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Full text of "Historia de la lengua y literatura castellana"

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Digitized  by  the  Internet  Archive 

in  2009  with  funding  from 

University  of  Toronto 


http://www.archive.org/details/historiadelaleng14ceja 


UUU.I 


HISTORIA  DE  LA  LENGUA 


LITERATUKA  CASTEUAM 

COMPRENDIDOS  LOS    AUTORES  HISPANO-AMERICANOS 

(ÉPOCA  contemporAxea:  1908- 1920) 

(fin  y  apéndices) 


POR 


D.   JULIO   CEJADOR  Y  FRAUCA 

CATEDRÁTICO    DE    LENGUA    Y    LITERATURA    LATINAS 
DE    LA    UNIVERSIDAD    CENTRAL 


TOMO  XIV 


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MADRID 

ímph.  de  la  «rev.  de  arcm.,  bibl.  y  museos» 

Olózaga,  1  —Teléfono  S.  1.385 

1922 


LUIS   DE   OCHARAN  MAZAS 


ÉPOCA    CONTEMPORÁNEA 

(fin) 

52.  Año  1917-  Luis  de  Ocharan  Mazas  (n.  1858-),  de 
Bilbao,  oriundo  de  Castro  Urdiales,  publicó  en  Bilbao,  1887,  la 
novelita  Angela,  prologada  por  Trueba;  pero  entregado  a  otros 
estudios,  había  abandonado  los  literarios,  por  lo  menos  públi- 
camente, cuando  poco  ha  nos  sorprendió  con  la  novela  Marichu, 
3  vols.,  Madrid,  1917;  Barcelona,  1918.  Es  regional  y  en  ella 
se  pinta  a  Castro  Urdiales  a  principios  del  siglo  xix  y  sus  habi- 
tantes, en  espíritu  y  habla,  con  fidelidad  histórica,  bien  cincela- 
dos los  caracteres  de  los  principales  personajes,  con  el  claros- 
curo suficiente  para  que  haya  unidad  en  el  vasto  cuadro  de  cos- 
tumbres. El  habla  regional  y  de  los  bilbaínos  es  de  puntual 
fonógrafo;  el  lenguaje  y  estilo  del  autor,  de  lo  más  castizo, 
galano  y  realista,  vivo,  pintoresco  y  armonioso.  Es  de  los  po- 
cos escritores  que  conocen  hoy  todas  las  riquezas  de  nuestro 
romance.  En  un  capítulo  remeda  el  Quijote  con  harta  mayor 
habilidad  que  no  lo  hizo  el  americano  Montalvo.  Lo  vasto  del 
cuadro  de  costumbres  y  la  facundia  inagotable  del  autor  pu- 
dieran tal  vez  cansar  a  los  que  no  gusten  de  enterarse  de  las 
costumbres  de  un  pueblo,  que  pudieran  dar  asunto  a  varias  no- 
velas y  que  Ocharan  quiso  recoger  en  una  sola.  La  acción  es 
original  y  de  pensamiento  elevado.  No  menos  nobles  son  los 
sentimientos  del  alma  del  autor,  que  se  reflejan  en  su  segunda 
novela,  Lola,  Madrid,  1920.  Es  un  profundo  estudio  psicológico 
de  una  mujer,  que  en  su  primera  parte  no  difiere  de  la  apasio- 
nada poetisa  Avellaneda,  cuyas  cartas  ha  imitado  libremente  el 
autor  con  pasmoso  ingenio,  bebiendo  en   ellas   el  espíritu   de 


6  Él'OCA   CONTEMPORÁNEA   (1908-I920) 

aquella  noble  mujer,  mejorándolas  en  estilo  y  lenguaje.  La  se- 
gunda parte,  de  pura  invención,  es  de  remate  trágico,  reciamen- 
te romántico,  bien  que  de  buena  ley.  Realismo  en  la  ejecución, 
idealismo  noble  y  educador  en  el  fondo,  hennosura  y  galanía 
sin  par  de  lenguaje  castellano,  tomado  de  nuestros  mejores  au- 
tores clásicos :  son  las  dotes  principales  d-e  este  novelista,  naci- 
do a  las  letras  en  la  madurez  de  los  años,  y  de  cuyo  vigoroso 
temperamento,  incansable  actividad  y  envidiables  disposiciones 
artísticas  nos  prometemos  inesperados  frutos. 

J.  Cejador,  Prólogo  a  Marichu:  "Es  novelador  a  la  antigua  espa- 
ñola, quiero  decir,  de  la  escuela  realista  sana  de  Fernán  Caballero,  True- 
ba,  Alarcón,  Pereda,  Galdós,  Palacio  Valdés  y  Blasco  Ibáñez,  Como 
ellos,  no  rehuye  pintar  la  hez  de  la  sociedad,  lo  feo,  cuando  le  sale  al 
paso;  pero,  fiel  observador  dte  la  realidad,  no  se  regodea  y  eterniza  en 
lo  feo  y  se  zafa  de  lo  hermoso,  antes  recorre  la  naturaleza  entera  pin- 
tándola con  sus  esplendores  y  lacras;  describe  el  rincón  de  España  en 
donde  nació  y  se  crió  y  conoce  palmo  a  pa¡!mo,  Castro  Urdiailes  y  e! 
país  vasco;  toma  caracteres  típicos  de  todas  las  clases  sociales  y  nos 
descubre  sus  almas,  con  sus  vicios  y  virtudes.  Es,  pues,  amante  de  la 
realidad  entera,  de  la  naturalidad,  de  lo  común ;  no  de  lo  anormal,  de 
lo  feo,  de  lo  extravagante...  Un  tío  Roque,  un  Merlín,  un  Cascarillas, 
un  Marujón,  un  padre  Coraje,  un  Quico,  un  Julián  Llano,  un  don 
Valentín  y  una  Marichu  son  personajes  del  común  vivir,  tan  de  todos 
los  dias,  que  sólo  nos  parecen  maravillosamente  sacados  de  la  realidad 
cuando  de  ella  los  sacó  un  artista  genial  como  don  Luis  de  Ocharan. 
Antes  de  que  él  los  pintara  ni  los  veíamos  siquiera,  tan  en  docena 
entraban  con  los  demás  de  la  arrinconada  villa,  tan  ordinarios  nos 
parecían,  tan  insípidos  y  poco  novelables...  Los  cástrenos  que  pinta 
don  Luis  de  Ocharan  son  ya  seres  vivos  para  mí  desde  que  los  vi  y 
les  oí  hablar  en  su  novela.  Para  mí  andan  por  Castro,  y  bregan  con 
Las  olas,  y  salen  y  entran  al  mar  y  a  la  villa  todos  los  días...  Marichu 
es  principalmente  una  novela  de  costumbres.  De  aquí  su  extensión. 
Pudiera  el  autor,  como  otros  muchos,  haber  pintado  las  costumbres 
castreñas  escribiendo  varias  novelas  más  cortas,  como  lo  hicieron  Pe- 
reda y  Fernán  Caballero.  Pero  ya  que  prefirió  abarcarlas  todas  de  una 
vez  en  una  sola,  ella  había  de  ser  tan  extensa  como  todas  las  cortas 
juntas.  Poca  paciencia  tenemos  hoy  para  apechugar  de  una  asentada 
con  tantas  hojas  de  lectura.  No  es,  sin  embargo,  el  enredo  de  Mancliu 
de  los  que  hacen  saltar  hojas  para  ver  cómo  se  desenreda.  Cada  ca- 
í>itulo  es  un  cuadro,  que  puede  leerse  y  contemplar.se  despaciosamente 
de  por  si.  La  acción  principal  que  trama  la  obra  hállase  tan  sólo  al  fin 
de  ella;  ])cro  para  r()m]*rcndcrla  hay  que  conocer  el  alma  de  Marichu 
durante    toda  su  vida,  la  cual  corre  por  todo  el    libro   por  sus   pasos 


S.    XX,    1 91 7.    LUIS   DE   OCHARAN   Y   MAZAS  7 

contados,  entreverada  en  el  común  vivir  de  Castro,  enlazada  con  los 
demás  personajes  que  caracterizan  las  costumbres  y  cifran  juntos  el 
alma  castreña...  El  alma  de  Marichu  agota  la  idea  de  la  perfección 
femenina  conforme  se  ha  tenido  tradicionalmente  en  España.  Su  rup- 
tura con  Fernando,  tan  sólo  debida  a  este  altísimo  y  tradicional  modo 
de  idear  español,  sobrecoge  al  lector,  le  levanta  en  vilo  y  le  arrebata 
a  las  más  traspuestas  alturas.  Es  lo  platónico  del  amor,  lo  espiritual 
del  amor,  la  idea  del  amor  único,  del  amor  antes,  de  entonces  y  del 
después,  que  siempre  tuvieron  como  dechado  las  mujeres  españolas  y 
■que  yo  creo  está  en  lo  hondo  del  alma  de  toda  mujer,  hasta  de  las  más 
perdidas,  que  distinguen  muy  bien  el  verdadero  amor  de  la  pasajera 
unión  corporal,  que  también  llaman  ellas  amor  en  su  particular  jerga. 
Otro  atisbo  del  feminismo  de  don  Luis  de  Ocharan  hállase  en  lo  que 
se  refiere  al  hombre,  a  P'ernando.  Más  bien  diríamos  a  esto  masculi- 
nismo,  pero  como  raíz  del  feminismo  verdadero.  Porque  si  éste  con- 
siste en  la  igualdad  relativa  de  derechos  y  deberes,  ¿  por  qué  en  la  mu- 
jer Ge  alaba  la  perfecta  honestidad  anterior  al  matrimonio  y  en  el 
hombre  no  sólo  no  se  desalaban  sus  anteriores  galanteos,  sino  que  se 
encomian  sus  conquistas  y  hasta  llegan  a  ser  para  muchas  mujeres 
verdaderos  méritos?  La  mujer  que  aprecia  tales  cosas,  gloriándose  de 
haber  conquistado  a  un  conquistador,  es  tan  conquistadora  como  él, 
€S  una  verdadera  Tenoria;  pero  muestra  muy  poco  ser  mujer.  El  so- 
juzgar, el  conquistar,  es  de  hombres.  De  la  mujer  es  el  amor.  Y  la 
que  de  tal  cosa  se  gloría,  no  ama ;  bizarrea  de  conquistadora,  se  ufana 
de  competir  con  el  varón  en  lo  varonil,  no  en  lo  propio  de  la  mujer. 
El  amor  no  tiene  en  ello  la  menor  parte ;  es  la  pura  soberbia  o  la  mu- 
jeril vanidad,  sombra  seguidora  de  la  soberbia,  lo  que  aquí  señorea. 
El  amor,  que  parece  ser  el  que  fraguó  el  alma  femenina,  pide  a  voz 
en  cuello  desde  el  fondo  de  toda  alma  de  mujer  que  el  amador  bus- 
que una  mujer  que  a  ningún  otro  ame,  haya  amado  ni  haya  de  amar; 
pero  pide  más :  que  el  mismo  amador  lo  sea,  lo  haya  sido  y  lo  haya  de 
ser  únicamente  de  ella.  El  amor,  dios  de  las  almas,  está  por  encima 
de  todos  los  demás  afectos,  que  son  sus  esclavos.  Está  por  encima  de 
vanidades  mujeriles  y  de  varoniles  soberbias.  Es  unión  de  almas  para 
siempre,  pero  no  menos  es  unión  nueva,  unión  de  almas  que  no  hayan 
tenido  antes  otro  amor.  Porque  si  a  alguna  cosa  de  este  mundo,  al 
amor  compete  la  unidad  y  unicidad,  no  sólo  desde  el  momento  en 
•que  se  hace  la  unión  en  adelante,  sino  aun  antes  de  haberse  hecho. 
Tal  es  la  alteza  del  amor  preconizado  en  Marichu  y  del  cual  Marichu 
es  dechado  y  víctima.  Claro  está  que  el  amor  libre  dista  de  este  le- 
vantado amor  tanto  como  los  noveladores,  que  en  España  imitan  ideas 
y  maneras  de  los  de  ultrapuertos,  distan  de  los  tradicionales  nove- 
listas españoles.  Y  por  aquí  venimos  a  parar  a  lo  que  es  harto  pere- 
grino y  no  poco  digno  de  consideración:  que  el  arte  español,  tan  rea- 
lista, es  a  la  vez  el  más  ideal.  Pero  no  hay  por  qué  extrañarlo.  Lo 
ideal  está  en  el  pensamiento;  lo  real,  en  la  ejecución  artística.  Y  tal 


8  ÉPOCA    CONTEMPORÁNEA    (1908-I920) 

es  don  Luis  de  Ocharan  como  novelista.  Que  pinta  de  mano  maestra 
las  costumbres  castreñas  y  desmenuza  las  almas  hasta  descubrirnos 
el  espíritu  de  la  región,  como  los  mejores  psicólogos,  lo  verá  el  que 
lea  la  obra.  Cuanto  a  estilo  y  lenguaje,  es  de  lo  más  castizo  y  clásica 
que  ahora  se  escribe...  Cuanto  al  habla  que  pone  en  sus  personajes, 
no  hay  que  quitar,  ni  que  añadir,  ni  que  en  ella  re/parar,  porque  está 
fiel  y  puntualmente  copiada  de  las  gentes  de  Castro  Urdíales  y  ella  es 
la  que  da  a  la  novela  el  más  gustoso  sabor  regional." 

J.  Cejador,  Boletín  de  la  Biblioteca  M.  Pelayo,  1920,  n.  3:  "El 
artista  cabalmente  consiste  en  el  poder  de  reflejar  la  realidad  dán- 
dole el  tono  de  su  propia  alma.  Don  Luis  de  Ocharan  arranca  a  las- 
cartas  de  Tula  el  alma  tal  como  Lola  habíala  en  ellas  depositado,  y 
arrebata  a  los  libros  del  siglo  xvi  el  decir  que  en  ellos  depositaron 
nuestros  antiguos  escritores.  Y  con  todo  devueilve  Ocharan  entrambas 
cosas  de  manera  que,  sin  dejar  d'e  ser  las  que  eran,  son  ya  otras:  llevan  el 
sello  de  su  personalidad.  El  castellano  de  Ocharan,  con  ser  tan  castizo  co- 
mo el  del  siglo  xvi^  es  del  siglo  xx  y  suyo  exclusivo.  Las  cartas  de  Lola 
pudiera  haberlas  escrito  la  Avellaneda  cuanto  al  espíritu ;  mas  son  otras, 
son  de  Ocharan.  La  segunda  parte  de  Lola  narra  lo  que  a  la  Avella- 
neda le  hubiera  sucedido,  puesta  en  las  circunstancias  en  que  Ocha- 
ran pone  a  su  principal  personaje.  Romántica,  apasionada  por  extremo,  de 
levantado  pensar,  varonil  y  de  arrestos  es  Lola  como  Tula,  y  mujer,  al 
cabo,  muy  mujer,  hasta  caer  en  lo  más  hondo  desde  las  cimas  más  altas, 
es  Loila.  El  segundo  personaje,  Jesús  María,  se  le  antojará  acaso  a  algu- 
nos demasiadamente  ideal  y  nada  de  este  mundo.  Tan  de  este  mundo  es, 
sin  embargo,  que  encarna  el  sentir  y  pensar  del  alma  noble  del  autor. 
Todavía  hay,  a  Dios  gracias,  grandes  almas  en  el  mundo,  por  más  que  las 
rastreras  dijérase  que  lo  llenan.  El  desenlace  tenía  que  ser  conforme  a  es- 
tos dos  extremados  temperamentos  de  Lola  y  Jesús  María :  trágico  y  ro- 
mántico; pero  Ocharan  no  escribe  una  novela  romántica;  la  ejecución  es 
realista;  el  proceso,  psicológico.  El  autor  mostróse  en  Marichu  consumado 
maestro  en  la  novela  de  costumbres ;  en  Lola  ha  mostrado  serlo  no  menos 
en  lia  novela  psicológica.  Y  en  entrambas  campean  dos  cualidades  extraor- 
dinarias, además  de  la  fundamental  de  apropiarse  la  realidad,  como  hemos 
dicho:  la  del  estilo  y  lenguaje  por  una  parte  y  por  otra  la  alteza  de  senti- 
mientos. Dos  cosas  que  son  muy  educadoras,  para  la  formación  lite- 
raria de  los  lectores,  la  primera;  la  segunda,  para  la  formación  y  edu- 
cación del  corazón  y  de  las  costumbres.  Lo  de  "Lectura  prohibida  a 
las  solteras"  es,  pues,  un  señuelo  de  escaparate.  Nadie  peligrará  le- 
yendo ésta  ni  las  demás  novelas  de  don  Luis  de  Ocharan ;  antes,  por 
el  contrario,  sentirá  elevarse  su  alma  y  volar  hacia  lo  más  noble  y 
cristiano  que  puede  apetecerse." 

Pardo  Bazán,  en  A  B  C,  sobre  Marichu:  "Son  los  episodios  lo  muy 
principal.  Kn  ellos  la  semejanza  con  Pereda  se  acentúa  y  se  hace  vi- 
sible a  cada  párrafo.  El  realismo  popularis*i  del  maestro  montanos  es 
es  el  mismo  de  Ocharan...   La  borracha  de  h  Leva  es  digna  hermana 


S.   XX,    1 91 7.    CESARE  ARROYO  9 

de  las  escabecheras  que,  cual  caricaturescos  monigotes  de  Van  Oustade, 
se  agitan  sobre  hacinados  cuerpos  de  besugos.  Resalta  la  figura  que  el 
novelista  ha  querido  pintar  con  más  amor :  la  del  franciscano  padre 
Coraje;  pero,  en  mi  opinión,  el  estudio  que  descuella  en  la  novela  no 
es  ni  el  del  fraile  ni  el  de  Marichu,  sino  el  de  don  Valentín  Iturrie- 
chea,  un  acierto  por  lo  sostenido  y  lleno  de  finos  matices  y  por  lo 
que  tiene  de  representativo  de  su  raza...  Es  preciso  dejarlo  afirmado: 
un  carácter  así  honra  a  un  novelista,  y  si  en  Marichu  se  pudiesen  re- 
cortar algunas,  a  mi  parecer  innecesarias  digresiones,  la  novela  sería 
■de  las  mejores  en  su  terreno  y  género." 

53.  Año  ipi/.  Pastor  Azevedo  Lúquez^  argentino,  publicó  Canto 
proteico,  B.  Aires,  1917. — Nicolás  Agüero  Vera,  argentino,  publicó 
Al  borde  de  la  senda,  historias  breves,  Córdoba,  1917. — Álbum  cervan- 
tino, por  el  Ateneo  de  Sevilla,  ibid.,  1917. — J.  M.  Almodóbar  publicó 
Amorosas,  poesías  de  su  juventud,  Albacete,  1917. — Gabriel  Alomar^ 
mallorquín,  más  francés  que  español  en  aficiones  y  cariños,  de  juicio 
avieso  sobre  la  historia  española ;  pero  de  gran  talento  sintético  y  com- 
parativo de  los  hechos  históricos  y  manifestaciones  literarias,  en  lo  que 
sobresale  por  su  extensa  y  variada  erudición.  Sus  cuentes,  artículos, 
descripciones,  poesías,  llevan  aguas  de  todos  los  grandes  autores  de 
dentro  y  más  de  fuera  de  España,  pero  formando  un  todo  personal. 
Entiende  y  mucho  de  filosofía,  política  y  literatura  y  más  que  nada  de  li- 
teratura francesa,.  Su  alteza  literaria  no  le  permite  tomar  galicismos  co- 
munes del  arroyo;  pero  se  ve  que  piensa  con  la  ligereza  de  los  franceses 
escritores  contemporáneos  y  su  estilo  es  un  si  es  no  es  de  enigmático,  poco 
clarificado,  algo  alemanisco  y  paradójico,  poco  castizo,  en  suma,  y  más  que 
castellano,  cosmopolita.  La  guerra  a  través  de  un  alma,  Madrid,  1917- 
El  Frente  espiritual,  Tortosa,  1918.  Verba,  Madrid,  1918.  La  forma- 
ción de  sí  mismo,  Madrid,  1920. — Eduardo  Alvarez^  hijo,  publicó  La 
hora  del  ensueño,  poes.,  Orense,  1917. — Marcelino  Alvarez  Cerón 
publicó  Alucinaciones,  poesías,  Madrid,  1917. — Ricardo  Alvarez  Alba 
publicó  Crepuscidares,  poesías,  Bogotá,  1917.  Frondas  muertas,  id.,  ibid., 
1917. — E.  DE  Aleear  publicó  Gente  bien,  Madrid,  1917. — Francisco  de 
Paula  Amat  y  Villalba  (n.  1870-),  de  Teruel,  catedrático  de  la  Central, 
publicó  Flores  de  dichos  y  hechos  sacados  de  varios  y  diversos  auto- 
res por  el  Dr.  Matthias  Duque;  la  publica  por  primera  vez,  Valen- 
cia, 1917. — Antología  de  líricos  ingleses  y  norteamericanos,  trad.  por 
varios,  3  vols.,  Madrid,  1917-18. — Pequeña  antología  de  poetas  chile- 
nos contemporáneos,  Santiago  de  Chile,  1917- — Carlos  Antony  publi- 
có Cuadros  de  la  guerra  europea,  poema,  Santiago  de  Chile,  1917. — 
JuvENAL  Anzola  publicó  Escenas  tropicales,  Caracas,  1917.  —  Ángel 
Apráiz  y  Buesa  (n.  1885),  de  Álava,  catedrático  de  la  Universidad 
de  Salamanca,  publicó  La  casa  y  la  vida  en  la  antigua  Salamanca,  ibid., 
1917.— Cesare  Arroyo  (i8go-)  de  Quito,  que  vive  en  Espña,  colabo- 
rador de  Cervantes,  publicó  La  noche  blanca,  com.,  1911.  El  caballero. 


I  o  ÉPOCA   CONTEMPORÁNEA    (1908-I920) 

la  Muerte  y  el  Diablo,  1915.  Al  margen  de  la  epopeya,  1916.  Olmeda,. 
1917.  Roviancero  del  pueblo  ecuatoriano,  conf.,  Madrid,  1919.  Retablo, 
figuras,  evocaciones,  escenas,  Madrid,  192 1.  Modernos  poetas  america^- 
nos,  1 92 1.  Mirando  a  España,  crónicas,  1921.  La  vida  rota,  nov.,  1921. 
Cuentos  de  amor  y  de  dolor,  1921. — Fray  Domingo  de  la  Asunción,  tri- 
nitario, publicó  Cervantes  y  la  Orden  Trinitaria,  Madrid,  1917. — Athe- 
nca,  órgano  del  Ateneo  de  Costa  Rica,  San  José,  desde  191 7. — Eduar- 
do E.  AuzoN,  argentino,  publicó  Versos,  Rosario,  1917.  —  Julio  E. 
Avila,  poeta  de  San  Salvador,  libre  en  el  ritmo,  al  estilo  de  los  deca- 
dentes, como  si  escribiese  prosa,  sobresale  por  el  estilo  figurado  y  her- 
mosas metáforas,  suyas  propias,  originales  y  expresivas;  es  sugestivo 
y  algo  simbolista  y  mezcla  las  expresiones  de  los  varios  sentidos  con 
excesiva  audacia.  Fuentes  del  alma,  1917. — Leopoldo  Ayuso  publicó 
Bellezas  levantinas,  poesías,  Murcia,  1917.  —  Mauricio  Bacarisse  y 
Casulá  (n.  1895-),  de  Madrid,  publicó  El  esfuerzo,  poesías,  1917. — Pau- 
lino G.  Baez  (n.  1893-),  de  Candelaria  (Cuba),  director  de  Castalia, 
revista  Apolínea,  publicó  Sendas  líricas,  Habana,  1917.  Siembras  nue- 
vas, versos,  ibid.,  1920.  En  prensa:  Vendimia,  Corazón,  Pebetero  'feni- 
cio.— Gi:STAVo  Balmaceda  Valdés,  chileno,  publicó  Desde  lo  alto,  au- 
tobiografía de  un  inocente  desgraciado,  Santiago,  1917. — Osvaldo  Ba- 
zil  publicó  Parnaso  dominicano,  Barcelona  (1917).  Parnaso  antillano, 
compilación  completa  de  los  mejores  poetas  de  Cuba,  Puerto  Rico  y 
Santo  Domingo,  Barcelona  (1918). — Ricardo  Becerra:  Vida  de  don 
Francisco  de  Miranda,  general  de  los  ejércitos  de  la  primera  Repú- 
blica francesa  y  generalísimo  de  los  de  Venezuela,  Madrid,  1917,  2  vo- 
lúmenes.'— José  Pedro  Bellan^  uruguayo,  escritor  idealista,  publicó 
Huerco,  cuentos  fantásticos,  1917.  Amor,  dr.,  1917.  Doñarramona,  no- 
vela, ibid.,  1918. — Juan  M.  Benedí  Navarro  publicó  Suspiricos,  versos 
baturros,  Zaragoza,  1917. — Valentín  Berrojo  Migueláñez  estrenó  El 
Ermitaño,  ley.  dr.,  Madrid,  1917. — El  general  Hans  Bertling:  Estu- 
dio sobre  el  paso  de  la  Cordillera  de  los  Andes  efectuado  por  el  gene- 
ral San  Martín  en  1817,  Santiago  de  Chile,  1917. — D.  Bikelas  publicó  La 
hermana  fea,  Madrid,  1917. — Luis  G.  Bilbao  publicó  Las  conicsioncs  de 
Federico  Muga,  Madrid,  1917. — Ángel  Blázquez  y  Jiménez  publicó  Bos- 
quejo histórico  de  la  Orden  de  Monte  Gaudío,  Madrid,  1917. — J.  M.  Bláz- 
QUEZ  de  Pedro  publicó  La  ciencia  del  dolor,  versos,  Panamá,  1917. — L  Bó 
Y  Singla  publicó  Montjuich,  notas  y  recuerdos  históricos,  Barcelona, 
191 7. — .Andrés  Bolarin,  murciano,  publicó  Fuego  sagrado,  versos,  Ma- 
drid, 1917. — Humberto  Bórquez  Solar,  chileno,  profesor,  poeta  ansio- 
so y  enaltecedor  del  bien,  d-e  la  verdad,  de  la  justicia,  de  la  alegría  .y 
de  la  luz,  publicó  poesías  en  Zig-Zag  desde  191T  y  Breviario  Lírico, 
Santiago,  191 7. — Gabriel  Briones  Perrero  publicó  España,  datos  geo- 
gráficos y  estadíst.,  Madrid,  1917.  Muñecas  de  París,  1918. — Alfredo 
R.  Búfano,  argentino,  publicó  El  viajero  indeciso,  B.  Aires,  1917. — Au- 
gusto BuNGE,  argentino,  diputado  socialista  y  jiolcmista  brioso,  publicó 
Una  Argentina   sin  analfabetos,  discursos  parlajuent.,  B.  Aires,    1917. 


S.  XX,   1 91 7.  GALO  CORREDOR  II 

La  oración  del  hombre,  ¡bid.,  1917-  El  culto  de  la  vida.  Polémicas,  1918. 
— Ángel   Caamaciio   estrenó  La  cogida  del  castizo,  casi   sainóte   (con 
Andrés  J.  de  la  Prada),  1917.  El  monte  de  la  belleza  o  la  mina  de  oro, 
fant,    1918  (con  otro).  Cinco  minutos  de  conversación,  diál.,    1919. — 
P.  Cabrera  publicó  Mateo  Rozas  de  Oquendo,  el  poeta  más  antiguo  del 
Tiícumán,  igiy  (en  Rev.  Univcrs.  Nac.  de  Córdoba). — Juan  F.  Caffe- 
RATA.  argentino,  publicó  Por  diversos  campo.'^,  Córdoba  (de  Tucumán) 
1917. — Aurelio   Camacho^   madrileño,    publicó   Pampas   y    Cordilleras, 
memorias  de  mis  viajes  y  aventuras  por  tierras  de  América,  Madrid,  1917. 
— Francisco  Cambó  publicó  El  Pesimismo  español,  Madrid,  1917. — La 
Campaña   del  Norte   (1891),   Santiago  de   Chile,    1917- — Zenobia  Cam- 
PRUBÍ,  DE  Jiménez,  esposa  del  poeta  Ramón  Jiménez,  tradujo  al  poeta 
indio  Rabindranath  Tagore :  Obras,  Madrid,  desde   1917. — J-iborio  Ca- 
NETTi  Y  Alvarez  DE  Gades  publicó  El  Mogo  de  Logrosán  (Roso  de 
Luna),  Madrid,  1917. — F.  del  P.  Capella  publicó  La  cuadra  de  Malvehí 
o  el  orgullo  de  un  hombre,  epis.  hist.,  Barcelona  (1917). — Rafael  Car- 
dona, poeta  costarricense,  escultórico,  gaíano,   delicado  y  bien  sentido, 
escribió  Las  piedras  preciosas,  y  el  hermoso  poema  Macbeth,  más  otras 
poesías,  publicadas  todas  con  el  título  de  Oro  de  la  mañana,  poesías,  San 
José,   1917.  Los  medallones  de  la  conquista  (doce  sonetos).  Consúltese 
Napoleón  Pacreco,  Ensayo  sobre  el  poeta  Rafael  Cardona,  S.  José,  19 19. 
— José  Carduz  Viera  publicó  Días  nublados,  poesías,   Rocha,   1917. — 
Cartas  baturras,  dos  series,  Madrid,  1917. — El  padre  José  Casadesús  pu- 
blicó El  arte   magna  de  Raimundo  Lidio,  doctor  iluminado  y  mártir, 
Barcelona,    1917. — Antonio   Cases  publicó  A   zancadas  en  la  sombra, 
■novela,  Madrid,  1917.  El  rodar  del  cangilón,  artíc,   1919.  Malvarrosa, 
novela,  Madrid,  1919.  El  poder  de  los  humildes,  fáb.  lír.  (con  Rafaeí 
Balaguer,  1920).  Por  ser  buena,,  nov.,  1920.  El  secreto  de  los  demás,  1920. 
— José   M."   Castellví   publicó   Raquel   Mcller   (con   Leopoldo   Varó), 
Barcelona,    1917. — Carlos   Castillo    publicó  Arpegios,  poesías,   Méji- 
co, 1917. — Ricardo  del  Castillo  (seud.)  por  propio  nombre  Darío  Ru- 
bio, mejicano,  publicó  Los  llamados  mexicanismos  de  la  Acad.emia  Es- 
pañola, Méjico,   1917.  Nahuatlismos  y   barbarismo,  ibid.,  1919. — Anto- 
nio CastrOj  mejicano,  publicó  La  Literatura  Mejicana  Contemporánea, 
México  (1917). — F.  Catoyra,  mejicano,  publicó  Orientaciones  hispanó- 
filas, Méjico,  1917. — José  Cebrián  y  Saurá,  general  de  infantería  de 
Marina,  publicó  Páginas  gloriosas  de  la  Marina  de  Guerra  Española, 
Cádiz,  1917. — 'Mercedes  Astenia  Cid  Baeza  publicó  Lucrecia  Dtirney, 
iiow,   Santiago,    1917. — 'Clary   (seud.   de   una    escritora  chilena)    publi- 
có Hojas  al  viento,  cuento,  Santiago  de  Chile,  1917. — ^Francisco  Javier 
Clavijero,  Historia  antigua  de  Méjico,  trad.  del  ital.  por  José  Joaquín 
de  Mora  (véase  año  1827),  Méjico,  1917. — Amantina  Cobos  de  Villa- 
lobos publicó   Mujeres  célebres  sevillanas,   Sevilla,    1917. — Pedro  Co- 
ROMiKAS,  catalán,  publicó  Las  ideas  jurídicas  en  el  Poema  del  Cid.  El 
sentimiento  de  la  riqueza  en  Castilla,   Madrid,   1917. — 'Galo  Corredor 
publicó  La    tragedia  de  los  secretos,  nov.,  Madrid,  1917. — El  Marqués 


12  ÉPOCA   CONTEMPORÁNEA    (1908-I920) 

DE  Cortina  publicó  Tierra  incógnita,  Madrid,  1917. — Fernando  Cru- 
SAT  Y  Prats,  de  la  Universidad  de  Barcelona,  tradujo  Corneiio  Nepote. 
Las  Vidas,  Barcelona,  1917. — Ernesto  de  la  Cruz  publicó  Epistolario 
de  don  Bernardo  O'Higgins,  Santiago,  1917.  La  entrevista  de  Guaya- 
quil, Madrid,  1917  (con  J.  M.  Goenaga  y  Carlos  A.  Villanueva). — Ju- 
lio Cruz  Ghío,  argentino,  publicó  cuentos  camperos  y  diálo<?os.  El 
espíritu  nuevo,  B.  Aires,  1917.  Impresiones  de  Vida  intensa,  ibid.,  1918. 
— Carlos  Cuervo  Márquez,  colombiano,  antropólogo  y  etnólogo,  minis- 
tro de  Instrucción  pública,  presidente  de  la  Academia  Nac  de  Histo- 
ria de  Colombia,  publicó  Vida  del  Dr.  José  Ignacio  de  Márquez,  Bo- 
gotá, 1917.  Estudios  arqueológicos  y  etnográficos,  t.  II,  Madrid,  IQ20. 
— Manuel  de  la  Cueva  publicó  Pensamientos,  máximas  y  consejos  en- 
tresacados de  las  obras  de  Cervantes,  Madrid,  1917. — Julio  Chacón, 
chileno,  publicó  Entre  Montañas,  ensayo.  Linares,  1917. — Chascarrillos 
madrileños,  dos  series,  Madrid,  1917- — Emilio  Daguerre  estrenó  Las 
sombras  vuelven,  drama,  1917. — ^Joüge  Damianovich,  argentino,  publicó 
Carlos  Guido  y  Spano,  B.  Aires,  1917. — Juan  Carlos  Dávalos,  argen- 
tino, de  Salta,  poeta  regional  que  pinta  paisajes  y  leyendas  de  su  pro- 
vincia sin  afectación,  antes  en  estilo  natural  y  sencillo  lenguaje,  pu- 
blicó De  mi  vida  y  de  mi  tierra,  poesías.  Don  Juan  de  Viniegra  Herze, 
dr.,  Salta,  1917.  Cantos  agrestes,  1918. — Salvador  Debenedetti,  ar- 
gentino, poeta  clásico  y  sobrio,  publicó  Investigaciones  arqueológicas 
en  los  valles  preandinos  de  la  provincia  de  S.  Juan,  B.  Aires,  1917. — 
Pedro  Mario  Delheye  (1894-1918),  argentino,  poeta  místico,  gustó 
del  pareado  alejandrino  y  del  tono  prosaico,  estilo  modernista.  Publicó 
La  vida  interior,  B.  Aires,  1917. — Diario  de  viaje  del  General  Ber- 
nardo O'Higgins  en  la  caripaña  de  Ayacucho,  Santinago  de  Chile,  1917. 
— Emilio  Díaz  estrenó  Nocturno,  cntrem.,  Madrid,  1917  (con  Manuel 
R.  Aguirre). — El  coronel  F,  J.  Díaz  publicó  La  campaña  del  Ejército 
de  los  Andes  en  1817,  Santiago  de  Chile,  1917. — José  M.'  Díaz  estre- 
nó La  última  lágrima  (con  Antonio  Jiménez  Barroso),  1917. — Narciso 
Díaz  de  los  Arcos  estrenó  El  pendón  de  Castilla,  jug.  (con  Leandro 
Blanco),  1917.  Del  Rastro  a  las  Américas,  viaje  (con  id.),  1918. — iCar- 
Los  Dickens,  El  cántico  de  Navidad,  traducción,  Madrid,  191 7. — La 
Dictadura  de  O'Higgins,  por  M.  L.  Amunátegui  y  B.  Vicuña  Macken- 
na,  Madrid,  1917. — José  Diez  Monar  publicó  Lobos  y  corderos,  León, 
1917.  Sangre  mártir,  drama,  ibid.,  1917. — Juan  José  Domenchina,  pu- 
blicó Del  poema  eterno,  Madrid,  1917-1922,  2."^  edic.  Las  interrogaciones 
del  silencio,  1918-1922,  3.*  edic.  Poesías  escogidas,  Madrid,  1922.  En 
preparación:  Neurastenia,  poesías.  El  desorientado,  cuentos. — Félix  Do- 
mingo publicó  La  viujer  mala,  Valladolid,  1917. — Dos  Romances  anónimos 
del  siglo  xvi :  El  sueño  de  Feliciano  de  Si-Iva.  La  muerte  de  Héctor,  Ma- 
drid, 1917. — C.  Marcial  Dorado  publicó  España  pintoresca.  The  Ufe  and 
cusfons  of  Spain  in  story  and  Icgend,  Bns'.on,  1917 — Lino  Duarte  Level, 
venezolano,  publicó  Cuadros  de  la  Historia  militar  y  civil  de  Vene- 
zuela, Madrid,   1917,  —  José    M.'   G.  Ecuevarri    y    Vivanco   publicó 


S.  XX,    191 7.  MELCHOR  GARCÍA  MORENO  1 3 

La  justicia  y  Felipe  Ñ,  Valladolid,  1917. — Julio  Egea  López  publicó 
Acentos  de  mi  lira,  poes.,  Murcia,  1917. — El  coronel  W.  Ekdahl  o 
Ignotüs  publicó  Historia  viiliiar  de  la  Guerra  del  Pacífico  (obra 
que  provocó  discusiones),  Santiago  de  Chile,  1917.  Del  Océano  a 
Venus.  Segunda  parte  de  los  Andes  al  ciclo,  Madrid  (s.  a.). — Félix 
ElÍas,  catalán,  fundador  de  Papitu  (Barcelona),  gran  caricaturista,  pu- 
blicó con  el  seudónimo  de  Apa  (en  catalán  ¡  hala !)  el  libro  sobre  la 
£^uerra  Kamaraden,  1917. — ^Juan  de  la  Encina  (seud.)  publicó  Figu- 
ras contemporáneas,  art.,  Madrid,  1917-18  (en  España). — Gabino  En- 
ciso  ViLLANUEVA  publicó  Mi  patria,  lo  que  ha  sido,  lo  que  es,  y  lo  que 
puede  ser  España,  Burgos,  1917. — Ecequiel  Enderiz  estrenó  Noche 
de  lobos  (con  V'ictor  Gabirondo),  1917.  La  Maja  del  rastro,  sain.  (con 
Jerónimo  Gómez)  1917.  La  Revolución  rusa,  1918.  —  A.  Henríquez 
C,  chileno,  publicó  Rosas  Blancas,  ensayo,  1917. — Ensayo  de  un  trata- 
do de  versificación  comparada  del  castellano  y  del  francés,  Madrid, 
191 7. — Julio  F,  Escobar,  argentino,  estrenó  La  rival  de  la  Barrien- 
tos,  1917. — Juan  Luis  Espejo,  chileno,  publicó  Nobiliario  de  la  anti- 
gua Capitanía  gral.  de  Chile,  Santiago,  1917. — Luis  Espinosa  publicó 
Luces  y  sombras,  poesías,  Madrid,  1917. — Francisco  J.  Falquez  Am- 
PUERo,  ecuatoriano,  publicó  Rondeles  indígenas  y  mármoles  lavados, 
poesías,  Guayaquil  (1918?).  Sintiendo  la  batalla,  estudios  y  cuadros  so- 
bre la  guerra  europea,  ibid.,  1917.  Gobelínos,  versos,  Quito,  1919. — 
Claudio  Farrere,  mejicano,  publicó  El  saludo  al  César,  Méjico,  1917. — 
Nicomedes  Fernández,  por  seudónimo  Teudisel,  publicó  La  Europé- 
lica,  poema,  t.  I,  Madrid,  1917. — ^Paulino  Fernández  Vallejo  publicó 
Las  armonías  inefables,  poesías,  ]\Iadrid,  1917.  Jardines  bajo  la  lluvia, 
1918. — Ramón  Ferrer  e  Hilario  estrenó  Los  Tónicos,  epis.  dram.,  Ma- 
drid, 1917. — Agustín  de  Figueroa  publicó  Cuentos  trágicos,  Madrid, 
1917. — Gonzalo  Firpo  estrenó  El  vals  de  los  pájaros,  opereta,  Madrid, 
1917  (con  José  Perera). — La  Gran  Florida,  Los  Chiapas,  Los  Desiertos 
de  Achaguas  (mss.  Bibl.  Nac),  Madrid,  1917. — ^Atjgusio  Focíis  Axíbós, 
estrenó  La  sonrisa  de  Dios,  com.  (con  Manuel  Ferrados),  1917.  ¡Fuer- 
zas inútiles!,  com.  (con  Manuel  Ferrados),  1918. — José  Folch  Vernet 
publicó  El  rapto  de  la  bella  Proserpina,  de  Homero,  trad.  Barcelona, 
1917. — Eduardo  Ángel  Galván  publicó  El  momento  de  España  en  1917, 
Madrid,  1917. — Ángel  García  Rives  publicó  Fernando  VI  y  doña 
Bárbara  de  Braganza,  Madrid,  1917. — 'Armando  D.  García  publicó  AtOr- 
laya  de  marfil,  poesías.  Habana,  1917. — Francisco  García  estrenó  El 
señor  Lince,  jug.,  1917. — L  García  Sáinz  de  Baranda  publicó  Apuntes 
históricos  sobre  la  ciudad  de  Medina  de  Pomar,  Burgos,  1917. — ^Joaquín 
García  Bravo  publicó  Mahoma,  El  Corán,  traduce,  t.  I  y  U.,  Barce- 
lona, 1917. — Melchor  García  Moreno  (n.  1870),  madrileño,  librero, 
publicó  El  libro  de  refranes  copilado  por  el  orden  del  A.  B.  C,  de  Ma- 
sen Pedro  Valles,  Madrid,  1917  (reprod.  fotograbada).  El  Sobreynesa 
y  Alivio  de  Caminantes,  de  Timoneda  (reprod.  de  la  de  Valencia,  1569), 
Madrid,  1917.  Catálogo  paremiológico,  ibid.,   1918  (importante). — Rosa 


14  ÉPOCA   CONTEMPORÁNEA    (1908-I920) 

García  Costa,  argentina,  La  simple  canción,  1917.  La  Ronda  de  las  ho- 
ras (en  Hebc,  1918,  n.  II). — Carlota  Garrido  de  la  Peña  publicó  Coyuo 
en  la  vida,  Mar  sin  riberas  (novelas  de  costumbres  argentinas),  Va- 
lencia (1917). — José  Gaxiola,  mejicano,  de  la  legación  en  Madrid,  pu- 
blicó La  Frontera  de  la  raza,  Madrid,  1917. — Lucio  Gil  Fagoaga,  au- 
xiliar de  la  Universidad  Central,  publicó  Exposición  y  crítica  de  la  Crítica 
de  la  Razón  pura  de  Manuel  Kant,  Madrid,  1917.  Breve  diálogo  de  belleza, 
ibid.,  1917.  La  Relación  de  Derecho,  ibid.,  191S.  Gramática.  Retórica  y 
Dialéctica,  nota  crítica,  ibid.,  1918.  Perspectivas  estéticas.  Discurriendo  en 
*'Cueva-Hcrmosa",  ibid.,  1918. — Adolfo  León  Gómez  publicó  Al  tra- 
vés de  la  vida,  Bogotá,  1917. — E.  Gómez  de  Miguel  publicó  Las  redes 
del  crimen,  nov.,  Barcelona,  1917.  Los  brillantes  de  la  muerta,  ibid.,  1917. 
— Fray  Agustín  González  Alvarez,  agustino,  publicó  Gramática  chino- 
española,  Hankow,  1917. — Arnaldo  González,  chileno,  estrenó  Lo  real, 
ensayo  dramático  novelesco,  Antofagasta,  1917. — Joaquín  González  Do- 
menech  publicó  Bufonadas,  Santander,  1917. — José  Gonz.ílez  Hompa- 
nera  estrenó  Cosas  que  vuelven,  com.  (con  Juan  López  Núñez),  1917. 
— M.  González  García,  portorriqueño,  publicó  Cosas  de  antaño  y  cosas 
de  hogaño.  Puerto  Rico,  1917.  El  Tesoro  del  Ausubal,  ibid.,  1918. — Ma- 
kuel  González  Gómez  estrenó  ¡No  hay  uno  bueno!,  entr.,  Madrid,  1917. 
— J.  Guillermo  Guerra  publicó  La  soberanía  chilena  en  las  Islas  al  Sur 
del  canal  Beagle,  Santiago,  1917. — Guio  del  Norte  de  África  y  Sur  de 
España  (oficial),  Cádiz,  Málaga,  191 7. — Guía  histór.  y  descriptiva  del  Ar- 
chivo histórico  Nacional,  Madrid,  1917. — Ricardo  Guido  Lavalle  publi- 
có El  general  don  Tomás  Guido  y  el  Faso  de  las  Andes,  La  Plata,  1917. 
— Alberto  Guillen  (n.  1897-),  de  Arequipa  (Perú),  redactor  de  Mundial, 
Variedades,  etc.,  laureado  por  el  poema  Belleza  humilde  (1917),  poeta 
rimbombante  y  fantasioso  y  soberbioso,  que  pretende  ser  nuevo  y  único, 
prosador  sudto,  ligero,  desenfadado  y  humorista,  publicó  Frometeo,  poe- 
mas, Arequipa,  1918.  Deucalión,  sonetos,  Lima,  1920.  Nosotros,  critica, 
Madrid,  1921.  La  Linterna  de  Diógenes,  ibid.,  1921,  su  mejor  obra  cuanto 
al  estilo,  en  que  extrema  su  desenfado  hasta  el  descoco,  burlándose  de  la 
literatura  española  y  de  todos  los  escritores  españoles,  aunque  sin  anali- 
zarlos ni  estudiarlos  ni  conocerlos  más  que  por  breves  visitas  hechas  para 
componer  un  libro  de  escandaloso  reclamo.  Las  parábolas,  ibid.,  1921. 
— Alfredo  Gutiérrez  Gorostiza  publicó  Venus  Citcrca,  novela-teatro, 
Madrid,  1917. — Enrique  Hernández-Carrillo  y  Fernández,  abogado  en 
Granada,  publicó  La  Riíta  de  los  pueblos,  ensayos,  Granada,  1917. — Fran- 
cisco Hernández  Aldabas  publicó  Chascarrillos  aragoneses,  6  series, 
Madrid,  1917. — ^El  padre  Enrique  Herrera  y  Oria,  jesuíta,  publicó  Oña 
y  su  real  Monasterio,  Madrid,  1917. — .Ricardo  Hicken,  argentino,  au- 
tor del  género  alegre,  estrenó  Maridos  caseros,  com.  Fapá  y  mamá, 
com.,  1916.  El  tío  soltero,  com.,  1917.  El  pariente  político,  com.,  1918. 
Fi  profesor  Müller,  com.,  1919. — Manuel  Horta  publicó  Vitrales  de 
Capilla,  cuentos  místicos,  Méjico,  1917.  Eslampas  de  antaño,  1919. — 
Amalio  Huarte  y  Echenique  publicó  Datos  para  la  biografía  del  maes- 


S.    XX,    191 7.   MANUEL    DE  l'hOTELLERIE  I5 

tro  Bernardo  Clavija,  Madrid,    1917.  Apuntamientos  sobre  el   adelan- 
tamiento de  Yucatán,   Salamanca,  1919. — Blanxa  C.  de  Hume,  argen- 
tina, publicó  Flores   silvestres,  B.  Aires,    1916.    El  alma  de  la  tarde,. 
ibid.,  1917.  El  jardín  del  ensueño,  poesías,   ibid.,  1919. — Ramón  Hur- 
tado, venezolano,   buen  prosador  impresionista  y  de   estilo  esmerado, 
publicó  Cofias,  nieblas  y   molinos,   Caracas,   1917. — José   Ibáñez  Jaso 
publicó  Mosén  Jacinto,  nov.,  Barcelona,  1917. — xA.ugusto  Iglesias,  chi- 
leno, por  seud.  Jidio  Talanto,  publicó  Las  Plegarias  de  la  carne,  poe- 
sías,   Antofagasta,    1917. — Un   Ingenio    de  la   Corte  pubHcó    Gabriel 
D'Anniinzio.  Svs  mejores  obras,  traducción,  Madrid,   1917. — Francisco 
Iribarne,  por  sepd.  David  Copperfield,  publicó  Juglerías,  Madrid,  1917. 
Valentina,  de  Jorge  Sand,  trad.,   19 17. — Luisa  Israel  de  Pórtela,  ar- 
gentina, publicó  Vidas  tristes,  cuentos,  B.  Aires,  1917. — Juan  Iturral- 
DE  Y  Suit:    Obras,   V.  Miscelánea  histórica   y   arqueológica,  Pamplo- 
na, 1917. — 'Luis  Izquierdo  publicó  Nuestro  sistema  político  ante  el  Se- 
nado,  Santiago  de   Chile,  1917. — Ángel  M.  Jiménez  publicó  Los  pre- 
cursores   del  socialismo   en  la  República   Argentina,   B.    Aires,    1917. 
Las  misiones  de  la  Paiagonia  y  la  civilización  del  indio,   ibid.,  1917. 
Represión  de  la  trata   de  blancas,   1917. — Antonio    Jiménez    Barroso 
estrenó  La  última  lágrima  (con  José  M."  Díaz),  1917. — 'Laura  Joroue- 
RA,  chilena,  publicó  Tierras  Rojas,  nov.,  Santiago,  1917. — Luciano  Jou- 
BLANC  RiVAS,  de  Veracruz,  residente  en  San  Luis  de  Potosí  (Méjico), 
poeta  tristemente  sentimental  y  delicado,  publicó  El  alma  trémula,  San 
Luis,  1917.  De  la  Hermandad,  ibid.,  1919  (con  otros). — Juegos  Flora- 
les organizados  por  la  Colonia  Española  de  Concepción,  con  ocasión  de 
la  "Fiesta  de  la  Raza",  Valparaíso,  1917. — Antonio  Julia  Tolrú  {Os- 
ear Tarloy)  publicó  El  alma  paraguaya,  apuntes  de  viaje,   1917. — Jun- 
ta Superior  de  Excavaciones  y  Antigüedades.  Memorias  del  año  1916,. 
Madrid,  1917. — 'Moisés  Kantor,  argentino,  publicó  Noche  de  resurrec- 
ción, esb.  dr.,  B.  Aires,  1917;  Griselda,  1918;  Sandro  Botticelli,  dr.,  1918: 
tres  obras  idealistas,  para  leídas  más  bien  que  para  representadas,  en 
un  tomo,   B.  Aires,  1919. — Guillermo  M."  Kay  publicó  Rosas  de  ju- 
ventud y  de  ilusión,  Panamá,  1917. — Eduardo  de  Laiglesia  (n.  1889-), 
madrileño,   publicó  La  mujer  en  los   libros  de  caballerías,  conf.,   Ma- 
drid,   1917.    Tres   hijuelos   había   el  rey...,    oriígenes   de    un   romance 
popular,   1917. —  A.  de  Lamartine,  traduce,  Madrid,    19 17. — RaymonD' 
Lantier    publicó    El    Santuario    ibérico    de    Castellar   de    Santisteban 
(con    Juan    Cabré),    Madrid,    1917. — El    coronel    Alberto    Lara    E, 
publicó  La  batalla  de  Chacabuco,  Santiago   de  Chile,    1917. — 'Modesto 
DE  Lara,  capitán  de  la  Guardia  Civil,  publicó  Fechas  de  sangre,  Ma- 
drid,  1917. — Eugenio  Léante  publicó    Vertiendo  ideas,  Madrid,    1017. 
— Vicente  Lecuna  publicó  Papeles  de  Bolívar,  Caracas,  1917;  Madrid, 
1920,  2  vols. — José  E.  León,  chileno,  estrenó  La  conciencia  y  el  deber, 
dr.,  1917. — G'.  Leroux  publicó  La  esposa  del  Sol,  nov.,  Madrid,  1917. 
— Manuel  de  L'Hotellerie  estrenó  Serpentinas  y  confetti,  zarz.,  1917. 
— Libelos    del    tiempo    de    Napoleón,    colecc,    por    Santiago    AJvarez 


1 6  ÉPOCA   CONTEMPORÁNEA    (1908-I920) 

Camero,  1917  (en  Rev.  Hisp.,  XXXIX,  391-582). — El  libro  de  los  Jue- 
gos Florales,  Talca,  1917. — Aureliano  Linares  Rivas  estrenó  Juventud, 
Vitoria,  1917.— Octavio  E.  Lobo,  argentino,  modernista,  publicó  Moti- 
vos y  monmncntos,  versos,  Tucumán,  1917. — Redumiro  Lobos  O.,  chi- 
leno, pubücó  Preludios,  poesías,  Santiago,  1917. — El  loco  del  Pumare- 
jo,  por  un  Bachiller,  Sevilla,  1917. — López  Marín  Méndez,  periodis- 
ta, estrenó  El  pecado  de  sor  Benedicta,  boc.  dram.,  1917. — C.  Eleazar 
López  pubücó  Cualidades  militares  del  general  Juan  Vicente  Gomes,  Ca- 
racas, 1 91 7. — Juan  López  de  Ayala  publicó  Aires  de  Villasana,  no- 
vela, Madrid,  19x7. — Manuel  López  Méndez  estrenó  Galop  final,  ju- 
guete, 1 91 7. — Arturo  Lorusso^  argentino,  estrenó  La  ínsula  de  don  Fe- 
lino, com.,  19 1 7. — ^JosÉ  Lozano  y  Aragón  estrenó  Laco  indisoluble,  co- 
media, Almería  191 7. — Juan  Ignacio  Luca  de  Tena  estrenó  Lo  que 
ha  de  ser,  S.  Sebastián,  1917.  Eduardo  y  su  vecina,  paso  de  comedia, 
Madrid,  1919. — María  del  Buen  Suceso  Luengo  y  de  la.Figuera 
(n.  1864-),  poetisa  americana  que  vive  en  Andalucía,  nacida  en  Bóveda  de 
Toro,  directora  de  la  Normal  de  Soria,  después  de  la  Habana  y  de  Mála- 
ga, ha  obtenido  premios  y  publicado  poesías  y  artículos  en  periódicos,  co- 
laborando en  La  Jlustración  del  Profesorado  (1897),  Diario  de  la.  Ma- 
rina (1903).  etc.  Pasajeras,  poesías,  1917. — Vicente  Luque  Gutiérrez 
publicó  Tregua  en  el  combate,  poesías.  Málaga,  1917. — José  M.*  Lu- 
QUENO  publicó  Fernando  de  Trejo  y  Sanabria,  2  vols.,  Córdoba  de  Tu- 
cumán, 1917. — L.  Luzuriaga  publicó  Documentos  para  la  historia  es- 
colar de  España,  Madrid,  1917. — Julio  Llanos  publicó  Días  de  París, 
Barcelona,  1917. — Guillermo  Mac-Kai  publicó  Rosas  de  Juventud  y  de 
ilusión,  Panamá,  1917. — Juan  Antonio  Magariños  Pittaluga  publicó 
Renovación,  Montevideo,  1917. — Luis  Mahave  Zarzosa  publicó  Geo- 
grafía de  la  Rio  ja,  Logroño,  1917. — 'Augusto  Malaret,  de  Puerto  Rico, 
publicó  Diccionario  de  provincialismos  de  Puerto  Rico,  premiado  en 
certamen  de  1916,  S.  Juan  P.  R.,  1917. — Luis  Mallol,  argentino,  pu- 
blicó Del  libro  de  mis  horas,  />oesías,  B.  Aires,  1917.  Manojo  de  fibras, 
■versos  de  dolor,  de  desesperación  y  de  esperanza,  ibid.,  1918. — Manuel 
Mañueco  Villalobos,  archivero,  publicó  Documentos  de  la  Iglesia  co- 
legial de  S.  María  la  Mayor  de  V aliad olid  (con  José  Zurita),  Vallado- 
lid,  1917. — Manuel  Marcillo  Sartorius  estrenó  El  Rey  del  carbón 
(con  Teodoro  Gutiérrez),  1917. — Benjamín  Marcos  publicó  El  cuar- 
to poder  (por  dentro),  o  lo  que  es  y  lo  que  debe  ser  el  periodismo 
español  desde  el  punto  de  vista  moral,  intelectual,  económico  y  so- 
cial. Madrid.  1917.  Hacia  otra  España,  1918.  —  Manuel  Marchan- 
te estrenó  El  Antecristo,  dr.,  Sevilla,  1917. — Francisco  de  Mari- 
MÓN  publicó  Los  Hombres  de  la  Fragua,  nov.  (con  Julián  Floret). 
Valparaíso,  1917. — Alfonso  Marín  estrenó  Por  los  caminos  del  bien, 
comedia,  Zamora,  1917. — Ángel  Marina  (n.  1888-).  de  Guadalupe 
(I'.xtrcmadnra),  aprovechado  discípulo  de  Gabriel  y  Galán  en  la 
poesía,  publicó  Desde  mi  rincón,  poesías,  Madrid,  1917. — 'Ancf.l  Mar- 
tín Y  Martín  estrenó  La  nobleza,  com.,  1917. — Manuel  Martín  de  los 


S.  XX,  1917-  LEONARDO  F.  NAPOLITANO  1/ 

RÍOS  publicó  La  pantalla,  Madrid,  1917. — E.  Martínez  Paz  publicó  Luis 
José  de  Tejeda,  el  primer  poeta  argentino,  1917  (en  Rev.  Universidad' 
Nac.  de  Córdoba). — Francisco  Martínez  Suárez  publicó  Vida,  de  José 
Matías  Delgado,  S.  Salvador,  1917. — Ricardo  Martínez  estrenó  El  Cri- 
men de  la  venta  (con  Alfredo  Cabanillas),  1917. — Vicente  Martínez 
CuiTiÑo,  buen  autor  teatral  argentino,  estrenó  La  fuerza  ciega,  dr.,  Bue- 
nos Aires,  1917.  La  humilde  quimera,  com.,  1917.  Nuevo  mundo,  1918. 
— Fernando  Mata  publicó  Teatro,  dramas  y  comedias,  Madrid,  1917- 
— José  Nicolás  Matienzo,  argentino,  profesor  en  las  Universidades- 
de  B.  Aires  y  la  Plata,  publicó  El  Gobierno  representativo  federal  en 
la  Rep.  Argentina,  Madrid,  1917,  2.*  ed. — Antonio  Maura,  treinta  años 
de  vida  pública,  Madrid,  1917. — Alberto  J.  Maza  publicó  Almaftierte, 
Rosario,  1917. — 'Francisco  Melgar  publicó  La  Reconquista,  Barcelo- 
na, 1917.  Visita  de  un  católico  español  a  Inglaterra,  Londres,  1917. — 
Memorias  postumas  del  general  José  M."  Paz,  Madrid,  1917. — Francis- 
co DE  Mendieta,  Cuarta  parte  de  los  Anales  de  Vizcaya,  San  Sebas- 
tián, 1917. — 'Antonio  Menéndez  y  Menéndez  estrenó  La  autoridad  por 
los  suelos,  jug.,  Madrid,  1917. — Mario  Menéndez  publicó  Los  Reman- 
sos, poesías,  Montevideo,  1917. — Ángel  Menoyo  y  Portales  estrenó- 
En  holocausto,  boc.  dram..  Burgos,  1917.  Nuestro  sitio,  com.,  ibid., 
1917.  El  libro  de  viajes,  ibid.,  1917  (dos  obras  diferentes).  El  carril  de 
paja,  nov.,  ibid.,  1917. — Bernardo  Merino  publicó  La  Revolución  de 
febrero  (con  F  de  Ibarzábal),  Habana,  1917. — Ramón  Merino  B.  pu- 
blicó Voltaire,  Santiago,  1917. — Alberto  Meyer  Arana  publicó  Cose- 
cha liviana,  narraciones,  etc.,  B.  Aires,  1917. — 'Antonio  Mirabal,  de- 
Ponce  (Puerto  Rico),  poeta  elegante,  vivo  y  fresco,  muy  cadencioso  y 
colorista,  publicó  De  tu  rosal  y  mi  selva  (Puerto  Rico,  1917). — Arturo 
Moncada,  de  'Costa  Rica,  publicó  Confederación  hispano-americana, 
S.  José,  1917. — Gerardo  Monge  publicó  Nomenclátor  general  y  estadts-- 
tico  de  los  pueblos  de  España  (con  Amando  Gordillo),  Madrid,  1917..- 
— Tristán  Montoya,  chileno,  por  seud.  Luis  Ortuzar  González,  poeta 
humorístico,  ya  papular,  a  pesar  de  lo  poco  que  ha  escrito,  publicó  To- 
rongil  y  yerbatnota,  poesías,  Santiago,  1917.  —  Morales  y  Quiroga, 
Antología  contemporánea  de  poetas  argentinos,  B.  Aires,  1917. — Elisa- 
Morales  DE  Giner  publicó  Etica  ael  barro,  de  John  Ruskin,  traduc- 
ción, Madrid,  1917. — Manuel  Moreno  publicó  Vida  de  Mariano  Mo- 
reno, B.  Aires,  1917? — Pedro  Moreno  estrenó  La  mejor  faena  (con 
Joaquín  Quiñones),  sain.,  1917. — J.  D.  Moscote,  colombiano,  profesor 
del  Instituto  Nacional  de  Panamá,  publicó  Páginas  idealistas,  artículos- 
y  discursos,  Panamá,  1917.  —  Fernando  Mota  publicó  Teatro,  Madrid, 
1917? — Matilde  Muñoz  publicó  De  música,  Madrid,  1917. — 'Ernesto 
MuRiLLO,  publicó.  El  Libro  de  los  Himnos,  música  y  letra  de  los  him- 
nos nacionales  de  todos  los  Estados  independientes,  Bogotá,  1917.  Una: 
página  de  Historia.  Asesinato  del  gcyicral  Uribe,  ibid.,  1919. — Alfre- 
do MussET,  Las  noches,  traduce,  Madrid,  1917. — Leonardo  F.  Napo- 
litano publicó  Raza  vencida,  sistemas,  orientaciones  y  costumbres  de 


l8  ÉrOCA   CONTEMPORÁNEA    (1908-I920) 

•antaño,  B.  Aires,  1917. — A.  J.  Navarro  publicó  La  cuidad  y  territorio 
de  Baza,  1917  (en  Bol.  Acad.  Hist.). — Ismael  Navarro  Puentes,  ar- 
gentino, publicó  La  aureola  de  mis  ocios,  poesias,  Bahía  Blanca,  19 17. 
Cantos  triunfales,  poemas  (con  otros),  B.  Aires,  1920. — Miguel  Ne- 
BEL,  argentino,  estrenó  Camino  de  la  gloria,  com.,  1917. — Diego  No- 
villo QuiROGA,  argentino,  publicó  Desde  mi  torre  de  marfil,  B.  Aires, 
191 7. — Francisco  M.  de  Olaguibel  publicó  Rosas  de  amor  y  de  do- 
lor, poesías,  Habana,  1917. — Laurentino  Olascoaga  publicó  El  ideal 
-argentino,  B.  Aires,  1917. — Armando  Oliveros,  estrenó  Hernán  Cor- 
tés, pasillo  cómico,  1917  (con  José  M.  Castellví).  El  Serranito,  entre- 
més, 1917  (con  id.). — José  Oller  publicó  Lienzos,  prosas,  Panamá, 
1917. — ^Antonio  de  Olleta  publicó  Rosalía,  nov.,  Madrid,  1917. — 'C. 
Onelli  publicó  El  chaco  qxie  pasa,,  conf.,  B.  Aires,  1917. — Josefa  Orio- 
la  publicó  Auras  suaves,  t.  I.,  Barcelona,  1917. — Alfonso  Otón  es- 
trenó El  dolor  supremo,  monól.,  1917. — E.  P.,  argentino,  publicó  Notas 
de  primavera.,  diario  íntimo,  1917. — Santiago  M.  Palacio  publicó  El 
batallón  de  Guernica,  recuerdos  e  intimidades  de  la  campaña  del  Nor- 
te (1873-1S76),  Barcelona,  1917. — J.  Palau  Vera  publicó  Vida  de  Cris- 
tóbal Colón,  Barcelona,  1917. — Polifacecias,  versos  por  Palique,  191 7. — 
Julio  Pardo  estrenó  La  paciencia  de  Job,  zarz.,  1917. — Gonzalo  Pa- 
rís publicó  Los  escritores  jóvenes  de  Colombia,  1917  (en  Cuba  Con- 
temporánea, XV,  226-240).  —  Florencio  Parravicini,  argentino,  es- 
trenó S¡<prc7ua  venganza,  mei'odrama,  191 7. — A.  de  la  Pedraza  tra- 
dujo de  Dickens:  El  Marques  de  Saitit  Evremont,  t.  I  y  11.  Barcelo- 
na, 1917.  —  Juan  José  Pellerano,  argentino,  estrenó  Don  Hipólito, 
B.  Aires,  1917. — El  licenciado  Peralta  publicó  Carnet  de  un  Filósofo 
de  Antaño,  Montevideo,  1917-18;  2  vols.  Obra  muy  bien  escrita,  algo  pa- 
recida a  la  de  Ricardo  Palma. — Antonio  Pérez  Valiente,  español  resi- 
dente en  la  Argentina,  publicó  Sortilegio,  poesías,  1917. — Enrique  Pérez 
Pardo  publicó  Bajo  el  sol  de  España,  poesías,  Zaragoza,  1917. — F.  Pérez 
Menéndez  Maturana  publicó  Ruta  de  ensueño,  versos,  1917. — ^Rafael 
Pérez  Tavlor,  mejicano,  estrenó  Un  gesto,  dr.  social,  Méjico,  1917. — 
Wifredo  F.co  Pí  (n.  1893-),  de  Rocha  (Uruguay),  director  de  La  Ju- 
ventud, redactor  de  La  Libertad,  El  Telégrafo,  La  Razón,  publicó  Los 
clásicos  de  la  lírica  gauchesca,  antología,  1917.  Semblanza  liter.  de 
Vic.  A.  Salaverri,  1918. — Juana  M.*  Piaggio,  de  Tucker,  argentina,  pu- 
blicó Vida  Nueva,  B.  Aires,  1917. — Mariano  Picón  Salas,  de  Mérida, 
Venezuela,  fundador  y  director  de  la  rcv.  Arístides  Rojas,  publicó 
Las  nuevas  corrientes  del  arte,  conf.  (1917).  Buscando  el  camino..., 
Caracas,  1920.  Páginas  escogidas  de  Juan  Vicente  González,  ibid.  (s.  a.). 
— Sabino  Pinilla,  boliviano,  publicó  La  Creación  de  Bolivia,  Madrid. 
1917.  —  Federico  Pita  Ezpelosin  publicó  El  Marques  de  la  Rotnana 
(180S-10),  Madrid,  1917. — Adolfo  Plañiol  publicó  Casa  de  Moneda. 
Madrid,  1917. — Florentina  Poblete,  chilena,  estrenó  El  Sueño  de  un 
poeta,  alegoría  infantil,  Saintiago,  1917.  La  Perla,  mon.  inf.,  1917.  Rosa 
de  Tancmburgo,  dr.,   1917. — Edgardo  Poe,  Aventuras  de  Arturo  Gor- 


S.  XX,  I917.  FR.  JUAN  PEDRO  RODRIGO  I9 

don  Pyn,  traduce,  Madrid,  1917. — Poesías  inéditas  de  Herrera,  Que- 
vedo,  Lope,  Argcnsola,  etc.,  Madrid,  1917. — El  licenciado  Polo  de  On- 
DEGARüo:  Injormaciones  acerca  de  la  religión  y  gobierno  de  los  Incas 
(1571),  Lima,  1917  (ts.  III  y  IV  de  Colecc.  de  iibr.  y  doc.  refcr.  a  la 
historia  del  Peni). — B rígido  Ponce  de  León  publicó  Influencia  de  la 
Iglesia  católica  en  el  desarrollo  de  la  Astronomía  y  ciencias  afines. 
Granada,  1917. — ^J.  M.  Pou  y  Martí  publicó  Archivo  diplomático  de  la 
Embajada  de  España  cerca  de  la  Santa  Sede,  Roma,  1917  (t.  II;  d 
t.  I  es  del  padre  Serrano). — Fray  Luciano  del  Pozo  publicó  Reseña 
histór.  de  la  Orden  hospitalaria  de  S.  Juan  de  Dios,  Barcelona,  19 17. 
— José  del  Prado  y  Palacio  publicó  Hagamos  patria,  Madrid,  1917. — ■ 
Carlos  Prieto  Akavena  publicó  De  mi  herida,  poesías,  Santiago  de 
Chile,  1917. — Eliodoro  Puche  (n.  1887-),  de  Lorca,  publicó  Libro  de 
los  Elogios  galantes  y  Los  crepúsculos  de  otoño,  versos,  Madrid,  1917. 
Motivos  líricos,  id.,  ibid.,  1917.  Sinceridad,  senitimiento,  color  y  fa- 
cilidad de  versificación  son  las  dotes  de  este  nuevo  poeta,  que  no  sabe- 
mos predecir  lo  que  será  cuando  llegue  a  madurez.  Inspírase  en  los 
poetas  decadentes  franceses.  Corasón  a  la  noche,  poesías,  1918. — Héc- 
tor Quesada,  argentino,  estrenó  En  París,  B.  Aires,  1917.  —  Ignacio 
Ramírez  publicó  Discursos  y  artículos,  Méjico,  1917. — Juan  Vicente 
Ramírez  publicó  Ensayos,  Asunción  (Paraguay),  1917. — Temístocles 
Ravelo  publicó  Diccionario  biográfico  dominicano,  Santiago  de  Cuba 
(1917?) — Federico  Reaño  publicó  Cuentos  extraordinarios,  en  verso  y 
^n  prosa,  Madrid,  1917. — «Emilio  Rebasa  publicó  La  organización  polí- 
tica de  México,  Madrid,  1917. — A.  Rebauüi  publicó  Guerra  del  Para- 
guay, la  conspiración  contra...  don  Francisco  Solano  López,  B.  Aires, 
1917. — Relación  de  las  personas  que  pasaron  a  la  Nueva  España  y  se  ha- 
llaron en  el  descubrimiento,  toma  e  conquista  della...,  1917  (en  Revista 
Arch,  XXXVI  y  XXXVII). — El  padre  Félix  Restrepo,  jesuíta  co- 
lombiano, publicó  Clave  del  griego.  El  alma  de  las  palabras,  diseño  de 
semántica  general,  Barcelona,  1917. — Fray  Mariano  Revilla  y  Rico, 
agustino,  publicó  La  Políglota  de  Alcalá,  Madrid,  1917. — Revista  de  Ar- 
tes y  Letras,  Santiago  de  Chile,  desde  1917,  dirigida  por  Miguel  Luis 
Rocuant. — Revista  quincenal,  Barcelona,  desde  1917. — Ribé:  Veladas 
recreativas,  composiciones  dialogadas  en  prosa  y  verso,  3  vols.,  Bar- 
celona, 1917. — Antonio  Rivera  de  la  Torre  publicó  F.co  /.  Mina  y 
Pedro  Moreno,  Méjico,  1917. — José  Eustacio  Rivera,  colombiano,  poe- 
ta de  gran  fantasía,  algo  a  lo  Chocano  en  el  pintar  la  espléndida  na- 
turaleza americana,  publicó  Tierra  de  promisión,  sonetos,  Bogotá,  1917, 
con  prólogo  de  G".  Valencia;  1921. — Pedro  Robredo  publicó  Catálogo 
de  algunas  obras  de  Historia  de  América,  Méjico,  1917.  Catál.  de  libros 
raros  y  curiosos,  ibid.,  1918. — J.  Félix  Rocuant  Hid.\lgo  publicó  Vida 
Cruel,  Santiago  de  Chile,  1917. — Fray  Juan  Pedro  Rodrigo  (n.  1S91-), 
de  Covarrubias,  benedictino  de  Silos,  publicó  Recuerdo  del  Monasterio 
de  Santo  Domingo  de  Silos,  Madrid,  1917. — Antonio  Gabriel  Rodrigues: 
libro  en  cuyas  páginas  resplandece  el  genio  y  el  recto  carácter  de  un 


20  ÉPOCA   CONTEMPORÁNEA    (1908-I920) 

gran  español,  Madrid,  1917. — Carlos  E.  Rodríguez  publicó  Por  la  Pa- 
tria y  el  Arte,  Guayaquil,  1917. — Ricardo  de  Rojas  y  Solís,  marqués 
de  Tablantes,  publicó  Anales  de  la  R.  placa  de  toros  de  Sevilla  (1730- 
1835),  Sevilla,  1917. — Romances  de  amor  y  gentileza,  Barcelona,  1917- 
— ^Francisco  Romero  publicó  Versos  parroquiales,  Salamanca,  1917. — 
A.  R0VIRA  Y  ViRGiLi  publicó  El  nacionalismo  catalán,  Barcelona,  1917. 
— 'Carlos  Rufart,  actor  y  autor,  estrenó  Ya  se  casó  la  Isabel  (con  Ló- 
pez Aviles),  1917. — Ambrosio  Ruste,  por  seud.  Emilio  Ester  Rubira, 
aragonés,  publicó  Del  Moncayo  al  Pirineo,  cantares,  Zaragoza,  1917 
(2.'  ed.). — Carlos  Sabat  Ercasty  (n.  iSvSy-),  montevideano,  redactor 
de  El  Día,  publicó  Pantheos,  poesías,  Montevideo,  1917.  Invocaciones, 
1918.  Poemas  del  hombre,  1921.  —  Teófilo  de  Sais,  argentino,  poeta 
pensador  y  para  pocos  selectos,  publicó  La  otra  Arcadia,  B.  Aires,  1917. 
— Ricardo  Salas  Edwardi  publicó  Balmaccda  y  el  Parlamentarismo  Chi- 
leno, tomo  I,  Santiago  de  'Chile,  IQ17. — Tulio  Gonzalo  Salas,  vene- 
zolano, ipublicó  De  mi  solar,  poesías,  Mérida,  1917. — Luis  de  Salazar 
publicó  Origen  de  ^00  apellidos  castellanos  y  vascongados,  Bilbao,  1917. 
— José  Saldías  Vázquez  publicó  El  adiós  a  la  vida,  nov.,  Santiago, 
1917. — Eduardo  de  Salterain  Herrera  (n.  1892-),  montevideano,  hijo 
de  don  Joaquín,  catedrático  en  la  Universidad  (1915),  publicó  Los  co- 
mentarios (la  censura  teatral,  el  arte  y  la  moral,  el  público  espectador), 
Montevideo,  2  ts.,  1917-1920.  Cartas  fundamentales,  ibid.,  1919.  Ansie- 
dad, 1922. — Fernando  Salvador  Estrella  estrenó  Sangre  plebeya,  com., 
Madrid,  1917. — Cristino  Sánchez  Ortigosa  publicó  Bcjar,  poema,  Béjar,. 
1917. — J.  M.  SÁNCHEZ  PÁZQUEZ,  argentino,  publicó  Intimas,  poes.,  Rosa- 
rio, 1917. — Manuel  Sánchez  Enciso  publicó  El  soneto  en  España,  Ma- 
drid, 1917. — Vicente  Sánchez  de  Ocaña  publicó  Frases  históricas,  Ma- 
drid, 1917. — Rosa  de  San  Millán  de  Leyva  publicó  Veinte  cuentos,  Ma- 
drid, 1917. — Emilio  de  San  Román  publicó  La  Isla  de  los  pelagatos, 
novela.  Don  Cosmos  infinito,  nov.,  1917. — Fernando  Santiván,  chileno^ 
recio,  sobrio,  movido  narrador,  publicó  Palpitaciones  de  la  vida, 
cuentos.  Ansia,  novela.  La  Hechizada,  nov.,  1917.  En  la  Montaña,  no- 
velas cortas,  i 91 81. — Julián  Sanz  Martínez,  por  seud.  Druida  Milocho,. 
publicó  Rincones  de  la  España  vieja,  Madrid,  1917.  Santander:  cuevas, 
monumentos,  etc.,  Madrid,  1918. — Mariano  Sarratea  Prats,  chileno,, 
poeta  delicado,  amargadamente  desengañado  y  melancólico,  publiccí 
Motivos,  Linares,  1917. — Arturo  Segovia  Ruiz  estrenó  Rosío...  en- 
tremés, Madrid,  1917. — Selva  lírica,  Santiago  de  Chile,  desde  1917 
(de  muchos  poetas  chilenos),  por  JuHo  Molina  Núñez  y  Juan  Agustín 
Araya. — María  de  la  Soledad  Selvas  publicó  El  jardín  del  amor  (2.* 
edición),  Barcelona,  1917. — Serafín  publicó  Cosas  que  fueron,  novela, 
Santiago,  1917. — Francisco  Serrano  Morón  publicó  Mis  albores,  poe- 
sías. Toledo,  1917. — FÉLIX  Sevilla  y  Solanas  publicó  Historia  Peni- 
tenciaria Española  (La  Galera),  Madrid,  19 17.— -.Ángel  C.  Sforza.  ar- 
gentino, publicó  El  ideal  de  Lilia,  y  La  voz  del  amor,  comed,,  Buenos- 
Aires,   191 7. — Pedro   Sienna,  chileno,    publicó   Muecas   en    la  sombra. 


S.  XX,   I917.  LUIS  M."  TORRES  21 

poesías,  Santiago  de  Ohile,  1917.—].  Francisco  V.  Silva  (1893-),  de 
Córdoba  (Argentina),  doctor  en  derecho  por  la  Univ.  Central  de  Ma- 
drid, muy  amante  de  España  y  opugnador  de  los  centralizadores  por- 
teños, colaborador  de  Rev.  Archivos,  La  Lectura,  Estudio,  Esp.  y  Amé- 
rica, La  Ciencia  Tomista,  Boletines  de  la  Acad.  Hist.,  de  la  Sociedad 
Geográfica,  etc.,  etc.,  publicó  El  Libertador  Bolívar  y  el  Deán  Funes, 
Madrid,  1917.  La  desnacionalización  en  la  Histor.  Argentina  del  si- 
glo XIX,  conf.,  1917.  La  solidaridad  de  los  pueblos  hispánicos,  mono- 
grafía, 1917.  Concepto  moderno  del  Estado,  1917.  Argentina  bajo 
la  opresión  de  Buenos  Aires,  ibid.,  1918.  Inglaterra  contra  el 
Imperio  de  España  y  "La^  Dragontea",  ibid.,  1918.  Constituciones 
complutenses  de  Ximénes  de  Cisneros,  ibid.,  1918.  Reparto  de  América 
española  y  Panhispatiismo,  ibid.,  1918.  Elogio  de  Vaca  de  Castro  por 
Ant.  de  Herrera,  ibid.,  1918.  Derecho  del  Real  Patrona^to  de  Indias, 
ibid.,  1918.  Política  geofráfica  del  Panhispanismo,  ibid.,  1918.  Guerra 
de  España  contra  Estados  Unidos  en  1804  por  Almirante  Macdonnell, 
1920. — (Romualdo  Silva  Cortés,  chileno,  publicó  Conferencias  Univer- 
sitarias, Santiago,  1917. — ^Horacio  Socías  estrenó  El  Corredor  de  la 
Muerte,  drama  policíaco  (con  Tomás  A.  Ángulo),  1917. — Jaime  Sola, 
gallego,  publicó  Cuentecitos.  Todo  malo,  cuentos  y  poesías.  La  mald 
sombra,  nov.  Anduriña,  nov.,  Madrid,  1917.  El  Alma  de  la  aldea,  no- 
vela, 1918.  El  otro  mundo  nov.,  Vigo,  191 8.  Ramo  cativo,  ibid.,  1918. 
— 'José  Sixto  de  Sola  (1889-1917),  cubano,  escribió  Pensando  en  Cuba, 
artículos,  Habana,  1917  (póst.). — Antonio  G.  Solalinde  publicó  Cer- 
vantes, por  Paolo  Savj  López,  trad.,  Madrid,  1917.  Calila  y  Dimna, 
ed.,  1917. — 'Plácido  Soria  publicó  Un  paseo  por  el  Madrid  viejo,  Ma- 
drid, 1917. — Salvador  Soto  Rojas,  chileno,  publicó  Los  alemanes  en 
Chile  (1541-1917),  Valparaíso,  1917. — Rudolf  Stratz  publicó  El  mila- 
gro alemán,  nov.,  Méjico,  1917. — 'Arturo  Suarez,  colombiano,  publicó 
Montanera,  novela  de  costumbres  caldenses,  de  personajes  bien  defini- 
dos, animado  diálogo  y  algunos  galicismos,  Bogotá,  19 17. — José  Su- 
birá publicó  Su  virginal  pureza,  nov.,  Madrid,  1917.  La  Bélgica  que  yo 
vi.  Valencia,  1919.  Así  dijo  Montiel,  1920.  Los  españoles  en  la  Guerra 
de  1^)14-18,  hist.  nov.,  1920.  —  Roberto  Sundt  publicó  Bibliografía 
Araucama,  Santiago,  1917  (en  Rev.  Bibliogr.  Chil.,  nov.-dic). — Pelayo 
de  Tapia  publicó  El  libro  de  los  Juegos  Florales  Cervantistas,  Valpa- 
raíso, 1917. — 'H.  Thoivlas  publicó  Dos  romances  anónimos  del  siglo  xvi, 
Madrid,  1917. — 'Ricardo  Tizón  y  Bueno  publicó  Lima,  La  Paz,  Bue- 
nos Aires,  Lima,  1917. — Hilario  Andrés  Torre  y  Ruiz  (n.  1882-),  de 
Logroño,  catedrático  de  la  Universidad  de  Valladolid,  buen  poeta,  pu- 
blicó Federico  Nietzche.  La  poesía  después  de  la  guerra.  Poemas  (Va- 
lladolid, 1917). — Matilde  de  la  Torre  publicó  Jardín  de  damas  curio- 
sas, Madrid,  1917. — C.  A.  Torres  Pinzón  publicó  Prosas  y  esbozos, 
Bogotá,  1917. — 'J.  Torres  Romero  estrenó  Nube  de  polvo,  com.  (con 
Manuel  F.  Lasso  de  la  Vega),  Jaén,  1917. — 'Luis  M,'  Torres  publicó 
Manual  de  Historia  de  la  Civilización  Argentina,  t.  I  (con  Romualdo 


22  ÉPOCA   CONTEMPORÁNEA   (1908-I920) 

D.  Carbia,  Emilio  Ravignani  y  Diego  Luis  Molinari),  B.  Aires,  1917. 
Documentos  para  la  Hist.  Arg.  Administración  edüicia  de  la  ciudad  de 
B.  Aires  {ijj6-i8o¿),  B.  Aires,  1918.  —  El  Conde  de  Torre-Vélez 
publicó  El  bandolerismo  político,  1917.  —  Jaime  Torriiiuano  Ripoll 
(n.  1879-),  de  Fondarella  (Lérida),  comenzó  la  publicación  de  nuestros 
grandes  teólogos  y  fi'lósofos  del  siglo  xvi  en  castizas  traducciones.  Re- 
lecciones teológicas  del  R.  P.  Fr.  Francisco  de  Vitoria,  3  vols.  trad.,  Ma- 
drid, 1917.  P.  Francisco  Suárcz,  Tratado  de  las  leyes  y  de  Dios  leyis- 
l-ador,  trad.,  11  vols.,  ibid.,  1919-20.  Hugo  Grocio,  Del  derecho  de  la 
guerra  y  de  la  paz,  trad.,  1920.  Seb.  Fox  Morcillo,  De  la  naturaleza  de 
la  filosofía,  1920.  Raimundo  Luiio,  Ars  magna,  ibid.,  1920.  ¿Son  ellos 
adúlteros F,  1921. — J.  Ventura  Traveset  tradujo  del  inglés  los  Cuentos  de 
la  Alhambra,  de  Washington  Irving,  Valencia,  1917. — Tricentenario  de 
Cenantes  en  Valparaíso,  por  varios,  ibid,  1917. — J.  A.  Ubierna  Eusa  pu- 
blicó Estudio  jurídico  de  los  fueros  municipales  de  la  provincia  de  Guada- 
la  jara,  2.*  ed.,  Guadaiajara,  191 7. — Luis  Uriarte  publicó  Figurones  tau- 
rómacos, Madrid,  1917.  El  Retablo  d.e  Talía  (semblanzas  de  autores  y  ac- 
tores), 1918. — ■Aníb.'vl  Uribarri,  argentino,  publicó  Amor,  poesías,  B. 
Aires,  1917. — Francisco  José  Urrutia,  colombiano,  de  la  Academia 
Nacional  de  Historia,  publicó  Páginas  de  la  historia  diplomática:  los  Es- 
tados Unidos  de  América  y  las  Repúblicas  hispanoamericanas  de  18 10 
a  i8jo,  Bogotá,  1917;  Madrid,  1918.  Obras  anteriores:  La  Evolución  del 
principio  de  arbitraje  en  América.  El  Ideal  internacional  de  Bolívar. 
Un  Comentario  a  la  Declaración  de  los  Derechos  de  las  Naciones,  he- 
cho por  el  Instituto  Americano  de  Derecho  internacional. — Alberto 
Vacarezza,  argentino,  estrenó  la  pieza  gauchesca  La  casa  de  los  Bata- 
llan, B.  Aires,  1917. — Antonio  Valcárcel,  poeta  gallego,  de  pintoresca 
fantasía  y  delicado  sentimiento,  publicó  Poesías  (en  cast.  y  gallego),  1917. 
— Antonio  Valero  de  Bernabé  publicó  Testamento  político  de  Espa- 
ña, Madrid,  1917.  El  poeta  de  Galicia  (Rey  y  Soto)  (con  Luis  Fer- 
nández Cancela),  1919. — Jimena  del  Valle,  chilena,  publicó  En  si- 
lencio, nov.,  Santiago,  1917. — Luis  del  Valle  (seud.),  poeta  clásico, 
esmerado  y  bien  sentido,  publicó  De  mis  recuerdos,  poesías.  Habana, 
1917. — 'Paulino  F.  Vallejo  publicó  Las  armonías  inefables,  Madrid, 
1917- — Juan  Valliera,  argentino,  estrenó  Río  revuelto  (con  A.  Láza- 
ro), 1917. — Várela  Silvari  publicó  /Isturias,  su  7núsica  y  danza  po- 
pulares, 1917  (en  Alhambra). — Juan  Varoas  Márquez,  chileno,  por 
seud.  Juan  del  Páramo,  publicó  Los  lamentos  de  la  mina,  nov.,  Concep- 
ción, 191 7. — h.  T.  Vargas  Pizarro,  venezolano,  Por  Dios  y  por  la 
Patria,  Barquisimeto,  1917. — Joaquín  Vela,  madrileño,  estrenó  La  úl- 
tima, canción  (con  Ramón  Moreno),  com.,  1917. — José  M."  Vela  de  la 
Huerta  publicó  De  telón  adentro,  memorias  de  un  ex  farandulero,  1917. 
— Julián  Velasco  de  Toledo,  natural  de  Molina  de  Aragón,  poeta 
joven  que  promete,  arrímase  al  cantar  popular,  llano  y  hondo,  sol)re- 
sailiendo.  por  lo  mismo,  en  las  trovas  campesmas.  De  mis  soledades,  Cuen- 
ca,  1917. — ^Carlos  Vicuña  Mackenna  publicó  Diario  de  viaje  del  ge- 


S.   XX,    191 8.   MANUEL  FERNANDEZ   GORDILLO  23 

fieral  O'Higgins,  Santiago  de  Chile  1^17.— Vida  Nuestra,  hermosa 
publicación  mensual  israelita,  B.  Aires,  desde  1917.— Buenaventura 
L.  Vidal  estrenó  El  de  los  cuentos  de  hadas,  com.,  1917.  Las  Palomi- 
tas de  nieve,  com.,  1918.  La  Princesita  encantada,  nov.,  1919. — Vidiíla 
Y  SoLis  DE  Ovando,  chileno,  estrenó  Los  cuatro  estornudos  de  Don 
■Quijote,  com.,  1917. — José  Villalobos  Reyes  publicó  Entre  Fifís,  Mé- 
jico, 1917. — Rogelio  Villar  publicó  El  sentimiento  nacional  en  la  mú- 
sica española,  Madrid,  1917.  Músicos  españoles,  1918. — A.  Vives  Es- 
cudero publicó  Estudio  de  arqueología  cartaginesa:  la  necrópoli  de  Ihi- 
za,  Madrid,  1917. — Voltaire,  Novelas,  traducción,  Madrid,  1917. — An- 
tonio Weyler  publicó  Del  solar  ibérico,  Madrid,  1917. — María  Wies- 
SE,  de  Lima,  estrenó  La  hermana  menor,  comedia  (1917).  El  agua  lus- 
tral,  com.  (1920).  Publicó  Santa  Rosa  de  Lima,  1920.— Therese  Wilms 
MouTT,  chilena  publicó  Los  tres  cantos,  descripciones,  B.  Aires,  1917. 
En  la  quietud  del  mármol,  Madrid,  19181.  Anuari,  ibid.,  1918.  —  José 
Wilson,  chileno,  estrenó  Los  dioses  tienen  sed,  com.  (con  León  César), 
1917. — Luisa  Zanelli  López,  chilena,  publicó  Mujeres  chilenas  de  Letras, 
Santiago,  t.  I,  1917. — Raúl  de  Zanhnémen,  argentino,  estrenó  Satanás, 
dr.,  Tucumán,  1917. — Rene  Zapata  Ouesada,  argentino,  publicó  La 
exaltación  de  mi  tristeza  y  de  mi  lujuria,  poemas  de  dolor  y  de  rijo  qus 
compuso  para  su  propio  halago  don...,  B.  Aires,  1917. — Daniel  Zara- 
MA  publicó  D.  Julio  Arboleda  en  el  Sur  de  Colombia,  Pasto,  1917- — Ro- 
drigo Zarate  y  Goñi  (n.  1887-),  de  Lima,  coronel,  publicó  España  y 
América  :  proyecciones  y  problemas  derivados  de  la  guerra,  Madrid,  I9I7- 
— Jesús  Zavala,  joven  poeta  de  San  Luis  de  Potosí  (Méjico),  pu- 
'blicó  Vendimia  juvenil,  1917. — Vera  Zouroff,  chileno,  pubilicó  Martha, 
novela,  Santiago,  1917. 

54.  Año  ipi8.  Jorge  Max  Rohde,  argentino,  de  la  escuela 
de  Menéndez  y  Pelayo,  grande  amigo  de  las  cosas  españolas, 
poeta  clásico,  algo  frío  por  la  continua  alusión  a  lo  helénico,  pero 
elegantísimo  y  escultural,  annonioso  y  traslúcido,  descuella  por 
la  maestría  con  que  maneja  el  verso  libre,  su  lenguaje  es  muy 
castizo.  Cantos,  B.  Aires,  1918.  Nuevos  Cantos,  ibid.,  1919. 
Estudios  literarios,  ibid.,  1920.  Las  ideas  estéticas  en  la  liter. 
^argentina,  1921. 

Francisco  Alejajstdro  Lanza,  momtevideano,  por  seud. 
Pedro  Cora:^ón^  poeta  ya  maduro  en  su  primer  libro  El  Cuen- 
to de  Pedro  Corazón,  Montevideo,  1918,  de  poesías  desen- 
gañadas y  melancólicas,  de  vagarosa  fantasía,  ingemioso  y  aun 
hondo  pensamiento,  de  esmerada  forma  y  limpio  lenguaje. 

Manuel  Fernández  Gordillo,  sevillano,  juez  de  primera 
instancia,  ha  publicado  Canciones  de  la  Jornada,  Sevilla,  1918, 


24  ÉPOCA   CONTEMPORÁNEA   (1908-I920) 

donde  las  hay  místicas  de  galano  decir  y  sincero  sentimiento^ 
muy  parecidas  a  las  de  nuestros  místicos  del  siglo  xvi^  sin  ser 
imitaciones. 

Rogelio  Sotela  (n.  1894-  ),  de  San  José  de  Costa  Rica, 
secretario  de  aquel  Ateneo  y  director  de  Athcnea,  fué  premiado 
(19 14)  por  su  poema  El  Triunfo  del  Ideal,  donde  se  ve  la  in- 
fluencia del  poeta  Guillermo  Valencia.  Publicó  La  Senda  de 
Damasco,  poesías,  S.  José,  191 8.  Valores  literarios  de  Costa 
Rica,  ibid.,  1920.  Recogimiento,  ensayo,  influido  por  Emerson, 
1922. 

55.  Año  ipi8.  Luis  Dobles  Segreda,  joven  costarricense,  de  He-- 
redia,  maestro  de  aquel  Liceo  y  director  del  Instituto  de  Alajuela,  pu- 
blicó el  admirable  lÜbrito  Por  el  amor  de  Dios,  S.  José,  1918,  en  donde 
pinta  varios  tipos  populares  de  Hieredia  con  pincel  realista,  ceñida  y 
esculturalmente.  Otros  lindos  cuentos  en  Athenea,  1919  (enero).  Rosa 
mística,  1920,  donde  se  muestra  gran  pintor  de  las  viejas  tradiciones 
provincianas.  Tiene  preparado  un  libro  de  cuentos  titulado  Por  la  ven- 
tana abierta;  otro,  Tras  la,  mancera,  sobre  provinciailismos  ticos,  que  son 
modos  de  decir  de  castizo  abolengo,  y  una  bibliografía  de  Costa  Rica. 

Artemio  del  Valle  Arizpe  (n.  1888-),  de  Saltillo  (Méjico),  abo- 
gado (1910),  diplomático  (1919),  amante  de  la  época  del  virreinato  y 
de  su  añejo  decir,  que  remeda  en  sus  obras,  publicó  La  gran  ciudad  de 
Méjico,  según  relatos  de  antaño  y  de  ogaño,  Méjico,  1918.  Ejemplo 
(en  lengoiaje  antiguo),  /Madrid,  1919,  donde  abundan  trozos  hermosí- 
simos, descripciones  vivas  y  muy  ipoéticas;  isobre  todo  desde  <ú  ca- 
pitulo IX  hasta  eil  fin  es  un  dechado  de  narración  idea],  llena  de  espí- 
ritu y  de  estilo  y  lenguaje  castizo.  Vidas  milagrosa^,  Madrid,  1921. 

Renato  de  Alba  publicó  Suplemento  de  todos  los  diccionarios  en- 
ciclopédicos españoles,  Barcelona,  1918.  —  Alvaro  Albornoz  publicó 
No  liras,  lanzas.  El  partido  republicano,  Madrid,  1918.  Estudios  políti- 
cos, Tortosa,  1918. — Mariano  Alcocer  Martínez,  bibliobecario  de  la 
Universidad  de  Valladolid,  publicó  Historia  de  la  Universidad  de  Va- 
lladolid,  transcrita  del  Libro  de  Bezerro  que  compuso  Fr.  Vicente  Ve- 
lázquez  de  Figucroa,  Valladolid,  1918;  t.  II,  1919.  Catálogos  de  las  Bi- 
bliotecas Universitaria  y  Provincial  {Santa  Cruz)  de  Valladolid,  ibid., 
1920,  2  vals. — 'Carlos  Alfonso  estrenó  El  príncipe  extranjero,  come- 
dia, 1918. — F.  Almarche  Vázquez  publicó  La  antigua  civilización  ibé- 
rica en  el  reino  de  Valencia,  1918. — ^Raoul  E.  Alpizar,  cubano,  estre- 
nó Malditos  bailes,  1918. — 'José  Alsina  publicó  Museo  dramático,  va- 
riedades teatrales,  Madrid,  1918.  —  Carlos  Alvarez  Campos  estrenó 
i  na  mosquita  muerta,  arrcg.^o  de  com.,  Madrid,  1918. — Severo  Ama- 
dor publicó  Himno  a  Salomé,  Méjico,  1918.  Pensamientos,  ibid.,  1919. 
— Canuto  E.  Anaya  publicó  Bosquejo  gcogr.  hislór.  de  la  diócesis  de 


S.   XX,   1 918.  ROSA   BAZÁN   DE   CÁMARA  2$ 

Tulancingo,  CuadaJupe-Hidalgo  (Méjico),  1918.  —  José  Andrés  Váz- 
quez publicó  Epistolario  hético  (1917),  Madrid,  1918. — Antología  de 
'escritores  jóvenes,  B.  Aires,  1918,  2  vols. — ^Eduardo  Arasti  publicó  Par- 
lerías, Burgos,  1918.  La  eterna,  primavera,  narraciones,  ibid.,  1919.  De 
^llas  y  para  ellos,  pros'as  locas,  ibid.,  1919.  Pel^^jos,  nov.,  1920. — Gus- 
tavo Arboleda,  colombiano,  publicó  Historia  contemporánea  de  Colom- 
bia, t.  I,  Bogotá,  1918;  t.  II,  ibid.,  1919. — ^DiEGo  Arenas  Guzmán  pu- 
i»licó  EL  maestro  de  Capilla,  nov.  corta,  Méjico,  1918. — P.  Armengol 
Valenzuela  publicó  Glosario  etimológico  de...  vocablos  incorporados 
en  el  leng.  viügar,  aborígenes  de  Chile,  etc.,  t.  I,  Santiago  de  Chile,  1918, 
—  Jesús  Aroca  publicó  Comentarios  y  apostillas  al  Cancionero  poé- 
tico y  musical  del  siglo  xvii,  recogido  por  Claudio  de  la  SablonarcC;- 
Madrid,  1918.  Sablonaira  fué  simple  copista  de  da  Real  Capilla  es- 
pañola desde  1599,  jubilado  después  de  treinta  y  cuatro  años  de  ofi- 
cio. Escribióse  en  ©1  primer  tercio  dtl  siglo  xvii,  y  es  copilación  de 
75  obras  .de  autores  que  florecieron  de  1590  a,  1640,  con  poesías  dá- 
sicas  y  populares.  Consúltese  Raf.  Mitjana,  en  Rev.  Fililóg.  Esp.^  1919 
{en.-marzo). — Arte  de  amar,  traducción  de  Ovidio,  Valiencia,  1918. — 
El  arte  de  la  ta^urom>aqiiia.  Catálogo  de  la  Exposición,  Madrid,  1918. 
— MiLLÁN  Astray,  jefe  de  policía,  escribió  Memorias,  Madrid,  1918, 
post. — Autobiografías  de  escritores  y  poetas  españoles :  Quevedo,  Ma- 
nuel del  Palacio,  Ruiz  Aguilera,  Ruiz  Contreras,  Luceño,  Martínez 
Villergas,  López  Silva,  Estrañi,  Franquelo,  Palomero,  Pérez  Zúñiga, 
Joaquín  Belda,  Luis  Esteso,  Pérez  y  Gonzállez,  Madrid,  1918. — Mar- 
co M.  Avellaneda,  argentino,  publicó  Del  camino  andado,  1918. — 
Juan  de  Dios  Avisa  publicó  Los  sueños  de  Alvarado,  nov.,  Madrid, 
19181. — Joaquín  Aznar  estrenó  La  loca  ambición,  zarz.  (con  Eduardo 
Haro),  .1918.  El  brillante  negro  (con  id.),  1918. — 'Francisco  Manuel 
Ballein  de  Villaverde  tradujo  en  verso  La  canción  de  Roldan  (Va- 
lencia, 1918). — Manuel  Bandera,  cubano,  estrenó  Gran  escuela,  de  co- 
jos, monól.,  1 918. — Barón  de  la  Linde  publicó  Zaragoza,  poema,,  Va- 
lencia, 1918. — ^Refugio  Barragán  de  Toscano  publicó'  La  Hija  del  ban- 
dido, nov.,  3.^  ed..  Ciudad  Guzmán  (Méjico),  1918. — 'Cayetano  Ba- 
KRAQUER  Y  RoviRALTA  publicó  Los  RcUgíosos  en  Cataluña  durante 
la  primera  mitad  del  siglo  xix,  t.  IV,  Barcelona,  1918. — ^Rafael  Barret 
{•j-  1910),  español  que  vivió  en  Montevideo,  pensador  y  excelente  pro- 
sista, publicó  Moralidades  actuales,  Montevideo,  1910.  El  dolor  paragua- 
yo, 1911.  Cuentos  breves,  191 1.  Al  margen,  críticas,  1912.  El  terror  ar- 
gentino, 1912.  Filosofía  del  altruismo,  1913  (en  Ideas  y  Figuras).  Diá- 
logos, conversaciones  y  otros  escritos,  1918.  —  Higinia  Bartolomé, 
venezolana,  publicó  Im^presiones  de  viaje  (a  España),  1918.  Con- 
-versaciones  de  mujeres,  diálogo.  —  Agustín  Basave  publicó  En- 
sayos críticos,  Guadalajara  (Méjico),  1918. — Pedro  M.  Baselga  pu- 
blicó 4  Quién  fué  Costa?,  Zaragoza,  1918. — Rosa  Bazán  de  Cámara,  ar- 
gentina, publicó  Prados  de  oro,  ensayos  breves  en  prosa,  Barcelona, 
1918.    Collar   de    momentos,    cuentos,    escenasi,    emociones,    B.    Aires, 


26  ÉPOCA   CONTEMPORÁNEA    (1908-I920) 

1920.  Conferencias  sobre  Literatura  de  la  Grecia  clásica,  ibid,^ 
1920.  —  Antonio  Belelli  (hijo)  publicó  Paraíso  Negro,  nov.,  Buenos 
Aires,  1918. — 'Manuel  Benavente,  poeta  uruguayo,  publicó  Rosas  de 
Bohemia.  1918. — Fernando  Berenguer  publicó  El  hispanoainericanis- 
VIO  esliuliiado  desde  el  punto  de  vista  del  derecho  internacional  y  el 
problema  territorial  de  América,  Habana,  1918. — José  Besora  Cuello 
estrenó  La  hermosa  Clarita,  entr.,  Tortosa,  1918. — Guillermo  Bianchi 
{Shanty),  chileno,  publicó  El  Cura  sentimental,  cuentos,  Santiago,  1918. 
— Adolfo  Bollain  estrenó  Tarde  de  agosto,  boceto,  191S. — Joaquín  Bo- 
NET  Jordán,  poeta  bien  encaminado,  sincero,  trasparente,  bien  senci- 
do, publicó  Florilegio  galante,  Cartagena,  1918. — Jaime  Borras  Rullán 
publicó  Lulismo,  Sóller,  1918. — José  M.  Bosch  (•{•  1917),  español,  estrenó 
La  gallega,  com.,  1917. — Ernesto  J.  J.  Boff  publicó  Una  evolución  trcís- 
cendental  de  la  vida  iyiternacional  de  America,  B.  Aires,  1918.  — 
Joaquín  de  Bouligny  publicó  De  historia  contemp.  Los  sucesos  de 
Cádiz  en  la  Revolución  de  1868,  Madrid,  191 8. — Alberto  Britos  Mu- 
ñoz, argentino,  pintor,  escultor  y  poeta,  sinceramente  impresionista, 
nada  afectado  y  muy  sensible,  publicó  Impresiones,  poemltas  en  pro- 
sa, B.  Aires,  1918.  —  Guillermo  M.  de  Broca  publicó  Historia  del 
Derecho  de  Cataluña,  Barcelona,  1918,  t.  I. — Pedro  Bueso  Contreras 
publicó  La  Torre  de  Contares,  trad.  granadina,  Madrid,  1918. — Joaquín 
Buigas  y  Garriga  publicó  Don  Pulquerio  Mandioca,  1918. — Fausto 
Burgos  pub'icó  Cuesta  arriba,  B.  Aires,  1918. — Manuel  de  Burgos  y 
Más  publicó  Páginas  histór.  de  1917,  Madrid,  19181. — José  Buxadí  publi- 
có España  en  crisis.  La  Bullanga  misteriosa  de  1917,  Barcelona,  191S. — 
Constantino  Cabal  Rubiera,  de  Oviedo,  redactor  del  Diario  de  la  Ma- 
rina ha  más  de  quince  años,  representándolo  ahora  en  Madrid,  publi- 
có Covadonga,  Madrid,  1918.  El  Libro  de  cómo  se  hacen  todas  las  co- 
sas, ibid.,  1919. — Hilarión  Cabrisas,  cubano,  estrenó  Doreya,  ópera 
(1918). — 'Domingo  A.  Caillava,  uruguayo,  excelente  narrador  regional 
en  el  lenguaje  criollo,  publicó  Sierras  y  Llanuras,  novelas  cortas  urugua- 
yas, Montevideo,  1918I  La  Literatura  gauchesca  en  el  Uruguay,  ibid., 
1921. — Juan  Pedro  Calou,  argentino,  poeta  fuertemente  sentido  y  noble- 
mente lastimado  con  las  penas  humanas,  publicó  Humanamente,  poe- 
sías, 1918. — Raquel  Camaña,  argentina,  pedagoga,  publicó  Diletantismo 
sentimental,  artículos,  B.  Aires,  1918.  —  Arturo  Cancela,  argentino, 
pul/ ico  El  cocobacilo  Herrlin,  nov.  satír.,  B.  Aires,  19 18.  Una  sema- 
na de  holgorio,  id,,  1919.  Babel,  1919.  Cacambó,  1920.  —  La  hermosa 
Cancionera,  Santiago,  191 8. — Canciones  varias,  Santiago,  1918. — LuiS' 
Cánovas  publicó  Visión  de  lo  alto,  Madrid,  191 8.  Santa  Liduvina.  de  J. 
K.  Huysmans,  trad.,  1918. — J.  M."  Caparros  publicó  Memorias  de  un  co- 
legial del  Sacro  Monte,  1918. — Luis  Carpió  Moraga,  procurador  en  Mar- 
tos,  publicó  Alma  española,  poesías  selectas,  Madrid,  1918. — Luis  Carre- 
tero publicó  La  cuestión  regional  de  Castilla  la  Vieja,  Segovia,  1918. — 
Julio  Casas  Akaujo,  uruguayo,  publicó  El  Misal  de  las  Súplicas,  poesías, 
Montevideo,   1918.— Carlos   N,   Cassasú.s   publicó  Latidos,  Valparaíso,. 


S.   XX,   I918.  RAFAEL  DÍAZ   DE   LEÓN  2/ 

1918. — 'María  Luisa 'Castellanos  publicó  Lulú  la  soñadora,  nov.,  Llanes, 
1918. — José  Castellón  estrenó  Pas,  trag.,  igi8.  Lo  que  tenemos  cerca, 
com.,  192L — José  de  Castilla  estrenó  La  capa  del  estudiante,  humorada 
cómico-lírica,  Logroño,  1918. — Manuel  Castilla  Solís  publicó  Elemen- 
tos de  Historia  de  Yncaiún,  Mérida  de  id..  1918. — Pedro  de  Castilla  pu- 
blicó Páginas  grises,  Madrid,  1918. — L  B.  del  Castillo  publicó  Biblio- 
grafía de  la  Imprenta  de  la  Cámara  de  Diputados,  ipi2-ij,  Méjico,  1918. 
Bibliografía  de  la  revolución  mexicana  de  ipio-igió,  ibid.,  1918. — Mi- 
guel DE  Castro  Marcos  publicó  Asturias,  1918. — 'Ramón  de  'Castro  Es- 
TÉVEZ  publicó  Espíritu  y  Materia,   cuentos   y  meditaciones,   B.   Aires, 
1918. — Juan  B.  Cátala  y  Gavilá  publicó  D.  Antonio  Maura,  ideario 
político,  Madrid,  1918. — Cide  Hamete  Benengeli  publicó  Libros  que  en- 
loquecieron a  don  Quijote,  1918. — Joaquín  Cifuentes  Sepúlveda,  chileno, 
publicó  Esta  es  mi  sangre,  poesías,  Talca,   1918.  Noches,  poesías,  ibid., 
1 91 9. — Maximiliano  Clavo,  por  s-eud.  Corinto  y  oro,   revistero  tauri- 
no, publicó  La  fiebre  torera,  etc.,  Madrid,   1918. — Antonio  Codorníu 
DE  LA  Mata  publicó  Prosa  y  verso,  Madrid,   1918.  Corazón  y  abolen- 
go, nov.,  ibid.,    191S. — Colección   gral.  de  docum.  relativos  a  las  Islas 
Filipinas   exist.  en  el  Archivo  de  Indias  de   Sevilla,    Barcelona   (t.   I, 
1493-1518),  1918;  (t.  II,  1519),  1919. — Vicente  Colid  publicó  El  sen- 
tir de  los  cantares,  Madrid,  1918. — 'Guillermo  Colom  Ferrá  (n.1890-), 
de  Sóller  (Mallorca),   publicó  Juvenilia,  Sóller,   1918; — 'Francisco  Co- 
llazo^ uruguayo,  estrenó  Un  hoynbre,  dr.,'  1918. — B.  Contreras  (seudó- 
nimo), publicó  Odas  bárbaras,  de  Josué  Carducci,   trad.,    Buenos  Ai- 
res,  1918.  —  Domingo  Contreras  Gómez  publicó  Efímeras,  Santiago, 
1919. — Cleopatra   Cordiviola,  argentina,  por    seud.  Cleonice,   publicó 
Pasando  las  horas,  cuentos,  Buenos  Aires,  1918.  —  G'.  Coria  Penal  vea 
publicó  El  Profeta,  poema  americano,  Buenos  Aires,  1918.  —  Corres- 
pondencia de  D.  Antonio  Varas  sobre  la  guerra  del  Pacífico,  Santiago 
át  Chile,  1918. — Iñigo  Cortés,  americano,  publicó  El  Misal  de  los  es- 
toicos, versos,    B.   Aires,  1918.  —  Javier  Cortezo  Collantes  publicó 
Aladino,  poesías,   Madrid,   1918. — Alfonso  Corti   publicó  Argia,  con- 
tribución al  estudio    histór.   del  teatro  argentino,  B.   Aires,   1918.    Un 
misterio   moderno,  ibid.,  1920.  —  Juan   Manuel  Cotta  publicó  Arpe- 
gios, poesías.  La  Plata,   1918,. — Batalla  y  Santuario  de  Covadonga,  por 
varios,  Ovi'edo,  1918. — María  Cruz  de  Ebro  publicó  La  Niña,  nov.  fe- 
minista, 1918. — Cuentos  gitanos,  tres  sieries,  por  Un  cañí,  Madrid,  1918. 
— 'Francisco  Curet,  catalán,  director  de  El  Teatro  Cátala,  publicó  El 
arte  dramático  en  el  resurgir  de  Cataluña,  1918. — 'Manuel  W,  Chaves 
publicó  El  Paraguay  ilustrado,   1918. — Antón  Cheknoff  publicó  Ojos 
con  sueño,  B.  Aires,  1918. — Mario  Chiloteguy,  argentino,  publicó  De 
luz  y  de  hierro.  La  canción  errante,  poesías  doHientes,  B.  Aires,  19181. — 
Manuel  Díaz-Rodríguez,  venezolano,   publicó  Motivos  de   meditación 
ante  la  guerra  y  por  Hispano-América,  Caracas,  1918.  Sermones  líricos, 
ibid.,  1918.  Peregrina  o  el  pozo  encantado,  nov.,  1921. — Rafael  Díaz  de 
León  publicó  El  Sermón  de  la  Montaña,  poema,  Nuevo  Laredo  (Méji- 


28  ÉPOCA   CONTEMPORÁNEA    (1908-I920) 

co),  191S. — F.  Dtfiilipis  Novoa,  argentino,  estrenó  El  diputado  por  mi 
pueblo,   191S!. — DiscEPOLO,  uruguayo,   estrenó   La  espada  de  Danwclcs 
(con  De  Rosn),  1918. — Enrique  Domín-guez  Rodiño  publicó  Las  prime- 
ras llamas,  1918. — Francisco  Donoso  González  publicó  Lyrica,  Santia- 
go de  Chile,  1918.  Las  Manos  de  Jesús,  poema,  ibid.,  1921. — ^Severiano 
DopoRTO  Uncilla  publicó  Catálogo  eronol.  e  índice  alfab.  de  los  docn- 
vientos  histór.  desde  1208  hasta  iSiy,   del  Archivo  vuinicipaj  de    Te- 
ruel, Madrid,  1918. — Alfredo  Duhau,  uruguayo,  estrenó  Sábado  inglés, 
1918. — E.  P.  D.,  Chascarrillos  de  suegras,  Madrid,    1918. — Efemérides 
de  la  Guerra  Mundial,  Méjico,  1918,  2  vols. — Pedro  Erasmo  Callorda, 
uruguayo,  doctor,  diplomático,  poeta  suelto,   castizo  en  espíritu  y  len- 
guaje, sincero  y  sentido,  publicó  Héctor  Miranda,  conf.,  Río  Janeiro, 
1915.  Cantares  de  la  aldea,  Méjico,  1918.  El  testamento  de  D.  Quijote, 
ibid.,  1918. — 'Enrique  V.  Erserguer,  uruguayo,  publicó  El  Mesías,  nov., 
Montevideo,  1918. — Federico  Escobedo,  presbítero  mejicano,  por  seud. 
Tamiro  Miceneo,  publicó  Cauces  hondos,  poesías,  Méjico,   1918. — Pa- 
quita Escribano,  Tonadillas  y  canciones  de...,  Santiago  de  Chile,  1918. 
— Antonio  Espina  García,  publicó   Umbrales,   poesías,  Madrid,   19181. 
Divagaciones.  Desdén,  prosa,  Madrid,  1919. — Alfredo  Espinosa  Tamayo 
publicó  Psicología  y  Sociología  del  pueblo  ecuatoriano,  póst.,  Guayaquil, 
1918. — T.  EsouiVEL  Obregón,  mejicano,  ministro  de  Hacienda,  publicó 
Influencia  de  España  y  los  Estados  Unidos  sobre  México,  Madrid,  1918. — 
Tomás  Estrada  Palma,  primer  presidente  de  la  Rep.  cubana.  Desde  él 
castillo  de  Figueras,  cartas  (1877-78),  Habana,  1918. — Fernández  Sán- 
chez DE  Flt;ntes,  profesor  de  la  Universidad  de  la  Habana,  publicó  Dis- 
cursos, Habana,  191 8. — .Felipe  H.  Fernández,  argentino,  por  seud.  Va- 
caré, publicó  Con  toda  mi  alma,  poesías,  Buenos  Aires,  1918. — Genaro 
Fernández  Mac-Gregor  publicó  Noz'clas  triviales,  Méjico,  1918. — Ho- 
racio Fernández,  argentino,  publicó  El  poema  campesino,  1918. — José 
Fernández  'Coria,  maestro  argentino,  gran  pedagogo,  publicó  el  atina- 
dísimo Gibro  La  enseñanza  de  la  Literatura  en  las  escuelas  argentinas, 
B.  Aires,   1918.  —  José  Fernández  Grados  pubHcó  La  suspirada  li- 
bertad, narraciones,  San   Sebastián,    1918.  —  Joaqltín  M."  de  Ferrer 
publicó  Historia  de  la  monja  alférez,  Madrid,  1918. — Juan  Fonseca  y 
Martínez  publicó  La  ciencia  del  lenguaje  entre  los  griegos,  tesis  doct., 
Habana,  1918. — Arnald  Fraccaroli  estrenó  No  me  ames  así,  com.,  1918. 
La  hoja  de  higuera,  1918. — ^Gustavo  J.  Francescht,  presbítero  de  la 
Argentina,  publicó  El  espiritualismo  en  la  Literatura  francesa  contempo- 
ránea, B.  Aires,    1918.   —  Alfreido   Frencii  publicó  Las  de   Jí^ilson, 
rov.,  B.  Aires,  1918.  —  Ricardo  Fuentes,  bibliotecario  del  Municipio 
madrileño,  periodista,  escritor  de  fino  y  elegante  estilo,  publicó  Reyes, 
favoritos  y  validos,  Madrid,   1918;  libro   tan  ameno  como  erudito  y 
bien  escrito,  pero,  sobre  todo,  valiente  c  imparcial. — José  Gabts  Bas,  an- 
daluz, publicó  De  un  epistolario  femenino,  191 8. — Alberto  T.  Gaché,  ar- 
gentino, cónsul  en  Barcelona  (1918),  publicó  Cuentos  del  tío,  ilustrados 
por  su  sobrino,  Barcelona,  1918.  Glosario  de  la  farsa  urbana,  B.  Aires, 


S.   XX,    I918.    PUBLIO    IlEREDIA   LARREA  29 

1919. — José  María  Gadea  Beltrán  pubj'icó  La  novia  de  un  mundano, 
nov.,  Madrid,  1918. — Bartolomé  Gai.íxdez  de  Ferrari  (n.  1900-),  argen- 
íino,  poeta  modernista,  algo  .rebusoado  y  de  extravagantes  salidas,  pero 
de  verdadero  estro  poético,  que  ha  de  perfeccionarse  y  serenarse  con  eil 
tiempo.  Poemas  modernos  y  exóticos,  poesías,  B.  Aires,  1918.  La  Venecia 
dorada,  poesías,  ibid.,  1919. — 'Antonio  Gallego  y  Burín  publicó  Los  pe- 
riódicos granadinos  en  la  guerra  de  la  Independencia,  Grana'dia,  1918.  El 
Jfoenia^  del  convento,  impresiones,  Granada,  1918. — 'César  García  Inies- 
TA  estrenó  La  rifa  del  mantón,  saín.,  191 8.  El  querer  quita  el  sentía,  zarz., 
(con  Luna),  1921. — Fray  E.  García  publicó  Crónica,  de  la  provincia  agus- 
tiniana  del  Santís.  Nombre  de  Jesús  de  México,  libro  quinto,  Madrid, 
1918. — Felisa  G."  Checa  publicó  La  mejor  de  las  madres  o  los  niños 
■del  milagro,  Madrid,  1918. — Francisco  M.  García-Icazbalceta  publicó 
El  madrigal  de  Cetina  y  El  secreto  de  la  Escala,  Méjico,  1918. — Leopol- 
do Juan  García  publicó  Peres  Baycr  y  Salamanca,  ibid.,  1918. — Manuel 
García  Pérez,  cubano,  estrenó  Carlos  Mamiel  de  Céspedes  o  el  Grito  de 
Yara,  dr.,  1918. — (María  García  Murúa  publicó  Recuerdos  de  Bretaña, 
Barcelona,  1918. — ^Felipe  Garrido  publicó  888  coplas  de  diversos  colores, 
Madrid,  1918;  Valencia,  (s.  a). — Fernando  Gay  Massó  publicó  Alas  de 
Oiinor,  nov.,  Reus,  1918. — -Martín  Gómez  Palacio,  mejicano,  publicó  La 
vida  humilde,  Méjico,  1918.  Poeta  delicado,  sentido,  tierno  y  matizado, 
que  se  entretiene  en  las  menudencias  de  la.  vida.  No  tiene  influencias 
francesas.  Es  muy  impresionable. — Matías  Gómez  Latorre  publicó  El 
socialismo  en  España^.  Del  tiempo  viejo,  Madrid,  1918. — Dermidio  T. 
González  publicó  Un  romance  en  Córdoba,  nov.,  Rosario,  1918. — Fer- 
nando González,  de  Telde  ('Canarias),  publicó  Las  Canciones  del  alba. 
Las  Palmas,  1918. — Ignacio  González  Llubera  publicó  Viajes  de  Ben- 
jamín de  Tudela  (1160-1173),  trad.,  Madrid,  1918. — Juan  González 
Gamazo  (?)  publicó  Parnaso  vene:^olano,  2.^  ed.,  aumentada,  2  vols., 
Barcelona,  1918. — Julián  González  publicó  Crisálidas,  poesías,  Mé- 
jico, 1918. — Manuel  González  Gomar,  mejicano,  poeta  de  los  que  acá 
llaman  ahora  ultraistas,  publicó  Haleónidas,  Méjico,  1918.  Solos  'le 
Lira,  poemas  modernos,  ibid.,  1918. — 'Goycoechea  Menéndez  publicó 
Páginas  selectas  de  Goycoechea  Menéndea,  B.  Aires,  1918. — ^Gris,  La 
hora  de  queda,  nov.,  Santiago,  191 8.  —  Fernando  Gualtieri  publi- 
có ¡Ushuaia!,  versos,  1918. — La  Entrevista  de  Guayaquil  (Ernes- 
to de  la  Cruz,  J.  M.  Goenaga,  Bartolomé  Mitre,  Cardos  A.  Villanueva), 
Madrid,  1918.  —  Santiago  Guillen  publicó  Pinceladas,  coplas  y 
pensamientos  rimados,  Madrid,  1918. — ^Gutiérrez  Gil  publicó  Pri- 
mer libro  d.e  versos,  Barcelona,  1918. — Alberto  Gutiérrez  publi- 
-có  El  Melgare jisvw,  antes  y  después  de  Melgarejo,  2."  ed..  La  Paz, 
1918.  Hombres  y  cosas  de  ayer,  ibid.,  1918. — José  Manuel  Gutiérrez 
Zamora  publicó  El  Cristo  de  las  Trincheras  (Méjico),  1918.  La  Epo- 
peya de  Francia,  ibid.,  1918. — Sinibaldo  Gutiérrez  estrenó  La  araña 
■azid,  zarz.,  1918. — P.  Enrique  Heras  publicó  La  dinastía  Manchú  en 
China,  t.  I,  Barcedona,  1918. — .Publio  Heredia  Larrea  publicó  Ensayo 


30  ÉPOCA   CONTEMPORÁNEA    (1908-I920) 

sobre  la  evolución  de  las  ideas  políticas  en  España,  19181. — Lope  Her- 
KÁNDEZ  Y  Hernández  (n.  1896),  de  Salamanca,  publicó  Cuadros  sin 
color,  Madrid,  1918.  Melancolías,  versos,  1920. — Ricardo  Hernández 
publicó  Leyendas  del  Uruguay,  Montevideo,  191 8. — Luis  Hernando 
DE  Larramendi  publicó  Papá,  ¡ministro!,  sátir.  cóm.,  Madrid,  1918. — 
El  padre  Luis  Herrera  Oria,  jesuita,  puWicó  Antología  de  prosa  ame- 
na desde  Alfonso  el  Sabio  hasta  nuestros  días,  4  vOls.,  Valladolid,  1918. 
— Antonio  Herrero,  español,  publicó  Ahnafuerte,  B.  Aires,  1918.  Al- 
mafuerte  y  Zoilo,  La  Plata,  1920. — Hispania,  revista  del  Insfitiit  d'étu- 
des  hispaniqucs  de  VUniversité  de  París,  entrambos  desde  1918. — Mar- 
co A.  Hoyos,  colombiano,  publicó  Ortografía  castellana,  2.*  ed.,  Ma- 
nizales,  1918. — Alfredo  Ilabaca  León  publicó  Tierra  de  ensueño,  San- 
tiag:o,  1918. — Aníbal  J.  Imperl\le,  argentino,  publicó  El  Poema  san- 
griento, B.  Aires,  1918. — José  Insúa,  argentino,  publicó  Cristina,  nov., 
B.  Aires,  1918. — Irureta  Goyena  publicó  Por  el  idioma  y  la  ctdtura  his- 
panos. Manila,  1918. — Fray  Gabriel  de  Jesús  publicó  S.  Teresa  predica  o 
novenario  de  Sermones,  Madrid,  1918. — Julio  Jiménez  Rueda  publicó 
Cuentos  y  diálogos,  Méjico,  1918. — Octavio  Jiménez,  costarricense,  joven 
abogado,  escritor  serio,  poeda  dulce  y  armonioso,  publicó  Las  Coccinelas 
del  rosal,  cuentos,  San  José  de  Costa  Rica,  1918. — J.  Jungfer  publicó 
(con  A.  Martínez  Pajares)  Estudios  sobre  apellidos  y  nombres  de  lu- 
gar hispanomarroquíes,  Madrid,  1918. — Adolfo  Korn  Villafañe,  ar- 
gentino, publicó  El  Irredimido,  nov.,  B.  Aires,  1918.  Incipit  Vita  nova^ 
ibid.,  1920. — Francisco  Lagrange  publicó  Sarmiento  y  su  época,  Cór- 
doba, 1918. — A.  Lasso  de  la  Vega  publicó  Cuentos  de  lo  grotesco  y  lo 
arabesco,  trad.  de  Poe,  Madrid,  1918. — ^María  Luisa  Latil-Boix  pu- 
blicó Según  labremos,  nov.,  1918. — Enrique  Lefebre,  puertorriqueño, 
excelente  crítico,  publicó  Paisajes  mentales,  San  Juan  de  Puerto  Ri- 
co, 1 91 8. — Andrés  Héctor  Lerena  Acevedo,  uruguayo,  publicó  Pra- 
deras soleadas,  poesías,  ^Montevideo,  191 8. — Raúl  Levraie,  argentino, 
publicó  El  hijo  del  anticuario,  B.  Aires,  1918. — La  Lira  Tacneña,  Tac- 
na, 1918. — López  Hernández  publicó  Cuadros  sin  color,  cuentos,  1918. 
— ^López  Picó  (1886-),  de  ilos  mejores  escritores  catalanes  contemporá- 
neos, colaborador  de  Cataluña,  pubfliicó  Notas  al  margen,  estud.  de  crít, 
191 8. — José  López  Portillo  y  Rojas  pubMcó  Historias,  historietas  y 
cuentecillos,  Méjico,  1918. — José  López  Tonlás  publicó  Lengua  española 
universal,  Valladolid,  1918.. — Luis  López  de  Mesa  publicó  El  libro  de 
los  apólogos,  Bogotá,  1918. — Luis  López  Santisteban  de  Lezo,  Me- 
dallas acuñadas  por  los  ingleses  en  el  siglo  xviii...  D.  Blas  de  Le- 
zo..., Madrid,  1918. — Miguel  López  de  Heredia  publicó  Palabras  de 
heroísmo  y  sacrificio,  Méjico,  1918. — Sabatino  López,  argentino,  es- 
trenó Marta  y  Mario,  1918. — Jesús  Enrique  Lossada  publicó  Madré- 
poras,  versos,  Maracaibo  (Venezuela),  1918. — Manuel  Lugilde  Huer- 
ta publicó  Morfología  del  robo  o  ladrones  de  Madrid.  Moral  social. 
Ramplonerías  sociológicas,  figuras  anarquistas  vistas  a  través  del  Omi- 
jole,    1918, — Guillermo  de  Luzukiaga  publicó  Manzanas  del  Paraíso^ 


S.   XX,    I918.   DELIO  MORENO    CANTÓN  3 i 

•versos,  Méjico,  1918. — Carlos  Alberto  Lleras  A.  publicó  Conferen- 
cias y  discursos,  Bogotá,  1918. — Salvador  de  Madariaga  publicó  La 
guerra  desde  Londres,  Madrid,  1918. — Alfonso  Madrid,  manchego, 
publicó  La  Bella  Rubí,  nov.,  Madrid,  19181. — León  de  Madrid  publi- 
có Del  mundo  de  los  niños.  Finesas  y  tristezas,  Barcelona,  1918. — 'Ma- 
teo Magariños  Borja  publicó  La  familia  Gutiérrez,  nov.,  Montevi- 
deo, 1918. — José  Maldonado  publicó  De  la  edad  dorada,  cuentos,  1918. 
— ^Antonio  Mañero,  mejicano,  publicó  México  y  la  solidaridad  ameri- 
cana, Madrid,  191 8. — Eduardo  Martín  de  la  Cámara  publicó  Vidas 
llameantes,  Alcalá,  1918. — Martínez  Barrionuevo  publicó  Misericor- 
dia, 1918. — Emilio  M.  Martínez  Amador  publicó  Vida  muerta,  nov. 
La  inquietud  de  amar,  nov.,  Madrid,  191 8.  La  sombra  trágica,  nov-^.. 
1920.  —  Ezequiel  Martínez  Estrada  publicó  Oro  y  Piedra,  poesías, 
B.  Aires,  1918. — Miguel  Martínez  Rendón,  joven  mejicano,  poeta  ape- 
saraido,  quejumbroso,  bien  que  sufrido,  de  fáciil  armonía  y  traspa- 
rencia. Prepara  Palabras  de  ensueño. — Juan  Más  y  Amell  publicó  Pau- 
sado de  moda,  poesías,  1918. — Luis  T.  Maurente  estrenó  La  España 
alegre,  1918.  La  Reina  del  Carnaval,  19181. — R.  Francisco  Mazzoni, 
uruguayo,  pubUicó  Los  lyiválidos,  cuentos,  B.  Aires,  1918. — Salvadora. 
Medina  O'nrubia  publicó  El  libro  humilde  y  doliente,  prosa,  B.  Aires, 
1918.  Para  el  teatro :  Almafuerte.  Lo  que  estaba  escrito. — Ramón  Me- 
na, mejicano,  publicó  El  Hombre  de  '^El  Pedregal  de  S.  Ángel",  conf., 
1918. — ^Miguel  Menchero  y  Olivares  publicó  Collar  de  perlas,  tro- 
sos  escogidos  de  los  mejores  dramáticos  españoles,  Barcelona,  1918. 
— ^Méndez  Caldeira,  uruguayo,  estrenó  Un  yankce  en  lo  de  Ramona^ 
1918.  —  Joaquín  Méndez  Calzada,  argentino,  publicó  Las  zarzas  del 
sendero,  nov.,  B.  Aires,  1918. — Daniel  Mendoza,  venezolano,  publicó 
El  Llanero,  estudio  de  social  venez.,  Madrid,  1918. — Víctor  Mercantr; 
estrenó  Prestios,  dr.  lír.,  B.  Aires,  1918. — Federico  Metens,  urugua- 
yo, estrenó  El  tren  de  las  10  y  jo,  1918. — ^Rafael  Millán  estrenó  El 
triunfo  de  Arlequín,  ópera,  1918. — Agustín  Millares  Carlo  (n.  1893-), 
die  Las  PaJmas  (Gran  Canaria),  catedrático  de  Ja  Universidad  de  Granada, 
publicó  Documentos  Pontificios  en  papiro  de  Archivos  catalanes,  Ma- 
drid, 1918.  Estudios  palé  o  gráficos,  1918.  Cuestiones  Académicas,  de 
Cicerón,  trad.,  1919. — Juan  Millé  y  Giménez  publicó  Quevedo  y  Ave- 
llaneda, B.  Aires,  19 18  (en  Helios  y  aparte).  Un  soneto  interesante 
para  las  biografías  de  Lope  y  de  Quevedo,  1918  (ibid.). — ^Marco  Mi- 
randa publicó  Arte  de  amar,  de  Ovidio,  trad..  Valencia,  1918. — Juan 
José  Molina  publicó  Versos  y  prosa.  Jaén,  1918. — Arturo  S.  Mom, 
poeta  argentino,  publicó  El  cristal  de  mi  alma,  B.  Aires,  1918. — LissA- 
Monna  publicó  La  llena  de  gracias,  Santiago,  1918. — Francisco  Mon- 
talvo  publicó  Los  últimos  Virreyes  de  Nueva  Granada  (con  Juan  Sa- 
mano),  Madrid,  1918. — Ricardo  del  Monte  publicó  Poesías,  Habana, 
1918. — María  Monvel  publicó  Remansos  de  ensueño,  Santiago  de  Chi- 
le, 19181. — Rómulo  Manuel  de  Mora  publicó  Como  Laura,  nov.,  Nue- 
va   York,   1 91 8. — iDelio   Moreno  Cantón  estrenó   Nido   de  Halcones,. 


3-2  ÉPOCA   CONTEMPORÁNEA   (1908-I920) 

dr.,  Alérida,  1918. — Nahuixca  (seudónimo  de  una  argentina),  La  Se- 
rena, B.  Aires,  1918. — Alvaro  Navarro  de  Palenxia  publicó  De  ras- 
trillos adentro,  episodios  de  la  vida  penal,  Madrid,  1918.  Sansón,  nov., 
1 91 9. — T.  Navarro  Tomás  publicó  el  excelente  trabajo  de  investiga- 
ción fonética  Manual  de  pronunciación  española,  Mad,rid,  1918. — 'Fray 
Bernardino  de  Niño,  franciscano,  publicó  El  Colegio  franciscano  de 
Potosí  y  sus  Misiones,  por  Fr.  Angélico  Martarelh\  correg.  y  aument., 
"La.  Paz,  Bolivia.  1918.  El  tomo  II  lleva  por  titulo  Misiones  Francis- 
canas del  Colegio  de  Propag.  Fide  de  Potosí,  ibid!.,  1918. — Roque  F. 
Notar  publicó  Humilde  templo,  B.  Aires,  1918. — Manuel  Núñez  Re- 
CUEIRO,  por  seud.  Electrón,  montevideano,  publicó,  entre  otras  obras, 
Conocimiento  y  creencia  (la  vida  superior),  Rosario  de  Santa  Fe,  1918, 
obra  en  estilo  de  ensayo,  de  gran  erudición  científica  y  filosófica,  y  con 
pensamientos  propios  y  criterio  cristiano  protestante. — Pedro  Miguel 
Obligado,  delicado  poeta  argentino,  a  quien  habla  deliciosamente  Ca  natu- 
raleza, tierna  y  trasparentemente  y  por  ella  expresa  sus  sentimientos, 
tristes  generalmente,  publicó  Gris,  poesías,  1918.  El  ala  de  sombra, 
poesías,  B.  Aires,  1920. — Tomás  0''Connor  D'Arlach  publicó  D."  Juana 
Sánchez,  nov.  hist..  La  Paz,  1918. — .Alvaro  Leonor  Ochoa  publicó  El 
Infinito,  su  Sombra  y  la  Noche,  Guadalajara  (Amér.),  191 8.  Entrando  en 
la  Tumba,  ibid.,  1918.  La  Naturaleza,  la  Sociedad  y  la  Vida,  ibid.,  1918. 
Sueño  de  Sangre,  ibid.,  19181.  El  Alma  en  el  Abismo  inmenso,  ibid.,  1918. 
Aparición  de  la  Noche,  ibid.,  1918.  El  Panorama  Humano,  ibid.,  1918. 
Gritos,  errando  el  Alma,  ibid.,  1918. — Manuel  María  Oliver  publicó 
Mis  monografías  universitarias,  B.  Aires,  1918. — iMateo  Segltndo  Ol- 
mos, argentino,  publicó  Madrigales,  Rosario,  1918. — Enrique  de  Oria 
Y  Senties,  argentino,  publicó  Los  afectos  del  alma  y  el  alma 
de  lu  Patria,  nov.,  1918. — Enrique  Ortega,  torero,  por  seud.  Cuco,  es- 
trenó El  triunfo  de  Manoliyo,  sain.,  1918  (música  de  Fuentes). — ^Pas- 
cual Ortiz  Rltíio  publicó  La  revolución  (de  Méjico)  de  ipro,  Méjico, 
1918. — Ernesto  R.  Oyanguren  (n.  1882-),  de  Vitoria,  por  seud.  E.  Roa, 
abogadto,  residente  en  Nicaragua,  escritor  muy  castizo,  suelto,  donai- 
roso y  excelente  crítico,  publicó  Cuadros,  notas  y  apuntes  de  Méji- 
co, Méjico,  1905;  2.*  ed.  con  título  de  Costumbres  de  América,  con  agu- 
das observaciones  y  descripciones,  que  dan  la  impresión  vnva  de  las  co- 
sas. Muestras  literarias,  Lima,  1908.  Ora,ción  fúnebre  de  Rubén  Darío, 
Nicaragua,  191 7.  Pro  iustitia  et  veritate  (sobre  el  modernismo),  ibid., 
1918.  Barroquismos  en  solfa,  Barcelona,  1919.  Tierras  de  maravilla,  en 
prensa. — Fr.\ncisco  C.  Pacheco  estrenó  Lo  que  dicen  los  otros  (con  Ijuís 
Grajales),  1918. — iNapoleón  Pacheco  S.,  joven  costarricense,  publicó 
Miscelánea  literaria,  t.  II,  ,San  José,  1918.  Ensayo  sobre  el  poeta  Rafael 
Cardona,  ibid.,  1919.  Filosofía  de  la  crítica,  M.  Vincensi,  ibid.,  1920. — 
Angí^lica  Palma  y  Román  (n.  1883-),  de  Lima,  por  seud.  Mariancla, 
hija  del  gran  escritor  Ricardo  Palma,  culta  literata,  lia  publicado  dos  no- 
venas de  costumbres  limeñas  y  de  drama  doméstico,  con  sensibilidad 
femenina,  suolto  y  castizo  flenguaje  y  gran  facilidad  en  el  diálogo.  De- 


S.   XX^   1918.  J.    D.   RAiMÍREZ  GARRIDO  33 

tiénese  a  veces  en  proilijas  descripciones,  aunque  sirven  para  pintar- 
íais oostumbres  Jim-eñais.  Cuando  oondenise  más  podrá  ir  muy  le- 
jos oon  su  ingenio  sutil  y  facilidad  de  expresión.  Vencida,  Lima, 
1918.  Por  senda  propia^  ibid.,  1921. — J.  G.  PÁkamo  publicó  Estudio  bi- 
bliográfico y  crítico  acerca  de  la  prensa  periódica  tudense,  Madrid,  1918. 
— Vicente  Pardo  Suárez  publicó  Ladrones  de  tierras,  Habana,  1918. — 
Luis  Pascarella,  argientino,  crítico  en  Nosotros,  publicó  El  conven- 
tillo, iHov.,  B.  Aires,  1918. — ^Antonio  Paso  (hijo)  estrenó  La  fies^ 
ta  de  la,  alegría,  rev.  (con  Siilva  Aramburu,  1918).  El  cuarto  verde,  vodev. 
(con  Man.  Morcillo,  1918).  Freskales  Park,  zarz.  (con  J.  Silva  y  Aram- 
buru), 1920.  El  genio  de  Murillo,  bufonada  (con  Morcillo),  1920.  La 
chica  del  águila,  sain.  (con  Suva  y  Aramburu),  1920.  La  mancha  de  la 
mora,  sain.  (con  J.  Silva  Aramburu),  1921. — ^JuLio  Pellicer  estrenó  El 
aduar,  zarz.,  1918. — ^Hernán  G.  Peralta  pubMcó  España  y  América  (vin- 
dlicación  de  los  españoles),  S.  José  de  Costa  Rica,  19181. — ^J.  M.  Peral- 
ta publicó  Historia  de  las  civilizaciones  antiguas,  Rosario  (Argentina), 
1918.  Historia  de  la  civilización  en  la  Edad  Media,  ibid.,  1919. — Josefa. 
S.  DE  Perlines  publicó  Amor  a  la,  patria,  Bilbao,  1918. — Alberto  Pey- 
RONA  publicó  Vocabidario  de  palabras  vigentes,  utilizadas  por  lite' 
ratos  contemporáneos,  Maidnid,  1918. — Roberto  Picón  Lares,  venezola- 
no, publicó  Ja  novela  Alas  rotas,  Mérida,  1918  (en  Aristides  Rojas). — 
Pedro  Pidal^  marqués  de  Villaviciosa  de  Asturias,  publicó  Picos  de 
Europa,  (con  José  F.  'Zabaila),  Madrid,  1918.  Política  al  alcance  de  todos,. 
Madrid,  1919.  El  naranjo  de  Bulnes-Peña,santa,  ascensiones,  i^ig. — 
Francisco  Piegari,  pubíicó  De  la  vida  que  pasa,  ensayos  y  apuntes, 
Buenos  Aires,  1918. — Poesías  selectas  de  los  mejores  autores  de  habla 
castellana,  Temuco,  1918. — Manolita  Polo  MARTÍNEZ^CoNDE  publicó 
Frente  a  la  vida,  nov,,  Zaragoza,  1918. — Manuel  Poní  Contreras,  publi- 
có El  Imperio  Alemán  Colonial,  Madrid,  1918  (con  Luis  de  Madariaga). 
— Andrés  F.  Ponte  pubilicó  La  revolución  de  Carams  y  sus  proceres, 
Caracas,  1918.  Bolívar  y  otros  ensayos,  Caracas,  1919. — El  P.  Bernardo 
Portas  publicó  Compendio  d.e  la  Historia  de  Nicaragua,  Mianagua,  191S. 
— :LuiSA  Isabel  de  Pórtela,  argentina,  publicó  Vidas  tristes,  cuentos, 
Buenos  Aires,  1918. — D.\niel  Poveda,  estrenó  La  bolsa  o  la  vida,  1918, 
El  pintor  flamenco,  1919. — ^Eiduardo  Prado  publicó  La  ilusión  yanqui, 
Madrid,  1918. —  Fidel  Prado  estrenó  Sábado  de...  cobra,  dial.,  1918.— • 
Javier  Prado  y  Ugarteche,  poiblicó  El  genio  de  la  lengua  y  de  la  litera^ 
tura  castellana  y  sus  caracteres  en  la  historia  intelectual  del  Perú,  disc, 
Lima,  1918. — ^Carlos  Prats,  poeta  matancero,  ya  fallecido,  diejó  Ver- 
sos, 1918,  publicados  poco  después  de  su  muerte. — ^Guillermo  Prieto 
Yeme  publicó  Estados  de  ánimo,  versos,  Méjico,  191 S.  —  Alejandro 
QuijANO  (n.  1883-),  de  Mazatlan  (Méjico),  profesor  de  lengua  y  iiter. 
castellana  en  la  Normal  de  Maestras,  publicó  Fr.  F.co  Ximénez  de  Cis- 
ñeros,  conf.,  1918.  En  casa  de  nuestros  primos,  notas  de  viaje,  Méji- 
co, 1918.  En  la  tribuna,  1919.  Amado  Ñervo,  'ooni,  1920. — J.  D.  Ra- 
mírez  Garrido  publicó  Renunciación,   Mérida  de  Yucatán,    1918.  Ar- 


34  ÉPOCA   CONTEMPORÁNEA    (1908-I920) 

deniia  Verba,  ibid.,  1918. — Joaquín  Ramírez  Cabanas  publicó  La  som- 
bra de  los  días,  Méjico,  1918. — Raúl  Ramírez,  chileno,  publicó  Rabin- 
dranath  Tagorc,  poemas  selectos,  1918.  —  Revista  Histórica,  Vallado- 
lid,  1918. — Miguel  Rey  estrenó  Como  el  agua  de  la  sierra,  com.,  1918. 
— Luciano  del  Río  Fernández  (Errante)  publicó  Páginas  históricas 
de  Pontevedra.  Guerra  de  la  Independencia,  Pontevedra,  1918. — Al- 
berto Risco,  S.  J.,  publicó  Don  Juan  de  Austria,  hijo  de  Felipe  IV, 
narrac.  hist.,  Madrid,  1918  (2.*  ed.).  Marida,  nov.,  Toledo,  1920. — Jo- 
sé Pablo  Rivas  (f  1919).  mejicano,  publicó  Poemas  de  Enrique  Heine, 
trad.  (Barcelona,  1918).  Versos  locos,  póst.,  1919.  M adame  Bovary,  de 
Flaubert,  trad.,  Madrid,  1920.  Antología  de  poetas  extranjeros  antiguos 
y  contemporáneos,  1920. — 'Camilo  Rodón  y  Font,  catalán,  redactor  de 
Cataluña  Textil,  profesor  de  la  Escuela  de  Tejidos  de  Badalona,  pu- 
blicó El  arte  de  la  tapicería  en  la.  antigüedad,  1918. — Los  hermanos 
Rodríguez  de  la  Peña  estrenaron  La  Rosariyo,  entr,,  1916.  Los  días 
cortos,  1918. — Tesoro  ascético,  por  S.  Alonso  Rodríguz,  jesuíta,  ma- 
llorquín, coadjutor  temporal  que  vivió  a  fines  del  sigilo  xvi  y  comien- 
zos del  XVII,  Barcelona,  1918. — ^Casto  Rojas  publicó  El  doctor  Mon- 
tes y  la  Política  liberal,  La  Paz,  1918.  Anuario  Nacional  Estadístico  y 
Geográfico  de  Bolivia,  1917;  ibid.,  19181.  Deba.te  parlamentario  sobre  la 
acusación  contra  el  ex  presidente  de  la  República  doctor  Ismael  Man- 
íes, ibid.,  1918.  El  mayor  general  don  José  Manuel  Pando,  tomo  I, 
ibid.,  1918. — Federico  Romeo  estrenó  La  canción  del  olvido,  zarz.  (con 
Guillermo  Fernández  Shaw),  1918.  La  sonata  de  Grieg  (con  id.),  1918. 
— Agustín  Rossi,  hijo,  argentino,  publció  El  alma  en  verso  y  en  flor, 
Buenos  Aires,  1918. — Delie  Rouge,  publicó  Helena,  nov.,  Santiago, 
191 8. — Ricardo  V.  Rousset,  publicó  Historial  de  Cuba,  2  vols..  Ha- 
bana, 1918.  —  David  O.  S.  A.  Rubio  publicó  Lo  que  me  enseñó  la  vi- 
da, cd'ecc.  de  1.200  pensamientos.  Habana,  1918. — Ángel  Ruiz  y  F\- 
BLO  publicó  Las  metamorfosis  de  un  erudito,  Barcelona  1918. — Gil- 
berto Ruvalcaba,  mejicana,  joven  poeta,  audaz  en  neologismos  y 
en  matices  desvanecidos  de  sentimentalismo  muy  subjetivo.  Prepara 
Los  insomnios  floridos. — Sady-Hyp,  chileno,  publicó  Hilvanes,  cuen- 
tos, Santiago.  1918. — David  Salmón  Cadeneau,  argentino,  publicó  De 
mi  rosal  de  rosas  negras,  Tucumán,  1918. — Adolfo  de  Sandoval  pu- 
blicó A  la  sombra  de  la  Catedral.  Ante  todo  lo  amado  (2.^  pte.  de  la 
anterior),  1918.  Paisajes  espirituales,  1918.  Rayo  de  luna,  1919.  La 
gran  reveladora,  nov.,  1920. — 'Carlos  C.  Sanguinetti,  argentino,  es- 
trenó La  Medalla,  com.,  Buenos  Aires.  1918.  El  cántaro  sonoro,  ver- 
sos, ibid.,  1919. — iElvira  Santa  Cruz  y  Ossa  publicó  La  familia  Bus- 
quillas,  Santiago,  1918.  —  José  de  Santiago  y  Gómez  publicó  Filolo- 
gía de  la  lengua  gallega,  Santiago,  1918.  Historia  de  Vigo  y  su  comar- 
ca. Bayona  antigua  y  moderna,  Madrid,  1919  (2.'  ed.). — Mariano  de  San- 
tiago Cividades,  salmantino,  discípulo  de  Gabriel  y  Galán,  poeta  sencillo, 
tierno  y  sincero,  publicó  Epistolario  de  Gabriel  y  Galán,  Madrid,  191S. 
Leyendas  y  postales,  ibid.,  1918V.  Dos  juventudes,  com..  Salamanca,  1920. 


S.  XX,   I918.   GONZALO  V.  URlliE  35 

— J.  Sanz  publicó  La  Revolución  en  el  Reino  Aniínal,  Méjico,  1918. — 
Salvador  Selles  publicó  Satán,   la  guerra,   poema,   Alicante,   1918. — 
Homero  Serís  (u.  1879-),  granadino,  cloctor  en  Filosofía  y  Letras,  ca- 
tedrático de  lengua  y  liiteratura  españolas  en  la  Universidad  de  Illinois, 
ha  hecho  hallazgos  de  varios  labros  en  la  biblioteca  de  la  Sociedad  Jrlis- 
pánica    de    iSi'ueva   York,   como  la  edición  principe  de  la   Comedia  de 
Preteo  y  Tibaldo,  Toledo,  1553,  ejemplar  único;  y  de  21  ediciones  nue- 
vas deil  Quijote,  y  ha  descubierto  en  eil  ejemplar  de  Salva  vana  ates  que 
prueban  ser  una  variedad  de  la  primera   edición   de  Cuesta  de   1(305  ^ 
acaso  tma  nueva  edición.  Publicó  Ecos  del  Hudson,  1905.  Gradualidad 
de  la  conciencia  (tesis  dot,),    1908.  Rimas   de  Bécquer,  ed.   N.    York, 
1917,    Una   nueva    variedad   de   la    edición   príncipe    del   Quijote,    N. 
York,   1918.  La  colección  cervantina  de  la  Sociedad  Hisp.  de  Ameri- 
ca, ediciones  de  D.  Quijote,  1918. — A.  Serrano  publicó  Tres  piezas  cidia- 
nas,  B.  Aires,   1918.  —  Manuel  Sienes  estrenó  La  risa  de  la  muerte, 
■dr.,  1918.  Juan  Maniié,  zairz.  dr.,  1918  (con  Manuel  Pa-lop). — Mariano 
Silva  Aceves,  mejicano,  publicó  Animula  vacula,  Méjico,  1918. — Fran- 
"Cisco  Soler  ("j"  1920),  malogrado  escritor  costarricense,  de  frase  a  ve- 
ces iruy  original,  ingeniosa  y  aguda,  publicó  El  Resplandor  del  ocaso, 
novela  en  tres  jornadas,  1918.  El  último  madrigal,  1919. — Antonio  So- 
to, uruguayo,  por  seud.  Boy,  redactor  de  El  Plata,  publicó  Un  hom- 
bre perdido,  nov.,  Montevideo,  1918.  —  Antonio  Spinetti  Dini,  vene- 
zolano, publicó  Breviario  galante  y  rebelde,  versos.  Ejido  (Venezuela), 
1918. — Sucesos  de  agosto    ante  el   Parlamento   (Los),   Madrid,    19181. — 
Emilio  Taboada  estrenó  Tragedias  de  celos,  juguete,   1918  (con  Teo- 
doro Gutiérrez).  —  Saúl  Taborda,  argentino  de  Córdoba,  publicó  Re- 
flexiones sobre  el  ideal  político  de  América,  Córdoba,  1918.  Julián  Var- 
gas,  nov.,    1919. — Tellaeche  y  Navarro  estrenó   Viejas   leyes,  coni., 
Í918. — Ramón  María  Tenreiro,   crítico  de  La  Lectura,  publicó  Lunes 
untes  del  alba,  cuentos,  Madrid,  1918.  El  nuevo  París,  trad.,  ibid.,  1919. 
JuditJi,  de  F.  Hebbel,  trad.,  ibid.,  1919. — Claudio   de  la  Torre  publi- 
có El  Canto  diverso,  poesías,  Madrid,    1918. — Mariano  Torrente  pu- 
blicó Historia   de  la  independencia  de   México,  Madrid,   1918. — Jaime 
Torres  Bodet  publicó  Fervor,  poemas,   Méjico,    1918. — Juan   Torres, 
argentino,  publicó   Estrofas  varoniles,   B.  Aires,   1918. — Julio  Torri, 
mejicano,  director  de  Cidtura,  publicó  Ensayos  y  fantasías,   1918  (en 
Convivio).  Las  Noches  florentinas,  de  Heine,  trad.,  Méjico,   1918.  Ro- 
¡manees  viejos,  1919  (en  Cultura).  Alf.  Reyes, -Rtibén  Darío  en  Méxi- 
co,   1916:  "Nuestro  hermano  el  Diablo,  duende  que  apaga  las  luces, 
íncubo  en  huelga,  humorista   que  procede    de   Wilde   y  Heine   y  que 
promete  ser  uno  de  los  primeros  de  América."  ídem:   "Eli  cuento  en 
manos  de  Torri  se  hace  crítico  y  extravagante." — Ricardo  M.  Unciti, 
miltar,  cervantista,  publicó  Génesis  del  Quijote,  Lo  de  Benengeli,  Va- 
lladolid,  1918. — R.  IJria,  por  seud.  El  Solitario  de  Tiñana,  publicó  Me- 
ditaciones de  un  impío,  Madrid,   1918. — Gonz.\lo  V.  Uribe  publicó  Los 
■arzobispos  y  obispos  colmnbianos  desde  el  tiempo  de  la  colonia  hasta 


36  ÉPOCA   CONTEMPORÁNEA    (1908-I920) 

nuestros  días,  Bogotá,    1918. — Julio  Urquijo    e  Ibarra,  bilbaíno^    di- 
rector y  fundador  de  Rev.  Internacional  de  los  Estudios  Vascos,  Pa- 
rís, desde  191 2,  publicó  Estado  actual  de  los  estudios  relativos  a  la  len- 
gua vasca,  discurso,  Bilbao,  1918. — 'Antonio  Abel  Vadell  publicó  La 
leyenda  de  la  sierra,  B,  Aires,  1919. — C.  Valdés  Codina  publicó  Las 
letras  cubanas  (antol.,  prosa  y  verso).  Habana,  1918. — Maximino  Val- 
dés publicó  Impresiones  de  México,  ibid.,  1918.  —  Danielle  Val  D'Or 
publicó  Cine,  nov.,  Santiago,  1918. — J.  Vallmitjana  estrenó  La  mala 
vida,  1918.  —  J.  Vega  Alcalá  publicó  Iris,  poesías,  1918.  —  El  Mar- 
qués  DE  LA  Vega  Inclán  publicó   La   casa  de  Cervantes,   Valladolid, 
1918.  —  Agustín  Veguilla  Alcántara  publicó  La  idea,  apuntes  para 
una   tragieomedia  politicosocial,   Sevilla,    ipiSi.  —  Benjamín  Velasco 
Reyes,  poeta  ohiJ'cno,  publicó  El  Alma  de  los  Sonetos,  Santiago,  1918. 
— Juan  Verga  publicó  Eros,  Madrid,   1918. — Julio  Victorica,  argen- 
tino, publicó  Urquiza  y  Mitre,  1918. — 'Eucario  Villamil  publicó  Poe- 
ma de  amor  y  de  recuerdo,  Mérida,  1918'. — Jesús  Villamil  Ron  es- 
trenó Zelaida,  mimodrama   (música  de  José  Arrióla,   1918).  La  Farsa 
humana,  Madrid,  1919.  Los  Pelados,  hist.  de  picaros,  ibid.,  1919. — ^Leo- 
NARDO  S.  Viramontes  puMicó   Gritos  del  alma,  poesías,  Méjico,  1918. 
— 'Guillermo  J.  Wheeler,  argentino,  poeta  sincero,  fácil  y  madriga- 
lesco, publicó   Gemas,    B.  Aires,    1918. — Sady   Zañartu  publicó  Dan- 
zarina  de  fuego,  Santiago,   1918. — Julio    Zarraluqui  publicó  Por  el 
divino  sendero,  poesías,  Madrid,  191S.  Del  Calvario  patrio,  versos,  1919- 
— Trinidad  de  Zequeira,  cubana,  publicó  Flores  de  ensueño,  novelan, 
artíc.  y  poes.,   Habana,   1918. — ^Luis  Andrés  Zúñiga,   hondureno,  pu- 
blicó Fábulas,  Tegucigallpa  (1918?). — Toribio    Zúñiga    Sánchez  Ce- 
RRUDO  publicó  Historia  crít.  del  il.  Colegio  de  Farmacéuticos  de  Ma- 
drid, ibid.,   1918. — José   Zurita  Nieto,  canónigo  vallisoiletano,  publicó 
Apuntes  documentados  sobre  el  año  de  la  muerte  del  Conde  D.  Pedro- 
Assúrez,  Valladolid,  191 8. 


56.  ^Año  igig.  Juana  de  Ibarbourou,  la  mejor  poetisa  uru- 
guaya. Canta,  como  la  argentina  Storni,  el  amor;  pero  no  ya 
dolorido  y  tempestuoso  como  ella,  sino  alegre  y  triunfador, 
en  tono  mayor,  digamos.  Su  inspiración  es  tan  recia  y  poé- 
tica, acaso,  como  la  de  la  Storni,  pero  menos  profunda,  más- 
sui>erficial.  No  hay  para  ella  más  que  la  alegría  del  vivir,  juve- 
nil y  primaveral ;  no  hay  más  allá  misterioso  y  místico  sino  lo 
terreno  y  humano.  Tiene  de  la  vida  la  visión  de  ^\lnacreonte, 
mas  no  su  afeminamiento  epicúreo  y  como  pasivo;  antes  bien, 
su  temperamento  sanguíneo  y  cmlxístidor  la  lleva  a  maripo- 
sear con  curiosidad  ansiosa  e  insaciable,  buscando  todo  aro- 
ma, todo  sabor,  todo  color,  toda  forma  de  bellc/.a  puramente 


S.    XX%    I919.   JUANA   DE   IBARBOUROU  yj 

sensible  y  se  embni'aga  con  to-da  manifestación  fuerte  de  la 
vida,  sin  ocurrírsele  que  haya  nada  más  de  hondo  o  misterioso 
detrás  de  las  formas  que  la  emborraban.  Ansia  vivir,  y  vi- 
vir siempre.  La  idea  de  la  muerte  se  le  ofrece  de  pronto,  como 
€s  natural,  y  de  repente  su  brilladora  alegría  se  encapota  con 
nubes  densas,  naciendo  el  temor  a  la  muerte  de  su  amor  a 
la  vida.  El  contraste  es  brusco  y  lo  expresa  con  fuerza  ate- 
rradora. En  esto  se  distingue,  como  cristiana,  del  pagano  Ana- 
creonte,  siempre  liviano  y  superficial  en  demasía.  Empero  ya 
no  ahonda  en  el  más  allá,  o  porque  no  cree  en  él  o  porque 
el  brillo  de  la  vida  sensible  torna  a  desencapotar  al  punto  la 
lobreguez  pasajera.  Su  mismo  temperamento  la  aleja  de  todo 
io  que  huela  a  trágico  en  la  vida,  que  es  lo  que  arrastra  tras 
sí  a  la  Storni  y  la  lleva  a  mayores  profundidades  de  pensa- 
res y  sentires  y  a  los  tonos  menores  de  más  variado  matiz. 
Pero  se  le  allega  mucho  en  la  fuerza  de  originalidad,  en  la 
riqueza  de  fantasía  y  en  la  sensibilidad  fememna. 

Estas  dos  poetisas  son  algo  nuevo  en  la  literatura.  Si  la 
lírica  es  la  expresión  sincera  de  lo  que  se  siente,  no  sé  si 
hasta  ahora,  en  castellano,  hubo  mujer  alguna  que  fuese  ver- 
dadera poetisa,  lírica  de  cuerpo  entero,  que  nos  abriese  su  pe- 
cho femenino.  No  conocemos  el  alma  de  la  mujer,  porque  la 
mujer  es  todo  amor,  y  las  mujeres  que  han  cantado  el  amor, 
hasta  ahora,  en  castellano,  sók>  han  hecho  variaciones  sobre  el 
amor  platónico,  sobre  temas  harto  manoseados  por  los  poetas 
varoniles.  Cierto  pudor  o  respeto  social  ataba  sus  lenguas;  y 
he  aquí  que  estas  dos  nuevas  poetisas  cantan  el  amor,  pero 
el  amor  que  ellas  sienten,  el  suyo,  y  con  sinceridad,  y  cada 
una  según  su  temperamento.  Y  pueden  hacerlo  porque  no  es 
amor  desvergonzado  ni  impúdico;  es  amor  verdadero,  y  el 
amor  verdadero  es  casto  y  es  el  amor  más  ordinario  de  la  mu- 
jer. Más  apasionado  que  el  del  hombre,  pero  más  púdico  y 
poético  que  el  del  hombre,  más  elevado,  más  hondo,  más  ver- 
dadero amoT.  Que  lo  otro  es  sensualidad  y  lujuria.  Lo  vemos 
claramente  en  las  poesías  de  estas  dos  maravillosas  mujeres-, 
Storni  e  Ibarbourou.  Sus  libros  pueden  leerlos  las  doncellas  sin 
ruborizarse,  y  las  mujeres  que  se  maravillaran  de  que  por  pri- 
mera vez  hallan  expresados  con  toda  verdad  sus  sentimientos  fe- 

3 


38  ÉPOCA    CONTEMPORÁNEA   (1908-I920) 

meninos,  y  los  hombres  que  descubren  lo  que  no  sabían.  Esta  es 
la  gran  novedad  que  traen  a  la  literatura  entrambas  poetisas. 

Ha  publicado:  Las  lenguas  de  diamante,  Buenos  Aires, 
191 9.  Poesías  escogidas,  Montevideo,  1920,  El  Cántaro  fres- 
co, ibid.,  1920. 

57.  Man.  Gálvez,  Pról.  a  Las  lenguas  de  diamante:  "Delmira 
Agtistini,  Alfonsina  Storni  y  Juana  de  Ibarbourau  apenas  cantan  otra 
cosa  que  el  amor:  un  amor  de  los  sentidos,  ardiente,  sin  recatos,  casi 
puramente  físico;  un  amor  que  no  tuvo  nunca  expresión  lírica  en  la 
literatura  hispanoamericana,  a  lo  menos  sentido  y  cantado  por  muje- 
res... De^.mira  Agustini  es  romántica,  imaginativa,  fantástica.  Alfonsi- 
na Storni  me  parece  más  humana  y  sin  duda  tiene  más  inquietud  que  las 
otras.  En  ambas  hay  tristeza  y  sufrim'iento,  más  en  la  argentina  que 
en  la  uruguaya...  Juana  de  Ibarbourou  no  revela  pvor  ahora  ni  inquietu- 
des, ni  tristeza,  ni  sufrimiento.  En  sus  versos  el  amor  es  sa'no,  fuerte, 
juvenil,  intrépido,  natural.  Se  ama  en  este  libro  con  pasión  y  alegría 
y  excepciona'lmente  con  cierta  gravedad  como  de  rito  religioso.  A 
veces  asoma  en  ciertas  páginas  un  poco  de  dolor  o  de  pesimismo;  pero 
hay  tanta  juventud  y  tanto  entusiasmo  en  las  restantes  y  aun  en  aqué- 
llas mismas,  que  en  el  conjunto  pasa  inadvertida  la  intención.  La 
amada  de  este  libro  habla  con  ingenuo  y  casto  impudor  — si  es  po- 
sible unir  estas  dos  palabras —  de  su  cuerpo  moreno,  de  caricias  ar- 
dientes, de  deseos.  Pero  no  contiene  el  volumen,  sin  embargo,  ver- 
dadero sensualismo.  Felizmente  carece  de  impureza  y  la  voluptuosi- 
dad es  en  él  escasa.  Todo  está  dicho  con  dignidad,  noble  y  bellamen- 
te y  no  creo  que  pueda  despertar  en  ninguna  alma  pensamientos  im- 
puros... Tainipoco  muestran  refinamiento  los  versos  ni  nada  de  en- 
fermiizo  ni  de  psicológicamente  complicado,  hay  en  ellos  demasiada 
salud  física  y  moral,  para  todo  esto...;  su  esencial  característica:  la 
de  expresar  bellamente  un  sentido  natural  del  amor  y  de  la  vida.  La 
amada  se  mezéia  con  'la  naturaleza." 

AJb.  Zum  Felde,  Crít.  Liter.  Uruguaya  (1921):  "La  poesía  de  J. 
de  Ibarbourou  es  gozo  de  vivir  y  plenitud  de  amor...  Canta  esta  poe- 
tisa pagana  el  sabor  de  la  vida  terrena,  como  un  vaso  de  buen  vino, 
y  el  sano  y  dichoso  amor  de  los  instintos,  sm  complicaciones  ideoló- 
gicas y  sin  tristezas  morales.  Toda  su  poesía  está  hecha  de  amor  a 
la  tierra  y  de  sensuaridad  delicada.  Ella  ama  y  disfruta,  como  una 
criatura  inocenrt:e  y  salvaje,  de  todas  'las  cosas  naturales...  No  as- 
pira ni  espora  nada  postumo  ni  extrahaimano.  No  hay  para  ella  más 
vida  que  esta  vida  humana  de  todos  los  días,  en  su  tránsito  breve 
y  mortal.  No  hay  para  ella  más  belleza  que  la  belleza  sensible  de  las 
cosas:  la   forma,  el  color,  el   sabor,  el  perfume." 

58.  /Ifw  i^iQ.  Margarita  Anr.i.LA  Caprii.e  publicó  Nieve,  versos, 
B.  Aires,   1919. — Manuel  Acuña  publicó  l'ocs'nis,  Mi-jico,   191 9. — José 


S.  XX,  I9I9.  GERARDO  L.  BETANCOURT  39 

María  Adsuara  Valverde  publicó  Canto  a  la  Paz,  Madrid,  1919. — 
J.  Aguilar  Catena  publicó  Los  enigmas  de  Marta  Luz,  nov.,  1919. 
• — Leopoldo  Aguilar  de  Mera  publicó  Los  dos  hermanos,  poema  en 
9  cantas,  Lérida,  1919. — Miguel  Aguilera  R.  publicó  Ritmos  disper- 
sos, Bogotá,  1919.  —  Enrique  Ahumada,  mejicano,  publicó  Coralia, 
nov.,  Méjico,  191 9. — Antonio  Alarcón  Capilla,  El  Santo  varón  {o 
el  gran  lujurioso),  nov.,  Madrid,  1919. — Claudio  de  Alas,  colombia- 
no, suicidado  en  B.  Aires,  escribió  El  cansancio  de  Claudio  de  Alas, 
versos,  B.  Aires,  1919.  La  Herencia  de  la  sangre,  nov.,  ibid.,  1919. 
Ambas  editadas  con  notas  por  su  copilador  testamentario  J.  de  Soiza 
Reilly. — Anselmo  María  Albareda  publicó  La  imprempta  de  Mont- 
serrat, ibid.,  1919. — Juan  Albarellos  puWicó  Efemérides  Burgalesas, 
apuntes  hist.,  Burgos,  1919. — Justo  Ignacio  de  Alberti  estrenó  Ma- 
nos blancas,  1919. — Agustín  Alcai^  y  Henke  publicó  La  esclavi- 
tud de  los  negros  en  la  América  española,  Madrid,  1919. — 'Luis  Al- 
merich  publicó  De  los  viejos  tiempos,  narraciones,  Barcelona,  1919. 
— Juan  Alvarado  y  Albo,  Colección  de  Cantares  de  boda  recogida 
en  el  valle  de  Laciana,  Babia  y  Alto  Bierzo,  León,  1919. — Andersen, 
Cuentos,  dos  vols.,  trad.  por  anónimo,  Barcelona,  1919. — Luis  Andrade 
publicó  México  en  España,  Madrid,  1919.  —  José  Ángulo  y  García, 
Amor  y  sacrificio,  nov.,  1919. — A  orillas  del  Plata,  colecc.  de  varios 
judios  argentinos,  B.  Aires,  1919.  —  José  Aragay  publicó  Italia,  poe- 
mas, Sabadell,  1919.  —  José  María  A.rauz  de  Robles,  ¡Si  til  supie- 
ras!, nov.,  Madrid,  1919. — Pedro  G.  Arias,  El  bajel  de  la  felicidad, 
Madrid,  1919. — Luciano  de  Arredondo  publioó  Retacillos  literarios, 
Sevilla,  1919  (con  Ángel  R'ibio  Muñoz).  —  E.  AuNÓs  Pérez,  El  libro 
del  mal  estudiante,  Madrid,  1919. — Manuel  Azeña,  Diez  años  de  des- 
tierro, de  madame  de  Stael,  trad.,  1919. — Carlos  Badía  Malagrida 
publicó  El  factor  geográfico  en  la  política  sudamericana,  Madrid,  1919. 
— Gonzalo  Báez  Camargo  publicó  Improntas  Bíblicas,  poesías,  Guana- 
juato,  1919. — E.  Balas  publicó  La  Europiada,  poema  de  la  gran  gue- 
rra europea,  Ferrol  1919.  —  José  Ballester  y  Gonz.iiLbo,  Muecas  pe- 
dagógicas, Alcalá,  1919. — María  Margarita  de  Jesús  Barcena  y  de  Sa- 
RACiio  escribió  Del  corazón,  libro  de  poesías  originales  y  eucarísticas, 
Madrid,  1919. — Enrique  Bayerri  y  Bertomeu  publicó  Un  gran  cj,- 
pañol  desconocido,  estudio  bio-bibliográfico-crítico  sobre  el  padre  Juan 
Mir  y  Noguera,  S.  J.  {1840-1917),  I,  Barcelona.  1919.  —  C.  Emilio 
Bello,  Anotaciones  para  la  historia  de  las  negociaciones  diplomát.  con 
el  Perú  y  Bolivia  (1900-1904),  Santiago  de  Chile,  1919. — Joaquín  Be- 
nedicto Sánchez,  Las  grandezas  de  Cataluña,  Barce^^ona,  1919. — Isi- 
dro Benito  Lapena  publicó  Diez  días  en  la  ciudad  de  X,  narración, 
Madrid,  1919. — Fernando  Bermúdez  Franco  publicó  El  Sendero  In- 
maculado, poesías,  Buenos  Aires,  1919. — Gerardo  L.  Betancourt,  cu- 
bano, estrenó  La  Aurora  de  la  Demajagua,  epis.  histór.  (en  Teatro 
Cub.,  191 9,  11.  5). — Bibliografía,  por  la  Cámara  oficial  del  Libro,  Bar- 
celona, desde  igi().— Biblias,  bolet.  seman.  de  la  Biblioteca  Nao.  de  Mé- 


40  ÉPOCA   CONTEMPORÁNEA    (1908-I920) 

:cico,  1919. — Luis  F.  Blanco  Meaño  publicó  Parnaso  boliviano,  Bar- 
celona (1919?). — Pedro  Blanco  Suárez  publicó  Dos  novelas  del  Mi- 
ño, por  Camilo  Castello-Branco,  trad.,  Madrid,  1919. — Boletín  de  la 
Biblioteca  de  Mencndez  y  Pelayo,  Santander,  desde  1919.  —  Julio 
Broutá  ha  comenzado  a  traducir  las  obras  del  dramaturgo  inglés  Ber- 
nard  Shaw:  De  armas  tomar,  Cándida,  1919. — Andrés  Bueno,  En  el 
umbral  de  la  vida,  nov.,  Madrid,  1919. — José  Rafael  Burbano  Váz- 
quez, poeta  ecuatoriano,  escribió  en  1919  sonetos  sentimentales  que 
tituló  De  allá. — Juan  Burghi^  poeta  argentino,  que  describe  con  sen- 
cillez y  frescura  la  naturaleza  y  las  impresiones  que  comunica  al  ail- 
ma,  publicó  Al  borde  del  sendero,  B.  Aires,  1919.  La  Quietud  del  re- 
manso, 1920.  Madre-Tierra,  1921. — Armando  Buscarini  publicó  Con- 
tares.  Ensueños,  poesías,  N.  York,  1919.  Sombras.  Cancionero  del  arro- 
yo, poesías,  1920.  Poemas  sin  nombre.  Doloroso  errante.  Yo  y  mis 
versos,  1921. — .Luis  Cabrera,  por  seud.  Lucas  Ribera,  mejicano,  tra- 
dujo fiel  y  hermosamente  en  verso  El  Cantar  de  los  Cantares,  Méjico, 
1919. — M.  Calvo  Ochoa,  La  lista,  diálog.  de  costumbres  sevillanas,  Se- 
villa, 1919. — César  Calleja  Morante,  Aires  de  la  Sierra,  Madrid,  1919. 
— Juan  Cano,  Auroras,  poesías,  N.  York,  Madrid  (1919). — Eugenio 
Capdevila  Romero  publicó  Labor  Hispano-Argentina,  1919. — Néstor 
Carbonell  y  Rivero  (n.  18S4-),  hijo  de  Néstor  L.  Carbonell,  cubano, 
publicó  Proceres,  biografías,  Habana,  1919. — Ramón  J.  Cárcamo,  ar- 
gentino, publicó  De  Caseros  al  ii  de  septiembre,  1919. — Gaspar  Cas- 
tellano Y  de  la  Peña,  conde  de  Castellano,  publicó  Crónica  de  la  Co- 
rona de  Aragón,  extraída  de  los  anales  de  Zurita,  y  comprende  desde 
el  reinado  de  Don  Ramiro  Sánchez  I  hasta  la  proclamación  de  Don 
Fernando  el  Católico,  Zaragoza.,  1919. — Alejandro  Castiñeiras.  argen- 
tino, publicó  Máximo  Gorki,  su  vida  y  sus  obras,  1919. — Fray  Gauden- 
cío  Castrillo,  agustino,  publicó  El  Comercio  en  el  Extremo  Oriente, 
Madrid,  191 9. — Enrique  Castro  y  Oyanguren,  peruano,  publicó  Entre 
el  Perú  y  Chile,  Lima,  1919.  El  Triunfo  del  Ideal,  disc,  1919.  Elogio 
de  A.  Valdclomar,  ibid.,  1920.  Páginas  olvidadas,  1920. — Manuel  de 
Castro  publicó  Las  Estancias  espirituales,  versos,  Montevideo,  1919. 
—Pablo  Cavestany,  Madrigales,  Madrid,  1919.— Andrés  Cegarra 
Salcedo  publicó  Sombras,  Cartagena,  1919. — Clarín,  rev.  quincenal, 
B.  Aires,  1919. — Juan  'Comorea  publicó  La  trágica  ignorancia  españo- 
la, Barcelona,  1919. — Enrique  Cüntreras  y  Camargo  estrenó  Ainor 
sin  alas,  19 19.  Delito.'  de  amor,  novelas,  1920. — Cristóbal  Coret  tra- 
dujo por  primera  vez  los  Diálogos  de  Luis  Vives,  Madrid,  1919. — L. 
Cortijo  A.,  La  mtisica  popular  y  los  miísicos  célebres  de  la  América 
latina,  Barcelona,  1919.— Eduardo  Criado,  por  seud.  Eduardo  de  Es- 
paña, publicó  La  ciudad  de  los  rascacielos,  N.  York,  1919.  —  Adolfo 
Cuenca,  scgoviano,  publicó  Entre  diablos  y  clérigos,  poesías,  Madrid, 
1919— Vicente  Cuenca  Reus  publicó  San  Vicente  Ferrer,  quinto  cen- 
tenario, Madrid,  1919-— Ezequiel  A.  Chaves  (n  .1868-),  de  Aguasca- 
hcntes  (Méjico),  profesor  y  abogado,  subsecretario  de  Instrucción  pú- 


S.  XX,   191 9.  RODRIGO  GAMIO  4I 

blica,  tradujo  áe  Stuart  Mili  Resumen  de  Lógica,  Méjico,  1919.  Los 
fundamentos  de  la  moral,  del  mismo,  6  vols.  De  civistno.  Pensamientos 
de  todo  el  mundo,   1919. — Vicente  Dáviia  publicó  Jactdatorias,  Cara- 
cas,  1919. — 'Martín  Dedeu,  El  Catalanismo  en  acción,  B.  Aires,   1919. 
—José  María    Delgado,   El'  Relicario,  versos,   Montevideo,    1919.    La 
Princesa  Perla  Clara,   com.,  i'bid.,   1921. — A.  Delvillar,  El  Somatén, 
su  origen,  su  historia,,  etc.,  Barcelona,  1919. — Pablo  Della  Costa  (hi- 
jo),  Una  vaga  ausencia,  nov.,  B.  Aires  1919.  —  Carlos  Félix  Díaz, 
mejicano,  diplomático,  publicó  Génesis  de  la  revolución  mexicana.  La 
Paz,  1918. — Juan  Díaz  Covarrubias  publicó  Gil  Gómc:;  el  Insurgente, 
nov.  hist.,  Méjico,  1919. — R.  Diéguez  publicó  A.  de  Musset,  Gamiani, 
trad.,  Madrid,   1919. — Xavier  Dusmet  Arízcum  publicó  El  castillo  de 
San   Felipe   de  Mahón,  monografía   histórica,    Mahón,   1919. — Samuel 
EiCHELBAUM,  argentino,  estrenó  En  la  quietud  del  pueblo,  dr.,  1919. — 
León  de  Enol  publicó  La  victoria  de  Covadonga,  Madrid,  1919. — Ma- 
nuel María  Escoffie  publicó  De  la.  tierra  prometida,  política  mexica- 
na, Habana,    1919. — iManuel  Escrivá  de  Romani  y  de   la  Quintana, 
conde  de  Casal,  Historia  de  la  Cerámica  de  Alcora,  Madrid,  1919. — • 
Gonzalo  Escudero  Moscoso,  poeta  ecuatoriano,   escribió  sonetos  y  El 
fauno  dolor.  Los  poemas  del  arte,  Quito,  1919. — Juan  de  Esnaola  pu- 
blicó Monografía  histórica  de  Santa  María  de  Estibaliz,  Vitoria,  1919- 
— De  España  y  América,  colecc.  de  los  mejoires  soneto^s  de  autores  ant. 
y  mod.,  por  N.  Díaz  de  Escobar  y  Joaquín  María  Díaz  Serrano,  Bar- 
celona, 1919. — iMaría  de  la  Soledad  Espelies  y  Pedroso  publicó  Poe- 
ma, Madrid,  1919. — Enrique  Fajardo,  por  seud.  Fabián   Vidal,  redac- 
tor de  la  Correspondencia  de  España,  publicó  Crónicas  de  la  gran  gue- 
rra, Madrid,  1919.  —  M.  Fénech  Muñoz,  El  señor  d.e  Lourdines,  d€ 
Chateaubriand,  trad.,   1919.  La  muerte  de  Jesús,  de  E(;a   de  Queiroz, 
trad.,  1919. — ^Eloy  Fernández  Navamuel,  Flor  de  la  aldea,  com.,  To- 
rrelavega,    1919. — Juan   Rómulo   Fernández    publicó   Civilización    ar- 
gentina. La  obra  de  "La  Prensa''  en  50  años,  B.  Aires,  1919. — Miguel 
Ángel  Fernández  Córdova  publicó  Cerebro  y  Corazón  (500  sonetos), 
Guayaquil,  1919. — Humberto  Fierro  publicó  El  laúd  en  el  valle,  poe- 
sías, Quito,  1919.  —  A.  Font  Pedrosa  publicó  Las  armas  de  Arévalo, 
cuento  trág.,  Tarrasa,  191 9. — Constantino  Fragua  publicó   Gestos  de 
miseria,  B.  Aires,  1919.  —  José  Dolores  Frías,  de  Querétaro  (Méji- 
co), escribió  en  Rev.  de  Revistas  y  todavía  no  ha  dado  con  su  propia 
vereda   cruzando  de   una  a  otra.  Tiene  algo  del  misticismo  que  se  le 
pegó  en  el  Seminario,   algo  de  provinciano  a  lo  López  Velarde;  pero 
también  se  apropia  otros  modos,  según  las  lecturas.  Prepara  La  emo- 
ción cautiva.  Cultivó  mucho  el  soneto  y  escribió  crónicas. — M.  Fuen- 
tes Jorge  publicó  EL  soneto  de  las  catorce  rosas,  Madrid,  1919. — M. 
G,  B.  publicó  Chateaubriand,  Átala,  Rene,  El  i'dtimo  abencerraje,  Ma- 
drid,   1919. — Hermilia   G'alindo  publicó  La  Doctrina   Carranza    y    el 
acercamiento  indolatino,  Méjico,   1919. — Rodrigo  Gamio,  mejicano,  bo- 
hemio, periodista  y  poeta  muy  desigual,  a  veces  medio  gongorino,  pu- 


42  ÉPOCA  CONTEMPORÁNEA   (1908-I920) 

blicó   sus  poesías  ^n  periódicos    provincianos,   sobre   todo    admirables 
sonetos,  f>or  la  hechura  y  concisas  pinceladas  descriptivas.  Los  Sone- 
tos Heráldicos,  Toluca,  1919. — Jacinto  Sixto  García,  S.  Martín,  Bolí- 
var, Gamarra,  Santa  Cruz,  Castilla  y  las  Constituciones  del  Perú,  Li- 
ma, 1919.  —  Jesús  García  Gutiérrez  publicó  La  poesía  religiosa  en 
México  (s.  xz'i  a  xix),  Méjico,  1919.  —  Julio  Gómez   de  la  Serna 
publicó  Intenciones,  de  Osear   Wilde,  trad.,  Madrid   1919.  Colores,  de 
Remy  de  Gourmont,  1920.  Quicás  sí,  quicás  no,  nov.,  de  Gabriel  D'An- 
nunzio,  trad.,  Madrid,  1920. — P.  Gómez  Urquijo,  Cómo  aman  las  espa- 
ñolas, Madrid,    1919. — Ángel  González  Falencia,   aTchivero   en  Ma- 
drid, publicó  índice  de  la  España  Sagrada,  1919. — Bernardo  González 
Arrili,  argentino,   excelente  escritor  descriptivo,  sobrio,   buen   obser- 
vador, publicó  América  para  los  yanquis.  Prolasio  Lucero,  un  potte- 
ño  en  provincias,    B.  Aires,    1919.    Tierra  mojada,  cuentos,   1919.   La 
República  Dominicana  y  los  Estados  Unidos,  1919.  La  Neniia  vuelve^ 
nov.,  1919  (en  La  Nov.  del  Día).  La  muy  amada,  nov.,  1920  (en  La  Nov. 
Cordobesa). — Otilio    González,    poeta    mejicano,    puWicó    Incensario, 
Méjico,   1919. — Ángel  de  Gregorio,  Del  folletón  de   mi  vida,  Barce- 
lona,  1919. — Miguel  C.   Gutiérrez  escribió  El   abuelito,  juguete   pa- 
Iriót.  escolar,  Méjico,  1919.  Libertad,  id.,    1919.  Tío  Sam  y  la  Patria, 
pasillo  cóm.,  1919. — Alberto  Herrera  publicó  Vino  viejo,  versos,  Mé- 
jico, 1919. — FÉLIX  Hidalgo  publicó  Gemas  líricas.  Habana,  1919. — Anto- 
nio Iraizoz,  Sensaciones  del  momento  (artíc),  Habana,  1919.  Las  ideas 
peda.gógicas  de  Martí.  Enrique  Piñeyro:  su  vida  y  sus  obras.  Habana, 
1922. — Abe  Kliguer,  La  leyenda  de  los  Andes,  poes.,  1919. — Ángel  Laca- 
lle  Fernández  (n.  1901-),  d)e  Soria,  publicó  Algunas  poesías  en  parte  in- 
éditas de  Luis  Vélez  d.e  Guevara,  1919  (en  Rev.  Crít.  Hisp.-Amér.). — 
Marcelo  de  Lagre  publicó  El  crepúsculo  de  los  viejos,  nov.,  1919. — J.  Las- 
so  DE  la  Vega,  Notas  taurinas,  Madrid,  1919. — Jorge  Guillermo  Leguía, 
de  Lima,  ipublicó  Lima  colonial,  ibid.,  1919.  José  Gálvez,  estudio  critico, 
1920. — Lírica  Mexicana,   antol.  publicada  por  la  Legación  de  México 
con  motivo  de  la  Fiesta  de  la  raza,  Madrid,  1919. — Aurelio  López  Apa- 
ricio, escritor  maduro,  maneja  la  prosa  castiza  y  el  verso  con  maes- 
tria,  es  sincero,  de  noble  pensar,  educativo.  Veras  y  Gallofas  (cuentos 
y  poesías),    Barcelona,    1919. — Carlos    Loveira,  Los  Inmorales,  nov., 
Habana,    1919.  —  Nica  Lund   Bourn  publicó  Tú...,  cuentos,  Madrid, 
1919.  —  Aurelio  de  Llano  Roza  de  Ampudia  y  de  Valle,  de  Cara- 
via    (Asturias),   publicó    El    Libro   de    Caravia,   Oviedo,    1919.    Voca- 
bulario   de  la  Xiriga    (jerigonza  de  canteros    asturianos),   ibid.,    1920 
(en  El  Correo  de  Asturias,  junio).  Vocabulario  del  bron  (jerga  de  cal- 
dereros de  Aviles),   1920  (ibid.,  jui). — José  E.  Machado  publicó  Can- 
cionero popular  venezolano,  cantares   y  corridos,  galerones  y  glosas, 
Caracas,    1919.   Centón   lírico,  pasquinadas   y   canciones,   epigramas   y 
corridos,  ibid.,   1920. — Ramiro  de  Maeztu,  vascongado,  periodista,  pu- 
blicó La  crisis  del  humanismo,  los  principios  de  autoridad,  libertad  yi 
función  a  la  luz  de  la  guerra,  Barccilona,  1919. — B.  J.   Mallol,  argén- 


S.  XX,  I919.  EL  P,  FÉLIX  G.  OLMEDO  43 

tino,  puibücó  Narraciones  Coloniales,  Buenos  Aires    en  el   siglo  xvi, 
B.  Aires,  1919.   Eli   estilo  y  ilenguaje  muy  al  justo  remedado  del  anti- 
guo.— Dr.    Hernani   a.    Mandolini,  Ensayo  sobre  la  Psicología   del 
Hombre  de  Genio,  B.  Aires,  1919. — Adela  Margot  publicó  Al  oído  y 
El  libro  de  la  vida,  Barcelona,   191 9. — Jacobo  M.   Marín-Baldo,  Mar 
drigalcs.  Elegías,  Madrid,  1919. — Eduardo  Manuel  Martín  y  Losa  pu- 
Wicó  Mirajes  de  égloga.  De  cómo  en  el  amor  puro  se  espeja  la  cara 
de  Dios,  Santiago  de  Compostela,  19 19. — José  Ramón  Martín,  Solea- 
res, zarz.,  1919. — Antonio  Martínez  Pajares  publicó  El  vascuence  y 
el  beréber,  1919. — iCésar  Martínez,  Los  Fuertes,  nov.,   Madrid,   1919. 
— Miguel  Maura,  Sermones,  I,  Cuaresmales,  Palma,  1919. — Memorias 
de  Lord  Cochrane,  Madrid,  1919. — T.  Mendive,  Linterna  mágica,  Bil- 
bao,  1919. — ^Carlos  R.  Menéndez  p'ublicó  La  primera^  chispa  de  la  re- 
volución mexicana,  Mérida  de  Yucatán,  1919. — Gabriela  Mistral,  poe- 
tisa chii'ena,  maestra  en  Punta  Arenas,  que  promete  mucho,  laureada  por 
sus  Sonetos  de  la  muerte,  publicó  Poesías,  1919  (en  Hebe,  n,  VIII).  Canta 
el  dolor  de  la  muerte  de  su  amante. — 'Carlos  Molina  Massey  publicó  La 
Musa  galante,  versos,  B.  Aires,  1919. — El  P.  Vicente  Molino  publicó  El 
sueño,  o  el  gallo,  trad.,  Barce'lona,  1919. — Francisco  Mon  Ibáñez  (na- 
cido 1886),  de  Gijón,  Bajo  la  estrella  roja,  poesías  de  la  guerra,  Ma- 
drid, 1919.  Excelente  poeta,  maduro  y  firme,  muy  castizo  y  muy  nue- 
vo, de  los  mejores  cantores  de  la  guerra  mundiaJ  entre  nosotros. — Leonar- 
do DE  MoNTALBÁN  publicó  Aroma  d.e  santidad,  San  José  de  Costa  Rica, 
1919. — Joaquín  Montaner,  La  Casa  de  las  lágrimas,  trag.  rúst.,   1919. 
— Antonio  Monteavaro  escribió  La  obsesión  del  heroísmo,  nov.  cor- 
ta, 1919.  El  robo  más  cruel  y  Hacia  el  pasado,  cuentos  publicados  en 
el  núm.  44  de  Jas  Ediciones  Mínimas,  B.  Aires,  1919. — Francisco  de 
Montepulciano,  ...y  los  nabos  en  Adviento,  refranero  erótico,  Madrid 
(1919). — Pedro  Morante  publicó  Perico,  1919.  Perico  en  Madrid,  1920. 
— M.  Moreno  Recio,  Los  partidos  políticos  europeos,  Madrid,  1919. — 
M.  Morera  y  Galicia  tradujo  Macbeth,  de  Shakespeare,  Madrid,  1919. 
— José  Muzzilli   publicó  La  luna  campesina,   1919. — Juan  Gualberto 
Nessi,  De  tobillera  a  cocotte,  nov.,  Madrid,  1919.  Fernanda,  nov.,  1920. 
— Justino  Ochoa  estrenó  La  princesa  Zíngara,  zarz.  (con  Yáñez  Re- 
dal),  1919. — D.  F.  G.  Oldini,  Y  dolor,  dolor,  dolor...,  poesías,  Santia- 
go de  Chile,  1919. — Daniel  Florencio  O'Leary  (véase  año  1854),  es- 
cribió Junin  y  Ayacucho,  Madrid,  1919.  Cartas  de  Sucre  al  Libertador 
(1820-26),  ibid.,  1919;  t.  II  (1826-1830),  1919.  Bolívar  y  las  Repúblicas 
del  Sur,  Argentina,  Chile,  Brasil,  Uruguay,  Paraguay,  B alivia,  Madrid, 
1919.  La  emancipación  del  Perú,  según  la  correspondencia  del  gene- 
ral Heres  con  el  Libertador  (1821-30),  ibid.,   1919.   Gran  Colombia  y 
España  (1819-1822),  ibid.,    1919.   Correspondencia  de  extranjeros  nota- 
bles con  el  Libertador,  t.  I,  Madrid,   1920. — José  Oliver  Bauza  publi- 
có Monsieur  Jo...,  impresiones  y  narraciones,  Barcelona,   1919.  Mada- 
ma Gitana,  ibid.,  1919. — El  P.  Félix  G.  Olmedo,  jesuíta,  comenzó  una 
buena  versión  poética  de   Lloracio  en  Rev.   Castellana,  desde   1919. — 


44  ÉPOCA   CONTEMPORÁNEA    (1908-I920) 

Julián  Ortiz  de  la  Azuela,  párroco  de  Santularia,  publicó  Monogra- 
fía de  la  antigua  Colegiata   (hoy  iglesia  parroquial)   de  Santillana  del 
Mar,   1919. — Ortografía  racional,  o  sea  la  R.  Academia  Española  juz- 
gada por  don  Marcelino  Mcncndec  y  Pclayo,  Barcelona,  1919. — Isaac 
Pacheco,  £/  rincón  de  los  fracasos,  drama   (con  Andrés  L.),  1919. — 
P.  Teodoro  Palacios,  aragonés,  de  Jas  Escuelas  Pías,  que  vive  en  la 
Argentina,  poeta  sonoro  y  vibrante,  galano  en  metáforas  y  elegantísi- 
mo en  el  decir  poético,  publicó  Gajos  de  Ombú  y  de  Laurel,  poemas, 
Buenos  Aires,    1919. — Carlos  Enrique  Paz   Soldán,  peruano,  publicó 
De  la  inquietud  a  ¡a  revolución  {diez  años  de  rebeldías  universitarias), 
Lima,  1919. — L.  Paz  publicó  Historia  general  del  Alto  Perú,  hoy  Bo- 
livia,  Sucre,  1919,  2  vOls.^-Luis  T.  Paz  y  Niño,  teniente  coronel.  Los 
Aventureros,  dr.,  premiado  por  la  Sociedad  de  Autores  de  Colombia, 
Quito,   1919. — Ranulfo  Penagos  publicó  Flores   de  ensueños,    poesías, 
Méjico,  1919. — 'Carlos  Leónidas  Peñuela,  canónigo  de  Tuiija  (Colom- 
bia), publicó  Álbum  de  Boyacá,  Bogotá,  1919. — Atenógenes  Pérez  y 
Soto  publicó  Diaz  Mirón,  poeta,  Méjico,  1919. — Felipe  Pérez  Alcalá 
publicó  Cosas  de  antaño,  Mérida  (Yucatán),  191 9.  —  J.  A.  Pérez  del 
'PvTLGKR,  Conferencias  sociales,  Madrid,  1919.  —  José  Pérez  Andreu, 
capitán  de  Infantería,  publicó  Templemos  las  almas  igual  que  los  sables, 
conferencias  militares,  Madrid,  1919  (con  una  versión  aíemana  en  el 
mismo  texto  de   Félix  Eugenio  Ganz.  Prólogo  del  general  Burguete). 
— José   Pérez  López  estrenó  El  día  del  juicio,  saín,  (con  Rafael  de 
Miguel),  1919.  El  club  de  las  infortunadas  (con  Jesús  Luengo),  1919. 
Los  Angelitos,  boceto  de  saín.,  1919. — Lucila  L.  de  Pérez  Díaz  publicó 
La  batalla  d.e  Boyacá,  Caracas,   1919. — La  pintura  vasca  (ipop-jpip), 
1919. — Isidro  Pita  Sánchez  Boado,  La  voz  de  la  raza,  Madrid,  1919. — 
Enrique  Planchart,  venezolano,   publicó  Primeros   poemas,  Caracas, 
i 919. — Las    mejores   poesías  patrióticas  españolas,  recop.  por  Blanco 
Belmente,  2  vols.,   Madrid,   1919. — ^Juan   B.  Pont  estrenó  La  Hebrea, 
1919. — Raúl  Porras,  de  Lima,  periodista,  publicó  La  sátira  en  el  Perú, 
Lima,  1919. — ^G.  Portnof  tradujo  de  Leónidas  Andreiev  Los  siete  ahor- 
cados, Madrid,   1919.   Primer  amor,  de   Tourguenef,  Remanso  de  paz, 
Fausto. — Francisco  de   Prada  estrenó   La  traición   de  la  Trini,   saí- 
nete (con  Fernando  Geijo),   1919.  —   Silvio  Quílez   publicó   Ideícas 
y    comentarios,    Alicante,    1919. — Raza  Española,    rev.,   Madrid,    1919. 
— Mario  Rebus  publicó  En  la  penumbra,  poesías,  Buenos  Aires.  1919. 
— Horacio  A.  Rega  Molina  publicó  La  hora  encantada,  vers.,   1919. — 
Luis  Reina  Almandos  publicó  La  demagogia  radical  y  la  tiranía.  (1916- 
1919),  Buenos  Aires,  1919. — El  P.  Agustín  Renedo  Martino,  agustino, 
publicó  Escritores  palentinos,  bibliografía,  Madrid,  1919,  t.  II,   1920. — 
Roberto  Rengifo,   El   secreto  de  la  América    aborigoi,   Santiago  die 
Chile,  1919. — Pedro  Requena  Legarreta   (1893-1918),   de  Méjico,  pu- 
blicó Antología  de   poetas  muertos  en    la  guerra  (1914-18),   1919  (en 
Cultura,  ^íéjico.  t.  X,  n.  4).  Citan jali,  de  Tagore,  trad. — Salomón  Res- 
NicK  tradujo  el  idisch  los  hermosos  y  originalísimos  cucníos  judíos  de 


s.  XX,  1919.  D.  N.  tasín  45 

Isaac  León  Peretz  titulado,  del  primero  de  ellos  Los  Cabalistas,  Bue- 
nos Aires,  1919. — L.  Riber  y  Campius,  Mireya,  poema  provenzad  de 
Frédéric  Mistral ;  trad.,  Barcelona,  1919.— Juan  Rincón  y  Monge,  pu- 
blicó Ritmos  de  la  vida.  Valencia,  1919. — A.  Rodríguez  del  Busto,  El  rey 
D.  Pelayo  y  el  Fuero  de  Sobrarhe,  Madrid,  1919.  Fr.  Fernando  Trejo 
no  fué  fundador  del  Colegio  ni  Universidad  de  Córdoba  {Argentina), 
ibid,  1919. — Enrique  Rodríguez  Fabregat  publicó  El  camino  de  la 
primavera,  Montevideo,  1919. — Isaías  Rodríguez,  Tratado  de  or- 
tofonía española,  Ponce  (Puerto  Rico),  1919. — Manuel  Rodríguez 
CoDOLÁ  publicó  Historia  d.e  España  y  de  los  pueblos  hispanoamerica- 
nos hasta  su  independencia,  i.  1,  Barcelona,  1919. — Nicolás  Rodríguez 
Aniceto,  catedrático  de  la  Universidad  de  Murcia,  publicó  Maqiiiavelo 
y  Nietzsche,  Madrid,  1919. — Alberto  Romero,  chileno,  Memorias  de  un 
amargado,  Santiago  de  Chile,  1919. — 'Enrique  T.  Romero  publicó  Al- 
inas infantiles,  nov.,  B.  Aires,  1919. — T.  Rubén  Romero  publicó  Sen- 
timental, Méjico,  1919. — ^JuAN  Romero  de  Terreros  escribió  Apunta- 
ciones de  viaje  en  184Q,  Méjic.o,  1919.  —  Julio  Romero  de  Torres, 
pintor  cordobés,  publicó  Monografías  de  arte,  Madrid,  1919. — José  Ma- 
ría Sagarra  estrenó  Jueves  Santo  (1919). — 'Ángel  Sánchez  Rivero, 
Lo  bello  y  lo  sublime,  de  M.  Kant,  trad.,  191 9.  Doble  error,  nov.  de  Prós- 
per  Mérimée;  trad.,  Madrid,  1919. — B.  Sánchez  Alonso,  archivero  en 
Madrid,  publicó  Ensayo  de  bibliografía  sistemática  de  las  monografías 
impresas  que  ilustran  la,  historia  política  nacional  de  España,  Madrid, 
1919. — Emilio  Sánchez  Martín  publicó  La  Santa,  vida  eucarística  de 
Santa  Teresa  de  Jesús,  Avila,  1919. — Galo  Sánchez  publicó  Fueros  cas- 
tellanos de  Soria  y  Alcalá  de  Henares,  Madrid,  1919. — Pedro  Sandere- 
CUER  publicó  Lo  que  las  mujeres  no  saben,  Buenos  Aires,  1920. — Jesús 
San  Luis  Romero  publicó  Fidalgo,  dr.,  1919. — San  Martín,  su  corres- 
pondencia (182^-^0),  Madrid,  1919,  reproducción  de  la  publicada  por 
Carranza  en  Caracas,  191 9,  esto  es,  acortando  no  poco. — Ignacio  Santa 
María  publicó  Guerra  del  Pacífico,  Santiago  de  Chile,  1919.  Un  año  d,e 
-i'ida  serradillana,  por  un  amante  de  Serradilla  (Cáceres),  ibid.,  1919. — 
Juan  A.  Sibea  Morí  publicó  Laurel  y  encina,  lecturas  selectas  de  autores 
argentinos,  contempor.,  Nueva  York,  191 9. — Miguel  Silva  y  Aceves 
publicó  Cara  de  Virgen,  novela,  Méjico,  1919. — Isidoro  Solís  Latorre 
publicó  Ofertorio  sentimental,  Madrid,  1919. — Cayo  Cornelio  Tácito, 
La  Germania  y  Diálogo  de  los  oradores,  Madrid,  1919. — Eduardo  Ta- 
lero (-j-  1920),  colombiano,  publicó  Ecos  de  ausencia,  narraciones.  La 
voz  del  desierto.  El  poema  d.el  árbol.  Aires  de  fuego,  poesías,  Buenos 
Aires  (s.  a.).  Amado  Ñervo,  ibid.,  1919. — D.  N.  Tasín  publicó  Sanchka 
Yegulev,  de  L.  Andreiev,  trad.,  Madrid,  1919.  El  día  del  juicio,  nov.,  trad., 
ibid.,  1919.  El  Dios  implacable,  de  A.  Kuprin,  trad.,  1919.  Los  espectros, 
de  L.  Andreiev,  trad.,  ibid.,  1919.  Vaienka  Olesova,  de  Máximo  Gorki, 
trad.,  ibid.,  1920.  La  dictadura  del  proletariado  según  Marx  Engels, 
Kantsky...,  1920.  Malva  y  otros  cuentos,  de  M.  Gorki,  trad.,  Madrid- 
Barcelona,  1920. — Teatro  Cubano,  rev.,  dirigida  por  Salvador  Salazar, 


46  ÉPOCA   CONTEMPORÁNEA   (1908-I920) 

Habana,  desde  1919. — 'Manuel  Tejerizo,  de  Sagua  (Cuba),  publicó  La 
dejormidad,  cstnd.  mcd.  legal,  Habana,  1919.  La  patria  de  Colón,  ibid., 
1919. — Mercé  Tobella  publicó  Florida  (1914-1919),  Barcelona,  1919. — 
Saulo  Toron,  canario,  publicó  Las  monedas  de  cobre,  poesías,  Madrid, 
1919. — Enrique  D.  Tovar  y  R.,  Ventura  Garda  Calderón  y  su  obra  li- 
teraria, París,  1919. — Carlos  Travieso,  Memorias  militares  del  general 
D.  Ventura  Rodríguez  (guerra  grande,  episodios  de  la  defensa  de  Mon- 
tevideo), ibid.,  1919. — José  Ignacio  S.  de  Urbina  publicó  La  última 
huelga.,  nov.,  Madirid,  1919. — 'Manuel  Uribe  Troncoso,  publicó  Por 
tierras  mejicanas,  N.  York,  1919. — Miguel  Ángel  Ukquieta,  de  Arequi- 
pa (Perú),  periodista  y  buen  prosista,  publicó  Kaleidoscopio,  prosas.  Are- 
quipa, 1914.  Discursos  parlamentarios,  de  su  padre  Mariano  Lino  l.'r- 
quieta,  con  pról.,  ibid,  1918.  Linterna  mágica,  prosas,  ibid.,  1919. — A.  de 
Urquiola,  Higinio  Roca,  correspondencia  cla,ndestina  de  dos  colegia- 
les, X'alladoHd,  1919. — Jesús  Urueta,  mejicano,  gran  orador,  publicó  Dis- 
cursos literarios,  Méjico,  1919. — Eduardo  Urzáiz  publicó  Eugenia,  nov., 
Mérida  de  Yucatán,  1919. — Fray  Diego  de  Valencina,  publicó  Fernán 
Caballero,  1919. — Evaristo  Valle  publicó  Oves  e  Isabel,  nov.,  Gijón, 
1919. — Francisco  G.  del  Valle,  José  de  la  Luz  y  los  católicos  españo- 
les, Habana,  1919. — Manuel  Vallvé  tradujo  de  Homero  la  Iliada,  Barce- 
lona, 1919. — Leopoldo  Varó,  Los  saraos  de  Colombina  (con  Carlos  Ca- 
ballero), 1919. — José  Vasconcelos,  mejicano,  publicó  Divagaciones  li- 
terarias, Méjico,  1919.  Artículos,  S.  José  de  Costa  Rica,  1920  (en 
Convivio). — VÁZQUEZ  Yepes  publicó  Doña  Isabel  de  Godínez,  nov.,  Bar- 
celona, 1919.  —  Vida  de  Agustín  de  Iturbide  (escrita  en  Madrid  el 
1869),  por  Carlos  Navarro  Rodrigo  y  Memorias  de  Iturbide  (escri- 
tas por  él  mismo  en  1827),  Madrid,  1919. — José  Vila  Serra,  valen- 
ciano, publicó  El  regionalismo  en  España,  19 19. — Vida  de  Francisco 
Villa  contada  por  él  mismo,  Méjico,  1919. — J.  Villalva  tradujo  D.  Juan, 
de  Byron,  2  vols.,  Madrid,  1919. — A.  del  Villar  publicó  El  Somatén,  Bar- 
celona, 1919. — Antonio  Amado  Villar,  argentino,  publicó  Del  Amor 
y  del  Alma,  B.  Aires,  1919. — Felipe  Villaverde,  El  Vicario  de  IVake- 
field,  nov.,  trad.  de  Oliver  Goldsmith,  Madrid,  1919.  Tartarín  de  Ta- 
rascón, nov.,  de  Alfonso  Daudet,  trad.,  Madrid-Barceíona,  1920. — ^San- 
tiago Vinardell  publicó  Alebtyas  (prosa),  Madrid,  1919. — A.  Viñas, 
Cartas  de  Inglaterra,  de  Eqa  de  Queiroz,  trad.,  1919. — Los  últimos  vi- 
rreyes de  Nueva  Granada,  Madrid,  1919. — Salomón  Wapnir  publicó 
Mi  Primer  Paso,  B.  Aires,  1919. — Antón  Zotes  (seud.)  publicó  Siti 
prólogo,  sin  páginas,  sin  índice,  Méjico,  1919. 

59.  Año  IQ20.  Enrique  Casara  villa  Lemos,  uruguayo,  no  ha  pu- 
blicado más  que  Las  Fuerzas  eternas,  Montevideo,  1920;  pero  es  poe- 
ta maduro,  denso,  hondamente  sentido,  de  original  y  filosófica  inspi- 
ración. Lástima  grande  es  haya  escogido  el  aporreador  alejandrino  pa- 
reado y  se  haya  tomado  tanta  libertad  en  el  cortar  del  verso  y  aun  en 
poner  algunos  que  no  lo  son.  Sea  por  prurito  mode/rnista  o  ix>r  desjna- 


S.   XX,    1920.  ANDRÉS  L.   CARO  47 

ño,  la  versificación  resullta  monótona,  embarazada,  inarmónica  y  con- 
trasta con  el  estro  grandioso,  hondo  y  sincero  de  verdadero  poeta. 

José  María  de  Agosta,  capitán  de  Ingenieros,  jefe  de  la  estación  ra- 
diotelegráfica  militar  de  Carabanchel,  se  ha  dado  a  conocer  estos  dos  úl- 
timos años  como  excelente  novelista  y  muy  gustado  del  público.  Pinta 
la  vida  real  española  viva.mente,  con  allgunos  rasgos  satíricos  y  hu- 
morísticos, castizo  lenguaje  y  gran  respeto  a  la  moral,  aunque  sin 
gazmoñerías.  Ha  pubLicado  Amor  loco  y  amor  cuerdo,  Madrid,  1920. 
Entre  faldas  anda  el  juego,  1921.  Al  cabo  de  los  años  mil,  1922.  La 
venda  de  Cupido,  1922. 

Arturo  Abalos  estrenó  Más  fuerte  que  nosotros,  dr.,  B.  Aires,  1920. — 
Carmen  Abreu  de  Peña  publicó  La  Madre  y  el  niño,  de  Charles-Louis 
Philippe,  trad.,  Madrid,  1920. — ^Ricardo  de  Aguirre  publicó  Noticias 
para  la  historia  de  la  guitarra,,  Madrid,  1920. — Juan  Aineto  publicó  La 
Reconquista  de  Lérida  y  su  Virgen  Blanca,  nov.  hist.,  Lérida,  1920. — J.  F. 
DE  Alberti,  Rl  ricachón  en  la,  corte,  de  Moliere,  trad.,  Miadrid-BaTcelona, 
1920. — iD.  Alcalá  Galiano  tradujo  de  Víctor  Hugo  Bug-Jargal,  Barce- 
lona, 1920. — ^J.  Alvarez  Pastor,  Eugenia  Grandet,  nov.,  de  H.  de  Bal- 
zac,  Madrid-Barcelona,  1920. — José  Alvarez  (Fray  Mocho)  publicó  Sa- 
lero criollo,  prólogo  de  Mariano  Joaquín  Lorente,  ed.  "La  Cultura  Ar- 
gentina", 1920. — Las  Antillas,  revista  dirigida  por  Sergio  Cuevas  Ze- 
queira,  Habana,  desde  1920. — Antología  de  poetas  americanos,  Barcelo- 
na, 1920. — Mauricio  Antonelli  publicó  De  la  penumbra  intima,  poesías, 
B.  Aires,  1920. — L.  Astrana  Marín  tradujo  Cuentos  turcos,  narraciones, 
populares  de  Oriente,  Madrid,  1920.  Libro  de  los  plagios,  ibid.,  1920. — ^Lu- 
CAS  Ayarragaray  publicó  La  Iglesia  en  América  y  la  dominación  españo- 
la, B.  Aires,  1920. — José  Manuel  Baquerizas  publicó  Alma  y  Carne, 
B.  Aires,  1920. — Fray  A.  J.  Barreiro,  agustino,  publicó  El  origen  de- 
la  rasa  indígena  de  las  islas  Carolinas,  Madrid,  1920. — ^Carlos  Barre- 
ra, Juan  Gabriel  Borkman,  de  Enrique  Ibsen,  trad.,  Méjico,  1920.  — 
J.  Basile  estrenó  Tuberculosa,  dr.,  Santiago  de  Chille,  1920. — Alfre- 
do A.  BiANCHi,  argentino,  codirector,  con  Giusti,  de  Nosotros,  desde  su 
fundación  (1907),  exceleiite  crítico,  publicó  Teatro  Nacional,  B.  Aires, 
1920. — .Horacio  Blanco  Fombona,  poeta  venezolano,  publicó  Estalac- 
titas, Santo  Domingo,  1920. — Pedro  Blázquez  puMicó  La  novela  de  la^- 
coupletista,  Madrid,  1920. — Héctor  Pedro  Blomberg  publicó  Las  Puer- 
tas de  Babel.  A  la  deriva,  poesías,  B.  Aires,  1920. — 'Víctor  Bonifacino 
publicó  Las  alas  de  Ariel,  poemas,  Montevideo,  1920. — A.  R.  Bonnat, 
Jacinta  Ruis,  nov.,  Madrid,  1920. — Eugenio  Bouzas  publicó  Claveles  y 
Espadas,  poesías,  1920.  En  preparación.  Cascabeles  de  Bronce. — ^Al- 
fredo Breceda  publicó  México  revolucionario  (1913-17),  t.  I,  Madrid,. 
1920. — Rafael  Burgos,  poeta  colombiano,  publicó  Humos,  poesías,  1920., 
— ^Rafael  Calleja  publicó  Rusia.  Espejo  saludable  para,  uso  de  pobres 
y  de  ricos,  Madrid,  1920. — Raimundo  Carbonel  publicó  Ni  Dios  ni 
amo,  nov.  social,  Barcelona,  1920.  —  Francisco  Carmona  Nenclares 
publicó  La  ruta  de  la  vida,  prosas,  Madrid,  1920. — Andrés  L.  Caro  pu- 


4.8  ÉPOCA   CONTEMPORÁNEA    (1908-I920) 

blicó  El  Libro  de  las  insinuaciones,  versos,  B.  Aires,  1920. — Juan  Cas- 
trillo  Y  Santos,  Apuntes  para  la.  Historia  de  la  ruina  de  España,  Ma- 
drid, 1920. — El  P.  J.  Conejos,  jesuíta,  publicó  Conferencias  para  se- 
ñoras, Madrid,  1920. — 'Emma  Day  publicó  Pasatiempos  de  una  cesan- 
te, cuentos,  B.  Aires,  1920. — Ana  Díaz  (seud.)  publicó  La  entretenida  in- 
discreta, nov.,  Madrid,  1920.  Guía  de  cortesanas  en  Madrid  y  provincias, 
1921.  Guía  de  Casados,  de  Francisco  Manuel  de  Mello,  traducción  (s.  a.), 
— Eduardo  Escobar  publicó  Libros,  poesias,  Buenos  Aires,  1920. — 
Carmela  Eulate  Sanjurjo  publicó  Cantigas  de  amor,  trad.  del  árabe, 
Valencia,  1920.  Perfil  de  mujer,  la  viuñeca,  nov.,  Barcelona,  1920. — 
Rafael  Parias  publicó  Memorias  de  la  guerra  de  la  Independencia, 
Madrid,  1920. — León  Felipe,  poeta  que  comienza  bien  encaminado,  con 
propia  personalidad  dentro  de  lo  castizo,  ha  publicado  Versos  y  Oracio- 
nes de  Caminante,  Madrid,  1920.  El  Renaciyniento  del  Arte  inglés  y 
otros  ensayos,  de  Osear  Wilde,  trad.,  1920. — Antonio  Fernández  de 
Rota  publicó  Salvemos  a  España,  Zaragoza,  1920. — ^Pantaleón  Fer- 
ííández  publicó  La  Beata  azul,  Tucunián,  1920. — Segundo  Fernández 
publicó  Hacia  las  cumbres,  poesías,  B.  Aires,  1920. — Ermerinda  Fe- 
rrari publicó  Inquietud,  etc.,  nov.,  Barcelona,  1920. — Mario  Flores  pu- 
blicó Cristales,  cuentos  fantásticos,  B.  Aires,  1920. — Luis  L.  Franco 
publicó  La  flauta  de  caña,  poesías,  B.  Aires,  1920. — Germán  Garíía 
Muñoz,  doctor  en  letras,  bibliotecario,  publicó  La  Biblioteca  del  Mo- 
nasterio de  San  Benito  el  Real  de  Sahagiín,  Madrid,  1920. — Pedro  Gar- 
cía Valdés  publicó  Melancolía,  poemas,  Murcia,  1920. — 'Ramón  Gar- 
cía Diego  publicó  Breviario  lírico,  Madrid,  1920. — José  María  Ga- 
rrido, ¡Madraza!,  com.,  1920. — Policarpo  Gazulla  publicó  Por  el 
mundo  de  Colón,  Santiago  (Chile),  1920, — J.  Gil  Montero  publicó  Va- 
do alegre,  nov.,  Madrid,  1920. — Mario  Gómez  publicó  Los  siglos  de 
Cangas  de  Tinco,  1920. — Edmundo  González  Blanco  publicó  Historia 
del  periodismo.  Madrid,  1920. — José  María  Goy,  leonés,  doctoral  en 
Calahorra,  publicó  Susarón,  paisajes  y  costumbres  de  la  7nontaña  leo- 
nesa. Astorga,  1920. — Rafael  Guerrero  publicó  Los  artistas  del  pla- 
cer, Madrid,  1920. — ^Edmundo  Guibourg  publicó  Evocaciones,  Bue- 
nos Aires,  1920. — Carlos  Gutiérrez  Cruz  publicó  Rosas  del  sendero, 
poemas,  Guadalajara  (Méjico),  1920. — A.  Hernández  publicó  Lulú  pa- 
sional y  ambigua.,  nov.,  Madrid,  1920. — Guillermo  Hernández  Mir  pu- 
blicó El  patio  de  los  naranjos,  nov.,  1920.  Laureada  con  el  premio  Gre- 
gorio Pueyo. — Cecilia  Herrero  publicó  La  letra  visigoda  en  los  Rei- 
nos Pirenaicos,  Madrid,  1920. — Historia  cómica  de  España,,  por  Pérez 
Zúñiga  y  otros,  Madrid,  1920. — Luis  de  la  Jara  (n.  1897-),  de  Are- 
quipa, publicó  Bazar,  cuentos  y  pro&as,  Arequipa,  1920.  Espigas,  Ma- 
drid, 1921. — Óscar  R.  Juárez  publicó  Jardín  Agreste,  poesías,  B.  Ai- 
Tes,  1920. — Rafael  Laínez  Alcalá  publicó  Ll  peregrino  de  Tiscar,  poe- 
sías, 1920. — ^Alberto  Lámar  Schweyer  publicó  Rene  López,  Habana, 
1920. — Manuel  E.  Lanao  publicó  Apuntaciones  críticas  sobre  el  idio- 
ma castellano,   Samta    Marta  (Colombia),   1920. — Santos    Lasso  de  la 


S.    XX,    1920.    JOSÉ    ANTONIO    MUÑOZ  49 

Vega  tradujo  de  Gastón  Leroux  El  hombre  que  ha  visto  al  diablo,  Ma- 
drid, 1920.  —  Antonio  G.  de  Linares  publicó  La  púrpura  del  deseo, 
nov.,  Madrid,  1920.  La  espera  del  beso,  nov.,  ibid.,  1920. — Carmen  Li- 
ra, Los  cuentos  de  mi  tía  Panchita  (populares  de  Costa  Rica),  San  Jo- 
sé, 1920. — tM.  LizoNDo  Borcha  publicó  El  Amor  innumerable,  etc.,  poe- 
mas, B.  Aires,  1920. — López  Merino  estrenó  Pedro  Fierro,  drama,  1920. 
— iErnesto  López  Parra  publicó  Del  bien  y  del  mal,  poesías,  1920. 
Paisaje  de  abanico,  poema,  1921. — Federico  López  Valencia  publicó 
Cuadros  americanos,  Madrid,  1920. — Fabio  Lozano  y  Lozano,  colom- 
biano, publicó  El  maestro  del  Libertador,  1920. — Rafael  Lozano  publi- 
có El  Libro  del  Cabello  de  Oro,  de  los  Ojos  Celestes  y  de  las  Manos 
Blancas,  Bl  Paso  (Texas),  1920.  En  preparación:  La  Sabiduría  de  la 
Tristeza.  El  libro  del  amor  seráfico. — A.  Mar  publicó  Solaces  de  un  perio- 
dista, Madrid,  1920. — Rufino  Marín  publicó  Las  iñsiones  de  un  pájaro  lo- 
co, B.  Aires,  1920. — ^Rafael  Marquina,  Curial  y  Guelfa,  anónimo  catalán 
del  siglo  XV,  trad.,  Madrid-Barcelona,  1920.  2  vols. — A  Martínez  To- 
más publicó  Letanías  paganas,  poemas.  Murcia,  1920. — Amalio  Martí- 
nez Antón  estrenó  Dos  y  dos,  entr.,  1920. — C.  Martínez  Riestra  publi- 
có El  pod.er  de  una  carta,  nov.,  El  Paso  (Texas),  1920. — Luis  Martínez 
Román  estrenó  El  Pampero,  com.,  1920. — Ramón  Martínez  de  la  Riva 
publicó  Conversaciones  con  Grandes  de  España,  1920. — Manuel  Massot- 
Ti  DE  Mercader  publicó  Epopeyas  de  la  Raza,  1920. — Fernando  Mateos 
Aguirre  publicó  Descripción  de  las  monedas  hispanocristianas  desde 
los  Reyes  Católicos  a  Alfonso  XII,  Madrid,  1920. — F.  Mayol  de  Senillo- 
SA  publicó  Trisulco  ensueño,  Barcelona,  1920. — José  Luis  Menéndez  pu- 
blicó Líricas  (con  José  C.  Picone),  1920. — Fr.  Bernardo  ]\Ierizalde 
(n.  185 1-),  de  Bogotá,  buen  poeta,  orador  y  profesor  de  Sagrada  Teología. 
En  1904  ingresó  en  los  Agustinos  Recoletos.  Dióse  a  conocer  como  pK>eta. 
de  verdadero  sentimiento  nacional  en  el  Congreso  Mariano  de  Bogotá, 
con  la  poesía  Colombia  y  la  Inmaculada,  que  se  la  premiaron  con  meda- 
lla de  oro.  Sus  composiciones  se  han  publicado  en  revistas  y  periódicos, 
últimamente  ha  publicado  en  la  rev.  España  y  América,  una  poesía, 
intitulada  Bandera  colombiana,  1920. — Rafael  de  Miguel  estrenó  La 
romería  del  odio,  dr.  lír.  (con  José  Pérez  López,  1920). — Pil.\r  Mi- 
llán-Astray  publicó  Todo  amor,  Madrid,  1920. — Felipe  Mingo  Du- 
rand  de  Sertines  publicó  The  Boy-Scouts,  comedia,  Almería  1920. — 
Federico  Morador  publicó  Poesía,  Montevideo,  1920.  —  A.  Moreno 
Guevara  publicó  Historia  Militar  d.e  la  Expedición  Libertadora  al  Pe- 
rú en  1820,  Santiago  de  Chile,  1920. — Jorge  Moya  de  la  Torre  estre- 
nó La  razón  del  mal  amor,  tragicomedia,  1920. — Alfredo  Mozzi  publi- 
có Las  Angustias  del  sendero,  poes.,  B.  Aires,  1920. — José  Antonio 
Muñoz,  del  Estado  de  Veracruz  (Méjico),  pasó  a  la  capital  donde  se 
está  formando  como  poeta  elegiaco,  melancólico  y  con  tonalidades  des- 
vaídas, conciso  hasta  frisar  a  veces  en  oscuro,  seguidor  de  González 
Martínez  y  con  dejos  panteísticos  y  siempre  en  tono  menor,  como  los  más- 
de  poetas  modernos  de  aquella  tierra.  Prepara  Bajo  el  rosal  del  ensueño- 


50  ÉPOCA   CONTEMPORÁNEA   (1908-I920) 

y  La  música  interior. — Víctor  Muñoz  publicó  Junto  al  Capitolio,  Ha- 
bana, 1920. — HoLDA  Novelo,  poetisa  mejicana,  publicó  Amanecer,  poe- 
sías, 1920. — Luis  Nueda  publicó  De  música,  epistolario  de  un  melóma- 
no, Madrid,  1920. — 'Carlos  Obligado  (n.  1890-),  de  Buenos  Aires,  hi- 
jo de  Rafael  Obligado,  doctor  en  Letras,  publicó  Poemas,  Buenos  Aires, 
1920. — 'Héctor  Olivera  Lavié  publicó  El  caminante,  nov.,  Buenos 
Aires,  1920. — 'Carlos  María  Onetti  publicó  El  desfile  asombroso,  ver- 
sos, Buenos  Aires,  1920. — Eduardo  Oxtañón  publicó  Breviario  sen- 
timental, versos,  Madrid,  1920. — Juan  Orozco  publicó  La  siembra  do- 
lorosa,  B.  Aires,  1920. — Doctor  Ricardo  A.  Paz  estrenó  En  un  rin- 
cón de  la  selva,  tragedia,  Buenos  Aires,  1920. — Andrés  Peláez  Cueto 
publicó  Criticrónica  (1916  a  1917),  Madrid,  1920.  La  sirena  ciudad, 
nov.,  1920. — Alicia  Peón  y  Varona,  publicó  Sombra  y  luz,  ensayo  de 
novela,  Habana,  1920. — Pedro  Pepe  Angeles  estrenó  Juan  de  Dios, 
zarz.,  Valencia,  1920. — Martín  Perea  Romero,  publicó  Mujeres  y  so- 
netos. Murcia,  1920  (con  prólogo  de  R.  López  de  Haro). — Ildefonso 
Pereda  Valdés  (n.  1899)  de  Tacuarembó  (Uruguay),  hijo  de  español  fun- 
dador de  Los  Nuevos  (1920),  publicó  La  casa  iluminada,  poesías,  Montevi- 
deo, 1920.  El  libro  de  la  colegiala,  ibid.,  1921. — Manuel  Raventós,  Goetz 
de  Berlichingen,  de  Goethe,  trad.,  Barcelona,  1920. — Anselmo  Reguera 
publicó  Melita  busca  sensaciones,  nov.,  Madrid,  1920. — José  Ribelles 
Comín  (n.  1S72-),  de  Castellón,  fundador  de  El  Ruiseñor  (1893)  y  Rev. 
Industr.  y  Mercantil  (1895),  publicó  Bibliografía  de  la  lengua  valenciana 
(de  todo  lo  publicado  en  valenciano),  premiada  en  1905,  Madrid,  1920. — 
Agustín  P.  Rivero  Astengo  publicó  Ánfora  llena.,  versos,  Buenos  Ai- 
res, 1920. — Luis  Rodríguez-Acasuso,  publicó  Del  teatro  al  libro,  en- 
sayos críticos  sobre  teatro  argentino  y  extranjero,  arte  y  literatura, 
Buenos  Aires,  1920. — Nicanor  Rodríguez  de  Celis  estrenó  Los  ami- 
gos de  S.  E.,  entr.  (con  Luis  Martínez  Kleiser),  1920. — Arturo- Romaní 
Céspedes,  publicó  Claveles  rojos,  versos  de  amor,  Zaragoza,  1920. — 
Víctor  Romano  publicó  Obras  teatrales,  San  Pedro,  1920. — Mi- 
guel Romero  Martínez,  La  retama,  de  Leopardi,  trad.,  1920. — Carlos 
RoosEN  Regalía  (f)  escribió  Primeros  vuelos,  Montevideo,  1920. — R.  Ro- 
vira  Vilella  publicó  Breves,  poesías,  1920. — Julián  María  Rubio  pu- 
blicó La  infanta  Carlota  Joaquina  y  la  Política  de  España  en  Amé- 
rica (1808-1812),  MadTÍd,  1920. — Luis  Rueda  publicó  De  Música,  Ma- 
drid, 1920. — Federico  Carlos  Sáinz  publicó  La  Soledad  recóndita, 
Madrid,,  1920. — Pedro  Salinas  tradujo  de  Musset  Los  caprichos  de 
Mariana  y  otras  coinedias,  Madrid,  1920. — Teresa  Santos  de  Bosch, 
por  seudónimo  Fabiola,  publicó  Prismas,  prosas,  Moriitevideo,  1920. — 
Julián  Silva  Serrano  publicó  Canciones  de  las  ciudades  y  los  cam- 
pos, poesías,  Montevideo,  1920. — Ramón  Sopeña  publicó  Ammalcs  sal- 
vajes, nov.,  cuatro  vols.,  Barcelona,  1920.  I^os  hijos  del  héroe,  1920. 
Riquet  el  del  copete,  1920. — Jonás  Sosa  publicó  El  incensario  de  oro, 
versos,  Buenos  Aires,  1920.  —  Tomás  Casto  Sosa  publicó  Expresio- 
nes acerbas,  versos,    1920, — Juan   Spottcrno   y   Topete,  publicó  ycr- 


S.    XX,    I92I.     CÉSAR    FALCON  51 

SOS  ingenuos,  Madrid,  1920. — Sofía  Suárez,  El  Fenómeno  sociológi- 
co del  Trabajo  industrial  en  las  Misiones  Jesuíticas,  Buenos  Aires, 
ig20. — Pablo  Suero  publicó  Los  cilicios,  poes.,  Buenos  Aires,  1920. — 
D.  Tambolleo,  publicó  Valle  de  Salta,  poes.,  Salta,  1920.— Eduardo  M. 
ToRNER  publicó  Cancionero  musical  de  la  lírica  popular  astiuriana, 
Madrid,  1920. — Miguel  Torres  Roldan,  publicó  La  nueva  era,  nov., 
A'calá  de  Henares,  1920. — Paco  Torres,  La  perfecta  casada,  revista 
(con  Aurelio  Várela,  música  de  Alonso),  1920. — Francisco  W.  Tri- 
ÑANES  publicó  Meditaciones  y  ensayos,  Buenos  Aires,  1920. — Renato 
Ulloa  publicó  De  la  vida,  poes.,  Mondariz,  1920. — Félix  Urabayen, 
navarro  del  Baztán,  cuilto,  sniclto  y  ameno  escritor,  publicó  Toledo: 
Piedad.,  Madrid,  1920.  La  última  cigüeña,  1921. — Julio  Vignola  Man- 
silla  publicó  El  milagro  inicial,  B.  Aires,  1920. — Luis  de  Villalobos 
publicó  La  perfecta  novia,  Buenos  Aires,  1920. — Raúl  Villalón  pu- 
blicó En  la  selva  de  Pan,  versos,  S.  José  de  Costa  Rica,  1920. — Arman- 
do Zegrí  publicó  La  risa  del  dragón,  1920.  Minerva  la  de  glaucos  ojos, 
prosa,  Santiago  de  Chile,  1921. — 'Ramón  Zelaya,  costarricense,  doctor 
■en  Leyes,  publicó  Bocetos  raros,  cuentos,  S.  José  de  Costa  Rica,   1920. 

60.  Año  igsi.  Pedro  Albiol  publicó  Estrella  de  Oriente  dr.,  Valls. 
192 1.  —  Dámaso  Alonso  publicó  Poemas  puros,  192 1.  —  Valentín 
Andrés  Alvarez  publicó  Reflejos,  poemas,  1921.  —  Eduardo  Andi- 
COBERRY  publicó  Tartorín  en  Madrid,  1921.  —  Daniel  Bayona  Posa- 
da, colombiano,  poco  ha  fallecido  (1920),  imitador  excelente,  en  el 
dialecto  de  su  tierra,  dd  murciano  Vicente  Medina,  escribió  con  sin- 
ceridad, sencillez  y  sentimientos  delicados  Poesías,  Bogotá,  1921. — Al- 
ciRA  B0NAZZOLA  publicó  Horas  de  sosiego,  Buenos  Aires,  1921. — R.  Boy- 
TESVÉ  publicó  El  niño  en  la  balaustrada,  nov.,  1921. — Miguel  A.  Ca- 
mino publicó  Chacayaleras,  impresiones  del  Lagar,  Buenos  Aires,  1921. 
— Horacio  Caillet  Bois  publicó  Poemas.  Las  urnas  de  ébano,  Buenos 
Aires,  1921. — Jesús  Cancio,  de  Comillas  (Santander),  verdadero  poeta 
del  mar,  el  único  acaso  que  hemos  tenido,  no  académico,  frío  y  libres- 
co, sino  recio,  ardoroso  y  sinceramente  inspirado  en  las  sensaciones 
deJ  mar,  en  sus  grandezas  y  sus  horrores  y  que  emplea  el  lenguaje 
expresivo  de  los  pescadores  del  Cantábrico  con  sencillez  encantadora 
y  arrebatadora  fuerza,  ha  publicado  Olas  y  Cantiles,  Santander,  1921. 
— Juan  Chavas  publicó  Espejos,  poemas,  1921. — Luís  Chamizo  publi- 
có El  miajón  de  los  castt'ios,  versos,  1921.  En  dialecto  extremeño,  a  lo 
Gabriel  y  Galán.  Promete  mucho. — Eugenio  Escribano,  de  Guadalaja- 
ra,  presbítero  de  San  Vicente  de  Paúl,  poeta  grandilocuente  de  torma, 
de  verdadera  inspiración  filosófica  en  pensamientos  y  plástica  en  imá- 
genes, publicó  La  canción  del  Orzan,  poema  inspirado  en  la  guerra  eu- 
ropea, Madrid,  1921.  Castilla,  leyenda  épica,  ibid.,  1922. — Ángel  Es- 
pinosa (n.  18S9-),  de  Ca^latayud,  poeta  muy  sincero,  recio  y  variado  en  to- 
nos, metros,  sentimientos,  sin  nada  de  frases  o  palabras  comunes  en- 
tre poetas  superf xia'les,  pub^'có  Linterna,  poesías,  Madrid,  1921. — CÉ- 
SAR Falcón,  peruano,  publicó  Plantel  de  inválidos,  novelas,   Madrid, 


52  ÉPOCA  CONTEMPORÁNEA  (192I-I922) 

1921. — Mayorino  Ferraría,  argentino,  poeta  muy  musical,  natural  y 
delicado,  con  hermosos  dejos  populares,  publicó  Música  en  verso,  Bue- 
nos Aires,  192 1. — León  Federico  Fiel,  por  seud.  Noel  de  Lara,  poeta 
argentino,  muy  bien  encaminado  por  el  aprecio  crítico  y  práctico  que 
muestra  de  la  poesía  popular,  Ja  cual  tiene  por  dtchado,  pu- 
blicó Vasseur  como  poeta  revolucionario,  conf,,  Buenos  Aires,  1915. 
Martín  Fierro,  ibid.,  1916.  Vanidad.,  prosa  y  verso,  ibid.,  1921.  Miseria^ 
esbozo  de  novela,  ibid.,  1921.  La  obra  de  Rafael  Barret,  ibid.,  1921. — Jo- 
sé Gabriel  publicó  Evaristo  Carriego,  su  vida  y  su  obra,  Buenos  Ai- 
res, 1921. — ^JosÉ  Gallo  de  Renovales  publicó  María  Luisa,  novela,  Ma- 
drid, 192 1. — Federico  García  Lorca,  publicó  Libro  de  poemas,  Madrid, 
1921. — Ariosto  D.  González  publicó  Emilio  Zola,  su  obra  y  sus  resulta- 
dos, Montevideo,  1921. — Eugenio  Iglesias  publicó  Sencille:;,  poesías, 
Buenos  Aires,  1921. — Carlos  César  Lenzi  publicó  Poemas,  Buenos 
Aires,  1921. — Gabriel  A.  de  León,  puMicó  Las  primeras  nubes,  com.. 
Montevideo,  1921. — Roberto  'Mariani  publicó  Las  acequias  y  otros  poe- 
vias,  B.  Aires,  1921. — Marqués  Merchan  publicó  D.  Bartolomé  José  Ga- 
llardo, Madrid,  1921. — E.  Martínez  Hervás  publicó  Sócrates,  libro-dra- 
ma, 1921. — J.  Martínez  de  Sotomayor  publicó  Rudezas,  poesías,  192 1. — 
Carlos  R.  Moncada  publicó  Recogimiento,  poesías,  Santiago  de  Chile^ 
1921.  —  Ismael  Moreno  publicó  El  Majadero,  Buenos  Aires,  1921.  — 
Juan  Palazzo  publicó  La  casa  por  dentro,  Buenos  Aires,  192 1. — Eduar- 
do M.  del  Portillo  estrenó  Las  alas  de  la  hormiga,  saínete,  1921. 
— 'Carlos  B.  Quiroga  publicó  Cerro  nativo,  Buenos  Aires,  1921. — Mi- 
guel Rasch  Isla,  colombiano,  publicó  una  gran  colección  de  sonetos  bien 
labrados  y  bruñidos,  con  título  de  Para  leer  en  la  tarde,  Bogotá,  1921.  An- 
tes A  flor  de  alma,  versos. — Teófilo  Rodríguez  de  Tembleque,  abogado, 
publicó  De  tierra  virgen.  Jaén,  192 1. — 'Carlos  Sabat  Ercasty  publicó  Poe- 
mas del  hombre,  Montevideo,  1921. — D.  Sangorríu  publicó  El  libro  de 
la  cadena  del  Concejo  de  Jaca,  documentos,  Zaragoza,  1921. — F.  J.  San- 
tamaría, mejicano,  publicó  El  provincialismo  tabasqueño,  ensayo  de  un 
vocabidario  del  lenguaje  popular...,  México,  1921,  t.  I. — Victoriano  de 
Sausay  publicó  La  ciencia  del  beso,  1921. — Salvador  Trevijano  publicó 
La  vida  intensa,  vencido,  nov.,  1921. — Francisco  de  Paula  Ureña  publi- 
có Hojas  y  Flores,  rimas  diversas,  Madrid,  1921. 

61.  Año  ig22.  A  Ortiz  Vargas  publicó  Lejana...,  poesías,  Madríd,^ 
1922  (con  un  prólogo  de  A.  de  Hoyos  y  Vinent). — Pedro  Smnz  Rodrí- 
guez, catedrático  de  la  Universidad  de  Oviedo,  publicó  D.  Bartolomé 
José  Gallardo  y  la  crítica  literaria  de  su  tiempo,  N.  York-París,  1921 
(de  la  Rev.  Hisp.,  t.  LI). — Ramón  Segura  de  la  Garmilla  (n.  1888-), 
de  Badajoz,  catedrático  de  Gramática  y  Literatura  castcllunias  en  la 
Escuela  Normal  de  Cáceres,  publicó  Poetas  Españoles  del  siglo  xx, 
Madrid,  1922. — Ventura  Villarrubia  publicó  Cantos  de  las  tierras 
pardas,  poesías  (con  prólogo  de  Antonio  M.  Abella),  1922. — Emilio 
Zurano  Muñoz,  abogado,  publicó  Valor  y  fuerza  de  España  como  po- 
tencux  en  el  concierto  internacional,  Madrid,  1922. 


índice  por  años,  de  autores  y  obras  anónimas 


Abalos    (Arturo),   1920. 

Abella  Caprile  (Margarita),  1919. 

Abreu  de  Peña  (Carmen),  1920. 

AzEVEDO  LÚQUEZ  (Pastor),  1917. 

Agosta  (José  M."  de),  1920. 

Acuña  (Manuel),  1919. 

Adsuara    Valverde    (José    M."), 

1919. 
Agüero  Vera  (Nicolás),  1917. 
Aguilar  Catena  (J.),  1919. 
Aguilar     de     Mera     (Leopoldo), 

1919. 
Aguilera  R.  (Miguel),  1919. 
Aguirre  (Ricardo  de),  1920. 
Ahumada  (Enrique),  1919. 
AiNETO   (Juan),   1920. 
Alarcón  Capilla  (Antonio),  1919. 
Alas  (Gaudio  de),  1919. 
Alba  (Renato  de),  19 18. 
Albareda  (Anselmo  M.*),  1919. 
Albarellos  (Juan),  1919. 
Alberti  (J.  F.  de),  1920, 
Alberti  (Justo  Ignacio  de),  1919. 
Albiol  (Pedro),  1921. 
Albornoz   (Alvaro),  1918. 
Álbum  cervantino,  1917. 
Alcalá  y  Henke  (Agustín),  19x9. 
Alcalá  Galiano  (D.),  1920. 
Alcocer   y   Martínez  (Mariano), 

1918. 
Alfonso  (D.  Carlos),  1918, 
Almarche  Vázquez  (F.),   1918. 


Almerich  (Luis),   1919. 
Almodóbar  (J.  M.),  1917, 
Alomar  (Gabriel),  19 17. 
Alonso  (Dámaso),   1921. 
Alpizar  (Raoul  E.),   1918. 
Alsina  (José),  1918. 
Alvarado  y  Albo  (Juan),  1919. 
Alvarez  Campos  (Carlos),  1918. 
Alvarez  (Eduardo),   1917. 
Alvarez  Pastor  (J.),  1920. 
Alvarez   (José),    1920. 
Alvarez  Cerón  (Marcelino),  1917. 
Alvarez  Alba  (Ricardo),   1917. 
Alvarez  (V.  Andrés),  1921. 
Alvear  (E.  de),  1917. 
Amalor  (Severo),   1918. 
Amat  (Francisco  de  P.),  1917. 
Anaya  (Canuto  E.),  1918. 
Andersen,  1919. 
Andicobery  (Eduardo),  1921. 
Andrade  (Luis),  1919. 
Andrés  Vázquez  (José),  1918. 
Ángulo  y  García  (José),  1919. 
Antillas  (Las),  ^020, 
Antología  de  escritores  jóvenes^ 

1918. 
Antología  de  líricos  ingleses  y  nof" 

teamericanos,  19 17. 
Antología  de  poetas  americanos, 

1920. 
Antología    de    poetas    chilenos... 

(Pequeña),  1917. 


54 


AUTORES  Y  ODRAS  ANÓNIMAS 


Antoneli.1  f  Mauricio),  1920. 
Antony  (Carlos),  1917. 
Anzola  (Juvenal),  1917. 
A  ORILLAS  del  Plata,  1919. 
Apráiz  y   Buesa  (Ángel),  1917. 
Aragay  (José),  191;). 
Arasti   (Fduardo),    19 18. 
Arauz  de  Robles  (José  M.»"),  1919. 
Arboleda   (Gustavo),    1918. 
Arevas  Guzmán  (Diego),  1918. 
Arias  (Pedro  G.),   1919- 

ArMENCOL    VALf.NZUELA   (P.),    igiS. 

Aroca   (Jesús),   1918. 

Arredondo  (Luciano  de),  1919. 

Arroyo  (Cesare),  1917. 

Arte  de  amar,  1918. 

Arte    de    la    Tauromaquia    (El), 

1918. 
Astrana  Marín  (L.),   1920. 
Astray  (Millán),  1918. 
Asunción    (Fr.   Domingo  de    la), 

1917. 
Athenea...  Ateneo  de  Cosía  Rica, 

1917. 
Aunós  Pérez  (E.),  1919. 
Autobiografías    de    escritores    y 

poetas  españoles,  1918. 
Auzón  (Eduardo  E.),  191 7. 
Avellaneda  (Marco  M.),  1918. 
Avila  (JuFo  E.),  1917. 
Avisa  (Juan  de  Dios),  1918. 
Ayarragaray  (Lucas),  192a 
Ayuso  (I  eopoldo),  1917. 
AzAÑA  (Manuel),  1919. 
Aznar  (Joaquín),    1918. 

Bacarissk  V  CASin-A  (Mauricio), 
1917. 

Badía   Malacrida  (Carlos),   1919. 

Báez  (Gonzalo),  1919. 

BÁEZ  (Paulino  G.),  1917. 

BaiJs  (K.),  i  91 9. 

Balmaciua  Valdés  (Gustavo), 
K117. 

Bal:  yjs  ne  Villwekde  (Francis- 
co Manutl),  1918. 


Ballester  y  Gonzalbo  (José), 
1919. 

Bandera  (ManuelV  1918. 

Baquerizas  (José  Manuel).  1920 

BARCENA  Y  de  Saracho  (María 
Margarita  de  Jesús),  1919. 

Barón  de  la   Linde,  1918. 

Barragán  (Refugio),   1918. 

Barraquer  y  Roviralta  (Cayeta- 
no), 1918. 

Barreiro  (Fr.   A.  J.),   1920. 

Barrera  (Carlos),    1920. 

Barret  (Rafael),  igi8. 

Bartolomé  (Higinia),  1918. 

Basave  (Agustín"),  1918. 

Baselga  (Pedro  M.),  1918. 

Basile  (J.),  1920. 

Bayerri  y  Bertümeu  (Enrique), 
1 91 9. 

Bayon\  Posada   (PanieT),   1921, 

Bazán  de  Cámara  fRosa),  1918. 

Bazil  (Osva'ldo),  1917. 

Becerra  (Ricardo),  1017. 

Belelli  (hijo)  (Antonio),  1918. 

Bellán  (José  Pedro),  1917. 

Bello  (C.  Emilio),  1919. 

Benavente  (Manuel).   1918. 

Benedí  Navarro  (Juan  M.),  1917. 

Benedicto  SánCiIEZ  (Joaquín), 
1919. 

Benito  Lapena  (Isidro),   1919. 
Berenguer    (Fernando),    1918. 
Berisso  (Emilio),  1917. 
Bermúdez     Franco     (Fernando), 

1919. 
Berrojo   Migueláí5ez   (Valentín), 

1917. 
Bertling  (El  gencial  Hans).  1917. 
Besora  Cuello  (José).  1018. 
Betancourt  (Gerardo  L.),  1919. 
BiANCni  (Alfredo  A.),   IQ20. 
BiANrm     (Shanty)      (Guillermo). 

1918. 
Bibliografía...  Cámara  oficial  del 

libro,    1 919. 
BiBLios,  19 1 9. 


AUTORES  Y  OBRAS  ANÓNIMAS 


55 


BiKELAS  (D.),    I9I7. 

Bilbao  (Luis  G.),  1917. 
Blanco  Iombona  (Horacio),  1920. 
Bla.nco  Meaño  (Luis  F.),  1919- 
Blanco  Suárez  (Pedro),  1919. 
Blázquez  y  Jiménez  (Ángel),  19T7. 
Blázquez    de    Pedro  (J.  M.),  1917. 
Blázquez  (Pedro),  1920. 
Blomberg  (Héctor  Pedro),  1920. 
Bó  Y  Singla  (L),  1917. 
BoFF  (Ernesto  J.  J.),  1918. 
Bolarín   (Andrés),    1917. 
Boletín  de  la  bibl.  de  M.  y  Pelu- 

yo,   1919. 
Bollain  (D.  Adolfo),  1918. 
Bonazzola  (Ale  ra),   1921. 
BoNET  Jordán  (Joaquin),  1918. 
Bonifacino  (Víctor),   1920. 
Bonnat  (A.  R.),  1920. 
BÓRQUEZ  Solar  (Humberto),  1917. 
Borras  Rullán  (Jaime),  1918. 
BoscH  (José  M.),  1918. 
Bouligny  (Joaquín  de),  1918. 
BouzAS  (Eugenio).  1920. 
BoYTESvÉ  (R.)   1921. 
Breceda  (Alfredo!,   1920. 
Briones  Perrero  (Gabriel),   1917. 
Britos  Muñoz   (Alberto),   iqi8. 
Broca  (Guillermo  M.  de),  1918. 
Broutá  (Julio),   \X)íg. 
Bueno  (Andrés),  1919. 
BuEso   CnxTRERAo    (Pcdro),    1918. 
Búfano  (Alfredo  R.),  1917. 
BuiGAS  Y  Garriga  (Joaquín),  1018. 
Bunge  (Augusto),    1917. 
BuRBANO  Vázquez  (José   Rafael), 

1919. 
Burghi  (Juan),    IQI9. 
Burgos  (Fausto),  19 18. 
Burgos  Y  Mas  (Manuel  de),  1918. 
Burgos  (Rafael),   1920. 
BusCARiNi  (Armando),  1919. 
Buxadi  (José),  1918. 


Caamacho  (Ángel),  1917. 


Cabal  (Constantino),  1918. 
Cabrera   (Luis),   1919. 
Cabrera  (P.),  1917- 
Cabrisas  (Hilarió.i),  1918. 
Cafferata  (Juan  F.),  1917. 
Caillava  (Domingo  A.),   1918. 
Caillet  Bois  (Horacio),   1921. 
Calou  (Juan  Pedro),  19 18. 
Calvo  Ochoa  (M.),  1919- 
Calleja    Morante    (César),   1919. 
Calleja  (Rafael),  ;920. 
Camacho  (Aurelio),  1917. 
Camaña  (Raquel),   1918. 
Cambó   (Francisco),   1917. 
Camino  (Miguel  A.),  1921. 
Campaña  del  Norte  (La),  1917. 
Camprubí   (Zenobis),   1917. 
Cancela  (Arturo),    1918. 
Cancio  (Jesús),   1921. 
Cancionera   (La  Hermosa),   1918. 
Canciones  varias,   19 18. 
Canetti  y  Alvarez  de  Gades  (I.i- 

borio),  1917. 
Cano  (Juan),   19 19. 
Cánovas  (Luis),  1918. 
Caparros  (J.  M.»),  1918. 
Capdevila      Romero      (Eugenio), 

1919. 
Capéela  (F.  del  P.  Capella),  1917. 
Carbonee  (Raimundo),  1920. 
Carbonell    y     Rivero    (Néstor), 

1919. 
Cárcamo  (Ramón  J.),  1919. 
Cardona  (Rafael),   1917. 
Carduz  Viera  (José),  1917. 
Carmona  Nenglares  (Francisco), 

1920. 
Caro  (Andrés  L.),    1920. 
Carpió  M-raga  (Luis),  1918. 
Carretero  (Luis),  1918. 
Cartas  baturras,   191 7. 
Casadesus  (P.  José),  1917. 
Casaravilla  (Enrique),   1920. 
Casas  Araujo  (Julio),  191S, 
Cases  (Antonio),  1917. 
Cassasús  (Carlos  N.),  1918. 


56 


AUTORES  Y  OBRAS  ANÓNIMAS 


Castellano  y  de  la  Peña  (Gas- 
par), 1919. 

Castellanos  (María  Luisa),   1918. 

Castellón  (José),  1918. 

Castellví   (José  M.'),  1917. 

Castilla  (José  de),  1918. 

Castilla  Solís  (Manuel),  1918. 

Castilla  (Pedro  de),   1918. 

Castillo   (Carlos),   1917. 

Castillo  (I.  B.  del)  1918. 

Castillo  (Ricardo  del),   1917. 

Castiñeiras   (Alejandro),   1919. 

Castrillo  (Fr.  Ga^dencio),   1919. 

Castrillo  y  Santos  (Juan),  1920. 

Castro   (Antonio),    1917. 

Castro  y   Oyanjuren  (E.),   1919. 

Castro   (Manuel  c'e),  1919. 

Castro  Marcos  (Miguel  de),  1918. 

Castro  Estévez  (Ramón  de),  1918. 

Cátala  y  Gavilá  (Juan  B.),  1918. 

Catoyra  (F.),  1917. 

Cavestany  (Pablo'/,    19 19. 

Cebrián  y  Saura  (José),  191 7. 

Cegarra  Salcedo  (Andrés),  1919. 

Cid  Baeza  (Mercedes  Astenia), 
1917. 

CiDE  Hamete  Benengeli,  1918. 

Cifuentes  Sepúlveda  (Joaquín), 
1918. 

Clary,  1917. 

Clarín,   1919. 

Clavijero  (Francisco  Javier), 
1917. 

Clavo  (Maximiliano),   19 18. 

Cobos  de  Villalobos  (Amantina), 
1917. 

Codorníu  de  la  Mata  (Antonio), 
1918. 

Colección  gral.  de  docutn.  relati- 
vos a  las  islas  Filipinas,  1918. 

Colid  (Vicente),   1918. 

CoLOM  Ferrá  (Guillermo),  1918. 

Collazo  (Francisco),  1918. 

Comorea  (Juan),  1919, 

Conejos  (P.  }.),   1920. 

CONTRERAS    (B.),    I918. 


Contreras  Gómez  (Domingo)^ 
1918. 

Contreras  y  Camargo  (Enrique), 
1919. 

CoRDi VIOLA  (Qeopatra),  1918. 

CoRET  (Cristóbal),    1919. 

Coria  Peñaloza  (G.),   1918. 

CoROMiNAS  (Pedro),  1917. 

Corredor  (Galo),   1917. 

Correspondencia  de  D.  Ant.  lia- 
ras sobre  la  guerra  del  Pacifi- 
co, 1918. 

Cortés  (Iñigo),  1918. 

CoRTEzo  Collantes  (Javier),  1918,. 

CoRTí  (Alfonso),   1918. 

Cortijo  A.  (L.),  T919. 

Cortina  (Marqués  de),  1917. 

Cotta  (Juan  Manuel),  1918. 

C0VADONGA  (Batalla  y  Santuario 
de),  1918. 

Criado  (Eduardo),    1919. 

Crusat  y  Prats  (Fernando),  19 1/- 

Cruz  (Ernesto  de  la),  1917. 

Cruz  Ghio  (Julio),  1917. 

Cruz  de  Ebro  (María),  1918. 

Cuenca  (Adolfo),  19 i 9. 

Cuenca  Reus  (Vicente),  1919. 

Cuentos  gitanos,  1918. 

Cuervo  Márquez   (Carlos),    1917- 

Cueva  (Manuel  de  la),  1917. 

CuRET   (Francisco),    1918. 


Chabás  (Juan),  1921. 
Chacón  (Julio),   1917. 
Chamizo  (Luis),   1921. 
Chascarrillos   madrileños,    1917^ 
Chaves  (Manuel   W.),   1918. 
Chaves  (Ezequiel  A.),  1919. 
Cheknoff  (Antón),  1918. 
Chiloteguy   (Mario),   1918. 


Daguerre  (Emilio),  1917. 
Damianovich    (Jorge),    1917. 
Dávai.os  (Juan  Carlos),  1917. 


AUTORES  Y  OBRAS  ANÓNIMAS 


57 


Davila  (Vicente),  1919. 

Day  (Emma),  1920. 

Debenedeiti  (Salvador),   1917. 

Dedeu  (Martín),   1919. 

Delgado  (José  M.=),   1919, 

Delheye  (Pedro  Mario),  19 17. 

Delvillar  (A.),  19 19. 

Della  Costa  (hijo)  (Pablo^  1919. 

Diario  de  O'Higgins,  1917. 

Dí^z  (Ana),  1920. 

Díaz  (Carlos  Félix),  1919. 

DÍAZ  (Emilio),  1917. 

DÍAZ  (El  coronel  F.  J.),  1917- 

DÍAZ  (José  M.«),  1917. 

DÍAZ  CovARRUBiAS  (Juan),  T919. 

DÍAZ   Rodríguez   (Manuel),    1918. 

DÍAZ  de  los  Arcos  (Narciso),  1917. 

DÍAZ  DE  León  (Rafael),  1918. 

DiCKENS  (Carlos),  1917. 

Dictadura  de  O'Higgins  (La), 
1917. 

DiÉGUEZ  (R.),  1919. 

Díez  Monar  (José),  1917. 

DiFiiLiPis  NovoA  (F.),  1918. 

Discepolo,  1918. 

Dobles  Segreda  (Luis),  1918. 

DoMENCHiNA    (Juan  José),    1917. 

Domingo  (Félix),  1917. 

Domínguez  Rodiño  (Enrique), 
1918. 

Donoso  González  (Francisco), 
1918. 

DopoRTO  Uncilla  (Severiano). 
1918, 

Dorado  (C.  Marcial),   1917. 

Dos  romances  anónimos  del  si- 
glo XVI,  1 91 7. 

Duarte  Level  (Lino),   1917. 

DuHAU  (Alfredo),   1918. 

DusMET  Arizcum   (Xavicr),  1919. 

E.  P.  D.,  1 918. 

Echevarri  y   Vivanco  (José  M.* 

&.),  1917- 
Efemérides    de  la    Guerra  Mun- 
dial, 1 91 8. 


Egea  López  (Julio),    1917. 
Eichelbaum  (SamueJ),  1919. 
Ekdahl    o    Ignotus    (El    coronel 

W.),  1917- 

Elías  (Félix),  1 917. 

Encina  (Juan  de  la),  1917. 

Encjso  Villanueva  (G  a  b  i  n  o), 
1917. 

Endériz  (Ezequiel),  1917. 

Enol  (León  de),   1919. 

Henríquez  C.  (A.),  1917. 

Ensayo  de  un  tratado  de  versifi- 
cación comparada  del  castellano 
y  del  francés,  1917. 

Erasmo   Callorda   (Pedro),    1918. 

Erserguer  (Enrique  V.),    19 18. 

EiscoBAR  (Eduardo),  1920. 

Escobar  (Julio  F.),  1917. 

EscOBEDO  (Federico),   1918. 

EscoFFiE  (Manuel  M.^),   1919. 

Escribano  (Eugenio),  1921. 

Escribano  (Paquita),  1918. 

EscRivÁ  de  Romaní  y  de  la  Quin- 
tana (Manuel),   1919. 

Escudero  y  Moscoso  (Gonzalo), 
1919. 

EsNAOLA  (Juan  de),  191 9. 

España  y  América  (De),  1919. 

Espejo  (Juan  Luis),  1917. 

EsPELiES  y  Pedroso  (Maria  de  la 
Soledad),  1919. 

Espina  García  (Antonio),  191 8. 

Espinosa  Tamayo  (Alfredo),  1918. 

Espinosa  (Ángel),  1921. 

Espinosa  (Luis),  1917. 

Esouivel  Obregón  (T.),  1918. 

Estrada  Palma  (Tomás),  1918. 

EuLATE  Sanjurjo  (Carmela),  191-0. 


Fajardo  (Enrique),  1919. 

Falcón  (César),  1921. 

Falquez  Ampuero  (Francisco  J.), 

1917. 
Parias  (Rafael),  1920. 
Farrere  (Claudio),   1917. 


58 


AUTORES  Y  OBRAS  ANÓNIMAS 


Felipe  (León),   1920. 
FÉNECH  Muñoz  (M.),  1919. 
Fernández  Sánchez  de  B'uentes, 

1918. 
Fernández    de    Rota    (Antonio), 

1920. 
Fernández     Navamuel    (Eloy), 

1919. 
Fernández  (Felipe   H.),    1918. 
Fernández  (Horacio),  1918. 
Fernández  Mac  Gregor  (Jenaro), 

1918. 
Fernández  Coria  (José),  1918. 
Fernández  Grados  (José),  1918, 
Fernández   (Juan  Rómulo),   1919. 
Fernández    Gordillo    (Manud), 

1918. 
Fernández  Córdova  (Miguel  An- 

ge'),  1 919. 
Fernández  (Nicomedes),  1917. 
Fernández   (Pantaleón),    1920. 
Fernández     Vallejo     (Paulino), 

1917. 
Fernández  (Segundo),  1920. 
Ferrari  (Ermerinda),  1920. 
Ferraría  (Mayorino),  1921. 
Ferrer  (Joaquín  M.*  de),  1918. 
Ferrer  e  Hilario  (Ramón),  1917. 
Fiel    (León   Federico),   1921. 
Fierro  (Humberto),  1919. 
F1GUER0A  (Agustin  At),  igiy. 
FiRPO  (Gonzalo),  1917. 
Flores  (Mario),   1920. 
Florida  (La  Gran),  1917. 
FocHs  Arbós  (Augusto),  1917. 
FoLCH  Vernet  (José),  19 17. 
Fonseca  y  Martínez  (Juan),  1918. 
FoNT  Pedrosa  (A.),  1919. 
Fraccaroi.i  (Arna'd),   1918. 
Fragua  (Constantino),   1919. 
Franceschi  (Gustavo    J.),  1918. 
Franco  (Luis  L.),   1920. 
French   (Alfredo),   1918. 
Frías  (José   Dolores),    1919. 
Fuentes   Jorge  (M.),   1919. 
Fuentes  (Ricardo),  1918. 


G.  B.  (M.),  1919. 

Gaeis   Bas  (José),    1918. 

Gabriel  (José),   1921. 

Cache  (Alberto  L),  1918. 

Gadea  Beltrán  (José),   1918. 

Galíndez  de  Ferrari  (Bartolo- 
mé), 1 91 8. 

Galindo  (Hermilia),    1919. 

Calvan  (Eduardo  Ángel),   1917 

Gallego  y  Burín  (Antonio),  1918. 

Gallo  de  Renovales  (losé),  1921, 

Gamio  (Rodrigo),    1919. 

García  Rjves  (Ángel),    1917. 

García  (Armando  D.),  1917. 

García  Iniesta  (César),   1918. 

García  (Fr.  E.),  1918. 

García  Lorca  (Federico),  1921, 

García  Checa  (Felisa),   igiS. 

García  (Francisco),   1917. 

García  Icazbalceta  (Francisco 
M.),   1918. 

García  Muñoz  (Germán),  1920. 

García    Sáinz   de    Baranda    (L), 

1917- 
García  (Jacinto  Sixto),   1919. 
García  Gutiérrez  (Jesús),  1919. 
García  Bravo  (Joaquín),   1917. 
García  (Leopoldo  Juan),  1918. 
García  Pérez  (Manuel),  1918. 
Ga.cía   Murúa    (María),    1918. 
García  Moreno   (Me'lchor),   1917, 
García  Valdés  (Pedro),  1920. 
García  Diego  (Ramón),   1920. 
García  Costa  (Rosa),  1917, 
Garrido    de    la    Peña    (Carlota), 

1917- 
Garrido  (Fe'ipe),    1918. 
Garrido  (José   María),   1920. 
Gasciola  (José),  1917. 
Cay  Massó  (Fernando),    1918, 
Gazulla  (Policarpoy,    1920. 
Gil  Montero  (}.),  1920. 
Gil  Fagoaga  (Lucio),  1917. 
GÓMEZ    (Adolfo   León),    19 17. 
Gómez  de  Miguel  (E.),   I()I7, 
Gómez  de  la  Serna  (Julio),  1919. 


AUTORES  Y  OBRAS  ANÓNIMAS 


59 


Gómez  (Mario),    1920. 

Gómez  Palacio  (Martín),   1918. 

Gómez  Latürre  (Matías),   1918 

GüME/C  Urquijo  (P.),   1919. 

González:  Alvarez  (fr.  Agustín), 
1917. 

González  Falencia  (Ángel),  1919. 

González  (Ariosto  D.),  1921. 

González   (Arnaldo),   1917. 

González      Arkili       (Bernardo), 
1919. 

González  (Dermidio  T.),   1918. 

González  Blanco  (Edmundo), 
1920. 

González  (Fernando),   191 8. 

González  Llubera  (Ignacio),  1918. 

González    Domenech     (Joaquín), 

1917. 
González  Hompanera  (José),  1917. 

González    Gamazo    (Juan),    1918. 
González   (Ju'lián),   1918, 
González   García  (M.),  1917. 
González  Gomar  (Manue'l),  1918. 
González  Gómez  (Manuel),   1917. 
González  (OtiJio),  1919. 
Coy  (José  María),  1920. 
G'oycoechea  Menéndez,  191S. 
Gregorio  (Ángel  de),  1919. 
Gris,  1918. 

GuALTiERi  (Fernando),  1918. 
Guayaquil    (La    Entrevista    de), 

1918. 
Guerra   (J.   Guillermo),  1917. 
Guerrero  (Rafael),  1920. 
Guía  del  Norte  de  África  y  Sur 

de  España,   191 7. 
Guía  hisfór.  y  descriptiva  del  Ar- 
chivo Nacional,  1917. 
G'jiBOURG   (Fdmu'^do),  T020. 
Guido   Lavalle    (Ricardo),    1917. 
Guillen  (Alberto),   1917. 
G't'illín  (Santiago),  1918. 
Gutiérrez  Gil.  1918. 
Gutiérrez  (A''berto),    1918. 
Gutiérrez    Gorostiza   (Alfredo), 
1917. 


Gutiérrez  Cruz  (Car'os),  1920. 
Gutiérrez  Zamora  (José  Manuel), 

1918. 
Gutiérrez  (Miguel  C),  1919. 
Gutiérrez  (Sinibaldo),  1918. 


Heras  (P.  Enrique),   1918. 

Heredia  Larrea  (Publio),  1918. 

Hernández  CA.).  1020. 
Iernández-Carrillo    y   Fernán- 
dez (Lnnqucj,   1917. 

Hernández  Aldabas  (Francisco), 
1917. 

Hernández  Mir  (Guillermo),  1920. 

Hernández  (Lope),   1918. 

Hernández  (Ricardo),  1918. 

Hernando  de  Larramendi  (Luis), 
1918. 

Herrera  (Alberto),  1919. 

Herrera  y  Oria  (El  P.  Enrique), 

1917- 
Herrera  Oria  (El  P.  Luis),  1918. 
Herrero  (Antonio),  1918. 
Herrero  (Cecilia),  1920. 
Hicken   (Ricardo),   1917. 
Hidalgo  (Félix),  1919. 
HisPANiA,  1918. 
Historia  cómica,  1920. 
HoRTA  (Manuel),  1917. 
Hoyos  (Marco  A.),  1918L 
HuARTE  Y   Echenique  .'(Ama'Ho), 

1917- 
Hume  (Blanca  C.  de).  1917. 
Hurtado  (Ramón;,  191 7. 


Ibáí5ez  Jaso  (José),  1917. 
Tbarbourou  (Juana  de),  1919. 
Iglesias  (Augusto),  1917. 
Tgtesias   (Eugenio).    1021, 
Tlab\ca   León  (Alfredo),    1918. 
Tmperiale  (Aníbal  J.).  igi8. 
Ingenio  de  ¡a  corte  (Un),  1917. 
Tnsua  (José).   IQ18. 
Iraizoz  (Antonio),  1919. 


6o 


AUTORES  Y  OBRAS  ANÓNIMAS 


Iribarne  (Francisco),  1917. 
Irureta  Goyena,  1918. 
Israel  de  Pórtela  (Luisa),  1917. 
Iturralde  V  SuiT  (Juan),  1917. 
Izquierdo  (Luis),  1917. 


Jara  (Luis  de  la),   19:^0. 

Jesús  (Fray  Gabriel  de),  1918. 

Jesús  Barcena  y  de  Saracho  (Ma- 
ría Margarita  de),  1919. 

Jiménez  (Ángel  M.),  1917. 

Jiménez  Barroso  (Antonio),  1917. 

Jiménez  Rueda  (Julio),  1918. 

Jiménez  (Octavio),  1918, 

JoRGUERA  (Laura),  1917. 

JouBLANC  RivAS  (Luciano),  1917. 

Juárez  (Osear  R.),  1920. 

Juegos  Florales,   191 7. 

Julia  Tobrú  (Antonio),    1917. 

Jungfer  (J.),  1918. 

Junta  Superior  de  Excavaciones 
Y  Antigüedades^  ^9^7- 


Kantor  (Moisés),  191 7. 

Kay  (Guillermo  M.»),  1917. 

Kliguer  (Abe),  1919. 

KoRN  Villafañe  (Adolfo),  1918. 


Lacalle  Fernández  (Ángel),  1919 
Lagrange  (Francisco),    1918. 
Lagre  (Marcelo  de),   1919. 
I.AiGLESiA  (Eduardo  de),  1917. 
Laínez   Alcalá  (Rafael),    1920. 
Lámar  Schweyer  (Alberto),  1920. 
Lamartine  (A.  de),   1917. 
Lanao  (Manuel   E.),   1920. 
Lantier   Raymond,    1917. 
Lanza  (Francisco  Alejandro),  1918. 
Lara     E.     (EJ    coronel    AJberto). 

1917- 
Lara  (Modesto  de),  1917. 
Lasso  de  la  Vega  (A.),  1918. 
Lasso  de  la  Vega  (J.),  1919. 


Lasso  de  la  Vega  (Santos),  1920. 
Latil-Boix  (Maria  Luisa),  19181, 
Léante  (Eugenio),  1917. 
Lecuna  (Vicente),  1917. 
Lefebre  (Enrique),    1918. 
Leguía  (Jorge  Guillermo),  191 9. 
Lenzi   (Carlos  Cesar),   1921. 
León  (Gabriel  A.  de),  1921, 
León  (José  E.),  1917. 
Lerena  Acevedo  (Andrés  Héctor), 

1918. 
Leroux  (G.),  1917- 
Levraie  (Raúl),  1918. 
L'Hotellerie  (Manuel  de),  1917. 
Libelos  del  tiempo  de   Napoleón, 

1917. 
Libro  de  los  Juegos  Florales  (El), 

1917. 
Linares  (Antonio  G.  de),  1920. 
Linares  Rivas  (Aureliano),  1917. 
Lira  (Carmen),  1920. 
Lira  Tacncña  (La),   1918. 
Lírica  Mexicana,  1919. 
Lizondo  Borcha  (M.),  1920. 
Lobo  (Octavio  E.),  1917. 
Lobos  O.  (Redumiro),  1917. 
Loco  del  Pumarejo,  1917. 
López  Hernández,   1918. 
LÓPEZ  Marín  Méndez,  1917. 
López  Merino,  1920. 
LÓPEZ  Picó,  1918. 
López  Aparicio  (Aurelio),  1919. 
LÓPEZ  (C.  Eieazar),  1917. 
López  Parra  (Ernesto),  1920. 
López  Valencia  (Federico),  1920. 
López    Portillo  y   Rojas  (José), 

1918. 
LÓPEZ  Tomás    (José),    191 8. 
López  de  Ayala  (Juan),  1917. 
López  de  Mesa  (Luis),   IQ18. 
López  Santisteban  de  Lezo  (Luis), 

1918. 
LÓPEZ  MÉNDEZ  (Manuel),  1917. 
López  de  Heredia  (Miguel),  1918. 
López  (Sabatino),  1918. 
LoRUSSO   (Arturo),   1917. 


AUTORES  Y  OBRAS  ANÓNIMAS 


6l 


LossADA  (Jesús  Enrique),  1918. 
LovEiRA  (Carlos),  1919, 
Lozano  y  Lozano  (Fabio),  1920. 
Lozano  y  Aragón  (José),  1917. 
Lozano  (Rafael),  1920. 
Luca  de  Tena  (Juan  Ignacio),  1917. 
Luengo  y  de  la  Figueroa  (María 

del  Buen  Suceso),  191 7. 
Lugilde  Huerta  (Manuel),   1918. 
Lund  Bourn  (Nica),    1919. 
LuQUE  Gutiérrez  (Vicente),  1917. 
LuQUEi-io  (José  M.^),  1917. 
Luzuriaga  (Guillermo  de),  1918. 
LuzuRiAGA  (L),  1917. 


Llano  (Aurelio  de),  1919. 

Llanos  (Julio),  1917. 

Lleras  ((Carlos  Alberto),  1918. 


Mac-Kai  (Guillermo),  1917. 

Machado  (José  E.),  1919. 

Madariaga  (Salviador  de),  1918. 

Madrid  (AJfonso),  1918. 

Madrid  (León  de),  1918. 

Maeztu  (Ramiro  de),  1919. 

Magariños  Pittaluga  (Juan  Anto- 
nio), 1917. 

Magariños  Borja  (Mateo),    1918. 

Mahave  Zarzosa  (Luis),  1917. 

Malaret  (Augusto),  1917. 

Maldonado  (José),   1918. 

Mallol  (B.  J.),  1919. 

Mallol  (Luis),   1918. 

Mandolini  (doctor  Hernani  A.), 
1919. 

Mañero  (Antonio),  1918. 

Mañueco  Villalobos  (Manuel), 
1917. 

Mar  (A.),  1920. 

Marcillo  Sartorius  (Manuel), 
1917. 

Marcos  (Benjamín),  1917. 

Marchante  (Manuefl),  1917. 

Margot  (Adela),  1919. 


Marianela,  1918  (en  A.  Palma). 
Mariani  (Roberto),  1921. 
Marimón  (Francisco  de),  1917. 
Marín  (Alfonso),  1917. 
Marín-Baldo  (Jacobo  M.),  1919. 
Marín  (Rufino),    1920. 
Marina  (Ángel),  1917. 
Marqués  Merchán,  1921. 
Marouina  (Rafael),   i02t:>. 
Martín  y  Martín  (Ángel),  1917. 
Martín  de  la  Cámara  (Eduardo), 

1918. 
Martín  y  Losa  (Eduardo  Manuel), 

1919. 
Martín  (José  Ramón),  1919. 
Martín    de    los    Ríos    (Manuel), 

1917. 
Martínez  Barrionuevo,  1918. 
Martínez  Tomás  (A.),  1920. 
Martínez  (Amallo),  1920. 
Martínez      Pajares      (Antonio), 

1919. 
Martínez  Riestra  (C),  192a 
Martínez  (César),  1919. 
Martínez  Hervás  (E.),  1921. 
Martínez  Paz  (E.),  1917. 
Martínez    Amador    (Emilio   M.), 

1918. 
Martínez      Estrada     (Ezequiel), 

1918. 
Martínez     Suárez     (Francisco), 

1917. 
Martínez     de     Sotomayor     (J.)» 

1921. 
Martínez  Román  (Luis),  1920. 
Martínez  Rendón  (Miguel),  1918. 
Martínez    de   la  Riva   (Ramón), 

1920. 
Martínez   (Ricardo),    1917. 
Martínez  Cuitiño  (Vicente),  1917. 
Mas  y  Amell  (Juan),  1918. 
Massoti  de  Mercader  (Manuel), 

1920. 
Mata  (Fernando),  1917. 
Mateos  Aguirre  (Fernando),  1920. 
Matienzo  (José  Nicolás),  1917. 


62 


AUTORES  Y  OBRAS  ANÓNIMAS 


Maura  (Antonio),  1917. 
Maura  (Miguel),  1919. 
Maurentl  (Luis  T.),  1918. 
Max  Rohde  (Jorge),   1918, 
Mayol  de  Senillosa  (F.),  1920. 
Mazza  (Alberto  J.),  1917. 
Mazzoni  (R.  Francisco),  1918. 
Medina      Onrubia      (Salvadora), 

1918. 
Melgar  (Francisco),  1917. 
Memorias  de  Lord.  Cochrane,  1919. 
Memorias    postumas    del    general 

José  M^  Paz,  1917. 
Mena  (Ramón),  1918L 
Menchero  y  Olivares  (Miguel), 

1918. 
Méndez   Caldeira,  1918. 
Méndez  iCalzada  (Joaquín),  1918. 
Mendieta  (Francisco  de),  1917. 
Mendive  (T.),  1919. 
Mendoza  (Daniel),  1918. 
Menéndez  y  Menéndez  (Antonio), 

1917. 
Menéndez  (Carlos  R.),  1919. 
Menéndez  (José  Luis),  1920. 
Menéndez  (Mario),  1917. 
Menoyo  y  Portales  (Ángel),  1917. 
Mercante  (Víctor),  1918. 
Merino  (Bernardo),  1917. 
Merino  B.  (Ramón),  1917. 
Merizalde  (Fr.  Bernardo),  1920. 
Metens   (Federico),    1918. 
Meyer  Arana  (Alberto),  1917. 
Miguel  (Rafael  de),  1920. 
MiLLÁN  AsTRAY  (Pilar),  1920. 
MiLLÁN  (Rafae*!),  1918. 
Millares  Carlo  (Agustín),   1918. 
MiLLÉ  Y  Jiménez  (Juan),  1918. 
Mingo  Durand  (Felipe),   1920. 
Mirabal  (Antonio),  1917. 
Miranda  (Marco),    1918. 
Mistral    (Gabriela),    1919. 
Mocho  (Fray),  véa^e  José  Alvarez, 

1920. 
Molina  Massey  (Carlos),  1919. 
Molina  (Juan  José),  19181. 


Molino  (El  P.  Vicente),  1919. 
Mom  (Arturo  S.),  191a. 
Mon  Ibáñez  (Francisco),  1919. 
Moncada   (Arturo),   1917. 
Moncada  (Carlos  R.),  1921. 
Monge  (Gerardo),  1917. 
Monna  (LissaJ,  1918. 
Montalbán  (Leonardo  de),  1919. 
MoNTAiVO    (Francisco),    1918. 
Montaner  (Joaquín),   1919. 
Monte  (Ricardo  del),  1918. 
Monteavaro  (Antonio),   1919. 
Montepulciano  (Francisco),  1919, 
Montoya  (Tristan),    1917. 
Monvel  (María),   1918. 
Mora  (Rómuio  Manuel  de),  1918. 
Morador  (Federico),  1920. 
Morales  y  Quiroga,  1917. 
Morales  de  Giner  (Elisa),  1917^ 
Morante  (Pedro),  1919. 
Moreno  Guevara  (A.),  192a 
Moreno  Cantón  (Delio),  1918. 
Moreno  (Ismael),  1921. 
Moreno  Recio  (M.),  1919. 
Moreno  (Manuel),   1917, 
Moreno  (Pedro),  1917. 
Morera  y  Galicia  (M.),  1919. 
Moscote  (J.  D.),  1917. 
Iota  (Fernando),  1917. 
Moya  de  la  Torre  (Jorge),  1920.. 
Mozzi  (Alfredo),  1920. 
Muñoz  (José  Ant.),  1920. 
Muñoz    (Matilde),    1917. 
Muñoz    (Víctor),    1920. 
MuRiLLO  (Frnesto),  1917. 
AlussET  (Alfredo),  1917. 
MuzziLLi   (José),   19 1 9. 


Nahuinca,  1918. 

Napolitano  (Leonardo   F.),    1917. 

Navarro  (A.  J.),  1917. 

Navarro    de    Falencia    (Alvaro), 

191S. 
Navarro  Puentes  (Ismael),  1917, 
Navarro  Tomás  (T.),  igi8. 


AUTORES  Y  OBRAS  ANÓNIMAS 


63 


Neiíel  (Miguel),   1917. 
Nessi  (Juan  Gualberto),  iqiQ. 
Niño    (Fr.   Bernardino   de),    1918. 
Notar  (Roque  F.),  1918. 
Novelo  (Holda),  1920. 
Novillo  Quiroga  (Diego),  1917. 
NuEDA  (T.uis),   1920. 
NÚÑEZ   Regüeiro  (Manud),  1918. 


Ouligado  (Carlos),  1920. 
Obligado  (Pedro  Miguel),  191S. 
O'CoNNOR     D'Arlach      (Tomás), 

1918. 
Ocharan  Mazas   (Luis  de'^  1917. 
OcnoA  (Alvaro  Leonor),  1018. 
Ochoa  (Justino),  1919. 
O'HiGGiNS    (Bernardo),    1917    (en 

Diario). 
Olaguibel    (Francisco     M.    de), 

1917 
Olascoaga   (Laurentino),  1917. 
Oldini  (D.  F.  G.)    1919. 
O'Leary  (Daniel  Florencio),  1919. 

(Véase  1854.) 
Oliver   Bauza  (José),  1919. 
Oliver  (Manuel  M.^),  1918  . 
Olivera  Lavie  (Héctor),   1920. 
Oliveros   (Armando),   1917. 
Olmedo  (El  P.  Félix  G.),  1919. 
Olmos  (Mateo  Ses^undo),  19 18. 
Oller  (José),    1917. 
Olleta  (Antonio  de),  1917. 
Onelli    (C),   1917. 
Onetti   (Carlos   María),    1920. 
Ontañón  (Eduardo),   1920. 
Oria    y    Senties    (Enrique    de), 

1918. 
Oriola  (Josefa),  1917. 
Orozco  (Juan),  1920. 
Ortega  (Enrique),  1918. 
Ortiz  Vargas  (A.),  1922. 
Ortiz     de    LA    Azuela     (Julián), 

1919. 
Ortiz  Rt'bto  (Pascual),  1918, 
Ortografía   racional,    1919. 


Otón  (Alfonso),  1917. 
Oyanguren  (Ernesto  R.),  1918... 


P.  Argentino  (El),   1917. 
Pacheco  (Francisco  C),  1918. 
Pacheco   (Isaac),    1919. 
Pachecho  S.  (Napoleón),  T91S. 
Palacio  (Santiago  M.),  19^7- 
Palacios  (P.  Teodoro),  1919. 
Palau  Vera  (J.),  I9I7- 
Palazzo  (Juan),   1921. 
Palique,  19  i  7. 

Palma  y  Román  (Angélica).  191& 
Páramo  (J.  G.),  1918- 
Pardo  (Julio),  1917. 
Pardo  Suárez  (Vicente),  1918. 
París  (Gonzalo),   1917. 
Parravicini  (Florencio),  1917. 
Pascarella  (Luis),   1918. 
Paso  (hijo)  (Antonio),  1918. 
Paz    Soldán     (Carlos    Enrique), 

1919. 
Paz  (L.),   1919. 
Paz  y  Niño  (T  uis  T.),  1919. 
Paz  (Ricardo  A.),  1920. 
Pedraza  (A.  de  la),  1917. 
Peláez  Cueto  (Andrés),  1020. 
Pellerano  (Juan   José),    1917. 
Pellicer  (Julio),  1918. 
Penagos  (Ranu.lfo),   19 19. 
Peñuela  (Carlos  Leónidas),   1919^ 
Peón  y  Varona  (Alicia),  1920. 
Pefe  Angeles   (Pedro),  IQ20. 
Peralta  (Hernán  G.),   1918. 
Peralta  (J.  M.),  1918. 
Peralta  (Ldo.),  1917- 
Pe  rea    Romero    (Martín),   1920. 
Pereda  Valdés  (Ildefonso),   1920. 
Pérez  Valiente  (Antonio\   1917. 
Pérez  y  Soto  (Atenógene.s),  19 19 
PÉREZ  Pardo  (Enrique),   1917. 
Pérez  Menéndez  Maturana  (F.), 

1917. 
Pérez  Alcalá  (Felipe),  1919- 
PÉREZ  DEL  Pulgar  (J.  A.),  1919- 


64 


AUTORES  Y  OBRAS  ANÓNIMAS 


PÉREZ  Andreu  (José),  1919. 
Pérez  López   (José),   19] 9. 
Pérez  Díaz  (Lucila  L.  de),  1919. 
Pérez  Taylor  (Rafael),  1917. 
Perlines  (Josefa  S.  de),   1918. 
Peyrona  (Alberto),  1918. 
Pí   (VVilfredo   Franciscx)),   191 7. 
PiAGGio  DE  Tucker  (Juana   M.*), 

1917. 
Picón   Salas  (Mariano),   1917. 
Picón   Lares  (Roberto),    1918. 
PiDAL  (Pedro),   1918. 
PiEGARi    (Francisco),    1918. 
PiNiLLA  (Sabino),   1917. 
Pintura  vasca  (La),  1919. 
Pita  Ezpelosin  (Federico"! .   1917. 
Pita     Sánchez     Boado    (Isidro), 

1919. 

Planchart  (Enrique),  1919. 
Plañiol  (Adolfo),  1917. 
PoBLETE  (Florentina),   1917. 
PoE  (Edgardo),  1917. 
Poesías  inéditas  de  Herrera,  Que- 

vedo,  Lope,  Arrjcnsola...  1917. 
Poesías  patrióticas  españolas  (Las 

mejores),   1919. 
Poesías   selectas    de    los   mejores 

autores...  1918. 
Polo    de    Ondegardo    (El    Ldo.), 

1917. 

Polo  Martínez --Conde  (Manolica), 

1918. 
PoNCE  DE  León  (Erigido),  1917. 
Poní   Contreras    (Manuel),    1918. 
PoNT  (Juan  B.),  1919. 
Ponte  (Andrés  F.),  1918. 
Porras  (Raúl),   1919. 
Portas  (El  P.  Bernardo),  1918. 
Pórtela  (Luisa    Isabel  del.    1918. 
Portillo  (Eduardo  M,  del),  1921. 
PoRTNOF  (G.),  1919. 
Pou  V  Martí  (J.  M.),  1917. 
PovEDA  (Daniel),   1918. 
Pozo  (Fr.  Luciano  del),  1917. 
Prada  (Francisco  de),  1919. 
Prado  (Eduardo),  1918. 


Prado  (D.  Fidel),  1918. 

Prado     y     Ugarteche     (Javier), 

1918. 
Prado  y  Palacio  (José  de'),  1917. 
Prats  (Carlos),    1918. 
Prieto  Aravena  (Carlos),  1917. 
Prieto  Yeme  (Guillermo),  1918. 
Puche  (Eliodoro),  1917. 


QuESADA  (Héctor),  1917. 
QuijANO   (Alejandro),    191S. 
QuÍLEz  (Silvio),  1919. 
QuiROGA  (Carlos  B.),  1921, 


Ramírez   (Ignacio),  1917. 

Ramírez  Garrido  (J.  D.),  1918. 

Ramírez  Cabanas  (Joaquín),  19(8. 

I-íamírez  (Juan  Vicente),  1917. 

Ramírez  (Raúl),  1918. 

Rasch  Isla  (Miguel),   1921. 

Ravelo  (Temistocles),  1917. 

Raventós  (Manuel),  1920. 

Raza  Española,    1919. 

Re.\ño  (Federico),  1917. 

Rebasa  (Emilio),  1917. 

Rebaudi  (A.),  1917. 

Rébus  (Mario),  IQ19. 

Rega  Molina  (Horacio  A.),  1919. 

Reguera  (Anselmo),   1920. 

Reina  Almandos  (Luis),  1919. 

Relación  de  las  personas  que  pa- 
saron a  la  Nueva  España..., 
1917. 

Renedo  Martino  (El  P.  Agustín), 
1919. 

Rengifo  (Roberto),  1919. 

Reoi'EN'a  Legarrepa  (Pedro),  1919. 

Resnick  (Salomón),  1919, 

Restrepo  (EJ  P.  I'^élix),  1917. 

Revilla  y  Rico  (Mariano),    1917, 

Revista  de  Artes  y  Letras,   1917. 

Revista  Histórica,  1918. 

Revista  quincenal,    19 17. 

Rey  (Miguel),  1918. 


AUTORES  Y  OBRAS  ANÓNIMAS 


65 


RiBÉ,    I9I7. 

RiBELLES    COMÍN    (José),    I92O. 

RlBER    Y   CaMPIUS   (L.),    I9I9. 

Ribera  (Lucas),  19 19  (en  Luis  Ca- 
brera) . 

Rincón  y  Monge  (Juan),  [919, 

Río  Fernández  (Luciano  del), 
1918. 

Risco  (A.),  1918. 

RivAS  (José  Pablo),  1918, 

Rivera  de  la  Torre  (Antonio), 
1917. 

Rivera  (José   Eustacio),   1917. 

RiVERO  ASTENGO  (Agustín  F.), 
1920. 

Robredo  (Pedro),  1917. 

RocuANT  Hidalgo  (J.  Félix),  1917. 

RoDÓN  Y  FoNT  (Camilo),    1918. 

Rodrigo  (Fr.   Juan  Pedro),   1917. 

Rodríguez  del  Busto  (A.),  1919- 

Rodríguez  (Antonio  Gabriel),  1917. 

Rodríguez  (Carlos  E.),  1917- 

Rodríguez  Fabregat  (Enrique), 
1919. 

Rodríguez   (Isaías),    1919. 

Rodríguez  de  la  Peña  (Los  her- 
manos), 1918. 

Rodríguez  Acasuso   (Luis),  1920. 

Rodríguez  Codolá  (Manuel),  1919. 

RoDRÍGUEí-  DE  Celis  (Nicanor), 
1920. 

Rodríguez  Aniceto  (Nicolás), 
1919. 

Rodríguez   (S.   Alonso),   1918. 

Rodríguez  de  Tembleque  (Teófi- 
lo), 1921. 

Rojas  (Casto),  1918. 

Rojas  y  Solís  (Ricardo  de),  1917. 

Romances  de  anwr  y  gentileza, 
1917. 

RoMANÍ  Céspedes  (Arturo),  1920. 

Romano  (Víctor),  Obras  teatraJes, 
1920. 

Romeo  (Federico),    1918. 

Romero  (Alberto),  1919. 

Romero  (Enrique  T.),  1919. 


Romero  (Francisco),  1917. 
Romero  (J.  Rubén),  1919 
Romero  de  Terreros  (Juan),  1919.. 
Romero  de  Torres  (Juilio),   1919. 
Romero  Martínez  (Miguel),  1920; 
RoosEN  Regalía  (Carlos),  1920. 
Rossi  (Agustín),   1918. 
Rouge  (Delie),   1918. 
Rousset  (Ricardo  V.),  1918. 
Rovira   y  Virgili    (A.),   1917- 
RoviRA  Vilella  (R.),  1920. 
Rubio    (David,    O.    S.  A.),    1918.^ 
Rubio  (Julián  María),  1920. 
Rueda  (Luis),  1920. 
Rufart  (Carlos),  1917. 
Ruiz  Y  Pablo  (An,<íel),  1918. 
Ruste  (Ambrosio),  1917. 
Ruvalcaba  (Gilberto),    1918. 


Sabat  Ercasty  (Carlos).   1920^ 
Sady-Hyp,  1918. 
Sagarra  (José  M.'),  1919. 
Sáinz  (Federico  Carlos),   1920. 
Sáinz  Rodríguez    (Pedro),    1922.- 
Sais  (Teófilo  de),  T917. 
Salas  Edwardi  (Ricardo),    1917. 
Salas  (Tulio  Gonzalo),   1917. 
Salazar  (Luis  de),  1917. 
Saldías  Vásquez  (José),  1917. 
Salinas  (Pedro),  1920. 
Salmón  Cadeneau  (David),  1918.- 
Salterain  Herrera  (Eduardo  de), 

1917. 
Salvador    Estrella    (Fernando), . 

1917. 
Sánchez  Rivero  (Ángel),  1919. 
Sánchez  Alonso  (B.),  1919- 
SÁNCHEZ      Ortigosa      (Crisitina),. 

19 1 7. 
SÁNCHEZ  Martín    (Emilio),   1919- 
SÁNCHEZ  (GaJo),  ;9i9. 

SÁNCHEZ  PÁZQUEZ  (J.  M.),   I917. 

SÁNCHEZ  Enciso   (Manuel).   1917. 
SÁNCHEZ     DE    OcAÑA     (Viccnte)^ 

I9I7. 


66 


AUTORES  Y  OBR-AS  ANÓNIMAS 


.  Sandereguer  (Pedro),   1919. 
Sandoval  (Adolfo  de),  191S. 
Sangorríu  (D.),   1921, 
Sanguinetti  (Carlos  C).  T918. 
San    Luis  Romero    (Jesús),   1919. 
San  Martín,  1919. 
San  Millán  de  Leyva  (Rosa  de), 

1917. 
San  Román  (Emilio  de),  1917. 
Santacruz  y  Ossa  (Elvira),  1918. 
Santamaría  (F.  J.),   1921. 
Santa   María  (Ignacio),   1919. 
Santiago  y  Gómez  (José  de),  1918. 
Santiago  Cividades  (Mariano  de), 

1918. 
Santiván  (Fernando),   1917. 
Santos  de  Bosch  (Teresa),  1920. 
Sanz  (J.),   1918. 
Sanz  Martínez  (Julián),   1917. 
Sarratea  Prats  (Mariano),  1921. 
Saüsay  (Victoriano  de),  1921. 
Segovia  Ruiz  (Arturo),  1917. 
Segura  de  la  Garmilla  (Ramón), 

1922. 
Selva  lírica.   1917. 
Selvas    (María    de    la    Soledad), 

1917. 
Selles  (Salvador),   1918. 
Serafín,  1917. 
Seris   (Homero),   1918. 
Serradillana   {Un  año  de  vida), 

1919- 
Serrano  (A.),  1918. 
Serrano  (Francisco),  1917. 
Sevilla  y  Solana.-.  (Félix),  1917. 
Sforza  (Ángel  C.)-  1917. 
SiBEA  (Juan  A.),  1919. 
Sienes   (Manuel),   191 8. 
SiENNA  (Pedro),   1917. 
Silva   (J.  Feo.  V.),   1917. 
Silva   Serrano  (Julián),   1920. 
Sii.VA  (Mariano),  1918. 
Silva  y  Aceves  (Miguel),  1919. 
Silva   Cortls   (Romualdo),    1917. 
SocÍAS    (Horacio),    1917. 
Sola  (Jaime),  1917. 


Sola   (José  Sixto  do),   1917. 

Solalinde  (A.ntomo    G.),    1917. 

Soler  (Francisco),    191S. 

SoLÍs  Latorre    (Is.dro),   1919. 

Sopeña  (Ramón),   '920. 

Soria  (Plácido),  IC117. 

Sosa  (Jonás),  1920. 

Sosa  (Tomás  Casto),   1920. 

SoTELA  (Rogelio),   1918. 

Soto   (Antonio),  1918. 

Soto  Rojas  (Salvador),    1917. 

Spinetti-Dini   (Antonio),    iqiR. 

Spottorno  y  Topete  (Juanj,  i9:¿o. 

Stratz  (Rudolf),  1917. 

SuÁREZ   (Arturo),    1917. 

SuÁREZ  (Sofía),  1920. 

Subirá  (José),  1917. 

Sucesos  de  agosto  ante  el  Parla- 

yncnto  {Los),  1918. 
Suero  (Pablo),  1920. 
Sundt  (Roberto),  1917. 


Taboada  (Emilio),   1918. 
Taborda  (Saú'),  1918. 
Tácito,  La   Gcrmania,  etc.,   191',). 
Talero  (Eduardo),   1919. 
Tamboli.eo   (D.),   1920. 
Tapia  (Pelayo  de),   1917. 
Tasín  (D.  N.),  1919. 
Teatro  cubano,  1919. 
Tejerizo  (Manue-l),  1919. 
Tellaeche  y   Navarro,  1918. 
Tenreiro  (Ramón  M.'),  1918. 
Tizón  y   Bueno  (Ricardo),    1017. 
ToBELLA  (Mercé),    1919. 
Thomas  (H.),  1917. 
Torner  (Eduardo  M.),  1920. 
ToRÓN  (Saulo),    1919. 
Torre  (Claudio  de  la),  1918. 
Torre   y    Ruiz  (Hilarlo  Andrés), 

1917. 
Torre  (Matilde  de  la),  1917. 
Torrente  (Mariano),    191S. 
Torres  Pinzón  (C.  A.),  1917. 
Torres  Romero  (J.),   1917. 


AUTORES  Y  OBRAS  ANÓNIMAS 


67 


Torres  Bodet  (Jaime),  1918. 
Torres   (Juan),    IQ18. 
Torres  (Luis  M/),  1917. 
Torres   Roldan   (Miguel),    1920. 
Torres  (Paco),    ly^'O. 
Torre-Vélez  (El  Conde  de),  1917. 
ToRRi  (Julio),  191S. 
ToRRUBiANO  RiPOLL  (Jaime),  191 7. 
TovAR  Y  R.  (Enrique  D.),  1919- 
Traveset  (J.  Ventura),  1917. 
Travieso  (Carlos),    1919. 
Trevijano    (Salvador),    1921. 
Tricentenario    de    Cervantes    en 

Valparaíso.   191 7. 
Triñanes  (Francisco  W.),  1920. 


Ubierna  Eusa  (J.  A.),   i9^7- 
Ulloa  (Renato),  1920. 
Unciti    (Ricardo  M.).   1918. 
Urabayen  (Félix),  1920. 
Urbina  (José  Jgnacio  S.  de),  1919. 
Ureiña  (Francisco  de  Paula),  1921. 

Uria  (R.),  i9iS- 
Uriarte  (Luis),  1917. 
Uribarri  (Aníbal),   1917. 
Uribe  (Gonzalo  V.),  1918. 
Uribe  Troncoso  (Manuel),  1919. 
Urouieta   (Miguel   Ángel),    1919. 
Urquijo  e  Ibarra  (Julio),  1918. 
Urquiola  (A.  de),   19 19. 
Urrutia  (Francisco  José),   1917. 
Urueta  (Jesús),  1919. 
Urzáiz   (Eduardo),   1919. 


Vacarezza  (Alberto),  1917. 
Vadei.l  (Antonio  Abe!),  1918. 
Valcárcet,   (Antonáo),    1917. 

VaLDÉS  CODINA    (C),    I918. 

Valdés  (Maximino),  1918. 
Val  D'Or  (Danielle),  1918. 
Valencina  (Fr.  Diego  de),  1919. 
Valero    de    Bernabé    (Antonio), 

1917. 
Valle  Arizpe  (Artemio  del),  1918. 


Valle  (Evaristo),   1919. 
Valle  (Francisco  G.  del),  1919. 
Valle  (Jimena  del),  1917. 
Valle  (Luis  del),  1917. 
Vallejo  (Paulino  F.),  1917. 
Valliera  (Juan),  1917. 
Vallmitjana   (J.).    1918. 
Vallvé  (Manuel),  1919. 
Várela  Silvani,  1917. 
Vargas  Márquez   (Juan),   1917. 
Vargas  Pizarro  (L.  T.),  1917. 
Varó  (Leop-aldo),  1919. 
Vasconcelos  (José),  1919. 
Vázquez  Yepes,  19 19. 
Vega  (J.),  1918. 
Vega  Inclán  (El  Marqués  de  la), 

1918. 
Veguilla    Alcántara    (Agustín), 

1918. 
Vela  (Joaquín),  1917. 
Vela    de  la    Huerta  (José  M.'), 

1917. 
Velasco  Reyes  (Benjamín),  191 8. 
Velasco  de  Toledo  (Julián),  1917. 
Verga  (Juan),  191 8. 

VlCTORICA     (JulÍ0\     I918. 

Vicuña  Makenna  (Carlos),  1917. 
Vida  de  Agustín  de  Iturbide,  1919. 
Vida  Nuestra,   1917. 
Vidal  (Buenaventura  L.),  1917. 
Videla  y  Solís  de  Ovando,  1917. 

ViGNOLA    MaNSILLA    (JuHo),     I92O. 

ViLA  Serra  (José),   1919. 
Villa  (Francisco),   1919. 
Villalobos  Reyes  (José),  1917. 
Villalobos  (Luis  de),  1920. 
ViLLALÓN  (Raúl),   1920. 

ViLLALVA   (J.).    IQÍ9- 

ViLLAMiL  (Encario),  1918. 
ViLLAMiL  Ron  (Jesús),  1918. 
Villar  (A.  del),  iotq. 
Villar  (Antonio  Amado),  1919. 
Villar  (Rogelio),    1017. 
V1LLARRUBIA  (Ventu'-a),    1922. 
Villaverde  (Felipe).  1919. 
Vinardell  (Santiago).   19 19. 


68 


AUTORES  Y  OBRAS  ANÓNIMAS 


Viñas  (A.),  1919. 

ViRAMONTES  (Leonardo  S.),  1918. 

Virreyes  de  Nueva  Granada  (Los 

últimos),  1919. 
Vives  Escudero  (A.),  1917. 
VoLTAiRE,  1917. 


Wapnir    (Salomón),    1919. 
WííEELER  (Guillermo  J.),   1918. 
Weyler   (Antonio),    1917. 
WiESSE  (María),  1917. 
WiLMS  MouTT  (Therese),  1917. 
WiLSON  (José),  1 917, 


Zanelli  LÓPEZ  (Luisa),  1917. 


Zanhnémen  (Rail!  de),  1917. 
Zañartu  (Sady),   1918. 
Zapata  Quesada  (Rene),  1917. 
Zarama  (Daniel),  1917. 
ZARATE  Y   GoÑi  (Rodrigo),    IQI7> 
Zarraluqui    (Julio),    1918. 
Zavala  (Jesús),   1917. 
Zegri  (Armando),  1920. 
Zelaya  (Ramón),   1920. 
Zequeira  (Trinidad  de),   1918. 
Zotes  (Antón),   1919. 
ZouROFF  (Vera),  1917. 
ZúÑiGA  (Luis  Andrés).   1918. 

ZÚÑIGA    SÁNCHEZ    CeRRUBO    (Tofí- 

bio),  1918. 
Zurano  Muñoz  (Emilio),  1922. 
Zurita  Nieto  (José),  1918. 


A  PÉNDICE 
DIÁLOGOS  FAMILIARES  ACERCA  DEL  EÚSOÜERA  Y  DEL  CASTELLANO 

A  mi  querido  amigo 
D.  Adolfo  Bonilla  y  San  Martin 

;       .  DIALOGO  I   (i) 

El  Eúskera  y  las  lenguas  indo-europeas. 

Carlos. — 'Repito  a  usted,  don  Pablo,  que  esa  manlandante  basco- 
ílomanía,  que  les  ha  dictado  sus  libros  a  ustedes  y  a  todos  sus  com- 
patriotas, ha  sido  muy  contraproducente.  En  vez  de  redundar  en  be- 
neficio de  su  lengua  y  de  atraer  a  los  lingüistas  en  su  favor,  le  ha 
puesto  el  gorro...  ¡Pobre  Bascuence ! 

Julián. — Pero...,  y  gorro  de  bufón,  y  con  cascabeles  y  todo... 

Antonio. — Y  cascabeles  capaces  de  arrastrar  tras  sí  una  banda  de 
chiquillos  en  son  de  burla  y  entretenimiento. 

Carlos. — Y  de  retraer  y  amedrentar  a  todo  pensador  serio,  aun- 
que sea  de  los  más  curiosos  y  pacientes  investigadores  de  mi  nación. 
Yo  tengo  un  amigo  allá  en  mi  tierra,  a  quien  le  entró  la  chifiadura  por 
el  Bascuence,  y  creo  que  tenía  escritas  cosas  originales  y  dignas  de 
imprimirse;  pero  está  todo  el  mundo  tan  escamado,  que  ninguna  revista 
alemana  ni  inglesa  le  ha  querido  admitir  sus  trabajos. 

Pablo. — fDoy  de  barato  cuanto  se  les  antoje  gritar  contra  mi  len- 
gua: estoy  hecho  a  ello  y  ya  nada  me  espanta.  Pero  me  choca  que 
también  ustedes,  los  alemanes,  tengan  esa  prevención  contra  el  Bas- 
cuence. Pase  que  don  Antonio,  sin  conocerlo,  se  haga  eco  de  los  in- 
sultos con  que  el  elememto  oficial,  por  decirlo  así,  ha  recibido  dos  si- 
glos ha  cuanto  se  ha  escrito  y  dicho  acerca  de  mi  lengua  aquí  en  Es- 
paña; bien  que,  por  ser  español,  parece  había  de  interesarse  por  un 
monumento  tan  antiguo  de  nuestra  patria,  por  la  lengua  más  vieja 
de  Europa,  tan  celebrada  por  autores  de  cuenta.  Pero  lo  que  yo  no 
me  esperaba  era  que  también  ustedes,  los  alemanes,  hicieran  causa 
común  con  los  discípulos  de  Mayans  y  Sisear,  pues  por  acá  se  corre 
que  en  su  tierra  de  usted  tienen  los  sabios  en  gran  estimación  nuestro 
secular  Bascuence. 


(i)'  Los  dos  primeros  Diálogos  publicáronse  en  la  fenecida  Revista  de 
Aragón  con  mi  seudónimo  Xouj  del  Cairo.  Son  un  resumen  de  vario» 
capítulos  de  mi  obra  La  Embriogenia  del  lenguaje. 


70  DIÁLOGOS    FAMILIARES 

Carlos. — 'No  digo  que  no  haya  entre  mis  paisanos  alguno  que  otro 
aficionado,  como  los  hay  en  Francia  — y  aquí  tenemos  a  don  Julián 
que  no  me  dejará  mentir — ,  y  que,  como  este  nuestro  buen  amigo  y  ex- 
celente ba.scófilo,  han  hecho  grandes  ponderaciones  de  las  cosas  de 
este  pais,  mayormente  de  su  peregrina  lengua. 

Pablo. — Supongo  habrá  leido  usted  los  escritos  de  esos  sabios,  en- 
tre ellos  los  del  Barón  de  Humboldt,  que  vino  aquí  a  estudiar  mi 
lengua... 

Carlos. — Dispénseme  usted,  don  Pablo.  He  tenido  siempre  por  per- 
dido el  tiempo  que  había  de  gastar  en  estudiar  otras  lenguas  que  las 
indo-europeas,  en  las  cuales  estoy  exclusivamente  ocupado.  La  división 
del  trabajo  nos  es  indispensable  a  los  especialistas,  si  queremos  hacer 
algo  de  provecho.  Pero  lo  hubiera  considerado  por  doblemente  per- 
dido si  lo  hubiera  gastado  en  una  lengua  como  el  Bascuence,  que,  a 
lo  que  parece,  no  acaban  ni  aun  siquiera  de  clasificar  los  que  lo  en- 
tienden. 

Antonio. — 'Ni  necesita  usted  que  le  dispensen...  Yo  de  buena  gana 
abandonaría  esta  discusión.  ¡  A  qué  viene  hablar  ahora  de  Bascuence ! 
Si  no  ha  de  llevar  usted  de  España  otras  mejores  impresiones  que  las 
que  reciba  oyendo  hablar  del  Bascuence,  bonito  y  ventajoso  viaje  se 
ha  tomado  usted  ila  molestia  de  emprender. 

Carlos. — Eso  no,  amigo  mío.  Impresiones  las  llevo  gratísimas  de 
toda  España  y  en  particular  de  la  que  llaman  ustedes  la  Corte,  y  creo 
sentirá  otro  tanto  mi  colega  y  compañero  de  viaje  don  Julián,  Hemos 
recordado  con  placer  y  hemos  casi  asistido  en  unos  cuantos  días  a  uno 
de  los  acontecimientos  más  gloriosos  para  la  España  del  siglo  xvi,  al 
descubrimiento  del  Nuevo  Mundo,  en  su  cuarto  centenario;  y  ya  que 
nos  hemos  detenido  de  paso  en  esta  villa  de  Bilbao  para  renovar  con 
nuestro  inolvidable  amigo  don  Aurelio  nuestras  antiguas  relaciones,  no 
viene  mal  enterarse  un  poco  de  las  cosas  de  estas  Provincias  y  más 
del  Bascuence,  que  cultiva  con  tan  ardoroso  afán  ha  ya  tantos  años 
nuestro  querido  amigo.  Añádase  el  que  haya  tenido  la  feliz  ocurrencia 
de  presentarnos  a  don  Pablo,  no  sólo  bascófilo,  sino  bascongado  de 
pura  sangre  y  versado  en  su  lengua,  como  lo  demuestran  sus  escritos. 
No  creo,  pues,  sea  perder  el  tiempo  ni  recibir  desagradables  impresio- 
nes el  hablar  un  rato  acerca  del  Bascuence  en  país  bascongado  y  con 
personas  tan  competentes  y  amigas. 

Así  que,  hablemos,  don  Pablo,  hablemos  de  su  Bascuence:  que  nos- 
otros los  alemanes  somos  curiosos  por  naturaleza,  y  bien  conoce  usted 
que  al  llevarle  la  contra  sólo  pretendo  enterarme  mejor  y  explicarme 
ciertas  antinomias  de  la  opinión  pública  acerca  de  su  lengua. 


Tal  fué,  mi  querido  amigo  Bonilla,  el  comienzo  de  la  discu- 
sión y  el  punto  de  partida  de  Jos  Diálogos,  que  se  tuvjoron  unos  año» 
ha  y  que  redactados  por  don  Antonio  a  raíz  de  los  hechos,  me  ha  pa- 
recido publicarlos  ahora,  aunque  sepan  ya  a  ranciosos. 


ACERCA    DEL    ÉUSQUERA   Y    DEL    CASTELLANO  7I 

No  tengo  para  qué  detenerme  en  presentarle  a  los  interlocutores 
que  en  eJlos  tomaron  parte,  pues  Jos  acaba  de  oír  a  ellos  mismos.  El 
momento  en  que  los  ve  por  primera  vez  discutiendo  era  entre  dos  y 
tres  de  una  de  esas  calurosas  tardes  del  mes  de  agosto.  Aún  estaban 
saboreando  las  perfumadas  tazas  del  Moka,  después  de  un  alegre  al- 
muerzo que  habían  tenido,  cobijados  a  la  sombra  de  unos  corpulentos 
castaños,  al  borde  mismo  de  un  precipicio  a  cuyo  pie  venían  a  morir 
las  en  aquel  día  tranquilas  olas  del  Cantábrico.  Hermosa  y  entrete- 
nida había  pasado  la  mañana  de  la  gira  campestre  concertada  por  don 
Aurelio  y  don  Pablo  para  obsequiar  a  sus  huéspedes,  antiguos  amigos 
■del  primero  y,  aunque  nuevos,  no  menos  entusiastas  del  segundo,  a 
causa  deJ  buen  humor  y  cordial  franqueza  que  desde  un  principio  les 
había  mostrado  aquel  castizo  hijo  de  la  raza  de  Aitor. 

El  paisaje,  que  dominaba  el  'lugar  escogido,  era  encantador  y  has- 
ta magnífico.  A  sus  pies  dormía  tranquilo  en  aquellos  momentos  aquel 
mar  de  ordinario  tan  tempestuoso,  los  rayos  del  sol  caían  con  tal 
ardor  y  pujanza  sobre  su  inmensa  superficie,  que  parecían  .sujetarla 
con  un  peso  de  plomo,  reflejándose  en  ella  hasta  deslumhrar  los  ojos. 
Por  el  laido  opuesto,  el  castañal,  bajando  en  suave  declive  hasta  su- 
mirse en  una  honda,  si  bien  dilatada  llanura,  presentaba  allá  en  lon- 
tananza otro  océano  de  verdor,  deslumbrante  también  a  los  rayos  del 
sol,  como  una  tela  cuajada  de  esmeraldas,  que  sólo  quedaba  limitada 
muy  lejos  por  los  primeros  estribos  deJ  Pirineo.  Pero  volvamos  a  nues- 
tros interlocutores. 

Carlos. — Decía,  pues,  que  no  han  falltado  alemanes  a  quienes  po- 
dríamos llamar  bascófilos.  Carlos  Annemann  fundó  y  dirige  la  revista 
de  Berlín  intitulada  Eúskera. 

Pablo. — La  recibo  y  leo  siempre  con  sumo  gusto. 

Carlos. — El  Barón  de  Humboldt,  que  como  usted  ha  diclio,  vino 
a  este  país  con  eJ  exclusivo  objeto  de  aprender  el  Bascuence,  escribió 
una  obrita  acerca  de  Los  primeros  habitantes  de  España;  Friedrich 
Müller  ha  insertado  una  breve  gramática  en  su  Grtmdriss ;  y  no  hay 
para  qué  mentar  entre  los  ingleses  Jos  grandes  trabajos  del  príncipe 
Bonaparte  y  el  interés  que  por  su  lengua  de  usted  se  tomó  el  ilustre 
Max  Mülkr. 

Pablo. — Que,  por  cierto,  si  no  se  dedicó  los  últimos  años  de  su 
vida  más  particularmente  a  su  estudio  es  porque  Jo  avanzado  de  su 
edad  no  se  lo  permitía;  así  me  lo  comunicó  él  mismo  en  carta,  que 
tuve  hu  honra  de  recibir  de  su  puño  y  letra  y  que  conservaré  siem- 
pre como  de  quien  procede.  Y  ahí  tiene  usted,  don  Carlos,  una  buena 
autoridad  lingüística  por  io  menos,  que  no  menosprecia  mi  lengua. 

Carlos. — Lo  que  yo  critico  o,  mejor  dicho,  lo  que  nosotros,  los 
alemanes,  dejamos  de  criticar  por  no  merecer  la  pena,  es,  en  primer 
lugar,  esa  especie  de  culto  que  los  bascongados  profesan  ustedes  a  su 
Eúskera,  del  cual  no  saben  hablar  si  no  es  como  de  un  lenguaje  mis- 
terioso y  divino,  como  algo  de  paradisíaco  y  venido  del  cielo ;  y  tn 
segundo,  iugar,  aun   sin   remontarse  tan  alto,  no  podemos  menos  de 


73  DIÁLOGOS   FAMILIARES 

Tituperar  en  nombre  de  Ja  lingüística  moderna  esos  estudios  compa- 
rativos tan  prematuros  y  sin  previos  trabajos  fonéticos,  que  lian  pu- 
blicado varios  bascófilos  del  j-ais  y  aun  algunos  franceses,  con  perdón 
de  don  Julián,  y  en  los  cuales  se  ha  llegado  a  comparar  el  Babcuence 
con  las  lenguas  urales  o  con  otras  más  remotas  y  exóticas.  Todo  eso, 
lo  diré  francamente,  redunda  en  descrédito  de  su  lengua  de  usted  y 
retrae  de  su  estudio  a  los  lingüistas  serios,  que  prefieren  encerrarse 
dentro  del  circulo  indo-europeo  y  caminar  con  pies  de  plomo  por  un 
terreno  en  que  tanto  se  ha  fantaseado  y  disparatado  hasta  la  época  de 
la  novísima  ciencia  comparada. 

Pablo. — Y  ¿no  tiene  derecho  d  Eúskera  a  que  se  le  tome  por  ob- 
jeto de  estudio  y  se  le  compare  con  las  demás  Jenguas? 

Antonio. — ^Desengáñese  usted,  amigo  mío,  que  cuando  los  alemanes 
no  lo  han  hecho,  señal  que  no  merece   tantos  entusiasmos... 

Carlos. — Permítame,  don  Antonio.  Derecho,  sí  que  lo  tiene  y  más 
que  otras  lenguas,  aunque  no  sea  más  que  por  su  venerable  antigüe- 
dad; pero  la  ciencia  seria  no  i>ermite  hoy  por  hoy  lanzarse  a  esas  com- 
paraciones extravagantes  y  traídas  por  Jos  cabellos. 

Pablo. — Pero,  y  si  alguno,  rompiendo  por  todo  y  contra  los  de- 
cretos de  esa  ciencia  tiránica,  por  lo  menos  en  esto  a  mi  modo  de  ver, 
hiciere  la  comparación  que  usted  condena,  y  de  ella  resultase  que  el 
Eúskera  es  la  lengua  más  perfecta  de  cuantas  se  conocen,  ¿habríamo* 
de  negarle  lo  que  era  muy  suyo,  sólo  porque  los  sabios  no  la  entien- 
dan o  se  desdeñen,  por  una  razón  o  por  otra,  de  estudiarla? 

Carlos. — Y  ¿qué  comparación  se  ha  hecho  seriamente  hasta  el  día, 
del  Bascuence  con  las  demás  lenguas,  que  haya  dado  esos  estupendos 
resultados  ? 

Todo  lo  más  que  se  ha  hecho  se  reduce  a  los  ligeros  y  superficiales 
ensayos  que  he  apuntado,  sin  base  y  sin  rumbo  fijo,  lo  cual  se  ve  por 
los  resultados  contradictorios.  Lluyd  supone  ser  el  Bascuence  un  res- 
to del  antiguo  Celta;  pero  ni  lo  veo  claro  ni  oscuro,  ni  hallo  las  prue- 
bas en  ninguna  parte.  Arndt  y  Rask,  y  después  Bonaparte  y  Charen- 
cey  lo  tuvieron  por  lengua  ural-altaica.  Humboldt,  Prunner-Bey  Whith- 
ney  y  otros  han  preferido  emparentarlo  con  las  lenguas  americanas, 
a  causa  de  su  polisintetismo,  o,  como  dicen,  encapsulación ;  pero  todo 
eso  no  pasa  de  meras  sospechas.  El  padre  Fita  en  su  Gerundense  ha 
tratado  de  emparerrtarlo  con  las  lenguas  del  Cáucaso;  pero  las  afini- 
dades recogidas  sólo  las  ha  visto  el  que  las  fraguó.  Sayce  y  otros  han 
ido  hasta  el  Acadio  o  Babilónico  antiguo ;  por  qué  trámites,  no  lo 
sé,  aunque  bien  comprendo  que  es  por  el  empleo  del  término  indirecta 
en  el  verbo:  razón  que  Jo  mismo  les  pudiera  haber  conducido  a  varias 
lenguas  americanas.  Gabelentz  buscó  nuevos  derroteros  en  los  idio- 
mas camitas  del  Norte  de  África  y  Leibniz,  Wiseman  y  Yung  en  el 
Copto,  d'Abadie  en  el  Galla,  Klaproth  en  las  Semíticas  y  Fran^'soo 
I^normant  en  la  lengua  de  los  Atlantes,  que  vivían,  dice,  antes  de 
las  invasiones  europeas  y  líbicas.  Otros...;  pero  ¿a  qué  proseguir? 
Bien  ven  ustedes  que  eso  no  es  serio.  No  hay  apenas  lengua  conocida 


ACERCA   DEL    ÉUSQUERA   Y    DEL    CASTELLANO  73 

xx>n  Ja  cual  no  haya  sido  emparentado  el  Bascuence  por  algún  autor 
de  nota.  Don  Aurelio,  que  está  ail  tanto  harto  mejor  que  nosotros,  lo 
sabe  muy  bien,  y  no  creo  sea  de  parecer  que  todos  esos  autores  tu- 
vieran razón,  puesto  que  de  ser  así  se  seguiría  que  las  lenguas  semí- 
ticas están  emparentadas  con  las  indo-europeas,  y  éstas  con  el  Copto, 
y  éste  con  las  americanas;  en  una  palabra,  que  todas  lo  están  entre  sí, 
dado  que  lo  están  con  ell  Bascuence,  y  que,  por  tanto,  más  bien  que 
lenguas,  pudieran  llamarse  dialectos  de  una  sola  y  única  lengua,  que 
para  usted,  don  Pablo,  será  sin  duda,  el  Bascuence. 

Pablo. — Confieso  que  no  conozco  suficientemente  esas  lenguas,  ni 
poseo  los  conocimientos  lingüísticos  de  los  alemanes,  ni  aun  entiendo 
esos  sus  libros  atiborrados  de  mil  fórmulas,  de  raíces,  prefijos,  sufijos. 
Confieso  que  no  estoy  en  disposición  de  emprender  tales  estud'os  com- 
parativos; pero  yo  veo  en  mi  lengua  nativa  algo  de  divino  y  perfecto, 
que  echo  menos  en  todas  las  demás.  Ese  mismo  hecho,  que  acaba  us;- 
íed  de  exponer,  de  que  tantos  varones  graves  y  entendidos  hayan  ha- 
llado relaciones  entre  mi  veneranda  lengua  y  todas  las  del  mundo,  no 
puede  menos  de  confirmarme  en  mis  presentimientos.  Es  imposible 
que  todos  esos  autores  se  hayan  engañado  a  la  vez  o  que  a  la  vez  S€ 
"hayan  propuesto  engañarnos.  Si  usted  conociera  nuestra  lengua,  vería 
lo  que  vemos  los  bascongados,  o,  si  yo  conociera  el  método  comparado, 
creo  firmemente  que  había  de  sacar  a  flote  él  estudio  del  Eúskera. 

Aurelio. — >Efectivamente  — repuso  entonces  don  Aurelio,  creyen- 
-do  que  a  él  le  tocaba  tomar  la  palabra,  ya  que  don  Carlos  había  aludido 
a  su  autoridad — ,  soy  de  parecer  que  la  causa  de  haberse  puesto  en 
ridículo  el  estudio  del  Eúskera  ha  sido  el  no  conocer  los  métodos  lin- 
güísticos modernos  cuantos  bascongados  han  escrito  de  su  lengua ;  y 
que  la  causa  de  no  haberse  tenido  en  cuenta  para  nada  en  los  estudios 
comparativos  esta  lengua  prehistórica  de  Europa  ha  sido  el  haberla 
ignorado  y  aun  menospreciado  los  lingüistas  que  han  hecho  adelantar 
en  este  siglo  la  ciencia  del  lenguaje.  Si  el  ilustre  Bopp,  fimdador  de 
la  lingüística  comparada,  hubiera  tenido  siquiera  a  mano  una  gramá- 
tica bascongada,  hubiera  hallado  en  ella  por  lo  menos  lo  que  halló  has- 
ta en  las  lenguas  deü  Cáucaso  y  en  las  Malayas,  cuando  per  transcnnam 
le  ocurrió  consultar  la  obra  de  Humboldt  acerca  de  la  lengua  Kawi 
de  Java.  Si  hubiera  tenido  de  su  parte  el  Bascuence  un  padre  Coeur- 
doux  y  un  Sir  William  Jones,  cuyas  autorizadas  voces  hubieran  lle- 
gado hasta  donde  se  movía  entonces  el  círculo  de  sabios  lingüistas,  creo 
no  hubiera  tenido  que  ir  tan  lejos  el  insigne  Bopp  para  hallar  la  ra- 
zón y  origen  de  las  lenguas  indo-europeas.  Lo  que  sucedió  con  e3 
Sanskrit  hubiera  sucedido  con  el  Eúskera  en  el  estudio  de  las  lenguas. 

Creo,  mi  amigo  Carlos,  que  no  es  usted  de  los  que  aprecian  una 
lengua  por  las  obras  literarias  y  por  las  ideas  a  las  cuales  ha  servido 
de  vehículo ;  creo  las  aprecia  usted,  como  lingüista  que  es,  por  su  es- 
tructura y  su  naturaleza  propias,  y  a  lo  menos  por  la  luz  que  su  es- 
tudio puede  derramar  en  la  lingüística  de  nuestra  familia  y  en  la  Hn- 
^ística  general. 


74  DIÁLOGOS   FAMILIARES 

Carlos. — Asi  es.  Quédese  el  apreciarlas  por  su  literatura  para  los 
literaíos;  nosotros  no  nos  cuidamos  del  instrumento  y  medio  literario: 
miramos  al  fin  y  objeto  de  nuestra  ciencia,  que  son  las  lenguas  en  sí 
mismas  consideradas;  como  el  botánico,  que  sólo  estudia  en  sí  mismas 
las  plantas,  desentendiéndose  de  su  aplicación  utilitaria  en  la  medicina 
o  en  la  agricultura. 

Pero  — añadió  don  Carlos —  me  extraña  grandemente  que  inicia- 
do como  está  en  la  lingüistica  moderna,  tenga  usted  valor  para  pre- 
tender comparar  esa  lengua  aglutinante  de  una  pobre  nación,  que  n(. 
llega  a  un  millón  de  individuos  — pues  por  lo  menos  los  que  la  ha- 
blan no  pasarán  según  Vinson,  de  800.000 — ,  con  la  lengua  sagrada 
de  los  Vedas,  Puranas,  Rarnayana  y  Mahbharata,  cuyo  descubrimiento 
ha  abierto  en  Europa  nuevos  rumbos  a  la  lingüística  y  a  la  etnolo- 
gía. ¿  Qué  puede  dar  de  sí  d  conocimiento  del  Bascuence  que  se  pue- 
da comparar,  ni  mucho  menos,  con  lo  que  nos  ha  proporcionado  tJ 
conocimiento  del  Sanskrit?  ¿Quién  será  capaz  de  pedir  que  se  abran 
clases  de  Bascuence  en  las  Universidades  de  Europa,  como  las  tiene, 
con  justísima  razón,  la  lengua  de  los  Brahmanes? 

Aurelio. — En  nuestro  Castellano,  tenemos  un  proverbio  que  da  la 
razón  de  todas  ilas  modas  más  irrazonables:  Más  vale  caer  en  gracia, 
que  ser  gracioso.  Ahora  bien,  las  cosas  traídas  de  lejos  suden  a  me- 
nudo caer  más  en  gracia  que  las  que  tenemos  en  casa,  siquiera  sean 
de  suyo  menos  graciosas.  En  cuanto  al  Sanskrit,  es  tan  cierto  que 
nos  cayó  algo  más  de  lo  que  se  merecía,  que  por  su  bella  gracia  se  fe  le- 
vantó sobre  un  pedestal,  del  cual  el  tiemipo,  que  enfria  los  primeros 
entusiasmos,  ha  acabado  por  echarle.  Ya  hoy  día  nadie  piensa  en  te- 
ner a  esta  lengua  por  madre  y  arquetipo  de  las  demás  indo-europeas^ 
como  hasta  poco  ha. 

Antonio. — 'La  verdad  es  que  fuera  de  España  no  saben  apreciar 
nuestras  cosas,  y  que,  aunque  yo  no  tengo  del  Bascuence  la  idea  que^ 
estos  señores,  bien  veo  que  ya  se  podían  poner  los  sabios  a  estudiar 
una  lengua  que,  por  antigüedad  y  por  ser  la  que  tal  vez  se  habló  la  pri- 
mera en  Europa,  merece  todo  nuestro  respeto  y  consideración. 

Julián. — ¿  Acaso  no  se  ha  estudiado  y  se  ha  tenido  en  cuenta  lo 
que  puede  dar  de  sí  ?  Demasiada  importancia  hemos  dado  a  una  len- 
gua pobrísima  en  vocablos,  falta  de  términos  abstractos,  y  cuyo  sis- 
tema verbal,  por  mucho  que  haya  asombrado  a  quienes  sólo  lo  han 
mirado  superficialmente,  se  reduce  de  hecho  a  los  verbos  haber  y  ser 
y  a  algunos  nombres  verbaJe.^;. 

Aurelio.— iLos  extranjeros,  amigo  Antonio,  no  estiman  las  cosas 
de  España,  porque  no  las  estimamos  Jos  españoles  o  porque  las  es- 
timamos demasiado,  porque  tenemos  todos  algo  de  Sancho  o  de  don 
Quijote,  según  por  donde  nos  dé.  Comencemos  nosotios  por  entender 
aigo  siquiera  de  lingüística,  no  riéndonos  de  los  extranjeros  que  se 
entretienen  en  tales  rarezas;  estudiemos  después  el  Eúskera,  úÉltimo 
y  primer  estrato,  según  d«sde  donde  se  le  mire,  de  nuestro  romance» 


ACERCA   DEL    ÉUSQUERA  Y    DEL    CASTELLANO  75 

y  entonces  tendremos  derecho  a  exigir  que  aprecien  ellos  nuestras  co- 
sas, si  es  que  algo  vaJen. 

Y  usted,  don  Juíián,  permítame  que  pase  adelante;  que  tiempo 
me  llegará  de  analizar  en  alguna  obra  mía  ese  pobre  vocabulario,  que 
ha  dado  palabras  a  todas  las  lenguas  del  mundo,  y  ese  sencillo  sistema 
verbal,  que  consta  de  la  friolera  de  varios  millones  de  formas. 

— Usted  es  andaluz  o  merece  serio  — saltaron  todos  a  coro,  al  oír 
tal  salida. 

Aurelio. — (Ni  soy  ajidaluz,  sino  aragonés  y  de  los  finos  de  mi  tie- 
rra — respondió  sosegadamente  don  Aurelio — ,  ni  creo  me  tendrán  por 
tal  cuando  me  explique;  aunque  me  barrunto  que,  si  empiezo,  vamos 
a  tener  para  rato,  y  en  vez  de  un  franco  y  amistoso  desahogo,  voy  a 
hacerJes  pasar  una  tarde  de  molestia  y  fastidio:  lo  que,  a  fe,  sería  con- 
tra todas  mis  intenciones. 

Carlos. — ÍEso  sí  que  no.  Acuérdese  de  las  largas  y,  con  todo  eso, 
agradabilísimas  que  pasamos  en  otro  tiempo  allá  en  las  verdes  y  pin- 
torescas faldas  dd  Líbano,  hablando  de  asuntos  que  me  interesaban 
harto  menos  que  el  que  ahora  se  ha  suscitado.  Le  conozco  bien,  mi  que- 
rido Aurelio,  y  sé  que  esas  al  parecer  baladronadas  de  usted  suelen  re- 
sultar arranques  de  aUgiina  convicción  muy  arraigada,  conclusiones 
de  una  3arga  investigación,  fundada  en  hechos  ineludibles. 

Aurelio. — Pues  bien,  para  que  esas  galanterías  y  esos  elogios  que 
me  acaba  usted  de  prodigar  tengan,  por  lo  menos  esta  vez,  algnjn  viso 
de  verdad... 

Carlos. — ¡No  hay  galanterías  que  valgan!...  Hoy  mismo  tiene  us- 
ted que  explicarse  y  probarnos  cuanto  acaba  usted  de  asentar. 

Aurelio. — 'Sí,  señores  míos;  ustedes  podrán  tomarlo  a  broma  y 
reírse  cuanto  les  venga  en  tajante;  pero  yo  insisto  y  digo  que,  atenién- 
donos a  las  lenguas  en  sí  mismas  consideradas,  sin  dejarnos  ilusionar 
por  la  moda,  que  también  se  suele  colar  acá  en  materias  científicas,  y 
sin  dejarnos  encandilar  por  d  esplendor  literario  y  el  adelanto  de  los 
pueblos,  y,  por  otros  motivos  ajenos  a  la  lingüística,  insisto,  repito. 
ca  que  ed  Eúskera  es  una  lengua  más  interesante  filológicamente  que 
cualquiera  otra,  aun  entrando  en  cuenta  nuestras  lenguas  dlásicas,  a 
las  cuales  soy  tan  aficionado  como  ustedes  saben. 

¿Qué  el  Eúskera  no  ha  reflejado  el  pensamiento  de  una  gran  ci- 
vilización..., que  sólo  lo  ha  hablado  un  puebJo  pacífico,  que  vive  y  ha 
vivido  arrinconado  entre  estas  peñas?...  Tanto  mejor,  amigos  míos. 
Así  no  se  podrán  atribuir  sus  cualidades  eminentes  a  esa  cukura  que 
no  tuvo,  y  habrá  que  buscar  la  causa  proporcionada  más  allá  de  los 
límites  de  la  historia  y  de  la  civilización.  Y  para  que  no  vaya  usted  a 
creer,  don  Carlos,  que  rehuyo  los  puntos  flacos  por  temor  de  quedar 
vencido,  usted  mismo  me  va  a  indicar  el  que  quiera  que  tratemos  en 
primer  término. 

Carlos. — Ya  que  me  invita  usíted  a  cortar,  voy  a  proponerle  algo 
de  lingüística  indo-europea,  que  es  de  lo  que  yo  entiendo.  Aunque  la 
cuestión  al   parecer    no    tiene   trascendencia,   creo,   sin    embargo,  que 


yt  DIÁLOGOS   FAMILIARES 

puede  proporcionar  una  buena  palestra,  donde  lucir  sus  añejas  anna« 
a  ese  antiguo  descendiente  de  los  AÜantes. 

Como  sabe  usted,  Bopp  compara  el  sufijo  de  genitivo  en  los  pro- 
nombres eslavos,  que  es  -go,  con  el  correspondiente  en  el  Sanskrit  -s\a, 
de  modo  que,  según  él,  ye-go  corresponde  a  ya-sya  y  to-go  a  ta-sya.  Mi 
dificultad  en  admitir  el  paso  de  -sya  a  -go  proviene  de  que,  así  como 
la  sibilización  de  las  paladiales,  es  decir,  el  paso  de  ¿r,  ¿  a  s,  es  un  fe- 
nómeno reconocido  en  las  lenguas,  como  por  ejemplo :  la  c  latina,  que 
en  Francés  se  ha  convertido  en  el  sonido  j  y  en  el  Español  en  el  so- 
sonido  ce,  ci,  por  ejemplo:  Cicerón,  que  sonaba  en  Latín  Kikeron:  así, 
por  el  contrario,  en  ninguna  parte  he  hallado  d  fenómeno  opuesto, 
o  sea  la  conversión  de  s  ^n  k  o  g.  Salga,  pues,  el  Bascuence  y  corrija 
el  gran  Bopp;  que,  si  lo  hiciere,  estoy  por  convertirme  a  la  bíiscofilo- 
manía  de  don  Pablo. 

Aurelio. — Bopp  pretende  que  la  forma  del  Sanskrit  sea  la  pri- 
mitiva. ¿Con  qué  derecho?  Con  eil  que  le  dio  la  falsa  prevención  de 
la  paternidad  de  esta  lengua  respecto  de  las  demás  indo-europeas; 
paternidad,  que,  si  no  afirmada  categóricamente,  como  advierte  su  tra- 
ductor Bréal,  la  da  por  supuesta  en  toda  su  obra  y  le  hace  desbarrar 
infinidad  de  veces. 

ELste  sufijo  eslavo  -go  y  eS  de  plural  -khu,  como  en  té-khu  =  horum, 
es  el  kyá  del  Zend,  debilitado  después  en  -hyá  en  esta  misma  lengua, 
y  sibilizado  en  el  -sya  del  Sanskrit,  que  es,  por  consiguiente,  posterior, 
y  no  anterior,  a  las  otras  formas  dichas.  Por  ejemplo,  el  Sanskrit 
thzva-sya  =  tuyo,  de  ti,  equivale  al  Zcnd  thiua-hyá.  En  antiguo  Persa, 
el  sufijo  en  cuestión  es  -hyá;  en  Mesapiano,  -hi,  por  ejemplo  ( ii-op/i -/tí) 
nwrki-hi;  en  Zend,  además,  -he;  por  ejemplo,  ae-ta-he,  y  en  Eslavo,  -go, 
to-go.  Vamos  a  ver  eíl  origen  dd  tal  sufijo. 

No  me  podrá  usted  negar  que  el  genitivo  y  el  adjetivo  encierran 
una  misma  idea  y  que  a  veces  se  toman  los  sufijos  del  uno  pai-a  ex- 
presar eil  otro. 

Carlos. — Convengo  en  lo  de  la  idea,  pues  tuyo  equivale  a  de  ti, 
y  en  griego,  en  vez  del  adjetivo  posesivo  se  emplea  de  ordinario  el  ge- 
nitivo de  los  personales,  diciéndose  la  casa  de  ti  en  lugar  de  til  casa. 
Pero  no  me  ocurre  ejemplo  de  sufijo  común  para  el  genitivo  y  el  ad- 
jetivo. 

Aurelio. — La  misma  -»*  del  genitivo  domin-i  y  dd  genitivo  (  Wvaf- 
xirro-i)  annankippo-i  de  algunas  inscripciones  {Pclasgiotis),  es  la  -i 
los  adjetivos  (■;:aTpü)-V-o;)  patró-i-os;  y  así  como  (  cívOpdiTco  - 1  -  o  )  ans- 
rópo-i-o  es  genitivo  y  lo  mismo  cu-i-us,  así  patr-i-us,  pair-i-a  son  ad- 
jetivos o  nombres  derivados  de  adjetivos. 

De  la  misma  manera  el  sufijo  de  adjetivos  -n,  tan  ordinario  en  toda 
nuestra  familia,  es  la  -n  del  genitivo  godo  mci-na  =  mío,  etc. 

Apenas  habrá  un  sufijo  de  genitivo  que  no  lo  sea  también  de  ad- 
jetivos. 

Carlos. — Convengo  en  ello;  y  ¿qué  tenemos  con  eso? 

Aurelio. — Que  el  sufijo  -go  del  genitivo  eslavo  es  el  sufijo  -co,  -go 


ACERCA   DEL    ÉUSQUERA  Y    DEL    CASTELLANO  yj 

de  los  adjetivos  tan  conocidos  como  (5amovi-xó-<; )  daimoni-ko-s  =  di- 
vino en  griego,  vehrka-hé  =  lobuno,  ahma-ka  =  nuestro,  en  Zend, 
del  dialecto  Yaqna  y  spenta-kyd,  bclli-cu-s,  sic-cu-s  por  sit-cu-s,  de 
sit-is  =  sed,  fe-ro-c-s  fero-ci-s,  en  Latín,  ameze-k  =  vecino  en  Bre- 
trán,  mánia-ka  =  mió,  sush-ka-s  =  seco,  jatu-ka  =  destructor, 
khaninka-s,  Madra-ka-s  en  Sanskrit,  «póXcí-xo-i;,  fuvai-xo-;  de  70»)^ 
en  Griego,  su-khu  =  seco  en  Eslavo,  khani-ka-s  en  I-ituano,  staina- 
ha  =  de  piedra  en  Godo,  el  stcrni-g  del  Alemán,  moda-g-s  Godo  como 
xeTjic?  -  x-c,  en  antigrio  Sajón  graedi-g  =  hambriento,  antiguo  Alemán 
trauri-g,  Inglés  heart-y  =  cordial,  etc.,  etc. 

Ahora  dígame,  don  Carlos,  si  este  sufijo  -go,  -ko  de  genitivo  y  de 
adjetivos  tiene  alguna  explicación  plausible  en  ilas  lenguas  indo-eu- 
ropeas. 

Carlos. — iNo  veo  otra  que  la  de  emplearse  como  sufijo  de  genitivo 
a  veces,  a  veces  de  adjetivo,  y  esto  sufriendo  varias  transformaciones, 
que  se  echan  pronto  de  ver  aun  en  los  ejen^plos  por  usted  propuestos: 
-cu,  -khu,  -cij  -k,  -g,  -ka,  -go,  -y,  -ko,  -kya,  -ha,  -he,  aunque  la  forma 
primitiva  es  -go,  -ko,  -gu,  -ku. 

Aurelio. — ^Pues  el  Bascuence  posee  este  mismo  sufijo,  y,  lo  que 
es  más,  sin  esaá  deformaciones:  es  -go,  -ko,  -gu,  -ku,  según  lo  pida 
la  eufonía  de  la  unión  con  eü  tema.  Y  como  la  eufonía  en  Eúskera  no 
es  una  Jey  tiránica,  de  la  que  no  se  pueda  prescindir,  como  sucede  en 
Jas  demás  lenguas,  sino  que  es  facultativa,  puede  usted  sufijar  cual- 
quiera de  dichas  notas  a  su  arbitrio:  etcheko-iauna  =  el  amo  de  casa., 
Pero  cedo  da  palabra  a  don  Pablo,  puesto  que  de  Bascuence  se  trata. 

Pablo. — Estoy  en  un  todo  con  don  Aurelio;  las  leyes  eufónicas  se 
observan  más  o  menos,  según  los  diaJectos;  pero  siempre  el  sufijo  en 
cuestión  reviste  una  de  las  formas  -go,  -ko,  -gu,  -ku,  que  son  las  que 
don  Carlos  ha  dado  por  primitivas. 

Carlos. — Tenemos,  pues,  que  el  Bascuence  posee  el  mismo  sufijo 
que  el  Latín,  del  cual,  sin  duda,  alguna  lo  ha  tomado,  como  otras  tan- 
tas cosas. 

AuREUO. — Esto  ya  me  toca  a  mí,  don  Carlos,  y  confieso  que  el 
Eúskera  ha  tomado  muchas  palabras  del  castellano  y  algunas  eclesiás- 
ticas del  Latín;  pero  sufijos  u  otro  elemento  gramatical;  ni  uno,  ami- 
go mío. 

Lo  último  que  llega  a  tomar  prestado  una  lengua  de  otra  son  las 
notas  gramaticales,  y,  cuando  ese  caso  llega,  puede  darse  por  perdida 
la  lengua  que  las  toma:  no  para  hasta  tomar  la  mitad  por  lo  menos  de 
la  gramática,  y  cambia  su  estructura,  haciéndose  hija,  por  lo  menos 
prohijada,  de  la  lengua  a  la  cual  se  sometió.  Hijas  del  Latín  se  hicie- 
ron de  esta  manera  las  lenguas  primitivas  de  Francia  y  España,  ahi- 
jadas o  prohijadas  el  Turco  y  el  Persa  respecto  del  Árabe.  Pero  el 
Eúskera  sigue  siendo  Eúskera,  no  lleva  una  sola  gota  de  sangre  la- 
tina en  sus  venas;  ha  tomado  del  Latín  algunas  palabras,  se  ha  enga- 
lanado con  alguna  sortija,  si  usted  quiere,  pero  nada  más. 

Carlob. — Bien;   pero  no  pudiendo  usted  probar  que   ese   sufijo  sea 


78  DIÁLOGOS   FAMILIARES 

más  bascongado  que  indo-europeo,  lo  único  que  se  deduce  será  que 
hay  alguna  afinidad  entre  ambas  lenguas. 

Aurelio. — Que  sea  más  bascongado  que  indo-europeo,  se  lo  proba- 
ré yo  al  momento,  o  mejor  dicho,  se  lo  probará  el  mismo  Bascuence. 
Y  si  no,  dígame,  para  prepararle  yo  Gl  terreno:  ese  sufijo  indo-europeo, 
que  llamaremos  -ko,  si  es  real  y  originariamente  I-E,  debe  tener  un  va- 
lor determinado  y  debe  emplearse  con  cualquier  tema,  siempre  que 
queramos  dar  a  ese  tema  Ja  modificación  encerrada  en  el  valor  del  su- 
fijo. ¿  No  es  así  ? 

Carlos. — uA.sí  parece,  ateniéndonos  a  la  lógica,  pues.fo  que  cada  idea 
debe  tener  su  signo  exclusivo;  pero  el  lenguaje  se  ríe  a  menudo  de 
Ja  lógica.  De  hecho  el  sufijo  -ko  sólo  se  halla  en  deiterminados  temas; 
no  se  puede  emplear  con  todos  ni  siempre  que  se  quiera  expresar  la 
idea  que  encierra.  Por  ejemplo,  el  -go  de  los  demostrativos  del  Eslavo 
no  se  emplea  ipara  los  personales,  ni  para  los  nombres;  el  -xo-;  de  los 
adjetivos  griegos  no  se  emplea  más  que  para  formar  ciertos  adjetivos 
y  con  temas  determinados;  de  Xojpc!=  lugar,  no  se  dice,  por  ejemplo, 
Xiupa-xo-;,  -xyj,  -xov. 

Aurelio. — ¿  I>e  modo  que  hay  falta  de  lógica  en  el  empleo  de  este 
sufijo  en  las  I-E? 

Carlos. — Así  es. 

Aurelio. — Y  si  en  alguna  lengua  no  hubiera  esa  failta  de  lógica 
4 no  le  parece  que  en  cuanto  a  ese  sufijo,  esa  lengua  sería  más  perfecta' 

Carlos. — 'No  hay  duda. 

Aurelio. — Y  ¿no  parece  que  el  sufijo  deba  pertenecer  más  bien 
a  Oa  lenguíi  en  la  cual  se  empileare  lógicamente,  que  no  a  las  demás, 
donde  sólo  esté  como  cristalizado,  donde  se  emplee  irrazonablemente 
y  sin  lógica,  donde  ha  perdido  la  vida,  !la  actividad  y  la  libertad,  pro- 
pias de  todo  organismo  viviente ;  donde,  en  una  palabra,  parezca  estar 
de  prestado,  sin  Ja  libertad  de  acción  de  quien  vive  de  por  sí? 

Carlos. — Muchas  metafísicas  son  ésas,  amigo  Aurelio;  concedo  que 
d  empleo  del  tal  sufijo  es  irrazonable  en  I-E,  puesto  que  falta,  la 
lógica  en  él ;  lo  demás  de  organismos,  etc.,  no  lo  entiendo. 

Aurelio. — Me  basta  con  lo  que  entiende  usted  y  por  ello  llegará  a 
entender  lo  demás.  .Si  es  irrazonable  el  empleo,  como  usted  concede, 
resulta  que  en  las  lenguas  indo-europeas  no  está  la  razón  de  sor  del 
tal  sufijo. 

■Carlos. — ^Asi  es ;  pero  lo  mismo  sucede  con  los  demás  sufijos,  y 
creo  que  en  todas  las  lenguas. 

Aurelio. — Permítame  que  le  diga  que  esto  después  lo  veremos. 
Pero,  por  de  pronto,  en  la  lengua  donde  el  empJeo  de  ese  sufijo  sea 
lógico  y  razonable,  si  es  que  esa  lengua  vive,  ¿no  tendrá  en  ella  «i 
razón  de  ser  el  tal  sufijo? 

Carlos. — Es  consecuencia  de  'lo  que  Je  he  concedido. 

Aurelio. — iLuego  ¿ese  sufijo  será  propio  de  la  lengua  en  la  cual 
tenga  su  razón  de  ser,  y  no  de  las  otras  donde,  sucediendo  Jo  con- 
trario, parece  debe  de  estar  como  de  prestado? 


ACERCA  DEL  EUSQUER.\  Y  DEL  CASTELLANO        79- 

Carlos. — Algo  veo  de  eso,  bien  que  110  todo, 

Aurelio. — Los  pseudo-prefijos  castellanos  al-,  por  «jemplo,  en  al-coba, 
al-corán,  al-caide ;  arci-,  are-,  archi-,  arqui-,  are-,  como  en  arci-preste, 
are-ángel,  arehi-diiquc,  arqui-cpiscopal,  arz-obispo ;  bien-,  bcne-,  bcn-, 
boni-,  como  en  bien-querencia,  benc-ficio,  ben-decir,  boni-ficar,  y  otros 
muchos,  es  cosa  manifiesta  que  son  propiedad  de  Árabe,  Griego  y  La- 
tín, respectivamente,  y  que  en  Castellano  sólo  están  de  prestado,  pues- 
to que  no  podemos  aplicarlos  a  otros  temas,  por  haberse  tomado  jun- 
tamente con  las  formas  en  que  se  hallan.  Asi  no  podemos  decir  al-mesa 
por  la  mesa,  ni  aUhombre  por  el  hombre,  como  se  dice  en  Árabe  aña- 
diendo al,  que  es  artículo,  a  cualquier  palabra;  de  la  misma  manera  no 
podemos  decir  arqui-rey,  ni  arz-preste  ni  boni-entender  por  entender 
bien,  ni  ben-ver,  por  ver  bien,  etc. 

Carlos. — Ahora  caigo  en  que  -go  está  de  prestado  y  no  como  en 
su  casa  propio,  en  las  indo-europeas;  y  ésita,  su  propia  casa,  será  aque- 
lla lengua  donde,  como  usted  dice,  halle  su  razón  de  ser  y  se  pueda  em- 
plear con  cualquier  tema. 

Aurelio. — 'Si  en  vez  de  la  metáfora  de  la  casa,  hubiera  empleado  us- 
ted 3a  de  terreno,  le  hubiera  hecho  ver  cómo  -go  es  un  elemento  or- 
gánico que  sólo  vive  libre  y  activamente  allí  donde  pueda  emplearse 
con  razón  de  ser,  y  que  en  I-E  está  como  en  terreno  ajeno,  adonde 
se  ha  trasplantado,  y  no  vegeta  sino  como  atrofiado  en  añgunas  for- 
mas sueltas:  que  era  lo  que  usted  no  alcanzaba  por  el  pronto,  cuando 
cnipileé  yo  esta  metáfora. 

Carlos. — Estamos  enteramente  conformes,  y  digo  que  si  en  el  Bas- 
cuence,  puesto  que  ahí  parece  quiere  usted  venir  a  parar,  el  sufijo  -go 
vive  como  un  sufijo  realmente  orgánico  que  se  puede  poner  y  quitar, 
y  eso  a  todos  los  temas  según  ías  exigencias  del  pensamiento,  y  siem- 
pre con  el  mismo  valor,  ese  sufijo  es  del  Bascuence  y  que  de  esa  lengua 
pasó  a  las  I-E.  El  cómo  no  quiero  cavilar  por  explicármelo,  porqut; 
es  en  vano,  ya  que  estoy  convencido  de  que  no  me  podrá  usted  probar 
que  todo  eso  se  dé  en  su  Bascuence. 

Aurelio. — ^Ahora  le  toca  hablar  por  sí  al  mismo  Bascuence :  es- 
cuchémosle. 

Zortzi  vale  ocho,  zortzi-ko  =  lo  de  ocho,  octavilla  poética;  albo  = 
ledo,  albo-ko  =  lateral;  erri  =  país,  crri-ko  =  del  país.  Hasita  aquí 
tenemos  d  -ko  indo-europeo,  aunque  en  Latín  y  en  Griego  se  use  sobre 
todo  el  sufijo  -i-co,  como  mend-icus,  mod-icus,  o  -ticus,  poe-ticus,  etc. 
¿Puede  añadirse  el  sufijo  -ko  en  I-E  a  otros  temas  cualesquiera? 

Carlos. — Ya  he  diho  que  no;  de  mensis  no  se  dice  mensicus,  sino 
mensual  en  Castellano,  de  templum  no  se  dice  templicus,  sino  templa- 
rio y  en  Laitín  se  emplea  en  estos  casos  el  genitivo. 

Aurelio. — Pues  el  Bascuence  maneja  este  sufijo  como  le  viene  en 
talante:  lo  añade,  en  primer  lugar,  a  cualquier  tema;  además  a  cual- 
quier caso  de  la  deolinación  y  a  cualquier  forma  gramatical. 

Aita  ==  padre,  aita-gana  =  hacia  o  para  el  padre  y  aitagana-ko  = 


"So  DIÁLOGOS   FAMILIARES 

io  hacia  el  padre,  aita-tza  =  por  o  como  padre,  aita^tza-ko  =  lo  por 
o  cotno  padre. 

Carlos. — Gran  dominio  muestra  tener  el  Bascuence  sobre  ese  su- 
fijo. 

AirnELio. — Lurra  =  tierra^  lurr-etik  =  de  parte  de  tierra;  lurretik- 
ko  =  lo  de  parte  de  itera;  goiz  =  la  mañana;  goiz-an  =  en  la  ma- 
ñana, goizango  =  lo  en  la  mañana;  goiz-ara  =  a  la  mañana,  goizara- 
io  =  ¡o  a  ia  mañana;  ian  =  comer,  ian-go  =  qué  catner,  ia-te  =  el 
acto  de  comer,  iateko  =  lo  del  acto  de  comer,  ian-da  =  comido,  ianda- 
ko  =  lo  de  comido,  gizona  =  el  hombre,  gizona-ko  =^  humano,  gi- 
zonareki  =  con  el  hombre,  gizonareki-ko  ==■  lo  con  el  hombre,  birtu- 
teare-ki-la-ko  =  perteneciente  a  lo  con  hacia  la  virtud. 

Carlos. — ¡¿De  modo  que  se  puede  añadir  a  un  tema  que  lleve  ya 
otros  varios  sufijos? 

Aurelio. — ^Puede  llevar  d  tema  cuantos  sufijos  quiera;  el  -ko  se 
le  añadirá  siempre  que  lo  pida  la  idea  encerrada  en  este  mismo  sufijo. 
Sendo-en  =  de  los  fuertes  o  el  más  fuerte,  sendo-cn-go  =  lo  de  los 
más  fuertes,  sendo-en-etarik  =  saliendo  de  lo  más  fuerte,  scndo-en-eta- 
rilt-ko  =  lo  que  sale  de  lo  más  fuerte. 

Carlos. — lis  admirable  la  flexibilidad  de  ese  sufijo  y  la  sencillez  de 
mecanismo  que  supone  en  eü  Bascuence. 

Aurelio. — ^Deje,  por  Dios,  hablar  al  Eúskera  que  quiere  despachar- 
se a  su  gusto. 

Urdail-era  <=  para  el  estómago,  urdaihra-ko  ==  lo  para  el  estómago: 
bera-gananz  =  hacia  él,  beragananz-ko  =■;  lo  hacia  él;  sorbaldar-aino 
^=  hasta  el  hombro,  solbaldaraino-ko  =  lo  hasta  el  hombro;  tncndi-en- 
eta-ko  =  lo  de  los  más  grandes  montes. 

Igualmente  mendi-ko,  mendi-a-ko,  mendi-eta-ko,  mendi-ra-ko,  men- 
dt-eta-ra-ko,  mendik-ko,  mendi-etarik-ko ,  mendi-ronz-ko,  mendi-etarona- 
ko,  mendi-ki-ko,  mendi-etaki-ko,  mcndi-aino-ko,  mendi-etaino-ko ,  men- 
di-raino-ko,  mcndi-aino-ko,  mcndi-etaino-ko,  mendi-daino-ko,  mendi-la- 
ko,  mendi-etala-ko,  mcndi-etalakorik-ko,  mendi-an-go,  inendi-etan-go, 
ynendi-gan-kc,  mcndi-ctagan-go,  mendi-pe-ko,  viendi-pcra-ko...  Infini- 
tas formas  en  ko,  formadas  de  todas  las  relaciones  de  mendi  ^=^  monte 
o  mendi-eta  =  lugar  montañoso ;  las  cuales  todas  tiene  el  copioso  La- 
tin  para  expresar  con  montanus  y  nosotros  con  serrano  o  montañés. 

Diciendo  serrano,  no  sabemos  si  es  del  o  para  o  en  o  hacia  o  so- 
bre... el  monte. 

¿  Por  qué  no  sie  puede  añadir  en  Latín  -cus  a  todas  las  formas,  y 
a5  genitivo,  dativo,  etc.?  ¿Por  qué  no  decir  mons-ko,  montis-co,  fnonti- 
co,  m^ntem-ko,  etc.?  La  posesión  -ko  lo  mismo  puede  ser  del  monte  a 
secas,  como  de  la  dirección  a,  de,  hacia  o  hasta,  sobre,  bajo,  etc.,  el 
monte.  Con  era-ko  ■=»  lo  para,  edatera-ko  ==  lo  para  beber;  lo  mismo 
con  -aren-da-ko,  -aren-tza-ko,  -ra-ko,  -tarako,  areki-ko,  -lan-go,  laz-to: 
cditrra^.oiyigo  =  lo  como  la  nieve,  bildotza-lango  =  como  un  cordero, 
suriabczela-ko  =  semejante  a  lo  blanco,  ote. 


ACERCA   DEL    ÉUSQUERA  Y    DEL    CASTELLANO  8l 

Carlos. — (Riquísimo  sería  el  lenguaje  que  de  los  cinco  casos  pudie-  - 
Ta  formar  adjetivos  correspondientes  a  Jas  relaciones  que  expresan. 

Aurelio. — Pero  eJ  Bascuence  no  tiene  cinco  casos,  como  e3  Latín, 
sino  infinidad  de  ellos,  por  la  sencilla  razón  de  que  las  relaciones  deE 
nombre  y  del  concepto  son  infinitas,  y  no  solas  cinco. 

Mientras  el  Latín  sólo  añade  -cus  al  tema,  y  no  a  los  casos,  el  Bas- 
cuence lo  añade  a  los  cinco  casos,  y  a  la  infinidad  de  casos  que  posee, 
de  los  cuales  el  Latín  carece. 

Dondequiera  que  intervenga  la  idea  posesiva  de  -ko,  se  añade,  sea 
la  forma  la  que  quiera,  y  sea  absoluta  o  modificada  por  cualquier  su- 
fijo. Zur  =  madera,  surr-cj^  =  de  tnadera,  zurrez-ko-a  =  lo  hecho  de 
madera.  Y  si  en  vez  de  -o  z=  lo,  decimos  la  casa,  tendremos  zurrez-ko~ 
etchea  =  la  casa  de  madera.  Mendi-ra  ==  al  monte,  mendira-ko-a  =í 
lo  al-monte,  mendirako-bidea  =  el  camino  que  lleva  al  monte.  Non-go 
chakurra  =  ¿el  perro  de  donde?,  ^M-EH-oo-mutüa  =  el  muchacho  de 
AQUÍ,  o^-Ko-auntza  =  la  cabra  de  ahí,  BERTA-Ko-a<iarrc/  =  la  rama  de 
ALLÍ  MISMO,  ED0N0N-G0-¿>í?r/a¿/2o  =  fenómeno  de  donde  quiera,  ka'.- 
OüETA-KO-ontziak  =  ios  buques  de  este  puerto,  kai-oneta-ko-ak  =  los 
de  este  puerto,  nzR\-GANAi^z-Ko-mendua  =  la  inclinación  de  hacia  sí, 
jAUNAGANAiNO-KO-^j^orja  =  lu  súpUca  de  hasta  el  Señor, 

No  sólo  a  las  palabras,  sino  a  las  frases  enteras  se  les  añade  -ko,  . 
convirtiéndoías  en  adjetivos,  que  se  tratan  como  cualquiera  otra   for- 
ma simple;  y  a  las  formas  en  -ko  se  les  pueden  añadir  otros  cuales- 
quier  sufijos: 

Emendi-koa  =  lo  de  aquí,  emendiko-rik  =  algo  de  aquí,  emendiko  - 
bat  =  uno  de  aquí,  eniendiko-arenik  =  ai'go  de  lo  de  aquí,  cmendiko-ari 
=  a  lo  de  aquí,  emendico-aren-etchea  =  la  casa  de  lo  de  aquí,  en^endi- 
ho-ez  =  de  lo  de  aquí,  norgana-ko-tzat  =  para  lo  de  hc^ia  quién?, 
zelairanz-ko-tik  =  de  lo  hacia  el  prado. 

launa  bigarren-aldi-ko-mintzatu  zitzaitan  zioelarik  =  El  Seiíor  me 
habló  segunda  vez  diciendo  (Duvoisin) :  la  forma  hablar  segunda  vez 
es  un  todo,  un  predicado,  compuesto  de  bigarrenaldiko  =  segunda  ves 
y  de  minzatu  =  haUar.  Zer  gauzak  ote  dirá  =  ¿qué  cosas  pueden  ser? 
Y  responde  Mendiburu :  Igandean  igandekoak,  astean  astekoak,  orduan 
ordukoak,  eta  aldian  aldikoak  =  El  domingo,  cosas  del  domingo,  los 
días  de  labor,  las  del  día  de  labor,  etc. 

Carlos. — Pero  ese  sufijo  ¿es  de  genitivo,  de  adjeítivo  o  de  qué? 

Aurelio. — Difícil  es  limitar  lo  ilimitado;  es  de  genitivo,  de  adje- 
tivo y  de  otras  muchas  cosas  más;  es  de  todo,  y  no  lo  es  de  nada  de- 
terminada y  exclusivamente ;  equivale  a  mil  expresiones  de  nuestras 
lenguas.  Y  es  que  sólo  indica  una  idea,  y  dondequiera  que  haya  que  ex- 
presaría, allí  saíta  el  -ko;  esa  idea  es  la  de  accidente  que  sobreviene 
el  sujeto,  y  (el  -ko  se  añade  a  cualquiera  forma  que  se  enuncie  comer 
accidente  deJ  sujeto,  sea  esa  forma  un  nombre,  un  caso,  una  frase  en- 
tera. E/1  sufijo  -ko  es  el  adjetivador  universal. 

Carlos. — En  mi  vida  he  visto  confusión  semejante. 

Aurelio. — También  d  mundo  parece  una  confusión  de  fenómenos 


82  DIÁLOGOS  F.\MILIARES 

y  leyes,  que  se  entrechocan  más  complicadamente  que  las  olas  en  el 
Océano  y  que  las  ondas  sonoras  en  el  aire.  Con  todo,  el  mundo  se  llama 
xóojio;  y  orden,  y  todo  en  él  sucede  con  número,  peso  y  medida,  y  las 
leyes  de  esos  movimientos  de  las  aguas  y  de  las  partículas  aéreas,  sabe 
usted  muy  bien  que  se  unifican  en  una  sola  ley  física  del  dinamismo 
universal. 

Acostumbrados  a  Ja  pobreza  de  nuestras  lenguas,  la  inexhausta  ri- 
queza del  Eúskera  nos  confunde,  como  al  que  es'tá  hecho  a  la  luz  del 
aceite  ofusca  la  de  la  electricidad ;  lo  aial,  sin  embargo,  no  es  falta  que 
se  pueda  achacar  ni  a  la  brillantez  de  la  e'letricidad,  ni  a  la  riqueza 
del  Eúskera,  sino  a  la  limitada  receptibilidad  del  ojo,  hecho  al  aceite, 
y  a  la  mente,  hecha  a  las  copiosísimas  lenguas  olásicas,  al  Latín,  al 
Griego  y  al  Sanskrit, 

Sd  se  dice  itz-egin  zuen  =  dijo,  es  natural  que  añadiéndose  -ko 
se  diga  también  «r/w  da  ura  mintzatii  izan  dene-ko  =  salió  hablando, 
•de  modo  que  tnintzatu  izan  den  =  el  que  estaba  hablando  se  adjetive 
con  eí  -ko. 

Gaizak         DAiZA-LA-KO,       daiikez      egimcnak 
las  cosas    porque  son,         tienen      obrar. 

Aquí  daiza-la  =  que  tienen,  queda  adjetivado  respecto  dd  sujeto 
gaizak  =z  cosas. 

Pero  sería  meternos  en  demasiadas  honduras;  creo,  don  Carlos, 
•que  estará  usted  completamente  convencido  de  que  el  sufijo  -ko  es 
un  advenedizo  en  I-E,  y  que  sólo  vive  en  el  Bascuence  a  sus  anchas, 
como  en  su  casa;  que  en  I-E  es  un  sufijo  enteco,  que  agarrado  a  las 
fíuldas  de  algunos  temas  no  puede  separarse  de  ellas,  ni  sabe  de  dónde 
viene,  ni  lo  que  vale,  y  que  en  Eúskera  vive  con  toda  libertad  de  ac- 
ción, tiene  conciencia  de  sí  mismo  y  de  su  propio  valer  y  corre  es- 
pontánea y  activamente  por  todas  partes  adonde  puede  prestar  algún 
servicio. 

Carlos. — Mucho  me  cuesta  confesarlo;  pero,  estando  bajo  la  fé- 
ru5a  de  usted,  tendré  que  resignarme  a  ello :  y  no  porque  mi  razón  no 
quede  enteramente  con\"encida,  sino  porque  afl  volver  a  mi  tierra  me 
van  a  dar  en  cara  oon  que  he  sido  víctima  de  la  superstición  española, 
y  que  renuncio  de  un  goilpe  a  toda  esa  balumba  de  leyes  fonéticas,  que 
después  de  mucho  recoger  hechos  y  compararlos  nos  deja  sin  expli- 
car una  sílaba  -go  deil  genitivo  del  demostrativo  eslavo;  y  eso  por 
abrazar  doctrinas  de  una  Jengua  que  ni  sé  de  dónde  viene,  ni  adonde 
va,  ni  tiene  dos  cuartos  en  el  bolsillo. 

Aurelio. — Bajo  una  mala  capa  se  halla  a  veces  un  buen  bebedor. 
-amigo  Carlos.  Tampoco  los  caseros  de  estos  montes  saben  de  dónde 
les  vino  esa  lengua;  pero  ello  es  que  esa  lengua  vive  y  sus  ecos  ale- 
gran estos  valles  y  aquellos  picachos  que  ve  usted  allá  a  lo  lejos.  Y  si 
estas  gentes  son  pobres  de  cuartos  y  aun  de  progreso,  según  ustedes, 
muestran  en  su  lengua  tener  un  entendimiento  que  no  cede  a!  de 
tíingán  pueblo:  si  es  cierto,  como  dicen  usted'CS,  que  el  lenguaje  es  el 


ACERCA  DEL  EÚSQ'UERA  Y  DEL  CASTELLANO  83 

espejo  del  pensamiento,  y  que  cada  pueblo  ha  dejado  fotografiadas  sus 
ideas  en  su  propio  idioma. 

Y  aJ  llegar  aquí,  mi  querido  Bonilla,  abro  un  paréntesis  mienitras 
don  Carlos  saca  la  cigarrera  y  ofrece  unos  buenos  tabacos  a  sus  com- 
pañeros, para  decirle,  que  no  vaya  a  creer  que  he  ido  buscando  con 
candil  en  el  Eúskera  el  sufijo  -go,  como  el  más  a  propósito  para  lle- 
var adelante  mi  tesis.  Me  salió  a'l  encuentro  abriendo  un  libro  del  mis- 
mo don  Carüos ;  y  si  no,  va  usté  a  ver  mi  sinceridad  por  el  resto  del  Diá- 
logo, que  se  reanudó  de  esta  manera: 

Julián. — ^Sí,  ese  sufijo  -ko  o  -go,  que  no  ha  sufrido  en  Eúskera 
las  evoiluciomes  fonéticas  que  ha  sufrido  en  Jas  indo-europeas,  y  su 
empleo  universal  como  adjetivador  en  la  una  y  como  elemento  cris- 
talizado que  sólo  sirve  en  ías  otras  en  casos  determinados,  es  mani- 
fiestamente euskérico.  ¿Quién  sabe  si  en  los  viajes  que  los  euscaldunas 
.y  los  arios  tuvieron  que  emprender  por  Asia  y  Europea  no  lo  tomaron 
-éstos  de  aquéllos?  Pero,  don  Aurelio,  una  golondrina  no  hace  verano. 

Aurelio. — Yo  les  traeré  todas  las  golondrinas  que  ustedes  quieran. 

Julián. — ^El  genitivo  verdadero  en  nuestras  lenguas  es  -as,  -os,  -is, 
como  en  scrmon-is;  la  -i  de  domin-i,  que  usted  ha  mentado  antes  más 
bien  parece  ser  de  dativo  en  su  origen,  como  en  rosa-'E,  antiguamente 
rosoli,  y  en  Griego  y.wpa  por  X'"r^<^"'. 

Carlos. — Esa  -i  también  es  locativa,  y  en  Sánskrit  es  donde  se  en- 
cuentran bien  deslindados  estos  casos,  siendo  -i  el  locativo  y  -é  el  da- 
tivo, o  sea  -ai. 

Pablo. — En  Latín  -i  es  locativa  en  rur-\  =  en  el  campo,  militia-e, 
etcétera. 

Aurelio. — Ese  locativo  propiamente  es  el  de  término  adonde,  como 
en  aquel  verso  de  Virgilio:  truncumque  rcliqíiit  arenae,  como  quien  dice 
a  tierra  con  nuestra  a  de  dativo.  Sólo  que  en  Sánskrit  la  i  de  dativo 
adhiriéndose  a  la  -a  de  la  desinencia  nominal  dio  -ai  o  sea  -e,  que  des- 
pués se  añadió  como  nota  de  dativo  a  otros  temas,  quedando  la  -i  para 
esa  concreción  particular  de  locativo,  y  en  Latín  sirvió  para  el  geni- 
tivo de  los  temas  consonantes,  como  domin-i,  y  en  toda  la  familia 
para  formar  adjetivos,  como  patr-i-us  patr-i-a,  patr-i-um.  Est  tnihi  lí- 
ber equivale  a  líber  mei  y  a  liber  meus:  la  misma  -i  sirve  para  el  ge- 
nitivo, el  dativo  y  el  locativo. 

Pablo. — Esa  confusión  de  casos  no  se  halla  en  Eúskera:  la  -i  e» 
solamente  de  dativo. 

Carlos. — ¿También  tiene  la  -i  el  Eúskera? 

Aurelio. — Gisonar-i  =  al  hombre,  gizone-i  =  a  hombres.  Pero 
esa  evolución  indo-europea  en  la  forma,  desaipareciendo  en  domino 
por  domino-i  y  en  X"ip?,  donde  sólo  está  suscrita,  y  combinándose  con 
la  -a  en  la  -é  sánskrita,  prueba  que  en  Eúskera  es  donde  se  encuentra 
como  en  su  terreno  originario,  y  no  menos  lo  prueba  el  diverso  em- 
pleo y  variadas  significaciones  derivadas  que  tiene  la  -i  en  las  indo-eu- 
ropeas y  que  no  tiene  en  Eúskera,  Ahí  tiene  usted,  don  Julián,  otra 
golondrina. 


84  DIÁLOGOS  FAMILIARES 

Julián. — Sí,  pero  se  ha  dejado  escapar  la  del  genitivo  -is,  que  yo  !e 

había  propuesto ;  y  es  que  esa  golondrina  no  es  bascongada. 
Aurelio. — ¿Cómo  se  dice  en  Eúskera  cosa  de  oro? 
Julián. — Urrezkoa,  como  sillarrezkoa  de  plata,  arrizkoa  de  piedra: 
ts  el  sufijo  -ka  con  el  artículo  -a. 

Aurelio. — Quitando  el  -ka,  nos  quedan  urr-ez  =  de  oro,  siltarr- 
ej  =  de  plata,  arri-z  =  de  piedra. 

Carlos. — ¿  No  ha  dicho  usted,  don  Pablo,  que  en  Eúskera  no  ha- 
bía confusión  de  casos?  Pues  si  en  Latín  hay  para  el  genitivo  las  no- 
tas -t,  -is,  también  en  Eúskera  hay  -ko  y  -ez,  -z. 

Aurelio. — Esta  nota  -z  no  es  de  genitivo,  es  de  ablativo  o  material, 
de  materia  ex  qiia:  arri  =:  piedra,  arri-z  =  de  piedra,  pero  como  sa- 
cado de,  por  ejemplo,  una  estatua.  Y  si  se  quiere  adjetivar,  se  ie  añade 
-ko,  arriz-ko  =  de  piedra,  así  como  de  mendi-ra  =  al  monte,  mcndira 
-ko  ^^  lo  al  monte.  Y  les  voy  a  dar  no  sólo  esta  nueva  golondrina, 
que  ya  tiene  usted  en  la  mano,  don  Julián,  sino  toda  su  nidada. 

Antonio. — Paso  y  no  precipitarse.  Si  es  de  ablativo  esa  -z,  nada 
tiene  que  ver  con  el  -is,  o  -as  u  -os  del  genitivo  indo-europeo. 

Aurelio. — .Las  indo-europeas  han  confundido  todos  los  casos:  del 
original  valor  euskérico,  que  es  el  material,  han  hecho  un  genitivo  no 
sólo  de  materia,  sino  de  posesión,  etc. ;  en  cambio  emplean  d  sufijo 
posiesivo  -n  para  el  genitivo  de  materia,  como  la  -t  de  dativo  para  to- 
dos esos  genitivos.  La  diferencia  está  en  que  unos  temas  tienen  sólo 
el  genitivo  -is,  otros  el  -i,  otros  el  -n;  pero  todos  se  emplean  indistin- 
tamente para  todas  esas  relaciones.  En  Eúskera  cada  una  de  estas 
notas  tiene  su  propio  valor  y  se  puede  añadir  a  cualquier  tema.  La 
evolución  y  degeneración  en  nuestras  lenguas  es,  por  consiguiente, 
manifiesta:  todos  esos  sufijos  vienen  del  Eúskera. 

Carlos. — (La  nidada,  amigo  mío,  la  nidada :  que  tengo  ganas  de  verla. 

Aurelio. — Hay  en  nuestras  lenguas,  como  ustedes  saben,  unos  ver- 
bos llamados  incoativos,  cuya  característica  es  -escere,  adol-escere,  ere- 
icere,  alb-escere,  sen-escere. 

Antonio. — Del  cual  hemos  hecho  en  castellano  -escer  y  hoy  -ecer, 
como  aman-escer  y  aman-ecer,  cr-escer  y  cr-ecer,  etc. 

Aurelio. — 'Su  significación  no  es  más  que  la  de  una  acción  que 
Ta  verificándose  tan  despacio  que  parece  se  la  ve  con  los  ojos. 

Carlos. — Así  los  ha  interpretado   Curtius  con  gran   exactitud. 

Aurelio. — Pero  no  dio  todavía  del  todo  en  el  clavo.  Elsa  acción 
se  verifica  menudamente  por  decirlo  así.  Por  eso  se  llamaron  incoa- 
tivos, porque  parecen  empezar  la  acción ;  i>ero  mejor  los  hubiera  lla- 
mado yo  diminutivos. 

Carlos. — 'Golpe  magistral.  Los  verbos  incoativos  — ahora  lo  veo — 
derivan  de  los  nombres  y  adjetivos  diminutivos  en  -csco.  La  acción  es 
menuda,  se  va  haciendo  menudamente,  es  una  acción  diminutiva. 

Aurelio. — Pues  bien,  ese  sufijo  -esco  de  nombres,  adjetivos  y  ver- 
bos diminutivos  es  el  sufijo  euskérico  -ezko  o  -izko;  aber-iska  r=  ani- 
tnalejo  en  Eúskera,  o-z-ioxo;  =  carita,  prusichkas  =  prusiano  en   Li- 


ACERCA    DEL   ÉUSQUERA   Y   DEL   CASTELLANO  85 

tuano,  en  Alemán  antiguo  -iska,  Lituano  -ichka,  Esiavo  -isko  de  ad- 
jetivos, como  el  euskérico  -ezko. 

Julián. — ^Eso  pronto  se  dice. 

Aurelio. — Usted  mismo  ha  analizado  ese  sufijo  en  los  dos  compo- 
nentes -es,  -z  material  y  -ko  de  adjetivos.  ¿Puede  usted  analizar  tan 
fácilmente  el  -esco  indo-europeo? 

Carlos. — Realmente  ese  sufijo  indo-europeo  no  ha  podido  anali- 
zarlo ningún  autor,  y  voy  viendo  que  viene  del  Eúskera,  donde  en- 
cuentra cumplido  análisis. 

Aurelio. — Y  donde  tiene  también  -is-ko  valor  diminutivo. 

Carlos. — Ahora  veo  con  toda  claridad.  En  algunas  indo-europeas 
es  realmente  sufijo  simplemente  adjetivo,  como  en  urr-ezko  =:  de  oro 
del  Eúskera:  en  antiguo  Búlgaro  nebesi-sku  =  celestial,  en  Lituano 
tevi-szka  =  paternal,  en  Godo  harni-ska  =  kindisch  en   Alemán. 

Aurelio. — El  -iz-ko  es  variante  de  -ez-ko,  -z-ko,  pues  la  -i  es  del 
tema  arri-zko  =^  de  piedra;  urr-ezko  =  de  oro:  y  en  esía  acepción 
es  de  adjetivos  como  -ezko.  Pero  -iz  vale  en  punta,  -iz-ko  =  cosa  en 
punta,  es  decir,  que  sale,  que  es  lo  que  vale  el  -2  materia'l,  pero  en  -i, 
en  punta. 

Carlos. — Recuerdo  el  valor  de  las  vocales  naturales  (i),  que  me 
explicó  usted  en  otra  ocasión.  En  fin  que  nuestras  lenguas  quiere  us- 
ted decir  que  confundieron  los  dos  sufijos,  empleándose  ya  como  de 
adjetivos,  ya  como  de  diminutivos;  mientras  que  en  Eúskera  cada  cual 
conserva  su  propio  valor. 

Siempre  tenemos  la  confusión,  propia  del  empleo  de  un  instrumento 
ajeno,  en  las  indo-europeas. 

Aurelio. — Tiene  usted,  pues,  'la  nidada,  ya  que  ese  sufijo  -is  deT 
genitivo  latino  no  sólo  nos  ha  traído  la  golondrina,  que  don  Juliár» 
creía  huida,  sino  que  nos  ha  probado  el  origen  euskérico  de  los  ver- 
bos incoativos,  de  los  nombres  diminutivos  y  de  'los  adjetivos  en  -esco. 

Julián. — Si  no  me  engaño,  ha  mencionado  usted  hará  un  momento 
el  sufijo  -n  como  de  genitivo,  siendo  así  que  sólo  es  derivativo  de 
adjetivos  y  nombres. 

Aurelio. — Los  adjetivos  -n  fueron  en  su  origen  genitivos  de  po- 
«esión,  como  en  Godo  me-ina  =  mío,  se-ina  =z  suyo.  Ya  he  dicho  que 
genitivo  y  adjetivo  son  una  misma  cosa. 

Carlos. — Por  eso  la  -n  es  participial  pasiva  y  activa,  porque  e? 
participio  es  un  adjetivo  verbal,  y  del  participio  pasivo  derivaron  ad- 
jetivos y  nombres:  en  Sánskrit  bhug-na  =  doblado,  en  Griego  oen-vo'c 
=  respetable  de  asP-ojiai  =  respetar,  en  Latín  ple-nus  =  lleno,  que 
en  Lituano  es  pil-na.  Los  sufijos  -n  son  muchos  con  diversas  vocales 
temáticas  y  han  enriquecido  nuestras  lenguas  más  todavía  que  la  -i  y 
el  -ko  de  adjetivos.  En  Sánskrit  mal-in-as  =  lodoso,  en  Griego  Xifl-iv-o? 
=  de  piedra,  en  Latín  div-in-us  =  div-in-o,  nombres  como  yaj-ñas  = 
sacrificio,   i:oi-vr¡  =  poena  =  pena,  etc.,   etc.  Sobre  todo  los  partici- 


(i)     Cejador,   Gérmenes  del  lenguaje. 


86  DIÁLOGOS    FAMILIARES 

pios  como  audi-ens,  am-ans,  fcr-cntem  =:  cpsp-ovrat  z^bhar-anta.  El  par- 
ticipio es  la  forma  relativa  verbal,  el  que  convierte  en  adjetivo  o  rela- 
tivo una  forma  verbal  cualquiera. 

Aurelio. — ^Luego,  en  buena  lógica,  debiera  haber  tantos  participios 
como  formas  verbales;  quiero  decir  que  toda  forma  verbal  pudiera  ha- 
cerse relativa  añadiéndosele  la  -n  relativa. 

Carlos. — Esas  son  gollerías  de  la  lógica;  de  hecho  un  solo  parti- 
cipio sirve  para  el  relativo  de  muchas  formas.  En  Griego  hay  par- 
ticL-pios  -n  formados  de  unos  pocos  tiempos  y  sirven  para  todas  las 
personas:  pooXsú-tuv,  pouXí'ja-iuv,  X'.x-túv,  Po'jXsúOe-v;  en  Latín  sólo  hay  uno. 
el  de  presente,  ama^n-s. 

Aurelio. — 'Pues  esa  misma  -n  se  añade  en  Eúskera  a  cualquier 
forma  verbal,  de  modo  que  'los  participios  son  tantos  como  las  for- 
mas verbales,  que  son  casi  infinitas,  tantas  como  pueden  ser  las  rela- 
ciones del  juicio  mental.  Para  un  amans  o  ^qoXs'mov,  tiene  el  Eúskera 
las  formas  siguientes: 


amatzen    dcd-an 

—  dezu-n 

—  dii'Cn 


que  yo  amo 
qiirC  tú  amas 
que  él  ama 


,  )      mutilla  =  el  niño       »  , 

—  degu-n  ]     que  nosotros  amamos 

—  dezue-n         \  i     que  vosotros  amáis 

—  duc-n  '  I      que  ellos  aman 

D-e  la  misma  manera  dizud-an  =  que  yo  te  amo,  dizu-n  =  que  él 
te  ama,  eíc,  etc.,  etc. 

Carlos. — Ya  comprendo:  en  las  I-E  la  -n  participial  sólo  se  añade 
al  tema  verbal,  de  modo  que  más  bien  es  un  relativo  del  tema;  en 
Eúskera,  añadiéndose  a  las  formas  verbales,  se  obtienen  relativos  de 
dichas  formas.  Es  reaJmeníte  el  ideal  lógico  dd  lengíiaje.  Cualquier 
forma  verbal  se  hace  relativa  con  esa  -n.  Si  yo  hubiera  inventado  el 
lenguaje  tal  lo  hubiera  ideado,  y  más  todavía,  hubiera  hecho  que  la 
misma  -n,  añadiéndose  no  sólo  a  las  formas  verbales  sino  a  cualquiera 
otra,  al  nombre,  al  adjetivo,  las  hubiera  convertido  en  relativas.  Y  creo 
que  así  debió  de  suceder  en  un  principio,  pues  meina  =  lo  de  mí  y  divi- 
niis  =  lo  de  Dios  son  restos  de  este  sistema,  bien  que  el  sistema  com- 
pleto no  se  dé,  ya  que  -n  no  hace  relativa  a  cuailquier  forma. 

Aurelio. — Ese  sistema  ideal  es  el  del  Eúskera :  etche  :=  casa,  ctche- 
A  =  LA  casa,  etche-ktik  =  t.o  of.  la  casa,  ctchc-Mi-atia  =  la  puerta 
LA  DE  la  casa.  Bi  =  dos,  bi-en  =  de  dos,  bat  =  uno,  bat-en  =  de  uno, 
ñor  =  quien?  nor-en  =  de  quién?  nor-en  -a  =  lo  de  quién?  nor-cn-e- 
tchea  =  la  ccísa  de  quién?  Cuailquier  forma  se  convierte  en  relativa 
con  la  -n.  Y  pueden  añadirse  después  cualesquier  sufijos:  gizonar-en  =« 
del  hombre,  gizonar-cn-a  =r  lo  del  hombre,  gizonar-en-ari  =  a  lo  dei 
hombre. 

Carlos. — 'Don  Aurelio,  no  conocía  yo  el  Bascuence.  Eso  es  sen- 
cillamente maravilloso,  estupendo;  es  el  ideal  de  la  lógica  del  pensa- 
miento fotografiado  y  puesto  en  sonidos  en  el  habla. 

Aurelio. — Como  ustedes  ven,  Ja  -n  es  de  genitivo,  zur-en  =  de  ti. 


ACERCA    DEL   ÉUSQUERA   Y   DEL    CASTELLANO  8/ 

vier-en  =  de  mí,  como  «n  el  meina  godo;  es  de  adjetivos  zuri-en-ak  = 
blancos,  ti^o-en-a  =  columbino,  como  divinus;  es  de  participios  ama- 
taen  de-na  =  lo  que  es  amado,  amatzen  du-en  =  que  ama,  como  amans. 
Es,  en  una  palabra,  relativa  la  -n  y  dondequiera  que  haya  que  hacer 
relativa  una  forma  cualquiera,  allí  viene  ella  a  prestar  sus  servicios. 
En  las  I-E  se  perdió  la  -»  de  genitivo  porque  le  sustituyeron  otras 
-notas,  la  -s  del  caso  material,  la  -i  del  dativo,  etc.  Quedan,  sin  embar- 
go, rastros  del  primitivo  genitivo  -n.  Además  de  los  adjetivos  que  ha 
mencionado  usted,  don  Carlos,  en  Armenio  -in  es  de  genitivo  con  los 
personales,  formando  los  posesivos,  que  en  toda  la  familia  son  geni- 
tivos: imoh-in  =  de  mA  o  mío,  iuroh-in  =  de  él;  en  Eslavo  -an,  que 
Eopíp  se  empeña  vanamente  en  sacar  del  genitivo  ordinario  de  la  fa- 
milia -s,  toy-an  ==  de  este,  voly-an  =  voluntatis;  en  Godo  ya  los  he- 
mos visto;  en  Zend  ma-na  =  mío,  en  antiguo  Persa  ma-ne,  en  An- 
glosajón wín,  en  Griego  ezcr-vo?  :^  aquel,  lo  de  allí,  '¡'-vo;  =  de  quiénf 
La  lucha  por  la  existencia  entre  ilos  sufijos  indo-europeos  ha  hecho 
desaparecer  su  empleo  en  todos  los  temas,  quedando  reducidos  cada 
uno  a  temas  determinados  y  confundiéndose  varios  de  ellos;  nada  de 
lo  cual  hay  en  Eúskera,  donde  cada  sufijo  se  añade  a  cualquier  forma 
y  siempre  con  su  propio  valor. 

Fuera  de  combate  y  como  esqueletos  han  quedado  no  pocos  sufijos. 
La  n  del  antiguo  genitivo  es  esa  especie  de  cuña  inorgánica  de  hom-m-is, 
Sánskrit  agma-i^-as.  Godo  hani-N-s,  que  también  se  da  en  las  lengtias 
drávidas,  sólo  que  en  ellas  se  trasluce  su  antiguo  valor  de  genitivo, 
como  ya  notó  Caldwell:  "from  the  use  of  which,  it  is  evident  that  in, 
through  merdy  euphonic  in  its  present  app^lication,  was  in  its  origin 
something  more  than  a  mere  euphonic  expletive."  En  Tamil  y  Cañares, 
por  ejemplo,  -in-  se  añade  entre  el  tema  y  los  sufijos  casuales,  como 
•en  hom-in-is,  hom-in-i,  hom-in-em;  pero  sin  ellos  -in  es  de  genitivo. 
El  Eúskera  presenta  esa  nota,  no  como  un  esqueleto  de  un  antiguo 
viviente,  sino  como  viviente  en  la  actualidad  (i).  Otro  tanto  sucede  con 
infinidad  de  sufijos.  ¿Cuál  es  el  origen  del  -tus  -ta  -ium  en  ama-tus, 
ama-ta,  ama-tum,  el  que  es  amado,  in  que  es  amada? 

Carlos. — En  Sánskrit  sthi-tas  =  que  está,  aTct-xó?,  sta-tus. 

Aurelio. — Esas  notas  que  forman  iparticipios  pasivos,  y  por  lo  mis- 
mo muchísimos  adjfeitivos  y  nombres  derivados,  no  viven  como  formas 
separadas;  ta  o  da,  tu  o  du  nada  significan  de  por  sí.  En  Eúskera 
gisona  da  =  el  hombre  es,  gizonak  du  =  el  hombre  ha  o  tiene,  de 
donde  egin  da  =  hecho  es,  egin  du  =  ha  o  tiene  hecho.  ¿  No  ve  usted 
aquí  nacer  la  acepción  del  participio  pasivo  de  la  conjugación  misma 
euskérica?  ¿Qué  significa  amado  sino  lo  que  es  amado,  o  lio  que  ha  sido, 
que  tiene  el  amar  como  acto  ya  pasado? 

El  verbo  ser  da  y  el  haber  du,  en  sus  formas  más  universales  de  la 
tercera  persona,  se  adhirieron  en  las  I-E  al  tema,  formando  partici- 


(i)     Véase  tratado   el    sufijo    -n    de   todas    las   lenguas   en    Cejador,    Tesoro 
(N,   Ñ). 


88  DIÁLOGOS    FAMILIARES 

pios  equivalentes  a  íos  euskéricos;  pero  sólo  en  Eúskera  viven  de  por 
si  como  verbos  ser  y  haber.  Además  el  sistenia  sexual  hizo  que  por  la. 
-u  =  -o  de  masculinos  y  la  -a  de  femeninos,  estos  dos  verbos  da,  dtt 
se  confundieran  en  una  sola  nota,  empleándose  para  esos  dos  géneros- 
La  evolución  es  patente  y  el  punto  de  partida  está  en  el  Eúskera. 

Carlos. — Me  ha  agobiado  usted  con  un  sinnúmero  de  hallazgos  de 
trascendencia  suma.  En  Sánskrit  kwa  nu  rajan  ga-tó  si  =  adonde,  rey^ 
IDO  eres  encierra,  efectivamente,  la  idea  del  verbo  ser  en  el  -ta. 

Aurelio. — Véase  la  pasiva:  ikusi-TA  noa  =  iñsTO  voyme,  habien- 
do o  después  de  ver. 

Julián. — Ese  ta  es  la  conjunción  y. 

Aurelio. — Ta  o  da  es  3a  conjunción  y  y  él  verbo  es  o  cópula  verbal: 
en  la  primera  acepción  une  dos  nombres,  en  el  segundo  une  los  dos. 
términos  de  la  proposición.  Traduzca  usted  ese  ikusi-ta  por  y,  por  es,. 
por  el  participio  pasado,  lo  mismo  da,  siempre  es  la  nota  que  une  dos. 
términos:  giaona  ta  emakumea  ==  ei  hombre  Y  la  mujer. 

En  las  mismas  indo-europeas  tenemos  el  da  formando  el  pretérita 
En  Godo  sokya  =  busco  y  soki-DA  =  he  buscado,  sokeis  =  buscas^ 
y  soki-des  =  has  buscado,  sokeidh  :=  éi  busca  y  soki-DA  =  ha  bus- 
cado. Ya  he  advertido  que  du  y  da  se  confundieron  en  una  sola  nota.. 
La  tercera  p.  soki-D.\  vale  es  buscado  o  buscaDO,  es  el  egin-DA  =  hechO' 
o  egin  da  =  es  hecho,  como  ori  da  =  eso  es. 

Carlos. — Es  evidente  el  origen  euskérico  de  esas  notas. 

Aurelio. — .Ahora  bien,  la  nota  de  la  tercera  p,  en  el  verbo  es  -ti,  -t„ 
bhara-ti  =  fer-t,'¿'3-'zi^=zes-t.  Esa  nota  es  el  -tu  =  -du  =  él  ha,  egin. 
DU  =  el  HA  hecho.  Se  ha  tomado  como  personal  lo  que  fué  3.*  persona, 
del  verbo  auxiliar  en  Eúskera. 

Carlos. — Ahora  comprendo  el  sufijo  derivativo  -ta,  -da:  iuven-ta  y 
el  -tu  =  -du,  iuven-tu-s,  en  Godo  yun-da.  Eslavo  pluno-ta,  Sánskrit. 
áéwa-ta  =  divini-ta-s,^'J'/-)-'^r'-'^=^  gravi-tas:  es  decir  donde  luiy  la 
idea  del  tema.   No  podían  formarse  mejor  los  abstractos. 

Aurelio. — En  Eúskera  se  forman  nombres  parecidos,  pero  concre- 
tos todavía:  gari-ta  =  trigal,  donde  hay  trigo,  esku-ta  =  puñado^, 
a-^-ta  =  acto  de  coger,  eskuka-da  =  mana-da,  burdika-da  =^  carreta- 
da. TaJ  es  el  origen  del  -ada  castellano,  bofetada,  cascada,  cabezada, 
es  decir  donde  hay...  Pero  lo  que  hay  es  que  el  sol  está  trasponiendo  y 
nosotros  seguimos  muy  sentados,  aunque  hasta  coger  el  tren  en  la  in- 
mediata estación  nos  queda  una  buena  media  hora  de  camino  a  pie. 

— ¿Qué  tal,  don  Julián?  — dijo  Pablo,  mientras  se  levantaban  y  se 
disponían  a  partir — .  ¿  Sirve  para  algo  mi  Bascuence  ? 

Julián. — Confieso  que  no  había  dado  en  tales  relaciones  del  Eúskera 
con  las  indo-europeas.  Aunque  no  me  doy  por  vencido,  me  barrunto 
que  en  esa  comparación  hay  algo  que  merece  la  pena  de  estudiarse. 

Cari-OS. — No  algo,  sino  muchísimo.  Mi  amigo  don  Aurelio  suele, 
¿ar  siempre  estas  sorpresas ;  pero  la  de  hoy  ha  sido  para  mí  toda  una 
revelación.  Me  ha  abierto  desconocidos  horizontes  para  explicar  las. 
lenguas  indo-europeas.  La  metáfora  de  esqueletos  es  propísima.  Núes- 


ACERCA    DEL   ÉUSQUERA   Y    DEL   CASTELLANO  89 

tras  lenguas  están  llenas  de  cuñas  inexplicabües,  de  sufijos  medio  ro- 
tos, confundidos,  quiero  decir  degenerados  en  el  sonido  y  tn  la  signi- 
ícación ;  son  un  cementerio,  o  mejor  un  yacimiento  de  huesos  desen- 
'Cajados  pertenecieantes  a  anima'les  de  Otra  edad.  Y  !o  que  más  es:  don 
J^urelio  ha  sido  para  mí  el  Cuvier  de  la  lingüística,  ha  reconstituido 
«I  esqueleto  con  esas  piezas  informes,  merced  a  su  Eúskera. 

Con  estas  y  otras  ponderaciones,  que  don  Aurelio  aitribuyó  a  ga- 
lanterías de  su  buen  amigo,  fueron  caminando  hasta  Ja  próxima  es- 
tación. Don  Pablo  no  cabía  en  sí  de  gozo.  Don  Jullián  marcha;ba  cabiz- 
bajo y  algún  tanto  mohíno:  era  basoófilo,  pero  esias  investigacio- 
nes de  don  Aurelio  le  echaban  abajo  todas  sus  teorías.  Estaba  dis- 
•puesto  a  refutarle,  pero  en  toda  regla.  En  fin,  que  se  convinieron  en 
reanudar  la  discusión  al  día  siguiente  en  casa  de  don  Aurelio,  donde 
•con  los  libros  necesarios  en  la  mano  — pensaba  para  sí  el  sabio  fran- 
cés—  no  le  he  de  dejar  pasar  tantas  generalidades,  tantas  comparacio- 
nes vagas  y  tantas  sandeces  de  una  lógica  que  ya  pasó,  y  que  con 
razón  han  sepultado  los  modernos,  porque  sólo  sirve  para  confundir 
'los  cerebros  y  enredarflos  con  sofismas  escolásticos.  Pero  don  Aureíio 
•está  muy  lejos  de  ser  un  escolástico :  se  atiene  a  los  hechos,  aunque 
sabe  razonar  sobre  ellos,  como  verá  usted,  don  Adolfo,  por  el  Diálogo 
siguiente. 


DIALOGO  11 
El  Eúskera  y  las  demás  lenguas. 

Julián. — ^Tiene  usted,  don  Aurelio,  una  bien  pequeña  biblioteca, 
.-como  decimos  allá  en  nuestra  bella  Francia,  para  hablar  el  lenguaje 
•del  Roland,  que  estoy  hojeando. 

Aurelio. — ¡  Ja !  ¡  ja !   ¡  ja ! 

Julián. — ¿Qué  íe  ha  provocado  esa  hilaridad? 

Aurelio. — 'Amigo,  usted  en  su  buen  París,  para  emjplear  yo  tam- 
bién alguna  frase,  no  de  un  cualquiera  de  por  ahí,  sino  del  gran  Na- 
•poleón,  tienen  por  suya  la  gran  Biblioteca  Nacional;  nosotros,  en  este 
■comienzo  del  África,  tenemos  que  contentarnos  con  cuatro  libracos,  y 
>más  tratándose  de  una  biblioteca  lingüística;  aquí  no  se  encuentra  una 
obra  de  este  género  por  un  ojo  de  la  cara. 

Julián. — iSí,  bien  lo  veo;  apenas  si  llegarán  a  veinte  los  libros  que 
tiene  usted  aquí  escritos  en  español ;  todo  se  vuelve  alemán  e  inglés, 
algo  de  francés,  y  textos  originaJles  en  lenguas  orientales  y  clásicas. 

Aurelio. — Y  sin  embargo  en  español  se  han  escrito  la  mayor  par- 
te de  las  gramáticas  de  lenguas  exóticas,  sobre  todo  americanas. 

Julián. — Y  a  'propósito  de  lenguas  americanas...  — decía  entre  li- 
igero  y  pausado  nuestro  francés,  mientras  tomaba  asiento  junto  a  su« 
<demás  compañeros,  quia  ya  conoce,  amigo  Bonilla,  por  el  otro  diálogo—. 


90  DIÁLOGOS    FAMILIARES 

¿qué  le  parece  a  usted,  don  Aurelio,  de  da  tentaitiva  de  la  companación- 
entre  las  lenguas  mejicanas,  emprendida  por  el  señor  Pimentel? —  Y  en 
el  entretanto  abría  y  cerraba  con  cierto  desdén  autorizado  cada  uno  de 
los  tres  tomos  que  había  cogido  y  tenía  en  las  manos. 

Aurelio. — Y  ¿qué  quiere  que  le  diga  yo,  si  no  concreta  usted  algo 
más  la  pregunta? 

Julián. — ^A  este  buen  señor  le  pareció  que  no  había  más  que  abrir 
las  pobres  Gramáticas  que  tenía  sobre  la  mesa,  para  hallar  afinidades, 
que  oíros  no  han  visto  disponiendo  de  más  copiosos  materiales. 

Aurelio. — 'Es  verdad  que  todavía  no  se  han  hecho  esitudios  compa- 
rativos sobre  las  lenguas  mejicanas,  como  los  que  poseemos  sobre  las 
I-E;  pero  para  dar  con  afinidades  lingüísticas  no  son  menester  todos 
esos  protocolos  que  tenemos  acerca  de  nuestras  lenguas  de  Europa ; 
basta,  don  Julián,  abrir  esos  cinco  tomos  en  pasta  verde  de  Friedrich 
Miiller,  que  tiene  usted  a  su  derecha...  un  poco  más  arriba...,  y  yuxta- 
poner cada  uno  de  los  fenómenos  gramaticaües  de  las  diversas  lenguas 
para  dar  al  punto  con  ellas. 

Julián. — ¿Qué  dice  usted?  A  no  ser  con  esa  varita  mágica  del  Bas- 
cuence,  que  usted  emplea,  no  creo  sea  fácil  hallar  afinidades,  no  digo 
entre  el  Inuit  de  los  Esquimales  y  el  Jagan  de  la  Isla  de  Fuego,  pero 
ni  aun  entre  las  lenguas  Sonoras  y  el  Nahuatü,  por  lo  menos  las  afini- 
dades que  halla  este  buen  señor. 

Aurelio. — Pues  la  afinidad  de  estas  dos  últimas  familias  la  vieron 
ya  el  padre  Ribas  en  su  Historia  de  los  triunfos  de  nuestra  sarita  fe 
y  el  padre  Ortega  en  su  Vocabulario  de  la  lengua  cora.  Es  verdad  que 
dudaron  del  parentesco  de  estas  dos  familias  lingüísticas  Vater  en  su- 
Mitridates  y  el  mismo  Buschmann ;  pero  Balbi  y  Charencey,  ambos  su» 
compatriotas,  no  tuvieron  duda  alguna. 

Y  si  mi  pobre  sentir  va'le  algo  al  lado  de  nombres  tan  respetables,, 
no  ya  las  Sonoras  y  el  Nahuaítl,  sino  el  Inoiit  y  el  Jagan  diré  que  pro- 
ceden de  un  mismo  origen :  de  modo  que  PimenteJ  se  quedó  muy  corto 
en  sus  comparaciones  y  entronques;  tan  lejos  estuvo  de  mostrarse  en. 
ellos  exagerado. 

Julián. — lEsa  era  la  frase  que  yo  me  esperaba,  y  no  hay  duda  que 
el  Bascuence  hará  aquí  su  papel. 

Carlos. — Díganos  en  resumen,  don  Aurelio,  algo  en  que  haga  tam- 
bién su  papel  el  Bascuence,  puesto  que  para  eso  hemos  venido  y  yo 
tengo,  como  usted  ve,  mi  lápiz  y  cartera  en  mano,  pronto  a  tomar 
alguna  nota. 

Aurelio. — .Don  Julián,  hágame  el  favor  de  tomar  junto  a  sí  esos 
cinco  tomos  de  Müller,  que  yo  le  diré  por  dónde  ha  de  abrir,  según 
canten  aquí  mis  mamotretos :  ¿  qué  fenómeno  gramatical  quiere  usted 
que  estudiemos? 

Julián. — .Hombre,  yo...,  pues  el  yo,  ¿a  qué  andarse  divagando? 
Muéstrenos  el  Bascuence  con  su  ni,  nik,  neu,  ncuk  la  razón  y  el  origen 
del  yo  entre  las  lenguas  americanas;  a  ver  qué  parentesco  tienen  en- 
tre sí  y  con  el  Bascuence. 


ACERCA   DEL   ÉUSQUERA   Y    DEL   CASTELLANO  9I 

Aurelio. — Yo  esperaba  me  propusiese  otra  cuestión  más  .peíiagtida: 
los  pronombres  son  cosa  de  coser  y  cantar;  en  todas  partes  son  unos 
mismos. 

Carlos. — .Pues  no  me  pareoe  malo  el  asunto:  los  pronombres  son 
de  esos  elementos  esenciales  y  primordiales  del  Jenguaje,  tan  intere- 
santes para  'la  lingüística,  que  por  ellos  deberían  comenzar  los  turistas 
ingileses  a  encabezar  sus  Vocabularios. 

Particularmente  la  primera  persona,  el  yo,  es  en  las  lenguas  uno 
de  «sos  elementos  incomunicables,  que  pertenece  a  la  masa  de  la  he- 
rencia de  Jos  ipueblos.  ¿Qué  menos  puede  saber  un  hombre  que  de- 
cir yof 

AuRELio.-^Es  la  pura  verdad:  cada  lengua  debe  de  poseer  su  yo 
a  teneris  unguiculis,  y  teniendo  su  yo  propio  y  usándolo  todos  los  día», 
es  mora'lmente  imposible  que  ninguna  lengua  vaya  a  mendigarlo  de 
otras. 

Se  puede  tomar  prestado  eí  café,  el  té  o  el  tabaco,  y  con  ellos  los 
nombres,  que  no  fa'lttarán  en  el  rótulo  de  la  expedición;  ipero  el  yo  no 
se  trae  de  fuera,  cada  cuaü  lo  lleva  consigo,  basta  ser  quien,  aunque 
no  tenga  uno  donde  caerse  muerto. 

Carlos. — ^Pero  por  lo  mismo,  creo  yo  qu€,  así  como  las  lenguas  que 
tengan  una  misma  raíz  ipara  decir  yo  ipueden  y  deben  ponerse  desde 
luego  en  una  familia,  así  este  pronombre  (por  su  continuo  uso  ha  de- 
bido de  sufrir  grandes  cambios  y  modiücaciones:  aun  einitre  lenguas 
emparentadas  no  sería  difícil  que  eil  yo  no  guardase  ningún  aire  de 
familia.  Sin  dos  estudios  comparados  no  es  fácil  reducir  a  un  núcleo 
común  primitivo  las  formas  del  yo  en  Sánskrit,  Latín,  Armenio  e  In- 
glés, por  ej.,  aham,  ego,  es,  I. 

Aurelio. — Aprovecho  la  ocasión  de  habernos  mentado  usted  esas 
formas  indo-europeas,  don  Carlos,  para  prevenirles  que  en  Eúskera 
yo  se  dice  ni  o  ncu,  y  como  agente  nik  o  neuk;  pero  que  nosotros  se 
dice  gu,  geu,  agente  guk,  geuk. 

Antonio. — Y  ¿a  qué  viene  ese  doble  núcleo  para  una  misma  per- 
sona? ¿No  bastaba  para  expresar  el  nosotros  añadir  la  notta  de  plural 
al  ni  del  singular? 

Pablo. — Don  Antonio,  d  nosotros  no  es  un  plural  del  yo. 

Antonio. — ¿  Qué  me  cuenta  usted  ?  Desde  la  escuela  tengo  yo  apren- 
dido por  d  Epítome  que  los  personales  son  tres,  yo,  tú,  él,  y  sus  plu- 
rales correspondientes  nosotros,  vosotros,  ellos.  Además,  o  poco  en- 
tiendo yo  de  etimologías,  o  el  nosotros  y  el  nos,  como  el  vosotros  y  el 
vos  y  el  ellos,  illi  contienen  la  nota  -s  de  plural,  y  la  -i  la  última  de 
estas  formas. 

Pablo. — ^Ni  habrá  nadie  que  le  niegue  entrambas  cosas,  y  sin  em- 
bargo insisto  en  que  d  nosotros  no  es  .plural  dd  yo. 

Antonio. — ^Eso  quisiera  yo  que  me  explicáredes,  que  me  place. 

'Pablo. — Nosotros  no  equivale  a  varios  yoes,  sino  3.  yo  y  algunos 
otros  no  yoes:  luego  nosotros  no  es  (plural  de  yo,  y  las  lenguas  que 


92  DIÁLOGOS    FAMILIARES 

han  formado  el  nosotros  añadiendo  la  nota  de  plural  al  yo  han  faltado 
a  la  lógica, 

Aurelio. — Y  no  menos  'las  que  han  añadido  esa  nota  a  cualquiera 
otro  núcleo  personal,  no  empleado  para  él  yo,  por  ej.:  el  Griego  iÍh-sTí; 
del  núcleo  gu. 

Julián. — 'No  olvide,  don  Aureilio,  el  nosotros  inclusivo  y  el  exclu- 
sivo de  algunas  lenguas,  por  ej.,  de  las  Melanesias. 

Aurelio. — Insisto  en  lo  dicho,  aun  teniendo  en  cuenta  esa  obser- 
vación; pero,  como  decía,  en  todas  partes  hay  dos  núdeos  para  la 
primera  persona,  y  es  menester  coiioceríos  desde  ahora  para  no  ver 
dificultades  donde  no  las  hay:  estos  núcleos  son  ni  =  yo  y  gu  =  nos- 
otros, que,  sin  embargo,  veremos  emplearse  a  veces  por  el  yo,  como,  por 
ejemplo,  en  I-E:  aham,  ego,  ez,  I. 

Carlos. — Ya  desearía  yo  ver  la  explicación  de  estas  y  otras  formas 
indo-europeas;  pero  no  quiero  interrumpirle  a  usted;  siga,  don  Aure- 
lio, y  hablemos  del  primer  personal  entre  los  Americanos. 

Aurelio. — Abra,  don  Julián,  el  segundo  tomo  por  la  página  197  > 
lea  la  primera  persona  del  singular  en  varias  lenguas. 
]\jLikü. — Kri:  nita,  nira,  nila,  niya. 
Odjibwe:  nin. 
Algonkin:  nin. 
Mikmak:  nil. 
Lenni-Lennape:  ni. 
Estas  lenguas  derivan  del   Bascuence,  o  es  que  tengo  los  ojos  en- 
candilados y  no  leo  bien... 

Aurelio. — Lea  ahora  los  prefijos  posesivos  y  verbales. 
Julián. — ¿Página...?   ¡Ah...!  sí,  página  198:  para  todas  estas  len- 
guas leo  aquí  ni-  o  n-  como  prefijo  posesivo.  ¿Y  para  el  verbo? 
Aurelio. — Lea  y  traduzca  las  primeras    palabras,   aquí... 
Julián. — ¡Ah!,  vamos:  pues  nada,  que  son  los  mismos  priefijos,  es 
decir,  ni-,  n-. 

Aurelio. — ¿  Necesitamos  averiguar  cómo  y  por  dónde  a  las  formas 
separadas  se  han  adherido  -ta,  -ra,  -la,  -n? 

Julián. — Por  mí,  no  hay  necesidad:  el  ni  bascongado  esíá  mani- 
fiesto, sobre  todo  como  prefijo,  es  decir,  cuando  no  se  prestaba  a  esos 
aditamentos,  que  recibió  la   forma  separada. 

Carlos. — iNo  se  moleste  usted,  don  Julián,  en  verificar  las  citas,  y 
que  nos  lea  sencillamente  don  Aurelio  sus  apuntamientos. 
Aurelio. — Bien,  oigan  ustedes: 

Selich  n-tchatchna,  prefijo  i-n  o  n-,  Kcchi  no,  Nctcla  no,  Tesuque 
na-h,  Keres  hi-no,  Caigua  no,  Kiz  no-ma,  Sahaptin  i-n.  Plural  nu-n, 
Yakuna  ne-s,  nech,  Qiinuc  nai-ka,  sufijo  verbal  -no-,  -nok,  Walawala 
nai-ka,  i-n-k,  i-no-k,  sufijo  posesivo  -na-nm  y  -nm,  en  Plural  na-mak. 
na-pinik,  Cahuillo  ne-h,  Chactav  a-no,  Colocho  sufijo  verbal  -ni. 

Jui^iÁN. — Han  notado  mis  oídos  un  sonido  paladial  final  detrás  del 
ui,  y  debe  ser  ,1a  -k  del  ni-k  bascongado. 

Pamx). — lEs  realmente   maravilloso  el   que  por    aquellas    tierras  de 


ACERCA    DEL   ÉUSQUERA   Y   DEL   CASTELLANO 


93 


la  América  septentrional  tengamos  nai-ka  e  inok,  que  suenan  como  el 
Hebreo  anoki. 

Carlos. — Y  ¿de  dónde  proviene  esa  -k? 

Aurelio, — Esa  -k,  don  Carlos,  €S  el  cuerpo  del  delito,  que  se  en- 
cuentra en  muchas  lenguas  para  indicarnos  la  procedencia  de  la  pri- 
mera persona. 

Efectivamente,  en  ninguna  parte,  fuera  del  Eúskera,  tiene  explica- 
ción esa  k;  en  Eúskera  es  la  cosa  más  obvia:  esa  k  es  de  agente,  y 
■que  no  se  añade  a'l  ni,  ncu,  como  al  gu,  geu,  o  ail  zu,  zeu  de  segunda 
persona,  o  a  cualquier  otro  pronombre  o  sustantivo,  más  que  cuando 
de  hecho  hacen  papel  de  agente  en  la  frase. 

Carlos. — ¡  Esa  es  una  verdaidera  revelación,  don  Pablo !  ¿  Es  ver- 
■dad  lo  que  acabo  de  oír? 

Pablo. — Don  Aurelio  no  dice  más  de  lo  que  hay. 

Aurelio. — ^ Antes  de  pasar  a  Méjico  voy  a  leerles  una  lista  de  las 
lenguas  septentrionalles  americanas  en  los  Comparativo  Vocabul-aries  of 
ihe  Iridian  tribes  of  British  Coiumbia  (W.  Fraser  Tolmie),  Apéndice  3.": 


Lenguas. 

ya. 

Lenguas. 

yo. 

Ohimsiara 

NEnío 

Oíahaptani 

^t-NUK 

Delaware 

NI 

Cuiha 

NV-kiia 

Chauni 

Ni-Za 

Majave 

imata  ni-ats 

Chimuc 

m-ka 

Chimarico 

NU-Í 

Comanche 

NE-tsa 

Netela 

NO 

Chemeueni 

NUU 

S.  Gabriel 

NO-WÍÍI 

Cahuilla 

NEH 

Karok 

NA 

Kechi 

NO 

Coco-Marico\pa 

í-Ni-a/í 

Kioway 

NO 

Diegueño 

NI -oí 

Navajo 

NI 

Nek-kuh 

NE¿,  NEée 

Cuchan 

Ñi-aí 

Chokoyem 

^O-NI 

Kiwomi 

hi-No 

Wimtun 

NI,  NE,  NE-Í. 

En  la  misma 

obra  se  encuentran: 

Haichilla   Sept 

NEI-c/lo 

Chinuc 

M-N-5 

Hailzuk    Sept. 

H'Ei-semo 

Bilhula 

t-N-c/l 

Kwiha  Sept. 

NU-éí<a 

Tinné 

Ni-ywn 

Likwiitoh  Sept. 

NU-^ííam 

Selich 

w-N-í/iim 

Kwichin 

u-^-tsa,  w-N-c/ta 

Sahhaptani 

¿"i-NU-fe 

Para  el  plura 

1,  nosotros,  hallo  las  formas: 

Chimsiam     tip-sv- 

■m    0    NE-ííWtí 

Kwakiul       Nv-kuan-nuh  y  lív-kuin-tuh 

Cheheilis     e-m-m 

Chinuc        í{-NEí«t 

y   Ni-jot^o 

Tinné            ni-nkont-lan,  u-s-iLtit 

Chahaptani  NA-mw¿. 


94 


DIÁLOGOS    FAMILIARES 


Julián. — Todas  esas  lenguas,  desde  Méjico  para  arriba,  parecen  te- 
ner un  común  origen:  no  es  fácil  explicar  ciertos  sonidos  que  se  han 
añadido  al  núcleo  ni;  pero  para  el  caso  tampoco  es  necesario. 

Aurelio. — ¿  No  ha  notado  usted  que  a  veces  suena  un  prefijo  e-,  h-^ 
i-*  Recuerde  el  z-go  del  Latín. 

Julián. — Si,  pero  ese  prefijo  será  inexplicable. 

Aurelio. — Ahora  nos  detendría  demasiado ;  pero  en  otra  ocasión 
veremos  cómo  no  lo  es  de  hecho. 

¿Cree  usted  don  Julián,  que  la  familia  sonorense,  comprendiendo 
el  Náhuatl,  tenga  algo  que  ver  con  las  lenguas  que  hemos  recorrido? 

JULI.Á.X. — ^No  conozco  autor  alguno  que  las  haya  emparentado ;  pa- 
recen de  razas  distintas. 

Aurelio. — ^Oigan,  pues,  un  extracto  de  la  primera  persona  sacado 
de  ese  mismo  tomo  de  Müller: 


Lenguas. 

Pers.  separado. 

Suf.    poses. 

Sufijo  verbal. 

Náhuatl 

NE,  üEhua 

NO- 

NI- 

Tepehuana 

a-NE 

i-N- 

a-ne- 

Pima 

a-NI,  NI,  NU 

NI- 

a-NI,    NI,    NU 

Cahita 

ni,  NE,  Nl-^t,  NE-he 

i-n- 

NI,    NE,    NlAt    NE/te 

Cora 

NE 

NE- 

NE 

Taraumara 

NE,   KEkhe 

NE- 

NE,    NEKHE 

Eudeve 

NI 

NO- 

NI 

Opata 

NE 

NO- 

NE 

Comanche 

NE 

NEA- 

NE 

Pablo. — A  la  verdad  no  creía  tuviese  tal  trasoendencia  aquel  dicho 
de  algunos  autores  de  que  el  Bascuence  había  que  emparentarlo  con 
las  lenguas  americanas. 

Carlos. — Mas  no  vaya  usted  a  creer  que  esos  autores  vieron  las 
afinidades  quie  nos  ha  mostrado  don  Aurelio;  su  dicho  sólo  se  refería  a 
la  estructura  general  polisintética,  de  reunir  en  una  sola  forma  varias 
raíces  y  notas  modificativas,  es  decir,  al  sistema  aglutinativo  más  exa- 
gerado. Y  si  no,  no  tiene  usted  más  que  hojear  ese  tomo  de  Müller  y 
el  tomo  donde  habla  del  Bascuence:  ni  una  sola  afinidad  verá  usted 
consignada  entre  ésta  y  las  americanas. 

Julián. — Lo  cual  es  ciertamente  de  maravillar,  teniendo  a  mano 
tanitos  marteria'les  y  redactando  las  gramáticas  compendiadas  de  todas 
esas  lenguas. 

Aurelio. — ^Pues  a  mí  no  me  maravilla;  ]x>rque  ¿qué  quieren  ustedes 
que  les  diga?  Tal  es  el  si.stema  moderno:  admiraMe  y  paciente  en  in- 
vestigar los  hechos  particulares  y  en  analizar  los  úiltimos  átomos  de 
las  palabras,  pero  corto  de  vista  para  echar  una  ojeada  sobre  el  con- 
junto: por  lo  mismo  que  mira  sin  pestañear  las  más  imperceptibles 
menuderKÍas  con  el   microscopio  de  una  crítica  delicada  y  severa,  no 


ACERCA    DEL   ÉUSQUERA    Y    DEL   CASTELLANO 


95 


!e  queda  tiempo  o  le  faltan  vuelos  para  remonitiarse  a  miras  más  ge- 
nerales y  levantadas. 

No  sólo  no  consignó  MiüUer  ni  una  sala  afinidad  entre  el  Bascuen- 
ce  y  las  lenguas  americanas ;  pero  ni  aun  entre  las  mismas  america- 
nas vio  el  origen  común,  por  ej.,  de  'la  primera  persona. 

Si  la  ciencia  consiste,  según  parece,  en  hallar  lo  universal  entre  la 
infinidad  de  casos  (particulares ;  si  consiste  en  ver  la  unidad,  que  traba 
invisiblemienite  y  sinitetiza  lo  mülitiplle,  ía  obra  de  Friedrich  Müller 
tiene  poco  de  científica,  es  más  bien  un  museo  de  formas  lingüísticas, 
en  el  que,  cual  infatigable  herborizador,  ha  ido  allegando  y  juntando- 
una  riquísima  colección  de  ejemplares.  Pero  esos  ejemplares  están  por 
clasificar,  y  ese  museo,  más  que  museo  científico,  es  un  almacén  de 
droguero. 

Pero  sigamos,  si  les  parece,  nuestro  estudio  y  vengamos  a  las  de- 
más lenguas  mejicanas,  que  todo  el  mundo  opina  no  tener  entre  sí  re- 
lación ninguna ;  d  «t  =  yo  nos  va  a  probar  lo  contrario : 


1.*  p.  Sing. 


Separada. 


Posesiva. 


Tarasco 

Popoloco 

Seri 

Chuchon 

Misteca 

Zapoteca 

Mixe 

Quiche 

Mame 

Huasteca 

Poconchi 

Maya 

Matlasinga 

Otomí 

Mazahua 


Í-NIA 

NA-u  (=  nosotros) 
SiA-ja,  íiK-jaña,  a-ja 

NAA 

N,   NÓ-tS 
NU,  tn-NU 

ai-N 

NA-NA 

Í-N 
/t'-N 


-NI  (verba!) 

-i-N 

-NO  (nuestro) 
>í6-ts 

NU-,   Í-N 

Ni-,   NO-,    NU-, 


NA-    (P.   ReYNOSO) 


NU-  (itermin.) 

í'-N- 

Nl-ie-,    NI-/M- 

MA- 

MI-,   MI-...    -ME 


En  Zapoteca  -a  ==  mío  por  pérdida  de  n-,  como  dice  Müller,  -tío- 
=  nuestro,  na  =  nosotros. 

En  IVüaya  además  en,  /-en,  Pl.  /o-on;  el  Dual  en  Maitlasinka  es  in- 
beti,  iN-betu,  Pl.  IN-&0,  líi-bote,  is-botu;  d  plural  en  Otomí  íiu-ga-khe. 

El  plural  nosotros  en  la  mayor  parte  de  esftas  lenguas  pertenece  al 
tema  euskérico  gu. 

Carlos. — Bastta,  don  Aurelio,  para  la  América  septentrional :  ha 
aducido  usted  las  principales  lenguas,  y  más  de  las  necesarias,  para 
quedar  completamente  convencidos  — por  5o  menos  yo  lo  estoy —  de 
que  en  la  mitad  de  la  América  eJ  yo  es  ni,  nik,  neu,  neuk  del  Eúskera. 


96 


DIÁLOGOS    FAMILIARES 


Las  lenguas  de  la  América  meridional  han  dicho  algunos  que  pro- 
ceden de  la  Polinesia:  ¿qué  le  parece  a  usted? 

Aurelio. — Asi  lo  han  afirmado  algunos  autores;  pero  el  Bascuence 
dice  otra  cosa,  puesto  que  nos  las  va  a  unir  con  las  de  la  América  sep- 
tentrional por  medio  del  dichoso  ni  =  yo. 

Hablando  Steinen  de  la  numerosísima  raza  de  los  Araucos  o  Arua- 
cos, ¡ndigenas  de  Venezuela,  la  designa  a  veces  con  la  voz  genérica  nu, 
que  es  el  prefijo  de  la  i."  persona,  usada  en  las  lenguas  de  todas  aque- 
llas tribus.  Así  lo  dice  Reclus  en  su  Geografía  Universal.  "En  todo  el 
Occidente  de  América  — añade  ipor  su  parte  Gatscliet —  la  /.*  p.  suena 

>E,  NU,  NA. 

Carlos. — Para  dar  tal  nombre  a  la  raza,  muy  común  debe  de  ser  el 
NU  entre  ellos  para  expresar  la  i.*  persona;  y  esto  bastaba  para  pro- 
"oarnos  usted  su  tesis:  nu  viene  naturalmente  de  ni,  siendo  tan  ordi- 
nario el  cambio  de  i  en  u. 

Aurelio. — ^^Sobre  todo  junto  a  una  nasal,  que  oscurece  naturailmente 
a  las  vocales. 

Carlos. — Pero  si  esos  pueblos  pueden  llamarse  nn,  todos  los  de  la 
América  septentrional  pudieran  con  la  misma  razón  llamarse  ni. 

Aurelio. — Y  aun  todos  los  pueblos  del  globo. 

Julián. — Un  poco  difícil  lo  veo  esto  último;  pero,  en  fin,  léanos  lo 
<jue  usted  tenga  en  esa  larga  lista  que  veo  en  sus  manos. 

Aurelio. — Dejemos,  pues,  la  raza  arauca  o  aruaca,  y  oigan  esta 
lista  de  las  principales  lenguas  de  la  América  meridional : 


l.*  p.  Singf. 

Mojo 

Bauro 

Maipure 

Calinago       I 

Caribe  j 

Mosquito 

Yunca 

■Quichua 

Aimará 

Chiquito 

Cogaba 

Bo-tocudo 

Pueblos 

Tupí-Guaraní 

Chilidgu 


Separada. 


Afij.   poses. 


Afij.    verbal. 


Ñu-fea,  Ul-ti 
íii-ti,  iJi-tiye 
mj-ya,  ka-'SA 

í-NU-ra,  uu-koya 


NU- 
NI-, 
NU- 

N- 


N- 
N- 


MO-rn 
í<i;-ka,  Ño-ka 

NA 

Oc/t-Ñl 
NA-.S,  HA-Ski 
fil-k 
íiV-kua 

>iA-nde  (Pl.  inclusivo). 
i-u-ke  Ñi- 


-^-tchkhik  (Pl.  indus.) 

NA,   NAKA 
Ñ-,   ÑA-,   ÑU- 
NA-,    NA-fe/lI 

mi-Ñv-k 


NU-,  N- 
NI-,  N- 
NU- 

N-,  NA- 
-NE,    -NI 

o-N-,  -ei-ü 

-XI 

-NA 

Ñ-,    ÑA-,    ÑU- 

NI- 


NA- 
-N. 


Me  había  olvidado  el  Timucua  de  la  FHorida,  que  tiene  ho-ni-he, 
posesivo  -NI,  -NA,  verbal  ni-,  n-. 

I-as  formas  na  con  -o  se  explican  por  las  ña,  donde  la  i  se  ha  con- 
vertido en  palatización  de  la  n,  es  decir,  en  la  tilde  de  Ja  ñ. 


ACERCA    DEL   ÉUSQUERA   Y    DEL    CASTELLANO  97 

Si  se  advierte  bien,  en  los  prefijos  y  sufijos  está  más  intacto  el  nú- 
dico  ni,  y  en  las  formas  separadas  reaparece  la  -k,  que  hemos  vista 
en  la  América  del  Norte. 

Los  afijos  -ra,  -koya  del  Calinago,  -ti  del  Mojo,  ka-  del  MaiipurC;, 
c-,  ei-  del  Yunca,  ach-  del  Chiquito  son  comunes  a  los  demás  perso- 
nales, por  tanito,  no  pertenecen  al  núcleo  de  la  i.*  persona. 

Julián. — iNo  acabo  de  admirarme  de  que  MüUer  no  cayera  en  ia 
cuenta  de  una  afinidad  tan  clara  y  manifiesta,  Don  Aurelio,  usted  ha 
ido  escogiendo,  y  se  ha  dejado  otros  yoes  que  no  vienen  del  ni. 

Aurelio. — Sí  que  me  los  he  dejado,  pero  es  porque  pertenecen  al 
núcleo  gu;  fuera  de  estos  dos  núcleos  no  hay  otro  para  la  i.'  persona. 
Y  ya  que  me  dice  usted  que  me  habré  dejado  otras  formas,  añadiré 
que  las  aducidas  están  tomadas  de  MüUer ;  que  si  fuera  a  citarles  otras 
de  otros  autores,  sería  nunca  acabar,  y  aun  de  las  de  Müller  me  he 
dejado  no  pocas,  de  3as  cuales  citaré  algunas,  si  les  parecen  necesarias- 
para  confirmar  una  tesis  harto  probada  ya  con  las  aducidas. 

Así  en  Calinago  n-  es  prefijo  posesivo:  N-aku  =  mi  ojo,  y  noten, 
que  aku  es  el  ocu-  Latín,  cuyo  diminutivo  ocidus  es  eJ  únicamente 
usado. 

Hervás  dice  que  la  primera  frase  que  oyeron  los  Españoles  al  pri- 
mer Mojo  que  encontraron  fué  Nuka  multa  =  yo  sarnoso,  y  que  de  aquí, 
provino  el  llamarse  mojos  a  toda  la  nación  {Catálogo,  I,  pág.  246). 

En  Mosquito  -ne  es  sufijo  verbal :  sanras-i^E  =  estoy  yo  enfermo^ 
¿flíífef-s-NE  =  YO  hago. 

Julián. — ¿  Qué  me  dice  usted  de  la  forma  MO-tn  dd  Yunca,  que  ha 
chocado  a  mi  oído  ?  Esa  m  se  parece  a  la  I-E  de  me,   \ii,  etc. 

Aurelio. — lEsta  m  procede  de  n,  pues  la  ñ  de  -iñ,  que  cualquieía 
tendría  por  el  núcleo  de  la  i.*  p.,  es  común  a  los  demás  personales.  Se- 
mejante cambio  es  raro  y  excepcional  en  América:  ¿quién  se  atreverá- 
a  decir,  por  tanto,  que  d  sonido  primitivo  es  allí  m  y  no  nf 

Carlos. — Nadie,    ciertamente. 

Aurelio. — 'Si  los  pobres  Yuncas  hubieran  escrito  de  Gramática,  lo- 
hubieran,  sin  embargo,  afirmado:  tal  han  hecho  los  gramáticos  euro- 
peos a'l  ver  en  nuestras  lenguas  la  m,  a  pesar  de  darse  igualmente  la 
n;  todo  por  no  querer  en  sus  investigaciones  salirse  de  la  familia  I-E. 

En  Quichua  el  plural  indusivo  es  ÑOKA-ntchkhik,  el  exclusivo,  ñoka- 
iku,  el  posesivo  -i,  plur.  incl.  -n-tchkik,  exclus.  -ikui,  que  es  del  tema 
gu,  como  -i  y  el  plural  separado;  en  el  verbo  -ni:  lama-i  =  mi  llama,  apa- 
Ni  =  YO  llevo,  pero  la  n  no  parece  pertenecer  al  personal,  pues  es  co- 
mún a  las  demás  personas. 

En  Aimará  el  pl.  exclusivo  es  na-na-ka  y  d  inclusivo  pertenece  al 
tema  gu. 

En  Chiquito  d  prefijo  posesivo  ñ-,  Pl.  incl.  oñ-;  uñ-;  o  ña-,  Pl.  del 
tema  gu;  o  ña-,  Pl,  inclus.  ma-,  ñu-;  el  prefijo  verbal  es  Ñ-,  Pl.  í¡¡-o-,. 
iM-  o  ña-,  Pl.  ma-  o  ñu-:  Müller  conviene  en  que  d  tema  primitivo  es 
Ñi ;  aunque  no  acertó  al  añadir  que  de  él  salieron  todas  las  demás  for- 
mas, que  salen  propiamente  de  gu. 


98  DIÁLOGOS    FAMILIARES 

En  Cog-aba  Pl.  NAS-an  =  nosotros,  HA-ui-khi  =  nuestro;  en  Boto- 
cudo  posesivo  «ií'-ñuk,  nemm¿. 

En  Chilidgu  el  Dual  es  iNtchiu,  H.  iNtchiu,  poses.  Ñi-^  Pl.  i-ü-,  ver- 
bal -N  Pl.  í-Ñ. 

Etcétera,  etcétera :  los  pocos  plurales  formados  del  tema  ni  con  al- 
guna nota  pluralizadora  muestran  que  tal  formación  no  es  del  len- 
guaje primitivo;  efectivamente,  en  buena  filosofía  ya  ha  dicho  don  Pa- 
blo que  nosotros  no  son  muchos  yoes,  sino  yo  más  algunos  otros  fuera 
«de  mí. 

Carlos. — iSiegxin  se  desiprende  de  la  comiparación  hecha,  los  Ame- 
ricanos todos  pasaron  aJ  nuevo  continente  por  el  estrecho  de  Anian, 
y  en  ese  caso  Qas  lenguas  detl  Nordesite  de  Asia  deben  de  parecerse 
mucho  a  las  americanas. 

Aurelio. — Ya  es  una  opinión  comprobada:  ¡a  cadena  de  islas  e  is- 
lotes de  las  Aleutinas  une  los  dos  continentes,  y  cuando  el  mar  está 
helado  se  puede  pasar  a  pie  o  en  trineo.  Por  lio  menos  la  afinidad 
de  las  lenguas  que  acabamos  de  mlencionar  es  indudable.  Echando  una 
simple  ojeada  sobre  el  primer  personal  de  las  de  Asia  bastarán  los 
cj'cmpflos  sigTJíientes  en  su  abono:  Aleuta  nu-m,  í^v-s,  posesivo  -n,  ver- 
bal -N,  -t-N,  -a-N;  Esquamal  uzva-'SA  con  el  demostrativo  uwa  =  aquí, 
común  a  los  demás  personales,  el  posesivo  -zv-ne,  el  verbal  -w-'Nu-k;  Aino 
a-No-KAi  =  nosotros,  posesivo  -e-'n,  verbal  -ma  ;  Coreano  na,  nai,  naika  ; 
Motor  NE,  Quasi-Qumuc  na,  Mikir  ne,  Cari-Naga  ni,  Tetenge  ne,  Casia 
VA,  Pl.  NI,  Chino  N-^o,  antiguo  no,  Burman  na,  ^-ga,  PL  ya\-to,  Camboya 
NO  a-Ñ,  PH.  ieti--Ñ-g,  Garó  o-na,  Dapla  no,  Tibetano  na,  ñ  y-a,  ne-í/,  neh, 
NO-J,  etc.,  Sinhalés  mama,  acus.  ma,  etc.,  con  la  modificación  w,  que 
también  hallamos  ya  en  Jukagiro,  Chukcho,  Coriaco  y  Canchada!. 

Si  no  temiera  molestarles  les  leería  una  doble  lista  de  la  primera 
persona  en  17  lenguas  dravídicas  del  Sur  de  la  India  y  en  otras  17  de 
la  India  centraJ,  y  otras  "/y  anarianas  del  Indostán,  todas  con  el  mis- 
mo núcleo  ni.  La  primera  la  pueden  ver  en  parte  aquí  en  Caldweld, 
pág.  310,  y  las  otras  están  tomadas  de  Hunter  en  la  pág.  312:  las  no- 
tas de  plural  son  conocidas. 

Pablo. — Y  en  las  I-E  ¿qué  formas  conservan  la  n,  don  'Carlos? 

Carlos. — ^H  Latín  en  no-s,  no-&ü,  ifo-stri,  Vío-strum,  no-ster,  el 
Zend  en  el  acus.,  dat.,  gen.  ne,  no;  el  Sánskrit  en  el  dat.  acus.  na-í, 
I>ual  NA-i<;  el  Antiguo  irlandés  en  e!l  Pl.  M.,  etc.,  el  Esílavo  en  eJ  acus. 
kü,  instr.  NA-7ni,  dat.  na-wim,  gtn.  loe.  nk-su;  el  Prusiano  en  nov-mans 
dat,  gen,  nou-jo«;  el  Armenio  en  d  instrum.  í-ne-w  dat.  í--ííe.-j,  ablat. 
»-NE-n;  eil  Griego  en  el  Dual  vd»,  von,  vmiv,  voJv,  etc. 

Aurelio. — El  nominativo  ni  se  ha  perdido  en  el  Singular  T-E  sus- 
tituyéndose con  el  tema  gii.  pero  el  Duajl  y  el  Plural  se  formaron  de 
él  con  los  sufijos  correspondientes;  en  los  casos  oblicuos  está  el  tema 
derivado  me-,  ma-. 

En  cfl  sufijo  verbal  la  i.*  p.  Sing.  es  a  veces  -n,  a  veces  -m: 
«oiTj-v,  tJ-v,  t'pepo-v  =  abhara-m,  "zpifoi-^i  =  tps'fot-v,  kara-mi  Sánskrit 
=  koru-n'  Mahara*i,  do-m  Sajón;  ga-^,  sta-u.  Eslavo  ima-Mi,  bcru-tt\ 


ACERCA   DEL   ÉUSQUERA   Y   DEL   CASTELLANO 


99 


Antiguo  Alemán  to-u,  tua-u  y  íí«i-n;  en  ed  imperativo  védico  ¡La  i.*  p. 
es  -ni. 

Para  e.xiplicar  el  cambio  de  n  en  m  tendría  que  hacer  un  estudio 
demasiado  profundo  de  este  personal  en  las  Ural -altaicas  y  en  las  Cau- 
cásicas. 

Carlos. — iNi  es  necesario  por  el  pronto  para  probar  que  el  núcleo 
primitivo  es  n  y  no  «i;  contra  el  parecer  hasta  el  día  de  los  Gramáti- 
cos y  contra  el  mío  propio  está  todo  el  peso  del  continente  americano 
y  parte  ded  Asia. 

Aurelio. — .Además,  que  no  podrán  traer  bien  probada  una  n  que 
derive  de  m,  mientras  que  lo  contrario  es  un  fenómeno  muy  obvio:  la 
oscuridad  de  la  nasal,  sobre  todo  final,  lleva  a  cerrar  la  boca  y  a  con- 
vertir en  m  la  n. 

Carlos. — 'Ya  quie  hemos  llegado  hasta  aquí,  no  deje  usted,  don  Au- 
reiio,  de  darnos  alguna  ligera  idea  de  la  primera  persona  en  las  len- 
guas de  África  y  Oceanía:  el  señor  don  Julián,  está  bastante  enterado 
en  algunas  de  ellas  y  le  podrá  ayudar,  si  usted  se  cansa. 

Julián. — De  las  lenguas  camitas  y  semíticas  puedo  yo,  es  verdad, 
decir  algo;  en  las  semíticas,  tenemos: 


Forma  separada. 
Sing.  PL 


Posesiva.  Verbal. 

PI.  (y  obj.  verb.)  Sing.  (obj.)    Pl.  (suj.) 


Árabe 

áNá 

ONÍ 

NA/'/l» 

najhaü,  aNQ 

-Ná 

-Ni 

-Ná 

Hebreo 

í       , 

áNoKl 

ONAJHnÜ 

-NÜ 

-Ni 

-NÜ 

Caldeo 

ONá 

NAJH«á,    ONA H na 

-N,   -NA 

-Ni 

-NAN, 

-NA 

Siriaco 

ENÓ 

a-NAH^  asAjnnan 

-N. 

-Ni 

-NAN, 

-NA 

Asirlo 

CNáKÜ 

Ni-NI 

-NU 

Fenicio 

ONEK 

Etiópico 

ONA 

NEjHna 

-NA. 

-NÍ 

NA- 

Samaritano 

aNAKE 

ONA»,  aNAJHNA 

Pablo. — ^Hemos  vueflto  de  lleno  al  tema  ni  y  a  veces  con  su  k-, 
inexplicable   fuera   del  Eúskera. 

Julián. — No  se  apresure  usted,  don  Pablo:  esa  a-  precedente  en 
a-noki,  etc.,  hay  que  explicarla. 

Pablo. — ^Será  eil  prefijo,  que  ya  hemos  hallado  en  algunas  lenguas 
americanas. 

Julián. — ^Aquí  lies  quería  yo:  ese  prefijo  no  es  una  mera  vocal, 
es  an-,  al  cual  se  añade  el  núcleo  de  la  primera  persona,  que  es  sim- 
plemente -i,  como  se  deduce  de  Jos  sufijos  posesivo  y  objetivo  ver- 
bal singular,  ej.,  het-i  =  mi  casa. 

Pablo. — Pero  ¿ve  usted  que  eí  mismo  sufijo  en  plural  es  -nu,  y 
que  el  sufijo  verbal  singular  es  -ni  en  todas  estas  lenguas,  y  en  el  plural 

-NU,    -NA? 


loo  DIÁLOGOS    FAMILIARES 

Nada  tiene  de  extraño  que  la  forma  separada  sea  difícil  de  analizar, 
hallándose  en  ella  un  prefijo,  que  usted  dice  ser  an-,  pero  que  bien 
pudiera  ser  o-  simpílemente. 

Julián. — Está  fuera  de  duda  que  el  tal  prefijo  es  an-:  se  ve  por 
la  segunda  persona  an-ta. 

Pablo. — Bien,  y  entonces  ¿qué  dice  usted  del  -ni  sufijo  singular 
posesivo  ? 

Julián. — Que  tiene  la  misma  n-;  perdida  la  a-,  y  por  núcleo  per- 
sonal simplemente  í. 

Aurelio. — Toda  esa  confusión  proviene,  don  Julián,  de  creer  usted 
que  el  sufijo  posesivo  singular  -i  tiene  d  mismo  origen  que  los  demás 
sufijos.  Esta  -t  viene  del  tema  gu,  lo  mismo  que  la  a-  verbal. 

Julián. — Esa  derivación  no  es  muy  obvia,  que  digamos. 

Aurelio. — No  lo  es,  a  la  verdad;  mas  si  tuviéramos  tiempo  de  es- 
tudiar el  tema  gu  en  todas  las  lenguas,  quedarla  usted  plenamente  con- 
vencido. 

Julián. — .Pero  mientras  no  hagamos  ese  estudio... 

Aurelio. — Nos  bastará,  sin  acudir  a  Üas  Altaicas  gu,  u,  m  z 
las  I-E  -u,  -o,  yo,  I  Inglés,  que  vienen  del  primitivo  gu,  citar  las  for- 
mas camitas,  sin  las  cuales  no  se  debe  uno  poner  nunca  a  analizar 
Jas  semíticas. 

Formas  derivadas  del  núcleo  gu: 


l.''  p.  Sinír. 

Posesivo. 

Verbal. 

Egipto 

-■j,   -KU 

-a 

Copto 

-i 

-i 

Tamachek 

-i,  -Hi-n 

-^ 

Dankali 

-i,  ya- 

-a,  a 

Bichari 

-o 

-a 

Somalí 

-ai 

-a 

Saho 

ya-,  yi, 

-a,  á 

Bilin 

yi- 

-a 

Chamir 

yi- 

-a 

Galla 

-KO 

-a 

Compárense  el  nosotros  en  Bichari  UE-nen,  cuyo  nen  es  la  nota  de 
plural,  Biilin  Yi-n,  Chamir  Yi-n,  Galla  KE-ña,  y  se  verá  que  del  KU 
Egipcio  y  KO  Galla  salieron  las  otras  debilitaciones  por  este  orden: 
Ku,  hi,  yi,  i,  d,  a,  las  formas  vivas  g,  ke,  ku,  hi,  ko  bastan  para  probar  la 
paladial    etimológica. 

Ahora  bien,  la  -í  posesiva  y  la  a-  de  sujeto  verbal  en  las  semíticas 
son  las  mismas  notas  camitas:  luego  -i,  a-  vienen  deil  tema  gu;  y  no 
hay  que  confundirlas  con  las  formas  ni,  na,  que  nos  ha  citado  usted, 
don  Julián,  en  un  principio. 

Julián. — Estoy  conforme;   pero   y  ¿qué  deduce   usted  de   aquí? 

Aurelio. — Que  no  tiene  usted  donde  fundar  su  opinión  de  que 
d  sufijo  posesivo  pl.  -nu,  -ni  y  el  verbal  -ni,  ipd.  -nu,  -na  tenga  por  mero 


ACERCA   DEL  ÉUSQUERA   Y    DEL   CASTELLANO 


lOI 


núdeo  personal  -i,  -a,  de  modo  que  la  n-  sea  un  prefijo  extraño  al  mis- 
mo personal.  "Pudiera  ser",  dice  usted  sin  más  argumentos;  yo  en 
cambio  lie  presento  la  n  como  sonido  esencial  del  yo  en  todas  las  len- 
guas que  hasta  aquí  hemos  recorrido  y  se  lo  presentaré  en  las  demás 
que  nos  quedan  por  recorrer. 

Julián. — Permítame  que  le  diga  que  entonces  me  convenceré;  por 
ahora  insisto  en  que  no  basta  el  que  esté  esa  n  en  América,  en  Asia  y 
en  Europa  para  que  de  partí  pris  vayamos  también  a  buscarla  al  África. 

Aurelio. — ^No  hay  necesidad  de  irla  a  buscar;  ella  nos  saldrá  all 
encuentro.  Pero  si  este  argumento  no  le  convence  hasta  que  nos 
salga  al  encuentro  en  África  y  en  Oceanía,  tengo  otro  a  su  disposi- 
ción. He  dicho  que  las  lenguas  semíticas  necesitan  para  ser  explicadas 
ddl  auxilio  de  las  camitas:  tal  vez  por  la  profecía  que  todos  conoce- 
mos de  que  Cam  ha  de  servir  a  Sem:  veamos,  pues,  la  primera  per- 
sona entre  los  hijos  de  Cam: 

Singular.  Plural. 

Separada.  Posesiva.  Separada.        Posesiva.  Verbal. 


Egipcio 

flW-NUK 
/Í'n-NUK 

aw-Non 

-en 

Copto 

'a-NOK,  a-n-g 

an-No?i 

-en 

Tamachek 

KEK_,   NEK-^M 

-NI,   -Í-N 

nekk-en-id 

-neg/í 

N- 

Tuareg 

-NI,  -Í-N 

-NENER 

Bichari 

a-NE 

-M 

NE-, 

Somalí 

a-Ni,  a-NiG-o 

0«-NO 

-en 

NA- 

Galla 

,a-N 
|a-Ni 

ún-NAG-a 

■U-NU 

Dankali 

a-NU 

ti'E-nnu 

NI-. 

NA- 

Saho 

a-NU 

na-nu 

NI-,  NA- 

NA- 

Bilin 

a-N 

Chamir 

O-N 

La  nota  de  plural  es  la  -n,  que  con  -u  nominal  nos  da  a  veces  -nit. 
Esto  supuesto,  se  ve  claramente  que  el  tema  es  ni,  neu,  o  con  la  -k  de 
agente;  de  aquí  nii,  no,  ne;  en  fin,  na. 

El  prefijo  es  a-,  que  en  Egipcio  se  dobla  eufónicamente;  en  ningu- 
na otra  lengua  hay  más  que  o-.  Que  la  n  no  sea  del  prefijo,  sino  del 
núcleo  esencial  del  personal  se  ve,  porque  muchas  veces,  ya  como  su- 
fijo, ya  como  prefijo,  no  está  para  el  personal  más  que  la  n,  por  ha- 
berse perdido  la  -i;  además,  sin  prefijo  ningfuno  tenemos  d  simple- 
personal   NEK   en  Tamachek,   Dankali,  Saho. 

En  Somalí,  en  cambio,  hay  otras  formas  separadas  con  zva-  =  ba-,. 
que  es  el  ba,  bay  euskérico  de  afirmación,  y  está  en  el  verbo  afirmativo- 
de  algunas  altaicas  delante  de  todos  los  personales,  en  Bichari  bar,  el 
ber  del  Eúskera;  en  fin,  en  Somalí  además  e-,  i-,  la  e-  de  e-go:  anigo 
WA  tagaya  =  yo  estoy  yendo. 


I02  DIÁLOGOS    FAMILIARES 

Así  tenemos:  I.  p.  íco-n,  ba-n,  ya-n,  H.  wa-ií-no,  ba-a-no,  ya-n-no. 
Igualmente  se  sufija  la  -n  de  i.^  p.  a  otras  partículas:  jhada-a  ==  cuan- 
do YO,  etc. 

Creo  que  si  en  ba-ti,  wa-N,  ya-a,  jhada-íí  la  -n  es  la  i.*  per- 
sona, queda  suficientemente  probado  que  lo  es  también  en  o-ni,  a-N 
del  mismo  Somalí,  y  en  a-NOK  del  Copto,  etc.,  y,  por  tanto,  en  las 
semíticas. 

Carlos. — No  hay  más  que  pedir:  en  las  semíticas  y  en  ias  cami- 
tas  yo  se  dijo  ni  y  de  ni  salieron  todas  las  demás  formas;  la  -n,  -nu 
es  la  nota  de  plural  en  entrambas  famiüias. 

Aurelio. — La  -n,  que  se  convierte  en  -im  en  Hebreo. 

Carlos. — ¿  Pudiera  usíed  explicarnos  d  plural  Árabe  najhn  y  el 
Hebreo   anajhnu,   etc.  ? 

Aurelio, — En  Oran  y  Figuig,  dialectos  berberiscos,  tenemos  en- 
nagh  =  nuestros,  nagh  =  nosotros  (acus.)  NEj-in  =  nosotros  (nomin.)^ 
a-NAGH  =  a  nosotros  (dat.),  etc.  De  modo  que  nagh  es  el  nik  euskérico, 
i-  o  en-  sufijo,  y  -n  plural:  najh-nu  Árabe  consta,  por  tanto,  de  najh 
el  nik,  y  de  -nu  plural,  a-NAjH-nw  en  Hebreo  del  prefijo  o-,  najh  el  nik, 
y  -nu  pilural. 

En  ailgunas  de  las  dichas  formas  berberiscas  falta  la  nota  de  plural ; 
pero  no  en  Curara  de  la  Libia,  donde  yo  se  dice  nich,  nicha,  por  nik 
y  nosotros  =  NECH-ni,  NECH-win  con  -ni,  -nin  de  plural;  en  Oran, 
yo  =  nij,  nosotros  =  NEj-tn,  con  -in  de  plural. 

Carlos. — .Ahora  le  toca  a  usted,  don  Aurelio,  desarrollar  el  primer 
argumento  contra  don  Julián,  presentándonos  brevemente  el  personal  ni 
en  el  resto  del  África  y  en  la  Oceanía. 

Aurelio. — Entre  las  lenguas  del  Senegal,  dejando  otras  muchas, 
puedo  citarles  para  el  yo  en  Ewe  nie,  en  Akra  n  =  nio,  y  término 
verbal,  en  Nupe  na,  n,  en  Bullón  ia-n,  en  Vei  n,  na  ==  mió,  y  como 
sufijo,  en  Susu  ni,  en  Mande  ni,  en  Bambara  n,  nie,  en  Mende  na, 
nia,  en  Serecule  n,  i-n,  en  Basa  ne,  na,  n,  en  Grebo  no,  na,  n,  en  Kru 
no,  en  Rubi  (Fernando-Pó,  lengua  ya  Bantu)  ne,  na,  nke,  en  Efik  «í- 
-in  =r  nosotros  =  nu,  no-  Wolof  =  nie  Bambara  =  í-n  Serer  = 
n-telu  Mande,  etc. 

En  la  Nubia  nanu  en  Il-Oigob,  o-ni  :=  nosotros  en  Sandeh,  en 
Barí  nan,  &íc. 

Entre  las  del  Sudán  baste  recordar  ni,  na  Hausa,  /o-ne.  <a-ni 
Teda,  posesivo  ni-r  =  mió,  -ni  =  mió  en  Kanuriy,  ni  =  yo  an,  in  Lo- 
gone,  etc. 

En  la  gran  familia  Bantu  e3  prefijo  de  sujeto  agente  o  de  término 
vcrhal  es  ni-  en  la  mayor  parte  de  las  lenguas,  ngi-,  nzi,  ndi-  en  otras; 
en  todos  los  verbos  hallamos  ni-  como  sujeto.  El  personal  separado 
c<;  intensivo  y  se  forma  duplicando  el  tema,  ne-ne,  ni-nye,  etc.,  scc:ún 
las  lenpuas,  o  sufijándosc  el  personal  a  c-,  i-,  a-,  como  en  las  Caniitas 
y  Semíticas  o-nve,  j-ne,  k-ne,  etc.  La  misma  -n  se  halla  en  los  posesivos, 
o  enclilic  del   P.   Torrend 

Entre  los  Buchmanos.  en   Nusa  yo  se  dice  H  y  se  prefija  para  la 


ACERCA    DEL   ÉUSQUERA   Y    DEL   CASTELLANO  IO3 

posesión:  iJ-kakhu  =  mi  hermana,  en  Kham  ííñ',  í-ñ'  o  in',  in  y  n-  po- 
sesivo y  verbal. 

Pasemos  a  la  Oceanía.  En  la  Melanesia  las  formas  posesivas  de 
la  I.*  p.  sing.  provienen  del  tema  gii;  la  íorma  separada  yo  cuyo  plural 
nosotros  es  del  mismo  tema  gu,  véase: 

Isabela,  Machaga        í-nau 
Anuda  í-nau 

Araga  kau,  í-nau,  au  (perdida  la  n-) 

Api  ÑAU 

Ambrym  y¡i-a,  ni,  na 

Mará  í-nau 

Erromango  í-au 

lana  i-AU 

Bauro  t-NAu 

Guadalcanar  í-nau 

Ulaua  :-KAu 

Anatom  oi-nyak 

Tarawa  nai,  Pl.  NAi-ro 

Jaluit  NG-a 

En  Austria  y  en  las  Malayas  y  Papuas,  la  i.*  p.  yo: 

Lenguas.  Sing.  yo.  Plur.  nosotros.  Cas.  oblic. 


ÍLag.  Macquarie 

;    NA-ÍOa 

NE-cn 

NE-,  NA           &a-N  Verb. 

Wiradurei 

NA-ÍM 

Nl-OWt 

NA- 

Kamilaroi 

NA-j'a 

NE-awe 

Nv-le 

Turrubul 

)  NU-fO, 

'Ki-a 

nv-le 

Dippil 

NIT-/0,    NA-i 

NU-/in 

(Dual.) 

-NA 

Encounter 

Bay 

'NA-pe 

NA-ne 

-NA,  -a-N 

Adelaida 

NA-ÍO 

NA-dlu 

-NA- 

Parnkalla 

NA-Í,     NA-gO 

NA-nil 

NA-no 

'Tasmania 

UJ-na 

Formosa 
Mankassar 

i- NA 
NA-^¿e 

NA-WO 

lloco 

-MI 

Jbanag 

-MI 

Battak 

-NA-Wt 

Alfur 

-MAí 

Malgach 

-NAí 

Papua 

-N,   -NU 

(Dual.) 

-l-N-ko    (Pl.) 

El  sufijo  -to,  tu  indica  relación  de  agente. 

Fn  las  Polinesias  tenemos  el  tema  gu,  lo  cual  muestra  que  no  vi- 
nieron a  la  América  meridional  desde  la  Oceania  sus  primeros  pobla- 
<Íores,    como   ya  insinué. 


104  DIÁLOGOS    FAMILIARES 

Carlos. — ¿Estamos  ya    convencidos,   don   Jiáian? 
Julián. — De  que  el  núcleo  ni  está  en  todas  partes  para  el  yo  y  de 
que  la  n  pertenece  a  ese  núcleo  en  las  lenguas  semíticas,  sí,  señor ;  pero 
Un   fenómeno  tan  daro  y  universal  como  éste  me  da  mala  espina. 

Yo  no  sé  cómo  formular  mi  aprensión;  pero  no  me  deja  tranquilo- 
aquel  argumento  escolástico,  o  séase  dicho  vulgar,  de  que  qiiod  nitnis 
probat,  nihil  probat.  Sí,  don  Carlos,  si  ese  hecho  fuera  verdad,  sería. 
probar  demasiado,  y  yo  me  temo  cualquiíer  su^perchería  de  estos  Bas- 
cófilos.  ¡  Que  un  fenómeno  tan  manifiesto  no  lo  hayan  echado  de  ver 
tantos  y  tan  graves  autores  como  se  han  ocupado  de  lenguas  I 

Y  i  que  ese  dichoso  ni,  nik  dure  tan  intacto  en  todas  las  lengfuas, 
cuando  sabemos  que  éstas  han  sufrido  tantas  perturbax:iones  en  el  cursa 
de  los  siglos  y  entre  los  vaivenes  de  tantas  catástrofes  de  pueblos  y 
sociedades,  y  que  precisamente  se  conserve  mejor  entre  las  naciones- 
más  salvajes  de  América,  de  la  Melanesia  y  Australia,  que  no  entre 
los  pueblos  más  cultos  de  Europa !  ¡  Vaya,  que  esto,  don  Carlos,  es  de- 
masiado probar ! 

Aurelio. — No  hay  sobra  ni  mengua,  don  Julián,  en  mi  prueba: 
contra  la  evidencia  de  los  hechos  no  hay  otro  remedio  más  que  bajar  la 
cabeza.  Yo  no  he  hecho  más  que  recogerlos.  Los  tiene  usted  aquí.  Aquí 
tiene  usted  a  F.  Müller,  a  Gabelents,  a  Castren,  a  Caldwell,  al  P.  To- 
rrend,  a  Barth,  a  L.  Adam,  a.  /.  Beames,  a  /.  C.  Buschmann,  a  /.  Platc- 
man,  a  Koelle,  a  /.  Edkins,  a  Rosny,  a  W.  G.  Aston,  a  A.  Ríddel,  a. 
B.  H.  Hodgson,  a  H.  Brugsch,  a  A.  Hanoteau,  a  Stern,  a  /.  KIg~ 
froth,  a  F.  Justi,  a  Bleek,  a  //.  de  Charencey,  a  Tschudi,  a  Brasseur 
de  Bourbourg,  a  Hunter.  Los  datos  están  tomados  tal  cual  los  ipresentan. 
las  Gramáticas:  no  he  puesto  como  formas  de  la  i.*  (persona  sino  las 
que  en  ellas  se  lee  J.'  persona. 

Todas  esas  prevenciones  que  le  detienen  son  ajenas  al  asunto  y  na 
pueden  herir  ail  argumento  incontrastable  de  los  hechos;  tratemos,  sin 
embargo,  de  desvanecerlas  de  alguna  manera. 

Julián. — ¡  No !,  es  que  yo  le  temo  a  usted  cuando  le  veo  armado 
con  su  Bascuence. 

Aurelio. — Dejemos,  pues,  el  Bascuence,  y  así  desarmado  como  us- 
ted me  ve,  hablemos  con  sinceridad. 

¡  Que  siendo  un  fenómeno  tan  manifiesto  no  lo  hayan  echado  de 
ver  los  autores!  Los  autores,  amigo  mío,  o  no  se  han  puesto  a  juntar 
todos  los  yoes  de  todas  las  lenguas,  y  así  no  es  lextraño  no  hayan  visto 
lo  que  no  pensaron  nunca  en  mirar,  o  estaban  tan  iprevenidos  contra 
la  unidad  común  y  originaria  de  las  lenguas,  que  se  han  desdeñado  de 
comparar  el  yo  de  las  diversas  familias.  Añádase  que  ninguno  tenía 
en  su  mano  la  llave  de  oro,  que  es  el  Eúskcra. 

Don  Julián,  nos  hemos  acuartelado  dentro  del  círculo  lingüístico  I-E, 
no  nos  atrevemos  a  hacer  excursiones  a  otras  familias,  y  cuando  las 
hacemos,  nos  impide  ver  lo  que  veríamos  la  aprensión  de  ser  lenguas  de 
muy  diversa  estructura,  contribuyendo  a  ello  no  poco  la  falsa  distinción 
de  lenguas  monosilábicas,  aglutinantes  y  flexionales,  fórmulas  que  no 


ACERCA    DEL  ÉUSQUERA   Y   DEL   CASTELLANO  IO5 

sólo  están  vacias  de  toda  realidad  y  son  meros  espejuelos  superficia- 
les, que  fabricaron  algunos  con  materiales  que  ellos  creian  tomar  del 
aiiundo  real,  pero  que  sólo  sacaron  de  sus  cabezas,  sino  que  han  dete- 
nido y  retraído  a  todos  los  que  hubieran  podido  compararlas  y  hallar 
la  verdad. 

Julián. — ¿Y  así  deshace  usted  de  un  solo  golpe  la  clasificación 
•de  las  lenguas  admitida  por  todos  los  modernos? 

Aurelio. — Paciencia,  don  Julián,  que  ya  llegará  la  ocasión  de  pro- 
ibanle  mi  aserto  (i)  ;  hoy  no  quiero  detenerme,  porque  estamos  fatigados 
y  deseo  deshacer  lias  aprensiones  que  le  quedan  y  he  comenzado  a 
«deshacer. 

Nada  más  obvio  que  los  mayores  inventos  después  de  hallados, 
•como  usted  sabe,  y  nada  menos  pensado  pocos  momentos  antes. 

Además,  ese  núcleo  ni  se  halla,  como  hemos  visto,  revestido  de  más 
formas  que  Proteo  en  las  diversias  lenguas,  y  revuelto  en  confusa  mes- 
-colanza  con  flas  más  corrompidas  del  núcleo  gii;  (era  necesaria  la  apli- 
cación del  imán  a  esa  mezcla  para  separar  el  hierro  de  los  demás  ele- 
mentos, y  ese  imán  es  el  ni,  nik  del  Bascuence,  que  todo  el  mundo 
•tenía  arrinconado  como  un  mueble  pasado  de  moda. 

Pero  ¡  que  ese  núcleo  se  haya  conservado  tan  intacto  a  pesar  de  las 
.grandes  transformaciones  de  la  lengua ! 

Los  que  entran  leni  el  campo  de  lá  Lingüística  con  ciertas  preven- 
•ciones,  como  ésta  y  otras  parecidas,  y  luego  se  nos  vienen  a  echar  en 
cara  a  los  católicos  nuestra  superstición  y  nuestro  apego  a  la  Biblia, 
í>ien  podían  darse  media  vuelta  sobre  sí  mismos  y  pensar  un  poco  si 
tío  son  esas  más  groseras  y  menos  fundadas  supersticiones. 

Julián. — Sermoncito  tenemos;  no  se  podía  menos  estando  en  Es- 
paña. 

Aurelio. — ^Es  cosa  que  no  me  agrada  mucho  mezclar  la  cuestión 
religiosa  con  las  materias  científicas;  pero,  don  Julián,  cuando  las  ha- 
llo mezcladas  no  puedo  menos  de  echar  mano  de  líos  reactivos  para 
separarlas. 

La  mayor  parte  de  los  lingüistas  modernos  (mucho  me  cuesta  de- 
cirlo, pero  no  lo  callaré)  suponen  la  falsa  teoría  del  salvajismo  primi- 
tivo de  da  humanidad  como  un  hecho  probado  e  inconcuso ;  de  aquí  que 
fantaseen  infinidad  de  siglos,  y  por  ende  transformaciones  inauditas 
en  la  vida  de  las  ilenguas. 

Este  supuesto  no  es  una  consecuencia  deducida  de  los  datos  cien- 
tíficos, verdaderamente  científicos;  es  un  postulado  de  los  principios 
antirreligiosos,  qu(e  han  minado  la  sociedad  actual  y  han  penetrado 
hasta  los  gabinetes  de  Bos  sabios  más  concienzudos  y  serios:  ved  por 
<[ué  no  puedo  menos  de  ver  en  su  didho  de  usted  urna  cuestión  siemi- 
Treligiosa  por  lo  menos. 

Julián. — No  disputemos:  usted  cree  en  Jos  pocos  años  que  la  Bi- 
■blia  atribuye  a  la  vida  de  la  humanidad  y,  por  consiguiente,  cree  que 


(1)     Cfr.  El  Lenguaje,  t.  I,  Cejador. 


I06  DIÁLOGOS    FAMILIARES 

el  lenguaje  no  ha  sufrido  tan  grandes  cambios  y  aún  tal  vez  que  no 
se  originó  de  los  gritos  brutales  de  los  primeros  sa-lvajes,  sino  que 
nació  completo  de  un  golpe;  yo  creo  lo  contrario  y  conmigo  está  la. 
ciencia  moderna.  Es  inútil  pasar  más  allá,  yo  no  puedo  admitir,  ni  si- 
quiera permitir,  se  plantee  esta  cuestión,  ya  juzgada  por  la  ciencia;  ya 
no   puedo  volver  a  las   doctrinas  de   sus  teólogos   de  la  edad  media. 

Aurelio. — ¡  Vamos !  No  se  sonría  usted  tan  inocentemente,  don 
Julián,  que  va  a  creer  don  Carlos  que  no  habJa  usted  de  esa  ciencia 
como  lo  siente.  ¡  Pobre  ciencia,  y  cuántos  sambenitos  le  cuelgan ! 
¿  Cuándo  ha  dicho  la  ciencia,  por  vida  mía,  que  el  hombre  lleva  de  vida^ 
todos  esos  siglos  que  se  dice,  y  cuándo  ha  dicho  la  ciencia  que  las  len- 
guas han  sufrido  todas  esas  perturbaciones? 

Julián. — Lo  dice,  amigo  mío,  y  dejo  la  sonrisa  y  la  broma  a  un 
lado,  lo  dice  la  Prehistoria,  la  Historia  con  sus  pirámides,  la  Antro- 
pología y  la  Lingüística. 

Aurelio. — Sin  duda  la  Prehistoria,  con  sus  edades  de  piedra  y  d« 
bronce,  que  todavía  no  han  terminado:  porque  es  sobremanera  gra- 
cioso el  que,  ya  que  no  se  haya  podido  hallar  el  hombre  terciario,  y 
no  por  falta  de  buenos  deseos,  se  haga  hincapié  en  el  hombre  de  los 
palafitos  y  de  las  cavernas,  del  mamut  y  de  las  armas  de  sílex,  que 
pueden  ser  de  ayer,  como  lo  son  de  hoy  en  algunas  comarcas,  aun 
dentro  de  la  cultísima  Europa.  Es  como  si  en  Inglaterra,  creyendo' 
ponderar  mucho  la  antigüedad  de  un  personaje,  se  dijera  que  había, 
visto  con  sus  propios  ojos  a  los  hombres  del  campo  de  su  tiempo  la- 
brar la  tierra  con  la  antiquísima  reja  romana. 

También  nosotros,  los  españoles,  hemos  alcanzado  esos  tiempos,  y 
IX)r  nuestra  triste  ventura  hemos  visito  a  esos  antiquísimos  labradores 
la  mano  a  la  mismísima  esteva  que  empuñaba  Dentato. 

En  cuanto  a  la  nebulosa  cuestión  antropológiica  de  las  razas,  le 
remito  a  usted  a  Gumilla  en  su  Erinoco  ilustrado,  donde  leerá  experi- 
mentos y  conclusiones  de  los  que  tal  vez  no  tiene  usted  noticia,  y  a* 
su  paisano  Quatrefages,  si  es  que  el  bueno  de  Gumilla  Je  parece  so- 
brado bueno  por  anticuado. 

De  las  dinastías  y  pirámides  de  Egipto  nada  le  digo,  porque  taxor 
poco  dice  nada,  en  resumidas  cuentas,  la  Historia,  y  después  de  reco- 
rridas las  listas  de  Maneton,  Eusebio,  Papiro  de  Prissa  y  TenxpJo' 
de  Karnak,  recapacite  un  poco  y  verá  cuan  despejada  se  le  queda  la 
cabeza  para  ver  los  largos  siglos  que  hacen  ustedes  proclame  necesa- 
rios la  ciencia  histórica. 

La  lingüística,  no;  esa  sí  que  no  pide  todos  esos  sigilos,  si  no  es- 
para aquellos  que  sólo  han  mirado  superficialmente  a  las  lenguas, 
y  que  yo  compararía  a  nuestros  aldeanos.  Preguntad  a  uno  de  ésto»- 
si  se  parece  a  la  suya  de  Castilla  la  lengua  que  oye  en  labios  del  fran- 
cés que  tiene  delante  de  sí,  y  le  oiréis  contestar:  "¿A  mí  con  esas?  ¿  Me 
cree  usted  tan  lerdo  que  vaya  a  conuparar  un  huevo  con  una  castaña ?**" 

Lo  que  es  las  lenguas,  don  Julián,  no  exigen  esa  antigüedad;  re~ 


ACERCA    DEL   ÉUSQUERA   Y    DEL    CASTELLANO  IO7 

pito  que  no;  y  si  no  me  dan  tierra  antes  de  tiempo,  le  prometo  que 
se  Jo  he  de  hacer  ver. 

Por  lo  demás,  contra  el  hecho  del  ni  y  otros  semejantes  no  me 
vaya  usted,  para  no  danle  crédito,  a  argüir  con  la  antigüedad  y  trans- 
formaciones del  lenguaje  y  de  ese  mismo  ni;  que  si  os  ve  cogido  en 
ese  círculo  vicioso  pudiera  repetiros  la  consabida  copla: 

"Los  muertos  que  vos  matáis  gozan  de  entera  salud." 

Y  a  continuación  os  podría  argüir  de  este  modo:  "¿Con  que  para 
negar  que  estoy  aquí,  pretende  usted  apelar  a  mis  transformaciones? 
Pues  yo  no  estoy  transformado;  héteme  aquí  de  cuerpo  entero,  y  se 
lo  diré,  para  que  miejor  me  entienda,  en  Sánskrit  y  en  Hebreo,  en 
Mejicano  y  en  Quichua,  en  Copto  y  en  Cafre,  en  Australiano  y  en 
Bascuence !  Y  entienda  usted  que,  como  yo,  están  tan  sanos  y  cabales 
los  demás  miembros  de  ese  organismo  dd  cual  formo  parte  y  que 
ustedes  llaman  lenguaje;  y  no  nos  levanten  calumnias  so  capa  de  que 
lo  dice  la  ciencia,  porque  la  ciencia  somos  nosotros,  el  ni  y  el  gii  y 
cuantos  formamos  parte  dd  habla,  que  por  no  sé  qué  capricho  se 
empeñan  ustedes  en  hacernos  más  viejos  de  lo  que  somos." 

Precisamente,  don  Julián,  los  sufijos  y  ios  elementos  gramati- 
cales se  conservan  mucho  mejor  entre  los  salvajes  que  en  los  pue- 
blos cultos;  lo  cual  le  ha  chocado  a  usted,  pero  no  es  menos  cierto. 
Si  quisiera  darle  razón  de  tan  extraño  fenómeno,  acudiría  a  las  mo- 
nedas antiguas,  que  se  pasaban  años  y  aun  siglos  casi  intactas  entre 
aquellas  gentes  incultas,  que,  no  conociendo  las  ventajas  del  comercio 
y  del  trabajo  que  d  dinero  lleva  a  cabo  y  dd  producto  que  rinde 
puesto  en  circulación  continua,  lo  guardaban  muy  encerradito  en  el 
fondo  dd  arca,  cuando  no  bajo  un  ladrillo  de  la  caballeriza;  mientras 
que  hoy  no  le  damos  un  momento  de  reposo.  Las  monedas  antiguas 
de  aquella  gente  inculta  se  hallan  más  intactas,  don  Julián,  después 
de  muchos  siglos,  que  las  que  sie  acuñaron  hace  diez  años,  y  eso  que 
nosotros  estamos  algo  más  civilizados ;  pero  precisamente  por  eso  mismo 
han  pasado  más  de  mano  en  mano  y  se  han  gastado  más  por  el  roce 
incesante   que  sufren. 

Julián. — Mucho  gusto  tendría  en  que  me  mostrase  usted  respecto 
de  los  demás  elementos  del  lenguaje  lo  que  me  ha  hecho  ver  hoy  respecto 
del  nij  y  d  otro  día  respecto  de  los  sufijos  de  genitivo;  mientras  tanto 
no  puedo  admitir  todas  esas  teorías  de  la  unidad  del  lenguaje,  del 
papel  que  en  él  atribuye  usted  al  Bascuence  y  de  las  pocas  transforma- 
ciones que  dice  usted  han  sufrido  las  lenguas. 

Aurelio. — Tampoco  pretendo  yo  que  usted  las  admita,  mientras 
no  se  las  demuestren;  lo  único  que  deseaba  hacerle  ver  es  que  si  el 
Bascuence  es  interesante  para  la  lingüística  indo-europea,  como  lo  creo 
haber  demostrado  el  otro  día,  no  lo  es  menos  para  la  lingüística  compa- 
rada general,  de  todas  las  lenguas.  Lo  cual  ya  que  no  se  pueda  lograr 
del  todo  en  unos  cortos  momentos,  por  lo  menos  creo  se  Jo  habré  hecho 
barruntar  por  el  caso  concreto  dd  ni  que  usted  escogió;  por  la  uña,  el 


I08  DIÁLOGOS    FAMILIARES 

león.  Cuanto  a  los  años  o  siglos  que  el  hombre  lleva  viviendo  sobre  la 
tierra,  ni  entro  ni  salgo ;  lo  único  que  le  quería  dar  a  entender  es  que  la 
transformación  de  los  idicnuas  no  neoesita  que  sean  muchos. 

Carlos. — 'De  león  ha  sido,  sí,  por  cierto,  esa  uña,  y  creo  debemos 
darnos  por   satisfechos,   don   Julián. 

Julián. — No  lo  quedo  yo  tanto,  a  decir  verdad,  y  ya  desearía  yo 
que  hiciera  con  la  segunda  persona  lo  que  ha  hecho  con  la  primera. 

Aurelio. — ¿  Con  cuál,  con  el  i,  ik,  eu,  euk,  o  con  el  su,  zuk,  scu,  zeuk? 
Porque  bien  sabe  usted  que  hay  esta  doble  forma  para  expresar  el  tn 
en  Bascuence. 

Carlos. — «Supongo  que  la  -k  en  esas  formas  es  de  agente  como  en 
nik,   neuk... 

Aurelio. — Precisamente. 

Carlos. — Y  que  la  -u  en  eu  por  iu  y  en  seu  será  la  misma  de  neu... 

Aurelio. — 'Es  la  misma  -m  intensivta.  en  todos  los  pronombres, 
él  =  a,  ak,  au,  auk,  etc. 

Carlos. — Veo  que  el  sistema  personal  está  completo  y  es  regula- 
rísimo en  Bascuence;  muéstrenos  esos  personales  en  las  demás  len- 
guas, don  Aurelio,  si  es  que  no  le  descontenta  a  don  Julián. 

Jlt-ián. — Si  le  pedimos  equivalentes  diel  zu,  don  darlos,  nos  va  a 
traer  el  ^ú  griego  o  oú  y  luego  el   <m  latino... 

Carlos. — Y  tu,  tu-wam  Sánskrit,  tu,  tu-m  Zend,  du  Armenio,  tu  del 
antiguo  irlandés,  thu  Godo,  du  Alemán,  tu  Litánico,  tü  Eslavo  y  tendrá 
razón. 

Aurelio. — Y  en  las  semíticas,  el  a-TU  Saho,  in-ii  Bilin,  at-ixs  Dan- 
káli,  o-Ti  Galla,  o-oi  Somalí,  y  ta  prefijo  verbal,  y  si-n  prefijo  posesivo, 
cuya  n  es  de  plural,  Dankali,  u-sv-ni. 

Y  si  desean  más,  d,  sufijo  -s  en  Hotentote,  do  en  Barí  de  la  Nubia. 
crn-TA  en  todas  las  semíticas,  cuyo  prefijo  ha  dicho  ha  poco  don  Julián 
que  era  r.n-,  y  entre  las  caucásicas  en  Casicumuc  su  =  vosotros,  en 
Chetchen  y  Tuch  chit,  el  tu  en  Georgiano  CHE-n,  Mingrelio  si,  Laze 
si,  Suanés  si,  etc.;  y  en  los  dialectos  Samoyedos  -t,  -ri-h  Dual,  -TA-h 
Plural,  y  en  Manchu  si,  Pl.  su-e.  Tunguso  chi,  Pl.  chü,  Mogol  tchi, 
H.  ta,  Buryático  chi.  Turco  SE-n,  si-n,  Pl.  sí-.?.  Calmuco  si;  en 
Finés  el  sufijo  -si,  Lapón  -d,  Cheremiso  -t,  Mordwino  -t,  Ziriano  -d. 
Magiar  -d,  y  la  2.*  p.  separada  o  tu:  si-nd  en  Finés,  xo-n  Lapón,  ti-» 
Cher.,  te  Zir.,  te  Magiar  TO-n  Mordwino. 

Carlos. — ¿Qué  significa  esa  nf 

Aurelio. — Lo  mismo  que  en  la  i.*  persona  me-u.  es  nota  de  geni- 
tivo, la  -n  posesiva  que  vimos  el  otro  día:  en  estas  lenguas  los  perso- 
nales separados  están  en  genitivo. 

En  .Mcuta  la  2."  p.  Tcni-n.  Esquimal  -//',  Sinhalés  to,  Tiiai  su,  Onya 
tu,  Kavi  ta,  en  Nueva  Caledonia  to:  en  las  americanas  tchi  Timucua, 
se  =z  vosotros  en  Cofa,  te,  rz-hiia  Mejicano,  is-sz  Troques,  da-  Hi- 
dasa,  d-  Dacota,  di  Apache,  tsa-  Chiroqués,  thu  Tarasco,  ta-ta  Huaste- 
ca, -t  Quiche,  TSA-n  Yunca,  chi-  'Cogaba,  -tsc  Lul'e... 

Carlos. — Basta,  basta,  don   Aurelio:  está   probado  que  el  cu  bas- 


ACERCA    DEL   ÉUSQUERA   Y   DEL   CASTELLANO  IO9 

congado  se  halla  en  todas  partes,  a  menudo  endurecida  la  z  en  t,  como 
en  Griego  oii  y  xú. 

Aurelio. — Y  si  quieren  ustedes  í  por  segunda  persona,  aquí  tengo 
el  prefijo  i-  Barca,  de  la  Nubia,  e-  Kumana,  i-  Sande,  Yi-n  Luóh,  i-n 
Chuli,  e,  ie  en  Nupe  del  Senegal  y  posieaivo  -ie,  i  Wei,  i  Susu,  i  Man- 
dingo,  e  Bambara,  i  Ibo,  Bongo,  Bagrima. 

En  las  cuatro  lenguas  del  grupo  Mande  ni  es  yo,  i  es  tu,  a  es  él, 
como  en  Bascuenoe. 

Entre  las  Bantues  eye  Lunda,  y-  Kafir  para  ed  imperativo,  -t 
"Whioh  meang  you,  que  según  el  P.  Torrend  es  común  a  casi  todas 
las  de  la  misma  familia,  es  decir,  a  más  de  las  tres  cuartas  partes  del 
África;  en  Bongo  del  Sudán  tu  se  dice  i  y  prefijo  i-.  Teda  ye-, 
Bagrima  i,  y  i. 

Carlos. — Basta  otra  vez,  dom  Aurelio. 

Aurelio. — Si  no  hemos  hecho  más  que  recorrer  el  África,  y  eso 
-en  voJandas. 

Carlos. — ^Sí,  en  alas  del  i;  pero  así  y  todo  no  es  (pequeño  viaje  el 
^ue  nos  aguarda  por  tercera  vez,  si  nos  ponemos  en  sus  manos  de 
tisted. 

Aurelio. — Déjenme  recordar  solamente  io  de  la  isla  Formosa,  -yo 
del  lloco,  iyo  Bugis,  i-to,  i-kao  Tagalo,  acusativo  sa-i-yo,  gen.  dat.  i-yo; 
y  en  la  Melanesia  yeuk,  euk  Anatom,  i-k  Tana... 

Carlos. — lEsa  k  es  la  del  Eúskera  i-k,  la  -k  de  agente:  ¿de  modo 
que  tu  se  dice  en  Tana  lo  mismo  que  en  Eúskera? 

Aurelio. — No  tengo  tiempo  para  decirle  que  sí,  que  me  salen  al 
paso  io  en  Nueva  Caledonia,  Holontalo,  Bugis,  Mankasar,  i-oi  Bauro,  io 
Guadalcanar,  i-oi  Ulaua,  i-oi  Mará,  con  -o,  como  el  e-u,  ne-u,  ze-u  del 
Eúskera. 

Carlos. — ^En   antiguo   irlandés  hallo   i-r  =  vosotros. 

Aurelio.- — Y  en  Sánskrit  i\j-yam,  de  eu,  iu;  en  Zend  Y\s-sh,  Godo 
yü-s  antiguo  islandés  e-r.  Lituano  yu-s.  Prusiano  iou-s.  Armenio  ye-r 
genitivo,  antiguo  alemán  iu  en  dativo.  Godo  i-zwis  acusativo:  en  todas 
estas  formas  la  -s  es  de  pílural. 

Carlos. — Y  ¿cómo  se  explica  el    '^^t''<i  ^^  vosotros f 

Aurelio. — Bopp  pretende  sacar  el  tema  yu,  que  está  manifiesto  en 
las  formas  dichas,  del  tema  tu. 

Carlos. — 'La  derivación  del  eu  bascongado  no  tiene  réplica,  y  la  sim- 
ple i  está  en  Godo,  antiguo  alemán,  etc. 

Aurelio. — ^En  Griego  el  espíritu  fuerte  procede  de  i-  o  de  s-  como 
usted  sabe ;  que  en  ÚjjleT?  venga  de  i-  se  deduce  del  cotejo  con  las  demás 
lenguas.  La  -  ;  es  la  nota  plural,  -v-^-  es  una  nota  r.fiíTniativa,  como  en 
■^■u-sh-me  Sánskrit,  donde  -sh-,  de  -s-,  es  ell  plural. 

El  mismo  espíritu  fuerte,  último  resto  de  la  i-,  desajparece  cuando 
hay  y-^1  Ü-[j.|1£;  y  después  ú-p.;';  =  ú-ixer;  =  Ú-[i=í;. 

De  aquí  vo-s  Latín,  vii  Eslavo. 

Carlos. — Y  ¿cómo  explica  usted  %£T(;=:  nosotros? 

Aurelio. — iViene   del  tema   gu;  compárense: 


lio  DIÁLOGOS    FAMILIARES 

1.*  p.  del  tema  gu.  2  »  p.  del  tema  fu,  eu. 


Vedas 

asmé 

yu-shme 

Sanskrit 

zva-yam. 

yü-yam 

Griego 

VUsr; 

ú-(ier; 

Zend 

7ra-éw,  a-hm- 

yñ-jcm,  yvL-sh 

Godo 

ve-is 

yil-s. 

Alemán 

wi-r 

i-r  (tema  t). 

La  ^  de  ó^k  ha  dejado  como  huella  v^  z=  a-  =  w-;  el  iu-  ha  deja- 
do i'-  =  yii-:  la  paladial  g  pedía  vocal  abierta,  como  en  las  semíticas;  la 
-;,  es  de  plural  y  -y.z-  nota  intensiva. 

Julián. — Pero  eso  es  proceder  o  priori:  ¿qué  derecho  tiene  usted 
para  poner  como  forma  típica  ell  gu? 

Aurelio. — ^El  que  presenta  la  forma  del  singular  £-70)  ==  e-go  = 
i-k  God.  =  ga  Bohemio  =  a-ha-m  Skt.  =  a-z-m  Zend.,  etc.  La  -ni  de 
aham  es  como  la  -v  de  «-71Ü-V,  l-iú-v,  intensiva,  la  a-  es  un  prefijo  que 
no  esitá  en  Bohemio  ni  a  veces  en  Rúnico,  ka,  ga,  aunque  también  se 
dice  c-k,  i-k,  k.  Además,  si  ustedes  quieren,  les  traeré  formas  en  gu  de 
todas  las  lenguas. 

Julián. — Sí,  flas  que  trae  Bopp  de  las  Malayas  a-ku. 

Aurelio. — Que  nadie  podrá  negar  ser  el  c-go,  y  sin  el  prefijo 
a-  tenemos  el  posesivo  -ku  en  Malayo,  a-ku  y  ku  en  Magindanao,  Bago- 
bo,  Bisaya,  Tagalo,  etc.  y  en  MaÜgach  a-ho,  -ko.  Eai  .las  polinesias  ku  y 
n  perdida  la  consonante,  fenómeno  ordinario  en  aquella  familia,  Samoa 
a-hu,  Maori  a-hau,  hau,  Tahiti  vau,  Hawai  wau:  y  noten  ustedes  la 
conversión  de  gu  en  hu,  luego  en  u,  porque  esto  explica  la  -o,  -u,  -w  de 
la  I.'  p.  deJ  verbo  indo-europeo. 

En  Nicobar  je,  Javanés  -ku  y  lo  mismo  en  Bugis,  Alfur,  Dayak, 
Malayo,  Batac,  Tagalo,  lloco,  Ibanag,  Mankasar  y  en  todas  las  lert- 
gfuas  melaneaias.  Y  bien  saben  ustedes  que  en  los  personales  sufijados 
se  conserva  mejor  la  nota  intacta;  este  -ku  =  de  mí,  mío,  es,  por  tanto, 
forma  más  intacta  que  a-ku  =  ego.  ¿  Quieren  ustedes  gus  a  granel  en 
América  ? 

Carlos. — Por  mí,  puede  usted  dejarlos. 

Aurelio. — Pero  don  Julián  va  a  creer  que  sólo  se  encuentra  el  gu 
en  Europa  y  en  Oceanía,  y  no  es  así.  En  Troques  ko-,  ke-  prefijos  ver- 
bales y  posesivos  de  !la  i.*  p.,  y  por  el  e-go  latino  tenemos  i-ki;  Dacota 
wa-,  Qiiroqués  a-kua-,  a^ki-,  Cric  tcha-,  Colocho  -khu,  Selich  ki-,  Su- 
haptin  -h,  Timucua  ho,  Taensa  ¡10,  Otomi  khc  ==  nosotros,  -ki,  -gi  su- 
fijo verba).  Tarasco  hi,  Chiapaneca  -ho,  Quiohé  okh  y  ka  =  nucstrOr 
Rribri  je,  Abipona  akam  =  nosotros,  el  aham  Sanskrit... 

Carlos. — Basta,  don  Aurelio  y  va  la  tercera. 

Aurelio. — Y  ¿no  quieren  ustedes  el  ko  del  Khyeng  en  Indo-china, 
kü  del  Thai,  kuoi  del  Naga,  ol  -kha  del  Esquimal,  el  go,  kho  dc1  Tibe- 
tano,  el  wi-h  =  nosotros  dos  y  -k  =  nuestro  y  todas  las  demás  forrruis 
samoyedas,  que  explican  la  débil  litación  del  -gu  cu  -u  del  vcrl)o  indo- 


ACERCA    DEL   ÉUSQUERA   Y    DEL   CASTELLANO  III 

europeo?  ¿Y  el  tchw-cn  ==  nosotros  del  Georgiano,  tchkhi  Mingrelio,. 
gi-  Suanés,  y  los  prefijos  dativos  de  la  i.*  p.  Pl.  gw-  Georg.,  g-  Suanés, 
y  los  subjetivos  h-,  w-,  u-  de  todas  las  caucásicas?  ¿Y  el  mismo  nú- 
cleo ko,  ka,  go,  ga  en  más  de  70  lenguas  anarianas  del  Indostán,  Hi- 
malaya  e  Indo^China? 

De  las  camitas  y  semitas  ya  vimos  que  -á,  -i  son  corrupciones  de 
-u,  -gu;  y  si  no  se  verá  por  el  Galla  -ko,  Saho,  Bilin,  Dankali  y  Cha- 
mir  yi-,  Tamachek  -hi-n,  donde  -n  es  la  nota  de  plural.  Eli  orden  de  la. 
derivación  fué  -ku,  que  está  en  Egipcio,  hi  Tamach.,  yi,  i,  a,  a :  las 
formas  gh,  ke,  ku,  hi,  ko,  de  otras  lenguas,  bastan  para  comprobarlo. 

Carlos. — Biasta,  repito  por   centésima  vez,  don  Aurelio. 

Aurelio. — Pero  ¡  si  no  me  ha  dejado  usted  citar  la  centésima  parte- 
de  las  formas  i,  gu,  que  tengo  a  mano ! 

Carlos. — iNi  son  necesarias  para  di  caso ;  guárdeselas  para  su  obra- 
general  (i),  que  allí  estarán  muy  en  su  puesto,  y  aquí  no  nos  hacen  falta, 
porque  tengo  por  muy  probado  que  todos  esos  personales  bascongadoa- 
están  en  todas  las  lenguas. 

Aurelio. — Y  que  el  sistema  comipleto  con  su  -k  y  su  -u  regular- 
mente añadidas  y  sólo  cuando  hay  que  expresar  el  término  agente  o 
dar  mayor  intensidad  a  la  forma  se  halla  exclusivamente  en  Éusquera. 

Carlos. — Así  es,  puesto  que  en  las  demás  lenguas  se  encuentran  am- 
bos elementos  sin  razón  de  ser  y  en  unas  lenguas  en  algunos,  en  otras 
en   algunos  otros  personales. 

Aurelio. — ¿Y  el  abuso  de  emplear  gu  =  nosotros  para  el  yo^. 
lo  mismo  que  el  de  emplear  ni  ==  yo  para  el  nosotros,  y  d  de  pre- 
fijar e-,  a-,  etc.,  y  las  corrupciones  fónicas  de  ni  en  mi  y  de  gu  en 
hu-  vu,  u,  etc.,  que  se  hallan  más  o  menos  en  todas  las  lenguas  menos 
en  el  Eúskera...? 

■Carlos. — Muestran  palpablemente  que  el  Eúskera  posee  las  forni'is. 
intactas;  puesto  que  de  la  comiparación  resulta  que  realmente  los  tipos 
íntegros  y  primitivos  fueron  los  bascongados  ni,  i,  gu,  zu,  exclusivos 
del  Eúskera  en  su  forma  intacta  o  en  la  totalidad  deíl  sistema,  mientras, 
cue  en  ninguna  otra  lengua  se  hallan  todos  y  todos  intactos. 

Pablo. — ¿Qué   tal,    don   Julián?    ¿Quedamos,  ahora  satisfechos? 

Carlos. — 'Hora  es  ya  de  levantar  esta  larga,  aunque  por  otra  parte 
fructuosísima  sesión. 

Hemos  oído  esta  tarde  en  materia  de  lenguas  cosas  que  nunca  hu- 
biéramos sospechado ;   confesémosilo  ingenuamente,  amigo  Julián. 

Yo,  por  mi  parte,  aseguro  que  veo  nuevos  horizontes  no  explorados- 
hasta  aquí  para  la  Lingüística,  y  ruego  en  su  nombre  a  nuestro  com- 
placiente amigo  y  modesto  lingüista  don  Aurelio,  no  la  deje  defraudada 
de  las  esperanzas  que  puede  prometerse,  y  que  nos  dé  pronto  a  la  es- 
tampa esos  tesoros  escondidos  de  que  él  solo  disfruta  y  cuyo  hallazgo. 


(i)     Todas   pueden   verse   en    Cejador,   Embriogenia   del   lenguaje. 


112  DIÁLOGOS    FAMILIARES 


<iebe  a  ese  peregrino  Eúskera,  del  cual  quedo  tan  aficionado,  como  in- 
•dif érente  me  sentía  en  un  principio  (i). 


(i)  Don  Aurelio,  el  de  estos  Diálogos,  soy  yo,  el  autor  de  la  presente  Histo- 
kiA.  Llevo  ya  publicados  doce  tomos  sobre  dicho  asunto  con  título  de  El  Len- 
guaje; pero  hube  de  interrumpir  la  obra,  que  pedía  además  otros  tantos,  por 
haberme  adeudado  con  la  impresión.  Los  españoles  no  gustan  de  semejantes  es- 
tudios, y  los  extranjeros  no  leen  libros  españoles.  Mis  aficiones  al  bascuence 
lian  dado  pie  para  que  muchos  me  tengan  por  bascongado,  sin  serlo,  pues  ara- 
gonés soy ;  los  bascongados,  en  cambio,  ni  siquiera  han  contado  conmigo  para 
sus  asociaciones  euskéricas.  Téngase  todo  ello  en  cuenta  para  apreciar  el  des- 
interés que  pongo  en  estos  estudios.  Años  ha  que  el  poeta  don  Manuel  Reina 
pidió  en  las  Cortes  se  fundase  una  cátedra  de  Bascuence  en  la  Universidad  de 
Madrid  para  que  yo  pudiese  exponer  mis  doctrinas  acerca  del  iberismo,  tan  im- 
portantes para  la  historia  de  España  y  para  rendir  culto  al  antiguo  idioma  de 
nuestra  raza.  Ni  conocía  yo  al  poeta  ni  aun  siquiera  le  escribí  agradeciéndole 
>€ste  paso  que  había  dado  espontáneamente  y  que  motivó  la  respuesta  del  mi- 
nistro señor  Rodríguez  Pascual,  el  cual,  a  vueltas  de  grandes  alabanzas,  que 
ahora  aquí  le  agradezco,  así  como  a  los  manes  del  poeta  del  Genil,  prometió 
tenerlo  muy   en  cuenta. 

CONGRESO    DE   DIPUTADOS 

(3    NOVIEMBRE    I904) 

"El  señor  Reina  (don  Manuel):  Me  levanto  para  dirigir  un  ruego  a  mi 
-ilustre  amigo  el  señor  Ministro  de  Instrucción  pública,  ruego  que  entraña,  a  mi 
juicio,  gran  importancia,  y,  además,  un  acto  de  completa  justicia,  cual  es  el  de 
premiar  la  inteligencia  selectísima,  el  talento  extraordinario,  el  cerebro  pode- 
roso, unido  a  un  trabajo  incansable,  tenaz  y  fecundo,  que  ha  dado  motivo  a  un 
dignísimo  catedrático  y  eminente  escritor,  el  señor  Navarro  Ledesma,  para  ex- 
poner, con  la  gallardía  de  estilo  y  la  erudición  que  le  son  propias,  un  pensa- 
miento luminoso  en  la  prensa  periódica,  al  que  me  asocio  con  todas  las  fuerzas, 
con  todas  las  energías  de  mi  voluntad.  Se  trata,  señores,  de  propagar,  de  exten- 
der, de  difundir,  los  extraordinarios  conocimientos  de  un  hombre,  al  cual  rin- 
den culto  y  admiración  muchos  intelectuales  de  España,  y  que  pronto  recibirá 
los  plácemes  y  felicitaciones  del  mundo  civilizado.  Un  sabio  en  toda  la  exten- 
sión de  la  palabra,  don  Julio  Cejador,  ha  publicado  una  obra  maravillosa,  en 
la  cual,  desentrañando  los  orígenes  e  investigando  las  raíces  del  lenguaje  y 
poniendo  a  la  luz  meridiana  la  lengua  primitiva,  nos  demuestra  que  ésta  es 
el  eúskaro  o  el  bascongado,  con  ejemplos  de  todos  los  idiomas.  Tan  insigne  des- 
cubrimiento lo  inicia  el  señor  Cejador  en  el  prólogo  de  su  libro  inmortal  El 
Lenguaje ;  lo  expone  en  el  segundo  tomo.  Gérmenes  del  lenguaje,  y  lo  prueba 
cumplidamente  en  el  tercer  volumen.  Embriogenia  del  lenguaje.  Para  tamaña 
empresa,  el  señor  Cejador  ha  recorrido  todos  los  léxicos,  todas  las  gramáticas, 
todos  los  diccionarios  existentes  en  el  mundo  relativos  a  la  manera  de  enten- 
derse entre  los  hombres.  Ahora  bien  :  yo  pregunto  a  mi  ilustre  amigo  el  señor 
Ministro  de  Instrucción  pública,  dotado  de  tan  alta  ilustración  y  de  profundo 
amor  a  las  letras :  ¿  no  debe  el  Estado  favorecer  y  proteger  a  un  talento  tan  por- 
tentoso? En  nombre  de  la  cultura  nacional  yo  agradecería  mucho  al  señor 
Ministro  de  Instrucción  pública  que  emplease  su  poderoso  valimiento  y  su  alta 
influencia  corea  del  Consejo  de  Inslrucción  pública  para  que  este  alto  Cuerpo 
acordase  la  fundación  de  una  cátedra  de  bascongado  en  el  Doctorado  de  la 
Facultad  de  Filosofía  y  Letras,  desempeñada  por  el  señor  Cejador.  No  creo  que 
sea  ambición  inusitada  equiparar  o  igualar  el  eúskaro  o  bascongado  con  el 
sánskritü,  que  causa  el  hastio  y  el  cansancio  de  muchas  personas  que  se  dedican 


ACERCA   DEL   ÉUSQUERA   Y    DEL   CASTELLANO  11^ 

DIAL/OGO    III  (i) 

Si   se   habló  EL  LATÍN  EN   EsPAÑA  Y   CUÁNDO   NACIÓ   EL   ROMANCE 

CASTELLANO. 

Antonio. — No  le  puedo  neg'ar  que  en  nuestro  castellano  hay  pala- 
bras bascongadas,  por  lo  menos  algumas,  atiTique  no  tantas  como  usted', 
pretende. 

Aurelio. — ¡  Cuatro  o  cínico,  como  ha  dicho  Menéndez  Pida!,  tomán- 
dolo de  Unamuno,  y  éste,  copiándolo  de  un  autor  francés !  Ni  éste  ni  el 
otro  ni  el  de  más  allá  han  estudiado  el  bascuence  y  están  todavía  en 
esito  de  los  orígenes  del  castellano  adonde  llegó  el  bueno  de  Hartzen- 


a  esta  clase  de  estudios  filológicos.  Tal  es  el  ruego  que  encomiendo  a  la  bene- 
volencia del   señor  Ministro  de   Instrucción   pública. 

El  señor  Ministro  de  Instrucción  pública  (Domínguez  Pascual) :  Tengo- 
mucho  gusto  en  asociarme  a  los  elogios  que  ha  dirigido  el  señor  Reina  al  ilustre 
sabio  y  maestro  del  lenguaje  señor  Cejador;  pero  hecho  esto  me  plantea  Su 
Señoría  un  problema  que  no  es  de  tan  fácil  resolución  como  parece ;  porque  S.  S.  de- 
sea que  se  cree  una  cátedra  de  bascuence  y  que  se  dé  a  persona  determinada, 
y,  repitiendo  que  yo  me  asocio  de  todas  veras  y  muy  gustoso  a  cuanto  S.  S.  ha- 
dicho,  me  parece  un  poco  violento  crear  una  cátedra  porque  exista  el  cate- 
drático. 

Esto  no  obstante,  no  sería  suficiente  motivo  ni  lo  es  para  que  yo  me  oponga 
a  la  pretensión  de  S.  S. ;  pero  he  de  decirle  que  sería  necesario  para  ello  que 
el  Consejo  de  Instrucción  pública  propusiera  la  creación  de  la  cátedra,  que  el' 
Ministro  se  conformara  con  ella,  y  que  las  Cortes  votaran  el  crédito  necesario, 
y  luego  — y  aquí  entra  la  parte  más  difícil —  habia  que  proveer  la  cátedra  re- 
glamentariamente, porque  el  Ministro  no  puede  proveer  ninguna  en  la  persona 
que  le  parezca  más  conveniente,  aunque  no  figure  en  el  profesorado,  sino  que 
ha  de  atenerse  a  la  legislación.  Hay  algún  procedimiento  extraordinario  para  la 
provisión  de  cátedras  que  podría  dar  facilidades  en  el  sentido  que  desea  el  señor" 
Reina ;  pero  no  es  rápido,  porque  se  necesita  oír  a  muchas  Corporaciones,  y  aun- 
que yo  espero  que  coincidirían  probablemente  en  su  juicio  con  el  de  S.  S.,  no 
puedo  asegurarlo.  Por  consiguiente,  aunque  podemos  ir  a  la  primera  parte,  yo  no 
puedo  g-arantizar  a  S.  S.  que,  creada  la  cátedra  de  bascuence,  que  en  honor  de 
la  verdad  no  me  parece  indispensable,  fuera  a  dársela  al  señor  Cejador,  a  pesar' 
de  ser  persona  en  quien  tantos  méritos  concurren.  Yo  estudiaré,  sin  embargo,  con 
mucho  gusto  la  cuestión  que  S.  S.  rae  propone  y  veré  si  hay  términos  hábiles  de 
complacerle  dentro  de  lo  que  conviene  a  la  ciencia  y  permite  la  legislación. 

El  SEf5oR  Reina  :  Yo  insisto  en  lo  que  he  dicho  antes.  El  señor  Ministro  de 
Instrucción  pública  dice  que  el  bascongado  quizá  no  tendría  gran  éxito ;  el  bas- 
congado  lo  hablan  todos  los  moradores  de  una  región  importantísima  de  Espa- 
ña, y  tendría  seguramente  aceptación,  inscribiéndose  muchos  estudiantes  para 
cursar  esta  asignatura.  Por  lo  demás,  el  señor  Cejador  ha  demostrado  ser  el 
primer  conocedor  en  esta  materia,  mejor  dicho,  el  único  que  ha  publicado 
acerca  de  ella  libros  importantísimos,  y,  por  consioruiente,  sería  el  más  acreedor 
a  la  cátedra.  Yo  agradezco,  por  otra  parte,  al  señor  Ministro  de  Instrucción 
pública  sus  buenos  deseos  en  nombre  de  los  bascongados  y  de  la  cultura  na- 
cional." 'I 

(i)  Los  Diálogos  que  se  siguen  se  escribieron,  como  los  anteriores,  a  fines- 
de!  siglo  XIX  y  se  imprimen  ahora  por  primera  vez  con  algunos  ligeros  reto- 
ques. Creo  que  no  han  perdido  todavía  su  oportunidad.  Se  debaien  en  ellos 
cuestiones  tocantes  al  iberismo,  a  la  toponimia  española,  a  los  orígenes  de  nues- 
tra raza,  nuestra  cultura  y  nuestro  idioma;  de  suma  importancia  lingüísticafc 
e    histórica. 


114  DIÁLOGOS    FAMILIARES 

busch,  para  quien  nmestro  idioma  es  una  "espléndida  vestidura  de  tela 
romana,  con  adornos  y  recamados  de  muchas  y  diferentes  naciones", 
esto  es,  deJ  arábigo,  del  gótico,  del  italiano,  del  francés,  del  americano 
y  ded  griego.  Del  bascuence  no  tiene  más  que  una  maJa  hiCacha  de  cua- 
tro o  cinco  vocablos,  aunque  ninguna  de  esas  naciones  ha  vivido  tan 
cerca  de  la  española  como  la  nación  bascongada,  que  está  y  estuvo  den- 
tro de  nuestra  proi^ia  casa  desde  antes  de  que  nacieran  y  sonaran  en 
^1  mundo  todos  esos  pueblos. 

Antonio. — Usted,  como  aficionado  al  bascuence,  pone  en  primera 
línea  a  su  idioma  favorito,  después  del  latín,  ya  que  no  pueda  po- 
nerlo antes:  así  como  Valdés,  en  el  Diálogu  de  la  lengua,  como  afi- 
cionado al  griego,  lo  ponía  aun  antes  que  el  latín,  por  lo  menos  en 
«1  orden  crondlógico  originario  de  nuestro  romance. 

Aurelio.— ^Sin  embargo,  el  mismo  Valides  sabe  usted  que  se  mues- 
tra no  muy  del  todo  sosegado  con  esta  su  original  opinión ;  tanto  que 
añade:  "La  vida  me  habéis  dado  en  no  querer  contender  sobre  esto, 
porque  por  no  porfiar  me  dejara  vencer,  haciendo  mi  cuenta  que  más 
querría  quedar  por  necio  que  ser  tenido  por  porfiado;  pero  mirad  que 
si  alguno  querrá  decir  que  la  lengua  vizcaína  es  en  España  aún  más 
antigua  que  la  griega,  yo  tanto  no  curaré  de  contender  sobre  lo 
-contrario,  antes  diré  que  sea  mucho  en  buena  hora,  así  como  lo 
dirán."  Y  un  poco  más  abajo:  "De  la  vizcaína  querría  saberos  decir 
algo;  pero  como  no  la  sé  ni  la  entiendo,  no  tengo  que  decir  della  sino 
solamente  esto:  que,  según  he  entendido  de  personas  que  entienden 
esta  lengua,  también  a  ella  se  le  han  pegado  muchos  vocablos  de 
los  latinos,  los  cuales  no  se  conocen,  así  por  lo  que  les  han  añadido, 
como  por  la  manera  con  que  los  pronuncian.  Esta  lengua  es  tan  ajena 
de  todas  las  otras  de  España,  que  ni  los  naturailes  della  son  entendi- 
dos por  ella,  poco  ni  mucho  de  los  otros,  ni  los  otros  dellos."  Y  su 
comentador,  don  Eduaído  Mier,  añade:  "Por  ahora  sólo  se  puede 
asegurar  que  la  lengua  más  antigua  de  España,  y  acaso  la  más  an- 
tigua de  Europa,  es  el  bascuence."  Valdés  confiesa  que  no  puedie  de- 
cir nada  del  bascuemce  por  no  conocedo;  Menéndez  Pidal,  sin  cono- 
cerlo más  que  VaJidés,  asegura  que  sólo  cuatro  o  cinco  palabras  ha 
tomado   de   él   nuestro   romance. 

Antonio. — Más  de  cuatro  y  más  de  cuarenta  puede  el  más  des- 
contentadizo sacar  en  limpio  del  Tesoro  publicado  por  el  señor  Ce- 
jador;  pero  él  y  usted,  como  todos  los  demás,  no  han  hecho  en  esta 
cuestión  más  que  llevar  cada  cual  el  agua  a  su  molino.  Los  latinos 
podrían  llenar  tomos  enteros  con  citas  en  favor  del  latín,  comenzan- 
do por  Alderete  y  Monlau;  los  hebraízantes,  comenzando  con  el  tes- 
timonio de  Severo  Catalina,  por  no  subir  agua  arriba  a  beber  el  de 
otros  muchos;  los  bascófilos,  con  Huerta,  Salcedo,  los  tratadistas 
bascongados  y  otros  muchos  extranjeros  traerán  tanitas  autoridades 
que  contrabalancearán  a  los  demás;  los  arabizantes,  con  Munárriz 
y  Sismondi,  no  les  irán  en  zaga.  Alderete,  Valdés,  Morales,  Cova- 
rrubias,   Herrera,   Saavedra  y   otros  mil   han   tocado  la   cuestión  del 


ACERCA   DEL   ÉUSQUERA   Y   DEL   CASTELLANO  II5 

origen   del    castellano :   cada   cual    ha   hablado   segxin   sus   aficiones   y 
las  de  su  tiempo:  así  es  que  ya  no  creo  a  nadie. 

Aurelio. — Pero  ¿creerá  usted  a  los  hechos,  supongo?  En  esto  no 
valen  nada  las  autoridades,  que  con  tanto  valor  corrían  repetidas 
entre  los  antiguos.  Y  ésta  ya  es  cuestión  vieja,  y  no  menos  viejo  es 
el  argumento  de  autoridad.  En  el  siglo  xv  el  traductor  de  Dante  es- 
cribía: "Algunos  dicen  que  la  lengua  que  primero  los  regnos  de  Cas- 
tilla tenían  era  vyscaina;  pero  yo  nunca  lo  vi  en  lugar  abténtico"  (Bi- 
blioteca Escur.,  S.,  13,  fol.  40).  Bl  que  defendió  esta  opinión  con 
nuevos  bríos  fué  Larramendi,  en  el  siglo  xviii.  De  entonces  acá  no 
ha  habido  tail  vez  opinión  más  cruel,  a  la  par  que  ignorantemente 
atacada  y  rechazada  por  los  eruditos  españoles,  que  Ha  de  haber  sido 
el  bascuence  la  primera  lengua  que  seipamos  se  hablase  en  España  y 
da  de  las  consecuencias  que  para  el  castellano  se  derivan  de  tal  opi- 
nión. Y  a  pesar  de  tan  fiera  conitradicción  y  de  dudar  todavía  fla  ma- 
yor parte  de  nuestros  escritores,  esa  opinión  ha  flotado  y  ha  quedado 
vencedora,  llevada,  no  en  alas  deil  convencimienito,  imposible  entre  au- 
tores tan  mal  dispuestos  y  aun  contrarios,  sino  en  alas  de  los  mismos 
crueles  sarcasmos  e  ignorantes  impugnaciones  de  sus  adversarios.  Y 
es  que  se  oponía  el  desconooimiento  del  bascuence  y  el  desprecio  de 
nna  lengua  hablada  por  unos  cuantos  pobres  caseros  deí  país  bascon- 
gaiáo.  Razones,  fK>r  cierto,  soberanamente  científicas. 

Antonio. — Es  que  hay  graves  dificultades,  don  Aurelio,  para  ad- 
aiitir  que  el  bascuence  se  hablara  en  la  mayor  parte  de  España.  Es 
punto  todavía  muy  oscuro;  por  lo  menos  yo  confieso  ingenuamente 
que  nada  veo.  Pero  hay  más.  Aun  concedido  que  se  hubiese  habla- 
do y  que  los  iberos  fueran  los  bascongados,  no  caigo  en  la  razón 
que  usted  pueda  tener  para  afirmar  que  el  castellano  debe  al  bascuen- 
ce, después  del  latín,  más  que  a  las  otras  lenguas.  Porque  usted  me 
liabla  d?  hechos,  y  el  primero  de  todos  y  el  más  averiguado  es  que  el 
latín  ¿e  habló  en  toda  España  durante  varios  siglos;  otro  hecho  es 
que  el  castellano  debió  de  nacer  entre  los  siglos  xi  y  xii,  ¿Cómo  po- 
día, pues,  influir  el  bascuence  en  su  formación,  aun  concedido  que 
antes  se  hubiese  hablado  en  toda  España,  si  había  tantos  siglos  que 
había  tomado  su  lugar  el  latín,  quedando  solamente  arrinconado  en 
las  provincias  bascas? 

Aurelio. — Pues,  yo  insisto  en  afirmar  cuanto  usted  acaba  de  ne- 
gar y  digo  que  los  iberos  fueron  escualdunas  o,  por  lo  menos,  que 
los  escualdunas  habitaron  la  mayor  parte  de  la  península ;  que  su 
idioma,  el  bascuence,  contribuyó  a  la  primera  formación  del  castella- 
Tio,  y,  ¡  asómhrese  usted,  don  Antonio !,  aJfirmo  que  nunca  se  llegó  a 
hablar  el   latín  por   la   mayoría   del   pueblo   español. 

Antonio. — ¿Qué  me  cuenta  usted?  ¿También  le  ha  proporcionado 
«1  bascuence   ese   inaudito   descubrimiento? 

Aurelio. — También ;  sí,  señor :  el  estudio  del  bascuence  me  ha 
mostrado  ha  ya  mucho  tiempo  que  el  latín  no  llegó  jamás  a  ser  len- 
,gua   nacional   y  popular  de   España. 


Il6  DIÁLOGOS    FAMILIARES 

Antonio. — Mucha  sabiduría  debe  de  'encerrar  «se  señor  bascuen-- 
oe  para  saber  más  que  la  Historia  y  que  los  documentos  latinos  de 
todos  tiernpos. 

Aurelio. — No  hay  por  qué  espantarse,  amigo  mío.  Las  lenguas 
son  archivos  adonde  no  llega  Ja  polilla  de  todos  esos  tieimpos  ni  la 
mano  destructora  de  las  revoluciones  de  los  imperios.  Repito  que  el 
bascuence  me  ha  enseñado  y  dicho  que  nunca  fué  el  latín  la  lengua 
general   de   los   españoles. 

Antonio. — Usted  dirá, 

Aurelio. — En  caso  de  haber  sido  el  'latín  dengua  general  de  los 
españoles,  hubiera  salido  nuestro  romance  únicamente  de  la  evolu- 
ción o  corrupción  lenta  del  latín  y  no  contendría  elementos  bascon- 
gados. 

Antonio. — Fuera  de  alguna  que  otra  voz  suelta,  que  ipudiera  ha- 
ber  pasado   a    Castilla  posteriormente  desde   las   provincias   bascas. 

Aurelio. — 'Como,  por  ejemplo,  o-gur;  ¿verdad? 

Antonio. — O   como  cuatro  o  cinco,   o  veinte,   si  usted  quiere. 

Aurelio. — ^O  das  que  se  hallan  en  Jos  más  añejos  refranes. 

Antonio. — Los  refranes  son  cosa  muy  seria,  don  Aurelio.  Los  vo- 
cablos encerrados  en  los  refranes  no  han  podido  venir  de  fuera;  han 
nacido  al  calor  del  hogar  y  se  han  criado  en  las  calles  y  plazas  de  los 
pueblos  menos  expuestos  a  los  aires  forasteros. 

Aurelio. — ¿  Quiere  usted  decir  que  no  los  llevaron  a  Castilla  los  ba- 
ñistas que  suelen  veranear  en  el  país  basco? 

Antonio. — Si  es  que  los  hubo  y  se  veraneaba,  cuando  los  roman- 
ces nacieron. 

Aurelio. — Pues  y  ¿  cómo  llegó  aJl  hogar  castellano  aquella  voz  gal- 
duda  que  se  halla  en  el  refrán  que  trae  Santillana  entre  los  que  di- 
cen las  viejas  tras  él  huego?  Sardina  q^e  gato  lleva,  goLduda  va. 
Que,  si  usted  no  dice  otra  cosa,  significa  que  va  perdida. 

Antonio. — Perdida-,  sin  duda,  pide  el  sentido  del  refrán;  pero  otros 
dicen  gandida,  y,  de  todas  suertes,  uno  u  otro  son  vocablos  oscuros. 

Aurelio. — Para  el  que  no  sepa  bascuence.  Pregunte  a  cualquier 
bascongado  cómo  diría  perdida  con  voz  bascongada  en  la  frase  per- 
dida va.  Al  punto  le  responderá:  galduda  va.  Basta,  pues,  que  esa 
sea  una  de  las  variantes  del  refrán  para  asegurar  que  fué  la  variante 
únicamente  primitiva;  porque... 

Antonio. — Bueno,  sea;  pero  una  golondrina  no  hace  verano. 

Aurelio. — Pero  basta  para  corromperle  a  usted  las  oraciones  y 
enfriar  su  devoción  a  los  refranes.  Si  ese  galduda  no  lo  trajeron 
los  bañistas,  proviene  de  cuando  nació  el  castellano  o  de  época  en 
que  todavía   se   hablaba  bascuence   más  acá  del  país  basco. 

Antonio. — Eso  no  puede  ser. 

Aurelio. — Tan  puede  ser,  que  en  el  siglo  viii,  quiero  decir  des- 
pués del  año  711,  o  acaso  en  el  siglo  ix  o  x,  se  entendía  el  bascuen- 
ce nada  menos  que  en  Goiadalajara. 

Antonio. — ; También   le   ha   enseñado  eso  el    bascuence? 


ACERCA    DEL   ÉUSQUERA   Y    DEL    CASTELLANO  II7 

Aurelio. — Eí  (bascuenoe.  Los  árabes  tradujeron'  el  antiguo  nom- 
bre de  aquella  ciud'ad,  que  era  Arriaga,  o  Arriaca,  al  árabe,  llamándo- 
la Guadalajara :  entrambos  nombres,  basco  y  arábigo,  soienian  pedregal. 

Antonio. — Pudo  ser  casualidad:  por  haberse  fijaxlo  árabes  e  ibe- 
ros en  lo  pedregoso  del  terreno. 

Aurelio. — ¡Hola!  ¿Ya  rnie  concede  usted  que  ipor  Guadalajara  se 
habló  hascuence  y  que  lo  habilaban  los  iberos? 

Antonio. — O  acaso  fué  alguna  cdlonia  de  bascongados  que  baja- 
ron de  isa.  montaña,  la  que  dio  a  la  tierra  aquélla  el  nombre  de 
Arriaca. 

Aurelio. — Y  otra  colonia  daría  su  nombre  ad  Tiiria,  que  es  el 
bascongado  zuria  y  vale  el  blanco,  como  lo  tradujeron,  por  casuali- 
dad, los  árabes  en  Guadalahiad  o  Guadalaviar.  Y  otra  colonia  diaria 
su  nombre  al  Betis,  que  suena  en  bascuence  el  lleno  o  grande,  tra- 
ducido puntualmente  por  los  árabes  con  el  nombre  de  Guadalquivir  (i). 
Y  otna  colonia  daría  su  nombre  a  Zurita  de  los  Canes,  que  ha  so- 
brevivido a  la  traducción  que  hicieron  de  esite  nombre  los  griegos  lla- 
mándola Leucada,  y  a  la  que  en  latín  hicieron  Jos  romanos  llamán- 
dola Cani,  ipues  los  tres  nombres  significan  blancuras,  y  blanco  es  ei 
terreno  en  que  asienta.  Hubo,  pues,  bascongados  en  Zurita,  en  Gua- 
dalajara y  en  las  niberas  del  Guadalaviar  y  del  Guadalquivir,  y,  ade- 
más, se  entendía  el  bascuence  en  todas  aquellas  partes  después  del 
año  711,  en  que  pasaron  los  árabes  a  España.  Porque... 

Antonio. — ^Es  verdad:  tantas  casualidades  son  demasiada  casua- 
lidad. 

Aurelio. — iOtra  casualidad  es  que  el  famoso  pueblo  de  CaJatañazor, 
donde  "Alimanqor  perdió  el  atamor",  como  se  cantaba  por  Andalucía 
el  año  975,  según  la  Crónica  general  y  el  Tudense,  sea  traducción 
arábiga  de  sus  antiguos  nombres  latino  y  bascongado.  Dice  la  Cró- 
nica (pág.  449,  edic.  1906)  :  "Et  ayuntáronse  todos  en  aquel  lugar  a 
que  en  ell  arauíigo  dizen  Cannatannagor,  et  en  el  castellano  quiere 
dezir  altura  de  buey  tres...  Et  quando  llego  a  un  lugar  que  dizen  Borg 
Al-corax..."  Este  Borg  Al-corax  o  altura  de  cuervos,  en  latín,  o 
Cannatannagor  o  altura  de  buey  tres,  sabe  usted  que  es  el  Veluca  de 
los  a;revacos,  de  Tolomeo,  o  Vaeluce  del  Itinerario  de  Antonino,  en 
el  camino  de  Astorga  a  Zaragoza,  y  donde  todavía  hay  ruinas  ro- 
manas. Según  Conde  (parte  2.%  cap.  LXXVH),  es  la  villa  que  lla- 
maron' Calut  Anosor  los  árabes,  o  altura  d.e  bueytres  o  Borg  Al- 
corax,  de  los  cuervos.  Pues  bien,  Veluca^  suena  en  bascuence  la  de 
los  cuervos,  de  bela,  cuervo,  corneja,  con  el  sufijo  -ca  o  -co.  El  ape- 
llido Vela,  tan  com'ún  en  España,  no  tiene  otro  origen,  como  el  de 
Velasco  y  Blasco,  de  belats,  el  gavilán,  corneja,  derivado  de  bela. 
Todas  estas  cosas,  don  Antonio,  son,  como  usted  dice,  demasiada  ca- 


(i)  Creo  que  la  grafía  Baetis  es  falsa.  En  ningún  idioma  de  los  hablados 
en  España  tiene  explicación,  a  no  ser  que  se  quisiera  indicar  ser  muchas 
sus  bocas  o  bahías,   bai-ti,  en  bascuence. 

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ii8 


DIÁLOGOS    FAMILIARE;g 


sualidaid.  La  demasiada  casuaJiidad  aplíquela  no  menos  a  los  refranes. 
Porque  no  es  sola  Ja  golondrina  del  galduda  la  que  en  ellos  anidó. 
Repase  ilos  de  SantUlana.  Entre  ellos  verá:  Baga  compuesta  a  ia 
blanca  denuesta.  Bazo,  por  negro,   es  puro  bascuence. 

Antonio. — De  badius,   rojizo,  l'o  trae  la  Academia. 

Aurelio. — Badius  no  pudo  dar  más  que  bayo,  o  está  de  más  la 
Fonética  comparada.  No  es  cosa  de  exponer  aquí  esta  etimología,  que 
hallará  usted  en  el  Tesoro,  del  señor  Cejador.  Así  como  la  de  bao, 
del  refrán  Bien  te  quiero,  mas  bao,  es  decir,  vete,  que  es  la  misma 
de  vaho,  del  echarlo  por  la  boca,  como  tomar  las  afufas  o  irsie  y  afu- 
far por  echar,  del  fu  con  que  gatos  y  hombres  echan  de  sí  algo  y 
echan  el  aliento.  Igualmente  la  de  aquel  vtangorrero  diel  refrán  En 
casa  del  herrero,  cuchillo  mangorrero. 

Antonio. — ¿Qué  es  eso  de  mangorrero? 

Aurelio. — Pues  cuchillo  de  palo,  que  dice  otra  variante.  Esto  es, 
cuchillo  sin  mango  allí  dondie  los  hacen  y  componen.  Mangorrero  se 
compone  de  niang,  de  orr  y  de  ero.  Orro  u  horro,  como  decían  también, 
es  eJ  bascongado  orra,  que  vale  sin.  Lo  mismo  en  mach-orra,  la  sin 
macho. 

Antonio. — De^l  arábigo  suelen  traerlo,  dkjnde  significa  manumitido. 

Aurelio. — ^BLen,  pues  el  refrán  significará,  según  eso,  que  en  casa 
del  herrero  usan  cuchillo  manumitid  ero,  y  machorra  significará  ma- 
cho manumitido.  Y  ahorrar,  que  valle  cercenar  y  reservar  en  castellano, 
nada  tiene  que  ver  con  ese  ahorrar  o  manumitir  del  árabe.  Vea  todas 
estas  voces  .en  el  Tesoro,  de  Cejador. 

Fuego  hace  cocina,  que  no  moca  garrida.  Garrida  viene  del  bas- 
cuence. En  Laburt  garria  es  la  cintura,  o  guerria  en  los  demás  dialec- 
tos bascos.  Garrida  es  Ja  de  hermoso  talle,  y  por  la  cintura  y  'las  hal- 
das en  cinta  sabe  usted  que  se  indica  la  bien  disípuesta  para  el  trabajo; 
y  así  la  glosa  de  este  refrán  diice :  "Poco  aprovecha  la  diligencia  don- 
de falta  la  virtud  natural^,  que  es  necesaria." 

Antonio. — iMás  me  contenía  esa  etimología  que  'las  de  la  Acade- 
mia, que  antes  dijo  venía  ded  griego  'lapwózK,  agraciado,  y  ahora,  que 

del  arábigo     ^j¿,    que  suena  con  r  parisiense  en   la  primera  sílaba, 

tari,  y  que  dicen  significa  hermoso. 

Aurelio. — Eguílaz  y  Yanguas  no  mlicnta  como  de  origen  arábigo 
la  voz  garrida.  Los  arabistas  de  la  Academia  se  han  ido  a  buscar  un 
terminajo  rarísimo  en  el  maremagnum  de  Freytag,  donde  los  hay  de 
«se  jaez  para  todo.  El  terminajo  ése  no  se  halla  en  ningún  autor 
arábigo;  jamás  lo  he  oído  ni  Jeído,  ni  lo  citan  nuestros  lexicógrafos 
Pedro  de  Ailcailá  ni  Raimundlo  Martín  ipara  nada.  El  verbo  arábigo 
de  donde  saca  ese  terminajo  Freytag  vane  apegar  y  desear.  Acaso 
algún  poeta  lo  emfíileó  metafóricamente  y  de  él  lo  tomó  hVeytag. 
Pero  es  insoportable  puerilidad  traer  ese  terminajo  que  nadie  conoce 
en  árabe  para  etimdlogía  de  garrida,  teniendo,  adlem.ás,  que  añadir 
el   sufijo  -ida  a  la  voz  arábiga,  cosa  desusada  en  nuestros  derivados 


ACERCA    DEL   ÉUSQUERA   Y    DEL   CASTELLANO  II9 

del  árabe.  El  que  puso  en  eJ  Diiccionariio  académico  tail  etimoJogía 
muestra  no  saber  más  árabe  que  el  que  se  aprende  por  los  libros 
como  un  idioma  peregrino  y  del  otro  jueves,  y,  además,  no  sabe  lo 
que  es  ei  Freytag.  En  una  pailabra,  es  una  vergüenza  para  ios  ara- 
bistas serios  la  tal  etimología,  como  lo  es  para  los  que  entienden  de 
griego  el  /apiToai;  que  antes  traía  el  Diccionario.  Dijera  X^P'^^í^  gra* 
cioso;  pero  aun  así  no  pasaría.  El  x«pí'^«£ií  es  voz  poética  que,  ade- 
más de  rara,  no  pasó  al  latín  y  sólo  por  el  latín  vinieron  al  cas- 
tellano vocablos  griegos.  Ya  es  hora  de  que  se  dejen  dos  académi- 
cos die  cubiletear  con  las  'etimologíias.  Gentes  ignorantes  cuanto  a  la 
liiigüístíica,,  que  creen  se  puede  etimologizar  con  unios  cuantos  diccio- 
narios  de  lenguas  raras,  como  no  se  hacía  ni  en  los  tiempos  en  que 
aún  no  había  nacido  la  ciencia  del  lenguaje. 

Otro  tanto  se  diga  de  mozo,  que  lo  traían  de  "  iioOcuv,  mancebo, 
esclavo  nacid'o  en  casa  de  su  amo;  de  i^oaxo?'  becerro,  cachorro".  Y 
ahora  lio  traen  de  musteiis,  reciente.  Todo  por  no  acordarse  o  no  sa- 
ber el  bas'cuience,  donde  mots  y  match,  su  diminutivo,  valen  mocho, 
romo,  pelado,  de  donde  se  dijo  mozo  y  mocho  y  mochacho  por  andar 
pelaidos;  mostu  es  raipar  y  desmochar  y  embotar,  con  un  sinfín  de 
derivados. 

Hay  otro  refrán  que  dice :  Guay  de  gachas,  a  íclI  ora  comidas  con 
punta  d,e  alfiler.  ¿Qué  son  gachas f 

Antonio. — ^Eil  Diccionario  dice  que  viene  de  coacta,  de  cogeré, 
cuajar. 

Aurelio. — Cogeré  no  significa  cuajar,  sino  forzar  y  empujar.  Yo 
creía  que  por  lo  menos  había  en  la  Academia  quien  supiese  latín. 
Por  lo  visto,  trastean  d  diccionario  latino  como  el  arábigo,  sm  co- 
nocer ni  uno  nii  otro  idioma.  Cuajar  se  dice  en  bascuenoe  gatzatu 
y  gatz  es  la  sal.  Pero  hay  más.  en  el  refrán:  Lo  de  gachas,  comi- 
das con  punta  de  alfiler  es  añadidura  posterior,  por  no  entender  que 
gachas  en  el  refrán  significa  dificultades  y  desdichas.  La  gelosa  dice : 
''A  las  miserias  comúnmente  acompaña  desventura."  ¿  No  ha  oído 
usted  decir  ánimo  a  las  gachas,  esto  es,  a  las  dificultades  y  miserias? 
Ahora  bien:  las  gachas  nada  de  dificulltades  encierran,  antes  son  pa- 
pilla de  harina  en  leche  o  agua  para  niños,  enfermos  y  viejos.  Yo 
me  barrunto  que  el  refrán  es  antiquísimo  y  alude  al  gaitz  o  gais  o 
gaiz  o  gatch,  que  suenan  enfermedad,  imal,  daño,  difícil  y  dificultades, 
desdichas.  Y  son  voces  éstas  que  se  emiplean  en  la  conimise ración  y 
luego  como  con  cariño  al  modo  que  ¡cuitado!,  ¡pobrecito!  Así  em- 
pleamos gachón,  gancho,  gachonería,  tratando  con  mimos  y  caricias 
al  niño ;  tanto  que  di  Diocionaráo  dice  de  gacha :  "halagos,  caricias, 
mimos." 

Los  perros  de  Zorita,  pocos  y  mal  avenidos,  es  otro  refrán,  que 
en  cierta  ocasión  me  dijo  usted  que  no  entendía. 

El  origen  de  estos  famosos  perros  y  del  refrán  es  el  de  lo  más 
poético  que  puede  pensarse,  si  poesía  es  creación  fantástica  del  ar- 
tista. El  artista  que  aquí  fantaseó  es  él  pueblo  esípañol.  Tres  son  las 


120  DIÁLOGOS    FAMILIARES 

redacciones  que  trae  Correas.  En  la  pág.  204:  "Los  perros  áe  Zorita, 
cuando  no  tenían  a  quién,  unos  a  otros  s<e  mordían."  En  la  misma 
página:  "Los  perros  de  Zorita,  pocos  y  mucha  grita."  Y  en  íla  mis- 
mia:  "Los  perros  de  Zorita,  pocos  y  mal  avenidos,  o  los  canea  de 
Zorita,  pocos  y  mal  avenidos,  (En  Zorita,  fortaleza  de  Talatrava, 
tenían  los  comendadores  unos  perros  veladores  y  de  ayuda  contra 
'los  moros  fronteros.  Véase  los  Canes.)"  Finalmente,  en  la  misma  pági- 
na: "Los  canes  de  Zorita,  no  teniendo  a  quién  morder,  uno  a  otro 
se  mordían." 

Ya  tenemos  aquí  los  perros  convertidos  en  canes,  y  Zurita,  en 
Zorita.  Y  no  es  menudo  salto,  porque  aunque  parezca  ser  lo  mismo, 
canes  fueron  y  no  perros  los  de  ila  primera  redacción  del  refrán, 
como  fué  Zurita  y  no  Zorita  el  nombre  de  la  famosa  ciudad  de  la 
Celtiberia  rigurosa,  por  otro  nombre  Contrebia,  la  cual  confrontaba 
con  los  Arévacos  de  Sigüenza  y  con  los  Carpetanos  de  Comiplutum 
o  Alcalá  de  Henares,  con  los  de  Patemiana  o  Pastrana  y  con  los  de 
Arriaca  o  G'uadailajara.  Era  su  posición  la  más  estratégica  y  fuerte 
de  la  región,  y  asi  fueron  muchas  las  acometidas  guerreras  de  los 
capitanes  romanos  que  sufrió,  y  pueden  verse  en  la  Geografía  antigua 
de  España,  de  Cortés.  Habla  de  ella  Mariana  (1,  H,  c.  to)  y  Morales 
en  su  Historia  {II,  63)  y  en  sus  Antigüedad.cs  (fol.  94),  de  donde  co- 
pio: "El  río  Tajo  desde  la  puente  de  Pareja  entra  en  la  provincia 
que  llaman  de  Zorita,  en  la  región  de  la  Alcarria...  Acrecentado  con 
Guadiola,  y  más  caudaloso,  va  a  bañar  las  rocas  sobre  que  está  fun- 
dado el  castillo  de  Zorita  de  los  Canes,  a>'udando  por  su  parte  a  ha- 
cer más  inexpugnable  aquella  fortaleza,  que,  a  juicio  de  los  que  bien 
lo  entienden,  es  de  las  más  fuertes  que  se  pueden  imaginar."  Está 
Zorita  de  los  Canes,  como  hoy  se  llama,  en  la  Alcarria,  provincia  de 
Guadalajara. 

¿Por  qué  se  llamó  Zorita  de  los  Canes?  No  fué,  sin  duda,  por 
razón  del  proverbio  "Los  canes  de  Zorita",  sino  que  éstos  aluden  a 
la  población  y  de  ella  se  dijo  el  refrán.  Ya  se  ve  ahora  cómo  los 
perros  viinieron  después,  detrás  de  los  canes.  Que  estos  canes  no 
eran  Jo  mismo  que  perros,  aunque  el  pueblo  español  así  lo  fantaseó, 
se  verá  por  Estrabón.  Muy  bien  dice  Cortés  que  eíl  nombre  fué 
Zorita  de  los  Canos,  sino  que  por  corrupción  popular  Canos  se  hizo 
Canes.  ¿Tienen  algo  que  ver  los  canes  o  perros  con  los  canos  o 
blancos?  Tan  sólo  ol  sonsonete,  y  en  él  se  fundó  el  llamaise  de  los 
Canes,  y  el  dar  pie  para  poner  perros  por  canes  en  el  refrán. 

Efectivamente,  este  Canos  no  es  más  que  Ja  traducción  del  grie- 
go Leuca,  o  Leuca  lo  es  de  Canos.  Estrabón,  en  el  libro  9,  escribió: 
"Civitas  quie  Leuca  vocatur,  id  es  Alba."  Ya  tenemos  el  nombre  la- 
tino Canos  y  el  griego  Leuca  de  aquella  ciudad.  ¿Y  el  nombre  pro- 
pio, en  el  idioma  indígena,  de  aquellos  celtíberos?  Pues  Zurita,  que 
en  bascuence  significa  Blanca  o  Ailba  o  Cana  o  Leuca,  que  todo  es 
lo  mismo.  Para  que  se  vea  lo  tenaces  que  son  los  españoles  en  con- 
servar sus  cosas  y  sus  vocablos,  hoy  mismo  el  nombre  del  pueblo  es 


ACERCA    DEL   ÉUSQUERA   Y   DEL   CASTELLANO  121 

el  antiquísimo  y  primitivo  Zorita,  y  sólo  se  conserva  el  nombre  que 
le  dieron  los  romanos  en  el  genitivo,  de  los  Canes,  antes  de  los  Ca- 
nos; el  nombre  griego  Lenca  desapareció  enteramente. 

I>e  aquí  saco  yo  que  los  romanos  la  llamaban  Canos  o  Cano,  y 
que  la  mayor  parte  de  los  españoles  del  país  no  habló  nunca  latín, 
puesto  que  siguieron  llamándola  Zurita,  y  sólo  para  darla  a  conocer 
a  Jos  romanos  añadíanle  de  los  Canos,  por  el  nombre  que  ellos  le 
daban.  Los  romanos  de  aquella  tierra  debían  de  entender  algo  el 
bascuente  que  hablaban  los  celtíberos,  puesto  que  tradujeron  Zurita 
por  Canos,  como  los  griegos  por  Lenca. 

¿Por  qué  razón  se  llamó  Blanca  aquella  ciudad  celtibérica?  Dí- 
celo  claramente  Esrtrabón  en  el  libro  X :  "ínsula  Leucata,  quia  erat 
sita  in  petra  albicanitis  colorís" ;  porque  hallábase  fundada  sobre  un 
peñasco  de  color  blanquecino.  Siento  mucho  que  todo  esto  no  con- 
tente a  los  que  quisieran  que  no  debiera  nada  el  castellano  al  bas- 
cuence;  pero  como  el  mejor  remedio  para  el  que  no  quiere  una  taza 
de  cafldo  es  darle  taza  y  media,  es  de  saber  que  zurita  o  zorita  es  en 
castellano  <la  paloma  bravia,  esto  es,  la  blanca,  y  en  Maragatería  es 
sencülaimente  íla  pailoma  y  la  voz  con  que  las  llaman:  ¡zurita,  zurita, 
ven!  En  Nebrija,  zorita  es  paloma  sencillamente.  Zurito  es  palomo 
que  vive  del  campo  y  sólo  duerme  y  cría  en  casa;  metafóricamente, 
el  no  casero,  el  forastero,  gertte  de  paso  en  tertulias,  etc.  Así  en 
Córdoba. 

Zurita  viene  de  zuria,  blanco  eti  eúskera.  o  sin  artículo  zuri.  En 
la  provincia  de  Pontevedra  llaman  a  las  palomas  casaras  deciéndolas: 
¡zuri,  zuri!  En  Aragón,  zorina  es  íla  gallina  con  manchas  blancas 
en  fondo  canelo.  En  Maragatería  llaman  también  a  la-^  palomas: 
¡zura^,  zura!,  y  zura  significa,  según  Rosal,  mansa  y  sencilla,  hablan- 
do de  las  aves,  ave  zura,  sencilla.  En  bascuence  zuri  es  blanco  y  sen- 
cillo, como  blanco  en  castellano  es  el  sencillo  y  bobo.  Otro  tanto  vale 
zurano.  Comedia  Eufrosina,  (2,  3) :  "Y  si  espera  como  paloma  zura- 
na, no  seré  yo  fiador  de  tu  abono."  Zurano  es  manso,  sencillo.  Y 
zurana  es  la  pailoma  silvestre,  al  decir  de  Nebrija:  metafóricamente 
Un  raniier,  como  tradujo  Oudin  al  francés,  esto  es,  las  palomas  no- 
charniegas,  que  corren  por  ahí  a  ciertas  horas.  Zuratico,  diminutivo 
del  diminutivo  euskérico  ztirato,  vale  sencillo.  Sclvagia  (44) :  "i  O 
pese  a  ñus  con  la  zuratica !  ¿no  la  oís?  De  casamiento  habla  y  que 
no  se  dará  menos."  Zurear  es  en  Murcia  arrullar  el  palomo,  y  zureo 
su  iposverbal.  Pero  en  eúskera,  además  de  zuria  se  dice  churia,  y  de 
aquí  el  nombre  de  Ha  nevatilla  en  Extremadura,  que  es  Churitbia, 
así  como  en  Murcia  churubito  es  el  lechuguino  o  blanquito  simple. 

Creo  que  ya  son  más  de  cuatro  las  palabras  que,  por  lo  dicho, 
debe  el  castellano  al  bascuence.  Dije  antes  que  el  refrán  Los  perros 
de  Zurita  era  de  los  más  poéticos  o  fantásticos.  Del  nombre  de  la. 
ciudad  Zurita  de  los  Canos,  donde  se  juntó  el  nombre  latino  al  indí- 
gena, salió  Zorita  de  los  Canes,  por  imaginar  que  Canos  era  lo  mis- 
mo que  Canes.  La   fantasía  no  menos  creyó  que  canes  podía  susti- 


I?2  DIÁLOGOS    FAMILIARES 

tuírse  ipor  perros.  Los  canes  o  perros  que  sacaban  en  la  caza  de  zu- 
ritas o  palomas  torcaces  eran  canes  o  perros  de  zuritas.  Pero  habien- 
do ya  un  pueblo  llamado  Zurita  de  los  Canes,  llevólos  allá  la  fan- 
tasía popular,  y  esos  canes  o  perros  fueron  desde  entonces  de  Zorita. 
Mo  faltó  el  cuento  correspondiente,  que  se  inventó,  como  suele  suce- 
der, para  declarar  el  refrán  tal  como  lo  trae  Correas,  y  el  común  de- 
cir de  que  los  perras  en  la  caza  embüsteTi  a  porfía  y  aun  se  muer- 
den, mayormente  si  son  de  varios  amos,  quedó  escullpido  en  el  refrán, 
bien  localizado  e  historiado  por  la  leyenda. 

Véase,  pues,  cómo  un  sencülo  refrán  encierra  a  veces  histonias 
largas,  hasta  de  ciudades  antiquísimas,  y  verdades  históricas  de  tan- 
ta monta  como  la  que  en  vano  han  pretendido  echar  abajo  algunos 
Jigeros  escnitores  franceses,  c^tra  la  maciza  opinión  de  los  sabios 
alemanes:  la  de  que  el  bascuence  se  habló  por  toda  E&pafia  antes  de 
la  llegada  de  los  romanos.  No  failtan  aquí  quienes  sigan  a  esos  escri- 
tores franceses,  y  así  no  es  de  extrañar  no  quieran  nada  con  el  bas- 
cuence. 

Antonio. — ^Preciosa  leyenda  popular  me  acaba  usted  de  contar  y 
prueba  contundente  para  lo  que  tra.tajnos. 

Aurelio. — Ni  beber  d£  bruces,  ni  mujer  de  muchas  cruces. 

De  bruces  o  de  bruzas  es  el  bascongado  buruz,  buriiz-ez,  de  ca- 
beza; como  asaz  es  el  bascongado  asez,  bastante,  de  ase,  bastar.  En 
francés,   asscz. 

Antonio. — Eso  ya  está  claro.  JLa  Academia  trae  bruces  como  si 
viniera  de  buces  y  éste  de  bus,  Qabio,  y  buz  lo  trae  del  persa  bus, 
beso.  Asaz  dice  que  de  ad  satiem,  esto  es,  ad  satietatem.  Zurito,  del 
arábigo  turí,  montaraz,  zuro,  lo  mismo. 

Aurelio. — En  el  Tesoro,  de  (Ce j ador,  se  estudian  esas  etimologías. 
La  buz  o  el  buz  es  en  la  montaña  de  Santander  la  k>oa,  el  hocico  de 
la  vaca,  etc.  "Te  rompo  los  buces."  lEse'  bus  persa  y  turí  arábigo  son 
cubíjeteos  académicos,  no  menos  que  el  ad  satiem.  Y  gracias  que  la 
Academia  se  acuerda  ddl  bascongado  zati,  pedazo,  para  explicar  zato 
y  zatico  de  los  refranes:  Más  valen  migajas  de  Rey,  que  garico  de  ca- 
uallcro.  Romero  hito  saca  gatico. 

Migas  cochas  con  gorrones,  no  las  comen  todos  hombres. 

Es  otro  refrán,  donde  gorrones  son  chicharrones,  del  bascongado 
yorri,  rojizo,  frito.  Y  no  le  quiero  aducir  más  palabras  bascongadas 
de  refranes  castellanos,  ¡porque  sería  cosa  de  repetir  las  infinitas  que 
Ce j  ador  trae  en  el  Tesoro  de  la  lengua  castellana.  Vuelvo,  pues,  a  pre- 
guntarle cómo  llegaron  esos  vocablos  bascongados  a  Castilla,  sean  ellos 
Jos  que  se  fueren,  pocos  o  miuchos,  y  cómo  se  incorporaron  al  romance. 

Antonio. — Yo  no  sé  cómo  llegaron;  lo  que  sé  es  que  el  latín  fué 
la  lengua  universal  de  España  y  que  no  veo  por  qué  ustedl  lo  niega 
tan  rotundamente. 

Aurelio. — Pues  el  basaiencc  lo  que  sabe  y  me  ha  dado  a  cono- 
cer a  mí  es  que  el  latín  no  fué  Jcngua  general  de  España.  No  digo 
eQ   latín   clásico  de   Cicerón   y   de   Jos  demás   autores   clásicos    ni    no 


ACERCA   DEL   ÉUSQUERA    Y    DEL    CASTELLANO  1 23 

olásicos,  pero  ni  aun  el  latín  rústico,  que  dicen  ustedes  fué  el  que, 
corroinupiéndose,    dio    origen    al    casitellano. 

Antonio. — Vuelvo  a  decirle  que  ese  señor  bascuence  sabe  más 
de  lo  necesario.  Pero,  don  Aurelio,  ¿no  sabe  usted,  tan  bien  como 
yo,  que  del  latín  de  la  época  de  barro,  del  bajo  latín,  fué  formán- 
dose  el   romanice  ? 

Aurelio. — No,  don  Antonio,  no  lo  sé  tan  bien  como  usted,  ni 
siquiera  peor  que  usted;  no  lo  sé  de  ninguna  manera.  Sólo  sé  todo 
lo  contrario:  que  ni  nació  el  romance  diel'  bajo'  latín,  sino  del  alto 
latín,  pudiéramos  decir,  esto  es,  del  antiguo  latín  rústico  de  los  si- 
glos II  y  I  antes  de  la  era  cristiana  y  juntamente,  del  bascuence;  y 
además  sé  que  aquel  viejo  y  rústico  latín  no  fué  jamás  lengua  ge- 
neral de  España  siaio  de  los  romanos  e  italiotas  que  en  España,  vi- 
vían y  de  algunos  españoles  más  o  menos  romanizadois.  La  mayor 
parte  c  casi  todas  ilas  inscripciones  y  epitafios  latinos  de  lEspaña  son 
de  personas  rom^anas;  por  casualidad  habrá  algún  nombrie  no  roma- 
no. Y  con  todo,  tambiién  los  no  romanos  se  morían;  sino  que,  por 
no  ser  romanos  ni  estar  romanizados...  pues  no  se  íles  hacían  lápidas 
en  flatín.  Eran  españoles,  hablaban  su  lidioma  nacional  y  los  roma- 
nos no  contaban  con  dios  para  nada.  No  cabe  duda  que  los  ro- 
manos oonquisbadores  eran  unas  gotas  en  el  mar  del  pueblo  espa- 
ñol doaninaido.  De  este  pueblo,  regiones  enteras  no  tenían  trato  con 
los  romanos;  en  las  que  lo  tenían,  se  daban  a  entender  con  ellos 
chapurreando  el  latín,  que  es  ilo  miismo  que  decir  hablando  roman- 
ce; y  poquísimos,  romanizados  enteramente,  haiblarían  latín.  Esto  es 
lo  que  dicta  el  sentido  común.  Y  ese  latín  era  el  rústico  que  traje- 
ron los  soldados  y  lo's  colonos  italiotas,  que  hablaban  un  latín  bas- 
tante   mezdlado   de   úmbxio. 

Antonio. — tPero  ¿acaso  el  bajo  latín  no  es  el  latín  rústico?  O 
¿qué  entiende  usted  por  uno  y  otro? 

Aurelio. — Bajo  latín  es  el  latín  literario  de  la  última  época  del 
latín  escnito,  el  latín  de  Du  Cange;  íatín  rústico  es  el  que  habló  el 
pueblo  romano  e  'italiano,  en  el  cual  no  entró  la  cultura  helénica  ni 
la  cultura  osea.  El  latín  dásico  o  literario  se  apartó  nmiy  temprano 
del  rústico  y  se  fué  modificando  a  influjo  dd  oseo  y  del  griego: 
conocérnoslo  desde  Livio  Andrónico,  autor  oseo  y  helenizado.  El 
mismo  latín  rústico  o  popular  no  fué  siempre  d  mismo:  muy  di- 
ferentemente hablaba  ell  pueblo  en  los  siglos  11  y  i  antes  de  J.  C, 
por  los  tieanpos  de  los  Esciplones  y  de  los  Gracos,  que  es  cuando 
lo  trajeron  a  España  las  legiones  romanas  y  ilos  colonos  italiotas 
más  que  romanos,  de  como  se  habló  después  por  los  tiempos  de 
la  declinación  dd  Imperio,  cuando,  más  que  latín,  ya  era  una  u 
otra  de  las  lenguas  románicas.  Desde  el  siglo  iv  ya  puede  decir- 
se que  no  se  hablaba  latín  en  ninguna  parte;  sólo  se  escribía,  co- 
mió en  un  idioma  artificial,  ^  literario;  de  hecho,  muerto.  El  latín 
rústico  dio  los  romances  en  labios  de  las  naciones  extranjeras;  el  cas- 
tellano,   en    España;    el    italiano,    en    Italia;    el    francés,    en    Francia. 


124  DIÁLOGOS   FAMILIARES 

Algunos,  sin  hacer  estos  deslindes,  al  decir  que  el  castellano  na- 
ció del  latin  rústico,  entienden  que  se  trata  del  latín  literario  de 
fines  dd  Imperio  en  adelante,  que  es  el  llamado  bajo  latín;  pero 
ese  bajo  Latín  no  se  habló  jamás:  es  el  latín  muerto  de  hecho  y 
mal  aprendido  por  las  gentes  de  letras,  latinizando  las  voces  dd 
romance,  que  era  el  único  vivo  idioma  que  se  hablaba. 

Antonio.— Ciertamente,  el  (castellano  no  nació  del  Qatín  clási- 
co del  tiempo  de  Augusto,  que  sólo  fué  una  lengua  exclusiva  de 
la  gente  letrada  y  aristocrática  de  Roma,  bien  que  d  pueblo  la 
entendía  en  el    foro  en  labios  de   Cicerón  y   demás  oradores. 

Aurelio. — ^Ni  de  ningún  otro  latín  literario,  siquiera  sea  el  ba- 
jo latín  de  los  últimos  escritores  del  Imperio  y  de  los  escritores 
medievales.  Ni  del  latín  vulgar  de  esas  últimas  épocas,  que  ya  no 
era  latín,  sino  romances  varios;  sino  del  latín  vuilgar  de  los  dos 
primeros  siglos  antes  de  la  era  cristiana. 

Antonio. — Pues  entonces  no  tuvo  tiempo  de  generalizarse  d  la- 
tín en  España. 

Aurelio. — -Oaro  está  que  no,  y  eso  es  cabalmente  Jo  que  he  afir- 
mado, que  nunca  se  generalizó  d  latín  en  España;  sino  que  d  ro- 
mance nació  al  primer  choque  de  latín  con  el  habla  indígena,  esto 
es,  al  ser  chapurrado  por  españoles  mezdland'o  voces  indígenas  a 
las  latinas  pronunciadas  a  la  española  y  con  gramática  'Latina  vul- 
gar, sin  sufijos  casuales  en  nombres  y  adjetivos  y  casi  sin  desinen- 
cias personales  y  modificaciones  en  los  verbos. 

Antonio. — Pero,  don  Aurelio,  d  castdlano  no  nació  tan  tempra- 
no; no  comienza  a  despuntar  hasta  los  siglos  xi  y  xii,  y,  por  con- 
siguiente, nació  del  bajo  latín,  el  cual  es  medio  romance,  por  ser 
latín  que  se  iba  corrompiendo. 

Aurelio. — Medio  romance  es  ese  bajo  latín  que  les  trae  a  us- 
tedes al  retortero.  Como  que  es  romance  latinizado  por  los  que,  pre- 
tendiendo escribir  en  latín  y  sabiéndolo  tan  medianamente  como  lo 
sabían  los  que  entonces  lo  aprendían  ya  a  modo  de  lengua  muer- 
ta y  puramente  literaria,  no  lograban  escribir  más  que  en  una  je- 
rigonza artificial,  de  fórmulas  forenses  ya  hechas  y  de  vocablos 
castellanos  latinizados.  De  suerte  que  todos  esos  vocablos  que,  se- 
gún ustedes,  tomó  el  castellano  del  bajo  latín,  los  tomaba,  por  d  con- 
trario, el  bajo  latín  del  castellano.  La  prueba  está  en  que  tales  vo- 
cablos no  tienen  raíz  latina,  sino  bascongada  o  teutónica. 

No  salió,  pues,  el  castellano  del  bajo  latín,  sino  que,  al  revés, 
éste  salió  dd  castellano  en  parte. 

Antonio. — Pues,  amigo  mío,  todo  el  mundo  ha  creído  hasta  aho- 
ra Jo  contrario  y  tamañas  afirmaciones  merecen  la  pena,  de  pro- 
barse :  repito  por  tercera  vez  que,  si  el  bascuence  es  el  que  le  ha 
enseñado  a  usted  todo  eso,  sabe  el  bascuence  más  de  lo  que  con- 
viene. 

Aurelio. — El  bascuence  lo  sabe  de  muy  buena  tinta,  don  Anrbo- 
nio,    puesto  que   muestra   sus    raices   y   sus   palabras   como   formando 


ACERCA    DEL   ÉUSQUERA   Y    DEL   CASTELLANO  12$ 

parte  del  castellano  y  del  bajo  latín.  Discuirren  siempre  ustedes  su- 
poniendo al  bascueoice  como  algo  extraño  a  nuestro  romance,  y  ese 
es  un  falso  punto  de  partida.  Bl  bascuence,  lejos  de  sernos  extra- 
ño, es  lo  único  nuestro  que  encierra  nuestro  romance.  En  España 
vivían  los  españoles  antes  de  llegar  acá  Jos  romanos,  y  hablaban  su 
idioma  propio,  que  «ra  ©1  bascuence.  Dos  siglos  nos  resistimos;  pero 
acabaron  por  dominarnos.  Nos  impusieron  su  gramática  y  gran  par- 
te del  düccionario.  Y  somos  tan  poco  nuestros  y  tan  sandios  admira- 
dores de  Jos  que  se  nos  impusieron  y  señorearon,  tan  de  espíritu 
villano  y  servil,  que  desechamos  como  extraño  Jo  único  que  nos  qiie- 
da  de  aquel  idioma  nuestro  prerromano  y  nos  gallardeamos  con  lo 
extraño,  con  lio  latino,  y  hasta  nos  damos  a  entender  que  es  la  cosa 
tínicamente  nuestra. 

Habrá  usted  visto  en  el  Museo  Nacional  unas  que:  llaman  virias 
de  oro  ibéricas.  ¿Por  qué  no  se  llaman  torques,  como  las  llamaban 
los   romanos  ? 

Antonio. — La  Academia  no  trae  la  voz  viria  en  su  EHocicmario ; 
en  cambio  trae   torques. 

Aurelio. — ^Ya  lo  ve  usted :  aprecian  lo  extraño  y  menosprecian 
lo  propio.  Nadie  jamás  dijo  en  castellano  la  voz  torques.  Enitre  los 
romanos  emplearían  acá  esta  voz;  pero  los  españoles  decían  viria. 
Por  eso  no  acepta  viria  la  Academia,  por  ser  voz  nuestra,  y  acep- 
ta torques,  por  ser  latina. 

Antonio. — ¿Es  voz  bascongada  viria f 

Aurelio. — Así  es.  Del  bascongado  bira,  que  vale  vuelta,  y  biri- 
bil  es  redondo,  círcuío,  bira-ka,  dando  vueltas.  De  aquí  la  vir-ola, 
o  bira  o  viria  más  pequeña,  y  virar,  que  es  volver  en  náutica,  dar 
vuelta.  Bira  es  derivado  -ra  de  bi,  dos,  como  lo  tienen  los  demás 
numerales. 

Antonio. — La  Academia  dice  seriamente  que  virar  viene  del  bajo 
latín   virare. 

Aurelio. — ¿Ve  usted  cómo  sacan  el  castellano  del  bajo  latín, 
cuando  salió,  por  el  contrario,  el  bajo  latín  del  castellano?  Y  si  no 
que  nos  digan  la  raíz  la/tina  de  virare. 

Antonio. — Dice  la  Academia  que  virare  viene  ded  griego  gy- 
rare. 

Aurelio. — De  gyrarc  salió  girar;  virare  salió  die  virar,  y  éste 
del  bascongado  bira. 

Antonio. — Ahora  doy  con  la  etimología  del  famoso  Viriato,  lu- 
sitano, que  equivaldrá  a)l  Torquatus  romano. 

Aurelio. — Luego  también  en  Lusitania  se  hablaba  bascuence.  Co- 
mo que  Lusitania,  que  los  portugueses  traen  de  Luso  y  de  Ulises 
(!!!),  conforme  a  lo  que  le  advertí  de  Olvidar  lo  nuesitro  y  de  hi- 
par por  lo  ajeno,  viene  del  bascongado  Luz-eta,  que  vale  llanuras, 
de  luze,  largo,  y  lo  eran  de  la  península,  que  baja  ¡por  la  parte  de 
Occidente,  donde  se  allanan  las  cordilleras  de  la  meseta  castellana. 

Para   conveiK:er    a    usted   de    que   viria  es   voz   española,    oiga   a 


126  DIÁLOGOS    FAMILIARES 

PÜiiiio  (1.  33) :  "Viriolae  Celticae  dicuntur,  viriae  Celtibericae."  Y, 
por  supuesto,  no  hay  que  pensar  aquí  en  la  lengua  cétltica,  sino  que, 
como  siempre,  hay  que  tomar  como  de  la  lengua  española  lo  que 
los    romanos    llamaban   célltico    o    celtibérico. 

Antonio. — Voy  viendo  que  el  bascuence  no  es  ajeno  a  España 
na  al  castellano.  Realmente  era  oosa  de  casa;  y,  al  fin  y  ail  cabo, 
los  romanos  y  su  latín  d^e  fuera  vinieron.  Y  no  es  de  creer  que  un 
regato  que  desemboca  en  el  mar  dé  al  mar  su  dulzura.  En  Buenos 
Aires  están  continuamente  desembocando  gentes  de  varias  naciones 
y  siempre  sigue   dominando   el   idioma  castellano. 

Aurelio. — Los  romanos  fundaron  aquí  colonias,  mouiicipios,  con- 
venitos  jurídicos.  En  esas  poblaciones  hablaban  latín  vulgar  los  ro- 
manos y  isu  cultura  atrajo  a  'los  españoles,  que  tratarían  con  los  ro- 
manos y  aprenderían  más  o  menos  bien  a  chapurrar  el  latín.  Los 
jóvenes  de  la  nobleza  hasta  aprenderían  el  latín  iliterario  en  las 
escuelas  romanas.  Pero  ¿usted  cree  que  ios  españolies  alejados  de 
esos  centros  llegasen  jamás  a  hablar  latín?  ¿'Cree  usted  que  habla- 
ron latín,  verdadero  latín,  los  mismos  españoles  que  trataban  con 
los   romanos  ? 

Antonio. — ¿Y  por  qué  no,  si  el  castellano  no  pudo  salir  de  otra 
manera  dtl  latín  que  habiéndolo  primero  hablado  Los  españolesi? 

Aurelio. — Aquí  le  quería  yo,  don  Antonio;  aquí  está  el  error 
precisamente.  Don  An'tooio,  no  es  menester  que  Jos  españoles  hu- 
bieran llegado  a  hablar  latín  para  que  podamos  explicarnos  el  na- 
cimiento del  romance.  Antes  bien,  si  todos  los  españoles  hubiesen 
hablado  puro  latín  y  se  hubiese  perdidb  toda  huella  del  habla  indí- 
gena, ¡seguiría  hablándose  iatín  en  España,  un  latín  que  diferiría 
del  antiguo  como  difiere  el  alemán  del  antiguo  godb,  como  el  mo- 
derno griego  del  griego  antíguo.  Per  no  es  ése  el  caso.  Puede  lla- 
marse griego  al  griego  moderno,  pero  no  puede  llamarse  latín  al 
castellano  ni  al  italiano  mi  al  francés.  Es  que  en  griego  sólo  ha 
habido  evolución  lenta  de  un  idioma  con  ligeras  y  -posteriores  apor- 
taciones extrañas;  en  los  romanocs  hubo  un  choque  del  latín  con 
las  lenguas  indígenas ;  pasó  el  latín  de  una  a  otra  nación,  de  una 
a  otra  raza ;  pronuncióse  el  latín  por  labios  no  romanos,  de  otro  f o- 
netismo  diferente.  Los  españoJies  hablaban  bascuence,  pronunciaron 
el  latín  a  la  bascongada,  se  desentendieron  de  muchas  tenmiinacio- 
nes  gramaticailes  latinas,  latinizaron  miichas  raíces  propias:  esa  ha- 
bla, de  fonética  basca,  de  gramática  latina  muy  corrompida,  de  dic- 
cionario latino  y  basco,  ya  no  puede  llamarse  iatín,  es  el  cas- 
tellano. Además  die  evolución,  que  no  muda  la  sustancia  de  los 
idiomas,  hubo  aquí  rev-olución,  que  la  muda  realmente  en  otra  me- 
diajitc  la  miezcla  de  dos  idiomas  que  chocan  y  se  funden,  perdien- 
do algo  cada  uno  de  ellos  y  dando  por  rcsullitado  un  idioma  nue- 
vo. A  la  verdad,  los  españoles  al  quererse  dar  a  entender  con  los 
romanos,  procuraban  pronunciar  y  hablar  como  ellos ;  pero  era  im- 
posible que  dejaran  de  m\  golpe  la  pronunciación,  los  giros,  el  modo 


ACERCA    DEL   ÉUSQUERA    Y    DEL    CASTELLANO  1 27 

d'e  ser  y  aun  todas  las  palabras  de  su  idioma  nativo,  y  que,  ade- 
más, pudieran  ihabllar  como  los  mismos  romanos.  Se  daban  a  en- 
tender y  basta.  El  lenguaje  que  para  ello  empleaban  era  una  je- 
rigonza, una  mezcla  de  latin  y  bascuence :  eso  es  nuestro  romance 
castellano.  Si  el  idioma  indígena  se  hubiera  sustituido  ipoír  el  latín 
en  toda  Esipaña,  hablaríamos  un  latín,  aunque  evoilucionado.  Ahora 
bieo:  eíl  fonetismo  castellano  es  bascongado  y  opuesto  a¡l  latino:  sólo 
admite  nuestra  Lengua  las  combinaciones  de  sonidos  que  adlmite  el 
bascuence  y  desecha  las  imás  de  la.s  combinaoioiies  latinas.  No  se 
habló,  pues,  latín  eiij  toda  España :  el  romance  nació  al  primer  cho'- 
que  del  ll'atín   oon   el   bascuence. 

Antonio. — Ya  no  me  va  pareciendo  tan  extraña  su  manera  de 
pensar:  así  parece,  ipor  lo  menos,  que  pudo  suceder,  pues  eil  pueblo 
no  llega  fáciilmenite  a   aprender  con  pureza  una  lengua  extraña. 

Aurelio. — Jamás  llegó  un  pueblo  a  tomar  pura  una  lengua  ex- 
traña. El  pueblo  ignorante  y  que  no  se  cuáda  de  pureza  de  expre- 
siones, sino  sólo  de  'darse  a  entender,  se  las  arregla  como'  (puede, 
y  ese  arreglarse  y  ese  poder  son  más  bien  un  desarreglo  y  una  im- 
potencia: apelo  al  desarreglo  y  a  la  limipotencia  que  notan  en  sí  mis- 
mos los  más  instruidos,  cuando  comienzan  a  aprender,  aun  con  mé- 
todo, libros  y  maestro,  un  idioma  extraño,  mayormente  si  ese  idio- 
ma es  muy  desemejante  del  ipropio. 

Antonio. — Así  es,  y  nunca  me  había  podido  explicar  cómo  el 
vullgo,  en  aquellos  tiempos,  sobre  todo,  sin  libros,  sin  maestros,  snn 
la  culitura  y  la  facilidad  de  comunicaciones  de  hoy,  hubiera  podiidb' 
lograr   hablar   él   latín   de  los  romanos. 

Aurelio. — Natural  es  que  no  se  lo  pudiera  explicar  porque  es 
imposible  de  todo  punto.  Para  convertirse  el  latín  en  romance  se 
necesitan  'siigilos;  pues  para,  sustituirse  primero  el  bascuence  por  el 
latín,   ¿cuántos  más  no  serían   indispensables? 

ANTONio.-nSin  embargo,  don  Aureliio,  si  advertimos  a  dos  escri- 
tos medievales,  notaremos  cómo  va  transformándose  en  romance  el 
puro  latín:  y  estois  hechos  me  hacen  más  fuerza  que  todas  sus  con- 
sideraciones, poír  natu'raQimente  fundadlas  que  parezcají,  como  realmien- 
te   me   lo   parecen. 

Aurelio. — 'Así  es  como  se  piensa  comúnmente;  pero  ese  modo 
de  pensar  es  el   que  yo  pretendo  rebatir. 

Antonio. — 'DifiouLtoso  será  rebatir  lo  que  ya  Monl'au,  en  sru'  dis- 
curso de  recepción  en  la  Academia,  dijo  en  co'mprobación  de  que 
del  latín,  sólo  del  latín,  naoió  el  castellano.  "La  gran  capa,  o  mejor 
dicho,  el  armazón  del  castellano  — dice — ,  como  de  los  demás  idio- 
mas de  la  Europa  romana,  sie  encuentra  en  el  latín'.  Primitivamen- 
te latinos  son  todos  los  vocablos  más  usuales  y  que  forman  como 
el  esqueleto  de  un  idioma:  ios  ipronombres,  los  llamados  adjetivos 
posesiivos,  demoistrativO'S  y  numerales;  el  artículo,  los  verbos  auxi- 
liares, las  preposioionies  o  prefijos,  'los  sufijos  o  desinencias,  las 
conjunciones   y   los  priincipales   adverbios,    todo    está   tomado  del   fla- 


128  DIÁLOGOS    FAMILIARES 

trn:   y  un  idioma  deberá  reconocer  siempre  ipor  lengua   madre  a  la 
que  le  haya  dado  esas  diferentes  especies  de  signos  orales,  sea  cual 
fuere  el  caudal  de  los  que  accidental  o  transitoriamente  liayan  lue- 
go   aumentado   su   vocabullario.    Pero   aun    este   vocabulario   es    radi- 
calmente  latino,   porque    al   latín   debemos   las  cuatro   quintas   partes 
"de  nombres  y  verbos;  latinas  son  las  palabras  que  sirven   para  de- 
signar las  ideas  más  vulgares,  los  seres  más  conocidos,  los  objetos 
más   usuallcs   y   las   cosas    más   necesarias   para   la   vida;    latinas,   en 
fin,   y   casi   exclusivamente   latinas,    son   las   voces   que   traducen   las 
i<kias   referentes   a  las   facultades   superiores   del    alma;    las   que   re- 
presentan los  sentimientos  nobles  y  las  pasiones  generosas,   las  téc- 
nicas del  arte,  de  la  oiencia  o  de  la  literatura,  y  todas  cuantas  sir- 
ven para  expresar  la  cultura   del  espíritu  o  atañen  a  un  orden  ele- 
rado    cualquiera.    La    sintaxis    de    las    lenguas    modernas    no    difiere 
sustancialmente   de   la  latina.   Quitad   al   latín    sus   casos    y    suplidos 
por  partículas,   introducid   el   que   donde   el  latín   ponía  el   infinitivo, 
y  casi   siempre  os  quedará  sustituida  una   frase   romance  a  la   frase 
Jatina.    ¡  Qué   más !,    prescindiendo   de   la    debatida   cuestión    sobre    si 
el    armonioso    endecasílabo    del    catalanoprovenzal,    de    la    le  gua    de 
oil,  del  italiano,  del  portugniés  y  del  castellano,  tomó  origen  del  he- 
xámetro latino,   como    sostienen  unos,   o  del    sáfico    horaciano,    cuaü 
pretenden   otros,    y   a   mi    ver   con   más    fundamento,    siempre    resun- 
ta que   la  métnica  moderna,   y  quizás   también  la   rima,  es   esencial- 
mente latina.   Ya  lo   veis,   señores:   del  latín,  sólo  del  latín  (y  esta 
es  mi  tesis)   nació  el  castellano.   Rebúsquese  cuanto  se  quiera  fuera 
dell   latín;  de   seguro  no  se  encontrarán   más  que   unas   cuantas  pa- 
labras allegadizas  y  caducas,   ninguna  de   ellas  de   un  orden   impor- 
iante,   casi   ninguna  atributiva,   pues   rarísimos   son  los  verbos   toma- 
dos fuera  del  lartín;   como  que  el   árabe,   con   toda  su  pondereuda   in- 
fluencia,  no   logró  aclimatar   una   veintena  de  ellos.   Notad,    además, 
que   los   nombres   no  latinos  que   han  quedado   en   el   castellano   son 
casi   todos   infecundos,   es  decir,   no  tienen   compuestos   ni   derivados, 
están  como  condenados   a    morir    sin   posteridad   y   a   morir   tempra- 
namente, porque  el  uso  los  rechaza  por  instinto,  los  alltera  y  desfi- 
gura, los  sustituye  y  arnincona,  relegándolos  muy  pronto  a  las  clases 
de  las  voces  históricas  o  anticuadas;  todavía  más:  ni   esa  vida  pre- 
caria se  les  concede,   si  no  van  resellados   por   el   latín.   Hijas  cari- 
ñosas de   su  buena  madre,   las   lenguas   neolatinas  repugnan   todo   lo 
qi>e  de  ella  no  procede  directamente,  y  sólo  lo  admiten  en  caso  de 
absoluta  necesidad   y   con   su   consentimiento.   Así    se   crearon,    y   así 
■fueron    adquiriendo    carácter    específico    las    lenguas   anodernas:    así 
habéis    visto   que    el    castellano    salió    triunfante   del    embate    de    los 
•idiomas  exóticos  que  le  asaltaron  en  su  cuna  e  infancia,  y  que,  adul- 
to ya,  se  purgó  con  presteza  de  todo  demento  extraño  capaz  de  al- 
terar su  genuina  índole,  cuando  las  vicisitudes  históricas  pusieron  al- 
gún conflicto." 

Aurelio. — Admirable   himno   de   triunfo   que   pudiera    hal>cr   can- 


ACERCA   DEL   ÉUSQUERA   Y    DEL    CASTELLANO  1 29 

tado  em  alguna  Atademia  de  Roma  en  toemipo  de  Augusto  el  máí^ 
elocuenite  romano.  Es  un  acabado  panegírico  del  romanismo  y  lati- 
nismo, de  la  conquista  de  Espiaña  por  la  romana  cultura.  Pero  no 
me  suena  tan  bien  cuando  lo  oigo  pronunciar  por  un  españoQ  y  en 
la  Acadcjnia  Espaiíola,  porque  es  un.  himno  que  entona  el  españod 
vencido  al  romano  vencedor,  y  eso  no  es  de  ánimo  muy  levanjta- 
do.  Cantemos  la  cuítura  romana,  pero  no  desconociendo  la  nuestra 
propia.  El  latín  señorea  en  nuestro  romance ;  p'cro  el  habla  indí- 
gena prerromana  no  está  reducida  tan  a  la  nada  como  Monlau  su- 
pone y  han  proclamado  nuestros  eruditos.  Noble  y  generoso  reco- 
nocer lo  extraño,  pero  villanía  fuera  desconocer  lo  propio.  Exce- 
lente párrafo  que  corta  por  sui  base  toda  pretensión  ée  los  que  qui- 
sieran proclamar  eJ  griego,  el  árabe  y  el  godo  como  elementos  esen- 
ciales y  originarios  del  romance;  pero  que  no  habla  para  nada  con 
ed  bascuence. 

Antonio. — ¿Cómo  que  no?  Lo  mismo  va  contra  el  bascuence- 
que  contra  las  demás  lenguas  que  quisieran  presentar  sus  títulos 
ante  los  del  latín. 

Aurelio. — Va  contra  el  bascuence;  pero  que  no  debiera  ir,  si 
MonJau  supiera  que  eil  bascuence  influyó  en  la  misma  cuna  del  ro- 
mance a  par  del  ilatín.  Pero  Monlau  ni  siquiera  se  acuerda  ni  sabe 
palabra  del  bascuence.  Hijo  exclusivamente  de  la  cultura  latina,  ha- 
bla como  hablarían  los  romanos  que  en  sus  escritos  le  enseñarooi 
eso  con  manifiesta  parciallidad.  Pero  hay  más  en  el  mundo.  Olvi- 
demos lia  literatura  y  los  libros,  artificio  ai  cabo  de  eruditos,  y  mi- 
remos tan  sólo  al  habla  viva  de  las  gentes,  fruto  tan  natural  coma 
los  demás  fenómenos  de  la  naturaleza.  Esa  habla  tiene  la  arma- 
zón gramatical  de  un  idioma  diferente  del  latín  y  del  bascuence: 
por  eso  es  un  idioma  aparte  y  de  propia  personalidad  en  el  mundo 
de  la  lingüística.  Derivóse  esa  armazón  de  la  gramática  latina,  des- 
articulada y  desjarretada  al  choque  y  empujón  que  le  dio  al  latín, 
naiesftro  bascuence.  El  cual  obró,  por  consiguiente,  de  una  manera 
sustancial  en  la  formación  de  Ja  gramática  castellana,  no  acciden- 
tal, transitoria  y  posteriormente  como  el  godo  y  el  árabe.  Como 
nuestra  gramática  es,  con  todo,  más  latina  que  bascongada,  justamen- 
te se  llamó  romance.  Gran  preponderancia  ésta  del  latín  en  nuestro- 
idioma;  pero  al  bascuence  le  debemos  otras  cosas  acaso  de  no  me- 
nor momento,  cuales  son  el  fonetismo,  del  cual  no  habló  Monlau 
por  no  entender  de  lingüística  moderna  ni  de  psicología  ni  fisio- 
logía del  lenguaje.  El  fonetismo  es  lo  más  entrañable  de  los  idio- 
mas y  lo  que  jamás  llega  a  perderse  en  una  raza.  Hervás,  más  hon- 
do lingüista  que  Monlau,  a  pesar  de  ser  un  siglo  más  viejo  que 
él,  observó  lo  que  a  él  no  se  le  ocurriera  jamás:  que  el  fonetismo 
castellano  es  bascongado  y  nada  latino,  y  que  por  eso  los  nacidos 
en  las  provincias  bascas  que  aprenden  el  castellano  no  se  diferen- 
cian después  por  la  pronunciación  de  los  castellanos  o   aragoneses,. 


130  DIÁLOGOS    FAMILIARES 

mientras  que  un  ing'lés  o  francés,  ¿qué  <íigo?,  \m  catalán,  será  siem- 
pre   reconocido  por   la  manera  de   pronunciar   el   castellano. 

Yo  observo  otra  cosa  que  confirma  esta  honda  observación  de 
Hervás,  y  es  que  donde  más  limpia  y  castizamente  se  pronuncia  el 
castellano  es  en  toda  !a  banda  del  Norte  cercana  oil  país  bascon- 
gado,  por  ser  esa  banda  la  última  que  dejó  die  hablar  bascucnce  al 
inse  éste  retirando  ante  el  empuje  flatino  hasta  quedar  arrincona- 
do en  el  país  basco.  Esa  banda  corre  desde  la  míontaña  de  Santan- 
der, (parte  de  Burgos,  Rioja,  Navarra,  hasta  Aragón.  En  toda  la 
libera  del  Ebro  es  donde  hay  que  dr  a  buscar  el  fonotismo  pairo 
castellano.  Cuanto  más  se  baja  hacia  Andalucía  vase  oscureciendo  y 
trasformando  más  y  más. 

Tras  el  fonetismo  viene  e(l  caudal  léxico,  que  en  nuestro  ro- 
mance vivo  y  popular  tiene  tanto  o  más  de  bascongado  que  de  la- 
tino; y  sobre  la  clase  de  palabras,  de  que  habla  Monlau,  mucho  ten- 
dría que  deslindar,  y  no  me  despido  de  hacerlo  en  otra  ocasión,  de- 
duciendo consecuencias  harto  diferentes  de  las  que  él  dedujo.  La 
métrica,  el  tecnicismo,  todo  eso  no  atañe  al  habla  viva,  todo  es  eru- 
dito y,  ipor  consiguiíente,  debido  a  Ha  latina  cultura.  Las  tres  cuar- 
tas partes  de  los  diccionarios  castellanos  &on  de  esa  ralea  de  vo- 
ces; así  parece  de  hinchada  y  de  henchida  lia  \parte  que  suena  a  la- 
tín. Quítese  todo  eso  cuando  se  trata  de  estudiar  el  idioma,  el  vivo 
lenguaje  de  los  españoles.  "Exótico"  llama  Monlau  a  lo  que  no  es 
latino  en  nuestro  romance.  Cualquiera  diría  que  Monllau  era  roma- 
no y  que  éramos  romanos  los  españoles.  Romana  es  nuestra  cultu- 
ra; pero  tenemos  tanto  de  romanos  como  de  árabes.  Somos  racial - 
mente  iberos  o  bascongados;  lo  nuestro  es  lo  basco,  en  el  idioma 
como  en  todo  lo  demás;  lo  latino  es  para  nosotros  lo  exótico. 

Pero  dejemos  para  otra  ocasión  la  cabal  rectifíicación  de  ese 
alegato  latino  de  Monlau,  y  muéstreme,  don  Antonio,  ootno  me  pro- 
metió, los  documentos  que  justifiquen  su  opinión  de  que  eil  latín 
rústico,  pero  verdadero  y  puno  latín,  se  habló  en  España  por  el 
pueblo. 

Antonio. — Sí,  señor...,  ducumenta  damus  qua  simus  origine  nati. 
Y  vuelvo  a  Monlau  para  deslindar  bien'  eil  terreno.  "Conviene  ad- 
vertir que  hay  dos  especies  de  bajo  latín:  uno,  perteneciente  a  los 
primeros  siglo?,  después  de  J.  C,  cuando  las  lenguas  populares  no 
se  habían  desprendido  aún  del  regazo  materno,  y  otro,  que  era  el 
de  los  notarios,  clérigos  y  monjes,  correspondilente  a  la  época  en 
que  empezaba  a  escribirse.  El  bajo  latín  de  los  primeros  siglos  es 
un  tesoro  para  el  estudio  de  la  formación  ddl  romance ;  es  una  mina 
fecunda  para  la  exploración  etimológica,  porque  da  fonnas  no  al- 
teradas; mientras  que  el  de  Has  cartas  y  dipflomas  extendidos  por  los 
notarios,  si  bien  aun  hoy  día  interesa  grandemente  a  las  famnlias, 
a  las  corporaciones  y  all  Elstado,  para  la  interpretación  de  doctrmen- 
tos,  carece  de  importanoia  literaria  y  etimológica,  porque  descarría 
en   vez   de   guiar,    pues   la   curia   laitiniizaba   sin    reparo,   sin   conocer 


ACERCA   DEL   ÉUSQUERA    Y    DEL    CASTELLANO  I3I 

la  formación)  de  las  palabras,  sin  ortografía  fija  siquiera.  En  los 
tiempos  medios  di  romance  había  formad'o,  por  ejemplo,  fornaje, 
herbaje,  homenaje,  vinaje,  y  los  notarios  latinizaron  estas  palabras 
por  fornagitiin,  herbagium,  homenagium,  vinagium,  ignorando  que, 
según  el  bajo  latín  puro,  debían  ser  fornaticum,  herhaticum,  homi- 
naticum,  vinaticum.  \  A  tal  punto  hemos  llegado,  que  las  formas  ro- 
mances nos  han  de  servir  para  remontarnos  a  la  baja  latinidad  pri- 
mitiva !  De  aquella  latinidad,  decaída,  arranca  la  formación  de  los 
romances;  por  esto  merece  fama  inmortal  ell  gran  Du  Canige,  cu- 
yos admirables  Glosarios  son  la  más  (preciada  conquista  de  la  luz 
de  la  erudición  moderma  sobre  las  espesas  sombras  de  la  Edad  Media." 

Aurelio. — Don  Antonio,  ya  le  tengo  advertido  que  el  romance  no 
nació  de  ningima  de  esas  bajas  latinidades,  porque  el  pueblo  indígena 
no  habló  aquí  nunca  latín,  ni  bajo  ni  alto,  hasta  que  usted  me  lo  prue- 
be, que  no  será  fácil.  En  Du  Cange,  además,  no  hay  otro  latín  que  el 
que  se  escribía,  y  de  ése  no  salió  6l  romance,  sino  del  hablado  y  no 
escrito.  La  mima  y  tesoro  que  decía  Monlau,  quedan  convertidos  en 
humo  y  carbones.  No  tenemos  textos  del  ílatín  hablado ;  así  es  que  hay 
que  reconstruirlo  por  las  lenguas  románticas.  Tal  tienen  hoy  los  ro- 
manistas. 

Antonio. — "El  pueblo  romano,  a  la  par  que  el  yugo  de  la  domina- 
ción, imponía  a  los  pueblos  vencidos  el  yugo  no  menos  eficaz  de  su 
idioma,  y  las  provincias  conquistadas,  en  noble  compensación  de  verse 
humilladas,  recibían,  consiumada  ya,  una  civilización  entera.  ¡  Qoria  a 
Roma !   ¡  Gloria  a  la  l'engua  latina !  Vosotras 

Fecisti  patriam  diversis  genübus   unatn: 
Urbem   fecisti    quod    prius    Orbis   erat." 

Aurelio. — 'Esas  son  frases  de  las  que  orondamente  suenan  en  la 
Academia.  ¡  Hechos,  don  Antonio,  hechos  y  no  frases !  Loa  romanos 
no  impusieron  a  los  indómitos  canifpeones  de  Numancia,  a  los  soldados 
de  Viriato  y  Sertoriio,  a  los  inquebrantiables  celtíberos  y  cántabros  su 
lengua:  la  lengua  latina  nunca  la  hablaron  todos  estos  verdaderos  y 
genuinos  españoles.  Cuando  no  pudieron  menos  de  entenderse  con  los 
vencedores,  se  dieron  a  entender,  no  en  latín,  sino  en  romance,  en 
latín  euskerizado  o  españolizado.  Buenos  estaban  ellos  para  some- 
terse a  la  férula  del  maestro  y  para  cantar  de  coro,  como  doctrinos, 
musa  musae.  Los  romanos  fueron  los  que  olvidaron  su  kiigua  más  que 
de  paso  y  se  acomodaron  al  nuevo  romance  del  pueblo.  Eil  pueblo  no 
habló  latín,  don  Antonio :  estoy  aguardando  aún  sus  documentos. 

Antonio. — iLos  presentaré,  sí,  al  punto.  Pero  antes  permítame  una 
observación.  El  mismo  Monlau,  que  afirmaba  poco  ha  que  del  latín, 
sólo  del  latín,  nació  el  castellano,  añade  dos  hojas  más  aihajo:  "Las 
clases  alltas  hubieron  de  empezar  a  familiarizarse  con  el  latín,  por  ne- 
cesidad primero,  y  luego  por  interés,  por  ambición,  por  gusto.  Las  cla- 
ses inferioires,  por  razones  análogas,  imitaron,  cual  siempre  tratan  de 
imitar,  a  las  más  dievadas.  Romipieron,  pues,  a  hablar  el  nuevo  idioma 


132  DIÁLOGOS    FAMILIARES 

y,  sacrificando  la  pureza  a  la  facilidad  de  la  pronunciación,  maltra- 
tando sin  piedad  los  accidentes  gramaticales  e  infringiendo  a  cada  paso 
las  reg-las  de  la  sintaxis,  destrocaron  horriblemente  el  íatín  gramatical 
y  correcto,  convirtiendo  un  idioma  afiligranado  y  bellísimo  en  tma 
lengua  anárquica,  áspera  y  grosera,  arrancando,  como  quien  dice,  so- 
nidos fuertemente  desapacibles,  de  un  instrumento  el  más  melodioso  y 
mejor  afinado." 

Aurelio. — ¡  Cuallquiera  diría  que  tiene  Monlau  ante  sus  ojos  el  la- 
tín ciceroniano,  del  cual  dijo  que  no  sallió  el  romance. 

Antonio. — "Por  ese  vandalismo  — sigue  diciendo  Monlau,  aunque 
voy  viendo  que  deshaciendo  su  tesis — ,  por  esa  especie  de  gemianía 
indefinible,  empezó,  sin  embargo,  la  trasformación  del  romano  en  ro- 
mance, y  la  de  éste  en  la  lengua  que  hoy  hablamos  y  escribimos,  en 
esta  lengua  cuya  posesión  nos  envanece  y  no  sin  fundamento." 

Aurelio. — Total,  que  Monlau,  después  de  decir  que  de  sólo  el  la- 
tín nació  el  castellano,  viene  a  parar  a  lo  que  yo  sostengo,  que  eÜ  pue- 
blo español  nunca  habló  Jatín  y  que  ell  romance  nació  desde  d  punto 
y  hora  que  quisieron  los  españoles  darse  a  entender  con  los  romanos, 
mezclando  su  propio  idioma  con  el  latino,  destrozando  el  latín,  hacién- 
doüo  germanía  y  convirtiendo  el  romano  en  romance;  y,  en  fin,  que 
éste  nació,  no  en  ría  época  de  la  baja  latinidad,  sino  durante  la  misma 
conquista. 

Frases,  don  Antonio,  frases  de  circunstancias  ax:adémicas.  Porque 
si  los  romanos  entraron  en  España  el  siglo  11  antes  de  Jesucristo  y  al 
quererse  dar  a  entender  los  españofles  con  ellos  formaron  el  romance, 
¿cómo  puede  decirse  que  éste  no  se  formó  hasta  el  siglo  xi  o  xii  o 
hasta  el  v,  por  lo  menos,  que  vinieron  los  bárbaros?  ¿Siete  siglos  tar- 
daron en  formar  el  romance?  ¿No  dice  Monlau  que  aJ  romper  a  ha- 
blar é[  latín  lo  destrozaron?  ¿Tardaron  siete  siglos  en  romper  a  hablar 
y  en  contestar  a  Jos  romanos  que  les  preguntaron  algo  o  en  dar  a 
entender  el  rústico  recovero  al  caballero  romano  que  fué  al  mercado 
Jo  que  valía  el  pollo  que  quería  comprarle? 

Con  que,  don  Antonio,  vengan  otras  pruebas,  vengan  los  deseados 
documentos. 

Antonio. — Tiene  usted  razón.  La  cita  con  que  argumenté  queda 
deshecha  por  otra  del  mismo  discurso.  Y  por  cierto  que  voy  notan- 
do en  cuantos  han  tratado  esta  cuestión  que  para  nada  mientan  el  idio- 
ma indígena  de  España  que  acá  hallaron  los  romanos.  Es  sobre  ma- 
nera extraño,  puesto  que  es  imposible  no  dejara  huella  ailguna  ni  en  el 
modo  de  pensar  ni  en  el  romance.  Así  como  la  lengua  se  amolda  al 
pensamiento  de  cada  pueljllo  y  a  sus  órganos  fónico?,  así  el  ptensamien- 
to  no  puede  menos  de  moldearse  y  tomar  un  giro  adecuado  all  material 
lingüístico  del  idioma  de  que  se  vale  para  manifestarse  exteriormente. 

AuREMo. — Pero  ¿no  defiende  usted  que  la  lengua  que  precedió  al 
romance  fué  el  latín? 

Antonio. — ^Así  es;  pero  «se  mismo  latín  habüado  por  españoles,  pues- 


ACERCA    DEL   ÉUSQUERA   Y    DEL    CASTELLANO  1 33 

to  en  llabios  de  españoles,  sin  duda  tomaría  otro  matiz  distinto  de  espa- 
ñolismo, ya  en  eJ  pensar,  ya  en  el  pronunciar. 

Aurelio. — Como  lo  tomó  de  galicismo  en  labios  de  los  galos  y  de 
italismo  en  llabios  de  los  italiotas. 

Antonio. — ^Y  aun  dentro  de  España  de  celtismo  en  labios  de  los 
galaicolusitanos,  que  eran  celtas,  y  de  iberismo  ein  las  regiones  pobla- 
das por  iberos. 

Aurelio. — ¿  Luego  me  viene  usted  mismo  a  confesar  que  el  elemen- 
to indigena  influyó  en  el  romance  y  así  se  distinguieron  eJ  francés., 
el  galaicoportugués  y  el  lusitano? 

Antonio. — ^¿ Quién  puede   negar  tal  influjo? 

Aurelio. — Y  ese  elemento,  ¿  influyó  al  formarse  el  romance  o  des- 
pués de  formado? 

Antonio. — Naturaü mente,  al  formarse,  puesto  que  entonces  obraba 
en  los  españoles  la  costumbre  y  el  modo  de  ser  del  idioma  indígena  que 
dejaban  por  la  nueva  lengua.  Después  de  c-sta  ya  formada,  aquélla  ya 
había  desaparecido  y  mal  podía  infJuír  lo  que  ya  no  era. 

Aurelio. — ^<;  Luego  el  romance  no  nació  sólo  d&l  latín,  sino  del  latín 
y  de  la  lengua  indígena? 

Antonio. — Don  Aurdlio,  me  vuelvo  atrás,  porque  usted  me  envuel- 
ve con  sus  argucias.  Cuando  nació  el  romance  nadie  se  acordaba  ya 
del  bascuence  o  del  que  fuera  idioma  indígena;  todo  el  mundo  no  ha- 
blaba ya  más  que  latín  tiempo  había. 

Aurelio. — ¿  Cómo  que  nadie  se  acordaba  ya  del  bascuence  ?  ¿  No  he- 
mos visto  que  aun  en  tiempo  de  los  árabes  se  entendía  el  bascuence  por 
los  cuatro  punitos  cardinales  de  la  península  y  que  hay  voces  en  los  re- 
franes castellanos  y  fuera  de  ellos  que  son  puramente  bascongadas,  las 
cuales  no  pudieron  venir  después  al  romance?  Por  lo  menos  la  pronun- 
ciación o  fonetismo  bascongado  ded  romance  y  los  sufijos  bascongados 
que  tiene  no  pudieron  añadirse  después:  el  romanae  trae  su  fonética 
bascongada  y  los  sufijos  esos  desde  la  cuna. 

Antonio. — '¿Qué  fonética  es  ésa  y  qué  sufijos? 

Aurelio. — ^Larga  me  la  cortáis  para  que  pueda  dar  a  basto  a  tan  sen- 
cilla pnegunta  en  un  rato;  pero  pondré  un  ejemplo.  De  toda  la  Ro- 
manía sóüo  en  la  región  ibérica  de  España  y  en  la  ibérica  de  Aquitania,. 
esto  es,  de  la  parte  de  acá  y  de  allá  del  hoy  país  basco,  se  convirtió  la; 
f  latina  en  h,  o  sea  en  la  aspiración,  porque  en  entrambas  regiones  se 
habló  bascuence  y  porque  el  bascuence  es  enemigo  de  la  /;  Felipe,  di- 
cen, por  Felipe,  los  bascongados.  Cuanto  a  sufijos  bascongados  del  cas- 
tellano bastaran  -arro  y  -arra,  -orro  y  -orra,  -urro  y  -urra,  que  nadie- 
admite  que  vengan  del  latín,  como  en  cacharro  y  zamarra,  pitorro  y- 
chinchorra,  baturro  y  chapurrar,  y  note  que  no  sollo  estos  sufijos,  sino? 
¡las  raíces  de  estos  vocablos  son  bascongados.  Trabajo  le  mando  a!  que 
quiera  explicarlos  por  el  latín.  Véalos  en  el  Tesoro,  de  Cejador, 

Antonio. — Pues  todo  eso  pasaría  al  latín,  cuando  hablaban  latín 
todos  los  españoles,  y  aquel  latín,  con  esos  elem'CiDtos  bascos,  pasaría 
al  romance  cuando  en  él  se  corrompió  el  latín. 


134  DIÁLOGOS    FAMILIARES 

Aurelio. — ¿  V  cree  usted  que  ese  latín  que  admite  tales  voces,  ta- 
les sufijos  y  tal  fonetismo  sigue  siendo  latín? 

Antonio. — ¡  Hombre  !  Latín  corrompido. 

Aurelio. — ¡  El  latín  corrompido  es  lo  que  llamamos  romance  !  Si 
los  españoles  metieron  en  el  latín  que  diapurraban  esos  elementos  bas- 
congados,  y  esto  desde  el  primer  momento  que  quisieron  hablar  latín, 
no  puede  decirse  que  los  españoles  llegaron  a  habflar  lart:ín,  sino  ini  la- 
tín euscarizado  en  el  fonetismo,  en  la  morfología  y  en  el  léxico.  Eso 
es  cabalmente  eil  castellano. 

.\ntonio. — En  verdad  que  con  sus  cavilaciones  y  sutilezas  sofísti- 
cas, argado  sobre  argado,  me  ha  venido  usíed  a  enredar  y  a  coger  de 
nuevo.  Pero  yo  no  me  doy  por  vencido.  Casi  estoy  por  megarle  que  el 
castellano  sea  latín  corrompido.  Por  lo  menos  no  lo  está  iodo.  Con  el 
maestro  Oliva  üe  puedo  mostrar  un  trozo  que  es  castellano  y  puro 
latín  a  la  vez : 

"Tam  inútiles,  tan  vanas  artes  tractant  gentes,  tantas  m'ac-hinas  pro- 
curant  exquisitas,  superfinas,  prolixas,  quae  quanto  maiores,  tanto  est 
maior  molestia.  Mostrándose  curiosos  dant  doctrinas  non  necessarias 
collocando  tantas  horas,  deprauando  tantos  animes,  quae  quando  se 
collocant  in  arte  fructuosa  dant  grandes  fructus.  Eloquentia  «Romana 
est  facillima,  si  professores  non  tam  varias,  tam  discrepantes  opinio- 
nes renovassent." 

Baste  para  muestra  de  que  no  sólo  el  romance  desciende  de  la 
lengua  latina,  sino  también  de  que  no  está  del  todo  destruida  y  con- 
sumida. 

Aurelio. — Así  como  en  tiempo  de  los  godos  se  llamaban  roíuanos 
todos  los  españoles  que  no  eran  godos,  aunque  sólo  lo  eran  por  haber- 
les concedido  los  emperadoses  el  ins  romannm,  el  ser  ciudadanos  de 
Roma  sin  haber  nacido  en  ella,  así  llamaron  romance  a  su  lengua, 
creyendo  que  hablaban  el  latín  o  idioma  de  Roma,  cuando  lo  que  ha- 
lilaban  era  otra  lengua  del  latín  derivada  en  parte.  La  tal  creencia  llevó 
a  los  eruditos  a  emplear  en  esta  su  lengua  cuantas  voces  latinas  les 
venían  a  cuento,  cual  si  hiciesen  uso  de  lo  que  era  propio.  Mas  como 
tales  voces  eran  latinas  y  no  eran  castellanas,  porque,  a  pesar  de  no 
creerlo,  eran  castellano  y  latín  idiomas  diferentes,  resultó  t\  lenguaje 
«scritp  de  los  doctos  una  fea  mescolanza  de  castellano  y  latín,  lengua- 
je híbrido  con  dos  fonéticas,  que  es  como  si  dijéramos  con  dos  san- 
gres diferentes.  Así  decimos  contar  y  escribimos  contar  y  computar, 
siendo  computar  un  verbo  puramente  'latino  y  tan  poco  castellano,  que 
«1  correspondiente  castellano  es  contar,  que  de  computare  se  derivó. 
Ahora  bien,  el  maestro  Oliva,  que  nada  entendía  de  estas  distinciones 
lingüísticas,  aderezó  ese  párrafo  latino  y  creyó  que  no  menos  era  cas- 
tellano ;  pero  sólo  es  de  ese  mal  llamado  castellano  formado  por  voces 
latinas,  que  los  eruditos  emplean  cual  si  fuesen  castellanas  por  ol  falso 
^rincijíio  de  que,  no  diferenciando  el  castellano  del  ilatín,  tienen  de- 
redio  a  emplear  en  castellano  todo  el  diccionario  latino.  Las  más  de 
las  voces  de  ese  párrafo  son  latinas  y  no  las  usa  el  pueblo,  porque  las 


ACERCA    DEL   ÉUSQUERA   Y    DEL    CASTELLANO  1 35 

sacaron  Jos  eruditos  del  léxico  ya  muerto  del  latín.  Es  más.  Todavía 
le  concediere  que  con  voces  'puras  castellanas  acaso  pueda  aderezarse 
otro  párrafo  que  a  la  vez  sea  latino  y  castellano,  porque  teniendo  nues- 
tro romance  latina  la  gramática  y  buen  golpe  de  voces  que  no  han  su- 
frido apenas  ni  corrompídose  de  como  estaban  en  latín,  no  es  dificul- 
tosa la  tal  empresa.  Pero  ha  de  ser  a  condición  de  que  hagamos  la  vista 
.gorda:  así  iractant  no  es  castellano,  sino  tratan;  ni  est,  sino  es;  ni  dant, 
sino  dan;  ni  renovassent,  sino  renovasen.  Apenas  si  queda  forma  ver- 
bal latina  que  sea  corriente  en  castellano;  pero,  en  fin,  haciendo  la 
vista  gorda,  puede  suponerse  que  es  castellano.  Yo  le  aderezaría  otro 
tal  párrafo  con  voces  puramente  castellanas  de  origen  bascongado,  que 
nada  absolutamente  oliese  a  latín.  Créame,  don  Antonio,  que  en  esto 
•del  habla  más  saben  las  viejas  de  por  ahí  que  todos  los  maestros  Oli- 
vas juntos.  Pocos  cortaban  el  griego  como  Teofrasto,  y  con  todo,  una 
viejecilla  de  la  calle  le  dijo  en  Atenas  que  era  forastero.  Y  pregun- 
tándole en  qué  se  lo  conocía,  respondióle:  quod  niniium  attice  loquere- 
4ur;  porque  hablaba  muy  en  demasía  a  lo  ateniense  (Cicerón,  /n  Briit.). 
Los  que  nos  picamos  de  latinos  ¡  cuánto  menos  sabremos  de  castellano, 
cuando  Teofrasíto,  picándose  de  muy  ático  fué,  por  el  mismo  caso,  re- 
conocido por  no  á-tico ! 

Y  ya  que  le  gustan  a  usted  'esas  cosillas  y  como  rompecabezas, 
^o  le  puedo  dar  otro  pedazo  que  es  latín  y  castellano  a  la  vez,  sino 
■que  es  castellano  erudito,  no  castellano  vulgar  y  castizo,  del  cual  aquí 
tratamos. 

Antonio. — Venga  ese  trozo. 

Aurelio. — Véalo  aquí  en  la  Útil  y  breve  institiitión  para  aprender 
los  principios  y  fundamentos  de  la  lengua  Hespañola,  Lovanii,  1555, 
foílio  62,. 

Antonio. — Voy  al  punto  a  copiarlo. 

Aurelio. — No  se  tome  ese  trabajo.  Lo  tiene  ya  en  su  casa,  en  el 
Jinsayo,  de  Gallardo,  t.   I,  columna  859. 

Y  dejémonos  ya  de  estas  curiosidades  y  cubileteos.  Vengan,  don 
-Antonio,  los  documentos  prometidos. 

Antonio. — Mis  documentos  los  conoce  usted  ha  tiempo:  son  Üas 
JPartidas,  las  Cartas  pueblas,  el  Fuero  de  Aviles  sobre  todo,  el  Poema 
del  Cid,  etc.  Creo  inútij  traer  palabras  de  tales  documentos :  ellas  mues- 
tran que  el  romance  se  estaba  formando  aquel  entonces  y  que  uno 
o  dos  siglos  antes,  todo  lo  más,  tal  vez  no  se  hablaba  más  que  puro 
latín,  bien  que  bajo  latín. 

Aurelio. — Mire,  déjese  de  bajos  latines,  repito,  pues  pronto  le  voy 
a  probar  a  usted  que  para  la  época  en  que  aparece  di  bajo  latín  ya  es- 
taban cansadas  de  vivir  las  lenguas  vulgares  neolatinas.  Como  que  todas 
-esas  voces  y  frases  que  recogió  Du  Cange  como  ddl  bajo  latín,  es- 
taban tomadas  de  las  lenguas  neolatinas. 

Antonio. — Mucho  me  espanta  que  asegure  usted  estuviese  cansa- 
-do  de  vivir  el  romance  para  aquellos  tiempos.  Compare  el  castellano  de 
las  diversas  épocas  y  no  podrá  menos  de  echar  de  ver  cómo  se  iba  for- 


136  DIÁLOGOS   FAMILIARES 

mando,  cómo  iba  desprendiéndose  del  regazo  materno,  cómo  iba  to- 
mando caracteres  propios,  olvidando  poco  a  poco  los  del  latín.  El  si- 
glo XVI  se  escribieron  estos  versos,  donde  apenas  difiere  el  lenguaje 
del  de  hoy: 

"¿Ves  el  furor  del  animoso  viento 
embravecido  en   la  fragosa   sierra, 
que  los  antiguos  robles  ciento  a  ciento 
y  los  pinos  altísimos  atierra, 
y   de  tanto    destrozo  aún   no  contento, 
al    espantoso    mar    mueve    la    guerra?" 

Aurelio. — «Sí: 

"Pequeña  es   esta  guerra  comparada 
a  la  de  Filis  con  Alcimo  airada." 

Así  escribió  GarcUaso. 

Antonio. — En  una  lengua  adulta  ya  y  perfecta,  en  toda  la  fuerzas 
de  la  juventud  del  romance.  Oigamos  ahora  al  Marqués  de  Santillana:: 

"Non    te   plegan    altiveces 

indebidas, 

como   sean   abatidas 

muchas  veces.  '    • 

Nin  digo  que  te  arrafeces 
por  tal  vía, 
que  seas  en  compañía 
de  soeces." 

Aurelio. — Y  eso  es  romance  del  siglo  xv. 

Antonio. — Voces  y  frases  nos  suenan  ya  coano  algo  rancias.  De- 
mos otro  paso  más,  retraigámonos  al  siglo  xiv,  saütando  de  Santillana- 
a  Juan  Ruiz: 

"Fasaña  es  usada,  proverbio  non  mintroso. 
Mas  val  rato  acucioso,  que  dia  perezoso. 
Partime  de  tristeza  de  cuidado  dañoso, 
busqué  et  fallé  dueña  de  cual  só  deseoso. 
De  talle  muy  apuesta,  de  gestos  amorosa, 
donegil,  muy  lozana,  plasentera  et  fermosa. " 

Aurelio. — Etcétera,  don  Antonio.  ¿A  que  no  sabe  usted  explicar 
ese  donegil? 

Antonio. — Sin  duda  lo  explicará  u'sted'  ix>r  el  bascuence. 

Aurelio. — Y  el  que  tenga  otra  explicación,  venga.  En  bascuence- 
egüe  significa  el  que  hace,  don-cgilc  es  efl  que  hace  donosidades  o 
dones,  como  usted  quiera. 

Antonio. — Todo  esto  todavía  es  castellano,  aunque  tenga  /  por  h, 
s  por  2,  val  y  só  (por  vale  y  soy,  de  por  con,  mintroso  por  mentiroso  y 
donegil  por  donoso:  pero  el  et  aún  no  ha  dejado  la  cascara,  y  la  ru- 
deza fónica  no  se  ha  todavía  siuavizado. 

Aurelio. — Pero  ¿usted  cree  que  et  se  pronunciaba  así  como  se  vf 
escrito?  La  t  finajl  no  sonaba.  Y  la  /  ¿cree  usted  que  sonaba  de  una 
manera  y  la  /i  de  otra?  Eran  signos  de  una  misma  aspiración.  Y  sa 


ACERCA   DEL   ÉUSQUERA   Y    DEL    CASTELLANO  1 37 

•jio,  consulte  a  don  Enrique  de  Villena,  En  la  Edad  Media  creían  que 
el  romance  era  laíín  corrompido,  y  así  lo  escribían  allegándolo  cuan- 
to podían  al  latín  y  con  ortografía  latina.  Pero  siga  usted  su  paseo 
•de  cangrejo. 

Antonio. — Sí,  caminemos  hacia  atrás,  al  siglo  xiii  de  Alfonso  el 
Sabio  y  de  San  Fernando. 

Partida  IV,  título  2.°,  ley  4.*: 

"Las  palabras  porque  se  fizo  el  casamiento  son  aquellas  que  dijo 
Adán  cuando  vio  a  Eva  su  mujer,  segund  dice  en  eí  título  de  las  des- 
"posayas:  que  los  huesios  e  Ja  carne  della,  que  fueran  del,  e  que  se- 
rian ambos  como  oina  carne.  Ca  non  se  fizo  por  las  palabras  que 
algunos  cuidaron,  cuando  bendijo  Nuestro  Señor  a  Adán  e  a  Eva  e 
les  dijo :  Creced  e  amuchiguadvos  e  henchid  la  tierra." 

Así  escribían  los  mejores  autores  del  siglo  xiii,  y  esto  aiin  es  cas- 
tellano claro  y  corriente... 

Aurelio. — 'Como  que  está  harto  modernizado;  pero   siga  usted. 

Antonio. — Donde  empieza  la  oscuridad  y  donde  el  romance  esíá 
•como  en  mantillas,  hasta  el  punto  de  dudar  uno  si  lee  mal  latín,  es 
•de  aquí  en  adelante,  o  mejor  digamos,  para  atrás.  El  Fuero  de  Aviles 
dicen  que  fué  redactado  por  Alfonso  VII  en  1155.  Fernández  Guerra 
probó,  a  mi  ver,  suficientemente,  que  es  una  ficdón  verisímilmente  del 
tiempo  del  Rey  Sabio,  en  la  que  se  remedó  el  lenguaje  antiguo.  De 
todos  modos  este  lenguaje  u  otro  parecido  pertenecería  al  siglo  xii. 
Veamos  un  trozo  con  su  traducción,  que  ía  ha  menester: 

"Oui  vassura  gectar  de  sua  casa  e  las  calles,  pectet,  V  sdidos  al 

Quien  basura  arrojare  de  su  casa  en  las  calles,  pague  5  sueldos  al 
Merino,  et  tolla  Ven;  et  vecino  qui,  per  mal  talento,  iectar 
Merino,  y  quítela  de  ella;  y  el  vecino  que  por  mala  voluntad,  arrojare 
petra  in  casa  de  suo  vecino,  pectet  V  solidos  al  don  de  la  casa,  si  tal 
piedra  en  casa  de  su  vecino  pague  5  sueldos  al  dueño  de  la  casa,  a  no  ser 
niño  non  fiir,  que  sedea  de  X  annos  in  iuso." 
que  fuere  niño  de  diez  años  abajo. 

Este  documento,  el  más  antiguo  conocido  de  las  habías  vulgares  de 
España,  parece  que  los  comprende  todos  en  sí,  el  gallego  como  el  as- 
tiurliíano  y  el  portugués,  el  lemosín  como  el  castellano;  y  con  razón, 
TJues  los  primeros  repobladores  de  Aviles  hubieron  de  ser  gallegos  en 
parte,  y  en  parte  de  fuera  del  reino:  "Et  illos  maiorinos  que  illo  Rei 
posér,  siant  vecinos  de  illa  villa,  uno  franco  et  uno  gallego."  Y  aquí, 
don  Aurelio,  no  podrá  usted  negar  que  se  está  viendo  nacer  al  cas- 
tellano del  latín  y  que  este  documento  está  tan  en  latín  como  en  cas- 
tellano. 

Aurelio. — ¡  Vaya  si  esrtá  en  latín,  aunque  mal  latín !  G>mo  que  el 
que  lo  redactó  quiso  escribirlo  en  latín;  sólo  que  no  lo  sabía  bien  y 
ínetió  muchos  elementos  del  habla  vulgar.  Pero  ese  documento  no  nos 
muestra  el  romance,  sea  del  siglo  xii,  sea  del  xiii,  sea,  si  usted  quie- 
le,  del  XI :  eso  no  es  romance;  es  mail  latín. 

Antonio. — Es  el  latín  que  se  convierte  en  romance. 


138  DIÁLOGOS    FAMILIARES 

AvRELio. — Oiga  a  Hartzenbusch :  "Podrá  ser  el  Fuero  de  AviléSj. 
como  creen  generalmente  los  erudiito«,  una  muestra  del  castellano,  poccK 
seguro  aún  y  fijo  en  el  siglo  undécimo;  pero  más  parece  un  documen- 
to redactado  a  propósito  para  gentes  varias  en  varios  idiomas,  por  una 
persona  que  entendía  algo  de  todos,  ignorando  el  latín  y  queriendo  es- 
cribir en  ¿i." 

Y  el  mismo  Fernández  Guerra :  "No  es  posiible  que  el  fuero  de 
Aviles  se  dictase  en  castellano.  ¿Y  cómo  se  había  de  dictaír,  siendo 
exclusivamente  Jatina  y  eclesiástica  la  Cancillería  Real  por  ios  años 
de  1 1 55,  y  cuando  no  podía  ni  pudo  en  más  de  medio  siglo  después- 
introducirse  en  eJla  el  lenguaje  del  vulgo?  En  latín  mailo  o  mediano 
acostumibraba  extender,  sin  excepción  ninguna,  todos  'los  documentos. 
Pero  a  deshora  vino  a  secularizarla  un  suceso  que  parecía  nacido  para 
limpiar  de  solecismos  los  diplomas.  Decretaron  dos  concilios  genera- 
les celebrados  en  Letrán  hacia  los  años  de  1179  y  1215  que  en  las 
catedraJles  y  colegiatas  se  enseñasen  gramática  y  ciencias ;  comenzó  a 
generalizarse  a  la  vez  el  estudio  de  dos  derechos  romano  y  canónico, 
y  su  propagación  fué  oreando  intereses  de  cuantía."  Así  dejaron  los 
ignorantes  notarios  de  la  Edad  Media  de  liinsertar  palabras  de  la  len- 
gua vuligar,  cuando,  no  sabiendo  latín,  no  hallaban  a  mano  fórmulas 
latinas  ya  recibidas  y  conocidas. 

Antonio. — 'Pues  ¿cómo  es  que  los  eruditos  dicen  qiue  el  castellano 
se  debió  de  formar  el  siglo  xii  o  a  lo  más  el  siglo  xi? 

Aurelio. — 'Diciéndolo,  don  Antonio.  De  palabra  y  ¡>or  escrito.  Pero 
los  que  tal  diicen  o  escriben  toman  por  castellamo  eú  habla  de  las  Car- 
tas pueblas  o  a  lo  menos  las  consideran  como  documentos  biJingires  y 
éste  es  craso  error.  Harto  mejor  suipo  distinguir  esite  punto  el  erudi- 
tísimo Sarmiento,  el  cual  dice  que  se  hablaron  tres  idiomas  por  aque- 
llos tiempos:  el  de  ilos  literatos,  latín  figuirado;  el  de  los  notarios,  los 
semidoctos  y  alguinos  eclesiásticos,  laitín  bárbaro  con  mucha  mezcla 
de  vulgar;  el  del  pueblo,  romance  común.  De  los  tres  halla  muestras 
en  las  obras  detl  siglo  x  y  xi,  cotejando  las  de  San  Euilogño,  Alvaro  de 
Córdoba  y  el  abad  Samsón  con  los  cronicones  de  Pelayo,  Sampiro  y  el 
arzobispo  don  Rodrigo,  etc.  En  el  latín  de  los  privilegios  de  aquellos 
siglos  y  en  el  romance  del  Fuero  Juego  se  palpan  rasgos  de  los  tres 
idiomas.  Entre  las  personas  ilustradas  ya  entonces  se  decía  que  el  la- 
tín usado  por  los  escritores  era  circa  romancium.  Véalo  en  la  Impug- 
nación del  fuero  de  Aviles,  pág.  82.  Es  imposible  que  el  romance  del 
Rey  Sabio  (siglo  xiii),  y  del  Poema  del  Cid  (fines  del  xii  o  de  ipllena 
siglo  xiii),  y  de  Gonzalo  de  Berceo  (hacia  1221),  estuviera  en  man- 
tillas el  siglo  xii,  cuando  vocablos  de  flos  siglos  viii  y  ix  presentan 
una  forma  perfecta,  que  en  la  mayor  parte  ni  sñquiera  ha  variado  has- 
ta hoy.  No,  don  Antonio;  escritos  castellanos  no  se  ven  hasta  el  si- 
glo XII,  y  el  castellano  de  este  siglo,  como  se  halla  en  el  Poema  del 
Cid,  si  lo  es  del  xii,  que  creo  que  no,  es  un  verdadero  castellano,  una 
lengua  hecha  y  completa,  cuyo  nacimiento  no  puede  ponerse  en  el  si- 
glo affíterior,  ni  aun  siquiera  cuatro  o  cinco  siglos  antes.  La  lengua  de 


ACERCA    DEL   ÉUSQUERA   Y    DEL    CASTELLANO  1 39 

Alfonso  X  estaba  ya  harta  de  vivir  y  sóilo  admitía  nuevos  y  nuevos 
])niIimentos,  que  todavía  se  le  están  dando.  Si  esos  pulimentos  han  exi- 
gido la  friolera  de  seis  siglos,  y  ell  romance  del  siglo  xiii  es  tan  bueno 
y  perfecto  castellano  sustandiaimente  como  el  del  siglo  xvi^  ¿cuántos 
siglos  no  haibremos  de  suponer  haista  su  primer  nacimieinito  ? 

Antonio.  —  Algo  dice  usted;  pero  no  teniendo,  como  usted  dice^ 
documentos  en  romance  anteriores  al  siglo'  xii,  nada  podemos  averi- 
guar de  hecho  acerca  de  la  época  en  que  él  nació. 

Aurelio. — Documentos  seguidos  no  tenemos;  pero  sí  voces  y  fra- 
ses, que  muestran  ya  formada  Ja  Cengua  haibía  muoho  tiempo.  En  va- 
rios documentos  latinos  del  siíglo  xi  y  de  fecha  anterior  se  registraai 
voces  más  castellanas  en  su  forma  que  las  equivalentes  en  Ja  Carta- 
puebla  de  Aviles  (i),  por  la  sencilla  razón  de  que  en  esta  Carta-puebla 
él  que  lia  redactó  quiso  poner  palabras  ilaitinas  tomándolas  deJ  vulgo 
y  latinizándolas  como  podía,  resultaaido  una  lengua  que  ni  era  latín, 
ni  era  romance.  Foro  y  foros  leemos  repetidas  veces  en  eílla;  fueros 
dice  una  escritura  en  laitín  del  año  1064,  y  fuero,  otra  de  1012.  Illa 
Re,  illas  maiorinos  e  illa  villa  se  lee  en  el  Fuero  de  Aviles  en  hiigar 
de  El  Rey,  los  mayordomos  y  la  villa;  en  la  confirmación  del  Fuera 
de  Sepúlveda,  escrita  en  latín  con  Ja  fecha  de  1076,  vemos  escrito  los 
cavalleros  y  los  alcaldes;  y  en  ion  la  hera  y  la  mata.  En  Castilla  se 
decía  ya  en  el  siglo  xi  deó  (dio),  sea  y  aia:  ¿quién  se  había  ya  de 
acordar  dd  dedit,  del  sit,  del  sedeat  y  del  hubeat  puramente  latinos? 
El  que  extendió  d  Fuero  de  Aviles  no  hablaba  como  escribía,  y  si  ni 
é\  ni  los  demás  clérigos  o  monjes,  que  redactaban  tos  documentos  la- 
tinos, sabían  latín,  muclho  menos  ío  sahia  el  pueblo,  ni  aun  ese  bajo 
latín,  del  cual  ustedes  creen  que  salió  el  romance.  Hay  muchedumbre 
de  palabras  castellanas  sacadas  de  documentos  latinos  anteriores  al 
siglo  X,  que  habrá  usted  leído  en  el  discurso  de  Hartzenbusch  (2) ;  mu- 
dhas  de  ellas  son  nombres  locales,  qiue,  por  consiguiente,  se  pusieron 
de  muy  antiguo.  Del  siglo  ix :  encina,  era,  calzada,  barrio,  harneros, 
fresno,  fuero,  junqueras,  laguna,  manto,  manzanares,  molinos,  rubiales, 
pozales,  sala,  tapetes,  vereda,  arroyo,  barra,  cantón,  garabatos,  rozas,  etc. 
Del  año  780,  siglo  viii,  son:  río,  villa,  Luz,  strada,  Castro  de  Pozo, 
Guardia,  Brañas,  mestas  de  Freznedo,  pozo,  peña.  Sarnas,  Lumbillas, 
carros,  rocino,  mantas,  feltros,  mantos,  sabbanas,  capa,  frontales,  cam- 
panas, tapetes,  vasos  salomoniegos  {Fundac.  monasterio  de  Obona,  año 
780,  Muñoz,  pág.  9).  Del  año  804:  molares,  foz  de  Busto,  Fenna  rubia, 
Pozas,  Fresno,  carrera,  Calzada  (Fuero  Valpucsta,  ibid.,  13).  Del  año 
824:  pradum,  cotmn  y  otras  latinizaciones  de  quien  sabe  más  castella- 
no que  latín.  Hasta  llegar  a  obtener  tales  palabras  castellanas,  muchos 
años  y  aun  siglos  debían  de  haber  pasado. 

Antonio. — Pero  nada  sabemos  de  ese   romance  en  tiempo  de  los 
godos,  y  en  cambio  tenemos  frases  latinas,  barbarizadas,  que  indican 


(i)     Hartzenbusch,    Contestación  al  Discurso   de  Monlau. 
(2)    Pág.  .38. 


I40  DIÁLOGOS    FAMILIARES 

cómo  el   latín  se   iba  perdiendo   para   coaivertirse   en   nuestra  len^a 
\nilgar. 

Aurelio. — Lo  que  indican  esas  frases  es  que  se  iba  olvidando  el 
estudio  del  latín;  pero  esas  inscripciones  las  quisieron  redactar  en  la- 
tín, bien  que  no  les  salió  muy  ciceroniano;  su  romance  lo  tenían  para 
hablar  y  era  una  lengua  completa  y  verdadera  lengua. 

El  vadit  ad  villam  quos  vocitant  Cavanas  ct  dcinde  ubi  inirot  Pla- 
moso  in  Mineo,  de  una  escritura  del  año  745 ;  el  villas  qiiam  adquisivi, 
de  otra  del  747;  el  mecum  sonorum  por  mecum  sórores  del  759,  son 
mal  latín  y  no  romance. 

Romance  es,  en  cambio,  valle  de  Dondisle,  y  eso  que  siendo  nombre 
topográfico  sería  nombre  y  giro  anterior  al  año  775,  en  d  que  se  es- 
cribió, lo  mismo  que  haberes  en  venimns  cum  averes  del  año  781. 

Antonio. — Pues  ¿cómo  es  que  los  que  tan  mal  latín  empleaban  sa- 
bían otras  veces  escribir  frases  en  muy  buen  latín?  Esto  indica  que 
ese  mal  latín  era  el  romance  naciente. 

Aurelio. — Oiga  lo  que  le  resiponde  Hartzenbusdi :  "Nacía  eso  de 
que  tenían  formularios  antiguos  hechos  en  buen  latín,  de  los  cuales 
tomaban  cuanto  les  convenía  para  cada  instrumenito  que  les  ocurría 
ordenar;  pero  como  no  todo  lo  habían  de  hallar  en  el  formulario  o 
modeilo,  donde  les  faltaba  éste  ingerían  un  despropósito  gramatical,  por- 
qiíe  escribían  una  lengua  que  no  era  la  suya.  No  están  esos  doou- 
mentos  esor*i:tos  en  un  idioma  vivo,  pero  viciado,  no;  están  en  un 
idioma  muerto  que  no  se  sabe.  Otro  tenían  que  hablar  los  españo- 
les en  el  siglo  vin." 

Y  ese  otro  idioma,  que  era  el  propio  de  los  españoJes,  añado  yo 
de  mi  cosecha,  debía  en  este  siglo  viii  de  diferenciarse  bastante  del 
latín,  pues  no  sabían  esta  lengua  con  sólo  saber  la  propia. 

Si,  pues,  para  el  siglo  viii  vivía  el  romance  hecho  y  derecho,  ¿có- 
mo pudo,  don  Antonio,  nacer  del  bajo  latín?  Pero  hay  todavía  más. 

Supongo  conocerá  usted  el  Glosario  de  voces  ibéricas  y  latinas,  de 
Simonet. 

Antonio. — Uno  de  los  mejores  libros  de  la  fiílología  española. 

Aurelio. — Si  algo  se  saca,  con  toda  olaridad,  de  ese  libro  es  qite 
para  cuando  vinieron  los  árabes  a  España,  esto  es,  que  en  los  tiem- 
pos de  la  España  gótica,  se  hablaba  ya  castellano.  Porque  las  voces 
que  trae  Simonet,  castellanas  enteramente,  quedaron  entre  Jos  moz- 
árabes en  la  época  arábiga,  sin  que  se  las  pudiesen  llevar  a  los  moz- 
árabes los  españoles  que  estaban  de  la  parte  septentrional,  fuera  del 
alcance  de  los  moros.  Luego  ese  castellano  que  hablaban  venía  de 
cuando  los  árabes  entraron  en  España,  esto  es,  de  la  época  visigóti- 
ca. Simonet  (Glosario,  LIX)  y  Codera  (Disc.  Acad.,  pág.  55)  traen 
apodos  que  daba  el  pueblo  a  Jos  literatos  y  grandes  dignatarios  de  la 
coirte  de  Córdoba,  y  están  en  romance  castellano.  Pero  que  nuestro 
romance  se  hablaba  en  Andalucía  durante  el  califato,  no  sólo  por  los 
mozárabes  o  cristianos  arabizados,  sino  por  los  mismos  árabes,  es 
cosa  bien  averiguada  y  puede  usted  ver  pruebas  clarísimas  en  el  dis- 


ACERCA   DEL   ÉUSQUERA   Y    DEL   CASTELLANO  I4I 

curso  de  Julián  Ribera  en  la  Academia  (1912,  págs.  20,  21),  traídas 
de  los  siglos  X  y  ix^  sacando  estas  consecuencias  de  varias  anécdo- 
tas que  cita  de  Aljoxani:  "Un  anciano  que  no  sabe  hablar  más  que 
romance  y  funciona  de  testigo  en  tribunales  y  notarías  y  es  hombre 
de  gran  presitigio  entre  ©1  pueblo,  no  puede  concebirse  sin  que  ese 
pueblo  hable  en  romance  y  lo  emplee  en  las  notarías  y  en  los  juzgados. 
A  ese  anciano  lo  entienden  los  ministros  de  la  corona;  y  el  propio 
monarca,  de  la  familia  Omeya,  de  cepa  árabe,  según  se  dice,  es  ca- 
paz de  apreciar  los  matices  de  esa  frase  romance :  ese  matiz  que  el 
distingue,  le  demuestra  la  sinceridad  del  que  habla,  y,  por  la  convic- 
ción que  recibe,  destituye  al  cadí,  es  decir,  a  la  dignidad  más  eleva- 
da de  la  jerarquía  judicial  de  aquella  nación.  Eso  no  sucedería  si  no 
hablaran  en  romance  todas  las  clases  sociales,  desde  el  más  ínfimo 
menestral  hasta  el  monarca.  ¿Y  cómo  no  ha  de  hablar  en  romance  el 
monarca  si  los  que  viven  en  su  palacio  y  de  continuo  le  rodean  ha- 
blan en  romance?"  Y  poco  después,  acerca  de  otra  anécdota:  "El 
padre  de  Násar,  el  jefe  de  palacio  y  casi  canciller  del  imperio,  ha- 
blaba en  romance;  Násar  su  hijo,  siendo  de  familia  que  hablaba  en 
romance  español,  es  de  sospechar  que  fuera  español ;  y  como  de  Ná- 
sar se  sabe  que  no  hablaba  en  árabe  y  era  amigo  íntimo  de  Tarub, 
la  sultana  favorita,  es  de  presumir  que  ésta  también  hablase  en  es- 
pañol. Y  como,  por  la  anécdota  primera,  se  ve  que  el  monarca  sabía 
el  romance  perfectamente,  no  es  atrevido  afirmar  que  en  el  palacio 
de  los  Omeyas  se  hablaba  en  romance  español. 

Por  otras  muchas  anécdotas  se  viene  en  conocimiento  de  que 
Abenhafsún  y  sus  generales  solían  hablar  en  romance;  que  en  las 
tertulias  de  Abderrahmen  III  (siglo  x)  se  escapaban  algunas  frases 
en  romance,  y  que  él  y  sus  tertulianos  las  entendían;  en  la  aljama 
cordobesa  algunas  veces  se  oía  haiblar  en  romance  a  los  propios  fa- 
quíes,  sobre  todo  cuando  se  incomodaban  (en  el  siglo  xi  de  Jesucris- 
to), etc.  Ahora  bien,  este  romance  debía  de  ser  lengua  inferior,  hablada 
especialmente  en  la  primera  edad  de  la  vida,  en  la  familia,  por  las 
mujeres,  etc.;  pero  estuvo  tan  difundido,  que  lo  hablaban  no  sólo  las 
familias  de  origen  español,  sino  las  de  abolengo  arábigo." 

El  mismo  Ribera  en  el  Discurso  de  la  Academia  de  la  Historia  trae 
tm  texto  de  Abenbassam,  en  el  cual  se  dice  que  Mocadem  el  de  Cabra, 
muerto  antes  del  912,  hizo  poesías  "usando  la  manera  de  hablar  del 
vulgo  y  la  lengua  romance". 

Antonio. — Concedido  todo  eso.  Pero,  por  lo  menos,  el  castellano  se 
formó  cuando  la  invasión  de  los  godos,  que  mezclaron  su  lengua  con 
la  latina,  por  no  poderla  ellos  aprender. 

Aurelio. — Ningún  autor  serio  sostiene  ya  que  el  romance  haya 
nacido  del  choque  del  godo  con  el  latín:  lo  está  negando  el  mismo 
romance,  el  cual  no  contiene  del  godo  ni  un  solo  elemento  gramati- 
cal y  sí  sólo  unos  cuantos  vocablos,  venidos  anteriormente  a  Esipa- 
ña  como  al  resto  de  la  Romanía,  pues  se  hallan  en  las  demás  lenguas 
románticas.  Esos  vocablos  usted  mismo  los  conoce  por  el  Discurso  de 


142  DIÁLOGOS    FAMILIARES 

Monlau  (pág.  lo,  lo) :  "El  godo  vencedor  — dice  este  académico —  se 
doblegó  ante  el  latín  venoido."  Pero,  según  mi  razonamiento,  esto  es 
inexacto;  por  lo  menos  en  España  el  godo  vencedor  se  dobJegó  amte 
el  castellano. 

Antonio. — Vamos,  que  íe  dejó  en  herencia  uaios  cuantos  vocablos 
y  desapareció  como  habla  en  nuestra  península, 

Aurelio. — Ni  siquiera  feneció  el  godo  en  España.  Cuamdo  los  go- 
dos entraron  acá,  ya  no  ihabla.ban  igodo.  Las  voces  teutónicas  que  hay 
en  castellano  están  en  casi  todas  Jas  lenguas  neolatinas,  de  dionde  de- 
ducen hoy  los  llntgüistas  que  vinieron  a  la  Romanía  o  Imperio  roma- 
no amtes  de  la  invasión  de  Jos  bárbaros,  por  el  trato  común  y  co- 
mercio, guerras,  etc.,  de  aquellos  pueblos  •con  el  Irmperio.  Los  godos 
vimeron  ya  enteramente  romanizados  a  España.  Ni  un  elemento  gra- 
matical gótica  se  halla  en  ell  romance,  lo  que  prueba  que  éste  estaba 
ya  tan  maduro  y  con  su  propia  estructura  que  nada  extraño  grama- 
tical admitía.  Lo  mismo  que  sucedió  con  el  árabe,  del  cual  sólo  vo- 
ces sudtas  tomó. 

Antonio. — Pero  si  el  pueblo  no  hablaba  latín  en  España  a  fines 
deil  siglo  VI  y  a  principios  del  vii,  ¿cómo  es  que  San  Isidoro  predi- 
caba en  latín? 

Aurelio. — A  principios  del  .siglo  v  vlinieron  los  -godos;  durante 
los  siglos  VI  y  vil  dominaron  los  bizantinos  en  las  costas  meridiona- 
les; al  comenzar  el  siglo  viii  conquistaron  los  árabes  casi  toda  la 
península.  San  Isidoro  murió  el  636.  Qué  predlicara  en  latín  y  a  quié- 
nes es  cuestión  que  podrá  resolverse  de  una  o  de  otra  manera,  pero 
que  no  puede  empecer  al  argumento  que  vengo  de-senvolviendo :  por- 
que contra  el  argumento  positivo  de  Jos  hechos  no  hay  argumento  ne- 
gativo que  valga.  San  Agustín  predicaba  en  África  en  latín  y.  sin 
embargo,  el  pueblo  no  había  perdido  su  propio  idioma  camitico,  pues- 
to que  todavía  hoy  lo  conserva,  fenecido  ya  allí  el  latín  y  a  pesar 
del  árabe,  que  no  ha  podido  acabar  con  éJ...  ¡Qué  mucho  predicase 
en  la<tín'  San  Isidoro,  hablando  otro  idioma  el  pueblo  e  idioma  como 
el  castellano,  tan  allegado  al  latín ! 

Antonio. — San  Isidoro  llama  nuestra  lengua  al  latín,  cuando  dice: 
"Los  intérpretes  latinos  que  tradujeiron  los  libros  sagrados  o  nues- 
tra habla   (eloquium  nostrum)    son   infinitos." 

Aurelio. — También  dice  San  Isidoro  que  el  pueblo  hablaba  en 
otra  lengua  que  en  latín,  y  lo  que  es  más,  lo  confirma  con  vocablos 
que  él  llama  vulgares,  que  no  son  latinos,  lo  cual  muestra  que  elo- 
quium nostrum  era  el  lenguaje  entendido  sólo  del  clero,  o  a  lo  má> 
atendiendo  a  que  entonces  y  aun  después  en  toda  la  Edad  Media  creían 
que  hablaban  !latín,  bien  que  corrom/pido.  No  diferenciaban  las  dos  ha- 
blas, el  latín  y  el  romance,  sino  que  las  tenían  por  una  sola  en  sus- 
tancia, mal  pronunciada  ii)or  el  vulgo.  Kl  romance  no  era  para  ellos 
idioma,  y  así  no  se  les  ocurría  escribir'lo. 

"Et  csca  vulgo  dicitur,  quod  sit  fomes  ignis  et  nutrimcntum."  Aquí 
da  bien  a  entender  San  Isidoro  que  se  hablaba  ya  el  romance,  pues 


ACERCA    DEL   ÉUSQUERA    Y    DEL   CASTELLANO  1 43 

dice  qiue  se  decía  vulgarmente  yesca,  sino  que  le  da  forma  Jatina  esca,. 
de  edcre,  qne.  en  Jatín  sólo  vaHía  alimento.  "Rtisata  quam  Graeci  phoe- 
niceam,  nos  coccineam",  esto  es,  rosada  o  coflor  rosado,  latinizando 
la  voz  en  rusala.  '''Materia,  inde  dicitur  omne  lignum,  quod  ex  ea  aili- 
quid  effi'Ciatur."  En  vez  del  vulgar  madera  trae  la  forma  latina  ma- 
teria, añadiendo  que  vulgarmente  significaba  lignum. 

"Camisias  vocamus,  quod  in  his  dormimus  in  camis,  id  est,  in  stra- 
tis  nostris."  Cania  no  es  de  origen  latino ;  pero  pertenece  all  roman- 
ce, el  cual  se  hablaba  entonces,  por  consiguiente.  Igualmente  manto : 
"Mantum  hispani  vocant,  quod  manus  tegat  tantum."  Etimología  fal- 
sa, por  supuesto.  "Capus  nos)tri  falconem^',  el  halcón.  "Circius  hunc 
hispani  Galeciim",  el  gallego  o  regañón,  que  decimos  hoy,  latinizado 
en  galecmn. 

"Barca  est  quae  cuneta  navis  comertia  ad  littus  portat."  Barca 
es  casitellaTio  y  nada  tiene  del  latín.  También  habla  del  caravo,  em- 
barcación arábiga  de  africanos,  que  él  dice  "carabion,  navícula";  de 
los  manteles  de  la  mesa  y  de  la  sábana,  qiue  dice  venir  del  griego.  En 
fin,  de  lia  jalma,  antes  xálma,  dice:  "Sagma,  quae  corrupte  vulgo  di- 
citur Salma...  unde  cauallus  sagmarius  et  mulla  sagmaria."  "Rodo- 
daphne,  quo  corrupte  vulgo  Lorandenm  vocatur."  Lor-andi  suena  en 
bascuence  flor  grande. 

Antonio. — Por  lo  menois  concede  que  el  habla  del  vulgo  era  \2íún 
corrompido ;  corrupte,  y  a  eso  romance  llamamos. 

Aurelio. — "El  musión  es  nombrado  así  por  ser  enemigo  de  los 
mures  (ratones) :  llámale  el  vuligo  catto,  de  captura;  otros  dicen  que 
por  lo  que  cata,  esto  es,  por  lo  que  ve  {quod  cattat,  id  est,  videt).^^ 
"Bibiones  son  los  que  nacen  en  el  vino,  que  llaman  vulgarmente 
mustiones  (mosquitos)."  "A  éstos  (a  los  acometidos  de  manías)  llama 
el  vulgo  lunáticos."  "Sinfonía  se  llama  vulgarmente  a  un  madero  hue- 
co con  UTi'a  piel  tirante  por  un  Jado  y  otro,  que  golpean  los  músi- 
cos por  ambos  lados  oon  unas  varitas." 

Y  note,  don  Antonio,  que  mustiones  por  mosquitos  son  los  mous- 
tiques  del  francés,  en  italiano  moscione,  en  véneto  musson,  en  limc- 
sín  moustic,  de  mustum,  por  nacer  en  él,  y  por  eso  le  llamó  Lineo 
musca  cellaris,  "mustiones  a  miisto  appellant"  (S.  Isid.,  12,  8,  16) ;  bi- 
hio  dio  el  picardo  biberón. 

Pero  catar  por  ver  {catar  vol  diré  vczer  {Elucidario),  catiller,  a- 
catar,  re-catar,  cata  y  cala)  en  tiempo  de  San  Isidoro  pertenecía  ya 
al  lenguaje  vulgar.  Y  advierta  además  que  el  Santo,  hablando  a  los 
erudito's,  que  entendían  el  latín,  esto  es  a  'los  olérl'igos,  dice  "quod 
cattat,  id  est,  videt".  Luego  el  liabla  vulgar  era  ya  diferente  del  la- 
tín. Carlos  el  Calvo,  al  expedir  su  diploma  favoreciendo  a  los  espa- 
ñoles refugiados  en  la  Septimania,  dos  años  después  de  firmada  la 
concordia  con  Ludovico,  que  fué  en  el  año  842,  hace  mención  de  ese 
que  él  llama  lenguaje  usual.  Cailifícailo-  de  locución  rústica  en  1052 
el  conde  leonés  Gutierre  Alfonso.  Idioma  corriente  lo  llama  el  Em- 
perador de  las  Españas  en  1135.  Lengua  nuestra,  su  historiiador  ano- 


144  DIÁLOGOS   FAMILIARES 

nimo;  y  Gonzalo  de  Berceo,  en  el  siíglo  xiii,  ronián  paladino^  en  qual 
suele  el  pueblo  fablar  a  su  vecino.  "Palabras  — dice  Fernández  Gue- 
rra—  que  a  toda  luz  manifiestan  que  el  pueblo  español  tenía  un  buen 
romance  para  dentro  de  casa  y  de  Ja  villa,  y  un  mal  latín  para  fue- 
ra." 

Inútil  es  repetir  otros  testimonios;  pero  conviene  asentar  firme- 
mente que  el  romance  vivía  antes  de  que  aparezca  en  los  escritos, 
y  aun  antes  de  la  España  goda.  "Adicimus...  unuim  vasculum  argén - 
teum  miro  opere  colatum  in  more  rustici  loquutionis  que  dicitur 
copa"  (Escalona,  Historia  de  Sahagún,  464),  Fuero  de  Báíbás,  otor- 
gado por  Alfonso  VII  en  1135:  "ludices  etiam  habeattis  quatuor,  qui 
ru^go  Alcaldes  vocantur"  (Muñoz,  Colección  de  fueros,  514.  "Quo- 
tidie  exibant  de  castris  magnae  turbae  militum,  quas  nostra  ltngua 
dicimus  Algaras.''^  "Rex  movit  castra,  et  pervenit  ad  quandam  civita- 
tem  opulentissimam,  quam  antiqui  dicebarut  Tuccis,  nostra  ltngua 
Xerez,  praedavitque  eam.  Fortissimae  turres,  quae  lingua  nostra  Al- 
cázares vocantur."  "Miserunt  insidias,  quas  nostra  lingua  dicit  Ce- 
latas,  án  quodam  loco  abscondito."  "Super  excelsam  turrem,  quae  nos- 
tra LINGUA  dicitur  Alcázar."  {Crónica  de  Alfonso  VII,  en  él  t.  XXI 
de  la  España  Sagrada,  334,  359,  362,  377.) 

En  fin:  "explorationes  et  excubias,  quas  usitato  vocabulo  Gucy- 
tas  dicunt.  faceré  non  negligant"  (Diploma  del  rey  Karlos,  Esp. 
Sagr.,  XXIX,  452) :  de  aguaitar,  del  bascongado,  como  probó  Cejador, 
de  go-ait.  ■. ', 

Ya  habrá  usted  leído  en  la  pág.  41  del  Discurso  tantas  veces  ci- 
tado de  Hartzenlbusch  lo  que  Rodulfo,  del  convento  de  Fulda,  fa- 
llecido el  865,  refiere  en  la  vida  de  Santa  Lioba,  de  que  el  monje 
italiano  Firmado  se  dio  a  entender  con  su  peregrino  español.  Este 
suceso  del  año  '/y2  muestra  que  el  italiano  vulgar  de  entonces  se  pa- 
recía algo  a  nuestro  romance ;  y  en  documentos  italianos  de  los  años 
730  y  804  se  encuentran  de  hecho  el  artículo  femenino  /o,  la  pala- 
bra río,  los  verbos  dava  con  v  y  sin  t,  fué,  fice,  cambium  de  casas, 
corre  via  publica  y  calsato  e  vestito. 

Más  aún,  con  fecha  740  hay  un  pergamino  en  el  idiom.á  de  Cerde- 
ña,  donde  se  leen  vida,  pecados,  cómo,  persecutiones  pasadas,  muje- 
res, perlados,  el  imperativo  tcnidevos  por  tcnedvos,  los  infinitivos 
con  pronombre  recordarillos,  consolarivos,  confnndirillos  (Cfr.  Can- 
tú,  traduce,  de  Nem.  Fernández  Cuesta,  t.  I,  Apéndices).  No  menos 
hacen  al  caso  las  palabras  torna,  fratrer  torna,  retorna  por  vuelve, 
que  Teófanes  y  Teofilato  ponen  en  boca  de  unos  soldados  por  los  años 
579,  cuando  guerreaba  Comiciolo  en  Tracia  contra  el  Rey  de  los  Hun- 
nos  Jagano.  Estas  palabras  pertenecen  a  una  lengua  neoilatina,  sea 
•cual  fuere;  no  son  latinas,  pues  en  latín  torno,  tornas,  no  significa 
retroceder,  retornar,  sino  tornear,  trabajar  al  torno,  y  él  ablativo  fra- 
tre  por  el  vocativo  ningún  romano  lo  hubiera  empleado.  Raynouard 
cree  que  los  soldados  que  ta/1   dijeron  eran  francos  o  españoles  de  la 


ACERCA   DEL  ÉUSQUERA   Y    DEL    CASTELLANO  1 45 

provincia    cartaginense,    que  había    sometido  poco  antes  y  rigió  des- 
pués Comiciolo,  general  bizantino. 

Schlegel  no  presta  fe  a  Ja  relación  de  Aimonio  del  siglo  x,  cuan- 
do cuenta  que  el  emperador  Justiniano,  en  el  mismo  siglo  vi,  a  un. 
prisiionero  que  le  había  dicho  non  dabo,  a  propósito  de  las  provincias 
que  le  había  usurpado,  le  respondió  darás,  en  lengua  vulgar,  en  ve? 
de  decirle  dabis. 

Hartzenbusoh,  para  refutar  al  crítico  alemán,  trae  el  testimonio 
de  San  Isidoro  {Ethymol.,  1.  I,  c.  32),  el  cual  cuenta  que  poco  antes 
se  había  introducido  en  Roma  una  lenigua  latina  mixta,  resultado  de 
los  sO'leci'smos  y  barbarismos  con  que  desfiguraban  el  idioma  de  Ci- 
cerón los  habitantes  de  Jas  provincias.  Ahora  bien :  darás  viene  de 
daré,  convertido  ya  en  dar  y  del  verbo  haber  has.  "Sopone,  pues,  ese 
futuro  — dice  Hartzenbusch —  que  ya  el  infinitivo  latino-clasico  dare- 
se  había  convertido  en  el  infinitivo  neolatino  dar;  supone  que  estaba 
ya  completamente  formado  eil  auxiliar  neolativo  haber,  diferente  def 
habere  iatino;  supone  un  sistema  de  conjugación  completo,  y  distinto 
de  la  conjugación  clasico-romana;  supone,  en  fin,  un  lenguaje  nuevo, 
pues  el  verbo  es  el  idioma.  Por  lo  mismo  que  esa  palabra  supone  tan- 
to, quiero  dejar  por  ahora  el  hecho  en  la  categoría  de  simple  suposi- 
ción. Obsérvese,  enipero,  que  Aimonio,  en  el  siglo  x,  creía  que  la  con- 
jugación del  verbo  neolatino  contaba  j'a  cuatrocientos  años  de  anti- 
güedad por  lo  menos:  alguna  había  de  tener,  aunque  no  fuese  tanta."" 
Y  si  en  842  'Carlos  el  Calvo  y  Luis  eíl  'Germánico  juraron  un  tratado- 
de  alianza  en  romance  francés,  y  en  740  un  obispo  sardo  se  dirigía  a 
sus  compatriotas  en  un  romance  de  los  de  Italia,  los  romances  de  Es- 
paña no  sólo  vivían  ya  en  tiempo  de  don  Pelayo,  sino  en  tiempo  dé- 
los godos:  lo  hemos  probado  suficienítemente  por  vari.rs  vías. 

No  quiero  recordarle,  don  Antonio,  que  en  las  inscripciones  de  los 
primeros  siglos  muestran  los  que  las  redactaron  que  habían  casi  olvi- 
dado el  latín,  ni  quiero  hacer  hincapié  en  los  nombres  propios  poco 
latinos  y  muy  españoles  de  las  inscripciones  y  documentos  y  de  la  to- 
ponimia de  lia  Península.  Creo  que  lo  dicho  basta  para  echar  por  tie- 
rra aquella  afirmación  dogmática  de  Marina  (i)  :  "'Los  españoles  en  to- 
dos los  siglos  de  la  monarquía  gótica  hablaron  del  mismo  modo  que 
en  los  de  la  dominación  romana:  no  hubo  entonces  otra  lengua  vulgar 
y  común  al  pueblo  que  la  lengua  latina,  y  ésta  conservó  su  propiedad" 
en  España  hasta  la  total  ruina  del  imperio  gótico." 

El  que  tal  dice  no  ha  abierto  las  Etimologías  de  San  Isidoro,  donde 
a  cada  paso  se  leen  estas  frases,  tan  opuestas  a  ese  modo  de  opinar:. 
Vulgus  vocat,  dicitiir  vulgo,  hispani  vocant,  qiiod  nos  corrupte,  corrupte- 
vidgo  dicitur,  qtiod  vulgo  vocatur,  etc.  Si  tales  frases  no  muestran  pa- 
tentemente que  había  gran  distancia  dell  latín  en  el  que  el  santo  Doc- 
tor escribía  y  que  entendían  los  clérigos,  a  la  lengua  hablada  por  la 
muchedumbre,    tiene  razón  el   señor  Marina.  Y  las   muchas  palabras^ 


(i)     Metn.  de  la  Real  Acad.  de  la  Hist.,  t.  IV,  pág.  15, 


146  DIÁLOGOS    FAMILIARES 

que  trae  San  Isidoro,  aun  las  que  parecen  latinas,  no  lo  son  sino  en 
la  terminación  romana  que  él  les  presta  para  exponerlas  en  latín;  son 
(id  vulgo,  como  él  dice,  de  los  cspaíiolcs,  del  latín  corrompido,  si  se 
quiere  (i). 

Y  ¿qué  otra  cosa  pretende  el  santo  con  sus  obras  más  que  reco- 
ger los  restos  del  latín,  que  está  viendo  desaparecer  hasta  entre  'os 
eruditos,  y  restaurar  su  estudio  entre  ellos,  si  k  fuera  posible?  ¿Acaso 
no  veía  él  mismo  que  hasta  en  Itaúia  se  hablaba  ya  había  tiempo  una 
nueva  lengua  vulgar?:  ítala  iingua,  sicut  solent  itali  dicere  occic  pro 
hodie  (2). 

Antonio. — ^En  verdad  que  ya  no  se  puede  neíjar,  en  vista  de  se- 
mejantes datos,  de  que  en  los  siglos  v,  vi  y  vii,  durante  la  monarquía 
goda,  se  hablaba  por  eil  pueblo  una  lengua  diferente  del  latín,  hija 
suya,  el  romanice  castellano. 

Aurelio. — Veamos  ahora,  don  Antonio,  hasta  qué  siglo  podemos 
sacar  por  la  historia  que  debió  durar  el  lenguaje  ibérico  de  los  anti- 
guos españoiles,  ya  que  hemos  visto  hasta  dónde  llega,  por  lo  que  nos 
dicen  los  escritos,  la  vida  del  romance  castellano. 

Antonio. — En  los  dos  primeros  sig'los  antes  de  Jesucristo  debieron 
de  desaparecer  das  lenguas  indígenas. 

Aurelio. — También  aquí  nos  sale  al  paso  d  señor  Martínez  Ma- 
rina diciéndonos:  "¿Qué  razón  se  puede  alegar  para  suponer  una  len- 
gua nacional,  distinta  de  la  lengua  latina,  en  tiempo  de  la  dominación 
romana?...  Cuantos  monumentos  se  han  descubierto  y  conservado  has- 
ta nuestros  días,  ¿no  prueban  lo  contrario?...  Lápidas,  inscripciones, 
tratados,  leyes,  monedas,  escritos  de  todas  dases,  todo  anuncia  y  pre- 
dica que  la  lengua  latina  era  la  lengua  común  de  España;  ¿y  como  es 
posible  que  si  hubiera  un  lenguaje  nacional,  diferente  de  aquél,  se 
dejasen  de  encontrar  algunos  momentos  de  su  existencia?  (3)" 

Lo  cierto  es  que,  si  no  hay  obras  literarias,  es  porque  la  lengua 
latina  era  la  únioa  lengua  digna  de  escritura  para  los  eruditos,  que  se 
dieron  a  escribir  sóCo  en  latín,  como  sólo  en  latín  se  escribió  hasta 
el  sig'lo  XII,  bien  que  d  habla  vulgar  viviese  había  ya  varios  siglos. 
Pero  monumentos  ibéricos  y  célticos,  de  los  que  pide  el  señor  Marina 
los  hay:  hay  nombres  geográficos  con  epítetos  lla-tinos,  como  Iría  Flazia, 
que  indican  entendían  los  romanos  algo  del  ibero ;  hay  monedas  de 
aquella  época  con  siignos  y  'letras  romanas  junto  a  los  signos  y  letras 
celtibéricas ;  hay  en  las  inscripciones  latinas  multitud  de  nombres,  ya 
célticos,  ya  ibéricos  o  sea  bascongados,  como  se  pueden  ver  en  el  Bo- 
¡etin  de  la  Academia  de  la  Historia  y  en  Jas  varias  obras  del  padre 
Fita  y  de  otros  anticuarios ;  hay  palabras  indígenas  consignadas  por 
varios  autores  romanos  como  propias  de  los  esipañoles  de   su  tiempo : 


(1)  Véanse:  I.  XII,  c  7  y  8;  1.  XV,  c.  y  y  12;  1.  XVI,  c.  4;  1-  XVII, 
<.  7.  9,  lo;   1.   XIX,  c.  I,  24;   1.  XX,  c.  16  y  2.",  y  el  Glosario  del  1.  IX. 

(2)  J:il,:m.  1.  XII,  c.  7;  I.  XX,  c.  o. 

(3)    Mem.  de  ¡a  R.  Acad.  de  la  Ilisl.,  t.   IV,  i>ág.  14. 


ACERCA    DEL   ÉUSQUERA   Y    DEL   CASTELLANO  147 

esos  son  verdaderos  e  irrecusables  monumentos  de  que  vivían  las  len- 
guas indígenas  y  en  particular  el  bascuence  durante  la  época  rnman..'.. 
Pero  los  mismos  romanos  nos  lo  testifican  con  afirmaciones  expre- 
sas. Aulo  Gelio  dice  que  en  tiempo  de  Enio,  di  cual  murió  el  1Ó9  an- 
tes de  J.  C,  se  tenía  en  el  Lacio  por  muy  extraño  el  ¡lenguaje  español 
y  en  Carisio,  libro  II,  dice  eil  mismo  poeta: 

Hispane,  non  roviane,  memoretis  loqui  me. 

Hay  un  lugar  de  Cicerón  donde  dice  que  las  lenguas  más  deseme- 
jantes de  la  latina  son  el  cartaginés  y  el  bascongado. 

Antonio. — ¡  El  bascongado,  Cicerón  ! 

Aurelio. — El  bascongado.  Oiga  el  íugar  a  que  me  refiero:  "Sími- 
les enim  sunt  Dii,  si  ea  nobis  obiicíunt,  quorum  ñeque  scientiam,  ñe- 
que explanationem  habemus,  tanquam,  sí  Poeni  aut.  Hispan!  in  senatu 
nostro  sine  interprete  loquerentur."  Esto  es,  que  si  los  dioses  les  pu- 
siesen ddante  algunas  cosas,  de  que  ni  tuviesen  noticia  ni  conocimien- 
to, que  serían  como  si  ilos  cartagineses  o  los  bascongados  hablaran  en 
el  senado  sin  intérprete." 

Antonio. — Claro  se  ve  por  ese  texto  que  no  halló  Tülio  lenguas 
que  menos  pudiesen  entender  Üos  senadores  que  la  púnica  o  la  espa- 
ñola, y  aun  entiendo  que  como  cuando  habla  uno  lengua  que  por  nin- 
.guna  manera  entendemos,  decimos  ahora  que  había  algarabía  o  griego, 
decían  en  aquel  tiemipo  que  hablaban  una  de  estas  dos  lenguas,  por  ser 
las  más  difíciles  de  entender.  En  ello  está  Alderete,  cuyas  palabras 
ha  tomado  usted  prestadas.  Pero  para  nada  mienta  Tulio  el  idioma 
bascongado. 

Aurelio. — ¿No  ha  de  mentarlo?  No  emplean  la  paJlabra  hascongc- 
áos,  pero  eso  significa  en  este  lugar  la  palabra  hispani,  pues  habla  de 
su  lengua,  que  era  el  bascuence. 

Antonio. — Según  usted;  pero  está  todavía  por  ver. 

Aurelio. — ¿Qué  otras  lenguas  se  hablaron  en  España?  No  alude  al 
griego,  porque  lo  entendían  los  más  de  los  senadores;  ni  al  cartaginés, 
pues  lo  pone  al  par  del  español  en  lo  difícil  de  entender.  Luego  habla 
del  bascuence,  ya  que  de  ninguna  otra  lengua  sabemos  que  acá  se 
hablase.  Además,  habla  de  ila  lengua  nacional  de  España,  la  que  no 
menos  tuvieron  por  dificultosísima  los  demás  autores  romanos,  como  !a 
tenemos  hoy  los  mismos  españoles,  al  decir  que  eíl  diablo  inventó  el 
bascuence. 

"Nos   Celtis  genitos  et  ex   Iberia, 
Gratos  non  pudeat  referre  versu 
Xostra  nomina  dnriora  terree." 

Dura  y  peñascosa  llama  MarciaJ  a  la  lengua  de  los  celtíberos,  grata 
t>,  su  corazón,  como  éil  mismo  añade,  por  serlo  él  (Libr.  I,  epigr.  135). 
Plinio  dejó  de  escribir  muchos  nombres  españoles  por  la  dificultad  en 
pronunciarlos,  escogiendo  los  más  fáciles.  ¿  Quiere  usted  rnás  citas  ro- 
manas que  prueben  lo  que  duró  eil  bascuence  en  España? 

Estrabón,  que  nació  en  50  antes  de  Jesucristo,  dice  que  los  turde- 
tanos  tenían  su  manera  -propia  de  escribir  y  hablar  (1.  HI),  y  aunque 


148  DIÁLOGOS    FAMILIARES 

añade  que  iban  latinizándose  y  que  habían  olvidado  su  lengua,  esto- 
debe  entenderse  de  los  habitantes  de  las  grandes  poblaciones. 

Séneca  afirma  que  en  su  tiempo  "los  corsos  tenían  algunos  modos 
de  decir  y  palabras  de  los  cántabros"  (i),  lo  cual  prueba  que  se  co- 
nocía el  lenguaje  de  éstos  últimos.  Pilinio  S'egundo  trae  varios  nom- 
bres de  metales  y  piedras,  tales  como  se  llamaban  entre  los  españoles 
de  su  tiempo  (2),  que  son  bascongados.  Y  refiriéndose  a  la  Beturia 
(hoy  Castilla),  pueblo  formado  por  los  celtas  iberos  y  ¡los  celtas  lusi- 
tanos, dijo:  "Célticos  a  ceítiberis,  ex  Lusitania  advenisse  manifestum 
est  sacris,  lingua  oppidorum  vocahuUs,  quae  cognominibus  in  Boetica 
distinguntur"  (Hist.  Nat.,  1.  III,  c.  2),  lo  cual  da  bien  claro  a  entender 
que  se  conocían  y  distinguían  -las  diversas  lenguas  indígenas  en  su 
tiempo. 

Poco  después  de  Plinio,  en  tiempo  de  Trajano,  refiriendo  Tácito 
en  el  libro  IV  de  sus  Andes  la  muerte  que  al  tiránico  Pretor  Lucio 
Pisón  dio  en  ell  año  25  después  de  Jesucristo  un  labrador  de  Termes,^ 
hoy  Lerma  (?),  dice  que,  en  medio  de  los  tormentos  con  que  castiga- 
ban al  reo,  aseguraba  él  en  su  lengua  que,  aun  teniendo  a  sus  cómpli- 
ces a  la  vista,  nadie  peligraría  por  sus  declaraciones:  Et...  cum  iormen- 
iis  edere  conscios  adigeretur,  voce  magna,  sermone  patrio  frustra  se 
interrogari,  clamitavit. 

Más  tarde,  en  tiempo  de  Dcmiciano,  decía  Silio  Itálico,  hablando 
de  los  pueblos  que  acompañaron  a  Aníbal  en  su  expedición  contra  Italia : 

Misit  dives  Gallaecia  pubein. 
Barbara  nitnc  patriis  ululautem  cartnina  linquis  (3). 

"Nunca  fué,  pues,  ni  universal  ni  popuHar,  como  asegura  Marina, 
la  lengua  de  los  romanos  en  todas  las  regiones  de  la  Iberia.  Universal. 
no;  porque  no  se  habló  igualmente  en  las  comarcas  del  Mediodía  y  del 
Norte,  del  Oriente  y  del  Occidente,  conservándose  en  el  centro  de  los 
valles  y  montañas  los  primitivos  idiomas...;  popular,  no;  porque  no 
pudo  lograrse  la  unidad  entre  el  lenguaje  de  los  discretos  y  el  habJado- 
por  ol  vulgo,  apegado  siempre  a  sus  antiguos  hábitos  y  contrario  a 
toda  innovación  que  modifique  o  adultere  las  costumbres,  recibidas  con 
supersticioso  y  aun  santo  respeto  de  sus  mayores.  Prueba  irrecusable 
de  estas  verdades  es,  sin  duda,  sobre  los  demás  testimonios,  la  lengua 
bascuence,  donde,  si  bien  se  han  reconocido,  aun  por  sus  más  apasio- 
nados encomiadores,  no  pocos  vestigios  del  latín,  triunfó  el  genio  de  la 
independencia,  tan  preciado  de  aquellos  feroces  montañeses,  que  re- 
chazaban, con  la  coyunda  romana,  la  cultura  de  sus  ilustrados  con- 
quistadores." 

Todo  este  párrafo  ts  de  Amador  de  los  Ríos  (4). 

Pregúntoíe  yo,  pues,  ahora,  don  Antonio:   esa  lengua  española,  no- 


(i)  Consol,  ad  Helviam,  c.  8. 

(2)  Ilist.  Nat.,  1.   XXXIII,  c.   12,  10;  1.  XXXI,  c.  40 

(3)  Bella   fuñica,  \.  III. 

(4)  Histur.  de  la  liter.  esp.,  II,  pág.  375. 


ACERCA   DEL   ÉUSQUERA    Y    DEL    CASTELLANO  1 49 

latina,  del  siglo  anterior  y  del  primer  sigilo  y  aun  segundo  de  nuestra 
era,  ¿cree  usted  que  fuese  el  bascuence,  o  nuestro  romance  castellano? 

Antonio. — ¿Usted  qué  opina? 

Aurelio. — ^A  mí  me  parece  que  era  la  lengua  indígena,  y  no  sólo 
me  parece,  sino  que  estoy  de  ello  convencido.  Eil  testimonio  es  feha- 
ciente cual  ninguno:  muchísimas  medallas  ti'enen  a  'la  vez  caracteres 
romanos  y  caracteres  ibéricos,  leyendas  romanas  y  leyendas  ibéricas. 
Y  esa  lengua  ibérica  siguió  hablándose  no  sólo  donde  hoy  se  habla, 
sino  en  otras  muchas  partes.  De  las  regiones  del  Norte  y  Noroeste,  de 
gallegos,  asiturianos  y  cántabros  hasta  los  vascones  y  montes  Pirineos, 
de  los  pletauros,  bardietas  y  allotrigas,  dice  Estrabón  (1.  III)  que  "los 
viajes  hacia  ellos  son  largos  por  tierra  y  ¡por  mar ;  con  lo  cual  ha  su- 
cedido que,  no  comieroiando,  han  perdido  la  sociedad  y  humanidad. 
Bien  que  hoy  ya  padecen  menos  ese  defecto  por  causa  de  la  pa2  y  por 
los  viajes  que  los  romanos  hacen  hacia  ellos.  Aquellos  a  quienes  toca 
menos  parte  de  esto,  son  más  intratables  y  más  inhumanos...''  Lo  cual 
quiere  decir  que  estos  pueblos  apenas  si  tenían  trato  alguno  con  los 
romanos  aun  en  tiempo  de  Estrabón,  nacido  el  año  50  antes  de  J.  C. 
Lucio  Floro  dice  que  "el  cónsul  Lucio  Lúculo,  a  quien  sucedió  Mar- 
celo, apaciguó  todos  los  pueblos  de  la  Celltiberia  y  sujetó  los  vacceos, 
cántabros  y  otras  naciones  hasta  entonces  desconocidas  en  España",  es 
decir  por  los  romanos.  Y  añade  que  después  que  Lúculo  hubo  ven- 
cido a  los  túrdulos  y  vacceos,  "Décimo  Bruto  se  extendió  algo  más, 
venciendo  a  los  celtas  y  a  los  lusitanos  y  a  todos  los  'pueblos  de  Galicia" 
(I.  4).  ¿Cómo  es  'posible,  pues,  que  para  el  siglo  11  ni  iii  después  de 
J.   C.  hubiese  desaparecido  la  lengua  indígena? 

Es  más,  en  tiempo  de  San  Paciano,  de  Barcelona,  que  filoreció  im- 
perando Teodosio  el  Mayor,  aún  parece  que  se  conservaba  en  Es- 
paña alguna  lengua  propia  de  sus  naturaíes,  según  se  colige  de  la  Epís- 
tola II  a  Sinforiano  (i) ;  y  aimque  no  tuviéramos  tal  testimonio,  yo 
estaría  muy  persuadido  de  ello.  No  muere  así  como  así  ni  desaparece 
lina  lengua  innata  en  un  pueblo  que  la  ha  hablado  sigíos  y  siglr.s,  don 
Antonio;  no  se  muda  de  lengua  como  se  muda  de  corbata.  El  copto 
desapareció  como  lengua  vulgar  en  Egipto  el  siglo  pasado,  después  de 
llevar  muchos  siglos  lia  dominación  arábiga,  y  aún  dura  como  lengua, 
litúrgica.  Las  lenguas  bereberes  se  hablan  todavía  en  toda  ila  costa  sep- 
tentrionaJ  de  África,  a  pesar  de  tantos  años  de  dominación  romana  y 
arábiga  y  se  hablaba  en  tiempo  de  San  Agustín,  como  se  hablaba  aquí  el 
bascuence  en  tiempo  de  San  Isidoro,  aunque  ambos  doctores  predicasen 
en  la  lengua  del  Lacio.  Fuera  de  los  centros  donde  el  principal  elemento- 
estaba  constituido  por  colonos  romanos  y  fuera  de  algunas  ciudades  de 
la  Bética,  donde  la  cultura  latina,  ayudada  del  carácter  novelero  de 
sus  habitantes,  alejó  presto  a  la  lengua  ibera,  los  españoles  de  entonces,- 
•  como  los  de  hoy  día,  eran  demasiado  tenaces  y  demasiado  apegados  a. 
sus  costumbres  para  que,  en  llegando  el  odioso  extranjero,  olvidasen 
su  propia  lengua  por  la  del  vencedor,  ¿  Cree  usted  que  los  celtíberos  y 


(i)     Mayans  y  Sisear,  Orígenes  de  la  leng.  esp, 

10 


150  DIÁLOGOS   FAMILIARES 

los  cántabros  recién  domeñados  por  el  soldado  romano  iban  a  ponerse 
bajo  su  férula  como  un  chicuelo  bajo  la  férula  del  dómine?  Lea  usted 
el  Diálogo  de  la  lengua:  las  palabras,  la  pronunciación,  que  Váidas 
atribuye  aú  pueblo,  añadiendo  que  es  difícil  sacarle  de  sus  costurrbres, 
viven  en  el  pueblo  de  hoy,  en  píleno  siglo  xx.  El  castellano  se  \ya  ido 
modificando  en  los  escritos;  pero  el  vulgo  de  todas  partes  dice  hoy 
día,  como  en  el  siglo  xvi,  en  el  sigilo  xv,  en  el  siglo  xiv  y  en  el  s¡- 
g*!o  XIII :  agora,  asina,  estropezar,  escomenzar,  ande,  ende,  inorancia, 
ducho,  amanescer,  desque,  vaes,  fiucia,  hespital,  dimpués,  ir  en  ca  Mi- 
guel por  ir  a  casa  de  Miguel,  posar,  trujo,  etc.,  etc.  ¿Acaso  no  hemos 
visto  casi  en  nuesitros  dias  reducirse  los  límites  del  bascuence  en  Ala- 
va  y  Navarra?  Los  términos  bascongados  abundan  hasta  el  Ebro  y 
aun  hasta  eJ  antiguo  Idubeda  y  en  toda  Cataluña. 

Eli  bascuence,  don  Antonio,  tengo  para  mí,  y  ya  se  do  he  probado, 
que  se  habló  en  muchas  partes  de  España  hasta  los  árabes.  Y  donde 
se  perdió  más  temprano  se  formó  una  jerigonza  entre  bascuence  y  la- 
tín, que  es  lo  que  llamamos  romance  castellano.  Y  puesto  que  la  gra- 
mática y  vocabulario  de  todos  Jos  romances  peninsulares  son  los  mis- 
mos, tan  sólo  'los  diferenció  el  fonetismo  de  cada  región,  debido  a  la 
variedad  de  razas.  En  la  meseta  señoreó  el  fonetismo  ibérico  o  bas- 
congado,  dando  el  romance  castellano ;  en  la  banda  occidental  señoreó 
el  fonetismo  céltico,  dando  el  galaicoportugués,  el  bable,  el  dialecto  leo- 
nés; en  la  banda  oriental  señoreó  desde  el  siglo  v  por  lo  menos  el  fo- 
netismo gótico,  dando  el  catailán  y  valenciano,  dialectos  lemosines,  pro- 
pios de  tierras  góticas,  que  es  lo  que  significa  Cataluña,  esto  es,  Gotlandia. 

El  bascuence  vimos  se  entendía  por  la  mayor  parte  de  las  regio- 
nes españolas  cuando  vinieron  los  árabes,  puesío  que  afl  árabe  se  tra- 
dujeron voces  toponímicas  bascongadas  en  todas  partes.  En  tiempo 
de  los  godos,  siglos  vi  y  vii,  se  hablaba,  por  consiguiente,  en  muchas 
partes  bascuence  y  a  la  vez  romance,  según  vimos  por  las  expresiones 
y  palabras  de  San  Isidoro.  No  queda  espacio,  según  esto,  para  e'  puro 
Litín,  quiero  decir  que  no  llegaron  a  hablar  latín  todos  los  españoles, 
olvidado  el  bascuence,  de  manera  que  después,  evolucionando  ese  la- 
tín, diera  los  romances  populares.  Se  habló  a  la  vez  en  toda  España 
latín  rústico,  muy  italizado,  por  los  de  origen  romano  en  sus  conventos 
y  colonias,  bascongado  por  los  españoles  y  romance  o  mezda  de  bas- 
congado  y  latín  por  los  españoles  que  trataban  con  los  romanos.  Con- 
forme iba  extendiéndose  el  contacto  de  romanos  y  españoles  iba  au- 
mentando en  todas  partes  y  medrando  el  romance  a  costa  del  latín, 
cjue  se  iría  corrompiendo  con  esta  mezcla,  hasta  desaparecer,  y  a  costa 
del  bascuence,  que  iba  retirándose  hacia  ol  Norte,  donde  quedó  arrin- 
conado hasta  hoy. 

No  hubo,  pues,  tiempo  para  que  todos  los  españoles  hablasen  latín, 
olvidando  el  bascuence ;  no  pudo  darse  ni  siquiera  un  año,  ni  un  mes 
en  que  pudiera  decirse  que  el  latín  fué  habla  general  de  Espapa.  En 
una  palabra:  el  romance  no  salió  por  evolución  del  latín,  sino  por  re- 
volución, del  primer  choque  del  latín  con  el   bascuence.  Esta   es.  don 


ACERCA   DEL  ÉUSQUERA   Y    DEL   CASTELLANO  I5I 

Antonio,  mi  manera  de  opinar  y  es  da  que  se  saca  de  cuanto  hemos 
•disaitido. 

Antonio. — uA.sí  parece :  si  en  los  siglos  vi  y  vii,  esto  es,  en  tiempo 
de  los  godos,  se  hablaba  aún  bascuence  y  se  hablaba  ya  romance,  no 
se  hablaba  sólo  latín  por  los  españoles.  Y  antes,  en  los  siglos  anterio- 
res, se  hablaría  más  latín  y  más  bascongado  y  menos  romance,  puesto 
que  el  romance  iría  extendiéndose  a  costa  del  latín  y  del  bascuence. 

Aurelio. — Y  advierta  que  pues  las  hablas,  o  la  fonética  indígena 
por  lo  menos,  diferenció  los  varios  romances  peninsulares  de.^.de  un 
principio,  ya  que  en  eso  cabalmente  está  lo  que  los  diferencia,  es  ne- 
cesario conceder  que  esas  hablas  o  fonética  colorearan  el  latín  en  la- 
bios de  los  mismos  españoles  que  llegaron  a  hablarlo  y  que,  por  con- 
siguiente, apenas  puede  decirse  que  los  españoles  llegasen  a  hablar  la- 
tín, sino  romances  desde  un  principio,  sacando  afuera,  naturalmente, 
los  escasos  españoles  que  enteramente  se  romanizarían  emparentando 
con  ios  romanos  y  aprendiendo  el  latín  en  sus  escuelas.  Pero  la  masa 
.general  del  pueblo  español  no  estuvo  en  ese  caso,  y  sólo  necesitó  la- 
tinizar su  bascuence,  esto  es,  tomar  palabras  latinas  mezclándolas  con 
üas  bascongadas  y  troquelar  ese  vocabulario  en  el  sistema  gramatical 
Satino,  de  modo  que  resultó  un  idioma  latino  por  la  estructura  grama- 
tical y  por  la  mitad  del  vocabulario,  y  bascongado  por  la  otra  mitad 
.del  vocabu'lario,  algunos  sufijos  formativos  y  por  casi  todo  eJ  fonetis- 
mo.  Si  esta  mi  manera  de  vet  el  origen  del  romance  no  le  contenta,  yo 
le  pregunto:  dado  caso  que  los  españoles  hubieran  generalmente  lle- 
gado a  hablar  latín  y  que  por  un  tiempo  dado  se  hubiese  hablado  latín 
por  la  mayor  parte  de  los  españoles,  aunque  no  sea  por  todos,  ¿no  le 
parece  que  el  fonetismo  bascongado  hubiera  desaparecido  de  los  labios 
españoles,  quiero  decir,  que  pronunciando  d  latín  a  la  latina  ya  no  lo 
Jiubieran  pronunciado  a  la  bascongada? 

Antonio. — Así  parece,  puesto  que  un  latín  con  fonetismo  bascon- 
gado, pronunciado  a  la  bascongada,  no  puede  llamarse   latín. 

Aurelio. — ¿  De  manera  que  los  españoles  habrían  olvidado  del  todo 
el  bascuence? 

Antonio. — Así  es;  de  lo  contrario  hubieran  mezclado  bascuence 
-con  latín,  resultando  una  nueva  lengua,  en  la  cuall  ambas  habrían  te- 
nido parte  esencial. 

Aurelio. — El  latín,  cuanto  a  la  estructura;  d  bascuence,  cuanto 
.al  fonetismo. 

Antonio. — En  suma :  ese  latín  pronunciado  a  la  bascongada  no  es 
latín  y  menos  lo  es  si,  como  usted  asegura,  gran  parte  del  vocabulario 
y  varios  sufijos  son  bascongados.  Eso  es  otra  lengua. 

Aurelio. — Pues  nada  más  que  eso  es  el  romance.  EH  pueblo  que 
logra  hablar  una  lengua  extraña,  o  la  habla  de  tal  manera  que  iodavía 
se  puede  decir  que  habla  la  tal  lengua,  esto  es,  que  no  la  corrompe 
esencialmente,  o  la  mezcla  con  la  suya  antigua,  y  entonces  no  puede 
decirse  que  habla  la  lengua  extraña,  pues  esencialmente  la  corrompió, 
jsino  que  habla  un  nuevo  idioma  por  él  formado.  Ahora  bien:  de  esta 


152  DIÁLOGOS    FAMILIARES 

disyuntiva,  tomemos  por  hipótesis  lo  primero:  en  taá  caso  es  menester 
que  haya  olvidado  el  pueUo  su  lengua  antigua,  de  manera  que  hable 
un  latín  verdadero,  sin  influencias  esenciailes  de  aquélla  y  sin  perder 
ningTjn  elemento  esencial  de  ésta. 

Antonio. — i.\si  parece. 

Aurelio. — Pues  bien:  el  latín  que  habló  el  pueblo  español  no  es 
verdadero  latín;  tenía  elemerijtos  esenciailes  de  !a  antigua  lengua  in- 
dígena y  había  perdido  elementos  esenciales  latinos:  luego  no  habló 
latín,  sino  esa  mezda  que  yo  llamo  nuestro  romance  castellano.  El 
fonetismo  es  esencial  parte  de  los  idiomas  y  aun  el  que  más  los  dis- 
tingue. 

Antonio. — Pero  ¿cómo  puede  usted  probar  que  aquel  lenguaje  nue- 
vamente hablado  por  el  pueblo  español  tenía  elementos  esenciales  de' 
idioma  antiguo?  ¿Acaso  nos  quedan  monumentos?  ¿Dónde  está  en  el 
romance  eü  fonetismo  ba'^co? 

Aurelio. — No,  por  cierto,  no  nos  quedan  monumentos;  pero  si  núes 
tro  castellano  tiene  todavía  esos  elementos  esenciailes  bascongados,  los 
debió  tener  aquella  lengua  nuevamente  hablada  por  el  pueblo  español. 

Antonio. — 'Si  los  tiene  queda  usted  dueño  del  campo,  puesto  qne 
una  vez  que  el  pueblo  hubiera  habflado  el  verdadero  'latín  y  oílvidado. 
por  tanto,  su  idioma  antiguo,  era  imposible  que  este  idioma  muerto 
pudiera  haber  resuciitado  para  introducir  en  el  romance  esos  esencia- 
les elementos  bascongados.  Y  mucho  más  si,  como  se  cree  general- 
mente, el  romance  no  nació  hasta  el  siglo  ix  o  x,  o  pongamxts  el  viii  o 
ed  vii,  para  cuando  el  bascuence  hubiera  estado  ya  podrido  bajo  la 
tumba  secular  de  800  ó  900  años. 

Aurelio. — .Pues  yo  le  probaré  que  el  romance  contiene  elementos 
esenciales  bascongados,  y  que,  por  tanto,  el  romance  nació  en  vida  del 
bascuence,  cuando  aún  tenía  energía  para  inñuír  en  la  lengua  que  nue- 
vamente comenzaba  a  hablar  el  pueblo  español ;  que  no  nació  después 
de  varios  siglos  de  haber  hablado  todo  el  pueblo  simplemente  latín  y 
de  haberse  olvidado  ya  el  bascuence.  Aunque  ya  hemos  visito  que  bas- 
cuence y  romance  se  hablaron  juntamente  por  mucho  tiempo  a  la  vez. 

Antonio. — 'Estoy  deseoso  de  que  me  muesrtre  ese  influjo  basconga- 
do  en  nuestro  romance:  si  lo  hay,  su  argumento  de  usted  no  tiene 
vuelta. 

Aurelio. — Y  probaría,  además,  que  el  bascuence  estaba  muy  ex- 
tendido por  España,  pues  eil  griego,  el  fenicio,  el  cartaginés,  el  celta 
no  debieron  estarlo  tanto  ni  haber  tanto  arraigado  en  nuestra  patria, 
cuando  no  pudieron  tener  ese  influjo  esencial  en  el  romance. 

Antonio. — 'En  cuanto  a  que  el  latín  hablado  ipor  el  pueblo  de  nues- 
tra Península  ya  no  eta  puro  latín,  sino  casi  romance,  puesto  que  ya 
no  distinguía  los  casos  de  la  declinación,  ni  otras  cosas  esenciales  para 
la  sintaxis  latina  y  para  toda  su  construcción  y  régimen,  no  hay  mu 
cno  que  discurrir  para  persuadirse  de  ello:  basta  leer  Has  inscriipciones 
latinas  de  los  primeros  siglos. 

Aurelio. — Y  eso  que  no  las  encomendarían  a  'los  que  no  fupiescn 


ACERCA    DEL   ÉUSQUERA   Y    DEL    CASTELLANO  1 53 

latín,  sino  a  los  peritos,  coino  siempre  se  ha  hecho,  sobre  todo  oon  la 
estima  en  que  se  tenía  la  epigrafía  en  el  paganismo.  Si,  pues,  esos  que 
sabían  latín  lo  sabían  tan  bien,  que  ya  no  se  podía  decir  que  sabían  la- 
tín, sino  un  nuevo  romance,  ¿  qué  sería  de  la  gente  del  pueblo  ?  ¿  Y 
qué  sería  de  los  pueblos  poco  latinizados  y  apartados  de  los  centros  de 
cultura?  Que  no  sucedería  entonces  !o  que  ahora,  cuando  el  empuje  de 
la  civilización,  las  comunicaciones,  los  escritos,  las  escuelas  y  maes- 
tros para  cada  pequeña  barriada,  los  viajes  de  todo  el  mundo,  el  co- 
mercio y  la  industria,  etc.,  etc.,  han  llegado  hasta  donde  jamás  pen- 
saron nuestros  abuellos  que  llegarían. 

Antonio. — Pero  ¿cómo  es  que  se  predicaba  en  latín? 

Aurelio. — Vuelve  usted  a  la  dificultad  ya  sueSta:  esos  sermones 
eran  'para  las  grandes  ciudades,  donde  el  elemento  latino  y  la  instruc- 
ción eran  mayores,  y  aun  acaso  no  eran  más  que  para  los  clérigos;  en 
los  pueblos  y  en  el  campo,  ni  entonces  ni  mucho  después  se  predi- 
caba, y  por  eso  tardaron  tanto  aún  en  recibir  Ja  fe,  y  a  aquellas  pobres 
gentes,  por  habitar  los  pagi  o  pueblos,  se  les  dio  el  nombre  de  paganos, 
que  vino  a  equivaler  a  no  convertidos,  a  no  cristianos,  por  haber  tar- 
dado tanto  en  serlo.  ¿  Qué  extraño  que  en  las  capitales  de  las  diócesis 
predicaran  en  Jatín  los  obispos;  que  se  entendiera  el  latín  en  Sevilla, 
Zaragoza,  Toledo,  Córdoba? 

Además,  que  aquel  latín  ya  sabemos  lo  que  vale,  pues  era  el  mal 
latín,  en  el  cual  los  romances  vulgares  habían  tomado  ya  tal  empuje, 
que  lo  dominaban  y  lo  llegaron  a  sofocar.  Y  eso  que  esos  romances  se 
despreciaron  siempre,  y  hasta  el  siglo  xiii  o  xii  jamás  se  3es  permi- 
tió tomar  sus  derechos  en  los  escritos.  ¿Qué  digo?  ¿No  sabe  usted 
bien  las  excusas  que  fray  Luis  de  León  en  pleno  siglo  xvi  da  para  es- 
cribir en  castellano?  Pues  mayor  prurito  por  aparecer  latinos  tenían 
sin  duda  líos  entendidos  de  los  primeros  siglos  que  los  den  sig!o  xvi. 

En  fin,  sienupre  el  lenguaje  literario  y  el  que  se  emplea  al  hablar 
en  público  se  ha  distinguido  de  da  lengua  vulgar  (i).  Nada  debe,  pues, 
admirarnos  de  que  se  predicase  en  mal  latín  a  gentes  que  hablaban 
ya  romance.  Y  no  dejaría  aún  el  pueblo  de  entender  aquel  latín,  aun- 
que no  lo  supiese  hablar :  ya  porque  el  romance  estaba  en  su  primer 
desarrollo  y  por  lo  mismo  más  cercano  del  latín,  ya  porque  él  orador 
romanceaba  su  latín,  lo  rebajaba,  y,  dejándose  de  clasicismos,  lo  cons- 
truía, en  latín,  sí,  pero  con  los  giros  del  habla  vulgar,  y  aun  tomaba 
de  ésta  muchas  palabras  y  terminaciones. 

Antonio. — ^No  es  otra  cosa  la  baja  llatinidad  que  el  Jatín  en  el  cual 
el  elemento  románico  o  vulgar  va  tomando  gran  predominio.  Por  io 
demás,  aunque  no  nos  sea  dado  determinar  a  punto  fijo  el  estado  de 
aquel  (latín  españolizado,  de  aquel  romance  en  mantillas,  estoy,  don 
Aurelio,  en  que  sus  argumentos  de  usted  son  concluyentes,  si  es  que 
me  prueba  usted  que  di  bascuence  influyó  verdaderamente  en  aquella 


(i)     Aliam  quandam  videtur  habere  naturam  sermo  vulgaris,  aliam  viri 
gloquentis  oratio  (Quintil.,  1.  XII,  c.  10,  n.  43). 


154  DIÁLOGOS    FAMILIARES 

nueva  lengua  del  pueblo  español.  Pero  tengo  una  dificultad:  en  Es- 
paña se  habían  hablado  antes  otras  muchas  lenguas,  y  hay  que  contar 
con  todos  ellas,  y  no  sóío  con  el  bascuence,  como  usted  parece  dar  a. 
entender. 

Aurelio. — ^Sólo  el  bascuence  influyó  en  el  castellano,  como  se  lo 
haré  ver  palpablemente;  Jas  demás  lenguas,  a  cuya  variedad  alude  tal 
vez  Estrabón,  a  no  ser  que  aJuda  a  los  diversos  dialectos  bascongados, 
que  para  los  profanos  parecerían  lenguas  distintas,  no  menos  que  lo 
parecen  hoy  para  el  que  no  sabe  bascuence,  las  demás  lenguas,  digo, 
influyeron  poquísimo,  todo  lo  más  dejándole  en  herencia  unos  cuan- 
tos vocablos.  Bien  se  ve  que  su  influjo  fué  posterior  al  de  su  primera 
formación. 

Antonio. — Pero  ante  todo  conviene  fijar  bien  las  lenguas  indígenas- 
que  se  hablaban  en  España  al  tiempo  de  Ha  llegada  de  los  romanos: 
¿qué  lenguas  indígenas  cree  usted  que  se  hablaban  por  aqudl  enton- 
ces? 

Aurelio. — Entre  las  nieblas  que  rodean  la  historia  primitiva  de 
nuestra  patria  no  es  fácil  discernir  con  toda  seguridad  las  que  real- 
mente se  hablaron. 

Antonio. — Pueden  ponerse,  sin  embargo,  como  averiguados  ciertos- 
datos  históricos,  que  taü  vez  basten  para  resolver  la  cuestión.  Sabemos 
que  en  España  hubo  iberos,  ceítas,  fenicios  y  griegos. 

Aurelio. — En  buena  crítica  esos  son  los  únicos  pueblos  que  pode- 
mos asegurar  trajesen  por  acá  sus  idiomas;  el  echar  a  volar  otras  es- 
pecies sin  fundamento  alguno  histórico  es  anticientífico,  y  es  además 
aumentar  esas  tinieblas  de  la  historia  y  cegarse  los  ojos  voluntaria- 
mente. 

Antonio. — Y  ¿a  qué  viene  eso? 

Aurelio. — Lo  digo  aJ  tanto  de  que,  tomando  pie  algunos  eruditos 
de  aquel  dicho  de  Estrabón  de  que  en  España  se  hablaban  muchas 
lenguas,  se  creen  suficientemente  armados  para  hacer  guerra  al  eus- 
carismo. 

Antonio. — No  veo  el  cómo. 

Aurelio. — Lo  verá  usted  al  momento;  pero  primeramente  discu- 
tamos los  puntos  ciertos  asentados  por  usted.  Los  fenicios  y  Jos  grie- 
gos fundaron  coUonias,  en  ilas  cuales  se  hablaría  sin  duda  el  griego  y 
el  fenicio;  pero  ¿cree  usted  que  estas  dos  lenguas  se  extendieron  en- 
tre los  indígenas  de  manera  que  pudieran  influir  en  la  formación  del' 
romance  a  la  venida  de  los  romanos? 

Antonio. — Estoy  seguro  de  que  no  pudieron  influir,  ya  porque  nun- 
ca se  internaron  lo  bastante  tierra  adentro  estos  dos  pueblos  colonizado- 
res, ya  porque  ni  vinieron  en  son  de  conquista,  ni  tuvieron  suficiente 
poder  y  dominio  para  imponer  sus  (lenguas  a  los  pueblos  de  España. 

Aurelio. — Estoy  acorde  de  todo  punto  con  usted  y  añado,  primero, 
que  las  monedas,  inscripciones  y  huellas  religiosas  que  se  han  hallada 
de  estos  pueblos  en  nuestro  suelo  en  nada  empecen  nuestra  manera 
de  pensar  y  se  explican  suficientemente  por  sus  colonias. 


ACERCA   DEL   ÉUSQUERA   Y    DEL   CASTELLANO  1 55 

En  segundo  lugar,  d  romance  no  encierra  ninguna  huella  del  fe- 
nicio; en  cuanto  al  griego,  quitados  los  muchos  elementos  hedénicos 
que  el  tecnicismo  científico  y  literario  ha  traído  posteriormente  a  nues- 
tro castellano,  y  las  palabras  griegas  que  entraron  a  formarlo  traídas 
por  medio  del  latín,  no  queda  venida  derechamente  del  griego  en  aque- 
llos tiempos  ni  una  sola  palabra. 

Antonio. — Así  lo  creo  yo;  y  el  mismo  Valdés,  que  pretendía  de- 
rivar el  romance  del  griego,  apenas  pudo  echar  mano  para  su  intento 
más  que  de  unos  cuantos  vocablos,  aJgunos  dudosos,  y  de  una  mirada 
general  sobre  la  sintaxis,  que  nada  iprueba  en  favor  del  griego,  puesto 
que  las  construcciones,  que  él  da  por  heíénicas,  son  también  latinas 
en  parte,  y  todas  tales  que  pueden  proceder  del  genio  creador  de  lo» 
españoles  al  formar  su  romance,  o  de  otras  lenguas  indígenas. 

Aurelio. — Los  cartagineses  también  dominaron  en  gran  esipacio  de 
terreno. 

Antonio. — 'Pero  su  lengua  era  de  un  genio  muy  diverso  del  de  las 
lenguas  de  España,  y  su  dominación  fué  demasiado  débil  y  efímera 
para  que  pudiera  dejar  aquí  profundas  huellas:  si  las  que  dejó  el  ára- 
be son  tan  cortas,  y  eso  que  siguió  influyendo  durante  ocho  siglos... 

Aurelio. — 'No  hay  para  qué  detenernos  más ;  sigamos  adelante :  que- 
dan los  iberos  y  los  celtas. 

Concédame  que  los  iberos,  sobre  ser  los  primeros  que  vinieron  a 
España,  ocuparon  mayor  extensión  de  la  Península  que  los  celtas,  aun 
después  de  venidos  estos  últimos. 

Antonio. — lAmbos  puntos  son  innegables,  y  aun  otro  tercero,  es 
decir,  que  su  cultura  y  poder  fueron  mayores. 

En  cuanto  a  que  los  iberos  fueran  los  primeros  que  pisaron  el  pue- 
blo español,  además  de  la  autoridad  histórica  y  del  general  nombre 
de  Iberia,  que  griegos  y  romanos  dieron  a  la  Península,  se  saca  indubita- 
blemente por  la  situación  geográfica  de  ios  diversos  pueblos  que  fue- 
ron invadiendo  la  Europa. 

Conforme  éstos  iban  llegando,  era  natural  que  fueran  empujando 
delante  de  sí  a  las  tribus  que  encontraban  a  su  paso :  así  d  orden  de 
las  invasiones  según  los  autores  coincide  con  la  posición  de  cada  uno 
de  los  pueblos.  Los  iberos  llegaron  a  nuestra  Península  quedando  en 
ella  estacionados  como  en  el  último  rincón  de  Europa;  siguiéronse  los 
celtas,  que  tuvieron  que  detenerse  en  Francia  en  gran  parte,  habiendo 
entrado  otra  por  el  Norte  de  España  y  corrídose  hacia  la  región  oc- 
cidental, la  menos  poblada  entonces  de  iberos,  como  siempre  lo  ha 
sido,  por  la  menor  amenidad  y  fertilidad  del  suelo  respecto  de  la  re- 
gión oriental. 

Que  los  iberos  ocuparon  mayor  extensión  de  terreno  ima  vez  ve- 
nidos los  ce3tas,  es  cosa  sabida;  su  preponderancia  y  mayor  cultura 
se  ve  por  la  fama  de  sus  ciudades,  mayor  que  la  de  las  ciudades  célticas. 
Aurelio. — iSe  ha  adelantado  usted  y  ha  prevenido  mi  pensamiento. 
Los  cdtas  vinieron  a  España  muy  tarde,  después  del  año  500  (ant.  d? 
J.  C),  pues  por  entonces  se  escribió  el  Periplo  de  Himücon,  que  no 


156  DIÁLOGOS    FAMILIARES 

sabe  todavía  de  celtas  venidos  a  la  Península.  Cincuenta  años  más  tar- 
de nos  habla  de  ellos  Herodoto,  de  modo  que  los  celtas  llegaron  en  la 
segunda  mitad  del  siglo  v  antes  de  Jesucristo,  H.  D'Arbois  de  Jubain- 
ville,  en  Les  Celtes,  París,  1904,  dice  terminantemente:  "Les  Gaulois 
dans  une  grande  partie  de  la  péninsule  ibérique  furcnt  touiours  des 
codons  miflitaircs  campes  en  pays  ennemi."  Su  influencia  en  todo  tuvo 
que  ser,  por  consiguiente,  muy  escasa.  En  este  libro  se  explican  los 
nombres  terminados  en  el  -briga  céltico,  fortalezas  de  los  celtas.  Cuan- 
to al  idioma,  ¿cree  usted  que  eíl  influjo  célitico  en  nuestro  romance  sea 
profundo? 

Antonio. — No;  aun  concedido  todo  cuanto  piden  dos  más  fervoro- 
sos partidarios  del  oeltismo,  ese  influjo  se  reduciría  a  unos  50  voca- 
blos, que  enumera  Monlatt,  y  aun  de  ellos,  varios  no  son  ciertamente 
célticos,  y  otros  hay  que  ponerlos  en  la  categoría  de  dudosos. 

Aurelio. — 'Cuando  los  autores  romanos  hablan  de  vocaWos  célti- 
cos, son  de  los  del  Sur  de  Francia,  que  eran  iberos  originariamente,  y 
así  esos  vocablos  todos  son  bascongados,  como  pueden  verse  en  el  Te- 
soro de  la  lengua  castellana,  de  Cejador,  y  lo  veremos,  si  le  explico  yo 
esos  vocablos.  Aihora  viene  'lo  que  ha  poco  le  insinuaba:  ¿quedan  solos 
en  pie  los  iberos,  o  hay  que  admitir  otras  naciones  en  España? 

Antonio. — Ni  3a  historia  habla  de  otros  pueblos,  ni  quedan  huellas 
de  ninguna  especie:  en  buena  crítica  no  se  deben,  pues,  admitir  otros 
pueblos  que  el  ibero,  una  vez  que  nos  hemos  descartado  de  los  demás 
conocidos. 

Aurelio. — Y,  sin  embargo,  hay  quienes  pretenden  embrollar  esta 
cuestión,   que  es  propiamente  la  cuestiión  del   iberismo. 

Antonio. — Pero  ¿y  qué  pueblos  son  esos  desconocidos  que  nos  quie- 
ren meter  en  casa? 

Aurelio, — ^Son,  por  el  contrario,  muy  conocidos:  son  las  escualdu- 
nas.  Dicen  que  los  escualdunas  no  son  los  iberos  y  que,  por  tanto,  el 
euskera  o  bascuence  no  es  lia  lengua  de  los  iberos:  «ese  es  el  punto  de 
la  cuestión. 

Antonio. — Y  ío  más  Jindo  es  que  yo  soy  uno  de  los  que  así  opinan. 
Aurelio.— ¿Cómo?  ¿No  me  ha  dicho  usted  que  sólo  quedaban  en 
pie  3os  iberos? 

Antonio. — 'Es  que  yo  no  contaba  con  los  bascongados. 
Aurelio. — iCon  los  cuales  debía  usted  haber  contado,  si  es  que  for- 
man una  nación  distinta  y  diferente  de  los  celtas,  fenicios,  griegos, 
cartagineses  e  iberos.  Tampoco  hablan  de  ellos  los  antiguos  historia- 
dores como  de  pueblo  que  hubiese  venido  de  fuera :  porque  üos  con- 
sideraban tan  de  ca.sa  que  eran  los  primitivos  dueños  dcO  solar  espa- 
ñol, por  la  historia  conocidos. 

Antonio. — Yo  no  puedo  contar  con  un  pueblo  que  no  sé  cuándo  ni 
de  dónde  ha  venido. 

Aurelio. — Y  que,  sin  embargo,  vive  de  hecho  en  España  y  vivía 
para  cuando  llegaron  los  romanos. 

Antonio. — Dicen  unos   que  los  bascongados  son  una  rama  céltica: 


ACERCA   DEL  ÉUSQUERA   Y    DEL    CASTELLANO  1 57 

Otros,  que  son  camkas  emparentados  con  líos  coptos,  egipcios  y  bere- 
beres; otros,  que  de  la  misma  raza  caucásica  de  los  georgianos.  Re- 
cuerde 3o  que  nos  decía  don  Carlos,  aquel  alemán  con  quien  tuvimos 
en  las  provincias  bascongadas  nuestra  primera  discusión. 

Aurelio. — ^Vinieran  de  donde  vinieran  y  séanse  en  su  origen  lo  que 
se  quiera,  ello  es  que  los  bascongados  se  extendieron  por  toda  España, 
que  su  idioma  fué  general  en  toda  ella  y  que  tomó  parte  esencial  en  la 
formación  de  nuestro  romance. 

Antonio. — En  eso  ya  estábamos;  pero  una  cosa  son  los  basconga- 
dos y  otra  los  iberos. 

Aurelio. — Ya  sé  que  esa  distinción  es  el  úñtimo  burladero  adonde 
se  acogen  ilos  que  nada  quieren  con  flos  bascongados  ni  el  bascuence ; 
pero  es  una  distinción  imaginaria,  fundada  tan  sólo  en  la  diferencia 
de  nombres.  Los  antiguos  no  nos  dicen  nada  de  los  esicualdunas,  como 
se  llaman  a  sí  mismos  los  bascongados,  ni  de  líos  bascongados  y  sí  tan 
sólo  nos  hablan  de  Jos  iberos  y  de  los  vascones  como  de  una  tribu  de 
iberos,  Vascones  y  bascos  y  bascongados  son  tres  nombres  que  se  de- 
rivan de  basa  montaña,  bas-ko,  bas-co-n,  escrita  la  b  con  íla  v  íartina, 
por  ser  la  b  bascongada  muy  sueve  y  esipirante.  Esos  nombres  signi- 
fican montañeses.  Pero  todos  los  demás  iberos  de  España  no  monta- 
ñeses eran  tan  escualdunas  como  ellos,  pues  sólo  por  eH  bascuence  se 
«xplican  no  sólo  ilos  vocablos  españoles  citados  por  los  romanos,  sino 
toda  (la  toponimia  española  prerromana  ibérica.  Los  iberos  no  son,  pues, 
más  que  los  escualdunas  o  bascongados.  Y  si  no,  dígame  quiénes  eran 
los  iberos  y  qué  idioma  hablaban  y  qué  monumentos  nos  dejaron. 

Antonio. — Pues,  fuera  de  los  celtas,  fenicios,  cartagineses  y  grie- 
gos, iberos  eran  los  demás  españoles,  esto  es,  el  núcleo  primitivo  y  prin- 
cipal de  flos  habitantes  de  España ;  de  sus  lenguas,  no  sabemos  nada. 

Aurelio. — Pero  ese  núcleo  primitivo  y  principal  eran  hombres  que 
hablaban  bascuence,  puesto  que  en  bascuence  está  la  toponimia  princi- 
pal española  de  aquellos  tiempos.  Luego  aquellos  iberos  eran  bascon- 
gados. Los  antiguos  sólo  nos  hablan  de  iberos,  nunca  de  bascongados ; 
hoy  nada  sabemos  de  tales  iberos  y  sí  solamente  de  bascongados  que 
poblaron  toda  España :  ¿  quiénes  son,  pues,  esos  desconocidos  iberos 
sino  los  conocidísimos  bascongados  o  escualdunas?  Los  iberos  no  son 
más  que  un  nombre,  y  por  cuestión  de  nombres  no  hemos  de  reñir.  Todo 
está  en  averiguar  por  qué  los  antiguos  llamaron  iberos  a  los  que  de- 
jaron en  España  Ja  toponimia  basca  y  formaron  el  romance  con  latín 
y  bascuence,  esto  es,  a  los  escualdunas  o  bascongados. 

Antonio. — 'Plinio  nos  dice  que  el  nombre  de  iberos  y  de  Iberia  lo 
tomaron  los  griegos  del  nombre  del  Ebro  o  Iber. 

Aurelio. — 'Entonces  esos  nombres  no  son  los  nacionales  y  propios 
que  se  daban  a  sí  mismos  los  habitantes  de  España.  Como  los  españo- 
les llamaron  Chiquitos  á  cierta  tribu  americana  por  su  pequenez  y  Pa- 
tagones a  otra  por  su  gran  talla  y  sus  patazas,  así  Ilos  griegos  llamaron 
iberos  a  Jos  ribereños  del  Ibcr,  extendiendo  después  el  nombre  al. res- 
to de  los  españoles,  y  de  aquí  llamaron  Iberia  a  toda  España.  Los  ro- 


158  DIÁLOGOS    FAMILIARES 

manos  siguieron  a  Jos  griegos  en  estas  denominaciones,  añadiendo  la 
de  Híspanla,  latinización  de  España,  que  era  d  nombre  que  debía  de 
correr  entre  los  españoles,  y  de  Hispania  dijeron  Hispani. 

"Iberus  quem  propter  universam  Hisipaniam  Graeci  appeHavere  Iba- 
fiara."  Así  Plinio,  1.  3,  c.  2,  como  usted  decía.  Y  Servio:  "Hisoaniam 
autem  Iberiam  ab  Ibero  flumine  constat  esse  nominatam."  Y  Estra- 
bón  dice  que  primero  llamaron  Iberia  los  griegos  a  la  región  entre  el 
Ródano  y  el  Ebro  y  que  luego  se  extendió  a  toda  España  (1.  3).  Así 
también  Herodoto,  pues  distingue  la  Iberia  (hasta  el  Ebro),  del  Tar- 
tessum  o  Andalucía. 

Demos,  pues,  de  barato  los  nombres  de  iberos  e  Iberia,  voces  ex- 
trañas inventadas  por  los  griegos,  y  atengámonos  a  la  sustancia.  Y  la 
sustancia  y  lo  que  sabemos  es  que  los  escualdunas  que  hoy  viven  en 
las  montañas  deJ  Norte  ocuparon  casi  toda  España;  que  su  idioma,  el 
cuskera,  es  el  que  dio  nombre  a  regiones,  ciudades,  ríos  y  montes,  esto- 
es,  a  casi  toda  la  toponimia  española  anterromana,  y  que  ese  idioma 
€S  el  único  que  influyó  en  la  formación  dell  romance  sustanciümente 
y  en  su  mismo  nacimiento. 

Antonio. — Todo  eso  desearía  yo  que  me  probáredes,  que  me  place, 
y  espero  me  Jo  probará  usted  tan  cumplidamente  como  me  ha  probado 
hoy  que  el  latín  no  se  habló  generalmente  por  los  españoles,  sino  que 
d  romance  nació  al  primer  choque  del  latín  vulgar  con  el  bascuence  c 
con  el  idioma  indígena,  séase  cual  se  fuere. 


Como  ve  usted,  mi  querido  don  Adolfo,  don  Aurelio  ha  procurado 
volver  la  cuestión  ibérica  al  terreno  lingüístico,  sacándola  del  antro- 
pológico, que  es  en  el  que  hasta  hoy  ha  estado,  sin  esperanzas  de  re- 
sultado alguno  positivo. 

Cansados,  efectivamente,  Jos  investigadores  de  la  raza  eusquérica 
y  como  intimidados  por  el  ridículo  en  que  los  pusieron  las  exagera- 
ciones de  los  bascófilos  de  la  escuela  de  Larramendi,  Erro  y  Astarloa, 
se  acogieron  a  la  craneología.  Pero  creo  que  don  Aurelio  tiene  razón 
que  le  sobra  en  vortver  la  cuestión  al  terreno  lingüístico,  porque  ni  la 
escuela  sueca  de  Retzius,  ni  la  francesa  de  Broca,  ni  la  española  de 
Aranzadi  han  sacado  nada  en  limpio  de  esos  paseos  por  antiguos  ce- 
menterios y  yacimientos  de  humanas  osamentas :  y  es  que  en  las  pro- 
vincias bascas  parece  que  ha  habido  y  hay  dolicocéfalos,  braquicéfalos 
j  toda  clase  de  calaveras. 

Hay  que  volver  al  eúskera,  el  único  que  ha  de  darnos  luz  sobre 
la  cuesitión  etnológica  de  iberos  y  bascongados,  lo  mismo  que  sobre  la¡ 
lingüistica  de  los  orígenes  del  castellano.  Pero  hay  que  volver  al  cam- 
po lingüístico  con  todos  los  aparatos  de  la  ciencia  moderna,  cuya  ig- 
rorancia  desautorizó  anteriormente  a  líos  bascófilos  que  lo  roturaron  y 
no  supieron  cultivarlo. 

Y  con  todo,  don  Aurelio  pretende  reanudar  la  tradición  de  esos  mis- 
mos bascófklos  desautorizados,  limpiándola  de  exageraciones   y  apren- 


ACERCA   DEL   ÉUSQUERA   Y    DEL    CASTELLANO  1 59 

siones  e  inbuyéndola  en  las  nuevas  doctrinas  gramaticales.  Es  sucesor" 
y  discípulo  legítimo  de  Astaríloa,  Erro  y  Larramendi ;  pero  desea  re- 
novar y  encauzar  sus  doctrinas  por  el  álveo  de  la  ciencia  lingüística 
moderna ;  pretende  darles  lo  que  ésta  encierra  de  sano  y  juicioso,  con- 
servando lo  que  la  antigua  3'a  tenía  y  que  le  falta  a  (la  de  hoy. 

Paciencia,  pues,  y  aguarde  el  Diálogo  siguiente,  que  no  tardaré' 
mucho  en  enviarle  y  lo  está  terminando  mi  amigo  don  Antonio,  que 
es  el  que  redactó  este  que  acaba  de  leer. 

Tal  vez  tendrá  por  ocioso,  en  parte  por  lo  menos,  su  asunto;  pero 
advierta  que  ell  contrincante  es  un  erudito  español,  y  que  los  españo- 
les tenemos  la  gracia  de  ir  en  todo  detrás  de  los  demás.  Sóilo  porque 
algain  francés  haya  insistido,  sin  probarlo,  por  supuesto,  que  los  escual- 
dunas  no  son  los  iberos,  todos  lo  creemos  a  pie  juntillas,  juzgando  por 
poco  enterados  a  los  autores  españoles  que  han  dicho  lo  contrario.  ¡  \~ 
esc  que  ese  dicho  contrario  tiene  en  su  abono  el  parecer  atm  de  los 
mejores  franceses  y  por  de  contado  de  los  alemanes.  Entre  estos  tes- 
timonios están  el  de  la  Academia  de  Inscripciones  y  Bellas  Letras  do- 
París,  la  cual  afirmó  que  Eugenio  Cordier  había  sólidamente  probado, 
en  la  Memoria  que  le  dirigió  en  1860,  que  las  poblaciones  de  los  Piri- 
neos representan  los  últimos  restos  de  la  raza  ibérica;  y  ell  de  Reclus 
en  su  Geografía  (t.  II),  que  viene  a  decir  lo  mismo;  el  de  Blanc  Saint 
Hilaire  (Les  Enskariens  oii  Basques,  Le  Sobrarte  et  la  Navarre,  Pa- 
ris,  1888) ;  el  del  Marqués  de  Nadaillac  {Los  primeros  pobladores  de 
Europa,  traduce,  1890),  etc.,  etc. 

Pero  para  la  crítica  moderna  las  autoridades  poco  valen,  sobre  todo- 
las  contemporáneas :  así  es  que  no  puedo  menos  de  alabar  el  proceder 
de  mi  amigo  don  Aurelio,  que,  no  necesitándolas,  se  atiene  a  los  he- 
chos lingüísticos  y  de  ellos  saca  conclusiones  tan  peregrinas  como  ver- 
daderas, por  medio  deíl  análisis  del  éusquera  y  por  el  estudio  de  los» 
hechos  históricos. 


DIALOGO  IV 
El  eúskera  fué  lengua  general  de  España,  Toponimia  ibérica. 

Al  día  siguiente  no  se  hizo  mucho  esperar  don  Antonio.  Llegó  a- 
casa  de  don  Aurelio  con  un  papeJón  lleno  de  citas  de  autores  y,  ya  an- 
tes de  saludarle,  se  lo  mostró  m*uy  ufano  y  como  quien  acaricia  las  ar- 
mas antes  de  entrar  en  el  palenque. 

Antonio. — Tiene  usted  que  probarme  — üe  dijo  con  resolución  na 
bien  se  hubieron  sentado —  que  el  eúskera  o  bascuence  es  la  lengua 
de  la  antigua  geografía  esipañola  y,  tras  esto,  el  modo  como  ha  influida 
en  la  formación  del  romance.  Si  me  lo  prueba  usted  satisfactoriamen- 
te, quedaré  convencido  de  que  los  escuafldunas  son  Jos  iberos,  de  que 
los  escualdunas  fueron  nuestros  padres  y  antepasados  y  los  más  espa- 
ñoles de  todos  dos  españoles,  y  de  que  el  eúskera,  si  no  el  padre,  fué, 
como  ha  escrito  Cejador,  la  madre  del  castellano.  Soy  todo  orejas,  don. 


l6o  DIÁLOGOS    FAMILIARES 

Aurelio;  pero  aquí  están  mis  armas:  vengo  decidido  a  vender  cara  mi 
oposición  y  a  quemar  ei  último  cartucho  en  lia  contienda. 

Tiene  la  palabra  don  Aurelio. 

Aurelio. — Mucho  fuego  militar  es  ésie,  don  Antonio  — ie  contestó 
don  Aurelio  con  cañma;  y  arrimando  más  su  silla  le  puso  en  las  manos 
la  obrita  de  Humboldt  Los  primeros  hibitantcs  de  España,  que  de  la 
mesa  había  tomado,  y  añadió  cariñosamente — :  Esa  es  mi  tesis.  Ha  ya 
un  sigOo  que  eso  se  escribió  y  que  la  tesis  se  probó.  Los  sabios  de 
fuera  de  Es(paña  la  aceptaron;  los  eruditos  esipañoles  apenas  llegaron 
2  enterarse  por  aJgnín  francés  que  no  dio  su  asentimiento  a  la  autori- 
dad alemana  y,  naturalmente,  tampoco  se  la  dieron  ellos,  fiándose  más 
deJ  escritor  francés.  Ello  es  sencillamente  bochornoso  para  nuestros  sa- 
biondos del  siglo  XIX.   Supongo  conocerá  usted  el  libro. 

Antonio. — ÍLo  conozco...  y  no  lo  conozco  — respondió  como  quien 
quiere  y  no  quiere  hablar;  mejor,  como  quien  tiene  que  hablar  y  no 
quisiera. 

Aurelio. — Don  Antonio,  por  lo  menos  en  sus  fundamentos  estaba 
probada  mi  tesis  tiempo  ha  por  ese  librejo;  pero  la  haai  rechazado  al- 
gunos eruditos  españoles  y  hasta  no  han  faltado  quienes  criticaran  sus 
pruebas  y  tüldaran  su  método  de  poco  sólido  y  seguro,  repitiendo  lo  que 
habían  leído  en  francés,  porque  de  bascuence  se  les  entiende  tanto 
como  al  moro  Muza.  Pero  ni  ellos  ni  los  franceses  ni  nadie  ha  refu- 
tado el  libro  en  regla  No  basta  echar  abajo  algunas  de  las  etimologías 
que  en  é!  se  tratan.  Vamos,  pues,  a  revisarlo,  usted  como  impugnador, 
yo  como  defensor,  bien  entendido,  en  Qo  que  me  parezca  digno  de  de- 
fensa. No  trato  de  salir  por  eíl  barón  de  Humboldt,  sino  por  los  fueros 
del  eúskera...  y  del  romance  castellano. 

Antonio. — Permítame  que  antes  le  exponga  un  escrupulillo  que  no 
me  dejará  atender  con  serenidad,  si  antes  no  lo  echo  fuera. 

Aurelio. — ¿Qué  es  ello? 

Antonio. — Aunque  parezca  comenzar  por  una  digresión,  estoy  an- 
sioso de  saber  qué  piensa  usted  de  ese  espíritu  que  lleva  a  los  autores 
a  comparar  el  bascuence  con  uno  u  otro  idioma.  Por  cosa  poco  seria 
lo  dimos  en  otra  ocasión  y,  sin  embargo,  los  autores  qué  han  hecho 
tales  cotejos  son  serios.  Aquí  traigo  sobre  todo  aPgunas  citas  de  don 
Francisco  Fernández  y  González  y  de  don  Marcelino  Menéndez  y  Pe- 
layo,  que  desearía  evacuar  y  apurar  con  usted,  que  entiende  de  bas- 
cuence. 

Aurelio. — Por  mi  parte,  cuando  dije  y  digo  con  usted  y  con  don 
Carlos  que  eso  no  es  serio,  entiendo  que  tales  comparaciones  están 
hechas  superficialmente  y  que  requerirían  más  esipacio  y  vagar.  Todos 
<<.quellos  autores  que  nombramos  tienen  razón  y  no  la  tienen,  y  me  ex- 
plico. Tan  lejos  estoy  de  creer  que  el  eúskera  no  tenga  relación  al- 
guna con  todas  esas  lenguas  que,  como  usted  sabe,  estoy  trabajando 
-años  ha  en  una  obra  en  la  cuall  trato  de  probar  que  la  tiene  con  esas 


ACERCA   DEL   ÉUSQUERA    Y    DEL   CASTELLANO  l6l 

y  con  todas  las  demás  del  mundo  (i);  sóJo  qu-e  ese  trabajo  creo  debe 
ser  completo  y  sosegado,  y  no  superficial  y  respecto  de  unas  cuantas 
pa.labras,  que  es  lio  que  yo  llamo  un  estudio  poco  serio.  Porque,  a  la 
verdad,  los  estudios  etimológicos  hechos  a  la  Iligera  se  prestan  a  mil 
ilusiones  y  ridiculeces.  En  lo  que  no  tienen  razón  todos  esosi  autores 
es  en  querer  emparentar  especialmente  al  bascuence  con  una  u  otra  fa- 
milia llingüistica,  consecuencia  iligera  de  esas  ligeras  comtparaciones. 

Antonio. — iSd,  como  usted  afirma,  el  bascuence  se  parece  a  todas 
las  lenguas,  se  parecerá  más  a  una  que  a  las  demás,  o  tendrá  más  co- 
nexión con  una  familia  que  con  las  demás. 

Aurelio. — Eso  es  precisamente  lo  que  yo  niego:  con  todas  tiene 
afinidad,  pero  con  unas  en  algunos  fenómenos  gramaticales,  con  otras 
en  otros.  Acuérdese  que  con  las  indoeuropeas  Je  mostré  en  otra  oca- 
sión (2)  la  afinidad  en  los  sufijos  de  genitivo  y  adjietivos,  y  pudiera 
mostrarlla  igualmente  respecto  de  otros  muchos  puntos;  en  cambio  en 
el  ni  de  la  i.^  persona  más  conexión  muestra  tener  el  bascuence  con 
las  lenguas  americanas  y  algunas  de  África  y  Oceanía  (3). 

Antonio. — Pero  oiga  usted  lo  que  asienta  Menéndez  y  Peiayo  acer- 
ca de  los  Turanios:  "'La  existencia  de  una  primitiva  emigración  (en 
Esipaña),  que  algimos  llaman  turánica,  y  otros,  con  mejor  acuerdo  y 
más  prudencia,  se  (limitan  a  apellidar  éiiskara  o  vascona." 

Aurelio. — (El  gran  erudito  montañés  está,  pues,  conmigo  en  admi- 
tir como  a  primeros  habitantes  de  España  a  Üos  escualdunas,  y  de  paso 
tilda  de  imprudente  la  opinión  que  hace  de  ellos  una  raza  turania,  o, 
como  hoy.  se  dice  con  mejor  acuerdo,  altaica. 

Antonio. — iPero  oiga  lo  que  sigue:  "La  verdadera  prueba  de  que 
los  llamados  Turanios  hicieron  morada  entre  nosotros  está  en  la  per- 
sistencia del  bascuence,  lengua  de  aglutinación  (con  tendencias  a  ía  fle- 
xión), no  ibera,  como  vistumbró  Humboldt,  sino  turánica,  si  hemos  de 
creer  a  muchos  filólogos  modernos." 

Aurelio. — iLo  cual  quiere  decir  que,  aunque  le  parecía  antes  más 
prudente  atenerse  a  llamar  bascona  a  esta  raza,  porque  todos  los  argu- 
mjentos  prueban  que  los  escualdunas  dominaron  Jos  primeros  en  España, 
con  todo,  se  deja  llevar  de  Ja  opinión  de  los  que  hacen  del  eúskera  una 
lengua  altaica,  y  niiega  que  Jos  escualdunas  sean  lo  mismo  que  los  iberos. 

En  cuanto  a  que  sea  altaica  la  lengua  bascongada  por  el  mero  he- 
cho de  la  aglutinación,  es  no  decir  nada,  porque  infinidad  de  lenguas, 
entre  ellas  todas  las  am'ericanas,  son  aglutinantes;  además  de  que  ese 
fenómeno  de  la  aglutinación,  créame  usted  que  es  un  recurso  muy 
poco  fijo  y  determinado  y  no  se  distingue  'esencialmente  de  la  flexión, 
como  se  lo  haré  ver  cuando  tengamos  tiempo  para  ello.  No  basta,  pues. 


(i)  Es  la  obra  de  J.  Cejador,  El  Lenguaje.  Véase  sobre  todo  la  Em- 
briogenia del  lenguaje,  que  es  el  tomo  ITI,  y,  respecto  del  castellano  y  de 
todas  las  lenguas  indoeuropeas,  en  su  relación  con  el  euskera,  los  tomo&. 
del  Tesoro  que  son  los  siguientes  de  El  Lenguaje. 

(2)  Alude  a  los  dos  primeros  Diálogos. 

(3)  Evibriogcnia   del  lenguaje,   de   Cejador,  y  Diálogo  //. 


102  DIÁLOGOS    FAMILIARES 

•ese  carácter  para  determinar  la  filiación  de  una  lengua.  El  distinguir 
por  esa  razón  a  los  escualdunas  de  los  iberos  es,  por  consiguiente,  pro- 
ceder con  poca  solidez.  Ya  que  nada  sabemos  de  los  iberos,  y  sólo  sí 
que  fueron  los  primeros  y  principales  pobladores  de  España,  y  estan- 
do ciertos,  por  otra  parte,  por  el  eúskera  de  que  los  escualdunas  fue- 
ron los  que  dieron  nombres  a  todas  esas  poblaciones  de  los  iberos  y 
que  vinieron  a  España  no  se  sabe  cuándo,  lo  más  natural  es  sentir, 
con  Humboldt,  que  los  escualdunas  son  los  iberos.  No  se  puede,  por 
tanto,  afirmar  que  el  eúskera  no  sea  lengua  ibérica,  sino  turánica;  an- 
tes al  revés.  Además,  que  pronto  se  nos  presentará  ocasión  de  ver  por 
los  antiguos  autores  que  Jos  Turdetanos,  pueblo  ibero  según  todos,  eran 
de  la  misma  raza  que  los  bascongados.  Los  vardulos  o  bardietas,  hoy 
guipuzcoanos,  según  Plinio  (Hist.  nat.,  IV,  xxv),  son  una  rama  de 
íúidulos.  "Y  apareciendo  éstos  — dice  Fern.  González  (pág.  93) — ,  no 
sólo  en  la  Bética  y  Lusitania,  sino  asimismo  en  la  Tarraconense  (Tit. 
Eiv.,  1.  XXI.  VI  y  VII),  es  obvio  que  el  elemento  vasco,  que  según 
Estrabón  (III,  4)  dominaba  desde  Tarragona  al  Océano  y  su  afine  el 
turdetano  hubieron  de  permanecer,  aun  desipués  de  la  venida  de  Cel- 
tas, Fenicios  y  Griegos,  como  predominantes  en  España." 

Antonio. — Ed  señor  Menéndez  y  Pelayo  dice  a  continuación  que 
los  iberos  son  indo-europeos:  en  qué  se  pueda  fundar,  no  lo  sé:  "Una 
primera  invasión  iyido-europca,  es  a  saber :  la  de  los  iberos,  que  algu- 
^nos  confunden  con  los  turamos,  pero  que  parecen  haber  sido  posterio- 
res, idénticos  a  los  ligures,  sículos  y  aquitanos,  y  hermanos  mayores 
de  los  celtas,  puesto  que  la  fraternidad  de  Iher  y  Keltos  fué  ya  apun- 
tada por  Dionisio  de  Halicarnaso.  Ocuparon  ios  iberos  toda  Ja  Penín- 
sula de  Norte  a  Mediodía." 

Aurelio. — 'Pero  iberos  y  celtas  sólo  se  unieron  en  España,  y  sólo 
fueron  hermanos  en  Adán,  y  todas  esas  huellas  de  iberos  desde  el 
norte  al  mediodía  son  huellas  bascongadas.  Quitados  los  vestigios  cél- 
ticos, griegos,  fenicios  y  cartagineses,  no  quedan  en  España,  antes 
de  los  romanos,  otros  monumentos  que  los  bascongados.  Los  escual- 
dunas son,  pues,  los  iberos.  Pero  le  repito  que  me  ha  vuelto  usted  a 
meter  en  la  cuestión  de  nombres,  y  que  yo  no  doy  de  mandobles  con- 
tra tales  entes  de  razón.  Doy  de  barato  el  nombre  de  iberos,  a  quie- 
nes, quitado  lo  bascongado,  no  lies  queda  nada,  ni  aun  ese  mismo  nom- 
bre, y  me  atengo  a  los  escuaJdunas,  raza  ni  altaica,  ni  indo-europea, 
ni  camita,  ni  semítica,  sino  sui  gcneris,  raza  de  Aitor. 

Antonio. — Me  alegro  de  haber  conocido  su  opinión  acerca  de  la 
cita  de  Menéndez  y  Pelayo,  porque  es  autor  que  estimo. 

Aurelio. — No  lo  estimará  usted  más  que  yo,  ni  más  de  lo  que  se 
merece ;  pero  en  achaque  de  lenguas  ya  confiesa  él  ser  lego  y  que  se 
atiene  a  lo  que  ve  en  los  mejores  lingüistas:  no  es  culpa  suya  (i),  por 
tanto,  si  esos  autores  no  le  llevan  por  el  camino  del  todo  recto. 


(i)     Con  todo,  in.siste  en  la  misma  opinión  en  la  lección  2.'  taquigrafia- 
d.i  de  sus  explicaciones  de  Historia. 


ACERCA  DEL  ÉUSQUERA  Y  DEL  CASTELLANO  163 

Antonio. — Todavía  me  quedan  aquí  citas  de  Fernández  y  González 
y  de  Fernández  Guerra.  Este  úiltimo  afirma  que  los  celtas  fueron  "ibe- 
ros en  su  origen",  y  unos  y  otros,  "tribus  jeféticas". 

Aurelio. — Cualquiera  que  posea  las  noticias  más  superficiales  del 
«úskera  y  de  las  lenguas  célticas  no  podrá  menos  de  sonreírse  all  ver 
la  ligereza  con  que  aügunos  han  afirmado  que  el  euskera  es  lengua  cél- 
tica. El  eúskera  ni  tiene  que  ver  nada  con  el  celta  ni  con  el  indo-eu- 
ropeo, ni  los  escualdunas  con  los  celtas  ni  los  indo-europeos.  En  cuan- 
to a  que  sean,  o  no,  jaféticos  los  éuscaros  y  los  iberos,  nada  respondo, 
porque  esa  denominación  es  demasiado  elástica  y  nos  enseña  casi  tan- 
to como  la  de  hijos  de  Adán.  Si  los  iberos  fueron  jaféticos  y  si  los 
celtas  fueron  iberos,  son  cuestiones  que  penden  de  lo  que  se  resueíva 
acerca  de  si  los  bascongados  son  iberos,  que  es  lo  cierto :  para  mí  los 
iberos  hablaban  el  eúskera  y  nada  tienen  que  ver  con  los  celtas,  sino 
«1  haberse  juntado  en  España,  ni  con  los  indo-europeos.  En  todo  caso, 
si  los  iberos  no  son  dos  escualdunas,  nada  podemos  afirmar  acerca  de 
■ellos.   Los  celtas  son,  según  todos,  indo-europeos. 

Antonio. — Quedan  los  testimonios  de  Fernández  y  González.  Va- 
mos a  ver  todo  lo  que  dice  de  los  iberos  y  de  'los  bascongados,  y  si 
conviene  usted  con  éJ. 

Aurelio. — lAquí  tiene  usted  el  tomo,  incompleto,  por  cierto:  Pri- 
meros pobladores  históricos  de  la  Península  ibérica.  Ha  hecho  bien  en 
cortar  de  un  golpe  con  los  prehistóricos,  librándose  así  de  muchas  con- 
tiendas, de  las  que  s61o  había  de  sacar  en  limpio  que  no  se  sabe  si  esos 
habitantes  prehistóricos  lo  son  de  hecho  o  son  los  mismos  de  que  ha- 
bla la  historia. 

Antonio. — .Pasemos  estos  primeros  cuadernillos  de  las  invasiones 
africanas  y  de  las  hijperbóreas,  donde  hay  muchos  nombres  y  pocas 
cosas  averiguadas;  y  lo  mismo  digo  de  los  persas,  medos,  etc.  De  nin- 
.guna  otra  región  del  mundo  habJaron  tanto  y  tan  variamente  y  fan- 
tasearon tan  a  su  sabor  los  griegos,  como  de  España :  todos  los  pueblos, 
según  ellos,  han  pasado  por  aquí. 

Aurelio. — lEra  la  tierra  más  lejana  y  poetizable  y...  de  luengas 
■■Vías,  luengas  mentiras. 

Antonio. — Aquí,  en  las  páginas  81  y  siguientes  trata  de  no  sé  cuán- 
tas lenguas,  que  el  autor  halla  relacionadas:  de  las  berberiscas  con  las 
i-drávidas,  altaicas,  indo-europeas  y  el  bascuence. 

Aurelio. — Lo  mismo  se  pueden  relacionar  todas  las  lenguas  del 
mundo ;  pero  las  lenguas  berberiscas  son  camitas,  y  esas  afinidades 
110  arguyen  "antiguos  itinerarios  y  peregrinaciones  de  la  raza  llamada 
turania,  desde  el  temul,  que  hablaron  los  pobladores  de  la  India,  que  pre- 
-oedieron  a  los  arios,  al  medo  antiguo  o  anariano  de  las  cuneiformes, 
•al  tártaro  y  turco  de  nuestro  tiempo,  al  samoyedo,  al  ostiaco,  aJ  lapón, 
al  magiar  y  a/1  basco".  Si  no,  tendremos  que  concluir  que  vinieron  a 
España  los  quichuas  del  Perú,  los  groelandeses,  los  negros  del  Cabo 
y  los  papuas,  los  japoneses  y  los  australianos. 


164  DIÁLOGOS   FAMILIARES 

Antonio. — Pero  ¿están  bien  traídas  esas  comparaciooiies  del  ber- 
berisco con  eJ  bascuence? 

Aurelio. — En  general,  sí,  señor ;  pero  digo  que  otros  elementos  po- 
día traer  más  fehacientes,  como  son  los  elementos  gramaticafles ;  y,  con 
todo,  creo  que  los  bereberes  sólo  se  unen  con  Jos  bascongados  en  Adán 
y  su  mujer. 

Antonio. — ¿Y  lo  del  sumir  y  acadio  con  el  bascuence?  ¡Mire  que 
esos  sufijos  casualles  son  idénticos ! 

Aurelio. — Y  otros  mudios  más,  y  tan  parecidos,  los  presentan  las 
lenguas  de  América  y  África;  pero  dejémonos  de  etimologías  por  aho- 
ra; si  no  tendremos  que  detenernos  en  la  comparación  del  eúskera  con 
ías  lenguas  semíticas,  que  creo  vienen  en  seguida,  y... 

Antonio. — Sí,  aquí  están,  pág.  90,  después  de  comparar  esas  últi- 
mas con  algunas  americanas. 

Aurelio. — iComparación  cierta,  pero  ligera  y,  según  mi  frase,  poco 
seria.  Vamos,  ahí  tiene  usted  la  cuestiótn  dell  iberismo,  pág.  91. 

Antonio. — 'El  autor  está  enteramente  con  usted.  Aquí  Vinson  re- 
conoce "analogías  entre  el  éuscara  y  el  antiguo  turdetano"  Luego  afir- 
ma que  la  antigua  geografía  española  es  bascongada,  y  trae  a  Mendi- 
culia  o  Mendiculcia  de  Tolomeo,  ciudad  lusitana:  ¿es  eso  bascuence? 

Aurelio. — 'Ya  ¡lo  afirmó  Humboldt  y  gracias  que  llegamos,  al  fin  y 
al  cabo,  a  mi  librejo.  Aquí  está,  pág.  83 :  de  mendia,  monte,  trae  Men- 
diculea,  Mellaría  o  Menlaria,  Menoba,  Menosca,  el  río  Menlascus,  Men- 
tesa  o  Mcntisa. 

Antonio. — Pero  todos  esos  nombres  no  parecen  derivarse  de  men- 
di,  monte. 

Aurelio. — Efectivamente,  de  mendi  se  dijo  Mcndibü,  apellido  co- 
nocido, y,  como  todos  los  apellidos  bascongados,  tomóse  del  solar  de  la 
familia.  En  Álava  tenemos  Mendihil  en  el  ayuntamiento  de  Arrazua, 
Mendibil  de  Izoria  en  el  de  Ayala,  y  en  el  mismo  Mendihil  de  Zua::a 
y  Mendihil  de  Costera.  De  Guipúzcoa  recuerdo  el  Mendihil  del  ayun- 
tamiento de  Oyarzun.  De  Navarra,  el  Mendibil  del  ayuntamiento  de 
Oloriz  y  del  de  Yanzi.  De  Vizcaya,  eü  Mendihil  del  ayuntamiento  de 
Lemona. 

Antonio. — Pero  ¿qué  tiene  que  ver  Mendibil  con  el  Mendiculea  de 
Tolomeo  (II,  41)  ? 

Aurelio. — Que  entrambos  vienen  de  mendi,  monte,  y  que  Mendi- 
culea parece  ser  derivado  de  Mendico,  adjetivo  en  -co,  con  valor  de 
montañoso  o  mon>tañés,  y  eJ  sufijo  de  agente  -lea.  Mendico  de  Costera 
y  Mendico  de  Zuaca  son  lugares  del  ayumtamiento  de  Ayalla,  en  Álava. 
Pero  le  quise  traer  el  Mendibil  bascongado  porque  deseaba  que  cono- 
ciese usted  el  sufijo  -bil  o  -ibil  añadido  a  mendi,  y  que  en  bascuence  vale 
dar  vueltas,  andar  en ;  na-bil,  ando  en ;  a-bil,  andas  en.  Porque  esta  voz 
la  tenemos  en  cJ  caudillo  ibérico  Indivil  o  IndibÜis  de  Tito  Livio 
(XXVIll,  24). 

Antonio. — Y  ¿qué  significa  ind  en  ese  nombre,  que  me  recuerda  flo 
del  busilis  y  las  Indias  con  que  explicaba  el  otro  el  In  dicbus  illisf 


ACERCA  DEL  ÉUSQUERA  Y  DEL  CASTELLANO  165 

Aurelio. — Pues  inda  es  vereda  e  ind-arr  es  la  fuerza.  Y  aquí  tiene 
usted  lia  etimología  del  otro  caudillo  de  la  Bética  Indortes;  que  Jo  mis- 
mo suena  ind-arr  que  ind-orr  en  bascuence,  para  el  caso,  y  -te  es  su- 
fijo usadísimo.  En  Navarra  hay  la  población  de  indnr-ain,  de  indur  == 
indor.  En  Vizcaya,  Indauchxi,  Indusi,  vienen  de  inda  y  explica  el  nom.- 
bre  Indo  del  De  Bello  hispánico,  10. 

Antonio. — ¿  Son  bascongados  los  nombres  de  aquellos  otros  caudi- 
llos ibéricos  conooidos:   Orisson,  AhiLix,  Edecon,  Mandonius? 

Aurelio. — Mucha  tela  me  da  usted  cortada  para  que  volvamos  pres- 
to a  Menoha,  donde  nos  aguarda  Humboldt,  Orisson  era  reyezuelo  de 
Jos  Orissos,  segfún  los  romanos.  Orisso  no  es  más  que  ori-zii,  hojoso, 
de  ori,  hoja,  y  -zu,  abundancial.  Oribe  es  deil  ayuntamiento  de  Ayala, 
en  Álava,  y  -be  suena  debajo;  Oria,  del  Idiazábal,  en  Guipúzcoa,  y  Orlo, 
población  de  la  misma  provincia;  Ori-s  es  del  ayuntamiento  de  Elorz, 
en  Navarra,  y  Oriso-ain,  población  de  la  misma  provincia,  y  acaso  este 
Oriso  de  Oriso-ain  sea  el  Orisso  de  que  tratamos.  Oricin,  del  ayunta- 
miento de  Oloriz.  Finalmente,  en  Vizcaya,  Oribe,  del  de  Zalla. 

Abilix,  saguntino  (Polibio,  III,  98),  hay  que  compararlo  con  Abio  y 
Abitara,  de  Vizcaya;  con  Abinzano,  Abcrin  y  Aberli,  de  Navarra;  con 
Abi-eta,  de  Guipúzcoa,  con  Abi-aga  y  Abi-ega  de  LLanteno,  de  Álava, 
En  bascuence,  abia,  abi,  ts  el  arándano.  En  Abi-lix,  Abi-li-ci-s,  por 
Abi-li-co-s,  hay  latinización  de  Abilicoa,  forma  bascongada,  donde  -ko-a 
es  terminación  de  adjetivos  -ko  más  el  artículo  -a. 

Abil  es  la  honda,  primitivamente  hecha  de  un  vegetal,  del  abi. 
Ede-con  o  Ede-co  suena  en  bascuence  como  adjetivo  -ko  de  cde, 
que  como  eda,  eda-tii,  víale  extender.  Edeta  son  llanuras  extensas,  de 
donde  Edetanos.  Edeco  parece  reinó  entre  ellos,  cerca  de  Tarragona, 
Mandonius  era  lacetano  y  viene  de  mando,  mulo,  duro  y  áspero.  En 
Álava,  Mando jana,  ayuntamiento  de  Foronda;  en  Guipúzcoa,  Mandiola, 
en  los  de  Eibar  y  Gaviria;  Mandiolatza,  en  el  de  Azpeitia;  en  Vizca- 
ya, Mandoluniz,  en  el  de  Fruniz,  y  Mandas,  en  el  de  Sondica. 

Antonio. — Según  Livio  (XXI,  12)  hubo  un  Aleo  saguntino,  pero 
no  español,  a  quien  contrapone  otro  español  saguntino  llamado  Alor- 
cus:  Alconem  Saguntinum  y  Alorcum  Hispanum. 

Aurelio. — Entrambos  saguntinos  creo  que  eran  iberos.  Aleo  suena 
laicimo  y  poderoso,  Alor-ko  suana  de  Alor,  que  es  el  campo  de  sembra- 
dura. En  Álava  tenemos  Aloria. 

Antonio. — Allucius  fué  celtíbero  (Dion  Casio,  ed.  Reim.,  t.  I,  pá- 
ginas 26,  58,  n.  2). 

Aurelio. — tEs  el  bascongado  alloza  o  aloza,  alloz,  aloz,  que  es  la 
alforza,  frunce,  viruta,  y  tenemos  en  Navarra  Alloz,  ayuntamiento  de 
Yerri. 

Antonio. — Ausetano  fué  Amusitus  (Livio,  XXI,  61). 
Aurelio. — Amuza-tegui,  cerca  de  Azcoitia,  en  Guipúzcoa,  y  Amuz- 
co-tegui,  cerca  de  Elgoibar,  le  dicen  que  Amusitus  viene  de  arnuza  e 
-itus.  Amiiz  o  amutz  es  el  lerdo,  romo,  y  annits,  boto,  romo;  amusta 
embotarse. 


l66  DIÁLOGOS    FAMILIARES 

Antonio. — Ambo,  celtíbera  (Apiano,  IV,  46). 

Aurelio. — Anbo  suena  cepa  y  anbotu  secarse  el  trigo,  quedando 
blanquecino  ei  tallo.  En  Guipúzcoa,  Avibo-tegiii  y  Ambii-lcgui;  pero 
baste  recordarle  el  pico  famoso  de  Amboto,  -to,  de  Ambo. 

Antonio. — ¿Y  el  famosísimo  Arganthonius,  rey  de  Tartessus  (He- 
ródoto,  I,  163),  que  recuerda  Cicerón  en  De  senectute  como  tipo  de 
viejo  gaditano,  que  reinó  ochentta  años  y  vivió  ciento  veinte? 

Aurelio. — Pues  en  el  ayuntamiento  de  Vitoria  tiene  usted  Argan- 
doña,  que  es  la  forma  española  de  ese  nombre,  y  su  primer  radical  lo 
tenemos  en  Argarate  y  Argiiedas,  de  Navarra,  y  en  el  río  Arga  y  en 
Árganas,  Argacha,  Argaluza,  de  Vizcaya. 

Antonio. — ¿Arauricus  de  Córdoba  (Sil.  Ita/1.,  III,  403)  ? 

Al^relio. — Araudi-Azpicoa,  en  Guipúzcoa,  y  Araunas,  Arara,  de  Viz- 
caya, le  muestran  ser  bascongado.  Aran  vale  regla,  norma. 

Antonio. — Artanes,  turdétano  (Livio,  XXVIII,  15). 

Aurelio. — Arte,  arta,  es  la  encina»  En  Álava,  Artaza,  Artomaña, 
Artioniana;  en  Guipúzcoa,  Arta-di  (encinafl),  Arta-Erreca,  Arta-villa, 
Arte-aga  (encinal,  dos  veces),  Arteche  (dos  veces) ;  en  Navarra,  Arta- 
bia,  Artáiz,  Artajo,  Artajona,  Artanga,  Artariain,  Artaza,  Artazu,  Ar- 
teaga,  Artozqui;  en  Vizcaya,  Arta,  Artabe,  Artagan,  Arta^andio,  Arta 
za  (cuatro  veces),  Artcaga  (nueve  veces),  Artcagoitia,  Arteche,  Arteta, 
Arteim,  etc.  Pero  veo  que  la  ha  emprendido  usted  con  todos  los  nom- 
bres ibéricos  de  personas. 

Antonio. — Avarus,  numantino  (Apiano,  VI,  95). 

Aurelio. — Como  Abanan,  población  que  es  como  Abara  (dos  veces) 
y  Abarca  (cuatro  veces)  en  Vizcaya.  Advierta  que  la  b  entre  vocales 
es  tan  suave  y  aun  a  principio  de  diocióai,  y  esito  es  castellano  y  bas- 
cuence,  que  los  forasteros  (la  escriben  con  v,  y  con  v  la  mandó  escri- 
bir Nebrija. 

Antonio. — Balarus,  vetón,  según  SUio  Itálico  (III,  3,  78). 

Aurelio. — Baliarás  y  Baliarrain,  en  Guipúzcoa;  Ballariain,  en  Na- 
varra; Bal-anda,  Balnera,  tienen  la  misma  raíz  bal,  haz  de  trigo;  y 
Balarus  es  el  balaro,  cesta.  Qaro  que  de  aquí  sallió  bálago,  etc.,  etc. 

Antonio. — Besasis,  bastetano  (Livio,  XXXIII,  44). 

Aurelio. — En  Vizcaya  hay  Besanguiz  y  Bcsoiia.  Beso  es  el  brazo 
y  ache,  carga,  variante  de  ase,  hartazgo :  bes-asis  suena  como  brazada, 
lo  que  puede  llevarse  con  los  dos  brazos. 

Antonio. — Btirrus,  lusitano,  segim  Silio  Itálico  (XVI,   560). 

Aurelio. — En  Guipúzcoa,  Burrustidi,  y  burrustu  es  embesilir;  burru' 
ka,  luchando. 

Antonio. — Caraitnius,  sobrenombre  dc)l  numantino  Rlietogenes  (Apia- 
no, VI,  94). 

Aurelio. — Rhetogcncs  parece  céltico;  Caraunius  viene  de  gara,  alto, 
vne,  espacio,  trecho.  Carus  era  un  celtíbero  de  Scgcda  (Apiano,  Vi,  45), 
de  ese  gara.  Tenemos  Garayo  en  Álava ;  Garayon,  Garayar,  Garaño,  en 
Guipúzcoa,  de  donde  el  garañón,  que  monta ;  Gara-bcitia,  Gara-cía  (al- 


ACERCA  DEL  ÉUSQUERA  Y  DEL  CASTELLANO  167 

turas),  Garauz,  etc.,  etc.,  en  Vizcaya.  En  la  toponimia  volveremos  a 
este  tema. 

Antonio. — Caucaenus,  lusitano  (Apiano,  VI,  57),  como  Cauca,  hoy 
Coca. 

Aurelio. — Kauke  es  el  pobre. 

Antonio. — Calichas  o  Colchas  o  Coicas  (Apiano,  XXVIII,  13),  rey 
en  la  Bética. 

Aurelio. — Kolka  es  la  clueca;  kolko,  el  seno. 

Antonio. — Corbio,  villa  de  los  suetanos  (Liv.,  XXVIII,  21),  y  Cor- 
bis,  que  tuvo  un  duelo  con  Orsua. 

Aurelio. — uA^cuérdese  del  Gor-be,  bajo  la  cima,  y  Garbea,  monte  y 
apellido. 

Antonio. — Galbus,  carpetano  (Livio,  XX VI). 

Aurelio. — ^En  Navarra,  Galv-arra.  Gal-ba,  es  carda;  gal-bae,  criba. 

Antonio. — Gargoris,  uno  de  los  más  antiguos  reyes  de  Tarteso  (Jus- 
iino,  XLIV,  4),  debe  de  ser  bascongado. 

Aurelio. — Gar-kora  es  la  nuca. 

Antonio. — Habis,  el  Triptolemo  ibérico,  expuesto  a  tantos  peligros 
y  milagrosamente  salvado  (Justino,  XLIV,  4). 

Aurelio. — 'Como  vivía  en  las  selvas  con  los  ciervos,  se  explica  su 
nombre,  que  es  el  abia,  abi  o  habea,  como  otros  escriben.  La  /i  no  t-'ene 
aquí  valor  alguno.  Vale  abi,  arándano:  abe,  árbol.  En  Guipúzcoa,  Abe-ta- 
(arbolado),  Abi-eta;  en  Vizcaya,  Abio,  Abi-tara. 

Antonio. — Ilerdes  (Sillio  Ital.,  XVT,  567)  será  de  la  villa  de  Ilerdc 
o  Lérida. 

Aurelio. — Que  convprenderá  usted  ser  bascongada:  de  ili,  ciudad, 
en  un  sinfín  de  poblaciones,  y  erdi,  en  medio,  y  bien  sabe  usted  que 
Lérida  está  en  d  centro  de  una  gran  llanura. 

Antonio. — Lamus  en  Silio  (XVI,  465). 

Aurelio. — En  Álava,  Lamuza  de  Gogenuri. 

Antonio. — Larus,  cántabro,  según  Silio  (XVI,  46). 

Aurelio. — Es  el  laru,  amarillo. 

Antonio. — Lenco,  celtíbero  en  Apiano  (XI,  46). 

Aurelio. — Leu  es  el  lino;  leu-ko,  de  lino. 

Antonio. — Mericus  (Livio,  XXV,  30)  y  hay  villas  de  Meri  y  Me- 
robriga. 

Aurelio. — lEn  Vizcaya   tenemos  Merica  y  Mereludi. 

Antonio. — Miniirus,  lusitano,  en  Apiano  (VI,  74). 

Aurelio. — Suena  min-ura,  agua  de  amargura,  de  dolor. 

Antonio. — Orsua  en  Livio  (XXVIII.  21),  que  me  suena  a  la  villa 
Urson,  que  también  se  llamó  Orson. 

Aurelio. — 'En  Guipúzcoa,  Urs-oro-eta;  en  Navarra,  Urz-ainqui, 
Urs-ante;  en  Vizcaya,   Urz-agas.  En  bascuence,  urzo  es  la  paloma. 

Antonio. — Saloniciis  o  Salondicus  en  Horo  (II,   17,  14),  celtibero. 

Aurelio. — Del  río  Salón,  Jalón.  En  Guipúzcoa,  Salo-gücn  y  Zalo- 
na, y  en  Vizcaya  Zaloa  de  Otarte. 

Antonio. — Turrus  o  Thnrriis,  celtíbero,  en  Livio  (XL,  49). 


1 68  DIÁLOGOS   FAMILIARES 

Aurelio. — Zurru  es  en  bascuence  el  ronquido. 

Antonio. — Pues  no  me  ocurren  más  nombres  propios  ibéricxjs.  Vol- 
ramos  al  Menoba  y  al  Metiosca  (Hin.,  I,  227),  de  Humboildt. 

Aurelio. — iVienen  de  men,  que  es  la  mina,  antiguo  castellano  mena,. 
y  usted  conoce  las  Menas  de  Aragón.  España  fué  el  país  más  minero 
de  la  antigüedad,  como  sabemos,  y  tanto,  que  men-di,  monte,  derivóse 
de  men,  mina,  con  el  sufijo  abundancial  -di:  mendi  es  el  de  muchas  mi- 
nas o  vetas  minerales.  En  el  ayuntamiento  de  Ayala,  en  Allava,  tene- 
mos a  Men-oya,  que  vale  hoya  o  cama  de  minas.  Men-oba  suena  en  bas-^ 
cuence  la  mejor  mina;  Men-osca,  hendidura  de  mina. 

Antonio. — 'Me  contenta  esa  comparación  de  los  nombres  toponími- 
cos antiguos  con  los  del  país  basco.  Es  argumento  que  no  tiene  vuelta 
de  hoja  y  que  no  se  le  ocurrió  a  Humboldt.  Pero  sigamos  con  Fer- 
nández y  González.  En  los  confines  de  Lérida,  a  Ja  parte  extrema  del 
Valle  de  Aran,  diócesis  de  Urgel,  al  pie  de  una  montaña  o  bosque  lla- 
mado Arto,  dice  que  se  halló  una  inscripción  basca  de  los  tiempos  gen-^ 
tilicos. 

Aurelio. — ^Advierta  que  Aran  significa  en  bascuence  valle,  propia- 
mente llano  entre  nosotros,  y  Arto  es  el  maíz,  y  antiguamente  el  mijo; 
pero  de  estas  voces  tendremos  otra  ocasión  de  hablar.  Apunte,  pues, 
que  el  bascuence  también  se  habfló  en  tierras  de  Lérida. 

Antonio. — Publicó  la  inscripción  el  padre  Fita  en  el  Boletín  de  kk 
Academia  de  la  Historia  (t.  III,  1S83,  pág.  135). 

Aurelio. — Evacuemos  la  cita: 

ILVRBERRiXO 
ANDEÍREXC 

"La  segunda  (palabra)  es  nombre  de  mujer,  derivado  de  Andero 
(señora,  ama  de  casa)."  lUur-berri-sco  es  voz  bascongada.  Tenemos  Ili-.r 
en  el  antiguo  linro,  hoy  Oloron,  de  Francia;  berri  vaJe  nuevo;  -seo  es 
sufijo  derivativo.  En  el  ayuntamiento  de  Marquina,  en  Vizcaya,  te- 
nenK>s  Ill-oro^  de  la  misma  raíz,  pues  Ha,  .la  luna  suena  dialectalmente 
illa.  En  el  ayuntamiento  de  Ester ibar  de  Navarra  tenemos  Ilurdoz;  en 
Navarra,  también  Ilurr-e;  en  Guipúzcoa,  Ilnr-mendi-eta,  montes  de  Ihir. 

Antonio. — Trae  luego  ed  río  llamado  Turia,  Tundió  o  Tyris  por 
los  dásicos  y  que  Avieno  interpreta  blanco  o  cano,  traducción  literal 
del  bascongado  zuria,  convertido  por  los  árabes,  mediante  análoga  tras- 
lación, en  Guadalaviar  (Guad-al-abiad),  que  en  arábigo  sigiiifca  otro- 
tanto.  Ya  me  habló  usted  el  otro  día  de  ello,  así  como  de  Arriaca  o  Guad- 
al-ajara, que  valen  pedregal  o  valle  de  piedras,  en  bascuence  y  arábigo.. 

Aurelio. — 'Ya  lo  señaló  Humboldt  en  la  página  50. 

Antonio. — .Prosigue  aquí  en  la  pág.  93  diciendo  que  cerca  de  Huel- 
va  está  "el  río  Tinto,  que  Avieno  designó  con  eil  nombre  de  Hiberus 
y  Plinio  distinguía  '.-.on  el  de  Urion,  vocablo  que  los  árabes  interpre- 
taron por  río  de  Aceche  o  del  Cobre,  en  armonía  con  la  significación 
que  corresponde  a  dicha  palabra,  a  derivarse,  seg^ún  parece,  de  las  raí- 
ces que  dieron  nacimiento  al  sumir  Urudii  y  al  basco  Urraida". 


ACERCA  DEL  ÉUSQUERA  Y  DEL  CASTELLANO  1 69 

Aurelio. — 'Según  eso,  los  árabes  tradujeron  también  a  su  lengua 
<este  nombre  bascongado.  Anote,  pues,  que  no  menos  se  habló  bascuen- 
ce  hasta  los  árabes  en  Huelva.  De  urraida  y  urudu  trató  Cejador  en 
el  Tesoro  (t.  R). 

Cuanto  al  Urion  de  Plinio,  como  en  latín  no  sonaba  tan  fuerte  la 
rr  castellana  e  ibérica  o  bascongada,  pudiera  estar  por  Urri-on  o  urre^ 
-on,  que  vaile  excelente  oro,  pero  etimológicamente,  excelente  pepita  o 
apiñamiento  de  mineral,  que  ef  j  vale  íirre  en  bascuence  {Tesoro,  t.  R). 
Con  r  suave,  Uri-on  es  población  excelente  o  aguas  excelentes,  ya  que  ur 
es  el  agua;  ur-i,  lo  del  agua,  la  pobl'L.ción,  porque  se  tedificaba  junto  a  las 
aguas,  y  ía  lluvia.  En  la  toponimia  ibérica  hay  un  Uri-um,  que  vale  ciu- 
dad. Conocido  es  el  apellido  Uria.  En  el  ayuntamiento  de  Ayala,  en 
Álava,  hay  el  poblado  Uria  de  Erbi  y  Uri-arte  de  Olabezar,  siendo 
no  menos  conocido  el  apellido  Uriarte,  esto  es,  entre  aguas;  en  el  de 
Aramayona,  Uri-harri,  que  suena  Villanueva;  en  el  de  Oquendo,  Uri- 
be,  que  vale  lo  bajo  de  la  villa;  en  el  de  Amurrio,  Uri-eta,  que  suena 
-poblaciones  o  aguas,  y  otros  Urietas  en  los  de  AyaJa  y  Amurrio;  Uri- 
zar,  que  suena  Villavieja,  en  el  de  Barrundia.  En  Guipúzcoa  hay  Uri- 
harri  en  los  ayuntamientos  de  Mondragón  y  Oñate;  Uri-be,  en  los 
<le  Arechavaleta  y  Mondragón;  Uri-sar,  en  el  de  Arechavaleta.  Todos 
son,  además,  apellidos;  como  que  los  apellidos  bascos  provienen  de  los 
solares  propios.  En  Vizcaya  hay  Uria  en  los  ayuntamientos  de  Gor- 
dejuela  y  Gorocica;  Uri-ailde  o  junto  al  poblado,  en  el  de  Miravalles; 
Uriarte,  en  los  de  Basauri  y  Bermeo;  Uriurtes,  en  el  de  Ajanguiz; 
Uribarri,  en  los  de  Arrancudiaga,  Arrazua,  Arrieta,  Basauri.  Bermeo, 
Castillo  y  Elejabeitia,  Ceberio,  Echebarri,  Erandio,  Navarniz  y  Orozco; 
Uribe,  en  los  de  Ceánuri :  Ea,  Lujua  y  Yurreta ;  Uribes,  en  el  de  Vérriz, 
Uribiarte,  en  los  de  Ceánuri  y  Orozco;  Uri-en,  en  el  de  Garay;  Uri-goiti, 
que  suena  de  la  parte  alta  de  la  villa,  en  el  de  Orozco ;  Uri-güen,  en  el 
de  Busturia ;  Uri-ona,  que  es  él  Uri-on  de  Plinio,  en  el  de  Arbácegiií , 
uri-ondo  o  junto  a  la  villa,  en  los  de  Ceberio  y  Zarátamo;  Uri-on-es, 
en  el  de  Lanquiniz ;  Uri-oste,  o  tras  la  villa,  en  el  de  Santurce ;  Urizar, 
en  los  de  Abando,  Amorebieta,  Axpe,  Ceánuri,  Ceberio,  Dima,  Ea, 
Lemona,  Zaldua,  Lemoniz;  Urizar-goiti,  en  el  de  Yurre.  Sufijado  lo 
tenemos  en  Ceán-uri,  Lecand-uri,  Basa-uri,  Ibarr-uri,  Ach-uriz,  Marc- 
vri,  Larra-tiri,  Alda-uri,  Bust-uria,  Echa-nri,  y  más,  si  usted  no  dice 
basta. 

Antonio. — lAntes  basta  y  sobra.  Urion  y  Urium  no  pueden  tener 
más  clara  etimología. 

Aurelio.  —  Y  Es-uris  (Itin.  Ant.,  págs.  425,  431),  y  aun,  se^n 
Humboldt,  las  dos  Calaguris,  Lacuris  (Tol.,  II,  6)  e  Ilarcuris  (Tol,  lí, 
6),  aunque  yo  no  acepto  más  que  Es-uris,  pues  los  otros  los  traigo 
del  sufijo   -guri. 

Antonio. — \Cita  luego  Fernández  y  González  la  ciudad  de  Iria,  d!e 
-Galicia,  llamada  después  Iria  Flavia  (Tol.,  II,  6). 

Aurelio. — rLo  cual  indica  que  los  mismos  romanos,  al  añadir  el 
■epíteto  de   Flavia,  en  memoria  de  Ja  familia  imperiail,  sabían   que  en 


I /O  DIÁLOGOS   FAMILIARES 

bascuence  tria  valía  población,  villa.  Así  en  Guipúzcoa  Iri-artc,  como 
Uri-artc  en  di  ayuntamiento  de  .'Mzo;  Iriartc  Mayor,  en  el  de  Elgoi- 
bar;  Iri-be  o  bajo  la  villa,  en  efl  de  Vergara,  y  es  el  Iri-ppo  de  Has 
monedas  celtibéricas  (Flórez,  Mcdall.,  II,  474).  Iri-burn  o  cima  de  la 
población,  en  el  mismo  ayuntamiento ;  Iri-goyen,  lo  alto  de  la  pobla- 
ción, en  el  ayuntamiento  de  Elgueta  y  en  el  de  San  Sebastián ;  Iri-ondo- 
Echcbcrri.  en  el  de  Abalcisqueta ;  iri-ondo,  suena  al  pie  de  la  pobla- 
ción. Don  Pedro  de  Aragón  hizo  a  la  iglesia  de  Pamplona  donación 
de  la  villa  llamada  Ztibiri  diciendo :  "unam  villam  meam,  quae  voca- 
tur  Znbiria,  scilicet  iuxta  pontem  sita".  Y,  efectivamente,  ziihi  es  el 
puente ;  iri,  población.  En  Navarra  hay  dos  llamadas  Iri-bcrri,  que  sue- 
na poWación  nueva,  o  sea  \^illanueva,  en  los  ayuntamientos  de  Atez 
y  Leoz;  Iri-sarri,  sarri  frecuente,  en  el  de  Yanci;  Iri-bas,  o  bosque 
desierto  del  poblado,  en  el  de  Larraun.  Tome,  pues,  nota,  don  Anto- 
nio, de  que  también  en  Galicia  había  toponimia  basca  y  se  hablaba  bas- 
cuence. Sufijado,  como  en  Zub-iri,  Ho  tenemos  en  Gab-irui,  etc. 

Según  Humboldt  (pág.  34),  variantes  son  de  una  misma  palabra 
iri  y  uri,  ili  y  uli,  voces  tan  empleadas  en  la  toponimia  ibérica,  que 
ellas  sodas  se  bastan  ipara  probar  abundantemente  que  el  bascuence  se 
habló  por  toda  España.  Yo  adelgazo  más.  Uri  vale  villa  o  población, 
por  las  aguas  junto  a  las  cuales  se  habitaba;  iri  propiamente  valle  en 
dirección  a,  como  en  Zub-iri,  iuxta  pontem,  bcdcratzietako-iri-an,  a 
eso  de  las  nueve;  iri-artan,  hacia  aquella  época  u  hora;  goizt-iri,  ha- 
cia la  mañana.  Díjose  por  población  como  variante  de  uri,  según  se 
trasluce  eíl  cambio  de  t  y  de  w  en  las  monedas  celtibéricas,  o  mejor 
por  la  cercainía  y  dirección,  iri-burn  es  él  cabezo;  iri-goicn,  en  lo  ailto; 
iri-be,  ilo  bajo  de  la  población.  Iri-berri  suena  Villanueva,  e  Iri-zar,  Vi- 
llavieja,  y  hay  tres  poblaciones  así  llamadas  en  Guipúzcoa.  Las  for- 
mas con  I  me  indlino  a  creer  que  no  son  variantes  dialectales  de  iri 
y  uri.  Los  sufijos  -el,  -il,  -ol,  -ul,  por  significar  junta,  unión,  sirven  para 
nombres  de  ipoblaciones,  ya  en  el  país  basco,  como  en  Bct-elu,  ya  en 
la  toponimia  ibérica.  Uli  vale  mosca.  En  la  Bética  hubo  una  Ulia  (Dion 
Cas.,  XLIII,  31)  y  en  San  Sebastián  está  e(l  monte  Ulxa,  y  la  población 
llamada  Muscaria  por  Jos  romanos  pudiera  ser,  según  Humboldt  (pá- 
gina 35),  traducción  de  UUa.  Mosquera  y  Mosquerucla  fueron  pobla- 
ciones junto  a  Tudela  de  Navarra.  Pero  tampoco  puede  dudarse  de 
que  uli  en  poblaciones  más  bien  se  usó  en  el  mismo  sentido  del  alle- 
garse y  juntarse  y  apegarse,  al  igual  que  Ui  y  que  los  citados  sufijos,, 
y  que  la  mosca,  pues  ésta  se  dijo  uli  por  la  pesadez  del  apegarse  a  uno. 
Sufijado  lo  tenemos  en  Dard-tdia,  Turd-ulia.  El  poblado  díjose  ili  y 
vli  por  el  juntarse  a  vivir,  no  como  variantes  de  iri,  uri.  Véase  el  Te- 
soro (R.  L).  En  Álava  tenemos,  pues,  nueve  Uli-barri,  o  Ulli-bayri,  o 
sea  Villanueva,  en  varios  ayuntamientos,  y  un  Uli-zar,  o  sea  Villavie- 
ja,  en  el  de  Ayala.  En  Navarra  hay  Uli  Alto,  en  el  ayuntamiento  de 
Arce,  y  Uli  Bajo  en  di  de  Ix)nguida;  Uli-barri,  en  el  de  Lana;  Ul-zama, 
Ul-zurrun  y  Ul-oci,  son  más  conocidos;  ul  vale  acercamiento,  de  don- 
de precisamente  salió  el  derivado  ul-i.   Con  ili  tenemos  en  la  toj)oni- 


ACERCA  DEL  ÉUSQUERA  Y  DEL  CASTELLANO  I /I 

mía  ibérica  (Humboldt,  pág.  35)  Ilia,  sobrenombre  de  Hipa,  según  las 
inscripciones  (Plin.,  I,  138),  y  nótese  que  -pa  vale  bajo  en  bascuence, 
romo  en  Iri-he  lo  bajo  de  la  villa,  ll-nrci  o  lUurcis  fué  el  nom])re,  se- 
gún Festo  Pompeyo,  de  la  que  después  se  dijo  Gracc-uri-s  (Plin.,  I,  143), 
uri  o  ciudad  de  Graco  {Livii  epit.,  I,  XLI)  y  estaba  entre  los  bascos. 
En  bascuence  urk-i  es  el  abedul,  y  lo  tenemos  en  Urki-ola,  como  en 
ll-iirci.  Ili-gor,  IH-puia  viagna  y  minor,  «n  la  Bética  (Plin.,  I,  137,  139)  ; 
pulo  y  pulu  es  montón;  gor  es  sordo  y  gora,  arriba.  lU-heri  o  Ili- 
herri  (Plin.,  I,  137),  como  Iri-herri,  suena  Villanueva  y  era  Granada. 
Illungis,  entre  flos  TurduJos;  Illurco,  en  la  Bética  e  Ilorcum  O;  Lorca, 
como  eil  Il-urci  ya  visto,  o  Graccuris  posterior.  Ile-osca  (Strab.,  III,  4) 
de  los  Ilergetes,  Ily-byrge  (del  griego  torre) ;  üe  es  el  pelo  en  bas- 
cuence. Il-ar  es  di  brezo,  la  arveja,  la  alubia  y  fio  hallamos  en  Ilar-duya, 
ayuntamiento  de  Aspárrena,  de  Álava ;  Ilarr-aza,  en  el  de  Vitoria ;  en 
Guipúzcoa,  Illarr-asu,  de(l  ayuntamiento  de  Lizarza;  Illarr-ea,  en  el 
de  Oyárzun;  Illarr-aga,  en  el  de  Azpeitia.  Así  se  entenderá  el  nom- 
bre de  Ilar-cnris,  en  Carpetania  (Ptol.,  II,  6) ;  giiri  (o  kuri  por  la  r 
anterior)  vale  .lozano,  rollizo,  tierno,  jugoso.  Creo  ver  este  guri  en 
Caiaguris  Fibidarensis,  de  los  antiguos  bascos;  Calaguris  Nassica,  de 
los  ilergetes  (Plin.,  I,  152)  ;  Lacuris,  de  los  Oretanos.  Humboldt  dice 
(pág.  36)  que  "Qos  epítetos  latinos  están  tomados  del  género  de  in- 
dustria de  líos  habitantes",  como  Nassica,  de  nassa;  Fibularensis,  aca- 
so de  fíbula,  especie  de  caña  para  trenzar  cestones.  En  vano  se  ha 
intentado  traer  el  primero  de  Scipio  Nassica.  Cuanto  a  Cala-  creo  está 
por  gala-,  que  equivale  a  gali  o  gari,  los  cereales;  así,  gal-ale,  grano 
de  gal  o  sea  de  trigo;  gal-andi,  trigo  barbudo  o  grande,  etc. 

Antonio. — ^En  la  pág.  115  da  a  entender  Fernández  y  González  que 
fueron  turanios  los  primeros  iberos  que  vinieron  a  Esjpaña,  lo  cual 
concuerda  con  (lo  que  leímos  en  Menéndez  y  Peílayo. 

Aurelio. — iComo  que  éste  lo  tomó  de  aquél.  ¿Tendrá  también  por 
lengua  altaica  al  bascuence?  Veamos  qué  razones  aduce  en  pro  de  tal 
opinión,  que  nos  vuelve  a  cortar  otra  vez  el  paso. 

Antonio. — La  relación,  en  primer  lugai-,  de  ciertos  nombres  geo- 
gráficos del  Cáucaso  con  los  bascongados  de  Ja  antigua  España. 

Aurelio. — Fuera  de  que  es. peligroso  comparar  tales  nombres;  aun 
dado  que  tuvieran  un  mismo  origen,  sólo  podría  deducirse  que  los  bas- 
congados pasaron  por  aquellos  parajes  al  venir  a  Europa,  o  que  aque- 
llas lenguas  antiguas  o  modernas,  que  impusieron  tales  nombres,  tenían 
alguna  relación  con  el  eúskera;  'relación  que  he  afirmado  yo  respecto 
de  todas  las  lenguas.  Las  caucásicas,  entre  ellas  el  georgiano,  que  com- 
paró el  padre  Fita  com  el  eúskera,  no  tienen  con  esta  lengua  más  afi- 
nidad que  las  demás,  y  aún  menos,  por  el  estado  de  gran  corrupción 
en  que  se  encuentran. 

Antonio. — ¿Y  de  Tubal  y  los  tubalistas?  Porque  es  otro  argumento. 

Aurelio. — Nada  dice  el  eúskera,  de  modo  que  no  me  toca  a  mí 
decidir. 

Antonio. — En  la  pág.  118  da  a  entender  que  los  iberos  son  los  bas- 


17-  DIÁLOGOS   FAMILIARES 

congados,  y  en  Ja  115  discurre  de  ellos  como  si  fueron  turanios;  no 
concuerda,  pues,  con  Menéndez  y  Pelayo,  que  afirma  no  ser  iberos  los 
euscaldunas  y  que  éstos  son  turanios,  mientras  que  los  iberos  son  indo- 
europeos: áteme  o  suéltejníe  esos  cabos. 

Aurelio. — Suéltelos  el  que  los  enredó;  que  yo  no. 

A  los  que  en  tono  magistral  dan  por  asentado  y  cierto  que  el  bas- 
ouence  no  es  el  ibero  y  que  los  bascongados  no  son  los  iberos,  y  que 
las  ipruebas  de  líumboldt  son  poco  científicas,  responderé  con  las  pa- 
labras del  príncipe  Bonaparte:  "Quant  au  nom  de  Humboldt,  s'il  ne 
peut  suffire,  á  lui  tout  seul,  á  entrainer  une  conviction,  nous  ne 
vayons  pas  trop  Ja  raison  pour  jaquelle  ceux  de  MM.  Van  Eys,  Vinson 
et  Hovelacque  jouiraient,  á  eux  tout  seuis,  de  ce  privilége.  Que  sí 
l'on  nous  répond  que  les  deux  premiers  de  ees  messieurs  (M.  Hove- 
lacq.ie  n'ayant  fait  que  les  approuver)  ont  étayé  leur  opinión  d'argu- 
nitnts  qu'ils  trouvaient  concluants,  notre  replique  sera  que  ceux  du 
célebre  (pliildogue  que  nous  venons  de  nommer  nous  paraissent,  du 
moins  en  general,  beaucoup  plus  solides,  non  seulement  á  nous  qui 
sorames  désintéressés  dans  cette  question  qui  ne  nous  est  pas  person- 
iielle,  mais  aussi  á  des  juges  tres  compétents  en  linguistique,  tels  que 
Pott,  qui  "je  ne  doüte  pas  — dit-il —  que  la  communaté  de  famille  ne 
"démeure  établie,  en  ce  qui  est  essentiel,  entre  la  vieille  kngue  ibéri- 
"que  qui  es  l'ancétre,  et  la  langue  basque  actuelle  qui  est  la  petite-fille, 
"quelque  nombreuses  que  puissent  étre  les  erreurs  et  le  méprises  de 
"détail  que  l'on  est  en  état  de  découvrir  aujourd'hui  dans  He  livre  de 
"Humboldt,  á  cause  de  la  connaissance  plus  precise  et  plus  compréhen- 
'^sive  que  l'on  a  acquise  de  la  langue  basque  (i)"  (Ubcr  Vaskische  Fa- 
ftiili  en  ñamen.  Detmold,  1875.)  Y  cuenta  que  si  Pott  dice  ser  el  bas- 
cuence  nieto  del  ibero  y  no  el  mismo  ibero,  es  por  la  mera  y  no  proba- 
da suposición  de  que  la  lengua  de  hace  tantos  siglos  hablada  por  los 
iberos  ha  debido  cambiar  algo ;  quitado  este  falso  supuesto,  que  no  de- 
be admitirse  mientras  no  haya  pruebas  positivas,  el  dicho  de  Pott  sig- 
nifica sencillamente  que  el  bascuence  actual  es  la  lengua  que  hablaron 
los  iberos. 

Antonio. — ¿En  qué  se  fundan,  pues,  los  adversarios  de  Hum- 
boldt? 

Aurelio. — En  la  autoridad  de  Vinson  y  van  Eys,  que  parece  se 
han  propuesto  hacer  a  la  sordina  la  guerra  al  bascuence,  quizá  porque, 
como  dice  Bonaparte,  "ni  l'un  ni  l'autre  de  ees  messieurs  ne  connais- 
sen  assez  le  basque,  sur  tout  au  point  de  vue  scientifique  pour  pouvoir 


(i)  C'cst  ainsi,  en  effet,  que  des  auteurs  supcrficiels  nient  que  les  bas- 
ques soicnt  les  desccndants  des  iberos.  La  pluparL  des  hommes  instruits 
admettent  toutcfois  que  "I^  Gascopnc,  qui  formait  du  temps  des  Romains 
la  Novcmpnjuilaine  cu  Aquitaine  ^."  prit  son  nom  des  Vascons  ou  Vas- 
ques,  pcuple  d'EspaRnc  qui,  refoulé  par  les  Gnths,  franchit  les  Pyrenées 
vcrs  Tan  542.  et  s'établit  dans  los  provinces  nommécs  Gascogne  e  Guycnne". 
(Voyct  PiOuillct.  Dict.  univ.  d'Hist.  et  de  Gcocir.,  au  mot  Gascogtie).  C'est 
á  M.  Lnchairc  á  protivcr  le  contrairc,  et  non  pas  á  nous  á  dcmontrcr  ce  qui 
est  géncralcmcnt  admis. 


ACERCA  DEL  ÉUSQUERA  Y  DEL  CASTELLANO  1 73 

-apprécier  d'une  maniere  corréete  le  mécanisme  de  cette  langue,  car  les 
nombreuses  erreurs  dont  Icurs  ouvrages  fourmillent  et  que  M.  Lu- 
chaire  ne  saurait  distingxier,  en  sont  la  preuve  la  plus  frappante"  (i). 

Antonio. — ¡  Ya  liabia  yo  notado  que  estos  dos  autores,  y  alguno  que 
otro  más,  habían  maleado  el  criterio  bascófilo  por  Madrid!  Pero,  a  'la 
verdad,  no  me  extraña,  porque  a  Madrid  viene  la  ciencia  europea  pa- 
sando siempre  por  París,  y  allá  toma  el  tono  parisiense. 

Aurelio. — Que  en  achaque  de  lingüística  es  un  si  es  no  es  mate- 
rialista; por  lo  menos  en  manos  de  los  dichos  autores.  ¿Sabrá  usted 
que  el  mismo  Bonaparte  se  lo  echó  en  cara? 

Antonio. — ^No  es  muy  creíble,  pues  el  Príncipe  bascófilo  no  era 
muy  dado  a.  la  .metafísica,  que  digamos. 

Aurelio. — Pues  oiga  lo  que  dice  (2) :  "Nous  finirons  par  remar- 
quer,  au  su  jet  du  caractére  métaphysique  que  Ton  reproche  á  notre 
opinión,  que  M.  Hovelacque  ne  saurait  forcer  tous  ceux  qui  ont  le 
malheur  de  ne  pas  penser  comme  luí  á  partager  son  horreur  de  tout  ce 
qui  n'est  pas,  en  fait  de  langage,  du  domaine  exclusif  de  la  matiere. 
Un  juste  milien  nous  parait  plus  conforme  á  cet  esprit  de  sagesse 
(le  "sal  sapientiae"),  sans  lequél  la  science  elle-méme  n'est  qu'illu- 
sion,  erreur  et  mensoinge." 

Antonio. — Y  ¿cómo  se  dejan  embaucar  nuestros  eruditos  de  esos 
csipíritU's  materialistas,  sin  caer  en  la  cuenta  que  se  hacen  propagado- 
res de  corrientes  científicas  tan  turbias  y  que  tan  poco  suelen  gustar 
por  España? 

Aurelio. — Pues...  arrastrados  de  la  comezón  de  pasar  por  hombres 
que  están  al  tanto  de  la  última  palabra  de  la  ciencia,  cuando  no  tienen 
tiempo  para  pararse  a  considerar  si  esa  última  palabra  es  falsa.,  aun- 
que venga  de  París.  Aquí,  amigo  mío,  convénzase  usted,  vamos  a  re- 
molque en  todo,  y  en  el  tren  de  la  ciencia  no  somos  ni  vagón  de  ter- 
cera clase,  somos  el  furgón;  llevamos,  digo,  las  noticias,  sin  ponernos 
a  revisarlas,  encerradas  en  sus  baúles,  como  nos  las  encajaron  en 
París. 

Antonio. — ¡  Es  lastimoso ! 

Aurelio. — Pero,  ¿no  ve  usted  que  si  uno  lleva  aquí  la  contra  a 
€sa  última  palabra  de  la  ciencia  los  que  viven  en  Europa  no  le  oyen,  y 
los  que  viven  en  España,  como  no  entienden,  lo  desprecian  creyéndole 
poco  enterado?  Figúrese  que  yo  escribo  una  obra  sobre  el  bascuence  y 
digo  que  ese  bascuence  explica  lo  que  hasta  hoy  era  inexplicable  en 
las  gramáticas  del  griego  y  del  sánskrit;  ¿no  le  pa'^ece  a  usted  que 
me  mirarán  con  una  sonrisa  compasiva? 

Antonio. — iComo  le  miré  yo  la  primera  vez  que  me  quiso  usted 
mostrar  algo  de  eso  mismo,  allá  en  Bilbao,  aquella  tarde  famosa... 


(i)  Cfr.  etiam  Remarques  a  las  notas  que  Vinson  puso  al  Ensayo  de 
Ribáry,  por  Bonaparte. 

(2)  Remarques  sus  plus,  assertions  de  M.  Abel  Hovelacque  concernant 
la  langue  basque. 


1/4  DIÁLOGOS    FAMILIARES 

Aurelio.— «Precisamente, 

Antonio. — Pues  bien,  don  Aurelio,  no  haga  usted  caso  de  esas  son- 
risas y  escriba  y  publique  usted  su  obra  sobre  el  bascuence,  y  sin  mi- 
ramientos ni  contemplaciones  diga  usted  cuanto  sepa;  que  si  hoy  no  le 
leen  los  unos  y  se  le  ríen  Jos  otros,  día  llegará,  como  me  llegó  a  mí, 
en  que  los  verdaderos  sabios,  que  no  se  pagan  de  modas  ni  de  brevetes 
d'invcntion  dados  en  París,  le  darán  a  usted  la  razón.  El  escritor  es- 
cribe, ciertamente,  para  sus  coetáneos;  pero,  a  menudo,  las  obras  de 
más  profundo  ingenio  no  las  entienden  éstos,  sino  los  venideros,  que 
5e  ven  libres  de  las  pasiones  que  ciegan  a  veces  Ja  vista  para  no  en- 
tenderlas. 

El  eúskera  se  muere,  amigo  mío,  y  hay  que  retratarlo  antes  de  que 
sea  cadáver. 

Aurelio. — "Nada  indica,  le  diré  yo  a  esa  última  observación,  sir- 
viéndome de  las  palabras  de  Bonaparte  (Remarques  sur  certaines  no- 
íí\>,  etc.,  dont  M.  J.  Vinson  a  accompagné  Vessai  de  F.  Ribáry),  que 
el  bascuence  tenga  muchas  ganas  de  morirse.  Esta  lengua,  contra  la 
cual  M.  Vinson  guarda  tanto  rencor,  sea  porque  i^ertenece  a  una 
raza  antigua,  que  no  se  avendrá  jamás  con  ciertas  ideas  de  los  miem- 
bros de  la  vaillante  armée,  sea  porque  nunca  lia  podido  llegar  dicho 
señor  a  dominarla  enteramente,  desde  el  punto  de  vista  científico,  se- 
guirá viviendo  por  muchos  siglos  todavía;  se  lo  prometemos  con  segu- 
ridad a  M.  Vinson,  y  con  gran  satisfacción  de  los  verdaderos  lingüis- 
tas y  de  Jos  verdaderos  filólogos  (i). 

Pero  dejemos  ya  este  punto  y  continúe  usted  con  el  libro  de  Fer- 
nández y  González. 

Antonio. — ^El  señor  A.  iMaury,  profesor  en  el  Colegio  de  Francia, 
conviene  con  usted  en  que  los  escualdunas  son  los  antiguos  iberos,  v 
que  no  son  de  raza  indo-europea,  y  parece  atenerse  a  la  opinión  de 
"Bonaparte  y  de  la  mayor  parte  de  los  sabios",  que  relacionan  el  eús- 
kera con  las  Jenguas  urales. 

Aurelio. — Esa  es  la  corriente,  encauzada  por  Charencey  y  por  el 
Principe  bascófilo;  pero  ya  le  tengo  repetido  que  con  la  misma  razón 
podrían  relacionarlo  con  la  lengua  de  las  islas  Maldivias. 

Antonio. — Y  luego  halla  relaciones  con  el  copto  para  explicar  la 
llegada  de  los  iberos  a  España  por  el  África. 

Aurelio. — No  cambio  de  respuesta;  esas  palabras  traídas  del  copto 
tienen  afinidad  con  las  eúskaras,  lo  confieso;  todo  eso  y  lo  que  viene 
después  en  el  autor  sólo  prueba  una  cosa:  la  unidad  originaria  del  li- 
naje humano  y  de  las  lenguas  todas,  que  Ccjador  protó  ya  en  la  Em- 
briogenia del  lenguaje. 

Antonio. — Ahora  llega  el  señor  Bladé,  antibascófilo  furibundo,  pá- 


(0  Acerca  de  Traggia  y  los  Sabios  vendidos  a  los  gobernantes  para 
hablar  contra  el  eúskera,  véase  El  Gabán  y  la  Chaqueta,  pá.cf.  IV  de  Trne- 
ba ;  porque  ya  he  insinuado  que  esta  tirria  contra  el  l>ascucncc  es  muy 
antigua. 


ACERCA  DEL  ÉUSQUERA  Y  DEL  CASTELLANO  I75 

ginas  135  y  siguientes,  y  lo  refuta  sólida  y  brevemente  el  señor  Fer- 
nández y  González. 

Aurelio. — Dejémonos  del  señor  Bladé,  que  hartos  Bladés  tenemos 
en  España  y,  si  ha  terminado  con  Feraiández  y  González,  vengamos  ya 
al  librito  de  Humboldt.  Y  ante  todo  Hubner,  autoridad  en  esta  ma- 
teria para  todos,  afirma  que  Hiiinholdt  aprobó  clara  y  terminante- 
mente que  los  nomíbres  geográficos  ibéricos  se  deben  interpretar  por 
el  bascuence  {Momim.  Ibcr.,  <1.  XXV).  "Sed  tamen  — dice —  in  uni- 
versum  ratiocinatione  Juculentissima  id  evicit,  quod  demostrandum 
sibi  proposuerat,  scilicet  nomina  locorum  hominumque  veré  Ibérica 
explicanda  esse  e  Vasconum  lingua." 

De  1904-1906  es  el  Gruñáis  der  Romanischen  Philologic,  Strass- 
burg.  En  esta  obra,  escrita  por  los  más  célebres  romanistas  alemanes, 
trata  del  bascuence  Georg  Gerland.  Conviene  en  que  el  libro  de  Hmn- 
boldt  sobre  Los  primeros  habitantes  de  España,  contiene  algunas  eti- 
mologías poco  fundadas;  pero  que  hay  otras,  y  las  más,  que  prueban 
suficientemente  su  intento,  y  reproclia  a  Viinson,  van  Eys  y  Blaáé  la 
oposición  que  sin  fundamento  hacen  a  esta  doctrina.  "Ich  halte  — di- 
ce—  es  nicht  für  notig,  ■il>ei  den\  gegnerischen  Ansichten  lange  zu  ver- 
V  eilen,  da  die  historischen,  aber  sehr  wenig  krátischen  Einwürfe  Bla- 
dés ischon  durch  das  bisiher  Gesagte  erledigt  sind  un  ebenso  die  lin- 
guistischen  Negationen  Vinsons  und  van  Eys.  Ihr  Widersiprechen  ist 
eben  nur  ein  kahles  Verneinen  einen  Gagenbeweis  führ'en  sie  nicht. 
Dass  Humboldts  Eitymologien  vieilfach  ganz  falsch,  ihre  Methode  nicht 
immer  die  riclitige  war,  ist  unzw^eifelhaft,  allein  wir  sahen  ja,  dass 
eiiie  Menge  ganz  richtigter  Deutungen  blieben...  Dáe  Widersprüohe 
Vinsons  und  van  Eys  konnen  uns  also  nidht  bewegen,  anderer  An- 
sirht  zu  sein,  ais  in  Deutschland  v^-ohl  die  meisten  und  kompetentes- 
ten  Gelehrten,  in  Frankreich  und  England  (Dawkins,  J.  Rhys  u.  a.) 
eine  Reiche  der  hervorragendsten  Forscher  sind,  dass  wir  in  den  Bas- 
ken,  demí  Euskara  Verwandte  der  Iberer,  des  Iberischen  (Alt-Bas- 
kischen)  in  den  Basken  also  die  Nachkommen  bestimmber  iberischer 
Stámme  vor  uns  haben.  Hierduch  aber  sind  die  Basken  ethnisch  fi- 
xiert." 

Antonio. — Esta  cita  deberían  leerla  nuestros  eruditos  españoles. 
Los  sabios  más  competentes  de  Alemania,  Francia  e  Inglaterra  tienen 
ya  por  averiguado  y  fuera  de  toda  duda  que  los  iberos  hablaron  bas- 
cuence, que  los  antepasados  de  los  bascos  son  los  iberos. 

Aurelio. — Añade  que  en  las  costumbres  y  en  todo  el  exterior  los 
iberos  convienen  con  los  bascos  y  que,  como  ya.  le  dije,  el  nombre  de 
iberos  lo  tomaron  los  griegos  comerciantes  de  Marsella  de  los  ribere- 
ños del  Ebro  y  lo  generalizaron  a  los  demás  españoles,  que  eran  de 
una  misma  raza.  Y  todavía  dice  más :  que  esta  unidad  de  raza  y  de 
lenguaje  se  prueba  por  el  mismo  idioma  castellano,  que  en  toda  España 
es  y  fué  sustancialmente  el  mismo,  a  pesar  de  Jas  pequeñas  variantes 
dialectales  que  puedan  notarse.  Si  los  iberos  hubieran  hablado  idiomas 
diferentes,  los  romances  hubieran  isido  diferentes  en  las  varias  regio- 


1/6  DIÁLOGOS    FAMILIARES 

nes  donde  se  habla  castellano,  como  sucedió  con  los  romances  de  Fran- 
cia e  Italia.  "Davon  iste  keine  Spur",  no  hay  huella  de  tales  diferencias 
en  España.  En  la  antigüedad  — dice —  entraron  en  España  romanos, 
griegos,  celtas  (hacia  el  530  antes  de  J.  C,  Müllenhoff)  y  semitas;  y 
con  todo,  quedaron  sustancialmente  ibéricas  las  costiunbrcs,  y  los  cel- 
tas hiciéronse  iberos  con  el  tiempo.  El  idioma  perdióse,  aunque  no  del 
todo;  pero  los  españoles  siguieron  siendo  sustancialmente  iberos,  vie- 
jos bascos:  "Die  Sprache  ging  verloren,  wenn  aucfli  .nicht  überall; 
aber  die  Spanier  blieben  in  ihrem  Wesen  dennoch  Iberer,  Altbasken." 
Esta  persistencia  del  carácter  nacional,  a  pesar  del  cambio  de  lengua, 
parece  ser  ley  etnológica  sin  excepción.  Finalmente,  de  todo  ello  saca 
como  consecuencia  que  el  pueblo  basco  es  de  grandísima  importancia 
histórica. 

Antonio. — Ninguna  le  han  concedido  nuestros  historiadores,  pues 
teniendo  a  mano  el  más  insigne  monumento  de  un  pueblo,  cual  es  su 
idioma,  no  les  ocurrió  examinarlo  ni  consultarlo  en  lo  más  mínimo. 

Aurelio. — "Hierdurch  nehmen  die  Basken  eine  sehr  bedeutende 
welthistorische  Stellung  ein."  Y  si  para  la  historia  de  Esipaña  es  impor- 
tante ese  monumento,  figúrese  si  lo  será  para  explicar  cosas  de  nues- 
tro romance. 

Antonio. — En  su  Manual  el-emental  de  gramática  histórica  española 
dice,  sin  embargo,  Menéndez  Pidal :  ''La  influencia  de  las  lenguas  ibé- 
ricas que,  salvo  el  basco,  perecieron  con  la  romanización  de  España, 
es  muy  escasa  y  dudosa  f>or  ser  aquéllas  poco  conocidas." 

Aurelio. — No  hubo  lenguas  ibéricas,  sino  lengua  ibérica,  que  es  el 
bascuence,  que  no  es  poco  conocido  y  que  el  que  quiera  puede  apren- 
derlo. ¿Eso  no  más  dice  del  infhíio  del  bascuence  en  el  castellano? 

Antonio. — Nada  más,  y  me  suena  a  que  eJ  autor  comulga  con  Vin- 
son,  Van  Eys  y  Bladé. 

Aurelio. — Todos  los  de  la  Institución  libre  de  enseñanza  comulgan 
con  los  no  muy  afectos  a  las  cosas  españolas.  Oiga,  pues,  lo  que  dice 
Gerland:  "Que  las  particularidades  lingüísticas  de  los  iberobascos  se 
noten  en  el  mediodía  de  Francia,  en  el  habla  gascona,  nos  lo  dijo  ya 
Luchaire.  Muchas  de  esas  influencias  se  notan  aún  en  el  castellano, 
sobre  todo  en  el  léxico:  "Eine  ganze  Reibe  solcher  Einflüsse  zeigt  nun 
auch  das  Spanische  Zunáchst  im  Wortschatz."  Pero  volvamos  al  li- 
bro de  Humboldt,  tan  aceptado  y  aprobado  sustancialmente  por  los 
sabios  extranjeros. 

Antonio. — Desearía  saber  por  qué,  pues,  los  eruditos  españoles  no 
han  aceptado  ese  libro  y  sus  consecuencias. 

Aurelio, — ^Eso  se  lo  debía  preguntar  yo  más  bien  a  usted,  que  es 
uno  de  ellos. 

Antonio. — En  cuanto  a  mí,  le  puedo  decir  que  no  entiendo  jota  d€ 
bascuence;  así  es  que  ese  libro  es  para  mí  letra  muerta.  También  re- 
cuerdo haber  leído  que  los  que  interpretan  los  nombres  antiguos  por 
«1  bascuence  parten  de  un   falso  principio,  que  es  el  de  su¡x)ner  que. 


ACERCA  DEL  ÉUSQUERA  Y  DEL  CASTELLANO  I// 

esta  lengua  no  ha  cambiado  desde  entonces,  lo  cual,  cierto,  es  mucho > 
suponer;  tal  vez  se  fundaráai  en  esto  los  que  no  admiten  la  obra  de 
Humboldt. 

Aurelio. — iSi  no  es  en  ésa,  no  sé  en  qué  otra  razón  puedan  fun- 
darse; y,  efectivamente,  tal  aparece  en  uno  de  los  eruditos  de  más 
fama,  muy  dado  a  etimologías  y  que  pasa  por  gran  conocedor  del 
eúskera,  y  del  celta,  y  del  georgiano. 

Antonio. — ^¡  Ya  caigo !  El  padre  Fita. 

Aurelio. — Y,  sin  embargo,  yo  sostengo  que  el  eúskera  no  ha  cam- 
biado. 

Antonio. — Difícil  le  será  probarlo  no  habiendo  documentos;  pero 
en  caso  de  quedar  probado,  yo  no  veo  por  qué  no  habíamos  de  admitir 
las  conclusiones  que  se  desprenden  de  este  estudio  de  Humboldt. 

Aurelio. — ^Oiga  usted  mis  razones  y  arguya.  Los  contrarios  no  tie- 
nen más  que  un  argumento,  el  de  que  toda  lengua  va  modificándose 
insensiblemente  con  el  tiempo.  Como  usted  ve,  es  argumento  que  tiene 
su  fuerza,  pero  puramente  negativo,  por  lo  cual  aio  podrá  resistir  a. 
los  positivos,  si  los  hubiere  en  contrario. 

Antonio. — 'Es  muy  debido  y  justo. 

Aurelio. — Y  advierta  que  no  trata  de  debilitarlo,  como  pudiera,  di- 
ciendo que  aunque  cambien  las  lenguas,  no  se  desfiguran  tanto  que 
no  den  pie  para  hallar  etimologías,  como  se  lo  he  mostrado  en  las 
comparaciones  ligeras  que  hicimos  el  otro  día  entre  el  bascuence  y 
las  demás  lenguas.  Pero,  por  lo  mismo,  deseo  que  me  diga  usted  si 
está  dispuesto  a  desechar  ese  argumento  negativo  en  el  caso  de  que 
haya  otros  positivos  en  contra. 

Antonio. — ^¡  Qué  desconfiado  es  usted!  ¿A  qué  viene  eso? 

Aurelio. — ^Pues  viene  al  caso  de  que  las  aprensiones  de  este  género 
son  difíciles  de  desvanecer,  aunque  en  el  terreno  teórico  la  lógica  esté 
por  mi  modo  de  argüir. 

Antonio. — /Daré  oídos  a  la  lógica,  y  al  primer  argumento  positivo 
queda  el  negativo  borrado  enteramente  de  mi  cabeza;  pero  antes  ten- 
go yo  que  proponer  un  argumento  muy  positivo  y  que  usted,  como  to- 
dos los  lingüistas  modernos,  no  podrá  menos  de  aceptar. 

El  bascuence,  como  todas  las  lenguas,  está  sujeto  a  la  ley  fatal  de 
la  lucha  por  la  existencia  y  a  la  del  continuo  cambio:  es  la  ley  de- 
todo lo  que  tiene  vida,  de  todos  los  seres  contingentes,  más  bien. 

Aurelio. — Concedido;  ipero  habla  usted  en  mi  favor. 

Antonio. — No  comprendo...  ' 

Aurelio. — Tome  usted  ese  libro  y  lea. 

Antonio. — Los  nombres  de  los  dioses,  por  Estanislao  Sánchez  Cal- 
vo. Veamos  lo  que  dice:  ¿página? 

Aurelio. — Página  59. 

Antonio. — "Según  él..." 

Aurelio. — Es  decir,  según  Augusto  Schleicher. 

Antonio. — "las  lenguas  son  organismos  naturales  que,  independien— 


178  DIÁLOGOS    FAMILIARES 

tes  de  la  voluntad  humana,  nacen,  crecen  y  se  desarrollan,  y  después 
envejecen  y  mueren..." 

Aurelio. — Continúe  aquí... 

Antonio. — "Si,  pues,  hacemos  aplicación  de  estos  principios  'al  fe- 
nómeno de  la  existencia  del  eúskaro,  vemos  que  sería  enteramente 
imp>osible  su  conservación,  rodeado  de  elementos  extraños,  aryanos  to- 
dos, y  aislado  de  los  suyos  desde  hace  por  lo  nienos  más  de  treinta  si- 
glos, si  no  fuera  ya  en  aquellos  tiempos  una  lengua  acabada  y  fija,  de 
robusta  aranazón  y  de  formas  definidas.  Apenas  se  comprende  tanta 
persistencia  en  medio  de  tanta  invasión,  y,  por  lo  mismo,  de  tanta 
mezcla.  El  tipo  físico  de  este  pueblo  ha  sufrido  cambios;  sin  embargo, 
su  lengua  permanece  casi  inalterable.  Sólo  las  especies  perfectamente 
constituidas  como  tales  son  capaces  de  semejante  fijeza." 

Aurelio. — Ese  es  un  golpe  de  genio;  pero  prosiga. 

Antonio. — "ELI  eúskaro  no  ha  podido  fundirse  ni  dar  lugar  a  nuevas 
variedades  con  Jos  idiomas  invasores,  celta,  latín,  germánico,  por  esta 
razón:  las  variedades,  alejándose  y  diferenciándose  paulatinamente 
unas  de  otras,  conviértense,  a  la  larga,  en  especies,  y  por  una  ley 
de  correlación  de  crecimiento  que  influye  también  en  el  misterio  de 
la  concepción,  llegan  a  hacerse  incompatibles  para  el  acto  genera- 
tivo. La  misma  ley  preside  a  la  generación  de  los  idiomas.  Lo  se- 
mejante fecundiza  a  lo  semejante.  Los  mestizos  de  todas  las  espe- 
cies, incluyendo  la  humana,  son  poco  fecundos.  La  razón  de  super- 
vivencia de  una  e9¡>ecie  es,  pues,  la  infecundidad  en  su  relación  con 
otras,  porque  los  descendientes  en  la  lucha  por  la  vida  y  en  las  nue- 
vas necesidades  emanadas  de  las  nuevas  condiciones  que  han  produ- 
cido 'la  variedad,  destruyen  los  tipos  antecesores.  Así  el  francés,  el 
español  y  el  italiano  mataron  al  latín.  He  aquí  el  secreto  de  la  su- 
pervivencia y  de  la  esterilidad  del  eúskaro.  Tal  era  la  distancia,  en 
la  relación  de  tiempo  y  de  evolución,  que  mediaba  entre  él  y  los 
otros  idiomas  aryanos  que  invadieron  la  Europa  hace  cuatro  mil 
años  f>or  lo  menos,  que  la  mezcla  fué  imposible  por  tratarse  de  es- 
pecies ya  formadas,  y  el  basco  subsistió.  ¿Qué  antigüedad  será  la 
suya,  cuando  en  aquella  época,  que  algunos  juzgan  primitiva,  había 
alcanzado  ya  ese  grado  de  incompatibilidad  con  el  aryanismo?  ¡Qué 
período  de  evolución  tan  largo  y  lento  no  supone  entre  las  dos  fuen- 
tes aryana  y  turaniana !  Mas  deduzcamos  ahora  su  importancia.  Una 
lengua  más  perfecta  que  oLra  cualquiera  de  su  clase,  cuya  existen- 
cia está  señalada  (por  los  historiadores  hace  unos  dos  mil  años  en 
el  mismo  sitio  del  mundo,  reducida  ya  a  las  exiguas  proporciones 
en  que  hoy  se-  encuentra,  debe  suponerse  que  habrá  tenido  un  i>e- 
riodo  de  mayor  esplendor  y  crecimiento  entre  pueblos  y  lenguas  afi- 
nes de  otro  tiempo.  No  es  creíble  que  haya  nacido  allí  sin  saber 
cómo.  O  llegó  antes  o  después  de  la  invasión  aryana.  Si  se  opea 
por  lo  últinxo,  es  bien  fácil  probar  que  es  imposible.  ¿Cómo,  en  efec- 
to,  habría  de  poder  un   pueblo  entero  atravesar   la   Europa,   vinien- 


ACERCA  DEL  ÉUSQUERA  Y  DEL  CASTELLANO  I79 

<lo  del  Oriente  por  entre  razas  diferentes  de  la  suya,  sosteniendo 
mil  combates,  corriendo  mil  peligros  sin  dejar  ni  una  huella,  ni  un 
recuerdo  siquiera  de  su  paso  en  una  época,  relativamente  avanza- 
da ya  de  civilización?  De  lois  pelasgos,  ese  pueblo  corredor  y  aven- 
turero, se  sabe  algo,  sin  embargo.  ¿Y  no  se  había  de  saber  nada 
de  los  eúskaros?  Además,  en  el  pais  en  donde  se  detuvieron,  en  Es- 
paña y  en  el  mediodía  de  la  Francia,  no  debieran  faltar  tradicio- 
nes que  indicasen  la  llegada  de  un  pueblo  nuevo  y  extraño,  de  cos- 
tumbres distintas,  de  lenguaje  tan  inconíprensíble,  que  no  ¡XHÜa  me- 
nos de  perturbar  hondamente  a  los  antiguos  poseedores  del  territo- 
rio, Y  después,  esas  luchas  permanentes  y  esos  odios  que  se  esta- 
blecen siempre  entre  una  raza  enemiga  que  se  apodera  de  un  país 
y  los  que  son  dominados  por  ella,  ¿no  habían  de  dejar  rastro  algu- 
no?  Sería   inútil  continuar;  esa  opinión  es   insostenible. 

"Pudiera  decirse  que  vinieron  de  África  haciendo  su  entrada  por 
las  columnas  de  Hércules;  pero  esto,  por  las  mismas  razones,  no  tie- 
ne visos  de  verdad;  ni  quedaron  allí  huellas  de  sus  pasos,  ni  hay 
n>ada  qoie  se  parezca  a  su  lengua,  como  no  sea  alguna  pequeña  seme- 
janza  hereditaria. 

"La  raza  eúskara  debe  ser,  pues,  considerada,  históricamente  al 
menos,  como  la  primera  ocupante  del  país." 

Aurelio. — ^Basta.  Ahora  ¿cree  usted  que  desde  que  está  en  Es- 
paña haya  podido  esa  raza,  diseminadas  como  ise  hallan  sus  gentes 
en  pueblos  y  caseríos,  inventar  esa  admirable  lengua,  que  deja  ató- 
nitos a  cuantos  la  conocen?  ¿Qué  grado  de  esplendor  tuvo  aquí  ese 
pueblo  para  que  llegase  a  formarse  o  perfeccionarse  con  la  unidad 
que  la  distingue  en  su  misma  variedad  de  dialectos?  ¿Qué  acade- 
mias, qué  comunicaciones,  qué  literatura  contribuyeron  a  tan  extra- 
ordinaria empresa?  La  historia,  que  debería  saberlo,  se  calla;  cada 
familia  conserva  un  retazo  de  esa  lengua  inmensa,  cuya  magnifi- 
cencia e  inmensidad,  cuya  unidad  admirable,  cuando  se  reúnen  en 
un  haz  todos  los  dialectos,  muestran  palmariamente  que  vino  ya 
formada  y  completa  a  España,  y  que  si  en  España  durante  tantos 
siglos  no  se  ha  corrompido  ni  hecho  jirones  ha  sido  porque  en  la 
potencia  de  su  vitalidad,  en  su  misma  perfección,  en  su  esencia  es- 
pecífica había  llegado  ya  tan  acabada  y  perfecta  como  la  admira- 
mos hoy  después  de  más  de  treinta  o  cuarenta  siglos. 

Y  pudiera  seguir  adelante,  y  mostrarle  que  esa  perfección  no 
pudo  conseguirla  durante  el  largo  período  que  debió  invertir  el  pue- 
blo escualduna  en  sus  emigraciones  al  extremo  de  Europa  desde  el 
Asia,  si  de  allí  vino,  y  que  esa  perfección  tampoco  pudo  elaborar- 
se entre  las  tribus  escualdunas  durante  su  primera  permanencia  en 
el  Asia  ipor  aquellas  primitivas  edades;  que  tamaña  perfección  exi- 
ge un  grado  de  civilización  tal  en  aquellas  primitivas  tribus  que  es 
imposible,  de  haberse  dadio,  que  no  haya  sido  trasmitido  a  la  his- 
toria o  a  la  tradición... 


1 8o  DIÁLOGOS    FAMILIARES 

Antonio. — Pues  entonces,  ¿cuándo  se  formó  y  elaboró  ese  admi- 
rable lengu.  je? 

Aurelio. — Por  lo  menos  habrá  que  conceder  que  antes  de  la  de- 
gradación de  la  raza  (pues  degradación  en  ella  liay  que  admitir  para 
poder  explicar  sus  correrías  e  invasiones  hasta  Europa)  debió  de  ha- 
ber una  más  alta  civilización,  si  no  mayor  que  la  actual  en  esplen- 
dor externo  y  en  extensión,  por  lo  menos  en  intensidad,  en  espiri- 
tualismo,  en  conocimientos  y  en  profundidad  de  las  inteligencias: 
porque  la  filosofía  que  esa  lengua  encierra  es  mayor  de  la  que  us- 
ted se  puede  suponer... 

Pero,  dejando  todo  esto  aparte,  vuelvo  a  mi  tesis  de  la  inaltera- 
bilidad del  eúskera,  que  usted  ha  pretendido  rebatir,  y  digo  que  otro 
no  menor  argumento  sale  del  mismo  hecho  en  cuestión.  Multitud  de 
nombres  geográficos  de  una  cierta  región,  tal  como  los  presentan 
los  autores  antiguos,  hallan  explicación  obvia  en  la  lengua  actual 
que  se  habla  en  aquella  región,  y  algunos  de  aquellos  nombres  anti- 
guos suenan  lo  mismo  que  otros  nombres  geográficos  modernos  de 
la  misma  región  y  se  explican  igualmente  por  esa  lengua:  ¿habrá 
quien  diga  que  esa  lengua,  tal  como  hoy  vive,  no  se  habló  en  el 
tiempo  en  que  se  impusieron  aquellos  antiguos  nombres?  ¿Habrá 
quien  afirme  que  esa  lengua  ha  cambiado?  Don  Antonio,  cuando 
Humboldt  se  puso  a  explicar  los  antiguos  nombres  geográficos  de 
España  por  el  bascuence,  fué  porque  vio  que  se  explicaban  obvia- 
mente por  el  bascuence  actual :  luego  ese  bascuence  actual  no  difie- 
re del  bascuence   al   cual   pertenecen  aquellos  nombres. 

Con  todo,  buen  cuidado  tiene  en  advertir  que  los  romanos  los 
modificaron  a  veces,  sobre  todo  dándoles  terminaciones  latinas,  y 
que  otras  tradujeron  al  latín  o  al  griego  los  antiguos  geógrafos  los 
nombres  indígenas,  difíciles  para  ellos  de  pronunciar  y  de  retener. 
Si  el  bascuence  de  hoy  no  fuera  lo  que  el  de  entonces  no  se  po- 
drían interpretar  por  el  de  hoy  los  nombres  del  bascuence  de  en- 
tonces, ni  siquiera  sabríamos  si  le  pertenecieron  a  él  o  a  otra  len- 
gua. Paréceme  que  el  argumento  es  positivo,  enxpírico  y  que  nor 
tiene  vuelta. 

Antonio. — Ciertamente  que  no;  pero  no  deja  de  ser  extraño  que 
aquella  lengua  no  se  haya  modificado  en  tantos  siglos. 

Aurelio. — .Más  extraño  es  todavía  que  un  mero  argumento  ne- 
gativo quiera  habérselas  con  otro  positivo,  y  que  usted,  que  ha  poco 
prometió  no  dar  oídos  a  aprensiones  sino  atender  sólo  a  la  lógica, 
vuelva  a  insistir  en  lo  mismo. 

Antonio. — Tiene  uísted  razón,  me  había  olvidado. 
Aurelio. — ^El  erudito  a  quien  he  aludido  poco  ha,  antes  de  traer 
a  cuento  el  libro  de  Sánchez  Calvo,  quiero  decir  el  padre  Fita,  dice 
difiriendo  de  éste:  "El  bascuence,  vivo  organismo  de  la  palabra,  no 
ha  estado  jamás  inmóvil.  Con  el  tiempo  ha  ido  germinando  y  des- 
echando formas,  que  trascienden  a  ocultar  y  modificar  la  primitiva 
raíz  nominal,  e   involucrarla  con  sufijos  y  prefijos  gramaticales,  su- 


ACERCA  DEL  ÉUSQUERA  Y  DEL  CASTELLANO  l8l 

jetos  a  leyes  eufónicas,  de  los  cuales  no  pocos,  muertos  ya,  parecen 
como  resucitar  del  fondo  de  algún  valle  aislado  o  del  polvo  de  los 
archivos,  /para  poner  en  confusión  a  los  sabios."  ¿Cómo  prueba  afir- 
mación tan  categórica?  De  ninguna  manera;  la  necesitaba  para  ex- 
plicar sus  etimologías,  quitando  y  poniendo  sonidos  sin  haber  antes 
asentado  que  el  eúskera  admite  tales  cambios  eufónicos.  No  es,  pues, 
una  conclusión  científica  el  que  el  eúskera  se  haya  modificado,  sino 
un  postulado,  para  hacer  de  las  etimologías  mangas  y  capirotes. 

En  cuanto  a  lo  de  los  prefijos,  si  se  me  prueba  que  hay  uno 
solo  en  esta  lengua,  digo  que  no  entiendo  nada  de  bascuence  y  que 
me  retiro  y  dejo  el  oficio. 

Pero  vaya  otro  argumento. 

Hay  algunos  monumentos  escritos  del  bascuence,  aunque  pocos. 
En  la  Revue  Lingüistique  (1892,  janv.,  pág.  95)  se  hallan  estas  pa- 
labras de  un  texto  bascongado  del  siglo  xv:  ^^ogia,  =  pan,  ardua  = 
vinOj  ura  =  agtia,  aragi  =  carne,  gasta  =  queso,  gatsa  =  sal,  ñor  da 
=  quien  es,  zernbat  =  cuántos,  etschekoiauna  ==  amo  de  casa,  egun  on 
o  gati  on  dizida  =  buenos  días  o  noches,  bat  ;=  /,  bia  =  2,  hirur  =  3, 
lau  =  4,  bost  =^-  5,  sei  =  6,  zaspi  =  y,  2ortsi  r=  Sj  bcderatsi  = 
p,  llamar  =  10. 

Todas  esas  palabras  suenan  igualmente  el  día  de  hoy.  Otro  tan- 
to digo  de  una  carta  entera  del  1584,  la  primera  que  se  conoce  en 
bascuence,  comunicada  por  Dodgson  a  La  Unión  Ba-scongada.  de 
San  Sebastián,  1893,  y  publicada  en  la  Revue  Lingüistique,  aunque 
no  correctamente  (tomo  17),  y  cuyo  original  se  encuentra  en  el 
manuscrito  de  la  Biblioteca  Nacional  de  París,  clasificado  como  "Fonds 
Franjáis  20578  Gaignéres  (Gascogne,  Limousin)",  Feuillet  24.  En 
el  Códice  Calíxtino,  del  siglo  xii  (i),  hallado  por  el  padre  Fita  se 
hallan  estas  palabras:  urcia,  andrea  Maria,  orgui,  ardu-(m),  araguir 
araign  (por  ñ),  echea,  iaona,  andrea,  elicera,  gari,  urik,  ere  guia  {er- 
re gia  =  rey),  iaona  domne  iacue  {S.  Jacobo),  belaterra,  por  beretarra 
=  presbítero,  que  en  Francia  se  dice  de  los  clérigos,  y  suena  im- 
munis. 

En  el  1.  I,  c.  V  de  Gargantiia,  de  Rabelais :  lagona,  edatera  = 
camarada,  a  beber. 

En  el  mismo  Rabekis  (c.  IX  del  1.  II  de  Pantagruel,  edic.  de  F, 
Juste,  Lyón,  1542)  se  halla  un  largo  texto,  que  suena  como  en  la  ac- 
tualidad, mudando  la  ortografía. 

Nombres  de  divinidades  halladas  por  Cénac-Moncaut  en  Saint- 
Bernard  des  Comminges  en  varios  cipos  y  que  el  sabio  arqueólogo 
declaró  ser  célticos  o  galos,  pues  la  ciudad  fué  fundada  por  Pom- 
peyo  y  le  dio  por  habitantes  colonos  iberos  de  las  tropas  de  Numan- 
cia  y  de  Sertorio,  pero  que  Goyetche  probó  ser  bascongadas:  Baigo- 
rriciis  =  Dios  de  Baigorry,  nombre  hoy  común,  Dios  del  golfo  en- 
carnado o  cruel;  Astoilhun  =  Asno  de  la  noche;  Basarte  =  lugar 


(i)    Por  los  años  1125,  1139  yii43;  1-  V,  c.  VII, 


1% 


1 82  DIÁLOGOS   FAMILIARES 

agreste  (Giarencey,  La  langue  basque  et  les  idhmes  de  Vourál,  pág.  51, 
I."  fascículo). 

Prescindiendo  de  estos  últimos  nombres  antiquísimos,  que  sue- 
nan hoy  día  lo  mismo  que  cuando  se  grabaron,  y  de  otros  muchos 
geográficos  y  de  apellidos,  que  aparecen  en  los  más  antiguos  cartu- 
larios y  pergaminos,  por  ejem,plo,  los  ddl  país  del  siglo  x,  tenemos 
que  esos  documentos  hasta  el  siglo  xii  presentan  el  eúskera  sin  mo- 
dificación alguna.  Si,  pues,  durante  ocho  siglos  el  eúskena  no  ha  su- 
frido modificación,  ¿qué  razón  hay  para  suponer  que  los  once  o 
doce  siglos  precedentes  hasta  la  venida  de  los  romanos  a  España 
la  haya  sufrido? 

El  pueblo  bascongado  ha  vivido  tranquilo  y  sin  revoluciones;  solo, 
en  vez  de  extenderse  el  eúskera  por  la  mayor  parte  de  la  Penínsu- 
la, ha  ido  reduciéndose  poco  a  poco  su  dominio,  como  lo  estamos 
viendo,  y  con  mayor  velocidad  en  nuestros  días,  hasta  quedar  en- 
cerrado en  las  cuatro  Provincias  de  España  y  un  pequeño  territo- 
rio de  Fraticia.  Ya  ve,  pues,  cómo  la  opinión  del  gran  Schleicher 
queda   confirmada   históricamente. 

Antonio. — La  lengua  eúskara,  dice,  por  el  contrario,  M.  Bladé, 
ha  sufrido  tales  modificaciones,  de  trescientos  años  a  esta  parte,  que 
los  antiguos  fragmentos  en  ese  idioma  por  aquella  fecha  han  llega- 
do a  ser  casi  ininteligibles.  E50S  textos  son  las  poesías  de  Bernar- 
do de  Chepare,  1587;  el  Nuevo  Test,  de  Liqarrague,  1671 ;  el  pasaje 
de  Patüagruel  (1.  I,  c.  IX),  edic.  Dolet,  1541,  y  los  proverbios  bas- 
cos de  Oihenart,  1657. 

Aurelio. — Julien  Vinson  {Eludes  sur  l'origine  des  Basques,  pá- 
ginas 264-267)  ha  probado  q'je,  prescindiendo  de  las  erratas  de  im- 
prenta, éstos  se  parecen  bastante  a  (los  que  hoy  pudieran  escribirse. 
El  pasaje  menos  claro  es  el  de  Rabelais  en  boca  de  Panurgo ;  pero 
los  críticos  están  conformes  en  que  las  alteraciones  graves  de  este 
texto  son  debidas,  no  tanto  a  la  ignorancia  de  los  copistas,  como  a 
la  del  compositor,  y  en  que  es  preciso  descartar  la  hipótesis  de  un 
estado  arcaico  de  la  'lengua  de  entonces,  pues  las  poesías  de  Che- 
pare  (1555)  son  hoy  entendidas  por  el  basco  menos  letrado.  La  res- 
titución de  este  texto  ha  sido  hecha  ipor  M.  Archú,  y  según  L.  Bo- 
naparte,  el  pasaje  debió  ser  escrito  en  suletino  o  bajo  navarro  orien- 
tíJ  (Etudes  de  Ling.  et  d'Etnogr.  A.  Hovelaque  et  J.  Vinson,  pági- 
na 227).  Rabelais  creía  saber  el  basco  como  Víctor  Hugo,  que  dice 
que  etcheco  Jauna  vale  trabajador  de  montaña  (L'Homme  qui  rii, 
1.  2,  c.  3),  significando  de  suyo  el  amo  de  casa. 

Antonio. — Bladé  cita,  además,  los  fragmentos  o  estrofas  guipuz- 
coanas,  publicadas  en  el  compendio  histórico  de  Izasti,  cuya  traduc- 
ción no  se  ha  hecho  todavía,  teniéndola  él  por  imposible  a  causa  de 
la  trasformación  del  bascuence. 

Aurelio. — Pero  no  se  ha  fijado,  por  lo  visto,  en  el  apéndice  aña- 
dido por  Floranes,  el  cual  preparó  para  la  publicación  de  1871  el 
manuscrito  de  Izasti   fechado  en   1625,  y  dice  que  ha  extractado  los 


ACERCA  DEL  ÉUSQUERA  Y  DEL  CASTELLANO  183 

textos  en  cuestión  al  doctor  Pedro  Sáenz  del  Puerto  Hernani,  ahe- 
lgado, beneficiado  y  catedrático  de  Oñate,  y  agrega  que  es  muy  me- 
nuda, muy  equívoca  y  a.  veces  imperceptible  la  letra  del  doctor 
Poierto. 

Las  oscuridades  son,  pues,  erratas:  textos  más  antiguos  son  cla- 
ros, como  el  canto  de  Beotivar,  publicado  por  Garibay  y  que  acaso 
pueda  ser  del  siglo  xiv  o  del  xv,  época  de  la  batalla,  y  las  palabras 
del  Códice  Calixtino  del  siglo  xiii,  y  otros. 

Pero  vaya  el  cuarto  argumento.  Los  bascongados  de  allende  el 
Pirineo  pasaron  allá  desde  España  por  lo  menos  el  siglo  vi  después 
'de  Jesucristo,  como  lo  afirma  Gregorio  de  Tours  (i),  si  ya  no  los 
llevó   allá  Pompeyo,   como  creen  algunos. 

Antonio. — ^Efectivamente,  Julio  César,  que  conocía  bien  a  los  ha- 
bitantes de  las  Gallas,  los  divide  en  tres  razas :  Belgas,  Celtas  y 
Aquitanos  (2),  y  los  antiguos  están  contestes  en  afirmar  que  los  Aqui- 
tanos  en  la  lengua  y  en  todo  lo  demás  se  asemejaban  a  los  iberos  de 
España  (3). 

Aurelio. — El  príncipe  Bonaparte  en  su  Nota  sobre  ciertas  ad- 
vertencias de  M.  A.  Luchaire,  escribe:  "Que  le  basque  ait  été  im- 
porté d'Espagne  en  Erance,  est  ime  vérité  historique  généralment 
admise  et  enseignée  comme  telle,  méme  dans  les  livres  les  plus  élé- 
mentaires;  mais  il  y  a  des  gens  qui,  en  fait  d'histoire  surtout,  se 
plaisent  á  mettre  en  question  les  choses  les  plus  reques." 

Ahora  bien,  si  este  hecho  queda  fuera  de  toda  duda,  sin  haber 
tenido  comunicación  con  los  bascos  españoles,  el  eúskera  ha  perma- 
necido esencialmente  el  mismo  en  las  dos  vertientes  del  Pirineo;  lo 
■cual  no  hubiera  sucedido  a  haberse  modificado  desde  aquella  se- 
paración. 

Antonio. — Fuerte  sería  el  tal  argumento,  puesto  que  no  debió  de 
haber  apenas  comunicación  entre  estas  dos  ramas  durante  los  siglos 
medios,  cuando  ni  aun  hoy  día  la  hay;  pero  usted  mismo  me  da  pie 
para  una  gran  objeción:  la  diversidad  de  dialectos  arguye  transfor- 
mación en  la  lengua, 

Aurelio. — Los  dialectos  bascongados  no  son  efecto  de  las  modi- 
ficaciones fónicas,  como  los  dialectos  griegos:  son  retazos  perfec- 
tos e  incorruptos  de  una  sola  lengua  copiosísima,  que  bastan  a  los 
diversos  territorios,  y  que  tienen  comunes  los  principales  elementos 
gramaticales  y  lexicológicos,  diferenciándose  tan  sólo  en  poseer  cada 
uno  algunas  formas  de  que  otros  carecen,  y  en  la  aplicación  de  las 
leyes  fonéticas,  que  son  facultativas  y  además  accidentales  al  eús- 
kera, pues  no  lo  modifican  esencialmente  como  las  leyes  fonéticas 
-en  griego,  necesarias  y  distintas  en  cada  uno  de  sus  dialectos. 


(i)    Cfr.  Notitia  utriusque  Vasconiae,  pág.  390,  D'Oihenart. 

(2)  De  bel.  gal.,  V. 

(3)  Cfr.  Humboldt,  Primer,  hab.  ds  España;  Menjoulet,  Chroniq.  du  Dioc. 
~£t  Pay  l'Oloron,  1869,  pág.  6;  Mauri,  La  maison  basque,  O'snea  IL 


184  DIÁLOGOS   FAMILIARES 

Por  €J.:  ni  gu  se  dice  en  tocios  los  dialectos;  ncu  geu,  formas 
intensivas,  sólo  en  algunos;  éste  tiene  alguna  serie  verbal  de  que 
carece  aquéd;  aquél,  en  cambio,  tiene  otra  de  que  carece  éste.  La  ex- 
posición completa  del  asunto  quédese  para  mi  obra,  es  imposible 
desenvolverlo  en  pocos  instantes. 

Además,  según  aparece  por  los  monumentos,  y  lo  afirman  cuan- 
tos autores  los  han  interpretado,  los  mismos  dialectos  actuales  apa- 
recen ya  en  aquellos  tiempos  remotísimos. 

El  quinto  argumento  se  saca  de  la  estructura  del  mismo  bascuen- 
ce.  Los  sufijos  se  añaden  y  se  quitan  con  tanta  facilidad  de  los  te- 
mas, se  emplean  con  tanta  universalidad  en  toda  suerte  de  temas  y 
tan  sin  inmutación  fónica  de  éstos  o  de  aquéllos,  que  ninguna  razón 
puede  ofrecerse  para  que  se  modifiquen  ni  unos  ni  otros.  Además, 
es  taíl  la  acumulación  de  notas  significativas  en  esta  sufijación,  que 
al  menor  cambio  fónico  se  perdería  la  significación  y  la  confusión 
inevitable  haría  desaparecer  el  habla. 

lango  zi-n-izki-o-ke-te-an  =  os  los  hubierais  comido.  Cada  uno 
de  los  elementos  separados  entre  guiones  añade  una  idea  a  la  re- 
lación verbal. 

Así  zi-n-io-ke-te-an  =  os  lo  hubierais;  -cki-,  nota  de  plural ;  zi- 
n-io-ke-an  =  te  lo  hubieras;  -te-,  plural  del  sujeto;  gi-n-io-ke-an  = 
nos  lo  hubiéramos,  gi  =.  nos,  zi-  ==  tu;  za-da-zu-  =  cémcmclo;  za- 
zki-da-zu  ^  cómemelos,  za-io-zu  =  cómeselo,  za-zki-o-zu  =  có- 
meselos, za-gu-zu  =  cómenoslo,  za-zki-gu-zu  =  cómenoslos,  etc. 

Infinitas  son  las  formas  del  verbo  bascongado,  y  sería  de  todo 
punto  imposible  su  empleo  y  su  sistema,  si  los  diversos  elementos 
que  entran  a  formarlo  no  significasen  fijamente  la  relación  verbal 
que  de  hecho  significan,  o  si  se  modificase  lo  más  mínimo  su  va- 
lor fónico,  puesto  que  su  transcendencia  se  extendería  a  infinidad  de 
formas,  que  componen  todo  el  sistema  del  verbo. 

La  estructura  del  mismo  idioma  se  opone,  por  tanto,  a  toda  mo- 
dificación. 

Antonio. — Barrunto  de  alguna  manera  la  fuerza  del  argumen- 
to, aunque  no  conociendo  a  fondo  la  lengua  no  puedo  formarme 
idea  completa  del  mismo. 

Aurelio. — Sería  preciso  para  ello  exponerle  todo  el  sistema  del 
bascuence;  así  que  dejemos  ya  este  punto,  si  es  que  queda  usted  con- 
vencido de  que  el  eúskera  no  ha  sufrido  modificación  alguna 
esencial. 

Antonio. — Los  argumentos  parecen  probarlo  suficientemente,  de 
manera  que  me  extraña  hayan  podido  poner  reparos  los  autores  en 
admitir  las  etimologías  del  Barón  de  Humboldt. 

Antonio. — Puede  usted  ver  en  sus  doce  primeros  párrafos  si  se 
puede  proceder  con  mayor  sinceridad  y  crítica  científica. 

En  cambio  el  erudito  antes  aludido,  el  padre  Fita,  escribe:  "Del 
análisis  que  acabo  de  hacer  infiero  que  hay  sobra  de  temeridad  y 
falta  de  método,  cuando  el  problema  ibérico  se  plantea  con  las  bases 


ACERCA  DEL  ÉUSQUERA  Y  DEL  CASTELLANO  1 85 

■que  le  han  enseñado  Humboldt,  Phillips  y  Astarloa,"  Vea  el  análisis 
a  que  se  refiere.  Saca  el  padre  Fita  ^^Estarrona  de  altsa  =  alisOj  que 
tambiúa  se  dice  ostorro^',  mudando  esta  en  alisa. 

Antonio, — Pues  ya  es  mudar.  Pero  ¿probará  antes  con  ejemplos 
la  legitimidad  de  ley  tan  aventurada  en  Fonética? 

Aurelio. — No,  po.rque  el  método  nuevo  pide  ese  nuevo  análisis; 
lo  mismo  que  este  otro:  "Higahegui.  ¿Die  ibay-tcguif" 

Antonio. — ^Hizo  bien  en  ponerle  interrogación,  y  creo  no  habrá 
fuerzas  humanas  que  se  la  puedan  quitar  a  tal   etimología. 

Aurelio. — Pues  oiga:  Haategieta.  ¿De  astigar  =  tilo? 

Antonio. — Por  lo  menos,  está  visto  que  sabe  dudar. 

Aurelio. — ^Lo  cual  no  es  analizar;  en  cambio  oiga  este  otro  nom- 
bre: "'Zumelsti.  De  zum{ar  h)el2  =  chopo.'" 

Antonio. — ^Acostumbrado  a  suplir  en  las  inscripciones  cifradas, 
es  natural  siga  el  mismo  método  con  los  nombres  no  cifrados. 

Aurelio. — Trae  Zerio  de  azeri,  dejando  sanos  solos  los  huesos 
-er-  y  supliendo  los  rotos  con  otros  ajenos:  Matoneo  de  mahats-go- 
khoac;  Arcahia  de  arkaitz;  Iliurre  de  hi-ur-iirren,  Aialha  de... 

Antonio. — Basta,  don  Aureiio,  y  método  por  método  me  quedo 
con  el  antiguo;  quiero  decir,  con  el  del  sentido  común. 

Aurelio. — Volvamos,  pues,  otra  vez  al  libro  de  Humboldt,  ya 
que  nos  hemos  desenredado  de  tantos  tropiezos. 

Antonio. — ^Todavía  no,  que  me  queda  uno  por  quitar.  Alderete 
recogió  algunos  vocablos  de  los  citados  por  los  antiguos  escritores 
como  propios  de  los  españoles.  Si  el  bascuence  fué  lengua  de  los  es- 
pañoles, por  el  bascuence  habrán  de  explicarse;  si  el  bascuence  no 
los  explica,  cuanto  hemos  disertado,  don  Aurelio,  cae  por  su  base  y 
Quedarán  vencedores  los  que  sostienen  que  en  España  se  hablaron 
otras  muchas  lenguas.  Siempre  he  tenido  yo  esta  espina  clavada  y 
€sta  dificultad  pendiente,  porque  en  ninguna  parte  he  visto  expli- 
cados tales  vocablos.  Ni  la  dificultad  se  suelta  diciendo,  como  Ma- 
yans  en  los  Orígenes  de  la  lengua  española,  que  los  bascongados  han 
perdido  3'a  la  palabra  que  en  tiempo  de  los  romanos  emplearon  para 
tal  o  cual  cosa;  por  ejemplo,  la  palabra  bubbatio,  que  Plinio  dice 
{Hist.  nat.,  1.  36,  c.  41)  usaban  los  cántabros  para  llamar  la  vena  de 
ia  piedra  imán.  Porque  dado  que  la  hayan  perdido,  como  pudiera 
bien  suceder,  a  ser  bascongada,  pudiera  y  debiera  explicarse  por  sus 
raíces  y  sufijos,  esto  es,  por  su  etimología  bascongada. 

Aurelio. — Tiene  usted  razón.  Sino  que  esa  palabra  está  mal  es- 
crita. Aquí  tiene  usted  la  edición  de  Plinio  hecha  por  Harduin,  el 
cual  corrige  el  texto  poniendo  bullationes,  y  dando  la  voz,  no  por 
española,  sino  por  latina:  "sparsa  buUatione",  esto  es,  "buUarum  ins- 
tar per  agros  sparsus". 

Antonio. — Pero  hay  otras  varias  voces  que  recogieron  Alderete 
y  Mayans,  el  cual  dice:  "El  no  permanecer  hoy  estas  voces  en  el 
bascuence  es  una  de  las  pruebas  más  fuertes  de  no  haber  sido  len- 
gua general  de  España,  pues  si  lo  hubiera  sido  y  permaneciera  tan 


1 86  DIÁLOGOS    FAMILIARES 

incorrupta  como  quieren,  conservaría  todas  las  referidas  voces  cél- 
ticas o  la  mayor  parte  de  ellas.  Hablo  de  aquellas  que  sabemos  que- 
se  usaron  en   España." 

Aurelio. — Mayans  llama  célticas  a  las  voces  que  los  romanos 
citan  como  españolas  y  aun  célticas  las  llaman  a  veces  los  mismos 
romanos,  por  no  deslindar  bien  entre  celtas  e  iberos,  que  habitaban 
la  Península ;  pero  todas  esas  voces  son  bascongadas  y  aunque  al- 
gunas ya   no  se   usen,   bascongada  es   claramente   su   etimología. 

Antonio. — 'Por  ejemplo,  cervisia,  la  primera  que  trae  Mayans. 

Aurelio. — Don  Antonio  Ballesteros,  en  su  Historia  de  España, 
tomo  I,  Barcelona,  1918,  pág.  156:  "La  bebida  local  celtibérica,  ex- 
tendida también  por  Lusitania  y  d  NO.,  es  la  llamada  caerea  o- 
caelia,  que  se  fabricaba  de  trigo  fermentado.  Describe  su  fabricación 
un  hijo  del  país,  el  español  Orosio...  Schulten  sostiene  la  relación, 
que  existe  entre  la  caelia  y  la  cervisia  céltica,  deduciendo  que  am- 
bas son  bebidas  celtas."  Ante  todo  vayamos  a  la  fuente  de  estos 
nombres,  que  es  la  Historia  natural,  de  Plinio,  libro  XXII,  al  fin: 
"Ex  iisdem  fiunt  et  potus,  zythum  in  Aegypto,  celia  et  ceria  in  His- 
pania,  cervisia  et  plura  genera  in  Gallia,  aliisque  provinciis."  El  sy- 
thum  se  hacía  de  la  cebada.  Suidas:  ZúGo;  oTvoc  ázo  y.p'.ñf^^  yivóiievoc;.  Así 
Herodoto  en  el  libro  II;  Diodoro  Sículo,  ilibro  I.  Floro,  al  hablar  de 
los  numantinos,  libro  II,  capítulo  XVIII:  "Cum  sese  prius  epulis 
imiplevissent,  carnis  semicrudae  et  celiac:  sic  vocant  indigenam  ex 
frumento  potionem."  El  mismo  Plinio,  li.bro  XIV :  "Est  et  occiden- 
tis  populis  sua  ebrietas  fruge  madida  pluribus  modis  per  Gallias  His- 
paniasque,  nominibus  alus  sed  ratione  eadem.  Hispaniae  iam  et  ve- 
tustatem  fere  ea  genera  docuerunt."  Véase  además  Ulpiano,  en  el 
Digesto  (33,  6,  9),  y  Servio  en  su  comentario  a  Virgilio  {Geórgicas* 
3).  D€  estos  textos  se  deduce:  Primero,  que  la  bebida  se  llamaba 
ceria  y  celia  en  España;  no  cabria  ni  caelia.  Segundo,  que  en  las 
Gallas  decíase  cervisia.  Tercero,  que  todas  ellas  eran  una  misma  cosa, 
bebida  fermentada  de  trigo  y  aun  de  cebada,  como  el  zythum.  Cuar- 
to, que  estos  nombres  son  indígenas  de  España  y  las  Gallas.  Quinto, 
que  voces  y  bebida  eran  antiquísimas  en  aquellas  partes.  Bebidas 
celtas,  dice  Schulten;  iberas  debiera  decir.  En  su  famoso  Rcallexi- 
con  escribe  O.  Schrader  (pág.  91) :  "Die  Kunst,  das  Bier  haltbar 
zu  machen,  wáre  nach  Riinius  a.  o.  a.  O.  in  Spanien  erfunden  wor- 
den."  Es,  pues,  la  cerveza  una  antiquísima  bebida,  propia  y  origina- 
ria de  España.  Un  monumento  harto  más  antiguo  que  Plinio  tene- 
mos en  España,  que  nos  dice  cuanto  él  escribió  acerca  de  esta  be- 
bida. Y  es  de  maravillar  que  nuestros  historiadores  no  lo  tenganí  para 
nada  en  cuenta.  El  mismo  don  Antonio  Ballesteros,  con  haber  re- 
cogido cuantos  monumentos  y  documentos  históricos  pudieran  ser- 
vir para  ilustrar  la  Historia  de  España,  lo  ha  pasado  por  alto, 
como  se  ve  al  tratar  de  la  cerveza,  de  la  cual  sólo  trae  la  cita  al 
principio  aducida.  Importantísimos  monumentos  son  los  Cronicones 
y  las  obras  antiguas;   más  lo   son  todavía   la   cacharrería,   los   útiles» 


ACERCA  DEL  ÉUSQUERA  Y  DEL  CASTELLANO  187 

de  metal  y  piedras,  ios  yacimientos  humanos,  las  pinturas  rupestres, 
por  ser  cosas  más  antiguas  y  que  prueban  directamente  y  por  vista 
de  ojos,  sin  acudir  a  la  autoridad.  Pero  todos  esos  son  monumentos 
muertos.  Hay  un  monumento  vivo  en  España,  monumento  prehistóri- 
co, que  es  un  verdadero  tesoro  de  noticias  para  nuestra  prehistoria. 
Los  autores  lo  desconocen  o  lo  menosprecian.  Ese  monumento  y  te- 
soro es  el  idioma  basoongado. 

Lo  iprimero  que  debiera  atraer  la  atención  de  todo  historiador  es- 
pañol es  ese  idioma.  Es  un  hecho  y  hay  que  dar  ra.zón  de  él.  ¿Cuán- 
do llegó  a  España  tal  idioma?  El  menos  entendido  sabe  que  no  lle- 
gó en  época  alguna  histórica.  Es,  pues,  un  monumento  prehistórico. 
Y  un  idioma  prehistórico,  hoy  vivo,  es  un  monumento  de  infinita 
mayor  importancia  que  cacharros  y  piedras,  ruinas  y  pinturas.  Por- 
que un  idioma  es  un  tesoro  de  palabras,  y  cada  palabra  encierra 
una  o  muchas  noticias  de  las  costumbres,  creencias,  instituciones  de 
un  pueblo,  que  en  ellas  quedaron  como  acuñadas  para  siempre.  El 
bascuence  es  un  tesoro  de  noticias  prehistóricas.  Es  más:  es  un 
retrato  al  vivo  del  espíritu  del  pueblo  que  lo  habló  en  aquellas  eda- 
des; es  el  idioma  el  mismo  espíritu  nacionai  que  se  manifista  de  la 
más  amplia  y  acabada  manera  que  .puede  manifestarse. 

Las  demás  artes,  bellas  o  mecánicas,  tan  sólo  pueden  manifestar 
}•  expresar  el  espíritu  de  un  pueblo  por  sus  obras,  indirectamente;  el 
idioma  lo  expresa  de  una  manera  directa  y  completa.  Hasta  han  lle- 
gado algunos  a  decir  que  el  hombre  es  hombre  por  el  habla,  no  por  la 
inteligencia. 

Por  eso  no  acabo  yo  de  asombrarme  de  que  haya  historiadores, 
¿qué  digo?,  de  que  todos  nuestros  historiadores  hayan  dejado  a  un  la- 
do ese  Anonumento  vivo  y  perenne  de  la  prehistoria  española:  el  idio- 
ma bascongado.  El  cual  se  habló  en  toda  España  y  en  gran  parte  del 
mediodía  de  Francia,  como  está  ya  demostrado  por  Humboldt  y  por 
otros  muchos.  Pero  aunque  así  no  fuera,  en  algún  pedazo  de  España 
se  habló,  pues  todavía  se  habla,  y  su  venida  acá  es  anterior  a  toda 
historia  conocida.  Las  voces  ceña,  celia,  cervisia,  todos  saben  que 
ni  son  latinas  ni  tienen  etimología  indo-europea.  Son  españolas  prehis- 
tóricas. Y  no  tenemos  el  menor  rastro  de  idioma  español  prehistóri- 
co, fuera  del  idioma  bascongado. 

Sabido  es  que  los  latinos  pronunciaban  como  k  la  c.  Sonaban, 
pues,  esas  voces:  keria,  kelia,  kervisia. 

Ahora  \eamos  qué  nos  dice  el  idioma  bascongado.  Gari  es  trigo, 
gaña  es  el  trigo,  y  es  la  voz  común  general,  con  infinidad  de  deri- 
vados, que  el  lector  hallará  en  el  Diccionario  hasco-español -francés, 
de  Azkue.  Baste  el  gari-mots  o  trigo  chamorro.  La  ceria  es  el  garis,  trigo. 
Confírmase  con  la  variante  celia,  pues  se  halla  la  variante  gali  en 
ctros  derivados  del  bascuence.  Gal-jaite  es  golpear  el  trigo;  gal-jorral, 
escardillo  para  el  trigo;  gal-jote,  desgrane  del  trigo;  gal-inots,  trigo 
chamorro,  lo  mismo  que  gari-nwtz;  gal-ondar,  residuos  de  trigo;  gal- 


158  DIÁLOGOS    FAMILIARES 

ondo,  rastrojera;  gc^-orralz,  brote  de  trigo;  gal-ots,  ruido  de  trillar  el 
trigo.  Tenemos,  pues,  que  garia  y  gal,  por  galia,  es  el  trigo,  y  kcria,  kelia 
es  la  cerveza  o  trigo  humedecido,  frngcs  madida,  o  cerveza.  Ccr-visia 
es  voz  formada  de  gari,  trigo  y  hizia,  lo  vivo,  bizi,  vivir,  vivo,  ágil, 
agrio.  Es  el  hisi-hizia  que  gritan  las  pescaderas  y  habrá  oído  usted  en 
las  Provincias.  Bizi-kor  es  vivo,  ágil,  forzudo. 

Ccr-vis'a  decíase,  por  consiguiente,  gari-hizia,  el  trigo  que  da  agili- 
dad y  fuerzas,  el  trigo  vivo,  o  acaso  hiillcntc,  fermentado. 

La  ortografía  (latina  ccrvisia,  con  c,  (por  la  suave  g,  y  v  por  la  h  ori- 
ginaria, tiene  clara  explicación.  Los  romanos  tomaron  de  viva  voz  la 
palabra.  A  sus  oídos  gavia  sonó  karia  o  kcria,  con  e,  en  vez  de  a,  por  la 
i  siguiente,  y  c  {k),  en  vez  de  g,  o  porque  gaña  decíase  igualmente  ka- 
ria,  que  no  lo  creo,  o  porque  es  común  en  los  extraños  reforzar  los  so- 
nidos bascongados  y  españoles.  Otro  tanto  sucedió  con  ccrvisia  por  ger- 
bizia.  Las  explosivas  en  España  son  tan  suaves  entre  vocales,  que  hasta 
confundimos  agüelo  y  abuelo;  agujero  y  abujero  y  ah^ijcro;  huele,  güe- 
Ic;  huevo,  gi'ievo  y  buevo,  como  dicen  muchos  castellanos.  En  cambio,  a 
principio  de  dicción,  suenan  nuestras  explosivas  suaves  a  los  oídos  ex- 
tranjeros como  si  fueran  fuertes. 

Antonio. — Cimiplidísimamente  ha  satisfecho  usted  mi  duda,  y  esta 
sola  voz  por  usted  explicada  se  basta  y  sobra  para  nuestro  principal 
propósito;  pero  las  demás  voces  que  traen  los  escritores  romanos  como 
españolas,  pudieran  ser  de  otras  lenguas  habladas  en  España  y  convie- 
ne revisarlas.  Caten'a,  la  segunda  que  cita  Mayans  como  celta,  es  cla- 
ramente latina,  por  lo  cual  Alderete  no  la  mienta.  Viene  después  becco, 
que  trae  Suetonio  en  la  vida  de  Vitelio.  Veámoslo:  "cui  Tolosae  nato 
cog^omen...  Becco  fuerat,  id  valet  gallinacei  rostrum." 

Aurelio. — De  ahí  el  italiano  becco,  el  francés  bcc  y  según  Walde, 
de  las  románicas  pasó  la  voz  a  los  idiomas  célticos,  tal  como  hoy  los 
tenemos,  gaélico  beic,  bretón  béc,  "rostrum,  facies."  De  modo  que  no 
es  céltico  de  origen  ni  tiene  raíz  indo-europea,  según  los  lingüistas.  La 
forma  becco  del  ibero  hablado  en  Tolosa  por  aquellos  tiempos  derivóse 
del  piko  bascongado  que  dio  pico  en  castellano.  En  bascuence  pik  es 
la  onomatopeya  del  andar  con  los  labios  haciendo  o  pronunciando  pi, 
del  picotear  y  del  picar  del  pájaro.  De  aquí  pi-ka  es  andar  haciendo  pi 
con  el  común  sufijo  de  acción  -k  y  -ka.  Pika  es  en  bascuence  el  pico  o 
herramienta  de  canteros,  la  picaza  que  picotea,  el  matadero  donde  así 
se  golpea,  la  marca  que  se  pica  en  la  oreja  del  ganado,  el  golpe  en  el 
trabajo,  la  cuesta  que  sale;  pika-tu  es  picar,  hincar  el  diente,  cortar, 
matar  en  el  matadero,  encajar  la  pelota  en  el  ángulo  formado  por  el 
frontón  en  el  suelo,  a  lo  que  suelen  decir  la  onomatopeya  pik  los  juga- 
dores; piko  es  el  golpe  en  el  trabajo,  la  señal  del  pika  o  corte  en  la 
oreja  del  ganado,  pico  de  ave,  cortadura  de  instrumento,  pulla  con 
que  se  pica  o  molesta  a  uno;  piko  cman  es  hacer  mella,  herir;  pikoi, 
reja  del  arado;  pikor,  guija,   grano  de  trigo  o  maíz,  grano  de  cual- 


ACERCA  DEL  ÉUSQUERA  Y  DEL  CASTELLANO  189 

-quier  árbol,  un  poquillo.  De  la  misma  raíz  salió  la  peca  en  caste- 
llaino. 

Antonio. — iSi  la  raíz  no  es  céltica  ni  indo-europea,  tiene  que  ser  bas- 
congada,  sobre  todo  teniendo  tantos  derivados  castellanos.  Gurdtis,  por 
necio,  viene  después,  y  está  en  Quintiliano  (Instituí,  orat.,  1.  i,  c.  9),  y 
en  Aulo  Gelio  (I.  16,  c.  7),  y  en  San  Isidoro.  Lo  extraño  es  que  Alde- 
rete  dijera  que  ningima  de  estas  palabras  se  conserva  en  castellano, 
porque  gurdus  no  es  más  que  nuestro  gordo,  tomado  metafóricamente, 
como  delgado  y  sutil  y  agudo  se  dice  del  listo  y  del  buen  entendimien- 
to, y  romo  y  boto  del  que  Jo  tiene  craso,  esto  es  gordo.  Gurdus,  por 
necio,  es  metafórico.  ¿  Tiene  origen  bascongado  ? 

Aurelio. — Gurdus  es  latinización  de  gur{i)dns,  perdida  la  i  postó- 
nica, según  ley  fonética  latina ;  como  en  cervisia  por  garibizia.  Y  guridus 
es  el  bascongado  guri-du,  que  suena  el  que  está  rollizo,  lozano,  el  que  tie- 
ne {du)  manteca,  que  todo  eso  vale  giiri  =^  rollizo,  lozano,  manteca ;  como 
guren  lo  más  lozano  y  glándulas  gordas,  y  gurendu  desarrollarse,  crecer, 
engordar  en  una  palabra.  El  sufijo  -du  es  conocidísámo  y  de  suyo  du 
significa  él  tiene. 

Antonio. — Pues  no  hay  más  que  pedir.  Viene  luego  lancea  (Varro, 
apud  Gellium,  1.  15,  c.  30),  que  dio  al  castellano  lanza.  Veamos  qué 
dice  Aulo  Gelio:  "Varro...  lanceam  quoque  dixit  non  Latinum,  sed 
Hispanicum  verbum  esse." 

Aurelio. — ^En  el  tomo  L,  núms.  18  y  22  del  Tesoro,  trató  de  esa 
voz  Cejador,  y  Walde  la  da  por  española.  Suena  en  bascuence  ¡an-ki-a, 
el  instrumento  del  trabajo;  lan,  trabajo;  -ki,  con  y  sufijo  instrumental; 
-a,  artículo. 

La  lanza,  según  esto,  era  cualquier  instrumento  de  trabajo  antes  de 
ser  arma  guerrera.  No  tengo  qne  advertirle  que  lancea  sonaba  en  latín 
lankea  y  que  se  deriva  de  lankia,  como  todo  sufijo  -ea  del  -ia. 

Antonio. — Leuca  en  San  Isidoro  (Orig.,  1.  16,  c.  16),  que  dio 
legua. 

Aurelio. — También  explicó  Cejador  esta  voz  en  el  Tesoro,  tomo  L, 
núms.  54  y  55.  En  bascuence,  leku  y  leko  es  el  espacio  o  lugar,  la 
lejanía  y  distancia,  la  lengua,  latinizado  por  metátesis  en  leuca,  pero 
que  sin  ella  dio  legua,  en  castellano.  Es  leku-a  lo  que  espacio  o  spatium 
respecto  de  stadiuní  o  distancia,  recorrido,  voz  griega,  de  donde  spa- 
tium salió.  Y  todavía  se  conserva  el  valor  de  distancia  y  de  lejos  de 
la  voz  bascongada  en  frases  como  cómicos  de  la  legua,,  que  vienen  de 
fuera;  a  la  legua,  a  distancia;  a  legua{s),  desde  muy  lejos;  a  leguas 
entiende  (Correas,  504),  a  media  legua,  de  lejos,  etc.,  etc. 

Antonio. — Penna,  que  trae  luego  Mayans,  es  latino.  Sapo  o  jabón. 

Aurelio. — ^Es  voz  germánica,  según  Walde. 

Antonio. — Sddarius  en  César,  como  soldado,  tiene  origen  latino. 
Aspálatus^  planta  según  Plinio  (1.  24,  c.   13),  hoy  alargues. 

Aurelio. — ^La  Academia  pone  como  voz  castellana  aspalato,  tomán- 
dola de  Alderete ;  pero  no  se  usó  jamás  en  castellano  y  es  el  griego 
aoTzak'j.^oz,  aspalathus. 


IQO  DIÁLOGOS    FAMILT*RES 

Antonio. — Canthus,  por  el  calc€  de  la  rueda,  en  Quintiliano  (i.  i, 
c.  5),  o  el  hierro  que  cerca  la  rueda,  como  dice  Alderete-.  Parece  voz 
griega  por  la  th. 

Aurelio. — Voz  africana  o  española  dijo  Quintiliano,  y  no  es  más 
que  el  canto  de  Ja  rueda,  esto  es,  el  extremo  y  punta,  como  se  dic« 
canto  una  piedra  y  peñasco  por  tenerlas,  y  las  cimas  de  peñas  y  mon- 
tes se  dicen  cantos.  Nieve  en  los  cantos,  se  oye  decir  en  Asturias,  esto 
es,  nieve  en  las  cimas  de  las  montañas.  De  aquí  el  nombre  de  Canta- 
bria o  sea  la  Montaña,  que  decimos,  con  el  sufijo  -hria  de  la  antigua 
toponimia.  Del  mismo  canto,  por  pdedra,  salió  cánt-aro,  como  húc-aro 
de  buco,  y  al-cantar-a  con  el  al  arábigo,  o  puente  de  piedra,  y  alcantari- 
lla. Cant'oria  se  llamó  el  Puerto  de  Oreto  o  Calatrava,  de  canto,  pe- 
ñasco o  monte,  y  Oria,  el  nombre  ibérico  de  la  región  de  los  Oreta- 
nos.  Oria  suena  hoja  en  bascuence,  y  oreta,  lugar  de  hojas.  Cant-illa- 
na  suena  peñas  o  monte  de  Illán. 

Otros  nombres  dcirivados  de  canto,  en  Madoz.  En  el  sentido  de 
canto  del  carro  tenemos  el  cantón  o  esquina,  el  cantero  o  picapedrero 
y  punta,  corteza  de  pan;  cant-illo  y  descointülar;  cantiello  en  Beroeo, 
por  partícula  de  la  hostia,  como  por  peña  en :  "manaban  cada  canto 
fuentes  darás,  corrientes."  En  bascuence  kan-ta,  gan-da,  kan-da,  gan-ta, 
son  derivados  comunes  de  gan,  kan,  que  vale  encima,  cima,  alto, 
punta.  Walde  da  la  voz  por  africana  y  española  y  deriva  xavO»;  de  la 
voz  así  latinizada  y  dice  que  no  pudo  venir  del  antiguo  celta  cambitos, 
cammitos,  que  algunos  insinuaron.  Y  advierta  que  Walde  es  la  mayor 
autoridad  en  etimología  latina. 

Antonio. — Sigúese  cocolobis  en  Plinio  (1.  14,  c.  2),  género  de  vi- 
dueño o  veduño,  según  Alderete.  Veamos  Plinio :  "Basilicam  Dyrra- 
chini  celebrant,  Hispaniae  cocolubin  vocant.  Rarior  uva,  aestus  aus- 
trosque  tolerat,  capiti  inimica,  copla  larga.  Hispaniae  dúo  genera  eius 
faciunt:  unum  oblongo  acino,  alterum  rotundo:  novissimas  vindemiant. 
Quo  dulcior  cocolubis,  hoc  melior.  Sed  et  austera  transit  in  dulcem 
vetustate:  et  quae  dulcís  fuit,  in  austeritatem."  Trátase  de  uvas  de 
grano  grueso  y  recio,  de  esas  colgaderas  que  resisten  colgadas  el 
invierno. 

Aurelio  — 'La  />  española  siempre  fué  más  suave  que  la  europea  y 
latina,  y  así  creo  que  cocolobi  responde  ail  koko-lope  bascongado,  que 
•suena  grano  gordo,  pues  koko,  de  donde  el  castellano  coco,  la  coca  o 
cabeza  y  bolita  de  dulce,  coc-ote  y  cog-ote,  etc.,  es  toda  cabezuela, 
huevo  o  cosa  parecida  a  un  grano  grueso,  a  una  fruta  redonda,  etc.; 
lope  es  gordo,  de  donde  en  castellano  Lope  y  López,  que  sería  atra- 
co a  la  fonética  traer  de  lupus,  pues  la  p  latina  entre  vocales  siem- 
pre se  hizo  b,  como  que  de  lupus  salió  lobo  o  Lobo,  Lobera  o  lobera. 

Antonio. — La  etimología  es  clara.  Celia,  que  ya  ha  probado  usted 
ser  bascongado.  Cens,  especie  de  pescado,  según  Coilumela  (1.  8,  c.  16) 
y  Plinio  (1.  9,  c.  18  y  1.  2,  c.  11). 

Aurelio. — Walde  no  trae  esa  voz. 

Antonio. — ¿Y  el  gaesum  o  gcsutn,  especie  de  arma? 


ACERCA  DEL  ÉUSQUERA  Y  DEL  CASTELLANO  I9I 

Aurelio. — En  eúskera  el  dardo  se  dice  geza,  gezi,  de  donde  pasó- 
ai  galo  gaison,  gaisos,  irlandés  gae,  lanza,  que  por  la  acepción  y  pér- 
dida de  la  2  se  ve  no  tener  raíz  céltica. 

Antonio. — íNo  trae  anas  voces  Mayans;  pero  sí  Alderete.  Buteo, 
ave  de  rapiña ;  pero  es  voz  latina.  Cetra,,  escuda  como  adarga,  que  era 
de  cuero;  pero  era  voz  africana,  pues  Plinio  dice  que  "ex  elephan- 
torum  tergoribus",  de  la  piel  del  elefante.  CuscuUum,  la  coscoja,  ¿es 
bascongado  ? 

Aurelio. — Cuscolium  corrigen  hoy,  y  es  el  bascongado  kusku-üa, 
agalla  de  roble,  cascabel,  hinchazones  de  la  corteza  ded  pan;  o  kiiskuüo- 
cascabel,  o  kuskidii  y  otros  derivados  de  kusku,  la  cascara  de  huevo, 
la  cápsula  de  vegetal,  el  capullo.  Su  diminutivo  es  kuskuüa,  cuya  me- 
tátesis es  d'sroliiim,  que,  según  Plinio,  es  graniim  ilicis,  la  agalla  de  la 
coscoja.,  o  sea  el  coscojo. 

Antonio. — Diireta,  una  suerte  de  silla  que  Augusto  llevó  de  Espa- 
ña "Contentus  hoc  .erat,  xit  insidens  ligneo  solio,  quod  Hispánico  verbo 
Duretam  vocabat  manus  ad  pedes  alternis  jactaret." 

Aurelio. — ^El  sufijo  -eta  basta  para  darlo  por  bascongado.  Viene  de 
2ur,  zura,  que  es  la  colodra,  cuenco  grande  de  madera  y  sencillamente 
la  madera,  esto  es,  un  zoquete,  asiento  harto  común.  Ya  trató  de  ello 
Cejador  en  el  Tesoro  (Silbantes,  núm.  11 1).  Los  romanos  trocaban  la 
z  bascongada  por  la  d  y  aun  por  la  t,  como  en  Duriiis,  el  Duero,  del 
Zuria  blanco,  y  Turia,  río  valenciano,  que  también  salió  de  zuria  y  lo 
tradujeron  los  árabes  en  Guadalaviar  o  ríoi  blanco.  La  dureta,  sonaba, 
pues,  en  España  zureta,  y  era  como  un  dornajo,  un  poyo  de  madera,  un 
zoquete  para  sentarse. 

Antonio. — Falarica,  arma  enastada  como  partesana  o  alabarda. 

Aurelio. — ^La  /  indica  no  ser  voz  bascongada.  Los  saguntinos  la 
tomaron  de  otros  «pueblos.  Festo  lo  deriva  del  latino  fala;  otros,  del 
griego  (fc/Xv-i  =  falae,  torres  de  madera  para  sitiar.  Falarica  era 
arma  que  desde  lo  alto  se  arrojaba. 

Antonio. — Laurices,  gazapos,  en  Plinio  (1.  8,  c.  55)  :  "Leporum  ge- 
neris  sunt  et  quos  Hispania  cuniculos  appellat,  fecunditatis  innumerae, 
famemque  Balearibus  insulis  populatis  messibus  afferentes.  Fetus  ven- 
tri  exsectos,  vel  uberibus  ablatos,  non  repurgatis  interaneis,  gratissimo 
in  cibatu  habent:  laurices  vocant." 

Aurelio. — Cuniculus  en  latín  es  agujero  o  mina  soterraña,  de  doai- 
de  los  romanos  españoles  llamaron  así  al  conejo  por  vivir  en  tales  si- 
tios, y  de  cimicidus  salió  conejo.  Walde,  sin  embargo,  y  Diefenbach 
créenlo  de  origen  español,  no  hallándole  raíz  latina,  tanto  que  Walde 
y  Schrader  acuden  al  bascongado  unchi,  conejo.  Si  es  voz  bascongada, 
coono  quieren,  pudiera  venir  ide  giinc,  kiine,  paraje,  lugar,  que  equivale 
a  une,  de  donde  salió  un-chi,  conejo  (Cejador,  Tesoro,  iV) ;  o  de  gun, 
tuétano,  savia  de  vegetales.  Y  nótese  que  Azkue  dice:  "En  Bizcaíno 
casi  es  común  un  en  vez  de  gun."  Si,  pues,  gun  y  un  es  el  tuétano,  la 
hondo,  así  como  de  un  salió  une,  unchi,  por  andar  por  lo  hondo,  por 


192  DIÁLOGOS    FAMILIARES 

soterraños,  acaso  giin  o  kun  dio  cuniculns,  diminutivo,  el  de  los  cunicii- 
U  o  soterraños. 

Cuanto  a  laurex,  laurices,  lo  da  Schrader  por  ibérico  y  está  por 
la^sex,  del  bascongado  Uiuso-ko  y  laus-kti,  el  que  no  ve  bien,  ciego,  de 
donde  luscas  en  latín  (Cejador,  Tesoro,  L).  Dijose,  sin  duda,  por  ser 
gazapillo,  como  dice  PlinJo,  sacado,  todavía  ciego,  de  las  entrañas  ma- 
ternas. 

Antonio. — Lchcridcs,  conejos. 

Aurelio. — Del  masiliota  Xí^l/jpú,  liebre,  de  la  misma  raíz  que  le- 
pus^  leporis. 

Antonio. — Mclancrenas,  ciertos  juncos  de  que  los  mallorquines  ha- 
cían sus  hondas,  aunque,  según  Alderete,  es  griego.  Nccy,  o  como  otros 
dicen  Neton,  el  dios  Marte,  de  quien  dice  Macrobio:  "Acitani,  Hispa- 
na gens,  simulachrum  Martis  radiis  ornatum  máxima  religione  cele- 
brant,  Necyn  vocantes."  (Satiirn.,  1.  i,  c.  19).  Quiere  dar  a  entender 
que  "Martem  solem  esse  quis  dubitet?"  "Fervorem  autem  quo  ani- 
mus  excandescit  excitaturque  alias  ad  iram,  ailias  ad  virtutes,  nonnun- 
quam  ad  temporalis  furoris  excessum,  per  quas  res  eliam  bella  nascun- 
tur,  Alartem  cognominaverunt." 

Aurelio. — Griego  (parece  el  vocablo,  vr/uv,  de  véxo;  la  muerte,  pro- 
pio del  dios  de  la  guerra  y  mortandad,  Marte. 

Antonio. — S  parto. 

Aurelio. — ^Diéronle  nombre  los  griegos,  ox7¡jtov,  de  cuya  etimolo- 
gía trató  Cejador  {Tesoro,  Silh.,  3.*  pte.,  pág.  51). 

Antonio. — Vipio. 

Aurelio. — En  las  Baleares,  como  huteo,  es  nombre  latino. 

Antonio. — También  al  vino  llamaban  Bacha;  así  dice  Varron:  "Vi- 
num  ¡n  Híspanla  Baccha." 

Aurelio. — De  Bacchns,  Baco. 

Antonio.— Pues  no  trae  más  palabras  Bernardo  de  Alderete. 

Aurelio. — ^Añada  arrugia,  o  arrogia,  de  Plinio,  y  otras  voces  mine- 
ras españolas.  Plinio  {2)2»  77)  '•  "Cuniculis  per  magna  spatia  actis  cavan- 
tur  montes  ad  lucernarum  lumína.  Eadem  mensura  vígiliarum  est: 
multisque  mensibus  non  cernitur  dies.  Arrugias  id  genus.  vocant."  Y 
en  Plauto  {Aiilularia,  últ.  escena)  :  "Nunquam  dabo  aurum,  nisi  fodiam 
proviter  ai-rtigiani."  La  tierra  floja  y  húmeda  de  las  minas;  "id  genus 
terrae  vriuvi  vocant",  dice  poco  después  Plinio.  "Ergo  per  sílices  cal- 
culos  reducuntur  et  urhim  evítant."  Se  trata  de  no  dar  en  una  vena 
de  agua.  Del  arrugia  trató  Cejador  en  el  Tesoro  {R,  pág.  269),  donde 
dice  viene  del  bascongado  arroki,  arrogí  y  valían  arrogium  o  arrugia, 
cavidad,  mina,  hondo,  hueco,  barranco,  y  los  hallamos  después  en  la 
era  775,  en  el  año  942,  luego  convertida  en  arroyo  la  forma  arro- 
gium. 

Urium  por  tierra  floja,  húmeda,  es  un  derivado  -í  de  tir.  agua, 
lo  aguanoso. 

Balux  y  baJuca  o  pepita  pequeña  de  oro  dice  Walde  que  tienen 
?a  misma  raíz  que  palaga,  palicurna,  de   Plinio,  liablando  de  las  mi- 


ACERCA  DEL  ÉUSQUERA  Y  DEL  CASTELLANO  1 93 

ñas  españolas  en  el  mismo  lugar  citado:  "Aurum  arrugia  quaesiturrr 
non  coquitur,  sed  statim  suum  est.  Inveniuntur  ita  massae.  Nec  non 
in  puteis  etiam  denas  excedentes  libras  Pala,cas  (Hispani  vocant),  alit 
palicurnas ;  idem  quod  minutum  est  baluccm  vocant."  Estrabón  lla- 
ma al  oro  de  los  ríos  de  Turdetania  'síXci,  iplural  cuyo  singular  es 
pala,j  de  donde  polaca  y  balux,  baluca.  De  modo  que  pala  o  bala  era 
la  pepita  de  oro.  Es  claramente  la  voz  bascongada  bala,  pala,  que 
significa  juntar,  recoger;  de  modo  que  se  llamó  la  pepita  o  del  es- 
tar condensada,  apretada,  o  mejor  del  recogerse  entre  las  arenas. 
En  bascuence  bal  es  el  haz  de  mieses,  el  fajo  y  la  parva  de  la  era; 
hál-a,  con  artículo,  es  el  trigo  tendido  antes  de  desgranado;  balak 
bildii  o  egin  es  afascalar,  y  bala  es  d  cesto.  Bala-ki  es  tableta  con 
mango  para  recoger  la  escoria  del  horno;  bal-eko,  haces,  gavilla. 
Pala  es  traba  de  animales;  pala-tu,  trabarlo,  del  recoger. 

En  el  mismo  capítulo  habla  Plinio  del  minimn,  que  dice  apenas 
se  llevaba  a  Roma  otro  que  el  de  España.  Walde  dice  que  es  voz  es- 
pañola, y  trae  una  cita  de  Propercio  que  así  lo  asegura  (2,  3,  11),  y 
recuerda  el  ríO'  Miniíis,  "Mineus  fluvius  Galliciae  nomen  a  colore 
pigmenti  sumpsit",  según  San  Isidoro  (13,  21,  32).  Debía  de  sonar 
miñ,  como  hoy  el  Miño,  sino  que  ipor  no  ser  ñ  sonido  latino  lo  es- 
cribían Mineus  o  Miniíis  y  esto  comprueba  ser  voz  bascongada,  de 
mili  o  miñ,  lengua,  punta,  brote,  dolor,  picante,  amargo.  La  voz  mina, 
viene  de  mena,  y  Walde  dice  no  tener  raíz  indo^europea ;  sólo  se  ha- 
lla en  las  lenguas  célticas,  porque  los  celtas  tomaron  de  los  iberos 
el  conocimiento  de  las  minas,  que  ya  beneficiaban  cuando  llegó  Cé- 
sar a  las  Gallas  (César,  Bello  gall.,  7,  22;  Diodoro,  5,  27;  Estrabón, 
4).  Tan  bascongado  es  mena,  la  mina,  que  dio  la  voz  mcn-di,  monte, 
el   abundante   en  minas. 

El  sagiim  era  traje  nacional  de  los  españoles  (Val.  Máximo,  2» 
2,  21]  App.,  Hisp.,  42;  Livio,  29,  3,  5;  Strab.,  3)  y  algunos  lo  ci- 
tan como  céltico,  esto  es,  de  la  Iberia  francesa.  Viene  de  zagi,  co- 
mo los  :^agones  o  zahones,  y  el  zagalejo  de  las  zagalas,  pues  los  zag- 
ales todavía  usan  los  zagi  o  cagones.  Ya  trató  de  todos  estos  voca- 
blos Cejador  en  el  Tesoro  (Silbantes). 

Tasconium,  según  Plinio,  era  en  España  una  tierra  blanca  que  se 
edhaba  en  el  crisol  para  fundir  el  oro.  En  eúskera  taska  es  derramar 
lágrimas  y  tascar  el  freno  salió  de  esta  raíz.  Talntinm,  según  el  mis- 
mo, era  manera  de  decir  que  el  oro  se  encontraba  como  al  paso  y  vie- 
ne del  eúskaro  tai-tal  andar  vagando.  "Cum  ita  inventum  est  (aurum) 
in  summo  caespite,  talutium  vocant,  si  et  aurosa  tellus  subestt."  Otra 
tanto  dice  que  significó  segutiliim,  errata  por  sagutilmn,  que  como  Sa- 
gunto,  viene  del  eúskaro  zagu,  zagiitu  y  e-zagun  conocer,  estar  patente 
y  manifiesto. 

Antonio. — Mucho  me  ha  contentado  la  etimología  de  esos  voca- 
blos y  no  es  pequeña  prueba  de  que  el  bascuence  fué  idioma  gene- 
ral  de  los  españoles.  Vengamos  ya  al  libríto  de  Humbodlt. 

Aurelio. — Después   de   los    capítulos    que    dedica   a   generalidades- 


194  DIÁLOGOS   FAMILIARES 

viene  el  XIII,  donde  trata  de  los  lugares  que  se  derivan  de  aitg, 
atch,  roca,  y  as-ta,  su  derivado.  Lea,  si  le  parece,  y  yo  le  diré  los 
nombres  semejantes  que  hay  en  las  provincias  bascas. 

Antonio. — "Astigi,  que  se  encuentra  tres  veces  en  Bética,  a  sa- 
ber: Astigitana  coionio,  que  se  llamaba  también  Augusta  finna,  As- 
tigi  Juliensis  y  Astigi  vetus,  en  Plinio,  I,  137,  16;   139,  37. 

Aurelio. — Es  As-tegui  en  moderna  ortografía  eúskera  y  vale  lu- 
gar (tegui)  de  peñas,  o  sea  peñascal.  Hoy  tenemos  Astegui,  ayun- 
tamiento de  Ibarruri,  y  Astegui,  casa  solar  y  armera  de  Vizcaya, 
anteiglesia  de  Berriatúa. 

Antonio. — Eso  no  lo  trae  Humboldt  y  es  argumento  concluyente. 

Aurelio. — Robustécese  con  Astcgui-eta,  con  -eta,  locativo  pluraJ, 
como  quien  dice  peñascales,  y  es  del  ayuntamiento  de  Foronda,  en 
Álava;  y  con  los  derivados  Astigarraga,  dos  veces  en  Guipúzcoa, 
ayuntamientos  de  Irún  y  de  Beizama.  Astigarreta  también  se  halla 
en  Guipúzcoa,  y  Astigarribia  y  Aztegui  y  Astarhe.  En  Álava,  As- 
tulez;  en  Navarra,  Astiz,  Astrain;  en  Vizcaya,  Asteiza,  Astelarra, 
A<!tepe,  Asterrica,  Astibay,  Astica,  Astiguieta,  Astinza,  Astiza. 

Antonio. — Basta  don  Aurelio.  Qaro  se  ve  ser  bascongado  Asti- 
gi, pues  hoy  tenemos  Astegui  y  Aztegui  y  tantos  otros  nombres  em- 
parentados. "Astapa,  de  Bética,  nombre  que  aún  se  da  en  Vizcaya  a 
las  habitaciones  situadas  al  pie  de  las  rocas,  entre  Durando  y  Bil- 
bao se  encuentran  herrerías  de  este  nombre"  (Liv.,  XXVII,  22). 

Aurelio. — 'Confirmemos  esas  palabras  de  Humboldt.  El  sufijo 
-pa  vale  debajo  y  tiene  usted  Ax-pc  o  As-pe,  el  sitio  bajo  la  peña, 
junto  a  la  ría  de  Bilbao,  de  donde  sacaban  bloques  para  el  rompe- 
olas. Conozco  otros  tres  Axpe  en  Vizcaya.  De  aquí  Aspis  del  Itine- 
rario de  Antonino  (401). 

Antonio. — ¿Y  el  sufijo  -ta  de  Astapa? 

Aurelio. — ^Vale  donde  hay,  o  sencillamente  hay.  Por  lo  demás,  ya 
hemos  visto  en  Álava  Astepe.  En  el  partido  judicial  de  Lérida  ha- 
llamos Aspa,  y  otro  en  La  Coruña,  y  otro  en  la  merindad  de  Sangüe- 
sa y  Azpe  en  Huesca.  Aspai,  dos  veces  en  Lugo;  Asparrcn,  en  Fran- 
cia y  en  Navarra,  y  AsparretuJk,  en  Álava;  Aspegorta,  cerca  de  Oroz- 
co;  muchas  veces  Áspera,  en  Galicia.  En  if in,  Az-peitia,  río  abajo,  jun- 
to a  la  peña  del  Izarraiz,  y  Az-coitia,  río  arriba,  muestran  que  as 
es  peña;  -pe,  bajo;  -co,  arriba. 

Antonio. — Ya  lo  dice  aquí  Humboldt.  aunque  no  tan  claramente, 
y  es  así  como  lo  he  visto  por  mis  ojos.  Este  método  me  parece 
más  razonable  que  el  nuevo  del  padre  Fita,  pues,  poniendo  los  nom- 
bres modernos,  no  marra,  en  vez  de  echar  mano  a  cada  paso  de 
los  mágicos  recursos  llamados  epéntesis,  aféresis,  apócope  y  pa- 
ragoge. 

Aurelio. — iCon  los  cuales  cada  uno  se  forja  cuanto  le  viene  en 
talante.  ¿Cree  usted  que  los  Pireneos  no  tendrían  propio  nombre 
entre   los  españoles? 


ACERCA  DEL  ÉUSQUERA  Y  DEL  CASTELLANO  I95 

Antonio. — Siempre  lo  supuse,  porque  Piremos  suelen  decir  que 
«s  griego. 

Aurelio. — No  nos  detengamos  en  su  oscura  etimología.  En  la 
Crónica  general  de  Alfonso  X  y  en  las  demás  de  la  Edad  Media 
siempre  llaman  Aspa  a  los  Pireneos.  Vea  cómo  tradujo  el  Tostado 
aquel  lugar  del  arzobispo  don  Rodrigo  (1.  i,  c.  3) :  "Qui  in  Hispaniam 
venientes  et  Pyraenei  iuga  primitas  habitanjtes."  Pyraenei  inga  lo 
vierte  por  As-pa  (lo  bajo  las  peñas),  laderas  de  las  peñas:  "E  fizo 
assentamiento  junto  con  los  montes  Pirineos,  así  cu  Latin  llamados, 
que  en  vulgar,  Montañas  de  Aspa  dezimos."  Como  ve,  siempre  los  es- 
pañoles menospreciaron  sus  cosas,  hasta  sus  voces  y  lengua,  y  prefirie- 
ron Jo  extraño. 

En  Álava  tenemos  Aspea  de  Trespuentes  y  cuatro  veces  As-pu- 
ru,  que  suena  cabezo  de  la  peña,  de  buru,  cabeza.  En  Guipúzcoa, 
As-cúe  dos  veces,  de  -cue  =  -co,  alto;  Az-cune,  Azpe-haltz  o  Azpe 
negro;  Azpiazu,  Azpicolea,  Azpücoeta,  Az-carate,  de  gara,  a  lo  alto; 
Azcoiti-aga,  de  Azcoitia.  Ein  Navarra,  As-carr-aga,  (peñascos  que- 
mados; Ascondoa,  Azcarate,  Azcona,  Azcue,  Azqiteía.  En  Vizcaya, 
Aspe-gorta,    As-pilueta,    As-pilza,    Az-caray,    Az-carra-ga,    Azcoitias. 

Antonio. — ^Pero  ¿adonde   va  usted  a  parar? 

Aurelio. — ^A  remachar  bien  el  clavo  probándole  el  valor  de  az, 
as,  por  peña,  y,  por  consiguiente,  la  etimología  bascongada  de  los 
nombres  antiguos  Asta,  Astigi,  Astapa. 

Antonio. — Y  de  ^'Asturez,  Asturica  y  del  río  Astura,  agua  de 
rooa  (Floro,  IV,  12,  54),  de  asta  y  ura,  agua",  que  sigue  aquí  di- 
ciendo Humboldt, 

Aurelio. — Asturica  dio  Astorica  por  los  tiempos  de  Alfonso  II; 
xiespués,  Astorga.  En  Ja  EuskaJerria  tenemos  Astuy,  Astiñcoa,  As- 
toreca,  Astorquia,  Astulez. 

Antonio. — Ascerris  eníre  los  Jaccetanienses  (Tol.,  II,  6),  por  As- 
'CO-erri,  lugar  sobre  lo  alto  de  una  roca. 

Aurelio. — Erri   es   región;   -co,   sobre. 

Antonio. — ^Así  explica  Humboldt  ^^Asciia  de  los  Carpetanos  (Liv., 
XXIII,  2j),  Ascoa  en  el  dialecto  vizcaíno  equivale  a  Ascua". 

Aurelio. — Ya  hemos  visto  Azcue,  Azqueta,  Azco-aga  de  Álava 
en  altura  despejada;  Azcona,  que  es  la  azcona  o  arma  antigua  mon- 
tañesa de  los  Navarros,  por  la  punta  de  pedernal  primitivamente. 

Antonio — De  ura  =  agua  trae  Humboldt  Ast-ur-es,  Ast-uri-ca, 
Il-urci;  Urce  de  los  Bastetanos,  llamada  también  Urgis,  de  donde 
Urgitaniis  finis  (Tol.,  II,  6,  pág.  43.  Plin.,  I,  136,  li),  Urc-esa  de 
Celtiberia  (Plin.,  I,  140,  137),  Urgia  y  Urgao  de  Bética  (Plin.,  I, 
140,   137)- 

Aurelio. — Ast-ur-es  suena  los  de  las  aguas  de  roca,  sin  duda  por 
las  fuentes,  y  así  Asturias  es  la  tierra  de  las  fuentes  de  rocas. 

Ya  dije  que  ur-ki  es  el  abedul,  propiamente  el  con  agua,  de  mo- 
do que  dio  Urce  y  Urgis  y  Urgia,  Il-urci,  con  il  =  población.   Urc~ 


196  DIÁLOGOS    FAMILIARES 

gsa,  de  csi,  seto,  valla  (de  abedules),  coaiao  Mentcssa  o  Mcnlissa,  de 
fnctidi  monte. 

En  Álava  tenemos  Urca-biistaic.  En  Guipúzcoa,  Urqui-di,  o  sea 
sitio  de  muchos  {-di)  abedules,  en  los  ayuntamientos  de  Alzo,  Az- 
coitia  y  Eibar;  Urqiiidi-zar,  de  zar  =  viejo,  en  el  de  Asteasu;  Ur- 
qiii-Gocna,  de  goena  =  el  más  alto,  en  el  de  Isasondo.  En  Vizcaya, 
Ur-co,  del  ayuntamiento  de  Ermua,  y  vale  próximo  (de  urr  =  apre- 
tado) y  del  agua  (de  nr  =  agua) ;  Urqui-aga  o  sitio  de  abedules, 
en  los  ayuntamientos  de  Ceánuri  y  Ceberio;  Urqui-di,  en  el  de  Eche- 
barría;  Urqui-olOi,  en  el  de  Abadiaiio;  Urqid-ol-etas,  en  el  de  iMa- 
ííaria;  Urqui-za,  en  los  de  Busturia  y  Mendata;  Urqnizii,  en  el  de 
"Yurre.  Urcal  es  río  y  baños  en  la  provincia  de  Murcia;  Urcaregiii 
mayor  y  menor  en  el  valle  Ayastia,  de  Guipúzcoa.. 

Antonio. — Basta,  basta  y  basta.  Bien  probado  queda  que  esos 
nombres  toponímicos  prerromanos  son  bascongados.  Humboldt  trae 
igualmente  de  «r  =  agua,  "Urso  (Plin.,  I,  139,  6;  Strab.,  III,  2,  pá-» 
gina   141)  y  Ursaon,  de  Bética  (De  bello  Iiisp.,  41)". 

Aurelio. — Se  equivoca  en  traerlos  de  ur  =  agua,  pues  vienen 
de  tirso  =  uso  =  paloma.  En  Vizcaya,  Usa-hel,  del  ayuntamiento  de 
Aránzazu.  En  Navarra,  Uso-z,  del  de  Arce,  y  es  apellido.  En  Gui- 
púzcoa, Us-ascúe,  en  el  de  Us-urhil.  Úsela,  en  el  de  Azcoitia.  Ade- 
más, Urs-alto  en  Guipúzcoa,  Ursellacoa,  Ursu-aran  y,  tal  vez,  Ors- 
-anco.  El  Ursa-on,  de  Bética,  significa  buenas  palomas.  Siempre  se 
alude  a  las  palomas  viajeras  que  pasan  por  el  Pirineo  a  sus  tiem- 
pos y  que  allí  las  cazan. 

Antoxio. — Sigue  Humboldt:  "Urbiaca  en  el  interior  de  España 
(Ititt.  Atit.,  pág.  447)  y  Urbicna  (Liv.,  XL,  16)  ?" 

Aurelio. — Lea  lo  que  sigue. 

Antonio. — "Estos  dos  nombres  son  puramente  bascos,  tanto  que 
podrían  pronunciarse  hoy  de  la  misma  manera.  En  ambos  se  encuen- 
tra lira  y  bi  =  dos:  en  el  primero,  la  designación  de  lugar  -aga;  en 
el  segundo,  la  terminación  adjetival  -coa,  -cua...,  lo  mismo  que  hoy 
Urbina,  Urbieta"... 

Aurelio. — Y  Urbicain,  en  el  partido  judicial  de  Aoiz,  y  Urbi- 
llos,  casa  solar  de  la  anteiglesia  de  Ugartc  de  Múgica;  Urbiñenea, 
de  Guipúzcoa;  Urbiola,  de  Navarra;  Urbión,  de  Burgos  y  de  Soria, 
donde  estaba  Numancia;  Urbisi,  de  Guipúzcoa;  Urbieta  mayor  y  me- 
nor, en  Guipúzcoa,  término  de  Cestona,  y  Urbina,  del  ayuntamiento 
de  Villarreal  de  Álava;  Urbina  de  Basabe  y  Urbina  de  Eza,  en  Álava. 

Antonio. — "Iturbida  de  los  Garpctanos  (Tol.,  II,  6,  46)."  ¿Es,  sin 
duda,  el  conocido  Iturbidef 

Aurelio. — De  iturr  =  fuente,  bidé  =  camino;  lea  todos  los  itu- 
rrias  en  el  párrafo  siguiente,  conocidísimo  apellido. 

Antonio. — ^'Iturissa  de  Ptolomco  (II,  6,  pág.  48)...  En  el  Itinera- 
rio de  Antonino  se  convierte  en  Turissa>  lo  que  prueba  que  los  nom- 
bres siguientes  tienen  el  mismo  origen.  En  Plinio  (I,  139,  5),  Tucci  e 
Jtucci,  y  en  el  Itinerario,  Acalucci.'^ 


ACERCA  DEL  ÉUSQUERA  Y  DEL  CASTELLANO  1 97 

Aurelio. — lEsos  tres  nombres  no  vienen  de  iturri;  pero  sí  Turiaso 
en  lia  Celtiberia  (liin.  Ant.,  pág.  442),  aunque  no  deba  analizarse  itu- 
rria-sOj  pues  nunca  en  composición  entran  los  nombres  con  artículo, 
ni  se  puede  admitir  que  -so  sea  contracción  de  osoa>  que  esto  sería 
venir  al  nuevo  sistema.  Viene  de  iturri-a^-o  =  peña  con  fuente  o 
fuentes,  pues  -o  es  la  terminadón  latina:  de  hecho  la  ciudad  de  Ta- 
razona  está  sobre  una  peña. 

Antonio. — "En  Álava  tenemos  el  caserío  Turíso^',  dice  aquí 
Humboldt. 

Aurelio. — Y  en  la  Euskalerria,  Turrillas  ipor  iturrilia,  Ititrgoyen, 
Iturrioz  Iratirqiii,  Iturmendi,  Ituren,  iHirriotz,  Ithorots,  Tiirpita,  Tur- 
za  cerca  de  Ezcaray,  provincia  de  Logroño,  y  Turzo,  en  Burgos;  otro 
Turrillas  en  Almería,  otro  en  Granada,  Ttirrillos  en  Huesca,  Turrio 
en  La  Coruña,  la  Turrulla,  punta  de  tierra  al  pie  del  monte  Jaizqui- 
bel,  junto  a  Fuenterrabía;  Turrucan  en  Logroño,  y  otros  muchos 
pueblos  en  todas  las  provincias  de  España.  En  Segovia,  Iturbieta  o 
Santillana,  I  turbe  (=  bajo  la  fuente),  repeitido  seis  o  siete  veces  en 
Guipúzcoa ;  Itiirbeyeta,  Ituralde,  Iturrain,-  Itiirro^te,  Iturreta^  montaña 
de  Guipúzcoa;  Iturriaga,  Iturriederreta^  Iturriosaga,  Itnrriza  de  Gui- 
púzcoa, como  el  Iturissa  de  los  Bascones  de  Ptolomeo;  Iturrizabaleta, 
Iturrondo,  Iturrua,  etc.,  etc.  Y  todavía  habrá  quien  no  vea  que  la  to- 
ponimia ibérica  es  bascongada.  Paira  hacer  ver  las  cosas  a  los  ciegos 
más  valiera  dejarlo  aquí,  don  Antonio.  Bifíirris,  de  la  Bastitania  (To- 
lom.),  vale  Dos  fuentes  =  bi-iturri. 

Antonio. — Muchos  nombres  son  esos,  y  yo  casi  me  doy  por  vencido. 

Aurelio. — Humboldt  puso  entre  sus  principios  que  había  que  com- 
parar los  nombres  actuales  basco'ngados  con  los  antiguos  ibéricos;  así 
lo  practicó,  aunque  con  pocos  ejemplos,  porque  suponía  que  era  cosa 
fácil  hallar  otros.  Sin  embargo,  no  ha  faltado  autor  que  le  achacase  el 
no  haber  tenido  esto  en  cuenta.  He  ahí  por  qué,  don  Antonio,  yo  acu- 
mulo los  nombres  de  poblaciones  y  nada  digo  de  los  caseríos  y  térmi- 
nos porque  sería  nunca  acabar;  que  si  usüed  tiene  curiosidad  y  gusto 
en  extender  esas  listas,  puede  acudir  al  Nomenclátor  de  España;  ahí 
tiene  usted  los  cuadernos  correspondientes  la  las  provincias  bascon- 
gadas  con  todas  sus  entidades  de  población. 

Antonio. — Un  capricho:  veamos  los  nomibres  de  itiirri.  1 

Aurelio. — Puede  leerlos,  si  gusta. 

Antonio. — En  Guipúzcoa :  Iturbe,  Iturbiiru,  Iturburu,  Iturgoyen- 
Goena-Celayeta,  Iturta-Sarobe,  Iturralde,  Iturralde,  Iturrejts,  Iturri^ 
Itiirricne,  Iturrieta,  Itiirriotz,  I  turrio  1 2,  Iturrispe,  Iturrisa. 

En  Navarra:  Ituren,  Iturgoyen,  Iturmendi,  Iturzar,  Iturrald.e,  Itu- 
rrericatu,  Iturri-Aldea,   Turrillas,  del  ayuntamiento  de  Izagaondoa. 

Eln  Álava:  Iturriaga  de  Gogcnuri,  Iturribarria  de  Menagaray;  Tu~ 
riso  es  del  ayuntamiento  de  Salcedo. 

En  Vizcaya:  Iturbe,  Iturbes,  Iturbiiriiaga,  Iturralde,  Iturraran,  Itu- 
trate,  Iturreta,,  Iturreta,  Iturri,  Iturriaga,  Iturriaga,  Iturriaga,  Iturria- 
ga, Iturriaga,  Iturriagas,  Iturri-alde,  Iturriarán,  Iturriháhaga,  Iturri- 

i3 


198  DIÁLOGOS    FAMILIARES 

buril,  Iturrieta,  Iturrieta,  Iturricta,  JturrÍ7)uiur,  Iturriondo,  Itnrrísaga, 
Iturrondo;   Turpita   es   del    ayuntamiento   de   Ibárruri. 

Aurelio. — Y  esas  formas  sin  7-  muestran  que,  si  la  ortografía  ha 
podido  omitirla  aun  dentro  de  la  Euscalerria  entre  bascongados,  nada 
debe  extrañar  que  Jos  romanos  la  dejasen  perder  en  los  nombres 
antiguos. 

Antonio. — Tengo  curiosidad  de  ver  claramente  si  uri  vale  ciudad 
en  bascuence:   Uri-barri... 

Aurelio. — Ciudad-nueva. 

Antonio. — 'Otro   Uri-barri,    Uri-bc,    Uri-be,    Uri-car... 

AuRELí  o. — Ciudad-viejck. 

Antonio. — Uri-s,  Uri-a  de  Erbi,  Uri-barri,  Uri-be,  Uri-cta,  Uri- 
eta  de  Ziiaza,  Uri-eta-Goico,  Uri-sar,  Uri-a,  Uri-a,  Uri-clde,  Uri-artc, 
Uri-arte,  Uri-artes,  Uri-barri,  Uri-barri...  hasta  11  veces,  Uri-be  cua- 
tro veces,  Uri-bes,  Uri-biarte  dos  veces,  Uri-en,  Uri-goiti,  Uri-ffücn, 
Uri-ona,  Uri-ondo,  Uri-ones,  Uri-oste,  Uri-zar  10  veces,  Urizar-goiti. 
¿Y  con  iri?  Iri-bui,  Irí-barren,  Iri-bas,  Iri-berri,  Iri-berri,  Iri-sarri, 
Iriso,  Iri-arte,  Iriarte  Mayor,  Iribus-Azpicoa,  Iribar-Garacoa,  Iri- 
barrcn,  Iri-be,  Iri-bitru,  íri-goincho,  Iri-goyen,  Iri-goycn,  Iri-onda- 
Echcberri,  Iriso,  Iriso  Berri,  Iri-zar,  Iri-zar,  Irizar-Echechoa,  Iri- 
zarri.  Sólo  por  las  veces  que  salen  uri-bcrri  e  iri-berri,  uri-zar  e 
iri-zar  se  podía  deducir  que  uri  e  iri  significan  lo  mismo. 

Pues  con  as-,  aste-,  az-,  az-te,  ¡  no  hay  pocos  nombres !  Mire,  don 
Aurelio,  creo  que  no  hizo  mal  Humboldt  eoi  no  copiar  tantos:  ¡cosa 
más  clara  y  conocida !  Aunque  -es  verdad  que  se  siente  uno  más  sa- 
tisfecho y  como  que  se  ve  más  claro  cuando  recorre  estas  listas. 
i  Qué  aún  se  conserven  nombres  que  hoy  hablan  a  estos  caseros  lo 
mismo  que  hablaban  a  los  españoles  de  hace  treinta  siglos ! 

Aurelio. — ¿Y  no  quiere  usted  leer  lo  que  dice  Humboldt  de  Tur- 
ca o  Tíirrige  {Itinerario  de  Antonino,  pág.  430),  de  los  Turodes  dfe 
la  costa  del  Norte  (Tol.,  II,  44),  de  Turobrica  (Plin.,  I,  140),  en- 
tre los  celtas  turdetanos;  de  los  Turmodigos  (Plin.,  I,  143),  vecinos 
de  los  cántabros;  en  fin,  de  los  famosos  Turdetanos  y  Túrdidos,  que, 
según  los  antiguos,  eran  afines  de  los  vascones? 

Antonio. — Ya  se  supone  que  son  bascongados  y  que  proceden  de 
itur;  aunque  la  -n  sea  añadidura  latina:  creo  que  con  los  aducidos 
podemos  asentar  como  averiguado  que  el  bascuence  explica  los  más 
de  los  nombres   geográficos   antiguos. 

Aurelio. — Pues  yo  no  quedo  aún  satisfecho,  y  así  me  )}>ermitirá 
le  recuerde  algunos  otros:  Álava  se  dice  entre  bascongados  Ara-ba, 
llamwa  baja.  Alba  y  Alhoa  valen  en  bascuence  aldea  y  barriada  jun- 
to a  una  ciudad  principal ;  de  aquí  las  muchas  poblaciones  antiguas 
llamadas  alba:  Alba  Urgao  (Plin.,  I,  137),  cuyo  segundo  término  lo 
tenemos  en  Uno,  Urqui-Goena,  Urquid.i,  de  Vizcaya,  y  el  primero 
«1  Albacna,  ALborancha,,  Alboniga. 

Este  último  nombre  de  Vizcaya  es  lo  mismo  que  el  Albonica  ded 
Mrtcrior  de   España    (Itin.,   pág.   447).    Además  Alba  de    los    Várdulos 


ACERCA  DEL  ÉUSQUERA  Y  DEL  CASTELLANO  1 99 

'(Plin.,  I,  143),  en  la  provincia  de  Álava,  y  Alhocclla  de  Tolomeo 
(II,  145),  etc. 

De  ara  =  llano  tenemos  Aravi,  que  figura  en  la  inscripción  del 
puente  de  Trajano  sobre  el  Tajo  (Cellar.,  I,  581).  En  las  PrO'vincias 
tenemos  Ara,  Ara-eta,  Ara-hio,  Ara-be-ta. 

Tam'bién  Arahriga  de  los  Lusitanos  (Ptol.,  II,  41),  cuya  termi- 
nación -briga  =  ciudad  dicen  que  es  céltica,  y  Aracillum  de  los 
Cántabros  (Flor.,  IV,  49);  Aratispi,  entre  Antequera  y  Málaga;  en 
fin,  los  Aranditanos,  y  en  las  Provincias  tenemos  a  Arandia  =  gran 
llanura,. 

Si  quiere  ver  otras  muchas  formas  d'e  la  raíz  ara  con  varios  su- 
fijos, como  ar-ana,  ciruelo  silvestre  o  ar-añon,  y  arantza,  espino,  to- 
do? hoy  usados,  no  tiene  más  que  leer  el  Nomenclátor:  Araviayona, 
Araña  o  Arania,  Araya,  Aranguiz,  Araquio,  Ara-iz,  Ara-mendia,  Aran- 
nrache,  Aran-az,  Arandigoyen,  Arangozqui,  Arana,  Ara-aquil,  que  es 
el  Aracillum  de  Floro;  At-a-znri,  Ara-cama,  Ara-in,  Ara-legui,  Ara- 
nua,  Aram-bnru,  Arana,  Aran-aga,  Arancegiii,  Arcmceta,  Arandarán, 
Araneder-Errota,  Aran-erreca,  Aran-guren,  Arantza-Celay,  Aranza- 
he,  Aranzadi,  Aranzazu,  Aranzuco,  Arandi,  Aras,  Arañarás,  Ara- 
huste,  Ara-caldo,  Aracheta,  Ara-lucea,  Aram-balza,  Aran-dtin,  Aran- 
zabal,  Aranecoa,  Aran-goiti,  Aran-guti,  Aran-ondo,  Aramias,  Ara-ra, 
Arazoza,  etc. 

Antonio. — 'He  oído  que  Aranzazu  vale  tú  en  el  espino  o,  según 
otros,  espinal :  ¿  cómo,  pues,  viene  de  ara  =  llanura  ? 

Aurelio. — iLa  segunda  interpretación  es  la  cierta.  Aran  o  Arana 
vale  ciruelo  salvaje,  espinoso,  aran-tza  =  abrojos,  espina;  -zu  es  su- 
fijo abundancial.  Así  que  Aranzazu  suena  espinal,  Ar-an  es  el  fru- 
to salvaje  de  la  llanura  o  ara,  espino  negro,  aragonés,  que  dicen  en 
Navarra  y  otras  partes.  Ar-unda  y  Ar-unci  (Plin.,  I,  139),  de  entre 
los  Celtas  de  Bética,  vienen  de  ara;  unda  es  el  nndo  =  junto  a; 
Arondo,  en  Navarra,  y  nnci  el  utiki  =  tocar.  Arco-briga  y  Arsa,  de 
Beturia  (Plin.,  II,  40)  hay  que  compararlos,  el  primero,  con  Ar- 
cante, Arcaya,  de  Álava;  Arcaraso,  d'e  Guipúzcoa;  Arco,  Arcocha, 
Arcochia  y  Arculanda,  de  Vizcaya.  Cuanto  a  Arsa,  es  el  Arza  de 
Olabezar  en  Álava,  como  Arzoz  en  Navarra;  Arzabal,  Arzadun, 
Arzallus,  Arzu,  en  Guipúzcoa;  Arzabe,  Arza,ya,  Arzuaga,  Arzubia,  en 
Vizcaya.  El  Aritium  de  Lusitania  (Itin.,  418)  como  el  Ariza  de 
Aragón,  que  en  bascuence  suena  roble,  de  donde  Aricia,  Ariceta, 
Ar'tzaga,  Aritzeta,  Ariza-tegui,  Ariz-ti,  Ariz-mendi,  Ariz-Bacarra, 
Ari-zavaleta,  en  Guipúzcoa;  Ariz,  Arizala,  Arizaletai,  etc.,  en  Na- 
varra ;  Ariz,  Arizbarrtna,  Arizgoiti,  Arizmendi,  en  Vizcaya,  que  to- 
dos vienen  de  aritz  roble.  Pero  Ari-titim  se  deriva  de  ari-ti,  de  muchas 
ovejas,  pu€s  -ti  es  abundancial  y  nri,  la  oveja. 

Antonio. — Aquí,  en  la  pág.  52  de  Humiboldt  se  lee:  "Attacum,  de 
los  celtas  (Tol.,  II,  n.  46),  Attubi  (Plin.,  I,  139)  y  Attcqua  (Dion 
Cassius,  XLIII,  33)  en  Bética,  recuerdan  atea,  lleva,  y  atarbea,  techo, 
cuya  raíz  debe  ser  oí." 


200  DIÁLOGOS   FAMILIARES 

Aurelio. — No  es  sino  ate,  puerta,  entrada,  como  Ateca  de  Ara- 
gón que  es  el  Attequa  de  Dion  en  la  Bética:  Ateca  debe  de  venir 
de  Ate-coa,  sufijo  -co,  lo  de;  ate,  puerta.  En  Álava,  Atiega>  en  Gui- 
púzcoa, Ate-gorri-eta,  por  otro  nombre,  que  es  su  traducción,  Puer- 
tas Coloradas;  en  Navarra,  Atondo  y  Atez;  en  Vizcaya,  Atechueta,. 
Ate-gurcn,  Ate-la,  Ate-que-na. 

Anto.vio. — ¿Y  "Bclda  entre  los  Túrdulos  (ToL,  II,  n.  39)",  que 
trae  luego  Humboldt? 

Aurelio. — Bela  suena  cuervo,  -da  es  hay,  donde  hay.  Bclda  es 
apellido.  En  Álava,  Bcl-unza;  en  Guipúzcoa,  Behrmuga,  Belaunza, 
Belaztegui,  Bclberenea;  en  Vizcaya,  Belacola,  Bclacorta,  Bclandia, 
Belarrinaga,  Bclaustegui  tres  veces.  Ya  recordará  lo  que  le  dije  de 
Calatañazor,  y  advierta  que  son  antiquísimos  en  toda  España  los  ape- 
llidos Vela,  Velasco,  Blasco,  su  contracción,  Blásqnez,  Velázquez, 
Vélcz,  que   de   aquí   se  derivan. 

Antonio. — "Balsa  en  Bética  (Plin.,  I,  229)  y  Balsio  de  los  bas- 
cos (Itin.,  443),  de  balsata,  verbo  que  significa  reunir." 

Aurelio. — ^De  aquí  balsa,  em-balsar.  En  Vizcaya  tenemos  dos  ve- 
ces Baiz-ola. 

Antonio. — "Baniacis  de  los  Carpetanos  (Tol.,  II,  46)  de  barna- 
coya,  profundo,  probablemente  por  su  situación  entre  dos  montañas. 
Barna.  Barrara,  significa  en  el  interior  o  dentro  y  expresa  en  las 
palabras  que  son  sus  derivados  la  profundidad  y  la  acción  de  pe- 
netrar." 

Aurelio. — De  aquí  em-barnecer  o  echar  carnes  por  dentro.  Agi 
significa  esquina,   saliente,   apariencia,  de  donde  Barn-aci-s. 

Antonio. — Barum  de  los  Gallaicos  (Mapa  de  Reichard),  Barea, 
Barcino,  cree  Humboldt  debieran  sonar  con  rr,  de  barman,  dentro. 
"Según  Tolomeo  (II,  pág.  39)  Barea  debe  escribirse  Barria.^' 

Aurelio. — Entonces  significaría  nuevo,  y  en  Álava  tenemos  Ba- 
rría de  Narvaja  y  Barri-eta  de  Llanteno,  y  en  Vizcaya,  Las  Barrie- 
tas.  Si  esos  nombres  suenan  con  sola  una  r,  tenemos  barea,  bazo, 
limaco,  y  en  Navarra  hay  Bari-ain;  en  Vizcaya,  Barainca.,  Baran- 
dica,  Barañano,  Baraga  y  Bara-zar. 

Antonio. — "El     nombre    de    los    Astiires    Bedunienscs    (Tol.,     II, 

44)...-" 

Aurelio. — Del  Bcdoña  de  Guipúzcoa,  donde  hay  además  Bedua. 
Bedoya  es  apellido  conocido. 

Antonio. — 'Me  contenta  más  que  lo  de  Humboldt.  "Bilbilis  en  Cel- 
tiberia (Itin.,  437),  como  Bilbao,  vienen  de  las  radicales  pil,  bil." 

Aurelio, — Andar  y  volver,  juntar,  torcer,  es  lo  que  significan, 
como  bil-bil  y  bil-be  es  la  trama,  de  donde  Bilbao,  y  Bilba-tua,  Bil- 
batu-pAhcbarria,  en  Vizcaya. 

Antonio. — "Bortinae,  em  Vescitania  (Itin.,  431)  :  tal  vez  viene  de 
borda,  alquería.  Se  escribe  Burtina,  y  podría  ser,  como  Burdtia,  en 
Lusitaiiia  (Tol.,  II,  41),  que  se  derivase  de  burdina,  hierro." 

Aurelio. — Borta-ene    tenemos    en    Guipúzcoa    para    Bortinae.    De 


ACERCA  DEL   ÉUSQUERA  Y  DEL  CASTELLANO  20I 

burditi,  hierro,  salió  Burdin-giirtis,  en  Navarra.  Bur-diia  es  lo  que 
tiene  monte  y  otro  tanto  suena  Burtiña. 

Antonio. — "En  Burum  (ToL,  II,  43)  y  Buruesca,  formas  las 
más  sencillas  y  las  más  bascas  de  Virovesca  (ibid.,  II,  6,  45;  Itin., 
394) ;  Burila,  poner  la  cabeza,  que  también  se  emplea  metafóricamen^ 
te,  se  encuentra  combinado  con  el  nombre  del  pueblo  de  los  Eskes, 
Buruesca,  capital  de  los  bascos." 

Aurelio. — Buru  es  cabeza,  oabezo,  y  de  aquí  salió  la  Bureba,  lo 
alto  de  la  Brújula.  En  Álava,  Buru-aga,  que  suena  cabezos.  En  Na- 
varra, Buru-tadn  y  La  Burund-esa.  Conocidos  son  los  apellidos  en 
que  entra  buru  como  primero  o  segvmdo  elemento:  Zahal-buru,  ca- 
beza ancha;  Mendi-buru,  cabezo  de  monte,  etc.,  etc. 

Antonio. — "El  basco  gara,  altura,  cima,  es  fácil  de  reconocer 
en  el  Carabis  de  los  celtíberos  (Apiano,  VI,  43)." 

Aurelio. — De  gara-be,  bajo  la  altura,  como  Gara^beitia,  en  Viz- 
caya, que  equivale  a  Az-peitia,  bajo  la  peña,  y  Gara-eta,  en  Vizcaya, 
alturas.  El  -be  lo  tememos  en   Gor-bea,  bajo  el  gora   (hacia  arriba). 

Antonio. — "'Creo  que  el  nombre  Corensis  (Plin.,  I,  136)..." 

Aurelio. — De  ese  gora  se  deriva,  como  en  Guipúzcoa  Gor-osta,  Go- 
rost-arrazu,  Goros-tegui,  Goros-tiza,  Gorostidi,  Gorostieta,  Gorozabel, 
y  en  Vizcaya,  Gor-ordo,  etc.,  etc. 

Antonio. — Humboldt  dice  que  "en  otros  manuscritos  Curensis  es 
indígena  y  encierra  un  radical  común  al  latín  y  al  basco.  Plinio  habla 
de  la  forma  curva  de  la  ribera  llamada  así  y  gnr,  ciir,  es  el  radical, 
que  significa  curva  en  basco,  como  curvus  en  latín.  Esto  es  evidente  en 
las  palabras  inguruan,  en  círculo,  y  ma-curra,  curva,  así  como  en  mu- 
chos nombres  derivados.  Los  Vurgonienses  o  Gurgonienses  (Floro,  IV, 
47),  Curconium  (Ptol.,  11,  48)  en  Vasconia  y  Curgia  entre  los  celtas 
de  la  Bética  (ibid.,  II,  40),  atestiguan  este  radical  en  los  nombres  de 
lugares  ibéricos". 

Aurelio. — En  Álava,  Gur-endes ;  en  Guipúzcoa,  Gur-billa;  en  Na- 
varra, Gurbizar,  Gurpegui;  en  Vizcaya,  Giirbistena,  aseguran  la  raíz 
gur  en  la  toponimia.  En  Cur-conium  y  Gurgonienses  hay  además  el 
común  sufijo  -co  ==  -go  de  posesión  y  de  lugar. 

Antonio. — "En  Egosa  de  los  Castellanos  (Tol.,  II,  43),  egoitza,  lu- 
gar de  asilo,  parece  provenir  de  egon,  quedar,  detenerse ;  según  una  eti- 
mología semejante,  Ego-varri,  de  los  Gallaicos  (Plin.,  I,  227),  significa 
nueva  mansión.  El  nombre  de  río  Ego  (Mapa  de  Richard)  contraría 
esta  explicación." 

Aurelio. — Ego,  egoa  es  el  sur  y  viento  sur  y  d  ala,  que  también 
se  dice  ega.  El  río  Ega  de  Navarra  y  el  apellido  Egas  son  conocidos. 
Ego-varri,  de  barri,  nuevo,  es  voz  bascongada.  En  Guipúzcoa  Ego- 
cheaga,  Egozcozabál,  Egu-arre  Aundia.  En  Navarra,  Egoz-cue  tres  ve- 
ces, Egu-aras,  Egü-és.  Morada  vale  egoitza,  el  Egosa,  como  dice  Hum- 
boldt. 

Antonio. — "El  nombre  de  los  Egurres  (Tol.,  II,  44),  una  rama  de 
los  Astures,  recuerda  egurra,  madera  en  basco." 


202  DIÁLOGOS  FAMILIARES 

Aurelio. — En  Guipúzcoa,  Egur-bide  o  camino  de  madera ;  Egur-za,. 
Eugurs-egui,  egurr-oia.  En  Vizcaya,  Egurr-ola,  fábrica  de  madera. 

Antonio. — "La  etimología  de  Esiiris  resulta  de  lo  que  hemos  dicho 
antes  en  cuanto  a  su  terminación...  Esitii  significa  cerrar  en  Lugar 
abierto,  cuyo  sustantivo  es  esi-a^  vallado,  fortificación." 

Aurelio. — Es-uri  es  agua  cercada. 

Antonio. — 'Habla  aquí  de  Escita  en  Botica  (PlirL,  I,  138)  y  de  ii.sc- 
andia  de  Apiano,  que  claramente  es  el  escua,  mano,  y  andia,  grande, 
voces  que  he  oído  por  el  país  basco. 

Aurelio. — No  necesita  más  declaración. 

Antonio. — "Ildiim,  en  la  costa  meridional  tarraconense  (Itin.,  399),. 
de  hildoa,  surco.  Si  nos  refiriésemos  a  la  explicación  dada  por  Pestini 
de  una  incripción  celtibera  (Descripción  de  las  medallas  esp.,  pág.  157), 
el  nombre  de  esta  villa  es  en  las  monedas  Ild-Uri,  villa  del  campo,  villa 
del  surco." 

Aurelio. — Sin  h,  ildo  es  el  surco. 

Aj^ítonio. — "Illunum,  de  los  Bastetanos  (Tol.,  II,  47),  de  illuna,  os- 
curo, negro,  se  emplea  también  para  designar  un  cielo  nebuloso." 

Aurelio. — Es  el  iiun,  iJima,  oscuridad,  noche,  y  tenemos  en  Vizcaya 
Ilum-be,  Ilun-zar  o  viejo  Ilun;  en  Navarra,  Ilun-dain;  en  'Guipúzcoa 
Illum-be. 

Antonio. — "Istorium,  en  CeJtiberia   (Tol.,  II,  46)..." 

Aurelio. — Es  el  Isturin,  cerca  de  San  Sebastián,  de  ist,  apretar,  cer- 
car; ur,  agua. 

Antonio. — ^^Laberris,  en  Asturias  (Tol.,  II,  44),  cuya  terminación 
recuerda  Ascerris." 

Aurelio. — Región  (erri)  de  hornos  (labe).  En  Navarra,  Labe-aga, 
sitio  de  hornos;  en  Vizcaya,  Labe-co,  cosa  de  horno,  y  Labecoa. 

Antonio. — ^^Lambriaca  Flabia,  Lambris,  de  lamboa,  lambroa,  lluvia 
espesa,  nube  que  cae,  bruma  en  español...  Esta  denominación  se  ex- 
tendía a  toda  la  cadena  norte  de  las  montañas." 

Aurelio. — No  mal  sacada  la  etimología;  pero  también  pudiera  ve- 
nir y  mejor  de  lon-berri,  Terra-nova,  pues  en  Álava  tenemos  Lam- 
harri;  «en  Guipúzcoa,  Lam-barren  Berri  y  Lambarren  Zarra,  tierra  in- 
terior; en  Vizcaya,  Lam-barri,  Terra-nova,  dos  veces,  y  Lambreabe. 

Antonio. — "Bl  promontorio  de  los  Gallaicos  Lapaiia  (Tol.,  II,  42), 
se  deriva  de  lapa,  crustáceo  que  se  adhiere  a  las  rocas." 

Aurelio. — Y  pasó  aJ  castellano:  lapa,  so-lap-ar,  solapa.  El  -tia  es 
abundancial.  En  Guipúzcoa,  Lapice,  Lapramcndi.  En  Vizcaya,  Lapa-iza, 
dos  veces,  con  -tea,  abundancial. 

Antonio. — "El  río  Larnmn,  los  Larnenscs  (Plin.,  I,  142),  entre  los 
Laletanos  y  la  villa  de  Lama,  en  Celtiberia  (Mapa  de  Richard) ;  de 
larrea,  pasto." 

Aurelio. — Del  superDativo  larr(e)na,  de  larra,  pastizal,  dehesa,  de 
donde  también  Lar-tigi,  lugar  de  pastos  (Plin.,  I,  140).  En  Álava.  La- 
rra, Larra-be,  Larrazcucta.  Larrea,  Lorrimbc,  Larrinaga,  Larrinoa, 
iMrrin-zar;  en   Guipúzcoa,  Larra^buru,   Larrachn,  Larra-yain,  Larra^ 


ACERCA  DEL   ÉUSQUERA  Y  DEL  CASTELLANO  203 

mcndi,  Larrañ-aga  (tres  veces),  Larr-añ-eta,  Larraquihcl,  Larr-ar,  Larr- 
arte,  Larra-zabal,  Larr-ino,  Larr-ola;  en  Navarra,  Larracea,  Larraga, 
Larragu-cta,  Larr-ain,  Larrain-goa,  Larra-ena,  Larraun  (tres  veces),  etc. ; 
en  Vizcaya,  otras  46  formas  parecidas. 

Antonio. — ^^Lavara  en  Lusitania  (Tol.,  II,  41),  de  iauba,  llano." 

Aurelio. — O  laua  (de  laii,  cuatro),  llano. 

Antonio. — "Lissa,  de  los  Jaccetanos  (ToJ.,  II,  6)." 

Aurelio. — 'De  leca,  leze,  leiza,  leize,  sima,  precipicio.  En  Álava, 
Leza  y  Leza-vm;  en  Guipúzcoa,  Lez-andn,  Lez-o;  en  Navarra,  Leiza; 
en  Vizcaya,  Leiz. 

Antonio. — ^'Lobctum  (Tol.,  II,  47)  en  la  vecindad  de  los  Celtíberos 
y  Lubia  (Plin.,  I,  143)." 

Aurelio. — 'En  Álava,  Lnbi-ano;  en  Guipúzcoa,  Lub-crri-aga;  en  Viz- 
caya, Lobi-ano. 

Antonio. — ¿Y  eí  Miñof 

Aurelio. — Min  y  miñ  es  el  dolor,  la  lengua,  lo  amargo,  la  hiél,  ín- 
timo, púa,  brote.  En  Álava  tenemos  Miñ-ano,  Miñ-aur.  En  Guipúzcoa, 
Min-tegui.  En  Vizcaya,  Min-teguia  (dos  veces),  Min-tua. 

Antonio. — '^ Morón  y  Marosgi  (Plin.,  I,  227)  vienen  d-e  morotu...; 
mortua  se  emplea  para  designar  las  montañas." 

Aurelio. — Mor-illas  en  Álava,  por  las  motas  o  cabezos,  y  Muru, 
que  vale  lo  mismo,  montón,  altozano,  mota,  de  donde  en  castellano  mor- 
ena, montón  de  gabillas.  En  Guipúzcoa,  Murua.  En  Navarra,  Muru, 
Murillo  (seis  veces),  Muri-eta,  Murii-arte,  Muru-gauren,  Muru-zabál. 
En  Vizcaya,  Muru-ga,  Muru-eta  (dos  veces).  Murus,  en  Carpetania, 
viene  de  aquí. 

Antonio. — Ya  advierte  Humboldt  que  murii  se  hailla  en  tales  de- 
rivados y  con  lese  valor,  que  tiene  que  ser  indígena. 

Aurelio. — Mur-gil,  lo  que  hace  mnr,  es  el  capullo,  revoltillo;  miir- 
tif,  torcer,  amontonar,  envolver.  Mnr  es  apellido :  de  él  salió  nmr-u  y 
los  demás  derivados.  Mur-gis  (Plin.,  137)  lo  tenemos  en  Murgui-ondo. 
Murgui-zabal  y  Mtirg ni- zarra,  de  Guipúzcoa,  y  en  Murguindueta,  de 
Navarra,  y  en  Murguía,  de  Álava. 

Antonio. — "Monda,  en  Botica  (Plin.,  139),  el  río  del  mismo  nom- 
bre en  Lusitania,  y  Mundo-briga,  de  munoa,  colina. 

Aurelio. — Mun  vale  ribazo,  colina;  lo  mismo  muño,  muño,  de  don- 
de Muño-z,  Muñ-iz  y  las  Muñ-ecas  o  calinas  de  Somorrostro.  En  Álava, 
Mun-ain,  Muñ-escan.  En  Guipúzcoa,  Mnndáiz,  Munita,  Mun-tegui-eta, 
Mun-to,  Muñoa,  Muñ-ondas.  En  Navarra,  Mun-arri-z,  Munarriz-qneta, 
Mun-eta,  Mimiain  (tres  veces).  En  Vizcaya,  Miin-da-ca,  Munditibar, 
Mun-guia,  Miingui-arra,  Munia-ren,  Munia-tegui,  Muni-be,  Muni-car, 
Municha,  Muniqíieta,  Munitis,  Munituaga,  Muñ-añes,  Las  Muñ-ecas, 
Muñ-egui. 

En  castellano  salieron  de  aquí,  mnñ-ón,  muñeca,  muñeco,  moño,  etc. 

Antonio. — "El  río  de  los  Lucenses,  Navilubio,  se  refiere  a  Flavio- 
navia.  Nabius,  nombre  de  un  río  de  la  misma  comarca."  (Tol.,  II,  42.) 

Aurelio. — En  el  siglo  v  se  lee  el  nombre  de  Naba  o  Nabia  junto 


204  DIÁLOGOS  FAMILIARES 

a  Numancia.  Nava  es  llano  bajo  montes  y  muy  usado  en  toda  España, 
de  donde  Nav-arra,  los  llanos  de  aquella  provincia  (Cejador,  t.  A^.  Ñ.). 
En  Nav-arra,  Nav-arte  o  entre  navas,  Nav-arzato,  Las  Navas,  Nava- 
(dos  veces),  Navascués.  En  Vizcaya,  Nabca,  Nav-arniz. 

Antonio. — '^Ahiila  de  los  Bastetanos  (Td.,  II,  47),  de  abe,  ahia... 
Abarum  (ibid.,  II,  42)." 

Aurelio. — Abe  es  árbol,  soporte,  columna.  En  Guipúzcoa,  A  beta, 
Abi-eta.  En  Navarra,  Aberin,  Aberli,  Abinzano,  Abíitas.  En  Vizcaya, 
Abio,  Abitara,  Abona,  Abrisqiieta.  En  Álava,  Abi-aga.  Cuanto  a  Aba- 
rum, en  Vizcaya,  hay  dos  Abaro  y  cuatro  Abaroa. 

Antonio. — ^^Salduba,  nombre  antiguo  de  César  Augusta  o  Zaragoza 
(Plin.,  I,  4)." 

Aurelio. — 'O  de  sa¡do,  rebaño,  o  por  Zald-ibar,  ribera  de  caballos, 
que  es  lo  que  creo  más  probable.  Zaldu-endo,  en  Álava ;  Zddíbar,  Zat- 
din,  Zaldivia,  Zaidúa,  en  Guipúzcoa;  Zaldíbar  o  Zaldúa,  un  mismo  pue- 
blo, en  Vizcaya,  y,  además,  Zaldu-ondo. 

Antonio. — ^¿Y  Córdoba? 

Aurelio. — ^En  Álava  tenemos  Gordoa,  y  los  vizcaínos  pronuncian 
corduba  el  cordua,  de  cor,  cordis,  corazón, 

Antonio. — ¿  Y  el  río  Sanda  (Blin.,  I,  227)  ? 

Aurelio. — En  Guipúzcoa,  Zandatartc ;  en  Navarra,  Zandio,  Zandueta; 
en  Vizcaya,  Zantu-ola.  Y  advierta  que  ola,  lugar  donde  se  hace  algo, 
formó  el  Octavi-olea,  'entre  los  Cántabros  (Tol.,  II,  42),  que,  según 
esto,  eran  bascongados. 

Antonio. — "Sars,  río  del  país  de  los  Gallaicos,  y  Sarabris.'^ 

Aurelio. — En  Álava,  Zarate,  apellido  conocido.  En  Guipúzcoa,  Sara- 
sola  (sola  es  terreno),  Sar-garay,  Sar-obe  (diez  veces),  Sar-oya,  Zarauz. 
En  Navarra,  Sara-güeta,  Sarasa,  Saras-ate,  Saras-ibar.  En  Vizcaya, 
Sarac-ibar,  Sarach-aga,  Saracho,  Saraspe,  Sarasua  (dos  veces),  Zaran- 
dona,  Zaratamo,  Zarazu,  Zaraziia. 

Antonio. — Selambina,  de  Bética... 

Aurelio. — En  Vizcaya,  El  Sel,  Scl-cta.  En  documento  del  año  853 
fpág.  319)  se  lee:  "pascua  quas  Vulgus  dicit  Seles".  Sel  se  ha  usado 
siempre  en  Santander  y  Navarra.  Era  en  Navarra  un  corro  redondo, 
con  su  mojón  en  el  centro,  y  168  toesas  de  radio,  como  se  explica  en 
representación  hecha  al  rey  en  1800  por  el  monasterio  de  Roncesvalles 
y  otros  pueblos,  sobre  la  cuestión  de  límites  contra  Hos  franceses  (Ar- 
chivo del  Reino,  secc.  de  límites,  leg.  3,  carp.  15).  En  bascucnce,  zelai 
vale  campo,  prado,  suelo,  plaza.  Conocido  apellido  es  el  de  Zelaya. 

Antonio. — "El  río  Supis  recuerda  el  zubia,  puente." 

Aurelio.  —  Es  probable  etimología.  En  el  párrafo  siguiente  trata 
Humljoldt  de  los  Baslilanos  y  su  capital  Basti  (Itin.,  pág.  401)  ;  en  To- 
lomeo,  Bastitania,  de  Basi  (II,  6,  pág.  48)  ;  Basconfum,  en  Vasconia, 
Vcsci  (Plin.,  I,  137),  Vescelia  (Livio,  35,  22),  Vcscitanos,  donde  se  ha- 
llaba la  ciudad  de  Osea.  La  palabra  bascongada  bas,  baso,  bosque,  te- 
rreno montaraz,  dio  origen  a  estos  nombres.  Tenemos  en  Álava  Basa- 
he  o  bajo  el  basa,  Basa-brii  por  Basa-buru,  el  cabezo  del  basa,  Basu-aldu. 


ACERCA  DEL   ÉUSQUERA  Y  DEL  CASTELLANO  205 

Fn  Guipúzcoa,  Basahe,  Basa-bU,  Basaiz-Aldca,  Basa-jmin-degui,  Bas- 
tirlo, Basa-::abal,  Bas-tida.  En  Navarra,  Baso,  Bas-ongai-z,  Baz-lan.  En 
Vizcaya,  Basaba!,  Basabe,  Basabil,  Basa-goiti,  Basa-guchi,  Bas-aldua, 
Bas-añez,  Bas-artcs,  Bas-arra-te,  Basauri,  Bas-erri,  Bas-ori,  Baso-sa- 
bal,  Bas-tegui-eta,  Basu-aldo,  Baz-eta.  Bas-ti  suena  mucho  bas,  Bas- 
ti-da,  donde  lo  hay,  esto  es,  empalizada,  defensa,  y  era  en  España  el  tér- 
mino de  la  fortificación,  como  bastir  empalizar,  defender,  fortificar, 
edificar  con  madera  o  monte,  con  bastos  o  bastones  o  sean  palos,  de 
donde  bastar,  bastante  y  basto,  que  nada  tiene  que  ver  con  vasto  o  ex- 
tenso. Todas  son  voces  del  bosque  o  monte  o  bas.  Ahora  comprenderá 
usted  el  valor  de  Bas-i,  Bas-ti,  Bastitanos,  con  el  -taniis  latino. 

Antonio. — En  el  capítulo  XIX  trata  Humboldt  de  ilas  terminacio- 
nes de  los  nombres  geográficos  bascongados.  ¿  Cree  usted  que  -an  y 
-tan,  -tanus,  -tania  sean  sufijos  latinos? 

Aurelio. — 'Lo  sabe  usted  tan  bien  como  yo;  pero  a  veces  -ta,  -eta 
son  los  sufijos  bascongados  usadísimos,  como  en  Lacetani,  que  si  so- 
naba Lak-cta  significa  sitios  agradables  y  si  ya  silbantizado  sonaba  Latz- 
eía,  lugares  ásperos.  Iguaímeiiite  Ltisitani,  de  Lutz-eta,  sitios  espaciosos, 
de  praderas,  que  es  lo  que  dice  el  terreno  de  las  márgenes  del  Guadia- 
na hacia  Portugal,  Ausetani,  de  Auts-eta,  lugares  polvorientos.  Edetani, 
de  Ed-eta,  sitios  amenos  y  holgados.  Bast-eta  y  Bas-eta,  sitios  montuo- 
sos. Carpetani,  de  Carp-eta,  sitios  debajo  de  alturas.  Oretani,  de  Or-eta, 
Oria,  su  capital,  que  vale  hoja  y,  según  Estrabón,  "Dorsum...  in  Ore- 
tania  montosum,  densa  sylva  et  raagnis  arboribus  praedita  cectum."  Tur- 
detani,  de  Turd-eta  o  Iturd-eta,  sitios  de  fuentes.  Cerretani,  de  Teherr- 
eta,  sitios  de  cerdos,  y  fueron  famosos  los  jamones  cerretanos  o  de 
Lérida. 

Antonio. — ¿  Según  eso,  los  nombres  de  grandes  regiones  son  todos 
Vascongados  ? 

Aurelio. — Así  es.  Con  Lak-cta  compárense  Laqui-tegui,  de  Guipúz- 
coa; Lacabe,  Lac-ar,  Lac-unza  y  Laquidain,  de  Navarra.  Con  Latz-eta 
compárense  Las-alde,  Las-as,  Las-arte,  Las-urtcgui  y  Latzé,  de  Guipúz- 
coa; Lasaga  y  Lazagiirria,  de  Navarra;  Lacigiiti,  Lasarte,  Lasuen,  La- 
xiar  y  Laz-coitia,  de  Vizcaya. 

Con  Lutz-eta  compárense  Luz-cando  y  Luz-uriaga,  de  Álava;  Z.íí.y- 
arbe  y  Luz-urdiano,  de  Guipúzcoa;  Lus-arreta,  de  Navarra;  Lusa,  Laz- 
ar, Luz-arra  y  Luz-iiri,  de  Vizcaya. 

Con  Auts-eta  compárense  Aus-urruti,  de  Álava;  Aus-pandegiii,  de 
Guipúzcoa:  Auza,  de  Navarra;  Aus-toas,  de  Vizcaya 

Car-petani,  de  car  o  gar,  que  ya  vimos  que  valía  altura,  -pe,  bajo. 
Hay  muchos  nombres  geográficos  antiguos  de  España  y  de  la  Euskal- 
crría  que  llevan  este  tema.  Los  Caristios  y  Carletas  (Plin.,  I,  143)  son 
los  de  los  altos.  Cares  y  Garés  llamaban  los  bascongados  a  ciertos  pue- 
blos puestos  en  aílto,  y  hoy  mismo  a  Puente  la  Reina  llaman  Gar<h  y 
antiguamente  KARA,  capital  de  los  Carenses  de  PJinio;  KaRESIS  es 
gentilicio.  En  Álava  hay  Car-asta;  en  Guipúzcoa,  Gara-garza,  Garai-coa, 
Gar-año,  Gar-ay-ar,  Garayós;  en  Navarra,  Garayoa;  en  Vizcaya,  Ca- 


21)6  DIÁLOGOS  FAMILIARES 

uico,  Carcaga,  Gara-heitia,  Gara-coy,  Gara-cía,  Garaicoa,  Garait-ona, 
Gara-mcndi,  Garanche,  Garauz  y  Garay  muchas  veces.  Así  se  explican 
Caracca  (Td.,  II,  46),  Carabis,  Caraniciim  (Jtin.,  pág.  424),  Garbilla, 
Cares  (Plin.,  I,  143),  Carissa  (Ptol.,  II,  pág.  39),  Caronium  (PtoÜ.,  II, 
pág.  43),  Carpccci  (Mannert.,  II,  385),  Cartcya.  De  gora,  arriba,  salen 
como  dijimos,  Corvio  (Livio,  XXXIX,  42),  Corduba  y  el  promontorio 
Coru.  En  Álava,  Gorbca,  como  el  Corvis  dicho,  Gordoa,  casi  el  Cordu- 
ba, y  como  los  vizcaínos  pronuncian  corduba  el  cordita,  corazón,  voz 
tomada  del  latín.  En  Guipúzcoa  hay  Coro-ate,  Coroatcgiii,  Corostola,  Go- 
rocen,  Gorotiaeta,  Gorospe,  Gor-osta,  Gorostcgui,  Goro-zabcl,  etc.  En 
Navarra,  Corclla  y  Gorosta-polo.  En  Vizcaya,  Gorbeya,  Gordobil,  Cor- 
dón, Gorliz,   Gorocica,  Gorordo,  Gorostiaga,  Gorostiza. 

Los  Vaceos  o  habitantes  de  la  tierra  de  Campos  se  llamaron  de  bage, 
desierto,  terreno  baldío.  Estéfano  escribe  Baceos  (pronúnciese  Bakcos). 
En  Navarra  tenemos  Bacaicoa  y  Baque-dano  (enteramente  baldío),  y 
en  Vizcaya,  Bagaza,  Baguio,  que  es  el  mismo  Bakcos,  Baqui-ola. 

Antonio. — Falencia  no  parece  bascongado. 

Aurelio. — .No  decidiré;  pero  Plencia,  de  Guipúzcoa  y  de  Vizcaya, 
sonó  Falencia  en  lo  antiguo,  y  así  lo  halló  escrito  en  libro  del  siglo  xvii 
Spencer  Dogson. 

Los  Arevacos  se  llamaron,  según  Pllinio  (I,  141),  del  río  Arcva,  que 
Flórez  cree  ser  el  Ucero,  de  Osma,  pero  que  no  es  del  todo  cierto.  Su 
etimología  es  la  misma  de  Are-chabala,  Arechabal-eta,  Are-chaga, 
Arech-alde,  Are-go  y  Are-mnrriaga.  de  Vizcaya. 

Antonio. — ¿De  dónde  viene  Uxama.  o  sea  Osma? 

Aurelio. — *La  raíz  nz  o  uts  y  el  sufijo  -ma  son  bascongados.  En  Gui- 
púzcoa, Us-ola,  Us-iir-bil,  Utz-efa,  Uz-otzain.  En  Navarra,  Uj-né,  Us-i, 
Us-oz,  Us-tés,  Us-nmbeltz,  Us-iin,  Uz-quita,  Uz-tarroz,  Uz-tegiii,  Uzuer. 
En  Vizcaya,   Us-parricha,  listara,  Usunaga,  Uz-corta. 

Antonio. — ¿Y  la  de  Numancia? 

Aurelio. — tCreo  es  céltica;  pero  los  términos  de  sus  contornos  son 
bascos,  por  los  menos  Chabal-cr  (de  cltabal  =  zabal,  ancho),  Ur-bi-on 
(dos  aguas),  En-ar,  Gomara,  Bcl-illa  (villa  del  cuervo),  Gaz-ala.  Los 
terceros  reedificadores  de  la  ciudad  la  llamaron  Garra-tia  (de  muchos 
incendios)  o  Carr-antia  (gran  quema):  "Et  ad  f lumen  Tera:  ibi  est 
Garrantia  antiqua  civitate  deserta"  (Sandoval,  fol.  12,  tomado  de  un 
becerro  de  San  Millán). 

De  entre  las  ciudades  celtibéricas,  Vaieria,  hay  Valcra  de  arriba, 
abajo  de  Cuenca,  es  latino;  Sego-briga  me  suena  a  céltica.  Basconga- 
das  o  iberas  son  Turiaso  o  Tarazona,  Bilbilis,  Attacum,  Istonimn  o  Is- 
torium,  ya  declaradas,  y  Arcóbriga  es  latino-celta.  Bascongadas  son, 
además,  Belsiiunn,  Bitrsada.  Laxta.  Alaba,  Loibana,  Urcesa,  que  se 
hallan  en  Tolomeo  (1.  11,  c.  6).  Bclsinum  viene  de  belz  negro,  oscuro, 
como  Belz-unce  y  Belz-un-cgui,  en  Navarra.  Bursada,  de  la  raíz  buru, 
cal>ezo,  ya  vista.  Lax-ia  de  latz,  áspero ;  ta,  sufijo  común,  como  en  Latz-é, 
de  Guipúzcoa,  que  vimos.  Alaba,  proliahlcmcnte  como  la  i)rovincia  así 
llamada,  que  los  bascongados  dicen  Ara-ba,  llanura  baja.  Loi-bana  suc- 


ACERCA  DEL   ÉUSQUERA  Y  DEL  CASTELLANO  20/ 

na  Separación  de  lodos  (loi) :  en  Vizcaya,  loi-be-becoa,  Loi-bi.  Loi-saga; 
en  Navarra,  Loi-zu  (lodazal) ;  en  Guipúzcoa,  Loi-di  (ídem),  Loy-ola 
(cuatro  veces).  Urcesa,  como  en  Navarra,  Urz-ain-qui,  Urz-an-te,  de 
urs-o,  paloma ;  en  Guipúzcoa,  Ursoroeta. 

De  las  ciudades  de  Carpefania  hemos  declarado  Arriaca  y  Muriis. 
Toletum  de  iolau  aipilar,  amontonar  por  el  monte  sobre  el  cual  se  edi- 
ficó, como  iolondron,  en  Guipúzcoa  Tol-are,  Tol-ar-echea,  Tol-osa;  -etntn 
es  latinización  del  -cta  eusqiicrico.  Laminnimn,  junto  a  Fuenllana,  y  La- 
mus,  deben  compararse  con  Lamin-oria  y  La)n-uca,  de  Álava;  con  La- 
■mariano,  de  Guipúzcoa,  y  con  Lama,  Lameaqneta,  Lamiaco,  Lamindano 
y  Lamizquic,  de  Vizcaya,  Mantua,  que  algunos  pusieron  en  Madrid  des- 
de el  Renacimiento,  Nebrija,  por  ejemplo,  no  extrañe  que  se  halle  tam- 
bién en  Italia,  iporque  ya  Hervás  probó  haber  mucha  toponimia  ibéri- 
ca en  aquella  península.  Raíz  man  y  sufijo  -tu,  son  muy  bascongados^ 
y  mandu,  mando,  es  el  mullo.  En  Álava,  Mandojana;  en  Vizcaya,  Man- 
duluniz.  Ibéricos  son  Mandonius,  Mandubu  y  Mandnbratius,  nombres 
propios  de  aquí  derivados. 

También  en  la  Carpetania  estuvo  Ilitr-bida,  que  ha  de   compararse 
con  Ilur-dos,  de  Navarra ;  bidé  es  camino.  Igualmente  Ilar-curis  de  los  . 
Carpetanos,  de  ilar,  brezo;  guri,  lozano.  En  Álava,  Ilar-duya,  Ilarr-asa; 
en   Guipúzcoa,    Illarr-achoeta,   Illar-aga    (brezal),  Illarrazu  (id.).  Illa- 
rrea;  en  Navarra,  Ilarr-az,  Ilarr-egui. 

Entre  los  Lobetanos,  que  ya  vimos,  estaban  Orcelis  y  Bigerra.  Con 
Orcelis  compárense  los  bascongados  Orcerioeca,  Orcaiztegiii,  Orcon- 
donaga,  Orconera,  Orcoyen;  Bigerra  con  Biguezal  y  los  Bigerros  o  Bi- 
gerrones  de  la  Vasconia  junto  al  Piremeo. 

Entre  Bastitanos  estaba  Urce  o  Urgis  (Plin.,  I,  136,  i)  y  Urgia,  de 
Bélica  (Plin.,  I,  140,  137),  que  vienen  como  la  actual  Urqui  y  Urqui- 
ola  y  como  Il-urci,  del  bascongado  íirki,  abedul.  En  Guipúzcoa  hay  Ur- 
qui-di  (abedullar,  tres  veces),  Urqiiidi-zar,  Urqui-Goena.  En  Vizcaya^ 
Urqiii-aga  (dos  veces),  Urqui-di,  Urqui-ola,  Urquioi-efas,  Ur quista,  Ur- 
qiiiza  (dos  veces),  Urqui-zu,  Urquizu-aran. 

En  Edotania,  Bel-ia,  de  bel,  cuervo ;  Arsi,  de  artzi  y  artze;  Ed-cta, 
Lassira,  de  latz  e  ira;  Osicerda,  Bernama.  Compárense  con  Osicerda 
Osinage,  Osiñalde,  Osiondo,  Oximbalzaga,  Oxiranza,  de  Guipúzcoa; 
Osinaga,  de  Navarra;  Oximbalzaga,  Oxinlucea,  de  Vizcaya.  Con  Ber- 
nama compárense  Berncdo,  de  Álava;  Berna,  Berna-goitia,  Bernales, 
Berna-ola,  Las  Bernillas,  de  Vizcaya.  Con  Arsi  cotéjense  Arza,  Arci- 
niega  de  Álava;  Arza-dun,  Arzu,  de  Guipúzcoa;  Arce  (dos  veces),  de 
Vizcaya,  que  es  el  mismo  Arsi. 

Antonio. — .Para  mí  es  ya  más  claro  que  la  luz  que  la  mayor  parte 
de  la  toponimia  prerromana  es  bascongada  y  que  el  bascuenoe  se  ha- 
bló en  toda  España. 

Aurelio. — Déjeme  que  recuerde  las  poblaciones  de  los  Túrdulos. 
Il-urgis  lo  acabamos  de  ver.  Setia,  como  Setoain,  de  Navarra,  y  Zeta- 
quiz,  de  Vizcaya.  Baniana  viene  de  baña,  diferente,  aparte.   Ulia... 

Antonio. — Pues,  el  monte  Ulia  en   San  Sebastián. 


2I08  DIÁLOGOS  FAMIUARES 

Aurelio. — Y  Uli  Alto  y  Uli  Bajo  y  Uii-barri  (nuevo)  en  Navarra, 
"Y  Uliharri  (siete  veces)  en  Álava.  Murgis  y  Saldaba  quedan  declara- 
dos. SaJa  lo  tenemos  en  Zalá,  Zal-ain,  Zal-ba,  Zai-daiz,  Sal-gos,  Sal- 
dios,  Sal-dise,  de  Navarra;  Zalduendo  y  Zalgo,  de  Álava;  Zal-bide,  Zal- 
degiii,  Zal-dua,  Zal-duando,  Zaloa,  Sal-bidea,  Sal-darian,  Sal-dnraño, 
en  Vizcaya;  Sales,  Salogüen,  Zaldin,  Zaldua,  Zalona,  en  Guipúzcoa. 
Balda. . . 

Antonio. — Es  apellido  materno  de  San  Ignacio. 

Aurelio. — VaJe  flojo,  caído,  es  población  en  Guipúzcoa,  como  Balda- 
cho,  Bdda-ii-ca.  De  aquí  baldés,  boldrcs,  baldío,  balde,  baldonar,  baldón, 
baldar,  etc.  On-oba  me  suena  a  on,  bueno,  y  oba  no  menos  bascongado. 
Selia,  del  Sel  y  Sel-eta,  que  ya  vimos.  Escua  vale  mano.  Artigis  es 
tan  bascongado  como  Artiga,  Articola,  Arteaga,  Arteche,  de  Guipúz- 
coa y  Vizcaya,  y  como  Ártica,  Artigas,  Artiñano.  Lacibis  compárese 
con  Laqui-tegui,  de  Guipúzcoa;  -bis,  de  -be.  Ya  lo  vimos  en  los  Lac- 
cetanos.  Illi-berris  o  Villanueva  es  conocido. 

Vengamos  a  los  Turdetanos,  Canaca,  como  Gan-uza  y  Gañ-ecoleta, 
de  Navarra;  Can-ala,  Ganct,  Gan-arriaga,  Gandasegui,  Gan-di-aga,  Gane, 
Gan-zabal,  de  Vizcaya.  Can  suena  encima.  Osea,  como  el  Osea  o  Hues- 
ca del  norte.  En  Álava,  Osca-íi;  en  Navarra,  Osc-ari-z,  Osc-oz,  Oz- 
coidi.  Urium  suena  uri-on,  buen  agualluvia  o  buena  ciudad,  como  en 
Álava,  Uria  de  Erbi,  Uri-arte  (entre  ciudades  o  aguas),  Uri-barri,  Uri- 
be,  Uri-eta,  Uri-zar;  en  Guipúzcoa,  Uribarri,  Uribe,  Urizar;  en  Nava- 
rra, Uri-z;  en  Vizcaya,  Uribarri  (ii  veces),  Uria  (dos  veces),  Uri-alde, 
Uri-arte  (tres  veces),  Uribe  (cinco  veces),  Uri-en,  Uri-goiti,  Uri-ona 
que  es  d  Urium,  Uri-ondo  (dos  veces),  Uri-ones,  Uri-oste,  Uri-zar 
^11  veces). 

Antonio. — Basta,  basta. 

Aurelio. — Sala,  como  antes.  Ugin  es  tan  bascongado  que  suena 
mango.  Asía,  ya  lo  vimos.  Ucia  es  el  bascongado  nkia,  tocar.  Carissa  es 
el  Cares  o  Garés  que  vimos.  Caldnba  de  Cai-dua,  como  Calpe.  En  Ala- 
va,  Gal-arr-eta  y  Gal-zarra.  En  Guipúzcoa,  Gal-ardi,  Gal-arza,  Gal-arra- 
ga,  Gal-arr-ol-aza.  En  Navarra,  Gal-ain,  Gal-ar,  Gal-de-ano,  Ga'-duroz, 
Gal-varra.  En  Vizcaya,  Gal-toca,  Gal-barri-artu,  Gal-da-cano,  Gal-da- 
mes,  Gal-di-z.  Y  en  castellano,  gala,  galán,  galón,  galea,  galera,  galeo- 
te, etc.,  etc.,  Urbana,  como  Urbina  (tres  veces)  en  Álava;  Urbizu,  Ur- 
hieta,  Urbinenca,  Urbizu-aran,  en  Guipúzcoa;  Urbi-cain,  Urbi-ola,  en 
Navarra;  Urbi-ela,  Urbinaga,  en  Vizcaya.  Ur-bi  y  Ur-bina  suena  dos 
aguas.  Arsa  vimos  ser  el  Arce  actual.  Astygis,  de  Astigi,  as-tcgi,  lugar 
de  peñas,  ya  visto. 

Pero  sería  nunca  acribar,  porque  en  la  Botica  tenemos  voces  tan 
bascongadas  que  cualquier  giñzón  se  las  traducirá  al  punto.  Aria  sue- 
na carnero  y  tenemos  Aria,  Ari-clz,  Ari-ve,  Ari-zala,  Ari-zal-eta,  Ariz- 
cun,  Arizcuren,  Ariztu,  Ari-zu,  Aris-tcgui,  Ariz-tu,  en  Navarra ;  Aria, 
Arismendi,  Ariz,  Ariz-barrena,  Arizgoiti,  Arisqueta,  en  Vizcaya.  Ama 
o  Arva  suena  templo  o  razón.  Azu-aga  como  Azita  en  Álava,  v  -oga,  abun- 
<lancial ;  en  Navarra,  Azu-elo;  en  Vizcaya,  Azu-mcndi.  Axati  contiene  el 


ACERCA  DEL  ÉUSQUERA  Y  DEL  CASTELLANO  2V^ 

ax  peña,  y  -ti,  abundancia,  o  ati,  entrada.  Los  Bárdidos,  Bardulia,  tie- 
rna de  bosques,  como  Jas  Fard-cnas  de  Tudela,  y  barda  en  castellano». 
Barca  suena  limaco  y  bazo.  Bel-on,  de  bela,  cuervo  (gran  cuervo).  Bet- 
uria,  de  uria  y  bete,  lleno,  como  en  Álava  Bet-ol-aza,  Bet-oñ-o;  en  Gui- 
púzcoa, Bet-elu,  Betel-imdegui,  Betroizaga;  en  Navarra,  Betelu.  Cal-pe 
suena  bajo  el  cal,  que  hemos  visto  en  la  raíz  gai.  Lastigi,  de  lats  y  -tegi.. 
lugar  de  asperezas,  como  Laize,  Laa-caibar,   etc.,  que  ya  vimos.  Lete 
es  apellido  y  pueblo  en  Euskalerria.  Luxia,  como  en  Lusitanos.  Los  Mas- 
sienos  y  Mastianos,  de   mats,  uva.  En    Guipúzcoa,   Mas-buru,  Masta- 
borda,  Maz-mela,  Mas-qui-aran,  Mazurca;  en  Vizcaya,  Mascaru,  Ma-- 
Mistegui,   Matzarramataaga  (dos   veces),   Maz-ga,  M as-ande gui.   Men- 
úba  ya  lo  vimos.  Odi-el  también  tienen  dos  raíces  bascas  y  no  menos- 
Su-el,  de  odi,  canal ;  su,  fuego,  como  en  Odi-eta  y  Zu-za,  Su-suta,  Sit- 
arte, Odi-aga,  Odi-zaga,   Su-anza,  etc.,  de  la  toponimia  basca,  Osset^ 
como  los  Osetanos,  (lugar  de  fríos  (otz)  o  de  ruidos  (ots)  o  de  lobos- 
(otso).  En  Álava,  Oza-eta;  en  Guipúzcoa,  Osa-car,  Os-oro,  Otsamcn— 
tcgui,    Otzango,    Otzarain,  Otzaurtc,   Otz-Egui,    Otz-Urtiaga;-  en    Na- 
varra,   Osa,  Osa-cain,  Osa-car,  Oscariz,   Oscoz,  Ozcoidi;  en  Vizcaya, 
Os-as,  Osma,  Oz-aran,  Oz-ollos.  Solia  suena  terrerio  desolado.  Urio,  de- 
uri,  agualluvia,  ciudad. 

Antonio. — No  pase  adelante.  Está  demasiadamente  probado  que  el 
bascuence  explica  la  mayor  parte  de  los  nombres  geográficos  de  la  an-- 
tigua  España.  Pero  tengo  una  dificultad.  Qui  nimis  probat,  nihil  pro- 
bat.  Ahora  bien;  se  sabe  que  los  celtas  ocuparon  buena  parte  de  Es- 
paña, y,  por  tanto,  en  las  regiones  célticas  parece  que  no  habían  de- 
hallarse  nombres  ibéricos  o  bascongados. 

Aurelio. — Humboldt  le  suelta  esa  dificultad  en  los  párrafos  que  se 
siguen.  Prueba  en  ellos  que  las  regiones  habitadas  por  los  celtas  pre- 
sentan otros  nombres  inexplicables  por  el  eúskera,  que  sólo  en  ellos  se 
halla  el  sufijo  -briga,  de  ciudad,  el  cual  también  se  halla  en  otros  países- 
célticos  fuera  de  España  y,  en  fin,  que  los  nombres  que  tienen  por  ini- 
ciadles o  finales  las  sílabas  bri,  brig,  briin,  bret,  britimn  no  se  hallan  más 
que  en  las  regiones  donde  domina  el  briga,  esto  es,  en  las  regiones 
célticas,  porque  tales  sílabas  no  son  de  la  fonética  bascongada. 

De  modo  que  "para  reconocer  los  pueblos  donde  dominó  el  influjo- 
céltico,  es  preciso  trazar  una  línea,  que   parta  de   la   costa  Norte  del. 
Océano  hacia  la    frontera  de  los  Autrigones,    colocados  al  Este,    ele- 
vándose al  Sur  de  manera  que  queden  al  Oeste  los  Várdulos,  hasta  a¡l- 
canzar  las  fronteras  de  los  Vascos,  de  los  Celtíberos,  después  las  de 
los  Oretanos,  y  seguir  el  Betis  hasta  el  mar.   Todo  lo  que  esta  línea, 
deje  al  Norte  y  al  Este  constituye  el  dominio  de  los  nombres  termina- 
dos en  briga,  que  no  se  encuentran  al  Sur  ni  al  Oeste,  los  Pirineos  ni 
el  Mediterráneo.  Esta  última  porción  de  la  Península  no  ofrece  nin- 
guna población  céltica  o   celtiberiana.  Por  el  contrario,  comprende   la. 
Vizcaya,  su  costa  desde  Bilbao,  Navarra,  la  mayor  parte  de  las  pro- 
vincias donde  se  habla  el  bascuence  y  toda  la  costa  del  Mediterráneo. 
JEn  el  dominio  de  los  nombres  en  briga  figuran  los  Cántabros,  los  ha-- 


2tI0  DIÁLOGOS  FAMILIARES 

T)itantes  de  la  costa  del  Océano  hasta  d  Betis,  todas  las  tribus  altas  y 
celtiberianas  y  los  pueblos  del  interior  hacia  eJ  Oeste.  Esta  región  for- 
ma la  mayor  parte  de  España...  La  división  de  Ja  Península  en  dos 
partes  soparadas,  de  un  Jado  por  el  Iberus  y  el  Betis,  y  de  otro  por  la 
cadena  de  los  montes  Idubeda  es  tan  notable,  que  no  se  comprende  que 
no  haya  llamado  la  atención  de  nadie". 

Antonio. — ¡  Magnífico !  Pero  en  esas  regiones  céltica  y  celtibérica 
ha  puesto  usted  muchos  nombres  bascongados:  stat  ergo  diff ¿cultas. 

Aurelio. — 'Lo  cual  prueba  una  cosa,  es  a  saber:  que  el  primer 
estrato  geográfico  de  toda  España,  aun  de  esas  dos  regiones,  es  ibé- 
rico; que,  por  consiguiente,  los  celtas  vinieron  detrás  de  los  iberos 
y  se  fueron  por  el  Norte  hacia  el  Occidente,  es  decir,  por  las  re- 
giones menos  ipobladas  por  ser  las  menos  fértiles;  que  bajaron  has- 
ta el  Betis  y  se  unieron  por  el  cemtro  de  España  y  bajo  el  Ebro  con 
los  iberos  constituyendo  'la  raza  mezclada  de  los  cdtíberos  todo  lo 
•cual  lo  confirma  la  Historia  al  mismo  tiempo  que  la  Lingüística.  De 
aquí  que  los  antiguos  nombres  ibéricos  que  hay  donde  después  vi- 
vieron los  celtas  o  celtíberos,  se  hallen  en  parte  mezclados  con  nom- 
bres célticos,  como  lo  prueba  muy  bien  Humboldt  en  ilos  párrafos 
siguientes,  desde  el  XXX,  después  de  probar  no  menos  eruditamente 
que  los  nombres  ibéricos  se  hallan  en  el  Aquitania  y  Ga)lia  meridional 
narbonense.  y  en  cambio  en  el,  resto  de  la  Galia  "cuesta  trabajo  encon- 
trar un  solo  nombre  que  ofrezca  un  carácter  realmente  basco".  La 
consecuencia  es  que  se  hace  muy  (probable  el  que  3os  iberos  habitaran 
aún  la  Aquitania,  y,  mezclados  con  los  Ligures,  la  Galia  narbonense, 
2o  que  concuerda  con  los  datos  de  Julio  César,  Estrabón,  etc. 

Antonio. — ^Me  apropio  estas  consecuencias  de  Humboldt:  "Creo 
que  lo  dicho  establece  dos  puntos:  los  antiguos  iberos  son  el  tronco  de 
los  vascos  actuales;  los  iberos  estaban  establecidos  en  toda  la  penín- 
sula, hablaban  una  misma  lengua  y  formaban  muchas  poblaciones  con 
distintos  dialectos.  La  lengua  basca  era,  pues,  Ja  de  los  habitantes  pri- 
mitivos de  España." 

Aurelio. — 'Nada  hemos  dicho  de  los  nombres  de  Asturias,  fuera  de 
alguno  que  otro.  Abclania,  que  pudiera  comi)ararse  con  Abalia  y  Aba- 
iinea  de  Guipúzcoa ;  pero  que  viene  de  abe,  árbol,  y  lan,  trabajo,  -ia 
sufijo,  Alb-elda,  que  también  fué  nombre  del  monasterio  que  usted  co- 
noce en  las  cercanías  del  Ebro,  de  alba,  lado,  cerca,  y  elde,  acción  de 
llegar,  afluir,  suceder  (eldu).  Ama-eos,  que  suena  madraza,  muchacho- 
na.  Aneen:  en  Guiípúzcoa,  Angni-ozar;  en  Vizcaya,  Angui-z,  pues  An- 
ceo  sonaba  ankeo,  ankio.  Amosa,  de  aniuts,  lx)to,  romo,  que  ya  hemos 
visto.  Andncrga,  del  Erga  conocido,  y  andu,  como  Andu-eza,  en  Gui- 
púzcoa, o  Andu-ica,  en  Vizcaya.  Ast-ura,  que  ya  vimos,  así  como  su  de- 
rivado Astur-cones;  Auseva,  de  auts,  polvo,  o  autz,  fauces,  y  -ba,  bajo, 
como  Aus-urruti,  en  Álava;  Aus-pandcgui,  en  Guipúzcoa;  Auza,  en  Na- 
varra. Can-gas,  de  gan-ga,  de  gan,  encima,  y  es  el  paladar  y  la  bóveda. 
De  aquí  la  ganga  en  castellano,  lo  que  sol)rcviene  encima,  por  casua- 
lidad, lo  de  más.  Canta-bria,  de  canto  o  peña.  Egurros,  de  egurra,  leña. 


ACERCA  DEL   ÉUSQUERA  Y  DEL  CASTELLANO  211 

que  vimos.  Flavio-navia,  de  nava.  Gauz-on,  de  gausa,  útil.  Guixon,  el 
giiiaon,  hombre.  Lah-crris,  tierra  de  hornos,  ya  visto.  Lancia,  el  lan-kia, 
-el  instrumento  de  trabajo  (/a»),  después  lanza.  Navia,  de  nava.  Ob-ona, 
como  en  Vizcaya  Obas,  Obecuri,  Obicta ;  en  Navarra,  Obanos;  en  Gui- 
púzcoa, Obieta.  El  sufijo  ona  vale  bueno.  Orniacos,  de  ornia,  provisión, 
-co.  Ove,  de  obe,  obi,  cavidad.  Solia,  en  Navarra,  Zalá;  en  Vizcaya,  ZoZ- 
tua,  Zal-bide,  Zal-degui.  Silo  es  el  zilo,  agujero,  y  fué  nombre  de  un  rey 
asturiano.  En  el  reino  de  León,  Saldaña  es  el  saídaiñ,  puentecillo,  Añ- 
acea es  el  andea,  andega,  daño,  despilfarro.  En  Álava  tenemos  Anda, 
Andagoya,  Andechaga;  en  Guipúzcoa,  Andoain;  en  Navarra,  Anderaz, 
Andosilla;  en  Vizcaya,  Andecoa,  que  es  acaso  el  Andeca.  Ore-co,  de 
ore,  nube,  masa.  En  Álava,  Oreitia;  en  Navarra,  Oreyen;  en  Vizcaya, 
Oreña.  Arvas  es  el  arba  narria,  etc.  En  Guipúzcoa,  Arbaicenea;  en 
Navarra,  Arbciza,  Arboniés;  en  Vizcaya,  Arbacegiii,  Arbaiza,  Arbe. 

Antonio. — No  pase  adelante,  don  Aurellio. 

Aurelio. — Albonica,  de  Edetania  (Itin.,  pág.  447),  responde  a  Albo- 
nica,  de  Vizcaya,  y  a  varios  caseríos.  Arandis  y  los  Arandifanos  de  Lu- 
sitania  suena  ar-andi,  gran  llanura;  Arandi-goyen  está  en  el  ayunta- 
miento de  Yerri,  en  Navarra,  y  Arandia,  en  el  de  Arrigorriaga,  de  Viz- 
caya. Artigi  es  el  Ártica  de  Navarra,  y  el  Artiga  de  Guipúzcoa,  y  el 
Ártica  y  Artigas  (dos  veces)  de  Vizcaya.  Arsa,  de  Beturia  (Ptol.,  II, 
40),  responde  al  Arza  de  Olabezar  en  Álava,  al  Arzu  de  Guipúzcoa, 
al  Arza-be,  Arz-aga  y  Arznaga  de  Vizcaya,  de  artza,  oso,  o  arza,  za- 
randa. Balda,  de  Jos  Túrdulos  (Tol.,  II,  39),  es  el  Balda  apellido  y 
lugar. 

Antonio. — ¿De  dónde  viene  el  río  Anas? 

Aurelio. — Los  árabes  le  llamaron  Guadi-ana.  Que  ana,  an,  sea  bas- 
congado  es  clarísimo,  y  también  suena  añ.  An-iz,  mucho,  adverbio  de 
an,  prueba  que  an  vale  extensión ;  an-di,  grande,  muctho,  an.  En  Álava, 
An-da  (donde  hay  an),  Añ-ana,  Añ-es,  Añ-ua.  En  Guipúzcoa,  Ana-churi 
(chnri,  blanco),  An-ardi,  An-dia,  Andi-tegui,  An-clio,  An-tia,  Aña-di. 
En  Navarra,  An-iz,  An-oz,  An-iié,  Añ-orbe.  En  Vizcaya,  An-iz,  An- 
guiz,  An-suri,  Añ-ibar  (ribera  del  Añ),  Aña-ca,  Añibarr-o,  Añ-oza. 

Antonio. — Claro  se  ve  ser  an  voz  bascongada,  o  sea  el  Anas,  y  de- 
bió de  llamarse  por  extenderse  y  derramarse  entre  arenaíes,  que  se 
filtra  y  pierde,  de  an,  extensión. 

Aurelio. — Los  apellidos  Allon,  Arokia,  Atta,  Attia,  Maldiia,  Allaco, 
Alais,  Ambata  y  otros  muchos  de  las  Inscripciones  (Cfr.  P.  Fita)  son 
claramente  bascongados.  Allon  es  manera  de  escribir  Ali-on ;  en  Álava, 
Ali;  en  Navarra,  Alio  y  Alli;  -on  sufijo.  Allaco  es  adjetivo;  -co,  por 
Alia-ko.  Arokia,  de  aro,  tempero;  -ki,  con,  que  hace.  Atta  está  por  aiia, 
padre;  Attia  es  su  derivado  -ia.  Maldua  tiene  claramente  el  sufijo  basco 
-dua;  mala  es  tierra  arrastrada  por  un  torrente :  en  Guipúzcoa,  Mal-buru, 
Mal-corra.  Alais  es  eJ  Alaiza,  apellido  y  poblado  de  Álava,  Alaiz  en  Na- 
varra. Aion,  de  Aya,  en  Guipúzcoa,  y  Ay-erdi,  Ay-ete;  en  Álava,  Ay-ala; 
en  Navarra,  Ay-anz,  Ay-echu,  Ay-egui,  Ay-enas;  en  Vizcaya,  Ay-arza. 
Ambata  suena  un  tanto.  Igualmente  ABLIQ  =  abeli-koa;  abel  es  la 


212  DIÁLOGOS  FAMILIARES 

honda;  Casilosaic  =  Gaztelozaicoa,  ACCEICVM  =z  azeikoa,  ANDE- 
RON  rr:  andcrotia,  ALBOC  =  albo-koa,  ALBIA  =  A-bia,  Albiasu, 
Albisti.  Albic-goicoa,  pueblos  bascongados. 

Antonio. — No  la  emprenda  con  las  inscripciones. 

Aurelio. — Pues  aún  tenía  pensado  darle,  aumentada  con  otros  va- 
rios, la  lista  de  nombres  bascongados  que  trae  Labayru  en  su  Historia 
de  Vizcaya  (I,  pág.  718),  ■para  terminar  con  las  paüabras  de  Sánchez 
Calvo : 

"El  origen  eúskaro  de  la  primitiva  toponimia  ibérica  está  bien  pro- 
bado, a  pesar  de  los  críticos  habidos  y  por  haber.  Que  haya  mucho  de 
celta  y  de  latín  y  algo  de  griego  y  de  fenicio,  como  últimamente  ha 
habido  un  poco  de  árabe,  en  la  nomenclatura  de  lugares  españoles,  no 
significa  nada  más  sino  que  estos  elementos  han  sido  sobrepuestos  por 
invasiones  y  conquistas  sucesivas." 

Antonio. — Pero  al  fin  y  al  cabo,  ¿usted  cree,  según  lo  que  acaba 
de  decir,  que  a  toda  España  debió  extenderse  el  dominio  del  bascuence? 

Aurelio. — Si  los  escualdunas  fueron  los  primeros  que  pisaron  Ja 
península,  no  creo  tuvieran  el  mal  gusto  de  quedarse  arrinconados  en 
ios  bosques  entonces  intransitables,  del  Pireneo,  sin  extenderse  por  las- 
comarcas  más  fértiles  y  apacibles  que  se  presentaban  ante  su  vista. 

Antonio. — Es  incontestable;  además  de  que  aquel  pueblo  sería  for- 
zosamente más  numeroso  que  no  es  hoy  día  el  de  los  bascongados.  Ello  es 
indudable.  Pero  ¿por  qué  suelen  rechazar  los  eruditos  españoles  cosa 
tan  manifiesta? 

Aurelio — ¡Veflay!  Sin  embargo,  no  crea  usted  que  todos  la  recha- 
zan :  ka  usted  en  la  pág.  66  de  Sánchez  Calvo. 

Antonio. — "Si  se  hiciera  un  estudio  detenido  y  exacto  de  la  toponi- 
mia del  Sur  de  Europa  y  de  una  parte  del  Asia  se  encontrarían  segu- 
ramente resultados  imprevistos.  Humboldt  y  Astarloa  no  hicieron  más 
que  reducir  al  basco  unos  cuantos  nombres  de  pueblos  españoles  men- 
cionados por  los  escritores  romanos.  La  infinidad  de  denominaciones 
de  lugares,  montañas  y  ríos  quedan  envueltos  aún  en  el  misterio.  Se 
puede  asegurar  que  en  las  provincias  del  Norte  de  España,  a  pesar 
de  la  influencia  o  dominación  de  los  editas  en  Cantabria,  la  mayor  par- 
te de  los  nombres  que  no  son  de  origen  latino,  son  eúskaros.  En  las 
otras  provincias  se  encuentran,  como  es  natural,  nombres  que  acusan 
su  origen  griego,  fenicio  y  árabe ;  hay  algo  también  de  celta  y  de  ger- 
mánico; pero  las  invasiones  de  estos  pueblos  encontraron  el  país  bau- 
tizado ya,  como  quien  dice;  así  es  que  en  los  sitios  más  humildes  y  des- 
conocidos se  encuentran  todavía  huellas  del  eúskaro,  la  lengua  primi- 
tiva del  país.  No  es  opinión  moderna  la  que  supone  que  fué  ésta,  en 
efecto,  la  primera  lengua  que  se  habló  en  España.  Muchos  escritores 
habían  afirmado  esta  creencia  antes  de  los  trabajos  de  Astarloa,  Hum- 
boldt,  Hervás  y   Erro.  En  la  Leyenda  pendolada  (i),   de  Hernán  de 


(i)     Sacada  del  orÍRÍnal    por  mandado  del    alcalde    Fernán   Blázqqe?  cl 

*'"o  '315,  copiada  y  publicada  en  el  libro  de  don  Luis  de  Ariz,  Grandezas  de 
Avila. 


ACERCA  DEL  ÉUSQUERA  Y  DEL  CASTELLANO       213 

Illanes,  en  el  año  1073,  se  /lee  "que  los  primeros  que  llegaron  a  habitar 
nuestra  nación  e  rregiones  fueron  Tubal  con  algunas  compañas,  e  los 
taJes  fablaban  el  mal  lenguaje  que  en  nuiestros  tiempos  fablan  ios  que 
habitan  las  Vizcayas". 

Pedro  Medina,  en  su  libro  de  las  Grandezas  de  España  (i),  dice 
que  "los  romanos  introdujeron  d  datín  y  destruyeron  la  lengua  pro- 
pia que  en  España  se  hablaba,  que  era  la  bascuence  vizcaína'*. 

Lucio  Marineo  Siculo  asegura  lo  mismo  en  sus  Cosas  memorables 
de  España  (2),  y  ai  doctor  Huerta  (3)  le  parece  sin  disputa  que  la  len- 
gua que  tocó  a  España  fué  el  bascuence. 

El  doctor  Perarlta  Barnuevo  no  puede  dudar  de  que  fué  el  bascuence 
la  lenjgua  primitiva  de  España  (4). 

El  padre  Henao  afirma  que  no  fué  la  primitiva,  sino  la  única  y  uni- 
versal (5). 

Don  Francisco  Javier  de  Garma  cree  indudablemente  la  univer- 
salidad del  bascueince  en  España  (6).  Y  lo  mismo  dicen  y  aseguran  el 
padre  Moret  (7),  Andrés  de  Poza  (8),  Mariana  (9),  Garibay  (10)  y  José 
Escalígero  (11)." 

Aurelio. — 'Como  usted  ve,  don  Antonio,  no  son  pocos  los  autores 
de  cuenta  que  están  con  Humboldt,  Astarloa  y  Larramendi. 

Antonio. — 'En  cambio  el  célebne  don  Pedro  Felipe  Monlau,  a  quien 
tanto  debe  la  etimología  y  la  gramática  de  nuestra  lengua,  afirma,  como 
usted  sabe,  en  su  Discurso  de  recepción  en  la  Academia  (12)  que  "del 
Latín  y  sólo  del  Latín,  salió  el  Castellano",  y  confirmando  esta  misma 
opinión  en  el  Discurso  sobre  el  "Arcaísmo  y  el  neologismo",  leído  en 
la  Junta  pública  que  para  solemnizar  el  aniversario  de  la  fundación  de 
dicho  Cuerpo  literaiio  se  celebró  el  27  de  septiembre  de  1863,  dice  que 
"nuestro  Castellano  es  un  Latín,  si  no  corrompido,  transformado:  es 
un  idioma  neo-latino,  un  Latín  nuevo,  como  lo  son  sus  hermanos  los 
demás  idiomas  modernos  u  hoy  hablados  en  la  Europa  que  fué  latina". 

Aurelio. — Prosiga  usted  esa  misma  cita,  que  tan  de  memoria  se 
sabe,  o  léala  usted:  está  en  el  tomo  I  de  las  Memorias  de  la  Academia 
española,  pág.  426. 

Antonio. — '"La  base  del  actual  castellano  fueron  los  dialectos  au- 
tóctonos o  indígenas,  que  se  hablaban  en  da  Península  ibérica." 

Aurelio. — ^Lo  que  sigue  no  está  confirmado  por  la  Historia  ni  por 
la  Lingüística. 


(i)  Impreso  en  Sevilla  en  1548,  c.  72. 

(2)  Impreso  en  1530,  lib.  4.0 

(3)  España  primitiva,  c.  3.° 

(4)  España  vindicada,  lib.  i.°,  c.  6.° 

(5)  Antigüedades  de  Cantabria,  1.   i,  c.  7,  cit.  72. 

(6)  Teatro  universal  de  España. 

(7)  Anales  de  Navarra,  tít.  i.°,  c.  i,  1.  i. 

(8)  De  la  antigua  lengua  de  España. 

(9)  H.  E.,  1.  I,  c.  5. 

(10)  ídem,  1.  4,  c.  4. 

(11)  Tratado  de  las  lenguas  de  Europa. 

(12)  El  29  de  junio  de  1859. 


14 


214  DIÁLOGOS  FAMILIARES 

Antonio. — Dice  que  esos  dialectos  autóctonos  eran  "afines  todos  en- 
tre sí  y  comprendidos  bajo  la  universal  denominación  de  idioma  celta 
(kelta)  o  céltico,  que  los  romanos  llamaron  galo,  ibero  y  celtíbero...". 

Aurelio. — Esos  mismos  nombres  dan  bien  a  entender  que  iberos  y 
celtas  eran  razas  distintas.  Además  de  que  si  el  galo  y  el  ibero  hubie- 
ran sido  dialectos  afines  hubieran  producido,  al  mezclarse  con  el  latín 
ima  misma  lengua,  o  por  lo  menos  dos  dialectos  semejantísimos,  y,  por 
el  contrario,  vemos  que  al  unirse  con  el  latín  el  galo  dio  el  francés 
y  el  ibero  dio  el  castellano. 

Antonio. — Dialectos  o  lenguas  muy  semejantes. 

Aurelio. — Pero  más  se  parecen  al  francés  el  portugués  y  eil  galle- 
go (i),  en  la  pronunciación  sobre  todo,  que  es  lo  que  más  distingue  las 
diversas  nacionalidades:  porque  portugueses,  gallegos  y  galos  eran  cel- 
tas, y  los  demás  españoles  eran  iberos  o  celtíberos,  o  sea  mezclados 
de  entrambos. 

La  diferencia,  pues,  del  francés  y  castellano  muestra  que  el  ibero 
no  era  dialecto  céltico,  como  lo  «ra  el  francés.  Por  lo  demás,  acaba- 
mos áe  ver  que  el  ibero  es  el  bascuence,  pues  todas  las  inscripciones  y 
nombres  geográficos  iberos  son  bascongados,  y  el  bascuence  no  ha  caí- 
do en  esos  valles  del  Pirineo  desde  las  estrellas,  sino  que  vino  por  al- 
guna parte,  donde  dejaría  sus  huellas  y  se  derramaría  por  toda  la  Pen- 
ínsula, aunque  después,  acorralado  por  lenguas  advenedizas,  haya 
quedado  arrinconado  en  esos  montes,  por  aquellos  tiempos  verdadera- 
mente intransitables  y  selváticos.  Pero  pase  adelante  y  lea  aquí,  en  la 
pág.  432  del  Discurso  de  Monlau:  verá  usted  si  no  viene  a  parar  a 
mi  opinión  sustentada  el  otro  día,  y  concedida  ya  por  el  mismo  Mon- 
lau en  lo  que  acabamos  de  leer. 

Antonio. — "El  Latín  nunca   fué  vulgar  en  España." 

Aurelio. — ¿Qué  tal,  don  Antonio?  Vea  usted  aquí  una  razón  más, 
sobre  las  que  mentamos  la  otra  tarde:  lea. 

Antonio. — "Si  en  tres  siglos  y  medio  de  unidad  monárquica,  y  a 
pesar  de  la  centralización  administrativa  y  de  la  imprenta  y  dje  la  mo- 
derna facilidad  y  frecuencia  de  las  comunicaciones,  todavía  hay  en 
España  diez  y  seis  provincias,  por  lo  menos,  y  seis  millones  de  habi- 
tantes, cuyo  idioma  vulgar  no  es  el  castellano,  ¿qué  había  de  suceder 
con  el  latín?...  Lo  cierto  es  que  del  pretorio  y  de  la  curia,  como  del 
escritorio  de  los  monasterios  y  del  estudio  de  los  eruditos,  no  menos 
que  del  roce  del  pueblo  con  los  soldados  de  las  legiones  romanas,  fué 
descendiendo  el  latín,  más  o  menos  puro,  sobre  los  dialectos  indígenas, 
acomodándose   bastante   bien  con    ellos,    puesto   que  hermanos    suyos 


(i)  Cfr.  "Memoria  cm  que  se  pretende  mostrar  que  a  linpua  portugtie- 
za  nao  é  filia  da  latina,  ncm  esta  foi  cm  tcmiio  algum  a  liiiírua  vulgar  dos 
lusitanos."  Francisco  de  San  Luiz,  t.  XII  de  las  Memorias  de  la  Real  Aca- 
demia de  Ciencias,  Lisboa,  1837.  Adem.ís  Antonio  Ribciro  dos  Sanctos, 
Mc-mor.  de  Liten  portug.  de  la  Real  Acad.  de  Cicnc,  t.  VIII,  Lisl)on.  1812; 
y  José  Silvestre  Ribciro,  t.  1  de  sus  "Primeiros  tragos  d'una  rcscnha  da  lit- 
tcratura  portugueza,  Lisboa,  1853. 


ACERCA  DEL   ÉUSQUERA  Y  DEL  CASTELLANO  215 

eran  los  dialectos  sobre  los  cuales  se  había  levantado  la  admirable  fá- 
brica del  idioma  del  Lacio." 

Aurelio. — Y  es  cierto  que  el  ibero  o  bascuence  contribuyó  a  for- 
mar la  lengua  del  Lacio,  y  de  alií  infinidad  de  vocablos  latinos  cuya 
etimología  es  inútil  buscar  en  el  Celta,  el  Pelasgo  y  en  toda  la  familia 
indo-europea,  como  lo  han  dicho  ya  afamados  lingüistas  (i),  etimolo- 
gías y  vocablos  que  algún  día,  Dios  mediante,  he  de  juntar  y  publi- 
car para  haoer  un  servicio  inestimable  al  estudio  del  latín  y  un  favor 
muy  debido,  pues  es  muy  cosa  suya,  al  bascuence. 

Antonio. — Pues  aquí  sigue  Monlau  diciendo:  "Esta  fraternidad 
lingüística  no  existía  entre  el  latín  y  los  dialectos  bascos  y  cántabros, 
y  ved  ahí  el  porqué  estos  últimos  se  dejaron  encentar  apenas  su  Dic- 
cionario, y  mantuvieron  inalterable  su  polisintetismo  y  la  Gramática 
y  su  especial  método  de  composición  de  las  palabras.  Verdad  es  que 
la  dominación  romana  no  fué  sólida  ni  extensa,  ni  muy  duradera  en 
las  provincias  vascongadas..." 

Aurelio. — 'En  los  bosques  y  montes  de  las  provincias  nunca  estu- 
vieron los  romanos  más  que  de  paso,  y  por  eso  quedó  allí  intacto  el 
lenguaje  ibérico,  que  en  el  resto  de  España  se  fundió  con  el  latín,  dan- 
do origen  al  romance,   como   creo  lo  hemos  probado  suficientemente. 

Esos  dichosos  dialectos,  distintos  del  bascuence,  que  tanto  dan  en 
-qué  entender  a  Monlau,  ya  vimos  que  eran  el  celta,  el  griego,  el  púni- 
co, de  todos  los  cuales  apenas  tomó  nada  el  primitivo  romance,  porque, 
a  la  verdad,  eran  lenguas  esporádicas  anegadas  en  ei  inmenso  mar  del 
lenguaje  nacional  ibérico,  que  era  el  bascuence,  el  cual  predominaba 
hasta  en  las  regiones  donde  la  céltica  se  había  superpuesto  a  la  antigua 
capa  ibérica;  así  es  como  se  explica  que  queden  tantas  huellas  o  más 
del  iberismo  que  dd  celtismo  en  Santander,  Asturias,  Galicia  y  Por- 
tugal, ya  en  los  dialectos  de  estas  regiones,  ya  en  la  toponimia,  ya, 
en  fin,  en  las  costumbres.  Los  celtas  en  España,  amigo  mío,  pese  a 
quien  pesare,  quedaron  fundidos  y  disueltos  en  el  fondo  común  ibérico 
nacional,  no  menos  que  después  los  godos,  y  antes  los  griegos  y  carta- 
gineses: el  elemento  ibérico  siempre  flotó  sobre  esas  pequeñas  corrien- 
tes extrañas  y  se  las  incorporó  y  fundió  sin  dejar  apenas  rastros  de 
ellas  fuera  de  algunos  nombres  geográficos  y  de  cierta  tendencia  a  la 
pronunciación  oscura  y  vaga  del  francés  y  de  todas  las  demás  len- 
guas septentrionales. 

Y  volviendo  a  MonJau,  vea  usted  cómo  al  fin  y  al  cabo  viene  a 
parar  a  mi  explicación  del  origen  del  castellano,  con  tal  que  por  los 
dialectos  indígenas  se  entienda  siempre  el  ibero  o  bascuence,  como 
debe  entenderse,  según  hemos  probado  ahora  mismo  y  estos  días  pa- 
sados. Dice  así: 

"A  mi  entender,  pues,  vistos  los  orígenes  del  latín,  y  atendidas  su 
semejanza  léxica  y  su  afinidad  gramatical  con  los  dialectos  de  la 
Península  ibérica,    en  la  primera  formación   del    castellano  hubo  más 


(i)     Cfr.  Civiliá  Catol,  2  set.  1899  y  preced.  y  siguientes. 


ai6  DIÁLOGOS  FAMILIARES 

bien  una  incorporación  que  una  corrupción  del  latín:  de  los  dos  idio- 
mas se  hizo  un  solo  cuerpo,  una  especie  de  sociedad  comanditaria, 
aportando  el  Latín  en  ella  su  cuantioso  capital,  y  el  futuro  castellano 
poniendo  principalmente  su  activa  industria.  Cual  en  las  sociedades 
en  comandita  de  nuestros  días,  el  socio  industrial  salió  mejor  librado 
que  el  cajpitalista.  Y  así  debía  ser,  naturalmente,  puesto  que  para  el 
suavísimo  idioma  del  Lacio,  con  toda  su  pompa  y  su  riqueza,  había 
sonado  la  última  hora,  y  para  el  rudo  dialecto  celtibérico  se  iban  a 
abrir  horizontes  inmensos  de  vida,  de  acción  y  de  fortuna,  (i)''  Ya 
sabe  usted  a  qué  atenerse  en  eso  del  "suavísimo  idioma  del  Lacio" 
y  del  "rudo  dialecto  celtíbero" :  los  epítetos  están  trocados.  El  f one- 
tismo  basco  es  lo  más  natural  y  suave  que  puede  darse,  y  el  latino 
está  erizado  de  miil  asperezas :  se  lo  podría  probar  con  sólo  leerle 
unos  trozos  de  los  Discursos  filosóficos,  de  Astarloa;  pero  basta  para 
barruntarlo  y  aun  verlo  claramente  la  acción  suavizadora  y  purificadora 
que  sufrió  la  ásipera  pronunciación  latina  al  pasar  por  el  fino  tamiz  de 
los  labios  de  nuestros  antepasados  los  iberos  al  formar  el  romance. 

Pero  terminemos  la  lectura :  "Enriquecido  el  naciente  castellano 
con  la  herencia  latina,  continuó  la  pausada  obra  de  su  formación, 
resistiendo  heroicamente  los  embates  con  que  fueron  a  perturbarlo 
en  su  tarea  el  Germánico  en  el  siglo  v^  la  dominación  bizantina  (al 
Sur)  por  los  siglos  vi  y  vii,  y  la  ocupación  árabe  en  los  siglos  viii  y 
siguientes.  Del  dócil  godo  tomó  lo  más  necesario;  del  bizantino,  casi 
nada,  y  del  infiel   agareno,  5o  menos  que  pudo." 

Lo  cual,  don  Antonio,  viene  en  corroboración  de  mi  aserto  de  que 
para  cuando  vinieron  los  Godos,  nuestro  romance  estaba  ya  en  dis- 
posición de  resistir  a  su  empuje,  es  decir,  que  era  ya  un  robusto  man- 
cebo o  un  hombre  de  pelo  en  pecho  y  de  armas  tomar :  lo  cual  pudie- 
ran tener  bien  en  cuenta  los  que  nos  vienen  con  que  el  romance  na- 
ció por  los  siglos  X  y  XI,  o  por  los  viii  y  ix,  o  todo  lo  más  por  los  v 
y  VI,  al  fundirse  el  latín,  única  lengua  vulgar  de  entonces,  según 
dicen  seriamente,  a  pesar  de  todos  los  Isidoros  del  mundo,  con  el  godo 
victorioso. 

Antonio. — Ya  va  a  ser  hora  de  separarnos,  y  no  me  ha  probado  usted 
más  que  la  primera  iparte  de  lo  que  me  tenía  prometido:  que  el  bas- 
cuence  fué  la  lengua  que  imipuso  la  mayor  parte  de  los  nombres  geo- 
gráficos de  la  antigua  España,  y  que,  por  consiguiente,  el  cúskera 
fué  la  lengua  general  de  España;  falta  la  segunda:  de  cómo  influyó 
el  bascuence  en  la  formación  del  castellano;  porque,  que  influyera, 
quedando  probado  que  el  castellano  nació  directamente  del  choque 
del  latín  con  el  basciuence,  es  cosa  manifiesta  que  se  cae  de  su  propio 
peso. 

Aurelio. — En  primer  lugar,  influyó  muchísimo  el  basaicnce,  como 


(i)     Cír.  Memorias  de  ¡a  Acadcm.  Española,  año  I,  t.  I ;  Discurso  en  la 
Real  Academia  el  27  sept.  1863,  pág.  432,  etc. 


ACERCA  DEL   ÉUSQUERA  Y  DEL  CASTELLANO  217 

tisted  acaba  de  ver,  en  la  toponimia,  que  no  deja  de  ser  una  parte 
del  lenguaje. 

Antonio. — Pero  todos  esos  nombres  son  antiguos,  quiero  decir  que 
han  dejado  de  ser,  hablando  en  general. 

Aurelio.— No  me  ha  dejado  usted  leerle  la  lista  de  Labayru,  en 
la  cual  se  hallan  multitud  de  nombres  geográficos,  la  mayor  parte 
no  citados  por  los  geógrafos  antiguos,  que  viven  hoy  día  y  son  en- 
teramente bascongados. . . 

Antonio. — ¿Qué  nombresi   son  esos? 

Aurelio. — Abra  usted  el  primer  tomo  por  la  ipág.  718. 

Antonio. — ^Lo  haré  esta  noche  en  mi  casa:  no  es  cosa  de  moles- 
tarle más. 

Aurelio. — Y  puede  usted  añadir  la  lectura  de  infinidad  de  nom- 
hres  geográficos  repartidos  por  toda  España,  como  los  encontrará 
usted  en   Madoz. 

Antonio. — .Buena  tarea   me  manda  usted. 

Aurelio. — Y  otros  muchos  que  aparecen  en  los  documentos  lati- 
nos de  Jos  siglos  VII,  viii^  ix,  x,  etc.,  que  no  son  latinos,  sino  del 
romance  vulgar  y,  en  su  mayor  parte,  bascongados. 

Antonio. — (Léame  algunos  nombres  de  ésos,  pues  confirmarían  cla- 
ramente que  se  hablaba  el  romance  por  aquellos  tiempos. 

Aurelio. — ^Aquí  en  la  España  Sagrada,  tomo  37,  pág.  303,  etc., 
tenemos  los  privilegios  que  otorgó  Alfonso  el  Católico  a  Santa  Ma- 
ría de  Covadonga,  los  documentos  más  antiguos  de  ía  monarquía  as- 
turiana, años  740,  741.  El  latín  de  Avito  no  es  muy  recomendable, 
liasta  el  punto  de  que  algunos  lo  tomarían  por  castellano  de  aquella 
época.  Pero  el  castellano  ya  era  lengua  hecha  y  derecha,  como  se  ve  por 
los  nombres  que  aduce,  Cova  de  fonga,  Onís,  nombre  bascongado,  termi- 
nación -s  ordinarísima  en  la  toponimia  euskalerriana  y  Oni,  como 
Oña,  que  vale  pie  en  bascuence,  o  pie  de  montaña,  etc.  En  el  privile- 
gio de  fundación  del  monasterio  de  O'bona  por  Adelgastro,  hijo  del 
rey  Silo,  otorgado  el  780  leemos:  "Concedimus  in  ipso  monaste- 
rio Sánete  Marie  de  Ohona  per  suos  términos  antiguos,  per  illo  río 
qui  vadit  Ínter  Sahadel  et  villa  Luz,  et  inde  ad  villam  mollem  de  illa 
strada  de  Patrunel  et  inde  per  illa  que  vadit  ad  illo  castro  de  Pa^o  et 
per  illa  via  que  vadit  ad  Petra  tecla,  et  per  Petra  et  deinde  per  illa 
¿trata  de  Guardia  et  inde  per  illa  arelia  de  Bañas;  et  per  illa  Braña 
de  Ordial  et  per  illas  mestas  de  Fresnedo  et  per  Conforquellos,  et  inde 
ad  illo  rio  de  Rivilla  et  ad  illo  Poso  de  Trave  et  per  Peña  Malore  et 
per  Peña  Sarnosa  et  per  illo  nioion  (mojón)  de  ínter  ambos  rios  et 
per  LumhiUas  et  per  Peña  de  Felgueros  et  per  Fontanel  et  per  illas  pe- 
ñas ínter  Villahíz  et  Sahadel  et  ad  ¡lio  rio,  quod  prino  diximus..."  El 
firmante  Aldergaster  Silis.  Bascongados  son  varios  nombres,  y  todoá 
los  vulgares  están  en  romance  adulto  y  perfecto. 

Ohona  ya  vimos  ser  bascongado  y  puede  compararlo  con  Obanos, 
Obieta,  Obas,  Obecurri,  Obillos,  del  país  basco.  Brañas,  voz  castellana 
derivada  del  bascuence  y  compárela  con  Barañain,  Baranbio,  Barainca, 


mS  DIÁLOGOS  FAMILIARES 

Barandica,  Barañano,  de  la  toponimia  bascongada.  Ordial  igualmente 
con  Ordeña,  Ordiifta,  Ordorica,  Ordoñana,  Ordcris,  Ordoqui.  Lumbi- 
llas  con  Lumhicr  de  Navarra,  Poz-üune,  Ilumbe,  Ilunzar,  con  pérdida 
de  la  i-  inicial,  como  en  Lumbier.  Silis  es  patronímico,  como  hijo  de 
Silo,  que  es  el  bascongado  zilo,  agujero,  hoyo.  Y  note  cómo  todavía  se 
entendía  el  bascuence  por  Asturias  a  mediados  del  siglo  viii,  puesto 
que  en  vez  de  su  propio  nombre  firma  el  hijo  de  Silo  con  el  derivado 
viviente  y  todavía  no  hecho  apellido,  como  hoy  en  día  Silic.  El  nombre 
de  Gijón  en  los  privilegios  de  Alfonso  el  Casto  es  Gixonem.  Sonaba  x 
como  ch  francesa,  de  modo  que  sonaba  guichon-em :  ahora  bien,  gizon-en 
vale  de  hombres  y  gizon  =  hombre  en  bascuence. 

Antonio. — Lo  que  sí  llevo  advirtiendo  ha  rato  es  que,  no  sé  por 
qué,  pero  todos  esos  niombres  geográficos  bascongados  del  Nomenclátor 
tienen  un  dejo  y  parecido  a  los  de  la  antigua  toponimia  ibérica.  So- 
bre todo  el  dichoso  iri-,  ili-  me  retiñe  en  los  oídos... 

Aurelio. — ^Como  Iriberri,  Iriso,  Iroz,  Irurc,  Irati,  Irulegiii,  etc.: 
¿verdad  que  parecen  nombres  de  otros  tiempos?  Otros  términos  y  lu- 
gares del  documento  de  Adelgaster  son :  Baorres :  compárelo  con 
Bao,  etc.;  Laenes:  compárelo  con  Lainez,  Lain,  Laida,  ipor  no  aducir 
Lañes,  y  en  la  Euskalerria  Lan,  Landibar,  Lanz,  Lanciego,  Landa,  Lan~ 
deta,  Langarica,  Lantaron,  Landaco,  Landaburu,  Landalde,  Landia,  La- 
nestosa,  Landarrain,  etc. 

Y  advierta,  repito,  el  uso  del  patronímico  español  en  el  siglo  viir 
en  Siliz,  que  no  es  de  escasa  importancia. 

Antonio. — Godoy  y  Alcántara  ha  mostrado  que  ese  patronímico  es 
latino,  no  bascongado,  como  se  había  repetido  ipor  los  entusiastas  dd 
eúskera. 

Aurelio. — Decirlo,  sí  que  lo  dijo;  pero  no  probarlo,  y  otro  día  le 
demostraré  a  usted  que  es  bascongado  (i) ;  por  ahora  nótelo  a  media- 
dos del  siglo  IX,  el  853,  aplicado  hasta  a  las  villas  y  castros:  "Per  illam 
viam  de  termino  de  Amaia  Roiz,  et...  términos  de  Fortiineo  et  de  Vela 
et  per  terminum  de  Gutiérrez,  cum  azoreras,"  dice  en  la  pág.  321. 

Bascongados  son  Amaia,  Roiz,  Vela  y  Gutiérrez.  Amaia  vale  fin  o 
término;  hay  y  hubo  entre  los  iberos  la  Amaia  de  los  cántabros,  donde 
su  significación  estaba  muy  a  propósito;  Vela,  ¡latinizado  por  Bcla,  lo 
tenemos  en  la  Geografía  antigua,  y  ya  lo  vimos.  Gutiérrez,  patronímico 
de  Guti-crre,  que  suena  poco  (guti)  quemado  (erre),  esto  es  socarrado. 

Hermo  sale  en  el  mismo  documento  de  los  cautivos  obispos  Seve- 
rino  y  Ariulfo  del  año  853:  "Facimus  cartulam,  nostro  vocabulo  Sar- 
ta Marta  de  Hermo."  Bien  sabe  usted  que  hay  un  Hermúa  en  Guipúz- 
coa y  en  Álava  y  Ermúa  dos  veces  en  Vizcaya.  Y  vueilve  Brancas  por 
Brañas  del  documento  de  Alfonso  el  Católico  antes  visto.  Y  no  le  digo 
que  Suego,  y  Linio,  y  Bustos,  y  Mera,  y  Loarrio,  y  Meruego,  y  Mengor 
y  otros  varios  nombres  de  pueblos  son  bascongados,  porque  veo  que  tie- 
ne usted  prisa  por  irse  y  que  no  le  agradan  mucho  las  etimologías  bas- 


(i)     Ccjador,    Tesoro,   Silbantes. 


ACERCA  DEL   ÉUSQUERA  Y  DEL  CASTELLANO  2LiJ 

congadas :  los  tiene  usted  aquí  en  ilas  donaciones  de  Ordoño  I  a  la  igle- 
sia de  Oviedo  el  año  S57,  pág.  323,  etc. 

Entre  los  pueblos  nombrados  en  el  testamento  de  Alfonso  el  Magno, 
del  año  905,  hallo  los  nombres  bascongados  Gramoneto  por  Garamone- 
ta,  Obrías,  Andorga,  Kelicnes,  Orealiz  (y  note  ell  patronímico),  Be- 
Itina,  Bustello,  Barcena;  entre  los  del  documento  de  Fruela  II,  en  fa- 
vor de  San  Salvador  de  Oviedo  el  año  912:  Mañozes,  Barca,  Braña, 
Valle  Salceto  (iCfr.  Salcedo  y  Salces),  Gárgula;  y  entre  los  del  de  Ra- 
miro, hijo  oe  Alfonso  III,  dell  año  926,  Zazo,  Mian,  Velamio,  Ovaña, 
Margollas,  Ola,  Leia,  Medo,  etc.,  etc.  (i).  En  el  Fuero  de  Burgos  del 
año  1073:  Ambasos,  Sobanescas,  Vera,  Uta,  Verrocue,  Illas,  etc.,  etc. 
Fuera  nunca  acabar  si  hubiéramos  de  traer  toda  la  toponimia  española 
de  la  Edad  Media. 

Antonio. — ^Vaya,  don  Aurelio,  buenas  noches,  que  ya  ha  oscureci- 
do y  se  está  usted  desojando.  Hasta  mañana. 


DIALOIGO  V 
El  éuscaro  y  la  fonética  y  morfología  del  castellano. 

Antonio. — Amigo  mío,  bien  dijo  Huxley  cuando  dijo  que  "la  len- 
gua basca  era  la  desesperación  de  los  filólogos".  No  extrañe  que, 
desde  el  otro  día  que  me  hizo  usted  tomar  por  ella  algún  interés, 
me  sienta  ya  medio  desesperado  y,  por  lo  menos,  turulato. 

Aurelio. — Ya  la  lengua  de  por  sí,  según  se  halla  tratada  en  las 
gramáticas  conocidas,  es  casi  casi  un  laberinto.  Con  El  Imposible 
vencido  logró  vencer  Larramendi  el  ipara  todos  imposible  de  redac- 
tar una  gramática  bascongada;  pero  redactóla,  tan  a  la  latina,  sin 
atender  al  genio  originalísimo  del  bascuence  y  lo  hizo  tan  ceñida- 
mente, que  más  era  un  botón  que  no  todo  el  traje,  y  aun  ese  botón,  por 
el  viso  al  cual  nos  lo  mostró,  diríase  que  no  era  del  traje  bascon- 
gado.  Estudios  particulares  se  han  hecho,  sobre  todo  acerca  del  ver- 
bo, y  basta  recordar  a  Lardizabar,  Campion,  Bonaparte;  pero  la  gra- 
mática está  todavía  por  hacer,  y  el  verbo,  ipor  exponer  y  estudiar. 
Recuerdo  que  mi  fino  amigo  el  Barón  de...,  estando  él  en  la  Lega- 
ción laustriaca  de  Beirut  y  yo  estudiando  allí  lenguas  orientales,  se 
empeñó  un  día  en  tomar  alguna  noticia  del  bascuence.  No  era  hom- 
bre para  ahogarse  en  un  vaso  de  agua:  conocía,  entre  otros  idich 
mas,  el  árabe  y  el  japonés.  Dile  una  gramática;  mas  ai  cabo  de 
una  semana  devdviómela  tan  turulato  y  desesperado  como  usted.  Bien 
dicen  que  el  diablo  debió  de  inventar  el  bascuence. 

Pues  si  se  considera  en  relación  con  los  demás  idiomas,  el  la- 
berinto y  maraña  sube  de  punto.  El  eúskera  es  en  la  ciencia  lingüís- 


(i)    Esp.  Sagr.,  XXXVII,  págs.  314,  330,  348  y  sigs. 


220  DIÁLOGOS  FAMILIARES 

tica,  como  ha  dicho  un  escritor,  lo  que  ■gI  ornkorinco  en  la  zoológi- 
ca: ambos  paradójicos  hasta  dejarlo  de  sobra.  El  bicho  australiano 
es  pato  por  el  pico,  foca  por  las  plumas,  ictiosauro  por  el  ester- 
nón y  monoírema  por  todo  lo  demás:  y  el  cúskera  (parécese  a  los 
idiomas  urales  en  muclias  raíces,  nombres,  números  y  sufijos,  según 
Charencey  en  La  langue  basque  et  les  idiomes  de  l'Oural;  a  los  ame- 
ricanos, en  analogías  fonéticas  notables,  en  la  encapsulación  o  en- 
chufe, en  la  derivación  y  en  la  numeración  quinaria  y  vigesimal,  se- 
gún varios  autores  (i) ;  a  ellos  y  a  üos  semíticos,  camiticos,  arianos 
y  turanios,  en  los  pronombres,  según  Pruner  Bey  (2)  ;  al  sánskrit,  en 
gran  parte  del  vocabulario,  según  Chao;  en  otros  vocablos,  al  celta, 
í>l  gaélico,  al  welsch,  según  Dom  Bullet.  Leibnitz  y  Charencey  empa- 
réntanlo  con  el  copto  (3);  Gallatin,  con  las  lenguas  del  Con^go;  D'Ab- 
badie  (4)  y  Chao,  con  el  wolof  y  otras;  La  Bastide  (5)  e  Iharce  de  Bi- 
dassouet  (6),  con  las  semíticas,  y  lo  mismo  EJchhoff  (7). 

Hará  unos  años  leí  en  un  periódico  de  San  Sebastián  que  un 
obispo  bascongado  escribía  desde  el  Japón  diciendo  que  apenas  des- 
embarcado allá  se  entendió  con  los  naturales  por  el  gran  parecido  del 
japonés  con  el  bascuence;  y  dichos  por  el  estilo  se  leen  de  misio- 
neros antiguos  americanos.  Lo  cual  todo  es  soñar  despiertos,  ya  que 
mayor  parecido  hay  entre  el  francés  y  el  castellano  y  cualquiera  de 
estas  dos  naciones  se  queda  sin  entender  jota  antes  de  haber  estu- 
diado la  lengua  de  la  otra. 

Si  se  ha  engolfado  usted  en  la  lectura  de  estos  y  otros  autores 
que  le  he  ido  citando,  y  ha  querido  ver  claro  donde  tantos  rayos 
de  luz  de  tan  encontradas  procedencias  sólo  sirven  para  espesar  las 
tinieblas,  acaso  par  el  fenómeno  de  las  interferencias  que  llaman, 
no  me  espanto  verle  tan  desesperado  y  con  la  cabeza  hecha  una 
grillera:  no  es  para  menos.  El  año  1909  ha  llegado  hasta  a  preten- 
der probar  Edouard  Philipon  (8)  que  el  bascuence  es  lengua  indo- 
europea. 

Antonio. — En  metiéndose  con  el  bascuence  diríase  que  los  escri- 
tores más  sesudos  pierden  la  cabeza.  No  digo  yo  que  la  haya  per- 
dido usted,  don  Aurelio;  pero  siguiendo  su  metáfora  de  las  inter- 
ferencias, cuanto  usted  me  ha  dicho  estos  días  pasados  sólo  será 
uno  de    tantos  rayos  de  luz,    que  í)or   interferencia  quedará   neutra- 


(i)    Eludes  jilologlqucs  sur  quclques  langucs  sauvagcs  de  I  Amcrique, 
par  N.  O.,  ancien  missionnaire. 

(2)  Sur  la  langue  des  basques,  en  Bolel.  de  la  Soc.  anlropol,  iS67._ 

(3)  La  langue  basque   et   les   idiomes  de   POural,   págs.    145-47-    I-cibn., 
Opera  omnia,  t.  V. 

(4)  Eludes  grammalicales  sur  la  langue  euskarianc,  prólopo. 

(5)  Diserlalions  et  noles  sur  le  basque,  art.  6,  páps.  387-430. 

(6)  líistoire   des  Basques   ou   premiers   colons   de    toule  PEurope,   Pa- 
rís, 1828. 

(7)  I'arolcllr  des  laiigues  de  VEurope  el  de  l'Inde,  París,  1836,  pág.  13. 

(8)  Les  Jbcres,   París,   1909. 


ACERCA  DEL   ÉUSQUERA  Y  DEL  CASTELLANO  221 

lizado  el  día  de  mañana  en  cuaaito  haya  quien  nos  quiera  hacer  ver 
todo  lo  contrario. 

Aurelio. — 'Luz  más  luz  puede  dar  oscuridad,  cuando  soai  en  todlo 
contrarios  sus  rayos.  Si  en  su  cabeza  de  usted  sólo  han  producido 
perturbaeión  y  tinieblas  tantos  rayos  de  luz  ha  sido  por  las  circuns- 
tancias en  que  se  halla  respecto  del  euscarismo.  Pero  ello  no  quita 
para  que  los  diversos  rayos  de  luz  se  sumen  como  luz,  la  cual,  si 
no  pone  en  claro  lo  que  esos  varios  autores  pretendían,  esto  es,  el 
parentesco  particular  del  eúskera  con  tal  o  tal  lengua,  nos  hace  a 
lo  menos  entrever  que  lo  tiene  de  alguna  manera  con  todas  ellos, 
opinión  para  mí  que  pasa  a  ser  doctrina  asentada  (i). 

Humboldt  miraba  al  eúskera  como  la  lengua  que  mejor  había 
conservado  el  espíritu  primitivo  del  humano  pensar  y  decir.  Y  no 
es  maravilla,  si  tenemos  en  cuenta  que  es  la  lengua  más  antigua  de 
Europa  y  que,  arrinconada  en  los  valles  del  Pirineo,  nos  ha  conser- 
vado intacto  casi  su  sistema  gramatical  desde  las  primeras  edadfes 
en  que  el  hombre  pisó  esta  parte  del   mundo. 

Antonio. — Pero  ¡  qué  campo  de  Agramante !  Los  unos  — se  les 
está  viendo —  rabian  y  patalean,  juran  y  perjuran  que  ese  malhada- 
do bascuence  nada  puede  traernos  de  provecho  para  el  estudio  del 
castellano  y  de  los  orígenes  de  nuestra  historia  patria,  que  es  una 
lengua  bárbara,  sin  policía  mi  cultura,  jerigonza,,  en  fin,  de  pescado- 
res y  caseros  zafios.  Los  otros  abren  un  palmo  de  boca,  se  hacen 
cruces  al  contemplar  la  grandiosidad  del  verbo  basco  y  el  menor 
calificativo  que  prodigan  a  esa  dichosa  lengua  es  el  de  divifia,  el 
de  adámica,  el  de  paradisíaca;  amontonan  nombres  sobre  nombres  de 
la  antigua  toponimia  ibérica;  autores  sobre  autores,  desde  Escilax  de 
Carianda  hasta  Aslarloa,  y  citas  sobre  citas.  Le  repito  que  estoy  hasta 
5a  coronilla  de  la  cabeza,  hasta  aquí. 

Aurelio. — Calma  y  sosiego,   don  Antonio. 

Antonio.— *Lo  que  sí  veo  a  todas  luces  es  que  el  Nomenclátor 
semeja  a  un  esipejo  en  el  cual  se  reflejan  los  nombres  geográficos 
antiguos  más  extravagantes  e  inexplicables.  Sí,  don  Aurelio,  los  ibe- 
ros eran  bascongados  y  los  bascongados  guardají  el  idioma  de  los 
iberos.  Necio  sería  negarlo,  acasO'  por  no  tener  que  meterse  ya  de 
edad  machucha  a  aprender  esa  endiablada  lengua.  Pero  tengo  ga- 
nas de  que  me  diga  cómo  y  en  qué  el  bascuence  obró  en  nuestro 
romance,  pues  yo  no  veo  en  él  más  que  latín;  y,  sin  embargo,  tam- 
poco se  me  cuece  el  que  aquellos  indomables  astures,  celtíberos  y 
cántabros  hubieran  olvidado,  de  buenas  a  primeras,,  su  habla  para 
ponerse  a  declinar  el  musa  musae;  ellos  que,  tras  dos  siglos  de  lu- 
chas, todavía  tornaron  a  romper  la  coyunda  que  pesaba  sobre  sus  cue- 
llos. La  duración  del  bascuence  hasta  hoy  es  testigo  sin  par  de  esta 
fiera  independencia  de  los  españoles  hasta  para  con  la  civilizacióoi 
grecorromana,  que  no  ha  acabado  de  vencerla  en  veintidós  siglos. 


(i)     J.  Cejador,  El  Lenguaje,  Embriogenia,  Tesoro. 


2í22  DIÁLOGOS  FAMILIARES 

Aurelio. — Los  iberos,  don  Antonio,  si  griegos  y  romanos  los  lla- 
maron bárbaros,  todo  fueron  menos  eso:  lo  están  proclamando  las 
monedas,  y  monedas  de  plata  y  ricamente  labrada;  lo  están  dicien- 
do los  mismos  testimonios  de  los  antiguos,  en  particular  aquel  de 
Estrabón  que  asegura  tener  escritos  poemas  y  leyes  en  verso  había 
muelles  siglos  los  turdetanos;  lo  está  confesando  el  alfabeto  toda- 
vía por  descifrar,  y,  según  la  última  manera  de  ver,  origen  de  los 
alfabetos  de  Creta  y  de  Grecia  y  Roma;  lo  está  manifestando  su 
idioma,  sobre  todo,  ese  idioma  que  aún  vive  para  coco  de  euscaró- 
íobos  menguados,  que  se  pasman  ponderando  la  hermosura  del  la- 
tín y  del  griego  y  no  tienen  ojos  de  lingüista  para  abarcar  la  gran- 
deza del  bascuence  ni  arrestos  para  estudiarlo,  dando,  aunque  sea 
dos  o  media  docena  de  higas  al  diablo  que  lo  inventó.  Mi  mayor 
gusto  sería  poderle  descubrir  los  tesoros  que  encierra  esta  lengua, 
si  no  divina,  ni  adámica,  ni  paradisíaca,  ni  endiablada  siquiera,  pues- 
to que  yo  me  la  aprendí  sin  ser  bascongado,  por  lo  menos  secu- 
lar, prehistórica,  primitiva  de  España  y  de  Europa,  madre  de  mues- 
tro romance  y  que  es  vergüenza  la  dejen  nuestros  eruditas  en  ma- 
nos de  bizcaitarras,  enemigos  de  España  y  desconocedores  y  falsi- 
ficadores del  bascuence.  Pero  ino  tenemos  por  ahora  vagar  para  tan 
alta  empresa.  Doce  tomos  invirtió  en  ella  mi  amigo  don  Julio  Ce- 
jador,  dejando  la  obra  sin  acabar  por  falta  de  lectores  y  de  ayu- 
das de  costa,  que  aquí  se  prodigan  a  otras  emipresas  menos  patrió- 
ticas, menos  científicas  y  menos  gloriosas.  Me  contentaré,  pues,  cooi 
insinuarle  lo  que  en  esa  obra  falta,  tocando  algumos  puntos  de  fo- 
nética y  morfología  castellana,  en  los  que  el  bascuence  ha  influido, 
dejando  el  caudal  léxico  que  en  ella  se  estudia  fundamental  y  des- 
paciosamente. Y  digo  insinuar,  por  ser  sobremanera  dificultoso  tratar 
estas  materias  con  quien  no  conoce  el  bascuence  y  tiene  su  propósito- 
bien  asentado  de  favorecer  el  latín. 

Antonio. — ¿Cómo  favorecer  al  latín? 

Aurelio.  —  Sí,  porque  como  el  latín  y  el  bascuence  tienen  unas 
mismas  raíces,  cual  puede  verlo  en  el  Tesoro^  de  Cejador,  fácilmen- 
te se  cae  en  la  garlito  en  que  cayó  Mayans  de  que  "se  puede  ase- 
gurar que  la  mayor  parte  del  bascuense,  si  se  observan  bien  las  raí- 
ces de  sus  vocablos,  tienen  origen  del  latín,  como  lo  he  observado 
en  el  vocabulario  manuscrito  que  se  compuso  en  el  año  1802,  el 
cual  se  halla  en  la  Real  Biblioteca"  (i).  ¡Mire  que  fiarse  de  un 
vocabulario  y  no  teniendo  una  noticia  del  bascuence  pretender  de- 
cidir sobre  el  origen  de  voces  comunes  a  entrambos  idiomas!  Y  no 
es  el  único  que  cayó;  algunos  modernos  se  han  empeñado  en  traer 
del  latín  todo  el  vocabulario  bascongado,  sin  conocer  a  fondo  este 
idioma,  sus  raíces  y  sufijos.  Por  este  procedimiento  podrá  dejarse 
al  bascuence  sin  ni  =  yo,  pues  vendrá  de  nos;  sin  gu  =  nosotros. 


(i)     Or'ifjntcs  de  la  Irvr/ua  cspafiola  (61).   Fl  dicho  vocabiilaiio  lo  hizo 
un  italiano,  sigue  en  la  Nacional  y  no  vale  gran  cosa. 


ACERCA  DEL   ÉUSQUERA  Y  DEL  CASTELLANO  2J^ 

que  vendrá  de  e-go;  sin  zu  =  tu,  que  vendrá  del  tu  latino  o  del  3¿> 
griego;  sin  bis  =  dos  veces,  que  vendrá  del  bis  latino;  sin  el  -tu 
del  infinitivo,  que  vendrá  del  tu-s,  -iu-m  participial;  sin  los  parti- 
cipios en  -en  -n  que  se  forman  en  bascuence  de  toda  forma  verbal^ 
que  vendrá  de  la  -n  de  ama-n-s;  en  fin,  sin  ninguna  raíz,  ya  que 
todas  las  latinas,  como  derivadas  del  bascuence,  están  en  este  idio- 
ma. Es  como  si  alguno  se  empeñase  en  probar  que  el  padre  de  Na- 
podeón  Bonaparte  fué  hijo  de  su  hijo,  digo,  del  famoso  Primer  Cón- 
sul y  después  Emperador  de  los  franceses,  y  esto  sólo  porque  dicho 
padre  era  un  oscuro  corso  y  dicho  Primer  Cónsul  y  después  Empe- 
rador de  los  franceses  llenó  de  su  nombre  los  ámbitos  del  orbe  te- 
rráqueo. Pero  sucede  que  las  que  llaman  raíces  en  latín  y  demás 
indo-europeas,  son  voces  vivas  en  bascuence,  donde  no  hay  nada 
de  leñoso  y  muerto  como  en  ías  demás  lenguas,  y  d  que  estudie  a 
fondo  todo  el  caudal  léxico  de  entrambas  lenguas  quedará  pasma- 
do de  la  audacia  de  tal  procedimiento.  El  estudio  de  la  mitad  de  él 
hecho  está  en  el  Tesoro,  de  Cejador;  no  hay  modo  de  alegar  ya  ig- 
norancia. 

Antonio. — Buceo,  don  Aurelio:  usted  está  preparando  el  terre- 
no; pero,  aunque  le  alabo  su  diligencia  y  buena  maña,  le  dispenso' 
de  todos  esos  exordios  y  preparativos :   ¡  al   grano ! 

Aurelio. — Al  grano.  Supongo  me  ooncederá  que  algo  influiría  el 
bascuence  en  el  castellano  cuanto  a  la  foiiétioa,  pues  por  ahí  se  ha 
de  comenzar. 

Antonio. — ¡  Hombre !  Usited  dirá :  he  leído  en  el  Gcrundense  del 
padre  Fita  (i)  que  el  bascuence  ha  comunicado  al  castellano  la  cla- 
ridad y  limpieza  de  sus  vocales;  pero  nunca  he  podido  entender  se- 
mejante dicho,  y  me  alegro  se  me  presente  esta  coyuntura. 

Aurelio.— ¿  Conoce  usted  alguna  lengua  de  Europa  cuyo  vocalis- 
mo sea  tan  claro  y  limpio  como  el  del  caistellano? 

Antonio. — No,  por  cierto:  las  lenguas  del  Norte  son  oscuras  y 
ofrecen  una  multitud  de  vocales:  aun  el  francés  pasa  de  las  cinco  úni- 
cas del  castellano. 

Aurelio. — ¿Y  el  gallego  y  el   portugués  y  el  bable? 

Antonio. — 'He  aquí  una  dificultad  que  no  puedo  soltar:  el  bable 
con  sus  ties;  el  gallego  con  las  mismas,  aunque  más  suavizadas  vo- 
calizaciones; el  portugués  con  sus  finchadas  y  rotundas  oes  y  con 
una  multitud  de  matices  vocales,  que  ellos  estiman  como  una  gran 
riqueza,  todas  esas  lenguas  se  parecen  más  al  francés  y  aun  al  in- 
glés, que  no  al  castellano,  por  lo  menos  en  la  pronunciación.  ¿Y  cuál' 
puede  ser  la  causa? 

Aurelio. — ^La  explicación  está  en  la  línea  que  trazó  Humboldt 
dividiendo  la  Península  en  dos  porciones:  céltica,  la  occidentaJ,  e 
ibérica,  la   oriental. 

AntO'Nio. — ^Ahora  sí  que  veo  el  influjo  del  celta  en  las  unas  y  el 

(i)    Pág.  79. 


224  DIÁLOGOS  FAMILIARES 

del  ibero  o  bascongado  en  las  otras.  Pero  el  bascuence  ¿no  tiene 
más  que  las  cinco  vocales  del  castellano? 

Aurelio, — Ni  una  más  ni  una  menos.  Y  lo  más  notable  es  que 
son  las  dos  únicas  lenguas  de  Europa  que  ofrecen  un  vocalismo  tan 
«encillo  y  limpio. 

Antonio. — También  lo  tenía  el  latín,  y  sin  duda  de  él  tomólo  el 
castellano. 

Aurelio. — No  tenía  las  cinco  simples  vocales,  sino  otras  varias: 
Éf  abierta,  que  tónica  dio  ie  en  castellano;  e  cerrada,  que  dio  e,  i; 
o  abierta,  que  dio  ne;  o  cerrada,  que  dio  o,  w_,  que  tiraba  a  i.  Los 
idiomas  indígenas  de  la  romanía  todos  tenían  más  de  las  cinco  vo- 
cales, excepto  el  bascuence,  y  así  las  neolatinas  las  tienen  todas 
menos  el  castellano.  ¿No  le  suena  a  francés  esta  pronunciación  bable, 
por  influjo  céltico:  les  mathematiques? 

Antonio. — Así  suena  en  francés. 

Aurelio. — Pues  oiga:  "E  baxu'l  teyan  la  muyer  de  dége  é  arran- 
-caes,  qé  nó  pó  de  moza,  saia  d'estameña,  xugon  d'alepin,  refaxu... 
alluma  el  fuebu  có  forgaxes,  tizacó  llene,  gáduos  é  cadaues..." 

Antonio. — Basta,  basta.  Pero  ¿cómo  se  escriben  esaiS  nasales  que 
se  parecen  a  las  del  francés,  aunque  ¡no  del  todo? 

Aurelio. — Con  una  tilde  las  indica  el  autor  de  Una  carta  en  ha- 
ble. Pero  oiga  usted  esta  muiñeira  gallega... 

Antonio. — Déjeme  de  muiñeiras  y  de  lengua  gallega. 

Aurelio. — Oiga,  pues,  lo  ahuecado  de  estos  soberbios  y  magní- 
ficos versos: 

"Una  Hnha  lanzando  ao  ceo  profundo, 
Por  Fernando  e  Joao  reparte  o  mundo." 

Antonio. — Más  que  de  Roma,  se  oye  salir  esa  voz  de  Portugal: 
no  es  menester  decirlo. 

Aurelio. — Tome  usted  ahora  un  trozo  cualquiera  en  francés,  otro 
en  gallego,  otro  en  portugués,  otro  en  italiano,  otro  en  castellano, 
y  hágase  cargo  de  la  distribución  de  las  vocales.  ¿No  observa  usted 
nada? 

Antonio. — Observo  lo  que  todo  el  mundo;  basta  tener  orejas:  eso 
es  cosa  sabida.  El  francés,  el  portugués  y  el  gallego  suenan  oscuro; 
entre  una  nube  de  es  mudas  y  de  profundas  y  hurañas  úcs  se  nota 
algún  rayo  de  luz  de  esplendentes  aes  o  de  chispeantes  ics.  Además, 
y  en  particular,  el  portugués  hincha  entrambas  quijadas,  como  quien 
va  a  soplar  en  la  trompa  de  la  fama;  el  gallego  parece  que  como 
alebronadu  pide  socorru  desde  el  fondo  de  una  sima;  y  ei  francés 
aguza  el  hocico  y  habla  de  nariz  como  despreciando  a  los  que  no 
lo  son. 

Aurelio. — Y  del  italiano,  ¿qué  me  dice  usted? 

Antonio. — Lo  que  todo  el  mundo  sabe:  que  todos  los  nombres 
terminan  en  i,  como  Popopoff ;  el  italiano,  hablando  en  serio,  articula 
como  damisela  que  pasa  sus  blancos  y  delicados  dedos  por  las  cuer- 
<ias  del  harpa:  todos  son  sonidos  metálicos  y  finísimos. 


ACERCA  DEL   ÉUSQUERA  Y  DEL  CASTELLANO  225 

Aurelio. — ¿Y  el  castellano? 

Antonio. — No  se  huaide  en  das  úes,  ni  se  concentra  en  los  soni- 
dos nasales,  ni  vuela  colgado  al  pico  de  ninguna  i;  es  la  lengua  que- 
mejor  combina  y  armoniza  las  vocales:  de  'aqui  su  majestad  y  fran- 
queza. 

Aurelio. — ^Pues  mire  un  poco  la  fonética  de  las  lenguas  célticas 
y  la  del  bascuence,  a  ver  si  le  dicen  algo  más  de  las  reglas  que  allí 
están  formuladas, 

Antonio. — Ninguna  gramática,  es  cierto,  habla  de  estas  conclu- 
siones fónicas  generales;  porque  para  cada  cual  la  más  eufónica  es 
la  pronunciación  de  su  propio  idioma ;  pero  yo  me  supongo  que  los 
bretones  y  los  del  país  de  Gales  no  tendrán  un  hablar  tan  sonoro  y 
majestuoso  como  el  bascuence  que  he  oído  por  esos  pueblos,  sobre 
todo  en  Guipúzcoa. 

Aurelio. — ^Efectivamente;  en  la  combinación  de  vocales,  que  es 
de  lo  que  ahora  tratamos,  ninguna  ilengua  de  dentro  ni  de  fuera  de 
Europa  puede  compararse  con  el  castellano;  pero  he  pasado  dema- 
siado adelante:  el  bascuence  le  gana  con  creces.  Si  estas  observa- 
ciones no  prueban,  don  Antonio,  que  el  vocalismo  del  castellano  se 
debe  añ  basciiience,  así  como  que  el  del  portugués,  gallego  y  francés 
se  debe  al  celta  y  el  del  italiano  al  iotacismo,  herencia  de  ítalos  y 
helenos,  es  decir,  de  la  raza  pelásgica,  no  tengo  más  que  añadir.  Ee 
latín  dominaba  ya  la  i,  no  menos  que  en  griego,  ail  nacer  los  ro- 
mances. 

Antonio. — ^Pase,  pues,  a  las  consonantes;  que  en  cuanto  a  las  vo- 
cales, harto  ha  probado  usted  su  tesis. 

Aurelio. — lEs  que  aún  no  he  acabado;  me  queda  todavía  una  ob- 
servación general,  y  luego  algunas  más  particulares  sobre  el  voca- 
lismo del  castellano.  No  sólo  en  la  combinación  general  de  las  vo- 
cales es  nuestra  lengua  un  eco  de  la  bascongada,  así  como  lo  son 
del  celta  las  que  del  celta  nacieron  y  del  latín,  sino  que  en  las  finales 
de  los  vocablos  va  a  echarlo  usted  de  ver  al  punto. 

Antonio. — iLas  finales  todos  los  romances  das  han  tomado  del 
latín ;  ¿  cómo,  pues. , .  ? 

Aurelio. — ^Pero  cada  cual  según  su  gusto  hereditario.  ¿No  es 
verdad  que  los  italianos  para  el  plural  han  tomado  el  nominativo 
en  -i,  domini?  ¿Y  que  los  franceses,  comiéndose  las  vocales  finales, 
han  conventido,  por  la  pérdida  del  acento  final,  muchas  terminacio- 
nes en  e  muda?  ¿Y  que  los  portugueses  finalizan  las  voces  en  -o, 
los  gallegos  en  -u,  los  asturianos  en  -e  y  en  -u,  como  los  gallegos 
y  franceses,  y  los  castellanos  en  -a,  tomando  para  ello  los  plurales 
en  acusativo,  em  vez  de  tomarlos  en  nominativo,  como  los  italianos? 

Antonio. — Así  es  la  verdad.  En  francés,  la  sílaba  acentuada  la- 
tina está  intacta;  pero  las  sílabas  siguientes  a  la  acentuada  han  des- 
aparecido o  se  han  convertido  en  -e  muda,  residuo  oscuro  y  vago  de 
siete  desinencias  latinas:  muse  de  musa,  titile  de  utilis,  cotirbe  de 
curvus,  j'affirme  de  affirmo,  ü  affirme  de  affirmat,  temple  de  tevi— 


2126  DIÁLOGOS  FAMILIARES 

flum,  exorde  de  cxordhim.  El  que  la  final  sea  -í  tan  a  menudo  en 
italiano,  como  que  sea  -e  en  francés,  es,  como  ha  dicho  usted  mo- 
mentos ha,  cosa  por  demás  sabida.  El  portugués  no  sé  cómo  se  las 
arregla;  pero  deja  muy  a  menudo  un  eco  en  -o,  que  no  se  despinta. 

AuKELio. — Y  el  castellano,  franco  por  carácter,  prefiere  la  -a  final, 
que  tanto  choca  a  los  franceses. 

Antonio. — Como  nos  choca  a  todos  la  -o  final  de  toda  palabra 
bascongada :  en  esta  lengua  sí  que  es  de  ley  general  esa  -a  final. 

Aurelio. — ^Es  el  artículo,  que  se  puede  omitir  a  veces,  pero  que 
de  ordinario  tiene  que  emplearse,  lo  cual  ha  hecho  creer  a  los  ex- 
tranjeros que  terminaban  en  -a  todas  las  palabras  bascongadas.  Ya 
ve  usted  que  el  bascuence  y  el  castellano  van  a  ia  par  y  separados 
de  las  demás  neolatinas. 

Antonio. — Es  un  hecho  que  no  se  puede  negar,  porque  esa  -a  cho- 
ca a  cualquiera. 

Aurelio. — Pues  de  esa  misma  tendencia  al  sonido  abierto  a  se 
<iebe  la  .prótesis  de  o-  meramente  eufónica,  como  en  ayantar  y  ya»t- 
tar,  ayer  =  heri,  ayuncar  ==  juncal,  ayunque  =  incus,  ayuso,  etc.,  etc. 

Antonio. — ^A  veces  dice  Diez  que  es  ed  artículo  arábigo,  perdida 
la  -/  de  al. 

Aurelio. — Tal  es  su  origen,  efectiva memte,  en  los  sustantivos; 
pero  la  tendencia  viene  del  genio  indígena;  así  es  que,  no  sólo  des- 
aparece la  -/  con  nombres  que  comienzan  por  dental,  como  en  árabe, 
sino  con  otros  cualesquiera:  ababa,  ababol  de  papaver,  abedul  de  be- 
tula,  acipres  de  cyprcsus,  acitrón  de  citrus,  alaion,  en  francés  Imton; 
alerce  =  l-arix,  arruga  =  ruga,  avispa  ==  vespa,  azufre  =  sulphur, 
enano  por  aciano,  de  rianus,  portugués  anao.  Igualmente  en  los  ver- 
bos, donde  no  se  podía  esperar  la  preposición  ad-,  como  advierte  Diez, 
y  que  sólo  se  halla  en  nuestra  lengua  entre  todas  las  neolatinas: 
aconsejar,  amenaj^ar,  arrepentirse,  atajar,  etc.,  tendencia  común  del 
habla  vulgar  castellana. 

Antonio. — Es  una  razón  que  me  satisface,  y  en  la  cual  no  cayó 
Diez.  Veo  que  el  bascuence  vale  para  algo. 

Aurelio. — Para  más  de  lo  que  algunos  creen,  aun  resipecto  sola- 
mente de  nuestro  castellano.  No  es  lo  principal  el  material  de  los 
vocablos,  don  Antonio,  en  las  lenguas,  sino  cierto  genio  y  ciertas 
tend.cncias  que,  por  hallarse  muy  hondas,  no  aparecen  a  primera  vista 
y  en  la  sobreliaz,  pero  que  por  lo  mismo  constituyen  el  alma  de  las 
lenguas,  alma  que,  claro  está,  no  deja  de  alentar  y  de  organizar  toda 
el  habla,  aunque  no  se  Ja  vea,  y  de  producir  en  silencio  los  efectos 
que  la  caracterizan  y  le  dan  su  color  propio.  Al  estudio  del  lenguaje 
toca,  don  Antonio,  descubrir  esa  causa  y  esa  alima  por  sus  efectos, 
si  no  queremos  qucdaniios  en  la  corteza  y  en  la  superficie  de  las 
lenguas. 

Antonio.— Ahondemos,  pues,  don  Aurelio,  y  saquemos  del  caste- 
llano esa  alma  bascongada;  quiero  decir,  descubramos  su  vida  y  sus 


ACERCA  DEL   EÚSQUEllA  Y  DEL  CASTELLANO  2'<í7 

■energías  íntimas,  que  esto  valdrá  tanto  como  estudiar  nuestra  lengua 
a  fondo.  ¿Tiene  usted  que  notar  algo  acerca  de  la  c? 

Aurelio. — Sí ;  que  en  francés  e  italiano  el  diptongo  ai  se  hace  ie 
de  ordinario,  y  en  gallego  y  asturiano,  ei,  mientras  que  es  exclusivo 
•del  castellano  convertirlo  en  e\  caballero,  enero,  primero,  beso,  lego, 
hecho,  plegué,  quepo,  sepa,  por  iamiariiis,  beijo  (portugués),  Idicus,  jeito 
(portugués),  p'aigue,  capio,  sapiat.  Y  añade  Diez  que  la  tendencia  es 
antigua:  frc:^nedo,  de  fraxinetiim  {Yep.,  III,  núm.  17,  año  780),  sen- 
dero de  semitariiis,  mercatero  (I,  núm.  30).  En  gallego,  ya  sabe  usted 
que  a  Domingo  Ferreiro,  si  se  le  dice  quie  toque  la  gaita,  resiponde 
al  punto :  Non  queiro,  non  queiro. 

Antonio. — Y  ¿a  qué  atribuye  usted  esta  excepción  del  castellano? 

Aurelio. — ^Primeramente  a  que,  como  descenidientes  de  iberos,  so- 
mos muy  francos  en  pronimciar,  como  eni  todo  lo  demás,  y  no  nos 
gustan  las  medias  tintas:  ei  era  sonido  vago  que  tenía  el  latín,  como 
advierten  los  gramáticos,  de  donde  a  veces  escribían  i,  a  veces  e,  y 
hasta  uno  de  ellos  propuso  una  letra  especial  para  este  menester;  los 
franceses  y  gallegos  ya  sabe  usted  que  gustan  del  crepúsculo;  pero 
el  español  o  dice  i^  o  e,  o  a,  y  punto  redondo.  Además,  la  terminación 
-er,  sobre  todo,  reteñía  todavía  en  los  oídos  de  los  bascongados,  como 
muy  prppia  de  su  lengua,  mientras  que  la  ie  no  la  conocían,  así  que 
la  desechamos  donde  los  leoneses,  más  gallegos  que  otra  cosa,  decíaa 
•anyello,  ca^tiello,  poquiello,  y  en  un  documento  de  Castilla  del  año.  804 
{Esp.  Sagr.,  XXVI,  445),  flumenciello  =  italiano  fiumicello,  Fonte- 
cubierta  del  año  747  {Esp.  Sagr.,  XL,  361). 

Antonio. — Pues  ¿y  los  diptongos  áe,  ái,  áo,  áu;  éa,  é¡,  éo,  éu; 
íu;  óe,  ói,  óu;  úi,  eá;  iá,  ié,  ió,  iú;  oá;  uá,  ué,  uó,  tan  comunes  en 
castellano  ? 

Aurelio. — Los  bascongados  no  los  admiten,  excepto  ai,  au,  eu,  oi; 
ia,  io,  na,  y  por  eso  sue'len  pronunciar  pie  por  pié,  etc.,  como  es  bien 
notorio.  Perc  en  castellano  nacieron  algunos  nuevos  diptongos  necesaria- 
mente para  alargar  la  sílaba  acentuada,  ya  que  los  españoles  no  estaban 
hechos  a  pronunciar  largas  ni  breves  ni  todos  esos  acentos  del  latín.  Y 
esto  es  común  a  todos  los  romances  (i),  y  no  procede  del  latín,  que  no 
admitía  diptongo  alguno,  tanto  que  los  antiguos  los  perdió,  haciéndose 
ai  =  ae  ^  e,  oi  =  oe  =■  e,  quedando  tan  sólo  au :  por  consiguiente, 
debe  atribuirse  el  tal  fenómeno  a  la  acentuación.  Distinguióse,  con  todo, 
el  castellano  de  las  demás  románicas  en  allegarse  más  ail  bascuence, 
en  no  admitir  todos  esos  diptongos  que  usted  ha  citado.  Pues  ésos  no 
son  del  castellano  vulgar,  del  cual  tratamos,  sino  del  erudito.  Los  dip- 
tongos tónicos  castellanos  vulgares  son  los  bascongados,  más  éi,  ié,  ué, 
uó,  iú,  uí. 

Pero  viniendo  ya  a  las  consonantes,  bien  sabe  usted  que  de  las  neo- 
latinas es  nuestra  lengua  la  que  menos  combinaciones  difíciles  admite. 

Antonio. — Es  un  hecho :  de  aquí  su  limpieza  y  sonoridad.  No  admite 


(i)    Diez,  pág.  199. 


2l28  DIÁLOGOS  FAMILIARES 

consonantes  dobles,  fuera  de  r,  a  no  ser  la  n  y  la  c  de  preposición, 
como  contúvencia,  acceder,  y  eso  que  el  latín  y  las  demás  románicas 
admiten  otras  muchas. 

Aurelio. — No  admite  ningiina  consonante  doble,  como  no  la  admi- 
ta el  bascongado:  son  las  dos  únicas  lenguas  de  Europa  que  no  tienen 
consonantes  dobles,  hecho  tan  notable  como  el  de  las  cinco  vocales 
puras.  La  r  no  es  doble,  es  una  soüa  r  fuerte:  la  ortografía  rr  es  tan 
sólo  un  signo,  y  así  no  hace  aquí  al  caso.  Cuanto  al  doblar  n  y  c,  es 
del  castellano  erudito,  no  del  vulgar.  La  Academia  Española  se  empeñó 
en  escribir  dobles  consonantes  que  nadie  pronunciaba  antes,  aun  en 
voces  eruditas,  y  está  emporcando  el  idioma,  pues  ya  los  cultos  pro- 
nuncian, por  ella,  connivencia,  acceder,  etc.  Afrentoso  parece  que  lle- 
vando el  lema  de  limpiar  ed  idioma  no  sepa  más  que  emporcarlo. 

Y  advierta  que  en  ninguna  lengua  es  tan  fuerte  la  r  fuerte,  ni  aun 
en  latín  lo  era,  como  en  castellano  y  bascuence. 

Antonio.— *No  puede  desconocerse  el  influjo  bascongado  en  sonido^ 
que  tan  particularmente  refuerza  y  matiza  nuestra  pronunciación.  No 
hay  más  que  hacerles  repetir  a  franceses,  ingleses,  alemanes:  El  perro 
de  San  Roque  no  tiene  rabo,  porque  Ramón  Garriga  se  lo  ha  robado, 
para  verlos  contorsionando  la  boca  (para  no  acabar  mmca  de  decir- 
lo bien. 

Aurelio. — Así  se  pronuncian,  sin  doble  consonante  alguna,  hasta 
¡as  voces  eruditas  que  las  llevan  en  latín :  abad,  abreviar,  boca,  Baco, 
adición,  boHa,  Tibido,  Apolo,  sumo,  cepo,  Filipo,  grueso,  diese,  amasar^ 
disimular,  Parnaso,  Taso,  meter,  que  en  ilas  demás  .-ománicas  tienen 
consonante  duiplicada. 

Tampoco  admite  el  castellano  como  iniciales  los  grupos  st,  se,  sp, 
al  revés  del  latín,  y  así  dice  Marcio  en  el  Diálogo  de  la  lengua:  "Urr 
donaire  he  notado  en  vuestras  cartas:  que  en  algunos  vocablos  no  os 
contentáis  con  la  e  ordinaria  que  los  castellanos  añadís  en  los  vocablos 
que  comienzan  en  s,  sino  ponéis  otra  añadidura  con  una  d;  de  manera 
que  habiendo  hecho  de  scabullir,  escabullir,  y  de  sperecar,  esperczar, 
vos  hacéis  descabullir  y  despere^ar."  A  lo  que  resjponde  Valdés:  "Ma- 
yor donaire  es  querer  ser  vos  juez  en  la  provincia  donde  no  sabéis 
las  leyes.  ¿No  habéis  oído  decir  que  cada  gallo  canta  en  su  muladar?... 
y  sabed  que  la  gentileza  de  la  kngua  castellana,  entre  las  otras  cosas, 
consiste  en  que  los  vocablos  sean  llenos  y  enteros;  y  por  esto  siempre 
me  veréis  escribir  los  vocablos  con  las  más  letras  que  pueda...  Pienso- 
que  el  primero  que  comenzó  a  usar  estos  vocablos  en  la  lengua  cas- 
tellana los  usó  así  enteros,  como  yo  los  escribo." 

Antonio. — ¿Serían  los  iberos  o  bascos  los  primeros  que  escribie- 
ron asi .' 

Aurelio. — Tal  vez...  Lo  cierto  es  que  los  bascongados  nunca  pro- 
nuncian s-  a  principio  de  dicción,  sino  que  añaden  c,  como  los  caslella- 
nos.  Y  «n  general  los  españoücs  gustamos  de  vocablos  enteros  y  llenos, 
y  tanto  que  les  parecen  demasiado  largos  a  los  franceses:  y  esto  es. 
del  bascuence,  que  los  tiene  tan  largos  y  aun  mucho  más. 


ACERCA  DEL   ÉUSQUERA  Y  DEL  CASTELLANO  229 

Antonio. — ¿I>e  modo  que  el  bascuence  no  admite  nunca  los  grupos 
st,  se,  sp,  que  admiten  las  demás  lenguas  neolatinas,  fuera  del  caste- 
llano? 

Aurelio. — Jamás  los  sufre  el  bascuence,  así  como  ni  otros  muchos 
grupos  de  consonantes  que  son  permitidos  en  latín  y  en  las  neolati- 
nas; pero  no  en  castellano. 

Antonio. — Sin  embargo,  decimos  ad-viento,  absurdo,  ad-jitnto,  dad- 
me, dad-nos,  por  necesidad,  para  que  se  oigan  las  preposiciones  imidas 
al  verbo  y  los  personales  sufijados  al  mismo. 

Aurelio. — En  tales  casos  se  pronuncian  de  hecho  «reparados  los  per- 
sonales y  los  prefijos;  porque  de  hecho  se  corta  la  palabra  con  nueva 
alentada;  pero  todo  eso  es  del  castellano  erudito;  el  romance  vulgar 
rehuye  esos  grupos  y  desecha  tales  voces.  Hasta  para  evitar  los  gru- 
pos dice  daime,  dainos,  en  vez  de  dadme,  dadnos. 

Nuestro  romance  intercala  una  n  a  menudo,  sobre  todo  ante  sil- 
bante o  dental:  alondra  de  alauda;  mensaje,  el  message  francés;  tren- 
za, en  italiano  treccia;  mancha  de  macula.  Esta  tendencia  da  sonoridad 
y  es  muy  bascongada;  así  es  que  en  este  idioma  hay  varios  sufijos, 
como  -anza,  -enda,  -enko,  etc.,  usadísimos. 

No  menos  bascongada  es  la  palatización  de  I  tn  U  y  de  n  en  ñ,  siem- 
pre que  la  articulación  palatal  ofrece  ocasión  de  hacerlo.  Así,  I  -{-  I, 
del  latín,  se  hace  //;  ni,  ne,  se  hacen  ñ;  gallo  de  gal-Lus,  helio  de  heU 
lus,  greña  de  crinea,  tina  de  tinea,  señor  de  seniorem. 

Antonio. — ^Así  España  de  Hispania. 

Aurelio. — Pero  ¿cree  usted  que  los  españoles  fueron  a  mendigar 
de  los  romanos  el  nombre  de  su  propia  tierra?  Hispania  escribieren 
a  la  latina  lo  que  acá  sonaba  España  en  labios  de  españoles.  Sino  que 
como  ellos  no  tenían  el  sonido  ñ,  como  lo  tiene  el  bascuence,  escribié- 
ronlo con  ni;  la  aspiración  en  ese  nombre  es  igualmente  obra  de  ellos. 
Por  ofrecer  ocasión  de  palatizar  la  n  la  articulación,  convierte  nuestro 
romance  en  ñ  los  grupos  nn,  como  año  de  anniim;  mn,  como  daño  de 
damniim;  gn,  como  puño  de  pugnum;  ng,  como  plañir  de  plangere. 
Igualmente  y  por  lo  mismo  palatiza  la  /,  convirtiendo  en  //  los  grupos 
el,  gl,  pl,  hl,  fi,  como  llave  de  clavem,  llama  de  flamma;  sellar  de  si{gi)l- 
lare,  escollo  de  scop{u)lus,  trillar  de  trib{u)lare,  etc. 

Antonio. — Y  ¿qué  tiene  que  ver  el  bascuence  con  todo  eso? 

Aurelio. — El  bascuence  y  el  castellano  distínguense  del  latín  y  de- 
más neolatinas  en  este  matiz  palatizador  de  I  y  n  que  escribimos  con 
//  y  ñ.  Además,  sólo  en  bascuence  y  en  castellano  no  se  sufren  todos 
esos  grupos  cacofónicos  que  admiten  el  latín  y  las  demás  románicas: 
nn,  mn,  gn,  ng,  el,  gl,  pl,  hl,  fl.  Ahora  usted  dirá  si  estas  tendencias 
fonéticas  se  las  debe  el  castellano  al  bascuence  o  el  bascuence  al  cas- 
tellano. 

Y  después  de  todo  esto,  pásmese  usted  de  que  los  romanos  tuvieran 
por  bronca  y  áspera  la  pronunciación  bascongada, 

Antonio. — Cada  cual  halla  fácil  lo  que  por  costumbre  tiene  conver- 
tido en  segunda  naturaleza ;  pero  no  hay  duda  que  esos  grupos  y  cuan- 

i5 


230  DIÁLOGOS  FAMILIARES 

to  hasta  ahora  llevamos  visto  acerca  del  fonetismo  muestra  palmaria- 
mente que  eü  bascuence  tiene  la  más  armoniosa  pronunciación  de  to- 
dos los  idioinas  de  Europa,  incluso  el  latín,  y  después  del  bascuence, 
el  castellano.  Y  no  se  traía  de  pronunciación  muelle  y  afeminada,  sino 
que,  al  revés,  tienen  bascuence  y  castellano  el  sonido  fortísimo  de  rr, 
que  no  tienen  los  demás,  y  los  sonidos  melodiosos,  de  niño  y  de  cariño, 
U,  ñ,  sobre  todos  los  otros  idiomas  y  que  el  latín  desconoció ;  pero  no  tiene 
grup>os  cacofónicos,  que  no  sirven  para  'cíi  refuerzo  ni  para  la  delica- 
deza de  la  expresión  sentimental,  sino  tan  sólo  para  hacer  bronca  y 
cerril  la  pronunciación  sin  causa  alguna  psicológicomusical  ded  habla. 

Los  que  dicen  que  el  castellano  nada  debe  al  bascuence  muestran 
que  no  han  estudiado  a  fondo  estas  lenguas;  para  no  suponer  que  pa- 
decen del  mal  de  la  ignorancia  lingüística,  que  prefiero  no  suponerla 
en  tan  doctos  varones.  Las  gramáticas  históricas  que  se  han  publicado 
últimamente  no  dicen  de  todo  esto  ni  una  palabra. 

Antonio. — A  propósito  de  la  n,  he  visto  que  en  esos  libros  basCon- 
gados  que  usted  tiene  se  halla  m  ante  b,  lo  mismo  que  en  latín,  a)ii- 
hat,  etc.,  como  ambo  en  latín;  y  el  castellano,  por  el  contrario,  tiende 
a  pronunciar  simplemente  n,  y  si  no  que  lo  diga  Valdés :  "¿  Qué  parecer 
es  el  vuestro  acerca  de  rponer  w  o  n  antes  de  la  p  y  de  la  b?",  le  había 
preguntado  Marcio,  y  responde  él:  "Por  mi  fe  tanto  en  eso  nunca  seré 
muy  supersticioso.  Bien  sé  que  el  latín  quiere  Ha  m,  y  que,  a  la  verdad, 
I>arece  que  está  bien;  pero  como  tío  pronuncio  sino  n,  huelgo  ser  des- 
cuidado en  esto ;  y  así  por  cumplir  con  la  una  parte  y  con  la  otra, 
unas  veces  escribo  n  y  otras  m;  y  así  tanto  me  da  escribir  Duro  es  el 
alcacer  para  zamponas,  como  zanpoñas,  y  de  la  misma  manera  escri- 
bo A  pan  de  quince  días,  hambre  de  tres  semanas,  como  hanbrc.'"  Lue- 
go en  esto  el  bascuence  y  el  Catín  van  por  un  lado  y  el  castellano 
por  otro. 

Aurelio. — No  van  sino  el  latín  por  uno  y  el  bascuence  y  el  cas- 
tellano por  otro.  En  bascuence  nunca  suena  vi  ante  b,  p,  ni  se  debe  es- 
cribir, por  tanto,  sino  n;  pero  los  escritores  bascongados  han  que- 
rido remedar  en  esto,  como  en  todo  lo  demás,  la  ortografía  castellana, 
y  los  gramáticos  y  doctos  castellanos  bien  sabe  usted  que  escriben  m 
por  n  ante  b,  p,  no  porque  realmente  suene  m  en  castellano,  sino  por- 
que así  escribieron  los  latinos.  Mateo  Alemán  dice :  "A  mi  parecer  es 
más  propio  a  nuestra  lengua  decir  inmortal,  enbarazo,  inperio,  que  im- 
mobil,  embarcación  o  imperitos.  Este  uso,  este  modo  de  pronunciar  y 
escrebir  quédese  para  cuyo  es,  que  no  es  nuestro  ni  tenemos  tal  pre- 
cepto..." Y  Correas.  ..."¿por  qué  la  han  de  mudar  compuesta  y  escri- 
birse tampoco,  también?"  En  el  Lucidaris  de  Sancho  el  Bravo  se  lee 
enbiar,  mienbro,  cunplir,  nonbre,  Setienbre.  En  la  Gaya  scicncia  del  de- 
Villcna:  "La  m  y  la  n  convienen  en  son  algunas  veces  en  medio  de 
dicción,  así  como  dioiendo  tiempo,  que  aunque  se  escribe  con  m  face 
son  de  tí  e  si  lo  escribe  con  n  face  el  mismo  son,  e  por  eso  algimos  lo 
escriben  con  n...  según  el  uso  moderno  se  escribe  con  wi."  En  el  Vo- 
rabulario  de  Alfonso  de  Falencia  (1490)  se  hallan  inpersonal,  sinpatía. 


ACERCA  DEL  ÉUSQUERA  Y  DEL  CASTELLANO       2JI 

inpar;  en  el  Arte  de  fray  Pedro  de  Alcalá  (1508),  onhros,  senblante, 
scnbrar,  enviar,  nonhre,  etc.  En  fin,  todos  los  españoles  son  testigos  de 
que  suena  n  ante  -m  o  -b  o  -p  y  así  se  halla  escrito  desde  los  más  anti- 
guos documentos  y  lo  preceptúan  los  ortografistas,  excepto  algiin  eru- 
dito y  demasiadamente  latino  que  prefiere  seguir  el  uso  del  latín  al 
uso  del  romance.  Y  Menéndez  Pidal  pone  m  delante  de  b,  p,  en  la  Cró- 
nica general,  etc.,  etc.,  cuando  los  manuscritos  sólo  tienen  la  tilde  que 
indica  nasal,  que  es  n,  pues  n  suele  hallarse  cuando  se  escribe  la  nasal 
ante  b,  p.  Eso  se  llama  viciar  los  manuscritos  medievales  haciéndoles 
decir  lo  que  no  quisieron  los  que  los  redactaron. 

Antonio. — Bien  lo  sé,  y  esas  quisicosas  y  otras  muchas,  tanto  de  or- 
tografía como  del  resto  de  la  gramática  castellana,  se  deben  al  prurito 
<ie  nuestros  latinizantes,  que  atienden  al  tratar  de  su  lengua,  más  que 
a  ella,  al  latín. 

Aurelio. — Y  de  ese  prurito  resulta  también  que  los  doctos  van  des- 
terrando del  lenguaje  muchos  vocablos  por  no  ser  de  estirpe  latina,  sus- 
tituyéndolos por  otros  latinos  de  nuevo  cuño. 

Antonio. — Y,  sin  embargo,  esos  vocablos  desechados  son  de  lo  más 
castizo  que  puede  darse,  y  los  prefiere  el  pueblo.  Así  Valdés  mismo  dice 
que  prefiere  diligencia  a  acucia,  harto  a  asaz,  abasta  a  ahonda. 

Aurelio. — Y  esos  suelen  ser  vocablos  antiquísimos,  como  que  son 
ibéricos  o  bascongados  los  más  y  no  son  técnicos  traídos  por  los  doc- 
tos, sino  de  rancio  significado,  de  uso  casero.  Con  todo,  el  mismo  Val- 
dés se  lastima  de  que  se  vayan  echando  en  olvido  arriscar  y  apris- 
car de  aquel  adagio:  Quien  no  arrisca,  no  aprisca,  y  artero  de  aquel 
otro  A  escaso  señor,  artero  servidor,  y  el  arregostar  de  Arregostóse 
la  vieja  a  los  bledos,  ni  dejó  verdes  ni  secos;  todos  ellos  de  cepa 
tan  antigua  y  tan  expresivos  y  castizos,  que  los  más  eran  del  an- 
tiguo ibero  o  bascuence.  Pero  ya  se  ve:  los  doctos  estudian  en  libros 
latinos  y  al  escribir  en  castellano  todo  lo  que  no  sabe  a  latín  es  bajo 
y  ruin  y  del  vuilgo  vil  e  indocto. 

Antonio. — Pues  precisamente  por  ser  del  vulgo  vil  e  indocto  es 
más  castizo  y  de  casa.  También  desecha  Valdés  barajar  y  prefiere  con- 
tender. 

Aurelio. — j  Ja,  ja !  ¿  Cuándo  ha  dicho  el  pueblo  castellano  conten- 
der y  cuándo  no  ha  dicho  baraiar,  si  hay  varios  proverbios  para  el 
primero,  como  Citando  uno  no  quiere,  dos  no  barajan,  y  apuesto  a  que 
no  me  trae  ni  uno  sólo  para  el  otro  vocabllo? 

Allá  los  doctos  franceses  saquen  vocablos  del  latín  a  capazadas  para 
llenar  los  muchos  huecos  de  su  habla  popular,  que  es  pobrísima  y  no 
llega  a  la  tercera  parte  del  tesoro  llamado  hoy  lengua  francesa;  acá 
en  España  nos  sobran  vocablos  rancios  y  expresivos,  no  nos  hacen  falta 
esos  ripios  sacados  de  los  escombros  y  ruinas  del  latín,  aunque  fuera 
él  edificio  pulido  y  soberbio  cuanto  queráis.  Pero  dejémonos  de  barajar 
o  baraliar,  como  antaño  se  decía  en  castellano  y  bascuence,  y  volva- 
mos a  nuestra  Fonética,  que  tiempo  habrá  de  tratar  de  Lexicogra- 
fía en  otra  ocasión. 


232  DIÁLOGOS  FAMILIARES 

Antonio. — Mire,  estaba  buscando  esa  cita  de  Valdés  y  está  aqtiv 
y  pone  {ainda  niais,  ya  que  a  usted  le  aphsce  faMar  en  román  paladi- 
no) último  y  postrero  como  mejores  voces  que  cabero  y  zaguero. 

Aurelio. — ¡  Sin  duda  porque  también  son  bascongados ! 

Antonio. — Ni  tanto  ni  tan  calvo.  Don  Aurelio,  pase  que  saga  la 
sea;  pero  cabero  viene  de  caput  o  cabeza. 

Aurelio. — Viene  de  cabo,  que  es  lo  contrario  de  la  cabeza,  y  no 
digo  más,  porque  aunque  yo  no  ío  crea,  le  diré  que  es  latino,  para 
no  meternos  más  adentro  en  la  Lexicología. 

Antonio. — También  da  la  ipreferencia  a  cubrir  sobre  cobijar,  aun- 
que el  refrán  diga  Quien  a  buen  árbol  se  arrimu  buena  sombra  le  co- 
bija; y  a  gastar  sobre  cohonder,  a  haz  sobre  cara,  a  fatigado  sobre  cui- 
ta, a  buscar  sobre  catar. 

Aurelio. — Además  de  catar,  que  no  parece  venir  de  captare  y  de. 
bu-scar,  todos  los  desestimados  por  Valdés  son  bascongados  en  su  ori- 
gen. ¡  Cuidado  que  tienen  mala  suerte  los  términos  más  castellanos  y- 
más  bascongfados ! 

Antonio. — Ya  le  dijo  a  usted  Monlau  que  los  que  no  llevan  el 
sello  romano  envejecen  y  mueren. 

AuREUO. — No  porque  d  castellano  ni  el  pueblo  los  desechen,  como, 
él  dice,  sino  porque  los  doctos,  es  decir,  los  que  menos  apego  tienen  a 
lo  de  casa  por  andar  siempre  fuera,  prefieren  los  latinos,  y  ¿  qué  quiere 
usted?,  a  pesar  de  los  pesares,  el  vulgo,  tarde  o  temprano,  sigue  a  la. 
aristocracia. 

Antonio. — Quisiera  que  me  probase  que  los  vocablos  dichos  por  us» 
ted  de  origen  bascongado  sonlo  en  realidad. 

Aurelio. — Dejemos  eso,  le  repito,  para  más  tarde;  si  no,  no  nos 
vamos  a  poder  desenredar  entre  tantas  cosas. 

Antonio. — También  desecha  ducho  por  acostúmbrelo  o  vezado,  y 
duelo,  y  engorrar  por  tardar,  y  encentar  por  partir,  y  era  por  año,  y... 

Aurelio. — Todo  eso  es  bascuence,  mo  menos  que  galduda,  como- 
ya  se  lo  dije  el  otro  día.  Pero  ¿qué  estamos  haciendo?  Me  pone  usted 
en  el  disparadero,  don  Antonio,  con  traerme  palabras  bascongadas:  se 
me  va  el  santo  al  cielo  y  pierdo  los  estribos.  ¡  A  la  Fonética,  don  An- 
tonio, a  las  consonantes ! ;  y  no  me  vuelva  usted  a  tentar. 

Antonio. — Volvamos,  pues,  de  Tembleque,  y  prosiga;  pero,  por  Dios.. 
esta  sola  palabra  y  no  más:  Romero  hito  saca  zatico.  ¿Qué  es  hitof 
¿Vale,  como  dice  Valdés,  importuno? 

Aurelio. — No  lo  sé;  pero  de  ser  bascongado,  eso  debe  significar. 

Antonio. — ¿Pues  no  se  dice  hito  y  ahito  por  empachado f 

Aurelio. — Esos  dos  valores  muestran  que  hito  se  debe  escribir  sin- 
h,  porque  muestran  qu'e  es  bascongado:  vale  en  eúskera  sofocar,  de 
aquí  importunar,  como  cuando  decimos:  no  me  sofoque  usted  más;  y 
estar  empachado,  por  llegarle  a  uno  el  alimcruto  hasta  aquí...,  es  decir 
que  está  sofocado. 

Pero  volvamos  a  las  consonantes,  don  Antonio,  por  todos  los  santosr 
y  santas  de  la  corte  celestial. 


ACERCA  DEL   ÉUSQUERA  Y  DEL  CASTELLANO  2^^ 

Antonio. — Vuelva  usted,  pues,  cuando  quiera;  aunque  ya  está  us- 
ted en  ellas.  Ahí  tiene  usted  esa  h,  que  dice  usted  sobrar  en  hito. 

Aurelio. — Y  en  haber,  que  antes  siempre  se  escribió  aver.  Lo  mis- 
mo sucedió  con  'las  demás  h  latinas  que  nunca  se  escribieron  en  cas- 
tellano. Las  /  latinas  tan  pronto  se  ven  escritas  así  con  /  como  con  h. 

Antonio. — Lo  cual  pende  del  prurito  de  los  latinizantes  por  ate- 
nerse a  la  ortografía  latina,  como  acaba  usted  de  indicar. 

Aurelio. — ^Y  no  sólo  la  ortografía,  sino  hasta  la  pronunciación  la- 
tina quieren  meternos  en  casa,  yendo  contra  la  índole  de  nuestra  len- 
gua, que  si  es  hija  y  debe  ser  respetuosa,  también  es  ya  mayor  de 
edad  y  su  i  inris. 

Antonio. — Así  creo  yo  que  hay  que  tomar  aquello  de  Covarrubias: 
■"los  que  son  pusilánimes,  descuidados  y  de  pecho  flaco  suelen  no  pro- 
nunciar la  h  en  las  dicciones  aspiradas,  como  eno  por  heno  y  íimo  por 
humo^\  En  España  somos  todos  de  pecho  flaco,  sin  duda,  porque  nun- 
ca ni  nadie  ha  pronunciado  la  h  latina.  Eil  que  mejor  refutó  a  los  lati- 
no-galicistas  fué,  como  usted  sabe,  aquel  académico  de  la  Española 
que,  defendiendo  Cánovas  la  aspiración  de  la  h  en  castellano,  dijo:  yo 
no  puedo  cohonestar...",  y  pronunció  aspirada  la  h,  es  decir,  a  modo 
de  y.  A  la  verdad  los  antiguos  nunca  escribían  la  h  latina  en  las  voc/s 
castellanas,  porque  no  se  pronunció  nunca  dicha  h,  como  creo  que  no 
st  prenuncia  tal  aspiración  en  bascuence. 

Aurelio. — Tampoco  se  puede  negar  la  antipatía  que  muestra  el 
castellano  por  el  sonido  /:  siempre  lo  pierde  en  las  palabras  latinas: 
hierro  de  ferrum,  humo  de  fiimus,  hado  de  fatum,  haba  de  jaba.  Y  la 
razón  de  tal  antipatía  está  en  que  el  bascuence  ni  tiene  /  alguna,  ni 
pueden  pronunciarla  los  bascongados,  y  así  dicen  praile  por  fraile. 

Antonio. — No  le  viene  al  castellano  el  convertir  /  en  h  del  bas- 
cuence, don  Antonio,  sino  del  árabe. 

Aurelio. — Está  visto  que  en  presentándose  dos  lenguas  con  dere- 
chos a  un  fenómeno  del  castellano,  siempre  los  ha  de  tener  mejores 
cualquiera  que  no  sea  el  bascuence.  Pero,  veamos  esos  derechos,  a  ver 
si  valen  tanto  como  los  de  esta  lengua.  ¿Acaso  tiene  antipatía  el 
árabe  por  el  sonido  /,  don  Antonio?  Bien  sabe  usted  que  no. 

Antonio. — ^Cierto  que  no  la  tiene;  pero  oiga  usted  la  autoridad  de 
Valdés:  "Torno  a  decir  que  de  la  pronunciación  arábiga  le  viene  a  la 
castellana  el  convertir  a  la  /  llatina  en  h."  Además,  don  Aurelio,  se 
confirma  con  el  dialecto  aragonés,  en  el  que  debieron  influir  los  ára- 
bes ;  de  él  dice  el  mismo  autor :  "Hallaréis  también  una  h  entre  dos  ee, 
como  en  leher,  veher;  pero  desto  no  curéis,  porque  es  vicio  de  los  ara- 
goneses, lo  cual  no  permite  de  ninguna  manera  la  lengua  castellana.'' 
Y  con  el  el  dialecto  andaluz,  que  no  sólo  menudea  la  h,  sino  que  la  es- 
cribe y  aun  refuerza  en  /,  diciendo  jinojo  por  hinojo,  jombre  por  hom- 
iré,  jóle  por  ole,  jasía  por  hacía  (i). 


(i)  Es  propio  de  toda  España,  pero  más  de  los  andaluces,  el  conver- 
tir en  h  que  suena  casi  como  /  la  /  latina.  (Cfr.  Machado,  Estudios  sobre 
Literatura  popular.  Folk-lore  esp.,  t.  V,  pág.  46.) 


234  DIÁLOGOS  FAMILIARES 

Aurelio. — Voy  a  comenzar  por  donde  usted  lo  ha  dejado,  y  digo  que 
es  cierto  qu€  los  andaluces,  por  influjo  arábigo  tal  vez,  aunque  mu- 
chos lo  niegan,  tienen  la  tendencia  a  guturalizar  las  vocales  iniciales 
de  dicción.  Pero  esa  tendencia  es  moderna;  luego  no  influyó  en  manera 
alguna  en  ese  cambio  de  Ja  /  latina  en  h.  Que  sea  moderna,  es  cosa 
hoy  recibida,  pues  el  sonido  español  j,  en  el  que  se  extreman  los  an- 
daluces, no  es  más  antiguo  que  el  siglo  xvii ;  en  el  siglo  xvi  y  antes 
no  lo  había,  y  se  pronunciaba  'la  ;  como  la  ;  del  francés  jardín. 

Antonio. — Esta  opinión  está  hoy  dia  admitida  por  todos,  y  me  pa- 
rece cierta. 

Aurelio. — ^Luego  no  mudaron  los  andaluces  la  /  en  h,  ni  influ- 
yó en  este  cambio  el  árabe  por  medio  de  los  dialectos  andaluz  y  ara- 
gonés. '    I 

Además,  los  andaluces  no  sólo  pronuncian  ;  donde  hay  h,  sino 
aim  donde  no  la  hay :  luego  no  fué  la  tendencia  guturalizadora  del 
árabe  la  que  mudó  en  h  la  /.  Así  dicen  \janda  salero!  por  anda. 

Antonio. — El  pueblo  dice  jiú  tpor  fui,  juiste  por  fuiste:  aquí  tie- 
ne  usted  bien   clara   la   guturalización  arábiga  transformando  a  la  /. 

Aurelio. — ^Eso  lo  dice  el  pueblo  porque  conserva  la  h  aspirada  an- 
tigua, que  viene  de  /  latina  y  que  hoy  hemos  perdido. 

Ya  creo  que  le  dije  en  otra  ocasión  que  sollo  en  la  región  ibérica 
de  España  y  de  Aquitania  se  perdió  la  /  latina,  quedando  suavizada 
en  la  aspiración  h.  No  puede  darse  más  clara  prueba  del  influjo  del 
bascuence,  aborrecedor  de  la  /,  ya  que  en  el  resto  de  la  Romanía  la 
/  latina  se  conservó.  Y  advierta  que  el  sonido  de  la  /  es  rea;lmente 
feo  y  gatuno,  es  híbrido  de  labial  y  dentail,  hace  morderse  los  labios 
y  suena  al  ¡fu!  de  los  gatos.  Lo  cual  acaso  les  parezca  a  algunos 
una  niñería,  pero  no  se  lo  parecerá  al  que  estudie  a  fondo  el  len- 
guaje huma-no  y  conozca  lo  humanó  y  maravilloso  del  habla  basconga- 
da,  donde  no  hay  sonidos  híbridos,  que  todos  son  muy  posteriores  has- 
ta en  los  más  antiguos  idiomas.  En  bascuence  no  hay  la  aspiración, 
que  escribimos  con  h.  Húbola  en  castellano  hasta  el  siglo  xvii;  pero 
tué  como  resto  de  la  /  (latina.  Cuando  nace  un  idioma  al  choque  de 
otros  dos,  nacen  en  él  pronunciaciones  que  no  pertenecían  ni  al  uno 
ni  al  otro,  como  saben  los  lingüistas  que  tratan  del  idioma  inglés,  en 
el  que  chocaron  el  sajón  con  una  lengua  neolatina.  Así,  pues,  la  as- 
piración castellana,  que  se  escribía  con  h,  f,  ff,  proviene  del  choque 
de  la  /  latina  con  el  fonetismo  bascongado,  que  no  sufre  la  /.  No  vino 
la  h  del  latín,  pues  ya  no  sonaba  vulgarmente  entre  los  romanos :  homo, 
honor,  sonaban  entre  el  pueblo  romano  orno,  onor.  Por  eso  esa  }i  lati- 
na no  la  escribían  los  españoles  hasta  que  los  eruditos  la  pusieron,  por 
volver  ya  a  deshora  a  imitar  todo  lo  latino.  Por  la  misma  reacción 
pronunciaron  los  latinizantes  la  /,  perdida  en  romance,  y  de  aquí  las 
variantes  en  una  misma  raíz,  como  hogar  con  aspiración  y  fuego  con 
/,  ahogar  y  sofocar,  fui  en  erudito  y  jiií  o  sea  huí  en  vulgar,  fuerte 
y  fuerte  o  sea  huerte,  fuerza  y  fuerza  o  hucrza.  Que  esa  /  sea  erudita^ 
claramente  se  ve  por  esas  voces,  que  el  pueblo  sigue  pronunciando  con 


ACERCA  DEL   ÉUSQUERA  Y  DEL  CASTELLANO  235 

aspiración),  como    las  pronunciaron  todos  los  españoles   antes  del  si- 
glo XVI  y  aun  durante  aquel  siglo. 

Cuanto  al  dicho  de  Valdés  de  que  el  cambio  de  /  en  h  se  debe  a  los 
árabes,  aunque  no  sea  cierto,  como  hemos  visto,  tiene  algún  funda- 
mento de  verdad  y  es  que  a  los  árabes,  sin  duda,  se  debe  la  inclinación 
del  pueblo  andaluz  a  la  aspiración  que  hizo  riza  durante  el  sigilo  xvi, 
cuando  ya  no  había  árabes  en  España,  pero  que  habían  dejado  la  ten- 
dencia gutural izadora  en  aquellas  partes.  Tanto  que  yo  creo  que  el  cam- 
bio de  la  pronunciación  de  lia  antigua  x,  que  sonaba  en  castellano  como 
x  en  portugués,  gallego,  bable  y  catalán,  o  sea  como  la  ch  francesa,  en 
la  moderna  ;  castellana,  obra  que  fué  del  siglo  xvi,  cuando  ya  los 
árabes  no  podían  influir,  se  debe  en  parte  a  aquella  tendencia  gutu- 
ralizadora  que  los  árabes  dejaron  acá.  Todo  esto  y  las  demás  cues- 
tiones de  ortología  histórica  del  castellano  han  sido  tratadas  por  Ce- 
jador  en  el  primer  tomo  de  La  lengua  de  Cervantes,  al  cual  me  re- 
mito. Por  lo  demás,  estuvo  tan  ¡lejos  el  árabe  de  hacernos  mudar  la 
/  'latina  en  h,  o  sea  j  suave,  que  los  mismos  árabes  tenían  el  sonido 
/  y  pasó  al  castellano  en  voces  arábigas  como  alfónsigo,  taifa,  ci- 
fra, etc.,  donde  hubiera  dado  h  la.  f  arábiga.  Antes  más  es  de  creer 
que  el  sonido  /  arábigo  influyese  juntamente  con  los  latinizantes  para 
la  introducción  del   sonido  /  en  el  castellano  erudito. 

Antonio. — También  pasó  la  /  arábiga  al  castellano  convertida  en 
h  en  voces  como  alhóndiga,  zanahoria,  cahis,  hanega  o  fanega,  alca- 
haz de  kafás,  etc. 

Aurelio. — ^Lo  cuiaJl  prueba  únicamente  que,  como  tengo  dicho,  el 
castellano  rehuye  el  sonido  /  y  'lo  suaviza  en  la  aspiración  h,  des- 
echando la  /  en  las  voces  arábigas  como  en  las  latinas.  Y  dispénseme 
que  le  diga  que  zana-horia  significa  en  bascuence  raiz-amarilla  (Ce- 
jado r.  Tesoro,  Silbantes). 

En  vez  de  /  pone  a  veces  eíl  castellano  una  b,  como  en  albarda,  si 
viene  de  alfarda.  Otro  tanto  sucedió  en  Esteban  de  Stcphanus,  golpe 
de  colaphus,  como  en  bascuence,  que  siempre  se  pone  p  por  la  /  la- 
tina, como  Felipe  por  Felipe,  picoa  por  ficus. 

Tan  lejos  estaba  nuestro  castellano  de  buscar  sonidos  guturales, 
que  los  dejaba  cuando  los  hallaba  en  vocablos  arábigos  o  los  suavizaba 
al  menos.  Así  bagarino  y  garbín,  en  'Cervantes,  por  bajan  y  jarbj  o  ba- 
harl  y  harbl,  si  usfied  prefiere  escribir  así  el  sonido  de  tales  voces  arábigas 
que  llevan  la  letra  -..  Igualmente  arrequife  de  arrehíf,  alniallahe  por  al- 
malldja  en  el  Fuero  de  Molina,  hacino  por  jazín,  hamil  por  jamil,  en 
los  libros  alfonsíes  de  Astronomía,,  hurí  por  jürj,  zahareño  de  tsajra, 
etcétera,  etc.,  donde  la  j  que  pongo  es  el  j-   arábigo. 

Aquel  dicho  de  Estrabón,  si  no  me  engaño.  Beata  gens  cuiíis  vi- 
vere  bíbere  est,  sabe  usted  se  dijo  de  los  aquitanos  e  iberos  españo- 
les, los  cuales  jamás  distinguieron  la  z;  de  la  &  en  la  pronunciación. 
Ahora  bien,  todos  los  romances  célticos  tienen  el  sonido  dentolabial 
V,  menos  el  castellano.  ¿iSabe  usted  por  qué? 


236  DIÁLOGOS  FAMILIARES 

Antonio. — 'Por  el  bascuence,  sin  duda. 

Aurelio. — Comió  no  tiene  /  el  bascuence,  tampoco  tiene  v,  que  es 
su  suave  correspondiente :  entrambos  sonidos  son  dentolabiailes,  híbri- 
dos de  dos  articulaciones.  Ig^ualmente  desecha  entrambos  el  castellano. 
Los  iberos  eran  dichosos,  sega'in  Estrabón,  porque  para  ellos  vivir  y 
beber,  vivere  y  bibere,  eran  una  misma  cosa.  Los  iberos  eran  los  bas- 
congados  de  entonces,  de  Aquitania  y  de  toda  España,  y  en  esto  el 
castellano  salió  a  su  madre,   el  bascuence,  entre  las  neolatinas. 

Antonio. — Pues  yo,  contra  el  uso  del  pueblo  y  conformándome  con 
flos  buenos  gramáticos,  prefiero  pronunciar  la  v  distinguiéndola  de  la  &. 

Aurelio. — ¿Y  cómo  la  pronuncia  usted? 

Antonio. — A  la  francesa,  así:  volver. 

Aurelio. — De  modo  que  prefiere  usted,  tratándose  de  castellano, 
atenerse  al  francés?  Buen  princi(pio  ése,  por  cierto.  Le  recomiendo  el 
Baralt,  si  hace  usted  estudio  de  usar  galicismos.  Es  usted  un  acadé- 
mico nato.  La  gramáitica  de  la  Academia  tuvo  el  descoco  de  escribir: 
"Siendo,  en  la  mayor  parte  de  España,  igual,  aunque  no  debiera,  la  pro- 
nunciación de  la  b  y  de  la  v."  Bien  sabe  usted  que  la  Academia  se 
creó  aquí  a  imitación  de  la  Academia  francesa,  y  es  tan  afrancesada 
en  todo  y  tan  antiespañola,  que  ha  introducido  en  el  castellano  un  sin- 
fín de  grupos  consonantes,  que  el  casitellano  desechó  siempre,  y  esto 
porque  los  admite  y  escribe  el  francés.  Por  lo  mismo  dice  que  debiera 
distinguir  el  pueblo  español  la  v  de  la  b.  Sin  duda  porque  la  distingue 
el  pueblo  francés,  aunque  jamás  la  distinguó  la  raza  española  desde 
los  iberos  o  bascongados  hasta  hoy.  La  Academia  Española  nació  he- 
rrada en  la  frente  con  el  hierro  de  la  servidumbre  de  los  afrancesados 
a  Francia. 

Yo  prefiero,  don  Antonio,  atenerme  a  lo  que  hacen  e  hicieron  siem- 
pre (i)  los  españoles,  y  así  escribo  basco  y  bascónos. 

Antonio. — ¿Y  por  qué  no  vascones,  como  escribieron  los  romanos? 

Aurelio. — Porque  más  sabe  el  loco  en  su  casa  que  el  cuerdo  en 
la  ajena.  Porque  mejor  que  los  romanos  sabemos  nosotros  nuestra  len- 
gua. Nosotros  pronunciamos  bascónos,  bascónos  pronunciaban  los  mis- 
mos bascones,  como  lo  atestiguó  Estrabón  y  así  lo  pronuncian  ahora, 
y  cada  cual  manda  en  su  casa  como  el  rey  en  sus  alcabalas.  A  pesar, 
pues,  de  que  los  romanos  pronunciaban  vascones,  los  españoles  hemos 
seguido  siempre  a  los  bascongados  diciendo  bascones,  y  así  lo  dice  us- 
ted mismo,  a  pesar  de  su  teoría,  y  así  lo  dicen  los  académicos  todos, 
a  pesar  de  su  afrancesamiento.  Y  yo  le  pregunto:  ¿ha  influido  en 
esto  más  el  latín  que  el  bascuence? 

Antonio. — lEs  cierto.  A  pesar  de  nuestras  doctrinas  latinizantes  y 
afrancesadas,  instintivamente  obramos  como  descendientes  de  los  ibe- 
ros y,  quieras  que  no,  todos  decimos  siempre  bascónos  a  la  bascongada, 
y  nunca  vascones  a  la  latina  y  a  la  francesa. 

Aurelio. — Y  luego  proclamarán    ustedes   que  el  bascucnoc    no  in- 


(1)     Cfr.  José  Jimcno  Ajius,  Naderías,  XVII. 


ACERCA  DEL   ÉUSQUERA  Y  DEL  CASTELLANO  2j7 

fluyó  nada  en  el  castellano,  cuando  aun  hoy  está  influyendo  en  él  y 
en  todos  ustedes  los  anitibascófiíos. 

Antonio. — Pero  ¿por  qué  escribieron  y  pronunciaron  con  v  vas- 
cones  los  romanos,  oyendo  decir  bascones  a  los  indígenas? 

Aurelio. — ^Porque  las  explosivas  suaves  b,  d,  g,  soii  tan  suaves  en 
bascuence  y  en  castellano  qiie  la  b  les  sonaba  como  u  que  hiere  a  la 
a  en  vascones,  a  los  romanos.  No  crea  usted  que  pronunciaban  la  v 
como  dentolabial,  que  jamás  la  pronunciaron,  sino  como  u,  delante  de 
vocal,  como  la  w  inglesa.  Nuestra  b  bascongada  es  tan  suave  que  a 
los  extraños  les  suena  a  w:  zvascones.  Y  aquí  tiene  usted  otro  influjo 
fonético  del  bascuence    en  nuestra  lengua  y  de  importancia  sin  par, 

Antonio. — Por  eso  ios  extranjeros,  cuando  pronuncian  la  b,  la  d 
y  la.  g  castellana  les  dan  casi  el  sonido  de  p,  t,  c,  reforzando  nuestras 
explosivas  suaves. 

Aurelio. — Porque  en  todo  el  resto  de  Europa  son  más  fuertes  que 
en  castellano.  Lo  mismo  sucedía  en  latín  respecto  del  idioma  ibérico, 
y  esto  es  lo  que  significa  el  dicho  de  Estrabón,  que  vivere  y  bibere  eran 
en  la  pronunciación  aquitana  o  ibérica,  una  misma  cosa.  Como  en  la- 
tín sonaba  b  más  fuertemente,  no  les  ocurrió  escribir  bascones,  sino 
vascones,  porque  v  era  el  sonido  más  cercano  al  que  oían  en  labios 
de  los  españoles. 

Sievers  y  otros  fonologistas  notaron  ya  este  hecho,  de  que  la  b 
castellana  es  siempre  más  o  menos  espirante  y  siempre  menos  explo- 
siva que  la  b  francesa.  Nuestra  b  es  un  término  medio  entre  la  b  fran- 
cesa y  la  V  francesia;  se  parece  a  la  /  bilabial  japonesa,  aunque  es  mu- 
cho más  suave,  y  los  tratadistas  la  escriben  bh,  b',  porque  es  realmente 
espirante.  Y  lo  es  mucho  más  entre  vocales.  Por  eso  Nebrija  mandó 
escribir  bovo,  para  distinguir  las  dos  b,  no  porque  sonara  v  como  den- 
tollabial.  I.a  Academia  hizo  tabla  rasa  de  esta  diferencia  por  no  en- 
tender jota  de  lingüística  y  en  cambio  aconseja  se  pronuncie  como 
dentolabial  la  v.  ¡  Tan  bajo  caímos  desde  el  sapientísimo  Nebrija  y  to- 
dos los  grandes  tratadistas  de  ortografía  castellana  del  siglo  xvi,  has- 
ta la  Academia,  que  así  confunde  las  cosas,  que  ignora  así  los  sonidos 
verdaderos  de  6  y  z/  en  latín^  en  ibero  y  en  castellano,  y  que  quiere  que 
pronunciemos  a  la  francesa! 

Antonio. — O  a  la  valenciana  y  catalana. 

Aurelio. — ^Lo  mismo  da,  que  todas  son  hablas  célticas.  Lo  bochor- 
noso es  que  tratadistas  de  fama  hoy  día  en  el  siglo  xx  en  España, 
académicos  por  más  señas,  ignoren  todo  'esto  que  sabía  Nebrija  en 
el  siglo  xv^  y  sigan  poniendo  estas  cuestiones  en  tela  de  juicio.  Pero 
no  lo  extraño,  porque  ni  saben  latín  ni  bascuence,  ni  gramática  indo- 
europa  ni  si  hubo  Sievers  o  gentes  por  el  estilo  en  el  mundo. 

Habrá  notado  usted  que  el  castellano  nunca  sufre  la  m  a  fin  de  dic- 
ción. Y  aun  por  eso  no  la  sufre  delante  de  p,  b,  porque  ley  es,  que  grie- 
gos y  latinos  notaron,  que  los  sonidos  no  permitidos  a  fin  de  dicción 
tampoco  se  permiten  a  fin  de  sílaba.  Cosa  que  parecen  ignorar  los  se- 
ñores académicos  susodichos  o  de  suso  repetidamente  nombrados. 


238  DIÁLOGOS  FAMILIARES 

Antonio. — Pues  al  fin  de  dicción  y  de  sílaba  permite  el  latín  la 
m,  y  está  tan  encariñado  con  ella  que  lleva  m  final  cuando  el  grie- 
go tiene  n. 

Aurelio. — La  tendenoia  a  oscurecer  la  n&sal  final  latina  notóla 
ya  Quintil iano  cuando  dijo  que  apenas  sonaba,  lo  cual  prueba  que 
primitivamente  esa  m  final  viene  de  n,  que  se  fué  oscureciendo  (i). 
Pues  bien,  el  castellano  no  sólo  no  sigue  en  ello  al  latín,  sino  que 
no  sufre  m  final,  y  sólo  permite  al  fin  la  n  como  el  griego. 

Antonio. — Otra  prueba  de  la  limpieza  de  la  pronunciación  caste- 
llana que  evita  toda  oscuridad. 

Aurelio. — Y  del  influjo  del  bascuenoe  que  rechaza  toda  m  final. 
Por  lo  mismo,  nunca,  ni  en  bascuence  ni  en  castellano,  se  hace  m  la 
n  delante  de  p,  b. 

Antonio. — Pues,  segiin  todas  las  trazas,  el  castellano  apenas  conser- 
va más  que  aquello  que  también  era  común  al  bascuence.  Con  todo, 
hallo  en  nuestra  lengua  el  sonido  híbrido  dentolingual  de  jsa^  ce,  ci,  cOy 
zUj  que  no  lo  tiene  el  latín.  ¿Es  bascuence? 

Aurelio. — Ya  le  he  dicho  que  los  sonidos  híbridos  son  ajenos  al 
bascuence  y  aun  al  castellano. 

Ese  sonido  y  el  de  la  j  nacieron  en  el  siglo  xvi  en  nuestra  lengua 
por  un  proceso  que  explicó  Cejador  de  La  lengua  de  Cervantes,  t.  I, 
en  la  Ortología.  Antes  había  g  que  "era  realmente  la  ts  euskérica,  co- 
mo todos  afirman,  por  lo  cuaá  Velasco  (1582)  pudo  decir  que  no  hay 
g  ni  en  latín  ni  en  griego,  ni  en  italiano,  ni  en  otra  lengua  vulgar» 
Y  adviértase  su  conservación  en  E¿paña,  si  es  que  sonó  igualmente 
antes  en  las  demás  románicas,  porque  es  otro  rasgo  de  coincidencia 
con  el  fonetisimo  euskérico.  En  las  demás  románicas,  según  Musafia, 
siempre  ci  (latino)  produjo  una  insonora,  y  ti  una  sonora;  en  caste- 
llano se  trataron  por  un  mismo  rasero:  es  otra  prueba  del  horror  de 
los  españoles  a  la  silbante  sonora,  y  de  que  si  2  fué  desdoblamiento  del 
común  sonido  español  de  a,  ti  latinos,  siendo  aquel  sonido  insonoro^ 
2  fué  insonoro  también,  aunque  suave,  por  ser  efecto  de  las  vocales 
vecinas.  Otra  prueba  de  la  insonoridad  de  la  2  es  que  en  muchos  vo- 
cablos este  sonido  proviene  del  eúskera,  donde  es  insonoro  y  suave. 
En  el  siglo  xv  don  Enrique  de  Vilkna,  al  describir  ti  sonido  2,  no  hace 
más  que  describir  la  3  insonora  euskérica:  "E  los  dientes  forman  la  2 
apretados,  zisilando":  Ja  lengua  no  se  mordía,  los  dientes  estaban 
apretados.  Esa  es  la  ^  o  la  ds  del  eúskera.  Y  poco  antes  dice  el  mis- 
mo Cejador:  "He  notado  que  el  sonido  más  difícil  para  los  españoles 
es  la  2  sonora:  no  hay  más  que  fijarse  en  los  que  estudian  francés. 
Les  cuesta  horriblemente  pronunciar  la  s  de  rose,  y  después  de  muchos 
años  se  les  conoce  a  la  legua  a  los  españoles  en  el  modo  de  articular  di- 
cha silbante  sonora;  y  esta  dificultad  crece  en  los  castellanos  y  aragone- 
ses, el  núcleo  ibérico  principal  y  más  puro.  Ahora  bien,  la  pronuncia- 
ción es  lo  que  más  arraiga  en  los  pueblos  y  lo  que  tarde  o,  para  decirlo 


(O     Cejador,   Tesoro,  N,  Ñ,  al   fm. 


ACERCA  DEL   ÉUSQUERA  Y  DEL  CASTELLANO  239 

mejor,  nunca  desaparece  en  ellos  enteramente.  Cambia  un  pueblo  la  len- 
gua; pero  conserva  su  pronunciación,  o  todo  lo  más,  contaminada  con 
la  pronunciación  de  ila  lengua  adoptada,  produce  algunos  sonidos  mixtos. 
Este  horror  español  a  las  silbantes  sonoras  contrasta  con  la  facilidad 
con  que  las  pronuncian  las  demás  románicas,  que  es  tanto  mayor  cuan- 
to menos  participan  del  iberismo."  Bn  suma,  los  sonidos  latinos  ci,  ti, 
palatizados  en  todas  las  románicas,  luego  en  castellano  se  silbatizaron 
dando  los  dos  sonidos  euskéricos  ts  y  s,  ambos  insonoros,  como  si  el 
eúskera  hubiera  seguido  obrando  en  el  castellano;  pero  desde  el  si- 
glo XVI  se  fundieron,  dando  la  híbrida  ce,  ci,  z  dentolabial  moderna. 

Antiguamente  el  sonido  actual  de  la  /  escribíase  x  y  sonaba  como 
ch  portuguesa  y  francesa;  desde  fines  del  siglo  xv^  como  ;  moderna:  y 
y,  i  consonante,  ge  gi,  sonaban  primero  como  la  ;"  italiana,  luego  como 
la  y  francesa,  y  desde  fines  del  siglo  xvi,  como  hoy  la  j.  Total :  nues- 
tra y  de  hoy  viene  de  los  sonidos  antiguos  ch  francesa  y  j  francesa. 

Sin  duda,  la  guturalización  arábiga  que  quedó,  entre  andaluces  sobre 
todo,  debió  de  influir  no  poco,  así  como  la  antigua  aspiración  escrita 
con  h  o  /. 

Cejador,  La  lengua  de  Cervantes,  I,  pág.  52: 

"¿  Será  coincidencia  fontuita  la  que  presenta  la  comiparación  de  las 
silbantes  euskéricas  con  las  del  antiguo  castellano? 

Sonidos. 


Silbante  palatizada  fuerte. 
Silbante  palatizada  suave. 
Silbante  explosiva  fuerte.. 
Silbante   explosiva    suave. 

Silbante  alveolar 

Silbante  pura  dental , 


Euskera. 

Cast.  ant. 

Cast.  mod. 

tch 

ch 

.íi/i 

ch 

X 

y  {ge,  gi) 

ts 

5 

z    {ce,    ciy 

d^ 

z 

z   {ce,    ci} 

s 

s 

s 

z 

g{ 

coní?,  í; 

3  {ge,  gi) 

ye 

=  3»^ 

le 

=  m;  y) 

De  las  seis  silbantes  antiguas  nos  hemos  quedado  con  cuatro:  dos 
intactas,  ch  y  s;  dos  como  efecto  de  evolución,  j  de  x  y  g,  z  de  g  y  2, 
Sin  embargo,  en  el  habla  se  notan  dos  s  y  dos  j,  una  fuerte,  otra  sua- 
ve: son  (las  últimas  huellas  de  los  sonidos  originarios.  Los  dos  soni- 
dos más  característicos  del  castellano,  por  no  tenerlos  las  demás  romá- 
nicas, z  y  j,  provienen  de  la  evolución  de  dos  silbantes." 

Los  españoles  no  sufrían  el  grupo  es,  que  los  eruditos  académicos 
nos  han  hecho  pronunciar  y  que  escribimos  con  x,  como  en  explicar, 
examen;  en  latín  era  común;  en  bascuence,  insufrible.  Así  en  Xerxes, 
Alexandro\  que  los  romanos  pronunciaban  con  es,  los  'españoles 
pronunciaban  la  x  como  la  ch  francesa  y  hoy  como  j. 

Igualmente  hallamos  x  en  fajo,  antes  faxo,  de  jaseis;  peje,  antes 
fexe,  de  piscis;  Ximena,  hoy  Jimena,  de  Scemena,  Escemena,  Semena: 
de  modo  que  x,  hoy  j,  también  vino  del  grupo  se,  tan  latino  como  ajeno 


240  DIÁLOGOS  FAMILIARES 

al  castellano  y  al  bascuence.  El  sonido  de  ch  francesa  de  la  x  antigua 
procedió  también  de  íj  y  aun  de  s:  paxaro,  de  passcr;  carcax,  en  italia- 
no carcasso;  xeringa,  de  syrinx;  ximia,  Xelanda  (Seeland)  ;  xorgina  = 
Jorgina,  del  eúskaro  zorghux;  Xuarez,  de  Suárez,  del  eúskaro.  Hoy 
Xdanda  suena  Zelattda  o  Celanda;  Xuarez  suena  Suárez:  esto  nos  in- 
dica que  za,  zo,  zu  provienen,  lo  mismo  que  la  j,  de  la  x  an- 
tigua, por  influjo  de  las  salbantes  bascongadas.  Y,  efectivamen- 
te, la  mayor  parte  de  los  vocablos  con  z  son  de  origen  bas- 
congado,  y  los  antiguos  ponian  casi  siempre  g  donde  nosotros  pone- 
mos z.  \''éanse  los  cuatro  tomos  de  Silbantes  del  Tesoro,  de  Cejador, 
donde  se  verá  que  la  mayor  parte  de  los  vocablos  castellanos  que  co- 
mienzan por  z  o  ch,  son  de  origen  euskérico.  En  esos  vocablos  quisie- 
ra yo  ver  la  maña  que  se  daban  los  latinizantes  para  traerlos  del  latín. 
El  sistema  de  silbantes  bascongadas  que  allí  se  expone  es  tan  acabado 
y  de  tantos  matices  que  al  chocar  con  los  sonidos  latinos  enturbió  el 
fonetismo  silbante  castellano,  por  no  admitir  nuestra  lengua  como  ni  la 
bascongada  varios  grupos  latinos.  Hemos  visto  los  es  y  se  y  ss. 

Tampoco  admitían  el  bascuence  ni  nuestro  romance  el  grupo  sce, 
sci,  ni  el  ce,  ci  de  la  Romanía,  palatizado  en  toda  ella,  y  así  se  silban- 
tizaron  a  la  manera  ibérica  scientia,  sceptro,  conoscer,  que  se  escribían 
con  f  y  equivalía  al  ts  bascongado. 

Así  respondía  al  zain  estridente  arábigo  en  aceite  =  zait;  a  la  C 
igualmente  estridente  del  griego  en  céfiro;  a  che,  chi,  que,  qui,  sibili- 
zados,  como  en  cirujano  (chirugus),  torcer  (t arqueo),  cinco  (quinqué), 
acebo  (aquifolium)  ;  a  la  í  palatizada  por  la  i,  como  en  nación  (naiio), 
Ponce  {Pontius) ;  a  la  j  latina  o  arábiga,  pronunciada  a  la  ibérica  con 
mayor  estridencia  en  cenefa,  cifra,  acicalar;  a  la  st  en  acipado  (stipa- 
ius),  trance  (transitus) ;  a  sch,  cédula  {schedida) ;  a  ge,  gi,  sibilizados 
a  la  ibérica  en  arcilla  (argill-a),  ercer  (crigerc),  a  Oa  g  italiana  en  celosía 
(gelosia),  cenogil  {ginocchicllo).  El  mismo  Diez  barruntó  algo  del  in- 
flujo bascongado  cuando  dijo:  "Diescr  Ausprache  des  lat.  s  ist  auch 
dcr  Baske  sehr  geneigt,  y  cuando  añadió  que  c  ante  e,  i  tiene  un  sonido 
parecido  a  g  francesa. 

"Pronunciar  s  como  g  llámase  en  español  cecear",  añade,  por  fin, 
el  mismo  autor;  y  al  describir  el  sonido  g  describe  el  sonido  suave  pero 
estridente  que  antes  he  dicho  venir  de  la  z  bascongada.  Vclasco  añade : 
"El  sonido  de  la  g  se  forma  con  la  extremidad  de  la  lengua  casi  mor- 
dida de  los  dientes  no  apretados."  Aquí  hallamos,  en  el  casi  mordida, 
3a  razón  por  qué  la  g  vino  a  parar  en  la  c  actual,  que  ni  la  tuvo  el 
latín  ni  el  bascuence,  pero  que  resultó  del  choque  fónico  bascongado 
y  latino. 

Total,  X,  g,  z  antiguas  y  j  ce,  z  modernas  proceden  de  la  tendencia 
ibérica  a  la  silbante  estridente  y  de  la  tendencia  a  evitar  ciertos  gru- 
pos fónicos  latinos  que  no  eran  propios  del  bascuence. 

Ea  z,  antiguamente  g  de  ordinario,  como  en  gagal,  Caragoga,  vcgino, 
es  de  uso  muy  antiguo  y  "muy  significativo",  como  dice  Diez.  Se  en- 
cuentra ya  en  el  siglo  viii,  por  ej.:  en  frezncdo  (Yep.,  III,  núm.  17, 


ACERCA  DEL   ÉUSQUERA  Y  DEL  CASTELLANO  24I 

del  año  780),  dezimo  por  diezmo  (IV,  n.  11),  Oza,  villa  (n.  28),  poza- 
(fiítens,  n.  38),  foz  (Esp.  Sagr.,  XXVI,  445  del  año  804),  calzada 
{ihid.),  plumazos  (XL,  400,  del  año  934).  Nació  la  z,  segnin  Diez:  i,°,  del 
bascuence,  griego,  añemán  y  arábigo,  ej. :  zaga,  zaque,  ázimo,  zelo, 
bautizar,  zinco  (Al.  zink),  azafrán,  zambra,  zorzal,  lo  cual  da  bien  a 
entender  que  sonaba  estridente,  como  en  todas  estas  lenguas;  2°,  de 
f,  d.,  con  i,  como  razón,  avestruz  (avis  struthio),  cazar  (captiare),  bazo 
{badiusf);  3.°,  raras  veces  de  t,  d,  mayorazgo  (maioraticus),  juzgo  (in- 
dico) ;  4.",  de  ce,  ci  (che,  chi,  que,  qui),  men^'Za,  zarcillo  (circellus),  diez- 
mo, arzobispo,  bra^zo,  lazo;  5.°,  de  s,  que  los  iberos  hicieron  más  estri- 
dente, zandalo,  azufre,  zugar  (sucus),  quizá  {qui  sabe),  Corzo  (Corsus), 
Cádiz  {Cades)  ;  6°,  de  st,  rezar  {recitare) ;  7.°,  de  se  =  sk,  zambo: 
(scambus?) ;  8.°,  de  ;  en  zinebro  {juniperus).  Hoy  suena  en  muchos  la- 
bios como  -z  la  -d  final,  Valladoliz,  verdaz,  etc. 

Como  puede  usted  ver,  z  apenas  se  distingue  en  su  origen  de  f  (i)  y 
de  ce:  todos  tres  sonidos  que  han  parado  en  la  dentolingual  moder- 
na ce,  ci,  o  ze,  zi;  pero  cuyo  punto  de  arranque  fué  la  mayor  estriden-- 
cia  propia  de  la  silbante  ibérica  o  basicongada  y  el  empeño  de  evitar 
ciertos  sonidos  latinos  extraños  al  iberismo. 

Finalmente,  la  silbante  estridente  es  tan  del  gusto  del  castellano  co- 
mo del  bascongado.  Los  andaluces,  sobre  todo,  pronuncian  la  j  como  z  y 
la  c  como  s,  dice  Machado  (fdk-lore  esp.,  t.  V,  pág.  50),  mas  no  con  ese- 
sonido  silbante  que  tiene  la  s  griega,  la  s  líquida  de  los  latinos  o  la  í  que. 
pronuncian  los  madrileños,  sino  con  un  sonido  especial  y  propio: 

Vente  conmigo   a  mi   casa 
Y  yo  le  diré  a  mi  madre 
Que  eres  la  Virgen  de  Grasia. 

Las  lusesita'h  que  briyan 
De  noche  en  er  sementerio 
Están  disiendo  a  lo'h  vivo'h 
que  se   acuerden   de  lo'h   muerto'h. 

Esta  silbante  es  la  bascongada. 

Antonio. — No  había  visto  nunca  tan  sistematizada  esta  difícil  ma- 
teria, ni  tan  claramente  expuesto  el  origen  de  estos  sonidos  como  aho- 
ra :  en  verdad  que  el  bascuence  le  ha  hecho  ver  lo  que  hasta  ahora  na- 
die había  notado. 

Y  ¿qué  me  dice  usted  del  poner  s  por  x  en  excelencia,  experiencia^. 
como  prefiere  Valdés? 

Aurelio. — Estoy  con  Valdés.  Aunque  los  latinizantes  académicos 
nos  hayan  acostumbrado  a  escribir  y  a  pronunciar  x  en  estos  casos,  el> 
castellano  no  lo  lleva  consigo,  por  no  llevarlo  el  bascuence.  Así,  hoy 
mismo  el  pueblo  pronuncia  dichos  vocaMos  con  s  y  con  s  los  ha  pronun- 
ciado siempre,  y  aun  la  gente  entendida  antes  de  venírsenos  esas  mo- 
das latinas. 

Y  si  no,  oiga  usted  a.  Valdés:  "Yo  siempre  la  quito  (la  .r)  porque  no 


(i)    Valdés  dice:  "cedilla,  la  cual  hace  que  la  f  valga  por 


242  DIÁLOGOS  FAMILIARES 

la  pronuncio,  y  pongo  en  su  lugar  s,  que  es  muy  aneja  a  la  lengua  cas^ 
tellana.  Esto  hago  con  perdón  a  la  lengua  latina,  porque  cuando  me 
pongo  a  escribir  castellano  no  es  mi  intención  conformarme  con  el  la- 
tín.^* Y  como  se  le  hiciese  un  poco  durillo  a  su  interlocutor  y  dijese: 
"¿  Con  qué  autoridad  queréis  vos  quitar  del  vocablo  latino  la  x  y  poner 
en  su  lugar  í?",  responde  muy  bien:  "¿Qué  más  autoridad  queréis  que 
el  uso  de  la  pronunciación?"  Y  aún  hubiera  respondido  mejor  diciendo 
que  no  se  trata  de  un  vocablo  latino,  que  tenga  x,  sino  de  un  vocablo 
castellano  que  suena  s,  iporque  así  voluere  priores,  es  decir  los  iberos,  y 
porque  cada  lengua  ya  adulta  tiene  sus  derechos,  su  carácter  y  su  genio. 
Y  ese  carácter  y  ese  genio  le  viene  en  esto  al  castellano  del  bascuence, 
don  Antonio,  que  está  muy  contento  con  su  s,  a  pesar  de  los  pesares  de 
su  padre  el  latín  y  de  sus  hermanas  las  demás  neolatinas,  que  pronun- 
cian X  por  ser  de  su  genio  y  carácter,  y  ya  sabe  usted  que  genio  y 
figura. . . 

ANTONIO. — Sí,  señor,  hasta  la  sepultura  se  lo  llevará  el  castellano, 
heredado  de  ese  bascuence,  que  tiene  la  culpa  de  todo.  Pero  yo  no  cejo, 
y  en  el  pronunciar  experiencia  y  excelencia  me  atengo  a  los  doctos. 

Aurelio. — Y  yo  también ;  ipero  eso  no  quita  el  que  esos  doctos  sean 
3os  que  nos  hayan  traído  esa  moda  latina,  como  otros  dandíes  nos  traen 
las  modas  parisienses;  y  no  seré  yo  quien  le  aconseje  se  vista  el  calzón 
español  antiguo,  dejando  el  parisiense  o  prosaico  pantalón. 

En  cuajito  a  la  ¿r  en  digno,  magnífico,  significar,  conoce  usted  el  di- 
cho de  Valdés:  "siempre  quito  la  y  y  digo  sinificar  y  no  significar; 
diño  y  no  digno.'" 

Antonio. — Tal  es,  por  lo  menos,  la  tendencia  del  castellano,  lo  mis- 
mo que  la  c  en  doto  por  docto,  etc. ;  aunque  en  esto,  como  eft  lo  demás, 
los  eruditos  y  latinizantes  académicos,  como  usted  dice,  nos  hayan  hecho 
ir  contra  el  genio  de  nuestra  lengua.  EJ  pueblo  de  hecho  tiende  a  qui- 
tar la  (7  y  la  c  y  aun  a  convertir  en  s  la  x  de  examinar,  sexto,  extremo, 
pronunciando  esaminar,  sesto,  estremo ;  y  aun  los  autores  del  siglo  de 
oro  decían  diño,  etc.,  como  quería  Valdés. 

Aurelio. — ^Tiene  usted  razón  que  le  sobra:  eil  bascuence,  como  dice 
usted,  tiene  la  culpa,  que  no  admite  tales  grupos  de  sonidos,  y  los  bas- 
congados  difícilmente  llegan  a  pronunciarlos,  a  no  ser  a  fuerza  de  re- 
flexión y  por  pasar  por  gente  entendida  y  bienhablada. 

Antonio. — Y  es  que  en  todas  estas  cosas,  si  no  se  atiene  uno  a  los 
doctos,  pasa  por  rústico  y  poco  culto, 

Aurelio. — Todavía  tenemos  mucho  que  andar  hasta  convencemos  de 
que  el  pueblo,  p>or  lo  menos  la  clase  media  no  ilustrada,  es  la  que  me- 
jor habla  y  debe  dar  la  ley,  y  no  los  que  aprenden  a  hablar  en  los  li- 
bros. Quédense  éstos  con  su  lengua  literaria,  que  siempre  difiere  de  la 
vulgar;  pero  la  vulgar  hay  que  buscarla  en  el  pueblo  y  en  él  se  halla 
el  verdadero  genio  del  habla  nacional. 

Pasando  a  la  g,  ya  sabe  usted  que  el  romance  ha  suavizado  muchas 
paladiales  fuertes,  por  ejemplo:  graso,  de  craso;  riesgo,  de  risco;  fisga, 
•de  fiskdn  (del  godo) ;  apesgar,  nesga,  sesgo,  trasgo;  salgo,  de  salió;  ten- 


ACERCA  DEL   ÉUSQUERA  Y  DEL  CASTELLANO  24/, 

go,  de  feúco,  y  Jo  mismo  la  p  latina,  que  la  suaviza  en  b  muy  a  rae- 
nudo;   ¿sabe  usted  la   causa? 

Antonio. — Nunca  he  podido  dar  con   ella. 

Aurelio. — Pues  el  bascuence  de  quadragessima  ha  hecho  igual- 
mente garizuma;  de  causa,  gauza;  de  castellmn,  gaztelua:  mientras  los 
demás  romances  siguen  al  latín,  el  castellano  en  esto  también  se  va 
con  el  bascuence. 

Lo  mismo  digo  de  la  ch,  en  que  ha  suavizado  el  castellano  los 
grupos  el,  pl,  ti,  jL  ct,  It,  latinos,  porque  no  los  admite  el  bascuen- 
ce: ehabasca,  de  clava;  chanela,  de  planus;  dicho,  de  dictum;  lecho,  de 
lectiwi;  cuchillo,  de  cultelluvi;  mucho,  de  midtum;  techo,  de  tectuni. 

Por  la  misma  razón  desecha  el  castellano  la  c  y  la  /»  en  ct,  pt: 
fruto,  de  fructus;  retar,  de  rep(u)tare,  y  soiaviza  la  í  en  cí:  amad&, 
fnadre,  salud;  y  pierde  la  6  en  oscuro  por  obsciirus,  aunque  la  Aca- 
■demia  ha  vuelto  por  los  fueros  del  latín  mandando  se  escriba  obs- 
curOj  por  supuesto  yendo  contra  los  del  castellano,  pues  todos  pro- 
tiunciamos  sencillamente  oscuro,  lo  mismo  que  setiembre  y  no  septiem- 
bre, suscrición  y  no  subscripción,  sustancia  y  no  substancia. 

No  hay  otra  razón  para  todos  estos  fenómenos  más  que  la  Fo- 
nética bascongada. 

Los  escualdunas  no  pronuncian  nunca  explosiva  con  r  o  I,  y  así 
-dicen  apirilla,  de  aprilis;  gtdristinoa,  de  cristiano;  liburua,  de  libro; 
kurutzea,  de  cruz;  poroganza,  de  probanza;  pulunpatu,  de  plombar. 
Otro  tanto  sucede  en  castellano  y  portugués,  aunque  no  siempre;  la 
tendencia  antigua  no  se  puede,  por  lo  menos,  desconocer:  engarra- 
far por  engarfar,  taragona  de  draco,  caranquejo,  en  portugués,  de 
cranc;  baraca,  de  braga;  coroga,  de  croca,  en  castellano  coroza,  y  co- 
ronica  por  crónica;  en  portugués,  gurumete,  de  grumete;  gurupa,  de 
grupa;  filibote,  de  flibote. 

Antonio. — Todo  eso  ya  lo  observó  Diez  y  lo  escribió  en  su  Dic- 
cionario. Estoy  sobremanera  admirado,  don  Aurelio,  de  cuanto  me  aca- 
ba usted  de  exponer:  la  consecuencia  es  manifiesta  y  clara  a  todas 
luces.  La  fonética  castellana  está  calcada  en  la  bascongada,  ha  to- 
mado las  palabras  latinas  euskarizándolas,  ha  desechado  todos  los 
sonidos  latinos  ajenos  al  eúskera,  y  sólo  ha  adoptado  del  latín  aque- 
llos que  había  en  eúskera,  ¡  es  admirable ! 

Aurelio. — ¿  Por  aquello  da  que  omne  quod  recipitur  ad  modum 
recipientis  recipitur? 

Antonio. — Y  lo  que  más  me  admira  es  que  ningún  autor  haya 
caído  en  la  cuenta  de  este  hecho,  que  explica  toda  la  fonética  cas- 
lellana:    ¡es   extraño! 

Aurelio. — ¿No  ve  usted  que  el  bascuence  estaba  aquí  arrinco- 
nado entre  cuatro  montañas?  ¿Quién  había  de  pensar  en  que  pudie- 
ra obrar  a  distancia? 

Antonio. — Es  que  no  obró  a  distancia,  es  que  el  bascuence  se 
liablaba  donde  y  cuando  se   formó   el   romance:   cuanto   me  ha   ex- 


244  DIÁLOGOS  FAMILIARES 

puesto  usted  lo  está  diciendo  a  voz  en  cuello.  Pero  aún  hay  otra  cosa 
que  me  admira  más. 

Aurelio. — Y  es  el  tercer  punto  de  admiración,  digo,  el  sexto,  pues- 
to que  se  admira  usted  en  castellano. 

Antonio. — ¡  Parece  increíble  que  el  romance  conserve,  después  de 
tantos  siglos,  la  misma  pronunciación  y  acento  que  la  lengua  de  los 
iberos!  Es  decir:  parece  increíble  que  la  pronunciación  persista  tan- 
una  misma  en  una  raza  durante  tantos   siglos. 

Aurelio. — ¿Ha  leído  usted  a  Hervás? 

Antonio. — Nunca  me  ha  ocurrido  tal  cosa:  ese  buen  señor,  a  quien. 
tanto  he  oído  alabar  por  los  españoles  como  fundador  de  la  Filolo- 
gía, creo  que  estará  anticuado  ya  y  que  para  los  extranjeros  no  pa- 
recerá tan  digno  de  alabanza. 

Aurelio. — ^Permítame  que  le  diga,  don  Antonio,  que  está  usted 
en  un  solemne  error:  nadie  le  ha  alabado  más  que  los  extranjeros, 
y  Klaproth  y  Max  Müller  han  dicho  que  sus  obras  son  una  minaí 
inexhausta  que  nunca  se  agota. 

Antonio. — 'Pero  ¿a  qué  viene  ahora  Hervás? 

Aurelio. — Pues  sencillamente  a  sacarle  a  usted  de  su  pasmo  y  ad- 
miración: viene  a  enseñarle  a  usted  lo  que  usted  no  se  dignó  irle 
a  preguntar.  Y  no  le  hago  injuria  alguna,  porque  la  doctrina  que 
le  va  a  enseñar  ahora  es  tan  nueva,  a  pesar  de  estar  impresa  el' 
año  1800  en  Madrid  después  de  estarlo  en  Italia,  que  ninguno  la  ha 
aprovechado;  óigala  usted  y  prepare  el  séptimo  y  el  octavo  puntos 
de  admiración,  que  todo  se  lo  merece.  Dice  así  en  las  páginas  19 
y  siguientes  del  tomo  I :  "Cada  lengua  matriz  en  su  origen  tuvo  su. 
propia  y  particular  pronunciación  de  sílabas,  la  cual  dura  y  se  con- 
serva sustancialmente  invariable  en  sus  dialectos.  Este  distintivo  es 
el  más  característico  de  las  naciones,  en  las  que,  a  mi  parecer,  es- 
indeleble,  aunque  tal  vez  no  lo  sean  algunas  personas  que  hablan 
lenguas  forasteras.  Sucede  no  pocas  veces  que  personas  de  buen  ta- 
lento aprendan  a  escribir  en  una  lengua  forastera  tan  perfectamente 
como  los  nacionales  literatos  de  ella,  por  lo  que  éstos  no  se  distin- 
guen nada  de  aquéllos  en  los  escritos;  mas  esto  rarísima  vez  sucede- 
en  el  hablar  las  lenguas  forasteras,  por  lo  que  en  todas  las  naiciones 
los  forasteros  fácilmente  se  suelen  conocer  por  el  habla  o  pronun- 
ciación." 

Antonio. — Es  un  hecho  indiscutible:  hay  un  no  sé  qué  en  la  pro- 
nunciación del  que  no  ha  mamado  una  lengua  con  la  leche,  como 
suele  decirse,  que  trasciende  y  lo  echa  cualquiera  de  ver. 

Aurelio. — Pues  bien,   don  Antonio,  los   iberos  o  bascongados,  ai" 
aprender    el    latín,    conservarían    su    propio   acento    y    pronunciación,, 
como  nosotros  al  aprender  el  francés. 
Antonio. — 'Así  es. 

Aurelio. — "A  mi  parecer  — prosigue  diciendo  el  padre  1  k-rvás — , 
fic  puede  establecer,  por  regila  general,  que  todas  las  naciones  siem- 


ACERCA  DEL   ÉUSQUERA  Y  DEL  CASTELLANO  245 

pre  conservan  sustanicialmente  la  pronunciación  antigua  de  sus  res- 
pectivos idiomas  primitivos..." 

Antonio. — (Esa  doctrina,  don  Aurelio,  no  la  había  visto  en  ningún 
autor;  pero  es  más  clara  que  la  luz  del  día  por  lo  que  usted  me  ha 
ejqpuesto  de  la  fonética  bascongada,  conservada  admirablemente  en 
nuestro  ramance  hace  ya  veintidós  siglos. 

Aurelio. — ^Eso  mismo  dice  después  Hervás;  oiga:  "y  que  la  con- 
servan (la  pronunciación)  no  solamente  aquellas  (naciones)  que  siem- 
pre los  han  hablado  o  hablan  dialectos  de  ellos..." 

Antonio. — 'Como  conservan  los  bascongados  de  hoy  la  pronuncia- 
ción de  los  iberos. 

Aurelio. — "...  mas  también  las  que,  habiéndolos  abandonado,  ha- 
blan lenguas  forasteras." 

Antonio. — iComo  la  nación  esipañola,  que,  habiendo  abandonado  el 
eúskaro,  conserva  su  pronunciación. 

Aurelio. — No  se  adelante  usted,  que  también  Hervás  estaba  al 
tanto  del  hecho,  aunque  nadie  haya  entendido  la  razón  que  tenía  para 
ello.  Prosigue  diciendo:  "Así,  el  francés,  al  presente,  habla  su  lengua 
forastera  (que  es  dialecto  latino)  con  su  pronunciación  antigua,  que 
es  la  céltica,  y  el  español  habla  su  lengua  forastera  (que  también  es 
dialecto  latino)   con  su  pronunciación  antigua^  que  es  la  bascongada.'" 

Antonio. — Very  well:  eso  se  llama  hablar  claro  y  certero.  ¿Piensa 
usted,  don  Aurelio,  que  Hervás  hizo  el  análisis  de  la  fonética  caste- 
llana como  lo  acabamos  de  hacer? 

Aurelio.— Xo  lo  creo;  pero  muchas  cosas  se  ven  así  a  bulto,  y 
como  por  instinto,  sin  dar  en  la  razón  de  ello  o  sin  haberse  metido 
en  análisis  particulares.  Y  ahora  viene  un  argumento,  que  yo  le  que- 
ría formar  a  usted  por  mi  parte,  pero  que  será  mejor  encomendemos 
a  un  autor  más  autorizado  que  yo.  "Supongamos  — ^dice  el  mismo 
Hervás —  que  un  vizcaíno  montañés,  que  no  supo  hablar  otra  lengua 
sino  la  suya  bascongada,  y  que  un  francés  aprendan  a  hablar  bas- 
tante bien  la  lengua  española:  el  español  que  les  oiga  hablarla  con 
pronunciación  algo  diversa  entre  sí,  al  francés  tendrá  por  extranjero^. 
y  por  nacional  suyo  al  vizcaíno." 

Antonio. — Ese  es  un  golpe  de  mano  maestra.  Sí,  todos  esos  bas- 
congados, que  han  aprendido  el  castellano,  se  ve  que  son  de  la  misma 
raza  que  nosotros. 

Aurelio. — lO  sea  que  nosotros  somos  de  ila  misma  raza  que  ellos, 
de  raza  ibérica. 

Antonio. — -Y  todos  los  franceses  e  ingleses,  aunque  vivan  en  Es- 
paña cuarenta  años,  siempre  serán  franceses  para  todo  español,  por- 
que siempre  ganguearán  y  hablarán  de  nariz  y  de  morros,  con  perdón 
sea  dicho;  en  una  palabra:  oscuro  y  de  hocicos. 

Aurelio. — "Tendrá  a  éste  (es  decir,  al  vizcaíno)  por  nacional  suyo 
si  sabe  que  es  forastero  o  arábigo,  y  no  español,  el  acento  gutural 
de  las  sílabas  ja,  je,  ji,  etc.,  que  el  vizcaíno  pronunciará  como  ex- 
tranjero. Por  io  contrario,  si  el  francés  y  el  vizcaíno,  yendo  a  Irlan- 

16 


246  DIÁLOGOS  FAMILIARES 

da,  en  que  es  común  y  propia  la  lengua  céltica,  la  aprenden  y  hablan, 
el  irlandés  tendrá  por  nacional  al  francés  y  por  extranjero  al  viz- 
caíno, al  observar  que  aquél  la  habla  con  la  pronunciación  irlandesa 
y  que  éste  la  habla  con  la  pronunciación  forastera." 

Antonio. — Excelente  argumento  contra  los  que  han  dicho  que  el 
bascuence  era  un  idioma  céltico. 

Aurelio. — Y  contra  los  que  han  preferido  decir  que  era  un  idioma 
ural,  o  altaico,  o  semítico,  o  camita,  o  japonés,  o  americano,  o  yo  no 
sé  qué  más.  Pero  oiga  usted  mi  explicación  de  la  &  y  de  la  t^:  "Los 
vizcaínos,  en  la.  pronunciación  de  su  lengua,  usan  una  letra,  que  yo 
Llamaré  b  blanda,  la  cual  no  es  la  6  ni  la  í^  de  la  francesa,  italia- 
na, etc.,  mas  claramente  se  distingue  de  éstas.  La  misma  b  blanda 
usan  o  tienen  los  españoles  en  su  lengua;  ipor  lo  que,  cuando  los 
extranjeros  les  oyen  pronunciar  estas  palabras:  bibo,  vivo,  se  con- 
funden, no  distinguiendo  bien  su  pronunciación  ni  su  significación.  En 
los  ¡países  de  Francia  en  que  aún  se  hablan  dialectos  bascomgados  se 
usa  igualmente  la  dicha  b  blanda,  y  también  en  los  países  en  que 
antes  se  habló  el  bascongado  y  ahora  se  habla  la  lengua  francesa, 
como  sucede  en  Gascuña. 

Antonio. — ¿Quién  no  ha  oído  a  los  franceses  del  Norte  criticar 
la  pronunciación  meridional  de  los  departamentos  del  Sur  de  Fran- 
cia, por  ser  más  abierta  y  parecerse  a  la  de  los  españoles? 

Aurelio. — Y,  en  cambio,  nunca  hemos  nosotros  criticado  a  los 
españoles,  aragoneses  y  navarros,  de  junto  al  Pirineo,  de  tener  la 
pronunciación  oscura  del  francés;  y  eso  que  en  todo  lo  domas,  fuera 
ded  lenguaje,  los  franceses  influyen  en  nosotros  más  que  nosotros 
en  ellos. 

Antonio. — Es  que  nunca  los  franceses  habitaron  nuestras  provin- 
cias del  norte,  mientras  que  en  las  del  sur  de  Francia  vivieron  iberos 
y  hoy  día  viven  sus  descendientes,  los  aquitanos,  gascones  y  narbo- 
neses,  sin  contar  los  basco-franceses. 

Aurelio. — De  este  mismo  principio  deduce  Hervás  la  razón  de  la 
diferencia  que  distingue  a  los  gallegos  y  portugueses  por  una  parte 
y  a  los  demás  españoles  por  otra,  respecto  de  la  pronunciación.  Pero 
oiga  usted,  sobre  todo,  este  párrafo,  que  debemos  aplicar  a  la  for- 
mación de  la  fonética  castellana:  "En  todas  las  naciones  se  verifica 
el  raciocinio  siguiente.  Los  que  conservan  sus  lenguas  primitivas,  o 
hablan  dialectos  de  ellas,  deben  necesariamente  conservar  los  acentos 
vocales  con  que  las  empezaron  a  hablar,  y  sucesivamente  las  han  ha- 
blado por  hereditaria  tradición  y  enseñanza  en  sus  respectivas  fami- 
lias. Las  naciones  que,  habiendo  abandonado  sus  lenguas  primitivas, 
hablan  extranjeras,  no  empezaron  a  hablarlas  de  repente,  aprendiendo 
instantáneamente  sus  palabras,  artificio  gramatical  y  pronunciación; 
mas  primeramente  recibieron  y  usaron  las  palabras  forasteras,  pro- 
nunciándolas con  el  acento  vocal  de  sus  idiomas  antiguos,  y  con  el 
mismo  acento  prosiguieron  recibiendo  y  usando  las  demás  palabras, 
hasta  abandonar   sus   idiomas   antiguos.   De   este   modo,  ellas   llegaron 


ACERCA  DEL   ÉUSQUERA  Y  DEL  CASTELLANO  247 

■a.  hablar  las  lenguas  extranjeras,  en  las  que  introducen  aquellas  pro- 
nunciaciones nuevas  que  son  muy  diferentes  de  sus  antiguas  propias." 
Yo  añado  que  por  esta  razón  es  por  lo  que  nunca  desaparece  del 
todo  la  pronunciación  original  de  una  nación  y  que,  por  lo  mismo,  esta 
pronunciación  es  el  carácter  más  auténtico  que  muestra  la  lengua 
primitiva  de  un  pueblo,  y  este  carácter  creo  lo  hamos  visto,  don  An- 
tonio, en  el  castellano  como  derivado  del  bascuence. 

Sigúese  el  artificio  gramatical,  quie  se  introduce  después  de  las  pa- 
labras, como  lo  vemos  todos  los  días  por  los  pueblos  del  país  basco,  don- 
de apenas  emplean  paflabras  que  no  sean  castellanas,  y,  sin  embargo, 
no  emplean  ni  un  solo  sufijo  castellano:  toda  ¡la  gramática  es  bascongada. 

Antonio. — ^Los  adverbios  en  -mente  los  oigo  a  cada  paso. 

Aurelio. — 'Tiene  usted  razón;  pero  eso  no  vale  nada.  El  día  que 
comiencen  a  usarse  los  elementos  gramaticales  castellanos  en  vez  de 
los  bascongados,  como  se  usan  ya  las  palabras  castellanas,  murió  el 
bascuence.  Por  esta  razón,  los  elementos  gramaticales  de  la  lengua 
original  pasan  con  menos  frecuencia  a  la  nueva  lengua  admitida  que 
no  la  pronunciación.  Pero  cuando  han  pasado  algunos,  es  señal  de  la 
gram  vitalidad  de  esa  lengua  original  y  de  los  extraordinarios  esfuer- 
zos que  debió  hacer  la  nueva  lengua  que  logró  suplantarla.  Algo  de 
esto  tenemos  en  nuestro  romance  respecto  del  bascuence,  o,  mejor 
dicho,  en  el  latín,  con  lo  cual  estamos  en  el  segundo  punto  de  nues- 
tra disertación. 

Antonio. — En  este  punto  sí  que  no  veo  yo  qué  haya  tomado  el 
castellano  del  bascuence :  en  la  fonética  está  visto  que  toda  la  del 
castellano  está  calcada  sobre  la  del  eúskera;  pero  en  la  gramática 
no  veo  rastro  alguno. 

Aurelio. — No  espere  usted  le  muestre  al  castellano  tan  euskari- 
zado  en  su  estructura  morfológica  como  en  su  fonética,  pues  en  ese 
caso  nuestra  lengua  sería  en  la  Morfología  más  bascongada  que  la- 
tina, lo  cual  ni  es  mí  pretensión  ni  lo  ha  sido  de  ninguno  que  estu- 
viera en  su  sano  juicio;  pero  sí  que  se  ha  inspirado  a  veces  y  ha 
conservado  algunas  huellas  del  bascuence,  que  no  ha  conservado  ni 
del  celta,  ni  del  griego,  ni  del  árabe,  ni  del  godo.  Todos  los  roman- 
ces han  tomado  poco  en  esta  parte  de  las  lenguas  indígenas.  La  razón 
es  obvia:  la  estructura  de  una  lengua  está  de  tal  manera  sistemati- 
zada, que  no  puede  dejarse  en  parte  y  en  parte  conservarse;  o  se 
muda  enteramente  o  no  se  muda  en  sus  puntos  esenciales.  Ninguna 
lengua  ha  influido  en  tanto  grado  morfológicamente,  quitado  el  la- 
tín, en  ¡os  romances,  como  el  árabe  influyó  en  el  persa  y  en  el  tur- 
co. Y,  sin  embargo,  es  muy  de  notar  el  fenómeno :  estas  dos  lenguas 
han  admitido  algunos  elementos  morfológicos  arábigos  sólo  en  los 
vocablos  arábigos;  de  manera  que  la  mitad  del  turco  es  turco  con  su 
estructura  turca,  y  la  mitad  es  árabe  con  su  estructura  arábiga,  y 
otro  tanto  se  diga  del  persa.  Lo  que  nunca  hubiera  podido  suceder 
es  que  la  mitad  de  la  estructura  flexional  fuera  árabe  y  la  mitad 
turca   o   persa;   que   el   verbo,   por   ejemplo,    o  la   declinación   fueran 


248  DIÁLOGOS  FAMILIARES 

mitad  arábigos,  mitad  turcos.  Y  esto  tampoco  ha  podido  suceder  ea 
los  romances;  todo  el  verbo  y  la  declinación  son  latinos,  y  no  podía 
menos  de  ser  así. 

Con  este  supuesto,  comencemos  por  los  sufijos  derivativos:  ¿Cuál 
de  los  romances,  don  Antonio,  menudea  más  la  -a  final  en  nombres  y 
adjetivos  ? 

Antonio. — Sin  duda  alguna  el  castellano  y  después  el  italiano;  el 
francés  la  oscurece  en  -e  muda. 

Esta  -a,  por  ser  de  la  primera  decilinación  latina,  que  era  del  gé- 
nero femenino,  ha  quedado  como  nota  femenina.  En  italiano,  en  los 
nombres  de  esa  misma  declinación,  y  en  rarísimos  de  la  tercera,  como 
signare^  signara,  gigante,  giganta;  en  provenzal,  en  menos  formas 
todavía,  senhor,  femenino  dx)ynna  y  no  senhora. 

En  castellano  no  sólo  reciben  -a  los  de  la  primera  declinación, 
sino  la  mayor  iparte  de  la  tercera,  y  los  en  -tor,  -dor,  lo  que  en  nin- 
gún otro  romance  sucede,  pues  en  italiano  hacen  el  femenino  en  -trice, 
de  ordinario;  en  provenzal,  en  -iritz,  empera~irit2,  y  en  francés,  en  -esse, 
-rice,  adrice,  poétesse.  En  cambio  nosotros  decimos  huéspeda,,  infanta, 
leona,  cantora,  pastora. 

Aurelio. — También  decimos  emperatriz,  institutriz. 

Antonio. — La  primera  es  excepción  y  erudita  de  origen,  la  segunda 
ha  venido  de  Francia  y  con  ella  actriz,  fregatriz  y  otros  mil  nombres 
que  el  castellano  rancio  hubiera  formado  en  -dora,  porque  tal  es  el  genio 
de  nuestro  romance. 

Aurelio. — Y  ¿  de  dónde  le  vino  esa  tendencia  a  la  -o  para  extender- 
la a  casos  en  que  no  la  admiten  ni  el  latín  ni  los  demás  romances? 

Antonio. — Ha  poco  lo  insinuó  usted :  de  la  -a  final  de  todos  los  nom- 
bres bascongados,  por  ser  o,  el  artículo. 

Aurelio. — Así  es;  y  hasta  de  neptis  hicimos  nieta  y  de  nieta  saca- 
mos nieto,  formándose  primero  el  femenino  por  atracción  de  la  -a, 
que  reteñía  en  los  oídos  bascongados;  en  cambio  el  provenzal  hizo  ne- 
bot,  fem.  nehodo.  Hasta  los  neutros  los  convertimos  en  femeninos, 
mancebo  y  manceba,  de  mancipium,  y  de  suegro  dijimos  suegra,  etc. 

Los  romances  célticos  huyen  de  esa  clara  -o  y  la  oscurecen  en  -c 
cuando  la  hallan  en  latín,  sin  añadirla  a  otros  temas :  les  maiematiques, 
que  dicen  en  bable. 

Antonio. — La  tendencia  bascongada  es  manifiesta. 

Aurelio. — Sufijo  latino  -cus,  tus,  a'crcus,  ebrius. 

Antonio. — El  italiano  forma  muchos  adjetivos  y  nombres  en  -eo^ 
-ea,  áureo,  igneo;  otros  en  -io,  ebrio,  siguiendo  enteraimente  al  latín ; 
¡os  dialectos  célticos,  etc.,  huyen  de  tal  sufijo :  el  francés  dice  d'or,  de- 
circ;  en  válaco  no  se  conoce;  en  provenzajl,  aere,  sage,  aure  y  con 
ene.  El  castellano  lo  ha  convertido  siempre  en  -io,  -ia,  necio,  propio, 
sabio,  ansia,  viña. 

Aurelio. — También  decimos  férreo,  áureo,  etc. 

Antonio. — ^Pcro  sólo  en   poesía  y  en   archiculto:  -eo  pertenece   al 


ACERCA  DEL   ÉUSQUERA  Y  DEL  CASTELLANO  249 

castellano  erudito,  no  al  popular,  en  el  cual  hemos  de  buscar  solamen- 
te el  genio  de  la  lengua. 

Aurelio. — 'El  bascuence  posee  este  mismo  sufijo  -ia  y  no  el  -ea: 
'Cnia-ia  ==  don,  arr-ia  =  piedra,  erra-iak  =  entrañas,  de  erra  =--  ardor, 
ikus-ia  =  visto.  Son  como  formas  atributivas  en  -i,  que  ya  le  probé 
■ser  de  origen  euskérico,  añadiéndose  la  -a  nominal  o  articulo. 

Teniendo,  pues,  el  -in  en  casa,  los  iberos  no  aceptaron  el  -ea  lati- 
no, sino  la  forma  conocida  -ia. 

Antonio. — (Derivados  -ia  los  hay  numerosos  en  castellano  e  italia- 
no, como  en  Jatín,  alegría,  falsía,  maestría,  villanía;  en  francés  en  -ie; 
pero  por  angustia,  gracia^,  envidia,  vendimia  hace  angoisse,  grdce,  en- 
vié, vendange,  y  por  Bohemia,  Persia,  hace  Bohénie,  Perse. 

Pasemos  a  otro  sufijo:  -acus,  -acá.  Dura  en  italiano  y  en  castella- 
■Jio;  en  provenzal  hace  -ac,  -aic,  -ai;  en  francés,  -ay  de  -ac,  -y  de  iac: 
cloaca,  opaco,  lecai,  savai  de  lee,  sa,evus,  vrai,  Camhray,  Chauvency. 

Aurelio. — Es  muy  natural  admitiera  el  castellano  la  terminación 
~co,  -ca,  que  es  tan  bascongada. 

Antonio,  —  El  mismo  Diez  mienta  los  nombres  bascongados 
en  -aga,  como  Arriaga,  Gonzaga,  y  los  en  -aia,  como  arrala,  ibaia, 
Celctya,  Minaya.  El  sufijo  -acá  dice  que  es  común  en  latín  para  los 
-vegetales:  pastinaca,  portidaca. 

Aurelio. — El  ibero  es  «1  que  creo  contribuyó  a  formarlos,  y  por 
eso,  sin  duda,  San  Isidoro  trae  hasta  arboraca.  Naturalmente  los  iberos 
menudearon  esta  terminación  tan  suya  con  la  -a  femenina  y  que  se 
había  concretado  para  los  vegetales  en  latín.  Cién-aga  de  cieno,  clara- 
mente tiene  el  sufijo  bascongado,  de  donde  en-cenag-ar,  cenag-al; 
igualmente  balár-agas,  de  baldr-és;  ali-aga,  horn-aga,  hornagu-ear,  lu- 
ciérn-aga,  de  lucerna. 

¿  A  que  no  sabe  usted  lo  que  vale  la  sílaba  me  en  goslos-me-arf 

Antonio. — Como  in  en  golos-in-ear  y  golos-ina;  debe  de  ser  dimi- 
nutiva. 

Aurelio. — Así  es:  del  eúskaro  me,  mi,  suave  y  poco.  Ras-me-ar,  ras- 
mia, del  eúskaro  arras,  es  raspar  suavemente,  un  poco ;  olis-me-ar,  co- 
mo ol-isc-ar,  andar  oliendo  poco  a  poco,  en  todas  partes.  Y  ras-mia 
explica  ara-mio,  una  pieza  de  arar,  anda-mio  por  donde  se  anda  un 
poco,  pasillo. 

Y  la  n  de  rebus-n-ar,  vos-n-ar,  graz-n-ar,  espelus-n-ar,  cnibad-ur- 
nar,  tiz-nar,  sor-n-a,  mas-n-ar,  torres-no,  rodes-no  sólo  se  explica  por 
la  n  diminutiva  bascongada, 

Y  nada  digo  de  los  gentilicios  españoles  en  -co,  porque  en  bascuen- 
ce es  el  sufijo  que  siempre  se  usa:  non-GO  sera?  =  de  dónde  eres? 
Enien-GOA  =  de  allí,  Aspeiti-KOA  =  de  Azpeitia  o  aspeitiano;  y  así 
decimos  polaco,  austriaco,  etc. 

Antonio. — También  es  sufijo  latino. 

Aurelio, — Pero  es  más  bascongado.  En  nombres  de  lugar  también 
fué  sufijo  del  antiguo  galo,  Tornacum,  de  donde  el  provenzal  -ac,  Bra- 
■gairac,  y  el  francés  -ay,  Cambray  de  Camaracum;  pero  proviene  del 


250  DIÁLOGOS  FAMILIARES 

bascuence,  donde  únicamente  vive  con  la  universalidad  y  libertad  pro- 
pias de  quien  está  en  su  casa.  El  latín  forma  adjetivos  en  -icus,  como- 
hellictis,  mod'.CHs;  pero  no  gentilicios  en  -acus,  ordinarios  en  castella- 
no y  en  bascuence.  Por  eso  adjetivos  -ico  los  hay  en  todos  los  roman»- 
ces,  pero  gentilicios  en  -acus  sólo  son  ordinarios  en  francés  y  en  es- 
pañol. Dícese  iíalicus,  gallicus;  pero  solamente  como  se  dice  la'icus  = 
Xaixo;  y  rusticus;  de  aquí  que  no  se  diga  romacus,  ni  ostiacus,  de  Roma 
y  Ostia. 

En  una  palabra:  -i-cus  viene  del  -ko  bascongado,  que  se  añade  en 
bascuence  a  cualquier  tema,  ya  sea  -i,  ya  sea  otro  cualquiera,  y  espe- 
cialmente con  valor  de  gentilicios;  en  latín  no  hay  -ko  propiamente, 
sino  -i-ko,  uno  de  los  casos  particulares  del  mismo  -ko,  de  modo  que 
-ako  no  es  latino,  y  si  es  francés  y  castellano,  como  gentilicio,  se  debe 
al  galo  y  al  bascuence. 

Además,  eü  sufijo  -cgo,  -iego  dice  el  mismo  Diez  que  ni  es  latino 
ni  céltico,  sino  de  alguna  otra  lengua  indígena  de  España:  labriego, 
palaciego,  manchego  y  el  río  Mondego,  antiguamente  Munda^,  Castanle- 
go,  Noriega,  Savariego;  es,  pues,  manifiesto  el  origen  ibascongado  del 
stifijo  -ko,  -go  y  de  sus  derivados. 

También  los  sufijos  latinos  -ax  -acis,  -ex  -ecis,  ix  -icis,  -ox  -ocis^ 
han  formado  extensa  prole  en  los  romances  y  son  derivaciones  del- 
-ko,  -go. 

Antonio. — Pero  no  exclusivamente  en  el  castellano. 

En  italiano  -ce,  como  capace,  berbice,  sordo,  veloce;  en  provenzal 
-tz,  como  fornatz,  berbitz;  en  francés  -ce,  -che,  como  tenace,  écorce, 
pouce,  farouche;  en  castellano  -z,  como  capas,  cerviz,  atroz,  pómez, 
etcétera. 

Aurelio. — 'El  castellano  no  suele  recortar  las  terminaciones  tanto 
como  los  demás  romances. 

Antonio. — ^Así  es,  y  me  extraña  que  en  este  sufijo  haya  reducido 
el  acusativo  -cem,  que  es  de  donde  suele  derivar  sus  vocablos  a  la  -c, 
o  sea  -z;  mientras  que  el  italiano  y  francés  tienen  -ce;  del  provenzal 
-tz  no  hay  que  admirarse,  porque  casi  siempre  se  queda  con  la  con- 
sonante final  del  sufijo  latino. 

Aurelio. — 'Pues  la  causa  de  ese  hecho  que,  con  razón,  le  extraña,, 
está,  si  mucho  no  me  engaño,  en  el  bascuence.  El  sufijo  -z  ya  le  dije 
otro  día  que  era  muy  bascongado  (i) ;  nada  más  natural  que  al  sibili- 
zarse  el  latino  -ce  el  oído  il>érico  creyera  oír  la  simple  -z,  a  la  que 
estaba  acostumbrado,  y  convirtiera,  a  -ce  en  -z. 

Antonio. — No  me  descontenta  del  todo,  si  tuvieran  razón  los  bas- 
cófilos  cuando  afirman  que  el  patronímico  castellano  -z  viene  del 
bascuence,  pues  esto  confirmaría  su  explicación  de  usted;  pero  seme- 
jante afirmación  de  los  antiguos  bascófilos  ya  no  puede  sostenerse 
desde  que  salió  a  luz  la  obra  de   Godoy  y   Alcántara   acerca  de  los 


(i)    Ccjador,  Tesoro.  Silbantes. 


ACERCA  DEL   EÚSQUEIL\  Y  DEL  CASTELLANO  2¡l 

apellidos  castellanos.   Ya  nadie   se  ha  atrevido   a  volver  por   el   bas- 
cuence  en  esta  parte. 

Aurelio. — Pues  si  usted  me  lo  permite,  y  con  todo  el  respeto  que 
se  debe  al  desenmascarador  de  los  falsos  cronicones,  yo  voy  a  ser 
quien  vuelva  en  esa  parte  por  el  bascuence. 

Antonio. — 'Los  patronímicos  españoles  en  -2  proceden  del  geniti- 
vo latino  bárbaro  -ci,  -si;  de  Ferrandus,  Ferrandizi;  de  Guter,  Guterri- 
zi;  de  Garda,  Garciezi;  de  Munio,  Munisi. 

Aurelio. — Aserción  que  merece  la  pena  de  probarse,  ya  que  en  nin- 
gnin  otro  romance  se  halla  fuera  del  nuestro  y  ya  que  en  bascuence 
abundan  tales  pa^tronímicos,  como  Orti-z,  Iñigiie-z,  Lari-z,  Iturrio-z,  Al- 
béni-s. 

Antonio. — Hállanse  tales  formas  en  los  documentos  antiguos,  por 
ejemjplo:  en  el  privilegio  del  año  912,  otorgado  por  Ordoño  II  al  mo- 
nasrterio  de  San  Martín,  se  lee :  "Fafila  Odorici,  Martinus  Furtenis,  Sa- 
racinus  Nuñez...  G'udesteo  Fernandici;  Oduario  Giintemirici,  Gundesin- 
tíus  Lupelici,  Didacus  Fradidfici;  Sarradnus  Munici,  Eduarius  Guitie- 
ricij  Muninus  Didaci,  Didacus  Alvitiz,  Fredenanus  Guntadi." 

Aurelio. — 'Ese  y  otros  documentos  por  el  estilo  están  redactados  en 
latín;  na/da  tiene,  pues,  de  extraño  el  que  los  nombres  castellanos  en  -s 
se  hallen  latinizados  en  -zi  o  -ci:  al  modo  que  nuestros  latinizantes  del 
renacimiento  hacían  de  Fernando  Fernand.ecins,  Fernafvdecii,  etc.,  sin 
que  tales  formas  fuesen  latinas.  Lo  cual  lo  da  a  entender  el  mismo  do- 
cumento, donde  hallamos  las  formas  castellanas  Núñez,  Alvitiz,  y  el  ci- 
tado autor  que  dice :  "un  privilegio,  que  debió  redactar  un  notario  hcLs- 
tante  conservador  de  la  tradición  latina,  según  cuidó  de  ajustar  la  ma- 
yor parte  de  los  patronímicos  dentro  del  molde  del  genitivo" ;  y  más 
abajo:  "Los  dos  que  desafinan  (Ni'iñez  y  Alvitiz)  no  hay  que  atribuirlo 
a  negligencia  o  insipiencia  de  copiante,  porque  era  común  mezclar  la 
forma  vulgar  con  la  latina^" 

Luego  la  forma  vulgar  es  -z  y  nunca  fué  -ci,  pues  -ci  sólo  se  ha- 
lla en  documentos  latinos,  o  digamos  latinizados,  en  los  cuales,  además, 
se  halla  más  comúnmente  la  -z  vulgar. 

En  el  privilegio  de  Alfonso  el  Católico  del  año  740,  el  más  antiguo 
documento  de  la  monarquía  asturiana,  tenemos  Oni-s;  en  el  del  hijo  de 
Silo  del  año  780,  éste  se  firma  Adelgaster  Sili-z;  en  el  fuero  de  Val- 
puesta  de  Alfonso  el  Gasto,  año  804,  hallamos  Arias,  Didac.  Didaz, 
Nunno  NunnEZ,  Tello  TéllEZ,  Godestio  PeidrEZ,  Petra  Annaíz,  Didago 
PelaiEZ;  en  los  fueros  de  Brañosera,  año  824,  Nimniz,  FernándEZ, 
Gundisalviz,  Assuriz,  Valvaldiz,  Rodriz,  Garseaniz,  Fernandiz,  Her- 
migildiz,  Sarraciniz,  Sonnsz;  del  año  853,  Amaia  Roiz,  GutiérvEZ, 
etcétera,  etc.  (i).  Cuando  me  traiga  usted  formas  vulgares  en  -ci  más 
antiguas,  valdrá  su  argumento.  Pero  no  hay  ni  una  siquiera 
latina  en   -ci  en  estos  primeros  monumentos   asturianos,   y   sólo  des- 


(i)     Cfr.  Españ.  Sagr.,  t.  XXXVII,  y  Colecc.  de  Fuer,   municip.  de  T. 
Muñoz. 


252  DIÁLOGOS  FAMILIARES 

pues  se  ve  como  latinización  de  la  -z  vulgar.  Y  la  mayor  parte  de 
estos  apellidos  son,  además,  hascongados,  no  menos  que  Menendiz,  Mu- 
niz,  Odoariz,  del  año  914,  y  del  año  923  Nunniz,  Magiiitiz,  Vclasquis, 
Garciaz,  Ermendcs,  Albarez,  Assuriz,  etc.,  lo  cual  denota  que  se  for- 
maron aun  antes  de  la  llegada  de  Jos  romanos  a  España,  y,  por  lo  me- 
nos, antes  de  haberse  olvidado  el  bascuence. 

En  fin:  de  Ferraadus  nunca  pudo  formarse  Ferrandizi  para  el  ge- 
nitivo, sino  Ferrandi;  ni  de  Guter,  Guterrizi,  sino  Gutcris;  ni  de 
García,  Garciczi,  sino  Garciae;  ni  de  Munio,  Munizi,  sino  Miinionis,  y 
de  hecho  tenemos  Fredinandi  por  genitivo  el  año  941,  y  otros  en  buen 
latín,  antes  y  después  de  esta  fecha. 

Las  foBmas  -ci  son,  pues,  latinización  de  las  bascongadas  en  -z, 
de  Ferrándcz,  Gutiérrez,  Garccs,  o  Garciaz,  Munioz,  etc.,  que  son  las 
que  se  trata  de  explicar  y  las  únicas  que  se  hallan  como  vulgares. 

Antonio. — Pues  ¿por  qué  no  se  forman  tales  patronímicos  entre 
los  bascongados,  si  son  formas  de  su  lengua? 

Aurelio. — Vaya  si  se  forman.  Los  apellidos  bascongados  don  An- 
tonio, provienen  de  nombres  geográficos,  y  de  hecho  hay  multitud 
de  nombres  geográficos  en  la  Euska-lerria  con  el  sufijo  -z  y  multitud 
de  apellidos  tan  bascongados  como  estos  nombres  geográficos,  y  mu- 
chos de  ellos  no  han  penetrado  en  Castilla.  Vayan  algunos  ejemplos: 
Ordtiliz,  Biarriz,  Alzorriz,  Múzquiz,  Arzoz,  Yarnoz,  Olcriz,  Soracoiz, 
Estenoz,  Inos,  Muncharaz,  Berrios,  Bcrriz,  Ccloquiz,  Aldamiz,  Gaute- 
guiz,  Astragiiiz,  Albiz,  Lancariz,  Bergariz,  Sunddiz,  Lcvioniz,  Frimiz, 
Araz,  Iraizoz,  Zenoz,  Aizaroz,  Arruiz,  Aniz,  Almandoz,  Oronoz,  Le- 
caroz,  Arrayoz,  Bertiz,  Oiz,  Aoiz,  Aspiroz,  Aranaz,  Iturriotz,  Amotz, 
S erres,  Ahertz,  Ilbarrits,  Argiñariz,  Lerruz,  Echalaz,  Artáiz,  Góniz, 
Elcoaz,  Ariz,  Ziaurriz,  Urdiroz,  Ihirdoz,  Esnoz,  Urdiroz,  Imizcoz;  y 
en  el  país  basco-francés  Laruns,  Tardéis,  Idaux,  Alos,  Ustarroz,  Bi- 
davgoz,  Sorholus,  Ossas,  etc.  ¿Hay  muchos  nombres  geográficos  por 
el  resto  de  España  que  lleven  ese  sufijo  patronímico?  No:  luego  es 
sufijo  bascongado. 

Hay  más:  La  mayor  parte  de  los  patronímicos  castellanos  son 
bascongados  de  origen  y  se  emplean  hoy  como  toponímicos  en  la 
Euskalerria;  otros  pocos  latinos  están  pronunciados  a  la  bascongada. 

Antonio. — ¿Qué  me  dice  usted? 

Aurelio. — 'Pronuncie    a   la   española   el   Petras  latino. 

Antonio. — Pedro. 

Aurelio. — Forme  el  patronímico. 

Antonio. — 'No  se  halla  el  de  Pedro  sino  el  de  Peni,  que  es  Pérez, 
Periz. 

Aurelio. — Esos  están  formados  a  la  bascongada,  pues  Pcm  es 
como  se  dice  Pedro  en  bascuence. 

Antonio. — Perú  se  decía  antiguamente  en  castellano. 

Aurelio. — Lo  cual  significa  que  se  pronunciaba  el  castellano  a  la 
bascongada,  cosa  que  no  se  le  debe  hacer  a  usted  nueva,  según  el  es- 
tudio que  hemos  hecho  ha  poco. 


ACERCA  DEL  ÉUSQUERA  Y  DEL  CASTELLANO       253 

Nada,  don  Antonio,  Ja  mayor  parte  de  los  apellidos  españoles  más 
extendidos,  más  famosos  y  de  más  alta  alcurnia  son  bascongados;  y 
como  no  creo  se  deba  a  que  los  que  los  llevaron  fueron  gentes  de  las 
provincias  bascas,  que  pasaran  a  Castilla,  por  lo  menos  la  mayor  par- 
te, resulta  que  esos  apellidos  se  impusieron  cuando  se  hablaba  bas- 
cuence  en  toda  España,  que  son,  por  tanto,  antiquísimos,  ibéricos. 

Antonio. — ^Pero  insisto  en  que  hoy  día  no  se  forman  en  bascuence 
tales  patronímicos ;   luego   no  son  bascongados. 

Aurelio. — Le  vuelvo  la  pelota :  hoy  din  no  se  forman  en  caste- 
llano tales  ipatronímicos ;  luego  no  son  castellanos.  Ni  en  la  Euska- 
lerria  ni  en  Castilla  se  forman  hoy  esos  patronímicos,  ni  otra  clase 
alguna  de  apellidos.  Antiguamente  se  formaban  iprimero  como  apo- 
dos, al  modo  que  se  ve  en  los  apellidos  de  origen  castellano:  Alcalde, 
Alguacil,  Merino,  Casado,  Galeote,  Calderón,  Cordón,  Cano,  Blan- 
co, etc. 

Los  patronímicos  de  raíz  bascongada,  o  los  no  patronímicos,  de  los 
<juc  estos  patronímicos  salieron,  son,  en  los  más  antiguos  documentos 
los  más  ordinarios,  y  éstos  y  los  empleados  en  las  provincias  bascas 
provienen  de  nombres  toponímicos,  que  se  pusieron,  naturalmente,  cuan- 
do se  adquirieron  u  ocuparon  los  terrenos.  Difícilmente  cambian  los 
nombres  toponímicos,  como  usted  sabe  bien  y  lo  hemos  visto  por  los 
nombres  geográficos  ibéricos,  que  aún  se  conservan  más  o  menos 
modificados.  Esto  me  induce  a  creer  que  esos  apellidos  son  antiquí- 
simos, como  ya  le  he  dicho;  tal  vez  datan  muchos  de  ellos,  como  los 
g'eográficos,  de  la  primera  población  y  entrada  de  los  iberos  o  bas- 
congados en  la  península.  Hoy  mismo  hay  multitud  de  nombres  de 
pueblos  y  de  términos  bascpngados  en  todas  las  regiones  de  España, 
aunque  más  o  menos  alterados.  Sería  un  estudio  útil  el  que  se  po- 
dría hacer  recogiéndolos,  verificáíidolos  y  explicándolos  por  el  bas- 
cuence. La  mayor  parte  de  los  pueblos  citados  en  el  Apéndice  VI 
del  libro  del  señor  Alcántara,  como  propios  al  mismo  tiempo^  de  ape- 
llidos,  son   también  bascongados. 

Y  note  usted,  don  Antonio,  como  ya  le  advertí  otro  día,  que  el 
nombre  Siliz,  impuesto  aí  hijo  de  Silo,  que  a  su  vez  es  bascongado, 
indica  que  en  tiempo  de  aquel  rey  se  tenía  conciencia  del  valor  del 
sufijo  bascongado  z. 

Antonio. — El  Diccionario  dice  que  silo  viene  del  latín  sirus  y 
del  griego  oipó-. 

Aurelio. — ¿Y  usted  lo  cree...,  así...,   con   sinceridad? 

Antonio. — ^No  me  satisface  del  todo,  si  he  de  decir  lo  que  sien- 
to; pero... 

Aurelio. — Silo  o  stdo  vale  otro  tanto  en  bascuence  y  además  un 
ahujero  cualquiera,  no  solo  para  trigo,  sino  para  cualquier  cosa  y 
aun  para  nada :  el  sentido  de  granero  es  una  concreción  del  voca- 
blo, por  guardarse  el  trigo  en  hoyos  bajo  tierra,  por  lo  menos  an- 
tiguamente entre  españoles,  aun  arates  de  venir  los  romanos. 

Antonio. — Entonces   tiene   más   derechos   el   bascuence   que   no   el 


254  DIÁLOGOS  FAMILIARES 

latín  ipara  reclamarlo  por  suyo:  asi  como  los  tiene  el  latín  más  que 
el  castellano  respecto  del  vocablo  volumen,  por  ejemplo,  puesto  que 
en  castellano  está  concretado  a  un  tomo  o  libro  y  en  latín  vale  arro- 
llado, sea  ello  lo  que  fuere,  de  volvere  =  arrollar,  en  castellana 
volver. 

Aurelio.— ^Hasta  en  los  comienzos  del  reino  de  Navarra  tenia 
sentido  de  hijo  la  -a  patronímica,  "Est  reí  García  Ennequez  priso  mu- 
Ikr  la  reina  dona  Urracha,  e  oueron  un  filio,  que  ouo  nomne  San- 
cho Garceg."  Al  hijo  de  García  le  llamaron  Garc-ez.  Así  se  lee  en 
el  Líber  Rcgum,  el  primer  libro  escrito  en  castellano. 

En  el  siglo  x  los  burgaleses  empleaban  no  menos  el  patronímico 
añadido  al  nombre  del  padre  para  designar  al  hijo.  Crón.  gral.,  1906, 
pág.  387:  ''Et  este  Fernant  Layn  ouo  un  fijo  que  dixieron  Layn 
Fernandas.  Et  este  Nunno  Layn...  ouo  en  ella  un  fijo  a  que  dixie- 
ron Lajm  Nutinec...  Este  Diago  Layn...  ouo  en  ella  a  Roy  Díaz... 
Vcrmudo  Layn  fue  padre  de  Roy  Uermud.ez...  Et  este  Fernand  Ro- 
dríguez fue  padre  de  Pedro  Fernandez...  Nunno  Rasuera  ouo  un 
fijo  a  que  dixieron  Gongalo  Nunnez...  Goncalo  Nunnez...  ouo  en  ella 
un  fijo  a  que  llamaron  Fernand  Goncalez." 

En  cuanto  a  que  no  se  formen  hoy  ?4pellidos  en  bascuence,  tiene 
usted  mucha  razón  añadiendo  que  tampoco  en  castellano;  hoy  sólo 
se  derivan  por  nacimiento  y  herencia,  y  es  una  insensatez  oponer 
semejante  dificultad. 

Antonio.— 'Y  a  prcupósito;  sí  esos  apellidos  son  bascongados  y  de 
tan  vieja  cepa,  como  ha  probado  usted,  ¿no  le  parece,  don  Aurelio, 
que  el  no  tener  en  cuenta  al  bascuence,  tratándose  de  un  Ensayo  de 
apellidos  castellanos,  merece  criticarse? 

Aurelio. — No  es,  por  Jo  menos,  muy  digno  de  loa,  pueso  que, 
según  acabamos  de  ver,  esos  apellidos  bascongados  deben  ser  anti- 
quísimos, y... 

Antonio. — ^A  la  verdad  que  no  entiendo  cómo  el  señor  Godoy  y 
Alcántara  estampase  esta  advertencia  en  su  libro:  "Los  apellidos 
vascuences  se  hallan  fuera  de  los  límites  asignados  por  el  tema  aca- 
démico. Sería  de  desear  que  persona  competente  en  tan  peregrino 
idioma  hiciera  ese  estudio  objeto  de  trabajo  especial,  dado  que  no 
puede  tomarse  en  serio  el  publicado  por  Hervás  en  su  Catálogo  de 
las  lenguas.^' 

Aurelio. — Ya  ve  usted  que  el  mismo  autor  da  a  entender  que  no 
sabe  bascuence.  ¿Qué  le  va  usted,  pues,  a  exigir? 

Antonio. — Que  ¿qué  le  voy  a  exigir?  Pues  que  no  escriba  de  lo 
que  no  entiende.  Sí  se  ponía  a  explicar  los  patronímicos  en  -z,  y  cier- 
to es  punto  que  está  dentro  de  los  límites  del  tema  académico,  de- 
bía saber  discutir  la  opinión  de  los  que  han  dicho  que  eran  bascon- 
gados, y  para  ello  debía  conocer  el  bascuence  y  valerse  de  él,  lo  mis- 
mo que  se  vale  del  latín,  pues  hay  más  apellidos  castellanos  deri- 
vados de   aquella  lengua  que  no  de  esta   última.  Además,   para  sen- 


ACERCA  DEL   ÉUSQUERA  Y  DEL  CASTELLANO  235 

tenciar   acerca   de   lo   que   Hervás  dijo   de   los   apellidos   bascongados 
es  menester  conocer  el  bascuence. 

Aurelio. — Ya  le  tengo  dicho  repetidas  veces  que  para  muchos 
eruditos  el  bascuence  es  como  si  no  fuera  en  el  mundo:  y  para  el 
que  no  entiende  esta  lengua  son  inútiles  cuantas  etimologías  se  trai- 
gan, ya  explicando  la  geografía  ibérica,  ya  los  apellidos  castellanos, 
ya  los  muchos  vocablos  'bascongados  de  nuestra  lengua.  Así  no  es 
de  admirar  que  prefieran  ir  a  buscar  etimologías  a  miles  de  leguas, 
teniéndolas  en  casa. 

Antonio. — Tiene  usted  muchísima  razón.  ¿Quién  se  persuadirá  de 
que  Osoriz,  Odari",  Muñiz,  Muñoz,  Belaz,  Méndez,  Arias,  Ibáñes, 
Gustios  y  otros  muchos,  que  el  autor  aduce  de  antiguos  documentos, 
traen  esta  forma  -z  del  supuesto  -zí  latino,  cuando  los  tenemos  como  ■ 
de  casa  en  el  país  bascongado  y  se  oyen  en  cada  valle  y  en  cada  ca- 
serío ? 

Aurelio. — Y  son,  añada  usted,  tan  euskéricos  como  Jos  siguientes, 
que  trae  el  mismo  erudito  autor,  sin  que,  por  desgracia,  le  ocurra  acu- 
dir al  eúskera  para  preguntarle  si  los  explica  algo  mejor  que  el  latín : 
Barta,  Labarta,  Gucreña,  Guereñu,  Urueña  o  Ureña^  Ubeda,  Gánda- 
ra, Bastí,  Bastan  y  Bazán,  Abasca  y  Abascal,  Alaiza,  Ariza,  Arbizu, 
Asso  o  Azo,  Escayola,  Eguilaz,  Oria,  Berceo,  Goma  o  Giima  y  Gó- 
mez y  Go^nara,  Goya,  Laín  y  Laínez,  Ordiiño,  Orobio,  Silo  y  Siles, 
Tello  y  Téllez,  Belarde  o  Velarde,  Ibenegas,  de  donde  Venegas,  Fa- 
negas, Zurbano,  Arriaza,  Belasco  o  Blanco,  Ozórez,  Ansures,  Gustios, 
Alba;  Bela,  con  sus  infinitos  derivados ;  García,  con  otros  tantos,  Mii- 
nio,  con  no  menos,  y...  etc.,  etc. 

Antonio. — ¿  Qué  hace  el  señor  Arana  Sabin  que  no  continúa  su 
obra  de  a^pellidos  bascongados? 

Aurelio. — iGrandioso    es    el   plan,    y    Dios    quiera   que    lo   lleve    a 
cabo  (i)  ;  entre  tanto,  nos  contentaremos  con  la  Colección  alfabética  de  ■ 
apellidos  bascongad,os  de  J.  F,  Irigoyen.  Pero  dejémoinos  ya  de  ape- 
llidos. 

Antonio. — ¿Es  cierto  lo  que  leo  aquí,  en  el  librito  de  Alcántara,. 
que  *'los  bascos  tienen  para  expresar  la  filiación  la  terminación  -ana, 
y  más  comúnmente  -cna,  como  Lorcnzana  o  Laurencena,  Pedrorena, 
Juanena,  Michclena,  Cristobalena,  Carlosenat''  Parece  que  con  esto 
da  a  entender  que  el  patronímico  -z  no  es  bascongado,  pues  al  tratar 
de  él  ni  mienta  siquiera  al  bascuence,  sacándolo  sin  más  del  genitivo 
latino. 

Aurelio. —  -ena  indica  hijo  d.e,  y  es  la  -n  posesiva;  -z  vale  des- 
cendiente :  ambos  son  bascongados,  y  no  aplaudo  al  autor  por  haber 
pasado  en  silencio  la  opinión  de  los  bascófilos  acerca  del  origen  bas- 
congado de  los  patronímicos  castellanos  en  -z:  creo  que,  por  ío  menos, 
esos  bascófilos  merecían  el  honor  de  una  refutación,  que  se  echa  aquí 
menos. 


(i)     Esto  se  escribió  ha  bastante  tiempo. 


256  DIÁLOGOS  FAMIUARES 

Antonio. — Otra  observación,  don  Aurelio:  el  señor  Alcántara  dice: 
""Hízose  de  Ferrandus  Ferrandizi...  Alguna  vez  la  -í  final  se  con- 
vierte en  -e,  o  en  -a,  o  en  -o,  y  hace  Gomace,  Garcesa,  Bclaza,  Gomi- 
zo,  Fcrrazo.  Formas  indecisas,  en  que  fluctuó  el  patronímico  hasta 
muy  adelantada  la  Edad  Media,  si  bien  pronto  se  despojó  de  la  vocal 
final  en  los  que  afectan  regirse  por  la  segunda  declinación,  quedando 
de  ellos  muy  contados  ejemplares,  tales  como  Señante,  Sesnande,  Magi- 
de,  Erice,  Aparici,  Asscnsi.  Notarios  y  cancilleres  pertinaces  conserva- 
ban todavía  esta  desinencia  cuando  hacía  largo  tiempo  que  la  había 
abolido  el  uso  y  reemplazado  por  la  consonante  que  precedía  a  la  vocal 
suprimida.  Entre  estas  consonantes  la  z  acabó  ipor  anular  y  absorber 
a  sus  dos  menos  suaves  rivales  s  y  ^"  ;  No  le  p:irece  a  usted  que 
quiere  decir  que  la  forma  -z  es  posterior  en  los  documentos  a  la  -si, 
-ci,  -ce,  -za,  -zo,  y  que  sólo  se  halla  muy  tarde? 

AuuELJO. — Así  parece,  y  con  tal  argumento  tendría.,  es  cierto,  pro- 
bada su  tesis;  pero  ya  le  he  dicho  que  en  los  primeros  monumentos 
no  sólo  no  sucede  lo  que  parece  dar  a  entender  este  autor,  sino  que, 
al  revés,  no  se  encuentra  ni  -zi,  ni  -ci,  ni  -za,  ni  -zo,  y  sí  solamente 
-z,  como  hemos  vasto  en  los  documentos  revisados,  de  los  que  he  ci- 
tado todos  los  patronímicos. 

Antonio. — ¿Pero,  desipués,  al  menos,  hay  -ci,  -zi,  etc.? 

Aurelio. — ^Cuando  así  lo  asegura  e'l  autor  dicho,  verdad  será,  y 
ya  le  he  advertido  que  nada  tendría  de  extraño  hubiesen  latinizado 
los  apellidos  en  -z,  de  modo  que  de  Fernández  hubieran  hecho  Fer- 
nand£ci  por  Fernandecii:  así,  aunque  hasta  el  año  898  no  los  he  vis- 
to, en  este  año  tenemos  en  la  donación  de  Ordoño  al  monasterio  de 
San  Pedro  de  Montes,  Lnpici,  Fornenici,  al  lado  de  13  apellidos  en 
-z,  y  al  lado  de  Lupi. 

Antonio, — Pues  eso  da  a  entender  que  -z  era  la  forma  ordina- 
ria y  vulgar,  y  que  esos  dos  nombres  vienen  de  Lupicns  y  Forneni- 
cus,  como  Didaci  viene  de  Didacus;  de  manera  que  este  -ci  nada  tie- 
ne que  ver  con  la  -z  patronímica. 

Aurelio. — Quizás  sea  así;  pero  lo  cierto  es  que  sólo  -z  apa- 
rece en  los  documentos  más  antiguos  y  que  en  los  siglos  ix  y  x  son 
numerosísimos,  mientras  que  los  -ci,  o  son  de  los  que  se  explican 
como  dice  usted,  o  son  latinizaciones  de  los  en  -z,  si  es  que  los  hay, 
que  no  serán  muchos. 

Antonio. — Pues  el  autor  no  trae  otros  ejemplos  para  el  reino  de 
Asturias  y  León,  fuera  del  antes  visto,  redactado  por  aquel  "'nota- 
rio bastante  conservador  de  la  tradición  latina",  y  entre  los  deriva- 
dos de  Pelayo,  que  son  23,  según  el  mismo  Alcántara,  no  se  halla 
PeUiezi  o  Pelaeci. 

Aurelio. — En  materia  de  antiguallas  repito  que  me  atengo  al 
gran  impugnador  de  los  falsos  cronicones;  a  mí  básteme  haber  pro- 
bado que  el  patronímico  castellano  -z  proviene  del  bascuence.  En 
pleno  siglo  XII  el  faimoso  arzobispo  de  Santiago  don  Diego  Gclmí- 
itz  dio  en  la  pedantería  de  helenizar  los  patronímicos,  haciendo  Pe- 


ACERCA  DEL   ÉUSQUERA  Y  DEL  CASTELLANO  2^y 

lagidcs^  Adcfonsiad.es,  Suarides,  Numides,  etc.,   en  io  cual  le   s-guie-- 
ron   sabré  todo   los  tabeliones  gallegos,  que   se  las  querían   echar  de 
cultos:  ¡qué  exitraño  es  dieran  otros  en  latinizarlos,  dándoles  la  ter- 
minación latino-^hárhara  -ci,  -si! 

Para  terminar,  pues,  esta  cuestión,  lea  usted  este  párrafo  de  la 
Gramática  de  la  Academia,  pág.  31,  por  donde  verá  que  me  he  que- 
dado corto  en  mis  aserciones,  pues,  según  aquella  respetable  (o  que 
debiera  serlo)  y  poco  respetada  Corporación,  el  apellido  bascongado 
se  ihalla  ya  en  el  siglo  i  o  a  lo  más  en  el  11 : 

"La  lápida  de  un  monumento  sepulcral  celto-hispano,  escrita  en 
caracteres  e  idioma  latinos,  hacia  el  siglo  ion  tal  vez,  y  hallada 
cerca  del  río  Coa,  en  Valdelobo,  provincia  de  Beira,  en  Portugal, 
ofrece  ya  íntegra  una  de  las  formas  de  nuestro  apellido  castellano.. 
Dice  así:  ^'Quintas  Modestis,  a{nnorum)  xxv,  Placidia  Modestis,  a(n- 
norum)  xiii;  Boudica  Slaccis  (hic  sití  sunt).  Modestiis  Cirtiatiss 
liheris,  uxori,  sihiese  (fociendum  curavit)."  "Quinto  Modestis  (el  de 
Modesto),  en  edad  de  25  años;  Placidia  Modestis  (la  de  Modesto), 
muerta  a  los  13;  Boúdica  EsJacis  (la  de  Eslaco),  yacen  aqui.  Mo- 
desto Cirtiatiz  (hijo  o  descendiente  de  Cirtiato)  erigió  este  monu- 
mento pra  sus  hijos,  para  su  mujer  y  también  para   sí." 

"Qaro  y  evidente  resulta  aquí  el  sistema  de  tomar  apellido  los 
hijos,  derivándole  del  nombre  ¡paterno,  en  la  forma  gramatical  anti- 
quísima celto-hispana." 

Dijera  ibero-hispana,  y  hubiera  acertado. 

Pero  pasemos  adelante.  El  sufijo  -cJio,  tan  vulgar  como  expre- 
sivo, en  dídsa-cho,  agiiadu-cho,  bi-cho,  mucha-cho  o  mocha-cha,  de 
mocho;  delgadu-cho,  salchu-cho  o  revoltijo  en  Aragón,  de  salsa;  ten- 
du-cho,  papelu-cho,  etc.,  es  basco^ngado  y,  cono  en  eúskera,  tiene  en 
castellano  el  doble  valor  de  diminutivo  y  de  aumentativo. 

En  eúskera  -cha,  -chu,  lo  mismo  que  -cha,  -che,  indica  multitud 
propiamente,  y  de  aquí  el  valor  peyorativo  en  castellano,  más  bien, 
que  el  aumentativo,  por  significarse  algo  de  muy  común  y  vulgar:.. 
odol-chu  =  sangriento,  ule-chu  =  velloso,  indar-chu  =  forzudo. 
También  indican  disminución  todos  los  sufijos  en  -cho,  -chu,  -cha,, 
-che,  -chi:  ar-chu  =  cordero,  o  sea  carnerito;  era-cho  =  módido, 
zábal-chu  ==  anchito,  mutil-cho  =  mocito,  etc. 

Antonio. — ^¿Y    cómo   se   compagina  esa   antinomia    de    expresarse- 
por   un   mismo   sufijo  Jo   grande   y   lo  pequeño,   lo  aumentado   y   lo 
disminuido? 

Aurelio. — Del  genio  del  eúskera  tomó  el  castellano  esa  al  pare- 
cer antinomia,  y  el  eúskera  se  la  explicará  a  usted  perfectamente. 
Para  los  españoles,  como  para  los  euscaldunas,  Jos  diminutivos  son 
intensivos:  decimos  quedito  y  quietecito,  chupadito,  corriendico,  bo- 
nitamente, ¡qué  mocito!,  por  muy  quedo,  etc.  Nada  de  esto  hay  en 
latín. 

Tal  paradoja  se  explica  advirtiendo  que  la  disminución  de  lo  que 
se  parte  da  por  otro  lado  multitud  de  partes  divididas:   corriendito,. 


258  DIÁLOGOS  FAMILIARES 

parece  ser  un  correr  a  pequeños  pasitos;  pero  por  lo  mismo  más  me- 
nudeados y  frecuentes,  más  viemidos,  término  que  lo  explica  todo, 
pues  significaaido  etimológicamente  pequeños,  lo  empleamios  también 
por  frecuentes  y  muchos  en  número,  lo  mismo  que  a  menudo,  me- 
nudear. Igualmente  parlanchín,  a  pesar  y  aun  por  lo  mismo  que  es 
diminutivo,  indica  el  que  habla  más  y  más  de  prisa  que  el  simple 
hablador;  aquí  mismito  determina  más  el  lugar  que  aquí  mismo. 

También  viene  del  genio  bascongado  el  emplearse  la  forma  di- 
minutiva con  los  demostrativos,  adverbios,  participios,  gerundios,  nom- 
bres, etc.,  lo  cual  es  propio  y  casi  exclusivo  del  castellano  y  del 
bascuence. 

Por  más  que  se  empleen  palabras  latinas,  el  genio  y  el  alma  del 
castellano  es  el  del  habla  indígena  de  los  españoles. 

Antonio. — Ese  modo  de  ver  es  muy  sutil  y  profundo,  don  Au- 
relio. 

Aurelio. — Pero  no  es,  con  todo  eso,  menos  cierto,  y  se  lo  haré 
ver  en  otro  ejemplo,  de  los  muchos  que  prueban  que  el  castellano 
está  vaciado  en  la  turquesa  fnental  del  bascuence,  quiero  decir,  que 
al  formar  el  romance  los  antiguos  bascongados  no  podían  menos  de 
seguir  pensando  medio  en  bascuence. 

En  esta  lengua  hay  dos  sufijos  que  expresan  la  naturaleza  de 
los  seres:  el  uno,  -tasun,  expresivo  de  la  naturaleza  propia;  el  otro, 
-keri,  expresivo  de  la  atribución  que  se  hace  de  la  naturaleza  pro- 
pia de  un  ser  a  otro,  que  tío  le  es  naturaJ,  sino  que  metafóricamente 
se  le  atribuye  ila  calidad  viciosa  parecida  a  esa  naturídeza. 

Por  ejemplo,  oilo-tasun  es  la  naturaleza  propia  de  la  gallina,  la 
gallincidad,  si  usted  me  lo  permite;  pero  cuando  un  hombre  es  co- 
barde como  una  gallina,  se  le  atribuye  el  oilo-keria,  y  en  castellano 
¡e  llamamos  un  gallina;  oilar-keri  es  el  orgullo,  propio  del  gallo,  atri- 
buido a  otro,  que  no  es  gallo  por  naturaleza,  pero  que  es  orgulloso 
como  éfl,  y  nosotros  decimos  que  gallea.  Azeri-keri  es  el  dolo  propio 
del  azeri  =  zorro,  y  así  decimos  de  uno  que  es  un  zorro,  un  rapo- 
so, zorruno,  que  hace  zorrerías.  Asta-keri  =  estupidez,  propia  del 
asno  o  asto,  loi-keri  =  lujuria,,  vicio  lodoso  (loi)  y  pegajoso,  laban- 
keri  =  ligereza  de  carácter  (resbaladizo),  andi-tasun  =  grandeza 
natural  y  propia,  andi-keri  ==  altanería,  grandeza  postiza  y  no  na- 
tural, zapo-keri  =  vileza,  propia  del  sapo,  etc. 

En  castellano  tenemos  todas  estas  pintorescas  metáforas  tomadas 
del  natural,  de  Jos  animales,  sobre  todo,  para  expresar  y  pintar  los 
vicios:  decimos  a  uno  que  es  un  bruto;  la  brutalidad  ==  abere-keri, 
no  le  conviene  naturalmente,  pero  sí  por  sus  cualidades,  parecidas 
a  las  de  los  brutos.  De  aquí  el  entigrecerse  y  enserpentarse  de  Que- 
vedo,  por  airarse  y  enfurecerse  uno  como  un  tigre  y  una  .serpiente ; 
el  atorarse,  como  toro ;  el  amoscarse  y  ser  mosqueado,  como  mosca ; 
el  endragonarse  y  enviperarse  de  furor  y  saña;  el  encapricharse  y 
tener  caprichos,  siendo  como  cabra  en  el  prurito  de  la  novedad,  sal- 
tando de   acá  para   allá;    el    atortolarsc   como    una   tórtola;    el    achi- 


ACERCA  DEL   ÉUSQUERA  Y  DEL  CASTELLANO  25O 

■charrarse  como  las  chicharras  o  cigarras;  el  aburrirse  como  un  bu- 
rro, el  aturdirse  como  el  tordo  (antiguamente  atordirse),  el  azogar- 
se como  el  azogue,  el  agazaparse  como  un  gazapo,  el  serpentear  y 
serpear;  el  emporcar,  como  hacen  los  que  usted  sabe;  el  grillárse- 
las,  como  Jos  anímale  jos  que  se  esconden  en  su  grillera,  y  el  íer 
fai  reunión  una  grillera;  el  pavonearse ;  el  desasnarse,  y  el  íirr  ?<w  oj- 
«0;  el  alebronarse  y  alebretarse,  temiendo  como  una  iliebre;  el  em^ 
perrarse  como  el  perro,  o  llevar  una  vida  aperreada  como  la  suya; 
el  cotorrear  como  cotorra;  el  avisparse  como  la  avispa;  el  encabri- 
tarse, el  mariposear,  el  amilanarse,  el  acurrucarse  como  curruca,  el 
azorarse  como  el  a^or,  el  caracolear;  el  engatusar  a  otro,  como  lo 
saben  hacer  los  gatos;  el  gatear,  andando  como  ellos;  el  ser  un  asno, 
un  gallina^  una  libre,  un  zorro,  un  puerco,  un  cerdo,  un  chinche;  el 
llevar  una  vida  de  perros,  etc.,  etc. 

¿Le  parecen  a  usted  poco  gráficas  estas  expresiones? 
Antonio. — Ninguna  lengua  las  tiene  parecidas. 
Aurelio. — Esas  expresiones  son  fotografías  del  {pensaaniento,  y 
sólo  los  españoles  han  pensado  así ;  por  lo  menos  ningún  pueblo  ha 
llevado  tan  adelante  tales  metáforas;  porque  los  (españoles  son  bas- 
congados.  Los  bascongados,  por  quedarse  uno  estupefacto  y  admi- 
rarse, dicen  arri-tu  =  quedarse  hecho  una  piedra  (=  arri),  y  nos- 
otros decimos  que  un  pecador  es  empedernido,  duro  como  el  peder- 
nal, y  que  fulano,  al  oír  tal  noticia,  se  quedó  petrificado,  etc.,  etc. 

Antonio. — Sí...,  etc.,  etc.,  porque  en  emprendiéndoila  usted  con 
su  ibascuence,  que  le  echen  un  galgo;  bien  que  la  materia  es  intere- 
sante para  mí,  como  gramático. 

Aurelio. — Y  como  diterato.  ¡Qué  endiablado  de  muchacho!,  tiene 
la  piel  de  Barrabás,  anda  hecho  un  Adán,  le  anda  toreando  a  una,  es 
tin  moscón  y  al  parecer  una  malva,  pero  no  hay  ardilla  como  él;  habla 
más  que  un  chorlito,  me  trae  mareada,  es  un  mareo,  me  achicharra  la 
sangre,  etc.,  etc.  ¡  Cuántas  veces  no  ha  oído  usted  hablar  así  a  las  mu- 
jeres, y  aun  añgo  más  pintorescamente !  Pues  ¡  cuando  se  ponen  a  ala- 
bar a  uno  y  a  llamarle  de  pichón!  ¡Y  cuando,  sueltas  sus  lenguas  vi- 
perinas, muerden  y  punzan...!,  entonces  sí  que  son  elocuentes! 

Antonio. — No  conozco  lengua  que  tenga  tanta  riqueza  de  metáfo- 
ras, ni  tan  pintorescas,  como  ei  castellano.  ¡  Cuidado  que  decir  de  uno  que 
llora  a  mares,  que  está  hecho  un  mar  de  lágrimas,  o  que  se  sube  a  la 
parra,  o  que  es  un  melón  o  una  calabaza,  o  que  tiene  sangre  de  chufas 
y  que  se  vaya  a  'los  quintos  infiernos,  y  cuando  ponemos  a  uro,  por  el 
contrario,  sobre  los  cuernos  de  la  luna  o  sobre  la  luna,  o  cuando  deci- 
mos que  nos  ha  hecho  ver  las  estrellas,  o  que  nos  ha  dejado  con  un 
palmo  de  narices,  o  que  hemos  abierto  la  boca  un  palmo,  o  que  se  va 
echando  chispas,  o  que  se  larguen  con  cien  mil  de  a  caballo,  o  que... 

Aurelio. — ¿Y  adonde  va  usted  a  parar?  Eso  sí  que  es  dispararse  y 
correr  como  un  gamo  e  irse  por  los  cerros  de  Ubeda  echando  chirivitas, 
y  salirse  fuera  de  sí  o  ensimismarse ,  que  todo  es  uno  para  el  caso,  y 
son  frases,  por  cierto,  que  no  daría  yo  por  muchas  de  cualquier  lengua, 


26o  DIÁLOGOS  FAMILIARES 

aun  la  más  culta.  Pero  dejémonos  de  expresiones  populares  castellanas 
y  volvamos  a  nuestro  bascuence,  que  a  sus  pechos  se  crió  nuestra  her- 
mosa lengua,  aunque  naciera  de  la  latina,  y  que,  según  el  refrán,  no 
donde  ti-aces,  sino  con  quien  paces:  y  nada  tiene  de  extraordinario  el 
que  mamara  de  él  ese  carácter  y  genio,  esa  viveza  de  colorido  e  inex- 
hausta riqueza  de  expresiones,  que  no  alcanzó  el  latín  ni  aun  el  griego. 

Antonio. — iPero  ¿tiene  el  bascuence  semejantes  modos  de  decir? 

Aurelio. — Por  supuesto;  pero  seria  enzarzarnos  de  nuevo  y  meter- 
nos en  un  berengenal,  del  cual  no  podríamos  salir  in  sácenla  saeculo- 
rum.  El  que  no  admite  semejantes  modos  de  decir  ni  tan  atrevidas  me- 
táforas es  el  latín,  sobre  todo  el  latín  papular,  del  cual  se  empeñan  al- 
gunos en  que  tomó  todo  ed  castellano,  siendo  así  que  sólo  tomó  la  cor- 
teza o  palabras,  guardando  el  espíritu  y  el  pensamiento  ibéricos.  Pero^ 
sobre  todo,  esas  metáforas  traídas  de  los  tres  reinos  de  la  naturaleza, 
para  pintar  las  cualidades  personales  son  muy  del  genio  del  castellano ; 
en  vano  se  buscarán  en  francés,  ni  en  las  demás  lenguas,  si  no  es  al- 
guna que  otra  aislada.  Para  convencerse  de  ello  no  tiene  más  que  ho- 
jear la  Fraseología  o  Estilística  castellana,  de  Cejador;  se  la  reco- 
miendo: apenas  hallará  un  objeto  de  la  naturaleza  que  no  lo  haya: 
aprovechado  nuestra  lengua  para  sacar  de  él  una  o  más  metáforas: 
nuestra  lengua  es  un  museo  de  historia  natural. 

Y  acabemos  ya  con  los  sufijos:  -arr,  -orr,  -urr  supongo  me  conce- 
derá usted  que  son  bascongados,  puesto  que  sólo  se  encuentran  en 
eúskera,  en  castellano  y  en  portugués:  bizarro,  guijarro,  cigarro,  ta- 
barra, cachorro,   camorra,  cazurro,  etc. 

Antonio. — Xo  tengo  dificultad;  el  mismo  Diez  Jo  concede,  afíadien- 
do  que  no  tiene  equivalente  en  latín  y  sí  sólo  en  bascuence.  Y  lo  mis- 
mo digo,  con  el  mismo  autor,  de  -att,  -ett,  -itt,  -ott,  como  cabrito,  pe- 
lota, majoratas  y  minoretas,  del  sig'lo  xi  {Esp.  Sagr.,  VII,  305),  Moro- 
zeta,  del  sigilo  x;  Tudeía,  del  siglo  ix ;  lebrato,  lobato,  cervato,  y  otros 
diminutivos,  lobito,  perrito,  mujercita,  bonito,  cieguecito;  caballcrotc,  ca- 
fóte, camarote,  viejote,  grandote,  etc. 

Aurelio. — Y  -da,  -tada  de  colectividad,  golpe,  capacidad,  etc.,  tan. 
frecuentes  en  nuestra  lengua  como  en  la  bascongada:  labakada  =  hor- 
nada, eskukada  =  manada,  palmada,  palada,  pedrada,  cabezada,  piso- 
toda,  aguada,  vegada,  aldabada,  risotada,  palmoteada,  zancada,  trasta- 
da, tirada,  navajada,  torada,  temporada,  jornada,  vacada. 

Antonio. — Yo  no  sé  qué  tiene  este  sufijo  que  me  parece  muy  cas- 
tizo y  grandemente  exipresivo. 

Aurelio. — Tan  castizo,  que  los  habrá  muy  pocos  como  éJ,  y  tan  ex- 
presivo, que  en  todas  las  lenguas  hay  que  traducirlo  por  un  pesado  y 
largo  giro;  en  francés,  por  un  coup  de,  une  quantitc  de,  maintcs,  bcau- 
coup  de,  y  a  veces  no  hay  modo  de  salir  del  paso.  ¡  Vaya  usted  a  decir 
en  francés  o  en  latín  marejada,  risotada,  trastada,  bufonada,  pisada,  a 
calderadas,  a  patadas  o  a  puntillazos,  etc. 

El  sufijo  tan  bascongado  como  castellano  en  -seo,  bien  se  ve  que 
consta  del  -s  y  -co:  sillar-ez  =  de  piala,  sillar-ez-ko  =  cosa  de  plata. 


ACERCA  DEL   ÉUSQUERA  Y  DEL  CASTELLANO  26 1 

arri-s  =  de  piedra,  arri-s-ko  =  cosa  de  piedra  y  de  aquí  risco  y  ries- 
go y  arriscarse  o  arriesgarse. 

Antonio. — También  es  incoativo  en  latín  y  en  griego. 

Aurelio. — Pero  no  tiene  el  uso  ni  el  valor  que  en  bascuence  y  en 
casitellano,  donde  no  es  incoativo,  sino  simple  adjetivo:  truhanesco,  ca- 
balleresco, arabesco,  grotesco,  fresco,  etc.:  su  misma  villanía  y  bajeza 
están  diciendo  que  procede  de  las  capas  más  hondas  de  nuestro  bas- 
cuence. Hay  otros  muchos  sufijos  castellanos,  comunes  al  latín  y  al 
bascuence,  los  cualles  naturalmente  derivan  de  la  primera  de  estas  len- 
guas los  eruditos. 

Antonio. — Y  que  no  menos  naturalmente  usted  derivará  de  la  se- 
gunda. 

Aurelio. — No,  por  cierto ;  no  me  gusta  dar  por  asegurado  lo  que 
no  lo  es.  Sólo  sí  digo  que  hallándose  qsos  sufijos  en  eil  bascuence,  los 
iberos,  al  tomarlos  del  íatín,  no  hallarían  gran  dificultad,  y  aunque  'los 
hallaron  en  esta  lengua  extranjera  con  uso  muy  limitado,  teniéndolos 
en  bascuence  con  uso  más  general  y  libre,  los  emplearon  más  general 
y  libremente  en  el  romance,  que  no  los  romanos  en  el  latín, 

Antonio. — 'Le  confieso  que  ahora  veo  el  porqué  de  un  fenómeno  que 
yo  no  me  había  podido  explicar,  y  es  que  la  mayor  parte  de  los  sufijos 
menos  usados  en  latín  son  precisamente  los  más  usados  en  los  romances. 

Esto  lo  atribuía  yo  a  la  transformación  del  latín,  según  aquello  del 
iam  ce  eider  e,  cadentque... 

Aurelio. — Por  lo  menos,  don  Antonio,  en  bascuence  tienen  uso  or- 
dinario esos  sufijos  poco  empleados  en  latín  clásico  y  muy  comunes  en 
castellano.  De  lo  que  deduzco  que,  si  usíed  no  admite  loS  tomara  nues- 
tro romance  del  bascuence  y  sí  sóJo  del  latín,  por  lo  menos  influiría  el 
bascuence  para  ponerlos  de  moda. 

Antonio. — .Pero  todos  esos  sufijos,  comunes  al  latín  y  al  bascuence, 
pudiera  haberlos  tomado  el  bascuence  del  latín. 

Aurelio. — Y  a  su  vez  'pudiera  haberlos  tomado  el  latín  del  bascuen- 
ce. ¿  Quién  de  estas  dos  lenguas  tiene  más  derechos  a  la  primogenitura : 
el  latín  por  haber  sido  la  lengua  de  los  poderosos  romanos,  o  el  bas- 
cuence por  haber  sido  la  lengua  más  antigua  de  Europa? 

Antonio. — Lo  cierto  es  que  esos  sufijos  son  latinos,  pues  viven  en 
latín. 

Aurelio. — Viven  en  bascuence  y  con  uso  muchísimo  más  universal 
que  en  latín :  luego  son  bascongados. 

Antonio. — Los  romanos  nos  inupusieron  su  lengua:  quieras  que  no 
quieras,  con  ella  vinieron,  pues,  los  tales  sufijos. 

Aurelio. — ^Los  iberos  tenían  la  suya  y  contribuyeron  con  ella  a  Ja 
formación  del  romance.  No  quieras  que  no  quieras,  sino  muy  de  grado 
y  naturalmente,  con  ella  estaban  esos  sufijos:  así  es  que  no  necesitaban 
retorcerse  las  mientes  para  admitir  los  latinos,  sino  que,  habiéndolos 
empleado  en  bascuence,  los  empleaban  en  el  nuevo  romance. 

Antonio. — El  influjo  latino  fué  mayor  en  el  castellano  que  no... 

Aurelio. — El  bascuence  fué  madre,  si  no  padre,  del  castellano :  si  eí 

17 


202  DIÁLOGOS  FAMILIARES 

latín  le  dio  muchos  vocablos,  el  cuerpo,  como  quien  dice,  el  bascongado 
Je  dio  el  alma  y  ed  espíritu,  como  creo  habérselo  dado  ya  a  entender, 
y  no  menoi  vocablos  que  el  latín,  como  se  lo  probaré. 

Antonio. — I>a  cultura  romana  era  más  pujante  e  iba  acompañada  de 
la  presión  militar  y  política  que  forzaba  a  ilos  españoles  a  adoptar  su 
(lengua. 

Aurelio. — -La  cuJtura  ibérica,  de  menor  esplendor,  era  más  de  casa, 
estaba  más  arraigada,  tenía  sus  tradiciones  y,  si  no  iba  armada  del  cinto 
militar  romano  ni  rodeada  de  legiones,  respiraba  el  amor  a  la  indepen- 
dencia patria,  que  quebró  Jos  aceros  enemigos  y  desbarató  sus  legion^es 
durante  dos  siglos,  e  iba  animada  de  un  esipíritu  tan  filosófico,  que,  se 
lo  diré  de  una  vez,  el  latín  es  una  lengua  pobre,  falta  de  lógica,  llena 
de  irregularidades,  mientras  que  el  bascuence,  el  habla  de  aquellos  bár- 
baros de  Numancia  y  Sagunto,  Cantabria  y  Celtiberia,  es  riquísima, 
filosófica,  regularísima  y  sin  excepción  en  la  universalidad  de  sus  prin- 
cipios y  leyes. 

Pero  todo  eso  es  andar  jugueteando  con  el  florete,  don  Antonio. 
Para  cuando  los  romanos  vinieron  a  España,  los  turdetanos,  como  dice 
Estrabón,  tenían  su  literatura  y  su  lengua,  y  si  quitamos  al  bascuence 
esos  sufijos,  no  hay  bascuence.  No  porque  no  tenga  otros  que  los  comu- 
nes al  latín,  sino  porque  esos  sufijos  están  tan  trabados  con  los  demás 
y  con  la  declinación  y  conjugación,  que,  rota  la  trabazón,  desaparece 
todo  el  sistema  bascongado. 

Acuérdese  de  los  sufijos  -tu,  -ia,  -t,  que  en  latín  son  notas  que  no 
se  sabe  de  dónde  vienen,  y  tienen  un  empleo  mucho  más  limitado  que 
en  bascuence,  donde,  además,  forman  la  trama  de  su  inmenso  sistema 
verbal  y  donde  hallan  entera  explicación  (i).  Acuérdese  de  los  geniti- 
vos -ko,  -n,  -i,  -z,  y  ddl  ni  ==  yo,  gu  =  nosotros  (2),  que  en  bascuence 
están  como  en  terreno  propio  donde  han  nacido,  y  en  latín,  como  en 
terreno  de  trasplante,  y  ése  seco,  impropio  para  su  desarrollo  y  cre- 
cimiento. 

Como  esos  ~tu,  -ta,  -ti,  -ko,  -n,  -i,  -z  son  los  demás  sufijos:  creo 
que  no  tendrá  usted  valor  para  afirmar  que  ésos  los  tomó  el  bascuence 
del  latín,  sino  que,  por  el  contrario,  barruntará  usted  por  lo  menos  que 
el  latín  y  las  demás  lenguas  los  tomaron  del  bascuence. 

Antonio. — Usted  es  terrible  con  ese  bascuence  en  mano. 

Aurelio. — El  que  es  terrible  es  ese  bascuence,  la  que  es  terrible 
es  la  verdad  avasalladora  de  los  hechos.  Ya  no  meten  hoy  miedo  en 
el  campo  de  batalla  de  la  discusión  científica  aquellas  prodamas  dog- 
máticas, que  anatematizaban  de  bárbaras  las  lenguas  en  que  no  hubie- 
ran escrito  un  Homero  o  un  Virgilio,  un  Démostenos  o  un  'Cicerón. 
Los  hechos,  los  hechos,  he  ahí  las  armas  Ilegítimas.  Preséntese  le  la- 
tín con  su  único  participio  -n,  de  amans,  y  el  griego  con  sus  cinco  o 
seis;  el  bascuence  les  opondrá  miles  y  millones,  todos  con  su  -n,  regu- 
larmente consítruídos :  ipreséntensc  esas  lenguas   clásicas  con   su   geni- 


(1)  Ce j  ador,  Tesis  doctoral. 

(2)  Ccjador,   Chmencs  del  lenguaje,  Tesoro  (Silbantes  y   U,  Ñ). 


ACERCA  DEL  ÉUSQUERA  Y  DEL  CASTELLANO  263 

dvo,  armadura  compuesta  de  todas  las  piezas,  todas  mohosas,  inservibles, 
de  distintas  procedencias  y  adaptadas  más  o  menos  bien  con  cintajos 
verdes  y  cañas  o  ilo  que  venga  a  mano  al  Quijote  que  las  maneje;  el 
bascuence  rom^perá  esos  cintajos  y  desencajará  esos  hierros  viejos  y 
mostrará  lo  que  ellos  son  y  lo  que  ellos  valen  (i). 

Antonio. — ^¿Le  quedan  más  sufijos  que  repasar? 

Aurelio. — Todavía  quedan;  pero  termino  aJ  momento.  El  sufijo  -era 
no  lo  puede  explicar  Diez  por  el  latín. 

Antonio. — Pues  no  es  poco  usado  en  castellano,  que  digamos:  de- 
lantera, soguera,  pajarera,  manera,  mimbrera,  llorera. 

Aurelio. — No  se  trata  de  agentes  femeninos,  cuyos  masculinos  ha- 
cen en  -ero,  como  primero,  postrero,  tendero,  bien  que  aun  éstos  es  más 
probable  se  tomaran  del  bascuence,  sino  de  nombres  que  indican  oca- 
sión, tiempo  y  lugar,  que  es  lo  que  vale  era  en  eúskera  como  sufijo  y 
como  forma  suelta  e  independiente.  Y  además  significa  manera,  como 
-en  predicaderas,  manera  propia  y  facilidad  de  predicar;  entendederas, 
-manera  de  entender;  soñarrera,  etc. 

Así  ald-er  =  modo  de  ser  vecino,  vecindad;  arau-er  =  regla,  igo- 
«r  =  ascenso,  etc.:  era  vale  tiempo  y  modo  de  obrar,  tanto  en  forma 
de  sufijo  como  en  palabra  sueJta.  En  castellano  la  era  de  Augusto,  por 
ejemplo. 

Antonio. — Diez  deriva  -ero,  lo  mismo  que  -ario,  del  -aritis  y  -era 
-del  -aria  latinos :  contrarius,  contraria. 

Aurelio. — Teniendo  en  casa  -era,  -er,  no  hay  que  acudir  a  tal  tras- 
formación;  además  que  en  latín  no  tiene  el  valor  del  castellano,  cuan- 
do éste  tiene  el  del  -era  bascongado.  El  otro  sufijo  que  deseaba  recor- 
dar era  el  diminutivo  -no,  -ño,  que  es  bascongado  y  castellano:  menino, 
ynonino,  pequeño,  cariño,  de  carus,  etc. 

Antonio. — ^Me  ha  extrañado  que  trajera  usted  el  vocablo  era  del 
"bascuence;  en  la  era  de  Augusto,  etc. 

Aurelio. — Así  suena  y  eso  mismo  vale  en  esta  lengua,  y  además 
forma  el  sufijo  -era  con  idéntico  valor. 

Antonio. — ¿Cómo  dice,  pues,  el  Diccionario  que  viene  del  latino 
aera? 

Aurelio. — Pues...  muy  frescamente.  Aera  no  es  palabra  latina,  sino 
tomada  de  los  iberos  y  españoles,  que  dieron  nombre  por  primera  vez  a 
la  era  de  Augusto,  y  los  de  la  baja-latinidad  lo  escribieron  aera;  de 
aquí  las  demás  eras,  cristiana,  etc.  En  eúskera,  era  solo  o  como  sufijo  vale 
tiempo,  y  los  antiguos  españoles  contaban  los  tiempos  por  era:  era  equi- 
valía a  año  hasta  el  siglo  xiii,  sobre  todo  en  Navarra,  donde  se  habla- 
ba eúskera :  en  la  era  de  305,  por  ejemplo,  o  sea  el  año  305  comenzan- 
-úo  a  contar  38  años  antes  de  la  era  cristiana. 

Antonio. — Es  'la  primera  vez  que  oigo  decir  que  aera  no  es  voca- 
í'blo  latino. 


(i)     Cejador,  Tesoro,  N,  Ñ,  al   fin. 


204  DIÁLOGOS  FAMILIARES 

Aurelio. — Pues  vea  d  Diccionario  de  Forcellini ;  aJli  encontrará  ert 
limpio  lo  siguiente;  a  ver  si  le  satisface: 

"Aera  singulorum  annorum  constituía  est  a  Caesare  Augusto,  quan- 
do  primum  censum  exegit.  Dicta  autem  aera  ex  eo,  quod  omnis  orbis 
aes  reddere  professus  est  reipublicae."  Así  San  Isidoro  {Oríg ,  5,  36) ; 
y  añade:  "Alii  putant  hanc  vocem  conflatam  esse  ex  notis,  quae  scribi 
solebant  brevitatis  causa  hoc  modo  A.ERA.,  hoc  est  annus  erat  Atigus- 
ti.  Sed  magis  placet  ex  eo  deducere,  quod  aera  primum  in  plurali  nu- 
mero pro  nota  numeri  usurpatum;  deinde  factum  acra,  -ae  femiuinum 
eodem  signif. ;  tándem  ad  significandum  etiam  annorum  numerum  tra- 
ductum  sit." 

Puede  usted,  pues,  escoger:  todas  esas  etimologías  equivalen  a  mo- 
cosucno  o  como  sueño.  En  las  lenguas  indoeuropeas  no  se  halla  tal  raíz, 
ni  logrará  usted  ver  el  vocablo  en  ningún  autor  latino,  Itasta  que  se 
tomó  de  los  españoles,  que  son  dos  que  siempre  dijeron  era,  y  contaron 
sus  años  por  la  era  española.  Y  para  que  no  le  turbe  la  escritura  aera, 
advierte  Forcdlini  que  lo  mismo  se  halla  escrito  era  en  la  baja  lati- 
nidad; sólo  que  escrito  con  el  diptongo  ac,  aera  se  prestaba  mejor  al 
cubileteo  etimológico,  y  sin  él,  era  nada  decía  a  los  ojos  ni  a  los  oídos 
latinos. 

Antonio. — Entonces  está  visto  que  m  ellos  sabían  cómo  había  de 
escribirse,  y  que  el  vocablo  era,  bascongado,  hubo  quien  tuvo  e!l  capri- 
cho de  escribirlo  acra;  porque  esas  'etimologías  me  dan  mala  espina  y 
no  pueden  pasar. 

Monlau  dice  que  -anza  es  desinencia  bascongada  en  alabanza,  an- 
danza,  bonanza,  matanza,  tardanza,  usanza. 

Aurelio. — En  bascuence  es  usadísima,  y  no  parece  que  al  castella- 
no viniera  del  latín  -antis,  -entis,  de  las  cuales  vienen  los  eruditos  -an- 
da y  -encia,  como  constancia,  elegancia,  etc.;  -anza  significa  en  eúske- 
ra  semejanza  como  sufijo  y  como  vocablo  suelto. 

Antonio. — Ya  me  olía  a  mí  ese  sufijo  a  muy  popular  y  poco  eru- 
dito, y  por  lo  mismo  a  bascongado. 

Aurelio. — A  ser  latino,  se  hubiera  dicho  igualmente  -cnza,  como 
paciencia,  de  patiencia,  providenza,  prudenza,  de  prudcntia.  Pero  puesto 
que  el  -entia  latino  no  pasó  al  castellano  vulgar,  tampoco  debió  pasar 
el  -antia,  sino  que  -anza  es  bascongado. 

Los  nombres  en  -ancia,  -encia  son  eruditos;  vulgarmente  hubieran- 
sido  -anza,  -enza. 

Antonio. — ¿Y  los  sufijos  -arrún,  en  bobarrón,  dulzarrón,  hucsarrónf 

Aurelio. — Del  -arr  y  del  -on  aumentativo,  ambos  sufijos  euskéri- 
cos;  y  sin  -arr,  gigant-ón.  honibr-ón,  mnjcr-ona. 

Antonio. — lEl  mismo  Monlau  trae  como  del  bascuence  -asco,  -asea 
aumentativos  y  dimintitivos:  peñasco,  chubasco,  vardasca,  hojarasca,  etc. 

Aurelio. — ¿No  le  huden  a  usted  también  a  terminaciones  popula- 
cheras y  bascongadas,  por  tanto? 

Antonio. — Como  ese  terminillo  populachero,  cuyo  sufijo  supongo  que 
consta  de  los  euskéricos  -cho  y  -era. 


ACERCA  DEL   ÉUSQUERA  Y  DEL  CASTELLANO  20$ 

AuKELio. — Y  no  menos  -ata  en  bravata,  cabalgata,  colegiata,  piño- 
nata, etc. 

¿De  dónde  cree  usted  que  viene  el  sufijo  -onda  de  hediondo,  cachon- 
do, butiondo? 

Antoxio. — Si  no  es  de  hondo,  como  cree  la  Academia,  que  desde  la 
13  edición  puso  sabihondo  por  sabiondo,  no  lo  sé. 

Aurelio. — -i  De  modo  que  orondo  vendrá  de  hora  honda  y  "verrion- 
do de  verraco  hondo?  Pues  yo  distingo  dos  sufijos.  Bl  uno  significa 
muy:  sabi-ondo,  muy  sabio;  or-ondo,  muy  hueco  en  el  moverse  {Tesoro, 
R,  n.  127) ;  hedi-ondo,  de  mucho  hedor. 

Es  voz  bascongada  ondo,  que  vale  muy  y  bien.  Bl  otro,  en  que  na- 
die ha  caído,  es  el  de  celo  de  la  hembra,  por  e'l  cual  anda  tras  lel  macho. 
En  el  corazón  de  Castilla,  en  la  provincia  de  Burgos,  se  dice  turionda 
<de  la  vaca  que  anda  así  tras  'el  toro,  verrionda  de  la  cerda  que  anda 
tras  el  verraco,  cachonda  de  la  perra  que  anda  tras  el  perro,  arionda 
■de  la  oveja  que  anda  tras  el  carnero. 

Antonio. — ¿  Y  qué  es  cacho  y  qué  es  ari  en  cachonda  y  arionda? 

Aurelio.  —  Eso  debieran  de  saberlo  ustedes  los  íatinizantes.  Así 
«orno  lo  que  es  biiti,  de  butiondo. 

Antonio. — No  sé  qué  sean  esas  voces  latinas. 

Aurelio. — 'Pues  ¿para  qué  les  sirve  a  ustedes  d.  latín?  ¿Para  sa- 
ber que  estar  viene  de  stare  y  honor  de  honor em?  Como  art-iiña  u  ove- 
ja horra  y  ardite  o  moneda,  se  dijeron  del  bascongado  ardi  oveja,  así 
ari-onda  u  oveja  que  busca  carnero,  se  dijo  de  ari  carnero  y  -ondo  que 
-va  detrás:  ambas  voces  bascongadas.  Cachonda  viene  de  cacho  y  cach- 
urro,  que  en  Navarra  es  el  ciinnus  y  viene  del  bascongado  gatz,  sal.  Biíti- 
ondo,  por  ¡lujurioso  y  hediondo,  se  aclara  por  perro  biito,  que  en  Córdo- 
ba es  el  perro  chicho,  de  orejas  caídas  y  sirve  para  'el  hato;  y  se  dijo 
de  boto,  como  em-bofir  y  em-butir,  de  la  raíz  misma  de  estos  verbos, 
y  de  boto  o  hinchado,  en  buti,  abundantemente  (Cádiz),  de  biit-en,  muy 
"bueno,  botar  por  llenar,  bntagueña  o  chorizo  de  Ja  asadura  (Segovia), 
y  otro  sinfín  de  palabras  de  origen  bascongado  (Tesoro,  Labiales,  i.* 
parte,  n.  12),  y  que  no  saben  explicar  los  ¡latinizantes.  Como  butiondo 
se  dijo  acaso  hediondo  y  aun  orondo.  Tal  vez  <&[  sufijo  -ondo,  con  el  pri- 
mer valor  de  muy,  no  sea  más  que  este  mismo,  pues  vale  en  bascuence 
detrás  de,  de  raíz,  radicitus,  y  así  sabiondo  es  eí  que  sabe  de  raíz  y 
mucho. 

EJ  sufijo  -ía,  como  en  felon-ía,  fals-ía,  picard-ía,  abogac-ía,  clerec-ía; 
y  el  -ío,  como  amor-io,  poder-ío,  chirr-ío,  diólos  Cejador  por  basconga- 
'do9  en  el  t.  AEIOU  del  Tesoro  (pág.  112). 

Antonio. — lEl  mismo  Monlau  los  da  por  bascongados,  así  como  el 
-er-ía  de  corr-ería,  infant-ería,  pill-ería,  etc. 

Aurelio. — De  los  sufijos  -cho,  -cha,  -che ;  -icho,  -icha,  -iche;  -ocho, 
-ocha,  -oche;  -ucho,  -ucha,  -uche;  -in-cho,  -in-che;  -ch-in;  -ch-on; 
-ach-on;  -zo,  -za;  -azo,  -aza,  -ace;  -az;  -az-on;  -eza,  -ez;  -izo,  -iza; 
-uzo,  -uza,  -uz,  -es;  -so,  -sa;  -uso,  -usa;  -jo,  -ja;  -ajo,  -aja,  -ejo,  -eja; 
~ijo,  -ija;  -ojo,  -oja;  -ujo,  -uja,  ha  tratado  Cejador  en  el  Tesoro  (Sil- 


206  DIÁLOGOS  FAMILIARES 

hantes,  3.»  pte.,  pág.  257,  etc.)  tan  cumplidamente,  que  no  hay  para  qué 
repetir  lo  allí  escrito.  Las  variantes  con  ch,  z,  j,  s,  se  ven  en  ellos  como 
en  varios  vocablos  derivados  deJ  eúskera.  Pero  lo  que  más  hay  que  no- 
tar es  el  valor  de  las  vocales  en  todos  ellos:  con  a,  o  son  despectivos- 
y  de  cosa  grande ;  con  u  lo  es  más  y  de  cosa  que  espanta  o  da  asco ; 
con  i,  e,  de  cosa  pequeñita  y  linda.  Salchicha  y  salchucho  sólo  difieren 
en  la  t  y  en  la  u,  como  hombrin,  hovibrón  y  homhrazo;  perrico,  perrón 
y  perrazo.  La  diferencia  de  esas  vooes  y  de  animalito,  animalucho  y 
animalazo  sólo  el  eúskera,  con  el  valor  de  sus  vocales,  puede  expli- 
carlo. Dicho  valor  está  bien  de  manifiesto  en  todos  los  tomos  del  Te- 
soro. El  retintín  de  las  vocafles  quedó  del  eúskera  en  el  castellano, 
donde  tiene  un  matiz  expresivo  sentimental,  del  que  estaba  bien  aje- 
no el  latín.  Esto  es  exclusivo  de  nuestro  romance  y  uno  de  los  recursos 
más  admirables  que  pueden  verse  en  los  idiomas. 

Antonio. — Realmente  esa  variedad  de  matices  expresivos  de  las  vo- 
cales bastaba  para  probar  lo  que  debe  nuestro  romance  al  bascuence, 
y,  sin  embargo,  los  tratadistas  de  la  gramática  histórica  castellana  ni 
la  mientan  siquiera. 

Aurelio. — El  diminutivo  -ico,  -ica,  -iqiie  se  halla  solamente  en  Es- 
paña y  'Cerdeña,  esto  es,  en  regiones  ibéricas  y  en  Dacia,  llevado  de 
España,  sin  duda,  por  los  soldados.  Los  romanistas  no  le  hallan  ori- 
gen. Es  el  sufijo  bascongado  -ko  con  i  temática:  bon-ico,  borr-ico,  Mar- 
ica, pal-ique. 

Antonio. — El  sufijo  -co  también  es  latino,  así  como  -ico,  con  la  ¿ 
temática:  bélico,  de  bell-icus;  público,  de  publ-icus. 

Aurelio. — El  -cus  latino  dio  -go  en  castellano  vulgar:  clérigo,  de 
clericus;  enemigo,  de  ininv-icus,  no  pudo  dar  -co  sino  en  voces  erudi- 
tas, como  las  citadas  por  usted.  Otro  tanto  sucedió  con  el  -izo;  griego, 
retór-ica,  armón-ico.  El  -ico  diminutivo  popular  es,  pues,  derivado  del 
-ko  bascongado,  con  la  i  temática,  cuyo  timbre  sutil  le  comunicó  ese 
valor  diminutivo,  y  no  del  latín,  pues  se  hubiera  convertido  en  igo. 

Tampoco  hallan  origen  ios  romanistas  al  diminutivo  -ito,  -ita:  bon- 
ito, cabr-ito,  palmad-ita.  En  las  inscripciones  del  Imperio  se  halla  -itta 
sólo  en  nombres  de  mujeres:  Attitta,  Julitta,  Bonitta,  Caritta,  Suavitta,. 
adjetivos  femleninos,  suple  femina,  como  dice  Meyer,  o  mulicr  o  puelia.. 
Ahora  bien,  ni  el  sufijo  -itta  como  adjetivo  tiene  explicación  en  latín, 
ni  como  exclusivamente  femenino.  Todos  convienen  que  de  ese  em- 
pleo femenino  tomó  después  el  de  cariño  y  se  aplicó  a  los  hombres,  y 
de  aquí  su  valor  diminutivo.  Ahora  bien,  en  bascuence  hay  el  sufijo 
diminutivo  -to:  neska-to,  doncellita;  czkila-to,  campanilla;  eltche-to,  pu- 
cherito.  En  -itta  la  i  es  derivativa,  como  en  -icco,  que  tomó  del  bas- 
cuence su  valor  sutil,  cariñoso  y  diminutivo.  Esa  doble  tt,  inexplicable 
en  jatín,  no  se  debe  más  que  aJ  fuerte  acento  que  llevaba  la  i  cariñosa, 
por  lo  cual  el  -ico  diminutivo  se  escribe  iguaJmente  en  las  inscripcio- 
nes -icca.  Ambos  tienen  la  i  sutil,  femenina  y  cariñosa  y  en  ambos  -ko 
y  -to  son  bascongados;  los  latinos  -cus,  -tus  hubieran  dado  en  caste- 
llano -go,  -do. 


ACERCA  DEL   EÚSQUE1L\  Y  DEL  CASTELLANO  2^^ 

Antonio. — Realmente  am'xqxi-itns,  mosqu-íhis  son  voces  inexplica- 
bles en  latín,  pues  siempre  -{tus  es  de  participial  pasivo  y  no  hay  tal  valor 
en  esos  nombres  de  mujer  de  las  inscripciones:  Attitta,  Jtditta,  Bonitta. 
Son  formas  deJ  romance  vulgar  empleadas  hasta  por  los  romanos  y 
nada  latinas.  Así  se  explica  la  doble  consonante  no  latina  y  que  bien 
pudiera  deberse,  como  dice  usted,  al  esfuerzo  para  acentuar  la  i,  como 
en  italiano,  tnfti^  etc.,  fenómeno  muy  común  en  Itailia. 

Aurelio. — Pues  el  diminutivo  -no,  -ño  tampoco  se  explica  por  el 
latín,  donde  -imis  es  de  adjetivos.  En  el  Corpus  Glossarum  lafinarum 
se  dice:  "scutra  "olla"  femininum  est,  deminuíive  scutrinus'\  Pero  eso 
es  latinización  del  diminutivo  -ino  del  romance.  En  bascuence,  zaldi-ño, 
caballito;  chili-na,  campanilla,  chipi-ni,  pequeños;  maite-ni  queridito: 
de  modo  que  el  suñjo  propiamente  femenino  es  -ni,  -no-  -ño.  Con  temas 
i  salió  el  ■ino,  -in,  -ino,  del  romance:  faldell-in,  escarp-in,  roc-ín,  car- 
iño, corp-iño,  lamp-iño,  mont-iña,  etc.  El  sufijo  -in,  de  adjetivos,  como 
en  sut-in,  rígido,  orda-in,  vicisitud;  irrintz-in,  grita;  egast-in,  ave;  sa-in, 
guarda,  dio  el  sufijo  -in  de  bailar-ín,  hand-ín-  ciar-ín,  niel-indre,  etc.  El 
-ino,  -ina  vienen  deJ  latín:  div-ino,  can-ino,  docfr-ina,  niar-ino,  mar- 
ina. 

Antonio. — ^En  verdad  el  -ño  no  se  explica  por  el  latín;  car-iño.  La 
fí  es  bascongada. 

Aurelio. — Menos  se  explica  el  -esno:  lob-ezno,  vihor-ezno,  torr-ezno, 
chivat-ezno,  ruf-ezno  o  ruf-erno,  jiid-ezno  (hijo  de  judío,  en  Berceo), 
mor-ezno  (hijo  de  moro,  en  la  Crón.  D.  Pedro),  cho-zno,  hijo  del  biz- 
nieto.  Indica  prole  y  su  forma  primitiva  parece  ser  -erno,  del  bascon- 
gado  erno,  brote,  prole.  En  Álava,  hij-erno  o  hij-esno,  el  pollo  del  go- 
rrión, al  salir  ya  del  nido;  Ugat-er'na,  lagartija  y  se  usa  en  Álava,  Bur- 
gos, Falencia  y  Mallorca.  Toc-orno  (por  toc-erno)  de  toc-on,  el  roble 
joven ;  hay-orno,  de  haya. 

Antonio. — De  este  sufijo  no  había  visto  tratar  nunca  a  los  autores. 

Aurelio. — Los  sufijos  adverbiales  -z,  -s,  -is,  tan  bascongados,  como 
puede  verlo  en  el  Tesoro,  y  que  indican  el  modo  natural  de  ser,  no  sólo 
se  hallan  en  voces  puramente  bascongadas  como  asa-z,  hruce-s,  tris, 
tus,  zas,  chiz,  sino  en  otros  derivados  castellanos  y  en  vocablos  latinos, 
como  antes,  entonces,  atrás,  lejos,  m-arras,  mientras,  sus,  través, 
bóbil-is,  cab-is,  tromp-is,  coqu-is,  chisp-is,  coritat-is,  quizás. 

Antonio. — Los  latinistas  lo  traerán  de  los  latinos  sat-is,  nvag-is. 

Aurelio. — No  bastan  esos  adverbios  para  explicar  los  que  le  he  di- 
cho en  -is,  cuanto  más  para  explicar  la  -z  o  s,  comunísima  en  bascuen- 
ce, tanto  que  puede  formar  adverbios  de  cuantas  palabras  se  le  antoje 
a  uno.  Así  gusti-z,  totalmente;  bere-z,  de  suyo;  nai-z,  queriendo;  ani-z, 
grandemente ;  arte-z  arte,  en  derechura ;  egia-z,  verdaderamente ;  isan-ez, 
siendo;  ian-ez,  comiendo.  Sólo  así  se  explican  el  ttis  tus,  del  tu  con  que 
se  llama  al  perro;  o  qui-s  qui-s,  zis  zas,  zas,  sin  decir  tus  ni  mus,  de 
veras,  ras  con  ras,  a  ojos  vistas,  a  pie  juntillas,  a  derechas,  rafes,  al 
revés,  de  través,  de  oídas,  en  volandas,  a  gatas,  de  mentirijillas,  a  des- 


268  DIÁLOGOS  FAMILIARES 

horas  y  otras  mil  frases  donde  el  plural  está  inspirado  en  los  adver- 
bios dichos. 

Este  sufijo  se  halla  en  las  demás  románicas  y  debió  de  pasar  a  ellas 
del  castellano,  portugués  y  provenzal,  regiones  ibéricas,  donde  más  se 
halla.  En  portugués,  algure-s,  nenhure-s ;  en  provenzal,  abansa-s  (abcti- 
tco),  alhondrc-s,  alquc-s,  al-s,  essem-s,  onca-s,  aora-s,  poisa-s,  quaisse-s, 
aiiandiu-s,  scmpre-s,  sival-s,  en  los  compuestos  con  -men-s  {mala-mcn-s)  ; 
en  antiguo  francés,  tomado  dd  provenzaH,  ainqite-s,  aiinquc-s,  avecquc-s, 
dementre-s,  cnsinque-s,  giere-s,  Hoques,  luces;  en  catalán,  sois,  talSj 
adverbios  que  en  provenzal  se  dicen  solamen,  taimen.  Otro  tanto  su- 
cede con  las  preposiciones  antes  y  sinos;  provenzal,  ans,  senes;  fran- 
cés, ains,  sans;  catalán,  scgons;  italiano,  an-zi,  sen-za,  con  vocal  ad- 
venticia. Tan  común  es  el  tal  sufijo  en  bascuence  que  los  bascongados, 
al  chapurrar  nuestra  lengua,  dicen:  "Hoy  gorda  tenemos  que  haser, 
como  por  San  Lorensos."  ''Se  echó  a  nadar  por  enmedios  de  Ebros." 
'•Yo  tonelero  naa  más  no  soy,  Tsistu  de  Larrabesua.  Ya  tendrá  usté 
oidas." 

Pero  vengamos  ya  a  la  declinación,  suplida  en  las  románicas  con 
preposiciones,  cuando  se  perdieron  los   sufijos  casuales. 

Antonio. — ^Antes  dígame  de  qué  modismos  latinos  salieron  los  cas- 
tellanos cara  a  cara,  mano  a  mano,  de  trecho  en  trecho,  de  pemil  en 
pemil,  de  queso  en  queso,  de  acá  para  allá,  de  manos  a  boca,  de  pies  o 
cabeza,  de  arriba  abajo,  a  más  y  mejor,  etc.,  etc. 

Aurelio. — Son  un  eco  de  las  bascongadas  artez-arte  =  derecho  de- 
recho, dantzarik-dantza  ■-=  de  baile  en  baile,  betez-bete  =  de  bote  en 
bote,  aurpcz-aurpe  =  cara  a  cara,  gcrotik-gerora  =  remolón,  que  re- 
pite gero  ==  después.  En  ilatín  no  hay  (]ue  buscar  tales  modismos,  así 
como  ni  otros  muchos  bascongados  que  llenan  de  donaire  y  gracia  nues- 
tro romance.  Recuerde  aquel  repetir  la  voz  con  una  labial,  b  o  m,  del 
que  trató  Cejador  en  Lo  Lengua  de  Cervantes  (t.  I,  pág.  202)  :  tira- 
wiira,  troche-jjioche,  traque-ftarraque,  talán  y  fcalán,  zurri-iurri,  voz 
puramente  bascongada ;  talán-fealán,  ce  por  be.  En  bascuence  zitz  da 
oitz,  zurru-fturru,  andi-m-andiak,  tira-¿>¡ra-ka,  etc. 

Pero  véngameos  ya  a  la  declinación.  ¿En  qué  caso  se  tomaron  los 
nombres  castellanos  del  latín  ? 

Antonio. — En  provenzal  hay  dos  casos  para  cada  número  y  se  to- 
maron por  una  parte  el  nominativo,  Sing.  ans  de  annus,  sor  de  sóror; 
Plural  an  de  anni,  serórs  de  sórores;  por  otra,  algún  caso  oblicuo,  de 
ordinario  el  acusativo: 

declinaciones 

I  II  III 

Sing.  Nom.  coron-a  ans  jlors 

Acus.  coron-a  an  flor 

Pl.       Nom.  coron-as  an  flor 

Ac.       coron-as  ans  jlor-s 


ACERCA  DEL   ÉUSQUERA  Y  DEL  CASTELLANO 


269 


En   italiano  en  general  se  prefirió  eá  nominativo,  a  veces   el  acu- 
sativo: 


S.    coron-a,  poet-a 
P.     coron-e,  poet-i 


II 

anno-o,  Icgn-o 
ann-i,  legn-a  (i) 


III 

fior-e 
fior-i 


En  francés  antiguo  se  distinguían  dos  casos,  como  en  provenzal: 
el  nominativo  y  el  acusativo;  en  francés  actual  ha  quedado  a  veces  el 
■nominativo,  como  ficnSj  de  fimiis;  fonds,  de  fundus;  queux,  de  coquus; 
rets,  de  retis;  Charles,  Loiiis,  chantre,  de  cantor;  peintre,  de  pictor; 
pire,  de  peior;  sccur,  de  sóror;  on,  de  homo:  se  parece  en  todo  al  pro- 
venzal el  antiguo  francés: 


I 

S.  Nom.  coron-e 

Ac.  coron-c 

Pl.  N.     coron-es 

Ac.    coron-cs 


ANTIGUO   FRANCÉS 
II 

an-s 
an 
<¡n 

an-s 


TTT 

flor-s 
flor 
flor-s 
flor-s 


S.  couronn-e 
P.  coiironn-es 


FRANGES  ACTUAL 

an 
an-s 


fleur 
fleur-s 


En  castellano  y   portugués  siempre  se  toma  el   acusativo,  como  lo 
;ha  probado  Diez  (i). 


I 
S.     coron-a 
Pl.  coron-as 


II 
añ-o 
añ-os 


III 

cort-e,  flor,  jabalí 
cor-tes,  flor-es,  jabalí-es 


S.     coro-a 
Pl.  coro-as 


PORTUGUÉS 

II 
ann-o 
ann-os 


III 

rort-e,  flor,  javalt 
cort-es,  flor-es,  javalís 


El  válaco  conviene  en  todo  con  el  italiano: 

I  II  III 

S.     coron-e,  fug-e,  ste-á      an{-n),  fnm{-u),  fir(-ti)  floar-e 

Pl.    coron-e,  fug-i,  stecá-e         an-i,  fum-xiri,  fir-e  fior-i 

Aurelio. — ^Tenemos,  don  Antonio,  una   conclusión  muy  significati- 
va: todos  ios  romances,  excepto  los  españoles,  castellanos  y  portugués. 


(i)    Véase  también   Lewis   An  Essay  on  the  orig.  of  A.  Rom.  1. 


270  DIÁLOGOS  FAMILIARES 

han  admitido  en  parte  el  nominativo:  ¿a  qué  responde  el  que  solos  nos- 
otros hayamos  adoptado  solamente  d  acusativo? 

Antonio. — Eso  va  en  gustos, 

Aurelio. — Pero  en  gustos  que  tienen  alguna  razón.  ¿Cuál  es  esa 
razón  ? 

Antonio. — D/ifícil  es  averiguarla;  ni  siquiera  ha  pensado  nadie  en 
ello. 

Aurelio. — En  bascuence,  amigo  mío,  sólo  el  acusativo  o  término  di- 
recto es  la  forma  simple  con  el  simple  artículo  -a;  los  demás  casos,  in- 
cluso el  nominativo  agente,  llevan  notas  casuales.  Era  muy  natural  que 
los  iberos  no  tomasen  ed  nominativo  latino  que  respondía  al  caso  agen- 
te bascongado,  puesto  que  este  nominativo  era  en  bascuence  como  los 
demás  casos  oblicuos:  de  no  tomar  ningún  caso  obliaio,  no  debían  to- 
mar el  nominativo.  El  acusativo  era  para  los  iberos  el  caso  simple,  el 
caso  recto:  he  ahí  por  qué  lo  tomaron  exclusivamente. 

Antonio. — No  deja  de  tener  su  valor  esa  observación. 

Aurelio. — Tanto  más  que  el  caso  ordinario  en  bascuence  es  el  acu- 
sativo, gicona  =  el  hombre,  y  que  hechos  los  bascongados  al  sonso- 
nete de  la  -a  final,  como  dijimos  al  hablar  de  la  fonética  bascongada 
y  castellana,  no  debían  tomar  dd  latín  sino  el  caso  correspondiente 
a  ese  acusativo  bascongado  en  -a  y,  efectivamente,  tomaron  el  acusa- 
tivo, sin  quitarle  la  -w,  que  vulgarmente  ya  no  sonaba,  y  se  quedaron 
con  una  forma  de  ordinario  en  -a,  S.  coron-a,  por  coron-mn;  Pl.  coron-as. 

iLos  nominativos  latinos  ofrecían  sonidos  finales  menos  claros  y 
más  variados;  sobre  todo  los  plurales  -ae,  -i,  iban  contra  el  gusto  fó- 
nico de  los  bascongados:  he  ahí  por  qué  no  admitieron  plural  alguno 
en  nominativo,  como  lo  admitieron  los  demás  romances:  la  tendencia 
ibérica  a  la  -o  final  lo  explica  todo. 

En  los  nombres  cuyo  acusativo  no  era  -atn,  desecharon,  como  el 
pueblo  romano,  no  sólo  la  -m,  sino  la  vocal  parásita  e  de  la  tercera 
dedlinación :  sermón,  de  scrmon-em;  y  se  atuvieron  en  los  temas  en 
-o  a  la  antigua  rusticitas,  a  la  -o,  en  vez  de  la  -us,  de  origen  oseo,  que 
pasó  al  latín  clásico:  libro,  de  libruvi;  dicho,  de  dictuni. 

Acerca  del  verbo,  noto  en  primer  lugar  el  uso  de  los  'personales 
como  enclíticas,  tan  castizo  y  rancio  como  se  ve  por  el  bable  y  por 
los  asturianos,  aun  hablando  el  castellano:  dióme,  cogUnc  a,  ¿conten- 
ióte? tratóse  de,  d'ijoselo,  etc. 

Este  giro  es  un  reflejo  del  sistema  verbal  bascongado,  que  lleva 
siempre  en  la  misma  forma  verbal  los  personales  agentes  y  los  térmi- 
nos, tanto  directo  como  indirecto. 

Antonio. — Verdad  es  que,  como  ya  notó  el  padre  Sarmiento  en  sus 
Memorias  para  la  historia  de  la  Poesía  (pág.  163),  es  gran  recurso  y 
riqueza  para  nuestro  idioma  el  sufijar  los  pronombres  al  verbo,  facul- 
tad que  tienen  el  hebreo,  el  siríaco  y  el  árabe;  pero  no  el  griego  ni  el 
latín, 

Al'relio. — ^Ahora  bien,  de  esas  lenguas  orientales  no  lo  tomó  el  cas- 
tellano, como  todos  convienen,  luego  tomólo  del  bascuence. 


ACERCA  DEL   ÉUSQUERA  Y  DEL  CASTELLANO  2/1 

Antonio. — De  aquí  los  esdrújulos  y  los  más  que  esdrújulos,  que  no 
los  hay  aun  en  italiano  y  que  tanta  sonoridad  dan  al  período :  Guárdame 
es  esdrújulo,  pero  pasa  de  esdrújulo  guárdcmielas. 

Aurelio. — Propio  del  bascuence  es  meter  en  el  verbo  el  término 
directo  y  el  indirecto,  a  que  responden  las  y  me  en  guárdamelas. 

Hay  más;  sólo  en  eúskera  encierra  la  forma  verbal  la  nota  que  in- 
dica aquella  persona  que  está  interesada  en  el  hecho  de  que  se  trata. 
No  habrá  dejado  usted  de  notar  aquel  modo  cariñoso  de  hablar  con 
que,  dirigiéndose,  por  ejempilo,  una  madre  a  su  hijo,  le  dice:  no  te  me 
vayas  a  caer,  con  un  me  que  ni  es  término  directo  ni  indirecto  propia- 
mente dicho;  o  cuando,  encomendándolo  la  misma  madre  a  otra  perso- 
na, le  dice:  cuidcMS^o.  Y  estas  frases:  esláf e^iK  quieto,  no  me  revuelvas 
el  cuarto,  no  me  andes  tan  quejumbroso,  se  nos  murió  el  padre,  tú  todo 
de  pies  a  cabeaa  me  eres  un  espejo  de  perfección  (Granada),  ¿piénsasiF. 
tú  que  le  penan  a  él  mucho  los  ínuertosf  (Celestina),  admiráronse  de 
tan  extraño  genero  de  locura,  y  fucronsElo  a  mirar  de  lejos  (Cervantes), 
tus  padres  aún  te  viven  (Mart.  de  la  Rosa),  castíguesemele  cuanto  quie- 
ra, que  no  lo  llevaré  a  mal,  etc. 

En  eúskera  y  en  castellano  no  sólo  se  expresa  la  persona  intere- 
sada o  el  dativo  cuando  el  verbo  es  transitivo  y  la  acción  la  recibe  di- 
rectamente dicha  persona,  a  quien  la  endereza  y  por  quien  la  hace  el 
agente,  sino  también  cuando  el  verbo  es  intransitivo:  zai-T  =  sai-T)h 
=z  es-ME. 

Todavía  pasa  más  adelante  la  tendencia  bascongada  y  mete  en  dan- 
ra  al  oyente  a  quien  se  habla,  es  decir  a  la  segunda  persona,  cuando 
ésta  no  entra  ni  como  agente  ni  como  término  indirecto:  zai-HA-ZU  = 
TE  ME  es,  y  con  otro  tratamiento  familiar  sai-VA-K,  síiendo  hombre  la; 
2.*  persona,  y  ¿-ai-DA-N,  siendo  mujer. 

Antonio. — Ahora  caigo  en  la  cuenta  del  porqué,  cuando  !os  bas- 
congados  no  conocen  bien  nuestra  lengua,  andan  trabucando  los  pro- 
nombres y  casi  siempre  meten  más  de  los  necesarios  en  la  frase;  sobre 
todo  del  se  haqen  mangas  y  capirotes. 

Aurelio. — Es  que  en  el  verbo  bascongado  entran  los  pronombres^  no 
sólo  el  de  la  persona  agente,  único  que  interviene  en  latín  y  en  cas- 
tellano a  modo  de  sufijo,  como  -s  de  2.^  persona  en  ama-s,  sino  el  del 
término  directo,  el  del  indirecto  y  el  de  la  persona  a  quien  se  dirige  la 
palabra.  Y  advierta  que  esto  último  sobre  todo  no  tiene  lugar  en  árabe 
ni  en  las  demás  lenguas  semíticas,  con  lo  cual  queda  probado  que  no 
les  debe  a  ellas  el  castellano  semejantes  giros,  como  han  sustentado  al- 
gunos arabizantes,  entre  ellos  Severo  Catalina.  Los  asturianos,  que  tie- 
nen más  de  celtas  que  de  iberos,  desechan  muy  a  menudo  el  se  del  re  • 
flexivo,  que  en  castellano  se  menudea  hasta  cuando  no  hace  falta,  como 
hemos  visto  en  los  ejemplos  aducidos.  Así  dicen  caer  por  caerse,  mar- 
char por  marcharse,  consolar  por  consolarse,  sobre  todo  en  aquella  fra- 
se consoló  por  se  alegró  y  quedó  satisfecho,  etc.,  etc.  Los  bascongados, 
por  el  contrario,  aíl  hablar  castellano  menudean  demasiado  el  se,  lo  cual 
prueba  que  3a  tendenoia  parecida  del   castellano  viene  del  ibero  y  es 


272  DIÁLOGOS  FAMILIARES 

contra  el  g^enio  céltico.  '*Xo,  ni  asercar  nw  he  hecho  siquiera",  "Mala 
si  me  estao",  "Conoser  tampoco  no  te  se  hase  y-..",  "Cuánto  ofreces, 
pues?  Di  te",  "Tampoco  me  creo  verlo",  "Y  sin  sapatos  tamién  no  pue- 
den andar  y  la.va.te  las  camisetas",  "Oyef^,  Josepa,  en  El  Noticiero  no 
te  dise  que  botas  para  señoras  a  seis  pesetas  que  se  venden",  "Ya  pue- 
da ser,  no  te  creas",  "Píde/c  dos  vasos",  "Anda,  sácaí^  la  merluza", 
"Un  grano  sobaco,  sobaco  ya  te  tuve." 

Así  cliapurrean  el  castellano. 

Antonio. — Por  eso  sin  duda  dice  fray  Alonso  del  Castillo:  estaos 
conmigo,  no  os  me  vai^  o  vayáis;  y  Cervantes:  pues  todos  me  lo  dicen 
aunque  yo  no  me  lo  veo,  digo  que  soy  contento;  pues  semejantes  giros 
son   comunes  a  los  bascongados  cuando   chapurrean  el  castellano. 

Aurelio. — iVea  este  ejemplo,  donde,  como  en  bascuence,  la  2.*  per- 
sona entra  a  la  parte  en  la  frase:  y  estando  ya  a  punto  de  muerte,  y 
cuando  no  OS  me  cato  asoma  por  acullá  encima  de  una  nube...  (Cervan- 
tes). En  cuanto  al  reflexivo  se,  que  tanto  da  en  qué  entender  a  los  viz- 
caínos, vea  estos  otros:  no  habrán  menester  ser  cansosas  ni  importu- 
nar a  nadie;  que  el  señor  se  terna  cuidado  (Santa  Teresa) ;  no  sé  si  en 
astrología  judiciaria,  que  él  se  sabía  (Cervantes)  ;  la  primera  que  me 
Topare  por  aquí,  es  la  señora  Dulcinea  (id.) ;  a  mí  se  me  entiende  algo 
de  achaque  de  glosas  (id.)  ;  muchos  a  cabo  de  muchos  años  se  son  los 
mesmos  que  siempre  se  fueron  (Granada) ;  fuéronsElo  a  mirar  de  le- 
jos (id.).  Este  reflexivo  se  entra,  efectivamente,  en  el  verbo  basconga- 
do:  de  aquí  qu^e  sea  tan  del  genio  de  nuestro  romance  y  que  los  viz- 
caínos lo  menudeen  tanto. 

Antonio. — En  la  famosa  comedia  que  compuso  nuestro  amigo  el 
señor  Azkue  me  hicieron  reír  precisamente  esos  giros.  Todavía  me  acuer- 
do de  estas  frases:  "ya  estuvo  callando,  pero  luego,  con  el  silbo  te  to- 
caba", donde  intercala  el  te  ,por  el  oyente;  "tú,  óyeíí?  una  cosa"... ;  "has- 
te  como  si  no  sabías  nada";  "sin  señar  me  vengo";  "y  andar  me  hise" 
=  anduve;  "mira/c  adonde  van  los  musiqueros" ;  "siérraíe  la  puerta" ; 
"entráis  aquí  y  cómete  hasta  llenar" ;  "ahora  me  caigo",  por  caigo  en 
la  cuenta. 

Grandemente  me  ha  contentado  cuanto  acaba  usted  de  exponer  y 
aclarar  por  el  verbo  bascongado;  quédame,  sin  embargo,  una  dudilla 
sobre  si  verdaderamente  se  deberán  o  no  a  esa  lengua  tales  giros.  Por- 
que en  francés  también  se  emplean  los  pronombres,  aunque  no  tanto 
como  en  castellano,  para  completar  las  relaciones  de'l  verbo. 

Aurelio. — Emplearse,  en  todas  las  'lenguas  se  emplean,  don  Antonio, 
ya  que  no  se  concibe  ila  relación  verball  sin  los  términos  que  la  forman ; 
pero  el  que  los  pronombres  constituyan  un  todo  con  el  verbo,  de  entre 
todas  las  neolatinas  creo  sea  exclusivo  de  nuestra  lengua.  Y  para  con- 
vencerse de  ello,  repare  en  que  son  verdaderas  cndlíticas  que  pierden 
el  acento,  lo  cual  indica  que  forman  parte  de  una  sola  dicción,  cons- 
tituida por  ellos  y  la  forma  verball,  y  que  así  se  escriben  unidos  al  ver- 
bo: dijome,  y  no  dijo  me;  diéranseme  las  excusas,  y  luibíamos  con- 
.cluido,  y  no  dieran  se  me. 


ACERCA  DEL  ÉUSQUERA  Y  DEL  CASTELLANO        2/3 

Antonio. — Lo  cuaJl  se  confirma  con  las  modificaciones  fónicas  ad- 
mitidas antiguamente,  bien  que  hay  no  se  usen :  mostraldes,  por  mos- 
iradlcs;  ohcdecclda,  por  obedecedla;  contentalle,  por  contentadle :  pa- 
gallc,  por  pagarle,  etc.,  ejemplos  "tomados  de  Cervantes;  y  con  el  os 
por  tros,  dígoos,  haberos  como  podáis.  Y  por  cierto  que  en  la  frase 
vu(lg-ar  vaisos  y  en  la  que  dijo  aquel  infeliz  ipnedicador  castellano  por 
todo  sermón  de  desoendimiento :  "Subisus,  desclavailo,  bajailo  y  ente- 
rrailo  como  tengáis  de  costumbre",  hallo  eí  se  reflexivo.  Sitbmis  es  por 
subid-se-os,  etc. 

Aurelio. — i  Me  podría  usted  decir  por  qué  el  futuro  infinitivo  cas-  - 
tellano  lleva  de?  Amar,  haber  amado,  haber  de  amar. 

Antonio. — En  (latín  amaturum  esse.  Só'lo  hallo  que  en  'el  futuro  hay 
la  idea  de  cbiigación,  de  deber. 

Aurelio. — lEse  de  no  es  más  que  traducción  del  infinitivo  de  futuro 
uascongado,  lel  cual  se  forma  añadiendo  -ko,  -go,  que  equivale  al  de,. 
al  infinitivo:  etorri,  venir  y  venido;  etorri-ko,  de  venir: 
Etorri  da,  es  venido 
etorriko  da,  es,  ha  de  venir. 

En  otros  dialectos  con  -en  que  tiene  el  mismo  valor  que  de :  izan-en, . 
haber  de  ser  o  izan-go.  En  francés  y  antiguo  castellano  por  de  Ikva 
a  el  infinitivo  de  futuro :  "Las  alas  de  virtudes  nos  an  a  íevar"  (Berceo). 
'*E1  que  el  mundo  todo  aue  de  gobernar."  (id.).  Con  de  es  propio  del 
castellano.  La  a  indica  dirección,  finalidad;  de  indica  deber.  Los  iberos 
tradujeron  el  -ko,  -go  (poniendo  de:  etorriko  dirá,  han  o  son  de  venir. 

Antonio. — Hay  en  castellano  una  conjugación  particular  que  no  sé 
de  dónde  procede.  El  gerundio  con  auxiliares,  como  estar,  andar,  ve- 
nir hallarse,  ir,  quedar,  seguir :  estoy  diciendo,  estaba  diciendo;  vengo 
diciendo,  venía  diciendo;  ando  diciendo,  iba  diciendo;  seguía  dicien- 
do, etc. 

Aurelio. — El  uso  de  estos  auxiliares  multipllica  la  conjugación  cas- 
tellana y  la  enriquece  con  matices  que  no  tiene  la  latina.  No  es  lo  mis- 
mo espera  que  está  esperando,  anda  esperando,  sigue  esperando,  tiem- 
po ha  que  viene  esperando,  etc.  Y  el  empleo  dd  gerundio  en  este  caso 
no  lio  tiene  eil  latín.  Ambas  cosas,  gerundio  y  auxiliares,  tomólas  el  cas- 
tellano del  bascuence.  En  lesta  lengua  es  corriente  el  uso  de  varios 
auxiliares,  que  son  los  que  llaman  los  bascongados  verbos  conjugados, 
haber,  ser,  estar,  andar,  etc.  {da,  du,  dago,  dabil,  etc.),  y  además  el  del 
gerundio  -n,  en  (locativo) :  ikuste-n,  viendo  (en  ver) ;  ikuste,  acción  de 
ver: 

ikusten  da,  es  viendo 

ikiisten  dago,  está  viendo 

iktistcn  dabil,  anda  viendo 

ikusten  dator,  viene  viendo,  etc. 

Antonio. — ¿  Explica  el  bascuence  el  uso  de  la  ^preposición  de  con 
algunos  verbos  con  los  que  la  usaban  los  antiguos?  Porque  por  el  la- 
tín taJl  uso  no  se  explica.  Por  ejemplo:  Comenzó  de  volar  (Berceo),  Sepa 
el  mundo  de  que  Camila  no  sólo  guardó  la  leaitad  a  su  esposo  (Cervan- 


274  DIÁLOGOS  FAMILIARES 

^es).  Lo  fué  a  poner  en  pico  a  su  señora  de  como  doña  Rodríguez  que- 
daba en  el  aposento  (id.).  Démosle  de  beber. 

Aurelio. — Cabalmente  Jos  verbos,  sobre  todo,  que  indican  comen- 
2ar  (oíí),  saber  (iakin)  y  dar  {eman),  llevan  en  bascuence  la  forma  de 
acción  {-te)   con  posesivo  (-n). 

Begiak  lausotuten  asi  iataz,  se  me  han  comenzado  de  anublar  los 
ojos.  EzTAKiGU  cguna  ganr  egiten,  no  sabemos  de  hacer  noche  el  día. 
Eman  zayogiin  edaten  ardoa  gau-onetan  ere,  démosle  de  beber  vino 
iamhicn  esta  noche. 

Antiguamente  se  decía  la  tu  casa,  el  mi  braco,  siendo  así  que  basta 
el  posesivo  para  determinar  lel  nombre  sin  necesidad  del  artículo.  lis 
pura  versión  del  giro  bascongado,  que  exige  el  artículo  en  este  caso: 
Zure-etche-A,  uire-beso-A.  También  solía  ponerse  ell  predicativo  antes 
del  verbo,  como  en  bascuence:  ona  da  nire-tchoria,  bueno  es  mi  pájaro. 
Joven  eres,  gaztea  az.  Hoy  se  prefiere  decir  eres  joven. 

El  sujeto  va  al  principio  o  aü  fin,  como  en  bascuence:  nire-tchoria 
oria  da,  mi  pájaro  bueno  es;  ona  da  nire-tchoria,  bueno  es  mi  pá- 
jaro. 

Tampoco  es  'latino  y  sólo  bascongado  y  castellano  el  empleo  del  ar- 
ticulo con  de,  cuando  no  hay  poseedor:  el  de  Andrés:  Andres-en-a.  Los 
de  Antero:  Antero-n-ak. 

En  latín  no  hay  artículo.  El  castellano  lo  copió  del  bascuence  que 
es  -a;  plural,  -ak.  Gizon,  hombre;  gizon-a,  el  hombre;  gizon-ak,  los 
hombres. 

E'l  infinitivo  sirve  para  Ha  segunda  persona  del  imperativo,  tanto  en 
castellano  como  en  bascuence:  Ibüi,  andar. 

Todavía  queda  otra  particularidiad  y  modismo  muy  castellano,  v 
tan  bascongado  como  poco  latino.  Me  refiero  al  uso  de  los  auxiliares, 
los  cuales  en  castellano  no  son,  como  en  las  demás  neolatinas,  única- 
mente haber  y  ser,  sino  otros  varios,  como  tener,  estar,  andar,  andarse, 
venir,  ir,  acabar,  venir  a  ser,  deber  de,  etc. 

Los  dos  SE  andaban  paseando  por  vn  prado  (Cerv.) ;  ándese  usted 
con  encantados,  ayunos  y  vigilantes,  mirad  si  es  mucho,  que  ni  coma 
vi  duerma  (id.) ;  algunas  mujeres  se  andan  perdidas  tras  un  rufián 
(ídcn) ;  andarse  a  mendigar;  si  se  anda  a  decir  verdad;  no  andar  val- 
dios,  andar  con  aviso,  andar  yendo  y  iñniendo;  andaba  novenas,  en- 
comendábame a  San  Hilarión. 

Antonio. — 'Ese  andar  o  andarse  debe  de  ser  el  que  se  oye  tanto 
por  estas  tierras  bascongadas :  andar  a  la  escuela,  andar  de  merienda. 

Aurelio. — Que  son  modismos  sacados  del  genio  del  bascuence,  no 
menos  que  éstos:  andaba  la  casa  alborotada;  anduvisteis  demasiada- 
mente de  crédulo  en  creer,  etc. 

Y  advierta  que  'las  más  de  .las  veces  suple  al  verbo  ser  o  al  haber, 
porque  son  puros  auxiliares,  aunque  con  distinto  matiz  cada  uno. 

Lo  mismo  se  diga  de  ir,  venir,  etc.:  si  va  a  decir  verdad;  ¿vame  a 
mi  oigo  en  que  se  desencante  o  no? ;  con  la  razón  que  va  de  mi  parte, 
Vor  está,   como   va  dicho  por   está,  viene  entendido,  lo  vas  cntendien- 


ACERCA  DEL   ÉUSQUERA  Y  DEL  CASTELLANO  275 

éo,  «te.  El  mismo  haber  empleado  como  neutro:  se  hubieron  con  él 
como  unos  hertuanos,  se  hubieron  como  buenos,  etc. :  y  tener  por  haber 
con  mayor  vehemencia:  ya  os  tengo  dicho  que...  le  tenía  ya  cogido,  por 
ya  lo  había  cogido;  y  estar  o  entarse,  estaba  para  partir,  se  estuvo  aguar- 
dando; y  habérselas  con,  para,  de  parte  de,  etc. 

Todos  estos  verbos  de  por  sí  y  con  las  diversísimas  modificaciones 
■que  les  comunica  el  uso  de  las  varias  ipreposiciomes,  son  de  los  modis- 
mos más  exquisitos  y  expresivos  del  castellano  y  de  comunican  una  ri- 
queza y  una  gracia  que  en  vano  buscaréis  en  ninguna  otra  lengua. 

Pues  bien,  todo  eso  débese  al  bascuence,  donde  los  auxiliares  son 
parte  integrante  del  verbo  y  son  Jos  mismos  que  en  castellano,  isan, 
euki,  ioan,  ibilli,  erabilli,  eraman,  croan,  etc.,  etc.,  y,  sobre  todo,  andar 
y  andarse,  que  es  el  auxiliar  erabilli  y  el  egon,  y  tener  por  haber  el 
du  euskérico :  cgin  dn  =  tiene  hecho  por  ha  hecho. 

¿Y  el  empleo  del  infinitivo  con  todos  sus  adherentes,  como  si  fuera 
un  sustantivo  que  se  dedina  por  todos  sus  casos? 

Antonio. — (Ese  giro  es  griego. 

Aurelio. — Verdad  que  lo  tiene  el  griego;  pero  no  me  probará  us- 
ted que  lo  heredó  de  él  el  castellano,  sino  del  bascuence,  que  lo  emplea 
todavía  con  mayor  libertad  y  donaire.  Fenómeno  tanto  más  de  admirar, 
<;uanto  que  ni  en  francés  lo  hay  ni  en  latín;  y,  a  pesar  de  su  padre,  le 
nació  al  castellano  semejante  modismo,  porque  lo  tomó  de  la  madre. 
Al  cerrar  de  la  noche,  en  el  hacer  de  las  leyes,  el  traducir  de  lenguas 
fáciles  ni  arguye  ingenio  ni...;  creció  más  el  batir  y  dentellar  cuando 
distintamente  vieron  que  era...;  de  la  manera  que  sirve  el  templar  de 
la  vihuela:  pues  pensar  que  se  hallen  tantos,  que...;  no  hay  dudar  en 
ello;  unos  a  entapizar  y  nosotras  a  limpiar  el  suelo,  nos  dimos  tan  bue- 
na prisa,  que...;  del  creer  y  no  obrar  nacen  todos  sus  daños;  en  el  an- 
darse así  tan  a  deshora;  por  no  poner  remedio  en  ello;  cuanto  al  levan- 
tarse tan  de  madrugada;  con  venir  temprano  está  todo  concluido;  mal 
parece  que  conciertan  entre  sí  juntar  riquezas  y  ejércitos  con  renunciar 
lo  que  poseemos;  se  estuvo  quedo  a  guisa  de  hombre  pensativo  sin  alzar 
los  ojos  a  mirarlos,  etc. :  el  infinitivo  admite  todos  los  casos,  con  artícu- 
üo  o  sin  él,  y  todas  las  preposiciones,  lo  cual  es  una  mina  inagotable  y 
riqueza  de  frases  desconocidas  enteramente  del  latín  y  usadísimas  en 
"bascuence. 

Antonio. — ^No  es  menester  me  traiga  ejemplos  en  esta  (lengua,  por- 
que me  quedaría  tan  ayuno  como  antes. 

Aurelio. — ^Entonces,  hemos  concluido,  porque  me  sospecho  que  debe 
de  estar  usted  cansado,  y  no  es  cosa  de  emipezarla  ahora  con  los  ele- 
mentos lexicográficos  o  vocablos  que  el  castellano  conserva  todavía  del 
bascuence. 

Antonio. — iPor  mí  puede  usted  continuar;  aunque  comprendo  que 
este  asunto  de  etimologías  es  resbaladizo  y  requiere  un  estudio  muy 
profundo  y  una  inducción  comipfiíeta. 

Aurelio. — Por  esa  misma  razón  no  he  querido  yo  hacer  hincapié 
'Cn  las  etimologías;  como  muestra  le  traje  algunas  palabras  tan  rancias 


2y(i  DIÁLOGOS  FAMILIARES 

como  los  proverbios  en  que  se  encuentran,  y  podría  añadir  otras  mu- 
chas. Cejador  se  encargó  de  hacerlo  en  los  tomos  del  Tesoro,  que  es- 
lástima  grande  no  se  acaben  de  imprimir  Jos  que  faJtan,  porque  encie- 
rran todo  el  bascuence,  el  castellano  y  las  lenguas  indoeuropeas,  ana- 
lizados todos  los  elementos  hasta  los  iprimitivos  sonidos  y  hasta  el  ori- 
gen del  lenguaje,  empresa  antes  jamás  acometida   por  nadie. 

Pero  ¿  qué  hace  usted  ahí  consultando  sus  papeles  y  por  qué  se  son- 
ríe? 

Antonio. — Tenía  aquí  apuntado  que  Schultens  en  eil  Boletín  de  la 
Biblioteca  de  Mencndcz  y  Pelayo  también  trae  de  gyrarc  el  verbo  virar 
y  el  nombre  de  Viriato,  como  la  Academia.  Era  para  hacerle  a  usted 
una  objeción  con  esta  autoridad;  pero  de  repente  me  ha  ocurrido  que 
Viriato  no  podía  llevar  nombre  derivado  del  griego  ni  del  gfriego  la- 
tinizado, sino  que  su  nombre  sería  del  habla  de  su  tierra.  No  iban  los 
lusitanos  a  poner  nombres  grecolatinos  a  sus  hijos.  Me  reía  de  lo  can- 
corosos  que  son  nuestros  etimólogos, 

Aurelio. — ¿Candorosos?  No  3o  sabe  usted  bien.  Etimólogos  e  his- 
toriadores. Y  lo  que  es  más,  los  historiadores  alemanes,  como  el  mis- 
mo Schultens.  ¿Cuándo  vivió  Viriato? 

Antonio. — Viriato  derrotó,  cogió  prisionero  y  mató  al  pretor  G'aius 
Vetilius,  el  cual  gobernó  en  España  el  año  de  147-146  antes  de  Cristo, 
esto  es,  a  mediados  del  siglo  11  antes  de  nuestra  era. 

Aurelio. — Pues  en  «se  siglo  se  hablaba  ya  castellano  en  España,  si 
eJ  nombre  de  Viriato  y  el  verbo  virar  salieron  del  grecolatino  gyrare. 
Ya  ve  usted  que  me  bastaba  aceptar  tal  etimología  para  cortar  de  un 
golpe  todas  sus  dudas  y  las  discusiones  que  hemos  tenido  acerca  de  si 
todos  los  españoles  hablaron  ¡latín  y  de  cuando  nació  el  castellano.  Si 
en  el  siglo  11  antes  de  Cristo  se  hablaba  castellano,  no  hubo  tiempo  para 
que  los  españoles  hablasen  latín.  Schultens,  que  no  admiftirá  semejante 
cosa,  discurre  con  tal  etimología  como  si  Viriato  hubiera  vivido  des- 
pués del  siglo  XI,  cuando  dicen  ustedes  que  nació  el  castellano. 

Antonio. — 'Ahora  sí  que  me  río  de  veras.  ¡  Qué  historiadores,  que 
no  saben  cuándo  vivió  Viriato,  o  qué  etimólogos  que  ponen  un  verbo 
castellano  como  virar  y  el  nombre  de  Viriato  como  castellano  en  tiem- 
pos en  que,  según  ellos,  el  castellano  no  había  nacido ! 

Aurelio. — lEstaba  naciendo  en  el  siglo  11,  al  choque  del  latín  con  el' 
eúskera  y  los  españoles  decían  hira  lo  que  hoy  decimos  virar,  y  viria 
el  torques  latino  y  Viriato  el  nombre  del  caudillo  lusitano.  Pero  los  pas- 
tores de  entre  los  cuales  salió  Viriato  y  su  familia  y  los  que  le  dieron 
este  nombre  a  buen  seguro  que  no  hablaban  castellano,  sino  eúskera,  y 
euskérico  es  el  nombre.  Y  si  no,  la  tal  etimología  académica  se  basta 
para  probar  que  ya  se  hablaba  castellano  en  toda  España  por  aquel  en- 
tonces hasta  entre  pastores,  porque  virar  no  es  latín  y  mudarse  gyrare 
en  virar  es  convertirse  el  latín  en  castellano.  Por  supuesto  que  el  gy- 
rarc todavía  no  había  llegado  del  griego  al  latín  para  entonces  y  nadie 
sabrá  en  España  de  tal  verbo,  de  origen  muy  posterior.  Y  por  este 
estilo  son  todas  las  etimologías  de  voces  castellanas  de  origen  euské- 
rico que  quieren  traer  del  latín. 


Iparato  bibliográfico  general  de  la  Literatura  castellana 


I.   bibliografía  de  bibliografías  generales 


(Libro,  imprenta  y  biblioteca.) 


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paña (ms.  D  141,  Bibl.  Nac). 

Aguilera  y  Velasco  (A.)  Códi- 
ces antiguos,  4  vols.,  Madrid,  1865. 

Alcocer  (Mariano).  Catálogos 
de  las  bibliotecas  fS.  Cruz)  de  Va- 
lladolid,  ibid.,  1920. 

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ca  scriptornm  Soc.  Jesu,  del  P.  Pe- 
dro de  Ribadeneira,  continuada, 
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Alenda  y  Mira  {Jenaro).  Re- 
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públicas  de  España,  1903. — Catálo- 
go de  autos  sacram.,  histór.  y  ale- 
gar., 1916-18  (en  Bol.  Acad.  Esp.). 

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noticia  del  archivo  que  fué  del  Du- 
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Catálogos  de  la  Biblioteca  provin- 
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drid, 1788.  Bibliotheca  Hispana 
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bibliographie  de  tous  ¡es  ouvrages, 
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Madrid,  1909. 

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índice  de  los  docum.  proceden- 
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el  Archivo  de  la  R.  Academia  de 
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286 


APARATO  BIBLIOGRÁFICO 


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dien  in  England,  I,  1890  (en  Ro- 
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APARATO  BIBLIOGRÁFICO 


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Escor.,  15,  VI,  39,  40,  41,  42  (to- 
mos de  las  particelas).  Véase  Bar- 
bieri, Bibl.  Nac.  —^  (copia  del 
tomo  I,  del  Tenor).  Tiene  más  ca- 
talanes que  castellanos.  Sobre  la 
música  de  los  Madrigales,  véase 
F.  Pedrell,  Els  Madrigals  i  la  mis- 
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to, de  los  Condes  de  Oñate,  descrito 
por  F.co  R.  de  Uhagón  en  Rev.  Ar- 
chiv.,   junio,   1900;  IMadrid,    1905. 
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del  año  1575,  ms.  3806  Bibl.  Nac. 
(cultas   y  populares). — Cancionero 
de  Costantina,   15 10,   19 14  (biblió- 
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Evora,  edic.  Víctor   Eugéne  Har- 
dung,  Lisboa,  1875.  —  Cancionero 
de   Gabriel    de  Peralta    (recogido 
por).  Ms.  4072  Bibl.  Nac,  Gallar- 
do, t.    III,    1138. — Cancionero   del 
siglo  XVI,  ms.  3993  Bibl.  Nac,  con 
nota  de   Gallardo.  Cultas  y  popu- 
lares.— Cancionero  del  siglo  xvi  de 
Gallardo  (t.   I,  col.   610),  culto.-- 
Cancionero  del  siglo  xvii,  ms.  3168 
Bibl.    Nac.    Tiene    cantares    muy 
populares. — Cancionero  del  s.  xv, 
Bibliot.   Nac,  ms.   5593.   P.  supl., 
279.  La  copia  pudiera  ser  del  xv 
o  XVI ;  mas  las  poesías  son  del  xv. 
— Cancionero  del  siglo  xv,  citado 
por  Gallardo  (t.  1,  567)  como  de  la 
Bibl.  Nac. — Cancionero  del    Vati- 
cano, por  Monaci,  Halle,  1875;  per 
Theophilo  Braga,   Lisboa,  1872. — 
Cancionero  de  Manuel  de  Paria,  en 
1666,  ms.  3992  Bibl.  Nac,  Gallar- 
do, t.  II,  col.  092.  Cultas  y  glosas 
de  algunos  villancicos  populares. — 
Cancionero  de  Mathias  Duque  de 
Estrada,  Rev.  Archivos,  año  1902, 
— Cancionero  de  Martínez  de  Bur- 
gos   (Fr.    Juan),    en    F.co    Cerda. 
Memorias    histúr.    de    Alf.    VIH, 
1783     {Apénd.    pág.    cxxxiv;     es 
índice    de   pocs.   cultas). — Cancio- 


nero de  1575,  ms.  3806  Bibl.  Nac. 
— Cancionero  de  Módena  (en  Ro- 
mán. Porschungcn,  t.  X,  1899:  es 
índice    de    poesías    cultas    deJ    si- 
glo xv). — Cancionero  de  Nuestra 
Señora,    Barcelona,    1591    (SaJvá,. 
Hercdia).  —  Cancionero  de  obras 
de  burlas  provocantes  a  risa.  Va- 
lencia, 1 5 19;  Londres,  1841. — Can- 
cionero de  obras  de  burlas  provo- 
cantes a  r^a,  compilado  por  Eduar- 
do Lustofó,   Madrid,   1872. — Can- 
cionero de   principios   del  s.   xvi, 
ms.,  Gallardo,  I,  610. — Cancionera 
de  Resende,   15 16;  por  Kausler,  3. 
vols.,   Stuttgart,  1846  -  1852;  por 
Huntington,  N.  York,  1904. — Can- 
cionero de  romances,  Anvers,  s.  a.. 
anterior  a  1550;  ibid.,  1550,  1554, 
1568,  etc.  —  Cancionero  des  Brit. 
I  Mnseums  (M.  S.  Add.  1043 1)  {Der 
spanische),  ed.  H.  A.  Rennert,  Er- 
langen,    1899    {Romanische    Pors- 
chungen).  Hay  copia  en  el  fondo^ 
de   Gayangos  de    la  Bibl.    Nac. — 
Cancionero  de  Stiiñiga  (ms.  M  28 
Bibl.    Nac),   Madrid,    1872   {Libr.. 
rar.  y  cur.). — Cancionero  de  Upp- 
sala,  ed.  Rafael  Mitjana,  Uppsala,. 
1909.  Es  del   libro  Villancicos  de 
diversos  autores,  a  dos  y  a  tres  y 
a   quatro  y  a   cinco  bozes,  Vénc- 
ela, 1556  (reimpresa  sólo  la  letra, 
sin  la  música). — Cancionero  d'Her- 
beray  en  Gallardo,  Ensayo  de  una 
biblioteca  esp.,  t.  I,  451-567.  Com- 
pilado a  mediados  del  siglo  xv. — 
Cancionero  erudito  del  siglo  xv,  10 
tomos,  copiados  hacia    1807,  mss. 
3755-3765,  tomados  de  mss.  de  la 
Bibl.  Real. — Cancionero  espiritual, 
Valladolid,  1549;  191 5  (Rev.  Hisp.^ 
t.   XXXIV). — Cancionero  general 
de  Hernando   del  Castillo,  Valen- 
cia, 1511.  1514;  Toledo,  15x7,  1520, 
1527;  Sevilla,    1535,  1540;  Ambe- 
res,    1557,    1573;    Madrid,    1582. — 


lírica  popular 


357 


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nuevas,  por  Est.  de  Nájera,  Zara- 
goza, 1554;  por  Morel  Fatio  en 
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por  Diego  de  Vera,  Barcelona, 
1625,  1903  (reprod.  Hip.  Society). 
— Cmicionero  llamado  Flor  de  en- 
amorados, por  Juan  de  Linares,Bar- 
celona,  1573,  1601  (Heredia),  1681 
(ms.  4128,  antes  M.  360  Bibí.  Nac). 
— Cancionero  llamado  Vergel  de 
Amores,  Zaragoza,  1551;  N.  York, 
1903  (reprod.  Huntington'. — Can- 
cionero musical  de  los  siglos  xv  y 
XVI  (ms.  Bibl  Real),  ed.  F.co  Asen- 
jo  Barbieri,  Madrid,  1S90. — Can- 
cionero musical  y  poético  del  si- 
glo XVII,  de  Sablonara,  1616-1618 
{Boletín  Acad.  Españ.),  de  estruc- 
tura popular,  pero  por  poetas  cul- 
tos con  demasiada  argentería. — 
Cancionero  popular  gallego,  por 
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1885  -  86,  3  vols.  —  Cancionero 
{Communications  from  Spanislu, 
ed.  H.  R.  Lang.  en  Transactions 
of  the  Connecticut  Academy  of 
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Nac.  de  París,  por  C.  B.  Bourland 
(en  Rev.  Hisp.,  XXI). — Cancio- 
neros de  la  Biblioteca  Real;  trató 
de  ellos  Pedro  J.  Pidal  (Canc.  Bae- 
na) ;  de  ellos  hay  bastantes  co- 
pias en  los  mss.  3755  a  3765,  11 
vols.,  Bibl.  Nac. — Cancioneros  del 
Marqués  de  Santillana,  dirigidos 
al  Condestable  de  Portugal  (1449) 
y  a  Gómez  ]\Ianrique  su  sobrino 
(1456),  en  Amador  de  los  Ríos, 
Obras   de   Santillana,   (págs.    clix 


y  cLXii).  —  Cancionero  von  N ca- 
pel (Der),  ed  E.  Teza,  en  Roma- 
nische  Forschungen  (1893),  t.  VII, 
págs.  138-144.  —  Cancionero  y 
romancero,  colegido  por  Gabriel 
de  Peralta,  ms.  Bibl.  San  Román, 
hoy  Acad.  Hist.  Gallardo,  t.  III, 
col.  1138. — Cangoner  deis  comtes 
d'Urgell,  ed.  Llabrés,  Villanueva 
de  Geltrú,  1906. — Cantares  del  cic- 
lo para  todas  las  festividades  de 
Cristo  y  sil  Madre,  populares  los 
más,  año  1621.  Ms.  3951  Bibl.  Nac. 
— Cantares  popidares  de  Castilla. 
en  Rev.  Hisp.,  1914,  t.  XXXII. — 
Cantigas  de  Santa  María,  de  Al- 
fonso X,  2  vols.,  Madrid,  1889. — 
Canzoni  Spagniiole  et  Italiane  {Li- 
bro de  diverse),  publ.  por  Ant.  Res- 
tori  en  el  t.  II  de  Homen.ije  a  M. 
Pelayo,  1S99.  —  Canzonitre  Clas- 
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Navarrete  de  Pisa,  Madrir,  1589; 
ed.  Antonio  Restori,  de  Parma, 
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nos del  s.  XVI,  ed.  Menéndez  Pi- 
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Cejador  (Jidio).  La  verdadera 
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recogida,  Madrid,  1921,  t.  I;  1922, 
t.  II  y  III;  en  publicación,  el  úl- 


23 


358 


APARATO  BIBLIOGRÁFICO 


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con  su  música),  Madrid,  1915  (son 
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Códices  de  la  Biblioteca  imperial 
de  París,  descritos  por  Ochoa  en 
su  índice  de  los  mss.  españoles 
(págs.  378  y  sigts.). 

Colección  de  poesías  de  los  si- 
glos xv-.rz'iii,  ms.  6635  Bibl.  Nac, 
cultas  todas. — Colección  de  poesías 
de  nn  cancionero  inéd.  del  s.  xv, 
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Cuaderno  de  diferentes  obras  y 
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Chants  et  chansons  populai- 
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Colct),  3  vols.,  París. 

CiiEií  (Licenciado  de).  Labe- 
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Doizi  DE  Velasco  (Nicolao). 
Nuevo  método  de  cifra.  Ñapóles, 
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D 'Ovidio  y  Moxaci.  Manualetti 
d'Introduzione:  Portnghesc  e  Ga- 
llego, Imola,  1881. 

Du-MÉRiL  (E.).  Poesies  popu- 
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1847. 

Entremeses,  loas,  bailes,  jáca- 
ras y  mojigangas,  del  s.  xvii, 
con  introd.  por  Emilio  Cotarelo 
(N%icva  Bibl.  Aut.  Esp.),  2  vols., 
1911. 

/Ernimi  (F.).  Lo  "Stabat  Mater" 
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Espejo  de  enamorados.  Guir- 
nalda esmaltada  de  galanes  y  elo- 
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(16  hojas),  Bibl.  Nac,  Lisboa,  to- 
mo de  varios,  reservados,  n.  177. — 
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Espinosa  (Aurelio  M.).  Notes 
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de  los  Reyes  Magos,  191 5  (Ro- 
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Esquivel  Navarro  (Juan).  Da- 
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Faral  (E.).  Recherches  sur  les 
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lírica  popular 


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sía, recogidas  de  varios  poetas 
españoles...  Recopilóse  en  la  ciu- 
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coplas  16 56-166 1  del  Arcipreste, 
1900  (ibid.). — Zur  spanischen  und 
portugiesischen  Mctrik,  1900  {Deu- 
tsche Wissenschaftliche  Verein, 
Valparaíso).  Zur  lateinische  und 
romanischen  Metrik,  Valparaíso, 
1901.  —  Los  versos  de  las  Can- 
tigas de  S.  María  del  rey  Alfon- 
so X,  190 1  {Anales  Un.  Chi- 
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1902  (ibid.). — Mctrische  Studien  zu 
Alfonso  und  Berceo,  Valparaíso, 
1903. — El  metro  del  Poema  de 
Fernán  González,  1904  {Anales). 
El  arte  mayor  de  Juan  de  Mena 
1906  (ibid.). — Notas  a  la  Vida  de 
S.  Domingo  de  Silos  escrita  por 
Berceo,  1907  (ibid.) — La  seguidi- 
lia,  1909  (ibid.). — Notas  del  Poe- 
ma del  Cid,  1911  (ibid.). — Los  en- 
decasílabos de  Alfonso  X,  1913 
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de  Alfonso  X,  19 14  {Modern  Lan- 
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neiro da  Ajuda,  1908  {Zcitschrift 
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Descort  in  Oíd  Portuguese  and 
Spanish  Poetry,  1899  (Beitrage  zur 
román.  Philologic,  Halle). — Comu- 
nications  from  spanish  cancione- 
ros, 1909  (en  Transactions  of  the 
Conncticut  Acadcmy  of  Arts  and 
Sciences.) 

Las  Flors  del  Gay  Saber  csiicr 
dichas  las  Leys  d'Amors,  en  Mo- 
nnmcnts  de  la  Liter.  romane,  Pa- 
rís-Toulousc ;  3  vols. 

Ledksma  {.-llonso  de).  Juegos  de 


Noches  buenas,  1605  (t.  35,  Bibl.. 
Autor.  Esp.). 

Levi  (£.).  /  miracoU  della  Ver- 
gine  nella  letteratura  Icggendaria 
del  medio  evo  (en  Fanfulla  della 
Domenica,  Roma,  XXXVHI,  n. 
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LÉGER  (L.).  Chants  hcroiqncs  ct 
chansons  popnlaires  des  Slaves  de 
Bohéme,  París,  1866. 

Legr.\nd  (£.).  Recucil  de  chan- 
sons popnlaires  grecqucs,  París, 
1874. 

Leys  d'amor,  Tolosa,  i.*  mi- 
tad del  s.  XIX,  por  Gatien  ArnouM, 
en  Monumcnts  de  la  Littérature 
romane,  Ms.  Archivo  de  la  Corona 
de  Aragón. 

Libro  de  diferentes  y  varias  poe- 
sías, ms.  3913  Bibl.  Nao.,  cultas 
y  populares. — Libro  de  tonos  en 
cifra  de  harpa  (^-  de  la  Bibl. 
Nac.  Hacia  el  medio:  Tonos  de  D. 
Vicente  Finisterre  de  este  año  de 
1706.  Sólo  humanos).  Gallardo,  T 
1206. 

Linares  {Juan  de).  Cancionero 
llamado  Flor  de  enamorados,  1573, 
1601  (Heredia),  1681  (ms.  4128 
Bibl.  Nac). 

Lira  poética,    1592,    1644,   1703, 

1759- 

López  ue  Ubeda  {Juan).  Vergel 
de  plantas  divinas,  copilado,  1588, 
Alcalá. 

Llabia  (Ramón  de).  Cancionero 
de...,  Zaragoza,  1481,   1490. 

Maetzner  (E.).  Altfrancocsiscl'c 
Lieder,  Berlín,  1853. 

Mahn  (C.  a.  F.).  Die  IVerke 
der  Troubadours,  in  Provenzalis- 
chcr  Sprachc,  4  vols.,  Berlín,  1846- 
81,  1886,  3.*  ed.  —  Gedichte  der 
Troubadours...,  4  vols.,  Berlín, 
1856-73. — Commeniar  und  Glossart 
su...  (a  estas  dos  obras),  1871-78, 


LÍRICA  POPULAR 


361 


2  cuadernos.  —  Die  Biographien 
der  Trouhadours,  1878,  2/  ed. — 
Mss.  de  nueve  tratados  de  Gaya 
Ciencia  en  Barcelona,  Bibliot.  de 
Cataluña,  n.  239. — Manuscrito  de 
Usoz,  2>7^i  Bibl.  Nac.  Es  colec- 
ción tomada  de  pliegos  sueltos  del 
siglo  XVI. — Manuscrito  2621  Bibl. 
Nac. — Manuscrito  7149  de  la  Bibl, 
Nac,  copia  del  siglo  xix,  al  pare- 
cer de  Bohl  de  Faber  o  Duran,  de 
poesías  populares  y  cultas  escogi- 
das. —  Manuscrito  3657  ^^^  Bibl. 
Nac,  donde  desde  el  fol.  588  al 
614  son  del  Marqués  de  Alenquer. 
—  Manuscrito  3915  Bibl.  Nac, 
año    1620:    cultas    y  populares. 

Maravillas  del  Parnaso  y  Flor  de 
los  mejores  romances,  recop.  por 
Jorge  Pinto  de  Morales,  Lisboa, 
1637,  reprod.  en  1902  (Hisp.  So- 
■ciety) ;  Barcelona,  1640.  Casi  todo 
es  culto. 

Marcos  Duran  {Domingo).  Lux 
bella,  Sevilla,  1492,  1518.  —  Glosa 
■sobre  id..  Salamanca,  1498. — Su- 
mula  de  canto  de  órganos,. 

Marpen  (C.  Carroll).  Libro  de 
Apolonio,  191 7,  t.  I  (el  segundo 
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Fernán  González,  1904. 

Menéndez  y  PtLAYO  {Marceli- 
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Madrid,  1890,  1908,  13  vols. 

Menéndez  Pidal  {Ramón).  La 
primitiva  poesía  lírica  española, 
disc,  Madrid,  1919. — Algunos  ca- 
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tura española,  1918  {Bullet. 
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Meyer  {Paul).  De  l'influence 
des  troubadours  sur  la  pocsie  des 
peuples  romains,  1876, 

MiCHAELIS        DE       VaSCONCELLOS 

'(Carolina).   Archiv.  filr   das   Stu- 
idium  der  neueren  Sprachen,   1909 


(t.  CXXII,  págs.  193-206). — A  pro- 
pósito de  Martin  Coda.v,  19 15  (en 
Rev.  Filol.  Esp.) .  —  Randglossen 
zum  altportugicsischer  Liederbuch, 
Halle,  1896-1905. — Cancionero  da 
Ajuda,  Halle,  1904. — Lays  de  Bre- 
tanha,  capítulo  inédito  del  Cancio- 
nero da  Ajuda,  Porto,  1900  (en 
Rev.  Lusitana,  VI).  —  Geschichte 
der  portugiesischen  Litteratur  (con 
Theophilo  Braga,  en  el  Grundriss, 
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2.»  ed.,  Barcelona,  1889. — Antiguos 
tratados  de  Gaya-ciencia,  1876  (en 
Rev.  Arch.). — Del  decasílabo  y 
endecasílabo  anapésticos,  1875  y 
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{Libr.  rar.  y  cur.). 

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302 


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Nostredame  (Jean  de)  o  Nos- 
TRADAMUS.  Vics  des  plus  cclcbrcs 
et  anciens  poetes  provencanx,  Lyon, 
1575  (traduc.  por  Giovan  Mario 
Crcscimbeni),  el  cual  añadió  Giun- 
ia  al  Nostradama  contenente  varié 
noticie  isforiche  di  molti  altri  poe- 
ti  provenzali. 

NuMES  (7.  /.)•  Chrestomathia 
Archaica  (portuguesa),  Lisboa, 
1906. 

Obras  de  Diversos  recopiladas, 
año  1582.  D.  Pedro  de  Rojas  (y 
Guzmán,  Conde  de  Mora),  ms. 
3924  Bibl.  Nac.  Son  cultas  y  po- 
pulares. 

Obras  de  don  Juan  Fernández 
de  Yxar,  llamado  El  Orador,  mss. 
Bibl.  Nac.  M.  275  ó  2882,  y  Ga- 
llardo, t.  I,  578. 

Ohtiz  Toi.letano  {Diego).  El 
Primo  libro  dclle  glose,  Roma, 
1553. 


Oviedo  y  Arce  (£.).  El  genui- 
no Martín  Codax,  Coruña,  1917  y 
en  Rev.  Acad.  Gall.) 

Padilla  {Pedro  de).  Tesoro  de 
varias  poesías,  Madrid,   1580. 

Pagés  {Amcdc).  Auzias  March 
et  ses  prédccesseurs,  essai  sur  Ui 
poesie  amoiireiise  ct  philosophique 
en  Catalogne  au  xiv^  et  xv^  sié- 
cles  {Ec.  Haut.  Etudes,  fase.  194), 
París,  1912. — Les  obres  d'Ati.c¡as 
March,  ed.  crit.  par  Amadeii  Pa- 
gés, 2  vols.,  Barcelona,  191 2, 

París  {Gastón).  Chansons  du 
.vv"  s.,  París,  1875. — Les  origines 
de  la  poesie  lyrique  en  France,  Pa- 
rís, 1891-92  (en  Journal  des  Sa- 
vants). 

Pastora  de  Manzanares,  ms. 
Bibl.  Nac,  Gallardo,  I,  991. 

Pedrell  {Felipe).  Teatro  lírico 
español  anterior  al  s.  xlx,  5  vols., 
Coruña,  1888. 

Peralta  {Gabriel  de).  Cancione- 
0  y  romancero  colegido  por...,  Ga- 
llardo, t.  III,  y  col.  1 138.  Hoy  ms. 
Bibl.  Nac.  4072. 

PiDAL  {Pedro  José).  Cancionero 
de  Baena,  introdiic,  Madrid,  1851. 
Pietsch  {Karl).  Prelitninary  no- 
tes  on  two  oíd  Spanish  vcrsions  of 
the  Disticha  Catonis,  1902  {Publi- 
cations  of  the  Univers  of  Chicago). 
Pisador  {Diego).  Libro  de  vuísi- 
ca  de  vihuela.  Salamanca,  1552. 

Pitre  {G.).  Canti  popolari  sici- 
llani,  Palermo,   1870-1,  2  vols. 

Podio  {Guillermo  de).  Ars  inu- 
sicormn.  Valencia,  I495- 

Poesías  de  antaño,  por  Ant. 
Guzmán,  19 14  (en  Rev.  Hisp.,  to- 
mo XX XT). — Poesías  de  diversos, 
ms.  411 1  Bibl.  Nac,  cultas. — Poe- 
sías del  s.  XVI TT,  ms.  19386  Bibl. 
Nac. — Poesías  del  siglo  xvt,  ms. 
3968  Bil)l.  Nac,  cultas. — Poesías 
diversas,  ms.  3700  Bibl.  Nac.  (cul- 


lírica  popular 


363 


tas  y  pocas  populares),  del  s.  xvii,  , 
en  Gallardo,  I,  1027. — Poesías  es- 
pirituales^ en  el  mss.  5487,  19586, 
861  Bibl.  Nac. — Poesías  líricas,  \ 
Bibl.  Autor.  Esp.,  ts.  27,  32,  35, 
43. — Poesías  varias,  ms.  Gallardo. 
I,  1023,  cultas. — Poesías  varias, 
mss.  4078,  3799,  3746,  4062,  4 II 7, 
3795,  3797,  2856,  861  (las  más  es- 
pirituales), Bibl.  Nac,  todas  cul- 
tas.— Poesías  varias,  ms.  2621  Bibl. 
Nac,  cultas  y  populares. 

Poéticas  catalanas  d'en  Beren- 
guer  de  Noya  y  Francesch  de  Ode- 
sa, ed.  G.  Llabres,  Palma,  1909. 

Poética  silva,  ms.  Gallardo,  I, 
1060. 

PosT  (Ch.  R.).  Castilian  allegory 
of  the  fiftheenth  century,  1909 
(tesis,   Univers,    de    Harward). — 

Primavera  y  flor  de  los  mejores 
romances,  por  Pedro  Arias  Pérez, 
1621,  1622,  1626;  segunda  parte; 
1629. 

PuYMAiGRE  (Covtte  Tk.  de).  La 
cour  littéraire  de  D.  Juan  II,  Pa- 
rís, 1873,  2  vols. — Chants  populai- 
res  reciieillis  dans  le  Pays  Messin, 
1881,  2  vols.,  2."  ed.  Folk-lore, 
1885. 

Rajna  {P.).  Le  corti  d'amore, 
1890. 

Rathfon  Post  (C).  Medioeval 
Spanish  Allegory,  London,  1915. 

Raynaud  (G.)  et  Lavoix  {H.). 
Recneil  de  Motéis  francais  des 
xii^  et  xiii^  siecles,  París,  1882- 
84,  2  vols. 

Raynouard.  Choix  des  poesies 
originales  des  Troubadours,  París, 
1816-21,  6  vols. 

Rennert  (Hugo  Alhert).  Can- 
cionero, de  fines  del  s.  xv,  ms.  del 
British  Museum,  de  más  de  60  au- 
tores (en  Román.  Forschiingen, 
t.  X,  1899). 


Restori  (A.).  Letteraiura  pro- 
veníale, 1891 ;  en  francés,  1894. 

Revue  Hispanique.  Villancicos  y 
cantares  en  los  tomos  VIII  (1901, 
Séguidilles  anciennes) ;  XXIX 
(1913,  Romaticero  de  Barcelona)  ; 
XXXI  (1914.  Poesías  de  antaño) ; 
XXXIV  (1916,  Cancionero  espiri- 
tual, Valladolid,  1549) ;  XLV  (1919, 
Roniancerillos  de  la  Biblioteca 
Ambrosiana,  impresos  entre  1589 
y  1594  y  fueron  base  del  Romance- 
ro general). 

Reyes  {Cosme  de  los).  Autos  al 
Nacimiento,  1661. 

Ribera  (Julián).  Discurso  A.cad. 
Esp.,  1912. — Discurso  Acad.  His- 
toria, 191 5. — La  Música  de  las 
Cantigas,  1922. 

Rimas  del  Incógnito,  N.  York, 
1 9 16  (Rev.  Hisp.). 

Rodríguez  Marín  (F.'^o),  La  co- 
pla, confer.,  Madrid,  1910. 

Romancerillos  de  la  Biblioteca 
Ambrosiana  (impresos  de  1584  a 
1594))  1 9 19  (Rev.  Hisp.,  t.  XLV). 
— Romancero  de  Barcelona  (ms. 
comienzos  del  s.  xvii),  véase  Milá 
(en  Jahrhuch  für  romanische  und 
cnglische  Literatiir,  Berlín,  1861, 
t.  ni),  edic.  Foulché-Delbosc,  1913 
(en  Rev.  Hisp.,  t.  29) . — Romancero 
de  Gallardo,  así  llamado  el  ms. 
Sot.  9-2  de  la  Bibl.  Acad.  Hist, 
aunque  no  tiene  romances,  sino 
poesías  cultas  del  s.  xv.  Fué  de  don 
Eduardo  San  Román. — Romance- 
ro general,  1600,  Medina,  1602 ; 
Madrid,  1604,  1614,  1904  (Soc. 
Hispan.) ;  2.^  pte,  Valladolid,  1605, 
por  Miguel  Madrigal. — Romancero 
general  de  Agustín  Duran,  2  vols. 
(Bibl.  Aut.  Esp.),  1851. — Roman- 
cero historiado,  por  Lucas  Rodrí- 
guez, Alcalá,  1585,  algunos  pasto- 
riles hermosos  del  autor,  Ms.  3994 
Bibl.  Nac. — Romancero  y  cando- 


364 


APARATO  BIBLIOGRÁFICO 


ñero  sagrados  (t.  35,  Bibl.  Autor.  1 
Esp.). — Romances  nuevos,  de  fines 
del  XVI,  ms.  4127  Bibl.  Nac. 

RouANET  (Leo).  Colección  de  au- 
tos, farsas  y  coloquios  del  si- 
glo XVI,  4  vols.,  1901. 

Rueda  (Lope  de).  Obras,  2  vols., 
Madrid,    1908. 

RuTHERFORD  (John).  The  Trou- 
badours,  Londres,  1873. 

Sablonara  {Claudio  de  la).  Can- 
cionero musical  y  poético  del  si- 
glo XVII,  Madrid,   19 16. 

Sabuz  {Marqués  de).  Los  can- 
cioneros galaicoportugueses,  1916 
(en  Esp.  y  América). — Los  trova- 
dores gallegos,  1916  (ibid.). — Téc- 
nica de  los  trovad,  gallegos,  1917 
(ibid.). — Carácter  y  géneros  liter. 
de  las  canciones  galaicoportuguc- 
sas,  1918  (ibid.). 

Salinas  {Francisco).  De  música, 
Salamanca,  1577. 

Sánchez  de  Badajoz  {Diego). 
Recopilación  en  metro,  1552,  1882- 
86,  2  vols.  {Libr.  de  antaño). 

Santa  María  {Fr.  Tomás  de). 
Arte  de  tañer  fantasía,  Valladolid, 

1565- 

Sanz  (Gaspar).  Instrucción  de 
música  sobre  la  guitarra  española, 
Zaragoza,  1674  (sin  letra,  pero  la 
más  popular  música  de  todos  los 
tratadistas),  1697. 

Satta  (Salvatore).  Antica  lirica 
portoghese :  rileggendo  le  "Canti- 
gas" del  rey  Don  Denis,  1907  (en 
Fan fulla  dclli  domenica,  21  apri- 
le). 

SciiACK  (Adolfo  Federico).  Foc- 
fía  y  arte  de  los  árabes  en  España 
y  Sicilia,  trad.  del  alemán  por 
Juan  Valera,  3.*  ed.,  Sevilla,  1881, 
3  vols. 

Schackford  (H.  M.).  Lcgend 
and  Satires  from  Mediaeval  Lite- 
rature,  N.  York,  1914. 


ScHELER  (A.).  Trouvéres  belges 
du  .v//e  Olí  xiv^  siécle,  Bruselas, 
1876-79,  2  vols. 

ScHLEGEL  (A.  G.).  Observations 
sur  la  langue  et  la  littér.  proven- 
íales, trad.,  1818. 

Schmitt  (John).  Sul  verso  de 
arte  mayor,  Roma,  1905  (Rendi- 
conti  della  R.  Academia  dei  Lin- 
cei) . 

Séguédilles  anciennes,  i  9  o  i 
(Rev.  Hisp.,  t.  VIII),  ms.  M,  4, 
152,  84,  2  Bibl.  Nac.  y  otros. 

Sih>a  de  varios  romances,  Zara- 
goza, 1550;  Barcelona,  1550,  etc. 
El  mismo  contenido  que  el  Can- 
cionero de  romances. 

Sosa  (Lope  de).  Cancionero 
muy  gracioso  del  Smo.  Nacimien- 
to de  N.  S.  le  su  Christo,  1603. 
Reprod.  fotolitogr.  por  la  Hisp. 
Society. 

Stengel    Romanische    Verslehre. 

Storck  (W.).  Hundert  altpor- 
tugiesische  Lieder,  P  a  d  e  i-  b  o  r  n, 
1885. 

Suave  estímulo  de  virtudes,  poes. 
sagr.  y  morales,  del  s.  xvi.  Gallar- 
do, I,  1009. 

Tapia  Numantino.  Vergel  de 
música  espiritual,  Burgo  de  Osma 
(s.  xvi). 

Tarbé  (P.)  Les  chansonmers  de 
Champagne  au  xiie  et  xiiie  sic- 
cles,  Reims,  1850. 

Teatro  español  del  siglo  xvi,  por 
Urban  Cronan,  Madrid,  1913  (Bi- 
bl iófil.  Madrileños). 

Thomas  (A.).  Francesco  da  Bar- 
b  crino,  1883. 

TiMONEDA  (Juan).  Obras,  ed. 
Biblióf.  Valenc,  Valencia,  1911. — 
Sarao  de  amor,  ibid,  1561.  Bóhl 
de  Fabcr  cita  como  que  no  ha  vis- 
to Silva  de  canciones,  Sevilla,  1511, 
y  Cabañero  Cancionero,  Valencia, 
1570.   Obras  que   tampoco   lie   po- 


lírica  popular 


365 


dido  yo  hallar  (véase  Pedro  Sáiiiz 
Rodríguez,  Documentos  en  Bolet. 
Bihl.  M.  Pclayo,  (III  (1921).  pá- 
gina 42). 

ToBLER  (Adolfo).  Le  vcrs  fran- 
qais  anden  ct  moderne,  tvad.  de 
Breul  y  Sudre,  París,   1895. 

Tonos  antiguos  (Libro  de),  ms. 
Bibl.  Medinaceli,  Gallardo,  I,  120, 
3. — Tonos  castellanos  (ms.  Bibl. 
Duque  Medinaceli). — Tonos  anti- 
guos (ibid).  Véase  Gallardo,  t.  I, 
col.  1 193  y  1223. — Tonos  humanos 
{Libro  de),  recogidos  por  Diego 
Pizarro,    Madrid.   1655    Mss.    Bibl. 

^^      1262 

Nac). 

Trovador  (Las  Vidas  deis)  (es- 
critas en  provenzal  por  autores  del 
s.  xiii),  Magradoux,  Librairie  Ro- 
mane, 1866. 

Ulrich  (Jakob).  Eine  spanische 
Bearbeitung  des  Pseudo-Cato,  1906 
(Romanischc  Forschungen,  tomo 
XVI). 

Usoz.  Manuscrito  de  cantares  y 
romances  copiados  de  pliegos  suel- 
tos, ms.  3721  Bibl.  Nac. 

Valderrávano  (Enrique  de).  Li- 
bro de  música  de  vihuela  intitula- 
do   Silva    de    sirenas,    Valladolid, 

1547- 

Valdivielso  (Fr.  José  de).  Ro- 
mancero espiritual,  Madrid,   1880. 

Varnhagen  (Adolfo).  Cacionei- 
rinho  de  Trovas  antigás,  Viena, 
1870  (del  Cancionero  de  la  Vati- 
cana).— Trovas  e  cantares  de  um 
Códice  do  xiv  scculo,  Madrid,  1849 
(del  de  Ajuda). 

VáJzquez  (Juan).  Recopilación 
de  sonetos  y  villancicos,  Sevilla, 
1560.  —  Villancicos  y  canciones, 
Osuna,  1 55 1.  El  único  ejemplar  co- 
nocido de  estas  obras  está  en  la 
Biblioteca  del  Duque  de  Mediv.a- 
celi  o  Hernán  Núñez. 


Velasco  (F.co^  de).  Cancione- 
ro, 1603. 

Venegas  de  Henestrosv  (Luis). 
Libro  de  cifra  nueva  para  tecla, 
harpa  y  vihuela,  Alcalá,  1557. 

Vergel  de  plantas  divinas...,  co- 
pilado  por  Juan  López  de  Ubeda, 
Alcalá,  1588. 

Versos  de  varios  poetas,  ms. 
Bibl.  Acad.  Hist.  y  Gallardo,  I, 
1052;  del  s.  xvii^  cultas. 

Vidal  de  Besalú  (Ramón).  Ra- 
sos, reglas  o  dreita  maniera  de  tro- 
var, París,  1839-40  (en  Gram.  pro- 
vencales) ;  y  en  Romanía  (VI, 
1876)  ;  Marburgo,  1878. 

ViLLALBA  (Luis).  Diez  cancio- 
nes españolas  de  los  siglos  .xv  y 
XVI,  Madrid. 

Villancicos.  Colecciones  en  las 
Biografías  e  Imprentas.  En  la  Bibl. 
Nacional,  pertenecientes  a  Barbie- 
ri,  Gayangos,  etc.,  hay  en  la  sec- 
ción de  Varios  muchas  cajas; 
pero  sólo  de  mediados  del  si- 
glo XVII  y  las  más  del  xviil 

Villancicos  de  diversos  autores, 
Venecia,  1556  (es  la  obra  repro- 
ducida con  título  de  Cancionero 
de  Uppsala. 

Vollmoller  (Karl).  Beitr'áge 
zur  Literatur  der  Cancioneros  and 
Romanceros,  Erlangen,   1897. 

WoLF  (Ferdinand).  Studien  zur 
Geschichte  der  spanischen  und 
part.  National-Litteratur,  Berlín, 
1859;  trad.  por  Unamuno:  Hist. 
de  las  literaturas  cast.  y  port.,  Ma- 
drid, 2  vols. — Sammlung  Spanis- 
chcr  Romanzen,  1850. 

Yodoco  Clichthoves.  Elucida- 
i'ium  ccclcsiasticuin,  París,  154^ 
(ed.  Porrecto  Le  Preux)  (son  poe- 
sías ecíesiásticas  medievales). 


366 


APARATO  BIBLIOGRÁFICO 


XII.   bibliografía  de  la  mística  castellana 

(Pertenece  al  t.  III,  nthn.  5.) 


Arintero  (/.  G.).  Cuestiones 
místicas,  1914-15-16  (en  La  Cien- 
cia Tomista). 

Asín  Palacios  {Miguel).  El  Lu- 
lisnw  c.ragcrado,  1906  (en  Cult. 
Esp.). — La  Psicología  del  éxtasis 
en  dos  grandes  místicos  musulma- 
nes, Algazel  y  Abenarabi,  1906 
(ibid.). — La  Mystique  d'Al-Gha- 
.zali,  Beyrouth,  1914  (Mclang.  fa- 
culté oriéntale,  v.  Vil).  Otros 
opuse,  en  Asín,  t.  XI,  año  1899. 

BouTROux.  La  Psychologie  du 
mysticisnte,  París,  1902. — La  reli- 
gión ct  la  vie  intérieure,  1914. 

CoLUNGA  (£.).  Intelectiialistas  y 
místicos  en  la  Teología  esp.  del 
s.  XVI,  1914-15  (en  Cieñe.  Tomis- 
ta). 

Delacroix  (Henri).  Essai  sur 
le  mysticisme  speculatif  en  Alle- 
magne  au  xiv"  siécle,  París,  1900. 
— Etudes  d'histoire  et  de  psycho- 
logie du  mysticisme,   1908. 

Espíritu  Santo  (Fr.  José  del). 
Cadena  mística  carmelitana  de  los 
autores  carmelitas  desc.  por  quien 
se  ha  renovado  en  nuestro  siglo  la 
doctrina  de  Teología  mística,  Ma- 
drid, 1678. 

Gemelli  (A.).  L' origine  sub- 
consciente dei  fatti  mistici,  Floren- 
cia. 1913  (3.*  cd.,  con  biblioírrafía). 

GoERREs  (/.).  Die  Christliche 
Mystik,  Ratisbona,  1836. 

Gutiérrez  (Fr.  Marcelino).  El 
misticismo  ortodoxo  en  sus  relacio- 
nes con  la  filosofía,  ValladoHd, 
1886. 

Hettinger.  De  Theologiae  my- 
sticae  et  scholasticae  connubio, 
1882. 


Menkndez  y  Pelayo  (Marceli- 
no). Histor.  de  las  ideas  estéticas, 
t.  III. — De  la  poesía  mística. 

Montmorand  (Máxime  de).  Psy- 
chologie des  mystiques  catholi- 
ques  orthodoxes,  París,  1920. 

Naval  (F.).  Ascética  y  Mística, 
Madrid,  1914. 

Peralta  (V.  de).  Puntos  funda- 
mentales de  la  ascética  cristiana, 
1916  (en  Estud.  Franciscanos,  Sa- 
rria). 

Prat  (F.).  Dionisio  Cartujano  y 
los  nuevos  editores  de  sus  obras,. 
Burgos,  1897. 

Preger  (W.).  Gcschichte  dcr 
deutschen  Mystik  im  Mittclalter, 
Leipzig,  1881. 

Ríos  (Blanca  de  los).  De  la  mís- 
tica y  de  la  novela  contemporánea, 
Madrid,  1909. 

RiCHER.  Introduction  á  la  psy- 
chologie des  7nystiques,  1901. 

RiVET.  La  Mystique  Divine,  Pa- 
rís, 1879. 

Rousselot  (Paul).  Les  mysti- 
ques espagnols,  París,  1867  (ver- 
sión española,  con  prólogo  de  P. 
LTmbert,  Barcelona,  1907,  2  vols.). 

Sandreau  (A.).  Genuino  con- 
cepto del  estado  místico,  breve  re- 
plica a  las  cartas  del  P.  Seisdedos, 
1914  (en  Rev.  Ecles.,  ValladoHd). 

Scumidt.  Dcr  Mysticismus  in 
seincr  Entstehungsperiode ,  Jena, 
1S24. 

Seisdedos  Sanz  (/.).  Principios 
fundamentales  de  la  Mística,  Ma- 
drid, 1913-17,  4  vols. — La  esencia 
de  la  contemplación  mística,  breve 
réplica  a  Mr.  Sar.drean,  IQ14  (en- 
Pcv.  Ecles.,  A'.illadolid). 


NOVELA    PICAKESCA 


Z^7 


ViLLALBA  Muñoz  (Luis).  Lo 
místico  en  la  poesía  castellana, 
1915  (en  Cind.  de  Dios,  CIII). 

Waldberg  (Max  von).  Zur  Ent- 


ivicklungsgeschichte  der  ^'schdneft 
Seele"  bei  den  spanischen  Mysti- 
kern,  Berlín,  1910. 


XIII.   bibliografía  de  la  novela  picaresca 


Aribau.  La  novela  picaresca  (en 
Discurso  prel.  al  t.  III  de  la  Bibl. 
Aut.  Esp.),  Madrid,  1846. 

Barine  (Arvéde).  Les  gneux  d' 
Espagne.  Lazarillo  de  Tormes,  en 
Reviie  des  Deux  Mondes,  15  avril, 

1888,  págs.  870-425. 

Bertrand  (/.  /.  A.).  L.  Tieck  et 
le  román  picaresque,  1914  (en  Rev. 
Germanique,  París). 

Brink  (D.  Jan  ten).  Gerhrand 
Adriaensz,  Bredero,  vol.  III,  De 
Kluchien  en  de  hlijspelen,  Leiden, 

1889,  págs.  182-212. — Dr.  Nicolaos 
Heinsius  Jnn.,  eine  studie  over  den 
Hollandschen  schelmeuroman  der 
if  eenw.,  Rotterdam,  1888. 

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to. Le  precede  una  carta  del  maes- 
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Pí  (Wifredo).  Antología  gati- 
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trabajos  en  prosa  y  verso,  S.  Juan 
de  Puerto  Rico,  1912-13  (4  fase). 

Poesías  de  la  América  meridio- 
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das de  ocho  poetas  yucatecos,  Mé- 
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390 


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de  recep.  (desde  1847,  3  vols.,  1860- 
65.  Colee,  de  obras...  prcniadcis, 
^799- — Academia  Española.  Dis- 
cursos de  recepción  (desde  1847), 
3  vols..  1860-65. 

Agüero  (Victoriano).  Bibliodca 
de  Autores  Mexicanos.  7S  vois., 
México,  1896- 1910. 

Álbum  (El),  12  vol.s.  de  pocsíri-;, 
novelas,  etc.,  Habana,  1838-39. 

Anales  de  la  Universidad  de 
Chile,   Santiago,   desde    1843   fl"- 


áice  hasta  1887  en  Apéndice  de 
los  Anales,  por  Eduardo  Valenzue- 
la  Guznián,  1890). 

Asso  DEL  Río  (Ignacio).  Clarlo- 
rum  Aragoniensium  Monumento, 
Amstcrdam,   1786. 

Actas  de  las  Cortes  de  Castilla, 

40       vols.,        ioOl-lyi/. 

Biblioteca  Andrés  Bello  (de  T.i- 
leralura).  Biblioteca  Ayacncho 
(de  Historia).  Biblioteca  de  Cieñe, 
polít.  y  soc.  Biblioteca  de  la  J n- 
'•,'cntud  hisp.-americana.  Bibllioie- 


COLECCIONES    DE    TEXTOS 


391 


ca  de  obras  varias.  Biblioteca  de 
historia  colonial  de  América.  Bi- 
blioteca de  autores  célebres  extran- 
jeros. Todas  de  libros  americanos, 
por  Rufino  Blanco  Fombona,  Ma- 
drid, desde  1916. — Biblioteca  con- 
tinua de  obras  literarias,  88  vols., 
Madrid,  1843-44.  —  Biblioteca  de 
Autores  Españoles,  por  Man.  Ri- 
vadeneyra,  1846-1880,  yi  vols. — 
Biblioteca  de  autores  vascongados, 
6  vols.,  S.  Sebastián,  1806-97. — 
Biblioteca  de  Escritores  de  Chile, 
Santiago,  1910-12,  9  vols. — Biblio- 
teca Gallega,  52  vols.,  1885-1903. 
— Biblioteca  Hispánica,  ed.  R. 
Foulché-Delbosc,  Barcelona  -  Ma- 
drid, 1900- 1913,  19  vols.  (En  pu- 
blicación) .  —  Biblioteca  historico- 
asttirimta,  5  vols.,  Oviedo,  [864-66. 
— Biblioteca  lírico-dramática  del 
s.  XI X  (1830-60),  4  vols.,  Madrid, 
1914.  —  Biblioteca  Renacimiento. 
Obras  maestras  de  la  Literatura 
universal,  Madrid,  desde  1913,  8 
vols. — Biblioteca  Románica.  Biblio- 
teca española,  Strasburgo,  s.  p.,  ii, 
-vols. 

Bonilla  San  Martín  {Adolfo). 
Clásicos  de  la  Literatiíra  española, 
Madrid,  1917,  i."  serie,  12  tomos. 

Cabrerizo  (Mariano).  Colee,  de 
novelas,  78   vols..  Valencia,   1818- 

•Canal  (Fr.  José  de  la).  Espa- 
ña Sagrada,  ts.  43,  44,  45,  46,  Ma- 
drid, 1819-36. 

Cerda  y  Rico  (F.co),  Clarorum 
Hispanorum  Opuscida,  Madrid, 
1781. 

Clásicos  castellanos,  Madrid, 
1910-1916,  31  volúmenes.  (En  pu- 
blicación). —  Clásicos  de  la  Liter. 
españ.,  por  Bonilla  S.  Martín,  12 
rols.,  Madrid,  19 16- 17. 

Códigos  españoles,  concordados 


y  anotados,  12  vols.,  Madrid,  1850, 
1872-73. 

Colecc.  de  autores  españoles,  48 
vols.,  Leipzig,  1863-87. — Colección 
de  Cortes  de  los  antiguos  Reinos 
de  España,  1855. — Colecc.  de  Cor- 
tes de  los  reinos  de  León  y  de  Cas- 
tilla, por  la  Acad.  Hist.,  38  vols., 
Madrid,  1836-42.  —  Colección  de 
Crónicas,  de  D.  Pedro,  Enrique  II, 
Juan  I,  Enrique  III,  etc.,  por  Ló- 
pez de  Ayala,  2  vols.  De  Pero  Ni- 
ño, por  Gut.  Diez  de  Gomes,  ed. 
Llaguno.  Memorias  de  Alfon- 
so Vi II,  por  el  Marqués  de  Mon- 
déjar,  ed.  Cerda.  De  Alvaro  de 
Luna,  ed.  Flores.  De  Alfonso  XI, 
ed.  Cerda.  De  Enrique  IV,  por  D. 
Enríquez  del  Castillo,  ed.  Flores; 
total  7  vols.,  Madrid,  1779-87,  San- 
cha.— Colección  de  Discursos  de  la 
Academia  de  la  Historia,  Madrid, 
1858. — Colección  de  Documentos 
inéditos  de  Indias,  55  vols.,  1864- 
1911. — Colecc.  de  Documentos  in- 
éditos para  la  historia  de  España, 
112  vols.,  Madrid,  1842-95.  índi- 
ce, 1891.  Colecc.  nueva,  6  vols., 
1892-96. — Colección  de  Documen- 
tos inéditos  relativos  a  Ultramar. 
1885-1900.  —  Colección  de  Docu- 
mentos para  el  estudio  de  la  His- 
toria de  Aragón,  desde  1904. — Co- 
lección de  documentos  y  de  suce- 
sos notables  en  las  campañas  de 
la  pacificación  del  Perú,  Lim.a, 
1837. — Colección  de  escritores  cas- 
tellanos, Madrid,  1880-1915,  160 
vols.  (En  publicación.) — Colee,  de 
Fueros  y  Cartas  pueblas,  por  la 
Acad.  Hist.,  Catálogo,  Madrid, 
1852. — Colección  de  historiadores 
de  Chile  y  documentos,  Santiago, 
desde  1861, — Colección  de  libros 
españoles  raros  o  curiosús,  Ma- 
drid, 1871-1896,  24  vols. — Colee,  de 
Libros  y  Documentos  refer.  «  ln 


392 


APARATO  BIBLIOGRÁFICO 


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drid, 1904-13,  15  vols. — Colección 
de  libros  y  documentos  referentes 
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ma, 1916-17. — Colección  de  los  me- 
jores aviares  españoles.  París, 
Baudry,  1845- 1872,  60  vol. — Colec- 
ción de  novelas,  cuentos,  leyen- 
das..., de  autores  cubanos,  Haba- 
na, 1855. — Colecc.  de  novelas  es- 
cogidas compuestas  por  los  mejo- 
res ingenios  españoles,  8  vols.,  Ma- 
drid, 1781-94. — Colee,  de  novHas 
históricas  originales  españolas  (por 
Repullés),  31  vols.,  Madrid,  1833- 
34. — Colección  de  obras  arábigas 
de  Hist.  y  Geografía,  2  vols.,  Ma- 
drid, 1867.  —  Colección  de  poetas 
españoles,  ed.  Ramón  Fernández 
[seudónimo  de  Pedro  Estala],  Ma- 
drid, 1 789- 1820,  20  vols. — Colec- 
ción de  publicaciones  hist.  de  la 
Biblioteca  del  Congreso  Argentino  j 
(_véase  Levillier,  año  igi2).— Colec- 
ción de  varios  documentos  parj.  la 
historia  de  la  Florida,  Madrid, 
1857.  —  Colección  gral.  de  docu- 
mentos relativos  a  las  Islas  Fili- 
pinas exist.  en  el  Archivo  de  in- 
dias de  Sevilla,  Barcelona,  19 [8- 
í9,  2  vols. 

Coplas  y  sátiras  mss.  de  Car- 
los II  y  en  la  época  de  la  Gue- 
rra de  Sucesión,  en  gran  abun- 
dancia,   en    la    Bibl.    Nacional. 

Corpus  illustrinm  poetanim  ¡n- 
silanorum  qui  latine  scripserunt,  7 
vols.,  Lisboa,  1745-48. 

Cortes  de   Cataluña,  4  voIÚ'ik 
nos.    Madrid,    1896-1901.  —  Cor- 
tes de  los  ant.  reinos  de  Aragr 
\   de   Valencia  y  Princip.  de   C:' 
taluña,    Madrid,  .  1888- 1916,     23 
vols. — Cortes  de  los  antigios  rei- 
nos  de   León  y  Castilla,   7    vols., 
J861-1903. 

CüTARELo  V  Morí  (Emüio).  Co- 


lección selecta  de  antiguas  novelas 
esp.  12  ts.,  desde  1906. 

Documentos  inéditos  del  Archivo 
de  Aragón,  41  vols.,  Barcelona, 
1847- 1910. — Documentos  inéditos 
o  muy  raros  para  la  hist.  de  Mé.v'- 
co,  ibid.,  1905-11,  36  vols. — Docu- 
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Juegos  Florales  de  Barcelona,  20 
vols.,  desde  1858. 

Libros  de  antaño,  Madrid,  1S72- 
1898,    15    vols. 

Ix)KENZANA  (F.'^o  Aní.).  CoUc.tio 
canonum  Ecclesiae  Hispauue 
(1770). 


COLECCIONES   DE   TEXTOS 


393 


Machado  y  Alvarez  (Antonio). 
Biblioteca  de  las  tradiciones  popu- 
lares españolas,  ii  vols.,  Sevilla, 
1882-86.— £í  Folk-Lorc  Andaluz, 
1882. 

Marti  Gsajales  (Fs°).  Cancio- 
nero de  la  Academia  de  los  Noctur- 
nos, Valencia,  1905-06,  3  vols. 

Martínez  Alcubilla  (Marcelo). 
Códigos  antiguos  de  España,  Ma- 
drid, 1885. 

Medina  (J.  Torihio).  Colección 
de  documentos  inéd.  para  la  histo- 
ria de  Chile,  Santiago©,  desde  188S- 
1902,  30  vols. 

Memorial  histórico  español. . . 
que  píiblica  la  R.  Academia  de  la 
Historia,  47  vols.,   Madrid,  1851- 

'915- 

MiQUEL  Y  Planas  (Ramón).  Bi- 
blioteca Catalana  (de  obras  ant.), 
II  vols.,  desde  1908. — Biblioteca 
Folklórica  catalana,  1909. — Cango- 
ner  satirich  Valencia  deis  segles 
.w  y  XVI,  19 II. 

MoMSEN  (Th.).  Chronica  minora 
saec.  IV,  V,  VI,  VIII,  Berlín, 
1894. 

Monumenta  Portugalliae  Histó- 
rica a  saeculo  octavo  usque 
ad  qiiintundecimum  iussu  Acadt  - 
miae  Scientiarum  Olisiponensis 
edita,  Lisboa,  1860... 

Muñoz  y  Romero  (Tomás).  Co- 
lee, de  fueros  municipales  y  cartas 
pueblas,    Madrid,    Tpj.7. 

Museo  de  cuadros  de  costum- 
bres, Bogotá,  1866,  2  vols. 

Novelas  cortas  de  varios  au- 
tores (mejicanos),  2  volúmenes, 
Méjico,   1901. 

Nueva  Biblioteca  de  autores  es- 
pañoles, dirigida  por  M.  Menén- 
dez  y  Pelayo,  Madrid,  Bailly- 
Bailliére,  25  vols.  (En  publicación). 

Odhiozola  (Manuel  de).  Docu- 


mentos liter.  del  Perú,  Lima.  1863- 
"jy,  II  vols. — Documentos  histór. 
del  Perú,  1863-77,  10  vols. 

Orellana  (F.co  José).  Teatro 
selecto,  ant.  y  niod.,  6  vols.,  Bar- 
celona, 1866-68. 

PiDAL  (Pedro  José).  Colé  ce.  de 
algunas  pocs.  cast.  anteriores  al  si- 
glo XV,  Madrid,  1841. 

Risco  (Manuel).  Esp.  Sagr.,  lo- 
mos 30-62,  desde  1775. 

Sánchez  (Tomás  Antonio).  Co- 
lee, de  Poesías  Cast.  anteriores  al 
s.  XV,  Madrid,  1779-80-82-90,  4  ts., 
París,  1842;  Madrid,  1864. 

Sociedad  de  bibliófilos  andaluces 

(textos  publicados  por  la),  Sevilla, 

1868-1907,    44   vols. — Sociedad  de 

bibliófilos  españoles  (texto=;  publi- 

¡'  cados  por  la),  Madrid,  1866-1913, 

42   vols. — Sociedad  de    bibliófilos 

madrileños  (textos  publicados  i;or 

i  la),  Madrid,  desde   1909,   12  vols. 

i  (En  publicación.) 

Tejada  y  Ramiro  (Juan).  Colee, 
de  cánones  de  la  Iglesia  de  Esp. 
^;  Amér.,  en  lat.  y  cast.,  6  vols., 
Madrid,   i859-í^2. 

Toletanorum  quotquol  extant 
opera  {SS.  PP.),  ed.  Lorenzana, 
3  vols.,  Madrid,  1782-83. 

Usoz  Y  Río  (Luis  de).  Refor- 
luistas  Españoles,  1848-65,  20  vols. 

Valenzuela  (Eduardo).  Apén- 
dice a  los  Anales  de  la  Universi- 
dad de  Chile  (índice  de  los  traba- 
jos publicados,  1843-871),  1890. 

Valladares  y  Sotomayor  (An- 
tonio).  Almacén  de  frutos  litera- 
rios, Madrid,  1804.  —  Semanario 
erudito  que  comprende  varias 
obras  inéditas,  ibid.,  1787-1791,  34 
vols. — Nuevo  Sem.  erud.,   1816. 

Vargas  Ponce  (Colección  d<e), 
mss.  Acad.  Hist. 


ÍNDICE 


PAGS. 


Época    contemporánea    (fin) 5 

índice  de    autores   de   este   final 53 

Apéndice.  Diálogos    familiares 69 

Aparato  bibliográfico: 

I.     Bibliografía    de    bibliografías    generales 277 

II.     Bibliografía   de  bibliografías   regionales 295 

III.  Bibliografía  de  biografías  generales 305 

IV.  Bibliografía    de  biografías   regionales 310 

V.  Bibliografía  de  obras  generales  de  conjunto 316 

VI.  Bibliografía  de   obras  regionales    de  conjunto 327 

VIL    Bibliografía    de  la  novela  caballeresca 334 

VIII.     Bibliografía  de  los  orígenes    del   castellano 338 

IX.     Bibliografía  de  la  épica  en  la  Edad  Media 343 

X.     Bibliografía    de   la  mutua  influencia    entre    las    demás    y  la 

literatura    castellana 347 

XI.     Bibliografía  de   la  lírica  popular  castellana 354 

XII.    Bibliografía    de   la  mística    castellana 366 

XIII.  Bibliografía  de  la  novela  picaresca 367 

XIV.  Bibliografía  del  Renacimiento 368 

XV.  Bibliografía    del    semitismo   español 371 

XVI.  Bibliografía  del  teatro 374 

XVII.     Bibliografía   de   antologías    generales 381 

-XVIII.     Bibliografía  de  antologías   regionales 3S5 

XIX.     Bibliografía  de   colecciones  de  textos 390 


OBRAS  DE  DON  JULIO  CEJADOR 


(en  las  librerías  de  Madrid) 

Gramática  griega,  según  el  .sistema  histórico  comparado,   Barcelona,   igoL    Pese-- 

tas  15. 
La    Lengua    de    Cervantes.    Gramática  y   Diccionario   de    la   Lengua    castellana 
en  el   "Ingenioso   Hidalgo   Don    Quijote  de  la  Mancha",  Madrid,    1905-1906. 
— Tomo    I:    Gramática,    pesetas    10. — Tomo    II:    Diccionario   y    Comentarios, 
pesetas  25. 
Cabos  sueltos.  Literatura  y  Lingüística,  Madrid,   1907.  Pesetas  5. 
Nuevo  método    teó rico-práctico    para   aprender   la    Lengua  Latixa. — Cuatro 

tomos,    Falencia,     1907-1908.    Pesetas    24. 
El  Lengu.^je. — Serie  de  estudios,  de  los  que  van  publicados  los  siguientes : 

Tomo  I :  Introducción  a  la  Ciencia  del  Lenguaje. — Segunda  edición.  Fa- 
lencia,   191 1.   Pesetas    6. 
Tomo  II :  Los  gérmenes  del  Lengu.aje. — Estudio  físico,  fisiológico  y  psi- 
cológico de  las  voces  del  lenguaje,  como  base  para  la  investigación  de 
sus  orígenes,   Bilbao    1902.  Pesetas  10. 
Tomo  III :  Embriogeni.\  del  Lengu.\je.  —  Su  estructura  y  formación  pri- 
mitivas,  sacadas  del  estudio  comparativo  de   los   elementos   demostra- 
tivos de  las  lenguas,  Madrid,   1904.  Pesetas   12. 
Tomos  IV  al  XII :  Tesoro  de  la  Lengua  Castellana,  origen  y  vida  del 
Lenguaje,  lo  que  dicen  las  palabras.  Pesetas  12,  cada  tomo. — Tomo  IV: 
A,  E,  I,  O,  U,  Madrid,  1908.— Tomo  V:  R,  Madrid,   1908.— Tomo  VI: 
N,  Ñ,  Madrid,  1909. — Tomo  VII:  L,  Madrid,  1910. — Tomo  VIII:   Sil- 
bantes   (i.''   parte),    Madrid,   1912. — Tomo  IX:   Silbantes   (2.''    parte), 
Madrid,    1912.   —  Tomo    X:    Silbantes    (3.a   parte),    Madrid,    1912. — 
Tomo    XI:    Silb.antes  (4.a  parte),  Madrid,    1913. — Tomo  XII:    L..\bi.\- 
LES,  B,  P  (i.''  parte),  Madrid,  1914. 
Oro   y  OROPEL,  novela,  Madrid,  191 1.   Pesetas  3. 
Pasavolantes,  colección  de  artículos,  Madrid,   1912.   Pesetas  3. 
Mirando  a  Loyola,  novela,  Madrid,  1913.  Pesetas  3,50. 
Arcipreste  de   Hita,   edición,  prólogo  y  comentario,   dos  tomos,    Madrid,    1913- 

Pesetas    6. 
Fernando   de    Rojas,   La   Celestina,   edición,   prólogo    y    comentario,    dos   tomos, 

Madrid,   191 3. 
El   Lazarillo   de  Formes,  edición,   prólogo   y   comentario,    Madrid,   1914.    Pese- 
tas 3. 
¡De  la  tierra...!,  colección  de  artículos,  Madrid,   1914.   Pesetas  3. 
Tr.azas  del  amor,  novela,   Madrid,    1914. 


Epítome  de  Literatura  Latina,   Madrid,   1914.   Pesetas  3. 

Mateo  .\lemAn,  Gujsntán  de  Alfarache.  edición  y  prólogo,  dos  tomos,  Madrid,  1913. 

Lorenzo' Gracián,  El  Criticón,  edición  y  prólogo,  dos  tomos,    1913-1914. 

Miguel  de  Cervantes  Saavedra,  Biografía,  bibliografía  y  crítica,  Madrid,  1916. 
Pesetas  ?. 

Quevedo,  Los  Sueüos,  edición,  próloRO  y  comentario,  dos  tomos,  Madrid, 
roi6-i9i7.  Pesetas  6. 

Historia  de  la  Lengua  y  Literatura  Castellana,  14.  tomos,  a  10  pesetas  cada 
uno:  Tomo  I:  desde  sus  orígenes  hasta  Carlos  V.  Madrid,  1915. — Tomo  II: 
i-poca  de  Carlos  V,  Madrid,  1915. — Tomo  III:  época  de  Felipe  II,  Madrid, 
1915- — Tomo  IV:  época  de  Felipe  III,  Madrid,  1916. — Tomo  V:  época  de  Fe- 
Upe  TV  y  Carlos  II,  Madrid,  1916. — Tomo  VI:  siglo  xviii  hasta  1829,  Ma- 
drid, 1917. — Tomo  VII:  época  romántica,  1S30-J849,  Madrid.  1917. — ^To- 
mo VIII :  época  realista,  /.*  parte,  antes  de  la  revolución,  18^0-1869,  Madrid, 
i9i8.~Tomo  IX:  ¿poca  realista,  2^  parte,  después  de  la  revolución,  1870-1887, 
Madrid,  191 S.— Tomo  X  :  época  regional  y  modernista,  1888-1907,  lA  parte,  Ma- 
drid, 1 91 9. — Tomo  XI:  época  regional  y  modernista,  1887-1907,  2.*  parte, 
Madrid,  1919. — Tomo  XII :  época  regional  y  modernista,  1888-1907,  5.*  parte, 
Madrid,  1920. — Tomo  XIII :  época  contemporánea,  1908-1920,  /.*  parte,  Ma- 
drid, 1920. — Tomo  XIV:  época  contemporánea.  1908-1920,  Fin  y  Apéndices, 
Madrid,  1922. 

El  Cantar  de  Mío  Cid  y  la  Epopeya  Castellana,  estudio  critico,  Ncvv  York- 
París,  1920  (de  la  Revue  Hispanique).  Pesetas  25. 

La  verdadera  Poesía  Castellana,  Floresta  de  la  antigua  li'-ica  popular,  recogida 
y  estudiada,  tomos  T,  II,  III  y  IV,  Madrid,  1921-1922.  Pesetas  6,  7,50,  7,5» 
y  7.50. 

Fraseología  o  estilística  castellana,   tomo  I.  Pesetas   15. 

En   prensa.  La  verdadera  Poesía  Castellana,  tomo  V. 

^Fraseología  o  estilística  Castellana,  tomo  II. 


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Ce j ador  y  Frauca,  Julio 

Historia  de  la  lengua  y 
literatura  castellana 


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