autor  en  castellano  más  francés  que 
v.sted...  Si  no  tiene  usted  carácter  nacional,  posee  carácter  individual. 
En  mi  sentir,  hay  en  usted  una  poderosa  individualidad  de  escritor, 
bien  marcada...  Usted  no  imita  a  ninguno:  ni  es  usted  romántico,  ni 
naturalista,  ni  neurótico,  ni   decadente,  ni   simbólico,   ni   parnasiano. 
Usted  lo  ha  revuelto  todo,  lo  ha  puesto  á  cocer  en  el  alambique  de 
su  cerebro,  y  ha  sacado  de  ello  una  rara  quinta  esencia...  En  el  libro 
hay  Cuentos  en  prosa  y  seis  composiciones  en  verso.  En  los  cuentos 
y  en  las  poesías  todo  está  cincelado,  burilado,  hecho  para  que  dure, 
con  primor  y  esmero,  como  pudiera  haberlo  hecho  Flaubert  o  el  par- 
nasiano más  atildado.  Y,  sin  embargo,  no  se  nota  el  esfuerzo,  ni  el 
trabajo  de  la  lima,  ni  la  fatiga  del  rebuscar:  todo  parece  espontáneo 
y  fácil  y  escrito  al  correr  de  la  pluma,  sin  mengua  de  la  concisión,  de 
la  precisión  y  de  la  extremada  elegancia.  Hasta  las  rarezas  extrava- 
gantes y  las  salidas  de  tono,  que  á  mí  me  chocan,  pero  que  acaso  agra- 
den en  general,  están  hechas  adrede.  Todo  el  librito  está  meditado  y 
criticado  por  el  autor,  sin  que  esta  su  crítica  previa  ó  simultánea  de 
la  creación  perjudique  al  brío  apasionado  y  á  la  inspiración  del  que 
crea...  No  enseña  nada,  y  trata  de  nada  y  de  todo.  Es  obra  de  artista, 
obra  de  pasatiempo,  de  mera  imaginación.  ¿  Qué  enseña  ó  de  qué  trata 
un  dije,  un  camafeo,  un  esmalte,  una  pintura  ó  una  linda  copa  es- 
culpida?... Las  tendencias  y  pensamientos  del  autor...  no  son  ni  muy 
edificantes  ni  muy  consoladoras...   Primero  que  se  suprima  á  Dios  ó 
íjue  no  se  le  miente  sino  para  insolentarse  con  El,  ya  con  reniegos  y 


102  ÉPOCA  REGIOXAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

maldiciones,  ya  con  burlas  y  sarcasmos ;  y  segundo,  que  en  ese  infinito 
tenebroso  é  incognoscible  perciba  la  imaginación,  así  como  en  el  éter, 
nebulosas  ó  semilleros  de  astros,  fragmentos  y  escombros  de  religio- 
nes muertas,  con  los  cuales  procura  formar  algo  como  ensayo  de  nue- 
vas creencias  y  de  renovadas  mitologías.  Estos  dos  rasgos  van  im- 
presos en  su  librito  de  usted.  El  pesimismo,  como  remate  de  toda 
descripción  de  lo  que  conocemos,  y  la  poderosa  y  lozana  produccióa 
de  seres  fantástico's,  evocados  ó  sacados  de  las  tinieblas  de  lo  incog- 
noscible, donde  vagan  las  ruinas  de  las  destrozadas  creencias  y  su- 
persticiones vetustas...  En  la  prosa  hay  más  riqueza  de  ideas;  pero 
es  más  afrancesada  la  forma.  En  los  versos,  la  forma  es  más  castiza... 
El  sentimiento  de  la  naturaleza  raya  en  usted  en  adoración  panteís- 
tica... la  más  gentílica  exuberancia  de  amor  sensual,  y  en  este  amor, 
algo  de  religioso...  Con  el  galicismo  mental  de  usted  no  he  sido  sólo- 
indulgente,  sino  que  hasta  le  he  aplaudido  por  lo  perfecto.  Con  todo, 
yo  aplaudiría  muchísimo  más  si  con  esa  ilustración  francesa  que  en 
usted  hay  se  combinase  la  inglesa,  la  alemana,  la  italiana  y  ¿por  que 
no  la  española  también?...  Con  la  superior  riqueza  y  con  la  mayor 
variedad  de  elementos,  saldría  de  su  cerebro  de  usted  algo  menos 
exclusivo  y  con  más  altos,  puros  y  serenos  ideales:  algo  más  azul 
que  el  azul  de  su  libro  de  usted:  algo  que  tirase  menos  á  lo  verde  y 
á  lo  negro.  Y,  por  cima  de  todo,  se  mostrarían  más  claras  y  más  mar- 
cadas la  originalidad  de  usted  y  su  individualidad  de  escritor."  J.  Va- 
lera.  Ecos  Argentinos,  1901,  pág.  183:  "Por  nada  del  mundo  limito 
ni  refreno  yo  los  vuelos  del  Pegaso,  ni  le  corto  las  alas,  ni  gusto  de 
atajarle  en  su  peregrinación  por  todos  los  tiempos  y  por  todas  las 
regiones.  Corra  y  vuele  por  la  India,  por  Persia,  Asiría  y  Egipto; 
deténgase  á  pastar  en  Arcadia  ó  en  las  faldas  del  Parnaso,  y  acabe 
por  ir  á  París  á  reposarse  de  sus  correrías.  Pero  esto  no  basta,  porque 
conviene  que  el  poeta  no  sea  siempre  cosmopolita  y  exótico,  sino  que 
dé  muestras  de  la  nacionalidad  y  de  la  casta  á  que  pertenece;  y  con- 
viene también  que  sus  versos,  como  todo  fruto  espontáneo  y  sazonado, 
tengan  el  sabor  del  terruño.  Otra  falta  más  capital  noto  yo  en  los 
versos  de  Rubén  Darío:  la  carencia  de  todo  ideal  trascendente,  la 
cual  hace  que  el  fondo  de  los  versos  sea  monótono,  á  pesar  de  la 
espléndida  variedad  de  colores,  de  imágenes  y  de  primorosos  y  afili- 
granados adornos  con  que  el  poeta  pule,  acicala  y  hermosea  muchas 
de  sus  composiciones  como  joyas  labradas  con  amoroso  esmero  por 
hábil  é  inspirado  artista.  No  se  pueden  negar  la  verdad  y  la  extra- 
ñcza  con  que  nos  sorprenden  y  pasman  varias  de  las  composiciones 
contenidas  en  el  tomo  de  que  voy  hablando.  Mucho  hay  en  él  de  raro 
y  de  nuevo  sin  caer  en  lo  extravagante;  pero,  lo  repito,  en  el  fondo 
hay  monotonía.  El  amor  entre  mujeres  y  hombres  desde  que  nació  la 
poesía  hasta  el  día  de  hoy  es  el  asunto  más  cantado  por  los  poetas  y 
el  tema  más  inagotable  de  cuanto  en  verso  se  escribe.  No  es  ni  ha 
sido,  con  todo,  el  único  tema  y  el  único  asunto...  Ahora  bien  (y  sentiré 


S.    XIX,    1888.    RUBÉN    DARÍO  IO3 

que  algalien  me  tilde  en  mi  censura  de  severo  ó  hasta  de  injusto)  ;  ¿no 
se  echa  de  menos  en  los  versos  de  Rubén  Darío  todo  lo  que  no  es 
amor  sexual  y  puramente  material?  Se  adornará  este  amor  con  todas 
las  galas  y  con  todos  los  dijes  de  variadas  mitologías;  se  circundará 
y  tomará  por  séquito  ó  comitiva  musas,  ninfas,  bacantes,  sátiros  y 
faunos;  llevará  en  sus  procesiones  una  sonora  orquesta  de  instrumen- 
tos de  distintas  edades  y  naciones,  como  tímpanos,  salterios,  gaitas, 
sistros,  clarines,  castañuelas,  flautas  y  liras;  pero  siempre  será  el 
amor  de  la  materia  y  de  la  forma,  sin  sentimiento  alguno  que  le  espi- 
ritualice. Toda  su  distinción,  todo  su  refinamiento  estribará  en  ciertas 
alambicadas  elegancias  de  reciente  invención  y  que  tal  vez  supone  el 
poeta  que  sólo  en  París  se  estilan,  ya  que  casi  siempre  nos  habla,  no 
de  las  mozas  de  su  lugar  ó  de  otros  lugares  de  América,  sino  de  he- 
teras parisinas,  de  duquesas  y  princesas  que  seducen  á  los  abates  y 
de  otras  caprichosas  y  fantásticas  damas  á  la  Pompadour,  que  tal  vez 
no  existan  ni  existieron  nunca,  y  cuyas  imágenes  y  traza  no  toma  del 
mundo  real,  sino  de  sus  visiones  y  ensueños  y  de  los  libros  franceses 
que  ha  leído.  A  pesar  de  lo  dicho  (y  no  se  enoje  el  señor  Rubén  Darío 
porque  lo  diga,  ya  que  no  lo  diría  y  me  callaría  si  no  reconociese  en 
él  un  notable  poeta,  quizás  el  más  original  y  característico  que  ha 
habido  en  América  hasta  el  día  presente),  á  pesar  de  lo  dicho,  repito, 
los  versos  de  Rubén  Darío  están  llenos  de  novedad  y  belleza  y  dan 
clarísimo  testimonio  de  lo  que  su  autor  puede  hacer  en  cuanto  pres- 
cinda un  poco  de  las  modas  de  París  y  tome  para  asunto  de  sus  cantos 
objetos  más  ideales  y  aventuras,  escenas  y  casos  más  propios  de  su 
tierra  y  de  su  casta."  Por  desgracia  Rubén  Darío  no  se  olvidó  jamás 
de  París  ni  se  acordó  para  nada  de  su  tierra.  P.  Groussac,  Biblioteca^ 
1896  (noviembre)  :  "Vagaba,  pues,  el  señor  Darío  por  esas  libres  vere- 
das del  arte,  cuando  por  mala  fortuna  vínole  á  las  manos  un  tomo  de 
Verlaine,  probablemente  el  más  peligroso,  el  más  exquisito:  Sagesse^ 
Mordió  en  esa  fruta  prohibida,  que,  por  cierto,  tiene  en  su  parte  buena 
el  sabor  delicioso  y  único  de  esos  pocos  granos  de  uva  que  se  conser- 
van sanos  en  medio  de  un  racimo  podrido.  El  filtro  operó  plenamente 
en  quien  no  tenía  la  inmunidad  relativa  de  la  raza  ni  la  vacuna  de  la 
crítica,  y  sucedió  que,  perdiendo  á  su  influjo  el  claro  discernimienta 
artístico,  el  sugestionado  llegase  á  absorber  con  igual  fruición  las  me- 
jores y  las  peores  elaboraciones  del  barrio  latino.  Un  crítico  natura- 
lista evocaría  con  este  motivo  símiles  ingratos ;  v.  gr.,  la  imagen  de  esos 
dipsómanos  cuya  embriaguez,  comenzada  con  el  vino  generoso  y  fino, 
remata  en  el  petróleo  de  la  lámpara.  Tan  es  así,  que,  en  esta  reunión 
intérlope  de  Los  Raros,  altas  individualidades  como  Leconte  de  Lisie, 
Ibsen,  Poé  y  el  mismo  Verlaine  respiran  d  mismo  incienso  y  se  codean 
con  los  Bloy  d'Esparbés,  la  histérica  Rachilde  y  otros  ratés  aún  más 
innominados.  Tenemos  ahora  al  señor  Darío  convertido  en  heraldo  de 
pseudotalentos  decadentes,  simbólicos,  estetas,  epítetos  todos  que  nun- 
ca aceptaron  Verlaine  ni  Régnier,  y  que,  en  el  fondo,  significan  un 


f04  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA  (1888-I907) 

achaque  muy  antiguo:  la  necesidad  que  tienen  las  medianías  de  sin- 
gularizarse para  distinguirse.  Para  sobresalir  entre  la  muchedumbre  al 
gigante  le  basta  erguirse;  los  enanos  han  menester  abigarrarse  y 
prodigar  los  gestos  estrepitosos.  Por  eso  ostentan  la  originalidad, 
ausente  de  la  idea,  en  las  tapas  de  sus  delgados  libritos,  procurando 
efectos  de  iluminación  y  tipografía,  á  manera  que  los  cigarreros  y 
perfumistas,  y  que  bastarían  á  caracterizar  lo  frivolo  é  infantil  de  la 
pretendida  evolución.-..  Lo  peor  del  caso  presente,  lo  repito,  es  que  el 
autor  de  Los  Raros  celebra  la  grandeza  de  sus  mirmidones  con  una 
sinceridad  afligente,  y  ha  llegado  á  imitarlos  en  castellano  con  deses- 
perante perfección.  Es  lo  que  me  mueve  á  dirigirle  estas  observacio- 
nes, cuyo  acento  afectuoso  no  se  le  escapará.  (Darío  contestó  en  La 
Nación,  27  noviembre  1896;  pero  no  reprodujo  después  su  artículo  en 
sus  tomos  de  crítica  por  haberle  pedido  Groussac  que  no  lo  precediera 
del  suyo.)  ...He  seguido  con  interés  el  nuévo  ensayo  de  renovación 
literaria,  no  sólo  en  Francia,  sino  en  Inglaterra,  donde,  con  Ruskin  y 
Rossetti,  ha  tenido,  sin  duda,  mayor  alcance  y  verdadera  significa- 
ción... La  primera  superioridad  del  prerrafaelismo  ó  espiritualismo 
inglés  es  que  se  ha  afirmado  con  otras;  la  segunda,  que  se  ha  pre- 
ocupado mucho  menos  de  los  detalles  exteriores  que  de  la  esencia  ar- 
tística. La  reacción  poética  se  ha  producido  allí  alrededor  del  gran 
Shelley  en  lugar  de  ser,  como  entre  nosotros,  una  mezquina  reacción 
de  estilo  y,  sobre  todo,  de  métrica,  contra  el  macizo  naturalismo  y  la 
impasibilidad  plástica  de  los  parnasianos.  Además,  lo  repito,  la  escuela 
inglesa  ha  dado  á  luz  obras  maestras.  En  Francia,  el  simbolismo  y  sus 
adyacencias  se  han  limitado  á  teorías  soberbias  y  tentativas  impoten- 
tes en  la  realización.  Nuestros  renovadores  representan,  en  conjunto, 
á  un  wagnerismo  que  se  hubiera  limitado  á  los  diez  tomos  de  crítica 
de  Wagner,  sin  que  los  gérmenes  estéticos  florecieran  magníficamen- 
tr;  en  dramas  líricos  inmortales.  Lo  único  viable  en  el  nuevo  simbo- 
lismo francés  ó  no  es  nuevo  ó  no  es  simbólico.  Verlaine  es  un  parna- 
siano convertido,  cuyos  pocos  versos,  realmente  admirables  (un  cente- 
nar que  todas  las  antologías  repiten),  están  vaciados  en  el  molde  de 
Hugo  ó  de  Banville,  podrían  ser  de  un  Coppée,  más  ingenuo  y  angus- 
tiado, que  levantara  el  lamentable  De  profundis  de  su  miseria.  Lo 
propio  diríamos  de  Vielé-Griffin,  La  Tailhade,  Régnier,  Wyzéwa  y 
otros,  presentes  ó  futuros  colaboradores  de  la  Revue  des  Deux  Mondes. 
El  mismo  Moréas,  en  sus  remedos  shakespearianos,  no  levanta  el  la- 
borioso vuelo  sino  en  algunas  baladas  de  estilo  y  giro  popular,  que 
nada  tienen  de  decadente  ni  simbólico.  Por  fin,  el  apocalíptico  Mallar- 
mé  ha  necesitado  tornarse  incomprensible  para  dejar  de  ser  abierta- 
mente mediocre;  su  esoterismo  verbal  es  el  cierre  secreto  de  un  arca 
vacía.  ¿Significa  ello  que  la  literatura  de  tout  á  l'heure,  que  ya  trae 
veinte  años  de  gestación,  nada  se  proponga  en  su  vago  tanteo  y  que 
la  idea  esencial,  el  anhelo  estético  sea  completamentte  responsable  del 
malogro  efectivo?   En  otros  términos:  ¿serían  inútiles  las  tentativas 


S.    XIX,    1888.    RUBÉN    DARÍO  IO5 

actuales  para  el  gran  poeta  futuro,  ya  que  presente  no  le  hay?  De 
ningún  modo.  El  empuje  instintivo  que  se  siente  debajo  de  tanta 
fórmula  grotescamieiite  expresada,  bajo  tanto  jeroglífico  pretencioso 
y  vacío,  tiende  á  enriquecer  la  poesía  francesa  con  el  elemento  sep- 
tentrional que  le  faltaba:  el  sentido  del  vago  misterio  y  del  indeciso 
matiz,  que  sugiere  con  su  balbuceo  casi  in-'.rticulado  impresiones  más 
intensas  y  profundas  que  el  verbo  preciso.  Citaré,  como  ejemplo,  en 
lugar  de  tal  o  cual  estaticia  sabida  de  memoria,  sólo  dos  versos  de 
un  soneto  de  Verlaine  (Sagesse,  I,  ix)  : 

Quant  Maintenon  jetait  sur  la  France  razñe 
L'ombre  doñee  ef  le  paix  de  ses  coiffes  de  Un... 

El  segundo  verso  es  de  incomparable  belleza,  por  su  potencia  in- 
finita de  evocación.  Pero  notad  que  el  efecto  se  ha  conseguido  con  el 
giro  más  claro  y  las  palabras  más  sencillas.  Ningún  rebuscamiento, 
ninguna  oscuridad  en  la  expresión :  el  simbolismo  está  todo  en  la 
imagen.  Sabido  es  que  el  principal  esfuerzo  de  la  presente  innova- 
ción se  encamina  á  transformar  el  ritmo  poético.  También  es  esta 
tentativa  laudable  y  necesaria;  pero  ha  fracasado  generalmente  en 
la  realización,  por  no  tener  los  jóvenes  franceses  ideas  exactas] 
acerca  de  la  rítmica.  Sobre  todo,  ignoran  profundamente  el  tecnicis- 
mo de  las  versificaciones  extranjeras.  Nos  criamos  allá  midiendo 
teóricamente  versos  latinos  y  griegos,  sin  tener  en  el  oído  el  acento 
prosódico,  ni  pronunciar  jamás  un  dáctilo  ó  un  anapesto.  De  ahí  la 
confusión  y  contradicción  de  los  nuevos  ritmos  decadentes.  Los  no- 
vadores franceses  (fruits  secs  tmiversitarios  en  su  mayoría)  sólo  to- 
man en  cuenta  la  cantidad  silábica  y  el  consonante;  de  suerte  que, 
con  dislocar  el  verso  antiguo  ó  enhebrar  renglones  asonantados  de 
diez  ó  más  sílabas,  quedan  persuadidos  de  haber  escrito  decasílabos 
ú  otros  versos  perfectos.  No  han  pasado  de  esa  prosa  poética,  con 
aliteraciones  y  asonancias,  que  horripilaba  á  Flaubert,  y  que  se  pa- 
rece al  verso  cantante  y  rítmico  como  un  murciélago  á  un  ruiseñor. 
Citaré  una  muestra  de  esta  última  medida  (decasílabo  de  los  espa- 
ñolas ó  eneasílabo  de  los  franceses),  por  ser  una  de  las  innovaciones 
más  conocidas  de  Verlaine.  El  decasílabo,  que  en  español  se  usa  ge- 
neralmente para  las  odas  cantadas  ó  himnos  patrióticos  (aunque  co- 
miencen tan  malamente  como  el  argentino),  no  puede  ser  medido  sino 
de  dos  maneras:  por  una  cesura  mediana,  como  en  la  oda  de  Moratín 
{Id  en  las  alas — del  raudo  céfiro),  en  cuyo  caso  se  descomponen  los 
pentasílabos,  ó  bien  haciéndolo  ternario,  con  tres  acentos  tónicos, 
según  el  ritmo  habitual  {Con  sus  a — las  brillan — tes  cubrió).  Fuera  de 
ello  no  hay  verso,  y  mucho  menos  si  se  mezclan  y  confunden,  como 
hacen  los  decadentes,  ambas  conbinaciones,  con  otras  que  sólo  obe- 
decen al  cómputo  de  las  sílabas,  haciendo  caso  omiso  de  voces  graves 
ó  agudas.  En  el  libro  de  Sousa  {Le  Ryfhme  poétique),  después  de  di- 
sertar doctamente  el  autor  de  ritmos  y  versos  nuevos,  nos  da  ima 


I06  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

muestra   de   decasílabos   (eneasílabo    francés)    que   incurren   en    dicha 
confusión : 

Elle  captive — en  ses  hasiliques 
Notre  bridante — dévotion. 

Es  seguro  que  si  el  segundo  verso  está  bien  medido,  el  primero  e» 
falso.  Lo  propio  acontece  en  la  famosa  pieza  de  Verlaine  Art  po eti- 
que, que  el  señor -Darío  ha  citado  alguna  vez.  Ejemplo: 

Oh!  la  nuance — seule  fiance... 

después  y  antes  de  dividir  el  verso  en  hemistiquios  desiguales : 

Pas  la  couleur — rien  que  la  nuance... 

Con  estos  ejemplos...  quise  mostrar  al  señor  Darío  que  la  ten- 
tativa decadente  ó  simbólica,  si  bien  plausible  en  su  principio,  se  ha 
malogrado  en  la  aplicación,  ya  se  trate  de  rítmica,  ya  del  estilo  mis- 
mo, en  que  la  oscuridad,  la  darkness  visible  de  Milton,  no  encubre  las 
más  de  las  veces  sino  vaciedad  é  impotencia.  En  cuanto  á  la  prosa 
decadente,  novela  ó  crítica,  no  existe  como  manifestación  perceptible, 
para  los  contemporáneos  y  admiradores  de  Flaubert  y  Taine,  de  Re- 
nán y  Veuillot  (éste,  uno  de  los  mayores  escritores  del  siglo),  de 
France  y  Maupassant  y  hasta  de  Barres." 

Sobre  Prosas  profanas  dijo  Paul  G.roussac: 

"En  principio,  la  tentativa  del  señor  Darío  no  difiere  esencial- 
mente, no  digamos  de  la  de  Echevarría  ó  Gutiérrez,  románticos  de 
segunda  ó  tercera  mano,  sino  de  la  de  todos  los  yanquis,  desde  Coo- 
per,  reflejo  de  Walter  Scott,  hasta  Emerson,  luna  de  Carlyle.  Pero, 
en  la  especie,  dicha  tentativa  es  provisionalmente  estéril,  como  lo 
tengo  dicho  y  no  necesito  repetirlo,  porque  es  del  todo  exótica  y  no 
allega  al  intelecto  americano  elementos  asimilables  y  útiles  para  su  des- 
arrollo ulterior.  Y  eso  mismo  no  es  del  todo  exacto.  En  la  fina  labor  de 
esas  prosas,  profanos  ó  místicos,  se  cumple  un  esfuerzo  que  no  será  de 
pura  pérdida,  como  no  lo  es  el  de  los  decadentes  franceses ;  me  refiero  al 
assouplissernent  de  los  ritmos  y  al  enriquecimiento  evidente  de  la  lengua 
poética...  Se  habla  corrientemente  de  "imitación"  con  mucha  soltura  de 
lengua.  Hay  que  distinguir,  y  como  dice  gentilmente  el  príncipe  d'Aurec^ 
de  Lavedan:  II  y  a  maniere!  La  "manera"  del  señor  Darío  es  en  el 
fondo  la  de  los  clásicos,  y  él  imita  a  los  franceses  como  imitaron  á. 
los  griegos  Catulo  y  Qiénier.  Era  un  aire  suave...  La  página  es  en- 
cantadora, de  una  gracia  exquisita  en  su  elegancia,  complicada  de 
renacimiento  y  pompadour.  Por  una  parte,  más  que  imitación  directa 
encuentro  en  ella  vagas  y  múltiples  reminiscencias  de  Verlaine  (Pe- 
tes galantes),  Morcas  — sobre  todo,  para  mí,  de  la  divina  Pete  ches 
Thérése,  de  ese  Hugo  colosal  que  hizo  vibrar  soberanamente  las 
siete  cuerdas  de  la  lira — ,  hasta  la  de  la  gracia  ligera,  que  común- 
mente se  le  niega.  Es  muy  difícil  y  aventurado  mostrarse  afirmativa 


S.    XIX,    1888.    RUBÉN    DARÍO  1 07 

y  preciso  tratándose  de  un  escritor  tan  complejo  y  lector  tan  espar- 
cido como  el  señor  Darío.  Son  muy  numerosas  las  resonancias  que- 
convergen  á  su  inspiración;  pasa  tanta  gente  por  su  camino,  que  las 
huellas  se  confunden  y,  como  decimos  los  arrieros:  '"'El  rastro  está 
borrado."  Es  muy  probable  que  su  complicada  reminiscencia  sea  las- 
más  de  las  veces  inconsciente.  Creo,  con  todo,  que  ha  sido  intencional 
y  perseguido  el  recuerdo  de  una  joya  casi  ignorada  de  Paul  Guigou,. 
de  metro  idéntico  y  giro  parecido,  sobre  todo  el  final: 

Etait-ce  en  Bohénic?  Etait-ce  en  Hongrief 

Y  si  me  equivocase,  siendo  el  encuentro  fortuito,  será  la  coinci- 
dencia más  rara  y  curiosa  que  conozca  en  literatura.  Sea  como  fuere^ 
se  tiene  allí  un  esquema  del  procedimiento  habitual :  no  ha  sido  otro, 
lo  repito,  en  los  clásicos  imitadores  de  Grecia,  así  en  Roma  como  en. 
la  Europa  moderna...  Pero  ello  es  el  esquema,  la  figuración  gráfica  y  des- 
carnada del  procedimiento.  Para  ser  completo  y  justo,  hay  que  saborear 
la  pieza  misma  con  sus  mil  detalles  del  estilo :  la  cincelada  orfebrería  de 
las  palabras,  nombres,  verbos  y  adjetivos  de  elección,  que  se  engastan. 
en  la  trama  del  verso  como  gemas  en  filigrana;  el  perpetuo  hallazgo 
— ¡  tan  nuevo  en  castellano ! —  de  las  imágenes  y  ritmos  evocadores 
de  la  sensación,  en  que  se  funden  ciertamente  elementos  extraños, 
pero  con  armonía  tan  sabia  y  feliz  que  constituye  al  cabo  una  inspi- 
ración. Y,  sin  duda  alguna,  ello  es  arte  de  más  conciencia  que  emo- 
ción, como  el  mosaico;  pero,  como  éste,  lo  es  también  de  gusto  y  con- 
cepto: hubo  maestros  mosaístas,  y  aun  los  de  Bizancio  dejaron  obras 
dignas  de  eterna  admiración.  El  señor  Darío,  pues,  tiene  personal- 
mente razón  contra  sus  detractores,  faltos  de  iniciación  ó  de  buena 
fe;  pero  sus  críticos  imparciales  tienen  razón  contra  su  teoría  — aun- 
que la  expresase  mejor  que  en  las  Palabras  liminares — ,  y  él  mismo 
les  suministra  argumentos  de  buena  ley,  pues  la  mayor  parte  de  sus 
Prosas  profanas  no  difieren  exteriormente  de  las  formas  ya  conoci- 
das en  castellano  sino  por  lo  acabado  de  la  cinceladura  y,  sobre  todo, 
por  el  licor  exótico  e  inquietante  que  en  ellas  nos  sirve." 

Enrique  Rodó,  Rubén  Darlo :  "Indudablemente,  Rubén  Darío  no 
es  el  poeta  de  América...,  aun  en  los  accesorios,  dudo  que  nos  perte- 
liezca  colectivamente...  La  elección  de  sus  asuntos,  el  personalismo 
nada  expansivo  de  su  poesía,  su  manifiesta  aversión  a  las  ideas  é 
instituciones  circunstantes...  sens  dcsnuances  de  Rubén...,  un  gran 
poeta  exquisito.  Joya  es  esa  de  estufa;  vegetación  extraña  y  mimo- 
sa..., la  selección  y  la  delicadeza  que  se  obtienen  a  favor  de  un  pro- 
cedimiento refinado  y  consciente...,  obra  enteramente  desinteresada 
y  libre...;  el  casco  de  guerra  sienta  mal  sobre  su  frente,  hecha  para 
orlarse  de  rosas  y  de  mirtos...,  es  una  mente  de  poeta  que  tendría  su 
medio  natural  en  un  palacio  de  príncipes  espirituales  y  conservado- 
res. Yo  no  le  creo  capaz  de  predicar  la  buena  nueva...  El  Dios  bueno 
es  adorable  porque  es  hermoso;  y  será  la  más  verdadera  aquella  re-- 


I08  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

ligión  que  nos  lo  haga  imaginar  más  hermoso  que  las  otras...  y  un 
poco  raro  además.  Le  rare  est  le  bou,  dijo  el  maestro.  Satán  es  digno 
de  ser  ponderado  en  letanías  siempre  que  se  encarne  en  formas  que 
tengan  la  selección  de  Alcibíades,  los  fulgores  de  Apolo,  la  impavi- 
dez de  don  Juan,  la  espiritualidad  de  Mercurio,  la  belleza  de  Paris. 
En  cuanto  a  las  cosas  de  la  tierra,  ellas  sólo  ofrecen  para  nuestro  ar- 
tista un  interés  reflejo,  que  adquieren  de  su  paso  por  la  Hermosura 
y  que  se  desvanece  apenas  han  pasado.  Frente  a  la  realidad  positiva, 
a  las  que  el  Evangelio  llama  disputas  de  los  hombres,  a  todo  lo  oscuro 
y  lo  pesado  de  la  agitación  humana,  su  actitud  es  un  estupor  esoté- 
rico ó  un  silencio  desdeñoso.  Nada  sino  el  arte...  La  acción  vale 
como  parodia  del  ensueño...  Nunca  el  áspero  grito  de  la  pasión  de- 
voradora  é  intensa  se  abre  paso  al  través  de  los  versos  de  este  artista 
poéticamente  calculador,  del  que  se  diría  que  tiene  el  cerebro  mace- 
rado en  aromas  y  el  corazón  vestido  de  piel  de  Suecia.  También  sobre 
la  expresión  del  sentimiento  personal  triunfa  la  preocupación  supre- 
ma del  arte,  que  subyuga  a  ese  sentimiento  y  lo  limita,  y  se  prefiere... 
los  mórbidos  é  indolentes  escorzos,  las  serenidades  ideales,  las  lan- 
guideces pensativas,  todo  lo  que  hace  que  la  túnica  de  actor  pueda 
caer  constantemente  sobre  su  cuerpo  flexible,  en  pliegues  llenos  de 
gracia...  Ve  intensamente,  pero  no  ve  sino  ciertos  delicados  aspectos 
del  mundo  material...  El  instinto  del  lujo,  del  lujo  material  y  el  del 
espiritual,  la  adoración  de  la  apariencia  pulcra  y  hermosa,  con  cierta 
indolente  non  curanza  del  sentido  moral.  Tal  inclinación  entre  epi- 
cúrea y  platónica,  á  lo  Renacimiento  florentino,  no  sería  encomiable 
como  modelo  de  una  escuela,  pero  es  perfectamente  tolerable  como 
signo  de  una  elegida  individualidad.  De  ese  modo  de  ver  no  nacerán 
en  el  arte  literario  las  obras  arquitecturales  é  imponentes...;  pero 
nacen  versos  preciosos;  versos  de  una  distinción  impecable  y  genti- 
licia, de  un  incomparable  refinamiento  de  expresión...  Todas  lasj 
selecciones  importan  una  limitación,  un  empequeñecimiento  exten- 
sivo, y  no  hay  duda  de  que  el  refinamiento  de  la  poesía  del  autor  de 
Azul  la  empequeñece  del  punto  de  vista  del  contenido  humano  y  de 
la  universalidad.  No  será  nunca  un  poeta  popular...  En  el  indivi- 
dualismo soberbio  de  este  poeta,  aunque  prive  á  la  poesía  de  la  am- 
plitud humana  y  generosa  que  realza  á  la  de  los  que  cantan  con 
vocación  y  majestad  de  hierof antes... ;  sibaritismo  de  corazón... 
La  Grecia  clásica  y  la  Francia  de  Luis  XV  le  darán,  alternativamente, 
objeto  para  sus  decoraciones:  símbolos  todas  de  una  organización 
espiritual  que  huye  lo  ordinario  como  el  armiño  lo  impuro.  Ama 
prodigar  la  seda,  el  oro,  el  mármol,  como  términos  de  compara- 
ción..., el  lirio...,  el  cisne...  Tal  concepción  de  la  poesía  encierra 
un  grave  peligro,  un  peligro  mortal,  para  esa  arte  divina,  puesto 
que,  á  fin  de  hacerla  enfermar  de  selección,  le  limita  la  luz,  el  aire, 
el  jugo  de  la  tierra."  Ángel  de  Estrada,  hijo,  en  Nosotros,  febrero 
1016:    "Darío,   en   realidad,   se   formó   con   Gautier,   Banville   y    esos 


S.'XIX,    1888.    RUBÉN    DARÍO  IO9 

parnasianos,  pero  debiendo  menos  á  Verlaine  que  á  sus  cofrades.- 
Se  saturó  del  epicureismo  de  Mendés,  sobre  todo  del  epicureismo 
de  su  prosa,  para  que  estallase  en  sus  versos,  más  españoles,  más 
en  el  esplendor  de  Heredia;  y  su  fuerte  sensualismo  se  espiritualizó 
en  su  complicada  imaginación  (aunque  los  términos  parezcan  anti- 
téticos), y  se  fabricó  un  instrumento  capaz  de  cantar  con  sus  ma- 
tices y  de  pintar  con  sus  acordes.  En  las  Prosas  profanas  pasan 
algunas  de  las  fórmulas  de  Verlaine  sin  arraigar,  por  decirlo  así,  en 
piezas  de  poca  importancia...  No  es  de  extrañar  que  en  el  amanecer 
de  su  espíritu  se  echase  en  la  onda  de  Bécquer,  que  resueltamente 
rom.pió  con  las  cortes  parlamentarias  del  verso  español.  Pero  la  ci- 
garra de  Poe,  desterrada  en  la  noche  y  ebria  entre  las  Ligeias,  con 
algo  más  que  con  gotas  de  rocío ;  y  el  ruiseñor  de  Banville.  desvelado 
en  el  día  y  ebrio  entre  las  ninfas...  se  asilaron  en  su  árbol,  cuando 
yL\  con  raíces  de  Quevedo  y  de  Góngora  bien  plantadas,  podía  sufrir 
sabiamente  las  metamorfosis  de  la  hermosura.  El,  en  realidad,  jio 
empezó  la  renovación  literaria.  Julián  del  Casal,  Nájera  y  el  admi- 
rable Silva,  ó  le  anteceden  ó  son  sus  contemporáneos...  Esos  méto- 
dos de  propaganda  y  lo  que  tenía  de  bohemio  en  sus  costumbres  han 
hecho  que  sea  su  producción  desgraciadamente  fragmentaria  y  sin 
ningún  plan  de  arquitectura...  No  se  alzan  en  sus  jardines,  llenos  de 
viñas  y  de  rosas,  de  estatuas  y  aguas  parleras,  de  cisnes  y  pavos  rea- 
les, sólidos  edificios  con  cimientos  en  la  tierra  y  pararrayos  en  el  cielo, 
sino  elegantes  templetes  y  graciosos  quioscos  habitados  por  frágiles 
y  encantadoras  criaturas."  Arturo  Marasso  Rocca,  en  Nosotros,  fe- 
brero, 1916:  "En  Azul...  Vemos  allí  sus  hermosos  sonetos  en  alejandri- 
nos; un  soneto  en  metro  dodecasílabo  de  seguidilla,  forma  impropia, 
pero  que  en  su  mano  adquiere  un  prodigioso  vigor ;  y  una  combina- 
ción de  heptasílabo  con  decasílabo  en  su  soneto  Venus,  metro  que 
volverá  á  emplear  en  otras  posteriores,  aunque  carece  de  unidad  rít-- 
mica:  "En  la  tranquila  noche — sus  nostalgias  amargas  sufría..."  To- 
dos los  metros  se  dan  cita  en  Prosas  profanas.  El  libro  modernísimo 
lleva  en  su  título  una  alusión  al  viejo  rimar  castellano...  Quiero  fer 
una  prosa,  es  decir,  un  poema,  canta  Berceo.  Las  prosas  de  Darío 
tenían  que  ser  profanas,  pues  en  ellas  no  se  cantaba  la  gloria  mís- 
tica cristiana,  sino  el  triunfo  del  placer  y  de  la  vida;  el  fondo  que 
decora  estos  poemas  es  el  misterioso  azul  pagano,  lleno  de  estreme- 
cimientos. "Era  un  aire  suave  de  pausados  giros",  canta;  y  en  este- 
mismo  verso,  demasiado  común,  difícil  por  su  facilidad,  hace  el  poeta 
p'-odigios  de  armonía,  más  que  silábica,  armonía  de  sentimiento; 
tiene  serenidad  divina  en  La  Canción  de  los  pinos;  ligereza  y  sun- 
tuosidad en  Era  un  aire  suaz'e...;  color  desbordante  y  nostalgia  de 
pkaíses  lejanos  en  Sinfonía  en  gris  mayor,  y  oro  de  alba,  capullo  de 
seda,  en  La  Rosa  niña.  El  acento  exigido  por  los  preceptistas  en  la 
sejBfunda  sílaba  de  cada  uno  de  los  hemistiquios  de  este  verso,  ha  sido 
muy  poco  respetado,  con  anterioridad  a  Darío,  y  no  está  en  la  su— 


no  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-1907) 

opresión  de  esos  acentos  la  verdadera  música  de  este  poeta,  aunque  la 
-ayuda,  la  flexibiliza  y  la  torna  libre  y  ligera;  sus  mejores  estrofas 
tienen  el  acento  obligatorio...  Dentro  de  la  unidad  prosódica  trisilá- 
bica,  ha  escrito  el  poeta  numerosas  composiciones,  ya  partiendo  de 
un  período  de  tres  silabas,  como  "Tu  vate  hecho  polvo  no  puede  so- 
nar su  clarín'-;  ya  de  dos:  "Libre — la  frente — que  el  casco — rehusa"; 
ó  de  cuatro:  "Manos  blancas,  cual  rosas  benditas"  (decasílabo  clási- 
co) I  En  la  copa  que  guarda  rocío  del  cielo"  (decasílabo  de  la  Ave- 
llaneda). Con  acentos  trisilábicos  está  escrita  la  Marcha  triunfal,  que 
algunos  autores,  equivocadamente,  confunden  con  el  ver.so  libre.  El 
metro  de  nueve  sílabas  renace  con  Darío  a  una  vida  nueva...  "Mas 
a  pesar  del  tiempo  terco,  |  mi  sed  de  amor  no  tiene  fin;  |  con  el  ca- 
bello gris  me  acerco  |  a  los  rosales  del  jardín."  El  poeta  maneja  el 
clásico  endecasílabo  en  todas  sus  manifestaciones  prosódicas  con 
inusitada  armonía...  Los  versos  del  Pórtico  le  pertenecen...;  senci- 
llamente (son)  los  viejos  endecasílabos  de  la  gaita  gallega.  "Tanto  bailé 
con  el  ama  del  cura..."  Intencionalmente,  el  poeta  descoyunta  sus  en- 
decasílabos a  veces:  "Euterpe  canta  en  esta  lengua  fina,  j  Talía  ríe 
en  la  boca  divina,  |  Melpómene  es  ese  gesto  que  implora."  Esta  des- 
preocupación técnica  — el  poeta  sabe  gustar  las  mieles  de  armonía  de 
dejarse  vencer  por  la  musa —  tiene  un  raro  encanto  en  él;  y  es  bueno 
advertir  que  no  abusa  de  ella  y  que  en  casi  todas  sus  composiciones  ma- 
gistrales es  el  más  clásico  de  los  clásicos.  Es  imperdonable,  sí,  que 
en  algunas  estrofas  pierda  la  unidad  rítmica  por  un  simple  capricho; 
pero  como  el  templo  es  de  oro,  el  fragmento  no  resalta  con  fealdad 
de  cosa  trunca;  una  onda  interior  lo  hará  penetrar  en  los  círculos  de 
una  música  ascendente.  "Amo  tu  delicioso  alejandrino",  dice  en  un 
soneto  a  Gonzalo  de  Berceo...  El  precepto  teórico  de  los  acentos  obli- 
gatorios fijos  en  los  hemistiquios  del  verso  de  catorce  sílabas,  no  fué 
cumplido  estrictamente  por  los  poetas  castellanos  anteriores  a  Darío, 
y  mucho  menos  por  el  maestro  Berceo:  "De  tu  grandeza  antigua  des- 
cansa en  los  escombros  |  perdida  la  corona  de  tu  imperial  poder"  (S. 
Bermúdez  de  Castro).  "Y  el  puro  azul  alegre  del  firmamento  man- 
chan..." (Zorrilla).  Pero  conservaba  un  corte  declamatorio,  una  so- 
noridad estruendosa,  muy  diferente  de  ésta:  "Todo  esto  viene  en  me- 
dio del  silencio  profundo  I  en  que  la  noche  envuelve  la  terrena  ilu- 
sión, I  y  siento  como  un  eco  del  corazón  del  mundo  |  que  penetra  y 
■conmueve  mi  propio  corazón"  (Cantos  de  Vida  y  EsperO/nsa).  El  poeta 
combina  el  alejandrino  con  el  endecasílabo  (es  cosa  vieja:  "La  so- 
ledad siguiendo,  ¡  rendido  á  mi  fortuna  !  me  voy  por  los  caminos  que 
se  ofrecen"  (Garcilaso) ;  ó  lo  que  es  lo  mismo:  "La  soledad  siguien- 
do, rendido  á  mi  fortuna,  |  me  voy  por  los  caminos  que  se  ofrecen"), 
y  el  eneasílabo,  admirablemente.  Así,  en  su  Responso  nos  trae  una 
música  nueva :  "Que  tu  sepulcro  cubra  de  flores  Primavera,  |  Que 
se  humedezca  el  áspero  hocico  de  la  fiera  j  de  amor,  si  pasa  por  allí." 
En  el  Coloquio  de  los  Centauros,  en  los  Nocturnos  y  otros  poemas  de 


S.    XIX,    I «88.    RUBÉN    DARÍO  III 

Darío,  el  alejandrino  llega  á  su  perfección  absoluta.  El  poeta  intro- 
duce en  el  verso  de  Berceo,  de  Zorrilla,  de  Gutiérrez  de  Nájera,  es- 
píritu francés  traído  de  Hugo,  de  los  simbolistas  y  de  los  parnasia- 
nos sobre  todo,  flexibilizándolo  con  nuevos  matices,  suavidades  y  me- 
lodías inefables;  le  da  á  veces  rima  pareada  francesa,  aumenta  sus 
■cesuras  y  le  convierte  en  un  excelso  instrumento  lírico.  Pero  el 
Maestro  ha  encerrado  dentro  de  ese  alejandrino,  en  algunos  versos, 
ciertas  libertades  de  las  que  han  abusado  poetas  llenos  de  mediocri- 
dad y  de  nombre,  como  Manuel  Machado  y  otros.  Veamos :  "Es  el 
momento  en  que  el — salvaje  caballero."  "Cuando  yo  iba  á  montar — 
este  caballo  rudo."  En  su  derecho  está  el  autor,  puesto  que  el  arte  es 
libertad,  de  que  el  primer  hemistiquio  termine  en  sílaba  aguda,  y  los 
dos  juntos,  si  quiere.  Lo  primero  hasta  introduce  variedad,  vigor  y 
gracia,  cuando  no  es  una  sílaba  insustancial  como  "quel",  sino  una 
palabra  gráfica  y  viva  como  "montar".  Pero  los  modernistas,  los  que 
hacen  arte  para  hoy,  sin  "un  modernismo"  — llamémosle  así —  que  no 
hizo  bien  sino  á  quienes  se  lo  merecían,  al  decir  de  Darío,  han  con- 
vertido en  sistema  estas  minucias.  Véanse,  si  no,  los  versos  de  Ji- 
ménez..., de  Villaespesa...  En  este  otro  verso:  "Del  ruiseñor  prima- 
veral y  matinal"  encontramos  dos  cesuras  internas,  equivaliendo  la 
sílaba  aguda  de  cada  una  á  dos  sílabas,  según  creo.  Estas  otras  li- 
bertades han  sido  convertidas  en  norma  también  por  algunos  mo- 
dernistas. De  pronto  Darío  nos  habla  en  versos  inusitados  en  su  Sa- 
lutación al  Águila,  In  Memorianí  y  Salutación  del  optimista:  "Cier»- 
tamente  has  estado  en  las  rudas  conquistas  del  orbe,  |  ciertamente 
has  tenido  que  llevar  los  antiguos  rayos...  I  Bien  vengas,  mágica 
águila,  de  alas  enormes  y  fuertes...  |  ínclitas  razas  ubérrimas,  sangre 
de  Hispania  fecunda."  Darío  había  leído  la  composición  de  J.  Ense- 
bio Caro  En  el  mar:  "Céfiro,  rápido  lánzate  ]  ¡rápido  empújame  y 
vivo!"...  El  de  Darío,  que  se  confunde  con  el  de  Caro,  surge  de  la 
gaita  gallega  por  agregación:  "Cisne  divino  que  cruzas  las  ondas — 
del  lago  sagrado."  El  hexámetro  de  La  salutación  del  optimista  es  un 
conglomerado  de  diferentes  metros  y  combinaciones  silábicas...  Es- 
tos hexámetros  de  Rubén  Darío  durarán,  más  que  por  su  armonía, 
de  la  que  en  realidad  carecen  en  su  conjunto,  por  la  vitalidad  de  su 
inspiración  y  la  fortaleza  florida  de  su  canto...  Con  sus  "layes  y  de- 
zires"  no  ha  traído  desde  la  antigüedad  castellana  ningún  soplo  re- 
novador, puesto  que  estas  estrofas  son  juegos  retóricos,  en  metros 
comunísimos,  en  los  que  sólo  hay  de  nuevo  el  brillo  y  la  gracia  ru- 
tenianos."  Pedro  Henríquez  Ureña :  "Nuestro  credo  no  puede  ser  el 
hedonismo;  ni  símbolo  de  nuestras  preferencias  ideales  el  faisán  de 
oro  ó  el  cisne  de  seda.  ¿  Qué  significan  las  Prosas  profanas  de  Rubén 
Darío,  cuyos  senderos  comienzan  en  el  jardín  florido  de  las  Fiestas 
galantes  y  acaban  en  la  sala  escultórica  de  Los  Trofeos?  Diversión 
Ttiomentánea,  juvenil  divagación  en  que  reposó  el  espíritu  fuerte  an- 
tes de  entonar  los  Cantos  de  Vida  y  Esperanza..  La  juventud  de  hoy 


na  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1S88-I907) 

piensa  que  eran  aquellos  "demasiados  cisnes" ;  quiere  más  completa, 
interpretación  artística  de  la  vida ;  más  devoto  respeto  á  la  necesi- 
dad de  interrogación,  al  deseo  de  ordenar  y  construir.  El  arte  no  es. 
halago  pasajero,  destinado  al  olvido,  sino  esfuerzo  que  ayuda  á  la 
construcción  espiritual  del  mundo.  Enrique  González  Martínez  da  voz 
a  la  nueva  aspiración  estética."  A.  Colmo,  en  Nosotros,  marzo,  1916: 
"Darío  ha  sido  por  sobre  todas  las  cosas  un  poeta  verbal :  de  mucha 
melodía,  de  una  rica  multiplicidad  de  ritmos  y  formas,  de  una  pre- 
clara facundia  y  una  admirable  fecundidad.  Mas  sería  un  tanto  di- 
fícil poder  salir  de  tales  marcos.  Si  se  exceptúa  composiciones  para 
cuya  cuenta  sobran  dedos  de  las  manos  (Coloquio  de  los  Centauros, 
Letanía  de  Don  Quijote,  Canto  a  la  Argentina,  Poema  de  otoño,  etc.), 
se  hallará  un  lirismo  sempiternamente  parecido,  que  le  resta  no  poco 
en  punto  á  polifonía  sentimental  y  á  policromía  ideológica,  como  las 
de  Lugones,  por  ejemplo.  Lo  propio,  y  con  relación  al  mismo  tér- 
mino comparativo,  cabe  decir  respecto  de  su  arco  iris  imaginativo  y 
esencialmente  creador.  De  ahí  que  me  parezca  que  Darío  haya  sido- 
un  modelo  de  influencias  no  muy  encomiables  para  los  jóvenes  de 
nuestros  países.  Su  exagerado  modernismo  (especialmente  en  su  pri- 
mera época  hasta  los  Cantos  de  vida  y  esperanza),  su  violenta  fran- 
cofilia  poética  (que  culmina  en  Divagación),  su  paroxismo  moder- 
nista y  su  palabrero  musicalismo  nos  ha  saturado  de  imitadores  que 
importan  una  regresiva  degeneración,  de  malos  juglares  de  la  pa- 
labra y  de  peores  malabaristas  de  ritmos  y  rimas...  Ni  en  arte  ni  en 
nada  es  posible  separar,  en  principio,  el  fondo  de  la  forma...  Es  eso 
lo  que  ha  sido  Darío  en  su  recordada  primer  manera  (que  es  la  que 
entre  nosotros  ha  perdurado).  Hay  en  él  la  fugaz  irisación  de  la  onda 
y  no  la  corriente  marina,  la  espuma  del  champaña  y  no  el  licor  esti- 
mulante, el  deslumbre  de  la  luz  y  no  su  calor,  el  eco  y  no  el  sonido, 
la  palabra  y  no  la  idea,  los  sentidos  y  no  el  sentimiento,  la  aparien- 
cia y  no  la  realidad...  Y  el  arte  no  es  mentira  ni  fuego  de  artificio. 
Y  la  emoción  estética  es  simpatía  y  no  enclaustramiento.  Y  la  be- 
lleza es  tanto  más  bella  cuanto  más  desnuda...  Y  una  lira  monocorde 
y  un  arpegio  que  no  varía  gran  cosa  su  tono  de  preciosismo,  de  re- 
lativo impasibilismo  parnasiano  y  de  apoteosis  logorrágica...  Poesía 
viril,  mucho  más  suntuaria,  señorial  ó  exquisita,  es  la  que  nos  hace 
falta:  poesía  más  del  corazón  que  del  cerebro,  poesía  de  hombres  y 
no  de  sibaritas,  poesía  nacional  y  no  afrancesada..."  F.  García  Go- 
doy,  La  Liter.  Amer.,  1916,  pág.  40:  "En  Rubén  Darío  he  admirado 
siemi^re  el  dominio  de  cierta  técnica  peculiarísima,  su  originalidad 
en  continua  tendencia  de  evolución,  su  potencia  imaginativa,  su  ri- 
queza verbal,  su  sentido  exquisito  de  los  matices,  su  permanente  in- 
clinación á  ciertos  refinamientos  de  expresión,  en  su  mayor  parte 
adecuados  y  felices,  y  cierto  simbolismo,  raras  veces  oscuro  é  in- 
congruente, de  contornos  de  vaga  y  sugestiva  imprecisión,  en  que 
tiende  á   encerrar  aspectos  efímeros  de  la  vida  que  en  ciertos  mo- 


S.    XIX^    1888.    RUBÉN    DARÍO  ll3 

mentos  de  inspiración  (de  inspiración,  aunque  esta  palabra  carezca 
y?,  de  positivo  sentido  para  algunos  escritores  superficiales),  tienen 
para  él  como  valor  sustantivo,  por  más  que  los  vea  por  lo  general 
casi  inmediatamente  esfumarse  en  un  nuevo  aspecto  de  esas  mismas 
cosas,  siempre  en  proceso  de  constante  renovación."  José  de  Diego 
(portorriqueño)  (1918) :  "De  Rubén...  era  un  poeta  de  vidrio  que 
sonaba  bien  por  dondequiera  y  con  cualquier  luz  resplandecía:  ritmo  y 
transparencia.  Luz  interior,  propia,  original ;  sentimiento  espontáneo, 
de  las  hondas  fuentes  de  la  vida,  poco  y  envuelto  en  nieblas.  Para  nues- 
tra América,  inútil :  no  prestó  calor  á  un  ideal  ni  levantó  una  energía 
nueva."  Manuel  Gálvez,  Nosotros,  febrero,  1916:  "Mi  opinión  sobre  el 
■valor  de  la  obra  de  Darío  no  es  ahora  la  de  hace  diez  años.  Su  inno- 
vación en  la  lírica  (me  refiero  más  al  idioma  que  á  la  técnica  del  verso) 
fué  útil  y  trascendental ;  pero  la  influencia  del  renovador  fué  en  gran 
parte  nefasta;  y  en  cuanto  á  su  labor  de  poeta,  hay  en  ella  mucho,  mu- 
chísimo de  deleznable.  Darío,  sin  quererlo,  evidentemente,  ha  conduci- 
do á  los  jóvenes  á  la  extravagancia  y  á  la  ridiculez,  al  literatismo,  á 
desdeñar  la  cultura  científica  y  filosófica,  á  desviarse  de  la  observación 
directa  de  las  cosas  y  de  los  hombres.  A  causa  de  él,  América  se  ha  po^ 
blado  de  cisnes,  de  faunos,  de  marquesas  versallescas;  y  los  sueños  de 
negros,  que  estaban  adormecidos  desde  Méjico  al  Plata,  despertaron  al 
conjuro  de  sus  versos  y  desbordaron  sobre  el  continente.  Pero  al  lado 
de  esto,  ¡  cuánto  debemos  á  Darío  !  El  nos  enseñó  que  cada  palabra  tenía 
un  valor  musical ;  él  aumentó  el  dominio  de  la  sensibilidad ;  él  nos  hizo 
ver  que  la  poesía  era  un  arte  serio,  no  un  ejercicio  de  retóricos;  él 
modernizó  nuestra  lengua  é  inició  la  formación  de  un  castellano  nue- 
vo, y  él,  al  propagar  la  obra  de  tantos  escritores  extranjeros  desco- 
nocidos, fué  un  profesor  de  cultura."  Principales  novedades  de  Ru- 
bén Darío  en  la  métrica,  según  Lauxar:  Versos:  i.  Dodecasílabo  in- 
tcrciso  al  medio,  con  acentuación  libre  y  variada  lo  más  posible  en  las 
tres  primeras  sílabas  de  cada  hemistiquio.  {Era  un  aire  suave...)  2. 
Eneasílabo  de  acentuación  libre  en  las  siete  primeras  sílabas.  {Cun- 
dan de  Otoño  en  Primavera.)  3.  Endecasílabo  acentuado  en  las  sí- 
labas cuarta  y  séptima.  {Pórtico.)  4.  Endecasílabo  acentuado  obliga- 
toriamente sólo  en  la  cuarta  sílaba.  5.  Endecasílabo  francés  acentua- 
do en  la  quinta  sílaba:  "£Z  verso  sutil  que  pasa  ó  se  pasa  \  del  país 
del  sueño,  y  nieblas,  brillos.'^  6.  Alejandrino  acentuado  obligadamente 
en  la  tercera  silaba  de  cada  hemistiquio.  {Sonatina.)  7.  Alejandrino 
ternario:  "El  ruiseñor  \  primaveral  \  y  matinal."  8.  Alejandrino  cua- 
ternario: "Al  perfil  I  monacal  \  de  esa  fas  \  misteriosa.'"  9.  Verso 
compuesto  por  la  reunión  de  varios  versos  castellanos :  "En  tus  venas 
no  corre  |  la  sangre  de  las  rosas  pecadoras.  |  La  hermana  de  Ligeia  [ 
por  quien  mi  canto  á  veces  es  tan  triste."  10.  Versos  de  igual  ó  des- 
igual medida  — y  en  el  segundo  caso  llamados  impropiamente  libres — , 
compuestos  de  miembros  ó  pies  polisilábicos  en  estas  dos  for- 
mas:   ';  — ' — ,  {Sonatina,  Marcha  triunfal.)  11.  Verso  libre,  ge- 

TOMO   X  — 8 


114  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

iieralmente  á  base  no  constante  de  pies  polisilábicos.  (Augurios,  Sa- 
lutación á  Leonardo.)  12.  Notación  ideológica  del  verso  sin  verso. 
(Herpldos.)  13.  Adaptación  del  hexámetro  y  pentámetro  clásicos.  (Sa- 
lutación del  optimista.)  Combinaciones  métricas:  i.  Endecasílabo  co- 
mún y  anaspético.  2.  Endecasílabo  común  y  acentuado  sólo  en  la 
cuarta:  Sones  de  bandolín.  El  rojo  vino  1  conduce  «n  paje  rojo.  ]• 
Amas  los  sones  \  del  bandolín  y  un  amor  florentino t  '  Serás  la  reina 
en  los  decamerones..  3.  Endeca  y  dodecasílabo.  (Canto  á  la  sangre.) 
4.  Alejandrino  y  eneasílabo.  (Responso.)  5.  Alejandrino,  endeca, 
enea,  hepta,  deca  y  octosílabo.  (Oda  á  Mitre,  "¡Oh,  miseria  de  ¡toda 
ludia  por  lo  finito!")  Rima:  i.  Empleo  de  la  rima  difícil.  2.  Rima  cons- 
tituida por  A'ocablos  sin  acento,  que  se  consideran  agudos:  "F  sufrir 
por  la  vida  y  por  la  sombra  y  por  \  y  los  astros  del  cielo  te  acompa- 
r,an  y  los."  Estrofas  y  composiciones  métricas:  i.  La  estrofa  fran- 
cesa de  Responso.  2.  Tercetos  monorrimos.  (El  Faisán.)  3.  Soneto 
alejandrino.  (Las  Ánforas  de  Epicuro.)  4.  Soneto  octosílabo.  (Para 
una  cubana.)  5.  Soneto  hexasílabo.  (Mía.)  6.  Estrofas  de  rima  aso- 
nante variable.  (Por  el  influjo  de  la  primavera.)  y.  Estrofas  con  ver- 
sos irregulares.  (Por  el  influjo  de  la  primavera,  Filosofía  y  los  dós 
Nocturnos.)  8.  ^Mezcla  de  prosa  y  verso.  (El  País  del  sol.)  Ernesto 
Quesada,  Nosotros  (1917,  mayo) :  "Mientras  la  obra  del  uno  (Ru- 
bén) es  maravillosamente  artificial  y  exquisitamente  culterana,  la 
del  otro  (Rodó)  es  de  una  naturalidad  tan  espontánea  y  de  una  filo- 
sofía tan  sana  que  descubre  un  cerebro  de  conformación  del  todo  di- 
ferente." 

Obras  de  Rubén  Darío:  Epístolas  y  poemas,  primeras  notas,  Ma- 
nagua, 1885.  Abrojos,  Valparaíso,  1887;  Buenos  Aires,  1893;  Barce- 
lona, 1905.  Las  rosas  andinas,  rimas  y  contrarrimas,  Valparaíso,  1888. 
Azul,  con  pról.  de  Eduardo  de  la  Barra,  ibid.,  18S8.  1917;  Buenos 
Aires,  1903;  Barcelona,  1907;  ^Madrid,  1917.  Rimas,  1889.  A.  de  Gil' 
bert,  1S90.  Los  Raros,  Buenos  Aires,  1893;  Barcelona,  1896;  París, 
1901 ;  Barcelona,  1905.  Castelar,  Madrid,  1899.  Prosas  profanas  y  otros 
poemas,  con  prólogo  de  Rodó,  B.  Aires,  1896;  París,  1901;  Madrid,  1917. 
España  contemporánea,  París,  1901,  1907.  Peregrinaciones,  ibid.,  1901. 
La  caravana  pasa,  ibid.,  1903.  Tierras  solares,  Madrid,  1904,  1905,  1917. 
Cantos  de  vida  y  esperanza,  los  cisnes  y  otros  poemas,  Madrid,  1905; 
Barcelona,  1907.  Oda  a  Mitre,  París,  1906.  Opiniones,  i\Iadrid,  1906. 
Parisiana,  ibid.,  1907,  1917.  El  Canto  errante,  ibid.,  1907.  Alfonso  XIII, 
ibid.,  1909.  El  Viaje  á  Nicaragua,  ibid.,  1909-10.  Poema  del  otoño  y  otros 
poemas,  ibid.,  1910.  Canto  a  la  Argentina,  1910.  Obras  escogidas,  3  vo- 
lúmenes. Madrid,  1910.  Todo  al  vuelo,  Madrid,  1912.  Obras,  4  volúme- 
nes (Bibl.  Corona)  :  I.  Canto  á  la  Argentina  y  otros  poemas,  Madrid, 
1914;  II.  Muy  antiguo  y  muy  moderno,  1914.  III.  Muy  siglo  xviii, 
1915;  IV.  Obra  poética,  1916.  Vida  de  R.  Darío  escrita  por  él  mismo, 
Barcelona,  1916.  Rubén  Darío,  sus  mejores  cuentos  y  sus  mejores  can- 
tos, 2  vols.,  Madrid,  1916.  Eleven  pocms  transí,  by  Th.  Waish  and  S.  de 


S.    XIX,    1888.    CÁNDIDO    RODRÍGUEZ    PINILLA  Il5 

la  Selva,  introd.  hy  P.  Henriquez  Ureña,  N.  York,  1916.  Im  Casa  de  las 
ideas,  San  José,  1916  {Colecc.  Ariel).  Poesías  de  Rubén  Darío,  Aladrid, 
1917.  Sol  del  Domingo  (inéd.),  ibid.,  1917.  El  Mundo  de  los  sueños, 
prosas  postumas,  ibid.,  1917.  El  Oro  de  Mallorca,  prosa,  ibid.,  1917.  Los 
primeros  versos  de  R.  D.,  por  Ventura  García  Calderón,  Paris,  1917. 
La  Caravana  pasa,  ]\Iadrid,  1917.  Prosas  profanas,  ibid.  Tierras 
solares,  ibid.  Poema  de  otoño  y  otros  poemas,  Madrid,  1918.  Opinio- 
nes, ibid.,  1918.  Los  Raros,  ibid.,  1918.  Prosa  política,  ibid.,  1918.  Cuen- 
ios  y  crónicas,  ibid.,  1918.  En  Esp.  Mod.:  Invernal,  poes.  (1890,  juL). 
Retratos,  poes.  (1899,  nov.).  Consúltense:  Rodó,  Rubén  Darío,  Montevi- 
deo, 1899;  A.  González  Blanco,  Estudio  preliminar  en  Obras  escogidas 
de  R.  Darío,  tres  vols.,  Madrid,  1910;  Miguel  S.  Oliver,  Rubén  Darío, 
ei!  La  Vanguardia,  1912;  P.  Esteban  Moreu,  Cidtura  literaria,  Bar- 
celona, 1908;  Rubén  Darío,  en  Caras  y  Caretas,  1912,  hizo  su  auto- 
biografía; Lauxar,  Motivos  de  crítica  hispanoamericanos,  Alontevideo, 
1914;  Juan  González  Olmedilla,  La  Ofrenda  de  España  á  Rubén  Da- 
río, ^ladrid,  1916;  Nosotros,  1916  (núm.  82,  febrero);  Ed.  de  Ory, 
R.  Darío,  Cádiz,  1917;  Vargas  Vila,  Rubén  Darío,  1917;  L.  López 
Roselló,  Rubén  Darío,  1916,  en  Rev.  Calasancia;  J.  J.  ]\Iartínez,  Consi- 
deraciones sobre  el  cerebro  y  la  personalidad  de  R.  D.,  ]\Ianagiia,  1916; 
A.  Reyes,  R.  D.  en  México,  1916,  en  Nuestro  Tiempo;  A.  D.,  Rubén 
Darío  en  Chile,  1916,  en  Pacific  Magazine,  Santiago;  T.  M.  Cestero, 
Rubén  Darío:  el  hombre  y  el  poeta,  Habana,  1916;  Víctor  Pérez  Petit, 
Los  Modernistas,  1902. 

18.  'Año  1888.  Julián  del  Casal  (i 863- i 893),  habanero, 
poeta  que  pasa  por  modernista  y  seguidor  de  Baudelaire  y  Ver- 
laine,  pero  que  no  tiene,  por  lo  menos,  los  defectos  de  ellos;  de 
gran  fantasía,  sentimiento  y  refinado  gusto;  colorista  admira- 
ble en  imágenes  y  esmerado  en  formas  y  consonantes;  elegan- 
tísimo en  todo.  A  pesar  de  no  haber  experimentado  la  vida,  sa- 
cando sus  poesías  más  bien  de  la  inspiración  que  le  brotaba 
al  leer,  según  dicen,  obras  francesas,  comunícales  extraña  Aada. 
No  es  exagerado  ni  oscuro  como  otros  de  la  escuela  y  repre- 
senta una  de  las  más  ciertas  glorias  literarias  de  Cuba.  Contri- 
buyó grandemente  al  movimiento  literario  y  ansia  de  belleza 
artística  que  en  su  tierra  se  despertó  desde  1888. 

CÁNDIDO  Rodríguez  Pinilla  (n.  1856-),  salmantino,  ciego 
desde  los  diez  de  su  edad  y  alumno  del  Colegio  Nacional  de. 
Ciegos  de  :Mjadrid,  es  poeta  que  sobresale  por  la  fuerza  del  sen- 
timiento doloroso,  expresado  con  la  briosa  sencillez  del  que 
vive  sumido  en  eterna  noche  y  teñido  de  la  belleza  mora]  y  de 


Il6  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

la  serenidad  fundada  en  la  Fe  del  que  por  no  ver  con  los  ojos 
penetra  más  con  el  espíritu,  acercándose  á  Dios.  "Yo  á  Dio& 
veo  en  el  fondo  del  alma  mía  |  aun  cuando  allá  en  los  cielos 
ni  aun  el  sol  veo."  "Estrofas  con  mis  lágrimas  escribo  |  y  ese 
es  no  más  el  arte  que  poseo."  Tal  es  el  espíritu  de  Cantos  de  la 
noche  (1899).  El  Poema  de  la  Tierra  (191 4)  es  un  himno  á  la 
besana  fecunda,  a  la  familiar  alquería,  á  las  gentes  del  campo, 
que  suena  algo  á  Gabriel  y  Galán,  aunque  con  la  tonalidad 
propia  del  que  en  medio  de  la  noche  fantasea  escasas  pincela- 
das de  recortado  perfil,  que,  por  lo  mismo,  campean  y  brillan 
más  en  lo  oscuro,  y  humaniza  y  moraliza  más  el  cuadro,  vienda 
en  la  tierra  á  la  madre  de  los  hombres  y  la  hechura  de  Dios, 
Antes  publicó  Memorias  de  un  mártir^  poemas  en  cartas  (1888) ; 
Venganza  y  castigo^  leyenda  salmantina  (1890),  y  Heroísmo  y 
no  quijotismo^  confer.,  19 16. 

19-  No  hallo  punto  de  comparación  entre  Casal  y  los  modernis- 
tas. No  tiene  de  ellos  nada  en  el  metro  y  rima,  que  es  enteramente 
castiza.  Ni  el  menor  atisbo  de  la  manera  simbolista  en  el  vago  evocar, 
ó  de  la  escuela  instrumental  en  el  hacer  pura  música,  ó  del  timbre 
parnasiano  frío  y  de  mera  forma.  Segnín  dicen,  no  experimentó  las 
penas  que  cantó  desengañado  en  el  real  vivir,  sino  que  se  inspiró  en 
los  libros  franceses.  Si  así  es,  poca  huella  dejaron  aquellos  libros  en 
sus  obras,  pues  no  hay  en  ellas  la  menor  afectación,  y  á  su  poesía 
comunicó  extraña  fuerza  de  vida.  Si  en  sus  endechas  de  desengañado 
quieren  ver  algo  de  Baudelaire  y  de  Verlaine,  algo  de  Verlaine  y  Bau- 
delaire  habrá  en  el  desengaño  endechado  por  Bécquer.  Pero  no  hay 
nada  de  eso  ni  en  uno  ni  en  otro,  como  ni  en  Balart.  El  tono  del  ende- 
char es  sano  y  robusto,  viril  y  claro,  sin  el  menor  decadentismo  en  el 
sentir  ni  en  el  expresar.  Enr.  J.  Varona,  Rev.  Ctih.,  t.  XI  (sobre  Ho- 
jas...) :  "Es  una  colección  de  bellas  poesías,  producto  singular  de  un  ta- 
lento muy  real  y  de  im  medio  completamente  artificial...  Nada  tiene  de 
extraño  que  un  joven  de  temperamento  artístico  exquisito,  que  se  en- 
cuentra aislado  y  como  perdido  en  medio  de  una  sociedad  que  no  realiza 
sino  imperfectamente  su  concepción  de  la  vida  ó  sus  aspiraciones  poéti- 
cas, sin  haber  llegado  á  una  concepción  plena  de  la  vida,  se  refugie  más 
ó  menos  conscientemente  en  el  mundo  ideal  que  le  forjan  sus  libros  favo- 
ritos, derive  de  él  sus  emociones  más  refinadas  y  se  las  devuelva  tamiza- 
das por  sus  versos.  Con  este  procedimiento  suelen  producirse  obras  muy 
endebles;  no  es  el  mérito  menor  de  Julián  del  Casal  haber  producido 
con  él  obras  vigorosas,  con  vida  que  nada  tiene  de  ficticia ;  flores  de 
invernadero  que  muestran  á  veces  la  frescura  de  las  flores  de  los  pra- 
dos... Ahora,  de  cualquier  modo  que  se  haya  enamorado  de  estas  an- 


S.    XIX,    I5««.    CANDIDO    rodríguez    PINILLA  II7 

iiguallas  el  joven  escritor  y  sean  cuales  fueren  las  fuentes  de  sus  gus- 
tos exóticos,  es  lo  cierto  que  canta  sus  amores  ideales  con  tal  fres- 
cura de  inspiración  y  tanta  intensidad  de  sentimientos,  que  no  puede 
el  lector  menos  de  sentirse  cautivado,  casi  tanto  como  cuando  canta 
con  emoción  profunda  sus  amores  reales,  malogrados  ó  indignos.  La 
forma  de  sus  versos,  por  otra  parte,  es  elegantísima,  y  su  fantasía, 
vivaz  y  espontánea,  encuentra  fácilmente  el  molde  para  vaciar  su3 
imágenes,  que  se  destacan  claras  y  completas."  Julián  del  Casal,  Ho- 
jas al  viento,  poesías,  Habana,  1890.  Nieve,  bocetos  antiguos,  1892. 
Bustos  y  rimas,  1893,  en  prosa  y  verso,  póst.,  la  mejor  obra  del  poeta. 
Sus  mejores  poesías,  Madrid,  1916.  M.  de  la  Cruz,  /.  del  Casal  (en 
Cromitas  cuh.,  1892);  Homenaje  á...  {Habana  Elegante),  1893;  R-  Pé- 
rez Cabello,  El  poeta  C,  1898;  R.  Meza,  /.  del  C,  1910;  Aniceto  Val- 
divia {Conde  Kostia)  le  elogió. 

Miguel  Unamuno,  pról.  á  El  Poema  de  la  tierra :  "El  ser  ciego  es 
lo  que  le  permite  ver  más  honda  y  más  intensantemente  este  campo,  y 
verlo  espiritualizado.  Guarda  en  el  relicario  de  su  alma  la  visión  de 
Ja  niñez,  toda  pureza,  y  esa  visión  se  le  ha  hecho  espíritu...  Y  por 
faltarle  la  vista  material  y  fisiológica  le  habla  el  silencio  del  campo 
y  le  hablan  sus  rumores  como  no  nos  hablan  á  los  demás.  Y  las  vi- 
siones mismas  le  llegan  tamizadas  y  cernidas  á  través  del   oído;  le 
llegan  humanizadas...   Porque  el  silencio  sólo   es  verdadero   silencio, 
silencio  poético,  creador,  para  un  ciego.  Es  siempre  para  él  silencio 
nocturno,  lleno  de  rumores  que  bajan  del  cielo.  En  el  campo  ha  en- 
centrado consuelo,  música   como  aquella  de   que  hablaba  fray  Luis. 
¡  Pero  no  busquéis  tampoco  en  estos  versos  poemas  de  un  anacoreta, 
no!  El  sentido  social  es  el  oído,  no  la  vista.  Los  que  se  aislan  y  sue- 
len hacerse  insociables  y  huraños  son  los  sordos,  no  los  ciegos.  Y  el 
poeta  de  estos  poemas...  es  sociable,  muy  sociable,  y  hasta...  político... 
Ha  buscado  en  el  campo  restauración  á  las  luchas  de  la  ciudad,  y  en 
ésta  lleva  el  reposo  sedante  de  la  campiña.  Y  en  el  campo  le  han  ense- 
ñado á  quererlo  y  á  sentirlo  los  libros...  Y  no  es  el  sentimiento  de  él... 
un  sentimiento  blandengue  y  todo  él  de  reposo  y  de  resignación,  no! 
Pinilla  es  de  los  que  pueden  repetir  el  "¡qué  descansada  vida...",  por 
ser  de  los  que  se  han  cansado  y  de  los  que  merecen  el  descanso...  Son 
á  la  vez  estas  poesías  flores  de  otoño.  No  es  C.  P.  ningún  mozo.  Ha 
vivido  bastante  para  atesorar  poesía,  que  es  siempre  crema  del  pasado. 
Y  del  pasado  que  se  vive,  es  decir,  que  se  sufre.  Y  Pinilla  ha  vivido 
más  que  á  su  edad  otros,  porque  ha  tenido  que  vivir  más  íntimamente, 
ya  que  Dios  le  ha  hecho  buscar  la  luz  hacia  dentro...  Podrá,  acaso, 
decirse  de  estos  poemas  que  son  á  las  veces  algo  lentos,  que  discurren 
pausadamente  como  un  riego  fecundante  y  no  en  chaparrón  que  arras- 
ira  mantillo,  que  falta  en  ellos  concentración.  Es,  sin  duda,  el  placer 
oue  encuentra  en  charlar  quien  no  se  distrae  de  la  charla  con  lo  que 
ve;  es  aquella  mesurada  prolijidad  homérica  del  viejo  poeta  ciego  que, 
sentado  al  amor  de  la  lumbre,  cuenta  despaciosamente  antiguas  con- 


Il8  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

sejas.  Es  la  expresión  de  quien  vive  mucho  hacia  dentro,  esto  es,  des- 
pacio. Y  es  lo  propio  del  que  canta  de  palabra  y  no  por  escrito...  Estos 
versos  del  poeta  ciego  sean  tan  preceptivamente  correctos."  J.  O.  Pi- 
cón, pról.  á  Cantos  de  la  noche:  "Vi  en  seguida  que  su  autor  perte- 
iiece  á  la  clase  de  poetas  esencialmente  subjetivos,  que  me  inspiran 
cierta  desconfianza;  pero  al  mismo  tiempo  fui  notando  que  el  sentido 
y  la  índole  de  las  composiciones,  el  carácter  de  los  pensamientos,  la 
sencillez  en  el  modo  de  expresarse  y  hasta  la  sobriedad  en  el  uso  de 
las  metáforas  eran  condiciones  reveladoras  de  una  sinceridad  extra- 
ordinaria y  tan  viva  que  en  algunos  momentos  parecia  como  impuesta 
por  algo  superior  á  la  razón  y  aun  al  instinto...  Las  composiciones  de 
R.  P.  están  llenas  de  pensamientos  y  rasgos  bellísimos...  Esta  sereni- 
did  de  ánimo  ante  el  dolor,  esta  robusta  fe  tan  hondamente  sentida 
y  con  tanto  vigor  reflejadas,  llegan  al  corazón." 

20.  A  fio  1888.  Joaquín  Dicenta  y  Benedicto  (1863- 
1917)  nació  en  Calatayud;  fué  bautizado  á  los  pocos  días  en 
Vitoria;  estudió  primeras  letras  con  los  Escolapios  de  Getafe, 
el  Bachillerato  en  Allicante,  jie  donde,  huérfano  de  padre,  vino 
á  Madrid;  escribió  versos  en  El  Edén;  fué  redactor  de  El  Re- 
sumen (1892),  y  se  entregó  en  cuerpo  y  ahna  al  vivir  borras- 
coso de  la  bohemia,  al  vino  y  amoríos,  escribiendo  al  mismo 
tiempo  para  el  teatro  dramas  y  zarzuelas  y  publicando  novelas 
y  cuentos,  todo  porque  le  salía  de  dentro,  pero  con  gran  preci- 
pitación, improvisadamente,  sin  el  sosiego  del  estudio  concen- 
trado y  metódico.  Fué  en  política  republicano  y  falleció  en 
Alicante,  "fuera  de  toda  confesión  religiosa",  según  sus  pa- 
labras. Vivió  indiferente  respecto  del  problema  religioso  y  muy 
interesado  en  el  problema  socialista.  Admirador  y  discípulo  de 
Echegaray  y  de  temperamento  brioso  y  ardiente,  fué  en  sus 
principios  escritor  y  dramaturgo  romántico,  exuberante  y  de- 
rrochador de  palabras ;  y  aunque  poco  á  poco  se  hizo  más  so- 
brio, más  realista,  más  moderno,  siguió  en  el  fondo  román- 
tico, amigo  de  choques  fuertes,  de  situaciones  algo  violentas, 
de  caracteres  de  una  pieza,  de  mayor  vigor  exterior  que  hon- 
dura psicológica.  Fué  un  Echegaray  evolucionado,  más  realista 
y  comedido,  que  atinó  en  Juan  José  (1895)  de  una  manera  ple- 
na, llevando  por  primera  vez  al  teatro  el  drama  social  con  ex- 
traordinaria sinceridad,  realismo  y  energía.  Las  mismas  ideas 
puso  en  otros  dramas  menos  acabados  y  en  sus  novelas  y  cuen- 
tos. En  la  época  en  que  andaban  músicos  y  autores  tanteando 


S.  XIX,  1888.  JOAQUÍN  DICENTA  II 9 

la  esperada  y  jamás  llegada  ópera  española^  compuso  el  drama 
lírico  Curro  Vargas,  semejante  á  El  Niño  de  la  bola,  de  Alar-' 
con,  en  el  argumento.  Tradujo  El  Místico,  de  Rusiñol  (1907). 
Daniel^  drama  social  sindicalista;  Sohrevivirse^  de  gran  inten- 
sidad y  bastante  psicología;  El  Lobo^  idilio  en  medio  de  un 
drama  con  hermoso  contraste,  fueron  sus  mejores  obras,  fuera 
de  Juan  José,  que  las  deslumíbra  á  todas  y  es  uno  de  los  mejo- 
res dramas  del  siglo  xix.  Con  el  santo  propósito  de  combatir 
las  rutinas,  falsedades  é  injusticias  de  la  sociedad,  causas  en 
gran  parte  de  la  miseria  y  crímenes  de  la  gente  de  presidio, 
llevó  al  teatro  en  forma  trágica  esas  lacras  sociales  con  since- 
ridad, brío,  color,  realismo  y  empuje  extraordinarios,  sobre 
todo  en  los  dramas  Juan  José  (1895)  y  El  Lobo  (1913)-  La 
acción  en  ambos,  muy  bien  tramada ;  los  caracteres  principales, 
de  mano  maestra;  el  contraste  en  el  segundo  de  ellos,  entre  el 
presidiario  que  jamás  supo  lo  que  era  cariño,  por  su  abando- 
nada educación,  y  la  niña  candorosa  que  lo  hace  nacer  en  su 
pecho  por  primera  vez,  convirtiéndole  en  un  héroe,  golpe  admi- 
rable de  ingenio  soberano;  el  estilo,  ceñido  y  propio;  el  habla, 
natural,  corriente,  sin  asomo  de  cavilaciones  técnicas,  afecta- 
ciones ni  rarezas  de  ninguna  especie.  Sobresale  Dicenta  por  el 
brío  en  la  pasión,  que  nace  naturalmente  de  los  acontecimien- 
tos y  por  el  pujante  relieve  del  tipo  del  presidiario.  Es  un  ver- 
dadero romántico  de  generoso  corazón,  que  se  desvive  por  el 
reinado  de  la  justicia  social,  poniéndose  del  lado  de  los  desva- 
lidos, á  quienes  pinta  buscándose  la  justicia  por  su  mano,  ya 
que  la  sociedad  se  desentiende  de  ella.  En  el  fondo  de  todos 
los  dramas  y  aun  obras  de  Dicenta  bulle  esta  doctrina  y  aspi- 
ración generosa;  en  la  trama,  personajes  y  situaciones,  fuera 
de  las  sentencias  doctrinarias  que  brotan  de  ese  fondo,  reina 
el  romanticismo,  el  amor  y  el  honor  á  la  manera  romántica 
española;  en  la  pintura  de  lo  exterior,  de  trajes,  tipos,  habla  y 
maneras,  es  realista  que  fotografía  la  vida  real  de  hoy. 

Carlos  Arniches  y  Barrera  (n.  1866-),  de  Alicante, 
el  autor  dramático  más  fecundo  del  género  chico,  ha  trabajado 
con  Cantó,  Celso  Lucio,  Jackson  Veyán,  García  Alvarez,  Ló- 
pez Silva,  Fernández  Shaw,  etc.  Es  más  autor  que  escritor  o 
poeta  dramático,  entendiendo  por  lo  primero  al  que,  como  Ar- 


120  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

niches,  posee  un  hondo  conocimiento  de  los  gustos  del  público 
poco  letrado  y  de  los  recursos  y  triquiñuelas  teatrales.  En  esto 
es  maestro  consumado;  conoce  el  efecto  escénico  como  nadie; 
posee  el  secreto  de  la  invención  teatral  como  ninguno,  y  así  es 
que  triunfa  ruidosamente  y  á  menudo,  á  pesar  de  sus  pocas 
letras.  Sus  triunfos  son  en  teatros  de  segundo  orden  y. entre 
gentes  literariamente  de  pocas  exigencias,  pero  son  sólidos  y 
sinceros. 

Cábele  á  Amiches  la  gloria  de  haber  continuado  en  su 
puesto  cultivando  el  género  chico,  mientras  los  demás  autores 
dejáronse  arrollar  por  la  corriente  del  género  ínfimo.  No  que 
saliera  limpio  de  salpicaduras;  pero  fué  el  que  mejor  libró,  el 
que  menos  se  tomó  de  los  efectismos,  chocarrerías,  chistes  de 
oropel,  excesos  de  teatralismo  y  bambalinas.  Fueron,  acaso, 
sus  mejores  obras  Las  Estrellas^  El  Pobre  Valbuena^  El  Santo 
de  la  Isidra^  saínetes  puros,  donde  señorean  lo  pintoresco  y  lo 
cómico,  lo  artístico  y  el  sentimiento  popular,  la  risa  espontánea 
y  de  buena  ley. 

Gonzalo  Cantó  Villaplana  (n.  1860-),  de  Alcoy  (Ali- 
cante), donde  ya  á  los  catorce  de  su  edad  estrenó  Alcoy  por 
l-a  Caridad^  y  colaboró  en  periódicos  locales;  vino  a  Ma- 
drid y  escribía  á  cien  versos  diarios  por  tres  duros  mensua- 
les. Fué  redactor  de  La  Agencia  Europea^  de  La  Aznspa^  con 
el  seudónimo  de  Gustavo  Cantares^  y  colaboró  en  otros  mu- 
chos periódicos  y  revistas,  firmando,  á  veces,  Gallo  Canta. 
Estrenóse  en  las  tablas  á  la  vez  que  Arniches,  representándose 
Casa  editorial^  la  primera  obra  de  entrambos,  en  1888,  con  tan 
buen  suceso,  que  todos  los  teatros  se  les  franquearon  desde  en- 
tonces á  los  dos  jóvenes  dramáticos.  Otras  varias  piezas,  todas 
del  género  chico  y  con  música,  compusieron  juntos,  muy  aplau- 
didas, y  después  otras  por  sí  solo  Gonzalo  Cantó. 

Estrenó  en  los  Jardines  del  Buen  Retiro  la  ópera  Marcia^ 
hecha  en  cuarenta  y  dos  horas  y  que  fué  premiada;  la  música, 
del  Maestro  Cleto  Zabala.  Parécese  mucho  á  Arniches;  es  de 
los  pocos  que  quedan  que  entiendan  el  género  chico.  Escritor 
culto  y  generalmente  autor  aplaudido. 

Celso  Lucio  y  López  (i 865-191 5),  malogrado  poeta  có- 
mico, que  padeció  de  hemiplejía  desde  joven  y  escribió  poco. 


CARLOS  ARNICHES 


S.  XIX,  1888.  JOAQUÍN  DICENTA  121 

ya  de  por  sí,  ya  colaborando  con  Arniches,  García  Alvarez  y 
Paso,  pero  bastante  bien,  siciuiera  no  saliese  de  piececitas  cor- 
tas. Celebróse  mucho  Fresas  de  Aran  juez,  y  de  las  escritas  con 
Arniches,  El  Brazo  derecho^  El  Pie  izquierdo^  Las  Campanadas, 
María  de  los  Angeles^  Los  Aparecidos^  El  Cabo  primero^  Las 
Malas  lenguas^  Los  Puritanos.  Fué,  como  Cantó,  buen  poeta  y 
buen  autor.  Publicó  el  libro  de  versos  Género  chico  (1906). 

Enrique  López  Marín  de  Insausti  (n.  1868-),  de  Lo- 
groño, autor  del  género  chico,  que  estrenó  unas  94  piezas  finas ^ 
que  dicen,  esto  es,  de  poco  relieve,  que  pasan  y  se  deslizan  por 
ias  tablas  sin  perturbar  los  ánimos,  sin  poderse  decir  que  son 
malas  ni  sobresalientes.  Género  entretenido  y  discreto.  Es,  con 
todo,  escritor  de  ingenio  y  algunas  fueron  bastante  aplaudidas. 
Dirigió  El  Diablo  Mundo  (1895). 

^1-  Dicenta  y  Galdós  son  los  dos  grandes  escritores  de  obras  que 
llaman  de  tesis,  esto  es,  que  se  proponen  combatir  algún  vicio  social. 
Semejante  propósito  para  algunos  echa  á  perder  las  obras  de  arte  ó, 
por  lo  menos,  las  rebaja  y  malea.  Si  tal  hubiera,  las  más  famosas  obras 
artísticas  no  merecerían  la  fama  que  tienen.  El  principio  tan  traído  y 
llevado  de  el  arte  por  el  arte  admite  varias  interpretaciones.  La  propia 
y  más  noble  es  que  el  artista  no  ha  de  proponerse  en  la  obra  de  arte 
ningún  fin  que  la  desvíe  del  supremo  fin  del  arte,  que  es  la  expresión 
de  la  belleza.  Desvíanla  el  interés,  el  compromiso,  el  encargo,  la  adu- 
lación, el  prurito  de  gloria,  de  hacer  más  y  mejor  que  los  demás,  la 
servil  imitación,  la  comezón  de  la  originalidad  extravagante,  la  satis- 
facción de  la  dificultad  vencida,  el  intento  didáctico  ó  moralizador  y 
"tantas  otras  miras  como  el  artista  puede  tener  cuando  no  le  señorea 
el  ansia  de  expresar  lo  que  siente  y  piensa,  el  placer  estético  que 
halla  en  sí  la  preñez  mental  de  algo  que  tira  á  manifestarse,  á  salir 
á  la  luz  del  día  y  mostrarse  esplendorosamente  á  los  derrás.  Pero 
acaece  que  esos  mismos  propósitos  pueden  acicatear  al  artista  para 
expresar  sus  ideas  cuando  al  supremo  fin  del  arte,  que  es  expresarlas, 
no  se  sobreponen :  bien  así  como  en  todo  hombre  las  pasiones,  si  corren 
desíiocadas,  despeñan  á  la  razón;  pero  tenidas  á  freno  ayudan  á  ele- 
varla hacia  el  sumo  bien,  la  suma  belleza,  la  suma  verdad,  como  dijo 
á  Platón  la  adivina  de  Mantinea.  El  interés  mismo,  la  necesid'id  de 
trabajar  para  comer  ha  despertado  la  potencia  artística,  y  cabalmente 
los  más  deben  los  primeros  pasos  de  su  carrera  á  la  necesidad.  El 
mismo  encargo  sirve  á  veces  para  fijar  la  atención  del  artista  en  un 
asunto.  La  gloria  es  madre  de  las  grandes  empresas ;  el  deseo  de  sa- 
lirse de  la  docena  hace  salir  de  ella;  el  talento  didáctico  enardece  al 
autor,  y  el  fervor  apostólico  de  combatir  las  lacras  sociales  enciende 


112  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

el  pecho  del  satírico,  del  cómico,  del  dramático,  corriendo  por  su  pimna 
la  santa  bilis,  el  feliz  veneno  que,  al  llegar  á  lectores  ó  espectadores,. 
se  trueca  en  triaca  bienhechora,  en  medicina  de  las  enfermedades  so- 
ciales. Antes  bien,  el  principio  de  el  arte  por  el  arte  admite  otra  inter- 
pretación, aviesa  y  dañina  para  el  artista,  que  es  la  del  gusto  técnico 
de  la  dificultad  vencida,  la  de  la  imitación  servil,  la  de  ser  plumífero, 
la  de  escribir  por  escribir,  la  de  ser  autor  por  serlo.  Este  arte  por  el 
arte  es  siempre  avieso  y  malo ;  el  otro  puede  ser  malo  ó  bueno,  según 
sobrepuje  el  intento  principal  á  los  demás  intentos.  Hubo  pedagogos 
que  sin  ser  poetas  valiéronse  de  la  poesía  para  instruir:  sus  poemas 
didácticos  no  son  poesía,  porque  el  espíritu  pedagógico  enseñoreaba  á 
sus  autores,  que  ó  no  sabían  lo  que  era  belleza  estética  ó  la  sentían 
menos  que  la  belleza  pedagógica.  Moralistas  ha  habido  siempre  cuyo 
único  fin  al  novelar  ó  dramatizar  ha  sido  corregir  los  vicios,  y  no  los 
han  corregido  porque  las  Musas  huyeron  horrorizadas  de  pasar  por 
esclavas  aun  del  mismo  Bien,  porque  ellas,  la  Belleza,  son  hermanas 
del  Bien  y  de  la  Verdad,  y  no  está  bien  que  haya  hermanas  esclavas 
luias  de  otras.  Ayúdanse  entre  sí,  por  el  contrario,  cuando  sin  sub- 
yugarse ni  someterse  mutuamente,  busca  cada  cual  su  propia  vereda, 
encaminándose  las  tres,  cada  cual  por  la  suya,  al  mismo  término,  quc 
es  el  supremo  Dios,  fin  y  fuente  de  ellas  y  del  hombre  á  quien  hacia 
Dios  ellas  mismas  guían  y  enderezan.  Dicenta  y  Galdós  se  proponen 
ccmbatir  vicios  sociales,  cuales  son  la  esclavitud  de  las  clases  traba- 
jadoras y  la  necesidad  casi  de  ser  malos  ciertos  hombres,  carne  de 
presidio,  por  la  educación,  el  atavismo,  el  medio  en  que  viven,  el  des- 
precio social  que  les  aplasta,  el  hambre  que  les  mata,  el  no  poderse 
redimir  por  los  dictámenes  sociales,  por  virtuosos  que  fueran,  por 
héroes  que  se  mostrasen.  ¿  Por  qué  la  santa  ira  que  tamañas  mons- 
truosidades sociales  despiertan  en  el  pecho  de  un  verdadero  poeta  no- 
ha  de  poderle  prestar  las  tintas  trágicas  oportunas  para  hacer  dramas 
como  Juan  José  y  El  Lobo?  La  tesis  aquí  está  debajo,  empuja  al  arte 
para  que  se  manifieste  con  más  fiera  pujanza,  con  más  fuerte  since- 
ridad, con  más  hirientes  gritos,  con  realismo  más  chillón,  y  estas  cua- 
lidades, debidas  á  la  tesis,  hermosean  el  drama  y  lo  hacen  eternamen- 
te bello  en  vez  de  abatirlo  y  aplebeyarlo.  Y  si  no  dígase  qué  hay  en 
Juan  José  y  en  El  Lobo  de  antiartístico  por  ir  contra  vicios  sociales. 
El  ir  contra  ellos  los  hace,  por  el  contrario,  más  vivaces  y  que  nos' 
lleguen  más  al  alma ;  hace  que  esos  vicios  nos  puncen  la  conciencia 
como  espinas,  que  quisiéramos  arrancar  de  la  sociedad;  el  mal  cast 
inevitable  de  tantos  hermanos  nuestros  nos  lastima,  nos  llena  de  ho- 
rror y  conmiseración,  esto  es,  nos  hinche  de  los  mismos  afectos  gran- 
diosos y  saludables  de  los  cuales  henchían  á  los  griegos  sus  tragedias. 
Y  nótese  bien  que  esos  males  inevitables  son  los  mismos  que  en  la 
tragedia  griega  obraban,  mudados  tan  sólo  los  nombres,  conforme  á 
la  diferencia  de  las  civilizaciones;  y  tanto  más  trágicos  los  de  hov  que 
los  de  entonces,  cuanto  aquéllos  eran  más  inevitables  todavía  por  venir 


S.  XIX,    165».  JOAQUÍN  DICENTA  I  23 

del  hado  inconmutable,  y  los  nuestros  de  los  sociales  dictámenes  y  usos 
de  los  humanos  en  cuyas  manos  está  el  poderse  evitar  mediante  la 
justicia,  la  igualdad  social,  la  hermandad  humana  y  cristiana.  Las  san- 
deces caballerescas  y  la  prosa  de  la  vida  no  sólo  no  amenguan  la  gran- 
deza de  don  Quijote,  que  se  lanza  contra  ellas  lanza  en  ristre,  antes 
bien  la  agigantan,  y  Cervantes  es  gran  escritor  por  querer  sanar  á  la 
sociedad  burlándose  risueñamente  de  ella.  Gracián  hace  una  obra  sa- 
tírica maravillosa  solfeando  los  vicios,  Quevedo  los  apalea  de  lo  lindo; 
todos  los  grandes  satíricos  han  hecho  otro  tanto,  ya  por  lo  cómico,  ya 
por  lo  trágico;  en  suma,  por  medio  del  arte.  En  una  palabra,  el  fin  del 
artista  es  la  obra  artística,  ayudándole  cualquier  intento  que  despierte 
y  espolee  sus  facultades  creadoras  y  maleándole  cualquier  propósito 
que  las  avasalle,  esclavice,  amengüe  ó  anonade.  Añadiré,  para  descargo 
de  mi  conciencia,  que  no  aprueban  semejantes  obras  de  tesis  de  Di- 
centa  y  Galdós  algunas  almas  escrupulosas  á  quienes  cierta  educación 
de  religión  pequeña  han  aniñado,  siendo,  como  es,  tan  grande  la  reli- 
gión católica  y  yendo  ella,  como  va,  contra  las  injusticias  sociales  y 
las  mojigaterías  que  estas  obras  de  tesis  combaten.  Que  estos  escrito- 
res pasen  á  veces  de  la  raya  es  humano  é  inevitable.  Todos,  al  repro- 
cl:>ar  una  mala  costumbre,  extremamos  su  pintura,  pero  suponemos  dis- 
creción en  los  lectores.  Lo  que  no  se  puede  tolerar  es  que  los  mura- 
listas tengan  por  malas  aquellas  obras  artísticamente  bellas  tan  sólo 
porque  pintan  las  malas  costumbres  como  ellas  son.  Otra  cosa  S3ria  si 
se  alabasen  por  buenas;  pero  pintarlas  vivamente  no  es  inmoral,  como 
no  lo  es  el  que  Dios  las  permita  en  el  mundo.  Porque  si  Dios  las  per- 
mite por  otros  fines  más  elevados,  como  la  libertad  del  albedrío  hu- 
mano, e!  artista  las  pinta  por  esos  mismos  fines  y  por  el  de  la  belleza 
artística,  que  consiste  en  darnos  un  acabado  retrato  de  la  realidad. 
Andrés  González  Blanco,  Los  dramát.  esp.,  1917,  pág.  220:  "En  Juan 
José  culmina  el  romanticismo  primitivo  de  Dicenta  trasplantado  al 
problema  social;  representa  el  romanticismo  humanitarista,  redentor, 
iluminado ;  Daniel  representa  el  sindicalismo,  el  revolucionarismo 
fuerte  y  crudo,  sin  atenuantes...  Porque  hay  superpuesto  al  Dicenta 
primigenio,  brioso  y  cálido,  lleno  de  fuego,  de  pasión,  de  tumescencia 
úrica  á  veces,  de  exceso  de  retórica  no  pocas,  que  se  bosquejó  en  sus  ■ 
primeros  dramas,  singularmente  en  Loren::o  y  en  Juan  José;  un  Di- 
centa nuevo,  más  sobrio,  igualmente  encendido  en  pasión,  pero  más 
contenido,  más  entonado  con  el  ambiente  actual  y  con  las  fórmulas 
modernísimas  de  arte,  que  ha  recogido  de  la  literatura  nueva  lo  que 
ha  traído  de  depuración,  de  desmoche,  de  poda  de  la  selva  negra  y 
frondosa  de  nuestra  clásica  dramaturgia,  como  de  nuestra  lírica  tra- 
dicional... La  característica  de  Dicenta  ha  sido  siempre  lo  excesivo,  lo 
frondoso,  lo  tumescente.  Luego  ha  sido  en  muchas  ocasiones  un  impro- 
visador genial,  y  las  obras  que  se  improvisan  no  perduran...  Mas  cuando  - 
la  obra  ha  sido  concebida  frivola  y  pasajeramente,  al  azar  de  la  ful- 
guración subitánea,  en  el  hueco  de  otros  quehaceres  ó  en  los  interva- 


124  ÉPOCA   REGIONAL   Y   MODERNISTA   (1888-I907) 

los  de  tregua  de  una  vida  turbulenta  como  han  sido  creadas  la  mayor 
•parte  de  las  obras  de  Dicenta,  ¿cómo  el  autor  mismo  ha  de  reclamar 
su  derecho  á  la  inmortalidad?...  Este  reposo,  esta  serenidad  para  el 
trabajo  es  lo  que  ha  faltado  muchas  veces  á  Dicenta...  Lo  que  siempre 
quedará  en  pie  es  la  iniciativa  de  la  dramaturgia  española  en  las  vías 
sociales  por  él  efectuada  con  su  drama  Juan  José...  Dicenta  se  con- 
sideró siempre  glorioso  por  ser  el  autor  de  Juan  José  y  se  proclamó 
ufano  de  este  timbre  de  gloria.  La  popularidad,  el  aura  popular,  ese 
algo  compuesto  de  admiración  y  de  cariño  que  mueve  á  las  gentes  á 
decir  al  pasar  "¡Ahí  va  Dicenta... !",  le  rodeó  desde  la  primera  juven- 
tud. Obtuvo  del  teatro  un  hiero  superior  al  que  nadie  obtuvo  en  su 
tiempo.  Fué  mimado  por  los"  amores  de  lindas  actrices ;  amó  mucho  y 
despilfarró  el  oro  y  la  impetuosidad  de  la  juventud...  La  obra,  á  más 
de  ser  perfecta  de  técnica  teatral,  marca  una  época  en  el  teatro  español, 
señala  un  rumbo,  una  orientación  en  el  sentido  del  teatro  social  que 
liasta  entonces  no  había  sido  tanteado  en  España  y  que  ya  por  el  mun- 
do había  tenido  cultivadores  como  Hauptmann,  en  Alemania;  Shaw, 
en  Inglaterra,  y  Mirbeau,  en  Francia...  Dicenta  era  un  hombre  áspe- 
ro, de  la  cruda  entraña  del  pueblo  español,  galante  con  las  damas,  pero 
más  dado  á  las  buenas  mozas  de  barrios  bajos,  herederas  de  las  majas 
de  Goya,  que  á  las  remilgadas  marquesitas ;  experto  también  en  los 
placeres  del  vino  y  del  juego,  una  especie  de  Villón  moderno,  y  sin  la 
melancolía  de  las  baladas  monótonas  y  de  los  rondélets...  Tampoco  sim- 
patizaba con  las  ideas  melindrosas  de  los  burgueses  de  la  Restaura- 
ción... El  era  republicano  convencido...,  era  populachero,  según  decían 
ellos  con  desdén  ficticio;  estaba  hecho  para  la  galería;  no  podían,  pues, 
serle  discernidos  los  lauros  académicos...  De  Los  Irresponsables  (1891) 
á  Juan  José  (1895)   diríase   que  ha  transcurrido  medio   siglo  de  esti- 
lización, de  pulimento  del  estilo...   ¡Cómo  ha  ganado  Dicenta  en  so- 
briedad, en  verismo,  en  modernidad!...  Ahí  está  el  dramaturgo,  mo- 
derno, realista,  crudo,  fuerte,  vibrante,  preocupado  por  los  conflictos 
sociales,  dignos  hijos  de  su  época,  y  ahí  está  el  drama  enérgico,  con- 
movedor y  audaz,  como  lo  califica  con  acierto  un  hispanófilo  (E.  Me- 
rimée,  Précis  d'hist.  de  la  Httér.   esp.)...   Comienza  influenciado   por 
Echegaray,  sin  poder  ocultar  su  filiación  y  procedencia;  arranca  del 
teatro  romántico...  La  Mejor  ley  fué  piedra  de  toque;  comprendió  que 
«1  público  buscaba  otra  cosa...  y  se  decidió  á  tomar  el  rumbo  del  teatro 
con  inclinaciones  sociales.  Planeó  y  escribió  Los  Irresponsables  (1891, 
no  1892  como  dice  González  Blanco  corrigiendo  á  Merimée,  que  puso 
1890;  1S91  dice  la  nota  que  me  envió  Dicenta)...  fué,  no  de  escándalo 
en  el  público,  sino  de  estrépito  y  polémica  en  la  Prensa...;   era  obra 
de  ruido;  el  determinismo  filosófico  estaba  por  entonces  muy  en  boga; 
era  el  muerto  trágico  que  había  dejado  en  pie  el  naturalismo,  y  todo 
io  que  se  relacionase  con  los  problemas  del  libre  albedrío,  que  agitaba 
entonces  la  vigente  escuela  penalista,  el  lombrosianismo,  había  de  ser 
bien  acogido.  Sin  embargo,  el  reinado  de  esta  obra  fué  efímero;  se 


S.  XIX,  1888.  JOAQUÍN  DICENTA  123 

resentía  excesivamente  de  propósito  didáctico;  el  dramaturgo  no  puede- 
ser  un  doctrinario,  y  Dicenta  lo  fué  en  aquella  ocasión,  por  su  mal... 
Decidió  renovarse  á  toda  costa,  porque  si  no  perecería,  y  siguió  otra- 
dirección  totalmente  diversa,  pero  muy  española...  la  zarzuela...  Di- 
.centa  escribió,  en  colaboración  musical  con  Chapí  y  con  Llanos,  un. 
drama  lírico:  El  Duque  de  Gandía.  Fué  un  éxito...,  el  mismo  año 
(1894)...  Luciano.  Este  drama  era  ya  la  liberación  definitiva  del  teatro 
de  verso,  el  indicador  que  marcaba  el  rumbo  hacia  el  teatro  realista... 
Culmina  en  Juan  José,  obra  que  obtuvo  un  éxito  ruidoso,  como  no  había 
ejemplo  de  otro  desde  el  Don  Juan  Tenorio...  Fué  un  triunfo  pleno,  ab- 
soluto y  popular...  No  volvió  á  producir  Dicenta  obra  semejante;  es 
más,  Juan  José  resulta  obra  que  por  su  excesiva  luz  eclipsa  las  res- 
tantes del  autor...  Después  de  él  estrenó  Aurora,  drama  intensamente 
realista  en  que  se  siguen  las  normas  del  drama  social,  pero  sin  el  brío 
y  la  enjundia  y  la  maestría  del  gran  éxito ;  estrenó  más  tarde  Rai- 
mundo Lulio,  de  gran  emoción  por  el  argumento,  drama  lírico  en  que 
el  maestro  Villa  se  reveló.  Amor  de  artistas,  en  que  lo  fiaba  todo  á  la 
psicología,  que  no  era  su  fuerte...  No  se  acomoda  fácilmente  á  repun- 
tes y  sutilezas  psicológicas,  y  en  la  energía,  en  la  virilidad,  en  las 
escenas  violentas,  en  los  desenlaces  palpitantes,  en  los  diálogos  brus- 
cos y  entrecortados  está  su  personalidad...  El  socialismo  de  Daniel, 
frío,  calculador,  más  moderno,  sindicalista,  está  muy  bien  determinado 
con  el  desenlace  violento  y  angustioso  del  drama...;  es  la  (obra)  más 
considerable  después  de  Juan  José...  Otro  de  los  dramas  verdadera- 
mente intensos  de  Dicenta  es  Sohrevivirse...,  drama  hondo  y  moderno,, 
drama  interior..."  ídem,  Hist.  nov.,  pág.  869:  "El  violento  Dicenta, 
cantor  de  las  desdichas  plebeyas,  de  las  epopeyas  brutales  del  arroyo, 
de  las  suciedades  y  de  las  miserias  en  una  prosa  vibrante  y  fuerte,  casi 
descoyuntada,  en  una  epilepsia  rebuscada  por  el  autor." 

Obras  de  Dicenta:  El  Suicidio  de  Werther,  drama  en  verso,  Ma- 
drid, 1888;  SpoUarium,  cuentos,  1888;  La  Mejor  ley,  drama  en  verso, 
Madrid,  1889;  Honra  y  vida,  leyenda  en  un  acto  y  en  verso,  Zaragoza, 
1889;  Los  Irresponsables,  drama  en  verso,  Madrid,  1891 ;  Tinta  negra, 
cuentos,  ibid.,  1892;  Luciano,  drama  en  prosa,  ibid.,  1894;  El  Duque 
de  Gandía,  drama  lírico  en  verso,  música  de  Llanos  y  Chapí,  ibid., 
1894;  Juan  José,  drama  en  prosa,  ibid.,  1895;  De  la  batalla,  cuentos-, 
ibid.,  1896;  El  Señor  feudal,  drama  en  prosa,  ibid.,  1896:  Curro  Var- 
gas, drama  lírico  en  verso,  música  de  Chapí,  ibid.,  1898;  El  tío  Gerva- 
sio, monólogo  en  prosa,  ibid.,  1900;  La  Cortijera,  drama  lírico  en  ver- 
so, música  de  Chapí,  ibid.,  1901 ;  Crónicas,  ibid.,  1901 ;  Aurora,  drama 
en  prosa,  ibid.,  1902;  Raimundo  Lulio,  ópera,  música  de  Villa,  ibid., 
1902 ;  Raimundo  Lulio,  zarzuela  en  verso,  música  de  Villa,  ibid..  1903 ; 
De  tren  á  tren,  juguete  cómico  en  prosa,  ibid.,  1903;  ¡Pa  nú  que  nie- 
va!, comedia  en  prosa,  ibid.,  1904;  Espumas  y  plomo,  viajes,  ibid.,  1903; 
Juan  Francisco,  drama  lírico  en  verso,  música  de  Chapí,  ibid.,  1904; 
El  Místico,  traducción  de  Rusiñol,  ibid.,  1904;  La  Conversión  de  Ma~- 


ia6  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

ñara,  comedia  en  verso,  ibid.,  1905;  De  piedra  á  piedra,  impresiones 
de  viaje,  Cartagena,  1905;  Amor  de  artistas,  comedia  en  prosa,  Sevi- 
lla, 1906;  El  vals  de  las  sombras,  juguete  cómico  lirico,  música  de  Val- 
verde  (hijo),  Madrid,  1906;  Desde  los  rosales,  paisajes  montañeses, 
ibid.,  1906;  Marinera,  monólogo  en  prosa,  ibid.,  1907;  Daniel,  drama 
en  prosa,  ibid.,  1907;  Lorenzo,  comedia  en  prosa,  ibid.,  1907;  El  Cri- 
men de  ayer,  drama  en  prosa,  ibid.,  1908;  Los  Majos  de  plante,  saí- 
nete en  verso  (con  P:  Répide),  ibid.,  190S;  La  Confesión,  comedia  en 
prosa,  ibid.,  igoíS;  Los  Majos  de  plante,  saínete  lirico  en  verso  (con 
Répide),  música  de  Chapí,  ibid.,  1909;  Entre  rocas,  drama  lirico  en 
verso,  música  de  Chapí,  ibid.,  1909;  Los  Tres  maridos  burlados,  enre- 
do (con  Répide),  música  de  Lleó,  ibid.,  1909;  Por  Bretaña,  impresiones 
de  viaje,  ibid.,  1910;  Galerna,  novelas  cortas,  ibid.,  1911;  Los  Bárbaros, 
novela,  ibid.,  1912;  Del  tiempo  moco,  poesías,  ibid.,  1912;  Encarna- 
ción, novela,  ibid.,  1913;  Sobrczñvirse,  drama  en  prosa,  ibid.,  1913; 
Mares  de  España,  impresiones  de  viaje,  ibid.,  1913;  El  Lobo,  drama 
en  prosa,  ibid.,  1913;  Novelas,  París,  1913;  Novelas  cortas,  ibid.,  1914; 
De  la  vida  que  pasa,  novelas  cortas,  Madrid,  1914;  Los  de  abajo, 
cuadros  sociales,  ibid.,  1914;  Mi  Venus,  novela,  1915;  Novelas,  1915; 
El  Caudillo,  novela;  Novelas  cortas,  R-amón  Lull,  leyenda  dramática 
en  prosa;  Tulia,  tragedia;  La  Casa  quemada,  drama.  Varios  dramas 
han  sido  traducidos  á  diversos  idiomas.  Juan  José,  al  francés,  inglés, 
alemán,  portugués,  italiano,  holandés,  noruego,  danés  y  catalán.  Mu- 
jeres, obra  póst.,  1917.  Fué  redactor  de  El  Mitndo  (1887)  y  El  Resuenen 
(1891),  director  de  La  Democracia  Social  (1895),  El  País  (1897)  y  Ger- 
minal (1897  y  1903).  Firmó  á  veces  Don  Hermógenes. 

Amiches  en  carta  al  autor:  *'Mi  ideal  es  sencillo  y  humilde. 
Corresponde  á  la  modestia  de  mi  rango  literario.  Aspiro  sólo  con  mis 
saínetes  y  farsas  á  estimular  las  condiciones  generosas  del  pueblo  y 
hacerle  odiosos  los  malos  instintos.  Nada  más."  Casi  todas  sus  obras 
alcanzaron  más  de  200  representaciones.  Es  un  duelo  que  con  su  talento 
no  se  haya  siempre  mantenido  en  el  sainete  español.  No  pocas  veces 
su  diálogo  es  un  tejido  de  frases  rebuscadas;  los  caracteres,  tipos  pin- 
tados á  brocha  gorda;  los  afectos,  sentimentalismo  melodramático;  el 
tema,  vulgar  y  aun  chocarrero.  Ha  imitado  á  sus  medianos  discípulos 
y  ha  tenido  demasiada  cuenta  con  los  empresarios.  Ramón  Pérez  Aya- 
la,  Las  Máscaras,  1917.  pág.  212 :  "La  realidad  y  la  gracia  son  los  ele- 
mentos que,  sobre  todo,  avaloran  la  obra  de  los  señores  Alvarez  Quin- 
tero y  de  don  Carlos  Arniches.  En  cuanto  á  la  realidad,  me  parece  que 
son  más  densas  de  realidad  las  obras  del  señor  Arniches  que  las  de 
los  señores  Quintero.  En  cuanto  á  la  gracia,  me  parece  que  la  de  los 
señores  Quintero  es  de  más  noble  alcurnia  que  la  del  señor  Arniches." 
Al.  Larrubiera,  Vida  fantástica,  1917,  pág.  161 :  "C.  Arniches,  uno  de 
los  más  celebrados  mantenedores  del  actual  teatro  cómico,  y  leyendo 
las  obras  de  este  maestro,  hube  de  apreciar  las  condiciones  excep- 
cionales de  gracia,  travesura,  conocimiento   de  la  escena  y  del  pú- 


S.     XIX,     1888.     CARLOS    ARNICHES  1 27 

blico  que  son  precisas  para  triunfar  en  lo  que  muchos  llaman  despec- 
ti\  amenté  género  chico."  Tomás  Borras,  La  Tribuna,  10  marzo  1918: 
"Contra  la  opinión  general,  creemos  que  el  señor  Arniches  es  un  hom- 
bre muy  modesto.  El  fecundo  autor  tiene  una  aspiración  concreta  en 
■su  teatro:  hacer  reír.  Pero  hacer  reír,  sea  como  sea.  Pretende  figurar 
^n  la  lista  de  dramaturgos;  mas  no  en  la  primera  fila.  A  veces  se  re- 
monta é  infunde  valores  morales  á  sus  comedias;  esto  en  dosis  pru- 
dentes, para  no  inquietar  los  espíritus.  Después  de  una  dilatada  vida 
escénica,  encuentra  una  norma  para  su  labor  futura,  la  conjunción  de 
lo  trágico  con  lo  grotesco;  tampoco  la  aprovecha.  La  farsa,  de  alta 
alcurnia  literaria,  le  asusta  en  el  fondo  al  señor  Arniches,  y  se  con- 
creta á  una  tímida  aproximación  ¿,  ella,  haciéndose  fuerte  en  el  terreno 
del  antiguo  juguete  cómico.  Tenemos  que  protestar  una  vez  más  — va- 
namente una  vez  más —  de  la  mesura,  de  la  timidez,  en  fin,  de  la  mo- 
destia del  señor  Arniches.  El   es  el  padre   de  una  modalidad  teatral 
contemporánea.  Es  el  que  ha  dado  su  sello  á  una  época  de  la  zarzuela 
chica.  Es  el  mentor  de  los  acólitos  de  su  talento :  García  Alvarez,  Paso, 
Muñoz  Seca  (Abati  tiene,  en  mi  entender,  otra  significación).  Su  ca- 
mino se  ha  interrumpido;  para  decirlo  mejor,  el  señor  Arniches  se  ha 
parado  en  su  camino.  Su  propia  modestia  es  el  obstáculo.  Muchas  veces 
hemos  escrito  contra  el  arnichismo  de  Arniches.  Queríamos  decir  con 
ello  que.  creyentes  en  la  aptitud  y  en  la  fuerza  de  su  temperamento, 
DOS  apenaba  verle  amanerado  declarado,  imitando  á  sus  mismos  imita- 
dores, quieto  en  una  postura  lamentable.  Intentos  como  La  Señorita 
ác  Tróvele:;  no  se  han  repetido...  El  teatro  cómico  en  España  está  por 
hacer.  Con  la  base  de  un  género  tan  peculiar  y  original  como  el  saínete, 
ha  debido  desarrollarse  un  teatro  cómico  de  extraordinario  interés  ar- 
tístico y  de  fisonomía  nacional.  En  Inglaterra,  con  el  humorismo  y  la 
base  de  los  bufones  y  los  clowns,  es  muy  característica  y  muy  inglesa 
la  comicidad  de  su  literatura  dramática.  También  la  gracia  alemana 
y  su  concepto  pedantescamente,  seriamente  alegre  de  la  vida,  han  dado 
un  tipo  de  comedia  regocijada,  en  la  que  predomina,  como  es  natural 
-en  los  alemanes,  el  análisis  psicológico.  En  Italia  se  vuelven  los  ojos  al 
•divino  Goldoni,  ó  se  hace  un  tipo  de  comedia  mviy  moderna,  muy  alegre 
y  muy  ligeramente  vestida.  No  hablemos  de  Francia,  que  tiene  con  el 
vaudcville  bien  precisas  las  líneas  con  que  el  arte  dibuja  las  más  ama- 
bles sonrisas.  Prescindiendo  de  los  valores  de  mayor  calidad,  hablando 
en  general  de  la  producción  cómica,  vemos  que  en  cada  país  se  ríe 
con  arreglo  al  genio  racial  y  se  continúa  una  tradición  literaria.  Sola- 
mente aquí  donde  hay  tipos  de  literatura  que  han  podido  transformarse, 
adaptándose  al  gusto  moderno,  el  teatro  cómico,  ó  es  una  exhibición 
de  groserías  y  achulamientos,  ó  es  un  plagio  servil   de  la  producción 
francesa.  ¿  Play  un  teatro  cómico  español  ?  Tememos  que,  si  se  exceptúa 
á  los  Quintero,  no  se  puede  contestar  de  modo  afirmativo  á  la  pregun- 
ta. Carlos  Arniches,  por  su  extraordinario  talento  y  por  su  instinto 
del  teatro,  ha  podido  ser  el  precursor  de  una  época,  y  aun  de  una 


Í.i8  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

escuela  cómica  española.  Trabajando  sobre  los  elementos  que  le  pro- 
porcionaba nuestra  literatura,  hubiese  podido  enlazar  las  nobles  inven- 
ciones de  los  Narciso  Serra  y  de  los  Ricardo  de  la  Vega  con  la  musa 
del  porvenir.  Por  modestia,  sin  duda,  y  por  pereza  mental,  Arniches 
se  ha  concretado  con  hacer  reír  tan  sólo.  La  dramática  española  no 
le  deberá  más  que  una  cosa :  haber  pervertido  á  sus  émulos." 

C,  Arniches:  Casa  Editorial  (1888),  Ortografía  (1888),  EL  Fuego 
de  San  Telmo,  sainete  (1889),  La  Leyenda  del  Monje  (1890),  Los 
Aparecidos  (1892),  Las  Campanadas  (1892),  Los  Descamisados  (1893), 
El  Cabo  primero  (1895),  La  Banda  de  trompetas  (1896),  El  Santo  de 
la  hidra  (1898),  La  Fiesta  de  San  Antón  (1898),  La  Cara  de  Dios 
(1899),  El  Tío  de  Alcalá  (1901),  Doloretes  (1901),  El  Puñao  de  rosas 
(1902),  Los  Granujas  (1902),  Los  Chicos  de  la  escuela  (1903);  Los  Pi- 
caros celos  (1904),  El  Pobre  Valbuena  (1904),  Las  Estrellas  (1904),  Los 
Guapos  (1905),  El  Pollo  Tejada  (1906),  La  Noche  de  Reyes  (1906), 
Alma  de  Dios  (1907),  La  Alegría  del  batallón  (1909),  El  Método  Gó- 
rritz  (1909),  Mi  papá  (1910),  Genio  y  figura  (1910),  Gente  menuda 
(1911),  El  Amigo  Melquíades  (1914),  La  Sobrina  del  cura  (1914),  La 
Estrella  de  Olympía,  zarzuela  (1915),  El  Chico  de  las  Peñuelas,  sainete 
(1915),  La  Casa  de  Quirós,  farsa  (1915),  La  Señorita  de  Trévelez 
(1916),  Serafín  el  Pinturero  (1916,  con  Renovales),  El  Zapatero  filó- 
sofo (1916),  El  Madrid  castizo,  sainetes  rápidos,  Madrid,  1917.  La 
Venganza  de  la  Petra,  sainete  (1917),  La  Noche  de  Reyes,  zarzuela 
(1918),  El  Agua  del  Manzanares  ó  Cuando  el  rio  suena,  sainete  (1918), 
La  Mujer  artificial  (con  Abati,  19 18). 

Leop.  López  de  Sáa,  epil.  á  Benaventianas:  "En  su  inquietud  habi- 
tual (de  Cantó),  prodigando  sonrisas  y  piropos,  saludando  efusiva- 
mente, muchas  veces  sin  recordar  á  aquel  á  cuyo  saludo  corresponde, 
estrechando  manos,  vertiendo  en  la  jocunda  inagotable  conversación, 
ya  una  oportunísima  cuarteta,  ya  un  disimulado  epigrama,  ha  llegado 
á  conseguir  con  su  franqueza  un  buen  disfraz,  aun  para  sí  mismo,  tan 
hermético,  tan  perfecto,  que  nadie  conoce  jamás  las  amarguras  que 
él  duda  de  tener,  sectario  incondicional  de  un  sistemático  optimismo. 
Es,  además,  filósofo,  porque  perdona  las  majestuosas  debilidades  de 
los  que  habiendo  subido  agarrados  á  la  merced  de  su  bondad,  le  miran 
desde  el  tejadillo  de  su  soberbia  como  á  un  transeúnte  del  vivir; 
á  los  que  arrojaron  las  muletas  de  este  ingenio  al  coger  para  ellos  la 
tiara  del  pontificio  cómico,  y,  no  obstante,  Cantó,  preterido,  relegado,, 
condenado  al  ostracismo  que  dicta  la  mala  voluntad  ajena;  manchado 
en  sus  exquisiteces  por  la  pezuña  torpe  que  golpea  con  ansia  de  ca- 
ballo ciego  el  barro  de  las  calles,  es  más  autor  cómico  )'  más  poeta 
que  todos  aquellos  á  quienes  ayudó  á  subir  y  á  trepar,  no  hasta  la 
cumbre  reservada  á  las  águilas,  sino  al  tejadillo  de  que  antes  hablé, 
estación  brevísima  de  los  gorriones  y  teatro  perpetuo  de  las  marru- 
llerías gatunas.  Cantó  no  es  un  orfebre  de  la  lírica,  ni  un  cincelador 
meticuloso  de  la  palabra,  sino  un  espléndido  trovador  de  camino  real. 


s.    xrx,    1888.    CELSO    LUCIO  129 

en  cuya  lira,  rebelde,  nunca  vendida  y  siempre  sonora,  hay  perlas  de 
lucidas  frases  para  todas  las  ofrendas  de  amor,  gemas  de  doliente 
ironía  para  todos  los  dolores  ocultos  y  ricas  esmeraldas  de  un  inago- 
table humorismo.  Sus  Benaventianas  procuran  á  veces,  haciéndose 
dignas  del  preclaro  nombre  que  las  inspiró,  ser  acerbas  y  bien  edu- 
cadas, mordientes  á  la  par  que  discretas;  llaga  que  abre  su  mano  en- 
furecida tiene  á  su  alcance  para  cubrirse  el  poético  velo  azul  de  un 
elegante  disimulo;  da  una  bofetada,  y  su  sonrisa  la  trueca  en  mimo, 
y  á  lo  mejor,  entre  saetazo  y  sentencia,  os  distrae  con  un  bello  y  plá- 
cido cantar  ú  os  hiere  las  fibras  del  sentimiento  con  un  soneto  á  lo 
Enrique  Gil,  de  suave  y  tierna  melancolía.  La  musa  repentizadora  se 
manifiesta  en  él  por  explosiones  que  hacen  brillar  sus  lentes,  inflama- 
dos quizá  por  el  sol  del  genio...  Y  es  que  Cantó,  poeta  popular,  es  poeta 
á  pesar  de  sí  mismo,  á  todas  horas,  hasta  en  la  pesadez  del  sueño; 
fino,  delicado,  sin  chocarrerías,  sin  desplantes,  como  hidalgo  que  es 
de  la  palabra  y  procer  del  buen  tono." 

Gonzalo  Cantó:  C<i^a  Editorial  (con  Arniches,  1888).  La  Verdad 
desnuda  (con  ídem,  1888).  Las  Manías  (con  ídem,  1888).  Ortografía 
(con  ídem,  1888).  El  Fuego  de  San  Telmo  (con  ídem,  1889).  Las  Guar- 
dillas, saínete  (con  ídem,  I1890),  \La  Leyenda  del  monje  (con  ídem, 
1890).  Candidato  independiente,  juguete  (con  ídem,  1891).  Lxis  Cam- 
panadas (con  ídem,  1892).  Los  Mostenses  (con  ídem,  1893).  Un  no  sé 
qué  (1895).  Sobresaltos  y  saltos,  juguete  (1895).  -^^  Rompeolas  (1896). 
De  pillo  á  pillo  (1896).  De  la  corte  al  cortijo  (1896).  Floridor  (1896), 
El  Cocinero  de  S.  M.  (1897).  El  Asistente  del  coronel,  juguete 
(1898).  La  Real  mentira  (1906),  El  Maño  (1906).  El  Celoso  extreme- 
ño (con  P.  Parellada,  1908).  La  Siega  (1909).  Aqní  todos  somos  bue- 
nos (con  Enrique  Calonge,  1909).  Los  Sombreros  (1909).  La  Sere- 
nata del  pueblo  (1909).  La  Paloma  del  barrio  (191 1).  Los  Viejos  com- 
padres (1912).  Malagueñas  (1914).  La  Boda  de  la  farruca  (1914).  Un 
milagro  de  San  Antonio  (con  G.  Hernández  Mir,  1915).  La  Vara  de 
nardos,  juguete  (1915).  El  Cristo  de  la  Vega  (con  Soldevilla,  1915). 
Cleopatra,  de  espectáculo  (Buenos  Aires,  191 5).  Los  Hijos  de  Aragón, 
juguete  (con  Alvarez  Sotomayor,  Buenos  Aires  y  Madrid,  1916).  Be- 
naventianas, versos  algo  campoamorianos  (1917).  El  Armero  de  Flo- 
rencia, hermoso  drama  histór.  (con  Leop.  López  de  Sáa,  inédito). 
Cleopatra,  zarzuela  (con  Eugen.  Cullon,  1918). 

Celso  Lucio  fué  redactor  de  El  Globo  (1902),  colaborador  dé  Mo- 
drid  Cómico,  Blanco  y  Negro,  etc.  A  vista  de  pájaro  (1888).  Un  vaso 
de  agua,  juguete  (1889).  Claveles  dobles,  ídem  (1891).  Los  Puritanos, 
pasillo  (con  Arniches,  1894).  El  Juicio  del  año  (con  A.  Palomero, 
1896).  Una  estrella  (1901).  Plantas  y  flores  (1901).  Fresa  de  Aran- 
juez  (con  Mariano  Muzas,  1903).  Los  Pensionistas  (con  ídem,  1903). 
Congreso  feminista  (con  otros,  1904).  El  Palco  del  Real  (con  E.  Gar- 
cía Alvarez,  1904).  El  Premio  de  honor  (1905).  El  Nuevo  Ministerio 
(con  M.  Muzas,  1905).  El  Kilométrico  (con  ídem,  1906).  Género  chico 

TOMO  X.— 9 


I  3o  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

(Madrid,  1906).  La  Puerta  del  Sol,  revista  (con  M.  Fernández  Palo- 
mero, 1907).  La  Alano  Negra  (con  Carlos  Alien  Perkins,  1909).  Ma- 
niobras en  Carabanchel,  juguete  (con  M.  Muzas,  1911).  La  Ultima  car- 
ta. Ídem  (con  ídem,  1912).  La  Parada  ó  el  relevo  de  Palacio,  gabinete 
(con  Luis  García  Conde,  1912).  El  Médico  de  las  locas,  juguete  (1914)- 
López  Marín,  obras  teatrales:  Bordeaux,  música  de  Viaña,   1888. 
El  Juicio  de  Fuenterreal,  mus.  de  Viaña,  1889.  Los  Triunviros,  mus.  de 
Rodríguez,   1890.   Tres  tristes  trogloditas,  mus.  de  Mateos  y  Rodrí- 
guez (segunda  parte  de  los  Los  Triunviros),  1890.  Chavea,  mus,  de  Si- 
gler,  1890.  La  Sultana  de  Marruecos,  mus.  de  Viaña,  1890.  Las  Man- 
zanas del  vecino,  mus.  de  Mateos,  1890.  Los  Murciélagos,  1891.  5".  M.  el 
Duro,  mus.  de  Rodríguez,  1891.  La  Víspera  de  San  Pedro,  mus.  de 
Mateos,  1891.  Charito,  mus.  de  Valverde  (hijo),  1891.  El  Caballo  de 
Atila,  mus.  de  Mateos,   1892.  ¡Mañana  será  otro  día!,  mus.  de  Val- 
verde  (hijo),  1892.  El  Sueño  de  anoche,  mus.  de  Ruiz,  1892.  A  vuela 
fluma,  mus.  de  Ruiz,  1892.  Madrid-Colón,  mus.  de  Mateos,  1892.  Los 
Maestros  cantores,  mus.  de  Alvarez  y  Chalons,  1892.  Año  nuevo,  vida 
nueva,  mus.  de  Alvarez  y   Chalons,    1893.   Los  Abogados,    1893.   La 
Danza  macabra,  mus.   de  Ruiz,  1893.  Miss  "Hissipí",  mus.  de  Sigler 
y    Alvira,    1893.    Los    Cuentos    del    año,    mus.    de    Alvarez    y    Cha- 
lons, 1893.  El  Bello  ideal,  1893.  CrispuUn,  mus.  de  Alvarez  y  Chalons, 
1893.  Las  Hojas  del  calendario,  mus.  de  Alvarez  y  Chalons,  1894.  Los 
Africanistas,  mus.  de  Caballero,   1894.  La  Romería  del  halcón  ó  El 
Alquimista  y  las  villanas  y  desdenes  mal  fingidos,  mus.  de  Arnedo  y 
San  José,  1894.  El  Primer  amor,  1894.  Eclipse  de  luna,  mus.  de  Au- 
dran,  1894.  El  Enigma,  1895.  La  Japonesa,  mus.  de  Vidal,  1895.  La 
Boda  de  los  muñecos,  mus.  de  BiuU,  1896.  Madrid-Cómico,  mus.  de 
Brull  y  Alvarez,  1896.  ''Música  proibitá",  mus.  de  Ruiz,  1896.  La  Lu- 
gareña, mus.  de  Arnedo,   1896.  Charivari,  mus.  de  Mateos,   1896.  El 
Fraile  descalzo,  1896.  ¡Simón  es  un  lila!,  mus.  de  Arnedo,   1897.  El 
Tío  Pepe,  mus.  de  Mateos,  1897.  -^^  Mentidero,  mus.  de  Mateos,  1897. 
Las  de  Farandul,  mus.  de  Lleó,  1898.  La  Mancha  de  la  mora,  mus.  de 
Audran,  1899.  Venus-Salón,  mus.  de  Calleja  y  Lleó,  1899.  El  balido  del 
zulú,  mus.  de  Arnedo,  1900.  Condición  humana,  1901.  La  Dolara,  1901 
(con  J.  J.  Cadenas).  Juan  y  Manuela,  mus.  de  Arnedo.  1902.  Copito  de 
nieve,  mus.  de  Calleja  y  Lleó,  1903  (con  M.  Lastra).  El  Picaro  mundo, 
mus.  de  Caballero  y  Lüeó,  1903  (con  E.  García  Alvarez).  Eden-Club, 
mus.  de  Calleja  y  Lleó,   1903.   Vida  galante,  mus.  de  Calleja,    1903. 
¡Lagarto!,  ¡Lagarto!,   1903.  La  Condesa  X,   1903.  La  Niña  bonitct^ 
1904.  El  Secreto  de  la  esfinge,  1904.  El  Torbellino,  1904.  (con  F.  Mo- 
rano).  Music-Hall,  mus.  de  Calleja  y  Lleó,  1905.  El  Estuche  de  mo- 
nerías, mus.  de  Valverde  (hijo),  1905.  El  Caballo  de  batalla,  mus.  de 
Arnedo,  1905.  Mar  de  fondo,  mus.  de  Alvira,  1905  (con  F.  Morano), 
Macbeth  (de  Shakespeare).  Los  Hijos  del  Sol,  mus.  de  Alvira,  1906. 
Los  Campos  Elíseos,  mus.  de  Nieto  y  Alvira,  1906  (con  M.  Pérez  Ca- 
brero). Venus-Kursaal,  mus.  de  Calleja  y  Lleó,  1906  (con  F.  Limen- 


S.    XIX,    1888.    WENCESLAO    E.    RETAXA  13I 

doux).  El  Paraíso  de  Mahoma,  mus.  de  Alvira  y  Pacheco,  1907.  ¡Echa 
the!,  1907.  ¡Pido  la  palabra!,  1908.  La  Sombra  del  manzanillo,  miis.  de 
Mateos,  1908.  Sábado  blanco,  mus.  de  Chapí,  1908.  Roberto  el  "diá- 
"volo",  1908.  ¡El  Diablo  son  los  chiquillos!,  entremés,  mus.  de  Mon- 
tenegro, 1909.  El  Terror  de  las  mujeres,  1909.  El  Jardín  de  los  amo- 
res, mus.  de  Montenegro,  1909.  Los  Pájaros  de  la  calle,  1910.  La  Mu- 
ñequita  sabia,  1910.  El  Cuento  del  tren,  1910.  ¡Al  fin,  solos!,  mus.  de 
Montenegro,  191 1.  El  Vals  de  los  besos,  mus.  de  Lleó,  1911.  El  Santo 
de  l-as  niñas,  mus.  de  Montenegro,  191 1.  La  de  los  ojos  de  cielo,  191 1. 
Comicomama,  entremés,  1911.  El  Tío  de  los  chalecos,  1911.  El  Gato 
rubio,  mus.  de  Montenegro,  1912.  Marido  modelo,  1912  (con  E.  Car- 
bailes).  En  Sevilla  está  el  amor,  mus.  de  Rossini,  1912.  La  Duda  sa- 
tisfecha, 1912.  La  Escena  del  sofá,  1912.  La  Perdición  de  los  hombres, 
1913.  El  Tío  de  los  clmlecos,  1913.  El  Polichinela,  1913.  La  Reina  de 
las  palomas,  1914.  La  Dama  del  velo  azul,  1914.  Diez  minutos  de  pa- 
lique, monólogo,  1915.  Los  Fosforitas,  entremés,  1916.  Publicó  ade- 
más: ¡Anda,  la  ópera!,  repertorio  de  argumentos,  prólogo  de  Jacinto 
Benavente.  Madrid,  191 1.  Cuplés  y  canciones,  prólogo  de  Sinesio  Del- 
gado. Ibid.  191 1.  Álbum  de  la  ópera  ''Margarita  la  Tornera^'.  Para 
damas  y  galanes,  monólogos  {Los  Brindis,  Elogio  de  la  mujer.  Las 
Conveniencias  sociales.  La  Palabra),  Santiago  de  Chile,  1916;  Ma- 
drid, 1918.  El  Hombre  del  farolito.  La  Educando,  ídem,  ibid.,  1916. 

22.  Año  1888.  Wenceslao  Emilio  Retana  y  Gamboa 
(n.  1862-),  de  Boadilla  del  Monte  (Madrid),  estudió  para  inge- 
niero, y  sin  acabar  pasó  á  Filipinas  (1884),  donde  estuvo  seis 
años,  volviendo  (1890)  á  Madrid;  fué  diputado  (1896),  go- 
bernador de  Huesca  y  Teruel  é  inspector  general  de  policía  en 
Barcelona  (1911-118).  Es  el  primer  filipinlista,  digamos,  o  in- 
vestigador de  cuanto  á  Filipinas  atañe,  alabado  por  propios  y 
extraños.  Su  mejor  obra,  que  lo  fué  de  toda  su  vida,  es  el 
Aparato  bibliográfico  de  la  Historia  general  de  Filipinas  (1906). 
Muéstrase,  además,  veraz,  gran  crítico  y  patético  historiador 
en  la  Vida  y  escritos  del  Dr.  José  Rizal  (1907).  Pero  su  obra 
artistica  mejor  es  la  novela  La  Tristeza  errante  (1903),  que 
en  la  observación  y  desmenuzamiento  sutil  del  alma  femenina 
acaso  sea  la  más  honda  que  se  ha  escrito  en  España,  y  en  la 
fiel  realidad,  en  lo  certero  de  la  sátira,  reciura  de  pasión,  va- 
lentía de  pincel,  puede  parangonarse  con  las  mejores.  Algunas 
de  las  ideas  principales  que  el  autor  parece  sustentar  fueron 
fruto  del  descorazonado  abatimiento  que  los  sucesos  de  1898 
trajeron  al  ánimo  de  no  pocos  escritores;  hoy  no  las  sustentaría 


I  32  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

con  tan  amargo  desengaño.  De  todas  suertes,  cuanto  al  arte  de 
novelar  su  autor  muéstrase  en  ella  ser  de  los  mejores  que  te- 
nemos en  España. 

Alejandro  Larrubiera  y  Crespo  (n.  1869-),  madrileño, 
por  seud.  Juan  Saínete,  como  novelista  y  autor  dramático  ha 
sido  escritor  muy  -fecundo ;  nada  exquisito,  pero  tampoco  re- 
buscado ni  efectista;  sincero  y  llano.  En  prosa  digna,  ligera, 
suelta  y  castiza  ha  pintado  generalmente  la  clase  media  con 
fidelidad  y  agrado.  Xo  se  encumbra,  pero  tampoco  se  despeña. 
Es  de  los  de  segundo  orden  en  el  género  chico,  habiendo  estre- 
nado zarzuelas  y  saínetes,  siempre  con  otros;  generalmente, 
con  Antonio  Casero. 

Carlos  M.^  Ocantos  (n.  1860-),  de  Buenos  Aires,  diplo- 
mático desde  1884,  estuvo  diez  y  nueve  años  en  ]\Iadrid  como 
secretario  de  Legación  y  hoy  es  ministro  en  Dinamarca  y  No- 
ruega. A  los  catorce  de  su  edad  publicó  una  novela  román- 
tica :  pero  en  España  cultivó  la  novela  reahsta  y  fué  el  pri- 
mero que  la  llevó  a  América,  siendo  alli  de  los  más  celebrados 
y  acaso  el  mejor  de  los  novelistas  argentinos,  por  la  naturali- 
dad, el  realismo,  la  soltura  del  habla  familiar  y  castiza  regio- 
nal, y  la  \\\2l  escenografía  con  que  pinta  lugares  y  costumbres, 
a  veces  demasiado  al  menudeo  y  charlando  prolijamente;  pero 
siempre  con  tal  poder  de  imaginación  que  no  se  despintan  es- 
cenas  ni  personajes.  Pertenece  a  la  escuela  galdosiana,  sobre- 
saliendo, más  que  nada,  en  el  habla  viva  familiar,  aunque  no 
distinga  del  todo  bien  las  propias  maneras  de  expresarse  cada 
personaje.  Siguió  a  Balzac  y  Galdós  en  novelar  personajes 
emparentados. 

Carlos  Reyles  (n.  1868-X  rico  hacendado  o  estanciero  de 
Montevideo,  vivió  algún  tiempo  en  España,  hasta  pegársele 
un  dejo  andaluz  bastante  señalado  en  lenguaje  y  estilo.  Pu- 
blicó su  primera  novela  Por  la  Z'ida  en  1888,  que  a  la  vez 
fué  el  primer  ensayo  naturalista  hecho  en  el  Uruguay  y  que 
escandalizó;  volvió  a  la  carga  en  1894  con  Beba,  y  esta  vez, 
como  el  aguilucho  se  había  convertido  en  águila,  triunfó  por 
la  valentía,  la  verdad,  el  carácter  y  por  la  pureza  y  elegancia 
de  lenguaje.  Aunque  siempre,  como  buen  naturalista,  tenga  no 
poco  de  Zola,  es  una  de  las  mejores  novelas  americanas.  Juntaba 


X 


/ 


WENCESLAO  RETANA 


S.  XIX,  1888.  CARLOS  REYLES  133 

al  pincel  descriptivo  americano  no  sólo  el  realismo  de  la  moder- 
na novela,  sino  además  la  castidad  del  habla  castellana,  tan  que- 
rida en  Montevideo  y  aprendida  por  él  en  España.  Si  hubiera 
hecho  allí  lo  que  acá  Pereda,  Galdós  y  Palacio  Valdés,  sacan- 
do del  francés  naturalismo  el  tradicional  realismo  castellano, 
pintando  la  vida  tal  cual  es  en  América,  sin  ceñirse,  como  Zola, 
a  las  heces  sociales,  a  lo  maloliente,  feo  y  grosero,  y  no  exa- 
gerando pasiones  y  situaciones,  con  no  pocas  inverisimilitudes, 
con  el  pésimo  fin  de  amontonar  documentos  experimentales 
para  la  ciencia  y  en  desdoro  del  arte,  y  de  los  cuales  ni  arte  ni 
ciencia  se  aprovechan,  no  merecería  Reyles  más  que  cumplidas 
alabanzas  y  sería  de  los  más  excelsos  novelistas.  Por  desgracia, 
dejóse  llevar  de  la  moda,  que  maleó  no  poco  sus  grandes  dotes 
novelísticas.  Publicó  después  Academias^  Montevideo  (s.  a.), 
(desde  1896),  novelas  cortas,  de  tipos  tomados  del  natural, 
de  hecho  tan  exagerados  y  aún  más  que  en  las  novelas  ante- 
riores, a  pesar  de  lo  vivo,  apasionado,  colorista  y  sentimental, 
que  en  todo  raya  hasta  la  demasía.  Tales  son  Primitivo  (Mon- 
tevideo, 1896),  El  Extraño  (Madrid,  1897),  Y  ^^  Sueño  de 
rapiña.  Después  publicó  la  novela  psicológica  La  Raza  de  Caín 
(1900),  recuerdo  del  Manfredo  byroniano,  donde  los  personajes 
son  todavía  más  anormales,  sin  fuerza  de  voluntad  y  nada 
amables,  según  hoy  suelen  pintarlos  los  más  de  nuestros  nove- 
listas. La  Muerte  del  cisne,  que  luego  publicó  (191 1),  glorifica 
el  triunfo  de  la  fuerza  y  de  la  riqueza,  conforme  a  la  valida 
doctrina  de  Nietzsche,  en  que  se  niega  toda  moral  firme  y 
eterna,  en  que  el  viejo  panteísmo  se  alza  sobre  el  Evangelio  y 
la  fuerza  bruta  sobre  la  justicia  divina.  Grande  erudición,  es- 
tilo robusto,  numeroso,  suelto,  vibrante;  habla  limpia,  propia  y 
armoniosa;  proporción  ordenada  en  la  estructura  de  las  partes 
y  del  todo  de  la  composición;  lenguaje  apropiado  y  correcto; 
personajes  vivos,  reales;  tales  son  las  buenas  notas  de  este  no- 
velista. Las  no  tanto  redúcense  al  determinismo  y  a  la  exage- 
ración zolesca  en  todo.  En  El  Terruño  (19 16),  con  prólogo  de 
Rodó,  a  pesar  de  ser  obra  de  tesis,  lo  cual  amengua  su  valor, 
mostróse  mejor  encaminado,  más  sobrio  en  el  escribir  por  ras- 
gos típicos  y  precisos  y  aun  por  la  evocación  del  ambiente  me- 
diante una  frase,  una  menudencia;  más  hondo  en  el  desentra- 


1 34  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

ñar  las  almas,  distinguiéndolas  por  rasgos  muy  personales; 
sobre  todo  más  empapado  en  el  espíritu  nacional,  más  allegado 
al  terruño.  En  Diálogos  Olímpicos  hace  gala  de  sus  no  cortos 
conocimientos  de  la  mitología  griega,  de  sus  aficiones  a  la 
filosofía  novísima  y  de  su  rotundo  y  elegante  lenguaje. 

AxToxio  ZozAYA  You  (n.  1 859-),  de  Madrid,  por  seudó- 
nimo C.  Ch.  F.  Schiiler,  periodista  notable,  escribió  en  La  Van- 
guardia (1S97),  ^^  Soberanía  del  Pueblo  (1897),  La  Justicia 
(1899),  La  Ilustr.  Esp.,  El  Liberal  (desde  1902),  La  Lucha 
(1904).  Escritor  y  novelista  muy  culto  y  ameno,  de  ideas  edu- 
cadoras, con  toques  filosóficos  y  de  estilo  fuertemente  ex- 
presivo. 

Mercedes  Cabello  de  Carbonero,  la  primera  y  mejor 
novelista  peruana,  de  gran  talento  y  de  reputación  escandalosa, 
merced,  en  parte,  a  las  costumbres  levíticas,  asustadizas  y  al- 
gún tanto  farisaicas  de  Lima.  De  natural  hombruno,  quiso 
llevar  al  Perú  el  estilo  y  manera  naturalista  de  Zola,  mezclan- 
do todas  las  heces  con  las  angelicales  exageraciones  románticas 
respecto  de  la  mujer,  añadiendo  discusiones  sociológicas,  reli- 
giosas y  médicas.  Con  no  pocos  baques,  es,  sin  embargo,  Blan- 
ca Sol  la  mejor,  acaso,  de  las  novelas  escritas  en  el  Perú.  Tam- 
bién escribió  de  crítica  con  criterio  decididamente  irreligioso. 

23.  La  novela  de  Retana  tiene  el  mismo  intento  de  satirizar  la 
dase  aristocrática  que  Pequeneces,  del  padre  Coloma;  pero,  adema», 
encierra  un  estudio  acabado  del  amor  y  de  la  psicología  amorosa  tanto 
en  el  hombre  como  en  la  mujer,  en  ésta  sobre  todo,  que  le  comunica 
un  valor  ideológico,  satírico  y  artístico  de  muchos  más  quilates  que 
1;^  tan  ensalzada  del  padre  jesuíta.  Cada  vez  se  lee  más  la  de  Retana 
y  menos  la  del  padre.  Extraño  parece  que  González  Blanco  no  la  men- 
cionara en  su  obra  sobre  los  novelistas  contemporáneos.  En  carta  al 
autor  (7  marzo  1918)  :  ''Su  Historia,  (de  la  Liter.  Cast.)  tiene  un  fondo 
político  que  aplaudo  sin  reservas.  Acaso  años  atrás  habría  tenido  algu- 
nas ;  hoy,  después  de  siete  años  en  un  ambiente  tan  poco  español  como 
el  barcelonés,  mi  castellanismo  ha  tenido  necesariamente  que  exaltarse, 
y,  debido  á  esto,  me  parece  santo  que  usted  elogie  á  los  autores  — dentro 
de  la  categoría  de  los  buenos — ,  tanto  más  cuanto  más  neto  es  el  cuño  es- 
pañol de  sus  producciones.  Si  como  político  y  filósofo  he  cerdeado,  in- 
fluido por  el  desastre  del  98  y  otras  razones  de  orden  íntimo,  como 
escritor  he  sido  siempre  amante  y  defensor  de  lo  castizo,  y  así,  en 
ninguno  de  mis  escritos  se  percibe,  creo,  la  menor  influencia  extran- 


S.    XIX,    1888.    WENCESLAO    E.    RETANA  1 35 

jera,  sin  que  esto  quiera  decir  que  no  admire  la  fuerza  sobrepujante 
de  algunos  novelistas  franceses,  sobre  todo  Balzac,  Flaubert,  Zola  y 
Daudet.  Desde  el  punto  de  vista  técnico  no  hay  nada,  á  mi  juicio,  su- 
perior á  Madame  Bovary,  del  maravilloso   Flaubert.  De  las  novelas 
españolas  contemporáneas  las  que  más  me  satisfacen  son  La  Hermana 
de  San  Sulpicio  y  La  Regenta.  Por  los  años  de  1907  á  1909  hice  unsí 
campaña   muy   intensa  y   comentada   en   la   Prensa  filipina   contra   el 
preciosismo,  el  rubcndarismo,  etc.,  y,  gracias  á  ella,  aquellos  literatos 
chirles  se  curaron  algo  de  su  afrancesamiento  americanizado;   pero 
creo  que  han  vuelto  á  las  andadas,  porque  ya  — callado  yo —  no  tienen 
aquellos  periódicos  quien  les  pegue,  á  lo  menos  con  la  dureza  que  yo  les 
pegaba."  Manuel  Bueno,  La  Corresp.  de  Esp.  (3  sept.  1903) :  "Retana 
tiene  talento,  instinto  del  natural  y  probidad  para  narrar.  Lo  que  descri- 
be procede  de  su  experiencia  personal.  La  Tristeza  errante  es  un  libro 
inolvidable,  porque  nos  habla  de  los  sentimienttos  familiares  é  indes- 
tructibles: el  amor  y  la  melancolía,"  Luis  ^L  López  AUué,  El  Diario 
de  Huesca  (20  jun.  1903) :  "En  las  páginas  de  su  libro  palpita  la  rea- 
lidad y  la  vida  con  el  fuego  y  el  entusiasmo  de  quien  la  siente  y  sabe 
hacerla  resurgir  con  llamaradas  de  intensa  pasión ;  y  como  fiel  secta- 
rio de  una  escuela  amante  de  la  luz,  para  que  nada  quede  esfumado 
en  el  fondo  del  lienzo,  no  quiere  ni  sabe  ocultar  el  vicio  con  velos  de 
hipocresía...   Retana,  como  anatómico  y  psicólogo  en  una  pieza,  pre- 
senta al  descubierto  el  cáncer  de  las  pasiones."  Pardo  Bazán,  en  He- 
lios, t.  III,  pág,  267:  ''Retana  estudia  la  pasión  (en  La  Trist.  errante), 
pero  es  á  la  vez  vm  satírico  despiadado  de  las  costumbres  de  la  alta 
sociedad,  que  describe  reunida  en  una  estación  balnearia.  El  cuadro 
es  sombrío,  tal  vez  exageradamente,  y  hay  en  su  libro,  amén  de  mu- 
cho talento,  algo  de  violento  y  amargo  que  fuerza  la  atención  y  no 
permite  que  pasen  inadvertidos,  en  esta  época  de  excesiva  producción 
novelesca,  ni  el  autor  ni  la  obra."  Menéndez  y  Pelayo,  en  carta  par- 
ticular: "La  biografía  de  Rizal,  admirablemente  documentada  y  llena 
de  datos  de  la  mayor  importancia  para  la  historia  de  nuestro  desastre 
colonial...  Como  el  libro  está  escrito  con  absoluta  veracidad  y  enorme 
copia  de  datos  de  toda  procedencia,  pueden  sacar  provecho  de  él  aun 
los  que  no  estén  conformes  con  todos  los  juicios  del  biógrafo.  Tal  es 
la  ventaja  de  los  libros  de  historia  cuando  se  hacen  á  conciencia  y  con 
desinterés  científico.  Felicito  á  usted  cordialmente  por  el  nuevo  libro 
que  ha  añadido  á  su  riquísima  serie  filipina."  Destinado  á  Barcelona 
á  principios  de  191 1  con  el  penoso  cargo  de  inspector  general  de  Poli- 
cía, interrumpió  entonces  su  fecunda  labor.  En  la  Ciudad  Condal  nada 
pudo  escribir,  fuera  del  prólogo  á  su  obra  Orígenes  de  la  imprenta  en 
Filipinas,  Madrid,  191 1,  que  en  dicho  año  le  fué  premiada  con  i.ooo 
pesos  en  Manila  en  certamen  internacional.  Es  un  estudio  en  el  que 
deja  agotada  la  materia.  Vuelto  á  Madrid  en  1918,  vuelve  á  reanudar 
las  aficiones  de  toda  su  vida,  y  prepara  para  darlas  á  la  estampa  no 
pocas  obras,  cuyos  materiales  ha  ido  agavillando  á  lo  largo  de  su  vida 


136  ÉPOCA  REGIONAL   Y   MODERNISTA   (1888-I907) 

de  escritor.  Tiene  casi  acabadas  las  siguientes:  Bibliografía  de  las 
lenguas  indígenas  de  Filipinas^  La  Nobleza  española  en  Filipinas,  El 
Amor  en  la  Minerva  histórica  de  Filipinas,  un  Diccionario  general 
biográfico  de  filipinos,  Estudios  sobre  la  literatura  castellana  contem- 
poránea en  aquellas  islas  y  una  Colección  de  fuentes  históricas  relati- 
vas á  dicho  país.  Pero,  sin  duda,  la  más  curiosa,  por  su  novedad  y  por 
el  arduo  empeño  que- supone,  será  el  Diccionario  criptográfico  caste- 
llano (palabras  feas),  el  cual  consta  de  más  de  3.000  voces,  todas  ilus- 
tradas con  dos  y  hasta  tres  fuentes  de  autoridad.  Fué  director  de  la 
Política  de  España  en  Filipinas,  1896. 

Obras  principales  de  Retana.  El  Judio  Batangiieño,  Manila,  1888. 
Transformismo,  diálogos  con  un  vago,  1888.  Frailes  y  clérigos,  Ma- 
drid, 1890.  Apuntes  para  la  Historia,  1890.  Sinapismos,  1890.  La  Polí- 
tica de  España  en  Filipinas,  revista,  1891-98.  Cuestiones  filipinas,  1892. 
Cosas  de  allá,  cuentos,  1893.  Estadismo  de  las  islas  Filipinas,  por  fray 
Joaquín  Martínez  de  Ziiñiga,  publicado  por  pHmcra  vez,  1893,  dos  vols. 
Bibliografía  de  Mindanao,  1894.  Un  libro  de  Aniterías,  1894.  Archivo 
del  bibliófilo  filipino,  1895-1905.  El  Periodismo  filipino,  1895.  Los 
antiguos  alfabetos  de  Filipinas,  1895.  Fiestas  de  toros  en  Filipincs, 
1896.  Mando  del  general  Weyler  en  Filipinas,  1896.  Historia  de  Min- 
danao y  Joló  por  el  padre  Francisco  Combés,  1897.  Catálogo  abreviado 
de  la  Biblioteca  filipina  de  W.  E.  Retana,  1898.  Lxi  Imprenta  en  Fili- 
pinas, 1899.  La  Tristeza  errante,  novela,  1903,  1916,  1918.  Catálogo... 
de  la  Biblioteca  filipina...  por  P.  Vindel,  1904-05,  tres  vols.  Aparato 
bibliográfico  de  la  historia  general  de  Filipinas,  1906,  tres  vols.  Vida 
y  escritos  del  doctor  José  Rizal,  1907.  El  Filibusterismo,  novela  de 
Rizal,  1908.  Tablas  cronológica  y  alfabética  de  imprentas  é  impreso- 
res de  Filipinas,  1908.  De  la  evolución  de  la  literatura  castellana  en 
Filipinas,  1909.  Sucesos  de  las  islas  Filipinas  por  el  doctor  Antonio 
de  Morga,  1909.  Noticias  histórico-bibliográficas  del  teatro  en  Filipi- 
nas, 1910.  Orígenes  de  In  Imprenta  en  Filipinas,  1911.  En  Esp.  Mod.: 
La  Iglesia  f Alpina  independiente  (1909,  febr.).  La  Inquisición  en  Fi- 
lipinas (1910,  feb.).  El  i.°  de  marzo  de  1888  en  Manila  (1910,  juL). 
Consúltese:  Epifanio  de  los  Santos  Cristóbal,  W.  E.  Retana,  Madrid, 
1909. 

Larrubiera  se  dio  á  conocer  en  La  Caricatura  (1887),  después  es- 
cribió en  La  Patria,  La  Correspondencia  Militar,  El  Popular,  Revista 
Cómica,  Ilustración  Madrileña,  Ilustración  Artística,  Don  Quijote, 
Madrid  Alegre,  España,  El  Mundo  de  los  Niños,  La  Risa,  El  Resu- 
men, Los  Madriles,  Fra  Diavolo,  El  Curioso  Parlante,  La  Comedia 
Humana,  Madrid  Cómico,  La  Edad  Dichosa,  La  Lidia,  La  Gran  Vía, 
Barcelona  Cómica,  Blanco  y  Negro,  El  Gato  Negro,  Plum^  y  Lápiz, 
Vida  Galan.r,  El  Noroeste  de  Gijón  (1903),  Diario  de  la  Marina  (1903), 
Sancho  Par^a,  como  director.  En  carta  particular  al  autor:  "En  los 
muchos  miles  de  cuartillas  que  he  emborronado  procuré  siempre  ser 
sincero  por  creer  que  la  sinceridad,  aparte  constituir  la  originalidad, 


S.     XIX,     1888.    ALEJANDRO    LARRUBIERA  1 87 

según  Carlyle,  produce  en  los  lectores  emoción  idéntica  á  la  que  se 
ajoderó  del  autor  impulsándole  á  escribir  su  obra.  Hijo  de  mi  tiempo, 
traté  de  copiar  lo  que  en  torno  mío  impresionó  mis  ojos  ó  mi  corazón, 
y  hallé  caudal  inagotable  para  trazar  cuentos,  novelas,  crónicas  y  obras 
teatrales  en  los  ambientes  madrileño  y  montañés.  Oriundo  de  este  her- 
moso país,  cuya  dulce  melancolía  se  adueña  del  espíritu,  y  nacido  en 
Madrid  — la  noble  y  señorial  villa — ,  puse  en  aquella  región  y  en  esta 
ciudad  todos  mis  amores.  Criado  entre  montañeses  y  conviviendo  en 
la  capital  de  España  con  los  humildes,  la  gente  del  pueblo,  tan  arris- 
cada, y  la  de  la  clase  media,  tan  sufrida,  intenté  retratar  á  los  de  la 
aldea  y  á  los  de  la  corte  tal  como  se  producen  en  los  diversos  aspectos 
de  su  vario  vivir.  El  intento  y  la  voluntad  han  sido  inmejorables;  ¡  ojalá 
pudiera  decirse  lo  mismo  del  resultado !  Por  consecuencia,  mis  gustos 
■é  inclinación  me  han  llevado  á  ser  un  modestísimo  soldado  de  fila  en 
la  gloriosa  hueste  del  realismo  literario...,  sin  perjuicio  de  ser  tam- 
bién un  tanto  sentimental  y  romántico.  ¡  Todo  hay  que  decirlo !  Pero 
mi  realismo  ha  rehuido  tenazmente  lo  que  por  afán  de  notoriedad  ú 
originalidad  mal  entendida  tocara  en  extravagante  ó  pudiera  ofen- 
der, repugnar  ó  sobresaltar  al  lector;  más  bien  he  pretendido  ins- 
pirarle apacible  emoción  y  no  crispar  sus  nervios;  que  asomen  á  sus 
ojos  lágrimas  consoladoras  y  no  vislumbres  de  cólera  ó  de  horror; 
que  al  referirle  las  vidas  ajenas  — en  su  inmensa  mayoría  de  sacrifi- 
cio y  de  abnegación,  que  corren  mansa  y  calladamente  por  los  cauces 
más  sombríos  é  ignorados — ,  sienta  conmovida  su  alma  como  se  con- 
movió la  mía  al  trasladarlas  al  papel.  A  ratos,  cual  chiquillo  de  la  es- 
cuela en  día  de  asueto,  que,  loco  de  contento,  trota  á  su  albedrío  por 
los  floridos  campos,  el  espíritu  vagabundea  por  los  de  la  maravilla  que 
forja  la  imaginación.  Y  en  estos  ratos  mi  pluma  se  ha  deleitado  dis- 
curriendo por  el  mundo  que  habitan  magos,  hadas  y  princesas  de  en- 
sueño. ¡  Es  tan  hermoso  asomarse  de  vez  en  cuando  á  estas  ventanas 
que  se  abren  al  ideal  y  apartar  la  mirada  de  la  tierra  dura,  gris,  ingra- 
ta, donde  se  lucha  y  se  padece  de  continuo  para  fijarla  en  el  cielo !" 

Ramón  María  Tenreiro,  en  La  Lectura,  mayo  1914:  "Nuestras 
novelas  de  hoy :  visión  amarga,  negra,  desolada  del  mundo  y  de  sus 
gentes;  muecas  de  glacial  desdén,  violentos  clamores  desesperados, 
cuando  no  baja  complacencia  en  las  ruindades  y  miserias  del  rey  de 
la  creación.  Estos  registros  son  por  completo  ajenos  al  arte  sano  y  op- 
timista de  Larrubiera,  y  por  los  antípodas  de  todo  ello  anda  este  lin- 
dísimo relato  {Margara),  verdadera  obra  maestra,  en  su  género,  toni- 
ficante, fresco  y  perfumado,  como  las  praderas  y  cajigales  de  la  recia 
tierra  que  en  la  narración  es  evocada.  Así  leemos  este  libro  con  tan 
sincero  encanto,  sintiendo  cómo  se  nos  va  llenando  el  alma  de  una 
dulce  emoción,  en  que  se  mezclan  la  sonrisa  y  las  lágrimas.  Totalmente 
íuera  de  la  sensibilidad  artística  del  día,  desengañada,  cínica,  está  la 
inspiración  de  que  nació  esta  obra,  y  por  ello  es  tanto  más  agradable 
nuestra  sorpresa  al  encontrar  en  un  escrito  de  hoy  unas  impresiones 


l38  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

saturables  y  vivificadoras,  opuestas  al  reseco  escepticismo  al  uso... 
Como  afortunado  discípulo  de  aquel  alto  ingenio  (de  Pereda),  mere- 
cedor de  sentarse  en  sitial  inmediato  al  del  maestro,  revélasenos  La- 
rrubiera  en  esta  obra.  Dignos  de  las  mejores  narraciones  montañesas 
de  Pereda  son  los  cuadros  de  paisaje  que  sabe  trazar  nuestro  autor; 
su  estudio  paciente  del  lenguaje  aldeano;  los  animados  retratos  de 
personajes  rurales  tan  llenos  de  vida  como  ti  Rámila,  ti  Nubladuco  ó 
ti  Talegón;  la  auténtica  observación  del  espíritu  colectivo  de  la  aldea 
que  en  los  episodios  de  la  novela  se  advierte...  con  un  par  de  atra- 
yentes  personajes  de  un  romanticismo  ingenuo  y  juvenil,  con  un  asun- 
to novelesco  mucho  menos  ceñido  á  los  pobres  datos  que  la  uniforme 
realidad  ofrece...  Quien  conserve  un  gusto  literario  no  estragado  por 
los  platos  fuertes  que  devoramos  ahora  y  se  complazca  oreando  su 
espíritu  en  un  ambiente  de  honradas  y  limpias  emociones,  acuda  á 
este  idílico  huerto  campesino  donde  crecen  los  frutos  de  una  concep- 
ción bondadosa  y  consoladora  de  la  vida  del  hombre,  cultivados  con 
un  arte  perfecto." 

Al.  Larrubiera :  El  Crimen  de  un  avaro,  novela,  ]\Iadrid,  1888.  Pin- 
tapoco,  ibid.,  1890.  Mimosa,  ibid.,  Barcelona,  1894.  Cuentos,  Madrid, 
1896.  Camino  del  pecado,  novela,  ibid.,  1896.  Historias  madrileñas, 
cuentos,  Valencia,  1897.  La  Virgencita,  novela,  Barcelona,  1899.  El 
Dulce  enemigo,  cuentos,  Madrid,  1904.  Fuera  de  combate,  novela, 
ibid.,  1906.  Margara,  ibid.,  1906.  La  Conquista  del  jándalo,  1907.  No 
nos  dejes  caer  en  la  tentación,  1909.  Historia  de  un  hombre  formal, 
1910.  Tía  Paz,  1910.  El  Hombre  que  vivió  dos  veces,  1911.  Historias 
y  cuentos,  1912.  Del  barrio  de  la  manolería,  novela,  1912.  Hombres  y 
mujeres,  cuentos,  1913.  Noche  de  juerga,  novela,  1913.  Sti  Excelencia 
se  divierte,  1914.  El  Pecado  de  Eva,  1915.  Vida  fantástica,  novela, 
1917.  Para  el  teatro:  Uno  y  repique,  saínete  (con  E.  Sáenz  Hérmua 
(Mecachis),  1890.  La  Ch<ih:quera,  juguete  (con  Joaquín  Valverde), 
1985.  La  Gente  del  pueblo,  humorada  (con  A.  Casero).  1896.  La  Gente 
alegre,  id.  (con  Casero  y  Villergas),  1897.  Los  Chicos,  saínete  (con 
Mecachis),  1897.  Los  Botijistas,  id.  (con  A.  Casero),  1897.  El  Querer 
de  la  Pepa,  id.  (con  id.),  1899.  El  Sábado  de  Gloria,  id.  (con  id.),  1900. 
La  Celosa,  id.  (con  id.),  1900.  El  Dios  Éxito,  id.  (con  id.),  1901.  La 
Procesión  del  Corpus,  id.  (con  id.),  1902.  Los  Charros,  zarzuela  (con 
ídem),  1902.  Feúcha,  parodia  de  Mariúcha  (con  id.),  1903.  ...y  no  es 
noche  de  dormir,  sainete,  (con  id.),  1904.  La  Regadera,  entremés  (con 
ídem),  1908.  El  Merendero  de  la  Alegría,  id.  (con  id),  1908.  Los  Hol- 
gazanes, sainete  (con  id.),  1910.  Música  popular,  id.  (con  id.),  191 1. 
Las  Mocitas  del  barrio,  id.  (con  id.),  1913.  Donde  hay  faldas  hay  jaleo, 
ídem  (con  id.),  1914. 

J.  Valera,  Ecos  Argentinos,  1901,  pág.  9:  "El  secretario  de  la  mis- 
ma Legación,  don  Carlos  María  Ocantos,  á  quien  ponemos  en  España 
al  nivel  de  nuestros  buenos  novelistas."  Pág.  189:  "Promisión;  los  per- 
sonajes todos  están  bien  comprendidos  y  trazados  y  presentan  cierta 


CARLOS  MARÍA  OCANTOS 


S.  XIX,  1888.  CARLOS  REYLES  1 39 

amena  variedad  hasta  por  la  nación  de  que  proceden...  El  entusiasmo' 
patriótico  y  la  fe  viva  en  el  porvenir  de  su  nación,  de  que  el  señor 
Ocantos  da  brillante  muestra  en  su  libro,  le  hacen  grato  y  simpático 
á  los  lectores  é  ihmiinan  sus  cuadros  como  en  lo  material  ilumina  un 
fértil  paisaje  la  risueña  luz  de  la  aurora...  Es  muy  ameno  libro  de 
entretenimiento."  Galdós  le  llamó  "honra  y  gala  de  la  tierra  argenti- 
na". Ricardo  Palma  dijo:  "Es  el  primero  de  todos  los  que  en  América 
cultivan  la  novela  realista."  Carlos  María  Ocantos:  La  Cruz  de  la 
falta,  ensayo  de  novela  romántica,  Buenos  Aires,  1883.  León  Zaldí- 
zar,  Madrid,  1888;  Buenos  Aires,  1911;  Barcelona,  1916.  Quilito, 
París,  1891;  Buenos  Aires,  1913;  Barcelona,  1916.  Entre  dos  lu- 
ces, Buenos  Aires,  1892  y  1912;  Barcelona,  1916.  El  Candidato 
(segunda  parte  de  Entre  dos  luces),  Buenos  Aires,  1893  y  1912;  Bar- 
celona, 1917.  La  Gincsa,  Buenos  Aires,  1894  y  1913;  Barcelona,  1916. 
Tobi,  Madrid,  1896;  Buenos  Aires,  1914;  Barcelona,  1917.  Promisión, 
Madrid,  1897;  Buenos  Aires,  1914;  Barcelona,  1917;  Misia  Jeromita,. 
Madrid,  1898;  Buenos  Aires,  1914.  Pequeñas  miserias,  Madrid,  1900; 
Buenos  Aires,  1915.  Don  Perfecto,  Barcelona,  1902;  Buenos  Aires, 
1915.  Nebidosa,  Madrid,  1904;  Buenos  Aires,  1916.  Aíis  cuentos,  Ma- 
drid,  1904.  Sartal  de  cuentos,  ibid.,  1907.  El  Peligro,  ibid.,  191 1;  Bue- 
nos Aires,  1916.  Riquez,  memorias  de  un  viejo  verde,  Madrid,  1914; 
Buenos  Aires,  1917.  Fru  Jenny  (seis  novelas  danesas),  París,  1914;  tra- 
ducción al  danés,  1917. 

J.  Valera,  Ecos  Argentinos,  1901,  pág.  82:  "En  el  caso  del  señor 
Reyles  hay  el  propósito  de  ser  sensitivo,  de  imitar  á  Sudermami,  á 
Tolstoy,  á  Ibsen,  á  D'Annunzio,  á  Bourget  y  á  otros;  hay,  en  suma, 
el  intento  de  ser  escritor  de  moda.  Y  esto  es  lo  que  yo  condeno,  de- 
clarándolo aquí  con  dolor,  porque,  en  mi  sentir,  el  señor  Reyles  es  un. 
escritor  de  muchísimo  talento,  que  no  necesita  para  agradar  ix)nerse 
de  moda,  sobre  todo  cuando  la  moda  me  parece  detestable  y  perversa. 
Francamente,  yo  he  creído  siempre,  y  sigo  creyendo,  que  una  novela, 
corta  ó  larga,  debe  ser  libro  de  pasatiempo  y  solaz,  debe  elevar  y  no 
consternar  el  ánimo,  debe,  como  decía  Aristóteles,  purificar  las  pasio- 
nes... El  terror  y  la  compasión  que  inspire  han  de  estar  purificados^ 
han  de  producir  en  nosotros  el  deleite  estético  y  no  la  pena,  han  de 
serenar  y  elevar  el  espíritu  y  no  perturbarle,  humillarle  ó  deprimir- 
le... La  nueva  escuela,  que  el  señor  Reyles  voluntariamente  sigue,  es 
pesimista,  fatalista,  materialista  y  atea,  más  ó  menos  inconscientemen- 
te... El  crimen,  el  infortunio...  ocurre  porque  no  puede  menos  de  ocu- 
rrir... Las  personas  son  así  instrumentos  ciegos  de  su  destino,  máa 
ciego  y  más  inconsciente  todavía.  Y  como  nadie  ó  casi  nadie  cree  que 
todo  el  género  humano  se  parece  á  las  personas  que  d  escritor  de  moda, 
describe,  viene  á  resultar  que  el  escritor  de  moda  es  teratológico,  esto 
es,  que  pinta  monstruosidades  y  anomalías  enfermizas...  En  medio  de 
lo  monstruoso  del  conjunto  hay  en  los  pormenores  no  pocas  atinadas 
observaciones  de  profunda  psicología..."  Pág.  200:  "Sus  buenas  pren- 


140  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA  (1888-I907) 

<ias  de  escritor,  entre  las  cuales  descuellan  la  viveza  de  imaginación  y 
■una  fuerza  poco  común  en  el  estilo...  Si  las  censuro  (sus  obras)  es  por 
creer  que  el  autor  vale,  aunque  anda  harto  extraviado.  Su  extravío 
proviene  de  una  á  modo  de  enfermedad  epidémica  que  se  nota  en  todas 
partes  y  muy  singularmente  entre  los  escritores  hispanoamericanos. 
Consiste  la  enfermedad  en  cierto  candoroso  y  desaforado  entusiasmo 
por  la  última  moda  de  París  en  literatura,  como  si  en  literatura  estu- 
viesen bien  las  modas  y  como  si  en  literatura  se  fuese  progresando 
siempre  como  se  progresa  en  cirugía  ó  en  química  y  mecánica  aplica- 
das á  la  industria...  Lo  que  me  choca  más  es  el  propósito  de  que  las 
novelas,  cuentos,  academias...  no  se  han  de  escribir  para  deleitar  y 
pasar  agradablemente  el  tiempo  con  su  lectura,  sino  para  mortificar, 
-aterrar  y  compungir  á  los  lectores  como  con  una  pesadilla  tenaz  y  es- 
pantosa... El  autor,  en  mi  opinión,  aspira  á  que  admiremos  á  su  héroe; 
pero  sólo  logra  que  nos  parezca  insufrible,  degollante  y  apestoso.  Es 
cómica,  sin  que  el  autor  lo  quiera,  la  pretensión  de  hallar  inauditas 
novedades  en  los  refinamientos  y  quintas  esencias  con  que  la  moderna 
cultura  presta  hechizos  supremos  á  la  lascivia."  V.  García  Calderón, 
La  Liter.  Uriíg.,  pág.  83:  "Fué  en  1888...:  aquella  tristeza  á  flor  de 
cielo,  gemebunda  y  cristiana,  contrastaba  con  el  determinisrao  negador 
y  la  crudeza  descriptiva  del  medanista.  Si  no  fué  acogida  con  la  des- 
templada gritería  de  España,  no  faltaron  ademanes  de  encrespamien- 
to.  Juan  Carlos  Gómez,  indirectamente  primero  en  una  crítica  y  más 
explícitamente  después,  la  condenó.  La  fealdad  moral  presentada  por 
€l  naturalismo  en  la  literatura  — decía  Gómez — ,  la  adoración  servil 
de  la  naturaleza,  nos  hace  repugnantes  á  nosotros  mismos,  mientras 
que  el  bello  ideal  de  las  creaciones  del  arte  levanta  los  corazones  y  la 
inteligencia  á  la  concepción  de  lo  bello."  La  novela  naturalista  vino  á 
ser  la  más  eficaz  contribución  al  americanismo,  pues  hasta  entonces 
escribimos  de  preferencia  Grazicllas  y  no  Anas  Karenines.  Si  fuera 
necesario  hacer  su  panegírico,  repetiríamos  una  paradoja  de  Blixen. 
Observaba  el  agudo  chroniqueur  que  la  novela  naturalista,  fiel  trasunto 
de  hábitos  nacionales  y  prospecto  de  riquezas  nativas,  tendría  eficaz 
virtualidad  de  propaganda,  ''participando  al  extranjero  que  sabemos 
"comer  como  la  gente,  con  tenedor  y  cuchillo;  que  vestimos  según  la 
"última  moda  inglesa,  y  que  usamos  pañuelo  para  las  narices".  No  se 
podía  presumir  en  las  novelas  románticas  que  tal  uso  fuera  corriente... 
Al  ser  realista,  pues,  comenzaba  á  ser  nacional.  Y  si  la  afición  al  pai- 
saje nativo  cundía  ya  en  América,  si  excelentes  costumbristas  se  anti- 
ciparon á  anotar  su  vida  provincial  y  pintoresca,  es  evidente  que  el 
procedimiento  de  la  escuela  veraz  estimuló  nuevamente  á  ver  de  cerca 
ima  realidad  desdeñada  ó  preterida.  Bastaría  recordar,  para  probarlo, 
que  los  mejores  narradores  del  Uruguay,  Viana  ó  Reyles,  son  discípu- 
los de  Emilio  Zola.  "Un  criador  de  ovejas  metafísico",  como  él  deno- 
minaba á  un  personaje,  un  hidalgo  de  estancias  y  cabanas,  el  primer 
íiaturalista   del  L'ruguay  y  su  narrador  más  ilustre,   es  el  autor  de 


S.    XIX,    I5Í5Í5.    CARLOS    REYLES  I4I 

Beha  y  de  El  Terruño.  Millonario  á  los  diez  y  ocho  años,  Reyles  quiso 
innovar  en  agricultura  y  en  las  letras,  imprudencia  que  dio  margen  á 
la  eterna  malicia:  los  literatos  alabaron  los  moruecos  admirables  de  su: 
cheptel  y  los  agricultores  sus  novelas.  Pocos  quisieron  confesar  la  her- 
mosa singularidad  de  este  literato  rural  como  Tolstoy,  un  Tolstoy 
egoísta  y  ganadero,  que  puede  hallar  los  tipos  de  sus  novelas  sin  salir 
del  horizonte  de  su  cabana.  Por  singular  concomitancia,  poco  frecuen- 
te en  las  letras,  quien  iba  á  contar  esa  áspera  vida  la  vivía.  Y  no  en 
la  fiebre  urbana  se  evocaba,  como  Zola  ó  Balzac,  la  silueta  formidable 
del  campesino:  el  gabinete  de  trabajo  es  la  choza  del  pago,  en  donde 
humea  el  mate  cimarrón,  donde  se  escucha  el  balido  del  recental  y  la 
guitarra  campera.  Ni  el  campesino  viviente  y  circulante  es  el  ilota  de 
La  Bruyére  en  una  gleba  avara  y  tarda  en  florecer.  Le  sirve  de  modelo 
al  narrador  el  gaucho  emancipado,  el  gaucho  de  alma  vasta  como  su 
libertad  y  su  horizonte.  "El  sentimentalismo  rudo,  la  soberbia,  el  valor 
"y  el  desprecio  de  la  muerte  y  la  fortuna  lo  dibujan  y  coloran  en  líneas 
"firmes",  según  él.  Por  eso  no  gravitó  en  los  libros  de  Reyles  la  cerra- 
zón de  pesimismo  que  sofoca  en  la  novela  naturalista.  De  La  Tierra 
al  Terruño  hay  más  que  diferencias.  Son  campesinos  altaneros  los  per- 
sonajes de  la  novela  uruguaya.  Es  un  discípulo  de  la  escuela  natura- 
lista su  autor,  pero  un  discípulo  atenuado.  En  sus  vagares  de  la  estan- 
cia no  leyó  á  Claude  Bernard,  sino  á  Federico  Nietzsche.  Lectura  pe- 
ligrosa en  una  estancia  del  Uruguay  entre  carneros.  La  Muerte  del 
cisne,  su  libro  doctrinario,  descarado  elogio  de  la  fuerza  y  del  oro, 
extrema  y  diluye  moralejas  de  un  Zarathustra  que  aprendiera  la  gra- 
mática parda  de  Sancho  Panza.  Si  olvidamos  un  tanteo  juvenil  de  que 
no  quiere  Reyles  acordarse,  Beha  es  su  primer  ensayo  y  su  éxito  inme- 
diato. Toda  la  crítica,  con  Eduardo  Ferreira  á  la  cabeza,  ensalzó  el 
modernismo  de  sus  tendencias,  su  naturalismo  sin  crudeza,  su  punto  de 
vista  racional,  pues  delineaba  las  posibilidades  de  la  novela  nacional, 
remotamente  iniciada  por  Magariños  y  Acevedo,  con  menor  arte 
que  este  último.  El  estilo  de  Beha  parecía  agobiado  por  la  prolijidad 
y  la  manía  del  documento."  Raiil  Montero  Bustamante,  El  Uruguay  á 
través  de  un  siglo,  pág.  432 :  "Reyles  fué  el  importador  directo  en  nues- 
tro país  de  la  novela  psicológica  moderna,  con  su  sabor  un  si  es  no  es 
mórbido,  en  la  cual  interviene  más  el  temperamento  y  la  sensibilidad 
del  autor  que  la  fuerza  del  pensamiento  ó  la  realidad  de  la  creación. 
Sus  novelas  Beba,  Primitivo,  El  E.vtraño,  El  Sueño  de  Rapiña  y  La 
Raza  de  Caín  son  obras  de  introspección,  orientadíts  hacia  la  psicología 
de  Stendhal,  Bourget  y  Barres  y  escritas  en  estilo  sobrio  y  elegante 
con  caídas  al  dandysmo."  E.  Rodó,  pról.  á  El  Terruño :  "Alegrémonos, 
pues,  de  que  escritor  de  la  significación  de  Carlos  Reyles  siente  esta 
vez  su  garra  en  el  terruño  nativo  y  realice  la  gran  novela  campera  y 
por  medio  de  la  verdad  local  solicite  la  verdad  fundamental  y  humana 
que  apetecen  los  ingenios  de  su  calidad."  J.  Juderías  en  La  Lectura, 
1917:  "La  novela  de  Carlos  Reyles  El  Terruño  es  la  antítesis  de  la 


142  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

íaniosa  de  Sarmiento  Facundo.  En  ésta,  la  ciudad,  con  su  cultura,  es 
ia  dispensadora  de  todos  los  bienes;  en  aquélla,  el  dispensador  de  todos 
los  bienes  es  el  campo.  Y  no  se  crea  que  Carlos  Reyles  fuerza  el  argu- 
mento en  aras  del  campo  salvador,  sino  que  se  limita  á  poner  frente  á 
frente  la  lógica  sana  y  robusta  de  unos  campesinos  y  la  oratoria  hueca 
y  artificiosa  de  un  habitante  de  las  ciudades,  y  el  contraste  es  tan  gran> 
de,  que  sin  más  hay  que  darles  la  razón  á  los  primeros.  El  Terruño 
ts  un  cuadro  de  la  vida  uruguaya."  Caries  Reyles :  Por  la  vida,  Mon- 
tevideo, 1888.  Beba,  novela,  ibid.,  1894.  La  Odisea  de  Perucho,  cuento, 
1895  (en  Rev.  Nac).  Academias:  Primitivo,  ibid.,  1896;  El  Extraño, 
Madrid,  1897;  El  Sueño  de  Rapiña^  1898.  La  Raza  de  Caín,  Montevi- 
deo, 1900,  1910.  La  Muerte  del  cisne,  París,  1911.  El  Terruño,  Monte- 
video, 1916.  Diálogos  Olímpicos,  I,  1918;  los  otros  dos  seguirán  en 
breve.  Consúltese  Víctor  Pérez  Petit  en  Nosotros,  abril  1917. 

Andrés  González  Blanco,  Hist.  nov.,  pág.  1003 :  "Antonio  Zozaya 
€3  autor  de  una  hermosa  novela:  La  Dominadora.  Canta  la  soberanía 
de  la  madre  Naturaleza,  que  algtmos  llamamos  madrastra.  Los  que  pen- 
samos con  Schiller,  "y  todavía  hay  espíritus  que  adoran  á  este  Nerón...'*, 
encontramos  falso  el  argumento  de  la  obra,  pero  bellamente  escrita 
con  una  energía  en  los  tipos  y  un  vigor  en  las  descripciones  rara  vez 
superados  por  novelistas  españoles."  Zozaya:  La  Crisis  religiosa,  Ma- 
drid,  1888.  Miscelánea  literaria,  ibid.,   1893.  Instantáneas,   Barcelona, 

1893.  ^<^  Contradicción  política,   Madrid,   1894.  Ripios  clásicos,  ibid., 

1894,  1899.  De  carne  y  hueso,  Barcelona,  1895.  Crónicas  del  año  uno, 
Madrid,  1902.  La  Dictadora,  novela,  Barcelona,  1902.  Crónica  del  año 
dos,  Madrid,  1903.  El  Huerto  de  Epicteto,  Valencia,  1907.  Cuando  los 
hijos  lloran...,  com.,  1908.  El  Libro  del  saber  doliente.  Valencia,  1910. 
Misterio,  tríptico  dramático,  1912.  Por  los  cauces  serenos,  Valencia, 
1914.  Poemas  de  humildad  y  de  ensueños,  Valladolid,  1915.  Solares  de 
hidalguía,  crónicas,  1915.  La  Guerra  de  las  ideas,  1915.  La  Maldita  cul- 
pa, novela,  1915.  La  Patria  ciega,  1919.  Tradujo  M.  T.  Cicerón.  De  la: 
República,  1885.  Además  siete  novelas  cortas,  Madrid,  1906-1914. 

Ventura  García  Calderón,  La  Liter.  peruana,  1914,  pág.  68:  "Escri- 
tora de  escandalosa  reputación  y  gran  talento:  reputación  que  agrava- 
ron las  mujeres,  talento  que  envidiaron  los  hombres.  Mercedes  Cabello 
<le  Carbonera  es  el  primer  novelista  que  tal  nombre  merezca...  Un 
talento  desigual,  incorrecto  y  masculino.  Aclimata  el  naturalismo  en 
el  Perú,  intentando  crudas  descrif>ciones  zolescas  en  nuestro  medio, 
-que  casi  sólo  se  prestaba  á  la  novela  amena  y  mitigada.  El  mismo  es- 
crúpulo del  maestro  la  induce  á  agravar  la  página  con  descrijKÍones 
prolijas,  á  buscar  siempre  la  tacha  original,  el  vicio  oculto,  la  iniqui- 
dad. Como  ha  vivido  en  un  medio  romántico,  como  en  su  juventud 
cyó  llamar  á  las  mujeres  ángeles  y  querubes,  admite  junto  á  limeñas 
■de  rompe  y  rasga  el  más  puro  tipo  seráfico  {Sacrificio  y  recompensa, 
El  Conspirador).  Pero  la  humanidad  que  describe  de  preferencia  es  la 
de  Zola.  El  juego  {Las  Consecuencias),  la  ambición  {El  Conspirador), 


S.    YIX,    1550.    MARCELINO    G.    DEL    CANO  14^ 

el  deseo  de  parecer  (Blanca  Sol),  son  los  móviles  únicos  de  estos  Rou- 
gcn-Macquart  limeños.  Sus  personajes  discuten  las  leyes  de  la  heren- 
cia, la  plaga  burocrática,  los  riesgos  de  la  política.  La  novela,  desgar« 
bada  á  ratos,  no  carece  nunca  de  rasgos  felinos  y  de  clarividencia. 
Pocos  tuvieron  semejante  audacia  para  la  acerba  delación  de  vicios." 
Mercedes  Cabello:  Sacrificio  y  recompensa,  1888.  Blanca  Sol,  1889, 
1S94.  La  Novela  moderna,  Lima,  1892.  El  Conspirador,  1892.  La  Reli- 
<)ión  de  la  humanidad,  1893.  El  Conde  León  Tolstoy,  18^4.  Las  Conse- 
cuencias. 

24.  Año  1888.  Luis  González  Obregón  (n.  1865-),  de  Guanajuato 
{Méjico),  director  del  Archivo  Nacional  de  Í^Iéjico,  es  uno  de  los  es- 
critores más  eruditos  y  enterados  de  la  historia  de  su  tierra.  Don  José 
Joaquín  Fernández  de  Lizardi  {El  Pensador  mejicano),  Méjico.  1888. 
Breve  noticia  de  los  novelistas  mejicanos,  ibid.,  1889.  Anuario  bibliográ- 
fico nacional,  ibid.,  1889.  Méjico  viejo  (primera  serie),  ibid.,  1891;  se- 
gunda serie,  ibid.,  1895;  las  dos  series  juntas  é  ilustradas,  París,  1900. 
Documentos  para  la  historia  de  la  guerra  de  la  independencia.  Cartas 
inéditas  de  don  Pedro  Moreno,  Méjico,  1891.  Los  Restos  del  pensador 
mejicano,  ibid.,  1893.  Biografía  de  Ignacio  M.  Altamirano,  ibid.,  1893. 
El  capitán  Bernal  Díaz  del  Castillo,  ibid.,  1894.  Últimos  instantes  de  los 
primeros  caudillos  de  la  independencia,  ibid.,  1896.  Don  José  Fernando 
Fíamírez,  ibid,  1898,  1901.  Méjico  en  1768,  ibid.,  1897.  Reseña  histórica 
■del  desagüe  del  valle  de  Méjico,  ibid.,  1902.  Colección  de  cuadros  de 
historia  de  Méjico,  1905.  Los  Precursores  de  la  independencia  meji- 
cana en  el  siglo  xvi,  París,  1906.  Los  restos  de  Hernán  Cortés,  Méjico, 
1906.  Don  Justo  Sierra,  historiador,  ibid.,  1907.  Las  sublevaciones  de 
indios  en  el  siglo  xvii,  1907.  Don  Guillen  de  Lampart,  la  Inquisición  y 
la  Independencia  en  el  siglo  xvii,  París,  1908.  Fray  Melchor  de  Tala- 
mantes, Méjico,  1909.  Méjico  viejo  y  anecdótico,  París,  1909.  Monu- 
mento á  la  Corregidora,  Méjico,  1909.  La  Biblioteca  Nacional,  Barce- 
lona, 1910.  La  vida  de  Méjico  en  1810,  París,  1910.  Publicaciones  del 
Archivo  general  de  la  nación,  seis  vols.,  Méjico,  1914.  Vetusteces 
ibid.,  1917. 

Marcelino  Gutiérerz  del  Caño  (n.  1861-),  madrileño,  archivero 
<i886)  en  Sevilla,  Madrid  (1886),  Valladolid  (1887),  Simancas  (1893), 
Madrid  (1897),  Cáceres  (1903),  Valencia  (1906),  investigador  muy 
«rudito,  publicó  La  Península  ibérica  en  tiempo  de  Augusto,  Valla- 
dolid, 1888.  Códices  y  manuscritos  que  se  conservan  en  /a  Biblioteca 
universitaria  de  Valladolid,  con  un  próflogo  de  Juan  Ortega  y  Rubio 
y  una  advertencia  preliminar  de  Enrique  de  Leguina,  ibid.,  1889. 
Apuntes  para  la  historia  de  la  Academia  geográfico-hisiórica  de 
caballeros  de  Valladolid,  ibid.,  1891.  Notas  para  la  Geografía  'histó- 
rica de  España,  ibid.,  1891.  Historia  de  la  villa  de  Zaratán,  con  una 
carta-prólogo  de  Demetrio  Gutiérrez-Cañas,  ibid.,  1892.  Elementos 
de  historia  de  la  Geografía,  ibid.,   1895.  Ensayo  de  un  catálogo  de 


144  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-ICKD7) 

impresos  españoles  desde  la  introducción  de  la  Imprenta  hasta 
fines  del  siglo  xviii,  Madrid,  1899  (Revista  de  Archivos).  índice 
de  los  documentos  que  refer^nites  al  reinado  de  Isabel  la  Cctólica  se 
custodian  en  el  Archivo  Municipal  de  Cáceres,  Cáceres,  1904  {Re- 
vista de  Extremadura,  t.  VII),  El  Príncipe  de  los  genealogistas  espa- 
ñoles don  Luis  de  Solazar  y  Castro,  ^Madrid,  1910.  Catálogo  de  los 
manuscritos  existentes  en  la  Biblioteca  universitaria  de  Valencia,  pró- 
logo de  Rodríguez  Marín,  Valencia,  1914,  tres  vols.  Producción  dra- 
mática valenciana  del  siglo  xiv:  Antoni  de  Vilaragut,  Les  tragedies  de 
Séneca.  Examen  comparativo  de  dos  códices  de  las  mismas  precedido 
de  un  estudio  bibliográfico^  ibid.,  1914.  Ensayo  biobibliográfico  de  Ti- 
rant  lo  Blanch,  Madrid,  1918.  Obras  manuscritas  premiadas:  Tipogra- 
fía vallisoletana  (en  1900,  Bibl.  Nac).  Biobiblio grafía  de  los  escritores 
de  la  provincia  de  Valladolid  (en  1902).  Catálogo  razonado  de  las  mo- 
nedas acuñadas  en  el  reino  de  Valencia  desde  los  tiempos  primitivos 
(en  los  Juegos  Florales  de  1909).  Biblioteca  valenciana:  Estudio  bio- 
bibliográfico de  los  escritores  de  la  ciudad  de  Valencia  anteriores  al 
siglo  XIX,  dos  vols.  (en  1914,  Bibl.  Xac).  Catálogo  de  los  impresos  en 
lenguas  catalanas  existentes  en  la  Biblioteca  universitaria  de  Valencia 
(en  preparación). 

Adolfo  P.  Carranza,  celebrado  historiador  argentino,  publicó  El 
General  Páez,  Buenos  Aires,  1888.  Leyendas  nacionales,  ibid.,  1894. 
Archivo  general  de  la  República  Argentina,  ibid.,  1894-99,  14  vols. 
Hojas  históricas,  1894.  Patricias  argentinas,  ibid.,  1901.  San  Martín, 
ibid.,  1905.  Los  Grandes  ciudadanos,  ibid.,  1905.  El  Clero  argentino 
de  1810  á  18^0 :  oraciones  patrióticas,  alocuciones  y  panegíricos,  dos 
volúmenes,  1907.  Ilustración  histórica  argentina,  dos  vols.,  1908-09. 
Apuntes  biográficos  sobre  la  vida...  del  brigadier  general  Martín 
Rodríguez,  1909.  R<Lzón  del  nombre  de  las  calles...  de  Buenos  Aires, 
1910.  Argentinas,  1913. 

Joaquín  V.  González,  pensador,  jurisconsulto,  artista  y  poeta,  de 
la  Argentina,  publicó  varios  libros  literarios  discretamente  escritos; 
tiene  mucha  autoridad  en  su  tierra.  Su  prosa,  algo  fatigosa,  es  extre- 
madamente lírica.  La  Tradición  nacional,  Buenos  Aires,  1888.  Mis 
Montañas,  ibid.,  1893,  1905,  su  obra  más  poética.  Cuentos,  1894.  Los 
Tratados  de  paz,  discurso,  1904.  Universidades  y  Colegios,  1907.  El 
Juicio  del  siglo  ó  cien  años  de  historia  argentina,  1913.  La  Biblioteca 
y  la  cultura  ptíblica,  Buenos  Aires,  1915.  Ideales  y  caracteres.  Histo- 
rias. Bronce  y  lienzo,  1916  (discursos,  cartas  y  artículos).  Cien  poemas 
de  Kabir,  trad.  del  inglés,  1918. 

Joaquín  Hazañas  y  la  Rúa  (n.  1862),  erudito  sevillano,  catedrático 
de  aquella  Universidad,  colaborador  de  la  Rev.  Contcmp.  (1898),  pu- 
blicó Noticia  de  las  Academias  literarias,  artísticas  y  científicas  de  Se- 
villa, de  los  siglos  xvii  y  xvzii.  Sevilla,  1888.  Biografía  del  poeta  se- 
villano Rodrigo  Fernández  de  Ribera  y  juicio  de  sus  principales  obras. 
Sevilla,  1889.  La  Imprenta  en  Sevilla.  Sevilla,  1892.  Mateo  Alemán  y 


S.    XIX,    1888.    NICOLÁS    LEÓN  1 45 

SUS  obras.  Sevilla,  1892.  Génesis  y  desarrollo  de  la  leyenda  de  Don 
Juan  Tenorio.  Sevilla,  1893.  Discurso  leído  en.  la  inauguración  del  curso 
de  1894-95  en  el  Ateneo  y  Sociedad  de  Excursiones  de  Sevilla.  Sevi- 
lla, 1894.  Obras  de  Gutierre  de  Cetina,  con  introducción  y  notas  del  co- 
lector. Sevilla,  1895.  Dos  tomos.  Discurso  leído  en  la  inauguración  del 
curso  1895-96  en  el  Ateneo  y  Sociedad  de  Excursiones  de  Sevilla.  Se- 
villa, 1895.  Necrología  del  excelentísimo  señor  don  Joaquín  Alcaide  y 
Molina,  escrita  y  publicada  en  cumplimiento  de  acuerdo  de  la  Real 
Academia  de  Buenas  Letras.  Sevilla,  1897.  Universitarios.  Los  discur- 
sos de  apertura  de  las  Universidades  españolas  en  el  curso  de  1897  a 
1898.  Sevilla,  1897.  Maese  Rodrigo  Fernández  de  Santaella,  fundador 
de  la  Universidad  de  Sevilla.  Sevilla,  1900.  Discurso  leído  en  los  Tue-f 
gos  Florales  celebrados  en  Ecija  el  9  de  octubre  de  1904,  Sevilla,  1905. 
Discurso  leído  en  la  solemne  fiesta  literaria  celebrada  en  el  Círculo  de 
la  Amistad,  de  Córdoba,  el  7  de  mayo  de  1905,  para  conmemorar  el 
tercer  centenario  de  la  publicación  del  Quijote.  Sevilla,  1905.  Los  Ru- 
fianes de  Cervantes:  "El  Rufián  dichoso"  y  "El  Rufián  viudo",  con  un 
estudio  preliminar  y  notas.  Sevilla,  1906.  Discurso  leído  en  la  Univer- 
sidad de  Sevilla  con  motivo  de  la  inauguración  solemne  del  curso  aca- 
démico de  1907  á  1908  (La  vida  escolar  en  la  Universidad  de  Sevilla 
en  los  siglos  xvi,  xvii  y  xviii).  Sevilla,  1907.  Discurso  de  contestación 
al  de  don  Francisco  de  Torres  Galeote,  presbítero,  en  su  recepción  en 
la  Real  Academia  Sevillana  de  Buenas  Letras.  Sevilla,  1907.  Necro- 
logía del  ilustrísimo  señor  don  Servando  Arbolí  y  Parando.  Sevillb,  \ 
1908.  Maese  Rodrigo,  1444-15OP,  Sevilla,  1909.  Discurso  leido  en  el  Co-  1 
legio  de  Nuestra  Señora  del  Carmen,  de  Utrera,  Sevilla,  1910.  Discurso 
leído  en  la  Junta  pública  celebrada  en  honra  del  excelentísimo  é  ilus- 
trísimo señor  don  Marcelino  Menéndez  y  Pelayo  por  la  Real  Acade- 
mia Sevillana  de  Buenas  Letras  el  día  27  de  octubre  de  1912.  Sevilla, 
1912.  Discurso  de  contestación  al  de  don  Jerónimo  Armario  y  Rosado, 
presbítero.  Sevilla,  1913.  Discurso  leído  en  la  Fiesta  literaria  y  artís- 
tica celebrada  por  la  Real  Congregación  del  Santo  Crucifijo  de  San 
Agustín,  de  Sevilla,  el  15  de  febrero  de  1914  para  conmemorar  el 
VI  centenario  de  la  invención  de  su  sagrada  Imagen.  Sevilla,  19  Í4. 
Discurso  leído  en  la  Junta  pública  y  extraordinaria  celebrada  el  día 
31  de  octubre  de  1915  por  la  Real  Academia  Sevillana  de  Buenas  Le- 
tras para  conmemorar  la  publicación  de  la  parte  segunda  de  El  Inge- 
nioso Hidalgo  Don  Quijote  de  la  Mancha.  Sevilla,  1915.  Discurso  leído 
en  la  Fiesta  literaria  de  7  de  mayo  de  1916,  organizada  por  los  estu- 
diantes de  la  Universidad  de  Sevilla  para  conmemorar  el  tercer  cente- 
nario de  la  muerte  del  Príncipe  de  los  escritores  castellanos,  Miguel  de 
Cervantes  Saavedra.  Sevilla,  1916.  Discurso  en  el  Ateneo,  1916. 

Nicolás  León,  mejicano,  escritor  muy  erudito,  publicó  Anales  del 
Museo  Michoacano,  Méjico,  1888-90,  tres  vols.  Americana  Thebaida, 
de  fray  Matías  de  Escobar,  Morelia,  1890.  Biblioteca  Botánicomcjica- 
na,  ibid.,  1895.  Compendio  de  la  Historia  general  de  México,  Madrid, 

TOMO  X  — 10 


146  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA  (1888-I907) 

1901.  Adiciones  á  la  '^Bibliografía  mexicana  del  siglo  xvi"  del  señor 
García  Icazbalceta,  1903  (en  Bolet.  del  Instit.  Bibliogr.  Mexicano,  nú- 
mero 2).  Bibliografía  mexicana  del  siglo  xviii,  Méjico,  1902-08,  seis 
volúmenes.  Noticia  de  sus  obras  originales  impresas  é  inéditas,  Mé- 
jico, 1909. 

Manuel  Antonio  Román,  presbítero  chileno,  de  estilo  muy  castizo, 
filólogo  de  maciza  erudición  y  juicio  certero,  tradujo  los  Tristes  de 
Ovidio,  en  verso,  obra  premiada  en  la  Exposición  de  Guatemala.  Aca- 
ba de  publicar  la  meritísima  obra  Diccionario  de  chilenismos,  Santiago 
de  Chile:  I,  1901-08;  II,  1908-11 ;  III.  1913;  IV,  1916;  V,  1918.  Oradores 
sagrados  chilenos,  Santiago,  1913  {Bibl.  Escrit.  chil).  Ha  teatralizado 
temas  religiosoeducativos :  Vocación  sacerdotal  (con  Luis  A.  Valenzue- 
la),  Santiago,  1888.  La  Votación  de  un  huaso,  ibid.,  1891. 

M.  GÓMEZ  Imaz,  erudito  sevillano,  publicó  Dice.  Acad.  B.  Let,-.  Se- 
villana, 1888.  Documentos  autógr.  é  inéd.  del  general  don  Francisco  J. 
Venegas,  ibid.,  1888.  Apuntes  biográf.  de...  Luis  Daois,  ibid.,  1889. 
Coctuní  frigidnm,  ibid.,  1889.  Décimas  por  el  comendador  San  Román, 
(s.  xv),  ibid.,  1890.  Algunas  noticias  referentes  al  fallecimiento  del  prín- 
cipe don  Juan  y  al  sepulcro  de  fray  Diego  Desa,  ibid.,  1890.  Dos  car- 
tas autógrafas  é  inéditas  de  Blanco  White,  ibid.,  1891.  Curiosidades 
bibliográficas  y  documentos  inéditos,  ibid.,  1892.  Inventario  de  los  cua- 
dros sustraídos  por  el  Gobierno  intruso  en  Sevilla  el  año  de  1810,  ibid., 
1896,  1917.  Un  héroe  gaditano,  1896.  El  Príncipe  de  la  Paz,  la  Santa 
Caridad  de  Sevilla  y  los  cuadros  de  Murillo,  Madrid,  1899.  Festejos  y 
comilonas  de  antaño,  Sevilla,  1899-1902.  Alianza  con  Francia,  ibid., 
1901.  Don  Miguel  Manara,  ibid,,  1902.  Sevilla  en  1808,  ibid.,  1908.  Los 
Garrochistas  en  Bailen,  ibid.,  1908.  Los  periódicos  durante  la  guerra 
de  la  Independencia,  Madrid,  1910.  Artículos,  Sevilla,  1912-18,  dos  se- 
ries. Casos  particulares,  Madrid,  1912.  Un  ms.  inéd.,  Sevilla,  1917. 

Rafael  Salillas,  médico  y  antropólogo  aragonés,  publicó  La  Vida 
penal  en  España,  Madrid,  1888.  Doña  Concepción  Arenal  en  la  ciencia 
penitenciaria,  1894.  El  Delincuente  español,  el  lenguaje,  1896.  Hampa, 
antropología  picaresca,  1898.  La  Teoría  básica,  dos  vols.,  1901.  La  Re- 
forma penitenciaria,  1904.  El  doctor  J.  Huarte  y  su  ''^Examen  de  inge- 
fiios",  1905.  La  Criminalidad  y  la  penalidad  en  el  "Quijote",  1905  (en 
El  Ateneo).  La  Fascinación  en  España,  Madrid,  1905.  Juan  Huarte, 
1905.  Poesía  rufianesca,  París,  1905  (Rev.  Hispan.).  El  Tatuaje  en 
su  evolución  histórica,  Madrid,  1908.  En  las  Cortes  de  Cádiz,  1910. 
Morral,  el  anarquista,  1914.  En  Revue  Hdspanique:  Poesía  rufianesca 
(t.  XIII).  Poesía  matonesca  (t.  XV).  La  Ejecución  de  Angiolillo 
(t.  XIX). 

Andrés  Martínez  Salazar  (n.  1846-),  de  Astorga  (León),  archi- 
vero en  Galicia,  fundador,  con  Fernández  Latorre,  de  la  Biblioteca 
Gallega  (1885-1903),  52  vols.,  donde  publicó  anotadas  varias  obras  his- 
tóricas, y  de  Galicia  (1887-93),  revista  mensual;  cronista  de  Galicia,  y 
por  seudónimo  A.  Marsal.  Publicó  La  Beneficencia  en  Betanzos  en  los 


S.    XIX,    IÍ500.    MANUEL   BELLIDO   y    GONZÁLEZ  1 47 

■siglos  XVI  al  xrjiíi,  opúsculo  premiado,  La  Coruña,  1888.  El  Cerco  de 
La  Coruña  en  158^  y  Mayor  Fernández  Pita,  ibid.,  1889.  Los  Nombres 
de  La  Coruña,  opúsculo,  ibid.,  1899.  Crónica  tro  y  ana,  códice  gallego  del 
siglo  XIV,  dos  ts.,  ibid.,  1900.  Apuntes  acerca  del  origen  é  historia  del 
artícido  definido  gallego-portugués.  Fragmento  de  un  nuevo  códice  ga- 
llego  de  Las  Partidas.  Documentos  gallegos  de  los  siglos  xiii  al  xvi, 
ibid.,  1911.  El  modio  de  Ponte  Puñide  (separada  del  núm.  79  del  Bole' 
tín  de  la  Real  Academia  Gallega),  ibid.,  1913.  Documentos  gallegos  del 
Archivo  Muriicipal  de  La  Coruña,  ibid.,  1915.  Del  tesoro  de  monedas 
de  Algara  (separada  de  los  núms.  106  y  107  del  citado  Boletín). 

25.  Año  1888.  Luis  de  Abarzuza  estrenó  en  Cádiz  El  Anillo  del 
soldado,  1879,  y  El  Vencimiento,  1888. — Álbum  de  El  Criollo,  semblan- 
zas de  84  revolucionarios  cubanos,  Habana,  1888. — Álbum  poético  en 
honor  de  Su  Santidad  León  XIII,  Manila,  1888. — Matías  Alonso 
Criado  (n.  1852-),  de  Astorga  (León),  abogado  (1873),  en  América 
desde  1874;  diplomático,  cónsul  del  Paraguay  en  España  y  Ui-uguay  y 
de  Chile  en  Montevideo,  publicó  República  del  Paraguay,  Montevideo, 
1888.  Mapa  de  la  República  del  Paraguay,  1888.  La  Colección  Legis- 
lativa del  Uruguay,  30  vols.  20.000  pensamientos,  tres  vols.,  Buenos 
Aires.  El  Paraguay.  Cánovas  del  Castillo  en  América,  1899. — Al  pie 
del  cañón :  colección  de  proyectiles  de  buena  ley  en  forma  de  roman- 
ces, letrillas,  seguidillas,  sonetos,  cantares,  etc.,  etc.,  disparados  por 
un  recluta^  Barcelona,  1888. — Manuel  Altolaguirre  estrenó  /  Va- 
lientes maridos!,  comedia,  18S8.  La  Pista  del  crimen,  juguete,  1889. — 
Enrique  Alvarez  Crovetto  estrenó  Por  una  errata,  comedia,  1888. — 
Hipólito  G.  de  Andoin  publicó  De  dies,  va  uno,  ensayos  ó  colección 
de  poesías,  Buenos  Aires,  1888. — Joaquín  de  Arévalo  (n.  1882-),  de 
El  Ferrol,  por  seudónimo  El  Hombre  Galicia,  publicó  Ocios  de  cama- 
rote, cuentos,  Coruña,  1888.  Misterios  del  lupanar,  novela,  Ferrol, 
1905,  1913.  El  Santiño,  novela  regional  y  eclesiástica,  Madrid,  1912. 
Tras  de  la  Cruz,  Caralampio  XIV,  La  Tía  de  las  niñas,  novelas  que 
van  á  publicarse.  Para  el  teatro:  Galicia  risueña,  Galicia  y  mi  alma, 
ídem. — Abdón  Arozteguy  (n.  1853-),  de  Paso  del  Molino  (Uruguay), 
poiitico  y  periodista,  director  de  El  Pueblo,  El  Diario  y  La  Reacción, 
publicó  La  Revolución  oriental,  1870.  Un  Sueño  dantesco.  Ensayos 
dramáticos,  Conferencias,  Discursos,  Artícidos,  Viajes  por  la  Amé- 
rica del  Sur.  Sus  obras  dramáticas:  Julián  Jiménez,  Heroísmo,  Itu- 
zaingó.  Personajes  en  América,  Las  Hijas  del  Virrey,  Sobrinos  de 
don  Anacleio,  Con  amor  y  sin  amor. — El  Ateneo,  revista,  Madrid, 
1888-89,  tres  vols. — Ignacio  Barbero  íMamblona  publicó  Prosa  y  verso^ 
Madrid,  1888.  Verdad  y  fantasía,  1892. — Esperanza  de  Belmar,  por 
seudónimo  Lía  de  Sennaar,  directora  de  El  Sacerdocio  de  la  Mujer 
(Barcelona),  publicó  Sueños  del  corazón,  novela,  Barcelona,  1888. — 
Manuel  Bellido  y  González  (n.  1854-),  de  Jerez  de  la  Frontera,  auxi- 
J.iar  de  aquel  Instituto,  por  seudónimo  Licenciado  Calderilla,  publicó 


148  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907; 

Rosa,  leyenda,  Jerez,  1887.  Elementos  de  Uter.  precept.,  ibid.,  1899^ 
Esbozos  (artículos),  ibid.,  1899.  Aurora  y  ocaso,  versos,  ibid.,  1905. 
Redimido,  novela,  ibid.,  1908.  Batalla  de  los  Cueros,  romance  histórico^ 
ibid.,  1909.  Marieta,  novela,  ;bid.,  1912. — Juan  Benejan  publicó  El  len^ 
guaje  en  acción,  diccionario  que  comprende  la  mayor  parte  de  los 
vocablos  que  tienen  dos  ó  más  significados,  Ciudadela,  1888. — Biblio- 
teca Colombina,  catálogo  de  sus  libros  impresos,  Sevilla,  desde  1888; 
van  cinco  vols.  en  1917-. — Nueva  biblioteca  de  la  risa,  Nueva  York,  1888. 
— Cosme  Blasco,  zaragozano,  catedrático  de  Historia  de  la  Universi- 
dad de  Zaragoza,  fallecido  á  principios  del  siglo  xx,  publicó  con  seu- 
dónimo de  Crispín  Botana,  una  colección  de  chascarrillos  vulgares  en- 
lazados entre  sí  flojamente,  en  lenguaje  pedestre,  incorrecto  y  chaba- 
cano de  la  plebe,  sólo  útil  para  el  filólogo,  en  los  que  desmañadamente 
pretendió  pintar  el  pueblo  baturro,  no  resultándole  más  que  una  fea 
caricatura.  Tituló  su  obra  La  Gente  de  mi  tierra,  Zaragoza,  desde  1888 
(véase  1866). — Camilo  Cadavieco  y  Calderón  publicó  Recuerdos,  ál- 
bum poético,  Orense,  1888, — Felipe  Canga-Argüelles  y  Yillalba  pu- 
blicó La  Isla  de  Paragna,  Madrid,  1888. — Carlos  Casanueva,  presbí- 
tero y  periodista  chileno,  correcto  de  estilo,  piadoso  y  vigoroso  escritor, 
escribió  sobre  todo  en  La  Unión  y  Diario  Popular;  hoy  es  consejerc 
espiritual  del  Seminario  de  Santiago. — Federico  Castellón  y  Codor- 
Niú  estrenó  Un  ensayo,  monólogo,  1888.  Los  Gordos,  disparate  cómico- 
lírico,  1891.  Recuerdo  del  centenario  del  "Quijote"...^  álbum  que  contie- 
ne la  reproducción  de  los  cuadros  existentes  en  el  Museo  del  Prado... 
referentes  al  "Quijote",  1905. — Antonio  Clavero  y  Carmona  estrenó- 
Una  herencia  me  salvó,  juguete,  1888. — Fray  José  Domingo  María 
CoRBATÓ,  ex  dominico,  director  de  El  Valenciano,  por  seudónimo  Má- 
ximo Filibero,  publicó  El  Hijo  de  Las  lágrimas,  ensayo  poético  sobre  la 
conversión  del  gran  padre  San  Agustín,  Falencia,  1888.  León  XIII,  los 
carlistas  y  la  Monarquía  liberal,  1894. — Cortes  de  los  antiguos  reinos  de 
Aragón  y  de  Valencia  y  principado  de  Cataluña,  23  vols.,  Madrid,  1888- 
1916,  por  la  Acad.  de  la  Hist. — Patrocinio  Costa  publicó  Romeo  y 
Julieta,  poema  heroico,  Lisboa,  1888. — R.  Cubillo  publicó  Ensayos  poé- 
ticos, 1888. — José  de  la  Cuesta,  director  de  La  Correspondencia  Mi- 
litar (1886),  estrenó  Monomanía  teatral,  juguete  (con  Heliodoro  Cria- 
do), 1888.  S otero  Choreli,  ó  contra  un  padre  no  hay  razón,  parodia 
(con  A.  R.  Chaves),  1894. — Julio  de  las  Cuevas  García  publicó  El 
Espejo  del  alma,  poema  en  tres  cantos,  Madrid,  1888.  Fábrica  de  em- 
bustes, juguete,  1888,  El  Mundo,  el  poeta  y  el  loco,  poemas,  Barcelona,. 
1913. — Antonio  Cuyas  y  Sampere  publicó  Apuntes  históricos  sobre  Ict 
provincia  argentina,  Mataró,  1888. — Antonio  Chabret  (n.  1846-),  na- 
tural y  cronista  de  Sagunto,  publicó  Sagunto,  su  historia  y  sus  monu- 
mentos, Barcelona,  1888,  dos  vols. — Julián  Chave  y  Castilla,  de  Ru- 
bena  (Burgos),  publicó  Fábulas,  Lugo,  1888;  Valladolid,  1904. — Juan- 
Miguel  DiHiGo  Y  Mestre  (n.  1866-),  de  la  Habana,  catedrático  de  stt 
Universidad,  secretario  de  la  Facultad  de  Letras  y  director  de  la  Re-^ 


S.    XIX,    I6ÍSO.    VÍCTOR   CALVEZ  1 49 

s^ista  de  la  misma;  el  mejor  helenista  y  filólogo  de  Cuba.  Publicó  La 
lengua  árabe  y  la  historia  de  España,  tesis,  Habana,  1888.  Sinopsis  de 
,gram.  griega,  1S94.  Elogio  del  doctor  Nicolás  Heredia  y  Mota,  1902. 
José  Ignacio  Rodriguen,  1907.  Las  raíces  griegas,  1908.  Ascoli,  1908. 
Regnaiid,  1908,  Roosevelt  y  la  ortografía  inglesa,  1909.  La  Fonética 
experimental  en  el  laboratorio  de  Roiisselot,  1909.  Breál,  1910.  La 
Fonética  experimental  en  la  ciencia  del  lenguaje,  1911.  Reparos  eti- 
mológicos al  Diccionario  de  la  lengua  castellana:  voces  derivadas  del 
griego,  1912.  El  habla  popular  al  través  de  la  literatura  cubana,  1915. 
Jíafael  M.  Merchán,  1915.  La  Universidad  de  la  Habana,  bosquejo  his- 
tórico, 1916.  El  movimiento  lingüístico  en  Cuba,  1916.  Hacia  el  viejo 
Oriente,  1917.  Prepara  una  obra  importante  sobre  el  habla  cubana. — 
Discursos  académicos,  ocho  tomos,  Tegucigalpa,  1888-90. — Documen- 
tos del  Archivo  general  de  la  villa  de  Madrid,  Madrid,  1888-1907,  trei 
-vols. — RiCARco  Domínguez,  mejicano,  publicó  Los  Poetas  mexicanos, 
Méjico,  1888. — SiLVERio  Domínguez  publicó  Recuerdos  de  Buenos 
Aires,  pasatiempos  seiidoliterarios,  Valladolid,  1888. — Isaac  G.  Eduar- 
do (1862-?),  boliviano,  director  de  la  Biblioteca  de  La  Paz,  publicó 
Himnos  y  quejas,  1888,  y  en  prosa  Árbol  que  crece  torcido,  comedia, 
1897.  Contra  el  destino,  drama,  1900. — Efemérides  de  la  guerra  de  la 
■Independencia  española,  recopiladas  por  A.  A.  y  G.,  Habana.  1888. — > 
Amalia  Errazúriz  de  Subercaseaux,  chilena,  esposa  del  escritor  Raí- 
ínón  Subercaseaux,  escribió  en  estilo  pintoresco  y  con  sentimiento  re- 
ligioso Roma  del  alma,  Santiago. — La  España  Artística,  periódico  de 
teatros,  literatura,  etc.,  Madrid,  1888-93. — La  Ley  Social,  dr.,  de  Benito 
y  Alfredo  Esteller,  venezolanos,  Bogotá,  1888. — Manuel  Falcón  estre- 
lló Los  de  Cuba,  juguete  (con  Liem),  1888. — Pablo  Feced  y  Tempra- 
no (f  1900),  natural  de  Aliaga,  que  vivió  mucho  tiempo  en  Filipinas, 
por  seud.  Qmoquiap,  colaboró  en  aquella  Prensa  y  en  El  Liberal  (1883- 
9^),  Política  de  Esp.  en  Filipinas  (1891),  La  América,  La  Alhambra, 
Aurrera,  La  Iberia,  etc.  Fué  pintor  delicado  y  nervioso  del  paisaje  y 
costumbres  de  Filipinas,  aunque  algo  amanerado.  Publicó  Esbozos  y 
pinceladas,  Manila,  1888. — Antonio  Fernández  y  Moreno  publicó 
Don  Quijote  en  Andalucía,  en  cuatro  actos,  Sevilla,  1888. — Ricardo 
Fernández  Montalva  (1866- i 899),  dramático  chileno  de  intranquila  ins- 
•piración  y  corte  echegarayano,  que  gozó  de  mayor  reputación  que  lo  que 
sus  merecimientos  permitían,  estrenó  La  Mendiga,  dr.,  Santiago,  1888. 
Una  mujer  de  mundo,  dr.,  representado  en  Chile  y  en  Madrid.  Fué  el 
ultimo  romántico  de  su  tierra,  henchido  de  melancolía.  Nocturno,  San- 
tiago, 1897,  obra  fina,  correcta  é  inspirada,  muy  aplaudida  en  su  tiempo. 
— Sotero  Figueroa,  de  Puerto  Rico  y  de  la  raza  de  color,  que  después 
vivió  en  la  Habana  (1916),  publicó  Ensayo  biográfico  de  los  que  más 
han  contribuido  al  progreso  de  Puerto  Rico,  Ponce,  1888.  Cuba  y 
Puerto  Rico,  poema,  Habana,  1905. — Adolfo  Flóeez  (f  1895),  colom- 
i)iano,  publicó  Estudio  cronológico  sobre  los  Gobernantes  del  Conti- 
nente Americano,  Bogotá,   1888. — Víctor    Gálvez,  argentino,  publicó 


150  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

Memorias  de  un  Viejo,  Escenas  y  costumbres  de  la  Rep.  Arg.,  Buenos- 
Aires,  1888-89,  tres  vols. — Antonio  García  Cubas_,  mejicano,  publicó 
Diccionario  geográfico,  histórico  y  biográfico  de  los  Estados  Unidos 
Mexicanos,  Aléxico,  1888-91,  cinco  vols.  El  Libro  de  mis  recuerdos,  ibid., 
1904. — José  García  Plaza,  redactor  del  Heraldo,  estrenó  La  Paletita, 
juguete,  1888.  Los  Conquistadores,  zarzuela,  1896. — Juan  García  Nieto 
publicó  Rafael  Abarca,  novela,  Madrid,  1888. — Constantino  Garran, 
riojano,  abogado,  publicó  Galería  de  riojanos  ilustres,  Valladolid,  1888- 
89.  Santa  María  la  Real  de  Nájera,  memor.  hist.  descriptiva,  Logroño, 
1892,  1910.  La  Batalla  de  Nájera,  1902. — Gay  Lussal:  Los  Dioses  del 
Olimpo,  sainete  nocedalista  puro,  silbable  y  bailable,  Barcelona,  1888. — 
A-RTURO  Gazul  de  Uclés  (1855-1895),  médico  y  poeta,  de  Villagarcía, 
colaborador  en  periódicos  gaditanos,  extremeños  y  madrileños,  publicó 
El  Libro  Gris,  poesías  íntimas,  Sevilla,  1888. — Marcelino  Gesta  y  Le- 
CETA,  bibliotecario  y  profesor  de  la  Escuela  Diplomática,  publico  índice 
de  tina  colección  de  manuscritos  de  obras  del  R.  P.  F.  Martín  Sarmien- 
to, Madrid,  1888. — Pablo  Gil^  Julián  Ribera  y  Mariano  Sánchez^  pu- 
blicaron Colección  de  textos  aljamiados,  Zaragoza,  18S8. — Arturo  Gi- 
voviCH  (1855-después  de  1900),  excelente  pintor  de  costumbres  chi- 
leno, mayormente  de  soldados  y  campesinos,  publicó  El  Valdiviano^ 
premiado  en  el  certamen  Várela;  una  de  las  más  señaladas  novelas 
cortas  sudamericanas.  El  Rigor  de  la  corneta,  Santiago  (s.  a.).  Toda 
menos  solterona,  obra  teatral.  Escenas  y  tipos,  ibid.  (s.  a.). — Javier 
GÓMEZ  de  la  Serna,  criollo  filipino,  director  de  Registros,  publicó 
Con  la  primera  pluma,  prosa  y  verso,  Madrid,  1888.  España  y  sus 
problemas,  Madrid,  1915. — Aureliano  González  Francés  publicó 
Aparición  de  la  Sma.  Virgen  de  la  Fuensanta  en  Córdoba,  leyenda  históñ-^ 
Cü,  Córdoba,  1888. — Manuel  María  Guerra^  redactor  de  El  Globo  hast» 
1902,  colaborador  de  El  Liberal,  Madrid  Cómico,  etc.,  publicó  Cuentos  y 
notas  festivas,  Toledo,  1888.  Recuerdos  de  un  viaje  por  Europa,  Mal- 
drid,  1896. — Valeriano  Gutiérrez,  periodista  español,  publicó  Historia 
hiográf.  de  un  huérfano,  nov.,  Cárdenas,  1888;  Habana,  1892;  Cárdenas, 
1S97. — Antonio  Hernández  y  Fajarnés,  catedrático  de  la  Universidad 
de  Zaragoza  y  de  Madrid,  publicó  San  Vicente  de  Paúl,  su  patria,  sus  eS' 
iudios  en  la  Universidad  de  Zaragoza,  ibid.,  1888. — José  Huertas  Lo- 
zano, cofaborador  del  Boletín  de  Medicina  Naval  (1897),  Las  Misiones 
Católicas  (1897),  publicó  las  novelas  Los  Hijos  del  capitán  Grajo  en 
cualquier  parte  del  mundo  (1888),  Martirio  (1892),  Yo  he  sido  impío- 
(1892). — Santiago  Iglesias^  médico,  colaborador  de  La  Ilustr.  Esp., 
La  Gran  Vía  (1893),  Barcelona  Cómica  (1894-96),  El  Correo  Ilustrado 
(1897),  redactor  de  Gente  Vieja,  publicó  Al  fin  de  la  jornada,  poema, 
Madrid,  1888.  Dos  madres,  poema,  ibid.,  1889.  María  la  tejedora,  ver- 
sos, 1892. — Alfredo  Irarrazaval  Z.  (n.  1867-),  político,  diplomático  y^ 
poeta  festivo  chileno;  publicó  Renglones  cortos,  y  los  populares  Gui~ 
tarrazas;  describe  la  gente  cursi  con  gracejo  á  lo  Taboada.  Fué  ace- 
rado y   brillante  periodista,  sobre  todo  con  su  hermano  Galo  en  La 


S.    XIX,     I5««.     EMILIO    MARIO    Y    LÓPEZ  151 

Tarde,  luego  en  La  Mañana. — M.  Jareño  Martín  publicó  Crónica  ge- 
neral de  los  servicios  de  la  Guardia  civil  desde  el  año  1864  al  de  1886, 
Madrid,  1888,  dos  vols. — F.  J.  Jiménez  Huertas  publicó  La  Casa 
maldita,  novela,  IMadrid,  1888. — Lastenia  Larriva  de  Llona  (nacida 
1848-),  poetisa  limeña,  esposa  del  poeta  Numa  Pompilio  Llona, 
hoy  directora  en  Arequipa  del  periódico  Arequipa  Ilustrada;  publicó, 
entre  otras  novelas,  Un  drama  singular,  Guayaquil,  1888.  Luz,  oro 
y  escoria;  Fe,  patria  y  hogar,  poemas,  Lima,  1902. — José  María  de 
Lasarte  de  Janer,  redactor  hasta  1896  de  El  Diluvio,  de  Barcelona ; 
colaborador  de  La  Correspondencia  (1903)  ;  publicó  Mocedades  {1868- 
1888),  versos  y  prosa,  Barcelona,  1888.  El  Problema  de  la  vida,  no- 
vela, 1896.  Justicia  humana  y  Un  sacrificio,  novelas,  1897.  Los  Con- 
sejos de  Roque,  id.,  1897.  Rocanegra  y  Rafaela,  novelas,  1897.  Teo^ 
dora,  1897.  Velar  después  de  morir,  1898.  El  Bazar  de  los  tres  re- 
yes, 1898.  La  Protección  de  un  desvalido,  1898. — Valentín  Lastra  y 
Jado  (f  1893),  redactor  de  El  Globo,  colaborador  de  Blanco  y  Negro 
y  La  Ilustración  Española,  publicó  Pepe  Rey,  novela,  Madrid,  1888.  El 
Pan  nuestro...,  1890. — Aníbal  Latino,  de  la  x\rgentina,  publicó  Buenos 
Aires  por  dentro,  tipos  y  costumbres  bonaerenses,  1888.  Lejos  del  íe- 
rruño,  Barcelona,  1905.  La  Heroína  del  Sud,  1909.  Problemas  y  lectu- 
ras, 1912. — Melitón  Leoz  publicó  Argimiro,  episodio  histórico,  Ma- 
drid, 1888.  Poca  cosa,  cuentos,  1897. — La  Lira  del  Mediterráneo,  ál- 
bum poético,  Cartagena,  1888. — Aurora  Lista  de  Milbart,  colabora- 
dora en  la  Defensa  de  la  Sociedad,  Revista  Popular,  El  Correo  de  la 
Moda,  El  Bien  y  El  Mensajero  del  Niño  Jesús  (Barcelona,  1902),  etc., 
publicó  Cruz  y  corona,  páginas  de  una  pobre  huérfana,  Barcelona,  1888. 
Espera^  1891.  Memorias  de  un  estudiante,  Sevilla,  1904. — Pedro  María 
LÓPEZ  Y  ]\Iartínez  (n.  1861-),  de  Moratella  (Murcia),  archivero,  cate- 
drático en  la  Universidad  de  la  Habana  (1892),  Sevilla  y  Valencia, 
publicó  La  ciudad  de  Murcia  durante  la  Edad  Media,  Murcia,  1888. 
Don  Quijote  y  Sancho,  Valencia,  1905. — Sebastián  López  Arrojo  pu- 
blicó Tarugos  de  prosa  y  verso  para  pavimentos  literarios,  Madrid,  1888. 
El  Orgulloso  vago  don  Quijote  de  la  Máquina,  aventuras  de  un  eidero, 
1897.  De  las  noches  en  que  yo  no  duermo,  191 5.  Impresiones  de  un  es- 
pectador, 1915. — Emilio  Mario  y  López  Fenoquio  (1868-1911),  madri- 
leño, fallecido  en  Leganés,  hijo  del  célebre  actor  López  Chaves,  ó  sea 
Emilio  Mario,  autor  del  género  chico,  estrenó  Militares  y  paisanos,  co- 
media, 1888.  La  Partida  serrana,  id.  (con  E.  Rodríguez  del  Valle),  1893. 
Los  Gansos  del  Capitolio  (con  D.  de  Santoval),  1896.  El  Dinero  de  San 
Pedro  (con  id.),  1898.  La  Verdadera  tía  Javiera  (con  id.),  1898.  De  la 
China  (con  J.  Abatí),  1899.  El  Director  general  (con  Santoval),  1899. 
Lx>s  Besugos  (con  J.  Abatí),  1899.  Las  Venecianas  (con  A.  Paso),  1900. 
El  Tesoro  del  estómago  (con  Abatí),  1900.  El  Ciclón,  1902.  Febrero 
loco,  1903.  El  Intérprete  (con  J.  Abatí),  1903.  Un  Hospital  (con  id.), 
1904.  Carambolas  de  amor  (con  id.),  1905.  El  Abanico,  1905.  Casos  y 
cosas  (con  M.  Sonano),  1907.  La  Pesca  del  millón,  1908.  La  Vida  de 


l52  ÉPOCA  REGIONAL   Y   MODERNISTA   (1888-I907) 

Secha,  1908.  Al  mejor  cazador...,  El  Crimen  de  la  calle  de  Leganitos, 
El  Libre  cambio^  Creced  y  multiplicaos,  Tocino  del  cielo.  Los  Amari- 
lios,  El  Código  penal.  Tres  estr.-lias,  La  Batalla  de  la  vida,  La  Coci- 
nera, Las  Gallinas,  La  Midata,  Los  Tiroleses,  Entre  dos  fuegos,  Luna 
de  miel,  El  Revisor. — Leandro  Mariscal  y  Espiga  (1833-1905J,  de  Bur- 
gos, coronel  de  Caballería  y  profesor  en  la  Academia  de  Valladolid, 
publicó  Compendio  de  Geografía  militar  de  España  y  Portugal,  1888. 
Estudios  militares  sobre  Políbio,  Tácito  y  Josefa.  Recuerdos  de  don 
Jerónimo  Merino. — Nicasio  Mariscal  y  García  (n.  1858),  de  Bijuesca 
(Zaragoza),  médico,  publicó  obras  de  su  profesión,  sobre  todo  Ensayo 
de  una  higiene  de  la  inteligencia,  Madrid,  1898,  1903.  Varias  obras  lite- 
rarias y  de  antigüedades:  La  Leyenda  del  doctor,  Prosa  y  verso,  LcR 
Muerte  de  un  ángel.  Tres  sonetos.  La  Ninfa  inexperta,  Velut  aegrv 
somnia^  Los  dos  ecos.  Mi  tristeza  y  mi  alegría,  etc. — Mariano  Martín 
Fernández  (n.   1866),  valisoletano,  por  seudónimos  El  Doctor  Blas  y 
El  Bachiller  Franquezas,  cronista  de  Valladolid,  donde   fué  redactor 
de  El  Norte  de  Castilla  y  en  Madrid  de  El  Liberal;  publicó  Perfiles 
madrileños,  Madrid,    1888.  Almoneda  concejil.  Martingalas,  Sabios  y 
sandios  (con  Anselmo  Guerra).  Estrenó  La  Condiscípulo,  13,  principal 
y  Cosas  de  Pincia. — José  Mayoral  publicó  Grandezas  de  Avila,  ibiid., 
1888.  Recuerdos  de  Avila. — Rafael  Meana  y  Hurtado  publicó  El  Dó- 
mine de  Móstoles,  juguete,  1888.  El  Libro  de  los  niños,  colección  de 
cuentos  y  poesías  morales,  Madrid,  1889. — Albino  Mencarini,  italiano 
naturalizado  en  España,  diplomático,  tradujo  las  Odas  de  Pínd^ro  (pos- 
tuma), Barcelona,  1888,  directamente  del  griego,  con  extremada  fideli- 
dad, y  en  verso. — José  Mención  Sastre,  de  Lorca,  publicó  Lorca  por 
Castilla,  drama,  Lorca,  1888. — Joaquín  Molina  y  Rico,  segoviano,  pu- 
blicó Apuntes  históricos  de  Segovia,  ibid.,  1888.  Colección  de  pensa- 
mientos,   máximas,    proverbios...,    ibid.,    1894. — José    Morte    Molina 
(n.  1858),  cordobés,  publicó  Mantilla,  apuntes  históricos,  Montilla,  1888. 
— Esteban  Muñoz  Donoso  (1844-1912?),  presbítero  chileno,  publicó  La 
Colombiada,  poema  épico;  Poesías,  Sermones  y  panegíricos,  Historia  de 
América  y  de  Chile. — Nicolás  Muñoz  Cerisola  (n.  1849-),  malagueño, 
cronista  de  Málaga,  colaborador  de  la  Prensa  local  desde  1865,  sobre 
todo  de  El  Museo  de  Málaga;  redactor  en  Madrid  de  La  Tribuna,  fun- 
dador de  El  Museo  (1874)  y  La  Patria.  Publicó  poesías  en  La  Ilustra- 
ción Española  y  Rimas,  1875.  Semblanzas,  1876.  Romances  de  ciego, 
1896.  Sátiras  de  Juvenal. — José  Muro  Carvajal  publicó  La  Casa  de  la 
Moneda  de  La  Coruña,  Madrid,  1888. — Eduardo  de  Navascués  publicó 
Coronas  épicas  en  loor  de  don  Alvaro  de  Bazán...  los  poemas  de  Gas- 
par García  de  Alarcón  y  Bioltasar  del  Hierro...,  Madrid.  1888.  Coronas 
heráldicas,  líricas  y  épicas  en  loor  de  don  Alvaro  de  Bazán...,  ib(id.< 
1888.— Tomás  O'Connor  D'Arlach  (n.  1848?-),  boliviano,  publicó  Ta- 
rijeños  notables,  18S8.  El  Periodismo  americano  en  i8po,  1890.  Poetisas 
bolivianas,  1890.  Rosas,  Francia  y  Melgarejo,  1892.  Semblanzas  y  re- 
cuerdos, 1893.  Poesías,  Tarija,   1896.  Impresiones,  versos,   1907.  Tia- 


S.    XIX,    1888.    MARIANO    I.    PR.\DO  153 

Smanacu,  La  Paz,  1910. — Gervasio  Olidex  publicó  El  Señorío  de  Viz- 
caya en  sus  relaciones  con  el  rey  don  Alfonso  XI  de  Castilla,  Bilbao, 
i9,88, — Juan  Luis  Oliver  publicó  Episodios  de  antaño,  Palma,  1888. — 
■Carlos  Olivera,  argentino,  publicó  En  la  brecha  (1880-1886),  1888, 
colección  escogida  de  sus  muchos  artículos  periodísticos.  Comenzó  es- 
cribiendo cuentes  fantásticos  y  baladas  en  prosa  en  El  Nacional,  atri- 
buyéndolas al  imaginario  poeta  alemán  Liidwig-Klein ;  después  se  en- 
caprichó con  Edgard  Poé  y  le  dio  á  conocer  á  sus  paisanos  y  le  tradujo; 
pero  la  política  le  enredó  más  de  lo  que  debiera  haber  él  mismo  per- 
•mitido. — AxTOxio  Olivo  Pino  publicó  La  Musa  colombiana,  poema  des- 
Ciiptivo,  Colón,  1888. — Rafael  Ortiz  (n.  1844),  militar  colombiano,  pu- 
.blicó  Saltadora,  cuento  (en  Revista  Literaria).  Eduvigis,  novela  de 
-costumbres.  Informe,  1888. — Alberto  Palomeoue  (n.  1852-),  montevi- 
■deano,  abogado,  fundador  de  Revista  Uruguaya  (1875),  La  Opinión  Pú- 
blica y  Revista  Judicial  del  Sud  (1875-80),  Anales  del  Ateneo,  del  que 
fué  presidente;  dirigió  La  Opinión  Piíblica  y  Boletín  Diplomático 
■(1903)  :  optó  por  la  ciudadanía  argentina  (1904),  y  publicó  muchas  obras 
jurídicas  y  políticohistóricas,  entre  ellas  Mi  año  político,  ocho  vols., 
Montevideo,  1888-1896.  Temas  uruguayos,  Buenos  Aires,  1897.  El  Año 
fecundo,  ^Montevideo,  1898.  Estudios  históricos,  ibid.,  1898.  Mis  derro- 
cas, ibid.,  1899.  Conferencias,  ibid.,  1901.  Orígenes  de  la  Diplomacia 
argentina,  dos  vols.,  Buenos  Aires,  1905.  La  Jurisdicción  del  Plata, 
JD.lontevideo,  1909.  La  Guerra  del  Paraguay,  ibid.,  1909.  Movimiento  po- 
lítico de  iS¡2,  ibid.,  1914.  El  general  Rivera  y  la  caynpaña  de  Misiones, 
-(1828),  Guerra  de  la  Argentina  y  el  Brasil,  Buenos  Aires,  1914.  Asam- 
bleas legislativas  del  Uruguay  (1850-63),  Barcelona,  1916.  Las  pri- 
meras cartas  de  nacionalidad  argentina,  1918.  La^  Naciones  aliadas 
en  la  historia  de  nuestra  independencia,  1918. — Parnaso  venezolano, 
Curacao.  18S8-90,  12  vols. :  por  C.  B.  A.,  Barcelona,  1906. — José 
Ignacio  Paz  del  Castillo,  venezolano,  publicó  El  ABC,  Caracas, 
i888. — Ger>l\n  G.  de  las  Peñas  publicó  El  Manto  de  la  Virgen,  no- 
Tela,  Habana,  1888. — Valentín  Picatoste  y  García,  archivero,  re- 
dactor del  Diario  de  Avila  (1902),  colaborador  de  Para  Todos  (1902), 
•publicó  Tradiciones  de  Avila,  Madrid,  1888.  En  el  rápido,  1888. — Fran- 
cisco PoNs  Y  B01GUES  (1861-1899),  de  Carcagente  (Valencia),  publicó 
Apuntes  de  un  viaje  por  Argelin  y  Ttinez,  1888  (Rcz'^ista  Contemporá- 
nea). Apuntes  sobre  las  escrituras  mozárabes  toledanas  que  se  conser- 
van en  el  Archivo  Histórico  Nacional,  Madrid,  1897.  Ensayo  biobiblio- 
gráfico  sobre  los  historiadores  y  geógrafos  arábigoespañoles,  ibid., 
1898.  Dos  obras  importantes  de  Aben  Hazam  (en  Homen.  á  M.  y  Pela- 
yo),  1899.  El  Filósofo  autodidacto  de  Abén-Tofail,  Zaragoza,  1900,  cor 
-un  prólogo  de  M.  y  Pelayo.  Las  demás  inéditas  y  artículos  véanse  en 
Revista  de  Archivos,  1900  (ag.,  oct.,  dic). — José  M.  Posada  publicó 
Poesías  selectas,  Coruña,  1888. — Mariano  L  Prado  y  LTgarteche  pu- 
'blicó  Nxíñez  de  Arce  como  poeta  lírico,  discurso,  Lima,  1888.  Estudio 
.sobre  filologTa  peruana  en  relación  con  la  historia  y  la  literatura,  ibid.. 


154  ÉPOCA  REGIONAL   Y   MODERNISTA   (1888-I9O7) 

1888. — ]\Iakuel  Puga  y  Acal  (n.  1860),  por  seudónimo  Brummd,  poeta 
mejicano,  de  quien  es  la  Balada  de  la  muerte.  Publicó  Lo  Poetas  me- 
jicanos contemporáneos,  ^léjico,  1888. — Adolfo  Puya  Ruiz,  gran  pla- 
giario, publicó  Filipinas,  descripción,  Manila,  1888.  Cuadros  de  costum- 
bres de  Filipinas,  ibid.,  1891?,  siete  núms.  Descripción  general  de  la 
Isabela  de  Luzón. — Francisco  Mariano  Quiñones  publicó  Apuntes  para 
la  historia  de  Puerto  Rico,  Mayagüez,  1888. — Juan  Quirós  de  los  Ríos, 
por  seudónimo  El  Bachieller  Singilia,  publicó  varias  obras  de  erudición, 
poesías  y  traducciones  del  latin  hacia  1888. — Francisco  Rebollo  y  ParRa 
publicó  Mar  de  fondo,  borrador  de  una  novela,  Madrid,  1888. — A'icente 
Kestrepo,  colombiano,  ministro  de  Relaciones  Exteriores  y  de  Hacien- 
da, publicó  Estudio  sobre  las  minas  de  oro  y  plata  de  Colombia,  Bogotá, 
1888.  Los  Chibchas  antes  de  la  conquista  española,  ibid.,  1895.  Atlas  ar- 
queológico. Apuntes  para  la  biografía  del  fundador  del  Nuevo  Reino  de 
Granada  y  vidas  de  ilustres  Prelados  hijos  de  Bogotá,  ibid..  1897. — • 
Revista  Calasancia,  ]Madrid,  desde  1888. — El  Rey  del  dolor,  poema  he- 
roico en  variedad  de  metros  por  una  religiosa  de  la  Orden  del  Santo 
Espíritu  en  Sevilla,  Sevilla,  1888. — E.  de  los  Reyes  y  Corr.^.di  publica 
Ante  un  jumento,  poema,  Madrid,  1888. — Joaquín  Reyes  (n.  1856-), 
montevideano,  abogado  y  catedrático  de  la  Universidad,  por  seudónimo 
Juan  Claro  en  revistas,  donde  escribió  mucho;  publicó  Revoltijo,  De  mi 
cortera. — Aurelio  Ribalta,  gallego,  publicó  La  Campaña  de  Ultramar, 
La  Coruña,  1888. — Francisco  de  Paula  Ribes  Marco  publicó  ¡Madre!,. 
poema  heroico,  Velencia,  188S. — AIanl-el  Rico  García  (f  1914)  y  Adal- 
MiRO  Montero  y  Pérez,  alicantinos,  publicaron  Ensayo  biográfico  y  bi- 
bliográfico de  escritores  de  Alicante,  ibid.,  1888,  dos  vols. — Solano  Am- 
brosio RiESTRA  (n.  1860-),  de  la  ciudad  de  Florida  (Urugua)').  escribano 
(i 888) ;  además  de  libros  de  su  facultad,  publicó  Microscópicas,  páginas 
literarias. — Cayetano  R.  Ripoll  publicó  La  provincia  de  Entre  Ríos 
bajo  sus  diversos  aspectos,  Paraná,  1888,  dos  vols. — La  Risa,  periódico 
ilustrado,  cómico  y  humorístico,  Madrid,  1888. — F.  Guillen  de  Robles 
publicó  Leyendas  de  José,  hijo  de  Jacob,  y  de  Alejandro  M-agno,  saca- 
das de  dos  manuscritos  moriscos  de  la  Biblioteca  Nacional.  Zaragoza, 
1888.  Catálogo  de  los  manuscritos  árabes  existentes  en  la  Biblioteca  Ncí- 
cional,  Madrid,  1889. — Fray  Fabián  Rodríguez  y  García,  agustino,  pu- 
blicó Ensayo  para  una  galería  de  asturianos  ilustres.  Cebú,  1888-93,. 
dos  ts.  en  tres  vols.  Adicioms,  1891. — Fray  Tomás  Rodríguez,  agusti- 
no, publicó  El  cronista  Alfonso  de  Palencia,  Valladolid,  188S. — José  V. 
Royo  de  León  estrenó  El  Puñal  de  la  envidia,  cuadro  dramático,  1888. 
La  Barraca  del  Turia,  saínete  (con  Ant.  P.  Camacho),  1908.  La  Bo- 
rrasca, drama,  1908.  Los  Miserables,  1909.  Noche  de  bodas,  zarzuela 
(con  Rafael  Sepúlveda),  1910.  El  Príncipe  soñador,  opereta.  1912.  El 
Himno  del  pueblo  (con  Salvador  Jordán  Doré),  1912. — Félin  Rozauski, 
presbítero,  publicó  Relación  sumaria  sobre  los  códices  manuscritos  de 
El  Escorial,  Madrid.  1888. — Lope  Damián  Ruiz  Rodríguez,  médico,  es- 
trenó Año  nuevo,  juguete,  1888.  Delicia  del  campo,  idilio,  1S92.  El  Cas- 


S.    XIX,    1888.    RAMOX   URIARTE  ¡55 

tillo  de  Fuensaldaña,  saínete,  1910.  El  Rumo  de  violetas,  felicitaciones 
en  verso  para  niñas,  1910.  Así  sea,  comedia,  1913. — A.  Sabido  y  Mar- 
tínez publicó  Llerena,  su  pasado  y  su  presente,  Madrid,  1885. — Roque 
Saenz  Peña,  argentino,  periodista,  diplomático  y  estadista  célebre, 
Presidente  de  la  República  (1910),  publicó  Discursos  al  asumir  la  Pre- 
sidencia de  la  nación,  Buenos  xA.ires,  1910.  Mensaje  del  Presidente,  1913. 
Escritos  y  Discursos  (desde  1888),  Buenos  Aires,  t.  I,  1914.  ]\Iartín  Gar- 
da Méron,  Recuerdos  Literarios,  1915,  pág.  355:  "Roque  Sáenz  Peña, 
naturaleza  franca  y  caballeresca,  espíritu  clarividente  y  flexible  que  se 
ha  revelado  en  todo  el  esplendor  de  una  madurez  inesperada  en  el  úl- 
timo Congreso  de  Washington,  donde  pronunció  varios  discursos  que 
bastan  para  hacer  la  reputación  de  un  hombre." — Francisco  F.  de 
Santa  Eulalia  publicó  Peregrina  del  Rosal,  virgen  y  mártir,  estudifo! 
de  costumbres  asturianas.  Habana,  1888.  Pote  asturiano,  cuentos,  etc., 
1S99. — José  Santa  Lucía  y  Ama  ya  (n.  1835-),  de  Burguillos,  presbítero, 
colaborador  de  la  Crónica  de  Badajoz  (1864-66),  por  seudónimo  Un 
Capellán  de  esta  Corte,  publicó  Colección  de  poesías  latinas  y  castella- 
nas, Madrid,  1888. — P.  Santamaría  y  Ulloa  publicó  Arco  Iris  de  Paz 
ó  consideraciones  acerca...  del  santísimo  Rosario,  tres  vols.,  Lérida, 
1888. — Santiago  Scuti  Orrego  (n.  1855-),  poeta  chileno  premiado  en 
el  Centenario,  bastante  filosófico,  grave  y  sereno,  publicó  algunos  poe- 
mas y  es  hoy  rector  del  Liceo  de  Quillota. — Luis  Siboney  y  Jiménez, 
per  seudónimo  Fray  Mortero,  farmacéutico  murciano,  director  de  Bar- 
celona Cómica  (1898),  publicó  Un  boticario  y  z-arios  farmacéuticos,  per- 
files y  semblanzas  (con  Ángel  Bellogín),  Barcelona,  1888.  Plaza  partida^ 
crítica,  1897.  Pan  de  compadres:  para  Valhucna  y  '^Clarín',  Madrid,. 
1906. — Enrique  Soms  y  Castelín  (1860-1913),  barcelonés,  catedrático 
de  la  Central,  publicó  Las  Helénicas,  de  Jenofonte,  1888,  1912  (Bibl. 
Clás.). — Juan  José  de  la  Sot.\  publicó  A  río  revuelto...,  Madrid,  1888. 
Dos  Evas  y  dos  Adanes,  novela,  1888.  Dos  perdices  y  un  mochuelo,  na- 
rración festiva,  1891.  Las  Madrileñas  en  miniatura,  cuadros  de  costum-- 
bres,  1891. — Pepito  Tartaja:  La  Satiriada,  poema  ó  sea  patada  en 
un  canto  tan  sólo,  ó  bien  pedrada,  Madrid,  1888. — Luis  A.  Torre- 
GKOSA,  de  Puerto  Rico,  publicó  Combates  del  corazón,  drama,  Agua- 
dilla,  1888.  Viceversas,  juguete,  ibid.,  1893. — Juan  Torres  Lasqueti 
(1814-1900),  en  Puerto  Príncipe,  publicó  Colección  de  datos  sobre- 
aquella  población,  Habana,  18S8,  dos  vols. — José  A.  Trelles  (n.  1860-), 
de  Navia  (Asturias),  por  seudónimo  Viejo  Pancho,  en  el  Plata  desde 
los  quince  años,  director  de  El  Tala  Cómico  y  Momentáneas  del  Tala 
Cómico,  colaborador  en  revistas  del  género  criollo  de  Buenos  Aires 
y  Montevideo,  publicó  Paja  Brava,  versos ;  Guacha,  drama,  y  Juan 
el  loco,  poema. — M.  R.  Trelles  publicó  Revista  patriótica  del  pa- 
sado argentino,  Buenos  Aires,  1888,  cinco  volúmenes. — Memorias 
del  general  (de  la  Gran  Colombia)  Rafael  Urdancta  (1813-30),  pu- 
blicadas por  sus  hijos,  1888,  Madrid,  1917,  por  Blanco-Fombona. — 
Kamón  Uriarte  publicó  Galería  poética  centroamericana:   Colección 


156  ÉPOCA  REGIONAL   Y  MODERNISTA   (iSSS'IQO/) 

.de  poesías  de  los  mejores  poetas  de  la  América  del  Centro,  Guate- 
mala,   1 838,    tres    vols. — J.    Valero    Hervás    publicó    Folletos    litera^. 

jvíos,  ^ladrid-Londres,  1888. — José  de  Vancells  y  Marqués  publicó 
El  Duque  de  Ciempozuelos,  novela,  dos  vols.,  1888;  Barcelona,  1891, 
1917.  Cristina,  novela,  1912. — Leopoldo  Velázquez  y  Sánchez  pu- 
blicó Anales  del  toreo,   3.'   ed.,   iMadrid,    1888. — D.    Vélez   Sarsfield 

-tradujo  La  Eneida  (con  J.  C.  Várela),  Buenos  Aires,  1888. — 
Francisco  de  Paula  Villa-Real  y  Valdivia  publicó  El  Libro  de  las 
tradiciones  de  Granada,  ibid.,  1888.  Hernán  Pérez  del  Pulgar  y  las  gue- 

■  rras  de  Granada,  Madrid,  1892,  1893.  Lecciones  elementales  de  historia 
crítica  de  España,  Granada,  1899.  El  valor  y  alcance  de  algunas  tradi- 

.ciones  y  leyendas,  discurso,  ibid.,  1905. — Camilo  de  Villavaso  publicó 

^Celebridades  contemporáneas,  Bilbao,  1888. — Ceferino  Wells,  cubano, 
publicó  Semblanzas  pilareñas,  1888. — Francisco  Zarandona  (n.  186S-), 

.poeta  valisoletano  y  abogado,  publicó  La  Esclava-,  leyenda,  \^alladolid, 
1888.  Sirena,  poema,  1890.  Versos  para  mujeres,  1892. 

26.  Año  i88p.  Aquileo  J.  Echeverría  (i 866- i 909),  de 
San  José  de  Costa  Rica,  de  poca  salud  y  pobre,  fué  soldado 
(1885),  publicó  en  Costa  Rica  Ilustrada  un  romance.  El  Re~ 
bocito  nuevo;  estuvo  en  la  Legación  de  Washington;  volvió  y 

-dirigió  Boccaccio  (1889),  desterróse  á  Guatemala,  donde  escri- 
bió crónicas  sociales  y  teatrales  en  Guatemala  Ilustrada  y 
conoció  á  Rubén  Darío.  Tornó  á  su  tierra  y  editó  La  Patria, 
donde  dejó  sus  crónicas  más  acabadas,  ligeras,  perspicaces, 
llenas  de  verdad,  de  colorido  y  de  elegante  socarronería  crí- 

••tica.  En  1894  vivía  en  una  bohardilla,  era  oficial  del  Congreso, 
redactor  del  Boletín;  casóse  después  y  vivió  en  Heredia,  sien- 
do bibliotecario  del  municipio,  y  allí  publicó  Romances  y  Con- 
cherías,  colección  de  sus  poesías  dispersas,  1903.  Postumas 
salieron  Concherías,  Barcelona,  1909.  Son,  como  quien  dice, 
rustiquerías,   del   concho   ó   rústico,   poesías   muy  sentidas   en 

lenguaje  regional  de  las  gentes  del  campo.  Tiene  fluidez,  co- 
lorido, sonoridad :  es  el  Vicente  Medina  de  su  tierra.   Gusta 

>-del  romance,  que  maneja  con  maestría.  En  suma,  no  trajo  al 

^público  a  sí,  sino  que  él  se  fué  al  pueblo,  inspirándose  en  sus 
asuntos  y  maneras,  siendo,  por  lo  mismo,  poeta  popular,  en 
prosa  y  en  verso;  narrador  y  poeta  delicado,  sencilloj  natural, 
parecido  al  Góngora  de  las  letrillas,  con  su  misma  gracia  y 
picardía  y  con  más  tierna  sensibilidad.  Falleció  en  Barcelona. 
Narciso  Díaz  de  Escovar  (n.  1860-),  malagueño,  compuso 


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AQUILEO  J.    ECHEVERRÍA 


S.    XIX,    1889.    RICARDO   JOSÉ    CATARINEU  iSy 

para  el  teatro,  desde  1889,  cerca  de  cien  obras  y. coplas,  que  se 
han  popularizado.  Eruditísimo  é  incansable,  escribió  acerca  deL 
teatro  español,  antiguo  y  moderno,  y  sobre  historia  de  I\Iálaga,. 
de  cuya  provincia  es  cronista.  También  abogó  y  aun  escribió' 
obras  jurídicas.  Poeta,  historiador,  legisperito,  es  Díaz  de  Es- 
covar  uno  de  los  escritores  más  cultos,  trabajadores  y  modes- 
tos, que  apenas  sale  de  Málaga,  donde  apoya  toda  grande- 
empresa. 

Enrique  Fernández  Granados  (n.  1867-),  de  Méjico, 
por  seud.  Fernangrana,  logró  sus  primeros  triunfos  poéticos 
en  el  Liceo;  después  se  dio  á  traducir;  fué  empleado  de  Ha- 
cienda, secretario  de  la  Academia  y  profesor  de  literatura. 
Colaboró  en  El  Mundo  Liter.  ilustr.  (1893),  Rev.  Azul,  Rev. 
Mod.,  El  Mundo  ilustr.,  Rev.  de  Revistas,  Vida  Moderna.  Su 
Musa,  en  frase  de  Gutiérrez  Nájera,  es  un  chupamirto,  eró- 
tica y  en  capullo,  de  tono  anacreóntico,  elegante,  superficial  y. 
mariposeador. 

VÍCTOR  Arreguine  (n.  1868-),  montevideano,  catedrático 
de  literatura  é  historia  en  Buenos  Aires,  fué  primero  poeta 
algo  romántico  y  subjetivo,  digamos  mejor,  becqueriano;  des- 
pués, clásico  y  modernista  á  la  vez,  algo  verlainiano,  como  en 
La  vejez  de  Venus,  lo  mejor  suyo  en  este  género.  Clásico,  á 
fuer  de  catedrático;  decadente,  como  lo  pedían  los  tiempos. 
Escribió,  más  tarde,  romances  históricos  y  cuentos  campestres 
y  como  historiador  sagaz  publicó  crónicas  en  prosa  de  la  épo- 
ca colonial. 

Ricardo    José    Catarineu    (1863-1915),    de    Tarragona^- 
redactor  de  Madrid  Cómico,  El  Nacional,  La  Correspondencia' 
(1896...),  con  seud.  de  Caramanchel  en  sus  críticas  teatrales;- 
colaborador  de  La  Ilustr.   Catól.  (1897-99),  ^<^  Ilustr.  Esp.,. 
Blanco  y  Negro,  El  Correo  Ilustrado  (1897),   Vida  Galante 
(1903),  El  Liberal  (1903),  etc.;  fué  buen  poeta  elegiaco,  pero- 
mal  autor,  c[ue  arregló  obras  francesas  é  italianas  é  hizo  al- 
gunas piezas  originales  peor  que  medianas.  Flechazos,  poesías, 
Madrid,  1889.  Tres  noches,  poema.  El  Tibidabo,  poesía,  1890.. 
Giraldillas,  versos,  1893.  ^os  Fiambres,  jug.,  1897.  Los  Forza- 
dos, poesías,   1899.  La  Venalidad,  dr.,   1902.  El  Deber,  com.. 
(con  P.  Mata),  1906.  Estrofas,  1907.  La  Sombra,  com.  (con  P;. 
Mata),  191 1.  Madrigales  y  elegías,  19 13. 


I  58  ÉPOCA  REGIONAL  Y   MODERNISTA   (1888-I907) 

2  7.  Rubén  Darío:  "Costa  Rica  tiene  un  tranquilo  pueblo  de  agri- 
-cultores,  y  Costa  Rica  tiene  su  poeta.  Tiene,  es  verdad,  otros  poetas; 
pero  su  poeta  nacional,  el  poeta  regional,  el  poeta  familiar  se  llama 
Aquileo  J.  Echeverría."  C.  Gagini,  pról.  á  Poesías...,  1918:  "Fácil  es 
descubrir  en  los  primeros  ensayos  literarios  de  Aquileo  la  influencia 
de  los  poetas  españoles,  cuyas  obras  servían  de  pasto  intelectual  á  nues- 
tra juventud  por  los  años  de  80  á  90,  cuando  la  incipiente  literatura 
tica  no  se  había  contagiado  aún  de  la  viruela  del  decadentismo.  El  re- 
volucionario y  fogoso  Espronceda,  el  músico  Zorrilla,  el  impecable  clá- 
sico Núñez  de  Arce,  Campoamor,  el  simpático  humorista,  y  el  román- 
tico Bécquer,  compartían  entonces  el  reino  de  las  almas  juveniles. 
Excusado  es  decir  que  cada  uno  de  nosotros  imitaba  á  aquel  cuya  ma- 
nera se  adaptaba  mejor  á  nuestro  temperamento,  y  por  eso  Aquileo 
daba  la  preferencia  á  poetas  como  Trueba,  Selgas  y  Aguilera,  que,  sin 
ser  de  alto  vuelo,  saben  expresar  delicados  sentimientos  en  forma  casi 
familiar.  Su  natural  travieso  y  burlón  se  inclinaba,  sin  embargo,  más 
á  los  satíricos  y  se  sabía  de  memoria  no  pocas  letrillas  y  epigramas, 
así  como  buen  número  de  las  maliciosas  ingenuidades  del  inmortal  ro- 
mancero español.  Las  mejores  obras  de  Aquileo  quedaron  inéditas:  fue- 
ron las  donosas  ocurrencias  y  picantes  epigramas  que  en  el  seno  de 
la  amistad  brotaban  á  torrentes  de  su  boca."  Angela  Baldares,  Estudio 
sobre  A.  J.  Echeverría:  "En  el  seno  de  la  familia  Echeverría  se  en- 
cuentran íntimamente  unidos  el  arte,  el  talento  y  la  gracia  del  buen 
humor.  Don  Aquileo,  padre  del  poeta,  es  un  popular  anciano  que  con- 
serva en  el  alma  el  calor  de  la  juventud.  Posee  en  la  conversación  el 
gracejo  peculiar  de  la  familia,  lo  cual,  unido  á  su  trato  afectuoso  para 
todos  los  que  se  le  acercan,  y  para  quienes  tiene  siempre  un  cariñoso 
vos,  hace  de  él  una  de  las  pocas  personas  que  á  pesar  de  la  vejez  son 
estimadas  y  queridas  por  todas  las  edades  y  clases.  Es  pariente  muy 
cercano  de  la  familia  Echeverría  don  Manuel  González  Zeledón,  quien, 
poniendo  su  talento  y  vivacidad  al  servicio  de  sus  ideales,  emprendió 
el  primero  el  cultivo  de  la  literatura  nacional,  cuyos  prístinos  frutos 
están  condensados  en  los  cuentos  que  recogió  y  publicó  la  importante 
revista  Ariel  hace  un  año,  los  cuales  dan  idea  del  ingenio  y  donaire 
del  autor.  Su  hermana  Marcelina  es  una  delicada  artista  espiritual  y 
llena  de  gracia,  que  con  su  voz  ha  honrado  á  Costa  Rica  en  los  Estados 
Unidos.  En  esta  comunidad  se  desarrolló  el  poeta  que  trajo  en  su  san- 
gre el  patrimonio  especial  de  la  familia.  Popular  como  su  padre,  fué 
tan  querido  como  él;  los  oleajes  del  infortunio,  cuando  de  carácter 
material,  pasaban  sin  afectarle  sobre  su  temperamento  alegre  y  deci- 
dor. Gustaba  conversar  con  todas  las  personas  que  encontraba,  y  siem- 
pre se  improvisaban  en  torno  de  él  auditorios  que  se  complacían  en 
saborear  su  chispeante  y  entretenida  charla.  Su  conversación,  como 
gran  parte  de  los  artículos  que  escribió,  era  epigramática;  pero  ma- 
nejaba con  suavidad  el  aguijón  de  la  burla,  rasgaba  la  piel  de  paso  y 
•.sin  detenerse  á  contemplar  los  efectos  de  la  herida  que  había  produ- 


S.    XIX,    1889.    RICARDO   JOSÉ    CATARINEU  iSg 

cido.  Vivió  siempre  en  la  estrechez  pecuniaria  porque,  además  de  que 
fué  un  pobre  pródigo,  se  entregaba  á  ciertas  debilidades  de  carácter, 
disipando  así  rápidamente  el  producto  de  su  trabajo.  Pero  lejos  de 
ocultar  su  pobreza  la  sacaba  á  relucir  en  cualquier  ocasión,  mostrán- 
dola siempre  á  través  de  la  lente  de  la  más  divertida  exageración.  Po- 
seía tal  poder  de  asimilación,  que,  á  pesar  de  no  haber  ahondado  sus 
estudios,  le  permitía  alternar  sin  desdoro  con  la  más  culta  sociedad  de 
hombres  de  letras.  Trabajó  con  empeño  en  el  periodismo,  en  el  cual 
figuró  como  director  de  Patria,  colaborador  de  Boccaccio^  de  La  Revista 
Nueva,  de  Cuartillas  y  de  La  República.  Fué  secretario  de  una  Lega- 
ción en  Estados  Unidos,  luego  estuvo  en  Guatemala,  y  por  último  fué 
bibliotecario  de  Heredia,  donde  escribió  la  mayor  parte  de  sus  Con- 
cherías  y  varios  artículos  festivos,  éstos  en  colaboración  con  don 
Eduardo  Calsamiglia.  En  algunos  de  ellos  aparece  "Caperoles",  caballo 
bien  conocido  por  los  militares  del  cuartel  de  Heredia  en  aquella  época, 
y  famoso  gracias  al  buen  humor  de  Aquileo...  Sostienen  algunas  per- 
sonas que  en  la  obra  de  Echeverría  se  siente  el  resquemo  de  la  influen- 
cia de  Vicente  Medina;  si  bien  es  verdad  que  el  poeta  de  C.  R.  no 
imitó  al  español,  porque  en  los  versos  de  aquél  no  hay  nada  de  la  tris- 
teza de  los  aires  murcianos,  es  imposible  negar  que  nuestro  artista  se 
llenó  de  entusiasmo  viendo  realizada  una  obra  semejante  á  la  que 
él  llevaba  en  el  pensamiento.  Apartó  la  indiferencia  de  que  antes  es- 
taba poseído  y,  fortalecido  con  el  ejemplo  de  González  Zeledón,  se  de- 
dicó con  más  amor  é  interés  á  observar  á  los  campesinos.  Pasaba  lar- 
gas horas  en  los  caseríos  cercanos  conversando  con  gentes  del  pueblo, 
cuya  lengua  se  asimilaba  para  hacerlos  hablar  sin  la  timidez  que  les 
es  propia  cuando  se  encuentran  en  presencia  de  personas  de  otra  clase 
social.  Su  carácter  le  atrajo  las  simpatías  de  los  aldeanos,  que,  agrade- 
cidos de  sus  atenciones,  hablaban  sin  cortedad,  ignorando  que  sus  pa- 
labras, traducción  de  sus  costumbres  y  pensamientos,  eran  trasladadas 
al  romance  por  la  pluma  del  hábil  artista.  La  obra  de  Echeverría  tiene 
el  interés  especial  de  haber  sido  vivida  entre  nosotros,  lo  cual  nos  per- 
mite atestiguar  los  hechos  que  en  ella  se  refieren.  Durante  las  tempora- 
das en  la  finca  de  la  familia,  en  San  Antonio  de  Belén,  tenía  oportunidad 
de  estar  entre  los  labriegos  y  de  adquirir  un  caudal  considerable  de  ob- 
servaciones acerca  de  su  vida  y  costumbres.  En  una  ocasión,  con  motivo 
•de  haber  muerto  un  niño,  ahijado  suyo,  que  vivía  en  ese  mismo  pueblo, 
fué  invitado  para  velar  durante  la  noche.  La  escena  que  se  desarrolló 
€11  casa  del  niño  que  había  fallecido  es  la  que  aparece  con  el  título  de 
La  Vela  de  un  angelito,  primera  conchería  que  escribió.  Habiendo  ta- 
llado el  primer  zafiro  del  tesoro  que  comenzaba  á  formar,  se  dedicó  con 
cariño  y  constancia  al  enriquecimiento  de  su  escriño,  recompensa  de  su 
talento  y  amor  por  los  labriegos.  La  Visita  del  compadre  es  la  copia 
exacta  de  la  escena  que  se  desarrolló  en  su  casa  un  domingo  con  motivo 
de.  la  visita  de  un  compadre,  que  tuvo  la  fineza  de  llegar  con  toda  su 
parentela  cuando  las  condiciones  monetarias  del  poeta  no  eran  muy 
envidiables.  Mercando  leña  es  el  diálogo  vivo,  fotografiado  desde  un 


l6o  ÉPOCA   REGIONAL   Y   MODERNISTA   (1S88-I9O7) 

rincón,  tras  una  puerta,  donde  estuvo  escondido  mientras  hablaban 
vendedor  y  compradora.  Una  noche,  cuando  descansaban  de  una  larga, 
caminata,  un  boyero  refirió  cierta  narración,  que  él  tomó  entre  las  cris- 
paciones  nerviosas  y  las  miradas  inquietas  de  los  oyentes:  es  la  con- 
chería  que  aparece  con  el  título  de  Un  Hermano.  Su  empeño  de  acer- 
carse á  los  campesinos  estaba  premiado  con  el  hecho  de  encontrar 
siempre  un  aspecto  nuevo  que  tratar.  Un  día  que  acompañó  al  doctor 
Flores,  su  padre  político,  á  visitar  á  un  campesino  enfermo,  pudo  apre- 
ciar la  farmacopea  del  pueblo,  porque  antes  que  el  doctor  había  llegado 
un  curandero  á  reconocer  el  caso;  la  receta  que  dio  está  fielmente  co- 
piada en  El  Curandero.  Cuando  se  hacían  los  trabajos  políticos  en. 
favor  de  la  candidatura  de  don  Ascensión  Esquive],  un  grupo  de  pro- 
pagandistas civilistas  pretendÍH  atraer  á  sus  filas  á  un  individuo,  y 
Aquileo,  que  en  todas  partes  estaba,  oyó  el  diálogo,  quizá  intervino  en 
la  conversación,  y  allí  nació  La  Firmita.  De  lo  anteriormente  dicho- 
se  deduce  que  el  mayor  encanto  de  la  obra  de  Echeverría  consiste  en  el 
hecho  de  que  la  vida  que  palpita  en  cada  uno  de  sus  romances  es  la  del 
pueblo  costarricense,  cuya  lengua  y  costumbres  estudiaré  á  continua- 
ción." Al.  Alvarado.  Bric-á-hrac:  "¿Quién  no  conoce  á  don  Aquileo, 
el  viejecito  de  barba  de  plata,  familiar  y  socarrón,  amigo  del  chiste 
sempiterno?  Un  buen  patriarca,  que  será  jovial  aun  enfrente  de  la 
muerte."  Poesías,  Conchcrias,  Epigramas  (inéd.),  S.  José,  1918.  Con- 
súltense: Alejandro  Alvarado  Quirós,  en  Bric-á-hrac,  S.  José,  1914, 
pñgs.  184-234;  Angela  Baldares,  Estudio  sobre  Aquileo  J.  Echeverría 
(en  Anales  del  Ateneo  de  Costa  Rica,  1914,  n.  i). 

Dirigió  Díaz  de  Escovar  Málaga  (1880)  y  la  Enciclopedia  Forense;' 
colaboró  en  La  Aliñes  (1879-83),  La  Gran  Fía  (1893),  Barcelona  Có- 
mica (1896),  El  Cocinero  (Cádiz,  1897),  La  Ilustr.  Esp.  (1897-99),  Vida 
Galante  (1903),  Álbum  Salón  (1903),  La  Ciudad  de  Dios,  Unión  Ibero- 
Amer.,  Rev.  Archizos,  La  Tribuna  (1916-17). 

N.  Díaz  de  Escovar:  Por  un  beso,  peq.  novela.  Granada,  1879. 
Las  Siete  Partidas,  estudio  hist.-jurídico,  ibid.,  1881.  Notas  perdidas, 
cantares.  Málaga,  1881.  Poesías  premiadas  (en  Juegos  Florales),  ibid., 
1882.  Efímeras,  poesías.  Malagueñas,  cantares.  Más  notas  perdidas. 
Málaga,  1882,  1883,  18S9.  Un  Vacío  del  Código  Penal,  ibid.,  1883.  Los^ 
Terremotos  de  Andalucía  (con  Urbano),  ibid.,  1885.  Homeopatía,  pe- 
queñas novelas,  ibid.,  1885.  Ratos  de  buen  humor,  artículos,  ibid.,  1885. 
Efemérides  de  Málaga  y  su  provincia^  ibid.,  1889.  Cantares  escogidos,. 
1890.  Más  cantares,  1890.  El  día  ip,  ejercicio  piadoso,  1890.  Mis  canta- 
res, 1892.  Percheleras  y  Trinitarias,  cantares,  1892.  Cantares  del  sol- 
dado, 1893.  El  Teatro  en  Málaga,  apuntes  histór.  y  biográf.  de  Ijs  si- 
glos XVI  al  XVIII,  1896.  Efemérides  malagueñas,  1897.  Orígenes  del 
Teatro  y  compendio  de  la  Historia  de  la  Escena  española,  1897.  Ga^ 
Icría  literaria  malagueña,  i8q8.  Elementos  de  Teoría  del  Arte  Teatral, 
1898.  Curiosidades  malagueñas,  col.  de  trad.,  leyendas,  biografías,  1899. 
Don  Francisco  de  Leyba  y  Ramírez  de  Arellano,  ap.  biográf,  1899.  Cu- 


S.    XIX,    1889.    NARCISO    DÍAZ    DE    ESCOVAR  16 1 

riosidades  histór.  de  Andalucía,  col.  de  tradic,  hiograf.,  leyendas,  1900. 
Anales  histór.  malagueños,  1900.  Anales  de  Málaga  desde  la  Recon^- 
quista  de  esta   ciudad  hasta  ló^p,  1900.  Rita  Luna,  ap.  biogr.,   1900. 
Apuntes  histór.  sobre   Certámenes  literarios  y  dent.,  y  Juegos  Flo- 
rales celebrados  en  la  provincia   de  Málaga,    1900.    Galería  de   ma- 
lagueñas,   1901.    Mis    coplas,    1901,     Una    semana    en    Galicia,    1902. 
Málaga  desde  1638  á  lópp,  1902.  Una  expedición  á  las  nanas  de  Sinr 
gilia,  1902.  Epidemias  de  Málaga,  1903.  Don  Juan  de  Ovando,  1903. 
Compendio  de  historia  de  la  declamación  española,  1904.  Cosecha  de 
mi  tierra,  1904.  Apuntes  escénicos  cervantinos,  1905.  Málaga  ilustrada, 
1905.  Elementos  de  Retórica  y  Poética,  1905.  Anales  del  Teatro  español 
anteriores  al  año  1350,  1910.  Cuentos  malagueños  y  chascarrillos  de  mi 
tierra,  1911.  Guitarra  andaluza,  cantares,  Barcelona,  1912,  Siluetas  es- 
cénicas españolas,  ibid.,  1912.  Colección  de  sonetos,  Túy,  1913.  Anales 
del  Teatro  esp.  correspondientes  á  los  años  1581  á  1623,  1626-16^9, 
1913-14,  dos  vols.  Anales  de  Málaga  en  forma  de  efemérides,  1914.  Dé- 
codas  del  Teatro  antiguo  español  (en  Rev.  Arch.).  Intimidades  de  la  Fa- 
rándula, Cádiz,  1916.  Nueva  guitarra  malagueña,  1916.  La  Bella  Amari- 
lis..., María  de  Córdoba,  1916  (en  Alhambra).  Anales  de  la  escena  espa- 
ñola {1701-1150),  1917  (en  Unión  Ibero-Americ).  Nuevas  coplas,  1917. 
Para  el  teatro :  A  Buenos  Aires,  viaje  cómico  lírico  (con  el  señor 
Altolaguirre).  A  buen  hambre  no  hay  pan  duro^  proverbio.  ¿A  cómo 
estamos?,  almanaque  lírico.  ¡A  la  orden,  mi  coronel!,  jug.  (con  el  señor 
Urbano.)  Altos  juicios  de  Dios,  boceto  dramático.  El  Amigo  Quevcdo, 
zarz,  (con  el  señor  Urbano).  Amor  romántico,  dial.  Andaluzada,  viaje 
cómico  lírico.  El  Anillo  de  pelo,  parodia  lírica  (con  el  señor  Segovia). 
Ardides  de  amor,  jug.  (con  don  Gregorio  G.  Velasco).  Artistas  del  por- 
venir, jug..  Atención  á  la  caja,  pasat.  El  Autor  del  crimen,  dr.  ¡Ay, 
amor,  cómo  me  has  puesto !,  jug.  Bocetos  malagueños,  zarz.  (con  don 
José  C.  Bruna).  Calabazas,  jug.  Cambio  de  Gobierno,  jug.  Carmen  la 
Trinitaria,  dr.  Centro  de  negocios,  pasat.  ¡Ciegos!,  com.  (con  el  señor 
Urbano).  Contra  pereza...,  comedia  infantil  (con  el  señor  Urbano).  La 
Criada  respondona,  jug.  (con  don  Ramón  A.  Urbano).  La  Dama  presi- 
denta (Refundición  del  Teatro  antiguo).  De  cacería...,  jug.  La  del  em- 
budo, jug.  Déme  usted  una  cedida,  aprop.  De  Sevilla  á  Málaga,  ó  ¡  Va- 
mos  á  los  toros!,  zarz.  Detrás  dfl  telón,  entreacto.  Dos  para  tma,  jug. 
¿En  dónde  me  escondo?,  jug.  (con  don  José  Santiago).  En  la  guerra, 
zarz.  En  víspera  de  elecciones,  zarz.  Escala  de  redención,  dr.  La  Guarda 
cuidadosa  (Refundición  del  entremés  cervantino).  La  Hermosa  Judith, 
episodio  patriótico.  El  Hijo  de  Dios,  aprop.  La  Inundación  de  Murcia, 
aprop.  (con  don  Nicolás  Muñoz  Cerissola).  Los  Jóvenes  del  día,  crítica 
disparatada.  Homenaje  á  Cervantes,  dial,  (con  la  señorita  Suceso  Luen-« 
go).  Junto  al  cuarto  de  testigos,  aprop.  Laura  de  Venanza,  poema  dram. 
Leonor,  dr.  Lo  que  no  castiga  el  Código,  dr.  Lorenzo  me  llamo  (Re- 
fundición). El  Maniquí,  jug.  La  Mañana  de  un  poeta,  jug.  María  la 
Malagueña,  melodr.  Mientras  llega  el  tren,  dial.  Miguel  Servet,  melodr. 

TOMO   X,  — II 


102  ÉPOCA  REGIONAL   Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

Monje  y  Emperador,  clr.  El  Montañés  Juan  Pascual  (Refundición). 
La  Nieves,  dr.  Odios  de  raza,  leyenda  dram.  Odios...  nacionales,  par. 
(con  el  señor  Urbano).  Olvidos  por  conveniencia  (Refundición).  Pae- 
lla malagueña,  rev.  Para  tal  culpa...,  jug.  Pasión  de  mulato,  melodr. 
Patria  y  caridad,  dial.  Por  cambiar  de  nombre,  jug.,  Por  ser  compla- 
ciente^ jug.  Por  un  pensavnientOj  com.  ¿Quién  sobra f,  jug.  Quien 
todo  lo  quiere...,  prov.  La  Reconquista  de  Málaga,  dr.  (con  el  señor 
Urbano).  Se  quedan  en  casa,  caricatura  lírica.  ¿Sirvo  yo?,  aprop.  El 
Socorro  de  los  montes  (Refundición).  Todos  caemos,  com.  La  Toalla 
de  Venus,  jug.  (con  don  Julián  Romea).  Tomar  el  pelo,  jug.  (con  el 
señor  Urbano).  Tor rijos,  boceto  dramático  (con  el  señor  Urbano). 
El  Turrón,  caricatura  política.  Un  ángel  ntás,  boceto  dramático  (con 
el  señor  Tejón).  Un  episodio  morisco,  dr.  Un  matrimonio  más,  jug. 
{con  el  señor  Postigo  Acejo).  Un  medallón  olvidado,  jug.  La  Voladura 
del  cerro  de  San  Telmo,  aprop.  Los  Viejos  verdes,  zarz.  (con  el  señor 
Urbano).  Bastantes  monólogos. 

]vlan.  Gutiérrez  Nájera.  Pról.  (1888)  á  Mirtos:  "¿Queréis  imaginaros 
las  inspiraciones  de  este  poeta?  Figuraos  muchas  mariposas.  La  musa 
de  F.  Granados  es  verdaderamente  un  chupamirto.  Para  aligerar  su 
vuelo,  huye  del  consonante,  huye  del  end.:casílabo,  y  está  más  á  su 
gusto  en  esas  breves  y  flexible  anacreónticas,  en  las  que  semeja  el 
pensamiento  algo  muy  sutil,  aéreo  casi ;  algo  como  una  abeja  que  liba 
el  jugo  de  las  flores,  sin  posarse  en  ellas  ni  doblar  sus  pétalos.  Zumba, 
vuela  y  huye,  estremeciéndose  con  la  embriaguez  deliciosa  de  la  miel. 
La  poesía  del  autor  de  Mirtos  no  es,  en  rigor,  una  poesía  propia,  na- 
cida en  el  alma;  tampoco  me  resigno  á  llamarla  poesía  arcaica,  porque 
este  vocablo  trae  aparejada  cierta  idea  de  vetustez,  y  los  versos  á  que 
me  refiero  son  muy  juveniles:  la  llamaré  mejor  poesía  libada.  Es  im 
néctar  bebido  en  flores  jonias...  Es  (este  librito)  una  cesta  de  mimbre 
tejida  primorosamente  y  llena  de  fragantes  botones.  Iklañana  el  señor 
Fernández  Granados  nos  traerá  su  canastillo,  rosas  hermosísimas.  Por  • 
supuesto,  sus  poesías  son  eróticas...  Pero  el  amor  que  canta  F.  Gr.  no 
es  el  amor  sediento,  enfermo,  de  muchos  poetas  modernos.  Es  eí  amor 
que  se  parece  al  placer;  el  deseo  que  se  ha  detenido  en  una  mujer,  cual 
la  mariposa  en  una  flor,  y  que  agita  sus  alas  como  diciendo :  ya  volaré 
á  otra...  Anacreón  ha  de  ser  el  poeta  predilecto  de  F.  Granado...  Tie- 
ne excelentes  aptitudes  de  artista  y  muy  buen  gusto."  \ 

Fern.  Granados:  Mirtos,  versos,  México.  1889,  I9i5-  Margar  tos, 
1891.  Mirtos  y  margaritas,  1894,  con  pról.  de  José  P.  Rivera  y  carta  de 
Ignacio  M.  Altamirano.  Antología  (1887-1907),  versos,  1898.  Recuer- 
dos, de  Leopardi,  trad.,  189S.  Exóticas,  trad.  del  fr.  é  ital.,  iS?8.  Madri- 
gales, de  Pasquale  Papa.  trad..  1809.  M  ir  amar,  de  Carducci.  trad.,  1900. 
Á  Josefina,  romance,  1900.  Levia  Carmina,  versos,  1902.  Salve,  oh 
musa,  poema,  1903.  Alfa  y  Omega,  versos,  1903,  A  Don  Quijoic,  poesía, 
1903.  Salve,  oh  musa.  A  Don  Quijote,  Miramar,  1909.  Mirt'S,  1915, 
con  pról.  de  Man.  Gutiérrez  Nájera,  Frondas  de  Italia,  traducciones, 


E.   FERNANDEZ   GRANADOS 


S.  XIX,  1889.  BERNARDO  JIORALES  SAN  MARTÍN  l63 

1915.  Poesía  y  prosa  selecta  de  Josué  Carducci,  i^iy.  A  Salvador  Rue~ 
da,  1917.  En  Esp.  Moderna:  A  Miramar  (1900,  oct).  A  María  Guerrero 
(:90o,  nov.).  Consúltese  Germán  Estrada,  Poetas  nuevos,  1916. 

Víctor  Arreguine:  Combate  del  Quebracho,  Montevideo,  1886,  Ver- 
sos, ibid.,  1889.  Poesías,  ibid.,  1889.  Amorosas,  ibid.,  1889.  Narración'  s 
nacionales^  Artigas,  Rivera,  1890.  Historia  del  Uruguay,  1892.  Rima-^ 
(becquerianas),  1S92.  Tiranos  de  América^  Francia,  1896.  Estudios  so- 
ciales, B.  Aires,  1899.  Ley  de  amor,  1899.  Poesías  uruguayas.  La  gue- 
rra, amor  libre,  1906.  Tardes  de  estío,  poesías  verleinianas,  B.  Aires, 
1906.  Guerra  de  la  Cisplatina,  Montevideo,  1914. 

28.  Año  i8Sp.  Bernardo  Morales  San  Martín  (n. 
1 864-),  de  Cabañal  (V^alencia),  compositor  de  música,  novelista 
y  dramaturgo  en  valenciano,  ha  publicado  hermosas  novelas 
castellanas,  del  género  regional  en  la  pintura  de  escenas,  tipos 
y  espíritu;  en  la  forma,  clásicas,  con  cierto  sabor  de  helenismo, 
tan  propio  de  los  artistas  valencianos.  Con  razón  tuvo  Llórente 
La  RuUa  y  La  Tribuna  roja,  por  las  novelas  más  valencianas, 
aunque  Blasco  Ibáñez  le  gane  en  la  reciura  de  los  brochazos 
con  que  pinta  las  muchedumbres  y  el  ambiente.  Después  se  en- 
sayó en  el  idealismo  y  simbolismo,  escribiendo  Eva  inmortal. 

Federico  Gamboa  (n.  1864-),  mejicano,  diplomático  des- 
de su  juventud,  arregló  vaudez'illes  franceses  e  hizo  algunas 
piececillas  teatrales ;  pero  se  distinguió  más  como  novelista, 
imitando  a  Zola  de  alguna  manera;  es  realista,  buen  desmenu- 
zador de  almas.  En  sus  últimas  obras  muéstrase  convertido  a 
la  fe  católica.  Es  de  los  mejores  novelistas  mejicanos. 

Ramón  Sánchez  Díez  (n.  1869-),  de  Reinosa,  culto  es- 
critor educativo  de  las  gentes  trabajadoras  y  deseoso  de  toda 
mejora  social,  ha  publicado  novelas  doctrinarias  bien  escritas 
y  libros  de  cuentos  y  de  viajes. 

29.  Morales  S.  Martín  en  carta  al  autor:  "Mi  ideal  artístico 
puede  condensarse  en  aquella  alta  y  sublime  modalidad  del  genio  helé- 
rjco  que  se  denomina  "antropomorfismo".  Es  tan  sincera  y  natural  en 
jní  esta  tendencia  artística,  que  sin  esfuerzo  ninguno  ni  propósito  de- 
liberado de  escuela,  todas  mis  modestas  concepciones  y  pensamientos 
tienen  necesariamente  proporciones  y  carácter  fundamentalmente  hu- 
manos. Realista  en  el  fondo,  procuro  que  la  forma  sea  sencilla  y  na- 
tural, y  tan  distante  de  la  vulgaridad  como  de  la  afectación;  expo- 
niendo las  escenas  inevitablemente  crudas  con  pudoroso  ropaje  que 
vele  lo  impuro  y  permita  admirar  el  casto  desnudo  clásico.  La  Rulla 


164  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

es  la  novela  de  la  huerta  valenciana;  en  ella  están  todas  las  pasiones  y 
ensueños  de  mis  campesinos;  La  Tribuna  roja  es  la  novela  de  la  ciudad^ 
con  los  frutos  de  la  educación  sentimental  exagerada  en  el  sentido 
ácrata  y  radical;  Erótica  es  la  novela  de  las  sierras  levantinas,  como 
mi  drama  La  Borda  (la  inclusera)  es  la  pintura  de  mi  gente  de  mar." 
En  Las  Provincias^   febr,   1917:   "Para  mí  es  muy   simpático  el  fla- 
mante novelista,  porque  veo  en  él,  hace  tiempo,  un  escritor,  un  poeta, 
(sin  escribir  versos)  y  un  artista,  de  los  pies  á  la  cabeza.  Es  un  enamo- 
rado de  la  belleza,  un  cavaUer  servente  del  ideal.  Profesa  al  arte  un  culto 
religioso  y  absorbente.  Pero  no  deja  correr  la  pluma  ni  la  fantasía:  lo 
escribe  todo,  pensándolo  bien.  Y  ama  á  Valencia  con  pasión.  La  novela 
le  atrae  como  atrae  ahora  á  todos  los  que  en  otro  tiempo  hubieran  sido- 
poetas  ;  y  para  escribir  una  novela  genuínamente  valenciana,  ha  querido 
presentarnos  exacta,  fotográficamente,  á  nuestros  campesinos,  que  cree 
mal  comprendidos  y  quizás  calumniados  por  novelistas  fantaseadores 
y  efectistas.  Ese  ha  sido  su  propósito  al  escribir  La  Ralla;  hacer  algo* 
de  documentación  psicológica  y  social,  aplicando  estos  cánones  de  la 
novela  actual  á  los  labriegos  de  la  huerta  de  Valencia.  Una  de  las  par- 
tidas más  hermosas  de  esta  huerta  es  la  antigua  Vara  de  Sent  Esteve,. 
que  se  extiende  entre  la  ciudad  y  el  Cabañal,  cruzada  por  el  camino  de- 
Algirós.  Morales  San  INIartín,  que  en  el  Cabañal  nació  y  allí  vive,  la 
conoce  muy  bien,  y  en  ella  ha  colocado  el  escenario  de  su  novela.  Prés- 
tanse  aquellos  frondosos  campos  á  bellas  descripciones;  pero  nuestro- 
autor  no  es,  como  la  mayor  parte  de  los  novelistas  del  día,  minuciosa- 
mente descripcionista.  Sus  cuadros  no  son  de  paisaje;  son  de  género. 
Con  sobriedad  pinta  los  fondos,  y  los  pinta  bien;  pero  solamente  para, 
dar  ambiente  y  realce  á  sus  figuras.  Tampoco  distrae  al  lector  con  el 
largo  relato  de  costumbres,  fiestas  y  ceremonias  típicas.  Aprovecha  al- 
gunas veces  este  recurso,  cuando  le  viene  á  mano  para  su  relato ;  pero 
también  con  mucha  sobriedad.  Quizás  es  en  esto  demasiado  severo,  re-: 
nunciando  á  un  elemento  de  delectación  en  sus  novelas.  Ha  querido- 
poner  todo  el  interés  de  La  Rulla  en  la  pintura  de  los  caracteres,  en  la 
exposición  de  los  sentimientos  y  en  el  conflicto  dramático  que  de  sa 
natural  desarrollo  resulta.  Su  protagonista,  no  individual,  sino  colec- 
tivo, es  una  familia  de  labradores  acomodados,  els  Chenovesos,  de  la 
que  nos  presenta  tres  generaciones,  y  las  vicisitudes  de  la  novelesca 
acción  surgen  de  su  rivalidad  con  cls  Alborsos.  Unos  y  otros,  y  los 
personajes  episódicos,  son  labradores  valencianos  de  veras,  y  este  es 
el  mayor  mérito  del  libro,  en  mi  concepto.  Sólo  echo  de  menos  alguna 
mayor  propiedad  {rusticidad,  podría  decirse)   en  sus  diálogos.  Cuanto 
hablan  me  parece  algunas  veces  que  aquella  gente  no  es  del  camino  de 
Algirós.  B.  Morales,  en  castellano:  El  Arte  y  un  pintor  del  Renacimieti- 
to,  Valencia,  1889.  Influjo  de  la  cultura  árabe  en  Valencia,  id.,  1889. 
Estudio  sobre  las  Escuelas  de  corrección,  id.,  1889.  Historia  del  P-uig  de- 
Santa María,  id.,  1889.  La  Alcaldesa,  novela  serrana,  id.,  1892.  La  Ru- 
lla, novela  huertano,  id.,  1905.  Racimo  de  horca,  novela  histórica,  ídem^ 


S.  XIX,  1889.  FEDERICO  GAMBOA  165 

1908.  La  Tribuna  roja^  novela  ciudadana,  id.,  1909,  1918.  Alma  de  artista, 
novela  corta,  1909.  La  Estatua,  cuento  premiado  en  el  concurso  li- 
terario de  Blanco  y  Negro,  Madrid,  1910.  El  Espectro,  novela  corta 
premiada  en  el  concurso  literario  de  Los  Contemporáneos,  id.,  1911. 
Erótica,  Historias  de  amor,  Barcelona,  1912.  El  Principe  Fantasio,  no- 
vela corta,  Madrid,  1913.  El  voto,  cuento  premiado  en  el  certamen  de 
la  Ilustración  Española  y  Americana,  id.,  1913...  Por  un  agujero,  cuen- 
to, premiado  idem  id.  id.,  id.,  1914.  La  Verdad,  novela  corta  {La  No- 
vela de  bolsillo),  id.,  1915.  Desencanto,  ídem  id.  (Los  Contemporáneos), 
id.,  1916.  Olor  de  santidad,  cuento  premiado  en  primero  y  único  lugar 
en  el  concurso  del  Circulo  de  Bellas  Artes  de  Madrid  y  publicado  en 
La  Esfera  de  19  de  agosto  de  1916,  id.  1916.  Cuentos  y  novelas  publi- 
cados en  La  Ilustración  Española  y  Americana,  de  Madrid;  Nuevo 
Mundo  y  La  Esfera,  de  id.;  La  Ilustración  Artística  y  Hojas  Selectas, 
de  Barcelona,  y  Las  Provincias  y  El  Mercantil  Valenciano,  de  Valen- 
cia. Artículos  literarios,  crónicas,  estudios  de  arte  y  literatura  é  'his' 
toria  en  las  anteriores  publicaciones.  Eva  inmortal,  nov.  1917. 

Luis  G.  Urbina,  La  Vida  Liter.  de  México,  1917,  pág.  246:  "Nues- 
tras costumbres,  nuestras  modalidades.  El  más  preciso  en  observarlas, 
el  más  artista  en  copiarlas,  el  más  sincero  en  sentirlas  y  en  vivirlas, 
es,  á  mi  juicio,  Federico  Gamboa.  Con  un  canon  naturalista  un  tanto 
anticuado;  con  un  estilo  algo  tardo,  aunque  con  frecuencia  limpio  y 
conmovedor;  con  un  desarrollo  de  acción  que,  por  prodigalidad  deta- 
llista ó  mania  episódica,  no  siempre  muestra  ligereza,  Federico  Gam- 
boa logra,  á  pesar  de  todo,  que  la  curiosidad  se  avive,  que  la  atención 
se  abstraiga,  que  se  despierte  la  emoción,  que  se  siga  la  lectura  de  una 
novela  como  se  sigue  el  curso  de  una  existencia  que  nos  interesa.  La 
narración  adquiere  una  animación,  una  vivacidad  positiva  en  nuestro 
mundo  imaginativo.  Pasan  los  seres,  lloran,  ríen,  son  venturosos  ó  per- 
versos; se  suceden  los  acontecimientos  con  la  fatalidad  del  destino;  se 
ven  las  calles,  los  paisajes,  las  casas,  y  fascinados  por  aquel  evocador, 
la  vida  ficticia,  una  vida  netamente  mexicana,  se  apodera  de  nuestro 
espíritu,  y  en  seguida,  desvanecido  el  hechizo,  deja  una  indeleble  huella 
en  la  memoria.  Ese  triunfo  de  novelista  lo  alcanza  de  continuo  Gam- 
boa." Fed.  Gamboa:  Del  natural,  esbozos  contemporáneos,  Guatemala, 
1889  (dos  ed.).  Apariencias,  B.  Aires,  1892.  Impresiones  y  recuerdos, 
ibid.,  1893.  Suprema  ley,  París,  1896.  Metamorfosis,  Guatemala,  1899. 
Santa,  Barcelona,  1903,  1910.  Mi  diario,  intimidades,  literatos  y  litera- 
tura, tres  vols.,  ibid.,  1907;  México,  1910.  Reconquista,  ibid.,  1908.  La 
Llaga,  Méjico  (1912  ?),  t.  III  de  Obras  completas.  La  Novela  mexica- 
na, confer.,  México,  1914.  Para  el  teatro:  La  Señorita  Inocencia,  arre- 
glo, México,  1888.  La  Moral  eléctrica,  arreglo,  Guatemala,  1889.  La 
Ultima  Campaña,  com.,  México,  1894.  Divertirse,  monól.,  ibid.,  1894. 
La  Venganza  de  la  gleba,  dr.,  Washington,  1904.  A  buena  cuenta,  dr., 
San  Salvador,  1907. 

Sánchez  Diez  en  carta  ;il  autor:  "Mi  ideal  artístico  es  poco  com- 


1 65  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

flejo;  desde  el  principio  lie  escrito  para  tratar  de  emocionar  al  lector 
con  un  sentimiento  de  justicia.  Es  por  lo  que  más  he  peleado  siempre. 
He  querido  tener  ternuras  para  convencer  á  corazones  duros  de  que  es 
preciso  levantar  á  los  pobres  caídos,  de  lo  que  sea.  He  tenido  que  em- 
plear tremendas  violencias  también  cuando  no  he  podido  convencer  por 
ternuras.  El  amor  á  la  justicia  social  é  histórica  me  ha  hecho  rabiar 
y  blasfemar  y  maldecir  de  todo.  No  he  creído  nunca  que  se  debía  es- 
cribir una  línea  como  no  fuera  para  servir  á  la  justicia.  Entre  un  ar- 
tículo ó  un  cuento  muy  hermoso,  literariamente,  ó  incorrecto  y  duro, 
prefería  siempre  hacer  esto,  si  era  mejor,  para  el  bien  de  la  patria  y 
del  prójimo.  Viendo  que  hay  tantos  dolores  en  el  mundo,  tantos  niños 
que  duermen  en  la  calle  desamparados,  tanta  miseria  por  falta  de  tra- 
bajo y  por  desorganización  social,  por  impericia  ó  inconsciencia  de 
quienes  se  meten  á  gobernantes,  creo  que  el  ideal  artístico  más  hon- 
rado y  más  artístico  es  emplear  la  pluma  con  toda  el  alma  en  pedir 
"socorro  y  en  hacer  profundas  heridas  en  otras  almas  impávidas.  Como 
se  pida  socorro  con  amor  verdadero  y  como  se  insulte  con  furor  santo, 
el  arte  aparecerá  por  alguna  parte.  Yo  creo  que  sentir  profundamente 
la  justicia  es  ser  poeta  verdadero.  Y  á  eso  he  tirado  en  mis  libros  y 
en  mí  mismo."  Publicó  Páginas  de  mi  vida,  1889.  Amores,  cuentos,  1901. 
Mis  viajes.  Odios,  cuentos,  1903.  Balada,  novela  infantil.  Juan  Cora- 
zón, artículos  políticos,  1906.  Europa  y  España,  el  libro  de  los  viajes 
y  de  los  negocios,  1910.  Jesús  en  la  fábrica,  novela  políticosocial,  1911. 
Predicaciones  humildes  (á  los  obreros),  1913. 

30.  'Año  i88p.  Fray  Francisco  Blanco  García  (1864- 
1903),  de  Astorga,  agustino  (1880),  compuso  en  el  colegio  de 
La  Vid  y  llevó  ya  casi  acabada  al  Escorial  (1885)  su  obra  La 
Literatura  española  en  el  siglo  xix;  fué  profesor  de  Literatura 
(1895)  y  director  de  La  Ciudad  de  Dios;  pero  partió  a  Jauja 
del  Perú  para  restablecer  su  salud,  donde  falkció  a  los  dos 
años,  perdiéndose  así  las  grandes  esperanzas  que  para  las  letras 
españolas  nos  prometíamos  de  su  talento.  Libro  es  el  suyo  de 
la  mocedad,  elegantemente  escrito  y,  en  general,  con  imparcia- 
lidad de  juicio.  Detiénese  en  la  crítica  de  las  principales  obras 
de  los  grandes  autores  y  es  escaso  en  noticias  biográficas  y  bi- 
bliográficas. Ha  sido  la  primera  y  mejor  historia  de  nuestra 
literatura  del  siglo  xix. 

Francisco  Fernández  Villegas  (i 857-1 9 16),  murciano, 
por  seud.  Zeda,  doctor  en  Filosofía  y  Letras,  redactor  de  La 
'Monarquía,  La  Época  (1894-95)  y  El  Im parcial,  crítico  en  Es- 
paña Moderna  (1891-94),  refundidor  de  obras  teatrales  clásicas 


S.    XIX,    1889.    FRANXISCO   F.    VILLEGAS  1 67 

y  autor  de  otras  originales,  escritor  culto,  castizo  y  de  gusto 
clásico,  buen  crítico  teatral,  cronista  ameno. 

31.  El  padre  Blanco  García  no  rotuló  Historia  á  su  obra,  aunque 
como  tal  puede  considerarse,  bien  que  no  satisfaga  enteramente  á  lo 
que  hoy  por  historia  se  tiene.  Echanse  menos  las  fuentes  y  bibliografía; 
algo  de  biografía  va  en  notas  al  pie  al  tratar  de  los  autores  principales. 
Sigue  la  engorrosa  clasificación  por  géneros,  lo  cual,  además  de  em- 
brollar la  cronología,  le  fuerza  á  tratar  á  cada  autor  en  diferentes  lu- 
gares. Hay  alguna  parcialidad  por  anteponer  el  criterio  moral  y  aun 
religioso  al  estético,  de  suerte  que  algunos  autores,  por  no  manifestarse 
decididamente  católicos,  quedan  harto  m.al  parados.  La  última  época 
está  tratada  con  demasiada  ligereza,  no  haciéndose  cargo  del  género 
chico  ni  de  la  literatura  regional.  El  lenguaje  es  a  veces,  por  lo  retórico, 
rnás  propio  de  conferencia  que  de  serena  y  densa  narración  histórica. 
Los  autores  americanos  los  deja  para  un  como  apéndice,  en  que  habla 
igualmente  de  la  literatura  catalana  y  otras  regionales  bastante  de 
sobrepeine.  Publicó  el  padre  Blanco:  El  Laurel  de  Ceriñola,  drama, 
1889.  Las  Ciencias  y  las  Letras,  discurso,  1890.  La  Literatura  española 
en  el  siglo  xix,  Madrid,  t.  I,  1891,  1899,  1909;  t.  II,  1892,  1903,  1910; 
t.  III,  1894,  1912.  Segundo  proceso  instruido  por  la  Inquisición  de  Va- 
lladolid  contra  fray  Luis  de  León,  1896.  Fray  Luis  de  León,  estudio' 
biográfico,  póst.,  1904.  Contestación  al  reverendo  padre  Alonso  Ceti- 
na, O.  P.  (en  La  Ciudad  de  Dios,  LX).  Otros  artículos  y  poesías  en 
Revista  Agustiniana  y  La  Ciudad  de  Dios.  Consúltense :  Pardo  Bazán, 
en  Nuevo  Teatro  critico,  1892  (mar.-abr.) ;  padre  !Muíños,  en  La  Ciudad 
de  Dios  (ts.  LXIII  y  LXIV) ;  fray  Gregorio  de  Santiago,  en  Ensayo 
de  la  Biblioteca...  de  la  Orden  de  San  Agustín,  1913. 

Zeda  en  carta  al  autor:  "Mi  ideal  literario  se  reduce,  en  pocas  pa- 
labras, á  lo  siguiente:  Vaciar  en  molde  castizo  mi  pensar  y  mi  sentir. 
Por  castizo  no  entiendo  lo  arcaico.  Los  que  trabajosamente  pretenden 
en  sus  escritos  colocar  la  elocución  de  los  grandes  hablistas  del  siglo 
de  oro.  faltan  á  la  primera  cualidad  del  escritor  y  del  hombre:  la  sin- 
ceridad. En  la  mentalidad  moderna  entran  elementos  que  antes  no  exis- 
tían y  han  desaparecido  otros  que  tuvieron  en  su  tiempo  capitilísima 
importancia.  El  movimiento  de  las  ideas  y  la  sucesión  de  las  imprcsio- 
iits  son  mucho  más  rápidos  ahora  que  entonces;  la  vida  tiene  al  prer-en- 
te,  por  decirlo  así,  mayor  fuerza  de  vibración  que  en  el  fondo.  Todo 
esto  determina  formas  y  giros  nuevos  de  expresión,  que  el  escritor  mo- 
derno no  debe  ni  en  rigor  puede  desdeñar.  Conservemos,  pues,  "el  aire 
de  familia"  de  su  raza ;  no  desvirtuemos  la  nacionalidad  de  su  estilo, 
pero  huyendo  siempre  de  lo  afectadamente  anticuado.  Como  todas  las 
afectaciones,  la  de  la  ranciedad  del  estilo  es  mala.  Sinceridad  (esto 
es,  veracidad,  pureza,  sencillez)  constituye  mi  ideal  artístico,  ideal  que 
persigo  con  insistencia,  aunque  no  puedo  alcanzarlo."  Zeda :  Sala- 
manca por  dentro,  1889.  Por  los  Pirineos,  notas  de  viaje,  1898.  El  Mo- 


1 68 


ÉPOCA  REGIONAL   Y  MODERNISTA   (1888-I907) 


tiasterio  del  Paular,  1915.  La  Novela  de  l-a  vida,  Confesión-,  La  Fá- 
brica, Desamor,  novelas.  Para  el  teatro :  Día  de  prueba,  Sin  rumbo.  La 
Alquería. 

32.  Año  i88p.  Fray  Justo  Cuervo  Arakgo  y  Rodríguez  Trelles 
(n.  1859-),  de  Pravia  (Asturias),  dominico  (1876),  publicó  Recuerdos 
del  tercer  Centenario  de  la  muerte  del  V.  P.  M.  Fr.  Luis  de  Granada, 
Bilbao,  1889.  El  M.  Fr.  Diego  de  Hojeda  y  l-a  Cristiada,  Pravia,  1895. 
Biografía  de  Fr.  Luis  de  Granada,  Madrid,  1895.  Obras  de  Fr.  Luis  de 
Granada,  14  vols.,  Madrid,  1906  y  sigs.  Fr.  Luis  de  Granada  y  la  Inqui- 
sición (en  homenaje  á  M.  y  Pelayo),  y  Madrid.  1915  (aument.).  Historia- 
dores del  convento  de  San  Esteban  de  Salamanca,  tres  vols.,  Salaman- 
ca, 1914.  El  monasterio  de  San  Juan  de  Carias,  ibid.,  1917. 

Fran- CISCO  MoxsALVATjE  Y  FossAs  (1853-1917)  de  Gerona,  gran  his- 
toriador del  Condado  de  Besalú,  publicó  Besalú,  su  historia...,  dos  vols., 
Olot,  1889-1890.  Santa  Pan,  ibid.,  1891.  Ridaura  y  su  monasterio,  ibid., 
1S92.  El  Vizcondado  de  Bas,  ibid.,  1893.  El  Monasterio  de  San  Pedro 
df  Camprodón,  ibid.,  1895.  Santa  María  y  San  Quirico  de  Colera,  ibid., 
1896.  San  Martín  de  Canigó,  ibid.,  1899.  Geografía  histórica  del  Con- 
dado de  Besalú,  ibid.,  1899.  Colección  diplomática  del  Condado  de  Be- 
salú, cinco  vols.,  ibid.,  1901-07  y  Gerona,  1908.  Los  Monasterios  de  la 
diócesis  gerundense,  Olot,  1904.  Nomenclátor  histórico  de  las  iglesias 
de  la  diócesis  de  Gerona,  tres  vols.,  ibid.,  1908-10.  El  Monasterio  de 
San  Pedro  de  Caserras,  Gerona,  1910.  El  Obispado  de  Elna,  cuatro  vols., 
Olot,  1911-15.  Nomenclátor  geográfico  histórico  de  la  provincia  de  Ge- 
rona (inédita). 

Telesfqro  de  Araxzadi  y  Unamuno  (n.  1860-),  de  Vergara  (Gui- 
púzcoa), estudió  en  Bilbao  y  iMadrid,  doctoróse  en  Farmacia  (1882)  y 
Ciencias  naturales  (188S),  catedrático  de  la  Universidad  de  Granada 
(1895)  y  Barcelona  (1896),  premiado  por  la  Société  d'Anthropologie 
de  París  (1891),  miembro  de  varias  sociedades  científicas,  es  uno  de 
nuestros  pocos  antropólogos  de  fama  universal.  Publicó  artículos  muy 
aplaudidos  en  Euskalerria  (1S96,  1902,  1903,  1916),  en  Euskalerriaren- 
alde  (1911,  1916),  en  Real  Sociedad  Española  de  Historia  Natural  (1892, 
1910,  1912,  1913,  1917),  en  Asociación  Española  para  el  progreso  de 
las  Ciencias  (1908,  1911,  1913),  en  España  Moderna  (1910,  1913),  en 
Revista  Internacional  de  Estudios  Vascos  (1907,  1910,  1913)  y  en  otras 
revistas  alemanas  y  francesas.  Además:  El  Pueblo  euskalduna,  San 
Sebastián,  1889.  Etnología,  iMadrid,  1899.  Etnografía,  ibid.,  1900  (parte 
del  t.  I).  Antropometría,  Barcelona,  1900.  El  yugo  vasco  comparado 
con  los  demás,  San  Sebastián,  1905.  La  Flora  forestal  en  la  toponimia 
euskara,  ibid.,  1905.  Vulgo  y  Ciencia,  discurso,  Barcelona,  1905.  An- 
tropología y  Etnología  del  país  vasconavarro,  Barcelona,  1911.  De  An^ 
tropología  de  España,  ibid.,  1915.  Exploración  de  cinco  dólmenes  del 
Aralar,  Pamplona,  1915  (con  Florencio  de  Ansoleaga).  Etnografía,  Ma- 
drid, 1917  (la  I.'  parte  es  de  Luis  de  Hoyos). 


S.  XIX,    1889.  F.   DE  ANTÓN  DEL  OLMET  i6q 

Luis  Gabaldón  y  Blanco  (n.  1869-)  madrileño,  excelente  escritor 
humorístico  y  autor  cómico;  director  de  los  semanarios  satíricos  El  Ul~ 
timo  Mono,  El  BarheriUo  de  Lavapiés,  La  Vida  Alegre,  Perecito,  del 
semanario  "de  puntas"  Don  Jacinto  y  Veloz  Sport.  Comenzó  á  escri- 
bir á  los  diez  y  ocho  años  de  edad  en  España  Cómica;  fué  redactor  a  los 
•veinte  de  Blanco  y  Negro,  donde  sigue  y  ha  dejado  casi  toda  su  labor 
de  escritor  humorístico;  redactó  durante  doce  años  Gedeón;  fué  cro- 
nista teatral  áo.  A  B  C  desde  su  fundación;  colaboró  en  El  Teatro,  Ac- 
tualidades, Los  Toros,  El  Duende  y  otro  sinfín  de  periódicos.  Además 
de  catálogos  cómicos  de  Exposiciones  de  Bellas  Artes,  publicó  Polo- 
tes,  cuentos,  Madrid,  1892.  La  Conquista  del  planeta,  novela,  ibid.,  1905, 
tr adujóse  al  alemán  y  es  una  cómica  narración  de  viajes  al  estilo  de 
la  obra  de  Rovida,  Viajes  de  Saturnino  Farandul.  Amor,  celos  y  vi- 
triolo, novela  cómica,  ibid.,  1908.  Para  el  teatro:  La  Invencible,  1889. 
Un  Modelo,  1890.  Con  las  de  Caín,  1891.  El  Espantapájaros,  1892.  La 
Romería  del  Balcón,  1894,  La  Japonesa,  1896.  El  Respetable  piíblico, 
1902.  La  Noche  del  baile,  1912.  Arsenio  Lupín,  1912.  Yo  puse  una  pica 
en  Flandcs,  parodia  de  En  Flandes  se  ha  puesto  el  sol,  de  Marquina. 

33.  Año  i88p.  León  Abadías  de  Santolaria  publicó  Cuadros  al 
fresco,  artículos  de  costumbres,  Córdoba,  1889. — En  1889  creó  el  jefe 
•del  Gobierno  venezolano,  Juan  Pablo  Rojas,  la  Academia  de  la  Historia, 
que  publicó  los  Anales  de  Venezuela,  en  varios  tomos,  interrumpidos 
por  la  Revolución  Legalista  de  1892.— Vicenta  Alameda  Castillo  pu- 
blicó Coronas  poéticas:  corona  de  Zorrilla  y  corona  real,  Madrid,  1889. 
— Santiago  J.  Albarracín  publicó  Bosquejo  histórico,  político  y  eco- 
nómico de  la  provincia  de  Córdoba,  Buenos  Aires,  1889. — Francisco 
Alfonso  (1855-),  valenciano,  estrenó  ¡Qué  amigos  tienes,  Benito!,  ju- 
guete, 1889.  Choque  de  trenes  (con  D.  Banquells),  1900.— Luis  Alvarez 
publicó  El  Amor  de  ellas,  poema,  Madrid,  1889.— Mercedes  Alvarez 
r>E  Flores  (n.  1859-),  poetisa  de  Bogotá,  algunas  de  cuyas  poesías  se 
publicaron  en  El  Perú  Ilustrado  (núm.  117,  año  1889)  y  en  el  Parnaso 
Colombiano,  de  Añez.  Casó  con  el  poeta  Leónidas  Flórez.  Obras  de 
Medardo  Rivas,  juicio  crítico,  folleto,  1889  (?).— Domingo  Amunátegui 
Solar  (n.  1860-),  de  Santiago  de  Chile,  hijo  de  don  Miguel  Luis  y  doña 
Rosa  Solar,  profesor  en  el  Instituto  Nacional,  rector  de  la  Universi- 
dad, historiador,  publicó  Páginas  sueltas,  Santiago,  1889.  Los  Primeros 
xiños  del  Instituto  Nacional  (18 13-1835),  1889.  El  Instituto  Nacional 
{1835-1845),  1891.  La  Enseñanza  del  Estado,  1894.  Don  F-ernando  Al- 
varez de  Toledo,  1898.  Un  Soldado  de  la  conquista  de  CJUle,  1899.  Mayo- 
razgos i  títidos  de  Castilla,  tres  vals.,  1901-04.  Las  Encomiendas  de 
indígenas  en  Chile,  dos  vols.,  1909-10.  Bosquejo  histórico  de  la  Litera- 
tura chilena,  periodo  colonial,  1918. — Eligió  Ancona  publicó  Historia 
de  Yucatán,  cuatro  vols.,  Barcelona,  1889.— Fernando  de  Antón  del 
Olmet  (n.  1872-),  marqués  de  Dosfuentes,  de  Huelva,  diplomático,  recio 
polemista  y  chispeante  escritor,  apasionado  por  la  Patria  y  lo  castiza- 


I70  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

mente  ibérico,  publicó  La  Coronación  de  Zorrilla^  discurso,  Sevilla,  i8S^". 
Del  concepto  de  la  Literatura,  ibid.,  1889.  El  Escepticismo  en  la  poesía^ 
ibid.,  1890.  Larra,  ibid.,  1891.  La  Crítica  moderna,  ibid.,  1892.  La  Cues- 
tión literaria,  1892.  La  Tierra  baja,  Madrid,  1896.  Fantasías,  versos, 
ibid.,  1896.  Queralt,  hombre  de  mundo,  novela  social,  ibid.,  1905.  Nobi- 
liario de  Alicante,  Alicante,  1905.  Los  Israelitas  españoles,  IMadrid, 
1906.  El  Blasón  de  España,  ibid.,  1906.  La  Evolución  biológica  de  Es- 
paña, ibid.,  1907.  El  Arma  de  Infantería  en  el  levantamiento  del  2  de 
mayo  de  1808^  ibid.,  1908.  Proceso  de  los  orígenes  de  la  decadencia 
española.  El  Cuerpo  diplomático  español  en  la  guerra  de  la  Indepen- 
dencia, seis  vols.,  ibid.,  1914,  erudito  trabajo  elocuentemente  escrito. 
Himnos  ibéricos,  1915.  En  España  Moderna,  La  verdadera  patria  de- 
Cristóbal Colón  (1910,  jun.). — Anuario  de  la  Prensa  chilena  publicado 
por  la  Biblioteca  Xacional,  Santiago  1889-1914,  fundado  por  Luis 
Ivlontt,  director  de  la  Biblioteca  (18S6-1909). — Poesías  gallegas  y  cas- 
tellanas por  Franxisco  Anón,  precedidas  de  un  estudio  acerca  del  poeta 
y  sus  obras  por  don  Victoriano  Novo  y  García,  La  Coruña,  1889. — 
Enrique  Arango  y  Alarcón  estrenó  Las  Niñas  desenvueltas,  1889.  Las 
Alegres  comadres,  juguete,  1895.  La  Viuda  de  González,  1895. — Fray 
Tomás  de  Arenys  de  Mar,  capuchino  exclaustrado,  coleccionó  la  Flora 
oratoria  seráfica  catalana,  ó  sea  sermones  predicados  por  diversos  ora- 
dores de  la  antigua  Provincia  capuchina  del  Principado  de  Cataluña, 
cuatro  vols.,  Barcelona,  1889. — Antonio  Manuel  de  Arguinzóniz  pu- 
blicó El  Alzamiento  carlista  de  Vizcaya  en  i8j2  y  el  convenio  de  Amo- 
rebieta,  Bilbao,  18S9. — Leopoldo  Arnaud  publicó  Del  Timbó  al  Tarta- 
gal,  impresiones  de  un  viaje  á  través  del  Gran  Chaco,  Buenos  Aires, 
1889. — F.  Y  E.  Arrúe  y  Olavarría:  Historia  del  Alcázar  de  Toledo, 
Madrid,  1889. — Manuel  Aznar  y  Gómez  publicó  El  Periodismo  en  Se- 
villa, ibid.,  1889. — L.  B.  Y  M.  publicó  Paremiología  ó  tratado  expositiva 
de  los  apotegmas  proverbiales  coleccionados  por  D.,  Yalladolid,  1889. — 
José  Frutos  Baeza  (n.  1861-),  murciano,  redactor  de  El  Liberal  (Mur- 
cia, 1903),  poeta  regional  y  premiado  en  Juegos  Florales,  publicó  Pól- 
vora en  salvas,  poesías,  con  prólogo  de  Carlos  Cano,  Murcia,  1889,  1895. 
De  mi  tierra,  romances,  cuentos  y  juegos  de  la  huerta  de  Murcia,  ibid., 
1897;  2.'  edición,  aumentada,  IMadrid,  1899.  ¡Cojines  y  albares!...,  ro- 
mances castellanos  y  huerta?ios,  Madrid,  1904.  El  Ciudadano  Fortún,. 
novela  histórico-murciana.  Murcia,  1909.  Desde  difurra  á  la  Azacaya,. 
romances  castellanos  y  huertanos,  ibid.,  1915. — Ángel  María  Barcia 
Y  Pavón,  presbítero  y  archivero,  colaborador  de  la  Revista  de  Archi- 
vos (1897-1903),  publicó  Viaje  á  Tierra  Santa^  Madrid,  1889.  Catálogo 
de  los  retratos  de  personajes  españoles  que  se  conservan  en  la  sección 
de  estampas...  de  la  Biblioteca  Nacional,  1901.  Catálogo  de  la  colección 
de  dibujos...  de  la  Biblioteca  Nacional,  1906,  1911.  Retratos  de  Isabel 
la  Católica,  procedentes  de  la  Cartuja  de  Miraflores,  1907.  El  Retrata 
de  Santa  Teresa,  1909.  Catálogo  de  la  colección  de  pinturas  del  Duque 
de  Berwick  y  de  Alba,  191 1.  El  Retrato  de  Cervantes,  191 1  (en  Revista 


S.  XIX,  1889.  JESÚS  CEBALLOS  DOSAMAXTES       lyi 

de  Archivos). — Santos  Barrios  publicó  Pasatiempos,  versos,  Madrid", 
1^89. — Antonio  Bastida  y  Pons  publicó  Una  ofrenda,  poesías,  Ferrol, 
1S89. — Teodoro   Bermúdez    Reina    (1841-1899),    sevillano,    coronel   de 
Artillería,   publicó  Relación  de  los  hechos  militares  acaecidos    en  la 
Mauritania.,   Barcelona,   1889   (en  Revista   Cientificomilitar).  Apuntes 
sobre  la  organización  militar  de  la  Gran  Bretaña  en  i8p^  (con  seudóni- 
mo Británicas).  Geografía  de  Marruecos,  Barcelona,  1894. — Biblioteca- 
de  la  provincia  de  Madrid:  crónica  general  de  sus  pueblos,  24  vols., 
Madrid,   1889-92. — Biblioteca  histórica  de  Cartagena  por  G.  Vicent  y 
Portillo,  ^ladrid,   1S89  (t.  I). — Enrique  Blanchard-Chessi  (n.    1870), 
de  Santiago  de  Chile,  publicó,  con  varios  seudónimos  desde  1887,  en 
diferentes  periódicos,  poesías,  críticas,  artículos  de  historia,  entre  ellos, 
de  1909  á  1914.  en  Zig-Zag,  sobre  La  Revolución  chilena  de  i8pi. — 
Eduardo  Blasco,  redactor  de  Barcelona  Cómica  y  de  El  Pr'.mor  Feme- 
nil (1898),  El  Iris  (1903)  y  Pluma  y  Lápiz  (1903),  director  de  La  Tri- 
buna (Castellón,  1904),  publicó  novelas  como  El  Misterio  de  la  Cruz, 
novela  bíblica,  Barcelona,  1889,  dos  vols. — Boris  de  Tannenberg  (1864- - 
1914),  natural  de  Moscou  y  que  vivió  desde  1873  en  Francia,  eminente 
crítico  hi?panista,  publicó  Pocsie  castellano  contemporaine,  París,  1889. 
L'Espagne  liticraire,  portraits  d'íñer  et  d'aujourd'hni,  París,  1903.  Les 
éiudes  hispaniques  en  Francp^   1905  (en  La  Rcnaissance  latine,  YV^, 
514-518).  M.  José  Echegaray  et  la  jenne  Espagne,  1905  (ibid..  173-176).- 
Don    José   Echegaray    (ibid.,    IV^,    171-174).    Consúltese    Morel-Fatio,. 
Necrología  de  B.  de  Tan.,  1914  (en  Bulletin  Hispanique,  XVI,  398-401). 
— Carlos  Bravo,  boliviano,  publicó  Límites  de  la  provincia  de  Caupoli- 
can  ó  Apolobamba,  La  Paz,   1889.  La  Patria  Boliviana,   ibid.,   1894. 
— Adrián  L.  Bruguera,  en  colaboración  con  Gutiérrez  Muñiz,  publicó 
Las   Cuevas   históricas   de   Alcalá   la   vieja,   leyenda,   Alcalá.    1889. — 
Eduardo  de  Bustamante  (n.  1890-),  poeta  granadino,  publicó  Una  boda- 
en  el  Albaicín,  Granada,  1889.  Don  Alfonso  de  Aguilar,  romance.  iSot. 
— Ignacio  de  Cambrils  publicó  Cronicón  de  la  Misión  de  Padres  Ca- 
puchinos en  Centro  América,  Barcelona,  1889. — Francisco  Camón  es- 
trenó Nivel  de  amor,  juguete  í'con  R.  Cortada),  1889. — Pedro  Canales, 
redactor  de  El  Defensor  de  Cádiz,  publicó  la  colección  de  leyendas  El 
público  juzgará,  i88g.  Las  pruebas  del  submarino  Peral,  apropósito  dra- 
mático, 1899. — Salvador  Canals  y  Vilaró  (n.  1867-),  de  San  Juan  de 
Puerto  Rico,  periodista  desde  1889,  redactor  de  El  Español,  fundador 
(1901)  y  director  todavía  de  Nuestro  Tiempo,  publicó  El  Año  teatral, 
1896.  Asturias,  1900.  Los  Sucesos  de  España  en  looo,  dos  vols.,  loio-ii. 
— CÉSAR  Cancio  Madrigal,  de  Sancti  Spíritus  (Cuba),  publicó  Tiempo- 
perdido,  poesías,  Habana,  1889.  La  Vejez  debe  ser  profundamente  alegre, 
conferencia,  1900.  Serie  de  conferencias  sobre  haciendas   comuneras, 
1915. — Gabriel  Carrasco,   argentino,  publicó  Cortas  de  viaje  por  el' 
Paraguay:  los  territorios  nacionales  del  Chaco...,  Buenos  Aires,  1889. 
Del  Atlántico  al  Pacifico  y  un  argentino  en  Europa,  cartas  de  viaje,. 
Buenos  Aires,  1890. — Manuel  María  Castaños  publicó  Geografía  mi— 


172  ÉPOCA  REGIONAL   Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

litar  de  la  Península  ibérica,  Toledo,  1889. — Jesús  Ceballos  Dosaman- 
TEs  publicó  Fariseos  y  saduccos  modernos  {místicos  y  materialistas), 
Méjico,  18S9. — Leoncio  Cid  y  Farpón  (f  1898),  natural,  catedrático  y 
alcalde  de  Avila,  publicó  Historiografía  de  España.  índices  de  la  His- 
toria de  España,  Gijón,  1889.  La  Conquista  de  España  por  los  árabes. 
Avila,  1894. — Fr.\ncisco  Colubí  publicó  Los  Cantares  del  rey  lAño  don 
Alfonso  XHI,  máximas  políticas,  sociales,  morales  y  filosóficas  para 
uso  y  educación  del  pueblo,  Madrid,  1889. — Francisco  A.  Conté  publi- 
có La  Lucha  política  en  Cuba  (1878-89),  Habana,  1889. — Coplas  sobre 
lo  acaecido  en  la  sierra  Bermeja,  Sevilla,  1889. — Enrique  Corrales  Y 
SÁNCHEZ,  redactor  de  El  Tiempo  (1898),  publicó  Amor  y  amorío,  Ma- 
drid, 1889.  Arte  de  callar,  en  prosa  y  verso,  1903.  Hernán  Cortés,  co- 
pias de  documentos  existentes  en  el  Archivo  de  Indias...,  Sevilla,  1889. 
— José  Costa  y  Pujol  publicó  El  Erudito.  Colección  selecta  de  pensa- 
mientos, consejos,  dichos  sentenciosos  y  máximas  morales  é  instructi- 
vas, escogidas  de  buenos  autores  así  antiguos  como  modernos,  Barcelo- 
na, 1889. — Andrés  Crespo  y  Botella  estrenó  Una  pepita  de  oro,  jugue- 
te, 1889. — Antonio  de  la  Cuesta  y  Sainz  (n.  1864-),  de  Los  Balbases 
(Burgos),  colaborador  de  El  Siglo  Futuro  (1902),  publicó  Rosas  y  Espi- 
nas, poesías,  A'alladolid,  1889.  Hasta  la  honra  se  compra  y  El  Áspid,  dra- 
mas. Las  novelas  Sed  de  oro.  El  Veneno  de  la  tinta.  El  Alacrán,  Concluí 
y  Lorcto.  Algo  de  arriba,  poesías,  1904.  La  Mujer  rehabilitada  por  María, 
1906. — Pedro  Cuesta  y  Gallardo  (n.  1830-),  de  Cabeza  del  Buey,  abo- 
gado, publicó  Crítica  y  ripios,  artículos  y  poesías,  Madrid,  1889. — José 
María  Chaves  Torres,   colombiano,  publicó  Ecos  tropicales,  poesías, 
Panamá,  1889. — Luis  Diéguez  y  Barrios  publicó  Acuarelas  poéticas  y 
Acuarelas  literarias,  Madrid,  1889.  La  Andaluza,  juguete  (con  J.  Mo- 
rales Pleguezuelo),   1891.   Amor  de  hermana,  zarzuela,   1908. — Ángel 
Diez  de  íMedina  (1862-),  boliviano,  subsecretario  de  Gobierno,  publicó 
el  poema  Huérfano  y  las  poesías  Cantos  de  juventud. — Juan  Diges 
Antón  fn.  1856-)  y  Manuel  Sagredo  y  Martín  publicaron  Biografías 
de  hijos  ilustres  de  la  provincia  de  G  nádala  jara,  ibid.,  1889. — El  padre 
Isidoro  Domínguez  publicó  El  Martes  de  Carnaval,  juguete.  Barcelo- 
na, 1889. — Aníbal  Echeverría  y  Reyes,  chileno,  por  seudónimo  Doctor 
D.  Alaer,  publicó  La  Lengua  araucana,  notas  bibliográficas,  1889.  Dis- 
quisiciones de  la  lengua  araucana,  1S89.  Geografía  política  de  Chi'.e,  dos 
-vols.,  1889.  Biblioteca  Thebussiana,  1889.  La  lengua  atacameña,  1890. 
Voces  usadas  en  Chile,  Santiago,  1900.  Bibliografía  Jurídica  chilena, 
igi4  {en  Revista  de  Bibliografía  Chilena), — Carlos  E.  Echeverría,  ge- 
neral venezolano,  publicó  Hojas  perdidas,  poesías,  Curacao,  1889. — Rosa 
de  Eguilaz  estrenó  Después  de  Dios...,  1889.— Antonio  Elías  de  Molíns 
(f  1909),  barcelonés,  colaborador  de  la  Revista  de  Archivos  (1906)  y 
Cultura  Española  (1906),  publicó  Diccionario  biográfico  y  bibliográfico, 
di  escritores  y  artistas  catalanes  del  siglo  xix,  dos  vols,  Barcelona, 
1889-91.  Ensayo  de  una  bibliografía  literaria  de  España  y  América: 
noticias  de  obras  y  estudios  relacionados  con  la  poesía,  teatro,  historia. 


S.  XIX,  1889.  LEOPOLDO  GARCÍA  RAMÓX  173 

novela,  critica  literaria,  etc.,  Barcelona,   1902,  dos  vols.  Balmes  y  íf* 
tiempo,  ibid.,  1906. — Leonardo  Eliz  (n,  1861-),  poeta  chileno,  correcto 
y  algo  frío,  discípulo  de  Eduardo  de  la  Barra,  cuyos  manuscritos  he- 
redó, publicó  Siluetas  líricas  y   biográficas,   Santiago,    1889.  Poesías^ 
Valparaíso,   1903.  Apoteosis  de  Cervantes  en  el  Parnaso,  ibid.,   1916. 
Cervantes  y  las  Rosas  (con  Clem.  Barahona  Vega),  ibid.,  1916.  Cervatw 
tinas,  ibid.,  1916.  Apuntes  para  una  bibliografía  chilena  sobre  Cervan- 
tes,  ibid.,  1916. — Elizondo,  Gómez  Núñez  y  Schmid,  oficiales  españo- 
les, publicaron  El  Bandolerismo  en  Cuba,  Habana,  1889-90,  tres  vols. — 
España  Moderna,  revista,  Madrid,  1889-1914,  dirigida  por  José  Lazara 
Galdeano.  índice  de  los  tomos  264  (de  los  312)  por  R.  Gómez  Villa- 
franca. — Juan  Fabré  Oliver  publicó  Manuel  de  Cabanyes,  Villanueva 
y  Geltrú,  1889. — Lorenzo  Fazio  publicó  Memoria  descriptivo  de  la  pro- 
vincia  de  Santiago  del  Estero,  Buenos  Aires,  1889. — Antonio  Fernán- 
dez Cuevas  estrenó  Pasajes  para  Ultramar,  sátira  cómico-lírica  (con 
Llamosas),  1889.  El  Teje  maneje,  1904.  La  Cantinera  (con  J.  Sabau), 
1905.  Lm,  Reina  del  tablao  (con  J.   García  Ontiveros),   1906.  Perfecto 
Caballero  (con  Manuel  Cabá),  1912. — Jesús  María  Fernández  y  Díaz 
estrenó  Desde  el  mostrador  al  cielo,  com.,  Habana,  1889. — José  Fernán- 
dez Giner,  magistrado,  publicó  Filipinas,  notas  de  vi<ije  y  de  estancia^ 
Madrid,  1889. — Juan  Fernández  Lujan  publicó  Pardo  Bazán,  V alera 
y  Pereda,  estudios  críticos,  Barcelona,  1889. — Eugenio  Antonio  Flo- 
res^ hijo  del  novelista  Antonio,  abogado,  deportado  á  Cuba  como  pri- 
sionero carlista  (1873),  redactor  de  La  Época  y  El  Diario  de  Madrid 
(1893),  publicó  Trata  de  blancas,  nov.,  1889.  Los  Cangrejos,  nov.,  1892. 
La  Guerra  de  Cuba,  Madrid,  1895.  La  Histérica,  nov.  Huérfana,  nov., 
Barcelona,  1903. — José  Fr.\guas  publicó  El  Estudiante,  Madrid,  1889. — 
Alejandro  Fuenzalida  Grandón,  chileno,  abogado  y  profesor,  publica 
Valor  histórico  de  la  novela  social  contemporánea,  Santiago,  1889  (y  en 
Anales  de  la  Universidad,  1889).  Lastarria  y  su  tiempo,  ibid.,  1890  (y 
en  Anales  de  la  Universidad,  1893);  191 1»  dos  vols.  Historia  del  des- 
arrollo intelectual  de  Chile,  1903.  Evolución  social  de  Chile,  1906.  Es- 
tudios polit.  y  constitucionales  de  D.  J.  V.  Lastarria,  1906.  La  Ense- 
ñanza en  Alemania,  1913.  Consúltese:  Rev.  de  Bibliogr.  Chilena,  sep- 
tiembre, 1913,  pág.  186. — José  Dolores  Gámez,  nicaragüense,  publicó 
Historia  de  Nicaragua,  IManagua,   1889.  Archivo  hist.  de  la  Rcp.  d<í 
Nicaragua,  ibid.,  1896. — Clemente  García  de  Castro  publicó  El  Co- 
razón, poema,  Córdoba,  1889. — Juan  García  Aldeguer  (n.  1855-),  mur- 
ciano, director  de  La  Gaceta  Universal,  publicó  Curso  de  literatura  es- 
pañola, Madrid,  1889.  Historia  de  la  Argentina,  dos  vols.,  ibid.,  1902. 
La  Prosa  castellana  (140  trozos),  ibid. — Juan  García  Ortega  publicó 
Un  héroe  y  una  epopeya,  poema  en  cuatro  cantos,  Valladolid,  1889. — 
Leopoldo  García  Ramón  (n.  1849-),  sevillano,  que  vivió  muchos  años  en 
París,  publicó  Dos  amores,  París,  1889.  Los  Extranjeros  en  París  y  La 
Nena,  Madrid,  1891,  "trabajo  firme,  sincero,  concienzudo,  con  olor  a  ver- 
dad y  á  ganas  de  decirla ;  sólo  necesitaría  un  poco  de  maña,  de  habilidoso 


174  ÉPOCA  REGIONAL  Y   MODERNIST.i   (1888-I907) 

^apeo".  (Pardo  Bazán,  N.  teatro  crít.,  mayo,  1891).  Seres  humanos,  so- 
bre los  Estudios  de  la  mujer,  de  Balzac,  Cuentos  de  Boccaccio,  dos  vols., 
Paris.  En  Esp.  Mod.:  La  Novela  española  en,  Francia  (1889,  febr.). 
Juan  Montalvo  (1889,  febr.).  En  Rev.  Esp.:  Juan  Richepin  (1886,  t.  112). 
Artículos  de  crítica  literaria,  ibid.,  1887. — Miguel  Garrido  Atienza, 
-granadino,  doctor  en  Derecho,  colaborador  de  El  Defensor  de  Grana- 
da (1902),  publicó  Las  Fiestas  del  Corpus  en  Granada,  en  los  si- 
_^-)los  XVII  y  xviii,  Granada,  1889.  Los  Alquezares  de  Santa  Fe,  ibid., 
1S93.  Las  Capitulaciones  para  la  entrega  de  Granada,  1910. — El  padre 
Francisco  de  P.  Garzón,  jesuíta,  publicó  El  Padre  Juan  de  Mariana  y 
las  escuelas  liberales,  Madrid,  1889. — José  Ildefonso  Gatell,  párroco 
en  Barcelona,  autor  de  obras  religiosas,  publicó  El  Ultimo  día  del 
.mundo,  leyenda,  Barcelona,  1889. — Juan  Gómez  Landero  y  Moreno 
.(íi.  1857-),  madrileño,  periodista  festivo,  redactor  de  El  Cronista,  di- 
rector de  La  Ensalada  y  La  Cartilla,  publicó  Colmos  y  colmillos,  Ma- 
<lrid,  1889. — Mercedes  Gómez,  de  Tuluá  (Colombia),  publicó  la  novela 
histórica  Misterios  de  la  vida,  Bogotá,  1889. — Francisco  González  For- 
te publicó  El  44,  novela,  Madrid,  1889. — Joaquín  González  Camargo 
.(1865-1886),  de  Sogamoso  (Colombia),  que  no  acabó  la  carrera  de  Me- 
dicina, ni  estudió  Literatura,  fué  poeta  natural,  sentido,  algo  becque- 
■riano,  aunque  estoy  muy  lejos  de  pensar  como  J.  Valera,  que  lo  pre- 
firió á  Bécquer.  Poesías,  Bogotá,  1889,  J.  Valera,  Cant.  Amer.,  1898, 
pág.  183:  "Sus  versos  Viaje  á  la  luz  son  becqueristas;  pero  ¡yo  no  sé!, 
me  siento  inclinado  á  decir  que  me  gustan  más  que  los  mejores  de  Béc- 
quer y  de  Heine...  Y  ahora  que  acabo  de  copiar  los  versos  del  señor 
Camargo,  comprendiéndolos  bien,  no  vacilo  ni  dudo.  Digo,  parodiando 
al  Duque  de  Rivas,  que,  en  esta  ocasión:  "No  el  padre  guardián,  sino 
^•'el  lego,  tuvo  la  revelación."  El  discículo  Camargo  se  adelanta  aquí 
.á  sus  dos  maestros,  al  español  y  al  alemán,  y  hace  una  linda  poesía, 
sobria  de  palabras,  rica  de  pensamientos,  llena  de  imágenes  y  de  gala- 
nuras." Bécquer  y  Heine  volaron  algo  más  alto  y  no  hicieron  lindas 
^poesías,  y  menos  algo  más  eruditas  que  sentidas  como  esa  de  Camargo. 
— Lorenzo  González  Agejas  (n,  1849-),  de  Segovia,  doctor  en  Filo- 
sofía y  Letras  (1875),  archivero  (1864),  muy  erudito  y  poeta,  publicó 
Una  visión  extática  de  San  Juan  de  la  Cruz,  poema  místico,  Alicante, 
J892.  Colón  y  su  mundo,  poema,  ibid.,  1892.  La  Celestina,  la  versión 
alemana  del  hamburgués  Christoff  Wirsung  (1520),  como  medio  indi- 
recto de  conocer  la  redacción  del  texto  de  las  ediciones  desconocidas 
-españolas  1896  {Bolet.  Archiv.,  t.  I,  págs.  72-80,  98-104).  Un  Padre- 
nuestro desconocido ;  Coplas  de  un  soldado  español  cantadas  durante  el 
Saco  de  Roma  al  Papa  Clemente  VI;  Lectura  de  un  ms.  de  Roma  des- 
de la  Bibl.  Nacional  de  Madrid  á  través  de  un  folleto  de  Tesa,  recons- 
trucción literaria,  1900  (en  Rsz:  Arch.,  t.  V,  págs.  641-48).  Las  siete  oc- 
tavas griegas  y  los  ocho  tonos  del  canto  llano,  1907  (en  Rev.  Arch.,  ter- 
cera ép.,  t.  XVII,  págs.  391-410,  y  aparte).  Tradujo  á  Heine,  Cuadros 
Je  viaje  (Reiscbilder).  Madrid,  tomos  I,  II,   1889;  t.  III,    1906  (Bibl. 


S.   XIX,   1889.   LUIS  LÓPEZ  MÉNDEZ  lj5 

•Clás.)  ;  y  se  le  premió  por  el  Concurso  musical  de  la  Exp.  de  Bellas 
Artes  de  1910  y  debe  impritriir  el  Estado:  Primera  interpretación  en 
notación  moderna  de  las  obras  del  vihuelista  don  Ltiis  Milán,  ó  sea 
transcripción  de  su  célebre  libro  titulado  El  Maestro,  libro  de  música 
de  vihuela,  transcrito  para  órgano  ó  piano. — Daniel  Granada  y  Conti 
(n.  1847-),  de  Vigo  (Galicia),  abogado,  que  estuvo  largos  años  en  el 
Uruguay,  gozando  de  grande  autoridad,  secretario  de  la  Universidad 
de  Montevideo,  introdujo  con  dos  obras  magistrales  el  estudio  del  ha- 
bla verdaderamente  nacional,  que  es  el  habla  criolla  de  los  campesinos 
■ó  gauchos,  y  el  estudio  de  la  nacional  historia  interna,  que  está  en  las 
creencias    y   costumbres   populares.   Estas   dos   obras   autorizadísimas, 
fruto  de  la  investigación  y  observación  entre  los  gauchos  del  campo, 
son  Vocabulario  rioplatense  razonado,  Montevideo,  1889,  1890,  y  Re- 
deña histórico-descriptiva  de  antiguas  y   modernas  supersticiones  del 
Rio  de  la  Plata,  ibid.,  1896. — Las  Guerras  de  don  Berenguel  de  Landoira, 
códice  del  s.  xiv,  publicado  en  Galicia  Diplomática,  Santiago,  1889. — 
Román  Hernández  publicó  Toledo  y  sus  romerías,  Madrid,   1889.  La 
Campana  de  Toledo  ó  La  Conquista  de  Cuenca,  poemas,  Toledo,  189 1, 
— José  Manuel  Hidalgo,  político  mejicano,  desterrado,  publicó  Al  Cie- 
lo por  el  sufrimiento,  París,  1889,  edición  privada,   libro  extraño,  del 
^ue  habla  J.  Valera  en  Nueva  Cart.  Amer.,  1890,  pág.  82... ;  de  "devoto 
y  elegante"  califica  el  libro.  La  Sed  del  oro,  París,  1891,  "de  sano  y 
liíjipio  naturalismo",  añade. — Atanasiü  Inza  Ochoa  (f  1901),  estrenó 
Una  lucha  desigual,  jug.,  Sagua,  1889.  Insomnios,  poes.,  ibid.,  1893. — 
Mario    de  Iveja  publicó  La  Milicia  y  sus  excesos,  cuadros  de  costum- 
bres militares  contemporáneos,  Valladolid,  1889. — El  Doctor  M.  Kay- 
serling  publicó  Refranes  ó  proverbios  españoles  de  los  judíos  espa- 
ñoles,  Budapest,    1889.  Biblioteca  española-pcrtuguesa-judaica,   Stras- 
bourg,  1890. — Horacio  Lara  publicó  Crónica,  de  la  Araucania;  descu- 
brimiento y  conquista,  dos  vols.,  Santiago  de  Chile,    1889. — José  Lá- 
zaro  Galdeano,  navarro,  persona  muy  culta  y  entendida  en  antigüe- 
dades y  bellas  artes,  dirigió  la  más  notable  y  duradera  de  las  revistas 
últimas:  La  España  Moderna,  Madrid,  1889-1914.  Publicó,  además,  una 
biblioteca  de  obras  extranjeras  traducidas. — Rafael  Léante  y  García 
publicó  Culto  de  María  en  la  diócesis  de  Jaca  y  santuarios,  ermitas..., 
Lérida,  1889. — Las  Leyes  de  Indias  (últ.  ed.),  Madrid,  1889-90,  13  vo- 
lúmenes. Las  anteriores  son:  1681,  1756,  1774,  1791,  1841. — E.  Pascual 
LÓPEZ  publicó  Notas  ya  alegres,  ya  tristes,  Madrid,   1889. — Justo  S. 
López  de  Gomara  publicó  De  paseo  en  Buenos  Aires,  bosquejo  local  en 
■dos  actos,  verso,  ibid.,  1889.  Locuras  humanas,   Barcelona,   1889.  Me- 
lindres de  enamorado,  jug.,  B.  Aires,  1904.  Savonarola,  dr.,  ibid.,  1906. 
El  Germen  noble,  dr.,  1911.  Agraces,  poesías,  Valencia,  1913.  De  am- 
bas orillas  del  mar,  cuentos,  ibid.,  1914. — Luis  López  Méndez,  de  Ca- 
racas, notable  crítico,  sutil  y  claro,  excelente   prosista,  fallecido  harto 
joven,  estadista  entendido,  escribió  en  La   Unión  Democrática  y  pu- 
blicó Mosaico  de  política  y  literatura,   Bruselas,    1889-1891.   Postumo 


176  ÉPOCA  REGIONAL  Y   MODERNISTA   (1888-I907) 

publicó,  con  buen  prólogo,  José  Gil  Fortoul  un  precioso  folleto,  que 
contiene:  La  Balada  de  los  muertos  (desfogue  contra  Guzmán  Blanco 
en  plena  reacción),  El  Ultimo  sueño,  Un  mes  en  España,  Eduardo,  no- 
vela sin  acabar. — Manuel   Antonio  IuÓpez,  colombiano,  publicó  Re- 
cuerdos históricos,  Bogotá,   1889. — Federico  Maciñeira  y  Pardo  de 
Lama  (n.  1870-),  de  S.  María  la  Mayor  (Coruña),  colaborador  de  La 
Voz  de  Galicia  (1890)  y  La  Ihistr.  Esp.,  publicó  Crónicas  de  Ortigueira, 
Coruña,   1889-1892.   Investigaciones  prehistóricas  en  Galicia   1895  (en 
Ilustr.  Artíst.,  de  Barcelona,  4  y  25  febr.).  Castras  prehistóricos  de  Ga- 
licia, 1897  (en  Rev.  Crít.  de  Llist.  y  Litcr.),  1899.  Ejemplares  gallegos 
y  portugueses  de  la  escritura  hemisférica^  1902   (en  Bol.  Acad.  Hist., 
XL). — R.  Machali  Cazón   publicó  Ensayos  críticos  y  literarios,  Pa- 
rís, 1889. — lladrid  Alegre,  Madrid,  1889-90. — Gaspar  Marcano,  de  Ve- 
nezuela,   publicó    Etnografía    precolombina,     París,     1889. — Melitón 
Martín  y  Villalta  publicó  El  Reloj  de  San  Plácido,  ley.,  Habana, 
1889.  Vasco  Núñcz  de  Balboa,  Panamá,  1914.  Ecos  patrióticos,  ibid., 
1916. — Alberto  B.  Martínez  publicó  Estudio  topográfico   é  historia 
demográfica  de  la  ciudad  de  Buenos  Aires  desde  su  fundación,  en  1580, 
B.  Aires,   1889.  La  Argentina  en  el  siglo  xx  (con  ^Mauricio  Lewan- 
dowski),    Madrid,    1912    (trad.). — Anselmo    Inés    Martínez,    cubano, 
maestro,  suicida,  publicó  Ecos  del  Abra,  poesías,  Matanzas,  1889.  Sen- 
útivas,    versos,    1894.    Céfiros    y    flores. — ]\Iiguel    Martínez    Pardo 
(t  1893)  >  sevillano,  estrenó  Un  marido  en  puerta,  jug.,  1889.  Almana- 
que ilustrado,  rev.  cóm.,  1899. — Mazatlan  literario,  álbum,  prosa  y  ver- 
so, Mazatlan  (Méjico),  1889  (de  16  escritores).— Manuel  Mesonero  Ro- 
M.\Nos,  hijo  del  Curioso  Parlante,  por  seud.  Manolo  Chispero,  colabo- 
rador de  la  Rev.  Contemp.  (1897-99),  Jlustr.  Esp.  y  Correspondencia, 
El  Cronista  de  Málaga  (1897),  publicó  San  Francisco  el  Grande  Ma- 
drid, 1889.  Las  Sepulturas  de  ¡os  hombres  ilustres  en  los  cementerios  de 
Madrid,  1898.  Goya,  Moratín...,  enterramientos,  1900. — Santiago  Mi- 
CHELENA,  venezolano,  publicó  Pedantismo  literario  y  verdades  políticas, 
París,  1889.  Algo  más  sobre  pedantismo  Uter.  y  verd.  polít.,  ibid.,  1890. 
— Benedicto  Molla  y  Bonet  (n.  1847-),  alicantino,  director  de  El  Ali- 
cantino (1889)  y  La  Libertad  Regional  (1897),  publicó  Alicantinos  ilus- 
tres (con  Antonio  Galdó),  Alicante,  1889.  Escritores  y  artistas  de  la 
provincia  de  Alicante  (ms.  Bibl.  Nac).  Comentarios  á  los  pensamientos 
y  máximas  del   "Qmjote'\ — Celiano   Monge   (n.    1857-).   de    Ambato 
(Ecuador),  periodista  y  catedrático,  consejero  de  Estado,  director  de  la 
Ilustr.  Ecuatoriana,  publicó  Bagatelas  literarias,  artículos,  1889.— Ela- 
dio !\IoNTERo  estrenó  Sociedad  secreta,  jug.,  1889. — María  del  Pilar 
MoNTOLiú  Y  DE  ToGORES,  de  Tarragona,  publicó  Ecos  del  alma,  poeSias, 
Barcelona,  1889. — Renato  Morales  publicó  Luz  blanca.  Arequipa,  1889. 
Soledad,  ibid.,  1891.— Juan  Muñoz  Peña,  colaborador  de  El  Guadiana, 
de  Badajoz  (1846),  publicó  El  Teatro  del  maestro  Tirso  de  Molina^  Ya- 
UadoHd,  1889. — Las  Valencianas  Lamentaciones  y  el  tratado  de  la  par- 
tida del  ánima,  de  Juan  Narv.á.ez,   Sevilla,   1889.— Antonio  Navarro 


S.    XIX,    1889.    CAMILO   G.    DE   POLAVIEJA  1 77 

publicó   Azul  y    rojo,   pensamientos,   máximas,   etc.,   Madrid,    1889. — 
Adolfo  Nones  publicó  La  isla  de  Puerto  Rico,  descripción  histórico- 
geográfica,    Puerto    Rico,    1889. — Fr^^ncisco    Manuel    de    Olaguibel 
(n.   1873-),  poeta  mejicano,  ha  compuesto,  entre  otras  cosas,    Tarde 
de  Otoño.  Memoria  para  una  bibliografía  científica  de  México  en  el 
siglo  XIX,  Méjico,  1S89.  Canciones  de  bohemia,  París,  1905. — Edlardo 
Oliver  y  Copons,  del  Arma  de  Artillería,  colaborador  de  La  Ilustra- 
ción Católica   (1877),  publicó  Conquista  y  anexión  de  Navarra,  Ma- 
drid, 1889.  El  Castillo  de  Burgos,  Barcelona,  1S93.  El  Alcázar  de  Se- 
govia,    Valladolid,    1916, — Borja    Orihuela    Grez,    chileno,    publicó 
hacia  1889  El   Cura  civil,  novela  doctrinaria  anticlerical.  El  primero 
y  el  últiino  amor,  poemas. — Antonio  María  de    Oviedo   y  Romero, 
mejicano,    publicó    Biografías   de    mejicanos    celebres,    París,    1889. — 
Leónidas    Pallares    Arpeta,    poeta    de    Quito,    imitó    con    bastante 
acierto  y  fuerza  los  Pequeños  Poemas  de  Campoamor;  desgraciada- 
mente descaminóse  luego  por  la  elocuencia  más  común  en  odas  pa- 
trióticas y  conmemorativas,  y  cayó,  al  fin,  en  la  vulgaridad  inconce- 
bible de  sus  Tarjetas  postales.  Mujer  y  madre,  poema,   Quito,   1889. 
Obras   poéticas,    Lima,    1894.    Tarjetas    postales,    Genova   y    Madrid, 
1912.  A  Juan  Montalvo,  poesías,  Madrid,  1913.  En  España  Moderna: 
Rimas  (1902,  mar.). — Paremiología...,  por  D.  L.  B.  y  M.,  \"alladolid, 
1889. — Fray  Antonio  Pavés  (f  1916),  franciscano  chileno,  provincial 
de  la  Orden,  docto  en  exégesis  bíblica,  en  griego  y  hebreo,  buen  pro- 
sista y  poeta  sencillo  y  sobrio,  publicó  San  Francisco  de  Asís:  su  vida 
y  su  obra  (traducción  de  Juan  Joergensen),  Santiago,  1913.  Artículos  y 
Discursos,  1914.  Sus  poesías,  con  las  de  otros  franciscanos,  en  Ensayos 
poéticos,  1916;  la  más  antigua  firmada  en  1889. — Hilario  Peñasco  de 
LA  Puente  (1857-1891),  madrileño,  concejal,  publicó  Las  Calles  de  Ma- 
drid, noticias,  tradiciones...  (con  Cambronero),  Madrid,  1880.  L.i  Fuen- 
te de  Santa  Polonia  y  el  duende  crítico,  curiosidades  madrileñas,  ibid.,^ 
1889.  Las  Sisas  de  Madrid,  1890.  Páginas  de  la  historia  de  Madrid,  1891. 
— Nicolás  Pérez  Jiménez  publicó  Historia  general  de  la  comarca  de 
la  Serena,  Badajoz,  1889.  Historia  del  Estado  de  Capilla,  Cáceres.  1906. 
Mis  Impresiones,  poesías,  Córdoba,  1914. — Antonio  Perpiñá  (n.  1S30-), 
catalán,  rector  de  las  Escuelas  Pías  de  Puerto  Príncipe,  en  Barcelona 
(1909),  publicó  El  Camagüey:  viajes  pintorescos  por  Cuba,  Barcelo- 
na, 1889;  viveza  descriptiva,  color,  verdad  y  frescura. — Juan  . Agustín 
PiAGGio,  clérico  italiano  residente  en  la  Argentina,  publicó  Bibliografía 
literaria,  Buenos  Aires,  1889.  Influencia  del  Clero  en  la  independencia 
argentina   (1810-20),    Barcelona,    1912, — Felipe   Pita   Jariño    publicó 
Trozos  salientes,  Madrid,  1889. — Poema  epístola  en  versos  m..los  con 
notas  en  prosa  clara,   1889. — Poesías  mexicanas,   Bogotá,    1889. — Ca- 
milo (García  de)  Polavieja  (f  1914),  marqués  de  Polavieja,  capitán 
general,  publicó  Copias  de  documentos  existentes  en  el  Archivo  de  lat 
Indias...  sobre  la  conquista  de  Méjico,  Sevilla,  1889.  Mando  en  Cuba, 
Madrid,  1896.  Relación  documentada  de  mi  política  en  Cubo.,  ibid.,  1898, 

TüMO    X  2 


178  ÉPOCA  REGIONAL    Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

Hernán  Cortés,  Toledo,   1909.  Nuestra  labor  en  América,   1912  (disc. 
rec.  Acad.  Hist.)- — Venancio  Prada  y  Le-Maur  publicó  Los  Mundos 
incorpóreos,  novela,  Madrid,  1889.  Aventuras  de  un  anarquista,  Mála- 
ga, 1907. — Luis  P.  de  Ramón  publicó  Diccionario  popular  universal  de 
la  lengua  española,   artes,  biografía,  ciencias...,  seis  vols.,  Barcelona, 
1889,  1899. — Tóalas  Rey  (n.  1835-),  por  seudónimo  Pedro  de  los  Palo- 
tes, publicó  La  Tauromaquia,  poema  bufo-épico-avinagrado  en  octavas 
republicanas,  1889. — Leopoldo  Reyes  publicó  Un  poema  y  unos  versos. 
Matanzas,  1889.  Vivir  muriendo^  drama,  1892.  El  Ultimo  adiós,  drama, 
1893.    Voluntad,  drama;  Hasta  la  muerte,  drama;    Una  pasión  y  un 
deber. — José  Rodríguez  estrenó  Por  un  beso,  pasillo,  Habana,  1889. — 
José  Rodríguez  Seoane,  gallego,  publicó  Artículos  y  Novelas,  Coruña, 
1889. — Jorge  J.  Rohde  publicó  Descripción  de  las  gobernaciones  na- 
cionales de  la  Pampa,  del  Río  Negro  y  del  N cuquen,  Buenos  Aires,  1889. 
— Romancero  de  don  Alvaro  de  Basan  por  Ricardo  Sánchez,  Madrid, 
1889. — Romances  moriscos  y  caballerescos  por  T.  J.  S.,  Medina,  1889. — 
Mariano   Ruiz    de   Arana,    colaborador    de   La   Ilustración    Co.tólica 
(1877),  Blanco  y  Negro  (1891),  etc.,  estrenó  Merino  Hermanos,  saí- 
nete, 18S9. — María  Leticia  de  Rute  ó  María  Leticia  Wysse  Bona- 
PARTE,  princesa  Ratazzi,  dirigió  en  París  hacia  1883  Les  Matinées  Es- 
pagnoles  con  seudónimo  de  Barón  de  Stock.  Publicó  Apantes  para  mis 
Memorias   en   España   Moderna,    1889    (abril). — Arístides    Sáenz    de 
L^RRACa  publicó  De  Madrid  á  Filipinas,  impresiones  de  viaje,  Sevilla, 
1S89.  Ratos  perdidos,  poesías,  ]\Iadrid,,  1894.  La  Bandera  de  Baler,  mo- 
nólogo dramático.  Valencia,   1900. — F.   Salazar   y  Quintana  publicó 
Lecturas  instructivas:  el  alma  y  la  tradición,  fábulas  y  cuentos,  Ma- 
drid, 1889.  Poesía  del  porvenir,  1889.  Nuestro  planeta,  1891.  El  Hom- 
bre, 1891. — Anselmo  Salva,  cronista  de  Burgos,  publicó  Burgos  á  vuela 
pluma,  Burgos,  1889.  Las  Cortes  de  1392  en  Burgos,  ibid.,  1891.  Tipos 
burgalescs,  1892.  Cosas  de  la  vieja  Burgos,  1892.  Remembranzas  bur- 
galesas, 1894.  Burgos  en  las  Comunidades  de  Castilla,  1895.  El  Día  del 
Señor  en  Burgos,  1900.  Páginas  histórico-burgalesas,  1907.  Cancione- 
ro, 1909.  Burgos  en  la  guerra  de  la  Independencia,  1913.  HistoHa  de 
Burgos,  dos  vols.,  1914-15. — El  Marqués  de  Salvatierra  publicó  La 
Mnnda  de  los  romanos.  Ronda,  1889. — Benjamín  Sánchez  Maldonado, 
cubano,  por  seudónimo  Benigno  S.  Maldonado,  escribió  piececillas  tea- 
trales, de  las  que  trae  11  Trelles  (t.  VII,  pág.  154). — Ricardo  Sánchez 
Madrigal,  imitador  del  Duque  de  Rivas  y  de  Zorrilla,  narrador  entu- 
siasta, más  lírico  que  épico,  publicó  Romancero  de  don  Alvaro  de  B<a- 
S^án,  Madrid,   1889,  Dos  poesías,  1897.  Gloria  á  Cervantes,  loa,   1905. 
El  Bosque,  poesías,  1906. — Manuel  Sancho  y  Rodríguez  publicó  Cró- 
■íiica  de  la  coronación  de  Zorrilla,  Granada,   1889. — Eduardo  Santos 
Cánovas  estrenó  Por  intentar  un  desliz,  juguete,  1889. — Agustín  Sarda 
publicó  La  Isla  de  Puerto  Rico,  estudio  histórico  y  geográfico,  Madrid, 
1889. — Casimiro   Servat  y   Maciá   estrenó    Tipos   callejeros,   saínete, 
1889.  Ni  en  Leganés,  juguete,  1892.  Los  Anarquistas  (con  P.  Cebade- 


S.  XIX,  1889.  LUIS  ZAPATERO  Y  GONZÁLEZ         I79 

ra),  1893.— Cipriano  Sevillano,  presbítero,  publicó  Poesías  religiosas, 
morales,  etc..  Granada,  1889. — José  del  Solar  y  Maeztu  (n.  1838-), 
de  Aguilar  (Navarra),  de  ascendientes  extremeños,  teniente  coronel 
retirado,  publicó  Facetas  de  la  vida,  novelas,  cuentos  y  artículos  mo- 
rales, tres  vols.,  Badajoz,  1889-90.  Panorama  social,  ibid.,  1906.  Ha 
escrito  de  historia,  crítica,  novelas  y  poesías  en  periódicos. — José  C. 
Soto,  argentino,  publicó  El  Capitán  Morillo,  1889.  Cuentos  criollos, 
1894. — Juan  Tejón  y  Rodríguez  de  la  Granda  (f  1894),  poeta  mala- 
gueño premiado  en  certámenes,  publicó  Ensayos  en  varios  tonos,  poe- 
mas breves,  ^Madrid,  1889.  Verdades  y  ficciones,  rimas,  Málaga,  1891. 
Lirismo  cristiano,  poesías,  Madrid,  1892. — Antonio  Clímaco  Toled) 
(1868-1913),  poeta  de  Quito,  escribió  amorosas  poesías,  que  llamó  Bru- 
mas, Quito,  1915,  y  publicó  e-íi  revistas  y  diarios  desde  1889  {Revista 
Ecuatoriana).  Son  del  corte  ceñido,  decir  y  hondo  pensar  de  Bécqu^r. 
Murió  tísico.  Consúltese  Alejandro  Andrade  Coello,  Las  Brumas  de 
A.  C.  Toledo,  1913. — Luis  Tramoyeres  y  Blasco,  valenciano,  director 
del  Museo  Provincial  de  Bellas  Artes,  publicó  Instituciones  gremiol?Si 
su  origen  y  organización  en  Valencia,  ibid.,  1889.  Los  Periódicos  de 
Valencia,  ibid.,  1895.  Documentos  inéditos  para  la  historia  del  arte 
pictórico  de  Valencia  en  el  siglo  xvii,  Madrid,  1912. — Emilio  dhl  Val 
publicó  Plata  Meneses,  versos,  Madrid,  1889. — Julio  Valdelomar  y 
FÁBREGAS,  cordobés  (f  1893),  publicó  Luz  meridional,  poesías,  Córdo- 
ba, 1889. — Benito  Ventúe  de  Peralta  publicó  Baturrillo  de  paremiolo- 
gía  ó  tratado  de  frases  célebres,  apotegmas  proverbiales...,  Grainda, 
1889. — Gregorio  Vicent  y  Portillo  publicó  Biblioteca  histórica  de 
Cartagena,  Madrid,  1889. — Juan  de  Dios  Vico  y  Bravo,  rector  de  la 
Universidad  de  Granada,  estrenó  Premio  y  castigo,  zarzuela,  1889. — 
Juan  Vilanova  y  Piera,  padre  de  la  Prehistoria  española,  publicó  mu- 
chos artículos  en  el  Boletín  de  la  Academia  de  la  Historia  (ts  XIV- 
XXII)  y  Prehistoria,  disc.  Acad.  Hist.,  1889.  Estudios  sobre  lo  pre^ 
histórico  español,  1892  {Museo  de  Antigüedades).  Prehistórico  español: 
Época  neolítica,  ibid.  Geología  y  Protohistoria  ibéricas  (con  Rada  y 
Delgado),  1893. — Santos  Villa  (f  1894),  de  Cárdenas  (Cuba),  publicó 
Los  Crímenes  de  la  calle  Inquisidor,  Habana,  1889.  Periódicos  y  perio- 
distas de  Cuba  (inédita). — Emilio  Villegas  Rodríguez  publicó  San  Vi- 
cente de  Paúl :  su  patria  y  sus  estudios  en  la  Universidad  de  Zaragoza, 
1889  (en  España  M<oderna,  ag.). — F.  Virués  de  Segovia  publicó  Epí- 
tome de  algunas  antigüedades,  sucesos  memorables,  magistrcdos,  etc., 
de  Jerez  de  la  Frontera,  ibid.,  1889. — Juan  X.  publicó  ¡Gloria  á  la  mu- 
jer!, novela,  iMadrid,  1889. — El  Bach,  Fortino  Hipólito  Vera,  vica- 
rio de  Amecameca  (Méjico),  publicó  Tesoro  Guadalupano,  noticia  de 
los  libros,  documentos,  inscripciones...  que  tratan,  mencionan  ó  alu- 
den á  la  aparición  y  devoción  de  Nuestra  Señora  de  Guadalupe,  Ame- 
cameca, 18S9,  dos  vols. — Luis  Zapatero  y  González  (n.  1865-), 
poeta  valisoletano  y  juez  de  La  Bañeza,  publicó  Aires  nacionales, 
poesías,   1889.  Solidaridad  pedagógica,  1890.  Rubias  y  Morenas,  poe- 


I 


1 8o  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

sías,  1894.  Cantos  de  la  Tuna,  1894.  Glóbulos  rojos,  epigramas,  1895, 
La  Cruz  y  la  media  Imia,  1897.  La  Refortna  del  Código  penal,  1907, 
La  Reorganización  del  Secretariado  judicial,  1908.  Glosas  á  la  ley  de 
Justicia  municipal,  1909.  Alegatos,  1913. — Alfredo  Zayas  y  Alfonso 
(n.  1861-),  de  la  Habana,  subsecretario  de  Justicia,  vicepresidente  de 
la  República  (1908),  director  de  La  Habana  Literaria  (1891-93),  publi- 
có Cuba  Autonómica,  estudio  histórico,  Habana,  1889.  Españoles  y 
Cubanos  (Revista  Cubana,  ts.  X  y  XI).  El  Presbítero  don  José  Ag^ 
Caballero,  1891.  Discursos,  1891.  In  memoriam,  discurso  (sobre  Máxi- 
mo Gómez),  1906.  Lexicografía  antillana,  diccionario  de  voces  usadas 
por  los  aborigénes  de  las  Antillas,  1914. — Elías  Zerolo  publicó  La 
Lengua,  ¡a  Academia  y  los  académicos...,  París,  1889,  1897.  Diccionarich 
enciclopédico  de  la  lengua  castellana  (con  Miguel  Toro  y  Gómez  y 
Emiliano  Isaza),  París,  1895,  dos  vols. ;  1898,  y  su  extracto,  París^ 
1897.  Legajo  de  varios,  Campoamor  y  la  crítica,  París,  1897.  Cairasca 
de  Figueroa  y  el  empleo  del  verso  esdrújulo  en  el  siglo  xvi. 

34.  Año  i8po.  Leopoldo  López  de  Sáa  (n.  1870-),  de  Me- 
dina de  Pomar,  director  de  Pan  y  Toros  (1898),  novelista  de 
castiza  cepa  española,  sin  la  menor  huella  de  modernismo.  Autor 
maduro  y  experimentado,  no  se  detiene  en  pequeneces,  escribe 
como  entendido  para  entendidos,  con  ingeniosa  socarronería,  que 
recuerda  en  su  tanto  á  Cervantes.  El  estilo  amplio,  á  veces  en 
sus  primeras  obras  en  demasía,  que  por  querer  abarcar  mucho 
en  un  período,  oscurece  los  toques  salientes.  El  habla,  rica,  elíp- 
tica, propia  y  sincera.  Sus  obras  mejores  hasta  hoy.  Los  india- 
nos vuelven,  de  caracteres  bien  delineados,  en  los  que  se  traspa- 
rentan  rasgos  del  suyo  propio,  grave,  varonil  y  socarrón,  y 
Bruja  de  amor,  donde  el  terror  se  palpa,  los  personajes  están,' 
perfectamente  dibujados,  el  estilo  y  lenguaje  cada  vez  más  va- 
riados, ricos  y  expresivos.  Escritor  muy  culto  y  a  la  vez  co- 
nocedor del  sentir  y  del  habla  popular,  sobresale  por  el  vigor  y 
sobriedad  en  tipos,  escenas,  estilo  y  lenguaje.  Es  de  los  mejores 
entre  los  que  hoy  novelan. 

Gonzalo  Picón-Febres  (1860-1918),  de  Mérida,  en  el  es- 
tado de  los  Andes  (Venezuela),  en  cuya  Universidad  se  doctoró 
(1895),  abogado,  miembro  del  Ateneo  de  Caracas,  alto  empleado 
en  el  Ministerio  de  Relaciones  Exteriores  desde  1897,  senador, 
ministro  de  Correos  (1899)  y  de  Relaciones  Interiores  (1907),, 
cónsul  en  Nueva  York  (1907),  profesor  de  Derecho  en  la  Uni- 
versidad de  los  Andes,  nieto  de  españoles,  amante  y  enteradí- 


LEOPOLDO  LÓPEZ  DE  SAA 


S.  XIX,  1890.  TULIO  PEBRES  CORDERO  181 

simo  de  nuestra  literatura,  fué  el  literato  y  escritor  más  com- 
pleto y  universal  de  su  tierra  en  su  época.  Filólogo  y  crítico, 
poeta  y  novelista.  Como  poeta,  es  más  bien  de  temperamento 
épico  y  objetivo,  amigo  de  describir  con  todos  los  colores  del 
iris,  parnasiano  cuanto  a  la  elegancia,  delicada  suavidad  rítmi- 
•ca,  brillantez  y  sobriedad;  publicó  los  libros  de  poesías  Calén- 
dulas (1893)  y  Claveles  encamados  y  amarillos  (1895).  Si  como 
poeta  es  de  los  mejores  de  su  tierra,  como  novelista  lleva  á 
todos  grandes  ventajas.  Aficionado  á  la  manera  realista  y  re- 
gional, escribió  novelas  de  costumbres  criollas  como  Fidelia 
(1893),  Ya  es  hora  (1895),  Flor  (191 1)  y  Nieve  y  lodo  (1914), 
pintura  de  la  vida  corrompida  de  la  plebe;  pero,  sobre  todo, 
El  Sargento  Felipe  (1899),  novela  puramente  criolla,  la  mejor 
de  su  género  escrita  en  Venezuela  y  una  de  las  mejores  de  Amé- 
rica, por  la  real  y  viva  pintura  de  tipos  y  lugares  y  por  el  pun- 
tual lenguaje  criollo.  Su  obra  históricocrítica  Literatura  vene' 
solana  en  el  siglo  xix  (1906)  es  muy  erudita,  bastante  impar- 
cial y  serena,  bien  que  benévola  y  patriótica,  a  veces  en  demasía. 
En  suma,  la  mejor  obra  histórica  de  la  literatura  de  su  país; 
por  más  que  prescinda  de  la  bibliografía  y  sea  bastante  confusa 
y  desordenada,  tratando  repetidas  veces  de  los  mismos  autores, 
lo  cual  impide  que  los  veamos  de  una  vez  y  sepamos  determi- 
nadamente las  obras  que  escribieron.  El  libro  raro  (1909)  es  un 
trabajo  filológico  sobre  el  habla  venezolana,  que  rectifica  la 
obra  de  Julio  Calcaño,  y  encierra  mucha  demosofía  o  ciencia 
folklórica.  Sobresale  Picón-Febres  por  la  facilidad,  sonoridad 
y  esmero  de  su  prosa,  y  en  este  cuidar  de  la  forma  pone  su  prin- 
cipal criterio  al  juzgar  a  los  demás. 

TuLio  Febres  Cordero  (n.  1860-),  de  Mérida  (Venezuela), 
abogado,  profesor  de  la  Universidad  (1892),  director  de  El  Lá- 
piz (1887  dos  vols.),  anticuario  criollo,  etnógrafo,  historiador 
y  novelista,  amante  del  espíritu  criollo  y  de  la  tradición  espa- 
ñola, se  burló  en  su  celebrado  é  ingenioso  libro  Don  Quijote 
en  América  (1905)  del  prurito  que  en  aquellas  Repúblicas  tienen 
las  gentes  de  ocultar  su  propia  manera  de  ser  criolla  y  de  mos- 
trarse en  el  exterior  con  el  barniz  de  todo  lo  extranjerizo  mo- 
derno, fea,  artificial  y  superficialmente  sobrepuesto  a  la  natu- 
raleza de  la  propia  raza.  Mostró  en  este  libro  ingenio  más  ori- 


1 82  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

ginal,  intento  más  humorístico  y  cervantino,  manejo  más  cas- 
tizo del  castellano  que  Montalvo  en  el  suyo  tan  celebrado.  Fué,, 
con  Picón-Febres,  de  los  que  alzaron  bandera  en  Venezuela  por 
lo  criollo  y  original.  Publicó,  además,  varios  libros  de  cuentos, 
leyendas  y  una  novela,  con  espíritu  criollo,  sin  copiar  el  habla 
del  pueblo,  en  lenguaje  suelto,  castizo  y  expresivo,  estilo  firme 
y  asentado,  con  naturalidad,  llaneza  y  dotes  sobresalientes  de  ame- 
no y  atractivo  narrador. 

Luis  G.  Urbina  (n.  1868-),  de  Méjico,  por  seud.  El  Cronista 
de  Antaño,  dióse  a  conocer  en  la  Revista  Arsul  como  poeta ;  cul- 
tivó la  crónica  como  nadie,  ligera,  frivola  y  graciosa,  después 
de  Gutiérrez  Nájera,  en  El  Mundo  Ilustrado,  que  dirigió,  y 
Revista  de  Revistas;  fué  crítico  de  teatros  en  El  Imparcial,  y 
editorialista  del  mismo  (1911-12),  profesor  catorce  años  de 
Literatura  y  director  de  la  Biblioteca  Nacional;  después  de  ha- 
ber estado  en  la  Habana  desde  191 5,  vino  a  Madrid,  donde  es 
secretario  de  la  Legación  de  Méjico  (191 8).  Atinado  pensador, 
conocedor  como  pocos  de  la  historia  literaria,  crítico  perspicaz^ 
gran  prosista,  castizo,  limpio  y  ligero;  poeta,  por  naturaleza, 
romántico,  pero  con  tendencias  clásicas  y,  lo  mismo  que  en  la 
prosa,  con  entreveros  de  impresionismo  delicado  y  fresco  a  la 
modernista. 

35.  Colaboró  López  de  Sáa  en  El  Resumen,  El  Globo,  El  Liberal, 
Vida  Nueva,  El  País,  Blanco  y  Negro,  Nuevo  Adundo,  Ilustr.  Esp.  y 
Amer.  y  La  Esfera.  Dirigió  Pan  y  Toros  (1898).  Fué  amigo  de  Zo- 
rrilla y  de  Manuel  Fernández  y  González,  que  le  llamaba  su  discípulo 
predilecto.  Huyóse  del  colegio  de  Madrid,  á  los  nueve  años,  porque  no 
le  dejaban  hacer  versos.  López  de  Sáa  en  carta  al  autor:  "El  ideal  del 
novelista  debe  ser,  en  cuanto  á  la  forma,  el  retomo  á  las  fuentes  nati- 
vas; mejor  dicho,  contener  en  el  cáliz  de  oro  de  nuestro  clasicismo 
todos  los  vinos  regalados  del  pensamiento  y  la  revuelta  espuma  de  la 
constante  rebeldía.  Todo,  menos  beber  turbias  heces  en  vaso  de  taberna 
ó  á  morro,  como  vamos  bebiendo  ya.  Ideas  concisas,  pero  muchas  ideas ; 
verdad,  pero  no  desnuda,  sino  cubierta  de  espléndido  atavío,  selección 
en  gusto,  frío  en  la  observación,  intensidad  en  las  ideas  y  vigor  en  la 
frase,  que  es,  como  usted  piensa,  gesto  del  alma,  con  el  relieve  del  so- 
nido. Tendencia  á  volar,  según  el  diámetro  de  los  alas,  y  no  á  revolcarse, 
por  el  placer  físico  de  dar  toda  su  longitud  á  los  remos ;  ironía  para  los 
avisados  y  propiedad  en  la  expresión  para  los  que  no  se  hallen  á  la  al- 
tura de  la  ironía."  Leop.  López  de  Sáa:  La  Chica  del  tío  Reluces,  nov.,. 
Madrid,  1890.  Allá  van  historias,  cuentos  en  prosa  ligera,  Madrid,  1892. 


S.  XIX,  1890.  TULIO  FEBRF.S  CORDERO  l83 

El  Ciudadano  Flor  de  Lis,  nov.,  ibid.,  1904.  Los  Vividores,  1906.  Carne 
de  relieve,  nov.,  1912.  Letras  y  Monos  (con  R.  de  Palacio  y  E.  Contre- 
ras).  De  antigua  raza,  1913.  El  Honor  ante  todo,  com.  (con  Francisco 
Moya  Rico),  Valencia,  1915.  Los  Indianos  vuelven,  nov.,  Madrid,  1915. 
El  Gallo  de  oro,  fantasía  lírica,  1916.  Bruja  de  amor,  1917.  El  Armero 
de  Florencia  (con  Gonzalo  Cantó,  inéd.).  El  Minué  real,  zarz.,  1918.  Por 
un  milagro  de  amor,  1918.  Adiós,  Margarita,  dr.  (inéd.). 

Picón-Febres  en  carta  al  autor  (marzo  1918)  :  "Desciendo  de  espa- 
ñoles de  sangre  pura.  Españoles  fueron  mis  abuelos.  No  puedo  ni  quiero 
renegar  de  ellos.  En  la  historia  política  de  España  podré  equivocarme 
al  disentir  de  opiniones  muy  parciales.  Pero  amo  y  admiro  al  fecundo, 
oteador  y  original  genio  español.  Mi  literatura,  aun  cuando  nada  valga, 
es  netamente  española...  En  Venezuela  sobran  los  escritores  que  no 
viven  sino  de  atacar  y  desacreditar  la  literatura  española  y  no  la  cono- 
cen ni  en  las  dos  últimas  décadas  del  siglo  xix.  Hablan  por  hablar  lo 
que  ignoran  y  quieren  echarla  de  franceses...  indigestos.  ¡  Chisgarabises ! 
Trabajos  míos  listos  para  prensas:  Nacimiento  de  Venezuela  Intelec- 
tual, historia,  crítica  histórica  y  literatura.  Don  Simón  Rodríguez,  maes- 
tro del  Libertador,  historia,  crítica  histórica  y  literatura.  Del  ritmo  en 
la  prosa,  literatura  y  crítica.  Poemas  y  Fantasías,  poesías  completas. 
De  tierra  venezolana,  novelas  cortas.  Teatro  crítico  venezolano,  segun- 
do tomo.  Historia  de  un  atentado.  Jurisprudencia  y  Filosofía  Política. 
Un  tomo  de  discursos,  Uu  grueso  tomo  de  literatura  y  crítica.  Otro  de 
literatura  y  crítica  histórica.  Dos  más  sobre  literatura,  historia,  crítica 
histórica,  semblanzas,  estudios  de  personajes,  anécdotas,  perfiles,  etc. 
En  preparación :  La  tercera  edición  de  Libro  Raro,  aumentada."  Picón- 
Febres  hizo  crítica,  además,  en  Revoltillo,  Páginas  Sueltas  y  en  Notas 
y  Opiniones.  Mira  más  bien  á  la  corrección,  galanura,  color  y  armonía 
de  la  forma  cuando  juzga  á  los  poetas,  por  ser  éstas  las  cualidades 
en  que  él  mismo  descolló.  De  ahí  que  sea  de  los  que  creen  que 
la  poesía  ha  de  tener  su  léxico  particular,  diferente  de  la  prosa,  y  tacha 
de  prosaico  á  Núñez  de  Arce,  prefiriendo  en  esto  á  Ferrari.  A  pesar  de 
su  amplitud  de  criterio  y  de  su  imparcialidad,  llega  á  veces  hasta  perder 
la  serenidad  y  muéstrase  duro  ó  blando  en  demasía,  hasta  terrible  y 
aun  poco  mirado  polemista,  sobre  todo  en  el  Teatro  crítico  venezolano. 
Es  demasiado  blando  y  alabancioso  con  los  autores  de  su  tierra,  y  sus 
ideas  religiosas  le  hacen  ver  con  anteojos  algo  ahumados  á  sus  adver- 
sarios los  católicos.  Ambas  cosas  le  movieron,  sin  duda,  á  rebajar  de- 
masiado á  Antonio  Caro,  prefiriendo  á  Merchán,  y  á  destemplarse  á 
veces  contra  Menéndez  y  Pelayo  y  contra  España,  como  cuando  en 
Notas  y  Opiniones  (pág.  125)  escribe:  "Todo  lo  cual  no  empece  para 
que  en  cuanto  un  hispanoamericano  diga...  que  la  conquista  castellana 
en  América  y  su  devastador  sistema  de  colonización  es  una  de  las  ma- 
yores monstruosidades  de  la  Historia,  todos  los  españoles,  sin  distin- 
ción de  versos  ni  de  ripios,  se  vuelvan  unos  basiliscos  y  echen,  de  rabia, 
sanguinolenta  espuma  por  la  boca...  Lo  que  sucede  es  — para  decirlo 


184  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

sin  rebozo —  que  ellos  tienen  atravesado  en  la  garganta  el  gran  suceso 
de  nuestra  gloriosa  independencia  y  quieren  hoy  vengarse,  á  fuerza  de 
ponernos  en  ridículo,  de  lo  que  no  fué  otra  cosa  que  un  acontecimiento 
histórico  fatal."  No  hay  para  qué  refutar  tan  pueril  opinión  cuando 
de  lo  que  en  España  se  peca  es  de  no  acordarse  más  de  los  americanos, 
sin  que  nadie  piense  en  la  independencia,  y  serán  contadísimos  los  que 
estén  enterados  de  cómo  se  apartó  América  de  España.  Cuando  acá 
vienen,  se  les  trata  como  á  gente  de  casa,  sin  la  menor  diferencia  que 
á  los  demás  españoles,  antes  con  el  mayor  agasajo  y  atenciones  que  la 
generosidad  de  nuestro  pueblo  suele  emplear  con  los  venidos  de  fuera. 
Manuel  Fernández  Juncos:  "Don  G.  Picón-Febres. ..  es  uno  de  los  ve- 
nezolanos de  la   nueva  generación  que  escriben  con  más  elegancia  y 
soltura  el  idioma  castellano.  No  tiene  el  vicio  de  la  fraseología  pom- 
posa ni  el  remilgo  académico  que  suele  deslucir  á  muchos  de  sus  pai- 
sanos... Fidclia...^  la  narración  es  viva  y  amena,  las  descripciones  grá- 
ficas en  general  y  á  veces  magistrales...  También  describe  las  costum- 
hres  con  soltura  y  gracia...  El  diálogo  es  natural  y  espontáneo  en  todo 
el  curso  de  la  acción  y  recuerda  un  poco  el  de  Pereda,  sobre  todo  cuan- 
do hablan  muchachas  y  gente  sencilla  del  pueblo...  De  Venezuela  no 
había  yo  leído  hasta  ahora  obra  de  este  género  tan  ajustada  á  las  con- 
diciones esenciales  de  la  novela  contemporánea.   El  tomo  de  versos 
(Caléndulas)  nos  revela,  ante  todo,  un  cincelador,  un  artista  del  ritmo 
y  de  la  frase,  un  parnasiano  á  la  manera  de  Gutiérrez  Nájera  y  de 
Julián  del  Casal,  aunque  de  visión  más  alegre  y  luminosa  que  este  úl- 
timo. Sobresale  en  la  descripción  externa...  Tiene  también  algunas  com- 
posiciones íntimas,  subjetivas,  por  el  estilo  de  las  de  Bécquer;  pero  su 
inspiración  se  manifiesta  más  espontáneamente  hacia  fuera.  Nos  trans- 
mite con  más  viveza  lo  que  ve  que  lo  que  siente.  Su  vocabulario  es 
rico  en  prosa  como  en  verso...  La  versificación  es  fluida  y  armoniosa, 
rica  en  consonantes  y  en  combinaciones  métricas."  El  Fígaro,  Habana 
(dirigido  por  Manuel  S.  Pichardo)  :  "G.   Picón-Febres  es  uno  de  los 
escritores  venezolanos  que  gozan  de  más  justificado  renombre  por  su 
gran  inteligencia,  revelada  en  numerosas  obras  en  prosa  y  verso,  aco- 
gidas con  general  aplauso  en  los  diversos  países  de  la  lengua  española. 
La  laboriosidad  ejemplar  de  este  escritor  artista  acaba  de  manifestarse 
brillantemente  en  el  libro  que  lleva  por  título  el  mismo  de  estas  líneas. 
Su   trabajo  es  trabajo  de  benedictino,  llevado  á  cabo  con  paciencia, 
con  esmero  que  podríamos  llamar  supersticioso,  fruto  magnífico  del  ta- 
lento y  del  arte  verdaderos.  Se  comprueba  que  el  autor  desplegó  dili- 
gencia ejemplar  en  allegar  los  datos  que  forman  la  materia  prima  del 
libro,  tanto  como  en  la  distribución  metódica  de  los  períodos  que  forman 
la  historia  de  las  letras  venezolanas  en  la  pasada  centuria.  Su  trabajo 
implica  indagación,  estudio  y  crítica,  habiéndola  realizado  con  espíritu 
independiente,  con  simpática  flexibilidad  de  juicio  y  con  delicioso  amor 
artístico.  El  análisis  emprendido  por  Picón-Febres  coloca  en  su  puesto 
legítimo  á  cada  uno  de  los  hombres  que  enaltecieron  los  fastos  lite- 


GONZALO    PICOX-FEBRES 


S.  XIX,  1890.  TULIO  PEBRES  CORDERO  i8d 

rarios  venezolanos  durante  el  último  siglo;  fija  el  carácter  de  las  in- 
fluencias y  determina  con  interés  y  acierto  el  valor  de  las  producciones 
de  diversos  géneros.  Las  páginas  que  consagra  á  personalidades  tan 
esclarecidas  como  Montenegro  Colón,  Ustáriz,  Juan  Vicente  González 
y  el  incomparable  Cecilio  Acosta,  están  escritas  en  prosa  de  antología, 
-en  un  castellano  primoroso,  trabajado  con  el  purismo  espiritual  de  un 
cuatrocentista."  Picón-Febres :  Páginas  sueltas,  semblanzas  y  estudios 
literarios,  Curaqao,  1890.  Revoltillo,  ibid.,  1890.  Fidelia,  novela,  ibid., 
1893.  Caléndulas,  poesías,  Caracas,  1893.  Claveles  encamados  y  ama- 
rillos, poesías,  Curagao,  1895.  Ya  es  hora,  novela,  ibid.,  1895.  Notas  y 
opiniones,  Caracas,  1899.  El  Sargento  Felipe,  narración  histórica,  ibid,, 
1899;  París  (s.  a.).  Angelina,  poema,  1904.  La  Literatura  venezolana 
en  el  siglo  xix,  Caracas,  1906.  Libro  raro,  voces,  locuciones...  en  Ve- 
nezuela, Nueva  York,  1909;  Curaqao,  1912.  Flor,  novela,  Caracas,  191 1. 
Teatro  crítico  venezolano  (crítica  de  sus  obras  por  otros  con  propias 
glosas),  Curacao,  1912.  Nieve  y  lodo,  novela,  París,  1914. 

José  Dom.  Tejera,  Tnlio  Fehres  Cordero,  1915:  "Obra  rara  de  pa- 
cientes pesquisas  en  los  cronicones  de  la  conquista  y  en  los  archivos 
patrios...  ha  realizado  este  insigne  escritor...  Ángel  Camevali  Monreal 
nos  recuerda...  que  "la  prosa  de  Tulio,  sobre  pulcra  y  eminentemente 
"castellana,  abunda  en  los  encantos  de  la  exuberante  naturaleza  que 
"ha  tenido  él  siempre  ante  sí..."  Si  bien  familiarizado  con  los  clásicos 
del  siglo  de  oro,  responde,  por  sus  tendencias,  á  la  escuela  realista... 
encama  el  alma  de  Mérida...  prosas  tersas  y  serenas...,  poemitas  en 
prosa,  preciosos  por  lo  delicados...,  tradiciones  y  fantasías  america- 
nas..., buen  número  de  cuentos,  moralmente  intencionados  unos,  muchos 
donde  huelga  y  hace  de  las  suyas  el  festivo  cálamo,  otros  propiamente 
históricos  y  todos  salpicados  de  excelente  ingenio...,  interesantes  mo- 
nografías... Por  su  modestia  franciscana,  por  el  candor  de  sus  senti- 
mientos, por  la  nobleza  de  sus  acciones,  por  la  elevación  de  sus  ideas..., 
por  sus  conocimientos  en  el  ramo  internacional  de  la  Jurisprudencia, 
por  su  tacto  político,  por  su  delicada  cultura  personal,  por  su  acendra- 
do patriotismo..."  Gil  Fortoul:  "Anduvo  usted  más  acertado  que  Mon- 
talvo  en  los  capítulos  que  se  le  olvidaron  á  Cervantes...  La  idea  ini- 
ciativa de  usted  es  más  original."  Gonzalo  Picón-Febres,  La  Literatura 
Venezolana,  1906,  pág.  416:  '^Don  Quijote  en  América  es  un  libro  de 
bien,  de  virtu^  reintegradora,  de  patriotismo  intencionalmente  curativo, 
de  propaganda  contra  el  charlatanismo  reinante  hoy  en  Venezuela,  de 
oposición  al  entronizamiento  de  lo  exótico...  Lo  que  le  falta  es  acierto 
en  el  plan,  precipitado;  seguridad  en  el  desenvolvimiento,  más  anima- 
ción en  el  relato  y  una  mirada  sutilmente  certera  para  dar  en  los  vicios 
con  la  crítica."  ídem,  pág.  424:  "Los  Cuentos  de  T.  F.  C,  como  los  de 
Manrique,  son  cuentos  para  niños  por  su  tendencia  educadora;  saben 
á  poco  en  medio  de  su  castiza  prosa  narrativa,  y  se  quedan  muy  atrás 
de  Los  Mitos  de  los  Andes,  no  menos  que  de  las  tradiciones  y  leyendas 
regionales  que  el  autor  ha  publicado  en  diferentes  periódicos,  algunas 


j86  época  regional  y  modernista  (18S8-1907) 

de  ellas  con  un  tono  romántico  subido."  Tulio  Febres  Cordero :  Apoteo- 
sis de  Colón,  estudios  históricos,  Mérid^,  1890.  Estudios  sobre  Einogra- 
fía  americana,  ibid.,  1892.  El  Nombre  de  América,  estudios  históricos,. 
1892.  Foliografía  de  los  Andes  venezolanos,  álbum  con  más  de  i.ooo 
grabados,  1896.  Historia  micro  gráfica  de  Venezuela,  siglos  xviii  y  xix, 
dos  ts.,  1899.  Guía  del  ama  de  casa  ó  cocina  criolla,  1899.  La  Legisla- 
ción primitiva  de  América,  1900.  Los  Mitos  de  los  Andes,  1900.  Colec- 
ción de  cuentos,  1902,  Estudios  históricos  sobre  la  cuestión  de  limites 
entre  Mcrida  y  Zulia,  1904.  Don  Quijote  en  América,  novela,  1905,  1906, 
Datos  históricos  sobre  la  Imprenta  en  Venezuela  (Estado  de  Mérida), 
1906.  Carta  crítica  sobre  ''Don  Quijote  en  América",  escrita  por  Pedro 
Fortoiil  Hurtado  y  contestación  del  autor,  1907.  Actas  de  Independencia 
de  la  provincia  de  Barinas,  1903.  Actas  de  Independencia  de  los  Andes, 
ICIO.  La  Hija  del  cacique,  novela,  1910;  Caracas,  1913.  Tradiciones  y 
Leyendas,  Mérida,  1911.  Documentos  para  la  historia  de  Zulia  en  la 
época  colonial,  1911.  Apuntes  biográficos  del  canónigo  Uzcátegni,  1913. 
En  broma  y  en  serio,  cuentos,  1907.  PancriolUsmo,  conferencia,  1917. 
Tiene  escrita  la  Historia  de  los  Andes,  cuatro  tomos  de  la  Historia  de 
Mérida,  etc.  Consúltese  José  Domingo  Tejera,  /.  Pebres  Cordero,  Em- 
bozo, Mérida,  1915.  Carta  crítica  sobre  ''Don  Quijote  en  América''^ 
escrita  por  Pedro  Fortoul  Hurtado,  y  contestación  del  autor,  Méri- 
da, 1907. 

F.  García  Godoy,  La  Liter.  amer.,  1915,  pág,  48:  "En  Urbina, 
detrás  del  copioso  follaje  de  imágenes  de  fascinadora  belleza,  de- 
trás de  la  bien  dispuesta  ornamentación  pictórica,  detrás  de  los  hilos" 
de  luz  que  forman  la  urdimbre  de  sus  versos,  palpita  un  alma,  una 
verdadera  alma  de  poeta,  alma  sanamente  romántica  con  vistas  á  cierto 
modernismo  amplio  y  sugerente,  mesurado  y  discreto,  exento  por  en- 
tero de  las  trivialidades  y  toques  efectivos  que  para  muchos  miopes- 
de  espíritu  vinculan  como  summum  de  la  perfección  literaria...  La  cua- 
lidad más  notable...  es  su  unidad,  precisa  y  definida  en  bastantes  aspec- 
tos... de  un  alma  que  se  contempla  á  sí  misma  y  se  aisla,  en  cierto 
sentido,  en  medio  del  embravecido  oleaje  de  la  vida,  sin  sufrir  el  con- 
tagio de  repugnantes  fealdades  sociales...  Toda  el  alma  de  Urbina,  es- 
pontánea, poco  compleja,  sin  complicaciones  cerebrales,  sin  muy  acen- 
tuados arranques  pasionales,  puede  condensarse  en  estos  expresivos 
versos  suyos : 

"Amé,  sufrí,  gocé,  sentí  el  divino 
soplo  de  la  ilusión  y  la  locura: 
tuve  una  antorcha,  la  apagó  el  destino, 
y  me  senté  á  llorar  mi  desventura 
á  la  sombra  de  un  árbol  del  camino..." 

La  melancolía  suave  y  dulce,  en  ocasiones  de  cierto  diapasón  acentua- 
damente doliente,  que  se  anida  en  su  alma...  Su  íntimo  subjetivismo..."' 
L.  G.  Urbina:  Versos,  Méjico,  1890.  Ingenu-as,  id.,  París,  1903.  Puestas 


S.  XIX,  1890.  LUIS  M.  URBAXEJA  1  87 

de  sol,  id.,  ibid.,  1910.  Antología  del  Centenario  (con  Pedro  Henríquez- 
Ureña  y  Nicolás  Rangel;  suya  es  la  magnifica  introducción  histórica; 
comprende  1800-1821),  dos  vols.,  Méjico,  1910.  La  LiteraHira  mejicana^. 
discretísima  conferencia,  ibid.,  1913.  Lámparas  de  agonía,  versos,  ibid., 
1914.  El  Teatro  nacional,  1914.  El  Focena  de  Mariel,  1915  (en  Cuba 
Contemporánea).   Cuentos  vividos  y   crónicas  soñadas,   Méjico,    1915. 
Bajo  el  sol  y  frente  al  mar  (impresiones  de  Cuba),  Madrid,  1916.  El 
Glosario  de  la  vida  vulgar,  poesías  inéditas,  ibid.,  1916.  La  Literatura 
mexicana  durante  la  guerra  de  la  Independencia  (prólogo  á  la  Antolo-^ 
gía  del  Centenario),  Madrid,   1917.  Antología   romántica   (1S87-1914), 
1917.  La  Vida  literaria  de  México,  Madrid,   1917.   Consúltese  Jenaro 
Estrada,  Poetas  nuevos,  1916. 

36.      Año  i8qo.  Manuel  Vicente  García  (t  1917),  vene- 
zolano, gran  polemista  político,  señala,  como  novelador,  el  pasa- 
del  romanticismo  al  realismo  en  Venezuela,  con  los  diversos  ma- 
tices, sobre  todo  el  criollo,  y  las  varias  tonalidades  que  se  notan, 
por  ejemplo,  en  Pedro  Antonio  de  Alarcón.  Publicó  Peonía^  Ca- 
racas, 1890,  novela  en  que  se  hallan  mezclados  el  naturalismo 
zolesco  en  ideas  y  el  realismo  criollo  en  costumbres  y  lenguaje, 
obra  que  dio  comienzo  al  criollismo  ó  literatura  regional,  que- 
luego  imitaron  muchos  y  para  lo  cual  se  fundó  por  la  misma 
época  (1892)  la  célebre  revista  El  Cojo  Ilustrado.  Publicó  después 
Marcelo,  también  de  costumbres  criollas,  y  en  El  Eco  Andino,. 
además  de  la  no  acabada  novela  Episodios  de  la  vida  revolucio- 
naria, varias  Acuarelas,  de  subido  precio  y  bellísimo  color  vene- 
zolano y  gran  intensidad  poética. 

Rafael  Altamira  y  Crevea  (n.  1866-),  de  Albacete,  cate-- 
drático  de  la  Universidad  Central,  culto  pensador  y  muy  eru- 
dito en  estudios  históricos,  publicó  la  Historia  de  España  y 
de  la  civilización  española,  compendió  sustancioso,  de  criterio- 
imparcial,  sobre  todo  teniendo  en  cuenta  que  pertenece  á  la  Ins- 
titución libre  de  enseñanza,  de  la  cual  es,  sin  duda,  el  hombre 
de  más  talento.  Es  la  mejor  obra  en  su  género  escrita  en  Espa- 
ña y  como  historia  interna  puede  decirse  que  la  primera. 

Luis  M.  Urbaneja,  venezolano,  por  seud.  Achelpohl,  escri-- 
tor  verdaderamente  artístico  y  bien  enterado  del  idioma,  que 
publicó  novelas  y  cuentos  del  género  criollo,  sobre  todo  en  Et 
Cojo  Ilustrado,  sobresaliendo  por  la  hermosura  de  las  descrip-- 
ciones  pintorescas.  Así  en  El  Ultimo  torero,  Lo  que  se  derrumba. . 


l8S  ÉPOCA  REGIONAL   Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

Alejandro  Urbaneja  (n.  1860  ?-),  de  Caracas  (Venezuela), 
Tedactor  de  La  Unión  Democrática,  donde  hay  mucha  doctrina 
constitucional,  publicó  acerca  del  mismo  asunto  y  de  derecho 
varias  obras,  como  los  Comentarios  al  Código  Civil,  El  Dere- 
cho Constitucional  Venezolano;  colaboró  en  otros  periódicos 
políticos,  á  veces  con  seudónimos,  entre  ellos  el  de  Alejandro 
García  Nieto.  Tiene  en  prensa  Lecciones  de  Derecho  Penal.  De 
mayor  talento  que  su  hermano  Luis  Urbaneja,  es  Alejandro  un 
literato  notable  y  escritor  sesudo;  pero  no  ha  recogido  su  obra 
desperdigada.  En  el  criollismo  literario  acércase  mucho  á  Bolet 
Peraza,  sin  el  chiste  agudo,  pero  sí  con  parecida  precisión  al 
describir.  Publicó  Perfiles  Parlamentarios,  varios  discursos,  la 
novela  de  costumbres  La  Popocha,  las  críticas  políticas  tituladas 
Las  San  Migiieladas ;  varias  poesías,  leyendas,  novelas  cortas 
y  poemas  humorísticos.  Entre  las  mejores  poesías:  ¡Deten!  Idi- 
lio, La  Ley  eterna,_  Todo  está  muerto,  ¡TiV. 

3".  A.  Picón-Febres,  La  Literatura  venezolana,  1906,  pág.  200: 
^'Por  su  independencia,  por  su  originalidad  en  el  estilo,  por  el  color 
venezolano  de  sus  descripciones,  por  su  tendencia  á  la  naturalidad  en 
los  diálogos,  no  siempre  muy  feliz  en  fuerza  de  la  excesiva  é  innece- 
saria vulgaridad  de  que  algunos  adolecen,  y  por  su  deseo  vehemente 
de  regeneración  é  innovación,  Romero-García,  en  su  primer  novela  de 
costumbres  con  cierto  fondo  politicosocial,  y  después  en  los  amargos 
unas  veces  y  otras  regocijados  cuadros  de  Marcelo,  es  un  reformador; 
y  bien  así  como  de  Flaubert  y  de  Balzac  proceden  los  naturalistas  fran- 
ceses y  de  Fernán  Caballero  y  de  Alarcón  los  realistas  españoles,  de 
Romero-García  descienden  Nicanor  Bolet  Peraza  (en  sus  Cuadros  ca- 
raqueños), Betancourt  Figueredo  (en  su  novela  Guillermo),  Rafael 
Bolívar  (en  su  chistoso  cuento  maleante  Guasa  pura),  Urbaneja  Achel- 
-pohl  (en  casi  todo  lo  que  ha  escrito),  Tosta  García  (en  Don  Secundino 
i^n  París).  Miguel  Eduardo  Pardo  (en  Todo  un  pueblo),  Jacinto  López 
(en  su  última  novelita  Graciela  y  en  la  vigorosa  pintura  intitulada  Des- 
tinos), Rafael  Cabrera  IMalo  (en  la  parte  venezolana,  que  no  en  la  fran- 
cesa ni  tampoco  en  la  disertativa,  con  subido  color  vargasviliano,  de 
Mimí),  Francisco  de  Sales  Pérez  (en  La  Guerra  civil,  excepción  hecha 
de  los  diálogos,  donde,  aun  cuando  hay  naturalidad  y  sencillez,  se  em- 
plea el  pronombre  personal  como  no  se  usa  en  Venezuela),  Tulio  Fe- 
bres  Cordero  (en  sus  cuentos  y  tradiciones  regionales),  Gil  Fortoul 
(en  cierta  faz  del  Idilio  y  de  Pasiones),  Carnevali  ^lonreal  (en  Boli- 
vita),  Alejandro  Urbaneja  (en  ¡Marchen!...,  esbozo  que  vale  una  no- 
vela bien  sentida),  Blanco-Fombona  (en  Juanifo  y  en  Molino  de  maís, 
ren  El  canalla  San  Antonio  y  Democracia  criolla),  y  hasta  el  mismo 


S.   XIX,    1890.    LUIS  M.   URBANEJA  1 89 

Díaz  Rodríguez  (en  su  novela  ídolos  rotos)."  ídem,  pág.  390:  "Novela- 
completa,  en  todo  el  rigorismo'  del  vocablo,  no  es  Peonía^  porque  la 
tesis  no  es  verdad,  porque  le  falta  firmeza  en  los  caracteres,  intensidad- 
dramática,  armonía  en  la  disposición  del  plan  y  la  unidad  contmua  que 
era  imprescindible  en  el  desenvolvimiento  de  la  acción.  Parece  escrito 
de  carrera,  cálamo  cúrrente...  Como  novela,  es  inferior  á  Todo  un  pue- 
blo, de  Miguel  Eduardo  Pardo;  como  obra  esmeradamente  dvcistica, 
sobrepújala  Guillenno,  de  Betancourt  Figueredo,  Peonía  quiere  ser  el- 
perfil  de  Venezuela  después  de  la  autocracia  del  genera]  Antonio  Guz- 
ííi'xn  Blanco,  y  desde  luego  no  lo  alcanza...  Peonía  se  lee,  se  lee,  se  lee 
con  interés  hasta  el  final,  y  ya  esto  vale  mucho.  Las  figuras  que  van 
apareciendo  son  exactas,  efectivas,  así  como  de  carne  y  sangre  y  hueso, 
y  además,  de  Venezuela,  de  esas  que  todos  los  días  vemos  y  en  todos 
los  instantes.  Romero  García  acusa  allí  un  talento  original  é  indepen- 
diente, y  la  manera  con  que  él  dice  posee  fisonomía  única  en  nuestros 
anales  literarios,  carece  de  antecedentes  y  es  inimitable.  Otros  le  ga- 
narán en  corrección,  en  tersura,  en  elegancia;  nadie  en  fidelidad,  en- 
expresiva  sencillez,  en  lo  vivo  del  dibujo  y  los  colores.  Por  eso  es  el 
novelista  criollo  más  criollo  que  tenemos  y  porque  ni  en  Pcoiña,  ni  en 
Marcelo,  ni  en  sus  hermosas  Acuarelas,  henchidas  de  una  melancolía 
profunda,  imitó  á  escritor  alguno  ni  de  dentro  ni  de  fuera  del  país.'* 

Publicó  Altamira  Historia  de  la  propiedad  comunal,  Madrid,  1890.. 
La  Enseñanza  de  la  Historia,  ibid.,  1891.  Mi  primera  campaña,  crítica 
y  cuentos,  ibid.,  1893.  Fatalidad,  Su  amado  discípulo.  Sagrado  sacer^ 
docio,  novelas  (con  Juan  Ochoa  y  Tomás  Carretero),  ibid.,  1894.  Cuen- 
tos de  Levante,  ibid.,  1895.  Novelitas  y  cuentos,  Barcelona,  1896.  De' 
Historia  y  Arle,  1898.  Cuentos  levantinos,  1900.  Historia  de  España  y 
de  la  civilización  española,  Barcelona,  1900-07,  tres  vols. ;  1909-11,  cua- 
tro vols. ;  1913.  Psicología  del  pueblo  español,  Barcelona,  1902,  1918. 
Historia  del  Derecho  español,  1903.  Deredw  consuetudinario  y  econó- 
mica  popular  de  la  provincia  de  Alicante,  1905.  Psicología  y  Literatura, 
Barcelona,  1905.  Cosas  del  día,  crónicas  de  literatura  y  arte,  A^alencia, 
1908.  España  en  América,  ibid.,  1909.  Mi  viaje  á  América,  1910.  Fan- 
tasías y  recuerdos,  Alicante,  1910.  Resumen  histórico  de  la  Indepen- 
dencia de  la  América  española,  1910.  Cuestiones  de  historia  del  derecho 
y  legislación  comparada,  1914.  Cuestiones  obreras,  1914.  Filosofía  de' 
la  historia  y  teoría  de  la  civilización,  191 5. 

Gonzalo  Picón-Febres,  La  Literatura  venezolana,  1906,  pág.  420: 
"L.  Urbaneja  A.  abunda  como  pocos  en  el  color  de  la  tierruca;  es  inte»'- 
resantísimo  en  la  reconstrucción  de  viejas  modas  ya  olvidadas,  se  deja 
admirar  en  la  pintura  de  la  vida  popular  y  rusticana,  se  empeña  en  ser' 
escritor  criollo  hasta  en  el  vocabulario  extenso,  y  sobre  asuntos  bien 
pensados  y  verídicos  ha  hecho  varias  novelas  cortas  muy  sentidas." 
L.  M.  Urbaneja:  Las  Brujas,  1908  (en  El  Cojo  Ilustrado).  Cuentos, 
San  José  de  Costa  Rica,  191 5.  En  este  país,  novela  premiada,  Buenos- 
Aires,  1917. 


1 90  ÉPOCA  REGIOXAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

38.  ATio  iSpo.  José  Sanchís  y  Sivera  (1867-1915),  natural  y  ca- 
■nónigo  de  Valencia,  por  seudónimo  Lázaro  Floro,  erudito  y  ameno 
•escritor,  publicó  Boixat  p^r  dcreta  y  esquerra,  juguete,  1882  (inédi- 
to). Momentos  de  ocio,  poesías,  1887  (inédito).  Biografía  del  doc- 
tor don  Niceto  Alonso  Perujo  (en  colaboración  con  don  Godofredo  Ros 
y  Biosca),  Valencia,  1890.  La  Semana  Católica,  trests.,  ibid.,  1891-92-93. 
Apuntes  criticohiográficos  del  doctor  don  Niceto  Alonso  Perujo  (en  el 
t.  I,  2."  ed.  de  Lecciones  sobre  el  Syllabus.  de  dicho  autor),  ibid.,  1894, 
Crónica  del  primer  Congreso  Eucarístico,  dos  vols.,  ibid.,  1894.  Histo- 
ria de  San  Vicente  Ferrer,  ibid.,  1896.  Dios,  ibid.,  1896.  El  Alma,  ibid., 
1896.  La  Revelación,  ibid.,  1897.  El  Mundo,  ibid.,  1897.  De  Valencia 
á  Cádiz,  apuntes  de  mi  cartera,  ibid.,  1901.  El  Hombre,  ibid.,  1901.  Pró- 
logo á  la  Gramática  griega  de  Carlos  Rossi,  Madrid,  1902.  Dos  meses 
en  Italia,  impresiones  y  recuerdos,  Valencia,  1902.  El  Mejor  veraneo, 
apuntes  de  un  viaje  á  Suiza ^  Dos  días  en  Lourdes,  Una  excursión  á  la 
Cueva  Santa,  ibid.,  1903.  Por  Levante,  notas  de  viaje  (en  Las  Provin- 
cias), ibid.,  1904.  Una  visita  al  gran  San  Bernardo  (en  Las  Prozñncias), 
ibid.,  1905.  Cuentos  y  sucedidos:  Malalma,  La  Fiesta  del  lugar.  En 
medio  del  arroyo.  El  Morrnt,  El  Tío  Butoni,  La  Primera  Comunión 
■  de  Luisita,  etc.,  etc.  (en  diferentes  periódicos,  revistas  y  almanaques). 
De  Alemania,  notas  de  viaje,  Valencia,  1906.  Todos  los  pueblos  que  se 
entregan,  sucumben  (con  premio  en  los  Juegos  Florales  de  Torrente 
en  1901,  inédito).  Una  excursión  á  Mallorca,  ^Mallorca,  1905.  Novena 
en  honor  de  San  Federico,  Valencia,  1897.  La  Dramática  en  la  Cate- 
dral  de  Valencia  durante  la  Edad  Media,  ibid.,  1909.  El  Miguelete  y 
sus  campanas,  ibid.,  1909.  La  Catedral  de  Valencia  (premiada),  ibid., 
1909.  Devociones  Josefinas,  seis  ediciones,  ibid.,  1910.  Excursiones  ve- 
raniegas: Apuntes  de  varias  correrías  á  Bélgica,  Holanda,  Londres  y 
París  (en  Las  Provincias),  1910.  Notas  á  la  obra  Teodoro  Llórente, 
por  Juan  Navarro  Reverter,  Barcelona,  1910.  La  Iglesia  parroquial  de 
San  Martín  de  Valencia  (premiada,  publicada  en  la  revista  Lo  Rat 
Penat),  Valencia,  1912.  Biografía  del  excelentísimo  señor  don  Teodoro 
Llórente  (trabajo  premiado  y  publicado  en  la  revista  Lo  Rat  Penat), 
ibid.,  1912.  Relojes  públicos  en  Valencia  durante  la  Edad  Media,  ibid., 
1913.  Seo  de  Urgel  y  Valencia,  crónica  de  las  fiestas  celebradas  en 
Ivonor  del  obispo  don  Juan  Bénlloch,  ibid.,  1913.  La  Iglesia  parroquial 
de  Santo  Tomás  de  Valencia  (premiada),  ibid.,  1913.  Pintores  medie- 
vales en  Valencia,  Barcelona,  1914.  El  País  de  los  Faraones,  impresio- 
nes y  recuerdos,  Valencia,  19 14.  Diccionario  de  artistas  medievales  de 
Valencia  (orfebres,  ceramistas,  escultores,  herreros,  libreros,  etc.), 
inédito. 

Pedro  José  Rada  y  Gamió  (n.   1871-),  de  Arequipa  (Perú),  dipu- 
tado, catedrático  de  Literatura  castellana  en  aquella  Universidad,  del 
Consejo  de  Instrucción  pública,   encargado  de  Negocios  cerca  de   la 
Santa  Sede,'  escritor  culto,  erudito  historiador,  publicó  El  Quijote,  dis- 
'Curso,  Arequipa,  1890.  El  Cristianismo  ante  la  Historia,  conferencia, 


S.    XIX,    1890.    ?.ÍAXUEL    GÓMEZ    MOREXO  I9I 

ibid.,  1894.  VoUaire,  discurso,  ibid.,  1899.  La  Producción  de  la  riqueza 
y  el  Per II,  ibid.,  1899.  La  Mujer  incomparable  (Santa  Teresa),  confe- 
rencia, Romas  19 14.  La  ca  peruana,  discurso,  ibidj.,  19 15.  El  Pe^ú 
Gntico,  conferencia,  ibid.,  1917.  El  Arzobispo  Goyeneche  y  apuntes  para 
la  historia  del  Peni,  ^ihid.,  1917.  La  Crisliada,  discurso,  Madrid,  1917. 
La  Actitud  del  Papa  en  la  guerra,  Lima,  1918. 

Anselmo  Gascón  de  Gotor  (n.  1865-),  de  Zaragoza,  celebrado  pin- 
tor, profesor  de  Dibujo  en  el  Instituto  de  Huesca,  muy  erudito  en 
historia  del  arte,  director  de  España  Ilustrada,  Semanario  Ilustrado 
íde  Zaragoza)  y  El  Diario  de  Huesca;  colaborador  de  muchas  revis- 
tas, publicó,  sobre  todo,  la  alabadísima  en  toda  Europa  Zaragoaa,  ar- 
.tística,  monumental  é  histórica,  dos  vols.,  Zaragoza,  1890  (en  colabo- 
ración con  su  hermano  Pedro).  Folletos:  La  Torre  Nueva  de  Zaragosa 
(con  id.),  1892.  El  Escidtor  Damián  Formenf  en  los  quince  primeros  años 
del  siglo  xvi  (en  Bol.  Acad.  Hist.).  En  Nuestro  Tiempo :  Custodias  pro- 
cesionales de  España,  1902;  VI  Congreso  internacional  de  arquitectos 
1904;  Cómo  se  desarrolló  el  arte  francés  en  las  regiones  gallegas,  1905; 
/;/  Castillo  de  Loarre,  1906;  Exposición  hispanofrancesa,  1908;  Damián 
Forment,  191 1;  El  Renacimiento  del  arte  en  España,  1912;  Carpintería 
artística  aragonesa  de  los  siglos  xiii  al  xvi,  1913 ;  El  Arte  barroco 
1915.  En  Museum:  Campanarios  mudejares  de  Aragón,  191 1;  La  Ca- 
tedral de  Huesca,  1912;  Arquetas  de  Aragón,  El  Arte  romano,  1915; 
La  Aljafería  árabe,  La  Aljafería  mudejar,  Mobiliario  de  las  iglesias 
de  Aragón,  Las  Catacumbas  de  Zaragoza,  Escultores  del  Renacimiento 
en  Aragón,  El  Arte  barroco  en  Aragón,  El  Arte  románico  en  el  Alto 
.Aragón.  En  Por  Esos  Mundos:  El  escultor  y  arquitecto  Martín  Tudela, 
191 1 ;  Zaragoza  y  el  Pilar,  1912.  En  Mundial:  La  Catedral  del  Salvador, 
1913.  El  Castillo  de  Loarre,  estudio,  Barcelona,  1916.  Además  publicó 
El,  Corpus  Christi  y  las  Custodias  procesionales  de  España,  IMa- 
-drid,  19:7. 

Pedro  Gascón  de  Gotor  (1870- 1907),  de  Zaragoza,  presbítero,  in- 
.signe  arqueólogo  y  conocedor  del  arte  español,  como  su  hermano.  An- 
selmo, con  quien  publicó  Zaragoza  artística,  monumental  é  histórica, 
ibid.,  1890,  y  La  Torre  Nueva  de  Zaragoza,  1892.  De  por  sí:  Rosario 
de  Nuestra  Señora  del  Pilar,  1891.  El  Padre  Cuartero,  1895.  Asturias 
y  Aragón  en  la  Reconquista,  1909.  Dejó  conferencias  y  sermones  inédi- 
tos. Fué  colaborador  de  La  Ilustración  Española  (1897-99),  Blanco  y 
Alegro  (1892...),  El  Gato  Negro  (1898)  y  Para  Todos  (1902). 

Manuel  Gómez  Moreno  Martínez  (1870- 19 18),  de  Granada,  profe- 
sor del  Sacro  Monte  hasta  1905  y  catedrático  de  Arqueología  arábiga  en 
la  Central  desde  1913,  publicó  Monumentos  romanos  y  visigóticos  de 
Granada,  ibid.,  1890  (en  el  Boletín  del  Centro  Artístico).  Antigüedades 
cristianas  de  Martos,  Granada,  1897.  Arte  y  Cul'o,  ibid.,  inoo.  Arte  de 
■grabar  en  Granada,  1900  (en  Revista  de  Archivos).  Sobre  Arqueología 
primitiva  en  la  región  del  Duero,  1904  (en  Bol.  Acad.  Hist.,  t.  XLVI). 
Xa  Cuna  de  la  Reina  (Isabel  I),  1904  (en  Bol.  Sociedad  Cast.  Excur- 


192  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

sienes).  La  Intna culada  de  Monterrey^  1904  (en  Basílica  Teresiana)^ 
El  Arte  cristiano  entre  los  moros  de  Granada,  1904  (en  Homenaje  á 
Codera).  De  Hiberis  á  Granada,  1905  (en  Bol.  Acad.  Hist.,  t.  XLVI). 
Arquitectura  tartesia,  1905  (en  Bol.  Acad.  Hist.,  t.  XLVII).  El  Retablo 
de  la  Catedral  vieja  {de  Salamanca)  y  Nicolás  Florentino,  1905  (en 
Bol.  Soc.  Cast.  Excursiones).  El  Primer  Monasterio  español  de  cister- 
cienses:  M óremela,  1906  (en  Bol.  Soc.  Esp.  Excursiones).  Nuevo  nti- 
liario  del  BierBo,  1906  (en  Bol.  Comisión  Provincial  Monum.  de  Oren- 
se). Catálogo  monumental  de  Avila,  1907.  Inscripciones  r^m:.nas  del 
Bierzo,  1907  (en  Bol.  Com.  Prov.  de  Monum.  de  Orense).  El  Municipio 
ilurconense,  1907  (en  Bol.  Acad.  Hist.).  La  Civilización  árabe  y  sus 
monumentos  en  España,  1906  (en  Cultura  Española).  Santo  Tomás  de 
las  Ollas,  1908  (en  Bol.  Soc.  Cast.  Excursiones).  Un  trésor  de  pinturas 
inédites  du  xv'  siécle  á  Grenade,  1908  (en  Gasette  de  B^aux-Arts). 
Siinta  Marta  de  Tera,  1908  (en  Bol.  Soc.  Esp.  Excursiones) .  Garci  Fer- 
nández, pintor  de  Sevilla,  1908  (en  Cultura  Española).  Pictografías 
andaluzas  (Anuari  de  l'Institut  de  Estudis  Catalans),  Barcelona,  1908. 
La  Legio  VIP  Gemina  ilustrada  (id.),  1909.  Vasco  de  la  Zarza,  escul- 
tor, 1909  (en  Bol.  Soc.  Cast.  Exc).  ¿Joosken  de  Utrech,  arquitecto  y 
escultor f,  191 1  (en  Bol.  Soc.  Cast.  Exc).  Materiales  de  Arqueología 
artística,  Madrid,  1912.  De  Arqueología  mozárabe,  1913  (en  Bol.  Soc. 
Cast.  Exc).  La  Capilla  de  la  Universidad  de  Salamanca,  1914  (en  Bol. 
Soc  Cast.  Exc).  La  Civilización  árabe  y  sus  monumentos  en  España 
(lecciones  del  VIH  curso  internacional  de  expansión  comercial),  Bar- 
celona, 1914.  Retablo  atribuido  á  Berruguete  en  Santa  Úrsula,  de  To- 
ledo, 1915  (en  Bol.  Soc.  Cast.  Exc).  El  Cristo  de  San  Plácido,  1916 
(en  Bol.  Soc.  Esp.  Exc).  Pinturas  de  moros  en  la  Alhambra,  1916.  Los 
libros  titulados  Iglesias  mozárabes  y  Arte  mudejar  toledano,  actual- 
mente (1917)  en  vías  de  publicación.  Cosas  granadinas  de  Arte  y  Ar- 
queología, Granada  (s.  a.). 

Tomás  Guevara,  chileno,  rector  del  Liceo  Lastarria,  erudito  his- 
toriador regional,  publicó  Historia  de  Curicó,  Santiago,  1890.  Inco- 
rrccíones  del  castellano  en  Chile,  1894.  Historia  de  la  civilización  de 
la  Araucania,  tres  vols.,  Santiago,  1900-02,  Costumbres  judiciales  y 
enseñanza  de  los  araucanos,  1904.  Psicología  del  pueblo  araucano,  1908. 
Los  Araucanos  en  la  guerra  de  la  Independencia,  1910.  Folklore  arau- 
cano, 191 1.  P.aza  chilena,  191 1.  Las  tUtimas  familias  y  costumbres  arau- 
canas, 1913. 

El  padre  Juan  ]Mir  y  Noguera  (1840-1917),  de  Palma  de  Mallorca, 
jesuíta  (1856),  hermano  del  escritor  Miguel,  enteradísimo  en  el  habla 
castiza  y  aborrecedor  de  todo  galicismo  en  sus  obras  literarias,  bien 
que  al  escribir  imite  exageradamente  á  los  clásicos  y  emplee  algunos 
galicismos  en  las  obras  de  controversia,  publicó  La  Creación,  Madrid, 
1S90,  1891,  1903.  El  Mil-agro,  1895,  1915.  La  Religión,  1899.  Frases  de 
autores  clásicos  españoles,  1899.  La  Profecía,  tres  vols.,  1903.  Centé-^ 


S.  XIX,  1890.  ERNESTO  C.  BALLESTEROS  igS 

nario  quijotesco,  1905.  La  Inmaculada  Concepción,  1905,  Rebusco  de 
voces  castizas,  1907.  Prontuario  de  hispanismo  y  barbarismo,  dos  vols., 
1908,  su  mejor  obra,  importantísima,  que  inutiliza  la  de  Baralt  sobre 
galicismos.  El  Triunfo  social  de  la  Iglesia  católica,  dos  vols.,  1909. 

Manuel  V.  Ballivián,  boliviano,  publicó  Exploraciones  y  noticias 
hidrográficas  de  los  ríos  del  Norte  de  Bolivia,  La  Paz,  1890.  La  Ex- 
ploración del  Beni,  ibid.,  1896.  Demarcación  de  límites  con  los  Estados 
Unidos  del  Brasil,  ibid.,  1897,  Noticia  polít.,  geográf.,  industr.  y 
estad,  de  Bolivia,  ibid.,  1900.  Documentos  para  la  Historia  geográfica 
de  la  Rep.  de  Bolivia,  ibid.,  1906.  Monumentos  prehistóricos  de  Tihua- 
nacú,  ibid.,  1910. 

39.  Año  i8po.  Vicente  de  Agosta  (f  1908),  salvadoreño,  fundador 
de  La  Quincena,  publicó  La  Lira  joven,  San  Salvador,  1890.  Otras  poe- 
sías en  revistas. — Agar,  Escritos  literarios,  Buenos  Aires,  1890,  1893. 
Literatura  histórica,  1901. — Isidro  Albarrán  y  Nogueira  estrenó 
La  Estrella  maldita,  drama,  1890. — JoáÉ  Almoina  y  Caballero,  direc- 
tor en  Valladolid  (1895)  de  La  Verdad  y  allí  fallecido  (1896)  ;  estrenó 
Juez  en  causa  propia,  drama,  1890.  Charadas  literarias,  Valladolid, 
1893. — Alvarez  Alarcón  y  Terán  Pujol  publicó  El  Barranco  de  los 
cuervos,  novela,  Madrid,  1890-91,  dos  vols. — Antonio  Alvarez  y 
Alvarez,  cubano,  publicó  Ensayos  poéticos,  1890. — Roberto  Andrade 
publicó  Estudios  históricos:  Montalvo  y  García  Moreno,  Lima,  1890. — 
Luis  de  Ansorena  (f  1904),  abogado,  colaborador  de  La  Ilustración 
Española,  Madrid  Cómico,  La  Gran  Vía,  Blanco  y  Negro  y  Pluma 
y  Lápic  (1902),  publicó  El  Buen  Jeromo,  poema  en  cuatro  cantos, 
Madrid,  1890.  La  Señora  de  Moreno,  juguete  cómico,  1891.  El  Mo~ 
délo,  juguete,  1892.  La  Fea,  novela,  1893.  Versos,  1894.  Cosas  de  ayer, 
\ersos.  El  Puñal  de  Albacete.  María  Cruz,  novela. — Las  Floridas, 
fragmentos  de  discursos  de  Lucio  Apuleyo,  y  El  Demonio  de  Sócra- 
tes, del  mismo,  Madrid,  1890  (t.  CXLIII,  Bibl.  Clás.,  por  anónimo). — 
Joaquín  N.  Aramburu  (n.  1856-),  de  Guanajay  (Cuba),  director  de 
La  Luz  y  redactor  del  Diario  de  la  Marina  (1914),  publicó  Grande- 
zas asturianas,  colección  de  leyendas...,  1890.  Ráfagas  y  brisas,  poe- 
sías, 1892.  Un  detallista  feliz,  novela,  1892,  1912.  Prosa  y  verso,  Gua- 
najay, 1895.  Páginas  íntimas,  poesías,  ibid.,  1895.  Lo  que  hace  tí 
dolor,  drama.  A.  Moral:  algunas  de  sus  obras,  ibid.,  1906.  Páginas, 
prosa  y  verso.  Habana,  1907. — Ginés  Arberola  publicó  El  Sochantre 
de  mi  pueblo,  novela,  Madrid,  1890. — Máximo  de  Arredondo  publicó 
Julián  Gayarre,  estudio  crítico-biográfico,  Madrid,  1890. — Ramón  Ar- 
VF.LO,  poeta  venezolano,  publicó  Poesías  completas,  Curaqao,  1890. — 
M.  Bahamonde  publicó  En  el  Pindó,  Buenos  Aires,  1890. — J.  Amadeo 
Baldrich,  montevideano,  publicó  Las  Comarcas  vírgenes:  El  Chaco, 
2.'  ed.,  Buenos  Aires,  1890.  Historia  de  la  guerra  del  Brasil,  ibid.,  1905. 
Donato  Alvarez:  su  vida  militar,  ibid.,  1910. — Ernesto  C.  Ballesté- 
eos publicó  Zulema,  idilio  amoroso,  Buenos  Aires,  1890. — Lisardo  Ba- 

TOMO   X. — 15 


194  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

BREiRO,  gallego,  escribió  Esbozos  y  siluetas  de  un  viaje  por  Galicia, 
Coruña,  1890  (Bibl.  Gall.). — José  María  Baytón  y  Machado  (n.  186 1-), 
zaragozano,  funcionario  de  Hacienda,  publicó  Mesa  revuelta,  Ubeda, 
1890. — Carmen  Beceiro  de  Pato  publicó  Zamoranas  y  La  Sortija  del 
negro,  Barcelona,  1890. — jAiArc  Bendicho  publicó  Blasones  de  los  lina- 
jes viejos  y  nuevos  de  Alicante  y  de  varios  reyes,  títulos,  villas  y  ciu- 
dndes  de  España,  Valencia,  1890. — M.  Benítez  Veguillas,  andaluz,  cabo 
de  la  Guardia  civil,  puljlicó  Celajes,  poesías,  Habana,  1890.  Geografía 
histórica  de  la  isla  de  Cuba...,  1891.  Cuba  ante  la  Historia,  1897. — El 
Duque  de  Berwick  y  de  Alba,  Gutierre  Gómez  de  Fuensalida  pu- 
blicó Conquista  de  Ñapóles  y  Sicilia  y  relación  de  Moscovia;  precede 
una  noticia  de  la  vida  y  escritos  del  autor,  por  A.  Paz  y  Melia,  M,a- 
drid,  1890.  Correspondencia  de  Gutierre  Gómez  de  Fuensalida,  emba- 
jador (1496-1509),  1907-  Noticias  históricas  y  generales  de  los  Estados 
de  Montijo  y  Teba,  1915. — Biblioteca  del  Instituto  Nacional  de  San- 
tiago de  Chile,  ibid.,  1890,  varios  tomos. — Gabriel  Briones  y  Esquivel 
(n.  1870-),  sevillano,  redactor  de  La  Época  desde  1891 ;  como  dramá- 
tico valió  poco.  Colaboró  con  Flores-García  y  en  La  Manzana  de  oro 
con  Melantuche.  Es  persona  culta.  Publicó  Cuentos,  1895.  Fuertes  y 
dibiles.  Las  Damas  negras  y  Rosario,  comedias;  Las  Parandas  y  María 
del  Pilar,  La  Manzana  de  oro  (1906),  El  Hijo  de  Buda  (1906)  y  El 
Gaitero  de  la  aldea  (con  García  Conde,  1917),  zarzuelas;  Las  Trave- 
suras de  Fígaro,  comedia;  La  Mxijer  del  Tremendo  (1897),  El  Marido 
pintado  (1898)  y  El  Baile  de  cabezas  (1905),  juguetes  cómicos.  Muñe- 
ees  de  París,  Madrid,  1918. — Emilio  Cabanellas  publicó  Veladas  mi- 
litares, Cartagena,  1890. — José  Caldeiro  estrenó  Los  Buenos  informes, 
juguete,  1890.  Rigoleto,  id.,  1891. — Vicente  Calvo  Acacio  (n.  1870-), 
valenciano,  publicó  Serojo,  cantares ;  Novelas  cortas.  Fortaleza,  nove- 
la; Los  Reyes  mudos.  Humanidad,  Escritores  valencianos  contem-po- 
ráneos.  Cuentos  y  novelas,  Valencia,  1901. — Ramón  O.  Callagham  pu- 
blicó La  Catedral  de  Tortosa,  ibid.,  1890. — José  María  Campoy.  pres- 
bítero de  Lorca,  director  de  El  Heraldo  Lorquino  (1890),  publicó  Na- 
rraciones lorquinas,  Lorca,  1901.  El  Fuero  de  Lorca,  Toledo,  1913. — 
Francisco  Camps  y  Feliú,  coronel,  publicó  Españoles  é  insurrectos,  Ha- 
bana, 1890.  Consúltese  T.  Arnedo,  El  Cor.  F.  C,  1879. — Francisco  CÁ- 
KOVAs  Y  CoBEÑo  (f  1904),  de  Lorca,  publicó  Historia  de...  Larca,  ibid., 
1890. — De  Cantabria :  letras,  artes,  historia^  su  vida  actual,  por  autores 
nontañeses,  Santander.  1890. — Leonor  R.  Caravantes  publicó  Flores 
y  espinas,  poesías  á  la  Virgen,  Valladolid,  1890. — Francisco  Carbo- 
nell,  redactor  de  El  Correo,  La  Tribuna,  etc.,  publicó  La  Ultima  pe- 
seta, novela,  Madrid,  1890. — Osw.\ld  A.  Carr,  habanero,  publicó  Po- 
quita cosa,  epigramas,  Habana,  1890. — Jesús  Carrascosa  publicó 
Soledades,  1890. — Maximino  Carrillo  de  Albornoz  publicó  Roman- 
cero de  "El  Ingenioso  hidalgo  don  Quijote-',  Madrid,  1890,  dos  vols. — 
El  Licenciado  Céspedes  publicó  Colección  de  verdades  amargas,  crí- 
ticas, Madrid,  1890. — P.  B.  Cobo  publicó  Historia  del  Nuevo  Mundo, 


S.  XIX  1890.  JOSÉ  GABRIEL  GARCÍA  IQS 

Sevilla,   1890-95. — Guillermo  Luis  de  Conde,   redactor  de   L.j  Na- 
ción (1895),  El  Nacional  (1896...),  El  Liberal  (1902),  publicó  La  Torre 
de  la  gloria,  poema,  Madrid,  1890.  Dos  pasiones,  poema,  1890.  Pasa- 
tiempos, 1896. — Enrique  de  la  Cuadra  y  Gibaja  publicó  Historia  del 
Colegio  Mayor  de  Santo   Tomás  de  Sevilla,  ibid.,   1890,   dos  vols. — 
Pascual  Cucarella  y  Candel,  director  en  Játiva  de  El  Clamor  Seta- 
bense,  publicó  Perjurio,  poema,  Játiba,  1890.  Setabenses  ilustres,  Car- 
cagente,  1916.  Epistolario  íntimo,  1918. — Chistes  hechos  por  diversos 
¿\utores,  Sevilla,  1890. — Fray  Casimiro  Díaz,  agustino  toledano,  dejó 
inédita  la  obra  Conquistas  de  las  islas  Filipinas,  publicada  en  Vallado- 
lid,    1890.    Fray    Gaspar   de    San    Agustín    publicó    la    primera    parte 
en  1698  (véase), — José  Díaz  (ó  Díez)  y  Macías  (n,  1869-),  de  Badajoz, 
colaborador  de  La  Crónica  de  Badajos  (1888-91),  director  de  El  Orden 
(1888-95),  publicó  Los  Hijos  del  mar,  1890.  La  Huelga,  poema  social, 
1897.  Fabianelo,  id.,  Badajoz,  1897.  Laura,   1899.  María  Cruz,  poema 
social,  1910.  Don  G.  Núñez  de  Arce,  discurso. — Vicente  Díez  de  Te- 
jada (n.  1872-),  madrileño,  publicó  El  Primer  acorde,  poesías.  Uno  más, 
monólogo  en  verso.  Cuentos  piadosos,   1897.  Chinitas,   fK>esías,   1898. 
Prosa.  ¿Quiere  usted  ver  la  casa?,  juguete  cómico.  ¡Cosas  de  los  mo- 
ros!, 1906.  Ninette,  novela,  1908.  Los  Elegidos,  1910.  Cuentos  de  '■'•Bian- 
£0  y  Negro",  1912.  Muestras  sin  valor.  De  la  Ceca  á  la  Meca,  viajes. 
Crónicas  baratéis.  Cuentos  mundanos.  F-ango.   Matrimoniales,  cartas. 
El  Escapulario  Rothschild. — Julio  Enciso  publicó  Estudio  crítico-bio- 
gráfico de  Gayarre,  por  Mariano  de  Arredondo,  Madrid,  1890.  Memo- 
rias de  Julián  Gayarre,  ibid.,  1891. — Adalberto  A.  Esteva  publicó  El 
Libro  del  amor,  Méjico,  1890.  Antología  mexicana,  ibid.,  1893  (de  los 
prosistas  y  poetas).  El  Libro  azul,  poesías,  Barcelona,  1915. — Eugenia 
N.  Estopa  publicó  Cantares,  Gibraltar,  1890. — Maximino  Fernández, 
asturiano,  estrenó  San  Isidro,  revista  cómicolírica.  Habana,  1890.  La 
Lira  costarricense. — Víctor  Fernández  Llera  (n.  1850-),  santanderino, 
catedrático  del  Instituto  de  Tarragona,  Murcia  y  Santander,  editó  Te- 
rencio,  de  Simón  Abril,  refundido  y  anotado,  Madrid,  1890.  Obras  com- 
pletas de  Cicerón,  ts.  XI-XVII  de  la  Biblioteca  Clásica  (con  Sandalio 
Díaz   Tendero  y   Juan   Bautista  Calva),   1897-1901.   Incongruencias  y 
desplantes,  Santander,  1918  (con  seudónimo  de  Juan  de  Hoznayo). — 
Concepción  Galarraga  de   Salazar,  cubana,   publicó  Predestinación, 
novela    de    costumbres    cubanas,    Barcelona,    1890,    dos    vols. — Tesi- 
ionte   Gallego   y    García   (1862-1913),    periodista   español,    diputado 
(1904),    director    de    Agricultura    (1913),    publicó    Cxiba    por    fuera. 
Habana,  1890,  1892.  La  Insurrección  cubana,  Madrid,  1897. — Modesto 
Garcés,  ingeniero  colombiano,  publicó  Un  Viaje  á  Venezuela,  Bogotá, 
1890. — Domingo    García    Peres,    portugués,    publicó    Catálogo    razo- 
nado  biográfico   y   bibliográfico   de   los   autores  portugueses   que   es- 
cribieron   en   castellano,   Madrid,    1890   (sólo    el   t.    I). — José    García 
González  publicó  El  Mal,  novela,  dos  vols.,   Barcelona,   1890. — José 
Gabriel  García,  dominicano,  publicó  en  varios  tomos  la  mejor  His- 


196  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

foria  de  Santo  Domingo.  Guerra  de  la  separación  dominicana,  San- 
to Domingo,  1890.  Colección  de  los  Tratados  internacionales  celebra^ 
dos  por  la  República  Dominicana,  ibid.,  1896. — Enrique  Gesta  y  Gar- 
cía estrenó  ¡Expiación!,  drama,  1890. — Felipe  Gómez  Humarán  pu- 
blicó Sepulcro  de  carne,  novela,  Madrid,  1890.  Destrucción,  novela, 
1892.  El  Contagio,  poema,  Madrid,  1892.  Arpegios,  1896. — Milagros 
Gómez  Soler  publicó  Hojas  secas,  ensayos,  Alicante,  1890. — Gabriel 
González  Prats  estrenó  Blas  el  labriego,  juguete,  1890. — Melitón 
González  publicó  El  Gran  Chaco  argentino,  Buenos  Aires,  1890. — 
Protasio  González  Solís  y  Cabal  (n.  1829-),  de  Oviedo,  donde  fundó 
El  Industrial  (1855),  que  se  convirtió  en  El  Independiente,  después  en 
El  Faro  Asturiano,  publicó  Memorias  asturianas,  Madrid,  1890. — 
Antonio  Guerra  y  Ojeda  publicó  Mesa  revuelta,  poesías,  Madrid, 
1890.  Los  Enfermos  del  alma,  comedia,  Sevilla,  1906. — Rafael  Guerre- 
ro, director  en  Barcelona  de  Las  Noticias  (1902),  publicó  Chifladuras, 
Barcelona,  1890.  Crónica  de  la  guerra  de  Cuba,  ibid.,  1895-97,  cinco  vols. 
Don  Juan  Tenorio,  historia  novelesca,  ibid.,  1898  (3.*  ed.).  El  Rey  de 
los  campos,  ibid.,  1898  (2.*  ed.),  1903. — Luis  Ramón  Guzmán,  venezo- 
lano, publicó  Desamparada,  1890,  episodio  nacional  de  encantadora 
sencillez  y  fuerza  dramática. — Hatuey,  guajiro  cubano,  publicó  Ecos 
de  la  Habana,  décimas  campestres.  Matanzas,  1890. — Inocente  Her- 
vÁs  Y  BuENDÍA  (-j-  1915).  de  Ciudad  Real,  publicó  Diccionario  histórico- 
geográfico  de  la  provincia  de  Ciudad  Real,  ibid.,  1890-92. — Manlkl  H. 
Hurtado  publicó  Obras  poéticas  y  literarias,  Santiago  de  Chile,  1890. 
— Narciso  Jaén  y  Rosales  publicó  Cuentos  morales,  Madrid,  1890. 
Esposa  y  madre,  ibid.,  1891. — Diego  Jiménez  Prieto,  sevillano,  acep- 
table escritor  que  falleció  harto  joven  para  que  pueda  barruntarse  lo 
que  hubiera  podido  hacer;  redactor  de  La  Época  (1896),  colaborador 
de  Madrid  Cómico,  etc.,  publicó  Blanco  y  Negro,  artículos  varios,  Ma- 
drid, 1890.  Estrenó  Los  de  Albacete,  juguete  (con  J.  R.  Candela),  1894. 
Roberto,  id.,  1894.  La  Torre  de  Babel,  zarzuela,  1897.  El  Segundo  avi- 
so, id.  (con  R.  Alfonso  Candela),  1897.  La  Tiple  mimada,  1899.  M-ulti- 
colores,  versos,  Jaén,  1901.  El  Favorito  del  duque,  1902.  El  Mozo  crúo 
(con  F.  Pérez  Capo),  1903.  La  Vendimia  (con  A.  Jiménez  Guerra), 
1904.  Flor  de  mayo  (con  Pérez  Capo),  1904.  El  Tío  Calandria  (con  id.), 
1906.  Aires  nacionales  (con  id.),  1906.  El  Príncipe  real  (con  Pérez  Oli- 
vares), 1907. — Francisco  de  Asís  Jiménez  Moya,  director  de  Madrid 
Alegre  y  de  una  Biblioteca  de  la  Juventud  Literaria  (1890),  redactor 
de  La  Época  (1903),  recopiló  Mil  y  un  cantares,  Madrid,  1890. — Julio 
Dü  Lanzas  publicó  Nebulosas,  poesías,  Madrid,  1890. — Ernesto  León 
Gómez  (j-  1892),  de  Bogotá,  hermano  de  Adolfo,  fué  poeta  becqueriano 
y  compuso  el  hermoso  soneto  El  Suicida.  Publicó  Poesías,  Bogotá, 
1890,  y  los  folletos  Diálogos  historiales  y  Como  en  un  sueño. — H.  C. 
Leyva  y  Aguilera  publicó  Primer  viaje  de  Colón,  Habana,  1890. — 
Lira  costarricense,  colección  de  composiciones  de  poetas  de  Costa  Rica, 
San  José,  1890. — Emilio  López  Domínguez  publicó  Poesías  religiosas. 


{ 


S.   XIX,    1890.   CAMILO  MILLÁX  y  VILI^NUEVA  1 97 

Córdoba,  1890. — Fernando  López  Toral  publicó  El  Evangelio  de  los 
comerciantes  ó  explicación  de  los  refranes,  proverbios,  adagios,  axio- 
mas, locuciones  y  máximas  de  gran  importancia  para  todos  cuantos  se 
dedican  á  la  práctica  del  comercio,  Zaragoza,  1890,  1899.  Quiero  ser 
comerciante,  1903. — Roberto  López  publicó  El  Grano  de  mostaza,  ar- 
tículos, Barcelona,  1890,  1897. — Magdalena,  novela  histórica  para  niños, 
Madrid,  1890. — Domingo  Malpica  La  Barca  (1836-1894),  director  de 
El  Progreso  (1874),  publicó  En  el  cafetal,  Habana,  1890.  Colección  de 
cuadros  antiguos,  1903. — Antonio  M.  Manrique,  canario,  publicó  Gua- 
tiahanr:  investigaciones  histórico-geo gráficas  sobre  el  derrotero  de 
Cristóbal  Colón,  Arrecife,  1890. — Vicente  Martín  y  Mañero  publicó 
Historia  eclesiástica  de  Valparaíso,  ibid.,  1890,  dos  vols. — José  Mauri, 
de  Santiago  de  Cuba,  autor  de  40  zarzuelas,  mediano  poeta,  estrenó 
Monomanía  musical,  zarzuela.,  Habana,  1890,  Cantos  de  la  vida,  poe- 
sías, 1906.  Misterios,  1909.  El  Quinto,  no  matar,  comedia,  1909.  El  Sue- 
ño fantástico,  poema,  1910.  El  Delincuente,  melodrama.  La  Hormiga 
blanca,  comedia,  1910.  Los  Magnánimos,  drama.  Crimen  ajeno,  co- 
media. Conquista  del  Nuevo  Mundo,  poema,  191 1.  Odas  patrióticas, 
1913. — Memorias  de  la  Academia  Nacional  de  Historia,  de  Venezuela, 
Caracas,  1890. — Manuel  I^Ienéndez  Martín  estrenó  En  la  Casa  de  So- 
corro^ juguete,  Madrid,  1890. — Rafael  Mesa  y  de  la  Peña,  director  de 
El  Teatro  (1890),  La  Voz  Conservadora  (1891),  redactor  de  La  Corres- 
pendencia  Militar  hasta  1903,  fundador  de  El  Defensor  de  los  Pueblos 
(1903),  publicó  Los  Pecados  capitales,  cuentos,  Madrid,  1890,  Secretos 
de  confesión,  novela,  1890.  El  Amor  de  un  ángel,  poema,  1891.  Narra- 
ciones infantiles,  1895.  Antología  de  las  Cortes  desde  1886  á  i8po,  lla- 
madas de  la  Regencia^  1912.  Antología  de  las  Cortes  de  ipo^  á  1907, 
19 13. — Fray  Manuel  (Fraile)  Miguélez  (n.  1864-),  de  La  Bañeza 
(León),  agustino  (1883),  redactor  de  La  Ciudad  de  Dios,  publicó  Un 
proceso  inquisitorial  de  alumbrados  de  Valladolid  ó  vindicación  y  sem- 
blanza de  la  Monja  de  Gorrión,  Valladolid,  1890.  Jansenismo  y  Rega- 
lismo  en  España,  ibid.,  1895.  Los  Tesoros  de  la  Cruz,  lecturas,  Madrid, 
1902.  Trabajos  de  Jesús,  del  padre  Tomé  de  Jesús,  edic.  1902.  Los 
Nombres  de  Cristo,  de  Fr.  Luis  de  León,  ed.  1907.  Flores  y  espinas, 
poesías  de  doña  Leonor  Caravantes  y  suyas  (s.  a.).  La  Independencia 
de  México  en  sus  relaciones  con  España,  191 1.  Las  Relaciones  histó- 
rico-geográficas  de  los  pueblos  de  España,  hechas  por  orden  de  Feli- 
pe II,  1915.  Catálogo  de  los  códices  españoles  de  lu  Biblioteca  de  El 
Escorial,  t.  L  Relaciones  históricas  {Felipe  II),  1917.  Sobre  el  verda- 
dero autor  del  Diálogo  de  la  lengua,  1918. — Camilo  Millán  y  Villa- 
nueva  (-j-  1908),  de  Barcelona,  por  seudónimo  Pero  Ñuño,  militar,  di- 
rector de  El  Eco  de  Filipinas  (1892),  colaborador  de  Pluma  y  Lápie 
(■.903),  estrenó  El  Cantaor,  parodia  de  El  Trovador,  Manila,  1890.  El 
Gtnio  de  Peral,  apropósito,  1890.  El  Pico  de  las  Cigüeñas,  leyenda, 
1891.  llocos  Norte,  1891.  Juicios  de  Dios,  kyenda,  1891,  Aparición  de 
Nuestra  Señora  de  Manaoag,  1S91.  El  Secreto  de  un  médico,  comedia. 


igS  ÉPOCA  REGIONAL  Y   MODERNISTA   (1888-I907) 

1892.  El  Gran  problema  de  las  reformas  en  Filipinas,  1897.  La  Cruz 
del  valle,  leyenda,  1898.  Un  drama  en  el  sijglo  xxi,  novela,  1903. — Pas- 
cual MiLLÁN  (-j-  1906),  de  Sigüenza,  militar  hasta  1875,  por  seudónimo 
Allegro  y  Varetazos,  director  de  Sol  y  Sombra,  muy  entendido  en  tau- 
romaquia, escribió  en  El  Arco  Iris  (1867),  El  País  (1898),  La  Corres- 
pondencia  (1899),  La  Lidia  y  El  Dia.  PublTco  Los  Toros  en  Madrid, 
estudio  histórico,  Madrid,  1890.  Corazón  y  brazos,  novela,  1891.  Los 
Novillos,  estudio  histórico,  Madrid,  1892.  Menudencias,  novela,  1892, 
Fuerza  mayor,  novela,  1892.  Gonzalo,  Pérez  y  Compañía,  novela,  1895. 
Biarrits  y  sus  cercanías,  1897.  Quince  bajas,  drama,  1898.  Caireles  de 
oro,  toros  é  historia,  1899.  Trilogía  taurina  (tres  partes)  :  En  la  Re- 
dacción, en  la  Plaza,  Fraternas,  1905-06-07.  Iconografía  calderoniana. 
La  Escuela  de  Tauromaquia  en  SezUla.  Tipos  que  fueron.  Falstaff,  es- 
tudio crítico. — Miguel  Moya  y  Oyangurek  (n.  1856-),  madrileño,  di- 
rector de  El  Liberal  (1890)  y  de  la  Sociedad  Editorial  de  España,  pu- 
blicó Oradores  políticos,  perfiles,  Madrid,  1890. — Pedro  Muntadas 
(1847-1899),  catalán,  publicó  Sermón,  Habana,  1890.  Discursos  litera- 
rios, ibid.,  1890. — Agustín  Muñoz  y  Gómez,  poeta  jerezano,  colaborador 
de  El  Guadalete  (1886),  publicó  Juan  Pecador  y  sus  hospitales^  Jerez, 
1S90.  Noticia  histórica  de  las  calles  y  plazas  de  Jerez,  ibid.,  1903. — 
Juan  MuRiLLO  M.  publicó  Historia  del  Ecuador  de  18 j6  á  1888...,  San- 
tiago de  Chile,  1890. — Luis  Navarro  y  Porras,  de  Pedro  Abad  (Cór- 
doba), publicó  El  Cautivo,  novela,  Córdoba,  1890.  Isabel  de  Fajardo, 
novela.  Venganza  sin  ofensa,  novela.  Un  episodio  de  la  guerra  de  la 
Independencia,  novela. — Fray  Hermenegildo  Nebreda  (n.  1866-),  de 
Espinosa  (Burgos),  benedictino  de  Silos  (1883),  subprior,  director  del 
Boletín  de  Santo  Domingo  de  Silos,  publicó  Traducción  de  la  vida  de 
Santa  Caritina,  de  Matafraste,  Aíadrid,  1890.  Vida  y  milagros  de  San 
Benito,  por  San  Gregorio  Magno,  Tournai,  1905.  Traducción  de  los 
ejercicios  espirituales  de  Santa  Gertrudis,  Friburgo,  1907.  Espejo  del 
alma  religiosa,  de  L,  Blosio,  Barcelona.  1907.  La  Pasión  de  Jesucristo, 
de  L.  Blosio,  ibid.,  1908.  Traducción  del  Espejo  espiritual,  de  L.  Blosio, 
Einsiedein,  1909.  Meditaciones,  del  padre  Benito  Uría,  Barcelona,  1909. 
Joyel  espiritual,  de  L.  Blosio,  ibid.,  1910. — Santiago  Ojea  y  Márquez 
publicó  El  Reinado  de  Jesucristo,  Toledo,  1890.  La  Vida  feliz,  1894. 
Luz  del  Cielo,  ó  sea  Homilías  de  actualidad  sobre  las  Epístolas  de  San 
Pablo,  dos  vols.,  1899.  Tesoro  del  Corazón  de  Jesús,  dos  vols.,  1900. 
Arsenal  predicable,  1901.  Catecismo  magno  predicable,  1901-02  (2.'  ed.). 
Crisol  divino,  obra  predicable,  1903.  Fe  y  Razón,  dos  vols.,  1904.  La 
Predicación  de  San  Pablo,  cuatro  vols.,  1905-06.  Alivio  del  Párroco, 
1905.  Floresta  espiritual,  dos  vols.,  1908.  Grandezas  de  San  José,  1909. 
La  Sagrada  Familia,  ó  sea  el  Libro  del  Pueblo,  1909.  La  Voz  evangéli- 
ca, ó  sea  Homilías  de  actualidad  sobre  los  Santos  Evangelios.  La  Puer- 
ta del  Cielo,  ó  sea  vida...  de  la  Santísima  Virgen,  dos  vols.  Fuente  de 
santidad  y  ciencia.  El  Sagrado  Corazón  de  Jesvs  retratado  en  sus  pa- 
rábolas. Veni  mecum  de  predicadores.  Ley  de  Amor.  Maravillas  divi- 


S.  XIX,   1890.  ALFREDO  PILOTO  1 99 

fias. — El  Marqués  del   Olivart  publicó   Colección  de  los   Tratados, 
Convenciones  y  Documentos   internacionales  celebrados  por  nuestros 
Gobiernos  con  los  Estados  extranjeros  desde  el  reinado  de  doña  Isct- 
bel  II,  Madrid,  1890-1911,  14  vols.  Tratados  y  actos  internacionales  de 
España  desde  la  mayoría  de  S.  M.  don  Alfonso  XIII,  Madrid,  desde 
1902-11,  14  vols. — E.  Orbaneja  y  Majada  publicó  El  Saber  del  pueblo 
ó  ramillete  formado  con  los  refranes  castellanos,  frases  proverbiales, 
aforismos...,  Valladolid,  1890. — Luis  Orellana  y  Rincón  publicó  En- 
sayo crítico  sobre  las  novelas  ejemplares  de  Cervantes,  con  la  biblio- 
grafía de  sus  ediciones.  Valencia,  1S90. — G.  Orsi  de  Mombello,  ita- 
liano, que  estuvo   en  Venezuela,    publicó    Venezuela   y   sus  riquezas, 
Caracas,  1890. — Fernando  Ortega  estrenó  De  murallas  adentro  (con 
G.  de  Arboleya),  1890. — Juan  Ortiz  estrenó  La  Isla  de  Florestán,  zar- 
zuela.,   Santa    Clara    (Cuba),    1890. — Carlos    Ossorio   íy    Gallardo 
(n.  1864-),  madrileño,  archivero,  redactor  ó  director  de   El  Cronista 
(1898),  El  Resumen  (1891),  El  Noticiero  Universal,  La    Vida  de  la 
Corte,  La  Niñea,  La  Ilustración  Española,  La  Ilustración  Ibérica,  El 
Mundo  de  los  Aliños,  La  Crónica  del  Sport,  Madrid  Cómico,  La  Lidia, 
La  Ilustración  Católica,  Diario  de  Bilbao,  Blanco  y  Negro,  Barcelona 
Cómica,  El  Gafo  Negro,  director  de  Pluma  y  Lápiz  (1902),  publicó 
Vida  moderna,  manchas  de  color,  1890.  Manual  del  perfecto  periodista 
(con   su  hermano  Ángel),   Madrid,    1891,   Crónicas  madrileñas,  ibid., 
1893.  Cuentos  del  otro  jueves,  Barcelona,  1896.  ¡Pues,  señor...!,  cuen- 
tes. El  Bmle. — Edua>rdo  Palacios  estrenó  Los  Forasteros,  jug-uete, 
1890. — Antonio  Peñafiel  publicó  Monumentos  del  arte  mexicano  an- 
tiguo, Berlín,  1S90  (en  castellano,  francés  é  inglés).  Códice  Mixteco, 
Méjico,  1900.  Ciudades  coloniales  y  capitales  de  la  Repiiblica  mexicana, 
ibid.,  1909,  tres  vols. — Setembrino  E.  Pereda  (n.  1859-),  de  Paysandú 
(Uruguay),  político  é  historiador,  director  de  El  hnparcial  (1877),  El 
Liberal  (iQoo) ;  fué  Oriente  de  los  masones  uruguayos,  presidente  de  la 
Liga  anticlerical  y  de  la  Asociación  de  Enseñanza  laica  (1907)  y  diputa- 
do; publicó  Lucila,  fantasía  literaria,  1883.  Una  historia  como  muchas, 
nov.,  1890.  Laura  y  Clotilde,  nov.,  1891.  Misceláneas,  dos  vols.,  prosa  y 
verso,  1891.  La  Literatura  nacional  y  el  doctor  Sienra  Carranza,  crí- 
tica, 1892.  Colón  y  América,  discurso,  1893.  Garibaldi,  1895.  Paysandú  y 
sus  progresos,  1896.  Río  Negro  y  sus  progresos,  dos  vols.,  1898.  Labor 
legislativa,  discursos,  1900-01,  dos  vols.  El  General  Fructuoso  Rivera 
y  la   Independencia  nacional,    1903.   Los  Extranjeros   en  la   Guerra 
Grande,  1904.  La  Isla  de  Martín  García,  1907.  Liberalismo  práctico, 
1910.  Garibaldi  en  el  Uruguay,  tres  vols.,  1914-15-16  (otros  tantos  pre- 
parados).— Luisa  Pérez  Ga.rgés  publicó  El  Santo  Isidro  labrador:  su 
vida  y  algunos  de  sus  portentosos  milagros  según  fehacientes  é  indis- 
cutibles testimonios,  Madrid,   1890. — José  Peris  y  Pascual,  colabora- 
dor de  La  Ilustración  Católica  (1877...),  publicó  Armonías  poéticas. 
Valencia,  1890. — Alfredo  Piloto,  de  Matanzas,  escribió  cinco  piezas 
teatrales,  que  cita  Trelles,  el  año  1890.  La  Travesura  de  un  gallego. 


200  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

1894.— Alejandro  del  Pozo  (f  1908),  habanero,  escribió  ocho  piezas 
teatrales,  que  cita  Trelles,  año  1890;  otras  tres  en  1899. — Rodrigo  de 
Eeinosa,  Cancionero  de  Nuestra  Señora  para  cantar  la  Pascua  de  la 
Natividad  de  Nuestro  Señor  Jesucristo,  Sevilla,  1890. — La  Rezista 
Azul,  Méjico,  1890-96,  fundada  por  Gutiérrez  Nájera  y  Carlos  Díaz 
Dufóo.  El  título  no  se  tomó  de  Rubén,  sino  que  era  símbolo  de  mis- 
terio y  esperanzas  y  es  el  color  del  cielo,  donde  vuelan  las  nubes, 
según  dice  Gutiérrez  Nájera.  Allí  parecieron  las  primeras  manifes- 
taciones poéticas  francesas  de  Méjico. — Eladio  Reyes  estrenó  La 
Jira,  juguete,  1890. — B.  Ribas  y  Quintana  publicó  Estudios  históricos 
y  bibliográficos  sobre  San  Ramón  de  Penyafort,  Barcelona,  1890. — 
Luis  del  Río  publicó  Napoleón,  canto,  Madrid,  1890. — Luis  G.  Rubín 
publicó  Cuentos  de  mi  tía,  Méjico,  1890. — Eduardo  Ruiz-\'alle  Mi- 
lanés  estrenó  Dos  pájaros  de  una  pedrada,  juguete,  1890.  Emigrantes 
para  Chile,  1891.  La  Mujer  del  oso,  1891.  El  de  Fuente  Saúco,  juguete, 
1S97.  La  Boda  de  Camacho  en  el  corralón  del  trueno,  saínete.  1898. 
El  Gachó  del  arpa,  1898.  Desechos  de  tienta  (con  J.  Navas  Ramírez), 
1899.  Al  pie  de  l-a  garita,  191 1. — Fernando  Ruiz  Feduchy,  de  artille- 
ría y  abogado,  colaborador  de  La  Provincia  (Huelva,  1903),  etc.,  pu- 
blicó Madrid  por  dentro,  cuadros  sociales,  Madrid,  1890. — Leonor 
Ruiz  Caravantes  de  Fraile  publicó  Flores  y  Espinas,  poesías,  Ma- 
drid, 1890. — El  Saber  del  pueblo  ó  Ramillete  formado  con  los  refranes 
ccstellanos,  frases...,  máximas...  y  los  proverbios  más  selectos  ingle- 
ses, árabes,  turcos,  rusos,  etc.,  Valladolid,  1890. — Francisco  San  Ro- 
xÁN  publicó  La  Lengua  cunza  y  los  naturales  de  Atacama,  Santiago, 
1890.  El  Desierto  y  las  cordilleras  de  Atacama,  tres  vols.,  1896. — No- 
ticias de  Segorbe  y  de  su  Obispado,  por  un  sacerdote,  Segorbe.  1890.— 
Juan  M.  Seijas^  venezolano,  publicó  Diccionario  de  barbarismcs  (de 
voces  venezolanas),  Buenos  Aires,  1890,  1899.  Hojas  en  blanco,  Ca- 
racas, 1894. — M.  Serrano  de  Iturriaga  publicó  Cantares,  Madrid, 
1890;  2.'  serie,  1895. — María  de  Soto  y  Sáez  compuso  piececitas  tea- 
trales infantiles.  La  Esperanzo,  comedia,  1890.  El  Día  de  año  nuevo, 
juguete,  1909.  El  Manojo  de  claveles,  pas.,  1909.  El  Portal  de  Belén, 
1909.  El  Recreo,  1909.  La  Banda  de  Itonor,  1909.  La  Revoltosa,  1909. — 
Alfredo  Suárez  de  la  Escosura  (f  1899),  abogado,  publicó  Pensa- 
mientos, Madrid,  1890. — Alonso  Tobar  publicó  El  Ultimo  amor,  no- 
vela, Madrid,  1890.  Un  libro  más,  poesías,  ibid.,  1890.  Tristezas  y  ale- 
grías, ibid.,  1891.  ¿Verdes  ó  negros f  (con  Leopoldo  Pedreira),  1892. 
'Agencia  universal,  juguete  (con  C.  Bargiela),  1897  Mis  cantares,  1899. 
Agua  menuda,  poesía,  1900. — A.  y  M.  Trueba  y  Polo  publicó  Matri- 
tnonio  civil  ó  sacramento  y  concubinato,  novela,  Madrid,  1890. — En- 
rique Trujillo  publicó  Álbum  del  porvenir,  biografías  y  retratos, 
Nueva  York,  1890-96,  cinco  vols.  Apuntes  históricos,  1896. — Alfredo 
Ülecia  y  Cardona  publicó  Elisa,  narración  amorosa,  Madrid,  1890. 
Ensayos  poéticos,  ibid.,  1896. — Ramón  A.  Urbano  y  Correré  (f  1913)» 
poeta  y  novelista  malagueño  de  mediana  estofa,  pero  de  peor,  si  cabe, 


S.  XIX,  1 89 1.  ARTURO  REYES  AGUILAR         201 

en  el  teatro,  escribió  muchísimo.  Romancero,  1890.  Piedras  falsas,  ar- 
tículos literarios,  1892.  Multicolores,  artículos,  1892.  Blanco  y  negro, 
juguete  (con  A.  Ponce),  1893.  Vida  cómica,  prosa  y  versos  festivoi, 
Madrid,  1894.  Guía  de  Málaga,  1898.  Jirones,  poesías,  1900.  Fortaleza, 
novela,  Málaga,  1901.  Humo,  poesías,  ibid.,  1902.  Moisés,  novela,  ibid., 
1903.  La  Castañera,  novelas  y  cuentos,  1905.  La  Embajadora,  novela, 
1906.  Sobre  ruinas,  novela,  1907.  De  capa  y  espada,  cuentos  del  día, 
1908,  La  Diosa,  novela,  1910.  Novela  de  amores  y  desventuras,  191!!. 
Bajorrelieves,  sonetos,  191 1.  Los  Gaitanes,  novela,  1912. — AIanuel 
Valderrama  Garde  publicó  La  Canalla  de  levita,  fantasías  literarias, 
Madrid,  1890. — Carolina  Valencia  (n.  1860-),  de  Medina  de  Rioseco, 
casada  con  Alvaro  López  Núñez,  publicista,  fué  poetisa  romántica  que 
cantó  la  Fe,  el  Amor  y  la  Patria  desde  su  retraído  hogar.  Poesías, 
Palencia,  1890.  A  San  Juan  de  la  Cruz,  ibid.,  1891.  Colón,  poema,  ibid., 
1892. — Eduardo  Valenzuela  Guzmán  publicó  Apéndice  á  los  Anales 
de  la  Universidad  de  Chile,  índice  de  los  trabajos  publicados  (1843- 
1887),  1890. — J.  Valero  Martín  publicó  Siluetas  y  perfiles,  Madrid, 
1890.  Una  novela  lo  más  original,  ibid.,  1891. — Francisco  Valverde  y 
Perales  (f  19 14),  de  Baena,  publicó  El  Castillo  de  Guadalerza,  leyen- 
da en  verso,  Toledo,  1890.  Leyendas  y  tradiciones,  ibid.,  1900.  Histo- 
ria de...  Baena,  Toledo,  1903. — Eusebio  Vasco  y  Gallego  (n.  1860-), 
de  Valdepeñas,  publicó  Valdcpeñeros  ilustres.  Valdepeñas,  1890.  ¡Po" 
bre  Valdepeñas!,  revista  cómico-fantástica  en  verso,  ibid.,  1893.  Ocu- 
pación é  incendio  de  Valdepeñas  por  las  tropas  francesas  en  1808,  ibid., 
1908.  Valdepeñas  cuna  de  la  descalcez  trinitaria,  ibid.,  1912.  Publicó 
la  Grandeza  mejicana,  de  B.  Valbuena,  Valdepeñas,  1890. — Carlos 
Vega  Belgrano,  argentino,  publicó  el  hermoso  libro  Pensamientos, 
Buenos  Aires,  1890-91. — Marieta  Veintemilla,  sobrina  del  dictador 
ecuatoriano  Ignacio,  publicó  Páginas  del  Ecuador,  Lima,  1890.  Obser- 
vaciones sobre...  (ídem),  1891.  La  Verdad  contra  les  calumnias  de  la 
señora  M.  Veintemilla  (por  anónimo),  Quito,  1891. — Enrique  A'era  y 
González,  por  seudónimo  Z.  Vélez  de  Aragón,  último  director  de  La 
República,  publicó  Memorias  de  un  periodista,  Madrid,  1890.  Narra- 
ciones y  cuentos,  1890,  1892.  Historia  de  las  Bellas  Artes,  1892.  El 
Diablo  en  presidio,  1892.  Sueños  de  opio,  narraciones  y  cuentos. — 
Jacinto  Vilardaga  y  Cañellas  publicó  Historia  de  Berga,  Barcelona, 
1890. — Luis  E.  Villaseñor  publicó  El  Puerto  de  Veracruz,  Méjico, 
1890,  dos  vols. — El  padre  Antonio  Zarandona,  jesuíta,  publicó  Histo- 
ria de  la  extinción  y  restablecimiento  de  la  Compañía  de  Jesús,  breve- 
mente anotada  y  aumentada  por  el  padre  Ricardo  Cappa,  Madrid, 
1890,  tres  vols. — José  María  Zuviría:  Obras  poéticas,  3.'  ed.,  Buenos 
Aires,  1890. 

40.  Año  1891.  Arturo  Reyes  Aguilar  (1864-1913),  ma- 
lagueño, no  habiendo  conocido  á  su  madre  Josefa  y  perdido  su 
padre  Manuel  á  los  doce  de  su  edad,  con  la  falta  de  cariño  hízose 


202  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

hosco  y  amigo  de  la  soledad  y  del  silencio ;  malbaratada  por  ma- 
nos extrañas  la  corta  hacienda  paterna,  entró  de  dependiente  de 
comercio,  se  casó  á  los  veinte  y  poco  antes  ya  había  publicado 
versos  en  la  revista  El  Álbum.  Dióse  á  conocer  con  Intimas^ 
(1891),  Cosas  de  nú  tierra  (1893),  Desde  el  surco  (1896),  Cartu- 
chcrita  (1897)  7  ^^  Golctcra  (1900),  apoyándole  desde  entonces 
Cánovas,  Ortega  ^lunilla,  Mellado  y  Moya,  aunque  no  pasó  de 
empleado  en  las  oficinas  del  Ayuntamiento.  Era  sencillo,  ene- 
migo de  luchar  por  puestos  y  dineros,  bondadoso  e  inclinado  á 
la  clase  baja  del  pueblo,  que  estudió  y  pintó  maravillosamente 
en  sus  obras,  aunque  con  subidas  tintas  á  veces,  para  levantar 
el  carácter  andaluz  á  un  tipo  poético,  ideal,  que  condensara  lo 
que  en  la  realidad  veía.  Los  amoríos  andaluces,  con  los  coque- 
teos sutiles  y  enloquecedores  de  las  mocitas ;  el  garbo,  fachenda 
y  matonería  de  los  enamorados  acuchilladizos,  los  diálogos  á  la 
reja,  los  encuentros  en  tascas  y  calles,  los  celos  y  las  riñas,  las 
castañuelas  repicando  y  revoloteando  las  faldas,  los  ojos  negros 
centelleantes,  las  coplas  y  bailes,  todo  el  color  de  Málaga  y  el 
híncente  apasionamiento  de  sus  hijos  ha  quedado  en  las  prosas 
y  versos  de  este  escritor  castizo,  que  no  hizo  caso  de  las  modas 
poéticas  venidas  de  allende  ni  de  las  niñerías  en  que  se  entrete- 
nían los  modernistas,  porque  harto  hallaba  él  en  su  tierra  que 
admirar  y  cantar.  Ahondó  en  el  alma  andaluza,  en  sus  quereres 
y  penas,  acaso  algo  más  que  los  Quinteros,  que  por  su  parte  han 
ido  espigando  dichos  graciosos  y  sobrepintando  de.  recio  colo- 
rido el  panorama  andaluz. 

Benjamín  Fernández  y  Medina  (n.  1873-),  de  Montevideo, 
diplomático  que  estuvo  y  ha  vuelto  en  1917  de  ministro  á  Ma- 
drid, escritor  muy  amante  de  lo  español  y  de  su  literatura  clá- 
sica, crítico  sesudo  y  atinado,  comenzó  a  escribir  en  periódicos 
en  1888,  en  La  Lucha  y  El  Bien  (1889-97  y  1901),  dirigió  el  Bo- 
letín Bibliográfico  Uruguayo,  fundó  Revista  Uruguaya  (1892) 
y  Rojo  V  Blanco  (1900).  Huye  de  lo  retórico  y  deslumbrador  y 
prefiere  la  visión  serena  y  la  clara  sobriedad  sin  exceso  de  fan- 
tasía ni  de  sentimentalismo,  con  una  mesura  en  todo  y  un 
tan  fino  gusto,  que  por  estas  cualidades  se  distingue  el  estilo  de 
su  prosa  en  la  literatura  uruguaya.  Sus  cuentos  son  del  pago  y 
no  menos  sus  primeras  poesías,  que  suelen  describir  asuntos  vi- 


ARTURO  REVÉS 


1 


i 


S.  XIX,   1 89 1.  ARTURO  REYES  AGUILAR         203 

VOS  populares  y  que  trascienden  al  terruño  igualmente  en  estilo- 
y  lenguaje,  aunque  con  la  discreción  exquisita  que  le  distin- 
gue. Conocedor  de  la  demosofía  uruguaya,  ha  sabido,  en  efecto,, 
beberle  al  pueblo  el  espíritu  criollo,  las  ideas  y  los  modos  de 
decir  y  ha  llevado  todo  ello  al  arte,  de  manera  que  parece  nuevo 
y  desusado  entre  escritores  su  criollismo  literario;  pero  es  por 
no  llevar  nada  falso,  de  pega  por  lo  extremado,  de  donde  re- 
sulta que  alguna  de  sus  coplas  y  romances  nos  suenan  como  las 
que  oímos  por  las  aldeas  de  España.  Con  lo  cual  se  confirma 
la  opinión  crítica  de  Fernández  Medina,  de  lo  español  que  es  el 
espíritu  del  pueblo  americano,  á  pesar  de  exceder  en  algunas 
regiones,  como  la  rioplatense,  la  población  extraña  inmigrada, 
á  la  española  de  la  tierra  y  de  que,  por  consiguiente,  en  el  fondo 
de  su  espíritu  española  ha  de  ser  la  literatura  uruguaya,  si  se 
pretende  que  sea  nacional.  Compuso  el  drama  moderno  Ma- 
ría de  la  Gloría. 

Enrique  Paradas^  andaluz,  hecho  de  rico  pobre,  de  vida, 
harto  historiada,  coplero  admirable  popular,  sin  ambiciones  de 
ser  poeta,  hizo  coplas  que  ya  han  pasado  al  tesoro  de  Juan  del 
Pueblo  como  aquella  solear  que  se  oye  por  ahí : 

"Dijo  á   la   lengua  el  suspiro: 
Échate  á  buscar  palabras 
que  digan  lo  que  yo  digo." 


V  la  otra : 


"Tú  nunca  podrás  ser  buena: 
el  veneno  nació  malo 


y  sin  querer  envenena." 

También  fué  cómico  é  hizo  algunas  piezas  en  colaboración  con 
otros  autores.  Fué  colaborador  de  La  Gran  Vía  (1893). 

Luis  de  Larra  y  Ossorio  (i 862- i 914),  madrileño,  hijo  de^ 
Luis  Mariano  de  Larra  y  nieto  de  Fígaro,  hermano  del  actor 
Mariano  de  Larra  y  padre  de  Carlos  Larra,  fué  oficial  de  volun- 
tarios en  Cuba  (1897),  y  á  su  vuelta  empresario  del  Cómico  y 
Gran  Teatro,  y  secretario  de  la  Sociedad  de  Autores.  Trabajó 
en  piezas  del  género  chico ;  pero  fué  muy  basto  autor  y  escritor 
más  que  mediano. 

<!•  J.  Valera,  Ecos  Argentinos,  1901,  pág.  148:  "Los  toros,  los 
foreros,  los  usos  y  costumbre.s  de  los  majos  y  majas  de  Andalucía,  etc.,. 


204  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

•etcétera,  son  ya  tan  trillados  y  manoseados  asuntos,  que  para  tratarlos 
con  alguna  novedad  y  prestándoles  interés  se  requiere  no  poco  ingenio. 
De  él  está  dotado,  sin  duda,  el  autor  de  Cartucherita...;  salvo  la  no 
justificada  permanencia  del  tedero  bajo  el  mismo  techo  durante  muchos 
días  en  casa  de  su  bienhechor,  todo  el  progreso  gradual,  en  él  y  en 
ella,  del  amor  criminal,  al  que  sucumben  por  último,  está  hábil  y  hasta 
profundamente  estudiado  y  escrito.  En  esta  novela  hay  mucho  diálogo, 
luciendo  en  él  el  señor  Reyes  su  ingenio  y  su  maestría  en  el  manejo 
de  nuestra  lengua  y  su  conocimiento  de  los  giros,  imágenes,  modismos 
y  vocablos  del  vulgo  de  Andalucía.  Acaso  se  note  y  pueda  censurarse 
sobrado  lujo  en  este  punto  y  cierta  contraposición,  que  raya  á  veces 
en  lo  afectado,  entre  el  habla  chula,  flamenca,  maja  y  sobrado  vulgar 
y  archiandaluza  del  torero  y  de  la  maestra  y  los  sentimientos  refina- 
dos y  quintaesenciados  que  en  esa  habla  buscan  la  expresión  que  les 
corresponde.  Encontrarla,  á  mi  ver,  es  harto  difícil.  Sentiré  pecar  de 
descontentadizo;  mas,  para  mí  al  menos,  resulta  alguna  disonancia  y 
falsa  sensiblería  á  veces  en  las  sublimidades  y  exquisiteces  del  amor 
profundo  que  lucha  con  el  deber  y  la  abundancia  del  diminutivo  y  las 
majencias  y  piropeos."  Andrés  González  Blanco,  Hist.  nov.,  pág.  looi : 
Arturo  Reyes...  es  un  autor  barbián,  animado  como  las  gentes  de  su 
tierra  y  alegre  como  su  cielo  azul.   Sus  novelas  nos  descubren  esa 
Andalucía  de  apariencia  risueña  y  de  fondo  trágico,  porque  tras  de 
los  ojos  negros  de  las  mozas  están  acechando  los  celos  como  dos  mal- 
hechores, y  junto  al  pecho  cálido  de  los  mozos  se  esconde  la  navaja 
asesina."  Intimas,  poesías,  Madrid,  1891.  Cosas  de  mi  tierra,  novelas 
andaluzas,  Málaga,  1893.  Desde  el  surco,  poesías,  Madrid,  1896.  Car- 
tucherita, novela  andaluza,  Málaga,  1897.  El  Lagar  de  la  Viñuela,  no- 
vela andaluza,  Madrid,  1898.  La  Goletera,  novela,  ibid.,  1900.  Del  Bulto 
á  la  Coracha,  cuentos  andaluces,  ibid.,   1902.  Otoñales,  poesías,  ibid., 
1904.  Las  de  Pinto,  novela  andaluza,  ibid.,  1908.  De  Andalucía,  cuen- 
tos, ibid.,  1910.  Héticas,  poesías,  ibid.,  1910.  Cielo  azul,  novela  andaluza. 
Málaga,  1911.  De  mis  parrales,  cuentos  andaluces,  ibid.,  1911.  Román' 
ees  andaluces,  ibid.,  1912.  Del  crepúsculo,  poesías  postumas,  ibid.,  1914. 
Además  hay  dos  colecciones  de  á  cuatro  ó  cinco  cuentos  cada  una  en 
la  Biblioteca  Mignon  y  Amorosa  que  se  titulan  Cuentos  andaluces  y 
Cosas  de  mi  tierra,  respectivamente.  En  las  revistas  El  Cuento  Sema- 
nal y  Los  Contemporáneos  hay  publicadas  las  novelas   siguientes.  El 
Ciento  Semanal:  La  Moruchita,  1907;  El  Niño  de  los  caireles,  1908; 
De  mi  Almiar,  1910;   El  del  Rocío,  1911 ;  Sangre  gitana,  1911.  Los 
Contemporáneos:  La  Miraf lores,   1909;  Sangre  torera,   1912;  Oro  de 
ley,  1913;  Entre  breñas,  julio  1913  (postuma).  En  España  Moderna'. 
"Nerón,  poema  (1902,  febrero). 

Raúl  Montero  Bustamante,  El  Parnaso  Oriental,  1905:  "Es  (Fer- 
nández Medina)  un  talento  complejo.  En  su  completa  desvinculación 
de  escuelas  y  tendencias  resulta  un  caso  típico  para  nuestro  medio  in- 
•íelectual,  donde  su  individualidad  literaria  se  destaca  con  perfiles  vi- 


BENJAMÍN  FERNÁNDEZ  MEDINA 


S.  XIX^  189I.  ENRIQUE  PARADAS  205 

gcrosos.  Sin  haber  cursado  estudios  universitarios,  sin  más  educaciórt. 
que  la  recibida  en  las  escuelas  del  Estado,  arrastrado  por  la  dura  ley 
del  trabajo,   niño  aún,  al  interior  de  la  República,  sólo  su  afán  de 
estudio,  su  voluntad  de  hierro  y  su  hermoso  carácter,  han  podido  hacer 
de  él  un  periodista,  un  literato  y  un  erudito.  Sus  veleidades  literarias 
arrancan  desde  la  infancia.  Su  inclinación  favorita  se  determinó  por 
los  cuentos  de  carácter  local  y  artículos  de  costumbres.  Su  primer  libro. 
Charamuscas  (1892),  presentado   al  público   por  el  ilustre  publicista 
Francisco  Bauza,  y  que  mereció  aplausos  de  ]a  crítica,  acaso   puede 
decirse  que  inició  el  género  de  los  cuentos  criollos.  Siguieron  á  esta 
piimera  obra  Cuentos  del  Pago  (1893),  Camperas  y  Serranas  (1894), 
colección  de  poesías  que  señalan  una  verdadera  novedad  en  la  litera- 
tura uruguaya  y  aun  americana."  De  Camperas  y  Serranas  dijo  Ma- 
nuel Bernárdez :  "Medina  entra  con  estos  versos  en  corrientes  nuevas 
para  las  letras  poéticas.  Sus  versos  son  criollos;  pero  no  criollos  como 
se  entiende  generalmente,  echando  á  perder  la  lengua,  sino  criollos  por 
intención,  por  el  pensamiento  y  la  filosofía,  porque  emplea  la  manera 
de  razonar,  de  sentir  la  naturaleza  y  los  giros  peculiares  del  paisano." 
Benjamín  Fernández  y  Medina :  Charamuscas,  tipos  y  escenas  del  Uru- 
guay,  Montevideo,   1891.  Revista   Uruguaya,   1892.   Cuentos  del  pago.. 
1894.  Camperas  y  Serranas,  poesías,  1894.  Místicas,  poesías  originales 
y  traducciones,   1894.  Antología  uruguaya,  prosa,   1894.   Uruguay,  co- 
lección de  cuentos  de  autores  uruguayos,  1895.  Diálogos,  Monólogos, 
dos  series,  1896-1898.  La  Beneficencia  en  el  Uruguay,  1898.  La  Im- 
prenta y  la  Prensa  en  el  Uruguay  (i8oy-igoo),  1900.  El  Comercio  en 
el  Uruguay,  1900.  Obras  del  presbítero  José  Manuel  Pérez  Castellanos, 
anotadas:  t.  I,  Observaciones  sobre  Agricultura. 

Manuel  Machado,  La  Guerra  literaria,  1914,  pág.  80:  "Vida  (la  de 
Paradas)  sin  más  guía  que  los  sentimientos  desordenados,  aventurera 
y  pintoresca.  Una  fortuna  derrochada  casi  en  la  niñez,  sin  aprender 
otra  cosa  que  á  guiar  magníficos  troncos  de  caballos.  Los  usureros,  la 
ruina.  Después,  la  pobreza;  después,  la  miseria.  Luego,  el  bienestar 
relativo,  y  otra  vez  la  desgracia.  Y  atravesando  por  todas  las  clases 
sociales  y  por  todos  los  medios  de  la  vida  española,  aunque  siempre 
aislado  de  los  bajos  contactos  por  la  canción  que  llevaba  dentro.  Err 
menos  de  quince  años  Paradas  ha  sido  cómico,  maestro  de  escuela,, 
fotógrafo,  ¡  qué  sé  yo !  Y  siempre  poeta,  sin  quererlo,  sin  pretenderlo, 
sin  saberlo  quizá...  Pero  el  que  él  no  lo  sepa  ó  no  le  importe  no  ha 
de  impedirnos  decir  que  sus  cantares  son  únicos  y  que  su  libro  de  coplas 
quedará  en  los  labios  y  en  los  corazones."  Enrique  Paradas:  Agonías,. 
poesías,  Madrid,  1891.  Ondidaciones,  poesías,  ibid.,  1893.  Cantares, 
impresiones,  ibid.,  1913.  Para  el  teatro:  ¡Abajo  la  media!,  apropósito 
(con  Joaquín  Jiménez),  1908.  El  Primer  rorro,  juguete  (con  id.),  1908. 
La  Furcia  cuca  (con  id.),  1909.  El  Fin  del  mundo  (con  id.),  1910.  La 
Villa  del  Oso,  revista,  1910.  Cayó  á  la  una  (con  J.  Jiménez),  1911.. 
El  Hambre  nacional  (con  id.),  1912.  El  Golfo  de  Guinea  (con  otros)^ 


ao6  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907), 

1912.  Con  permiso  de  Romanones  (con  otros),  1913.  La  Chicharra, 
comedia  (con  Joaquín  Jiménez),  1917.  La  Canastilla,  comedia  (con 
ídem),  1918. 

L.  Larra  y  Ossorio:  Los  Calabacines,  disparate  cómico-lírico,  1891. 
La  Menegilda,  1895.  La  Menina  ó  el  último  portugués,  1899.  El  Dilu- 
vio universal,  1899.  El  Turno  de  los  partidos  (con  E.  Gullón),  1900. 
jEZ  Maestro  de  obras,  1900.  Gimnasio  modelo,  1900.  Los  Figurines  (con 
M.  Fernández  de  Lafuente),  1901.  La  Perla  de  Oriente,  1901.  La  Tra- 
J>era,  1902.  La  Revolución  social  (con  E.  Gullcun),  1902.  Marquilla, 
1902.  La  Coleta  del  maestro  (con  otros),  1903.  La  Inclusera,  1903.  Los 
Nervios,  1904.  Siempre  p'atrás,  1904.  El  Guardabarrera  (con  E.  Gu- 
llón), 1905.  La  Galerna,  1905.  La  Tarasca  (con  E.  Manso),  1905.  La 
Machaquito  (con  J.  Capella),  1906.  La  Guitarra  (con  E.  Gullón),  1906. 
La  Ola  verde  (con  F.  de  Torres),  1906.  Que  se  va  á  cerrar,  1906.  A  la 
piñata,  revista,  1907.  Las  Piedras  preciosas,  zarzuela,  1907.  La  Ca- 
ñamonera, zarzuela,  1907,  El  Solitario,  disparate,  1907.  Boccaccio, 
opereta,  1908.  El  Mentir  de  las  estrellas,  zarzuela,  1908,  Los  Falsos 
dioses,  sátira,  1908.  S.  M.  el  Botijo,  1908,  El  Abrazo  de  Vergara,  1909. 
El  Caballero  bobo,  1909.  Los  Condes  de  Carrión,  opereta,  1909.  Ni  frío 
ni  calor,  19 10.  La  Moza  de  nulas  (con  Manuel  Fernández  de  la  Puen- 
te), 1910.  La  Diosa  del  placer  (con  id.),  1910.  El  Cuerpo  del  delito, 
comedia  (con  id.),  1912.  El  Refajo  amarillo,  zarzuela,  (con  id.),  1912, 
La  Reina  del  Albaicín  (con  otros),  1912.  El  Diablo  en  coche,  zarzuela, 
1912.  La  Misa  del  gallo  (con  Ramón  Asensio  Más),  1913.  La  Ultima 
película,  revista,  1913.  Las  Llaves  del  cielo,  zarzuela  (con  Manuel  Fer- 
nández de  la  Puente),  1914.  El  Tango  argentino,  1914.  > 

42.  Año  i8pi.  Miguel  Santos  Oliver  (n.  1868-),  de  Palma  de 
Mallorca,  redactor  y  director  de  La  Almudaina,  colaborador  de  otros 
periódicos,  erudito  y  excelente  escritor  castellano  y  catalán,  expresivo 
y  pintoresco  prosista,  publicó  Cosecha  periodística,  Palma,  1891.  Ma- 
llorca en  la  guerra  de  la  Independencia,  ibid.,  1895.  La  Literatura  en 
Mallorca  (1840-1903),  ibid.,  1903.  Entre  dos  Españas,  Barcelona,  1900. 
Mallorca  durante  la  primera  revolución  (1808-14),  Palma,  1901.  Los 
Españoles  en  la  Revolución  francesa,  Barcelona,  1912,  1918.  Don  An- 
tonio Maura,  ibid.,  1914.  Vida  y  semblanza  de  Cervantes,  ibid.,  1916. 
En  España  Moderna:  De  la  literatura  mallorquína  en  j88p  (1890, 
.abril).  Impresiones  evocadas:  Bécquer  (1896,  mayo). 

Arturo  Farinelli,  italiano,  catedrático  en  la  Universidad  de  Turín, 
-el  más  célebre  hispanófilo  de  su  tierra,  muy  erudito,  publicó  Deutsch- 
lands  und  Spaniens  Uterarische  Beziehungen,  Berlín,  i."  y  2."  partes, 
1891 ;  3.°  y  4.'  partes,  1895.  Spanien  im  Lichte  des  deutschen  Kultur 
und  Poesie,  Berlín,  1891.  Una  epístola  poética  del  capitán  don  Cristóbal 
de  Virués,  Bellinzona,  1892.  Grillparzer  und  Lope  de  Vega,  Berlín,  1895. 
Humboldt  et  l'Espagne,  Goethe  et  l'Espagne,  París,  1898  (Revue  His- 
J>anique,  t.  VIII).  Apuntes  sobre  viajes  y  viajeros  por  España  y  Por- 


S.  XIX,   1 89 1.  ARTURO  FARINELLI  iOJ 

¿ugal,  Oviedo,  1898  (en  Revista  Crítica  de  Historia  y  Literatura  Es- 
pañola); más  tres  suplementos  en  Revista  de  Archivos  (1903-05),  en 
Mélanges  oferts  a  Entile  Picot  (1913)  ;  en  prensa:  Viajes  por  España 
y  Portugal  desde  la  Edad  Media  hasta  el  siglo  xx.  Gradan,  El  Héroe 
y  el  Discreto,  ed.  con  estudio,  Madrid,  1900  (antes  en  Zeitschrift  für 
vergleich.  Literaturgeschichtc,  IX,  379-413).  Almeida  Garret  (en  fran- 
cés), 1900.  Une  lettre  inéd.  de  G.  de  H-umboldt  concernant  son  second 
■voyage  en  Espagna,  1901.  España  y  su  literatura  en  el  extranjero  á 
través  de  los  siglos,  Madrid,  1902.  Sulla  fortuna  del  Petrarca  in  Ispa- 
_gna  nel  Q-uattrocento,  Torino,  1904  {Giorn.  Stor.  della  Letterat.  Ital., 
XLIV,  297-310).  Appunti  su  Dante  in  Ispagna  neW  Eta  Media,  Tori- 
llo, 1905  (ibid.,  suppl.  núm.  8,  1-105).  Note  sulla  fortuna  del  "Corbac- 
cio"  nella  Spagna  medievale,  Halle,  1905  (en  Bausteine  z.  rom.  Philol. 
Festgahe  f.  A.  Mussafia,  págs.  401-460).  Cervantes,  München,  1905. 
Note  sul  Boccaccio  in  Ispagna  neW  eta  media,  Braunschweig,  1906 
(del  Archiv  f.  das  Stud.  der  mueren  Spr.  und  Literaturen,  cuatro  par- 
tes, vol.  CXIV).  Dante  e  la  Francia,  Milano,  1906  (con  bibliografía  del 
autor).  Il  Romanticismo  in  Germania,  Roma,  191 1  (con  bibliografía 
sobre  el  romanticismo  en  España).  Marrano^  Firenze,  191 1.  M.  Me- 
néndez  y  Pclayo,  Berlín,  1913  (en  alemán,  en  Internationale  Monats- 
.srhrift  für  Wissenschaft  Kunst  u.  Technik).  Preludi  al  drama  "La 
Vita  é  un  sogno" ,  Roma,  19 14  {Nuova  Antología).  La  Vita  e  un  sogno, 
'dos  vols.,  Torino,  1915.  Scienza  e  vita  nella  Spagna  contemporánea, 
"Roma,  1918  {Nuova  Antología),  Michelangelo  e  Dante,  Torino,  1918. 
La  Spagna  nella  vita  italiana  durante  la  rinascenza,  Turín,  1918.  Mu- 
chas reseñas,  las  más  importantes :  Morel-Fatio,  Etudes  sur  l'Espagnc. 

A.  Restorí,  Piezas  de  títulos  de  comedias,  Lope  de  Vega,  Los  Guz- 
manes.  Edición  de  los  Proverbios  de  Rabí  Santob.  B.  Croce,  Primi 
contatti  tra  Spagna  e  Italia  (Giorn.  Stor.  de  Letterat.  Ital.,  XXIV, 
202-231) ;  ídem.  La  Corte  spagnuola  di  Alfonso  d' Aragón;  ídem,  Vcrsi 
spagnuoli  in  lode  di  Lucrecia  Borgia;  ídem,  Di  un  antico  romanzo..., 
ídem.  De  un  poema  spagnuolo...:  todas  reseñas  en  Rassegna  bibliográ- 
fica della  Letter.  ital.,  1894-95,  II,  133-142  y  III,  37-43.  Apéndice  á  B. 
Croce,  La  lingua  spagnuola^  in  Italia,  Roma,  1895,  págs.  67-87.  Sobre 

B.  Croce,  Riccrche  ispatio-italiane.  Pisa,  1900  (extracto  de  Rass.  bibl. 
ée  Letter.  ital,  VII,  261-292).  C.  Griffin  Child,  /.  Lyly  and  Euphuism 
(en  Rezñsta  Crítica  de  Historia  y  Literatura  Española,  1895,  pág.  133). 
A.  Schneider,  Spaniens  Anteil  an  der  deutschen  Litteratur  des  16  und 
17  Jahrhunderts  (en  Zeitschrift  f.  vergl.  Literaturgesch.,  N.  F.,  XIII, 
413-445;  trata  de  obras  teológicas  y  ascéticas  traducidas  al  italiano). 
A.  Ludwig,  Lope  de  Vega  Dramen  aus  dem  KaroUngischen  Sagenkreise 
(en  Arch.  f.  das  Stud.  der  neur.  Sprach.  und  Liter.,  CII,  446-460).  A 
la  edic.  del  Arte  nuevo  de  hacer  comedias,  de  Lope,  por  Morel-Fatio 
(ibid.,  CIX,  458-474).  Grashey,  G.  A.  Cicogninis  Leben  und  Werke 
(en  Deutsch.  Literaturzeitung,  junio,  1909).  V.  Cían,  Italia  e  Spagna 
nel  scc.  XVIII...    (en  Giorn.  Stor.  de  Leiter.  Ital,  XXX,  276-290). 


208  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907; 

M.  Schieff,  La  Bibliothéque  du  Marqués  de  SantiUana  (ibid.,  L,  161-177, 
y  en  Bullettino  dclla  Societá  Dantesca,  N.  S.,  XIII,  270-277). 

Luis  Ruiz  Contreras,  por  seudónimo  Pahnerín  de  Oliva  y  El  Amigo 
Iritz,  con  que  se  dio  á  conocer  en  El  Resumen  por  sus  autorizadas 
críticas  teatrales;  dirigió  El  Teatro  Moderno  (1891),  La  Lectura  (1897), 
Revista  de  Arte  Dramático  (1902) ;  escribió  en  la  Revista  Contempo- 
ránea (1890)  y  últimamente  se  dio  á  traducir  en  buen  castellano,  mu- 
chas obras  modernas.  Publicó  Dramaturgia  castellana,  Madrid,  1891. 
En  defensa  propia,  ibid.,  1892.  Libritos,  Uhrotes  y  librajos,  1893. 
Desde  la  platea,  1894.  Los  Vencidos,  comedia,  1894.  Semi-Teatro,  1895. 
Palabras  y  plumas,  1895.  De  guante  blanco,  estudios  críticos,  1895.  His- 
torias crueles,  1896.  De  amor,  1896.  Tres  moradas:  memorias  de  un 
desmemoriado,  1897,  El  Pedestal,  1898.  Semiteatro,  Pródigo,  Los  padres 
y  los  hijos,  1900.  La  Chifladura  del  Ministro,  1900.  Mis  jesuítas,  1903. 
Memorias  de  un  dememoriado,  dos  vols.,  1916-17  (trata  de  M.  y  Pelayo, 
Caldos,  Pereda  y  Baroja).  Anatole  France,  Obras,  Las  opiniones  de 
Luis  Ruiz  Contreras,  traduc,  Madrid,  1917. 

Manuel  Chaves  y  Rey  (1870-1914),  sevillano,  muy  erudito,  publicó 
Constancia,  1891.  Hablar  por  JHiblar.  Bocetos  de  una  época  {1820-1840), 
1S92.  Pro  Patria,  1893.  Páginas  sevillanas,  1894.  Pepe-Hillo,  1894.  La 
Semana  Santa  y  las  Cofradías  de  Sevilla  de  1820  á  182^,  1892.  Don  Ber- 
nardo Márquez,  1896.  Perder  el  tiempo,  1896.  Historia  y  bibliografía 
de  la  Prensa  sevillana,  1896.  Don  Mariano  José  de  Larra,  1899.  Micer 
Francisco  Imperial,  1899.  El  Humorismo  en  la  Literatura  española  en 
en  el  siglo  xix,  1900.  Los  Teatros  de  Sevilla  en  la  segunda  época  cons- 
titucional (1820-182^),  1900.  Don  Diego  Ortiz  de  Zúñiga,  1903.  Catá- 
logo biográfico-bibliográfico  de  novelistas  sevillanois  del  siglo  xix, 
1903.   Cosas  nuevas  y  viejas,  1904.  Bibliografía  cervantista  sevillana, 

1905.  Las  Escritoras  sevillanas  del  siglo  xix,  1906.  Viajes  regios  por 
Andalucía,  siglos  xv  al  xx,  1906.  La  Literatura  patriótica  en  Sevilla 
durante  la  guerra  de  la  Independencia,  1908.  Don  José  de  Velilla,  1910. 
Sevilla  en  la  guerra  de  África,  1910.  Don  Alberto  Rodríguez  de  Lista, 
1912.  Para  el  teatro:  Un  entremés  de  Cervantes,  1905.  Los  Palomos, 

1906.  ¡Vivan  las  caenas!,  1906.  Daotz,  1908.  La  Justicia  plebeya,  dra- 
ma lírico,  1911. 

Carlos  de  Lecea  y  García  (n.  1835-),  segoviano,  director  de  Et 
Verdadero  Amigo  del  Pueblo,  Segovia  (1869-70),  muy  erudito,  publi- 
có El  Alcázar  de  Segovia,  ibid.,  1891.  Estudio  histórico  acerca  de  la 
fabricación  de  moneda  en  Segovia  desde  los  celtíberos  hasta  nuestros 
días,  1892.  El  Licenciado  Sebastián  de  Peralta,  1893.  La  Comunidad 
y  tierra  de  Segovia,  1894.  La  C-ueva  de  Santo  Domingo  de  Guzmán, 
1895.  Apuntes  para  la  historia  jurídica  de  Segovia,  1897.  Recuerdos 
de  la  antigua  industria  segoz-iana,  1898.  La  Iglesia  del  Corpus  Christi, 
antigua  sinagoga,  1900.  Comuneros  segovianos,  1905,  Monografías- 
segovianas,  1906.  Alvar  Fáñez,  1908.  Los  Templos  antiguos  de  Sego- 
via, 1912.  '  ; 


S.    XIX_,    189I.   ERNESTO  BARK  20Q 

Nicolás  Anrique  Reyes,  bibliotecario  de  la  Oficina  Hidrográfica 
y  bibliógrafo  chileno,  publicó  Noticia  de  algunas  publicaciones  ecua- 
torianas anteriores  á  1792,  Santiago,  1891.  Bibliografía  marítima  chi- 
lena, 1894;  2."  serie,  1898.  Cinco  relaciones  geográficas  c  hidrográfi- 
cas, 1897.  Ensayo  de  una  Bibliografía  dramática  chilena,  1899.  Ensa- 
yo de  una  Bibliografía  histórica  y  geográfica  de  Chile,  1902  (con  Ig- 
nacio Silva  A.).  Bibliografía  de  las  principales  revistas  y  periódicos 
de  Chile,  1904. 

Francisco  Martí  Grajai.es,  valenciano,  muy  erudito,  publicó  El 
Notario  Carlos  Ros  y  Hebrera,  bibliografía.  Valencia,  1891.  Cancio- 
nero de  la  Academia  de  los  Nocturnos  de  Valencia...,  de  sus  actas 
originales  y  reimpreso  con  adiciones  y  notas,  ibid.,  1905-12,  cuatro 
volúmenes.  Obras  de  don  Jnan  Fernández  de  Heredia,  ibid.,  1913.  En^ 
sayo  de  un  Diccionario  biográfico  y  bibliográfico  de  los  poetas  qu& 
florecieron  en  el  reino  de  Valencia  hasta  ijoo  (premiada  por  la  Bi- 
blioteca Nacional,  1915).  Ensayo  de  una  Biblioteca  valenciana  del  si- 
glo XVIII  (premiado  ibid.,  1917). 

43.  Año  i8pi.  Benito  F,  Alonso,  de  Orense,  cronista  de  la  pro- 
vincia y  correspondiente  de  la  Academia  de  la  Historia,  publicó 
Armas  de  Orense,  ibid.,  1891.  Guerra  hispano-lusitana,  ibid.,  1893. 
Crónica  de  los  Obispos  de  Orense,  ibid.,  1897.  Pórtico  de  la  Gloria, 
1898  (en  Esp.  Mod.,  marzo).  Los  Judíos  en  Orense  {s.  xv-xvii),  ibid., 
1904.  Los  Judíos  españoles  en  Oriente,  1905  (en  Esp.  Mod.,  marzo). 
Orensanos  ilustres,  Orense,  1916. — Historia  de  don  Diego  de  Alvear  y 
Ponce  de  León,  por  su  hija  doña  Sabina  de  Alvear  y  Ward.  ^Madrid, 
1891. — Pablo  Alzóla  y  Minqndo  publicó  África-,  su  reparto  y  coloniza- 
ción, Bilbao,  1891.  Régimen  económico-adminisirativo  antiguo  y  moder- 
no de  Vizcaya  y  de  Guipúzcoa,  Bilbao,  1910. — P.  Amado  y  R.  de  Vi- 
llebardet,  Marta,  novela  de  costumbres,  Toledo,  1891. — Carlos  G. 
Amézaga  (-j-  1906),  peruano,  poeta  revolucionario  sentimental,  jacobino 
bueno,  diriamos  con  Ventura  García  Calderón,  tuvo  algo  de  romántico 
en  Cactus  é  imitó  á  Díaz  Mirón  en  Gloria  y  otras  poesías  que  parecen 
retos  viriles  á  la  humanidad  ó  al  destino.  Más  sereno  y  delicado  se 
mostró  en  los  poemas  Los  Niños  y  Más  allá  de  los  cielos,  premiados 
en  Buenos  Aires.  Desmerece  en  sus  dramas  Sofía  Perewskaia,  Juea 
del  crimen  y  Suplicio  de  Antequera.  La  Invasión,  leyenda  histórica, 
Lima,  1891.  Cactus,  ibid.,  1891.  Poetas  mexicanos,  Buenos  Aires,  1896. 
— Anales  de  la  Universidad,  de  Montevideo,  desde  1891. — Juan  Arango 

Y  García,  juez  de  Guanajay,  publicó  Retazos,  Madrid,  1891.  El  doc- 
tor Bijirita. — Joaquín  Arjona  y  Láinez  estrenó  La  Duquesa  de  AU 
tora,  comedia,  1891. — Rafael  Balsa  de  la  Vega,  redactor  de  El  Libe- 
ral, colaborador  de  La  Ilus'.ración  Española  (1906),  publicó  Arlistas 

V  críticos  españoles,  Barcelona,  1891.  Los  Bucólicos,  la  pintura  de  cos- 
tumbres rurales  en  España,  ibid.,  1892.  Orfebrería  gallega,  1912. — Er- 
nesto Bark,  por  seudónimo  A.  de  Santaclara,  redactor  de  Germinal 

TOMO   X— 14 


210  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

(1897),  publicó  Los  Vencidos,  novela  política,  Alicante,  1891.  La  Es- 
paña contemporánea  según  un  reciente  libro  ruso  (en  España  Modera 
na,  1891,  mayo-junio). — Fernando  de  Barrenechea  publicó  Breve  des- 
cripción de  la  villa  de  Bilbao,  canto  único,  Sevilla,  1891. — La  Duquesa 
DE  Berwick  y  de  Alba  publicó  Documentos  escogidos  del  archivo  de 
la  casa  de  Alba,  Madrid,  i3gi.  Autógrafos  de  Cristóbal  Colón  y  pa- 
peles de  América,  1892.  Catálogo  de  las  colecciones  expuestas  en  las 
vitrinas  del  palacio  de  Liria,  1S98.  Nuevos  autógrafos  de  Cristóbal 
Colón  y  relaciones  de  Ultramar,  Madrid,  1902. — Blanco  y  Ne^ro,  revis- 
ta, Madrid,  desde  1891,  continúa. — Antonio  S.  de  Bustamante  y  Sir- 
Ví'.N,  cubano,  publicó  Programas  de...  Derecho  internacional,  Madrid, 
1891.  El  Orden  público.  Habana,  1893.  Le  canal  de  Panamá  et  le  droit 
international,  Bruxelles,  1895.  Tratado  de  Derecho  internacional  pri- 
vado. Habana,  1896.  La  segunda  Conferencia  de  la  Paz,  dos  vols.,  Ma- 
drid, 1908;  la  traducción  al  francés,  París,  1909.  La  Autarquía  perso- 
nal. Habana,  1914.  Discursos,  tres  vols.,  ibid.,  1915-17. — Raimundo  del 
Busto  Valdés,  arcediano  de  Valladolid,  publicó  Parva  poemjia  litina. 
Falencia,  1891.  Tradujo  al  latín  en  dísticos  El  Murciélago  alevoso,  de 
fray  Diego  González  {La  Ciudad  de  Dios,  XIV). — Francisco  de  Paula 
Cáceres  y  Plá  (n.  1859-),  de  Lorca,  publicó  Folletos  famélicos,  prosa 
y  verso,  Madrid,  1891  ?  Juan  de  Toledo,  ibid.,  1891.  El  venerable  Pedro 
Soler.  Pedro  Fernández  de  Lorca.  Tradiciones  lorquinas,  Lorca,  1901. 
Lorca:  noticias  históricas,  literarias,  etc.,  Madrid,  1902.  Romancero 
lorquino,  Lorca,  1910.  Hijos  de  Lorca,  ibid.,  19 13. — Benito  del  Campo 
Y  Otero  y  José  Abril  y  Ochoa  publicaron  Ensayo  histórico  sobre  los 
Códigos  españoles.  Habana,  1891. — José  Cañaveral  publicó  Poesías, 
Madrid,  1891. — P.  Casabó  y  Pagés  publicó  La  España  judia,  Barcelo- 
na, 1891. — Luciano  Cid  Hermida,  gallego,  redactor  en  Orense  de  La 
Unión  Democrática  y  La  Opinión  Liberal,  director  de  El  Álbum  Li- 
terario (1891),  publicó  Leyendas,  tradiciones  y  episodios  históricos  de 
Galicia,  Coruña,  1891  (Biblioteca  Gallega). — Colección  de  documentos 
inéditos  para  la  historia  de  Medina  del  Campo,  ibid.,  1891. — Cayetano 
CoLL  Y  Tosté,  puertorriqueño,  publicó  Crónicas  de  Arecibo,  ibid.  (Puer- 
to Rico),  1891.  Colón  en  Puerto  Rico,  Puerto  Rico,  1894.  Prehistoria  de 
Piíerto  Rico,  Í907.  Historia  de  la  instrucción  pública  en  Puerto  Rico, 
ibid.,  1910.  Boletín  Histórico  de  Puerto  Rico,  ibid.,  desde  1914.  Docu- 
mentos relativos  á  Puerto  Rico,  1915  (en  Boletín  Histórico  de  Puerto 
Rico,  n,  3-302). — Fray  José  Coll  publicó  Colón  y  la  Rábida,  Madrid, 
1891,  1892. — Jaime  Collell  (n.  1846-),  canónigo  de  Vich  y  Mestre  en 
gay  saber,  fundador  del  semanario  La  Ven  de  Mvnserrat,  publicó  Epis- 
copologio  de  Vich  escrito  á  mediados  del  siglo  xvii  por  el  deán  Juan 
Luis  de  Moneada,  Vich,  1891.  Floralia,  versos,  Barcelona,  1894. — 'osé 
Contreras  Infante  estrenó  Los  Boquerones,  saínete  lírico,  1891.  El 
Ventorrillo  del  Chato,  id.,  1892. — Francisco  de  Paula  Coronado  y  Al- 
varo (n.  1870-),  de  la  Habana,  por  seudón¡-^o  César  de  Madrid,  secre- 
tario de  la  Legación  de  Cuba  en  Méjico  (1902-04),  publicó  Folletos  lite- 


S.  XIX,   189I.  MANUEL  DE  GUMUCIO  21  I 

rarios,  frutos  coloniales^  Habana,  1891. — Ricardo  Correoso  Miranda 
publicó  Jalares  y  lágrimas,  poesías  i^con  Ismael  Betancourt),  Puerto 
Príncipe,  1891. — Juan  Cubeiro  Pinol  publicó  Iberia  protohistórica,  Va- 
lladolid,  1891. — Antonio  B.  Cuervo  (1834-1892),  hermano  del  filósofo 
Rufino  Jost,  bogotano,  publicó  Colección  de  documentos  inéditos  sobre 
la  Geografía  y  la  Historia  de  Colombia,  Bogotá,  1891-94,  cuatro  vols. 
(acabada  la  impresión  por  Carlos  Cuervo  Márquez). — Chistes  de  buen 
género,  Barcelona,  1891. — Arturo  Daza  de  Campos  publicó  Recuerdos 
del  Monasterio  de  Piedra,  Zaragoza,  1891. — Juan  Domínguez  Barre- 
ra, canario,  publicó  Cantos  canarios.  Habana,  1891. — Pascual  J.  Echa- 
GÜE  publicó  Poesías,  Buenos  Aires,  1891. — El  padre  Francisco  Enrich, 
jesuíta,  publicó  Historia  de  la  Compañía  de  Jesús  en  Chile,  Barcelona, 
1891,  dos  vols. — José  M.  Esperanza  y  Sola  publicó  Esteban  de  Artea- 
ga,  1891  (discurso  de  recepción  en  la  Academia  de  San  Fernando). 
Treinta  años  de  crítica  musical,  colecc.  póst.,  con  biogr.,  tres  vols.,  Ma- 
drid, 1906. — Gaspar  Esteva  Ravassa^  de  Motril,  donde  fué  alcalde,  ju- 
risconsulto y  diputado  provincial;  ganó  25  premios  con  sus  poesías.  Pu- 
blicó Mocedades,  poesías,  Madrid,  1891.  La  Poesía,  1908.  Otros  versos, 
Madrid,  1915.  Para  el  teatro:  Golpe  de  mar,  drama,  1899.  Los  Clave- 
les, drama,  1899.  Hierbabuena,  comedia,  1901.  ¡Viva  mi  pueblo!— 
Nicolás  Estévanez  y  Murphy  (1838-1914),  canario,  por  seudónimo 
Estevanillo  y  Miguel  A.  Pérez,  militar  retirado,  publicó  Figuras  ame- 
ricanas, París,  1891.  Resufw^n  de  la  Historia  de  América,  íbid.,  1893. 
Diccionario  militar,  íbid.,  1897.  Calandracas,  1899.  Fragmentos  de  mis 
Memorias,  Madrid,  1903.  Mi  última  campaña,  Habana,  1907. — Enri- 
que Font  de  Fondeviela  publicó  Cuentos  modernos,  Barcelona,  1891. — 
Antonio  Freyre  Toledo  publicó  Muestras  poéticas,  Madrid.  189 1. — 
Wen  Gálvez  publicó  Esto,  lo  otro  y  lo  de  más  allá,  mosaico  literario, 
Habana,  1891,  1892. — Emilio  García  de  Tejada  publicó  Elena,  novela, 
Madrid,  1891. — Garci-Pérez  publicó  Trovas,  Madrid,  1891. — Domingo 
Gascón  y  Guimbao,  turolense,  publicó  Miscelánea  Turolense,  revista, 
Madrid,  1891-1901.  Consúltese  Algunas  opiniones  y  juicios  emitidos  con 
motivo  de  la  publicación  de  la  "Miscelánea  Turolense"...,  Madrid, 
1903.  Relación  de  escritores  de  la  provincij  de  Teruel...,  Zaragoza, 
1908.  La  provincia  de  Teruel  en  la  guerra  de  la  Independencia,  Madrid, 
1908. — César  José  Gobila  estrenó  Pachón,  juguete,  1891. — Sebastián 
GoMiLA,  redactor  de  El  Nacional,  premiado  por  El  Liberal  en  su  con- 
curso de  Crónicas  (1903),  publicó  Mis  mujeres,  notas  íntimas,  Barcelo- 
na, 1891.  Anarquías,  1896.  La  Huelga,  novela,  ibid.,  1901.  El  Dios  Mi- 
llón, 1913.  La  Entrada  del  paraíso,  1914.  La  Epopeya  de  los  átomos,  dos 
vols.,  1914.  Los  Herederos  de  la  gran  tragedia,  Madrid  y  Barcelona, 
1917. — Mariano  Granados  (f  1915),  soriano,  director  de  El  Noticiero 
de  Soria  (1891-1902),  publicó  Al  amor  de  la  lumbre. — Ernesto  de  la 
Gu.a.rdia,  abogado  y  dramático,  colaborador  de  El  Imparcial  y  El  País 
(1902),  por  seud.  E.  de  Lage,  publicó  Colores  y  notas,  Madrid,  1891. — 
Manuel  de  Gumucio  publicó  Borrones,  Madrid.  1890.  El  Mejor  amor, 


212  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (18S8-I907) 

poema  en  tres  cantos,  1892, — Gumersindo  Gutiérrez  estrenó  El  Mur- 
ciélago alevoso,  zarzuela,  1891. — ^JosÉ  María  Gutiérrez  Alba  publicó 
Poemas  y  leyendas,  Madrid,  1891. — Manuel  Héctor  Abreu,  por  seu- 
dónimo Ábrego,  novelista   regional   sevillano   de   color  y  luz,   publicó 
Amazona,  novela,  Sevilla,   iS^i;  Zsíadrid,   1905.  Animales  y  ¡e,sonas,. 
crónicas  y   cuentos,  ibid.,  1892.  Aves  de  paso,  novela,  Madrid,   1904. 
Niño  bonito  (s.  a.).  El  Espada,  novela,  Madrid,  1905.  Dominio  de  fal- 
das, ibid.,  1906.  Kate  .y  Paca,  novelerías,  Sevilla,  1906.  Matar  por  ma- 
tar, novela,  j\ladrid,   190S.  Ramiro   el  enamorado,  argucias  de  las  he- 
chiceras de  Sevilla,   Sevilla,  1914. — Justo  R.  Heras  estrenó  ¡Chúpate 
ésa!,  juguete,  1891  (con  J.  Bermúdez). — Rafael  Heredia  publicó  Acua- 
relas,  "Madrid,    1891.   Cuadros  madrileños,   1892.  Nada,    1894.  A   toda 
mó-qnina,  1907. — Catalogue  de  la  Bibliothéque  de  M.  Ricardo  Heredia, 
Comte  de  Benahavis,  Paris,  1891-94,  cuatro  partes  ó  tomos,  obra  im- 
portante para  la  bibliografía  española.  Heredia  compró  á  los  hijos  de 
í'edro  Salva  la  biblioteca  recogida  por  su  padre  y  abuelo  {Cütál.  go  de 
la  Biblioteca  de  Salva,  Valencia,   1872,  dos  vols.,  4.070  números),  y 
aumentóla  llegando  hasta  8.304  números. — Eduardo  S.  Hermua,  por 
seudónimo  Mecachis,  estrenó  Pajaran,  juguete,  1891, — Historia  y  des- 
cripción de  Santa  María  de  Huerta,  por  J.   C.   G.,   Madrid,    1891. — 
Aurelio  Horta.  mejicano,  publicó  Mexicanos  ilustres,  León,   1891. — 
José  Ibáñez  Marín,  militar,  muerto  en  el  Barranco  del  Lobo  (Melilla), 
director  de  la  Revista  Técnica  de  Infantería  y  Caballería  (1892),  pu- 
blicó Rusia  militar  y  la  guerra  europea,  Madrid,  1891.  Recuerdos  de 
Toledo,  ibid.,  1S93.  La  Devastación  en  el  Sur  de  África,  1902  (en  Es- 
paña Moderna,  julio-agosto).  Bibliografía  de  la  guerra  de  la  Indepen- 
dencia, ibid.,  1908.  Educadores  de  nuestro  Ejército,  póst.,  ibid.,  1909. — 
Manuel  Irigo\'en  publicó  Noticias  históricas  del  valle  y  Universidad 
del  Bastan,  Pamplona,  1891. — José  Juan  Jiménez  Benítez,  de  Murcia,, 
presbítero,  rector  de  Atocha,  director  en  Murcia  de  El  Ideal  Político 
hasta   1873,  que  vino  á  Madrid,  publicó  Atocha:   ensayos  históricos, 
Madrid,   1891,  dos  vols. — Eladio   G.  José   publicó  Errores  populares, 
Oviedo,  1 89 1. — Francisco  Latzina,  polaco,  naturalizado  en  la  Argen- 
tina,  director  general  de   Estadística,   escribió,   entre  otras  obras,    el 
más  copioso,  puntual  y  autorizado  Diccionario  Geográfico  Argentino, 
Buenos  Aires,  1891,  1892,   1899.  La  Argentina  considerada  en  su  as- 
pecto físico,  social  y  económico,  dos  vols.,  ibid.,  1904.  Virutas  y  asti- 
llas, artículos  científicoliterarios. — Antonio  R.  López  del  Arco,  redac- 
tor de  El  Demócrata,  director  de  Barcelona  Cómica,  fundador  de  El 
Sui  Generis,  Heraldo  de  Lugo  y  Cosmopolta,  publicó  Bocetos  litera- 
rios, Madrid,   1891.  El  Gobernador  de  R.,  novela,  ibid.,   1893.  Cáncer 
social,  novela,  ibid.,  1893.  Totnm  revolutum,  prosa  y  verso,  ibid.,  1895. 
Sor  María  de  las  Nieves,  novela,  ibid.,  1896,  1904.  Manojo  de  cuentos 
muy  verdes,  1904. — Francisco  López  Leiva,  de   Santa  Clara  (Cuba), 
coronel   (1895),   subsecretario  de  Hacienda  (1909),  publicó  Zig-sags, 
colección  de  artículos  y  poesías,  Villaclara,    1891.  Enreka,  zarzuela,. 


S.  XIX,  1 89 1.  JOSÉ  NOGALES  Y  NOGALES         21  3 

1894.— Antonio  Luna  publicó  Impresiones  (sobre  Filipinas,  satírica- 
mente), ]\ladrid,  1891. — Manuel  Llórente  y  Vázquez,  diplomático, 
colaborador  de  El  Adundo  de  los  Niños  y  La  Ilustración  Española,  pu- 
blicó Cuadros  americanos,  Madrid,  1891.  Viajes^  costumbres,  tradi- 
ciones, etc.,  1893.— Enrique  Mantecón  y  González,  habanero,  poeta 
popular,  publicó  Cuba  y  sus  hombres  ilustres,  Habana,  1891.  Nuevos 
cantares,  1891.  Nuevos  cantos  cubanos. — P.  A.  March  publicó  Me- 
nudencias, Barcelona,  1891. — Francisco  Martínez  Montesino,  espa- 
ñol, publicó  La  Noche  trágica,  relato  histórico,  Habana,  1891.  Intimas, 
poesías,  1895.  Encarnación,  zarzuela,  1897.  Pasionarias,  versos,  1899. — 
Rosa  Martínez  de  Lacosta,  gaditana,  publicó  El  Ángel  del  bien,  no- 
vela, Habana,  1891.  La  Deshonra  de  un  nombre,  novela,  1891.  Cómo 
vino  la  dicha,  novela,  Cádiz,  1911. — Eduardo  Meireles  (n.  1S65-),  ha- 
banero, director  de  un  colegio  en  Matanzas  (19 14),  estrenó  Los  Matri- 
monios, juguete,  Habana,  1891.  En  el  Juzgado,  1892.  Matanzas  en  ca- 
misón, 1894.  Trelles  cita  otras  20  piezas  teatrales  (t.  VIII,  pág.  21). 
La  Entrega  del  mando,  revista  cómica,  Puerto  Rico,  1899. — José  Me- 
llado Y  Moreno  publicó  Ratos  de  insomnio  y  ratos  de  ocio,  genialida- 
des en  prosa  y  verso,  Sevilla,  1891. — Alfredo  Merelo  estrenó  El  Se- 
ñor Escribano,  juguete  (con  Fernando  Bel),  1891.  Llegué,  vi  y  vencí, 
juguete,  1898. — La  Metafísica  y  la  Poesía,  polémica  por  don  Ramón 
de  Campoamor  y  don  Juan  Valera,  Madrid,  1891. — Andrés  Miralles 
(■j-  1902),  redactor  de  Los  Debates,  El  Correo,  El  Resumen  y  El  Nacio- 
nal, gobernador  de  Filipinas,  publicó  De  mi  cosecha,  artículos,  Madrid, 
189 1. — Antonio  Montalbán,  colaborador  de  La  Gran  Vía  (1893),  Ma- 
drid Cómico,  etc.,  publicó  Música  celestial,  versos,  Madrid,  1891.  Los 
Escaparates,  saínete,  1913.  La  Corrida  de  la  Prensa,  boceto  de  come- 
dia, 1915. — José  Montenegro  estrenó  Señoras  solas,  juguete,  1891.  El 
Amor  y  el  gabinete,  1908. — Pedro  de  Mújica,  bilbaíno  que  enseña  cas- 
tellano en  Alemania,  publicó  Gramática  del  castellano  antiguo,  Leipzig, 
1891.  Dialectos  castellanos,  Berlín,  1892.  Maraña  del  idioma,  Oviedo, 
1894.  Maraña  del  Diccionario  de  la  Academia,  Bilbao,  1897.  Eco  de 
Madrid,  Berlín,  1900.  Sesión  académica  ideal,  folleto  chispeante  contra 
la  Academia,  Braunschweig,  1905,  y  (en  Festschrift  Adolf  Tobler). — 
Mariano  Muzas  estrenó  El  Mordisco,  juguete,  1891.  El  Hijo  del  casero, 
ídem,  1893.  Los  Caramelos,  1901.  Los  Ochavos  (con  Joaquín  López 
Barbadillo),  1910.  La  Señora  de  González,  juguete,  1914.  Travesuras 
de  amor,  opereta  (con  Retana),  1914. — A.  Natare  publicó  Articulitos, 
pasatiempos,  escenas  militares  y  tonterías,  Sevilla,  1891. — José  Noga- 
les Y  Nogales  (t  1908),  de  Aracena  (Huelva),  director  de  El  Liberal 
<ie  Sevilla,  colaborador  de  La  Lectura,  Blanco  y  Negro  (1903),  ABC 
(1903),  etc.,  galano  cuentista,  publicó  Mosaico:  colección  de  artículos, 
cuentos  y  tradiciones  de  la  sierra,  Huelva,  1891.  En  los  profundos  in- 
fiernos, 1896.  Tipos  y  costumbres,  1900.  Las  fres  cosas  del  tío  Juan, 
cuento  precioso,  premiado  por  El  Liberal,  Madrid,  1900;  3.'  ed.,  1916. 
Mariquita  León,  novela  andaluza,  Barcelona,  190 1.  El  Ultimo  patriota. 


2  14  ÉPOCA  REGIONAL   Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

novela,  1901.  Andrés  González  Blanco,  Hist.  nov.,  pág.  1002:  "José  No- 
gales, galano  cuentista,  fino  narrador  y  cronista  de  extensa  cultura,  lleva 
publicadas  dos  novelas  de  «:ostumbres  andaluzas:  Mariquita  León  y 
El  Ultimo  patriota.  Lo  que  más  resplandece  en  ellas,  como  en  sus  cró- 
nicas, es  el  estilo.  Nogales  ha  llegado  á  la  plena  posesión  de  ese  estilo,, 
á  la  vez  moreno  como  pan  candeal  y  rubio  como  las  mieses,  que  es  la 
fusión  más  armoniosa  de  la  noble  habla  castiza  y  del  torturado  len- 
guaje moderno.  Este  producto  es  de  una  venustez  superna,  y  sólo  los 
cultos,  como  el  mismo-  Nogales,  pueden  apreciar  su  valor." — Fray  Hi- 
lario María  Ocio,  dominico,  publicó  Reseña  biográfica  de  los  Reli^ 
giosos  de  la  Provincia  del  Santísimo  Rosario  de  Filipinas  desde  su 
fundación  {1587-1650),  Manila,  1891,  dos  vols.  Compendio  de  la  Re' 
seña...  {1587-18^15),  ibid.,  1895. — Filiberto  de  Oliveira  Cezar  publicó 
La  Vida  en  los  bosques  sudamericanos:  viaje  al  Oriente  de  Bolivia, 
Buenos  Aires,  1891,  1893.  Leyendas  de  los  indios  guaraníes,  ibid.,  1892. 
El  Cacique  blanco :  costumbres  de  los  araucanos  en  la  Pampa,  ibid., 
1893.  Viaje  al  país  de  los  Tobas,  ibid.,  1897. — Eugenio  Ortega,  colom- 
biano, publicó  Historia  general  de  los  chibchas,  Bogotá,  1891. — Alfre- 
do Pallardó  Guillant,  director  en  Calatayud  de  La  Lucha  (1886)^ 
redactor  en  Madrid  de  La  Nación  (1895),  estrenó  Viaje  á  Liliput, 
1891. — Luis  Pardo,  critico  de  arte,  director  de  Puerto  Rico  Ilustrado 
(1886),  redactor  de  El  Globo  (1896)  y  El  Día  (1897),  publicó  Confi- 
dencias, novela  americana,  Madrid,  1891.  De  arte  contemporáneo,  1899. 
Semejanzas:  cosas  del  mundo,  1903.  De  arte,  1904.  De  arfe  y  per  el 
arte,  disquisiciones  críticas,  1908. — Participio  del  Follón,  Entre  tum- 
bado y  lloroso:  mis  memorias,  IMontellano,  1891. — Leopoldo  Pedreira 
V  Taibo  (1869- 19  i  5),  de  La  Coruña,  catedrático  del  Instituto  de  Ca- 
narias, Cuenca  y  Coruña;  director  en  Canarias  del  Diario  de  La  La- 
guna (1896)  ;  además  de  sus  artículos  periodísticos  y  obras  de  Geo- 
grafía, publicó  ¿Verdes  ó  negros f,  pleito  ruidoso  con  Alfonso  Tobar, 
1891  (en  Revista  Contemporánea)  ;  La  Coruña,  1909.  Concepto  de  la 
Patria,  Madrid,  1892.  El  Regionalismo  en  Galicia,  ibid.,  1894.  La  De- 
rrota de  Nelson  en  Santa  Cruz  de  Tenerife,  ibid.,  1897.  Lo  que  es 
Bilbao  y  lo  que  podrá  ser  á  fines  de  siglo,  Madrid,  1901.  Desde  la  te- 
rraza^ poesías,  La  Coruña,  1912. — Agustín  Peiro  (f  1890),  zaragozano, 
caricaturista  y  escritor  festivo,  director  muchos  años  del  Diario  de 
Zaragoza,  por  seudónimo  Antón  Pitaco,  publicó  Cuentos  baturros,  que 
se  recopilaron  de  periódicos  al  morir  su  autor,  Zaragoza,  189 1. — He- 
RACLio  PÉREZ  Placer  publicó  Morir  amando,  zarzuela,  1891.  Diálogos 
femeniles,  Madrid  (1913). — IMiguel  A.  Pérez  publicó  Figuras  america- 
nas, París,  1801. — El  padre  Rafael  Pérez  (1842-1901),  jesuíta  de  Gua- 
temala, publicó  La  Santa  Casa  de  Loyola,  Bilbao,  1891.  La  Compañía 
de  Jesús  en  Colombia  y  Centro  América  después  de  su  restauración, 
Valladolid,  1896-1898.  La  Compañía  de  Jesús  restaurada  en  la  Repú- 
blica Argentina  y  Chile,  el  Uruguay  y  el  Brasil,  Barcelona,  1901.  Los 
Angeles  Custodios. — Tomás  Periago  y  Morata  publicó  Ramillete  lite- 


S.  XIX,    189I.  ENRIQUE- SÁNCHEZ  TORRES  2l5 

rario  en  prosa  y  verso,  Badajoz,  1891. — J.  Pin  y  Soler  publicó 
Niobe,  Barcelona,  1891. — José  Arturo  Poggio  estrenó  Casarse  por  ca- 
rambola, juguete,  1891.  De  Carnaval,  ídem,  1S97.  Abendice,  leyenda, 
1904. — La  Política  de  España  en  Filipinas,  quincenario  dirigido  por 
José  Feced,  Madrid,  1891-9S,  siete  vols. — El  padrte  Manuel  Ponce- 
Lis,  S.  J.,  publicó  Historia  ds  la  Literatura,  1891.  Literatura  Irispano- 
americana,  Madrid,  1S96. — Luis  E.  Quesada  (-j-  1912),  de  Cienfuegos, 
publicó  Ensayos  literarios,  prosa  y  verso,  Matanzas,  1891.  A  la  me- 
moria de  Carlos  Man.  de  Céspedes,  1910.  Silueta  de  don  Amelio  de 
Lilis,  191 1. — LÁZARO  Ralero,  por  seudónimo  Un  Veterano  de  la  p.imera 
guerra  civil,  publicó  Caricias  de  un  lego  al  pcdre  fray  Luis  Coloma, 
á  su  novela  ^^Peqneñeces" ...  y  á  la  Compañía  de  Jesi'is,  1891. — Ramón 
Ramírez  Cumbreras  estrenó  La  Choza  del  diablo,  melodrama,  1891. — 
Serafín  Ramírez  (1832-1907),  cubano,  publicó  La  Habana  artística: 
apuntes  históricos,  ibid.,  1891. — Francisco  Ramos  de  Pablo  publicó  El 
Castillo  de  naipes,  comedia  fantástica,  1S91. — Apolinar  Rato  y  Hevia, 
asturiano,  publicó  Vocabulario  de  las  palabras  y  frases  bailes,  Madrid, 
1891. — Refranes  asturianos  publicados  con  motivo  de  la  inauguración 
de  la  estatua  de  Jovellanos  en  Gijón  en  6  de  agosto  de  i8pi,  Gijón, 
1891. — Ricardo  Revenga  y  Alzamora,  valenciano,  director  de  El  Ál- 
bum (Valencia,  1886),  estrenó  Quien  al  cielo  escupe...  (con  Fernando 
Piñana),  1891.  Salirse  con  la  suya  (con  ídem),  j  ^92.  Salvadora  y...  Sal- 
vadora, juguete  (con  ídem),  1S99. — ?»Ianuel  de  Revilla  y  Ov-ELa,  di- 
rector de  Los  Debates  (1889),  publicó  La  Luz  del  alma,  Madrid,  1891. 
— Antonio  Riestra  publicó  El  Antifaz  de  la  Cruz,  novela,  Madrid, 
1891. — Enrique  Rivera  (n.  1871-).  poeta  mor.tevideano,  descendiente 
del  general  don  Fructuoso,  lírico  subjetivo,  melancólico  y  esc  ptico.  que 
ha  escrito  poco,  pero  bien:  Mi  venganza.  Versos,  Dos  ansias.  Mi  cruz,. 
Intima,  Amorosas,  Poesías,  A  una  muerta,  Profesión  de  fe,  ¡  Ven !, 
Mi  sombra.  Contraste,  Mi  corazón.  Pasión. — Joaquín  Roa  y  Erostarbe 
publicó  Crónica  de  la  provincia  de  Albacete,  ibid.,  1891.  Biografía  de 
su  alteza  real  el  serenísimo  señor  don  Sebastián  Gabriel  de  Barbón  y 
Braganza,  jMadrid  (s.  a.). — Diego  Andrés  Rocha  publicó  Origen  de 
los  indios  del  Perú,  Méjico,  Santa  Fe  y  Chile,  Madrid,  1891,  dos  vols. — 
Rodrigo  Roldan  y  Marín  estrenó  San  José,  go,  4.°,  juguete,  1891. — 
Simón  de  la  Rosa  y  López  publicó  Libros  y  autógrafos  de  don  Cris- 
tóbal Colón,  Sevilla,  1891.  Los  Seises  de  la  Catedral  de  Sevilla:  ensayo 
de  investigación  histórica,  ibid.,  1904.  El  Lugar  en  que  se  dio  la  batalla 
de  Guadalefe,  ibid.,  191 1. — Juan  Rubio  y  Almirall  publicó  Colón  y 
el  istmo  de  Gibraltar:  historia  del  descubrimie:tto  cr  las  Américas, 
Barcelona,  1891. — Eduardo  Ruiz  publicó  Michoacán:  paisajes,  tradi- 
ciones y  leyendas,  Méjico,  1891. — Gabriel  Ruiz  de  Almodóvar  publicó 
Salvador  Rueda  y  sus  obras,  Madrid.  1801. — Carlos  ^áenz  Echevarría 
(n.  1853),  de  Bogotá,  publicó  Los  Pirata'^,  leyenda  histórica,  Santiago 
de  Chile,  1891.  Poesías  ordenadas  y  publicadas  por  su  viuda,  París, 
1907. — Enrique  Sánchez  Torres,  catalán,  publicó  Nueve  músicos  clá- 


2l6  ÉPOCA   REGIONAL   Y   MODERNISTA   (1888-1907) 

sicos  y  seis  artistas  españoles,  Madrid,  1891.  La  luz,  el  sonido  y  la 
música,  1900.  Camino  de  las  estrellas,  1911.  El  Nuevo  Mundo,  1912. 
El  "Parsifal"  y  Wagner,  Amor,  arte  y  dignidad,  ó  la  Corte  de  Verana, 
drama,  1913.  El  Sufragio  universal,  1918. — Vicente  Sanchís  y  Gui- 
llen (1835- 1876),  valenciano,  coronel  de  Artillería,  por  seudónimo 
Marcos  Bomba  en  las  "Instantáneas"  de  El  Día  (1899-1900)  ;  de  Juve~ 
nalillo,  en  La  Correspondencia  Militar;  de  Miss-Teriosa,  en  revistas 
de  teatros  de  Las  Novedades,  de  Nueva  York,  1878,  y  en  La  Regencia, 
El  Clamor  (1889-92),  El  Nacional,  El  Reducto,  El  Eco  Militar  (1893- 
95),  El  Globo  (1897-99),  El  Día  (1898-900)  y  El  Imparcial;  de  El  Pro- 
fesor Sanderson,  en  El  Clamor  (1891)  ;  de  Tinceve,  en  las  crónicas  y 
revistas  teatrales  de  El  Eco  Militar  (1893-95)  ;  de  Touchstone,  en  Es- 
paña en  Biarrits  (1896-97);  de  Yago,  en  El  Eco  Militar  (1893-95). 
Publicó  Amapolas  y  cintarazos,  Madrid,  1892.  Chasquidos  de  tralla, 
historias  íntimas,  San  Sebastián,  1897.  Isolda,  ibid.,  1898.  La  Granu- 
jería andante,  Madrid,  1900.  Redimida,  1902.  Villa-Venus,  1903.  /«- 
termallerías :  escenas  íntimas  de  la  vida  del  teatro,  ibid.,  1907.  Estrenó 
La  Fe  bretona,  drama,  1891. — G.  de  Scrarrain  publicó  Catálogo  de 
obras  eúskaras,  ó  catálogo  general  cronológico  de  las  obras  impresas 
referentes  á  las  provincias  de  Álava,  Guipúzcoa,  Vizcaya  y  Navarra, 
á  sus  hijos  y  á  su  lengua...,  Barcelona,  1891. — Juan  Antonio  de  Torre 
Salvador  (i  859- i  903),  de  Guadalcanal,  por  seudónimo  Micro  filo  y 
M,  Monti,  redactor  de  El  Eco  de  Fregenal  y  El  Pacto,  director  en  Se- 
villa de  Sevilla  en  Broma  y  El  Cronista  hasta  1895;  poeta,  prosista,  ora- 
dor, crítico  literario  y  gran  folklorista,  no  quiso  publicar  sus  libros, 
contentándose  con  artículos  y  alguna  que  otra  obra,  entre  las  que  bas- 
tará citar  Un  capitulo  de  folklore  guadalcanalense,  1891.  El  Folklore 
de  Guadalcanal,  1891. — Rafael  Torróme  y  Ros,  redactor  de  El  Cro- 
nista, Biblioteca  Reformista  (1885),  La  Opinión  (1891)  y  El  Impar- 
cial; por  seudónimo  Espolín,  estrenó  La  Fiebre  del  día,  con  aplauso 
de  Cañete,  y  con  su  desaprobación,  El  Sentido  común.  La  Dote,  come- 
dia, 1891.  Cuentos  del  maestro,  1906.  El  Triunfo  de  la  templanza, 
1906.  Escenas  infantiles,  1907.  Aventuras  de  Alfeñique,  1907.  La  Ven- 
ganza del  mar,  1907.  Cuentos  de  cuentos,  1907.  En  busca  de  la  For- 
tuna, 1907.  La  Vida  interna,  poesías,  1912. — Ramón  Trilles,  poeta 
valenciano,  publicó  La  Lucha  eterna,  poema.  Valencia,  1891.  Amores, 
poema,  ibid.,  1904. — Luis  de  Val  ha  vendido  a  manera  de  buñuelos 
todo  linaje  de  novelas,  de  las  que  por  entregas  se  meten  por  debajo 
de  la  puerta,  por  ejemplo:  Tristes  y  alegres,  Barcelona,  1891.  Luz,  no- 
vela, 1891.  El  Triunfo  del  trabajo,  Barcelona,  dos  vols.  El  Ultimo 
adiós,  ó  los  dramas  del  hogar,  ibid.,  dos  vols.  La  Hija  de  la  nieve,  ó 
los  amores  de  una  loca,  ibid.  (s.  a.),  dos  vols.  Los  Dominadores  del 
mundo,  ibid.,  dos  vols.  Vida  bohemia,  ibid.,  dos  vols.  /  Virgen  y  ma- 
dre!, ibid.  (s.  a.),  dos  vols.  La  Hija  del  adulterio,  ibid.,  dos  vols.  La 
Redención  del  obrero,  novela,  ibid.  (s.  a.),  dos  vols.  Los  Dramas  del 
amor,  novela,  Madrid,   1909,  dos  vols. — Luis  V.  Várela,  argentino, 


S.    XIX,    1S92.    PEDRO    BONIFACIO    PALACIOS  2(7 

publicó  La  Voz  de  las  campanas,  canto,  Buenos  Aires,  1891.  En  la 
cordillera  andina,  ibid.,  1898.  La  Puna  de  Atacama,  1899.  Las  Repú- 
blicas Argentina  y  Chile :  Historia  de  la  demarcación  de  sus  fronte- 
ras, 1899,  dos  vols.  Historia  constitucional  de  la  Repiiblica  Argenti- 
na, La  Plata,  1910,  cuatro  vols. — Mariano  Velarde  publicó  Venganza, 
novelita,  Cochabamba,  1891.  El  Castillo  misterioso,  id.,  ibid.,  1892. — 
FoRTÚN  DE  Vera,  argentino,  publicó  Cuentos  de  tropa,  1891. — Teodosio 
Vesteiro  Torres,  gallego,  escribió  Páginas  sueltas,  poesías,  Lugo, 
1891.  Poesías,  La  Coruña,  1896  (postuma).  Recuerdos  de  Galicia,  dos 
volúmenes,  ibid.,  1896  (idem). — Luis  de  Viana  publicó  El  Palacio,  no- 
vela histórica,  Habana,  1891. — Emilio  C.  de  Villegas  publicó  Colec- 
ción epigramática.  Habana,  1891. — Francisco  Viñals  y  Terrero 
(n.  1862-),  de  la  INIota  del  Marqués  (Valladolid),  médico;  además  de 
obras  científicas,  publicó,  como  ameno  cuentista,  Cuentos  vercs.mVes, 
Madrid,  1891-1896;  segundo  tomo,  1910.  Poca  la  florera,  1895.  Epi- 
sodios y  cuentos,  1913. — Domingo  de  Vivero  publicó  (con  J.  A.  de 
Lavalle)  Galería  de  retratos  de  los  Gobernadores  y  Virreyes  del  Perú 
(15^2-1824),  Lima,  1891;  Barcelona,  1909.  Galería  de  retratos  de  los 
Arzobispos  de  Lima  {1541-1891),  ibid.,  1892.  Galería  de  retratos  de  los 
gobernantes  del  Peni  independiente  (1821-pi),  ibid.,  1893;  Barcelona, 
1909. — Antonio  Weber  y  Seinado  estrenó  El  Tajo  de  la  cisterna,  zar- 
zuela, Habana,  1891.  La  Caverna  de  Artambul,  ibid.,  1891. 

44.  Año  i8p2.  Pedro  Bonifacio  Palacios  (1854-1917), 
más  conocido  por  el  seudónimo  Almafuerte^  nació  en  San  Jus- 
to (Argentina) ;  desprovisto  de  bienes  de  fortuna,  logró  á  los  diez 
y  nueve  de  su  edad  una  pensión  de  la  Cámara  de  diputados 
para  estudiar  pintura  en  Florencia;  la  de  senadores  se  la  re- 
chazó. Acogióse  á  la  enseñanza  de  niños  en  Chacabuco,  La  Plata, 
y  un  decreto  le  dejó  cesante  por  carecer  de  título.  La  soledad 
y  la  miseria  le  acompañaron  como  hermanos  toda  su  vida.  Sólo 
el  27  de  setiembre  de  191 6  votaron  las  Cámaras  en  su  favor 
una  pensión  vitalicia.  Poco  la  gozó :  falleció  en  febrero  del  año 
siguiente,  con  sentimiento  universal  de  toda  la  Argentina.  Sus 
primeros  versos  Interrogantes,  Olímpicas  y  Cristianas,  salie- 
ron en  La  Nación  (1892)  y  conmovieron  las  líricas  frondas, 
como  alguien  ha  dicho,  habituadas  a  la  gárrula  orquesta  de  la 
pajarería  romántica.  Otra  pajarería  menos  vocinglera,  más  vis- 
tosa por  los  colorines,  más  afectada,  de  otro  romanticismo  que 
llaman  modernismo,  ha  chirriado  por  América  y  España.  Jóve- 
nes ellos,  casi  todos,  niños  ganosos  de  atraerse  las  miradas. 
Diríase  que  la  poesía  se  hizo  para  entretenimiento  de  mozalbe- 


ai  8  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

tes,  de  niños,  y  niños  pedantes  por  contera.  Entre  tanto  afecta- 
do y  remilgado  flautear,  Almafuerte  parece  todavía  rrtás  varo- 
nil. Mientras  los  modernistas  cantaban  afeminadamente  el  lujo 
y  el  placer,  remembrando  épocas  sibaríücas  y  anhelando  todos 
los  desvarios  de  la  lujuria  en  ciudades  decadentes  y  refinadas, 
Almafuerte,  abrevado  de  las  lágrimas  y  miserias  propias  y 
amaestrado  por  ellas  para  comprender  las  del  pueblo  que  sufre 
y  llora,  hízose  poeta  apostólico,  evangelizador :  dirigióse  al  pue- 
blo, á  las  heces  de  la  sociedad,  para  purificarlas,  elevándolas  á 
ideales  altísimos  y  evangélicos : 

"Migración  á  la  Vida  suprema, 
cuyas  libres  regiones  más  claras 
surcaremos  un  día  tan  puros 
cual  una  bandada  de  lirios  con  alas." 

En  tono  y  metros,  en  sinceridad  y  llaneza  de  lenguaje,  muy  se- 
mejante á  Bécquer  y  á  Gabriel  y  Galán;  sino  que,  en  vez  de  so- 
llozar, como  el  imo,  las  amarguras  del  amor  desengañado,  ó 
encomiar  las  placenteras  delicias  del  hogar,  como  el  otro,  sollozó 
y  cantó  las  amarguras  del  pueblo  despreciado  por  los  ricos,  por 
los  propios  vicios  acanallado.  Es  el  poeta  cristiano  y  moralista, 
pero  sin  escrupulillos  monjiles,  sin  intransigencias  ñoñas.  Piedad 
evangélica  chorrean  sus  estrofas.  Es  el  poeta  de  la  crítica  social, 
no  demoledora,  sino  edificadora.  Un  Núñez  de  Arce,  sino  que 
no  duda  ni  se  desalienta,  antes  robustece  los  ánimos  y  encamina 
los  espíritus;  que  no  es  tan  acicalado  y  académico,  empero  sí 
más  robusto  y  popular.  Es  el  poeta  realista,  de  pura  cepa  espa- 
ñola, que  no  se  intimida  por  la  grosería  de  un  vocablo,  cuando, 
incrustado  en  su  elegante  decir,  lleva  la  fuerza  que  pide  la  va- 
lentía de  su  entonación  poética.  Maneja  los  metros  castizos 
como  nadie,  derrocha  las  riquezas  del  habla  castellana  como- 
pocos,  aunque  sin  melindrear  por  un  neologismo  que  le  salga 
al  paso.  Sus  comparaciones  y  metáforas  son  de  un  poeta  sutil 
y  de  gran  fantasía.  Ha  sido  comparado  con  Guerra  Junqueiro 
y  con  razón;  sino  que  Junqueiro  es  un  Luzbel.  Almafuerte 
es  un  San  Miguel  arcángel.  Su^oesía  es  sociológica,  como  lo 
llevaba  su  época,  pero  evangélica  y  humana.  Es,  acaso,  el  poeta 
más  sano,  más  recio,  de  más  enjundia,  más  sincero  y  más  cas- 


I 


ALMAFUERTE 


S.  XIX,  1892.  PEDRO  BONIFACIO  PALACIOS        219 

tellano  que  ha  nacido  en  América.  Cabalmente  llegaba  á  la 
cumbre  del  Parnaso  cuando  Rubén  Darío  deslumbraba  á  la 
juventud  con  el  rielar  modernista  de  su  elegante  lira.  Todos 
se  fueron  tras  él.  La  cruel  injusticia  le  hizo  injusto  también; 
de  su  alma  brotaron  anatemas  amargos  y  el  decadentismo  se 
le  apareció  como  "un  grotesco  murciélago  dorado"  que  "ame- 
nazaba la  armonía  mental  de  los  escritores  y  de  los  artistas". 
Y  es  que  su  principal  virtud,  la  sinceridad,  hubo  de  chocar  cara 
á  cara  con  el  principal  vicio  del  modernismo,  la  simulación.  Su 
pensamiento  teníalo  puesto  en  Job  y  en  Jesús,  sintiendo  no  sólo 
sus  propias  penas  sino  las  de  todos  los  hombres,  sacrificando 
durante  toda  su  vida  á  su  austeridad  inflexible  y  á  su  idea  ab- 
soluta, noble  y  grande,  los  halagos  sensuales  y  las  vanidades  de 
la  tierra.  Solo  y  en  continuas  miserias  envuelto,  alzóse  con 
fiereza,  cual  robusta  encina,  por  cima  de  las  sabandijas  políticas 
y  de  las  florecillas  poéticas  del  modernismo.  Los  sufrimientos 
fueron  la  savia  que  le  hizo  crecer.  Fué  el  Walt  Whitman  cris- 
tiano y  de  raza  española.  Cantaba  solo,  porque  nadie  le  seguía 
ni  podía  seguirle  nadie.  Sólo  Gabriel  y  Galán,  la  otra  robusta 
encina  que  tan  sola  y  señera  subía  en  un  rincón  de  España,  pu- 
diera haberle  comprendido.  Ambos  árboles  robustos  hubieran 
entrelazado  sus  ramajes  y  derramado  sus  copas  por  América  y 
España.  El  de  acá  era  el  canto  regional;  el  de  allá,  el  canto 
sociológico :  las  dos  tendencias  estéticas  sanas  de  la  época.  Ga- 
briel y  Galán  es  mucho  más  poeta  que  Almafuerte;  pero  la  al- 
teza del  pensar,  la  reciura  del  decir,  la  sinceridad,  no  empañada 
por  ajenos  anhelos  de  figurar  que  lleva  á  lo  raro  v  afectado, 
son  cualidades  que  ponen  a  Almafuerte  por  cima  de  Rubén 
Darío,  cuya  poesía,  por  maravillosa  que  sea  en  su  hechura 
refinada,  flaquea  por  los  defectos  contrarios,  por  lo  afeminado 
de  los  pensamientos,  en  general,  por  la  blandenguería  en  el  decir, 
por  la  comezón  de  lo  raro  y  efectista.  En  sus  Lamcntacio7tes 
gimió  el  dolor  de  todos  los  caídos;  en  La  Inmortal  vibró  una 
de  las  notas  líricas  más  altas  de  América;  en  La  Sombra  de  la 
Patria  resonó  el  grito  desgarrado  de  la  Patria  que  apenas  aca- 
baba de  nacer  entre  la  fusilería  de  las  revoluciones.  La  Canción 
del  hombre,  Apostrofes,  Amorosas,  Sin  tregua.  Cívicas,  Cuerdas 
nuevas,  Cantar  de  los  cantares,  son  composiciones  que  andan 


220  FPOCA   REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

todavía  dispersas.  El  Misionero  fué  la  poesía  que  más  encantó 
á  todos,  después  Milongas  clásicas,  de  versos  duros  como  el 
acero,  vibrantes  como  el  oro,  fulgurantes  como  el  rayo. 

Juan  Maragall  (i 86o- i 91 2),  barcelonés,  tan  amante  de  Es- 
paña como  de  su  patria  chica,  apóstol  del  amor  como  ley  de  la 
vida,  sereno  y  virtuoso  varón,  que  tuvo  altísima  idea  de  la  poe- 
sía, la  cual  no  creía  poderse  dar  sino  en  un  alma  buena,  como 
de  hecho  lo  fué  la  suya;  poeta  en  catalán,  sincero  y  sentido, 
fresco  y  vivo,  con  algo  del  misticismo  franciscano,  retrató  la 
belleza  de  sus  pensamientos  y  de  su  obrar  en  sus  poesías.  Fué 
no  menos  clarividente  y  atinado  crítico  literario,  redactor  del 
Diario  de  Barcelona  por  muchos  años,  hasta  1903. 

José  Durban  Orozco,  natural  de  un  pueblo  de  Almería, 
donde  vivió  retirado  y  oscuro,  poeta  elegiaco  y  sombrío,  triste 
y  descorazonado,  bien  que  con  algunas  tonalidades  de  crepúsculo 
otoñal  acaricia  suavemente  el  alma.  Manejó  bien  los  ritmos 
y  empleó  dicción  castiza,  sin  extravagancias  modernistas.  Pu- 
blicó Afanes  eternos,  Madrid,  1892.  Tardes  grises,  Almería, 
1900.  La  Sombra,  poema,  ibid.,  1903. 

Antonio  Zayas,  diplomático,  es  el  gran  sonetista  á  lo  Here- 
<iia,  de  quien  no  quita  los  ojos.  Artista  parnasiano,  impeca- 
ble, que  pesa  y  mide  palabra  por  palabra,  lima,  pule,  tornea, 
suda  y  afana  por  meter  en  el  soneto  una  semblanza  de  per- 
sona, la  idea  de  un  cuadro,  cualquiera  otra  cosa  ó  pensamiento. 
"Ponen  todo  su  empeño  en  buscar  la  perfección  absoluta",  dijo 
Lemaitre  de  los  parnasianos ;  la  perfección  relativa,  diríase  me- 
jor, y  muy  relativa,  de  las  palabras,  á  las  cuales  posponen  el  fon- 
do poético,  la  idea  y  el  sentimiento,  resultando  fríos,  poco  pro- 
fundos y  más  ó  menos  afectados. 

45.  Pasó  la  infancia  Almafuerte  en  casa  de  sus  abuelos;  leyó  la 
Biblia  y  biografías  de  proceres  argentinos.  Educóse  en  Buenos  Aires, 
donde  estuvo  cinco  años  de  maestro,  hasta  1875 ;  de  1881  á  1887  enseñó 
en  Mercedes  y  Chacabuco;  de  1887  á  1894  en  Trenque-Lauquen,  y  t'^é 
redactor  del  Buenos  Aires,  de  La  Plata,  y  de  El  Oeste,  de  Mercedes; 
fundó  El  Progreso,  en  Chacabuco,  y  redactó  en  La  Plata  El  Pueblo. 
También  fué  maestro  en  El  Salto,  donde  escribió  Interrogante,  la  pri- 
mera poesía  que  publicó  en  La  Nación  y  le  hizo  ya  famoso.  En  1896  fué 
declarado  cesante  por  carecer  de  título,  y  aquel  año  fué  nombrado 
prosecretario  de  la  Cámara  de  Diputados  de  la  provincia,  cargo  que  le 


S.    XIX,     1892.    PEDRO   BONIFACIO    PALACIOS  22  1 

hicieron  dejar  á  los  dos  años,  quedando  con  la  jubilación  de  45  pesos^. 
pasando  mil  menosprecios  y  penalidades.   Dio    en  el   Odeón  lecturas 
(1913)  y  conferencias  en  varias  partes.  Antonio  Herrero,  A'.m::f..erie, 
1918,  pág.  69:  "Era  un  hombre  fuerte  y  vivo,  candoroso  y  rudo,  que  daba 
la  impresión  de  un  águila  caudal...  Hablaba  en  voz  tenante,  violenta- 
mente y  por  estallidos... ;  era  amable  y  exquisito,  con  la  férvida  ternura 
de  una  madre.  Cuando  estallaba  su  indignación,  rugía  como  una  fu- 
ria...; pero  apenas  pasada  la  tormenta,  volvía  á  ser  apacible  y  dulce 
como  un  niño...  Era  incapaz  de  fingir.  Era  un  volcán  de  sinceridad... 
Aceptó  heroicamente  la  pobreza  y  el  desprecio,  el  olvido  y  la  calumnia... 
Así  conservó  el  derecho  de   arrojar  sobre  los  hombres  las  más  trá- 
gicas  verdades...    Conservaba,   aun   en   la   hora   de   la   muerte,   la    fe 
candida  y  potente  de  los  niños   en  la  vida  y  en   el  bien...    Era  un 
héroe  del  Bien,  un  loco  del  Ideal  y  un  Quijote  del  Ensueño...  La  gran 
pasión  de  Almafuerte,  su  ídolo  más  querido,  á  quien  consagró  lo  más 
intenso  y  hondo  de  sus  poesías  y  también  de  sus  más  rudos  apostrofes 
fué  la  "chusma  sagrada",  en  cuya  tosca  alma  enorme  él  esculpió  la 
excelsa  figura  del  superhombre  futuro.  Y  esto  no  lo  realizó  en  la  poe- 
sía solamente,  como  algunos  poetas  populares  que,  aun  cuando  cantan 
al  pueblo,  se  alejan  de  él  y  hasta  lo  reniegan,  sino  con  su  vida  mis- 
ma...  No  ha  tenido  otro  propósito  ni  ideal  que  redimir  y   elevar  al 
hombre...;  ha  sido  el  poeta  del  Hombre...   al  hombre  interior...   No 
fué  literato,  ni  artista,  ni  poeta...;  él  ha  sido  sencillamente  un  hom- 
bre..., poeta  del  dolor  y  del  misterio  humano...,  en  someter  y  dominar 
á  la  naturaleza,  en  superar  el  plano  de  los  instintos,   viviendo  sola- 
mente la  vida  de  la  moral...  En  esa  lucha  moral  por  desbestializarse 
está  para  Almafuerte  el  objeto  y  el  fin  de  la  existencia...  Lo  que  Al- 
mafuerte no  amaba  ó,  mejor  aún,  detestaba,  es  el  sensualismo...   Et 
amor  para  él  era  algo  sagrado,  supremamente  moral,  como  cumbre  y- 
fuente  que  es  de  la  existencia.  Amaba  á  la  mujer  más  profundamente 
que  ninguno  de  los  literatos  actuales.  Por  eso  precisamente  no  la  en- 
diosaba en  su  aspecto  carnal  ni  la  dedicaba  vanos  galanteos...  Consti- 
tuye la  poesía  de  Almafuerte  una  piedra  de  toque  para  los  espíritus. 
Son  enemigos  de  ella  todos  los  estetas,  todos  los  decadentes,  los  jugla- 
res, los  bufones  de  todos  los  tiranos,  los  lacayos  espirituales,  los  com- 
binadores   de    "cocinitas   literarias",    los   pedantes    pontificadores,    los 
amoralistas,  los  inútiles  para  el  progreso,  los  partidarios  del  placer  á 
toda    costa,    los    canflinfleros    del    dolor   eterno;    y    son    admiradores 
de   su  obra  todas  las  almas  sinceras  y  apasionadas,  los  amantes  del 
bien  y  del  progreso,  los  rebeldes  conscientes  y  los  libres...  Para  Alma- 
fuerte  es  el  arte  sólo  un  vehículo...  Pero  siempre  su  arte  es  adecuado 
al  pensamiento  que  expresa.  Hay  una  fusión  perfecta  en  sus  poesías 
entre  la  forma  y  el  fondo.  Una  y  otro  están  fundidos  en  unidad  ideal. 
No  hay  una  sola  palabra  que  resulte  forzada,  ni  verso  ni  ritmo  alguno 
disonantes.  Tiene  esa  rotundidez  articulada  y  vibrante  que   es  la  ca- 
racterística del  genio...  Ante  todo  es  un  sintético.  Todos  sus  conceptos" 


222  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

y  poesías  son  grandes  bloques  de  síntesis."  Doctor  González,  Diario 
de  Sesiones  de  Buenos  Aires  (septiembre  27,  1916)  :  '^Almafuerte  es 
un  poeta  original  en  nuestro  medio.  Almafuerte  no  tiene  en  estricto 
sentido  de  forma  y  de  doctrina  con  quien  compararse  entre  nosotros. 
Si  es  verdad  que  se  asemeja  al  espíritu  analítico  de  Gutiérrez,  sale  de 
este  género  por  la  entonación  prof ética  de  su  estro.  Viviendo  en  otros 
tiempos,  por  ejemplo,  en  los  de  la  Judea  antigua,  Almafuerte  sería  un 
Ezequiel,  un  Isaías,  un  Salomón,  de  los  Proverbios  y  del  Cantar  de 
los  Cantares.  Es  la  comparación  más  exacta  que  he  podido  enconf:rar, 
ya  que  en  materia  de  juicios  literarios  las  comparaciones  son  casi  in- 
dispensables, Almafuerte  es  un  profeta,  porque  el  profeta  clásico  no 
era  solamente  un  conductor  de  pueblos;  era  un  inspirador,  era  un  vi- 
dente, que  encendía  la  zarza  famosa,  y  el  pueblo  seguía  tras  él.  Además, 
.Almafuerte  ha  hecho  una  vida  tan  orfginal,  se  ha  compenetrado  de  tal 
manera  con  la  vida  de  la  masa  popular  y  es  él  tan  hondamente  una 
parte  de  la  muchedumbre,  que  puede  llamársele  una  flor  de  esa  masa; 
y  así  como  vemos  que  en  los  litorales  de  nuestros  grandes  ríos  se  des- 
prende de  la  costa  y  viaja  sin  término  hacia  el  infinito  del  mar  la  flor 
del  camalote,  Almafuerte  es  como  un  florecimiento  del  alma  del  pue- 
blo: va  delante  de  él  hacia  lo  ignoto,  y  llega  hasta  penetrar  en  esa 
región  iluminada  que  los  poetas  religiosos  de  la  India  llaman  el  Nir- 
vana, hacia  donde  sólo  se  llega  viajando  "entre  los  mil  pétalos  del 
"Loto",  según  la  mística  expresión  de  Kabir...  Almafuerte  ha  produ- 
cido poemas  de  un  lenguaje  tan  extraño,  tan  potente  en  su  entonación 
y  rico  en  su  variedad  de  tonos  y  de  rimas,  de  giros,  de  efectos  musi- 
cales y  efectos  morales,  que  forma  él  solo  un  género  único,  exclusivo, 
suyo.  Es,  en  suma,  solamente  comparable,  bajo  este  aspecto,  con  los 
profetas  de  la  Judea  antigua,  Ezequiel  é  Isaías,  en  sus  invectivas  y 
anuncios,  y  como  Job  en  sus  lamentaciones.  En  tal  sentido  pueden  ser 
citados  sus  poemas  Jesús^  El  Misionero,  El  Cantar  de  los  Cantares, 
Las  Olímpicas,  La  Sombra  de  la  Patria  y  tantos  otros  en  que  su  robusta 
y  profética,  y  no  pocas  veces  juvenalesca  inspiración,  llega  á  su  má- 
xima amplitud,  que  pueden  ser  consideradas  como  poesías  guiadoras, 
poesías  superiores,  en  las  que  el  espíritu  del  pueblo  puede  sentirse 
siempre  retemplado  en  un  principio  de  a:lta  moral,  de  energía  supre- 
ma, y,  sobre  todo,  por  lo  que  este  poeta  más  inculca  en  el  espíritu  de 
"su  mundo",  esto  es,  el  sentimiento  de  la  independencia  personal,  y 
de  valor  tan  grande  de  la  individualidad  humana,  que  bajo  este  solo 
aspecto  merecería  ser  colocado  entre  los  grandes  educadores  de  nues- 
tro tiempo  entre  nosotros...  Puede  ser  llamado  "el  poeta  de  la  demo- 
"cracia".  En  Estados  Unidos  apareció  hace  tiempo  un  poeta  incalifica- 
ble, é  incalificable  del  punto  de  vista  académico,  ó  retórico,  6  litera- 
rio: me  refiero  á  Walt  Witman.  Es  un  poeta  de  fibra  natural;  es  un 
poeta  genésico,  que  expresa  las  cosas  que  ve  y  como  las  ve  en  la 
Naturaleza;  es  un  poeta  por  cuya  boca  la  Naturaleza  habla.  Se  le 
llama  allí  "el  poeta  de  la  democracia".  Y  es,  efectivamente,  el  poeta 


S.    XIX,    1892.    PEDRO   BONIFACIO    PALACIOS  2  ¿5 

de  la  democracia;  y  Almafuerte  se  le  parece  tanto,  bajo  este  aspecto, 
como  dos  identidades;  solamente  Witman  es  más  bárbaro,  en  el  sen- 
tido antitético  de  la  Academia,  y  en  el  de  vivir  de  las  fuerzas  de  la 
Naturaleza  misma,  que  son  de  producción  y  de  renovamiento  continuo, 
como  se  revela  en  su  terrible  apostrofe  que,  de  memoria,  traduzco : 

"¡  Parid,  parid,  parid ! 
¿Qué  hacéis  con  vuestros  frutos  encerrados? 
¿  Queréis,  acaso,  que  se  os  pudra  en  las  entrañas  ?" 

¿Y  no  se  está  oyendo  rugir  en  estos  "bárbaros"  la  musa  de  Alma- 
fuerte  F  Este  puede  llamarse  un  poeta  bárbaro,  como  Leconte  de  Lisie 
llamó  "bárbaros"  á  sus  poemas  de  asuntos  exóticos  ó  primitivos,  y 
también  en  esa  forma  de  interjección  tan  argentina  que  empleamos 
cuando  no  viene  á  los  labios  el  adjetivo  suficiente  para  expresar  nues- 
tra admiración  ó  sorpresa.  Es  un  verdadero  poeta  de  la  democracia. 
Este  es  uno  de  sus  mejores  títulos  á  la  gratitud  nacional.  Es  un  hom- 
bre que  enseña  en  todas  las  formas:  con  su  vida,  con  su  abnegación, 
con  sus  ideas.  Seria  un  romance  escribir  la  vida  de  este  poeta  dedicado 
á  la  dignificación  de  eso  que  él  ha  llamado  tantas  veces  "mi  chusma"; 
pero  eso  que  él  llama  su  chusma  es  la  masa  del  pueblo  de  que  ha  de 
nacer  todo;  es  como  el  vasto  pantano  donde  se  forma  el  humus  de  la 
tierra;  de  allí  nacen  todos  los  humus  que  van  á  desparramarse  para 
fecundar  las  tierras ;  allí  se  producen  los  fuegos  fatuos  que  guían  al 
viajero  en  la  noche,  y  allí  nace  también  el  loto  americano,  el  camalote, 
que  después  arrastran  las  aguas  hasta  la  inmensidad  del  mar.  Alma- 
fuerte  agranda,  sin  duda,  en  su  estro  magnificante  de  todas  las  ideas 
y  de  todas  las  cosas,  los  elementos  de  donde  saca  los  asuntos  de  su 
inspiración.  Lo  que  el  alma  del  poeta  siente  es  el  alma  de  la  muche- 
dumbre; es  la  multitud  desvalida,  aquella  que  no  tiene  gnía,  aquella 
que  no  tiene  conductores,  aquella  que  no  tiene  representantes,  aquella 
que  no  tiene  docentes.  Pero  es  que  allí  está  la  inspiración  más  potente 
de  la  nacionalidad,  y  así  es  como  este  gran  poeta,  que  á  la  vez  es  un 
apóstol,  que  á  la  vez  es  un  maestro,  es  un  alto  y  luminoso  guía  de  la 
conciencia  colectiva.  En  su  poema  El  Misionero  ha  hecho,  á  no  dudar- 
lo, como  muchos  otros  poetas  de  su  talla,  su  profesión  de  fe  de  apos- 
[tolado  evangélico,  moderno,  libre,  sin  dogmas  limitativos,  como  un 
San  Pablo  contemporáneo,  cuando  dice: 

"So}'  el  que  puso  paz  en  la  discordia, 
pan  en  el  hambre,  alivio  en  las  prisiones, 
y  en  la  obsesión  tenaz,  más  que  razones, 
puso,  sin  razonar,  misericordia." 

"Yo  renuncié  las  glorias  mundanales 
por  el  arduo  desierto  solitario, 
para  sembrar,  también,  abecedario 
donde  mismo  se  siembran  los  trigales." 


224  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-1907) 

Es  un  apasionado  santo,  es  un  "consagrado"  al  amor  de  la  niñez  y 
de  la  juventud,  como  esencia  de  la  Patria.  Como  el  bardo  indobritá- 
nico  Rudyard  Kipling,  ha  tenido  la  inspiración  de  escribir  el  Himno 
Nacional  Infantil;  como  aquél,  al  comenzar  la  guerra  europea,  tuvo 
la  inspiración  de  cantar  el  amor  supremo,  de  evocar  el  alma  de  la 
infancia,  de  la  patria  futura  en  su  Canción  de  los  Niños  (The  children's 
song),  en  la  cual  no  hay  un  solo  acento  de  odio,  sino  de  íntimo  amor 
por  la  tierra  nativa."  Victorio  M.  Delfino,  Almafuerte,  1917:  "Su  vida 
la  podemos  describir  en  dos  palabras:  fué  un  eterno  peregrinar,  em- 
puñando en  una  mano  el  silabario  y  en  la  otra  la  magnifica  lira  de 
los  acordes  inmortale-s.  Siempre  errabundo  y  solo,  monologueando 
como  el  Dante;  diestro  en  el  arte  de  estar  solo  en  medio  de  la  muche- 
dumbre que  le  rodeaba  sin  comprenderlo;  aislado  en  roca  Tarpeya 
como  Prometeo,  llorando  las  desgracias  de  la  vida  como  Petrarca  y 
como  Leopardi...  Y  en  todo,  en  la  tribuna,  en  la  escuela,  en  el  hogar 
y  en  la  calle,  parecía  como  su  Misionero.  Porque  si  queréis  saber  quién 
fué  Almafuerte,  leed  El  Misionero,  porque  él  no  fué  otra  cosa  que  ese 
fraile  laico,  ese  "miserable  que  amó  mucho"...  En  1893,  hallándose  en 
El  Salto,  remitió  á  La  Nación  una  poesía  que  apareció  fírmala  con 
el  seudónimo  de  Almafuerte.  Emilio  Castelar,  el  gran  tribuno,  la  trans- 
cribió en  El  Globo,  de  Madrid,  "con  un  encabezamiento  admirable  de 
"cien  líneas",  según  decía  Almafuerte  mismo  en  unos  apuntes  íntimos. 
En  El  Salto  escribió  también  Olímpicas  y  Cristianas,  y  dio  una  versión 
modificada  de  La  Sojnbra  de  la  Patria.  En  1896,  á  raíz  de  su  destitu- 
ción por  la  Dirección  de  Escuelas,  fué  nombrado  prosecretario  de  la 
Legislatura  de  la  provincia  de  Buenos  Aires.  En  esa  época  entregó  á 
la  publicación  el  prólogo  de  La  Inmortal,  Cantar  de  los  Can  ares.  Mi- 
longas Clásicas  y  otros  trabajos  menores.  Once  años  después  (1907) 
asumió  la  dirección  de  El  Pueblo,  cotidiano  de  La  Plata.  En  las  co- 
lumnas de  ese  diario  se  encuentra  una  considerable  parte  de  su  labor. 
Sus  publicaciones  poéticas  en  forma  de  libro  las  inició  en  1906  con 
Lamentaciones,  que  contenía  un  prólogo  del  malogrado  Más  y  Pí,  y 
las  siguientes  inmortales  composiciones:  Confíteor  Deo,  El  Misione-, 
ro.  Gimió  cien  veces,  Vencidos,  Mancha  de  tinta.  Llagas  profeticéis. 
Como  prosista  no  tiene  una  obra  orgánica ;  publicó  en  revistas  y  diarios 
las  cláusulas  perfectas  de  sus  Evangélicas  y  varios  discursos  magistra- 
les. Casi  en  nuestros  días  dio  á  luz  otro  libro,  Almafuerte  y  la  guerra, 
que  contiene  un  estudio  sobre  Neutralidad,  El  Apostrofe,  Los  sabios 
alemanes  y  otros  estragos  universitarios  y  un  breve  discurso.  Aún  en 
vida  se  publicó  un  pequeño  folleto  bajo  el  título  de  Milongas  Cl.  sicas, 
su  canto  á  la  "chusma".  Tales  son  las  obras  reunidas  que  durante  su 
existencia  publicó  este  genio  de  las  musas;  pero  á  fe  que  no  se  sabría 
decir  cuáles  son  sus  poemas  maestros;  si  las  sonoras  y  metálicas  es- 
trofas del  divino  Cantar  de  los  Cantares,  donde  dice  del  amor  ya  ido 
de  su  juventud  con  unción  religiosa,  sus  cadencias,  monorrítmicas  can- 
ciones que  le  inspirara  el  dolor  de  los   humildes,  sintetizadas  en  la 


S.  XIX,  1892.  PEDRO  BONIFACIO  PALACIOS        22  5 

miseria  de  su  "chusma"  doliente,  ó  su  profundamente  filosófico,  arqui- 
tectural, aquilino,  druídico,   de  corte    indomablemente  apostólico,  El 
Misionero,  que  es  su  Biblia,  su  evangelio,  su  "parto  más  doloroso". 
¿Cuál  era  su  doctrina  filosófica?,  preguntaréis.  Fué  ingenuamente  cris- 
tiano ;  un  cristiano  primitivo  de  aquellos  desharrapados  de  Judea,  sen- 
cillo como  los  mismos  de  Nazareth;  bíblico  como  los  primeros  profetas 
y  bueno  como  el  propio  Jesús.  Fué  un. cristiano  puro,  digo,  que  pr¿scó 
á  esta  estupenda  doctrina  que  ha  resistido  la  cruzada  de  veinte  siglos 
de  guerras  y  de  claudicaciones  humanas  los  esplendores  maravillosos 
de  su  arte  imperecedero,  Y  Almafuerte  no  fué  otra  cosa   ideológica- 
mente considerado,  porque  sabía  que  nada  más  grande  y  bueno  había 
creado  el  ente  humano  á  io  largo  de  los  siglos  que  la  moral  del  Galileo, 
que  redimía  al  esclavo  y  al  liberto,  que  glorificaba  al  amor,  que  coro- 
naba al  pobre  y  al  desvalido,  que  atacaba  á  los  Césares  de  todos  los 
tiempos,  que  llamó  á  los  hombres  á  la  montaña  nada  más  que  en  nom- 
bre de  la  paz  y  la  fraternidad  humanas,  que  levantó  el  poema  de!  amor 
maternal,  que  amaba  á  los  niños  y  á  las  flores,  lo  mejor  de  la  estirpe, 
y  que  proclamaba  la  paz  de  los  corazones  y  la  tranquilidad  de  las  con- 
ciencias. Y,  sobre  todo,  porque  el  gran  poeta  sabía  evidentemente,  pal- 
mariamente, que  los  fariseos  de  todos  los  tiempos,  que  los  Dioclecianos 
de  la  canalla  contemporánea  practicaban  un  cristianismo   invertido, 
convirtiendo  al  siervo  de  Jesucristo  en  un  severo  Pilatos,  que  absuelve 
ó  castiga  á  nombre  de  Aquel  que  dijo  que  no  había  jueces  ni  verdugos, 
y  á  los  apóstoles  en  sumos  señores  perfumados  de  heliotropo.  Procla- 
mar la  verdad  y  desenmascarar  á  los  simuladores  para  restablecer  cris- 
tianamente la  moral  sin  dogma  del  desharrapado  de  Jerusalén,  fué  toda 
su  preocupación  filosófica.  Bueno  es  saber  que  practicaba  un  cristia- 
nismo moderno,  reformado  por  su  conciencia  integérrima,  viril,  fuer< 
te;  no  emcumbraba  á  la  escoria  humana  ni  ponderaba  las  cualidades 
secundarias  de  la  especie;  trataba  de  redimir  á  los  miserables  por  idea 
y  por  la  enseñanza  paternal,  alumbrando  su  camino  con  la  antorcha 
de  la  esperanza...  Pero  no  hundía  en  la  charca  infecta  á  las  víctimas 
ni  las  obligaba  á  extender  la  mano  al  transeúnte,  sino  que  las  levan- 
taba cariñosamente  en  sus  hombros  y  amasaba  su  propio  barro   para 
reivindicarlas.  Y  esto  lo  hacía  como  un  padre  apostólico  de  fe;  á  las 
veces  era  el  consejo  sano,  santo,  suave  como  una  caricia;  otras,  la 
amonestación;  pero  también,  muy  á  menudo,  los  latigueaba  como  á  un 
ejército  del  mal...  Era,  pues,  un  Cristo,  un  redentor  moderno.  Senti- 
mentalmente, Almafuerte  era  un  conglomerado  de  odio  y  amor:  odio 
al  mal,  amor  al  bien ;  he  ahí  todo.  Fué  augur  y  fué  profeta ;  fué  hom- 
bre, fué  niño,  fué  flor,  fué  poeta,  fué  apóstol  y  fué  filósofo.  Pero,  ante 
todo  y  sobre  todo,  fué  un  genio.  En  una  palabra:  Almafuerte  fué  un 
místico  absoluto  que  presagiaba  para  el  futuro,  no  El  Hombre  Libre, 
que  diría  Nietzsche,  sino  El  Hombre  Bueno,  que  había  dicho  Jesús,  y 
que  es  la  más  grande  de  las  libertades...   Como  artista,  Almafuerte 
puede,  pues,  clasificarse  entre  los  poetas  de  combate  que  han  usado  su 

TOMO  X  —15 


220  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

estro,  preferentemente,  con  un  nobilísimo  fin  de  mejoramiento  humano. 
Su  perfil  indomable  es  el  de  un  apóstol,  el  de  un  vidente."  Almafuerte 
publicó  en  revistas  y  periódicos :  La  Inmortal,  Milongas  clásicas,  La 
Canción  del  hombre,  Cristianas,  Apostrofes,  Amorosas,  Sin  tregua, 
Civicas,  Cuerdas  nuevas,  Confiteor  Deo  (1904),  Gimió  den  veces 
(1904),  Vencidos  (1904),  El  Misionero  (1905),  Mancha  de  tinta  (1905). 
Aparte,  Lamentaciones,  La  Plata,  1906.  Evangélicas,  sentencias  breves 
y  hondas  en  prosa,  1915.  Apostrofe:  guerra  europea,  1915;  Santiago, 
191Ó.  La  Sombra  de  la  Patria,  poema.  Poesías,  1916,  con  prólogo  de 
Más  y  Pí;  Montevideo,  1917.  Amorosas,  Buenos  Aires,  1917.  Consúl- 
tense: G.  Lafond,  Le  poete  argentin  Almafuerte,  1917  (en  La  Nouvelle 
Revue,  París,  270-276).  Alberto  J.  Mazza,  Almafuerte,  Rosario,  1917. 
Yictorio  M.  DelfinOj  Almafuerte :  su  personalidad  y  su  obra,  conf .,  Bo- 
lívar, 1917.  Alfredo  J.  Torcelli,  De  Almafuerte  (en  Nosotros,  núme- 
ros 105-107,  1917).  Antonio  Herrero,  Almafuerte:  su  vida  y  su  obra, 
Buenos  Aires,  1918.  Alberto  Mendioroz,  Almafuerte,  La  Plata,   1918. 

Luis  Zulueta,  La  Lectura,  1912  (enero) :  "Maragall,  que  por  su  parte 
fué  uno  de  esos  hombres  extraordinarios  artífices  de  su  alma,  creado- 
res dentro  de  sí  mismos  de  un  alto  tipo  de  perfección  humana,  del 
mismo  modo  cincelaba  primorosamente  sus  poesías  que  cincelaba  una 
por  una  las  horas  de  su  existencia."  Obras  completas,  Barcelona, 
1912-13,  II  vols.,  con  retrato.  Serie  catalana:  Poesies,  dos  vols.  Es- 
crits  en  prosa,  dos  vols.  Serie  castellana:  Artículos,  1892-1911,  cinco 
volúmenes.  Elogios,  un  vOl.  Poesías.  Elogio  de  la  palabra,  discurso  en 
el  Ateneo  de  Barcelona,  1903.  Renovación,  San  José  de  Costa  Rica, 
1918.  Consúltense:  Sesión  celebrada  en  el  Ateneo  de  Madrid  en  honor 
de  J.  Maragall,  1912  {La  Lectura,  XII)  ;  Miguel  Santos  Oliver,  En 
Maragall,  Barcelona,  1912;  Ramón  M.  Tenreiro,  /,  M.,  1913  (en  La 
Lectura,  XIIP,  1-7,  121-133;  XIII^  1-15);  Fray  M.  D'Esplugas,  Ma- 
ragall: notes  intimes,  1912;  Alfons  Maseras,  Un  poete  catalán,  1912 
(en  Revue  du  temps  présent). 

Antonio  de  Zayas:  Poesías,  Madrid,  1892.  Joyeles  bizantinos,  1902, 
Retratos  antiguos,  1902.  Paisajes,  versos,  1903.  Noches  blancas,  poe- 
sías, 1905.  Leyenda,  1906.  Ensayos  de  crítica  histórica  y  literaria,  1907. 
Reliquias,  sonetos,  1910.  Epinicios,  1912.  Los  Trofeos,  romancero  y 
los  conquistadores  de  oro,  de  J.  M.  de  Heredia,  en  verso  castellano. 
A  orillas  del  Bosforo,  versos,  1913.  i 

46.  Año  i8q2.  Jacinto  Ben avente  (n.  1866-),  madrileño, 
fué  hijo  del  afamado  médico  de  niños  don  Mariano,  cuyo  busto 
está  en  el  Retiro ;  estudió  el  bachillerato  y  algo  de  leyes ;  pero 
fallecido  su  padre  cuando  él  tenía  diez  y  nueve  años  (1885),  dejó 
la  carrera  y  dióse  á  viajar  por  Francia,  Inglaterra  y  Rusia,  donde 
fué  empresario  de  circo,  mostrando  en  ello  su  inclinación,  no 
míenos  que  en  sus  juegos  cuando  muchacho,  que  se  entretenía 


JACINTO  BENA VENTE 


S.  XIX,    1892.  JACINTO  BENAVENTE  227 

con  SU  teatrito  Guignol,  y  más  tarde  en  sus  aficiones  de  actor 
que  ejerció  a  veces,  bien  que  con  mediana  fortuna.  Todos  estos 
deportes  se  los  permitia  el  desahogo  económico  con  que  el  pa- 
dre dejó  á  la  familia.  Fué  director  de  Vida  Literaria  (1899)  y 
Madrid  Conuco;  colaborador  de  RezK  Contemp.  (1898),  La 
Ilustr.  Esp.  (1897-99),  El  Arte  del  Teatro  (1902),  La  Lectura. 
Helios  (1903-04),  Los  Cómicos,  Alma  Española  (1904),  El  hn- 
parcial.  En  sus  primeras  obras  teatrales  inspiróse  en  la  nueva 
manera  de  los  franceses  I^avedan,  Donnay,  Capus,  que  es  una 
sátira  social  condescendiente  y  benigna,  de  fina  y  aguda  observa- 
ción, de  ironía  graciosa  y  sin  hiél,  de  diálogo  fácil  y  chispeante. 
Estas  son,  cabalmente,  las  dotes  del  ingenio  de  Benavente ;  pero  ya 
por  su  temperamento  artístico,  más  cerebral  y  de  pensador  que  de 
imaginativo  y  de  visión  plástica,  ya  por  su  educación  en  obras 
francesas,  cuya  tendencia  didáctica  y  moral  de  siempre  señalábase 
todavía  más  á  la  sazón  por  el  prurito  de  llevar  doctrinas  sociológi- 
cas á  las  tablas,  la  concepción  dramática  de  Benavente  falló  por 
su  base  desde  las  primeras  obras.  Eran  más  bien  á  manera  de 
conferencias  tenidas  en  el  escenario  entre  algunos  personajes, 
sin  fábula  apenas  reciamente  tramada,  sin  unidad  de  acción, 
sin  caracteres  bien  perfilados,  sin  el  consiguiente  contraste  de 
pasiones  en  situaciones  dramáticas  y  sin  los  afectos  y  efectos 
trágicos  ó  cómicos  que  de  ellas  broten  naturalmente.  Satírico 
social  y  hombre  de  pensar  ingenioso  y  sutil,  concebía  la  obra  tea- 
tral como  una  tesis  social  ó  filosófica  ingeniosamente  planteada 
por  el  entendimiento  que  había  que  concretar  después  en  una 
fábula;  en  vez  de  aprender,  ante  todo,  con  la  imaginación  un 
acontecimiento  ó  escena  real  de  la  vida,  de  la  cual  pudiera  ó  no  "< 
desprenderse  una  lección  ética  y  sociológica.  El  intento  de  la 
comedia  y  del  drama,  según  la  tradicional  escuela  francesa  y 
más  de  la  dramaturgia  sociológica  á  la  sazón  reinante,  era  co- 
rregir públicamente  el  vicio,  ya  con  el  arma  del  ridículo,  á  lo 
Moliere  y  Bretón;  ya  con  la  del  escarmiento,  á  lo  Kotzebue  y 
Taniayo ;  ya  con  entrambos  á  la  vez,  á  lo  Moratín.  Pero  el  tea- 
tro no  se  hizo  para  corregir  ni  enseñar.  "Nosotros  entendemos, 
decía  Larra  siguiendo  la  tradición  española  {La  niña  en  casa  y 
la  madre  en  la  máscara),  que  la  moral  de  una  comedia  no  la 
ha  de  poner  el  autor  en  boca  de  este  o  de  aquel  personaje;  ha 


/ 


«28  ÉPOCA  REGIONAL  Y   MODERNIST.i   (1888-I907) 

de  resultar  entera  de  la  misma  acción,  y  la  ha  de  deducir  for- 
zosa é  insensiblemente  el  espectador  del  propio  desenlace."  Be- 
navente,  por  cerebral  y  por  educación  afrancesada,  procedia  al 
revés :  primero  el  intento  doctrinario,  satíricosocial,  después  ver 
cómo  ese  intento  puede  encarnarse  en  una  acción,  la  cual,  por 
lo  mismo,  resultaba  floja  )■  poco  plástica,  los  personajes  no  eran 
caracteres  vivos,  sino  muñecos  que  habían  de  disertar  más  bien 
que  no  obrar :  y  sin  fábula  ni  caracteres  no  era  posible  se  diesen 
contrastes,  situaciones  ni  pasiones  dramáticas.  No  es  el  teatro 
escuela  de  virtudes  ni  siquiera  escuela  de  la  vida.  Cuando  así 
se  toma  llámase  teatro  docente,  que  es  un  inferior  teatro, 
puesto  que  mira  más  bien  á  la  enseñanza  que  al  arte.  El 
mismo  poema  didáctico,  en  tanto  es  arte  cuanto  es  él  el  in- 
tento principal  del  poeta,  quedando  la  enseñanza  como  pura  ma- 
teria del  poema.  La  expresión  pura  y  desinteresada  de  la  vida, 
el  retrato  sincero  del  vivir  humano :  tal  es  el  fin  del  teatro,  como 
de  las  demás  artes ;  diferenciándose  de  los  otros  géneros  litera- 
rios por  el  modo  de  expresión,  que  consiste  en  que  esa  vida  se 
exprese  poniéndose  en  acción  (drao  =  obrar).  El  teatro  de  Bena- 
vente  es  un  nuevo  género  de  espectáculo  teatral.  No  es  expre- 
sión de  la  vida,  sino  filosofía  crítica  de  la  vida.  En  todas  sus 
obras  adviértese  al  punto  el  propósito  de  filosofar  de  la  mayor 
parte  de  sus  principales  personajes.  De  lo  que  ven  suceder  á 
otros  y  de  lo  que  á  ellos  mismos  sucede  sacan  su  epi fonema  al 
canto.  Y  no  como  en  el  teatro  de  Eurípides,  por  ejemplo,  don- 
de se  esparcen  acá  y  acullá  alguna  que  otra  sentencia,  como 
brillantes  que  resaltan  de  la  tela  que  la  vida  en  acción  va  tejien- 
do, sino  que  el  filosofar  sobrepuja  con  mucho  al  obrar :  no  bro- 
tan las  sentencias  como  epi  fonemas  naturalmente  desprendidos 
de  la  acción,  sino  que  apenas  hay  más  acción  que  la  cadena  de  si- 
tuaciones flojamente  trabadas,  dispuestas  con  el  fin  de  que  el 
razonamiento  filosófico  continúe  sermoneándose  por  los  prin- 
cipales personajes.  Expresión  de  la  vida  en  acción :  tal  fué  siem- 
pre el  teatro ;  las  sentencias  tomábanse  como  uno  de  tantos  ador- 
nos que  abrillantaban  el  estilo  y  condensaban  la  filosofía  que  de 
esa  vida  retratada  resurtía.  En  el  teatro  de  Benavente  hase  vol- 
cado el  teatro  de  arriba  abajo :  el  razonamiento  filosófico  es  el 
intento  principal  que  sobrenada,  la  acción  es  tan  sólo  un  flojo  ca- 


S.  XIX,    1892.  JACINTO  BENAVENTE  219 

fiamazo  sobre  el  cual  se  borda  la  tesis  con  el  oro  de  ingeniosas  y 
profundas  sentencias.  Lo  que  era  antes  fin,  la  acción,  hase  con- 
vertido en  medio;  lo  que  era  medio,  las  sentencias  y  el  razona- 
miento, hase  convertido  en  fin.  El  habla,  el  diálogo,  en  el  teatro, 
era  medio  explicativo  del  choque  de  las  pasiones  que  resulta  de  las 
situaciones  en  que  los  encontrados  caracteres  de  los  personajes 
se  hallaban ;  y  este  colocar  los  caracteres  en  situaciones  que  cho- 
quen y  expresen  lo  que  es  la  vida  es  lo  que  se  llama  acción,  obrar, 
sustancia  propia  del  género  teatral.  En  las  obras  de  Benavente 
todo  está  vuelto  del  revés :  no  hay  situaciones  para  que  haya 
choque  de  caracteres  y  con  ese  obrar  resalte  la  vida  humana, 
sino  situaciones  para  que  los  personajes  filosofen  y  critiquen 
esa  misma  vida  humana,  de  donde  el  diálogo,  antes  medio,  hase 
hecho  fin,  y  el  obrar,  poniéndose  los  caracteres  en  situaciones 
de  chocar,  hase  convertido  en  medio.  Es,  pues,  una  filosofía  crí- 
tica de  la  vida  el  teatro  de  Benavente,  no  pura  expresión  ó  retra- 
to de  la  vida.  En  segundo  lugar,  el  teatro  hemos  dicho  que  se 
diferencia  de  los  otros  géneros  literarios  en  el  modo,  que  es 
poniendo  esa  vida  en  acción.  En  el  teatro  de  Benavente  el  crítico 
filosofar  sobre  la  vida  hácese  mediante  el  continuo  razonar  de 
algunos  personajes;  la  acción  es  la  menor  posible,  en  cuanto 
varíen  los  casos  que  al  razonar  filosófico  va  pidiendo.  A  veces 
diríase  el  escenario  una  redacción  de  periódico,  adonde  van  lle- 
gando uno  tras  otro  con  las  varias  noticias  sobre  un  acontecimien- 
to del  que  están  hablando  dos  o  tres  personas ;  sino  que,  en  lu- 
gar de  ser  esas  personas  redactores  del  periódico  ajenos  al  acon- 
tecimiento, son  de  los  personajes  que  en  el  acontecimiento  han 
terciado.  Prueba  y  consecuencia  á  la  vez  de  no  ser  lo  que  allí  se 
hace,  sino  lo  que  se  dice,  lo  principal,  es  que  apenas  hay  movi- 
miento de  pasiones,  choque  de  intereses  y  de  afectos,  ni  bien  es- 
culpidos caracteres,  ni  acción  única  y  apretada.  Por  maravilla  se 
ve  el  corazón ;  siempre  señorea  la  cabeza  en  las  obras  de  Bena- 
vente. De  aquí  que  falte  calor  y  ternura  y  que  casi  no  resalte 
un  tipo  de  verdadera  mujer  sensible  y  tierna,  obra  siempre  más 
del  corazón  que  de  la  cabeza.  Es  un  teatro  nada  i)asional,  sino 
cerebral  casi  enteramente.  Benavente  hubiera  hecho  novelas  fi- 
losóficocríticas  admirables,  tan  puramente  cerebrales  y  tan  ri- 
camente ingeniosas  como  las  de  T.  Valera,  diferenciándose  en 


230  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

que  las  de  éste  son  de  análisis  psicológico  mediante  una  sutil 
casuística  ó  desmenuzamiento  de  una  conciencia  por  medio  de 
la  dialéctica  dialogada,  mientras  que  las  de  Benavente  hubieran 
sido  de  filosofía  crítica  sobre  el  vivir.  En  ambos  autores  seño- 
rea el  razonamiento.  Sólo  que  Valera  sabía  enredar  narrando  una 
acción  para  que  las  pasiones  se  manifestasen,  y  Benavente  no 
acierta  comúnmente  á  enredarla  obrando  ni  acaso  narrando,  con- 
tento con  variar  las  escenas  para  seguir  el  razonamiento  crítico- 
filosófico.  Ese  variar  de  escenas  lo  hace  Benavente  harto  des- 
mañadam^-ente :  entran  y  salen  los  personajes  según  le  conviene 
al  autor,  sin  tener  cuenta  con  la  verisimilitud ;  menor  cuenta  se 
tiene  todavía  con  ella  no  pocas  veces  en  el  comportamiento  de 
los  personajes.  La  razón  es  porque  tiene  puesta  la  mira  en  su 
filosofía  de  la  vida,  y  no  en  la  expresión  pura  de  la  vida^ 
en  la  cual  toda  inverisimilitud  es  grave  mancha  que  des- 
miente á  la  verdad,  que  falsea  la  realidad,  que  hace  ma- 
lo el  retrato.  No  es,  pues,  mediante  la  acción,  sino  mediante 
el  razonamiento,  como  Benavente  expresa  comúnmente  en  el 
teatro  lo  que  expresa.  No  pertenece,  pues,  su  obra  al  género 
dramático,  sino  á  otro  género  nuevo,  mixto  de  acción  y  ra- 
zonamiento, predominando  el  razonamiento  á  la  acción.  No  está, 
se  ha  dicho,  lo  dramático  en  los  bastidores  y  aparato  esceno- 
gráfico, y  casi  sin  él  se  representaba  en  Atenas  y  en  la  España 
de  la  época  clásica.  Ni  está  en  que  un  razonamiento  filosófico- 
crítico  de  la  vida  se  ponga  en  boca  de  varios  personajes,  tipos 
criticados  y  criticadores  de  ese  razonamiento.  Estas  dos  cosas 
son  las  que  señorean  las  obras  de  Benavente.  Pero  falta  ó  está 
flojísima  otra,  en  que  sustancialmente  consiste  el  género  dramá- 
tico :  en  que  en  vez  de  razonar  sobre  la  vida,  se  haga  allí  mismo 
la  vida  por  medio  del  obrar  de  los  personajes.  La  vida,  tal  cual 
ella  es,  bien  que  condensada,  como  en  toda  obra  de  arte,  es  la 
que  el  público  fué  siempre  á  ver  representada  en  las  tablas.  Be- 
navente ha  inventado  un  nuevo  género  de  espectáculo  teatral, 
artístico  sin  duda;  pero  que  más  bien  que  para  el  público 
común  es  para  un  público  escogido,  que  gusta  de  oír  filoso- 
far acerca  de  la  vida  de  una  manera  más  artística  to- 
davía, por  menos  abstracta,  de  lo  que  puede  lograrlo  le- 
yendo á  los  grandes  filósofos  alemanes,  á  Schopenhauer,  por 


S.  XIX,    1892.  JACINTO  BENAVENTE  23 1 

ejemplo.  Cierto  que  en  un  breve  espectáculo  no  puede  des- 
envolverse una  fantasía  filosófica,  una  teoría  completa  del  vi- 
vir como  la  de  aquellos  filósofos;  pero  en  cambio  los  pedazos 
que  de  ella  pueden  llevarse  á  la  escena  alcanzan  una  concreción 
poética  mucho  mayor,  encarnando  en  tipos  vivos  que  medio 
viven  la  vida  sobre  la  cual  ellos  mismos  filosofan,  ya  que  vivirla 
del  todo  y  filosofarla  á  la  vez  fuera  acaso  imposible.  Con  todo, 
hay  momentos,  escenas  sueltas,  en  que  la  fuerza  poética  del  in- 
genio es  en  Benavente  tan  poderosa  que  logra  fundir  ambas  cosas 
en  un  solo  bloque,  como  Calderón  acertó  por  manera  acabada 
á  hacerlo  en  La  vida  es  sueño.  El  teatro  calderoniano  queda,  sin 
embargo,  siempre  dentro  del  género  dramático,  por  cuajar  de 
lleno  la  idea  en  la  vida  que  allí  se  representa,  mientras  que  en 
las  obras  de  Benavente  la  filosofía  razonada  sobrepuja  casi  siem- 
pre al  vivir  representado  en  la  escena.  Aceptado  tal  cual  nos  lo 
da  el  autor  este  nuevo  género  de  espectáculo,  de  suyo  inferior 
por  híbrido  de  filosofía  y  drama,  y  propio  fruto  del  espíritu  do-  y 
cente,  sociológico  y  filosófico  que  en  estos  últimos  tiempos  ha 
envestido  el  arte  europeo,  y  que  tan  contrario  es  al  arte  realista 
y  desinteresado  de  la  tradición  española,  la  obra  teatral  de  Bena- 
vente es  maravillosa  por  la  ejecución.  Cuanto  al  filosófico  razo- 
nar, con  dificultad  se  hallará  autor  de  cuyas  obras  pudiera  com- 
pilarse un  breviario  de  sentencias  tan  hondas  acerca  del  vivir 
humano,  tan  ingeniosamente  rodeadas  y  tan  galanamente  dichas. 
Acaso  no  tenga  quien  en  esto  le  venza,  en  esta  España  del  galano 
decir  sentencioso,  fuera  de  Gracián,  Quevedo  y  Séneca.  De  esta 
madera  castiza  es,  sin  duda,  Benavente  en  esta  parte,  tan  extran- 
jero en  otras  cosas.  Es  el  mismo  aliento  ético  tradicional  espa- 
ñol que  aviva  toda  nuestra  literatura  de  antaño  y  es  la  misma 
galanura  en  el  decir,  el  mismo  redondear  del  concepto.  Aquellos 
hermosos  diamantes  que  Calderón  y  demás  antiguos  dramáti- 
cos dejan  caer  con  sus  sentenciosos  epifonemas  en  el  diálogo 
teatral  y  que  Gracián  derrochó  en  los  sonorosos  y  ricos  sartales 
del  Criticón,  son  los  que  también  engarza  generosamente  y  á  la 
continua  nuestro  autor  en  el  hilo  de  oro  del  galano  é  ingenioso 
dialogar  de  sus  personajes.  Cuanto  a  la  acción,  que  suele  ser 
floja  cual  burdo  cañamazo  sobre  el  cual  lo  va  bordando, 
para   que   mejor   se   acomode   á   la   libre    fantasía    filosófica, 


232  ÉPOCA  REGIONAL   Y   MODERNISTA   (1888-I907) 

suele  las  más  veces  ponerla  en  países  lejanos  y  aun  fantásticos, 
que  no  están  en  el  mapa  y  en  edades  ó  legendarias  ó  soñadas. 
Así  espacio  y  tiempo,  vagos  y  como  de  sueño,  sírvenle  á  mara- 
villa para  no  chocar  con  la  realidad  y  no  atar  torpemente  el 
vuelo  soñador  de  su  filosófico  ingenio.  Por   la  misma  razón 
acude  á  menudo  a  los  personajes  de  la  comedia  de  arte  italiano, 
para  encarnar  más  al  propio  en  faranduleros  tradicionales  y  en 
tipos  ya  hechos  sus  fantasías  filosóficas.  Ello  presta  no  menos 
un  cierto  humorismo  a  la  expresión  de  la  vida,  sobre  la  cual 
han  de  filosofar  gentes  que  en  la  farsa  viven;  con  lo  que  logra 
el  ingeniosísimo  Benavente  envolver  en  burlas  las  veras;  ves* 
tir  la  grave  verdad  con  ropajes  arlequinescos  de  vistosos  colo- 
res, expresar,  burla  burlando,  las  más  hondas  filosofías.  Que  así 
sabe  mezclarse  el  grave  padre  de  familia  en  los  juegos  de  sus 
hijos  chiquitos,  haciéndose  á  ellos  y  rebajándose  al  parecer  para 
subirlos  hasta  sí  y  levantarles  á  lo  más  encumbrado  del  pensar. 
Es,  pues,  el  teatro  de  Benavente,  si  filosófica  y  críticamente 
razonador  por  su  esencia,  fantástico  por  la  forma.  A  estas  cua- 
lidades del  ingenio  filosófico  en  el  razonar  y  de  la  fantasía  en 
el  tramar  fantástico  hay  que  añadir  otra  y  de  las  más  pujantes 
en  Benavente.  Parando  la  atención  tan  sólo  en  escenas  sueltas, 
en  pasos  particulares,  adviértense  rasgos  del  cómico  más  fino, 
del  satírico  más  punzante,  hasta  del  realismo  más  inesperado 
en  un  autor  que  parece  siempre  huir  la  expresión  de  la  vida 
real  en  el  cuadro  total  de  cada  obra.  Tipos  reales  arrancados 
de  nuestra  sociedad  chispean  en  algunos  pasajes,  pinceladas  va- 
lientes de  un  cómico  elevado;  punzantes  alusiones,  que  cree  el 
espectador  verlas  volar  y  clavarse  en  el  fulano  ó  en  el  mengano 
que  por  ahí  tiene  conocidos.  De  modo  que  este  Benavente,  que 
apenas  parece  capaz  de  urdir  ni  una  pieza  entera  que  pueda  lla- 
marse comedia,  tiene  continuos  aciertos  en  los  pormenores,  dig- 
nos de  Moliere  y  harto  más  vivos  que  Moratín,  con  humorismo 
más  exquisito  y  gusto  más  refinado  que  entrambos ;  este  Bena- 
vente, que  huye  siempre  de  la  realidad  y  parece  por  naturaleza 
temperamento  idealista  y  fantaseador,  tiene  toques  de  un  rea- 
lismo tan  vivo  como  castizo.  Todas  estas  cualidades  dan  como 
resultado  obras  teatrales  que  parecen  revistas  cómicas  á  veces, 
á  veces  vistosas,  movidas  y  cómicas  operetas;  pero  revistas  y 


S.  XIX,    1892.  JACINTO  BENAVENTE  233 

Operetas  de  un  mucho  más  subido  valor  que  las  traídas  por  el 
genero  ínfimo,  cuanto  el  ingenio  de  Benavente,  su  rica  fantasía, 
su  filosofía  honda,  su  gallardo  decir  sobrepujan  a  los  ingenios 
menores  contemporáneos.  Tal  es  la  manera  filosóficocrítico fan- 
tástica que  prima  y  señorea  el  teatro  de  Benavente,  tal  su  ma- 
nera propia,  que  brilla  en  sus  obras  de  mayor  empeño  y  que 
■da  el  tono  á  todas  en  común,  mezclándose  más  ó  menos  en 
algunas  particulares,  donde  acaso  pretendió  atenerse  á  la  manera 
<lel  teatro  tradicional.  De  éste  ha  logrado  componer  algunas  pie- 
zas pequeñas,  de  acción  sencilla,  que  podemos  llamar  saínetes 
y  entremeses,  de  aristocrática  marca,  tan  perfectos  ó  más,  y  por 
de  contado  más  filosóficos  de  fondo,  que  los  compuestos  por 
nuestros  mejores  saineteros  modernos.  No  brilla  en  el  saínete 
popular,  por  desconocer  el  habla  del  pueblo,  que  con  tanta  destreza 
manejaba  Cerv^antes  y  algunos  modernos  han  manejado;  pero 
sí  en  el  saínete  de  gentes  aristocráticas  ó  de  elevada  clase  social. 
cu3'as  cursilerías  y  necedades  ha  despellejado  y  descubierto  al 
vivo  cual  ningún  otro  autor.  Cuando  ha  pretendido  alargar  el 
paso  cómico  hasta  convertirlo  en  comedía,  Benavente  ha  fa- 
llado :  la  trama  se  le  deshí lachó  entre  los  dedos,  quedando  por 
extremo  floja.  Últimamente  ha  acudido  al  simbolismo,  cre- 
yendo con  él  apretar  y  dar  unidad  á  la  acción;  pero  el  sím- 
bolo es  lazo  harto  deleznable  y  vago  hasta  en  la  literatura 
escrita,  cuanto  más  en  la  obra  teatral,  donde  sólo  la  vida  real 
asienta  y  campea,  despegándose  de  la  escena  cuanto  huela  á 
ideal  y  no  echándose  apenas  de  ver  cuanto  frise  en  lo  simbó- 
lico. En  suma,  Benavente  hará  maravillas  en  el  elevado  y  corto 
saínete  cómico  y  en  obras  largas  de  la  nueva  y  personal  manera 
suya,  fantásticofílosóficocrítica,  y  no  es  corta  alabanza  sobre- 
pujar á  muchos  en  lo  uno  y  ser  único  en  lo  otro  y  ser  inventor 
de  un  nuevo  género  de  espectáculo,  inferior  al  tradicional  en 
el  teatro  por  su  idealismo  y  tendencia  razonadora,  pero  tan  ar- 
tístico como  el  que  más.  Benavente  es  un  hombre  de  gran  ta- 
lento, que  parece  ha  pasado  por  todo,  lo  ha  visto  todo ;  recono- 
ce que  la  sociedad  incorregible  es  mala  y  siempre  fué  mala 
y  seguirá  siendo  mala ;  que  la  vida  misma  es  inexplicable,  por  lo 
menos  para  él,  y  que  él  es  un  átomo  de  tantos  en  el  universo, 
ignorante  de  dónde  viene  ni  adonde  va  e  impotente  para  cam- 


234  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

biar  el  curso  de  las  cosas.  ¿Qué  hacer?  Escéptico,  no  da  en- 
trada en  su  mente  á  ningua  solución,  acaso  á  ninguna  ver- 
dad; ingenioso,  no  puede  contentarse  con  dejarse  arrastrar 
por  la  ola  de  la  vida,  como  los  más,  sin  abrir  el  pico 
y  pronunciar  su  fallo.  Y  fallo  no  lo  da,  porque  ni  siquiera  en- 
tiende se  pueda  fallar  sobre  lo  que  no  se  conoce.  Siéntase,  pues,. 
á  la  orilla  del  vivir,  y  escribe  con  el  dedo  en  la  arena,  sonriendo 
plácidamente,  ora  una  acotación  festiva,  ora  una  glosa  mordaz. 
No  le  merecen  la  vida  ni  los  hombres,  las  tonterías  de  los  hombres 
y  el  juguete  de  la  vida,  más  que  eso,  un  chiste,  una  sonrisa.  Be- 
navente  diríase  que  se  tapó  la  cara  con  las  manos,  horrorizado 
al  asistir  á  un  drama  de  Echegaray,  que  salió  demasiado  serio 
del  teatro  donde  vio  un  drama  de  Galdós,  y  que  se  dijo  :  "Aquello 
es  falso,  esto  está  tomado  demasiado  en  veras.  Preferible  es  lo 
segundo.  Pero  Galdós  debe  de  tener  músculos  de  acero  y  yo  los 
tengo  de  cuerdas  de  violín.  Galdós  pretende  convertir  la  socie- 
dad española  á  la  moral  naturalista,  y  se  siente  con  bríos  de 
apóstol,  con  alma  de  redentor,  con  cerebro  de  sabio;  yo  halla 
que  esa  pretensión  es  una  quimera,  que  no  he  nacido  para  após- 
tol ni  para  dogmatizar  ni  dar  siquiera  por  verdades  las  que  no 
veo  que  lo  sean ;  la  vida  hay  que  tomarla  en  broma  porque  no  es 
más  que  una  payasada  y  un  entretenimiento  de  muñecos  de  Gui- 
gnol."  Y  efectivamente,  Galdós,  hombre  de  armas  tomar  y  de 
convicciones  decididas,  se  entrega  á  la  predicación  como  un  Tols- 
toy  y  un  Ibsen.  Encarna  sus  doctrinas  naturalistas  en  personajes 
de  carácter  robusto,  y  con  toda  la  fuerza  de  su  convicción  los 
lanza  sinceramente  en  medio  del  mundo  corrompido,  falseado,, 
interesado  é  hipócrita.  Y  el  artista  que  crea  caracteres  lo  tiene 
todo,  porque  todo  lo  demás  es  secundario,  es  escenario  donde 
el  carácter  se  pone  de  manifiesto.  Benavente,  desprovisto  de 
cualquier  otra  convicción  maciza  que  no  sea  la  de  que  no  debe 
tenerla,  no  fragua  jamás  un  carácter  robusto;  su  escepticismo 
sólo  le  sugiere  pasos  cómicos,  sus  personajes  no  son  caracteres, 
sino  muñecos  para  esos  pasos  cómicos  y  para  que  escriban  en 
la  arena  y  en  broma  al  margen  de  la  vida,  ora  la  acotación  fes- 
tiva, ora  la  glosa  mordaz.  De  la  falta  de  caracteres  resulta  que  ni 
hay  comedia  verdadera  ni  menos  drama,  no  hay  acción  fuerte- 
mente tramada  ni  choques  pasionales.  El  teatro  de  Benavente 


S.  XIX,   1892.  JACINTO  BENAVENTE  a35 

no  puede  ser  más  que  escenas  sueltas  en  que,  burla  burlando^ 
se  satirizan  las  necedades  de  los  hombres  con  ingeniosos  chis- 
tes, pinceladas  admirables  de  realismo,  punzadas  satíricas, 
sentencias  hermosas,  largos  parlamentos  filosóficos.  Los  perso- 
najes son  muñecos  que  entran  y  salen  para  eso,  para  conferen- 
ciar y  satirizar  en  broma  á  la  sociedad ;  la  trama,  por  consiguien- 
te, resulta  floja  y  cuajada  de  casos  forzados,  falsos,  inverisími- 
les. Ün  medio  le  sugirió  su  ingenio  para  cohonestar  estos  de- 
fectos sustanciales :  hacer  piezas  como  de  broma,  guignolescas, 
fantásticas,  simbólicas,  burlescas.  Sólo  podían  mantenerse  en 
pie  con  verdad  y  en  serio  las  piezas  cortas,  los  juguetes  cómicos, 
los  saínetes,  los  pasos  dramáticos,  obras  de  escasa  ó  ninguna 
trama  y  que  no  requieren  caracteres  robustos.  En  alargando 
algo  más  la  pieza  se  deshilacha,  se  llena  de  inverisimilitudes, 
se  carga  de  parlamentos  y  de  narraciones  que  suplen  la  acción 
propia  del  arte  dramático.  Benavente  sobresale  en  lo  menudo, 
en  los  particulares  de  pasos  y  escenas ;  Galdós,  al  revés,  en  lo 
grande,  en  los  caracteres  y  situaciones  dramáticas.  No  pudien- 
do  Benavente  sostenerse  en  lo  serio  y  grave,  hizo  teatro  en  bro- 
ma, teatro  guignol,  teatro  infantil,  fantástico  y  como  de  hadas. 
La  Noche  del  sábado  (1903),  acaso  la  mejor  obra  de  Benavente. 
y  sin  duda  la  más  de  su  cuerda,  es  una  zarabanda  de  gentes 
cosmopolitas,  que  nada  tienen  que  ver  con  España,  sin  estoicis- 
mo ni  virilidad,  decadentes  y  hastiadas.  No  hay  un  verdadero 
carácter,  ni  acción  única  bien  desenvuelta.  Pero  sí  es  un  carna- 
val, un  caleidoscopio  de  tipejos,  de  conversaciones,  de  colorines. 
de  pasiones  bajas,  de  gentes  aburridas  y  perdidas.  El  mérito 
está  en  los  pormenores,  en  las  pinceladas  finas  á  lo  Teniers. 
El  público,  en  esta  y  en  casi  todas  las  obras  de  Benavente,  se 
entretiene  mirando  todos  esos  pormenores,  esas  grecas  de  in- 
geniosas sentencias  é  ingeniosos  alfilerazos  satíricos;  pero  no 
rompe  jamás  en  victorioso  aplauso  porque  no  halla  un  ca- 
rácter que  le  subyugue,  que  le  llegue  al  alma;  no  ve  adonde 
agarrarse  y  está  como  en  el  aire,  sin  saber  qué  preten- 
de decirle,  en  suma,  el  autor  como  fin  de  la  obra.  Porque 
toda  obra  artística  debe  decir  algo  y  un  algo  solamente :  esa 
es  su  unidad.  Benavente,  deteniendo  al  espectador  en  mil  reco- 
vecos, no  acaba  de  enseñarle  la  casa  en  conjunto,  no  le  dice- 


236  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

nada  en  limpio,  por  ejemplo,  en  El  Dragón  de  fuego  (1904). 
Y  cuando  trata  de  decírselo  con  una  sola  acción,  suele  estar  ella 
falseada  y  no  responder  á  la  realidad,  por  ejemplo,  en  El  Collar 
de  estrellas  ó  en  La  Malquerida.  En  una  palabra,  Benavente  es 
un  miniaturista  satírico  de  grandísimo  ingenio;  sino  que  la  mi- 
niatura no  es  para  el  teatro,  donde  sólo  brillan  los  grandes  ras- 
gos de  caracteres  y  'situaciones  trabados  en  un  haz  apretado, 
sencillo  y  claro.  No  basta  ser  tan  observador  de  menudencias 
como  lo  es  Benavente;  menester  es  tener  ojo  de  sintetizador 
comprehensivo  para  encuadrar  todas  esas  menudencias  en  torno 
de  una  figura  de  gran  relieve  moral,  de  un  carácter.  El  género 
fantástico,  propio  de  Benavente,  luce  en  no  pocas  piezas  cuyos 
personajes  son  príncipes  y  princesas,  duques  y  señoras,  gentes 
de  alta  guisa,  pero  de  una  época  soñada  y  de  una  región  que 
los  mapas  no  traen,  revueltas  en  pintoresca  contradanza  con 
tahúres  y  ladrones,  saltimbanquis  y  cortesanas,  cómicos  de  la 
comedia  italiana  y  toda  la  hez  de  gente  ruin,  maleante  y  bo- 
hemia, libertina  y  sentimental.  Unos  y  otros  son  tipos  más  li- 
íeraturescos  que  reales,  que  viven  más  en  la  imaginación  que 
en  el  mundo.  Son  tipos  de  opereta  y  operetas  son  las  piezas  tea- 
trales donde  Benavente  los  presenta.  Tales  piezas  son  valses  sin 
música  y  música  de  vals  están  pidiendo  á  voz  en  cuello.  Son  ver- 
daderos libretos  de  operetas.  Así  La  Noche  del  sábado,  La 
Princesa  Bebé,  La  Escuela  de  las  princesas,  amén  de  otros  mu- 
chos personajes  y  escenas  de  casi  todas  sus  obras.  Claro  está  que 
en  obras  de  tan  pura  imaginación  como  éstas  y  más  hijas  del 
ensueño  que  de  la  realidad,  no  hay  que  pedir  muy  honda  psicolo- 
gía de  personajes,  de  situaciones  ni  de  acción.  La  fuerza  artís- 
tica en  cuadros  tan  fantasmagóricos  y  de  caleidoscopio  como  ellos 
está  en  el  espectáculo  variado,  en  el  contraste  de  almas  super- 
ficialmente vistas,  que  pasan  relumbrando  como  chispas  en  la 
fuga  del  vals.  Lo  fugitivo  y  superficial  de  los  muñecos,  su  vai- 
vén en  los  colores,  los  contrastes,  no  impiden  que  el  autor  haya 
metido  en  el  hondón  de  cada  una  de  estas  farsas  algún  principio 
filosófico,  que  da  unidad  simbólica  al  todo  y  que  por  boca  de 
unos  ó  de  otros,  serios  personajes  ó  livianos  tipos,  salga  afuera 
envuelta  en  conceptuosas  sentencias,  en  apotegmas  sabios,  en 
-ídichos  agudos.  Así  el  ingenioso  Benavente  sabe  vestir  lo  grave 


S.  XIX,    1892.  JACINTO  BENAVENTE  237" 

de  la  doctrina  con  lo  ligero  de  la  forma,  sacando  de  los  sueños,, 
de  las  fantasías  y  de  las  farsas  frutos  provechosos  para  la  vida, 
metiendo  harta  reflexión  y  harto  hondas  ideas  en  muñecos  que 
obran  sin  idea  ni  reflexión  alguna.  Ha  llevado  á  las  tablas  á  las- 
gentes  acomodadas  de  educación  poco  á  la  antigua  española  y 
más  bien  á  la  francesa,  á  los  que  con  medianas  artes  han  hecho 
dinero,  á  los  ambiciosos  de  mayores  pretensiones  que  talento,  á 
los  que  por  su  posición  debieran  ser  cultos  é  instruidos  y  afectan 
de  hecho  la  instrucción  y  cultura  que  no  tienen,  á  los  pillos  fa- 
vorecidos por  la  fortuna,  á  las  bribonas  de  alto  copete,  alegra- 
doras de  jovenzuelos  casquivanos  y  viejos  verdes  y  sonsacadora* 
de  unos  y  de  otros ;  á  los  hastiados  de  placeres  comunes,  de  ellos- 
y  de  ellas,  que  buscan  en  la  deshonra  de  casas  ajenas  nuevas  dis- 
tracciones y  nuevos  pastos  á  su  refinada  lujuria;  á  los  elegantes 
que  no  sirven  más  que  para  serlo,  á  los  estafadores  enguantados ; 
á  los  hijos  de  familia  que  menos  que  entre  la  familia  se  les  ve 
en  todas  partes,  grandes  sablistas  y  despilfarradores  de  la  hacien- 
da de  sus  padres  y  de  la  de  sus  amigos,  que  no  han  sabido  hacer 
otra  carrera  más  que  las  de  automóviles  ó  la  de  San  Jerónimo  ; 
asiduos  frecuentadores  de  club,  casino,  café,  teatro  y  toros ;  á. 
los  vejetes  pulcros,  enamoradizos  y  de  más  pájaros  en  la  cabeza 
que  las  lindas  á  quienes  sirven  de  payasos,  mantienen  y  regalan : 
en  una  palabra,  á  todas  esas  gentes  de  buen  tono,  de  mucho  tra- 
po, poca  cabeza  y  menos  corazón,  que  no  pueden  dejar  de  darse 
en  una  sociedad  de  familias  á  la  francesa,  sin  apego  al  hogar, 
que  sólo  van  á  casa  á  comer  y  á  dormir,  cuando  no  duermen  6 
comen  fuera.  Ha  desenmascarado  Benavente  á  todo  este  mun- 
dillo elegante  a  veces  con  mucha  suavidad  y  discreción;  otras, 
con  chillones  toques  cómicos,  con  pinceladas  caricaturescas,  cual 
monigotes  que  hablan  más  c[ue  se  menean  en  las  tablas,  aunque 
á  veces  atina,  diciéndose  las  cositas  que  ellos  suelen  decirse  y 
meneándose  con  la  ligereza  y  poco  asiento  que  suelen.  Peque- 
neces, menudencias.  Diríase  que  de  ordinario  el  autor  no  se- 
atreve  á  tocarles  un  pelo  de  la  ropa ;  es  cirujano  caritativo, 
blando  de  mano,  muelle  de  boca,  corto  de  movimientos.  No  quiere 
atemorizarlos  á  ellos  ni  apesadumbrar  al  público.  Complaciente 
y  fino,  huye  de  toda  doctrina  cerrada,  de  todo  dogmatismo  es- 
cueto, hasta  de  todo  rasgo  llamativo,  de  todo  contraste  chocante,. 


238  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

<le  toda  frase  deslumbradora,  de  todo  vocablo  que  abulte.  Bena- 
vente,  que  intenta  satirizar  la  sociedad  dulzachona  y  suavemente 
barnizada  de  nuestro  tiempo,  de  moral  acomodaticia,  de  creen- 
<;ias  vagas,  de  filosofía  pesimista  en  el  fondo,  escéptica  y  sin 
vuelo  fijo,  teosóficamente  filantrópica,  es  hijo  de  su  tiempo 
y  tal  cual  es  se  retrata  en  sus  obras  teatrales.  Menudo  de  cuerpo, 
el  rostro  alargado  alo  artista,  elegante  en  porté  y  vestido,  el 
habla  dulce,  parca,  sutilmente  irónica,  agudamente  chistosa,  ri- 
sueño y  apacible  siempre  con  todos,  la  finura  y  la  discreción 
personificadas.  Algunas  y  aun  varias  de  estas  cualidades  halla- 
remos en  no  pocas  personas  cultas  de  hoy  en  día;  pero  las  que 
distinguen  á  Benavente  son :  cultura,  si  no  especializada,  pero 
extraordinariamente  vasta,  ingenio  perspicaz,  gusto  refinado, 
tino  discretísimo  y  nobleza  de  delicados  sentimientos,  ¡Cuánto 
■de  esto  ha  sabido  poner  en  los  pequeños  héroes,  en  los  moni- 
gotes de  su  teatro  y  cuan  delicadamente  se  burla  en  él  de  los 
personajes  que  pecan  por  contrarias  cualidades.  El  teatro  de 
Benavente  es  noblemente  educador,  sano,  moral,  lleva  robustez 
á  las  almas,  ensancha,  explaya  y  serena  los  espíritus,  levanta  los 
anhelos  y  engrandece  el  pensar  de  toda  persona  bien  nacida. 

Joaquín  Abatí  y  Díaz  estrenó  en  Lara  Entre  Doctores 
(1892),  juguete  cómico;  llevó  al  teatro  79  obras  en  veinti- 
trés años,  de  ellas  46  medio  originales,  tomados  de  otros  los  ar- 
gumentos ;  las  demás,  arreglos.  Ha  colaborado  mucho  con  Anto- 
nio Paso.  Las  más  aplaudidas  de  las  algún  tanto  originales 
son:  Entre  Doctores  (1892),  La  Buena  Crianza,  Genio  y  Fi- 
gura, El  Paraíso,  Mi  querido  Pepe,  El  Trébol,  Mayo  florido.  La 
Tasa  de  té.  Los  hombres  alegres.  "Mi  ideal  artístico,  dice 
en  carta  al  autor,  es  muy  modesto:  hacer  reír  por  medios  ho- 
nestos y  demostrar  c|ue  el  género  cómico  no  es  nada  inferior  al 
dramático. "  En  ello  tiene  razón,  tratándose  del  buen  género  có- 
mico. Es  dialoguista  gracioso,  tiene  ingenio  para  el  retruécano  y 
salidas  de  tono,  pocos  chistes  de  buena  ley  y  algunos  demasia- 
do picantes;  lo  cómico,  algo  grotesco;  el  lenguaje,  poco  castizo. 

4  7.  Es  Benavente  el  más  discutido  de  los  dramáticos  contempo- 
ráneos. '^Cierto  que  yo  he  luchado  con  el  público  — dice  en  una  Sobre' 
mesa — ,  y  desde  el  apagador  siseo  al  silbido  aullador,  no  hay  forma 
■de  protesta  que  no  haya  llegado  á  mis  oídos.  Y  cuatro  volúmenes  tengo 


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encuadernados  de  juicios  ciúticos  de  mis  obras,  y  no  llegan  á  veinte 
Jos  juicios  favorables."  Puesto  á  par  del  teatro  ultrarromántico  de 
Echegaray  y  de  Selles,  parece  ciertamente,  como  el  mismo  Selles  le 
lia  echado  en  cara,  "un  teatro  blanducho";  sin  duda  el  delicado  pul- 
pejo de  la  candida  azucena,  blanducho  es,  comparado  con  el  duro 
bronce  del  estruendoso  y  retumbador  cañón.  Comenzó  llevando  á  las 
tablas  ingeniosas  conferencias  dialogadas,  en  las  que  con  floja  acción, 
esbozados  apenas  caracteres  y  pálidos  afectos,  satirizaba  al  menudeo 
la  sociedad,  no  sin  sus  puntos  de  humorismo  y  de  donaire  y  con  sen- 
tencias tan  filosóficas  como  el  intento  que  se  proponía.  Viendo  que  el 
gran  público  no  entraba  por  este  nuevo  género,  poco  teatral  por  lo 
desleído  y  poco  pragmático,  más  propio  de  una  tertulia  de  personas 
selectas,  intentó  apretar  más  la  trama  en  forma  de  comedias,  acertan- 
do en  las  cortas,  bien  que  fracasando  casi  siempre  en  lo  sustancial 
•del  teatro,  acción,  caracteres  y  choque  de  pasiones;  brillando,  en  cam- 
bio, cada  vez  más  por  la  sátira  punzante,  el  fino  humorismo  y  escenas 
sueltas  del  más  delicioso  cómico.  Después  atrevióse  á  lanzarse  á  lo 
dramático ;  pero  de  ordinario,  fuera  de  La  Fuerza  bruta  y  alguna  que 
otra  pieza,  tan  sólo  alcanzó  algunos  golpes  efectistas  á  fuerza  de  for- 
zar la  realidad  con  increíble  é  inverisímiles  casos.  A  menudo  intro- 
dujo en  sus  obras  elementos  simbólicos,  fantásticos  y  humorísticos^ 
dándoles  un  tono  de  farsa  guiñolesca  é  infantil  ó  de  bufonesca  burla, 
vistiendo  lo  grave  del  intento  filosófico  con  la  burla  de  las  bufonadas, 
la  realidad  con  la  fantasía.  Su  principal  ensayo  de  este  género  fueron 
Los  Intereses  creados,  que  gustaron  por  ser  obra  de  un  género  que, 
aunque  fantástico  y  como  de  broma  é  inferior  al  verdaderamente  tea- 
tral, que  es  el  realista,  por  lo  menos  era  acabada  en  su  línea  y  fran- 
camente personal.  El  segundo  ensayo,  segunda  parte,  digamos,  de  Los 
Intereses  creados,  es  La  Túnica  amarilla  (19 16),  en  donde  todavía  con 
mayor  franqueza  ha  llevado  al  escenario  el  único  género  que  al  genio 
de  Benavente  cuadra  y  en  el  cual  es  maestro  sin  igual.  Tal  es  el  género 
que  podemos  llamar  fantástico.  Diríase  que  el  autor  no  se  atreve  á 
embestir  derechamente  á  la  realidad,  gastada  ya  en  manos  de  los  dra- 
maturgos hasta  quedar  falseada  á  poder  de  recetas  teatrales.  En  vez 
de  mirar,  pues,  de  frente  á  la  realidad,  que  llevada  á  las  tablas  pare- 
ciera acaso  demasiado  desnuda  para  los  acostumbrados  á  las  falseda- 
des teatrales,  da  media  vuelta,  mírala  de  soslayo,  preséntala  como  en 
■broma,  riéndose  á  la  par  del  arte  dramático  tradicional  y  serio.  Los 
histriones  preséntanse  como  tales,  ya  como  histriones  de  la  comedia 
del  arte  italiano,  ya  como  histriones  de  una  China  fantástica  donde  el 
teatro  semeje  á  un  teatro  infantil,  primitivo  y  en  formación  todavía,  sin 
haber  alcanzado  el  entero  desenvolvimiento  del  teatro  europeo.  Con 
esta  ficción,  el  ingenio  socarrón,  guiñolesco,  burlón,  humorístico  y  sa- 
tírico de  Benavente  halla  un  campo  por  donde  explayar  su  fantasía 
tímida  y  poco  arriscada  ante  la  realidad  de  la  vida,  que  toda  se  resume 
en  sandeces  cómicas  ó  en  trágicos  choques  de  los  encontrados  carac- 


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teres  y  que  para  ser  llevada  al  teatro  pide  un  ingenio  condensador 
que  sepa  tramar  una  fuerte  y  apretada  acción  y  un  ánimo  reciamente 
expresivo  de  las  pasiones  humanas.  Cabalmente  cuanto  falta  de  todo 
esto  á  Benavente  sóbrale  de  ingeniosidad  para  el  género  fantástico, 
que,  sin  atadero  á  la  realidad  ni  á  las  pasiones,  caracteres  y  acción 
dramática,  vuela  de   flor  en  flor,  solázase  en  particularizar  matices 
cómicos  y  gusta  de  burlarse  de  todo  y  de  todos.  Benavente  se  ríe  en 
La  Túnica  amarilla  de  la  vida  y  del  teatro,  de  la  poesía  y  del  arte, 
de  los  histriones  y  de  los  espectadores  con  filosófico  donaire  y  elegan- 
tísima ironía,  mezclando  las  burlas  con  las  veras,  lo  trágico  con  lo 
cómico,   lo  real  con  lo  ideal,  el  símbolo  con  lo  simbolizado,  haciendo 
un  nuevo  teatro  y  una  nueva  poesía  con  lo  mismo  que  parece  reírse 
de  la  poesía  y  del  teatro.  Benavente  no  es,  pues,  un  temperamento  pro- 
piamente dramático,   sino  un  temperamento  de  dialéctico  e  ingenioso 
sofista  que,  como  pudiera  disertar   en  una  conferencia  ó  en  el  libro, 
diserta  en  el  escenario.  El  sofista  tomaba  una  idea  cualquiera  y  la 
desmenuzaba  valiéndose,  sobre  todo,  de  la  sutileza  de  su  ingenio  y  á 
veces,  como  Sócrates,  el  sofista  de  los  sofistas,  mediante  el  diálogo. 
Otro  tanto  hizo  Valera  en  la  novela  y  hace  Benavente  en  el  teatro. 
Ocúrrele  una  idea  bonita,  simbólica  ó  paradójica,  y  menea  los  mu- 
ñecos, comentándola.  De  aquí,  en  primer  lugar,  que  haya  más  diserta- 
ción y  narración  que  acción  verdadera,  en  que  consiste  el  arte  dra- 
mático; antes  bien,  acción  única  y  bien  añudada  no  suele  haber  en  las 
obras    de   Benavente.    El   Denique   sit    quodvis  simplex   dumtaxat   et 
unum,  primer  principio  fundamental,  como  enseña  Horacio,  de  toda 
obra  de  arte,  y  que  si  Horacio  no  lo  enseñara  no  dejaría  eternamente 
de  serlo,  diríase  trasto  viejo  que  arrinconó  nuestro  autor  en  el  des- 
ván. De  aquí  el  que  no  haya  caracteres  ni  choques  y  contrastes  dra- 
máticos, por  el  consiguiente,  sino  recitadores  de  lo  que  en  vez  de  na- 
rrarse debiera  obrarse  en  las  tablas,  muñecos  que  los  menea  conforme 
le  conviene.  El  verdadero  dramático   procede   á  la  inversa:  primero 
busca  caracteres,  y,  en  teniéndolos,  lo  tiene  todo:  pasiones,  contrastes, 
acción.  El  dramático,  como  todo  artista,  parte  de  hechos,  y  de  ellos 
alquitara  ó  deja  alquitarar  ideas  al   espectador.   Benavente,   más  dis- 
cursivo y  sabio  que  poeta  y  artista,  parte  de  ideas  que  quiere  después 
encajar  en  hechos,  en  personajes,  los  cuales  resultan  muñecos  movi- 
dos por  el  hilillo  de  la  idea  que  el  autor  tiene  en  la  cabeza,  en  vez  de 
hombres  vivos  que,  haciendo  pensar,  se  destilen  en  ideas  al  pasar  por 
las   cabezas  de  los  espectadores.   Gusta,  pues,   Benavente,  no  por  lo 
dramático  y  teatral,  por  la  acción,  sino  por  las  ideas  más   ó  menos 
ingeniosa  y  bonitamente  expuestas  por  los  personajes  y  en  ellos  sim- 
bolizadas. Fué  y  será  siempre  su  teatro  para  un  grupo  de  amigos  del 
ingenio,  no  para  el  público  que  en  el  teatro  busca  otra  cosa...  teatro: 
personajes,  vida;  no  ideas,  ingeniosidades,  doctrinas.   Lo  inverisímil 
campea  casi  siempre  en  todas  sus  obras,  porque  son  hijas  de  la  '-efle- 
xión  de  las  ideas,  no  de  la  vida.  Trozos  sueltos,   tipos  sueltos,  fuera 


S.  XIX,    1892,   1t\CIXT0  BEXAVEXTE  24! 

del  nudo  de  la  obra,  son  en  Benavente  admirables,  porque  los  trae  de 
la  vida  y  copia  del  natural,  como  un  sofista  que  encarna  las  ideas,  que 
trata  de  inculcar  en  prosopopeyas  vivas  y   reales.   Porque   Benavente 
es  hondo  pensador,  pero  forrado  de  poeta  verdadero.  Benavente  no  ha 
sido  trágico  hasta  hoy,  y,  dado  su  humor,  acaso  no  lo  sea  nunca,  aun- 
que en  ello  se  empeñase.  Porque,  á  pesar  de  lo  que  por  años  ha  venido 
adelantando  en  su  arte,  parece  que  siempre  estos  grandes  adelantos 
hanse  ceñido  á  su  propio  temperamento  dramático.  Tampoco  ha  sido 
hasta  hoy  Benavente  en  sus  obras  largas  cómico  de  cepa  castiza  espa- 
ñola: no  pinta  las  costumbres,  vicios  y  virtudes  de  la  raza,  como  Bre- 
tón; satiriza  la  parte  de  la  sociedad  española  afrancesada  en  costum- 
bres. En  el  modo,  no  toma  un  vicio  y  lo  desnuda  enteramente,  como 
supo  hacerlo  Ruiz  de  Alarcón,  por  ejemplo  el  embuste  en  La  Verdad 
sospechosa.  Por  lo  uno  y  por  lo  otro,  Benavente  ni  ha  creado  hasta 
hoy  un  personaje  de  cuerpo  entero,  como  los  crearon  Alarcón  y  Bre- 
tón. Asiduo  lector  de  libros  franceses,  empapado  en  los  modernos  dra- 
máticos de  Francia,  de  temperamento  mesurado  á  la  francesa,  ha  sido, 
sin  querer,  un  continuador  de  Leandro  Fernández  de  Moratín,  con  la 
diferencia  que  va  del  moderno  clasicismo,  humanismo,  mejor  diremos, 
que  reina  hoy  en  Francia,  al  falso  y  frío  clasicismo  de  aquel  entonces, 
y  con  la  no  menos  notable  característica  de  que  IMoratín  creó  algunos 
tipos  y  Benavente  no  ha  creado  ninguno,  porque,  y  para  decirlo  en 
suma,  si  ^loratín  hacía  comedias  enteras,  Benavente  de  suyo  no  hace 
más  que  juguetes  cómicos  ó  comedias  de  juguetes  cómicos  más  ó  me- 
nos bien  enhebrados.  Benavente,  si  tuviese  hilo  para  hilvanar  una  co- 
media larga,  haría  un  Sí  de  las  niñas  moderno,  como  Moratín  hubiera, 
acaso,  podido  hacer  un  Collar  de  estrellas  algo  anticuado,  aunque  lo  hu- 
biera hilvanado  mejor.  La  mesura,  el  buen  gusto,  la  regularidad,  la  su- 
tileza de  ingenio,  el  intento  moralizador,  corren  parejas  en  uno  y  otro 
cómico;  las  gentes  satirizadas,  las  mismas;  el  lenguaje,  bastante  pare- 
cido, aunque  Moratín  manejaba  mejor  el  castellano  y  Benavente  cotí 
más  donaire  las  sales.  El  cómico  de  Benavente  es  fino  y  está  más  bien 
en  menudencias  que  en  fuertes  choques;    es  del  género  moratiniano, 
ítvmque  con  más  ingenio  y  filosofía;  en  cambio,  está  á  veces  más  en  la' 
narración  que  en  la  acción.  Los  personajes  de  Benavente  enseñan  más 
hablando  que  obrando.  Pero  ésta  es  cualidad  que  trasciende  á  todo  su 
arte  dramático.  Benavente  halla  dificultad  en  tramar  una  sola  y  bien 
apretada  tela,  una  acción  única;  por  eso  sus  comedias  son  todas  pe- 
queñas; son  comedias  en  miniatura,  que  no  pasan  de  juguetes  cómicos, 
y  cuando  las  alarga  un  poco,  la  trama  queda  harto  floja  y  se  va  en 
narrar  lo  que  debiera  exponer  dramáticamente,  obrando.  En  esta  parte 
es  sombra,  no  digo  de  un  Tirso,  un  Lope,  un  Alarcón,  un  Calderón, 
pero  aun  de  un  Bretón  y  de  un  Moratín.  Aun  en  esto  es  más  francés 
que  español.  En  España  sobró  siempre  derroche  de  enredos  y  tramas, 
tanto  como  faltó  en  Francia.  Tampoco  tomó  de  España,  sino  de  Fran- 
cia, la  tendencia  docente,  en  la  que  conviene  con  Moratín  y  ha  sido 

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siempre  el  tropiezo  del  arte  francés.  Benavente  se  propone  encarnar 
en  cada  una  de  sus  obras  un  principio  filosófico.  De  aquí  otra  tenden- 
cia, que  ha  tomado  de  Ibsen  y  demás  modernos  dramaturgos  septen- 
trionales: la  tendencia  al  símbolo.  En  El  Collar  de  estrellan,  que  pa- 
reciendo eslabonadas  y  juntas,  distan  entre  sí  un  sinfín  de  leguas,  ha 
simbolizado  la  ingeniosa  observación  filosófica  de  que  los  hombres  que, 
al  parecer,  viven  juntos  en  familia  y  como  debieran,  de  hecho  están  tan 
apartados  en  el  alma,  que  ni  se  conocen  ni  logran  la  felicidad  que  la  fa- 
milia y  la  amistad  debieran  traer  consigo.  De  estas  dos  tendencias,  el 
simbolismo  es  lo  más  antiteatral  que  haj^  y  en  cualquier  arte  es  el  ca- 
mino cierto  para  hacer  obras  que  dejen  de  ser  artísticas.  Engáñanse 
los  autores  con  la  elevación  de  la  idea;  la  obra,  por  demasiado  ideal, 
deja  de  ser  humana,  hablando  sólo  al  entendimiento  discursivo,  cuando 
toda  obra  de  arte  ha  de  hablar  a  la  fantasía  y  al  corazón,  y  en  vez  de 
nacer  de  la  razonadora  inteligencia,  ha  de  brotar  de  la  inmediata  in- 
tuición, para  que  inmediatamente  hable  a  la  intuición  del  que  la  con- 
templa. No  se  ve  en  El  Collar  de  estrellas  cómo  el  tal  collar  de  estrellas 
que  brilla  allá  en  el  cielo  sea  símbolo  de  la  familia  que  está  en  el  esce- 
nario. El  autor  se  lo  hace  decir  á  uno  de  los  personajes,  y  él  se  lo  dice  al 
público;  pero  nadie  repara  casi  en  ello,  porque  el  teatro  habla  por  lo 
que  se  representa  y  se  obra,  no  por  lo  que  algún  personaje  diga.  La  otra 
tendencia,  la  docente,  raras  veces  impulsó  á  nuestros  dramáticos  á  lle- 
var á  la  escena  principios  filosóficos,  á  no  ser  principios  llanos,  que 
fácilmente  se  desprenden  del  comportamiento  de  las  gentes,  como  en 
La  Verdad  sospechosa.  El  Mayor  monstruo,  los  celos,  y  tantas  come- 
dias cuyo  título  es  ya  un  refrán  ó  sentencia  ética.  Nuestros  autores 
sólo  miraban  á  pintar  la  vida,  y  de  su  propio  realismo  brotaba  la  moral 
docente ;  los  franceses  han  solido  proceder  al  revés,  poniendo  la  mira 
en  la  doctrina  y  buscando  cómo  concretarla  en  hechos  y  personajes. 
Este  procedimiento,  propio  del  arte  idealista,  fué  muchas  veces  el  de 
Calderón;  pero  no  ha  habido  muchos  Calderones  en  el  mundo,  y  aun 
para  una  vez  que  Calderón  acertó  de  lleno  en  encarnar  maravillosa- 
mente en  hechos  y  caracteres  reales  nada  menos  que  la  doctrina  más 
honda  que  pueda  concebirse,  en  La  Vida  es  sueño,  fracasó  en  cien  oca- 
siones, y  fracasó  Goethe  en  el  Fausto,  fuera  de  la  primera  parte,  por 
su  asunto  realista.  Benavente  fracasó  no  menos  al  dar  carne  y  hueso 
á  su  ingeniosa  y  filosófica  observación  de  que  los  hombres  viven  jun- 
tos, pero  sus  almas  distan  entre  sí  tanto  como  las  estrellas,  que  apa- 
rentemente se  nos  antojan  formar  un  bien  trabado  collar.  Para  mos- 
trar este  principio  cae  en  lo  inverisímil  y  nos  pinta  un  don  Pablo 
enamoradísimo,  que  no  puede  darse  en  este  mundo,  y  así,  la  acción 
está  enteramente  falseada  en  toda  su  armazón.  Es  que  es  dificultosí- 
simo encarnar  una  abstracta  idea  en  hechos  y  personas  reales  y  vivas. 
De  aquí  también  que  Benavente,  por  querer  mejor  expresar  su  doc- 
trina filosófica,  haga  hablar  y  predicar  demasiado  á  sus  personajes, 
y  ya  que  con  hechos,  esto  es,  dramáticamente,  no  alcance  á  hacérnosla 


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ver,  nos  la  dicen  ellos  de  palabra.  Esto  de  decir  hermosas  é  ingeniosas 
sentencias  fué  siempre  muy  francés,  como  efecto  que  es  de  la  tenden- 
•cia  docente  de  su  raza.  En  ninguna  otra  nación  se  apreciaron  tanto 
las  colecciones  de  sentencias  y  los  artistas  sentenciosos.  Por  eso  su 
dechado  trágico  fué  Eurípides,  el  sentencioso  y  doctrinario. .  En  Es- 
paña, por  lo  mismo,  el  más  sentencioso  es  Calderón,  por  ser  el  más 
doctrinario  é  idealista.  Benavente  es,  queriéndolo  ó  sin  querer,  el  con- 
tinuador de  Bretón,  como  dramaturgo.  No  son  uno  ni  otro  trágicos, 
sino  cómicos  de  pura  cepa.  Bretón  creó  la  comedia  sencilla,  urbana,  de 
costumbres,  luciendo  su  inagotable  vena  de  chistes  en  todos  los  asuntos 
sociales  dignos  de  burla  y  escarnio.  Es  de  los  más  acabados  dialogado- 
res  y  de  los  versificadores  más  perfectos;  arrimado  al  pueblo,  empleó 
su  lenguaje,  y  su  socarronería  es  enteramente  castellana.  Benavente  se 
luce  no  menos  en  la  comedia  sencilla  de  traza,  urbana,  de  costumbres, 
burlándose  de  las  necedades,  impertinencias  y  pedanterías  de  las  gen- 
tes; pero  difiere  de  Bretón  en  varias  cosas.  No  escribe  sino  en  prosa, 
porque  cree  que  con  ello  se  acerca  más  á  la  verisimilitud;  opinión  que 
muchos  no  compartimos,  porque  sólo  se  opone  á  la  ilusión,  y  aun  eso 
á  medias,  ya  que  á  poco  en  el  teatro  ni  se  cae  en  la  cuenta  de  si  se  oye 
hablar  en  verso  ó  en  prosa;  y  lo  de  la  ilusión  teatral,  es  un  fantasma 
que  engañó  á  los  seudoclásicos  franceses,  pues  nadie  olvida  que  está 
en  el  teatro  y  no  en  la  realidad,  y  el  arte  no  consiste  en  que  se  olvide 
que  es  arte  lo  que  se  contempla  y  que  se  crea  ver  cosas  verdaderas. 
Las  estatuas  sin  pupilas  de  los  griegos,  y  la  música  y  la  arquitectura, 
bastarían  para  comprobarlo,  pues  son  cosas  que  no  se  hallan  en  la  na- 
turaleza. En  cambio,  el  lenguaje  de  Benavente,  poco  esmerado  y  copia 
del  erudito  y  vulgarote  de  la  gente  medio  culta  de  las  ciudades,  que 
prefiere,  sin  duda,  por  el  mismo  principio  de  la  ilusión  teatral,  es  menos 
verisímil  que  el  de  Bretón,  que  tuvo  el  arte  de  retratar  el  habla  cas- 
tiza del  pueblo  español,  y  por  de  contado  menos  artística,  elegante  y 
clásica.  Benavente  no  es,  comúnmente,  modelo  de  lenguaje;  emplea 
€sa  jerga  de  la  gente  culta,  pobre,  desleída,  llena  de  abstractos,  lati- 
nismos y  galicismos,  lenguaje  ramplón  y  nada  castellano.  No  se  trata 
de  que  copiase  el  de  los  antiguos  libros,  que  ni  lo  hizo  Bretón,  sino  el 
verdadero  castellano  de  las  gentes  del  pueblo,  no  el  de  los  cafés,  ate- 
neos y  tertulias  cultas.  Por  allegarse  más  al  pueblo.  Bretón  abre  el 
chorro  de  su  vena  chistosa  y  socarrona,  enteramente  popular,  lo  cual 
es  más  verisímil  y  hasta  ilusorio.  Benavente  es  en  esta  parte  más  es- 
merado y  culto,  más  refinado  en  su  ironía,  más  delicado ;  escéptico 
hasta  dejar  enteramente  á  los  espectadores  que  saquen  ellos  la  mora- 
leja, tan  ambigua  á  veces,  que  parece  contraria  la  que  se  desprende 
de  varias  comedias  suyas.  Sus  chistes  y  su  ironía,  son  producto  más 
del  ingenio  que  de  la  observación  de  la  vida.  Es  más  ingenioso  y  refi- 
nado que  Bretón,  menos  allegado  al  pueblo  español,  más  imitador  de 
los  dramáticos  extranjeros,  sobre  todo  franceses;  menos  nacional  y 
trias  culto.  Acaso,  por  lo  mismo,  tiene  Benavente  más  honda  psicología 


244  ÉPOCA  REGIONAL  Y   MODERNISTA   (1888-I907) 

que  Bretón,  por  lo  menos  expresamente  desmenuzada,  aunque  toda  ella 
se  halle  en  el  fondo  de  las  obras  del  dramático  riojano.  Acierto  sin  igual 
tuvo  en  dar  con  el  tema  de  Los  Intereses  creados^  la  principal  lacra  de 
la  sociedad  moderna,  de  tanto  alcance,  que  admira  no  haya  sido  tra- 
tada antes  de  él  con  la  atención  y  fuerza  que  él  lo  ha  hecho.  Es  un 
golpe  magnifico  de  su  ingenio.  Su  fineza  de  gusto  le  retrae  comúnmente 
de  pintar  caricaturas,  y  su  respeto  á  las  opiniones  ajenas  le  aleja  de 
todo  dogmatismo  y  tendencia  didáctica,  empleando  la  sutileza  de  su  in- 
genio en  dar  cien  vueltas  á  las  cosas,  desesquinándolas  para  que  no 
haya  quien  en  ellas  choque  ni  quede  molestado  en  sus  propias  opiniones. 
En  esta  parte  es  maestro  consumado  de  eclecticismo  urbano  y  elegante. 
En  Gente  conocida  (1896)  y  en  La  Comida  de  las  fieras  (1898),  por 
ejemplo,  los  personajes  se  encargan  ellos  mismos  de  hacerse  risibles, 
sin  que  parezca  por  ninguna  parte  la  mano  del  artista,  que  no  ha 
hecho  más  que  buscarlos  por  ahí,  tal  cual  los  conocemos,  y  juntarlos 
en  las  tablas.  El  Alarido  de  la  Télles  (1897),  lo  mismo  pudiera  ser  de 
Ftdánez :  por  ahí  anda,  y  todo  el  mundo  le  conoce,  y  son  legión.  La  mez- 
cla de  ironía  picante  y  de  candor  amable  para  con  el  público,  échase 
bien  de  ver,  por  ejemplo,  en  Lo  Cursi  (1901),  en  El  Hombrecito  (1903), 
en  Los  Malhechores  del  bien  ó  La  Fuerza  bruta  (1905).  Finamente 
y  burlonamente  ecléctico,  infiltra  su  fanatismo  en  La  Gata  de  Angora 
(1900)  y  en  Alma  triunfante  (1902).  Ha  sabido  pintar  como  pocos  la 
pedantería  y  la  cuquería  de  las  gentes  de  nuestra  sociedad,  acudiendo 
á  menudencias  y  pequeneces  del  vivir  cotidiano.  Su  intención  docente 
échase  de  ver  para  el  crítico  en  todas  sus  obras;  pero  nadie  la  disimuló 
mejor,  ni  aun  en  Rosas  de  Otoño  (1905)  ó  en  La  Escuela  de  las  prin- 
cesas (1909),  El  Príncipe  que  todo  lo  aprendió  en  los  libros  (1909), 
donde  se  clarea-más.  Su  eclecticismo,  acaso  más  de  forma,  y  para  los 
demás,  que  de  fondo  para  su  propio  pensar,  está  de  manifiesto  en  Se- 
ñora ama,  Por  las  nubes,  La  Princesa  Bebé  (1907),  Más  fuerte  que  el 
amor  (1906).  La  Noche  del  sábado  es  una  revista,  abigarrada  y  con- 
fusa, de  príncipes  y  condesas,  de  artistas  y  gentes  perdidas  de  toda 
laya,  nada  españolas;  por  de  contado,  de  un  vivir  cosmopolita,  sin 
otro  hilo  que  enlace  las  escenas  que  el  invisible,  por  simbólico,  de  un 
pensamiento  tan  oscuro,  de  una  fórmula  tan  enigmática  como  la  que 
encierra  el  título  de  la  obra.  Señora  ama  no  es  una  ama  castellana,  ni 
creo  se  dé  tampoco  en  ninguna  parte,  aun  fuera  de  Castilla;  es  un 
tipo  que  cuadrará  en  la  teoría  moderna  del  amor  libre,  pero  que  es  io 
menos  femenino  y  español  que  pueda  concebirse.  No  sé  que  española 
alguna  castiza  admitiera  como  propio  ese  retrato.  El  Collar  de  estre- 
llas tiene  cuatro  actos,  que  casi  no  son  más  que  cuatro  escenas,  pres- 
cindiendo de  entradas  y  salidas  secundarias.  La  acción  es  pobre.  Pero, 
además,  flojísima  de  trama.  Don  Pablo  se  pasa  años  y  años  gastando  su 
fortuna  en  los  despilfarres  de  la  familia  de  su  hermano,  porque  está 
enamorado  de  la  esposa  de  éste,  sacrificándose  por  un  amor  que  ni  la 
esposa,  ni  el  esposo,  ni  la  madre  de  la  esposa,  ni  los  hijos  echan  de  ver, 


S.  XIX,    1892.  JIACINTO  BENAVENTE  245 

ni  el  mismo  don  Pablo  manifiesta  en  manera  alguna.  Amores  y  dineros 
difíciles  son  de  encubrir,  dice  el  refrán,  y  un  tan  enamorado  señor,  que 
así  se  sacrifica,  hasta  de  rico  hacerse  pobre,  podrá  suceder  en  el  mundo 
de  los  posibles  que  llegue  á  tal  punto  de  encogimiento,  que  no  muestre 
su  cariño  á  su  cuñada  ni  se  lo  conozca  nadie ;  pero  es  un  sucedido  que 
no.sé  si  sucederá  alguna  vez  en  el  mundo  de  las  realidades. 

La  idea  matriz  del  teatro  de  Benavente  es  la  de  un  escéptico,  para 
quien  "la  ironía  es  una  tristeza  que  no  puede  llorar  y  sonríe",  según 
sus  propias  palabras,  y  que,  por  consiguiente,  toma  la  vida  como  una 
farsa  y  el  teatro  como  farsa  de  farsa.  Vida  y  teatro  no  son  para  él 
cosa  seria,  que  hayan  de  tomarse  en  serio.  Hay  que  echar  á  broma  la 
vida  y  su  representación,  el  teatro.  La  dramática  pide  una  acción  ve- 
risímil y  suficientemente  amplia  é  interesante,  creación  de  personajes 
de  carácter,  y  contrastar,  por  medio  de  situaciones,  los  diversos  ca- 
racteres de  los  personajes  para  que  se  muevan  los  afectos  pretendidos: 
acción,  caracteres,  situaciones.  El  que  estas  tres  cosas  no  sepa  poner 
en  sus  obras,  no  será  dramático,  y  lo  será  en  el  grado  en  que  sepa 
ponerlas.  Si  los  caracteres  y  las  situaciones  desenvuelven  lo  cómico, 
la  obra  será  comedia ;  si  desenvuelven  afectos  patéticos  fuertes,  será 
drama  ó  tragedia,  según  el  grado  del  patético.  Si  en  esto  convenimos, 
según  el  común  modo  de  entender  hasta  ahora  del  teatro  y  según  debe 
de  entenderse,  pues  á  eso  se  reduce  la  representación  de  la  vida,  con- 
cepto que  del  teatro  tenemos,  será  cosa  de  preguntar :  ¿  Sabe  poner  Be- 
navente en  sus  obras  esas  tres  cosas,  y  en  qué  grado  ?  La  acción  es  flo- 
jísima, en  cuanto  pretende  ensancharla  un  poco.  Los  personajes  son 
miniaturas  bien  delineadas,  á  lo  Teniers;  pero  cuando  quiere  rebultar 
más  algunos  de  ellos,  los  convierte  en  demasiado  ideales,  inverisímiles, 
caricaturescos,  de  otro  mundo  más  noble...  y  más  tonto  también.  Tal  es, 
por  ejemplo,  don  Pablo;  tal,  Acacia;  tal,  su  padrastro  y  su  madre. 
Los  bien  delineados  son  todos  esos  personajillos  que  lanza  Benavente 
á  la  zumba  de  las  gentes  y  los  sabe  poner  en  solfa  mediante  saladísi- 
mos scherzos  é  ingeniosas  pinceladas.  Los  grandes  afectos  no  se  hallan 
en  el  teatro  de  Benavente  y  -los  delicados  tampoco;  como  que  no  ha 
sabido  pintar  ni  una  sola  mujer  con  la  propia  delicadeza  femenina  y 
la  inagotable  fuente  de  amor  de  las  mujeres  todas  de  carne  y  hueso 
que  conocemos.  Las  piezas  todas  de  Benavente  son  frías,  estupenda- 
mente frías,  como  de  escéptico  que  lo  fía  todo  al  ingenio  que  juega 
fríamente  con  las  ideas.  Y  con  frialdad,  sin  afectos,  podrá  darse  sátira, 
pero  no  teatro.  La  pieza  más  aplaudible  de  Benavente  son  Los  Intereses 
creados.  Buen  cuidado  tiene  de  avisar  en  el  prólogo  que  es  una  farsa 
injertada  en  el  teatro  del  arte  italiano  y  cuyos  personajes  son  muñe- 
cos. Efectivamente,  son  muñecos  por  lo  característicos  y  por  lo  frío 
que  dejan  al  auditorio.  En  los  dos  primeros  actos  se  arrastra  fría  y 
lánguida  una  acción  harto  ordinaria,  para  preparar  el  tercero,  sátira 
del  procedimiento  judicial,  pero  como  hecho  por  muñecos,  en  carica- 
tura: es  una  sátira  bufa.  Ni  un  afecto  mueve  el  alma  durante  todo  el 


246  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

tiempo  de  la  representación ;  en  cambio  sobra  charla,  sobran  sentencias 
ingeniosas.  El  lenguaje  es  lo  único  bueno  que  tiene,  escogido  y  elegante 
como  en  ninguna  otra  pieza.  Ha  tanteado  lo  trágico  en  La  Malqueri- 
da, muchacha  á  quien  dice  que  el  pueblo  la  llamaba  así  en  esta  copla: 
"El  que  quiere  á  la  del  Soto  |  tie  pena  de  la  vida.  |  Por  quererla  quien 
la  quiere,  |  la  dicen  la  Malquerida.''  Esta  copla  ni  es  popular  ni  es  cas- 
tellana. Malquerer  es  odiar;  lo  contrario  de  bienquerer,  y  esa  muchacha 
es  querida  de  tres,  nada  menos.  El  pueblo  no  la  hubiera  llamado,  pues, 
así.  Además,  las  coplas  populares  no  quedan  cortadas  en  dos  pedazos, 
con  dos  ideas  diferentes,  como  esta  de  Benavente,  sino  que  desenvuel- 
ven una  sola  idea.  En  fin,  el  verso  "tié  pena  de  la  vida"  no  consta,  y  así 
el  pueblo  hubiera  aquí  cantado  tiene,  y  no  tié,  aunque  no  fuese  más  que 
para  que  constase.  Todo  este  drama  está  lleno  de  cosas  inverisímiles, 
nada  reales :  es  todo  fantasía  falseada.  Un  padrastro,  desde  que  se  casa 
con  una  viuda  guapa,  se  enamora  de  su  hijastra,  que  entonces  es  una 
niñita,  y  tan  perdidamente,  que  por  este  amor  mata  al  novio  de  ella 
cuando    más   tarde   quieren   casarla.   Un   tan    ferozmente   enamorado 
Romeo  sigue  amándola  muchos  años,  viviendo  la  niña  en  casa,  á  pesar 
de  mostrársele  ella  hosca  y  tan  áspera  que  retraería  á  cualquiera,  á 
más  de  no  tener  la  muchacha  gracia  ninguna  pues  con  todos  es  sacu- 
dida y  jamás  se  le  oye  ni  una  gracia  ni  una  delicadeza,  ni  siquiera  con 
sus  amigas.  Durante  todos  esos  años  no  habría  mujer,  ni  menos  niña, 
que  no  quisiese  á  hombre  tan  enamorado  de  ella;  pero  Acacia,  que  así 
se  llama  la  muchacha,  no  le  cobra,  según  parece,  más  que  odio  y  no 
le  muestra  más  que  una  aspereza  impropia  de  su  sexo.  La  madre,  en 
todo  ese  tiempo,  no  llega  á  saber  que  su  esposo  está  enamorado  de  la 
hijastra.    Todas  estas  cosas  van  contra  el  consabido  refrán  de  "que 
amores  y  dineros  no  pueden  estar  encubiertos".  Pero  hay  más,  y  es 
que  de  hecho  la  niña  no  sólo  no  odia  á  su  padrastro,  sino  que  le  quiere 
tan  desaforadamente  como  él  á  ella,  sino  que  es  tal  su  discreción  desde 
muy  niñita,  que  para  enmascarar  su  pasión  le  trata  con  esa  aspereza, 
sin  que  él  llegue  á  vislumbrar  siquiera  el  afecto  que  le  tiene:  tres  cosas 
que  no  sé  puedan  jamás  suceder  en  la  realidad.  En  fin,  todas  estas 
ruedas  de  molino  ha  de  tragar  el  auditorio,  porque  son  necesarias  para 
que  contemple  la  única  situación  trágica  que  con  ellos  ha  sabido  pre- 
parar Benavente,  y  es  que  al  querer  la  madre  reconciliar  á  hijastra  y 
padrastro,  la  ordena  le  dé  un  beso.  Ella,  tan  cerril  siempre  con  ese 
hombre,  se  abalanza  á  él  y,  olvidada  del  hábito  de  discreción  apren- 
dido desde  niña,  le  trata  delante  de  su  madre  como  á  un  querido,  lla- 
mándole por  su  nombre,  Esteban,  y  mostrando  al  abrazarle  el  furor 
de  su  pasión.  Este  ¡tablean!  es  muy  francés,  pero  muy  poco  real  ni 
español ;  es  el  sello  de  la  inspiración  fantástica  y  afrancesada  del  autor. 
Porque  hay  otra  cosa  peor,  y  es  que  ese  beso  se  lo  da  en  un  trance 
en  que  hasta  el  amor  más  furioso   pliega  las  alas  y  se  encoge,  en  el 
trance  en  que  todos  allí  se  ven,  cuando  por  momentos  aguardan  á  la 
Justicia  que  venga  á  llevarse  al  padrastro  por  haberse  descubierto  que 


S.  XIX,   1892.  JUCIXTO  BEXAVENTE  247 

él  fué  el  asesino  del  novio  de  la  muchacha  la  noche  antes  de  la  boda. 
Esta  situación  es  falsa  por  cuantos  lados  se  la  mire.  El  asesino,  des- 
cubierto por  su  propia  esposa,  que  ha  sabido  estaba  apasionado  de  la 
hijastra,  no  debía  de  haber  vuelto  por  casa  después  de  haberle  echado 
ella  sin  él  chistar.  Pero  no;  vuelve,  y  se  está  llorando  ante  el  criado, 
ante  su  esposa,  ante  la  hijastra,  mostrando  alma  de  niña  alebronada 
más  que  de  asesino  ni  de  amante  furioso,  ni  siquiera  de  un  hombre  vul- 
gar. Porque  llora  y  llora  como  una  Magdalena,  y  confiesa  todo,  y  se 
echa  de  todo  la  culpa.  La  esposa,  otra  que  tal :  de  fiera  que  antes  se 
mostró,  se  hace  ahora  de  mieles.  ¡  Porque  lo  necesita  Benavente  para 
que  ruegue  á  su  hijastra  que  abrace  y  bese  á  su  amante  delante  de  sí ! 
Y  en  este  trance,  en  que  si  ella  le  quisiese  debía  alejarle  de  casa  por 
miedo  a  la  Justicia  y  alejarle  de  la  hijastra  por  los  naturales  celos,  que 
es  imposible  hayan  desaparecido  tan  de  repente,  se  empeña  en  que  se 
besen,  confiada  en  que  le  aborrece  la  hijastra,  para  que  le  quiera  ella 
también.  La  hijastra  le  llena  al  padrastro  de  injurias.  Pero  la  madre  in- 
siste, y  sin  más  ni  más,  y  en  momentos  en  que  la  discreción  hacía  más 
falta  que  nunca,  sin  duda  porque  ni  él  la  tiene  de  estarse  allí  aguar- 
dando á  la  Justicia,  ni  la  madre  la  muestra  jugando  así  con  el  fuego 
de  sus  celos,  también  la  echa  á  rodar  la  muchacha  y  abraza  á  su  pa- 
drastro como  nueva  Julieta,  tan  fieramente  apasionada,  que  la  madre 
ve  la  pasión  que  durante  tantos  años  no  tuvo  ojos  para  ver.  Fuera  de 
esto,  no  hay  otra  situación  dramática  en  toda  la  obra,  y  cuanto  debía 
ver  el  auditorio  puesto  en  acción  lo  oye  narrado  por  unos  ó  por  otros 
de  los  personajes.  Así  la  escena  diríase  una  sala  de  café  donde  van 
entrando  y  saliendo  contándose  cuanto  de  fuera  pasa,  en  vez  de  ha- 
cerse allí  las  cosas  como  se  hacen  en  las  tablas  de  un  escenario.  "Un 
espectáculo  exótico,  raro,  sorprendente  y  fastuoso  constituye  esta  obra, 
ya  hace  tiempo  célebre  en  los  escenarios  de  Nueva  York  y  Londres, 
y  que  no  tardará  en  serlo  entre  nosotros."  Así  habló  al  día  siguiente 
del  estreno  de  La  Túnica  amarilla  (1916)  el  vocero  del  teatro  de  la 
Princesa  y  autor  de  la  loa  que  al  día  siguiente  nos  suele  echar  en  El 
Itnparcial,  don  José  de  Laserna.  "Jacinto  Benavente...  — añadía —  eli- 
gió, tradujo  y  destinó  La  Túnica  amarilla  para  la  función...  Hazelton 
y  Benrimo,  los  autores  ingleses  de  esta  leyenda  china,  en  tres  actos, 
representada  á  estilo  chino,  echan  á  volar  libremente  su  fantasía..." 
Todo  ello  será  verdad ;  pero  huele  tan  á  broma  como  la  comedia  misma 
toda  ella  y  sabe  á  la  pega  del  cerebro  ingenioso  y  socarrón  de  Bena- 
vente, cuyo  carácter  humorístico,  satírico,  fantaseador  y  burlón  resalta 
en  esta  obra  como  en  ninguna  otra  de  las  suyas.  Tiene  de  la  revista 
fantástica,  más  elegante  y  aristocrática  que  las  que  tan  pródiga  como 
desgraciadamente  se  hicieron  en  España  desde  la  aparición  del  llamado 
género  ínfimo,  esto  es,  desde  la  decadencia  del  teatro  por  haberse  que- 
rido aclimatar  aquí  la  revista,  que  tan  lindamente  se  hacía  en  París. 
Pero  es  revista  hecha  por  el  más  ingenioso  de  Jos  revisteros,  por 
Jacinto  Benavente.  Hay  más  fino  ingenio,  pinchazos  satíricos  más  pe- 


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netrantes,  indirectas  más  delicadas  que  en  las  demás  revistas.  Hay, 
además,  fantasía,  simbolismo  poético,  sentencias  filosóficas,  salidas  in- 
fantiles, guiñolesco  estilo,  grotescas  bufonadas,  cuasi  shakespearianas, 
cosas  todas  muy  del  autor  de  Los  Intereses  creados.  Es  fantasía  que 
encierra  simbólicamente  una  sátira  social,  hija  del  ingenio  y  de  la  de- 
licadeza, envuelta  en  chinesco  ropaje,  salpicada  de  finas  esencias  y 
de  bufonescas  salidas,  perfumada  de  frases  poéticas  y  oreada  de  tras- 
cendental humorismo.  Este  envolver  filosófica  y  socarronamente  la  sá- 
tira entre  los  pliegues  de  una  fantasmagoría  deslumbradora  puesta  en 
países  remotos,  estrambóticos,  y  entre  gentes  infantiles  y  personajes 
guiñolescos  y  ridiculos  de  suyo  para  mezclar  utüe  dulci,  la  doctrina 
con  la  amenidad,  las  burlas  con  las  veras,  lo  grave  con  lo  grotesco, 
es  el  estilo  propio  del  ingenioso  y  humorístico  Benavente.  Riendo  quie- 
re que  aprenda  el  espectador,  y  burla  burlando  le  va  propinando  ciertos 
brevajes  saludables  de  doctrina  sana,  aunque  á  veces  no  tanto,  y  siem- 
pre de  la  algo  vaga  filosofía  ética  y  panteísta  que  hoy  rebulle  en  las 
cabezas  de  los  sabios.  Como  siempre,  hay  poco  atadero  entre  las  esce- 
nas, y  la  acción  es  desleída  y  floja;  los  caracteres,  pálidos,  todo  por 
sobra  del  fantástico  y  falta  de  la  realidad.  En  cambio  en  los  porme- 
nores chispea  el  agudo  caletre  del  autor  y  la  suave  delicadeza  de  su 
fino  trato  y  porte;  las  sentencias  están  esculturalmente  esculpidas;  el 
filosofar  es  grave  y  mucho;  las  ironías,  punzantes,  á  granel;  los  chistes, 
cortesanos  ó  grotescos,  de  hilaridad  abierta  y  franca.  La  Ciudad  ale- 
gre y  confiada  pone  todavía  más  de  relieve  la  personalidad  de  Bena- 
vente. Disfrazados  en  personajes  de  la  comedia  del  arte  italiano,  se 
presentan  los  tipos  que  arruinan  la  ciudad;  el  Desterrado  es  el  apóstol 
de  las  amargas  verdades  y  descubridor  de  los  disfraces.  Ni  caracteres, 
ni  acción,  ni  pasiones  hay  en  toda  la  obra.  No  es  obra  teatral ;  es  obra 
simbólica,  didáctica,  fantasmagórica,  amena  é  ingeniosa.  Poniendo  en- 
teramente el  autor  toda  su  personalidad  de  relieve,  alcanzó  con  esta 
obra  su  mayor  triunfo :  fué  llevado  en  hombros  hasta  su  casa.  Cre- 
yéronla obra  de  clave:  señal  de  que  la  crítica  tocaba  en  lo  vivo.  No 
hay  tal  clave:  el  Desterrado  es,  como  dijo  Cíwia,  el  sentido  común; 
los  demás  son  los  que  arruinan  á  la  nación  y  andan  en  torno  nuestro, 
son  legión:  políticos  y  literatos  chirles  que  sienten  mal  de  España  y 
de  todos,  siendo  ellos  los  que  menos  valen.  La  obra  se  reduce  á  par- 
lamentos ó  prédicas  del  ingeniosísimo  autor,  admirablemente  tornea- 
das en  sentencias  de  fino  oro,  y  á  unos  cuantos  tipos  simbólicos;  todo 
ello  bordado  sobre  el  cañamazo  deshilachado  y  flojo  de  una  estructura 
poco  artística.  Como  técnica  teatral,  como  obra  de  caracteres  y  de 
pasiones,  no  vale  nada ;  pero  la  fuerza  satírica  de  vida  actual  la  enno- 
blece y  realza  sobremanera.  Nunca  escribió  en  estilo  tan  artístico  Be- 
navente, nunca  condensó  sus  doctrinas  en  sentencias  tan  hieráticas, 
nunca  puso  tan  al  justo  el  dedo  en  i]a  llaga  social  como  en  esta  revista 
teatral,  que  lo  es  más  bien  que  no  comedia  ni  drama.  En  1909  creó  Be- 
navente el  teatro  para  niños,  empeño  muy  de  alabar,  que  no  fué  ayu- 


S.  XIX,    1892.  JiAClXTO  BEXAVEXTE  249 

dado  como  merecía  por  los  que  debieran  saber  que  los  niños  de  hoy  son 
los  hombres  de  mañana  y  que  la  educación  es  la  raíz  del  árboá.  Nada 
más  conforme  á  las  cualidades  de  Benavente  que  esta  empresa.  Su  bon- 
dadoso corazón,  su  carácter  aniñado,  infantil,  su  ingenio  para  lo  me- 
nudo y  bonito,  sus  aficiones  al  teatro  guig-nol,  toda  su  obra  teatral,  de 
ingenio,  menuda  y  como  de  miniatura,  ceñida  de  movimientos,  bonita 
é  infantil,  guígnolesca,  en  suma,  muestran  que  en  este  campo  hubiera 
hecho  portentos  si  él  tuviera  carácter  para  arrostrar  y  vencer  los  pa- 
sivos obstáculos  de  la  dejadez  é  incuria  del  público  y  de  los  gobernan- 
tes ó  si  se  hubiera  asociado  con  quien  tuviera  temperamento  práctico 
y  constante  para  vencerlos.  El  hecho  pone,  por  lo  menos,  de  manifiesto 
el  carácter  del  dramático  y  de  su  obra  teatral,  que  algunos  críticos 
han  pretendido  hinchar  y  engrandecer  desmesuradamente,  quitando  asi 
á  Benavente  su  verdadero  mérito  al  quererle  atribuir  lo  que  no  tenía. 
Teatro  de  juguete  es  el  de  Benavente,  y  no  es  pequeña  loa;  juguetes 
teatrales  son  sus  obras,  acabadas  miniaturas  de  ingenio,  de  hunioris- 
mo,  de  exquisito  gusto,  de  idealismos  geniales,  de  escenas  menuda- 
mente miniadas,  de  sátira  social  fina,  donairosa  y  ligera  en  pequeños 
cuadros.  En  esto  es  insuperable  maestro.  Trompetear  por  ahí  que  es 
un  genio,  que  es  un  dramático  á  lo  Shakespeare,  que  hace  ni  comedias 
siquiera,  es  ofenderle  con  adulaciones  risibles  ó  ignorancia  supina  de 
las  cosas,  es  llenarle  de  humo  los  cascos,  si  se  los  dejara  llenar  no 
teniendo,  como  tiene,  la  suficiente  perspicacia  para  no  dejarse  embau- 
car, y  hacer  que  dejara  su  propio  camino  para  perderse  entre  la  ma- 
raña de  veredas  que  le  son  desconocidas  y  para  las  cuales  no  tiene 
sujeto.  Ganarse  la  vida  y  El  Príncipe  que  todo  lo  aprendió  en  los  libros 
son  las  dos  piezas  con  que  Benavente  abrió  el  teatro  para  los  niños. 
La  segunda  es  del  género  de  Los  Intereses  creados,  y  ambas  son  in- 
fantiles, guigTiolescas,  comedias  medio  en  broma,  fantásticas  y  como 
cuentos  de  hadas,  género  propio  de  niños  y  del  talento  de  Benavente. 
Mientras  escribo  el  juicio  crítico  sobre  Benavente  llega  a  mis  manos 
El  Imparcial  de  i  de  marzo  de  191 5,  y  en  el  primer  párrafo  De  sobre- 
mesa leo:  "Sarah,  la  excelsa  srtista  aclamada  por  los  públicos  del  mun- 
do entero,  que,  al  aclamarla,  saludaban  en  ella  la  representación  del  ge- 
nio y  del  arte  glorioso  de  Francia,  como  si  su  alma  de  artista  quisiera 
compenetrarse  más  con  el  alma  de  la  Patria  á  la  hora  en  que  Francia 
padece,  ella  ve  también  mutilado  su  cuerpo,  aquel  cuerpo  tan  desmate- 
rializado que  fué  siempre  como  luz  espiritual  de  todas  las  pasiones  y 
de  todos  los  sentimientos."  No  hay  en  todo  este  período  ni  una  frase  ni 
palabra  que  muestre  el  menor  esmero  del  escritor  en  buscar  la  expre- 
sión precisa,  briosa,  colorida,  castiza ;  antes,  palabras  y  frases  son  del 
común  decir  de  periodistas  y  habladores  de  café.  Además,  no  hay  pe- 
ríodo armonioso,,  ni  siquiera  poco  armonioso  período.  El  sujeto  de  la 
oración,  Sarah,  repítelo  con  un  ella  ve...,  que  la  destruye  y  la  parte 
en  dos,  añadiéndose  un  también  que  viene  arrastrado  por  los  públicos 
y  que  no  encaja  en  Sarah...  también,  como  debiera,  á  ser  una  y  bien 


25o  ÉPOCA  REGIONAL  Y   MODERNISTA   (1888-I907) 

concertada  la  oración.  "Aclamada  por  los  públicos  del  mundo  entero, 
que,  al  aclamarla" ;  "ella  ve  también  mutilado  su  cuerpo,  aquel  cuer- 
po", son  descuidos  que  no  se  deja  escapar  el  que  ponga  el  menor  em- 
peño en  el  estilo.  En  tan  arrastrado  3-  vulgar  período  no  brilla  claro 
e!  pensamiento  del  autor,  y  la  proposición  principal  que  encierra,  Sa- 
rah  ve  también  mutilado  su  cuerpo,  es  de  una  ordinariez  harto  mani- 
fiesta. Comenzó  el  primer  período  con  el  sujeto  Sarah  y  comienza  el 
segundo  con  el  sujeto  Gabriel  D'Annunsio,  y  parte  el  período  tan  en 
dos  como  el  primero  y  por  el  mismo  medio  del  pronombre:  Sarah... 
ella  ve.  "Gabriel  D'Annunsio  pudiera  añadir  un  nuevo  poema  á  la 
serie  de  sus  victorias  mutiladas.  Él  solo  pudiera  cantar  el  dolor  de  la 
escultura  viva."  La  proa  de  la  nave  deshecha,  rota  y  mutilada:  tres 
sinónimos  de  los  que  huelgan  los  dos  que  siguen  á  deshecha,  pues  no 
sólo  no  le  añaden  nada,  sino  que  amenguan  su  fuerza.  Compréndese 
que  una  nave  se  mutile,  luego  se  rompa  y  acabe  siendo  deshecha;  pero 
que  después  de  deshecha  se  rompa  y  después  se  mutile,  es  caso  impo- 
sible. Sigue  esta  otra  oración,  donde  no  se  sabe  cómo  se  ata  y  qué 
significa  la  cláusula  que  pongo  en  cursiva:  "Hay  actrices  admirables 
de  las  que  piensa  uno  qué  hubieran  podido  ser,  de  no  ser  actrices,  y 
ellas  mismas  se  encargan  de  responder  con  la  inconsciencia  de  su  arte 
de  instinto,  mujeres  vuñgares.''  Dejo  el  que  mujeres  vulgares  queda 
muy  lejos  del  resto  de  la  oración  principal  merced  al  inciso  en  cur- 
siva; omito  el  inútil  pleonasmo  de  "la  inconsciencia  de  su  arte  de 
instinto",  ya  que  arte  inconsciente  y  de  instinto  es  todo  tmo.  Pero  ¿qué 
es  lo  que  ellas  mismas  se  encargan  de  responder?  Y  ¿qué  tiene  que 
ver  lo  que  respondan  con  la  proposición  principal:  Hay  actrices  ad- 
viirables  de  las  que  piensa  uno  qué  hubieran  podido  ser,  de  no  ser 
actrices,  mujeres  vulgares?  Dos  oscuridades  en  un  tan  breve  párrafo 
indican,  por  lo  menos,  gran  descuido  en  el  escritor.  Como  esto  basta 
para  que  no  extrañe  nadie  mi  juicio  sobre  el  lenguaje  de  Benavente, 
na  seguiré  examinando  el  resto  del  artículo.  Lo  que  sí  debe  advertir 
el  lector  en  dichos  párrafos  es  cómo  el  que  los  ha  escrito  está  acos- 
tumbrado á  leer  francés,  pues  á  francés,  y  francés  de  pacotilla,  huelen 
que  trascienden.  Confirmemos  ahora  nuestro  juicio  acerca  de  Bena- 
vente  con  el  que  han  dado  los  mejores  críticos.  El  primero  que  va  á 
hablar  es  uno  de  los  más  perspicaces  del  siglo  xix;  conviene,  antes  de 
nombrarle,  oír  sus  palabras:  "Empezó  por  prohibirse  rigurosamente 
mtercalar  en  ella  (en  cualquiera  que  sea)  ni  un  solo  coloquio  amorosa 
ni  una  sola  situación  que  ni  remotamente  pudiera  parecer  sentimental. 
Presentó,  además,  los  diversos  episodios  de  la  acción  con  tal  rapidez 
y  en  un  diálogo  tan  sobrio  y  vivo,  que  en  realidad  ésta  no  existe  en 
apariencia.  Se  diría  que  consiste,  más  que  en  hechos,  en  la  noticia  de 
los  mismos,  dada  de  prisa  y  corriendo  por  los  mismos  interlocutores. 
Ni  un  momento  de  suspensión  ó  de  sorpresa  en  el  ánimo;  ni  una  si- 
tuación de  las  dispuestas  de  modo  que  establecen  una  suerte  de  puntos. 
de  altura  en  todo  el  drama.  Nada,  absolutamente  nada.. Los  personajes 


S.  XIX,   1892.  JACINTO  BENAVENTE  25  I 

no  hacen  más  que  hablar  de  una  serie  de  visitas,  entrevistas,  conver- 
saciones y  disputas.  El  diálogo  tiene  tan  singular  valor  por  sí  mismo, 
que  da  todo  el  carácter  á  la  obra.  No  es  ya  la  condición  más  saliente 
en  orden  de  mérito,  sino,  como  hemos  visto,  la  forma  que  propenden 
á  tomar  todos  los  componentes  del  drama:  acción,  episodios,  desarro- 
llo de  caracteres...  Hay  obras  en  que  los  personajes  hablan  y  accionan, 
ó  hablan  y  sienten,  ó  hablan  y  siguen  los  impulsos  de  ios  acontecimien- 
tos exteriores.  Aquí  se  diría  que  sólo  hablan.  El  diálogo  lo  es  todo; 
un  diálogo  vivo,  conciso,  cortado  y  recortado,  chispeante  y  cáustico; 
tm  continuo  tiroteo  de  frases  sueltas,  cínicas  y  francas,  en  boca  de  los 
positivistas;  indignadas  y  acusadoras,  en...;  chistosas,  en...;  en  todos 
penetrantes  y  lacerantes;  saetas  con  toda  suerte  de  penachos  y  moja- 
das en  toda  clase  de  venenos,  aladas  y  mortíferas.  Al  llegar  aquí  po- 
nemos el  dedo  en  el  defecto  esencial  de  la  obra  y  en  su  cualidad  pri- 
mera. Esta  preponderancia  de  las  condiciones  del  diálogo  por  encima 
de  todas  las  otras,  hace  de  la  obra,  más  que  un  verdadero  drama,  una 
sátira  dialogada,  ni  más  ni  menos.  El  autor,  por  no  incurrir  en  con- 
vencionalismos ya  gastados,  en  golpes  de  efectos  inverosímiles,  en  es- 
cenas amorosas  usadas  hasta  la  saciedad,  cayó  en  el  extremo  contra- 
rio: en  el  de  casi  suprimir  toda  acción  y  toda  vida,  salvo  la  de  la  pala-- 
bra.  De  aquí  que  siendo  verdad  los  caracteres  de  la  obra,  verdad  sus. 
pasiones,  verdad  aquel  estado  social,  aparezcan  escénicamente  artifi-- 
ciosos  ó  falsos,  por  falta  de  espacio,  por  falta  de  perspectiva,  por  falta 
de  la  apariencia  de  realidad  que  da  una  serie  de  acciones,  más  que 
una  serie  de  contiendas  ó  disputas  sobre  las  mismas.  Por  aquí  queda 
reducido  el  drama,  no  á  ser  imitación  real  de  la  vida,  sino  á  un  esque- 
ma escueto  y  descarnado,  inmediato  y  rapidísimo,  de  unos  cuantos  mo- 
vimientos de  ánimo;  es  una  especie  de  indicación  en  abstracto  y  alge- 
braica de  la  volubilidad  y  relajación  sociales.  Nada  tan  cierto  como 
aquella  volubilidad;  nada  tan  hondo  y  siniestramente  verdadero  como 
aquella  relajación;  pero  como  una  y  otra  son  más  dichas  que  vividas 
y  casi  sin  tiempo  para  vivirlas  ni  justificarlas,  resultan  en  apariencia 
exageradas  y  engañosamente  inverosímiles.  En  una  palabra,  falta 
drama  y  sobra  diálogo,  con  ser  tan  conciso.  El  drama  apenas  existe, 
ó  resulta  deformado.  En  cambio  la  sátira  social,  de  una  mordacidad 
vivísima  y  acre,  resalta  con  fuerza  en  todas  las  escenas  de  la  obra. 
No  es,  pues,  esta  producción  realista  en  el  sentido  de  darnos  la  misma 
impresión  de  la  vida  detallada  y  justificada.  No  realiza  el  ideal  que  se 
propuso  el  autor.  Es  más  bien  una  aparente  paradoja,  una  charge  dra- 
mática, una  serie  de  escenas  satíricas  desatadas  precisamente  de  toda 
obligación  de  ser  nimiamente  reales  como  una  comedia  y  donde  los 
interlocutores  muestran  á  las  claras,  crudamente,  en  gritos  enconados 
ó  en  rasgos  de  cinismo,  todo  un  estado  social.  Para  quien  conozca  ínti- 
mamente nuestra  sociedad,  es  decir,  la  clase  media  que  acude  al  teatro, 
salta  á  la  vista  con  sólo  la  anterior  noticia,  el  contraste  entre  la  índole 
de  una  obra  de  tal  naturaleza  con  la  bonachona  é  inconsciente  ansia 


25*  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

<ie  divertirse  del  público.  Este  no  es  ya  el  auditorio  de  El  Prólogo  de 
un  drama  (de  Echegaray).  Una  obra  como  aquélla,  de  tradición  nacio- 
nal, puede  congregar  á  todas  las  clases  sociales  á  la  vez :  pueblo,  aris- 
tocracia, burguesía,  literatos  y  no  literatos,  ¡  á  todos !  Las  obras  de  es- 
tructura moderna,  como  la  que  juzgamos,  tienen  ya  un  público  más 
especial.  El  pueblo  poco  encuentra  en  ellas  que  le  atraiga.  De  la  misma 
clase  media  la  menos  hostil  será  la  más  "leída",  la  más  habituada  á 
la  literatura  francesa, -á  sus  dramas,  á  sus  compañías,  en  las  excursio- 
nes de  las  celebridades,  Coquelín  ó  la  Dusse.  Junto  á  este  público  no 
se  jja  de  ver  más  que  á  los  literatos,  á  la  crítica,  á  l*s  que  siguen  más 
ó  menos  de  cerca,  con  más  ó  menos  hostilidad  también,  las  que  llama 
aún  alguien  las  corrientes  del  gusto  moderno.  Recuerdo  el  estreno... 
El  drama  se  desarrollaba  lento,  monótono,  apocado,  frío...;  le  faltaba, 
para  ser  drama,  emoción  y  acción...  El  público,  ávido  de  aquella  emo- 
ción, de  aquel  interés,  que  son  su  único  anhelo,  sintió  bien  pronto  el 
«fecto  singular  de  la  para  él  inesperada  é  incomprensible  dramaturgia. 
Desde  luego  echó  de  menos  el  sentimiento,  la  pasión.  No  perdonaba 
al  autor  que...  mutilara  su  propia  facultad  de  concebir,  ateniéndose 
únicamente,  austero  y  mordaz,  á  fustigar  sólo  vicios."  El  admirable 
juicio  crítico  que  precede  y  pone  en  su  punto  la  manera  teatral  de 
Benavente,  sus  virtudes  y  sus  defectos,  tiene  las  ventajas  de  haber  sido 
escrito  por  Ixart  sobre  un  drama  estrenado  en  1890,  del  género  del  tea- 
tro de  ideas,  época  en  que  había  dado  ya  sus  manifiestos  la  nueva  ge- 
neración literaria  de  Ibsen,  Bjorson,  Strinberg.  Titulábase  el  drama  Las- 
Personas  decentes.  Su  autor,  Enrique  Gaspar,  introductor  del  género  en 
España,  así  como  en  España  había  sido  nada  menos  que  el  anticipador 
del  género  naturalista.  Y,  sin  embargo,  he  podido  aplicar  á  Benavente 
este  juicio  tan  al  justo  como  si  acerca  de  su  obra  se  hubiera  dado.  No 
es,  pues,  nuevo  el  teatro  críticosocial,  poco  ó  nada  dramático,  de  Be- 
navente. Andrés  González  Blanco,  Los  Dramaturgos  españoles,  1917, 
pág.  57:  "Las  Cartas  de  mujeres  acusan  en  Benavente  un  refinado  y' 
sutil  psicólogo,  conocedor  del  alma  femenina  hasta  sus  últimos  reco- 
vecos..., en  el  lenguaje  sencillo  y  familiar  de  la  correspondencia  feme- 
nina y  transparentando  en  rasgos  realistas  y  firmes  el  alma  de  la  mujer 
española...  con  colores  verídicos  y  rasgos  firmes,  velazqueño  el  cora- 
zón y  aun  el  entendimiento  de  nuestras  mujeres...,  no  trata  de  morali- 
zar..., no  intenta  persuadir  ni  aun  aconsejar...  Mientras  que  los  pro- 
sistas de  la  generación  anterior  procedían  como  moralistas  y  escribían 
en  tono  apotegmático  y  doctoral  (Selgas,  Catalina,  Gabino  Tejado),  'los 
de  la  generación  á  que  pertenece  Benavente  comenzaron  á  escribir  en 
estilo  suelto,  fluido,  grácil,  sin  pesadumbre  de  epi fonemas  ni  rigidez 
de  sentencias  y  máximas.  Escribían  simple  y  llanamente,  con  esa  ele- 
gancia que  de  la  sencillez  emana...  No  era  ciertamente  la  prosa  de 
Benavente  esa  prosa  densa,  apretada  y  maciza  de  los  novelistas  del 
realismo...;  mas  no  era  tampoco  la  prosa  decadente  y  simbólica  que 
ya  esbozaba  un  Valle  Inclán."  Pág.  68:  "Cuando  se  estrenaron  las  pri- 


S.  XIX,   1892.  JIACINTO  BENAVENTE  253 

meras  comedias...  no  hacía  más  que  pintar  la  sociedad  de  su  tiempo..^ 
como  un  buen  analista,  fustigando  sin  piedad  cuando  hay  que  hacerlo, 
implacable  á  veces  en  sus  catiras,  conquistándose  reputación  de  Juve- 
nal  castigador  entre  todos  los  críticos."  Pág.  71 :  "¡  Qué  delicadeza  de 
líneas,  qué  sutileza,  qué  de  matices,  qué  fineza  de  expresión,  qué  anhelo 
de  pinchar  sin  hacer  sangre,  qué  suavidad  de  tacto  de  operador  mo- 
derno!... Los  juegos  del  futuro  dramaturgo  consistieron  en  armar  tea- 
tritos  de  cartón,  pequeños  guignols  que  él  manejaba  á  su  antojo  y  más 
tarde  en  dar  funciones  caseras...  Benavente  ha  sido  siempre  moralista 
en  el  teatro."  Pág.  87:  "Merced  al  desahogo  económico  de  su  casa, 
pudo  también  resistir  las  penalidades  del  primer  calvario  teatral,    el 
de  la  admisión  de  obras,  y  del  segundo  calvario...,  el  de  la  adaptación 
del  gusto  público  á  estas  obras...  Benavente  no  gustó  al  público  en  un 
principio...  Hasta  Los  Malhechores  del  bien  no  hubo  obra  de  Benaven- 
te que   satisficiese  por  completo  al  público...  La  Noche  del  sábado.  . 
fué  obra  que  no  gustó  sino  á  un  grupo."  Pág.  92 :  "Había  que  imponer 
esta  forma  nueva  de  teatro  en  España...  De  esta  tarea  se  encargó  Bcv^ 
navente.  El  equivalente  del  teatro  de  Donnay,  Lavedán  y  Capus...  En 
lo  que   cualquiera  vería  un  equivalente  de  modalidad  y  de  estilo,  los 
pedantes  de  entonces  quisieron  ver  plagio.  Por  eso  se  habló  tanto  y 
con  tanta  perfidia  de  imitación  del  teatro   francés."   Pág.    106 :   "Ha 
habido  en  la  obra  de  Benavente  tres  ciclos  perfectamente  definidos  y 
delimitados;  el  ciclo  satírico,  el  ciclo  de  alta  comedia  y  el  ciclo  dra- 
mático...; un  nuevo  ciclo  perfectamente  manifiesto  en  La  Ciudad  ale- 
gre:   el    ciclo    simbólico.    El    ciclo   satírico    está    enclavado    entre    El 
Nido  ajeno  y  Alma  triunfante,  que  rompe  ese  período.  En   esas  pri- 
meras obras  no  es  Benavente  sino  el  satírico  que  fustiga  y  á  la  par 
ríe  los  vicios  y  los  ridículos  de  su  tiempo.  Pinta  en  El  Marido  de  la 
Tcllez  un  matrimonio  de  artistas;  en  La  Gata  de  Angora,  una  mujer 
mundana  y  perversa,  y  en  ambas  retrata  con  rasgos  cálidos  y  vigorosos 
la  sociedad  madrileña  de  la  época.  Por  entonces  aún  no  es  el  mora- 
lista hondo  que  penetra  "hasta  el  fondo  desolado  del  abismo  interior"; 
su  pinchazo  es  epidérmico,  y  á  esa  etapa  de  su  procreación  puede  apli- 
carse la  definición  que  de  toda  su  obra  en  bloque  hace  un  crítico  fran- 
cés (E.  Merimée)  :  "Son  ceuvre  oú  le  trait  aigu  de  la  satire  se  de'ísi- 
"mulé  sous  des  fleurs  et  des  sourires."   ...Brota  entonces  su  primer 
éxito,  La  Comida  de  las  fieras...,  que  fué  el  punto  de  arranque  de  sus 
triunfos...  Lo  Cursi...  representa  el  ápice  de  la  perfección  técnica  en 
el  comediógrafo  incipiente  y  á  la  vez  la  cúspide  del   satírico.    Sigue 
luego  un  grupo  de  obras  franca  é  intensamente  dramáticas,  que  mar- 
can una  evolución  en  los  ciclos  de  la  producción  benaventiana :  Amor 
de   amar,  drama  finísimo  y  selecto,  de  pura  estirpe  shakespeariana... 
Sacrificios...,  Despedida  cruel...  y  Alma  triunfante...  Hasta  entonces 
la  Prensa  de  la  derecha  no  había  tratado  bien  á  Benavente  y,  en  ge- 
neral, ningún  sector  de  la  Prensa.  Los  católicos  le  reprochaban  su  irri- 
sión de  las  cosas  sagradas  v  buenas  de  este  mundo,  su  sátira  demasiado 


254  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

punzante  á  las  ideas  de  orden...  La  otra  Prensa,  la  acatólica  é  izquier- 
dista..., de  carencia  absoluta  de  interés,  de  que  sus  obras  eran  simple- 
mente diálogos  relampagueantes,  de  ingenio  fino  ó  de  ironía  acerba 
contra  lo  constituido,  contra  la  sociedad  y  contra  los  sentimientos  más 
sagrados  del  hombre,  el  amor  de  esposa,  la  amistad,  etc..  El  público 
se  le  resistió  con  pies  y  manos  hasta  Los  Malhechores  del  bien,  por  no 
decir  hasta  Señora  aina^  que  constituye  su  pleno  y  definitivo  triunfo... 
Hoy  mismo  el  público  es  aún  reacio  y  escurridizo;  se  defiende  bra- 
vamente de  la  emoción  de  las  obras  de  Benavente...  Aun  en  los  mo- 
mentos en  que  aplaude  quisiera  no  aplaudir...  La  obra  en  dos  actos 
Al  natural,  que  constituyó  un  gran  éxito,  representa  el  hito  culminante 
de  la  vena  cómicosatírica  de  Benavente.  Es  la  obra  en  que  más  resaltan, 
■  de  todas  las  de  esa  época,  sus  cualidades  primordiales:  la  chispeante  sá- 
tira, el  vivo  diálogo,  la  gracia  fina  sin  retruécano,  el  golpe  de  ingenio... 
Con  La  Noche  del  sábado  inaugura  una  nueva  etapa:  la  etapa  de  la 
dramaturgia  sincera  y  humana,  vibrante  de  pasión  y  de  fuego.  La  No- 
■che  del  sábado  fué  acogida  más  bien  con  estupor  que  con  aplauso..." 
El  mismo  Andrés  González  Blanco  en  Los  Dramaturgos  españoles, 
1917,  pág.  72,  alaba  en  Benavente  cosas  de  que  precisamente  carece. 
Tómese,  pues,  al  revés,  y  el  juicio  será  el  verdadero:  "No  está  falto 
-de  inventiva  teatral,  como  Bretón,  que  apenas  se  le  presentaba  un  con- 
flicto dramático  se  atascaba  y  no  sabía  resolverlo  ó...  salía  por  los  ce- 
rros de  Ubeda;  á  más  de  eso,  tiene  el  dominio  del  idioma,  que  jamás 
poseyó  el  zafio  rio j  ano,  poco  versado  en  los  clásicos  de  su  país  y  mucho 
menos  en  las  literaturas  modernas  de  otras  naciones,  como  lo  es  Be- 
•navente;  y  luego,  ¡qué  diferencia  en  el  lenguaje,  pobre  y  flácido  de 
Bretón,  al  lenguaje  relampagueante,  de  imágenes  novísimas  y  entre- 
lazado de  paradojas  pintorescas!  Por  si  algo  faltaba.  Bretón  no  conocía 
el  mecanismo  del  teatro,  ese  nuevo  artificio  de  Juanelo  que  consiste 
en  preparar  las  situaciones,  presentar  á  los  personajes  y  justificar  las 
sallidas  y  entradas ;  las  mutaciones  y  cambios  de  escena  le  era  ignoto  y 
hermético,  mientras  que  Benavente...,  ha  sido  siempre  moralista  en  el 
teatro,  sin  caer  jamás  en  el  groviglio  oscuro  y  pantanoso  del  arte  pre- 
dicador. Jamás  disertó  en  escena  ni  tomó  el  tablado  por  cátedra  sagrada. 
Los  pequeños  burgueses  y  la  crítica  burguesa  se  asustaban  de  la  inmo- 
ralidad de  sus  dramas.  No  tenían  razón;  yo  creo  que  eran  moralizado- 
res."  Este  juicio  dice  todo  lo  contrario  de  lo  que  yo  tenía  escrito  mucho 
antes  y  ha  leído  el  lector,  al  cual  toca  juzgar  entre  tan  encontradas 
opiniones.  Cabalmente  le  había  yo  comparado  con  Bretón,  por  ser  de 
su  cuerda.  Para  mí  Benavente,  en  presentándose  un  conflicto  dramá- 
tico, se  atasca,  como  en  La  Malquerida,  que  cita,  para  probar  lo  con- 
trario, González  Blanco.  Bretón  no  tocaba  nunca  lo  dramático  por  no 
ser  de  su  cuerda,  y  otro  tanto  debía  hacer  Benavente.  El  dominio  del 
castellano  en  Bretón  y  ia  pobreza  y  mala  construcción  de  BeJiavente 
cosa  son  más  claras  que  la  luz.  Benavente  no  justifica  entradas  ni  sali- 
-das,  es  gran  predicador,  y  no  siempre  en  pro  de  la  moral :  hasta  los 


S.  XIX,   1892.  TACINTO  BENAVENTE  255 

pequeños  burgueses  lo  dicen  y  los  grandes  burgueses  ni  más  ni  menos. 
Bretón  tradujo  mucho :  luego  conocia  otros  idiomas.  Cuanto  á  nuestros 
clásicos,  escribe  como  si  los  tuviera  muy  leídos  y  Benavente  como  si 
no  los  hubiera  saludado.  Leyéranlos  ó  no  uno  ú  otro,  no  lo  sé...,  aun- 
que sí  lo  sé.  Añade  González  Blanco,  pág.  yy:  "Una  de  las  cualidades 
que  más  ensalza...  Fitzmaurice  Kelly  en...  Benavente  es  que  no  hace 
dramas  de  tesis,  que  no  es  pedagógico  en  sus  obras."  La  Cmdad  alegre 
€s  de  tesis,  y  tan  de  tesis,  que  no  supo  cuajarla  en  personajes  vivos, 
sino  en  muñecos  abstractos,  y  muñecos  abstractos  grandes  predica- 
dores de  tesis  son  desde  el  protagonista  de  El  Collar  de  estrellas 
hasta  los  más  de  sus  protagonistas,  y  por  serlo  no  son  seres  vivos. 
"Nada  de  lecciones  didácticas,  nada  de  caricaturas,  nada  de  rasaos  su- 
perfinos, nada  de  vocablos  colocados",  dicen  ambos  críticos;  póngase 
iodo  por  nada,  y  creo  estarán  más  atinados.  En  la  pág,  123 :  "Yo  no 
comparto  la  opinión  despectiva  de  Benavente  sobre  Tamayo;  pero  re- 
conozco desde  luego  mayores  quilates  de  artista  en  el  autor  de  La  Es- 
cuela de  las  Princesas  que  en  el  autor  de  Virginia."  Tampoco  aquí 
puedo  estar  con  González  Blanco  ni  con  Benavente,  ni  creo  que  lo 
esté  la  serena  crítica  del  porvenir,  que  á  todos  nos  dejará  en  nues- 
tro lugar.  Pág.  127:  "Es  la  c  i'iización  más  completa  del  drama- 
turgo que  hay  en  España."  Creo  que  dista  mucho  de  serlo,  si  mi  crí- 
tica ha  sido  razonable.  Pág.  136:  "En  conjunto,  la  técnica  de  La  Mal- 
querida es  irreprochable.  El  lenguaje  es  un  acierto  de  reconstrucción 
y  aporta  elementos  al  folklore  español."  Todo  lo  contrario,  y  creo  ha- 
berlo probado.  J.  Valera,  Ecos  Argentinos,  1901,  pág.  26:  "La  nueva 
comedia  del  señor  Benavente  que  hoy  se  aplaude  en  extremo  y  sobre 
la  que  los  críticos  y  el  público  discuten  mucho,  se  titula  Gente  cono- 
cida. Tal  vez  se  note  en  esta  comedia,  harto  en  demasía,  la  propensión 
actual  y  el  gusto  de  los  autores  franceses;  cierta  acerba  censura,  más 
ó  menos  consciente,  contra  las  clases  superiores  de  la  sociedad,  ele- 
gantes y  mejor  acomodadas,  y  la  manía  de  denigrar  acciones  y  pa- 
siones, pensamientos  y  sentimientos,  calificándolos  de  fin  de  siglo,  como 
si  en  todos  los  siglos,  así  en  el  fin  comp  en  el  principio,  no  fuesen  siem- 
pre los  hombres  sobre  poco  más  ó  menos  de  'la  misma  manera...;  en 
Gente  conocida  hay  gran  abundancia  de  chistes,  donde  lo  picante  se 
combina  con  el  aticismo,  y  hay  diálogos  ingeniosos  y  muy  bien  parlados. 
Lo  que  se  echa  de  menos  en  esta  comedia  es  la  unidad  que  lo  enlace 
todo :  una  acción  que  excite  la  curiosidad,  cuyo  desenvolvimiento  y  des- 
enlace interesen  y  suspendan  el  ánimo  de  los  espectadores,  y  una  fábula, 
en  suma,  que  produzca  el  conjunto  armónico  indispensable  á  la  belleza 
y  á  la  relativa  perfección  en  lo  humano  de  cualquiera  obra  de  arte. 
Gente  conocida,  pues,  apenas  si  puede  calificarse  de  comedia.  Más  bien 
es  una  serie  de  cuadros  graciosos  de  costumbres,  ó  mejor  dicho,  de 
malas  costumbres,  llegando  el  prurito  del  autor  á  decir  chistes  crudos, 
hasta  el  extremo  de  hacer  inverosímil,  cuando  no  imposible,  que  pue- 
'dan  decirlos  los  personajes,  que  los  dicen  á  su  propia  costa,  á  no  su- 


256  ÉPOC\  REGIONAL   Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

poner  en  ellos  el  cinismo  más  monstruoso."  [Manuel  Bueno,  El  Liberal: 
"Hace  veinte  años,  cuando  se  estrenó   Gtnte  conocida^  Benavente  es- 
cribía en  La  Información  la  autocrítica  siguiente :  "La  obra  fué  oída 
"con  sumo  agrado,  el  público  se  divirtió  grandemente  con  aquella  se- 
"rie  de  escenas  que,  en  efecto,  no  constituyen  una  obra  teatral.  Pero 
■'el  autor  no  se  propuso  otra  cosa.  Tampoco  puede  decirse  que  ha  que- 
"rido  romper  molde  alguno.  La  composición  de  la  obra  de  anoche  es 
''la  que  usan  varios  escritores  muy  conocidos,  Lavedán  y  la  condesa 
"Martel,  entre  otros;  en  las  obras  de  esta  última  es  quizá  donde  puede 
"hallarse  mayor  parecido  con  las  escenas  de  anoche,  mejor  que  en 
"Pequeneces,  del  padre  Coloma,  y  en  Las  Personas  decentes,  de  Gas- 
"par."  Sucedió  anoche  una  cosa  rara :  cuando  el  drama  apunta  ya  en  el 
cuarto  acto,  fué  cuando  el  público  se  llamó  á  engaño.  Tal  vez  porque 
entonces  comprendió  que  en  aquellas  escenas  pudo  haber  un  verdadero 
drama,  y  que  el  autor,  sólo  por  capricho,  se  había  contentado  con  pre- 
sentarle una  muestra.  El  público,  en  general,  esperaba  lo  que  se  llama 
un  desenlace.  Y  de  la  niña,  ¿qué?,  era  la  pregunta  que  hubiera  hecho 
al  autor  de  muy  buena  gana."  Salaverría,  A  lo  lejos,  pág.  171 :  "Fácil, 
sutil,  emotivo,  elegante...  ¿Le  falta  quizá  el  don  de  la  violencia?  ¿El 
don  de  crear  tipos  perennes  ?  ¿  Cierto  arrebato  de  vida  natural  ?  ¿  Aque- 
lla condición  inexpresable  que  consiste  en  haber  vivido  la  obra,  en 
vez  de  imaginarla   con  talento  ?"  Ramón  Pérez  de  Ayala,  Las  Más- 
caras,  1917,  pág.   159:   "Examinando   en  conjunto,  como  un  panora- 
ma, la  obra  teatral  completa  de  don  Jacinto  Benavente,  echamos   de 
ver  á  seguida  que  se  trata  de  un  paisaje  cuya  flora  y  fauna  no  co- 
rresponden á  la   zona  tórrida  ni   á  la  zona   fría,    sino   á   una   zona 
epicena,   de  transición,   en   donde  el   clima  se  muda  arbitrariamente 
del   calor   al  frío  y   del    frío   al   calor,    sin   alcanzar   nunca   grandes 
extremos...   Las  dos  cualidades  de  estos  paisajes   de  zona  templada 
son:  versatilidad  y  elegancia,  entendiendo  por  elegancia  cierta  reduc- 
ción de  las  proporciones  y  pulimento  de  las  formas.   Es  una  manera 
de  elegancia  que  linda  con  la  afectación  y  el  artificio.  ¿  Cuántas  veces, 
ante  un   paisaje  menudamente  ordenado  por  obra  natural,  no  hemos 
aceptado  la  idea  de  que  la  misma  Naturaleza,  en  ocasiones,  incurre  en 
afectación?  Son  paisajes  en  donde  no  falta  sino  una  tilde,  un  detalle 
sutil,  para  que  al  punto  se  truequen  en  parques  públicos  ó  en  jardines 
de  realeza.  Lo  cual  no  sucede  con  los  paisajes  tropicales  ni  con  los  pai- 
sajes norteños  y  de  altura.  Sobre  arena  ó  sobre  nieve  es  imposible  tra- 
zar un  Versalles.  La  obra  teatral  completa  del  señor  Benavente  está 
compuesta  con  aquella  elegancia  que  participa  de  lo  natural  y  del  ar- 
tificio.  Y  en  cuanto  á  su  versatilidad,  es  simplemente  prodigiosa.  El 
señor  Benavente  ha  cultivado  todos  los  géneros:  el  monólogo  {Cuento 
inmoral)   y  el  diálogo,   el  pasillo  cómico  {No  fumadores),  el  saínete 
{Todos  somos  unos),  la  comedia  burguesa  {Al  natural),  la  comedia 
aristocrática  {Gente   conocida),  teatro  infantil  y  fantástico  {El  Prín- 
cipe que  todo  lo  aprendió  en  los  libros),  la  comedia  rústica  {Señora 


S.  XIX,   1892.  J\ACINTO  BENAVENTE  2  57 

ama),  el  drama  espeluznante  {Los  Ojos  de  los  muertos),  el  drama  sim-  p 
bólico  {Sacrificios),  el  drama  policíaco  {La  Malquerida),  la  comedia 
moralizante,  á  lo  Eguilaz  {El  Collar  de  estrellas^  Campo  de  armiño) 
j;  por  último,  un  nuevo  género,  que  llamaremos  ''comedia  patriótica" 
(Lo  Ciudad  alegre  y  confiada).  Entre  Jos  géneros  enumerados,  he- 
mos de  propósito  dejado  sin  clasificar  un  tipo  teatral,  en  que  el  señor 
Benavente  ha  reincidido  con  evidente  delectación.  Nos  referimos  a 
aquellas  obras  cuyos  personajes  son  emperadores,  reyes,  príncipes, 
grandes  duques  y  señores  en  amalgama  promiscua  con  una  taifa  co- 
piosa de  tahúres,  criminales,  ladrones,  mujeres  cortesanas,  saltimban- 
cos  y  sus  similares ;  todo  el  almanaque  de  Gotha  del  crimen,  y  el  otro ; 
en  suma,  ese  haz  de  gentes  que  constituyen  el  mundo  libertino  y  este- 
ticista  de  la  opereta;  mundo  apenas  presentido  y  á  medias  inventado 
por  los  autores  que  escriben  ese  linaje  de  obras;  mundo  meramente 
literaturesco  y  escénico,  sin  existencia  real.  A  este  orden  pertenecen 
La  Noche  del  sábado,  La  Princesa  Bebé,  La  Escuela  de  las  princesas 
y  otras  obras  del  mismo  autor,  pero  de  menor  cuantía  que  las  citadas. 
Son  obras  que  producen  inquietante  impresión;  pero  una  impresión 
truncada,  como  si  les  faltase  algo.  Les  falta  la  música  de  vals.  Serían 
excelentes  libretos  de  opereta.  En  ellas  no  hay  argumento,  ó  si  le  hay 
es  una  mínima  aprensión  de  argumento,  diluida  en  la  vena  quebrada 
de  lo  pintoresco.  No  interesan  los  personajes  por  su  alma,  sino  por  su 
traje.  Interiormente  son  almas  indistintas:  las  princesas  parecen  mu- 
jeres cortesanas,  y  las  mujeres  cortesanas,  princesas.  La  fuerza  artís- 
tica no  reside  en  la  figura  aislada,  sino  en  las  figuras  sumadas,  en  el 
espectáculo,  en  el  coro  de  figurantas.  No  emana  de  todo  ello  ninguna 
emoción  espiritual,  pero  sí  algo  que  guarda  con  la  verdadera  y  pura 
emoción  cierto  parecido  falaz,  y  que  es  turbación  del  alma,  deleitable 
acaso,  pero  siempre  enfermiza.  Es  una  turbación  que  nace  de  la  su- 
gestión del  sexo,  imperando  sobre  toda  otra  norma.  Turbación  que  el 
compás  de  tres  por  cuatro,  que  es  el  compás  del  vals,  contribuye  á 
exaltar.  Por  eso,  esta  especie  de  obras  literarias  necesita  de  la  mú- 
sica de  opereta  para  su  máxima  intensidad...  En  definitiva,  el  mun- 
do de  la  opereta  es  el  mundo  de  la  incompresión  voluntaria.  Es  un 
camino  descarriado  hacia  la  felicidad.  Ya  con  V02  de  la  Biblia  se 
nos  advierte  que  el  comprender  acarrea  dolor.  El  personaje  de  ope- 
reta huye  la  operación  del  comprender  por  ahorrarse  la  secuela  del 
dolor.  Evita  las  realidades  profundas  y  se  apoya  en  realidades  su- 
perficiales y  fugitivas.  Cuando  cosas  y  personas  le  van  siendo  fami- 
liares, las  abandona  para  no  comprenderlas.  Su  norma  de  conducta 
es  el  cambio,  el  contraste,  la  diversidad  de  decoraciones.  En  invier- 
no busca  las  tierras  solares,  y  en  verano  se  acoge  a  los  parajes 
ateridos.  Abomina  de  la  pasión  y  del  ensueño,  que  son  dos  formas  de 
inmovilidad  y  constancia.  Su  tono  favorito  es  la  sátira  personal  y  li- 
gera, que  es  un  modo  de  incomprensión,  puesto  que  consiste  en  mirar 
las  cosas  sólo  por  el  revés.  Su  inquietud  predominante,  y  casi  única, 

TOMO  X— I  7 


258  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

se  refiere  á  las  relaciones  sexuales;  inquietud  que  vanamente  procura 
esquivar  mediante  una  transacción,  despojando  á  la  inquietud  de  su 
carácter  de  problema,  que  se  ha  de  resolver  una  vez  por  todas,  para 
convertirlo  en  una  sucesión  de  ensayos  experimentales  y  de  cópulas 
efímeras.  El  clima  psíquico  templado  induce  á  esta  transacción.  En 
el  clima  tórrido  no  hay  solución  para  el  problema,  sino  en  la  muerte. 
En  el  clima  frío,  la  solución  es  la  castidad.  Que  la  opereta  sea  el 
mundo  de  la  incomprensión  voluntaria,  no  arguye  que  el  autor  de 
una  excelente  opereta  — pues  en  todo  cabe  excelencia  y  primor  de 
arte —  sea  un  hombre  voluntariamente  incomprensivo.  Por  el  contra- 
rio, para  reproducir  con  la  imaginación,  vivo,  animado  é  interesante 
este  mundo  de  opereta,  en  todo  lo  que  es  y  significa,  se  exige  poseer 
un  talento  sobremanera  plástico  y  comprensivo.  Si  giramos  los  ojos 
en  torno,  observaremos  que  vivimos  en  un  mundo  de  opereta,  entre 
farsantes  escénicos  sin  existencia  real.  Pero  para  crear  una  obra  de 
arte  no  basta  trasladar  á  la  escena  algunos  fragmentos  de  la  cotidiana 
opereta,  habiéndolos  copiado  fielmente;  es  menester  trasponerlos,  fun- 
dirlos é  infundirles  una  nueva  vida  imaginaria.  Tal  es  el  caso  de  La 
Princesa  Bebé."  R.  Pérez  de  .\yala,  El  Imparcial:  "Al  no  mentar  entre 
los  "valores  positivos"  al  señor  Benavente,  después  de  haber  estudiado 
sus  obras  con  tanta  prolijidad,  claro  está  que  no  quiero  dar  á  entender 
que  no  exista,  sino  algo  peor,  que  existe  como  un  "valor  negativo".  He 
aquí  el  alcance  concreto  de  mi  afirmación...  Jamás  he  pueáto  en  duda 
las  peregrinas  dotes  naturales  del  señor  Benavente:  talento  nada  co- 
mún, agudeza  inagotable,  fluencia  y  elegancia  del  lenguaje,  repertorio 
copioso  de  artificios  retóricos  y  escénicos.  Pero  todas  estas  dotes  reuni- 
das acarrean  consecuencias  particularmente  vituperables  y  nocivas, 
porque  están  puestas  al  servicio  de  un  concepto  equivocado  del  arte 
dramático...  Todos,  con  rara  unanimidad  entre  españoles,  nos  escan- 
dalizamos al  contemplar  el  estado  de  pobreza,  confusión  y  anarquía 
que  ha  reinado  en  los  escenarios  madrileños  durante  la  última  tempo- 
rada. No  ha  habido  obras  que  levanten  un  palmo  sobre  lo  vulgar.  ¿  Por 
qué?  Apenas  si  hay  media  docena  de  actores  diseminados  aquí  y 
acullá  por  todos  los  teatros  de  España;  actores  que,  en  justicia,  me- 
rezcan este  nombre.  ¿  Por  qué  ?  Para  hallar  la  causa  es  menester  re- 
traerse en  el  tiempo  cerca  de  veinte  años,  cuando  el  señor  Benavente, 
con  talento  y  habilidad  que  nadie  osará  discutirle,  comenzaba  á  im- 
poner una  manera  de  teatro  imitada  de  las  categorías  inferiores  y  más 
efímeras  del  teatro  extranjero.  Suponíase  entonces  que  el  señor  Be- 
navente traía  la  revolución  al  teatro  español.  Lo  que  traía  era  la  anar- 
quía... El  teatro  del  señor  Benavente  es,  en  el  concepto,  justamente  lo 
antiteatral,  lo  opuesto  al  arte  dramático.  Es  un  teatro  de  términos  me- 
dios, sin  acción  y  sin  pasión,  y  por  ende  sin  motivación  ni  caracteres, 
y  lo  que  es  peor,  sin  realidad  verdadera.  Es  un  teatro  meramente  oral, 
que  para  su  acabada  realización  escénica  no  necesita  de  actores  pro- 
piamente  dichos;  basta  con  una  tropa  ó  pandilla   de  aficionados.   Y 


S.  XIX,    1892.  JIACINTO  BEXAVENTE  259 

comoquiera  que,  durante  los  últimos  años,  ha  imperado  el  teatro  del 
señor  Benavente,  con  sus  secuelas  ó  derivaciones,  han  ido  acabándose 
y  atrofiándose   los  actores,  como  un  órgano  sin  función,  y  correlati- 
vamente ha  desaparecido  de  un  golpe  para  el  público  español  todo  eí 
teatro  clásico  nacional  y  extranjero,  porque  ya  no  hay  actores  que  se- 
pan y  puedan  interpretarlo,  y  faltando  la  norma  perenne  de  los  clá- 
sicos, que  es  el  único  término  de  comparación,  el  arte  dramático  y  el 
gusto  y  discernimiento  del  público  se  van  corrompiendo  y  estragando 
cada  vez  más.  Todo  esto  es  lo  que  encierra  mi  afirmación  de  que  la 
dramaturgia  del   señor  Benavente  es  un  "valor  negativo"'.   Si  se  me 
invita  á  prescindir  del  error  fundamental  de  concepto  de  esta  drama- 
turgia de  hogaño,   concedo  que  en  lo  accidental  y  accesorio  ostenta 
ciertos  primores  y  lindezas.   Pero,   ¿  cómo  se  puede  prescindir  de  lo 
primero  y  principal?  El  Mal  que  nos  hacen,  estrenado  anoche,  es  una 
pieza  que  ajusta  perfectamente  dentro  del  patrón  que  acabamos  de  des- 
cribir. En  cuanto  al  concepto  teatral,  es  cabalmente  lo  contrario   de 
lo  que  debe  ser  el  teatro.  La  palabra,  que  en  el  teatro  genuino  no  es 
sino  vehículo  del  alma  de  un  personaje  concreto,  de  suerte  que  cada 
persona  ó  carácter  debe  hablar  de  un  modo  propio  é   inconfundible, 
en  El  Mal  que  nos  hacen  es  una  forma  genérica  é  indiferenciada  de 
expresión,  tejida  con  sinnúmero  de  retruécanos  de  ideas  ó  conceptis- 
mos cuyo  significado  las  más  de  las  veces  no  se  puede  descifrar  y  ador- 
nado con  metáforas  y  sentencias  piadosas  del  Ancora  de  salvación. 
Los  personajes  salen  á  escena,  se  sientan,  rompen  á  hablar  por  largo, 
y  vienen  á  decir  todos  las  mismas  cosas,  sobre  poco  más  ó  menos.  Yo 
«o  tendría  inconveniente  en  aceptar  una  apuesta,  á  fin  de  demostrar 
cumplidamente  que  el  lenguaje  de  los  personajes  de  El  Mal  que  nos 
hacen  es  un  flujo  amorfo,  impersonal  y  antidramático.  Y  es  que  si  se 
truecan  la  mayor  parte  de  los  parlamentos  de  uno  á  otro   personaje, 
los  espectadores  no  echarán  de  ver  la  trasmutación  ni  la  obra  perderá 
nada.  No  negaremos  que  los  parlamentos  son,  ora  elocuentes,  ora  sua- 
sorios,  ora  rutilantes;  pero  su  lugar  adecuado  no  es  el  tablado  his- 
triónico;  antes  bien,  el  pulpito,  el  confesonario  ó  el  artículo  de  fondo 
de  un  periódico,  respectivamente." 

J.  Benavente,  obras  teatrales,  con  fechas  de  estreno:  El  Nido  aje- 
no, 1894.  Gente  conocida,  1896.  El  Marido  de  la  Téllez,  1897.  De  ali- 
vio, 1897.  Don  Juan  (trad.  de  Moliere),  1897.  La  Farándula,  1897.  La 
Comida  de  las  fieras,  1898.  Teatro  feminista,  1898.  Cuento  de  amor, 
1899.  Operación  quiritrgica,  1899.  Despedida  cruel,  1899.  La  Gata  de  An- 
gora, 1900.  Viaje  de  instrucción,  1900.  Por  la  herida,  1900.  Modas, 
1901.  Lo  cursi,  1901.  Sin  querer,  1901.  Sacrificios,  1901.  La  Gober- 
nadora, 1901.  El  Primo  Reman,  1901.  Amor  de  amar,  1902.  Liber- 
tad, 1902.  El  Tren  de  los  maridos,  1902.  Alma  triunfante,  1902.  El 
Automóvil,  1902.  La  Noche  del  sábado,  1903.  Los  Favoritos,  1903,  El 
Hombrecito,  1903.  Mademoiselle  de  Belle-Isle  (trad.  de  A.  Dumas), 
1903.  Por  qué  se  ama,  1903.  Al  natural,  1903.  La  Casa  de  la  dicha. 


200  ÉPOCA  REGIONAL  Y   MODERNISTA    (1888-I907) 

1903.  El  Dragón  de  fuego,  1903.  RicJfelieu  (trad.  de  Bulver  Lifon  (?), 

1904.  La  Princesa  Bebé,  1904.  No  fumadores,  1904.  Rosas  de  Otoño, 

1905.  Buena  boda,  1905.  Teatro  fantástico,  1905.  El  Susto  de  la 
Condesa,  1905,  La  Sobresalienta,  1905.  Los  Malhechores  del  bien,  1905. 
Cuento  inmoral,  1905.  Las  Cigarras  hormigas,  1905.  Más  fuerte  que 
el  amor,  1906.  Manon  Lescaut  (con  A.  Danvila),  1906.  Los  Buhos, 
1907.  Abuela,  y  nieta,  1907.  La  Princesa  sin  corazón,  1907.  El  Amor 
asusta,  1907.  La  Copa'  encangada,  1907.  Los  Ojos  de  los  muertos,  1907. 
La  Historia  de  Ótelo,  1907.  La  Sonrisa  de  Gioconda,  1907.  El  Ultimo- 
minué,  1907.  Todos  somos  unos,  1907.  Los  Intereses  creados,  1907.  Se- 
ñora ama,  1908.  El  Marido  de  su  viuda,  1908.  La  Fuerza  bruta,  1908. 
De  pequeñas  causas,  1908.  Hacia  la  verdad,  1908.  Por  las  nubes,  1909. 
De  cerca,  1909.  /í  z/^r  gwé  /toce  un  hombre,  1909.  Lo  Escuela  de  las 
princesas,  1909.  La  Señorita  se  aburre,  1909.  £Z  Principe  que  todo  lo 
aprendió  en  los  libros,  1909.  Ganarse  la  vida,  1909.  El  Nietecito,  1910. 
La  Losa  de  los  sueños,  1911.  La  Malquerida,  1913.  El  Destino  manda 
(trad.  de  Paul  Hervieu),  1914.  El  Collar  de  estrellas,  1915.  La  Ver- 
dad, 1915.  La  Propia  estimación,  1915.  Campo  de  armiño,  1916.  La 
Túnica  amarilla,  1916.  Lo  Ciudad  alegre  y  confiada,  1916.  El  Mal  que 
nos  hacen,  1917.  Los  Cachorros,  1918.  Caridad,  1918.  La  InmaculadOr 
de  los  Dolores,  1918.  Mefistófela,  1918.  La  L^3'  de  Zo^  /zi/oí,  19 18. 

Otras  obras:  Teatro  fantástico,  1892,  1910.  Versos,  1893,  Cartas 
de  mujeres,  1893,  1901 ;  2.'  ser.,  1902,  Figulinas,  1898.  Noches  de  ve- 
rano, 1900.  £Z  Criado  de  don  Juan,  1902.  P'ilanos,  1905.  Teatro  rápido, 
Barcelona,  1906.  El  Teatro  del  pueblo,  1909.  De  sobremesa,  i.*  y  2.^ 
ser.,  1910;  3.*  y  4.*  ser.,  1912 ;  5.^  ser.,  1913;  6.^  ser.,  1916.  Acotaciones, 
1914.  Crónicas  y  Diálogos,  Valencia,  1916.  Mis  mejores  escenas,  Ma- 
drid, 1916.  Las  mejores  páginas  de  Benavente,  2  vols.,  1917-18. 

Obras  impresas:  Teatro:  t.  I  (El  Nido  ajeno.  Gente  conocida,  EL 
Marido  de  la  Téllez,  De  alivio),  1904,  1910,  1917.  T.  II  {Don  Juan,  La 
Farándula,  La  Comida  de  las  fieras,  Teatro  feminista),  1904,  1911,  1916, 
T.  III  (Cuento  de  amor.  Operación  quirúrgica.  Despedida  cruel,  Im 
Gata  de  Angora,  Viaje  de  itistrucción,  Por  la  herida),  1904,  1913» 
T.  IV  (Modas,  Lo  cursi.  Sin  qucnr.  Sacrificios),  1904,  1917.  T.  V  (La 
Gobernadora,  El  Primo  Román),  1904,  1916.  T.  VI  (Amor  de  amar,  Li- 
bertad, El  Tren  de  los  maridos),  i<;04,  1916.  T.  VII  (Alma  triunfante. 
El  Automóvil,  J^a  Noche  del  sábado),  1904,  1918.  T.  VIII  (Los  Favo- 
ritos,  El  Hombrecito,  Mademoiselle  de  B>elle-Isle,  Por  qué  se  ama), 
i'904,  1916.  T.  IX  (Al  natural,  I^a  Casa  de  la  dicha,  El  Dragón  de 
fuego),  1905.  Tomo  X  (Richelieu,  La  Princesa  Bebé,  No  fumado- 
res), 1905,  1916.  T.  XI  (Rosas  de  otoño.  Buena  boda),  1905,  1917. 
T.  XII  (El  Susto  de  la  Condesa,  Cuento  inmoral.  La  Sobresalienta, 
Los  Malhechores  del  bien),  1906,  1912,  1916.  T.  XIII  (Las  Cigarras 
hormigas.  Más  fuerte  que  el  amor),  1906,  1916.  T.  XIV  (Manon  Les- 
caut, Los  Buhos,  Abuela  y  nieta),  1908,  1917.  T.  XV  (La  Princesa  sin 
corazón.  El  Amor  asusta,  La  Copa  encantada.  Los  Ojos  de  los  muer^ 


S.  XIX,   1892.  JOAQUÍN  abatí  Y  DÍAZ  161 

ios),  1908,  1917.  T.  XVI  (La  Historia  de  Ótelo,  La  Sonrisa  de  Gio- 
conda, El  Ultimo  minué,  Todos  somos  unos,  Los  Intereses  creados), 
1908,  1911,  1917.  T.  XVII  {Señora  ama.  El  Marido  de  su  viuda,  La 
Fuersa  bruta),  1909,  1915.  T.  XVIII  (De  pequeñas  causas.  Hacia  la 
verdad,  Por  las  nubes,  De  cerca,  A  ver  qué  hace  un  hombre),  1909, 
1916.  T.  XIX  (La  Escuela  de  las  princesas.  La  Señorita  se  aburre.  El 
Príncipe  que  todo  lo  aprendió  en  los  libros.  Ganarse  la  vida),  19 10, 
1916.  T.  XX    (El  Nietecito,  La  Losa  de  los  sueños,  La  Malquerida), 

1914,  1917.  T.  XXI  (El  Destino  manda,  El  Collar  de  estrellas.  La  Ver- 
dad), 1915.  T.  XXII  (La  Propia  estimación.  Campo  de  armiño),  1916. 
T.  XXIII  (La  Túnica  amarilla.  La  Ciudad  alegre  y  confiada),  1916. 
T.  XXIV  (El  Mal  que  nos  hacen.  Los  Cachorros,  Caridad),  1918. 
T.  XXV  (Mefistófela,  La  Inmacidada  de  los  Dolores),  1918. 

Consúltense  A.  Bonilla  y  San  Martín:  /.  Benavente  (en  la  revista 
Ateneo,  I,  año  1906,  págs.  27-40)  ;  F.  Santander,  Comentario  á  "La 
Malquerida",  Valladolid,  1914;  Andrés  González  Blanco,  Autores  con- 
temporáneos, 1917;  Ramón  Pérez  de  Aj'^ala,  Las  Máscaras,  1917;  E.  L.  de 
Palacio,  /.  Bfnavente,  1914  (en  La  Société  Nouvelle,  Mons)  ;  C.  Bruer- 
¡ton,  Bcneveníe's  El  Marido  de  la  Tcllez  and  its  French  pr'ototypeS', 
Chicago,  1916;  Juan  V.  Horné,  The  relations  betzveen  the  plays  of  Be- 
navente and  his  dramatic  criticism,  Chicago,  1906;  L.  López  Rosselló, 
/.  Benavente,  1916  (en  Rev.  Calasancia). 

J.  Abatí:  Entre  doctores,  com.,  1892.  Azucena,  com.,  1892.  Ciertos 
son  los  toros,  com.,  1894.  La  Conquista  de  México,  com.,  1896.  La  En- 
redadera, com.,  1897.  Causa  criminal,  melod.,  1897.  El  Intérprete,  1897. 
Los  Besugos,  com.,  1899.  Lucha  de  clases,  zarz.,  1900.  Las  Venecia- 
nas, zarzuela,  1900.  La  Buena  crianza,  melod.,  1901.  El  Código  Penal, 
zarz.,  1901.  Tierra  por  medio,  zarz.,  1901.  Un  hospital,  melod.,  1902.  El 
Aire,  com.,  1904.  El  Trébol,  zarz.,  1904.  La  Marcha  Real,  zarz.,  1904.  El 
Aire,  zarz.,  1906.  La  Taza  de  té,  zarz.,  1906.  Las  Cien  doncellas,  melod., 
1907.  La  Hostería  del  laurel,  zarz.,  1907.  Mayo  florido,  zarz.,  1908.  El 
Paraíso,  com.,  1909.  Los  Hombres  alegres,  zarz.,  1909.  La  Mar  salada, 
com.,  1910.  Gcnia  y  figura,  com.,  1910.  La  Partida  de  la  Porra,  zarz., 
1910.  Baldomcro  Pachón,  zarz.,  1913.  Salambó,  zarz.,  1913.  El  Potro 
salvaje,  zarz.,  1914.  España  Nueva,  zarz.,  1914.  La  Corte  de  Risalia, 
zarz,,  1914.  La  Pata  de  gallo,  com.,  1914.  El  Velón  de  Lucena,  com. 
magia,   1915.  Las  Alegres  colegialas,  zarz.,  19x5.  Los  Vecinos,  com., 

1915.  Sierra  Morena,  zarz.,  1915.  El  Infierno,  com.,  1916.  La  Bendi- 
ción de  Dios,  com.,  1916.  El  Asombro  de  Damasco,  zarz.,  1916.  La  His- 
toria del  traje,  com.,  1916.  La  Gentil  Mariana,  com.,  1916  (con  A. 
Paso).  Jesús,  María  y  José,  1918.  De  fecha  desconocida:  Alsina  y  Ri- 
poll.  Los  Amarillos,  El  Gran  tacaño,  Las  Hijas  políticas,  Los  Hijos 
artificiales,  La  Mulata,  Los  Niños,  El  Tesoro  del  estómago,  Tortosa 
y  Soler,  El  50  de  Infantería,  Mi  querido  Pepe. 


262  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

48.  Año  i8p2.  Miguel  Eduardo  Pardo  (i865?-I905)^ 
de  Caracas  (Venezuela),  escribió  en  muchos  periódicos  de  Amé- 
rica y  de  A'Iadrid  y  derrochó  ingenio  con  no  poca  broza  Hteraria 
y  afectista,  metido  en  polémicas  con  Clarín  y  otros.  Su  colección 
de  cuentos  Al  Trote  es  hermosa,  y  entre  ellos  descuella  Manolín. 
Pero  su  obra  maestra  es  la  novela  criolla  Todo  un  pueblo,  satiri- 
zadora  de  las  costumbres  de  Caracas,  con  sus  puntas  de  ironía 
y  fuerte  desenlace  trágico ;  la  trama,  con  rapidez  y  bien  conduci- 
da; el  estilo,  suelto,  y  excelente  el  lenguaje.  Sátira  nacida  del 
odio  que  se  venga,  retrata  sin  escrúpulo  la  verdad,  bien  que  por 
otra  parte  la  exagere  y  la  ponga  en  caricatura.  Hay  mucha  vida 
en  ella,  personajes  admirablemente  tallados  y  viva  impresión 
descriptiva. 

Mariano  BaselgÁ  y  Ramírez  (n.  1865-),  zaragozano,  pintó 
preciosos  tipos  populares,  con  fino  realismo,  con  arte  y  exqui- 
sito gusto,  principalmente  artesanos  de  la  ciudad.  Colaboró  en 
la  Rev.  Archivos  (1897-99)  y  El  Gato  Negro,  de  Barcelona 
(1898).  Los  cuentos  Desde  el  Cabezo  cortado  son  muy  graciosos 
y  escritos  con  arte  y  malicia.  Preciosas  son  sus  Cartas  á  Luisa, 
á  imitación  de  la  Perfecta  Casada,  de  fray  Luis  de  León.  El  es- 
tilo de  Baselga  huele  un  tantico  á  rebuscado  y  artificioso. 

Rosario  Puebla  de  Godo  y  (n.  1867-),  de  Mendoza 
(Argentina),  estrenó  En  buena  ley  (1895),  Patriotismo  de  ar- 
gentinos (1910),  Los  Patriotas  (1914).  Publicó  Al  pie  de  los 
Andes,  poesías  (1892),  Nubes  de  incienso,  poesías  (1900),  La 
Ciudad  heroica,  novela  histórica  (1904).  Escritora  admirable  de- 
costumbres  gauchas,  comenzó  a  escribir  sin  tener  instrucción 
ni  cultura  ni  haber  leído  novelas.  Es  en  la  Argentina  lo  que 
nuestra  Fernán  Caballero  en  España.  En  la  versificación  es 
sentenciosa  á  la  manera  popular  y  plástica  á  la  vez;  canta  el 
amor  de  Dios  y  de  la  Patria. 

Lltis  Orrego  Luco  (n.  1866-),  chileno,  director  de  Selecta, 
brillante  novelista  de  costumbres,  es  el  legítimo  heredero  de 
Blest  Gana,  agradable,  bien  que  no  tan  fiel  como  él  en  ate- 
nerse á  la  realidad.  Pintó  la  vida  chilena  contemporánea  en  va- 
rias novelas,  trasunto  de  la  realidad,  con  sus  puntas  de  ensueño. 
Un  idilio  nuevo  es  el  Martín  Rivas  de  la  segunda  mitad  del 

siglo   XIX. 


S.  XIX,   1892.  ROSARIO  PUEBLA  DE  GODOY  203 

49.  Gonz.  Picón  Pebres,  La  Liter.  Venezol.,  1906,  pág.  396:  "M. 
E.  Pardo,  en  1899,  arrojó  sobre  Caracas,  con  un  gesto  iracundo  de 
desprecio,  la  novela  Todo  im  pueblo.  Con  tanta  claridad,  con  tan  ex- 
travasado lenguaje,  con  franqueza  tan  desusada,  nadie  se  había  atre- 
vido á  decir  cuanto  él  se  propuso  con  premeditación,  y  produjo  un  es- 
cándalo, un  somatén  ruidoso,  un  vocerío  de  protesta  que  salió  de  todas 
partes  con  formidable  indignación.  Todo  un  pueblo,  en  su  conjunto,  ?.3 
una  de  las  novelas  satíricosociales  más  sobresalientes  que  se  han  es- 
crito en  la  América  española.  Tan  vivo  es  el  relato...  No  se  ahoga  en 
pormenores  haladles ;  se  va  derecho  á  cada  asunto  para  diafanizarlo : 
se  fija  en  sus  detalles  más  precisos,  y  los  dibujos,  con  muy  pocas  ex- 
cepciones, llegan  á  sorprender  por  su  estupendo  parecido...  Todo  un 
pueblo  es  una  sátira  de  costumbres  caraqueñas;  pero  una  sátira  terri- 
ble y  dolorosa  como  un  cuchillo  de  dos  filos...  Pocos  libros  de  Vene- 
zuela tan  fuertes,  tan  sentidos,  tan  sinceros  como  ése.  Villabrava  no 
es  una  ficción;  Villabrava,  sin  rodeos,  es  Caracas...  Pero  si  la  mayor 
parte  de  esa  Villabrava  es  una  gran  verdad,  la  otra  parte  aparece 
adulterada  por  el  odio,  por  una  así  como  venganza  irrefrenable...  Res- 
pecto al  estilo,  es  brusco,  precipitado  y  fuerte  como  un  bronce;  pero 
en  medio  de  esa  brusquedad  y  fortaleza,  que  son  el  sello  distintivo  del 
temperamento  luchador  del  novelista,  abunda  en  elocuencia  y  en  ad- 
jetivación lujosa."  Véase  ibidem,  pág.  422.  M.  Ed.  Pardo:  Horas  de 
lucha,  versos.  Semblanzas.  Viajeras,  prosa  y  verso,  Caracas,  1892.  Al 
trote,  cuentos,  París,  1894.  Volanderas,  crónicas,  Caracas,  1897,  1908. 
Todo  un  pueblo,  nov.,  Madrid,  1899,  1917.  Don  Jesús  María  Herrera 
compiló  muchos  trabajos  de  Pardo  y  los  dispuso  para  la  estampa. 

M.  Baselga:  Cartas  á  Luisa,  comentario  en  forma  epistolar  al  tra- 
tado de  "La  Perfecta  casada",  de  Fr.  Luis  de  León,  Salamanca,  189^. 
Desde  el  Cabezo  Cortado,  colección  de  apuntes  de  costumbrismo  ara- 
gonés en  forma  de  artículos,  Zaragoza,  1893.  La  Virgen  del  Pilar  en 
medio  de  su  pueblo,  particularidades  del  folklore  religioso  araf/onés, 
1895  (en  El  Pilar).  El  Cancionero  catalán  de  la  Universidad  de  Za- 
ragoza (llamado  de  Mosén  Turmo),  Zaragoza,  1896.  Cuentos  de  la  era 
(ocho),  ibid.,  1897.  La  Virgen  del  Pilar  en  el  s.  xv  (donde  se  muestra 
la  colaboración  del  olvidado  maestro  Gisbert  en  el  retablo  del  Pilar, 
tenido  como  exclusivo  de  Damián  Forment),  1897  (en  El  Pilar). 
Coarta  dirigida  á  don  Fernando  Ruano  y  Prieto,  barón  de  Velasco, 
con  ocasión  de  su  libro  "El  Príncipe  de  Viana",  1897  (en  Rev.  Arch.). 
Mariam  (vulgarización  de  los  lugares  teológicos  islámicos  en  lo  re- 
ferente a  la  María),  1898  (en  El  Pilar).  El  Pulpito  español  en  la  época 
del  mal  gusto,  1902  (en  Rev.  Aragón).  Discurso...  sobre  el  Siglo  de 
Oro  en  las  letras  aragonesas,  1903  (Juegos  Flor,  de  Zaragoza).  El 
Honor,  Zaragoza,  1913.  La  Moral  de  antaño  y  la  de  hogaño,  ibid., 
1914.  Concepto  estético  de  lo  cursi  (en  prepar.).  Por  los  ribazos,  col. 
de  siete  cuentos  aragoneses  (ídem). 

Enrique  E.  Rivarola,  Al  lector,  en  La  Ciudad  heroica,  1904:  "Le 


264  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

auguro  un  triunfo  literario  de  primer  orden.  Créame.  Si  yo  pudiera 
dibujar,  ilustraría  su  trabajo.  Estoy  como  si  hubiese  visto  á  sus  per- 
sonajes; y  lo  que  es  del  viejo  Juan  soy  amigo  y  no  lo  olvidaré.  Me 
encanta  su  nobleza,  su  pintoresco  lenguaje,  su  valor,  su  fuerza.  Ese 
es  el  tipo  nacional  que  encarna  la  época  de  la  emancipación.  Usted  no 
lo  ha  descrito;  pero  ha  dejado  que  él  por  sí  solo  se  describa.  Cuando 
el  gaucho  Juan  habla,  abre  su  corazón  y  lo  muestra.  Ese  es  su  triunfo. 
En  el  asunto  hay  muchp  movimiento,  mucha  verdad,  mucha  vida." 

L.  Orrego  Luco:  Páginas  americanas,  novelas,  Madrid,  1892.  Pan- 
dereta, Santiago,  1896.  Casa  grande,  ibid.,  1905.  Memorias  de  un  vo- 
luntario de  la  Patria  vieja,  1905.  1810,  ibid.,  1908.  Un  idilio  nuevo, 
ibid.,  1912,  1913.  En  familia,  1913.  Al  través  de  la  tempestad,  dos  vols., 
1914.  Retratos  (Miguel  L.  Amunátegui  y  Victorino  Lastarria),  San- 
tiago, 1917. 

50.  Año  i8q2.  Enrique  Gómez  Carrillo  (n.  1873-),  na- 
cido en  Guatemala,  educado  en  un  colegio  de  JMadrid,  donde  ha 
vi\ido  algunas  veces,  pero  mucho  más  en  París;  periodista  y 
escritor  de  alma  parisiense,  pero  que  arraiga  en  lo  más  hondo 
de  nuestra  raza  española.  Inquieto  y  curioso,  sensible  á  toda 
impresión  artística,  fogoso  y  aventurero  de  su  natural,  ha  via- 
jado acudiendo  adondequiera  que  hubiese  algima  novedad 
que  gustar  y  que  comunicar  al  público,  á  Rusia,  Grecia,  Tierra 
Santa,  al  Japón,  Argentina.  Incansable  trabajador,  ha  sido  el 
cronista  perpetuo  de  todo  grande  acaecimiento,  narrador  ameno, 
ligero,  impresionista,  de  lenguaje  noble  y  expresivo.  Fué  director 
en  París  de  La  Familia,  redactor  de  El  Liberal  de  Madrid,  co- 
laborador de  Elcctra  (1901),  Pluma  y  Lápiz  (1903),  director  de 
El  Liberal  (1916-17). 

Arturo  Jiménez  Pastor  (n.  1872-),  de  San  Nicolás  de  los 
Arroyos  (Argentina),  hijo  del  abogado  chileno  José  Arcainos 
Jiménez  y  de  ]\Iercedes  Pastor,  argentina,  estudió  hasta  recibir 
título  de  abogado  (1900)  en  Montevideo;  obtuvo  (1901)  el  pri- 
mer premio  en  el  concurso  de  El  País  de  Buenos  Aires  con  su 
novela  La  Rendición,  ganó  la  cátedra  de  Literatura  de  la  Uni- 
versidad de  Montevideo  (1902):  volvió  á  Buenos  Aires  (1904), 
donde  fué  redactor  de  El  Diario  y  director  de  La  Vida  Moder- 
na, semanario  que  fundó  con  su  hermano  el  dibujante  Aurelio; 
entró  en  la  redacción  de  La  X ación  (19 10)  como  crítico  de  tea- 
tros, donde  además  ha  publicado  sus  mejores  trabajos  literario- 


S.  XIX,    1892.   ENRIQUE  GÓMEZ  CARRILLO  205 

periodísticos.  Es  profesor  de  Literatura  en  el  Colegio  Nacional 
de  aquella  ciudad  y  de  castellano  en  el  de  Rivadavia  y  catedrá- 
tico sustituto  en  la  Universidad.  Publicó  primero  Arabescos 
{1892),  prosa  romántica  juvenil;  después  otro  libro  de  versos, 
cuentos  y  la  novela  corta  realista,  de  fina  observación  y  len- 
guaje apropiado,  La  Rendición,  título  además  de"  un  intenso 
drama.  Estrenó  varias  comedias  con  pasión,  interés  y  gracia 
algo  melancólica.  Excelente  escritor,  de  cu '  v^xpresivo  y  na- 
tural estilo. 

51.  Alma  española  vestida  en  París,  tan  despegada  y  desastrosa- 
mente, que  apenas  tiene  de  París  más  que  el  espíritu  mariposeador  y 
curiosón,  horriblemente  curiosón,  de  toda  impresión  fuerte  y  nueva. 
Dondequiera  que  estalle  una  guerra,  que  brille  un  nuevo  pensamiento, 
allá  va  nuestro  español  Carrillo,  todo  ojos,  todo  oídos,  todo  corazón, 
para  engullir  impresiones:  hasta  aquí  su  corteza  parisiense.  Pero  las 
impresiones  salen  por  los  puntos  de  su  pluma,  embadurnan  el  papel 
con  toda  la  reciura  realista  y  llegan  vibrantes,  temblorosas  de  vida  y 
verdad  á  los  lectores:  es  el  escritor  de  casta.  En  suma,  el  Pierre  Loti 
español,  el  que  ha  traído  á  la  literatura  castellana  el  impresionismo 
del  viajero;  pero  que  no  sólo  rasguña  ia  superficie  del  paisaje,  sino 
que  cala  lo  más  hondo  del  sentir  y  pensar  de  los  pueblos.  No  hay  que 
parar  en  deslices  de  lenguaje;  lo  que  pasma  es  que  viviendo  á  la  con- 
tinua fuera  de  España,  sólo  se  le  puedan  cazar  algimos  galicismos,  me- 
nos de  los  que  saltan  á  la  vista  en  la  mayor  parte  de  los  que  escriben 
viviendo  siempre  en  Madrid.  En  carta  al  autor:  "No  sé  si  usted  lo 
sabe;  pero  uno  de  mis  afectos  literarios  que  más  me  enorgullecen  es 
el  de  usted.  ¡Usted,  tan  clásico,  en  efecto;  usted,  tan  entusiasta  de 
la  pureza  y  de  la  tradición !  Y  yo,  aunque  no  lo  hago  de  intento  como 
Rubén  Darío,  siempre  tengo  la  mancha  original  de  ser  un  hijo  de  lo» 
autores  franceses.  Pero  el  fondo  es  español,  profundamente  español, 
lo  mismo  que  el  alma.  Tal  vez  habrá  usted  leído  en  estos  días  que  el 
Matin  me  ha  ofrecido  una  colaboración  fija  y  pingüe.  Pues  bien;  si 
yo  no  la  he  aceptado  es  porque  soy  incapaz  de  escribir  veinte  líneas 
€n  francés.  He  pasado  aquí  más  de  la  mitad  de  mi  vida,  y  no  escribo 
el  francés.  Amigos  como  d'Annunzio,  como  Nícodemi,  como  otros  que 
al  cabo  de  ocho  años-  de  vida  parisiense  se  hacen  literatos  franceses, 
no  se  lo  explican.  La  razón  es  que  tengo  la  coraza  castellana  que  me 
defiende  siempre  contra  los  ataques  de  lo  extranjero.  Cuando  cometo 
un  galicismo  es  por  ignorancia,  no  por  coquetería.  Usted  sabrá  si 
cometo  muchos...  En  cuanto  á  mi  "galicismo  mental"  de  que  hablan 
algunos,  creo  que  mi  casticismo  sentimental  lo  corrige  ó  lo  rescata. 
¿Me  pregunta  usted  cuántos  libros  he  publicado?  Muchos.  Pero  entre 
ellos  no  estimo  sino  los  que  se  refieren  á  países  lejanos,  ante  todo  Je^ 


266  ÉPOCA  REGIONAL   Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

rusalcn,  luego  Grecia,  El  Japón  heroico  y  galante,  El  Encanto  de  Bue- 
nos Aires,  Flores  de  penitencia,  y  el  último,  que  es  un  viaje  al  país  de 
la  tragedia:  Campos  de  batalla  y  campos  de  ruinas.  En  e:>te  género^ 
sí,  sinceramente  creo  que  he  hecho  algo  que  no  existía  en  castellano. 
El  elogio  que  más  me  halaga  es  el  de  los  que  me  llaman  el  Fierre 
Lotí  español.  Nací  en  1873  en  Guatemala,  y  mi  padre  era  el  más 
español  de  los  españoles.  Estuve  en  el  Colegio  de  Madrid,  donde  no 
aprendí  nada.  Soy  un  ignorante,  universitariamente  hablando.  Y  no 
lo  siento,  porque  esta  mi  ignorancia  es  la  que  me  permite  tener  senti- 
dos de  salvaje,  admirarme  de  todo,  palpitar  á  cualquier  soplo,  sentir 
como  un  niño.  En  La  Esfera  de  3  de  abril  Carretero  publicó  una  in- 
terviú mía,  en  que  hay  algunos  detalles  sobre  mi  vida."  Manuel  Ma- 
chado, La  Guerra  literaria;  1914,  pág.  110:  "Si  tomáis  la  ignorancia 
exuberante  y  la  gracia  lírica  del  padre  Dumas  y  el  admirable  Teo 
y  la  templáis  con  la  escueta  elegancia,  con  la  justeza  evocadora  de 
la  palabra  de  Loti,  tendréis  la  fórmula  más  compile  ja  y  completa  para 
escribir  hermosos  libros  de  viajes.  Pero  si  añadís  á  estos  elementos 
formales  el-  más  inquieto  espíritu  poético  de  nuestro  tiempo,  una 
superficialidad  aparente  no  más,  que  convierte  el  toque  en  caricia 
y  el  paso  en  vuelo,  un  misticismo,  flor  de  escepticismo  la  más  exqui- 
sita y  un  sentimiento  profundo  y  consciente  de  la  inmensa  tristeza 
judía,  estaréis  en  el  camino  de  saborear  este  gran  poema  de  Gómez 
Carrillo,  que  se  titula  Jcrusalén.  En  efecto,  si  la  maravilla  de  la  mo- 
derna literatura  consiste  en  ser  una  especie  de  conjuro,  por  el  cual 
las  cosas  hablan,  los  paisajes  lloran  ó  ríen,  las  ruinas  traicionan  sus 
recuerdos,  pocas  veces  he  visto  yo  brotar  más  clara,  más  expresiva 
y  evocadora  la  realidad  á  través  de  las  páginas  de  un  libro.-'  Rubén 
Darío,  rev.  Mundial:  "En  él,  por  su  madre,  había  sangre  francesa;  pero 
su  padre,  historiador  notorio  y  escritor  de  cepa  castiza,  era  de  puro 
origen  español,  severo  en  dogmas  de  gramática  y  de  biendecir,  y  con 
entronques  aristocráticos  en  la  Península...  Era,  pues,  quizás,  el  ca- 
mino de  Madrid  el  que  hubiese  tomado,  sin  mi  dichosa  intervención 
(1890),  el  futuro  autor  de  tanto  libro  de  prosa  danzante,  preciosa  y 
armoniosa,  que  había  de  ser  tenido  después  como  un  parisiense  adop- 
tado y  alabado  por  escritores  de  renombre  en  esta  capital  de  las  capi- 
taíes.  Llegó  á  París  á  luchar,  y  luchó.  Luchó  primero  en  la  inevitable 
casa  Garnier  f reres.  ¿Quién  diría  que  el  escritor  sutil  y  libérrimo  hu- 
biera colaborado  en  la  seria  y  académica  tarea  de  hacer  un  diccionario? 
Pronto  el  guatemalteco  se  saturó  de  París.  Su  primera  producción,  una 
plaquette  hoy  incontrable...,  suda  el  más  almizclado  y  enfermizo  de 
los  Parises  por  todas  sus  letras.  Llegando  en  pleno  hervor  simbolista, 
Gómez  Carrillo  había  ya  conocido  á  todos  los  dioses,  semidioses  y  co- 
rifeos del  movimiento...  Su  cultura  aumentó  día  por  día  en  este  am- 
biente de  arte;  y,  relacionado  con  España,  comenzó  á  escribir  en  la 
Prensa  de  Madrid,  tan  constante  y  brillantemente,  que  le  han  llamado 
príncipe  de  los  cronistas.  Entró,  con  el  tiempo,  á   formar  parte  del 


s.  XIX,  1892.  ArauRO  jiméxez  pastor  267 

cuerpo  de  corresponsales  de  La  Nación,  de  Buenos  Aires,  y  su  pro- 
ducción adquirió  mayores  quilates.  Se  dedicó,  por  higiene,  á  la  esgri- 
ma, y  esas  prácticc.s  le  convirtieron  en  uno  de  los  más  conocidos  due- 
listas parisienses...  En  su  obra  pasada  prevalecen,  junto  con  un  ines- 
perado sentimentalismo  que  se  diría  romántico,  mucha  modernidad:  la 
euritmia,  las  elegancias  femeninas,  la  danza,  los  personajes  de  la  come- 
dia italiana,   la  anécdota  maliciosa,  la   conversación    con   sus   amigos 
célebres,  la  ironía,  el  halago,  la  perversidad,   el  goce,  todo  lleno  de 
una  sutileza  francesa,  de  modo  que  se  diría  escrito  ó,  por  lo  menos, 
pensado  en  francés,  en  parisiense.  Luego  llegaron  sus  libros  de  via- 
jes, que  le  hicieron  considerar  como  el  Loti  castellano,  pues  aparecie- 
ron dones  de  penetración,  afinidades  filosóficas,  calma  y  serenidad,  ade- 
más de  sus  condiciones  de  paisajista  y  descriptor  dueño  de  una  rica 
paleta,  y  siempre  vibrante  ante  el  espectáculo  artístico  ó  la  figura  su- 
gestiva. Su  libro  sobre  Grecia  señaló  principalmente  la  nueva  manera. 
Y  su  libro  sobre  la  Tierra  Santa,  adonde  hiciera  recientemente  una 
visita,  es,  á  mi  entender,  lo  más  firme,  lo  más  sentido,  lo  más  meditado 
y  estudiado  de  toda  su  obra."  Enrique  Gómez  Carrillo:  Esquisses,  si- 
luetas de  escritores  y  artistas,  Madrid,  1892.  Sensaciones  de  arte,  Pa- 
rís, 1893.  Cuentos  escogidos,  ibid.,   1894.  Literatura  extranjera,   1895. 
La  Suprema  voluptuosidad,  1896.  Del  amor,  del  dolor  y  del  vicio,  no- 
vela, Aladrid,  1898.  Maravillas,  novela  funambulesca,  ibid.,  1899.  Tris- 
tes idilios,  1899.  Bohemia  sentimental,  1900.  Bailarinas,  1902.  Las  Mu- 
jeres de  Zola,  1904.  Entre  encajes,  Barcelona,   1905.  El  Modernismo, 
J905,  19x4.  De  Marsella  á  Tokio,  1906.  El  Alma  japonesOj  París,  1906.. 
La  Rusia  actual,  ibid.,  1906.  La  Verdad  sobre  Guatemala,  1906.  Psico- 
logía de  la  moda  femenina,  1907.  Grecia,  París,  1908,  19 14.  El  Monu- 
mento del  general  San  Martín,  ibid.,  1909.  Vanidad  de  vanidades,  ibid., 
1909.  Pequeñas  cuestiones  palpitantes,  la  Bohemia   en   el  teatro,  los 
poetas  nuevos,   Madrid,   1910.  Nostalgias,  Valencia,    191 1,  El  Japón, 
heroico  y   galante,  París,   1912.  Flores  de  penitencia,  ibid,   1912.   Je- 
rusalcn  y  Tierra  Santa,  ibid.,   1912.  La  Sonrisa  de  la  Esfinge,   ibid., 
1913.  Prosas,  ibid.,  1913.  El  Encanto  de  Buenos  Aires,  1914.  Crónicas 
de    la   guerra,   París,    191 5.  Campos  de   batalla   y   campos   de   ruinas, 
ibid.,    1915.   Reflejos   de   la   tragedia,   ibid.,    1915.   En   las   trincJ^eras,, 
ibid.,   1916.  El  Teatro  de  Picrrot,  ibid.,   1916.  Romerías,   ibid.  En    el 
corazón  de  la  tragedia,  1916.  Las  Sibilas  de  París,  Madrid,  1917.  La 
Gesta  de  la  legión,  1918.  Tierras  mártires,  1918.  Treinta  años  de  mi 
zñda,  1 9 18. 

Aunque  argentino,  tienen  á  Jiménez  Pastor  los  bonaerenses  por 
uruguayo  por  haber  hecho  su  carrera  en  Montevideo,  donde,  además, 
ganó  por  concurso  de  oposición  (1902)  la  cátedra  de  Literatura  de  la. 
Universidad.  En  cambio  en  Montevideo,  contra  el  parecer  del  tribu- 
nal, se  la  dieron  á  otro  la  cátedra  porque  Jiménez  Pastor  era  argen- 
tino. Los  uruguayos,  sin  embargo,  le  consideran  como  compatriota 
cuando  de  él  hablan  en  la  Prensa.   La  mayor  parte  de  las  obras  de 


268  ÉPOCA  REGIONAL  Y   MODERNISTA   (1888-I907) 

Jiménez  Pastor  siguen  sin  recoger,  desparramadas  en  revistas  y  dia- 
rios de  ambas  orillas  del  Plata  ó  en  archivos  de  teatro,  novelas,  estu- 
dios y  conferencias  sobre  estética  y  literatura,  cuentos,  obras  dramá- 
ticas, crónicas  de  viajes,  etc.  Dispuestas  para  imprimirse  tiene  Ante 
el  auditorio,  serie  de  conferencias;  Estela  lírica,  versos;  Andanzas  por 
tierras  argentinas  y  un  poco  más  allá,  A  la  orilla  del  torrente  y  Las 
voces  dormidas,  cuentos,  que  tiene  ya  en  su  poder  el  editor  Rufino 
Blanco-Fombona.  Raúl  2»kIontero  Bustamante,  El  Uruguay  á  través  de 
un  siglo,  pág.  432 :  "Arturo  Jiménez  Pastor  encama  una  tendencia  más 
sana;  es  nuestro  Daudet:  sentimental,  amable,  lleno  de  transparencia, 
es  capaz  de  llegar  á  la  emoción  y  de  sugerir  paisajes,  tipos  y  carac- 
teres por  medio  de  un  arte  simplista,  lleno  de  frescura  y  tocado  por 
cierta  melancolía  sin  hiél.  Es  autor  de  Cuentos,  Arabescos,  Luces  de 
pristna  y  La  Rendición."  Eduardo  Ferreira,  1903,  prólogo  á  La  Ren- 
dición: "La  obra  total  de  Jiménez  Pastor  es  un  espejo  donde  se  refleja 
fielmente  su  temperamento.  Huérfana  de  unidad,  de  armonía,  del  rasgo 
peculiar  que  marca  las  creaciones  fuertes  y  originales,  tan  pronto  pa- 
rece el  lamento  de  un  espíritu  angustiado  por  el  más  melancólico  ro- 
manticismo, como  el  estallido  entusiasta  del  más  ardiente  apóstol  de  la 
¡escuela  realista.  Todas  las  doctrinas  desfilan,  en  cabrilleos  luminosos, 
por  las  páginas  de  su  producción,  que  hace  el  efecto  de  una  gran  tela 
por  donde  corrieran,  animando  figuras  caprichosas,  los  colores  de  una 
paleta  deslumbrante.  Idealista  bien  definido  en  Arabescos,  salta  al  na- 
turalismo en  La  Rendición  y  se  convierte  de  pronto  en  místico  á  ratos 
en  Luces  de  prisma.  Y  no  se  presuma  que  proclame  una  contradicción 
al  ser  una  cosa  y  otra,  sin  decidirse  por  ninguna ;  obedece  á  su  carácter 
indeciso  y  se  afirma  en  él.  Preguntadle  á  qué  cenáculo,  manera  ó  agru- 
pación le  inclinan  sus  gustos  literarios  y  filosóficos,  y  os  responderá  con 
las  mismas  ó  parecidas  palabras  con  que  respondería  al  que  pretendiese 
investigar  sus  preferencias  en  las  modas  del  vestir:  "Todas  me  agra- 
"dan  y  ninguna  me  conquista;  de  todas  escojo  lo  que  mejor  me  sienta, 
"y  con  retazos  combino  el  patrón  á  que  ajusto  mi  indumentaria..."  La 
Rendición  — poema  cruel  y  exacto  de  un  trozo  de  vida  vulgar —  señala 
la  sacudida  más  violenta  de  su  espíritu,  torturado  por  la  angustia  de 
una  orientación  definitiva.  Tiene  sobre  los  demás  libros  del  autor  un 
mérito  indiscutible:  la  imaginación,  libre  de  ciertas  trabas,  vuela  en  ella 
con  más  libertad,  y  la  frase,  reflejo  exacto  de  aquélla,  brota  más  espon- 
tánea y  diáfana.  A  menor  confusión  de  ideas,  menor  oscuridad  de  es- 
tilo, como  diría  !^Iacauiay.  La  página  citada  representa,  por  otra  parte, 
algo  así  como  un  día  de  plena  fiesta  en  la  existencia  tranquila  del  escri- 
tor: representa  el  triunfo  del  artista  sobre  el  hombre  al  agitar  franca- 
mente sus  ideas  por  arriba  de  sus  preocupaciones,  y  el  hombre  de  letras 
al  conquistar,  con  su  esfuerzo,  la  más  alta  recompensa  ofrecida  en  el 
certamen  literario  á  que  la  novela  fué  destinada."  Arturo  Jiménez 
Pastor:  Arabescos,  Montevideo,  1892.  Cuentos,  ibid.,  1896.  Crónica  de 
Ja  revolución  de  i8py,  ibid.,  1897.  Mi  Montevideo,  ibid.,    1899.  Luces 


S.   XIX,   1892.    FRANCISCO  GONZALO  MARTIN  269 

de  prisma,  impresiones,  cuadros  y  cuentos,  ibid.,  1901.  La  Rendición,. 
ibid.,  1903.  Versos  de  amor,  Buenos  Aires,  1912.  El  Himno  nacional, 
conferencia,  ibid.,  1915.  Los  Poetas  de  la  Revolución,  ibid.,  1917.  Wag- 
ner  en  el  llano,  ensayo  de  un  curso  popular,  1915  (en  La  Nación).  El 
Romanticismo  argentino,  conferencia,  1916  (en  Rez:  Universid.).  Par^ 
el  teatro:  La  Rendición,  comedia,  1906.  El  Rival  de  Lamartine,  1906. 
Ganador  y  place,  1907.  La  Suerte  del  protagonista,  drama,  1908.  La 
Mmicha,  1912.  Lus  de  sombra,  tragedia,  1913.  Fray  Luis  Beltrán,  dra- 
ma no  representado,  1917.  El  Desconocido,  comedia  publicada  por  El 
Hogar,  1917. 

52.  ATio  i8p2.  Manuel  Pimentel  Coronel  (1863-1905)^ 
de  Valencia  (Venezuela),  redactor  de  La  Batalla,  periódico  de 
estilo  elocuente  y  fogoso,  donde  escribió  un  brillante  juicio  sobre 
Pérez  Bonalde  y  Recuerdos  de  Viaje.  Fué  poeta  suavemente  filo- 
sófico y  sentimental,  que  recuerda  á  Bécquer :  Los  Paladinos,  El 
Mediterráneo,  Reflejos,  A  orillas  del  mar.  Periodista,  gran  im- 
provisador, prosista  original.  En  todo  más  cuidadoso  del  fondo 
que  de  la  forma,  como  de  carácter  muy  suyo  y  no  muy  amigo^ 
del  clasicismo. 

Roberto  de  las  Carreras  (n.  1873-),  de  Montevideo,  diplo- 
mático, escéptico  y  descreído,  descorazonado  y  nettrasténico, 
víctima  de  un  amor  contrariado,  fué  primero,  en  sus  Poesías 
(con  seud.  de  Jorge  Kostái,  1892),  imitador  del  portugués  Gue- 
rra Junqueiro  y  del  italiano  Stechetti;  pero  desde  1894,  en  Al 
Lector,  mostróse  modernista  cuanto  á  la  forma,  bien  que  con  pro- 
saicos alejandrinos  vistiese  brutales  franquezas,  no  poco  de  auto- 
biográfico y  siempre  más  ideas  y  sinceridad  de  lo  que  los  mo- 
dernistas acostumbraron.  Hízose  en  1905  discípulo  de  Pablo 
Fort,  el  de  los  versículos,  y  fué  creciendo  en  melancolía  hipocon- 
dríaca y  en  originalidades  incisivas.  Pero  con  el  tiempo  ha  es- 
merado más  la  forma  y  limado  durezas,  haciéndose  á  la  par  más 
íntimo,  subjetivo  y  psicológico.  Menos  bilioso  y  egoísta  que  an- 
tes, ganó  por  días  en  nobleza  de  sentimientos  y  en  lirismo  inte- 
rior, del  ideal  y  terreno  sensualismo  pagano.  Vive  en  el  Brasil. 
De  sus  mejores  poesías  son  La  Vejez  del  poeta  y  Desolación.  Km 
prosa  poética  están  Psalmo  á  Venus  Cavallieri  y  Saludo  á  una 
palmera. 

Francisco  Gonzalo  Marín  (1869-1894),  de  Arecibo  (Puer- 
to Rico),  de  la  raza  de  color,  trabajó  con  José  Martí  por  la  insu- 


270  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

rrección  cubana  y  murió  de  hambre  en  la  guerra  de  Cuba.  Fué 
poeta  satírico  y  rebelde  contra  los  que  él  llamaba  sátrapas  y  con- 
tra los  españoles,  sincero  y  brioso  y  poco  esmerado  de  forma. 
Romances,  N.  York,  1892,  1897. 

53.  Gonzalo  Picón  Pebres,  La  Literatura  Venezolana,  1906,  pági- 
na 321 :  "Manuel  Pimentel  Coronel  fué  un  gran  talento,  que  dejó  un 
reguero  de  luz  por  dondequiera  pasó.  Como  diarista,  calzó  punto  muy 
alto.  La  mayor  parte  de  los  editoriales  de  La  Batalla,  por  ejemplo,  son 
trozos  de  brillantísima  elocuencia.  Ofició  de  crítico  en  diferentes  veces, 
y  en  tal  sentido  su  obra  literaria  tiene  trabajos  tan  notables  como  el 
consagrado  á  Pérez  Bonalde.  Poseía  el  don  de  la  improvisación  y  le 
adornaban  dotes  sobresalientes  de  tribuno.  Su  prosa  no  es  enteramente 
castiza;  pero  abunda  en  movimiento,  en  esplendor,  en  armonía,  sin  ser 
empalagosa  ni  mucho  menos  campanuda.  Escritor  de  todo  punto  inde- 
pendiente, ha  sido  uno  de  los  pocos  que  jamás  rindieron  culto  al  cla- 
sicismo. Como  poeta,  nunca  dejó  de  mantenerse  en  las  alturas  de  la 
inspiración,  y  se  distingue  por  una  originalidad  innegable;  pero  en  mu- 
chas de  sus  composiciones  da  lástima  que  haya  las  más  enormes  as- 
perezas, versos  completamente  flojos,  oscuridades  de  sentido,  deslices 
gramaticales  y,  de  cuando  en  cuando,  prosaísmos.  P,  Coronel  se  pre- 
ocupaba más  de  la  verdad  de  las  ideas  )'•  de  los  sentimientos  que  de 
los  cánones  del  arte  referentes  á  la  forma."  Manuel  Pimentel:  Bio- 
grafía del  general  José  Ignacio  Pulido,  1892.  Vislumbres^  poesías,  Pa- 
rís, 1905.  Charlas  literarias. 

Roberto  de  las  Carreras:  Poesías,  IMontevideo,  1892.  Al  Lector, 
1894.  Sueño  de  Oriente,  Montevideo,  1900.  Oración  pagana,  ibid.,  1904. 
Parisianas,  ibid.,  1904.  Psalmo  á  Venus  Cavallieri,  ibid.,  1905.  En  onda 
azul,  ibid.,  1905.  El  Amor  y  el  divorcio,  ibid.,  1905.  Diadema  fúnebre, 
ibid.,  1906.  Don  Juan  (Balmaceda),  ibid.,  1907,  La  Visión  del  Arcángel, 
ibid.,  1908.  La  Venus  celeste,  Curityba,  1909.  El  Cáliz,  ibid.,  1909.  Sus- 
piro de  una  palmera,  Montevideo,  1914.  Consúltese  Samuel  Blixen  en 
La  Razón,  30  junio  1895. 

54.  Año  i8()2.  José  Enrique  Serrano  y  Morales  (1852-1908),  de 
Algeciras,  en  Valencia  desde  los  cinco  años  de  su  edad,  gran  biblió- 
filo y  erudito  investigador  literario,  publicó  Los  Bibliófilos  sevillanos, 
Sevilla,  1892.  Diccionario  de  las  imprentas  de...  Valencia,  Valencia, 
1898-99.  Tercer  Centenario  del  "Quijote",  1905.  Consúltese  Henri 
Mérimée,  Un  érudit  valencien,  D.  J.  E.  S.  y  M.,  en  Bulletin  Hispa- 
nique,  t.  X,  págs.  411-416;  Juan  M.  Sánchez,  /.  E.  Serrano  y  Mora- 
les, IMadrid,  1908. 

Carmelo  Echegaray  (n.  1865-),  de  Azpeitia  (Guipúzcoa),  cronista 
de  las  Provincias  Vascongadas  desde  1896  y  hoy  el  más  entendido  en 
•cosas  de  su  tierra,  gran  rebuscador  y  ordenador  de  archivos,  erudito 


S.  XIX,   1892.    EDUARDO  IBARIL\  Y  RODRÍGUEZ  271 

de  grande  autoridad  por  su  universal  saber  acerca  de  las  Provincias 
Vascongadas.  Publicó  Los  Vascos  en  el  descubrimiento  y  colonización 
de  América,  San  Sebastián,  1892.  Investigaciones  históricas  referentes 
á  Guipúzcoa,  San  Sebastián,  1893.  Los  Provincias  Vascongadas  á  fines 
de  la  Edad  Media,  ensayo  histórico,  t.  I,  ibid.,  1895.  Trabajos  de  un 
cronista,  Bilbao,  1898.  Archivos  Municipales  de  Guipúzcoa,  San  Se- 
bastián, 1898.  Apéndice  á  la  Noticia  de  las  cosas  memorables  de  Gui- 
púzcoa de  don  Pablo  de  Gorosábel,  Tolosa,  1901.  De  mi  país.  Misce- 
lánea histórica  y  literaria,  San  Sebastián,  1901.  El  maíz.  Conferencia 
acerca  de  la  época  en  que  se  introdujo  en  el  país  vasco  y  l-a  influencia 
que  tuvo  en  las  costumbres,  ibid.,  1905.  Izttieta.  El  folklore  vasconga- 
do, conferencia,  ibid.,  1905.  Introducción  del  Cristianismo  en  el  país 
vasco,  conferencia,  ibid.,  1905.  Juanes  de  Larrumbide,  1905  (en  Etiskal- 
Erria).  Urdaneta,  1905  (en  ídem).  Los  Arcliivos  municipales  como  fuen- 
tes de  la  historia  de  Guipúzcoa,  San  Sebastián,  1905.  Monografía  his- 
iórica  de  Villafranca  de  Guipúzcoa  (en  colaboración  con  Serapio  de 
Mújica),  Irún,  1908.  La  Democracia  cristiana  y  la  Orden  Tercera  de 
San  Francisco,  Santiago,  1909.  Trueba.  Discurso  leído  en  la  velada 
que  se  celebró  en  el  teatro  de  los  Campos  Elíseos  de  Bilbao  el  22  de 
marzo  de  IQ14  para  honrar  la  memoria  del  poeta  vizcaíno,  San  Sebas- 
tián, 1914.  De  mi  tierra  vasca,  miscelánea  histórica  y  literaria,  Bilbao, 
1917.  Elogio  de  M.  y  Pelayo,  Santander,  1918.  Además  ha  escrito  nu- 
merosos artículos  en  revistas  y  periódicos,  como  Euskal-erriaren  ald<?, 
Euskal-Erria,  Revista  Internacional  de  los  Estudios  Vascos,  Boletín  de 
la  Comisión  de  Monumentos  de  Vizcaya,  etc.  Está  redactando  el  tomo 
•de  Vizcaya,  que  forma  parte  de  la  Geografía  general  del  país  vasco- 
navarro  que  publica  la  casa  editorial  de  Alberto  Martín.  Ha  comple- 
tado también  el  séptimo  y  último  temo  de  la  Historia  del  Señorío  de 
Bizcaya,  que  emprendió  y  casi  terminó  don  Estanislao  Jaime  de  Ld- 
"bayru.  Suyos  son  los  prólogos  á  las  Poesías  de  don  Francisco  de  Itu< 
Tribarria  y  á  las  Horas  de  luz,  de  don  Tomás  Guillen,  así  como  los  de 
•otros  libros  que  en  estos  últimos  tiempos  se  han  publicado  en  el  país 
vasco. 

Eduardo  Ibarra  y  Rodríguez  (n.  1866-),  de  Zaragoza,  donde  fué 
-catedrático  en  la  Universidad  (1888),  después  en  la  de  Madrid  (1914), 
de  Historia  universal ;  presidió  el  Congreso  histórico  internacional  de 
la  guerra  de  la  Independencia,  y  desde  1904  dirige  la  Colección  de  do- 
cumentos para  la  Historia  de  Aragón,  que  hasta  1917  compende  ti  to- 
mos; dirigió,  con  Julián  Rivera,  Revista  de  Aragón  (igoo-o^^)  y  Cultura 
Española  (1906-09),  y  solo  la  Historia  Moderna,  de  Cambridge  (25  to- 
mos). Publicó  Don  Fernando  el  Católico  y  el  descubrimiento  de  Améri- 
ca, Madrid,  1892.  Los  Progresos  de  la  Historia  en  el  presente  siglo,  Za- 
ragoza, 1897.  Las  Enseñanzas  de  la  Historia  ante  el  estado  de  España, 
ibid.,  1899.  Documentos  correspondientes  al  reinado  de  Ramiro  I  (10^4- 
106 f)  (t.  I  de  la  Colección  de  documentos  para  el  estudio  de  la  His- 
ioria  de  Aragón),  ibid.,  1904.  Cristianos  y  moros:  documentos  arago- 


272  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

neses  y  navarros,  ibid.,  1904.  Matrimonio  y  descendencia  de  Ramiro  I 
de  Aragón  (en  Revista  de  Aragón,  marzo  de  1905).  Meditemos:  Cties^ 
tiones  pedagógicas,  Zaragoza,  1908.  Restos  del  antiguo  archivo  de  la 
Diputación  del  reino  de  Aragón  (en  Anuari  de  Estudis  Catalans,  de 
1909  á  1910).  Documentos  aragoneses  en  los  Archivos  de  Italia,  Ma- 
drid, 1911.  Documentos  correspondientes  al  reinado  de  Sancho  Remí- 
rez,  vol.  II  (1063-1094).  Documentos  particulares  procedentes  de  la 
Real  Casa  y  Monasterio  de  San  Juan  de  la  Peña  (t.  IX  de  la  Colección 
de  documentos  para  el  estudio  de  la  Historia  de  Aragón),  Zaragoza, 
1913.  Documentos  de  asunto  económico  pertenecientes  al  reinado  de 
los  Reyes  Católicos,  Madrid,  1917.  Bibliografías  kistórico-regionales, 
1906  (en  Cultura  Española).  Más  un  centenar  de  artículos. 

Eexesto  Restrepo  Tirado,  colombiano,  el  mejor  historiador  de 
aquella  República  cuanto  á  cus  orígenes,  publicó  Ensayo  etnográfico 
y  arqueológico  de  la  provincia  de  los  Quimhayas,  Bogotá,  1892.  Estu- 
dios sobre  L')s  aborígenes  de  Colombia,  ibid.,  1892.  Catálogo  general 
del  M-useo  de  Bogotá,  ibid.,  1913.  Archivo  Santander,  3  vols.,  ibid.,  1914. 
Conquista  y  colonización  de  Colombia^  1915-  Descubrimiento  y  con- 
quista de  Colombia,  ibid.,  t.  I,  1917. 

Francisco  Montero  Barrantes  (n.  1864-),  de  San  José  de  Costa 
Rica,  excelente  historiador,  publicó  Elementos  de  historia  de  Costa 
Rica,  dos  vols.,  San  José,  1892-94.  Geografía  de  Costa  Rica,  Barcelo- 
na, 1892.  Apuntamientos  sobre  la  provincia  de  Guanacaste,  1892.  Conu. 
pendió  de  la  historia  de  Costa  Rica,  1897.  Compendio  de  la  geografía 
de  Costa  Rica,  1914. 

Gabriel  María  Vergara  y  Martín  (n.  1869-),  madrileño,  catedrá- 
tico del  Instituto  de  Guadalajara  (1898),  por  seudónimo  Garevar  en 
La  Biografía  Ilustrada  (1892),  erudito  demósofo  ó  folklorista,  publicó, 
además.  El  Licenciado  don  Diego  de  Colmenares,  Madrid,  1894.  Estu~ 
dio  histórico  de  Azñla  y  de  su,  territorio  desde  su  repoblación  hasta  la 
muerte  de  Santa  Teresa,  1896.  Colmenares  y  la  historia  de  Segoiña, 
1901.  Ensayo  de  una  colección  bibliográfico-biográfica  de  noticias  re- 
ferentes á  la  provincia  de  Segovia,  Guadalajara,  1904.  Cantares,  refra- 
nes y  modismos  geográficos  de  España...^  Madrid,  1907.  Costumbres 
y  rebuznos  alcorrcños,  1907.  Refranes  y  cantares  referentes  á  curas, 
frailes.,.,  1907.  Derecho  consuetudinario  y  económico  popular  de  la 
provincia  de  Segovia,  1909.  Tradiciones  segovianas,  1910.  Nomenclá- 
tor geográfico  escolar  de  la  provincia  de  Guadalajara,  1910.  Relación 
entre  las  festividades  de  la  Iglesia  y  los  fenómenos  atmosféricos  y  las 
faenas  agrícolas,  según  las  frases  populares,  191 1.  Los  Diputados  ecle- 
siásticos en  las  Cortes  de  Cádiz,  Madrid.  191 1.  Cantares  populares  re- 
cogidos..., 1912.  Carácter  y  cualidades  de  los  habitantes  de  las  diferen- 
tes regiones  españolas,  según  las  frases  populares,  1916.  Divisiones  tra- 
dicionales del  territorio  español,  1917.  Los  Naturales  de  la  prozinda 
de  Guadalajara  que  se  distinguieron  en  América,  1917.  Nociones  de 
Geografía  popular  de  España,  Madrid,  1917.  Cosas  notables  de  algunas 


S.  XIX,    1892,  EDUARDO   JUSUÉ  FERNÁNDEZ  27? 

localidades  españolas,  según  los  cantares  y  frases  populares,  1918. 
Apodos  que  aplican  á  los  habitantes  de  algunas  localidades  españolas 
los  de  los  pueblos  próximos,  1918. 

Fray  Ambrosio  de  Valencina^  capuchino,  publicó  Mi  viaje  ó 
Oceanía:  Historia  de  la  fundación  de  las  Misiones  apostólicas  en  las 
islas  Carolinas  y  Palaos,  Orihuela,  1892;  Sevilla,  1898  (3/  ed.).  Cartas 
á  Teófila  sobre  la  vida  espiritual,  1893  (2.'  ed.).  Fiores  del  claustro  y 
arrullos  de  paloma,  Sevilla,  1898,  1903,  1909.  Leyendas  edificantes,. 
ibid.,  1898,  dos  vols. ;  1904  (4."  ed.).  Soliloquios,  ibid.,  1899,  1900,  1910. 
Lirios  del  valle  ó  los  amantes  de  la  virginidad,  ibid.,  1900  (4."  ed.).  El 
Directorio  perfecto  y  el  dirigido  santo :  correspondencia  epistolar  del 
B.  Diego  J.  de  Cádiz  con  el  V.  P.  M.  Francisco  J.  González,  ibid.,  1901, 
1908.  Flores  de  mi  juventud,  1904  (4.*  ed.).  Reseña  histórica  de  la  Pro- 
vincia capuchina  de  Andalucía  y  varones  ilustres,  cinco  vols.,  ibid., 
1906-08.  Murillo  y  los  Capuchinos,  ibid.,  1908.  Goya  y  los  Capuchinos, 
ibid.,  1908.  Vida  del  V.  P.  José  de  Carabantes,  ibid.,  1908.  Leyendas  edi- 
ficantes ó  historietas  piadosas,  ibid.,  1911-12. 

Antolín  López  Peláez  (1866- 1918),  de  Manzanal  del  Puerto  (León), 
canónigo  de  Lugo  (1889),  doctoral  de  Burgos  y  obispo  de  Jaca  (1905), 
senador  (1907),  arzobispo  de  Tarragona  (1913),  gran  orador  parlamen- 
tario, el  más  sabio  prelado  español  de  nuestros  días,  publicó  La  Expo- 
sición continua  del  Santísimo,  1892.  Las  Aras  de  la  Catedral  de  Lugo, 
1892.  El  Pontificado,  1892.  El  Darwinismo  y  la  ciencia,  1893.  Historia 
del  culto  eiicarístico  en  Lugo,  1894.  El  Monasterio  de  Sanios,  1894. 
Historia  de  la  enseñanza  en  Lugo,  1894.  El  Grajt—gallego,  1894.  Los 
Benedictinos  de  Monforte,  1895.  De  la  región  gallega,  1897.  El  Señorío 
temporal  de  los  obispos  de  Lugo,  1897.  Las  Poesías  del  padre  Feijóo, 
1899.  Los  Escritos  de  Sarmiento...,  1902.  Argos  divina,  ó  historia  de 
Lugo,  1902.  El  Derecho  español  en  sus  relaciones  con  la  Iglesia,  1902-11, 
tres  edic.  El  Obispo  S.  Capitón,  1903.  La  Censura  eclesiástica,  1904. 
Los  Daños  del  libro,  1905.  Estudios  canónicos,  1906.  La  Importancia- 
de  la  Prensa,  1906.  De  la  Diócesis  del  Sacramento,  1907.  Sermones, 
1908.  La  Cruzada  de  la  Buena  Prensa,  1909.  Injusticias  áel  Estado 
español,  1909.  El  Clero  en  la  política,  1909.  El  Presupuesto  del  Clero, 
1910.  San  Frailan  de  Lugo,  1910.  Vida  postuma  de  un  santo,  191 1.  Dis^ 
cursos  pronunciados  en  Lugo,  191 1.  Los  Siete  pecados  capitales,  1911. 
Sádaba  y  su  Cristo,  1912.  El  Alcoholismo,  1913.  Por  la  Iglesia  espa- 
ñola, 1913.  Los  Trabajadores  en  el  periódico  católico,  1914.  La  Nota- 
ría, 19 14.  Santa  Teresa  de  Jesiís,  19 15.  Museos  diocesanos,  19 15.  Las 
Fiestas  de  la  Virgen,  1915.  La  Vida  de  la  Virgen,  1916.  La  Lucha  con- 
tra la  usura,  Barcelona,  1916.  Pastor  Díaz,  sociólogo,  1917.  Sermones, 
1918.  Las  Mentiras  del  alcohol,  1918.  Sobre  la  Prensa  ha  publicado- 
muchos  folletos. 

Eduardo  Jusué  Fernández  (n.  1846-),  de  Potes  (Santander),  direc- 
tor de  colegio  en  Madrid,  colaborador  de  El  Magisterio,  publicó  Mo- 
nasterio  de  Santo  Toribio  de  Liébana,  Madrid,  1892.  Tablas  de  reduc- 

TOMO   X. — 18 


274  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

ción  del  cómputo  musulmán  al  cristiano  y  viceversa,  1903,  dos  vols. 
Tablas  de  reducción  del  cómputo  hebraico  al  cristiano  y  viceversa^  1904. 
Documentos  inéditos  del  cartulario  de  Liébana,  1904-05  (en  Boletín  de 
la  Academia  de  la  Historia).  Libro  de  regla  ó  cartulario  de  la  antigua 
abadía  de  Santilla^ia  del  Mar,  1912.  Tablas  abreviadas  para  la  reduC' 
ción  del  cómputo  árabe  y  hebraico  al  cristiano  y  viceversa,  1918  (t.  LII 
de  España  Sagrada  y  t.  XLVIII  del  Memorial  Histórico).  Cartulario 
de  Santo  Toribio  de  Liébana  (preparado). 

IManuel  Antón  y  Ferrándiz  (n.  1849-),  de  Alicante,  catedrático 
de  Antropología  en  la  Habana  y  en  la  Central,  nuestro  mejor  antro- 
pólogo, publicó  Antropología  de  los  pueblos  de  América,  Madrid,  1892. 
Razas  y  naciones  de  Europa,  ibid.,  1895.  ¿El  Anthropopithecus? ,  1895 
(en  Ilustr.  Esp.,  XV).  Programa  razonado  de  Antropología,  Madrid, 
1897.  Cráneos  antiguos  de  Ciempozuelos,  1897  {Bol.  Acad.  Hist., 
XXX).  El  origen  de  la  timidez,  1902  (Los  tímidos  y  la  timidez).  Razas 
y  tribus  de  Marruecos^  Madrid,  1903.  Antropología,  2  vols.,  ibid.,  1903. 
Las  emigraciones,  1906  (Ateneo).  Fernández  Oviedo  y  Darwin,  1906 
(ibid.).  Un  nuevo  camino  de  América  á  Europa  al  través  de  Marrue- 
cos, 1907  (ibid.).  Disc.  inaug.  (Congr.  de  Valencia),  1910.  Cránes  qua- 
ternaires  en  Espagne,  Genéve,  1912  (Congr.  Internat.  d'Anthropologie). 
Varios  artículos  en  Anales  de  la  Soc.  Esp.  de  Hist.  Nat.  (ts.  X,  XIII, 
XV,  XVI,  XXVI). 

65.  Año  1892.  CASTOR  Aguilera  y  Porta  publicó  El  Pez  de  ma- 
dera, Manila,  1892;  Madrid,  1907.  Cuentos  históricos,  Manila,  1893.  La 
Virgen  de  los  Dolores,  cuentos  históricos,  ibid.,  1895. — Álbum  biográfico 
dertosense,  Tortosa,  1892. — José  Alvarez  Cabrera  publicó  Apuntes 
militares  sobre  el  imperio  de  Marruecos,  Toledo,  1892.  La  Guerra  de 
África,  Madrid,  1893.  Acción  militar  de  España  en  Marruecos,  ibid., 
1899. — Enrique  Alvero  y  Calvo,  del  arma  de  Caballería,  publicó  Poe- 
sías varias,  Vitoria,  1892. — Antigüedades  mexicanas  publicadas  por  la 
Junta  Colombina  de  México,  ibid.,  1892. — Antología  ecuatoriana,  por 
la  Academia  del  Ecuador,  Quito,  1892,  dos  vols.,  el  segundo  popular: 
Cantares  del  pueblo  ecuatoriano,  por  J.  León  Mera,  ibid.,  1892.  El  tomo 
de  prosistas  se  encomendó  á  Pablo  Herrera. — José  Luis  Antuña  (hijo), 
uruguayo,  nacido  hacia  1860,  por  seudónimo  Elsear,  escribano,  román- 
tico rezagado,  sentimental  y  moralizador,  describió  escenas  tranquilas, 
bastante  sosas,  con  poca  distinción  de  personajes  y  falta  de  animación 
y  colorido.  Publicó,  además,  Páginas  sueltas,  artículos,  Montevideo, 
1892. — Carlos  Araujo  publicó  Quien  mal  siembra,  mal  recoge,  come- 
dia, 1892.  Cuentos  y  anécdotas  en  verso,  Barcelona,  1896.  El  Empleo 
del  dinero,  comedia,  1897.  El  Trovador  moralista,  cantos  y  cuentos, 
1912. — Nicolás  Arellano  y  Yocorat,  chileno,  estrenó  El  Genio  de  la 
Patria,  Santiago,  1892.  La  Traición  de  Placilla,  1893. — Anselmo  Are- 
nas LÓPEZ  (n.  1844-),  de  Guadalajara,  catedrático  en  los  Institutos  de 
Canarias,  Badajoz,  Granada  y  Valencia,  publicó  Curso  de  Historia  de 


S.  XIX,   1892.  EDUARDO  CARO  275 

.España,  dos  vols.,  Badajoz,  1892.  Reivindicaciones  históricas:  La  Lu- 
sitania  celtibérica^  Madrid,  1897.  Viriato  no  fué  portugués,  sino  celti- 
bero, Guadalajara,  1900.  La  Patria  del  B.  Juan  de  Avila,  Valencia, 
1918. — Arévalo  González,  venezolano,  publicó  la  novela  Escombros 
(1902),  contra  la  administración  de  Andueza  Palacio;  pero  vale 
más  ¡Maldita  juventud!  (1904),  novela  que  aboga  por  el  divorcio,  de 
narración  fácil  y  viva,  aunque  falsa  en  plan  y  desenlace  y  con  algu- 
nas soeces  escenas. — Athos,  Las  Mujeres  que  tiran,  Madrid,  1892, 
1905- — José  Domingo  Barbera  estrenó  Los  Arrancados,  Habana, 
1892.  Los  Guanajos,  1892.  Mazorra  reformada,  1892.  Margarita,  1892. 
■ — Santiago  I.  Barberena^  de  San  Salvador,  abogado  é  ingeniero,  pu- 
blicó Descripción  geográfica  y  estadística  de  la  República  de  El  Sal- 
vador, 1892.  Quichcísmos.  Contribución  al  estudio  del  folklore  ame- 
ricano, 1892. — Pedro  Barrantes  (f  1912),  leonés,  fué  redactor  de  al- 
gunos periódicos  librepensadores,  Las  Dominicales,  La  Lucha,  etc. ; 
después,  vuelto  al  catolicismo,  colaboró  en  El  Movimiento  Católico 
(1897),  y>  ^1  fi")  dirigió  El  País,  sufriendo  por  ello  algunas  persecu- 
ciones. Publicó  colecciones  de  versos  con  los  títulos  de  Anotemos,  Va- 
lencia, 1892.  Narraciones  extremeñas.  Tierra  y  Cielo,  Madrid,  1896. 
Crimen  de  un  ángel,  1905.  Delirium  trcmens,  poesías,  1910. — P.  J.  Ba- 
rrientos  Díaz  publicó  Ensayos,  Santiago,  1892.  Ensayos  literarios: 
Juventud,  ibid.,  1895. — Luís  Barros  Méndez,  chileno,  por  seudónimo 
Juan  de  Dios  Bravo  y  Malek-Adel,  abogado  (1883)  y  diputado,  pu- 
blicó Una  dictadura,  zarzuela,  Santiago,  1892.  Expansiones,  poesías, 
ibid.,  1894.  Pedagogía  científica,  comedia,  1897.  El  Boldo  de  la  Virgen, 
leyenda,  1904. — Vicente  Bas  y  Cortés  publicó  Tras  un  ideal:  recuer- 
dos íntimos  de  viajes,  amores,  ilusiones  y  lances  novelescos,  Madrid. 
Mis  prisiones,  novela,  1892. — José  Benavides  publicó  Glorias  de  Ante- 
quera, Roma,  1892. — ¿Qué  es  el  beso?  Certamen  público,  Madrid,  1892. 
— Bibliografía  colombina:  enumeración  de  libros  y  documentos  con- 
cernientes á  Cristóbal  Colón  y  sus  viajes,  Academia  de  la  Historia, 
Madrid,  1892. — José  María  Bocanegra  publicó  Memorias  para  la  Jtis- 
toria  de  México  independiente  {1822-1846),  Méjico,  1892,  dos  vols. — 
I.  B0NAFONT,  chileno,  publicó  La  Colombiada,  Valparaíso,  1892. — Cris- 
tóbal Botella  y  Serra,  redactor  de  la  Revista  Católica  de  Alcoy 
(1890),  director  de  El  Adalid  (1891),  publicó  Páginas  de  la  vida  estu- 
diantil, Madrid,  1892.  Sin  pretensiones,  cuentos  y  novelas,  1901. — 
Clemente  Bravo  y  Guardiola  (f  1903),  abogado,  director  de  El  Men- 
sajero Leonés,  publicó  El  Paso  honroso,  relación...  1434,  por  el  caba- 
llero leonés  don  Suero  de  Quiñones,  León,  1892.  Un  rincón  de  la 
Montaña  (Morgovejo),  León,  1898.  La  Imprenta  en  León,  ibid.,  1902. 
— Salvador  Cabeza  León,  poeta  gallego,  escribió  Primicias,  La  Co- 
ruña,  1892  (prosa  y  verso). — Joaquín  Antonio  del  Camino  y  Orella 
publicó  Historia...  de  San  Sebastián,  ibid.,  1892. — Eduardo  Caro,  co- 
laborador de  La  Ilustración  Católica  (1877...),  publicó  Seiñlla,  cartas 
.sobre  esta  ciudad,  escritas  á  sus  hijas,  Madrid,  1892.  En  Esp.  Mod.: 


27^  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

Las  Miserias  de  un  dios  en  el  siglo  xix,  Enñque  Heine  según  su  co~- 
rrespondencia  (1892  jul.,  ag.).  El  Pesimismo   en  el  siglo  xix  (1892,. 
oct.-dic).  El  Suicidio  en  sus  relaciones  con  la  civilización  (1893,  ^^-r 
febr.).  La  Dirección  de  las  almas  en  el  siglo  xix  (1S93,  mar.).  Cos- 
tumbres literarias   del  tiempo  presente  (1893,  jun.,  jul.).   Lamennais 
según  su   correspondencia   (1893,   ag.).  El  fin  de  la  bohemia  (1893, 
set.).  — Mauricio   de  Casanova  publicó  Marina,  no\.,  Habana,   1892;. 
— Rafael   Ceniceros  y'Villarreal   (n.    1885-?),   de   Durango  (Méji- 
co), periodista,  novelista  y  dramaturgo,  escribió  Proyectos  de  -matri- 
monio,   com.    (1892).    Flores    de    invierno,    dr.    (1895).    La    Tapatra, 
dr.    1898).    El    Vengador    de    la    honra,    dr.    (1S98).    Las    novelas: 
La  Siega  y  El  Hombre  nuevo.   Obras-,  t.  I,  Novelas,  IMéxico,   1908 ; 
t.  II,  Cuentos  cortos,  ibid.,  1909  (en  Bibl.  Autor.  Mexic,  tomos  LVIII 
y  LXVIII). — El  Centenario  (de  Colón),  1892-96,  cuatro  vols.,  escritos- 
por  los  mejores  autores  españoles,    portugueses  é  hispanoamericanos, 
obra  llena  de  saber,  importantísima. — Códice  Maya,  denominado  Car- 
tesiano, que  se  conserva  en  el  Museo  Arqueológico  Nacional,  Madrid, 
1892. — El    Cojo  ilustrado,   Caracas,   1892,   revista  fundada  en  pro  de 
la  literatura  criolla  ó  regional,  por  Jesús  Maria  Herrera  Irigoyen,  "el 
carro  triunfal  de  la  intelectualidad  venezolana",  como  le  llamó  Pedra 
Fortoul  Hurtado. — Cristóbal    Colón,  poema   en  seis  cantos...,  por  E. 
D.  de  R.  B.,  Gibraltar,   1892. — José  Comallonga,  natural   y  catedrá- 
tico del  Instituto  de  Santiago  de  Cuba  (1904),  publicó   Vidrios  rotos, 
poesías,  Cienfuegos,  1892. — Juan  de  Cominges,  Obras  escogidas,  Bue- 
nos Aires,   1892. — ^JosÉ  Conde  estrenó  El  Mártir  del  Calvario   ó  La 
Pasión  y  Muerte  de  Nuestro  Señor,  drama  sacro  (con  Flor.  iMolinu), 
1892;   aumentado  con  la  Resurrección  y  venida  del  Esp.  Santo,  dos 
actos  más,   1893.  Luis  Candelas,  drama  (con  A.  Canel),   1893. — Con- 
ferencias del  Ateneo  de  Madrid  (sobre  el  descubrimiento  de  América,, 
en  el  centenario),  Madrid,   1892. — Manuel  Cordero,  por  seud.  Lutilio- 
Ordecor,  publicó  La  Muerte  de  Safo,  poema,  Valladolid,    1892. — Ro-' 
dolfo  Cronau  publicó  América,  historia  de  su  descubrimiento,   Bar- 
celona, 1892,  tres  vols. — Francisco  Javier  de  la  Cruz  publicó  Frag- 
mentos histór.  referentes  á  la  Península  Ibérica  y  á  la  isla  de  Cuba,, 
Matanzas,    1892. — Curiosidades  bibliográficas  y  documentos  inéditos, 
homenaje  del  Archivo  Hispalense  al  IV  cent,  del  descubrimiento  del' 
Nuevo  Mundo,  Sevilla,   1892. — Regino  Chaves  estrenó  El  Pan  núes-- 
tro...,  juguete,   1892. — Emilio  Chicote  Casaña  publicó  Carmen,  poe- 
ma,   Madrid,    1892.    Resignación    y    heroísmo,    id.,    1894. — El    padre- 
Juan  J.  Delgado  publicó  Historia  sacre  profana  de  las  Islas  del  Po- 
niente, Manila,  1892. — Don  Quijote,  periódico  satírico,  Ivladrid,   1892- 
1902,   II  vols. — T.  Esc.wíiLLA  publicó  Historia  de  Cristóbal  Colón  y 
del  descubrimiento  de  América,  I^Iadrid,  1892. — Juan  Espantaleón  es- 
trenó Pompcya,  drama,  1892. — José  Estévez  Travieso,  cubano,  estrenó 
El  Peor  mal...  la  arranquera,  jug.,  Jovellanos,    1892. — La  Estrella  de- 
Chile,  Santiago,   1892-93,  dos  vols.— El  padre  José  Félix,  escolapio,. 


S.    XIX,    1892.   AURELIO   GALI    LASSALETTA  277 

.publicó  El  Nacimiento  del  Niño  Dios,  zarzuela.  Valencia,  1892.  La 
Adoración  de  los  Santos  Reyes,  id.,  1892.  El  Apóstol  del  S.  Corazón, 
id.,  1900.  Un  combate  singular  ó  Infancia  de  San  José  de  Calasanz, 
1900.  La  Murmuración,  zarzuela,  1905.  Verdadera  manera  de  divertir- 
se, juguete,  1905.  El  Taumaturgo  de  Ñapóles^  zarz.,  1912.  El  Herma- 
nito  Juan  Ranzón,  jug.,  1912.  —  Antonio  Fernández  Martín  publi- 
có  Pinceladas,  cuadros  de  costumbres,  descripciones  y  'leyendas 
de  la  zona  oriental  de  Asturias,  Llanes,  1892.  —  Diego  Fernández 
Espiro  (-J-  1912),  poeta  argentino  de  Entre  Ríos,  escribió,  sobre  todo,  so- 
netos en  diarios  y  revistas  durante  veinte  años.  Patria,  Buenos  Ai- 
res.— Enrique  Fernández  Campano,  colaborador  de  La  Lidia  (1894), 
.estrenó  Salvador  y  Salvadora,  pasatiempo  musical,  1892.  El  Botón  de 
muestra,  opereta,  1892. — José  Fernández  González  publicó  De  Ovie- 
do á  Covadonga,  Oviedo,  1892. — Juan  Fernández  Ferr.az  (n.  1849-), 
de  Santa  Cruz  de  la  Palma  (Canarias),  redactor  en  Madrid  de  La  Re- 
piiblica  Ibérica  (1869- 1870)  y  La  Luz;  después,  en  Costa  Rica,  de  El 
Diario  de  ídem.  La  Prensa  Libre,  La  Escuela  Moderna;  publicó  Ncir- 
huatlismos  de  Costa  Rica,  S.  José,  1892.  Tristes,  elegías,  ibid.,  1893, 
Colombinas,  ibid.,  1893. — Manuel  Fernández  Ruano  (j  1888),  cordo- 
bés, director  de  La  Juventud  Católica,  publicó  Colección  de  poesías, 
cuatro  vols.,  Córdoba,  1892. — Rafael  Fernández  Iglesias  estrenó  Una 
vieja  chocha,  1892. — M.  Ferrer  y  Lalana,  colaborador  de  Barcelona 
■Cómica  (1896),  publicó  Cantos  de  mi  Patria,  los  genios  del  nuevo 
mundo,  Madrid,  1892. — El  General  Forniés  Calvo  (n.  1862-),  ó  Ba- 
chiller Carrasco,  de  Blesa  (Teruel),  periodista  de  acerado  estilo,  fer- 
viente defensor  de  todo  lo  aragonés,  ha  escrito  en  todos  sus  periódicos 
y  revistas  y  publicado  C alisas  de  la  postración  de  la  provincia  de  Te- 
ruel y  medios  de  combatirlas,  Zaragoza,  1892.  Colaboró  en  Heraldo 
de  Teruel,  El  Siglo,  Diario  de  Avisos  de  Zaragoza.,  y  en  La  Misce- 
lánea Turolcnse. — Juan  Fraile  Miguélez,  por  seud.  Fray  Juan  de 
Miguel  y  Fray  Mortero,  publicó  Cascotes  y  machaqueos:  pulzeriza- 
ciones  á  Valbuena  y  "Clarín",  Madrid,  1892. — Carlos  Gagini  (n.  1865-), 
de  San  José  de  Costa  Rica,  director  del  Liceo  de  Heredia,  buen  filó- 
logo y  culto  escritor,  publicó  Diccionario  de  barbarismos  y  provincia- 
lismos de  Costa  Rica,  S.  José,  1892-93.  Chamarasca,  cuentos,  189S. 
Obras  dramáticas,  Santa  Ana,  1905.  Nociones  de  Psicología,  San  José 
de  Costa  Rica,  1911.  Gramática  castellana,  1914,  1916  (3.'  ed.).  Abo- 
rígenes de  Costa  Rica,  1917.  La  Ciencia  y  la  Metafísica,  1918.  Entre 
.sus  obras  teatrales:  Don  Concepción,  El  Marqués  de  Talamanca,  Los 
Pretendientes. — Adolfo  Galante  y  Rupérez,  diputado,  redactor  de 
El  Universal  (1863),  fundador  de  la  Revista  Municipal  y  Provincial 
'.(1893),  publicó  De  lo  que  nadie  se  ocupa,  pasatiempo  recreativo  é  ins- 
tructivo por  D.  Ello  Mismo,  Madrid,  1892.  La  Lengua  española  en 
Oriente,  1913  (en  Rev.  Geogr.,  X,  196-202). — Aurelio  Gali  Lassa- 
letta,  colaborador  de  El  Comercio  de  Andalucía  y  otros  periódicos 
sevillanos    (1894),    publicó   Historia    de   Itálica,    Sevilla,    1892. — Juam 


278  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA  (1888-I907) 

Gallardo  Lobato  publicó  Feudalismo  moderno  ó  Los  principios  de- 
un  cacique,  nov.,  Madrid,  1892. — Emilio  Gante  publicó  La  Mar- 
quesa de  Valverde,  canto  en  rimas,  Madrid,  1892.  Los  Dramas  de 
Monte-Cario,  caciquismos,  1893.  Dinamita  ó  La  Cuestión  social,  1893. 
El  Ultimo  romance,  1894.  De  vuelta  de  las  ínsulas^  1899.  Aurorita  ó 
amor  de  padres,  1909.  Flores  y  espinas,  narraciones  morales^  1909.  Le-^ 
yendas  divinas,  1912. — Ernesto  García  Ladevese  publicó  Memorias 
de  un  emigrado,  Madrid,  1892.  El  ídolo,  novela,  Barcelona,  1897.  Los 
Misterios  de  Madrid,  d'os  veis.  (191 1?). — José  García  Martínez,  co- 
laborador de  La  Ilustr.  Esp.,  publicó  Bosquejos  lugareños,  Madrid, 
1892. — Rafael  García  Hernández  publicó  El  Reo  de  muerte,  monó- 
logo en  verso,  Sevilla,  1892. — Rodolfo  Gil,  de  Puente  Genil  (Córdo- 
ba), redactor  en  Córdoba  de  La  Voz  de  Córdoba  y  La  Unión,  director 
de  La  Verdad,  escribió  en  muchos  periódicos  de  Madrid  y  fué  redac- 
tor de  El  Globo  (1902).  Publicó  Córdoba  contemporánea,  apuntes  para 
la  hist.  de  la  literatura  en  esta  provincia  desde  i8¿p...,  Córdoba,  1892; 
t.  II,  1896.  Oro  de  ley,  Madrid,  1897.  El  País  de  los  sueños,  páginas 
de  Granada,  Granada,  1901.  Agustín  Querol,  Madrid,  1910.  Roman- 
cero judeo-español,  ibid.,  191 1.  En  Esp.  Mod.:  La  Lengua  española 
entre  los  judíos  (1900,  jun.). — G.  Gómez  y  Arroyo  estrenó  Polilla  re- 
gional^ jug.,  Nueva  York,  1892. — Rafael  Gómez  publicó  Cristóbal  Co- 
lón. Ensayo  épico,  México,  1892. — Camilo  González  Atané  publicó 
Poesía  y  cantares,  Córdoba,  1892. — José  González  Páramos  estrenó 
Perdonada^  monólogo,  Ilo-Ilo,  1892. — Martín  González  del  Valle,  as- 
turiano, publicó  La  Poesía  lírica  en  Cuba,  Habana,  1892;  Barcelona, 
1900. — Maximiliano  Grillo,  antioqueno  (Colombia),  bastante  inficio- 
nado del  efectismo  modernista,  compuso  Al  Magdalena^  Selva  y  algu- 
nos sonetos.  Pero  vale  más  como  prosista  excelente.  Hizo  el  drama 
en  verso,  con  algo  de  simbólico,  Raza  vencida  y  la  pieza  en  prosa,  de 
costumbres.  Vida  nueva.  Jublicó  Nostalgia,  Bogotá,  1892.  Ecos  per- 
didos, de  A.  M.  Gómez  Restrepo,  juzgados  por,  1893.  Emociones  de 
la  guerra  (de  Colombia),  Bogotá,  1904.  Al  Illiman  y  otros  poemas, 
San  José  de  Costa  Rica,  1914.  —  Ricardo  Guijarro,  publicó  Canto 
épico  á  Colón,  Santander,  1892.  —  Ángel  Gutiérrez  Pons,  carica- 
turista desde  1895  e"  Méjico,  publicó  Historietas,  Madrid,  1892. 
Notas  alegres,  ibid.,  1892. — José  Margarito  Gutiérrez  publicó  Ex- 
cursiones literarias,  Habana,  1892.  Páginas  para  la  hist.,  recuerdos  de 
un  viaje,  1900. — Modesto  Hernández  Villaescusa,  catedrático  de  la 
Universidad  de  Oñate,  redactor  jefe  de  la  Rev.  Social  (Barcelona, 
1903),  publicó  La  Tórtola  herida^  nov.,  Barcelona,  1892.  Rosa  del  valle,. 
nov.,  ibid.,  1893.  Jurar  en  vano,  1895.  Oro  oculto,  1896.  La  Sábana 
santa  de  Turín,  estudio,  1903. — Homenaje  de  filial  amor  á  la  Virgen 
Santísima,  poesías,  Barcelona,  1892. — Publio  Hurtado,  de  Cáceres, 
publicó  Indianos  cacereños  (primer  siglo  de  la  conquista),  Barcelona, 
1892.  Alonso  Golfín,  leyenda,  Mérida,  1894.  El  ídolo  roto,  Cáceres,. 
1904.  Ayuntamientos  y  familias  cacerenses,  ibid.  (s.  a.).  Supcrsticio- 


S.  XIX,    1892.  MANUEL  MÁRQUEZ  279 

nes  extremeñas,  Cáceres,  1902.  Cuentos  en  Rev.  Extrcm.  (1901...). — 
Francisco  A.  de  Icaza  (n.  1863-),  de  Méjico,  diplomático,  publicó  Efí- 
meras, versos,  Madrid,  1892.  Examen  de  críticos,  ibid.,  1894.  Leja- 
nías, 1899.  Las  Novelas  ejemplares  de  Cervantes,  1901,  1915.  La  Can- 
ción del  camino,  1906.  La  Universidad  alemana,  1916.  Nuevos  estu- 
dios cervánticos,  1916.  De  cómo  y  por  qué  La  "Tía  fingida^'  no  es  de 
Cervantes,  1916.  De  los  poetas  y  de  la  poesía,  1916.  Supercherías  y 
errores  cervantinos,  1917.  El  Quijote  durante  tres  siglos,  1918. — 
Sucesos  reales  que  parecen  imaginados  de  Gutierre  de  Cetina,  Juan 
de  la  Cueva  y  Mateo  Alemán,  1919. — José  Joaquín  Isaza,  colombiano, 
publicó  En  el  campo,  poema,  Medellín,  1892. — Damián  Isern,  católico 
y  conservador,  publicó  De  la  democracia,  la  libertad  y  la  república  en 
Francia,  Madrid,  1892.  Del  desastre  nacional  y  sus  causas,  ibid.,  1899. 
De  la  defensa  nacional,  1901.  Necrología  de  don  Juan  Manuel  Ortí  y 
Lara,  1904. — Rafael  S.  Jorrín  y  Díaz,  habanero,  estrenó  Maldito^ 
sean  los  duelos,  dr..  Habana,  1892,  y  otras  piezas  que  cita  Trelles 
(Bibl.  s.  XX,  pág.  250). — Fray  Roberto  Lagos,  franciscano  chileno, 
poeta  lirico  sentido  y  filosófico,  escribió  poesías,  la  más  antigua  fir- 
mada en  1892,  y  publicadas  con  las  de  otros  franciscanos  en  Ensayos 
poéticos,  Santiago,  1916.  Historia  sobre  las  Misiones  del  Colegio  de 
Chillan,  Barcelona,  1908.  Crítica  y  polémica.  El  Señor  Obispo  don 
Pedro  Ángel  de  Espiñeira,  191 1. — Francisco  Larrosa  publicó  5o- 
rrones,  artícidos,  Zaragoza,  1892.  Prosa  barata,  cuentos,  ibid.,  1893. 
Trompetazos,  ibid.,  1893. — Carlos  Lentzner  publicó  Tesoro  de  voces 
y  provincialismos  hispanoamericanos,^  Leipzig,  1892. — Pascual  de 
Liñán  y  Eguizabal  (1874-1907),  madrileño,  discípulo  de  Menéndez 
y  Pelayo,  publicó  El  Misterio  de  Daroca,  romance  hist.,  Aladrid, 
1892.  Las  Ordenes  religiosas,  Bilbao,  1894.  Ensayos  de  crítica,  ibid., 
1897,  1900.  El  Nuevo  cronista  de  Bizcaya  (don  Estanislao  Jaime  de 
Labayru),  ibid.,  1897. — Víctor  ]\I.  Londoño,  poeta  colombiano,  poco  fe- 
cundo, de  verso  esmerado,  delicado  y  blando,  compuso  una  elegía  á 
la  muerte  de  Silva.  Tuvo  en  su  primera  manera  mucho  de  sentido,  de 
fresco  y  natural ;  luego,  inficionado  del  modernismo,  desfiguróse  á  fuer- 
za de  afeites  y  perifollos  falsos  y  decadentes. — Amparo  López  del  Baño 
Y  Alfaga  escribió  Poesías  (póst.),  Madrid,  1892. — Luis  de  Llanos  pu- 
blicó La  Vida  artística,  Barcelona.  1892. — Miguel  Mancheño  y  Oliva- 
res (n.  1843),  de  Arcos  de  la  Frontera,  notario,  diputado,  archivero,  re- 
dactor de  Gente  Vieja  (1902),  publicó  Galería  de  arcobricenses  ilustres. 
Arcos,  1892.  Apuntes  para  una  historia  de  Arcos  de  la  Frontera,  ibid., 
1893-96.  Las  Iglesias  parroquiales  de  Arcos,  ibid.,  i8',6.  La  Batalla  de 
Barbate,  estudio,  1899.  Antigüedades  del  partido  judicial  de  Arcos  de  l^ 
Frontera,  ibid.,  190 1. — Manuel  Aíárquez,  de  Camagüey  (Cuba),  por 
seud.  Sterling,  joven  escritor,  de  estro  suelto,  elegante,  imaginativo,  pu- 
blicó Menudencias,  crít.  lit.,  Habana,  1892.  Quisicosas,  México,  1895.  Es- 
carcha, crít.  lit.,  1896.  Páginas  libres,  crít.  lit.,  1897.  Rasguños,  id., 
1897.  Mesa  revuelta,   1898.  Esbozos,  Madrid,   1900.  Tristes  y  alegres, 


28o  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

crón.  de  París,  Habana,  1901.  Hombres  de  pro,  siluetas  polít.,  t.  I, 
Alrededor  de  nuestra  psicología,  1906.  La  Muerte  del  Libertador,  1906. 
ibid.,  1902.  Ideas  y  sensaciones,  1903,  1904.  Psicología  profana,  1905. 
Burla  burlando,  1907.  Alma-Cuba,  disc,  B.  Aires,  1907.  La  diplomacia 
en  nuestra  Historia,  Habana,  1909.  Mi  gestión  diplomática  en  México, 
1914-15.  Los  Ultimas  días  del  Presidente  Madero,  mi  gestión  diplo- 
mática en  Méjico,  Habana,  1917. — Evaristo  Martín  Contreras,  con- 
de de  Oliva,  director  en  Valladolid  de  La  Cruzada  de  Castilla  (1874), 
colaborador  de  La  Ilustr.  Cat.  (1877...),  publicó  El  Primero  de  mayo, 
drama  social,  Madrid,  1892. — Francisco  Martín  Arrabal  publicó  Ar- 
chivos españoles,  su  origen  y  su  historia,  Madrid,  1892,  A  través  del 
"Quijote",  artículos,  1909. — José  Martínez  Lorenzo  publicó  Veladas 
de  estío,  poes.,  Habana,  1892.  —  Manuel  Martínez  Santiso  publicó 
Historia  de  la  ciudad  de  Betansos,  Betanzos,  1892. — Mateo  Martínez 
QuevedOj  chileno,  oficinista,  estrenó  muchos  saínetes,  y  su  excesiva 
popularidad  debióse  á  la  obra  suya  principail  Don  Lucas  Gómez, 
Santiago,  1892,  donde  muestra  los  sinsabores  sin  cuento  que  sufre  un 
campesino,  ó  sea  un  hiiaso  en  la  capital.  Consecuencias  de  los  celos, 
ibid.,  1896.  Los  Comediantes  políticos,  ibid.,  1904. — Juan  de  Mata  pu- 
blicó Gabriela  Bompard,  nov.  hist.,  Habana,  1892. — Carlos  Mavillard 
estrenó  Pequeneces,  juguete  (con  Raf.  Ramírez),  1892. — Florentino 
Molina  estrenó  José  María  ó  Los  Bandidos  de  Sierra  Morena,  drama, 
1892. — José  D.  Monsalve  (n.  1864-),  de  Santo  Domingo  (Antioquía, 
Colombia),  periodista,  por  seud.  Carlos  de  Zurbarán  y  Pedro  Veron, 
publicó  Biografía  del  doctor  Luis  M.  Restrepo  y  datos  sobre  la  re- 
volución de  Antioquía  (1876-77),  Bogotá,  1892.  El  Doctor  Justo  Pedro 
Berrio,  ibid.,  1894.  Atanasio  Girardot,  ibid.,  1911.  El  ideal  político  de  Bo- 
lívar.— Patricio  Montojo  y  Pasaron  (1839-1917),  ferrolano,  contralmi- 
rante de  la  Armada,  publicó  Las  Primeras  tierras  descubiertas  por  Colón, 
ensayo  crítico,  Madrid,  1892.  El  Desastre  de  Cavite,  1909  (en  Esp.  Mod., 
tnarz.-mayo),  La  Marina  en  España  (ibid.,  1910,  marzo).  El  Almirante 
Montojo,  por  C.  P.,  Madrid,  1900. — José  Mora  Bellver  publicó  Descu- 
brimiento de  América,  poema,  Madrid,  1892. — Marcelino  de  Moya  Ama- 
dor, cubano,  publicó  Impresiones  en  la  inaugur.  de  la  Feria-Exposición, 
Habana,  1892.  Menecratcs,  1892. — Diego  Muñoz  Camargo  publicó  His- 
toria de  Tlaxcala,  México,  1892. — Rómulo  Muro  y  Fernández  (n.  1867-), 
de  San  Martín  de  Pusa  (Toledo),  periodista,  publicó  Olas  y  espumas, 
poesías.  Cantares  y  coplas.  Hombres  de  Toledo,  Poesías  invisibles.  Go- 
tas de  cera.  Mostacilla  y  pimienta.  Alharicoques  de  Toledo.  Cosas  de 
mi  tierra.  Para  el  teatro:  La  Tiple  ingeniosa.  El  Pozo  amargo.  El 
Cristo  de  la  Misericordia.  El  Delirio  de  un  loco.  Mr.  Secrag.  Las  Bre~ 
vas.  Agencia  literaria. — E.  L.  Navarro  y  Beltrán  publicó  Telnria,  no- 
vela. Málaga,  1892. — Nobiliario  de  conquistadores  de  Indias,  Madrid, 
1892  (Biblióf.  españ.). — El  padre  Jaime  Nonell  y  Mas  (n.  1844-),  de  Ar- 
gentona  (Barcelona),  jesuíta,  publicó  La  Santa  Duquesa,  vida  y  vir- 
tudes de  la  Ven.  y  Flxcma.  Sra.  D.^  Luisa  de  Borja  y  Aragón,  Ma- 


S.  XIX,  1892.  ENRIQUE  REDEL  Y  AGUILAR        a8l 

drid,  1892;  Manresa,  1897.  El  Venerable  Padre  José  PignatelU, 
Manresa,  1893.  Además,  obras  didácticas  sobre  lenguas  clásicas. — 
-Noticia  del  noble  y  real  valle  de  Mena,  Sevilla,  1892,  —  Nove- 
las y  caprichos,  almanaque  de  La  Esp.  Mod.,  Madrid,  1892.  —  Vi- 
cente Orti  y  Brull  publicó  Italia  en  el  siglo  xv,  Madrid,  1892. — 
Francisco  Ortiz  y  González  (y  1907),  de  Santiago  de  Cuba, 
publicó  Misterios  de  Cuba,  nov.,  Santiago  de  Crba,  1892-93,  dos  vols. 
Al  Manco  de  Lepanto,  romance. — Víctor  Ozcáriz  publicó  Cristóbal 
Colón  y  la  Historia,  Madrid,  1892. — Francisco  Palau  Ballestero  pu- 
blicó Carlos  Tomassi,  novela,  Madrid,  1892. — Joaquín  Pardo  Verga- 
RA^  colombiano,  publicó  Canónigos  de  la  Catedral  de  Bogotá,  ibid., 
1892. — M.  Pardo  de  Andrade  publicó  Los  Guerrilleros  gallegos  de 
1809,  Coruña,  1892,  dos  vols. — Parnaso  venezolano^  por  Julio  Gaicano, 
Caracas,  1892. — Pedro  de  Alcántara  Peña  y  Nicolau_,  de  Mallorca, 
en  cuyos  periódicos  escribió,  redactor  de  La  Ultima  Hora  (Palma, 
J895),  publicó  El  Mosaico,  colección  de  escritos  literarios  en  verso  y 
prosa,  Felanitx,  1892-93,  tres  vols. — Felipe  Pérez  del  Toro  publicó 
España  en  el  Noroeste  de  África,  Madrid,  1892. — Manuel  Pérez 
Beato  (n.  1857-),  de  Cádiz,  profesor  de  Ciencias  en  la  Habana,  fun- 
dador y  director  desde  1892  de  El  Curioso  Americano,  revista  de  his- 
toria americana,  publicó  Historia  de  la  vacuna....  Habana,  1899.  Bi- 
hUografia  comentada  sobre  los  escritos  publicados  en  la  isla  de  Cuba 
relativos  al  "Quijote^',  Habana,  1905.  Una  joya  bibliográfica  (el  pri- 
mer impreso  cubano),  1910  (El  Curioso  Americano).  Medicina  cuba- 
na, 19 10  (ibid.).  Inscripciones  cubanas,  2.*  ed.,  19 15. — Vicente  Pey- 
DRÓ  estrenó  El  Gran  petaj-do,  juguete,  1892.  —  Gonzalo  de  Que- 
sada  (1868-1915),  de  Puerto  Príncipe,  según  otros  de  la  Habana, 
ministro  en  Washington  (1906)  y  Alemania  (1913),  publicó  Mi  pri- 
mera ofrenda,  Nueva  York,  1892.  Ignacio  Mora,  1894.  Cuba,  Washing- 
ton, 1905.  Otras  obras  políticas,  algunas  en  inglés. — Feliciano  Ramí- 
rez DE  Arellano  (f  1896),  marqués  de  la  Fuensanta  del  Valle,  sena- 
dor y  diputado,  bibliófilo  eminente,  contribuyó  á  la  importante  Colecc. 
de  doc.  inéd.  para  la  Historia  de  España  y  á  la  de  Bibliófilos.  Publicó 
Historia  del  periodismo  político,  disc.  Acad.  Cieñe.  Mor.,  1892.  El 
Progreso  de  las  ciencias  históricas,  1895. — Matías  Ramón  Martínez 
Y  Martínez  (1855-1904),  de  Burguillos  (Badajoz),  publicó  trabajos 
eruditos  en  revistas,  sobre  todo  en  las  de  Extremadura  y  El  Libro 
de  Jerez  de  los  Caballeros,  1892.  Historia  del  Reino  de  Badajos  du- 
rante la  dominación  musulmana,  Badajoz,  1905. — Félix  Ramos  y  Duar- 
TE,  mejicano,  profesor  normal,  publicó  Diccionario  de  mejicanismos, 
Méjico,  1892,  1896;  obra  excelente.  Diccionario  de  curiosidades  his- 
tóricas, geográficas...  de  la  Rep.  mexicana,  ibid.,  1899.  Tratado  de  ono- 
matología,  1905.  Diccionario  yucayo,  dos  vols.  (inéd.).  Diccionario  de 
observaciones  críticas  sobre  el  lenguaje  de  escritores  cubanos,  1912. — 
Enrique  Redel  y  Aguilar,  culto  y  delicado  poeta  cordobés,  publicó 
Ensayos  poéticos,  Córdoba,  1892.  Desvarios,  poesías,  ibid.,  1892.  Ecos 


282  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

de  las  vigilias,  ibid.,  1893.  Predicar  en  desierto,  1894.  Algo  de  leiras>. 
1895,  Obras  literarias,  dos  vols.,  1897-99.  ^^  -^^^^  ^^  plata.  S.  Ra- 
fael en  Córdoba,  1899,  1901.  Biografía  del  doctor  don  Bartolomé 
Sánchez  de  Feria,  1903.  Las  Calabazas,  1903.  La  Virgen  de  los  fa- 
roles, 1908.  Ambrosio  de  Morales,  estudio,  1909.  La  Virgen  de  Li- 
nares, conquistadora  de  Córdoba,  1910. — Antonio  Redondo  y  Orriols 
pubdicó  Aurora,  narración,  Madrid,  1892,  Un  plan  revolucionario,  ju- 
guete, 1913. — Reseña  histórico-crítica  de  la  poesía  en  Santo  Domingo^ 
1892. — Arturo  Reynal  O'Coxnor,  argentino,  publicó  con  el  título 
de  Crítica  literaria,  estudios  sobre  Juan  C.  Lafinur  (1892),  Juan  BáU^ 
tasar  Maziel  (1893),  Los  Poetas  argentinos  (1904). — José  de  la  Rica 
y  Calvo  publicó  Envío  á  Chicago,  poesías,  Montevideo,  1892.  La  Cru- 
zada española,  fantasía  poética^  ibid.,  1892.  Poesía  militante,  ibid., 
1894. — Luis  de  la  Riega  publicó  El  Rio  Lerez,  Pontevedra,  1892.—— 
Cecilio  A.  Róbelo  publicó  Los  Cuatro  soles,  poema  sobre  cosmogonía 
nahoa,  Cuernavaca,  1892.  Diccionario  de  aztequismos^  ó  sea  Catál.  de 
las  palabras  del  idioma  nahualt,  azteca  ó  mexicano  introducidas  al 
idioma  cctstellano,  México,  1904.  Diccionario  de  mitología  nahoa,  ibid., 
1^05. — Manuel  Rodrícltez  Navas  y  Carrasco,  jerezano,  por  anagra- 
ma Savan,  director  del  Boletín  y  fundador  del  Círculo  Filológico  Ma- 
tritense (1885-90),  escribió  en  El  Principiante  (1888),  tradujo  en  prosa 
Naturaleza  de  las  cosas,  de  Lucrecio,  !Madrid,  1892,  Diccionario  de  la 
lengua  española,  1905.  Colón,  español,  docum...,  1914  (en  Cidt.  Hisp. 
Ámer.).  Diccionario  gral.  y  técnico  hisp. -americano,  1918. — Joaquín  E^ 
Romero,  redactor  de  La  Repiíblica  (1886),  publicó  Verde  y  negro,  co~ 
lección  de  novelas  cortas,  ]Madrid,  1892. — Fernán  Rosa  publicó  Me- 
morias de  un  incapacitado  y  grandezas  bizantinas,  Sevilla,  1892  (dos 
partes).  Vejeces,  Sevilla,  1892. — Vicente  Ruiz  Llamas  publicó  Poe- 
sías, Lorca,  1892. — ;M(iguel)  S(aderra)  M(assó)  publicó  Cartas  de 
China  y  Japón,  IManila,  1892. — Jacobo  Sales  y  Reig  (n.  1847-),  valen- 
ciano, estrenó  El  Día  memorable,  drama  (con  Félix  G.  Llana),  1892. — 
Antonio  Sánchez  Bedoya,  sevillano,  estrenó  La  Conjuración  de  Rada, 
dr.  (1892).  El  Sobrino  de  su  tío,  qítisicosa  monológica,  1893.  Recio,  la- 
buñolera,  com.  La  Venganza  de  una  ofensa,  id.  Soy  mu...  bonito,  id. 
Herir  con  las  mismas  armas,  id.  De  Cádiz  al  Puerto,  id.  El  Contra- 
bandista sevillano,  íd.,  Adriana  de  Lecouvreur,  id..  El  Tío  Corando, 
zarz.  Los  Boleros  de  Londres,  zarz. — José  Sánchez  Rodrígl^ez  (nacido 
en  1 879-),  malagueño,  cantor  de  Andalucía  y  pintor,  colaborador  de  Vida 
Galante,  publicó  Mis  primeras  notas,  versos,  Málaga,  1892.  Esperan^- 
za,  juguete,  ibid.,  1894.  Remembranzas,  1895.  Canciones  de  la  tarde, 
hermosas  coplas,  1897.  Alma  andaluza,  1900.  Ha  estrenado  Esperanza, 
Copos  de  nieve^  Las  Tres  musas,  Flor  silvestre.  La  Musa  española. 
Prepara  Tristes  poemas. — José  Sánchez  Somoano,  mejicano  (?),  pu- 
blicó Modismos,  locuciones  y  términos  mexicanos,  Madrid.  1892.  En- 
sayos literarios,  ibid.,  1892.  Versos  trasnochados,  ibid.,  1892  (3."  ed.). 
— Julián  San  Pelayo  (f  1916),  publicó  Don  Lope  Sánchez  de  Mena,. 


S.  XIX,  1892.  RAFAEL  TORRES  CAMPOS  283 

Bilbao,  1892. — Rafael  Santa  Ana  y  Llausó  (n.  1868-),  sevillano,  so-- 
brino  dd  Marqués  de  Santa  Ana,  redactor  de  La  Correspondencia  de- 
España  y  antes,  en  Sevilla,  director  de  Mari-Clara,  autor  del  género 
chico,  estrenó  Un  grupo  y  varias  reproducciones,  jug.,  Sevilla,  1892^ 
La  Victoria  del  general,  Madrid,  1898.  La  Jota  (con  Ric.  Catarineu), 
1899.  Los  Ximénez  de  Quirós,  1899.  El  Generoso  extremeño  (con  Ca- 
tarineu), 1900.  La  Gracia  andaluza,  1901.  La  Lista  de  autores,  1901. 
Manolo  el  afilador,  zarz.,  1902.  Villa  Alegre,  id.,  1902.  La  Cabeza  del 
ministro,  com.,  1902.  El  Lagar,  zarz.,  1903.  Matrimonio  solidario,  com., 
1904.  La  Jumera,  1904.  Un  beneficio,  1905.  El  Fantasma  de  la  gloria, . 
dr.,  1906.  El  Secreto  de  Luisa,  com.,  1906.  Los  Ojos  negros,  zarz.,  1907. 
Crimen  por  amor,  com.,  1907.  Don  Jaime  el  Conquistador,  1907.  El 
Robo  de  la  perla  negra,  zarz.,  1908.  La  Serenata  del  pueblo,  1908.  Los 
Sombreros,  1908.  Botones  de  fttego,  com.,  1908.  Un  éxito,  com.,  1908. 
Las  Hermanos  Palmeras,  zarzuela,  1909.  El  Electricista,  comedia, 
1909.  Yo  puse  una  pica  en  Flandes,  parodia,  19 12.  Malagueñas,  zarzue- 
la, 1914.  Manual  del  perfecto  canalla,  novela  picaresca,  Madrid,  1916. 
Manual  del  perfecto  mujeriego,  1918.  Manual  de  la  perfecta  Cocota,, 
19 19. — Fray  Francisco  de  Santa  Inés  publicó  Crónica  de  la  Pro- 
vincia de  San  Gregorio...  de  San  Francisco  en  Filipinas,  China,  Ja- 
pón, dos  vols.,  Manila,  1892. — Julio  Santamarina  (1875-1897),  ha- 
banero, comandante,  publicó  Poesías,  1892. — Manuel  Serrano  Or- 
tega, presbítero  sevillano,  publicó  Rodrigo  de  Triana,  boceto  histórico, 
Sevilla,  1892.  Glorias  sevillanas:  noticia  histórica  de  la  devoción  y 
culto...  á  la  Inmaculada  Concepción,  ibid.,  1893.  Noticia  histórico- 
artistica  de  la  sagrada  imagen  de  Jesiís  Nazareno...  del  Gran  Poder, 
1898.  Relación  de  las...  fiestas  que  la  Real  Hermandad  y  Cofradía 
del  Nazareno  de  Jesús  del  Gran  Poder...,  1901.  Bibliografía  de  la  Ca- 
tedral de  Sevilla,  1901.  Guía  de  los  monumentos  históricos  y  artísticos 
de  los  pueblos  de  la  provincia  de  Sevilla,  1911. — Antonio  Solance  Y" 
Muñoz  (1825-1877),  de  Valdepeñas,  escribió  Poesías  y  Artícidos,  Val- 
depeñas, 1892,  publicado  por  Eusebio  Vasco. — Ricardo  Soto,  colabo- 
rador de  Blanco  y  Negro  (1891),  estrenó  El  Doctor  Gómez,  juguete, 
1892. — Dámaso  Sotomayor,  presbítero,  publicó  Estudio  sobre  la  pere- 
grinación de  los  Aztecas,  fundación  de  México  y  reinado  de  sus  em- 
peradores, Mazatlán,  1892. — José  Tenorio  Sigayán  publicó  Costum- 
bres de  los  indios  tirurayes,  Manila,  1892. — Mariano  Tirado  y  Rojas 
publicó  La  Masonería  en  España,  dos  vols.,  Madrid,  1892-93.  Las  Tras- 
logias,  1895. — José  María  de  la  Torre,  valenciano,  autor  de  cuentos 
y  comedias  de  carácter  regional,  publicó  Granos  de  arei.a,  Valencia 
1892.  Cuentos  del  Júcar,  ibid.,  1901. — Joaquín  Torres  Asensio,  prelado 
doméstico  de  Su  Santidad,  publicó  Fuentes  históricas  sobre  Colón  y 
América,  por  Pedro  Mártir  Angleria,  traducción,  cuatro  vols.,  Madrid, 
1892.  Historia  de  la  vida...  de  fray  Diego  José  de  Cádiz,  escrita  por  el' 
abad  del  Salvador  de  Granada  don  Juan  José  Alcober  Higueras  (1803), 
Madrid,  1894. — Rafael  Torres  Campos  publicó  España  en  California.... . 


284  ÉPOC\  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

-Madrid,  1S92.  Estudios  geográficos,  1895.  La  Geografía  en  iSp^^  pó, 
S7,  etc.,  varias  memorias  leídas  en  la  Sociedad  Geográfica.  La  iglesia 
de  Santa  Maña  de  la  Cabeza,  Madrid,  1895.  Carácter  de  la  conquista  y 
colonización  de  las  islas  Canarias,  Madrid,  1901  (discurso  de  recepción 
en  la  Academia  de  la  Historia). — Cayetano  Triviño  (f  1899),  dentista, 
publicó  Muestras,  artículos  y  poesías,  Madrid,  1892.  Crudezas^  versos, 
Gijón,  1902.  Doctrina  para  el  amor,  1903. — José  V.^lero  y  Belenguer 
j)ublicó  La  Guinea  española^  Madrid,  1892. — Manuel  Várela  y  Esco- 
EAR  (con  Antonio  T.  Martel)  publicó  Bosquejo  histórico  de  Ecija,  ibid., 
1892;  Sevilla,  1894,  1906.  Proezas  astijitanas,  ibid.,  1894. — Efraim 
VÁZQUEZ  Guarda  publicó  Tajos  y  reveses,  crítica  y  sátira,  Santiago  cíe 
Chile,  1892. — Ventura  de  la  Vega,  malagueño,  cómico  y  autor  del  gé- 
nero chico,  estrenó  El  Licenciado  Villamelón  (con  E.  Ruiz-Valle),  1892. 
Toñuela  la  golfa,  1900.  Los  de  Badajoz,  1901.  La  Chiquilla,  1901.  El 
Curita,  1902.  La  Huertanica,  1904.  La  Rondeña,  1904.  El  Crimen  de 
Chamberí,  1906.  Inocencia,  1906.  La  Hija  de  mi  papá,  1906.  La  Giralda, 

1907.  Las  Buenas  mozas  del  barrio,  1907.  El  Pobre  Cordero,  igo-'.  Mala 
semilla,  zarzuela  (con  Manuel  L.  Cumbreras),  1907.  La  Bella  Molinete, 

1908.  Picaros  Reyes,  1908.  La  Presidiaría,  zarzuela,  1908.  Mala  hem- 
bra, zarzuela  (1909).  El  Primer  aviso,  comedia,  1909.  Juan  Miguel,  zar- 
zuela, 1909.  La  Hija  del  pueblo,  zarzuela,  1910.  Mundo  galante,  zar- 
zuela, 1910.  Academia  ftiodernista,  1910.  Huyendo  del  pecado,  1910.  El 
Chico  de  López,  saínete,  1911.  Almas  distintas,  zarzuela,  1911.  Los  Con- 
vidados de  piedra  (con  Enrique  Mayol),  1912.  Los  Apaches  de  París, 
disparate  lírico,  1913.  Caralampia,  zarzuela,  1914.  El  Terror  de  las  mo- 
citas, saínete,  1914.  Cambios  naturales,  se  hace  mucho. — Octavio  Ve- 
lasco  DEL  Real  publicó  Viaje  por  la  America  del  Sur:  impresiones  y 
recuerdos,  Barcelona,  1892. — 3*Iariano  Vergara  publicó  Bibliografía 
de  la  Rosa,  ]Madrid,  1892.  Algunas  poesías  campestres  castellanas,  ibid., 
1899. — Lino  Villanueva  y  Cañedo  (n.  1824-),  de  Higuera  de  Vargas 
(Extremadura),  ya  difunto,  publicó  Hernando  de  Soto:  estudio  bio- 
gráfico, Badajoz,  1892. — Eduardo  Villegas  Arango  estrenó  Corte  y 
cortijo,  juguete,  1892.  Adivina  quién  te  dio,  ídem,  1892.  Tragaldabas, 
zarzuela,  1893.  La  Gente  alegre  (con  Larrubiera  y  Casero),  1897.  Las 
Campesinas,  1898. — Federico  Villoch  publicó  Por  esos  mundos:  im- 
presiones de  viaje^  Habana,  1892.  A  la  diabla,  versos,  1893.  La  Gran 
pesca,  1895.  La  Mulata  María,  zarzuela,  1896.  La  Cruz  de  San  Fer- 
nando, zarzuela,  1897.  Cavaílería  chulesca,  saínete,  1897.  Otras  siete 
piezas  en  Trelles  (t.  VHI,  pág.  344). — C.  Vivanco  de  Arana  publicó 
La  Bamba,  cármenes  floridos  de  la  musa  popular,  Madrid,  1892. — 
Nueva  Colección  de  documentos  inéditos  para  la  Historia  de  España 
y  de  sus  Indias,  por  don  Francisco  de  Zabálburu  y  don  José  Sancho 

■  Rayón,  Madrid,  1892-96,  seis  vals. — Juan  Zamora  y  Figueroa  publicó 
Ripios  mexicanos,  Méjico,   1892. 

56.     Año  iSpj.  José  Santos  Chocano  (n.  1867?-),  de  Lima. 


S.    XIX,    1893.   JOSÉ    SANTOS    CHOCANO  285 

encarcelado  á  los  veinte  de  su  edad  por  socialista  revolucionario^ 
y  agitador,  desterrado  á  poco  del  Perú,  quiso  ser  poeta  guerrero  ó' 
guerrero  cantor.  Vagó  por  varias  partes,  huido  de  todas  (después 
de  bien  regalado),  por  causas  judiciales,  del  Perú,  de  España,  de 
Cuba.  Clásico  y  de  entonación  quintanesca,  romántico  á  lo  Víc- 
tor Hugo,  parnasiano  á  lo  Heredia,  robusto  á  lo  Walt  Whitman, 
enamoróse  de  las  liras  de  recias  cuerdas  y  del  empuje  brioso 
de  los  poetas  más   grandilocuentes  y  sonorosos,   fabricándose- 
para  sí  una  muy  suya  de  metálicos  y  brillantes  sones,  conforme 
á  su  altisonante  y  verbosa  á  la  vez  que  bien  bruñida  y  escultural 
manera  de  expresión.   Su  grandilocuencia  no  es  huera,  ni  se 
desfoga  en  filosofías  trascendentes  como  Hugo,  con  sus  exal- 
taciones y  sus  caídas,  ni  de  puras  metáforas,  vistosas  y  reso-^ 
nantes,  como  Lugones.  Su  voz,  realmente  metálica,  de  instru- 
mento de  cobre,  es  vibrante  y  lírica,  henchida  de  graves  pen- 
samientos y  de  sentimientos  sinceros;   pero  su  temperamento 
es  objetivo  á  la  vez  que  lírico :  canta  lo  que  fuera  de  él  le  arre- 
bata con  cierto  lirismo  difuso  y  vago,  que  empapa  todos  sus  pen- 
samientos, más  bien  que  sus  expresiones.  Su  tonalidad  es,  por 
consiguiente,  más  romántica  que  clásica.   En  la  expresión  es 
Chocano  orador,  tiene  el  corte  oratorio  y  ampuloso  de  Quin- 
tana y  Víctor  Hugo.  Pero  Chocano  es  más  épico  y  objetivo  que 
Hugo  y  Quintana :  por  algo  es  americano.  En  América  están 
todavía  en  la  edad  heroicoépica ;  sino  que  los  héroes  son  las  ma- 
ravillas de  la  naturaleza.  La  poesía  americana  es  épicodescripti- 
va,  hasta  en  las  obras  más  líricas.  ]\Ias  no  sólo  tiene  del  quintanis- 
mo  oratorio  y  del  huguismo  magnífico:  tiene,  además,  Chocano, 
algo  del  romanticismo  en  su  apego  a  la  leyenda  y  á  la  caballeresca 
España  de   otras   eras.    El   Parnaso   le  ha   servido  no   menos 
para  pulimentar  más  la  expresión.  De  estas  tres  corrientes,  clá- 
sica, romántica  y  parnasiana,  ha  salido  la  poesía  de  Chocano, 
que  hoy  parece  rezagada,  y  lo  es,  de  hecho,  atendiendo  á  los  de- 
más poetas  americanos,  sobre  todo  á  los  modernistas  y  decaden- 
tes. Su  voz  es  robusta,  varonil,  noble;  ensancha,  eleva  y  vigori-- 
za.  Canta  á  la  naturaleza,  pero  humanándola  y  convirtiéndola 
por  este  camino  en  poesía.  Acaso,  por  eso,  sea  el  tipo  del  poe-- 
ta  americano,  el  épico  de  la  heroica  naturaleza,  que  escribe  el 
poema  de  la  naturaleza  americana,  no  como  frío  naturalista^ , 


286  ÉPOCA  REGIONAL   Y   MODERNISTA   (1888-I907) 

:  sino  como  poeta  que  ve  en  las  bellezas  naturales  un  reflejo 
del  alma  humana  y  les  da  vida,  les  mete  un  alma,  como  se  la 
metía  la  mitología  primitiva.  Whitman  y  Heredia  fueron  sus 
modelos;  pero  Chocano  es  Chocano  y  nada  más.  Por  ani- 
mar y  humanizar  así  lo  imaginado,  alguien  le  cree  poeta  lí- 
rico: pero  eso  es  de  todo  poeta,  porque  pintar  sin  referir  al 
hombre  la  naturaleza-  insensible,  es  oficio  de  naturalista.  Por 
otra  parte,  Chocano  canta  la  historia  americana  y  el  por- 
venir de  aquellos  pueblos.  Por  rebelde  y  avanzado  que  sea  en 
ideas,  muéstrase  en  ello  verdadero  peruano  de  raza,  limeño  hasta 
los  tuétanos.  Lima  fué  el  último  baluarte  en  América  de  la  tra- 
dición española,  de  la  vida  colonial,  de  las  ideas  caballerescas 

'  de  antaño,  y  ningún  poeta  de  América  ha  sabido  cantar  como 
él,  á  par  de  las  civilizaciones  indígenas,  la  conquista,  la  colonia, 
la  madre  patria  España,  de  donde  pasaron  allá  caballeros 
)•  virreyes,  héroes  y  guerreros.  Es,  en  suma,  Santos  Chocano, 

'  el  poeta  épico  de  la  naturaleza  y  de  la  historia  de  la  América 
española ;  el  poeta,  por  consiguilente,  más  americano.  En  el 
Fragmento  liminar  (1918)  muéstrase  libre  en  el  metro,  hasta 

=  emplear  versos  de  veinte  sílabas  ( !)  y  modernista  extravagan- 
te: ¡á  buena  hora! 

Julio  Flórez  (n.  1869-),  de  Chiquinquirá  (Colombia),  poe- 
ta puro,  retraido  de  todo  lo  demás,  ensimismado,  subjetivo  ó 

Jírico  á  secas,  ha  sabido  abrirnos  su  pecho,  mostrándolo,  ya  en 
Tos  cárdenos  relámpagos  de  la  borrasca,  ya  menos  comúnmen- 
te en  el  plácido  sosiego  de  una  noche  de  luna.  De  brillante  fan- 

■  tasía  y  ardiente  corazón,  que  se  derrama  en  metáforas  de  gran 
relieve  y  rico  colorido  y  en  quejidos  de  malhumorada  negrura, 

-es  verdadero  tro^"ador,  naturalmente  romántico  y  popular,  á 

•  pesar  de  sus  exquisiteces,  en  medio  de  los  modernistas,  entre 
quienes  floreció,  y  entre  cuyas  modas  pasó  sin  mancillarse.  Pa- 
récese  á  Balart  y  canta  el  amor  y  la  muerte.  Diríase  mezcla  de 
Bécquer  en  lo  recio  del  sentimiento  claramente  expresado  y 
de  Campoamor  en  el  fondo  siempre  filosófico  y  como  amar- 
go, pero  sin  descorazonamiento,  antes  con  brío  siempre  nuevo. 
Semeja  su  alma  á  la  palmera  que  el  viento  abate  y  vuelve  á 
erguirse  con  mayor  pujanza.  Aun  contra  la  respetable  opinión  de 


lULIO     FLÓREZ 


,4í^--< 


JOSÉ  SANTOS  CHOCANO 


S.    XIX,    1893.    JOSÉ   SANTOS    CHOCANO  287 

-Almtonio  Gómiez  Restrepo,  que  parece  preferir  á  Valencia,  me 
atrevo  á  manifestar  que  Julio  Flórez  tiene  poesía  más  honda, 
más  sentida,  más  humana  y  miás  vividera.  Valencia,  aunque 
gran  poeta,  bajará  algo  cuando  la  moda  pase;  tiene  más  de 
afectísimos  y  oropeles,  que  el  tiempo  oxidará. 

5  7.     Lauxar,  Motivos  de  crít.  hisp.-amer.,  pág,  216:  "J.  S.  Ch.  ha 
escrito  en  Alma  América  y  repetido  en  ¡Fiat  lux!  que  "en  el  arte  ca- 
"ben  todas  las  escuelas,  como  en  un  rayo  de  luz  todos  los  colores".  Esta 
máxima  generosa  adquiere  bajo  su  pluma  el  valor  de  una  divisa  per- 
sonal. En  su  último  libro  hay  tres  secciones,  tituladas  Poemas  clásicos, 
Poemas  románticos  y  Poemas  modernistas.  El  poeta  quiere  ser  am- 
pliamente comprensivo  y   universal;  su  poesía    revela,  efectivamente, 
cierta  variedad  en  su  estilo.  Esta  no  se  halla,  sin  embargo,  separada 
•en  secciones  distintas,  como  S.  Ch.  lo  cree,  sino,   al  contrario,  mez- 
clada en  una  confusión  indisoluble.  Su  clasicismo  es  la  cosa  más  ro- 
mántica del  mundo;  tiene  una  violencia  que  rompe  todas  las  normas 
y  medidas  y  va  á  través  de  Víctor  Hugo  casi  hasta  la  altura  de  Es- 
quilo.  Hay   paganía,  pero  no  paganismo,   en  sus  versos...   El  fondo 
verdadero  de  S.  Ch.  es  el  romanticismo  impetuoso.  La  renovación  li- 
teraria de  estos  últimos  años  encontró  en  el  poeta  una   personalidad 
ya  formada,  y  no  pudo  influir  sobre  él  sino  exteriormente  en  su  téc- 
nica y  alguna  vez  en  sus  preocupaciones  ideológicas,  sin  modificar  su 
carácter.  "Mi  poesía  es  objetiva  (escribe),  y  en  tal  sentido  sólo  quiero 
"ser  el  poeta  de  América."  Se  declara,  además,  parnasiano.  Su  filia- 
ción, sin  embargo,  debe  buscarse  en  Víctor  Hugo  más  que  en  Leconte 
de  Lisie...   En  general,  maneja  y  transforma  la  realidad,  metiéndose 
•en  ella  como  Víctor  Hugo:  tiene  su  misma  tendencia  hacia  lo   exte- 
rior; como  el  gusto  de  representar  con  exageración  lo   enorme,  y  se 
complace  en  lo  primitivo  y  en  lo  cósmico.  Era,  pues,  casi  fatal  que,  na- 
cido en  América,  se  impusiera  un  día  la  misión  de  cantar   su  natu- 
raleza y  su  historia...  "Os  quiero  dar  la  América  intacta  en  mi  can- 
"ción"...  S.  Ch.  ha  desarrollado  en  muchos  sonetos  imágenes  sugeridas 
ya  por  los  fenómenos  de  la  naturaleza  muerta,  ya  por  la  fauna  ó  la 
flora  continentales...   La  leyenda,  la  historia,  la  vida  humana  de  la 
América  española  en  sus  manifestaciones  de  fuerza  y  heroísmo,  tie- 
nen probablemente  el  mejor  intérprete  actual  de  su  poesía  en  S.  Ch. 
Ha  cantado  las   civilizaciones  indígenas,   la  conquista,  la  colonia,   la 
independencia,   el   porvenir   de   las   Repúblicas   americanas;    ha   cele- 
brado sus  héroes  y  descrito  los  tipos  criollos.  El  tema  americano  ha 
traído  á  su  inspiración  el  recuerdo  gtlorioso  de  España,  y  el  poeta  le 
ha  destinado  algunas  de  sus  poesías  mejores.  El  mismo  se  considera 
algo  español,  y  lo  dice  en  dos  sonetos  magistrales...   En  la  Crónica 
Alfonsina  canta  la   amistad   de    España  y   América,  y   más  precisa- 
mente un  cambio  idea!...  entre  el  pensamiento  y  el  ensueño  que  nos 


288  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

vienen  de  la  madre  Patria  y  el  valor,  el  heroísmo  y  la  fuerza  que  van- 
del  Nuevo  Mundo  á  ella...  Se  ha  dicho  que  este  poeta  sabe  también, 
ser  delicado:  es  un  error;  jamás  ha  dado  un  sol©  indicio  de  serlo.. ^ 
Los  versos  más  usados  por  S.  Ch.  son  el  alejandrino  común  y  el  en- 
decasílabo, con  muy  contadas  desviaciones  del  tipo  clásico."  Ventura 
García  Calderón,  La  Liter.  peruana^  1914,  pág.  83:  "Chocano  comienza 
cantando   en  Iras  santas  las   grandes   cóleras  que   nuestras   pequeña* 
revoluciones  provocan.   Continúa  la  cívica  tradición  de  nuestros  épi- 
cos...   Su  ardor  triunfante,   su  robusta  literatura  de  epinicio  hallan 
asunto  digno  en  la  guerra  del  80  y  escribe  su  hermosísima  Epopeya  del 
Morro.  Después  va  á  Chanchamayo,  descubre  nuestra  zona  tórrida, 
se  asombra  como  un  conquistador  y  empieza  a  cantarla  como  un  ro- 
mántico. En  el  frenesí  de  esa  naturaleza  vista  y  soñada  se  transparenta 
el  alma  de  quien  la  mira...  Ya  se  diferencia  de  los  antiguos  épicos  en 
cantar  el  paisaje  local,  en  no  verlo  como  un  vago  decorado  del  héroe. 
Mas  no  es  contemplativo  su  sentimiento  de  la  naturaleza.  Exagera  las 
visiones  temblorosas  de  Hugo.  Mira  vertiginosamente...  Su  acento  se 
eleva,  y  el  poeta,  errante  ya  por  tierras  de  España  y  América,  com- 
prende que  no  puede  limitarse  á  la  exigüidad  de  una  patria  sin  fausto. 
Kipling  y  d'Annunzio  le  servirán  de  tentación  y  de  pesadumbre.  Para 
que  el  canto  sea  digno  de  su  bocina  necesita  un  continente  "el  poeta 
de  América".   Para  arraigarse  más   en   ésta  y  motivar  su   amor  casi 
ancestral  al  nuevo  mundo,  va  jurando  que  es   "mitad  indio",  cuando 
todos  sabemos  que  es  española  su  prosapia.  Reconcilia  á  dos  Repúbli- 
cas menudas;  pacifica  con  la  lira  este  Orfeo  elegante;  se  casa  repeti- 
das veces,  probando  así  los  diversos  amores  de  América;  es  ya  "con- 
"tinental",  como  le  llaman  con  cariñosa  sonrisa  en  el  Perú.  Dos  in- 
fluencias contrarias  lo  han  madurado :  la  de  Whitman  y  la  de  Heredia. 
Alma  América  estaba  dedicada  á  J.  jM.  Heredia...  Heredia  es  su  maes- 
tro de  clasicismo...  Casi  repudia  su  pasado.  En  ¡Fiat  lux!  hace  la  más- 
severa  antología  de  juventud.  Y  orientado  tal  vez  por  Whitman,  vol- 
viendo el  alma   por  donde   solía  gratamente  perderse,   llega  Chocano 
á  su  tercera  manera,  la  más   reciente...   Es  whitmaniano  este  aliento 
inmenso,   este  deseo  de  cantar  cuanto  nace  á  la  vida  en  la  América 
libre,  sin  temor  á  ser  plebeyo,  porque  en  el  pueblo   está  la    fuerza^. 
Mas  patricia  de  calidad  y  de  abolengo  es,  sin  duda  alguna,  la  poesía- 
de  Chocano...    Sus  broncas   sonoridades   alejaron  á  muchos  poetas   y 
tiene  adversarios  enconados,  los  del  oficio..."  Obras  de  Chocano:  En 
la  aldea,  Lima,  1893.  Iras  santas  (1895).  Azahares  (1896).  La  Epopeya 
del  Morro  (1899).  El  Canto  del  siglo  (1900).  La  Selva  virgen  (1900). 
Alma  América,  Madrid,  1906.   Obras  completas^  Barcelona,  1906.  Los 
Conquistadores,   drama,   1906.  ¡Fiat  lux!,  Madrid,    1908.  El  Dorado, 
epopeya  salvaje,  Santiago  de  Cuba,   1908.  Fragmento  limitiar  de  una 
epopeya  cíclica,  1918  (en  Nosotros,  febr.).  En  Esp.  Mod.:  El  Fin  de  Sa- 
tán (1899,  mayo).  El  Diálogo  de  las  tumbas  (1900,  febr.).  La  Epopeya- 
del  bosque  (1901,  abr.).  El  Triunfo  de  las  ciencias  (1902.  abr.).  Paga- 


S.   XIX,    1893.   JULIO    FLÓREZ  289 

na  (1902,  dic).  Estandarte  de  amor  (1903,  jun.).  Consúltense  Andrés 
González  Blanco,  Los  Contemporáneos^  2*  serie,  París;  ídem,  Escri- 
tores representativos  de  América,  Madrid,  1917;  V.  García  Calderón, 
/.  5".  Chocano;  M.  G.  Prada,  ídem. 

Carlos  Arturo  Torres,  Estudios,  1906,  pág.  257:  "Flórez  es  ante 
todo  poeta,  gran  poeta,  nada  más  que  poeta:  este  es  el  secreto  de  su 
fuerza...  La  religión  del  sufrimiento  humano  no  ha  obtenido  una  ple- 
garia de  este  corazón  nobilísimo.  Su  horizonte  se  ha  limitado  á  su 
propia  alma  y  nos  la  muestra  en  cada  uno  de  sus  versos,  vasta,  in- 
.sondable,  ardiente;  iluminada  por  vagos  rayos  de  luna  ó  por  cárdenos 
relámpagos  de  tempestad,  que  descubren  ora  la  magnífica  eflorescencia 
de  una  creación  virgen,  ora  las  mustias  soledades  de  un  mundo  en 
ruinas...;  es  un  soñador,  un  poeta  esencialmente  subjetivo.  Su  existen- 
cia ha  carecido,  si  no  estoy  mal  informado,  de  aquellos  incidentes  que 
modifican  de  ordinario  el  concepto  de  la  vida.  No  ha  viajado,  no  ha 
ocupado  ningún  puesto  público;  su  luminoso  talento  no  ha  sido  llama- 
do á  cooperar  en  ninguna  forma  en  los  destinos  de  su  patria.  Su  ca- 
rácter entero  le  ha  mantenido  apartado,  independiente,  rechazando  pér- 
fidos halagos  con  el  orgullo  de  buena  ley...:  este  poeta,  á  pesar  de  su 
mérito  verdadero  y  d'clite,  es  popularísimo,  ni  más  ni  menos,  como  si 
fuera  un  coplero  de  los  de  tres  al  cuarto.  De  él  podría  decirse  acaso  lo 
que  dijo  Carlyle  de  Byron:  "El  único  empleo  que  supo  hacer  de  sus 
"maravillosas  dotes,  fué  el  de  contar  al  mundo  que  no  era  feliz..."  Las 
lecturas  de  un  Verlaine,  de  un  Morcas  y  demás  modernísimos  refor- 
madores de  la  lírica  francesa  no  han  sido  parte  á  lanzar  por  exóticos 
caminos  su  musa,  bien  halladas  en  las  vigorosas  formas  de  la  genuína 
poesía  castellana... ;  su  concepción  pesimista  de  la  vida... ;  los  versos  flu- 
yen como  de  venero  indeficiente,  numerosos,  centelleantes,  soberbios..,; 
revelan  por  vario  modo  la  misma  cuerda  dolorosa,  como  al  través  de 
las  camSiantes  de  las  olas  azules  y  de  las  espumas  irisadas  se  adivina 
siempre  el  negro  fondo  del  abismo.  Dijérase  que  su  musa,  desgreña- 
dos los  abundosos  rizos,  la  faz  doliente,  inmóvil,  en  la  contemplación 
de  un  horizonte  tristísimo,  se  hubiese  petrificado,  como  Niobe,  en  la 
eternidad  de  un  dolor  sin  nombre...  J.  F.  es  el  más  caracterizado  re- 
presentante de  su  época.  Su  musa  ardiente,  generosa,  ahogada  por  el 
medio,  enmudecida  por  la  adversidad,  es  el  símbolo  más  verdadero  de 
esta  generación  que  va  pasando  sin  dejar  huellas,  recortadas  las  alas 
por  mutilación  inhumana,  hundiéndose  en  lo  desconocido,  velada  de 
tinieblas  y  de  abatimiento."  Ant.  Gómez  Restrepo,  Parnaso  Colom- 
biano, Cádiz,  1915,  pág.  14:  "Al  lado  de  Silva  y  de  Valencia,  se  des- 
arrollaron no  pocos  poetas  que  no  entraron  en  la  corriente  innovadora 
y  escribieren  de  acuerdo  con  su  genialidad.  Antítesis  de  Valencia  es- 
Julio  Flórez,  el  más  popular  de  nuestros  poetas  y  uno  de  los  más 
conocidos  en  todo  el  Continente.  Flórez  es  el  trovador  espontáneo  y 
romántico  á  lo  Zorrilla;  y  su  retrato  parece  arrancado  á  una  galería 
de  poetas  del  año  30.  Tienen  sus  versos  una  música  fascinante,  que 

TOMO   X.  — 19 


290  ÉPOCA  REGIONAL   Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

el  autor  sabe  acentuar  cuando  los  recita  con  voz  cálida  y  acariciadora, 

y  relampag-uean  en  ellos  imágenes  de  esplendor  tropical,  descripciones 
en  que  hay  derroche  de  vividos  colores  y  rasgos  de  inmensa  misantro- 
pía, de  pesimismo  tétrico,  que  contrastan  con  la  ostentación  de  fuerza. 
y  de  vida  que  se  observa  en  sus  pinturas  de  la  naturaleza.  Flórez  no 
es  un  artista  refinado,  que  nos  da  la  quinta  esencia  de  sus  filtros,  sino 
un  poeta  genial,  para  quien  los  versos  son  una  necesaria  expansión  de 
su  temperamento  apasionado  y  ardiente.  Tiene  alguna  semejanza  con 
su  homónimo  mejicano  Manuel  M.  Flórez,  el  cantor  de  'Eva,  por  la 
brillantez  de  su  poesía;  pero  Julio  es  artista  más  variado  y  poderoso, 
y  su  técnica  es  mucho  más  perfecta."  Julio  Flórez:  Horas,  Bogotá, 
1893.  Cardos  y  lirios,  Caracas,  1905.  Manojo  de  zarzas.  Cesta  de 
lotos.  Fronda  lírica,  Madrid,  1908.  Gotas  de  ajenjo,  Barcelona.  Fran- 
cisco Vicente  Aguilera,  Habana,  1916. 

58.  Año  i8ps.  Eduardo  Zamacois  (n.  1873-),  de  San  Luis 
(Cuba),  sobrino  del  pintor  del  mismo  nombre,  de  genio  inde- 
pendiente y  solitario  y  aun  adusto,  alejado  de  los  corros  literarios 
donde  se  reparten  patentes  de  valer  y  nacen  las  envidias,  des- 
cuidado en  darse  á  conocer  en  los  periódicos,  llevó  vida  de  bo- 
hemio, viajó  mucho  y  vivió  más,  observando  perspicazmente, 
escribiendo  sin  descanso,  trabajando  fondo  y  forma  hasta  llegar 
á  ser  uno  de  nuestros  más  recios  novelistas,  de  los  de  más  enjun- 
dia psicológica  y  que  con  mayor  propiedad  y  brío  manejan  el 
castellano.  Puede  decirse  que  fué  el  primero  que  trajo  de  Fran- 
cia y  cultivó  aquí  la  novela  artística  erótica.  Antes  de  él  se  es- 
cribieron muchas  y  verdosas  obscenidades,  pero  sin  el  menor 
conato  de  arte.  Zamacois  puso  en  las  suyas  algo  de  psicología 
y  algo  de  estilo.  Incesto,  Tik-Nay,  etc.,  sus  primeras  novelas, 
fueron  pasto  para  la  lujuria  popular ;  para  la  lujuria  aristocrá- 
tica lo  son  no  menos  las  Memorias  de  una  cortesana  y  el  perió- 
dico alegre  La  Vida  Galante.  El  Seductor  es  novela  de  román- 
tico apasionamiento  y  muy  psicológica.  En  la  segunda  serie  de 
novelas  es  á  veces  descriptivo,  buen  pintor,  demasiado  al  menu- 
deo, deteniéndose  en  muchas  pequeneces  que  no  hacen  al  caso 
y  entorpecen  el  curso  de  la  obra  y  la  poca  unidad  de  acción 
que,  al  estilo  de  hoy,  suele  darles.  El  lenguaje,  primero  algo 
descuidado,  ha  ido  ganando  mucho  en  corrección  y  castidad, 
de  suerte  que  lo  maneja  ya  con  gran  soltura  y  maestría.  Tiene 
grandes  dotes  novelísticas  porque  es  gran  observador  y  psi- 
cólogo. 


S.  XIX,  1893.  JOSÉ  MARTÍNEZ  RUIZ  SQI 

José  Martínez  Ruiz  (n.  1874-),  de  Monóvar  (x\licante),  es- 
tudió el  bachillerato  en  Yecla  y  leves  en  Valencia;  vino  á  Ma- 
drid en  1896,  fué  diputado  desde  1907,  siguiendo  la  política  de 
Maura;  usó  los  seudónimos  de  Cándido,  Ahrhnan  y  sobre  todo 
de  Asorín.  Escribió  primero  en  El  Pueblo,  de  Valencia,  "artícu- 
los cortos  y  terribles  de  propaganda  anarquista",  como  le  ha  re- 
cordado Blasco  Ibáñez,  y  fué  redactor  de  El  País,  El  Progreso 
(hasta  1898),  El  Globo,  España,  El  Imparcial,  A  B  C;  colabora- 
dor de  Madrid  Cómico,  La  Ilustr.  Esp.,  Nuevo  Mundo,  La  Lec- 
tura (1903),  Helios  (1903),  Alma  Española  (1904),  La  Van- 
guardia, El  Pueblo  Vasco.  Dióse  á  conocer  con  un  estudio  ti- 
tulado Moratín  (1893).  A  poco  en  Literatura  (1896)  olvida  el 
casticismo  del  lenguaje  y  menudea  galicismos  y  citas  de  auto- 
res franceses  á  quienes  admira,  lamentándose,  en  cambio,  de  las 
<:osas  de  España.  Con  este  espíritu,  muy  semejante  al  de  Larra 
á  su  vuelta  de  Francia,  el  Desastre,  como  él  llamó  la  pérdida  de 
las  colonias,  hízole  el  más  tenaz  adalid  de  los  intelectuales  de 
Ja  generación  del  g8,  esto  es,  de  los  iconoclastas,  que,  abatidos  por 
demás,  rompieron  con  la  España  tradicional,  insultándola  y  re- 
probando su  espíritu  é  instituciones  todas,  dándose  ellos,  con 
infantil  pedantería,  por  los  primeros  que  aquí  iban  á  hacer  y 
acontecer.  El  desmayo  y  descorazonamiento  que  por  todas  par- 
tes difundieron  y  que  llevaban  ellos  en  el  fondo  del  alma,  bastó 
para  que  nada  hiciesen,  huyendo  de  la  política  activa  ó  buscan- 
do acomodo  en  los  mismos  viejos  partidos.  Azorín,  el  escritor 
anarquista,  buscólo  en  el  partido  conservador,  adonde  otros  no  le 
siguieron  porque  no  lograron,  como  él,  atrapar  un  acta  de  di- 
putado. Esrtos  dos  hechos  capitales  de  su  vida,  el  haber  sido  ada- 
lid de  los  abatidos  por  la  pérdida  de  las  colonias,  y  el  cambio  po- 
lítico de  anarquista  en  conservador,  son  manifestaciones  claras 
del  espíritu  de  Azorín :  abúlico,  digámoslo  con  la  voz  que  ellos 
inventaron,  esto  es,  sin  voluntad,  tímido  y  abatido.  Fáltale,  ade- 
más, imaginación ;  pero,  en  cambio,  posee  clara  y  perspicaz  inte- 
ligencia y  delicada  sensibilidad.  Su  obra  literaria  es  producto 
natural  de  estas  buenas  y  medianas  cualidades  á  la  vez.  Curioso 
é  inquieto  por  saber  y  por  sentir  sensaciones  artísticas,  ha  via- 
jado cuanto  ha  podido,  allegando  vasto  caudal  de  impresiones, 
que  ha  derramado  en  sus  obras,  y  ha  leído  mucho,  dando,  como 


1ig2  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907J 

fruto  de  sus  lecturas,  críticas  literarias  sobre  todo :  es  narrador 
impresionista  y  es  crítico  impresionista  literario.  Pocos  se  le  ade- 
lantan en  lo  primero;  en  lo  segundo  tiene  sus  más  y  sus  menos. 
Ha  descrito  los  pueblos,  el  alma  viva  de  los  presentes  españoles 
y  el  paisaje  de  la  Península,  como  nadie;  pero  visto  todo  ello  al 
viso  de  su  propio  temperamento.  Ha  pintado  y  dado  la  impre- 
sión de  los  pueblos  muertos,  del  alma  muerta  de  los  españoles, 
del  paisaje  muerto  castellano;  sobre  todo,  de  la  muerta  meseta 
de  Castilla.  Es  su  cuerda.  Impresiona,  maneja  delicadamente  su 
sensibilidad  para  que  llegue  al  lector  la  impresión  por  él  sentida. 
Las  grandezas  pasadas  no  las  ha  visto  en  los  grandes  monumen- 
tos, no  ha  calado  el  alma  histórica  española,  ni  siquiera  ha 
tenido  ojos  para  ver  las  ruinas  como  huellas  del  pasado.  Como 
crítico,  es  agudo,  original,  analítico  y  al  menudeo ;  pero  tan  sólo 
crítico  impresionista,  según  el  estado  de  su  alma  y  sin  ojeadas  de 
conjunto;  es  cerebral  y  sensitivo,  sin  fantasía  creadora.  Atina* 
pues,  cuando  no  le  ciega  la  impresionabilidad,  digamos  más  bien 
que  la  pasión.  Mira  las  cosas  y  las  expone  según  su  humor  del 
momento  y  según  su  criterio,  desconfiado  de  todo  lo  español,  afi- 
cionado á  todo  lo  francés;  no  las  mira  en  sí  mismas,  objetiva 
y  científicamente.  Su  crítica  es  personal,  subjetiva,  de  puras 
sensaciones.  De  aquí  las  contradicciones,  según  los  tiempos,  acer- 
ca de  cada  autor  y  de  cada  obra.  Su  espíritu  de  protesta  amarga 
contra  lo  español,  como  le  sucedió  á  Larra,  de  quien  por  lo  mismo 
mostróse  siempre  imitador  y  discípulo,  no  le  permite  seguir  el 
parecer  de  los  más  sensatos  varones,  y  sólo  aprecia  á  los  que  en 
diversas  épocas  sintieron  mal  de  España.  De  ellos  la  mayor 
parte  son  los  enciclofedistas  del  siglo  xviii^  y  así  aquélla  es  su. 
época  predilecta,  sus  hombres  son  su  objeto  de  estudio,  mientras 
que  raros  serán  los  que  admire  en  la  época  de  espíritu  netamente 
español,  de  los  siglos  xvi  y  xvii^  fuera  de  Gracián,  el  seco  y 
amargado  crítico  como  él.  No  es  por  mal  gusto  estético  por  lo  que 
prefiere  el  siglo  xviii,  sino  por  principios  doctrinarios.  Atráele 
Gregorio  de  Salas  por  haber  pintado  el  paisaje,  del  cual  está  en- 
amorado Azorín,  como  buen  impresionista.  El  paisaje  es  para  él, 
no  ya  anteojos,  sino  verdadero  antojo  de  literato.  Su  mejor  no- 
vela es  La  Voluntad,  cuyo  principal  personaje  se  llama  Azorín^ 
y  es  el  mismo  abúlico  ó  sin  voluntad  y  el  silencioso  Martínez. 


S.     XIX,    1893.    EDUARDO    ZAMACOIS  293 

Ruiz.  Asunto  y  espíritu  de  la  obra  eran  lo  más  a  propósito 
para  lucir  sus  dotes  literarias  y  pintar  su  propio  temperamento. 
Es  maravillosa  novela :  el  carácter  del  protagonista  Azorín  es  el 
no  tenerlo ;  la  acción  de  la  novela,  el  no  haberla.  El  lector  recorre 
aburrido  aquel  yermo  sin  fin.  Es  la  impresión  que  el  autor  pre- 
tendió comunicarle  y  lo  consigue  por  el  cabo.  El  estilo  de  Azo- 
rín es  el  de  una  inteligencia  perspicaz  y  analítica  }'  de  una  sen- 
sibilidad exquisita ;  pero  sin  pizca  de  imaginación,  sin  color : 
abomina  de  la  metáfora;  y  sin  fogosidad  alguna  que  indique 
tener  corazón  y  pasiones  el  escritor :  abomina  de  la  retórica.  Es 
un  estilo  analítico,  al  menudeo,  cortado  á  hachazos;  lleno  de 
repeticiones  homéricas  y  candorosas  ó  enchufado  de  paréntesis 
dentro  de  otros  paréntesis;  caedizo  y  desmayado,  que  por  no 
venir  á  tierra  se  apoya  en  tranquillas  y  bordones.  Azorín  no 
sabe  dar  color,  por  carecer  de  fantasía,  y  por  ello  excomulga  las 
metáforas;  no  sabe  dar  fogosidad  a  sus  escritos  por  su  abulia 
y  por  ello  execra  la  retórica,  que  él  dice.  Es,  sin  embargo,  un 
estilo  admirable  el  suyo  por  lo  analítico  y  sensacional  y  no  me- 
nos por  tan  único  y  propio,  ya  que  á  fuerza  de  no  ser  estilo 
es...  un  peregrino  y  singular  estilo. 

59.     Fundó  Zamacois  los  periódicos  El  Libre  Examen,  Germinal, 

Vida  Galante,  El  Cuento  Semanal  y  Los  Contemporáneos.  En  carta 
particular:  "No  tengo  ideal  novelesco  determinado.  Creo  que  el  nove- 
lista debe  aspirar  siempre  á  componer  obras  bellas,  obras  de  interés, 
de  emoción,  de  vida  interior  ó  descriptivas  (igual  es),  con  tal  que  sean 
artísticas."  Andrés  González  Blanco,  Hist.  nov.,  pág.  868 :  "Eduardo  Za- 
macois, el  épico  de  la  vida  alegre,  bulliciosa  y  ebria  de  las  cortesanas,  el 
escritor  de  estilo  atormentado  y  nervioso,  en  que  parece  que  las  frases 
se  retuercen  y  vibran  con  la  violencia  de  los  miembros  espoleados  por 
el  látigo."  ídem,  pág.  986:  "Zamacois  recogió  el  erotismo  de  los  bajos 
fondos  literario-editoriales  en  que  se  hallaba  sumido  y  lo  convirtió  en 
motivo  fecundo  de  arte...  Amén  de  la  psicología,  Zamacois  introdujo 
el  buen  estilo  en  las  novelas  eróticas...  El  novelista  de  Punto  negro 
es  tan  sutil  en  sus  requintes  psicológicos  como  un  tratadista  de  mís- 
tica." Cansinos  Assens,  Las  Escuel.  liter.,  1916,  pág.  169:  "Lo  que  hoy 
se  llama  erótico  entre  nosotros  fué  lo  galante  en...  la  época  del  se- 
gundo imperio,  que  como  Catule  Mendes  y  Gautier  habían  cultivado 
á  ratos,  como  para  descanso  de  más  altas  tareas,  la  novela  ligera  y 
alegre,  que  no  llega  á  lo  pornográfico  y  licencioso.  Un  tenue  matiz 
de  discreción,  un  tenue  velo  púdico,  separaba  la  novela  galante  de  la 
pornográfica.  Pero  separábala  también  de  ella  la  ausencia  de  misión 


204  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

social  que,  casi  siempre,  se  han  atribuido  las  obras  pornográficas  para, 
justificar  su  acritud  y  dar  á  su  desnudez  un  convincente  y  casto  sentido 
anatómico.   La  novela  galante  era  una  novela  ligera,  llena  de  chis- 
peante ingenio  francés  ó  florentino,  con  seducciones  fáciles,  bailes  de 
máscaras,  cenas  en  los  resen'ados  y  champagne...  El  cultivador  sis- 
temático de  este  género  novelesco,  el  que  afirmó  la  intención  galante 
en  mayor  número  de  obras  y  fué  alma  de  la  más  notoria  de  aquellas 
revistas  galantes...,    fué  JEduardo   Zamacois^   el  autor  de  Seducción, 
Punto  negro...,  que  marcan  la  primera  manera  de  este  escritor,  orien- 
tado luego  hacia  más  serios  temas:  véase  Tick-Nay,   el  Payaso   in- 
imitable. La  novela  galante  de  Zamacois  es  la  novela  frivola,  ligera, 
de  estudiantes  y  modistillas  animadas  por  un  reflejo  mortecino  de  las 
luces  de  Paris,   con  más  pobreza  y  más  ardor  que  la  novela  galante 
francesa.  Eduardo  Zamacois,  que  ha  sido  entre  nosotros  un  represen- 
tante del  houlczard,  así  como  Sawa  lo  fué  del  cenáculo  literario,  ponía 
en  ellas  su  frivolidad  elegante,  su  pulcritud  libertina,  esa  nefasta  ame- 
nidad á  lo  Dumas,  esa  ligereza  que  hace  ligeras  hacia  el   olvido  la 
mayor  parte  de  sus  páginas.  Pero...,  solía  con  frecuencia   trasponer 
los  límites  de  lo  tolerable,  torciendo  en  una  seria  mueca  de  fauno  las 
carillas  angélicas  de  los  amorcillos  que  en  los  modelos  del  género  ga- 
lante forman  el  riente  cortejo   de  las  bellezas  desnudas."   Zamacois: 
Tipos  de  café,  Madrid,   1893.  El  Misticismo  y  las  perturbaciones  del 
sistema  nervioso,   1893.   Amar  á  obscuras,  Madrid,   1894;   Barcelona, 
1903  (6.*  ed.).  Humoradas  en  prosa,  Madrid,  1896  (artíc.  y  cuentos)'. 
Consuelo,  nov.,  ibid.,  1896.  El  Punto  negro,  nov.,  ibid.,  1897;  Barcelo- 
na,  1900.  Tick-Nay,  el  payaso  inimitable,  nov.,  Barcelona,   1900.  In- 
cesto, 1900.   De  carne  y  hueso,  cuentos,  ibid.  (1901).  Loca  de  amor, 
nov.,  ibid.  (1902).  El  Seductor,  nov.,  ibid.  (1902)  ;  Madrid,  1916,  1918. 
La  Quimera,  cuento,  ibid.  (1902).  La  Enferma,  nov.,  ibid.  (1903)   (fué 
su  primera  novela,  escrita  en  1896).  Duelo  á  muerte,  nov.,  ibid.  (1902). 
Memorias  de  una  cortesana,  ibid.,  1903,  2  vols.  Desde  el  arroyo,  cuen^ 
tos  é  historietas,  Madrid,  1903.  Horas  crueles,   cuentos,  De  mi  vida, 
Barcelona  (1903)    (ensayos  dram.,  críticas,  anécdotas).  Noche  de  bo- 
das, ibid.,  1903.  El  Lacayo,  ibid.,  1903.  Bodas  trágicas,  ibid.,  1903.  Al- 
manaque de  Vida  Galante,  ibid.,  1904.  El  Abismo,  Valencia,  1905.  Río 
abajo,  Madrid,  1906  (Almas,  Paisajes  y  Perfiles  perdidos).  Desde  mi 
butaca,  apuntes  para  una  psicología  de  nuestros  actores,  Madrid,  1908; 
Barcelona,  191 1.  El  Pasado  vuelve,  com.,  Madrid,  1909.  Nochebuena, 
com.,  ibid.,  1909.  El  Adcreso,  com.  El  Otro,  nov.,  Madrid,  1910,   1912-. 
Mis  Contemporáneos,  Vicente  Blasco  Ibáñes,  ibid.,  1910.  Teatro  Gar- 
lante {Nochebuena,  El  Pasado   vuelve.  Frío),  ibid.,   1910.  Noche  de 
amor,  zarz.,  Buenos  Aires,  1910.  Viuda  inconsolable,  cosas  de  chicos, 
monólogos  sicalípticos,   Madrid,    1911.    Crimen   sin  rastro,    Barcelona 
(1911).  Los  Emigrados,  Buenos  Aires,  1911  (La  Rozón).  El  Teatro  por 
dentro,  Barcelona  (1911).  Impresiones  de  Arte,  ibid-,  (s.  a.).  Dos  años  en 
América,  ibid.  (1913).  La  Opinión  ajena,  nov.,  1913.  La  Serpiente  son- 


S.    XIX,    1893.    JOSÉ    MARTÍNEZ   RUIZ  295 

ríe...,  la  caída,  el  paralítico,  los  ojos  fríos,  el  aderezo,  Barcelona  (1913). 
'Del  camino,  crónicas,  ibid.,  1913.  La  Cita,  nov.,  Madrid,  1913.  Para  ti, 
Barcelona,  1913.  Europa  se  va,  nov.,  ibid.  (1914).  El  Misterio  de  un  hom- 
bre pequeñito,  nov.,  Madrid,  1914.  La  Carreta  de  Thespis,  autores,  come- 
diantes, costumbres  de  la  Farándula,  Barcelona  (1915).  Invierno  de  vidas, 
nov.  La  Ola  de  plomo,  episodios  de  la  guerra  europea,  Madrid,  191 5.  Años 
de  miseria  y  de  risa,  ibid.,  1916.  Cuenta  caminante,  nov.,  Barcelona 
(1916).  Presentimiento,  dr.,  Madrid,  1916.  Equivocación,  nov.  (1916). 
A  cuchillo,  episodios  de  la  guerra  europea,  ibid.,  1916.  Sus  mejores 
páginas,  1917.  Obras  completas:  Madrid,  t.  I,  El  Seductor,  1916;  t.  II, 
Sobre  el  abismo,  1916;  t.  III,  Punto  negro,  1916;  t.  IV,  Duelo  á  muer- 
te, 1916;  ts.  VI  y  VII  Memorias  de  una  cortesana,  2  vols.,  1917. 

Martínez  Ruíz,  que  de  suyo  es  indulgente  y  afabilísimo  de  trato, 
atento  y  más  bien  callado,  reflexivo  y  nada  ligero,  habiéndose  decla- 
rado iconoclasta  tuvo  que  decir  en  son  de  protesta  muchas  cosas  con- 
tra lo  tradicional,  que  han  debido  de  pesarle  después,  pesar  que  últi- 
mamente ha  manifestado  por  escrito.  Nadie  le  mandaba  hacer  una 
novela;  pero  estando  de  moda  el  hacerlas  y  no  sabiendo  tramar  una 
fábula,  al  punto  halló  razones  contra  la  manera  antigua  y  de  siem- 
pre: "No  debe  haber  fábula:  la  vida  no  tiene  fábula;  es  diversa,  mul- 
tiforme, ondulante,  contradictoria...  todo  menos  simétrica,  geométri- 
ca, rígida  como  aparece  en  las  novelas."  Que  es  como  si  dijera:  "No 
debe  escribirse  en  verso:  en  la  vida  no  se  habla  en  verso."  Pero  el 
arte  no  es  la  vida  ni  su  copia  fotográfica;  á  serlo,  estaban  hoy  de  más 
los  pintores.  El  arte  es  condensación  de  lo  típico  real.  Tampoco  pudo 
hacer  obra  de  teatro,  donde  la  condensación  ha  de  ser  mayor  y  la 
fábula  más  indispensable,  que,  por  no  tenerla,  muchas  piezan  fracasan : 
el  público  va  á  que  le  digan  algo,  algún  sucedido;  esto  es,  á  ver  re- 
presentar una  fábtda.  También  halló  disculpa  á  su  impotencia  teatral 
llamando  al  teatro  "arte  industrial,  ajeno  á  la  literatura".  Si  Azorín 
supiese  hacer  dramas,  habremos  de  suponer  que  acabaría  con  el  in- 
dustrialismo teatral,  rehusando  generosamente  á  los  derechos  de  autor. 
Para  inventar  fábulas  novelescas  ó  teatrales  hace  falta  imaginación, 
lo  mismo  que  para  hacer  versos  y  para  hablar  por  imágenes  y  metá- 
foras. Azorín,  que  la  tiene  escasa,  protestó  contra  la  manera  tradicio- 
nal de  todas  estas  cosas.  En  La  Voluntad  habla  contra  la  metáfora, 
que,  según  él,  es  un  fraude,  y  predica  con  el  ejemplo  en  lenguaje  es- 
cueto y  descarnado.  Analítico  de  estilo,  por  serlo  de  inteligencia,  y 
frío  por  naturaleza,  protesta  contra  la  elocuencia  antigua  y  contra  el 
período  comprensivo  y  sintético,  contra  el  razonamiento  bien  hilado : 
fodo  eso  lo  llama  retórica,  de  la  cual  se  declara  enemigo.  La  falta  de 
▼igor  en  la  voluntad,  en  la  imaginación  y  hasta  en  la  inteligencia  com- 
prensiva y  sintetizadora,  explican  la  manera  de  escribir,  el  estilo  de 
Azorín.  Los  intelectuales  de  aquella  generación,  descorazonados  por 
el  desastre,  abatidos  por  la  derrota,  tenían  todos  algo  de  esto,  aunque 
no  alcanzaban  en  ello  á  Azorin.  Pintólos  Pardo  Bazán  en  cuatro  ras- 


296  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

gos:  "Los  libros  de  los  jóvenes  son,  en  general,  cortos  de  resuello;  re- 
velan fatiga  y  proclaman  á  cada  página  lo  inútil  del  esfuerzo  y  la  va- 
nidad de  todo."  "Es  signo  común  de  los  escritores  de  la  nueva  gene- 
ración; conciben  mejor  que  realizan:  la  vibración  inicial  de  su  sen- 
sibilidad es  superior  al  esfuerzo.  Son,  más  que  artistas,  intelectuales" 
(La  nueva  generación  de  novelistas...,  Helios,  marzo,  1904).  "Lo  único 
que  él  ama,  dice  A.  González  Blanco,  hablando  de  Azorín,  son  las  sen- 
saciones aisladas,  sin  más  enlace  que  la  permanencia  de  un  yo,  órbita 
alrededor  de  la  cual  gira  todo  el  sistema  de  impresiones."  Efectiva- 
mente, Azorín  es  analitico;  desmenuza  el  pensamiento,  va  por  partes; 
y  es   sensitivo :  total,  impresionista  de  cosas  menudas.  "Es  un   espí- 
ritu, dice  el  mismo  autor  {Hist.  de  la  novela,  pág.  710),  antonomástica- 
mente  analitico,  que  gusta  de  disecarlo  todo  para  penetrar  en  el  hondo 
misterio  de  las  cosas  más  sencillas.  Disgrega  de  un  modo  magistral, 
con  el  acierto  de  un  químico.  Construye  siempre  reedificando.  Por  esto 
las  grandes  síntesis,  que  se  llaman  el  teatro  y  la  novela,  le  son  ajenas 
en  absoluto.  En  un  suceso  puede  no  ver  el  conjunto  y  abarcar,  sin  em- 
bargo, los  más  mínimos  detalles."  Y  aun  por  eso  se  llamó  él  mismo 
Pequeño  filósofo,  esto  es,  indagador  de  menudencias,  y  -Azorin,  ó  pe- 
queño azor,  avecilla  que    avizora  cosas  menudas  y  sencillas.   El   filó- 
sofo de  cuerpo  entero  no  se  solaza  con  las  subjetivas  impresiones  al 
menudeo;  abarca  el  conjunto  de  las  cosas  y  esto  objetivamente,  ca- 
lando la  realidad  en  sí.  Es,  pues,  Azorin  impresionista  de  pormenores 
de  las  cosas.  Supo  impresionarse  del  aire  de  Los  Pueblos  de  Castilla, 
y  supo  comunicarnos  su  impresión.  Descorazonado  y  caído  de  volun- 
tad, por  natural  suyo  y  por  la  desgraciada  época  en  que  empezó  á  es- 
cribir, busca  las  regiones  muertas,  y  las  ve  tan  sólo  como  empapadas 
en  su  negro  humor.  En  la  misma  Castilla  hay  otras  cosas  que  no  pudo 
ver  Azorin  y  que  círos  han  visto.  Esa  escueta  llanura  ha  criado  una 
raza  sobria  y  recia,  aventurera  y  mística,  estoica  y  picaresca,  que  ha 
llevado  sus  empresas  por  toda  la  tierra  y  ha  creado  una  literatura  rea- 
lista, ética,  recia,  original.  Las  demás  artes  llevan  estampado  el  mismo 
sello ;  Azorin  no  ha  tenido  ojos  para  ver  Toledo,  Avila,  Segovia,  Bur- 
gos, León,  con  las  huellas  imborrables  de  una  grandeza  pasada  y  del 
espíritu  inconfundible  de  una  raza  que  él  vio  muerta,  por  no  atenerse 
más  que  á  las  hojas  caídas  del  otoño,  á  las  plazuelas  con  jaramagos, 
á  los  empolvados  y  desiertos  casinos  de  los  pueblos,  a  las  niñas  cur- 
sis encerradas  tras  las  vidrieras.  Eso  le  impresionó  y  nos   describió; 
pero  las  hojas  secas  otoñales,  si  son  parte  del  árbol,  no  son  el  árbol. 
Si  los  libros  impresionistas  de  Azorin  son  de  ameno  solaz,  por  la  ma- 
nera maravillosa  de  sugestión  acerca  de  una  parte  de  la  realidad  que 
ofrecen,  aunque  no  de  toda  la  realidad  ni  de  la  parte  más  noble  de 
ella,  los  libros  de  crítica  que  ha  publicado  no  son  menos  admirables 
como  fantasías  subjetivas  de  la  realidad  vista  al  través  de  un  tempera- 
mento impresionable  é  indispuesto  contra  el  espíritu  tradicional  de  la 
raza;  pero  que,  por  lo  mismo,  no  pueden  tomarse  como  de  crítica  ob- 


S.  XIX,  1893.  JOSÉ  MARTÍNEZ  RUIZ  297 

jétiva  y  científica.  El,  sin  embargo,  los  tomó  así,  creyéndose  llamado  á 
revisar  los  valores  literarios,  y  tal  los  ha  tomado  un  cierto  público 
ignorante,  que  le  alaba  de  habernos  dado  á  conocer  la  literatura  cas- 
tellana. Cuando  Asorín  habla  de  obras  y  autores,  nos  da  la  impresión 
primera  que  en  él  hicieron;  no  nos  dice  lo  que  fueron.  Es  lo  más  con- 
trario que  hay  á  la  crítica  sabia,  que  debe  ser  objetiva  y  ha  de  me- 
ternos en  el  alma  del  autor  criticado  para,  desde  allí,  ver  su  obra 
como  él  la  vio.  Azorín,  por  el  contrario,  nos  mete  en  su  alma  propia, 
para  que  desde  ella  veamos  las  obras  ajenas  como  las  vio  él  mismo. 
En  tales  libros  de  crítica  impresionista  no  hay  crítica,  sino  obra  de 
otro  género  artístico,  obra  impresionista,  como  la  de  sus  libros  de  los 
pueblos.  Si  la  Castilla  real,  liistórica  y  presente  no  es  la  que  Azorín 
pintó,  tampoco  los  autores  que  criticó  son  los  autores  reales,  ni  los  li- 
tros que  nos  dio  á  conocer  son  los  libros  que  aquellos  autores  escri- 
tieron.  Obra  impresionista  una  y  otra,  tiene  gran  mérito  liteiario  por 
la  impresión  que  supo  poner  en  ella  Azorín;  pero  es  obra  falsa  como 
crítica  verdadera.  Azorín  ha  deformado  obras  y  autores;  los  valores 
literarios  que  ha  renovado  no  son  objetivos,  sino  subjetivos:  son  su 
impresión  personal,  no  la  verdad  real.  Nos  hace  ver  La  Celestina  como 
él  la  ve,  no  como  la  vio  Rojas,  su  autor,  ni  como  ella  es  en  sí.  De  ni- 
ños es  mostrar  primeras  impresiones;  la  crítica  es  de  hombres  machu- 
chos, que  antes  de  hablar  sobre  una  obra  juzgan  consigo  sus  primeras 
impresiones,  las  deslindan  y  desmenuzan.  En  el  crítico  señorea  el  aná- 
lisis y  la  reflexión;  en  el  impresionista,  la  intuición  subjetiva  y  ge- 
neral, la  primera  ojeada  sin  deslindar.  Su  estilo  peca  del  mismo  de- 
fecto: le  falta  trabajo,  pulimento;  es  descosido,  por  decir  las  cosas 
como  le  ocurren.  Las  cosas  no  se  escriben  como  ocurren,  sino  como 
se  deben  decir.  El  arte  es  arte,  esto  es,  elaboración  armonizadora  de 
las  partes  en  un  todo;  organización  de  elementos  sueltos:  es  obra  de 
-estudio  y  reflexión.  Azorín  no  reflexiona  sobre  lo  que  dice  ni  sobre  el 
modo  como  lo  dice ;  es  un  niño,  es  Cándido.  De  aquí  sus  genialidades 
y  salidas  de  niño,  que  gustan  á  los  lectores  vulgares;  pero  que,  á  poco 
que  sobre  ellas  se  piense,  mueven  más  bien  á  lástima.  Apenas  escribe 
artículo  en  donde  no  suelte  cosas  con  que  se  le  podría  dar  un  revolcón. 
Cuando  hay  quien  en  ellas  interesa,  se  lo  da.  El  sigue  tan  campante, 
como  niño  que  olvida  la  reprensión  al  volver  la  cabeza  el  papá  ó  el 
maestro.  Sus  párrafos,  además  de  descosidos,  están  empedrados  de  pa- 
réntesis, á  veces  largos,  y  hasta  con  otros  paréntesis  dentro.  Dase  él 
á  entender  que  eso  es  arte,  por  ser  fresco  y  natural.  Frescura  no  falta, 
ciertamente,  en  creerlo  y  en  hacerlo ;  pero  convendrá  en  que  si  se  pone 
á  redondear  el  período,  á  concertar  la  frase,  á  pulir  palabras  y  giros, 
perderá  en  naturalidad.  Pues  bien;  eso  mismo  le  condena,  porque  el 
arte  está  en  concertar,  redondear  y  pulir  de  m.odo  que  la  naturalidad 
no  se  pierda;  lo  demás,  escribir  lo  que  se  viene  á  la  boca,  no  es  arte: 
los  soldados  y  niñeras  escriben  así  sus  cartas  de  amores.  Es  incapaz 
Azorín  de  hilar  bien  una  cláusula,  y  no  tiene  por  qué  alardear  de  ello. 


298  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

como  si  adrede  lo  hiciese;  es  que  no  puede,  y  de  lo  que  no  se  puede 
no  se  alardea.  Tampoco  debe  alardear  de  crítico  ni  de  que  ha  dado  á 
conocer  á  los  clásicos,  como  se  lo  levantan  lectores  ignaros,  y  él  se  lo 
cree.  Si  no  hubo  clásicos  en  España,  como  él  ha  dicho,  ¿por  dónde  los 
va  á  dar  á  conocer?  La  crítica  no  rehuye  la  crisis;  no  se  ha  de  andar 
por  las  ramas  mostrando  erudiciones  ajenas,  haciendo  amenas  fan- 
tasías impresionistas.  Asorín,  al  hacerlo  así,  escribirá  acaso  una  obri- 
11a  de  arte ;  pero  no  de  crítica.  "No  hay  derecho,  dice  con  razón  A. 
González  Blanco,  á  coger  por  su  cuenta  á  un  autor  y,  sin  mirarle  a 
la  cara,  cerrar  el  libro  y  encajonarlo,  endilgando  después  una  lata  di- 
sertación sobre  la  manera  que  el  crítico  tiene  de  concebir  el  asunto 
que  el  autor  preferido  trata."  Una  cosa  es  lo  que  el  crítico  había  visto 
y  otra  lo  que  ha  hecho  el  autor,  que  es  lo  que  se  trata  de  criticar. 
Cuando  se  mete  á  crítico  es  Azorín  un  fantasista  que  nos  da  impre- 
siones suyas,  ni  más  ni  menos  que  cuando  nos  las  dio  de  los  pueblos 
6  cuando  á  tratar  de  política  arremete.  Lo  objetivo,  lo  científico  le 
está  vedado;  es  un  intuitivo  y  un  poeta.  Lástima  que  no  se  haya  he- 
cho con  una  lira  y  no  maneje  el  verso.  Haga,  con  todo,  poesía  en  prosa 
é  intitule  sus  obras  Fantasías,  que  tendrán  su  valor  estético,  el  del 
impresionismo,  que  es  su  única  facultad  artística.  Pero  las  hará  sin 
fantasía  poética,  porque,  como  Pablo  Olavide,  también  él  proscribe 
el  uso  de  la  metáfora,  en  que  toda  poesía  se  cifra.  Es  doloroso  tenerle 
que  reprochar  todas  estas  cosas,  y  hasta  con  alguna  dureza ;  pero  con 
toda  su  indulgente  suavidad,  al  meterse  á  protestante  é  iconoclasta  con 
los  de  la  generación  del  98,  hizo  alarde  de  mayor  dureza  é  intransigencia 
todavía  con  obras  y  autores.  Ha  maltratado  á  los  más  esclarecidos 
ingenios  españoles:  á  Cervantes,  Lope,  Granada,  Quevedo,  Calderón, 
Bretón,  Ramón  de  la  Cruz,  García  Gutiérrez,  Campoamor,  Valera,  él 
Duque  de  Rivas,  Zorrilla,  Pereda,  Menéndez  y  Pelayo;  ha  ensalzado,  en 
cambio,  á  medianías  del  siglo  xviii  y  comienzos  del  xix,  por  haber 
sido  escritores  desafectos  á  España  y  enciclopedistas.  Permítanos  que, 
sin  llegar  á  su  dureza  é  intransigencia,  volvamos,  con  alguna  entereza 
y  amor  á  lo  nuestro,  por  los  fueros  de  la  verdad  vilipendiada.  La  Vo- 
luntad no  tiene  acción  ni  fábula;  son  fragmentos  de  la  vida  de  Azorín. 
Pero  ni  aun  este  personaje  está  pintado;  no  hay  caracteres  tampoco 
en  La  Voluntad;  hay  la  falta  de  carácter,  que  es  el  personaje  llamado 
Azorín.  Eso  3  a  es  un  personaje,  se  dirá;  es  un  carácter  que  consiste 
en  no  tenerlo.  Ciertamente,  y  no  parece  sino  que  Martínez  Ruiz  se  ha 
pintado  á  sí  mismo  y  á  otros  escritores  de  su  tiempo,  tal  como  los 
pintó  en  dos  frases  Pardo  Bazán.  ¿  Cómo  se  ha  pintado,  sin  embargo,  á 
sí  mismo?  Pues  hasta  en  esto  está  la  falta  de  carácter  y  de  voluntad, 
no  pintándose  ni  pintando  á  Azorín:  como  el  pintor  aquel  griego,  que 
dicen  pintó  á  todos  los  parientes,  llorosos  por  la  muerte  de  Ingenia, 
y  al  llegar  al  padre  púsole  de  espaldas  por  no  atreverse  á  pintar  su 
dolorido  semblante.  En  La  Voluntad,  Azorín  siempre  está  callado,  es- 
cucha, medita,  no  habla,  diríase   que,  si  no  tiene  voluntad,  tampoco 


S.   XIX,    1893.    JOSÉ    MARTÍNEZ   RUIZ  299 

tiene  voz.  "Asorín,  sentado,  escucha  al  maestro.  Azorín^  mozo  ensi- 
mismado y  taciturno,  habla  poco  y  en  voz  queda.  Absorto  en  especu- 
laciones misteriosas,  sus  claros  ojos  verdes  miran  extáticos  lo  inde- 
finido..." ¡Y  tan  lo  indefinido!  Las  musarañas  es  lo  único  que  miran 
extáticos  sus  claros  ojos  verdes.  El  lector  aguarda  y  aguarda  á  que 
descubra  esas  especulaciones  misteriosas  en  que  está  absorto;  pero 
como  no  son  más  que  las  musarañas  lo  que  mira  ó  la  inmortalidad  del 
cangrejo  lo  que  piensa,  se  acaba  la  novela  y  no  sabemos  lo  que  piensa 
Azorín.  Y  si  no  sabemos  lo  que  piensa  un  personaje,  ni  menos  le  vemos 
obrar,  ¿dónde  está  la  pintura  de  ese  personaje  y  de  ese  carácter  sin  ca- 
rácter? Pues  está  en  que  no  está  en  ninguna  parte  de  la  novela.  Así 
pinta  Martínez  Ruiz  el  único  personaje  que  quiere  damos  á  conocer.  No 
puede  darse  medio  más  socorrido;  pero,  á  la  verdad,  ni  más  propio. 
No  es  que  á  Azorín  le  falte  sólo  la  voluntad;  es  que  además  le  falta 
el  pensamiento  y  el  habla.  La  Voluntad  debiera  haberse  llamado  me- 
jor Don  Nadie,  porque  quien  no  piensa,  ni  quiere,  ni  obra,  ni  habla, 
¿puede  ser  alguien?  "Todo  pasa,  Azorín...'";  dice  el  maestro.  Y 
Azorín,  remuévese  lentamente  y  gime  en  voz  opaca:  "Todo  pasa."  A 
e'sfo  no  le  llamo  yo  hablar,  porque  el  eco  sólo  habla  para  los  niños  y 
sólo  habló  para  la  sociedad  niña  de  los  tiempos  mitológicos.  Acaba  la 
disertación  filosófica  del  maestro.  "Y  Azorín,  inmóvil,  mira  con  sus 
extáticos  ojos  verdes  la  silueta  del  maestro,  que  va  y  viene  en  la  som- 
bra, haciendo  gemir  dulcemente  la  estera."  Así  acaba  el  capítulo.  Azo- 
rín no  abre  la  boca  ni  aun  para  decir  "buenas  noches".  La  estera,  al ' 
menos,  gime ;  él,  mutis.  Y  á  este  tenor  todo  el  libro.  Mucha  descrip- 
ción, impresionismo  de  lugares  y  de  ruidos  y  de  cosas  menudas; 
Azorín  calla.  Mucha  disertación  del  maestro ;  calla  Azorín.  Martínez 
Ruiz  es  un  impresionista;  pero  impresionista  patas  arriba  de  lo  que 
los  impresionistas  suelen  ser.  Digo  que  si  impresionista  es  el  que  viva- 
mente impresionado  por  la  realidad  devuélvela  á  sus  lectores  tan  viva 
ó  más  de  lo  que  ella  se  es,  Martínez  Ruiz  es  impresionista  al  trocado,  que 
nos  devuelve  la  realidad  patas  arriba,  sin  duda  porque  patas  arriba 
llega  á  su  cerebro  ó  porque  llegando  á  él  á  derechas  tiene  el  químico  • 
don  de  transformarla.  No  hay  quien  no  conozca  á  Campoamor.  Pues 
bien,  véase  lo  que  juzga  de  él  en  La  Voluntad:  "Campoamor  me  da 
la  idea  de  un  señor  asmático,  que  lee  una  novela  de  Galdós  y  habla 
bien  de  la  Revolución  de  septiembre...  Porque  Campoamor  encarna 
una  época:  todo  el  ciclo  de  la  Gloriosa,  con  su  estupenda  mentira  de 
la  Democracia,  con  sus  políticos  discurseadores  y  venales,  con  sus 
periodistas  vacíos  y  palabreros,  con  sus  dramaturgos  tremebundos,  con 
sus  poetas  detonantes,  con  sus  pintores  teatralescos.  Y  es,  con  su  vul- 
garismo, con  su  total  ausencia  de  arranques  generosos  y  de  espasmos 
de  idealidad,  un  símbolo  perdurable  de  toda  una  época  de  trivialidad, 
de  chabacanería  en  la  historia  de  España."  En  cambio  en  Charivari 
le  había  puesto  antes  sobre  los  cuernos  de  la  luna.  Por  idéntico  pro- 
cedimiento de  volubilidad  cerebral  y  falta  de  asiento  crítico,  despotricó 


300  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA  (1888-I907) 

primero  contra  Cervantes  y  después  le  ha  ensalzado,  y  habiendo  pre- 
gonado que  no  tuvimos  clásicos  y  que  nuestro  teatro  antigxio  no  vale 
un  pitoche,  acaso  mañana,  cuando  le  hagan  académico,  enhebrará  el 
Discurso  de  recepción  con  ditirambos  al  antiguo  teatro  y  á  los  clásicos 
españoles.  Y  tales  han  sido  los  juicios  que  acerca  de  nuestras  obras 
literarias  ha  ido  ensartando  por  ahí :  de  impresionismo  puramente  sub- 
jetivo y  como  de  niño  que  ve  las  cosas  de  color  de  rosa  cuando  le  han 
mercado  un  caballejo 'y  de  color  pardo  cuando  la  mamá  le  ha  dado 
unos  azotitos.  Impresionismo  al  revés,  el  cual  no  nos  dice  otra  cosa  de  la 
realidad  sino  que  Asorín  es  un  crítico  voluble  y  ligero  de  cascos.  Su 
estilo,  como  de  hombre  cansado  que  no  tiene  fuerzas  para  bregar,  des- 
mazalado, flojo,  como  de  abúlico  y  sin  voluntad,  ha  dañado  mucho  á 
la  literatura,  por  imitarle  los  jóvenes  en  cosa  tan  hacedera  y  fácil  que 
no  hay  más  que  dejarse  llevar  de  la  pereza  y  escribir  deshilachada-> 
mente,  con  la  misma  pereza  con  que  piensan  Azorín  y  sus  perezosos 
y  necios  imitadores.  Como  Asorín  carece  de  fantasía  y  suele  curarse 
en  salud,  nos  dijo  un  día  que  las  comparaciones  y  metáforas  eran  lo 
más  contrario  á  la  poesía;  aunque  por  ser  el  fruto  natural  de  la  fan- 
tasía, no  sé  si  fué  Lamartine  el  que  escribió  que  toda  poesía  es  com- 
paración. Azorín  es  pacato  y  frío.  Nace  la  frialdad  en  los  escritores 
de  que  comprenden  demasiado  ó  de  que  no  comprenden  gran  cosa  y 
son  impresionables  como  niños.  Asorín,  como  niño  perpetuo,  tiene  cada 
día  nuevos  hallazgos  que  comunicar  á  sus  lectores.  Hoy  halla  que  la 
Celestina  no  fué  hechicera;  mañana,  que  Persiles  no  es  una  novela 
despreciable;  un  día  siente  mal  de  Cervantes  ó  de  Quevedo  y  ti  les 
pocos  meses  halla  que  no  se  debe  sentir  tan  mal  de  Quevedo  ni  de 
Cervantes ;  ya  llama  "seco  y  pedregoso"  al  padre  Granada ;  después 
dirá  que  "es  un  pujante  prosador  y  uno  de  los  fecundos  renovadores 
de  la  lengua  castellana" ;  ora  pone  en  ridiculo  á  La  Cierva,  ora  le 
sigue  y  halaga  con  la  más  fina  voluntad.  Habla  contra  Cervantes,  con- 
tra Quevedo,  contra  Bretón,  contra  todo  el  teatro  clásico.  "¡Ay,  no 
queremos  acordamos  de  Marcela  y  de  otras  muchas  comedias  de  Bre- 
tón que  hemos  leído  !  ¿  Cómo  pudo  mantenerse  todo  esto  ?  ¿  Qué  socie- 
dad era  aquella  que  mantenía  todo  esto?"  ¿Y  qué  sociedad  es  la  pre- 
sente que  llama  crítico  al  que  esto  escribe?  "No  hay  un  átomo  de 
realidad  en  su  teatro",  añade.  De  lo  que  dice  del  Duque  de  Rivas  más 
vale  no  acordarse.  ¡  Todo  ello  para  alabar  á  Larra !  Es  como  un  niño 
que  va  comprendiendo  poco  á  poco.  Todavía  está  en  que  el  teatro 
clásico  español  fué  malo;  pero  días  le  quedan  para  irse  enterando  de 
que  tiene  algo  de  bueno.  La  mayor  parte  de  los  juicios  que  ha  dado 
de  los  autores  clásicos  son  de  esta  manera  de  descubrimiento  á  lo  niño, 
tjue  primero  ve  borrosas  las  cosas  y  las  aburre ;  pero  que  con  el  tiempo 
va  viéndolas  de  alguna  manera.  Tales  son  los  hallazgos  de  Azorín  y 
el  modo  con  que,  según  algunos,  ha  enseñado  á  los  españoles  á  cono- 
^cer  á  los  clásicos.  Hay  escritores  fríos  porque  comprenden  demasiado, 
y  tal  lo  será  el  Azorín  quintañón ;  los  hay  fríos  porque  no  comprenden 


S.   XIX,    1893.    JOSÉ    MARTÍNEZ   RUIZ  3OI 

gran  cosa :  los  niños  que  se  van  formando  y  enterando,  como  el  Azo- 
rín  de  estos  años.  A  este  enterarse  ha  dado  Azorín  un  nombre,  lo  ha 
llamado  revisar  los  valores  recibidos.  Los  tales  valores  son  fruto  de 
la  criba  del  tiempo,  del  haber  justipreciado  á  los  autores  un  sinnúmero- 
de  críticos  durante  años  y  siglos.  Azorín,  al  pasarlos  por  la  criba  de 
su  mente,  quiere  revisar  y  aquilatar  esos  valores,  y  comúnmente  da 
juicios  contrarios  á  los  que  los  siglos  habían  ya  asentado.  No  es  esto 
petulancia  y  soberbia;  es  irse  enterando  poco  á  poco,  primero  á  me- 
dias, después  á  medias  también,  y  á  enteras  cuando  llegue  á  viejo.  Gusta 
Azorín  de  acudir  á  otros  autores,  antiguos  sobre  todo,  para  confirmar 
sus  opiniones;  aunque  tiene  el  descoco  de  hacerles  decir  lo  contrario 
de  lo  que  dijeron.  Toma  la  frase  sin  enterarse  del  contexto,  ó  cuando 
el  autor  dice  lo  contrario  de  lo  que  él  mismo  opina  retuerce  á  la  frase 
el  sentido  para  hacerla  opinar  como  él  ó  dice  que  el  texto  está  obscuro. 
Así,  por  ejemplo,  en  Larra  (págs.  179-180  y  203-204).  No  hay  crítico 
que  más  haya  desfigurado  á  los  autores  clásicos  que  ha  pretendido  dar 
á  conocer.  Y  es  que  lo  que  de  hecho  pretendía  era  que  tuvieran  sus 
propias  opiniones  de  él,  no  teniéndolas  ellos  ni  por  asomo.  Firmóse 
primero  Cándido,  luego  Ahriman,  después  /.  Martínez  Ruiz,  tras  esto 
Azorín,  y  si  no  se  hace  corriente  este  último  seudónimo,  trazas  lleva- 
ba de  mudar  de  nombre  cada  seis  meses  como  de  ideas  y  de  estilo. 
Al  principio  fué  satírico  amargo,  personal  y  hasta  soez;  después,  iró-- 
nico,  humorista  escéptico.  Apreció  primero  las  voces  castizas;  más 
tarde  empedró  sus  escritos  de  voces  puramente  francesas,  de  gali- 
cismos, de  solecismos.  Toda  su  vida  literaria  anda  meciéndose  entre 
los  clásicos  españoles,  que  jamás  entendió,  y  la  moderna  literatura 
francesa.  Busca  un  estilo  personal  y  sólo  consigue  mudar  de  los  que 
Casares  llamó  tranquillos,  de  esos  artificios  mecánicos  de  receta  que 
sirven  á  los  ineptos  para  darse  á  entender  que  tienen  estilo  propio, 
ya  que  por  falta  de  imaginación  no  escribirían  más  que  como  el  vul- 
go de  los  escritores.  Así  el  poner  el  adjetivo  después  del  verbo  donde 
sólo  cabe  el  adverbio :  "el  humo  asciende  lento".  Así  el  omitir  los 
relativos,  el  que  sobre  todo,  y  la  preposición  de,  descuartizando  el  i>e- 
ríodo.  Así  el  repetir  sujetos  ú  objetos  por  huir  del  relativo:  "La 
cocinera  aparece  con  un  ancho  tablero;  sobre  el  tablero  van  puestas 
las  escudillas;  la  cocinera  pone  ante  cada  monja  su  escudilla.  Y  laS' 
monjas  comen."  Así  el  uso  de  los  personales  con  los  verbos,  á  la  fran- 
cesa: "Yo  los  admiro...  Yo  admiro...  yo  los  amo,  yo  los  creo  felices... 
Ellos  son  dichosos."  Así  el  repetir  los  nombres  propios  (Ruta  de  don 
Q<iijote,  55,  141).  Así  el  uso  de  pequeño,  dejando  los  diminutivos  cas- 
tellanos: "mi  pequeño  sombrero...  mi  pequeño  reloj...  el  pequeño  filo- 
sofo." Así  el  detenerse  á  describir  como  en  inventario  notarial  las 
menudencias  todas  de  una  sala,  de  una  casa,  en  vez  de  recordar  la 
típico  y  nada  más.  Así  ciertas  frases  de  cajón  ó  bordoncillos :  pince- 
lada, quizá,  canta  un  gallo.  Así  el  empleo  de  paréntesis,  y  de  parénte- 
sis de  paréntesis,  el  dejar  salir  las  palabras  como  primero  le  ocurren^. 


30í  ÉPOCA  REGIONAL  Y   MODERNISTA   (1888-I907) 

teniendo  que  volver  atrás,  repetir,  condensar,  deshilachar  el  razona- 
miento. A  todas  estas  cosas  han  llamado  sus  discípulos  estilo  de  A20- 
rin  j  las  han  imitado  reverentemente.  Julio  Casares,  que  las  advirtió 
y  criticó,  no  es  para  Azorín  más  que  un  crítico  á  la  antigua.  Como 
además  de  literato  es  político,  subordina  á  la  política  la  literatura  y 
hace  decir  lo  que  quiere  á  los  autores,  empleando  el  sofisma  como  ar- 
gumento de  autoridad.  No  sintiendo  Azorín  la  naturaleza  ni  el  pai- 
saje, aunque  diga  que  en  este  sentimiento  consiste  todo  el  arte,  bebe 
sus  ideas  y  sus  expresiones  en  la  ciudad,  en  el  teatro,  en  el  café,  en  la 
redacción.  Como  ve  qiie  no  sirve  para  el  teatro,  dice  que  todo  nuestro 
teatro  clásico  "no  tiene  ningiín  interés...;  continuemos  la  expugnación 
del  teatro  clásico  castellano..."  No  teniendo  imaginación  para  ver  las 
cosas  y  expresarlas  por  medio  de  metáforas  y  comparaciones,  abo- 
mina de  comparaciones  y  metáforas.  {Volunt.,  c.  14).  Por  no  tener 
paciencia  para  la  erudición,  búrlase  de  la  erudición  y  de  los  eruditos, 
"rebuscadores  farragosos  é  impertinentes".  Habiéndose  reído  antaño 
del  Dios  del  Sinaí  {Buscapiés,  jy),  menospreció  siempre  á  los  escri- 
tores católicos,  Pereda,  Alarcón,  Balart,  Menéndez  y  Pelayo.  Véase 
todo  esto  más  dilatado  en  Julio  Casares,  Critica  profana,  191 5. 

Aeorin,  Los  Valores  Uter.,  pág.  214:  "Nada  más  deleznable  que 
nuestra  clásica  dramaturgia;  cuando  se  representa  por  acaso  alguna 
obra  (después  de  podada  y  aliñada)  fingimos  experimentar  un  vivo 
placer  estético.  En  realidad,  no  experimentamos  nada ;  si  fuéramos  sin- 
ceros lo  diríamos  a  voces...;  ese  teatro  no  puede  decirnos  nada  (salvo 
alguna  excepción)  á  cuantos  deseamos  una  dramaturgia  fundada  en 
la  observación  y  en  la  verdad.  Nuestra  antigua  dramática  reposa  toda 
en  la  casualidad,  en  la  inverosimilitud...  La  misma  falta  de  verosimi- 
litud y  de  lógica  en  la  novela  picaresca.  El  pretendido  realismo  de  la 
novela  picaresca  no  es  más  que  una  deformación  de  la  realidad...  re- 
flejo caricaturizado,  hiperbolizado,  deformado...;  lances  inverosímiles, 
absurdos...  Inverosímil  casi  todo  El  Celoso  extremeño,  de  Cervantes." 
ídem,  pág.  227 :  "Nuestro  romanticismo  no  ha  tenido  nada  de  espon- 
táneo, de  hondo,  de  nacional;  cosa  superficial  y  pegadiza,  nació  por 
contagio  de  las  literaturas  extranjeras:  de  la  francesa,  en  Castilla; 
de  la  inglesa,  en  Cataluña."  Y  al  revés,  en  Rivas  y  Larra,  pról. : 
"¿Cuáles  son  los  orígenes  del  romanticismo  en  España?  Se  ha  ha- 
blado siempre,  al  tocar  este  tema,  de  las  influencias  extranjeras;  cual- 
quiera diría  que  el  romanticismo  es  cosa  que  ha  nacido  entre  nosotros 
únicam-ente  por  sugestión  extraña...  Pero  ¿y  la  propia  corriente  es- 
pañola? ¿Y  el  ambiente  que  se  iba  formando  poco  á  poco  desde  antes 
del  sigio  XIX?...  Cadalso,  Meléndez,  Jovellanos:  románticos,  desca- 
bellados románticos,  desapoderados  románticos;  románticos  antes, 
mucho  antes  del  estreno  de  Hernani  en  París.  ¿  Cómo  no  se  tienen  en 
cuenta  todos  estos  antecedentes?...  Valor  Uter.,  pág.  227:  "¿Hay  nada 
más  hueco,  palabrero,  incongruente  y  sin  emoción  que  la  poesía  de 
Zorrilla?..."  ídem,  pág.  233:  ^^La  Vida  es  sueño...  no  pasa  de  ser  ua 


S.  XIX,  1893.  JOSÉ  MARTÍNEZ  RUIZ  303 

-embrión  de  obra  maestra...,  un  boceto  de  drama,  un  rudimento  so- 
berbio, sí;  mas,  al  cabo,  un  rudimento...  Calderón,  falto  de  vigor  y  de 
inspiración,  ha  tenido  que  tejer  una  intriga  infantil  y  absurda,  con  ob- 
jeto de  rellenar  lo  que  failtaba  para  el  drama...  El  Mágico  prodigioso, 
nada  más  inconsistente,  estrafalario  é  inverosímil...  El  Alcalde  de 
Zalamea,  cuyo  desenlace  nos  repugna...  La  ciencia  española.  En  la 
Revista  Contemporánea  expusieron  su  argumentación  Manuel  de  la 
Revilla  y  José  del  Per  o  jo...;  sus  principales  observaciones  no  han  po- 
dido ser  rebatidas...  No  ha  habido  entre  nosotros  un  vigoroso,  continua- 
do, escrupuloso  pensamiento  filosófico  y  científico;  un  ambiente,  en  fin, 
de  amor  á  la  vida,  por  las  mismas  razones  por  que  no  han  existido  un 
teatro  y  una  novela  basados  en  la  realidad..."  Pág.  241:  "Lejos,  muy 
lejos  de  nuestro  ánimo  está  el  hacer  una  terrible  labor  antipatriótica."" 
-Sin  embargo,  trueca  las  críticas  de  otros  para  que  suenen  como  anti- 
españolas. Ejemplo:  página  238,  lo  que  en  son  de  alabanza  de  nuestro 
teatro  dijo  Philarete  Chasles:  "Comparar  las  comedias  clásicas  á  las 
brillantes  crónicas  de  los  periódicos,  no  está  mal.  Acaso  tuviera  razón 
Philarete  Chasles."  Después  se  extasía  con  Gregorio  Salas  y  Mor  de 
Fuentes:  "(Ha  llegado  la  hora,  señores  míos,  de  hacer  justicia  á  es- 
tos pequeños  clásicos  ignorados.  No  hay  más  remedio.)"  Pág.  271: 
"Los  saínetes  de  don  Ramón  de  la  Cruz,  que  á  nosotros  también  se  nos 
antoja  una  de  las  cosas  más  desprovistas  de  observación,  realidad  y 
gracia  que  se  han  escrito  en  España."  Pág.  300:  "Descartes...,  Raci- 
ne....  La  Fontaine. ..,  todos  creadores  de  una  sensibilidad."  Rivas  y 
Larra,  pág.  2^ :  "Nada  más  incongruente  y  superficial  que  Zorrilla, 
üo  hay  en  toda  su  obra  un  rastro  de  emoción  ni  de  idealidad...  El 
Trovador  no  resiste  el  más  ligero  análisis;  es  una  obra  forzada,  in- 
congrueate,  digna  de  un  mozalbete  inexperto.  Pocas  cosas  tan  super- 
ficiales en  nuestra  dramaturgia.  El  teatro  clásico  acusa  la  incapacidad 
-para  la  coherencia  y  para  la  observación...  La  Vida  es  sueño  no  pasa 
de  ser  un  embrión...,  un  boceto,  una  obra  llena  de  inverosimilitudes 
y  de  errores.  En  cuanto  á  El  Mágico  prodigioso,  se  reduce  á  un  gui- 
rigay de  confusiones,  embrollos  y  ocurrencias  desatinadas...  En  el 
teatro  es  donde  podemos  apreciar  el  grado  de  nuestra  capacidad  para 
la  lógica,  para  la  exactitud,  para  la  coherencia.  Y  el  grado  en  que 
un  pueblo  tenga  estas  cualidades,  así  será  de  más  ó  menos  intensa  su 
civilización...  El  Don  Alvaro...:  decididamente  vamos  de  absurdo  en 
absurdo...;  solución  del  conflicto,  solución  absurda  y  violenta...  Todo 
esto  nos  parece  francamente  absurdo...  En  general,  el  drama  del  Du- 
que de  Rivas  es  una  lógica,  natural  continuación  del  drama  de  Calde- 
rón y  de  Lope.  Son  los  mismos  procedimientos,  la  misma  falta  de  obv. 
servación,  la  misma  incoherencia,  la  misma  superficialidad."  La  sem- 
blanza irónica  de  Menéndez  y  Pelayo  véase  en  las  págs.  114-115.  Allí, 
y  á  continuación,  se  burla  de  la  crítica  que  M.  Pelayo  y  Valera  hi- 
cieron de  Don  Alvaro,  y  alaba  la  de  Ixart,  crítico  de  tan  mal  humor 
como  Aeorín.  Pág.  271 :  "Nada  tan  superficial,  incongruente  y  absurdo 


304  ÉPOCA  REGIONAL  Y   MODERNISTA   (1888-I907) 

como  el  teatro  de  Bretón.  Lo  único  admirable  en  Bretón  es  la  facultad 
versificante,  la  maravillosa  facilidad  para  hacer  prosa  en  verso.  (¡  Cómo 
se  engaña  Asorín!  Vea  los  manuscritos  de  Bretón,  y  los  hallará  cua- 
jados de    retoques.)    Bretón  mana  continuamente   renglones   cortos." 
Clasic.  y  mod.j  pág.  37:  "No  ha  logrado  jamás  España  una  época  de 
verdadero  y  sólido  esplendor...  Nunca  gozó  España  de  una  firme,  es- 
table, honda  organización."  (¿  La  gozó  pueblo  alguno  ?)   Pág.  59 :  "Va- 
lera,  tan  frivolo,  tan  dogmáticamente  superficial...,  con  desdén  eutra- 
pélico,  al  igual  que  Campoamor,  trató  á  pensadores  y  artistas  de  cuya 
idealidad  no  llegó  jamás  á  enterarse."  Pág.  284:  "La  crítica  levantaba 
un  clamor  de  admiración  en  torno  de  las  ramplonas  poesías  de  Balart; 
dos  largos  estudios  dedicó  Clarín  á  esos  mediocres  versos  en  Los  Lunes 
de  El  Imparcial  de  12  y  19  de  febrero  (1894)."  ídem,  pág.  284:  "Cuan- 
do se  haga  un  estudio  desapasionado  de  Menéndez  y  Pelayo  habrá  que 
contar  sus  grandes  excelencias;  pero  habrá  que  decir  otras  cosas.  Ha- 
brá que  decir  que  su  estilo  es  más  oratorio,  prolijo  y  redundante  que 
analítico  y  de  menudas  pinceladas,  sobrio  y  preciso ;  que  le  ha  faltado 
amor  á  las  manifestaciones  nuevas   de  la  estética;  que,  en  suma,  su 
crítica  ha  sido  erudita,  enumerativa,  y  no  interna,  interpretativa,  psi- 
cológica... Balart  será  siempre  viejo  con  sus  poesías  mediocres  y  su 
crítica  mezquina."  ídem,  pág.  317:  "Los  clásicos...  cuando  los  leemos 
traducidos...,  queda  la  armazón,  la  idea,  es  decir,  lo  universal,  lo  fuerte, 
la  vida...  Fray  Luis  de  Granada,  por  ejemplo,  no  resiste  á  la  prueba; 
no  resisten  tampoco  ni  Solís,  ni  Meló,  ni  muchos  de  nuestros  ponde- 
rados místicos.  Bien  es  verdad  que  ni  en  castellano  podemos  encon- 
trar satisfacción  intelectual  leyendo  á  los  autores   citados  y  á   otros 
que  pudieran  citarse...  No  existe  más  regla  fundamental  para  juzgar 
á  los  clásicos  que  la  de  examinar  si  están  de  acuerdo  con  nuestra  ma- 
nera de  ver  y  de  sentir  la  realidad ;  en  el  grado  en  que  lo  estén  ó  no 
lo  estén  en  ese   mismo  grado  estarán,  vivos  ó  muertos.  Su  vitalidad 
depende  de  nuestra  vitalidad...  ¿Hasta  qué  punto  los  clásicos,  así,  ge- 
néricamente, armonizan  con    nuestros   sentimientos   é  ideas?...    ¿Cuá- 
les son  entre  ellos  los  que  más  se  adaptan  á  nuestro  ambiente  y  los 
que  menos  se  adaptan?  (¡Horrible  criterio  estético  el  del  gusto  de  una 
época,  esto  es,  de  la  moda,  para  juzgar  lo  que  es  eterno  en  el  arte!)... 
Todas  las  antologías...,  al  hablarnos  exclusivamente  del  estilo...,  nos 
dan  la  impresión  de  que  los  clásicos  no  tenían  ideas."  (Porque  en  la 
forma  está  el  arte,  no  en  las  ideas,  como  asunto  ó  materia.)  Pág.  327: 
"Nos  place  que  estos  trabajos  no  pierdan  su  carácter  esencial  de  crí-^ 
tica  impresionista   de  sensaciones  experimentadas  por  un  lector  á  lo 
largo  del  espectáculo  de  los  libros.   (Esas  sensaciones  no  pueden  ser 
crítica  objetiva,  científica,  sino  subjetiva,  sensacional.)...  Se  trata  de 
crítica  puramente  personal."  Pág.  340:  "Revisiones  de  los  clásicos,  y 
no  otra  cosa,  son  las  críticas  de  Luzán  y  de  Moratín  (atinadísimo,  so- 
bre todo,  Luzán,  en  el  examen  que  del  teatro  antiguo  hace  en  su  Poé- 
tica). Luego  recuérdese  el  prólogo  de  Marchena  á  sus  Lecciones  de 


S.   XIX^    1S93.    JOSÉ    MARTÍNEZ   RUIZ  3o3 

filosofía  moral  (1820);  después  la  actitud  espiritual  de  Larra,  por  en- 
cima  de  los  clásicos^  indiferente  á  los  clásicos,  actitud  de  exclusiva,  re- 
accionadora  modernidad."  (Verdaderos  juicios  disparatados,  todos 
ellos,  como  los  de  Azorín,  por  desconocimiento  de  los  clásicos,  y  más 
por  el  criterio  de  la  moda,  del  gusto  presente  de  cada  uno  de  estos 
críticos,  según  el  criterio  que  Azorín  proclama.)  Alma  Española  (nú- 
mero 10)  :  "Veremos  que  esa  generación  (de  "los  viejos")  á  quien  se 
defiende,  porque  nosotros  no  la  admiramos,  ha  sido  una  generación  de 
pobres  de  espíritu  (dramaturgos,  novelistas  y  poetas)  y  que  nosotros 
valemos  más,  mucho  más  que  ellos."  ABC,  1917:  "Si  á  raíz  del  des- 
astre colonial,  en  1900,  apartamos  la  cara  de  la  tradición  ("doble  llave 
al  sepulcro  del  Cid"),  hora  es  ya  de  que  vayamos  reaccionando  con- 
tra esa  tendencia.  El  patriotismo,  ante  todo,  es  el  pasado.  De  hecho, 
en  España  se  ha  reaccionado  contra  la  tendencia  antitradicional."  (Es 
una  de  las  palinodias  que  ya  ha  cantado  Azorín.)  El  Paisaje  de  Es- 
paña, pág.  94:  "Tenemos  que  hacer  un  acto  de  contrición...  No  harc 
faltado  gentes  que  nos  han  reprochado  nuestra  censura  á  don  Juan 
Valera.  Hoy  somos  nosotros  mismos  los  que  vamos  á  poner  un  co- 
rrectivo á  nuestros  juicios." 

Julio  Casares,  Crítica  prof.,  pág.  134:  "Llegóse  nuestro  precoz 
autor  al  mundo  de  las  letras,  debajo  del  seudónimo  de  Cándido,  con- 
un  estudio  crítico  titulado  Moratín  (1893).  Antes...  habría  que  men- 
cionar los  "artículos,  cortos,  y  terribles,  de  propaganda  anarquista"  de 
El  Pueblo...  El  autor,  hablando  de  oídas,  califica  con  notoria  lige- 
reza á  escritores  ilustres...  Granada...,  Montiano...,  Cienfuegos..., 
Moratín...  Con  el  segundo  seudónimo  (de  Ahriman)  publicó  una  co- 
lección de  artículos  titulada  Buscapiés...  Dos  años  después  (1806)... 
Literatura...  El  autor...  no  sabe  ya  escribir  dos  palabras  sin  interca- 
lar una  francesa...  La  admiración  desmedida  por  los  escritores  fran- 
ceses y  especialmente  por  Flaubert,  le  lleva  á  reservar  más  de  dos  pági- 
nas, de  las  ocho  escasas  que  dedica  á  Fray  Candil,  para  empedrarlas 
de  citas  en  francés...  Nace  en  su  ánimo  la  preocupación  por  e'  es- 
tilo... Después  de  estos  folletos  viene,  por  orden  cronológico.  Chari- 
vari. Aquí,  hasta  el  título  está  en  francés.  ¿  Quieren  saber  ustedes  las 
razón?...  "Como  en  castellano  no  tenemos  palabras  para  expresa^  (la 
'^cencerrada)..."  Con  una  tarjeta  de  recomendación  de  Bonafoux  llega 
M.  R.  á  El  País,  desde  el  fondo  de  una  provincia...  La  admiración,. 
sin  reser\'as  ni  distingos,  queda  para  Fray  Candil,  y,  sobre  todo,  para 
Bonafoux.  El  faro,  el  norte,  el  ídolo  de  nuestro  desorientado  escritor 
es  Bonafoux,  á  quien  toma  por  modelo,  no  sólo  en  lo  cortado  y  ner- 
vioso del  estilo,  sino  hasta  en  lo  procaz  y  agresivo  del  lenguaje...  So- 
ledades (1898)...  podemos  señalar  ya  la  existencia  de  dos  influjos,  en 
cierto  modo  antagónicos,  que  alternadamente  predominan  en  todos  lo? 
trabajos  ulteriores  de  M.  R.,  y  que,  no  sólo  actúan  sobre  su  estilo,  sino 
también  sobre  el  contenido  ideológico  y  sentimental  de  sus  obras :  de 
un  lado,  nuestros  clásicos;  de  otro,  la  moderna  literatura  francesa  de 

TOMO   X. — 20 


3o6  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA    (1888-I907) 

observación  y  de  análisis.  Ambas  influencias,  que  en  un  principio  se 
manifiestan  con  excesiva  crudeza,  se  atenúan  poco  á  poco  y  se  armo- 
nizan hasta  formar,  más  tarde,  la  modalidad  literaria  de  Azorin... 
Aparece  Aeorín  en  La  Voluntad...  La  generación  de  1S98.  dice  A 20' 
rin,  se  esfuerza  en  "acercarse  á  la  realidad  y  en  desarticular  el  idioma, 
"en  agudizarlo,  en  aportar  á  él  viejas  palabras,  plásticas  palabras,  con 
"objeto  de  aprisionar  menuda  y  fuertemente  esa  realidad..."  Nadie  ha 
contribuido  tanto  como  Azorin  á  fortificar  el  moderno  lenguaje  lite- 
rario con  esas  voces  anticuadas...  Se  ha  entrado  de  hoz  y  de  coz  en 
el  campo  feracísimo  del  galicismo,  como  cualquier  traductor  de  folle- 
tines... .Si  bien  Azorin  no  siempre  acierta  á  "decir  todo  cuanto  quiere", 
en  cambio  dice  muchas  veces  lo  que  no  quiere...  En  varios  linajes  de 
tecnicismo  ha  incurrido  Azorin,  y  no  siempre  con  ventaja  para  la  pro- 
piedad... Si  observamos  de  cerca  la  evolución  de  su  estile  desde  El 
Alma  Castellana  (1900),  veremos  cómo  nacen,  florecen  y  mueren  cier- 
tos tranquillos,  única  cosa  que  con  singular  acierto  han  sabido 
copiarle  algimos  imitadores...  En  su  afán  de  desarticular  y  agudizar 
el  idioma,  lo  ha  descoyuntado  con  tal  violencia,  que  el  adjetivo,  se- 
parado del  nombre,  ha  ido  á  parar  más  allá  del  verbo,  contra  las  le- 
yes de  la  lógica,  de  la  gramática  y  del  sentido  común  ("una  niña  me 
mira  rubia")...,  un  verdadero  tranquillo...  que...,  aparece  por  pri- 
mera vez  en  La  Voluntad  y  da  al  estilo  cierta  ficticia  ligereza,  mediante 
la  supresión  de  los  adverbios...,  la  persecución  del  que  y  de  la  prepo- 
sición de...  Se  propone  el  exterminio  de  los  ques,  á  costa  de  repetir 
sin  empacho  cualesquiera  otras  palabras  y  de  incurrir  en  ese  estilo 
asmático  de  las  frasecitas  cortadas...  "Yuste  y  Azorin  han  ido  al  Pul- 
"pillo.  El  Pulpillo  es  una  de  las  grandes  llanuras  yeclanas."  Un  escritor 
menos  refinado  hubiera  puesto,  llanamente...  "han  ido  al  Pulpillo,  que 
"es  una  de  las  grandes  llanuras..."  Veamos  ahora  otro  tranquillo  de 
Azorin,  que  consiste  en  el  empleo  redundante  y  ocioso  de  los  pronom- 
bres..., por  imitación  involuntaria  del  francés  ó  por  malsano  afán  de 
notoriedad...  El  tranquillo  af)arece  en  La  Voluntad  y  llega  á  su  apo- 
geo en  La  Ruta  de  don  Quijote.  ("Yo  los  admiro...  Yo  admiro...  yo 
los  amo,  yo  los  creo  felices.  Ellos  son  más  dichosos.")...  Sin  duda 
quiere  huir  de  esa  "elocuencia  y  corrección  de  los  diálogos,  insopor- 
"tables,  falsos,  que  va  desde  Cerv^antes  hasta  Galdós".  Concedámosle 
que  ha  sabido  evitar  la  corrección  y  la  elocuencia,  pero  no  que  ha  acer- 
tado con  el  tono  propio  para  el  diálogo  literario...  Puesto  ya  en  la 
pendiente  de  repetir  palabras  inútiles,  Azorin  llega  á  extremos  ver- 
daderamente intolerables...  "¿Cómo  se  llaman  estos  buenos,  estos  que- 
"ridos.  estos  afables,  estos  discretísimos  amigos  de  Criptana?  ¿No  son 
"don  Pedro,  don  Victoriano,  don  Bernardo,  don  Antonio,  don  Jeróni- 
"mo,  don  Francisco,  don  León,  don  Luis,  don  Domingo,  don  Santiago, 
"don  Felipe,  don  Ángel,  don  Enrique,  don  Gregorio  y  don  José  ?"  ¿  No 
queda  ya  nadie  en  Criptana?  ¿Y  don  Nicanor?  ¿Y  don  Jenaro?...  An- 
tonio Azorin,  según  su  cronista,  es  "un  pequeño  filósofo" ;  el  libro  en 


I 


S.   XIX,    1893.    JOSÉ    MARTÍNEZ   RUIZ  307 

«que  "se  habla  de  la  vida  de  este  peregrino  señor",  es  un  "pequeño  li- 
tro"... Su  personalidad,  y  su  fisonomía  espiritual...  En  vano  busca- 
réis en  sus  páginas  una  nota  de  alegría  sana  y  confortante.  Llanuras 
desoladas,  calles  desiertas,  jardines  polvorientos,  cipreses  fúnebres, 
perros  hambrientos  y  vagabundos,  señoritas  lugareñas  que  pasean  su 
incurable  tristeza...  No  busquéis  juegos  de  niños,  ni  amores  de  mo- 
zos, ni  canciones,  ni  risas.  En  la  España  de  Azorin  no  hay  bautizos  ni 
bodas;  pero  hay  viáticos,  entierros  y  doblar  de  campanas...  Y  es  que 
el  discípulo  de  Montaigne  sólo  descubre  aquellas  cosas  en  que  se  '"e- 
fleja  el  pesimismo  panteísta,  que  él  mismo  va  irradiando.  Ponadlo  en 
un  caserón  destartalado...  y  veréis  qué  pronto  se  identifica  con  la  rea- 
lidad y  con  qué  fuerza  traslada  á  sus  páginas  la  emoción  del  imbiei- 
tc...^  no  la  del  paisaje,  porque  la  pluma  de  Azorín,  ante  la  naturaleza, 
se  convierte  muchas  veces  en  im  pincel  muy  grande,  á  manera  de  bro- 
cha de  escenógrafo,  con  el  cual,  en  dos  trazos  y  cuatro  manchas,  sa-.e 
tan  ricamente  del  paso...  Echa  mano  del  ladrido  del  pe^ro,  del  tren, 
del  canto  de  un  gallo  ó  del  martilleo  de  una  herrería.  La  asociación 
de  los  gallos  y  los  herreros  es  verdaderamente  curiosa...  La  falta  de 
imaginación  le  lleva  á  repetir  las  mismas  notas  de  luz  y  de  sonido... 
Todo  esto  se  anega  en  un  mar  farragoso  de  detalles  inútiles...  Yo 
me  explico  este  afán...  por  su  falta  de  fantasía.  Tengo  el  convenci- 
miento de  que,  privado  de  imaginación  creadora,  es  incapaz  de  inven- 
tar personajes,  escenas  ó  tramas  novelescas.  El  único  personaje  que 
ha  quedado  de  todos  los  libros  de  Azorín  es...  Azoríyi...  Podremos  des- 
lindar en  su  carrera  tres  etapas  características,  escalonadas  como  si- 
gue: la  sátira,  la  eutrapelia  y  el  humor...  Azorín  tiene  alma  de  humo- 
rista... Azorm,  como  crítico...  A  ninguna  figura  literaria  ha  dedicado 
nuestro  autor  tantas  páginas  como  al  malogrado  Fígaro...  ¿Qué  nos 
ha  descubierto?...  ¿A  qué  se  ha  reducido  su  actuación  crítica  con  re- 
lación á  este  autor?...  A  manosear  cuatro  ó  seis  conceptos  de  Larra, 
desglosados  de  sus  artículos  con  mediano  acierto  é  interpretados  con 
escasa  fidelidad...  Pereda  es  una  de  las  víctimas  de  nuestro  crítico... 
Fuera  de  Baroja,  J.  R.  Jiménez,  XeivMs  y  algi'in  otro  amigo  personal, 
no  recordamos  ningún  escritor  que  haya  merecido  im  artículo  de  elo- 
gio ó  de  censura  de  nuestro  crítico...  No  busquéis  en  las  obras  de 
Azorín  la  admiración  ferviente  ni  la  condenación  expresa  y  definitiva: 
el  "amable  escepticismo  de  Montaigne"  lo  apartó  de  ese  camino;  no 
busquéis  el  estallido  de  la  alegría  ni  del  dolor;  la  fórmula  moderna 
de  la  impasibilidad  literaria  apagó  todo  ardimiento  personal;  no  bus- 
quéis odios  ni  cóleras...  Pero  si  queréis  sentir  la  inefable  tristeza  de 
un  jardín  abandonado  ó  la  vibración  misteriosa  que  irradian  al  atar- 
decer las  tiendecitas  solitarias ;  si  queréis  ver  cómo  palpita  en  un  mue- 
ble desvencijado  ó  en  un  florero  roto  "el  alma  eterna  de  las  cosas"; 
si  queréis  compartir  la  melancolía  panteísta  de  un  poeta,  que  siente 
ganas  de  "disgregarse  de  la  materia,  de  ser  el  agua  que  corre,  el  viento 
""que  pasa,  el  humo  que  se  pierde  en  el  azul...";  si  queréis,  en  fin,  so- 


3o8  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

fiar  con  una  nube  ó  evocar  tiempos  pretéritos  ó  revivir  libros  ó  auto- 
res olvidados...  ahí  tenéis  Castilla^  las  Confesiones,  España,  Los  Pue- 
blos...  Desde  La  Voluntad,  en  que  se  inicia  el  período  de  amanera- 
miento, hasta  La  Ruta  de  don  Quijote,  donde  el  empleo  de  los  tran- 
quillos llega   al  lamentable  extremo  ya  señalado,  diríase  que  nuestro 
autor  había  ido  dosificando  su  prosa  con  los  más  variados  ingredien- 
tes,  arcaísmos,   neologismos,  galicismos,  giros  de   clásicos,   construc- 
ciones exóticas,  repeticiones,  etc.,  para  hallar,   por  tanteo,  la  fórmula 
definitiva  destinada  á  encarnar  su  personalidad  literaria...  El  Políti- 
co..., cuanto  al  estilo,  es...  el  de  todo  el  mundo...  viene  á  parar  en  esa 
prosa   fría,  monótona,  impersonal  y  descolorida...;    una   fuerte  reac- 
ción, claramente  apreciable  en  España.  En  Lecturas  Españolas  diríase 
que  la  fermentación  ha  terminado  y  que  la  prosa  se  va  posando  y  cla- 
rificando hasta   adquirir    la   serenidad  y  limpidez   que   admiramos   en 
algunas  páginas  de  Castilla.  Hemos  llegado  á  la  cumbre.  Más  allá,  el 
camino...   comienza   á  bajar  por  la  opuesta  vertiente    abrupta,   árida 
sin  un  oasis  de  poesía.  Artículos  de  crítica,  polémicas,  asalto  frustrado^ 
á  la  Academia,  propaganda  política,  guerra  europea,  el  cáncer,  la  tu- 
berculosis... Y  todo  ello  en  forma  desaliñada  y  en  estilo  trivial,  pre- 
mioso y  machacón...  ¿Se  habrá  trocado  definitivamente   en  periodista 
el  literato  de  antaño?"  Salaverría,  A  lo  lejos,  pág.  151:  "Trasciende 
todo  él  á  libros,  á  papeles,   á  lecturas...  tiene  un  "progresismo"  con- 
temporáneo de  Carlos  III.   Conversaría  animadamente  con  un  abp.te 
culto,  con  Cabarrús  y  Jovellanos.  Es  de  la   madera  de  aquellos  hom- 
bres que  leían  casi  en  secreto  á  Montesquieu  y  á  Voltaire...  Así  tam- 
bién Azorín,   que  atolondradamente  voló  entre  las   furias  anarquistas 
durante  algún  tiempo,  fué  á  derivar,  por  lógica  y  por  instinto,  al  par- 
tido  conservador.    Y   en  él   está   en   su  centro,   con   su   conservatismo 
"ilustrado",  que  se  atreve  con  los  agrios  problemas  modernos.   Igual 
que  sus  antepasados  del  siglo  xviii...  Es  una  mente  tímida,  levemente 
nostálgica,  que  se  deleita  con  lo  viejo...  Estima  evocar  los  pueblos  que 
duermen  á  la  sombra  de  los  recuerdos;  halla  una  sensual  delectación 
en  ir  por  esos  pueblos  y  en  figurarse  que  él  mismo  sea  un  habitante  de 
pequeña  ciudad  manchega  ó  levantina,  un  Azorín  pacato  y  levemente 
sentimental,  un  pequeño  filósofo.  Estima,  sobre  todo,  los  libros.   Estos- 
le  arrancan  estremecimientos  de  alegría  y  escribe  casi  siempre  á  estí- 
mulos librescos.  Así  como  hay  autores  que  dan  la  sensación  de  estarse 
arrancando  las  páginas  que  escriben  de  su  propia  sangre,  Azorín,  per 
el  contrario,  se  llena  la  mente  cada  vez  que  lee  un  libro,  y  se  vierte 
después...  Con  instinto  de  diletante,  hoy  pondera  el  anarquismo,  ma- 
ñana la  Religión  ó  cualquier  otro  tópico.  Flota  ligero  sobre  las  pa- 
siones profundas...    Sus  formas  literarias,  como  sus  ideas,  son  para 
él  vestidos  que  adopta  y  deja  cuando  quiere.  Juega,  por  consiguiente, 
con  los  estilos,  dejándose  influir  por  modas  ó  escritores.  Llena  de  ga- 
licismos sus  artículos  por  gusto  de  pertubar;   después  cesa  en  su  afi- 
ción y  toma  otra.  Su  arte  le  hace  posibles  todas  las  mutilaciones.  En 


S.  XIX,  1893.  JOSÉ  MARTÍNEZ  RUIZ  JOg 

SU.  Última  época,  para  jugar  una  vez  más  con  el  estilo,  se   scnetí;  á 
«na  forma  escueta,  más  bien  seca,  de  párrafos  sin  reflexión,  como  de 
pluma  cansada,  que  no  logra  plegarc-e  ó  volar  en  fáciles  ondulaciones 
y  cuya  unidad  de  tono  produce,  en  quien  lee  sus  libros  de  ensayos, 
como  una  cierta  impresión  de  sonsoneo  intelectual."  Man.  Machado,  La 
Guerra  liter.,  1914,  pág.   loi :  "Antonio  Azorín,  de  Martínez  Ruiz.  Un 
libro  tibio,  callado,  un  tanto  seco,  con  descripciones  de  tierra  pobre 
de  Castilla  y  de  almas  serias,  un  tanto   inquietas,  sobre  todo  la  del 
protagonista  Azorín,  José  Martínez  Ruiz.  Libro  bien  escrito,  sin  adje- 
tivos ni  desvarios  de  imaginación,  muy  cerca  del  verdadero  saber  del 
arte,  y  donde  está  bien  dada  la  sensación  de  quietud,  que  pacifica  mi 
alma  de  verdad,  como  cumple  á  un  buen  paisaje  grisote  y  tranquilo 
<ie  los  que  él  cultiva,  siente  y  habita  durante  muchas  temporadas  del 
año...  El  ansia  de  paz  y  de  vistas  inofensivas  y  algo  sosas  que  padece 
Antonio  Azorín  en  sus  cartas  á  Pepita...   Sigue  prestándome  el  alma 
turbia   y  resignada  de  las  llanuras   manchegas.   La   costumbre   de   la 
muerte.  La  conformidad  de  la  inopia.  Y  pasan  páginas  sórdidas  con 
viejas  y  viejos  labriegos,  pobres  y  menguados.  Un  cuadro  ancho  de 
paisaje  con  muy  pocas  figuras,  como  conviene  al  asunto,  que  es  la  so- 
ledad y  la  tristeza  de  la  meseta.  La  figura  animada  de  Pepita,  con  ojos 
prometedores  y  labios  rojos,  es  lo  único  que  vive  en  el  cuadro  par- 
-duzco  en  que  se  mueve  Azorín...  Se  enfrasca  en  disquisiciones  sobre 
agricultura,    industria    y    clericalismo...    Encarándose    con    Azorín    le 
dijo:  Tiene   usted  razón.  El  país  de  Castilla  es  pobre  y  perezoso,  y 
tiene  que  estar  triste  naturalmente.  También  es   rutinario ;  la  inocen- 
cia antipática  de  la  rutina.  Está  desocupado  y  preocupadísimo.  Se  in- 
quieta de  la  muerte  y  no  de  la  vida.  Y  eso  es  congénito  en  él.  Y  Ma- 
drid es  la  digna  capital  de  ese  pobre  pueblo.  Pero  es  muy  hermoso  el 
cuadro  en  que  usted  lo  pinta  así,  y  usted  ha  hecho  lo  que  le  competía. 
Esté  usted  tranquilo."   Efectivamente,  Azorín  tuvo  la  suerte    de  en- 
trar en  el  corro  literario  cuando  el  desastre  hizo  á  los  jóvenes  echar 
la  vista  por  esa  pobre  y  triste  España.  Porque  su  temperamento  triste 
7  de  pobre  imaginación  venía  al  justo  para  pintarla.  Escribió  Azorín 
en  el  momento  propicio  en  que  su  temperamento  encuadraba  en  el  am- 
biente moral :  eso  le  hizo  gran  escritor ;  fué  su  buena  estrella.  J.  R.  Ji- 
ménez, Helios,  I,  pág.  497:  "Antonio  Azorín...  He  aquí  un  libro  que 
me  ha  emocionado  verdaderamente,  con  su  monotonía  y  su  cansancio; 
porque  de  esa  maldita  tristeza  española,  de  esa  melancolía  de  nuestra 
raza,  de  que  habla  tan  bellamente  Martínez  Ruiz,  á  mí  me  ha  corres- 
pondido una  buena  parte ;  á  mí,  que  he  nacido  en  uno  de  esos  pueblos 
tan  opacos,  tan  sedentarios,  tan  melancólicos."  Pío  Baroja  (amigo  de 
Azorín),  Pról.  de  La  Fuerza  del  Amor  (en  1901) :  "Porque  él  no  tiene 
-una  gran  fantasía  creadora  ni  tiene  tampoco  ternura...  Martínez  Ruiz 
es  un  espíritu  esencialmente  español,  seco,  amargo,  sin  ese  soplo  de  poe- 
sía panteísta  que  agita  las  obras  de  las  almas  del  Norte...  Hechos,  líneas, 
colores,  pensamientos,  contrastes,  formas  bruscas  de  las  ideas,  y  en  sen- 


310  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

timientos,  odios  y  cóleras,  desprecios  y  admiraciones,  todo  eso  se  encuen- 
tra en  las  obras  de  M.  R. ;  pero  no  busquéis  en  ellas  una  nube  que  os  haga 
soñar,  una  ternura  grande  por  una  cosa  pequeña,  una  vibración  mis- 
teriosa que  llegó  sin  saber  cómo;  no,  en  sus  obras  todo  es  claro,  de- 
finido, neto."  J.  Cejador,  en  La  Tribuna,  13  mayo  1917:  "Es  induda- 
ble que  Azorín  posee  notable  talento  crítico,  y  no  lo  es  menos  que  el 
talento  crítico  de  Larra  fué  de  los  más  extraordinarios  que  se  han  dado 
en  España.  Por  otra  parte,  está  fuera  de  toda  discusión  que  nuestro 
Romancero,  nuestro  teatro  nacional  de  la  edad  de  oro  y  nuestra  mís- 
tica son  tres  manifestaciones  literarias  de  tan  subidos  quilates,  que  en 
el  arte  universal  de  las  naciones  el  Romancero  sólo  puede  hallar  rival 
en  la  epopeya  griega  y  en  la  indiana,  y  que  por  sus  particulares  mé- 
ritos no  queda  sobrepujado  por  ellas,  que  tienen  cada  una  los  suyos 
propios;  que  nuestro  antiguo  teatro  tampoco  halla  dignos  competido- 
res más  que  en  Shakespeare  y  en  la  tragedia  griega,  sin  ser  inferior 
al  uno  ni  á  la- otra;  finalmente,  que  nuestra  mística  es  un  género  sin 
par  en  ninguna  literatura.  Ahora  bien.  Larra  y  Azorín,  no  sólo  no 
apreciaron  estas  tres  manifestaciones  de  nuestra  literatura  en  lo  que 
valen  y  son  apreciadas  por  la  crítica  universal  ya  definitiva,  sino  que 
las  menospreciaron  y  tuvieron  en  poco  y  hasta  las  calificaron  de  vili- 
pendio de  la  literatura  española,  con  ser  su  mayor  gala  y  glorioso  tim- 
bre en  la  historia  de  la  cultura.  Algo,  pues,  de  común  había  en  Larra 
y  en  Azorín^  que  así  maleó  el  atinado  juicio,  y  que  así  cegó  la  clara 
penetración  del  reconocido  talento  de  entrambos  escritores.  Y  ese  algo 
no  está  tan  á  trasmano  y  retraído  que  no  salte  á  los  ojos  de  todo  aquel 
que  haya  leído  á  Larra  y  Azorín.  En  el  espíritu  tradicional  de  la  raza 
española  no  encajan  el  espíritu  de  Larra  ni  el  de  Azorín,  y  no  porque 
no  sean  españoles  por  índole  y  casta,  sino  porque  la  educación,  á  la 
índole  natural  añadida,  les  descastó  en  parte,  los  afrancesó  no  poco^ 
les  puso  en  los  ojos  cierto  linaje  de  anteojos  que  coloreó  para  ellos  las 
cosas,  quitándoles  su  color  natural.  Que  entrambos  fueran  almas  re- 
beldes, independientes;  que  fueran  críticos  descontentadizos  de  lo  pre- 
sente y  aun  poco  amigos  de  ensalzar  lo  propio  é  inclinados  á  ponderar 
lo  ajeno;  todo  eso  es  muy  español,  lo  llevamos  todos  en  las  venas,  y 
por  todo  ello  son  muy  castizos  escritores.  La  visión  negra  y  tétrica  del 
mundo  y  la  consiguiente  amargura  y  descorazonamiento,  que  da  el 
tono  á  sus  escritos  y  ahelean  ó  tienen  empapadas  en  hieles  sus  almas, 
efecto  son  del  llamado  "mal  del  siglo",  enfermedad  moderna  europea. 
Por  ella  se  distinguen  de  nuestros  críticos  y  satíricos  tradicionales,  tan 
descontentadizos,  desengañados  y  escépticos  como  ellos,  pero  que  con 
ese  estoicismo  senequista  de  la  raza,  sobrepusiéronse  siempre  á  las 
miserias  de  la  vida  y  hasta  convirtieron  por  el  arte  la  amargura  en 
sosegada  dulcedumbre,  el  malhumor  en  plácida  socarronería.  Tal  Cer- 
vantes, Quevedo,  Gracián,  Mateo  Alemán,  todos  nuestros  autores  pi- 
carescos, dramáticos  y  místicos,  en  suma,  la  flor  y  nata  de  todos  nues- 
tros escritores,  tan  tristes  y  desengañados  en  el  fondo,  tan  plácente- 


S.   XIX,    1893.    JOSÉ    MARTÍNEZ   RUIZ  3ll 

ros  y  regocijados  en  la  forma.  Esta  enfermedad,  europea  y  nada  es- 
pañola, que  llaman  "pesimismo",  hizo  más  presa  en  Larra  y  Azorín 
que  en  otros  autores  modernos,  por  haber  blandeado  en  ellos  la  edu- 
cación el  recio  temple  del  alma  estoica  española.  Larra,  á  más  de  un 
talento  extraordinario,  poseía  un  corazón  nobilísimo,  que  le  llevaba  á 
ansiar  el  reinado  de  la  justicia  en  la  sociedad,  y  hasta  le  hizo  com- 
prender la  grandeza  de  la  Religión  cristiana,  deslindándola  de  lo  que 
los  hombres,  con  su  egoísmo  é  hipocresía,  la  habían  por  encima  encos- 
trado, reconociendo  que  Voltaire  y  los  demás  filósofos  franceses  ha- 
bían confundido  y  tomado  á  bulto  entrambas  cosas,  y  habían  cometido 
un  crimen  horrendo  al  combatir  á  la  Religión  y  al  descristianizar  á 
Europa.  A  eso  no  ha  llegado  Azorín,  talento  harto  más  superficial  y 
mariposeador.  No  tuvo  tiempo  Larra,  en  su  corta  vida,  para  conocer  el 
alma  española  y  ver  en  ella  practicada  la  misma  idea  que  brillaba  en  su 
mente.  Educado  en  Francia,  y  con  grande  abandono,  sin  el  calor  del 
hogar;  vehemente  en  pasiones  desapoderadas,  trajo  de  fuera  un  des- 
conocimiento grande  de  la  Religión  y  del  alma  española  tradicional. 
el  bullir  mozo  de  las  pasiones  no  le  dio  vagar  para  la  reflexión  y  el 
estudio,  y  antes  de  que  la  madurez  de  la  vida  y  el  asiento  de  los  ju- 
veniles hervores  hubieran  podido  clarificar  su  juicio,  esas  mismas  pa- 
siones, enseñoreadas  de  él,  acabáronle  la  vida.  Ejemplar  lastimosa- 
mente memorable  de  lo  que  la  aviesa  educación  pudo  en  una  alma 
noble  y  talento  extraordinario,  que  por  la  cortedad  de  la  vida  no  pu- 
dieron llegar  á  granazón  ni  á  señorear  y  curar  los  malos  elementos 
educativos,  como  podía  esperarse.  Azorín,  adalid  de  la  que  él  ha  lla- 
mado generación  del  98  y  del  "desastre",  hundióse  tan  hondamente  en 
el  abatimiento  respecto  del  porvenir  de  España,  que  ya  no  tuvo  ojos 
ni  para  ver  sus  pasadas  grandezas.  Lo  malo  es  que  ni  los  años,  que  en 
Larra  hubieran  dado  otros  frutos,  no  pudieron  darlos  en  Azorín,  por- 
que si  el  temple  de  Larra  fué  de  fino  acero,  el  de  Azorín  es  de  blanda 
mantequilla.  Su  carácter  es  no  tenerlo;  su  voluntad,  la  falta  de  vo- 
luntad. Pintóse  admirablemente  en  la  novela  La  Voluntad,  cuyo  pro- 
tagonista no  tiene  ninguna,  y  es  el  mismo  Azorín,  pequeño  filósofo, 
esto  es,  filósofo  sin  filosofía.  Lo  único  que  como  escritor  ha  sabido  pin- 
tar como  nadie,  es  esa  falta  de  voluntad  y  esos  pueblos  castellanos, 
decaídos,  muertos,  como  su  propio  espíritu.  Su  estilo,  si  lo  es,  y  lo  es 
de  hecho,  vale  cabalmente,  por  lo  caído,  flaco,  arrastrado,  desfallecido 
y  muerto,  por  ser  un  estilo  sin  estilo,  que  se  vale  de  tranquillos  y  bor- 
dones para  levantarse  y  sostenerse  unos  momentos,  volviéndose  otra 
vez  á  caer  y  derribar  por  tierra,  falto  de  verdadera  energía  interior. 
El  desastre  educó  á  Azorín,  hundiéndole  en  la  decadencia  y  postra- 
ción mortal,  de  la  cual  no  acaba  de  levantarse  ni  creo  se  levantará  en 
todos  los  días  de  su  vida,  so  pena  de  que  el  Azorín  que  en  su  novela  de 
La  Voluntad  describió  sea  un  personaje  falso,  un  falso  y  ficticio  Martínez 
Ruiz ;  pero  ella  es  tan  gran  novela,  que  no  podría  mentir  ni  ser  otro  de 
lo  que  allí  se  representa  y  en  la  realidad  es  el  carácter  de  su  autor.  Con 


3 12  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

esto  creo  haber  desentrañado  el  espíritu  de  Azorín  y  Larra,  y  preve- 
nido á  los  lectores  modernos  para  que  desconfíen  de  las  opiniones  de 
entrambos  en  lo  que  atañe  á  la  España  histórica,  y  de  las  opiniones  que 
Azorín  manifestaba  en  su  libro  Rivas  y  Larra." 

Obras  de  Azorín:  Moratín,  eshozo,  por  Cándido,  Madrid,  1839. 
Buscapiés,  sátiras  y  críticas,  por  Ahriman,  1894.  Notas  sociales,  1895. 
Anarquistas  literarios.  Valencia,  1895.  Literatura,  J.  Martínez  Ruiz, 
1896.  Charivari,  crítica  discordante,  por  J.  Martínez  Ruiz,  1897.  Bo- 
hemia, cuentos,  1897.  Soledades,  1898.  Pecuchei,  demagogo,  1898.  La 
Evolución  de  la  crítica,  1899.  Sociología  criminal,  1899,  Los  Hidal- 
gos, 1900.  El  Alma  castellana,  1900.  La  Fuerza  del  amor,  tragicome- 
dia (1901).  La  Voluntad,  novela,  por  Azorín,  1902.  Antonio  Azorín, 
pequeño  libro  en  que  se  habla  de  la  vida  de  este  peregrino  señor,  por 
Azorín,  1903.  Las  Confesiones  de  un  pequeño  filósofo,  novela,  por  J. 
Martínez  Ruiz,  1904.  Los  Pueblos,  por  Azorín,  1905,  1914  (3."  ed.). 
La  Ruta  de  don  Quijote,  por  Azorín,  1905.  El  Político,  1908.  España, 
hombres  y  paisajes,  1909.  La  Cierva,  1910,  Lecturas  españolas,  1912. 
Castilla,  igi2.  Clásicos  y  Modernos,  1913.  Los  Valores  literarios, 
1913.  Un  Discurso  de  La  Cierva,  comentado,  1914.  Al  margen  de 
los  clásicos,  1915.  El  Licenciado  Vidriera,  1915.  Rivas  y  Larra,  1916. 
Un  pueblecito,  Riofrío  de  Avila,  1916.  Parlamentarismo  español, 
(1904-16),  1916.  Entre  España  y  Francia,  1917.  El  Paisaje  de  España 
visto  por  los  españoles,  igiy.  Lecturas  españolas,  1918.  Madrid  (guía 
sentimental),  1918.  Consúltense:  A.  Morel-Fatio,  Un  Ecrivain  espa- 
gnol  de  la  jeune  école,  D.  }.  M.  R.,  1914  (en  Le  Corresp.ondant,  París, 
CCXVIIT,  1097-1100).  P.  Henríquez  Ureña,  Los  Valores  liter.,  19 16 
(en  Ariel,  San  José  de  Costa  Rica).  H.  Viteri  Lafronte,  Azorín,  pe- 
riodista, 1916  {tn  Letras,  Habana).  R.  Jaén,  Pío  Baroja  y  Azorín, 
1917  (en  La  Lectura).  Edm.  González  Blanco,  Azorín,  1918  {Esfera, 
dic).  J.  Cejador,  El  Duque  de  Rivas,  M.  Pelayo  y  Azorín,  1916  (en  La 
Tribuna,  mayo,  18  y  25;  junio,  3,  13  y  24;  julio,  7). 

6  0.  Año  i8ps.  Julián  Ribera  y  Tarrago  (n.  1858-),  de  Carca- 
gente  (Valencia),  catedrático  de  árabe  en  l-a  Universidad  de  Zara- 
goza (1887)  y  de  Civilización  de  moros  y  judíos  en  la  Central  (1905), 
director,  con  Ibarra,  de  la  Rev.  de  Aragón  (1900-06)  y  Cultura  Espa- 
ñola (1906-10)  ;  académico  de  la  Historia  (1915) ;  arabista  muy  erudito, 
colaboró  con  Francisco  Codera  en  la  Biblioteca  arábico-hispana,  11 
vols.,  1882-1895.  Publicó  La  Enseñanza  en  la  España  musulmana, 
Zaragoza,  1893.  Bibliófilos  y  Bibliotecas  en  la  España  musulmana, 
ibid.,  1896.  Orígenes  del  Justicia  de  Aragón,  ibid.,  1897.  Lo  Científico 
en  la  Historia,  Madrid,  1906.  La  Superstición  pedagógica,  2  vols.,  ibid., 
1910.  Aben  Cuzman,  Madrid,  1910.  Estudio  sobre  el  Cancionero  de 
Aben  Cuzman,  disc.  rec.  Acad.  Esp.,  1912.  Existencia  sobre  una  épica 
romance  en  la  España  musulmana,  ibid.,  1915.  Historia  de  los  jueces 
de  Córdoba,  por  Aljoxaní,  texto  y  trad.,  ibid.,  1914.  Muchos  artículos 


ESCRITORES  URUGUAYOS 


S.  XIX,    1893.  JUAN  IGNACIO  GÁLVEZ  3l3 

sobre  historia  de  los  musulmanes  de  Valencia.  Prepara  La  Música 
de  las  Cantigas.  Editó  los  textos  arábigos  de  Adahi  (18S5),  Abenjair 
(1895),  Textos  aljamiados  (1888). 

Francisco  Antich  é  Izaguirre,  cubano,  director  de  El  Ancora 
(Mallorca,  1899),  poeta  cómico  y  nervioso,  publicó  El  Libro  de  mis 
cantares,  Barcelona,  1893.  Nerviosas,  poesías,  ibid.,  1896;  2.'  serie, 
Palma  de  Mallorca;  3/  serie,  Palma,  1897;  4/,  Palma,  1901;  5.^  Pal- 
ma, 1902.  Utopía,  Barcelona,  1896.  Abel  Alborada,  poemas,  Palma, 
1896.  La  República  literaria,  1896.  Luz  Fernández,  nov.,  1897.  De  co- 
lada, la  gramática  en  lejía,  1897.  Cartas  finisectdares,  1897.  Delica- 
dezas^ recelos,  1897.  Fausto  Fsiqíiis,  nov.,  1898.  El  Juicio  final,  poema, 
1898.  Las  que  rezan,  nov.,  1899.  Resurreción,  poema,  por  los  nue- 
vos metros,  Palma,  1900.  La  Colaboración  en  los  periódicos  mezco- 
lanceros,  1900.  Amor  es,  com.,  1903.  De  lo  que  no  hay,  dr.,  1903.  Tres 
dramas,  dr.,  1903.  El  Estreno  de  un  drama,  dr. 

Rafael  Bolívar-Alvarez  (186.. .-1900),  de  Cagua  (Venezuela),  es- 
critor sin  ciencia  ni  literatura;  pero  espontáneo,  oportuno  y  salado 
pintor  crítico  de  costumbres  criollas,  cuentista  al  estilo  criollo,  de  risa 
suelta,  desbordada,  sin  perífrasis  ni  rodeos,  burlóse  de  los  defectos  de 
su  tierra  en  lenguaje  popular.  Semeja,  en  su  tanto,  á  Luis  Taboada; 
no  llega  á  Bolet  Peraza.  Costumbres  aragüeñas,  Caracas,  1893.  Guasa 
pura,  ibid.,  1894,  Cuentos  chicos,  póst.,  ibid.,  1913. 

Bonifacio  Byrne  (n.  1861-),  de  Matanzas  (Cuba),  cantor  de  la  in- 
surrección cubana,  poeta  esmerado  y  brioso,  á  veces  amargamente 
triste,  publicó  Excéntricas,  poes..  Matanzas,  1893.  Efigies,  sonetos, 
Filadelfia,  1897.  Lira  y  espada,  Habana,  1901.  Poemas,  1903.  Varó^i 
en  puerta,  monól.,  1905.  El  Anónimo,  dr.,  1905.  El  Legado,  dr.,  1908. 
Matanzas  en  1920,  com.,  1908.  Rayo  de  sol,  com.,  191 1.  En  medio  del 
camino,  poes.,  Matanzas,  1914.  Nic.  Heredia.  "Tiene  el  dominio  ab- 
soluto de  la  rima  y  es  una  especialidad  como  versificador  experto  é 
intachable."   En  Esp.  Mod.:  La  Oración  del  niño,  poes.  (1899,  oct.). 

Enrique  Peña  (n.  1849-),  de  Buenos  Aires,  historiaílor  de  la  épo- 
ca colonial,  publicó  La  Casa  de  la  Moneda  de  Buenos  Aires,  ibid., 
1893.  La  Casa  de  la  Moneda  de  Mendoza,  1895.  Etnografía  del  Chaco, 
ms.  del  capitán  de  fragata  Juan  Francisco  Aguirre  (1793),  1899,  Mo- 
nedas y  Medallas  paraguayas,  1900.  La  despoblación  de  Buenos  Aires 
en  1541,  1902.  Irala  (1539),  1905-  Los  ingleses  en  la  conquista  del  Río 
de  la  Plata,  1907.  La  excomunión  del  gobernador  Alonso  de  Rivera, 
1907.  Relación  de  Alvar  Núñez  Cabeza  de  Vaca,  1907.  El  Archivo  de 
Indias,  1909.  El  escudo  de  armas  de  Buenos  Aires,  1910.  Documentos, 
■relativos  al  período  edilicio  colonial  de  Buenos  Aires,  1910.  Don  Ja- 
cinto de  JMriz  (1646-53),  Madrid,  191 1.  Don  Francisco   de  Céspedes, 

1913- 

Juan  Ignacio  Gálvez  (n.  1874-),  de  Bogotá  (Colombia),  poeta  ob- 
jetivo, pictórico  y  musical,  entregóse  después  á  la  empresa  de  la  Unión 
Intelectual  Latino-americana,  que   fundó  en  varias  Repúblicas.   Fué 


3 14  ÉPOCA  REGIONAL  Y   MODERNISTA   (1888-I907) 

redactor  de  El  Mago  Ilustrado  (Bogotá,  1892-93),  La  Voz  del  Tiem- 
po, Paz  y  Trabajo;  en  Quito,  de  El  Diario  del  Ecuador  (1908-1910); 
director  de  la  Gaceta  Republicana  (Bogotá,  1914-15),  fundador  de 
Los  Hechos  (Bogotá,  1894-96).  Publicó  Cuadros  y  epigramas,  Bogotá, 
1893.  Domingueras,  cuadros  de  cost.  hisp.-amer.,  en  prosa,  Quito,  190^ 
Organización  obrera  en  Colombia,  ibid.,  1910.  Cartas  sobre  la  política 
colombiana,  ibid.,  1910.  Un  puñado  de  versos,  ibid.,  1911.  Poesías,  1911 
(en  Bibl.  Apolo).  Unión  Intelectiuil  Latino-Americana,  Santiago  de 
Chile,  1913;  Madrid,  1916. 

MÁXIMO  Soto  Hall,  costarricense,  poeta  imitador  de  lleine  y  Béc- 
quer,  en  lo  quejumbroso  y  sentimental,  demasiado  pesimista,  publicó 
Poesías  y  rimas,  París,  1893.  Dibujos  y  bronces^  cuentos  y  semblan- 
zas, Madrid,  1893.  El  Ideal,  1894.  Aves  de  paso,  poesías,  1897.  Una 
vida,  nov.  corta,  Guatemala  (1898?),  Un  vistazo  sobre  Costa  Rica  en 
el  siglo  XIX,  San  José,  1901. 

Eduardo  Talero  Núñez,  colombiano,  que  vive  en  la  Argentina, 
escritor  regional  y  poeta  que  canta  sobre  todo  el  amor  y  las  sensuali- 
dades más  refinadas,  con  brío  y  color.  Compuestas  tiene  poesías  desde 
1893,  firmadas  en  Bogotá,  Caracas,  Buenos  Aires,  Nueva  York.  Pu- 
blicó la  Biblioteca  Apolo  (n.  16).  Además:  Ecos  de  ausencia.  Valencia 
(1909),  Voz  del  desierto,  ibid,,  1910.  Aire  de  fuego,  poesías,  1916. 

Fray  Restituto  del  Valle  Ruiz  (n.  1865-),  de  Carrión  de  los  Condes 
(Falencia),  agustino,  profesor  de  literatura  en  el  Colegio  del  Escorial, 
excelente  crítico  y  erudito,  escritor  amplio  y  castizo,  publicó  El  Viernes 
Santo^  poesía,  Madrid,  1893.  La  Conquista  de  Mallorca,  disc,  Palma, 
1895.  Raimundo  Lulio,  semblanza^  ibid.,  1898.  Estudios  literarios  (Rai- 
mundo Lulio,  Quadrado,  Costa  y  Llovera,  Juan  Alcover,  Miguel  Mir, 
Zorrilla,  Bécquer,  Campoamor,  Nuñez  de  Arce,  M.  Pelayo),  Barce- 
lona, 1903.  El  Pesimismo  en  el  arte  literario,  Madrid,  1904.  Mis  ca*" 
dones,  Barcelona,  1908.  D.  M.  Mencndez  y  Pelayo,  ibid.,  1912.  Mi- 
rando al  cielo,  himnos  religiosos,  ibid.,  1914.  Semblanza  literaria  del 
P.  Conrado  Muiños,  ibid.,  1914.  Varios  sermones. 

José  Juan  Cadenas  (n.  1872-),  periodista  madrileño,  poeta  brillan- 
te y  delicado;  pero  como  autor  teatral,  del  género  ínfimo  y  gran  tru- 
chimán, que  sin  inventar  supo  elegir  de  lo  ajeno  y  arreglar  y  traducir 
sobre  todo  operetas  vienesas.  Aventajóle  su  compañero  Asensio  y  Más. 
La  Vida  alegre  en  Madrid,  Madrid,  1905.  La  Corte  del  Kaiser,  ibid., 
1908.  Para  el  teatro:  Las  Violetas  (con  Aurel.  Várela  Díaz,  1900). 
La  Dolara.  La  Tragedia  de  Pierrot.  Doña  Inés  de  Castro.  El  Famoso 
Colirón.  El  Primer  pleito  (1904).  Los  Obreros.  El  Proceso  del  tango 
(con  R.  Abellán,  1904).  El  Delirio  dominical  (con  A.  R.  Bonnat,  1904). 
El  Conde  de  Luxemburgo,  opereta  (1910).  La  Niña  de  las  muñecas, 
opereta  (191 1).  Soldaditos  de  plomo,  ibid.  (1912).  Princesitas  del  dó- 
lar, ibid.  (1912).  Los  Húsares  del  Kaiser,  ibid.  (1913)-  ^^  Abanico  de  la 
Pompadour  (con  Asensio  Más,  1916).  Ha  sido  colaborador  de  La  Gran 
Via  (1893),  Barcelona  Cómica  (1894-96),  La  Ilustr.  Artist.  (1897-99), 


S.  XIX,  1893,  Lie.  PERPETUO  ANTAÑÓN  3l5 

redactor  de  La  Correspondencia,  etc.  Con  Asensio  y  Más  edificó  y 
fué  empresario  del  teatro  Reina  Victoria,  y  fallecido  aquél,  sigue  sién- 
dolo él. 

Domingo  Guerra  y  Mota,  sevillano,  buen  autor,  delicado,  estrenó 
Satur-no,  juguete  cómico.  Los  Gemelos,  ibid.,  1889.  Los  Monigotes, 
ibid.,  1893.  Los  Carcamales,  ibid.,  1894.  Para  las  Animas,  comedia, 
1895.  El  Observatorio,  zarzuela,  1898.  La  Clément,  1900.  Con  arma 
blanca,  com.,  1900.  Juguetes  (teatrales),  Sevilla,  1905;  t.  II,  1905. 

Hugo  Alberto  Rennert,  norteamericano,  profesor  de  la  Univer- 
sidad de  Pensilvania,  gran  hispanista,  publicó  The  Spanish  Pastoral 
Romances,  1892  (en  Publications  of  Modern  Lang.  Association  of 
America,  t.  VII).  Miguel  Sánchez  el  Divino,  1893  (en  Mod.  Langua- 
ges  Notes).  Santiago  el  Verde,  de  Lope,  1893  (ibid.).  Lieder  des  Juan 
Rodríguez  del  Padrón,  1893  (en  Zeitschr.  f.  Romanische  Philologie). 
Lope  de  Vega's  Comedia  Sin  Secreto  No  Ay  Amor,  1894  (ibid.,  t.  IX). 
El  poeta  Cartagena  del  Cancionero  gral.,  1894  (en  Modern  Languages 
Notes).  Der  Spanische  Cancionero  des  Brit.  Museum^,  1895  (en  Ro- 
mán. Forschungen).  Dos  manuscritos  españoles.  Cancioneros,  1895 
(ibid.).  La  Isla  Barbara  and  La  Guarda  Cuidadosa,  tzvo  comedies  of 
Miguel  Sánchez,  el  Divino,  Boston,  1896.  Some  Unpublished  Poems 
of  Fernán  Pérez  de  Guzmán,  1897  (en  Publications...).  Ingratitud  por 
Amor,  de  Guillen  de  Castro,  Filadelfia,  1899.  Gregorio  Silvestre  y 
Residencia  de  Amor,  1899  (en  Mod.  Lang.).  Macias,  O  Namorado, 
Filadelfia,  1900;  en  castellano  por  José  Carré  Alvarellos,  Coruña,  1904. 
Vcber  Lope  de  Vega's  El  Castigo  sin  venganza,  190 1  (Zeitsch.  Rom.). 
La  Lucinda  de  los  sonetos  de  Lope,  1901  (Mod.  Lang.,  t.  XVI).  El 
Condenado  por  desconfiado,  de  Tirso,  1903  (ibid.,  t.  XVIII).  The  Life 
of  Lope  de  Vega,  Glasgow,  1904;  en  castellano,  Madrid,  1919.  Notes 
on  Some  Comedias  of  Lope,  1905  (en  Modern  Lang.  Review).  Notes  on 
the  Chronology  of  the  Spanish  Drama,  1906-07  (ibid.,  ts.  II  y  III). 
The  staging  of  Lope  de  Vega's  Comedies,  1906  (en  Rev.  Hisp.).  The 
Spanish  Stage  in  the  Time  of  Lope,  Nueva  York,  1909.  The  Spanish 
Pastoral  Romances,  Filadelfia,  1912.  Farsa  á  manera  de  tragedia,  1913 
(en  Rev.  Hisp.) ;  Valladolid,  1914.  Lope  de  Vega's  comedias  Los  plei- 
tos de  Inglaterra  and  La  Corona  de  Hungría,  Cambridge,  1918. 

61.  Año  i8ps-  Bernardo  Acevedo  y  Huelves  publicó  Los  Va- 
queiros  de  Aizada  en  Asturias,  Estudio  histórico-social,  Oviedo,  1893. 
1915. — Álbum  de  la  guerra  del  Paraguay,  director  y  redactor  José  C. 
Soto,  1893-96,  2  vols. — Gerardo  Alvarez  Limeses,  periodista  en  Pon- 
tevedra y  Orense,  publicó  Margaritas,  poesías,  Madrid,  1893.  Versos 
morales,  fábulas,  cuentos,  etc.,  Orense,  1900,  1903,  1911. — Luciano  Anei- 
Ros  Pazos  publicó  Pasajeras,  poesías.  Habana,  1893.  El  Doctor,  com., 
1893,  Viva  Galicia.  El  Primogénito.  La  Sombrilla.  Soledad. — El  licen- 
ciado Perpetuo  Antañón,  peruano,  publicó  La  Hija  de  Cantador,  no- 
vela descriptiva  de  costumbres  antiguas,  Lima,  1893. — Antología  coste- 


3l6  ÉPOCA  REGIONAL   Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

llana  arcaica,  Santiago  de  Chile,  1893. — Antología  de  poetas  hispano- 
americanos, por  la  Real  Academia  Española,  INÍadrid,  1893-95,  4  vols. — - 
Luz  Aragón,  terciaria  dominica,  publicó  Beata  Imelda,  ensayo  dramá- 
tico en  verso,  Vergara,  1893. — Rosa  Araneda,  poetisa  popular  chilena, 
publicó  Poesías  poptdares,  el  cantor  de  los  cantores,  Santiago,  ts.  I  y  II, 
1893;  1.  III,  1894;  1.  V,  1895;  el  1.  VI  es  de  Daniel  Meneses. — Juan 
Arellano  y  Yecorat,  chileno,  publicó  Álbum  biográfico  de  los  már~ 
tires  de  la  democracia  chilena,  Santiago,  1893.  Los  Periodistas  de  la 
■democracia,  1894.  Semblanzas  parlamentarias,  1898.  Crítica  de  la  no- 
vela de  E.  Allende  Ríos  intitulada  "Amor,  copas  y  sangre",  1901. — 
El  padre  Tomás  Arguelles  (n.  1855-),  jesuíta  de  Oviedo,  publicó  Na- 
rraciones americanas,  Barcelona,  1893.  Leyendas,  Túy,  1897. — Joaquín 
Arias  Bayón  publicó  Tila  y  mostaza,  genialidades  poéticas,  Vallado- 
lid,  1893. — Celedonio  José  de  Arpe,  andaluz,  redactor  de  El  Resumen 
(1890)  y  del  Heraldo  de  Madrid  (1903...),  delicado  y  andalucísimo 
poeta,  estrenó  Tijeretilla,  juguete  (con  M.  Escobar),  1893.  Tute,  mo- 
-nólogo,  1902.  Mi  Niño  (con  R.  Deltell),  1902.  Julepe,  1904.  El  Rosario 
de  coral  (con  B.  Pinedo),  1904.  Delirio  de  grandezas  (con  R.  Deltell), 
1906.  Trianeras,  poesías,  Madrid,  1910  (2.'  ed.). — Miguel  Arrueba- 
«rena,  de  Cienfuegos,  publicó  Trompetazos,  Cienfuegos,  1893.  Re- 
cuerdos (1900?).  Idealismos,  ibid.,  1902. — Gerardo  Avalos  Droguett, 
chileno,  publicó  Escena  Bíblica,  com.,  Santiago,  1893.  Un  Maestro  in- 
cendiario, nov.  hist.,  1897. — José  Banqué  y  Faliú  (n.  1869-),  de  Mo- 
nistrol  de  Monserrat,  catedrático  de  griego  en  las  Universidades  de 
Salamanca  (1895),  Zaragoza  y  Barcelona,  buen  humanista,  discípulo 
de  Balari,  publicó  Del  concepto  de  Infinito,  Barcelona,  1893.  Utilidad 
de  los  Estudios  clásicos,  Madrid,  1904.  Una  excursión  por  los  Pirineos 
orientales,  Barcelona,  1910.  Discurso  inaugural,  ibid,  191 1.  Arato,  Los 
Fenómenos  (versos  96-137),  trad. ;  ibid.,  1912.  Himnos  Homéricos,  tra- 
ducción, ibid.,  1913.  Safo  y  Erina,  trad.  de  varios.  Tiene  traducidos  sin 
publicar  varios  tratados  morales  de  Plutarco. — Barbarismos  más  usua- 
les del  lenguaje  vulgar  de  la  rep.  del  Ecuador,  Quito,  1893. — Mariano" 
Earreto,  de  Nicaragua,  publicó  Vicios  de  nuestro  lenguaje,  León,  1893. 
Ejercicios  ortográficos,  1901.  Idioma  y  letras. — F.  de  Basaldúa  pu- 
blicó Erné,  leyenda  kántabro-americana,  1893.  —  Vicente  Becerra, 
poeta  colombiano,  publicó  Travesuras  literarias,  Guayaquil,  1893. — 
J.  Adán  Berned  estrenó  En  busca  de  Gloria,  pasillo  (con  Fed.  Mín- 
guez),  1893.  Bautismo  de  sangre,  etc.,  Barcelona  (1893).  El  desenlace, 
drama,  1893.  Vencer  en  buena  lid  (con  F.  Mínguez),  1893.  Mosén  Qui- 
tolis, novela  aragonesa,  1893. — Anselmo  Blanblott  Holley,  periodis- 
ta y  diputado  chileno,  publicó  Perfiles  de  la  situación,  Santiago, 
1893.  Revolución,  nov.  hist.,  Buenos  Aires,  1894;  Iquique,  1895.  Histo- 
ria de  la  paz  entre  Chile  y  el  Perú  (1879-1884)  ;  Arica,  1909;  Santiago. 
— Luciano  Boada  estrenó  El  Bastón,  juguete,  1893.  La  Tuna  de  Alcalá, 
zarzuela  (con  A.  L.  Rosso),  1903.  Noche  completa  (con  M.  de  Castro 
-j  Tiedra),  Vitoria,   1905.  El  Príncipe  ruso  (con  ídem),   1905.  La  Bo- 


S.   XIX,    1893,   MARTÍN   DOMÍNGIÜEZ  BERRUETA  317 

rrica  (con  id.),  1905-  La  Pesadilla  (con  M.  de  Castro),   1906.  El  Perfil^ 
de  Catalina,  jug.   (con   id.),    1907.  El  Alucinado,  dr.   (con    id.),    1908. 
Armonía  conyugal  (id.),   1908.  Los  Estudiantes  burlados  (con   M.   de- 
Castro),   1909.  El  Aretino^   1909. — Boletín   de  la  Sociedad  de   Excur- 
siones, Madrid,  desde   1893. — Fray  Pablo  Bozal  Lejalde  (n.   1858-), 
de    Tarazona,    agustino,    publicó    Errores    sociales,    tipos    corrientes, 
Tambobcng  (Filipinas),   1S93. — J.  Buj,  presbítero,  publicó  Luz  y  som- 
bra,  Zaragoza,    1893. — Luis   Bustamante  y  Ríos,  Primer  diccionario 
ilustrado   de   la  lengua   española,   Barcelona,    1893,  2  vols.   (con  José 
del    Villar). — A.    Caccia    escribió    cuatro    obritas    teatrales    (Trelles,- 
t.  VII,  pág.  277,  en  1892)  ;  además.  Los  Misterios  de  la  noche,   1893. 
Los  Africanistas,  zarz.,    1895. — Jeremías  Calancha  publicó  Mamelu- 
cadas,  Lérida,   1893. — José  Calderón  publicó  El  Castigo  de  tres  gra- 
nujas, nov.  hist.,  Habana,  1893. — José  María  Callejas  y  Becerra  pu- 
blicó Muerto  de  amor,  nov..  Habana,   1893.  Historia  de  Santiago  de 
Cuba,  en  vista  de  los  inss.  originales  é  inéditos,  de  182^,  Habana,  191 1. 
— Juan  José   Cañarte   (f   1902),  cubano,  publicó  Necedades,  Habana, 
1893. — C.   DEL  Castillo  Tejada  publicó  Dedicatorias,  poesías.  Grana- 
da, 1893. — Colección  de  varias  composiciones  poéticas  de  señoras  za- 
catecanas,  Zacatecas,  1893  (de  siete). — Enrique  Collazo  y  Tejada  (n. 
1849-),   de   Santiago  de   Cuba,   general   insurrecto  y   representante  en. 
la  Cámara,  historiador,  publicó  Desde  Yara  hasta  el  Zanjón,  Habana, 
1893  (2.*  ed.).  Cíiba  independiente,  1900.  La  Cuestión  presidencial  en 
Cuba,    1905.   Los  Sucesos   de   Cienfuegos,    1905.   Los   Americanos   en 
Cuba,  2  vols.,  1905-06.  La  Revolución  de  agosto  de  igoó,  1907.  Cuba 
intervenida,    1910.   Cuba  heroica,   1912.   Cosas  de   Cuba,   1913. — José 
María  Cordovés  Moure  (n.  1835-),  de  Papayan  (Colombia),  publicó 
Reminiscencias,    7    vols.,    Bogotá,    1893-1911    (5    ediciones). — Luis  S. 
Crespo  publicó  Crónicas  Potosinas,  5  vols.,  Potosí,  1893-97.  Monografía 
de  la  ciudad  de  La  Paz,  La  Paz,  1902.  Guía  del  viajero  en  Bolivia,  La 
Paz,  1908. — José  Alejandro  Cubría,  español,  publicó  Horas  de  ocio, 
poes..  Habana,  1893. — Domingo  Cuevas,  novelista  santanderino,  publicó 
Recuerdos  de  antaño,  Madrid,  1893.  Antaño^  1903. — P.  A.  Checo  publi- 
có Homenaje  á  Zorrilla,  loa  en  un  acto  y  en  verso,  Madrid,  1893. — J. 
Dahlman  publicó  El  Estudio  de  las  lenguas  y  las  misiones,  Madrid, 
iS^2. — Emilia  Dañero  de  Rama  yon,  poetisa  de  Gibraltar,  residente  en.- 
Algeciras,  ha  hecho  bonitas  poesías.  ¡Viva  España!  Composición  poé- 
tica, Gibraltar,  1893.  La  Resurrección   de  España,  Sobre  el  sepulcro 
de  Colón,  poema.  Línea  de  'la  Concepción,  1899. — Luis  Delgado  Mer- 
chán  publicó  Historia  documentada  de  Ciudad  Real,  ibid.,  1893,  1907. 
— Martín  Domínguez  Berrueta  (n.  1869-),  salmantino,  catedrático  de 
la  Universidad  de  Granada,  director  de  El  Lábaro  (1894-1905),  funda- 
do por  el  padre  Cámara  (1894),  fundador  del  Lucidarium,  1917,  publicó 
El  Misticismo  de  San  Juan  de  la  Cruz,  Madrid,  1893.  Del  Ruralismo, 
Salamanca,  1909.  La  Universidad  española,  ibid.,  1910.  El  Problema  re- 
ligioso, ibid.,  1910.  La  Iglesia  y  la  política,  ibid.,  1910.  Crónicas  burgale- 


3l8  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA  (1888-I907) 

sas,  Burgos,  1911.  Historias  de  Don  Quijote,  ibid.,  1913.  El  libro  de  li- 
teratura, ibid.,  1917. — Laura  Dulzaides  del  Cairo,  cubana,  publicó  Mí- 
seros y  opulentos,  nov.,  Habana,  1893.  Azares  y  azahares,  nov.  hist.,  1916. 
— Joaquín  Duran  y  Lerchundi  publicó  La  Toma  de  Granada  y  caballe- 
ros que  concurrieron  á  ella,  Madrid,  1893,  2  vols. — Pastora  Echegaray 
publicó  Mis  pensamientos,  poesías,  Madrid,  1893. — Manuel  Eixarch 
Santapau,  canónigo,  de  Teruel,  publicó  Los  Obispos  de  Teruel,  ibid., 
1893. — Estrella^  novela,  por  £/,  Madrid,  1893.  El  Descreído,  noy.,  por 
El,  1894.  Cara  y  cruz,  pasatiempos,  1902. — Ensayos  biográficos,  ed.  ofic, 
Santiago  de  Chile,  1893-96,  4  vols. — Emilio  Fernández  Corugedo,  as- 
turiano, por  sed.  Félix  de  Monterrey,  publicó  poesías  en  la  Rev.  de  Ex- 
tremadura (1909).  Poesías,  Madrid,  1893. — Evaristo  Fernández  Arias 
publicó  El  B.  Sans  y  Compañeros  mártires,  del  orden  de  Predicadores, 
Manila,  1893. — Federico  W.  Fernández  publicó  Mis  viajes,  B.  Aires, 
1893. — J.  Fernández  y  Neira  publicó  Proezas  de  Galicia,  La  Coruña, 
1893. — Pedro  Fernández  estrenó  Ludovico  y  Ataúlfo,  juguete,  1893. 
Aguas  buenas,  1898.  La  Noche  del  Nacimiento,  1907. — Ventura  Fer- 
nández LÓPEZ,  presbítero,  publicó  El  Filibustero,  nov.  filip.,  Madrid, 
1893.  La  Religión  de  los  antiguos  indios  tagalos,  ibid.,  1894.  Los  Ni' 
ñongos,  nov.  fil.  (Toledo,  1898). — Urbano  Ferreiroa  y  Millán  (1845- 
1901),  de  Orense,  chantre  en  Valencia,  director  en  Valladolid  de  So- 
luciones Católicas  (1893),  publicó  Historia  apologética  de  los  Papas ^ 
Valencia,  hasta  1899,  8  vols.  León  XHI  y  Nerón.  Tierra  Santa.  La 
Cuestión  de  Oriente.  Estudio  de  la  Roma  pagana  comparada  con  la 
Roma  actual.  Consúlt.  Rev.  Archiv.,  1901  (febr.). — El  Duque  db 
Flix,  Leyendas  y  romances,  Madrid,  1893. — Agustín  Francisco  For- 
NER  Y  Segarra  publicó  Antigüedades  de  Mérida,  Mérida,  1893.  Escribió 
también  la  Historia  de  l<is  Antigüedades  de  Mérida,  Don  Gregorio 
Fernández  Pérez.  Ampliaciones  á  la  historia  de  la  historia  de  Mérida  de 
Moreno  Vargas^  Forner  y  Fernández,  por  don  Pedro  María  Plano  y 
García,  Mérida.  Los  tres  tomos,  1893-94.— Jerónimo  Forteza,  mallor- 
quín, hermano  de  Guillermo,^  poeta  catalán  y  articulista  castellano,  pu- 
blicó El  Espíritu  nacional,  sarta  de  reflexiones  jocoserias  y  agridulces 
para  entretener  á  los  desocupados,  Véilencia,  1893.  Cosecha  del  diablo, 
resumen  de  artículos  estrafalarios.  Valencia,  1897. — José  María  Fuen- 
tevilla,  santanderino,  por  seud.  Manuel  Murphy,  publicó  Los  Monta- 
ñeses en  Cuba,  Habana,  1893. — Galería  de  españoles  ilustres,  retratos 
y  biografías,  B.  Aires,  1893,  2  a'^oIs. — Antonio  Gil  Alvaro,  militar, 
director  de  El  Año  de  Infantería  (1901),  publicó  Glorias  de  la  Infan- 
tería española  ó  Breve  reseña  histórica  de  sus  Cuerpos,  Madrid,  1893. 
Glorias  de  la  Caballería  española  ó  Reseña  histórica  de  sus  Cuer- 
pos, ibid.,  1896. — Francisco  Gómez  del  Palacio  tradujo  en  verso  La 
Jerusalcn  libertada,  del  Taso.  Madrid,  1893,  2  vols. — Luis  González 
PÉREZ  publicó  Cantares,  Madrid,  1893. — Josefa  Gutiérrez  publicó  Los 
Amores  de  Valent'ma,  Barcelona  (1893). — José  María  de  Heredia  y 
'•Girard  (1842-1905),  poeta  de  Santiago  de  Cuba,  publicó  Les  Trophées, 


S.  XIX,   1893,  ALVARO  LÓPEZ  NÚÑEZ  Big 

París,  1893-1895,  en  francés,  con  117  sonetos  famosos,  traducidos  al 
■castellano  en  1908  por  Antonio  Zayas.  Poesías  líricas,  París,  1893. — 
Ricardo  Hernández  y  ]\Iontes  publicó  Tardes  de  invierno,  cuentos, 
Madrid,  1893. — Francisco  de  Iracheta  y  Mascort,  abogado,  redac- 
tor de  El  Ejército  Español,  colaborador  de  Barcelona  Cómica  (1896), 
Rev.  Contemp.  (1897-99),  Miscelánea  (1900),  publicó  Las  Refornuis 
de  Laura,  nov.  cóm..  Habana,  1893.  Tradiciones  scgovianas,  Madrid, 
1899.  Patrióticas,  poesías,  1903.  Por  tierras  de  mi  raza,  poesías,  1912. 
Astucias  de  mujer,  zarz.,  1912. — Marcos  Jesús  Bertrán  (n,  1873-), 
barcelonés,  colaborador  de  Álbum  Salón  y  Hojas  Selectas  (1903),  re- 
dactor de  La  Vanguardia  (Barcelona,  1902),  ha  publicado  las  come- 
dias A  costa  de  la  vida,  El  Rey,  y  las  novelas  Por  el  atajo.  Estéril  JU" 
ventud.  Las  Parodias  de  la  vida,  Gracia.  Además,  Los  Maestros  can- 
tores. Efemérides  musicales.  Divagando,  Entre  el  telar  y  el  foso.  De 
lo  nuestro:  la  tonadilla  y  la  danza,  Barcelona,  1915. — Juan  Jordán  de 
Urríes,  marqués  de  Ayerhe,  colaborador  del  Bolet.  Acad.  Hist.  (1904), 
publicó  Memorias  sobre  la  estancia  de  don  Fernando  VII  en  Valen~ 
gcty...,  publicadas  por...,  Zaragoza,  1893.  Sitio  y  conquista  de  Ma- 
nila por  los  ingleses  en  1762,  ibid.,  1897.  Enlace  de  los  Reyes  de  Por- 
tugal con  los  Infantes  de  Aragón,  1899  (disc.  rec.  Acad.  Hist.).  Tres 
hechos  memorables  de  la  marina  española  en  el  s.  xviii,  Madrid,  1907. 
La  Puerta  del  Carmen  en  Zaragoza,  1907.  (Bol.  Acad.  Hist.). — Euge- 
nio Labiche  y  Delacour  estrenó  Los  Pajarillos,  comedia,  1893. — 
José  Lanzarot,  español,  estrenó  Sangre  de  hermanos,  Habana,  1893. 
— E.  Larrabure  y  Unanue  (f  1917),  peruano,  publicó  Monografías 
histórico-americanas,  Lima,  1893.  El  Archivo  de  Indias  y  la  Biblio- 
teca de  Colombia,  1914. — Lola  Larrosa  de  Ansaldo  publicó  Los  Es- 
posos, nov.  hist.,  B.  Aires,  1893. — El  padre  Carlos  Lasalde  (1841- 
1906),  del  Portillo,  escolapio,  colaborador  de  La  Niñez  (1879-83),  Rev. 
Contemp.  (1897-99),  redactor  de  la  Rev.  Calasancia,  publicó  Historia 
literaria  y  bibliográfica  de  las  Escuelas  Pías  de  España,  Madrid,  1893. 
Desarrollo  del  idioma  castellano  desde  el  s.  xv,  Friburgo,  1912. — Ru- 
JJOLF  Lenz,  alemán,  profesor  de  la  Universidad  de  Chile,  publicó  En- 
sayos filológicos  americanos,  2  partes,  Santiago,  1893.  La  Lingüística 
americana  (con  Diego  Barros  Arana),  1893.  De  la  ortografía  castella- 
na, 1894;  Valparaíso,  1914.  Estudios  araucanos  (11  estudios),  1895-96. 
Diccionario  etimológico  de  las  voces  chilenas  derivadas  de  lenguas  in- 
dígenas americanas,  1905-10,  2  vols.  Tradiciones  é  ideas  de  los  arau- 
canos acerca  de  los  terremotos,  1912.  Cuentos  de  adivinanzas  corrien- 
tes en  Chile,  Santiago,  1914.  Para  qué  estudiamos  gramática,  1918. 
Véase  la  bibl?.ografía  completa  en  Rev.  de  BibHogr.  Chilena  (mayo, 
1914,  pág.  204). — J.  Elias  Levis  (n.  1873-),  de  Aguadilla  (Puerto 
Rico),  publicó  las  novelas  Estercolero,  Planta  maldita,  Mancha  de 
lodo,  Vida  nueva. — La  Lira  Poblana,  poesías,  México,  1893  (de 
seis  poetisas). — Alvaro  López  Núñez  publicó  Narraciones  bíblicas, 
Palencia,  1893.  El  Álbum,  colección  de  lecturas  morales  y  recreativas. 


320  ÉPOCA  REGIONAL  Y   MODERNISTA   (1888-I907) 

Einsiedeln  (Suiza),  1894.  De  re  rústica,  cuentos  campesinos.  Valencia, 
Quo    vadis...?    traducción    española    de    la    novela    de     Sienkiewicz, 
Einsiedeln   (Suiza),   1896.  La  Iniciación  del  Garbancín,  novela,  Ma- 
drid,   1901.   La  Conversión  de  Francisco   Coppée,   Aladrid,    1898.   Lci 
Educación  del  sentimiento  estético,  Madrid,  1901.  Sinopsis  para  un  es- 
tudio de  la  institución  del  Seguro,  Madrid,  1906.  Dom  Basco,  Madrid, 
1906.  El  Seguro  obrero  en  España,  Madrid,  190S.  La  Protección  á  la 
infancia  en  España,  Madrid,  1908.  Régimen  de  transición  entre  el  Se- 
guro libre  y  el  Seguro  obligatorio,  Madrid,  1910.  Ensayo  de  un  voca- 
bulario social,  Madrid,' 1911.  Ideas  pedagógicas  sobre  previsión,  Ma- 
drid,  1912.  Protección  á  los  ciegos  pobres,  Madrid,   1912.  Concepto  y 
organización  de  la  mutualidad  escolar,  Madrid,  19 13.  Juventud  y  pre- 
visión, Madrid,  1914.  El  Mundo  silencioso  (Vulgarización  de  los  pro- 
blemas de  la  sordomudez).  Madrid,  1914.  Función  social  de  la  mutua- 
lidad escolar,  Madrid,  1915.  Mosaico,  cuentos  de  varia  condición,  Ma- 
drid, 1916. — Ventura  F.  López  publicó  El  Filibustero,  nov.  corta  fili- 
pina, Madrid,  1893.  Teologales  (sonetos),  1895.  Un  sueño,  poema,  1897. 
Homenaje  á  Toledo  con  motivo  de  la  traslación  de  los  restos  de  Gar- 
cilaso  de  la  Vega,  Toledo,  1900.  La  Rota,  canto  épico,  ibid.,   1901. — 
Martín  Luque  publicó  Equivocaciones,  novela,  Alicante,   1893. — Ma- 
ría DE  LA   Luz,  por  propio  nombre   Teresa  González  de  Fanning,  pu- 
blicó Lucecitas,  Madrid,   1893. — Antonio  R.  de  Llerena,  cubano,  pu- 
blicó Bocetos,  poesías.  Habana,   1893. — Vicente  Llorens  y   Asensio 
(n.  1869-),  sevillano,  secretario  del  Archivo  de  Indias,  colaborador  de 
Rev.  de  Archivos  (1897),  publicó  Guía  comercial  de  Andalucía,  Sevi- 
lla, 1893.  Los  Restos  de  Colón.  Historia  general  de  Filipinas  y  Catá- 
logo de  los  documentos  referentes  á  estas  islas,  que  se  conserva  en 
el  Archivo  general  de  Indias,  Sevilla,    1898.   Chascarrillos  andaluces 
(con  seud.  de  Un  Andaluz),  ibid.,  1901.  La  Primera  vuelta  al  mundo 
(Magallanes  y  Cano),  ibid.,  1903.  Andalucía,  manual  del  viajero,  1907. 
Sevilla  en  la  mano. — Mateo  Magariños  Solsona  (n.  1867-),  montevi- 
deano, secretario  de  la  Cámara  de  senadores,  el  primer  naturalista  en^ . 
fecha  de  su  tierra,  aunque  el  menos  artístico  y  con  dejos  todavía  sen- 
timentales, publicó  Quien  planta  en  tierra  ajena,  nov.  Las  Hermanas 
Fiammary  (1893),  novela  naturalista  que  frisa  á  veces  en  caricatura,, 
poco  académica  en  estilo  y  lenguaje,  bien  que  robusta;  de  tesis  contra, 
la  ética  legal  y  la  moral  burguesa  y  de  personajes  que  gustan  de  ho- 
cicar en  las  charcas  del  vicio.  Valmar,  nov. — Manuel  Márquez  y  Pé- 
rez publicó  Nuestras  relaciones  comerciales  con  las  islas  de   Cuba, 
Puerto  Rico  y  Filipinas,  Vigo,  1893.— Juan  J.  Marrero,  cubano,  pu- 
blicó Exhalaciones,  poes.,  Matanzas,   1893.— Alfonso  Martín^  redac- 
tor en  Guadalajara  de  Flores  y  Abejas  (1894)  y  colaborador  de  El 
Atalaya  de  Guadalajara  (1891-96)  y  La  Región  (1901),  publicó  Retra- 
tos al  vuelo^  siluetas  cómico-caracenses,  Guadalajara,  1893. — Fernan- 
do Menéndez  y  Rodríguez,  asturiano,  escribió  26  piezas  dramáticas. 
¡Viva  España!,  Habana,  1893.  El  Himno  de  Riego,  1893.  Los  Vohm- 


S.     XIX,    1893.    M.    REMO  32  1 

iarios  de  Cuba,  zarz. — Manuel  María  Miranda,  cubano,  publicó  Me- 
morias de  Ricardo,   nov.,   Habana,    1893. — Francisco   de   P.   Morell 
publicó  Cuentos  y  verdades,  Madrid,  1893. — José  Muñiz  de  Quevedo, 
redactor  de  El  Reservista  (1892),  La  Justicia,  El  Heraldo  Militar,  pu- 
blicó El  Abate  Pirracas,  Madrid,  1893.  Ajiaco,  apuntes  de  un  soldado, 
Ajiaco,  ibid.,  1898.  Narraciones  de  Juan  Soldado,  1901.  María  de  Áfri- 
ca,  zarz.,    1909. — Margarita   Práxedes   Muñoz,    limeña,   médica,    pu- 
blicó La  Evolución  de  Paulina,  nov.  sociol.,   Santiago  de  Chile,  1893. 
Aíis  primeros  ensayos,   1902. — Enrique  Nattes,  director  de  El  Men- 
sajero Americano  (Nueva  York,  1891),  publicó  Flores  silvestres,  poe- 
sías,  ibid.,    1893. — VÍCTOR   Navarro,  jurisconsulto  valenciano,   director 
del  Bolet.  Jurídico  Hebdomadario  (1908),  publicó  Esbozos  novelescos, 
Madrid,  1893.  Costumbres  en  las  Pühiusas,  memoria,  ibid.,  1901. — José 
DE  Navas  Ramírez,  director  en  Jerez  de  El  Estado  Federal  (1872)  y 
en  Málaga   de  El  Noventa  y   tres  y  La   Unión  Mercantil  (1899),   es- 
trenó Vaquería  suica  ó  La  Ronda  de  consumos,  zarzuela,  1893.  Ronda 
mayor,  1898.  Canelo,  1899.   Vaquería  suiza,   1900. — José  Nieto  .A-Cuj- 
lar   publicó   Colonización   de   Filipinas,   Madrid.    1803.    Mindanao.  su 
historia  y  geografía,   Madrid,   1894. — Modesto   Omiste  publicó   Cró- 
nicas Potosmas,  Potosí,   1893-95,  4  vols. — Antonia  Opisso,  por  seud. 
Ricardo  de  los  Ríos,  publicó  El  Grito  de  la  conciencia,  nov.,   Parce- 
lona,   1893  (?).  —  Federico  Ordás  Avecilla,  español,   gobernador  de 
Puerto  Príncipe  y  Santiago  de  Cuba  (1897),  publicó  Los  Chinos  fuera 
de  China,  Habana,   1893.  El  pasado,  el  presente  y  el  porvenir  de  la 
isla  de  Cuba,  1893.  Cartas  criollas^  1896. — Alfonso  Ortiz  de  la  To- 
rre, montañés,  doctor  en  Derecho,  colaborador  de  La  Corresponden- 
cia Militar  (1899),  La  Vida  Marítima  (1902),  El  Universo  (1903),  pu- 
blicó I^os  Últimos  alientos,  nov.,   1893.  Amores  de  verano,  1893.  Poe^ 
stas,  1902.  Historias  increíbles,   1909. — Camilo   Ortuzar  publicó  Dic- 
cionario  manual  de  locuciones  viciosas  y   correcciones  del  lenguaje, 
Turín,  1893;  Barcelona,  1902  (sobre  chilenismos). — José  María  Ove- 
jero de  los  Cobos  (f  1893),  registrador  de  la  Propiedad  en  Toledo, 
publicó  Selenita,  pequeño  poema,  Madrid,  1893.  Muerte,  poema  en  cin- 
co  cantos,    1903. — Benigno    Pallol,   por   seud.    Polinous,    publicó   In- 
terpretación del  Q-uijote,  Madrid,    1893.   Miirillo,   B.arcelona,    1915. — 
Domingo  Pantoja  publicó  Los  Estados  Unidos  y  la  4mcr.  del  Sur,  los 
yankees  pintados  por  sí  mismos,  B.  Aires,  1893. — Juan  Pedro  publicó 
El  Licenciado  de  Palmeira,  novela,  Madrid,    1893. — Antonio   Perrín 
Y  Vico  estrenó  Prestamos,  saínete,   1893. — José  del  Pino  estrenó  El 
Pozo  de  los  apuros,  juguete   (con  J.  García  Rufino),   1893. — Manuel 
María  Pinto  (1871-),  hijo,  boliviano,  publicó  Versos  (1893),  Palabras 
(1898),  Viridario  (1899). — Los  Poetas  de  la  guerra  (de  Cuba),  Nueva 
York,    1893. — Manuel    José    Quintana    publicó    Cesarinas,    Orizaba, 
1893. — Manuel  Ramos  Ochotorena  publicó  Apuyites  sobre  el  origen, 
progreso  y  vicisitudes  de  la  escritura  en  España  y  los  caracteres  de 
imprenta,  Santiago  de  Chile,  1893. — M.  Remo  {Manuel  Moré)  publicó 

TOMO    X. — 21 


32  2  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

Prosa,  Habana,  1893. — Gonzalo  Reparaz  publicó  Marruecos,  Ma- 
drid, 1893.  La  Guerra  de  Cuba,  1896.  España  en  África  (s.  a.)- — An- 
tonio Retortillo  y  Vivanco  publicó  Poesías...,  Madrid,  1893. — Ma- 
nuel Gustavo  Antonio  Revilla  (n.  1863-),  mejicano,  abogado  (1887), 
profesor  de  Historia  del  Arte  en  la  Academia  de  San  Carlos  (1892), 
secretario  de  la  Escuela  (1903),  profesor  de  Castellano  en  la  Escuela 
Nacional  Preparatoria  (1905),  ha  sido  historiador  y  crítico  de  arte 
y  de  literatura,  de  gusto  clásico,  con  amplitud  de  criterio.  Ha  publi- 
cado, además  de  varias  monografías  y  artículos.  El  Arte  en  México 
en  la  época  antigua  y  durante  el  Gobierno  Virreinal,  México,  1893. 
Biografías  (artistas),  ibid.,  1908  (t.  VI,  Bibl.  Aut.  Mcxic).  Entre  sus 
monografías:  El  Castellano  en  Castilla,  1910.  Discurso  sobre  el  es- 
tilo, 1911.  Provincialismos  de  expresión  y  de  fonética  en  México,  1912. 
El  Paisajista  don  José  M.  Velasco,  1912.  La  Gramática  y  la  alquil 
mia,  1913.  Carta  crítica,  1913.  Discurso  sobre  las  causas  de  que  no  se 
aprenda  ortografía  en  la  escuela  IV  preparatoria,  1914.  Los  Funda- 
mentos del  arte  literario,  1915.  Lo  que  enseña  la.  zñda  de  Cervantes, 
1916.  Un  dictamen  sobre  ortografía  fonética  (con  A.  Quijano),  1916. 
Las  Urracas  académicas  y  el  bulhul  modernista  ó  Los  deslices  gra-^ 
maticales  de  don  Francisco  Villaespesa,  1917.  En  pro  del  casticismo 
(varios  folletos  anteriores),  1917. — Ismael  Rizo  y  Peñalva  publicó 
las  novelas  Un  cacique,  Valencia,  1893;  Pascual,  ibid.,  1896;  Manchas 
de  origen,  ibid.,  1900;  La  Virtuosa,  ibid.,  1903. — E.  Rodríguez  Pérez, 
español,  por  seud.  Franco  del  Todo,  publicó  Lo  que  ustedes  quieran, 
poesías,  Habana,  1893. — José  Rodríguez  Castro  publicó  Cosas  de  Hai- 
tí, notas  de  un  viaje,  Ponce,  1893. — M.  Rodríguez  Maíllo  publicó  Re- 
cuerdos militares;  contiene  biografías  de  los  primeros  caudillos  des- 
de 18^ j...,  Madrid,  1893. — Rafael  Rodríguez  Martín  publicó  An- 
dalucía, cantares,  Málaga,  1893. — Christian  Roeber,  argentino,  pu- 
blicó La  Santa,  poema,  1893,  Fruta  sin  cascara,  id.,  1893. — Francisco 
RoiG  Y  Bataller,  valenciano,  redactor  del  Heraldo  (1900),  cola- 
borador de  Los  Teatros  (1903),  estrenó  Pronóstico  reservado,  1893.  • 
El  Suceso  del  día,  1900.  El  Bastón  de  concha,  1902.  La  Traca,  zarzue- 
la, 1904.  Academia  de  besos,  1910.  Carne  ardiente,  1910. — Eugenio 
Ruidíaz  y  Car-wia  (1849-1896),  de  Gobiendes  (Asturias),  médico  y 
tipógrafo,  publicó  La  Florida,  su  conquista  y  colonización  por  Pedro 
Menéndez  de  Aviles,  Madrid,  1893-94.  2  vols.  —  Eladio  Ruiz  y  Plá, 
catalán,  colaborador  de  Barcelona  Cómica  (1896...),  publicó  El  Estu- 
diante, artículos  y  poesías...  escolares  (con  Ramón  de  Santos),  Ma- 
drid, 1893.  Flora,  dr.,  1900.  El  Único  juez,  dr.,  1900.  ¿Ángel,  mujer  ó 
rosa?,  pequeño  poema,  Madrid,  1900.  Expiación,  nov.,  1905.  Triste  re- 
cuerdo^ poema  elegiaco.  Cantares  y  pensamientos.  Qué  es  amor,  poe- 
mas. Rasgos  poéticos. — ^Manuel  Sáinz  de  los  Terreros  publicó  El  Muy 
noble  y  leal  valle  de  Soba,  Madrid,  1893. — Ramón  Salas  Ricomá,  pu- 
blicó Guía  hist.  y  arlíst.  del  monasterio  de  Poblet,  Tarragona,  1893. — 
Eloy  Sánchez  del  Arco,  publicó  Monografía  de  Alcalá  de  los  Gazu- 


S.    XIX,    1893.    FRANCISCO   TOSTA    GARCÍA  323 

les,  Cádiz,  1893. — Juan  F.  Sánxhez  (n.  1874-),  de  San  Antonio  (Cuba), 
por  seud.  Osear  de  Alva,  publicó  Crónica  Literaria,  San  Antonio  de 
los  Baños,  1893.  Galería  Criolla,  ibid.,  1894.  Pro  Patria,  1899. — Fede- 
rico DE  Sancho,  colaborador  de  La  Gran  Vía  (1893),  publicó  Sinfonía, 
primeros  versos,  Madrid,  1S93. — Fray  Mariano  del  Santísimo  Rosa- 
rio, trinitario,  publicó  Amor  que  salva,  historia  que  parece  novela  y  no~ 
-vela  que  se  asemeja  á  cuento.  Madrid,  1893. — Francisco  Serrato  publi- 
có Cristóbal  Colón,  historia  del  descubrimiento  de  América,  ^Madrid, 
1893.  Fr.  Andrés  de  Aguirre,  1905  (en  Euskal-Erria,  LII).  Pascual  de 
Andagoya  (ibid.).  Martíti  Pérez  de  Olazáhal  (ibid.).  Don  Ignacio  de 
Embil  (ibid.).  Sorpresa  de  Curalava  (ibid..  Lili). — Ezequiel  Solana, 
profesor  normal,  director  de  El  Magisterio  Español,  autor  de  obras  di- 
dácticas, publicó  Alboradas,  ramillete  de  poesías,  3.^  edic.  correg.,  Zara- 
goza, 1893;  Madrid,  1898,  1900,  1902,  1905,  1907.  Lecturas  de  Oro, 
colección  de  ejemplos,  fábulas  é  historietas  morales  para  niños,  1900. 
7.*  ed.,  1902.  Cervantes  educador,  1914. — Sonetos  de  varios  ingenios 
de  Madrid,  Sevilla,  1893. — ^Manuel  Soriano,  gallego,  estrenó  Los  Em- 
paredados, juguete,  1893.  La  Partida  de  damas,  comedia,  1895.  Ge- 
deón  (con  L.  Falcato),  1S96.  La  Compañía  de  Jesús  (con  A.  Ramos), 
1897,  El  Estado  de  sitio  (con  L.  Falcato),  1899.  Los  Sobrinitos  (con 
id.),  1900.  La  Molinera  (con  litorales  del  Campo),  1900.  El  Arlequín, 
jug.  (con  id.),  1909.  Trinos  de  gorrión,  1913. — Rodrigo  Soriano  y 
Barroeta,  valenciano,  diputado,  redactor  de  La  Época  (1892),  funda- 
dor de  El  Radical,  en  Valencia  (1903)  y  España  Nueva,  publicó  Una 
Conferencia  con  Emilio  Zola.  La  Vida  donostiarra,  1893  (con  seud.  de 
Koak,  en  La  Época).  Moros  y  Cristianos,  notas  de  viaje  (1893-94), 
Madrid,  1894.  La  Walkyrin  en  Bayreuth,  ibid.,  1898.  Por  esos  mundos, 
Barcelona  (1897).  Grandes  y  chicos,  artículos  y  cuentos.  Valencia. 
1899.  Las  Flores  rojas,  ibid.,  1901.  El  Triunfo  de  don  Carlos,  fanta- 
sías, caprichos,  etc.,  1901. — Eugenio  G.  Terán,  estrenó  Guernikako- 
arbola,  boceto  cómico  lírico,  1893. — Luis  de  Terán,  redactor  de 
Nuestro  Tiempo,  publicó  Claro  oscuro,  ensayo  de  novela,  Bilbao, 
1893.  Violetas,  cuentos  reales  y  fantásticos,  Madrid,  1900.  La  Tra- 
gedia de  Mirallano,  nov.,  1913.  Patria,  estrenada  en  1915.  —  José 
Tolosa  Hernández  (n.  1870-),  de  Murcia,  redactor  de  Las  Provincic^ 
de  Levante,  El  Liberal  de  Murcia  (1904),  etc.,  publicó  Mis  primeros 
versos.  Murcia,  1893.  Más  versos,  ibid.,  1894.  Nuevos  versos,  ibid., 
1896.  Versos,  ibid.,  1899.  Granos  de  arena,  versos,  ibid.,  1902.  Átomos, 
versos,  ibid.,  1905.  Pasionarias,  poesías  religiosas,  ibid.,  1907.  Espon- 
táneas, versos,  ibid.,  1907. — Francisco  Tosta  García  (n.  1852-).  de 
Caracas  (Venezuela),  militar,  periodista,  político,  de  todas  las  Acade- 
mias de  su  tierra,  escritor  de  anécdotas,  leyendas,  tradiciones,  hechos 
históricos  (falseados)  y  costumbres  regionales  caraqueñas,  satírico  y 
festivo  y  en  lenguaje  regional,  bien  que  nada  atildado  á  veces  y  menos 
esmerado  en  la  hechura;  trató  de  imitar  á  Galdós  y  á  Ricardo  Palma 
con  fortuna  escasa.  Leyendas  de  la  conquista,  Caracas,  1893.  Don  Se- 


3i4  ÉPOCA  REGIONAL  Y  MODERNISTA   (1888-I907) 

cundino  en  París,  ibid.,  1895.  Política  de  buen  humor,  Madrid,  1899. 
Episodios  venezolanos,  2  series,  Caracas,  1905-13.  Costumbres  cara- 
queñas. Leyendas  patrióticas.  Doña  Irene,  zarz.  Jacobilla,  nov.  Risa 
sana.  La  Reforma  en  ristre.  El  Poder  civil.  Gonz.  Picón-Febres,  La 
Liter.  Venez.,  1906,  pág.  420:  "Don  Secundino  en  París,  que  es  la 
obra  festiva  más  notable  que  Tosta  García  ha  publicado,  muestra  un 
tipo  netamente  nacional,  trasciende  á  levadura  del  país  y  hace  reír  de 
veras  con  el  regocijado  chiste  que  bulle  murmurando  por  sus  páginas.*^ 
— Nicolás  Travieso,  cubano,  publicó  Una  sotana  vieja  estorbando 
á  un  provisor,  nov.  hist.,  San  Petersburgo,  1893. — Lorenzo  Trujillo 
Marín,  cubano,  estrenó  El  1/  de  mayo,  Habana,  1893. — Rafael  y  Emi- 
lio DEL  Val  estrenaron  El  Diablo  mundo,  zarz.,  Manila,  1893. — Moisés 
Valdés  Codina  (n.  1870-),  de  Cienfuegos,  director  de  El  Constitucio- 
nal (1893),  estrenó  El  Sueño  de  un  madrileño,  1904. — Bautista  Vare- 
la  Balboa  publicó  Neblinas,  poesías,  Lugo,  1893. — José  María  Vigil 
(■j-  1916),  mejicano,  tradujo  y  comentó  las  Sátiras  de  Persio,  dejó  sin- 
acabar  la  Reseña  histórica  de  la  Literatura  mexicana  y  publicó  Poe- 
tisas mexicanas,  Méjico,  1903  (de  95  poetisas). — Antonio  Vives  y  Es- 
cudero, colaborador  del  Bolet.  de  la  Soc.  Esp.  de  Excursiones  (1897), 
publicó  Monedas  de  las  Dinastías  arábigo-españolas,  Madrid.  1893.  La 
Moneda  castellana,  1901  (disc.  rec.  Acad.  Hist.).  Estudio  de  Arqueo- 
logía cartaginesa,  Madrid,  1917. — Vicente  Yarza,  publicó  El  Diablo 
en  el  convento,  novela  fantástica^  Zaragoza,  1893. 


índice,  por  anos,  de  autores  y  obras  anónimas 


Abadías    de    Santularia    (León), 

1889. 
Abarzuza  (Luis  de),  1888. 
Abatí  y  Díaz  (Joaquín),   iSg:;. 
Abreu  (Manuel  Héctor),  1891  (en 

Héctor). 
Academia  de  la  Hist.   de   Vene- 
zuela,  1889. 
Acevedo  y  Huelves  (Bernardo). 

1893. 
Agosta  (Vicente),  1890, 
Agar,  1890. 

Aguilera  y  Porta  (Castor),  1892. 
Alameda  Castillo    (Vicenta), 

1889. 
Albarracín    (Santiago    J.),    1889. 
Albarrán    y    Nogueira    (Isidro), 

1890. 
Álbum    biográfico    dertosense, 

1892. 
Álbum  de  la  guerra  del  Paraguay, 

1893. 
Álbum  de  El  Criollo,  1888. 
Álbum  poét...    S.  S,   León  XIII, 

1888. 
Alfonso  (Francisco),  1889. 
Almafuerte,  1892. 
Almoina    y    Caballero    (José), 

1890. 
Alonso  (Benito  F.),  1891. 
Alonso  Criado  (Matías),    1888. 
Al  pie  del  cañón,  1888. 


Altamira    y     Crevea     (Rafael), 

1890. 
Altolaguirre  (Manuel),  1888. 
Alvarez  Alarcón  y  Terán,  1890. 
Alvarez    y    Alvarez    (Antonio), 

1890. 
Alvarez    Crovetto  (Enrique), 

1888. 
Alvarez  Limeses  (Gerardo),  1893. 
Alvarez  Cabrera  (José),  1892. 
Alvarez  (Luis),  1889. 
Alvarez   de  Flórez    (Mercedes), 

1889. 
Alvear  y  Ward   (Sabina),    1891. 
Alvero  y  Calvo  (Enrique),  1892. 
Alzóla  y  Minondo  (Pablo),  1891. 
Amado  y  R.  de  Villebardet  (P.), 

1891. 
Amézaga  (Carlos  G.),  1891. 
Amunátegui    Solar    (Domingo), 

1889. 
Anales  de  la  Univ.  de  Montevi- 
deo, 1891. 
Ancona  (Eligió),    1889. 
Andoin  (Hipólito  G.  de),  1888. 
Andrade  (Roberto),   1890. 
Aneiros  Pazos  (Luciano),  1893. 
Anrique  Reyes  (Nicolás),  1891. 
Ansorena  (Luis  de),  1890. 
Antañón  (Perpetuo),  1S93. 
Antich  e  Izaguirre  (Francisco), 

1893. 


3a6 


AUTORES  Y  OBRAS  ANÓNIMAS 


Antigüedades  mexicanas,  1892. 
Antología  castellana,  1893. 
Antolog.  hisp.-amer.   de   la  Aca- 
demia, 1893. 
Antología  ecuatoriana,  1S92. 
Antón  del  Olmet  (Fernando  de), 

1889. 
Antón    Ferrándiz   (Manuel), 

1892. 
Antuña  (José  Luis),  1892. 
Anuario    de   la   Prensa   chilena, 

1889. 
Anón  (Francisco),  1889. 
Apuleyo    (trad.  por  anón.),  1890. 
Aragón  (Luz),  1893. 
Aramburu  (Joaquín  N.),  1890. 
Araneda  (Rosa),  1893. 
Arango    y    Alarcón    (Enrique). 

1889. 
Arango  y  García  (Juan),  1891. 
Aranzadi  y  Unamltío  (Telesforo 

de),  1889. 
Araujo  (Carlos),  1892. 
Arberola  (Ginés),  1890. 
Arellaxo  y  Yecorat  (Juan),  1893. 
Arellano    y    Yecorat   (Nicolás), 

1892. 
Arenas  López  (Anselmo),  1892. 
Arenys  de  Mar  (fray  Tomás  de), 

1889. 
Arévalo  González,  1892. 
Arévalo  (Joaquín  de),  1888. 
Arguelles  (P.  Tomás),  1893. 
Arguinzóniz     (Antonio     Manuel 

de),  1889. 
Artas  Bayón  (Joaquín),  1893. 
Arjona  y  Láinez  (Joaquín),  1891. 
Arnaud   (Leopoldo),   1889. 
Arniches    y    Barrera     (Carlos), 

1888. 
Arozteguy  (Abdón),  1888. 
Arpe  (Celedonio  José  de),  1893. 
Arredondo  (Máximo  de),  1890. 
Arreguine   (Víctor),   1889. 
Arrúe  y   Olavarría   (F.   y    E.), 

1889. 


Arruebarrena  (Miguel),  1893. 

Arvelo  (Ramón),  1890. 

Ateneo  {El),   1888. 

Athos,  1892. 

AvALos   Droguett  (Gerardo), 

1893. 
Aznar  y   Gómez  (Manuel),   1889, 
Azorín,  1893  (en  J.  Martínez). 


B.  Y  M.  (L.),  1889. 
Baeza  (José  Frutes),  1889. 
Bahamonde  (M.),   1890. 
Baldrich  (J,  Amadeo),  1890. 
Balsa  de  la  Vega  (Rafael),  1891^ 
Ballesteros  (Ernesto  G.),  1890. 
Ballivián  (Man.  V,),   1890. 
Banqué  y  Faliú  (José),  1893. 
Barbarismos...  del  Ecuador,  1893, 
Barbera  (José  Domingo),  1892. 
Barberena  (Santiago  L),  1892. 
Barbero  Mamblona  (Ignacio), 

1888. 
Barcia  y  Pavón   (Ángel  María), 

1889. 
Bark  (Ernesto),   1891. 
Barrantes  (Pedro),   1892, 
Barreiro  (Lisardo),  1890. 
Barrenechea  (Fernando    de), 

1891. 
Barreto  (Mariano),   1893. 
Barrientos  Díaz  (P.  J.),  1892. 
Barrios  (Santos),  1889. 
Barros  Méndez  (Luis),  1892. 
Bas  y  Cortés  (Vicente),  1892. 
Basaldúa  (F.  de),  1893. 
Baselga    y    Ramírez    (Mariano), 

1892. 
Bastida  y  Pons  (Antonio),   1889. 
Baytón  (José  María),  1890. 
Beceiro  de  Pato  (Carmen),  1890. 
Becerra  (Vicente),  1893. 
Belmar  (Elsperanza  de),  1888. 
Bellido    y    González    (Manuel), 

1888. 


AUTORES  Y  OBRAS  ANÓNIMAS 


327 


Benavente  (Jacinto),  1892. 
Benavides  (José),  1892. 
Bendicho  (Jaime),   1890. 
Benejan  (Juan),  1888. 
Benítez  Veguillas  (M.),   1890. 
Bermúdez  Reina  (Teodoro),  1889. 
Berned  (Adán  J.),  1893. 
Berrueta  (Martín  D.),  1893. 
Berwick  y  de  Alba  (Duque  de), 

1890. 
Berwick    y    de    Alba    (Duquesa 

de),   1891. 
Bibliografía  Colombina,  1892. 
Biblioteca  Colombina,   1888. 
Biblioteca  de  la  prov.  de  Madrid, 

1889. 
Biblioteca    de   la   risa    (Nueva), 

1888. 
Biblioteca  del  Inst.  Nac.   Chile, 

1890. 
Biblioteca     hist.    de    Cartagena, 

1889. 
Blanblot    H  o  l  l  e  y    (Anselmo), 

1893. 
Blanco  y  Negro,  1891. 
Blanco   García   (Fr.    Francisco), 

1889. 
Blanchard  -.  Chessi      (Enrique), 

1889. 
Blasco  (Cosme),   1888. 
Blasco  (Eduardo),    1889. 
BoADA  (Luciano),  1893. 
Bocanegra  (José  María),   1892. 
Boletín  de  Silos,  1898. 
Bolívar-Alvarez   (Rafael),   1893. 
Bonafont  (I.),  1892. 
BoRis  de  Tannenherg,  1889. 
Botella     y     Serra     (Cristóbal), 

1892. 
Bozal  Lejalde  (Fr.  Pablo),  1893. 
Bravo  (Carlos),  1889. 
Bravo  y  Guardiola    (Clemente), 

1892. 
Briones    y    Esquivel     (Gabriel), 

1890. 
Bruguera  (Adrián  L.),  1889. 


Buj  (J.),  1893. 

Bustamante    y    Sirven  (Antonio 

S.  de),   1891. 
Bustamante  (Eduardo  de),   1889. 
Bustamante  y  Ríos  (Luis),  1893. 
Busto    Valdés    (Raimundo    del), 

1891, 
Byrne  (Bonifacio),  1893. 


Cabanellas  (Emilio),  1890. 
Cabello  (Mercedes),  1S88. 
Cabeza  León  (Salvador),   1892. 
Caccia  (A.),  1893. 
Cáceres  y  Plá  (Francisco  de  P.), 

1891. 
Cadavieco  y  Calderón  (Camilo), 

1888. 
Cadenas  (José  Juan),   1893. 
Calancha   (Jeremías),   1893. 
Caldeiro  (José),  1890. 
Calderón  (José),  1893. 
Calvo  Acacio  (Vicente),  1890. 
Callagham  (Ramón   O.),    1890. 
Callejas    Becerra  (José  María), 

1893. 
Cambrils  (Ignacio  de),  1889. 
Camilo  y  Orella  (Joaquín  Anto- 
nio de),  1892. 
Camón  (Francisco),   1889. 
Campo  y  Otero  (Benito  del),  1891. 
Campoy  (José  María),  1890. 
Camps  y  Feliú  (Francisco),  1890. 
Canales  (Pedro),  1889. 
Canals  y  Vilaró  (Salvador),  1889. 
Cancio  Madrigal  (César),   1889. 
Canga  -  Arguelles     y     Villalba 

(Felipe),   1888. 
Cánovas    y    Cobi::'o    (Francisco), 

1890. 
Cantabria  (De),   1890. 
Cantó     Villapl\::a     (Gonralo), 

i883. 
Cañarte  (Juan  Jooé),  1893. 
Cañaveral  (José),   1891. 


328 


AUTORES  Y  OBRAS  ANÓNIMAS 


Caravantes  (Leonor  R.),  1890. 

Carbonell  (Francisco),  1890. 

Caro  (Eduardo),  1S92. 

Carr  (Oswaid   A.),   1890. 

Carranza  (Adolfo  P.),  i83S. 

Carrasco  (Gabriel),  1889. 

Carrascosa  (Jesús),   1890. 

Carreras  (Roberto  de  las),  1892. 

Carrillo  de  Albornoz  (Maximi- 
no), 1890. 

Casabó  y  Paces  (P.),  1891. 

Casal  (Julián   del),   18S8. 

Casanova  (M   -iricio  de),  1892. 

Casanueva   (Carlos),    18S8  . 

Castaños  (Manuel  María),  1889. 

Castellón  y  Codorniú  (Federi- 
co), 1888. 

Castillo  Tejada  (C.  del),  1893. 

Catarineu  (Ricardo  José),  18S9. 

Ceballos  Dosamantes  ( Jesús ), 
1889. 

Ceniceros  y  Villareal  (Rafael), 
1892. 

Centenario  de  Colón  (El),   1892. 

Céspedes  (El  Licenciado),   1890. 

Cid  y  Farpón  (Leoncio),   1889, 

Cid   Hermida  (Luciano),   189 1. 

Clavero  y  Carmona  (Antonio), 
1888. 

Cobo  (P.  B.).  1890. 

Códice  Maya,  1892. 

Cojo  ilustrado  (El),  1892. 

CoLECC.    doc.  hist.  Medina,   1891. 

Colecc.  poet.  zacatecanas,  1893. 

Colón,  poema  (Cristóbal),  1892. 

CoLUBÍ  (Francisco),   1889. 

CoLL  Y  Tosté  (Cayetano),  189 1. 

COLL  (Fr.  José),  1 89 1. 

Collazo  y  Tejada  ( Enrique ), 
1893. 

CoLLELL  (Jaime),    1891. 

C0MALLONGA  (José),   1892. 

CoMiNGEs  (Juan  de),   1892. 

Conde  (Guillermo  Luis  de),  1890. 

Conde  (José),    1892. 

Conferencias  del  Ateneo,  1892. 


¡  Conté  (Francisco  A.),  1889. 

Contreras  Infante  (José),  1891. 

Coplas,  1889. 

CoRBATÓ  (Fr.  José  Domingo  Ma- 
ría),  1888. 

Cordero  (Manuel),  1892. 

Cordovés  Moure  (José  Mana), 
1893. 

Coronado  y  Alvaro  (Francisco  de 
P.),  1891. 

Corrales  y  Sánchez  (Enrique), 
18S9. 

Correoso  Mikand\  (]\icurdo), 
1891. 

Cortes  de  los  ant.  rein.  de  Ara- 
gón, Val.,  Catal,  1888. 

Costa  y  Pujol  (José),  1889. 

Costa  (Patrocinio),   1888. 

Crespo  y  Botella  (Andrés),  1889. 

Crespo  (Luis  S.),  1893. 

Cronau  (Rodolfo),  1892. 

Cruz  (Francisco  Javier  de  la), 
1892. 

Cuadra  y  Gibaja  (Enrique  de  la), 
1890. 

Cubeiro  Pinol  (Juan),  1891. 

Cubillo  (R.),  1888. 

Cubría   (José  Alejandro),   1893. 

Cucarella  y  Candel  (Pascual), 
1890. 

Cuervo  (Antonio  B.),  1891. 

Cuervo  (Fr.  Justo),  1889. 

Cuesta  y  Sainz  (Antonio  de  la), 
1889. 

Cuesta  (José  de  la),  1888. 

Cuesta  y  Gallardo  (Pedro), 
1889  . 

Cuevas  (Domingo),  1893. 

Cuevas  García  (Julio  d  e  las), 
1888. 

Curiosidades  bibliográficas,  1892. 

Cuyas     y     Sampere     (Antonio), 


Chabret  (Antonio),   1888. 
Chave  y  Castilla  Qulián),  1888. 


AUTORES  Y  OBRAS  ANÓNIMAS 


329 


Chaves     Torres     (José     María),   - 

18S9. 
Chaves  y  Rey  (Manuel),  1891. 
Chaves  (Regino),  1892. 
Checo  (P.  A.).  1893. 
Chicote  Casaña  (Emilio),  1892. 
Chistes,  1890. 
Chistes,  1891. 
Chocano  (José  Santos),  1893. 

Dahlman  (J.),  1893- 
Dañero  (Emilia),  1893. 
Darío  (Rubén),   1888. 
Daza  de  Campos  (Arturo),  1891. 
Delgado  (P.  Juan  J.),  1892. 
Delgado  Merchán  (Luis),    1893. 
Díaz  (Fr.  Casimiro),  1890. 
Díaz  y  Macías  (José),  1890. 
DÍAZ  DE  Escobar  (Narciso),  1889. 

DicENTA  Y  Benedicto  (Joaquín), 
1888. 

DiÉGUEZ  Y  Barrios  (Luis),  1889. 

DÍEZ  de  Medina  (Ángel),  1889. 

DÍEZ  DE  Tejada  (Vicente),   1890. 

DiGEs  Antóií  (Juan),  1889. 

DiHiGO  (Juan  Miguel),   1888. 

Discursos  académicos  de  Hondu- 
ras, 1888. 

DocuM.    del   Arch.   de   Madrid, 
1888. 

Domínguez  (P.  Isidoro),  1889. 

Domínguez  Barrera  (Juan),  1891. 

Domínguez    Berrueta    (Martín), 

1893- 
Domínguez  (Ricardo),  1888. 
Domínguez  (Silverio),  1888. 
Don  Quijote,  1892. 
Dulzaides    del    Cairo    (Laura), 

1893. 
Duran    y   Lerchundi    (Joaquín), 

1893. 
DuRBAN  Orozco  (José),  1892. 

Echagüe  (Pascual  J.),  1891. 
Echegaray  (Carmelo),   1892. 


Echegaray  (Pastora),   1893. 
Echeverría    y    Reyes    (Aníbal), 

1889. 
Echeverría  (Aquileo  J.),  1889. 
Echeverría  (Carlos  E.).  1889. 
Eduardo  (Isaac  G.),  1888. 
Efemérides   de  la  guerra  de    la 

Independencia,  1888. 
Eguilaz  (Rosa  de),  1889. 
EixARCH  Santapau  (  M  a  n  u  c  1 ), 

1893. 
El,  1893. 

Elías  de  Molins  (Antonio),  1889. 
Eliz  (Leonardo),   1889. 
Elizondo,   1889. 
Enciso  (Julio),   1890. 
Enrich   (P.  Francisco),   1891. 
Ensayos  biográf.  (Chile),  1893. 
Errazuriz  (Amalia),   1888. 
Escamilla  (T.),   1892. 
EsPANTALEÓN  (Juan),  1892. 
España  Moderna,  1889. 
España  Artística  (La),   1888. 
E:peranza  y  Sola  (José  María), 

1891. 
EsTELLER     (Benito     y     Alfredo), 
1888. 
'   Esteva  (Adalberto  A.),   1890. 
Esteva  Ravassa  (Gaspar),  1891. 
Estévanez  y  Murphy  (Nicolás), 

1891. 
EsTÉvEZ  Travieso  (José),  1892. 
Estopa  (Eugenia  N.),  1890. 
Estrella  de  Chile  (La),  1892. 

Fabré  Oliver  (Juan),    1889. 
Fació  (Lorenzo),  1889. 
Falcón  (Manuel),  1888. 
Farinelli  (Arturo),  1891. 
Pebres  Cordero  (Tulio),  1890. 
Feced  y  Temprado  (Pablo),  1888. 
FÉLIX  (P.  José),  1892. 
Fernández     Cuevas     ( Antonio ), 

1889. 
Fernández     Martín     (Antonio), 

1892. 


33o 


AUTORES  Y  OBRAS  ANÓNIMAS 


Y  Moreno  (Antonio),  ' 
I 

y  Medina  (Benjamín), 

Espiro  (Diego),  1S92. 
CoRUGEDo     (Emilio), 


Campano     (Enrique), 

Granados    (Enrique), 

Arias     ( Evaristo ), 

(Federico  W.),   1893. 
Villegas  (Francisco), 

y  Neira  (J.),  1893. 
Y  Díaz  (Jesús  María), 


Fernández 

1888. 
Fernández 

1891. 
Fernández 
Fernández 

1893- 
Fernández 

1892. 
Fernández 

1889. 
Fernández 

1893. 
Fernández 
Fernández 

1889. 
Fernández 
Fernández 

1889. 
Fernández  Giner  (José),  1889. 
Fernández  González  (José), 

1892. 

Fernández  Ferraz  (Juan)  1892. 
Fernández  Lujan  (Juan),  1889. 
Fernández    Ruano    (  Manuel ), 

1892  . 
Fernández  (Maximino),   1890. 
Fernández  (Pedro),   1893. 
Fernández  Iglesias  (Rafael), 

1892. 

Fernández    Montalva   (Ricardo), 

1888. 
Fernández    López    (Ventura), 

1893 
Fernández  Llera  (Víctor),  1890. 
Ferreiroa  y  Millán  (Urbano), 

1893. 
Ferrer  y  Lalana  (M.),  1892. 
F1GUEROA  (Sotero),  1888. 
Flix  (El  Duque  de),  1893. 
Flores  (Eugenio  Ant.),   1889. 
Flórez  (Adolfo),   1888. 
Flórez  (Julio),   1893. 
Font  de  Fonsdeviela  (Enrique), 

1891. 


FoRNER  Y  Segarra  (Agustín  Fran- 
cisco), 1893. 

FoRNiÉs  Calvo  (El  General)^ 
1892. 

FoRTEZA  (Jerónimo),  1893. 

Fraguas  (José),  1889. 

Fraile  Miguélez  (Juan),  1892. 

Freyre  Toledo  (Antonio),  1891. 

Fuentevilla  (José  María),  1893. 

Fuenzalida  G  r  a  n  d  6  n  (Alejan- 
dro), 1889. 


Gabaldón  (Luis),  1889. 

Gagini  (Carlos),  1892. 

Galante  y  Rupérez  (Adolfo)^ 
1892. 

Galarraga  de  Salazar  (Concep- 
ción), 1890. 

Galería  de  esp.  ilustres,  1893. 

Gali  Lassaletta  (Aurelio),  1892. 

Gálvez  (Juan  Ignacio),  1893. 

GÁLVEZ  (Víctor),  1888. 

Gálvez  (Wen.),   1891. 

Gallardo  Lobato  (Juan),  1892. 

Gallego  (Tesifonte),   1890. 

Gamboa  (Federico),  1889. 

GÁMEZ  (José  D.),  1889. 

Gante  (Emilio),  1892. 

Garcés  (Modesto),  1890. 

García  Cubas  (Antonio),  18S8. 

García  de  Castro  (Clemente)^. 
1889. 

García  Peres  (Domingo),   1890. 

García  de  Tejada  (Emilio),  1891. 

García  Ladevese  (Ernesto),  1892. 

García  González  (José),  1890. 

García  ]\Iartínez  (José),  1892. 

García  Plaza  (José),  1888. 

García  (José  Gabriel),   1890. 

García  Aldeguer  (Juan),  1889, 

García  Nieto  (Juan),  1888. 

García  Ortega  (Juan),  1889. 

García  Ramón  (Leopoldo),   1889,. 

García  (Manuel  Vicente),  1890. 


AUTORES   Y   OBRAS  ANONI>iAS 


33l 


García  Hernández  (Rafael),  I 

1892.  f 

Garci-Pérez,  1891. 
Garran  (Constantino),    1S88. 
Garrido  Atienza  (Miguel),  1889. 
Garzón  (P.  Feo.  de  P.),   1889. 
Gascón    de    G  o  t  o  r    (Anselmo), 

1890. 
Gascón    y    Guimbao    (Domingo), 

1891. 
Gascón  de  Gotor  (Pedro),   1890. 
Gatell  (José  Ildefonso),  1889. 
Gay  Lussal^  1888. 
Gazul  de   Uclés  (Arturo),   1888, 
Gesta  y  García  (Enrique),  1890. 
Gesta   y    Leceta    (Marcelino), 

1888. 
Gil  Alvaro  (Antonio),  1893. 
Gil  (Pablo),  1888. 
Gil  (Rodolfo),   1892. 
GivoviCH  (Arturo),  1888. 
GoBiLA  (César  José),  1891. 
GÓMEZ  Carrillo  (Enrique),  1892. 
Gómez  Humarán  (Felipe),   1890. 
GÓMEZ  DEL   Palacio  (Francisco), 

1893. 
GÓMEZ  Y  Arroyo  (G.),  1892. 
GÓMEZ  DE  Fuensalida  (Gutierre), 

1890  (en  Berwick). 
GÓMEZ    DE    LA    Serna    (Javier), 

1888. 
GÓMEZ  Landero  (Juan),   18S9. 
GÓMEZ  Imaz  (Manuel).  1888. 
GÓMEZ    Moreno    (Manuel),    1890. 
GÓMEZ  (Mercedes),   1889. 
GÓMEZ  Soler  (Milagros),  1890. 
GÓMEZ  (Rafael),   1892. 
GoMiLA  (Sebastián),  1891. 
González    Francés    (Aureliano), 

1888. 
González  Atané  (Camilo),   1892, 
González  Forte  (Eco.),    1889. 
"González    Prast  (Gabriel),  i8go. 
González  Camargo  (Joaquín), 

1889. 
González  (Joaquín  V.),  1888. 


González    Páramos  (José),    1894 
González    Agejas    (Lorenzo), . 

1889. 
González   Obregón  (Luis),   18S8. 
González  Pérez  (Luis),  1893. 
González    del    Valle    (Martín), 

1892. 
González  (Melitón),   1890. 
González  Solís  (Protasio),  1890.. 
González    (Teresa),     1893    (en 

Luz). 
Granada  y  Conti  (Daniel),  1889. 
Granados  (Mariano),  1891. 
Grillo  (Maximiliano),   1891?. 
Guardia  (Ernesto  de  la),  1891. 
Guerra  y  Ojeda  (Antonio),  1890. 
Guerra  y  Mota  (Domingo),  1893. 
Guerra  (Manuel  María),   1888. 
Guerras  de  D.  Berenguel  (Las), 

1889. 
Guerrero  (Rafael),  1890. 
Guevara  (Tomás),   1890. 
Guijarro  (Ricardo);^  1892. 
GuMUcio  (Manuel   de),  1891. 
Gutiérrez  Pons  (Ángel),  1892. 
Gutiérrez  (Gumersindo),  1891. 
Gutiérrez   Alba  (José  María), , 

1891. 
Gutiérrez     (José    Margarito ), 

1892. 
Gutiérrez  (Josefa),  1893. 
Gutiérrez  del  Caño  (Marcelino), . 

1888. 
Gutiérrez  (Valeriano),  1888. 
GuzMÁN  (Luis  Ramón),  1890. 


Hatuey,  1890. 
Hazañas  (Joaquín),   1888. 
HÉCTOR  Abreu  (Manuel),  1891. 
Heras  (Justo  R.),  1891. 
Heredia   y   Girard   (José    María 

de),  1893. 
Heredia  (Rafael),   1891. 
Heredia  (Catalogue  de  le  Bibliot. 

de  M.  R.),  1891. 


332 


AUTORES  Y  OBRAS  ANÓNIMAS 


Hermúa  (Eduardo  S.),  1891. 

Hernández  y  Fajarnés  (Anto- 
nio), 1888. 

Hernández  Villaescusa  (Modes- 
to), 1892. 

Hernández  y  Montes  (Ricardo), 
1893. 

Hernández  (Román),  1889. 

Hervás  y  Buendía  (Inocente), 
1890. 

Hidalgo  (José  Manuel),  1889. 

Historia  de  S.  María  de  Huerta, 
1891. 

Homenaje  á  María,  1892. 

HoRTA   (Aurelio),   1891. 

Huertas  Lozano  (José),   1888. 

Hurtado  (Manuel  H.),  1890. 

Hurtado  (Publio),  1892. 

Ibáñez  Marín  (José),   1891. 
Ibarra   y   Rodríguez    (Eduardo), 

1892. 
Icaza  (Eco.  A.  de),   1892. 
Iglesias  (Santiago),  1888. 
Inza  Ochoa  (Atanasio),  1889. 
Iracheta  (Erancisco  de),  1893. 
Irarrazábal    Z.   (Alfredo),    1888. 
Irigoyen  (Manuel),    1891. 
Isaza  (José  Joaquín),  1892. 
ISERN  (Damián),   1892. 
IvEjA  (Mario  de),  1889. 

Jaén  y  Rosales  (Narciso),  1890. 
Jareño  Martín  (M.),  18S8. 
Jesús  Bertrán  (Marcos),  1893. 
Jiménez  Pastor  (Arturo),  1892. 
Jiménez  Prieto  (Diego),  1890. 
Jiménez  Huertas  (F.  J.),  1888. 
Jiménez    Moya    (Eco.    de    Asis), 

1890. 
Jiménez    Benítez    (José    Juan), 

1S91. 
Jordán  de  Urríes  (Juan),    1893. 
José  Eladio  (G.),  1891. 
JoRRÍN  Y  Díaz  (Rafael  S.),  1892, 


JusuÉ  Fernández  (Eduardo), 
1892. 

Kayserling  (Dr.  M.),  1889. 

Labiche  y  Delacour   (Eugenio), 

1893. 

Lagos  (Fr.  Roberto),  1892. 

Lanzarot  (José),  1893. 

Lanzas  (Julio  de),  1890. 

Lara  (Horacio),   1889. 

Larra  y  Ossorio  (Luis  de),  1891. 

Larrabure  y  Unanue  (E.),   1893. 

Larriva  d  e  Llona  (Lastenia), 
188S. 

Larrosa  (Francisco),   1892. 

Larrosa  de  Ansaldo  (Lola),  1893. 

Larrubiera  y  Crespo  (Alejan- 
dro), 1888. 

Lasalde  (P.  Carlos),   1893. 

Lasarte  de  Janer  (José  María 
de),  1888. 

Lastra  y  Jado  (Valentín),   1888. 

Latino  (Aníbal),  1888. 

Latzina  (Francisco),   1891. 

Lázaro  Galdeano  (José),    1889. 

Léante  y  García   (Rafael),  1889, 

Lecea  y  García  (Carlos  de),  1891. 

Lentzner  (Carlos),   1892, 

Lenz  (Rudolf),  1893. 

León  Gómez  (Ernesto),  1890. 

León  (Nicolás),    1888. 

Leoz  (Melitón),  18S8. 

Levis  (J.  Elias),   1893. 

Leyes  de  Indias  (Las),  1889. 

Leyva  y  Aguilera  (H.  C),  1890. 

LiÑÁN  Y  Eguizábal  (Pascual  de), 
1892. 

Lira  costarricense,  1890. 

Lira  del  Mediterráneo  (La),  1888. 

Lira  Poblana  (La),  1893. 

Lista  (Aurora),   1888. 

LoNDOÑo  (Víctor  M.),   1896. 

LÓPEZ  NúÑEz  (Alvaro),   1893. 

LÓPEZ  Peláez  (Antolín),  1892. 


AUTORES  Y  OBRAS  ANÓNIMAS 


333 


LÓPEZ  DEL  Baño  (Amparo),  1892. 
LÓPEZ    DEL    Arco    (Antonio    R.), 

1891. 
LÓPEZ  Domínguez  (Emilio),  1890. 
LÓPEZ  Marín  (Enrique),  1888. 
LÓPEZ  (E.   Pascual),  1889. 
LÓPEZ  Toral  (Fernando),   1890. 
LÓPEZ  Leiva  (Francisco),  1891. 

LÓPEZ      DE      GOMARA      (JuStO      S.), 

1889. 

LÓPEZ  DE  SÁA  (Leopoldo),  1890. 

LÓPEZ     MÉNDEZ    (Luis),     1889. 

LÓPEZ  (Manuel  Antonio),  1889. 
LÓPEZ    Y    Martínez    (Pedro   Ma- 
ría),  1888. 
LÓPEZ  (Roberto).  1850. 
LÓPEZ   Arrojo  (Sebastián),   1888. 
LÓPEZ   (Ventura   F.),    1893. 
Lucio  Y  LÓPEZ  (Celso),  1888. 
Luna  (Antonio),  1S91. 
LuQUE  (Martín),  1893. 
Luz  (María  de  la),  1893. 


Llanos  (Luis  de),  1892. 
Llerena  (Antonio  R.  de),  1893. 
Llorens    y     Asensio     (Vicente), 

1893. 
Llórente   y    Vázquez    (Manuel), 

1891. 


Maciñeira  y   Pardo    (Federico), 

1889. 
Machali  Cazón  (R.),   1889. 
Madrid  Alegre,  1889. 
Magariños    Solsona    (Mateo), 

1893. 
Magdalena,  1890. 
Malpica    La    Barca    (Domingo), 

1890. 
Mancheño  y  Olivares  (Miguel), 

1892. 
Manrique  (Antonio  ^L),  1890. 
Mantecón  y  González  (Enrique), 

1891. 


Maragall  (Juan),   1892. 

M arcano  (Gaspar),  1889. 

March  (P.  A.),   1S91. 

Mario  y  López  (Emilio),  1888. 

Marín  (Eco.  Gonzalo),   1892. 

Mariscal  y  Espiga  (Leandro)j. 

1888. 
Mariscal     y    García    (Nicasio), 

1888. 
MÁRQUEZ   (Manuel),   1892. 
Márquez    y    Pérez    (Manuel), . 

1893. 
Marrero  (Juan  J.),    1893. 
Martí   Grajales  (Eco.),   1891. 
Martín  (Alfonso),   1893. 
Martín      Contreras     (Evaristo),. 

1892. 
Martín  Arrabal  (Eco.),  1892. 
Martín     Fernández     ^.Mariano),. 

1888. 
Martín    y    Villalba    (Melitón), 

1889. 
Martín    y    Mañero  (Vicente), 

1890. 
Martínez  (Alberto  B.),  1889. 
Martínez    S  alazar    (Andrés),. 

1888. 
Martínez  (Anselmo    Inés),    1889. 
Martínez    Montesino    (Francis- 
co),  1891. 
Martínez  Ruiz  (José),    1893. 
^íartínez    Lorenzo    (José),    1892.- 
Martínez   S  a  n  t  i  s  o    (Manuel), 

1892. 
Martínez  Quevedo  (Mateo),  1892. 
Martínez    Pardo  (Miguel),  1889. 
Martínez     de     Lacosta     (Rosa), 

1891. 
Mata  (Juan  de),  1892. 
Mauri  (José),  1890. 
Mavillard    (Carlos),   1892. 
Mayor.\l  (José),   1888. 
Mazatlan  literario,    1889. 
Meana  y  Hurtado  (Rafael),  1888; 
Meireles  (Eduardo),  1891. 
Mellado  y  Moreno  (José),  1891.. 


334 


AUTORES  Y  OBRAS  ANÓNIMAS 


■.Memor.    Acad.    Hist.    Vi^iesuela, 

1890. 
Mencarini  (Albino),  1888. 
Mención  Sastre  (José),  1888. 
Menéndez  y  Rodríguez  (Fernan- 
do), 1893. 
Menéndez    Martín    (Manuel), 

1890. 
Merelo  (Alfredo),   1891. 
Mesa    y    de    la    Peña    (Rafael), 

1890. 
Mesonero     Romanos     (Manuel), 

1889. 
Metafísica    y    la    Poesía  (  La), 

1891. 
MiCRÓFiLO,  1891  (en  Torre). 
Michelena  (Santiago),   1889. 
Miguélez    (Fr.    Manuel    Fraile), 

1890. 
MiLLÁN   Y  ViLLANUEVA  (Camilo), 

1890. 
MiLLÁN  (Pascual),   1890. 
MiR  (P.  Juan),  1890. 
Miralles  (Andrés),  1891. 
MiR-^NDA  (Manuel  María),    1893. 
Molina  (Florentino),  1892. 
Molina  y  Rico  (Joaquín),  1888. 
MoLiNs  (Antonio  Elias  de),  1889 

(en  Elias). 
MoLLÁ    Y    BoNET    (Benedicto), 

1889. 
Monge  (Celiano),   1889. 
MoNSALVATjE  Y  FossAs  (Francis- 

co),  1889. 
Monsalve  (José  D.),   1892. 
Montalbán    (Antonio),    1891. 
Montenegro  (José),  1891. 
Montero  (Eladio),  1889. 
Montero  Barrantes  (Feo.).  1892. 
MoNTOjo  (Patricio),    1892. 
Montoliú    (María    del    Pilar), 

1889. 
Mora  Bellver  (José),  1892. 
Morales    S.  Martín  (Bernardo), 

1889. 
Morales  (Renato),  1889. 


MoRELL  (Feo.  de   P.),   1893. 
Morte  Molina  (José)^   1888. 
Moya  Amador  (Marcelino),  1892. 
Moya  (Miguel),  1890, 
MújicA  (Pedro  de),   1891. 
MuNTADAs  (Pedro),  1890. 
MuÑiz  DE  Quevedo  (José),  1893. 
Muñoz  y  Gómez  (Agustín),  1890. 
Muñoz  Camargo  (Diego),  1892. 
Muñoz  Donoso  (Esteban),  1888. 
Muñoz  Peña  (Juan),   1889. 
Muñoz     (Margarita     Práxedes), 

1893- 
Muñoz  Cerisola  (Nicolás),   1888. 
Murillo  M.  (Juan),  1890. 
Muro  Carvajal  (José),  1888. 
Muro    y    Fernlández    (Rómulo), 

1892. 
Muzas  (Mariano),  1891. 

Narváez  (Juan),   1889. 
Natare  (A.),   1891. 
Nattes   (Enrique),    1893. 
Navarro  (Antonio),   1889. 
Navarro  y  Beltrán  (E.  L.),  1892. 
Navarro  y  Porras  (Luis),   1890. 
Navarro  (Víctor),   1893. 
Navas  Ramírez  (José  de),  1893. 
Navascués  (Eduardo  de),  1888. 
Nebreda  (Fr.   Hermenegildo), 

1890. 
Nieto  Aguilar  (José),   1893. 
Nobiliario  de  conquistadores    de 

Indias,  1892. 
Nogales  (José),  1891. 
NoNELL  Y  Mas  (P.  Jaime),  1892. 
Nones  (Adolfo),   1889. 
Noticia  del  valle  de  Mena,  1892. 
Novelas,    1892. 

Ocantos  (Carlos  María),  1888. 
Ocio  (Fr.  Hilario  María),  1891. 
O'Connor     D'Arlach     (Tomás), 

1888. 
Ojea  y  Márquez  (Santiago),  1890. 


AUTORES  Y  OBRAS  ANÓNIMAS 


335 


Olaguibel  (Feo,  Manuel),     1889. 

Oliden  (Gervasio),    1888. 

Olivart  (Marqués  del),  1890. 

Oliveira  Cezar  (Filiberto  de), 
1891. 

Oliver  y  C  o  p  o  n  s  (Eduardo), 
1889. 

Oliver  (Juan  Luis),  1888. 

Oliver  (Miguel  Santos),  1891. 

Olivera  (Carlos),  1888. 

Olivo  Pino  (Antonio),  1888. 

Omiste  (Modesto),  1893. 

Opisso  (Antonia),  1893. 

Orbaneja  y  Majada  (E.),  1890. 

Ordas  Avecilla  (Federico),  1893. 

Orellana  y  Rincón  (Luis),  1890. 

Orihuela   Grez  (Borja),   1889. 

Orrego  Luco  (Luis),  1892. 

Orsi  de  Mombello  (G,).  1890. 

Ortega  (Eugenio),   1891. 

Ortega  (Fernando),  1890. 

Orti  y  Brull  (Vicente),  1892. 

Ortiz  de  la  Torre  (Alfonso), 
1893. 

Ortiz   y   González    (Feo.),  1892. 

Ortiz  (Juan),   1890. 

Ortiz  (Rafael),   18S8. 

Ortúzar  (Camilo),    1893. 

OssoRio  Y  Gallardo  (Carlos), 
1890. 

Ovejero  de  los  Cobos  (José  Ma- 
ría), 1893. 

Oviedo  y  Romero  (Antonio  Ma- 
ría de),  1890. 

OzcÁRiz  (Víctor),  1892. 


Palacios  (Eduardo),  1890. 
Palacios  (Pedro  Bonifacio),  1892 

(en  Almafuerte). 
Palau  Ballestero  (Fco.)^  1892. 
Palomeque  (Alberto),    1888. 
Pallardó  (Alfredo),  1891. 
Pallares  A  r  t  e  t  a    (Leónidas), 

1889. 
Pallol  (Benigno),  1893. 


Pantoja  (Domingo),   1893. 

Paradas  (Enrique),  1891. 

Pardo   Vergara   (Joaquín),    1892. 

Pardo  (Luis),  1891. 

Pardo  de  Andrade  (M, i,  i8v92. 

Pardo  (Miguel  Eduardo),  1892. 

Paremiología,  1889. 

Parnaso  venezolano,   i888. 

Parnaso   venezolano,  1892. 

Participio  del  Follón,  1891. 

Pavés  (Fr.  Antonio),   1889. 

Paz  del  Castillo  (José  Ignacio), 

1888. 
Pedreira  Taibo  (Leopoldo),  [S91. 
Pedro  (Juan),  1893. 
Peiro  (Agustín),  1891, 
Peña   (Enrique),   1S93. 
Peña   y  Nicolau  (Pedro  de  xM- 

cántara),  1892. 
Peñafiel  (Antonio),  1890. 
Peñas  (Germán  G.  de  las),    i833. 
Peñasco  de  la  Puente  (Hilario), 

1889. 
Pereda  (Setembrino  E.),  1890. 
PÉREZ  del  Toro  (Felipe),  1892. 
PÉREZ  Placer  (Heraclio),  1891. 
PÉREZ  Gargés  (Luisa),  1890. 
Pérez  Beato  (Manuel),  1892. 
PÉREZ  (Miguel  A.),  1891. 
PÉREZ  Giménez  (Nicolás),  1889. 
PÉREZ  (P.  Rafael),  1891. 
Periago  y  Morata  (Tomás),  1891. 
Peris  y  Pascual  (José),  1890. 
Perpiñá  (Antonio),  1889. 
Perrín  y  Vico  (Antonio),  1893. 
Peydró  (Vicente),  1892. 
Piaggio  (Juan  Agustín),  1889. 
Picatoste    y    García    (Valentín), 

1888. 
Picón  Pebres  (Gonzalo),  1890. 
Piloto  (Alfredo),   1890. 
Pimentel  Coronel  (Manuel), 

1892. 
Pin  y  Soler  (J.),  1891. 
Pino  (José  del),  1893. 
Pinto  (Manuel  María),  1893. 


336 


AUTORES  Y  OBRAS  ANÓNIMAS 


Pita  JarIíÑo  (Felipe),  1889. 
Poema  epístola,  1889. 
Poesías  mexicanas,  1889. 
Poetas   de   la   guerra   (de   Cuba) 

(Los),    1893. 
PoGGio  (José  Arturo),  1891, 
PoLAViEjA    (Camilo    García     de), 

1889. 
Política  de  España    en   Filipinas 

(La),  1891. 
PoNCELis  (P.  Manuel),  1891. 

PONS  Y  BOIGUES  (Feo.),   1888, 

Posada  (José  M.),  i88S. 
Pozo  (Alejandro  del),  1890. 
Prapa    y    Le-Maur     (Venancio), 

1889. 
Prado  y  Ugarteche  (Mariano  I.), 

1888. 
Puebla  de  Godoy  (Rosario),  1892. 
PuGA  Y  Acal  (Manuel),  1888. 
Puya  Ruiz  (Adolfo),  1888. 

QuESADA  (Gonzalo  de),  1892. 
Quesada  (Luis  E.),  1891. 
Quintana  (Manuel  José),  1893. 
Quiñones  (Feo.  Mariano),  1888. 
QuiRÓs  DE  LOS  Ríos  (Juan),  1888. 

Rada  y  Gamio  (Pedro  José),  1890. 

Ralero  (Lázaro),  189 1. 

Ramírez  de  Arellano  (Felicia- 
no), 1892. 

Ramírez  Cumrberas  (Ramón), 
1891. 

Ramírez  (Serafín),  1891. 

Ramón  (Luis  P.  de),  1889. 

Ramón  Martínez  (Matías),  1892. 

Ramos  y  Duarte  (Félix),  1892. 

Ramos  de  Pablo  (Francisco), 
1891. 

Ramos  Ochotorena  (Manuel), 
1893. 

Ratazzi  (Princesa),  1889  (en 
Rute). 

Rato  y  Hevia  (Apolinar),  1891. 


Rebollo  y  Parra  (Francisco)  ^ 
188S. 

Redel  y  Aguilar  (Enrique),  1892. 

Redondo  y  Orriols  (Antonio),. 
1892. 

Refranes  asturianos,   1891. 

Reinosa  (Rodrigo  de),  1890. 

Remo  (M.),  1893. 

Rénnert  (Hugo  Alberto),  1893. 

Reparaz  (Gonzalo),   1893. 

Reseña...  poesía  en  S.  Domingo^ 
1892. 

Restrepo  Tirado  (Ernesto),  1892. 

Restrepo  (Vicente),  1888. 

Retana  (Wenceslao  Emilio),  1888. 

Retortillo  y  Vivanco  (Anto- 
nio), 1893. 

Revenga  (Ricardo),  1891. 

Revilla  y  Oyuela  (Aíanuel  de), 
1891. 

Revilla  (Manuel  Gustavo  Anto- 
nio), 1893. 

Revista  Acul   (La),   1890. 

Rev.  Calasanc,  1888. 

Rey  del  dolor  (El),   1888. 

Rey  (Tomás),  1889. 

Reyes  (Arturo),  1891. 

Reyes  y  Corradi  (E.  de  los),  1888: 

Reyes  (Eladio),  1890. 

Reyes  (Joaquín).  1888. 

Reyes   (Leopoldo),    1889. 

Reyles  (Carlos),  1888. 

Reynal  O'Connor  (Arturo),  1892 

Ribalta  (Aurelio),  1888. 

Ribas  y  Quintana  (B.),   1890. 

Ribera  (Julián),  1893. 

RiBEs  Marco  (Francisco  de  Pau- 
la), 1888. 

Rica  y  Calvo  (José  de  la),  1892. 

Rico  García  (Manuel),  1888. 

Riega  (Luis  de  la),   1892. 

Riestra  (Antonio),   1891. 

Riestra  (Solano  Ambrosio),  1888. 

Río  (Luis  del),  1890. 

Ripoll  (Cayetano  R.),  1888, 

Risa  (La),  1888. 


AUTORES  Y  OBRAS  ANÓNIMAS 


337 


Rivera  (Enrique),  1891. 
Rizo  y  Penal  va  (Ismael),  1893. 
Roa  y  Erostarbe  (Joaquín),  189 1. 
Róbelo  (Cecilio  A.),  1892. 
Robles  (F.  Guillen  de),  1888. 
Rocha  (Diego  Andrés),    1891. 
Rodrígltez     Pinilla     (Cándido), 

1888. 
Rodríguez  Pérez  (E),  1893. 
Rodríguez  y  García  (Fr.  Fabián), 

1888. 
Rodríguez  (José),  1889. 
Rodríguez  Castro  (José),  1893. 
Rodríguez    Seoane  (José),  1889. 
Rc.T-'ÍGUEz  Maíllo  (M.),  1893. 
Rodríguez  Navas  (Manuel).  1892. 
Rodríguez  Martín  (Rafael),  1893. 
Rodríguez  (Fr,  Tomás),  1888. 
"lOEBER  (Christian),  1893. 
Rohde  (Jorge  J.),  1889. 
Roig    y    Bataller    (Francisco), 

1893. 
Roldan  y  Marín  (Rodrigo),  1891. 
Román  (Manuel  Antonio),  1888. 
Romancero  de  D.  Alv.  de  Bazán, 

1889. 
Romances  moriscos  y  caballeres- 
cos, 1889. 
Romero  (Joaquin  E).  1892. 
Rosa  (Fernán),  1892. 
Rosa  y  López  (Simón  de  la),  1891. 
Royo  de  León  (José  V.),  1888  . 
RozAuSKi  (Félix),  1888. 
Rubín  (Luis  G.),  1890. 
Rubio  y  Almirall  (Juan),  189 1. 
RuiDÍAz    Y    Caravia    (Eugcriío), 

1893. 
Ruiz-Valle  Milanés   (Eduardo), 

1890. 
Ruiz  (Eduardo),  1891. 
Ruiz  Y  Plá  (Eladio),  1893. 
Ruiz  Feduchy  (Fernando),  1890. 
Ruiz    de    Almodóvar    (Gabriel), 

1891. 
Ruiz  Cara  yantes  (Leonor),  1890. 


Ruiz  Rodríguez  (Lope  Damián), 

1888. 
Ruiz  Contreras  (Luis),   1891, 
Ruiz  de  Arana  (Mariano),  1889. 
Ruiz  Llamas  (Vicente),  1892. 
Rute  (María  Leticia  de),  1889. 


Saber  del  pueblo  (El),  1890, 
Sabido  y  Martínez  (A.),  1888. 
Saderra  Masó  (Miguel),   1892. 
SÁENZ    DE    Urraca    (Arístides), 

1889, 
SÁENZ   Echevarría  (Carlos), 

1891. 
SÁENZ  Peña  (Roque),   1888. 
SÁiNz  DE  LOS  Terreros  (Manuel), 

1893. 
Salas  Ricomá  (Ramón),  1893. 
Salazar  y  Quintana  (F.),  1889. 
Sales  y  Roig  (Jacobo),  1892. 
Salillas  (Rafael),  1888. 
Salva  (Anselmo),  1889. 
Salvatierra    (El    Marqués    de), 

1889. 
SÁNCHEZ  Bedoya  (x^ntonio),  1892. 
Sánchez  Maldonado  (Benjamín), 

1889. 
Sánchez  del  Arco  (Eloy),  1893. 
SÁNCHEZ  Torres  (Enrique),  1891. 
Sánchez  Rodríguez  (José),  1892. 
SÁNCHEZ  Somoano  (José),  1892. 
SÁNCHEZ  (Juan  F.),  1893. 
SÁNCHEZ  Diez  (Ramón),  1889. 
SÁNCHEZ    Madrigal    (Ricardo), 

1889. 
Sanchís  y  Sivera  (José),  1890. 
Sanchís    y    Guillen    (Vicente), 

1891. 
Sancho  (Federico  de),  1893. 
Sancho  Rayón  (José),   1892  (en 

Zabalburu). 
Sancho  y   Rodríguez    (Manuel), 

1889. 
San  Pela  yo  (Julián),  1892. 
San  Román  (Francisco),  1890. 

TOMO  X.— a» 


358 


AUTORES  Y  OBRAS  ANÓNIMAS 


Santa  Ana  y  Llausó  (Rafael), 
1892. 

Santa  Eulalia  (Francisco  F.  de), 
1888. 

Santa  Inés  (Fr.  Francisco  de), 
1892. 

Santa  Lucía  y  Ama  ya  (Tose), 
1888. 

Santamarina  (Julio),  1892. 

Santa  María  y  Ulloa  (P.),  1888. 

Santísimo  Rosario  (Fr.  Mariano 
del),  1893. 

Santos  Cánovas  (Eduardo),  t88;;. 

Sarda  (Agustín),   1889. 

ScuTi  Orrego  (Santiago),  1888. 

Segorbe  (Noticias  de),  1890. 

Seijas  (Juan  M.),  1890. 

Serrano  y  Morales  (José  Enri- 
que),  1892. 

Serrano  de  Iturriaga  (M.),  1890. 

Serrano  Ortega  (Manuel),   1892. 

Serrato  (Francisco),  1893. 

Servat  y  Maciá  (Casimiro),  1880. 

Sevillano  (Cipriano),  1889. 

Siboney  y  Jiménez  (Luis),  1888. 

Solana  (Ezequiel),  1893. 

Solance  (Antonio),  1892. 

Solar  y  Maeztu  (José  del),  1889. 

SoMs  (Enrique),  1888. 

Sonetos  de  varios,   1893. 

S0RARRAIN  (G.  de\  1891. 

Soriano  (Manuel).  1893. 

SoRiANO  (Rodrigo),  1893. 

Sota  (Juan  José  de  la),  1888. 

Soto  (José  C.),  1889  . 

Soto  y  Sáez  (María  de),  1890. 

Soto  Hall  (Máximo),  1893. 

Soto  (Ricardo),  1892. 

SoTOMAYOR  (Dámaso),  1892. 

SuÁREz  DE  LA  EscosuRA  (Alfre- 
do), 1890. 


Talero  Núñez  (Eduardo).  1893. 
Tartaja  (Pepito).   1888. 
Tejón  (Juan).  1889. 


Tenorio   Sigayan  (José),   1892. 
Terán  (Eugenio  G.),  1893. 
Terán  (Luis  de),  1893. 
Tirado  y  Rojas  (Mariano).  1892. 
Tobar  (Alonso),   1890. 
Toledo  (Antonio  Clímaco),   1889. 
ToLOSA  Hernández  (José),  1893. 
Torre  (José  I\Iaría  de  la),  1892. 
Torre    Salvador    (Juan   Antonio 

de),  1891. 
Torregrosa  (Luis  A.),  1888. 
Torres  Asensio   (Joaquín),   1892. 
Torres  Lasqueti  (Juan).  1888. 
Torres  Campos  (Rafael),  1892. 
Torróme  y  Ros  (Rafael),  1891. 
TosTA  García  (Francisco),  1893. 
Tramoyeres  Blasco  (Luis),  1889. 
Travieso  (Nicolás).  1893. 
Trelles  (José  A.).  1888. 
Trelles  (M.  R.),  1888. 
Trilles  (Ramón),  1891. 
Triviño    (Cayetano),   1892. 
Trueba  y  Polo  (A.  y  M.),  1890. 
Trujillo  (Enrique),   1890. 
Trujillo  Marín  (Lorenzo).  1893. 

L'^LECTA   Y   Cardona  (Alfredo), 

1890. 
Urbaneja  (Alejandro),  1890. 
Urbaneja  (Luis  M.),  1890. 
Urbano  y  Carrere  (Ramón  A.), 

1890. 
Ursina  (Luis  G.),  1890. 
Urdaneta  (Mentor,  del  general), 

1888. 
Uriarte  (Ramón),  1888. 

Val  (Emilio  del).   1889. 

Val  (Luis  de),  1891. 

Val  (Rafael  y  Emilio  del),  1893. 

Valdelomar   y   Fábregas  (Julio), 

1889. 
Valderrama    Garde    (Manuel), 

1890. 
Valdés  Codina  (Moisés),  1893. 


Autores  y  obras  anónimas 


339 


Valencia  (Carolina),  1890. 

Valencina  (Fr.  Ambrosio),  1892. 

Valenzuela  Guzmán  (Eduardo), 
1890. 

Valero  Hervás  (J.),  1888. 

Valero  Martín  (J.),  1890. 

Valero  Belenguer  (José),  1892. 

Val  verde  y  Perales  (Francisco;, 
1890. 

Valle  kvh  (Fr.  Restituto  del), 
1893. 

Vancells  y  Marqués  (^cisc  de), 
1888. 

Várela  Balboa  (Bautista),   1893. 

Várela  (Luis  V.),  189 1. 

Várela  y  Escobar  (Manuelj, 
1892. 

Vasco  (Eusebio),  1890  . 

Vázquez  Guarda  (Efraim),  1892. 

Vega  Belgrano  (Carlos),  1890, 

Vega  (Ventura  de  la),  1892. 

Veintemilla  (Marieta),  1890. 

Velarde  (Mariano),  1891. 

Velaí'co  del  Real  (Octavio), 
1892. 

Velázquez  y  Sánchez  (Leopol- 
do), i888. 

VÉLEZ  Sarsfield  (D.),  1888. 

Ventué  de  Peralta  (Benito), 
1889. 

Vera  y  González  (Enrique),  1890. 

Vera  (Fortino  Hipólito),  1889. 

Vera  (Fortún  de),  1891, 

Vergara  y  Martín  (Gabriel  Ma- 
ría), 1892. 

Vergara  (Mariano),  1892. 

Vesteiro  Torres  (Teodosio), 
1891. 

ViANA  (Luis  de),  1891. 

Vicent  y  Portillo  (Gregorio), 
1889. 

Vico  y  Bjiavo  (Juan  de  Dios), 
1889. 

ViGiL  (José  María),  1893. 


ViLANOVA  Y  Piera  (Juan),  1889. 
Vilardaga  y  Cañellas  (Jacinto), 

1890. 
Villa  (Sanfos),  1889. 

ViLLANUEVA      Y      CaÑEDO     (  Líno)  , 

1892. 

Villa-Real  (Francisco  de  Pau- 
la), 1888. 

Villaseñor  (Luis  E.),  1890. 

Villa  vaso  (Camilo),   1888. 

Villegas  (Eduardo),  1892. 

Villegas  (Emilio  C.  de),  1891. 

Villegas  Rodríguez  ( Emilio ), 
1889. 

Villoch   (Federico),   1892. 

Viñals    y   Torrero  (Feo.),  1891. 

ViRUÉS    DE   SeGOVIA   (F.),    1889. 

VivANCO  de  Arana  (C),  1892. 
Vivero  (Domingo  de),    1891. 
Vives  y  Escudero    (Antonio), 
1893. 

VVeber  y   Seinado  (Antonio), 

1891. 
Wells  (Ceferino),  i888. 

X.  (Juan),  1889. 

Yarza  (Vicente),  1893. 

Zabalburu   (Francisco),   1892. 
Zamacois  (Eduardo),  1893. 
Zamora  y  Figueroa  (Juan),  1892. 
Zapatero  y  González  (Luis), 

1889. 
Zarandona  (P,  Antonio),  1890. 
Zarandona  (Francisco),    1888. 
Zayas  y  Alfonso  (Alfredo),  1889. 
Zayas  (Antonio),  1892. 
Zerolo  (Elias),  1889. 
ZozAYA  (Antonio),  1888. 
ZuviRÍA  (José  María),  1890, 


índice  de  láminas 


PAGS. 

— « 

jLa   generación   del   98 48 

Rubén   Darío 74 

Carlos    Arniohea 120 

Wenceslao  Retana ¡¡2 

Carlos  María  Ocantos 138 

Aquileo  J.   Echeverría 156 

E.  Fernández  Granados 162 

Leopoldo  López  de  Sáa 180 

Gonzalo  Picón-Febres 184 

Arturo  Reyes 202 

Benjamín  Fernández  Medina 204 

Alnoaf  uerte 218 

Jacinto   Benavente 226 

Julio  Flórez  y  José  Santos  Chocauo 286 

Escritores  uruguayos 312 


Obras  de  0.  |ulio  Cejador  y  Franca 


Gramática  Griega,  según  el  sistema  histórico  comparado.  Pesetas  15. — He- 
rederos de  Juan  Gili :   Cortes,  581.   Barcelona,   1900. 

La  Lengua  de  Cervantes. — Gramática  y  Diccionario  de  la  Lengua  caste- 
llana en  el  ''Ingenioso  Hidalgo  Don  Quijote  de  la  Mancha". — Tomo-  I: 
Gramática.  En  España,  pesetas  10. — Tomo  II:  Diccionario  y  Comentarios. 
Pesetas   25. — Jubera   Hermanos,    Camponianes,    10.    Madrid,    1905-06. 

Cabos  sueltos.  Literatura  y  lingüistica.  Pesetas  5. — Perlado,  Páez  y  C,  Su- 
cesores  de    Hernando,   Arenal,    11.   Madrid,    1907. 

iSiüEVO    MÉTODO    TEÓRICO-PRÁCTICO     PARA    APRENDER    LA    LeNGÜA     LaTINA. Primer 

curso:  Tomo   I,  Libro  de  ciase;  tomo  IX,  Libro  de  casa.  Pesetas   12. — Se- 
cundo curso;   Tomo   I,   Libro   de   clase;   tomo   II,   Libro  de   casa.    Pesetas 
12. — Victoriano   Suárez,    Preciados,   48.    Palencia,    1907-08. 
¿.L  Lenguaje. — Serie    de    estudios,    de    los    que    van    ya    publicados  los    tomoi 
siguientes : 

Tomo  I :  Introducción  á  la  Ciencia  del  Lenguaje. — Segunda  edición, 
enieramente  refundida  y  aumentada.  Peseías  6. — Jubera  Hermanos,  Cam- 
pomanes,   10.   Palencia,   1911. 

Tomo  II :  Los  Gérmenes  del  Lenguaje. — Estudio  fysico,  fisiológico 
y  psicológico  de  las  voces  del  lenguaje,  como  base  para  la  investigación 
de  sus  orígenes. — En  España,  pesetas  10. — Jubera  Hermanos,  Campo- 
manes,   10.   Bilbao,   1902. 

Tomo  III :  Embriogenia  del  Lenguaje, — Su  estructura  y  formación 
primitivas,  sacadas  del  estudio  comparativo  de  los  elementos  demostra- 
tivos de  las  lenguas. — En  España,  pesetas  12. — Jubera  Hennanos,  Cam- 
pomanes,  10.  Madrid,  1904. 

Tomo  IV:  Tesoro  de  la  Lengua  Castell.^na,  Origen  y  vida  del  Len- 
guaje, Madrid,  1908-1914. — Tomo  A,  E,  I,  O,  U. — Perlado,  Páez  y  C», 
Arenal,   11.   Pesetas  12. 

Tomo  V :  Tesoro  de  la  Lengua  Castellana,  etc.,  etc.  Tomo  R. 

Tomo  VI :  Tesoro  de  la  Lengua  Castellana,  etc.,  etc.  Tomo  N,  Ñ. 

Tomo  Vil :  Tesoro  de  la  Lengua  Castellana,  etc.,  etc.  Tomo  L. 

Tomo  VIII :  Tesoro  de  la  Lengua  Castellana. — Silbantes.  Primera 
Parte. 

Tomo  IX :  Tesoro  dk  la  Lxngua  Castellana. — Silbantes.  Segunda 
parte. 

Tomo  X:  Tesoro  de  la  Lengua  Castellana.— Silbantes.  Tercera 
parte. 


Tomo    XI :    Tmoso    ds    i^    Liwoua    Castíllana. — Silbantes.     Cuarta 
parte. 

Tomo  XII:  Tesoro  di  la  Lengua   Castellana. — Labiales  (B,   P).  Pri- 
mera parte. 

Tomo  XIII :  Tesoro  de  la  Lingua  Castellana. — Labiales  (B,   P).  Se- 
gunda parte  (en  prensa). 

Oro  y  oropel,  novela.  Pesetas  3. — Perlado  Páer  y  C.*,  Arenal,  11.  Madrid,  191 1. 

Pasavolantes,  colección  de  artículos.  Pesetas  3. — Jubera  Hermanos,  Campo- 
manes,  10.  Madrid,  1912. 

Mirando  á  Loyola,  novela.  Pesetas  3,50. — "Renacimiento",  San  Marcos,  42. 
Madrid,   1913. 

Arcipreste  de  Hita,  edición,  prólogo  y  comentario :  dos  tomos.  Pesetas  6 
Paseo  de  Recoletos,  25,  "La  Lectura",   1913. 

Rojas,  "La  Celestina",  edición,  prólogo  y  comentario:  dos  tomos.  Pese- 
tas 6. — Paseo  de   Recoletos,  25.  "La  Lectura",   1913. 

Mateo   Alemán,    Gusmán   de  Alfarache,  edición   y   prólogo:    dos   tomos.    "Re- 
nacimiento",    1913. 

Lorenzo  Gracián.  El  Criticón,  edición  y  prólogo:  dos  tomos.  "Renacimiento". 
1913-14. 

El  Lazarillo  de  Tormes,  edición  prólogo  y  comentario :  un  tomo.  Pese- 
tas  3. — Paseo   de   Recoletos,   25,   "La  Lectura",    1914. 

i  De  la  tiíirra...  !,  colección  de  artículos.  Pesetas  3. — Jubera  Hermanos,  Cam- 
pomanes,   10.  Madrid,   1914. 

Trazas  del  amor,  novela. — J.  Ratés,  plaza  de  San  Javier,  6.  Madrid,  1914. 

Epítome  de  Literatura  Latina.  Pesetas  3. — Victoriano  Suárez,  Preciados,  48. 
Madrid,    1914. 

Miguel  de  Cervantes  Saavedra.  Biografía,  bibliografía  y  crítica.  Madrid, 
1916.   Pesetas  2. — En  las  mismas  librerías. 

QuEVEDO,  Los  Sueños,  edición,  prólogo  y  comentario :  dos  tomos.  Pesetas  6. 
Paseo  de  Recoletos,  25,  "La  Lectura",   1916-17. 

Historia  dk  la  Lengua  y  Literatura  Castellana  (desde  sus  orígenes  hasta 
Carlos  V),  tomo  I.  Madrid,  1915.  Pesetas  10. — En  las  librerías  de  Sucesores 
de  Hernando,  Victoriano   Suárez,  Fernando  Fe  y  Jubera  Hermanos. 

Historia  de  la  Lengua  y  Literatura  Castell.^na  (época  de  Carlos  V),  tomo  II. 
Madrid,  1915.  Pesetas  10. — En  las  mismas  librerías. 

Historia  de  la  Lengua  y  Literatura  Castellana  (época  de  Felipe  II),  tomo  III. 
Madrid,   1915.  Pesetas  10. — En  las  mismas  librerías. 

Historia    de    la    Lengua    y    Literatura    Castellana    (época    de    Felipe   IIF), 
tomo   IV.   Madrid,    1916.    Pesetas    10. — En  las   mismas  librerías. 

Historia  de  la  Lengua  y  Literatura  Castellana  (época  de  Felipe  IV  y  Car- 
los II),  tomo  V.  Madrid,   1916.  Pesetas  10. — En  las  mismas  librerías. 

Historia  de  la  Lengua  y  Literatura  Castellana  (siglo  xviii  hasta  1S29), 
tomo  VI.  Madrid,   1917.  Pesetas  10. — En  las  mismas  librerías. 

Historia  dl  la  Lengua  y  Literatura  Castellana  (época  romántica,  1830- 
1849),  tomo  VIL   Madrid,   1917.   Pesetas   10. — En  las  mismas  librerías. 

Historia  de  la  Lengua  y  Literatura  Castellana  (época  realista,  J.*  parte, 
antes  de  la  Revolución,  1850-1869),  tomo  VIII.  Madrid,  1918.  Pesetas  10.  En 
las  misniás  librerías. 

Historia  de  la  Lengua  y  Literatura  Castellana  (época  realista.  2."  parte, 
después  de  la  Revolución,  1870-1887},  tomo  IX.  Madrid,  1918.  Pesetas  10. 
En  las  mismas  librerías. 

Historia  de  la  Lengua  y  Literatura  Castell.ana  (época  regional  y  moder- 
nista, J 888- 1907,  J.tt  parte),  tomo  X.  Pesetas  10.  En  las  mismas  librerías. 

En  prensa :  Historia  de  la  Lengua  y  Liter.\tura  Castellana  (época  regional 
y   modernista,   1888-1907,  2.»-  parte)  tomo  XI. 


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Ce j ador  y  Franca,   Julio 

Historia  de  la  lengua  y 
literatura  castellana 


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