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UUU.I
HISTORIA DE LA LENGUA
LITERATUKA CASTEUAM
COMPRENDIDOS LOS AUTORES HISPANO-AMERICANOS
(ÉPOCA contemporAxea: 1908- 1920)
(fin y apéndices)
POR
D. JULIO CEJADOR Y FRAUCA
CATEDRÁTICO DE LENGUA Y LITERATURA LATINAS
DE LA UNIVERSIDAD CENTRAL
TOMO XIV
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MADRID
ímph. de la «rev. de arcm., bibl. y museos»
Olózaga, 1 —Teléfono S. 1.385
1922
LUIS DE OCHARAN MAZAS
ÉPOCA CONTEMPORÁNEA
(fin)
52. Año 1917- Luis de Ocharan Mazas (n. 1858-), de
Bilbao, oriundo de Castro Urdiales, publicó en Bilbao, 1887, la
novelita Angela, prologada por Trueba; pero entregado a otros
estudios, había abandonado los literarios, por lo menos públi-
camente, cuando poco ha nos sorprendió con la novela Marichu,
3 vols., Madrid, 1917; Barcelona, 1918. Es regional y en ella
se pinta a Castro Urdiales a principios del siglo xix y sus habi-
tantes, en espíritu y habla, con fidelidad histórica, bien cincela-
dos los caracteres de los principales personajes, con el claros-
curo suficiente para que haya unidad en el vasto cuadro de cos-
tumbres. El habla regional y de los bilbaínos es de puntual
fonógrafo; el lenguaje y estilo del autor, de lo más castizo,
galano y realista, vivo, pintoresco y armonioso. Es de los po-
cos escritores que conocen hoy todas las riquezas de nuestro
romance. En un capítulo remeda el Quijote con harta mayor
habilidad que no lo hizo el americano Montalvo. Lo vasto del
cuadro de costumbres y la facundia inagotable del autor pu-
dieran tal vez cansar a los que no gusten de enterarse de las
costumbres de un pueblo, que pudieran dar asunto a varias no-
velas y que Ocharan quiso recoger en una sola. La acción es
original y de pensamiento elevado. No menos nobles son los
sentimientos del alma del autor, que se reflejan en su segunda
novela, Lola, Madrid, 1920. Es un profundo estudio psicológico
de una mujer, que en su primera parte no difiere de la apasio-
nada poetisa Avellaneda, cuyas cartas ha imitado libremente el
autor con pasmoso ingenio, bebiendo en ellas el espíritu de
6 Él'OCA CONTEMPORÁNEA (1908-I920)
aquella noble mujer, mejorándolas en estilo y lenguaje. La se-
gunda parte, de pura invención, es de remate trágico, reciamen-
te romántico, bien que de buena ley. Realismo en la ejecución,
idealismo noble y educador en el fondo, hennosura y galanía
sin par de lenguaje castellano, tomado de nuestros mejores au-
tores clásicos : son las dotes principales d-e este novelista, naci-
do a las letras en la madurez de los años, y de cuyo vigoroso
temperamento, incansable actividad y envidiables disposiciones
artísticas nos prometemos inesperados frutos.
J. Cejador, Prólogo a Marichu: "Es novelador a la antigua espa-
ñola, quiero decir, de la escuela realista sana de Fernán Caballero, True-
ba, Alarcón, Pereda, Galdós, Palacio Valdés y Blasco Ibáñez, Como
ellos, no rehuye pintar la hez de la sociedad, lo feo, cuando le sale al
paso; pero, fiel observador dte la realidad, no se regodea y eterniza en
lo feo y se zafa de lo hermoso, antes recorre la naturaleza entera pin-
tándola con sus esplendores y lacras; describe el rincón de España en
donde nació y se crió y conoce palmo a pa¡!mo, Castro Urdiailes y e!
país vasco; toma caracteres típicos de todas las clases sociales y nos
descubre sus almas, con sus vicios y virtudes. Es, pues, amante de la
realidad entera, de la naturalidad, de lo común ; no de lo anormal, de
lo feo, de lo extravagante... Un tío Roque, un Merlín, un Cascarillas,
un Marujón, un padre Coraje, un Quico, un Julián Llano, un don
Valentín y una Marichu son personajes del común vivir, tan de todos
los dias, que sólo nos parecen maravillosamente sacados de la realidad
cuando de ella los sacó un artista genial como don Luis de Ocharan.
Antes de que él los pintara ni los veíamos siquiera, tan en docena
entraban con los demás de la arrinconada villa, tan ordinarios nos
parecían, tan insípidos y poco novelables... Los cástrenos que pinta
don Luis de Ocharan son ya seres vivos para mí desde que los vi y
les oí hablar en su novela. Para mí andan por Castro, y bregan con
Las olas, y salen y entran al mar y a la villa todos los días... Marichu
es principalmente una novela de costumbres. De aquí su extensión.
Pudiera el autor, como otros muchos, haber pintado las costumbres
castreñas escribiendo varias novelas más cortas, como lo hicieron Pe-
reda y Fernán Caballero. Pero ya que prefirió abarcarlas todas de una
vez en una sola, ella había de ser tan extensa como todas las cortas
juntas. Poca paciencia tenemos hoy para apechugar de una asentada
con tantas hojas de lectura. No es, sin embargo, el enredo de Mancliu
de los que hacen saltar hojas para ver cómo se desenreda. Cada ca-
í>itulo es un cuadro, que puede leerse y contemplar.se despaciosamente
de por si. La acción principal que trama la obra hállase tan sólo al fin
de ella; ])cro para r()m]*rcndcrla hay que conocer el alma de Marichu
durante toda su vida, la cual corre por todo el libro por sus pasos
S. XX, 1 91 7. LUIS DE OCHARAN Y MAZAS 7
contados, entreverada en el común vivir de Castro, enlazada con los
demás personajes que caracterizan las costumbres y cifran juntos el
alma castreña... El alma de Marichu agota la idea de la perfección
femenina conforme se ha tenido tradicionalmente en España. Su rup-
tura con Fernando, tan sólo debida a este altísimo y tradicional modo
de idear español, sobrecoge al lector, le levanta en vilo y le arrebata
a las más traspuestas alturas. Es lo platónico del amor, lo espiritual
del amor, la idea del amor único, del amor antes, de entonces y del
después, que siempre tuvieron como dechado las mujeres españolas y
■que yo creo está en lo hondo del alma de toda mujer, hasta de las más
perdidas, que distinguen muy bien el verdadero amor de la pasajera
unión corporal, que también llaman ellas amor en su particular jerga.
Otro atisbo del feminismo de don Luis de Ocharan hállase en lo que
se refiere al hombre, a P'ernando. Más bien diríamos a esto masculi-
nismo, pero como raíz del feminismo verdadero. Porque si éste con-
siste en la igualdad relativa de derechos y deberes, ¿ por qué en la mu-
jer Ge alaba la perfecta honestidad anterior al matrimonio y en el
hombre no sólo no se desalaban sus anteriores galanteos, sino que se
encomian sus conquistas y hasta llegan a ser para muchas mujeres
verdaderos méritos? La mujer que aprecia tales cosas, gloriándose de
haber conquistado a un conquistador, es tan conquistadora como él,
€S una verdadera Tenoria; pero muestra muy poco ser mujer. El so-
juzgar, el conquistar, es de hombres. De la mujer es el amor. Y la
que de tal cosa se gloría, no ama ; bizarrea de conquistadora, se ufana
de competir con el varón en lo varonil, no en lo propio de la mujer.
El amor no tiene en ello la menor parte ; es la pura soberbia o la mu-
jeril vanidad, sombra seguidora de la soberbia, lo que aquí señorea.
El amor, que parece ser el que fraguó el alma femenina, pide a voz
en cuello desde el fondo de toda alma de mujer que el amador bus-
que una mujer que a ningún otro ame, haya amado ni haya de amar;
pero pide más : que el mismo amador lo sea, lo haya sido y lo haya de
ser únicamente de ella. El amor, dios de las almas, está por encima
de todos los demás afectos, que son sus esclavos. Está por encima de
vanidades mujeriles y de varoniles soberbias. Es unión de almas para
siempre, pero no menos es unión nueva, unión de almas que no hayan
tenido antes otro amor. Porque si a alguna cosa de este mundo, al
amor compete la unidad y unicidad, no sólo desde el momento en
•que se hace la unión en adelante, sino aun antes de haberse hecho.
Tal es la alteza del amor preconizado en Marichu y del cual Marichu
es dechado y víctima. Claro está que el amor libre dista de este le-
vantado amor tanto como los noveladores, que en España imitan ideas
y maneras de los de ultrapuertos, distan de los tradicionales nove-
listas españoles. Y por aquí venimos a parar a lo que es harto pere-
grino y no poco digno de consideración: que el arte español, tan rea-
lista, es a la vez el más ideal. Pero no hay por qué extrañarlo. Lo
ideal está en el pensamiento; lo real, en la ejecución artística. Y tal
8 ÉPOCA CONTEMPORÁNEA (1908-I920)
es don Luis de Ocharan como novelista. Que pinta de mano maestra
las costumbres castreñas y desmenuza las almas hasta descubrirnos
el espíritu de la región, como los mejores psicólogos, lo verá el que
lea la obra. Cuanto a estilo y lenguaje, es de lo más castizo y clásica
que ahora se escribe... Cuanto al habla que pone en sus personajes,
no hay que quitar, ni que añadir, ni que en ella re/parar, porque está
fiel y puntualmente copiada de las gentes de Castro Urdíales y ella es
la que da a la novela el más gustoso sabor regional."
J. Cejador, Boletín de la Biblioteca M. Pelayo, 1920, n. 3: "El
artista cabalmente consiste en el poder de reflejar la realidad dán-
dole el tono de su propia alma. Don Luis de Ocharan arranca a las-
cartas de Tula el alma tal como Lola habíala en ellas depositado, y
arrebata a los libros del siglo xvi el decir que en ellos depositaron
nuestros antiguos escritores. Y con todo devueilve Ocharan entrambas
cosas de manera que, sin dejar d'e ser las que eran, son ya otras: llevan el
sello de su personalidad. El castellano de Ocharan, con ser tan castizo co-
mo el del siglo xvi^ es del siglo xx y suyo exclusivo. Las cartas de Lola
pudiera haberlas escrito la Avellaneda cuanto al espíritu ; mas son otras,
son de Ocharan. La segunda parte de Lola narra lo que a la Avella-
neda le hubiera sucedido, puesta en las circunstancias en que Ocha-
ran pone a su principal personaje. Romántica, apasionada por extremo, de
levantado pensar, varonil y de arrestos es Lola como Tula, y mujer, al
cabo, muy mujer, hasta caer en lo más hondo desde las cimas más altas,
es Loila. El segundo personaje, Jesús María, se le antojará acaso a algu-
nos demasiadamente ideal y nada de este mundo. Tan de este mundo es,
sin embargo, que encarna el sentir y pensar del alma noble del autor.
Todavía hay, a Dios gracias, grandes almas en el mundo, por más que las
rastreras dijérase que lo llenan. El desenlace tenía que ser conforme a es-
tos dos extremados temperamentos de Lola y Jesús María : trágico y ro-
mántico; pero Ocharan no escribe una novela romántica; la ejecución es
realista; el proceso, psicológico. El autor mostróse en Marichu consumado
maestro en la novela de costumbres ; en Lola ha mostrado serlo no menos
en lia novela psicológica. Y en entrambas campean dos cualidades extraor-
dinarias, además de la fundamental de apropiarse la realidad, como hemos
dicho: la del estilo y lenguaje por una parte y por otra la alteza de senti-
mientos. Dos cosas que son muy educadoras, para la formación lite-
raria de los lectores, la primera; la segunda, para la formación y edu-
cación del corazón y de las costumbres. Lo de "Lectura prohibida a
las solteras" es, pues, un señuelo de escaparate. Nadie peligrará le-
yendo ésta ni las demás novelas de don Luis de Ocharan ; antes, por
el contrario, sentirá elevarse su alma y volar hacia lo más noble y
cristiano que puede apetecerse."
Pardo Bazán, en A B C, sobre Marichu: "Son los episodios lo muy
principal. Kn ellos la semejanza con Pereda se acentúa y se hace vi-
sible a cada párrafo. El realismo popularis*i del maestro montanos es
es el mismo de Ocharan... La borracha de h Leva es digna hermana
S. XX, 1 91 7. CESARE ARROYO 9
de las escabecheras que, cual caricaturescos monigotes de Van Oustade,
se agitan sobre hacinados cuerpos de besugos. Resalta la figura que el
novelista ha querido pintar con más amor : la del franciscano padre
Coraje; pero, en mi opinión, el estudio que descuella en la novela no
es ni el del fraile ni el de Marichu, sino el de don Valentín Iturrie-
chea, un acierto por lo sostenido y lleno de finos matices y por lo
que tiene de representativo de su raza... Es preciso dejarlo afirmado:
un carácter así honra a un novelista, y si en Marichu se pudiesen re-
cortar algunas, a mi parecer innecesarias digresiones, la novela sería
■de las mejores en su terreno y género."
53. Año ipi/. Pastor Azevedo Lúquez^ argentino, publicó Canto
proteico, B. Aires, 1917. — Nicolás Agüero Vera, argentino, publicó
Al borde de la senda, historias breves, Córdoba, 1917. — Álbum cervan-
tino, por el Ateneo de Sevilla, ibid., 1917. — J. M. Almodóbar publicó
Amorosas, poesías de su juventud, Albacete, 1917. — Gabriel Alomar^
mallorquín, más francés que español en aficiones y cariños, de juicio
avieso sobre la historia española ; pero de gran talento sintético y com-
parativo de los hechos históricos y manifestaciones literarias, en lo que
sobresale por su extensa y variada erudición. Sus cuentes, artículos,
descripciones, poesías, llevan aguas de todos los grandes autores de
dentro y más de fuera de España, pero formando un todo personal.
Entiende y mucho de filosofía, política y literatura y más que nada de li-
teratura francesa,. Su alteza literaria no le permite tomar galicismos co-
munes del arroyo; pero se ve que piensa con la ligereza de los franceses
escritores contemporáneos y su estilo es un si es no es de enigmático, poco
clarificado, algo alemanisco y paradójico, poco castizo, en suma, y más que
castellano, cosmopolita. La guerra a través de un alma, Madrid, 1917-
El Frente espiritual, Tortosa, 1918. Verba, Madrid, 1918. La forma-
ción de sí mismo, Madrid, 1920. — Eduardo Alvarez^ hijo, publicó La
hora del ensueño, poes., Orense, 1917. — Marcelino Alvarez Cerón
publicó Alucinaciones, poesías, Madrid, 1917. — Ricardo Alvarez Alba
publicó Crepuscidares, poesías, Bogotá, 1917. Frondas muertas, id., ibid.,
1917. — E. DE Aleear publicó Gente bien, Madrid, 1917. — Francisco de
Paula Amat y Villalba (n. 1870-), de Teruel, catedrático de la Central,
publicó Flores de dichos y hechos sacados de varios y diversos auto-
res por el Dr. Matthias Duque; la publica por primera vez, Valen-
cia, 1917. — Antología de líricos ingleses y norteamericanos, trad. por
varios, 3 vols., Madrid, 1917-18. — Pequeña antología de poetas chile-
nos contemporáneos, Santiago de Chile, 1917- — Carlos Antony publi-
có Cuadros de la guerra europea, poema, Santiago de Chile, 1917. —
JuvENAL Anzola publicó Escenas tropicales, Caracas, 1917. — Ángel
Apráiz y Buesa (n. 1885), de Álava, catedrático de la Universidad
de Salamanca, publicó La casa y la vida en la antigua Salamanca, ibid.,
1917.— Cesare Arroyo (i8go-) de Quito, que vive en Espña, colabo-
rador de Cervantes, publicó La noche blanca, com., 1911. El caballero.
I o ÉPOCA CONTEMPORÁNEA (1908-I920)
la Muerte y el Diablo, 1915. Al margen de la epopeya, 1916. Olmeda,.
1917. Roviancero del pueblo ecuatoriano, conf., Madrid, 1919. Retablo,
figuras, evocaciones, escenas, Madrid, 192 1. Modernos poetas america^-
nos, 1 92 1. Mirando a España, crónicas, 1921. La vida rota, nov., 1921.
Cuentos de amor y de dolor, 1921. — Fray Domingo de la Asunción, tri-
nitario, publicó Cervantes y la Orden Trinitaria, Madrid, 1917. — Athe-
nca, órgano del Ateneo de Costa Rica, San José, desde 191 7. — Eduar-
do E. AuzoN, argentino, publicó Versos, Rosario, 1917. — Julio E.
Avila, poeta de San Salvador, libre en el ritmo, al estilo de los deca-
dentes, como si escribiese prosa, sobresale por el estilo figurado y her-
mosas metáforas, suyas propias, originales y expresivas; es sugestivo
y algo simbolista y mezcla las expresiones de los varios sentidos con
excesiva audacia. Fuentes del alma, 1917. — Leopoldo Ayuso publicó
Bellezas levantinas, poesías, Murcia, 1917. — Mauricio Bacarisse y
Casulá (n. 1895-), de Madrid, publicó El esfuerzo, poesías, 1917. — Pau-
lino G. Baez (n. 1893-), de Candelaria (Cuba), director de Castalia,
revista Apolínea, publicó Sendas líricas, Habana, 1917. Siembras nue-
vas, versos, ibid., 1920. En prensa: Vendimia, Corazón, Pebetero 'feni-
cio.— Gi:STAVo Balmaceda Valdés, chileno, publicó Desde lo alto, au-
tobiografía de un inocente desgraciado, Santiago, 1917. — Osvaldo Ba-
zil publicó Parnaso dominicano, Barcelona (1917). Parnaso antillano,
compilación completa de los mejores poetas de Cuba, Puerto Rico y
Santo Domingo, Barcelona (1918). — Ricardo Becerra: Vida de don
Francisco de Miranda, general de los ejércitos de la primera Repú-
blica francesa y generalísimo de los de Venezuela, Madrid, 1917, 2 vo-
lúmenes.'— José Pedro Bellan^ uruguayo, escritor idealista, publicó
Huerco, cuentos fantásticos, 1917. Amor, dr., 1917. Doñarramona, no-
vela, ibid., 1918. — Juan M. Benedí Navarro publicó Suspiricos, versos
baturros, Zaragoza, 1917. — Valentín Berrojo Migueláñez estrenó El
Ermitaño, ley. dr., Madrid, 1917. — El general Hans Bertling: Estu-
dio sobre el paso de la Cordillera de los Andes efectuado por el gene-
ral San Martín en 1817, Santiago de Chile, 1917. — D. Bikelas publicó La
hermana fea, Madrid, 1917. — Luis G. Bilbao publicó Las conicsioncs de
Federico Muga, Madrid, 1917. — Ángel Blázquez y Jiménez publicó Bos-
quejo histórico de la Orden de Monte Gaudío, Madrid, 1917. — J. M. Bláz-
QUEZ de Pedro publicó La ciencia del dolor, versos, Panamá, 1917. — L Bó
Y Singla publicó Montjuich, notas y recuerdos históricos, Barcelona,
191 7. — .Andrés Bolarin, murciano, publicó Fuego sagrado, versos, Ma-
drid, 1917. — Humberto Bórquez Solar, chileno, profesor, poeta ansio-
so y enaltecedor del bien, d-e la verdad, de la justicia, de la alegría .y
de la luz, publicó poesías en Zig-Zag desde 191T y Breviario Lírico,
Santiago, 191 7. — Gabriel Briones Perrero publicó España, datos geo-
gráficos y estadíst., Madrid, 1917. Muñecas de París, 1918. — Alfredo
R. Búfano, argentino, publicó El viajero indeciso, B. Aires, 1917. — Au-
gusto BuNGE, argentino, diputado socialista y jiolcmista brioso, publicó
Una Argentina sin analfabetos, discursos parlajuent., B. Aires, 1917.
S. XX, 1 91 7. GALO CORREDOR II
La oración del hombre, ¡bid., 1917- El culto de la vida. Polémicas, 1918.
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Andrés J. de la Prada), 1917. El monte de la belleza o la mina de oro,
fant, 1918 (con otro). Cinco minutos de conversación, diál., 1919. —
P. Cabrera publicó Mateo Rozas de Oquendo, el poeta más antiguo del
Tiícumán, igiy (en Rev. Univcrs. Nac. de Córdoba). — Juan F. Caffe-
RATA. argentino, publicó Por diversos campo.'^, Córdoba (de Tucumán)
1917. — Aurelio Camacho^ madrileño, publicó Pampas y Cordilleras,
memorias de mis viajes y aventuras por tierras de América, Madrid, 1917.
— Francisco Cambó publicó El Pesimismo español, Madrid, 1917. — La
Campaña del Norte (1891), Santiago de Chile, 1917- — Zenobia Cam-
PRUBÍ, DE Jiménez, esposa del poeta Ramón Jiménez, tradujo al poeta
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o el orgullo de un hombre, epis. hist., Barcelona (1917). — Rafael Car-
dona, poeta costarricense, escultórico, gaíano, delicado y bien sentido,
escribió Las piedras preciosas, y el hermoso poema Macbeth, más otras
poesías, publicadas todas con el título de Oro de la mañana, poesías, San
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Napoleón Pacreco, Ensayo sobre el poeta Rafael Cardona, S. José, 19 19.
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Cartas baturras, dos series, Madrid, 1917. — El padre José Casadesús pu-
blicó El arte magna de Raimundo Lidio, doctor iluminado y mártir,
Barcelona, 1917. — Antonio Cases publicó A zancadas en la sombra,
■novela, Madrid, 1917. El rodar del cangilón, artíc, 1919. Malvarrosa,
novela, Madrid, 1919. El poder de los humildes, fáb. lír. (con Rafaeí
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— José M." Castellví publicó Raquel Mcller (con Leopoldo Varó),
Barcelona, 1917. — Carlos Castillo publicó Arpegios, poesías, Méji-
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bio, mejicano, publicó Los llamados mexicanismos de la Acad.emia Es-
pañola, Méjico, 1917. Nahuatlismos y barbarismo, ibid., 1919. — Anto-
nio CastrOj mejicano, publicó La Literatura Mejicana Contemporánea,
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filas, Méjico, 1917. — José Cebrián y Saurá, general de infantería de
Marina, publicó Páginas gloriosas de la Marina de Guerra Española,
Cádiz, 1917. — 'Mercedes Astenia Cid Baeza publicó Lucrecia Dtirney,
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publicó La tragedia de los secretos, nov., Madrid, 1917. — El Marqués
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preparación: Neurastenia, poesías. El desorientado, cuentos. — Félix Do-
mingo publicó La viujer mala, Valladolid, 1917. — Dos Romances anónimos
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ElÍas, catalán, fundador de Papitu (Barcelona), gran caricaturista, pu-
blicó con el seudónimo de Apa (en catalán ¡ hala !) el libro sobre la
£^uerra Kamaraden, 1917. — ^Juan de la Encina (seud.) publicó Figu-
ras contemporáneas, art., Madrid, 1917-18 (en España). — Gabino En-
ciso ViLLANUEVA publicó Mi patria, lo que ha sido, lo que es, y lo que
puede ser España, Burgos, 1917. — Ecequiel Enderiz estrenó Noche
de lobos (con V'ictor Gabirondo), 1917. La Maja del rastro, sain. (con
Jerónimo Gómez) 1917. La Revolución rusa, 1918. — A. Henríquez
C, chileno, publicó Rosas Blancas, ensayo, 1917. — Ensayo de un trata-
do de versificación comparada del castellano y del francés, Madrid,
191 7. — Julio F, Escobar, argentino, estrenó La rival de la Barrien-
tos, 1917. — Juan Luis Espejo, chileno, publicó Nobiliario de la anti-
gua Capitanía gral. de Chile, Santiago, 1917. — Luis Espinosa publicó
Luces y sombras, poesías, Madrid, 1917. — Francisco J. Falquez Am-
PUERo, ecuatoriano, publicó Rondeles indígenas y mármoles lavados,
poesías, Guayaquil (1918?). Sintiendo la batalla, estudios y cuadros so-
bre la guerra europea, ibid., 1917. Gobelínos, versos, Quito, 1919. —
Claudio Farrere, mejicano, publicó El saludo al César, Méjico, 1917. —
Nicomedes Fernández, por seudónimo Teudisel, publicó La Europé-
lica, poema, t. I, Madrid, 1917. — ^Paulino Fernández Vallejo publicó
Las armonías inefables, poesías, ]\Iadrid, 1917. Jardines bajo la lluvia,
1918. — Ramón Ferrer e Hilario estrenó Los Tónicos, epis. dram., Ma-
drid, 1917. — Agustín de Figueroa publicó Cuentos trágicos, Madrid,
1917. — Gonzalo Firpo estrenó El vals de los pájaros, opereta, Madrid,
1917 (con José Perera). — La Gran Florida, Los Chiapas, Los Desiertos
de Achaguas (mss. Bibl. Nac), Madrid, 1917. — ^Atjgusio Focíis Axíbós,
estrenó La sonrisa de Dios, com. (con Manuel Ferrados), 1917. ¡Fuer-
zas inútiles!, com. (con Manuel Ferrados), 1918. — José Folch Vernet
publicó El rapto de la bella Proserpina, de Homero, trad. Barcelona,
1917. — Eduardo Ángel Galván publicó El momento de España en 1917,
Madrid, 1917. — Ángel García Rives publicó Fernando VI y doña
Bárbara de Braganza, Madrid, 1917. — 'Armando D. García publicó AtOr-
laya de marfil, poesías. Habana, 1917. — Francisco García estrenó El
señor Lince, jug., 1917. — L García Sáinz de Baranda publicó Apuntes
históricos sobre la ciudad de Medina de Pomar, Burgos, 1917. — ^Joaquín
García Bravo publicó Mahoma, El Corán, traduce, t. I y U., Barce-
lona, 1917. — Melchor García Moreno (n. 1870), madrileño, librero,
publicó El libro de refranes copilado por el orden del A. B. C, de Ma-
sen Pedro Valles, Madrid, 1917 (reprod. fotograbada). El Sobreynesa
y Alivio de Caminantes, de Timoneda (reprod. de la de Valencia, 1569),
Madrid, 1917. Catálogo paremiológico, ibid., 1918 (importante). — Rosa
14 ÉPOCA CONTEMPORÁNEA (1908-I920)
García Costa, argentina, La simple canción, 1917. La Ronda de las ho-
ras (en Hebc, 1918, n. II). — Carlota Garrido de la Peña publicó Coyuo
en la vida, Mar sin riberas (novelas de costumbres argentinas), Va-
lencia (1917). — José Gaxiola, mejicano, de la legación en Madrid, pu-
blicó La Frontera de la raza, Madrid, 1917. — Lucio Gil Fagoaga, au-
xiliar de la Universidad Central, publicó Exposición y crítica de la Crítica
de la Razón pura de Manuel Kant, Madrid, 1917. Breve diálogo de belleza,
ibid., 1917. La Relación de Derecho, ibid., 191S. Gramática. Retórica y
Dialéctica, nota crítica, ibid., 1918. Perspectivas estéticas. Discurriendo en
*'Cueva-Hcrmosa", ibid., 1918. — Adolfo León Gómez publicó Al tra-
vés de la vida, Bogotá, 1917. — E. Gómez de Miguel publicó Las redes
del crimen, nov., Barcelona, 1917. Los brillantes de la muerta, ibid., 1917.
— Fray Agustín González Alvarez, agustino, publicó Gramática chino-
española, Hankow, 1917. — Arnaldo González, chileno, estrenó Lo real,
ensayo dramático novelesco, Antofagasta, 1917. — Joaquín González Do-
menech publicó Bufonadas, Santander, 1917. — José Gonz.ílez Hompa-
nera estrenó Cosas que vuelven, com. (con Juan López Núñez), 1917.
— M. González García, portorriqueño, publicó Cosas de antaño y cosas
de hogaño. Puerto Rico, 1917. El Tesoro del Ausubal, ibid., 1918. — Ma-
kuel González Gómez estrenó ¡No hay uno bueno!, entr., Madrid, 1917.
— J. Guillermo Guerra publicó La soberanía chilena en las Islas al Sur
del canal Beagle, Santiago, 1917. — Guio del Norte de África y Sur de
España (oficial), Cádiz, Málaga, 191 7. — Guía histór. y descriptiva del Ar-
chivo histórico Nacional, Madrid, 1917. — Ricardo Guido Lavalle publi-
có El general don Tomás Guido y el Faso de las Andes, La Plata, 1917.
— Alberto Guillen (n. 1897-), de Arequipa (Perú), redactor de Mundial,
Variedades, etc., laureado por el poema Belleza humilde (1917), poeta
rimbombante y fantasioso y soberbioso, que pretende ser nuevo y único,
prosador sudto, ligero, desenfadado y humorista, publicó Frometeo, poe-
mas, Arequipa, 1918. Deucalión, sonetos, Lima, 1920. Nosotros, critica,
Madrid, 1921. La Linterna de Diógenes, ibid., 1921, su mejor obra cuanto
al estilo, en que extrema su desenfado hasta el descoco, burlándose de la
literatura española y de todos los escritores españoles, aunque sin anali-
zarlos ni estudiarlos ni conocerlos más que por breves visitas hechas para
componer un libro de escandaloso reclamo. Las parábolas, ibid., 1921.
— Alfredo Gutiérrez Gorostiza publicó Venus Citcrca, novela-teatro,
Madrid, 1917. — Enrique Hernández-Carrillo y Fernández, abogado en
Granada, publicó La Riíta de los pueblos, ensayos, Granada, 1917. — Fran-
cisco Hernández Aldabas publicó Chascarrillos aragoneses, 6 series,
Madrid, 1917. — ^El padre Enrique Herrera y Oria, jesuíta, publicó Oña
y su real Monasterio, Madrid, 1917. — .Ricardo Hicken, argentino, au-
tor del género alegre, estrenó Maridos caseros, com. Fapá y mamá,
com., 1916. El tío soltero, com., 1917. El pariente político, com., 1918.
Fi profesor Müller, com., 1919. — Manuel Horta publicó Vitrales de
Capilla, cuentos místicos, Méjico, 1917. Eslampas de antaño, 1919. —
Amalio Huarte y Echenique publicó Datos para la biografía del maes-
S. XX, 191 7. MANUEL DE l'hOTELLERIE I5
tro Bernardo Clavija, Madrid, 1917. Apuntamientos sobre el adelan-
tamiento de Yucatán, Salamanca, 1919. — Blanxa C. de Hume, argen-
tina, publicó Flores silvestres, B. Aires, 1916. El alma de la tarde,.
ibid., 1917. El jardín del ensueño, poesías, ibid., 1919. — Ramón Hur-
tado, venezolano, buen prosador impresionista y de estilo esmerado,
publicó Cofias, nieblas y molinos, Caracas, 1917. — José Ibáñez Jaso
publicó Mosén Jacinto, nov., Barcelona, 1917. — xA.ugusto Iglesias, chi-
leno, por seud. Jidio Talanto, publicó Las Plegarias de la carne, poe-
sías, Antofagasta, 1917. — Un Ingenio de la Corte pubHcó Gabriel
D'Anniinzio. Svs mejores obras, traducción, Madrid, 1917. — Francisco
Iribarne, por sepd. David Copperfield, publicó Juglerías, Madrid, 1917.
Valentina, de Jorge Sand, trad., 19 17. — Luisa Israel de Pórtela, ar-
gentina, publicó Vidas tristes, cuentos, B. Aires, 1917. — Juan Iturral-
DE Y Suit: Obras, V. Miscelánea histórica y arqueológica, Pamplo-
na, 1917. — 'Luis Izquierdo publicó Nuestro sistema político ante el Se-
nado, Santiago de Chile, 1917. — Ángel M. Jiménez publicó Los pre-
cursores del socialismo en la República Argentina, B. Aires, 1917.
Las misiones de la Paiagonia y la civilización del indio, ibid., 1917.
Represión de la trata de blancas, 1917. — Antonio Jiménez Barroso
estrenó La última lágrima (con José M." Díaz), 1917. — 'Laura Joroue-
RA, chilena, publicó Tierras Rojas, nov., Santiago, 1917. — Luciano Jou-
BLANC RiVAS, de Veracruz, residente en San Luis de Potosí (Méjico),
poeta tristemente sentimental y delicado, publicó El alma trémula, San
Luis, 1917. De la Hermandad, ibid., 1919 (con otros). — Juegos Flora-
les organizados por la Colonia Española de Concepción, con ocasión de
la "Fiesta de la Raza", Valparaíso, 1917. — Antonio Julia Tolrú {Os-
ear Tarloy) publicó El alma paraguaya, apuntes de viaje, 1917. — Jun-
ta Superior de Excavaciones y Antigüedades. Memorias del año 1916,.
Madrid, 1917. — 'Moisés Kantor, argentino, publicó Noche de resurrec-
ción, esb. dr., B. Aires, 1917; Griselda, 1918; Sandro Botticelli, dr., 1918:
tres obras idealistas, para leídas más bien que para representadas, en
un tomo, B. Aires, 1919. — Guillermo M." Kay publicó Rosas de ju-
ventud y de ilusión, Panamá, 1917. — Eduardo de Laiglesia (n. 1889-),
madrileño, publicó La mujer en los libros de caballerías, conf., Ma-
drid, 1917. Tres hijuelos había el rey..., oriígenes de un romance
popular, 1917. — A. de Lamartine, traduce, Madrid, 19 17. — RaymonD'
Lantier publicó El Santuario ibérico de Castellar de Santisteban
(con Juan Cabré), Madrid, 1917. — El coronel Alberto Lara E,
publicó La batalla de Chacabuco, Santiago de Chile, 1917. — 'Modesto
DE Lara, capitán de la Guardia Civil, publicó Fechas de sangre, Ma-
drid, 1917. — Eugenio Léante publicó Vertiendo ideas, Madrid, 1017.
— Vicente Lecuna publicó Papeles de Bolívar, Caracas, 1917; Madrid,
1920, 2 vols. — José E. León, chileno, estrenó La conciencia y el deber,
dr., 1917. — G'. Leroux publicó La esposa del Sol, nov., Madrid, 1917.
— Manuel de L'Hotellerie estrenó Serpentinas y confetti, zarz., 1917.
— Libelos del tiempo de Napoleón, colecc, por Santiago AJvarez
1 6 ÉPOCA CONTEMPORÁNEA (1908-I920)
Camero, 1917 (en Rev. Hisp., XXXIX, 391-582). — El libro de los Jue-
gos Florales, Talca, 1917. — Aureliano Linares Rivas estrenó Juventud,
Vitoria, 1917.— Octavio E. Lobo, argentino, modernista, publicó Moti-
vos y monmncntos, versos, Tucumán, 1917. — Redumiro Lobos O., chi-
leno, pubücó Preludios, poesías, Santiago, 1917. — El loco del Pumare-
jo, por un Bachiller, Sevilla, 1917. — López Marín Méndez, periodis-
ta, estrenó El pecado de sor Benedicta, boc. dram., 1917. — C. Eleazar
López pubücó Cualidades militares del general Juan Vicente Gomes, Ca-
racas, 1 91 7. — Juan López de Ayala publicó Aires de Villasana, no-
vela, Madrid, 19x7. — Manuel López Méndez estrenó Galop final, ju-
guete, 1 91 7. — Arturo Lorusso^ argentino, estrenó La ínsula de don Fe-
lino, com., 19 1 7. — ^JosÉ Lozano y Aragón estrenó Laco indisoluble, co-
media, Almería 191 7. — Juan Ignacio Luca de Tena estrenó Lo que
ha de ser, S. Sebastián, 1917. Eduardo y su vecina, paso de comedia,
Madrid, 1919. — María del Buen Suceso Luengo y de la.Figuera
(n. 1864-), poetisa americana que vive en Andalucía, nacida en Bóveda de
Toro, directora de la Normal de Soria, después de la Habana y de Mála-
ga, ha obtenido premios y publicado poesías y artículos en periódicos, co-
laborando en La Jlustración del Profesorado (1897), Diario de la. Ma-
rina (1903). etc. Pasajeras, poesías, 1917. — Vicente Luque Gutiérrez
publicó Tregua en el combate, poesías. Málaga, 1917. — José M.* Lu-
QUENO publicó Fernando de Trejo y Sanabria, 2 vols., Córdoba de Tu-
cumán, 1917. — L. Luzuriaga publicó Documentos para la historia es-
colar de España, Madrid, 1917. — Julio Llanos publicó Días de París,
Barcelona, 1917. — Guillermo Mac-Kai publicó Rosas de Juventud y de
ilusión, Panamá, 1917. — Juan Antonio Magariños Pittaluga publicó
Renovación, Montevideo, 1917. — Luis Mahave Zarzosa publicó Geo-
grafía de la Rio ja, Logroño, 1917. — 'Augusto Malaret, de Puerto Rico,
publicó Diccionario de provincialismos de Puerto Rico, premiado en
certamen de 1916, S. Juan P. R., 1917. — Luis Mallol, argentino, pu-
blicó Del libro de mis horas, />oesías, B. Aires, 1917. Manojo de fibras,
■versos de dolor, de desesperación y de esperanza, ibid., 1918. — Manuel
Mañueco Villalobos, archivero, publicó Documentos de la Iglesia co-
legial de S. María la Mayor de V aliad olid (con José Zurita), Vallado-
lid, 1917. — Manuel Marcillo Sartorius estrenó El Rey del carbón
(con Teodoro Gutiérrez), 1917. — Benjamín Marcos publicó El cuar-
to poder (por dentro), o lo que es y lo que debe ser el periodismo
español desde el punto de vista moral, intelectual, económico y so-
cial. Madrid. 1917. Hacia otra España, 1918. — Manuel Marchan-
te estrenó El Antecristo, dr., Sevilla, 1917. — Francisco de Mari-
MÓN publicó Los Hombres de la Fragua, nov. (con Julián Floret).
Valparaíso, 1917. — Alfonso Marín estrenó Por los caminos del bien,
comedia, Zamora, 1917. — Ángel Marina (n. 1888-). de Guadalupe
(I'.xtrcmadnra), aprovechado discípulo de Gabriel y Galán en la
poesía, publicó Desde mi rincón, poesías, Madrid, 1917. — 'Ancf.l Mar-
tín Y Martín estrenó La nobleza, com., 1917. — Manuel Martín de los
S. XX, 1917- LEONARDO F. NAPOLITANO 1/
RÍOS publicó La pantalla, Madrid, 1917. — E. Martínez Paz publicó Luis
José de Tejeda, el primer poeta argentino, 1917 (en Rev. Universidad'
Nac. de Córdoba). — Francisco Martínez Suárez publicó Vida, de José
Matías Delgado, S. Salvador, 1917. — Ricardo Martínez estrenó El Cri-
men de la venta (con Alfredo Cabanillas), 1917. — Vicente Martínez
CuiTiÑo, buen autor teatral argentino, estrenó La fuerza ciega, dr., Bue-
nos Aires, 1917. La humilde quimera, com., 1917. Nuevo mundo, 1918.
— Fernando Mata publicó Teatro, dramas y comedias, Madrid, 1917-
— José Nicolás Matienzo, argentino, profesor en las Universidades-
de B. Aires y la Plata, publicó El Gobierno representativo federal en
la Rep. Argentina, Madrid, 1917, 2.* ed. — Antonio Maura, treinta años
de vida pública, Madrid, 1917. — Alberto J. Maza publicó Almaftierte,
Rosario, 1917. — 'Francisco Melgar publicó La Reconquista, Barcelo-
na, 1917. Visita de un católico español a Inglaterra, Londres, 1917. —
Memorias postumas del general José M." Paz, Madrid, 1917. — Francis-
co DE Mendieta, Cuarta parte de los Anales de Vizcaya, San Sebas-
tián, 1917. — 'Antonio Menéndez y Menéndez estrenó La autoridad por
los suelos, jug., Madrid, 1917. — Mario Menéndez publicó Los Reman-
sos, poesías, Montevideo, 1917. — Ángel Menoyo y Portales estrenó-
En holocausto, boc. dram.. Burgos, 1917. Nuestro sitio, com., ibid.,
1917. El libro de viajes, ibid., 1917 (dos obras diferentes). El carril de
paja, nov., ibid., 1917. — Bernardo Merino publicó La Revolución de
febrero (con F de Ibarzábal), Habana, 1917. — Ramón Merino B. pu-
blicó Voltaire, Santiago, 1917. — Alberto Meyer Arana publicó Cose-
cha liviana, narraciones, etc., B. Aires, 1917. — 'Antonio Mirabal, de-
Ponce (Puerto Rico), poeta elegante, vivo y fresco, muy cadencioso y
colorista, publicó De tu rosal y mi selva (Puerto Rico, 1917). — Arturo
Moncada, de 'Costa Rica, publicó Confederación hispano-americana,
S. José, 1917. — Gerardo Monge publicó Nomenclátor general y estadts--
tico de los pueblos de España (con Amando Gordillo), Madrid, 1917..-
— Tristán Montoya, chileno, por seud. Luis Ortuzar González, poeta
humorístico, ya papular, a pesar de lo poco que ha escrito, publicó To-
rongil y yerbatnota, poesías, Santiago, 1917. — Morales y Quiroga,
Antología contemporánea de poetas argentinos, B. Aires, 1917. — Elisa-
Morales DE Giner publicó Etica ael barro, de John Ruskin, traduc-
ción, Madrid, 1917. — Manuel Moreno publicó Vida de Mariano Mo-
reno, B. Aires, 1917? — Pedro Moreno estrenó La mejor faena (con
Joaquín Quiñones), sain., 1917. — J. D. Moscote, colombiano, profesor
del Instituto Nacional de Panamá, publicó Páginas idealistas, artículos-
y discursos, Panamá, 1917. — Fernando Mota publicó Teatro, Madrid,
1917? — Matilde Muñoz publicó De música, Madrid, 1917. — 'Ernesto
MuRiLLO, publicó. El Libro de los Himnos, música y letra de los him-
nos nacionales de todos los Estados independientes, Bogotá, 1917. Una:
página de Historia. Asesinato del gcyicral Uribe, ibid., 1919. — Alfre-
do MussET, Las noches, traduce, Madrid, 1917. — Leonardo F. Napo-
litano publicó Raza vencida, sistemas, orientaciones y costumbres de
l8 ÉrOCA CONTEMPORÁNEA (1908-I920)
•antaño, B. Aires, 1917. — A. J. Navarro publicó La cuidad y territorio
de Baza, 1917 (en Bol. Acad. Hist.). — Ismael Navarro Puentes, ar-
gentino, publicó La aureola de mis ocios, poesias, Bahía Blanca, 19 17.
Cantos triunfales, poemas (con otros), B. Aires, 1920. — Miguel Ne-
BEL, argentino, estrenó Camino de la gloria, com., 1917. — Diego No-
villo QuiROGA, argentino, publicó Desde mi torre de marfil, B. Aires,
191 7. — Francisco M. de Olaguibel publicó Rosas de amor y de do-
lor, poesías, Habana, 1917. — Laurentino Olascoaga publicó El ideal
-argentino, B. Aires, 1917. — Armando Oliveros, estrenó Hernán Cor-
tés, pasillo cómico, 1917 (con José M. Castellví). El Serranito, entre-
més, 1917 (con id.). — José Oller publicó Lienzos, prosas, Panamá,
1917. — ^Antonio de Olleta publicó Rosalía, nov., Madrid, 1917. — 'C.
Onelli publicó El chaco qxie pasa,, conf., B. Aires, 1917. — Josefa Orio-
la publicó Auras suaves, t. I., Barcelona, 1917. — Alfonso Otón es-
trenó El dolor supremo, monól., 1917. — E. P., argentino, publicó Notas
de primavera., diario íntimo, 1917. — Santiago M. Palacio publicó El
batallón de Guernica, recuerdos e intimidades de la campaña del Nor-
te (1873-1S76), Barcelona, 1917. — J. Palau Vera publicó Vida de Cris-
tóbal Colón, Barcelona, 1917. — Polifacecias, versos por Palique, 191 7. —
Julio Pardo estrenó La paciencia de Job, zarz., 1917. — Gonzalo Pa-
rís publicó Los escritores jóvenes de Colombia, 1917 (en Cuba Con-
temporánea, XV, 226-240). — Florencio Parravicini, argentino, es-
trenó S¡<prc7ua venganza, mei'odrama, 191 7. — A. de la Pedraza tra-
dujo de Dickens: El Marques de Saitit Evremont, t. I y 11. Barcelo-
na, 1917. — Juan José Pellerano, argentino, estrenó Don Hipólito,
B. Aires, 1917. — El licenciado Peralta publicó Carnet de un Filósofo
de Antaño, Montevideo, 1917-18; 2 vols. Obra muy bien escrita, algo pa-
recida a la de Ricardo Palma. — Antonio Pérez Valiente, español resi-
dente en la Argentina, publicó Sortilegio, poesías, 1917. — Enrique Pérez
Pardo publicó Bajo el sol de España, poesías, Zaragoza, 1917. — F. Pérez
Menéndez Maturana publicó Ruta de ensueño, versos, 1917. — ^Rafael
Pérez Tavlor, mejicano, estrenó Un gesto, dr. social, Méjico, 1917. —
Wifredo F.co Pí (n. 1893-), de Rocha (Uruguay), director de La Ju-
ventud, redactor de La Libertad, El Telégrafo, La Razón, publicó Los
clásicos de la lírica gauchesca, antología, 1917. Semblanza liter. de
Vic. A. Salaverri, 1918. — Juana M.* Piaggio, de Tucker, argentina, pu-
blicó Vida Nueva, B. Aires, 1917. — Mariano Picón Salas, de Mérida,
Venezuela, fundador y director de la rcv. Arístides Rojas, publicó
Las nuevas corrientes del arte, conf. (1917). Buscando el camino...,
Caracas, 1920. Páginas escogidas de Juan Vicente González, ibid. (s. a.).
— Sabino Pinilla, boliviano, publicó La Creación de Bolivia, Madrid.
1917. — Federico Pita Ezpelosin publicó El Marques de la Rotnana
(180S-10), Madrid, 1917. — Adolfo Plañiol publicó Casa de Moneda.
Madrid, 1917. — Florentina Poblete, chilena, estrenó El Sueño de un
poeta, alegoría infantil, Saintiago, 1917. La Perla, mon. inf., 1917. Rosa
de Tancmburgo, dr., 1917. — Edgardo Poe, Aventuras de Arturo Gor-
S. XX, I917. FR. JUAN PEDRO RODRIGO I9
don Pyn, traduce, Madrid, 1917. — Poesías inéditas de Herrera, Que-
vedo, Lope, Argcnsola, etc., Madrid, 1917. — El licenciado Polo de On-
DEGARüo: Injormaciones acerca de la religión y gobierno de los Incas
(1571), Lima, 1917 (ts. III y IV de Colecc. de iibr. y doc. refcr. a la
historia del Peni). — B rígido Ponce de León publicó Influencia de la
Iglesia católica en el desarrollo de la Astronomía y ciencias afines.
Granada, 1917. — ^J. M. Pou y Martí publicó Archivo diplomático de la
Embajada de España cerca de la Santa Sede, Roma, 1917 (t. II; d
t. I es del padre Serrano). — Fray Luciano del Pozo publicó Reseña
histór. de la Orden hospitalaria de S. Juan de Dios, Barcelona, 19 17.
— José del Prado y Palacio publicó Hagamos patria, Madrid, 1917. — ■
Carlos Prieto Akavena publicó De mi herida, poesías, Santiago de
Chile, 1917. — Eliodoro Puche (n. 1887-), de Lorca, publicó Libro de
los Elogios galantes y Los crepúsculos de otoño, versos, Madrid, 1917.
Motivos líricos, id., ibid., 1917. Sinceridad, senitimiento, color y fa-
cilidad de versificación son las dotes de este nuevo poeta, que no sabe-
mos predecir lo que será cuando llegue a madurez. Inspírase en los
poetas decadentes franceses. Corasón a la noche, poesías, 1918. — Héc-
tor Quesada, argentino, estrenó En París, B. Aires, 1917. — Ignacio
Ramírez publicó Discursos y artículos, Méjico, 1917. — Juan Vicente
Ramírez publicó Ensayos, Asunción (Paraguay), 1917. — Temístocles
Ravelo publicó Diccionario biográfico dominicano, Santiago de Cuba
(1917?) — Federico Reaño publicó Cuentos extraordinarios, en verso y
^n prosa, Madrid, 1917. — «Emilio Rebasa publicó La organización polí-
tica de México, Madrid, 1917. — A. Rebauüi publicó Guerra del Para-
guay, la conspiración contra... don Francisco Solano López, B. Aires,
1917. — Relación de las personas que pasaron a la Nueva España y se ha-
llaron en el descubrimiento, toma e conquista della..., 1917 (en Revista
Arch, XXXVI y XXXVII). — El padre Félix Restrepo, jesuíta co-
lombiano, publicó Clave del griego. El alma de las palabras, diseño de
semántica general, Barcelona, 1917. — Fray Mariano Revilla y Rico,
agustino, publicó La Políglota de Alcalá, Madrid, 1917. — Revista de Ar-
tes y Letras, Santiago de Chile, desde 1917, dirigida por Miguel Luis
Rocuant. — Revista quincenal, Barcelona, desde 1917. — Ribé: Veladas
recreativas, composiciones dialogadas en prosa y verso, 3 vols., Bar-
celona, 1917. — Antonio Rivera de la Torre publicó F.co /. Mina y
Pedro Moreno, Méjico, 1917. — José Eustacio Rivera, colombiano, poe-
ta de gran fantasía, algo a lo Chocano en el pintar la espléndida na-
turaleza americana, publicó Tierra de promisión, sonetos, Bogotá, 1917,
con prólogo de G". Valencia; 1921. — Pedro Robredo publicó Catálogo
de algunas obras de Historia de América, Méjico, 1917. Catál. de libros
raros y curiosos, ibid., 1918. — J. Félix Rocuant Hid.\lgo publicó Vida
Cruel, Santiago de Chile, 1917. — Fray Juan Pedro Rodrigo (n. 1S91-),
de Covarrubias, benedictino de Silos, publicó Recuerdo del Monasterio
de Santo Domingo de Silos, Madrid, 1917. — Antonio Gabriel Rodrigues:
libro en cuyas páginas resplandece el genio y el recto carácter de un
20 ÉPOCA CONTEMPORÁNEA (1908-I920)
gran español, Madrid, 1917. — Carlos E. Rodríguez publicó Por la Pa-
tria y el Arte, Guayaquil, 1917. — Ricardo de Rojas y Solís, marqués
de Tablantes, publicó Anales de la R. placa de toros de Sevilla (1730-
1835), Sevilla, 1917. — Romances de amor y gentileza, Barcelona, 1917-
— ^Francisco Romero publicó Versos parroquiales, Salamanca, 1917. —
A. R0VIRA Y ViRGiLi publicó El nacionalismo catalán, Barcelona, 1917.
— 'Carlos Rufart, actor y autor, estrenó Ya se casó la Isabel (con Ló-
pez Aviles), 1917. — Ambrosio Ruste, por seud. Emilio Ester Rubira,
aragonés, publicó Del Moncayo al Pirineo, cantares, Zaragoza, 1917
(2.' ed.). — Carlos Sabat Ercasty (n. iSvSy-), montevideano, redactor
de El Día, publicó Pantheos, poesías, Montevideo, 1917. Invocaciones,
1918. Poemas del hombre, 1921. — Teófilo de Sais, argentino, poeta
pensador y para pocos selectos, publicó La otra Arcadia, B. Aires, 1917.
— Ricardo Salas Edwardi publicó Balmaccda y el Parlamentarismo Chi-
leno, tomo I, Santiago de 'Chile, IQ17. — Tulio Gonzalo Salas, vene-
zolano, ipublicó De mi solar, poesías, Mérida, 1917. — Luis de Salazar
publicó Origen de ^00 apellidos castellanos y vascongados, Bilbao, 1917.
— José Saldías Vázquez publicó El adiós a la vida, nov., Santiago,
1917. — Eduardo de Salterain Herrera (n. 1892-), montevideano, hijo
de don Joaquín, catedrático en la Universidad (1915), publicó Los co-
mentarios (la censura teatral, el arte y la moral, el público espectador),
Montevideo, 2 ts., 1917-1920. Cartas fundamentales, ibid., 1919. Ansie-
dad, 1922. — Fernando Salvador Estrella estrenó Sangre plebeya, com.,
Madrid, 1917. — Cristino Sánchez Ortigosa publicó Bcjar, poema, Béjar,.
1917. — J. M. SÁNCHEZ PÁZQUEZ, argentino, publicó Intimas, poes., Rosa-
rio, 1917. — Manuel Sánchez Enciso publicó El soneto en España, Ma-
drid, 1917. — Vicente Sánchez de Ocaña publicó Frases históricas, Ma-
drid, 1917. — Rosa de San Millán de Leyva publicó Veinte cuentos, Ma-
drid, 1917. — Emilio de San Román publicó La Isla de los pelagatos,
novela. Don Cosmos infinito, nov., 1917. — Fernando Santiván, chileno^
recio, sobrio, movido narrador, publicó Palpitaciones de la vida,
cuentos. Ansia, novela. La Hechizada, nov., 1917. En la Montaña, no-
velas cortas, i 91 81. — Julián Sanz Martínez, por seud. Druida Milocho,.
publicó Rincones de la España vieja, Madrid, 1917. Santander: cuevas,
monumentos, etc., Madrid, 1918. — Mariano Sarratea Prats, chileno,,
poeta delicado, amargadamente desengañado y melancólico, publiccí
Motivos, Linares, 1917. — Arturo Segovia Ruiz estrenó Rosío... en-
tremés, Madrid, 1917. — Selva lírica, Santiago de Chile, desde 1917
(de muchos poetas chilenos), por JuHo Molina Núñez y Juan Agustín
Araya. — María de la Soledad Selvas publicó El jardín del amor (2.*
edición), Barcelona, 1917. — Serafín publicó Cosas que fueron, novela,
Santiago, 1917. — Francisco Serrano Morón publicó Mis albores, poe-
sías. Toledo, 1917. — FÉLIX Sevilla y Solanas publicó Historia Peni-
tenciaria Española (La Galera), Madrid, 19 17.— -.Ángel C. Sforza. ar-
gentino, publicó El ideal de Lilia, y La voz del amor, comed,, Buenos-
Aires, 191 7. — Pedro Sienna, chileno, publicó Muecas en la sombra.
S. XX, I917. LUIS M." TORRES 21
poesías, Santiago de Ohile, 1917.—]. Francisco V. Silva (1893-), de
Córdoba (Argentina), doctor en derecho por la Univ. Central de Ma-
drid, muy amante de España y opugnador de los centralizadores por-
teños, colaborador de Rev. Archivos, La Lectura, Estudio, Esp. y Amé-
rica, La Ciencia Tomista, Boletines de la Acad. Hist., de la Sociedad
Geográfica, etc., etc., publicó El Libertador Bolívar y el Deán Funes,
Madrid, 1917. La desnacionalización en la Histor. Argentina del si-
glo XIX, conf., 1917. La solidaridad de los pueblos hispánicos, mono-
grafía, 1917. Concepto moderno del Estado, 1917. Argentina bajo
la opresión de Buenos Aires, ibid., 1918. Inglaterra contra el
Imperio de España y "La^ Dragontea", ibid., 1918. Constituciones
complutenses de Ximénes de Cisneros, ibid., 1918. Reparto de América
española y Panhispatiismo, ibid., 1918. Elogio de Vaca de Castro por
Ant. de Herrera, ibid., 1918. Derecho del Real Patrona^to de Indias,
ibid., 1918. Política geofráfica del Panhispanismo, ibid., 1918. Guerra
de España contra Estados Unidos en 1804 por Almirante Macdonnell,
1920. — (Romualdo Silva Cortés, chileno, publicó Conferencias Univer-
sitarias, Santiago, 1917. — ^Horacio Socías estrenó El Corredor de la
Muerte, drama policíaco (con Tomás A. Ángulo), 1917. — Jaime Sola,
gallego, publicó Cuentecitos. Todo malo, cuentos y poesías. La mald
sombra, nov. Anduriña, nov., Madrid, 1917. El Alma de la aldea, no-
vela, 1918. El otro mundo nov., Vigo, 191 8. Ramo cativo, ibid., 1918.
— 'José Sixto de Sola (1889-1917), cubano, escribió Pensando en Cuba,
artículos, Habana, 1917 (póst.). — Antonio G. Solalinde publicó Cer-
vantes, por Paolo Savj López, trad., Madrid, 1917. Calila y Dimna,
ed., 1917. — 'Plácido Soria publicó Un paseo por el Madrid viejo, Ma-
drid, 1917. — Salvador Soto Rojas, chileno, publicó Los alemanes en
Chile (1541-1917), Valparaíso, 1917. — Rudolf Stratz publicó El mila-
gro alemán, nov., Méjico, 1917. — 'Arturo Suarez, colombiano, publicó
Montanera, novela de costumbres caldenses, de personajes bien defini-
dos, animado diálogo y algunos galicismos, Bogotá, 19 17. — José Su-
birá publicó Su virginal pureza, nov., Madrid, 1917. La Bélgica que yo
vi. Valencia, 1919. Así dijo Montiel, 1920. Los españoles en la Guerra
de 1^)14-18, hist. nov., 1920. — Roberto Sundt publicó Bibliografía
Araucama, Santiago, 1917 (en Rev. Bibliogr. Chil., nov.-dic). — Pelayo
de Tapia publicó El libro de los Juegos Florales Cervantistas, Valpa-
raíso, 1917. — 'H. Thoivlas publicó Dos romances anónimos del siglo xvi,
Madrid, 1917. — 'Ricardo Tizón y Bueno publicó Lima, La Paz, Bue-
nos Aires, Lima, 1917. — Hilario Andrés Torre y Ruiz (n. 1882-), de
Logroño, catedrático de la Universidad de Valladolid, buen poeta, pu-
blicó Federico Nietzche. La poesía después de la guerra. Poemas (Va-
lladolid, 1917). — Matilde de la Torre publicó Jardín de damas curio-
sas, Madrid, 1917. — C. A. Torres Pinzón publicó Prosas y esbozos,
Bogotá, 1917. — 'J. Torres Romero estrenó Nube de polvo, com. (con
Manuel F. Lasso de la Vega), Jaén, 1917. — 'Luis M,' Torres publicó
Manual de Historia de la Civilización Argentina, t. I (con Romualdo
22 ÉPOCA CONTEMPORÁNEA (1908-I920)
D. Carbia, Emilio Ravignani y Diego Luis Molinari), B. Aires, 1917.
Documentos para la Hist. Arg. Administración edüicia de la ciudad de
B. Aires {ijj6-i8o¿), B. Aires, 1918. — El Conde de Torre-Vélez
publicó El bandolerismo político, 1917. — Jaime Torriiiuano Ripoll
(n. 1879-), de Fondarella (Lérida), comenzó la publicación de nuestros
grandes teólogos y fi'lósofos del siglo xvi en castizas traducciones. Re-
lecciones teológicas del R. P. Fr. Francisco de Vitoria, 3 vols. trad., Ma-
drid, 1917. P. Francisco Suárcz, Tratado de las leyes y de Dios leyis-
l-ador, trad., 11 vols., ibid., 1919-20. Hugo Grocio, Del derecho de la
guerra y de la paz, trad., 1920. Seb. Fox Morcillo, De la naturaleza de
la filosofía, 1920. Raimundo Luiio, Ars magna, ibid., 1920. ¿Son ellos
adúlteros F, 1921. — J. Ventura Traveset tradujo del inglés los Cuentos de
la Alhambra, de Washington Irving, Valencia, 1917. — Tricentenario de
Cenantes en Valparaíso, por varios, ibid, 1917. — J. A. Ubierna Eusa pu-
blicó Estudio jurídico de los fueros municipales de la provincia de Guada-
la jara, 2.* ed., Guadaiajara, 191 7. — Luis Uriarte publicó Figurones tau-
rómacos, Madrid, 1917. El Retablo d.e Talía (semblanzas de autores y ac-
tores), 1918. — ■Aníb.'vl Uribarri, argentino, publicó Amor, poesías, B.
Aires, 1917. — Francisco José Urrutia, colombiano, de la Academia
Nacional de Historia, publicó Páginas de la historia diplomática: los Es-
tados Unidos de América y las Repúblicas hispanoamericanas de 18 10
a i8jo, Bogotá, 1917; Madrid, 1918. Obras anteriores: La Evolución del
principio de arbitraje en América. El Ideal internacional de Bolívar.
Un Comentario a la Declaración de los Derechos de las Naciones, he-
cho por el Instituto Americano de Derecho internacional. — Alberto
Vacarezza, argentino, estrenó la pieza gauchesca La casa de los Bata-
llan, B. Aires, 1917. — Antonio Valcárcel, poeta gallego, de pintoresca
fantasía y delicado sentimiento, publicó Poesías (en cast. y gallego), 1917.
— Antonio Valero de Bernabé publicó Testamento político de Espa-
ña, Madrid, 1917. El poeta de Galicia (Rey y Soto) (con Luis Fer-
nández Cancela), 1919. — Jimena del Valle, chilena, publicó En si-
lencio, nov., Santiago, 1917. — Luis del Valle (seud.), poeta clásico,
esmerado y bien sentido, publicó De mis recuerdos, poesías. Habana,
1917. — 'Paulino F. Vallejo publicó Las armonías inefables, Madrid,
1917- — Juan Valliera, argentino, estrenó Río revuelto (con A. Láza-
ro), 1917. — Várela Silvari publicó /Isturias, su 7núsica y danza po-
pulares, 1917 (en Alhambra). — Juan Varoas Márquez, chileno, por
seud. Juan del Páramo, publicó Los lamentos de la mina, nov., Concep-
ción, 191 7. — h. T. Vargas Pizarro, venezolano, Por Dios y por la
Patria, Barquisimeto, 1917. — Joaquín Vela, madrileño, estrenó La úl-
tima, canción (con Ramón Moreno), com., 1917. — José M." Vela de la
Huerta publicó De telón adentro, memorias de un ex farandulero, 1917.
— Julián Velasco de Toledo, natural de Molina de Aragón, poeta
joven que promete, arrímase al cantar popular, llano y hondo, sol)re-
sailiendo. por lo mismo, en las trovas campesmas. De mis soledades, Cuen-
ca, 1917. — ^Carlos Vicuña Mackenna publicó Diario de viaje del ge-
S. XX, 191 8. MANUEL FERNANDEZ GORDILLO 23
fieral O'Higgins, Santiago de Chile 1^17.— Vida Nuestra, hermosa
publicación mensual israelita, B. Aires, desde 1917.— Buenaventura
L. Vidal estrenó El de los cuentos de hadas, com., 1917. Las Palomi-
tas de nieve, com., 1918. La Princesita encantada, nov., 1919. — Vidiíla
Y SoLis DE Ovando, chileno, estrenó Los cuatro estornudos de Don
■Quijote, com., 1917. — José Villalobos Reyes publicó Entre Fifís, Mé-
jico, 1917. — Rogelio Villar publicó El sentimiento nacional en la mú-
sica española, Madrid, 1917. Músicos españoles, 1918. — A. Vives Es-
cudero publicó Estudio de arqueología cartaginesa: la necrópoli de Ihi-
za, Madrid, 1917. — Voltaire, Novelas, traducción, Madrid, 1917. — An-
tonio Weyler publicó Del solar ibérico, Madrid, 1917. — María Wies-
SE, de Lima, estrenó La hermana menor, comedia (1917). El agua lus-
tral, com. (1920). Publicó Santa Rosa de Lima, 1920.— Therese Wilms
MouTT, chilena publicó Los tres cantos, descripciones, B. Aires, 1917.
En la quietud del mármol, Madrid, 19181. Anuari, ibid., 1918. — José
Wilson, chileno, estrenó Los dioses tienen sed, com. (con León César),
1917. — Luisa Zanelli López, chilena, publicó Mujeres chilenas de Letras,
Santiago, t. I, 1917. — Raúl de Zanhnémen, argentino, estrenó Satanás,
dr., Tucumán, 1917. — Rene Zapata Ouesada, argentino, publicó La
exaltación de mi tristeza y de mi lujuria, poemas de dolor y de rijo qus
compuso para su propio halago don..., B. Aires, 1917. — Daniel Zara-
MA publicó D. Julio Arboleda en el Sur de Colombia, Pasto, 1917- — Ro-
drigo Zarate y Goñi (n. 1887-), de Lima, coronel, publicó España y
América : proyecciones y problemas derivados de la guerra, Madrid, I9I7-
— Jesús Zavala, joven poeta de San Luis de Potosí (Méjico), pu-
'blicó Vendimia juvenil, 1917. — Vera Zouroff, chileno, pubilicó Martha,
novela, Santiago, 1917.
54. Año ipi8. Jorge Max Rohde, argentino, de la escuela
de Menéndez y Pelayo, grande amigo de las cosas españolas,
poeta clásico, algo frío por la continua alusión a lo helénico, pero
elegantísimo y escultural, annonioso y traslúcido, descuella por
la maestría con que maneja el verso libre, su lenguaje es muy
castizo. Cantos, B. Aires, 1918. Nuevos Cantos, ibid., 1919.
Estudios literarios, ibid., 1920. Las ideas estéticas en la liter.
^argentina, 1921.
Francisco Alejajstdro Lanza, momtevideano, por seud.
Pedro Cora:^ón^ poeta ya maduro en su primer libro El Cuen-
to de Pedro Corazón, Montevideo, 1918, de poesías desen-
gañadas y melancólicas, de vagarosa fantasía, ingemioso y aun
hondo pensamiento, de esmerada forma y limpio lenguaje.
Manuel Fernández Gordillo, sevillano, juez de primera
instancia, ha publicado Canciones de la Jornada, Sevilla, 1918,
24 ÉPOCA CONTEMPORÁNEA (1908-I920)
donde las hay místicas de galano decir y sincero sentimiento^
muy parecidas a las de nuestros místicos del siglo xvi^ sin ser
imitaciones.
Rogelio Sotela (n. 1894- ), de San José de Costa Rica,
secretario de aquel Ateneo y director de Athcnea, fué premiado
(19 14) por su poema El Triunfo del Ideal, donde se ve la in-
fluencia del poeta Guillermo Valencia. Publicó La Senda de
Damasco, poesías, S. José, 191 8. Valores literarios de Costa
Rica, ibid., 1920. Recogimiento, ensayo, influido por Emerson,
1922.
55. Año ipi8. Luis Dobles Segreda, joven costarricense, de He--
redia, maestro de aquel Liceo y director del Instituto de Alajuela, pu-
blicó el admirable lÜbrito Por el amor de Dios, S. José, 1918, en donde
pinta varios tipos populares de Hieredia con pincel realista, ceñida y
esculturalmente. Otros lindos cuentos en Athenea, 1919 (enero). Rosa
mística, 1920, donde se muestra gran pintor de las viejas tradiciones
provincianas. Tiene preparado un libro de cuentos titulado Por la ven-
tana abierta; otro, Tras la, mancera, sobre provinciailismos ticos, que son
modos de decir de castizo abolengo, y una bibliografía de Costa Rica.
Artemio del Valle Arizpe (n. 1888-), de Saltillo (Méjico), abo-
gado (1910), diplomático (1919), amante de la época del virreinato y
de su añejo decir, que remeda en sus obras, publicó La gran ciudad de
Méjico, según relatos de antaño y de ogaño, Méjico, 1918. Ejemplo
(en lengoiaje antiguo), /Madrid, 1919, donde abundan trozos hermosí-
simos, descripciones vivas y muy ipoéticas; isobre todo desde <ú ca-
pitulo IX hasta eil fin es un dechado de narración idea], llena de espí-
ritu y de estilo y lenguaje castizo. Vidas milagrosa^, Madrid, 1921.
Renato de Alba publicó Suplemento de todos los diccionarios en-
ciclopédicos españoles, Barcelona, 1918. — Alvaro Albornoz publicó
No liras, lanzas. El partido republicano, Madrid, 1918. Estudios políti-
cos, Tortosa, 1918. — Mariano Alcocer Martínez, bibliobecario de la
Universidad de Valladolid, publicó Historia de la Universidad de Va-
lladolid, transcrita del Libro de Bezerro que compuso Fr. Vicente Ve-
lázquez de Figucroa, Valladolid, 1918; t. II, 1919. Catálogos de las Bi-
bliotecas Universitaria y Provincial {Santa Cruz) de Valladolid, ibid.,
1920, 2 vals. — 'Carlos Alfonso estrenó El príncipe extranjero, come-
dia, 1918. — F. Almarche Vázquez publicó La antigua civilización ibé-
rica en el reino de Valencia, 1918. — ^Raoul E. Alpizar, cubano, estre-
nó Malditos bailes, 1918. — 'José Alsina publicó Museo dramático, va-
riedades teatrales, Madrid, 1918. — Carlos Alvarez Campos estrenó
i na mosquita muerta, arrcg.^o de com., Madrid, 1918. — Severo Ama-
dor publicó Himno a Salomé, Méjico, 1918. Pensamientos, ibid., 1919.
— Canuto E. Anaya publicó Bosquejo gcogr. hislór. de la diócesis de
S. XX, 1 918. ROSA BAZÁN DE CÁMARA 2$
Tulancingo, CuadaJupe-Hidalgo (Méjico), 1918. — José Andrés Váz-
quez publicó Epistolario hético (1917), Madrid, 1918. — Antología de
'escritores jóvenes, B. Aires, 1918, 2 vols. — ^Eduardo Arasti publicó Par-
lerías, Burgos, 1918. La eterna, primavera, narraciones, ibid., 1919. De
^llas y para ellos, pros'as locas, ibid., 1919. Pel^^jos, nov., 1920. — Gus-
tavo Arboleda, colombiano, publicó Historia contemporánea de Colom-
bia, t. I, Bogotá, 1918; t. II, ibid., 1919. — ^DiEGo Arenas Guzmán pu-
i»licó EL maestro de Capilla, nov. corta, Méjico, 1918. — P. Armengol
Valenzuela publicó Glosario etimológico de... vocablos incorporados
en el leng. viügar, aborígenes de Chile, etc., t. I, Santiago de Chile, 1918,
— Jesús Aroca publicó Comentarios y apostillas al Cancionero poé-
tico y musical del siglo xvii, recogido por Claudio de la SablonarcC;-
Madrid, 1918. Sablonaira fué simple copista de da Real Capilla es-
pañola desde 1599, jubilado después de treinta y cuatro años de ofi-
cio. Escribióse en ©1 primer tercio dtl siglo xvii, y es copilación de
75 obras .de autores que florecieron de 1590 a, 1640, con poesías dá-
sicas y populares. Consúltese Raf. Mitjana, en Rev. Fililóg. Esp.^ 1919
{en.-marzo). — Arte de amar, traducción de Ovidio, Valiencia, 1918. —
El arte de la ta^urom>aqiiia. Catálogo de la Exposición, Madrid, 1918.
— MiLLÁN Astray, jefe de policía, escribió Memorias, Madrid, 1918,
post. — Autobiografías de escritores y poetas españoles : Quevedo, Ma-
nuel del Palacio, Ruiz Aguilera, Ruiz Contreras, Luceño, Martínez
Villergas, López Silva, Estrañi, Franquelo, Palomero, Pérez Zúñiga,
Joaquín Belda, Luis Esteso, Pérez y Gonzállez, Madrid, 1918. — Mar-
co M. Avellaneda, argentino, publicó Del camino andado, 1918. —
Juan de Dios Avisa publicó Los sueños de Alvarado, nov., Madrid,
19181. — Joaquín Aznar estrenó La loca ambición, zarz. (con Eduardo
Haro), .1918. El brillante negro (con id.), 1918. — 'Francisco Manuel
Ballein de Villaverde tradujo en verso La canción de Roldan (Va-
lencia, 1918). — Manuel Bandera, cubano, estrenó Gran escuela, de co-
jos, monól., 1 918. — Barón de la Linde publicó Zaragoza, poema,, Va-
lencia, 1918. — ^Refugio Barragán de Toscano publicó' La Hija del ban-
dido, nov., 3.^ ed.. Ciudad Guzmán (Méjico), 1918. — 'Cayetano Ba-
KRAQUER Y RoviRALTA publicó Los RcUgíosos en Cataluña durante
la primera mitad del siglo xix, t. IV, Barcelona, 1918. — ^Rafael Barret
{•j- 1910), español que vivió en Montevideo, pensador y excelente pro-
sista, publicó Moralidades actuales, Montevideo, 1910. El dolor paragua-
yo, 1911. Cuentos breves, 191 1. Al margen, críticas, 1912. El terror ar-
gentino, 1912. Filosofía del altruismo, 1913 (en Ideas y Figuras). Diá-
logos, conversaciones y otros escritos, 1918. — Higinia Bartolomé,
venezolana, publicó Im^presiones de viaje (a España), 1918. Con-
-versaciones de mujeres, diálogo. — Agustín Basave publicó En-
sayos críticos, Guadalajara (Méjico), 1918. — Pedro M. Baselga pu-
blicó 4 Quién fué Costa?, Zaragoza, 1918. — Rosa Bazán de Cámara, ar-
gentina, publicó Prados de oro, ensayos breves en prosa, Barcelona,
1918. Collar de momentos, cuentos, escenasi, emociones, B. Aires,
26 ÉPOCA CONTEMPORÁNEA (1908-I920)
1920. Conferencias sobre Literatura de la Grecia clásica, ibid,^
1920. — Antonio Belelli (hijo) publicó Paraíso Negro, nov., Buenos
Aires, 1918. — 'Manuel Benavente, poeta uruguayo, publicó Rosas de
Bohemia. 1918. — Fernando Berenguer publicó El hispanoainericanis-
VIO esliuliiado desde el punto de vista del derecho internacional y el
problema territorial de América, Habana, 1918. — José Besora Cuello
estrenó La hermosa Clarita, entr., Tortosa, 1918. — Guillermo Bianchi
{Shanty), chileno, publicó El Cura sentimental, cuentos, Santiago, 1918.
— Adolfo Bollain estrenó Tarde de agosto, boceto, 191S. — Joaquín Bo-
NET Jordán, poeta bien encaminado, sincero, trasparente, bien senci-
do, publicó Florilegio galante, Cartagena, 1918. — Jaime Borras Rullán
publicó Lulismo, Sóller, 1918. — José M. Bosch (•{• 1917), español, estrenó
La gallega, com., 1917. — Ernesto J. J. Boff publicó Una evolución trcís-
cendental de la vida iyiternacional de America, B. Aires, 1918. —
Joaquín de Bouligny publicó De historia contemp. Los sucesos de
Cádiz en la Revolución de 1868, Madrid, 191 8. — Alberto Britos Mu-
ñoz, argentino, pintor, escultor y poeta, sinceramente impresionista,
nada afectado y muy sensible, publicó Impresiones, poemltas en pro-
sa, B. Aires, 1918. — Guillermo M. de Broca publicó Historia del
Derecho de Cataluña, Barcelona, 1918, t. I. — Pedro Bueso Contreras
publicó La Torre de Contares, trad. granadina, Madrid, 1918. — Joaquín
Buigas y Garriga publicó Don Pulquerio Mandioca, 1918. — Fausto
Burgos pub'icó Cuesta arriba, B. Aires, 1918. — Manuel de Burgos y
Más publicó Páginas histór. de 1917, Madrid, 19181. — José Buxadí publi-
có España en crisis. La Bullanga misteriosa de 1917, Barcelona, 191S. —
Constantino Cabal Rubiera, de Oviedo, redactor del Diario de la Ma-
rina ha más de quince años, representándolo ahora en Madrid, publi-
có Covadonga, Madrid, 1918. El Libro de cómo se hacen todas las co-
sas, ibid., 1919. — Hilarión Cabrisas, cubano, estrenó Doreya, ópera
(1918). — 'Domingo A. Caillava, uruguayo, excelente narrador regional
en el lenguaje criollo, publicó Sierras y Llanuras, novelas cortas urugua-
yas, Montevideo, 1918I La Literatura gauchesca en el Uruguay, ibid.,
1921. — Juan Pedro Calou, argentino, poeta fuertemente sentido y noble-
mente lastimado con las penas humanas, publicó Humanamente, poe-
sías, 1918. — Raquel Camaña, argentina, pedagoga, publicó Diletantismo
sentimental, artículos, B. Aires, 1918. — Arturo Cancela, argentino,
pul/ ico El cocobacilo Herrlin, nov. satír., B. Aires, 19 18. Una sema-
na de holgorio, id,, 1919. Babel, 1919. Cacambó, 1920. — La hermosa
Cancionera, Santiago, 191 8. — Canciones varias, Santiago, 1918. — LuiS'
Cánovas publicó Visión de lo alto, Madrid, 191 8. Santa Liduvina. de J.
K. Huysmans, trad., 1918. — J. M." Caparros publicó Memorias de un co-
legial del Sacro Monte, 1918. — Luis Carpió Moraga, procurador en Mar-
tos, publicó Alma española, poesías selectas, Madrid, 1918. — Luis Carre-
tero publicó La cuestión regional de Castilla la Vieja, Segovia, 1918. —
Julio Casas Akaujo, uruguayo, publicó El Misal de las Súplicas, poesías,
Montevideo, 1918.— Carlos N, Cassasú.s publicó Latidos, Valparaíso,.
S. XX, I918. RAFAEL DÍAZ DE LEÓN 2/
1918. — 'María Luisa 'Castellanos publicó Lulú la soñadora, nov., Llanes,
1918. — José Castellón estrenó Pas, trag., igi8. Lo que tenemos cerca,
com., 192L — José de Castilla estrenó La capa del estudiante, humorada
cómico-lírica, Logroño, 1918. — Manuel Castilla Solís publicó Elemen-
tos de Historia de Yncaiún, Mérida de id.. 1918. — Pedro de Castilla pu-
blicó Páginas grises, Madrid, 1918. — L B. del Castillo publicó Biblio-
grafía de la Imprenta de la Cámara de Diputados, ipi2-ij, Méjico, 1918.
Bibliografía de la revolución mexicana de ipio-igió, ibid., 1918. — Mi-
guel DE Castro Marcos publicó Asturias, 1918. — 'Ramón de 'Castro Es-
TÉVEZ publicó Espíritu y Materia, cuentos y meditaciones, B. Aires,
1918. — Juan B. Cátala y Gavilá publicó D. Antonio Maura, ideario
político, Madrid, 1918. — Cide Hamete Benengeli publicó Libros que en-
loquecieron a don Quijote, 1918. — Joaquín Cifuentes Sepúlveda, chileno,
publicó Esta es mi sangre, poesías, Talca, 1918. Noches, poesías, ibid.,
1 91 9. — Maximiliano Clavo, por s-eud. Corinto y oro, revistero tauri-
no, publicó La fiebre torera, etc., Madrid, 1918. — Antonio Codorníu
DE LA Mata publicó Prosa y verso, Madrid, 1918. Corazón y abolen-
go, nov., ibid., 191S. — Colección gral. de docum. relativos a las Islas
Filipinas exist. en el Archivo de Indias de Sevilla, Barcelona (t. I,
1493-1518), 1918; (t. II, 1519), 1919. — Vicente Colid publicó El sen-
tir de los cantares, Madrid, 1918. — 'Guillermo Colom Ferrá (n.1890-),
de Sóller (Mallorca), publicó Juvenilia, Sóller, 1918; — 'Francisco Co-
llazo^ uruguayo, estrenó Un hoynbre, dr.,' 1918. — B. Contreras (seudó-
nimo), publicó Odas bárbaras, de Josué Carducci, trad., Buenos Ai-
res, 1918. — Domingo Contreras Gómez publicó Efímeras, Santiago,
1919. — Cleopatra Cordiviola, argentina, por seud. Cleonice, publicó
Pasando las horas, cuentos, Buenos Aires, 1918. — G'. Coria Penal vea
publicó El Profeta, poema americano, Buenos Aires, 1918. — Corres-
pondencia de D. Antonio Varas sobre la guerra del Pacífico, Santiago
át Chile, 1918. — Iñigo Cortés, americano, publicó El Misal de los es-
toicos, versos, B. Aires, 1918. — Javier Cortezo Collantes publicó
Aladino, poesías, Madrid, 1918. — Alfonso Corti publicó Argia, con-
tribución al estudio histór. del teatro argentino, B. Aires, 1918. Un
misterio moderno, ibid., 1920. — Juan Manuel Cotta publicó Arpe-
gios, poesías. La Plata, 1918,. — Batalla y Santuario de Covadonga, por
varios, Ovi'edo, 1918. — María Cruz de Ebro publicó La Niña, nov. fe-
minista, 1918. — Cuentos gitanos, tres sieries, por Un cañí, Madrid, 1918.
— 'Francisco Curet, catalán, director de El Teatro Cátala, publicó El
arte dramático en el resurgir de Cataluña, 1918. — 'Manuel W, Chaves
publicó El Paraguay ilustrado, 1918. — Antón Cheknoff publicó Ojos
con sueño, B. Aires, 1918. — Mario Chiloteguy, argentino, publicó De
luz y de hierro. La canción errante, poesías doHientes, B. Aires, 19181. —
Manuel Díaz-Rodríguez, venezolano, publicó Motivos de meditación
ante la guerra y por Hispano-América, Caracas, 1918. Sermones líricos,
ibid., 1918. Peregrina o el pozo encantado, nov., 1921. — Rafael Díaz de
León publicó El Sermón de la Montaña, poema, Nuevo Laredo (Méji-
28 ÉPOCA CONTEMPORÁNEA (1908-I920)
co), 191S. — F. Dtfiilipis Novoa, argentino, estrenó El diputado por mi
pueblo, 191S!. — DiscEPOLO, uruguayo, estrenó La espada de Danwclcs
(con De Rosn), 1918. — Enrique Domín-guez Rodiño publicó Las prime-
ras llamas, 1918. — Francisco Donoso González publicó Lyrica, Santia-
go de Chile, 1918. Las Manos de Jesús, poema, ibid., 1921. — ^Severiano
DopoRTO Uncilla publicó Catálogo eronol. e índice alfab. de los docn-
vientos histór. desde 1208 hasta iSiy, del Archivo vuinicipaj de Te-
ruel, Madrid, 1918. — Alfredo Duhau, uruguayo, estrenó Sábado inglés,
1918. — E. P. D., Chascarrillos de suegras, Madrid, 1918. — Efemérides
de la Guerra Mundial, Méjico, 1918, 2 vols. — Pedro Erasmo Callorda,
uruguayo, doctor, diplomático, poeta suelto, castizo en espíritu y len-
guaje, sincero y sentido, publicó Héctor Miranda, conf., Río Janeiro,
1915. Cantares de la aldea, Méjico, 1918. El testamento de D. Quijote,
ibid., 1918. — 'Enrique V. Erserguer, uruguayo, publicó El Mesías, nov.,
Montevideo, 1918. — Federico Escobedo, presbítero mejicano, por seud.
Tamiro Miceneo, publicó Cauces hondos, poesías, Méjico, 1918. — Pa-
quita Escribano, Tonadillas y canciones de..., Santiago de Chile, 1918.
— Antonio Espina García, publicó Umbrales, poesías, Madrid, 19181.
Divagaciones. Desdén, prosa, Madrid, 1919. — Alfredo Espinosa Tamayo
publicó Psicología y Sociología del pueblo ecuatoriano, póst., Guayaquil,
1918. — T. EsouiVEL Obregón, mejicano, ministro de Hacienda, publicó
Influencia de España y los Estados Unidos sobre México, Madrid, 1918. —
Tomás Estrada Palma, primer presidente de la Rep. cubana. Desde él
castillo de Figueras, cartas (1877-78), Habana, 1918. — Fernández Sán-
chez DE Flt;ntes, profesor de la Universidad de la Habana, publicó Dis-
cursos, Habana, 191 8. — .Felipe H. Fernández, argentino, por seud. Va-
caré, publicó Con toda mi alma, poesías, Buenos Aires, 1918. — Genaro
Fernández Mac-Gregor publicó Noz'clas triviales, Méjico, 1918. — Ho-
racio Fernández, argentino, publicó El poema campesino, 1918. — José
Fernández 'Coria, maestro argentino, gran pedagogo, publicó el atina-
dísimo Gibro La enseñanza de la Literatura en las escuelas argentinas,
B. Aires, 1918. — José Fernández Grados pubHcó La suspirada li-
bertad, narraciones, San Sebastián, 1918. — Joaqltín M." de Ferrer
publicó Historia de la monja alférez, Madrid, 1918. — Juan Fonseca y
Martínez publicó La ciencia del lenguaje entre los griegos, tesis doct.,
Habana, 1918. — Arnald Fraccaroli estrenó No me ames así, com., 1918.
La hoja de higuera, 1918. — ^Gustavo J. Francescht, presbítero de la
Argentina, publicó El espiritualismo en la Literatura francesa contempo-
ránea, B. Aires, 1918. — Alfreido Frencii publicó Las de Jí^ilson,
rov., B. Aires, 1918. — Ricardo Fuentes, bibliotecario del Municipio
madrileño, periodista, escritor de fino y elegante estilo, publicó Reyes,
favoritos y validos, Madrid, 1918; libro tan ameno como erudito y
bien escrito, pero, sobre todo, valiente c imparcial. — José Gabts Bas, an-
daluz, publicó De un epistolario femenino, 191 8. — Alberto T. Gaché, ar-
gentino, cónsul en Barcelona (1918), publicó Cuentos del tío, ilustrados
por su sobrino, Barcelona, 1918. Glosario de la farsa urbana, B. Aires,
S. XX, I918. PUBLIO IlEREDIA LARREA 29
1919. — José María Gadea Beltrán pubj'icó La novia de un mundano,
nov., Madrid, 1918. — Bartolomé Gai.íxdez de Ferrari (n. 1900-), argen-
íino, poeta modernista, algo .rebusoado y de extravagantes salidas, pero
de verdadero estro poético, que ha de perfeccionarse y serenarse con eil
tiempo. Poemas modernos y exóticos, poesías, B. Aires, 1918. La Venecia
dorada, poesías, ibid., 1919. — 'Antonio Gallego y Burín publicó Los pe-
riódicos granadinos en la guerra de la Independencia, Grana'dia, 1918. El
Jfoenia^ del convento, impresiones, Granada, 1918. — 'César García Inies-
TA estrenó La rifa del mantón, saín., 191 8. El querer quita el sentía, zarz.,
(con Luna), 1921. — Fray E. García publicó Crónica, de la provincia agus-
tiniana del Santís. Nombre de Jesús de México, libro quinto, Madrid,
1918. — Felisa G." Checa publicó La mejor de las madres o los niños
■del milagro, Madrid, 1918. — Francisco M. García-Icazbalceta publicó
El madrigal de Cetina y El secreto de la Escala, Méjico, 1918. — Leopol-
do Juan García publicó Peres Baycr y Salamanca, ibid., 1918. — Manuel
García Pérez, cubano, estrenó Carlos Mamiel de Céspedes o el Grito de
Yara, dr., 1918. — (María García Murúa publicó Recuerdos de Bretaña,
Barcelona, 1918. — ^Felipe Garrido publicó 888 coplas de diversos colores,
Madrid, 1918; Valencia, (s. a). — Fernando Gay Massó publicó Alas de
Oiinor, nov., Reus, 1918. — -Martín Gómez Palacio, mejicano, publicó La
vida humilde, Méjico, 1918. Poeta delicado, sentido, tierno y matizado,
que se entretiene en las menudencias de la. vida. No tiene influencias
francesas. Es muy impresionable. — Matías Gómez Latorre publicó El
socialismo en España^. Del tiempo viejo, Madrid, 1918. — Dermidio T.
González publicó Un romance en Córdoba, nov., Rosario, 1918. — Fer-
nando González, de Telde ('Canarias), publicó Las Canciones del alba.
Las Palmas, 1918. — Ignacio González Llubera publicó Viajes de Ben-
jamín de Tudela (1160-1173), trad., Madrid, 1918. — Juan González
Gamazo (?) publicó Parnaso vene:^olano, 2.^ ed., aumentada, 2 vols.,
Barcelona, 1918. — Julián González publicó Crisálidas, poesías, Mé-
jico, 1918. — Manuel González Gomar, mejicano, poeta de los que acá
llaman ahora ultraistas, publicó Haleónidas, Méjico, 1918. Solos 'le
Lira, poemas modernos, ibid., 1918. — 'Goycoechea Menéndez publicó
Páginas selectas de Goycoechea Menéndea, B. Aires, 1918. — ^Gris, La
hora de queda, nov., Santiago, 191 8. — Fernando Gualtieri publi-
có ¡Ushuaia!, versos, 1918. — La Entrevista de Guayaquil (Ernes-
to de la Cruz, J. M. Goenaga, Bartolomé Mitre, Cardos A. Villanueva),
Madrid, 1918. — Santiago Guillen publicó Pinceladas, coplas y
pensamientos rimados, Madrid, 1918. — ^Gutiérrez Gil publicó Pri-
mer libro d.e versos, Barcelona, 1918. — Alberto Gutiérrez publi-
-có El Melgare jisvw, antes y después de Melgarejo, 2." ed.. La Paz,
1918. Hombres y cosas de ayer, ibid., 1918. — José Manuel Gutiérrez
Zamora publicó El Cristo de las Trincheras (Méjico), 1918. La Epo-
peya de Francia, ibid., 1918. — Sinibaldo Gutiérrez estrenó La araña
■azid, zarz., 1918. — P. Enrique Heras publicó La dinastía Manchú en
China, t. I, Barcedona, 1918. — .Publio Heredia Larrea publicó Ensayo
30 ÉPOCA CONTEMPORÁNEA (1908-I920)
sobre la evolución de las ideas políticas en España, 19181. — Lope Her-
KÁNDEZ Y Hernández (n. 1896), de Salamanca, publicó Cuadros sin
color, Madrid, 1918. Melancolías, versos, 1920. — Ricardo Hernández
publicó Leyendas del Uruguay, Montevideo, 191 8. — Luis Hernando
DE Larramendi publicó Papá, ¡ministro!, sátir. cóm., Madrid, 1918. —
El padre Luis Herrera Oria, jesuita, puWicó Antología de prosa ame-
na desde Alfonso el Sabio hasta nuestros días, 4 vOls., Valladolid, 1918.
— Antonio Herrero, español, publicó Ahnafuerte, B. Aires, 1918. Al-
mafuerte y Zoilo, La Plata, 1920. — Hispania, revista del Insfitiit d'étu-
des hispaniqucs de VUniversité de París, entrambos desde 1918. — Mar-
co A. Hoyos, colombiano, publicó Ortografía castellana, 2.* ed., Ma-
nizales, 1918. — Alfredo Ilabaca León publicó Tierra de ensueño, San-
tiag:o, 1918. — Aníbal J. Imperl\le, argentino, publicó El Poema san-
griento, B. Aires, 1918. — José Insúa, argentino, publicó Cristina, nov.,
B. Aires, 1918. — Irureta Goyena publicó Por el idioma y la ctdtura his-
panos. Manila, 1918. — Fray Gabriel de Jesús publicó S. Teresa predica o
novenario de Sermones, Madrid, 1918. — Julio Jiménez Rueda publicó
Cuentos y diálogos, Méjico, 1918. — Octavio Jiménez, costarricense, joven
abogado, escritor serio, poeda dulce y armonioso, publicó Las Coccinelas
del rosal, cuentos, San José de Costa Rica, 1918. — J. Jungfer publicó
(con A. Martínez Pajares) Estudios sobre apellidos y nombres de lu-
gar hispanomarroquíes, Madrid, 1918. — Adolfo Korn Villafañe, ar-
gentino, publicó El Irredimido, nov., B. Aires, 1918. Incipit Vita nova^
ibid., 1920. — Francisco Lagrange publicó Sarmiento y su época, Cór-
doba, 1918. — A. Lasso de la Vega publicó Cuentos de lo grotesco y lo
arabesco, trad. de Poe, Madrid, 1918. — ^María Luisa Latil-Boix pu-
blicó Según labremos, nov., 1918. — Enrique Lefebre, puertorriqueño,
excelente crítico, publicó Paisajes mentales, San Juan de Puerto Ri-
co, 1 91 8. — Andrés Héctor Lerena Acevedo, uruguayo, publicó Pra-
deras soleadas, poesías, ^Montevideo, 191 8. — Raúl Levraie, argentino,
publicó El hijo del anticuario, B. Aires, 1918. — La Lira Tacneña, Tac-
na, 1918. — López Hernández publicó Cuadros sin color, cuentos, 1918.
— ^López Picó (1886-), de ilos mejores escritores catalanes contemporá-
neos, colaborador de Cataluña, pubfliicó Notas al margen, estud. de crít,
191 8. — José López Portillo y Rojas pubMcó Historias, historietas y
cuentecillos, Méjico, 1918. — José López Tonlás publicó Lengua española
universal, Valladolid, 1918.. — Luis López de Mesa publicó El libro de
los apólogos, Bogotá, 1918. — Luis López Santisteban de Lezo, Me-
dallas acuñadas por los ingleses en el siglo xviii... D. Blas de Le-
zo..., Madrid, 1918. — Miguel López de Heredia publicó Palabras de
heroísmo y sacrificio, Méjico, 1918. — Sabatino López, argentino, es-
trenó Marta y Mario, 1918. — Jesús Enrique Lossada publicó Madré-
poras, versos, Maracaibo (Venezuela), 1918. — Manuel Lugilde Huer-
ta publicó Morfología del robo o ladrones de Madrid. Moral social.
Ramplonerías sociológicas, figuras anarquistas vistas a través del Omi-
jole, 1918, — Guillermo de Luzukiaga publicó Manzanas del Paraíso^
S. XX, I918. DELIO MORENO CANTÓN 3 i
•versos, Méjico, 1918. — Carlos Alberto Lleras A. publicó Conferen-
cias y discursos, Bogotá, 1918. — Salvador de Madariaga publicó La
guerra desde Londres, Madrid, 1918. — Alfonso Madrid, manchego,
publicó La Bella Rubí, nov., Madrid, 19181. — León de Madrid publi-
có Del mundo de los niños. Finesas y tristezas, Barcelona, 1918. — 'Ma-
teo Magariños Borja publicó La familia Gutiérrez, nov., Montevi-
deo, 1918. — José Maldonado publicó De la edad dorada, cuentos, 1918.
— ^Antonio Mañero, mejicano, publicó México y la solidaridad ameri-
cana, Madrid, 191 8. — Eduardo Martín de la Cámara publicó Vidas
llameantes, Alcalá, 1918. — Martínez Barrionuevo publicó Misericor-
dia, 1918. — Emilio M. Martínez Amador publicó Vida muerta, nov.
La inquietud de amar, nov., Madrid, 191 8. La sombra trágica, nov-^..
1920. — Ezequiel Martínez Estrada publicó Oro y Piedra, poesías,
B. Aires, 1918. — Miguel Martínez Rendón, joven mejicano, poeta ape-
saraido, quejumbroso, bien que sufrido, de fáciil armonía y traspa-
rencia. Prepara Palabras de ensueño. — Juan Más y Amell publicó Pau-
sado de moda, poesías, 1918. — Luis T. Maurente estrenó La España
alegre, 1918. La Reina del Carnaval, 19181. — R. Francisco Mazzoni,
uruguayo, pubUicó Los lyiválidos, cuentos, B. Aires, 1918. — Salvadora.
Medina O'nrubia publicó El libro humilde y doliente, prosa, B. Aires,
1918. Para el teatro : Almafuerte. Lo que estaba escrito. — Ramón Me-
na, mejicano, publicó El Hombre de '^El Pedregal de S. Ángel", conf.,
1918. — ^Miguel Menchero y Olivares publicó Collar de perlas, tro-
sos escogidos de los mejores dramáticos españoles, Barcelona, 1918.
— ^Méndez Caldeira, uruguayo, estrenó Un yankce en lo de Ramona^
1918. — Joaquín Méndez Calzada, argentino, publicó Las zarzas del
sendero, nov., B. Aires, 1918. — Daniel Mendoza, venezolano, publicó
El Llanero, estudio de social venez., Madrid, 1918. — Víctor Mercantr;
estrenó Prestios, dr. lír., B. Aires, 1918. — Federico Metens, urugua-
yo, estrenó El tren de las 10 y jo, 1918. — ^Rafael Millán estrenó El
triunfo de Arlequín, ópera, 1918. — Agustín Millares Carlo (n. 1893-),
die Las PaJmas (Gran Canaria), catedrático de Ja Universidad de Granada,
publicó Documentos Pontificios en papiro de Archivos catalanes, Ma-
drid, 1918. Estudios palé o gráficos, 1918. Cuestiones Académicas, de
Cicerón, trad., 1919. — Juan Millé y Giménez publicó Quevedo y Ave-
llaneda, B. Aires, 19 18 (en Helios y aparte). Un soneto interesante
para las biografías de Lope y de Quevedo, 1918 (ibid.). — ^Marco Mi-
randa publicó Arte de amar, de Ovidio, trad.. Valencia, 1918. — Juan
José Molina publicó Versos y prosa. Jaén, 1918. — Arturo S. Mom,
poeta argentino, publicó El cristal de mi alma, B. Aires, 1918. — LissA-
Monna publicó La llena de gracias, Santiago, 1918. — Francisco Mon-
talvo publicó Los últimos Virreyes de Nueva Granada (con Juan Sa-
mano), Madrid, 1918. — Ricardo del Monte publicó Poesías, Habana,
1918. — María Monvel publicó Remansos de ensueño, Santiago de Chi-
le, 19181. — Rómulo Manuel de Mora publicó Como Laura, nov., Nue-
va York, 1 91 8. — iDelio Moreno Cantón estrenó Nido de Halcones,.
3-2 ÉPOCA CONTEMPORÁNEA (1908-I920)
dr., Alérida, 1918. — Nahuixca (seudónimo de una argentina), La Se-
rena, B. Aires, 1918. — Alvaro Navarro de Palenxia publicó De ras-
trillos adentro, episodios de la vida penal, Madrid, 1918. Sansón, nov.,
1 91 9. — T. Navarro Tomás publicó el excelente trabajo de investiga-
ción fonética Manual de pronunciación española, Mad,rid, 1918. — 'Fray
Bernardino de Niño, franciscano, publicó El Colegio franciscano de
Potosí y sus Misiones, por Fr. Angélico Martarelh\ correg. y aument.,
"La. Paz, Bolivia. 1918. El tomo II lleva por titulo Misiones Francis-
canas del Colegio de Propag. Fide de Potosí, ibid!., 1918. — Roque F.
Notar publicó Humilde templo, B. Aires, 1918. — Manuel Núñez Re-
CUEIRO, por seud. Electrón, montevideano, publicó, entre otras obras,
Conocimiento y creencia (la vida superior), Rosario de Santa Fe, 1918,
obra en estilo de ensayo, de gran erudición científica y filosófica, y con
pensamientos propios y criterio cristiano protestante. — Pedro Miguel
Obligado, delicado poeta argentino, a quien habla deliciosamente Ca natu-
raleza, tierna y trasparentemente y por ella expresa sus sentimientos,
tristes generalmente, publicó Gris, poesías, 1918. El ala de sombra,
poesías, B. Aires, 1920. — Tomás 0''Connor D'Arlach publicó D." Juana
Sánchez, nov. hist.. La Paz, 1918. — .Alvaro Leonor Ochoa publicó El
Infinito, su Sombra y la Noche, Guadalajara (Amér.), 191 8. Entrando en
la Tumba, ibid., 1918. La Naturaleza, la Sociedad y la Vida, ibid., 1918.
Sueño de Sangre, ibid., 19181. El Alma en el Abismo inmenso, ibid., 1918.
Aparición de la Noche, ibid., 1918. El Panorama Humano, ibid., 1918.
Gritos, errando el Alma, ibid., 1918. — Manuel María Oliver publicó
Mis monografías universitarias, B. Aires, 1918. — iMateo Segltndo Ol-
mos, argentino, publicó Madrigales, Rosario, 1918. — Enrique de Oria
Y Senties, argentino, publicó Los afectos del alma y el alma
de lu Patria, nov., 1918. — Enrique Ortega, torero, por seud. Cuco, es-
trenó El triunfo de Manoliyo, sain., 1918 (música de Fuentes). — ^Pas-
cual Ortiz Rltíio publicó La revolución (de Méjico) de ipro, Méjico,
1918. — Ernesto R. Oyanguren (n. 1882-), de Vitoria, por seud. E. Roa,
abogadto, residente en Nicaragua, escritor muy castizo, suelto, donai-
roso y excelente crítico, publicó Cuadros, notas y apuntes de Méji-
co, Méjico, 1905; 2.* ed. con título de Costumbres de América, con agu-
das observaciones y descripciones, que dan la impresión vnva de las co-
sas. Muestras literarias, Lima, 1908. Ora,ción fúnebre de Rubén Darío,
Nicaragua, 191 7. Pro iustitia et veritate (sobre el modernismo), ibid.,
1918. Barroquismos en solfa, Barcelona, 1919. Tierras de maravilla, en
prensa. — Fr.\ncisco C. Pacheco estrenó Lo que dicen los otros (con Ijuís
Grajales), 1918. — iNapoleón Pacheco S., joven costarricense, publicó
Miscelánea literaria, t. II, ,San José, 1918. Ensayo sobre el poeta Rafael
Cardona, ibid., 1919. Filosofía de la crítica, M. Vincensi, ibid., 1920. —
Angí^lica Palma y Román (n. 1883-), de Lima, por seud. Mariancla,
hija del gran escritor Ricardo Palma, culta literata, lia publicado dos no-
venas de costumbres limeñas y de drama doméstico, con sensibilidad
femenina, suolto y castizo flenguaje y gran facilidad en el diálogo. De-
S. XX^ 1918. J. D. RAiMÍREZ GARRIDO 33
tiénese a veces en proilijas descripciones, aunque sirven para pintar-
íais oostumbres Jim-eñais. Cuando oondenise más podrá ir muy le-
jos oon su ingenio sutil y facilidad de expresión. Vencida, Lima,
1918. Por senda propia^ ibid., 1921. — J. G. PÁkamo publicó Estudio bi-
bliográfico y crítico acerca de la prensa periódica tudense, Madrid, 1918.
— Vicente Pardo Suárez publicó Ladrones de tierras, Habana, 1918. —
Luis Pascarella, argientino, crítico en Nosotros, publicó El conven-
tillo, iHov., B. Aires, 1918. — ^Antonio Paso (hijo) estrenó La fies^
ta de la, alegría, rev. (con Siilva Aramburu, 1918). El cuarto verde, vodev.
(con Man. Morcillo, 1918). Freskales Park, zarz. (con J. Silva y Aram-
buru), 1920. El genio de Murillo, bufonada (con Morcillo), 1920. La
chica del águila, sain. (con Suva y Aramburu), 1920. La mancha de la
mora, sain. (con J. Silva Aramburu), 1921. — ^JuLio Pellicer estrenó El
aduar, zarz., 1918. — ^Hernán G. Peralta pubMcó España y América (vin-
dlicación de los españoles), S. José de Costa Rica, 19181. — ^J. M. Peral-
ta publicó Historia de las civilizaciones antiguas, Rosario (Argentina),
1918. Historia de la civilización en la Edad Media, ibid., 1919. — Josefa.
S. DE Perlines publicó Amor a la, patria, Bilbao, 1918. — Alberto Pey-
RONA publicó Vocabidario de palabras vigentes, utilizadas por lite'
ratos contemporáneos, Maidnid, 1918. — Roberto Picón Lares, venezola-
no, publicó Ja novela Alas rotas, Mérida, 1918 (en Aristides Rojas). —
Pedro Pidal^ marqués de Villaviciosa de Asturias, publicó Picos de
Europa, (con José F. 'Zabaila), Madrid, 1918. Política al alcance de todos,.
Madrid, 1919. El naranjo de Bulnes-Peña,santa, ascensiones, i^ig. —
Francisco Piegari, pubíicó De la vida que pasa, ensayos y apuntes,
Buenos Aires, 1918. — Poesías selectas de los mejores autores de habla
castellana, Temuco, 1918. — Manolita Polo MARTÍNEZ^CoNDE publicó
Frente a la vida, nov,, Zaragoza, 1918. — Manuel Poní Contreras, publi-
có El Imperio Alemán Colonial, Madrid, 1918 (con Luis de Madariaga).
— Andrés F. Ponte pubilicó La revolución de Carams y sus proceres,
Caracas, 1918. Bolívar y otros ensayos, Caracas, 1919. — El P. Bernardo
Portas publicó Compendio d.e la Historia de Nicaragua, Mianagua, 191S.
— :LuiSA Isabel de Pórtela, argentina, publicó Vidas tristes, cuentos,
Buenos Aires, 1918. — D.\niel Poveda, estrenó La bolsa o la vida, 1918,
El pintor flamenco, 1919. — ^Eiduardo Prado publicó La ilusión yanqui,
Madrid, 1918. — Fidel Prado estrenó Sábado de... cobra, dial., 1918.— •
Javier Prado y Ugarteche, poiblicó El genio de la lengua y de la litera^
tura castellana y sus caracteres en la historia intelectual del Perú, disc,
Lima, 1918. — ^Carlos Prats, poeta matancero, ya fallecido, diejó Ver-
sos, 1918, publicados poco después de su muerte. — ^Guillermo Prieto
Yeme publicó Estados de ánimo, versos, Méjico, 191 S. — Alejandro
QuijANO (n. 1883-), de Mazatlan (Méjico), profesor de lengua y iiter.
castellana en la Normal de Maestras, publicó Fr. F.co Ximénez de Cis-
ñeros, conf., 1918. En casa de nuestros primos, notas de viaje, Méji-
co, 1918. En la tribuna, 1919. Amado Ñervo, 'ooni, 1920. — J. D. Ra-
mírez Garrido publicó Renunciación, Mérida de Yucatán, 1918. Ar-
34 ÉPOCA CONTEMPORÁNEA (1908-I920)
deniia Verba, ibid., 1918. — Joaquín Ramírez Cabanas publicó La som-
bra de los días, Méjico, 1918. — Raúl Ramírez, chileno, publicó Rabin-
dranath Tagorc, poemas selectos, 1918. — Revista Histórica, Vallado-
lid, 1918. — Miguel Rey estrenó Como el agua de la sierra, com., 1918.
— Luciano del Río Fernández (Errante) publicó Páginas históricas
de Pontevedra. Guerra de la Independencia, Pontevedra, 1918. — Al-
berto Risco, S. J., publicó Don Juan de Austria, hijo de Felipe IV,
narrac. hist., Madrid, 1918 (2.* ed.). Marida, nov., Toledo, 1920. — Jo-
sé Pablo Rivas (f 1919). mejicano, publicó Poemas de Enrique Heine,
trad. (Barcelona, 1918). Versos locos, póst., 1919. M adame Bovary, de
Flaubert, trad., Madrid, 1920. Antología de poetas extranjeros antiguos
y contemporáneos, 1920. — 'Camilo Rodón y Font, catalán, redactor de
Cataluña Textil, profesor de la Escuela de Tejidos de Badalona, pu-
blicó El arte de la tapicería en la. antigüedad, 1918. — Los hermanos
Rodríguez de la Peña estrenaron La Rosariyo, entr,, 1916. Los días
cortos, 1918. — Tesoro ascético, por S. Alonso Rodríguz, jesuíta, ma-
llorquín, coadjutor temporal que vivió a fines del sigilo xvi y comien-
zos del XVII, Barcelona, 1918. — ^Casto Rojas publicó El doctor Mon-
tes y la Política liberal, La Paz, 1918. Anuario Nacional Estadístico y
Geográfico de Bolivia, 1917; ibid., 19181. Deba.te parlamentario sobre la
acusación contra el ex presidente de la República doctor Ismael Man-
íes, ibid., 1918. El mayor general don José Manuel Pando, tomo I,
ibid., 1918. — Federico Romeo estrenó La canción del olvido, zarz. (con
Guillermo Fernández Shaw), 1918. La sonata de Grieg (con id.), 1918.
— Agustín Rossi, hijo, argentino, publció El alma en verso y en flor,
Buenos Aires, 1918. — Delie Rouge, publicó Helena, nov., Santiago,
191 8. — Ricardo V. Rousset, publicó Historial de Cuba, 2 vols.. Ha-
bana, 1918. — David O. S. A. Rubio publicó Lo que me enseñó la vi-
da, cd'ecc. de 1.200 pensamientos. Habana, 1918. — Ángel Ruiz y F\-
BLO publicó Las metamorfosis de un erudito, Barcelona 1918. — Gil-
berto Ruvalcaba, mejicana, joven poeta, audaz en neologismos y
en matices desvanecidos de sentimentalismo muy subjetivo. Prepara
Los insomnios floridos. — Sady-Hyp, chileno, publicó Hilvanes, cuen-
tos, Santiago. 1918. — David Salmón Cadeneau, argentino, publicó De
mi rosal de rosas negras, Tucumán, 1918. — Adolfo de Sandoval pu-
blicó A la sombra de la Catedral. Ante todo lo amado (2.^ pte. de la
anterior), 1918. Paisajes espirituales, 1918. Rayo de luna, 1919. La
gran reveladora, nov., 1920. — 'Carlos C. Sanguinetti, argentino, es-
trenó La Medalla, com., Buenos Aires. 1918. El cántaro sonoro, ver-
sos, ibid., 1919. — iElvira Santa Cruz y Ossa publicó La familia Bus-
quillas, Santiago, 1918. — José de Santiago y Gómez publicó Filolo-
gía de la lengua gallega, Santiago, 1918. Historia de Vigo y su comar-
ca. Bayona antigua y moderna, Madrid, 1919 (2.' ed.). — Mariano de San-
tiago Cividades, salmantino, discípulo de Gabriel y Galán, poeta sencillo,
tierno y sincero, publicó Epistolario de Gabriel y Galán, Madrid, 191S.
Leyendas y postales, ibid., 1918V. Dos juventudes, com.. Salamanca, 1920.
S. XX, I918. GONZALO V. URlliE 35
— J. Sanz publicó La Revolución en el Reino Aniínal, Méjico, 1918. —
Salvador Selles publicó Satán, la guerra, poema, Alicante, 1918. —
Homero Serís (u. 1879-), granadino, cloctor en Filosofía y Letras, ca-
tedrático de lengua y liiteratura españolas en la Universidad de Illinois,
ha hecho hallazgos de varios labros en la biblioteca de la Sociedad Jrlis-
pánica de iSi'ueva York, como la edición principe de la Comedia de
Preteo y Tibaldo, Toledo, 1553, ejemplar único; y de 21 ediciones nue-
vas deil Quijote, y ha descubierto en eil ejemplar de Salva vana ates que
prueban ser una variedad de la primera edición de Cuesta de 1(305 ^
acaso tma nueva edición. Publicó Ecos del Hudson, 1905. Gradualidad
de la conciencia (tesis dot,), 1908. Rimas de Bécquer, ed. N. York,
1917, Una nueva variedad de la edición príncipe del Quijote, N.
York, 1918. La colección cervantina de la Sociedad Hisp. de Ameri-
ca, ediciones de D. Quijote, 1918. — A. Serrano publicó Tres piezas cidia-
nas, B. Aires, 1918. — Manuel Sienes estrenó La risa de la muerte,
■dr., 1918. Juan Maniié, zairz. dr., 1918 (con Manuel Pa-lop). — Mariano
Silva Aceves, mejicano, publicó Animula vacula, Méjico, 1918. — Fran-
"Cisco Soler ("j" 1920), malogrado escritor costarricense, de frase a ve-
ces iruy original, ingeniosa y aguda, publicó El Resplandor del ocaso,
novela en tres jornadas, 1918. El último madrigal, 1919. — Antonio So-
to, uruguayo, por seud. Boy, redactor de El Plata, publicó Un hom-
bre perdido, nov., Montevideo, 1918. — Antonio Spinetti Dini, vene-
zolano, publicó Breviario galante y rebelde, versos. Ejido (Venezuela),
1918. — Sucesos de agosto ante el Parlamento (Los), Madrid, 19181. —
Emilio Taboada estrenó Tragedias de celos, juguete, 1918 (con Teo-
doro Gutiérrez). — Saúl Taborda, argentino de Córdoba, publicó Re-
flexiones sobre el ideal político de América, Córdoba, 1918. Julián Var-
gas, nov., 1919. — Tellaeche y Navarro estrenó Viejas leyes, coni.,
Í918. — Ramón María Tenreiro, crítico de La Lectura, publicó Lunes
untes del alba, cuentos, Madrid, 1918. El nuevo París, trad., ibid., 1919.
JuditJi, de F. Hebbel, trad., ibid., 1919. — Claudio de la Torre publi-
có El Canto diverso, poesías, Madrid, 1918. — Mariano Torrente pu-
blicó Historia de la independencia de México, Madrid, 1918. — Jaime
Torres Bodet publicó Fervor, poemas, Méjico, 1918. — Juan Torres,
argentino, publicó Estrofas varoniles, B. Aires, 1918. — Julio Torri,
mejicano, director de Cidtura, publicó Ensayos y fantasías, 1918 (en
Convivio). Las Noches florentinas, de Heine, trad., Méjico, 1918. Ro-
¡manees viejos, 1919 (en Cultura). Alf. Reyes, -Rtibén Darío en Méxi-
co, 1916: "Nuestro hermano el Diablo, duende que apaga las luces,
íncubo en huelga, humorista que procede de Wilde y Heine y que
promete ser uno de los primeros de América." ídem: "Eli cuento en
manos de Torri se hace crítico y extravagante." — Ricardo M. Unciti,
miltar, cervantista, publicó Génesis del Quijote, Lo de Benengeli, Va-
lladolid, 1918. — R. IJria, por seud. El Solitario de Tiñana, publicó Me-
ditaciones de un impío, Madrid, 1918. — Gonz.\lo V. Uribe publicó Los
■arzobispos y obispos colmnbianos desde el tiempo de la colonia hasta
36 ÉPOCA CONTEMPORÁNEA (1908-I920)
nuestros días, Bogotá, 1918. — Julio Urquijo e Ibarra, bilbaíno^ di-
rector y fundador de Rev. Internacional de los Estudios Vascos, Pa-
rís, desde 191 2, publicó Estado actual de los estudios relativos a la len-
gua vasca, discurso, Bilbao, 1918. — 'Antonio Abel Vadell publicó La
leyenda de la sierra, B, Aires, 1919. — C. Valdés Codina publicó Las
letras cubanas (antol., prosa y verso). Habana, 1918. — Maximino Val-
dés publicó Impresiones de México, ibid., 1918. — Danielle Val D'Or
publicó Cine, nov., Santiago, 1918. — J. Vallmitjana estrenó La mala
vida, 1918. — J. Vega Alcalá publicó Iris, poesías, 1918. — El Mar-
qués DE LA Vega Inclán publicó La casa de Cervantes, Valladolid,
1918. — Agustín Veguilla Alcántara publicó La idea, apuntes para
una tragieomedia politicosocial, Sevilla, ipiSi. — Benjamín Velasco
Reyes, poeta ohiJ'cno, publicó El Alma de los Sonetos, Santiago, 1918.
— Juan Verga publicó Eros, Madrid, 1918. — Julio Victorica, argen-
tino, publicó Urquiza y Mitre, 1918. — 'Eucario Villamil publicó Poe-
ma de amor y de recuerdo, Mérida, 1918'. — Jesús Villamil Ron es-
trenó Zelaida, mimodrama (música de José Arrióla, 1918). La Farsa
humana, Madrid, 1919. Los Pelados, hist. de picaros, ibid., 1919. — ^Leo-
NARDO S. Viramontes puMicó Gritos del alma, poesías, Méjico, 1918.
— 'Guillermo J. Wheeler, argentino, poeta sincero, fácil y madriga-
lesco, publicó Gemas, B. Aires, 1918. — Sady Zañartu publicó Dan-
zarina de fuego, Santiago, 1918. — Julio Zarraluqui publicó Por el
divino sendero, poesías, Madrid, 191S. Del Calvario patrio, versos, 1919-
— Trinidad de Zequeira, cubana, publicó Flores de ensueño, novelan,
artíc. y poes., Habana, 1918. — ^Luis Andrés Zúñiga, hondureno, pu-
blicó Fábulas, Tegucigallpa (1918?). — Toribio Zúñiga Sánchez Ce-
RRUDO publicó Historia crít. del il. Colegio de Farmacéuticos de Ma-
drid, ibid., 1918. — José Zurita Nieto, canónigo vallisoiletano, publicó
Apuntes documentados sobre el año de la muerte del Conde D. Pedro-
Assúrez, Valladolid, 191 8.
56. ^Año igig. Juana de Ibarbourou, la mejor poetisa uru-
guaya. Canta, como la argentina Storni, el amor; pero no ya
dolorido y tempestuoso como ella, sino alegre y triunfador,
en tono mayor, digamos. Su inspiración es tan recia y poé-
tica, acaso, como la de la Storni, pero menos profunda, más-
sui>erficial. No hay para ella más que la alegría del vivir, juve-
nil y primaveral ; no hay más allá misterioso y místico sino lo
terreno y humano. Tiene de la vida la visión de ^\lnacreonte,
mas no su afeminamiento epicúreo y como pasivo; antes bien,
su temperamento sanguíneo y cmlxístidor la lleva a maripo-
sear con curiosidad ansiosa e insaciable, buscando todo aro-
ma, todo sabor, todo color, toda forma de bellc/.a puramente
S. XX% I919. JUANA DE IBARBOUROU yj
sensible y se embni'aga con to-da manifestación fuerte de la
vida, sin ocurrírsele que haya nada más de hondo o misterioso
detrás de las formas que la emborraban. Ansia vivir, y vi-
vir siempre. La idea de la muerte se le ofrece de pronto, como
€s natural, y de repente su brilladora alegría se encapota con
nubes densas, naciendo el temor a la muerte de su amor a
la vida. El contraste es brusco y lo expresa con fuerza ate-
rradora. En esto se distingue, como cristiana, del pagano Ana-
creonte, siempre liviano y superficial en demasía. Empero ya
no ahonda en el más allá, o porque no cree en él o porque
el brillo de la vida sensible torna a desencapotar al punto la
lobreguez pasajera. Su mismo temperamento la aleja de todo
io que huela a trágico en la vida, que es lo que arrastra tras
sí a la Storni y la lleva a mayores profundidades de pensa-
res y sentires y a los tonos menores de más variado matiz.
Pero se le allega mucho en la fuerza de originalidad, en la
riqueza de fantasía y en la sensibilidad fememna.
Estas dos poetisas son algo nuevo en la literatura. Si la
lírica es la expresión sincera de lo que se siente, no sé si
hasta ahora, en castellano, hubo mujer alguna que fuese ver-
dadera poetisa, lírica de cuerpo entero, que nos abriese su pe-
cho femenino. No conocemos el alma de la mujer, porque la
mujer es todo amor, y las mujeres que han cantado el amor,
hasta ahora, en castellano, sók> han hecho variaciones sobre el
amor platónico, sobre temas harto manoseados por los poetas
varoniles. Cierto pudor o respeto social ataba sus lenguas; y
he aquí que estas dos nuevas poetisas cantan el amor, pero
el amor que ellas sienten, el suyo, y con sinceridad, y cada
una según su temperamento. Y pueden hacerlo porque no es
amor desvergonzado ni impúdico; es amor verdadero, y el
amor verdadero es casto y es el amor más ordinario de la mu-
jer. Más apasionado que el del hombre, pero más púdico y
poético que el del hombre, más elevado, más hondo, más ver-
dadero amoT. Que lo otro es sensualidad y lujuria. Lo vemos
claramente en las poesías de estas dos maravillosas mujeres-,
Storni e Ibarbourou. Sus libros pueden leerlos las doncellas sin
ruborizarse, y las mujeres que se maravillaran de que por pri-
mera vez hallan expresados con toda verdad sus sentimientos fe-
3
38 ÉPOCA CONTEMPORÁNEA (1908-I920)
meninos, y los hombres que descubren lo que no sabían. Esta es
la gran novedad que traen a la literatura entrambas poetisas.
Ha publicado: Las lenguas de diamante, Buenos Aires,
191 9. Poesías escogidas, Montevideo, 1920, El Cántaro fres-
co, ibid., 1920.
57. Man. Gálvez, Pról. a Las lenguas de diamante: "Delmira
Agtistini, Alfonsina Storni y Juana de Ibarbourau apenas cantan otra
cosa que el amor: un amor de los sentidos, ardiente, sin recatos, casi
puramente físico; un amor que no tuvo nunca expresión lírica en la
literatura hispanoamericana, a lo menos sentido y cantado por muje-
res... De^.mira Agustini es romántica, imaginativa, fantástica. Alfonsi-
na Storni me parece más humana y sin duda tiene más inquietud que las
otras. En ambas hay tristeza y sufrim'iento, más en la argentina que
en la uruguaya... Juana de Ibarbourou no revela pvor ahora ni inquietu-
des, ni tristeza, ni sufrimiento. En sus versos el amor es sa'no, fuerte,
juvenil, intrépido, natural. Se ama en este libro con pasión y alegría
y excepciona'lmente con cierta gravedad como de rito religioso. A
veces asoma en ciertas páginas un poco de dolor o de pesimismo; pero
hay tanta juventud y tanto entusiasmo en las restantes y aun en aqué-
llas mismas, que en el conjunto pasa inadvertida la intención. La
amada de este libro habla con ingenuo y casto impudor — si es po-
sible unir estas dos palabras — de su cuerpo moreno, de caricias ar-
dientes, de deseos. Pero no contiene el volumen, sin embargo, ver-
dadero sensualismo. Felizmente carece de impureza y la voluptuosi-
dad es en él escasa. Todo está dicho con dignidad, noble y bellamen-
te y no creo que pueda despertar en ninguna alma pensamientos im-
puros... Tainipoco muestran refinamiento los versos ni nada de en-
fermiizo ni de psicológicamente complicado, hay en ellos demasiada
salud física y moral, para todo esto...; su esencial característica: la
de expresar bellamente un sentido natural del amor y de la vida. La
amada se mezéia con 'la naturaleza."
AJb. Zum Felde, Crít. Liter. Uruguaya (1921): "La poesía de J.
de Ibarbourou es gozo de vivir y plenitud de amor... Canta esta poe-
tisa pagana el sabor de la vida terrena, como un vaso de buen vino,
y el sano y dichoso amor de los instintos, sm complicaciones ideoló-
gicas y sin tristezas morales. Toda su poesía está hecha de amor a
la tierra y de sensuaridad delicada. Ella ama y disfruta, como una
criatura inocenrt:e y salvaje, de todas 'las cosas naturales... No as-
pira ni espora nada postumo ni extrahaimano. No hay para ella más
vida que esta vida humana de todos los días, en su tránsito breve
y mortal. No hay para ella más belleza que la belleza sensible de las
cosas: la forma, el color, el sabor, el perfume."
58. /Ifw i^iQ. Margarita Anr.i.LA Caprii.e publicó Nieve, versos,
B. Aires, 1919. — Manuel Acuña publicó l'ocs'nis, Mi-jico, 191 9. — José
S. XX, I9I9. GERARDO L. BETANCOURT 39
María Adsuara Valverde publicó Canto a la Paz, Madrid, 1919. —
J. Aguilar Catena publicó Los enigmas de Marta Luz, nov., 1919.
• — Leopoldo Aguilar de Mera publicó Los dos hermanos, poema en
9 cantas, Lérida, 1919. — Miguel Aguilera R. publicó Ritmos disper-
sos, Bogotá, 1919. — Enrique Ahumada, mejicano, publicó Coralia,
nov., Méjico, 191 9. — Antonio Alarcón Capilla, El Santo varón {o
el gran lujurioso), nov., Madrid, 1919. — Claudio de Alas, colombia-
no, suicidado en B. Aires, escribió El cansancio de Claudio de Alas,
versos, B. Aires, 1919. La Herencia de la sangre, nov., ibid., 1919.
Ambas editadas con notas por su copilador testamentario J. de Soiza
Reilly. — Anselmo María Albareda publicó La imprempta de Mont-
serrat, ibid., 1919. — Juan Albarellos puWicó Efemérides Burgalesas,
apuntes hist., Burgos, 1919. — Justo Ignacio de Alberti estrenó Ma-
nos blancas, 1919. — Agustín Alcai^ y Henke publicó La esclavi-
tud de los negros en la América española, Madrid, 1919. — 'Luis Al-
merich publicó De los viejos tiempos, narraciones, Barcelona, 1919.
— Juan Alvarado y Albo, Colección de Cantares de boda recogida
en el valle de Laciana, Babia y Alto Bierzo, León, 1919. — Andersen,
Cuentos, dos vols., trad. por anónimo, Barcelona, 1919. — Luis Andrade
publicó México en España, Madrid, 1919. — José Ángulo y García,
Amor y sacrificio, nov., 1919. — A orillas del Plata, colecc. de varios
judios argentinos, B. Aires, 1919. — José Aragay publicó Italia, poe-
mas, Sabadell, 1919. — José María A.rauz de Robles, ¡Si til supie-
ras!, nov., Madrid, 1919. — Pedro G. Arias, El bajel de la felicidad,
Madrid, 1919. — Luciano de Arredondo publioó Retacillos literarios,
Sevilla, 1919 (con Ángel R'ibio Muñoz). — E. AuNÓs Pérez, El libro
del mal estudiante, Madrid, 1919. — Manuel Azeña, Diez años de des-
tierro, de madame de Stael, trad., 1919. — Carlos Badía Malagrida
publicó El factor geográfico en la política sudamericana, Madrid, 1919.
— Gonzalo Báez Camargo publicó Improntas Bíblicas, poesías, Guana-
juato, 1919. — E. Balas publicó La Europiada, poema de la gran gue-
rra europea, Ferrol 1919. — José Ballester y Gonz.iiLbo, Muecas pe-
dagógicas, Alcalá, 1919. — María Margarita de Jesús Barcena y de Sa-
RACiio escribió Del corazón, libro de poesías originales y eucarísticas,
Madrid, 1919. — Enrique Bayerri y Bertomeu publicó Un gran cj,-
pañol desconocido, estudio bio-bibliográfico-crítico sobre el padre Juan
Mir y Noguera, S. J. {1840-1917), I, Barcelona. 1919. — C. Emilio
Bello, Anotaciones para la historia de las negociaciones diplomát. con
el Perú y Bolivia (1900-1904), Santiago de Chile, 1919. — Joaquín Be-
nedicto Sánchez, Las grandezas de Cataluña, Barce^^ona, 1919. — Isi-
dro Benito Lapena publicó Diez días en la ciudad de X, narración,
Madrid, 1919. — Fernando Bermúdez Franco publicó El Sendero In-
maculado, poesías, Buenos Aires, 1919. — Gerardo L. Betancourt, cu-
bano, estrenó La Aurora de la Demajagua, epis. histór. (en Teatro
Cub., 191 9, 11. 5). — Bibliografía, por la Cámara oficial del Libro, Bar-
celona, desde igi().— Biblias, bolet. seman. de la Biblioteca Nao. de Mé-
40 ÉPOCA CONTEMPORÁNEA (1908-I920)
:cico, 1919. — Luis F. Blanco Meaño publicó Parnaso boliviano, Bar-
celona (1919?). — Pedro Blanco Suárez publicó Dos novelas del Mi-
ño, por Camilo Castello-Branco, trad., Madrid, 1919. — Boletín de la
Biblioteca de Mencndez y Pelayo, Santander, desde 1919. — Julio
Broutá ha comenzado a traducir las obras del dramaturgo inglés Ber-
nard Shaw: De armas tomar, Cándida, 1919. — Andrés Bueno, En el
umbral de la vida, nov., Madrid, 1919. — José Rafael Burbano Váz-
quez, poeta ecuatoriano, escribió en 1919 sonetos sentimentales que
tituló De allá. — Juan Burghi^ poeta argentino, que describe con sen-
cillez y frescura la naturaleza y las impresiones que comunica al ail-
ma, publicó Al borde del sendero, B. Aires, 1919. La Quietud del re-
manso, 1920. Madre-Tierra, 1921. — Armando Buscarini publicó Con-
tares. Ensueños, poesías, N. York, 1919. Sombras. Cancionero del arro-
yo, poesías, 1920. Poemas sin nombre. Doloroso errante. Yo y mis
versos, 1921. — .Luis Cabrera, por seud. Lucas Ribera, mejicano, tra-
dujo fiel y hermosamente en verso El Cantar de los Cantares, Méjico,
1919. — M. Calvo Ochoa, La lista, diálog. de costumbres sevillanas, Se-
villa, 1919. — César Calleja Morante, Aires de la Sierra, Madrid, 1919.
— Juan Cano, Auroras, poesías, N. York, Madrid (1919). — Eugenio
Capdevila Romero publicó Labor Hispano-Argentina, 1919. — Néstor
Carbonell y Rivero (n. 18S4-), hijo de Néstor L. Carbonell, cubano,
publicó Proceres, biografías, Habana, 1919. — Ramón J. Cárcamo, ar-
gentino, publicó De Caseros al ii de septiembre, 1919. — Gaspar Cas-
tellano Y de la Peña, conde de Castellano, publicó Crónica de la Co-
rona de Aragón, extraída de los anales de Zurita, y comprende desde
el reinado de Don Ramiro Sánchez I hasta la proclamación de Don
Fernando el Católico, Zaragoza., 1919. — Alejandro Castiñeiras. argen-
tino, publicó Máximo Gorki, su vida y sus obras, 1919. — Fray Gauden-
cío Castrillo, agustino, publicó El Comercio en el Extremo Oriente,
Madrid, 191 9. — Enrique Castro y Oyanguren, peruano, publicó Entre
el Perú y Chile, Lima, 1919. El Triunfo del Ideal, disc, 1919. Elogio
de A. Valdclomar, ibid., 1920. Páginas olvidadas, 1920. — Manuel de
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B. Aires, 1919. — Juan 'Comorea publicó La trágica ignorancia españo-
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Cortijo A., La mtisica popular y los miísicos célebres de la América
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paña, publicó La ciudad de los rascacielos, N. York, 1919. — Adolfo
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1919— Vicente Cuenca Reus publicó San Vicente Ferrer, quinto cen-
tenario, Madrid, 1919-— Ezequiel A. Chaves (n .1868-), de Aguasca-
hcntes (Méjico), profesor y abogado, subsecretario de Instrucción pú-
S. XX, 191 9. RODRIGO GAMIO 4I
blica, tradujo áe Stuart Mili Resumen de Lógica, Méjico, 1919. Los
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San Felipe de Mahón, monografía histórica, Mahón, 1919. — Samuel
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León de Enol publicó La victoria de Covadonga, Madrid, 1919. — Ma-
nuel María Escoffie publicó De la. tierra prometida, política mexica-
na, Habana, 1919. — iManuel Escrivá de Romani y de la Quintana,
conde de Casal, Historia de la Cerámica de Alcora, Madrid, 1919. — •
Gonzalo Escudero Moscoso, poeta ecuatoriano, escribió sonetos y El
fauno dolor. Los poemas del arte, Quito, 1919. — Juan de Esnaola pu-
blicó Monografía histórica de Santa María de Estibaliz, Vitoria, 1919-
— De España y América, colecc. de los mejoires soneto^s de autores ant.
y mod., por N. Díaz de Escobar y Joaquín María Díaz Serrano, Bar-
celona, 1919. — iMaría de la Soledad Espelies y Pedroso publicó Poe-
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tor de la Correspondencia de España, publicó Crónicas de la gran gue-
rra, Madrid, 1919. — M. Fénech Muñoz, El señor d.e Lourdines, d€
Chateaubriand, trad., 1919. La muerte de Jesús, de E(;a de Queiroz,
trad., 1919. — ^Eloy Fernández Navamuel, Flor de la aldea, com., To-
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Ángel Fernández Córdova publicó Cerebro y Corazón (500 sonetos),
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sías, Quito, 1919. — A. Font Pedrosa publicó Las armas de Arévalo,
cuento trág., Tarrasa, 191 9. — Constantino Fragua publicó Gestos de
miseria, B. Aires, 1919. — José Dolores Frías, de Querétaro (Méji-
co), escribió en Rev. de Revistas y todavía no ha dado con su propia
vereda cruzando de una a otra. Tiene algo del misticismo que se le
pegó en el Seminario, algo de provinciano a lo López Velarde; pero
también se apropia otros modos, según las lecturas. Prepara La emo-
ción cautiva. Cultivó mucho el soneto y escribió crónicas. — M. Fuen-
tes Jorge publicó EL soneto de las catorce rosas, Madrid, 1919. — M.
G, B. publicó Chateaubriand, Átala, Rene, El i'dtimo abencerraje, Ma-
drid, 1919. — Hermilia G'alindo publicó La Doctrina Carranza y el
acercamiento indolatino, Méjico, 1919. — Rodrigo Gamio, mejicano, bo-
hemio, periodista y poeta muy desigual, a veces medio gongorino, pu-
42 ÉPOCA CONTEMPORÁNEA (1908-I920)
blicó sus poesías ^n periódicos provincianos, sobre todo admirables
sonetos, f>or la hechura y concisas pinceladas descriptivas. Los Sone-
tos Heráldicos, Toluca, 1919. — Jacinto Sixto García, S. Martín, Bolí-
var, Gamarra, Santa Cruz, Castilla y las Constituciones del Perú, Li-
ma, 1919. — Jesús García Gutiérrez publicó La poesía religiosa en
México (s. xz'i a xix), Méjico, 1919. — Julio Gómez de la Serna
publicó Intenciones, de Osear Wilde, trad., Madrid 1919. Colores, de
Remy de Gourmont, 1920. Quicás sí, quicás no, nov., de Gabriel D'An-
nunzio, trad., Madrid, 1920. — P. Gómez Urquijo, Cómo aman las espa-
ñolas, Madrid, 1919. — Ángel González Falencia, aTchivero en Ma-
drid, publicó índice de la España Sagrada, 1919. — Bernardo González
Arrili, argentino, excelente escritor descriptivo, sobrio, buen obser-
vador, publicó América para los yanquis. Prolasio Lucero, un potte-
ño en provincias, B. Aires, 1919. Tierra mojada, cuentos, 1919. La
República Dominicana y los Estados Unidos, 1919. La Neniia vuelve^
nov., 1919 (en La Nov. del Día). La muy amada, nov., 1920 (en La Nov.
Cordobesa). — Otilio González, poeta mejicano, puWicó Incensario,
Méjico, 1919. — Ángel de Gregorio, Del folletón de mi vida, Barce-
lona, 1919. — Miguel C. Gutiérrez escribió El abuelito, juguete pa-
Iriót. escolar, Méjico, 1919. Libertad, id., 1919. Tío Sam y la Patria,
pasillo cóm., 1919. — Alberto Herrera publicó Vino viejo, versos, Mé-
jico, 1919. — FÉLIX Hidalgo publicó Gemas líricas. Habana, 1919. — Anto-
nio Iraizoz, Sensaciones del momento (artíc), Habana, 1919. Las ideas
peda.gógicas de Martí. Enrique Piñeyro: su vida y sus obras. Habana,
1922. — Abe Kliguer, La leyenda de los Andes, poes., 1919. — Ángel Laca-
lle Fernández (n. 1901-), d)e Soria, publicó Algunas poesías en parte in-
éditas de Luis Vélez d.e Guevara, 1919 (en Rev. Crít. Hisp.-Amér.). —
Marcelo de Lagre publicó El crepúsculo de los viejos, nov., 1919. — J. Las-
so DE la Vega, Notas taurinas, Madrid, 1919. — Jorge Guillermo Leguía,
de Lima, ipublicó Lima colonial, ibid., 1919. José Gálvez, estudio critico,
1920. — Lírica Mexicana, antol. publicada por la Legación de México
con motivo de la Fiesta de la raza, Madrid, 1919. — Aurelio López Apa-
ricio, escritor maduro, maneja la prosa castiza y el verso con maes-
tria, es sincero, de noble pensar, educativo. Veras y Gallofas (cuentos
y poesías), Barcelona, 1919. — Carlos Loveira, Los Inmorales, nov.,
Habana, 1919. — Nica Lund Bourn publicó Tú..., cuentos, Madrid,
1919. — Aurelio de Llano Roza de Ampudia y de Valle, de Cara-
via (Asturias), publicó El Libro de Caravia, Oviedo, 1919. Voca-
bulario de la Xiriga (jerigonza de canteros asturianos), ibid., 1920
(en El Correo de Asturias, junio). Vocabulario del bron (jerga de cal-
dereros de Aviles), 1920 (ibid., jui). — José E. Machado publicó Can-
cionero popular venezolano, cantares y corridos, galerones y glosas,
Caracas, 1919. Centón lírico, pasquinadas y canciones, epigramas y
corridos, ibid., 1920. — Ramiro de Maeztu, vascongado, periodista, pu-
blicó La crisis del humanismo, los principios de autoridad, libertad yi
función a la luz de la guerra, Barccilona, 1919. — B. J. Mallol, argén-
S. XX, I919. EL P, FÉLIX G. OLMEDO 43
tino, puibücó Narraciones Coloniales, Buenos Aires en el siglo xvi,
B. Aires, 1919. Eli estilo y ilenguaje muy al justo remedado del anti-
guo.— Dr. Hernani a. Mandolini, Ensayo sobre la Psicología del
Hombre de Genio, B. Aires, 1919. — Adela Margot publicó Al oído y
El libro de la vida, Barcelona, 191 9. — Jacobo M. Marín-Baldo, Mar
drigalcs. Elegías, Madrid, 1919. — Eduardo Manuel Martín y Losa pu-
Wicó Mirajes de égloga. De cómo en el amor puro se espeja la cara
de Dios, Santiago de Compostela, 19 19. — José Ramón Martín, Solea-
res, zarz., 1919. — Antonio Martínez Pajares publicó El vascuence y
el beréber, 1919. — iCésar Martínez, Los Fuertes, nov., Madrid, 1919.
— Miguel Maura, Sermones, I, Cuaresmales, Palma, 1919. — Memorias
de Lord Cochrane, Madrid, 1919. — T. Mendive, Linterna mágica, Bil-
bao, 1919. — ^Carlos R. Menéndez p'ublicó La primera^ chispa de la re-
volución mexicana, Mérida de Yucatán, 1919. — Gabriela Mistral, poe-
tisa chii'ena, maestra en Punta Arenas, que promete mucho, laureada por
sus Sonetos de la muerte, publicó Poesías, 1919 (en Hebe, n, VIII). Canta
el dolor de la muerte de su amante. — 'Carlos Molina Massey publicó La
Musa galante, versos, B. Aires, 1919. — El P. Vicente Molino publicó El
sueño, o el gallo, trad., Barce'lona, 1919. — Francisco Mon Ibáñez (na-
cido 1886), de Gijón, Bajo la estrella roja, poesías de la guerra, Ma-
drid, 1919. Excelente poeta, maduro y firme, muy castizo y muy nue-
vo, de los mejores cantores de la guerra mundiaJ entre nosotros. — Leonar-
do DE MoNTALBÁN publicó Aroma d.e santidad, San José de Costa Rica,
1919. — Joaquín Montaner, La Casa de las lágrimas, trag. rúst., 1919.
— Antonio Monteavaro escribió La obsesión del heroísmo, nov. cor-
ta, 1919. El robo más cruel y Hacia el pasado, cuentos publicados en
el núm. 44 de Jas Ediciones Mínimas, B. Aires, 1919. — Francisco de
Montepulciano, ...y los nabos en Adviento, refranero erótico, Madrid
(1919). — Pedro Morante publicó Perico, 1919. Perico en Madrid, 1920.
— M. Moreno Recio, Los partidos políticos europeos, Madrid, 1919. —
M. Morera y Galicia tradujo Macbeth, de Shakespeare, Madrid, 1919.
— José Muzzilli publicó La luna campesina, 1919. — Juan Gualberto
Nessi, De tobillera a cocotte, nov., Madrid, 1919. Fernanda, nov., 1920.
— Justino Ochoa estrenó La princesa Zíngara, zarz. (con Yáñez Re-
dal), 1919. — D. F. G. Oldini, Y dolor, dolor, dolor..., poesías, Santia-
go de Chile, 1919. — Daniel Florencio O'Leary (véase año 1854), es-
cribió Junin y Ayacucho, Madrid, 1919. Cartas de Sucre al Libertador
(1820-26), ibid., 1919; t. II (1826-1830), 1919. Bolívar y las Repúblicas
del Sur, Argentina, Chile, Brasil, Uruguay, Paraguay, B alivia, Madrid,
1919. La emancipación del Perú, según la correspondencia del gene-
ral Heres con el Libertador (1821-30), ibid., 1919. Gran Colombia y
España (1819-1822), ibid., 1919. Correspondencia de extranjeros nota-
bles con el Libertador, t. I, Madrid, 1920. — José Oliver Bauza publi-
có Monsieur Jo..., impresiones y narraciones, Barcelona, 1919. Mada-
ma Gitana, ibid., 1919. — El P. Félix G. Olmedo, jesuíta, comenzó una
buena versión poética de Lloracio en Rev. Castellana, desde 1919. —
44 ÉPOCA CONTEMPORÁNEA (1908-I920)
Julián Ortiz de la Azuela, párroco de Santularia, publicó Monogra-
fía de la antigua Colegiata (hoy iglesia parroquial) de Santillana del
Mar, 1919. — Ortografía racional, o sea la R. Academia Española juz-
gada por don Marcelino Mcncndec y Pclayo, Barcelona, 1919. — Isaac
Pacheco, £/ rincón de los fracasos, drama (con Andrés L.), 1919. —
P. Teodoro Palacios, aragonés, de Jas Escuelas Pías, que vive en la
Argentina, poeta sonoro y vibrante, galano en metáforas y elegantísi-
mo en el decir poético, publicó Gajos de Ombú y de Laurel, poemas,
Buenos Aires, 1919. — Carlos Enrique Paz Soldán, peruano, publicó
De la inquietud a ¡a revolución {diez años de rebeldías universitarias),
Lima, 1919. — L. Paz publicó Historia general del Alto Perú, hoy Bo-
livia, Sucre, 1919, 2 vOls.^-Luis T. Paz y Niño, teniente coronel. Los
Aventureros, dr., premiado por la Sociedad de Autores de Colombia,
Quito, 1919. — Ranulfo Penagos publicó Flores de ensueños, poesías,
Méjico, 1919. — 'Carlos Leónidas Peñuela, canónigo de Tuiija (Colom-
bia), publicó Álbum de Boyacá, Bogotá, 1919. — Atenógenes Pérez y
Soto publicó Diaz Mirón, poeta, Méjico, 1919. — Felipe Pérez Alcalá
publicó Cosas de antaño, Mérida (Yucatán), 191 9. — J. A. Pérez del
'PvTLGKR, Conferencias sociales, Madrid, 1919. — José Pérez Andreu,
capitán de Infantería, publicó Templemos las almas igual que los sables,
conferencias militares, Madrid, 1919 (con una versión aíemana en el
mismo texto de Félix Eugenio Ganz. Prólogo del general Burguete).
— José Pérez López estrenó El día del juicio, saín, (con Rafael de
Miguel), 1919. El club de las infortunadas (con Jesús Luengo), 1919.
Los Angelitos, boceto de saín., 1919. — Lucila L. de Pérez Díaz publicó
La batalla d.e Boyacá, Caracas, 1919. — La pintura vasca (ipop-jpip),
1919. — Isidro Pita Sánchez Boado, La voz de la raza, Madrid, 1919. —
Enrique Planchart, venezolano, publicó Primeros poemas, Caracas,
i 919. — Las mejores poesías patrióticas españolas, recop. por Blanco
Belmente, 2 vols., Madrid, 1919. — ^Juan B. Pont estrenó La Hebrea,
1919. — Raúl Porras, de Lima, periodista, publicó La sátira en el Perú,
Lima, 1919. — ^G. Portnof tradujo de Leónidas Andreiev Los siete ahor-
cados, Madrid, 1919. Primer amor, de Tourguenef, Remanso de paz,
Fausto. — Francisco de Prada estrenó La traición de la Trini, saí-
nete (con Fernando Geijo), 1919. — Silvio Quílez publicó Ideícas
y comentarios, Alicante, 1919. — Raza Española, rev., Madrid, 1919.
— Mario Rebus publicó En la penumbra, poesías, Buenos Aires. 1919.
— Horacio A. Rega Molina publicó La hora encantada, vers., 1919. —
Luis Reina Almandos publicó La demagogia radical y la tiranía. (1916-
1919), Buenos Aires, 1919. — El P. Agustín Renedo Martino, agustino,
publicó Escritores palentinos, bibliografía, Madrid, 1919, t. II, 1920. —
Roberto Rengifo, El secreto de la América aborigoi, Santiago die
Chile, 1919. — Pedro Requena Legarreta (1893-1918), de Méjico, pu-
blicó Antología de poetas muertos en la guerra (1914-18), 1919 (en
Cultura, ^íéjico. t. X, n. 4). Citan jali, de Tagore, trad. — Salomón Res-
NicK tradujo el idisch los hermosos y originalísimos cucníos judíos de
s. XX, 1919. D. N. tasín 45
Isaac León Peretz titulado, del primero de ellos Los Cabalistas, Bue-
nos Aires, 1919. — L. Riber y Campius, Mireya, poema provenzad de
Frédéric Mistral ; trad., Barcelona, 1919.— Juan Rincón y Monge, pu-
blicó Ritmos de la vida. Valencia, 1919. — A. Rodríguez del Busto, El rey
D. Pelayo y el Fuero de Sobrarhe, Madrid, 1919. Fr. Fernando Trejo
no fué fundador del Colegio ni Universidad de Córdoba {Argentina),
ibid, 1919. — Enrique Rodríguez Fabregat publicó El camino de la
primavera, Montevideo, 1919. — Isaías Rodríguez, Tratado de or-
tofonía española, Ponce (Puerto Rico), 1919. — Manuel Rodríguez
CoDOLÁ publicó Historia d.e España y de los pueblos hispanoamerica-
nos hasta su independencia, i. 1, Barcelona, 1919. — Nicolás Rodríguez
Aniceto, catedrático de la Universidad de Murcia, publicó Maqiiiavelo
y Nietzsche, Madrid, 1919. — Alberto Romero, chileno, Memorias de un
amargado, Santiago de Chile, 1919. — 'Enrique T. Romero publicó Al-
inas infantiles, nov., B. Aires, 1919. — T. Rubén Romero publicó Sen-
timental, Méjico, 1919. — ^JuAN Romero de Terreros escribió Apunta-
ciones de viaje en 184Q, Méjic.o, 1919. — Julio Romero de Torres,
pintor cordobés, publicó Monografías de arte, Madrid, 1919. — José Ma-
ría Sagarra estrenó Jueves Santo (1919). — 'Ángel Sánchez Rivero,
Lo bello y lo sublime, de M. Kant, trad., 191 9. Doble error, nov. de Prós-
per Mérimée; trad., Madrid, 1919. — B. Sánchez Alonso, archivero en
Madrid, publicó Ensayo de bibliografía sistemática de las monografías
impresas que ilustran la, historia política nacional de España, Madrid,
1919. — Emilio Sánchez Martín publicó La Santa, vida eucarística de
Santa Teresa de Jesús, Avila, 1919. — Galo Sánchez publicó Fueros cas-
tellanos de Soria y Alcalá de Henares, Madrid, 1919. — Pedro Sandere-
CUER publicó Lo que las mujeres no saben, Buenos Aires, 1920. — Jesús
San Luis Romero publicó Fidalgo, dr., 1919. — San Martín, su corres-
pondencia (182^-^0), Madrid, 1919, reproducción de la publicada por
Carranza en Caracas, 191 9, esto es, acortando no poco. — Ignacio Santa
María publicó Guerra del Pacífico, Santiago de Chile, 1919. Un año d,e
-i'ida serradillana, por un amante de Serradilla (Cáceres), ibid., 1919. —
Juan A. Sibea Morí publicó Laurel y encina, lecturas selectas de autores
argentinos, contempor., Nueva York, 191 9. — Miguel Silva y Aceves
publicó Cara de Virgen, novela, Méjico, 1919. — Isidoro Solís Latorre
publicó Ofertorio sentimental, Madrid, 1919. — Cayo Cornelio Tácito,
La Germania y Diálogo de los oradores, Madrid, 1919. — Eduardo Ta-
lero (-j- 1920), colombiano, publicó Ecos de ausencia, narraciones. La
voz del desierto. El poema d.el árbol. Aires de fuego, poesías, Buenos
Aires (s. a.). Amado Ñervo, ibid., 1919. — D. N. Tasín publicó Sanchka
Yegulev, de L. Andreiev, trad., Madrid, 1919. El día del juicio, nov., trad.,
ibid., 1919. El Dios implacable, de A. Kuprin, trad., 1919. Los espectros,
de L. Andreiev, trad., ibid., 1919. Vaienka Olesova, de Máximo Gorki,
trad., ibid., 1920. La dictadura del proletariado según Marx Engels,
Kantsky..., 1920. Malva y otros cuentos, de M. Gorki, trad., Madrid-
Barcelona, 1920. — Teatro Cubano, rev., dirigida por Salvador Salazar,
46 ÉPOCA CONTEMPORÁNEA (1908-I920)
Habana, desde 1919. — 'Manuel Tejerizo, de Sagua (Cuba), publicó La
dejormidad, cstnd. mcd. legal, Habana, 1919. La patria de Colón, ibid.,
1919. — Mercé Tobella publicó Florida (1914-1919), Barcelona, 1919. —
Saulo Toron, canario, publicó Las monedas de cobre, poesías, Madrid,
1919. — Enrique D. Tovar y R., Ventura Garda Calderón y su obra li-
teraria, París, 1919. — Carlos Travieso, Memorias militares del general
D. Ventura Rodríguez (guerra grande, episodios de la defensa de Mon-
tevideo), ibid., 1919. — José Ignacio S. de Urbina publicó La última
huelga., nov., Madirid, 1919. — 'Manuel Uribe Troncoso, publicó Por
tierras mejicanas, N. York, 1919. — Miguel Ángel Ukquieta, de Arequi-
pa (Perú), periodista y buen prosista, publicó Kaleidoscopio, prosas. Are-
quipa, 1914. Discursos parlamentarios, de su padre Mariano Lino l.'r-
quieta, con pról., ibid, 1918. Linterna mágica, prosas, ibid., 1919. — A. de
Urquiola, Higinio Roca, correspondencia cla,ndestina de dos colegia-
les, X'alladoHd, 1919. — Jesús Urueta, mejicano, gran orador, publicó Dis-
cursos literarios, Méjico, 1919. — Eduardo Urzáiz publicó Eugenia, nov.,
Mérida de Yucatán, 1919. — Fray Diego de Valencina, publicó Fernán
Caballero, 1919. — Evaristo Valle publicó Oves e Isabel, nov., Gijón,
1919. — Francisco G. del Valle, José de la Luz y los católicos españo-
les, Habana, 1919. — Manuel Vallvé tradujo de Homero la Iliada, Barce-
lona, 1919. — Leopoldo Varó, Los saraos de Colombina (con Carlos Ca-
ballero), 1919. — José Vasconcelos, mejicano, publicó Divagaciones li-
terarias, Méjico, 1919. Artículos, S. José de Costa Rica, 1920 (en
Convivio). — VÁZQUEZ Yepes publicó Doña Isabel de Godínez, nov., Bar-
celona, 1919. — Vida de Agustín de Iturbide (escrita en Madrid el
1869), por Carlos Navarro Rodrigo y Memorias de Iturbide (escri-
tas por él mismo en 1827), Madrid, 1919. — José Vila Serra, valen-
ciano, publicó El regionalismo en España, 19 19. — Vida de Francisco
Villa contada por él mismo, Méjico, 1919. — J. Villalva tradujo D. Juan,
de Byron, 2 vols., Madrid, 1919. — A. del Villar publicó El Somatén, Bar-
celona, 1919. — Antonio Amado Villar, argentino, publicó Del Amor
y del Alma, B. Aires, 1919. — Felipe Villaverde, El Vicario de IVake-
field, nov., trad. de Oliver Goldsmith, Madrid, 1919. Tartarín de Ta-
rascón, nov., de Alfonso Daudet, trad., Madrid-Barceíona, 1920. — ^San-
tiago Vinardell publicó Alebtyas (prosa), Madrid, 1919. — A. Viñas,
Cartas de Inglaterra, de Eqa de Queiroz, trad., 1919. — Los últimos vi-
rreyes de Nueva Granada, Madrid, 1919. — Salomón Wapnir publicó
Mi Primer Paso, B. Aires, 1919. — Antón Zotes (seud.) publicó Siti
prólogo, sin páginas, sin índice, Méjico, 1919.
59. Año IQ20. Enrique Casara villa Lemos, uruguayo, no ha pu-
blicado más que Las Fuerzas eternas, Montevideo, 1920; pero es poe-
ta maduro, denso, hondamente sentido, de original y filosófica inspi-
ración. Lástima grande es haya escogido el aporreador alejandrino pa-
reado y se haya tomado tanta libertad en el cortar del verso y aun en
poner algunos que no lo son. Sea por prurito mode/rnista o ix>r desjna-
S. XX, 1920. ANDRÉS L. CARO 47
ño, la versificación resullta monótona, embarazada, inarmónica y con-
trasta con el estro grandioso, hondo y sincero de verdadero poeta.
José María de Agosta, capitán de Ingenieros, jefe de la estación ra-
diotelegráfica militar de Carabanchel, se ha dado a conocer estos dos úl-
timos años como excelente novelista y muy gustado del público. Pinta
la vida real española viva.mente, con allgunos rasgos satíricos y hu-
morísticos, castizo lenguaje y gran respeto a la moral, aunque sin
gazmoñerías. Ha pubLicado Amor loco y amor cuerdo, Madrid, 1920.
Entre faldas anda el juego, 1921. Al cabo de los años mil, 1922. La
venda de Cupido, 1922.
Arturo Abalos estrenó Más fuerte que nosotros, dr., B. Aires, 1920. —
Carmen Abreu de Peña publicó La Madre y el niño, de Charles-Louis
Philippe, trad., Madrid, 1920. — ^Ricardo de Aguirre publicó Noticias
para la historia de la guitarra,, Madrid, 1920. — Juan Aineto publicó La
Reconquista de Lérida y su Virgen Blanca, nov. hist., Lérida, 1920. — J. F.
DE Alberti, Rl ricachón en la, corte, de Moliere, trad., Miadrid-BaTcelona,
1920. — iD. Alcalá Galiano tradujo de Víctor Hugo Bug-Jargal, Barce-
lona, 1920. — ^J. Alvarez Pastor, Eugenia Grandet, nov., de H. de Bal-
zac, Madrid-Barcelona, 1920. — José Alvarez (Fray Mocho) publicó Sa-
lero criollo, prólogo de Mariano Joaquín Lorente, ed. "La Cultura Ar-
gentina", 1920. — Las Antillas, revista dirigida por Sergio Cuevas Ze-
queira, Habana, desde 1920. — Antología de poetas americanos, Barcelo-
na, 1920. — Mauricio Antonelli publicó De la penumbra intima, poesías,
B. Aires, 1920. — L. Astrana Marín tradujo Cuentos turcos, narraciones,
populares de Oriente, Madrid, 1920. Libro de los plagios, ibid., 1920. — ^Lu-
CAS Ayarragaray publicó La Iglesia en América y la dominación españo-
la, B. Aires, 1920. — José Manuel Baquerizas publicó Alma y Carne,
B. Aires, 1920. — Fray A. J. Barreiro, agustino, publicó El origen de-
la rasa indígena de las islas Carolinas, Madrid, 1920. — ^Carlos Barre-
ra, Juan Gabriel Borkman, de Enrique Ibsen, trad., Méjico, 1920. —
J. Basile estrenó Tuberculosa, dr., Santiago de Chille, 1920. — Alfre-
do A. BiANCHi, argentino, codirector, con Giusti, de Nosotros, desde su
fundación (1907), exceleiite crítico, publicó Teatro Nacional, B. Aires,
1920. — .Horacio Blanco Fombona, poeta venezolano, publicó Estalac-
titas, Santo Domingo, 1920. — Pedro Blázquez puMicó La novela de la^-
coupletista, Madrid, 1920. — Héctor Pedro Blomberg publicó Las Puer-
tas de Babel. A la deriva, poesías, B. Aires, 1920. — 'Víctor Bonifacino
publicó Las alas de Ariel, poemas, Montevideo, 1920. — A. R. Bonnat,
Jacinta Ruis, nov., Madrid, 1920. — Eugenio Bouzas publicó Claveles y
Espadas, poesías, 1920. En preparación. Cascabeles de Bronce. — ^Al-
fredo Breceda publicó México revolucionario (1913-17), t. I, Madrid,.
1920. — Rafael Burgos, poeta colombiano, publicó Humos, poesías, 1920.,
— ^Rafael Calleja publicó Rusia. Espejo saludable para, uso de pobres
y de ricos, Madrid, 1920. — Raimundo Carbonel publicó Ni Dios ni
amo, nov. social, Barcelona, 1920. — Francisco Carmona Nenclares
publicó La ruta de la vida, prosas, Madrid, 1920. — Andrés L. Caro pu-
4.8 ÉPOCA CONTEMPORÁNEA (1908-I920)
blicó El Libro de las insinuaciones, versos, B. Aires, 1920. — Juan Cas-
trillo Y Santos, Apuntes para la. Historia de la ruina de España, Ma-
drid, 1920. — El P. J. Conejos, jesuíta, publicó Conferencias para se-
ñoras, Madrid, 1920. — 'Emma Day publicó Pasatiempos de una cesan-
te, cuentos, B. Aires, 1920. — Ana Díaz (seud.) publicó La entretenida in-
discreta, nov., Madrid, 1920. Guía de cortesanas en Madrid y provincias,
1921. Guía de Casados, de Francisco Manuel de Mello, traducción (s. a.),
— Eduardo Escobar publicó Libros, poesias, Buenos Aires, 1920. —
Carmela Eulate Sanjurjo publicó Cantigas de amor, trad. del árabe,
Valencia, 1920. Perfil de mujer, la viuñeca, nov., Barcelona, 1920. —
Rafael Parias publicó Memorias de la guerra de la Independencia,
Madrid, 1920. — León Felipe, poeta que comienza bien encaminado, con
propia personalidad dentro de lo castizo, ha publicado Versos y Oracio-
nes de Caminante, Madrid, 1920. El Renaciyniento del Arte inglés y
otros ensayos, de Osear Wilde, trad., 1920. — Antonio Fernández de
Rota publicó Salvemos a España, Zaragoza, 1920. — ^Pantaleón Fer-
ííández publicó La Beata azul, Tucunián, 1920. — Segundo Fernández
publicó Hacia las cumbres, poesías, B. Aires, 1920. — Ermerinda Fe-
rrari publicó Inquietud, etc., nov., Barcelona, 1920. — Mario Flores pu-
blicó Cristales, cuentos fantásticos, B. Aires, 1920. — Luis L. Franco
publicó La flauta de caña, poesías, B. Aires, 1920. — Germán Garíía
Muñoz, doctor en letras, bibliotecario, publicó La Biblioteca del Mo-
nasterio de San Benito el Real de Sahagiín, Madrid, 1920. — Pedro Gar-
cía Valdés publicó Melancolía, poemas, Murcia, 1920. — 'Ramón Gar-
cía Diego publicó Breviario lírico, Madrid, 1920. — José María Ga-
rrido, ¡Madraza!, com., 1920. — Policarpo Gazulla publicó Por el
mundo de Colón, Santiago (Chile), 1920, — J. Gil Montero publicó Va-
do alegre, nov., Madrid, 1920. — Mario Gómez publicó Los siglos de
Cangas de Tinco, 1920. — Edmundo González Blanco publicó Historia
del periodismo. Madrid, 1920. — José María Goy, leonés, doctoral en
Calahorra, publicó Susarón, paisajes y costumbres de la 7nontaña leo-
nesa. Astorga, 1920. — Rafael Guerrero publicó Los artistas del pla-
cer, Madrid, 1920. — ^Edmundo Guibourg publicó Evocaciones, Bue-
nos Aires, 1920. — Carlos Gutiérrez Cruz publicó Rosas del sendero,
poemas, Guadalajara (Méjico), 1920. — A. Hernández publicó Lulú pa-
sional y ambigua., nov., Madrid, 1920. — Guillermo Hernández Mir pu-
blicó El patio de los naranjos, nov., 1920. Laureada con el premio Gre-
gorio Pueyo. — Cecilia Herrero publicó La letra visigoda en los Rei-
nos Pirenaicos, Madrid, 1920. — Historia cómica de España,, por Pérez
Zúñiga y otros, Madrid, 1920. — Luis de la Jara (n. 1897-), de Are-
quipa, publicó Bazar, cuentos y pro&as, Arequipa, 1920. Espigas, Ma-
drid, 1921. — Óscar R. Juárez publicó Jardín Agreste, poesías, B. Ai-
Tes, 1920. — Rafael Laínez Alcalá publicó Ll peregrino de Tiscar, poe-
sías, 1920. — ^Alberto Lámar Schweyer publicó Rene López, Habana,
1920. — Manuel E. Lanao publicó Apuntaciones críticas sobre el idio-
ma castellano, Samta Marta (Colombia), 1920. — Santos Lasso de la
S. XX, 1920. JOSÉ ANTONIO MUÑOZ 49
Vega tradujo de Gastón Leroux El hombre que ha visto al diablo, Ma-
drid, 1920. — Antonio G. de Linares publicó La púrpura del deseo,
nov., Madrid, 1920. La espera del beso, nov., ibid., 1920. — Carmen Li-
ra, Los cuentos de mi tía Panchita (populares de Costa Rica), San Jo-
sé, 1920. — tM. LizoNDo Borcha publicó El Amor innumerable, etc., poe-
mas, B. Aires, 1920. — López Merino estrenó Pedro Fierro, drama, 1920.
— iErnesto López Parra publicó Del bien y del mal, poesías, 1920.
Paisaje de abanico, poema, 1921. — Federico López Valencia publicó
Cuadros americanos, Madrid, 1920. — Fabio Lozano y Lozano, colom-
biano, publicó El maestro del Libertador, 1920. — Rafael Lozano publi-
có El Libro del Cabello de Oro, de los Ojos Celestes y de las Manos
Blancas, Bl Paso (Texas), 1920. En preparación: La Sabiduría de la
Tristeza. El libro del amor seráfico. — A. Mar publicó Solaces de un perio-
dista, Madrid, 1920. — Rufino Marín publicó Las iñsiones de un pájaro lo-
co, B. Aires, 1920. — ^Rafael Marquina, Curial y Guelfa, anónimo catalán
del siglo XV, trad., Madrid-Barcelona, 1920. 2 vols. — A Martínez To-
más publicó Letanías paganas, poemas. Murcia, 1920. — Amalio Martí-
nez Antón estrenó Dos y dos, entr., 1920. — C. Martínez Riestra publi-
có El pod.er de una carta, nov., El Paso (Texas), 1920. — Luis Martínez
Román estrenó El Pampero, com., 1920. — Ramón Martínez de la Riva
publicó Conversaciones con Grandes de España, 1920. — Manuel Massot-
Ti DE Mercader publicó Epopeyas de la Raza, 1920. — Fernando Mateos
Aguirre publicó Descripción de las monedas hispanocristianas desde
los Reyes Católicos a Alfonso XII, Madrid, 1920. — F. Mayol de Senillo-
SA publicó Trisulco ensueño, Barcelona, 1920. — José Luis Menéndez pu-
blicó Líricas (con José C. Picone), 1920. — Fr. Bernardo ]\Ierizalde
(n. 185 1-), de Bogotá, buen poeta, orador y profesor de Sagrada Teología.
En 1904 ingresó en los Agustinos Recoletos. Dióse a conocer como pK>eta.
de verdadero sentimiento nacional en el Congreso Mariano de Bogotá,
con la poesía Colombia y la Inmaculada, que se la premiaron con meda-
lla de oro. Sus composiciones se han publicado en revistas y periódicos,
últimamente ha publicado en la rev. España y América, una poesía,
intitulada Bandera colombiana, 1920. — Rafael de Miguel estrenó La
romería del odio, dr. lír. (con José Pérez López, 1920). — Pil.\r Mi-
llán-Astray publicó Todo amor, Madrid, 1920. — Felipe Mingo Du-
rand de Sertines publicó The Boy-Scouts, comedia, Almería 1920. —
Federico Morador publicó Poesía, Montevideo, 1920. — A. Moreno
Guevara publicó Historia Militar d.e la Expedición Libertadora al Pe-
rú en 1820, Santiago de Chile, 1920. — Jorge Moya de la Torre estre-
nó La razón del mal amor, tragicomedia, 1920. — Alfredo Mozzi publi-
có Las Angustias del sendero, poes., B. Aires, 1920. — José Antonio
Muñoz, del Estado de Veracruz (Méjico), pasó a la capital donde se
está formando como poeta elegiaco, melancólico y con tonalidades des-
vaídas, conciso hasta frisar a veces en oscuro, seguidor de González
Martínez y con dejos panteísticos y siempre en tono menor, como los más-
de poetas modernos de aquella tierra. Prepara Bajo el rosal del ensueño-
50 ÉPOCA CONTEMPORÁNEA (1908-I920)
y La música interior. — Víctor Muñoz publicó Junto al Capitolio, Ha-
bana, 1920. — HoLDA Novelo, poetisa mejicana, publicó Amanecer, poe-
sías, 1920. — Luis Nueda publicó De música, epistolario de un melóma-
no, Madrid, 1920. — 'Carlos Obligado (n. 1890-), de Buenos Aires, hi-
jo de Rafael Obligado, doctor en Letras, publicó Poemas, Buenos Aires,
1920. — 'Héctor Olivera Lavié publicó El caminante, nov., Buenos
Aires, 1920. — 'Carlos María Onetti publicó El desfile asombroso, ver-
sos, Buenos Aires, 1920. — Eduardo Oxtañón publicó Breviario sen-
timental, versos, Madrid, 1920. — Juan Orozco publicó La siembra do-
lorosa, B. Aires, 1920. — Doctor Ricardo A. Paz estrenó En un rin-
cón de la selva, tragedia, Buenos Aires, 1920. — Andrés Peláez Cueto
publicó Criticrónica (1916 a 1917), Madrid, 1920. La sirena ciudad,
nov., 1920. — Alicia Peón y Varona, publicó Sombra y luz, ensayo de
novela, Habana, 1920. — Pedro Pepe Angeles estrenó Juan de Dios,
zarz., Valencia, 1920. — Martín Perea Romero, publicó Mujeres y so-
netos. Murcia, 1920 (con prólogo de R. López de Haro). — Ildefonso
Pereda Valdés (n. 1899) de Tacuarembó (Uruguay), hijo de español fun-
dador de Los Nuevos (1920), publicó La casa iluminada, poesías, Montevi-
deo, 1920. El libro de la colegiala, ibid., 1921. — Manuel Raventós, Goetz
de Berlichingen, de Goethe, trad., Barcelona, 1920. — Anselmo Reguera
publicó Melita busca sensaciones, nov., Madrid, 1920. — José Ribelles
Comín (n. 1S72-), de Castellón, fundador de El Ruiseñor (1893) y Rev.
Industr. y Mercantil (1895), publicó Bibliografía de la lengua valenciana
(de todo lo publicado en valenciano), premiada en 1905, Madrid, 1920. —
Agustín P. Rivero Astengo publicó Ánfora llena., versos, Buenos Ai-
res, 1920. — Luis Rodríguez-Acasuso, publicó Del teatro al libro, en-
sayos críticos sobre teatro argentino y extranjero, arte y literatura,
Buenos Aires, 1920. — Nicanor Rodríguez de Celis estrenó Los ami-
gos de S. E., entr. (con Luis Martínez Kleiser), 1920. — Arturo- Romaní
Céspedes, publicó Claveles rojos, versos de amor, Zaragoza, 1920. —
Víctor Romano publicó Obras teatrales, San Pedro, 1920. — Mi-
guel Romero Martínez, La retama, de Leopardi, trad., 1920. — Carlos
RoosEN Regalía (f) escribió Primeros vuelos, Montevideo, 1920. — R. Ro-
vira Vilella publicó Breves, poesías, 1920. — Julián María Rubio pu-
blicó La infanta Carlota Joaquina y la Política de España en Amé-
rica (1808-1812), MadTÍd, 1920. — Luis Rueda publicó De Música, Ma-
drid, 1920. — Federico Carlos Sáinz publicó La Soledad recóndita,
Madrid,, 1920. — Pedro Salinas tradujo de Musset Los caprichos de
Mariana y otras coinedias, Madrid, 1920. — Teresa Santos de Bosch,
por seudónimo Fabiola, publicó Prismas, prosas, Moriitevideo, 1920. —
Julián Silva Serrano publicó Canciones de las ciudades y los cam-
pos, poesías, Montevideo, 1920. — Ramón Sopeña publicó Ammalcs sal-
vajes, nov., cuatro vols., Barcelona, 1920. I^os hijos del héroe, 1920.
Riquet el del copete, 1920. — Jonás Sosa publicó El incensario de oro,
versos, Buenos Aires, 1920. — Tomás Casto Sosa publicó Expresio-
nes acerbas, versos, 1920, — Juan Spottcrno y Topete, publicó ycr-
S. XX, I92I. CÉSAR FALCON 51
SOS ingenuos, Madrid, 1920. — Sofía Suárez, El Fenómeno sociológi-
co del Trabajo industrial en las Misiones Jesuíticas, Buenos Aires,
ig20. — Pablo Suero publicó Los cilicios, poes., Buenos Aires, 1920. —
D. Tambolleo, publicó Valle de Salta, poes., Salta, 1920.— Eduardo M.
ToRNER publicó Cancionero musical de la lírica popular astiuriana,
Madrid, 1920. — Miguel Torres Roldan, publicó La nueva era, nov.,
A'calá de Henares, 1920. — Paco Torres, La perfecta casada, revista
(con Aurelio Várela, música de Alonso), 1920. — Francisco W. Tri-
ÑANES publicó Meditaciones y ensayos, Buenos Aires, 1920. — Renato
Ulloa publicó De la vida, poes., Mondariz, 1920. — Félix Urabayen,
navarro del Baztán, cuilto, sniclto y ameno escritor, publicó Toledo:
Piedad., Madrid, 1920. La última cigüeña, 1921. — Julio Vignola Man-
silla publicó El milagro inicial, B. Aires, 1920. — Luis de Villalobos
publicó La perfecta novia, Buenos Aires, 1920. — Raúl Villalón pu-
blicó En la selva de Pan, versos, S. José de Costa Rica, 1920. — Arman-
do Zegrí publicó La risa del dragón, 1920. Minerva la de glaucos ojos,
prosa, Santiago de Chile, 1921. — 'Ramón Zelaya, costarricense, doctor
■en Leyes, publicó Bocetos raros, cuentos, S. José de Costa Rica, 1920.
60. Año igsi. Pedro Albiol publicó Estrella de Oriente dr., Valls.
192 1. — Dámaso Alonso publicó Poemas puros, 192 1. — Valentín
Andrés Alvarez publicó Reflejos, poemas, 1921. — Eduardo Andi-
COBERRY publicó Tartorín en Madrid, 1921. — Daniel Bayona Posa-
da, colombiano, poco ha fallecido (1920), imitador excelente, en el
dialecto de su tierra, dd murciano Vicente Medina, escribió con sin-
ceridad, sencillez y sentimientos delicados Poesías, Bogotá, 1921. — Al-
ciRA B0NAZZOLA publicó Horas de sosiego, Buenos Aires, 1921. — R. Boy-
TESVÉ publicó El niño en la balaustrada, nov., 1921. — Miguel A. Ca-
mino publicó Chacayaleras, impresiones del Lagar, Buenos Aires, 1921.
— Horacio Caillet Bois publicó Poemas. Las urnas de ébano, Buenos
Aires, 1921. — Jesús Cancio, de Comillas (Santander), verdadero poeta
del mar, el único acaso que hemos tenido, no académico, frío y libres-
co, sino recio, ardoroso y sinceramente inspirado en las sensaciones
deJ mar, en sus grandezas y sus horrores y que emplea el lenguaje
expresivo de los pescadores del Cantábrico con sencillez encantadora
y arrebatadora fuerza, ha publicado Olas y Cantiles, Santander, 1921.
— Juan Chavas publicó Espejos, poemas, 1921. — Luís Chamizo publi-
có El miajón de los castt'ios, versos, 1921. En dialecto extremeño, a lo
Gabriel y Galán. Promete mucho. — Eugenio Escribano, de Guadalaja-
ra, presbítero de San Vicente de Paúl, poeta grandilocuente de torma,
de verdadera inspiración filosófica en pensamientos y plástica en imá-
genes, publicó La canción del Orzan, poema inspirado en la guerra eu-
ropea, Madrid, 1921. Castilla, leyenda épica, ibid., 1922. — Ángel Es-
pinosa (n. 18S9-), de Ca^latayud, poeta muy sincero, recio y variado en to-
nos, metros, sentimientos, sin nada de frases o palabras comunes en-
tre poetas superf xia'les, pub^'có Linterna, poesías, Madrid, 1921. — CÉ-
SAR Falcón, peruano, publicó Plantel de inválidos, novelas, Madrid,
52 ÉPOCA CONTEMPORÁNEA (192I-I922)
1921. — Mayorino Ferraría, argentino, poeta muy musical, natural y
delicado, con hermosos dejos populares, publicó Música en verso, Bue-
nos Aires, 192 1. — León Federico Fiel, por seud. Noel de Lara, poeta
argentino, muy bien encaminado por el aprecio crítico y práctico que
muestra de la poesía popular, Ja cual tiene por dtchado, pu-
blicó Vasseur como poeta revolucionario, conf,, Buenos Aires, 1915.
Martín Fierro, ibid., 1916. Vanidad., prosa y verso, ibid., 1921. Miseria^
esbozo de novela, ibid., 1921. La obra de Rafael Barret, ibid., 1921. — Jo-
sé Gabriel publicó Evaristo Carriego, su vida y su obra, Buenos Ai-
res, 1921. — ^JosÉ Gallo de Renovales publicó María Luisa, novela, Ma-
drid, 192 1. — Federico García Lorca, publicó Libro de poemas, Madrid,
1921. — Ariosto D. González publicó Emilio Zola, su obra y sus resulta-
dos, Montevideo, 1921. — Eugenio Iglesias publicó Sencille:;, poesías,
Buenos Aires, 1921. — Carlos César Lenzi publicó Poemas, Buenos
Aires, 1921. — Gabriel A. de León, puMicó Las primeras nubes, com..
Montevideo, 1921. — Roberto 'Mariani publicó Las acequias y otros poe-
vias, B. Aires, 1921. — Marqués Merchan publicó D. Bartolomé José Ga-
llardo, Madrid, 1921. — E. Martínez Hervás publicó Sócrates, libro-dra-
ma, 1921. — J. Martínez de Sotomayor publicó Rudezas, poesías, 192 1. —
Carlos R. Moncada publicó Recogimiento, poesías, Santiago de Chile^
1921. — Ismael Moreno publicó El Majadero, Buenos Aires, 1921. —
Juan Palazzo publicó La casa por dentro, Buenos Aires, 192 1. — Eduar-
do M. del Portillo estrenó Las alas de la hormiga, saínete, 1921.
— 'Carlos B. Quiroga publicó Cerro nativo, Buenos Aires, 1921. — Mi-
guel Rasch Isla, colombiano, publicó una gran colección de sonetos bien
labrados y bruñidos, con título de Para leer en la tarde, Bogotá, 1921. An-
tes A flor de alma, versos. — Teófilo Rodríguez de Tembleque, abogado,
publicó De tierra virgen. Jaén, 192 1. — 'Carlos Sabat Ercasty publicó Poe-
mas del hombre, Montevideo, 1921. — D. Sangorríu publicó El libro de
la cadena del Concejo de Jaca, documentos, Zaragoza, 1921. — F. J. San-
tamaría, mejicano, publicó El provincialismo tabasqueño, ensayo de un
vocabidario del lenguaje popular..., México, 1921, t. I. — Victoriano de
Sausay publicó La ciencia del beso, 1921. — Salvador Trevijano publicó
La vida intensa, vencido, nov., 1921. — Francisco de Paula Ureña publi-
có Hojas y Flores, rimas diversas, Madrid, 1921.
61. Año ig22. A Ortiz Vargas publicó Lejana..., poesías, Madríd,^
1922 (con un prólogo de A. de Hoyos y Vinent). — Pedro Smnz Rodrí-
guez, catedrático de la Universidad de Oviedo, publicó D. Bartolomé
José Gallardo y la crítica literaria de su tiempo, N. York-París, 1921
(de la Rev. Hisp., t. LI). — Ramón Segura de la Garmilla (n. 1888-),
de Badajoz, catedrático de Gramática y Literatura castcllunias en la
Escuela Normal de Cáceres, publicó Poetas Españoles del siglo xx,
Madrid, 1922. — Ventura Villarrubia publicó Cantos de las tierras
pardas, poesías (con prólogo de Antonio M. Abella), 1922. — Emilio
Zurano Muñoz, abogado, publicó Valor y fuerza de España como po-
tencux en el concierto internacional, Madrid, 1922.
índice por años, de autores y obras anónimas
Abalos (Arturo), 1920.
Abella Caprile (Margarita), 1919.
Abreu de Peña (Carmen), 1920.
AzEVEDO LÚQUEZ (Pastor), 1917.
Agosta (José M." de), 1920.
Acuña (Manuel), 1919.
Adsuara Valverde (José M."),
1919.
Agüero Vera (Nicolás), 1917.
Aguilar Catena (J.), 1919.
Aguilar de Mera (Leopoldo),
1919.
Aguilera R. (Miguel), 1919.
Aguirre (Ricardo de), 1920.
Ahumada (Enrique), 1919.
AiNETO (Juan), 1920.
Alarcón Capilla (Antonio), 1919.
Alas (Gaudio de), 1919.
Alba (Renato de), 19 18.
Albareda (Anselmo M.*), 1919.
Albarellos (Juan), 1919.
Alberti (J. F. de), 1920,
Alberti (Justo Ignacio de), 1919.
Albiol (Pedro), 1921.
Albornoz (Alvaro), 1918.
Álbum cervantino, 1917.
Alcalá y Henke (Agustín), 19x9.
Alcalá Galiano (D.), 1920.
Alcocer y Martínez (Mariano),
1918.
Alfonso (D. Carlos), 1918,
Almarche Vázquez (F.), 1918.
Almerich (Luis), 1919.
Almodóbar (J. M.), 1917,
Alomar (Gabriel), 19 17.
Alonso (Dámaso), 1921.
Alpizar (Raoul E.), 1918.
Alsina (José), 1918.
Alvarado y Albo (Juan), 1919.
Alvarez Campos (Carlos), 1918.
Alvarez (Eduardo), 1917.
Alvarez Pastor (J.), 1920.
Alvarez (José), 1920.
Alvarez Cerón (Marcelino), 1917.
Alvarez Alba (Ricardo), 1917.
Alvarez (V. Andrés), 1921.
Alvear (E. de), 1917.
Amalor (Severo), 1918.
Amat (Francisco de P.), 1917.
Anaya (Canuto E.), 1918.
Andersen, 1919.
Andicobery (Eduardo), 1921.
Andrade (Luis), 1919.
Andrés Vázquez (José), 1918.
Ángulo y García (José), 1919.
Antillas (Las), ^020,
Antología de escritores jóvenes^
1918.
Antología de líricos ingleses y nof"
teamericanos, 19 17.
Antología de poetas americanos,
1920.
Antología de poetas chilenos...
(Pequeña), 1917.
54
AUTORES Y ODRAS ANÓNIMAS
Antoneli.1 f Mauricio), 1920.
Antony (Carlos), 1917.
Anzola (Juvenal), 1917.
A ORILLAS del Plata, 1919.
Apráiz y Buesa (Ángel), 1917.
Aragay (José), 191;).
Arasti (Fduardo), 19 18.
Arauz de Robles (José M.»"), 1919.
Arboleda (Gustavo), 1918.
Arevas Guzmán (Diego), 1918.
Arias (Pedro G.), 1919-
ArMENCOL VALf.NZUELA (P.), igiS.
Aroca (Jesús), 1918.
Arredondo (Luciano de), 1919.
Arroyo (Cesare), 1917.
Arte de amar, 1918.
Arte de la Tauromaquia (El),
1918.
Astrana Marín (L.), 1920.
Astray (Millán), 1918.
Asunción (Fr. Domingo de la),
1917.
Athenea... Ateneo de Cosía Rica,
1917.
Aunós Pérez (E.), 1919.
Autobiografías de escritores y
poetas españoles, 1918.
Auzón (Eduardo E.), 191 7.
Avellaneda (Marco M.), 1918.
Avila (JuFo E.), 1917.
Avisa (Juan de Dios), 1918.
Ayarragaray (Lucas), 192a
Ayuso (I eopoldo), 1917.
AzAÑA (Manuel), 1919.
Aznar (Joaquín), 1918.
Bacarissk V CASin-A (Mauricio),
1917.
Badía Malacrida (Carlos), 1919.
Báez (Gonzalo), 1919.
BÁEZ (Paulino G.), 1917.
BaiJs (K.), i 91 9.
Balmaciua Valdés (Gustavo),
K117.
Bal: yjs ne Villwekde (Francis-
co Manutl), 1918.
Ballester y Gonzalbo (José),
1919.
Bandera (ManuelV 1918.
Baquerizas (José Manuel). 1920
BARCENA Y de Saracho (María
Margarita de Jesús), 1919.
Barón de la Linde, 1918.
Barragán (Refugio), 1918.
Barraquer y Roviralta (Cayeta-
no), 1918.
Barreiro (Fr. A. J.), 1920.
Barrera (Carlos), 1920.
Barret (Rafael), igi8.
Bartolomé (Higinia), 1918.
Basave (Agustín"), 1918.
Baselga (Pedro M.), 1918.
Basile (J.), 1920.
Bayerri y Bertümeu (Enrique),
1 91 9.
Bayon\ Posada (PanieT), 1921,
Bazán de Cámara fRosa), 1918.
Bazil (Osva'ldo), 1917.
Becerra (Ricardo), 1017.
Belelli (hijo) (Antonio), 1918.
Bellán (José Pedro), 1917.
Bello (C. Emilio), 1919.
Benavente (Manuel). 1918.
Benedí Navarro (Juan M.), 1917.
Benedicto SánCiIEZ (Joaquín),
1919.
Benito Lapena (Isidro), 1919.
Berenguer (Fernando), 1918.
Berisso (Emilio), 1917.
Bermúdez Franco (Fernando),
1919.
Berrojo Migueláí5ez (Valentín),
1917.
Bertling (El gencial Hans). 1917.
Besora Cuello (José). 1018.
Betancourt (Gerardo L.), 1919.
BiANCni (Alfredo A.), IQ20.
BiANrm (Shanty) (Guillermo).
1918.
Bibliografía... Cámara oficial del
libro, 1 919.
BiBLios, 19 1 9.
AUTORES Y OBRAS ANÓNIMAS
55
BiKELAS (D.), I9I7.
Bilbao (Luis G.), 1917.
Blanco Iombona (Horacio), 1920.
Bla.nco Meaño (Luis F.), 1919-
Blanco Suárez (Pedro), 1919.
Blázquez y Jiménez (Ángel), 19T7.
Blázquez de Pedro (J. M.), 1917.
Blázquez (Pedro), 1920.
Blomberg (Héctor Pedro), 1920.
Bó Y Singla (L), 1917.
BoFF (Ernesto J. J.), 1918.
Bolarín (Andrés), 1917.
Boletín de la bibl. de M. y Pelu-
yo, 1919.
Bollain (D. Adolfo), 1918.
Bonazzola (Ale ra), 1921.
BoNET Jordán (Joaquin), 1918.
Bonifacino (Víctor), 1920.
Bonnat (A. R.), 1920.
BÓRQUEZ Solar (Humberto), 1917.
Borras Rullán (Jaime), 1918.
BoscH (José M.), 1918.
Bouligny (Joaquín de), 1918.
BouzAS (Eugenio). 1920.
BoYTESvÉ (R.) 1921.
Breceda (Alfredo!, 1920.
Briones Perrero (Gabriel), 1917.
Britos Muñoz (Alberto), iqi8.
Broca (Guillermo M. de), 1918.
Broutá (Julio), \X)íg.
Bueno (Andrés), 1919.
BuEso CnxTRERAo (Pcdro), 1918.
Búfano (Alfredo R.), 1917.
BuiGAS Y Garriga (Joaquín), 1018.
Bunge (Augusto), 1917.
BuRBANO Vázquez (José Rafael),
1919.
Burghi (Juan), IQI9.
Burgos (Fausto), 19 18.
Burgos Y Mas (Manuel de), 1918.
Burgos (Rafael), 1920.
BusCARiNi (Armando), 1919.
Buxadi (José), 1918.
Caamacho (Ángel), 1917.
Cabal (Constantino), 1918.
Cabrera (Luis), 1919.
Cabrera (P.), 1917-
Cabrisas (Hilarió.i), 1918.
Cafferata (Juan F.), 1917.
Caillava (Domingo A.), 1918.
Caillet Bois (Horacio), 1921.
Calou (Juan Pedro), 19 18.
Calvo Ochoa (M.), 1919-
Calleja Morante (César), 1919.
Calleja (Rafael), ;920.
Camacho (Aurelio), 1917.
Camaña (Raquel), 1918.
Cambó (Francisco), 1917.
Camino (Miguel A.), 1921.
Campaña del Norte (La), 1917.
Camprubí (Zenobis), 1917.
Cancela (Arturo), 1918.
Cancio (Jesús), 1921.
Cancionera (La Hermosa), 1918.
Canciones varias, 19 18.
Canetti y Alvarez de Gades (I.i-
borio), 1917.
Cano (Juan), 19 19.
Cánovas (Luis), 1918.
Caparros (J. M.»), 1918.
Capdevila Romero (Eugenio),
1919.
Capéela (F. del P. Capella), 1917.
Carbonee (Raimundo), 1920.
Carbonell y Rivero (Néstor),
1919.
Cárcamo (Ramón J.), 1919.
Cardona (Rafael), 1917.
Carduz Viera (José), 1917.
Carmona Nenglares (Francisco),
1920.
Caro (Andrés L.), 1920.
Carpió M-raga (Luis), 1918.
Carretero (Luis), 1918.
Cartas baturras, 191 7.
Casadesus (P. José), 1917.
Casaravilla (Enrique), 1920.
Casas Araujo (Julio), 191S,
Cases (Antonio), 1917.
Cassasús (Carlos N.), 1918.
56
AUTORES Y OBRAS ANÓNIMAS
Castellano y de la Peña (Gas-
par), 1919.
Castellanos (María Luisa), 1918.
Castellón (José), 1918.
Castellví (José M.'), 1917.
Castilla (José de), 1918.
Castilla Solís (Manuel), 1918.
Castilla (Pedro de), 1918.
Castillo (Carlos), 1917.
Castillo (I. B. del) 1918.
Castillo (Ricardo del), 1917.
Castiñeiras (Alejandro), 1919.
Castrillo (Fr. Ga^dencio), 1919.
Castrillo y Santos (Juan), 1920.
Castro (Antonio), 1917.
Castro y Oyanjuren (E.), 1919.
Castro (Manuel c'e), 1919.
Castro Marcos (Miguel de), 1918.
Castro Estévez (Ramón de), 1918.
Cátala y Gavilá (Juan B.), 1918.
Catoyra (F.), 1917.
Cavestany (Pablo'/, 19 19.
Cebrián y Saura (José), 191 7.
Cegarra Salcedo (Andrés), 1919.
Cid Baeza (Mercedes Astenia),
1917.
CiDE Hamete Benengeli, 1918.
Cifuentes Sepúlveda (Joaquín),
1918.
Clary, 1917.
Clarín, 1919.
Clavijero (Francisco Javier),
1917.
Clavo (Maximiliano), 19 18.
Cobos de Villalobos (Amantina),
1917.
Codorníu de la Mata (Antonio),
1918.
Colección gral. de docutn. relati-
vos a las islas Filipinas, 1918.
Colid (Vicente), 1918.
CoLOM Ferrá (Guillermo), 1918.
Collazo (Francisco), 1918.
Comorea (Juan), 1919,
Conejos (P. }.), 1920.
CONTRERAS (B.), I918.
Contreras Gómez (Domingo)^
1918.
Contreras y Camargo (Enrique),
1919.
CoRDi VIOLA (Qeopatra), 1918.
CoRET (Cristóbal), 1919.
Coria Peñaloza (G.), 1918.
CoROMiNAS (Pedro), 1917.
Corredor (Galo), 1917.
Correspondencia de D. Ant. lia-
ras sobre la guerra del Pacifi-
co, 1918.
Cortés (Iñigo), 1918.
CoRTEzo Collantes (Javier), 1918,.
CoRTí (Alfonso), 1918.
Cortijo A. (L.), T919.
Cortina (Marqués de), 1917.
Cotta (Juan Manuel), 1918.
C0VADONGA (Batalla y Santuario
de), 1918.
Criado (Eduardo), 1919.
Crusat y Prats (Fernando), 19 1/-
Cruz (Ernesto de la), 1917.
Cruz Ghio (Julio), 1917.
Cruz de Ebro (María), 1918.
Cuenca (Adolfo), 19 i 9.
Cuenca Reus (Vicente), 1919.
Cuentos gitanos, 1918.
Cuervo Márquez (Carlos), 1917-
Cueva (Manuel de la), 1917.
CuRET (Francisco), 1918.
Chabás (Juan), 1921.
Chacón (Julio), 1917.
Chamizo (Luis), 1921.
Chascarrillos madrileños, 1917^
Chaves (Manuel W.), 1918.
Chaves (Ezequiel A.), 1919.
Cheknoff (Antón), 1918.
Chiloteguy (Mario), 1918.
Daguerre (Emilio), 1917.
Damianovich (Jorge), 1917.
Dávai.os (Juan Carlos), 1917.
AUTORES Y OBRAS ANÓNIMAS
57
Davila (Vicente), 1919.
Day (Emma), 1920.
Debenedeiti (Salvador), 1917.
Dedeu (Martín), 1919.
Delgado (José M.=), 1919,
Delheye (Pedro Mario), 19 17.
Delvillar (A.), 19 19.
Della Costa (hijo) (Pablo^ 1919.
Diario de O'Higgins, 1917.
Dí^z (Ana), 1920.
Díaz (Carlos Félix), 1919.
DÍAZ (Emilio), 1917.
DÍAZ (El coronel F. J.), 1917-
DÍAZ (José M.«), 1917.
DÍAZ CovARRUBiAS (Juan), T919.
DÍAZ Rodríguez (Manuel), 1918.
DÍAZ de los Arcos (Narciso), 1917.
DÍAZ DE León (Rafael), 1918.
DiCKENS (Carlos), 1917.
Dictadura de O'Higgins (La),
1917.
DiÉGUEZ (R.), 1919.
Díez Monar (José), 1917.
DiFiiLiPis NovoA (F.), 1918.
Discepolo, 1918.
Dobles Segreda (Luis), 1918.
DoMENCHiNA (Juan José), 1917.
Domingo (Félix), 1917.
Domínguez Rodiño (Enrique),
1918.
Donoso González (Francisco),
1918.
DopoRTO Uncilla (Severiano).
1918,
Dorado (C. Marcial), 1917.
Dos romances anónimos del si-
glo XVI, 1 91 7.
Duarte Level (Lino), 1917.
DuHAU (Alfredo), 1918.
DusMET Arizcum (Xavicr), 1919.
E. P. D., 1 918.
Echevarri y Vivanco (José M.*
&.), 1917-
Efemérides de la Guerra Mun-
dial, 1 91 8.
Egea López (Julio), 1917.
Eichelbaum (SamueJ), 1919.
Ekdahl o Ignotus (El coronel
W.), 1917-
Elías (Félix), 1 917.
Encina (Juan de la), 1917.
Encjso Villanueva (G a b i n o),
1917.
Endériz (Ezequiel), 1917.
Enol (León de), 1919.
Henríquez C. (A.), 1917.
Ensayo de un tratado de versifi-
cación comparada del castellano
y del francés, 1917.
Erasmo Callorda (Pedro), 1918.
Erserguer (Enrique V.), 19 18.
EiscoBAR (Eduardo), 1920.
Escobar (Julio F.), 1917.
EscOBEDO (Federico), 1918.
EscoFFiE (Manuel M.^), 1919.
Escribano (Eugenio), 1921.
Escribano (Paquita), 1918.
EscRivÁ de Romaní y de la Quin-
tana (Manuel), 1919.
Escudero y Moscoso (Gonzalo),
1919.
EsNAOLA (Juan de), 191 9.
España y América (De), 1919.
Espejo (Juan Luis), 1917.
EsPELiES y Pedroso (Maria de la
Soledad), 1919.
Espina García (Antonio), 191 8.
Espinosa Tamayo (Alfredo), 1918.
Espinosa (Ángel), 1921.
Espinosa (Luis), 1917.
Esouivel Obregón (T.), 1918.
Estrada Palma (Tomás), 1918.
EuLATE Sanjurjo (Carmela), 191-0.
Fajardo (Enrique), 1919.
Falcón (César), 1921.
Falquez Ampuero (Francisco J.),
1917.
Parias (Rafael), 1920.
Farrere (Claudio), 1917.
58
AUTORES Y OBRAS ANÓNIMAS
Felipe (León), 1920.
FÉNECH Muñoz (M.), 1919.
Fernández Sánchez de B'uentes,
1918.
Fernández de Rota (Antonio),
1920.
Fernández Navamuel (Eloy),
1919.
Fernández (Felipe H.), 1918.
Fernández (Horacio), 1918.
Fernández Mac Gregor (Jenaro),
1918.
Fernández Coria (José), 1918.
Fernández Grados (José), 1918,
Fernández (Juan Rómulo), 1919.
Fernández Gordillo (Manud),
1918.
Fernández Córdova (Miguel An-
ge'), 1 919.
Fernández (Nicomedes), 1917.
Fernández (Pantaleón), 1920.
Fernández Vallejo (Paulino),
1917.
Fernández (Segundo), 1920.
Ferrari (Ermerinda), 1920.
Ferraría (Mayorino), 1921.
Ferrer (Joaquín M.* de), 1918.
Ferrer e Hilario (Ramón), 1917.
Fiel (León Federico), 1921.
Fierro (Humberto), 1919.
F1GUER0A (Agustin At), igiy.
FiRPO (Gonzalo), 1917.
Flores (Mario), 1920.
Florida (La Gran), 1917.
FocHs Arbós (Augusto), 1917.
FoLCH Vernet (José), 19 17.
Fonseca y Martínez (Juan), 1918.
FoNT Pedrosa (A.), 1919.
Fraccaroi.i (Arna'd), 1918.
Fragua (Constantino), 1919.
Franceschi (Gustavo J.), 1918.
Franco (Luis L.), 1920.
French (Alfredo), 1918.
Frías (José Dolores), 1919.
Fuentes Jorge (M.), 1919.
Fuentes (Ricardo), 1918.
G. B. (M.), 1919.
Gaeis Bas (José), 1918.
Gabriel (José), 1921.
Cache (Alberto L), 1918.
Gadea Beltrán (José), 1918.
Galíndez de Ferrari (Bartolo-
mé), 1 91 8.
Galindo (Hermilia), 1919.
Calvan (Eduardo Ángel), 1917
Gallego y Burín (Antonio), 1918.
Gallo de Renovales (losé), 1921,
Gamio (Rodrigo), 1919.
García Rjves (Ángel), 1917.
García (Armando D.), 1917.
García Iniesta (César), 1918.
García (Fr. E.), 1918.
García Lorca (Federico), 1921,
García Checa (Felisa), igiS.
García (Francisco), 1917.
García Icazbalceta (Francisco
M.), 1918.
García Muñoz (Germán), 1920.
García Sáinz de Baranda (L),
1917-
García (Jacinto Sixto), 1919.
García Gutiérrez (Jesús), 1919.
García Bravo (Joaquín), 1917.
García (Leopoldo Juan), 1918.
García Pérez (Manuel), 1918.
Ga.cía Murúa (María), 1918.
García Moreno (Me'lchor), 1917,
García Valdés (Pedro), 1920.
García Diego (Ramón), 1920.
García Costa (Rosa), 1917,
Garrido de la Peña (Carlota),
1917-
Garrido (Fe'ipe), 1918.
Garrido (José María), 1920.
Gasciola (José), 1917.
Cay Massó (Fernando), 1918,
Gazulla (Policarpoy, 1920.
Gil Montero (}.), 1920.
Gil Fagoaga (Lucio), 1917.
GÓMEZ (Adolfo León), 19 17.
Gómez de Miguel (E.), I()I7,
Gómez de la Serna (Julio), 1919.
AUTORES Y OBRAS ANÓNIMAS
59
Gómez (Mario), 1920.
Gómez Palacio (Martín), 1918.
Gómez Latürre (Matías), 1918
GüME/C Urquijo (P.), 1919.
González: Alvarez (fr. Agustín),
1917.
González Falencia (Ángel), 1919.
González (Ariosto D.), 1921.
González (Arnaldo), 1917.
González Arkili (Bernardo),
1919.
González (Dermidio T.), 1918.
González Blanco (Edmundo),
1920.
González (Fernando), 191 8.
González Llubera (Ignacio), 1918.
González Domenech (Joaquín),
1917.
González Hompanera (José), 1917.
González Gamazo (Juan), 1918.
González (Ju'lián), 1918,
González García (M.), 1917.
González Gomar (Manue'l), 1918.
González Gómez (Manuel), 1917.
González (OtiJio), 1919.
Coy (José María), 1920.
G'oycoechea Menéndez, 191S.
Gregorio (Ángel de), 1919.
Gris, 1918.
GuALTiERi (Fernando), 1918.
Guayaquil (La Entrevista de),
1918.
Guerra (J. Guillermo), 1917.
Guerrero (Rafael), 1920.
Guía del Norte de África y Sur
de España, 191 7.
Guía hisfór. y descriptiva del Ar-
chivo Nacional, 1917.
G'jiBOURG (Fdmu'^do), T020.
Guido Lavalle (Ricardo), 1917.
Guillen (Alberto), 1917.
G't'illín (Santiago), 1918.
Gutiérrez Gil. 1918.
Gutiérrez (A''berto), 1918.
Gutiérrez Gorostiza (Alfredo),
1917.
Gutiérrez Cruz (Car'os), 1920.
Gutiérrez Zamora (José Manuel),
1918.
Gutiérrez (Miguel C), 1919.
Gutiérrez (Sinibaldo), 1918.
Heras (P. Enrique), 1918.
Heredia Larrea (Publio), 1918.
Hernández CA.). 1020.
Iernández-Carrillo y Fernán-
dez (Lnnqucj, 1917.
Hernández Aldabas (Francisco),
1917.
Hernández Mir (Guillermo), 1920.
Hernández (Lope), 1918.
Hernández (Ricardo), 1918.
Hernando de Larramendi (Luis),
1918.
Herrera (Alberto), 1919.
Herrera y Oria (El P. Enrique),
1917-
Herrera Oria (El P. Luis), 1918.
Herrero (Antonio), 1918.
Herrero (Cecilia), 1920.
Hicken (Ricardo), 1917.
Hidalgo (Félix), 1919.
HisPANiA, 1918.
Historia cómica, 1920.
HoRTA (Manuel), 1917.
Hoyos (Marco A.), 1918L
HuARTE Y Echenique .'(Ama'Ho),
1917-
Hume (Blanca C. de). 1917.
Hurtado (Ramón;, 191 7.
Ibáí5ez Jaso (José), 1917.
Tbarbourou (Juana de), 1919.
Iglesias (Augusto), 1917.
Tgtesias (Eugenio). 1021,
Tlab\ca León (Alfredo), 1918.
Tmperiale (Aníbal J.). igi8.
Ingenio de ¡a corte (Un), 1917.
Tnsua (José). IQ18.
Iraizoz (Antonio), 1919.
6o
AUTORES Y OBRAS ANÓNIMAS
Iribarne (Francisco), 1917.
Irureta Goyena, 1918.
Israel de Pórtela (Luisa), 1917.
Iturralde V SuiT (Juan), 1917.
Izquierdo (Luis), 1917.
Jara (Luis de la), 19:^0.
Jesús (Fray Gabriel de), 1918.
Jesús Barcena y de Saracho (Ma-
ría Margarita de), 1919.
Jiménez (Ángel M.), 1917.
Jiménez Barroso (Antonio), 1917.
Jiménez Rueda (Julio), 1918.
Jiménez (Octavio), 1918,
JoRGUERA (Laura), 1917.
JouBLANC RivAS (Luciano), 1917.
Juárez (Osear R.), 1920.
Juegos Florales, 191 7.
Julia Tobrú (Antonio), 1917.
Jungfer (J.), 1918.
Junta Superior de Excavaciones
Y Antigüedades^ ^9^7-
Kantor (Moisés), 191 7.
Kay (Guillermo M.»), 1917.
Kliguer (Abe), 1919.
KoRN Villafañe (Adolfo), 1918.
Lacalle Fernández (Ángel), 1919
Lagrange (Francisco), 1918.
Lagre (Marcelo de), 1919.
I.AiGLESiA (Eduardo de), 1917.
Laínez Alcalá (Rafael), 1920.
Lámar Schweyer (Alberto), 1920.
Lamartine (A. de), 1917.
Lanao (Manuel E.), 1920.
Lantier Raymond, 1917.
Lanza (Francisco Alejandro), 1918.
Lara E. (EJ coronel AJberto).
1917-
Lara (Modesto de), 1917.
Lasso de la Vega (A.), 1918.
Lasso de la Vega (J.), 1919.
Lasso de la Vega (Santos), 1920.
Latil-Boix (Maria Luisa), 19181,
Léante (Eugenio), 1917.
Lecuna (Vicente), 1917.
Lefebre (Enrique), 1918.
Leguía (Jorge Guillermo), 191 9.
Lenzi (Carlos Cesar), 1921.
León (Gabriel A. de), 1921,
León (José E.), 1917.
Lerena Acevedo (Andrés Héctor),
1918.
Leroux (G.), 1917-
Levraie (Raúl), 1918.
L'Hotellerie (Manuel de), 1917.
Libelos del tiempo de Napoleón,
1917.
Libro de los Juegos Florales (El),
1917.
Linares (Antonio G. de), 1920.
Linares Rivas (Aureliano), 1917.
Lira (Carmen), 1920.
Lira Tacncña (La), 1918.
Lírica Mexicana, 1919.
Lizondo Borcha (M.), 1920.
Lobo (Octavio E.), 1917.
Lobos O. (Redumiro), 1917.
Loco del Pumarejo, 1917.
López Hernández, 1918.
LÓPEZ Marín Méndez, 1917.
López Merino, 1920.
LÓPEZ Picó, 1918.
López Aparicio (Aurelio), 1919.
LÓPEZ (C. Eieazar), 1917.
López Parra (Ernesto), 1920.
López Valencia (Federico), 1920.
López Portillo y Rojas (José),
1918.
LÓPEZ Tomás (José), 191 8.
López de Ayala (Juan), 1917.
López de Mesa (Luis), IQ18.
López Santisteban de Lezo (Luis),
1918.
LÓPEZ MÉNDEZ (Manuel), 1917.
López de Heredia (Miguel), 1918.
López (Sabatino), 1918.
LoRUSSO (Arturo), 1917.
AUTORES Y OBRAS ANÓNIMAS
6l
LossADA (Jesús Enrique), 1918.
LovEiRA (Carlos), 1919,
Lozano y Lozano (Fabio), 1920.
Lozano y Aragón (José), 1917.
Lozano (Rafael), 1920.
Luca de Tena (Juan Ignacio), 1917.
Luengo y de la Figueroa (María
del Buen Suceso), 191 7.
Lugilde Huerta (Manuel), 1918.
Lund Bourn (Nica), 1919.
LuQUE Gutiérrez (Vicente), 1917.
LuQUEi-io (José M.^), 1917.
Luzuriaga (Guillermo de), 1918.
LuzuRiAGA (L), 1917.
Llano (Aurelio de), 1919.
Llanos (Julio), 1917.
Lleras ((Carlos Alberto), 1918.
Mac-Kai (Guillermo), 1917.
Machado (José E.), 1919.
Madariaga (Salviador de), 1918.
Madrid (AJfonso), 1918.
Madrid (León de), 1918.
Maeztu (Ramiro de), 1919.
Magariños Pittaluga (Juan Anto-
nio), 1917.
Magariños Borja (Mateo), 1918.
Mahave Zarzosa (Luis), 1917.
Malaret (Augusto), 1917.
Maldonado (José), 1918.
Mallol (B. J.), 1919.
Mallol (Luis), 1918.
Mandolini (doctor Hernani A.),
1919.
Mañero (Antonio), 1918.
Mañueco Villalobos (Manuel),
1917.
Mar (A.), 1920.
Marcillo Sartorius (Manuel),
1917.
Marcos (Benjamín), 1917.
Marchante (Manuefl), 1917.
Margot (Adela), 1919.
Marianela, 1918 (en A. Palma).
Mariani (Roberto), 1921.
Marimón (Francisco de), 1917.
Marín (Alfonso), 1917.
Marín-Baldo (Jacobo M.), 1919.
Marín (Rufino), 1920.
Marina (Ángel), 1917.
Marqués Merchán, 1921.
Marouina (Rafael), i02t:>.
Martín y Martín (Ángel), 1917.
Martín de la Cámara (Eduardo),
1918.
Martín y Losa (Eduardo Manuel),
1919.
Martín (José Ramón), 1919.
Martín de los Ríos (Manuel),
1917.
Martínez Barrionuevo, 1918.
Martínez Tomás (A.), 1920.
Martínez (Amallo), 1920.
Martínez Pajares (Antonio),
1919.
Martínez Riestra (C), 192a
Martínez (César), 1919.
Martínez Hervás (E.), 1921.
Martínez Paz (E.), 1917.
Martínez Amador (Emilio M.),
1918.
Martínez Estrada (Ezequiel),
1918.
Martínez Suárez (Francisco),
1917.
Martínez de Sotomayor (J.)»
1921.
Martínez Román (Luis), 1920.
Martínez Rendón (Miguel), 1918.
Martínez de la Riva (Ramón),
1920.
Martínez (Ricardo), 1917.
Martínez Cuitiño (Vicente), 1917.
Mas y Amell (Juan), 1918.
Massoti de Mercader (Manuel),
1920.
Mata (Fernando), 1917.
Mateos Aguirre (Fernando), 1920.
Matienzo (José Nicolás), 1917.
62
AUTORES Y OBRAS ANÓNIMAS
Maura (Antonio), 1917.
Maura (Miguel), 1919.
Maurentl (Luis T.), 1918.
Max Rohde (Jorge), 1918,
Mayol de Senillosa (F.), 1920.
Mazza (Alberto J.), 1917.
Mazzoni (R. Francisco), 1918.
Medina Onrubia (Salvadora),
1918.
Melgar (Francisco), 1917.
Memorias de Lord. Cochrane, 1919.
Memorias postumas del general
José M^ Paz, 1917.
Mena (Ramón), 1918L
Menchero y Olivares (Miguel),
1918.
Méndez Caldeira, 1918.
Méndez iCalzada (Joaquín), 1918.
Mendieta (Francisco de), 1917.
Mendive (T.), 1919.
Mendoza (Daniel), 1918.
Menéndez y Menéndez (Antonio),
1917.
Menéndez (Carlos R.), 1919.
Menéndez (José Luis), 1920.
Menéndez (Mario), 1917.
Menoyo y Portales (Ángel), 1917.
Mercante (Víctor), 1918.
Merino (Bernardo), 1917.
Merino B. (Ramón), 1917.
Merizalde (Fr. Bernardo), 1920.
Metens (Federico), 1918.
Meyer Arana (Alberto), 1917.
Miguel (Rafael de), 1920.
MiLLÁN AsTRAY (Pilar), 1920.
MiLLÁN (Rafae*!), 1918.
Millares Carlo (Agustín), 1918.
MiLLÉ Y Jiménez (Juan), 1918.
Mingo Durand (Felipe), 1920.
Mirabal (Antonio), 1917.
Miranda (Marco), 1918.
Mistral (Gabriela), 1919.
Mocho (Fray), véa^e José Alvarez,
1920.
Molina Massey (Carlos), 1919.
Molina (Juan José), 19181.
Molino (El P. Vicente), 1919.
Mom (Arturo S.), 191a.
Mon Ibáñez (Francisco), 1919.
Moncada (Arturo), 1917.
Moncada (Carlos R.), 1921.
Monge (Gerardo), 1917.
Monna (LissaJ, 1918.
Montalbán (Leonardo de), 1919.
MoNTAiVO (Francisco), 1918.
Montaner (Joaquín), 1919.
Monte (Ricardo del), 1918.
Monteavaro (Antonio), 1919.
Montepulciano (Francisco), 1919,
Montoya (Tristan), 1917.
Monvel (María), 1918.
Mora (Rómuio Manuel de), 1918.
Morador (Federico), 1920.
Morales y Quiroga, 1917.
Morales de Giner (Elisa), 1917^
Morante (Pedro), 1919.
Moreno Guevara (A.), 192a
Moreno Cantón (Delio), 1918.
Moreno (Ismael), 1921.
Moreno Recio (M.), 1919.
Moreno (Manuel), 1917,
Moreno (Pedro), 1917.
Morera y Galicia (M.), 1919.
Moscote (J. D.), 1917.
Iota (Fernando), 1917.
Moya de la Torre (Jorge), 1920..
Mozzi (Alfredo), 1920.
Muñoz (José Ant.), 1920.
Muñoz (Matilde), 1917.
Muñoz (Víctor), 1920.
MuRiLLO (Frnesto), 1917.
AlussET (Alfredo), 1917.
MuzziLLi (José), 19 1 9.
Nahuinca, 1918.
Napolitano (Leonardo F.), 1917.
Navarro (A. J.), 1917.
Navarro de Falencia (Alvaro),
191S.
Navarro Puentes (Ismael), 1917,
Navarro Tomás (T.), igi8.
AUTORES Y OBRAS ANÓNIMAS
63
Neiíel (Miguel), 1917.
Nessi (Juan Gualberto), iqiQ.
Niño (Fr. Bernardino de), 1918.
Notar (Roque F.), 1918.
Novelo (Holda), 1920.
Novillo Quiroga (Diego), 1917.
NuEDA (T.uis), 1920.
NÚÑEZ Regüeiro (Manud), 1918.
Ouligado (Carlos), 1920.
Obligado (Pedro Miguel), 191S.
O'CoNNOR D'Arlach (Tomás),
1918.
Ocharan Mazas (Luis de'^ 1917.
OcnoA (Alvaro Leonor), 1018.
Ochoa (Justino), 1919.
O'HiGGiNS (Bernardo), 1917 (en
Diario).
Olaguibel (Francisco M. de),
1917
Olascoaga (Laurentino), 1917.
Oldini (D. F. G.) 1919.
O'Leary (Daniel Florencio), 1919.
(Véase 1854.)
Oliver Bauza (José), 1919.
Oliver (Manuel M.^), 1918 .
Olivera Lavie (Héctor), 1920.
Oliveros (Armando), 1917.
Olmedo (El P. Félix G.), 1919.
Olmos (Mateo Ses^undo), 19 18.
Oller (José), 1917.
Olleta (Antonio de), 1917.
Onelli (C), 1917.
Onetti (Carlos María), 1920.
Ontañón (Eduardo), 1920.
Oria y Senties (Enrique de),
1918.
Oriola (Josefa), 1917.
Orozco (Juan), 1920.
Ortega (Enrique), 1918.
Ortiz Vargas (A.), 1922.
Ortiz de LA Azuela (Julián),
1919.
Ortiz Rt'bto (Pascual), 1918,
Ortografía racional, 1919.
Otón (Alfonso), 1917.
Oyanguren (Ernesto R.), 1918...
P. Argentino (El), 1917.
Pacheco (Francisco C), 1918.
Pacheco (Isaac), 1919.
Pachecho S. (Napoleón), T91S.
Palacio (Santiago M.), 19^7-
Palacios (P. Teodoro), 1919.
Palau Vera (J.), I9I7-
Palazzo (Juan), 1921.
Palique, 19 i 7.
Palma y Román (Angélica). 191&
Páramo (J. G.), 1918-
Pardo (Julio), 1917.
Pardo Suárez (Vicente), 1918.
París (Gonzalo), 1917.
Parravicini (Florencio), 1917.
Pascarella (Luis), 1918.
Paso (hijo) (Antonio), 1918.
Paz Soldán (Carlos Enrique),
1919.
Paz (L.), 1919.
Paz y Niño (T uis T.), 1919.
Paz (Ricardo A.), 1920.
Pedraza (A. de la), 1917.
Peláez Cueto (Andrés), 1020.
Pellerano (Juan José), 1917.
Pellicer (Julio), 1918.
Penagos (Ranu.lfo), 19 19.
Peñuela (Carlos Leónidas), 1919^
Peón y Varona (Alicia), 1920.
Pefe Angeles (Pedro), IQ20.
Peralta (Hernán G.), 1918.
Peralta (J. M.), 1918.
Peralta (Ldo.), 1917-
Pe rea Romero (Martín), 1920.
Pereda Valdés (Ildefonso), 1920.
Pérez Valiente (Antonio\ 1917.
Pérez y Soto (Atenógene.s), 19 19
PÉREZ Pardo (Enrique), 1917.
Pérez Menéndez Maturana (F.),
1917.
Pérez Alcalá (Felipe), 1919-
PÉREZ DEL Pulgar (J. A.), 1919-
64
AUTORES Y OBRAS ANÓNIMAS
PÉREZ Andreu (José), 1919.
Pérez López (José), 19] 9.
Pérez Díaz (Lucila L. de), 1919.
Pérez Taylor (Rafael), 1917.
Perlines (Josefa S. de), 1918.
Peyrona (Alberto), 1918.
Pí (VVilfredo Franciscx)), 191 7.
PiAGGio DE Tucker (Juana M.*),
1917.
Picón Salas (Mariano), 1917.
Picón Lares (Roberto), 1918.
PiDAL (Pedro), 1918.
PiEGARi (Francisco), 1918.
PiNiLLA (Sabino), 1917.
Pintura vasca (La), 1919.
Pita Ezpelosin (Federico"! . 1917.
Pita Sánchez Boado (Isidro),
1919.
Planchart (Enrique), 1919.
Plañiol (Adolfo), 1917.
PoBLETE (Florentina), 1917.
PoE (Edgardo), 1917.
Poesías inéditas de Herrera, Que-
vedo, Lope, Arrjcnsola... 1917.
Poesías patrióticas españolas (Las
mejores), 1919.
Poesías selectas de los mejores
autores... 1918.
Polo de Ondegardo (El Ldo.),
1917.
Polo Martínez --Conde (Manolica),
1918.
PoNCE DE León (Erigido), 1917.
Poní Contreras (Manuel), 1918.
PoNT (Juan B.), 1919.
Ponte (Andrés F.), 1918.
Porras (Raúl), 1919.
Portas (El P. Bernardo), 1918.
Pórtela (Luisa Isabel del. 1918.
Portillo (Eduardo M, del), 1921.
PoRTNOF (G.), 1919.
Pou V Martí (J. M.), 1917.
PovEDA (Daniel), 1918.
Pozo (Fr. Luciano del), 1917.
Prada (Francisco de), 1919.
Prado (Eduardo), 1918.
Prado (D. Fidel), 1918.
Prado y Ugarteche (Javier),
1918.
Prado y Palacio (José de'), 1917.
Prats (Carlos), 1918.
Prieto Aravena (Carlos), 1917.
Prieto Yeme (Guillermo), 1918.
Puche (Eliodoro), 1917.
QuESADA (Héctor), 1917.
QuijANO (Alejandro), 191S.
QuÍLEz (Silvio), 1919.
QuiROGA (Carlos B.), 1921,
Ramírez (Ignacio), 1917.
Ramírez Garrido (J. D.), 1918.
Ramírez Cabanas (Joaquín), 19(8.
I-íamírez (Juan Vicente), 1917.
Ramírez (Raúl), 1918.
Rasch Isla (Miguel), 1921.
Ravelo (Temistocles), 1917.
Raventós (Manuel), 1920.
Raza Española, 1919.
Re.\ño (Federico), 1917.
Rebasa (Emilio), 1917.
Rebaudi (A.), 1917.
Rébus (Mario), IQ19.
Rega Molina (Horacio A.), 1919.
Reguera (Anselmo), 1920.
Reina Almandos (Luis), 1919.
Relación de las personas que pa-
saron a la Nueva España...,
1917.
Renedo Martino (El P. Agustín),
1919.
Rengifo (Roberto), 1919.
Reoi'EN'a Legarrepa (Pedro), 1919.
Resnick (Salomón), 1919,
Restrepo (EJ P. I'^élix), 1917.
Revilla y Rico (Mariano), 1917,
Revista de Artes y Letras, 1917.
Revista Histórica, 1918.
Revista quincenal, 19 17.
Rey (Miguel), 1918.
AUTORES Y OBRAS ANÓNIMAS
65
RiBÉ, I9I7.
RiBELLES COMÍN (José), I92O.
RlBER Y CaMPIUS (L.), I9I9.
Ribera (Lucas), 19 19 (en Luis Ca-
brera) .
Rincón y Monge (Juan), [919,
Río Fernández (Luciano del),
1918.
Risco (A.), 1918.
RivAS (José Pablo), 1918,
Rivera de la Torre (Antonio),
1917.
Rivera (José Eustacio), 1917.
RiVERO ASTENGO (Agustín F.),
1920.
Robredo (Pedro), 1917.
RocuANT Hidalgo (J. Félix), 1917.
RoDÓN Y FoNT (Camilo), 1918.
Rodrigo (Fr. Juan Pedro), 1917.
Rodríguez del Busto (A.), 1919-
Rodríguez (Antonio Gabriel), 1917.
Rodríguez (Carlos E.), 1917-
Rodríguez Fabregat (Enrique),
1919.
Rodríguez (Isaías), 1919.
Rodríguez de la Peña (Los her-
manos), 1918.
Rodríguez Acasuso (Luis), 1920.
Rodríguez Codolá (Manuel), 1919.
RoDRÍGUEí- DE Celis (Nicanor),
1920.
Rodríguez Aniceto (Nicolás),
1919.
Rodríguez (S. Alonso), 1918.
Rodríguez de Tembleque (Teófi-
lo), 1921.
Rojas (Casto), 1918.
Rojas y Solís (Ricardo de), 1917.
Romances de anwr y gentileza,
1917.
RoMANÍ Céspedes (Arturo), 1920.
Romano (Víctor), Obras teatraJes,
1920.
Romeo (Federico), 1918.
Romero (Alberto), 1919.
Romero (Enrique T.), 1919.
Romero (Francisco), 1917.
Romero (J. Rubén), 1919
Romero de Terreros (Juan), 1919..
Romero de Torres (Juilio), 1919.
Romero Martínez (Miguel), 1920;
RoosEN Regalía (Carlos), 1920.
Rossi (Agustín), 1918.
Rouge (Delie), 1918.
Rousset (Ricardo V.), 1918.
Rovira y Virgili (A.), 1917-
RoviRA Vilella (R.), 1920.
Rubio (David, O. S. A.), 1918.^
Rubio (Julián María), 1920.
Rueda (Luis), 1920.
Rufart (Carlos), 1917.
Ruiz Y Pablo (An,<íel), 1918.
Ruste (Ambrosio), 1917.
Ruvalcaba (Gilberto), 1918.
Sabat Ercasty (Carlos). 1920^
Sady-Hyp, 1918.
Sagarra (José M.'), 1919.
Sáinz (Federico Carlos), 1920.
Sáinz Rodríguez (Pedro), 1922.-
Sais (Teófilo de), T917.
Salas Edwardi (Ricardo), 1917.
Salas (Tulio Gonzalo), 1917.
Salazar (Luis de), 1917.
Saldías Vásquez (José), 1917.
Salinas (Pedro), 1920.
Salmón Cadeneau (David), 1918.-
Salterain Herrera (Eduardo de),
1917.
Salvador Estrella (Fernando), .
1917.
Sánchez Rivero (Ángel), 1919.
Sánchez Alonso (B.), 1919-
SÁNCHEZ Ortigosa (Crisitina),.
19 1 7.
SÁNCHEZ Martín (Emilio), 1919-
SÁNCHEZ (GaJo), ;9i9.
SÁNCHEZ PÁZQUEZ (J. M.), I917.
SÁNCHEZ Enciso (Manuel). 1917.
SÁNCHEZ DE OcAÑA (Viccnte)^
I9I7.
66
AUTORES Y OBR-AS ANÓNIMAS
. Sandereguer (Pedro), 1919.
Sandoval (Adolfo de), 191S.
Sangorríu (D.), 1921,
Sanguinetti (Carlos C). T918.
San Luis Romero (Jesús), 1919.
San Martín, 1919.
San Millán de Leyva (Rosa de),
1917.
San Román (Emilio de), 1917.
Santacruz y Ossa (Elvira), 1918.
Santamaría (F. J.), 1921.
Santa María (Ignacio), 1919.
Santiago y Gómez (José de), 1918.
Santiago Cividades (Mariano de),
1918.
Santiván (Fernando), 1917.
Santos de Bosch (Teresa), 1920.
Sanz (J.), 1918.
Sanz Martínez (Julián), 1917.
Sarratea Prats (Mariano), 1921.
Saüsay (Victoriano de), 1921.
Segovia Ruiz (Arturo), 1917.
Segura de la Garmilla (Ramón),
1922.
Selva lírica. 1917.
Selvas (María de la Soledad),
1917.
Selles (Salvador), 1918.
Serafín, 1917.
Seris (Homero), 1918.
Serradillana {Un año de vida),
1919-
Serrano (A.), 1918.
Serrano (Francisco), 1917.
Sevilla y Solana.-. (Félix), 1917.
Sforza (Ángel C.)- 1917.
SiBEA (Juan A.), 1919.
Sienes (Manuel), 191 8.
SiENNA (Pedro), 1917.
Silva (J. Feo. V.), 1917.
Silva Serrano (Julián), 1920.
Sii.VA (Mariano), 1918.
Silva y Aceves (Miguel), 1919.
Silva Cortls (Romualdo), 1917.
SocÍAS (Horacio), 1917.
Sola (Jaime), 1917.
Sola (José Sixto do), 1917.
Solalinde (A.ntomo G.), 1917.
Soler (Francisco), 191S.
SoLÍs Latorre (Is.dro), 1919.
Sopeña (Ramón), '920.
Soria (Plácido), IC117.
Sosa (Jonás), 1920.
Sosa (Tomás Casto), 1920.
SoTELA (Rogelio), 1918.
Soto (Antonio), 1918.
Soto Rojas (Salvador), 1917.
Spinetti-Dini (Antonio), iqiR.
Spottorno y Topete (Juanj, i9:¿o.
Stratz (Rudolf), 1917.
SuÁREZ (Arturo), 1917.
SuÁREZ (Sofía), 1920.
Subirá (José), 1917.
Sucesos de agosto ante el Parla-
yncnto {Los), 1918.
Suero (Pablo), 1920.
Sundt (Roberto), 1917.
Taboada (Emilio), 1918.
Taborda (Saú'), 1918.
Tácito, La Gcrmania, etc., 191',).
Talero (Eduardo), 1919.
Tamboli.eo (D.), 1920.
Tapia (Pelayo de), 1917.
Tasín (D. N.), 1919.
Teatro cubano, 1919.
Tejerizo (Manue-l), 1919.
Tellaeche y Navarro, 1918.
Tenreiro (Ramón M.'), 1918.
Tizón y Bueno (Ricardo), 1017.
ToBELLA (Mercé), 1919.
Thomas (H.), 1917.
Torner (Eduardo M.), 1920.
ToRÓN (Saulo), 1919.
Torre (Claudio de la), 1918.
Torre y Ruiz (Hilarlo Andrés),
1917.
Torre (Matilde de la), 1917.
Torrente (Mariano), 191S.
Torres Pinzón (C. A.), 1917.
Torres Romero (J.), 1917.
AUTORES Y OBRAS ANÓNIMAS
67
Torres Bodet (Jaime), 1918.
Torres (Juan), IQ18.
Torres (Luis M/), 1917.
Torres Roldan (Miguel), 1920.
Torres (Paco), ly^'O.
Torre-Vélez (El Conde de), 1917.
ToRRi (Julio), 191S.
ToRRUBiANO RiPOLL (Jaime), 191 7.
TovAR Y R. (Enrique D.), 1919-
Traveset (J. Ventura), 1917.
Travieso (Carlos), 1919.
Trevijano (Salvador), 1921.
Tricentenario de Cervantes en
Valparaíso. 191 7.
Triñanes (Francisco W.), 1920.
Ubierna Eusa (J. A.), i9^7-
Ulloa (Renato), 1920.
Unciti (Ricardo M.). 1918.
Urabayen (Félix), 1920.
Urbina (José Jgnacio S. de), 1919.
Ureiña (Francisco de Paula), 1921.
Uria (R.), i9iS-
Uriarte (Luis), 1917.
Uribarri (Aníbal), 1917.
Uribe (Gonzalo V.), 1918.
Uribe Troncoso (Manuel), 1919.
Urouieta (Miguel Ángel), 1919.
Urquijo e Ibarra (Julio), 1918.
Urquiola (A. de), 19 19.
Urrutia (Francisco José), 1917.
Urueta (Jesús), 1919.
Urzáiz (Eduardo), 1919.
Vacarezza (Alberto), 1917.
Vadei.l (Antonio Abe!), 1918.
Valcárcet, (Antonáo), 1917.
VaLDÉS CODINA (C), I918.
Valdés (Maximino), 1918.
Val D'Or (Danielle), 1918.
Valencina (Fr. Diego de), 1919.
Valero de Bernabé (Antonio),
1917.
Valle Arizpe (Artemio del), 1918.
Valle (Evaristo), 1919.
Valle (Francisco G. del), 1919.
Valle (Jimena del), 1917.
Valle (Luis del), 1917.
Vallejo (Paulino F.), 1917.
Valliera (Juan), 1917.
Vallmitjana (J.). 1918.
Vallvé (Manuel), 1919.
Várela Silvani, 1917.
Vargas Márquez (Juan), 1917.
Vargas Pizarro (L. T.), 1917.
Varó (Leop-aldo), 1919.
Vasconcelos (José), 1919.
Vázquez Yepes, 19 19.
Vega (J.), 1918.
Vega Inclán (El Marqués de la),
1918.
Veguilla Alcántara (Agustín),
1918.
Vela (Joaquín), 1917.
Vela de la Huerta (José M.'),
1917.
Velasco Reyes (Benjamín), 191 8.
Velasco de Toledo (Julián), 1917.
Verga (Juan), 191 8.
VlCTORICA (JulÍ0\ I918.
Vicuña Makenna (Carlos), 1917.
Vida de Agustín de Iturbide, 1919.
Vida Nuestra, 1917.
Vidal (Buenaventura L.), 1917.
Videla y Solís de Ovando, 1917.
ViGNOLA MaNSILLA (JuHo), I92O.
ViLA Serra (José), 1919.
Villa (Francisco), 1919.
Villalobos Reyes (José), 1917.
Villalobos (Luis de), 1920.
ViLLALÓN (Raúl), 1920.
ViLLALVA (J.). IQÍ9-
ViLLAMiL (Encario), 1918.
ViLLAMiL Ron (Jesús), 1918.
Villar (A. del), iotq.
Villar (Antonio Amado), 1919.
Villar (Rogelio), 1017.
V1LLARRUBIA (Ventu'-a), 1922.
Villaverde (Felipe). 1919.
Vinardell (Santiago). 19 19.
68
AUTORES Y OBRAS ANÓNIMAS
Viñas (A.), 1919.
ViRAMONTES (Leonardo S.), 1918.
Virreyes de Nueva Granada (Los
últimos), 1919.
Vives Escudero (A.), 1917.
VoLTAiRE, 1917.
Wapnir (Salomón), 1919.
WííEELER (Guillermo J.), 1918.
Weyler (Antonio), 1917.
WiESSE (María), 1917.
WiLMS MouTT (Therese), 1917.
WiLSON (José), 1 917,
Zanelli LÓPEZ (Luisa), 1917.
Zanhnémen (Rail! de), 1917.
Zañartu (Sady), 1918.
Zapata Quesada (Rene), 1917.
Zarama (Daniel), 1917.
ZARATE Y GoÑi (Rodrigo), IQI7>
Zarraluqui (Julio), 1918.
Zavala (Jesús), 1917.
Zegri (Armando), 1920.
Zelaya (Ramón), 1920.
Zequeira (Trinidad de), 1918.
Zotes (Antón), 1919.
ZouROFF (Vera), 1917.
ZúÑiGA (Luis Andrés). 1918.
ZÚÑIGA SÁNCHEZ CeRRUBO (Tofí-
bio), 1918.
Zurano Muñoz (Emilio), 1922.
Zurita Nieto (José), 1918.
A PÉNDICE
DIÁLOGOS FAMILIARES ACERCA DEL EÚSOÜERA Y DEL CASTELLANO
A mi querido amigo
D. Adolfo Bonilla y San Martin
; . DIALOGO I (i)
El Eúskera y las lenguas indo-europeas.
Carlos. — 'Repito a usted, don Pablo, que esa manlandante basco-
ílomanía, que les ha dictado sus libros a ustedes y a todos sus com-
patriotas, ha sido muy contraproducente. En vez de redundar en be-
neficio de su lengua y de atraer a los lingüistas en su favor, le ha
puesto el gorro... ¡Pobre Bascuence !
Julián. — Pero..., y gorro de bufón, y con cascabeles y todo...
Antonio. — Y cascabeles capaces de arrastrar tras sí una banda de
chiquillos en son de burla y entretenimiento.
Carlos. — Y de retraer y amedrentar a todo pensador serio, aun-
que sea de los más curiosos y pacientes investigadores de mi nación.
Yo tengo un amigo allá en mi tierra, a quien le entró la chifiadura por
el Bascuence, y creo que tenía escritas cosas originales y dignas de
imprimirse; pero está todo el mundo tan escamado, que ninguna revista
alemana ni inglesa le ha querido admitir sus trabajos.
Pablo. — fDoy de barato cuanto se les antoje gritar contra mi len-
gua: estoy hecho a ello y ya nada me espanta. Pero me choca que
también ustedes, los alemanes, tengan esa prevención contra el Bas-
cuence. Pase que don Antonio, sin conocerlo, se haga eco de los in-
sultos con que el elememto oficial, por decirlo así, ha recibido dos si-
glos ha cuanto se ha escrito y dicho acerca de mi lengua aquí en Es-
paña; bien que, por ser español, parece había de interesarse por un
monumento tan antiguo de nuestra patria, por la lengua más vieja
de Europa, tan celebrada por autores de cuenta. Pero lo que yo no
me esperaba era que también ustedes, los alemanes, hicieran causa
común con los discípulos de Mayans y Sisear, pues por acá se corre
que en su tierra de usted tienen los sabios en gran estimación nuestro
secular Bascuence.
(i)' Los dos primeros Diálogos publicáronse en la fenecida Revista de
Aragón con mi seudónimo Xouj del Cairo. Son un resumen de vario»
capítulos de mi obra La Embriogenia del lenguaje.
70 DIÁLOGOS FAMILIARES
Carlos. — 'No digo que no haya entre mis paisanos alguno que otro
aficionado, como los hay en Francia — y aquí tenemos a don Julián
que no me dejará mentir — , y que, como este nuestro buen amigo y ex-
celente ba.scófilo, han hecho grandes ponderaciones de las cosas de
este pais, mayormente de su peregrina lengua.
Pablo. — Supongo habrá leido usted los escritos de esos sabios, en-
tre ellos los del Barón de Humboldt, que vino aquí a estudiar mi
lengua...
Carlos. — Dispénseme usted, don Pablo. He tenido siempre por per-
dido el tiempo que había de gastar en estudiar otras lenguas que las
indo-europeas, en las cuales estoy exclusivamente ocupado. La división
del trabajo nos es indispensable a los especialistas, si queremos hacer
algo de provecho. Pero lo hubiera considerado por doblemente per-
dido si lo hubiera gastado en una lengua como el Bascuence, que, a
lo que parece, no acaban ni aun siquiera de clasificar los que lo en-
tienden.
Antonio. — 'Ni necesita usted que le dispensen... Yo de buena gana
abandonaría esta discusión. ¡ A qué viene hablar ahora de Bascuence !
Si no ha de llevar usted de España otras mejores impresiones que las
que reciba oyendo hablar del Bascuence, bonito y ventajoso viaje se
ha tomado usted ila molestia de emprender.
Carlos. — Eso no, amigo mío. Impresiones las llevo gratísimas de
toda España y en particular de la que llaman ustedes la Corte, y creo
sentirá otro tanto mi colega y compañero de viaje don Julián, Hemos
recordado con placer y hemos casi asistido en unos cuantos días a uno
de los acontecimientos más gloriosos para la España del siglo xvi, al
descubrimiento del Nuevo Mundo, en su cuarto centenario; y ya que
nos hemos detenido de paso en esta villa de Bilbao para renovar con
nuestro inolvidable amigo don Aurelio nuestras antiguas relaciones, no
viene mal enterarse un poco de las cosas de estas Provincias y más
del Bascuence, que cultiva con tan ardoroso afán ha ya tantos años
nuestro querido amigo. Añádase el que haya tenido la feliz ocurrencia
de presentarnos a don Pablo, no sólo bascófilo, sino bascongado de
pura sangre y versado en su lengua, como lo demuestran sus escritos.
No creo, pues, sea perder el tiempo ni recibir desagradables impresio-
nes el hablar un rato acerca del Bascuence en país bascongado y con
personas tan competentes y amigas.
Así que, hablemos, don Pablo, hablemos de su Bascuence: que nos-
otros los alemanes somos curiosos por naturaleza, y bien conoce usted
que al llevarle la contra sólo pretendo enterarme mejor y explicarme
ciertas antinomias de la opinión pública acerca de su lengua.
Tal fué, mi querido amigo Bonilla, el comienzo de la discu-
sión y el punto de partida de Jos Diálogos, que se tuvjoron unos año»
ha y que redactados por don Antonio a raíz de los hechos, me ha pa-
recido publicarlos ahora, aunque sepan ya a ranciosos.
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO 7I
No tengo para qué detenerme en presentarle a los interlocutores
que en eJlos tomaron parte, pues Jos acaba de oír a ellos mismos. El
momento en que los ve por primera vez discutiendo era entre dos y
tres de una de esas calurosas tardes del mes de agosto. Aún estaban
saboreando las perfumadas tazas del Moka, después de un alegre al-
muerzo que habían tenido, cobijados a la sombra de unos corpulentos
castaños, al borde mismo de un precipicio a cuyo pie venían a morir
las en aquel día tranquilas olas del Cantábrico. Hermosa y entrete-
nida había pasado la mañana de la gira campestre concertada por don
Aurelio y don Pablo para obsequiar a sus huéspedes, antiguos amigos
■del primero y, aunque nuevos, no menos entusiastas del segundo, a
causa deJ buen humor y cordial franqueza que desde un principio les
había mostrado aquel castizo hijo de la raza de Aitor.
El paisaje, que dominaba el 'lugar escogido, era encantador y has-
ta magnífico. A sus pies dormía tranquilo en aquellos momentos aquel
mar de ordinario tan tempestuoso, los rayos del sol caían con tal
ardor y pujanza sobre su inmensa superficie, que parecían .sujetarla
con un peso de plomo, reflejándose en ella hasta deslumhrar los ojos.
Por el laido opuesto, el castañal, bajando en suave declive hasta su-
mirse en una honda, si bien dilatada llanura, presentaba allá en lon-
tananza otro océano de verdor, deslumbrante también a los rayos del
sol, como una tela cuajada de esmeraldas, que sólo quedaba limitada
muy lejos por los primeros estribos deJ Pirineo. Pero volvamos a nues-
tros interlocutores.
Carlos. — Decía, pues, que no han falltado alemanes a quienes po-
dríamos llamar bascófilos. Carlos Annemann fundó y dirige la revista
de Berlín intitulada Eúskera.
Pablo. — La recibo y leo siempre con sumo gusto.
Carlos. — El Barón de Humboldt, que como usted ha diclio, vino
a este país con eJ exclusivo objeto de aprender el Bascuence, escribió
una obrita acerca de Los primeros habitantes de España; Friedrich
Müller ha insertado una breve gramática en su Grtmdriss ; y no hay
para qué mentar entre los ingleses Jos grandes trabajos del príncipe
Bonaparte y el interés que por su lengua de usted se tomó el ilustre
Max Mülkr.
Pablo. — Que, por cierto, si no se dedicó los últimos años de su
vida más particularmente a su estudio es porque Jo avanzado de su
edad no se lo permitía; así me lo comunicó él mismo en carta, que
tuve hu honra de recibir de su puño y letra y que conservaré siem-
pre como de quien procede. Y ahí tiene usted, don Carlos, una buena
autoridad lingüística por io menos, que no menosprecia mi lengua.
Carlos. — Lo que yo critico o, mejor dicho, lo que nosotros, los
alemanes, dejamos de criticar por no merecer la pena, es, en primer
lugar, esa especie de culto que los bascongados profesan ustedes a su
Eúskera, del cual no saben hablar si no es como de un lenguaje mis-
terioso y divino, como algo de paradisíaco y venido del cielo ; y tn
segundo, iugar, aun sin remontarse tan alto, no podemos menos de
73 DIÁLOGOS FAMILIARES
Tituperar en nombre de Ja lingüística moderna esos estudios compa-
rativos tan prematuros y sin previos trabajos fonéticos, que lian pu-
blicado varios bascófilos del j-ais y aun algunos franceses, con perdón
de don Julián, y en los cuales se ha llegado a comparar el Babcuence
con las lenguas urales o con otras más remotas y exóticas. Todo eso,
lo diré francamente, redunda en descrédito de su lengua de usted y
retrae de su estudio a los lingüistas serios, que prefieren encerrarse
dentro del circulo indo-europeo y caminar con pies de plomo por un
terreno en que tanto se ha fantaseado y disparatado hasta la época de
la novísima ciencia comparada.
Pablo. — Y ¿no tiene derecho d Eúskera a que se le tome por ob-
jeto de estudio y se le compare con las demás Jenguas?
Antonio. — ^Desengáñese usted, amigo mío, que cuando los alemanes
no lo han hecho, señal que no merece tantos entusiasmos...
Carlos. — Permítame, don Antonio. Derecho, sí que lo tiene y más
que otras lenguas, aunque no sea más que por su venerable antigüe-
dad; pero la ciencia seria no i>ermite hoy por hoy lanzarse a esas com-
paraciones extravagantes y traídas por Jos cabellos.
Pablo. — Pero, y si alguno, rompiendo por todo y contra los de-
cretos de esa ciencia tiránica, por lo menos en esto a mi modo de ver,
hiciere la comparación que usted condena, y de ella resultase que el
Eúskera es la lengua más perfecta de cuantas se conocen, ¿habríamo*
de negarle lo que era muy suyo, sólo porque los sabios no la entien-
dan o se desdeñen, por una razón o por otra, de estudiarla?
Carlos. — Y ¿qué comparación se ha hecho seriamente hasta el día,
del Bascuence con las demás lenguas, que haya dado esos estupendos
resultados ?
Todo lo más que se ha hecho se reduce a los ligeros y superficiales
ensayos que he apuntado, sin base y sin rumbo fijo, lo cual se ve por
los resultados contradictorios. Lluyd supone ser el Bascuence un res-
to del antiguo Celta; pero ni lo veo claro ni oscuro, ni hallo las prue-
bas en ninguna parte. Arndt y Rask, y después Bonaparte y Charen-
cey lo tuvieron por lengua ural-altaica. Humboldt, Prunner-Bey Whith-
ney y otros han preferido emparentarlo con las lenguas americanas,
a causa de su polisintetismo, o, como dicen, encapsulación ; pero todo
eso no pasa de meras sospechas. El padre Fita en su Gerundense ha
tratado de emparerrtarlo con las lenguas del Cáucaso; pero las afini-
dades recogidas sólo las ha visto el que las fraguó. Sayce y otros han
ido hasta el Acadio o Babilónico antiguo ; por qué trámites, no lo
sé, aunque bien comprendo que es por el empleo del término indirecta
en el verbo: razón que Jo mismo les pudiera haber conducido a varias
lenguas americanas. Gabelentz buscó nuevos derroteros en los idio-
mas camitas del Norte de África y Leibniz, Wiseman y Yung en el
Copto, d'Abadie en el Galla, Klaproth en las Semíticas y Fran^'soo
I^normant en la lengua de los Atlantes, que vivían, dice, antes de
las invasiones europeas y líbicas. Otros...; pero ¿a qué proseguir?
Bien ven ustedes que eso no es serio. No hay apenas lengua conocida
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO 73
xx>n Ja cual no haya sido emparentado el Bascuence por algún autor
de nota. Don Aurelio, que está ail tanto harto mejor que nosotros, lo
sabe muy bien, y no creo sea de parecer que todos esos autores tu-
vieran razón, puesto que de ser así se seguiría que las lenguas semí-
ticas están emparentadas con las indo-europeas, y éstas con el Copto,
y éste con las americanas; en una palabra, que todas lo están entre sí,
dado que lo están con ell Bascuence, y que, por tanto, más bien que
lenguas, pudieran llamarse dialectos de una sola y única lengua, que
para usted, don Pablo, será sin duda, el Bascuence.
Pablo. — Confieso que no conozco suficientemente esas lenguas, ni
poseo los conocimientos lingüísticos de los alemanes, ni aun entiendo
esos sus libros atiborrados de mil fórmulas, de raíces, prefijos, sufijos.
Confieso que no estoy en disposición de emprender tales estud'os com-
parativos; pero yo veo en mi lengua nativa algo de divino y perfecto,
que echo menos en todas las demás. Ese mismo hecho, que acaba us;-
íed de exponer, de que tantos varones graves y entendidos hayan ha-
llado relaciones entre mi veneranda lengua y todas las del mundo, no
puede menos de confirmarme en mis presentimientos. Es imposible
que todos esos autores se hayan engañado a la vez o que a la vez S€
"hayan propuesto engañarnos. Si usted conociera nuestra lengua, vería
lo que vemos los bascongados, o, si yo conociera el método comparado,
creo firmemente que había de sacar a flote él estudio del Eúskera.
Aurelio. — >Efectivamente — repuso entonces don Aurelio, creyen-
-do que a él le tocaba tomar la palabra, ya que don Carlos había aludido
a su autoridad — , soy de parecer que la causa de haberse puesto en
ridículo el estudio del Eúskera ha sido el no conocer los métodos lin-
güísticos modernos cuantos bascongados han escrito de su lengua ; y
que la causa de no haberse tenido en cuenta para nada en los estudios
comparativos esta lengua prehistórica de Europa ha sido el haberla
ignorado y aun menospreciado los lingüistas que han hecho adelantar
en este siglo la ciencia del lenguaje. Si el ilustre Bopp, fimdador de
la lingüística comparada, hubiera tenido siquiera a mano una gramá-
tica bascongada, hubiera hallado en ella por lo menos lo que halló has-
ta en las lenguas deü Cáucaso y en las Malayas, cuando per transcnnam
le ocurrió consultar la obra de Humboldt acerca de la lengua Kawi
de Java. Si hubiera tenido de su parte el Bascuence un padre Coeur-
doux y un Sir William Jones, cuyas autorizadas voces hubieran lle-
gado hasta donde se movía entonces el círculo de sabios lingüistas, creo
no hubiera tenido que ir tan lejos el insigne Bopp para hallar la ra-
zón y origen de las lenguas indo-europeas. Lo que sucedió con e3
Sanskrit hubiera sucedido con el Eúskera en el estudio de las lenguas.
Creo, mi amigo Carlos, que no es usted de los que aprecian una
lengua por las obras literarias y por las ideas a las cuales ha servido
de vehículo ; creo las aprecia usted, como lingüista que es, por su es-
tructura y su naturaleza propias, y a lo menos por la luz que su es-
tudio puede derramar en la lingüística de nuestra familia y en la Hn-
^ística general.
74 DIÁLOGOS FAMILIARES
Carlos. — Asi es. Quédese el apreciarlas por su literatura para los
literaíos; nosotros no nos cuidamos del instrumento y medio literario:
miramos al fin y objeto de nuestra ciencia, que son las lenguas en sí
mismas consideradas; como el botánico, que sólo estudia en sí mismas
las plantas, desentendiéndose de su aplicación utilitaria en la medicina
o en la agricultura.
Pero — añadió don Carlos — me extraña grandemente que inicia-
do como está en la lingüistica moderna, tenga usted valor para pre-
tender comparar esa lengua aglutinante de una pobre nación, que n(.
llega a un millón de individuos — pues por lo menos los que la ha-
blan no pasarán según Vinson, de 800.000 — , con la lengua sagrada
de los Vedas, Puranas, Rarnayana y Mahbharata, cuyo descubrimiento
ha abierto en Europa nuevos rumbos a la lingüística y a la etnolo-
gía. ¿ Qué puede dar de sí d conocimiento del Bascuence que se pue-
da comparar, ni mucho menos, con lo que nos ha proporcionado tJ
conocimiento del Sanskrit? ¿Quién será capaz de pedir que se abran
clases de Bascuence en las Universidades de Europa, como las tiene,
con justísima razón, la lengua de los Brahmanes?
Aurelio. — En nuestro Castellano, tenemos un proverbio que da la
razón de todas ilas modas más irrazonables: Más vale caer en gracia,
que ser gracioso. Ahora bien, las cosas traídas de lejos suden a me-
nudo caer más en gracia que las que tenemos en casa, siquiera sean
de suyo menos graciosas. En cuanto al Sanskrit, es tan cierto que
nos cayó algo más de lo que se merecía, que por su bella gracia se fe le-
vantó sobre un pedestal, del cual el tiemipo, que enfria los primeros
entusiasmos, ha acabado por echarle. Ya hoy día nadie piensa en te-
ner a esta lengua por madre y arquetipo de las demás indo-europeas^
como hasta poco ha.
Antonio. — 'La verdad es que fuera de España no saben apreciar
nuestras cosas, y que, aunque yo no tengo del Bascuence la idea que^
estos señores, bien veo que ya se podían poner los sabios a estudiar
una lengua que, por antigüedad y por ser la que tal vez se habló la pri-
mera en Europa, merece todo nuestro respeto y consideración.
Julián. — ¿ Acaso no se ha estudiado y se ha tenido en cuenta lo
que puede dar de sí ? Demasiada importancia hemos dado a una len-
gua pobrísima en vocablos, falta de términos abstractos, y cuyo sis-
tema verbal, por mucho que haya asombrado a quienes sólo lo han
mirado superficialmente, se reduce de hecho a los verbos haber y ser
y a algunos nombres verbaJe.^;.
Aurelio.— iLos extranjeros, amigo Antonio, no estiman las cosas
de España, porque no las estimamos Jos españoles o porque las es-
timamos demasiado, porque tenemos todos algo de Sancho o de don
Quijote, según por donde nos dé. Comencemos nosotios por entender
aigo siquiera de lingüística, no riéndonos de los extranjeros que se
entretienen en tales rarezas; estudiemos después el Eúskera, úÉltimo
y primer estrato, según d«sde donde se le mire, de nuestro romance»
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO 75
y entonces tendremos derecho a exigir que aprecien ellos nuestras co-
sas, si es que algo vaJen.
Y usted, don Juíián, permítame que pase adelante; que tiempo
me llegará de analizar en alguna obra mía ese pobre vocabulario, que
ha dado palabras a todas las lenguas del mundo, y ese sencillo sistema
verbal, que consta de la friolera de varios millones de formas.
— Usted es andaluz o merece serio — saltaron todos a coro, al oír
tal salida.
Aurelio. — (Ni soy ajidaluz, sino aragonés y de los finos de mi tie-
rra — respondió sosegadamente don Aurelio — , ni creo me tendrán por
tal cuando me explique; aunque me barrunto que, si empiezo, vamos
a tener para rato, y en vez de un franco y amistoso desahogo, voy a
hacerJes pasar una tarde de molestia y fastidio: lo que, a fe, sería con-
tra todas mis intenciones.
Carlos. — ÍEso sí que no. Acuérdese de las largas y, con todo eso,
agradabilísimas que pasamos en otro tiempo allá en las verdes y pin-
torescas faldas dd Líbano, hablando de asuntos que me interesaban
harto menos que el que ahora se ha suscitado. Le conozco bien, mi que-
rido Aurelio, y sé que esas al parecer baladronadas de usted suelen re-
sultar arranques de aUgiina convicción muy arraigada, conclusiones
de una 3arga investigación, fundada en hechos ineludibles.
Aurelio. — Pues bien, para que esas galanterías y esos elogios que
me acaba usted de prodigar tengan, por lo menos esta vez, algnjn viso
de verdad...
Carlos. — ¡No hay galanterías que valgan!... Hoy mismo tiene us-
ted que explicarse y probarnos cuanto acaba usted de asentar.
Aurelio. — 'Sí, señores míos; ustedes podrán tomarlo a broma y
reírse cuanto les venga en tajante; pero yo insisto y digo que, atenién-
donos a las lenguas en sí mismas consideradas, sin dejarnos ilusionar
por la moda, que también se suele colar acá en materias científicas, y
sin dejarnos encandilar por d esplendor literario y el adelanto de los
pueblos, y, por otros motivos ajenos a la lingüística, insisto, repito.
ca que ed Eúskera es una lengua más interesante filológicamente que
cualquiera otra, aun entrando en cuenta nuestras lenguas dlásicas, a
las cuales soy tan aficionado como ustedes saben.
¿Qué el Eúskera no ha reflejado el pensamiento de una gran ci-
vilización..., que sólo lo ha hablado un puebJo pacífico, que vive y ha
vivido arrinconado entre estas peñas?... Tanto mejor, amigos míos.
Así no se podrán atribuir sus cualidades eminentes a esa cukura que
no tuvo, y habrá que buscar la causa proporcionada más allá de los
límites de la historia y de la civilización. Y para que no vaya usted a
creer, don Carlos, que rehuyo los puntos flacos por temor de quedar
vencido, usted mismo me va a indicar el que quiera que tratemos en
primer término.
Carlos. — Ya que me invita usíted a cortar, voy a proponerle algo
de lingüística indo-europea, que es de lo que yo entiendo. Aunque la
cuestión al parecer no tiene trascendencia, creo, sin embargo, que
yt DIÁLOGOS FAMILIARES
puede proporcionar una buena palestra, donde lucir sus añejas anna«
a ese antiguo descendiente de los AÜantes.
Como sabe usted, Bopp compara el sufijo de genitivo en los pro-
nombres eslavos, que es -go, con el correspondiente en el Sanskrit -s\a,
de modo que, según él, ye-go corresponde a ya-sya y to-go a ta-sya. Mi
dificultad en admitir el paso de -sya a -go proviene de que, así como
la sibilización de las paladiales, es decir, el paso de ¿r, ¿ a s, es un fe-
nómeno reconocido en las lenguas, como por ejemplo : la c latina, que
en Francés se ha convertido en el sonido j y en el Español en el so-
sonido ce, ci, por ejemplo: Cicerón, que sonaba en Latín Kikeron: así,
por el contrario, en ninguna parte he hallado d fenómeno opuesto,
o sea la conversión de s ^n k o g. Salga, pues, el Bascuence y corrija
el gran Bopp; que, si lo hiciere, estoy por convertirme a la bíiscofilo-
manía de don Pablo.
Aurelio. — Bopp pretende que la forma del Sanskrit sea la pri-
mitiva. ¿Con qué derecho? Con eil que le dio la falsa prevención de
la paternidad de esta lengua respecto de las demás indo-europeas;
paternidad, que, si no afirmada categóricamente, como advierte su tra-
ductor Bréal, la da por supuesta en toda su obra y le hace desbarrar
infinidad de veces.
ELste sufijo eslavo -go y eS de plural -khu, como en té-khu = horum,
es el kyá del Zend, debilitado después en -hyá en esta misma lengua,
y sibilizado en el -sya del Sanskrit, que es, por consiguiente, posterior,
y no anterior, a las otras formas dichas. Por ejemplo, el Sanskrit
thzva-sya = tuyo, de ti, equivale al Zcnd thiua-hyá. En antiguo Persa,
el sufijo en cuestión es -hyá; en Mesapiano, -hi, por ejemplo ( ii-op/i -/tí)
nwrki-hi; en Zend, además, -he; por ejemplo, ae-ta-he, y en Eslavo, -go,
to-go. Vamos a ver eíl origen dd tal sufijo.
No me podrá usted negar que el genitivo y el adjetivo encierran
una misma idea y que a veces se toman los sufijos del uno pai-a ex-
presar eil otro.
Carlos. — Convengo en lo de la idea, pues tuyo equivale a de ti,
y en griego, en vez del adjetivo posesivo se emplea de ordinario el ge-
nitivo de los personales, diciéndose la casa de ti en lugar de til casa.
Pero no me ocurre ejemplo de sufijo común para el genitivo y el ad-
jetivo.
Aurelio. — La misma -»* del genitivo domin-i y dd genitivo ( Wvaf-
xirro-i) annankippo-i de algunas inscripciones {Pclasgiotis), es la -i
los adjetivos (■;:aTpü)-V-o;) patró-i-os; y así como ( cívOpdiTco - 1 - o ) ans-
rópo-i-o es genitivo y lo mismo cu-i-us, así patr-i-us, pair-i-a son ad-
jetivos o nombres derivados de adjetivos.
De la misma manera el sufijo de adjetivos -n, tan ordinario en toda
nuestra familia, es la -n del genitivo godo mci-na = mío, etc.
Apenas habrá un sufijo de genitivo que no lo sea también de ad-
jetivos.
Carlos. — Convengo en ello; y ¿qué tenemos con eso?
Aurelio. — Que el sufijo -go del genitivo eslavo es el sufijo -co, -go
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO yj
de los adjetivos tan conocidos como (5amovi-xó-<; ) daimoni-ko-s = di-
vino en griego, vehrka-hé = lobuno, ahma-ka = nuestro, en Zend,
del dialecto Yaqna y spenta-kyd, bclli-cu-s, sic-cu-s por sit-cu-s, de
sit-is = sed, fe-ro-c-s fero-ci-s, en Latín, ameze-k = vecino en Bre-
trán, mánia-ka = mió, sush-ka-s = seco, jatu-ka = destructor,
khaninka-s, Madra-ka-s en Sanskrit, «póXcí-xo-i;, fuvai-xo-; de 70»)^
en Griego, su-khu = seco en Eslavo, khani-ka-s en I-ituano, staina-
ha = de piedra en Godo, el stcrni-g del Alemán, moda-g-s Godo como
xeTjic? - x-c, en antigrio Sajón graedi-g = hambriento, antiguo Alemán
trauri-g, Inglés heart-y = cordial, etc., etc.
Ahora dígame, don Carlos, si este sufijo -go, -ko de genitivo y de
adjetivos tiene alguna explicación plausible en ilas lenguas indo-eu-
ropeas.
Carlos. — iNo veo otra que la de emplearse como sufijo de genitivo
a veces, a veces de adjetivo, y esto sufriendo varias transformaciones,
que se echan pronto de ver aun en los ejen^plos por usted propuestos:
-cu, -khu, -cij -k, -g, -ka, -go, -y, -ko, -kya, -ha, -he, aunque la forma
primitiva es -go, -ko, -gu, -ku.
Aurelio. — ^Pues el Bascuence posee este mismo sufijo, y, lo que
es más, sin esaá deformaciones: es -go, -ko, -gu, -ku, según lo pida
la eufonía de la unión con eü tema. Y como la eufonía en Eúskera no
es una Jey tiránica, de la que no se pueda prescindir, como sucede en
Jas demás lenguas, sino que es facultativa, puede usted sufijar cual-
quiera de dichas notas a su arbitrio: etcheko-iauna = el amo de casa.,
Pero cedo da palabra a don Pablo, puesto que de Bascuence se trata.
Pablo. — Estoy en un todo con don Aurelio; las leyes eufónicas se
observan más o menos, según los diaJectos; pero siempre el sufijo en
cuestión reviste una de las formas -go, -ko, -gu, -ku, que son las que
don Carlos ha dado por primitivas.
Carlos. — Tenemos, pues, que el Bascuence posee el mismo sufijo
que el Latín, del cual, sin duda, alguna lo ha tomado, como otras tan-
tas cosas.
AuREUO. — Esto ya me toca a mí, don Carlos, y confieso que el
Eúskera ha tomado muchas palabras del castellano y algunas eclesiás-
ticas del Latín; pero sufijos u otro elemento gramatical; ni uno, ami-
go mío.
Lo último que llega a tomar prestado una lengua de otra son las
notas gramaticales, y, cuando ese caso llega, puede darse por perdida
la lengua que las toma: no para hasta tomar la mitad por lo menos de
la gramática, y cambia su estructura, haciéndose hija, por lo menos
prohijada, de la lengua a la cual se sometió. Hijas del Latín se hicie-
ron de esta manera las lenguas primitivas de Francia y España, ahi-
jadas o prohijadas el Turco y el Persa respecto del Árabe. Pero el
Eúskera sigue siendo Eúskera, no lleva una sola gota de sangre la-
tina en sus venas; ha tomado del Latín algunas palabras, se ha enga-
lanado con alguna sortija, si usted quiere, pero nada más.
Carlob. — Bien; pero no pudiendo usted probar que ese sufijo sea
78 DIÁLOGOS FAMILIARES
más bascongado que indo-europeo, lo único que se deduce será que
hay alguna afinidad entre ambas lenguas.
Aurelio. — Que sea más bascongado que indo-europeo, se lo proba-
ré yo al momento, o mejor dicho, se lo probará el mismo Bascuence.
Y si no, dígame, para prepararle yo Gl terreno: ese sufijo indo-europeo,
que llamaremos -ko, si es real y originariamente I-E, debe tener un va-
lor determinado y debe emplearse con cualquier tema, siempre que
queramos dar a ese tema Ja modificación encerrada en el valor del su-
fijo. ¿ No es así ?
Carlos. — uA.sí parece, ateniéndonos a la lógica, pues.fo que cada idea
debe tener su signo exclusivo; pero el lenguaje se ríe a menudo de
Ja lógica. De hecho el sufijo -ko sólo se halla en deiterminados temas;
no se puede emplear con todos ni siempre que se quiera expresar la
idea que encierra. Por ejemplo, el -go de los demostrativos del Eslavo
no se emplea ipara los personales, ni para los nombres; el -xo-; de los
adjetivos griegos no se emplea más que para formar ciertos adjetivos
y con temas determinados; de Xojpc!= lugar, no se dice, por ejemplo,
Xiupa-xo-;, -xyj, -xov.
Aurelio. — ¿ I>e modo que hay falta de lógica en el empleo de este
sufijo en las I-E?
Carlos. — Así es.
Aurelio. — Y si en alguna lengua no hubiera esa failta de lógica
4 no le parece que en cuanto a ese sufijo, esa lengua sería más perfecta'
Carlos. — 'No hay duda.
Aurelio. — Y ¿no parece que el sufijo deba pertenecer más bien
a Oa lenguíi en la cual se empileare lógicamente, que no a las demás,
donde sólo esté como cristalizado, donde se emplee irrazonablemente
y sin lógica, donde ha perdido la vida, !la actividad y la libertad, pro-
pias de todo organismo viviente ; donde, en una palabra, parezca estar
de prestado, sin Ja libertad de acción de quien vive de por sí?
Carlos. — Muchas metafísicas son ésas, amigo Aurelio; concedo que
d empleo del tal sufijo es irrazonable en I-E, puesto que falta, la
lógica en él ; lo demás de organismos, etc., no lo entiendo.
Aurelio. — Me basta con lo que entiende usted y por ello llegará a
entender lo demás. .Si es irrazonable el empleo, como usted concede,
resulta que en las lenguas indo-europeas no está la razón de sor del
tal sufijo.
■Carlos. — ^Asi es ; pero lo mismo sucede con los demás sufijos, y
creo que en todas las lenguas.
Aurelio. — Permítame que le diga que esto después lo veremos.
Pero, por de pronto, en la lengua donde el empJeo de ese sufijo sea
lógico y razonable, si es que esa lengua vive, ¿no tendrá en ella «i
razón de ser el tal sufijo?
Carlos. — Es consecuencia de 'lo que Je he concedido.
Aurelio. — iLuego ¿ese sufijo será propio de la lengua en la cual
tenga su razón de ser, y no de las otras donde, sucediendo Jo con-
trario, parece debe de estar como de prestado?
ACERCA DEL EUSQUER.\ Y DEL CASTELLANO 79-
Carlos. — Algo veo de eso, bien que 110 todo,
Aurelio. — Los pseudo-prefijos castellanos al-, por «jemplo, en al-coba,
al-corán, al-caide ; arci-, are-, archi-, arqui-, are-, como en arci-preste,
are-ángel, arehi-diiquc, arqui-cpiscopal, arz-obispo ; bien-, bcne-, bcn-,
boni-, como en bien-querencia, benc-ficio, ben-decir, boni-ficar, y otros
muchos, es cosa manifiesta que son propiedad de Árabe, Griego y La-
tín, respectivamente, y que en Castellano sólo están de prestado, pues-
to que no podemos aplicarlos a otros temas, por haberse tomado jun-
tamente con las formas en que se hallan. Asi no podemos decir al-mesa
por la mesa, ni aUhombre por el hombre, como se dice en Árabe aña-
diendo al, que es artículo, a cualquier palabra; de la misma manera no
podemos decir arqui-rey, ni arz-preste ni boni-entender por entender
bien, ni ben-ver, por ver bien, etc.
Carlos. — Ahora caigo en que -go está de prestado y no como en
su casa propio, en las indo-europeas; y ésita, su propia casa, será aque-
lla lengua donde, como usted dice, halle su razón de ser y se pueda em-
plear con cualquier tema.
Aurelio. — 'Si en vez de la metáfora de la casa, hubiera empleado us-
ted 3a de terreno, le hubiera hecho ver cómo -go es un elemento or-
gánico que sólo vive libre y activamente allí donde pueda emplearse
con razón de ser, y que en I-E está como en terreno ajeno, adonde
se ha trasplantado, y no vegeta sino como atrofiado en añgunas for-
mas sueltas: que era lo que usted no alcanzaba por el pronto, cuando
cnipileé yo esta metáfora.
Carlos. — Estamos enteramente conformes, y digo que si en el Bas-
cuence, puesto que ahí parece quiere usted venir a parar, el sufijo -go
vive como un sufijo realmente orgánico que se puede poner y quitar,
y eso a todos los temas según ías exigencias del pensamiento, y siem-
pre con el mismo valor, ese sufijo es del Bascuence y que de esa lengua
pasó a las I-E. El cómo no quiero cavilar por explicármelo, porqut;
es en vano, ya que estoy convencido de que no me podrá usted probar
que todo eso se dé en su Bascuence.
Aurelio. — ^Ahora le toca hablar por sí al mismo Bascuence : es-
cuchémosle.
Zortzi vale ocho, zortzi-ko = lo de ocho, octavilla poética; albo =
ledo, albo-ko = lateral; erri = país, crri-ko = del país. Hasita aquí
tenemos d -ko indo-europeo, aunque en Latín y en Griego se use sobre
todo el sufijo -i-co, como mend-icus, mod-icus, o -ticus, poe-ticus, etc.
¿Puede añadirse el sufijo -ko en I-E a otros temas cualesquiera?
Carlos. — Ya he diho que no; de mensis no se dice mensicus, sino
mensual en Castellano, de templum no se dice templicus, sino templa-
rio y en Laitín se emplea en estos casos el genitivo.
Aurelio. — Pues el Bascuence maneja este sufijo como le viene en
talante: lo añade, en primer lugar, a cualquier tema; además a cual-
quier caso de la deolinación y a cualquier forma gramatical.
Aita == padre, aita-gana = hacia o para el padre y aitagana-ko =
"So DIÁLOGOS FAMILIARES
io hacia el padre, aita-tza = por o como padre, aita^tza-ko = lo por
o cotno padre.
Carlos. — Gran dominio muestra tener el Bascuence sobre ese su-
fijo.
AirnELio. — Lurra = tierra^ lurr-etik = de parte de tierra; lurretik-
ko = lo de parte de itera; goiz = la mañana; goiz-an = en la ma-
ñana, goizango = lo en la mañana; goiz-ara = a la mañana, goizara-
io = ¡o a ia mañana; ian = comer, ian-go = qué catner, ia-te = el
acto de comer, iateko = lo del acto de comer, ian-da = comido, ianda-
ko = lo de comido, gizona = el hombre, gizona-ko =^ humano, gi-
zonareki = con el hombre, gizonareki-ko ==■ lo con el hombre, birtu-
teare-ki-la-ko = perteneciente a lo con hacia la virtud.
Carlos. — ¡¿De modo que se puede añadir a un tema que lleve ya
otros varios sufijos?
Aurelio. — ^Puede llevar d tema cuantos sufijos quiera; el -ko se
le añadirá siempre que lo pida la idea encerrada en este mismo sufijo.
Sendo-en = de los fuertes o el más fuerte, sendo-cn-go = lo de los
más fuertes, sendo-en-etarik = saliendo de lo más fuerte, scndo-en-eta-
rilt-ko = lo que sale de lo más fuerte.
Carlos. — lis admirable la flexibilidad de ese sufijo y la sencillez de
mecanismo que supone en eü Bascuence.
Aurelio. — ^Deje, por Dios, hablar al Eúskera que quiere despachar-
se a su gusto.
Urdail-era <= para el estómago, urdaihra-ko == lo para el estómago:
bera-gananz = hacia él, beragananz-ko =■; lo hacia él; sorbaldar-aino
^= hasta el hombro, solbaldaraino-ko = lo hasta el hombro; tncndi-en-
eta-ko = lo de los más grandes montes.
Igualmente mendi-ko, mendi-a-ko, mendi-eta-ko, mendi-ra-ko, men-
dt-eta-ra-ko, mendik-ko, mendi-etarik-ko , mendi-ronz-ko, mendi-etarona-
ko, mendi-ki-ko, mendi-etaki-ko, mcndi-aino-ko, mendi-etaino-ko , men-
di-raino-ko, mcndi-aino-ko, mcndi-etaino-ko, mendi-daino-ko, mendi-la-
ko, mendi-etala-ko, mcndi-etalakorik-ko, mendi-an-go, inendi-etan-go,
ynendi-gan-kc, mcndi-ctagan-go, mendi-pe-ko, viendi-pcra-ko... Infini-
tas formas en ko, formadas de todas las relaciones de mendi ^=^ monte
o mendi-eta = lugar montañoso ; las cuales todas tiene el copioso La-
tin para expresar con montanus y nosotros con serrano o montañés.
Diciendo serrano, no sabemos si es del o para o en o hacia o so-
bre... el monte.
¿ Por qué no sie puede añadir en Latín -cus a todas las formas, y
a5 genitivo, dativo, etc.? ¿Por qué no decir mons-ko, montis-co, fnonti-
co, m^ntem-ko, etc.? La posesión -ko lo mismo puede ser del monte a
secas, como de la dirección a, de, hacia o hasta, sobre, bajo, etc., el
monte. Con era-ko ■=» lo para, edatera-ko == lo para beber; lo mismo
con -aren-da-ko, -aren-tza-ko, -ra-ko, -tarako, areki-ko, -lan-go, laz-to:
cditrra^.oiyigo = lo como la nieve, bildotza-lango = como un cordero,
suriabczela-ko = semejante a lo blanco, ote.
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO 8l
Carlos. — (Riquísimo sería el lenguaje que de los cinco casos pudie- -
Ta formar adjetivos correspondientes a Jas relaciones que expresan.
Aurelio. — Pero eJ Bascuence no tiene cinco casos, como e3 Latín,
sino infinidad de ellos, por la sencilla razón de que las relaciones deE
nombre y del concepto son infinitas, y no solas cinco.
Mientras el Latín sólo añade -cus al tema, y no a los casos, el Bas-
cuence lo añade a los cinco casos, y a la infinidad de casos que posee,
de los cuales el Latín carece.
Dondequiera que intervenga la idea posesiva de -ko, se añade, sea
la forma la que quiera, y sea absoluta o modificada por cualquier su-
fijo. Zur = madera, surr-cj^ = de tnadera, zurrez-ko-a = lo hecho de
madera. Y si en vez de -o z= lo, decimos la casa, tendremos zurrez-ko~
etchea = la casa de madera. Mendi-ra == al monte, mendira-ko-a =í
lo al-monte, mendirako-bidea = el camino que lleva al monte. Non-go
chakurra = ¿el perro de donde?, ^M-EH-oo-mutüa = el muchacho de
AQUÍ, o^-Ko-auntza = la cabra de ahí, BERTA-Ko-a<iarrc/ = la rama de
ALLÍ MISMO, ED0N0N-G0-¿>í?r/a¿/2o = fenómeno de donde quiera, ka'.-
OüETA-KO-ontziak = ios buques de este puerto, kai-oneta-ko-ak = los
de este puerto, nzR\-GANAi^z-Ko-mendua = la inclinación de hacia sí,
jAUNAGANAiNO-KO-^j^orja = lu súpUca de hasta el Señor,
No sólo a las palabras, sino a las frases enteras se les añade -ko, .
convirtiéndoías en adjetivos, que se tratan como cualquiera otra for-
ma simple; y a las formas en -ko se les pueden añadir otros cuales-
quier sufijos:
Emendi-koa = lo de aquí, emendiko-rik = algo de aquí, emendiko -
bat = uno de aquí, eniendiko-arenik = ai'go de lo de aquí, cmendiko-ari
= a lo de aquí, emendico-aren-etchea = la casa de lo de aquí, en^endi-
ho-ez = de lo de aquí, norgana-ko-tzat = para lo de hc^ia quién?,
zelairanz-ko-tik = de lo hacia el prado.
launa bigarren-aldi-ko-mintzatu zitzaitan zioelarik = El Seiíor me
habló segunda vez diciendo (Duvoisin) : la forma hablar segunda vez
es un todo, un predicado, compuesto de bigarrenaldiko = segunda ves
y de minzatu = haUar. Zer gauzak ote dirá = ¿qué cosas pueden ser?
Y responde Mendiburu : Igandean igandekoak, astean astekoak, orduan
ordukoak, eta aldian aldikoak = El domingo, cosas del domingo, los
días de labor, las del día de labor, etc.
Carlos. — Pero ese sufijo ¿es de genitivo, de adjeítivo o de qué?
Aurelio. — Difícil es limitar lo ilimitado; es de genitivo, de adje-
tivo y de otras muchas cosas más; es de todo, y no lo es de nada de-
terminada y exclusivamente ; equivale a mil expresiones de nuestras
lenguas. Y es que sólo indica una idea, y dondequiera que haya que ex-
presaría, allí saíta el -ko; esa idea es la de accidente que sobreviene
el sujeto, y (el -ko se añade a cualquiera forma que se enuncie comer
accidente deJ sujeto, sea esa forma un nombre, un caso, una frase en-
tera. E/1 sufijo -ko es el adjetivador universal.
Carlos. — En mi vida he visto confusión semejante.
Aurelio. — También d mundo parece una confusión de fenómenos
82 DIÁLOGOS F.\MILIARES
y leyes, que se entrechocan más complicadamente que las olas en el
Océano y que las ondas sonoras en el aire. Con todo, el mundo se llama
xóojio; y orden, y todo en él sucede con número, peso y medida, y las
leyes de esos movimientos de las aguas y de las partículas aéreas, sabe
usted muy bien que se unifican en una sola ley física del dinamismo
universal.
Acostumbrados a Ja pobreza de nuestras lenguas, la inexhausta ri-
queza del Eúskera nos confunde, como al que es'tá hecho a la luz del
aceite ofusca la de la electricidad ; lo aial, sin embargo, no es falta que
se pueda achacar ni a la brillantez de la e'letricidad, ni a la riqueza
del Eúskera, sino a la limitada receptibilidad del ojo, hecho al aceite,
y a la mente, hecha a las copiosísimas lenguas olásicas, al Latín, al
Griego y al Sanskrit,
Sd se dice itz-egin zuen = dijo, es natural que añadiéndose -ko
se diga también «r/w da ura mintzatii izan dene-ko = salió hablando,
•de modo que tnintzatu izan den = el que estaba hablando se adjetive
con eí -ko.
Gaizak DAiZA-LA-KO, daiikez egimcnak
las cosas porque son, tienen obrar.
Aquí daiza-la = que tienen, queda adjetivado respecto dd sujeto
gaizak =z cosas.
Pero sería meternos en demasiadas honduras; creo, don Carlos,
•que estará usted completamente convencido de que el sufijo -ko es
un advenedizo en I-E, y que sólo vive en el Bascuence a sus anchas,
como en su casa; que en I-E es un sufijo enteco, que agarrado a las
fíuldas de algunos temas no puede separarse de ellas, ni sabe de dónde
viene, ni lo que vale, y que en Eúskera vive con toda libertad de ac-
ción, tiene conciencia de sí mismo y de su propio valer y corre es-
pontánea y activamente por todas partes adonde puede prestar algún
servicio.
Carlos. — Mucho me cuesta confesarlo; pero, estando bajo la fé-
ru5a de usted, tendré que resignarme a ello : y no porque mi razón no
quede enteramente con\"encida, sino porque afl volver a mi tierra me
van a dar en cara oon que he sido víctima de la superstición española,
y que renuncio de un goilpe a toda esa balumba de leyes fonéticas, que
después de mucho recoger hechos y compararlos nos deja sin expli-
car una sílaba -go deil genitivo del demostrativo eslavo; y eso por
abrazar doctrinas de una Jengua que ni sé de dónde viene, ni adonde
va, ni tiene dos cuartos en el bolsillo.
Aurelio. — Bajo una mala capa se halla a veces un buen bebedor.
-amigo Carlos. Tampoco los caseros de estos montes saben de dónde
les vino esa lengua; pero ello es que esa lengua vive y sus ecos ale-
gran estos valles y aquellos picachos que ve usted allá a lo lejos. Y si
estas gentes son pobres de cuartos y aun de progreso, según ustedes,
muestran en su lengua tener un entendimiento que no cede a! de
tíingán pueblo: si es cierto, como dicen usted'CS, que el lenguaje es el
ACERCA DEL EÚSQ'UERA Y DEL CASTELLANO 83
espejo del pensamiento, y que cada pueblo ha dejado fotografiadas sus
ideas en su propio idioma.
Y aJ llegar aquí, mi querido Bonilla, abro un paréntesis mienitras
don Carlos saca la cigarrera y ofrece unos buenos tabacos a sus com-
pañeros, para decirle, que no vaya a creer que he ido buscando con
candil en el Eúskera el sufijo -go, como el más a propósito para lle-
var adelante mi tesis. Me salió a'l encuentro abriendo un libro del mis-
mo don Carüos ; y si no, va usté a ver mi sinceridad por el resto del Diá-
logo, que se reanudó de esta manera:
Julián. — ^Sí, ese sufijo -ko o -go, que no ha sufrido en Eúskera
las evoiluciomes fonéticas que ha sufrido en Jas indo-europeas, y su
empleo universal como adjetivador en la una y como elemento cris-
talizado que sólo sirve en ías otras en casos determinados, es mani-
fiestamente euskérico. ¿Quién sabe si en los viajes que los euscaldunas
.y los arios tuvieron que emprender por Asia y Europea no lo tomaron
-éstos de aquéllos? Pero, don Aurelio, una golondrina no hace verano.
Aurelio. — Yo les traeré todas las golondrinas que ustedes quieran.
Julián. — ^El genitivo verdadero en nuestras lenguas es -as, -os, -is,
como en scrmon-is; la -i de domin-i, que usted ha mentado antes más
bien parece ser de dativo en su origen, como en rosa-'E, antiguamente
rosoli, y en Griego y.wpa por X'"r^<^"'.
Carlos. — Esa -i también es locativa, y en Sánskrit es donde se en-
cuentran bien deslindados estos casos, siendo -i el locativo y -é el da-
tivo, o sea -ai.
Pablo. — En Latín -i es locativa en rur-\ = en el campo, militia-e,
etcétera.
Aurelio. — Ese locativo propiamente es el de término adonde, como
en aquel verso de Virgilio: truncumque rcliqíiit arenae, como quien dice
a tierra con nuestra a de dativo. Sólo que en Sánskrit la i de dativo
adhiriéndose a la -a de la desinencia nominal dio -ai o sea -e, que des-
pués se añadió como nota de dativo a otros temas, quedando la -i para
esa concreción particular de locativo, y en Latín sirvió para el geni-
tivo de los temas consonantes, como domin-i, y en toda la familia
para formar adjetivos, como patr-i-us patr-i-a, patr-i-um. Est tnihi lí-
ber equivale a líber mei y a liber meus: la misma -i sirve para el ge-
nitivo, el dativo y el locativo.
Pablo. — Esa confusión de casos no se halla en Eúskera: la -i e»
solamente de dativo.
Carlos. — ¿También tiene la -i el Eúskera?
Aurelio. — Gisonar-i = al hombre, gizone-i = a hombres. Pero
esa evolución indo-europea en la forma, desaipareciendo en domino
por domino-i y en X"ip?, donde sólo está suscrita, y combinándose con
la -a en la -é sánskrita, prueba que en Eúskera es donde se encuentra
como en su terreno originario, y no menos lo prueba el diverso em-
pleo y variadas significaciones derivadas que tiene la -i en las indo-eu-
ropeas y que no tiene en Eúskera, Ahí tiene usted, don Julián, otra
golondrina.
84 DIÁLOGOS FAMILIARES
Julián. — Sí, pero se ha dejado escapar la del genitivo -is, que yo !e
había propuesto ; y es que esa golondrina no es bascongada.
Aurelio. — ¿Cómo se dice en Eúskera cosa de oro?
Julián. — Urrezkoa, como sillarrezkoa de plata, arrizkoa de piedra:
ts el sufijo -ka con el artículo -a.
Aurelio. — Quitando el -ka, nos quedan urr-ez = de oro, siltarr-
ej = de plata, arri-z = de piedra.
Carlos. — ¿ No ha dicho usted, don Pablo, que en Eúskera no ha-
bía confusión de casos? Pues si en Latín hay para el genitivo las no-
tas -t, -is, también en Eúskera hay -ko y -ez, -z.
Aurelio. — Esta nota -z no es de genitivo, es de ablativo o material,
de materia ex qiia: arri =: piedra, arri-z = de piedra, pero como sa-
cado de, por ejemplo, una estatua. Y si se quiere adjetivar, se ie añade
-ko, arriz-ko = de piedra, así como de mendi-ra = al monte, mcndira
-ko ^^ lo al monte. Y les voy a dar no sólo esta nueva golondrina,
que ya tiene usted en la mano, don Julián, sino toda su nidada.
Antonio. — Paso y no precipitarse. Si es de ablativo esa -z, nada
tiene que ver con el -is, o -as u -os del genitivo indo-europeo.
Aurelio. — .Las indo-europeas han confundido todos los casos: del
original valor euskérico, que es el material, han hecho un genitivo no
sólo de materia, sino de posesión, etc. ; en cambio emplean d sufijo
posiesivo -n para el genitivo de materia, como la -t de dativo para to-
dos esos genitivos. La diferencia está en que unos temas tienen sólo
el genitivo -is, otros el -i, otros el -n; pero todos se emplean indistin-
tamente para todas esas relaciones. En Eúskera cada una de estas
notas tiene su propio valor y se puede añadir a cualquier tema. La
evolución y degeneración en nuestras lenguas es, por consiguiente,
manifiesta: todos esos sufijos vienen del Eúskera.
Carlos. — (La nidada, amigo mío, la nidada : que tengo ganas de verla.
Aurelio. — Hay en nuestras lenguas, como ustedes saben, unos ver-
bos llamados incoativos, cuya característica es -escere, adol-escere, ere-
icere, alb-escere, sen-escere.
Antonio. — Del cual hemos hecho en castellano -escer y hoy -ecer,
como aman-escer y aman-ecer, cr-escer y cr-ecer, etc.
Aurelio. — 'Su significación no es más que la de una acción que
Ta verificándose tan despacio que parece se la ve con los ojos.
Carlos. — Así los ha interpretado Curtius con gran exactitud.
Aurelio. — Pero no dio todavía del todo en el clavo. Elsa acción
se verifica menudamente por decirlo así. Por eso se llamaron incoa-
tivos, porque parecen empezar la acción ; i>ero mejor los hubiera lla-
mado yo diminutivos.
Carlos. — 'Golpe magistral. Los verbos incoativos — ahora lo veo —
derivan de los nombres y adjetivos diminutivos en -csco. La acción es
menuda, se va haciendo menudamente, es una acción diminutiva.
Aurelio. — Pues bien, ese sufijo -esco de nombres, adjetivos y ver-
bos diminutivos es el sufijo euskérico -ezko o -izko; aber-iska r= ani-
tnalejo en Eúskera, o-z-ioxo; = carita, prusichkas = prusiano en Li-
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO 85
tuano, en Alemán antiguo -iska, Lituano -ichka, Esiavo -isko de ad-
jetivos, como el euskérico -ezko.
Julián. — ^Eso pronto se dice.
Aurelio. — Usted mismo ha analizado ese sufijo en los dos compo-
nentes -es, -z material y -ko de adjetivos. ¿Puede usted analizar tan
fácilmente el -esco indo-europeo?
Carlos. — Realmente ese sufijo indo-europeo no ha podido anali-
zarlo ningún autor, y voy viendo que viene del Eúskera, donde en-
cuentra cumplido análisis.
Aurelio. — Y donde tiene también -is-ko valor diminutivo.
Carlos. — Ahora veo con toda claridad. En algunas indo-europeas
es realmente sufijo simplemente adjetivo, como en urr-ezko =: de oro
del Eúskera: en antiguo Búlgaro nebesi-sku = celestial, en Lituano
tevi-szka = paternal, en Godo harni-ska = kindisch en Alemán.
Aurelio. — El -iz-ko es variante de -ez-ko, -z-ko, pues la -i es del
tema arri-zko =^ de piedra; urr-ezko = de oro: y en esía acepción
es de adjetivos como -ezko. Pero -iz vale en punta, -iz-ko = cosa en
punta, es decir, que sale, que es lo que vale el -2 materia'l, pero en -i,
en punta.
Carlos. — Recuerdo el valor de las vocales naturales (i), que me
explicó usted en otra ocasión. En fin que nuestras lenguas quiere us-
ted decir que confundieron los dos sufijos, empleándose ya como de
adjetivos, ya como de diminutivos; mientras que en Eúskera cada cual
conserva su propio valor.
Siempre tenemos la confusión, propia del empleo de un instrumento
ajeno, en las indo-europeas.
Aurelio. — Tiene usted, pues, 'la nidada, ya que ese sufijo -is deT
genitivo latino no sólo nos ha traído la golondrina, que don Juliár»
creía huida, sino que nos ha probado el origen euskérico de los ver-
bos incoativos, de los nombres diminutivos y de 'los adjetivos en -esco.
Julián. — Si no me engaño, ha mencionado usted hará un momento
el sufijo -n como de genitivo, siendo así que sólo es derivativo de
adjetivos y nombres.
Aurelio. — Los adjetivos -n fueron en su origen genitivos de po-
«esión, como en Godo me-ina = mío, se-ina =z suyo. Ya he dicho que
genitivo y adjetivo son una misma cosa.
Carlos. — Por eso la -n es participial pasiva y activa, porque e?
participio es un adjetivo verbal, y del participio pasivo derivaron ad-
jetivos y nombres: en Sánskrit bhug-na = doblado, en Griego oen-vo'c
= respetable de asP-ojiai = respetar, en Latín ple-nus = lleno, que
en Lituano es pil-na. Los sufijos -n son muchos con diversas vocales
temáticas y han enriquecido nuestras lenguas más todavía que la -i y
el -ko de adjetivos. En Sánskrit mal-in-as = lodoso, en Griego Xifl-iv-o?
= de piedra, en Latín div-in-us = div-in-o, nombres como yaj-ñas =
sacrificio, i:oi-vr¡ = poena = pena, etc., etc. Sobre todo los partici-
(i) Cejador, Gérmenes del lenguaje.
86 DIÁLOGOS FAMILIARES
pios como audi-ens, am-ans, fcr-cntem =: cpsp-ovrat z^bhar-anta. El par-
ticipio es la forma relativa verbal, el que convierte en adjetivo o rela-
tivo una forma verbal cualquiera.
Aurelio. — ^Luego, en buena lógica, debiera haber tantos participios
como formas verbales; quiero decir que toda forma verbal pudiera ha-
cerse relativa añadiéndosele la -n relativa.
Carlos. — Esas son gollerías de la lógica; de hecho un solo parti-
cipio sirve para el relativo de muchas formas. En Griego hay par-
ticL-pios -n formados de unos pocos tiempos y sirven para todas las
personas: pooXsú-tuv, pouXí'ja-iuv, X'.x-túv, Po'jXsúOe-v; en Latín sólo hay uno.
el de presente, ama^n-s.
Aurelio. — 'Pues esa misma -n se añade en Eúskera a cualquier
forma verbal, de modo que 'los participios son tantos como las for-
mas verbales, que son casi infinitas, tantas como pueden ser las rela-
ciones del juicio mental. Para un amans o ^qoXs'mov, tiene el Eúskera
las formas siguientes:
amatzen dcd-an
— dezu-n
— dii'Cn
que yo amo
qiirC tú amas
que él ama
, ) mutilla = el niño » ,
— degu-n ] que nosotros amamos
— dezue-n \ i que vosotros amáis
— duc-n ' I que ellos aman
D-e la misma manera dizud-an = que yo te amo, dizu-n = que él
te ama, eíc, etc., etc.
Carlos. — Ya comprendo: en las I-E la -n participial sólo se añade
al tema verbal, de modo que más bien es un relativo del tema; en
Eúskera, añadiéndose a las formas verbales, se obtienen relativos de
dichas formas. Es reaJmeníte el ideal lógico dd lengíiaje. Cualquier
forma verbal se hace relativa con esa -n. Si yo hubiera inventado el
lenguaje tal lo hubiera ideado, y más todavía, hubiera hecho que la
misma -n, añadiéndose no sólo a las formas verbales sino a cualquiera
otra, al nombre, al adjetivo, las hubiera convertido en relativas. Y creo
que así debió de suceder en un principio, pues meina = lo de mí y divi-
niis = lo de Dios son restos de este sistema, bien que el sistema com-
pleto no se dé, ya que -n no hace relativa a cuailquier forma.
Aurelio. — Ese sistema ideal es el del Eúskera : etche := casa, ctche-
A = LA casa, etche-ktik = t.o of. la casa, ctchc-Mi-atia = la puerta
LA DE la casa. Bi = dos, bi-en = de dos, bat = uno, bat-en = de uno,
ñor = quien? nor-en = de quién? nor-en -a = lo de quién? nor-cn-e-
tchea = la ccísa de quién? Cuailquier forma se convierte en relativa
con la -n. Y pueden añadirse después cualesquier sufijos: gizonar-en =«
del hombre, gizonar-cn-a =r lo del hombre, gizonar-en-ari = a lo dei
hombre.
Carlos. — 'Don Aurelio, no conocía yo el Bascuence. Eso es sen-
cillamente maravilloso, estupendo; es el ideal de la lógica del pensa-
miento fotografiado y puesto en sonidos en el habla.
Aurelio. — Como ustedes ven, Ja -n es de genitivo, zur-en = de ti.
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO 8/
vier-en = de mí, como «n el meina godo; es de adjetivos zuri-en-ak =
blancos, ti^o-en-a = columbino, como divinus; es de participios ama-
taen de-na = lo que es amado, amatzen du-en = que ama, como amans.
Es, en una palabra, relativa la -n y dondequiera que haya que hacer
relativa una forma cualquiera, allí viene ella a prestar sus servicios.
En las I-E se perdió la -» de genitivo porque le sustituyeron otras
-notas, la -s del caso material, la -i del dativo, etc. Quedan, sin embar-
go, rastros del primitivo genitivo -n. Además de los adjetivos que ha
mencionado usted, don Carlos, en Armenio -in es de genitivo con los
personales, formando los posesivos, que en toda la familia son geni-
tivos: imoh-in = de mA o mío, iuroh-in = de él; en Eslavo -an, que
Eopíp se empeña vanamente en sacar del genitivo ordinario de la fa-
milia -s, toy-an == de este, voly-an = voluntatis; en Godo ya los he-
mos visto; en Zend ma-na = mío, en antiguo Persa ma-ne, en An-
glosajón wín, en Griego ezcr-vo? :^ aquel, lo de allí, '¡'-vo; = de quiénf
La lucha por la existencia entre ilos sufijos indo-europeos ha hecho
desaparecer su empleo en todos los temas, quedando reducidos cada
uno a temas determinados y confundiéndose varios de ellos; nada de
lo cual hay en Eúskera, donde cada sufijo se añade a cualquier forma
y siempre con su propio valor.
Fuera de combate y como esqueletos han quedado no pocos sufijos.
La n del antiguo genitivo es esa especie de cuña inorgánica de hom-m-is,
Sánskrit agma-i^-as. Godo hani-N-s, que también se da en las lengtias
drávidas, sólo que en ellas se trasluce su antiguo valor de genitivo,
como ya notó Caldwell: "from the use of which, it is evident that in,
through merdy euphonic in its present app^lication, was in its origin
something more than a mere euphonic expletive." En Tamil y Cañares,
por ejemplo, -in- se añade entre el tema y los sufijos casuales, como
•en hom-in-is, hom-in-i, hom-in-em; pero sin ellos -in es de genitivo.
El Eúskera presenta esa nota, no como un esqueleto de un antiguo
viviente, sino como viviente en la actualidad (i). Otro tanto sucede con
infinidad de sufijos. ¿Cuál es el origen del -tus -ta -ium en ama-tus,
ama-ta, ama-tum, el que es amado, in que es amada?
Carlos. — En Sánskrit sthi-tas = que está, aTct-xó?, sta-tus.
Aurelio. — Esas notas que forman iparticipios pasivos, y por lo mis-
mo muchísimos adjfeitivos y nombres derivados, no viven como formas
separadas; ta o da, tu o du nada significan de por sí. En Eúskera
gisona da = el hombre es, gizonak du = el hombre ha o tiene, de
donde egin da = hecho es, egin du = ha o tiene hecho. ¿ No ve usted
aquí nacer la acepción del participio pasivo de la conjugación misma
euskérica? ¿Qué significa amado sino lo que es amado, o lio que ha sido,
que tiene el amar como acto ya pasado?
El verbo ser da y el haber du, en sus formas más universales de la
tercera persona, se adhirieron en las I-E al tema, formando partici-
(i) Véase tratado el sufijo -n de todas las lenguas en Cejador, Tesoro
(N, Ñ).
88 DIÁLOGOS FAMILIARES
pios equivalentes a íos euskéricos; pero sólo en Eúskera viven de por
si como verbos ser y haber. Además el sistenia sexual hizo que por la.
-u = -o de masculinos y la -a de femeninos, estos dos verbos da, dtt
se confundieran en una sola nota, empleándose para esos dos géneros-
La evolución es patente y el punto de partida está en el Eúskera.
Carlos. — Me ha agobiado usted con un sinnúmero de hallazgos de
trascendencia suma. En Sánskrit kwa nu rajan ga-tó si = adonde, rey^
IDO eres encierra, efectivamente, la idea del verbo ser en el -ta.
Aurelio. — Véase la pasiva: ikusi-TA noa = iñsTO voyme, habien-
do o después de ver.
Julián. — Ese ta es la conjunción y.
Aurelio. — Ta o da es 3a conjunción y y él verbo es o cópula verbal:
en la primera acepción une dos nombres, en el segundo une los dos.
términos de la proposición. Traduzca usted ese ikusi-ta por y, por es,.
por el participio pasado, lo mismo da, siempre es la nota que une dos.
términos: giaona ta emakumea == ei hombre Y la mujer.
En las mismas indo-europeas tenemos el da formando el pretérita
En Godo sokya = busco y soki-DA = he buscado, sokeis = buscas^
y soki-des = has buscado, sokeidh := éi busca y soki-DA = ha bus-
cado. Ya he advertido que du y da se confundieron en una sola nota..
La tercera p. soki-D.\ vale es buscado o buscaDO, es el egin-DA = hechO'
o egin da = es hecho, como ori da = eso es.
Carlos. — Es evidente el origen euskérico de esas notas.
Aurelio. — .Ahora bien, la nota de la tercera p, en el verbo es -ti, -t„
bhara-ti = fer-t,'¿'3-'zi^=zes-t. Esa nota es el -tu = -du = él ha, egin.
DU = el HA hecho. Se ha tomado como personal lo que fué 3.* persona,
del verbo auxiliar en Eúskera.
Carlos. — Ahora comprendo el sufijo derivativo -ta, -da: iuven-ta y
el -tu = -du, iuven-tu-s, en Godo yun-da. Eslavo pluno-ta, Sánskrit.
áéwa-ta = divini-ta-s,^'J'/-)-'^r'-'^=^ gravi-tas: es decir donde luiy la
idea del tema. No podían formarse mejor los abstractos.
Aurelio. — En Eúskera se forman nombres parecidos, pero concre-
tos todavía: gari-ta = trigal, donde hay trigo, esku-ta = puñado^,
a-^-ta = acto de coger, eskuka-da = mana-da, burdika-da =^ carreta-
da. TaJ es el origen del -ada castellano, bofetada, cascada, cabezada,
es decir donde hay... Pero lo que hay es que el sol está trasponiendo y
nosotros seguimos muy sentados, aunque hasta coger el tren en la in-
mediata estación nos queda una buena media hora de camino a pie.
— ¿Qué tal, don Julián? — dijo Pablo, mientras se levantaban y se
disponían a partir — . ¿ Sirve para algo mi Bascuence ?
Julián. — Confieso que no había dado en tales relaciones del Eúskera
con las indo-europeas. Aunque no me doy por vencido, me barrunto
que en esa comparación hay algo que merece la pena de estudiarse.
Cari-OS. — No algo, sino muchísimo. Mi amigo don Aurelio suele,
¿ar siempre estas sorpresas ; pero la de hoy ha sido para mí toda una
revelación. Me ha abierto desconocidos horizontes para explicar las.
lenguas indo-europeas. La metáfora de esqueletos es propísima. Núes-
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO 89
tras lenguas están llenas de cuñas inexplicabües, de sufijos medio ro-
tos, confundidos, quiero decir degenerados en el sonido y tn la signi-
ícación ; son un cementerio, o mejor un yacimiento de huesos desen-
'Cajados pertenecieantes a anima'les de Otra edad. Y !o que más es: don
J^urelio ha sido para mí el Cuvier de la lingüística, ha reconstituido
«I esqueleto con esas piezas informes, merced a su Eúskera.
Con estas y otras ponderaciones, que don Aurelio aitribuyó a ga-
lanterías de su buen amigo, fueron caminando hasta Ja próxima es-
tación. Don Pablo no cabía en sí de gozo. Don Jullián marcha;ba cabiz-
bajo y algún tanto mohíno: era basoófilo, pero esias investigacio-
nes de don Aurelio le echaban abajo todas sus teorías. Estaba dis-
•puesto a refutarle, pero en toda regla. En fin, que se convinieron en
reanudar la discusión al día siguiente en casa de don Aurelio, donde
•con los libros necesarios en la mano — pensaba para sí el sabio fran-
cés— no le he de dejar pasar tantas generalidades, tantas comparacio-
nes vagas y tantas sandeces de una lógica que ya pasó, y que con
razón han sepultado los modernos, porque sólo sirve para confundir
'los cerebros y enredarflos con sofismas escolásticos. Pero don Aureíio
•está muy lejos de ser un escolástico : se atiene a los hechos, aunque
sabe razonar sobre ellos, como verá usted, don Adolfo, por el Diálogo
siguiente.
DIALOGO 11
El Eúskera y las demás lenguas.
Julián. — ^Tiene usted, don Aurelio, una bien pequeña biblioteca,
.-como decimos allá en nuestra bella Francia, para hablar el lenguaje
•del Roland, que estoy hojeando.
Aurelio. — ¡ Ja ! ¡ ja ! ¡ ja !
Julián. — ¿Qué íe ha provocado esa hilaridad?
Aurelio. — 'Amigo, usted en su buen París, para emjplear yo tam-
bién alguna frase, no de un cualquiera de por ahí, sino del gran Na-
•poleón, tienen por suya la gran Biblioteca Nacional; nosotros, en este
■comienzo del África, tenemos que contentarnos con cuatro libracos, y
>más tratándose de una biblioteca lingüística; aquí no se encuentra una
obra de este género por un ojo de la cara.
Julián. — iSí, bien lo veo; apenas si llegarán a veinte los libros que
tiene usted aquí escritos en español ; todo se vuelve alemán e inglés,
algo de francés, y textos originaJles en lenguas orientales y clásicas.
Aurelio. — Y sin embargo en español se han escrito la mayor par-
te de las gramáticas de lenguas exóticas, sobre todo americanas.
Julián. — Y a 'propósito de lenguas americanas... — decía entre li-
igero y pausado nuestro francés, mientras tomaba asiento junto a su«
<demás compañeros, quia ya conoce, amigo Bonilla, por el otro diálogo—.
90 DIÁLOGOS FAMILIARES
¿qué le parece a usted, don Aurelio, de da tentaitiva de la companación-
entre las lenguas mejicanas, emprendida por el señor Pimentel? — Y en
el entretanto abría y cerraba con cierto desdén autorizado cada uno de
los tres tomos que había cogido y tenía en las manos.
Aurelio. — Y ¿qué quiere que le diga yo, si no concreta usted algo
más la pregunta?
Julián. — ^A este buen señor le pareció que no había más que abrir
las pobres Gramáticas que tenía sobre la mesa, para hallar afinidades,
que oíros no han visto disponiendo de más copiosos materiales.
Aurelio. — 'Es verdad que todavía no se han hecho esitudios compa-
rativos sobre las lenguas mejicanas, como los que poseemos sobre las
I-E; pero para dar con afinidades lingüísticas no son menester todos
esos protocolos que tenemos acerca de nuestras lenguas de Europa ;
basta, don Julián, abrir esos cinco tomos en pasta verde de Friedrich
Miiller, que tiene usted a su derecha... un poco más arriba..., y yuxta-
poner cada uno de los fenómenos gramaticaües de las diversas lenguas
para dar al punto con ellas.
Julián. — ¿Qué dice usted? A no ser con esa varita mágica del Bas-
cuence, que usted emplea, no creo sea fácil hallar afinidades, no digo
entre el Inuit de los Esquimales y el Jagan de la Isla de Fuego, pero
ni aun entre las lenguas Sonoras y el Nahuatü, por lo menos las afini-
dades que halla este buen señor.
Aurelio. — Pues la afinidad de estas dos últimas familias la vieron
ya el padre Ribas en su Historia de los triunfos de nuestra sarita fe
y el padre Ortega en su Vocabulario de la lengua cora. Es verdad que
dudaron del parentesco de estas dos familias lingüísticas Vater en su-
Mitridates y el mismo Buschmann ; pero Balbi y Charencey, ambos su»
compatriotas, no tuvieron duda alguna.
Y si mi pobre sentir va'le algo al lado de nombres tan respetables,,
no ya las Sonoras y el Nahuaítl, sino el Inoiit y el Jagan diré que pro-
ceden de un mismo origen : de modo que PimenteJ se quedó muy corto
en sus comparaciones y entronques; tan lejos estuvo de mostrarse en.
ellos exagerado.
Julián. — lEsa era la frase que yo me esperaba, y no hay duda que
el Bascuence hará aquí su papel.
Carlos. — Díganos en resumen, don Aurelio, algo en que haga tam-
bién su papel el Bascuence, puesto que para eso hemos venido y yo
tengo, como usted ve, mi lápiz y cartera en mano, pronto a tomar
alguna nota.
Aurelio. — .Don Julián, hágame el favor de tomar junto a sí esos
cinco tomos de Müller, que yo le diré por dónde ha de abrir, según
canten aquí mis mamotretos : ¿ qué fenómeno gramatical quiere usted
que estudiemos?
Julián. — .Hombre, yo..., pues el yo, ¿a qué andarse divagando?
Muéstrenos el Bascuence con su ni, nik, neu, ncuk la razón y el origen
del yo entre las lenguas americanas; a ver qué parentesco tienen en-
tre sí y con el Bascuence.
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO 9I
Aurelio. — Yo esperaba me propusiese otra cuestión más .peíiagtida:
los pronombres son cosa de coser y cantar; en todas partes son unos
mismos.
Carlos. — .Pues no me pareoe malo el asunto: los pronombres son
de esos elementos esenciales y primordiales del Jenguaje, tan intere-
santes para 'la lingüística, que por ellos deberían comenzar los turistas
ingileses a encabezar sus Vocabularios.
Particularmente la primera persona, el yo, es en las lenguas uno
de «sos elementos incomunicables, que pertenece a la masa de la he-
rencia de Jos ipueblos. ¿Qué menos puede saber un hombre que de-
cir yof
AuRELio.-^Es la pura verdad: cada lengua debe de poseer su yo
a teneris unguiculis, y teniendo su yo propio y usándolo todos los día»,
es mora'lmente imposible que ninguna lengua vaya a mendigarlo de
otras.
Se puede tomar prestado eí café, el té o el tabaco, y con ellos los
nombres, que no fa'lttarán en el rótulo de la expedición; ipero el yo no
se trae de fuera, cada cuaü lo lleva consigo, basta ser quien, aunque
no tenga uno donde caerse muerto.
Carlos. — ^Pero por lo mismo, creo yo qu€, así como las lenguas que
tengan una misma raíz ipara decir yo ipueden y deben ponerse desde
luego en una familia, así este pronombre (por su continuo uso ha de-
bido de sufrir grandes cambios y modiücaciones: aun einitre lenguas
emparentadas no sería difícil que eil yo no guardase ningún aire de
familia. Sin dos estudios comparados no es fácil reducir a un núcleo
común primitivo las formas del yo en Sánskrit, Latín, Armenio e In-
glés, por ej., aham, ego, es, I.
Aurelio. — Aprovecho la ocasión de habernos mentado usted esas
formas indo-europeas, don Carlos, para prevenirles que en Eúskera
yo se dice ni o ncu, y como agente nik o neuk; pero que nosotros se
dice gu, geu, agente guk, geuk.
Antonio. — Y ¿a qué viene ese doble núcleo para una misma per-
sona? ¿No bastaba para expresar el nosotros añadir la notta de plural
al ni del singular?
Pablo. — Don Antonio, d nosotros no es un plural del yo.
Antonio. — ¿ Qué me cuenta usted ? Desde la escuela tengo yo apren-
dido por d Epítome que los personales son tres, yo, tú, él, y sus plu-
rales correspondientes nosotros, vosotros, ellos. Además, o poco en-
tiendo yo de etimologías, o el nosotros y el nos, como el vosotros y el
vos y el ellos, illi contienen la nota -s de plural, y la -i la última de
estas formas.
Pablo. — ^Ni habrá nadie que le niegue entrambas cosas, y sin em-
bargo insisto en que d nosotros no es .plural dd yo.
Antonio. — ^Eso quisiera yo que me explicáredes, que me place.
'Pablo. — Nosotros no equivale a varios yoes, sino 3. yo y algunos
otros no yoes: luego nosotros no es (plural de yo, y las lenguas que
92 DIÁLOGOS FAMILIARES
han formado el nosotros añadiendo la nota de plural al yo han faltado
a la lógica,
Aurelio. — Y no menos 'las que han añadido esa nota a cualquiera
otro núcleo personal, no empleado para él yo, por ej.: el Griego iÍh-sTí;
del núcleo gu.
Julián. — 'No olvide, don Aureilio, el nosotros inclusivo y el exclu-
sivo de algunas lenguas, por ej., de las Melanesias.
Aurelio. — Insisto en lo dicho, aun teniendo en cuenta esa obser-
vación; pero, como decía, en todas partes hay dos núdeos para la
primera persona, y es menester coiioceríos desde ahora para no ver
dificultades donde no las hay: estos núcleos son ni = yo y gu = nos-
otros, que, sin embargo, veremos emplearse a veces por el yo, como, por
ejemplo, en I-E: aham, ego, ez, I.
Carlos. — Ya desearía yo ver la explicación de estas y otras formas
indo-europeas; pero no quiero interrumpirle a usted; siga, don Aure-
lio, y hablemos del primer personal entre los Americanos.
Aurelio. — Abra, don Julián, el segundo tomo por la página 197 >
lea la primera persona del singular en varias lenguas.
]\jLikü. — Kri: nita, nira, nila, niya.
Odjibwe: nin.
Algonkin: nin.
Mikmak: nil.
Lenni-Lennape: ni.
Estas lenguas derivan del Bascuence, o es que tengo los ojos en-
candilados y no leo bien...
Aurelio. — Lea ahora los prefijos posesivos y verbales.
Julián. — ¿Página...? ¡Ah...! sí, página 198: para todas estas len-
guas leo aquí ni- o n- como prefijo posesivo. ¿Y para el verbo?
Aurelio. — Lea y traduzca las primeras palabras, aquí...
Julián. — ¡Ah!, vamos: pues nada, que son los mismos priefijos, es
decir, ni-, n-.
Aurelio. — ¿ Necesitamos averiguar cómo y por dónde a las formas
separadas se han adherido -ta, -ra, -la, -n?
Julián. — Por mí, no hay necesidad: el ni bascongado esíá mani-
fiesto, sobre todo como prefijo, es decir, cuando no se prestaba a esos
aditamentos, que recibió la forma separada.
Carlos. — iNo se moleste usted, don Julián, en verificar las citas, y
que nos lea sencillamente don Aurelio sus apuntamientos.
Aurelio. — Bien, oigan ustedes:
Selich n-tchatchna, prefijo i-n o n-, Kcchi no, Nctcla no, Tesuque
na-h, Keres hi-no, Caigua no, Kiz no-ma, Sahaptin i-n. Plural nu-n,
Yakuna ne-s, nech, Qiinuc nai-ka, sufijo verbal -no-, -nok, Walawala
nai-ka, i-n-k, i-no-k, sufijo posesivo -na-nm y -nm, en Plural na-mak.
na-pinik, Cahuillo ne-h, Chactav a-no, Colocho sufijo verbal -ni.
Jui^iÁN. — Han notado mis oídos un sonido paladial final detrás del
ui, y debe ser ,1a -k del ni-k bascongado.
Pamx). — lEs realmente maravilloso el que por aquellas tierras de
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO
93
la América septentrional tengamos nai-ka e inok, que suenan como el
Hebreo anoki.
Carlos. — Y ¿de dónde proviene esa -k?
Aurelio, — Esa -k, don Carlos, €S el cuerpo del delito, que se en-
cuentra en muchas lenguas para indicarnos la procedencia de la pri-
mera persona.
Efectivamente, en ninguna parte, fuera del Eúskera, tiene explica-
ción esa k; en Eúskera es la cosa más obvia: esa k es de agente, y
■que no se añade a'l ni, ncu, como al gu, geu, o ail zu, zeu de segunda
persona, o a cualquier otro pronombre o sustantivo, más que cuando
de hecho hacen papel de agente en la frase.
Carlos. — ¡ Esa es una verdaidera revelación, don Pablo ! ¿ Es ver-
■dad lo que acabo de oír?
Pablo. — Don Aurelio no dice más de lo que hay.
Aurelio. — ^ Antes de pasar a Méjico voy a leerles una lista de las
lenguas septentrionalles americanas en los Comparativo Vocabul-aries of
ihe Iridian tribes of British Coiumbia (W. Fraser Tolmie), Apéndice 3.":
Lenguas.
ya.
Lenguas.
yo.
Ohimsiara
NEnío
Oíahaptani
^t-NUK
Delaware
NI
Cuiha
NV-kiia
Chauni
Ni-Za
Majave
imata ni-ats
Chimuc
m-ka
Chimarico
NU-Í
Comanche
NE-tsa
Netela
NO
Chemeueni
NUU
S. Gabriel
NO-WÍÍI
Cahuilla
NEH
Karok
NA
Kechi
NO
Coco-Marico\pa
í-Ni-a/í
Kioway
NO
Diegueño
NI -oí
Navajo
NI
Nek-kuh
NE¿, NEée
Cuchan
Ñi-aí
Chokoyem
^O-NI
Kiwomi
hi-No
Wimtun
NI, NE, NE-Í.
En la misma
obra se encuentran:
Haichilla Sept
NEI-c/lo
Chinuc
M-N-5
Hailzuk Sept.
H'Ei-semo
Bilhula
t-N-c/l
Kwiha Sept.
NU-éí<a
Tinné
Ni-ywn
Likwiitoh Sept.
NU-^ííam
Selich
w-N-í/iim
Kwichin
u-^-tsa, w-N-c/ta
Sahhaptani
¿"i-NU-fe
Para el plura
1, nosotros, hallo las formas:
Chimsiam tip-sv-
■m 0 NE-ííWtí
Kwakiul Nv-kuan-nuh y lív-kuin-tuh
Cheheilis e-m-m
Chinuc í{-NEí«t
y Ni-jot^o
Tinné ni-nkont-lan, u-s-iLtit
Chahaptani NA-mw¿.
94
DIÁLOGOS FAMILIARES
Julián. — Todas esas lenguas, desde Méjico para arriba, parecen te-
ner un común origen: no es fácil explicar ciertos sonidos que se han
añadido al núcleo ni; pero para el caso tampoco es necesario.
Aurelio. — ¿ No ha notado usted que a veces suena un prefijo e-, h-^
i-* Recuerde el z-go del Latín.
Julián. — Si, pero ese prefijo será inexplicable.
Aurelio. — Ahora nos detendría demasiado ; pero en otra ocasión
veremos cómo no lo es de hecho.
¿Cree usted don Julián, que la familia sonorense, comprendiendo
el Náhuatl, tenga algo que ver con las lenguas que hemos recorrido?
JULI.Á.X. — ^No conozco autor alguno que las haya emparentado ; pa-
recen de razas distintas.
Aurelio. — ^Oigan, pues, un extracto de la primera persona sacado
de ese mismo tomo de Müller:
Lenguas.
Pers. separado.
Suf. poses.
Sufijo verbal.
Náhuatl
NE, üEhua
NO-
NI-
Tepehuana
a-NE
i-N-
a-ne-
Pima
a-NI, NI, NU
NI-
a-NI, NI, NU
Cahita
ni, NE, Nl-^t, NE-he
i-n-
NI, NE, NlAt NE/te
Cora
NE
NE-
NE
Taraumara
NE, KEkhe
NE-
NE, NEKHE
Eudeve
NI
NO-
NI
Opata
NE
NO-
NE
Comanche
NE
NEA-
NE
Pablo. — A la verdad no creía tuviese tal trasoendencia aquel dicho
de algunos autores de que el Bascuence había que emparentarlo con
las lenguas americanas.
Carlos. — Mas no vaya usted a creer que esos autores vieron las
afinidades quie nos ha mostrado don Aurelio; su dicho sólo se refería a
la estructura general polisintética, de reunir en una sola forma varias
raíces y notas modificativas, es decir, al sistema aglutinativo más exa-
gerado. Y si no, no tiene usted más que hojear ese tomo de Müller y
el tomo donde habla del Bascuence: ni una sola afinidad verá usted
consignada entre ésta y las americanas.
Julián. — Lo cual es ciertamente de maravillar, teniendo a mano
tanitos marteria'les y redactando las gramáticas compendiadas de todas
esas lenguas.
Aurelio. — ^Pues a mí no me maravilla; ]x>rque ¿qué quieren ustedes
que les diga? Tal es el si.stema moderno: admiraMe y paciente en in-
vestigar los hechos particulares y en analizar los úiltimos átomos de
las palabras, pero corto de vista para echar una ojeada sobre el con-
junto: por lo mismo que mira sin pestañear las más imperceptibles
menuderKÍas con el microscopio de una crítica delicada y severa, no
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO
95
!e queda tiempo o le faltan vuelos para remonitiarse a miras más ge-
nerales y levantadas.
No sólo no consignó MiüUer ni una sala afinidad entre el Bascuen-
ce y las lenguas americanas ; pero ni aun entre las mismas america-
nas vio el origen común, por ej., de 'la primera persona.
Si la ciencia consiste, según parece, en hallar lo universal entre la
infinidad de casos (particulares ; si consiste en ver la unidad, que traba
invisiblemienite y sinitetiza lo mülitiplle, ía obra de Friedrich Müller
tiene poco de científica, es más bien un museo de formas lingüísticas,
en el que, cual infatigable herborizador, ha ido allegando y juntando-
una riquísima colección de ejemplares. Pero esos ejemplares están por
clasificar, y ese museo, más que museo científico, es un almacén de
droguero.
Pero sigamos, si les parece, nuestro estudio y vengamos a las de-
más lenguas mejicanas, que todo el mundo opina no tener entre sí re-
lación ninguna ; d «t = yo nos va a probar lo contrario :
1.* p. Sing.
Separada.
Posesiva.
Tarasco
Popoloco
Seri
Chuchon
Misteca
Zapoteca
Mixe
Quiche
Mame
Huasteca
Poconchi
Maya
Matlasinga
Otomí
Mazahua
Í-NIA
NA-u (= nosotros)
SiA-ja, íiK-jaña, a-ja
NAA
N, NÓ-tS
NU, tn-NU
ai-N
NA-NA
Í-N
/t'-N
-NI (verba!)
-i-N
-NO (nuestro)
>í6-ts
NU-, Í-N
Ni-, NO-, NU-,
NA- (P. ReYNOSO)
NU- (itermin.)
í'-N-
Nl-ie-, NI-/M-
MA-
MI-, MI-... -ME
En Zapoteca -a == mío por pérdida de n-, como dice Müller, -tío-
= nuestro, na = nosotros.
En IVüaya además en, /-en, Pl. /o-on; el Dual en Maitlasinka es in-
beti, iN-betu, Pl. IN-&0, líi-bote, is-botu; d plural en Otomí íiu-ga-khe.
El plural nosotros en la mayor parte de esftas lenguas pertenece al
tema euskérico gu.
Carlos. — Bastta, don Aurelio, para la América septentrional : ha
aducido usted las principales lenguas, y más de las necesarias, para
quedar completamente convencidos — por 5o menos yo lo estoy — de
que en la mitad de la América eJ yo es ni, nik, neu, neuk del Eúskera.
96
DIÁLOGOS FAMILIARES
Las lenguas de la América meridional han dicho algunos que pro-
ceden de la Polinesia: ¿qué le parece a usted?
Aurelio. — Asi lo han afirmado algunos autores; pero el Bascuence
dice otra cosa, puesto que nos las va a unir con las de la América sep-
tentrional por medio del dichoso ni = yo.
Hablando Steinen de la numerosísima raza de los Araucos o Arua-
cos, ¡ndigenas de Venezuela, la designa a veces con la voz genérica nu,
que es el prefijo de la i." persona, usada en las lenguas de todas aque-
llas tribus. Así lo dice Reclus en su Geografía Universal. "En todo el
Occidente de América — añade ipor su parte Gatscliet — la /.* p. suena
>E, NU, NA.
Carlos. — Para dar tal nombre a la raza, muy común debe de ser el
NU entre ellos para expresar la i.* persona; y esto bastaba para pro-
"oarnos usted su tesis: nu viene naturalmente de ni, siendo tan ordi-
nario el cambio de i en u.
Aurelio. — ^^Sobre todo junto a una nasal, que oscurece naturailmente
a las vocales.
Carlos. — Pero si esos pueblos pueden llamarse nn, todos los de la
América septentrional pudieran con la misma razón llamarse ni.
Aurelio. — Y aun todos los pueblos del globo.
Julián. — Un poco difícil lo veo esto último; pero, en fin, léanos lo
<jue usted tenga en esa larga lista que veo en sus manos.
Aurelio. — Dejemos, pues, la raza arauca o aruaca, y oigan esta
lista de las principales lenguas de la América meridional :
l.* p. Singf.
Mojo
Bauro
Maipure
Calinago I
Caribe j
Mosquito
Yunca
■Quichua
Aimará
Chiquito
Cogaba
Bo-tocudo
Pueblos
Tupí-Guaraní
Chilidgu
Separada.
Afij. poses.
Afij. verbal.
Ñu-fea, Ul-ti
íii-ti, iJi-tiye
mj-ya, ka-'SA
í-NU-ra, uu-koya
NU-
NI-,
NU-
N-
N-
N-
MO-rn
í<i;-ka, Ño-ka
NA
Oc/t-Ñl
NA-.S, HA-Ski
fil-k
íiV-kua
>iA-nde (Pl. inclusivo).
i-u-ke Ñi-
-^-tchkhik (Pl. indus.)
NA, NAKA
Ñ-, ÑA-, ÑU-
NA-, NA-fe/lI
mi-Ñv-k
NU-, N-
NI-, N-
NU-
N-, NA-
-NE, -NI
o-N-, -ei-ü
-XI
-NA
Ñ-, ÑA-, ÑU-
NI-
NA-
-N.
Me había olvidado el Timucua de la FHorida, que tiene ho-ni-he,
posesivo -NI, -NA, verbal ni-, n-.
I-as formas na con -o se explican por las ña, donde la i se ha con-
vertido en palatización de la n, es decir, en la tilde de Ja ñ.
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO 97
Si se advierte bien, en los prefijos y sufijos está más intacto el nú-
dico ni, y en las formas separadas reaparece la -k, que hemos vista
en la América del Norte.
Los afijos -ra, -koya del Calinago, -ti del Mojo, ka- del MaiipurC;,
c-, ei- del Yunca, ach- del Chiquito son comunes a los demás perso-
nales, por tanito, no pertenecen al núcleo de la i.* persona.
Julián. — iNo acabo de admirarme de que MüUer no cayera en ia
cuenta de una afinidad tan clara y manifiesta, Don Aurelio, usted ha
ido escogiendo, y se ha dejado otros yoes que no vienen del ni.
Aurelio. — Sí que me los he dejado, pero es porque pertenecen al
núcleo gu; fuera de estos dos núcleos no hay otro para la i.' persona.
Y ya que me dice usted que me habré dejado otras formas, añadiré
que las aducidas están tomadas de MüUer ; que si fuera a citarles otras
de otros autores, sería nunca acabar, y aun de las de Müller me he
dejado no pocas, de 3as cuales citaré algunas, si les parecen necesarias-
para confirmar una tesis harto probada ya con las aducidas.
Así en Calinago n- es prefijo posesivo: N-aku = mi ojo, y noten,
que aku es el ocu- Latín, cuyo diminutivo ocidus es eJ únicamente
usado.
Hervás dice que la primera frase que oyeron los Españoles al pri-
mer Mojo que encontraron fué Nuka multa = yo sarnoso, y que de aquí,
provino el llamarse mojos a toda la nación {Catálogo, I, pág. 246).
En Mosquito -ne es sufijo verbal : sanras-i^E = estoy yo enfermo^
¿flíífef-s-NE = YO hago.
Julián. — ¿ Qué me dice usted de la forma MO-tn dd Yunca, que ha
chocado a mi oído ? Esa m se parece a la I-E de me, \ii, etc.
Aurelio. — lEsta m procede de n, pues la ñ de -iñ, que cualquieía
tendría por el núcleo de la i.* p., es común a los demás personales. Se-
mejante cambio es raro y excepcional en América: ¿quién se atreverá-
a decir, por tanto, que d sonido primitivo es allí m y no nf
Carlos. — Nadie, ciertamente.
Aurelio. — 'Si los pobres Yuncas hubieran escrito de Gramática, lo-
hubieran, sin embargo, afirmado: tal han hecho los gramáticos euro-
peos a'l ver en nuestras lenguas la m, a pesar de darse igualmente la
n; todo por no querer en sus investigaciones salirse de la familia I-E.
En Quichua el plural indusivo es ÑOKA-ntchkhik, el exclusivo, ñoka-
iku, el posesivo -i, plur. incl. -n-tchkik, exclus. -ikui, que es del tema
gu, como -i y el plural separado; en el verbo -ni: lama-i = mi llama, apa-
Ni = YO llevo, pero la n no parece pertenecer al personal, pues es co-
mún a las demás personas.
En Aimará el pl. exclusivo es na-na-ka y d inclusivo pertenece al
tema gu.
En Chiquito d prefijo posesivo ñ-, Pl. incl. oñ-; uñ-; o ña-, Pl. del
tema gu; o ña-, Pl, inclus. ma-, ñu-; el prefijo verbal es Ñ-, Pl. í¡¡-o-,.
iM- o ña-, Pl. ma- o ñu-: Müller conviene en que d tema primitivo es
Ñi ; aunque no acertó al añadir que de él salieron todas las demás for-
mas, que salen propiamente de gu.
98 DIÁLOGOS FAMILIARES
En Cog-aba Pl. NAS-an = nosotros, HA-ui-khi = nuestro; en Boto-
cudo posesivo «ií'-ñuk, nemm¿.
En Chilidgu el Dual es iNtchiu, H. iNtchiu, poses. Ñi-^ Pl. i-ü-, ver-
bal -N Pl. í-Ñ.
Etcétera, etcétera : los pocos plurales formados del tema ni con al-
guna nota pluralizadora muestran que tal formación no es del len-
guaje primitivo; efectivamente, en buena filosofía ya ha dicho don Pa-
blo que nosotros no son muchos yoes, sino yo más algunos otros fuera
«de mí.
Carlos. — iSiegxin se desiprende de la comiparación hecha, los Ame-
ricanos todos pasaron aJ nuevo continente por el estrecho de Anian,
y en ese caso Qas lenguas detl Nordesite de Asia deben de parecerse
mucho a las americanas.
Aurelio. — Ya es una opinión comprobada: ¡a cadena de islas e is-
lotes de las Aleutinas une los dos continentes, y cuando el mar está
helado se puede pasar a pie o en trineo. Por lio menos la afinidad
de las lenguas que acabamos de mlencionar es indudable. Echando una
simple ojeada sobre el primer personal de las de Asia bastarán los
cj'cmpflos sigTJíientes en su abono: Aleuta nu-m, í^v-s, posesivo -n, ver-
bal -N, -t-N, -a-N; Esquamal uzva-'SA con el demostrativo uwa = aquí,
común a los demás personales, el posesivo -zv-ne, el verbal -w-'Nu-k; Aino
a-No-KAi = nosotros, posesivo -e-'n, verbal -ma ; Coreano na, nai, naika ;
Motor NE, Quasi-Qumuc na, Mikir ne, Cari-Naga ni, Tetenge ne, Casia
VA, Pl. NI, Chino N-^o, antiguo no, Burman na, ^-ga, PL ya\-to, Camboya
NO a-Ñ, PH. ieti--Ñ-g, Garó o-na, Dapla no, Tibetano na, ñ y-a, ne-í/, neh,
NO-J, etc., Sinhalés mama, acus. ma, etc., con la modificación w, que
también hallamos ya en Jukagiro, Chukcho, Coriaco y Canchada!.
Si no temiera molestarles les leería una doble lista de la primera
persona en 17 lenguas dravídicas del Sur de la India y en otras 17 de
la India centraJ, y otras "/y anarianas del Indostán, todas con el mis-
mo núcleo ni. La primera la pueden ver en parte aquí en Caldweld,
pág. 310, y las otras están tomadas de Hunter en la pág. 312: las no-
tas de plural son conocidas.
Pablo. — Y en las I-E ¿qué formas conservan la n, don 'Carlos?
Carlos. — ^H Latín en no-s, no-&ü, ifo-stri, Vío-strum, no-ster, el
Zend en el acus., dat., gen. ne, no; el Sánskrit en el dat. acus. na-í,
I>ual NA-i<; el Antiguo irlandés en e!l Pl. M., etc., el Esílavo en eJ acus.
kü, instr. NA-7ni, dat. na-wim, gtn. loe. nk-su; el Prusiano en nov-mans
dat, gen, nou-jo«; el Armenio en d instrum. í-ne-w dat. í--ííe.-j, ablat.
»-NE-n; eil Griego en el Dual vd», von, vmiv, voJv, etc.
Aurelio. — El nominativo ni se ha perdido en el Singular T-E sus-
tituyéndose con el tema gii. pero el Duajl y el Plural se formaron de
él con los sufijos correspondientes; en los casos oblicuos está el tema
derivado me-, ma-.
En cfl sufijo verbal la i.* p. Sing. es a veces -n, a veces -m:
«oiTj-v, tJ-v, t'pepo-v = abhara-m, "zpifoi-^i = tps'fot-v, kara-mi Sánskrit
= koru-n' Mahara*i, do-m Sajón; ga-^, sta-u. Eslavo ima-Mi, bcru-tt\
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO
99
Antiguo Alemán to-u, tua-u y íí«i-n; en ed imperativo védico ¡La i.* p.
es -ni.
Para e.xiplicar el cambio de n en m tendría que hacer un estudio
demasiado profundo de este personal en las Ural -altaicas y en las Cau-
cásicas.
Carlos. — iNi es necesario por el pronto para probar que el núcleo
primitivo es n y no «i; contra el parecer hasta el día de los Gramáti-
cos y contra el mío propio está todo el peso del continente americano
y parte ded Asia.
Aurelio. — .Además, que no podrán traer bien probada una n que
derive de m, mientras que lo contrario es un fenómeno muy obvio: la
oscuridad de la nasal, sobre todo final, lleva a cerrar la boca y a con-
vertir en m la n.
Carlos. — 'Ya quie hemos llegado hasta aquí, no deje usted, don Au-
reiio, de darnos alguna ligera idea de la primera persona en las len-
guas de África y Oceanía: el señor don Julián, está bastante enterado
en algunas de ellas y le podrá ayudar, si usted se cansa.
Julián. — De las lenguas camitas y semíticas puedo yo, es verdad,
decir algo; en las semíticas, tenemos:
Forma separada.
Sing. PL
Posesiva. Verbal.
PI. (y obj. verb.) Sing. (obj.) Pl. (suj.)
Árabe
áNá
ONÍ
NA/'/l»
najhaü, aNQ
-Ná
-Ni
-Ná
Hebreo
í ,
áNoKl
ONAJHnÜ
-NÜ
-Ni
-NÜ
Caldeo
ONá
NAJH«á, ONA H na
-N, -NA
-Ni
-NAN,
-NA
Siriaco
ENÓ
a-NAH^ asAjnnan
-N.
-Ni
-NAN,
-NA
Asirlo
CNáKÜ
Ni-NI
-NU
Fenicio
ONEK
Etiópico
ONA
NEjHna
-NA.
-NÍ
NA-
Samaritano
aNAKE
ONA», aNAJHNA
Pablo. — ^Hemos vueflto de lleno al tema ni y a veces con su k-,
inexplicable fuera del Eúskera.
Julián. — No se apresure usted, don Pablo: esa a- precedente en
a-noki, etc., hay que explicarla.
Pablo. — ^Será eil prefijo, que ya hemos hallado en algunas lenguas
americanas.
Julián. — ^Aquí lies quería yo: ese prefijo no es una mera vocal,
es an-, al cual se añade el núcleo de la primera persona, que es sim-
plemente -i, como se deduce de Jos sufijos posesivo y objetivo ver-
bal singular, ej., het-i = mi casa.
Pablo. — Pero ¿ve usted que eí mismo sufijo en plural es -nu, y
que el sufijo verbal singular es -ni en todas estas lenguas, y en el plural
-NU, -NA?
loo DIÁLOGOS FAMILIARES
Nada tiene de extraño que la forma separada sea difícil de analizar,
hallándose en ella un prefijo, que usted dice ser an-, pero que bien
pudiera ser o- simpílemente.
Julián. — Está fuera de duda que el tal prefijo es an-: se ve por
la segunda persona an-ta.
Pablo. — Bien, y entonces ¿qué dice usted del -ni sufijo singular
posesivo ?
Julián. — Que tiene la misma n-; perdida la a-, y por núcleo per-
sonal simplemente í.
Aurelio. — Toda esa confusión proviene, don Julián, de creer usted
que el sufijo posesivo singular -i tiene d mismo origen que los demás
sufijos. Esta -t viene del tema gu, lo mismo que la a- verbal.
Julián. — Esa derivación no es muy obvia, que digamos.
Aurelio. — No lo es, a la verdad; mas si tuviéramos tiempo de es-
tudiar el tema gu en todas las lenguas, quedarla usted plenamente con-
vencido.
Julián. — .Pero mientras no hagamos ese estudio...
Aurelio. — Nos bastará, sin acudir a Üas Altaicas gu, u, m z
las I-E -u, -o, yo, I Inglés, que vienen del primitivo gu, citar las for-
mas camitas, sin las cuales no se debe uno poner nunca a analizar
Jas semíticas.
Formas derivadas del núcleo gu:
l.'' p. Sinír.
Posesivo.
Verbal.
Egipto
-■j, -KU
-a
Copto
-i
-i
Tamachek
-i, -Hi-n
-^
Dankali
-i, ya-
-a, a
Bichari
-o
-a
Somalí
-ai
-a
Saho
ya-, yi,
-a, á
Bilin
yi-
-a
Chamir
yi-
-a
Galla
-KO
-a
Compárense el nosotros en Bichari UE-nen, cuyo nen es la nota de
plural, Biilin Yi-n, Chamir Yi-n, Galla KE-ña, y se verá que del KU
Egipcio y KO Galla salieron las otras debilitaciones por este orden:
Ku, hi, yi, i, d, a, las formas vivas g, ke, ku, hi, ko bastan para probar la
paladial etimológica.
Ahora bien, la -í posesiva y la a- de sujeto verbal en las semíticas
son las mismas notas camitas: luego -i, a- vienen deil tema gu; y no
hay que confundirlas con las formas ni, na, que nos ha citado usted,
don Julián, en un principio.
Julián. — Estoy conforme; pero y ¿qué deduce usted de aquí?
Aurelio. — Que no tiene usted donde fundar su opinión de que
d sufijo posesivo pl. -nu, -ni y el verbal -ni, ipd. -nu, -na tenga por mero
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO
lOI
núdeo personal -i, -a, de modo que la n- sea un prefijo extraño al mis-
mo personal. "Pudiera ser", dice usted sin más argumentos; yo en
cambio lie presento la n como sonido esencial del yo en todas las len-
guas que hasta aquí hemos recorrido y se lo presentaré en las demás
que nos quedan por recorrer.
Julián. — Permítame que le diga que entonces me convenceré; por
ahora insisto en que no basta el que esté esa n en América, en Asia y
en Europa para que de partí pris vayamos también a buscarla al África.
Aurelio. — ^No hay necesidad de irla a buscar; ella nos saldrá all
encuentro. Pero si este argumento no le convence hasta que nos
salga al encuentro en África y en Oceanía, tengo otro a su disposi-
ción. He dicho que las lenguas semíticas necesitan para ser explicadas
ddl auxilio de las camitas: tal vez por la profecía que todos conoce-
mos de que Cam ha de servir a Sem: veamos, pues, la primera per-
sona entre los hijos de Cam:
Singular. Plural.
Separada. Posesiva. Separada. Posesiva. Verbal.
Egipcio
flW-NUK
/Í'n-NUK
aw-Non
-en
Copto
'a-NOK, a-n-g
an-No?i
-en
Tamachek
KEK_, NEK-^M
-NI, -Í-N
nekk-en-id
-neg/í
N-
Tuareg
-NI, -Í-N
-NENER
Bichari
a-NE
-M
NE-,
Somalí
a-Ni, a-NiG-o
0«-NO
-en
NA-
Galla
,a-N
|a-Ni
ún-NAG-a
■U-NU
Dankali
a-NU
ti'E-nnu
NI-.
NA-
Saho
a-NU
na-nu
NI-, NA-
NA-
Bilin
a-N
Chamir
O-N
La nota de plural es la -n, que con -u nominal nos da a veces -nit.
Esto supuesto, se ve claramente que el tema es ni, neu, o con la -k de
agente; de aquí nii, no, ne; en fin, na.
El prefijo es a-, que en Egipcio se dobla eufónicamente; en ningu-
na otra lengua hay más que o-. Que la n no sea del prefijo, sino del
núcleo esencial del personal se ve, porque muchas veces, ya como su-
fijo, ya como prefijo, no está para el personal más que la n, por ha-
berse perdido la -i; además, sin prefijo ningfuno tenemos d simple-
personal NEK en Tamachek, Dankali, Saho.
En Somalí, en cambio, hay otras formas separadas con zva- = ba-,.
que es el ba, bay euskérico de afirmación, y está en el verbo afirmativo-
de algunas altaicas delante de todos los personales, en Bichari bar, el
ber del Eúskera; en fin, en Somalí además e-, i-, la e- de e-go: anigo
WA tagaya = yo estoy yendo.
I02 DIÁLOGOS FAMILIARES
Así tenemos: I. p. íco-n, ba-n, ya-n, H. wa-ií-no, ba-a-no, ya-n-no.
Igualmente se sufija la -n de i.^ p. a otras partículas: jhada-a == cuan-
do YO, etc.
Creo que si en ba-ti, wa-N, ya-a, jhada-íí la -n es la i.* per-
sona, queda suficientemente probado que lo es también en o-ni, a-N
del mismo Somalí, y en a-NOK del Copto, etc., y, por tanto, en las
semíticas.
Carlos. — No hay más que pedir: en las semíticas y en ias cami-
tas yo se dijo ni y de ni salieron todas las demás formas; la -n, -nu
es la nota de plural en entrambas famiüias.
Aurelio. — La -n, que se convierte en -im en Hebreo.
Carlos. — ¿ Pudiera usíed explicarnos d plural Árabe najhn y el
Hebreo anajhnu, etc. ?
Aurelio, — En Oran y Figuig, dialectos berberiscos, tenemos en-
nagh = nuestros, nagh = nosotros (acus.) NEj-in = nosotros (nomin.)^
a-NAGH = a nosotros (dat.), etc. De modo que nagh es el nik euskérico,
i- o en- sufijo, y -n plural: najh-nu Árabe consta, por tanto, de najh
el nik, y de -nu plural, a-NAjH-nw en Hebreo del prefijo o-, najh el nik,
y -nu pilural.
En ailgunas de las dichas formas berberiscas falta la nota de plural ;
pero no en Curara de la Libia, donde yo se dice nich, nicha, por nik
y nosotros = NECH-ni, NECH-win con -ni, -nin de plural; en Oran,
yo = nij, nosotros = NEj-tn, con -in de plural.
Carlos. — .Ahora le toca a usted, don Aurelio, desarrollar el primer
argumento contra don Julián, presentándonos brevemente el personal ni
en el resto del África y en la Oceanía.
Aurelio. — Entre las lenguas del Senegal, dejando otras muchas,
puedo citarles para el yo en Ewe nie, en Akra n = nio, y término
verbal, en Nupe na, n, en Bullón ia-n, en Vei n, na == mió, y como
sufijo, en Susu ni, en Mande ni, en Bambara n, nie, en Mende na,
nia, en Serecule n, i-n, en Basa ne, na, n, en Grebo no, na, n, en Kru
no, en Rubi (Fernando-Pó, lengua ya Bantu) ne, na, nke, en Efik «í-
-in =r nosotros = nu, no- Wolof = nie Bambara = í-n Serer =
n-telu Mande, etc.
En la Nubia nanu en Il-Oigob, o-ni := nosotros en Sandeh, en
Barí nan, &íc.
Entre las del Sudán baste recordar ni, na Hausa, /o-ne. <a-ni
Teda, posesivo ni-r = mió, -ni = mió en Kanuriy, ni = yo an, in Lo-
gone, etc.
En la gran familia Bantu e3 prefijo de sujeto agente o de término
vcrhal es ni- en la mayor parte de las lenguas, ngi-, nzi, ndi- en otras;
en todos los verbos hallamos ni- como sujeto. El personal separado
c<; intensivo y se forma duplicando el tema, ne-ne, ni-nye, etc., scc:ún
las lenpuas, o sufijándosc el personal a c-, i-, a-, como en las Caniitas
y Semíticas o-nve, j-ne, k-ne, etc. La misma -n se halla en los posesivos,
o enclilic del P. Torrend
Entre los Buchmanos. en Nusa yo se dice H y se prefija para la
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO IO3
posesión: iJ-kakhu = mi hermana, en Kham ííñ', í-ñ' o in', in y n- po-
sesivo y verbal.
Pasemos a la Oceanía. En la Melanesia las formas posesivas de
la I.* p. sing. provienen del tema gii; la íorma separada yo cuyo plural
nosotros es del mismo tema gu, véase:
Isabela, Machaga í-nau
Anuda í-nau
Araga kau, í-nau, au (perdida la n-)
Api ÑAU
Ambrym y¡i-a, ni, na
Mará í-nau
Erromango í-au
lana i-AU
Bauro t-NAu
Guadalcanar í-nau
Ulaua :-KAu
Anatom oi-nyak
Tarawa nai, Pl. NAi-ro
Jaluit NG-a
En Austria y en las Malayas y Papuas, la i.* p. yo:
Lenguas. Sing. yo. Plur. nosotros. Cas. oblic.
ÍLag. Macquarie
; NA-ÍOa
NE-cn
NE-, NA &a-N Verb.
Wiradurei
NA-ÍM
Nl-OWt
NA-
Kamilaroi
NA-j'a
NE-awe
Nv-le
Turrubul
) NU-fO,
'Ki-a
nv-le
Dippil
NIT-/0, NA-i
NU-/in
(Dual.)
-NA
Encounter
Bay
'NA-pe
NA-ne
-NA, -a-N
Adelaida
NA-ÍO
NA-dlu
-NA-
Parnkalla
NA-Í, NA-gO
NA-nil
NA-no
'Tasmania
UJ-na
Formosa
Mankassar
i- NA
NA-^¿e
NA-WO
lloco
-MI
Jbanag
-MI
Battak
-NA-Wt
Alfur
-MAí
Malgach
-NAí
Papua
-N, -NU
(Dual.)
-l-N-ko (Pl.)
El sufijo -to, tu indica relación de agente.
Fn las Polinesias tenemos el tema gu, lo cual muestra que no vi-
nieron a la América meridional desde la Oceania sus primeros pobla-
<Íores, como ya insinué.
104 DIÁLOGOS FAMILIARES
Carlos. — ¿Estamos ya convencidos, don Jiáian?
Julián. — De que el núcleo ni está en todas partes para el yo y de
que la n pertenece a ese núcleo en las lenguas semíticas, sí, señor ; pero
Un fenómeno tan daro y universal como éste me da mala espina.
Yo no sé cómo formular mi aprensión; pero no me deja tranquilo-
aquel argumento escolástico, o séase dicho vulgar, de que qiiod nitnis
probat, nihil probat. Sí, don Carlos, si ese hecho fuera verdad, sería.
probar demasiado, y yo me temo cualquiíer su^perchería de estos Bas-
cófilos. ¡ Que un fenómeno tan manifiesto no lo hayan echado de ver
tantos y tan graves autores como se han ocupado de lenguas I
Y i que ese dichoso ni, nik dure tan intacto en todas las lengfuas,
cuando sabemos que éstas han sufrido tantas perturbax:iones en el cursa
de los siglos y entre los vaivenes de tantas catástrofes de pueblos y
sociedades, y que precisamente se conserve mejor entre las naciones-
más salvajes de América, de la Melanesia y Australia, que no entre
los pueblos más cultos de Europa ! ¡ Vaya, que esto, don Carlos, es de-
masiado probar !
Aurelio. — No hay sobra ni mengua, don Julián, en mi prueba:
contra la evidencia de los hechos no hay otro remedio más que bajar la
cabeza. Yo no he hecho más que recogerlos. Los tiene usted aquí. Aquí
tiene usted a F. Müller, a Gabelents, a Castren, a Caldwell, al P. To-
rrend, a Barth, a L. Adam, a. /. Beames, a /. C. Buschmann, a /. Platc-
man, a Koelle, a /. Edkins, a Rosny, a W. G. Aston, a A. Ríddel, a.
B. H. Hodgson, a H. Brugsch, a A. Hanoteau, a Stern, a /. KIg~
froth, a F. Justi, a Bleek, a //. de Charencey, a Tschudi, a Brasseur
de Bourbourg, a Hunter. Los datos están tomados tal cual los ipresentan.
las Gramáticas: no he puesto como formas de la i.* (persona sino las
que en ellas se lee J.' persona.
Todas esas prevenciones que le detienen son ajenas al asunto y na
pueden herir ail argumento incontrastable de los hechos; tratemos, sin
embargo, de desvanecerlas de alguna manera.
Julián. — ¡ No !, es que yo le temo a usted cuando le veo armado
con su Bascuence.
Aurelio. — Dejemos, pues, el Bascuence, y así desarmado como us-
ted me ve, hablemos con sinceridad.
¡ Que siendo un fenómeno tan manifiesto no lo hayan echado de
ver los autores! Los autores, amigo mío, o no se han puesto a juntar
todos los yoes de todas las lenguas, y así no es lextraño no hayan visto
lo que no pensaron nunca en mirar, o estaban tan iprevenidos contra
la unidad común y originaria de las lenguas, que se han desdeñado de
comparar el yo de las diversas familias. Añádase que ninguno tenía
en su mano la llave de oro, que es el Eúskcra.
Don Julián, nos hemos acuartelado dentro del círculo lingüístico I-E,
no nos atrevemos a hacer excursiones a otras familias, y cuando las
hacemos, nos impide ver lo que veríamos la aprensión de ser lenguas de
muy diversa estructura, contribuyendo a ello no poco la falsa distinción
de lenguas monosilábicas, aglutinantes y flexionales, fórmulas que no
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO IO5
sólo están vacias de toda realidad y son meros espejuelos superficia-
les, que fabricaron algunos con materiales que ellos creian tomar del
aiiundo real, pero que sólo sacaron de sus cabezas, sino que han dete-
nido y retraído a todos los que hubieran podido compararlas y hallar
la verdad.
Julián. — ¿Y así deshace usted de un solo golpe la clasificación
•de las lenguas admitida por todos los modernos?
Aurelio. — Paciencia, don Julián, que ya llegará la ocasión de pro-
ibanle mi aserto (i) ; hoy no quiero detenerme, porque estamos fatigados
y deseo deshacer lias aprensiones que le quedan y he comenzado a
«deshacer.
Nada más obvio que los mayores inventos después de hallados,
•como usted sabe, y nada menos pensado pocos momentos antes.
Además, ese núcleo ni se halla, como hemos visto, revestido de más
formas que Proteo en las diversias lenguas, y revuelto en confusa mes-
-colanza con flas más corrompidas del núcleo gii; (era necesaria la apli-
cación del imán a esa mezcla para separar el hierro de los demás ele-
mentos, y ese imán es el ni, nik del Bascuence, que todo el mundo
•tenía arrinconado como un mueble pasado de moda.
Pero ¡ que ese núcleo se haya conservado tan intacto a pesar de las
.grandes transformaciones de la lengua !
Los que entran leni el campo de lá Lingüística con ciertas preven-
•ciones, como ésta y otras parecidas, y luego se nos vienen a echar en
cara a los católicos nuestra superstición y nuestro apego a la Biblia,
í>ien podían darse media vuelta sobre sí mismos y pensar un poco si
tío son esas más groseras y menos fundadas supersticiones.
Julián. — Sermoncito tenemos; no se podía menos estando en Es-
paña.
Aurelio. — ^Es cosa que no me agrada mucho mezclar la cuestión
religiosa con las materias científicas; pero, don Julián, cuando las ha-
llo mezcladas no puedo menos de echar mano de líos reactivos para
separarlas.
La mayor parte de los lingüistas modernos (mucho me cuesta de-
cirlo, pero no lo callaré) suponen la falsa teoría del salvajismo primi-
tivo de da humanidad como un hecho probado e inconcuso ; de aquí que
fantaseen infinidad de siglos, y por ende transformaciones inauditas
en la vida de las ilenguas.
Este supuesto no es una consecuencia deducida de los datos cien-
tíficos, verdaderamente científicos; es un postulado de los principios
antirreligiosos, qu(e han minado la sociedad actual y han penetrado
hasta los gabinetes de Bos sabios más concienzudos y serios: ved por
<[ué no puedo menos de ver en su didho de usted urna cuestión siemi-
Treligiosa por lo menos.
Julián. — No disputemos: usted cree en Jos pocos años que la Bi-
■blia atribuye a la vida de la humanidad y, por consiguiente, cree que
(1) Cfr. El Lenguaje, t. I, Cejador.
I06 DIÁLOGOS FAMILIARES
el lenguaje no ha sufrido tan grandes cambios y aún tal vez que no
se originó de los gritos brutales de los primeros sa-lvajes, sino que
nació completo de un golpe; yo creo lo contrario y conmigo está la.
ciencia moderna. Es inútil pasar más allá, yo no puedo admitir, ni si-
quiera permitir, se plantee esta cuestión, ya juzgada por la ciencia; ya
no puedo volver a las doctrinas de sus teólogos de la edad media.
Aurelio. — ¡ Vamos ! No se sonría usted tan inocentemente, don
Julián, que va a creer don Carlos que no habJa usted de esa ciencia
como lo siente. ¡ Pobre ciencia, y cuántos sambenitos le cuelgan !
¿ Cuándo ha dicho la ciencia, por vida mía, que el hombre lleva de vida^
todos esos siglos que se dice, y cuándo ha dicho la ciencia que las len-
guas han sufrido todas esas perturbaciones?
Julián. — Lo dice, amigo mío, y dejo la sonrisa y la broma a un
lado, lo dice la Prehistoria, la Historia con sus pirámides, la Antro-
pología y la Lingüística.
Aurelio. — Sin duda la Prehistoria, con sus edades de piedra y d«
bronce, que todavía no han terminado: porque es sobremanera gra-
cioso el que, ya que no se haya podido hallar el hombre terciario, y
no por falta de buenos deseos, se haga hincapié en el hombre de los
palafitos y de las cavernas, del mamut y de las armas de sílex, que
pueden ser de ayer, como lo son de hoy en algunas comarcas, aun
dentro de la cultísima Europa. Es como si en Inglaterra, creyendo'
ponderar mucho la antigüedad de un personaje, se dijera que había,
visto con sus propios ojos a los hombres del campo de su tiempo la-
brar la tierra con la antiquísima reja romana.
También nosotros, los españoles, hemos alcanzado esos tiempos, y
IX)r nuestra triste ventura hemos visito a esos antiquísimos labradores
la mano a la mismísima esteva que empuñaba Dentato.
En cuanto a la nebulosa cuestión antropológiica de las razas, le
remito a usted a Gumilla en su Erinoco ilustrado, donde leerá experi-
mentos y conclusiones de los que tal vez no tiene usted noticia, y a*
su paisano Quatrefages, si es que el bueno de Gumilla Je parece so-
brado bueno por anticuado.
De las dinastías y pirámides de Egipto nada le digo, porque taxor
poco dice nada, en resumidas cuentas, la Historia, y después de reco-
rridas las listas de Maneton, Eusebio, Papiro de Prissa y TenxpJo'
de Karnak, recapacite un poco y verá cuan despejada se le queda la
cabeza para ver los largos siglos que hacen ustedes proclame necesa-
rios la ciencia histórica.
La lingüística, no; esa sí que no pide todos esos sigilos, si no es-
para aquellos que sólo han mirado superficialmente a las lenguas,
y que yo compararía a nuestros aldeanos. Preguntad a uno de ésto»-
si se parece a la suya de Castilla la lengua que oye en labios del fran-
cés que tiene delante de sí, y le oiréis contestar: "¿A mí con esas? ¿ Me
cree usted tan lerdo que vaya a conuparar un huevo con una castaña ?**"
Lo que es las lenguas, don Julián, no exigen esa antigüedad; re~
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO IO7
pito que no; y si no me dan tierra antes de tiempo, le prometo que
se Jo he de hacer ver.
Por lo demás, contra el hecho del ni y otros semejantes no me
vaya usted, para no danle crédito, a argüir con la antigüedad y trans-
formaciones del lenguaje y de ese mismo ni; que si os ve cogido en
ese círculo vicioso pudiera repetiros la consabida copla:
"Los muertos que vos matáis gozan de entera salud."
Y a continuación os podría argüir de este modo: "¿Con que para
negar que estoy aquí, pretende usted apelar a mis transformaciones?
Pues yo no estoy transformado; héteme aquí de cuerpo entero, y se
lo diré, para que miejor me entienda, en Sánskrit y en Hebreo, en
Mejicano y en Quichua, en Copto y en Cafre, en Australiano y en
Bascuence ! Y entienda usted que, como yo, están tan sanos y cabales
los demás miembros de ese organismo dd cual formo parte y que
ustedes llaman lenguaje; y no nos levanten calumnias so capa de que
lo dice la ciencia, porque la ciencia somos nosotros, el ni y el gii y
cuantos formamos parte dd habla, que por no sé qué capricho se
empeñan ustedes en hacernos más viejos de lo que somos."
Precisamente, don Julián, los sufijos y ios elementos gramati-
cales se conservan mucho mejor entre los salvajes que en los pue-
blos cultos; lo cual le ha chocado a usted, pero no es menos cierto.
Si quisiera darle razón de tan extraño fenómeno, acudiría a las mo-
nedas antiguas, que se pasaban años y aun siglos casi intactas entre
aquellas gentes incultas, que, no conociendo las ventajas del comercio
y del trabajo que d dinero lleva a cabo y dd producto que rinde
puesto en circulación continua, lo guardaban muy encerradito en el
fondo dd arca, cuando no bajo un ladrillo de la caballeriza; mientras
que hoy no le damos un momento de reposo. Las monedas antiguas
de aquella gente inculta se hallan más intactas, don Julián, después
de muchos siglos, que las que sie acuñaron hace diez años, y eso que
nosotros estamos algo más civilizados ; pero precisamente por eso mismo
han pasado más de mano en mano y se han gastado más por el roce
incesante que sufren.
Julián. — Mucho gusto tendría en que me mostrase usted respecto
de los demás elementos del lenguaje lo que me ha hecho ver hoy respecto
del nij y d otro día respecto de los sufijos de genitivo; mientras tanto
no puedo admitir todas esas teorías de la unidad del lenguaje, del
papel que en él atribuye usted al Bascuence y de las pocas transforma-
ciones que dice usted han sufrido las lenguas.
Aurelio. — Tampoco pretendo yo que usted las admita, mientras
no se las demuestren; lo único que deseaba hacerle ver es que si el
Bascuence es interesante para la lingüística indo-europea, como lo creo
haber demostrado el otro día, no lo es menos para la lingüística compa-
rada general, de todas las lenguas. Lo cual ya que no se pueda lograr
del todo en unos cortos momentos, por lo menos creo se Jo habré hecho
barruntar por el caso concreto dd ni que usted escogió; por la uña, el
I08 DIÁLOGOS FAMILIARES
león. Cuanto a los años o siglos que el hombre lleva viviendo sobre la
tierra, ni entro ni salgo ; lo único que le quería dar a entender es que la
transformación de los idicnuas no neoesita que sean muchos.
Carlos. — 'De león ha sido, sí, por cierto, esa uña, y creo debemos
darnos por satisfechos, don Julián.
Julián. — No lo quedo yo tanto, a decir verdad, y ya desearía yo
que hiciera con la segunda persona lo que ha hecho con la primera.
Aurelio. — ¿ Con cuál, con el i, ik, eu, euk, o con el su, zuk, scu, zeuk?
Porque bien sabe usted que hay esta doble forma para expresar el tn
en Bascuence.
Carlos. — «Supongo que la -k en esas formas es de agente como en
nik, neuk...
Aurelio. — Precisamente.
Carlos. — Y que la -u en eu por iu y en seu será la misma de neu...
Aurelio. — 'Es la misma -m intensivta. en todos los pronombres,
él = a, ak, au, auk, etc.
Carlos. — Veo que el sistema personal está completo y es regula-
rísimo en Bascuence; muéstrenos esos personales en las demás len-
guas, don Aurelio, si es que no le descontenta a don Julián.
Jlt-ián. — Si le pedimos equivalentes diel zu, don darlos, nos va a
traer el ^ú griego o oú y luego el <m latino...
Carlos. — Y tu, tu-wam Sánskrit, tu, tu-m Zend, du Armenio, tu del
antiguo irlandés, thu Godo, du Alemán, tu Litánico, tü Eslavo y tendrá
razón.
Aurelio. — Y en las semíticas, el a-TU Saho, in-ii Bilin, at-ixs Dan-
káli, o-Ti Galla, o-oi Somalí, y ta prefijo verbal, y si-n prefijo posesivo,
cuya n es de plural, Dankali, u-sv-ni.
Y si desean más, d, sufijo -s en Hotentote, do en Barí de la Nubia.
crn-TA en todas las semíticas, cuyo prefijo ha dicho ha poco don Julián
que era r.n-, y entre las caucásicas en Casicumuc su = vosotros, en
Chetchen y Tuch chit, el tu en Georgiano CHE-n, Mingrelio si, Laze
si, Suanés si, etc.; y en los dialectos Samoyedos -t, -ri-h Dual, -TA-h
Plural, y en Manchu si, Pl. su-e. Tunguso chi, Pl. chü, Mogol tchi,
H. ta, Buryático chi. Turco SE-n, si-n, Pl. sí-.?. Calmuco si; en
Finés el sufijo -si, Lapón -d, Cheremiso -t, Mordwino -t, Ziriano -d.
Magiar -d, y la 2.* p. separada o tu: si-nd en Finés, xo-n Lapón, ti-»
Cher., te Zir., te Magiar TO-n Mordwino.
Carlos. — ¿Qué significa esa nf
Aurelio. — Lo mismo que en la i.* persona me-u. es nota de geni-
tivo, la -n posesiva que vimos el otro día: en estas lenguas los perso-
nales separados están en genitivo.
En .Mcuta la 2." p. Tcni-n. Esquimal -//', Sinhalés to, Tiiai su, Onya
tu, Kavi ta, en Nueva Caledonia to: en las americanas tchi Timucua,
se =z vosotros en Cofa, te, rz-hiia Mejicano, is-sz Troques, da- Hi-
dasa, d- Dacota, di Apache, tsa- Chiroqués, thu Tarasco, ta-ta Huaste-
ca, -t Quiche, TSA-n Yunca, chi- 'Cogaba, -tsc Lul'e...
Carlos. — Basta, basta, don Aurelio: está probado que el cu bas-
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO IO9
congado se halla en todas partes, a menudo endurecida la z en t, como
en Griego oii y xú.
Aurelio. — Y si quieren ustedes í por segunda persona, aquí tengo
el prefijo i- Barca, de la Nubia, e- Kumana, i- Sande, Yi-n Luóh, i-n
Chuli, e, ie en Nupe del Senegal y posieaivo -ie, i Wei, i Susu, i Man-
dingo, e Bambara, i Ibo, Bongo, Bagrima.
En las cuatro lenguas del grupo Mande ni es yo, i es tu, a es él,
como en Bascuenoe.
Entre las Bantues eye Lunda, y- Kafir para ed imperativo, -t
"Whioh meang you, que según el P. Torrend es común a casi todas
las de la misma familia, es decir, a más de las tres cuartas partes del
África; en Bongo del Sudán tu se dice i y prefijo i-. Teda ye-,
Bagrima i, y i.
Carlos. — Basta otra vez, dom Aurelio.
Aurelio. — Si no hemos hecho más que recorrer el África, y eso
-en voJandas.
Carlos. — ^Sí, en alas del i; pero así y todo no es (pequeño viaje el
^ue nos aguarda por tercera vez, si nos ponemos en sus manos de
tisted.
Aurelio. — Déjenme recordar solamente io de la isla Formosa, -yo
del lloco, iyo Bugis, i-to, i-kao Tagalo, acusativo sa-i-yo, gen. dat. i-yo;
y en la Melanesia yeuk, euk Anatom, i-k Tana...
Carlos. — lEsa k es la del Eúskera i-k, la -k de agente: ¿de modo
que tu se dice en Tana lo mismo que en Eúskera?
Aurelio. — No tengo tiempo para decirle que sí, que me salen al
paso io en Nueva Caledonia, Holontalo, Bugis, Mankasar, i-oi Bauro, io
Guadalcanar, i-oi Ulaua, i-oi Mará, con -o, como el e-u, ne-u, ze-u del
Eúskera.
Carlos. — ^En antiguo irlandés hallo i-r = vosotros.
Aurelio.- — Y en Sánskrit i\j-yam, de eu, iu; en Zend Y\s-sh, Godo
yü-s antiguo islandés e-r. Lituano yu-s. Prusiano iou-s. Armenio ye-r
genitivo, antiguo alemán iu en dativo. Godo i-zwis acusativo: en todas
estas formas la -s es de pílural.
Carlos. — Y ¿cómo se explica el '^^t''<i ^^ vosotros f
Aurelio. — Bopp pretende sacar el tema yu, que está manifiesto en
las formas dichas, del tema tu.
Carlos. — 'La derivación del eu bascongado no tiene réplica, y la sim-
ple i está en Godo, antiguo alemán, etc.
Aurelio. — ^En Griego el espíritu fuerte procede de i- o de s- como
usted sabe ; que en ÚjjleT? venga de i- se deduce del cotejo con las demás
lenguas. La - ; es la nota plural, -v-^- es una nota r.fiíTniativa, como en
■^■u-sh-me Sánskrit, donde -sh-, de -s-, es ell plural.
El mismo espíritu fuerte, último resto de la i-, desajparece cuando
hay y-^1 Ü-[j.|1£; y después ú-p.;'; = ú-ixer; = Ú-[i=í;.
De aquí vo-s Latín, vii Eslavo.
Carlos. — Y ¿cómo explica usted %£T(;=: nosotros?
Aurelio. — iViene del tema gu; compárense:
lio DIÁLOGOS FAMILIARES
1.* p. del tema gu. 2 » p. del tema fu, eu.
Vedas
asmé
yu-shme
Sanskrit
zva-yam.
yü-yam
Griego
VUsr;
ú-(ier;
Zend
7ra-éw, a-hm-
yñ-jcm, yvL-sh
Godo
ve-is
yil-s.
Alemán
wi-r
i-r (tema t).
La ^ de ó^k ha dejado como huella v^ z= a- = w-; el iu- ha deja-
do i'- = yii-: la paladial g pedía vocal abierta, como en las semíticas; la
-;, es de plural y -y.z- nota intensiva.
Julián. — Pero eso es proceder o priori: ¿qué derecho tiene usted
para poner como forma típica ell gu?
Aurelio. — ^El que presenta la forma del singular £-70) == e-go =
i-k God. = ga Bohemio = a-ha-m Skt. = a-z-m Zend., etc. La -ni de
aham es como la -v de «-71Ü-V, l-iú-v, intensiva, la a- es un prefijo que
no esitá en Bohemio ni a veces en Rúnico, ka, ga, aunque también se
dice c-k, i-k, k. Además, si ustedes quieren, les traeré formas en gu de
todas las lenguas.
Julián. — Sí, flas que trae Bopp de las Malayas a-ku.
Aurelio. — Que nadie podrá negar ser el c-go, y sin el prefijo
a- tenemos el posesivo -ku en Malayo, a-ku y ku en Magindanao, Bago-
bo, Bisaya, Tagalo, etc. y en MaÜgach a-ho, -ko. Eai .las polinesias ku y
n perdida la consonante, fenómeno ordinario en aquella familia, Samoa
a-hu, Maori a-hau, hau, Tahiti vau, Hawai wau: y noten ustedes la
conversión de gu en hu, luego en u, porque esto explica la -o, -u, -w de
la I.' p. deJ verbo indo-europeo.
En Nicobar je, Javanés -ku y lo mismo en Bugis, Alfur, Dayak,
Malayo, Batac, Tagalo, lloco, Ibanag, Mankasar y en todas las lert-
gfuas melaneaias. Y bien saben ustedes que en los personales sufijados
se conserva mejor la nota intacta; este -ku = de mí, mío, es, por tanto,
forma más intacta que a-ku = ego. ¿ Quieren ustedes gus a granel en
América ?
Carlos. — Por mí, puede usted dejarlos.
Aurelio. — Pero don Julián va a creer que sólo se encuentra el gu
en Europa y en Oceanía, y no es así. En Troques ko-, ke- prefijos ver-
bales y posesivos de !la i.* p., y por el e-go latino tenemos i-ki; Dacota
wa-, Qiiroqués a-kua-, a^ki-, Cric tcha-, Colocho -khu, Selich ki-, Su-
haptin -h, Timucua ho, Taensa ¡10, Otomi khc == nosotros, -ki, -gi su-
fijo verba). Tarasco hi, Chiapaneca -ho, Quiohé okh y ka = nucstrOr
Rribri je, Abipona akam = nosotros, el aham Sanskrit...
Carlos. — Basta, don Aurelio y va la tercera.
Aurelio. — Y ¿no quieren ustedes el ko del Khyeng en Indo-china,
kü del Thai, kuoi del Naga, ol -kha del Esquimal, el go, kho dc1 Tibe-
tano, el wi-h = nosotros dos y -k = nuestro y todas las demás forrruis
samoyedas, que explican la débil litación del -gu cu -u del vcrl)o indo-
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO III
europeo? ¿Y el tchw-cn == nosotros del Georgiano, tchkhi Mingrelio,.
gi- Suanés, y los prefijos dativos de la i.* p. Pl. gw- Georg., g- Suanés,
y los subjetivos h-, w-, u- de todas las caucásicas? ¿Y el mismo nú-
cleo ko, ka, go, ga en más de 70 lenguas anarianas del Indostán, Hi-
malaya e Indo^China?
De las camitas y semitas ya vimos que -á, -i son corrupciones de
-u, -gu; y si no se verá por el Galla -ko, Saho, Bilin, Dankali y Cha-
mir yi-, Tamachek -hi-n, donde -n es la nota de plural. Eli orden de la.
derivación fué -ku, que está en Egipcio, hi Tamach., yi, i, a, a : las
formas gh, ke, ku, hi, ko, de otras lenguas, bastan para comprobarlo.
Carlos. — Biasta, repito por centésima vez, don Aurelio.
Aurelio. — Pero ¡ si no me ha dejado usted citar la centésima parte-
de las formas i, gu, que tengo a mano !
Carlos. — iNi son necesarias para di caso ; guárdeselas para su obra-
general (i), que allí estarán muy en su puesto, y aquí no nos hacen falta,
porque tengo por muy probado que todos esos personales bascongadoa-
están en todas las lenguas.
Aurelio. — Y que el sistema comipleto con su -k y su -u regular-
mente añadidas y sólo cuando hay que expresar el término agente o
dar mayor intensidad a la forma se halla exclusivamente en Éusquera.
Carlos. — Así es, puesto que en las demás lenguas se encuentran am-
bos elementos sin razón de ser y en unas lenguas en algunos, en otras
en algunos otros personales.
Aurelio. — ¿Y el abuso de emplear gu = nosotros para el yo^.
lo mismo que el de emplear ni == yo para el nosotros, y d de pre-
fijar e-, a-, etc., y las corrupciones fónicas de ni en mi y de gu en
hu- vu, u, etc., que se hallan más o menos en todas las lenguas menos
en el Eúskera...?
■Carlos. — Muestran palpablemente que el Eúskera posee las forni'is.
intactas; puesto que de la comiparación resulta que realmente los tipos
íntegros y primitivos fueron los bascongados ni, i, gu, zu, exclusivos
del Eúskera en su forma intacta o en la totalidad deíl sistema, mientras,
cue en ninguna otra lengua se hallan todos y todos intactos.
Pablo. — ¿Qué tal, don Julián? ¿Quedamos, ahora satisfechos?
Carlos. — 'Hora es ya de levantar esta larga, aunque por otra parte
fructuosísima sesión.
Hemos oído esta tarde en materia de lenguas cosas que nunca hu-
biéramos sospechado ; confesémosilo ingenuamente, amigo Julián.
Yo, por mi parte, aseguro que veo nuevos horizontes no explorados-
hasta aquí para la Lingüística, y ruego en su nombre a nuestro com-
placiente amigo y modesto lingüista don Aurelio, no la deje defraudada
de las esperanzas que puede prometerse, y que nos dé pronto a la es-
tampa esos tesoros escondidos de que él solo disfruta y cuyo hallazgo.
(i) Todas pueden verse en Cejador, Embriogenia del lenguaje.
112 DIÁLOGOS FAMILIARES
<iebe a ese peregrino Eúskera, del cual quedo tan aficionado, como in-
•dif érente me sentía en un principio (i).
(i) Don Aurelio, el de estos Diálogos, soy yo, el autor de la presente Histo-
kiA. Llevo ya publicados doce tomos sobre dicho asunto con título de El Len-
guaje; pero hube de interrumpir la obra, que pedía además otros tantos, por
haberme adeudado con la impresión. Los españoles no gustan de semejantes es-
tudios, y los extranjeros no leen libros españoles. Mis aficiones al bascuence
lian dado pie para que muchos me tengan por bascongado, sin serlo, pues ara-
gonés soy ; los bascongados, en cambio, ni siquiera han contado conmigo para
sus asociaciones euskéricas. Téngase todo ello en cuenta para apreciar el des-
interés que pongo en estos estudios. Años ha que el poeta don Manuel Reina
pidió en las Cortes se fundase una cátedra de Bascuence en la Universidad de
Madrid para que yo pudiese exponer mis doctrinas acerca del iberismo, tan im-
portantes para la historia de España y para rendir culto al antiguo idioma de
nuestra raza. Ni conocía yo al poeta ni aun siquiera le escribí agradeciéndole
>€ste paso que había dado espontáneamente y que motivó la respuesta del mi-
nistro señor Rodríguez Pascual, el cual, a vueltas de grandes alabanzas, que
ahora aquí le agradezco, así como a los manes del poeta del Genil, prometió
tenerlo muy en cuenta.
CONGRESO DE DIPUTADOS
(3 NOVIEMBRE I904)
"El señor Reina (don Manuel): Me levanto para dirigir un ruego a mi
-ilustre amigo el señor Ministro de Instrucción pública, ruego que entraña, a mi
juicio, gran importancia, y, además, un acto de completa justicia, cual es el de
premiar la inteligencia selectísima, el talento extraordinario, el cerebro pode-
roso, unido a un trabajo incansable, tenaz y fecundo, que ha dado motivo a un
dignísimo catedrático y eminente escritor, el señor Navarro Ledesma, para ex-
poner, con la gallardía de estilo y la erudición que le son propias, un pensa-
miento luminoso en la prensa periódica, al que me asocio con todas las fuerzas,
con todas las energías de mi voluntad. Se trata, señores, de propagar, de exten-
der, de difundir, los extraordinarios conocimientos de un hombre, al cual rin-
den culto y admiración muchos intelectuales de España, y que pronto recibirá
los plácemes y felicitaciones del mundo civilizado. Un sabio en toda la exten-
sión de la palabra, don Julio Cejador, ha publicado una obra maravillosa, en
la cual, desentrañando los orígenes e investigando las raíces del lenguaje y
poniendo a la luz meridiana la lengua primitiva, nos demuestra que ésta es
el eúskaro o el bascongado, con ejemplos de todos los idiomas. Tan insigne des-
cubrimiento lo inicia el señor Cejador en el prólogo de su libro inmortal El
Lenguaje ; lo expone en el segundo tomo. Gérmenes del lenguaje, y lo prueba
cumplidamente en el tercer volumen. Embriogenia del lenguaje. Para tamaña
empresa, el señor Cejador ha recorrido todos los léxicos, todas las gramáticas,
todos los diccionarios existentes en el mundo relativos a la manera de enten-
derse entre los hombres. Ahora bien : yo pregunto a mi ilustre amigo el señor
Ministro de Instrucción pública, dotado de tan alta ilustración y de profundo
amor a las letras : ¿ no debe el Estado favorecer y proteger a un talento tan por-
tentoso? En nombre de la cultura nacional yo agradecería mucho al señor
Ministro de Instrucción pública que emplease su poderoso valimiento y su alta
influencia corea del Consejo de Inslrucción pública para que este alto Cuerpo
acordase la fundación de una cátedra de bascongado en el Doctorado de la
Facultad de Filosofía y Letras, desempeñada por el señor Cejador. No creo que
sea ambición inusitada equiparar o igualar el eúskaro o bascongado con el
sánskritü, que causa el hastio y el cansancio de muchas personas que se dedican
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO 11^
DIAL/OGO III (i)
Si se habló EL LATÍN EN EsPAÑA Y CUÁNDO NACIÓ EL ROMANCE
CASTELLANO.
Antonio. — No le puedo neg'ar que en nuestro castellano hay pala-
bras bascongadas, por lo menos algumas, atiTique no tantas como usted',
pretende.
Aurelio. — ¡ Cuatro o cínico, como ha dicho Menéndez Pida!, tomán-
dolo de Unamuno, y éste, copiándolo de un autor francés ! Ni éste ni el
otro ni el de más allá han estudiado el bascuence y están todavía en
esito de los orígenes del castellano adonde llegó el bueno de Hartzen-
a esta clase de estudios filológicos. Tal es el ruego que encomiendo a la bene-
volencia del señor Ministro de Instrucción pública.
El señor Ministro de Instrucción pública (Domínguez Pascual) : Tengo-
mucho gusto en asociarme a los elogios que ha dirigido el señor Reina al ilustre
sabio y maestro del lenguaje señor Cejador; pero hecho esto me plantea Su
Señoría un problema que no es de tan fácil resolución como parece ; porque S. S. de-
sea que se cree una cátedra de bascuence y que se dé a persona determinada,
y, repitiendo que yo me asocio de todas veras y muy gustoso a cuanto S. S. ha-
dicho, me parece un poco violento crear una cátedra porque exista el cate-
drático.
Esto no obstante, no sería suficiente motivo ni lo es para que yo me oponga
a la pretensión de S. S. ; pero he de decirle que sería necesario para ello que
el Consejo de Instrucción pública propusiera la creación de la cátedra, que el'
Ministro se conformara con ella, y que las Cortes votaran el crédito necesario,
y luego — y aquí entra la parte más difícil — habia que proveer la cátedra re-
glamentariamente, porque el Ministro no puede proveer ninguna en la persona
que le parezca más conveniente, aunque no figure en el profesorado, sino que
ha de atenerse a la legislación. Hay algún procedimiento extraordinario para la
provisión de cátedras que podría dar facilidades en el sentido que desea el señor"
Reina ; pero no es rápido, porque se necesita oír a muchas Corporaciones, y aun-
que yo espero que coincidirían probablemente en su juicio con el de S. S., no
puedo asegurarlo. Por consiguiente, aunque podemos ir a la primera parte, yo no
puedo g-arantizar a S. S. que, creada la cátedra de bascuence, que en honor de
la verdad no me parece indispensable, fuera a dársela al señor Cejador, a pesar'
de ser persona en quien tantos méritos concurren. Yo estudiaré, sin embargo, con
mucho gusto la cuestión que S. S. rae propone y veré si hay términos hábiles de
complacerle dentro de lo que conviene a la ciencia y permite la legislación.
El SEf5oR Reina : Yo insisto en lo que he dicho antes. El señor Ministro de
Instrucción pública dice que el bascongado quizá no tendría gran éxito ; el bas-
congado lo hablan todos los moradores de una región importantísima de Espa-
ña, y tendría seguramente aceptación, inscribiéndose muchos estudiantes para
cursar esta asignatura. Por lo demás, el señor Cejador ha demostrado ser el
primer conocedor en esta materia, mejor dicho, el único que ha publicado
acerca de ella libros importantísimos, y, por consioruiente, sería el más acreedor
a la cátedra. Yo agradezco, por otra parte, al señor Ministro de Instrucción
pública sus buenos deseos en nombre de los bascongados y de la cultura na-
cional." 'I
(i) Los Diálogos que se siguen se escribieron, como los anteriores, a fines-
de! siglo XIX y se imprimen ahora por primera vez con algunos ligeros reto-
ques. Creo que no han perdido todavía su oportunidad. Se debaien en ellos
cuestiones tocantes al iberismo, a la toponimia española, a los orígenes de nues-
tra raza, nuestra cultura y nuestro idioma; de suma importancia lingüísticafc
e histórica.
114 DIÁLOGOS FAMILIARES
busch, para quien nmestro idioma es una "espléndida vestidura de tela
romana, con adornos y recamados de muchas y diferentes naciones",
esto es, deJ arábigo, del gótico, del italiano, del francés, del americano
y ded griego. Del bascuence no tiene más que una maJa hiCacha de cua-
tro o cinco vocablos, aunque ninguna de esas naciones ha vivido tan
cerca de la española como la nación bascongada, que está y estuvo den-
tro de nuestra proi^ia casa desde antes de que nacieran y sonaran en
^1 mundo todos esos pueblos.
Antonio. — Usted, como aficionado al bascuence, pone en primera
línea a su idioma favorito, después del latín, ya que no pueda po-
nerlo antes: así como Valdés, en el Diálogu de la lengua, como afi-
cionado al griego, lo ponía aun antes que el latín, por lo menos en
«1 orden crondlógico originario de nuestro romance.
Aurelio.— ^Sin embargo, el mismo Valides sabe usted que se mues-
tra no muy del todo sosegado con esta su original opinión ; tanto que
añade: "La vida me habéis dado en no querer contender sobre esto,
porque por no porfiar me dejara vencer, haciendo mi cuenta que más
querría quedar por necio que ser tenido por porfiado; pero mirad que
si alguno querrá decir que la lengua vizcaína es en España aún más
antigua que la griega, yo tanto no curaré de contender sobre lo
-contrario, antes diré que sea mucho en buena hora, así como lo
dirán." Y un poco más abajo: "De la vizcaína querría saberos decir
algo; pero como no la sé ni la entiendo, no tengo que decir della sino
solamente esto: que, según he entendido de personas que entienden
esta lengua, también a ella se le han pegado muchos vocablos de
los latinos, los cuales no se conocen, así por lo que les han añadido,
como por la manera con que los pronuncian. Esta lengua es tan ajena
de todas las otras de España, que ni los naturailes della son entendi-
dos por ella, poco ni mucho de los otros, ni los otros dellos." Y su
comentador, don Eduaído Mier, añade: "Por ahora sólo se puede
asegurar que la lengua más antigua de España, y acaso la más an-
tigua de Europa, es el bascuence." Valdés confiesa que no puedie de-
cir nada del bascuemce por no conocedo; Menéndez Pidal, sin cono-
cerlo más que VaJidés, asegura que sólo cuatro o cinco palabras ha
tomado de él nuestro romance.
Antonio. — Más de cuatro y más de cuarenta puede el más des-
contentadizo sacar en limpio del Tesoro publicado por el señor Ce-
jador; pero él y usted, como todos los demás, no han hecho en esta
cuestión más que llevar cada cual el agua a su molino. Los latinos
podrían llenar tomos enteros con citas en favor del latín, comenzan-
do por Alderete y Monlau; los hebraízantes, comenzando con el tes-
timonio de Severo Catalina, por no subir agua arriba a beber el de
otros muchos; los bascófilos, con Huerta, Salcedo, los tratadistas
bascongados y otros muchos extranjeros traerán tanitas autoridades
que contrabalancearán a los demás; los arabizantes, con Munárriz
y Sismondi, no les irán en zaga. Alderete, Valdés, Morales, Cova-
rrubias, Herrera, Saavedra y otros mil han tocado la cuestión del
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO II5
origen del castellano : cada cual ha hablado segxin sus aficiones y
las de su tiempo: así es que ya no creo a nadie.
Aurelio. — Pero ¿creerá usted a los hechos, supongo? En esto no
valen nada las autoridades, que con tanto valor corrían repetidas
entre los antiguos. Y ésta ya es cuestión vieja, y no menos viejo es
el argumento de autoridad. En el siglo xv el traductor de Dante es-
cribía: "Algunos dicen que la lengua que primero los regnos de Cas-
tilla tenían era vyscaina; pero yo nunca lo vi en lugar abténtico" (Bi-
blioteca Escur., S., 13, fol. 40). Bl que defendió esta opinión con
nuevos bríos fué Larramendi, en el siglo xviii. De entonces acá no
ha habido tail vez opinión más cruel, a la par que ignorantemente
atacada y rechazada por los eruditos españoles, que Ha de haber sido
el bascuence la primera lengua que seipamos se hablase en España y
da de las consecuencias que para el castellano se derivan de tal opi-
nión. Y a pesar de tan fiera conitradicción y de dudar todavía fla ma-
yor parte de nuestros escritores, esa opinión ha flotado y ha quedado
vencedora, llevada, no en alas deil convencimienito, imposible entre au-
tores tan mal dispuestos y aun contrarios, sino en alas de los mismos
crueles sarcasmos e ignorantes impugnaciones de sus adversarios. Y
es que se oponía el desconooimiento del bascuence y el desprecio de
nna lengua hablada por unos cuantos pobres caseros deí país bascon-
gaiáo. Razones, fK>r cierto, soberanamente científicas.
Antonio. — Es que hay graves dificultades, don Aurelio, para ad-
aiitir que el bascuence se hablara en la mayor parte de España. Es
punto todavía muy oscuro; por lo menos yo confieso ingenuamente
que nada veo. Pero hay más. Aun concedido que se hubiese habla-
do y que los iberos fueran los bascongados, no caigo en la razón
que usted pueda tener para afirmar que el castellano debe al bascuen-
ce, después del latín, más que a las otras lenguas. Porque usted me
liabla d? hechos, y el primero de todos y el más averiguado es que el
latín ¿e habló en toda España durante varios siglos; otro hecho es
que el castellano debió de nacer entre los siglos xi y xii, ¿Cómo po-
día, pues, influir el bascuence en su formación, aun concedido que
antes se hubiese hablado en toda España, si había tantos siglos que
había tomado su lugar el latín, quedando solamente arrinconado en
las provincias bascas?
Aurelio. — Pues, yo insisto en afirmar cuanto usted acaba de ne-
gar y digo que los iberos fueron escualdunas o, por lo menos, que
los escualdunas habitaron la mayor parte de la península ; que su
idioma, el bascuence, contribuyó a la primera formación del castella-
Tio, y, ¡ asómhrese usted, don Antonio !, aJfirmo que nunca se llegó a
hablar el latín por la mayoría del pueblo español.
Antonio. — ¿Qué me cuenta usted? ¿También le ha proporcionado
«1 bascuence ese inaudito descubrimiento?
Aurelio. — También ; sí, señor : el estudio del bascuence me ha
mostrado ha ya mucho tiempo que el latín no llegó jamás a ser len-
,gua nacional y popular de España.
Il6 DIÁLOGOS FAMILIARES
Antonio. — Mucha sabiduría debe de 'encerrar «se señor bascuen--
oe para saber más que la Historia y que los documentos latinos de
todos tiernpos.
Aurelio. — No hay por qué espantarse, amigo mío. Las lenguas
son archivos adonde no llega Ja polilla de todos esos tieimpos ni la
mano destructora de las revoluciones de los imperios. Repito que el
bascuence me ha enseñado y dicho que nunca fué el latín la lengua
general de los españoles.
Antonio. — Usted dirá,
Aurelio. — En caso de haber sido el 'latín dengua general de los
españoles, hubiera salido nuestro romance únicamente de la evolu-
ción o corrupción lenta del latín y no contendría elementos bascon-
gados.
Antonio. — Fuera de alguna que otra voz suelta, que ipudiera ha-
ber pasado a Castilla posteriormente desde las provincias bascas.
Aurelio. — 'Como, por ejemplo, o-gur; ¿verdad?
Antonio. — O como cuatro o cinco, o veinte, si usted quiere.
Aurelio. — ^O das que se hallan en Jos más añejos refranes.
Antonio. — Los refranes son cosa muy seria, don Aurelio. Los vo-
cablos encerrados en los refranes no han podido venir de fuera; han
nacido al calor del hogar y se han criado en las calles y plazas de los
pueblos menos expuestos a los aires forasteros.
Aurelio. — ¿ Quiere usted decir que no los llevaron a Castilla los ba-
ñistas que suelen veranear en el país basco?
Antonio. — Si es que los hubo y se veraneaba, cuando los roman-
ces nacieron.
Aurelio. — Pues y ¿ cómo llegó aJl hogar castellano aquella voz gal-
duda que se halla en el refrán que trae Santillana entre los que di-
cen las viejas tras él huego? Sardina q^e gato lleva, goLduda va.
Que, si usted no dice otra cosa, significa que va perdida.
Antonio. — Perdida-, sin duda, pide el sentido del refrán; pero otros
dicen gandida, y, de todas suertes, uno u otro son vocablos oscuros.
Aurelio. — Para el que no sepa bascuence. Pregunte a cualquier
bascongado cómo diría perdida con voz bascongada en la frase per-
dida va. Al punto le responderá: galduda va. Basta, pues, que esa
sea una de las variantes del refrán para asegurar que fué la variante
únicamente primitiva; porque...
Antonio. — Bueno, sea; pero una golondrina no hace verano.
Aurelio. — Pero basta para corromperle a usted las oraciones y
enfriar su devoción a los refranes. Si ese galduda no lo trajeron
los bañistas, proviene de cuando nació el castellano o de época en
que todavía se hablaba bascuence más acá del país basco.
Antonio. — Eso no puede ser.
Aurelio. — Tan puede ser, que en el siglo viii, quiero decir des-
pués del año 711, o acaso en el siglo ix o x, se entendía el bascuen-
ce nada menos que en Goiadalajara.
Antonio. — ; También le ha enseñado eso el bascuence?
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO II7
Aurelio. — Eí (bascuenoe. Los árabes tradujeron' el antiguo nom-
bre de aquella ciud'ad, que era Arriaga, o Arriaca, al árabe, llamándo-
la Guadalajara : entrambos nombres, basco y arábigo, soienian pedregal.
Antonio. — Pudo ser casualidad: por haberse fijaxlo árabes e ibe-
ros en lo pedregoso del terreno.
Aurelio. — ¡Hola! ¿Ya rnie concede usted que ipor Guadalajara se
habló hascuence y que lo habilaban los iberos?
Antonio. — O acaso fué alguna cdlonia de bascongados que baja-
ron de isa. montaña, la que dio a la tierra aquélla el nombre de
Arriaca.
Aurelio. — Y otra colonia daría su nombre ad Tiiria, que es el
bascongado zuria y vale el blanco, como lo tradujeron, por casuali-
dad, los árabes en Guadalahiad o Guadalaviar. Y otra colonia diaria
su nombre al Betis, que suena en bascuence el lleno o grande, tra-
ducido puntualmente por los árabes con el nombre de Guadalquivir (i).
Y otna colonia daría su nombre a Zurita de los Canes, que ha so-
brevivido a la traducción que hicieron de esite nombre los griegos lla-
mándola Leucada, y a la que en latín hicieron Jos romanos llamán-
dola Cani, ipues los tres nombres significan blancuras, y blanco es ei
terreno en que asienta. Hubo, pues, bascongados en Zurita, en Gua-
dalajara y en las niberas del Guadalaviar y del Guadalquivir, y, ade-
más, se entendía el bascuence en todas aquellas partes después del
año 711, en que pasaron los árabes a España. Porque...
Antonio. — ^Es verdad: tantas casualidades son demasiada casua-
lidad.
Aurelio. — iOtra casualidad es que el famoso pueblo de CaJatañazor,
donde "Alimanqor perdió el atamor", como se cantaba por Andalucía
el año 975, según la Crónica general y el Tudense, sea traducción
arábiga de sus antiguos nombres latino y bascongado. Dice la Cró-
nica (pág. 449, edic. 1906) : "Et ayuntáronse todos en aquel lugar a
que en ell arauíigo dizen Cannatannagor, et en el castellano quiere
dezir altura de buey tres... Et quando llego a un lugar que dizen Borg
Al-corax..." Este Borg Al-corax o altura de cuervos, en latín, o
Cannatannagor o altura de buey tres, sabe usted que es el Veluca de
los a;revacos, de Tolomeo, o Vaeluce del Itinerario de Antonino, en
el camino de Astorga a Zaragoza, y donde todavía hay ruinas ro-
manas. Según Conde (parte 2.% cap. LXXVH), es la villa que lla-
maron' Calut Anosor los árabes, o altura d.e bueytres o Borg Al-
corax, de los cuervos. Pues bien, Veluca^ suena en bascuence la de
los cuervos, de bela, cuervo, corneja, con el sufijo -ca o -co. El ape-
llido Vela, tan com'ún en España, no tiene otro origen, como el de
Velasco y Blasco, de belats, el gavilán, corneja, derivado de bela.
Todas estas cosas, don Antonio, son, como usted dice, demasiada ca-
(i) Creo que la grafía Baetis es falsa. En ningún idioma de los hablados
en España tiene explicación, a no ser que se quisiera indicar ser muchas
sus bocas o bahías, bai-ti, en bascuence.
8
ii8
DIÁLOGOS FAMILIARE;g
sualidaid. La demasiada casuaJiidad aplíquela no menos a los refranes.
Porque no es sola Ja golondrina del galduda la que en ellos anidó.
Repase ilos de SantUlana. Entre ellos verá: Baga compuesta a ia
blanca denuesta. Bazo, por negro, es puro bascuence.
Antonio. — De badius, rojizo, l'o trae la Academia.
Aurelio. — Badius no pudo dar más que bayo, o está de más la
Fonética comparada. No es cosa de exponer aquí esta etimología, que
hallará usted en el Tesoro, del señor Cejador. Así como la de bao,
del refrán Bien te quiero, mas bao, es decir, vete, que es la misma
de vaho, del echarlo por la boca, como tomar las afufas o irsie y afu-
far por echar, del fu con que gatos y hombres echan de sí algo y
echan el aliento. Igualmente la de aquel vtangorrero diel refrán En
casa del herrero, cuchillo mangorrero.
Antonio. — ¿Qué es eso de mangorrero?
Aurelio. — Pues cuchillo de palo, que dice otra variante. Esto es,
cuchillo sin mango allí dondie los hacen y componen. Mangorrero se
compone de niang, de orr y de ero. Orro u horro, como decían también,
es eJ bascongado orra, que vale sin. Lo mismo en mach-orra, la sin
macho.
Antonio. — De^l arábigo suelen traerlo, dkjnde significa manumitido.
Aurelio. — ^BLen, pues el refrán significará, según eso, que en casa
del herrero usan cuchillo manumitid ero, y machorra significará ma-
cho manumitido. Y ahorrar, que valle cercenar y reservar en castellano,
nada tiene que ver con ese ahorrar o manumitir del árabe. Vea todas
estas voces .en el Tesoro, de Cejador.
Fuego hace cocina, que no moca garrida. Garrida viene del bas-
cuence. En Laburt garria es la cintura, o guerria en los demás dialec-
tos bascos. Garrida es Ja de hermoso talle, y por la cintura y 'las hal-
das en cinta sabe usted que se indica la bien disípuesta para el trabajo;
y así la glosa de este refrán diice : "Poco aprovecha la diligencia don-
de falta la virtud natural^, que es necesaria."
Antonio. — iMás me contenía esa etimología que 'las de la Acade-
mia, que antes dijo venía ded griego 'lapwózK, agraciado, y ahora, que
del arábigo ^j¿, que suena con r parisiense en la primera sílaba,
tari, y que dicen significa hermoso.
Aurelio. — Eguílaz y Yanguas no mlicnta como de origen arábigo
la voz garrida. Los arabistas de la Academia se han ido a buscar un
terminajo rarísimo en el maremagnum de Freytag, donde los hay de
«se jaez para todo. El terminajo ése no se halla en ningún autor
arábigo; jamás lo he oído ni Jeído, ni lo citan nuestros lexicógrafos
Pedro de Ailcailá ni Raimundlo Martín ipara nada. El verbo arábigo
de donde saca ese terminajo Freytag vane apegar y desear. Acaso
algún poeta lo emfíileó metafóricamente y de él lo tomó hVeytag.
Pero es insoportable puerilidad traer ese terminajo que nadie conoce
en árabe para etimdlogía de garrida, teniendo, adlem.ás, que añadir
el sufijo -ida a la voz arábiga, cosa desusada en nuestros derivados
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO II9
del árabe. El que puso en eJ Diiccionariio académico tail etimoJogía
muestra no saber más árabe que el que se aprende por los libros
como un idioma peregrino y del otro jueves, y, además, no sabe lo
que es ei Freytag. En una pailabra, es una vergüenza para ios ara-
bistas serios la tal etimología, como lo es para los que entienden de
griego el /apiToai; que antes traía el Diccionario. Dijera X^P'^^í^ gra*
cioso; pero aun así no pasaría. El x«pí'^«£ií es voz poética que, ade-
más de rara, no pasó al latín y sólo por el latín vinieron al cas-
tellano vocablos griegos. Ya es hora de que se dejen dos académi-
cos die cubiletear con las 'etimologíias. Gentes ignorantes cuanto a la
liiigüístíica,, que creen se puede etimologizar con unios cuantos diccio-
narios de lenguas raras, como no se hacía ni en los tiempos en que
aún no había nacido la ciencia del lenguaje.
Otro tanto se diga de mozo, que lo traían de " iioOcuv, mancebo,
esclavo nacid'o en casa de su amo; de i^oaxo?' becerro, cachorro". Y
ahora lio traen de musteiis, reciente. Todo por no acordarse o no sa-
ber el bas'cuience, donde mots y match, su diminutivo, valen mocho,
romo, pelado, de donde se dijo mozo y mocho y mochacho por andar
pelaidos; mostu es raipar y desmochar y embotar, con un sinfín de
derivados.
Hay otro refrán que dice : Guay de gachas, a íclI ora comidas con
punta d,e alfiler. ¿Qué son gachas f
Antonio. — ^Eil Diccionario dice que viene de coacta, de cogeré,
cuajar.
Aurelio. — Cogeré no significa cuajar, sino forzar y empujar. Yo
creía que por lo menos había en la Academia quien supiese latín.
Por lo visto, trastean d diccionario latino como el arábigo, sm co-
nocer ni uno nii otro idioma. Cuajar se dice en bascuenoe gatzatu
y gatz es la sal. Pero hay más. en el refrán: Lo de gachas, comi-
das con punta de alfiler es añadidura posterior, por no entender que
gachas en el refrán significa dificultades y desdichas. La gelosa dice :
''A las miserias comúnmente acompaña desventura." ¿ No ha oído
usted decir ánimo a las gachas, esto es, a las dificultades y miserias?
Ahora bien: las gachas nada de dificulltades encierran, antes son pa-
pilla de harina en leche o agua para niños, enfermos y viejos. Yo
me barrunto que el refrán es antiquísimo y alude al gaitz o gais o
gaiz o gatch, que suenan enfermedad, imal, daño, difícil y dificultades,
desdichas. Y son voces éstas que se emiplean en la conimise ración y
luego como con cariño al modo que ¡cuitado!, ¡pobrecito! Así em-
pleamos gachón, gancho, gachonería, tratando con mimos y caricias
al niño ; tanto que di Diocionaráo dice de gacha : "halagos, caricias,
mimos."
Los perros de Zorita, pocos y mal avenidos, es otro refrán, que
en cierta ocasión me dijo usted que no entendía.
El origen de estos famosos perros y del refrán es el de lo más
poético que puede pensarse, si poesía es creación fantástica del ar-
tista. El artista que aquí fantaseó es él pueblo esípañol. Tres son las
120 DIÁLOGOS FAMILIARES
redacciones que trae Correas. En la pág. 204: "Los perros áe Zorita,
cuando no tenían a quién, unos a otros s<e mordían." En la misma
página: "Los perros de Zorita, pocos y mucha grita." Y en íla mis-
mia: "Los perros de Zorita, pocos y mal avenidos, o los canea de
Zorita, pocos y mal avenidos, (En Zorita, fortaleza de Talatrava,
tenían los comendadores unos perros veladores y de ayuda contra
'los moros fronteros. Véase los Canes.)" Finalmente, en la misma pági-
na: "Los canes de Zorita, no teniendo a quién morder, uno a otro
se mordían."
Ya tenemos aquí los perros convertidos en canes, y Zurita, en
Zorita. Y no es menudo salto, porque aunque parezca ser lo mismo,
canes fueron y no perros los de ila primera redacción del refrán,
como fué Zurita y no Zorita el nombre de la famosa ciudad de la
Celtiberia rigurosa, por otro nombre Contrebia, la cual confrontaba
con los Arévacos de Sigüenza y con los Carpetanos de Comiplutum
o Alcalá de Henares, con los de Patemiana o Pastrana y con los de
Arriaca o G'uadailajara. Era su posición la más estratégica y fuerte
de la región, y asi fueron muchas las acometidas guerreras de los
capitanes romanos que sufrió, y pueden verse en la Geografía antigua
de España, de Cortés. Habla de ella Mariana (1, H, c. to) y Morales
en su Historia {II, 63) y en sus Antigüedad.cs (fol. 94), de donde co-
pio: "El río Tajo desde la puente de Pareja entra en la provincia
que llaman de Zorita, en la región de la Alcarria... Acrecentado con
Guadiola, y más caudaloso, va a bañar las rocas sobre que está fun-
dado el castillo de Zorita de los Canes, a>'udando por su parte a ha-
cer más inexpugnable aquella fortaleza, que, a juicio de los que bien
lo entienden, es de las más fuertes que se pueden imaginar." Está
Zorita de los Canes, como hoy se llama, en la Alcarria, provincia de
Guadalajara.
¿Por qué se llamó Zorita de los Canes? No fué, sin duda, por
razón del proverbio "Los canes de Zorita", sino que éstos aluden a
la población y de ella se dijo el refrán. Ya se ve ahora cómo los
perros viinieron después, detrás de los canes. Que estos canes no
eran Jo mismo que perros, aunque el pueblo español así lo fantaseó,
se verá por Estrabón. Muy bien dice Cortés que eíl nombre fué
Zorita de los Canos, sino que por corrupción popular Canos se hizo
Canes. ¿Tienen algo que ver los canes o perros con los canos o
blancos? Tan sólo ol sonsonete, y en él se fundó el llamaise de los
Canes, y el dar pie para poner perros por canes en el refrán.
Efectivamente, este Canos no es más que Ja traducción del grie-
go Leuca, o Leuca lo es de Canos. Estrabón, en el libro 9, escribió:
"Civitas quie Leuca vocatur, id es Alba." Ya tenemos el nombre la-
tino Canos y el griego Leuca de aquella ciudad. ¿Y el nombre pro-
pio, en el idioma indígena, de aquellos celtíberos? Pues Zurita, que
en bascuence significa Blanca o Ailba o Cana o Leuca, que todo es
lo mismo. Para que se vea lo tenaces que son los españoles en con-
servar sus cosas y sus vocablos, hoy mismo el nombre del pueblo es
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO 121
el antiquísimo y primitivo Zorita, y sólo se conserva el nombre que
le dieron los romanos en el genitivo, de los Canes, antes de los Ca-
nos; el nombre griego Lenca desapareció enteramente.
I>e aquí saco yo que los romanos la llamaban Canos o Cano, y
que la mayor parte de los españoles del país no habló nunca latín,
puesto que siguieron llamándola Zurita, y sólo para darla a conocer
a Jos romanos añadíanle de los Canos, por el nombre que ellos le
daban. Los romanos de aquella tierra debían de entender algo el
bascuente que hablaban los celtíberos, puesto que tradujeron Zurita
por Canos, como los griegos por Lenca.
¿Por qué razón se llamó Blanca aquella ciudad celtibérica? Dí-
celo claramente Esrtrabón en el libro X : "ínsula Leucata, quia erat
sita in petra albicanitis colorís" ; porque hallábase fundada sobre un
peñasco de color blanquecino. Siento mucho que todo esto no con-
tente a los que quisieran que no debiera nada el castellano al bas-
cuence; pero como el mejor remedio para el que no quiere una taza
de cafldo es darle taza y media, es de saber que zurita o zorita es en
castellano <la paloma bravia, esto es, la blanca, y en Maragatería es
sencülaimente íla pailoma y la voz con que las llaman: ¡zurita, zurita,
ven! En Nebrija, zorita es paloma sencillamente. Zurito es palomo
que vive del campo y sólo duerme y cría en casa; metafóricamente,
el no casero, el forastero, gertte de paso en tertulias, etc. Así en
Córdoba.
Zurita viene de zuria, blanco eti eúskera. o sin artículo zuri. En
la provincia de Pontevedra llaman a las palomas casaras deciéndolas:
¡zuri, zuri! En Aragón, zorina es íla gallina con manchas blancas
en fondo canelo. En Maragatería llaman también a la-^ palomas:
¡zura^, zura!, y zura significa, según Rosal, mansa y sencilla, hablan-
do de las aves, ave zura, sencilla. En bascuence zuri es blanco y sen-
cillo, como blanco en castellano es el sencillo y bobo. Otro tanto vale
zurano. Comedia Eufrosina, (2, 3) : "Y si espera como paloma zura-
na, no seré yo fiador de tu abono." Zurano es manso, sencillo. Y
zurana es la pailoma silvestre, al decir de Nebrija: metafóricamente
Un raniier, como tradujo Oudin al francés, esto es, las palomas no-
charniegas, que corren por ahí a ciertas horas. Zuratico, diminutivo
del diminutivo euskérico ztirato, vale sencillo. Sclvagia (44) : "i O
pese a ñus con la zuratica ! ¿no la oís? De casamiento habla y que
no se dará menos." Zurear es en Murcia arrullar el palomo, y zureo
su iposverbal. Pero en eúskera, además de zuria se dice churia, y de
aquí el nombre de Ha nevatilla en Extremadura, que es Churitbia,
así como en Murcia churubito es el lechuguino o blanquito simple.
Creo que ya son más de cuatro las palabras que, por lo dicho,
debe el castellano al bascuence. Dije antes que el refrán Los perros
de Zurita era de los más poéticos o fantásticos. Del nombre de la.
ciudad Zurita de los Canos, donde se juntó el nombre latino al indí-
gena, salió Zorita de los Canes, por imaginar que Canos era lo mis-
mo que Canes. La fantasía no menos creyó que canes podía susti-
I?2 DIÁLOGOS FAMILIARES
tuírse ipor perros. Los canes o perros que sacaban en la caza de zu-
ritas o palomas torcaces eran canes o perros de zuritas. Pero habien-
do ya un pueblo llamado Zurita de los Canes, llevólos allá la fan-
tasía popular, y esos canes o perros fueron desde entonces de Zorita.
Mo faltó el cuento correspondiente, que se inventó, como suele suce-
der, para declarar el refrán tal como lo trae Correas, y el común de-
cir de que los perras en la caza embüsteTi a porfía y aun se muer-
den, mayormente si son de varios amos, quedó escullpido en el refrán,
bien localizado e historiado por la leyenda.
Véase, pues, cómo un sencülo refrán encierra a veces histonias
largas, hasta de ciudades antiquísimas, y verdades históricas de tan-
ta monta como la que en vano han pretendido echar abajo algunos
Jigeros escnitores franceses, c^tra la maciza opinión de los sabios
alemanes: la de que el bascuence se habló por toda E&pafia antes de
la llegada de los romanos. No failtan aquí quienes sigan a esos escri-
tores franceses, y así no es de extrañar no quieran nada con el bas-
cuence.
Antonio. — ^Preciosa leyenda popular me acaba usted de contar y
prueba contundente para lo que tra.tajnos.
Aurelio. — Ni beber d£ bruces, ni mujer de muchas cruces.
De bruces o de bruzas es el bascongado buruz, buriiz-ez, de ca-
beza; como asaz es el bascongado asez, bastante, de ase, bastar. En
francés, asscz.
Antonio. — Eso ya está claro. JLa Academia trae bruces como si
viniera de buces y éste de bus, Qabio, y buz lo trae del persa bus,
beso. Asaz dice que de ad satiem, esto es, ad satietatem. Zurito, del
arábigo turí, montaraz, zuro, lo mismo.
Aurelio. — En el Tesoro, de (Ce j ador, se estudian esas etimologías.
La buz o el buz es en la montaña de Santander la k>oa, el hocico de
la vaca, etc. "Te rompo los buces." lEse' bus persa y turí arábigo son
cubíjeteos académicos, no menos que el ad satiem. Y gracias que la
Academia se acuerda ddl bascongado zati, pedazo, para explicar zato
y zatico de los refranes: Más valen migajas de Rey, que garico de ca-
uallcro. Romero hito saca gatico.
Migas cochas con gorrones, no las comen todos hombres.
Es otro refrán, donde gorrones son chicharrones, del bascongado
yorri, rojizo, frito. Y no le quiero aducir más palabras bascongadas
de refranes castellanos, ¡porque sería cosa de repetir las infinitas que
Ce j ador trae en el Tesoro de la lengua castellana. Vuelvo, pues, a pre-
guntarle cómo llegaron esos vocablos bascongados a Castilla, sean ellos
Jos que se fueren, pocos o miuchos, y cómo se incorporaron al romance.
Antonio. — Yo no sé cómo llegaron; lo que sé es que el latín fué
la lengua universal de España y que no veo por qué ustedl lo niega
tan rotundamente.
Aurelio. — Pues el basaiencc lo que sabe y me ha dado a cono-
cer a mí es que el latín no fué Jcngua general de España. No digo
eQ latín clásico de Cicerón y de Jos demás autores clásicos ni no
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO 1 23
olásicos, pero ni aun el latín rústico, que dicen ustedes fué el que,
corroinupiéndose, dio origen al casitellano.
Antonio. — Vuelvo a decirle que ese señor bascuence sabe más
de lo necesario. Pero, don Aurelio, ¿no sabe usted, tan bien como
yo, que del latín de la época de barro, del bajo latín, fué formán-
dose el romanice ?
Aurelio. — No, don Antonio, no lo sé tan bien como usted, ni
siquiera peor que usted; no lo sé de ninguna manera. Sólo sé todo
lo contrario: que ni nació el romance diel' bajo' latín, sino del alto
latín, pudiéramos decir, esto es, del antiguo latín rústico de los si-
glos II y I antes de la era cristiana y juntamente, del bascuence; y
además sé que aquel viejo y rústico latín no fué jamás lengua ge-
neral de España siaio de los romanos e italiotas que en España, vi-
vían y de algunos españoles más o menos romanizadois. La mayor
parte c casi todas ilas inscripciones y epitafios latinos de lEspaña son
de personas rom^anas; por casualidad habrá algún nombrie no roma-
no. Y con todo, tambiién los no romanos se morían; sino que, por
no ser romanos ni estar romanizados... pues no se íles hacían lápidas
en flatín. Eran españoles, hablaban su lidioma nacional y los roma-
nos no contaban con dios para nada. No cabe duda que los ro-
manos oonquisbadores eran unas gotas en el mar del pueblo espa-
ñol doaninaido. De este pueblo, regiones enteras no tenían trato con
los romanos; en las que lo tenían, se daban a entender con ellos
chapurreando el latín, que es ilo miismo que decir hablando roman-
ce; y poquísimos, romanizados enteramente, haiblarían latín. Esto es
lo que dicta el sentido común. Y ese latín era el rústico que traje-
ron los soldados y lo's colonos italiotas, que hablaban un latín bas-
tante mezdlado de úmbxio.
Antonio. — tPero ¿acaso el bajo latín no es el latín rústico? O
¿qué entiende usted por uno y otro?
Aurelio. — Bajo latín es el latín literario de la última época del
latín escnito, el latín de Du Cange; íatín rústico es el que habló el
pueblo romano e 'italiano, en el cual no entró la cultura helénica ni
la cultura osea. El latín dásico o literario se apartó nmiy temprano
del rústico y se fué modificando a influjo dd oseo y del griego:
conocérnoslo desde Livio Andrónico, autor oseo y helenizado. El
mismo latín rústico o popular no fué siempre d mismo: muy di-
ferentemente hablaba ell pueblo en los siglos 11 y i antes de J. C,
por los tieanpos de los Esciplones y de los Gracos, que es cuando
lo trajeron a España las legiones romanas y ilos colonos italiotas
más que romanos, de como se habló después por los tiempos de
la declinación dd Imperio, cuando, más que latín, ya era una u
otra de las lenguas románicas. Desde el siglo iv ya puede decir-
se que no se hablaba latín en ninguna parte; sólo se escribía, co-
mió en un idioma artificial, ^ literario; de hecho, muerto. El latín
rústico dio los romances en labios de las naciones extranjeras; el cas-
tellano, en España; el italiano, en Italia; el francés, en Francia.
124 DIÁLOGOS FAMILIARES
Algunos, sin hacer estos deslindes, al decir que el castellano na-
ció del latin rústico, entienden que se trata del latín literario de
fines dd Imperio en adelante, que es el llamado bajo latín; pero
ese bajo Latín no se habló jamás: es el latín muerto de hecho y
mal aprendido por las gentes de letras, latinizando las voces dd
romance, que era el único vivo idioma que se hablaba.
Antonio.— Ciertamente, el (castellano no nació del Qatín clási-
co del tiempo de Augusto, que sólo fué una lengua exclusiva de
la gente letrada y aristocrática de Roma, bien que d pueblo la
entendía en el foro en labios de Cicerón y demás oradores.
Aurelio. — ^Ni de ningún otro latín literario, siquiera sea el ba-
jo latín de los últimos escritores del Imperio y de los escritores
medievales. Ni del latín vulgar de esas últimas épocas, que ya no
era latín, sino romances varios; sino del latín vuilgar de los dos
primeros siglos antes de la era cristiana.
Antonio. — Pues entonces no tuvo tiempo de generalizarse d la-
tín en España.
Aurelio. — -Oaro está que no, y eso es cabalmente Jo que he afir-
mado, que nunca se generalizó d latín en España; sino que d ro-
mance nació al primer choque de latín con el habla indígena, esto
es, al ser chapurrado por españoles mezdland'o voces indígenas a
las latinas pronunciadas a la española y con gramática 'Latina vul-
gar, sin sufijos casuales en nombres y adjetivos y casi sin desinen-
cias personales y modificaciones en los verbos.
Antonio. — Pero, don Aurelio, d castdlano no nació tan tempra-
no; no comienza a despuntar hasta los siglos xi y xii, y, por con-
siguiente, nació del bajo latín, el cual es medio romance, por ser
latín que se iba corrompiendo.
Aurelio. — Medio romance es ese bajo latín que les trae a us-
tedes al retortero. Como que es romance latinizado por los que, pre-
tendiendo escribir en latín y sabiéndolo tan medianamente como lo
sabían los que entonces lo aprendían ya a modo de lengua muer-
ta y puramente literaria, no lograban escribir más que en una je-
rigonza artificial, de fórmulas forenses ya hechas y de vocablos
castellanos latinizados. De suerte que todos esos vocablos que, se-
gún ustedes, tomó el castellano del bajo latín, los tomaba, por d con-
trario, el bajo latín del castellano. La prueba está en que tales vo-
cablos no tienen raíz latina, sino bascongada o teutónica.
No salió, pues, el castellano del bajo latín, sino que, al revés,
éste salió dd castellano en parte.
Antonio. — Pues, amigo mío, todo el mundo ha creído hasta aho-
ra Jo contrario y tamañas afirmaciones merecen la pena, de pro-
barse : repito por tercera vez que, si el bascuence es el que le ha
enseñado a usted todo eso, sabe el bascuence más de lo que con-
viene.
Aurelio. — El bascuence lo sabe de muy buena tinta, don Anrbo-
nio, puesto que muestra sus raices y sus palabras como formando
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO 12$
parte del castellano y del bajo latín. Discuirren siempre ustedes su-
poniendo al bascueoice como algo extraño a nuestro romance, y ese
es un falso punto de partida. Bl bascuence, lejos de sernos extra-
ño, es lo único nuestro que encierra nuestro romance. En España
vivían los españoles antes de llegar acá Jos romanos, y hablaban su
idioma propio, que «ra ©1 bascuence. Dos siglos nos resistimos; pero
acabaron por dominarnos. Nos impusieron su gramática y gran par-
te del düccionario. Y somos tan poco nuestros y tan sandios admira-
dores de Jos que se nos impusieron y señorearon, tan de espíritu
villano y servil, que desechamos como extraño Jo único que nos qiie-
da de aquel idioma nuestro prerromano y nos gallardeamos con lo
extraño, con lio latino, y hasta nos damos a entender que es la cosa
tínicamente nuestra.
Habrá usted visto en el Museo Nacional unas que: llaman virias
de oro ibéricas. ¿Por qué no se llaman torques, como las llamaban
los romanos ?
Antonio. — La Academia no trae la voz viria en su EHocicmario ;
en cambio trae torques.
Aurelio. — ^Ya lo ve usted : aprecian lo extraño y menosprecian
lo propio. Nadie jamás dijo en castellano la voz torques. Enitre los
romanos emplearían acá esta voz; pero los españoles decían viria.
Por eso no acepta viria la Academia, por ser voz nuestra, y acep-
ta torques, por ser latina.
Antonio. — ¿Es voz bascongada viria f
Aurelio. — Así es. Del bascongado bira, que vale vuelta, y biri-
bil es redondo, círcuío, bira-ka, dando vueltas. De aquí la vir-ola,
o bira o viria más pequeña, y virar, que es volver en náutica, dar
vuelta. Bira es derivado -ra de bi, dos, como lo tienen los demás
numerales.
Antonio. — La Academia dice seriamente que virar viene del bajo
latín virare.
Aurelio. — ¿Ve usted cómo sacan el castellano del bajo latín,
cuando salió, por el contrario, el bajo latín del castellano? Y si no
que nos digan la raíz la/tina de virare.
Antonio. — Dice la Academia que virare viene ded griego gy-
rare.
Aurelio. — De gyrarc salió girar; virare salió die virar, y éste
del bascongado bira.
Antonio. — Ahora doy con la etimología del famoso Viriato, lu-
sitano, que equivaldrá a)l Torquatus romano.
Aurelio. — Luego también en Lusitania se hablaba bascuence. Co-
mo que Lusitania, que los portugueses traen de Luso y de Ulises
(!!!), conforme a lo que le advertí de Olvidar lo nuesitro y de hi-
par por lo ajeno, viene del bascongado Luz-eta, que vale llanuras,
de luze, largo, y lo eran de la península, que baja ¡por la parte de
Occidente, donde se allanan las cordilleras de la meseta castellana.
Para conveiK:er a usted de que viria es voz española, oiga a
126 DIÁLOGOS FAMILIARES
PÜiiiio (1. 33) : "Viriolae Celticae dicuntur, viriae Celtibericae." Y,
por supuesto, no hay que pensar aquí en la lengua cétltica, sino que,
como siempre, hay que tomar como de la lengua española lo que
los romanos llamaban célltico o celtibérico.
Antonio. — Voy viendo que el bascuence no es ajeno a España
na al castellano. Realmente era oosa de casa; y, al fin y ail cabo,
los romanos y su latín d^e fuera vinieron. Y no es de creer que un
regato que desemboca en el mar dé al mar su dulzura. En Buenos
Aires están continuamente desembocando gentes de varias naciones
y siempre sigue dominando el idioma castellano.
Aurelio. — Los romanos fundaron aquí colonias, mouiicipios, con-
venitos jurídicos. En esas poblaciones hablaban latín vulgar los ro-
manos y isu cultura atrajo a 'los españoles, que tratarían con los ro-
manos y aprenderían más o menos bien a chapurrar el latín. Los
jóvenes de la nobleza hasta aprenderían el latín iliterario en las
escuelas romanas. Pero ¿usted cree que ios españolies alejados de
esos centros llegasen jamás a hablar latín? ¿'Cree usted que habla-
ron latín, verdadero latín, los mismos españoles que trataban con
los romanos ?
Antonio. — ¿Y por qué no, si el castellano no pudo salir de otra
manera dtl latín que habiéndolo primero hablado Los españolesi?
Aurelio. — Aquí le quería yo, don Antonio; aquí está el error
precisamente. Don An'tooio, no es menester que Jos españoles hu-
bieran llegado a hablar latín para que podamos explicarnos el na-
cimiento del romance. Antes bien, si todos los españoles hubiesen
hablado puro latín y se hubiese perdidb toda huella del habla indí-
gena, ¡seguiría hablándose iatín en España, un latín que diferiría
del antiguo como difiere el alemán del antiguo godb, como el mo-
derno griego del griego antíguo. Per no es ése el caso. Puede lla-
marse griego al griego moderno, pero no puede llamarse latín al
castellano ni al italiano mi al francés. Es que en griego sólo ha
habido evolución lenta de un idioma con ligeras y -posteriores apor-
taciones extrañas; en los romanocs hubo un choque del latín con
las lenguas indígenas ; pasó el latín de una a otra nación, de una
a otra raza ; pronuncióse el latín por labios no romanos, de otro f o-
netismo diferente. Los españoJies hablaban bascuence, pronunciaron
el latín a la bascongada, se desentendieron de muchas tenmiinacio-
nes gramaticailes latinas, latinizaron miichas raíces propias: esa ha-
bla, de fonética basca, de gramática latina muy corrompida, de dic-
cionario latino y basco, ya no puede llamarse iatín, es el cas-
tellano. Además die evolución, que no muda la sustancia de los
idiomas, hubo aquí rev-olución, que la muda realmente en otra me-
diajitc la miezcla de dos idiomas que chocan y se funden, perdien-
do algo cada uno de ellos y dando por rcsullitado un idioma nue-
vo. A la verdad, los españoles al quererse dar a entender con los
romanos, procuraban pronunciar y hablar como ellos ; pero era im-
posible que dejaran de m\ golpe la pronunciación, los giros, el modo
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO 1 27
d'e ser y aun todas las palabras de su idioma nativo, y que, ade-
más, pudieran ihabllar como los mismos romanos. Se daban a en-
tender y basta. El lenguaje que para ello empleaban era una je-
rigonza, una mezcla de latin y bascuence : eso es nuestro romance
castellano. Si el idioma indígena se hubiera sustituido ipoír el latín
en toda Esipaña, hablaríamos un latín, aunque evoilucionado. Ahora
bieo: eíl fonetismo castellano es bascongado y opuesto a¡l latino: sólo
admite nuestra Lengua las combinaciones de sonidos que adlmite el
bascuence y desecha las imás de la.s combinaoioiies latinas. No se
habló, pues, latín eiij toda España : el romance nació al primer cho'-
que del ll'atín oon el bascuence.
Antonio. — Ya no me va pareciendo tan extraña su manera de
pensar: así parece, ipor lo menos, que pudo suceder, pues eil pueblo
no llega fáciilmenite a aprender con pureza una lengua extraña.
Aurelio. — Jamás llegó un pueblo a tomar pura una lengua ex-
traña. El pueblo ignorante y que no se cuáda de pureza de expre-
siones, sino sólo de 'darse a entender, se las arregla como' (puede,
y ese arreglarse y ese poder son más bien un desarreglo y una im-
potencia: apelo al desarreglo y a la limipotencia que notan en sí mis-
mos los más instruidos, cuando comienzan a aprender, aun con mé-
todo, libros y maestro, un idioma extraño, mayormente si ese idio-
ma es muy desemejante del ipropio.
Antonio. — Así es, y nunca me había podido explicar cómo el
vullgo, en aquellos tiempos, sobre todo, sin libros, sin maestros, snn
la culitura y la facilidad de comunicaciones de hoy, hubiera podiidb'
lograr hablar él latín de los romanos.
Aurelio. — Natural es que no se lo pudiera explicar porque es
imposible de todo punto. Para convertirse el latín en romance se
necesitan 'siigilos; pues para, sustituirse primero el bascuence por el
latín, ¿cuántos más no serían indispensables?
ANTONio.-nSin embargo, don Aureliio, si advertimos a dos escri-
tos medievales, notaremos cómo va transformándose en romance el
puro latín: y estois hechos me hacen más fuerza que todas sus con-
sideraciones, poír natu'raQimente fundadlas que parezcají, como realmien-
te me lo parecen.
Aurelio. — 'Así es como se piensa comúnmente; pero ese modo
de pensar es el que yo pretendo rebatir.
Antonio. — 'DifiouLtoso será rebatir lo que ya Monl'au, en sru' dis-
curso de recepción en la Academia, dijo en co'mprobación de que
del latín, sólo del latín, naoió el castellano. "La gran capa, o mejor
dicho, el armazón del castellano — dice — , como de los demás idio-
mas de la Europa romana, sie encuentra en el latín'. Primitivamen-
te latinos son todos los vocablos más usuales y que forman como
el esqueleto de un idioma: ios ipronombres, los llamados adjetivos
posesiivos, demoistrativO'S y numerales; el artículo, los verbos auxi-
liares, las preposioionies o prefijos, 'los sufijos o desinencias, las
conjunciones y los priincipales adverbios, todo está tomado del fla-
128 DIÁLOGOS FAMILIARES
trn: y un idioma deberá reconocer siempre ipor lengua madre a la
que le haya dado esas diferentes especies de signos orales, sea cual
fuere el caudal de los que accidental o transitoriamente liayan lue-
go aumentado su vocabullario. Pero aun este vocabulario es radi-
calmente latino, porque al latín debemos las cuatro quintas partes
"de nombres y verbos; latinas son las palabras que sirven para de-
signar las ideas más vulgares, los seres más conocidos, los objetos
más usuallcs y las cosas más necesarias para la vida; latinas, en
fin, y casi exclusivamente latinas, son las voces que traducen las
i<kias referentes a las facultades superiores del alma; las que re-
presentan los sentimientos nobles y las pasiones generosas, las téc-
nicas del arte, de la oiencia o de la literatura, y todas cuantas sir-
ven para expresar la cultura del espíritu o atañen a un orden ele-
rado cualquiera. La sintaxis de las lenguas modernas no difiere
sustancialmente de la latina. Quitad al latín sus casos y suplidos
por partículas, introducid el que donde el latín ponía el infinitivo,
y casi siempre os quedará sustituida una frase romance a la frase
Jatina. ¡ Qué más !, prescindiendo de la debatida cuestión sobre si
el armonioso endecasílabo del catalanoprovenzal, de la le gua de
oil, del italiano, del portugniés y del castellano, tomó origen del he-
xámetro latino, como sostienen unos, o del sáfico horaciano, cuaü
pretenden otros, y a mi ver con más fundamento, siempre resun-
ta que la métnica moderna, y quizás también la rima, es esencial-
mente latina. Ya lo veis, señores: del latín, sólo del latín (y esta
es mi tesis) nació el castellano. Rebúsquese cuanto se quiera fuera
dell latín; de seguro no se encontrarán más que unas cuantas pa-
labras allegadizas y caducas, ninguna de ellas de un orden impor-
iante, casi ninguna atributiva, pues rarísimos son los verbos toma-
dos fuera del lartín; como que el árabe, con toda su pondereuda in-
fluencia, no logró aclimatar una veintena de ellos. Notad, además,
que los nombres no latinos que han quedado en el castellano son
casi todos infecundos, es decir, no tienen compuestos ni derivados,
están como condenados a morir sin posteridad y a morir tempra-
namente, porque el uso los rechaza por instinto, los alltera y desfi-
gura, los sustituye y arnincona, relegándolos muy pronto a las clases
de las voces históricas o anticuadas; todavía más: ni esa vida pre-
caria se les concede, si no van resellados por el latín. Hijas cari-
ñosas de su buena madre, las lenguas neolatinas repugnan todo lo
qi>e de ella no procede directamente, y sólo lo admiten en caso de
absoluta necesidad y con su consentimiento. Así se crearon, y así
■fueron adquiriendo carácter específico las lenguas anodernas: así
habéis visto que el castellano salió triunfante del embate de los
•idiomas exóticos que le asaltaron en su cuna e infancia, y que, adul-
to ya, se purgó con presteza de todo demento extraño capaz de al-
terar su genuina índole, cuando las vicisitudes históricas pusieron al-
gún conflicto."
Aurelio. — Admirable himno de triunfo que pudiera hal>cr can-
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO 1 29
tado em alguna Atademia de Roma en toemipo de Augusto el máí^
elocuenite romano. Es un acabado panegírico del romanismo y lati-
nismo, de la conquista de Espiaña por la romana cultura. Pero no
me suena tan bien cuando lo oigo pronunciar por un españoQ y en
la Acadcjnia Espaiíola, porque es un. himno que entona el españod
vencido al romano vencedor, y eso no es de ánimo muy levanjta-
do. Cantemos la cuítura romana, pero no desconociendo la nuestra
propia. El latín señorea en nuestro romance ; p'cro el habla indí-
gena prerromana no está reducida tan a la nada como Monlau su-
pone y han proclamado nuestros eruditos. Noble y generoso reco-
nocer lo extraño, pero villanía fuera desconocer lo propio. Exce-
lente párrafo que corta por sui base toda pretensión ée los que qui-
sieran proclamar eJ griego, el árabe y el godo como elementos esen-
ciales y originarios del romance; pero que no habla para nada con
ed bascuence.
Antonio. — ¿Cómo que no? Lo mismo va contra el bascuence-
que contra las demás lenguas que quisieran presentar sus títulos
ante los del latín.
Aurelio. — Va contra el bascuence; pero que no debiera ir, si
MonJau supiera que eil bascuence influyó en la misma cuna del ro-
mance a par del ilatín. Pero Monlau ni siquiera se acuerda ni sabe
palabra del bascuence. Hijo exclusivamente de la cultura latina, ha-
bla como hablarían los romanos que en sus escritos le enseñarooi
eso con manifiesta parciallidad. Pero hay más en el mundo. Olvi-
demos lia literatura y los libros, artificio ai cabo de eruditos, y mi-
remos tan sólo al habla viva de las gentes, fruto tan natural coma
los demás fenómenos de la naturaleza. Esa habla tiene la arma-
zón gramatical de un idioma diferente del latín y del bascuence:
por eso es un idioma aparte y de propia personalidad en el mundo
de la lingüística. Derivóse esa armazón de la gramática latina, des-
articulada y desjarretada al choque y empujón que le dio al latín,
naiesftro bascuence. El cual obró, por consiguiente, de una manera
sustancial en la formación de Ja gramática castellana, no acciden-
tal, transitoria y posteriormente como el godo y el árabe. Como
nuestra gramática es, con todo, más latina que bascongada, justamen-
te se llamó romance. Gran preponderancia ésta del latín en nuestro-
idioma; pero al bascuence le debemos otras cosas acaso de no me-
nor momento, cuales son el fonetismo, del cual no habló Monlau
por no entender de lingüística moderna ni de psicología ni fisio-
logía del lenguaje. El fonetismo es lo más entrañable de los idio-
mas y lo que jamás llega a perderse en una raza. Hervás, más hon-
do lingüista que Monlau, a pesar de ser un siglo más viejo que
él, observó lo que a él no se le ocurriera jamás: que el fonetismo
castellano es bascongado y nada latino, y que por eso los nacidos
en las provincias bascas que aprenden el castellano no se diferen-
cian después por la pronunciación de los castellanos o aragoneses,.
130 DIÁLOGOS FAMILIARES
mientras que un ing'lés o francés, ¿qué <íigo?, \m catalán, será siem-
pre reconocido por la manera de pronunciar el castellano.
Yo observo otra cosa que confirma esta honda observación de
Hervás, y es que donde más limpia y castizamente se pronuncia el
castellano es en toda !a banda del Norte cercana oil país bascon-
gado, por ser esa banda la última que dejó die hablar bascucnce al
inse éste retirando ante el empuje flatino hasta quedar arrincona-
do en el país basco. Esa banda corre desde la míontaña de Santan-
der, (parte de Burgos, Rioja, Navarra, hasta Aragón. En toda la
libera del Ebro es donde hay que dr a buscar el fonotismo pairo
castellano. Cuanto más se baja hacia Andalucía vase oscureciendo y
trasformando más y más.
Tras el fonetismo viene e(l caudal léxico, que en nuestro ro-
mance vivo y popular tiene tanto o más de bascongado que de la-
tino; y sobre la clase de palabras, de que habla Monlau, mucho ten-
dría que deslindar, y no me despido de hacerlo en otra ocasión, de-
duciendo consecuencias harto diferentes de las que él dedujo. La
métrica, el tecnicismo, todo eso no atañe al habla viva, todo es eru-
dito y, ipor consiguiíente, debido a Ha latina cultura. Las tres cuar-
tas partes de los diccionarios castellanos &on de esa ralea de vo-
ces; así parece de hinchada y de henchida lia \parte que suena a la-
tín. Quítese todo eso cuando se trata de estudiar el idioma, el vivo
lenguaje de los españoles. "Exótico" llama Monlau a lo que no es
latino en nuestro romance. Cualquiera diría que Monllau era roma-
no y que éramos romanos los españoles. Romana es nuestra cultu-
ra; pero tenemos tanto de romanos como de árabes. Somos racial -
mente iberos o bascongados; lo nuestro es lo basco, en el idioma
como en todo lo demás; lo latino es para nosotros lo exótico.
Pero dejemos para otra ocasión la cabal rectifíicación de ese
alegato latino de Monlau, y muéstreme, don Antonio, ootno me pro-
metió, los documentos que justifiquen su opinión de que eil latín
rústico, pero verdadero y puno latín, se habló en España por el
pueblo.
Antonio. — Sí, señor..., ducumenta damus qua simus origine nati.
Y vuelvo a Monlau para deslindar bien' eil terreno. "Conviene ad-
vertir que hay dos especies de bajo latín: uno, perteneciente a los
primeros siglo?, después de J. C, cuando las lenguas populares no
se habían desprendido aún del regazo materno, y otro, que era el
de los notarios, clérigos y monjes, correspondilente a la época en
que empezaba a escribirse. El bajo latín de los primeros siglos es
un tesoro para el estudio de la formación ddl romance ; es una mina
fecunda para la exploración etimológica, porque da fonnas no al-
teradas; mientras que el de Has cartas y dipflomas extendidos por los
notarios, si bien aun hoy día interesa grandemente a las famnlias,
a las corporaciones y all Elstado, para la interpretación de doctrmen-
tos, carece de importanoia literaria y etimológica, porque descarría
en vez de guiar, pues la curia laitiniizaba sin reparo, sin conocer
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO I3I
la formación) de las palabras, sin ortografía fija siquiera. En los
tiempos medios di romance había formad'o, por ejemplo, fornaje,
herbaje, homenaje, vinaje, y los notarios latinizaron estas palabras
por fornagitiin, herbagium, homenagium, vinagium, ignorando que,
según el bajo latín puro, debían ser fornaticum, herhaticum, homi-
naticum, vinaticum. \ A tal punto hemos llegado, que las formas ro-
mances nos han de servir para remontarnos a la baja latinidad pri-
mitiva ! De aquella latinidad, decaída, arranca la formación de los
romances; por esto merece fama inmortal ell gran Du Canige, cu-
yos admirables Glosarios son la más (preciada conquista de la luz
de la erudición moderma sobre las espesas sombras de la Edad Media."
Aurelio. — Don Antonio, ya le tengo advertido que el romance no
nació de ningima de esas bajas latinidades, porque el pueblo indígena
no habló aquí nunca latín, ni bajo ni alto, hasta que usted me lo prue-
be, que no será fácil. En Du Cange, además, no hay otro latín que el
que se escribía, y de ése no salió 6l romance, sino del hablado y no
escrito. La mima y tesoro que decía Monlau, quedan convertidos en
humo y carbones. No tenemos textos del ílatín hablado ; así es que hay
que reconstruirlo por las lenguas románticas. Tal tienen hoy los ro-
manistas.
Antonio. — "El pueblo romano, a la par que el yugo de la domina-
ción, imponía a los pueblos vencidos el yugo no menos eficaz de su
idioma, y las provincias conquistadas, en noble compensación de verse
humilladas, recibían, consiumada ya, una civilización entera. ¡ Qoria a
Roma ! ¡ Gloria a la l'engua latina ! Vosotras
Fecisti patriam diversis genübus unatn:
Urbem fecisti quod prius Orbis erat."
Aurelio. — 'Esas son frases de las que orondamente suenan en la
Academia. ¡ Hechos, don Antonio, hechos y no frases ! Loa romanos
no impusieron a los indómitos canifpeones de Numancia, a los soldados
de Viriato y Sertoriio, a los inquebrantiables celtíberos y cántabros su
lengua: la lengua latina nunca la hablaron todos estos verdaderos y
genuinos españoles. Cuando no pudieron menos de entenderse con los
vencedores, se dieron a entender, no en latín, sino en romance, en
latín euskerizado o españolizado. Buenos estaban ellos para some-
terse a la férula del maestro y para cantar de coro, como doctrinos,
musa musae. Los romanos fueron los que olvidaron su kiigua más que
de paso y se acomodaron al nuevo romance del pueblo. Eil pueblo no
habló latín, don Antonio : estoy aguardando aún sus documentos.
Antonio. — iLos presentaré, sí, al punto. Pero antes permítame una
observación. El mismo Monlau, que afirmaba poco ha que del latín,
sólo del latín, nació el castellano, añade dos hojas más aihajo: "Las
clases alltas hubieron de empezar a familiarizarse con el latín, por ne-
cesidad primero, y luego por interés, por ambición, por gusto. Las cla-
ses inferioires, por razones análogas, imitaron, cual siempre tratan de
imitar, a las más dievadas. Romipieron, pues, a hablar el nuevo idioma
132 DIÁLOGOS FAMILIARES
y, sacrificando la pureza a la facilidad de la pronunciación, maltra-
tando sin piedad los accidentes gramaticales e infringiendo a cada paso
las reg-las de la sintaxis, destrocaron horriblemente el íatín gramatical
y correcto, convirtiendo un idioma afiligranado y bellísimo en tma
lengua anárquica, áspera y grosera, arrancando, como quien dice, so-
nidos fuertemente desapacibles, de un instrumento el más melodioso y
mejor afinado."
Aurelio. — ¡ Cuallquiera diría que tiene Monlau ante sus ojos el la-
tín ciceroniano, del cual dijo que no sallió el romance.
Antonio. — "Por ese vandalismo — sigue diciendo Monlau, aunque
voy viendo que deshaciendo su tesis — , por esa especie de gemianía
indefinible, empezó, sin embargo, la trasformación del romano en ro-
mance, y la de éste en la lengua que hoy hablamos y escribimos, en
esta lengua cuya posesión nos envanece y no sin fundamento."
Aurelio. — Total, que Monlau, después de decir que de sólo el la-
tín nació el castellano, viene a parar a lo que yo sostengo, que eÜ pue-
blo español nunca habló Jatín y que ell romance nació desde d punto
y hora que quisieron los españoles darse a entender con los romanos,
mezclando su propio idioma con el latino, destrozando el latín, hacién-
doüo germanía y convirtiendo el romano en romance; y, en fin, que
éste nació, no en ría época de la baja latinidad, sino durante la misma
conquista.
Frases, don Antonio, frases de circunstancias ax:adémicas. Porque
si los romanos entraron en España el siglo 11 antes de Jesucristo y al
quererse dar a entender los españofles con ellos formaron el romance,
¿cómo puede decirse que éste no se formó hasta el siglo xi o xii o
hasta el v, por lo menos, que vinieron los bárbaros? ¿Siete siglos tar-
daron en formar el romance? ¿No dice Monlau que aJ romper a ha-
blar é[ latín lo destrozaron? ¿Tardaron siete siglos en romper a hablar
y en contestar a Jos romanos que les preguntaron algo o en dar a
entender el rústico recovero al caballero romano que fué al mercado
Jo que valía el pollo que quería comprarle?
Con que, don Antonio, vengan otras pruebas, vengan los deseados
documentos.
Antonio. — Tiene usted razón. La cita con que argumenté queda
deshecha por otra del mismo discurso. Y por cierto que voy notan-
do en cuantos han tratado esta cuestión que para nada mientan el idio-
ma indígena de España que acá hallaron los romanos. Es sobre ma-
nera extraño, puesto que es imposible no dejara huella ailguna ni en el
modo de pensar ni en el romance. Así como la lengua se amolda al
pensamiento de cada pueljllo y a sus órganos fónico?, así el ptensamien-
to no puede menos de moldearse y tomar un giro adecuado all material
lingüístico del idioma de que se vale para manifestarse exteriormente.
AuREMo. — Pero ¿no defiende usted que la lengua que precedió al
romance fué el latín?
Antonio. — ^Así es; pero «se mismo latín habüado por españoles, pues-
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO 1 33
to en llabios de españoles, sin duda tomaría otro matiz distinto de espa-
ñolismo, ya en eJ pensar, ya en el pronunciar.
Aurelio. — Como lo tomó de galicismo en labios de los galos y de
italismo en llabios de los italiotas.
Antonio. — ^Y aun dentro de España de celtismo en labios de los
galaicolusitanos, que eran celtas, y de iberismo ein las regiones pobla-
das por iberos.
Aurelio. — ¿ Luego me viene usted mismo a confesar que el elemen-
to indigena influyó en el romance y así se distinguieron eJ francés.,
el galaicoportugués y el lusitano?
Antonio. — ^¿ Quién puede negar tal influjo?
Aurelio. — Y ese elemento, ¿ influyó al formarse el romance o des-
pués de formado?
Antonio. — Naturaü mente, al formarse, puesto que entonces obraba
en los españoles la costumbre y el modo de ser del idioma indígena que
dejaban por la nueva lengua. Después de c-sta ya formada, aquélla ya
había desaparecido y mal podía infJuír lo que ya no era.
Aurelio. — ^<; Luego el romance no nació sólo d&l latín, sino del latín
y de la lengua indígena?
Antonio. — Don Aurdlio, me vuelvo atrás, porque usted me envuel-
ve con sus argucias. Cuando nació el romance nadie se acordaba ya
del bascuence o del que fuera idioma indígena; todo el mundo no ha-
blaba ya más que latín tiempo había.
Aurelio. — ¿ Cómo que nadie se acordaba ya del bascuence ? ¿ No he-
mos visto que aun en tiempo de los árabes se entendía el bascuence por
los cuatro punitos cardinales de la península y que hay voces en los re-
franes castellanos y fuera de ellos que son puramente bascongadas, las
cuales no pudieron venir después al romance? Por lo menos la pronun-
ciación o fonetismo bascongado ded romance y los sufijos bascongados
que tiene no pudieron añadirse después: el romanae trae su fonética
bascongada y los sufijos esos desde la cuna.
Antonio. — '¿Qué fonética es ésa y qué sufijos?
Aurelio. — ^Larga me la cortáis para que pueda dar a basto a tan sen-
cilla pnegunta en un rato; pero pondré un ejemplo. De toda la Ro-
manía sóüo en la región ibérica de España y en la ibérica de Aquitania,.
esto es, de la parte de acá y de allá del hoy país basco, se convirtió la;
f latina en h, o sea en la aspiración, porque en entrambas regiones se
habló bascuence y porque el bascuence es enemigo de la /; Felipe, di-
cen, por Felipe, los bascongados. Cuanto a sufijos bascongados del cas-
tellano bastaran -arro y -arra, -orro y -orra, -urro y -urra, que nadie-
admite que vengan del latín, como en cacharro y zamarra, pitorro y-
chinchorra, baturro y chapurrar, y note que no sollo estos sufijos, sino?
¡las raíces de estos vocablos son bascongados. Trabajo le mando a! que
quiera explicarlos por el latín. Véalos en el Tesoro, de Cejador,
Antonio. — Pues todo eso pasaría al latín, cuando hablaban latín
todos los españoles, y aquel latín, con esos elem'CiDtos bascos, pasaría
al romance cuando en él se corrompió el latín.
134 DIÁLOGOS FAMILIARES
Aurelio. — ¿ V cree usted que ese latín que admite tales voces, ta-
les sufijos y tal fonetismo sigue siendo latín?
Antonio. — ¡ Hombre ! Latín corrompido.
Aurelio. — ¡ El latín corrompido es lo que llamamos romance ! Si
los españoles metieron en el latín que diapurraban esos elementos bas-
congados, y esto desde el primer momento que quisieron hablar latín,
no puede decirse que los españoles llegaron a habflar lart:ín, sino ini la-
tín euscarizado en el fonetismo, en la morfología y en el léxico. Eso
es cabalmente eil castellano.
.\ntonio. — En verdad que con sus cavilaciones y sutilezas sofísti-
cas, argado sobre argado, me ha venido usíed a enredar y a coger de
nuevo. Pero yo no me doy por vencido. Casi estoy por megarle que el
castellano sea latín corrompido. Por lo menos no lo está iodo. Con el
maestro Oliva üe puedo mostrar un trozo que es castellano y puro
latín a la vez :
"Tam inútiles, tan vanas artes tractant gentes, tantas m'ac-hinas pro-
curant exquisitas, superfinas, prolixas, quae quanto maiores, tanto est
maior molestia. Mostrándose curiosos dant doctrinas non necessarias
collocando tantas horas, deprauando tantos animes, quae quando se
collocant in arte fructuosa dant grandes fructus. Eloquentia «Romana
est facillima, si professores non tam varias, tam discrepantes opinio-
nes renovassent."
Baste para muestra de que no sólo el romance desciende de la
lengua latina, sino también de que no está del todo destruida y con-
sumida.
Aurelio. — Así como en tiempo de los godos se llamaban roíuanos
todos los españoles que no eran godos, aunque sólo lo eran por haber-
les concedido los emperadoses el ins romannm, el ser ciudadanos de
Roma sin haber nacido en ella, así llamaron romance a su lengua,
creyendo que hablaban el latín o idioma de Roma, cuando lo que ha-
lilaban era otra lengua del latín derivada en parte. La tal creencia llevó
a los eruditos a emplear en esta su lengua cuantas voces latinas les
venían a cuento, cual si hiciesen uso de lo que era propio. Mas como
tales voces eran latinas y no eran castellanas, porque, a pesar de no
creerlo, eran castellano y latín idiomas diferentes, resultó t\ lenguaje
«scritp de los doctos una fea mescolanza de castellano y latín, lengua-
je híbrido con dos fonéticas, que es como si dijéramos con dos san-
gres diferentes. Así decimos contar y escribimos contar y computar,
siendo computar un verbo puramente 'latino y tan poco castellano, que
«1 correspondiente castellano es contar, que de computare se derivó.
Ahora bien, el maestro Oliva, que nada entendía de estas distinciones
lingüísticas, aderezó ese párrafo latino y creyó que no menos era cas-
tellano ; pero sólo es de ese mal llamado castellano formado por voces
latinas, que los eruditos emplean cual si fuesen castellanas por ol falso
^rincijíio de que, no diferenciando el castellano del ilatín, tienen de-
redio a emplear en castellano todo el diccionario latino. Las más de
las voces de ese párrafo son latinas y no las usa el pueblo, porque las
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO 1 35
sacaron Jos eruditos del léxico ya muerto del latín. Es más. Todavía
le concediere que con voces 'puras castellanas acaso pueda aderezarse
otro párrafo que a la vez sea latino y castellano, porque teniendo nues-
tro romance latina la gramática y buen golpe de voces que no han su-
frido apenas ni corrompídose de como estaban en latín, no es dificul-
tosa la tal empresa. Pero ha de ser a condición de que hagamos la vista
.gorda: así iractant no es castellano, sino tratan; ni est, sino es; ni dant,
sino dan; ni renovassent, sino renovasen. Apenas si queda forma ver-
bal latina que sea corriente en castellano; pero, en fin, haciendo la
vista gorda, puede suponerse que es castellano. Yo le aderezaría otro
tal párrafo con voces puramente castellanas de origen bascongado, que
nada absolutamente oliese a latín. Créame, don Antonio, que en esto
•del habla más saben las viejas de por ahí que todos los maestros Oli-
vas juntos. Pocos cortaban el griego como Teofrasto, y con todo, una
viejecilla de la calle le dijo en Atenas que era forastero. Y pregun-
tándole en qué se lo conocía, respondióle: quod niniium attice loquere-
4ur; porque hablaba muy en demasía a lo ateniense (Cicerón, /n Briit.).
Los que nos picamos de latinos ¡ cuánto menos sabremos de castellano,
cuando Teofrasíto, picándose de muy ático fué, por el mismo caso, re-
conocido por no á-tico !
Y ya que le gustan a usted 'esas cosillas y como rompecabezas,
^o le puedo dar otro pedazo que es latín y castellano a la vez, sino
■que es castellano erudito, no castellano vulgar y castizo, del cual aquí
tratamos.
Antonio. — Venga ese trozo.
Aurelio. — Véalo aquí en la Útil y breve institiitión para aprender
los principios y fundamentos de la lengua Hespañola, Lovanii, 1555,
foílio 62,.
Antonio. — Voy al punto a copiarlo.
Aurelio. — No se tome ese trabajo. Lo tiene ya en su casa, en el
Jinsayo, de Gallardo, t. I, columna 859.
Y dejémonos ya de estas curiosidades y cubileteos. Vengan, don
-Antonio, los documentos prometidos.
Antonio. — Mis documentos los conoce usted ha tiempo: son Üas
JPartidas, las Cartas pueblas, el Fuero de Aviles sobre todo, el Poema
del Cid, etc. Creo inútij traer palabras de tales documentos : ellas mues-
tran que el romance se estaba formando aquel entonces y que uno
o dos siglos antes, todo lo más, tal vez no se hablaba más que puro
latín, bien que bajo latín.
Aurelio. — Mire, déjese de bajos latines, repito, pues pronto le voy
a probar a usted que para la época en que aparece di bajo latín ya es-
taban cansadas de vivir las lenguas vulgares neolatinas. Como que todas
-esas voces y frases que recogió Du Cange como ddl bajo latín, es-
taban tomadas de las lenguas neolatinas.
Antonio. — Mucho me espanta que asegure usted estuviese cansa-
-do de vivir el romance para aquellos tiempos. Compare el castellano de
las diversas épocas y no podrá menos de echar de ver cómo se iba for-
136 DIÁLOGOS FAMILIARES
mando, cómo iba desprendiéndose del regazo materno, cómo iba to-
mando caracteres propios, olvidando poco a poco los del latín. El si-
glo XVI se escribieron estos versos, donde apenas difiere el lenguaje
del de hoy:
"¿Ves el furor del animoso viento
embravecido en la fragosa sierra,
que los antiguos robles ciento a ciento
y los pinos altísimos atierra,
y de tanto destrozo aún no contento,
al espantoso mar mueve la guerra?"
Aurelio. — «Sí:
"Pequeña es esta guerra comparada
a la de Filis con Alcimo airada."
Así escribió GarcUaso.
Antonio. — En una lengua adulta ya y perfecta, en toda la fuerzas
de la juventud del romance. Oigamos ahora al Marqués de Santillana::
"Non te plegan altiveces
indebidas,
como sean abatidas
muchas veces. ' •
Nin digo que te arrafeces
por tal vía,
que seas en compañía
de soeces."
Aurelio. — Y eso es romance del siglo xv.
Antonio. — Voces y frases nos suenan ya coano algo rancias. De-
mos otro paso más, retraigámonos al siglo xiv, saütando de Santillana-
a Juan Ruiz:
"Fasaña es usada, proverbio non mintroso.
Mas val rato acucioso, que dia perezoso.
Partime de tristeza de cuidado dañoso,
busqué et fallé dueña de cual só deseoso.
De talle muy apuesta, de gestos amorosa,
donegil, muy lozana, plasentera et fermosa. "
Aurelio. — Etcétera, don Antonio. ¿A que no sabe usted explicar
ese donegil?
Antonio. — Sin duda lo explicará u'sted' ix>r el bascuence.
Aurelio. — Y el que tenga otra explicación, venga. En bascuence-
egüe significa el que hace, don-cgilc es efl que hace donosidades o
dones, como usted quiera.
Antonio. — Todo esto todavía es castellano, aunque tenga / por h,
s por 2, val y só (por vale y soy, de por con, mintroso por mentiroso y
donegil por donoso: pero el et aún no ha dejado la cascara, y la ru-
deza fónica no se ha todavía siuavizado.
Aurelio. — Pero ¿usted cree que et se pronunciaba así como se vf
escrito? La t finajl no sonaba. Y la / ¿cree usted que sonaba de una
manera y la /i de otra? Eran signos de una misma aspiración. Y sa
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO 1 37
•jio, consulte a don Enrique de Villena, En la Edad Media creían que
el romance era laíín corrompido, y así lo escribían allegándolo cuan-
to podían al latín y con ortografía latina. Pero siga usted su paseo
•de cangrejo.
Antonio. — Sí, caminemos hacia atrás, al siglo xiii de Alfonso el
Sabio y de San Fernando.
Partida IV, título 2.°, ley 4.*:
"Las palabras porque se fizo el casamiento son aquellas que dijo
Adán cuando vio a Eva su mujer, segund dice en eí título de las des-
"posayas: que los huesios e Ja carne della, que fueran del, e que se-
rian ambos como oina carne. Ca non se fizo por las palabras que
algunos cuidaron, cuando bendijo Nuestro Señor a Adán e a Eva e
les dijo : Creced e amuchiguadvos e henchid la tierra."
Así escribían los mejores autores del siglo xiii, y esto aiin es cas-
tellano claro y corriente...
Aurelio. — 'Como que está harto modernizado; pero siga usted.
Antonio. — Donde empieza la oscuridad y donde el romance esíá
•como en mantillas, hasta el punto de dudar uno si lee mal latín, es
•de aquí en adelante, o mejor digamos, para atrás. El Fuero de Aviles
dicen que fué redactado por Alfonso VII en 1155. Fernández Guerra
probó, a mi ver, suficientemente, que es una ficdón verisímilmente del
tiempo del Rey Sabio, en la que se remedó el lenguaje antiguo. De
todos modos este lenguaje u otro parecido pertenecería al siglo xii.
Veamos un trozo con su traducción, que ía ha menester:
"Oui vassura gectar de sua casa e las calles, pectet, V sdidos al
Quien basura arrojare de su casa en las calles, pague 5 sueldos al
Merino, et tolla Ven; et vecino qui, per mal talento, iectar
Merino, y quítela de ella; y el vecino que por mala voluntad, arrojare
petra in casa de suo vecino, pectet V solidos al don de la casa, si tal
piedra en casa de su vecino pague 5 sueldos al dueño de la casa, a no ser
niño non fiir, que sedea de X annos in iuso."
que fuere niño de diez años abajo.
Este documento, el más antiguo conocido de las habías vulgares de
España, parece que los comprende todos en sí, el gallego como el as-
tiurliíano y el portugués, el lemosín como el castellano; y con razón,
TJues los primeros repobladores de Aviles hubieron de ser gallegos en
parte, y en parte de fuera del reino: "Et illos maiorinos que illo Rei
posér, siant vecinos de illa villa, uno franco et uno gallego." Y aquí,
don Aurelio, no podrá usted negar que se está viendo nacer al cas-
tellano del latín y que este documento está tan en latín como en cas-
tellano.
Aurelio. — ¡ Vaya si esrtá en latín, aunque mal latín ! G>mo que el
que lo redactó quiso escribirlo en latín; sólo que no lo sabía bien y
ínetió muchos elementos del habla vulgar. Pero ese documento no nos
muestra el romance, sea del siglo xii, sea del xiii, sea, si usted quie-
le, del XI : eso no es romance; es mail latín.
Antonio. — Es el latín que se convierte en romance.
138 DIÁLOGOS FAMILIARES
AvRELio. — Oiga a Hartzenbusch : "Podrá ser el Fuero de AviléSj.
como creen generalmente los erudiito«, una muestra del castellano, poccK
seguro aún y fijo en el siglo undécimo; pero más parece un documen-
to redactado a propósito para gentes varias en varios idiomas, por una
persona que entendía algo de todos, ignorando el latín y queriendo es-
cribir en ¿i."
Y el mismo Fernández Guerra : "No es posiible que el fuero de
Aviles se dictase en castellano. ¿Y cómo se había de dictaír, siendo
exclusivamente Jatina y eclesiástica la Cancillería Real por ios años
de 1 1 55, y cuando no podía ni pudo en más de medio siglo después-
introducirse en eJla el lenguaje del vulgo? En latín mailo o mediano
acostumibraba extender, sin excepción ninguna, todos 'los documentos.
Pero a deshora vino a secularizarla un suceso que parecía nacido para
limpiar de solecismos los diplomas. Decretaron dos concilios genera-
les celebrados en Letrán hacia los años de 1179 y 1215 que en las
catedraJles y colegiatas se enseñasen gramática y ciencias ; comenzó a
generalizarse a la vez el estudio de dos derechos romano y canónico,
y su propagación fué oreando intereses de cuantía." Así dejaron los
ignorantes notarios de la Edad Media de liinsertar palabras de la len-
gua vuligar, cuando, no sabiendo latín, no hallaban a mano fórmulas
latinas ya recibidas y conocidas.
Antonio. — 'Pues ¿cómo es que los eruditos dicen qiue el castellano
se debió de formar el siglo xii o a lo más el siglo xi?
Aurelio. — 'Diciéndolo, don Antonio. De palabra y ¡>or escrito. Pero
los que tal diicen o escriben toman por castellamo eú habla de las Car-
tas pueblas o a lo menos las consideran como documentos biJingires y
éste es craso error. Harto mejor suipo distinguir esite punto el erudi-
tísimo Sarmiento, el cual dice que se hablaron tres idiomas por aque-
llos tiempos: el de ilos literatos, latín figuirado; el de los notarios, los
semidoctos y alguinos eclesiásticos, laitín bárbaro con mucha mezcla
de vulgar; el del pueblo, romance común. De los tres halla muestras
en las obras detl siglo x y xi, cotejando las de San Euilogño, Alvaro de
Córdoba y el abad Samsón con los cronicones de Pelayo, Sampiro y el
arzobispo don Rodrigo, etc. En el latín de los privilegios de aquellos
siglos y en el romance del Fuero Juego se palpan rasgos de los tres
idiomas. Entre las personas ilustradas ya entonces se decía que el la-
tín usado por los escritores era circa romancium. Véalo en la Impug-
nación del fuero de Aviles, pág. 82. Es imposible que el romance del
Rey Sabio (siglo xiii), y del Poema del Cid (fines del xii o de ipllena
siglo xiii), y de Gonzalo de Berceo (hacia 1221), estuviera en man-
tillas el siglo xii, cuando vocablos de flos siglos viii y ix presentan
una forma perfecta, que en la mayor parte ni sñquiera ha variado has-
ta hoy. No, don Antonio; escritos castellanos no se ven hasta el si-
glo XII, y el castellano de este siglo, como se halla en el Poema del
Cid, si lo es del xii, que creo que no, es un verdadero castellano, una
lengua hecha y completa, cuyo nacimiento no puede ponerse en el si-
glo affíterior, ni aun siquiera cuatro o cinco siglos antes. La lengua de
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO 1 39
Alfonso X estaba ya harta de vivir y sóilo admitía nuevos y nuevos
])niIimentos, que todavía se le están dando. Si esos pulimentos han exi-
gido la friolera de seis siglos, y ell romance del siglo xiii es tan bueno
y perfecto castellano sustandiaimente como el del siglo xvi^ ¿cuántos
siglos no haibremos de suponer haista su primer nacimieinito ?
Antonio. — Algo dice usted; pero no teniendo, como usted dice^
documentos en romance anteriores al siglo' xii, nada podemos averi-
guar de hecho acerca de la época en que él nació.
Aurelio. — Documentos seguidos no tenemos; pero sí voces y fra-
ses, que muestran ya formada Ja Cengua haibía muoho tiempo. En va-
rios documentos latinos del siíglo xi y de fecha anterior se registraai
voces más castellanas en su forma que las equivalentes en Ja Carta-
puebla de Aviles (i), por la sencilla razón de que en esta Carta-puebla
él que lia redactó quiso poner palabras ilaitinas tomándolas deJ vulgo
y latinizándolas como podía, resultaaido una lengua que ni era latín,
ni era romance. Foro y foros leemos repetidas veces en eílla; fueros
dice una escritura en laitín del año 1064, y fuero, otra de 1012. Illa
Re, illas maiorinos e illa villa se lee en el Fuero de Aviles en hiigar
de El Rey, los mayordomos y la villa; en la confirmación del Fuera
de Sepúlveda, escrita en latín con Ja fecha de 1076, vemos escrito los
cavalleros y los alcaldes; y en ion la hera y la mata. En Castilla se
decía ya en el siglo xi deó (dio), sea y aia: ¿quién se había ya de
acordar dd dedit, del sit, del sedeat y del hubeat puramente latinos?
El que extendió d Fuero de Aviles no hablaba como escribía, y si ni
é\ ni los demás clérigos o monjes, que redactaban tos documentos la-
tinos, sabían latín, muclho menos ío sahia el pueblo, ni aun ese bajo
latín, del cual ustedes creen que salió el romance. Hay muchedumbre
de palabras castellanas sacadas de documentos latinos anteriores al
siglo X, que habrá usted leído en el discurso de Hartzenbusch (2) ; mu-
dhas de ellas son nombres locales, qiue, por consiguiente, se pusieron
de muy antiguo. Del siglo ix : encina, era, calzada, barrio, harneros,
fresno, fuero, junqueras, laguna, manto, manzanares, molinos, rubiales,
pozales, sala, tapetes, vereda, arroyo, barra, cantón, garabatos, rozas, etc.
Del año 780, siglo viii, son: río, villa, Luz, strada, Castro de Pozo,
Guardia, Brañas, mestas de Freznedo, pozo, peña. Sarnas, Lumbillas,
carros, rocino, mantas, feltros, mantos, sabbanas, capa, frontales, cam-
panas, tapetes, vasos salomoniegos {Fundac. monasterio de Obona, año
780, Muñoz, pág. 9). Del año 804: molares, foz de Busto, Fenna rubia,
Pozas, Fresno, carrera, Calzada (Fuero Valpucsta, ibid., 13). Del año
824: pradum, cotmn y otras latinizaciones de quien sabe más castella-
no que latín. Hasta llegar a obtener tales palabras castellanas, muchos
años y aun siglos debían de haber pasado.
Antonio. — Pero nada sabemos de ese romance en tiempo de los
godos, y en cambio tenemos frases latinas, barbarizadas, que indican
(i) Hartzenbusch, Contestación al Discurso de Monlau.
(2) Pág. .38.
I40 DIÁLOGOS FAMILIARES
cómo el latín se iba perdiendo para coaivertirse en nuestra len^a
\nilgar.
Aurelio. — Lo que indican esas frases es que se iba olvidando el
estudio del latín; pero esas inscripciones las quisieron redactar en la-
tín, bien que no les salió muy ciceroniano; su romance lo tenían para
hablar y era una lengua completa y verdadera lengua.
El vadit ad villam quos vocitant Cavanas ct dcinde ubi inirot Pla-
moso in Mineo, de una escritura del año 745 ; el villas qiiam adquisivi,
de otra del 747; el mecum sonorum por mecum sórores del 759, son
mal latín y no romance.
Romance es, en cambio, valle de Dondisle, y eso que siendo nombre
topográfico sería nombre y giro anterior al año 775, en d que se es-
cribió, lo mismo que haberes en venimns cum averes del año 781.
Antonio. — Pues ¿cómo es que los que tan mal latín empleaban sa-
bían otras veces escribir frases en muy buen latín? Esto indica que
ese mal latín era el romance naciente.
Aurelio. — Oiga lo que le resiponde Hartzenbusdi : "Nacía eso de
que tenían formularios antiguos hechos en buen latín, de los cuales
tomaban cuanto les convenía para cada instrumenito que les ocurría
ordenar; pero como no todo lo habían de hallar en el formulario o
modeilo, donde les faltaba éste ingerían un despropósito gramatical, por-
qiíe escribían una lengua que no era la suya. No están esos doou-
mentos esor*i:tos en un idioma vivo, pero viciado, no; están en un
idioma muerto que no se sabe. Otro tenían que hablar los españo-
les en el siglo vin."
Y ese otro idioma, que era el propio de los españoJes, añado yo
de mi cosecha, debía en este siglo viii de diferenciarse bastante del
latín, pues no sabían esta lengua con sólo saber la propia.
Si, pues, para el siglo viii vivía el romance hecho y derecho, ¿có-
mo pudo, don Antonio, nacer del bajo latín? Pero hay todavía más.
Supongo conocerá usted el Glosario de voces ibéricas y latinas, de
Simonet.
Antonio. — Uno de los mejores libros de la fiílología española.
Aurelio. — Si algo se saca, con toda olaridad, de ese libro es qite
para cuando vinieron los árabes a España, esto es, que en los tiem-
pos de la España gótica, se hablaba ya castellano. Porque las voces
que trae Simonet, castellanas enteramente, quedaron entre Jos moz-
árabes en la época arábiga, sin que se las pudiesen llevar a los moz-
árabes los españoles que estaban de la parte septentrional, fuera del
alcance de los moros. Luego ese castellano que hablaban venía de
cuando los árabes entraron en España, esto es, de la época visigóti-
ca. Simonet (Glosario, LIX) y Codera (Disc. Acad., pág. 55) traen
apodos que daba el pueblo a Jos literatos y grandes dignatarios de la
coirte de Córdoba, y están en romance castellano. Pero que nuestro
romance se hablaba en Andalucía durante el califato, no sólo por los
mozárabes o cristianos arabizados, sino por los mismos árabes, es
cosa bien averiguada y puede usted ver pruebas clarísimas en el dis-
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO I4I
curso de Julián Ribera en la Academia (1912, págs. 20, 21), traídas
de los siglos X y ix^ sacando estas consecuencias de varias anécdo-
tas que cita de Aljoxani: "Un anciano que no sabe hablar más que
romance y funciona de testigo en tribunales y notarías y es hombre
de gran presitigio entre ©1 pueblo, no puede concebirse sin que ese
pueblo hable en romance y lo emplee en las notarías y en los juzgados.
A ese anciano lo entienden los ministros de la corona; y el propio
monarca, de la familia Omeya, de cepa árabe, según se dice, es ca-
paz de apreciar los matices de esa frase romance : ese matiz que el
distingue, le demuestra la sinceridad del que habla, y, por la convic-
ción que recibe, destituye al cadí, es decir, a la dignidad más eleva-
da de la jerarquía judicial de aquella nación. Eso no sucedería si no
hablaran en romance todas las clases sociales, desde el más ínfimo
menestral hasta el monarca. ¿Y cómo no ha de hablar en romance el
monarca si los que viven en su palacio y de continuo le rodean ha-
blan en romance?" Y poco después, acerca de otra anécdota: "El
padre de Násar, el jefe de palacio y casi canciller del imperio, ha-
blaba en romance; Násar su hijo, siendo de familia que hablaba en
romance español, es de sospechar que fuera español ; y como de Ná-
sar se sabe que no hablaba en árabe y era amigo íntimo de Tarub,
la sultana favorita, es de presumir que ésta también hablase en es-
pañol. Y como, por la anécdota primera, se ve que el monarca sabía
el romance perfectamente, no es atrevido afirmar que en el palacio
de los Omeyas se hablaba en romance español.
Por otras muchas anécdotas se viene en conocimiento de que
Abenhafsún y sus generales solían hablar en romance; que en las
tertulias de Abderrahmen III (siglo x) se escapaban algunas frases
en romance, y que él y sus tertulianos las entendían; en la aljama
cordobesa algunas veces se oía haiblar en romance a los propios fa-
quíes, sobre todo cuando se incomodaban (en el siglo xi de Jesucris-
to), etc. Ahora bien, este romance debía de ser lengua inferior, hablada
especialmente en la primera edad de la vida, en la familia, por las
mujeres, etc.; pero estuvo tan difundido, que lo hablaban no sólo las
familias de origen español, sino las de abolengo arábigo."
El mismo Ribera en el Discurso de la Academia de la Historia trae
tm texto de Abenbassam, en el cual se dice que Mocadem el de Cabra,
muerto antes del 912, hizo poesías "usando la manera de hablar del
vulgo y la lengua romance".
Antonio. — Concedido todo eso. Pero, por lo menos, el castellano se
formó cuando la invasión de los godos, que mezclaron su lengua con
la latina, por no poderla ellos aprender.
Aurelio. — Ningún autor serio sostiene ya que el romance haya
nacido del choque del godo con el latín: lo está negando el mismo
romance, el cual no contiene del godo ni un solo elemento gramati-
cal y sí sólo unos cuantos vocablos, venidos anteriormente a Esipa-
ña como al resto de la Romanía, pues se hallan en las demás lenguas
románticas. Esos vocablos usted mismo los conoce por el Discurso de
142 DIÁLOGOS FAMILIARES
Monlau (pág. lo, lo) : "El godo vencedor — dice este académico — se
doblegó ante el latín venoido." Pero, según mi razonamiento, esto es
inexacto; por lo menos en España el godo vencedor se dobJegó amte
el castellano.
Antonio. — Vamos, que íe dejó en herencia uaios cuantos vocablos
y desapareció como habla en nuestra península,
Aurelio. — Ni siquiera feneció el godo en España. Cuamdo los go-
dos entraron acá, ya no ihabla.ban igodo. Las voces teutónicas que hay
en castellano están en casi todas Jas lenguas neolatinas, de dionde de-
ducen hoy los llntgüistas que vinieron a la Romanía o Imperio roma-
no amtes de la invasión de Jos bárbaros, por el trato común y co-
mercio, guerras, etc., de aquellos pueblos •con el Irmperio. Los godos
vimeron ya enteramente romanizados a España. Ni un elemento gra-
matical gótica se halla en ell romance, lo que prueba que éste estaba
ya tan maduro y con su propia estructura que nada extraño grama-
tical admitía. Lo mismo que sucedió con el árabe, del cual sólo vo-
ces sudtas tomó.
Antonio. — Pero si el pueblo no hablaba latín en España a fines
deil siglo VI y a principios del vii, ¿cómo es que San Isidoro predi-
caba en latín?
Aurelio. — A principios del .siglo v vlinieron los -godos; durante
los siglos VI y vil dominaron los bizantinos en las costas meridiona-
les; al comenzar el siglo viii conquistaron los árabes casi toda la
península. San Isidoro murió el 636. Qué predlicara en latín y a quié-
nes es cuestión que podrá resolverse de una o de otra manera, pero
que no puede empecer al argumento que vengo de-senvolviendo : por-
que contra el argumento positivo de Jos hechos no hay argumento ne-
gativo que valga. San Agustín predicaba en África en latín y. sin
embargo, el pueblo no había perdido su propio idioma camitico, pues-
to que todavía hoy lo conserva, fenecido ya allí el latín y a pesar
del árabe, que no ha podido acabar con éJ... ¡Qué mucho predicase
en la<tín' San Isidoro, hablando otro idioma el pueblo e idioma como
el castellano, tan allegado al latín !
Antonio. — San Isidoro llama nuestra lengua al latín, cuando dice:
"Los intérpretes latinos que tradujeiron los libros sagrados o nues-
tra habla (eloquium nostrum) son infinitos."
Aurelio. — También dice San Isidoro que el pueblo hablaba en
otra lengua que en latín, y lo que es más, lo confirma con vocablos
que él llama vulgares, que no son latinos, lo cual muestra que elo-
quium nostrum era el lenguaje entendido sólo del clero, o a lo má>
atendiendo a que entonces y aun después en toda la Edad Media creían
que hablaban !latín, bien que corrom/pido. No diferenciaban las dos ha-
blas, el latín y el romance, sino que las tenían por una sola en sus-
tancia, mal pronunciada ii)or el vulgo. Kl romance no era para ellos
idioma, y así no se les ocurría escribir'lo.
"Et csca vulgo dicitur, quod sit fomes ignis et nutrimcntum." Aquí
da bien a entender San Isidoro que se hablaba ya el romance, pues
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO 1 43
dice qiue se decía vulgarmente yesca, sino que le da forma Jatina esca,.
de edcre, qne. en Jatín sólo vaHía alimento. "Rtisata quam Graeci phoe-
niceam, nos coccineam", esto es, rosada o coflor rosado, latinizando
la voz en rusala. '''Materia, inde dicitur omne lignum, quod ex ea aili-
quid effi'Ciatur." En vez del vulgar madera trae la forma latina ma-
teria, añadiendo que vulgarmente significaba lignum.
"Camisias vocamus, quod in his dormimus in camis, id est, in stra-
tis nostris." Cania no es de origen latino ; pero pertenece all roman-
ce, el cual se hablaba entonces, por consiguiente. Igualmente manto :
"Mantum hispani vocant, quod manus tegat tantum." Etimología fal-
sa, por supuesto. "Capus nos)tri falconem^', el halcón. "Circius hunc
hispani Galeciim", el gallego o regañón, que decimos hoy, latinizado
en galecmn.
"Barca est quae cuneta navis comertia ad littus portat." Barca
es casitellaTio y nada tiene del latín. También habla del caravo, em-
barcación arábiga de africanos, que él dice "carabion, navícula"; de
los manteles de la mesa y de la sábana, qiue dice venir del griego. En
fin, de lia jalma, antes xálma, dice: "Sagma, quae corrupte vulgo di-
citur Salma... unde cauallus sagmarius et mulla sagmaria." "Rodo-
daphne, quo corrupte vulgo Lorandenm vocatur." Lor-andi suena en
bascuence flor grande.
Antonio. — Por lo menois concede que el habla del vulgo era \2íún
corrompido ; corrupte, y a eso romance llamamos.
Aurelio. — "El musión es nombrado así por ser enemigo de los
mures (ratones) : llámale el vuligo catto, de captura; otros dicen que
por lo que cata, esto es, por lo que ve {quod cattat, id est, videt).^^
"Bibiones son los que nacen en el vino, que llaman vulgarmente
mustiones (mosquitos)." "A éstos (a los acometidos de manías) llama
el vulgo lunáticos." "Sinfonía se llama vulgarmente a un madero hue-
co con UTi'a piel tirante por un Jado y otro, que golpean los músi-
cos por ambos lados oon unas varitas."
Y note, don Antonio, que mustiones por mosquitos son los mous-
tiques del francés, en italiano moscione, en véneto musson, en limc-
sín moustic, de mustum, por nacer en él, y por eso le llamó Lineo
musca cellaris, "mustiones a miisto appellant" (S. Isid., 12, 8, 16) ; bi-
hio dio el picardo biberón.
Pero catar por ver {catar vol diré vczer {Elucidario), catiller, a-
catar, re-catar, cata y cala) en tiempo de San Isidoro pertenecía ya
al lenguaje vulgar. Y advierta además que el Santo, hablando a los
erudito's, que entendían el latín, esto es a 'los olérl'igos, dice "quod
cattat, id est, videt". Luego el liabla vulgar era ya diferente del la-
tín. Carlos el Calvo, al expedir su diploma favoreciendo a los espa-
ñoles refugiados en la Septimania, dos años después de firmada la
concordia con Ludovico, que fué en el año 842, hace mención de ese
que él llama lenguaje usual. Cailifícailo- de locución rústica en 1052
el conde leonés Gutierre Alfonso. Idioma corriente lo llama el Em-
perador de las Españas en 1135. Lengua nuestra, su historiiador ano-
144 DIÁLOGOS FAMILIARES
nimo; y Gonzalo de Berceo, en el siíglo xiii, ronián paladino^ en qual
suele el pueblo fablar a su vecino. "Palabras — dice Fernández Gue-
rra— que a toda luz manifiestan que el pueblo español tenía un buen
romance para dentro de casa y de Ja villa, y un mal latín para fue-
ra."
Inútil es repetir otros testimonios; pero conviene asentar firme-
mente que el romance vivía antes de que aparezca en los escritos,
y aun antes de la España goda. "Adicimus... unuim vasculum argén -
teum miro opere colatum in more rustici loquutionis que dicitur
copa" (Escalona, Historia de Sahagún, 464), Fuero de Báíbás, otor-
gado por Alfonso VII en 1135: "ludices etiam habeattis quatuor, qui
ru^go Alcaldes vocantur" (Muñoz, Colección de fueros, 514. "Quo-
tidie exibant de castris magnae turbae militum, quas nostra ltngua
dicimus Algaras.''^ "Rex movit castra, et pervenit ad quandam civita-
tem opulentissimam, quam antiqui dicebarut Tuccis, nostra ltngua
Xerez, praedavitque eam. Fortissimae turres, quae lingua nostra Al-
cázares vocantur." "Miserunt insidias, quas nostra lingua dicit Ce-
latas, án quodam loco abscondito." "Super excelsam turrem, quae nos-
tra LINGUA dicitur Alcázar." {Crónica de Alfonso VII, en él t. XXI
de la España Sagrada, 334, 359, 362, 377.)
En fin: "explorationes et excubias, quas usitato vocabulo Gucy-
tas dicunt. faceré non negligant" (Diploma del rey Karlos, Esp.
Sagr., XXIX, 452) : de aguaitar, del bascongado, como probó Cejador,
de go-ait. ■. ',
Ya habrá usted leído en la pág. 41 del Discurso tantas veces ci-
tado de Hartzenlbusch lo que Rodulfo, del convento de Fulda, fa-
llecido el 865, refiere en la vida de Santa Lioba, de que el monje
italiano Firmado se dio a entender con su peregrino español. Este
suceso del año '/y2 muestra que el italiano vulgar de entonces se pa-
recía algo a nuestro romance ; y en documentos italianos de los años
730 y 804 se encuentran de hecho el artículo femenino /o, la pala-
bra río, los verbos dava con v y sin t, fué, fice, cambium de casas,
corre via publica y calsato e vestito.
Más aún, con fecha 740 hay un pergamino en el idiom.á de Cerde-
ña, donde se leen vida, pecados, cómo, persecutiones pasadas, muje-
res, perlados, el imperativo tcnidevos por tcnedvos, los infinitivos
con pronombre recordarillos, consolarivos, confnndirillos (Cfr. Can-
tú, traduce, de Nem. Fernández Cuesta, t. I, Apéndices). No menos
hacen al caso las palabras torna, fratrer torna, retorna por vuelve,
que Teófanes y Teofilato ponen en boca de unos soldados por los años
579, cuando guerreaba Comiciolo en Tracia contra el Rey de los Hun-
nos Jagano. Estas palabras pertenecen a una lengua neoilatina, sea
•cual fuere; no son latinas, pues en latín torno, tornas, no significa
retroceder, retornar, sino tornear, trabajar al torno, y él ablativo fra-
tre por el vocativo ningún romano lo hubiera empleado. Raynouard
cree que los soldados que ta/1 dijeron eran francos o españoles de la
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO 1 45
provincia cartaginense, que había sometido poco antes y rigió des-
pués Comiciolo, general bizantino.
Schlegel no presta fe a Ja relación de Aimonio del siglo x, cuan-
do cuenta que el emperador Justiniano, en el mismo siglo vi, a un.
prisiionero que le había dicho non dabo, a propósito de las provincias
que le había usurpado, le respondió darás, en lengua vulgar, en ve?
de decirle dabis.
Hartzenbusoh, para refutar al crítico alemán, trae el testimonio
de San Isidoro {Ethymol., 1. I, c. 32), el cual cuenta que poco antes
se había introducido en Roma una lenigua latina mixta, resultado de
los sO'leci'smos y barbarismos con que desfiguraban el idioma de Ci-
cerón los habitantes de Jas provincias. Ahora bien : darás viene de
daré, convertido ya en dar y del verbo haber has. "Sopone, pues, ese
futuro — dice Hartzenbusch — que ya el infinitivo latino-clasico dare-
se había convertido en el infinitivo neolatino dar; supone que estaba
ya completamente formado eil auxiliar neolativo haber, diferente def
habere iatino; supone un sistema de conjugación completo, y distinto
de la conjugación clasico-romana; supone, en fin, un lenguaje nuevo,
pues el verbo es el idioma. Por lo mismo que esa palabra supone tan-
to, quiero dejar por ahora el hecho en la categoría de simple suposi-
ción. Obsérvese, enipero, que Aimonio, en el siglo x, creía que la con-
jugación del verbo neolatino contaba j'a cuatrocientos años de anti-
güedad por lo menos: alguna había de tener, aunque no fuese tanta.""
Y si en 842 'Carlos el Calvo y Luis eíl 'Germánico juraron un tratado-
de alianza en romance francés, y en 740 un obispo sardo se dirigía a
sus compatriotas en un romance de los de Italia, los romances de Es-
paña no sólo vivían ya en tiempo de don Pelayo, sino en tiempo dé-
los godos: lo hemos probado suficienítemente por vari.rs vías.
No quiero recordarle, don Antonio, que en las inscripciones de los
primeros siglos muestran los que las redactaron que habían casi olvi-
dado el latín, ni quiero hacer hincapié en los nombres propios poco
latinos y muy españoles de las inscripciones y documentos y de la to-
ponimia de lia Península. Creo que lo dicho basta para echar por tie-
rra aquella afirmación dogmática de Marina (i) : "'Los españoles en to-
dos los siglos de la monarquía gótica hablaron del mismo modo que
en los de la dominación romana: no hubo entonces otra lengua vulgar
y común al pueblo que la lengua latina, y ésta conservó su propiedad"
en España hasta la total ruina del imperio gótico."
El que tal dice no ha abierto las Etimologías de San Isidoro, donde
a cada paso se leen estas frases, tan opuestas a ese modo de opinar:.
Vulgus vocat, dicitiir vulgo, hispani vocant, qiiod nos corrupte, corrupte-
vidgo dicitur, qtiod vulgo vocatur, etc. Si tales frases no muestran pa-
tentemente que había gran distancia dell latín en el que el santo Doc-
tor escribía y que entendían los clérigos, a la lengua hablada por la
muchedumbre, tiene razón el señor Marina. Y las muchas palabras^
(i) Metn. de la Real Acad. de la Hist., t. IV, pág. 15,
146 DIÁLOGOS FAMILIARES
que trae San Isidoro, aun las que parecen latinas, no lo son sino en
la terminación romana que él les presta para exponerlas en latín; son
(id vulgo, como él dice, de los cspaíiolcs, del latín corrompido, si se
quiere (i).
Y ¿qué otra cosa pretende el santo con sus obras más que reco-
ger los restos del latín, que está viendo desaparecer hasta entre 'os
eruditos, y restaurar su estudio entre ellos, si k fuera posible? ¿Acaso
no veía él mismo que hasta en Itaúia se hablaba ya había tiempo una
nueva lengua vulgar?: ítala iingua, sicut solent itali dicere occic pro
hodie (2).
Antonio. — ^En verdad que ya no se puede neíjar, en vista de se-
mejantes datos, de que en los siglos v, vi y vii, durante la monarquía
goda, se hablaba por eil pueblo una lengua diferente del latín, hija
suya, el romanice castellano.
Aurelio. — Veamos ahora, don Antonio, hasta qué siglo podemos
sacar por la historia que debió durar el lenguaje ibérico de los anti-
guos españoiles, ya que hemos visto hasta dónde llega, por lo que nos
dicen los escritos, la vida del romance castellano.
Antonio. — En los dos primeros sig'los antes de Jesucristo debieron
de desaparecer das lenguas indígenas.
Aurelio. — También aquí nos sale al paso d señor Martínez Ma-
rina diciéndonos: "¿Qué razón se puede alegar para suponer una len-
gua nacional, distinta de la lengua latina, en tiempo de la dominación
romana?... Cuantos monumentos se han descubierto y conservado has-
ta nuestros días, ¿no prueban lo contrario?... Lápidas, inscripciones,
tratados, leyes, monedas, escritos de todas dases, todo anuncia y pre-
dica que la lengua latina era la lengua común de España; ¿y como es
posible que si hubiera un lenguaje nacional, diferente de aquél, se
dejasen de encontrar algunos momentos de su existencia? (3)"
Lo cierto es que, si no hay obras literarias, es porque la lengua
latina era la únioa lengua digna de escritura para los eruditos, que se
dieron a escribir sóCo en latín, como sólo en latín se escribió hasta
el sig'lo XII, bien que d habla vulgar viviese había ya varios siglos.
Pero monumentos ibéricos y célticos, de los que pide el señor Marina
los hay: hay nombres geográficos con epítetos lla-tinos, como Iría Flazia,
que indican entendían los romanos algo del ibero ; hay monedas de
aquella época con siignos y 'letras romanas junto a los signos y letras
celtibéricas ; hay en las inscripciones latinas multitud de nombres, ya
célticos, ya ibéricos o sea bascongados, como se pueden ver en el Bo-
¡etin de la Academia de la Historia y en Jas varias obras del padre
Fita y de otros anticuarios ; hay palabras indígenas consignadas por
varios autores romanos como propias de los esipañoles de su tiempo :
(1) Véanse: I. XII, c 7 y 8; 1. XV, c. y y 12; 1. XVI, c. 4; 1- XVII,
<. 7. 9, lo; 1. XIX, c. I, 24; 1. XX, c. 16 y 2.", y el Glosario del 1. IX.
(2) J:il,:m. 1. XII, c. 7; I. XX, c. o.
(3) Mem. de ¡a R. Acad. de la Ilisl., t. IV, i>ág. 14.
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO 147
esos son verdaderos e irrecusables monumentos de que vivían las len-
guas indígenas y en particular el bascuence durante la época rnman..'..
Pero los mismos romanos nos lo testifican con afirmaciones expre-
sas. Aulo Gelio dice que en tiempo de Enio, di cual murió el 1Ó9 an-
tes de J. C, se tenía en el Lacio por muy extraño el ¡lenguaje español
y en Carisio, libro II, dice eil mismo poeta:
Hispane, non roviane, memoretis loqui me.
Hay un lugar de Cicerón donde dice que las lenguas más deseme-
jantes de la latina son el cartaginés y el bascongado.
Antonio. — ¡ El bascongado, Cicerón !
Aurelio. — El bascongado. Oiga el íugar a que me refiero: "Sími-
les enim sunt Dii, si ea nobis obiicíunt, quorum ñeque scientiam, ñe-
que explanationem habemus, tanquam, sí Poeni aut. Hispan! in senatu
nostro sine interprete loquerentur." Esto es, que si los dioses les pu-
siesen ddante algunas cosas, de que ni tuviesen noticia ni conocimien-
to, que serían como si ilos cartagineses o los bascongados hablaran en
el senado sin intérprete."
Antonio. — Claro se ve por ese texto que no halló Tülio lenguas
que menos pudiesen entender Üos senadores que la púnica o la espa-
ñola, y aun entiendo que como cuando habla uno lengua que por nin-
.guna manera entendemos, decimos ahora que había algarabía o griego,
decían en aquel tiemipo que hablaban una de estas dos lenguas, por ser
las más difíciles de entender. En ello está Alderete, cuyas palabras
ha tomado usted prestadas. Pero para nada mienta Tulio el idioma
bascongado.
Aurelio. — ¿No ha de mentarlo? No emplean la paJlabra hascongc-
áos, pero eso significa en este lugar la palabra hispani, pues habla de
su lengua, que era el bascuence.
Antonio. — Según usted; pero está todavía por ver.
Aurelio. — ¿Qué otras lenguas se hablaron en España? No alude al
griego, porque lo entendían los más de los senadores; ni al cartaginés,
pues lo pone al par del español en lo difícil de entender. Luego habla
del bascuence, ya que de ninguna otra lengua sabemos que acá se
hablase. Además, habla de ila lengua nacional de España, la que no
menos tuvieron por dificultosísima los demás autores romanos, como !a
tenemos hoy los mismos españoles, al decir que eíl diablo inventó el
bascuence.
"Nos Celtis genitos et ex Iberia,
Gratos non pudeat referre versu
Xostra nomina dnriora terree."
Dura y peñascosa llama MarciaJ a la lengua de los celtíberos, grata
t>, su corazón, como éil mismo añade, por serlo él (Libr. I, epigr. 135).
Plinio dejó de escribir muchos nombres españoles por la dificultad en
pronunciarlos, escogiendo los más fáciles. ¿ Quiere usted rnás citas ro-
manas que prueben lo que duró eil bascuence en España?
Estrabón, que nació en 50 antes de Jesucristo, dice que los turde-
tanos tenían su manera -propia de escribir y hablar (1. HI), y aunque
148 DIÁLOGOS FAMILIARES
añade que iban latinizándose y que habían olvidado su lengua, esto-
debe entenderse de los habitantes de las grandes poblaciones.
Séneca afirma que en su tiempo "los corsos tenían algunos modos
de decir y palabras de los cántabros" (i), lo cual prueba que se co-
nocía el lenguaje de éstos últimos. Pilinio S'egundo trae varios nom-
bres de metales y piedras, tales como se llamaban entre los españoles
de su tiempo (2), que son bascongados. Y refiriéndose a la Beturia
(hoy Castilla), pueblo formado por los celtas iberos y ¡los celtas lusi-
tanos, dijo: "Célticos a ceítiberis, ex Lusitania advenisse manifestum
est sacris, lingua oppidorum vocahuUs, quae cognominibus in Boetica
distinguntur" (Hist. Nat., 1. III, c. 2), lo cual da bien claro a entender
que se conocían y distinguían -las diversas lenguas indígenas en su
tiempo.
Poco después de Plinio, en tiempo de Trajano, refiriendo Tácito
en el libro IV de sus Andes la muerte que al tiránico Pretor Lucio
Pisón dio en ell año 25 después de Jesucristo un labrador de Termes,^
hoy Lerma (?), dice que, en medio de los tormentos con que castiga-
ban al reo, aseguraba él en su lengua que, aun teniendo a sus cómpli-
ces a la vista, nadie peligraría por sus declaraciones: Et... cum iormen-
iis edere conscios adigeretur, voce magna, sermone patrio frustra se
interrogari, clamitavit.
Más tarde, en tiempo de Dcmiciano, decía Silio Itálico, hablando
de los pueblos que acompañaron a Aníbal en su expedición contra Italia :
Misit dives Gallaecia pubein.
Barbara nitnc patriis ululautem cartnina linquis (3).
"Nunca fué, pues, ni universal ni popuHar, como asegura Marina,
la lengua de los romanos en todas las regiones de la Iberia. Universal.
no; porque no se habló igualmente en las comarcas del Mediodía y del
Norte, del Oriente y del Occidente, conservándose en el centro de los
valles y montañas los primitivos idiomas...; popular, no; porque no
pudo lograrse la unidad entre el lenguaje de los discretos y el habJado-
por ol vulgo, apegado siempre a sus antiguos hábitos y contrario a
toda innovación que modifique o adultere las costumbres, recibidas con
supersticioso y aun santo respeto de sus mayores. Prueba irrecusable
de estas verdades es, sin duda, sobre los demás testimonios, la lengua
bascuence, donde, si bien se han reconocido, aun por sus más apasio-
nados encomiadores, no pocos vestigios del latín, triunfó el genio de la
independencia, tan preciado de aquellos feroces montañeses, que re-
chazaban, con la coyunda romana, la cultura de sus ilustrados con-
quistadores."
Todo este párrafo ts de Amador de los Ríos (4).
Pregúntoíe yo, pues, ahora, don Antonio: esa lengua española, no-
(i) Consol, ad Helviam, c. 8.
(2) Ilist. Nat., 1. XXXIII, c. 12, 10; 1. XXXI, c. 40
(3) Bella fuñica, \. III.
(4) Histur. de la liter. esp., II, pág. 375.
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO 1 49
latina, del siglo anterior y del primer sigilo y aun segundo de nuestra
era, ¿cree usted que fuese el bascuence, o nuestro romance castellano?
Antonio. — ¿Usted qué opina?
Aurelio. — ^A mí me parece que era la lengua indígena, y no sólo
me parece, sino que estoy de ello convencido. Eil testimonio es feha-
ciente cual ninguno: muchísimas medallas ti'enen a 'la vez caracteres
romanos y caracteres ibéricos, leyendas romanas y leyendas ibéricas.
Y esa lengua ibérica siguió hablándose no sólo donde hoy se habla,
sino en otras muchas partes. De las regiones del Norte y Noroeste, de
gallegos, asiturianos y cántabros hasta los vascones y montes Pirineos,
de los pletauros, bardietas y allotrigas, dice Estrabón (1. III) que "los
viajes hacia ellos son largos por tierra y ¡por mar ; con lo cual ha su-
cedido que, no comieroiando, han perdido la sociedad y humanidad.
Bien que hoy ya padecen menos ese defecto por causa de la pa2 y por
los viajes que los romanos hacen hacia ellos. Aquellos a quienes toca
menos parte de esto, son más intratables y más inhumanos...'' Lo cual
quiere decir que estos pueblos apenas si tenían trato alguno con los
romanos aun en tiempo de Estrabón, nacido el año 50 antes de J. C.
Lucio Floro dice que "el cónsul Lucio Lúculo, a quien sucedió Mar-
celo, apaciguó todos los pueblos de la Celltiberia y sujetó los vacceos,
cántabros y otras naciones hasta entonces desconocidas en España", es
decir por los romanos. Y añade que después que Lúculo hubo ven-
cido a los túrdulos y vacceos, "Décimo Bruto se extendió algo más,
venciendo a los celtas y a los lusitanos y a todos los 'pueblos de Galicia"
(I. 4). ¿Cómo es 'posible, pues, que para el siglo 11 ni iii después de
J. C. hubiese desaparecido la lengua indígena?
Es más, en tiempo de San Paciano, de Barcelona, que filoreció im-
perando Teodosio el Mayor, aún parece que se conservaba en Es-
paña alguna lengua propia de sus naturaíes, según se colige de la Epís-
tola II a Sinforiano (i) ; y aimque no tuviéramos tal testimonio, yo
estaría muy persuadido de ello. No muere así como así ni desaparece
lina lengua innata en un pueblo que la ha hablado sigíos y siglr.s, don
Antonio; no se muda de lengua como se muda de corbata. El copto
desapareció como lengua vulgar en Egipto el siglo pasado, después de
llevar muchos siglos lia dominación arábiga, y aún dura como lengua,
litúrgica. Las lenguas bereberes se hablan todavía en toda ila costa sep-
tentrionaJ de África, a pesar de tantos años de dominación romana y
arábiga y se hablaba en tiempo de San Agustín, como se hablaba aquí el
bascuence en tiempo de San Isidoro, aunque ambos doctores predicasen
en la lengua del Lacio. Fuera de los centros donde el principal elemento-
estaba constituido por colonos romanos y fuera de algunas ciudades de
la Bética, donde la cultura latina, ayudada del carácter novelero de
sus habitantes, alejó presto a la lengua ibera, los españoles de entonces,-
• como los de hoy día, eran demasiado tenaces y demasiado apegados a.
sus costumbres para que, en llegando el odioso extranjero, olvidasen
su propia lengua por la del vencedor, ¿ Cree usted que los celtíberos y
(i) Mayans y Sisear, Orígenes de la leng. esp,
10
150 DIÁLOGOS FAMILIARES
los cántabros recién domeñados por el soldado romano iban a ponerse
bajo su férula como un chicuelo bajo la férula del dómine? Lea usted
el Diálogo de la lengua: las palabras, la pronunciación, que Váidas
atribuye aú pueblo, añadiendo que es difícil sacarle de sus costurrbres,
viven en el pueblo de hoy, en píleno siglo xx. El castellano se \ya ido
modificando en los escritos; pero el vulgo de todas partes dice hoy
día, como en el siglo xvi, en el sigilo xv, en el siglo xiv y en el s¡-
g*!o XIII : agora, asina, estropezar, escomenzar, ande, ende, inorancia,
ducho, amanescer, desque, vaes, fiucia, hespital, dimpués, ir en ca Mi-
guel por ir a casa de Miguel, posar, trujo, etc., etc. ¿Acaso no hemos
visto casi en nuesitros dias reducirse los límites del bascuence en Ala-
va y Navarra? Los términos bascongados abundan hasta el Ebro y
aun hasta eJ antiguo Idubeda y en toda Cataluña.
Eli bascuence, don Antonio, tengo para mí, y ya se do he probado,
que se habló en muchas partes de España hasta los árabes. Y donde
se perdió más temprano se formó una jerigonza entre bascuence y la-
tín, que es lo que llamamos romance castellano. Y puesto que la gra-
mática y vocabulario de todos Jos romances peninsulares son los mis-
mos, tan sólo 'los diferenció el fonetismo de cada región, debido a la
variedad de razas. En la meseta señoreó el fonetismo ibérico o bas-
congado, dando el romance castellano ; en la banda occidental señoreó
el fonetismo céltico, dando el galaicoportugués, el bable, el dialecto leo-
nés; en la banda oriental señoreó desde el siglo v por lo menos el fo-
netismo gótico, dando el catailán y valenciano, dialectos lemosines, pro-
pios de tierras góticas, que es lo que significa Cataluña, esto es, Gotlandia.
El bascuence vimos se entendía por la mayor parte de las regio-
nes españolas cuando vinieron los árabes, puesío que afl árabe se tra-
dujeron voces toponímicas bascongadas en todas partes. En tiempo
de los godos, siglos vi y vii, se hablaba, por consiguiente, en muchas
partes bascuence y a la vez romance, según vimos por las expresiones
y palabras de San Isidoro. No queda espacio, según esto, para e' puro
Litín, quiero decir que no llegaron a hablar latín todos los españoles,
olvidado el bascuence, de manera que después, evolucionando ese la-
tín, diera los romances populares. Se habló a la vez en toda España
latín rústico, muy italizado, por los de origen romano en sus conventos
y colonias, bascongado por los españoles y romance o mezda de bas-
congado y latín por los españoles que trataban con los romanos. Con-
forme iba extendiéndose el contacto de romanos y españoles iba au-
mentando en todas partes y medrando el romance a costa del latín,
cjue se iría corrompiendo con esta mezcla, hasta desaparecer, y a costa
del bascuence, que iba retirándose hacia ol Norte, donde quedó arrin-
conado hasta hoy.
No hubo, pues, tiempo para que todos los españoles hablasen latín,
olvidando el bascuence ; no pudo darse ni siquiera un año, ni un mes
en que pudiera decirse que el latín fué habla general de Espapa. En
una palabra: el romance no salió por evolución del latín, sino por re-
volución, del primer choque del latín con el bascuence. Esta es. don
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO I5I
Antonio, mi manera de opinar y es da que se saca de cuanto hemos
•disaitido.
Antonio. — uA.sí parece : si en los siglos vi y vii, esto es, en tiempo
de los godos, se hablaba aún bascuence y se hablaba ya romance, no
se hablaba sólo latín por los españoles. Y antes, en los siglos anterio-
res, se hablaría más latín y más bascongado y menos romance, puesto
que el romance iría extendiéndose a costa del latín y del bascuence.
Aurelio. — Y advierta que pues las hablas, o la fonética indígena
por lo menos, diferenció los varios romances peninsulares de.^.de un
principio, ya que en eso cabalmente está lo que los diferencia, es ne-
cesario conceder que esas hablas o fonética colorearan el latín en la-
bios de los mismos españoles que llegaron a hablarlo y que, por con-
siguiente, apenas puede decirse que los españoles llegasen a hablar la-
tín, sino romances desde un principio, sacando afuera, naturalmente,
los escasos españoles que enteramente se romanizarían emparentando
con ios romanos y aprendiendo el latín en sus escuelas. Pero la masa
.general del pueblo español no estuvo en ese caso, y sólo necesitó la-
tinizar su bascuence, esto es, tomar palabras latinas mezclándolas con
üas bascongadas y troquelar ese vocabulario en el sistema gramatical
Satino, de modo que resultó un idioma latino por la estructura grama-
tical y por la mitad del vocabulario, y bascongado por la otra mitad
.del vocabu'lario, algunos sufijos formativos y por casi todo eJ fonetis-
mo. Si esta mi manera de vet el origen del romance no le contenta, yo
le pregunto: dado caso que los españoles hubieran generalmente lle-
gado a hablar latín y que por un tiempo dado se hubiese hablado latín
por la mayor parte de los españoles, aunque no sea por todos, ¿no le
parece que el fonetismo bascongado hubiera desaparecido de los labios
españoles, quiero decir, que pronunciando d latín a la latina ya no lo
Jiubieran pronunciado a la bascongada?
Antonio. — Así parece, puesto que un latín con fonetismo bascon-
gado, pronunciado a la bascongada, no puede llamarse latín.
Aurelio. — ¿ De manera que los españoles habrían olvidado del todo
el bascuence?
Antonio. — Así es; de lo contrario hubieran mezclado bascuence
-con latín, resultando una nueva lengua, en la cuall ambas habrían te-
nido parte esencial.
Aurelio. — El latín, cuanto a la estructura; d bascuence, cuanto
.al fonetismo.
Antonio. — En suma : ese latín pronunciado a la bascongada no es
latín y menos lo es si, como usted asegura, gran parte del vocabulario
y varios sufijos son bascongados. Eso es otra lengua.
Aurelio. — Pues nada más que eso es el romance. EH pueblo que
logra hablar una lengua extraña, o la habla de tal manera que iodavía
se puede decir que habla la tal lengua, esto es, que no la corrompe
esencialmente, o la mezcla con la suya antigua, y entonces no puede
decirse que habla la lengua extraña, pues esencialmente la corrompió,
jsino que habla un nuevo idioma por él formado. Ahora bien: de esta
152 DIÁLOGOS FAMILIARES
disyuntiva, tomemos por hipótesis lo primero: en taá caso es menester
que haya olvidado el pueUo su lengua antigua, de manera que hable
un latín verdadero, sin influencias esenciailes de aquélla y sin perder
ningTjn elemento esencial de ésta.
Antonio. — i.\si parece.
Aurelio. — Pues bien: el latín que habló el pueblo español no es
verdadero latín; tenía elemerijtos esenciailes de !a antigua lengua in-
dígena y había perdido elementos esenciales latinos: luego no habló
latín, sino esa mezda que yo llamo nuestro romance castellano. El
fonetismo es esencial parte de los idiomas y aun el que más los dis-
tingue.
Antonio. — Pero ¿cómo puede usted probar que aquel lenguaje nue-
vamente hablado por el pueblo español tenía elementos esenciales de'
idioma antiguo? ¿Acaso nos quedan monumentos? ¿Dónde está en el
romance eü fonetismo ba'^co?
Aurelio. — No, por cierto, no nos quedan monumentos; pero si núes
tro castellano tiene todavía esos elementos esenciailes bascongados, los
debió tener aquella lengua nuevamente hablada por el pueblo español.
Antonio. — 'Si los tiene queda usted dueño del campo, puesto qne
una vez que el pueblo hubiera habflado el verdadero 'latín y oílvidado.
por tanto, su idioma antiguo, era imposible que este idioma muerto
pudiera haber resuciitado para introducir en el romance esos esencia-
les elementos bascongados. Y mucho más si, como se cree general-
mente, el romance no nació hasta el siglo ix o x, o pongamxts el viii o
ed vii, para cuando el bascuence hubiera estado ya podrido bajo la
tumba secular de 800 ó 900 años.
Aurelio. — .Pues yo le probaré que el romance contiene elementos
esenciales bascongados, y que, por tanto, el romance nació en vida del
bascuence, cuando aún tenía energía para inñuír en la lengua que nue-
vamente comenzaba a hablar el pueblo español ; que no nació después
de varios siglos de haber hablado todo el pueblo simplemente latín y
de haberse olvidado ya el bascuence. Aunque ya hemos visito que bas-
cuence y romance se hablaron juntamente por mucho tiempo a la vez.
Antonio. — 'Estoy deseoso de que me muesrtre ese influjo basconga-
do en nuestro romance: si lo hay, su argumento de usted no tiene
vuelta.
Aurelio. — Y probaría, además, que el bascuence estaba muy ex-
tendido por España, pues eil griego, el fenicio, el cartaginés, el celta
no debieron estarlo tanto ni haber tanto arraigado en nuestra patria,
cuando no pudieron tener ese influjo esencial en el romance.
Antonio. — 'En cuanto a que el latín hablado ipor el pueblo de nues-
tra Península ya no eta puro latín, sino casi romance, puesto que ya
no distinguía los casos de la declinación, ni otras cosas esenciales para
la sintaxis latina y para toda su construcción y régimen, no hay mu
cno que discurrir para persuadirse de ello: basta leer Has inscriipciones
latinas de los primeros siglos.
Aurelio. — Y eso que no las encomendarían a 'los que no fupiescn
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO 1 53
latín, sino a los peritos, coino siempre se ha hecho, sobre todo oon la
estima en que se tenía la epigrafía en el paganismo. Si, pues, esos que
sabían latín lo sabían tan bien, que ya no se podía decir que sabían la-
tín, sino un nuevo romance, ¿ qué sería de la gente del pueblo ? ¿ Y
qué sería de los pueblos poco latinizados y apartados de los centros de
cultura? Que no sucedería entonces !o que ahora, cuando el empuje de
la civilización, las comunicaciones, los escritos, las escuelas y maes-
tros para cada pequeña barriada, los viajes de todo el mundo, el co-
mercio y la industria, etc., etc., han llegado hasta donde jamás pen-
saron nuestros abuellos que llegarían.
Antonio. — Pero ¿cómo es que se predicaba en latín?
Aurelio. — Vuelve usted a la dificultad ya sueSta: esos sermones
eran 'para las grandes ciudades, donde el elemento latino y la instruc-
ción eran mayores, y aun acaso no eran más que para los clérigos; en
los pueblos y en el campo, ni entonces ni mucho después se predi-
caba, y por eso tardaron tanto aún en recibir Ja fe, y a aquellas pobres
gentes, por habitar los pagi o pueblos, se les dio el nombre de paganos,
que vino a equivaler a no convertidos, a no cristianos, por haber tar-
dado tanto en serlo. ¿ Qué extraño que en las capitales de las diócesis
predicaran en Jatín los obispos; que se entendiera el latín en Sevilla,
Zaragoza, Toledo, Córdoba?
Además, que aquel latín ya sabemos lo que vale, pues era el mal
latín, en el cual los romances vulgares habían tomado ya tal empuje,
que lo dominaban y lo llegaron a sofocar. Y eso que esos romances se
despreciaron siempre, y hasta el siglo xiii o xii jamás se 3es permi-
tió tomar sus derechos en los escritos. ¿Qué digo? ¿No sabe usted
bien las excusas que fray Luis de León en pleno siglo xvi da para es-
cribir en castellano? Pues mayor prurito por aparecer latinos tenían
sin duda líos entendidos de los primeros siglos que los den sig!o xvi.
En fin, sienupre el lenguaje literario y el que se emplea al hablar
en público se ha distinguido de da lengua vulgar (i). Nada debe, pues,
admirarnos de que se predicase en mal latín a gentes que hablaban
ya romance. Y no dejaría aún el pueblo de entender aquel latín, aun-
que no lo supiese hablar : ya porque el romance estaba en su primer
desarrollo y por lo mismo más cercano del latín, ya porque él orador
romanceaba su latín, lo rebajaba, y, dejándose de clasicismos, lo cons-
truía, en latín, sí, pero con los giros del habla vulgar, y aun tomaba
de ésta muchas palabras y terminaciones.
Antonio. — ^No es otra cosa la baja llatinidad que el Jatín en el cual
el elemento románico o vulgar va tomando gran predominio. Por io
demás, aunque no nos sea dado determinar a punto fijo el estado de
aquel (latín españolizado, de aquel romance en mantillas, estoy, don
Aurelio, en que sus argumentos de usted son concluyentes, si es que
me prueba usted que di bascuence influyó verdaderamente en aquella
(i) Aliam quandam videtur habere naturam sermo vulgaris, aliam viri
gloquentis oratio (Quintil., 1. XII, c. 10, n. 43).
154 DIÁLOGOS FAMILIARES
nueva lengua del pueblo español. Pero tengo una dificultad: en Es-
paña se habían hablado antes otras muchas lenguas, y hay que contar
con todos ellas, y no sóío con el bascuence, como usted parece dar a.
entender.
Aurelio. — ^Sólo el bascuence influyó en el castellano, como se lo
haré ver palpablemente; Jas demás lenguas, a cuya variedad alude tal
vez Estrabón, a no ser que aJuda a los diversos dialectos bascongados,
que para los profanos parecerían lenguas distintas, no menos que lo
parecen hoy para el que no sabe bascuence, las demás lenguas, digo,
influyeron poquísimo, todo lo más dejándole en herencia unos cuan-
tos vocablos. Bien se ve que su influjo fué posterior al de su primera
formación.
Antonio. — Pero ante todo conviene fijar bien las lenguas indígenas-
que se hablaban en España al tiempo de Ha llegada de los romanos:
¿qué lenguas indígenas cree usted que se hablaban por aqudl enton-
ces?
Aurelio. — Entre las nieblas que rodean la historia primitiva de
nuestra patria no es fácil discernir con toda seguridad las que real-
mente se hablaron.
Antonio. — Pueden ponerse, sin embargo, como averiguados ciertos-
datos históricos, que taü vez basten para resolver la cuestión. Sabemos
que en España hubo iberos, ceítas, fenicios y griegos.
Aurelio. — En buena crítica esos son los únicos pueblos que pode-
mos asegurar trajesen por acá sus idiomas; el echar a volar otras es-
pecies sin fundamento alguno histórico es anticientífico, y es además
aumentar esas tinieblas de la historia y cegarse los ojos voluntaria-
mente.
Antonio. — Y ¿a qué viene eso?
Aurelio. — Lo digo aJ tanto de que, tomando pie algunos eruditos
de aquel dicho de Estrabón de que en España se hablaban muchas
lenguas, se creen suficientemente armados para hacer guerra al eus-
carismo.
Antonio. — No veo el cómo.
Aurelio. — Lo verá usted al momento; pero primeramente discu-
tamos los puntos ciertos asentados por usted. Los fenicios y Jos grie-
gos fundaron coUonias, en ilas cuales se hablaría sin duda el griego y
el fenicio; pero ¿cree usted que estas dos lenguas se extendieron en-
tre los indígenas de manera que pudieran influir en la formación del'
romance a la venida de los romanos?
Antonio. — Estoy seguro de que no pudieron influir, ya porque nun-
ca se internaron lo bastante tierra adentro estos dos pueblos colonizado-
res, ya porque ni vinieron en son de conquista, ni tuvieron suficiente
poder y dominio para imponer sus (lenguas a los pueblos de España.
Aurelio. — Estoy acorde de todo punto con usted y añado, primero,
que las monedas, inscripciones y huellas religiosas que se han hallada
de estos pueblos en nuestro suelo en nada empecen nuestra manera
de pensar y se explican suficientemente por sus colonias.
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO 1 55
En segundo lugar, d romance no encierra ninguna huella del fe-
nicio; en cuanto al griego, quitados los muchos elementos hedénicos
que el tecnicismo científico y literario ha traído posteriormente a nues-
tro castellano, y las palabras griegas que entraron a formarlo traídas
por medio del latín, no queda venida derechamente del griego en aque-
llos tiempos ni una sola palabra.
Antonio. — Así lo creo yo; y el mismo Valdés, que pretendía de-
rivar el romance del griego, apenas pudo echar mano para su intento
más que de unos cuantos vocablos, aJgunos dudosos, y de una mirada
general sobre la sintaxis, que nada iprueba en favor del griego, puesto
que las construcciones, que él da por heíénicas, son también latinas
en parte, y todas tales que pueden proceder del genio creador de lo»
españoles al formar su romance, o de otras lenguas indígenas.
Aurelio. — Los cartagineses también dominaron en gran esipacio de
terreno.
Antonio. — 'Pero su lengua era de un genio muy diverso del de las
lenguas de España, y su dominación fué demasiado débil y efímera
para que pudiera dejar aquí profundas huellas: si las que dejó el ára-
be son tan cortas, y eso que siguió influyendo durante ocho siglos...
Aurelio. — 'No hay para qué detenernos más ; sigamos adelante : que-
dan los iberos y los celtas.
Concédame que los iberos, sobre ser los primeros que vinieron a
España, ocuparon mayor extensión de la Península que los celtas, aun
después de venidos estos últimos.
Antonio. — lAmbos puntos son innegables, y aun otro tercero, es
decir, que su cultura y poder fueron mayores.
En cuanto a que los iberos fueran los primeros que pisaron el pue-
blo español, además de la autoridad histórica y del general nombre
de Iberia, que griegos y romanos dieron a la Península, se saca indubita-
blemente por la situación geográfica de ios diversos pueblos que fue-
ron invadiendo la Europa.
Conforme éstos iban llegando, era natural que fueran empujando
delante de sí a las tribus que encontraban a su paso : así d orden de
las invasiones según los autores coincide con la posición de cada uno
de los pueblos. Los iberos llegaron a nuestra Península quedando en
ella estacionados como en el último rincón de Europa; siguiéronse los
celtas, que tuvieron que detenerse en Francia en gran parte, habiendo
entrado otra por el Norte de España y corrídose hacia la región oc-
cidental, la menos poblada entonces de iberos, como siempre lo ha
sido, por la menor amenidad y fertilidad del suelo respecto de la re-
gión oriental.
Que los iberos ocuparon mayor extensión de terreno ima vez ve-
nidos los ce3tas, es cosa sabida; su preponderancia y mayor cultura
se ve por la fama de sus ciudades, mayor que la de las ciudades célticas.
Aurelio. — iSe ha adelantado usted y ha prevenido mi pensamiento.
Los cdtas vinieron a España muy tarde, después del año 500 (ant. d?
J. C), pues por entonces se escribió el Periplo de Himücon, que no
156 DIÁLOGOS FAMILIARES
sabe todavía de celtas venidos a la Península. Cincuenta años más tar-
de nos habla de ellos Herodoto, de modo que los celtas llegaron en la
segunda mitad del siglo v antes de Jesucristo, H. D'Arbois de Jubain-
ville, en Les Celtes, París, 1904, dice terminantemente: "Les Gaulois
dans une grande partie de la péninsule ibérique furcnt touiours des
codons miflitaircs campes en pays ennemi." Su influencia en todo tuvo
que ser, por consiguiente, muy escasa. En este libro se explican los
nombres terminados en el -briga céltico, fortalezas de los celtas. Cuan-
to al idioma, ¿cree usted que eíl influjo célitico en nuestro romance sea
profundo?
Antonio. — No; aun concedido todo cuanto piden dos más fervoro-
sos partidarios del oeltismo, ese influjo se reduciría a unos 50 voca-
blos, que enumera Monlatt, y aun de ellos, varios no son ciertamente
célticos, y otros hay que ponerlos en la categoría de dudosos.
Aurelio. — 'Cuando los autores romanos hablan de vocaWos célti-
cos, son de los del Sur de Francia, que eran iberos originariamente, y
así esos vocablos todos son bascongados, como pueden verse en el Te-
soro de la lengua castellana, de Cejador, y lo veremos, si le explico yo
esos vocablos. Aihora viene 'lo que ha poco le insinuaba: ¿quedan solos
en pie los iberos, o hay que admitir otras naciones en España?
Antonio. — Ni 3a historia habla de otros pueblos, ni quedan huellas
de ninguna especie: en buena crítica no se deben, pues, admitir otros
pueblos que el ibero, una vez que nos hemos descartado de los demás
conocidos.
Aurelio. — Y, sin embargo, hay quienes pretenden embrollar esta
cuestión, que es propiamente la cuestiión del iberismo.
Antonio. — Pero ¿y qué pueblos son esos desconocidos que nos quie-
ren meter en casa?
Aurelio, — ^Son, por el contrario, muy conocidos: son las escualdu-
nas. Dicen que los escualdunas no son los iberos y que, por tanto, el
euskera o bascuence no es lia lengua de los iberos: «ese es el punto de
la cuestión.
Antonio. — Y ío más Jindo es que yo soy uno de los que así opinan.
Aurelio.— ¿Cómo? ¿No me ha dicho usted que sólo quedaban en
pie 3os iberos?
Antonio. — 'Es que yo no contaba con los bascongados.
Aurelio. — iCon los cuales debía usted haber contado, si es que for-
man una nación distinta y diferente de los celtas, fenicios, griegos,
cartagineses e iberos. Tampoco hablan de ellos los antiguos historia-
dores como de pueblo que hubiese venido de fuera : porque üos con-
sideraban tan de ca.sa que eran los primitivos dueños dcO solar espa-
ñol, por la historia conocidos.
Antonio. — Yo no puedo contar con un pueblo que no sé cuándo ni
de dónde ha venido.
Aurelio. — Y que, sin embargo, vive de hecho en España y vivía
para cuando llegaron los romanos.
Antonio. — Dicen unos que los bascongados son una rama céltica:
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO 1 57
Otros, que son camkas emparentados con líos coptos, egipcios y bere-
beres; otros, que de la misma raza caucásica de los georgianos. Re-
cuerde 3o que nos decía don Carlos, aquel alemán con quien tuvimos
en las provincias bascongadas nuestra primera discusión.
Aurelio. — ^Vinieran de donde vinieran y séanse en su origen lo que
se quiera, ello es que los bascongados se extendieron por toda España,
que su idioma fué general en toda ella y que tomó parte esencial en la
formación de nuestro romance.
Antonio. — En eso ya estábamos; pero una cosa son los basconga-
dos y otra los iberos.
Aurelio. — Ya sé que esa distinción es el úñtimo burladero adonde
se acogen ilos que nada quieren con flos bascongados ni el bascuence ;
pero es una distinción imaginaria, fundada tan sólo en la diferencia
de nombres. Los antiguos no nos dicen nada de los esicualdunas, como
se llaman a sí mismos los bascongados, ni de líos bascongados y sí tan
sólo nos hablan de Jos iberos y de los vascones como de una tribu de
iberos, Vascones y bascos y bascongados son tres nombres que se de-
rivan de basa montaña, bas-ko, bas-co-n, escrita la b con íla v íartina,
por ser la b bascongada muy sueve y esipirante. Esos nombres signi-
fican montañeses. Pero todos los demás iberos de España no monta-
ñeses eran tan escualdunas como ellos, pues sólo por eH bascuence se
«xplican no sólo ilos vocablos españoles citados por los romanos, sino
toda (la toponimia española prerromana ibérica. Los iberos no son, pues,
más que los escualdunas o bascongados. Y si no, dígame quiénes eran
los iberos y qué idioma hablaban y qué monumentos nos dejaron.
Antonio. — Pues, fuera de los celtas, fenicios, cartagineses y grie-
gos, iberos eran los demás españoles, esto es, el núcleo primitivo y prin-
cipal de flos habitantes de España ; de sus lenguas, no sabemos nada.
Aurelio. — Pero ese núcleo primitivo y principal eran hombres que
hablaban bascuence, puesto que en bascuence está la toponimia princi-
pal española de aquellos tiempos. Luego aquellos iberos eran bascon-
gados. Los antiguos sólo nos hablan de iberos, nunca de bascongados ;
hoy nada sabemos de tales iberos y sí solamente de bascongados que
poblaron toda España : ¿ quiénes son, pues, esos desconocidos iberos
sino los conocidísimos bascongados o escualdunas? Los iberos no son
más que un nombre, y por cuestión de nombres no hemos de reñir. Todo
está en averiguar por qué los antiguos llamaron iberos a los que de-
jaron en España Ja toponimia basca y formaron el romance con latín
y bascuence, esto es, a los escualdunas o bascongados.
Antonio. — 'Plinio nos dice que el nombre de iberos y de Iberia lo
tomaron los griegos del nombre del Ebro o Iber.
Aurelio. — 'Entonces esos nombres no son los nacionales y propios
que se daban a sí mismos los habitantes de España. Como los españo-
les llamaron Chiquitos á cierta tribu americana por su pequenez y Pa-
tagones a otra por su gran talla y sus patazas, así Ilos griegos llamaron
iberos a Jos ribereños del Ibcr, extendiendo después el nombre al. res-
to de los españoles, y de aquí llamaron Iberia a toda España. Los ro-
158 DIÁLOGOS FAMILIARES
manos siguieron a Jos griegos en estas denominaciones, añadiendo la
de Híspanla, latinización de España, que era d nombre que debía de
correr entre los españoles, y de Hispania dijeron Hispani.
"Iberus quem propter universam Hisipaniam Graeci appeHavere Iba-
fiara." Así Plinio, 1. 3, c. 2, como usted decía. Y Servio: "Hisoaniam
autem Iberiam ab Ibero flumine constat esse nominatam." Y Estra-
bón dice que primero llamaron Iberia los griegos a la región entre el
Ródano y el Ebro y que luego se extendió a toda España (1. 3). Así
también Herodoto, pues distingue la Iberia (hasta el Ebro), del Tar-
tessum o Andalucía.
Demos, pues, de barato los nombres de iberos e Iberia, voces ex-
trañas inventadas por los griegos, y atengámonos a la sustancia. Y la
sustancia y lo que sabemos es que los escualdunas que hoy viven en
las montañas deJ Norte ocuparon casi toda España; que su idioma, el
cuskera, es el que dio nombre a regiones, ciudades, ríos y montes, esto-
es, a casi toda la toponimia española anterromana, y que ese idioma
€S el único que influyó en la formación dell romance sustanciümente
y en su mismo nacimiento.
Antonio. — Todo eso desearía yo que me probáredes, que me place,
y espero me Jo probará usted tan cumplidamente como me ha probado
hoy que el latín no se habló generalmente por los españoles, sino que
d romance nació al primer choque del latín vulgar con el bascuence c
con el idioma indígena, séase cual se fuere.
Como ve usted, mi querido don Adolfo, don Aurelio ha procurado
volver la cuestión ibérica al terreno lingüístico, sacándola del antro-
pológico, que es en el que hasta hoy ha estado, sin esperanzas de re-
sultado alguno positivo.
Cansados, efectivamente, Jos investigadores de la raza eusquérica
y como intimidados por el ridículo en que los pusieron las exagera-
ciones de los bascófilos de la escuela de Larramendi, Erro y Astarloa,
se acogieron a la craneología. Pero creo que don Aurelio tiene razón
que le sobra en vortver la cuestión al terreno lingüístico, porque ni la
escuela sueca de Retzius, ni la francesa de Broca, ni la española de
Aranzadi han sacado nada en limpio de esos paseos por antiguos ce-
menterios y yacimientos de humanas osamentas : y es que en las pro-
vincias bascas parece que ha habido y hay dolicocéfalos, braquicéfalos
j toda clase de calaveras.
Hay que volver al eúskera, el único que ha de darnos luz sobre
la cuesitión etnológica de iberos y bascongados, lo mismo que sobre la¡
lingüistica de los orígenes del castellano. Pero hay que volver al cam-
po lingüístico con todos los aparatos de la ciencia moderna, cuya ig-
rorancia desautorizó anteriormente a líos bascófilos que lo roturaron y
no supieron cultivarlo.
Y con todo, don Aurelio pretende reanudar la tradición de esos mis-
mos bascófklos desautorizados, limpiándola de exageraciones y apren-
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO 1 59
siones e inbuyéndola en las nuevas doctrinas gramaticales. Es sucesor"
y discípulo legítimo de Astaríloa, Erro y Larramendi ; pero desea re-
novar y encauzar sus doctrinas por el álveo de la ciencia lingüística
moderna ; pretende darles lo que ésta encierra de sano y juicioso, con-
servando lo que la antigua 3'a tenía y que le falta a (la de hoy.
Paciencia, pues, y aguarde el Diálogo siguiente, que no tardaré'
mucho en enviarle y lo está terminando mi amigo don Antonio, que
es el que redactó este que acaba de leer.
Tal vez tendrá por ocioso, en parte por lo menos, su asunto; pero
advierta que ell contrincante es un erudito español, y que los españo-
les tenemos la gracia de ir en todo detrás de los demás. Sóilo porque
algain francés haya insistido, sin probarlo, por supuesto, que los escual-
dunas no son los iberos, todos lo creemos a pie juntillas, juzgando por
poco enterados a los autores españoles que han dicho lo contrario. ¡ \~
esc que ese dicho contrario tiene en su abono el parecer atm de los
mejores franceses y por de contado de los alemanes. Entre estos tes-
timonios están el de la Academia de Inscripciones y Bellas Letras do-
París, la cual afirmó que Eugenio Cordier había sólidamente probado,
en la Memoria que le dirigió en 1860, que las poblaciones de los Piri-
neos representan los últimos restos de la raza ibérica; y ell de Reclus
en su Geografía (t. II), que viene a decir lo mismo; el de Blanc Saint
Hilaire (Les Enskariens oii Basques, Le Sobrarte et la Navarre, Pa-
ris, 1888) ; el del Marqués de Nadaillac {Los primeros pobladores de
Europa, traduce, 1890), etc., etc.
Pero para la crítica moderna las autoridades poco valen, sobre todo-
las contemporáneas : así es que no puedo menos de alabar el proceder
de mi amigo don Aurelio, que, no necesitándolas, se atiene a los he-
chos lingüísticos y de ellos saca conclusiones tan peregrinas como ver-
daderas, por medio deíl análisis del éusquera y por el estudio de los»
hechos históricos.
DIALOGO IV
El eúskera fué lengua general de España, Toponimia ibérica.
Al día siguiente no se hizo mucho esperar don Antonio. Llegó a-
casa de don Aurelio con un papeJón lleno de citas de autores y, ya an-
tes de saludarle, se lo mostró m*uy ufano y como quien acaricia las ar-
mas antes de entrar en el palenque.
Antonio. — Tiene usted que probarme — üe dijo con resolución na
bien se hubieron sentado — que el eúskera o bascuence es la lengua
de la antigua geografía esipañola y, tras esto, el modo como ha influida
en la formación del romance. Si me lo prueba usted satisfactoriamen-
te, quedaré convencido de que los escuafldunas son Jos iberos, de que
los escualdunas fueron nuestros padres y antepasados y los más espa-
ñoles de todos dos españoles, y de que el eúskera, si no el padre, fué,
como ha escrito Cejador, la madre del castellano. Soy todo orejas, don.
l6o DIÁLOGOS FAMILIARES
Aurelio; pero aquí están mis armas: vengo decidido a vender cara mi
oposición y a quemar ei último cartucho en lia contienda.
Tiene la palabra don Aurelio.
Aurelio. — Mucho fuego militar es ésie, don Antonio — ie contestó
don Aurelio con cañma; y arrimando más su silla le puso en las manos
la obrita de Humboldt Los primeros hibitantcs de España, que de la
mesa había tomado, y añadió cariñosamente — : Esa es mi tesis. Ha ya
un sigOo que eso se escribió y que la tesis se probó. Los sabios de
fuera de Es(paña la aceptaron; los eruditos esipañoles apenas llegaron
2 enterarse por aJgnín francés que no dio su asentimiento a la autori-
dad alemana y, naturalmente, tampoco se la dieron ellos, fiándose más
deJ escritor francés. Ello es sencillamente bochornoso para nuestros sa-
biondos del siglo XIX. Supongo conocerá usted el libro.
Antonio. — ÍLo conozco... y no lo conozco — respondió como quien
quiere y no quiere hablar; mejor, como quien tiene que hablar y no
quisiera.
Aurelio. — Don Antonio, por lo menos en sus fundamentos estaba
probada mi tesis tiempo ha por ese librejo; pero la haai rechazado al-
gunos eruditos españoles y hasta no han faltado quienes criticaran sus
pruebas y tüldaran su método de poco sólido y seguro, repitiendo lo que
habían leído en francés, porque de bascuence se les entiende tanto
como al moro Muza. Pero ni ellos ni los franceses ni nadie ha refu-
tado el libro en regla No basta echar abajo algunas de las etimologías
que en é! se tratan. Vamos, pues, a revisarlo, usted como impugnador,
yo como defensor, bien entendido, en Qo que me parezca digno de de-
fensa. No trato de salir por eíl barón de Humboldt, sino por los fueros
del eúskera... y del romance castellano.
Antonio. — Permítame que antes le exponga un escrupulillo que no
me dejará atender con serenidad, si antes no lo echo fuera.
Aurelio. — ¿Qué es ello?
Antonio. — Aunque parezca comenzar por una digresión, estoy an-
sioso de saber qué piensa usted de ese espíritu que lleva a los autores
a comparar el bascuence con uno u otro idioma. Por cosa poco seria
lo dimos en otra ocasión y, sin embargo, los autores qué han hecho
tales cotejos son serios. Aquí traigo sobre todo aPgunas citas de don
Francisco Fernández y González y de don Marcelino Menéndez y Pe-
layo, que desearía evacuar y apurar con usted, que entiende de bas-
cuence.
Aurelio. — Por mi parte, cuando dije y digo con usted y con don
Carlos que eso no es serio, entiendo que tales comparaciones están
hechas superficialmente y que requerirían más esipacio y vagar. Todos
<<.quellos autores que nombramos tienen razón y no la tienen, y me ex-
plico. Tan lejos estoy de creer que el eúskera no tenga relación al-
guna con todas esas lenguas que, como usted sabe, estoy trabajando
-años ha en una obra en la cuall trato de probar que la tiene con esas
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO l6l
y con todas las demás del mundo (i); sóJo qu-e ese trabajo creo debe
ser completo y sosegado, y no superficial y respecto de unas cuantas
pa.labras, que es lio que yo llamo un estudio poco serio. Porque, a la
verdad, los estudios etimológicos hechos a la Iligera se prestan a mil
ilusiones y ridiculeces. En lo que no tienen razón todos esosi autores
es en querer emparentar especialmente al bascuence con una u otra fa-
milia llingüistica, consecuencia iligera de esas ligeras comtparaciones.
Antonio. — iSd, como usted afirma, el bascuence se parece a todas
las lenguas, se parecerá más a una que a las demás, o tendrá más co-
nexión con una familia que con las demás.
Aurelio. — Eso es precisamente lo que yo niego: con todas tiene
afinidad, pero con unas en algunos fenómenos gramaticales, con otras
en otros. Acuérdese que con las indoeuropeas Je mostré en otra oca-
sión (2) la afinidad en los sufijos de genitivo y adjietivos, y pudiera
mostrarlla igualmente respecto de otros muchos puntos; en cambio en
el ni de la i.^ persona más conexión muestra tener el bascuence con
las lenguas americanas y algunas de África y Oceanía (3).
Antonio. — Pero oiga usted lo que asienta Menéndez y Peiayo acer-
ca de los Turanios: "'La existencia de una primitiva emigración (en
Esipaña), que algimos llaman turánica, y otros, con mejor acuerdo y
más prudencia, se (limitan a apellidar éiiskara o vascona."
Aurelio. — (El gran erudito montañés está, pues, conmigo en admi-
tir como a primeros habitantes de España a Üos escualdunas, y de paso
tilda de imprudente la opinión que hace de ellos una raza turania, o,
como hoy. se dice con mejor acuerdo, altaica.
Antonio. — iPero oiga lo que sigue: "La verdadera prueba de que
los llamados Turanios hicieron morada entre nosotros está en la per-
sistencia del bascuence, lengua de aglutinación (con tendencias a ía fle-
xión), no ibera, como vistumbró Humboldt, sino turánica, si hemos de
creer a muchos filólogos modernos."
Aurelio. — iLo cual quiere decir que, aunque le parecía antes más
prudente atenerse a llamar bascona a esta raza, porque todos los argu-
mjentos prueban que los escualdunas dominaron Jos primeros en España,
con todo, se deja llevar de Ja opinión de los que hacen del eúskera una
lengua altaica, y niiega que Jos escualdunas sean lo mismo que los iberos.
En cuanto a que sea altaica la lengua bascongada por el mero he-
cho de la aglutinación, es no decir nada, porque infinidad de lenguas,
entre ellas todas las am'ericanas, son aglutinantes; además de que ese
fenómeno de la aglutinación, créame usted que es un recurso muy
poco fijo y determinado y no se distingue 'esencialmente de la flexión,
como se lo haré ver cuando tengamos tiempo para ello. No basta, pues.
(i) Es la obra de J. Cejador, El Lenguaje. Véase sobre todo la Em-
briogenia del lenguaje, que es el tomo ITI, y, respecto del castellano y de
todas las lenguas indoeuropeas, en su relación con el euskera, los tomo&.
del Tesoro que son los siguientes de El Lenguaje.
(2) Alude a los dos primeros Diálogos.
(3) Evibriogcnia del lenguaje, de Cejador, y Diálogo //.
102 DIÁLOGOS FAMILIARES
•ese carácter para determinar la filiación de una lengua. El distinguir
por esa razón a los escualdunas de los iberos es, por consiguiente, pro-
ceder con poca solidez. Ya que nada sabemos de los iberos, y sólo sí
que fueron los primeros y principales pobladores de España, y estan-
do ciertos, por otra parte, por el eúskera de que los escualdunas fue-
ron los que dieron nombres a todas esas poblaciones de los iberos y
que vinieron a España no se sabe cuándo, lo más natural es sentir,
con Humboldt, que los escualdunas son los iberos. No se puede, por
tanto, afirmar que el eúskera no sea lengua ibérica, sino turánica; an-
tes al revés. Además, que pronto se nos presentará ocasión de ver por
los antiguos autores que Jos Turdetanos, pueblo ibero según todos, eran
de la misma raza que los bascongados. Los vardulos o bardietas, hoy
guipuzcoanos, según Plinio (Hist. nat., IV, xxv), son una rama de
íúidulos. "Y apareciendo éstos — dice Fern. González (pág. 93) — , no
sólo en la Bética y Lusitania, sino asimismo en la Tarraconense (Tit.
Eiv., 1. XXI. VI y VII), es obvio que el elemento vasco, que según
Estrabón (III, 4) dominaba desde Tarragona al Océano y su afine el
turdetano hubieron de permanecer, aun desipués de la venida de Cel-
tas, Fenicios y Griegos, como predominantes en España."
Antonio. — Ed señor Menéndez y Pelayo dice a continuación que
los iberos son indo-europeos: en qué se pueda fundar, no lo sé: "Una
primera invasión iyido-europca, es a saber : la de los iberos, que algu-
^nos confunden con los turamos, pero que parecen haber sido posterio-
res, idénticos a los ligures, sículos y aquitanos, y hermanos mayores
de los celtas, puesto que la fraternidad de Iher y Keltos fué ya apun-
tada por Dionisio de Halicarnaso. Ocuparon ios iberos toda Ja Penín-
sula de Norte a Mediodía."
Aurelio. — 'Pero iberos y celtas sólo se unieron en España, y sólo
fueron hermanos en Adán, y todas esas huellas de iberos desde el
norte al mediodía son huellas bascongadas. Quitados los vestigios cél-
ticos, griegos, fenicios y cartagineses, no quedan en España, antes
de los romanos, otros monumentos que los bascongados. Los escual-
dunas son, pues, los iberos. Pero le repito que me ha vuelto usted a
meter en la cuestión de nombres, y que yo no doy de mandobles con-
tra tales entes de razón. Doy de barato el nombre de iberos, a quie-
nes, quitado lo bascongado, no lies queda nada, ni aun ese mismo nom-
bre, y me atengo a los escuaJdunas, raza ni altaica, ni indo-europea,
ni camita, ni semítica, sino sui gcneris, raza de Aitor.
Antonio. — Me alegro de haber conocido su opinión acerca de la
cita de Menéndez y Pelayo, porque es autor que estimo.
Aurelio. — No lo estimará usted más que yo, ni más de lo que se
merece ; pero en achaque de lenguas ya confiesa él ser lego y que se
atiene a lo que ve en los mejores lingüistas: no es culpa suya (i), por
tanto, si esos autores no le llevan por el camino del todo recto.
(i) Con todo, in.siste en la misma opinión en la lección 2.' taquigrafia-
d.i de sus explicaciones de Historia.
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO 163
Antonio. — Todavía me quedan aquí citas de Fernández y González
y de Fernández Guerra. Este úiltimo afirma que los celtas fueron "ibe-
ros en su origen", y unos y otros, "tribus jeféticas".
Aurelio. — Cualquiera que posea las noticias más superficiales del
«úskera y de las lenguas célticas no podrá menos de sonreírse all ver
la ligereza con que aügunos han afirmado que el euskera es lengua cél-
tica. El eúskera ni tiene que ver nada con el celta ni con el indo-eu-
ropeo, ni los escualdunas con los celtas ni los indo-europeos. En cuan-
to a que sean, o no, jaféticos los éuscaros y los iberos, nada respondo,
porque esa denominación es demasiado elástica y nos enseña casi tan-
to como la de hijos de Adán. Si los iberos fueron jaféticos y si los
celtas fueron iberos, son cuestiones que penden de lo que se resueíva
acerca de si los bascongados son iberos, que es lo cierto : para mí los
iberos hablaban el eúskera y nada tienen que ver con los celtas, sino
«1 haberse juntado en España, ni con los indo-europeos. En todo caso,
si los iberos no son dos escualdunas, nada podemos afirmar acerca de
■ellos. Los celtas son, según todos, indo-europeos.
Antonio. — Quedan los testimonios de Fernández y González. Va-
mos a ver todo lo que dice de los iberos y de 'los bascongados, y si
conviene usted con éJ.
Aurelio. — lAquí tiene usted el tomo, incompleto, por cierto: Pri-
meros pobladores históricos de la Península ibérica. Ha hecho bien en
cortar de un golpe con los prehistóricos, librándose así de muchas con-
tiendas, de las que s61o había de sacar en limpio que no se sabe si esos
habitantes prehistóricos lo son de hecho o son los mismos de que ha-
bla la historia.
Antonio. — .Pasemos estos primeros cuadernillos de las invasiones
africanas y de las hijperbóreas, donde hay muchos nombres y pocas
cosas averiguadas; y lo mismo digo de los persas, medos, etc. De nin-
.guna otra región del mundo habJaron tanto y tan variamente y fan-
tasearon tan a su sabor los griegos, como de España : todos los pueblos,
según ellos, han pasado por aquí.
Aurelio. — lEra la tierra más lejana y poetizable y... de luengas
■■Vías, luengas mentiras.
Antonio. — Aquí, en las páginas 81 y siguientes trata de no sé cuán-
tas lenguas, que el autor halla relacionadas: de las berberiscas con las
i-drávidas, altaicas, indo-europeas y el bascuence.
Aurelio. — Lo mismo se pueden relacionar todas las lenguas del
mundo ; pero las lenguas berberiscas son camitas, y esas afinidades
110 arguyen "antiguos itinerarios y peregrinaciones de la raza llamada
turania, desde el temul, que hablaron los pobladores de la India, que pre-
-oedieron a los arios, al medo antiguo o anariano de las cuneiformes,
•al tártaro y turco de nuestro tiempo, al samoyedo, al ostiaco, aJ lapón,
al magiar y a/1 basco". Si no, tendremos que concluir que vinieron a
España los quichuas del Perú, los groelandeses, los negros del Cabo
y los papuas, los japoneses y los australianos.
164 DIÁLOGOS FAMILIARES
Antonio. — Pero ¿están bien traídas esas comparaciooiies del ber-
berisco con eJ bascuence?
Aurelio. — En general, sí, señor ; pero digo que otros elementos po-
día traer más fehacientes, como son los elementos gramaticafles ; y, con
todo, creo que los bereberes sólo se unen con Jos bascongados en Adán
y su mujer.
Antonio. — ¿Y lo del sumir y acadio con el bascuence? ¡Mire que
esos sufijos casualles son idénticos !
Aurelio. — Y otros mudios más, y tan parecidos, los presentan las
lenguas de América y África; pero dejémonos de etimologías por aho-
ra; si no tendremos que detenernos en la comparación del eúskera con
ías lenguas semíticas, que creo vienen en seguida, y...
Antonio. — Sí, aquí están, pág. 90, después de comparar esas últi-
mas con algunas americanas.
Aurelio. — iComparación cierta, pero ligera y, según mi frase, poco
seria. Vamos, ahí tiene usted la cuestiótn dell iberismo, pág. 91.
Antonio. — 'El autor está enteramente con usted. Aquí Vinson re-
conoce "analogías entre el éuscara y el antiguo turdetano" Luego afir-
ma que la antigua geografía española es bascongada, y trae a Mendi-
culia o Mendiculcia de Tolomeo, ciudad lusitana: ¿es eso bascuence?
Aurelio. — 'Ya ¡lo afirmó Humboldt y gracias que llegamos, al fin y
al cabo, a mi librejo. Aquí está, pág. 83 : de mendia, monte, trae Men-
diculea, Mellaría o Menlaria, Menoba, Menosca, el río Menlascus, Men-
tesa o Mcntisa.
Antonio. — Pero todos esos nombres no parecen derivarse de men-
di, monte.
Aurelio. — Efectivamente, de mendi se dijo Mcndibü, apellido co-
nocido, y, como todos los apellidos bascongados, tomóse del solar de la
familia. En Álava tenemos Mendihil en el ayuntamiento de Arrazua,
Mendibil de Izoria en el de Ayala, y en el mismo Mendihil de Zua::a
y Mendihil de Costera. De Guipúzcoa recuerdo el Mendihil del ayun-
tamiento de Oyarzun. De Navarra, el Mendibil del ayuntamiento de
Oloriz y del de Yanzi. De Vizcaya, eü Mendihil del ayuntamiento de
Lemona.
Antonio. — Pero ¿qué tiene que ver Mendibil con el Mendiculea de
Tolomeo (II, 41) ?
Aurelio. — Que entrambos vienen de mendi, monte, y que Mendi-
culea parece ser derivado de Mendico, adjetivo en -co, con valor de
montañoso o mon>tañés, y eJ sufijo de agente -lea. Mendico de Costera
y Mendico de Zuaca son lugares del ayumtamiento de Ayalla, en Álava.
Pero le quise traer el Mendibil bascongado porque deseaba que cono-
ciese usted el sufijo -bil o -ibil añadido a mendi, y que en bascuence vale
dar vueltas, andar en ; na-bil, ando en ; a-bil, andas en. Porque esta voz
la tenemos en cJ caudillo ibérico Indivil o IndibÜis de Tito Livio
(XXVIll, 24).
Antonio. — Y ¿qué significa ind en ese nombre, que me recuerda flo
del busilis y las Indias con que explicaba el otro el In dicbus illisf
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO 165
Aurelio. — Pues inda es vereda e ind-arr es la fuerza. Y aquí tiene
usted lia etimología del otro caudillo de la Bética Indortes; que Jo mis-
mo suena ind-arr que ind-orr en bascuence, para el caso, y -te es su-
fijo usadísimo. En Navarra hay la población de indnr-ain, de indur ==
indor. En Vizcaya, Indauchxi, Indusi, vienen de inda y explica el nom.-
bre Indo del De Bello hispánico, 10.
Antonio. — ¿ Son bascongados los nombres de aquellos otros caudi-
llos ibéricos conooidos: Orisson, AhiLix, Edecon, Mandonius?
Aurelio. — Mucha tela me da usted cortada para que volvamos pres-
to a Menoha, donde nos aguarda Humboldt, Orisson era reyezuelo de
Jos Orissos, segfún los romanos. Orisso no es más que ori-zii, hojoso,
de ori, hoja, y -zu, abundancial. Oribe es deil ayuntamiento de Ayala,
en Álava, y -be suena debajo; Oria, del Idiazábal, en Guipúzcoa, y Orlo,
población de la misma provincia; Ori-s es del ayuntamiento de Elorz,
en Navarra, y Oriso-ain, población de la misma provincia, y acaso este
Oriso de Oriso-ain sea el Orisso de que tratamos. Oricin, del ayunta-
miento de Oloriz. Finalmente, en Vizcaya, Oribe, del de Zalla.
Abilix, saguntino (Polibio, III, 98), hay que compararlo con Abio y
Abitara, de Vizcaya; con Abinzano, Abcrin y Aberli, de Navarra; con
Abi-eta, de Guipúzcoa, con Abi-aga y Abi-ega de LLanteno, de Álava,
En bascuence, abia, abi, ts el arándano. En Abi-lix, Abi-li-ci-s, por
Abi-li-co-s, hay latinización de Abilicoa, forma bascongada, donde -ko-a
es terminación de adjetivos -ko más el artículo -a.
Abil es la honda, primitivamente hecha de un vegetal, del abi.
Ede-con o Ede-co suena en bascuence como adjetivo -ko de cde,
que como eda, eda-tii, víale extender. Edeta son llanuras extensas, de
donde Edetanos. Edeco parece reinó entre ellos, cerca de Tarragona,
Mandonius era lacetano y viene de mando, mulo, duro y áspero. En
Álava, Mando jana, ayuntamiento de Foronda; en Guipúzcoa, Mandiola,
en los de Eibar y Gaviria; Mandiolatza, en el de Azpeitia; en Vizca-
ya, Mandoluniz, en el de Fruniz, y Mandas, en el de Sondica.
Antonio. — Según Livio (XXI, 12) hubo un Aleo saguntino, pero
no español, a quien contrapone otro español saguntino llamado Alor-
cus: Alconem Saguntinum y Alorcum Hispanum.
Aurelio. — Entrambos saguntinos creo que eran iberos. Aleo suena
laicimo y poderoso, Alor-ko suana de Alor, que es el campo de sembra-
dura. En Álava tenemos Aloria.
Antonio. — Allucius fué celtíbero (Dion Casio, ed. Reim., t. I, pá-
ginas 26, 58, n. 2).
Aurelio. — tEs el bascongado alloza o aloza, alloz, aloz, que es la
alforza, frunce, viruta, y tenemos en Navarra Alloz, ayuntamiento de
Yerri.
Antonio. — Ausetano fué Amusitus (Livio, XXI, 61).
Aurelio. — Amuza-tegui, cerca de Azcoitia, en Guipúzcoa, y Amuz-
co-tegui, cerca de Elgoibar, le dicen que Amusitus viene de arnuza e
-itus. Amiiz o amutz es el lerdo, romo, y annits, boto, romo; amusta
embotarse.
l66 DIÁLOGOS FAMILIARES
Antonio. — Ambo, celtíbera (Apiano, IV, 46).
Aurelio. — Anbo suena cepa y anbotu secarse el trigo, quedando
blanquecino ei tallo. En Guipúzcoa, Avibo-tegiii y Ambii-lcgui; pero
baste recordarle el pico famoso de Amboto, -to, de Ambo.
Antonio. — ¿Y el famosísimo Arganthonius, rey de Tartessus (He-
ródoto, I, 163), que recuerda Cicerón en De senectute como tipo de
viejo gaditano, que reinó ochentta años y vivió ciento veinte?
Aurelio. — Pues en el ayuntamiento de Vitoria tiene usted Argan-
doña, que es la forma española de ese nombre, y su primer radical lo
tenemos en Argarate y Argiiedas, de Navarra, y en el río Arga y en
Árganas, Argacha, Argaluza, de Vizcaya.
Antonio. — ¿Arauricus de Córdoba (Sil. Ita/1., III, 403) ?
Al^relio. — Araudi-Azpicoa, en Guipúzcoa, y Araunas, Arara, de Viz-
caya, le muestran ser bascongado. Aran vale regla, norma.
Antonio. — Artanes, turdétano (Livio, XXVIII, 15).
Aurelio. — Arte, arta, es la encina» En Álava, Artaza, Artomaña,
Artioniana; en Guipúzcoa, Arta-di (encinafl), Arta-Erreca, Arta-villa,
Arte-aga (encinal, dos veces), Arteche (dos veces) ; en Navarra, Arta-
bia, Artáiz, Artajo, Artajona, Artanga, Artariain, Artaza, Artazu, Ar-
teaga, Artozqui; en Vizcaya, Arta, Artabe, Artagan, Arta^andio, Arta
za (cuatro veces), Artcaga (nueve veces), Artcagoitia, Arteche, Arteta,
Arteim, etc. Pero veo que la ha emprendido usted con todos los nom-
bres ibéricos de personas.
Antonio. — Avarus, numantino (Apiano, VI, 95).
Aurelio. — Como Abanan, población que es como Abara (dos veces)
y Abarca (cuatro veces) en Vizcaya. Advierta que la b entre vocales
es tan suave y aun a principio de diocióai, y esito es castellano y bas-
cuence, que los forasteros (la escriben con v, y con v la mandó escri-
bir Nebrija.
Antonio. — Balarus, vetón, según SUio Itálico (III, 3, 78).
Aurelio. — Baliarás y Baliarrain, en Guipúzcoa; Ballariain, en Na-
varra; Bal-anda, Balnera, tienen la misma raíz bal, haz de trigo; y
Balarus es el balaro, cesta. Qaro que de aquí sallió bálago, etc., etc.
Antonio. — Besasis, bastetano (Livio, XXXIII, 44).
Aurelio. — En Vizcaya hay Besanguiz y Bcsoiia. Beso es el brazo
y ache, carga, variante de ase, hartazgo : bes-asis suena como brazada,
lo que puede llevarse con los dos brazos.
Antonio. — Btirrus, lusitano, segim Silio Itálico (XVI, 560).
Aurelio. — En Guipúzcoa, Burrustidi, y burrustu es embesilir; burru'
ka, luchando.
Antonio. — Caraitnius, sobrenombre dc)l numantino Rlietogenes (Apia-
no, VI, 94).
Aurelio. — Rhetogcncs parece céltico; Caraunius viene de gara, alto,
vne, espacio, trecho. Carus era un celtíbero de Scgcda (Apiano, Vi, 45),
de ese gara. Tenemos Garayo en Álava ; Garayon, Garayar, Garaño, en
Guipúzcoa, de donde el garañón, que monta ; Gara-bcitia, Gara-cía (al-
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO 167
turas), Garauz, etc., etc., en Vizcaya. En la toponimia volveremos a
este tema.
Antonio. — Caucaenus, lusitano (Apiano, VI, 57), como Cauca, hoy
Coca.
Aurelio. — Kauke es el pobre.
Antonio. — Calichas o Colchas o Coicas (Apiano, XXVIII, 13), rey
en la Bética.
Aurelio. — Kolka es la clueca; kolko, el seno.
Antonio. — Corbio, villa de los suetanos (Liv., XXVIII, 21), y Cor-
bis, que tuvo un duelo con Orsua.
Aurelio. — uA^cuérdese del Gor-be, bajo la cima, y Garbea, monte y
apellido.
Antonio. — Galbus, carpetano (Livio, XX VI).
Aurelio. — ^En Navarra, Galv-arra. Gal-ba, es carda; gal-bae, criba.
Antonio. — Gargoris, uno de los más antiguos reyes de Tarteso (Jus-
iino, XLIV, 4), debe de ser bascongado.
Aurelio. — Gar-kora es la nuca.
Antonio. — Habis, el Triptolemo ibérico, expuesto a tantos peligros
y milagrosamente salvado (Justino, XLIV, 4).
Aurelio. — 'Como vivía en las selvas con los ciervos, se explica su
nombre, que es el abia, abi o habea, como otros escriben. La /i no t-'ene
aquí valor alguno. Vale abi, arándano: abe, árbol. En Guipúzcoa, Abe-ta-
(arbolado), Abi-eta; en Vizcaya, Abio, Abi-tara.
Antonio. — Ilerdes (Sillio Ital., XVT, 567) será de la villa de Ilerdc
o Lérida.
Aurelio. — Que convprenderá usted ser bascongada: de ili, ciudad,
en un sinfín de poblaciones, y erdi, en medio, y bien sabe usted que
Lérida está en d centro de una gran llanura.
Antonio. — Lamus en Silio (XVI, 465).
Aurelio. — En Álava, Lamuza de Gogenuri.
Antonio. — Larus, cántabro, según Silio (XVI, 46).
Aurelio. — Es el laru, amarillo.
Antonio. — Lenco, celtíbero en Apiano (XI, 46).
Aurelio. — Leu es el lino; leu-ko, de lino.
Antonio. — Mericus (Livio, XXV, 30) y hay villas de Meri y Me-
robriga.
Aurelio. — lEn Vizcaya tenemos Merica y Mereludi.
Antonio. — Miniirus, lusitano, en Apiano (VI, 74).
Aurelio. — Suena min-ura, agua de amargura, de dolor.
Antonio. — Orsua en Livio (XXVIII. 21), que me suena a la villa
Urson, que también se llamó Orson.
Aurelio. — 'En Guipúzcoa, Urs-oro-eta; en Navarra, Urz-ainqui,
Urs-ante; en Vizcaya, Urz-agas. En bascuence, urzo es la paloma.
Antonio. — Saloniciis o Salondicus en Horo (II, 17, 14), celtibero.
Aurelio. — Del río Salón, Jalón. En Guipúzcoa, Salo-gücn y Zalo-
na, y en Vizcaya Zaloa de Otarte.
Antonio. — Turrus o Thnrriis, celtíbero, en Livio (XL, 49).
1 68 DIÁLOGOS FAMILIARES
Aurelio. — Zurru es en bascuence el ronquido.
Antonio. — Pues no me ocurren más nombres propios ibéricxjs. Vol-
ramos al Menoba y al Metiosca (Hin., I, 227), de Humboildt.
Aurelio. — iVienen de men, que es la mina, antiguo castellano mena,.
y usted conoce las Menas de Aragón. España fué el país más minero
de la antigüedad, como sabemos, y tanto, que men-di, monte, derivóse
de men, mina, con el sufijo abundancial -di: mendi es el de muchas mi-
nas o vetas minerales. En el ayuntamiento de Ayala, en Allava, tene-
mos a Men-oya, que vale hoya o cama de minas. Men-oba suena en bas-^
cuence la mejor mina; Men-osca, hendidura de mina.
Antonio. — 'Me contenta esa comparación de los nombres toponími-
cos antiguos con los del país basco. Es argumento que no tiene vuelta
de hoja y que no se le ocurrió a Humboldt. Pero sigamos con Fer-
nández y González. En los confines de Lérida, a Ja parte extrema del
Valle de Aran, diócesis de Urgel, al pie de una montaña o bosque lla-
mado Arto, dice que se halló una inscripción basca de los tiempos gen-^
tilicos.
Aurelio. — ^Advierta que Aran significa en bascuence valle, propia-
mente llano entre nosotros, y Arto es el maíz, y antiguamente el mijo;
pero de estas voces tendremos otra ocasión de hablar. Apunte, pues,
que el bascuence también se habfló en tierras de Lérida.
Antonio. — Publicó la inscripción el padre Fita en el Boletín de kk
Academia de la Historia (t. III, 1S83, pág. 135).
Aurelio. — Evacuemos la cita:
ILVRBERRiXO
ANDEÍREXC
"La segunda (palabra) es nombre de mujer, derivado de Andero
(señora, ama de casa)." lUur-berri-sco es voz bascongada. Tenemos Ili-.r
en el antiguo linro, hoy Oloron, de Francia; berri vaJe nuevo; -seo es
sufijo derivativo. En el ayuntamiento de Marquina, en Vizcaya, te-
nenK>s Ill-oro^ de la misma raíz, pues Ha, .la luna suena dialectalmente
illa. En el ayuntamiento de Ester ibar de Navarra tenemos Ilurdoz; en
Navarra, también Ilurr-e; en Guipúzcoa, Ilnr-mendi-eta, montes de Ihir.
Antonio. — Trae luego ed río llamado Turia, Tundió o Tyris por
los dásicos y que Avieno interpreta blanco o cano, traducción literal
del bascongado zuria, convertido por los árabes, mediante análoga tras-
lación, en Guadalaviar (Guad-al-abiad), que en arábigo sigiiifca otro-
tanto. Ya me habló usted el otro día de ello, así como de Arriaca o Guad-
al-ajara, que valen pedregal o valle de piedras, en bascuence y arábigo..
Aurelio. — 'Ya lo señaló Humboldt en la página 50.
Antonio. — .Prosigue aquí en la pág. 93 diciendo que cerca de Huel-
va está "el río Tinto, que Avieno designó con eil nombre de Hiberus
y Plinio distinguía '.-.on el de Urion, vocablo que los árabes interpre-
taron por río de Aceche o del Cobre, en armonía con la significación
que corresponde a dicha palabra, a derivarse, seg^ún parece, de las raí-
ces que dieron nacimiento al sumir Urudii y al basco Urraida".
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO 1 69
Aurelio. — 'Según eso, los árabes tradujeron también a su lengua
<este nombre bascongado. Anote, pues, que no menos se habló bascuen-
ce hasta los árabes en Huelva. De urraida y urudu trató Cejador en
el Tesoro (t. R).
Cuanto al Urion de Plinio, como en latín no sonaba tan fuerte la
rr castellana e ibérica o bascongada, pudiera estar por Urri-on o urre^
-on, que vaile excelente oro, pero etimológicamente, excelente pepita o
apiñamiento de mineral, que ef j vale íirre en bascuence {Tesoro, t. R).
Con r suave, Uri-on es población excelente o aguas excelentes, ya que ur
es el agua; ur-i, lo del agua, la pobl'L.ción, porque se tedificaba junto a las
aguas, y ía lluvia. En la toponimia ibérica hay un Uri-um, que vale ciu-
dad. Conocido es el apellido Uria. En el ayuntamiento de Ayala, en
Álava, hay el poblado Uria de Erbi y Uri-arte de Olabezar, siendo
no menos conocido el apellido Uriarte, esto es, entre aguas; en el de
Aramayona, Uri-harri, que suena Villanueva; en el de Oquendo, Uri-
be, que vale lo bajo de la villa; en el de Amurrio, Uri-eta, que suena
-poblaciones o aguas, y otros Urietas en los de AyaJa y Amurrio; Uri-
zar, que suena Villavieja, en el de Barrundia. En Guipúzcoa hay Uri-
harri en los ayuntamientos de Mondragón y Oñate; Uri-be, en los
<le Arechavaleta y Mondragón; Uri-sar, en el de Arechavaleta. Todos
son, además, apellidos; como que los apellidos bascos provienen de los
solares propios. En Vizcaya hay Uria en los ayuntamientos de Gor-
dejuela y Gorocica; Uri-ailde o junto al poblado, en el de Miravalles;
Uriarte, en los de Basauri y Bermeo; Uriurtes, en el de Ajanguiz;
Uribarri, en los de Arrancudiaga, Arrazua, Arrieta, Basauri. Bermeo,
Castillo y Elejabeitia, Ceberio, Echebarri, Erandio, Navarniz y Orozco;
Uribe, en los de Ceánuri : Ea, Lujua y Yurreta ; Uribes, en el de Vérriz,
Uribiarte, en los de Ceánuri y Orozco; Uri-en, en el de Garay; Uri-goiti,
que suena de la parte alta de la villa, en el de Orozco ; Uri-güen, en el
de Busturia ; Uri-ona, que es él Uri-on de Plinio, en el de Arbácegiií ,
uri-ondo o junto a la villa, en los de Ceberio y Zarátamo; Uri-on-es,
en el de Lanquiniz ; Uri-oste, o tras la villa, en el de Santurce ; Urizar,
en los de Abando, Amorebieta, Axpe, Ceánuri, Ceberio, Dima, Ea,
Lemona, Zaldua, Lemoniz; Urizar-goiti, en el de Yurre. Sufijado lo
tenemos en Ceán-uri, Lecand-uri, Basa-uri, Ibarr-uri, Ach-uriz, Marc-
vri, Larra-tiri, Alda-uri, Bust-uria, Echa-nri, y más, si usted no dice
basta.
Antonio. — lAntes basta y sobra. Urion y Urium no pueden tener
más clara etimología.
Aurelio. — Y Es-uris (Itin. Ant., págs. 425, 431), y aun, se^n
Humboldt, las dos Calaguris, Lacuris (Tol., II, 6) e Ilarcuris (Tol, lí,
6), aunque yo no acepto más que Es-uris, pues los otros los traigo
del sufijo -guri.
Antonio. — \Cita luego Fernández y González la ciudad de Iria, d!e
-Galicia, llamada después Iria Flavia (Tol., II, 6).
Aurelio. — rLo cual indica que los mismos romanos, al añadir el
■epíteto de Flavia, en memoria de Ja familia imperiail, sabían que en
I /O DIÁLOGOS FAMILIARES
bascuence tria valía población, villa. Así en Guipúzcoa Iri-artc, como
Uri-artc en di ayuntamiento de .'Mzo; Iriartc Mayor, en el de Elgoi-
bar; Iri-be o bajo la villa, en efl de Vergara, y es el Iri-ppo de Has
monedas celtibéricas (Flórez, Mcdall., II, 474). Iri-burn o cima de la
población, en el mismo ayuntamiento ; Iri-goyen, lo alto de la pobla-
ción, en el ayuntamiento de Elgueta y en el de San Sebastián ; Iri-ondo-
Echcbcrri. en el de Abalcisqueta ; iri-ondo, suena al pie de la pobla-
ción. Don Pedro de Aragón hizo a la iglesia de Pamplona donación
de la villa llamada Ztibiri diciendo : "unam villam meam, quae voca-
tur Znbiria, scilicet iuxta pontem sita". Y, efectivamente, ziihi es el
puente ; iri, población. En Navarra hay dos llamadas Iri-bcrri, que sue-
na poWación nueva, o sea \^illanueva, en los ayuntamientos de Atez
y Leoz; Iri-sarri, sarri frecuente, en el de Yanci; Iri-bas, o bosque
desierto del poblado, en el de Larraun. Tome, pues, nota, don Anto-
nio, de que también en Galicia había toponimia basca y se hablaba bas-
cuence. Sufijado, como en Zub-iri, Ho tenemos en Gab-irui, etc.
Según Humboldt (pág. 34), variantes son de una misma palabra
iri y uri, ili y uli, voces tan empleadas en la toponimia ibérica, que
ellas sodas se bastan ipara probar abundantemente que el bascuence se
habló por toda España. Yo adelgazo más. Uri vale villa o población,
por las aguas junto a las cuales se habitaba; iri propiamente valle en
dirección a, como en Zub-iri, iuxta pontem, bcdcratzietako-iri-an, a
eso de las nueve; iri-artan, hacia aquella época u hora; goizt-iri, ha-
cia la mañana. Díjose por población como variante de uri, según se
trasluce eíl cambio de t y de w en las monedas celtibéricas, o mejor
por la cercainía y dirección, iri-burn es él cabezo; iri-goicn, en lo ailto;
iri-be, ilo bajo de la población. Iri-berri suena Villanueva, e Iri-zar, Vi-
llavieja, y hay tres poblaciones así llamadas en Guipúzcoa. Las for-
mas con I me indlino a creer que no son variantes dialectales de iri
y uri. Los sufijos -el, -il, -ol, -ul, por significar junta, unión, sirven para
nombres de ipoblaciones, ya en el país basco, como en Bct-elu, ya en
la toponimia ibérica. Uli vale mosca. En la Bética hubo una Ulia (Dion
Cas., XLIII, 31) y en San Sebastián está e(l monte Ulxa, y la población
llamada Muscaria por Jos romanos pudiera ser, según Humboldt (pá-
gina 35), traducción de UUa. Mosquera y Mosquerucla fueron pobla-
ciones junto a Tudela de Navarra. Pero tampoco puede dudarse de
que uli en poblaciones más bien se usó en el mismo sentido del alle-
garse y juntarse y apegarse, al igual que Ui y que los citados sufijos,,
y que la mosca, pues ésta se dijo uli por la pesadez del apegarse a uno.
Sufijado lo tenemos en Dard-tdia, Turd-ulia. El poblado díjose ili y
vli por el juntarse a vivir, no como variantes de iri, uri. Véase el Te-
soro (R. L). En Álava tenemos, pues, nueve Uli-barri, o Ulli-bayri, o
sea Villanueva, en varios ayuntamientos, y un Uli-zar, o sea Villavie-
ja, en el de Ayala. En Navarra hay Uli Alto, en el ayuntamiento de
Arce, y Uli Bajo en di de Ix)nguida; Uli-barri, en el de Lana; Ul-zama,
Ul-zurrun y Ul-oci, son más conocidos; ul vale acercamiento, de don-
de precisamente salió el derivado ul-i. Con ili tenemos en la toj)oni-
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO I /I
mía ibérica (Humboldt, pág. 35) Ilia, sobrenombre de Hipa, según las
inscripciones (Plin., I, 138), y nótese que -pa vale bajo en bascuence,
romo en Iri-he lo bajo de la villa, ll-nrci o lUurcis fué el nom])re, se-
gún Festo Pompeyo, de la que después se dijo Gracc-uri-s (Plin., I, 143),
uri o ciudad de Graco {Livii epit., I, XLI) y estaba entre los bascos.
En bascuence urk-i es el abedul, y lo tenemos en Urki-ola, como en
ll-iirci. Ili-gor, IH-puia viagna y minor, «n la Bética (Plin., I, 137, 139) ;
pulo y pulu es montón; gor es sordo y gora, arriba. lU-heri o Ili-
herri (Plin., I, 137), como Iri-herri, suena Villanueva y era Granada.
Illungis, entre flos TurduJos; Illurco, en la Bética e Ilorcum O; Lorca,
como eil Il-urci ya visto, o Graccuris posterior. Ile-osca (Strab., III, 4)
de los Ilergetes, Ily-byrge (del griego torre) ; üe es el pelo en bas-
cuence. Il-ar es di brezo, la arveja, la alubia y fio hallamos en Ilar-duya,
ayuntamiento de Aspárrena, de Álava ; Ilarr-aza, en el de Vitoria ; en
Guipúzcoa, Illarr-asu, de(l ayuntamiento de Lizarza; Illarr-ea, en el
de Oyárzun; Illarr-aga, en el de Azpeitia. Así se entenderá el nom-
bre de Ilar-cnris, en Carpetania (Ptol., II, 6) ; giiri (o kuri por la r
anterior) vale .lozano, rollizo, tierno, jugoso. Creo ver este guri en
Caiaguris Fibidarensis, de los antiguos bascos; Calaguris Nassica, de
los ilergetes (Plin., I, 152) ; Lacuris, de los Oretanos. Humboldt dice
(pág. 36) que "Qos epítetos latinos están tomados del género de in-
dustria de líos habitantes", como Nassica, de nassa; Fibularensis, aca-
so de fíbula, especie de caña para trenzar cestones. En vano se ha
intentado traer el primero de Scipio Nassica. Cuanto a Cala- creo está
por gala-, que equivale a gali o gari, los cereales; así, gal-ale, grano
de gal o sea de trigo; gal-andi, trigo barbudo o grande, etc.
Antonio. — ^En la pág. 115 da a entender Fernández y González que
fueron turanios los primeros iberos que vinieron a Esjpaña, lo cual
concuerda con (lo que leímos en Menéndez y Peílayo.
Aurelio. — iComo que éste lo tomó de aquél. ¿Tendrá también por
lengua altaica al bascuence? Veamos qué razones aduce en pro de tal
opinión, que nos vuelve a cortar otra vez el paso.
Antonio. — La relación, en primer lugai-, de ciertos nombres geo-
gráficos del Cáucaso con los bascongados de Ja antigua España.
Aurelio. — Fuera de que es. peligroso comparar tales nombres; aun
dado que tuvieran un mismo origen, sólo podría deducirse que los bas-
congados pasaron por aquellos parajes al venir a Europa, o que aque-
llas lenguas antiguas o modernas, que impusieron tales nombres, tenían
alguna relación con el eúskera; 'relación que he afirmado yo respecto
de todas las lenguas. Las caucásicas, entre ellas el georgiano, que com-
paró el padre Fita com el eúskera, no tienen con esta lengua más afi-
nidad que las demás, y aún menos, por el estado de gran corrupción
en que se encuentran.
Antonio. — ¿Y de Tubal y los tubalistas? Porque es otro argumento.
Aurelio. — Nada dice el eúskera, de modo que no me toca a mí
decidir.
Antonio. — En la pág. 118 da a entender que los iberos son los bas-
17- DIÁLOGOS FAMILIARES
congados, y en Ja 115 discurre de ellos como si fueron turanios; no
concuerda, pues, con Menéndez y Pelayo, que afirma no ser iberos los
euscaldunas y que éstos son turanios, mientras que los iberos son indo-
europeos: áteme o suéltejníe esos cabos.
Aurelio. — Suéltelos el que los enredó; que yo no.
A los que en tono magistral dan por asentado y cierto que el bas-
ouence no es el ibero y que los bascongados no son los iberos, y que
las ipruebas de líumboldt son poco científicas, responderé con las pa-
labras del príncipe Bonaparte: "Quant au nom de Humboldt, s'il ne
peut suffire, á lui tout seul, á entrainer une conviction, nous ne
vayons pas trop Ja raison pour jaquelle ceux de MM. Van Eys, Vinson
et Hovelacque jouiraient, á eux tout seuis, de ce privilége. Que sí
l'on nous répond que les deux premiers de ees messieurs (M. Hove-
lacq.ie n'ayant fait que les approuver) ont étayé leur opinión d'argu-
nitnts qu'ils trouvaient concluants, notre replique sera que ceux du
célebre (pliildogue que nous venons de nommer nous paraissent, du
moins en general, beaucoup plus solides, non seulement á nous qui
sorames désintéressés dans cette question qui ne nous est pas person-
iielle, mais aussi á des juges tres compétents en linguistique, tels que
Pott, qui "je ne doüte pas — dit-il — que la communaté de famille ne
"démeure établie, en ce qui est essentiel, entre la vieille kngue ibéri-
"que qui es l'ancétre, et la langue basque actuelle qui est la petite-fille,
"quelque nombreuses que puissent étre les erreurs et le méprises de
"détail que l'on est en état de découvrir aujourd'hui dans He livre de
"Humboldt, á cause de la connaissance plus precise et plus compréhen-
'^sive que l'on a acquise de la langue basque (i)" (Ubcr Vaskische Fa-
ftiili en ñamen. Detmold, 1875.) Y cuenta que si Pott dice ser el bas-
cuence nieto del ibero y no el mismo ibero, es por la mera y no proba-
da suposición de que la lengua de hace tantos siglos hablada por los
iberos ha debido cambiar algo ; quitado este falso supuesto, que no de-
be admitirse mientras no haya pruebas positivas, el dicho de Pott sig-
nifica sencillamente que el bascuence actual es la lengua que hablaron
los iberos.
Antonio. — ¿En qué se fundan, pues, los adversarios de Hum-
boldt?
Aurelio. — En la autoridad de Vinson y van Eys, que parece se
han propuesto hacer a la sordina la guerra al bascuence, quizá porque,
como dice Bonaparte, "ni l'un ni l'autre de ees messieurs ne connais-
sen assez le basque, sur tout au point de vue scientifique pour pouvoir
(i) C'cst ainsi, en effet, que des auteurs supcrficiels nient que les bas-
ques soicnt les desccndants des iberos. La pluparL des hommes instruits
admettent toutcfois que "I^ Gascopnc, qui formait du temps des Romains
la Novcmpnjuilaine cu Aquitaine ^." prit son nom des Vascons ou Vas-
ques, pcuple d'EspaRnc qui, refoulé par les Gnths, franchit les Pyrenées
vcrs Tan 542. et s'établit dans los provinces nommécs Gascogne e Guycnne".
(Voyct PiOuillct. Dict. univ. d'Hist. et de Gcocir., au mot Gascogtie). C'est
á M. Lnchairc á protivcr le contrairc, et non pas á nous á dcmontrcr ce qui
est géncralcmcnt admis.
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO 1 73
-apprécier d'une maniere corréete le mécanisme de cette langue, car les
nombreuses erreurs dont Icurs ouvrages fourmillent et que M. Lu-
chaire ne saurait distingxier, en sont la preuve la plus frappante" (i).
Antonio. — ¡ Ya liabia yo notado que estos dos autores, y alguno que
otro más, habían maleado el criterio bascófilo por Madrid! Pero, a 'la
verdad, no me extraña, porque a Madrid viene la ciencia europea pa-
sando siempre por París, y allá toma el tono parisiense.
Aurelio. — Que en achaque de lingüística es un si es no es mate-
rialista; por lo menos en manos de los dichos autores. ¿Sabrá usted
que el mismo Bonaparte se lo echó en cara?
Antonio. — ^No es muy creíble, pues el Príncipe bascófilo no era
muy dado a. la .metafísica, que digamos.
Aurelio. — Pues oiga lo que dice (2) : "Nous finirons par remar-
quer, au su jet du caractére métaphysique que Ton reproche á notre
opinión, que M. Hovelacque ne saurait forcer tous ceux qui ont le
malheur de ne pas penser comme luí á partager son horreur de tout ce
qui n'est pas, en fait de langage, du domaine exclusif de la matiere.
Un juste milien nous parait plus conforme á cet esprit de sagesse
(le "sal sapientiae"), sans lequél la science elle-méme n'est qu'illu-
sion, erreur et mensoinge."
Antonio. — Y ¿cómo se dejan embaucar nuestros eruditos de esos
csipíritU's materialistas, sin caer en la cuenta que se hacen propagado-
res de corrientes científicas tan turbias y que tan poco suelen gustar
por España?
Aurelio. — Pues... arrastrados de la comezón de pasar por hombres
que están al tanto de la última palabra de la ciencia, cuando no tienen
tiempo para pararse a considerar si esa última palabra es falsa., aun-
que venga de París. Aquí, amigo mío, convénzase usted, vamos a re-
molque en todo, y en el tren de la ciencia no somos ni vagón de ter-
cera clase, somos el furgón; llevamos, digo, las noticias, sin ponernos
a revisarlas, encerradas en sus baúles, como nos las encajaron en
París.
Antonio. — ¡ Es lastimoso !
Aurelio. — Pero, ¿no ve usted que si uno lleva aquí la contra a
€sa última palabra de la ciencia los que viven en Europa no le oyen, y
los que viven en España, como no entienden, lo desprecian creyéndole
poco enterado? Figúrese que yo escribo una obra sobre el bascuence y
digo que ese bascuence explica lo que hasta hoy era inexplicable en
las gramáticas del griego y del sánskrit; ¿no le pa'^ece a usted que
me mirarán con una sonrisa compasiva?
Antonio. — iComo le miré yo la primera vez que me quiso usted
mostrar algo de eso mismo, allá en Bilbao, aquella tarde famosa...
(i) Cfr. etiam Remarques a las notas que Vinson puso al Ensayo de
Ribáry, por Bonaparte.
(2) Remarques sus plus, assertions de M. Abel Hovelacque concernant
la langue basque.
1/4 DIÁLOGOS FAMILIARES
Aurelio.— «Precisamente,
Antonio. — Pues bien, don Aurelio, no haga usted caso de esas son-
risas y escriba y publique usted su obra sobre el bascuence, y sin mi-
ramientos ni contemplaciones diga usted cuanto sepa; que si hoy no le
leen los unos y se le ríen Jos otros, día llegará, como me llegó a mí,
en que los verdaderos sabios, que no se pagan de modas ni de brevetes
d'invcntion dados en París, le darán a usted la razón. El escritor es-
cribe, ciertamente, para sus coetáneos; pero, a menudo, las obras de
más profundo ingenio no las entienden éstos, sino los venideros, que
5e ven libres de las pasiones que ciegan a veces Ja vista para no en-
tenderlas.
El eúskera se muere, amigo mío, y hay que retratarlo antes de que
sea cadáver.
Aurelio. — "Nada indica, le diré yo a esa última observación, sir-
viéndome de las palabras de Bonaparte (Remarques sur certaines no-
íí\>, etc., dont M. J. Vinson a accompagné Vessai de F. Ribáry), que
el bascuence tenga muchas ganas de morirse. Esta lengua, contra la
cual M. Vinson guarda tanto rencor, sea porque i^ertenece a una
raza antigua, que no se avendrá jamás con ciertas ideas de los miem-
bros de la vaillante armée, sea porque nunca lia podido llegar dicho
señor a dominarla enteramente, desde el punto de vista científico, se-
guirá viviendo por muchos siglos todavía; se lo prometemos con segu-
ridad a M. Vinson, y con gran satisfacción de los verdaderos lingüis-
tas y de Jos verdaderos filólogos (i).
Pero dejemos ya este punto y continúe usted con el libro de Fer-
nández y González.
Antonio. — ^El señor A. iMaury, profesor en el Colegio de Francia,
conviene con usted en que los escualdunas son los antiguos iberos, v
que no son de raza indo-europea, y parece atenerse a la opinión de
"Bonaparte y de la mayor parte de los sabios", que relacionan el eús-
kera con las Jenguas urales.
Aurelio. — Esa es la corriente, encauzada por Charencey y por el
Principe bascófilo; pero ya le tengo repetido que con la misma razón
podrían relacionarlo con la lengua de las islas Maldivias.
Antonio. — Y luego halla relaciones con el copto para explicar la
llegada de los iberos a España por el África.
Aurelio. — No cambio de respuesta; esas palabras traídas del copto
tienen afinidad con las eúskaras, lo confieso; todo eso y lo que viene
después en el autor sólo prueba una cosa: la unidad originaria del li-
naje humano y de las lenguas todas, que Ccjador protó ya en la Em-
briogenia del lenguaje.
Antonio. — Ahora llega el señor Bladé, antibascófilo furibundo, pá-
(0 Acerca de Traggia y los Sabios vendidos a los gobernantes para
hablar contra el eúskera, véase El Gabán y la Chaqueta, pá.cf. IV de Trne-
ba ; porque ya he insinuado que esta tirria contra el l>ascucncc es muy
antigua.
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO I75
ginas 135 y siguientes, y lo refuta sólida y brevemente el señor Fer-
nández y González.
Aurelio. — Dejémonos del señor Bladé, que hartos Bladés tenemos
en España y, si ha terminado con Feraiández y González, vengamos ya
al librito de Humboldt. Y ante todo Hubner, autoridad en esta ma-
teria para todos, afirma que Hiiinholdt aprobó clara y terminante-
mente que los nomíbres geográficos ibéricos se deben interpretar por
el bascuence {Momim. Ibcr., <1. XXV). "Sed tamen — dice — in uni-
versum ratiocinatione Juculentissima id evicit, quod demostrandum
sibi proposuerat, scilicet nomina locorum hominumque veré Ibérica
explicanda esse e Vasconum lingua."
De 1904-1906 es el Gruñáis der Romanischen Philologic, Strass-
burg. En esta obra, escrita por los más célebres romanistas alemanes,
trata del bascuence Georg Gerland. Conviene en que el libro de Hmn-
boldt sobre Los primeros habitantes de España, contiene algunas eti-
mologías poco fundadas; pero que hay otras, y las más, que prueban
suficientemente su intento, y reproclia a Viinson, van Eys y Blaáé la
oposición que sin fundamento hacen a esta doctrina. "Ich halte — di-
ce— es nicht für notig, ■il>ei den\ gegnerischen Ansichten lange zu ver-
V eilen, da die historischen, aber sehr wenig krátischen Einwürfe Bla-
dés ischon durch das bisiher Gesagte erledigt sind un ebenso die lin-
guistischen Negationen Vinsons und van Eys. Ihr Widersiprechen ist
eben nur ein kahles Verneinen einen Gagenbeweis führ'en sie nicht.
Dass Humboldts Eitymologien vieilfach ganz falsch, ihre Methode nicht
immer die riclitige war, ist unzw^eifelhaft, allein wir sahen ja, dass
eiiie Menge ganz richtigter Deutungen blieben... Dáe Widersprüohe
Vinsons und van Eys konnen uns also nidht bewegen, anderer An-
sirht zu sein, ais in Deutschland v^-ohl die meisten und kompetentes-
ten Gelehrten, in Frankreich und England (Dawkins, J. Rhys u. a.)
eine Reiche der hervorragendsten Forscher sind, dass wir in den Bas-
ken, demí Euskara Verwandte der Iberer, des Iberischen (Alt-Bas-
kischen) in den Basken also die Nachkommen bestimmber iberischer
Stámme vor uns haben. Hierduch aber sind die Basken ethnisch fi-
xiert."
Antonio. — Esta cita deberían leerla nuestros eruditos españoles.
Los sabios más competentes de Alemania, Francia e Inglaterra tienen
ya por averiguado y fuera de toda duda que los iberos hablaron bas-
cuence, que los antepasados de los bascos son los iberos.
Aurelio. — Añade que en las costumbres y en todo el exterior los
iberos convienen con los bascos y que, como ya. le dije, el nombre de
iberos lo tomaron los griegos comerciantes de Marsella de los ribere-
ños del Ebro y lo generalizaron a los demás españoles, que eran de
una misma raza. Y todavía dice más : que esta unidad de raza y de
lenguaje se prueba por el mismo idioma castellano, que en toda España
es y fué sustancialmente el mismo, a pesar de Jas pequeñas variantes
dialectales que puedan notarse. Si los iberos hubieran hablado idiomas
diferentes, los romances hubieran isido diferentes en las varias regio-
1/6 DIÁLOGOS FAMILIARES
nes donde se habla castellano, como sucedió con los romances de Fran-
cia e Italia. "Davon iste keine Spur", no hay huella de tales diferencias
en España. En la antigüedad — dice — entraron en España romanos,
griegos, celtas (hacia el 530 antes de J. C, Müllenhoff) y semitas; y
con todo, quedaron sustancialmente ibéricas las costiunbrcs, y los cel-
tas hiciéronse iberos con el tiempo. El idioma perdióse, aunque no del
todo; pero los españoles siguieron siendo sustancialmente iberos, vie-
jos bascos: "Die Sprache ging verloren, wenn aucfli .nicht überall;
aber die Spanier blieben in ihrem Wesen dennoch Iberer, Altbasken."
Esta persistencia del carácter nacional, a pesar del cambio de lengua,
parece ser ley etnológica sin excepción. Finalmente, de todo ello saca
como consecuencia que el pueblo basco es de grandísima importancia
histórica.
Antonio. — Ninguna le han concedido nuestros historiadores, pues
teniendo a mano el más insigne monumento de un pueblo, cual es su
idioma, no les ocurrió examinarlo ni consultarlo en lo más mínimo.
Aurelio. — "Hierdurch nehmen die Basken eine sehr bedeutende
welthistorische Stellung ein." Y si para la historia de Esipaña es impor-
tante ese monumento, figúrese si lo será para explicar cosas de nues-
tro romance.
Antonio. — En su Manual el-emental de gramática histórica española
dice, sin embargo, Menéndez Pidal : ''La influencia de las lenguas ibé-
ricas que, salvo el basco, perecieron con la romanización de España,
es muy escasa y dudosa f>or ser aquéllas poco conocidas."
Aurelio. — No hubo lenguas ibéricas, sino lengua ibérica, que es el
bascuence, que no es poco conocido y que el que quiera puede apren-
derlo. ¿Eso no más dice del infhíio del bascuence en el castellano?
Antonio. — Nada más, y me suena a que eJ autor comulga con Vin-
son, Van Eys y Bladé.
Aurelio. — Todos los de la Institución libre de enseñanza comulgan
con los no muy afectos a las cosas españolas. Oiga, pues, lo que dice
Gerland: "Que las particularidades lingüísticas de los iberobascos se
noten en el mediodía de Francia, en el habla gascona, nos lo dijo ya
Luchaire. Muchas de esas influencias se notan aún en el castellano,
sobre todo en el léxico: "Eine ganze Reibe solcher Einflüsse zeigt nun
auch das Spanische Zunáchst im Wortschatz." Pero volvamos al li-
bro de Humboldt, tan aceptado y aprobado sustancialmente por los
sabios extranjeros.
Antonio. — Desearía saber por qué, pues, los eruditos españoles no
han aceptado ese libro y sus consecuencias.
Aurelio, — ^Eso se lo debía preguntar yo más bien a usted, que es
uno de ellos.
Antonio. — En cuanto a mí, le puedo decir que no entiendo jota d€
bascuence; así es que ese libro es para mí letra muerta. También re-
cuerdo haber leído que los que interpretan los nombres antiguos por
«1 bascuence parten de un falso principio, que es el de su¡x)ner que.
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO I//
esta lengua no ha cambiado desde entonces, lo cual, cierto, es mucho >
suponer; tal vez se fundaráai en esto los que no admiten la obra de
Humboldt.
Aurelio. — iSi no es en ésa, no sé en qué otra razón puedan fun-
darse; y, efectivamente, tal aparece en uno de los eruditos de más
fama, muy dado a etimologías y que pasa por gran conocedor del
eúskera, y del celta, y del georgiano.
Antonio. — ^¡ Ya caigo ! El padre Fita.
Aurelio. — Y, sin embargo, yo sostengo que el eúskera no ha cam-
biado.
Antonio. — Difícil le será probarlo no habiendo documentos; pero
en caso de quedar probado, yo no veo por qué no habíamos de admitir
las conclusiones que se desprenden de este estudio de Humboldt.
Aurelio. — ^Oiga usted mis razones y arguya. Los contrarios no tie-
nen más que un argumento, el de que toda lengua va modificándose
insensiblemente con el tiempo. Como usted ve, es argumento que tiene
su fuerza, pero puramente negativo, por lo cual aio podrá resistir a.
los positivos, si los hubiere en contrario.
Antonio. — 'Es muy debido y justo.
Aurelio. — Y advierta que no trata de debilitarlo, como pudiera, di-
ciendo que aunque cambien las lenguas, no se desfiguran tanto que
no den pie para hallar etimologías, como se lo he mostrado en las
comparaciones ligeras que hicimos el otro día entre el bascuence y
las demás lenguas. Pero, por lo mismo, deseo que me diga usted si
está dispuesto a desechar ese argumento negativo en el caso de que
haya otros positivos en contra.
Antonio. — ^¡ Qué desconfiado es usted! ¿A qué viene eso?
Aurelio. — ^Pues viene al caso de que las aprensiones de este género
son difíciles de desvanecer, aunque en el terreno teórico la lógica esté
por mi modo de argüir.
Antonio. — /Daré oídos a la lógica, y al primer argumento positivo
queda el negativo borrado enteramente de mi cabeza; pero antes ten-
go yo que proponer un argumento muy positivo y que usted, como to-
dos los lingüistas modernos, no podrá menos de aceptar.
El bascuence, como todas las lenguas, está sujeto a la ley fatal de
la lucha por la existencia y a la del continuo cambio: es la ley de-
todo lo que tiene vida, de todos los seres contingentes, más bien.
Aurelio. — Concedido; ipero habla usted en mi favor.
Antonio. — No comprendo... '
Aurelio. — Tome usted ese libro y lea.
Antonio. — Los nombres de los dioses, por Estanislao Sánchez Cal-
vo. Veamos lo que dice: ¿página?
Aurelio. — Página 59.
Antonio. — "Según él..."
Aurelio. — Es decir, según Augusto Schleicher.
Antonio. — "las lenguas son organismos naturales que, independien—
178 DIÁLOGOS FAMILIARES
tes de la voluntad humana, nacen, crecen y se desarrollan, y después
envejecen y mueren..."
Aurelio. — Continúe aquí...
Antonio. — "Si, pues, hacemos aplicación de estos principios 'al fe-
nómeno de la existencia del eúskaro, vemos que sería enteramente
imp>osible su conservación, rodeado de elementos extraños, aryanos to-
dos, y aislado de los suyos desde hace por lo nienos más de treinta si-
glos, si no fuera ya en aquellos tiempos una lengua acabada y fija, de
robusta aranazón y de formas definidas. Apenas se comprende tanta
persistencia en medio de tanta invasión, y, por lo mismo, de tanta
mezcla. El tipo físico de este pueblo ha sufrido cambios; sin embargo,
su lengua permanece casi inalterable. Sólo las especies perfectamente
constituidas como tales son capaces de semejante fijeza."
Aurelio. — Ese es un golpe de genio; pero prosiga.
Antonio. — "ELI eúskaro no ha podido fundirse ni dar lugar a nuevas
variedades con Jos idiomas invasores, celta, latín, germánico, por esta
razón: las variedades, alejándose y diferenciándose paulatinamente
unas de otras, conviértense, a la larga, en especies, y por una ley
de correlación de crecimiento que influye también en el misterio de
la concepción, llegan a hacerse incompatibles para el acto genera-
tivo. La misma ley preside a la generación de los idiomas. Lo se-
mejante fecundiza a lo semejante. Los mestizos de todas las espe-
cies, incluyendo la humana, son poco fecundos. La razón de super-
vivencia de una e9¡>ecie es, pues, la infecundidad en su relación con
otras, porque los descendientes en la lucha por la vida y en las nue-
vas necesidades emanadas de las nuevas condiciones que han produ-
cido 'la variedad, destruyen los tipos antecesores. Así el francés, el
español y el italiano mataron al latín. He aquí el secreto de la su-
pervivencia y de la esterilidad del eúskaro. Tal era la distancia, en
la relación de tiempo y de evolución, que mediaba entre él y los
otros idiomas aryanos que invadieron la Europa hace cuatro mil
años f>or lo menos, que la mezcla fué imposible por tratarse de es-
pecies ya formadas, y el basco subsistió. ¿Qué antigüedad será la
suya, cuando en aquella época, que algunos juzgan primitiva, había
alcanzado ya ese grado de incompatibilidad con el aryanismo? ¡Qué
período de evolución tan largo y lento no supone entre las dos fuen-
tes aryana y turaniana ! Mas deduzcamos ahora su importancia. Una
lengua más perfecta que oLra cualquiera de su clase, cuya existen-
cia está señalada (por los historiadores hace unos dos mil años en
el mismo sitio del mundo, reducida ya a las exiguas proporciones
en que hoy se- encuentra, debe suponerse que habrá tenido un i>e-
riodo de mayor esplendor y crecimiento entre pueblos y lenguas afi-
nes de otro tiempo. No es creíble que haya nacido allí sin saber
cómo. O llegó antes o después de la invasión aryana. Si se opea
por lo últinxo, es bien fácil probar que es imposible. ¿Cómo, en efec-
to, habría de poder un pueblo entero atravesar la Europa, vinien-
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO I79
<lo del Oriente por entre razas diferentes de la suya, sosteniendo
mil combates, corriendo mil peligros sin dejar ni una huella, ni un
recuerdo siquiera de su paso en una época, relativamente avanza-
da ya de civilización? De lois pelasgos, ese pueblo corredor y aven-
turero, se sabe algo, sin embargo. ¿Y no se había de saber nada
de los eúskaros? Además, en el pais en donde se detuvieron, en Es-
paña y en el mediodía de la Francia, no debieran faltar tradicio-
nes que indicasen la llegada de un pueblo nuevo y extraño, de cos-
tumbres distintas, de lenguaje tan inconíprensíble, que no ¡XHÜa me-
nos de perturbar hondamente a los antiguos poseedores del territo-
rio, Y después, esas luchas permanentes y esos odios que se esta-
blecen siempre entre una raza enemiga que se apodera de un país
y los que son dominados por ella, ¿no habían de dejar rastro algu-
no? Sería inútil continuar; esa opinión es insostenible.
"Pudiera decirse que vinieron de África haciendo su entrada por
las columnas de Hércules; pero esto, por las mismas razones, no tie-
ne visos de verdad; ni quedaron allí huellas de sus pasos, ni hay
n>ada qoie se parezca a su lengua, como no sea alguna pequeña seme-
janza hereditaria.
"La raza eúskara debe ser, pues, considerada, históricamente al
menos, como la primera ocupante del país."
Aurelio. — ^Basta. Ahora ¿cree usted que desde que está en Es-
paña haya podido esa raza, diseminadas como ise hallan sus gentes
en pueblos y caseríos, inventar esa admirable lengua, que deja ató-
nitos a cuantos la conocen? ¿Qué grado de esplendor tuvo aquí ese
pueblo para que llegase a formarse o perfeccionarse con la unidad
que la distingue en su misma variedad de dialectos? ¿Qué acade-
mias, qué comunicaciones, qué literatura contribuyeron a tan extra-
ordinaria empresa? La historia, que debería saberlo, se calla; cada
familia conserva un retazo de esa lengua inmensa, cuya magnifi-
cencia e inmensidad, cuya unidad admirable, cuando se reúnen en
un haz todos los dialectos, muestran palmariamente que vino ya
formada y completa a España, y que si en España durante tantos
siglos no se ha corrompido ni hecho jirones ha sido porque en la
potencia de su vitalidad, en su misma perfección, en su esencia es-
pecífica había llegado ya tan acabada y perfecta como la admira-
mos hoy después de más de treinta o cuarenta siglos.
Y pudiera seguir adelante, y mostrarle que esa perfección no
pudo conseguirla durante el largo período que debió invertir el pue-
blo escualduna en sus emigraciones al extremo de Europa desde el
Asia, si de allí vino, y que esa perfección tampoco pudo elaborar-
se entre las tribus escualdunas durante su primera permanencia en
el Asia ipor aquellas primitivas edades; que tamaña perfección exi-
ge un grado de civilización tal en aquellas primitivas tribus que es
imposible, de haberse dadio, que no haya sido trasmitido a la his-
toria o a la tradición...
1 8o DIÁLOGOS FAMILIARES
Antonio. — Pues entonces, ¿cuándo se formó y elaboró ese admi-
rable lengu. je?
Aurelio. — Por lo menos habrá que conceder que antes de la de-
gradación de la raza (pues degradación en ella liay que admitir para
poder explicar sus correrías e invasiones hasta Europa) debió de ha-
ber una más alta civilización, si no mayor que la actual en esplen-
dor externo y en extensión, por lo menos en intensidad, en espiri-
tualismo, en conocimientos y en profundidad de las inteligencias:
porque la filosofía que esa lengua encierra es mayor de la que us-
ted se puede suponer...
Pero, dejando todo esto aparte, vuelvo a mi tesis de la inaltera-
bilidad del eúskera, que usted ha pretendido rebatir, y digo que otro
no menor argumento sale del mismo hecho en cuestión. Multitud de
nombres geográficos de una cierta región, tal como los presentan
los autores antiguos, hallan explicación obvia en la lengua actual
que se habla en aquella región, y algunos de aquellos nombres anti-
guos suenan lo mismo que otros nombres geográficos modernos de
la misma región y se explican igualmente por esa lengua: ¿habrá
quien diga que esa lengua, tal como hoy vive, no se habló en el
tiempo en que se impusieron aquellos antiguos nombres? ¿Habrá
quien afirme que esa lengua ha cambiado? Don Antonio, cuando
Humboldt se puso a explicar los antiguos nombres geográficos de
España por el bascuence, fué porque vio que se explicaban obvia-
mente por el bascuence actual : luego ese bascuence actual no difie-
re del bascuence al cual pertenecen aquellos nombres.
Con todo, buen cuidado tiene en advertir que los romanos los
modificaron a veces, sobre todo dándoles terminaciones latinas, y
que otras tradujeron al latín o al griego los antiguos geógrafos los
nombres indígenas, difíciles para ellos de pronunciar y de retener.
Si el bascuence de hoy no fuera lo que el de entonces no se po-
drían interpretar por el de hoy los nombres del bascuence de en-
tonces, ni siquiera sabríamos si le pertenecieron a él o a otra len-
gua. Paréceme que el argumento es positivo, enxpírico y que nor
tiene vuelta.
Antonio. — Ciertamente que no; pero no deja de ser extraño que
aquella lengua no se haya modificado en tantos siglos.
Aurelio. — .Más extraño es todavía que un mero argumento ne-
gativo quiera habérselas con otro positivo, y que usted, que ha poco
prometió no dar oídos a aprensiones sino atender sólo a la lógica,
vuelva a insistir en lo mismo.
Antonio. — Tiene uísted razón, me había olvidado.
Aurelio. — ^El erudito a quien he aludido poco ha, antes de traer
a cuento el libro de Sánchez Calvo, quiero decir el padre Fita, dice
difiriendo de éste: "El bascuence, vivo organismo de la palabra, no
ha estado jamás inmóvil. Con el tiempo ha ido germinando y des-
echando formas, que trascienden a ocultar y modificar la primitiva
raíz nominal, e involucrarla con sufijos y prefijos gramaticales, su-
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO l8l
jetos a leyes eufónicas, de los cuales no pocos, muertos ya, parecen
como resucitar del fondo de algún valle aislado o del polvo de los
archivos, /para poner en confusión a los sabios." ¿Cómo prueba afir-
mación tan categórica? De ninguna manera; la necesitaba para ex-
plicar sus etimologías, quitando y poniendo sonidos sin haber antes
asentado que el eúskera admite tales cambios eufónicos. No es, pues,
una conclusión científica el que el eúskera se haya modificado, sino
un postulado, para hacer de las etimologías mangas y capirotes.
En cuanto a lo de los prefijos, si se me prueba que hay uno
solo en esta lengua, digo que no entiendo nada de bascuence y que
me retiro y dejo el oficio.
Pero vaya otro argumento.
Hay algunos monumentos escritos del bascuence, aunque pocos.
En la Revue Lingüistique (1892, janv., pág. 95) se hallan estas pa-
labras de un texto bascongado del siglo xv: ^^ogia, = pan, ardua =
vinOj ura = agtia, aragi = carne, gasta = queso, gatsa = sal, ñor da
= quien es, zernbat = cuántos, etschekoiauna == amo de casa, egun on
o gati on dizida = buenos días o noches, bat ;= /, bia = 2, hirur = 3,
lau = 4, bost =^- 5, sei = 6, zaspi = y, 2ortsi r= Sj bcderatsi =
p, llamar = 10.
Todas esas palabras suenan igualmente el día de hoy. Otro tan-
to digo de una carta entera del 1584, la primera que se conoce en
bascuence, comunicada por Dodgson a La Unión Ba-scongada. de
San Sebastián, 1893, y publicada en la Revue Lingüistique, aunque
no correctamente (tomo 17), y cuyo original se encuentra en el
manuscrito de la Biblioteca Nacional de París, clasificado como "Fonds
Franjáis 20578 Gaignéres (Gascogne, Limousin)", Feuillet 24. En
el Códice Calíxtino, del siglo xii (i), hallado por el padre Fita se
hallan estas palabras: urcia, andrea Maria, orgui, ardu-(m), araguir
araign (por ñ), echea, iaona, andrea, elicera, gari, urik, ere guia {er-
re gia = rey), iaona domne iacue {S. Jacobo), belaterra, por beretarra
= presbítero, que en Francia se dice de los clérigos, y suena im-
munis.
En el 1. I, c. V de Gargantiia, de Rabelais : lagona, edatera =
camarada, a beber.
En el mismo Rabekis (c. IX del 1. II de Pantagruel, edic. de F,
Juste, Lyón, 1542) se halla un largo texto, que suena como en la ac-
tualidad, mudando la ortografía.
Nombres de divinidades halladas por Cénac-Moncaut en Saint-
Bernard des Comminges en varios cipos y que el sabio arqueólogo
declaró ser célticos o galos, pues la ciudad fué fundada por Pom-
peyo y le dio por habitantes colonos iberos de las tropas de Numan-
cia y de Sertorio, pero que Goyetche probó ser bascongadas: Baigo-
rriciis = Dios de Baigorry, nombre hoy común, Dios del golfo en-
carnado o cruel; Astoilhun = Asno de la noche; Basarte = lugar
(i) Por los años 1125, 1139 yii43; 1- V, c. VII,
1%
1 82 DIÁLOGOS FAMILIARES
agreste (Giarencey, La langue basque et les idhmes de Vourál, pág. 51,
I." fascículo).
Prescindiendo de estos últimos nombres antiquísimos, que sue-
nan hoy día lo mismo que cuando se grabaron, y de otros muchos
geográficos y de apellidos, que aparecen en los más antiguos cartu-
larios y pergaminos, por ejem,plo, los ddl país del siglo x, tenemos
que esos documentos hasta el siglo xii presentan el eúskera sin mo-
dificación alguna. Si, pues, durante ocho siglos el eúskena no ha su-
frido modificación, ¿qué razón hay para suponer que los once o
doce siglos precedentes hasta la venida de los romanos a España
la haya sufrido?
El pueblo bascongado ha vivido tranquilo y sin revoluciones; solo,
en vez de extenderse el eúskera por la mayor parte de la Penínsu-
la, ha ido reduciéndose poco a poco su dominio, como lo estamos
viendo, y con mayor velocidad en nuestros días, hasta quedar en-
cerrado en las cuatro Provincias de España y un pequeño territo-
rio de Fraticia. Ya ve, pues, cómo la opinión del gran Schleicher
queda confirmada históricamente.
Antonio. — La lengua eúskara, dice, por el contrario, M. Bladé,
ha sufrido tales modificaciones, de trescientos años a esta parte, que
los antiguos fragmentos en ese idioma por aquella fecha han llega-
do a ser casi ininteligibles. E50S textos son las poesías de Bernar-
do de Chepare, 1587; el Nuevo Test, de Liqarrague, 1671 ; el pasaje
de Patüagruel (1. I, c. IX), edic. Dolet, 1541, y los proverbios bas-
cos de Oihenart, 1657.
Aurelio. — Julien Vinson {Eludes sur l'origine des Basques, pá-
ginas 264-267) ha probado q'je, prescindiendo de las erratas de im-
prenta, éstos se parecen bastante a (los que hoy pudieran escribirse.
El pasaje menos claro es el de Rabelais en boca de Panurgo ; pero
los críticos están conformes en que las alteraciones graves de este
texto son debidas, no tanto a la ignorancia de los copistas, como a
la del compositor, y en que es preciso descartar la hipótesis de un
estado arcaico de la 'lengua de entonces, pues las poesías de Che-
pare (1555) son hoy entendidas por el basco menos letrado. La res-
titución de este texto ha sido hecha ipor M. Archú, y según L. Bo-
naparte, el pasaje debió ser escrito en suletino o bajo navarro orien-
tíJ (Etudes de Ling. et d'Etnogr. A. Hovelaque et J. Vinson, pági-
na 227). Rabelais creía saber el basco como Víctor Hugo, que dice
que etcheco Jauna vale trabajador de montaña (L'Homme qui rii,
1. 2, c. 3), significando de suyo el amo de casa.
Antonio. — Bladé cita, además, los fragmentos o estrofas guipuz-
coanas, publicadas en el compendio histórico de Izasti, cuya traduc-
ción no se ha hecho todavía, teniéndola él por imposible a causa de
la trasformación del bascuence.
Aurelio. — Pero no se ha fijado, por lo visto, en el apéndice aña-
dido por Floranes, el cual preparó para la publicación de 1871 el
manuscrito de Izasti fechado en 1625, y dice que ha extractado los
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO 183
textos en cuestión al doctor Pedro Sáenz del Puerto Hernani, ahe-
lgado, beneficiado y catedrático de Oñate, y agrega que es muy me-
nuda, muy equívoca y a. veces imperceptible la letra del doctor
Poierto.
Las oscuridades son, pues, erratas: textos más antiguos son cla-
ros, como el canto de Beotivar, publicado por Garibay y que acaso
pueda ser del siglo xiv o del xv, época de la batalla, y las palabras
del Códice Calixtino del siglo xiii, y otros.
Pero vaya el cuarto argumento. Los bascongados de allende el
Pirineo pasaron allá desde España por lo menos el siglo vi después
'de Jesucristo, como lo afirma Gregorio de Tours (i), si ya no los
llevó allá Pompeyo, como creen algunos.
Antonio. — ^Efectivamente, Julio César, que conocía bien a los ha-
bitantes de las Gallas, los divide en tres razas : Belgas, Celtas y
Aquitanos (2), y los antiguos están contestes en afirmar que los Aqui-
tanos en la lengua y en todo lo demás se asemejaban a los iberos de
España (3).
Aurelio. — El príncipe Bonaparte en su Nota sobre ciertas ad-
vertencias de M. A. Luchaire, escribe: "Que le basque ait été im-
porté d'Espagne en Erance, est ime vérité historique généralment
admise et enseignée comme telle, méme dans les livres les plus élé-
mentaires; mais il y a des gens qui, en fait d'histoire surtout, se
plaisent á mettre en question les choses les plus reques."
Ahora bien, si este hecho queda fuera de toda duda, sin haber
tenido comunicación con los bascos españoles, el eúskera ha perma-
necido esencialmente el mismo en las dos vertientes del Pirineo; lo
■cual no hubiera sucedido a haberse modificado desde aquella se-
paración.
Antonio. — Fuerte sería el tal argumento, puesto que no debió de
haber apenas comunicación entre estas dos ramas durante los siglos
medios, cuando ni aun hoy día la hay; pero usted mismo me da pie
para una gran objeción: la diversidad de dialectos arguye transfor-
mación en la lengua,
Aurelio. — Los dialectos bascongados no son efecto de las modi-
ficaciones fónicas, como los dialectos griegos: son retazos perfec-
tos e incorruptos de una sola lengua copiosísima, que bastan a los
diversos territorios, y que tienen comunes los principales elementos
gramaticales y lexicológicos, diferenciándose tan sólo en poseer cada
uno algunas formas de que otros carecen, y en la aplicación de las
leyes fonéticas, que son facultativas y además accidentales al eús-
kera, pues no lo modifican esencialmente como las leyes fonéticas
-en griego, necesarias y distintas en cada uno de sus dialectos.
(i) Cfr. Notitia utriusque Vasconiae, pág. 390, D'Oihenart.
(2) De bel. gal., V.
(3) Cfr. Humboldt, Primer, hab. ds España; Menjoulet, Chroniq. du Dioc.
~£t Pay l'Oloron, 1869, pág. 6; Mauri, La maison basque, O'snea IL
184 DIÁLOGOS FAMILIARES
Por €J.: ni gu se dice en tocios los dialectos; ncu geu, formas
intensivas, sólo en algunos; éste tiene alguna serie verbal de que
carece aquéd; aquél, en cambio, tiene otra de que carece éste. La ex-
posición completa del asunto quédese para mi obra, es imposible
desenvolverlo en pocos instantes.
Además, según aparece por los monumentos, y lo afirman cuan-
tos autores los han interpretado, los mismos dialectos actuales apa-
recen ya en aquellos tiempos remotísimos.
El quinto argumento se saca de la estructura del mismo bascuen-
ce. Los sufijos se añaden y se quitan con tanta facilidad de los te-
mas, se emplean con tanta universalidad en toda suerte de temas y
tan sin inmutación fónica de éstos o de aquéllos, que ninguna razón
puede ofrecerse para que se modifiquen ni unos ni otros. Además,
es taíl la acumulación de notas significativas en esta sufijación, que
al menor cambio fónico se perdería la significación y la confusión
inevitable haría desaparecer el habla.
lango zi-n-izki-o-ke-te-an = os los hubierais comido. Cada uno
de los elementos separados entre guiones añade una idea a la re-
lación verbal.
Así zi-n-io-ke-te-an = os lo hubierais; -cki-, nota de plural ; zi-
n-io-ke-an = te lo hubieras; -te-, plural del sujeto; gi-n-io-ke-an =
nos lo hubiéramos, gi =. nos, zi- == tu; za-da-zu- = cémcmclo; za-
zki-da-zu ^ cómemelos, za-io-zu = cómeselo, za-zki-o-zu = có-
meselos, za-gu-zu = cómenoslo, za-zki-gu-zu = cómenoslos, etc.
Infinitas son las formas del verbo bascongado, y sería de todo
punto imposible su empleo y su sistema, si los diversos elementos
que entran a formarlo no significasen fijamente la relación verbal
que de hecho significan, o si se modificase lo más mínimo su va-
lor fónico, puesto que su transcendencia se extendería a infinidad de
formas, que componen todo el sistema del verbo.
La estructura del mismo idioma se opone, por tanto, a toda mo-
dificación.
Antonio. — Barrunto de alguna manera la fuerza del argumen-
to, aunque no conociendo a fondo la lengua no puedo formarme
idea completa del mismo.
Aurelio. — Sería preciso para ello exponerle todo el sistema del
bascuence; así que dejemos ya este punto, si es que queda usted con-
vencido de que el eúskera no ha sufrido modificación alguna
esencial.
Antonio. — Los argumentos parecen probarlo suficientemente, de
manera que me extraña hayan podido poner reparos los autores en
admitir las etimologías del Barón de Humboldt.
Antonio. — Puede usted ver en sus doce primeros párrafos si se
puede proceder con mayor sinceridad y crítica científica.
En cambio el erudito antes aludido, el padre Fita, escribe: "Del
análisis que acabo de hacer infiero que hay sobra de temeridad y
falta de método, cuando el problema ibérico se plantea con las bases
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO 1 85
■que le han enseñado Humboldt, Phillips y Astarloa," Vea el análisis
a que se refiere. Saca el padre Fita ^^Estarrona de altsa = alisOj que
tambiúa se dice ostorro^', mudando esta en alisa.
Antonio, — Pues ya es mudar. Pero ¿probará antes con ejemplos
la legitimidad de ley tan aventurada en Fonética?
Aurelio. — No, po.rque el método nuevo pide ese nuevo análisis;
lo mismo que este otro: "Higahegui. ¿Die ibay-tcguif"
Antonio. — ^Hizo bien en ponerle interrogación, y creo no habrá
fuerzas humanas que se la puedan quitar a tal etimología.
Aurelio. — Pues oiga: Haategieta. ¿De astigar = tilo?
Antonio. — Por lo menos, está visto que sabe dudar.
Aurelio. — ^Lo cual no es analizar; en cambio oiga este otro nom-
bre: "'Zumelsti. De zum{ar h)el2 = chopo.'"
Antonio. — ^Acostumbrado a suplir en las inscripciones cifradas,
es natural siga el mismo método con los nombres no cifrados.
Aurelio. — Trae Zerio de azeri, dejando sanos solos los huesos
-er- y supliendo los rotos con otros ajenos: Matoneo de mahats-go-
khoac; Arcahia de arkaitz; Iliurre de hi-ur-iirren, Aialha de...
Antonio. — Basta, don Aureiio, y método por método me quedo
con el antiguo; quiero decir, con el del sentido común.
Aurelio. — Volvamos, pues, otra vez al libro de Humboldt, ya
que nos hemos desenredado de tantos tropiezos.
Antonio. — ^Todavía no, que me queda uno por quitar. Alderete
recogió algunos vocablos de los citados por los antiguos escritores
como propios de los españoles. Si el bascuence fué lengua de los es-
pañoles, por el bascuence habrán de explicarse; si el bascuence no
los explica, cuanto hemos disertado, don Aurelio, cae por su base y
Quedarán vencedores los que sostienen que en España se hablaron
otras muchas lenguas. Siempre he tenido yo esta espina clavada y
€sta dificultad pendiente, porque en ninguna parte he visto expli-
cados tales vocablos. Ni la dificultad se suelta diciendo, como Ma-
yans en los Orígenes de la lengua española, que los bascongados han
perdido 3'a la palabra que en tiempo de los romanos emplearon para
tal o cual cosa; por ejemplo, la palabra bubbatio, que Plinio dice
{Hist. nat., 1. 36, c. 41) usaban los cántabros para llamar la vena de
ia piedra imán. Porque dado que la hayan perdido, como pudiera
bien suceder, a ser bascongada, pudiera y debiera explicarse por sus
raíces y sufijos, esto es, por su etimología bascongada.
Aurelio. — Tiene usted razón. Sino que esa palabra está mal es-
crita. Aquí tiene usted la edición de Plinio hecha por Harduin, el
cual corrige el texto poniendo bullationes, y dando la voz, no por
española, sino por latina: "sparsa buUatione", esto es, "buUarum ins-
tar per agros sparsus".
Antonio. — Pero hay otras varias voces que recogieron Alderete
y Mayans, el cual dice: "El no permanecer hoy estas voces en el
bascuence es una de las pruebas más fuertes de no haber sido len-
gua general de España, pues si lo hubiera sido y permaneciera tan
1 86 DIÁLOGOS FAMILIARES
incorrupta como quieren, conservaría todas las referidas voces cél-
ticas o la mayor parte de ellas. Hablo de aquellas que sabemos que-
se usaron en España."
Aurelio. — Mayans llama célticas a las voces que los romanos
citan como españolas y aun célticas las llaman a veces los mismos
romanos, por no deslindar bien entre celtas e iberos, que habitaban
la Península ; pero todas esas voces son bascongadas y aunque al-
gunas ya no se usen, bascongada es claramente su etimología.
Antonio. — 'Por ejemplo, cervisia, la primera que trae Mayans.
Aurelio. — Don Antonio Ballesteros, en su Historia de España,
tomo I, Barcelona, 1918, pág. 156: "La bebida local celtibérica, ex-
tendida también por Lusitania y d NO., es la llamada caerea o-
caelia, que se fabricaba de trigo fermentado. Describe su fabricación
un hijo del país, el español Orosio... Schulten sostiene la relación,
que existe entre la caelia y la cervisia céltica, deduciendo que am-
bas son bebidas celtas." Ante todo vayamos a la fuente de estos
nombres, que es la Historia natural, de Plinio, libro XXII, al fin:
"Ex iisdem fiunt et potus, zythum in Aegypto, celia et ceria in His-
pania, cervisia et plura genera in Gallia, aliisque provinciis." El sy-
thum se hacía de la cebada. Suidas: ZúGo; oTvoc ázo y.p'.ñf^^ yivóiievoc;. Así
Herodoto en el libro II; Diodoro Sículo, ilibro I. Floro, al hablar de
los numantinos, libro II, capítulo XVIII: "Cum sese prius epulis
imiplevissent, carnis semicrudae et celiac: sic vocant indigenam ex
frumento potionem." El mismo Plinio, li.bro XIV : "Est et occiden-
tis populis sua ebrietas fruge madida pluribus modis per Gallias His-
paniasque, nominibus alus sed ratione eadem. Hispaniae iam et ve-
tustatem fere ea genera docuerunt." Véase además Ulpiano, en el
Digesto (33, 6, 9), y Servio en su comentario a Virgilio {Geórgicas*
3). D€ estos textos se deduce: Primero, que la bebida se llamaba
ceria y celia en España; no cabria ni caelia. Segundo, que en las
Gallas decíase cervisia. Tercero, que todas ellas eran una misma cosa,
bebida fermentada de trigo y aun de cebada, como el zythum. Cuar-
to, que estos nombres son indígenas de España y las Gallas. Quinto,
que voces y bebida eran antiquísimas en aquellas partes. Bebidas
celtas, dice Schulten; iberas debiera decir. En su famoso Rcallexi-
con escribe O. Schrader (pág. 91) : "Die Kunst, das Bier haltbar
zu machen, wáre nach Riinius a. o. a. O. in Spanien erfunden wor-
den." Es, pues, la cerveza una antiquísima bebida, propia y origina-
ria de España. Un monumento harto más antiguo que Plinio tene-
mos en España, que nos dice cuanto él escribió acerca de esta be-
bida. Y es de maravillar que nuestros historiadores no lo tenganí para
nada en cuenta. El mismo don Antonio Ballesteros, con haber re-
cogido cuantos monumentos y documentos históricos pudieran ser-
vir para ilustrar la Historia de España, lo ha pasado por alto,
como se ve al tratar de la cerveza, de la cual sólo trae la cita al
principio aducida. Importantísimos monumentos son los Cronicones
y las obras antiguas; más lo son todavía la cacharrería, los útiles»
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO 187
de metal y piedras, ios yacimientos humanos, las pinturas rupestres,
por ser cosas más antiguas y que prueban directamente y por vista
de ojos, sin acudir a la autoridad. Pero todos esos son monumentos
muertos. Hay un monumento vivo en España, monumento prehistóri-
co, que es un verdadero tesoro de noticias para nuestra prehistoria.
Los autores lo desconocen o lo menosprecian. Ese monumento y te-
soro es el idioma basoongado.
Lo iprimero que debiera atraer la atención de todo historiador es-
pañol es ese idioma. Es un hecho y hay que dar ra.zón de él. ¿Cuán-
do llegó a España tal idioma? El menos entendido sabe que no lle-
gó en época alguna histórica. Es, pues, un monumento prehistórico.
Y un idioma prehistórico, hoy vivo, es un monumento de infinita
mayor importancia que cacharros y piedras, ruinas y pinturas. Por-
que un idioma es un tesoro de palabras, y cada palabra encierra
una o muchas noticias de las costumbres, creencias, instituciones de
un pueblo, que en ellas quedaron como acuñadas para siempre. El
bascuence es un tesoro de noticias prehistóricas. Es más: es un
retrato al vivo del espíritu del pueblo que lo habló en aquellas eda-
des; es el idioma el mismo espíritu nacionai que se manifista de la
más amplia y acabada manera que .puede manifestarse.
Las demás artes, bellas o mecánicas, tan sólo pueden manifestar
}• expresar el espíritu de un pueblo por sus obras, indirectamente; el
idioma lo expresa de una manera directa y completa. Hasta han lle-
gado algunos a decir que el hombre es hombre por el habla, no por la
inteligencia.
Por eso no acabo yo de asombrarme de que haya historiadores,
¿qué digo?, de que todos nuestros historiadores hayan dejado a un la-
do ese Anonumento vivo y perenne de la prehistoria española: el idio-
ma bascongado. El cual se habló en toda España y en gran parte del
mediodía de Francia, como está ya demostrado por Humboldt y por
otros muchos. Pero aunque así no fuera, en algún pedazo de España
se habló, pues todavía se habla, y su venida acá es anterior a toda
historia conocida. Las voces ceña, celia, cervisia, todos saben que
ni son latinas ni tienen etimología indo-europea. Son españolas prehis-
tóricas. Y no tenemos el menor rastro de idioma español prehistóri-
co, fuera del idioma bascongado.
Sabido es que los latinos pronunciaban como k la c. Sonaban,
pues, esas voces: keria, kelia, kervisia.
Ahora \eamos qué nos dice el idioma bascongado. Gari es trigo,
gaña es el trigo, y es la voz común general, con infinidad de deri-
vados, que el lector hallará en el Diccionario hasco-español -francés,
de Azkue. Baste el gari-mots o trigo chamorro. La ceria es el garis, trigo.
Confírmase con la variante celia, pues se halla la variante gali en
ctros derivados del bascuence. Gal-jaite es golpear el trigo; gal-jorral,
escardillo para el trigo; gal-jote, desgrane del trigo; gal-inots, trigo
chamorro, lo mismo que gari-nwtz; gal-ondar, residuos de trigo; gal-
158 DIÁLOGOS FAMILIARES
ondo, rastrojera; gc^-orralz, brote de trigo; gal-ots, ruido de trillar el
trigo. Tenemos, pues, que garia y gal, por galia, es el trigo, y kcria, kelia
es la cerveza o trigo humedecido, frngcs madida, o cerveza. Ccr-visia
es voz formada de gari, trigo y hizia, lo vivo, bizi, vivir, vivo, ágil,
agrio. Es el hisi-hizia que gritan las pescaderas y habrá oído usted en
las Provincias. Bizi-kor es vivo, ágil, forzudo.
Ccr-vis'a decíase, por consiguiente, gari-hizia, el trigo que da agili-
dad y fuerzas, el trigo vivo, o acaso hiillcntc, fermentado.
La ortografía (latina ccrvisia, con c, (por la suave g, y v por la h ori-
ginaria, tiene clara explicación. Los romanos tomaron de viva voz la
palabra. A sus oídos gavia sonó karia o kcria, con e, en vez de a, por la
i siguiente, y c {k), en vez de g, o porque gaña decíase igualmente ka-
ria, que no lo creo, o porque es común en los extraños reforzar los so-
nidos bascongados y españoles. Otro tanto sucedió con ccrvisia por ger-
bizia. Las explosivas en España son tan suaves entre vocales, que hasta
confundimos agüelo y abuelo; agujero y abujero y ah^ijcro; huele, güe-
Ic; huevo, gi'ievo y buevo, como dicen muchos castellanos. En cambio, a
principio de dicción, suenan nuestras explosivas suaves a los oídos ex-
tranjeros como si fueran fuertes.
Antonio. — Cimiplidísimamente ha satisfecho usted mi duda, y esta
sola voz por usted explicada se basta y sobra para nuestro principal
propósito; pero las demás voces que traen los escritores romanos como
españolas, pudieran ser de otras lenguas habladas en España y convie-
ne revisarlas. Caten'a, la segunda que cita Mayans como celta, es cla-
ramente latina, por lo cual Alderete no la mienta. Viene después becco,
que trae Suetonio en la vida de Vitelio. Veámoslo: "cui Tolosae nato
cog^omen... Becco fuerat, id valet gallinacei rostrum."
Aurelio. — De ahí el italiano becco, el francés bcc y según Walde,
de las románicas pasó la voz a los idiomas célticos, tal como hoy los
tenemos, gaélico beic, bretón béc, "rostrum, facies." De modo que no
es céltico de origen ni tiene raíz indo-europea, según los lingüistas. La
forma becco del ibero hablado en Tolosa por aquellos tiempos derivóse
del piko bascongado que dio pico en castellano. En bascuence pik es
la onomatopeya del andar con los labios haciendo o pronunciando pi,
del picotear y del picar del pájaro. De aquí pi-ka es andar haciendo pi
con el común sufijo de acción -k y -ka. Pika es en bascuence el pico o
herramienta de canteros, la picaza que picotea, el matadero donde así
se golpea, la marca que se pica en la oreja del ganado, el golpe en el
trabajo, la cuesta que sale; pika-tu es picar, hincar el diente, cortar,
matar en el matadero, encajar la pelota en el ángulo formado por el
frontón en el suelo, a lo que suelen decir la onomatopeya pik los juga-
dores; piko es el golpe en el trabajo, la señal del pika o corte en la
oreja del ganado, pico de ave, cortadura de instrumento, pulla con
que se pica o molesta a uno; piko cman es hacer mella, herir; pikoi,
reja del arado; pikor, guija, grano de trigo o maíz, grano de cual-
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO 189
-quier árbol, un poquillo. De la misma raíz salió la peca en caste-
llaino.
Antonio. — iSi la raíz no es céltica ni indo-europea, tiene que ser bas-
congada, sobre todo teniendo tantos derivados castellanos. Gurdtis, por
necio, viene después, y está en Quintiliano (Instituí, orat., 1. i, c. 9), y
en Aulo Gelio (I. 16, c. 7), y en San Isidoro. Lo extraño es que Alde-
rete dijera que ningima de estas palabras se conserva en castellano,
porque gurdus no es más que nuestro gordo, tomado metafóricamente,
como delgado y sutil y agudo se dice del listo y del buen entendimien-
to, y romo y boto del que Jo tiene craso, esto es gordo. Gurdus, por
necio, es metafórico. ¿ Tiene origen bascongado ?
Aurelio. — Gurdus es latinización de gur{i)dns, perdida la i postó-
nica, según ley fonética latina ; como en cervisia por garibizia. Y guridus
es el bascongado guri-du, que suena el que está rollizo, lozano, el que tie-
ne {du) manteca, que todo eso vale giiri =^ rollizo, lozano, manteca ; como
guren lo más lozano y glándulas gordas, y gurendu desarrollarse, crecer,
engordar en una palabra. El sufijo -du es conocidísámo y de suyo du
significa él tiene.
Antonio. — Pues no hay más que pedir. Viene luego lancea (Varro,
apud Gellium, 1. 15, c. 30), que dio al castellano lanza. Veamos qué
dice Aulo Gelio: "Varro... lanceam quoque dixit non Latinum, sed
Hispanicum verbum esse."
Aurelio. — ^En el tomo L, núms. 18 y 22 del Tesoro, trató de esa
voz Cejador, y Walde la da por española. Suena en bascuence ¡an-ki-a,
el instrumento del trabajo; lan, trabajo; -ki, con y sufijo instrumental;
-a, artículo.
La lanza, según esto, era cualquier instrumento de trabajo antes de
ser arma guerrera. No tengo qne advertirle que lancea sonaba en latín
lankea y que se deriva de lankia, como todo sufijo -ea del -ia.
Antonio. — Leuca en San Isidoro (Orig., 1. 16, c. 16), que dio
legua.
Aurelio. — También explicó Cejador esta voz en el Tesoro, tomo L,
núms. 54 y 55. En bascuence, leku y leko es el espacio o lugar, la
lejanía y distancia, la lengua, latinizado por metátesis en leuca, pero
que sin ella dio legua, en castellano. Es leku-a lo que espacio o spatium
respecto de stadiuní o distancia, recorrido, voz griega, de donde spa-
tium salió. Y todavía se conserva el valor de distancia y de lejos de
la voz bascongada en frases como cómicos de la legua,, que vienen de
fuera; a la legua, a distancia; a legua{s), desde muy lejos; a leguas
entiende (Correas, 504), a media legua, de lejos, etc., etc.
Antonio. — Penna, que trae luego Mayans, es latino. Sapo o jabón.
Aurelio. — ^Es voz germánica, según Walde.
Antonio. — Sddarius en César, como soldado, tiene origen latino.
Aspálatus^ planta según Plinio (1. 24, c. 13), hoy alargues.
Aurelio. — ^La Academia pone como voz castellana aspalato, tomán-
dola de Alderete ; pero no se usó jamás en castellano y es el griego
aoTzak'j.^oz, aspalathus.
IQO DIÁLOGOS FAMILT*RES
Antonio. — Canthus, por el calc€ de la rueda, en Quintiliano (i. i,
c. 5), o el hierro que cerca la rueda, como dice Alderete-. Parece voz
griega por la th.
Aurelio. — Voz africana o española dijo Quintiliano, y no es más
que el canto de Ja rueda, esto es, el extremo y punta, como se dic«
canto una piedra y peñasco por tenerlas, y las cimas de peñas y mon-
tes se dicen cantos. Nieve en los cantos, se oye decir en Asturias, esto
es, nieve en las cimas de las montañas. De aquí el nombre de Canta-
bria o sea la Montaña, que decimos, con el sufijo -hria de la antigua
toponimia. Del mismo canto, por pdedra, salió cánt-aro, como húc-aro
de buco, y al-cantar-a con el al arábigo, o puente de piedra, y alcantari-
lla. Cant'oria se llamó el Puerto de Oreto o Calatrava, de canto, pe-
ñasco o monte, y Oria, el nombre ibérico de la región de los Oreta-
nos. Oria suena hoja en bascuence, y oreta, lugar de hojas. Cant-illa-
na suena peñas o monte de Illán.
Otros nombres dcirivados de canto, en Madoz. En el sentido de
canto del carro tenemos el cantón o esquina, el cantero o picapedrero
y punta, corteza de pan; cant-illo y descointülar; cantiello en Beroeo,
por partícula de la hostia, como por peña en : "manaban cada canto
fuentes darás, corrientes." En bascuence kan-ta, gan-da, kan-da, gan-ta,
son derivados comunes de gan, kan, que vale encima, cima, alto,
punta. Walde da la voz por africana y española y deriva xavO»; de la
voz así latinizada y dice que no pudo venir del antiguo celta cambitos,
cammitos, que algunos insinuaron. Y advierta que Walde es la mayor
autoridad en etimología latina.
Antonio. — Sigúese cocolobis en Plinio (1. 14, c. 2), género de vi-
dueño o veduño, según Alderete. Veamos Plinio : "Basilicam Dyrra-
chini celebrant, Hispaniae cocolubin vocant. Rarior uva, aestus aus-
trosque tolerat, capiti inimica, copla larga. Hispaniae dúo genera eius
faciunt: unum oblongo acino, alterum rotundo: novissimas vindemiant.
Quo dulcior cocolubis, hoc melior. Sed et austera transit in dulcem
vetustate: et quae dulcís fuit, in austeritatem." Trátase de uvas de
grano grueso y recio, de esas colgaderas que resisten colgadas el
invierno.
Aurelio — 'La /> española siempre fué más suave que la europea y
latina, y así creo que cocolobi responde ail koko-lope bascongado, que
•suena grano gordo, pues koko, de donde el castellano coco, la coca o
cabeza y bolita de dulce, coc-ote y cog-ote, etc., es toda cabezuela,
huevo o cosa parecida a un grano grueso, a una fruta redonda, etc.;
lope es gordo, de donde en castellano Lope y López, que sería atra-
co a la fonética traer de lupus, pues la p latina entre vocales siem-
pre se hizo b, como que de lupus salió lobo o Lobo, Lobera o lobera.
Antonio. — La etimología es clara. Celia, que ya ha probado usted
ser bascongado. Cens, especie de pescado, según Coilumela (1. 8, c. 16)
y Plinio (1. 9, c. 18 y 1. 2, c. 11).
Aurelio. — Walde no trae esa voz.
Antonio. — ¿Y el gaesum o gcsutn, especie de arma?
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO I9I
Aurelio. — En eúskera el dardo se dice geza, gezi, de donde pasó-
ai galo gaison, gaisos, irlandés gae, lanza, que por la acepción y pér-
dida de la 2 se ve no tener raíz céltica.
Antonio. — íNo trae anas voces Mayans; pero sí Alderete. Buteo,
ave de rapiña ; pero es voz latina. Cetra,, escuda como adarga, que era
de cuero; pero era voz africana, pues Plinio dice que "ex elephan-
torum tergoribus", de la piel del elefante. CuscuUum, la coscoja, ¿es
bascongado ?
Aurelio. — Cuscolium corrigen hoy, y es el bascongado kusku-üa,
agalla de roble, cascabel, hinchazones de la corteza ded pan; o kiiskuüo-
cascabel, o kuskidii y otros derivados de kusku, la cascara de huevo,
la cápsula de vegetal, el capullo. Su diminutivo es kuskuüa, cuya me-
tátesis es d'sroliiim, que, según Plinio, es graniim ilicis, la agalla de la
coscoja., o sea el coscojo.
Antonio. — Diireta, una suerte de silla que Augusto llevó de Espa-
ña "Contentus hoc .erat, xit insidens ligneo solio, quod Hispánico verbo
Duretam vocabat manus ad pedes alternis jactaret."
Aurelio. — ^El sufijo -eta basta para darlo por bascongado. Viene de
2ur, zura, que es la colodra, cuenco grande de madera y sencillamente
la madera, esto es, un zoquete, asiento harto común. Ya trató de ello
Cejador en el Tesoro (Silbantes, núm. 11 1). Los romanos trocaban la
z bascongada por la d y aun por la t, como en Duriiis, el Duero, del
Zuria blanco, y Turia, río valenciano, que también salió de zuria y lo
tradujeron los árabes en Guadalaviar o ríoi blanco. La dureta, sonaba,
pues, en España zureta, y era como un dornajo, un poyo de madera, un
zoquete para sentarse.
Antonio. — Falarica, arma enastada como partesana o alabarda.
Aurelio. — ^La / indica no ser voz bascongada. Los saguntinos la
tomaron de otros «pueblos. Festo lo deriva del latino fala; otros, del
griego (fc/Xv-i = falae, torres de madera para sitiar. Falarica era
arma que desde lo alto se arrojaba.
Antonio. — Laurices, gazapos, en Plinio (1. 8, c. 55) : "Leporum ge-
neris sunt et quos Hispania cuniculos appellat, fecunditatis innumerae,
famemque Balearibus insulis populatis messibus afferentes. Fetus ven-
tri exsectos, vel uberibus ablatos, non repurgatis interaneis, gratissimo
in cibatu habent: laurices vocant."
Aurelio. — Cuniculus en latín es agujero o mina soterraña, de doai-
de los romanos españoles llamaron así al conejo por vivir en tales si-
tios, y de cimicidus salió conejo. Walde, sin embargo, y Diefenbach
créenlo de origen español, no hallándole raíz latina, tanto que Walde
y Schrader acuden al bascongado unchi, conejo. Si es voz bascongada,
coono quieren, pudiera venir ide giinc, kiine, paraje, lugar, que equivale
a une, de donde salió un-chi, conejo (Cejador, Tesoro, iV) ; o de gun,
tuétano, savia de vegetales. Y nótese que Azkue dice: "En Bizcaíno
casi es común un en vez de gun." Si, pues, gun y un es el tuétano, la
hondo, así como de un salió une, unchi, por andar por lo hondo, por
192 DIÁLOGOS FAMILIARES
soterraños, acaso giin o kun dio cuniculns, diminutivo, el de los cunicii-
U o soterraños.
Cuanto a laurex, laurices, lo da Schrader por ibérico y está por
la^sex, del bascongado Uiuso-ko y laus-kti, el que no ve bien, ciego, de
donde luscas en latín (Cejador, Tesoro, L). Dijose, sin duda, por ser
gazapillo, como dice PlinJo, sacado, todavía ciego, de las entrañas ma-
ternas.
Antonio. — Lchcridcs, conejos.
Aurelio. — Del masiliota Xí^l/jpú, liebre, de la misma raíz que le-
pus^ leporis.
Antonio. — Mclancrenas, ciertos juncos de que los mallorquines ha-
cían sus hondas, aunque, según Alderete, es griego. Nccy, o como otros
dicen Neton, el dios Marte, de quien dice Macrobio: "Acitani, Hispa-
na gens, simulachrum Martis radiis ornatum máxima religione cele-
brant, Necyn vocantes." (Satiirn., 1. i, c. 19). Quiere dar a entender
que "Martem solem esse quis dubitet?" "Fervorem autem quo ani-
mus excandescit excitaturque alias ad iram, ailias ad virtutes, nonnun-
quam ad temporalis furoris excessum, per quas res eliam bella nascun-
tur, Alartem cognominaverunt."
Aurelio. — Griego (parece el vocablo, vr/uv, de véxo; la muerte, pro-
pio del dios de la guerra y mortandad, Marte.
Antonio. — S parto.
Aurelio. — ^Diéronle nombre los griegos, ox7¡jtov, de cuya etimolo-
gía trató Cejador {Tesoro, Silh., 3.* pte., pág. 51).
Antonio. — Vipio.
Aurelio. — En las Baleares, como huteo, es nombre latino.
Antonio. — También al vino llamaban Bacha; así dice Varron: "Vi-
num ¡n Híspanla Baccha."
Aurelio. — De Bacchns, Baco.
Antonio.— Pues no trae más palabras Bernardo de Alderete.
Aurelio. — ^Añada arrugia, o arrogia, de Plinio, y otras voces mine-
ras españolas. Plinio {2)2» 77) '• "Cuniculis per magna spatia actis cavan-
tur montes ad lucernarum lumína. Eadem mensura vígiliarum est:
multisque mensibus non cernitur dies. Arrugias id genus. vocant." Y
en Plauto {Aiilularia, últ. escena) : "Nunquam dabo aurum, nisi fodiam
proviter ai-rtigiani." La tierra floja y húmeda de las minas; "id genus
terrae vriuvi vocant", dice poco después Plinio. "Ergo per sílices cal-
culos reducuntur et urhim evítant." Se trata de no dar en una vena
de agua. Del arrugia trató Cejador en el Tesoro {R, pág. 269), donde
dice viene del bascongado arroki, arrogí y valían arrogium o arrugia,
cavidad, mina, hondo, hueco, barranco, y los hallamos después en la
era 775, en el año 942, luego convertida en arroyo la forma arro-
gium.
Urium por tierra floja, húmeda, es un derivado -í de tir. agua,
lo aguanoso.
Balux y baJuca o pepita pequeña de oro dice Walde que tienen
?a misma raíz que palaga, palicurna, de Plinio, liablando de las mi-
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO 1 93
ñas españolas en el mismo lugar citado: "Aurum arrugia quaesiturrr
non coquitur, sed statim suum est. Inveniuntur ita massae. Nec non
in puteis etiam denas excedentes libras Pala,cas (Hispani vocant), alit
palicurnas ; idem quod minutum est baluccm vocant." Estrabón lla-
ma al oro de los ríos de Turdetania 'síXci, iplural cuyo singular es
pala,j de donde polaca y balux, baluca. De modo que pala o bala era
la pepita de oro. Es claramente la voz bascongada bala, pala, que
significa juntar, recoger; de modo que se llamó la pepita o del es-
tar condensada, apretada, o mejor del recogerse entre las arenas.
En bascuence bal es el haz de mieses, el fajo y la parva de la era;
hál-a, con artículo, es el trigo tendido antes de desgranado; balak
bildii o egin es afascalar, y bala es d cesto. Bala-ki es tableta con
mango para recoger la escoria del horno; bal-eko, haces, gavilla.
Pala es traba de animales; pala-tu, trabarlo, del recoger.
En el mismo capítulo habla Plinio del minimn, que dice apenas
se llevaba a Roma otro que el de España. Walde dice que es voz es-
pañola, y trae una cita de Propercio que así lo asegura (2, 3, 11), y
recuerda el ríO' Miniíis, "Mineus fluvius Galliciae nomen a colore
pigmenti sumpsit", según San Isidoro (13, 21, 32). Debía de sonar
miñ, como hoy el Miño, sino que ipor no ser ñ sonido latino lo es-
cribían Mineus o Miniíis y esto comprueba ser voz bascongada, de
mili o miñ, lengua, punta, brote, dolor, picante, amargo. La voz mina,
viene de mena, y Walde dice no tener raíz indo^europea ; sólo se ha-
lla en las lenguas célticas, porque los celtas tomaron de los iberos
el conocimiento de las minas, que ya beneficiaban cuando llegó Cé-
sar a las Gallas (César, Bello gall., 7, 22; Diodoro, 5, 27; Estrabón,
4). Tan bascongado es mena, la mina, que dio la voz mcn-di, monte,
el abundante en minas.
El sagiim era traje nacional de los españoles (Val. Máximo, 2»
2, 21] App., Hisp., 42; Livio, 29, 3, 5; Strab., 3) y algunos lo ci-
tan como céltico, esto es, de la Iberia francesa. Viene de zagi, co-
mo los :^agones o zahones, y el zagalejo de las zagalas, pues los zag-
ales todavía usan los zagi o cagones. Ya trató de todos estos voca-
blos Cejador en el Tesoro (Silbantes).
Tasconium, según Plinio, era en España una tierra blanca que se
edhaba en el crisol para fundir el oro. En eúskera taska es derramar
lágrimas y tascar el freno salió de esta raíz. Talntinm, según el mis-
mo, era manera de decir que el oro se encontraba como al paso y vie-
ne del eúskaro tai-tal andar vagando. "Cum ita inventum est (aurum)
in summo caespite, talutium vocant, si et aurosa tellus subestt." Otra
tanto dice que significó segutiliim, errata por sagutilmn, que como Sa-
gunto, viene del eúskaro zagu, zagiitu y e-zagun conocer, estar patente
y manifiesto.
Antonio. — Mucho me ha contentado la etimología de esos voca-
blos y no es pequeña prueba de que el bascuence fué idioma gene-
ral de los españoles. Vengamos ya al libríto de Humbodlt.
Aurelio. — Después de los capítulos que dedica a generalidades-
194 DIÁLOGOS FAMILIARES
viene el XIII, donde trata de los lugares que se derivan de aitg,
atch, roca, y as-ta, su derivado. Lea, si le parece, y yo le diré los
nombres semejantes que hay en las provincias bascas.
Antonio. — "Astigi, que se encuentra tres veces en Bética, a sa-
ber: Astigitana coionio, que se llamaba también Augusta finna, As-
tigi Juliensis y Astigi vetus, en Plinio, I, 137, 16; 139, 37.
Aurelio. — Es As-tegui en moderna ortografía eúskera y vale lu-
gar (tegui) de peñas, o sea peñascal. Hoy tenemos Astegui, ayun-
tamiento de Ibarruri, y Astegui, casa solar y armera de Vizcaya,
anteiglesia de Berriatúa.
Antonio. — Eso no lo trae Humboldt y es argumento concluyente.
Aurelio. — Robustécese con Astcgui-eta, con -eta, locativo pluraJ,
como quien dice peñascales, y es del ayuntamiento de Foronda, en
Álava; y con los derivados Astigarraga, dos veces en Guipúzcoa,
ayuntamientos de Irún y de Beizama. Astigarreta también se halla
en Guipúzcoa, y Astigarribia y Aztegui y Astarhe. En Álava, As-
tulez; en Navarra, Astiz, Astrain; en Vizcaya, Asteiza, Astelarra,
A<!tepe, Asterrica, Astibay, Astica, Astiguieta, Astinza, Astiza.
Antonio. — Basta don Aurelio. Qaro se ve ser bascongado Asti-
gi, pues hoy tenemos Astegui y Aztegui y tantos otros nombres em-
parentados. "Astapa, de Bética, nombre que aún se da en Vizcaya a
las habitaciones situadas al pie de las rocas, entre Durando y Bil-
bao se encuentran herrerías de este nombre" (Liv., XXVII, 22).
Aurelio. — 'Confirmemos esas palabras de Humboldt. El sufijo
-pa vale debajo y tiene usted Ax-pc o As-pe, el sitio bajo la peña,
junto a la ría de Bilbao, de donde sacaban bloques para el rompe-
olas. Conozco otros tres Axpe en Vizcaya. De aquí Aspis del Itine-
rario de Antonino (401).
Antonio. — ¿Y el sufijo -ta de Astapa?
Aurelio. — ^Vale donde hay, o sencillamente hay. Por lo demás, ya
hemos visto en Álava Astepe. En el partido judicial de Lérida ha-
llamos Aspa, y otro en La Coruña, y otro en la merindad de Sangüe-
sa y Azpe en Huesca. Aspai, dos veces en Lugo; Asparrcn, en Fran-
cia y en Navarra, y AsparretuJk, en Álava; Aspegorta, cerca de Oroz-
co; muchas veces Áspera, en Galicia. En if in, Az-peitia, río abajo, jun-
to a la peña del Izarraiz, y Az-coitia, río arriba, muestran que as
es peña; -pe, bajo; -co, arriba.
Antonio. — Ya lo dice aquí Humboldt. aunque no tan claramente,
y es así como lo he visto por mis ojos. Este método me parece
más razonable que el nuevo del padre Fita, pues, poniendo los nom-
bres modernos, no marra, en vez de echar mano a cada paso de
los mágicos recursos llamados epéntesis, aféresis, apócope y pa-
ragoge.
Aurelio. — iCon los cuales cada uno se forja cuanto le viene en
talante. ¿Cree usted que los Pireneos no tendrían propio nombre
entre los españoles?
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO I95
Antonio. — Siempre lo supuse, porque Piremos suelen decir que
«s griego.
Aurelio. — No nos detengamos en su oscura etimología. En la
Crónica general de Alfonso X y en las demás de la Edad Media
siempre llaman Aspa a los Pireneos. Vea cómo tradujo el Tostado
aquel lugar del arzobispo don Rodrigo (1. i, c. 3) : "Qui in Hispaniam
venientes et Pyraenei iuga primitas habitanjtes." Pyraenei inga lo
vierte por As-pa (lo bajo las peñas), laderas de las peñas: "E fizo
assentamiento junto con los montes Pirineos, así cu Latin llamados,
que en vulgar, Montañas de Aspa dezimos." Como ve, siempre los es-
pañoles menospreciaron sus cosas, hasta sus voces y lengua, y prefirie-
ron Jo extraño.
En Álava tenemos Aspea de Trespuentes y cuatro veces As-pu-
ru, que suena cabezo de la peña, de buru, cabeza. En Guipúzcoa,
As-cúe dos veces, de -cue = -co, alto; Az-cune, Azpe-haltz o Azpe
negro; Azpiazu, Azpicolea, Azpücoeta, Az-carate, de gara, a lo alto;
Azcoiti-aga, de Azcoitia. Ein Navarra, As-carr-aga, (peñascos que-
mados; Ascondoa, Azcarate, Azcona, Azcue, Azqiteía. En Vizcaya,
Aspe-gorta, As-pilueta, As-pilza, Az-caray, Az-carra-ga, Azcoitias.
Antonio. — ^Pero ¿adonde va usted a parar?
Aurelio. — ^A remachar bien el clavo probándole el valor de az,
as, por peña, y, por consiguiente, la etimología bascongada de los
nombres antiguos Asta, Astigi, Astapa.
Antonio. — Y de ^'Asturez, Asturica y del río Astura, agua de
rooa (Floro, IV, 12, 54), de asta y ura, agua", que sigue aquí di-
ciendo Humboldt,
Aurelio. — Asturica dio Astorica por los tiempos de Alfonso II;
xiespués, Astorga. En Ja EuskaJerria tenemos Astuy, Astiñcoa, As-
toreca, Astorquia, Astulez.
Antonio. — Ascerris eníre los Jaccetanienses (Tol., II, 6), por As-
'CO-erri, lugar sobre lo alto de una roca.
Aurelio. — Erri es región; -co, sobre.
Antonio. — ^Así explica Humboldt ^^Asciia de los Carpetanos (Liv.,
XXIII, 2j), Ascoa en el dialecto vizcaíno equivale a Ascua".
Aurelio. — Ya hemos visto Azcue, Azqueta, Azco-aga de Álava
en altura despejada; Azcona, que es la azcona o arma antigua mon-
tañesa de los Navarros, por la punta de pedernal primitivamente.
Antonio — De ura = agua trae Humboldt Ast-ur-es, Ast-uri-ca,
Il-urci; Urce de los Bastetanos, llamada también Urgis, de donde
Urgitaniis finis (Tol., II, 6, pág. 43. Plin., I, 136, li), Urc-esa de
Celtiberia (Plin., I, 140, 137), Urgia y Urgao de Bética (Plin., I,
140, 137)-
Aurelio. — Ast-ur-es suena los de las aguas de roca, sin duda por
las fuentes, y así Asturias es la tierra de las fuentes de rocas.
Ya dije que ur-ki es el abedul, propiamente el con agua, de mo-
do que dio Urce y Urgis y Urgia, Il-urci, con il = población. Urc~
196 DIÁLOGOS FAMILIARES
gsa, de csi, seto, valla (de abedules), coaiao Mentcssa o Mcnlissa, de
fnctidi monte.
En Álava tenemos Urca-biistaic. En Guipúzcoa, Urqui-di, o sea
sitio de muchos {-di) abedules, en los ayuntamientos de Alzo, Az-
coitia y Eibar; Urqiiidi-zar, de zar = viejo, en el de Asteasu; Ur-
qiii-Gocna, de goena = el más alto, en el de Isasondo. En Vizcaya,
Ur-co, del ayuntamiento de Ermua, y vale próximo (de urr = apre-
tado) y del agua (de nr = agua) ; Urqui-aga o sitio de abedules,
en los ayuntamientos de Ceánuri y Ceberio; Urqui-di, en el de Eche-
barría; Urqui-olOi, en el de Abadiaiio; Urqid-ol-etas, en el de iMa-
ííaria; Urqui-za, en los de Busturia y Mendata; Urqnizii, en el de
"Yurre. Urcal es río y baños en la provincia de Murcia; Urcaregiii
mayor y menor en el valle Ayastia, de Guipúzcoa..
Antonio. — Basta, basta y basta. Bien probado queda que esos
nombres toponímicos prerromanos son bascongados. Humboldt trae
igualmente de «r = agua, "Urso (Plin., I, 139, 6; Strab., III, 2, pá-»
gina 141) y Ursaon, de Bética (De bello Iiisp., 41)".
Aurelio. — Se equivoca en traerlos de ur = agua, pues vienen
de tirso = uso = paloma. En Vizcaya, Usa-hel, del ayuntamiento de
Aránzazu. En Navarra, Uso-z, del de Arce, y es apellido. En Gui-
púzcoa, Us-ascúe, en el de Us-urhil. Úsela, en el de Azcoitia. Ade-
más, Urs-alto en Guipúzcoa, Ursellacoa, Ursu-aran y, tal vez, Ors-
-anco. El Ursa-on, de Bética, significa buenas palomas. Siempre se
alude a las palomas viajeras que pasan por el Pirineo a sus tiem-
pos y que allí las cazan.
Antoxio. — Sigue Humboldt: "Urbiaca en el interior de España
(Ititt. Atit., pág. 447) y Urbicna (Liv., XL, 16) ?"
Aurelio. — Lea lo que sigue.
Antonio. — "Estos dos nombres son puramente bascos, tanto que
podrían pronunciarse hoy de la misma manera. En ambos se encuen-
tra lira y bi = dos: en el primero, la designación de lugar -aga; en
el segundo, la terminación adjetival -coa, -cua..., lo mismo que hoy
Urbina, Urbieta"...
Aurelio. — Y Urbicain, en el partido judicial de Aoiz, y Urbi-
llos, casa solar de la anteiglesia de Ugartc de Múgica; Urbiñenea,
de Guipúzcoa; Urbiola, de Navarra; Urbión, de Burgos y de Soria,
donde estaba Numancia; Urbisi, de Guipúzcoa; Urbieta mayor y me-
nor, en Guipúzcoa, término de Cestona, y Urbina, del ayuntamiento
de Villarreal de Álava; Urbina de Basabe y Urbina de Eza, en Álava.
Antonio. — "Iturbida de los Garpctanos (Tol., II, 6, 46)." ¿Es, sin
duda, el conocido Iturbidef
Aurelio. — De iturr = fuente, bidé = camino; lea todos los itu-
rrias en el párrafo siguiente, conocidísimo apellido.
Antonio. — ^'Iturissa de Ptolomco (II, 6, pág. 48)... En el Itinera-
rio de Antonino se convierte en Turissa> lo que prueba que los nom-
bres siguientes tienen el mismo origen. En Plinio (I, 139, 5), Tucci e
Jtucci, y en el Itinerario, Acalucci.'^
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO 1 97
Aurelio. — lEsos tres nombres no vienen de iturri; pero sí Turiaso
en lia Celtiberia (liin. Ant., pág. 442), aunque no deba analizarse itu-
rria-sOj pues nunca en composición entran los nombres con artículo,
ni se puede admitir que -so sea contracción de osoa> que esto sería
venir al nuevo sistema. Viene de iturri-a^-o = peña con fuente o
fuentes, pues -o es la terminadón latina: de hecho la ciudad de Ta-
razona está sobre una peña.
Antonio. — "En Álava tenemos el caserío Turíso^', dice aquí
Humboldt.
Aurelio. — Y en la Euskalerria, Turrillas ipor iturrilia, Ititrgoyen,
Iturrioz Iratirqiii, Iturmendi, Ituren, iHirriotz, Ithorots, Tiirpita, Tur-
za cerca de Ezcaray, provincia de Logroño, y Turzo, en Burgos; otro
Turrillas en Almería, otro en Granada, Ttirrillos en Huesca, Turrio
en La Coruña, la Turrulla, punta de tierra al pie del monte Jaizqui-
bel, junto a Fuenterrabía; Turrucan en Logroño, y otros muchos
pueblos en todas las provincias de España. En Segovia, Iturbieta o
Santillana, I turbe (= bajo la fuente), repeitido seis o siete veces en
Guipúzcoa ; Itiirbeyeta, Ituralde, Iturrain,- Itiirro^te, Iturreta^ montaña
de Guipúzcoa; Iturriaga, Iturriederreta^ Iturriosaga, Itnrriza de Gui-
púzcoa, como el Iturissa de los Bascones de Ptolomeo; Iturrizabaleta,
Iturrondo, Iturrua, etc., etc. Y todavía habrá quien no vea que la to-
ponimia ibérica es bascongada. Paira hacer ver las cosas a los ciegos
más valiera dejarlo aquí, don Antonio. Bifíirris, de la Bastitania (To-
lom.), vale Dos fuentes = bi-iturri.
Antonio. — Muchos nombres son esos, y yo casi me doy por vencido.
Aurelio. — Humboldt puso entre sus principios que había que com-
parar los nombres actuales basco'ngados con los antiguos ibéricos; así
lo practicó, aunque con pocos ejemplos, porque suponía que era cosa
fácil hallar otros. Sin embargo, no ha faltado autor que le achacase el
no haber tenido esto en cuenta. He ahí por qué, don Antonio, yo acu-
mulo los nombres de poblaciones y nada digo de los caseríos y térmi-
nos porque sería nunca acabar; que si usüed tiene curiosidad y gusto
en extender esas listas, puede acudir al Nomenclátor de España; ahí
tiene usted los cuadernos correspondientes la las provincias bascon-
gadas con todas sus entidades de población.
Antonio. — Un capricho: veamos los nomibres de itiirri. 1
Aurelio. — Puede leerlos, si gusta.
Antonio. — En Guipúzcoa : Iturbe, Iturbiiru, Iturburu, Iturgoyen-
Goena-Celayeta, Iturta-Sarobe, Iturralde, Iturralde, Iturrejts, Iturri^
Itiirricne, Iturrieta, Itiirriotz, I turrio 1 2, Iturrispe, Iturrisa.
En Navarra: Ituren, Iturgoyen, Iturmendi, Iturzar, Iturrald.e, Itu-
rrericatu, Iturri-Aldea, Turrillas, del ayuntamiento de Izagaondoa.
Eln Álava: Iturriaga de Gogcnuri, Iturribarria de Menagaray; Tu~
riso es del ayuntamiento de Salcedo.
En Vizcaya: Iturbe, Iturbes, Iturbiiriiaga, Iturralde, Iturraran, Itu-
trate, Iturreta,, Iturreta, Iturri, Iturriaga, Iturriaga, Iturriaga, Iturria-
ga, Iturriaga, Iturriagas, Iturri-alde, Iturriarán, Iturriháhaga, Iturri-
i3
198 DIÁLOGOS FAMILIARES
buril, Iturrieta, Iturrieta, Iturricta, JturrÍ7)uiur, Iturriondo, Itnrrísaga,
Iturrondo; Turpita es del ayuntamiento de Ibárruri.
Aurelio. — Y esas formas sin 7- muestran que, si la ortografía ha
podido omitirla aun dentro de la Euscalerria entre bascongados, nada
debe extrañar que Jos romanos la dejasen perder en los nombres
antiguos.
Antonio. — Tengo curiosidad de ver claramente si uri vale ciudad
en bascuence: Uri-barri...
Aurelio. — Ciudad-nueva.
Antonio. — 'Otro Uri-barri, Uri-bc, Uri-be, Uri-car...
AuRELí o. — Ciudad-viejck.
Antonio. — Uri-s, Uri-a de Erbi, Uri-barri, Uri-be, Uri-cta, Uri-
eta de Ziiaza, Uri-eta-Goico, Uri-sar, Uri-a, Uri-a, Uri-clde, Uri-artc,
Uri-arte, Uri-artes, Uri-barri, Uri-barri... hasta 11 veces, Uri-be cua-
tro veces, Uri-bes, Uri-biarte dos veces, Uri-en, Uri-goiti, Uri-ffücn,
Uri-ona, Uri-ondo, Uri-ones, Uri-oste, Uri-zar 10 veces, Urizar-goiti.
¿Y con iri? Iri-bui, Irí-barren, Iri-bas, Iri-berri, Iri-berri, Iri-sarri,
Iriso, Iri-arte, Iriarte Mayor, Iribus-Azpicoa, Iribar-Garacoa, Iri-
barrcn, Iri-be, Iri-bitru, íri-goincho, Iri-goyen, Iri-goycn, Iri-onda-
Echcberri, Iriso, Iriso Berri, Iri-zar, Iri-zar, Irizar-Echechoa, Iri-
zarri. Sólo por las veces que salen uri-bcrri e iri-berri, uri-zar e
iri-zar se podía deducir que uri e iri significan lo mismo.
Pues con as-, aste-, az-, az-te, ¡ no hay pocos nombres ! Mire, don
Aurelio, creo que no hizo mal Humboldt eoi no copiar tantos: ¡cosa
más clara y conocida ! Aunque -es verdad que se siente uno más sa-
tisfecho y como que se ve más claro cuando recorre estas listas.
i Qué aún se conserven nombres que hoy hablan a estos caseros lo
mismo que hablaban a los españoles de hace treinta siglos !
Aurelio. — ¿Y no quiere usted leer lo que dice Humboldt de Tur-
ca o Tíirrige {Itinerario de Antonino, pág. 430), de los Turodes dfe
la costa del Norte (Tol., II, 44), de Turobrica (Plin., I, 140), en-
tre los celtas turdetanos; de los Turmodigos (Plin., I, 143), vecinos
de los cántabros; en fin, de los famosos Turdetanos y Túrdidos, que,
según los antiguos, eran afines de los vascones?
Antonio. — Ya se supone que son bascongados y que proceden de
itur; aunque la -n sea añadidura latina: creo que con los aducidos
podemos asentar como averiguado que el bascuence explica los más
de los nombres geográficos antiguos.
Aurelio. — Pues yo no quedo aún satisfecho, y así me )}>ermitirá
le recuerde algunos otros: Álava se dice entre bascongados Ara-ba,
llamwa baja. Alba y Alhoa valen en bascuence aldea y barriada jun-
to a una ciudad principal ; de aquí las muchas poblaciones antiguas
llamadas alba: Alba Urgao (Plin., I, 137), cuyo segundo término lo
tenemos en Uno, Urqui-Goena, Urquid.i, de Vizcaya, y el primero
«1 Albacna, ALborancha,, Alboniga.
Este último nombre de Vizcaya es lo mismo que el Albonica ded
Mrtcrior de España (Itin., pág. 447). Además Alba de los Várdulos
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO 1 99
'(Plin., I, 143), en la provincia de Álava, y Alhocclla de Tolomeo
(II, 145), etc.
De ara = llano tenemos Aravi, que figura en la inscripción del
puente de Trajano sobre el Tajo (Cellar., I, 581). En las PrO'vincias
tenemos Ara, Ara-eta, Ara-hio, Ara-be-ta.
Tam'bién Arahriga de los Lusitanos (Ptol., II, 41), cuya termi-
nación -briga = ciudad dicen que es céltica, y Aracillum de los
Cántabros (Flor., IV, 49); Aratispi, entre Antequera y Málaga; en
fin, los Aranditanos, y en las Provincias tenemos a Arandia = gran
llanura,.
Si quiere ver otras muchas formas d'e la raíz ara con varios su-
fijos, como ar-ana, ciruelo silvestre o ar-añon, y arantza, espino, to-
do? hoy usados, no tiene más que leer el Nomenclátor: Araviayona,
Araña o Arania, Araya, Aranguiz, Araquio, Ara-iz, Ara-mendia, Aran-
nrache, Aran-az, Arandigoyen, Arangozqui, Arana, Ara-aquil, que es
el Aracillum de Floro; At-a-znri, Ara-cama, Ara-in, Ara-legui, Ara-
nua, Aram-bnru, Arana, Aran-aga, Arancegiii, Arcmceta, Arandarán,
Araneder-Errota, Aran-erreca, Aran-guren, Arantza-Celay, Aranza-
he, Aranzadi, Aranzazu, Aranzuco, Arandi, Aras, Arañarás, Ara-
huste, Ara-caldo, Aracheta, Ara-lucea, Aram-balza, Aran-dtin, Aran-
zabal, Aranecoa, Aran-goiti, Aran-guti, Aran-ondo, Aramias, Ara-ra,
Arazoza, etc.
Antonio. — 'He oído que Aranzazu vale tú en el espino o, según
otros, espinal : ¿ cómo, pues, viene de ara = llanura ?
Aurelio. — iLa segunda interpretación es la cierta. Aran o Arana
vale ciruelo salvaje, espinoso, aran-tza = abrojos, espina; -zu es su-
fijo abundancial. Así que Aranzazu suena espinal, Ar-an es el fru-
to salvaje de la llanura o ara, espino negro, aragonés, que dicen en
Navarra y otras partes. Ar-unda y Ar-unci (Plin., I, 139), de entre
los Celtas de Bética, vienen de ara; unda es el nndo = junto a;
Arondo, en Navarra, y nnci el utiki = tocar. Arco-briga y Arsa, de
Beturia (Plin., II, 40) hay que compararlos, el primero, con Ar-
cante, Arcaya, de Álava; Arcaraso, d'e Guipúzcoa; Arco, Arcocha,
Arcochia y Arculanda, de Vizcaya. Cuanto a Arsa, es el Arza de
Olabezar en Álava, como Arzoz en Navarra; Arzabal, Arzadun,
Arzallus, Arzu, en Guipúzcoa; Arzabe, Arza,ya, Arzuaga, Arzubia, en
Vizcaya. El Aritium de Lusitania (Itin., 418) como el Ariza de
Aragón, que en bascuence suena roble, de donde Aricia, Ariceta,
Ar'tzaga, Aritzeta, Ariza-tegui, Ariz-ti, Ariz-mendi, Ariz-Bacarra,
Ari-zavaleta, en Guipúzcoa; Ariz, Arizala, Arizaletai, etc., en Na-
varra ; Ariz, Arizbarrtna, Arizgoiti, Arizmendi, en Vizcaya, que to-
dos vienen de aritz roble. Pero Ari-titim se deriva de ari-ti, de muchas
ovejas, pu€s -ti es abundancial y nri, la oveja.
Antonio. — Aquí, en la pág. 52 de Humiboldt se lee: "Attacum, de
los celtas (Tol., II, n. 46), Attubi (Plin., I, 139) y Attcqua (Dion
Cassius, XLIII, 33) en Bética, recuerdan atea, lleva, y atarbea, techo,
cuya raíz debe ser oí."
200 DIÁLOGOS FAMILIARES
Aurelio. — No es sino ate, puerta, entrada, como Ateca de Ara-
gón que es el Attequa de Dion en la Bética: Ateca debe de venir
de Ate-coa, sufijo -co, lo de; ate, puerta. En Álava, Atiega> en Gui-
púzcoa, Ate-gorri-eta, por otro nombre, que es su traducción, Puer-
tas Coloradas; en Navarra, Atondo y Atez; en Vizcaya, Atechueta,.
Ate-gurcn, Ate-la, Ate-que-na.
Anto.vio. — ¿Y "Bclda entre los Túrdulos (ToL, II, n. 39)", que
trae luego Humboldt?
Aurelio. — Bela suena cuervo, -da es hay, donde hay. Bclda es
apellido. En Álava, Bcl-unza; en Guipúzcoa, Behrmuga, Belaunza,
Belaztegui, Bclberenea; en Vizcaya, Belacola, Bclacorta, Bclandia,
Belarrinaga, Bclaustegui tres veces. Ya recordará lo que le dije de
Calatañazor, y advierta que son antiquísimos en toda España los ape-
llidos Vela, Velasco, Blasco, su contracción, Blásqnez, Velázquez,
Vélcz, que de aquí se derivan.
Antonio. — "Balsa en Bética (Plin., I, 229) y Balsio de los bas-
cos (Itin., 443), de balsata, verbo que significa reunir."
Aurelio. — ^De aquí balsa, em-balsar. En Vizcaya tenemos dos ve-
ces Baiz-ola.
Antonio. — "Baniacis de los Carpetanos (Tol., II, 46) de barna-
coya, profundo, probablemente por su situación entre dos montañas.
Barna. Barrara, significa en el interior o dentro y expresa en las
palabras que son sus derivados la profundidad y la acción de pe-
netrar."
Aurelio. — De aquí em-barnecer o echar carnes por dentro. Agi
significa esquina, saliente, apariencia, de donde Barn-aci-s.
Antonio. — Barum de los Gallaicos (Mapa de Reichard), Barea,
Barcino, cree Humboldt debieran sonar con rr, de barman, dentro.
"Según Tolomeo (II, pág. 39) Barea debe escribirse Barria.^'
Aurelio. — Entonces significaría nuevo, y en Álava tenemos Ba-
rría de Narvaja y Barri-eta de Llanteno, y en Vizcaya, Las Barrie-
tas. Si esos nombres suenan con sola una r, tenemos barea, bazo,
limaco, y en Navarra hay Bari-ain; en Vizcaya, Barainca., Baran-
dica, Barañano, Baraga y Bara-zar.
Antonio. — "El nombre de los Astiires Bedunienscs (Tol., II,
44)...-"
Aurelio. — Del Bcdoña de Guipúzcoa, donde hay además Bedua.
Bedoya es apellido conocido.
Antonio. — 'Me contenta más que lo de Humboldt. "Bilbilis en Cel-
tiberia (Itin., 437), como Bilbao, vienen de las radicales pil, bil."
Aurelio, — Andar y volver, juntar, torcer, es lo que significan,
como bil-bil y bil-be es la trama, de donde Bilbao, y Bilba-tua, Bil-
batu-pAhcbarria, en Vizcaya.
Antonio. — "Bortinae, em Vescitania (Itin., 431) : tal vez viene de
borda, alquería. Se escribe Burtina, y podría ser, como Burdtia, en
Lusitaiiia (Tol., II, 41), que se derivase de burdina, hierro."
Aurelio. — Borta-ene tenemos en Guipúzcoa para Bortinae. De
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO 20I
burditi, hierro, salió Burdin-giirtis, en Navarra. Bur-diia es lo que
tiene monte y otro tanto suena Burtiña.
Antonio. — "En Burum (ToL, II, 43) y Buruesca, formas las
más sencillas y las más bascas de Virovesca (ibid., II, 6, 45; Itin.,
394) ; Burila, poner la cabeza, que también se emplea metafóricamen^
te, se encuentra combinado con el nombre del pueblo de los Eskes,
Buruesca, capital de los bascos."
Aurelio. — Buru es cabeza, oabezo, y de aquí salió la Bureba, lo
alto de la Brújula. En Álava, Buru-aga, que suena cabezos. En Na-
varra, Buru-tadn y La Burund-esa. Conocidos son los apellidos en
que entra buru como primero o segvmdo elemento: Zahal-buru, ca-
beza ancha; Mendi-buru, cabezo de monte, etc., etc.
Antonio. — "El basco gara, altura, cima, es fácil de reconocer
en el Carabis de los celtíberos (Apiano, VI, 43)."
Aurelio. — De gara-be, bajo la altura, como Gara^beitia, en Viz-
caya, que equivale a Az-peitia, bajo la peña, y Gara-eta, en Vizcaya,
alturas. El -be lo tememos en Gor-bea, bajo el gora (hacia arriba).
Antonio. — "'Creo que el nombre Corensis (Plin., I, 136)..."
Aurelio. — De ese gora se deriva, como en Guipúzcoa Gor-osta, Go-
rost-arrazu, Goros-tegui, Goros-tiza, Gorostidi, Gorostieta, Gorozabel,
y en Vizcaya, Gor-ordo, etc., etc.
Antonio. — Humboldt dice que "en otros manuscritos Curensis es
indígena y encierra un radical común al latín y al basco. Plinio habla
de la forma curva de la ribera llamada así y gnr, ciir, es el radical,
que significa curva en basco, como curvus en latín. Esto es evidente en
las palabras inguruan, en círculo, y ma-curra, curva, así como en mu-
chos nombres derivados. Los Vurgonienses o Gurgonienses (Floro, IV,
47), Curconium (Ptol., 11, 48) en Vasconia y Curgia entre los celtas
de la Bética (ibid., II, 40), atestiguan este radical en los nombres de
lugares ibéricos".
Aurelio. — En Álava, Gur-endes ; en Guipúzcoa, Gur-billa; en Na-
varra, Gurbizar, Gurpegui; en Vizcaya, Giirbistena, aseguran la raíz
gur en la toponimia. En Cur-conium y Gurgonienses hay además el
común sufijo -co == -go de posesión y de lugar.
Antonio. — "En Egosa de los Castellanos (Tol., II, 43), egoitza, lu-
gar de asilo, parece provenir de egon, quedar, detenerse ; según una eti-
mología semejante, Ego-varri, de los Gallaicos (Plin., I, 227), significa
nueva mansión. El nombre de río Ego (Mapa de Richard) contraría
esta explicación."
Aurelio. — Ego, egoa es el sur y viento sur y d ala, que también
se dice ega. El río Ega de Navarra y el apellido Egas son conocidos.
Ego-varri, de barri, nuevo, es voz bascongada. En Guipúzcoa Ego-
cheaga, Egozcozabál, Egu-arre Aundia. En Navarra, Egoz-cue tres ve-
ces, Egu-aras, Egü-és. Morada vale egoitza, el Egosa, como dice Hum-
boldt.
Antonio. — "El nombre de los Egurres (Tol., II, 44), una rama de
los Astures, recuerda egurra, madera en basco."
202 DIÁLOGOS FAMILIARES
Aurelio. — En Guipúzcoa, Egur-bide o camino de madera ; Egur-za,.
Eugurs-egui, egurr-oia. En Vizcaya, Egurr-ola, fábrica de madera.
Antonio. — "La etimología de Esiiris resulta de lo que hemos dicho
antes en cuanto a su terminación... Esitii significa cerrar en Lugar
abierto, cuyo sustantivo es esi-a^ vallado, fortificación."
Aurelio. — Es-uri es agua cercada.
Antonio. — 'Habla aquí de Escita en Botica (PlirL, I, 138) y de ii.sc-
andia de Apiano, que claramente es el escua, mano, y andia, grande,
voces que he oído por el país basco.
Aurelio. — No necesita más declaración.
Antonio. — "Ildiim, en la costa meridional tarraconense (Itin., 399),.
de hildoa, surco. Si nos refiriésemos a la explicación dada por Pestini
de una incripción celtibera (Descripción de las medallas esp., pág. 157),
el nombre de esta villa es en las monedas Ild-Uri, villa del campo, villa
del surco."
Aurelio. — Sin h, ildo es el surco.
Aj^ítonio. — "Illunum, de los Bastetanos (Tol., II, 47), de illuna, os-
curo, negro, se emplea también para designar un cielo nebuloso."
Aurelio. — Es el iiun, iJima, oscuridad, noche, y tenemos en Vizcaya
Ilum-be, Ilun-zar o viejo Ilun; en Navarra, Ilun-dain; en 'Guipúzcoa
Illum-be.
Antonio. — "Istorium, en CeJtiberia (Tol., II, 46)..."
Aurelio. — Es el Isturin, cerca de San Sebastián, de ist, apretar, cer-
car; ur, agua.
Antonio. — ^^Laberris, en Asturias (Tol., II, 44), cuya terminación
recuerda Ascerris."
Aurelio. — Región (erri) de hornos (labe). En Navarra, Labe-aga,
sitio de hornos; en Vizcaya, Labe-co, cosa de horno, y Labecoa.
Antonio. — ^^Lambriaca Flabia, Lambris, de lamboa, lambroa, lluvia
espesa, nube que cae, bruma en español... Esta denominación se ex-
tendía a toda la cadena norte de las montañas."
Aurelio. — No mal sacada la etimología; pero también pudiera ve-
nir y mejor de lon-berri, Terra-nova, pues en Álava tenemos Lam-
harri; «en Guipúzcoa, Lam-barren Berri y Lambarren Zarra, tierra in-
terior; en Vizcaya, Lam-barri, Terra-nova, dos veces, y Lambreabe.
Antonio. — "Bl promontorio de los Gallaicos Lapaiia (Tol., II, 42),
se deriva de lapa, crustáceo que se adhiere a las rocas."
Aurelio. — Y pasó aJ castellano: lapa, so-lap-ar, solapa. El -tia es
abundancial. En Guipúzcoa, Lapice, Lapramcndi. En Vizcaya, Lapa-iza,
dos veces, con -tea, abundancial.
Antonio. — "El río Larnmn, los Larnenscs (Plin., I, 142), entre los
Laletanos y la villa de Lama, en Celtiberia (Mapa de Richard) ; de
larrea, pasto."
Aurelio. — Del superDativo larr(e)na, de larra, pastizal, dehesa, de
donde también Lar-tigi, lugar de pastos (Plin., I, 140). En Álava. La-
rra, Larra-be, Larrazcucta. Larrea, Lorrimbc, Larrinaga, Larrinoa,
iMrrin-zar; en Guipúzcoa, Larra^buru, Larrachn, Larra-yain, Larra^
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO 203
mcndi, Larrañ-aga (tres veces), Larr-añ-eta, Larraquihcl, Larr-ar, Larr-
arte, Larra-zabal, Larr-ino, Larr-ola; en Navarra, Larracea, Larraga,
Larragu-cta, Larr-ain, Larrain-goa, Larra-ena, Larraun (tres veces), etc. ;
en Vizcaya, otras 46 formas parecidas.
Antonio. — ^^Lavara en Lusitania (Tol., II, 41), de iauba, llano."
Aurelio. — O laua (de laii, cuatro), llano.
Antonio. — "Lissa, de los Jaccetanos (ToJ., II, 6)."
Aurelio. — 'De leca, leze, leiza, leize, sima, precipicio. En Álava,
Leza y Leza-vm; en Guipúzcoa, Lez-andn, Lez-o; en Navarra, Leiza;
en Vizcaya, Leiz.
Antonio. — ^'Lobctum (Tol., II, 47) en la vecindad de los Celtíberos
y Lubia (Plin., I, 143)."
Aurelio. — 'En Álava, Lnbi-ano; en Guipúzcoa, Lub-crri-aga; en Viz-
caya, Lobi-ano.
Antonio. — ¿Y eí Miñof
Aurelio. — Min y miñ es el dolor, la lengua, lo amargo, la hiél, ín-
timo, púa, brote. En Álava tenemos Miñ-ano, Miñ-aur. En Guipúzcoa,
Min-tegui. En Vizcaya, Min-teguia (dos veces), Min-tua.
Antonio. — '^ Morón y Marosgi (Plin., I, 227) vienen d-e morotu...;
mortua se emplea para designar las montañas."
Aurelio. — Mor-illas en Álava, por las motas o cabezos, y Muru,
que vale lo mismo, montón, altozano, mota, de donde en castellano mor-
ena, montón de gabillas. En Guipúzcoa, Murua. En Navarra, Muru,
Murillo (seis veces), Muri-eta, Murii-arte, Muru-gauren, Muru-zabál.
En Vizcaya, Muru-ga, Muru-eta (dos veces). Murus, en Carpetania,
viene de aquí.
Antonio. — Ya advierte Humboldt que murii se hailla en tales de-
rivados y con lese valor, que tiene que ser indígena.
Aurelio. — Mur-gil, lo que hace mnr, es el capullo, revoltillo; miir-
tif, torcer, amontonar, envolver. Mnr es apellido : de él salió nmr-u y
los demás derivados. Mur-gis (Plin., 137) lo tenemos en Murgui-ondo.
Murgui-zabal y Mtirg ni- zarra, de Guipúzcoa, y en Murguindueta, de
Navarra, y en Murguía, de Álava.
Antonio. — "Monda, en Botica (Plin., 139), el río del mismo nom-
bre en Lusitania, y Mundo-briga, de munoa, colina.
Aurelio. — Mun vale ribazo, colina; lo mismo muño, muño, de don-
de Muño-z, Muñ-iz y las Muñ-ecas o calinas de Somorrostro. En Álava,
Mun-ain, Muñ-escan. En Guipúzcoa, Mnndáiz, Munita, Mun-tegui-eta,
Mun-to, Muñoa, Muñ-ondas. En Navarra, Mun-arri-z, Munarriz-qneta,
Mun-eta, Mimiain (tres veces). En Vizcaya, Miin-da-ca, Munditibar,
Mun-guia, Miingui-arra, Munia-ren, Munia-tegui, Muni-be, Muni-car,
Municha, Muniqíieta, Munitis, Munituaga, Muñ-añes, Las Muñ-ecas,
Muñ-egui.
En castellano salieron de aquí, mnñ-ón, muñeca, muñeco, moño, etc.
Antonio. — "El río de los Lucenses, Navilubio, se refiere a Flavio-
navia. Nabius, nombre de un río de la misma comarca." (Tol., II, 42.)
Aurelio. — En el siglo v se lee el nombre de Naba o Nabia junto
204 DIÁLOGOS FAMILIARES
a Numancia. Nava es llano bajo montes y muy usado en toda España,
de donde Nav-arra, los llanos de aquella provincia (Cejador, t. A^. Ñ.).
En Nav-arra, Nav-arte o entre navas, Nav-arzato, Las Navas, Nava-
(dos veces), Navascués. En Vizcaya, Nabca, Nav-arniz.
Antonio. — '^Ahiila de los Bastetanos (Td., II, 47), de abe, ahia...
Abarum (ibid., II, 42)."
Aurelio. — Abe es árbol, soporte, columna. En Guipúzcoa, A beta,
Abi-eta. En Navarra, Aberin, Aberli, Abinzano, Abíitas. En Vizcaya,
Abio, Abitara, Abona, Abrisqiieta. En Álava, Abi-aga. Cuanto a Aba-
rum, en Vizcaya, hay dos Abaro y cuatro Abaroa.
Antonio. — ^^Salduba, nombre antiguo de César Augusta o Zaragoza
(Plin., I, 4)."
Aurelio. — 'O de sa¡do, rebaño, o por Zald-ibar, ribera de caballos,
que es lo que creo más probable. Zaldu-endo, en Álava ; Zddíbar, Zat-
din, Zaldivia, Zaidúa, en Guipúzcoa; Zaldíbar o Zaldúa, un mismo pue-
blo, en Vizcaya, y, además, Zaldu-ondo.
Antonio. — ^¿Y Córdoba?
Aurelio. — ^En Álava tenemos Gordoa, y los vizcaínos pronuncian
corduba el cordua, de cor, cordis, corazón,
Antonio. — ¿ Y el río Sanda (Blin., I, 227) ?
Aurelio. — En Guipúzcoa, Zandatartc ; en Navarra, Zandio, Zandueta;
en Vizcaya, Zantu-ola. Y advierta que ola, lugar donde se hace algo,
formó el Octavi-olea, 'entre los Cántabros (Tol., II, 42), que, según
esto, eran bascongados.
Antonio. — "Sars, río del país de los Gallaicos, y Sarabris.'^
Aurelio. — En Álava, Zarate, apellido conocido. En Guipúzcoa, Sara-
sola (sola es terreno), Sar-garay, Sar-obe (diez veces), Sar-oya, Zarauz.
En Navarra, Sara-güeta, Sarasa, Saras-ate, Saras-ibar. En Vizcaya,
Sarac-ibar, Sarach-aga, Saracho, Saraspe, Sarasua (dos veces), Zaran-
dona, Zaratamo, Zarazu, Zaraziia.
Antonio. — Selambina, de Bética...
Aurelio. — En Vizcaya, El Sel, Scl-cta. En documento del año 853
fpág. 319) se lee: "pascua quas Vulgus dicit Seles". Sel se ha usado
siempre en Santander y Navarra. Era en Navarra un corro redondo,
con su mojón en el centro, y 168 toesas de radio, como se explica en
representación hecha al rey en 1800 por el monasterio de Roncesvalles
y otros pueblos, sobre la cuestión de límites contra Hos franceses (Ar-
chivo del Reino, secc. de límites, leg. 3, carp. 15). En bascucnce, zelai
vale campo, prado, suelo, plaza. Conocido apellido es el de Zelaya.
Antonio. — "El río Supis recuerda el zubia, puente."
Aurelio. — Es probable etimología. En el párrafo siguiente trata
Humljoldt de los Baslilanos y su capital Basti (Itin., pág. 401) ; en To-
lomeo, Bastitania, de Basi (II, 6, pág. 48) ; Basconfum, en Vasconia,
Vcsci (Plin., I, 137), Vescelia (Livio, 35, 22), Vcscitanos, donde se ha-
llaba la ciudad de Osea. La palabra bascongada bas, baso, bosque, te-
rreno montaraz, dio origen a estos nombres. Tenemos en Álava Basa-
he o bajo el basa, Basa-brii por Basa-buru, el cabezo del basa, Basu-aldu.
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO 205
Fn Guipúzcoa, Basahe, Basa-bU, Basaiz-Aldca, Basa-jmin-degui, Bas-
tirlo, Basa-::abal, Bas-tida. En Navarra, Baso, Bas-ongai-z, Baz-lan. En
Vizcaya, Basaba!, Basabe, Basabil, Basa-goiti, Basa-guchi, Bas-aldua,
Bas-añez, Bas-artcs, Bas-arra-te, Basauri, Bas-erri, Bas-ori, Baso-sa-
bal, Bas-tegui-eta, Basu-aldo, Baz-eta. Bas-ti suena mucho bas, Bas-
ti-da, donde lo hay, esto es, empalizada, defensa, y era en España el tér-
mino de la fortificación, como bastir empalizar, defender, fortificar,
edificar con madera o monte, con bastos o bastones o sean palos, de
donde bastar, bastante y basto, que nada tiene que ver con vasto o ex-
tenso. Todas son voces del bosque o monte o bas. Ahora comprenderá
usted el valor de Bas-i, Bas-ti, Bastitanos, con el -taniis latino.
Antonio. — En el capítulo XIX trata Humboldt de ilas terminacio-
nes de los nombres geográficos bascongados. ¿ Cree usted que -an y
-tan, -tanus, -tania sean sufijos latinos?
Aurelio. — 'Lo sabe usted tan bien como yo; pero a veces -ta, -eta
son los sufijos bascongados usadísimos, como en Lacetani, que si so-
naba Lak-cta significa sitios agradables y si ya silbantizado sonaba Latz-
eía, lugares ásperos. Iguaímeiiite Ltisitani, de Lutz-eta, sitios espaciosos,
de praderas, que es lo que dice el terreno de las márgenes del Guadia-
na hacia Portugal, Ausetani, de Auts-eta, lugares polvorientos. Edetani,
de Ed-eta, sitios amenos y holgados. Bast-eta y Bas-eta, sitios montuo-
sos. Carpetani, de Carp-eta, sitios debajo de alturas. Oretani, de Or-eta,
Oria, su capital, que vale hoja y, según Estrabón, "Dorsum... in Ore-
tania montosum, densa sylva et raagnis arboribus praedita cectum." Tur-
detani, de Turd-eta o Iturd-eta, sitios de fuentes. Cerretani, de Teherr-
eta, sitios de cerdos, y fueron famosos los jamones cerretanos o de
Lérida.
Antonio. — ¿ Según eso, los nombres de grandes regiones son todos
Vascongados ?
Aurelio. — Así es. Con Lak-cta compárense Laqui-tegui, de Guipúz-
coa; Lacabe, Lac-ar, Lac-unza y Laquidain, de Navarra. Con Latz-eta
compárense Las-alde, Las-as, Las-arte, Las-urtcgui y Latzé, de Guipúz-
coa; Lasaga y Lazagiirria, de Navarra; Lacigiiti, Lasarte, Lasuen, La-
xiar y Laz-coitia, de Vizcaya.
Con Lutz-eta compárense Luz-cando y Luz-uriaga, de Álava; Z.íí.y-
arbe y Luz-urdiano, de Guipúzcoa; Lus-arreta, de Navarra; Lusa, Laz-
ar, Luz-arra y Luz-iiri, de Vizcaya.
Con Auts-eta compárense Aus-urruti, de Álava; Aus-pandegiii, de
Guipúzcoa: Auza, de Navarra; Aus-toas, de Vizcaya
Car-petani, de car o gar, que ya vimos que valía altura, -pe, bajo.
Hay muchos nombres geográficos antiguos de España y de la Euskal-
crría que llevan este tema. Los Caristios y Carletas (Plin., I, 143) son
los de los altos. Cares y Garés llamaban los bascongados a ciertos pue-
blos puestos en aílto, y hoy mismo a Puente la Reina llaman Gar<h y
antiguamente KARA, capital de los Carenses de PJinio; KaRESIS es
gentilicio. En Álava hay Car-asta; en Guipúzcoa, Gara-garza, Garai-coa,
Gar-año, Gar-ay-ar, Garayós; en Navarra, Garayoa; en Vizcaya, Ca-
21)6 DIÁLOGOS FAMILIARES
uico, Carcaga, Gara-heitia, Gara-coy, Gara-cía, Garaicoa, Garait-ona,
Gara-mcndi, Garanche, Garauz y Garay muchas veces. Así se explican
Caracca (Td., II, 46), Carabis, Caraniciim (Jtin., pág. 424), Garbilla,
Cares (Plin., I, 143), Carissa (Ptol., II, pág. 39), Caronium (PtoÜ., II,
pág. 43), Carpccci (Mannert., II, 385), Cartcya. De gora, arriba, salen
como dijimos, Corvio (Livio, XXXIX, 42), Corduba y el promontorio
Coru. En Álava, Gorbca, como el Corvis dicho, Gordoa, casi el Cordu-
ba, y como los vizcaínos pronuncian corduba el cordita, corazón, voz
tomada del latín. En Guipúzcoa hay Coro-ate, Coroatcgiii, Corostola, Go-
rocen, Gorotiaeta, Gorospe, Gor-osta, Gorostcgui, Goro-zabcl, etc. En
Navarra, Corclla y Gorosta-polo. En Vizcaya, Gorbeya, Gordobil, Cor-
dón, Gorliz, Gorocica, Gorordo, Gorostiaga, Gorostiza.
Los Vaceos o habitantes de la tierra de Campos se llamaron de bage,
desierto, terreno baldío. Estéfano escribe Baceos (pronúnciese Bakcos).
En Navarra tenemos Bacaicoa y Baque-dano (enteramente baldío), y
en Vizcaya, Bagaza, Baguio, que es el mismo Bakcos, Baqui-ola.
Antonio. — Falencia no parece bascongado.
Aurelio. — .No decidiré; pero Plencia, de Guipúzcoa y de Vizcaya,
sonó Falencia en lo antiguo, y así lo halló escrito en libro del siglo xvii
Spencer Dogson.
Los Arevacos se llamaron, según Pllinio (I, 141), del río Arcva, que
Flórez cree ser el Ucero, de Osma, pero que no es del todo cierto. Su
etimología es la misma de Are-chabala, Arechabal-eta, Are-chaga,
Arech-alde, Are-go y Are-mnrriaga. de Vizcaya.
Antonio. — ¿De dónde viene Uxama. o sea Osma?
Aurelio. — *La raíz nz o uts y el sufijo -ma son bascongados. En Gui-
púzcoa, Us-ola, Us-iir-bil, Utz-efa, Uz-otzain. En Navarra, Uj-né, Us-i,
Us-oz, Us-tés, Us-nmbeltz, Us-iin, Uz-quita, Uz-tarroz, Uz-tegiii, Uzuer.
En Vizcaya, Us-parricha, listara, Usunaga, Uz-corta.
Antonio. — ¿Y la de Numancia?
Aurelio. — tCreo es céltica; pero los términos de sus contornos son
bascos, por los menos Chabal-cr (de cltabal = zabal, ancho), Ur-bi-on
(dos aguas), En-ar, Gomara, Bcl-illa (villa del cuervo), Gaz-ala. Los
terceros reedificadores de la ciudad la llamaron Garra-tia (de muchos
incendios) o Carr-antia (gran quema): "Et ad f lumen Tera: ibi est
Garrantia antiqua civitate deserta" (Sandoval, fol. 12, tomado de un
becerro de San Millán).
De entre las ciudades celtibéricas, Vaieria, hay Valcra de arriba,
abajo de Cuenca, es latino; Sego-briga me suena a céltica. Basconga-
das o iberas son Turiaso o Tarazona, Bilbilis, Attacum, Istonimn o Is-
torium, ya declaradas, y Arcóbriga es latino-celta. Bascongadas son,
además, Belsiiunn, Bitrsada. Laxta. Alaba, Loibana, Urcesa, que se
hallan en Tolomeo (1. 11, c. 6). Bclsinum viene de belz negro, oscuro,
como Belz-unce y Belz-un-cgui, en Navarra. Bursada, de la raíz buru,
cal>ezo, ya vista. Lax-ia de latz, áspero ; ta, sufijo común, como en Latz-é,
de Guipúzcoa, que vimos. Alaba, proliahlcmcnte como la i)rovincia así
llamada, que los bascongados dicen Ara-ba, llanura baja. Loi-bana suc-
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO 20/
na Separación de lodos (loi) : en Vizcaya, loi-be-becoa, Loi-bi. Loi-saga;
en Navarra, Loi-zu (lodazal) ; en Guipúzcoa, Loi-di (ídem), Loy-ola
(cuatro veces). Urcesa, como en Navarra, Urz-ain-qui, Urz-an-te, de
urs-o, paloma ; en Guipúzcoa, Ursoroeta.
De las ciudades de Carpefania hemos declarado Arriaca y Muriis.
Toletum de iolau aipilar, amontonar por el monte sobre el cual se edi-
ficó, como iolondron, en Guipúzcoa Tol-are, Tol-ar-echea, Tol-osa; -etntn
es latinización del -cta eusqiicrico. Laminnimn, junto a Fuenllana, y La-
mus, deben compararse con Lamin-oria y La)n-uca, de Álava; con La-
■mariano, de Guipúzcoa, y con Lama, Lameaqneta, Lamiaco, Lamindano
y Lamizquic, de Vizcaya, Mantua, que algunos pusieron en Madrid des-
de el Renacimiento, Nebrija, por ejemplo, no extrañe que se halle tam-
bién en Italia, iporque ya Hervás probó haber mucha toponimia ibéri-
ca en aquella península. Raíz man y sufijo -tu, son muy bascongados^
y mandu, mando, es el mullo. En Álava, Mandojana; en Vizcaya, Man-
duluniz. Ibéricos son Mandonius, Mandubu y Mandnbratius, nombres
propios de aquí derivados.
También en la Carpetania estuvo Ilitr-bida, que ha de compararse
con Ilur-dos, de Navarra ; bidé es camino. Igualmente Ilar-curis de los .
Carpetanos, de ilar, brezo; guri, lozano. En Álava, Ilar-duya, Ilarr-asa;
en Guipúzcoa, Illarr-achoeta, Illar-aga (brezal), Illarrazu (id.). Illa-
rrea; en Navarra, Ilarr-az, Ilarr-egui.
Entre los Lobetanos, que ya vimos, estaban Orcelis y Bigerra. Con
Orcelis compárense los bascongados Orcerioeca, Orcaiztegiii, Orcon-
donaga, Orconera, Orcoyen; Bigerra con Biguezal y los Bigerros o Bi-
gerrones de la Vasconia junto al Piremeo.
Entre Bastitanos estaba Urce o Urgis (Plin., I, 136, i) y Urgia, de
Bélica (Plin., I, 140, 137), que vienen como la actual Urqui y Urqui-
ola y como Il-urci, del bascongado íirki, abedul. En Guipúzcoa hay Ur-
qui-di (abedullar, tres veces), Urqiiidi-zar, Urqui-Goena. En Vizcaya^
Urqiii-aga (dos veces), Urqui-di, Urqui-ola, Urquioi-efas, Ur quista, Ur-
qiiiza (dos veces), Urqui-zu, Urquizu-aran.
En Edotania, Bel-ia, de bel, cuervo ; Arsi, de artzi y artze; Ed-cta,
Lassira, de latz e ira; Osicerda, Bernama. Compárense con Osicerda
Osinage, Osiñalde, Osiondo, Oximbalzaga, Oxiranza, de Guipúzcoa;
Osinaga, de Navarra; Oximbalzaga, Oxinlucea, de Vizcaya. Con Ber-
nama compárense Berncdo, de Álava; Berna, Berna-goitia, Bernales,
Berna-ola, Las Bernillas, de Vizcaya. Con Arsi cotéjense Arza, Arci-
niega de Álava; Arza-dun, Arzu, de Guipúzcoa; Arce (dos veces), de
Vizcaya, que es el mismo Arsi.
Antonio. — .Para mí es ya más claro que la luz que la mayor parte
de la toponimia prerromana es bascongada y que el bascuenoe se ha-
bló en toda España.
Aurelio. — Déjeme que recuerde las poblaciones de los Túrdulos.
Il-urgis lo acabamos de ver. Setia, como Setoain, de Navarra, y Zeta-
quiz, de Vizcaya. Baniana viene de baña, diferente, aparte. Ulia...
Antonio. — Pues, el monte Ulia en San Sebastián.
2I08 DIÁLOGOS FAMIUARES
Aurelio. — Y Uli Alto y Uli Bajo y Uii-barri (nuevo) en Navarra,
"Y Uliharri (siete veces) en Álava. Murgis y Saldaba quedan declara-
dos. SaJa lo tenemos en Zalá, Zal-ain, Zal-ba, Zai-daiz, Sal-gos, Sal-
dios, Sal-dise, de Navarra; Zalduendo y Zalgo, de Álava; Zal-bide, Zal-
degiii, Zal-dua, Zal-duando, Zaloa, Sal-bidea, Sal-darian, Sal-dnraño,
en Vizcaya; Sales, Salogüen, Zaldin, Zaldua, Zalona, en Guipúzcoa.
Balda. . .
Antonio. — Es apellido materno de San Ignacio.
Aurelio. — VaJe flojo, caído, es población en Guipúzcoa, como Balda-
cho, Bdda-ii-ca. De aquí baldés, boldrcs, baldío, balde, baldonar, baldón,
baldar, etc. On-oba me suena a on, bueno, y oba no menos bascongado.
Selia, del Sel y Sel-eta, que ya vimos. Escua vale mano. Artigis es
tan bascongado como Artiga, Articola, Arteaga, Arteche, de Guipúz-
coa y Vizcaya, y como Ártica, Artigas, Artiñano. Lacibis compárese
con Laqui-tegui, de Guipúzcoa; -bis, de -be. Ya lo vimos en los Lac-
cetanos. Illi-berris o Villanueva es conocido.
Vengamos a los Turdetanos, Canaca, como Gan-uza y Gañ-ecoleta,
de Navarra; Can-ala, Ganct, Gan-arriaga, Gandasegui, Gan-di-aga, Gane,
Gan-zabal, de Vizcaya. Can suena encima. Osea, como el Osea o Hues-
ca del norte. En Álava, Osca-íi; en Navarra, Osc-ari-z, Osc-oz, Oz-
coidi. Urium suena uri-on, buen agualluvia o buena ciudad, como en
Álava, Uria de Erbi, Uri-arte (entre ciudades o aguas), Uri-barri, Uri-
be, Uri-eta, Uri-zar; en Guipúzcoa, Uribarri, Uribe, Urizar; en Nava-
rra, Uri-z; en Vizcaya, Uribarri (ii veces), Uria (dos veces), Uri-alde,
Uri-arte (tres veces), Uribe (cinco veces), Uri-en, Uri-goiti, Uri-ona
que es d Urium, Uri-ondo (dos veces), Uri-ones, Uri-oste, Uri-zar
^11 veces).
Antonio. — Basta, basta.
Aurelio. — Sala, como antes. Ugin es tan bascongado que suena
mango. Asía, ya lo vimos. Ucia es el bascongado nkia, tocar. Carissa es
el Cares o Garés que vimos. Caldnba de Cai-dua, como Calpe. En Ala-
va, Gal-arr-eta y Gal-zarra. En Guipúzcoa, Gal-ardi, Gal-arza, Gal-arra-
ga, Gal-arr-ol-aza. En Navarra, Gal-ain, Gal-ar, Gal-de-ano, Ga'-duroz,
Gal-varra. En Vizcaya, Gal-toca, Gal-barri-artu, Gal-da-cano, Gal-da-
mes, Gal-di-z. Y en castellano, gala, galán, galón, galea, galera, galeo-
te, etc., etc., Urbana, como Urbina (tres veces) en Álava; Urbizu, Ur-
hieta, Urbinenca, Urbizu-aran, en Guipúzcoa; Urbi-cain, Urbi-ola, en
Navarra; Urbi-ela, Urbinaga, en Vizcaya. Ur-bi y Ur-bina suena dos
aguas. Arsa vimos ser el Arce actual. Astygis, de Astigi, as-tcgi, lugar
de peñas, ya visto.
Pero sería nunca acribar, porque en la Botica tenemos voces tan
bascongadas que cualquier giñzón se las traducirá al punto. Aria sue-
na carnero y tenemos Aria, Ari-clz, Ari-ve, Ari-zala, Ari-zal-eta, Ariz-
cun, Arizcuren, Ariztu, Ari-zu, Aris-tcgui, Ariz-tu, en Navarra ; Aria,
Arismendi, Ariz, Ariz-barrena, Arizgoiti, Arisqueta, en Vizcaya. Ama
o Arva suena templo o razón. Azu-aga como Azita en Álava, v -oga, abun-
<lancial ; en Navarra, Azu-elo; en Vizcaya, Azu-mcndi. Axati contiene el
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO 2V^
ax peña, y -ti, abundancia, o ati, entrada. Los Bárdidos, Bardulia, tie-
rna de bosques, como Jas Fard-cnas de Tudela, y barda en castellano».
Barca suena limaco y bazo. Bel-on, de bela, cuervo (gran cuervo). Bet-
uria, de uria y bete, lleno, como en Álava Bet-ol-aza, Bet-oñ-o; en Gui-
púzcoa, Bet-elu, Betel-imdegui, Betroizaga; en Navarra, Betelu. Cal-pe
suena bajo el cal, que hemos visto en la raíz gai. Lastigi, de lats y -tegi..
lugar de asperezas, como Laize, Laa-caibar, etc., que ya vimos. Lete
es apellido y pueblo en Euskalerria. Luxia, como en Lusitanos. Los Mas-
sienos y Mastianos, de mats, uva. En Guipúzcoa, Mas-buru, Masta-
borda, Maz-mela, Mas-qui-aran, Mazurca; en Vizcaya, Mascaru, Ma--
Mistegui, Matzarramataaga (dos veces), Maz-ga, M as-ande gui. Men-
úba ya lo vimos. Odi-el también tienen dos raíces bascas y no menos-
Su-el, de odi, canal ; su, fuego, como en Odi-eta y Zu-za, Su-suta, Sit-
arte, Odi-aga, Odi-zaga, Su-anza, etc., de la toponimia basca, Osset^
como los Osetanos, (lugar de fríos (otz) o de ruidos (ots) o de lobos-
(otso). En Álava, Oza-eta; en Guipúzcoa, Osa-car, Os-oro, Otsamcn—
tcgui, Otzango, Otzarain, Otzaurtc, Otz-Egui, Otz-Urtiaga;- en Na-
varra, Osa, Osa-cain, Osa-car, Oscariz, Oscoz, Ozcoidi; en Vizcaya,
Os-as, Osma, Oz-aran, Oz-ollos. Solia suena terrerio desolado. Urio, de-
uri, agualluvia, ciudad.
Antonio. — No pase adelante. Está demasiadamente probado que el
bascuence explica la mayor parte de los nombres geográficos de la an--
tigua España. Pero tengo una dificultad. Qui nimis probat, nihil pro-
bat. Ahora bien; se sabe que los celtas ocuparon buena parte de Es-
paña, y, por tanto, en las regiones célticas parece que no habían de-
hallarse nombres ibéricos o bascongados.
Aurelio. — Humboldt le suelta esa dificultad en los párrafos que se
siguen. Prueba en ellos que las regiones habitadas por los celtas pre-
sentan otros nombres inexplicables por el eúskera, que sólo en ellos se
halla el sufijo -briga, de ciudad, el cual también se halla en otros países-
célticos fuera de España y, en fin, que los nombres que tienen por ini-
ciadles o finales las sílabas bri, brig, briin, bret, britimn no se hallan más
que en las regiones donde domina el briga, esto es, en las regiones
célticas, porque tales sílabas no son de la fonética bascongada.
De modo que "para reconocer los pueblos donde dominó el influjo-
céltico, es preciso trazar una línea, que parta de la costa Norte del.
Océano hacia la frontera de los Autrigones, colocados al Este, ele-
vándose al Sur de manera que queden al Oeste los Várdulos, hasta a¡l-
canzar las fronteras de los Vascos, de los Celtíberos, después las de
los Oretanos, y seguir el Betis hasta el mar. Todo lo que esta línea,
deje al Norte y al Este constituye el dominio de los nombres termina-
dos en briga, que no se encuentran al Sur ni al Oeste, los Pirineos ni
el Mediterráneo. Esta última porción de la Península no ofrece nin-
guna población céltica o celtiberiana. Por el contrario, comprende la.
Vizcaya, su costa desde Bilbao, Navarra, la mayor parte de las pro-
vincias donde se habla el bascuence y toda la costa del Mediterráneo.
JEn el dominio de los nombres en briga figuran los Cántabros, los ha--
2tI0 DIÁLOGOS FAMILIARES
T)itantes de la costa del Océano hasta d Betis, todas las tribus altas y
celtiberianas y los pueblos del interior hacia eJ Oeste. Esta región for-
ma la mayor parte de España... La división de Ja Península en dos
partes soparadas, de un Jado por el Iberus y el Betis, y de otro por la
cadena de los montes Idubeda es tan notable, que no se comprende que
no haya llamado la atención de nadie".
Antonio. — ¡ Magnífico ! Pero en esas regiones céltica y celtibérica
ha puesto usted muchos nombres bascongados: stat ergo diff ¿cultas.
Aurelio. — 'Lo cual prueba una cosa, es a saber: que el primer
estrato geográfico de toda España, aun de esas dos regiones, es ibé-
rico; que, por consiguiente, los celtas vinieron detrás de los iberos
y se fueron por el Norte hacia el Occidente, es decir, por las re-
giones menos ipobladas por ser las menos fértiles; que bajaron has-
ta el Betis y se unieron por el cemtro de España y bajo el Ebro con
los iberos constituyendo 'la raza mezclada de los cdtíberos todo lo
•cual lo confirma la Historia al mismo tiempo que la Lingüística. De
aquí que los antiguos nombres ibéricos que hay donde después vi-
vieron los celtas o celtíberos, se hallen en parte mezclados con nom-
bres célticos, como lo prueba muy bien Humboldt en ilos párrafos
siguientes, desde el XXX, después de probar no menos eruditamente
que los nombres ibéricos se hallan en el Aquitania y Ga)lia meridional
narbonense. y en cambio en el, resto de la Galia "cuesta trabajo encon-
trar un solo nombre que ofrezca un carácter realmente basco". La
consecuencia es que se hace muy (probable el que 3os iberos habitaran
aún la Aquitania, y, mezclados con los Ligures, la Galia narbonense,
2o que concuerda con los datos de Julio César, Estrabón, etc.
Antonio. — ^Me apropio estas consecuencias de Humboldt: "Creo
que lo dicho establece dos puntos: los antiguos iberos son el tronco de
los vascos actuales; los iberos estaban establecidos en toda la penín-
sula, hablaban una misma lengua y formaban muchas poblaciones con
distintos dialectos. La lengua basca era, pues, Ja de los habitantes pri-
mitivos de España."
Aurelio. — 'Nada hemos dicho de los nombres de Asturias, fuera de
alguno que otro. Abclania, que pudiera comi)ararse con Abalia y Aba-
iinea de Guipúzcoa ; pero que viene de abe, árbol, y lan, trabajo, -ia
sufijo, Alb-elda, que también fué nombre del monasterio que usted co-
noce en las cercanías del Ebro, de alba, lado, cerca, y elde, acción de
llegar, afluir, suceder (eldu). Ama-eos, que suena madraza, muchacho-
na. Aneen: en Guiípúzcoa, Angni-ozar; en Vizcaya, Angui-z, pues An-
ceo sonaba ankeo, ankio. Amosa, de aniuts, lx)to, romo, que ya hemos
visto. Andncrga, del Erga conocido, y andu, como Andu-eza, en Gui-
púzcoa, o Andu-ica, en Vizcaya. Ast-ura, que ya vimos, así como su de-
rivado Astur-cones; Auseva, de auts, polvo, o autz, fauces, y -ba, bajo,
como Aus-urruti, en Álava; Aus-pandcgui, en Guipúzcoa; Auza, en Na-
varra. Can-gas, de gan-ga, de gan, encima, y es el paladar y la bóveda.
De aquí la ganga en castellano, lo que sol)rcviene encima, por casua-
lidad, lo de más. Canta-bria, de canto o peña. Egurros, de egurra, leña.
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO 211
que vimos. Flavio-navia, de nava. Gauz-on, de gausa, útil. Guixon, el
giiiaon, hombre. Lah-crris, tierra de hornos, ya visto. Lancia, el lan-kia,
-el instrumento de trabajo (/a»), después lanza. Navia, de nava. Ob-ona,
como en Vizcaya Obas, Obecuri, Obicta ; en Navarra, Obanos; en Gui-
púzcoa, Obieta. El sufijo ona vale bueno. Orniacos, de ornia, provisión,
-co. Ove, de obe, obi, cavidad. Solia, en Navarra, Zalá; en Vizcaya, ZoZ-
tua, Zal-bide, Zal-degui. Silo es el zilo, agujero, y fué nombre de un rey
asturiano. En el reino de León, Saldaña es el saídaiñ, puentecillo, Añ-
acea es el andea, andega, daño, despilfarro. En Álava tenemos Anda,
Andagoya, Andechaga; en Guipúzcoa, Andoain; en Navarra, Anderaz,
Andosilla; en Vizcaya, Andecoa, que es acaso el Andeca. Ore-co, de
ore, nube, masa. En Álava, Oreitia; en Navarra, Oreyen; en Vizcaya,
Oreña. Arvas es el arba narria, etc. En Guipúzcoa, Arbaicenea; en
Navarra, Arbciza, Arboniés; en Vizcaya, Arbacegiii, Arbaiza, Arbe.
Antonio. — No pase adelante, don Aurellio.
Aurelio. — Albonica, de Edetania (Itin., pág. 447), responde a Albo-
nica, de Vizcaya, y a varios caseríos. Arandis y los Arandifanos de Lu-
sitania suena ar-andi, gran llanura; Arandi-goyen está en el ayunta-
miento de Yerri, en Navarra, y Arandia, en el de Arrigorriaga, de Viz-
caya. Artigi es el Ártica de Navarra, y el Artiga de Guipúzcoa, y el
Ártica y Artigas (dos veces) de Vizcaya. Arsa, de Beturia (Ptol., II,
40), responde al Arza de Olabezar en Álava, al Arzu de Guipúzcoa,
al Arza-be, Arz-aga y Arznaga de Vizcaya, de artza, oso, o arza, za-
randa. Balda, de Jos Túrdulos (Tol., II, 39), es el Balda apellido y
lugar.
Antonio. — ¿De dónde viene el río Anas?
Aurelio. — Los árabes le llamaron Guadi-ana. Que ana, an, sea bas-
congado es clarísimo, y también suena añ. An-iz, mucho, adverbio de
an, prueba que an vale extensión ; an-di, grande, muctho, an. En Álava,
An-da (donde hay an), Añ-ana, Añ-es, Añ-ua. En Guipúzcoa, Ana-churi
(chnri, blanco), An-ardi, An-dia, Andi-tegui, An-clio, An-tia, Aña-di.
En Navarra, An-iz, An-oz, An-iié, Añ-orbe. En Vizcaya, An-iz, An-
guiz, An-suri, Añ-ibar (ribera del Añ), Aña-ca, Añibarr-o, Añ-oza.
Antonio. — Claro se ve ser an voz bascongada, o sea el Anas, y de-
bió de llamarse por extenderse y derramarse entre arenaíes, que se
filtra y pierde, de an, extensión.
Aurelio. — Los apellidos Allon, Arokia, Atta, Attia, Maldiia, Allaco,
Alais, Ambata y otros muchos de las Inscripciones (Cfr. P. Fita) son
claramente bascongados. Allon es manera de escribir Ali-on ; en Álava,
Ali; en Navarra, Alio y Alli; -on sufijo. Allaco es adjetivo; -co, por
Alia-ko. Arokia, de aro, tempero; -ki, con, que hace. Atta está por aiia,
padre; Attia es su derivado -ia. Maldua tiene claramente el sufijo basco
-dua; mala es tierra arrastrada por un torrente : en Guipúzcoa, Mal-buru,
Mal-corra. Alais es eJ Alaiza, apellido y poblado de Álava, Alaiz en Na-
varra. Aion, de Aya, en Guipúzcoa, y Ay-erdi, Ay-ete; en Álava, Ay-ala;
en Navarra, Ay-anz, Ay-echu, Ay-egui, Ay-enas; en Vizcaya, Ay-arza.
Ambata suena un tanto. Igualmente ABLIQ = abeli-koa; abel es la
212 DIÁLOGOS FAMILIARES
honda; Casilosaic = Gaztelozaicoa, ACCEICVM =z azeikoa, ANDE-
RON rr: andcrotia, ALBOC = albo-koa, ALBIA = A-bia, Albiasu,
Albisti. Albic-goicoa, pueblos bascongados.
Antonio. — No la emprenda con las inscripciones.
Aurelio. — Pues aún tenía pensado darle, aumentada con otros va-
rios, la lista de nombres bascongados que trae Labayru en su Historia
de Vizcaya (I, pág. 718), ■para terminar con las paüabras de Sánchez
Calvo :
"El origen eúskaro de la primitiva toponimia ibérica está bien pro-
bado, a pesar de los críticos habidos y por haber. Que haya mucho de
celta y de latín y algo de griego y de fenicio, como últimamente ha
habido un poco de árabe, en la nomenclatura de lugares españoles, no
significa nada más sino que estos elementos han sido sobrepuestos por
invasiones y conquistas sucesivas."
Antonio. — Pero al fin y al cabo, ¿usted cree, según lo que acaba
de decir, que a toda España debió extenderse el dominio del bascuence?
Aurelio. — Si los escualdunas fueron los primeros que pisaron Ja
península, no creo tuvieran el mal gusto de quedarse arrinconados en
ios bosques entonces intransitables, del Pireneo, sin extenderse por las-
comarcas más fértiles y apacibles que se presentaban ante su vista.
Antonio. — Es incontestable; además de que aquel pueblo sería for-
zosamente más numeroso que no es hoy día el de los bascongados. Ello es
indudable. Pero ¿por qué suelen rechazar los eruditos españoles cosa
tan manifiesta?
Aurelio — ¡Veflay! Sin embargo, no crea usted que todos la recha-
zan : ka usted en la pág. 66 de Sánchez Calvo.
Antonio. — "Si se hiciera un estudio detenido y exacto de la toponi-
mia del Sur de Europa y de una parte del Asia se encontrarían segu-
ramente resultados imprevistos. Humboldt y Astarloa no hicieron más
que reducir al basco unos cuantos nombres de pueblos españoles men-
cionados por los escritores romanos. La infinidad de denominaciones
de lugares, montañas y ríos quedan envueltos aún en el misterio. Se
puede asegurar que en las provincias del Norte de España, a pesar
de la influencia o dominación de los editas en Cantabria, la mayor par-
te de los nombres que no son de origen latino, son eúskaros. En las
otras provincias se encuentran, como es natural, nombres que acusan
su origen griego, fenicio y árabe ; hay algo también de celta y de ger-
mánico; pero las invasiones de estos pueblos encontraron el país bau-
tizado ya, como quien dice; así es que en los sitios más humildes y des-
conocidos se encuentran todavía huellas del eúskaro, la lengua primi-
tiva del país. No es opinión moderna la que supone que fué ésta, en
efecto, la primera lengua que se habló en España. Muchos escritores
habían afirmado esta creencia antes de los trabajos de Astarloa, Hum-
boldt, Hervás y Erro. En la Leyenda pendolada (i), de Hernán de
(i) Sacada del orÍRÍnal por mandado del alcalde Fernán Blázqqe? cl
*'"o '315, copiada y publicada en el libro de don Luis de Ariz, Grandezas de
Avila.
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO 213
Illanes, en el año 1073, se /lee "que los primeros que llegaron a habitar
nuestra nación e rregiones fueron Tubal con algunas compañas, e los
taJes fablaban el mal lenguaje que en nuiestros tiempos fablan ios que
habitan las Vizcayas".
Pedro Medina, en su libro de las Grandezas de España (i), dice
que "los romanos introdujeron d datín y destruyeron la lengua pro-
pia que en España se hablaba, que era la bascuence vizcaína'*.
Lucio Marineo Siculo asegura lo mismo en sus Cosas memorables
de España (2), y ai doctor Huerta (3) le parece sin disputa que la len-
gua que tocó a España fué el bascuence.
El doctor Perarlta Barnuevo no puede dudar de que fué el bascuence
la lenjgua primitiva de España (4).
El padre Henao afirma que no fué la primitiva, sino la única y uni-
versal (5).
Don Francisco Javier de Garma cree indudablemente la univer-
salidad del bascueince en España (6). Y lo mismo dicen y aseguran el
padre Moret (7), Andrés de Poza (8), Mariana (9), Garibay (10) y José
Escalígero (11)."
Aurelio. — 'Como usted ve, don Antonio, no son pocos los autores
de cuenta que están con Humboldt, Astarloa y Larramendi.
Antonio. — 'En cambio el célebne don Pedro Felipe Monlau, a quien
tanto debe la etimología y la gramática de nuestra lengua, afirma, como
usted sabe, en su Discurso de recepción en la Academia (12) que "del
Latín y sólo del Latín, salió el Castellano", y confirmando esta misma
opinión en el Discurso sobre el "Arcaísmo y el neologismo", leído en
la Junta pública que para solemnizar el aniversario de la fundación de
dicho Cuerpo literaiio se celebró el 27 de septiembre de 1863, dice que
"nuestro Castellano es un Latín, si no corrompido, transformado: es
un idioma neo-latino, un Latín nuevo, como lo son sus hermanos los
demás idiomas modernos u hoy hablados en la Europa que fué latina".
Aurelio. — Prosiga usted esa misma cita, que tan de memoria se
sabe, o léala usted: está en el tomo I de las Memorias de la Academia
española, pág. 426.
Antonio. — '"La base del actual castellano fueron los dialectos au-
tóctonos o indígenas, que se hablaban en da Península ibérica."
Aurelio. — ^Lo que sigue no está confirmado por la Historia ni por
la Lingüística.
(i) Impreso en Sevilla en 1548, c. 72.
(2) Impreso en 1530, lib. 4.0
(3) España primitiva, c. 3.°
(4) España vindicada, lib. i.°, c. 6.°
(5) Antigüedades de Cantabria, 1. i, c. 7, cit. 72.
(6) Teatro universal de España.
(7) Anales de Navarra, tít. i.°, c. i, 1. i.
(8) De la antigua lengua de España.
(9) H. E., 1. I, c. 5.
(10) ídem, 1. 4, c. 4.
(11) Tratado de las lenguas de Europa.
(12) El 29 de junio de 1859.
14
214 DIÁLOGOS FAMILIARES
Antonio. — Dice que esos dialectos autóctonos eran "afines todos en-
tre sí y comprendidos bajo la universal denominación de idioma celta
(kelta) o céltico, que los romanos llamaron galo, ibero y celtíbero...".
Aurelio. — Esos mismos nombres dan bien a entender que iberos y
celtas eran razas distintas. Además de que si el galo y el ibero hubie-
ran sido dialectos afines hubieran producido, al mezclarse con el latín
ima misma lengua, o por lo menos dos dialectos semejantísimos, y, por
el contrario, vemos que al unirse con el latín el galo dio el francés
y el ibero dio el castellano.
Antonio. — Dialectos o lenguas muy semejantes.
Aurelio. — Pero más se parecen al francés el portugués y eil galle-
go (i), en la pronunciación sobre todo, que es lo que más distingue las
diversas nacionalidades: porque portugueses, gallegos y galos eran cel-
tas, y los demás españoles eran iberos o celtíberos, o sea mezclados
de entrambos.
La diferencia, pues, del francés y castellano muestra que el ibero
no era dialecto céltico, como lo «ra el francés. Por lo demás, acaba-
mos áe ver que el ibero es el bascuence, pues todas las inscripciones y
nombres geográficos iberos son bascongados, y el bascuence no ha caí-
do en esos valles del Pirineo desde las estrellas, sino que vino por al-
guna parte, donde dejaría sus huellas y se derramaría por toda la Pen-
ínsula, aunque después, acorralado por lenguas advenedizas, haya
quedado arrinconado en esos montes, por aquellos tiempos verdadera-
mente intransitables y selváticos. Pero pase adelante y lea aquí, en la
pág. 432 del Discurso de Monlau: verá usted si no viene a parar a
mi opinión sustentada el otro día, y concedida ya por el mismo Mon-
lau en lo que acabamos de leer.
Antonio. — "El Latín nunca fué vulgar en España."
Aurelio. — ¿Qué tal, don Antonio? Vea usted aquí una razón más,
sobre las que mentamos la otra tarde: lea.
Antonio. — "Si en tres siglos y medio de unidad monárquica, y a
pesar de la centralización administrativa y de la imprenta y dje la mo-
derna facilidad y frecuencia de las comunicaciones, todavía hay en
España diez y seis provincias, por lo menos, y seis millones de habi-
tantes, cuyo idioma vulgar no es el castellano, ¿qué había de suceder
con el latín?... Lo cierto es que del pretorio y de la curia, como del
escritorio de los monasterios y del estudio de los eruditos, no menos
que del roce del pueblo con los soldados de las legiones romanas, fué
descendiendo el latín, más o menos puro, sobre los dialectos indígenas,
acomodándose bastante bien con ellos, puesto que hermanos suyos
(i) Cfr. "Memoria cm que se pretende mostrar que a linpua portugtie-
za nao é filia da latina, ncm esta foi cm tcmiio algum a liiiírua vulgar dos
lusitanos." Francisco de San Luiz, t. XII de las Memorias de la Real Aca-
demia de Ciencias, Lisboa, 1837. Adem.ís Antonio Ribciro dos Sanctos,
Mc-mor. de Liten portug. de la Real Acad. de Cicnc, t. VIII, Lisl)on. 1812;
y José Silvestre Ribciro, t. 1 de sus "Primeiros tragos d'una rcscnha da lit-
tcratura portugueza, Lisboa, 1853.
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO 215
eran los dialectos sobre los cuales se había levantado la admirable fá-
brica del idioma del Lacio."
Aurelio. — Y es cierto que el ibero o bascuence contribuyó a for-
mar la lengua del Lacio, y de alií infinidad de vocablos latinos cuya
etimología es inútil buscar en el Celta, el Pelasgo y en toda la familia
indo-europea, como lo han dicho ya afamados lingüistas (i), etimolo-
gías y vocablos que algún día, Dios mediante, he de juntar y publi-
car para haoer un servicio inestimable al estudio del latín y un favor
muy debido, pues es muy cosa suya, al bascuence.
Antonio. — Pues aquí sigue Monlau diciendo: "Esta fraternidad
lingüística no existía entre el latín y los dialectos bascos y cántabros,
y ved ahí el porqué estos últimos se dejaron encentar apenas su Dic-
cionario, y mantuvieron inalterable su polisintetismo y la Gramática
y su especial método de composición de las palabras. Verdad es que
la dominación romana no fué sólida ni extensa, ni muy duradera en
las provincias vascongadas..."
Aurelio. — 'En los bosques y montes de las provincias nunca estu-
vieron los romanos más que de paso, y por eso quedó allí intacto el
lenguaje ibérico, que en el resto de España se fundió con el latín, dan-
do origen al romance, como creo lo hemos probado suficientemente.
Esos dichosos dialectos, distintos del bascuence, que tanto dan en
-qué entender a Monlau, ya vimos que eran el celta, el griego, el púni-
co, de todos los cuales apenas tomó nada el primitivo romance, porque,
a la verdad, eran lenguas esporádicas anegadas en ei inmenso mar del
lenguaje nacional ibérico, que era el bascuence, el cual predominaba
hasta en las regiones donde la céltica se había superpuesto a la antigua
capa ibérica; así es como se explica que queden tantas huellas o más
del iberismo que dd celtismo en Santander, Asturias, Galicia y Por-
tugal, ya en los dialectos de estas regiones, ya en la toponimia, ya,
en fin, en las costumbres. Los celtas en España, amigo mío, pese a
quien pesare, quedaron fundidos y disueltos en el fondo común ibérico
nacional, no menos que después los godos, y antes los griegos y carta-
gineses: el elemento ibérico siempre flotó sobre esas pequeñas corrien-
tes extrañas y se las incorporó y fundió sin dejar apenas rastros de
ellas fuera de algunos nombres geográficos y de cierta tendencia a la
pronunciación oscura y vaga del francés y de todas las demás len-
guas septentrionales.
Y volviendo a MonJau, vea usted cómo al fin y al cabo viene a
parar a mi explicación del origen del castellano, con tal que por los
dialectos indígenas se entienda siempre el ibero o bascuence, como
debe entenderse, según hemos probado ahora mismo y estos días pa-
sados. Dice así:
"A mi entender, pues, vistos los orígenes del latín, y atendidas su
semejanza léxica y su afinidad gramatical con los dialectos de la
Península ibérica, en la primera formación del castellano hubo más
(i) Cfr. Civiliá Catol, 2 set. 1899 y preced. y siguientes.
ai6 DIÁLOGOS FAMILIARES
bien una incorporación que una corrupción del latín: de los dos idio-
mas se hizo un solo cuerpo, una especie de sociedad comanditaria,
aportando el Latín en ella su cuantioso capital, y el futuro castellano
poniendo principalmente su activa industria. Cual en las sociedades
en comandita de nuestros días, el socio industrial salió mejor librado
que el cajpitalista. Y así debía ser, naturalmente, puesto que para el
suavísimo idioma del Lacio, con toda su pompa y su riqueza, había
sonado la última hora, y para el rudo dialecto celtibérico se iban a
abrir horizontes inmensos de vida, de acción y de fortuna, (i)'' Ya
sabe usted a qué atenerse en eso del "suavísimo idioma del Lacio"
y del "rudo dialecto celtíbero" : los epítetos están trocados. El f one-
tismo basco es lo más natural y suave que puede darse, y el latino
está erizado de miil asperezas : se lo podría probar con sólo leerle
unos trozos de los Discursos filosóficos, de Astarloa; pero basta para
barruntarlo y aun verlo claramente la acción suavizadora y purificadora
que sufrió la ásipera pronunciación latina al pasar por el fino tamiz de
los labios de nuestros antepasados los iberos al formar el romance.
Pero terminemos la lectura : "Enriquecido el naciente castellano
con la herencia latina, continuó la pausada obra de su formación,
resistiendo heroicamente los embates con que fueron a perturbarlo
en su tarea el Germánico en el siglo v^ la dominación bizantina (al
Sur) por los siglos vi y vii, y la ocupación árabe en los siglos viii y
siguientes. Del dócil godo tomó lo más necesario; del bizantino, casi
nada, y del infiel agareno, 5o menos que pudo."
Lo cual, don Antonio, viene en corroboración de mi aserto de que
para cuando vinieron los Godos, nuestro romance estaba ya en dis-
posición de resistir a su empuje, es decir, que era ya un robusto man-
cebo o un hombre de pelo en pecho y de armas tomar : lo cual pudie-
ran tener bien en cuenta los que nos vienen con que el romance na-
ció por los siglos X y XI, o por los viii y ix, o todo lo más por los v
y VI, al fundirse el latín, única lengua vulgar de entonces, según
dicen seriamente, a pesar de todos los Isidoros del mundo, con el godo
victorioso.
Antonio. — Ya va a ser hora de separarnos, y no me ha probado usted
más que la primera iparte de lo que me tenía prometido: que el bas-
cuence fué la lengua que imipuso la mayor parte de los nombres geo-
gráficos de la antigua España, y que, por consiguiente, el cúskera
fué la lengua general de España; falta la segunda: de cómo influyó
el bascuence en la formación del castellano; porque, que influyera,
quedando probado que el castellano nació directamente del choque
del latín con el basciuence, es cosa manifiesta que se cae de su propio
peso.
Aurelio. — En primer lugar, influyó muchísimo el basaicnce, como
(i) Cír. Memorias de ¡a Acadcm. Española, año I, t. I ; Discurso en la
Real Academia el 27 sept. 1863, pág. 432, etc.
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO 217
tisted acaba de ver, en la toponimia, que no deja de ser una parte
del lenguaje.
Antonio. — Pero todos esos nombres son antiguos, quiero decir que
han dejado de ser, hablando en general.
Aurelio.— No me ha dejado usted leerle la lista de Labayru, en
la cual se hallan multitud de nombres geográficos, la mayor parte
no citados por los geógrafos antiguos, que viven hoy día y son en-
teramente bascongados. . .
Antonio. — ¿Qué nombresi son esos?
Aurelio. — Abra usted el primer tomo por la ipág. 718.
Antonio. — ^Lo haré esta noche en mi casa: no es cosa de moles-
tarle más.
Aurelio. — Y puede usted añadir la lectura de infinidad de nom-
hres geográficos repartidos por toda España, como los encontrará
usted en Madoz.
Antonio. — .Buena tarea me manda usted.
Aurelio. — Y otros muchos que aparecen en los documentos lati-
nos de Jos siglos VII, viii^ ix, x, etc., que no son latinos, sino del
romance vulgar y, en su mayor parte, bascongados.
Antonio. — (Léame algunos nombres de ésos, pues confirmarían cla-
ramente que se hablaba el romance por aquellos tiempos.
Aurelio. — ^Aquí en la España Sagrada, tomo 37, pág. 303, etc.,
tenemos los privilegios que otorgó Alfonso el Católico a Santa Ma-
ría de Covadonga, los documentos más antiguos de ía monarquía as-
turiana, años 740, 741. El latín de Avito no es muy recomendable,
liasta el punto de que algunos lo tomarían por castellano de aquella
época. Pero el castellano ya era lengua hecha y derecha, como se ve por
los nombres que aduce, Cova de fonga, Onís, nombre bascongado, termi-
nación -s ordinarísima en la toponimia euskalerriana y Oni, como
Oña, que vale pie en bascuence, o pie de montaña, etc. En el privile-
gio de fundación del monasterio de O'bona por Adelgastro, hijo del
rey Silo, otorgado el 780 leemos: "Concedimus in ipso monaste-
rio Sánete Marie de Ohona per suos términos antiguos, per illo río
qui vadit Ínter Sahadel et villa Luz, et inde ad villam mollem de illa
strada de Patrunel et inde per illa que vadit ad illo castro de Pa^o et
per illa via que vadit ad Petra tecla, et per Petra et deinde per illa
¿trata de Guardia et inde per illa arelia de Bañas; et per illa Braña
de Ordial et per illas mestas de Fresnedo et per Conforquellos, et inde
ad illo rio de Rivilla et ad illo Poso de Trave et per Peña Malore et
per Peña Sarnosa et per illo nioion (mojón) de ínter ambos rios et
per LumhiUas et per Peña de Felgueros et per Fontanel et per illas pe-
ñas ínter Villahíz et Sahadel et ad ¡lio rio, quod prino diximus..." El
firmante Aldergaster Silis. Bascongados son varios nombres, y todoá
los vulgares están en romance adulto y perfecto.
Ohona ya vimos ser bascongado y puede compararlo con Obanos,
Obieta, Obas, Obecurri, Obillos, del país basco. Brañas, voz castellana
derivada del bascuence y compárela con Barañain, Baranbio, Barainca,
mS DIÁLOGOS FAMILIARES
Barandica, Barañano, de la toponimia bascongada. Ordial igualmente
con Ordeña, Ordiifta, Ordorica, Ordoñana, Ordcris, Ordoqui. Lumbi-
llas con Lumhicr de Navarra, Poz-üune, Ilumbe, Ilunzar, con pérdida
de la i- inicial, como en Lumbier. Silis es patronímico, como hijo de
Silo, que es el bascongado zilo, agujero, hoyo. Y note cómo todavía se
entendía el bascuence por Asturias a mediados del siglo viii, puesto
que en vez de su propio nombre firma el hijo de Silo con el derivado
viviente y todavía no hecho apellido, como hoy en día Silic. El nombre
de Gijón en los privilegios de Alfonso el Casto es Gixonem. Sonaba x
como ch francesa, de modo que sonaba guichon-em : ahora bien, gizon-en
vale de hombres y gizon = hombre en bascuence.
Antonio. — Lo que sí llevo advirtiendo ha rato es que, no sé por
qué, pero todos esos niombres geográficos bascongados del Nomenclátor
tienen un dejo y parecido a los de la antigua toponimia ibérica. So-
bre todo el dichoso iri-, ili- me retiñe en los oídos...
Aurelio. — ^Como Iriberri, Iriso, Iroz, Irurc, Irati, Irulegiii, etc.:
¿verdad que parecen nombres de otros tiempos? Otros términos y lu-
gares del documento de Adelgaster son : Baorres : compárelo con
Bao, etc.; Laenes: compárelo con Lainez, Lain, Laida, ipor no aducir
Lañes, y en la Euskalerria Lan, Landibar, Lanz, Lanciego, Landa, Lan~
deta, Langarica, Lantaron, Landaco, Landaburu, Landalde, Landia, La-
nestosa, Landarrain, etc.
Y advierta, repito, el uso del patronímico español en el siglo viir
en Siliz, que no es de escasa importancia.
Antonio. — Godoy y Alcántara ha mostrado que ese patronímico es
latino, no bascongado, como se había repetido ipor los entusiastas dd
eúskera.
Aurelio. — Decirlo, sí que lo dijo; pero no probarlo, y otro día le
demostraré a usted que es bascongado (i) ; por ahora nótelo a media-
dos del siglo IX, el 853, aplicado hasta a las villas y castros: "Per illam
viam de termino de Amaia Roiz, et... términos de Fortiineo et de Vela
et per terminum de Gutiérrez, cum azoreras," dice en la pág. 321.
Bascongados son Amaia, Roiz, Vela y Gutiérrez. Amaia vale fin o
término; hay y hubo entre los iberos la Amaia de los cántabros, donde
su significación estaba muy a propósito; Vela, ¡latinizado por Bcla, lo
tenemos en la Geografía antigua, y ya lo vimos. Gutiérrez, patronímico
de Guti-crre, que suena poco (guti) quemado (erre), esto es socarrado.
Hermo sale en el mismo documento de los cautivos obispos Seve-
rino y Ariulfo del año 853: "Facimus cartulam, nostro vocabulo Sar-
ta Marta de Hermo." Bien sabe usted que hay un Hermúa en Guipúz-
coa y en Álava y Ermúa dos veces en Vizcaya. Y vueilve Brancas por
Brañas del documento de Alfonso el Católico antes visto. Y no le digo
que Suego, y Linio, y Bustos, y Mera, y Loarrio, y Meruego, y Mengor
y otros varios nombres de pueblos son bascongados, porque veo que tie-
ne usted prisa por irse y que no le agradan mucho las etimologías bas-
(i) Ccjador, Tesoro, Silbantes.
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO 2LiJ
congadas : los tiene usted aquí en ilas donaciones de Ordoño I a la igle-
sia de Oviedo el año S57, pág. 323, etc.
Entre los pueblos nombrados en el testamento de Alfonso el Magno,
del año 905, hallo los nombres bascongados Gramoneto por Garamone-
ta, Obrías, Andorga, Kelicnes, Orealiz (y note ell patronímico), Be-
Itina, Bustello, Barcena; entre los del documento de Fruela II, en fa-
vor de San Salvador de Oviedo el año 912: Mañozes, Barca, Braña,
Valle Salceto (iCfr. Salcedo y Salces), Gárgula; y entre los del de Ra-
miro, hijo oe Alfonso III, dell año 926, Zazo, Mian, Velamio, Ovaña,
Margollas, Ola, Leia, Medo, etc., etc. (i). En el Fuero de Burgos del
año 1073: Ambasos, Sobanescas, Vera, Uta, Verrocue, Illas, etc., etc.
Fuera nunca acabar si hubiéramos de traer toda la toponimia española
de la Edad Media.
Antonio. — ^Vaya, don Aurelio, buenas noches, que ya ha oscureci-
do y se está usted desojando. Hasta mañana.
DIALOIGO V
El éuscaro y la fonética y morfología del castellano.
Antonio. — Amigo mío, bien dijo Huxley cuando dijo que "la len-
gua basca era la desesperación de los filólogos". No extrañe que,
desde el otro día que me hizo usted tomar por ella algún interés,
me sienta ya medio desesperado y, por lo menos, turulato.
Aurelio. — Ya la lengua de por sí, según se halla tratada en las
gramáticas conocidas, es casi casi un laberinto. Con El Imposible
vencido logró vencer Larramendi el ipara todos imposible de redac-
tar una gramática bascongada; pero redactóla, tan a la latina, sin
atender al genio originalísimo del bascuence y lo hizo tan ceñida-
mente, que más era un botón que no todo el traje, y aun ese botón, por
el viso al cual nos lo mostró, diríase que no era del traje bascon-
gado. Estudios particulares se han hecho, sobre todo acerca del ver-
bo, y basta recordar a Lardizabar, Campion, Bonaparte; pero la gra-
mática está todavía por hacer, y el verbo, ipor exponer y estudiar.
Recuerdo que mi fino amigo el Barón de..., estando él en la Lega-
ción laustriaca de Beirut y yo estudiando allí lenguas orientales, se
empeñó un día en tomar alguna noticia del bascuence. No era hom-
bre para ahogarse en un vaso de agua: conocía, entre otros idich
mas, el árabe y el japonés. Dile una gramática; mas ai cabo de
una semana devdviómela tan turulato y desesperado como usted. Bien
dicen que el diablo debió de inventar el bascuence.
Pues si se considera en relación con los demás idiomas, el la-
berinto y maraña sube de punto. El eúskera es en la ciencia lingüís-
(i) Esp. Sagr., XXXVII, págs. 314, 330, 348 y sigs.
220 DIÁLOGOS FAMILIARES
tica, como ha dicho un escritor, lo que ■gI ornkorinco en la zoológi-
ca: ambos paradójicos hasta dejarlo de sobra. El bicho australiano
es pato por el pico, foca por las plumas, ictiosauro por el ester-
nón y monoírema por todo lo demás: y el cúskera (parécese a los
idiomas urales en muclias raíces, nombres, números y sufijos, según
Charencey en La langue basque et les idiomes de l'Oural; a los ame-
ricanos, en analogías fonéticas notables, en la encapsulación o en-
chufe, en la derivación y en la numeración quinaria y vigesimal, se-
gún varios autores (i) ; a ellos y a üos semíticos, camiticos, arianos
y turanios, en los pronombres, según Pruner Bey (2) ; al sánskrit, en
gran parte del vocabulario, según Chao; en otros vocablos, al celta,
í>l gaélico, al welsch, según Dom Bullet. Leibnitz y Charencey empa-
réntanlo con el copto (3); Gallatin, con las lenguas del Con^go; D'Ab-
badie (4) y Chao, con el wolof y otras; La Bastide (5) e Iharce de Bi-
dassouet (6), con las semíticas, y lo mismo EJchhoff (7).
Hará unos años leí en un periódico de San Sebastián que un
obispo bascongado escribía desde el Japón diciendo que apenas des-
embarcado allá se entendió con los naturales por el gran parecido del
japonés con el bascuence; y dichos por el estilo se leen de misio-
neros antiguos americanos. Lo cual todo es soñar despiertos, ya que
mayor parecido hay entre el francés y el castellano y cualquiera de
estas dos naciones se queda sin entender jota antes de haber estu-
diado la lengua de la otra.
Si se ha engolfado usted en la lectura de estos y otros autores
que le he ido citando, y ha querido ver claro donde tantos rayos
de luz de tan encontradas procedencias sólo sirven para espesar las
tinieblas, acaso par el fenómeno de las interferencias que llaman,
no me espanto verle tan desesperado y con la cabeza hecha una
grillera: no es para menos. El año 1909 ha llegado hasta a preten-
der probar Edouard Philipon (8) que el bascuence es lengua indo-
europea.
Antonio. — En metiéndose con el bascuence diríase que los escri-
tores más sesudos pierden la cabeza. No digo yo que la haya per-
dido usted, don Aurelio; pero siguiendo su metáfora de las inter-
ferencias, cuanto usted me ha dicho estos días pasados sólo será
uno de tantos rayos de luz, que í)or interferencia quedará neutra-
(i) Eludes jilologlqucs sur quclques langucs sauvagcs de I Amcrique,
par N. O., ancien missionnaire.
(2) Sur la langue des basques, en Bolel. de la Soc. anlropol, iS67._
(3) La langue basque et les idiomes de POural, págs. 145-47- I-cibn.,
Opera omnia, t. V.
(4) Eludes grammalicales sur la langue euskarianc, prólopo.
(5) Diserlalions et noles sur le basque, art. 6, páps. 387-430.
(6) líistoire des Basques ou premiers colons de toule PEurope, Pa-
rís, 1828.
(7) I'arolcllr des laiigues de VEurope el de l'Inde, París, 1836, pág. 13.
(8) Les Jbcres, París, 1909.
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO 221
lizado el día de mañana en cuaaito haya quien nos quiera hacer ver
todo lo contrario.
Aurelio. — 'Luz más luz puede dar oscuridad, cuando soai en todlo
contrarios sus rayos. Si en su cabeza de usted sólo han producido
perturbaeión y tinieblas tantos rayos de luz ha sido por las circuns-
tancias en que se halla respecto del euscarismo. Pero ello no quita
para que los diversos rayos de luz se sumen como luz, la cual, si
no pone en claro lo que esos varios autores pretendían, esto es, el
parentesco particular del eúskera con tal o tal lengua, nos hace a
lo menos entrever que lo tiene de alguna manera con todas ellos,
opinión para mí que pasa a ser doctrina asentada (i).
Humboldt miraba al eúskera como la lengua que mejor había
conservado el espíritu primitivo del humano pensar y decir. Y no
es maravilla, si tenemos en cuenta que es la lengua más antigua de
Europa y que, arrinconada en los valles del Pirineo, nos ha conser-
vado intacto casi su sistema gramatical desde las primeras edadfes
en que el hombre pisó esta parte del mundo.
Antonio. — Pero ¡ qué campo de Agramante ! Los unos — se les
está viendo — rabian y patalean, juran y perjuran que ese malhada-
do bascuence nada puede traernos de provecho para el estudio del
castellano y de los orígenes de nuestra historia patria, que es una
lengua bárbara, sin policía mi cultura, jerigonza,, en fin, de pescado-
res y caseros zafios. Los otros abren un palmo de boca, se hacen
cruces al contemplar la grandiosidad del verbo basco y el menor
calificativo que prodigan a esa dichosa lengua es el de divifia, el
de adámica, el de paradisíaca; amontonan nombres sobre nombres de
la antigua toponimia ibérica; autores sobre autores, desde Escilax de
Carianda hasta Aslarloa, y citas sobre citas. Le repito que estoy hasta
5a coronilla de la cabeza, hasta aquí.
Aurelio. — Calma y sosiego, don Antonio.
Antonio.— *Lo que sí veo a todas luces es que el Nomenclátor
semeja a un esipejo en el cual se reflejan los nombres geográficos
antiguos más extravagantes e inexplicables. Sí, don Aurelio, los ibe-
ros eran bascongados y los bascongados guardají el idioma de los
iberos. Necio sería negarlo, acasO' por no tener que meterse ya de
edad machucha a aprender esa endiablada lengua. Pero tengo ga-
nas de que me diga cómo y en qué el bascuence obró en nuestro
romance, pues yo no veo en él más que latín; y, sin embargo, tam-
poco se me cuece el que aquellos indomables astures, celtíberos y
cántabros hubieran olvidado, de buenas a primeras,, su habla para
ponerse a declinar el musa musae; ellos que, tras dos siglos de lu-
chas, todavía tornaron a romper la coyunda que pesaba sobre sus cue-
llos. La duración del bascuence hasta hoy es testigo sin par de esta
fiera independencia de los españoles hasta para con la civilizacióoi
grecorromana, que no ha acabado de vencerla en veintidós siglos.
(i) J. Cejador, El Lenguaje, Embriogenia, Tesoro.
2í22 DIÁLOGOS FAMILIARES
Aurelio. — Los iberos, don Antonio, si griegos y romanos los lla-
maron bárbaros, todo fueron menos eso: lo están proclamando las
monedas, y monedas de plata y ricamente labrada; lo están dicien-
do los mismos testimonios de los antiguos, en particular aquel de
Estrabón que asegura tener escritos poemas y leyes en verso había
muelles siglos los turdetanos; lo está confesando el alfabeto toda-
vía por descifrar, y, según la última manera de ver, origen de los
alfabetos de Creta y de Grecia y Roma; lo está manifestando su
idioma, sobre todo, ese idioma que aún vive para coco de euscaró-
íobos menguados, que se pasman ponderando la hermosura del la-
tín y del griego y no tienen ojos de lingüista para abarcar la gran-
deza del bascuence ni arrestos para estudiarlo, dando, aunque sea
dos o media docena de higas al diablo que lo inventó. Mi mayor
gusto sería poderle descubrir los tesoros que encierra esta lengua,
si no divina, ni adámica, ni paradisíaca, ni endiablada siquiera, pues-
to que yo me la aprendí sin ser bascongado, por lo menos secu-
lar, prehistórica, primitiva de España y de Europa, madre de mues-
tro romance y que es vergüenza la dejen nuestros eruditas en ma-
nos de bizcaitarras, enemigos de España y desconocedores y falsi-
ficadores del bascuence. Pero ino tenemos por ahora vagar para tan
alta empresa. Doce tomos invirtió en ella mi amigo don Julio Ce-
jador, dejando la obra sin acabar por falta de lectores y de ayu-
das de costa, que aquí se prodigan a otras emipresas menos patrió-
ticas, menos científicas y menos gloriosas. Me contentaré, pues, cooi
insinuarle lo que en esa obra falta, tocando algumos puntos de fo-
nética y morfología castellana, en los que el bascuence ha influido,
dejando el caudal léxico que en ella se estudia fundamental y des-
paciosamente. Y digo insinuar, por ser sobremanera dificultoso tratar
estas materias con quien no conoce el bascuence y tiene su propósito-
bien asentado de favorecer el latín.
Antonio. — ¿Cómo favorecer al latín?
Aurelio. — Sí, porque como el latín y el bascuence tienen unas
mismas raíces, cual puede verlo en el Tesoro^ de Cejador, fácilmen-
te se cae en la garlito en que cayó Mayans de que "se puede ase-
gurar que la mayor parte del bascuense, si se observan bien las raí-
ces de sus vocablos, tienen origen del latín, como lo he observado
en el vocabulario manuscrito que se compuso en el año 1802, el
cual se halla en la Real Biblioteca" (i). ¡Mire que fiarse de un
vocabulario y no teniendo una noticia del bascuence pretender de-
cidir sobre el origen de voces comunes a entrambos idiomas! Y no
es el único que cayó; algunos modernos se han empeñado en traer
del latín todo el vocabulario bascongado, sin conocer a fondo este
idioma, sus raíces y sufijos. Por este procedimiento podrá dejarse
al bascuence sin ni = yo, pues vendrá de nos; sin gu = nosotros.
(i) Or'ifjntcs de la Irvr/ua cspafiola (61). Fl dicho vocabiilaiio lo hizo
un italiano, sigue en la Nacional y no vale gran cosa.
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO 2J^
que vendrá de e-go; sin zu = tu, que vendrá del tu latino o del 3¿>
griego; sin bis = dos veces, que vendrá del bis latino; sin el -tu
del infinitivo, que vendrá del tu-s, -iu-m participial; sin los parti-
cipios en -en -n que se forman en bascuence de toda forma verbal^
que vendrá de la -n de ama-n-s; en fin, sin ninguna raíz, ya que
todas las latinas, como derivadas del bascuence, están en este idio-
ma. Es como si alguno se empeñase en probar que el padre de Na-
podeón Bonaparte fué hijo de su hijo, digo, del famoso Primer Cón-
sul y después Emperador de los franceses, y esto sólo porque dicho
padre era un oscuro corso y dicho Primer Cónsul y después Empe-
rador de los franceses llenó de su nombre los ámbitos del orbe te-
rráqueo. Pero sucede que las que llaman raíces en latín y demás
indo-europeas, son voces vivas en bascuence, donde no hay nada
de leñoso y muerto como en ías demás lenguas, y d que estudie a
fondo todo el caudal léxico de entrambas lenguas quedará pasma-
do de la audacia de tal procedimiento. El estudio de la mitad de él
hecho está en el Tesoro, de Cejador; no hay modo de alegar ya ig-
norancia.
Antonio. — Buceo, don Aurelio: usted está preparando el terre-
no; pero, aunque le alabo su diligencia y buena maña, le dispenso'
de todos esos exordios y preparativos : ¡ al grano !
Aurelio. — Al grano. Supongo me ooncederá que algo influiría el
bascuence en el castellano cuanto a la foiiétioa, pues por ahí se ha
de comenzar.
Antonio. — ¡ Hombre ! Usited dirá : he leído en el Gcrundense del
padre Fita (i) que el bascuence ha comunicado al castellano la cla-
ridad y limpieza de sus vocales; pero nunca he podido entender se-
mejante dicho, y me alegro se me presente esta coyuntura.
Aurelio.— ¿ Conoce usted alguna lengua de Europa cuyo vocalis-
mo sea tan claro y limpio como el del caistellano?
Antonio. — No, por cierto: las lenguas del Norte son oscuras y
ofrecen una multitud de vocales: aun el francés pasa de las cinco úni-
cas del castellano.
Aurelio. — ¿Y el gallego y el portugués y el bable?
Antonio. — 'He aquí una dificultad que no puedo soltar: el bable
con sus ties; el gallego con las mismas, aunque más suavizadas vo-
calizaciones; el portugués con sus finchadas y rotundas oes y con
una multitud de matices vocales, que ellos estiman como una gran
riqueza, todas esas lenguas se parecen más al francés y aun al in-
glés, que no al castellano, por lo menos en la pronunciación. ¿Y cuál'
puede ser la causa?
Aurelio. — ^La explicación está en la línea que trazó Humboldt
dividiendo la Península en dos porciones: céltica, la occidentaJ, e
ibérica, la oriental.
AntO'Nio. — ^Ahora sí que veo el influjo del celta en las unas y el
(i) Pág. 79.
224 DIÁLOGOS FAMILIARES
del ibero o bascongado en las otras. Pero el bascuence ¿no tiene
más que las cinco vocales del castellano?
Aurelio, — Ni una más ni una menos. Y lo más notable es que
son las dos únicas lenguas de Europa que ofrecen un vocalismo tan
«encillo y limpio.
Antonio. — También lo tenía el latín, y sin duda de él tomólo el
castellano.
Aurelio. — No tenía las cinco simples vocales, sino otras varias:
Éf abierta, que tónica dio ie en castellano; e cerrada, que dio e, i;
o abierta, que dio ne; o cerrada, que dio o, w_, que tiraba a i. Los
idiomas indígenas de la romanía todos tenían más de las cinco vo-
cales, excepto el bascuence, y así las neolatinas las tienen todas
menos el castellano. ¿No le suena a francés esta pronunciación bable,
por influjo céltico: les mathematiques?
Antonio. — Así suena en francés.
Aurelio. — Pues oiga: "E baxu'l teyan la muyer de dége é arran-
-caes, qé nó pó de moza, saia d'estameña, xugon d'alepin, refaxu...
alluma el fuebu có forgaxes, tizacó llene, gáduos é cadaues..."
Antonio. — Basta, basta. Pero ¿cómo se escriben esaiS nasales que
se parecen a las del francés, aunque ¡no del todo?
Aurelio. — Con una tilde las indica el autor de Una carta en ha-
ble. Pero oiga usted esta muiñeira gallega...
Antonio. — Déjeme de muiñeiras y de lengua gallega.
Aurelio. — Oiga, pues, lo ahuecado de estos soberbios y magní-
ficos versos:
"Una Hnha lanzando ao ceo profundo,
Por Fernando e Joao reparte o mundo."
Antonio. — Más que de Roma, se oye salir esa voz de Portugal:
no es menester decirlo.
Aurelio. — Tome usted ahora un trozo cualquiera en francés, otro
en gallego, otro en portugués, otro en italiano, otro en castellano,
y hágase cargo de la distribución de las vocales. ¿No observa usted
nada?
Antonio. — Observo lo que todo el mundo; basta tener orejas: eso
es cosa sabida. El francés, el portugués y el gallego suenan oscuro;
entre una nube de es mudas y de profundas y hurañas úcs se nota
algún rayo de luz de esplendentes aes o de chispeantes ics. Además,
y en particular, el portugués hincha entrambas quijadas, como quien
va a soplar en la trompa de la fama; el gallego parece que como
alebronadu pide socorru desde el fondo de una sima; y ei francés
aguza el hocico y habla de nariz como despreciando a los que no
lo son.
Aurelio. — Y del italiano, ¿qué me dice usted?
Antonio. — Lo que todo el mundo sabe: que todos los nombres
terminan en i, como Popopoff ; el italiano, hablando en serio, articula
como damisela que pasa sus blancos y delicados dedos por las cuer-
<ias del harpa: todos son sonidos metálicos y finísimos.
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO 225
Aurelio. — ¿Y el castellano?
Antonio. — No se huaide en das úes, ni se concentra en los soni-
dos nasales, ni vuela colgado al pico de ninguna i; es la lengua que-
mejor combina y armoniza las vocales: de 'aqui su majestad y fran-
queza.
Aurelio. — ^Pues mire un poco la fonética de las lenguas célticas
y la del bascuence, a ver si le dicen algo más de las reglas que allí
están formuladas,
Antonio. — Ninguna gramática, es cierto, habla de estas conclu-
siones fónicas generales; porque para cada cual la más eufónica es
la pronunciación de su propio idioma ; pero yo me supongo que los
bretones y los del país de Gales no tendrán un hablar tan sonoro y
majestuoso como el bascuence que he oído por esos pueblos, sobre
todo en Guipúzcoa.
Aurelio. — ^Efectivamente; en la combinación de vocales, que es
de lo que ahora tratamos, ninguna ilengua de dentro ni de fuera de
Europa puede compararse con el castellano; pero he pasado dema-
siado adelante: el bascuence le gana con creces. Si estas observa-
ciones no prueban, don Antonio, que el vocalismo del castellano se
debe añ basciiience, así como que el del portugués, gallego y francés
se debe al celta y el del italiano al iotacismo, herencia de ítalos y
helenos, es decir, de la raza pelásgica, no tengo más que añadir. Ee
latín dominaba ya la i, no menos que en griego, ail nacer los ro-
mances.
Antonio. — ^Pase, pues, a las consonantes; que en cuanto a las vo-
cales, harto ha probado usted su tesis.
Aurelio. — lEs que aún no he acabado; me queda todavía una ob-
servación general, y luego algunas más particulares sobre el voca-
lismo del castellano. No sólo en la combinación general de las vo-
cales es nuestra lengua un eco de la bascongada, así como lo son
del celta las que del celta nacieron y del latín, sino que en las finales
de los vocablos va a echarlo usted de ver al punto.
Antonio. — iLas finales todos los romances das han tomado del
latín ; ¿ cómo, pues. , . ?
Aurelio. — ^Pero cada cual según su gusto hereditario. ¿No es
verdad que los italianos para el plural han tomado el nominativo
en -i, domini? ¿Y que los franceses, comiéndose las vocales finales,
han conventido, por la pérdida del acento final, muchas terminacio-
nes en e muda? ¿Y que los portugueses finalizan las voces en -o,
los gallegos en -u, los asturianos en -e y en -u, como los gallegos
y franceses, y los castellanos en -a, tomando para ello los plurales
en acusativo, em vez de tomarlos en nominativo, como los italianos?
Antonio. — Así es la verdad. En francés, la sílaba acentuada la-
tina está intacta; pero las sílabas siguientes a la acentuada han des-
aparecido o se han convertido en -e muda, residuo oscuro y vago de
siete desinencias latinas: muse de musa, titile de utilis, cotirbe de
curvus, j'affirme de affirmo, ü affirme de affirmat, temple de tevi—
2126 DIÁLOGOS FAMILIARES
flum, exorde de cxordhim. El que la final sea -í tan a menudo en
italiano, como que sea -e en francés, es, como ha dicho usted mo-
mentos ha, cosa por demás sabida. El portugués no sé cómo se las
arregla; pero deja muy a menudo un eco en -o, que no se despinta.
AuKELio. — Y el castellano, franco por carácter, prefiere la -a final,
que tanto choca a los franceses.
Antonio. — Como nos choca a todos la -o final de toda palabra
bascongada : en esta lengua sí que es de ley general esa -a final.
Aurelio. — ^Es el artículo, que se puede omitir a veces, pero que
de ordinario tiene que emplearse, lo cual ha hecho creer a los ex-
tranjeros que terminaban en -a todas las palabras bascongadas. Ya
ve usted que el bascuence y el castellano van a ia par y separados
de las demás neolatinas.
Antonio. — Es un hecho que no se puede negar, porque esa -a cho-
ca a cualquiera.
Aurelio. — Pues de esa misma tendencia al sonido abierto a se
<iebe la .prótesis de o- meramente eufónica, como en ayantar y ya»t-
tar, ayer = heri, ayuncar == juncal, ayunque = incus, ayuso, etc., etc.
Antonio. — ^A veces dice Diez que es ed artículo arábigo, perdida
la -/ de al.
Aurelio. — Tal es su origen, efectiva memte, en los sustantivos;
pero la tendencia viene del genio indígena; así es que, no sólo des-
aparece la -/ con nombres que comienzan por dental, como en árabe,
sino con otros cualesquiera: ababa, ababol de papaver, abedul de be-
tula, acipres de cyprcsus, acitrón de citrus, alaion, en francés Imton;
alerce = l-arix, arruga = ruga, avispa == vespa, azufre = sulphur,
enano por aciano, de rianus, portugués anao. Igualmente en los ver-
bos, donde no se podía esperar la preposición ad-, como advierte Diez,
y que sólo se halla en nuestra lengua entre todas las neolatinas:
aconsejar, amenaj^ar, arrepentirse, atajar, etc., tendencia común del
habla vulgar castellana.
Antonio. — Es una razón que me satisface, y en la cual no cayó
Diez. Veo que el bascuence vale para algo.
Aurelio. — Para más de lo que algunos creen, aun resipecto sola-
mente de nuestro castellano. No es lo principal el material de los
vocablos, don Antonio, en las lenguas, sino cierto genio y ciertas
tend.cncias que, por hallarse muy hondas, no aparecen a primera vista
y en la sobreliaz, pero que por lo mismo constituyen el alma de las
lenguas, alma que, claro está, no deja de alentar y de organizar toda
el habla, aunque no se Ja vea, y de producir en silencio los efectos
que la caracterizan y le dan su color propio. Al estudio del lenguaje
toca, don Antonio, descubrir esa causa y esa alima por sus efectos,
si no queremos qucdaniios en la corteza y en la superficie de las
lenguas.
Antonio.— Ahondemos, pues, don Aurelio, y saquemos del caste-
llano esa alma bascongada; quiero decir, descubramos su vida y sus
ACERCA DEL EÚSQUEllA Y DEL CASTELLANO 2'<í7
■energías íntimas, que esto valdrá tanto como estudiar nuestra lengua
a fondo. ¿Tiene usted que notar algo acerca de la c?
Aurelio. — Sí ; que en francés e italiano el diptongo ai se hace ie
de ordinario, y en gallego y asturiano, ei, mientras que es exclusivo
•del castellano convertirlo en e\ caballero, enero, primero, beso, lego,
hecho, plegué, quepo, sepa, por iamiariiis, beijo (portugués), Idicus, jeito
(portugués), p'aigue, capio, sapiat. Y añade Diez que la tendencia es
antigua: frc:^nedo, de fraxinetiim {Yep., III, núm. 17, año 780), sen-
dero de semitariiis, mercatero (I, núm. 30). En gallego, ya sabe usted
que a Domingo Ferreiro, si se le dice quie toque la gaita, resiponde
al punto : Non queiro, non queiro.
Antonio. — Y ¿a qué atribuye usted esta excepción del castellano?
Aurelio. — ^Primeramente a que, como descenidientes de iberos, so-
mos muy francos en pronimciar, como eni todo lo demás, y no nos
gustan las medias tintas: ei era sonido vago que tenía el latín, como
advierten los gramáticos, de donde a veces escribían i, a veces e, y
hasta uno de ellos propuso una letra especial para este menester; los
franceses y gallegos ya sabe usted que gustan del crepúsculo; pero
el español o dice i^ o e, o a, y punto redondo. Además, la terminación
-er, sobre todo, reteñía todavía en los oídos de los bascongados, como
muy prppia de su lengua, mientras que la ie no la conocían, así que
la desechamos donde los leoneses, más gallegos que otra cosa, decíaa
•anyello, ca^tiello, poquiello, y en un documento de Castilla del año. 804
{Esp. Sagr., XXVI, 445), flumenciello = italiano fiumicello, Fonte-
cubierta del año 747 {Esp. Sagr., XL, 361).
Antonio. — Pues ¿y los diptongos áe, ái, áo, áu; éa, é¡, éo, éu;
íu; óe, ói, óu; úi, eá; iá, ié, ió, iú; oá; uá, ué, uó, tan comunes en
castellano ?
Aurelio. — Los bascongados no los admiten, excepto ai, au, eu, oi;
ia, io, na, y por eso sue'len pronunciar pie por pié, etc., como es bien
notorio. Perc en castellano nacieron algunos nuevos diptongos necesaria-
mente para alargar la sílaba acentuada, ya que los españoles no estaban
hechos a pronunciar largas ni breves ni todos esos acentos del latín. Y
esto es común a todos los romances (i), y no procede del latín, que no
admitía diptongo alguno, tanto que los antiguos los perdió, haciéndose
ai = ae ^ e, oi = oe =■ e, quedando tan sólo au : por consiguiente,
debe atribuirse el tal fenómeno a la acentuación. Distinguióse, con todo,
el castellano de las demás románicas en allegarse más ail bascuence,
en no admitir todos esos diptongos que usted ha citado. Pues ésos no
son del castellano vulgar, del cual tratamos, sino del erudito. Los dip-
tongos tónicos castellanos vulgares son los bascongados, más éi, ié, ué,
uó, iú, uí.
Pero viniendo ya a las consonantes, bien sabe usted que de las neo-
latinas es nuestra lengua la que menos combinaciones difíciles admite.
Antonio. — Es un hecho : de aquí su limpieza y sonoridad. No admite
(i) Diez, pág. 199.
2l28 DIÁLOGOS FAMILIARES
consonantes dobles, fuera de r, a no ser la n y la c de preposición,
como contúvencia, acceder, y eso que el latín y las demás románicas
admiten otras muchas.
Aurelio. — No admite ningiina consonante doble, como no la admi-
ta el bascongado: son las dos únicas lenguas de Europa que no tienen
consonantes dobles, hecho tan notable como el de las cinco vocales
puras. La r no es doble, es una soüa r fuerte: la ortografía rr es tan
sólo un signo, y así no hace aquí al caso. Cuanto al doblar n y c, es
del castellano erudito, no del vulgar. La Academia Española se empeñó
en escribir dobles consonantes que nadie pronunciaba antes, aun en
voces eruditas, y está emporcando el idioma, pues ya los cultos pro-
nuncian, por ella, connivencia, acceder, etc. Afrentoso parece que lle-
vando el lema de limpiar ed idioma no sepa más que emporcarlo.
Y advierta que en ninguna lengua es tan fuerte la r fuerte, ni aun
en latín lo era, como en castellano y bascuence.
Antonio.— *No puede desconocerse el influjo bascongado en sonido^
que tan particularmente refuerza y matiza nuestra pronunciación. No
hay más que hacerles repetir a franceses, ingleses, alemanes: El perro
de San Roque no tiene rabo, porque Ramón Garriga se lo ha robado,
para verlos contorsionando la boca (para no acabar mmca de decir-
lo bien.
Aurelio. — Así se pronuncian, sin doble consonante alguna, hasta
¡as voces eruditas que las llevan en latín : abad, abreviar, boca, Baco,
adición, boHa, Tibido, Apolo, sumo, cepo, Filipo, grueso, diese, amasar^
disimular, Parnaso, Taso, meter, que en ilas demás .-ománicas tienen
consonante duiplicada.
Tampoco admite el castellano como iniciales los grupos st, se, sp,
al revés del latín, y así dice Marcio en el Diálogo de la lengua: "Urr
donaire he notado en vuestras cartas: que en algunos vocablos no os
contentáis con la e ordinaria que los castellanos añadís en los vocablos
que comienzan en s, sino ponéis otra añadidura con una d; de manera
que habiendo hecho de scabullir, escabullir, y de sperecar, esperczar,
vos hacéis descabullir y despere^ar." A lo que resjponde Valdés: "Ma-
yor donaire es querer ser vos juez en la provincia donde no sabéis
las leyes. ¿No habéis oído decir que cada gallo canta en su muladar?...
y sabed que la gentileza de la kngua castellana, entre las otras cosas,
consiste en que los vocablos sean llenos y enteros; y por esto siempre
me veréis escribir los vocablos con las más letras que pueda... Pienso-
que el primero que comenzó a usar estos vocablos en la lengua cas-
tellana los usó así enteros, como yo los escribo."
Antonio. — ¿Serían los iberos o bascos los primeros que escribie-
ron asi .'
Aurelio. — Tal vez... Lo cierto es que los bascongados nunca pro-
nuncian s- a principio de dicción, sino que añaden c, como los caslella-
nos. Y «n general los españoücs gustamos de vocablos enteros y llenos,
y tanto que les parecen demasiado largos a los franceses: y esto es.
del bascuence, que los tiene tan largos y aun mucho más.
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO 229
Antonio. — ¿I>e modo que el bascuence no admite nunca los grupos
st, se, sp, que admiten las demás lenguas neolatinas, fuera del caste-
llano?
Aurelio. — Jamás los sufre el bascuence, así como ni otros muchos
grupos de consonantes que son permitidos en latín y en las neolati-
nas; pero no en castellano.
Antonio. — Sin embargo, decimos ad-viento, absurdo, ad-jitnto, dad-
me, dad-nos, por necesidad, para que se oigan las preposiciones imidas
al verbo y los personales sufijados al mismo.
Aurelio. — En tales casos se pronuncian de hecho «reparados los per-
sonales y los prefijos; porque de hecho se corta la palabra con nueva
alentada; pero todo eso es del castellano erudito; el romance vulgar
rehuye esos grupos y desecha tales voces. Hasta para evitar los gru-
pos dice daime, dainos, en vez de dadme, dadnos.
Nuestro romance intercala una n a menudo, sobre todo ante sil-
bante o dental: alondra de alauda; mensaje, el message francés; tren-
za, en italiano treccia; mancha de macula. Esta tendencia da sonoridad
y es muy bascongada; así es que en este idioma hay varios sufijos,
como -anza, -enda, -enko, etc., usadísimos.
No menos bascongada es la palatización de I tn U y de n en ñ, siem-
pre que la articulación palatal ofrece ocasión de hacerlo. Así, I -{- I,
del latín, se hace //; ni, ne, se hacen ñ; gallo de gal-Lus, helio de heU
lus, greña de crinea, tina de tinea, señor de seniorem.
Antonio. — ^Así España de Hispania.
Aurelio. — Pero ¿cree usted que los españoles fueron a mendigar
de los romanos el nombre de su propia tierra? Hispania escribieren
a la latina lo que acá sonaba España en labios de españoles. Sino que
como ellos no tenían el sonido ñ, como lo tiene el bascuence, escribié-
ronlo con ni; la aspiración en ese nombre es igualmente obra de ellos.
Por ofrecer ocasión de palatizar la n la articulación, convierte nuestro
romance en ñ los grupos nn, como año de anniim; mn, como daño de
damniim; gn, como puño de pugnum; ng, como plañir de plangere.
Igualmente y por lo mismo palatiza la /, convirtiendo en // los grupos
el, gl, pl, hl, fi, como llave de clavem, llama de flamma; sellar de si{gi)l-
lare, escollo de scop{u)lus, trillar de trib{u)lare, etc.
Antonio. — Y ¿qué tiene que ver el bascuence con todo eso?
Aurelio. — El bascuence y el castellano distínguense del latín y de-
más neolatinas en este matiz palatizador de I y n que escribimos con
// y ñ. Además, sólo en bascuence y en castellano no se sufren todos
esos grupos cacofónicos que admiten el latín y las demás románicas:
nn, mn, gn, ng, el, gl, pl, hl, fl. Ahora usted dirá si estas tendencias
fonéticas se las debe el castellano al bascuence o el bascuence al cas-
tellano.
Y después de todo esto, pásmese usted de que los romanos tuvieran
por bronca y áspera la pronunciación bascongada,
Antonio. — Cada cual halla fácil lo que por costumbre tiene conver-
tido en segunda naturaleza ; pero no hay duda que esos grupos y cuan-
i5
230 DIÁLOGOS FAMILIARES
to hasta ahora llevamos visto acerca del fonetismo muestra palmaria-
mente que eü bascuence tiene la más armoniosa pronunciación de to-
dos los idioinas de Europa, incluso el latín, y después del bascuence,
el castellano. Y no se traía de pronunciación muelle y afeminada, sino
que, al revés, tienen bascuence y castellano el sonido fortísimo de rr,
que no tienen los demás, y los sonidos melodiosos, de niño y de cariño,
U, ñ, sobre todos los otros idiomas y que el latín desconoció ; pero no tiene
grup>os cacofónicos, que no sirven para 'cíi refuerzo ni para la delica-
deza de la expresión sentimental, sino tan sólo para hacer bronca y
cerril la pronunciación sin causa alguna psicológicomusical ded habla.
Los que dicen que el castellano nada debe al bascuence muestran
que no han estudiado a fondo estas lenguas; para no suponer que pa-
decen del mal de la ignorancia lingüística, que prefiero no suponerla
en tan doctos varones. Las gramáticas históricas que se han publicado
últimamente no dicen de todo esto ni una palabra.
Antonio. — A propósito de la n, he visto que en esos libros basCon-
gados que usted tiene se halla m ante b, lo mismo que en latín, a)ii-
hat, etc., como ambo en latín; y el castellano, por el contrario, tiende
a pronunciar simplemente n, y si no que lo diga Valdés : "¿ Qué parecer
es el vuestro acerca de rponer w o n antes de la p y de la b?", le había
preguntado Marcio, y responde él: "Por mi fe tanto en eso nunca seré
muy supersticioso. Bien sé que el latín quiere Ha m, y que, a la verdad,
I>arece que está bien; pero como tío pronuncio sino n, huelgo ser des-
cuidado en esto ; y así por cumplir con la una parte y con la otra,
unas veces escribo n y otras m; y así tanto me da escribir Duro es el
alcacer para zamponas, como zanpoñas, y de la misma manera escri-
bo A pan de quince días, hambre de tres semanas, como hanbrc.'" Lue-
go en esto el bascuence y el Catín van por un lado y el castellano
por otro.
Aurelio. — No van sino el latín por uno y el bascuence y el cas-
tellano por otro. En bascuence nunca suena vi ante b, p, ni se debe es-
cribir, por tanto, sino n; pero los escritores bascongados han que-
rido remedar en esto, como en todo lo demás, la ortografía castellana,
y los gramáticos y doctos castellanos bien sabe usted que escriben m
por n ante b, p, no porque realmente suene m en castellano, sino por-
que así escribieron los latinos. Mateo Alemán dice : "A mi parecer es
más propio a nuestra lengua decir inmortal, enbarazo, inperio, que im-
mobil, embarcación o imperitos. Este uso, este modo de pronunciar y
escrebir quédese para cuyo es, que no es nuestro ni tenemos tal pre-
cepto..." Y Correas. ..."¿por qué la han de mudar compuesta y escri-
birse tampoco, también?" En el Lucidaris de Sancho el Bravo se lee
enbiar, mienbro, cunplir, nonbre, Setienbre. En la Gaya scicncia del de-
Villcna: "La m y la n convienen en son algunas veces en medio de
dicción, así como dioiendo tiempo, que aunque se escribe con m face
son de tí e si lo escribe con n face el mismo son, e por eso algimos lo
escriben con n... según el uso moderno se escribe con wi." En el Vo-
rabulario de Alfonso de Falencia (1490) se hallan inpersonal, sinpatía.
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO 2JI
inpar; en el Arte de fray Pedro de Alcalá (1508), onhros, senblante,
scnbrar, enviar, nonhre, etc. En fin, todos los españoles son testigos de
que suena n ante -m o -b o -p y así se halla escrito desde los más anti-
guos documentos y lo preceptúan los ortografistas, excepto algiin eru-
dito y demasiadamente latino que prefiere seguir el uso del latín al
uso del romance. Y Menéndez Pidal pone m delante de b, p, en la Cró-
nica general, etc., etc., cuando los manuscritos sólo tienen la tilde que
indica nasal, que es n, pues n suele hallarse cuando se escribe la nasal
ante b, p. Eso se llama viciar los manuscritos medievales haciéndoles
decir lo que no quisieron los que los redactaron.
Antonio. — Bien lo sé, y esas quisicosas y otras muchas, tanto de or-
tografía como del resto de la gramática castellana, se deben al prurito
<ie nuestros latinizantes, que atienden al tratar de su lengua, más que
a ella, al latín.
Aurelio. — Y de ese prurito resulta también que los doctos van des-
terrando del lenguaje muchos vocablos por no ser de estirpe latina, sus-
tituyéndolos por otros latinos de nuevo cuño.
Antonio. — Y, sin embargo, esos vocablos desechados son de lo más
castizo que puede darse, y los prefiere el pueblo. Así Valdés mismo dice
que prefiere diligencia a acucia, harto a asaz, abasta a ahonda.
Aurelio. — Y esos suelen ser vocablos antiquísimos, como que son
ibéricos o bascongados los más y no son técnicos traídos por los doc-
tos, sino de rancio significado, de uso casero. Con todo, el mismo Val-
dés se lastima de que se vayan echando en olvido arriscar y apris-
car de aquel adagio: Quien no arrisca, no aprisca, y artero de aquel
otro A escaso señor, artero servidor, y el arregostar de Arregostóse
la vieja a los bledos, ni dejó verdes ni secos; todos ellos de cepa
tan antigua y tan expresivos y castizos, que los más eran del an-
tiguo ibero o bascuence. Pero ya se ve: los doctos estudian en libros
latinos y al escribir en castellano todo lo que no sabe a latín es bajo
y ruin y del vuilgo vil e indocto.
Antonio. — Pues precisamente por ser del vulgo vil e indocto es
más castizo y de casa. También desecha Valdés barajar y prefiere con-
tender.
Aurelio. — j Ja, ja ! ¿ Cuándo ha dicho el pueblo castellano conten-
der y cuándo no ha dicho baraiar, si hay varios proverbios para el
primero, como Citando uno no quiere, dos no barajan, y apuesto a que
no me trae ni uno sólo para el otro vocabllo?
Allá los doctos franceses saquen vocablos del latín a capazadas para
llenar los muchos huecos de su habla popular, que es pobrísima y no
llega a la tercera parte del tesoro llamado hoy lengua francesa; acá
en España nos sobran vocablos rancios y expresivos, no nos hacen falta
esos ripios sacados de los escombros y ruinas del latín, aunque fuera
él edificio pulido y soberbio cuanto queráis. Pero dejémonos de barajar
o baraliar, como antaño se decía en castellano y bascuence, y volva-
mos a nuestra Fonética, que tiempo habrá de tratar de Lexicogra-
fía en otra ocasión.
232 DIÁLOGOS FAMILIARES
Antonio. — Mire, estaba buscando esa cita de Valdés y está aqtiv
y pone {ainda niais, ya que a usted le aphsce faMar en román paladi-
no) último y postrero como mejores voces que cabero y zaguero.
Aurelio. — ¡ Sin duda porque también son bascongados !
Antonio. — Ni tanto ni tan calvo. Don Aurelio, pase que saga la
sea; pero cabero viene de caput o cabeza.
Aurelio. — Viene de cabo, que es lo contrario de la cabeza, y no
digo más, porque aunque yo no ío crea, le diré que es latino, para
no meternos más adentro en la Lexicología.
Antonio. — También da la ipreferencia a cubrir sobre cobijar, aun-
que el refrán diga Quien a buen árbol se arrimu buena sombra le co-
bija; y a gastar sobre cohonder, a haz sobre cara, a fatigado sobre cui-
ta, a buscar sobre catar.
Aurelio. — Además de catar, que no parece venir de captare y de.
bu-scar, todos los desestimados por Valdés son bascongados en su ori-
gen. ¡ Cuidado que tienen mala suerte los términos más castellanos y-
más bascongfados !
Antonio. — Ya le dijo a usted Monlau que los que no llevan el
sello romano envejecen y mueren.
AuREUO. — No porque d castellano ni el pueblo los desechen, como,
él dice, sino porque los doctos, es decir, los que menos apego tienen a
lo de casa por andar siempre fuera, prefieren los latinos, y ¿ qué quiere
usted?, a pesar de los pesares, el vulgo, tarde o temprano, sigue a la.
aristocracia.
Antonio. — Quisiera que me probase que los vocablos dichos por us»
ted de origen bascongado sonlo en realidad.
Aurelio. — Dejemos eso, le repito, para más tarde; si no, no nos
vamos a poder desenredar entre tantas cosas.
Antonio. — También desecha ducho por acostúmbrelo o vezado, y
duelo, y engorrar por tardar, y encentar por partir, y era por año, y...
Aurelio. — Todo eso es bascuence, mo menos que galduda, como-
ya se lo dije el otro día. Pero ¿qué estamos haciendo? Me pone usted
en el disparadero, don Antonio, con traerme palabras bascongadas: se
me va el santo al cielo y pierdo los estribos. ¡ A la Fonética, don An-
tonio, a las consonantes ! ; y no me vuelva usted a tentar.
Antonio. — Volvamos, pues, de Tembleque, y prosiga; pero, por Dios..
esta sola palabra y no más: Romero hito saca zatico. ¿Qué es hitof
¿Vale, como dice Valdés, importuno?
Aurelio. — No lo sé; pero de ser bascongado, eso debe significar.
Antonio. — ¿Pues no se dice hito y ahito por empachado f
Aurelio. — Esos dos valores muestran que hito se debe escribir sin-
h, porque muestran qu'e es bascongado: vale en eúskera sofocar, de
aquí importunar, como cuando decimos: no me sofoque usted más; y
estar empachado, por llegarle a uno el alimcruto hasta aquí..., es decir
que está sofocado.
Pero volvamos a las consonantes, don Antonio, por todos los santosr
y santas de la corte celestial.
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO 2^^
Antonio. — Vuelva usted, pues, cuando quiera; aunque ya está us-
ted en ellas. Ahí tiene usted esa h, que dice usted sobrar en hito.
Aurelio. — Y en haber, que antes siempre se escribió aver. Lo mis-
mo sucedió con 'las demás h latinas que nunca se escribieron en cas-
tellano. Las / latinas tan pronto se ven escritas así con / como con h.
Antonio. — Lo cual pende del prurito de los latinizantes por ate-
nerse a la ortografía latina, como acaba usted de indicar.
Aurelio. — ^Y no sólo la ortografía, sino hasta la pronunciación la-
tina quieren meternos en casa, yendo contra la índole de nuestra len-
gua, que si es hija y debe ser respetuosa, también es ya mayor de
edad y su i inris.
Antonio. — Así creo yo que hay que tomar aquello de Covarrubias:
■"los que son pusilánimes, descuidados y de pecho flaco suelen no pro-
nunciar la h en las dicciones aspiradas, como eno por heno y íimo por
humo^\ En España somos todos de pecho flaco, sin duda, porque nun-
ca ni nadie ha pronunciado la h latina. Eil que mejor refutó a los lati-
no-galicistas fué, como usted sabe, aquel académico de la Española
que, defendiendo Cánovas la aspiración de la h en castellano, dijo: yo
no puedo cohonestar...", y pronunció aspirada la h, es decir, a modo
de y. A la verdad los antiguos nunca escribían la h latina en las voc/s
castellanas, porque no se pronunció nunca dicha h, como creo que no
st prenuncia tal aspiración en bascuence.
Aurelio. — Tampoco se puede negar la antipatía que muestra el
castellano por el sonido /: siempre lo pierde en las palabras latinas:
hierro de ferrum, humo de fiimus, hado de fatum, haba de jaba. Y la
razón de tal antipatía está en que el bascuence ni tiene / alguna, ni
pueden pronunciarla los bascongados, y así dicen praile por fraile.
Antonio. — No le viene al castellano el convertir / en h del bas-
cuence, don Antonio, sino del árabe.
Aurelio. — Está visto que en presentándose dos lenguas con dere-
chos a un fenómeno del castellano, siempre los ha de tener mejores
cualquiera que no sea el bascuence. Pero, veamos esos derechos, a ver
si valen tanto como los de esta lengua. ¿Acaso tiene antipatía el
árabe por el sonido /, don Antonio? Bien sabe usted que no.
Antonio. — ^Cierto que no la tiene; pero oiga usted la autoridad de
Valdés: "Torno a decir que de la pronunciación arábiga le viene a la
castellana el convertir a la / llatina en h." Además, don Aurelio, se
confirma con el dialecto aragonés, en el que debieron influir los ára-
bes ; de él dice el mismo autor : "Hallaréis también una h entre dos ee,
como en leher, veher; pero desto no curéis, porque es vicio de los ara-
goneses, lo cual no permite de ninguna manera la lengua castellana.''
Y con el el dialecto andaluz, que no sólo menudea la h, sino que la es-
cribe y aun refuerza en /, diciendo jinojo por hinojo, jombre por hom-
iré, jóle por ole, jasía por hacía (i).
(i) Es propio de toda España, pero más de los andaluces, el conver-
tir en h que suena casi como / la / latina. (Cfr. Machado, Estudios sobre
Literatura popular. Folk-lore esp., t. V, pág. 46.)
234 DIÁLOGOS FAMILIARES
Aurelio. — Voy a comenzar por donde usted lo ha dejado, y digo que
es cierto qu€ los andaluces, por influjo arábigo tal vez, aunque mu-
chos lo niegan, tienen la tendencia a guturalizar las vocales iniciales
de dicción. Pero esa tendencia es moderna; luego no influyó en manera
alguna en ese cambio de Ja / latina en h. Que sea moderna, es cosa
hoy recibida, pues el sonido español j, en el que se extreman los an-
daluces, no es más antiguo que el siglo xvii ; en el siglo xvi y antes
no lo había, y se pronunciaba 'la ; como la ; del francés jardín.
Antonio. — Esta opinión está hoy dia admitida por todos, y me pa-
rece cierta.
Aurelio. — ^Luego no mudaron los andaluces la / en h, ni influ-
yó en este cambio el árabe por medio de los dialectos andaluz y ara-
gonés. ' I
Además, los andaluces no sólo pronuncian ; donde hay h, sino
aim donde no la hay : luego no fué la tendencia guturalizadora del
árabe la que mudó en h la /. Así dicen \janda salero! por anda.
Antonio. — El pueblo dice jiú tpor fui, juiste por fuiste: aquí tie-
ne usted bien clara la guturalización arábiga transformando a la /.
Aurelio. — ^Eso lo dice el pueblo porque conserva la h aspirada an-
tigua, que viene de / latina y que hoy hemos perdido.
Ya creo que le dije en otra ocasión que sollo en la región ibérica
de España y de Aquitania se perdió la / latina, quedando suavizada
en la aspiración h. No puede darse más clara prueba del influjo del
bascuence, aborrecedor de la /, ya que en el resto de la Romanía la
/ latina se conservó. Y advierta que el sonido de la / es rea;lmente
feo y gatuno, es híbrido de labial y dentail, hace morderse los labios
y suena al ¡fu! de los gatos. Lo cual acaso les parezca a algunos
una niñería, pero no se lo parecerá al que estudie a fondo el len-
guaje huma-no y conozca lo humanó y maravilloso del habla basconga-
da, donde no hay sonidos híbridos, que todos son muy posteriores has-
ta en los más antiguos idiomas. En bascuence no hay la aspiración,
que escribimos con h. Húbola en castellano hasta el siglo xvii; pero
tué como resto de la / (latina. Cuando nace un idioma al choque de
otros dos, nacen en él pronunciaciones que no pertenecían ni al uno
ni al otro, como saben los lingüistas que tratan del idioma inglés, en
el que chocaron el sajón con una lengua neolatina. Así, pues, la as-
piración castellana, que se escribía con h, f, ff, proviene del choque
de la / latina con el fonetismo bascongado, que no sufre la /. No vino
la h del latín, pues ya no sonaba vulgarmente entre los romanos : homo,
honor, sonaban entre el pueblo romano orno, onor. Por eso esa }i lati-
na no la escribían los españoles hasta que los eruditos la pusieron, por
volver ya a deshora a imitar todo lo latino. Por la misma reacción
pronunciaron los latinizantes la /, perdida en romance, y de aquí las
variantes en una misma raíz, como hogar con aspiración y fuego con
/, ahogar y sofocar, fui en erudito y jiií o sea huí en vulgar, fuerte
y fuerte o sea huerte, fuerza y fuerza o hucrza. Que esa / sea erudita^
claramente se ve por esas voces, que el pueblo sigue pronunciando con
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO 235
aspiración), como las pronunciaron todos los españoles antes del si-
glo XVI y aun durante aquel siglo.
Cuanto al dicho de Valdés de que el cambio de / en h se debe a los
árabes, aunque no sea cierto, como hemos visto, tiene algún funda-
mento de verdad y es que a los árabes, sin duda, se debe la inclinación
del pueblo andaluz a la aspiración que hizo riza durante el sigilo xvi,
cuando ya no había árabes en España, pero que habían dejado la ten-
dencia gutural izadora en aquellas partes. Tanto que yo creo que el cam-
bio de la pronunciación de lia antigua x, que sonaba en castellano como
x en portugués, gallego, bable y catalán, o sea como la ch francesa, en
la moderna ; castellana, obra que fué del siglo xvi, cuando ya los
árabes no podían influir, se debe en parte a aquella tendencia gutu-
ralizadora que los árabes dejaron acá. Todo esto y las demás cues-
tiones de ortología histórica del castellano han sido tratadas por Ce-
jador en el primer tomo de La lengua de Cervantes, al cual me re-
mito. Por lo demás, estuvo tan ¡lejos el árabe de hacernos mudar la
/ 'latina en h, o sea j suave, que los mismos árabes tenían el sonido
/ y pasó al castellano en voces arábigas como alfónsigo, taifa, ci-
fra, etc., donde hubiera dado h la. f arábiga. Antes más es de creer
que el sonido / arábigo influyese juntamente con los latinizantes para
la introducción del sonido / en el castellano erudito.
Antonio. — También pasó la / arábiga al castellano convertida en
h en voces como alhóndiga, zanahoria, cahis, hanega o fanega, alca-
haz de kafás, etc.
Aurelio. — ^Lo cuiaJl prueba únicamente que, como tengo dicho, el
castellano rehuye el sonido / y 'lo suaviza en la aspiración h, des-
echando la / en las voces arábigas como en las latinas. Y dispénseme
que le diga que zana-horia significa en bascuence raiz-amarilla (Ce-
jado r. Tesoro, Silbantes).
En vez de / pone a veces eíl castellano una b, como en albarda, si
viene de alfarda. Otro tanto sucedió en Esteban de Stcphanus, golpe
de colaphus, como en bascuence, que siempre se pone p por la / la-
tina, como Felipe por Felipe, picoa por ficus.
Tan lejos estaba nuestro castellano de buscar sonidos guturales,
que los dejaba cuando los hallaba en vocablos arábigos o los suavizaba
al menos. Así bagarino y garbín, en 'Cervantes, por bajan y jarbj o ba-
harl y harbl, si usfied prefiere escribir así el sonido de tales voces arábigas
que llevan la letra -.. Igualmente arrequife de arrehíf, alniallahe por al-
malldja en el Fuero de Molina, hacino por jazín, hamil por jamil, en
los libros alfonsíes de Astronomía,, hurí por jürj, zahareño de tsajra,
etcétera, etc., donde la j que pongo es el j- arábigo.
Aquel dicho de Estrabón, si no me engaño. Beata gens cuiíis vi-
vere bíbere est, sabe usted se dijo de los aquitanos e iberos españo-
les, los cuales jamás distinguieron la z; de la & en la pronunciación.
Ahora bien, todos los romances célticos tienen el sonido dentolabial
V, menos el castellano. ¿iSabe usted por qué?
236 DIÁLOGOS FAMILIARES
Antonio. — 'Por el bascuence, sin duda.
Aurelio. — Comió no tiene / el bascuence, tampoco tiene v, que es
su suave correspondiente : entrambos sonidos son dentolabiailes, híbri-
dos de dos articulaciones. Ig^ualmente desecha entrambos el castellano.
Los iberos eran dichosos, sega'in Estrabón, porque para ellos vivir y
beber, vivere y bibere, eran una misma cosa. Los iberos eran los bas-
congados de entonces, de Aquitania y de toda España, y en esto el
castellano salió a su madre, el bascuence, entre las neolatinas.
Antonio. — Pues yo, contra el uso del pueblo y conformándome con
flos buenos gramáticos, prefiero pronunciar la v distinguiéndola de la &.
Aurelio. — ¿Y cómo la pronuncia usted?
Antonio. — A la francesa, así: volver.
Aurelio. — De modo que prefiere usted, tratándose de castellano,
atenerse al francés? Buen princi(pio ése, por cierto. Le recomiendo el
Baralt, si hace usted estudio de usar galicismos. Es usted un acadé-
mico nato. La gramáitica de la Academia tuvo el descoco de escribir:
"Siendo, en la mayor parte de España, igual, aunque no debiera, la pro-
nunciación de la b y de la v." Bien sabe usted que la Academia se
creó aquí a imitación de la Academia francesa, y es tan afrancesada
en todo y tan antiespañola, que ha introducido en el castellano un sin-
fín de grupos consonantes, que el casitellano desechó siempre, y esto
porque los admite y escribe el francés. Por lo mismo dice que debiera
distinguir el pueblo español la v de la b. Sin duda porque la distingue
el pueblo francés, aunque jamás la distinguó la raza española desde
los iberos o bascongados hasta hoy. La Academia Española nació he-
rrada en la frente con el hierro de la servidumbre de los afrancesados
a Francia.
Yo prefiero, don Antonio, atenerme a lo que hacen e hicieron siem-
pre (i) los españoles, y así escribo basco y bascónos.
Antonio. — ¿Y por qué no vascones, como escribieron los romanos?
Aurelio. — Porque más sabe el loco en su casa que el cuerdo en
la ajena. Porque mejor que los romanos sabemos nosotros nuestra len-
gua. Nosotros pronunciamos bascónos, bascónos pronunciaban los mis-
mos bascones, como lo atestiguó Estrabón y así lo pronuncian ahora,
y cada cual manda en su casa como el rey en sus alcabalas. A pesar,
pues, de que los romanos pronunciaban vascones, los españoles hemos
seguido siempre a los bascongados diciendo bascones, y así lo dice us-
ted mismo, a pesar de su teoría, y así lo dicen los académicos todos,
a pesar de su afrancesamiento. Y yo le pregunto: ¿ha influido en
esto más el latín que el bascuence?
Antonio. — lEs cierto. A pesar de nuestras doctrinas latinizantes y
afrancesadas, instintivamente obramos como descendientes de los ibe-
ros y, quieras que no, todos decimos siempre bascónos a la bascongada,
y nunca vascones a la latina y a la francesa.
Aurelio. — Y luego proclamarán ustedes que el bascucnoc no in-
(1) Cfr. José Jimcno Ajius, Naderías, XVII.
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO 2j7
fluyó nada en el castellano, cuando aun hoy está influyendo en él y
en todos ustedes los anitibascófiíos.
Antonio. — Pero ¿por qué escribieron y pronunciaron con v vas-
cones los romanos, oyendo decir bascones a los indígenas?
Aurelio. — ^Porque las explosivas suaves b, d, g, soii tan suaves en
bascuence y en castellano qiie la b les sonaba como u que hiere a la
a en vascones, a los romanos. No crea usted que pronunciaban la v
como dentolabial, que jamás la pronunciaron, sino como u, delante de
vocal, como la w inglesa. Nuestra b bascongada es tan suave que a
los extraños les suena a w: zvascones. Y aquí tiene usted otro influjo
fonético del bascuence en nuestra lengua y de importancia sin par,
Antonio. — Por eso ios extranjeros, cuando pronuncian la b, la d
y la. g castellana les dan casi el sonido de p, t, c, reforzando nuestras
explosivas suaves.
Aurelio. — Porque en todo el resto de Europa son más fuertes que
en castellano. Lo mismo sucedía en latín respecto del idioma ibérico,
y esto es lo que significa el dicho de Estrabón, que vivere y bibere eran
en la pronunciación aquitana o ibérica, una misma cosa. Como en la-
tín sonaba b más fuertemente, no les ocurrió escribir bascones, sino
vascones, porque v era el sonido más cercano al que oían en labios
de los españoles.
Sievers y otros fonologistas notaron ya este hecho, de que la b
castellana es siempre más o menos espirante y siempre menos explo-
siva que la b francesa. Nuestra b es un término medio entre la b fran-
cesa y la V francesia; se parece a la / bilabial japonesa, aunque es mu-
cho más suave, y los tratadistas la escriben bh, b', porque es realmente
espirante. Y lo es mucho más entre vocales. Por eso Nebrija mandó
escribir bovo, para distinguir las dos b, no porque sonara v como den-
tollabial. I.a Academia hizo tabla rasa de esta diferencia por no en-
tender jota de lingüística y en cambio aconseja se pronuncie como
dentolabial la v. ¡ Tan bajo caímos desde el sapientísimo Nebrija y to-
dos los grandes tratadistas de ortografía castellana del siglo xvi, has-
ta la Academia, que así confunde las cosas, que ignora así los sonidos
verdaderos de 6 y z/ en latín^ en ibero y en castellano, y que quiere que
pronunciemos a la francesa!
Antonio. — O a la valenciana y catalana.
Aurelio. — ^Lo mismo da, que todas son hablas célticas. Lo bochor-
noso es que tratadistas de fama hoy día en el siglo xx en España,
académicos por más señas, ignoren todo 'esto que sabía Nebrija en
el siglo xv^ y sigan poniendo estas cuestiones en tela de juicio. Pero
no lo extraño, porque ni saben latín ni bascuence, ni gramática indo-
europa ni si hubo Sievers o gentes por el estilo en el mundo.
Habrá notado usted que el castellano nunca sufre la m a fin de dic-
ción. Y aun por eso no la sufre delante de p, b, porque ley es, que grie-
gos y latinos notaron, que los sonidos no permitidos a fin de dicción
tampoco se permiten a fin de sílaba. Cosa que parecen ignorar los se-
ñores académicos susodichos o de suso repetidamente nombrados.
238 DIÁLOGOS FAMILIARES
Antonio. — Pues al fin de dicción y de sílaba permite el latín la
m, y está tan encariñado con ella que lleva m final cuando el grie-
go tiene n.
Aurelio. — La tendenoia a oscurecer la n&sal final latina notóla
ya Quintil iano cuando dijo que apenas sonaba, lo cual prueba que
primitivamente esa m final viene de n, que se fué oscureciendo (i).
Pues bien, el castellano no sólo no sigue en ello al latín, sino que
no sufre m final, y sólo permite al fin la n como el griego.
Antonio. — Otra prueba de la limpieza de la pronunciación caste-
llana que evita toda oscuridad.
Aurelio. — Y del influjo del bascuenoe que rechaza toda m final.
Por lo mismo, nunca, ni en bascuence ni en castellano, se hace m la
n delante de p, b.
Antonio. — Pues, segiin todas las trazas, el castellano apenas conser-
va más que aquello que también era común al bascuence. Con todo,
hallo en nuestra lengua el sonido híbrido dentolingual de jsa^ ce, ci, cOy
zUj que no lo tiene el latín. ¿Es bascuence?
Aurelio. — Ya le he dicho que los sonidos híbridos son ajenos al
bascuence y aun al castellano.
Ese sonido y el de la j nacieron en el siglo xvi en nuestra lengua
por un proceso que explicó Cejador de La lengua de Cervantes, t. I,
en la Ortología. Antes había g que "era realmente la ts euskérica, co-
mo todos afirman, por lo cuaá Velasco (1582) pudo decir que no hay
g ni en latín ni en griego, ni en italiano, ni en otra lengua vulgar»
Y adviértase su conservación en E¿paña, si es que sonó igualmente
antes en las demás románicas, porque es otro rasgo de coincidencia
con el fonetisimo euskérico. En las demás románicas, según Musafia,
siempre ci (latino) produjo una insonora, y ti una sonora; en caste-
llano se trataron por un mismo rasero: es otra prueba del horror de
los españoles a la silbante sonora, y de que si 2 fué desdoblamiento del
común sonido español de a, ti latinos, siendo aquel sonido insonoro^
2 fué insonoro también, aunque suave, por ser efecto de las vocales
vecinas. Otra prueba de la insonoridad de la 2 es que en muchos vo-
cablos este sonido proviene del eúskera, donde es insonoro y suave.
En el siglo xv don Enrique de Vilkna, al describir ti sonido 2, no hace
más que describir la 3 insonora euskérica: "E los dientes forman la 2
apretados, zisilando": Ja lengua no se mordía, los dientes estaban
apretados. Esa es la ^ o la ds del eúskera. Y poco antes dice el mis-
mo Cejador: "He notado que el sonido más difícil para los españoles
es la 2 sonora: no hay más que fijarse en los que estudian francés.
Les cuesta horriblemente pronunciar la s de rose, y después de muchos
años se les conoce a la legua a los españoles en el modo de articular di-
cha silbante sonora; y esta dificultad crece en los castellanos y aragone-
ses, el núcleo ibérico principal y más puro. Ahora bien, la pronuncia-
ción es lo que más arraiga en los pueblos y lo que tarde o, para decirlo
(O Cejador, Tesoro, N, Ñ, al fm.
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO 239
mejor, nunca desaparece en ellos enteramente. Cambia un pueblo la len-
gua; pero conserva su pronunciación, o todo lo más, contaminada con
la pronunciación de ila lengua adoptada, produce algunos sonidos mixtos.
Este horror español a las silbantes sonoras contrasta con la facilidad
con que las pronuncian las demás románicas, que es tanto mayor cuan-
to menos participan del iberismo." Bn suma, los sonidos latinos ci, ti,
palatizados en todas las románicas, luego en castellano se silbatizaron
dando los dos sonidos euskéricos ts y s, ambos insonoros, como si el
eúskera hubiera seguido obrando en el castellano; pero desde el si-
glo XVI se fundieron, dando la híbrida ce, ci, z dentolabial moderna.
Antiguamente el sonido actual de la / escribíase x y sonaba como
ch portuguesa y francesa; desde fines del siglo xv^ como ; moderna: y
y, i consonante, ge gi, sonaban primero como la ;" italiana, luego como
la y francesa, y desde fines del siglo xvi, como hoy la j. Total : nues-
tra y de hoy viene de los sonidos antiguos ch francesa y j francesa.
Sin duda, la guturalización arábiga que quedó, entre andaluces sobre
todo, debió de influir no poco, así como la antigua aspiración escrita
con h o /.
Cejador, La lengua de Cervantes, I, pág. 52:
"¿ Será coincidencia fontuita la que presenta la comiparación de las
silbantes euskéricas con las del antiguo castellano?
Sonidos.
Silbante palatizada fuerte.
Silbante palatizada suave.
Silbante explosiva fuerte..
Silbante explosiva suave.
Silbante alveolar
Silbante pura dental ,
Euskera.
Cast. ant.
Cast. mod.
tch
ch
.íi/i
ch
X
y {ge, gi)
ts
5
z {ce, ciy
d^
z
z {ce, ci}
s
s
s
z
g{
coní?, í;
3 {ge, gi)
ye
= 3»^
le
= m; y)
De las seis silbantes antiguas nos hemos quedado con cuatro: dos
intactas, ch y s; dos como efecto de evolución, j de x y g, z de g y 2,
Sin embargo, en el habla se notan dos s y dos j, una fuerte, otra sua-
ve: son (las últimas huellas de los sonidos originarios. Los dos soni-
dos más característicos del castellano, por no tenerlos las demás romá-
nicas, z y j, provienen de la evolución de dos silbantes."
Los españoles no sufrían el grupo es, que los eruditos académicos
nos han hecho pronunciar y que escribimos con x, como en explicar,
examen; en latín era común; en bascuence, insufrible. Así en Xerxes,
Alexandro\ que los romanos pronunciaban con es, los 'españoles
pronunciaban la x como la ch francesa y hoy como j.
Igualmente hallamos x en fajo, antes faxo, de jaseis; peje, antes
fexe, de piscis; Ximena, hoy Jimena, de Scemena, Escemena, Semena:
de modo que x, hoy j, también vino del grupo se, tan latino como ajeno
240 DIÁLOGOS FAMILIARES
al castellano y al bascuence. El sonido de ch francesa de la x antigua
procedió también de íj y aun de s: paxaro, de passcr; carcax, en italia-
no carcasso; xeringa, de syrinx; ximia, Xelanda (Seeland) ; xorgina =
Jorgina, del eúskaro zorghux; Xuarez, de Suárez, del eúskaro. Hoy
Xdanda suena Zelattda o Celanda; Xuarez suena Suárez: esto nos in-
dica que za, zo, zu provienen, lo mismo que la j, de la x an-
tigua, por influjo de las salbantes bascongadas. Y, efectivamen-
te, la mayor parte de los vocablos con z son de origen bas-
congado, y los antiguos ponian casi siempre g donde nosotros pone-
mos z. \''éanse los cuatro tomos de Silbantes del Tesoro, de Cejador,
donde se verá que la mayor parte de los vocablos castellanos que co-
mienzan por z o ch, son de origen euskérico. En esos vocablos quisie-
ra yo ver la maña que se daban los latinizantes para traerlos del latín.
El sistema de silbantes bascongadas que allí se expone es tan acabado
y de tantos matices que al chocar con los sonidos latinos enturbió el
fonetismo silbante castellano, por no admitir nuestra lengua como ni la
bascongada varios grupos latinos. Hemos visto los es y se y ss.
Tampoco admitían el bascuence ni nuestro romance el grupo sce,
sci, ni el ce, ci de la Romanía, palatizado en toda ella, y así se silban-
tizaron a la manera ibérica scientia, sceptro, conoscer, que se escribían
con f y equivalía al ts bascongado.
Así respondía al zain estridente arábigo en aceite = zait; a la C
igualmente estridente del griego en céfiro; a che, chi, que, qui, sibili-
zados, como en cirujano (chirugus), torcer (t arqueo), cinco (quinqué),
acebo (aquifolium) ; a la í palatizada por la i, como en nación (naiio),
Ponce {Pontius) ; a la j latina o arábiga, pronunciada a la ibérica con
mayor estridencia en cenefa, cifra, acicalar; a la st en acipado (stipa-
ius), trance (transitus) ; a sch, cédula {schedida) ; a ge, gi, sibilizados
a la ibérica en arcilla (argill-a), ercer (crigerc), a Oa g italiana en celosía
(gelosia), cenogil {ginocchicllo). El mismo Diez barruntó algo del in-
flujo bascongado cuando dijo: "Diescr Ausprache des lat. s ist auch
dcr Baske sehr geneigt, y cuando añadió que c ante e, i tiene un sonido
parecido a g francesa.
"Pronunciar s como g llámase en español cecear", añade, por fin,
el mismo autor; y al describir el sonido g describe el sonido suave pero
estridente que antes he dicho venir de la z bascongada. Vclasco añade :
"El sonido de la g se forma con la extremidad de la lengua casi mor-
dida de los dientes no apretados." Aquí hallamos, en el casi mordida,
3a razón por qué la g vino a parar en la c actual, que ni la tuvo el
latín ni el bascuence, pero que resultó del choque fónico bascongado
y latino.
Total, X, g, z antiguas y j ce, z modernas proceden de la tendencia
ibérica a la silbante estridente y de la tendencia a evitar ciertos gru-
pos fónicos latinos que no eran propios del bascuence.
Ea z, antiguamente g de ordinario, como en gagal, Caragoga, vcgino,
es de uso muy antiguo y "muy significativo", como dice Diez. Se en-
cuentra ya en el siglo viii, por ej.: en frezncdo (Yep., III, núm. 17,
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO 24I
del año 780), dezimo por diezmo (IV, n. 11), Oza, villa (n. 28), poza-
(fiítens, n. 38), foz (Esp. Sagr., XXVI, 445 del año 804), calzada
{ihid.), plumazos (XL, 400, del año 934). Nació la z, segnin Diez: i,°, del
bascuence, griego, añemán y arábigo, ej. : zaga, zaque, ázimo, zelo,
bautizar, zinco (Al. zink), azafrán, zambra, zorzal, lo cual da bien a
entender que sonaba estridente, como en todas estas lenguas; 2°, de
f, d., con i, como razón, avestruz (avis struthio), cazar (captiare), bazo
{badiusf); 3.°, raras veces de t, d, mayorazgo (maioraticus), juzgo (in-
dico) ; 4.", de ce, ci (che, chi, que, qui), men^'Za, zarcillo (circellus), diez-
mo, arzobispo, bra^zo, lazo; 5.°, de s, que los iberos hicieron más estri-
dente, zandalo, azufre, zugar (sucus), quizá {qui sabe), Corzo (Corsus),
Cádiz {Cades) ; 6°, de st, rezar {recitare) ; 7.°, de se = sk, zambo:
(scambus?) ; 8.°, de ; en zinebro {juniperus). Hoy suena en muchos la-
bios como -z la -d final, Valladoliz, verdaz, etc.
Como puede usted ver, z apenas se distingue en su origen de f (i) y
de ce: todos tres sonidos que han parado en la dentolingual moder-
na ce, ci, o ze, zi; pero cuyo punto de arranque fué la mayor estriden--
cia propia de la silbante ibérica o basicongada y el empeño de evitar
ciertos sonidos latinos extraños al iberismo.
Finalmente, la silbante estridente es tan del gusto del castellano co-
mo del bascongado. Los andaluces, sobre todo, pronuncian la j como z y
la c como s, dice Machado (fdk-lore esp., t. V, pág. 50), mas no con ese-
sonido silbante que tiene la s griega, la s líquida de los latinos o la í que.
pronuncian los madrileños, sino con un sonido especial y propio:
Vente conmigo a mi casa
Y yo le diré a mi madre
Que eres la Virgen de Grasia.
Las lusesita'h que briyan
De noche en er sementerio
Están disiendo a lo'h vivo'h
que se acuerden de lo'h muerto'h.
Esta silbante es la bascongada.
Antonio. — No había visto nunca tan sistematizada esta difícil ma-
teria, ni tan claramente expuesto el origen de estos sonidos como aho-
ra : en verdad que el bascuence le ha hecho ver lo que hasta ahora na-
die había notado.
Y ¿qué me dice usted del poner s por x en excelencia, experiencia^.
como prefiere Valdés?
Aurelio. — Estoy con Valdés. Aunque los latinizantes académicos
nos hayan acostumbrado a escribir y a pronunciar x en estos casos, el>
castellano no lo lleva consigo, por no llevarlo el bascuence. Así, hoy
mismo el pueblo pronuncia dichos vocaMos con s y con s los ha pronun-
ciado siempre, y aun la gente entendida antes de venírsenos esas mo-
das latinas.
Y si no, oiga usted a. Valdés: "Yo siempre la quito (la .r) porque no
(i) Valdés dice: "cedilla, la cual hace que la f valga por
242 DIÁLOGOS FAMILIARES
la pronuncio, y pongo en su lugar s, que es muy aneja a la lengua cas^
tellana. Esto hago con perdón a la lengua latina, porque cuando me
pongo a escribir castellano no es mi intención conformarme con el la-
tín.^* Y como se le hiciese un poco durillo a su interlocutor y dijese:
"¿ Con qué autoridad queréis vos quitar del vocablo latino la x y poner
en su lugar í?", responde muy bien: "¿Qué más autoridad queréis que
el uso de la pronunciación?" Y aún hubiera respondido mejor diciendo
que no se trata de un vocablo latino, que tenga x, sino de un vocablo
castellano que suena s, iporque así voluere priores, es decir los iberos, y
porque cada lengua ya adulta tiene sus derechos, su carácter y su genio.
Y ese carácter y ese genio le viene en esto al castellano del bascuence,
don Antonio, que está muy contento con su s, a pesar de los pesares de
su padre el latín y de sus hermanas las demás neolatinas, que pronun-
cian X por ser de su genio y carácter, y ya sabe usted que genio y
figura. . .
ANTONIO. — Sí, señor, hasta la sepultura se lo llevará el castellano,
heredado de ese bascuence, que tiene la culpa de todo. Pero yo no cejo,
y en el pronunciar experiencia y excelencia me atengo a los doctos.
Aurelio. — Y yo también ; ipero eso no quita el que esos doctos sean
3os que nos hayan traído esa moda latina, como otros dandíes nos traen
las modas parisienses; y no seré yo quien le aconseje se vista el calzón
español antiguo, dejando el parisiense o prosaico pantalón.
En cuajito a la ¿r en digno, magnífico, significar, conoce usted el di-
cho de Valdés: "siempre quito la y y digo sinificar y no significar;
diño y no digno.'"
Antonio. — Tal es, por lo menos, la tendencia del castellano, lo mis-
mo que la c en doto por docto, etc. ; aunque en esto, como eft lo demás,
los eruditos y latinizantes académicos, como usted dice, nos hayan hecho
ir contra el genio de nuestra lengua. EJ pueblo de hecho tiende a qui-
tar la (7 y la c y aun a convertir en s la x de examinar, sexto, extremo,
pronunciando esaminar, sesto, estremo ; y aun los autores del siglo de
oro decían diño, etc., como quería Valdés.
Aurelio. — ^Tiene usted razón que le sobra: eil bascuence, como dice
usted, tiene la culpa, que no admite tales grupos de sonidos, y los bas-
congados difícilmente llegan a pronunciarlos, a no ser a fuerza de re-
flexión y por pasar por gente entendida y bienhablada.
Antonio. — Y es que en todas estas cosas, si no se atiene uno a los
doctos, pasa por rústico y poco culto,
Aurelio. — Todavía tenemos mucho que andar hasta convencemos de
que el pueblo, p>or lo menos la clase media no ilustrada, es la que me-
jor habla y debe dar la ley, y no los que aprenden a hablar en los li-
bros. Quédense éstos con su lengua literaria, que siempre difiere de la
vulgar; pero la vulgar hay que buscarla en el pueblo y en él se halla
el verdadero genio del habla nacional.
Pasando a la g, ya sabe usted que el romance ha suavizado muchas
paladiales fuertes, por ejemplo: graso, de craso; riesgo, de risco; fisga,
•de fiskdn (del godo) ; apesgar, nesga, sesgo, trasgo; salgo, de salió; ten-
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO 24/,
go, de feúco, y Jo mismo la p latina, que la suaviza en b muy a rae-
nudo; ¿sabe usted la causa?
Antonio. — Nunca he podido dar con ella.
Aurelio. — Pues el bascuence de quadragessima ha hecho igual-
mente garizuma; de causa, gauza; de castellmn, gaztelua: mientras los
demás romances siguen al latín, el castellano en esto también se va
con el bascuence.
Lo mismo digo de la ch, en que ha suavizado el castellano los
grupos el, pl, ti, jL ct, It, latinos, porque no los admite el bascuen-
ce: ehabasca, de clava; chanela, de planus; dicho, de dictum; lecho, de
lectiwi; cuchillo, de cultelluvi; mucho, de midtum; techo, de tectuni.
Por la misma razón desecha el castellano la c y la /» en ct, pt:
fruto, de fructus; retar, de rep(u)tare, y soiaviza la í en cí: amad&,
fnadre, salud; y pierde la 6 en oscuro por obsciirus, aunque la Aca-
■demia ha vuelto por los fueros del latín mandando se escriba obs-
curOj por supuesto yendo contra los del castellano, pues todos pro-
tiunciamos sencillamente oscuro, lo mismo que setiembre y no septiem-
bre, suscrición y no subscripción, sustancia y no substancia.
No hay otra razón para todos estos fenómenos más que la Fo-
nética bascongada.
Los escualdunas no pronuncian nunca explosiva con r o I, y así
-dicen apirilla, de aprilis; gtdristinoa, de cristiano; liburua, de libro;
kurutzea, de cruz; poroganza, de probanza; pulunpatu, de plombar.
Otro tanto sucede en castellano y portugués, aunque no siempre; la
tendencia antigua no se puede, por lo menos, desconocer: engarra-
far por engarfar, taragona de draco, caranquejo, en portugués, de
cranc; baraca, de braga; coroga, de croca, en castellano coroza, y co-
ronica por crónica; en portugués, gurumete, de grumete; gurupa, de
grupa; filibote, de flibote.
Antonio. — Todo eso ya lo observó Diez y lo escribió en su Dic-
cionario. Estoy sobremanera admirado, don Aurelio, de cuanto me aca-
ba usted de exponer: la consecuencia es manifiesta y clara a todas
luces. La fonética castellana está calcada en la bascongada, ha to-
mado las palabras latinas euskarizándolas, ha desechado todos los
sonidos latinos ajenos al eúskera, y sólo ha adoptado del latín aque-
llos que había en eúskera, ¡ es admirable !
Aurelio. — ¿ Por aquello da que omne quod recipitur ad modum
recipientis recipitur?
Antonio. — Y lo que más me admira es que ningún autor haya
caído en la cuenta de este hecho, que explica toda la fonética cas-
lellana: ¡es extraño!
Aurelio. — ¿No ve usted que el bascuence estaba aquí arrinco-
nado entre cuatro montañas? ¿Quién había de pensar en que pudie-
ra obrar a distancia?
Antonio. — Es que no obró a distancia, es que el bascuence se
liablaba donde y cuando se formó el romance: cuanto me ha ex-
244 DIÁLOGOS FAMILIARES
puesto usted lo está diciendo a voz en cuello. Pero aún hay otra cosa
que me admira más.
Aurelio. — Y es el tercer punto de admiración, digo, el sexto, pues-
to que se admira usted en castellano.
Antonio. — ¡ Parece increíble que el romance conserve, después de
tantos siglos, la misma pronunciación y acento que la lengua de los
iberos! Es decir: parece increíble que la pronunciación persista tan-
una misma en una raza durante tantos siglos.
Aurelio. — ¿Ha leído usted a Hervás?
Antonio. — Nunca me ha ocurrido tal cosa: ese buen señor, a quien.
tanto he oído alabar por los españoles como fundador de la Filolo-
gía, creo que estará anticuado ya y que para los extranjeros no pa-
recerá tan digno de alabanza.
Aurelio. — ^Permítame que le diga, don Antonio, que está usted
en un solemne error: nadie le ha alabado más que los extranjeros,
y Klaproth y Max Müller han dicho que sus obras son una minaí
inexhausta que nunca se agota.
Antonio. — 'Pero ¿a qué viene ahora Hervás?
Aurelio. — Pues sencillamente a sacarle a usted de su pasmo y ad-
miración: viene a enseñarle a usted lo que usted no se dignó irle
a preguntar. Y no le hago injuria alguna, porque la doctrina que
le va a enseñar ahora es tan nueva, a pesar de estar impresa el'
año 1800 en Madrid después de estarlo en Italia, que ninguno la ha
aprovechado; óigala usted y prepare el séptimo y el octavo puntos
de admiración, que todo se lo merece. Dice así en las páginas 19
y siguientes del tomo I : "Cada lengua matriz en su origen tuvo su.
propia y particular pronunciación de sílabas, la cual dura y se con-
serva sustancialmente invariable en sus dialectos. Este distintivo es
el más característico de las naciones, en las que, a mi parecer, es-
indeleble, aunque tal vez no lo sean algunas personas que hablan
lenguas forasteras. Sucede no pocas veces que personas de buen ta-
lento aprendan a escribir en una lengua forastera tan perfectamente
como los nacionales literatos de ella, por lo que éstos no se distin-
guen nada de aquéllos en los escritos; mas esto rarísima vez sucede-
en el hablar las lenguas forasteras, por lo que en todas las naiciones
los forasteros fácilmente se suelen conocer por el habla o pronun-
ciación."
Antonio. — Es un hecho indiscutible: hay un no sé qué en la pro-
nunciación del que no ha mamado una lengua con la leche, como
suele decirse, que trasciende y lo echa cualquiera de ver.
Aurelio. — Pues bien, don Antonio, los iberos o bascongados, ai"
aprender el latín, conservarían su propio acento y pronunciación,,
como nosotros al aprender el francés.
Antonio. — 'Así es.
Aurelio. — "A mi parecer — prosigue diciendo el padre 1 k-rvás — ,
fic puede establecer, por regila general, que todas las naciones siem-
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO 245
pre conservan sustanicialmente la pronunciación antigua de sus res-
pectivos idiomas primitivos..."
Antonio. — (Esa doctrina, don Aurelio, no la había visto en ningún
autor; pero es más clara que la luz del día por lo que usted me ha
ejqpuesto de la fonética bascongada, conservada admirablemente en
nuestro ramance hace ya veintidós siglos.
Aurelio. — ^Eso mismo dice después Hervás; oiga: "y que la con-
servan (la pronunciación) no solamente aquellas (naciones) que siem-
pre los han hablado o hablan dialectos de ellos..."
Antonio. — 'Como conservan los bascongados de hoy la pronuncia-
ción de los iberos.
Aurelio. — "... mas también las que, habiéndolos abandonado, ha-
blan lenguas forasteras."
Antonio. — iComo la nación esipañola, que, habiendo abandonado el
eúskaro, conserva su pronunciación.
Aurelio. — No se adelante usted, que también Hervás estaba al
tanto del hecho, aunque nadie haya entendido la razón que tenía para
ello. Prosigue diciendo: "Así, el francés, al presente, habla su lengua
forastera (que es dialecto latino) con su pronunciación antigua, que
es la céltica, y el español habla su lengua forastera (que también es
dialecto latino) con su pronunciación antigua^ que es la bascongada.'"
Antonio. — Very well: eso se llama hablar claro y certero. ¿Piensa
usted, don Aurelio, que Hervás hizo el análisis de la fonética caste-
llana como lo acabamos de hacer?
Aurelio.— Xo lo creo; pero muchas cosas se ven así a bulto, y
como por instinto, sin dar en la razón de ello o sin haberse metido
en análisis particulares. Y ahora viene un argumento, que yo le que-
ría formar a usted por mi parte, pero que será mejor encomendemos
a un autor más autorizado que yo. "Supongamos — ^dice el mismo
Hervás — que un vizcaíno montañés, que no supo hablar otra lengua
sino la suya bascongada, y que un francés aprendan a hablar bas-
tante bien la lengua española: el español que les oiga hablarla con
pronunciación algo diversa entre sí, al francés tendrá por extranjero^.
y por nacional suyo al vizcaíno."
Antonio. — Ese es un golpe de mano maestra. Sí, todos esos bas-
congados, que han aprendido el castellano, se ve que son de la misma
raza que nosotros.
Aurelio. — lO sea que nosotros somos de ila misma raza que ellos,
de raza ibérica.
Antonio. — -Y todos los franceses e ingleses, aunque vivan en Es-
paña cuarenta años, siempre serán franceses para todo español, por-
que siempre ganguearán y hablarán de nariz y de morros, con perdón
sea dicho; en una palabra: oscuro y de hocicos.
Aurelio. — "Tendrá a éste (es decir, al vizcaíno) por nacional suyo
si sabe que es forastero o arábigo, y no español, el acento gutural
de las sílabas ja, je, ji, etc., que el vizcaíno pronunciará como ex-
tranjero. Por io contrario, si el francés y el vizcaíno, yendo a Irlan-
16
246 DIÁLOGOS FAMILIARES
da, en que es común y propia la lengua céltica, la aprenden y hablan,
el irlandés tendrá por nacional al francés y por extranjero al viz-
caíno, al observar que aquél la habla con la pronunciación irlandesa
y que éste la habla con la pronunciación forastera."
Antonio. — Excelente argumento contra los que han dicho que el
bascuence era un idioma céltico.
Aurelio. — Y contra los que han preferido decir que era un idioma
ural, o altaico, o semítico, o camita, o japonés, o americano, o yo no
sé qué más. Pero oiga usted mi explicación de la & y de la t^: "Los
vizcaínos, en la. pronunciación de su lengua, usan una letra, que yo
Llamaré b blanda, la cual no es la 6 ni la í^ de la francesa, italia-
na, etc., mas claramente se distingue de éstas. La misma b blanda
usan o tienen los españoles en su lengua; ipor lo que, cuando los
extranjeros les oyen pronunciar estas palabras: bibo, vivo, se con-
funden, no distinguiendo bien su pronunciación ni su significación. En
los ¡países de Francia en que aún se hablan dialectos bascomgados se
usa igualmente la dicha b blanda, y también en los países en que
antes se habló el bascongado y ahora se habla la lengua francesa,
como sucede en Gascuña.
Antonio. — ¿Quién no ha oído a los franceses del Norte criticar
la pronunciación meridional de los departamentos del Sur de Fran-
cia, por ser más abierta y parecerse a la de los españoles?
Aurelio. — Y, en cambio, nunca hemos nosotros criticado a los
españoles, aragoneses y navarros, de junto al Pirineo, de tener la
pronunciación oscura del francés; y eso que en todo lo domas, fuera
ded lenguaje, los franceses influyen en nosotros más que nosotros
en ellos.
Antonio. — Es que nunca los franceses habitaron nuestras provin-
cias del norte, mientras que en las del sur de Francia vivieron iberos
y hoy día viven sus descendientes, los aquitanos, gascones y narbo-
neses, sin contar los basco-franceses.
Aurelio. — De este mismo principio deduce Hervás la razón de la
diferencia que distingue a los gallegos y portugueses por una parte
y a los demás españoles por otra, respecto de la pronunciación. Pero
oiga usted, sobre todo, este párrafo, que debemos aplicar a la for-
mación de la fonética castellana: "En todas las naciones se verifica
el raciocinio siguiente. Los que conservan sus lenguas primitivas, o
hablan dialectos de ellas, deben necesariamente conservar los acentos
vocales con que las empezaron a hablar, y sucesivamente las han ha-
blado por hereditaria tradición y enseñanza en sus respectivas fami-
lias. Las naciones que, habiendo abandonado sus lenguas primitivas,
hablan extranjeras, no empezaron a hablarlas de repente, aprendiendo
instantáneamente sus palabras, artificio gramatical y pronunciación;
mas primeramente recibieron y usaron las palabras forasteras, pro-
nunciándolas con el acento vocal de sus idiomas antiguos, y con el
mismo acento prosiguieron recibiendo y usando las demás palabras,
hasta abandonar sus idiomas antiguos. De este modo, ellas llegaron
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO 247
■a. hablar las lenguas extranjeras, en las que introducen aquellas pro-
nunciaciones nuevas que son muy diferentes de sus antiguas propias."
Yo añado que por esta razón es por lo que nunca desaparece del
todo la pronunciación original de una nación y que, por lo mismo, esta
pronunciación es el carácter más auténtico que muestra la lengua
primitiva de un pueblo, y este carácter creo lo hamos visto, don An-
tonio, en el castellano como derivado del bascuence.
Sigúese el artificio gramatical, quie se introduce después de las pa-
labras, como lo vemos todos los días por los pueblos del país basco, don-
de apenas emplean paflabras que no sean castellanas, y, sin embargo,
no emplean ni un solo sufijo castellano: toda ¡la gramática es bascongada.
Antonio. — ^Los adverbios en -mente los oigo a cada paso.
Aurelio. — 'Tiene usted razón; pero eso no vale nada. El día que
comiencen a usarse los elementos gramaticales castellanos en vez de
los bascongados, como se usan ya las palabras castellanas, murió el
bascuence. Por esta razón, los elementos gramaticales de la lengua
original pasan con menos frecuencia a la nueva lengua admitida que
no la pronunciación. Pero cuando han pasado algunos, es señal de la
gram vitalidad de esa lengua original y de los extraordinarios esfuer-
zos que debió hacer la nueva lengua que logró suplantarla. Algo de
esto tenemos en nuestro romance respecto del bascuence, o, mejor
dicho, en el latín, con lo cual estamos en el segundo punto de nues-
tra disertación.
Antonio. — En este punto sí que no veo yo qué haya tomado el
castellano del bascuence : en la fonética está visto que toda la del
castellano está calcada sobre la del eúskera; pero en la gramática
no veo rastro alguno.
Aurelio. — No espere usted le muestre al castellano tan euskari-
zado en su estructura morfológica como en su fonética, pues en ese
caso nuestra lengua sería en la Morfología más bascongada que la-
tina, lo cual ni es mí pretensión ni lo ha sido de ninguno que estu-
viera en su sano juicio; pero sí que se ha inspirado a veces y ha
conservado algunas huellas del bascuence, que no ha conservado ni
del celta, ni del griego, ni del árabe, ni del godo. Todos los roman-
ces han tomado poco en esta parte de las lenguas indígenas. La razón
es obvia: la estructura de una lengua está de tal manera sistemati-
zada, que no puede dejarse en parte y en parte conservarse; o se
muda enteramente o no se muda en sus puntos esenciales. Ninguna
lengua ha influido en tanto grado morfológicamente, quitado el la-
tín, en ¡os romances, como el árabe influyó en el persa y en el tur-
co. Y, sin embargo, es muy de notar el fenómeno : estas dos lenguas
han admitido algunos elementos morfológicos arábigos sólo en los
vocablos arábigos; de manera que la mitad del turco es turco con su
estructura turca, y la mitad es árabe con su estructura arábiga, y
otro tanto se diga del persa. Lo que nunca hubiera podido suceder
es que la mitad de la estructura flexional fuera árabe y la mitad
turca o persa; que el verbo, por ejemplo, o la declinación fueran
248 DIÁLOGOS FAMILIARES
mitad arábigos, mitad turcos. Y esto tampoco ha podido suceder ea
los romances; todo el verbo y la declinación son latinos, y no podía
menos de ser así.
Con este supuesto, comencemos por los sufijos derivativos: ¿Cuál
de los romances, don Antonio, menudea más la -a final en nombres y
adjetivos ?
Antonio. — Sin duda alguna el castellano y después el italiano; el
francés la oscurece en -e muda.
Esta -a, por ser de la primera decilinación latina, que era del gé-
nero femenino, ha quedado como nota femenina. En italiano, en los
nombres de esa misma declinación, y en rarísimos de la tercera, como
signare^ signara, gigante, giganta; en provenzal, en menos formas
todavía, senhor, femenino dx)ynna y no senhora.
En castellano no sólo reciben -a los de la primera declinación,
sino la mayor iparte de la tercera, y los en -tor, -dor, lo que en nin-
gún otro romance sucede, pues en italiano hacen el femenino en -trice,
de ordinario; en provenzal, en -iritz, empera~irit2, y en francés, en -esse,
-rice, adrice, poétesse. En cambio nosotros decimos huéspeda,, infanta,
leona, cantora, pastora.
Aurelio. — También decimos emperatriz, institutriz.
Antonio. — La primera es excepción y erudita de origen, la segunda
ha venido de Francia y con ella actriz, fregatriz y otros mil nombres
que el castellano rancio hubiera formado en -dora, porque tal es el genio
de nuestro romance.
Aurelio. — Y ¿ de dónde le vino esa tendencia a la -o para extender-
la a casos en que no la admiten ni el latín ni los demás romances?
Antonio. — Ha poco lo insinuó usted : de la -a final de todos los nom-
bres bascongados, por ser o, el artículo.
Aurelio. — Así es; y hasta de neptis hicimos nieta y de nieta saca-
mos nieto, formándose primero el femenino por atracción de la -a,
que reteñía en los oídos bascongados; en cambio el provenzal hizo ne-
bot, fem. nehodo. Hasta los neutros los convertimos en femeninos,
mancebo y manceba, de mancipium, y de suegro dijimos suegra, etc.
Los romances célticos huyen de esa clara -o y la oscurecen en -c
cuando la hallan en latín, sin añadirla a otros temas : les maiematiques,
que dicen en bable.
Antonio. — La tendencia bascongada es manifiesta.
Aurelio. — Sufijo latino -cus, tus, a'crcus, ebrius.
Antonio. — El italiano forma muchos adjetivos y nombres en -eo^
-ea, áureo, igneo; otros en -io, ebrio, siguiendo enteraimente al latín ;
¡os dialectos célticos, etc., huyen de tal sufijo : el francés dice d'or, de-
circ; en válaco no se conoce; en provenzajl, aere, sage, aure y con
ene. El castellano lo ha convertido siempre en -io, -ia, necio, propio,
sabio, ansia, viña.
Aurelio. — También decimos férreo, áureo, etc.
Antonio. — ^Pcro sólo en poesía y en archiculto: -eo pertenece al
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO 249
castellano erudito, no al popular, en el cual hemos de buscar solamen-
te el genio de la lengua.
Aurelio. — 'El bascuence posee este mismo sufijo -ia y no el -ea:
'Cnia-ia == don, arr-ia = piedra, erra-iak = entrañas, de erra =-- ardor,
ikus-ia = visto. Son como formas atributivas en -i, que ya le probé
■ser de origen euskérico, añadiéndose la -a nominal o articulo.
Teniendo, pues, el -in en casa, los iberos no aceptaron el -ea lati-
no, sino la forma conocida -ia.
Antonio. — (Derivados -ia los hay numerosos en castellano e italia-
no, como en Jatín, alegría, falsía, maestría, villanía; en francés en -ie;
pero por angustia, gracia^, envidia, vendimia hace angoisse, grdce, en-
vié, vendange, y por Bohemia, Persia, hace Bohénie, Perse.
Pasemos a otro sufijo: -acus, -acá. Dura en italiano y en castella-
■Jio; en provenzal hace -ac, -aic, -ai; en francés, -ay de -ac, -y de iac:
cloaca, opaco, lecai, savai de lee, sa,evus, vrai, Camhray, Chauvency.
Aurelio. — Es muy natural admitiera el castellano la terminación
~co, -ca, que es tan bascongada.
Antonio, — El mismo Diez mienta los nombres bascongados
en -aga, como Arriaga, Gonzaga, y los en -aia, como arrala, ibaia,
Celctya, Minaya. El sufijo -acá dice que es común en latín para los
-vegetales: pastinaca, portidaca.
Aurelio. — El ibero es «1 que creo contribuyó a formarlos, y por
eso, sin duda, San Isidoro trae hasta arboraca. Naturalmente los iberos
menudearon esta terminación tan suya con la -a femenina y que se
había concretado para los vegetales en latín. Cién-aga de cieno, clara-
mente tiene el sufijo bascongado, de donde en-cenag-ar, cenag-al;
igualmente balár-agas, de baldr-és; ali-aga, horn-aga, hornagu-ear, lu-
ciérn-aga, de lucerna.
¿ A que no sabe usted lo que vale la sílaba me en goslos-me-arf
Antonio. — Como in en golos-in-ear y golos-ina; debe de ser dimi-
nutiva.
Aurelio. — Así es: del eúskaro me, mi, suave y poco. Ras-me-ar, ras-
mia, del eúskaro arras, es raspar suavemente, un poco ; olis-me-ar, co-
mo ol-isc-ar, andar oliendo poco a poco, en todas partes. Y ras-mia
explica ara-mio, una pieza de arar, anda-mio por donde se anda un
poco, pasillo.
Y la n de rebus-n-ar, vos-n-ar, graz-n-ar, espelus-n-ar, cnibad-ur-
nar, tiz-nar, sor-n-a, mas-n-ar, torres-no, rodes-no sólo se explica por
la n diminutiva bascongada,
Y nada digo de los gentilicios españoles en -co, porque en bascuen-
ce es el sufijo que siempre se usa: non-GO sera? = de dónde eres?
Enien-GOA = de allí, Aspeiti-KOA = de Azpeitia o aspeitiano; y así
decimos polaco, austriaco, etc.
Antonio. — También es sufijo latino.
Aurelio, — Pero es más bascongado. En nombres de lugar también
fué sufijo del antiguo galo, Tornacum, de donde el provenzal -ac, Bra-
■gairac, y el francés -ay, Cambray de Camaracum; pero proviene del
250 DIÁLOGOS FAMILIARES
bascuence, donde únicamente vive con la universalidad y libertad pro-
pias de quien está en su casa. El latín forma adjetivos en -icus, como-
hellictis, mod'.CHs; pero no gentilicios en -acus, ordinarios en castella-
no y en bascuence. Por eso adjetivos -ico los hay en todos los roman»-
ces, pero gentilicios en -acus sólo son ordinarios en francés y en es-
pañol. Dícese iíalicus, gallicus; pero solamente como se dice la'icus =
Xaixo; y rusticus; de aquí que no se diga romacus, ni ostiacus, de Roma
y Ostia.
En una palabra: -i-cus viene del -ko bascongado, que se añade en
bascuence a cualquier tema, ya sea -i, ya sea otro cualquiera, y espe-
cialmente con valor de gentilicios; en latín no hay -ko propiamente,
sino -i-ko, uno de los casos particulares del mismo -ko, de modo que
-ako no es latino, y si es francés y castellano, como gentilicio, se debe
al galo y al bascuence.
Además, eü sufijo -cgo, -iego dice el mismo Diez que ni es latino
ni céltico, sino de alguna otra lengua indígena de España: labriego,
palaciego, manchego y el río Mondego, antiguamente Munda^, Castanle-
go, Noriega, Savariego; es, pues, manifiesto el origen ibascongado del
stifijo -ko, -go y de sus derivados.
También los sufijos latinos -ax -acis, -ex -ecis, ix -icis, -ox -ocis^
han formado extensa prole en los romances y son derivaciones del-
-ko, -go.
Antonio. — Pero no exclusivamente en el castellano.
En italiano -ce, como capace, berbice, sordo, veloce; en provenzal
-tz, como fornatz, berbitz; en francés -ce, -che, como tenace, écorce,
pouce, farouche; en castellano -z, como capas, cerviz, atroz, pómez,
etcétera.
Aurelio. — 'El castellano no suele recortar las terminaciones tanto
como los demás romances.
Antonio. — ^Así es, y me extraña que en este sufijo haya reducido
el acusativo -cem, que es de donde suele derivar sus vocablos a la -c,
o sea -z; mientras que el italiano y francés tienen -ce; del provenzal
-tz no hay que admirarse, porque casi siempre se queda con la con-
sonante final del sufijo latino.
Aurelio. — 'Pues la causa de ese hecho que, con razón, le extraña,,
está, si mucho no me engaño, en el bascuence. El sufijo -z ya le dije
otro día que era muy bascongado (i) ; nada más natural que al sibili-
zarse el latino -ce el oído il>érico creyera oír la simple -z, a la que
estaba acostumbrado, y convirtiera, a -ce en -z.
Antonio. — No me descontenta del todo, si tuvieran razón los bas-
cófilos cuando afirman que el patronímico castellano -z viene del
bascuence, pues esto confirmaría su explicación de usted; pero seme-
jante afirmación de los antiguos bascófilos ya no puede sostenerse
desde que salió a luz la obra de Godoy y Alcántara acerca de los
(i) Ccjador, Tesoro. Silbantes.
ACERCA DEL EÚSQUEIL\ Y DEL CASTELLANO 2¡l
apellidos castellanos. Ya nadie se ha atrevido a volver por el bas-
cuence en esta parte.
Aurelio. — Pues si usted me lo permite, y con todo el respeto que
se debe al desenmascarador de los falsos cronicones, yo voy a ser
quien vuelva en esa parte por el bascuence.
Antonio. — 'Los patronímicos españoles en -2 proceden del geniti-
vo latino bárbaro -ci, -si; de Ferrandus, Ferrandizi; de Guter, Guterri-
zi; de Garda, Garciezi; de Munio, Munisi.
Aurelio. — Aserción que merece la pena de probarse, ya que en nin-
gnin otro romance se halla fuera del nuestro y ya que en bascuence
abundan tales pa^tronímicos, como Orti-z, Iñigiie-z, Lari-z, Iturrio-z, Al-
béni-s.
Antonio. — Hállanse tales formas en los documentos antiguos, por
ejemjplo: en el privilegio del año 912, otorgado por Ordoño II al mo-
nasrterio de San Martín, se lee : "Fafila Odorici, Martinus Furtenis, Sa-
racinus Nuñez... G'udesteo Fernandici; Oduario Giintemirici, Gundesin-
tíus Lupelici, Didacus Fradidfici; Sarradnus Munici, Eduarius Guitie-
ricij Muninus Didaci, Didacus Alvitiz, Fredenanus Guntadi."
Aurelio. — 'Ese y otros documentos por el estilo están redactados en
latín; na/da tiene, pues, de extraño el que los nombres castellanos en -s
se hallen latinizados en -zi o -ci: al modo que nuestros latinizantes del
renacimiento hacían de Fernando Fernand.ecins, Fernafvdecii, etc., sin
que tales formas fuesen latinas. Lo cual lo da a entender el mismo do-
cumento, donde hallamos las formas castellanas Núñez, Alvitiz, y el ci-
tado autor que dice : "un privilegio, que debió redactar un notario hcLs-
tante conservador de la tradición latina, según cuidó de ajustar la ma-
yor parte de los patronímicos dentro del molde del genitivo" ; y más
abajo: "Los dos que desafinan (Ni'iñez y Alvitiz) no hay que atribuirlo
a negligencia o insipiencia de copiante, porque era común mezclar la
forma vulgar con la latina^"
Luego la forma vulgar es -z y nunca fué -ci, pues -ci sólo se ha-
lla en documentos latinos, o digamos latinizados, en los cuales, además,
se halla más comúnmente la -z vulgar.
En el privilegio de Alfonso el Católico del año 740, el más antiguo
documento de la monarquía asturiana, tenemos Oni-s; en el del hijo de
Silo del año 780, éste se firma Adelgaster Sili-z; en el fuero de Val-
puesta de Alfonso el Gasto, año 804, hallamos Arias, Didac. Didaz,
Nunno NunnEZ, Tello TéllEZ, Godestio PeidrEZ, Petra Annaíz, Didago
PelaiEZ; en los fueros de Brañosera, año 824, Nimniz, FernándEZ,
Gundisalviz, Assuriz, Valvaldiz, Rodriz, Garseaniz, Fernandiz, Her-
migildiz, Sarraciniz, Sonnsz; del año 853, Amaia Roiz, GutiérvEZ,
etcétera, etc. (i). Cuando me traiga usted formas vulgares en -ci más
antiguas, valdrá su argumento. Pero no hay ni una siquiera
latina en -ci en estos primeros monumentos asturianos, y sólo des-
(i) Cfr. Españ. Sagr., t. XXXVII, y Colecc. de Fuer, municip. de T.
Muñoz.
252 DIÁLOGOS FAMILIARES
pues se ve como latinización de la -z vulgar. Y la mayor parte de
estos apellidos son, además, hascongados, no menos que Menendiz, Mu-
niz, Odoariz, del año 914, y del año 923 Nunniz, Magiiitiz, Vclasquis,
Garciaz, Ermendcs, Albarez, Assuriz, etc., lo cual denota que se for-
maron aun antes de la llegada de Jos romanos a España, y, por lo me-
nos, antes de haberse olvidado el bascuence.
En fin: de Ferraadus nunca pudo formarse Ferrandizi para el ge-
nitivo, sino Ferrandi; ni de Guter, Guterrizi, sino Gutcris; ni de
García, Garciczi, sino Garciae; ni de Munio, Munizi, sino Miinionis, y
de hecho tenemos Fredinandi por genitivo el año 941, y otros en buen
latín, antes y después de esta fecha.
Las foBmas -ci son, pues, latinización de las bascongadas en -z,
de Ferrándcz, Gutiérrez, Garccs, o Garciaz, Munioz, etc., que son las
que se trata de explicar y las únicas que se hallan como vulgares.
Antonio. — Pues ¿por qué no se forman tales patronímicos entre
los bascongados, si son formas de su lengua?
Aurelio. — Vaya si se forman. Los apellidos bascongados don An-
tonio, provienen de nombres geográficos, y de hecho hay multitud
de nombres geográficos en la Euska-lerria con el sufijo -z y multitud
de apellidos tan bascongados como estos nombres geográficos, y mu-
chos de ellos no han penetrado en Castilla. Vayan algunos ejemplos:
Ordtiliz, Biarriz, Alzorriz, Múzquiz, Arzoz, Yarnoz, Olcriz, Soracoiz,
Estenoz, Inos, Muncharaz, Berrios, Bcrriz, Ccloquiz, Aldamiz, Gaute-
guiz, Astragiiiz, Albiz, Lancariz, Bergariz, Sunddiz, Lcvioniz, Frimiz,
Araz, Iraizoz, Zenoz, Aizaroz, Arruiz, Aniz, Almandoz, Oronoz, Le-
caroz, Arrayoz, Bertiz, Oiz, Aoiz, Aspiroz, Aranaz, Iturriotz, Amotz,
S erres, Ahertz, Ilbarrits, Argiñariz, Lerruz, Echalaz, Artáiz, Góniz,
Elcoaz, Ariz, Ziaurriz, Urdiroz, Ihirdoz, Esnoz, Urdiroz, Imizcoz; y
en el país basco-francés Laruns, Tardéis, Idaux, Alos, Ustarroz, Bi-
davgoz, Sorholus, Ossas, etc. ¿Hay muchos nombres geográficos por
el resto de España que lleven ese sufijo patronímico? No: luego es
sufijo bascongado.
Hay más: La mayor parte de los patronímicos castellanos son
bascongados de origen y se emplean hoy como toponímicos en la
Euskalerria; otros pocos latinos están pronunciados a la bascongada.
Antonio. — ¿Qué me dice usted?
Aurelio. — 'Pronuncie a la española el Petras latino.
Antonio. — Pedro.
Aurelio. — Forme el patronímico.
Antonio. — 'No se halla el de Pedro sino el de Peni, que es Pérez,
Periz.
Aurelio. — Esos están formados a la bascongada, pues Pcm es
como se dice Pedro en bascuence.
Antonio. — Perú se decía antiguamente en castellano.
Aurelio. — Lo cual significa que se pronunciaba el castellano a la
bascongada, cosa que no se le debe hacer a usted nueva, según el es-
tudio que hemos hecho ha poco.
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO 253
Nada, don Antonio, Ja mayor parte de los apellidos españoles más
extendidos, más famosos y de más alta alcurnia son bascongados; y
como no creo se deba a que los que los llevaron fueron gentes de las
provincias bascas, que pasaran a Castilla, por lo menos la mayor par-
te, resulta que esos apellidos se impusieron cuando se hablaba bas-
cuence en toda España, que son, por tanto, antiquísimos, ibéricos.
Antonio. — ^Pero insisto en que hoy día no se forman en bascuence
tales patronímicos ; luego no son bascongados.
Aurelio. — Le vuelvo la pelota : hoy din no se forman en caste-
llano tales ipatronímicos ; luego no son castellanos. Ni en la Euska-
lerria ni en Castilla se forman hoy esos patronímicos, ni otra clase
alguna de apellidos. Antiguamente se formaban iprimero como apo-
dos, al modo que se ve en los apellidos de origen castellano: Alcalde,
Alguacil, Merino, Casado, Galeote, Calderón, Cordón, Cano, Blan-
co, etc.
Los patronímicos de raíz bascongada, o los no patronímicos, de los
<juc estos patronímicos salieron, son, en los más antiguos documentos
los más ordinarios, y éstos y los empleados en las provincias bascas
provienen de nombres toponímicos, que se pusieron, naturalmente, cuan-
do se adquirieron u ocuparon los terrenos. Difícilmente cambian los
nombres toponímicos, como usted sabe bien y lo hemos visto por los
nombres geográficos ibéricos, que aún se conservan más o menos
modificados. Esto me induce a creer que esos apellidos son antiquí-
simos, como ya le he dicho; tal vez datan muchos de ellos, como los
g'eográficos, de la primera población y entrada de los iberos o bas-
congados en la península. Hoy mismo hay multitud de nombres de
pueblos y de términos bascpngados en todas las regiones de España,
aunque más o menos alterados. Sería un estudio útil el que se po-
dría hacer recogiéndolos, verificáíidolos y explicándolos por el bas-
cuence. La mayor parte de los pueblos citados en el Apéndice VI
del libro del señor Alcántara, como propios al mismo tiempo^ de ape-
llidos, son también bascongados.
Y note usted, don Antonio, como ya le advertí otro día, que el
nombre Siliz, impuesto aí hijo de Silo, que a su vez es bascongado,
indica que en tiempo de aquel rey se tenía conciencia del valor del
sufijo bascongado z.
Antonio. — El Diccionario dice que silo viene del latín sirus y
del griego oipó-.
Aurelio. — ¿Y usted lo cree..., así..., con sinceridad?
Antonio. — ^No me satisface del todo, si he de decir lo que sien-
to; pero...
Aurelio. — Silo o stdo vale otro tanto en bascuence y además un
ahujero cualquiera, no solo para trigo, sino para cualquier cosa y
aun para nada : el sentido de granero es una concreción del voca-
blo, por guardarse el trigo en hoyos bajo tierra, por lo menos an-
tiguamente entre españoles, aun arates de venir los romanos.
Antonio. — Entonces tiene más derechos el bascuence que no el
254 DIÁLOGOS FAMILIARES
latín ipara reclamarlo por suyo: asi como los tiene el latín más que
el castellano respecto del vocablo volumen, por ejemplo, puesto que
en castellano está concretado a un tomo o libro y en latín vale arro-
llado, sea ello lo que fuere, de volvere = arrollar, en castellana
volver.
Aurelio.— ^Hasta en los comienzos del reino de Navarra tenia
sentido de hijo la -a patronímica, "Est reí García Ennequez priso mu-
Ikr la reina dona Urracha, e oueron un filio, que ouo nomne San-
cho Garceg." Al hijo de García le llamaron Garc-ez. Así se lee en
el Líber Rcgum, el primer libro escrito en castellano.
En el siglo x los burgaleses empleaban no menos el patronímico
añadido al nombre del padre para designar al hijo. Crón. gral., 1906,
pág. 387: ''Et este Fernant Layn ouo un fijo que dixieron Layn
Fernandas. Et este Nunno Layn... ouo en ella un fijo a que dixie-
ron Lajm Nutinec... Este Diago Layn... ouo en ella a Roy Díaz...
Vcrmudo Layn fue padre de Roy Uermud.ez... Et este Fernand Ro-
dríguez fue padre de Pedro Fernandez... Nunno Rasuera ouo un
fijo a que dixieron Gongalo Nunnez... Goncalo Nunnez... ouo en ella
un fijo a que llamaron Fernand Goncalez."
En cuanto a que no se formen hoy ?4pellidos en bascuence, tiene
usted mucha razón añadiendo que tampoco en castellano; hoy sólo
se derivan por nacimiento y herencia, y es una insensatez oponer
semejante dificultad.
Antonio.— 'Y a prcupósito; sí esos apellidos son bascongados y de
tan vieja cepa, como ha probado usted, ¿no le parece, don Aurelio,
que el no tener en cuenta al bascuence, tratándose de un Ensayo de
apellidos castellanos, merece criticarse?
Aurelio. — No es, por Jo menos, muy digno de loa, pueso que,
según acabamos de ver, esos apellidos bascongados deben ser anti-
quísimos, y...
Antonio. — ^A la verdad que no entiendo cómo el señor Godoy y
Alcántara estampase esta advertencia en su libro: "Los apellidos
vascuences se hallan fuera de los límites asignados por el tema aca-
démico. Sería de desear que persona competente en tan peregrino
idioma hiciera ese estudio objeto de trabajo especial, dado que no
puede tomarse en serio el publicado por Hervás en su Catálogo de
las lenguas.^'
Aurelio. — Ya ve usted que el mismo autor da a entender que no
sabe bascuence. ¿Qué le va usted, pues, a exigir?
Antonio. — Que ¿qué le voy a exigir? Pues que no escriba de lo
que no entiende. Sí se ponía a explicar los patronímicos en -z, y cier-
to es punto que está dentro de los límites del tema académico, de-
bía saber discutir la opinión de los que han dicho que eran bascon-
gados, y para ello debía conocer el bascuence y valerse de él, lo mis-
mo que se vale del latín, pues hay más apellidos castellanos deri-
vados de aquella lengua que no de esta última. Además, para sen-
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO 235
tenciar acerca de lo que Hervás dijo de los apellidos bascongados
es menester conocer el bascuence.
Aurelio. — Ya le tengo dicho repetidas veces que para muchos
eruditos el bascuence es como si no fuera en el mundo: y para el
que no entiende esta lengua son inútiles cuantas etimologías se trai-
gan, ya explicando la geografía ibérica, ya los apellidos castellanos,
ya los muchos vocablos 'bascongados de nuestra lengua. Así no es
de admirar que prefieran ir a buscar etimologías a miles de leguas,
teniéndolas en casa.
Antonio. — Tiene usted muchísima razón. ¿Quién se persuadirá de
que Osoriz, Odari", Muñiz, Muñoz, Belaz, Méndez, Arias, Ibáñes,
Gustios y otros muchos, que el autor aduce de antiguos documentos,
traen esta forma -z del supuesto -zí latino, cuando los tenemos como ■
de casa en el país bascongado y se oyen en cada valle y en cada ca-
serío ?
Aurelio. — Y son, añada usted, tan euskéricos como Jos siguientes,
que trae el mismo erudito autor, sin que, por desgracia, le ocurra acu-
dir al eúskera para preguntarle si los explica algo mejor que el latín :
Barta, Labarta, Gucreña, Guereñu, Urueña o Ureña^ Ubeda, Gánda-
ra, Bastí, Bastan y Bazán, Abasca y Abascal, Alaiza, Ariza, Arbizu,
Asso o Azo, Escayola, Eguilaz, Oria, Berceo, Goma o Giima y Gó-
mez y Go^nara, Goya, Laín y Laínez, Ordiiño, Orobio, Silo y Siles,
Tello y Téllez, Belarde o Velarde, Ibenegas, de donde Venegas, Fa-
negas, Zurbano, Arriaza, Belasco o Blanco, Ozórez, Ansures, Gustios,
Alba; Bela, con sus infinitos derivados ; García, con otros tantos, Mii-
nio, con no menos, y... etc., etc.
Antonio. — ¿ Qué hace el señor Arana Sabin que no continúa su
obra de a^pellidos bascongados?
Aurelio. — iGrandioso es el plan, y Dios quiera que lo lleve a
cabo (i) ; entre tanto, nos contentaremos con la Colección alfabética de ■
apellidos bascongad,os de J. F, Irigoyen. Pero dejémoinos ya de ape-
llidos.
Antonio. — ¿Es cierto lo que leo aquí, en el librito de Alcántara,.
que *'los bascos tienen para expresar la filiación la terminación -ana,
y más comúnmente -cna, como Lorcnzana o Laurencena, Pedrorena,
Juanena, Michclena, Cristobalena, Carlosenat'' Parece que con esto
da a entender que el patronímico -z no es bascongado, pues al tratar
de él ni mienta siquiera al bascuence, sacándolo sin más del genitivo
latino.
Aurelio. — -ena indica hijo d.e, y es la -n posesiva; -z vale des-
cendiente : ambos son bascongados, y no aplaudo al autor por haber
pasado en silencio la opinión de los bascófilos acerca del origen bas-
congado de los patronímicos castellanos en -z: creo que, por ío menos,
esos bascófilos merecían el honor de una refutación, que se echa aquí
menos.
(i) Esto se escribió ha bastante tiempo.
256 DIÁLOGOS FAMIUARES
Antonio. — Otra observación, don Aurelio: el señor Alcántara dice:
""Hízose de Ferrandus Ferrandizi... Alguna vez la -í final se con-
vierte en -e, o en -a, o en -o, y hace Gomace, Garcesa, Bclaza, Gomi-
zo, Fcrrazo. Formas indecisas, en que fluctuó el patronímico hasta
muy adelantada la Edad Media, si bien pronto se despojó de la vocal
final en los que afectan regirse por la segunda declinación, quedando
de ellos muy contados ejemplares, tales como Señante, Sesnande, Magi-
de, Erice, Aparici, Asscnsi. Notarios y cancilleres pertinaces conserva-
ban todavía esta desinencia cuando hacía largo tiempo que la había
abolido el uso y reemplazado por la consonante que precedía a la vocal
suprimida. Entre estas consonantes la z acabó ipor anular y absorber
a sus dos menos suaves rivales s y ^" ; No le p:irece a usted que
quiere decir que la forma -z es posterior en los documentos a la -si,
-ci, -ce, -za, -zo, y que sólo se halla muy tarde?
AuuELJO. — Así parece, y con tal argumento tendría., es cierto, pro-
bada su tesis; pero ya le he dicho que en los primeros monumentos
no sólo no sucede lo que parece dar a entender este autor, sino que,
al revés, no se encuentra ni -zi, ni -ci, ni -za, ni -zo, y sí solamente
-z, como hemos vasto en los documentos revisados, de los que he ci-
tado todos los patronímicos.
Antonio. — ¿Pero, desipués, al menos, hay -ci, -zi, etc.?
Aurelio. — ^Cuando así lo asegura e'l autor dicho, verdad será, y
ya le he advertido que nada tendría de extraño hubiesen latinizado
los apellidos en -z, de modo que de Fernández hubieran hecho Fer-
nand£ci por Fernandecii: así, aunque hasta el año 898 no los he vis-
to, en este año tenemos en la donación de Ordoño al monasterio de
San Pedro de Montes, Lnpici, Fornenici, al lado de 13 apellidos en
-z, y al lado de Lupi.
Antonio, — Pues eso da a entender que -z era la forma ordina-
ria y vulgar, y que esos dos nombres vienen de Lupicns y Forneni-
cus, como Didaci viene de Didacus; de manera que este -ci nada tie-
ne que ver con la -z patronímica.
Aurelio. — Quizás sea así; pero lo cierto es que sólo -z apa-
rece en los documentos más antiguos y que en los siglos ix y x son
numerosísimos, mientras que los -ci, o son de los que se explican
como dice usted, o son latinizaciones de los en -z, si es que los hay,
que no serán muchos.
Antonio. — Pues el autor no trae otros ejemplos para el reino de
Asturias y León, fuera del antes visto, redactado por aquel "'nota-
rio bastante conservador de la tradición latina", y entre los deriva-
dos de Pelayo, que son 23, según el mismo Alcántara, no se halla
PeUiezi o Pelaeci.
Aurelio. — En materia de antiguallas repito que me atengo al
gran impugnador de los falsos cronicones; a mí básteme haber pro-
bado que el patronímico castellano -z proviene del bascuence. En
pleno siglo XII el faimoso arzobispo de Santiago don Diego Gclmí-
itz dio en la pedantería de helenizar los patronímicos, haciendo Pe-
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO 2^y
lagidcs^ Adcfonsiad.es, Suarides, Numides, etc., en io cual le s-guie--
ron sabré todo los tabeliones gallegos, que se las querían echar de
cultos: ¡qué exitraño es dieran otros en latinizarlos, dándoles la ter-
minación latino-^hárhara -ci, -si!
Para terminar, pues, esta cuestión, lea usted este párrafo de la
Gramática de la Academia, pág. 31, por donde verá que me he que-
dado corto en mis aserciones, pues, según aquella respetable (o que
debiera serlo) y poco respetada Corporación, el apellido bascongado
se ihalla ya en el siglo i o a lo más en el 11 :
"La lápida de un monumento sepulcral celto-hispano, escrita en
caracteres e idioma latinos, hacia el siglo ion tal vez, y hallada
cerca del río Coa, en Valdelobo, provincia de Beira, en Portugal,
ofrece ya íntegra una de las formas de nuestro apellido castellano..
Dice así: ^'Quintas Modestis, a{nnorum) xxv, Placidia Modestis, a(n-
norum) xiii; Boudica Slaccis (hic sití sunt). Modestiis Cirtiatiss
liheris, uxori, sihiese (fociendum curavit)." "Quinto Modestis (el de
Modesto), en edad de 25 años; Placidia Modestis (la de Modesto),
muerta a los 13; Boúdica EsJacis (la de Eslaco), yacen aqui. Mo-
desto Cirtiatiz (hijo o descendiente de Cirtiato) erigió este monu-
mento pra sus hijos, para su mujer y también para sí."
"Qaro y evidente resulta aquí el sistema de tomar apellido los
hijos, derivándole del nombre ¡paterno, en la forma gramatical anti-
quísima celto-hispana."
Dijera ibero-hispana, y hubiera acertado.
Pero pasemos adelante. El sufijo -cJio, tan vulgar como expre-
sivo, en dídsa-cho, agiiadu-cho, bi-cho, mucha-cho o mocha-cha, de
mocho; delgadu-cho, salchu-cho o revoltijo en Aragón, de salsa; ten-
du-cho, papelu-cho, etc., es basco^ngado y, cono en eúskera, tiene en
castellano el doble valor de diminutivo y de aumentativo.
En eúskera -cha, -chu, lo mismo que -cha, -che, indica multitud
propiamente, y de aquí el valor peyorativo en castellano, más bien,
que el aumentativo, por significarse algo de muy común y vulgar:..
odol-chu = sangriento, ule-chu = velloso, indar-chu = forzudo.
También indican disminución todos los sufijos en -cho, -chu, -cha,,
-che, -chi: ar-chu = cordero, o sea carnerito; era-cho = módido,
zábal-chu == anchito, mutil-cho = mocito, etc.
Antonio. — ^¿Y cómo se compagina esa antinomia de expresarse-
por un mismo sufijo Jo grande y lo pequeño, lo aumentado y lo
disminuido?
Aurelio. — Del genio del eúskera tomó el castellano esa al pare-
cer antinomia, y el eúskera se la explicará a usted perfectamente.
Para los españoles, como para los euscaldunas, Jos diminutivos son
intensivos: decimos quedito y quietecito, chupadito, corriendico, bo-
nitamente, ¡qué mocito!, por muy quedo, etc. Nada de esto hay en
latín.
Tal paradoja se explica advirtiendo que la disminución de lo que
se parte da por otro lado multitud de partes divididas: corriendito,.
258 DIÁLOGOS FAMILIARES
parece ser un correr a pequeños pasitos; pero por lo mismo más me-
nudeados y frecuentes, más viemidos, término que lo explica todo,
pues significaaido etimológicamente pequeños, lo empleamios también
por frecuentes y muchos en número, lo mismo que a menudo, me-
nudear. Igualmente parlanchín, a pesar y aun por lo mismo que es
diminutivo, indica el que habla más y más de prisa que el simple
hablador; aquí mismito determina más el lugar que aquí mismo.
También viene del genio bascongado el emplearse la forma di-
minutiva con los demostrativos, adverbios, participios, gerundios, nom-
bres, etc., lo cual es propio y casi exclusivo del castellano y del
bascuence.
Por más que se empleen palabras latinas, el genio y el alma del
castellano es el del habla indígena de los españoles.
Antonio. — Ese modo de ver es muy sutil y profundo, don Au-
relio.
Aurelio. — Pero no es, con todo eso, menos cierto, y se lo haré
ver en otro ejemplo, de los muchos que prueban que el castellano
está vaciado en la turquesa fnental del bascuence, quiero decir, que
al formar el romance los antiguos bascongados no podían menos de
seguir pensando medio en bascuence.
En esta lengua hay dos sufijos que expresan la naturaleza de
los seres: el uno, -tasun, expresivo de la naturaleza propia; el otro,
-keri, expresivo de la atribución que se hace de la naturaleza pro-
pia de un ser a otro, que tío le es naturaJ, sino que metafóricamente
se le atribuye ila calidad viciosa parecida a esa naturídeza.
Por ejemplo, oilo-tasun es la naturaleza propia de la gallina, la
gallincidad, si usted me lo permite; pero cuando un hombre es co-
barde como una gallina, se le atribuye el oilo-keria, y en castellano
¡e llamamos un gallina; oilar-keri es el orgullo, propio del gallo, atri-
buido a otro, que no es gallo por naturaleza, pero que es orgulloso
como éfl, y nosotros decimos que gallea. Azeri-keri es el dolo propio
del azeri = zorro, y así decimos de uno que es un zorro, un rapo-
so, zorruno, que hace zorrerías. Asta-keri = estupidez, propia del
asno o asto, loi-keri = lujuria,, vicio lodoso (loi) y pegajoso, laban-
keri = ligereza de carácter (resbaladizo), andi-tasun = grandeza
natural y propia, andi-keri == altanería, grandeza postiza y no na-
tural, zapo-keri = vileza, propia del sapo, etc.
En castellano tenemos todas estas pintorescas metáforas tomadas
del natural, de Jos animales, sobre todo, para expresar y pintar los
vicios: decimos a uno que es un bruto; la brutalidad == abere-keri,
no le conviene naturalmente, pero sí por sus cualidades, parecidas
a las de los brutos. De aquí el entigrecerse y enserpentarse de Que-
vedo, por airarse y enfurecerse uno como un tigre y una .serpiente ;
el atorarse, como toro ; el amoscarse y ser mosqueado, como mosca ;
el endragonarse y enviperarse de furor y saña; el encapricharse y
tener caprichos, siendo como cabra en el prurito de la novedad, sal-
tando de acá para allá; el atortolarsc como una tórtola; el achi-
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO 25O
■charrarse como las chicharras o cigarras; el aburrirse como un bu-
rro, el aturdirse como el tordo (antiguamente atordirse), el azogar-
se como el azogue, el agazaparse como un gazapo, el serpentear y
serpear; el emporcar, como hacen los que usted sabe; el grillárse-
las, como Jos anímale jos que se esconden en su grillera, y el íer
fai reunión una grillera; el pavonearse ; el desasnarse, y el íirr ?<w oj-
«0; el alebronarse y alebretarse, temiendo como una iliebre; el em^
perrarse como el perro, o llevar una vida aperreada como la suya;
el cotorrear como cotorra; el avisparse como la avispa; el encabri-
tarse, el mariposear, el amilanarse, el acurrucarse como curruca, el
azorarse como el a^or, el caracolear; el engatusar a otro, como lo
saben hacer los gatos; el gatear, andando como ellos; el ser un asno,
un gallina^ una libre, un zorro, un puerco, un cerdo, un chinche; el
llevar una vida de perros, etc., etc.
¿Le parecen a usted poco gráficas estas expresiones?
Antonio. — Ninguna lengua las tiene parecidas.
Aurelio. — Esas expresiones son fotografías del {pensaaniento, y
sólo los españoles han pensado así ; por lo menos ningún pueblo ha
llevado tan adelante tales metáforas; porque los (españoles son bas-
congados. Los bascongados, por quedarse uno estupefacto y admi-
rarse, dicen arri-tu = quedarse hecho una piedra (= arri), y nos-
otros decimos que un pecador es empedernido, duro como el peder-
nal, y que fulano, al oír tal noticia, se quedó petrificado, etc., etc.
Antonio. — Sí..., etc., etc., porque en emprendiéndoila usted con
su ibascuence, que le echen un galgo; bien que la materia es intere-
sante para mí, como gramático.
Aurelio. — Y como diterato. ¡Qué endiablado de muchacho!, tiene
la piel de Barrabás, anda hecho un Adán, le anda toreando a una, es
tin moscón y al parecer una malva, pero no hay ardilla como él; habla
más que un chorlito, me trae mareada, es un mareo, me achicharra la
sangre, etc., etc. ¡ Cuántas veces no ha oído usted hablar así a las mu-
jeres, y aun añgo más pintorescamente ! Pues ¡ cuando se ponen a ala-
bar a uno y a llamarle de pichón! ¡Y cuando, sueltas sus lenguas vi-
perinas, muerden y punzan...!, entonces sí que son elocuentes!
Antonio. — No conozco lengua que tenga tanta riqueza de metáfo-
ras, ni tan pintorescas, como ei castellano. ¡ Cuidado que decir de uno que
llora a mares, que está hecho un mar de lágrimas, o que se sube a la
parra, o que es un melón o una calabaza, o que tiene sangre de chufas
y que se vaya a 'los quintos infiernos, y cuando ponemos a uro, por el
contrario, sobre los cuernos de la luna o sobre la luna, o cuando deci-
mos que nos ha hecho ver las estrellas, o que nos ha dejado con un
palmo de narices, o que hemos abierto la boca un palmo, o que se va
echando chispas, o que se larguen con cien mil de a caballo, o que...
Aurelio. — ¿Y adonde va usted a parar? Eso sí que es dispararse y
correr como un gamo e irse por los cerros de Ubeda echando chirivitas,
y salirse fuera de sí o ensimismarse , que todo es uno para el caso, y
son frases, por cierto, que no daría yo por muchas de cualquier lengua,
26o DIÁLOGOS FAMILIARES
aun la más culta. Pero dejémonos de expresiones populares castellanas
y volvamos a nuestro bascuence, que a sus pechos se crió nuestra her-
mosa lengua, aunque naciera de la latina, y que, según el refrán, no
donde ti-aces, sino con quien paces: y nada tiene de extraordinario el
que mamara de él ese carácter y genio, esa viveza de colorido e inex-
hausta riqueza de expresiones, que no alcanzó el latín ni aun el griego.
Antonio. — iPero ¿tiene el bascuence semejantes modos de decir?
Aurelio. — Por supuesto; pero seria enzarzarnos de nuevo y meter-
nos en un berengenal, del cual no podríamos salir in sácenla saeculo-
rum. El que no admite semejantes modos de decir ni tan atrevidas me-
táforas es el latín, sobre todo el latín papular, del cual se empeñan al-
gunos en que tomó todo ed castellano, siendo así que sólo tomó la cor-
teza o palabras, guardando el espíritu y el pensamiento ibéricos. Pero^
sobre todo, esas metáforas traídas de los tres reinos de la naturaleza,
para pintar las cualidades personales son muy del genio del castellano ;
en vano se buscarán en francés, ni en las demás lenguas, si no es al-
guna que otra aislada. Para convencerse de ello no tiene más que ho-
jear la Fraseología o Estilística castellana, de Cejador; se la reco-
miendo: apenas hallará un objeto de la naturaleza que no lo haya:
aprovechado nuestra lengua para sacar de él una o más metáforas:
nuestra lengua es un museo de historia natural.
Y acabemos ya con los sufijos: -arr, -orr, -urr supongo me conce-
derá usted que son bascongados, puesto que sólo se encuentran en
eúskera, en castellano y en portugués: bizarro, guijarro, cigarro, ta-
barra, cachorro, camorra, cazurro, etc.
Antonio. — Xo tengo dificultad; el mismo Diez Jo concede, afíadien-
do que no tiene equivalente en latín y sí sólo en bascuence. Y lo mis-
mo digo, con el mismo autor, de -att, -ett, -itt, -ott, como cabrito, pe-
lota, majoratas y minoretas, del sig'lo xi {Esp. Sagr., VII, 305), Moro-
zeta, del sigilo x; Tudeía, del siglo ix ; lebrato, lobato, cervato, y otros
diminutivos, lobito, perrito, mujercita, bonito, cieguecito; caballcrotc, ca-
fóte, camarote, viejote, grandote, etc.
Aurelio. — Y -da, -tada de colectividad, golpe, capacidad, etc., tan.
frecuentes en nuestra lengua como en la bascongada: labakada = hor-
nada, eskukada = manada, palmada, palada, pedrada, cabezada, piso-
toda, aguada, vegada, aldabada, risotada, palmoteada, zancada, trasta-
da, tirada, navajada, torada, temporada, jornada, vacada.
Antonio. — Yo no sé qué tiene este sufijo que me parece muy cas-
tizo y grandemente exipresivo.
Aurelio. — Tan castizo, que los habrá muy pocos como éJ, y tan ex-
presivo, que en todas las lenguas hay que traducirlo por un pesado y
largo giro; en francés, por un coup de, une quantitc de, maintcs, bcau-
coup de, y a veces no hay modo de salir del paso. ¡ Vaya usted a decir
en francés o en latín marejada, risotada, trastada, bufonada, pisada, a
calderadas, a patadas o a puntillazos, etc.
El sufijo tan bascongado como castellano en -seo, bien se ve que
consta del -s y -co: sillar-ez = de piala, sillar-ez-ko = cosa de plata.
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO 26 1
arri-s = de piedra, arri-s-ko = cosa de piedra y de aquí risco y ries-
go y arriscarse o arriesgarse.
Antonio. — También es incoativo en latín y en griego.
Aurelio. — Pero no tiene el uso ni el valor que en bascuence y en
casitellano, donde no es incoativo, sino simple adjetivo: truhanesco, ca-
balleresco, arabesco, grotesco, fresco, etc.: su misma villanía y bajeza
están diciendo que procede de las capas más hondas de nuestro bas-
cuence. Hay otros muchos sufijos castellanos, comunes al latín y al
bascuence, los cualles naturalmente derivan de la primera de estas len-
guas los eruditos.
Antonio. — Y que no menos naturalmente usted derivará de la se-
gunda.
Aurelio. — No, por cierto ; no me gusta dar por asegurado lo que
no lo es. Sólo sí digo que hallándose qsos sufijos en eil bascuence, los
iberos, al tomarlos del íatín, no hallarían gran dificultad, y aunque 'los
hallaron en esta lengua extranjera con uso muy limitado, teniéndolos
en bascuence con uso más general y libre, los emplearon más general
y libremente en el romance, que no los romanos en el latín,
Antonio. — 'Le confieso que ahora veo el porqué de un fenómeno que
yo no me había podido explicar, y es que la mayor parte de los sufijos
menos usados en latín son precisamente los más usados en los romances.
Esto lo atribuía yo a la transformación del latín, según aquello del
iam ce eider e, cadentque...
Aurelio. — Por lo menos, don Antonio, en bascuence tienen uso or-
dinario esos sufijos poco empleados en latín clásico y muy comunes en
castellano. De lo que deduzco que, si usíed no admite loS tomara nues-
tro romance del bascuence y sí sóJo del latín, por lo menos influiría el
bascuence para ponerlos de moda.
Antonio. — .Pero todos esos sufijos, comunes al latín y al bascuence,
pudiera haberlos tomado el bascuence del latín.
Aurelio. — Y a su vez 'pudiera haberlos tomado el latín del bascuen-
ce. ¿ Quién de estas dos lenguas tiene más derechos a la primogenitura :
el latín por haber sido la lengua de los poderosos romanos, o el bas-
cuence por haber sido la lengua más antigua de Europa?
Antonio. — Lo cierto es que esos sufijos son latinos, pues viven en
latín.
Aurelio. — Viven en bascuence y con uso muchísimo más universal
que en latín : luego son bascongados.
Antonio. — Los romanos nos inupusieron su lengua: quieras que no
quieras, con ella vinieron, pues, los tales sufijos.
Aurelio. — ^Los iberos tenían la suya y contribuyeron con ella a Ja
formación del romance. No quieras que no quieras, sino muy de grado
y naturalmente, con ella estaban esos sufijos: así es que no necesitaban
retorcerse las mientes para admitir los latinos, sino que, habiéndolos
empleado en bascuence, los empleaban en el nuevo romance.
Antonio. — El influjo latino fué mayor en el castellano que no...
Aurelio. — El bascuence fué madre, si no padre, del castellano : si eí
17
202 DIÁLOGOS FAMILIARES
latín le dio muchos vocablos, el cuerpo, como quien dice, el bascongado
Je dio el alma y ed espíritu, como creo habérselo dado ya a entender,
y no menoi vocablos que el latín, como se lo probaré.
Antonio. — I>a cultura romana era más pujante e iba acompañada de
la presión militar y política que forzaba a ilos españoles a adoptar su
(lengua.
Aurelio. — -La cuJtura ibérica, de menor esplendor, era más de casa,
estaba más arraigada, tenía sus tradiciones y, si no iba armada del cinto
militar romano ni rodeada de legiones, respiraba el amor a la indepen-
dencia patria, que quebró Jos aceros enemigos y desbarató sus legion^es
durante dos siglos, e iba animada de un esipíritu tan filosófico, que, se
lo diré de una vez, el latín es una lengua pobre, falta de lógica, llena
de irregularidades, mientras que el bascuence, el habla de aquellos bár-
baros de Numancia y Sagunto, Cantabria y Celtiberia, es riquísima,
filosófica, regularísima y sin excepción en la universalidad de sus prin-
cipios y leyes.
Pero todo eso es andar jugueteando con el florete, don Antonio.
Para cuando los romanos vinieron a España, los turdetanos, como dice
Estrabón, tenían su literatura y su lengua, y si quitamos al bascuence
esos sufijos, no hay bascuence. No porque no tenga otros que los comu-
nes al latín, sino porque esos sufijos están tan trabados con los demás
y con la declinación y conjugación, que, rota la trabazón, desaparece
todo el sistema bascongado.
Acuérdese de los sufijos -tu, -ia, -t, que en latín son notas que no
se sabe de dónde vienen, y tienen un empleo mucho más limitado que
en bascuence, donde, además, forman la trama de su inmenso sistema
verbal y donde hallan entera explicación (i). Acuérdese de los geniti-
vos -ko, -n, -i, -z, y ddl ni == yo, gu = nosotros (2), que en bascuence
están como en terreno propio donde han nacido, y en latín, como en
terreno de trasplante, y ése seco, impropio para su desarrollo y cre-
cimiento.
Como esos ~tu, -ta, -ti, -ko, -n, -i, -z son los demás sufijos: creo
que no tendrá usted valor para afirmar que ésos los tomó el bascuence
del latín, sino que, por el contrario, barruntará usted por lo menos que
el latín y las demás lenguas los tomaron del bascuence.
Antonio. — Usted es terrible con ese bascuence en mano.
Aurelio. — El que es terrible es ese bascuence, la que es terrible
es la verdad avasalladora de los hechos. Ya no meten hoy miedo en
el campo de batalla de la discusión científica aquellas prodamas dog-
máticas, que anatematizaban de bárbaras las lenguas en que no hubie-
ran escrito un Homero o un Virgilio, un Démostenos o un 'Cicerón.
Los hechos, los hechos, he ahí las armas Ilegítimas. Preséntese le la-
tín con su único participio -n, de amans, y el griego con sus cinco o
seis; el bascuence les opondrá miles y millones, todos con su -n, regu-
larmente consítruídos : ipreséntensc esas lenguas clásicas con su geni-
(1) Ce j ador, Tesis doctoral.
(2) Ccjador, Chmencs del lenguaje, Tesoro (Silbantes y U, Ñ).
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO 263
dvo, armadura compuesta de todas las piezas, todas mohosas, inservibles,
de distintas procedencias y adaptadas más o menos bien con cintajos
verdes y cañas o ilo que venga a mano al Quijote que las maneje; el
bascuence rom^perá esos cintajos y desencajará esos hierros viejos y
mostrará lo que ellos son y lo que ellos valen (i).
Antonio. — ^¿Le quedan más sufijos que repasar?
Aurelio. — Todavía quedan; pero termino aJ momento. El sufijo -era
no lo puede explicar Diez por el latín.
Antonio. — Pues no es poco usado en castellano, que digamos: de-
lantera, soguera, pajarera, manera, mimbrera, llorera.
Aurelio. — No se trata de agentes femeninos, cuyos masculinos ha-
cen en -ero, como primero, postrero, tendero, bien que aun éstos es más
probable se tomaran del bascuence, sino de nombres que indican oca-
sión, tiempo y lugar, que es lo que vale era en eúskera como sufijo y
como forma suelta e independiente. Y además significa manera, como
-en predicaderas, manera propia y facilidad de predicar; entendederas,
-manera de entender; soñarrera, etc.
Así ald-er = modo de ser vecino, vecindad; arau-er = regla, igo-
«r = ascenso, etc.: era vale tiempo y modo de obrar, tanto en forma
de sufijo como en palabra sueJta. En castellano la era de Augusto, por
ejemplo.
Antonio. — Diez deriva -ero, lo mismo que -ario, del -aritis y -era
-del -aria latinos : contrarius, contraria.
Aurelio. — Teniendo en casa -era, -er, no hay que acudir a tal tras-
formación; además que en latín no tiene el valor del castellano, cuan-
do éste tiene el del -era bascongado. El otro sufijo que deseaba recor-
dar era el diminutivo -no, -ño, que es bascongado y castellano: menino,
ynonino, pequeño, cariño, de carus, etc.
Antonio. — ^Me ha extrañado que trajera usted el vocablo era del
"bascuence; en la era de Augusto, etc.
Aurelio. — Así suena y eso mismo vale en esta lengua, y además
forma el sufijo -era con idéntico valor.
Antonio. — ¿Cómo dice, pues, el Diccionario que viene del latino
aera?
Aurelio. — Pues... muy frescamente. Aera no es palabra latina, sino
tomada de los iberos y españoles, que dieron nombre por primera vez a
la era de Augusto, y los de la baja-latinidad lo escribieron aera; de
aquí las demás eras, cristiana, etc. En eúskera, era solo o como sufijo vale
tiempo, y los antiguos españoles contaban los tiempos por era: era equi-
valía a año hasta el siglo xiii, sobre todo en Navarra, donde se habla-
ba eúskera : en la era de 305, por ejemplo, o sea el año 305 comenzan-
-úo a contar 38 años antes de la era cristiana.
Antonio. — Es 'la primera vez que oigo decir que aera no es voca-
í'blo latino.
(i) Cejador, Tesoro, N, Ñ, al fin.
204 DIÁLOGOS FAMILIARES
Aurelio. — Pues vea d Diccionario de Forcellini ; aJli encontrará ert
limpio lo siguiente; a ver si le satisface:
"Aera singulorum annorum constituía est a Caesare Augusto, quan-
do primum censum exegit. Dicta autem aera ex eo, quod omnis orbis
aes reddere professus est reipublicae." Así San Isidoro {Oríg , 5, 36) ;
y añade: "Alii putant hanc vocem conflatam esse ex notis, quae scribi
solebant brevitatis causa hoc modo A.ERA., hoc est annus erat Atigus-
ti. Sed magis placet ex eo deducere, quod aera primum in plurali nu-
mero pro nota numeri usurpatum; deinde factum acra, -ae femiuinum
eodem signif. ; tándem ad significandum etiam annorum numerum tra-
ductum sit."
Puede usted, pues, escoger: todas esas etimologías equivalen a mo-
cosucno o como sueño. En las lenguas indoeuropeas no se halla tal raíz,
ni logrará usted ver el vocablo en ningún autor latino, Itasta que se
tomó de los españoles, que son dos que siempre dijeron era, y contaron
sus años por la era española. Y para que no le turbe la escritura aera,
advierte Forcdlini que lo mismo se halla escrito era en la baja lati-
nidad; sólo que escrito con el diptongo ac, aera se prestaba mejor al
cubileteo etimológico, y sin él, era nada decía a los ojos ni a los oídos
latinos.
Antonio. — Entonces está visto que m ellos sabían cómo había de
escribirse, y que el vocablo era, bascongado, hubo quien tuvo e!l capri-
cho de escribirlo acra; porque esas 'etimologías me dan mala espina y
no pueden pasar.
Monlau dice que -anza es desinencia bascongada en alabanza, an-
danza, bonanza, matanza, tardanza, usanza.
Aurelio. — En bascuence es usadísima, y no parece que al castella-
no viniera del latín -antis, -entis, de las cuales vienen los eruditos -an-
da y -encia, como constancia, elegancia, etc.; -anza significa en eúske-
ra semejanza como sufijo y como vocablo suelto.
Antonio. — Ya me olía a mí ese sufijo a muy popular y poco eru-
dito, y por lo mismo a bascongado.
Aurelio. — A ser latino, se hubiera dicho igualmente -cnza, como
paciencia, de patiencia, providenza, prudenza, de prudcntia. Pero puesto
que el -entia latino no pasó al castellano vulgar, tampoco debió pasar
el -antia, sino que -anza es bascongado.
Los nombres en -ancia, -encia son eruditos; vulgarmente hubieran-
sido -anza, -enza.
Antonio. — ¿Y los sufijos -arrún, en bobarrón, dulzarrón, hucsarrónf
Aurelio. — Del -arr y del -on aumentativo, ambos sufijos euskéri-
cos; y sin -arr, gigant-ón. honibr-ón, mnjcr-ona.
Antonio. — lEl mismo Monlau trae como del bascuence -asco, -asea
aumentativos y dimintitivos: peñasco, chubasco, vardasca, hojarasca, etc.
Aurelio. — ¿No le huden a usted también a terminaciones popula-
cheras y bascongadas, por tanto?
Antonio. — Como ese terminillo populachero, cuyo sufijo supongo que
consta de los euskéricos -cho y -era.
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO 20$
AuKELio. — Y no menos -ata en bravata, cabalgata, colegiata, piño-
nata, etc.
¿De dónde cree usted que viene el sufijo -onda de hediondo, cachon-
do, butiondo?
Antoxio. — Si no es de hondo, como cree la Academia, que desde la
13 edición puso sabihondo por sabiondo, no lo sé.
Aurelio. — -i De modo que orondo vendrá de hora honda y "verrion-
do de verraco hondo? Pues yo distingo dos sufijos. Bl uno significa
muy: sabi-ondo, muy sabio; or-ondo, muy hueco en el moverse {Tesoro,
R, n. 127) ; hedi-ondo, de mucho hedor.
Es voz bascongada ondo, que vale muy y bien. Bl otro, en que na-
die ha caído, es el de celo de la hembra, por e'l cual anda tras lel macho.
En el corazón de Castilla, en la provincia de Burgos, se dice turionda
<de la vaca que anda así tras 'el toro, verrionda de la cerda que anda
tras el verraco, cachonda de la perra que anda tras el perro, arionda
■de la oveja que anda tras el carnero.
Antonio. — ¿ Y qué es cacho y qué es ari en cachonda y arionda?
Aurelio. — Eso debieran de saberlo ustedes los íatinizantes. Así
«orno lo que es biiti, de butiondo.
Antonio. — No sé qué sean esas voces latinas.
Aurelio. — 'Pues ¿para qué les sirve a ustedes d. latín? ¿Para sa-
ber que estar viene de stare y honor de honor em? Como art-iiña u ove-
ja horra y ardite o moneda, se dijeron del bascongado ardi oveja, así
ari-onda u oveja que busca carnero, se dijo de ari carnero y -ondo que
-va detrás: ambas voces bascongadas. Cachonda viene de cacho y cach-
urro, que en Navarra es el ciinnus y viene del bascongado gatz, sal. Biíti-
ondo, por ¡lujurioso y hediondo, se aclara por perro biito, que en Córdo-
ba es el perro chicho, de orejas caídas y sirve para 'el hato; y se dijo
de boto, como em-bofir y em-butir, de la raíz misma de estos verbos,
y de boto o hinchado, en buti, abundantemente (Cádiz), de biit-en, muy
"bueno, botar por llenar, bntagueña o chorizo de Ja asadura (Segovia),
y otro sinfín de palabras de origen bascongado (Tesoro, Labiales, i.*
parte, n. 12), y que no saben explicar los ¡latinizantes. Como butiondo
se dijo acaso hediondo y aun orondo. Tal vez <&[ sufijo -ondo, con el pri-
mer valor de muy, no sea más que este mismo, pues vale en bascuence
detrás de, de raíz, radicitus, y así sabiondo es eí que sabe de raíz y
mucho.
EJ sufijo -ía, como en felon-ía, fals-ía, picard-ía, abogac-ía, clerec-ía;
y el -ío, como amor-io, poder-ío, chirr-ío, diólos Cejador por basconga-
'do9 en el t. AEIOU del Tesoro (pág. 112).
Antonio. — lEl mismo Monlau los da por bascongados, así como el
-er-ía de corr-ería, infant-ería, pill-ería, etc.
Aurelio. — De los sufijos -cho, -cha, -che ; -icho, -icha, -iche; -ocho,
-ocha, -oche; -ucho, -ucha, -uche; -in-cho, -in-che; -ch-in; -ch-on;
-ach-on; -zo, -za; -azo, -aza, -ace; -az; -az-on; -eza, -ez; -izo, -iza;
-uzo, -uza, -uz, -es; -so, -sa; -uso, -usa; -jo, -ja; -ajo, -aja, -ejo, -eja;
~ijo, -ija; -ojo, -oja; -ujo, -uja, ha tratado Cejador en el Tesoro (Sil-
206 DIÁLOGOS FAMILIARES
hantes, 3.» pte., pág. 257, etc.) tan cumplidamente, que no hay para qué
repetir lo allí escrito. Las variantes con ch, z, j, s, se ven en ellos como
en varios vocablos derivados deJ eúskera. Pero lo que más hay que no-
tar es el valor de las vocales en todos ellos: con a, o son despectivos-
y de cosa grande ; con u lo es más y de cosa que espanta o da asco ;
con i, e, de cosa pequeñita y linda. Salchicha y salchucho sólo difieren
en la t y en la u, como hombrin, hovibrón y homhrazo; perrico, perrón
y perrazo. La diferencia de esas vooes y de animalito, animalucho y
animalazo sólo el eúskera, con el valor de sus vocales, puede expli-
carlo. Dicho valor está bien de manifiesto en todos los tomos del Te-
soro. El retintín de las vocafles quedó del eúskera en el castellano,
donde tiene un matiz expresivo sentimental, del que estaba bien aje-
no el latín. Esto es exclusivo de nuestro romance y uno de los recursos
más admirables que pueden verse en los idiomas.
Antonio. — Realmente esa variedad de matices expresivos de las vo-
cales bastaba para probar lo que debe nuestro romance al bascuence,
y, sin embargo, los tratadistas de la gramática histórica castellana ni
la mientan siquiera.
Aurelio. — El diminutivo -ico, -ica, -iqiie se halla solamente en Es-
paña y 'Cerdeña, esto es, en regiones ibéricas y en Dacia, llevado de
España, sin duda, por los soldados. Los romanistas no le hallan ori-
gen. Es el sufijo bascongado -ko con i temática: bon-ico, borr-ico, Mar-
ica, pal-ique.
Antonio. — El sufijo -co también es latino, así como -ico, con la ¿
temática: bélico, de bell-icus; público, de publ-icus.
Aurelio. — El -cus latino dio -go en castellano vulgar: clérigo, de
clericus; enemigo, de ininv-icus, no pudo dar -co sino en voces erudi-
tas, como las citadas por usted. Otro tanto sucedió con el -izo; griego,
retór-ica, armón-ico. El -ico diminutivo popular es, pues, derivado del
-ko bascongado, con la i temática, cuyo timbre sutil le comunicó ese
valor diminutivo, y no del latín, pues se hubiera convertido en igo.
Tampoco hallan origen ios romanistas al diminutivo -ito, -ita: bon-
ito, cabr-ito, palmad-ita. En las inscripciones del Imperio se halla -itta
sólo en nombres de mujeres: Attitta, Julitta, Bonitta, Caritta, Suavitta,.
adjetivos femleninos, suple femina, como dice Meyer, o mulicr o puelia..
Ahora bien, ni el sufijo -itta como adjetivo tiene explicación en latín,
ni como exclusivamente femenino. Todos convienen que de ese em-
pleo femenino tomó después el de cariño y se aplicó a los hombres, y
de aquí su valor diminutivo. Ahora bien, en bascuence hay el sufijo
diminutivo -to: neska-to, doncellita; czkila-to, campanilla; eltche-to, pu-
cherito. En -itta la i es derivativa, como en -icco, que tomó del bas-
cuence su valor sutil, cariñoso y diminutivo. Esa doble tt, inexplicable
en jatín, no se debe más que aJ fuerte acento que llevaba la i cariñosa,
por lo cual el -ico diminutivo se escribe iguaJmente en las inscripcio-
nes -icca. Ambos tienen la i sutil, femenina y cariñosa y en ambos -ko
y -to son bascongados; los latinos -cus, -tus hubieran dado en caste-
llano -go, -do.
ACERCA DEL EÚSQUE1L\ Y DEL CASTELLANO 2^^
Antonio. — Realmente am'xqxi-itns, mosqu-íhis son voces inexplica-
bles en latín, pues siempre -{tus es de participial pasivo y no hay tal valor
en esos nombres de mujer de las inscripciones: Attitta, Jtditta, Bonitta.
Son formas deJ romance vulgar empleadas hasta por los romanos y
nada latinas. Así se explica la doble consonante no latina y que bien
pudiera deberse, como dice usted, al esfuerzo para acentuar la i, como
en italiano, tnfti^ etc., fenómeno muy común en Itailia.
Aurelio. — Pues el diminutivo -no, -ño tampoco se explica por el
latín, donde -imis es de adjetivos. En el Corpus Glossarum lafinarum
se dice: "scutra "olla" femininum est, deminuíive scutrinus'\ Pero eso
es latinización del diminutivo -ino del romance. En bascuence, zaldi-ño,
caballito; chili-na, campanilla, chipi-ni, pequeños; maite-ni queridito:
de modo que el suñjo propiamente femenino es -ni, -no- -ño. Con temas
i salió el ■ino, -in, -ino, del romance: faldell-in, escarp-in, roc-ín, car-
iño, corp-iño, lamp-iño, mont-iña, etc. El sufijo -in, de adjetivos, como
en sut-in, rígido, orda-in, vicisitud; irrintz-in, grita; egast-in, ave; sa-in,
guarda, dio el sufijo -in de bailar-ín, hand-ín- ciar-ín, niel-indre, etc. El
-ino, -ina vienen deJ latín: div-ino, can-ino, docfr-ina, niar-ino, mar-
ina.
Antonio. — ^En verdad el -ño no se explica por el latín; car-iño. La
fí es bascongada.
Aurelio. — Menos se explica el -esno: lob-ezno, vihor-ezno, torr-ezno,
chivat-ezno, ruf-ezno o ruf-erno, jiid-ezno (hijo de judío, en Berceo),
mor-ezno (hijo de moro, en la Crón. D. Pedro), cho-zno, hijo del biz-
nieto. Indica prole y su forma primitiva parece ser -erno, del bascon-
gado erno, brote, prole. En Álava, hij-erno o hij-esno, el pollo del go-
rrión, al salir ya del nido; Ugat-er'na, lagartija y se usa en Álava, Bur-
gos, Falencia y Mallorca. Toc-orno (por toc-erno) de toc-on, el roble
joven ; hay-orno, de haya.
Antonio. — De este sufijo no había visto tratar nunca a los autores.
Aurelio. — Los sufijos adverbiales -z, -s, -is, tan bascongados, como
puede verlo en el Tesoro, y que indican el modo natural de ser, no sólo
se hallan en voces puramente bascongadas como asa-z, hruce-s, tris,
tus, zas, chiz, sino en otros derivados castellanos y en vocablos latinos,
como antes, entonces, atrás, lejos, m-arras, mientras, sus, través,
bóbil-is, cab-is, tromp-is, coqu-is, chisp-is, coritat-is, quizás.
Antonio. — Los latinistas lo traerán de los latinos sat-is, nvag-is.
Aurelio. — No bastan esos adverbios para explicar los que le he di-
cho en -is, cuanto más para explicar la -z o s, comunísima en bascuen-
ce, tanto que puede formar adverbios de cuantas palabras se le antoje
a uno. Así gusti-z, totalmente; bere-z, de suyo; nai-z, queriendo; ani-z,
grandemente ; arte-z arte, en derechura ; egia-z, verdaderamente ; isan-ez,
siendo; ian-ez, comiendo. Sólo así se explican el ttis tus, del tu con que
se llama al perro; o qui-s qui-s, zis zas, zas, sin decir tus ni mus, de
veras, ras con ras, a ojos vistas, a pie juntillas, a derechas, rafes, al
revés, de través, de oídas, en volandas, a gatas, de mentirijillas, a des-
268 DIÁLOGOS FAMILIARES
horas y otras mil frases donde el plural está inspirado en los adver-
bios dichos.
Este sufijo se halla en las demás románicas y debió de pasar a ellas
del castellano, portugués y provenzal, regiones ibéricas, donde más se
halla. En portugués, algure-s, nenhure-s ; en provenzal, abansa-s (abcti-
tco), alhondrc-s, alquc-s, al-s, essem-s, onca-s, aora-s, poisa-s, quaisse-s,
aiiandiu-s, scmpre-s, sival-s, en los compuestos con -men-s {mala-mcn-s) ;
en antiguo francés, tomado dd provenzaH, ainqite-s, aiinquc-s, avecquc-s,
dementre-s, cnsinque-s, giere-s, Hoques, luces; en catalán, sois, talSj
adverbios que en provenzal se dicen solamen, taimen. Otro tanto su-
cede con las preposiciones antes y sinos; provenzal, ans, senes; fran-
cés, ains, sans; catalán, scgons; italiano, an-zi, sen-za, con vocal ad-
venticia. Tan común es el tal sufijo en bascuence que los bascongados,
al chapurrar nuestra lengua, dicen: "Hoy gorda tenemos que haser,
como por San Lorensos." ''Se echó a nadar por enmedios de Ebros."
'•Yo tonelero naa más no soy, Tsistu de Larrabesua. Ya tendrá usté
oidas."
Pero vengamos ya a la declinación, suplida en las románicas con
preposiciones, cuando se perdieron los sufijos casuales.
Antonio. — ^Antes dígame de qué modismos latinos salieron los cas-
tellanos cara a cara, mano a mano, de trecho en trecho, de pemil en
pemil, de queso en queso, de acá para allá, de manos a boca, de pies o
cabeza, de arriba abajo, a más y mejor, etc., etc.
Aurelio. — Son un eco de las bascongadas artez-arte = derecho de-
recho, dantzarik-dantza ■-= de baile en baile, betez-bete = de bote en
bote, aurpcz-aurpe = cara a cara, gcrotik-gerora = remolón, que re-
pite gero == después. En ilatín no hay (]ue buscar tales modismos, así
como ni otros muchos bascongados que llenan de donaire y gracia nues-
tro romance. Recuerde aquel repetir la voz con una labial, b o m, del
que trató Cejador en Lo Lengua de Cervantes (t. I, pág. 202) : tira-
wiira, troche-jjioche, traque-ftarraque, talán y fcalán, zurri-iurri, voz
puramente bascongada ; talán-fealán, ce por be. En bascuence zitz da
oitz, zurru-fturru, andi-m-andiak, tira-¿>¡ra-ka, etc.
Pero véngameos ya a la declinación. ¿En qué caso se tomaron los
nombres castellanos del latín ?
Antonio. — En provenzal hay dos casos para cada número y se to-
maron por una parte el nominativo, Sing. ans de annus, sor de sóror;
Plural an de anni, serórs de sórores; por otra, algún caso oblicuo, de
ordinario el acusativo:
declinaciones
I II III
Sing. Nom. coron-a ans jlors
Acus. coron-a an flor
Pl. Nom. coron-as an flor
Ac. coron-as ans jlor-s
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO
269
En italiano en general se prefirió eá nominativo, a veces el acu-
sativo:
S. coron-a, poet-a
P. coron-e, poet-i
II
anno-o, Icgn-o
ann-i, legn-a (i)
III
fior-e
fior-i
En francés antiguo se distinguían dos casos, como en provenzal:
el nominativo y el acusativo; en francés actual ha quedado a veces el
■nominativo, como ficnSj de fimiis; fonds, de fundus; queux, de coquus;
rets, de retis; Charles, Loiiis, chantre, de cantor; peintre, de pictor;
pire, de peior; sccur, de sóror; on, de homo: se parece en todo al pro-
venzal el antiguo francés:
I
S. Nom. coron-e
Ac. coron-c
Pl. N. coron-es
Ac. coron-cs
ANTIGUO FRANCÉS
II
an-s
an
<¡n
an-s
TTT
flor-s
flor
flor-s
flor-s
S. couronn-e
P. coiironn-es
FRANGES ACTUAL
an
an-s
fleur
fleur-s
En castellano y portugués siempre se toma el acusativo, como lo
;ha probado Diez (i).
I
S. coron-a
Pl. coron-as
II
añ-o
añ-os
III
cort-e, flor, jabalí
cor-tes, flor-es, jabalí-es
S. coro-a
Pl. coro-as
PORTUGUÉS
II
ann-o
ann-os
III
rort-e, flor, javalt
cort-es, flor-es, javalís
El válaco conviene en todo con el italiano:
I II III
S. coron-e, fug-e, ste-á an{-n), fnm{-u), fir(-ti) floar-e
Pl. coron-e, fug-i, stecá-e an-i, fum-xiri, fir-e fior-i
Aurelio. — ^Tenemos, don Antonio, una conclusión muy significati-
va: todos ios romances, excepto los españoles, castellanos y portugués.
(i) Véase también Lewis An Essay on the orig. of A. Rom. 1.
270 DIÁLOGOS FAMILIARES
han admitido en parte el nominativo: ¿a qué responde el que solos nos-
otros hayamos adoptado solamente d acusativo?
Antonio. — Eso va en gustos,
Aurelio. — Pero en gustos que tienen alguna razón. ¿Cuál es esa
razón ?
Antonio. — D/ifícil es averiguarla; ni siquiera ha pensado nadie en
ello.
Aurelio. — En bascuence, amigo mío, sólo el acusativo o término di-
recto es la forma simple con el simple artículo -a; los demás casos, in-
cluso el nominativo agente, llevan notas casuales. Era muy natural que
los iberos no tomasen ed nominativo latino que respondía al caso agen-
te bascongado, puesto que este nominativo era en bascuence como los
demás casos oblicuos: de no tomar ningún caso obliaio, no debían to-
mar el nominativo. El acusativo era para los iberos el caso simple, el
caso recto: he ahí por qué lo tomaron exclusivamente.
Antonio. — No deja de tener su valor esa observación.
Aurelio. — Tanto más que el caso ordinario en bascuence es el acu-
sativo, gicona = el hombre, y que hechos los bascongados al sonso-
nete de la -a final, como dijimos al hablar de la fonética bascongada
y castellana, no debían tomar dd latín sino el caso correspondiente
a ese acusativo bascongado en -a y, efectivamente, tomaron el acusa-
tivo, sin quitarle la -w, que vulgarmente ya no sonaba, y se quedaron
con una forma de ordinario en -a, S. coron-a, por coron-mn; Pl. coron-as.
iLos nominativos latinos ofrecían sonidos finales menos claros y
más variados; sobre todo los plurales -ae, -i, iban contra el gusto fó-
nico de los bascongados: he ahí por qué no admitieron plural alguno
en nominativo, como lo admitieron los demás romances: la tendencia
ibérica a la -o final lo explica todo.
En los nombres cuyo acusativo no era -atn, desecharon, como el
pueblo romano, no sólo la -m, sino la vocal parásita e de la tercera
dedlinación : sermón, de scrmon-em; y se atuvieron en los temas en
-o a la antigua rusticitas, a la -o, en vez de la -us, de origen oseo, que
pasó al latín clásico: libro, de libruvi; dicho, de dictuni.
Acerca del verbo, noto en primer lugar el uso de los 'personales
como enclíticas, tan castizo y rancio como se ve por el bable y por
los asturianos, aun hablando el castellano: dióme, cogUnc a, ¿conten-
ióte? tratóse de, d'ijoselo, etc.
Este giro es un reflejo del sistema verbal bascongado, que lleva
siempre en la misma forma verbal los personales agentes y los térmi-
nos, tanto directo como indirecto.
Antonio. — Verdad es que, como ya notó el padre Sarmiento en sus
Memorias para la historia de la Poesía (pág. 163), es gran recurso y
riqueza para nuestro idioma el sufijar los pronombres al verbo, facul-
tad que tienen el hebreo, el siríaco y el árabe; pero no el griego ni el
latín,
Al'relio. — ^Ahora bien, de esas lenguas orientales no lo tomó el cas-
tellano, como todos convienen, luego tomólo del bascuence.
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO 2/1
Antonio. — De aquí los esdrújulos y los más que esdrújulos, que no
los hay aun en italiano y que tanta sonoridad dan al período : Guárdame
es esdrújulo, pero pasa de esdrújulo guárdcmielas.
Aurelio. — Propio del bascuence es meter en el verbo el término
directo y el indirecto, a que responden las y me en guárdamelas.
Hay más; sólo en eúskera encierra la forma verbal la nota que in-
dica aquella persona que está interesada en el hecho de que se trata.
No habrá dejado usted de notar aquel modo cariñoso de hablar con
que, dirigiéndose, por ejempilo, una madre a su hijo, le dice: no te me
vayas a caer, con un me que ni es término directo ni indirecto propia-
mente dicho; o cuando, encomendándolo la misma madre a otra perso-
na, le dice: cuidcMS^o. Y estas frases: esláf e^iK quieto, no me revuelvas
el cuarto, no me andes tan quejumbroso, se nos murió el padre, tú todo
de pies a cabeaa me eres un espejo de perfección (Granada), ¿piénsasiF.
tú que le penan a él mucho los ínuertosf (Celestina), admiráronse de
tan extraño genero de locura, y fucronsElo a mirar de lejos (Cervantes),
tus padres aún te viven (Mart. de la Rosa), castíguesemele cuanto quie-
ra, que no lo llevaré a mal, etc.
En eúskera y en castellano no sólo se expresa la persona intere-
sada o el dativo cuando el verbo es transitivo y la acción la recibe di-
rectamente dicha persona, a quien la endereza y por quien la hace el
agente, sino también cuando el verbo es intransitivo: zai-T = sai-T)h
=z es-ME.
Todavía pasa más adelante la tendencia bascongada y mete en dan-
ra al oyente a quien se habla, es decir a la segunda persona, cuando
ésta no entra ni como agente ni como término indirecto: zai-HA-ZU =
TE ME es, y con otro tratamiento familiar sai-VA-K, síiendo hombre la;
2.* persona, y ¿-ai-DA-N, siendo mujer.
Antonio. — Ahora caigo en la cuenta del porqué, cuando !os bas-
congados no conocen bien nuestra lengua, andan trabucando los pro-
nombres y casi siempre meten más de los necesarios en la frase; sobre
todo del se haqen mangas y capirotes.
Aurelio. — Es que en el verbo bascongado entran los pronombres^ no
sólo el de la persona agente, único que interviene en latín y en cas-
tellano a modo de sufijo, como -s de 2.^ persona en ama-s, sino el del
término directo, el del indirecto y el de la persona a quien se dirige la
palabra. Y advierta que esto último sobre todo no tiene lugar en árabe
ni en las demás lenguas semíticas, con lo cual queda probado que no
les debe a ellas el castellano semejantes giros, como han sustentado al-
gunos arabizantes, entre ellos Severo Catalina. Los asturianos, que tie-
nen más de celtas que de iberos, desechan muy a menudo el se del re •
flexivo, que en castellano se menudea hasta cuando no hace falta, como
hemos visto en los ejemplos aducidos. Así dicen caer por caerse, mar-
char por marcharse, consolar por consolarse, sobre todo en aquella fra-
se consoló por se alegró y quedó satisfecho, etc., etc. Los bascongados,
por el contrario, aíl hablar castellano menudean demasiado el se, lo cual
prueba que 3a tendenoia parecida del castellano viene del ibero y es
272 DIÁLOGOS FAMILIARES
contra el g^enio céltico. '*Xo, ni asercar nw he hecho siquiera", "Mala
si me estao", "Conoser tampoco no te se hase y-..", "Cuánto ofreces,
pues? Di te", "Tampoco me creo verlo", "Y sin sapatos tamién no pue-
den andar y la.va.te las camisetas", "Oyef^, Josepa, en El Noticiero no
te dise que botas para señoras a seis pesetas que se venden", "Ya pue-
da ser, no te creas", "Píde/c dos vasos", "Anda, sácaí^ la merluza",
"Un grano sobaco, sobaco ya te tuve."
Así cliapurrean el castellano.
Antonio. — Por eso sin duda dice fray Alonso del Castillo: estaos
conmigo, no os me vai^ o vayáis; y Cervantes: pues todos me lo dicen
aunque yo no me lo veo, digo que soy contento; pues semejantes giros
son comunes a los bascongados cuando chapurrean el castellano.
Aurelio. — iVea este ejemplo, donde, como en bascuence, la 2.* per-
sona entra a la parte en la frase: y estando ya a punto de muerte, y
cuando no OS me cato asoma por acullá encima de una nube... (Cervan-
tes). En cuanto al reflexivo se, que tanto da en qué entender a los viz-
caínos, vea estos otros: no habrán menester ser cansosas ni importu-
nar a nadie; que el señor se terna cuidado (Santa Teresa) ; no sé si en
astrología judiciaria, que él se sabía (Cervantes) ; la primera que me
Topare por aquí, es la señora Dulcinea (id.) ; a mí se me entiende algo
de achaque de glosas (id.) ; muchos a cabo de muchos años se son los
mesmos que siempre se fueron (Granada) ; fuéronsElo a mirar de le-
jos (id.). Este reflexivo se entra, efectivamente, en el verbo basconga-
do: de aquí qu^e sea tan del genio de nuestro romance y que los viz-
caínos lo menudeen tanto.
Antonio. — En la famosa comedia que compuso nuestro amigo el
señor Azkue me hicieron reír precisamente esos giros. Todavía me acuer-
do de estas frases: "ya estuvo callando, pero luego, con el silbo te to-
caba", donde intercala el te ,por el oyente; "tú, óyeíí? una cosa"... ; "has-
te como si no sabías nada"; "sin señar me vengo"; "y andar me hise"
= anduve; "mira/c adonde van los musiqueros" ; "siérraíe la puerta" ;
"entráis aquí y cómete hasta llenar" ; "ahora me caigo", por caigo en
la cuenta.
Grandemente me ha contentado cuanto acaba usted de exponer y
aclarar por el verbo bascongado; quédame, sin embargo, una dudilla
sobre si verdaderamente se deberán o no a esa lengua tales giros. Por-
que en francés también se emplean los pronombres, aunque no tanto
como en castellano, para completar las relaciones de'l verbo.
Aurelio. — Emplearse, en todas las 'lenguas se emplean, don Antonio,
ya que no se concibe ila relación verball sin los términos que la forman ;
pero el que los pronombres constituyan un todo con el verbo, de entre
todas las neolatinas creo sea exclusivo de nuestra lengua. Y para con-
vencerse de ello, repare en que son verdaderas cndlíticas que pierden
el acento, lo cual indica que forman parte de una sola dicción, cons-
tituida por ellos y la forma verball, y que así se escriben unidos al ver-
bo: dijome, y no dijo me; diéranseme las excusas, y luibíamos con-
.cluido, y no dieran se me.
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO 2/3
Antonio. — Lo cuaJl se confirma con las modificaciones fónicas ad-
mitidas antiguamente, bien que hay no se usen : mostraldes, por mos-
iradlcs; ohcdecclda, por obedecedla; contentalle, por contentadle : pa-
gallc, por pagarle, etc., ejemplos "tomados de Cervantes; y con el os
por tros, dígoos, haberos como podáis. Y por cierto que en la frase
vu(lg-ar vaisos y en la que dijo aquel infeliz ipnedicador castellano por
todo sermón de desoendimiento : "Subisus, desclavailo, bajailo y ente-
rrailo como tengáis de costumbre", hallo eí se reflexivo. Sitbmis es por
subid-se-os, etc.
Aurelio. — i Me podría usted decir por qué el futuro infinitivo cas- -
tellano lleva de? Amar, haber amado, haber de amar.
Antonio. — En (latín amaturum esse. Só'lo hallo que en 'el futuro hay
la idea de cbiigación, de deber.
Aurelio. — lEse de no es más que traducción del infinitivo de futuro
uascongado, lel cual se forma añadiendo -ko, -go, que equivale al de,.
al infinitivo: etorri, venir y venido; etorri-ko, de venir:
Etorri da, es venido
etorriko da, es, ha de venir.
En otros dialectos con -en que tiene el mismo valor que de : izan-en, .
haber de ser o izan-go. En francés y antiguo castellano por de Ikva
a el infinitivo de futuro : "Las alas de virtudes nos an a íevar" (Berceo).
'*E1 que el mundo todo aue de gobernar." (id.). Con de es propio del
castellano. La a indica dirección, finalidad; de indica deber. Los iberos
tradujeron el -ko, -go (poniendo de: etorriko dirá, han o son de venir.
Antonio. — Hay en castellano una conjugación particular que no sé
de dónde procede. El gerundio con auxiliares, como estar, andar, ve-
nir hallarse, ir, quedar, seguir : estoy diciendo, estaba diciendo; vengo
diciendo, venía diciendo; ando diciendo, iba diciendo; seguía dicien-
do, etc.
Aurelio. — El uso de estos auxiliares multipllica la conjugación cas-
tellana y la enriquece con matices que no tiene la latina. No es lo mis-
mo espera que está esperando, anda esperando, sigue esperando, tiem-
po ha que viene esperando, etc. Y el empleo dd gerundio en este caso
no lio tiene eil latín. Ambas cosas, gerundio y auxiliares, tomólas el cas-
tellano del bascuence. En lesta lengua es corriente el uso de varios
auxiliares, que son los que llaman los bascongados verbos conjugados,
haber, ser, estar, andar, etc. {da, du, dago, dabil, etc.), y además el del
gerundio -n, en (locativo) : ikuste-n, viendo (en ver) ; ikuste, acción de
ver:
ikusten da, es viendo
ikiisten dago, está viendo
iktistcn dabil, anda viendo
ikusten dator, viene viendo, etc.
Antonio. — ¿ Explica el bascuence el uso de la ^preposición de con
algunos verbos con los que la usaban los antiguos? Porque por el la-
tín taJl uso no se explica. Por ejemplo: Comenzó de volar (Berceo), Sepa
el mundo de que Camila no sólo guardó la leaitad a su esposo (Cervan-
274 DIÁLOGOS FAMILIARES
^es). Lo fué a poner en pico a su señora de como doña Rodríguez que-
daba en el aposento (id.). Démosle de beber.
Aurelio. — Cabalmente Jos verbos, sobre todo, que indican comen-
2ar (oíí), saber (iakin) y dar {eman), llevan en bascuence la forma de
acción {-te) con posesivo (-n).
Begiak lausotuten asi iataz, se me han comenzado de anublar los
ojos. EzTAKiGU cguna ganr egiten, no sabemos de hacer noche el día.
Eman zayogiin edaten ardoa gau-onetan ere, démosle de beber vino
iamhicn esta noche.
Antiguamente se decía la tu casa, el mi braco, siendo así que basta
el posesivo para determinar lel nombre sin necesidad del artículo. lis
pura versión del giro bascongado, que exige el artículo en este caso:
Zure-etche-A, uire-beso-A. También solía ponerse ell predicativo antes
del verbo, como en bascuence: ona da nire-tchoria, bueno es mi pájaro.
Joven eres, gaztea az. Hoy se prefiere decir eres joven.
El sujeto va al principio o aü fin, como en bascuence: nire-tchoria
oria da, mi pájaro bueno es; ona da nire-tchoria, bueno es mi pá-
jaro.
Tampoco es 'latino y sólo bascongado y castellano el empleo del ar-
ticulo con de, cuando no hay poseedor: el de Andrés: Andres-en-a. Los
de Antero: Antero-n-ak.
En latín no hay artículo. El castellano lo copió del bascuence que
es -a; plural, -ak. Gizon, hombre; gizon-a, el hombre; gizon-ak, los
hombres.
E'l infinitivo sirve para Ha segunda persona del imperativo, tanto en
castellano como en bascuence: Ibüi, andar.
Todavía queda otra particularidiad y modismo muy castellano, v
tan bascongado como poco latino. Me refiero al uso de los auxiliares,
los cuales en castellano no son, como en las demás neolatinas, única-
mente haber y ser, sino otros varios, como tener, estar, andar, andarse,
venir, ir, acabar, venir a ser, deber de, etc.
Los dos SE andaban paseando por vn prado (Cerv.) ; ándese usted
con encantados, ayunos y vigilantes, mirad si es mucho, que ni coma
vi duerma (id.) ; algunas mujeres se andan perdidas tras un rufián
(ídcn) ; andarse a mendigar; si se anda a decir verdad; no andar val-
dios, andar con aviso, andar yendo y iñniendo; andaba novenas, en-
comendábame a San Hilarión.
Antonio. — 'Ese andar o andarse debe de ser el que se oye tanto
por estas tierras bascongadas : andar a la escuela, andar de merienda.
Aurelio. — Que son modismos sacados del genio del bascuence, no
menos que éstos: andaba la casa alborotada; anduvisteis demasiada-
mente de crédulo en creer, etc.
Y advierta que 'las más de .las veces suple al verbo ser o al haber,
porque son puros auxiliares, aunque con distinto matiz cada uno.
Lo mismo se diga de ir, venir, etc.: si va a decir verdad; ¿vame a
mi oigo en que se desencante o no? ; con la razón que va de mi parte,
Vor está, como va dicho por está, viene entendido, lo vas cntendien-
ACERCA DEL ÉUSQUERA Y DEL CASTELLANO 275
éo, «te. El mismo haber empleado como neutro: se hubieron con él
como unos hertuanos, se hubieron como buenos, etc. : y tener por haber
con mayor vehemencia: ya os tengo dicho que... le tenía ya cogido, por
ya lo había cogido; y estar o entarse, estaba para partir, se estuvo aguar-
dando; y habérselas con, para, de parte de, etc.
Todos estos verbos de por sí y con las diversísimas modificaciones
■que les comunica el uso de las varias ipreposiciomes, son de los modis-
mos más exquisitos y expresivos del castellano y de comunican una ri-
queza y una gracia que en vano buscaréis en ninguna otra lengua.
Pues bien, todo eso débese al bascuence, donde los auxiliares son
parte integrante del verbo y son Jos mismos que en castellano, isan,
euki, ioan, ibilli, erabilli, eraman, croan, etc., etc., y, sobre todo, andar
y andarse, que es el auxiliar erabilli y el egon, y tener por haber el
du euskérico : cgin dn = tiene hecho por ha hecho.
¿Y el empleo del infinitivo con todos sus adherentes, como si fuera
un sustantivo que se dedina por todos sus casos?
Antonio. — (Ese giro es griego.
Aurelio. — Verdad que lo tiene el griego; pero no me probará us-
ted que lo heredó de él el castellano, sino del bascuence, que lo emplea
todavía con mayor libertad y donaire. Fenómeno tanto más de admirar,
<;uanto que ni en francés lo hay ni en latín; y, a pesar de su padre, le
nació al castellano semejante modismo, porque lo tomó de la madre.
Al cerrar de la noche, en el hacer de las leyes, el traducir de lenguas
fáciles ni arguye ingenio ni...; creció más el batir y dentellar cuando
distintamente vieron que era...; de la manera que sirve el templar de
la vihuela: pues pensar que se hallen tantos, que...; no hay dudar en
ello; unos a entapizar y nosotras a limpiar el suelo, nos dimos tan bue-
na prisa, que...; del creer y no obrar nacen todos sus daños; en el an-
darse así tan a deshora; por no poner remedio en ello; cuanto al levan-
tarse tan de madrugada; con venir temprano está todo concluido; mal
parece que conciertan entre sí juntar riquezas y ejércitos con renunciar
lo que poseemos; se estuvo quedo a guisa de hombre pensativo sin alzar
los ojos a mirarlos, etc. : el infinitivo admite todos los casos, con artícu-
üo o sin él, y todas las preposiciones, lo cual es una mina inagotable y
riqueza de frases desconocidas enteramente del latín y usadísimas en
"bascuence.
Antonio. — ^No es menester me traiga ejemplos en esta (lengua, por-
que me quedaría tan ayuno como antes.
Aurelio. — ^Entonces, hemos concluido, porque me sospecho que debe
de estar usted cansado, y no es cosa de emipezarla ahora con los ele-
mentos lexicográficos o vocablos que el castellano conserva todavía del
bascuence.
Antonio. — iPor mí puede usted continuar; aunque comprendo que
este asunto de etimologías es resbaladizo y requiere un estudio muy
profundo y una inducción comipfiíeta.
Aurelio. — Por esa misma razón no he querido yo hacer hincapié
'Cn las etimologías; como muestra le traje algunas palabras tan rancias
2y(i DIÁLOGOS FAMILIARES
como los proverbios en que se encuentran, y podría añadir otras mu-
chas. Cejador se encargó de hacerlo en los tomos del Tesoro, que es-
lástima grande no se acaben de imprimir Jos que faJtan, porque encie-
rran todo el bascuence, el castellano y las lenguas indoeuropeas, ana-
lizados todos los elementos hasta los iprimitivos sonidos y hasta el ori-
gen del lenguaje, empresa antes jamás acometida por nadie.
Pero ¿ qué hace usted ahí consultando sus papeles y por qué se son-
ríe?
Antonio. — Tenía aquí apuntado que Schultens en eil Boletín de la
Biblioteca de Mencndcz y Pelayo también trae de gyrarc el verbo virar
y el nombre de Viriato, como la Academia. Era para hacerle a usted
una objeción con esta autoridad; pero de repente me ha ocurrido que
Viriato no podía llevar nombre derivado del griego ni del gfriego la-
tinizado, sino que su nombre sería del habla de su tierra. No iban los
lusitanos a poner nombres grecolatinos a sus hijos. Me reía de lo can-
corosos que son nuestros etimólogos,
Aurelio. — ¿Candorosos? No 3o sabe usted bien. Etimólogos e his-
toriadores. Y lo que es más, los historiadores alemanes, como el mis-
mo Schultens. ¿Cuándo vivió Viriato?
Antonio. — Viriato derrotó, cogió prisionero y mató al pretor G'aius
Vetilius, el cual gobernó en España el año de 147-146 antes de Cristo,
esto es, a mediados del siglo 11 antes de nuestra era.
Aurelio. — Pues en «se siglo se hablaba ya castellano en España, si
eJ nombre de Viriato y el verbo virar salieron del grecolatino gyrare.
Ya ve usted que me bastaba aceptar tal etimología para cortar de un
golpe todas sus dudas y las discusiones que hemos tenido acerca de si
todos los españoles hablaron ¡latín y de cuando nació el castellano. Si
en el siglo 11 antes de Cristo se hablaba castellano, no hubo tiempo para
que los españoles hablasen latín. Schultens, que no admiftirá semejante
cosa, discurre con tal etimología como si Viriato hubiera vivido des-
pués del siglo XI, cuando dicen ustedes que nació el castellano.
Antonio. — 'Ahora sí que me río de veras. ¡ Qué historiadores, que
no saben cuándo vivió Viriato, o qué etimólogos que ponen un verbo
castellano como virar y el nombre de Viriato como castellano en tiem-
pos en que, según ellos, el castellano no había nacido !
Aurelio. — lEstaba naciendo en el siglo 11, al choque del latín con el'
eúskera y los españoles decían hira lo que hoy decimos virar, y viria
el torques latino y Viriato el nombre del caudillo lusitano. Pero los pas-
tores de entre los cuales salió Viriato y su familia y los que le dieron
este nombre a buen seguro que no hablaban castellano, sino eúskera, y
euskérico es el nombre. Y si no, la tal etimología académica se basta
para probar que ya se hablaba castellano en toda España por aquel en-
tonces hasta entre pastores, porque virar no es latín y mudarse gyrare
en virar es convertirse el latín en castellano. Por supuesto que el gy-
rarc todavía no había llegado del griego al latín para entonces y nadie
sabrá en España de tal verbo, de origen muy posterior. Y por este
estilo son todas las etimologías de voces castellanas de origen euské-
rico que quieren traer del latín.
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talanes que castellanos. Sobre la
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Evora, edic. Víctor Eugéne Har-
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de Gabriel de Peralta (recogido
por). Ms. 4072 Bibl. Nac, Gallar-
do, t. III, 1138. — Cancionero del
siglo XVI, ms. 3993 Bibl. Nac, con
nota de Gallardo. Cultas y popu-
lares.— Cancionero del siglo xvi de
Gallardo (t. I, col. 610), culto.--
Cancionero del siglo xvii, ms. 3168
Bibl. Nac. Tiene cantares muy
populares. — Cancionero del s. xv,
Bibliot. Nac, ms. 5593. P. supl.,
279. La copia pudiera ser del xv
o XVI ; mas las poesías son del xv.
— Cancionero del siglo xv, citado
por Gallardo (t. 1, 567) como de la
Bibl. Nac. — Cancionero del Vati-
cano, por Monaci, Halle, 1875; per
Theophilo Braga, Lisboa, 1872. —
Cancionero de Manuel de Paria, en
1666, ms. 3992 Bibl. Nac, Gallar-
do, t. II, col. 092. Cultas y glosas
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índice de poesías cultas deJ si-
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Señora, Barcelona, 1591 (SaJvá,.
Hercdia). — Cancionero de obras
de burlas provocantes a risa. Va-
lencia, 1 5 19; Londres, 1841. — Can-
cionero de obras de burlas provo-
cantes a r^a, compilado por Eduar-
do Lustofó, Madrid, 1872. — Can-
cionero de principios del s. xvi,
ms., Gallardo, I, 610. — Cancionera
de Resende, 15 16; por Kausler, 3.
vols., Stuttgart, 1846 - 1852; por
Huntington, N. York, 1904. — Can-
cionero de romances, Anvers, s. a..
anterior a 1550; ibid., 1550, 1554,
1568, etc. — Cancionero des Brit.
I Mnseums (M. S. Add. 1043 1) {Der
spanische), ed. H. A. Rennert, Er-
langen, 1899 {Romanische Pors-
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Cancionero de Stiiñiga (ms. M 28
Bibl. Nac), Madrid, 1872 {Libr..
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sala, ed. Rafael Mitjana, Uppsala,.
1909. Es del libro Villancicos de
diversos autores, a dos y a tres y
a quatro y a cinco bozes, Vénc-
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sin la música). — Cancionero d'Her-
beray en Gallardo, Ensayo de una
biblioteca esp., t. I, 451-567. Com-
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Cancionero erudito del siglo xv, 10
tomos, copiados hacia 1807, mss.
3755-3765, tomados de mss. de la
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Valladolid, 1549; 191 5 (Rev. Hisp.^
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de Hernando del Castillo, Valen-
cia, 1511. 1514; Toledo, 15x7, 1520,
1527; Sevilla, 1535, 1540; Ambe-
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celona, 1573, 1601 (Heredia), 1681
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— Cancionero llamado Vergel de
Amores, Zaragoza, 1551; N. York,
1903 (reprod. Huntington'. — Can-
cionero musical de los siglos xv y
XVI (ms. Bibl Real), ed. F.co Asen-
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Marqués de Santillana, dirigidos
al Condestable de Portugal (1449)
y a Gómez ]\Ianrique su sobrino
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Obras de Santillana, (págs. clix
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861 Bibl. Nac. — Poesías líricas, \
Bibl. Autor. Esp., ts. 27, 32, 35,
43. — Poesías varias, ms. Gallardo.
I, 1023, cultas. — Poesías varias,
mss. 4078, 3799, 3746, 4062, 4 II 7,
3795, 3797, 2856, 861 (las más es-
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Bailliére, 25 vols. (En publicación).
Odhiozola (Manuel de). Docu-
mentos liter. del Perú, Lima. 1863-
"jy, II vols. — Documentos histór.
del Perú, 1863-77, 10 vols.
Orellana (F.co José). Teatro
selecto, ant. y niod., 6 vols., Bar-
celona, 1866-68.
PiDAL (Pedro José). Colé ce. de
algunas pocs. cast. anteriores al si-
glo XV, Madrid, 1841.
Risco (Manuel). Esp. Sagr., lo-
mos 30-62, desde 1775.
Sánchez (Tomás Antonio). Co-
lee, de Poesías Cast. anteriores al
s. XV, Madrid, 1779-80-82-90, 4 ts.,
París, 1842; Madrid, 1864.
Sociedad de bibliófilos andaluces
(textos publicados por la), Sevilla,
1868-1907, 44 vols. — Sociedad de
bibliófilos españoles (texto=; publi-
¡' cados por la), Madrid, 1866-1913,
42 vols. — Sociedad de bibliófilos
madrileños (textos publicados i;or
i la), Madrid, desde 1909, 12 vols.
i (En publicación.)
Tejada y Ramiro (Juan). Colee,
de cánones de la Iglesia de Esp.
^; Amér., en lat. y cast., 6 vols.,
Madrid, i859-í^2.
Toletanorum quotquol extant
opera {SS. PP.), ed. Lorenzana,
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Usoz Y Río (Luis de). Refor-
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dice a los Anales de la Universi-
dad de Chile (índice de los traba-
jos publicados, 1843-871), 1890.
Valladares y Sotomayor (An-
tonio). Almacén de frutos litera-
rios, Madrid, 1804. — Semanario
erudito que comprende varias
obras inéditas, ibid., 1787-1791, 34
vols. — Nuevo Sem. erud., 1816.
Vargas Ponce (Colección d<e),
mss. Acad. Hist.
ÍNDICE
PAGS.
Época contemporánea (fin) 5
índice de autores de este final 53
Apéndice. Diálogos familiares 69
Aparato bibliográfico:
I. Bibliografía de bibliografías generales 277
II. Bibliografía de bibliografías regionales 295
III. Bibliografía de biografías generales 305
IV. Bibliografía de biografías regionales 310
V. Bibliografía de obras generales de conjunto 316
VI. Bibliografía de obras regionales de conjunto 327
VIL Bibliografía de la novela caballeresca 334
VIII. Bibliografía de los orígenes del castellano 338
IX. Bibliografía de la épica en la Edad Media 343
X. Bibliografía de la mutua influencia entre las demás y la
literatura castellana 347
XI. Bibliografía de la lírica popular castellana 354
XII. Bibliografía de la mística castellana 366
XIII. Bibliografía de la novela picaresca 367
XIV. Bibliografía del Renacimiento 368
XV. Bibliografía del semitismo español 371
XVI. Bibliografía del teatro 374
XVII. Bibliografía de antologías generales 381
-XVIII. Bibliografía de antologías regionales 3S5
XIX. Bibliografía de colecciones de textos 390
OBRAS DE DON JULIO CEJADOR
(en las librerías de Madrid)
Gramática griega, según el .sistema histórico comparado, Barcelona, igoL Pese--
tas 15.
La Lengua de Cervantes. Gramática y Diccionario de la Lengua castellana
en el "Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha", Madrid, 1905-1906.
— Tomo I: Gramática, pesetas 10. — Tomo II: Diccionario y Comentarios,
pesetas 25.
Cabos sueltos. Literatura y Lingüística, Madrid, 1907. Pesetas 5.
Nuevo método teó rico-práctico para aprender la Lengua Latixa. — Cuatro
tomos, Falencia, 1907-1908. Pesetas 24.
El Lengu.^je. — Serie de estudios, de los que van publicados los siguientes :
Tomo I : Introducción a la Ciencia del Lenguaje. — Segunda edición. Fa-
lencia, 191 1. Pesetas 6.
Tomo II : Los gérmenes del Lengu.aje. — Estudio físico, fisiológico y psi-
cológico de las voces del lenguaje, como base para la investigación de
sus orígenes, Bilbao 1902. Pesetas 10.
Tomo III : Embriogeni.\ del Lengu.\je. — Su estructura y formación pri-
mitivas, sacadas del estudio comparativo de los elementos demostra-
tivos de las lenguas, Madrid, 1904. Pesetas 12.
Tomos IV al XII : Tesoro de la Lengua Castellana, origen y vida del
Lenguaje, lo que dicen las palabras. Pesetas 12, cada tomo. — Tomo IV:
A, E, I, O, U, Madrid, 1908.— Tomo V: R, Madrid, 1908.— Tomo VI:
N, Ñ, Madrid, 1909. — Tomo VII: L, Madrid, 1910. — Tomo VIII: Sil-
bantes (i.'' parte), Madrid, 1912. — Tomo IX: Silbantes (2.'' parte),
Madrid, 1912. — Tomo X: Silbantes (3.a parte), Madrid, 1912. —
Tomo XI: Silb.antes (4.a parte), Madrid, 1913. — Tomo XII: L..\bi.\-
LES, B, P (i.'' parte), Madrid, 1914.
Oro y OROPEL, novela, Madrid, 191 1. Pesetas 3.
Pasavolantes, colección de artículos, Madrid, 1912. Pesetas 3.
Mirando a Loyola, novela, Madrid, 1913. Pesetas 3,50.
Arcipreste de Hita, edición, prólogo y comentario, dos tomos, Madrid, 1913-
Pesetas 6.
Fernando de Rojas, La Celestina, edición, prólogo y comentario, dos tomos,
Madrid, 191 3.
El Lazarillo de Formes, edición, prólogo y comentario, Madrid, 1914. Pese-
tas 3.
¡De la tierra...!, colección de artículos, Madrid, 1914. Pesetas 3.
Tr.azas del amor, novela, Madrid, 1914.
Epítome de Literatura Latina, Madrid, 1914. Pesetas 3.
Mateo .\lemAn, Gujsntán de Alfarache. edición y prólogo, dos tomos, Madrid, 1913.
Lorenzo' Gracián, El Criticón, edición y prólogo, dos tomos, 1913-1914.
Miguel de Cervantes Saavedra, Biografía, bibliografía y crítica, Madrid, 1916.
Pesetas ?.
Quevedo, Los Sueüos, edición, próloRO y comentario, dos tomos, Madrid,
roi6-i9i7. Pesetas 6.
Historia de la Lengua y Literatura Castellana, 14. tomos, a 10 pesetas cada
uno: Tomo I: desde sus orígenes hasta Carlos V. Madrid, 1915. — Tomo II:
i-poca de Carlos V, Madrid, 1915. — Tomo III: época de Felipe II, Madrid,
1915- — Tomo IV: época de Felipe III, Madrid, 1916. — Tomo V: época de Fe-
Upe TV y Carlos II, Madrid, 1916. — Tomo VI: siglo xviii hasta 1829, Ma-
drid, 1917. — Tomo VII: época romántica, 1S30-J849, Madrid. 1917. — ^To-
mo VIII : época realista, /.* parte, antes de la revolución, 18^0-1869, Madrid,
i9i8.~Tomo IX: ¿poca realista, 2^ parte, después de la revolución, 1870-1887,
Madrid, 191 S.— Tomo X : época regional y modernista, 1888-1907, lA parte, Ma-
drid, 1 91 9. — Tomo XI: época regional y modernista, 1887-1907, 2.* parte,
Madrid, 1919. — Tomo XII : época regional y modernista, 1888-1907, 5.* parte,
Madrid, 1920. — Tomo XIII : época contemporánea, 1908-1920, /.* parte, Ma-
drid, 1920. — Tomo XIV: época contemporánea. 1908-1920, Fin y Apéndices,
Madrid, 1922.
El Cantar de Mío Cid y la Epopeya Castellana, estudio critico, Ncvv York-
París, 1920 (de la Revue Hispanique). Pesetas 25.
La verdadera Poesía Castellana, Floresta de la antigua li'-ica popular, recogida
y estudiada, tomos T, II, III y IV, Madrid, 1921-1922. Pesetas 6, 7,50, 7,5»
y 7.50.
Fraseología o estilística castellana, tomo I. Pesetas 15.
En prensa. La verdadera Poesía Castellana, tomo V.
^Fraseología o estilística Castellana, tomo II.
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Historia de la lengua y
literatura castellana
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