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Full text of "Historia de la literatura española"

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lii^    UNIVERSIDAD  COMPLUTENSE 

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HISTORIA 

A' 

DI  LA 

LITERATURA  ESPAÑOLA. 


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HISTORIA  T  "i?  «-- a 


LITERATURA  ESPAÑOLA, 


POR  M.  G.  TICKNOR, 


TRADUCIDA  AL  CASTELLANO,  CON   ADICIONES  Y  NOTAS  CRÍTICAS, 

POR  D.  PASCUAL  DE  CUkTAHGOB, 

indlTidoo  de  la  Real  Aeademia  de  1»  Historia, 

T  D.  ENBIQUE  DE  VEDIA. 


TOMO  PRIMERO. 


MADRID. 

IMPRENTA  DE  LA  PUBLICIDAD,  A  CARGO  bE  ■.  RIVADENBTRA , 

Calle  de  lesna  del  Yaile,  odm.  6. 


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ADVEUTENCIA. 


Al  presentar  al  público  la  versión  castellana  de  la  Historia  de  la  litera- 
tura ESPAÑOLA  ^  los  traductores  creen  inoportuno  seguir  la  senda  trillada, 
y  deshacerse,  según  costumbre,  en  encomios  de  su  autor :  la  apreciación 
del  mérito  por  este  contraido  y  el  juicio  de  su  obra  lo  dejan  enteramente 
al  buen  gusto  y  conciencia  de  sus  lectores. 

Lo  único  que  les  cumple  decir  es  que  por  una  feliz  circunstancia  han 
disfrutado  para  su  tarea  de  medios  abundantes  y  poco  comunes,  habiendo 
merecido  del  autor  no  solo  la  remisión  á  tiempo  de  las  pruebas  originales, 
sino  que  también  el  envío  de  correcciones  y  adiciones  muy  importantes,  \ 

hechas  posteriormente  por  él ,  y  que  no  aparecen  en  las  ediciones  de  Nue- 
va-York y  Londres. 

Tampoco  es  este  lugar  á  propósito  para  discutir  los  poquísimos  puntos  /' 

en  que  disienten  del  escritor  anglo-americano ;  baste  decir  que  en  las  notas  t 

que  acompañan  á  cada  tomo  han  consignado  su  opinión,  toda  vez  que  di- 
fería de  la  emitida  por  el  autor ;  asi  como  han  añadido  de  su  propio  caudal 
todas  aquellas  especies  y  noticias  que  podian ,  á  juicio  suyo ,  dar  mayor  ^^ 

realce  y  lustre  á  la  obra.  Asimismo  han  creido  conveniente  publicar  por    ..  ^  } 

via  de  apéndice  algunos  trozos  de  literatura  poco  conocidos,  añadiendo  un 
tomo  más  á  los  tres  de  que  se  compone  la  obra  original/ 

Madrid,  15  de  abrU  de  1851. 


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PROLOGO. 


En  el  aao  de  1 81 8  recorrí  mucha  parto  de  Espada ,  y 
pasé  algunos  meses  en  Madrid  :  mi  objeto  al  hacer  este 
viaje  fué  aumentar  los  escasos  conocimientos  que  ya 
tenia  de  la  lengua  y  literatura  de  aquel  pais ,  y  adqui* 
rír  libros,  españoles «  que  siempre  han  sido  raros  en  los 
grandes  mercados  de  librería  de  la  Europa  :  en  algunos 
puntos,  mi  visita  correspondió  al  objeto  que  me  había 
propuesto ;  en  otros  no.  Verdad  es  que  algunos  de  los 
libros  que  mas  Mta  me  hacian  no  tenían  entonces  la 
estimación  y  aprecio  que  ahora  ti^iuen  en  Espena ,  por 
causa  ^n  duda  de  la  situación  yiol^Ua  y  aaómala  del 
país;  y  si  bien  es  cierto  que  algunos  literatos  se  halla- 
ban en  situación  de  complacer  y  auxiliar  la  curiosidad 
de  un  extranjero,  también  lo  es  que  su  número  era  muy 
corto,  por  efecto  de  las  persecuciones  políticas;  y  ade- 
mas era  difícil  entablar  relaciones  con  ellos ,  porque  vÍp^ 
vian  aislados,  sin  mutua  comunicación  y  casi  totalmente 
abstraídos  del  trato  de  la  sociedad  que  los  rodeaba. 

T.   I.  i 


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11  PRÓLOGO. 

Ed  efecto,  la  época  mencioDada  era  de  las  mas  tris- 
tes y  sombrías  del  reinado  de  Fernando  VII  :  cuando 
la  desesperación  habia  libado  al  punto  de  juzgar «  no 
solo  completo  y  total  el  eclipse,  sino  materialmente  im- 
posible la  reaparición  de  la  luz  ;  el  poder  absoluto  del 
Monarca  no  habia  pasado  aun  al  dominio  del  examen 
público,  y  su  gobierno ,  que  habia  restaurado  la  inqui- 
sición y  respiraba  su  mismo  espíritu ,  comenzó  impo- 
niendo silencio  á  la  imprenta ,  y  empleó  su  influen- 
cia en  esfuerzos  para  extinguir  toda  idea  de  mejora, 
adelanto  y  estudios.  Apenas  habian  corrido  cuatro  años 
desde  el  restablecimiento  del  antiguo  sistema  de  go- 
bierno, y  ya  los  hombres  mas  distibguidos  y  eminentes, 
que  residen  ordinariamente  en  la  capital,  gemian  en 
calabozos  ó  en  el  destierro :  Melendez  Yaldes,  el  primer 
poeta  español  de  su  siglo,  espiraba  en  el  suelo  poco 
grato  de  la  Francia ;  Quintana ,  heredero  de  muchos 
de  sus  talentos  y  honores,  estaba  encerrado  en  el  cas- 
tillo de  Pamplona ;  Martínez  de  la  Rosa ,  que  después  ha 
desempeñado  altos  puestos,  y  ha  dirigido  la  política  y 
la  literatura  de  su  patria,  vivía  aherrojado  en  el  peñón 
de  Vélez ,  roca  situada  en  las  costas  de  Berbería ;  Mora- 
tin  arrastraba  una  existencia  lánguida  en  París,  mien- 
tras sus  enemigos  aplaudían  sus  composiciones  dramá- 
ticas ;  el  duque  de  Rívas,  que,  como  los  antiguos  mag- 
nates de  los  tiempos  mas  orgullosos  de  la  monarquía, 
se  habia  distinguido  no  menos  en  las  armas  que  en  las 
letras,  habitaba  en  el  retiro  de  sus  haciendas  en  Anda- 
lucía. La  misma  suerte  rigurosa  alcanzaba  á  otros  de 


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MI^LOGO.  111 

menos  nombradfa;  y  si  Clemencin,  Navarrete  y  Marina 
se  podian  sostener  en  la  capital,  despaes  de  la  expul- 
sión de  sus  amigos  y  compañeros,  era  á  costa  de  ver 
vigiladas  su  conducta ,  seguidos  sus  pasos ,  y  teniendo 
que  vivir  en  continua  inquietud  y  zozobra. 

Uno  de  los  literatos  que  primero  conocí  en  Madrid 
fué  D.  José  Antonio  Conde,  persona  retirada  y  modes- 
ta, sabio,  de  carácter  dulce  y  amable  trato ,  ocupado 
exclusivamente  en  estudios  relativos  á  la  dominación 
árabe  en  España,  cuya  historia  ilustró  después.  Aun- 
que su  genio  y  tareas  favoritas  le  hacian  extraño  á  las 
convulsiones  políticas,  habia  ya  probado  las  amarguras 
de  la  expataiacion :  reducido ,  cuando  yo  le  conocí ,  á 
una  honrosa  pobreza ,  merecí  de  él  que  me  favoreciese, 
acompañándome  algunas  horas  diarias ,  y  dirigiese  mis 
estudios  en  la  literatura  española.  Tuve  en  esto  una 
gran  fortuna  :  leíamos  juntos  la  antigua  poesía  caste- 
llana, que  él  conocía  mucho  mejor  que  la  moderna, 
como  mas  análoga  á  sus  inclinaciones  y  carácter;  me 
auxiliaba  y  acompañaba  en  mis  excursiones  para  adqui- 
rir los  libros  que  necesitaba  :  empresa  nada  fácil  en  un 
pais  donde  la  librería  (en  el  verdadero  sentido  de  la 
palabra)  ha  sido  ^empre  desconocida,  y  donde  la  in- 
quisición y  el  confesonario  han  hecho  rarísimo  lo  mas 
apetecible ;  pero  Conde  sabía  los  rincones  donde  era 
preciso  buscar  estos  libros  y  á  los  que  los  vendían ;  de 
manera  que  puedo  decir  le  debo  la  base  de  la  colección 
de  libros  españoles  que  he  reunido ,  y  que  nunca  hu- 
biera logrado  sin  su  cooperación  y  auxilio :  débole  por 


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consiguiente  mucho,  y  aunque  hace  ya  largos  años  que 
el  sepulcro  guarda  las  cenizas  de  mi  amigo  y  de  sus  per- 
seguidores, experimento  una  sensación  muy  grata  en 
reconocer  públicamente  un  favor  que  siempre  he  guar- 
dado grabado  en  la  memoria. 

Desde  aquel  tiempo^  muchas  circunstancias  especia- 
les han  favorecido  las  tentativas  que  sucesivamente  he 
ido  hacieüdo  para  enriquecer  mi  librería  española.  La 
residencia  en  Madrid  de  mi  amigo  Mr.  Alejandro  HiU 
Everett,  que  con  iaato  talento  representó  durante  algu- 
nos años  á  nuestro  pais  en  la  corte  de  España ,  y  la 
ocupación  del  mismo  elevado  puesto  por  mi  amigo 
Mr.  Washington  Irving ,  cuyo  nombre  es  honrado  y  dis* 
tinguido  en  las  dos  orillas  del  Atlántico,  pero  especial^ 
mente  por  los  españoles,  merced  á  los  gloriosos  y  du« 
raderos  monumentos  que  ha  elevado  á  la  memoria  de 
sus  tiempos  heroicos :  estas  circunstancias  felicísimas, 
repito,  me  han  proporcionado  ocasiones  de  adquirir 
libros,  y  facilidades  que  solo  pueden  esperarse  de  per- 
sonas que  ocupaban  un  puesto  tan  eminente ,  y  que  d^ 
seaban  difundir  entre  sus  compatriotas  el  conocimiento 
de  una  literatura ,  ol]{jeto  de  so  afición  y  estudios. 

Pero  es  también  para  mí  un  deber ,  al  paso  que  una 
satisfiaccion ,  manifestar  aquí  mi  reconocimiento  á  otras 
dos  personas ,  relacionadas  con  dichos  diplomáticos  y 
literatos.  El  primero  es  Mr.  O.  Rich ,  antiguo  cónsul  de 
los  Estados-Unidos  en  España ,  bibliógrafo  distinguido, 
á  quien  Mr.  Irving  y  Mr.  Prescott  han  debido  el  mismo 
favor,  y  á  cuya  consideración  y  afecto  pSersonal  debo 


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PRÓLOGO.  V 

mucho»  pero  no  tanto  como  al  conocimiento  extraordi- 
nario que  tiene  de  los  libros  mas  raros  y  preciosos  de 
la  lengua  española ,  y  á  su  prodigiosa  felicidad  en  con- 
seguirlos. El  otro  esD.  P de  6 uno  délos  mas 

distinguidos  literatos  en  el  ramo  particular  que  cultiva , 
y  cuya  familiaridad  con  cuanto  hace  relación  á  la  lite- 
ratura de  su  patria  demostraran  bien  las  continuas  re- 
ferencias que  hago  á  su  persona  en  las  notas  de  mi  obra. 
Con  el  primero  estoy  en  continuas  relaciones  hace  ya 
muchos  años ,  y  tengo  recibidas  de  él  numerosas  é  in- 
apreciables remesas  de  manuscritos  é  impresos,  recogi- 
dos en  España »  Francia  é  Inglaterra,  que  han  enrique- 
cido sobre  manera  mi  librería ;  al  segundo  (á  quien  debo 
no  menos)  le  conocí  personalmente  por  la  vez  primera 
en  el  viaje  que  hice  á  Europa ,  por  lo&años  de  1 835  á  38, 
con  el  fin  de  procurarme  el  trato  de  personas  ilustradas 
é  instruidas,  y  consultar  no  solo  las  grandes  bibliotecas 
públicas  del  continente,  sino  las  colecciones  particulares 
mas  notables,  como  la  de  Lord  Holland,  en  Inglaterra ; 
la  de  Mr.  Temaux  Compans ,  en  Francia ,  y  la  de  mi 
muy  amado  y  respetable  Tieck,  en  Alemania :  depósitos 
de  riqueza  literaria  que  me  ha  permitido  disfrutar  la 
bondadosa  franqueza  y  amabilidad  de  sus  poseedores. 
El  resultado  natural  de  tan  viva  afición  é  interés  por 
la  Uteratura  española,  y  de  tan  repetidos  esfuerzos  para 
estudiaría  y  conocerla,  ha  sido,  lo  digo  con  desaliento 
y  para  disculparme,  un  libro.  En  el  intervalo  que  medió 
entre  mis  dos  viajes  á  Europa ,  pronuncié  una  serie  de 
lecciones  sobre  los  principales  puntos  de  la  íiteratura 


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VI  PRÓLOGO. 

española ,  en  desempeño  de  mi  cátedra  del  colegio  de 
Harvard;  y  á  la  vuelta  del  segando  viaje  me  resolví 
á  coordinarlas  y  darlas  á  la  imprenta.  Mucho  tiempo  y 
trabajo  empleé  en  esta  tarea;  pero  luego  observé  *  é 
creí  observar,  que  el  tono  de'  discusión,  de  que  me  valí 
en  las  lecciones  académicas ,  no  era  el  mas  propio  para 
formar  un  cuerpo  de  historia.  Inutilicé  pues  cuanto  tenia 
escrito ,  y  comencé  de  nuevo  un  trabajo  nunca  ingrata 
para  m(,  del  cual  ha  resultado  esta  obra,  muy  diversa 
de  mi  primitivo  pensamiento ,  pero  que  abraza  la  misma 
idea  con  mayor  extensión. 

Al  corregir  el  manuscrito  para  pasarlo  á  la  imprenta» 
he  disfrutado  los  cuerdos  consejos  de  dos  íntimos  amigos 
mios,  que  son  Mr.  Francisco  C.  Gray ,  literato  apreciable 
que  no  debia  escasear  al  público » tanto  como  lo  hace, 
el  fruto  de  su  escogida  instrucción  y  gusto  delicado;  y 
Mr.  Guillermo  W.  Prescott,  historiador  de  ambos  hemis- 
ferios ,  cuyo  nombre  no  olvidará  jamas  ninguno  de  ellos, 
aunque  su  inmenso  mérito  será  siempre  mas  grato  á 
aquellos  que  conocen  los  obstáculos  que  ha  vencido  para 
ganarle,  y  la  modestia  y  amabilidad  que  le  acompañan. 
Presento  pues  á  estos  dos  amigos  fieles  y  constantes » 
cuyo  inalterable  aprecio  ha  sido  la  delicia  de  los  mejo- 
res años  de  mi  vida ,  mi  afectuoso  reconocimiento  y 
viva  gratitud,  al  despedirme  de  una  obra  que  han  mi- 
rado ambos  con  verdadero  interés,  y  que  llevará,  á  do 
quiera  que  vaya ,  el  silencioso,  pero  veraz  testimonio  de 
su  amistad  y  buen  gusto. 

Park  St.  Boston.  —  i849. 


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m 


PRIMERA   ÉPOCA. CAPÍTULO    V.  83 

algunas  cosas  entretenidas,  como  corridas  de  toros,  lu- 
chas de  fieras  y  otros  pasatiempos  acomodados  al  gus- 
to de  la  época.  En  materia  de  estilo,  la  obra  es  tan 
buena  como  la  que  el  marques  de  Villena  escribió,  unos 
cien  años  después,  sobre  un  asunto  análogo,  con  el  tí- 
tulo de  Arle  cisoria,  aunque  su  objeto  la  hace  aun  mas 
I  maportanteV 

]  No  lo  sería  menos  el  segundo  monumento  literario 

t  atribuido  á  este  reinado,  si  le  disfrutáramos  completo. 

Es  una  crónica  rimada,  por  el  estilo  de  los  antiguos  ro- 
mances ,  en  que  se  refieren  los  sucesos  ocurridos  en 
tiempo  de  D.  Alonso  XI,  y  que  comunmente  lleva  su 
nombre.  Hallóla  D.  Diego  Hurtado  de  Mendoza  en  un 
legajo  de  manuscritos  árabes,  y  atribuyóla,  sin  mucha 
meditación,  á  un  secretario  de  aquel  rey  :  dióla  pri- 
mero á  conocer  Argote  de  Molina ,  que  la  creyó  obra 
de  algún  poeta  contemporáneo  del  rey  cuya  historia 
refiere;  pero  las  únicas  coplas  que  de  ella  quedan  no 
pasan  de  treinta  y  cuatro ,  y  aunque  Sánchez  no  duda 
de  que  sean  anteriores  al  siglo  xv,  no  las  considera,  sin 
embargo,  como  obra  del  tiempo  de  dicho  rey ,  y  efec- 
tivamente su  estilo  y  lenguaje  es  aun  mas  moderno  de 
lo  que  opina  aquel  juicioso  escritor.  Eslán  en  caste- 
llano muy  fluido ,  y  el  tono  es  tan  robusto  y  animado 
como  el  de  los  romances  mas  antiguos*. 

*  Libro  de  la  Montería  que  man-  do  con  curiosos  grabados  en  madera, 

dó  escribir,  etc.,  el  rey  D.  Alfonso  y  concluye  con  una  descripción  del 

de  Castilla  y  de  León,  último  deste  bosque  del  Pardo,  y  una  égloaa  en 

nombre ,  acrecentado  por  Argote  de  octava  rima,  hecha  por  Gómez  de  Ta- 

Molina,  Sevilla,  1582,  folio,  91  hojas :  pia ,  granadino ,  al  nacimiento  de  la 

el  texto  es  incorrecto ,  según  afirma  infanta  D/  Isabel,  hija  de  Felipe  IL 

Pellicer.  (Notas  al  Quijote ,  parte  2,  *  Esta  antigua  crónica  rimada  la 

cap.  24.)  El  discurso  de  Argote  de  encontró  en  Granada  D.  Diego  Hur- 

Molina,  que  sigue  á  continuación  y  tado  de  Mendosa  entre  sus  manus- 

tiene  veinte  y  una  hojas,  está  ilustra-  critos  árabes,  y  con  carta  de  i.°  de 


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84 


HISTORIA   DE   LA   LITERATURA   ESPAPlOLA. 


También  sod  conocidos,  por  haberse  impreso  de  ellos 
algunas  coplas,  dos  poemas  escritos,  según  lo  declara 
el  mismo  autor,  en  el  reinado  de  uno  de  los  dos  Alfon- 
sos, probablemente  del  undécimo,  que  fué  el  último  de 
su  nombre,  conociéndose  igualmente  la  condición  del 
autor ,  que  se  llama  á  si  mismo  Beneficiado  de  Ubeda. 
Consta  el  primero  de  quinientas  y  cinco  estancias,  que 
contienen  la  Vida  de  San  Isidoro ,  y  el  segundo  trata 
de  Santa  María  Magdalena ;  pero,  aunque  estuvieran  im- 
presos, no  merecen  seguramente,  por  las  muestras,  que 
nos  detengamos  mucho  en  ellos '. 


diciembre  de  1573  se  la  remitió  al 
cronista  de  Aragón  Jerónimo  de  Zu- 
rita ,  diciéndole  que  Argote  de  Mo- 
lina tendría  mucho  gusto  en  ver- 
la. Dice  ademas  :  c  Parecióme  muy  á 
propósito  para  entretener  á  Vind. 
un  rato ,  y  también  porque  sé  que  el 
señor  licenciado  Fuenmayor  gustará 
de  ver  con  cuánta  sencillez  y  pureza 
los  pasados  escribían  en  verso  sus 
historias; »  y  añade  que  es  de  lo  que 
en  España  llamaban  ge*t4U.  De  toóos 
modos,  la  mira  como  curiosa  y  apre- 
ciable ,  por  creerla  escrita  por  un 
secretario  de  D.  Alonso  XI,  y  porque 
difiere  en  algunas  cosas  de  fas  no- 
ticias comunmente  admitidas  de  su 
reinado.  (Dormer,  Progresos  de  la 
Historia  de  Aragón ,  Zaragoza,  1680, 
folio,  p.  502.)  Las  treinta  y  cuatro 
coplas  que  quedan  de  esta  crónica,  se 
publicaron  por  primera  vez  en  el  cu- 
riosísimo libro  intitulado  c  Nobleza 
de  Andalucía»,  de  Gonzalo  Argote 
de  Molina  (Sevilla,  1588,  fol.  i98),  y 
de  él  las  copió  Sanchez.jíPoesias  an- 
teriores ,  1. 1 ,  pp.  171-177. )  Dice  Ar- 
gote :  c  Por  la  curiosidad  ae  la  len- 
gua y  poesía  de  aquel  tiempo ,  y  por 
ser  de  lo  mejor  y  mas  fácil  que  en 
mochos  años  se  escribió  en  España, 
lo  traslado  aquí. »  Lo  cierto  es  que 
ton  tan  fáciles  y  tan  desnudas  de  ar- 


caísmos ,  que  no  podemos  conside- 
rarlas escritas  con  posterioridad  á 
los  romances  del  siglo  xv,  á  los  que 
se  parecen  mucho.  La  siguiente  des- 
cripción de  una  victoria ,  referida  en 
la  crónica  de  D.  Alonso  XI,  1551,  folio, 
cap.  254 ,  y  que  debió  ([anarse  antes 
de  1330.  es  de  lo  mejor  entre  las 
publicadas : 

Los  moros  rtaéron  fuyendo 

Maldiciendo  su  ventura, 
El  Maestre  los  siguiendo 

Por  los  puertos  de  Segara. 

E  feriendo  e  derribando 

E  prendiendo  á  las  manos 
E  Sanctíago  llamando 

Escudo  de  los  christianos. 

En  alcance  los  llevaron 
A  poder  de  escudo  y  lanía , 

E  al  castillo  se  tomaron 
E  entraron  por  la  matanza. 

E  muchos  moros  fallaron 

Espedazadosiacer; 
El  nombre  de  Dios  loaron 

Que  les  mostró  gran  plazer. 

Es  desgracia  que  el  poema  entero 
se  haya  perdido. 

'  En  Sánchez  (Poesías  anteriores, 
t.  1,  pp.  116-118)  se  encuentran 
breves  extractos  de  las  poesías  del 
Beneficiado  de  Ubeda.  La  primera 
copla  es  muy  parecida  al  exordio  de 
varias  obras  de  Berceo ,  y  dice  así : 


Si  me  ayidare  Christo  |  e  la  Virgen  sagrada, 
Querría  componer  |  una  facción  rimada 
De  un  confesor  que  fizo  |  vida  honrada. 
Que  nació  en  Toledo,  |  ei  esa  cibdat  nombrada. 


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PRIMERA  ÉPOCA.  —  CAPITULO    V.  85 

Pasaremos  pues  á  Juan  Ruiz,  llamado  comunmente 
el  Arcipreste  de  Hita ,  poeta  que  sabemos  vivió  en  la 
misma  época,  y  cuyas  obras  merecen,  por  su  importan- 
cia y  carácter,  un  detenido  examen :  su  fecha  puede  fi- 
jarse con  alguna  probabilidad ,  porque  en  uno  de  los 
tres  códices  que  de  ellas  existen  se  contienen  algu- 
nas poesías  escritas  en  1330,  al  paso  que  en  los  otros 
dos  las  hay  del  año  1343.  Su  autor,  que  parece  nació 
en  Alcalá  de  Henares ,  vivió  mucho  tiempo  en  Guada- 
lajara  y  en  Hita,  que  distan  solo  cinco  leguas  una 
de  otra ,  y  sufrió  una  larga  prisión  de  orden  del  arzo- 
bispo de  Toledo,  entre  los  años  de  1337  y  1350  ;  de 
cuyos  datos  podemos  inferir  que  residió  generahnente 
en  Castilla  y  floreció  en  tiempo  del  rey  D.  Alonso  XI, 
es  decir ,  que  fué  coetáneo  ó  muy  poco  posterior  al 
infante  D.  Juan  Manuel  *. 

Compónense  sus  poesías  de  unos  siete  ipil  versos, 
que,  aunque  repartidos,  en  general,  en  coplas  como  las 
que  usó  Berceo ,  presentan  sin  embargo  alguna  varie- 
dad en  el  tono ,  índole  y  medida  ,  desconocida  antes 
en  la  poesía  castellana ,  sobre  todo  en  el  número  de 
sus  metros,  de  que  usó  hasta  diez  y  seis  diferentes, 
algunos  tomados  de  la  escuela  provenzaL  Las  poesías, 
según  hoy  las  disfrutamos ,  comienzan  con  una  oración 
á  Dios ,  compuesta  probablemente  á  la  sazón  que  es- 
taba preso  el  Arcipreste  >  pues  en  tal  estado ,  según  se 
lee  en  uno  de  los  códices,  compuso  casi  todas  sus  obras. 


*  En  cuanto  á  su  vida »  véase  i  San-  Viena,  1S52,  cuaderno  lvhi,  pp.  220- 
^hez ,  1. 1,  pp.  iOO,  106 ,  V  t.  iv,  pági-  25.  £1  articulo  es  de  Femando  Wolf, 
nas  2,  6;  y  si  se  quiere  leer  una  cri-  quien  llega  hasta  el  punto  de  com- 


tica  excelente  de  sus  obras,  cónsul-  parar  al  Arcipreste  con  Cervantes, 
tese  el   Anuario   de  la  literatura. 


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86  HISTORIA   DE   LA    LITERATURA   ESPAÜOLA. 

Sigúese  un  prólogo  en  prosa ,  muy  curioso,  que  explica 
el  objeto  moral  de  la  colección ,  ó  mas  bien  trata  de 
ocultar  la  tendencia  inmoral  de  la  mayor  parte  de  la 
obra ;  y  terminado  este  y  otros  preliminares,  siguen  las 
poesías,  con  suma  variedad  de  asuntos,  pero  ingenio- 
samente enlazadas ''.  Todas  ellas  componen  un  tomo  bas- 
tante abultado  ,•  y  se  reducen  á  una  serie  de  cuentos 
que  parecen  ser  los  sucesos  reales  de  la  vida  del  Arci- 
preste ,  unas  veces  mezclados  con  fábulas  y  alegorías 
que  tal  vez  envuelven  hechos  que  ignoramos;  otras 
hablapdo  con  la  mayor  sinceridad  y  aludiendo  sin  dis- 
fraz alguno  á  su  persona  y  aventuras.  En  el  pórtico  de 
esta  escena  viva  y  animada  figura  el  carácter  equívoco 
de  su  mensajera,  la  tercera  de  sus  amorfos,  á  quien 
desvergonzadamente  llama  Trotaconventos,  significan- 
do que  llevaba  sus  recados  amorosos  á  conventos  y 
monasteriqs  ^.  La  primera  dama  á  quien  el  poeta  la  en- 
via ,  parece  era  mujer  instruida ,  mucho  letrada ,  y  su 
historia  está  ilustrada  con  los  apólogos  de  cómo  el  León 
estaba  doliente  é  las  otras  animalias  le  venían  á  ver  ^  y 
de  qúando  la  tierra  bramaba;  pero  todas  sus  diligencias 
son  en  vano :  la  dama  se  niega  á  corresponderle,  y  él  en- 

B  La  tendencia  inmoral  de  machas  madas  técnicamente  alcahuetas  ó  ter- 
de  sus  poesías  es  co^a  qae  no  solo  ceras,  clase  que  por  el  retiro  en  que 
apura  bastante  á  su  editor  ( p.  Í7 ,  y  entonces  vivía  el  bello  sexo,  y  por  la 
notas  á  las  pp.  76,  97, 102,  etc) ,  sino  influencia  de  las  costumbres  morís- 
que  algunas  veces  el  mismo  Arcí-  cas,  hace  gran  papel  en  la  literatura 
preste  no  sabe  cómo  salir  del  paso  primitiva  de  España.  Las  leyes  de  Par- 
acoplas  7-S66,  etc.):  algunas  veces  tída(part.  7,  tit.  22)  contienen  dos 


el  asunto  que  le  ocupa  es  demasiado  leyes  contra  ellas,  y  la  Celestina,  que 
claro  para  tratar  de  encubirle,  y  en-  al  fin  del  acto  segundo  es  también 
tónces  el  editor  recurre  al  medio  de  llamada  Trotaconventos ,  es  su  pro- 


suprimir-trozos  enteros.  totipo  :  los  innumerables ,  ridiculos 

^  Hay  bastante  oscuridad  respecto  y  ooiosos  epítetos  con  que  el  Arcí- 

á  este  importante  personaje  (cop.  7i,  preste  mismo  las  abruma  ( cop.  S98. 

674  y  otras);  pero  su  nomore  eraUr-  902),  prueban  bien  su  actividad  é 

raca,  como  aparece  de  la  copla  ÍS50,  importancia  en  aquellos  tiempos. 
y  pertenecía  á  la  clase  de  mujeres  lia- 


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PRUfBftA   ÉPOCA.  CAPÍTULO   Y.  87 

ióoces  se  consuela  con  las  palabraet  de  Salomón,  excla- 
mando que  las  cosas  de  este  mnndo  todas  son  vanidad 
y  liviandad.  En  la  aventura  siguiente ,  un  amigo  traidor 
le  engaña  y  le  roba  á  su  dama,  pero  él  no  se  desani- 
ma por  eso^ ;  antes  al  contrario,  se  manifiesta  dispuesto 
á  dejarse  llevar  de  su  destino ,  como  el  hijo  de  un  rey 
moro  cuya  historia  refiere ;  y  después  de  algunas  re- 
flexiones astrológicas  se  declara  nacido  bsyo  la  in- 
fluencia de  la  estrella  Venus,  y  sujeto  inevitablemente 
á  su  dominio :  recibe  un  nuevo  desengaño ,  y  entonces 
el  Amor  viene  en  persona  á  visitarle  y  le  da  consejos, 
en  una  serie  de  apólogos  contados  con  mucha  facilidad 
y  gracia.  El  poeta  le  responde  con  la  mayor  gravedad, 
riñe  con  D.  Amor,  le  echa  en  cara  su  falsedad  y  sus 
crímenes,  le  dice  que  directa  ó  indirectamente  tiene 
parte  en  los  Siete  pecados  mortales,  y  apoya  cada  una 
de  sus  aserciones  con  una  fábula  muy  oportuna*. 

El  Arcipreste  se  presenta  entonces  á  D.'  Venus,  á 
quien,  á  pesar  de  que  conocia  bien  á  Ovidio ,  hace  es- 
posa de  D.  Amor ,  y  valido  dé  sus  consejos  sale  bien 
de  las  empresas  que  acomete;  pero  la  historia  que 
cuenta  es  conocidamente  una  ficción ,  sí  bien  acomo- 
dada á  los  sucesos  reales  de  su  vida  :  está  tomada  de 
una  come.dia  ó  diálogo  escrito  antes  del  año  de  1300^ 
por  Pamphilo  Mauriano  ó  Mauriliano ,  y  atribuida  por 
muchos  años  á  Ovidio;  la  misma  que  el  poeta  castellano 

'  CoDcluido  el  negocio,  dice  el  bre  los  siete  pecados  mortales,  se  en- 

poeta  con  sama  gracia :  caentra  con  frecuencia  en  los  c  Fa- 

«I  ..AmiA  1*  vi«»H*  A  A  mi  ÉcA  .««.{«P        Wieaux  »  franceses ,  y  el  lector  inglés 
El  comió  hi  vianda  é  á  mi  flso  nmilar.        ^^^^^  ^^  ^^  muestra  muy  notable 

s  Gop.  il9,  142 ,  etc. ,  i7i ,  etc.,   de  él  en  el  Persone's  Tale,  ó  Cuento 
903,  etc.  Un  razonamiento  como  el   del  Gura,  por  Chaucer. 
contenido  en  estas  últimas  coplas  so- 


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83  HISTORU   OB   LA    LITEBATURA   BSPAÜOU. 

Uatte  el  talento  de  reproducir  oon  los  colores  y  carácter 
local  del  país.  Este  trozo,  que  consta  de  unos  mil  versos, 
es  algo  libre,  y*el  Arcipreste,  asustado  de  sí  mismo, 
muda  repentinamente  de  tono,  y  añade  una  larga  serie 
de  consejos  morales  severísimos,  y  de  lecciones  al  be- 
llo sexo.  Interrúmpelas  luego  sin  motive  alguno ,  y 
marcha  á  los  montes  de  Segovia :  el  camino  es  malo, 
la  estación  cruda  y  por  el  mes  de  mayo,  de  modo  que 
sus  aventuras  son  poco  gratas;  sin  embargo,  conserva 
siempre  la  misma  facilidad ,  lijereza  é  irreflexión ,  y 
esta  parte  de  su  historia  está  ademas  sembrada  de  can- 
ciones pastorales  muy  animadas ,  al  estilo  provenzal, 
y  llamadas  cantigas  de  serrana  ^  á  la  manera  que  la 
primera  parte  lo  está  de  fábulas  denominadas  enooem^ 
fias  ó  cueníos  *, 

Cerca  de  la  sierra  por  donde  viaja  hay  un  santuario 
de  mucha  devoción ,  adonde  el  autor  va  en  romería, 
la  cual  refiere  entremezclando  con  su  narración  himnos 
sagrados ,  como  antes  ha  mezclado  apólogos  y  cancio- 
nes á  la  relación  de  sus  aventuras  amorosas ;  pero  la 
cuaresma  se  acerca ,  y  el  poeta  se  vuelve  precipitada- 
mente á  su  casa.  Apenas  llega  á  sus  hogares,  recibe 
una  notificación  formal  de  D.*  Cuaresma,  para  que  se 
presente  á  ella  armado ,  con  todos  los  demás  arcipres^ 

*  Gop.  S57-SSfi9,  y  las  419  y  548.—  das  de  las  c  Pastorelas  »  ó  «  Pastore- 

Pamphyhis,  €De  amore»;  F.  A,  Ebert,  las  »  de  los  trovadores.  (Raynouard . 

Diccionario  bibliográfico,  Leipsik,  cTroubadours , »  t.  n,  pp.  »9,  etc.) 

4830,  4.®,  t  ui»  p.  S»7.  —  P.  Leyserí,  Si  se  encontrasen  oon  mas  frecuencia 

cHi8t.Poet.HeaiiiETii,Hal€eB,i7Si,  en  la  literatura  francesa  del  norte 

8.*,  p.  907i ,— ^Qcbez ,  t.  ir,  pp.  xxni,  poemas  de  esta  especie,  pudiéramos 

niv.  La  historia  tomada  de  Pampbilo  creer  que  allí  buscó  el  Arcipreste  sus 

por  el  Arcipreste  se  hallar¿  desde  la  modelos,  jpues  se  advierte  en  sus 

cop.  S55  basta  la  805,  y  la  relación  obras  el  mismo  estilo  que  en  las  de 

de  su  viaje  á  la  sierra  de  Segovia,  en  los  trovadores  franceses ;  pero  no 

las  924-1)17.  Las  «  Serranas  »  incluí-  sabemos  de  ninguna  eserita  al  norte 

das  en  este  trozo  las  creemos  imita-  del  Loire,  en  tan  remota  época. 


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PRIMEIU  ÉPOCA.  —  capítulo   V.  89 

tes  y  clérigos ,  á  fin  de  hacer  uoa  entrada  contra  Don 
Carnaval  y  sus  secuaces  ,  como  las  que  se  hacían  en 
tierras  de  moros.  Sigue  luego  la  descripción  de  una 
de  esas  batallas  alegóricas  que  tanto  usaban  los  trova- 
dores y  ministriles  de  la  edad  media  *^ ,  en  la  que  fi- 
guran D.  Tocino ,  D/  Cecina  y  otros  personajes  de  la 
misma  especie;  y  como  la  acción  es  en  tiempo  de  cua- 
resma ,  resulta  naturalmente  que  D.  Carnal  es  roto  y 
preso ;  si  bien  concluida  la  cuaresma ,  huye  el  prisio- 
nero alegórico,  reúne  sus  partidarios»  entre  los  cuales 
se  cuenta á  D.  Almuerzo  y  á  D.'  Merienda,  sale  al  cam- 
po ,  y  queda  vencedor,  •fr 

D.  Carnal  hace  luego  alianza  con  D.  Amor,  y  ambos 
se  presentan  con  toda  la  pompa  imperial;  el  áltimo,  so- 
bre todo,  es  recibido  con  regocijo  universal :  el  clero, 
los  seglares ,  los  frailes ,  monjas  y  juglares  salen  en 
triunfo,  formando  una  procesión  extravagante,  á  recibir- 
le y  darle  la  bienvenida;  pero  el  poeta  obtiene  la  honra 
de  ser  nombrado  para  salir  el  primero  á  su  encuentro; 
honra  que  todos  se  disputan  con  empeño,  y  particular- 
mente las  monjas  '^  En  premio  de  ésto,  el  Amor  refiere 
al  poeta  sus  aventuras  en  Sevilla  y  Toledo,  durante  el 
invierno  anterior ,  y  después  le  deja  para  marchar  en 
busca  de  otras  nuevas.  Entre  tanto  el  Arcipreste,  con 
el  auxilio  de  su  sagaz  agente  D.*  Trotaconventos,  en- 

*•  Cop.  4017-1040.  Podríamos  citar       ««  Cop.  H84,  etc. ,  li99,  1229.  Es 

la  €  Bataüle  des  Vins  >,  por  D^Andeli  difícil  comprender  cómo  el  Arcípres- 

(Barbazan,  edic.  Heon ,  1. 1,  p.  15^) ;  te  se  aventuró  á  decir  algunas  de  las 

pero  la  c  BataUle  de  Karesme  et  de  cosas  que  se  leen  en  este  trozo.  Una 

Chamage»  hace  mas  al  caso  presen  te :  parte  de  los  (¡ue  van  en  la  procesión, 

otros  hav  que  tratan  de  asuntos  ana-  cantan  los  himnos  mas  solemnes  de 

logos.  En  cuanto  á  los  sabrosos  y  la  Iglesia,  parodiándolos  y  api  ¡cando- 

suculentos  personiges  alegóricos  que  los  á  D.  Amor,  como  por  ejemplo, 

et  Arcipreste  pone  en  escena,  léanse  el  cBenedictus  qui  veniti,  lo  cual 

las  cop.  1080,  Í169, 1170,  etc.  parece  una  verdadera  blasfemia. 


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90  HISTORIA  DE   LA   LITERATURA  ESPAÑOLA. 

ira  en  una  nueva  sene  de  aventuras  amorosas ,  mez- 
-  ciadas  también  con  apólogos  ^  pero  mas  libres  que  las 
primeras,  y  que  acaban  con  la  muerte  de  aquella  mu- 
jer :  el  poeta  hace  su  epitafio,  y  con  él  termina  lo  que 
podemos  llamar  el  Poema,  ó  sea  la  parte  mas  completa 
y  trabada  de  sus  obras.  El  tomo  contiene  ademas  otrbs 
poemitas  sobre  asuntos  muy  diferentes,  como  el  De 
cuáles  armas  se  dAe  armar  iodo  christiano  para  vencer  el 
diablo  ,  el  mundo  é  la  carne  ^  y  el  De  las  propiedades  que 
las  dueñas  chicas  han,  los  cuales  no  tienen,  al  parecer, 
conexión  alguna  entre  sí,  ni  menos  con  la  obra  prín- 
^   cipal. 

...,•«.  El  tono  general  de  estas  poesías  es  incalificable  por 
su  variedad ;  pero  domina  en  ellas  un  espíritu  satírico, 
mas  bien  dulce  que  acre :  este  espíritu  se  observa  en 
los  pasajes  mas  graves,  y  cuando  el  poeta  se  abandona 
á  su  ingenio,  lo  hace  con  la  impavidez  y  valentía  sufi- 
cientemente demostrada  en  sus  versos  sobre  el  poder 
del  dinero  en  Roma  y  la  corrupción  de  aquella  ciu- 
dad". Otras  veces,  como  cuando  habla  de  la  muerte, 
es  solemne  y  tierno,  y  al  mismo  tiempo  sus  himnos  ó 
canciones  á  la  Virgen  respiran  la  unción  de  la  devo* 
cion  católica  ;  de  manera  que  es  difícil  encontrar,  en 
el  inmenso  campo  de  la  literatura  española ,  un  libro 
de  mas  variedad  en  los  asuntos  y  en  el  modo  de  tra- 
tarlos **. 


^  Cop.  464  y  siguientes.  Aqui ,  **  Al  codUt  la  fábula  c  De  cuando 

como  en  otros  muchos  lugares  de  su  la  tierra  bramaba»,  el  Arcipreste  dice 

libro,  el  poeta  se  encuentra  con  los  que  es  sacada  de  ¡sópete.  Es  á  sa- 

poetas  franceses  del  norte.  Véase  el  ber  que  Ya  en  el  siglo  xui  había  en 

«Paternóster  del  usurero»,  y  el  cCre-  francés  dos  colecciones  de  fábulas 

do»,  en  Barbazan,  «Fablieaux,»  t.  iv,  con  el  nombre  de  « Isopet»,  las  mis- 

pp.  90  y  i06.  mas  que  publicó  Robert  en  sus  «Fa- 


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PRIMBRA   ÉPOCA.  —  CAPÍTULO   V.  91 

El  mayor  mérito  del  Arcipreste  de  Hita  consiste  eo 
los  muchos  cuentos  y  fábulas  con  que  ameniza  su  libro, 
al  contar  las  aventuras  que  forman  el  núcleo  de  sus 
poesías»  al  estilo  del  Conde  Lucanor  6  de  Los  cuentos  de 
Cantorbery.  La  mayor  parte  son  conocidas  y  están  to- 
madas de  Esopo  y  de  Fedro ,  ó  mas  bien  de  las  traduc- 
ciones francesas  de  estos  dos  autores,  muy  comunes  en 
la  poesía  primitiva  del  norte  de  la  Francia.  Las  imita- 
ciones mas  felices  son  la  de  Las  Ranas  pidiendo  Rey , 
la  del  Alano  que  llevaba  la  pieza  de  carne  en  la  boca ,  y 
la  de  Las  Liebres  que  se  recobraron  del  miedo  al  ver  alas 
ranas  accbardadas  hay  algunas  que  tienen  tal  verdad, 
sencillez  y  gracia,  que  nadie  después  ha  logrado  exce- 
der; como  por  ejemplo,  la  de  El  Ratón  dé  la  ciudad  y  el 
dd  campo,  que  leida  en  Esopo,  Horacio  y  La  Fontaine, 
no  nos  agrada  tanto  ni  la  hallamos  tan  bien  contada 
como  en  el  Arcipreste  **. 


bles  inédites»  (París,  Í825.2  vol., 
S.®),  y  como  cabalmente  Maria  de 
Francia,  que  yi?ió  en  la  corte  de  Enri- 
que III  de  Inglaterra,  donde  acudían 
a  la  sazoi)  todos  los  poetas  france- 
ses del  norte,  alude  ja  ¿  ellas  en 
el  prólogo  á  sus  fábulas ,  no  hay  in- 
couTeniente  en  Qjarlas  hacia  los  años 
de  12i0.  (Véase  «Poesíes  de  Marte  de 
France»,  ed.  Roquefort,  Paris,  1820, 
S.®,  t.  u ,  p.  61 ;  y  las  admirables  in- 
dagaciones de  De  la  Rué,  sobre  los 
bardos,  juglares  y  trovadores.  Caen, 


1854,  8.^,  1. 1,  pp.  198,  202,  y  1.  iii, 
pp.  47, 101.)  El  Arcipreste  debió  pues 
tomar  todas  ó  al  menos  gran  parte 
de  sus  fábulas  de  uno  de  estos  Iso- 
petes ,  ó  tal  vez  de  ambos.  Su  con- 
temporáneo ,  D.  Juan  Blanuel ,  hizo 
probablemente  lo  mismo,  y  á  veces 
tomó  las  mismas  que  él.  (Véase  el 
Conde  Lucanor,  cap.  26,  43  y  49. 
que  son  las  fábulas  que  cuenta  el 
Arcipreste  en  las  coplas  1386, 1411  y 
1428.J 
«^  Cop.  1344.  Empieza  asi : 


Mor  de  Guadalaxara  I   un  Iones  madnigaba , 
Foese  á  Monferrado ,  |   i  mercado  andaba ; 
Un  Mor  de  franca  barba  |   recibiol'en  su  cava. 
Convido!'  i  yanur  |   ¿  dióle  ona  taba. 
Estaba  en  mesa  pobre,  |  buen  «esto  é  buena  cava, 
Con  la  poca  vianda  i  boena  voluntad  para, 
A  los  pobres  manjares  |   el  placer  los  repara , 
Pagos' del  buen  talante  |  Mar  de  Goadafaxara. 

Siguen  ocho  coplas  mas.  Ademas  veinte  traducciones  de  esta  fábula, 
del  original  grieffo  atribuido  á  Esopo,  entre  ellas  dos  en  español,  una  de 
y  el  latino  de  Horacio,  hay  mas  de  Bartolomé  Leonardo  ae Argensola, y 


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92  HISTORU   DE   LA   LITERATURA   ESPAllOLA. 

Pero  lo  que  mas  sorprende  y  admira ,  la  impresión 
mas  notable  que  deja  la  lectura  de  sus  versos,  es  la 
naturalidad ,  frescura  y  viveza  que  en  ellos  reina.  En 
esto  el  Arcipreste  es  muy  parecido  al  inglés  Cbaucer, 
poeta  poco  posterior  á  él ;  y  no  se  reduce  á  esto  solo  la 
semejanza  entre  ambos  autores  :  los  dos  toman  sus 
asuntos  en  la  poesía  francesa  del  norte  ;  ios  dos  pre- 
sentan la  mezcla  informe  de  inmoralidad  y  devoción 
que  tan  común  es  á  su  siglo,  aunque  en  parte  parece 
efecto  de  su  carácter  personal ;  los  dos  demuestran  un 
conocimiento  profundo  del  corazón  humano ,  y  son  feli- 
císimos en  la  pintura  de  las  costumbres  y  vicios  de  su 
época.  Ambos  fueron,  por  temperamento  y  humor,  sa- 
tíricos y  mordaces ;  fundadores  en  su  patria  de  una 
nueva  escuela  de  poesía  popular,  introduciendo  nuevos 
metros  y  combinaciones,  y  formando  con  ellos  una  ver- 
sificación que ,  aunque  en  general  irregular  y  grosera, 
es  con  frecuencia  fluida ,  robusta  y  siempre  natural. 
Verdad  es  que  el  Arcipreste  no  tiene  la  ternura ,  subli- 
midad y  grandes  facultades  de  Chaucer;  pero  el  temple 
de  su  ingenio,  y  la  agudeza  y  primor  de  sus  versos,  le 
hacen  tan  semejante  al  gran  poeta  inglés ,  como  lo  po- 
drán ver  cuantos  hagan  un  estudio  detenido  y  compa- 
rativo de  sus  obras.  ^""^ 

El  Arcipreste  vivió  en  los  últimos  años  del  reinado 
de  D.  Alonso  XI ,  y  quizá  algo  después  :  al  principio 
del  siguiente  reinado ,  que  fué  el  de  D.  Pedro,  llamado 
el  Cruel,  ó  sea  hacia  1 350,  encontramos  un  poema  muy 
curioso ,  dirigido  por  un  judío  de  Carrion  al  nuevo  mo- 

otra  de  D.  Félix  María  Samaniego ;    guna  de  ellas  es  Un  baena  como  la 
pero  casi  puede  asegurarse  que  nin-   del  Arcipreste. 


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PRIMERA   ÉPOCA  —  CAPITULO   V.  •  93 

narca,  á  su  subida  al  trono.  El  manuscrito,  existente  en 
la  Biblioteca  Nacional  de  Madrid .  se  titula  :  Libro  del 
rabí  de  Santob,  ó  mas  bien  rabbi  Don  Sanlob,  y  se 
compone  de  cuatrocientas  sesenta  y  seis  coplas^'.  El  mos- 
tró es  la  redondilla t  ó  mas  bien  copla  antigua,  de  siete 
sílabas,  fácil  y  fluida  para  aquel  tiempo,  y  el  propósito, 
dar  consejos  morales  al  Rey,  teniendo  buen  cuidado  el 
poeta  de  advertirle  que  no  los  menosprecie  porque  se 
los  da  un  judío. 

Por  nascer  en  el  espino ,  Non  val  el  a^r  menos 

no  val  la  rosa  cierto  por  nas^r  de  mal  nido ; 

menos ;  ni  el  buen  vino ,  nin  los  enxemplos  buenos 

por  nascer  en  el  sarmyento.  por  los  decir  judío . 

Después  de  una  introducción ,  algo  pesada,  comien- 
zan  los  consejos  morales  en  la  copla  53  ,  y  continúan 
hasta  el  Gn  de  la  obra,  que,  en  general,  tiene  el  mis- 
mo tono  que  las  demás  poesías  didácticas  de  aquel 
tiempo,  aunque  está  escrita  con  mas  estro  y  facili- 
dad. En  esta  parte  es  justo  confesar  que  pocos  ra- 


V  Hay  cnando  menos  dos  códices  copiante  iffnoraote  cometiese  este 

de  las  poesías  de  este  judio,  de  que  error.  El  códice  de  Madrid  comienza 

solo  se  han  publicado  algunos  frag-  de  diverso  modo  que  el  del  Escorial, 

mentos.  El  mas  conocido  y  citado  es  como  puede  verse  en  la  Biblioteca 

el  del  escorial,  que  usaron  Castro  de  Castro,  y  dice  así  : 

2«^";*^.W?'í '  Li'  ?4f  •  ]S'  Señor  Rey ,  noble ,  alto , 
302),  y  Sánchez  ( 1. 1 ,  pág.  i79 ,  184,  oy  este  sermón 
y  t.  IV ,  p.  12,  etc) :  el  que  nosotros  Qoe  vyene  destr  Santob, 
usamos  ,  es  copia  del  que  existe  en  Judío  de  Carrion. 
la  Biblioteca  Nacional  de  Madrid,  se-  Comunalmente  trobado 
fialado  Bb.  82,  fol. ,  donde  este  poe-  S®  ?*í?.*^  moralmente. 
ma  del  Rabbi  ocupa  las  hojas  61  i  81.  SeVín!  oue  vÍ^SÍ?nte 
D.  José  Antonio  Conde  prefería  esle  ^®*"°'  ^"^  ^*  siguiente, 
códice  al  del  Escorial,  y  era  de  opi-  La  primera  noticia  que  tenemos 
nion  que  el  verdadero  nombre  de  su  del  judío  de  Carrion  se  halla  en  la 
autor  era  «Santob»,  y  no  c  Santo»,  carta  del  marones  de  Santillana  al 
como  se  lee  en  el  del  Escorial ;  por-  condestable  de  Portugal,  y  por  lo  que 
que  no  es  probable  que  un  judio  to-  en  ella  se  dice ,  se  infiere  c^e  la  re- 
mase este  apellido  de  Santo  en  tiempo  putacíon  del  Rabino  á  mediados  del 
de  D.  Pedro  el  Cruel ,  y  sí  que  un  siglo  xv  era  todavía  muy  grande. 


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94  HISTORIA   DE   LA   LITERATURA   ESPAÍ^OLA. 

binos  de  ningún  pais  nos  han  dejado  versos  tan  inge- 
niosos y  agradables  como  algunos  de  los  contenidos  en 
los  consejos  del  judío  de  Carrion.  En  el  códice  del  Es- 
corial que  contiene  los  versos  de  este  judío,  se  hallan 
otros  dos  poemas,  que  por  algún  tiempo  se  le  atribuye- 
ron ;  pero  que  parece  mas  probable  sean  de  otros  au- 
tores desconocidos  *'.  El  uno  es  también  didáctico,  y 
ademas  religioso ;  intitulase  :  La  doctrina  chrisíiana. 
Tiene  un  prólogo  en  prosa,  que  demuestra  la  devoción 
del  autor,  y  consta  de  ciento  y  setenta  y  cinco  coplas 
de  á  cuatro  versos ,  los  tres  primeros  octosílabos  y  mo- 
nosílabos, y  el  último  de  cuatro  sílabas  sin  rima  :  forma 
métrica  no  extraña  á  los  sáneos  y  adonices.  El  asunto 
de  la  obra  es  la  explicación  del  Credo ,  de  los  Diez 
mandamientos,  de  las  Siete  virtudes,  de  las  Obras  de 
misericordia,  los  Siete  pecados  mortales,  los  Cinco  sen- 
tidos y  los  Sacramentos,  con  algunas  digresiones  sobre 
el  modo  de  vivir  cristianamente. 

El  otro  poema  se  intitula  Vision  de  un  ermitaño ,  y 
es  una  visión,  en  veinte  y  cinco  coplas  de  arle  mayor. 


*^  Castro,  Biblioteca  Española,  1. 1,  llana,  ánica  autoridad  respetable  en 
p.  i99.— Sánchez,  1. 1,  p.  iSSí,  t.  n,  época  tan  apartada,  da  a  entender 
p.  Í2.  que  nunca  se  convirtió,  circunstancia 
Aunque  D.  José  Amador  de  los  <^ue  si  se  hubiese  realizado,  bubier^ 
Ríos  en  sus  «Estudios  históricos, po-  sido  contada  y  recordada  con  eiitil- 
Uticos  y  literarios  sobre  los  juaios  siasmo,  sobre  todo  tratándose  áe  un 
de  Espaiía»,  libro  erudito  y  asrada-  poeta  como  él.  Siendo  pues  judio  in^ 
ble,  publicado  en  Madrid  en  1848,  es  converso ,  no^s  creíble  hubiese  e^ 
de  diversa  opinión,  y  sostiene  que  crito  la  «Danza  general»,  la  tDoetriflJt 
,  la  «  Doctrina  cbristiana  >  es  obra  de  cristiana»,  ni  la  «Vision  de  un  ermita- 
D.  Santobde  Carrion  (pp.  304,335),  ño».  Debo,  sin  embargo,  advertir  que 
hay  razones  muy  poderosas  para  lasobservacionescontenidasenesta 
creer  lo  contrario,  j  no  solo  razones,  nota  ,  y  las  escasas  noticias  de  auto- 
sino  hechos.  En  primer  lugar  el  mis-  res  juaios  en  España,  se  han  exten- 
mo  Santob  ó  D.  Santos,  se  califica  y  dido  antes  de  recibir  la  obra  apre- . 
llama  Judio ;  los  dos  códices  existen-  ciable  del  Sr.  Ríos,  y  cuando  el  pre* ' 
tes  de  los  «Consejos»  le  dan  el  nom-  senté  libro  estaba  ya  imprimiéndose, 
bre  de  Judio;  el  marques  de  Santi- 


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PRIlfRRA  ÉPOCA.  — CAPITULO   V.  95 

aparecida  á  un  ermitaño»  el  cual  se  supone  presencia 
un  combate  entre  el  cuerpo  y  el  alma :  esta  se  queja  de 
los  excesos  de  aquel ,  que  han  atraido  los  castigos  del 
mundo  futuro;  y  el  cuerpo  se  defiende  diciendo  que  se 
ve  condenado  á  tantos  tormentos  ponjue  el  alma  se  ha 
descuidado  y  no  ha  hecho  la  buena  guarda  que  debia*^ 
Es  una  imitación  de  los  muchos  poemas  por  este  estilo 
que  entonces  corrían  por  Europa,  y  de  los  que  existe  uno 
manuscrito,  en  inglés,  cuya  fecha  fija  Wharton  en  1 304^*. 
Pero  dejemos  estos  dos  poemas  castellanos  de  escaso 
valor,  y  pasemos  á  uno  que  lo  tiene  real  y  positivo. 

La  Danza  General  ó  Danza  de  la  Muerte  consta  de 
setenta  y  cinco  coplas  de  arte  mayor,  precedidas  de  una 
breve  introducción  en  prosa,  que  no  parece  del  mismo 
autor".  Fúndase  en  la  vulgar  y  conocidísima  ficción, 
tantas  veces  ilustrada  por  la  poesía  y  la  pintura  en  la 

*^  Castro,  Biblioteca  Espafiola,  1. 1,  driss,  Berlin,  1812, 8.°,  p.  446) ;  pero 

p.  900.  Poseemos  copia  de  esta  obrita,  lo  cierto  es  qae  es  antiquísimo,  y  se 

que  comienza  asi ,  designando  bien  encuentra  bajo  muchas  formas  y  en 

claramente  cuándo  se  escribió :  diferentes  lenguas.  Véanse  las  poe- 

Despoes  de  U  prima ,  I  U  ora  passada ,  sias  latinas  atribuidas  á  Gualterio  Ma- 

En  el  mes  de  enero  I  la  noche  primera  pes ,  publicadas,  á  nombre  de  la  so- 

En  cccc  é  veynte  |  dorante  la  bera ,  ciedad  Gamdense,  por  T.  Wrigbt 

EsUndo  aeosUdo  |  alia  en  mi  posada,  etc.  ^j84|,  ^.o^  pp  95^  jjj^  e^  España  se 

Eli.®  de  enero  de  laeraespa-  imprimió  también  á  menudo  en  forma 
fióla  de  1420,  en  que  se  coloca  la  de  romance  y  en  pliego  suelto,  sien- 
escena,  corresponae  al  afio  de  Je-  do  una  de  las  últimas  ediciones  la  del 
sucristo  de  1382.   Este    poema  se  año  1764. 

ha  impreso  en  Madrid ,  1848,  12.®,  ^^  Castro,  Biblioteca  Española,  t.i, 

p.  15 :  oiliere  bastante  del  manuscrito  p.  200.— Sánchez,  1. 1,  pp.  182, 185,  y 

3ue  poseemos ,  y  la  edición  está  sin  t.  ly,  p.l2.  Presumimos  que  la  cDanza 
uda  alguna  hecha  SQbre  una  copia  general  de  la  muerte»,  en  castellano, 
muY  incorrecta.  es  imitada  de  la  francesa ,  porque  en 
^  c Historia  de  la  poesía  inglesa,»  muchas  ediciones  antiguas  la  fran- 
seoe.  24,  al  fin.  Hállase  también  en  cesa  está  junta  con  ele  débat  du 
francés,  en  época  muy  remota,  con  corps  et  de  Táme »,  como  la  espa- 
el  titulo  de  c  Le  débat  du  corps  et  ñola  lo  está  en  el  códice  del  Esco- 
de Fáme»,  é  impreso  en  1488  (Ebert,  rial :  lo  mismo  sucede  con  los  <  Vo- 
Bibl.  Lexicón ,  n.*  8071 ,  5074).  Su-  tos  del  Pavón  »,  que,  según  ya  indica- 
pónese  que  el  original  de  este  poe-  mos,  suelen  en  ambas  lenguas  andar 
ma  es  uno  escrito  por  un  monje  juntos  con  el  «Poema  de  Alejandro», 
francés  (Hagen  ond  Bnsching,  Grun- 


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96  HISTORIA   DB   LA    LITERATURA   E^AÜOLA. 

edad  medía ;  ñccion  reducida  á  citar  á  los  hombres  de 
todas  clases  y  condiciones  para  la  Üanza  de  la  Muerte  ^ 
especie  de  máscara  espiritual,  en  la  qoe  figuran  todos, 
dc^e  el  pontífice  hasta  el  niño  de  pecho ,  danzan- 
do en  figura  de  esqueletos.  La  obra  española  es  pinto- 
resca y  singular ,  quiza  tanto  ó  mas  que  ninguna  otra« 
porque  el  carácter  sombrío  y  tétrico  del  pensamiento 
contrasta  admirablemente  con  la  armonía  y  soltura  de 
los  versos  y  el  humor  festivo  de  su  autor,  y  nos  recuerda 
con  frecuencia  los  chistosos  cuentos  que  de  vez  en  cuando 
se  leen  en  el  Espejo  para  Magistrados^. 

Las  siete  primeras  coplas  del  poema  castellano  for- 
man una  especie  de  prólogo,  que  contiene  el  pregón  de 
la  muerte,  parte  dicho  por  ella ,  y  parte  por  un  predicador 
que  concluye  así : 

Faced  lo  que  digo,  non  vos  retardadas, 
que  ya  la  muerte  escomienza  á  hordenar 
una  danza  esquiva  de  que  non  podedes 
por  ninguna  cosa  que  sea  escapar ; 
á  la  qual  dis^  que  quiere  levar 
á  todos  nosotros  lañando  sus  redes ; 
abrid  las  orejas,  que  agora  oyredes 
de  su  cbarambela  un  triste  cantar. 

Según  se  Ve  en  los  antiguos  cuadros,  y  se  lee  en  otros 

^  En  la  erudita  obra  de  F.  Douca,  hechas  en  Í463,  que  se  conservan  en 

intitulada  cDanza  de  la  Muerte»  (Lón-  aquella  ciudad,  y  harian  excelente 

dres ,  1833 ,  8.®) ,  y  en  la  «  Literatura  compafiia  al  poema  castellano.  Véase 

de  la  Danza  de  la  Muerte» ,  de  H.  F.  también  ü  K.  F.  A.  Scheller,  cDiccio- 

Massmann(Leipzig,i840,8.**),sepue-  nario  de  la  lengua  s^ona-neerlan- 

denverlas  multiplicadas  y  variadas  de8a»,Braunschrweig,i826,8.%p.75. 

formas  en  que  ha  sido  tratada  esta  Estos  trabajos ,  ya  de  poesía ,  ya  de 

extraña  ficaon.  Debemos  también  pintura,  como  los  que  existen  en  Ba- 

añadir,  como  dignas  de  atención,  las  silea,  Hamburgo,  etc.,  no  tuvieron 

noticias  insertas  en  la  c  Biblioteca  otro  objeto  que  el  de  promover  el 

universal  alemana»  (Berlin,  i792,  espíritu  religioso  y  exhortar  las  gen- 

vol.  106,  pág.  270),  y  una  colección  de  tes  ¿  la  devoción,  y  lo  mismo  puede 

estampas  publicada  en  Lubek ,  en  decirse  del  poema  español. 
1785,  en  folio,  copiadas  de  pinturas 


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PRIMBBA   ÉPOCA. — CAPÍTULO   Y.  97 

poemas  de  la  misma  clase,  la  Muerte  empieza  por  lla^ 
mar  al  Papa,  loego  á  los  cardenales,  en  seguida  á  los 
reyes,  obispos»  y  hasta  á  los  labradores  y  jornaleros; 
todos  la  obedecen  y  acoden  á  su  danza ,  aunque  al  prin- 
cipio con  alguna  repugnancia ,  horror  y  sorpresa :  la 
llamada  á  la  juventud  y  á  la  hermosura  es  un  itozo  muy 
animado  y  expresivo** : 

A  esta  mi  danza ,  traye  de  presente 
estas  dos  don^llas  qae  vedes  fermosas ; 
ellas  vinieron  de  may  malamente 
á  oyr  mis  canciones  que  son  dotorosas ; 
mas  non  les  valdrán  flores  ny  rosas  > 
nin  las  composturas  que  poner  solían ; 
de  mi  si  pudiesen  partirse  querrían , 
mas  non  puede  ser,  que  son  mis  esposas. 

La  ficción  es  seguramente  horrible  y  espantosa ;  pero 
tuvo  mucha  boga  en  Europa  por  largo  tiempo,  y  está 
pintada  en  el  poema  castellano  con  tanto  ingenio  t  viva- 
cidad y  colorido^  como  en  cualquiera  otro  de  su  especie. 

En  el  mismo  códice  en  que  está  la  Danza  general  de 
la  Muerte  hay  otro  poema,  en  forma  de  crónica,  malísi* 
mámente  copiado,  y  de  otra  mano,  pero  que  pertenece 
probablemente  á  la  misma  época  <  Trata  de  las  hazañas 
semi&bulosas  y  semiverdaderas  del  conde  Fernán  Gon- 
zález, héroe  del  primer  periodo  de  la  lucha  cristiana  con 

'^  Poseemos  una  copia  manuscrita  Salid  luego  fuera  sin  otfa  peresa, 
de  todo  el  poema.  Las  dos  estrofiís  si-  ^o  ^os  mostraré  venir  á  pobresa— 
guíenles,  que  creemos  inéditas,  son  ^*^""»  Mercadero ,  i  la  danta  del  lloro, 
muy  curiosas:  enlaunalaMuertere-  ^.^e  el  «bbcadbr. 
puca.a  un  deán ,  y  en  la  otra  respon- 
de el  Mercader.  A  quién  dexaré  todae  mlt  riquetas 


DICE  LA  VrERTE. 


E  mereadurias »  que  traygo  en  la  mar  ? 
Con  machos  traspasos  e  mas  soUlesas 
Don  Rico  Avariento ,  deán  muy  ufano  ,         Gané  lo  que  tengo  en  cada  lugar. 

Xne  vuestros  dineros  trocastes  en  oro ,  Agora  la  Muerte  vino  me  llamar : 

pobres  é  viudas  cerrastes  la  mano  ,  Que  será  de  mi ,  non  sé  que  me  fan , 

E  mal  d«^pendistes  el  vuestro  tesoro  :  0  Muerte ,  tu  sierra  i  mi  es  gran  plaga, 

xVon  quiero  que  estedes  ya  mas  en  el  coro ,    Adiós ,  mercaderes ,  que  voyms  i  8nar. 

T.    I,  7 


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98  HISTOHIA   DK    LA   LITERATURA   ESPAÜOLA. 

los  árabes,  y  que  es  en  el  norte  de  España  lo  qae  mas 
adelante  faé^l  Cid  en  Aragón  y  Valencia.  Atribuyese  á 
su  valor  y  esfuerzo  la  libertad  de  Castilla  del  yugo  maho- 
metano, y  sus  hechos,  considerados  histórica  y  no  poé- 
ticamente, se  encierran  entre  el  año  de  934,  fecha  de  la 
batalla  de  Osma,  y  su  muerte,  ocurrida  en  970. 

El  poema,  pues,  está  exclusivamente  consagrado  á 
recordar  sus  glorias**  :  comienza  con  la  invasión  de 
España  por  los  godos,  y  sigue  hasta  la  batalla  de  Moret, 
en  967,  en  que  termina  el  códice,  faltando  por  lo  tanto 
los  (res  últimos  años  de  la  vida  del  héroe.  El  estilo  es  en 
general  prosaico  y  monótono,  notándose,  sin  embargo, 
la  frescura  y  sencillez  común  á  toda  la  poesía  de  tiem- 
pos primitivos;  el  lenguage  informe  y  rudo,  y  el  metro, 
igual  en  todo  al  de  Berceo  y  al  usado  en  el  poema  de 
Apolonio ,  tiene  á  veces  coplas  de  tres,  cinco  y  hasta 
de  nueve  versos,  en  vez  de  cuatro.  Comienza,  lo  mismo 
que  la  Vida  de  Santo  Domingo  de  Sihs ,  de  Berceo ,  con 
una  invocación,  siendo  de  notar  que  el  primer  verso  es 
enteramente  igual :  «En  el  nome  del  Padre  que  fizo  toda 
cosa. »  La  parte  histórica,  que  empieza  con  la  invasión 
goda,  sigue  paso  á  paso  las  tradiciones  populares,  con 
muy  rara  excepción,  de  las  cuales  es  una,  y  muy  notable 
por  cierto,  su  modo  de  referir  la  entrada  de  los  moros. 
En  este  punto  se  observa  bastante  anomalía;  por  ejem- 
plo, nada  dice  el  autor  de  la  historia  de  la  Cava,  cuyas 

**  Véase  la  erúdiu  disertación  de  drid,  1832,  i2.<»,  t.  n,  pp.  27-39.  Há- 
flray  Beoiio  M entejo ,  sobre  ios  Prín-  llanse  extractos  de  él  en  Bouterweck, 
dpios  de  la  Independencia  de  Gasti-  iradacído  por  D.  J.  G.  de  la  Cor- 
lia,  inserta  en  las  Memorias  de  ia  Real  tina ,  etc. ,  t.  i,  pp.  154, 161.  Posee- 
Academia  de  la  Historia,  t.  lu,  pági-  mos  copia  de  parte  de  este  poema , 
ñas  245,  302. — Crónica  general  de  del  cual  dan  también  noticias  Cas- 
Espaiki  .parte  3 ,  capitules  18 ,  20.  —  tro,  Biblioteca  Española,  t.  r,  p.  109, 
Doran,  RomaDces caballerescos, Ha-  y  Sánchez,  1. 1,  p.  1i5. 


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PRIMERA  ÉPOCA.  —  CAPITULO   Y.  99 

aventuras  han  sido  una  mina  inagotable  para  la  poesía 
española,  y  cuenta  simplemente  que  el  coode  D.  Julián, 
sin  motivo  alguno,  sin  haber  recibido  ningún  agravio 
personal,  se  vendió  al  rey  de  Marruecos,  y  aseguró  su 
traición  persuadiendo  al  rey  D.  Rodrigo,  en  las  Cortes, 
que  convenia  deshacer  todas  las  armas  y  convertirlas 
en  instrumentos  de  labranza,  con  lo  cual  el  país,  desar- 
mado, sucumbió  fácilmente  á  la  irrupción  musulmana. 
Por  el  contrario;  la  muerte  del  conde  de  Tolosa  está 
contada  conforme  en  todo  con  la  Crónica  general  de 
Don  Alonso  el  Sabio,  así  como  la  aparición  de  San  Mi- 
Han  y  el  combate  personal  del  Conde  con  un  rey  moro 
y  con  el  monarca  navarro.  Muchos  trozos  del  poema  son 
tan  parecidos  á  otros  de  la  crónica ,  que  no  puede  haber 
duda  en  que  el  que  hizo  el  uno  tuvo  presente  la  otra; 
y  como  por  otra  parte  hay  mas  visos  de  que  el  poema 
sea  amplificación  de  la  crónica,  que  no  de  que  esta  sea 
compendio  de  aquel,  lo  mas  verosímil  parece  que  la  nar- 
ración en  prosa  sea  la  mas  antigua  de  las  dos,  y  la  que 
suministró  materiales  para  la  composición  poética  ,  que 
sin  duda  alguna  fué  hecha  para  recitarse  en  público**. 


**  Crónica  general ,  edición  1004,  ron, »  asi  como  la  aparición  de  San 
parte 3,  fol.  9o ▼.  60-65  v.  Véanse  Millan  (Crónica,  parte  3,  cap.  i9), 
también  el  cap.  i9  de  dicha  Gróni-  con  el  trozo  del  poema  que  comien- 
ca,y  Mariana, Historia, Ub.  8, cap.  7,  za:  cEl  Cryador  te  otorga  quanto 
y  oompórense  con  el  poema.  Que  pedido  le  as.  >  La  siguiente  ilustrá- 
oste fué  tomado  de  la  Crónica  es ,  á  cion ,  aunque  meramente  retórica, 
nuestro  modo  de  ver,  indudable :  es  muy  notable  y  concluyente ;  dice 
compárese,  si  no,  estamisma  parte  3,  la  Crónica  ( parte  3,  cap.  18) :  « non 
cap.  48,  hacia  el  fin,  donde  cuenta  el  »coentan  de  Alejandre  los  dias  nin 
fencimiento  ▼  muerte  del  conde  de  >los  años ,  mas  los  buenos  fechos  é 
Tolosa.  con  el  pas^e  del  poema  que  «las  sus  cavallerias  que  fixo.»  El 
reimprimieron  los  traductores  del  poema  se  expresa  casi  en  iguales 
Bouterweck,y  empieza:  c Caballé-  términos: 
ros  tolesanos  trezientos  y  prendie- 

Non  cnentan  de  Aleundre  |  las  noches  nin  los  dias; 
Cientan  sos  buenos  feelios  |  é  sos  cavallerias. 


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100  HISTORU   DB   LA    LITBRATUIIA   ESPAflOLA. 

El  encu^tro  del  conde  Fernao  González  con  el  rey 

de  Navarra»  en  la  batalla  de  Yaiparé,  es  muy  notable ; 

dice  así  el  poeta : 

ElReyyelConde  j  ami)06  se  ayuntaron, 
el  uno  contra  el  otro  |  ambos  enderezaron, 
é  la  lid  campal  |  allí  la  escomen^ron. 

Non  podrya  mas  fuerte  |  ni  mas  brava  ser 
cá  allí  les  y  va  todo  |  levantar  o  caer ; 
él  nin  el  Rey  non  podya  |  ninguno  mas  facer. 
Los  unos  y  los  otros  fa^an  |  todo  su  poder. 

Mu  y  grande  fué  la  fa^ienda  |  e  mucho  mas  el  roydo; 
darie  el  orne  muy  grandes  voces,  |  y  non  seria  oido, 
el  que  oydo  fuese  seria  |  como  grande  tronydo ; 
non  podrya  oyr  voces  |  ningún  apellido. 

Grandes  eran  los  golpes,  |  que  mayores  non  podían; 
los  unos  y  los  otros  |  todo  su  poder  fa^ian ; 
muclios  cayan  en  tierra  j  que  nunca  se  enrían ; 
de  sangre  los  arroyos  |  mucha  tierra  cobryan. 

Asas  eran  los  Navarros  |  cavalleros  esforzados 
que  en  qualquiera  lugar  |  seryan  buenos  y  príados, 
mas  en  contra  el  Conde  |  todos  desaventnrados ; 
ornes  son  de  gran  cuenta  |  y  de  coraron  lozanos. 

Quiso  Dios  al  buen  Conde  |  esta  gracia  fa^er, 

que  moros  ni  Crystyanos  |  non  le  podían  vencer  etc. 

Seguramente  que  esta  poesía  no  es  del  género  sublk 
me :  falta  invención,  ornato  y  dignidad;  pero  no  deja  de 
tener  cierto  vigor :  verdad  es  también  que  apenas  se 
halla  en  todo  el  poema  otro  trozo  comparable  al  que 
hemos  copiado. 

En  la  Biblioteca  Nacional  de  Madrid  hay  un  poema  de 
mil  doscientos  y  veinte  versos,  compuesto  en  el  metro 
llamado  por  Berceo  cuaderna  via,  que  tan  común  era 
en  la  antigua  poesía  castellana ,  y  con  las  mismas  irre- 
gularidades y  defectos  que  se  notan  en  las  obras  de  aquel 


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PIUMERA   ÉPOGÁ.  —  GAPtTOLO   V.  {(M 

tiempo .  El  asanlo  es  las  «venturas  de  José,  bijo  de  Jacob ; 
pero  tiene  dos  circonstancias  muy  síngularest  que  le  ha- 
cen coríoso,  interesante  y  notable  entre  las  demás  ner-* 
racbnes  poéticas  coetáneas.  Es  la  primera,  que,  aunque 
compuesto  en  castellano,  está  escrito  con  caracteres  ara* 
bigos,  y  por  consiguiente  tiene  el  aspecto  de  un  códice 
oriental,  con  la  particularidad  de  que,  como  el  metro  y 
la  pronunciación  están  acomodados  al  valor  de  las  vo- 
cales árabes,  puede  creerse  fundadamente  que  si  no  es 
el  manuscrito  original,  es  al  menos  una  copia  idéntica 
y  exacta.  La  segunda  es  que  el  asunto  del  poema,  que 
no  es  otro  que  el  muy  conocido  de  José  y  sus  hermanos,  no 
está  contado  conforme  á  la  relación  bíblica ,  sino  según 
la  versión  mas  breve  y  menos  dramática  del  capítulo  xi 
del  Koran,  con  algunas  variaciones  y  adiciones,  ya  to- 
madas de  los  comentadores  del  mismo  Koran,  ya  debidas 
al  ingenio  del  poeta.  Estas  circunstancias  no  dejan  lugar 
á  duda,  y  así  puede  asegurarse,  con  algún  viso  de  ver- 
dad, que  el  autor  del  poema  fué  alguno  de  los  muchos 
moriscos  que  á  la  expulsión  de  sus  compañeros  quedad- 
ron  escondidos  en  el  norte  de  España,  y  olvidando  su 
lengua  nativa,  adoptáronla  castellana,  conservando,  em- 
pero, su  creencia  y  culto  mahometano*^. 
£1  manuscrito  del  Poerm  de  José  está  incompleto, 

^  Hay  muchos  manuscritos  de  esta  raydores.  >  Para  evitar  el  hiato ,  se 

especie,  que  llaman  aljamiados;  pero  pone  una  consonante  ¿ntes  de  la 

ño  conocemos  ningimo  de  la  anti-  ultima  palabra ,  como  «  cada  guno  » 

S'edad  y  mérito  del  José.  (Ochoa,  en  vez  de  «cada  uno».  El  manua- 
talego  de  manuscritos  españo-  crito  del  Poema  de  José  es  un  co- 
les, etc. ,  pp.  O,  21.— Cávanos,  Di-  dice  en  4.^,  de  49  foKos :  estít  en  la 
nastías  mahometanas  en  España ,  1. 1,  Biblioteca  Nacional  de  Madrid ,  Gg. 
pp.  492  y  505. )  En  cuanto  á  la  pro-  iOi,  donde  hace  afios  le  vimos,  mer- 
nunciacion  y  ortografía  del  Poema  ced  á  la  amabilidad  del  orientalista 
de  José ,  hallamos  á  menudo  las  si-  D.  Juan  Antonio  Conde  :  desde  en- 
guientes  palabras :  « sembraredes ,  tónces  acá  hemos  logrado  adquirir 
quiriador,  certero,  maravella,  ta-  copia  integra  de  él. 


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102  HISTORIA   DE   LA   LITERATURA   ESPAÍ^OLA. 

faltándole  el  principio  y  el  fin ;  pero  debe  ser  muy  poco 
lo  perdido :  principia^pintando  la  envidia  de  los  hertnanos 
de  José  al  saber  el  sueño  que  este  habia  tenido,  y  la  pe- 
tición á  su  padre  para  que  les  deje  llevárselo  al  campo 
con  ellos. 

»Di8¡eron  sus  fíthos ;  |  Padre,  eso  no  pensedles ; 
somos  diez  ermanos ;  |  eso  bien  sabedes ; 
seriamos  taraydores,  |  eso  no  dubdedes  ;• 
mas,  empero,  si  no  vos  place,  |  aced  lo  que  queredes. 

Mas  aquesto  pensamos ;  |  sábelo  el  criador, 
porque  supiese  mas,  i  |  ganase  el  nuestro  amor, 
enseñarle-iemos  las  obelhas  |  i  el  ganado  mayor; 
mas,  empero,  sino  vos  place,  |  mandad  como  señor. 

Tanto  le  dijeron  |  de  palabras  fermosas, 
tanto  le  prometieron  |  de  palabras  piadosas, 
que  él  les  dio  el  ninno :  |  dijoles  las  oras, 
que  lo  guardasen  á  él  de  |  manos  engañosas. 

Después  que  los  hermanos  de  José  han  consumado  su 
traición,  vendiéndole  á  una  caravana  de  mercaderes 
egipcios,  la  historia  sigue  exactamente  al  Koran :  la  her- 
mosa Zuleija  ó  Zuleia ,  que  corresponde  á  la  esposa  de 
Putifar,  en  la  Sagrada  Escritura,  y  es  muy  celebrada  en 
la  poesía  árabe ,  hace  mas  papel  del  que  la  corresponde 
en  la  fantasía  del  poeta.  José  es  también  personaje  muy 
importante  :  el  Bey  le  adopta  por  hijo  y  le  encarga  del 
gobierno,  y  ademas  los  sueños  del  monarca,  los  años 
alternativos  de  hambre  y  abundancia,  el  viaje  de  los 
hijos  de  Jacob  á  Egipto,  su  reconocimiento  por  José,  el 
mensaje  de  este  á  Jacob,  la  amargura  del  padre  al  ver 
que  Benjamín  no  vuelve  ( paso  en  que  queda  cortado  el 
códice),  están  amplificados  al  estilo  oriental,  en  términos 
que  parecen  mas  bien  fragmentos  del  Antar  ó  de  las  Mil 


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PUlfERA   ÉPOCA.  —  CAPITULO  V.  103 

y  ímanoches  árabes,  que  no  la  tierna  y  bellísima  historia 
que  estamos  acostumbrados  á  oir  desde  la  infancia. 

Es  invención  del  autor  la  conversación  del  lobo  á 
quien  los  hermanos  de  José  atríbuian  su  muerte,  con  el 
anciano  Jacob ;  también  es  suya  la  ocurrencia  entera- 
mente oriental  de  que  la  medida  con  que  José  distribuia 
el  trigo,  y  que  era  de  oro  y  piedras  preciosas,  aplicada  á 
su  oído ,  le  decia  quién  quería  engañarle,  y  quién  le  ha- 
blaba verdad** ;  pero  el  pasaje  siguiente,  que,  como  el  de 
la  separación  de  José ,  respira  el  espíritu  de  perdón  y 
caridad  bácia  sus  hermanos,  que  le  habían  vendido,  y 
es  circunstancia  añadida  á  la  narración  del  Koran,  de- 
muestra mejor  el  tono  general  de  la  obra  y  las  facultades 
poéticas  de  su  autor. 

En  la  primera  noche,  después  de  su  desgracia,  Ynsuf 
(así  le  llama  el  poeta)  va  caminando  bajo  la  vigilancia 
de  un  negro,  y  al  pasar  por  un  cementerio  situado  en  una 
colina,  donde  está  enterrada  su  madre,  se  separa  para 
ir  á  ver  el  monumento  en  que  descansa,  y  orar  por  ella. 

Dio  salto  del  camello,  |  do  iba  cabalgando; 

no  lo  sintió  el  negro,  |  que  lo  iba  guardando^ 

fuese  ¿  la  fuesa  de  su  madre,  |  á  pedirla  perdón  doblando, 

lusufálafuesa  |  tan  apriesa  llorando. 

Diciendo ;  «Madre,  sennora,  |  perdones  el  sennor ; 

madre,  si  me  bidieses,  |  de  mi  abríais  dolor ; 

boi  con  cadena  al  cuello,  |  catibo  con  sennor, 

bendido  de  mis  hermanos,  |  como  si  fuera  traidor. 

^  (Veáse  el  Apéndice.}  El  llamado  la  copa  de  la  relación  bíblica .  y  se  en- 
alH  «  reyi  es  José,  lo  cual  sucede  con  cueotra ,  como  aquella ,  en  el  saco  de 
frecuencia  en  el  poema ;  también  se  Beniamin,  puesta  allí  por  José  con  co- 
lé llama  una  vez  c  emperador  >;  pero  nocimiento  de  su  hermano,  y  como 
siempre  es  reconocido  como  supre-  único  medio  de  apoderarse  de  su  per- 
nio monarca  el  Faraón  de  aauella  sona  y  detenerle  en  Egipto ;  pero  sin 
épooa.  La  medida  tan  costosa,  necha  que  sus  hermanos  sepan  la  causa, 
de  oro  y  piedras  preciosas ,  recuerda 


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104  HISTORIA  DB   LA   LITERATURA   ESRAÉOLA. 

El|o$  roe  hati  hendido,  |  nq  teoíéiidoles  tuerte; 

partiéronme  de  mi  padre ;  |  ante  que  fuese  muerto ; 

con  arte,  con  falsía,  |  ellos  me  obieron  bu^lto ; 

por  mal  precio  me  han  hendido  |  por  do  boj  ajado  é  cueito.  i> 

£bQH>l<¿e  el  negro  |  anteiacamelli,       V   - 

requiriendo  á  Jusuf,  |  ó  no  lo  bido  en  eUaV    ; 

é  bolbiose  por  el  camino,  |  aguda  su  or^la, 

bidolo  en  el  fosal,  |  llorando,  que  es  marábélta. 

E  fuese  allá  el  negro,  |  e  óbolo  mal  ferído , 

e  luego  en  aquella  ora  |  caió  amortesido ; 

dijo :  «tu  eres  malo,  |  é  ladrón compiUdo ; 

asi  nos  lo  dijeron  tus  señores  |  que  te  obieron  hendido.» 

Dijo  Jttsuf :  «nosoi  |  malo,  ni  ladrón, 

mas,  aqut  ias  mi  madre,  |  é  bengola  á  dar  perdón ; 

ruego  ad  Allah  |  i  á  el  fago  loa9Íon , 

que  si,  colpa  non  te  tengo,  |  te  enbie  su  maldición. » 

Andaron  aquella  noche  |  fasta  otro  dia, 

entorbióseles  el  mundo,  |  gran  bento  corria , 

afeUezióseles  el  sol  |  al  ora  de  mediodía, 

no  bedian  por  do  ir  |  con  la  mercadería. 

La  época  y  origen  de  este  notabilísimo  poema  solo 
pueden  fijarse  por  conjetura.  Es  de  presumir  se  escribió 
en  Aragón,  puesto  que  se  encuentran  en  él  nosolo  voces^ 
sino  hasta  frases  enteras  propias  del  pais  confinante^ 
con  la  Provenza  :  por  la  misma  razón  puede  suponerse 
que  su  autor  floreció  hacia  mediados  del  siglo  xiv,  en 
cuyo  período,  poco  mas  ó  menos,  desaparece  la  copla 
de  cuatro  versos,  ritmo  característico  de  la  primitiva 
poesía  castellana.  Si  el  poema  fuera  del  centro  de  la  Pe- 
nínsula, lo  rudo  é  inculto  del  lenguaje  serían  prueba  de 
mas  remota  antigüedad ;  pero,  sea  esto  como  fuere,  tiene 
toda  la  sencillez  y  naturalidad  de  la  época  á  que  se  atri- 
buye, y  algunas  veces  una  ternura  poco  común  en  aque- 

^  Como  por  ejemplo  en  la  adición   que  terminan  en  consonante,  eomo 
de  una  o ,  o  de  una  a  á  las  palabras  mereadero  por  mercader. 


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PBIMERA  ÉPOCA.  —  CAPITULO    V.  105 

líos  tiempos  de  violencia  y  desorden ,  lo  cual  hace  que 
sea  una  producción  muy  interesante  y  curiosa.  Ademas, 
SQ  índole,  algún  tanto  pastoril,  y  la  pintura  exacta  de  las 
costumbres  orientales,  están  en  completa  armonía  con  el 
colorido  arábigo  que  en  todo  él  reina,  presentando,  en  su 
espíritu  y  en  su  int^acion  moral,  la  mezcla  de  las  dos  re- 
ligiones que  ala  sazón  dominaban  en  España,  y  la  amal- 
gama de  los  elementos  de  la  civilización  oriental  y  occi- 
dental que  después  se  reU*ataron  en  la  poesía  española*\ 
La  última  composición  perteneciente  á  esta  primera 
época  de  la  literatura  castellana  es  el  Rimado  de  Pala- 
cioy  tratado  de  los  deberes  de  los  reyes  y  de  los  nobles 
en  el  gobierno  del  Estado,  con  cuadros  muy  vivos  de 
las  costumbres  y  vicios  de  su  tiempo,  que,  como  dice  el 
poeta,  deben  los  grandes  reformar  y  desarraigar.  Está 
escrito  en  las  coplas  propias  de  aquel  tiempo,  y  comienza 
con  la  confesión  general  de  su  autor;  pasa  á  discutirlos 
Diez  mandamientos,  los  Siete  pecados  mortales,  lasObraá 
de  misericordia  y  otros  puntos  de  doctrina  cristiana ; 
habla  luego  del  gobierno  del  Estado,  de  los  consejeros 
del  Rey,  de  los  mercaderes,  de  los  sabios,  de  los  recau- 
dadores de  pechos  y  de  otros  estados,  y  termina,  según 
había  comenzado,  con  ejercicios  de  devoción  ".  Su  autor 
es  D.  Pedro  López  de  Ayala,  el  canciller  y  cronista,  uno 
de  los  españoles  mas  distinguidos  de  su  tiempo,  que 
ejerció  los  cargos  mas  importantes  del  reino  en  los  rei- 
nados de  D.  Pedro  el  Cruel,  D.  Enrique  II,  D.  Juan  I  y 

*^  Asi  es  que  el  mercader  que  com-  ^  Para  el  «Rimado  de  Palacio», 

pra  á  José ,  habla  de  Palestina  lia-  véase  el  Boaterweck ,  trad.  de  Cor- 

mimdola  «la  Tierra  Santa  »,  y  Faraón  tina,  etc. :  el  poema  tiene  i619  coplas, 

babla  de  hacer  conde  á  José.  Pero  Mas  adelante  (cap.  ix)  hablaremos 

shi  embargo  el  carácter  del  poema ,  de  Ayala. 
en  su  totafidad,  es  oriental. 


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106  HISTORIA   DB   LA   LITERATURA  ESPAÍlOLA. 

D.  Enrique  III,  hasta  el  año  de  1407,  en  que  follecíó, 
á  los  setenta  y  cinco  de  su  edad. 

El  Rimado  está,  á  lo  que  parece,  escrito  en  diferentes 
épocas  de  la  vida  de  su  autor :  por  dos  veces  señala  el 
año  en  que  escribía,  y  estas  fechas  manifiestan  con  evi- 
dencia que  una  parte  de  la  obra  se  compuso  entre  1 398 
y  i  404,  y  otra  durante  la  prisión  de  Ayala  eñ  Inglaterra, 
después  de  la  batalla  de  Nájera,  en  que  el  duque  de  Lan- 
cáster  derrotó  al  conde  de  Trastamara,  el  año  de  1367. 
En  resumen ,  puede  colocarse  el  poema  hacia  fines  del 
siglo  XIV,  siendo  de  advertir  que  las  desgracias  de  su 
autora  y  su  prisión  en  Inglaterra  nos  recuerdan  á  cada 
paso  al  duque  de  Orleans  y  á  Jacobo  I  de  Escocia,  que 
hacia  el  mismo  tiempo  y  en  circunstancias  muy  pareci- 
das dieron  también  pruebas  de  talento  poético  bastante 
parecido  al  del  gran  canciller  de  Castilla. 

En  algunos  trozos,  y  particularmente  en  los  que  tie- 
nen carácter  lírico ,  el  Rimado  ofrece  bastante  seme- 
janza con  las  poesías  lijeras  del  Arcipreste;  otros  están 
escritos  con  gravedad  y  seso ,  expresando  los  pensa- 
mientos sombríos  y  profundos  que  durante  su  cautividad 
debieron  ocuparle :  pero  en  general  es  templado,  didác- 
tico y  propio  del  asunto  y  del  siglo  en  que  se  compuso>.^ 
Hay,  sin  embargo,  trozos  en  que  se  descubre  la  vena 
satírica  del  autor,  sobre  todo  al  tratar  de  los  vic^s  de 
su  tiempo,  como  cuando,  hablando  de  los  letrados, 
dice**: 


**  Letrado  es  la  toz  con  que  en  lien  de  Castro ,  en  su  comedia  «Los 

España  se  ha  designado  siempre  á  los  mal  casados  de  Valencia»,  acto  ni, 

abogados.  Gaando  Sancho  va  á  go-  dice  de  un  gran  bribón :  «ensañó  co- 

bemar  su  Ínsula  dice  que  es  «  parte  mo  letrado. »  En  el  primer  libro  de 

de  letrado,  parte  de  capitán »;  y  Gui-  la  «Guerra  de  Granada»,  de  D.  Diego 


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PMMBRA   ÉPOCA.  —  CAPITULO   V.  107 

Si  quisieres  sobre  un  pley to  |  d*ellos  aver  consejo, 
ponense  solemnemente,  |  luego  abaxan  el  cejo ; 
dis :  «grant  question  es  esta,  |  grant  trabajo  sobejo; 
el  pleyto  serS  luengo,  |  ca  atañe  á  to  el  consejo,  n 
«Yo  pienso  que  podría  |  aquí  algo  ayudar, 
tomando  grant  trabajo  j  mis  libros  estudiar ; 
mas  todos  mis  negocios  |  me  conviene  dexac, 
é  solamente  en  aqueste  |  vuestro  pleyto  estudiar.» 

Mas  adelante»  al  tratar  de  la  justicia,  cuya  administra- 
ción se  hallaba  lamentablemente  descuidada  por  efecto 
de  las  guerras  civiles,  toma  una  entonación  mas  grave, 
y  habla  con  tal  cordura  y  tolerancia,  que  sorprende  su 
lenguaje  en  aquella  época. 

Justicia  que  es  virtud  |  atan  noble  é  loada, 
que  castiga  los  malos  |  é  ha  la  tierra  poblada , 
devenía  guardar  Reyes,  |  é  la  tien  olvidada, 
siendo  piedra  preciosa  |  de  su  corona  onrrada. 
Muchos  ha  que  por  cruesa  |  cuydanjusticiafer, 
mas  pecan  en  la  maña,  |  ca  justicia  ha  de  ser 
con  toda  piedat,  |  e  la  verdat  bien  saber : 
aUer  la  exeéucion  |  siempre  se  han  de  doler 30 . 

Adviértese  naturalmente  en  el  Rimado  cierta  tiran- 
tez y  seriedad,  que  algunas  veces  nos  recuerda  al  hom-  . 
bre  político,  mas  bien  que  al  poeta,  sobre  todo  en  lo 
relativo  á  los  privados,  á  la  guerra  y  á  las  costumbres 
palaciegas;  pero  todo  el  poema,  ó  mas  bien  los  diferentes 
poemitas  que  le  componen,  está  fielmente  retratado  en 
los  trozos  arriba  insertos :  es  grave,  mesurado  y  didác- 
tico, sembrado  de  vez  en  cuando  de  versos,  en  que 
reina  la  sencillez  á  la  par  que  el  sentimiento  poético , 
tan  propios,  al  parecer,  del  autor  como  de  la  época. 

Hurtado  de  Mendoza ,  puede  verse  dado  algunos  extractos  del  c  Rimado 

una  pintara  de  los  letrados,  digna  de  Palacio»  en  un  agradable  arti- 

de  la  pluma  de  Tácito.  culo  inserto  en  el  «  Semanario  pin- 

^  D.  José  Amador  de  los  Rios  ba  toresco» ,  Madrid ,  1847,  p.  Mi, 


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i  08  HISTOftlA   DE  LA   LITERATURA   BSPAflOLA. 

Hemos  recorrido  ya  una  parte  may  importante  de  la 
primitiva  poesía  castellana ,  y  terminado  el  examen  de 
la  que,  primeramente  épica  y  despues*didáctica,  se  pre- 
senta formulada  ya  en  coplas  de  á  cuatro  versos  largos 
é  irregulares,  aunque  monorimos :  toda  ella  es  curiosa  é 
importante^  y  gran  parte  interesante  y  pintoresca;  aña- 
diendo pues  á  este  trabajo  los  romances  y  las  crónicas, 
los  libros  de  caballerías  y  el  teatro,  tendremos  sentada 
la  inmensa  base  en  que  descansa  desde  sus  cimientos  el 
edificio  de  la  literatura  española. 

Pero  bagamos  aquí  alto,  y  ánles  de  pasar  adelante  ob- 
servemos algunas  singularidades  del  período  que  aca- 
bamos de  recorrer.  Extiéndese  desde  poco  antes  del  año 
1200  basta  poco  mas  del  1400;  y  la  poesía  y  la  prosa 
se  manifiestan  ya  en  él  con  una  fisonomía  propia  y  que 
no  es  posible  equivocar  :  algunos  de  sus  caracteres  son 
peculiares  y  nacionales,  otros  exóticos.  Así  vemos  que 
en  la  Provenza,  unida  largo  tiempo  al  reino  de  Aragón, 
y  que  por  lo  mismo  influyó  bastante  en  el  resto  de  la 
Península,  la  poesía  popular  obtuvo,  por  su  amenidad  y 
el  tono  festivo  y  lijero  que  la  distinguen,  el  nombre  de 
Gaya  ciencia ,  siendo  enteramente  diversa  de  la  en- 
tonación grave  y  mesurada  que  resonaba  al  otro  lado 
del  Pirineo.  En  los  paises  mas  septentrionales  de  la 
Francia  dominaba  por  el  mismo  tiempo  el  espíritu  gár- 
rulo y  novelero,  al  paso  que  en  la  Italia  aparecian  casi 
simultáneamente  Dante,  Bocaccio  y  el  Petrarca,  sin  ri- 
vales entre  los  que  los  precedieron,  lo  mismo  que  entre 
sus  coetáneos.  Por  otra  parte,  los  principales  rasgos  de 
la  primitiva  literatura  castellana ,  el  espíritu  didáctico  é 
histórico  de  casi  todos  sus  largos  poemas ,  sus  versos 


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PRIMERA  ÉPOCA.  —  CAPÍTULO    V.  109 

irregulares  y  arrastrados,  la  multiplicación  de  la  rima, 
son  dotes  exclusivas  de  la  Península  y  de  los  poetas 
españoles,  aunque  comunes  también  á  los  de  los  paises 
que  hemos  mencionado,  donde  luchaba  á  la  sazón  el 
espíritu  poético,  por  hacerse  lugar  entre  los  elementos 
de  una  civilización  agitada  é  insegura. 

Pero  hay  en  la  literatura  española  dos  signos  tan  pe- 
culiares y  exclusivos  de  ella,  que  es  forzosa  fijarlos  des- 
de el  principio  como  puntos  de  partida ,  á  saber  :  la  fe 
religiosa  y  la  lealtad  caballeresca,  signos  que  lo  mismo 
se  ven  en  las  Partidas  de  D.  Alonso  el  Sabio,  en  los 
cuentos  y  anécdotas  de  D.  Juan  Manuel,  en  la  libertad 
ingeniosa  del  Arcipreste  y  en  la  razón  y  cordura  de 
Ayala,  que  en  los  poemas  devotos  de  Berceo  y  en  las 
crónicas  caballerescas  del  Cid  y  de  Fernán  González  : 
es  por  lo  tanto  de  absoluta  necesidad  el  consignarlos 
como  ios  dos  rasgos  mas  notables  de  la  literatura  es* 
pañola. 

Y  no  debe  causar  sorpresa  lo  que  acabamos  de  decir, 
porque  el  carácter  nacional  de  los  españoles,  tal  cual 
ha  existido  desde  su  desarrollo  hasta  nuestros  tiempos, 
se  formó  al  comenzar  la  imponente  lucha  causada  por  el 
desembarco  de  los  árabes  al  pié  de  la  roca  de  Gibraltar, 
y  terminada  solo  en  tiempo  de  Felipe  III,  con  la  dura 
expulsión  de  los  miserables  restos  de  aquel  pueblo, 
lanzados  del  suelo  que  sus  padres  hablan  invadido,  sin 
razón  alguna,  nueve  siglos  antes.  Mientras  duró  esta  en* 
carnizada  lucha,  y  sobre  todo  en  los  dos  ó  tres  primeros 
siglos,  envueltos  en  tinieblas,  en  que  se  verificó  el  na- 
cimiento de  la  poesía  española,  solo  una  fe  religiosa 
invencible  y  una  lealtad  incontrastable  á  sus  príncipes, 


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i  10  HISTORIA    DE    LA    LITERATURA    ESPAÑOLA. 

podían  sostener  á  los  cristianos  españoles  en  el  desigual 
combate  que  mantenían  con  los  infieles  sus  opresores. 
Por  consiguiente,  la  ley  cruda  y  severa  de  la  necesidad 
hizo  que  estos  dos  sentimientos  entrasen  á  formar  parte 
integrante  del  carácter  español,  carácter  cuya  enerjía 
estuvo  durante  siglos  enteros  consagrada  exclusivamente 
al  grande  objeto  de  sus  oraciones  como  cristianos,  y  de 
sus  esperanzas  como  patriotas;  es  decir,  á  la  expulsión 
de  sus  maldecidos  invasores. 

Pero  la  poesía  castellana  fué  desde  sus  principios,  de 
una  manera  harto  notable,  la  expresión  fuerte  y  robusta 
de  las  opiniones  y  carácter  del  pueblo :  sus  primeros 
atributos  son  la  sumisión  religiosa  y  la  fidelidad  caba- 
lleresca ,  sentimientos  que  fraternizan  entre  sí  y  se  sos- 
tienen mutuamente  en  los  momentos  del  peligro.  A  vista 
de  este  fenómeno  singular  no  debe  causamos  extrañeza 
el  ver,  mas  adelante,  que  la  obediencia  á  la  Iglesia  y  la 
fidelidad  al  Rey  resplandecen  constantemente  en  la  li- 
teratura española  y  la  comunican  su  noble  espíritu ,  va- 
riando, es  verdad,  el  método  de  formular  estos  sentimien- 
tos á  medida  que  variaba  el  estado  del  país  en  los  tiem- 
pos sucesivos;  pero  marchando  siempre  adelante  con  la 
enerjía  del  primer  impulso ,  y  conservándose  ilesos  en 
medio  de  las  convulsiones  políticas :  de  modo  que,  si  por 
una  parte  su  desarrollo  primitivo  los  hace  indudable- 
mente nacionales  y  esta  misma  nacionalidad  los  hace 
también  duraderos  y  permanentes. 


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CAPITULO  VI. 

La  literatura  primitiya  mas  popular  dividida  en  cuatro  clases.  —  Primera 
clase,  los  romances. — Forma  mas  antigua  de  la  poesía  castellana.— Teo- 
rías acerca  de  su  origen. — No  es  árabe. — Su  forma  métrica. — Redondi- 
llas.— Asonantes.— Su  origen  enteramente  nacional.  —  Propagación  del 
romance  y  de  sus  formas.^ Su  nombre.  —Primeras  noticias  de  los  ro- 
mances.—Romances  del  sigloxvi.  — Tradicionales  y  no  escritos.  — Su 
primera  publicación  en  los  cancioneros,  y  después  en  los  romanceros.— 
Colecciones  antiguas  de  mas  mérito. 

Durante  la  época  que  acabamos  de  recorrer,  y  en  toda 
Europa,  las  cortes  de  los  diferentes  soberanos  eran  los 
principales  centros  de  civilización  y  cultura  ;  y  por  un 
conjunto  de  circunstancias  accidentales  esto  sucedió 
cabalmente  en  España  en  los  siglos  xiii  y  xiv.  Hemos 
visto  en  el  trono  castellano  y  á  su  sombra  poetas  y  pro- 
sadores como  D.  Alonso  el  Sabio,  su  hijo  D.  Sancho 
el  Bravo,  su  sobrino  el  infante  D.  Juan  Manuel,  y  el 
canciller  Pedro  López  de  Ayala,  sin  contar  á  S.  Fer- 
nando, anterior  á  todos  ellos,  y  que  indudablemente  dio 
el  verdadero  impulso  á  las  letras  en  el  centro  y  norte 
de  España  V  Mas  no  era  la  literatura  que  produjeron  y 


*  D.  Alonso  el  Sabio  dice  de  su  pa-  >mucbo ,  et  entendía  quien  lo  fada 

dre  S.  Femando:  «Et  otrosí  pasan-  «bien,  et  quien  non.»  (Setenarlo, 

»dose  de  omes  de  Corte,  que  sabíen  Pale^rapbia,  pp.  80-83  y  p.  76.)  Véase 

•bien  de  trobar.  et  cantar,  et  de  jo-  también  lo  que  mas  adelante  deci- 

«glares  que  sopiesen  bien  tocar  es-  mos  al  tratar  de  la  poesía  provenzal. 
•trunientos.  Ca  dtrsto  se  pagaba  el 


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112  HISTORIA   DE   LA    LITERATURA   ESPAÑOLA. 

alentaron  estos  y  otros  hombres  distinguidos,  y  el  alto 
clero  que  con  ellos  gobernaba  el  Estado,  la  única  que 
existia  entre  el  Océano,  el  Mediterráneo  y  los  Pirineos ; 
antes  bien  el  espíritu  poético  se  extendia  ya  por  toda 
aquella  parle  de  la  Península  reconquistada  á  los  moros, 
y  animaba  todas  las  clases  de  la  población  cristiana.  La 
misina  historia  fantástica  y  semiideal  de  sus  hazañosos 
hechos,  debidos  en  su  mayor  parte  al  impulso  popular, 
y  que  llevan  impreso  el  sello  del  carácter  español ,  ins- 
piraba ese  espíritu  al  pueblo  cristiano ;  espíritu  que,  co- 
menzando en  Pelayo ,  se  reprodujo  después  en  períodos 
irregulares  y  en  las  formas  no  menos  heroicas  del  Cid, 
Bernardo  del  Carpió  y  Fernán  González.  Por  lo  tanto, 
en  el  punto  y  período  á  que  hemos  llegado ,  comenzó 
á  aparecer  en  el  pais  una  literatura  mas  popular  aun, 
hija  del  entusiasmo  que  dominaba  á  las  masas,  y  ase- 
gurándose desde  luego  un  puesto  que  con  determina- 
das formas  ha  conservado  y  mantenido  hasta  nuestros 
días. 

Pero  es  de  advertir  que  toda  literatura  verdadera- 
mente popular  en  su  origen  y  carácter,  y  que  en  vez 
de  proceder  de  las  clases  elevadas  de  la  sociedad  es 
mirada  por  ellas  con  desden  y  desprecio,  es,  por  esta 
misma  razón  y  por  su  natural  rudeza,  muy  poco  pro- 
pensa á  adoptar  formas  fijas  y  determinadas ,  y  por  lo 
tanto  sumamente  difícil  el  seguir  su  mardia  con  los 
argumentos  y  pruebas  que  nos  han  ayudado  en  la  parte 
de  la  literatura  nacional ,  protegida  desde  un  principio 
por  los  magnates  del  pais.  Sin  embargo,  aunque  no  po- 
damos presentar  el  orden  cronológico  riguroso ,  ni  la 
historia  exacta  de  composiciones  tan  espontáneas,  libres, 


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PRIMERA    ÉPOCA.  CAPITULO    VI.  H3 

y  por  lo  mismo  mal  entendidas,  las  dividiremos  en  Guaj- 
iro clases,  y  aprovecharemos  algunos  de  los  materiales 
ya  recogidos,  para  dar  una  idea  del  origen  y  progresos 
de  cada  una  de  ellas. 

Son  estas  cuatro  clases :  1 .'  Los  romances  ,  tanto  his- 
toriales como  líricos,  ó  sea  la  poesía  del  pueblo >  desde 
los  tiempos  primitivos  ;  2/  Las  crónicas,  ó. relaciones 
semifabulosas  y  semiverídicas  de  los  grandes  sucesos 
y  héroes  nacionales,  que,  aunque  escritas  en  un  prin- 
cipio por  disposición  de  la  corona,  están,  sin  embargo, 
empapadas  del  carácter  y  opiniones  populares ;  3.'  Los 
LIBROS  DE  caballerías,  eulazados  con  las  dos  clases  an- 
teriores, y  al  cabo  de  algún  tiempo  admirados  y  leidos 
con  pasión  por  el  pueblo ;  4/  El  teatro,  que  fué  en  su 
origen  una  diversión  popular  y  religiosa  en  España ,  lo 
mismo  que  en  Francia,  y  anteriormente  en  la  Grecia. 

Estas  cuatro  clases  encierran  el  rico  tesoro  de  la  lite- 
ratura española  durante  el  último  tercio  del  siglo  xiv, 
todo  el  XV  y  parte  del  xvi.  Fuertemente  asidas  á  las  hon- 
das raices  del  carácter  nacional ,  y  apoyadas  en  él ,  son 
totalmente  diversas  de  las  escuelas  provenzal,  italiana  y 
palaciega ,  que  florecieron  al  mismo  tiempo,  y  cuyo  exa- 
men dejamos  para  mas  adelante. 

Romances.— Comenzaremos  por  los  romances,  porque 
ya  no  puede  racionalmente  ponerse  en  duda^ue  la  poe- 
sía, en  la  actual  forma  de  la  lengua  castellana,  apareció 
desde  luego  en  forma  de  romance.  La  primera  cues- 
tión que  naturalmente  ocurre  es  á  qué  causa  debe  esto 
atribuirse.  Han  respondido  algunos  que  hubo  proba- 
blemente en  España  una  tendencia  á  dicha  forma  po- 
pular de  composición,  mucho  antes  que  existiese  la 

T.   I.  8 


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i  14  HISTORIA   DE   LA    LITERATURA   ESPAÑOLA. 

lengua  castellana  que  hoy  se  usa*;  tendencia  que  puede 
remontarse  hasta  la  época  de  los  bardos  indígenas,  cuya 
oscura  tradición  consigna  Estrabon  en  sus  escritos',  y 
que  aparece  ya  de  una  manera  menos  vaga  en  los  ver- 
sos leoninos  y  en  otras  composiciones  latinas  rimadas 
de  la  época  gótica \  ó  en  aquella  poesía  vascongada, 
aun  mas  remota  y  oscura ,  en  cuyas  escasas  reliquias  han 
creído  algunos  hallar  el  germen  de  dicho  espíritu  *;  pero 
estas  inducciones,  y  otras  de  su  especie,  están  tan  poco 
apoyadas  en  hechos  dignos  de  fe,  que  no  merecen  con- 
fianza alguna.  Entre  las  opiniones  mas  generalmente 
admitidas,  es  una  la  de  que  los  romances  españoles,  tal 
cual  hoy  se  leen ,  son  imitación  de  la  poesía  narrativa 
y  lírica  de  los  árabes,  que  resonó  por  tanto  tiempo  en  el 
mediodía  de  la  España,  y  que  su  forma  y  estructura  es 
la  misma  que  la  de  cierto  género  de  poesía  común  á  los 
árabes  orientales,  no  solo  antes  de  su  invasión  en  Espa- 
ña, sino  también  antes  de  la  existencia  de  Mahoma  : 
esta  es  al  menos  la  teoría  de  Conde*. 


*  €  Revista  de  Edimburgo » ,  nú-  blando  del  reino  de  los  godos  y  la- 
mero  146,  articulo  sobre  la  traducción  mentando  su  caída,  exclama  el  ero- 
de  los  Romances  de  Lockhart.  don-  nista :  tOlvidados  están  sus  cantares, 
de  se  explica  ingeniosa  y  hábiímen-  etc.» 

te  esta  teoria.  *  Guillermo  de  Humboldt ,  en  el 

'  Al  examinar  el  pasaje  de  Estra-  tMitbridates  de  Adelung  y  Vaterv, 
bon  á  que  aludimos,  y  que  está  en  el  Berlin,  1817, 8.®,  t.  v,  p.  354,  y  Argote 
lib.  in,  p.  139  (edic.  Casaub. ,  folio  de  Molina,  tií«tiprd,  folio  93;  pero  las 
1620),  debe  tenerse  presente  otro  de  poesías  vascongadas  que  esteúlti- 
la  pag.  181 ,  en  que  afirma  que  en  mo  cita  no  pasan  del  ano  de  1322,  y 
su  tiempo  no  solo  se  hablan  ya  per-  por  consiguiente  tan  probable  es  que 
dido  aquellas  poesías ,  sino  basta  la  estén  imitadas  de  los  romances  es- 
lengua  en  que  estaban  escritas.  pañoles,  como  que  hayan  servido  de 

*  Argote  de  Molina  ( Discurso  de  modelo  para  estos. 

la  Poesía  castellana,  en  el  Conde  Lu-  *  «  Dominación  de  los  árabes», 
canor,  edic.  1875,  fol.  93)  es  digno  1. 1,  prólogo,  pp.  xvni-xix,  pp.  169 
de  citarse  en  la  materia;  también  pue-  y  otras.  Pero  en  el  prólogo  mauus* 
den  recurrir  los  partidarios  de  esta  crito  auna  colección  intitulada «Poe- 
opinion  á  la  «Crónica  seneral»  (edic.  sí  as  orientales  »,  traducidas  por  José 
1604,  parte  ii,  fol.  265) ,  donde,  ha-   Antonio  Conde ,  y  que  no  se  llegó  á 


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PRIMERA   ÉPOCA — CAPITULO    VI.  113 

Seguramente  que  las  pretensiones  históricas  en  que 
se  funda  esta  teoría  la  dan  á  primera  vista  algún  viso 
de  probabilidad;  pero  hay  también  argumentos  podero- 
sos en  contra  de  ella,  porque  los  romances  españoles 
mas  antiguos ,  que  son  los  únicos  acerca  de  los  cuales 
pudiera  suscitarse  alguna  duda,  no  tienen  ni  un  solo  ras- 
go que  indique  ser  literatura  de  imitación.  Tampoco  se 
ha  encontrado  hasta  ahora  ninguna  composición  árabe 
que  pueda  presentarse  como  modelo  de  aquellos;  y  en 
cuanto  hemos  podido  averiguar,  ni  un  solo  trozo  de  poe- 
sía oriental,  ni  una  frase  siquiera  entró  en  su  composi- 
ción. Al  contrario;  su  libertad,  soltura  y  enerjía,  su  ento- 
nación cristiana,  su  lealtad  caballeresca,  anuncian  desde 
luego  un  carácter  del  todo  original  é  independiente, 
que  cierra  la  puerta  á  la  idea  de  que  hayan  debido  su 
origen  á  la  literatura  brillante,  pero  afeminada,  de  un 
pueblo  á  cuyo  espíritu  se  opuso  desde  un  principio  y 
de  la  manera  mas  implacable  todo  lo  que  era  español. 
Es  por  lo  tanto  necesario  calificarlos  de  originales,  como 
cualquiera  otra  poesía  de  nuestros  tiempos,  puesto  que 
encierran  en  sí  mismos  pruebas  evidentes  de  que  son 
españoles  de  nacimiento  é  índole ,  aunque  retratando 
siempre  las  vicisitudes  del  suelo  en  que  nacieron  y  se 
arraigaron.  Mucho  tiempo  después  de  su  primera  apa- 
rición continuaron  ostentando  los  mismos  elementos  de 


poblicar ,  Ae  explica  con  mas  clari-  .riores  al  Islam.»  Es  de  suponer  que 
dad ,  y  dice  «  que  en  la  versificación,  ¿esta  obra  aluda  Blanco  White  (Va- 
de los  romances  y  seguidillas  caste-  -nedades,  t.  n,pp.45  y  46).  La  teorta 
lianas  hemos  recibido  de  los  árabes  d^Conde  ha  tenido  muchos  partida- 
el  tipo  exacto  de  las  suyas  » ;  v  mas  rios :  véase  la  «  Revista  retrospecti- 
adelante  añade  :  «Desde  la  infancia  va  a» ,  t.  iv,  p.  31 ,  y  la  «  Traducción 
de  nuestra  poesía  tenemos  versos  esi)añoIade  Bouterwekv,  t.i,  pp.i64 
rimados,  conformes  al  metro  que  usa-  y  siguientes, 
ron  los  árabes  en  los  tiempos  ante- 


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H6  HISTORIA   DE   LA   LITERATURA   ESPAÑOLA. 

nacionalidad ,  de  modo  que  hasta  una  época  muy  pró- 
xima ya  á  la  conquista  de  Granada  no  hallamos  en  ellos 
ni  el  tono,  ni  los  asuntos,  ni  las  aventuras  moriscas; 
nada,  en  una  palabra,  que  justifique  la  pretensión  enta- 
blada por  algunos  de  que  esta  parte  de  la  literatura  es- 
pañola debe  mas  que  ninguna  otra  al  trato,  comunica- 
ción y  superior  cultura  délos  árabes. 

Verdaderamente  que  no  parece  justo  ni  razonable  ir  á 
buscar  en  el  Oriente  ó  en  otros  puntos  el  origen  de  los 
romances  españoles :  es  tan  sencilla  su  estructura  métri- 
ca, que  tab  luego  como  la  poesía  fué  una  necesidad  para 
el  pueblo,  debió  presentarse  naturalmente.  Consiste  en 
versos  octosilábicos,  que  se  componen  con  suma  facili- 
dad ,  no  solo  en  castellano,  sino  en  otras  lenguas,  y  que 
en  los  romances  antiguos  son  aun  mas  fáciles,  porque 
los  poetas  se  cuidaban  muy  poco  del  número  exacto 


'  Argote  de  Molina  (Discurso  só- 
brela poesía  castellana,  en  el  Conde 
Lncanor,  edic.  1575,  fol.  92)  intenta 
establecer  que  el  verso  de  los  ro- 
mances españoles  es  exactamente  el 
octosilábico  griego ,  latino ,  italiano 
y  francés ;  pero  añade  «que  es  el  pro- 
pio y  natural  de  España,  en  cuya  len- 
gua se  halla  mas  antiguo  que  en  otra 
de  las  vulgares ,  y  asi  en  ella  sola- 
mente tiene  toda  la  gracia,  lindeza 
y  valentía,  gue  es  mas  propia  del  in- 
genio español  que  de  otro  alguno  ». 
El  único  ejemplo  que  cita  en  apoyo 
de  su  proposición ,  son  las  odas  de 
Ronsard,  tel  mas  excelente  Ron  sar- 
do», como  él  le  llama,  que  á  la  sazón 
gozaba  de  la  mas  alta  reputación  en 
Francia ;  pero  las  composiciones  de 
Ronsard  son  raquíticas  y  miserables, 
comparadas  con  el  fue^o  y  gallardía 
de  los  romances  espanofes^Véase 
«Odas  de  Ronsard», París,  i575,  i8.^, 
t.  n,  pp.  6¿,  i39.)  Lo  que  mas  se  apro- 
xima al  metro  de  los  anticuos  roman- 
ces ,  si  no  nos  engaña  la  memoria , 


aunque  sin  pretensiones  de  imitarlos, 
se  hallará  en  algunos  pocos  de  los 
antiguos  Fabliaux  franceses,  en  el 
«Palacio  de  la  Fama»,  de  Chaucer,  y 
en  varios  trozos  poéticos  de  sir  Wal- 
ter  Scott.  Jacobo  Grimm,  en  su  «  Silva 
de  Romances  viejos»  (Viena,i8i5, 
18.*^),  sacada  principalmente  del  Can- 
cionero de  1555,  los  ha  impreso  como 
si  en  su  origen  fuesen  versos  de  ca- 
torce y  diez  y  seis  sílabas ,  de  modo 
Sue  cada  verso  suyo  forma  dos  del  an- 
guo  romance.  Fundase  este  erudito 
en  que  su  índole  y  carácter  épico  exi- 
gían precisamente  versos  largos,  y  en 
efecto  son  muy  parecidos  á  los  del 
«Poema  del  Cid».  Pero  esta  teoría, 
qae  ha  tenido  pocos  imitadores,  ha 
sido  victoriosamente  refutada  por 
A.  V.  Huber,  en  su  excelente  tratado 
«  De  primitiva  cantilenarum  popula- 
rium  epicarum(vuIgoromanCes)apud 
Hispanos  forma»  (Berolini,  1844, 4.^), 

Í'  en  su  introducción  á  la  edición  de 
a  «  Chrónica  del  Cid  »,  1844. 


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PRIMERA   ÉPOCA.  — CAPÍTULO   VI.  H7 

de  sílabas \  Algunas  veces ,  aunque  muy  pocas,  están 
divididos  en  coplas  de  cuatro  versos ,  concertando  el 
primero  y  cuarto',  y  el  segundo  y  tercero,  en  cuyo  caso 
se  llaman  redondillas ;  pero  su  carácter  especial  (que 
han  conseguido  extender  á  mucha  parte  de  la  poesía 
castellana)  es  tal,  que,  no  hallándose  en  la  de  ninguna 
otra  nación,  puede  considerarse  como  original  español, 
y  es  por  consiguiente  una  circunstancia  importantísima 
en  la  historia  de  la  literatura  poética  de  la  Península '. 
La  singularidad  de  que  hablamos  es  el  «asonante», 
especie  de  rima  imperfecta,  limitada  puramente  á  las  vo- 
cales, y  que  empieza  con  la  última  sílaba  acentuada  en 
el  verso;  de  modo  que  á  veces  comprende  solo  una  síla- 
ba, que  es  la  última,  y  otras  abraza  la  penúltima  y  aun  la 
antepenúltima.  Distingüese  del  consonante  ó  rima  per- 
fecta, en  que  esta  comprende  á  la  vez  las  letras  vocales 
y  las  consonantes  en  la  sílaba  ó  sílabas  que  terminan  el 
verso*.  Así  pues,  «feroz»  y  «furor»,  «casa»  y  «abar- 


s  La  única  especie  que  sepamos 
contraria  á  esta  doctrina,  se  encuen- 
tra en  el  t Repertorio  americano» 
(Londres,  i827,  t.  ii,  pp.  21  y  siguien- 
tes.), en  un  artículo  de  D.  Andrés  Be- 
llo. Dkho  escritor  pretende  hallar  el 
origen  del  asonante  en  la  «Vita  Ma- 
thildis  »,  poema  latino  del  siglo  xii, 
que  reimprimió  Muratori(«Rerum  ita- 
licaram  scriptores»,  Mediolani,  i7%S, 
folio,  t.  V,  pp.  335,  etc.)*  7  en  un 
manuscrito  anglo  normando  de  la 
misma  época,  sobre  el  viaje  fabuloso 
de  Garlo  Magno  á  Jerusalen.  Pero  el 
poema  latino,  á  nuestro  modo  de 
ver,  es  singular  y  único  en  esta  ten- 
tativa, y  absolutamente  desconocido 
en  España ;  y  el  poema  anglo  nor- 
mando, que  después  publicó  Micbel 
(Londres,  1836, 12.® ), con  notas  muy 
curiosas ,  resulta  que  rima  en  con- 
sonante, si  bien  con  mucha  irregula- 


ridad y  descuido.  Raynouard ,  en  el 
t  Journal  des  Savans»  (febrero  de 
1833,  p.  70) ,  comete  la  misma  equi- 
vocación que  el  autor  del  articulo  del 
«  Repertorio  » ,  porque  sin  duda  le 
tuvo  presente ,  y  le  siguió  La  rima 
imperfecta  del  anticuo  idioma  de 
Gael  debió  ser  muy  diversa  del  aso- 
nante castellano ,  y  la  verdad  es  aue 
no  tienen  el  menor  átomo  de  analo- 
gía. Logan,  <  Sobre  el  Gael  de  Esco- 
cia,» Londres,  1831, 8.S  t.  ii,  p.  241. 
^  Cervantes ,  en  el «  Amante  libe- 
ral »,  las  llama  «  consonancias  ó  con- 
sonantes dificultosas»,  y  sin  duda 
esta  misma  dificultad  hizo  que  no  se 
usasen  tanto  como  los  asonantes. 
Juan  del  Encina ,  en  su  breve  «  Tra- 
tado de  la  poesía  castellana»,  cap.  vii, 
escrito  antes  del  año  1500,  explica 
las  dos  clases  de  rima ,  jl  hablando 
de  los  romances  antiguos ,  dice  t  no 


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118  HISTORIA   DE   LA   LITERATURA   ESPAflOLA. 

ca  » ,  « infamia»  y  «contraria» ,  son  buenos  asonantes  en 
los  romances  primero  y  tercero  del  Cid ;  y  del  mismo 
modo  «mal»  y  «desleal» ,  «volare»  y  «cazare»,  son  bue- 
nos consonantes  en  el  antiguo  romance  del  marques  de 
Mantua,  que  cita  D.  Quijote.  El  asonante  viene  pues  á 
ser  un  término  medio  entre  el  verso  suelto  y  el  conso- 
nante riguroso,  y  el  arte  de  usarlo  se  adquiere  muy  fá- 
cilmente en  una  lengua  como  la  castellana,  copiosa  en 
vocales,  y  que  siempre  les  da  el  mismo  valor*®.  Gene- 
ralmente en  los  romances  antiguos  se  coloca  en  versos 
pareados,  y  por  la  gran  facilidad  con  que  se  halla,  con- 
tinúa con  frecuencia  el  mismo  en  toda  la  composición, 
por  larga  que  sea.  A  pesar  de  esta  traba,  es  tan  sencilla 
la  estructura  del  romance,  que  Sarmiento  intentó  probar 
que  la  prosa  española,  desde  el  siglo  xu  en  adelante, 
está  escrita  muchas  veces ,  sin  estudio  ni  intención  de 
parte  del  autor,  en  asonantes  octosílabos**,  y  Sepálve- 
da,  en  el  xvi,  puso  en  romances  largos  trozos  de  cróni- 
cas antiguas,  alterando  muy  poco  la  fraseología  origi- 
nal **  :  circunstancias  ambas  que  >  reunidas ,  prueban 

van  verdaderos  consonantes ».  Pue-  e  en  «Paris»  y  <  males »;  la  a  dipton- 

den  verse  algunas   observaciones  gadaconlaa,  como  «gracia»  v  «alma», 

mny  curiosas  sobre  el  asonante,  en  «  cuitas»  y  «burlas»,  lleganao  á  ser, 

Rengifo  (Arte  poética  española ,  Sa-  en  tiempo  de  Góngora  y  de  Lope,  in- 

lamanca,  i592, 4.®,  cap.  34) ,  ven  las  finitas  las  combinaciones  autorizadas, 

adiciones  á  la  edición  de  1727  (4.<^,  y  la  composición  de)  asonante  facili- 

p.  418),  y  consultarse  también  las  sima.  (Don  Quijote,  edic.  Clemencin» 

conjeturas  filosóficas  de  Martínez  de  t.  ni,  pp.  271  y  772. ) 

la  Rosa.  (Obras,  Paris,  i827, 12.<»,  1. 1,  "  «Poesía  española»,  Madrid,  1775, 

pp.  202-204.)  4.^  secc.  422-¿0. 

'"  Al  poco  tiempo  de  introducido  **  Sería  muy  fácil  presentarmues- 

el  asonante ,  se  usaron  ya  licencias  tras  de  romances  tomados  de  cróni- 

poéticas  de  mucho  bulto ,  como  su-  cas  antiguas ;  pero  nos  reduciremos 

cedió  antiguamente  con  los  metros  á  copiar  unos  cuantos  renglones  de  la 

griegos  y  mtinos ;  á  (al  punto,  que  la  «Crónica  general »  ( parte  ni ,  fol.  77, 

esfera  del  asonante  se  ensancho,  co-  edic.  1604) ,  donde  persuadiendo  Ve- 

mo  dice  Clemencin,  hasta  el  exceso,  lazquez  á  sussobrinos,  los  siete  Infan^ 

Así  ti  y  (»  llegaron  á  ser  asonantes ,  tes  de  Lara ,  que  saliesen  contra  los 
como  en  «Minos»  y  «Venus»;  la  t  y  la  .moros,  á  pesar  de  algunos  malosagüe- 


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PRIMERA   ÉPOCA. — CAPÍTULO   VI.  119 

la  corta  distancia-que  hay  de  ia  prosa  común  española, 
á  la  forma  primitiva  del  verso  español.  Si  á  lo  expuesto 
añadimos  la  especie  de  canturía  nacional  en  que  se  han 
recitado  ó  mas  bien  entonado  los  romances,  hasta  nues- 
tros dias ,  y  los  bailes  nacionales  que  en  lo  antiguo  los 
acompañaban  *%  nos  convenceremos  de  que  no  solo  la  for- 
ma del  romance  es  enteramente  nativa  y  nacional  como 
el  asonante,  que  es  su  primer  rasgo  característico,  sino 
que  es  también  mas  acomodada  á  su  objeto  y  mas  fácil 
en  la  práctica,  que  la  que  han  alcanzado  todas  las  poe- 
sías populares  de  los  tiempos  antiguos  y  modernos  ^^. 
Esta  forma  métrica  tan  natural  y  obvia  obtuvo  inme- 
diatamente el  favor  del  público,  y  siguió  disfrutándolo : 
pasó  luego  de  los  romances  á  otros  ramos  de  la  poesía 
nacional,  especialmente  al  lírico,  y  en  época  ya  muy 
posterior,  sirvióse  de  él  el  verdadero  teatro  español  en 
su  mayor  parte  en  términos  que  antes  del  siglo  xvu  se 
habia  escrito  en  este  metro  mas  que  en  todos  los  demás 
usados  por  los  poetas  españoles.  Lope  de  Vega  declara 


?i 


ros,  dice  :  tSobrinos,  estos  agüeros 

3ae  oystes,  mucho  son  buenos;  ca  nos 
an  á  entender  que  ganaremos  muy 
gran  algo  de  lo  ageno,  é  de  io  nues- 
tro non  perderemos;  é  fizol  muy 
mal  Don  Ñuño  Salido  en  non  venir 
combusco ,  é  mande  Dios  que  se  ar- 
repienta, etc.»  Véase  ahora  en  Se- 
úl veda  (Romances,  Ambares,  i55i, 
8.*,  fol.  ii)  el  que  comienza :  «  Lle- 
gados son  los  Infantes  >,  y  se  halla- 
rán estos  versos : 

Sobrinos,  esos  aaneros 
Para  nos  gran  bien  serian , 
Porque  nos  dan  á  entender 
Que  bien  nos  sucedería. 
Ganaremos  grande  victoria 
Nada  non  se  perderla , 
Don  Ñuño  lo  hiio  mal 

Sue  convusco  non  venia , 
ande  Dios  que  se  arrepiente,  etc. 


^  Duran ,  c  Romances  caballeres- 


cos», Madrid,  1832,  lí.^  próloi 
1. 1,  pp.  XVI  y  xvn,  y  la  xxxv,  nota  ( 
**  Un  escritor  ansloamericano  ha 


«o. 


traducido  y  publicado  en  la  «Revista 
retrospectiva  »  el  romance  de  Gón- 
gora  que  empieza : 

Aquel  rayo  de  la  gnerra 
Alférex  mayor  del  reino,  etc. 

observando  fielmente  el  asonante  en 
la  colocación  de  las  vocales  acentua- 
das ;  otra  imitación  inglesa  del  aso- 
nante se  halla  en  el  libro  de  Bowring, 
«Poesia  antiffua  de  España»  (Lon- 
dres ,  i824 ,  ft.®,  p.  107} ;  mas,  como 
las  vocales  no  tienen  el  mismo  valor 
en  una  lengua  que  en  otra ,  estas 
imitaciones ,  si  bien  dignas  de  elo- 
gio ,  quedan  muy  atrás  y  son  bas- 
tante incompletas. 


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120  HISTORIA  DE   LA  LITERATURA   ESPAÑOLA. 

que  es  muy  á  propósito  para  todos  los  géneros,  hasta 
el  mas  grave,  y  sus  tiempos  sancionaroa  este  dictamen, 
como  le  han  justificado  los  nuestros,  aplicando  esta  ver* 
sificacíon  especial  á  poemas  épicos  de  alguna  exten^ 
sion  ". 

Por  consiguiente  el  asonante  octosilábico  puede  con^ 
siderarse  actualmente  aplicado  á  todos  los  géneros  de  la 
poesía  española,  y  habiendo  sido  en  su  origen  su  prin- 
cipal elemento,  es  de  creer  continuará  del  mismo  modo 
mientras  se  cultive  lo  que  hay  de  mas  nativo  y  genuino 
en  el  ingenio  nacional. 

Es  indudable  que  algunos  romances  escritos  en  este 
metro  son  antiquísimos  :  su  mismo  nombre  de  <r  roman- 
ces)» indica  que  existieron  desde  los  tiempos  mas  re- 
motos, pues  da  á  entender  eran  la  única  poesía,  cuando 
la  lengua  castellana  se  llamaba  propiamente « romance  j»  ; 
época  que  debió  ser  muy  inmediata  á  la  formación  de 
la  misma  lengua.  Casi  sabemos  con  certidumbre  que 
en  1 1 47  **  se  cantaban  ya  poesías  populares  (que  pro- 
bablemente serían  romances)  de  las  hazañas  del  Cid  ; 
un  siglo  después,  y  poco  antes  de  aparecer  la  prosa  en 
el  Fuero  Juzgo ,  San  Fernando ,  después  de  ganar  á 
Sevilla ,  concedió  repartimientos  á  dos  poetas  que  estu- 

^^  Hablando  de  los  romances,  dice  de  Saavedra,  duque  de  Rivas,  intitu- 

( Prólogo  á  las  t  Rimas  humanas  » ,  lado  «  El  moro  expósito»,  en  dos  to- 

Obras  sueltas,  Madrid,  i776,  4.<^,  mos,  i854.  El  ejemplo  de  Lope  de 

p.  176) :  « Los  hallo  capaces  no  solo  Vega ,  á  fines  del  si^lo  xvi  y  princi- 

de  exprimir  v  declarar  cualquier  pios  del  xvn  contribuyó  mucho  á 

concepto  con  fácil  dulzura ,  pero  de  generalizar  el  uso  del  asonante,  que 

proseguir  toda  grave  acción  de  nu-  antes  estuvo  bastante  abandonado, 

merosa  poesía.»  Lope  vio  conlirmado  *^  Véase  el  poema  en  latin  bár- 

su  vaticmio ,  en  su  tiempo ,  con  el  baro,  impreso  por  Sandoval  al  fin  de 

«Fernando»,  de  Vera  y  Figueroa,  ex-  su  tHistoria  de  ios  reyes  de  Castilla, 

tenso  poema  épico,  publicado  en  etc.»(Pamplona,1615,fol.  193).  Trata 

1632,  y  en  nuestros  dias  con  el  pre-  de  la  conquista  de  Almería^  en  1147, 

cioso  poema  narrativo  de  D.  Ángel  y  el  autor  debió  ser  testigo  de  vista. 


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•v/- 


PRIMERA   ÉPOCA. — CAPITULO   VI.  121 

vieron  con  él  en  el  cerco  de  dicha  ciudad  :  Nicolás  de 
los  Romances ,  y  Domingo  Abad  de  los  Romances «  el 
primero  de  los  cuales  siguió  viviendo  en  la  ciudad  res- 
catada de  los  moros,  y  ejerciendo  su  vocación  de  poe- 
ta *\  En  el  reinado  inmediato ,  es  decir,  entre  los  años 
de  1 252  y  4  280 ,  se  mencionan  otra  vez  poetas  de  esta 
clase  :  el  autor  del  poema  de  AppoUonio ,  libro  que 
puede  suponerse  escrito  poco  después  de  1250  ,  intro- 
duce en  su  obra  una  juglaresa  ^';  y  en  ias  Leyes  de  Par- 
tida, terminadas  y  preparadas  para  su  promulgación  en 
1260,  se  manda  á  los  buenos  caballeros  no  den  oido 
á  los  cantores  de  romances ,  sino  cuando  tratan  de  he- 
chos de  armas*®.  También  en  la  Crónica  general^  reco- 
pilada poco  después  por  este  mismo  príncipe ,  se  hace 
repetidas  veces  mención  de  «las  gestas  ó  cuentos  en 
verso » ,  de  « que  los  juglares  canten  sus  cantares  ó  di- 
gan sus  cuentos»  ,  de  «lo  que  se  oye  á  los  cantores  en 
sus  cantares»  :  frases  todas  que  indican  con  claridad 


"  Aanque  este  hecho  está  com- 
petentemente autorizado,  es  bas- 
tante singular  el  nombrar  á  una  per- 
sona dándole  por  apellido  el  género 
de  poesía  que  escribía.  El  hecho  se 
encuentra  en  D.  Diego  Ortís  de  Zúñi- 
sa  ( Anales  eclesiásticos  y  seculares 
de  Sevilla ,  ibid. ,  1677,  folio,  pp.  i4 , 
90, 815,  etc.),  quien  dice  lo  copió  de 
los  documentos  originales  del  re- 
partimiento, que  describe  con  suma 
exactitud,  v  que  antes  de  él  usó  Ar- 
gote  de  Molina  (prefacio  y  p.  815),  asi 
como  de  papeles  existentes  en  el 
archivo  de  la  catedral.  £1  reparti- 
miento ó  distribución  de  las  tierras 
y  despojos  de  una  ciudad,  de  la  cual 
salieron, según  dice  Mariana,  cien  mil 
moros  emigrados  ó  expulsos,  es  asun- 
to grave ,  y  los  documentos  que  so- 
bre él  existan  deben  ser  exactos  y  nu- 
merosos. ( Züñiga,  prefacio  y  pp.  31, 
6S,  66,  etc.)  Algo  mas  dudosa  es  la 


significación  de  la  palabra  «  roman- 
ces >,  en  este  pasage ;  pero  ¿qué  no- 
día  ser  sino  la  poesía  asi  Ilamaaa? 
Sin  embarco,  los  versos  que  citaOr- 
tiz  de  Zúñiga ,  refiriéndose  á  Argote, 
y  que  atribuye  á  Domingo  Abad  de 
los  Romances,  no  son  suyos,  sino  del 
Arcipreste  de  Hita.  (Véase  á  Sánchez, 
t.  IV,  p.  166.) 

««  Cop.  426, 427,  485, 405,  edic.  de 
París,  1844,  8.^ 

*»  Partida  li,  tit.  xx,  leves  20  y  21  : 
«  Et  sin  todo  esto  aun  facían  mas ; 
que  los  juglares  no  dixiesen  antellos 
otros  cantares  sinon  de  gesta,  é  (^ue 
fablasen  de  fecho  darmas. »  Los  ju- 

f fiares,  voz  derivada  del  latino  tjocu- 
aris  » ,  eran  cantores  vagabundos , 
que  después  se  transformaron  en 
bufones.  (Véase  la  curiosa  nota  de 
Glemencin  al  «Quijote»,  parte  ii, 
C.31.) 


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122  HISTORIA   DE   LA   LITERATURA    ESP  AIRÓLA. 

que  las  hazañas  de  Bernardo  del  Carpió  y  de  Garlo- 
Magno,  á  las  cuales  hacen  referencia ,  eran  tan  fami- 
liares en  la  poesía  popular ,  que  sirvió  de  base  á  esta 
bellísima  Crónica,  como  lo  han  sido  después  á  todos  los 
españoles,  merced  á  los  romances  que  aun  se  conser- 
van y  poseemos  ^. 

Hay,  por  lo  tanto,  que  venir  á  parar  á  la  conclusión 
que  tres  siglos  hace  dedujo  Argote  de  Molina ,  el  mas 
sagaz  de  todos  los  antiguos  críticos  españoles,  á  saber : 
que  en  estos  romances  antiguos  está  verdaderamente 
perpetuada  la  historia  de  los  pasados  tiempos,  y  que  son 
parte  de  los  materiales  que  usó  el  rey  D.  Alonso  para 
recopilar  su  Crónica  general  **,  conclusión  á  que  nos 
conduciría  la  lectura  concienzuda  de  la  misma  Cró- 
nica **- 

Terminaremos  estas  observaciones  con  un  hecho  cu- 
rioso, y  es  que  en  el  Cancionero  de  D.  Juan  Manuel,  so- 
brino de  D.  Alonso  el  Sabio,  que  poseyó  Argote  de  Mo- 
lina y  pensó  publicar,  había  romances,  lo  cual  hace  aun 
mas  lamentable  su  pérdida^.  Esto  es  cuanto  hemos 
podido  indagar  sobre  el  asunto  hasta  la  muerte  de 
D.  Juan  Manuel,  en  1347;  pero  desde  esta  fecha,  que 
es  la  misma  en  que  floreció  el  Arcipreste  de  Hita,  per- 
demos de  vista ,  no  solo  los  romances ,  sino  toda  la 

^  t Crónica  general»,  Valladolid,  tomada  de  materiales  poéticos  mu- 

1604,  parte  iii,  folios  50, 33,  45,  etc.  cbo  mas  antiguos. 

**  El  Conde  Lucanor,  1575 ,  «  Dis-  **  Discurso ,  Conde  Lucanor,  edi- 

curso  de  la  poesía  castellana»,  por  cion  i575,  fol.  02  y  93.  Las  poesías 

Argote  de  Molina,  fol.  03.  tnsertas  en  los  Cancioneros  Gene- 

*'  Creemos  positivamente  que  el  rales,  desde  1511  hasta  1573,  con  el 

tinal  de  la  segunda  parte  de  la  cCró-  nombre  de  D.  Juan  Manuel,  son, 

nica  general  >,  y  mucha  parte  de  la  como  lo  tenemos  va  dicho,  obra  de 

tercera ,  especialmente  la  que  trata  D.  Juan  Manuel  de  Portugal,  que 

de  los  grandes  héroes  de  la  historia  murió  en  1524. 
primitiva  de  León  y  de  Castilla,  está 


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PRIMERA   ÉPOCA.  CAPÍTULO    VI.  123 

verdadera  y  legítima  poesía  española,  cuyos  ecos  ce- 
san casi  enteramente  durante  los  horrores  del  reina- 
do de  D.  Pedro  el  Cruel,  la  reñida  sucesión  de  En- 
rique de  Trastamara  y  las  guerras  con  D.  Juan  I  de 
Portugal ;  y  aunque  mas  tarde  vuelven  á  resonar  en 
el  débil  reinado  de  D.  Juan  II ,  que  se  extendió  hasta 
mediados  del  siglo  xv,  son  muy  pocos  ya  los  rasgos  que 
presenta  del  antiguo  carácter  nacional*^.  Pasa  en  segui- 
da á  la  corte  y  se  hace  cortesana  ;  de  modo  que  aun- 
que los  antiguos  romances,  sentidos  y  briosos,  no  per- 
dieron nunca  del  todo  el  favor  popular,  y  fueron  sin 
duda  alguna  conservados  por  una  fiel  tradición,  no 
hallamos  memoria  clara  de  ellos  hasta  fines  de  dicho 
siglo  y  principios  del  xvi ,  durante  el  reinado  de  los 
Reyes  Católicos  y  de  su  nieto  Carlos  V,  en  que  las 
masas  populares ,  de  cuyos  sentimientos  eran  intérpre- 
tes ,  adquieren  una  importancia  tal ,  que  esta  especie 
de  poesía  sube  á  ocupar  el  puesto  á  que  era  acreedora, 
y  que  ha  conservado  desde  entonces. 

A  decir  verdad,  todas  estas  noticias  históricas  de  los 
romances,  exceptuandoaquellas  que  tratan  de  su  origen, 
son  de  escaso  interés.  Es  preciso  trasladarse  á  media- 
dos del  siglo  XVI  para  tropezar  con  algunos  de  autores 
conocidos  :  de  modo  que  al  hablar  de  los  romances  es- 
pañoles antiguos ,  no  nos  referimos  tan  solo  á  los  pocos 
cuya  fecha  puede  fijarse  con  alguna  probabilidad  á 
fuerza  de  trabajo  y  erudición ,  sino  al  caudal  inmenso 
recogido  eo  los  Romanceros  genet^cdes  y  en  otros  li- 
bros ,  obra  en  su  mayor  parte  de  autores  y  época  des- 

**  El  marques  de  Santillana,  en  su   de  los  « Romaoces  é  cantares  »,  pero 
célebre  carta  (Sánchez,  t.  i),  habla   muy  por  encima  y  sin  detenerse. 


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124  HISTORIA   DE   LA   LITERATURA   BSPAfiOLA. 

conocida.  Consiste  este  tesoro  en  mas  de  mil  poemitas, 
desiguales  en  extensión,  y  mas  aon  en  mérito,  compues- 
tos entre  el  tiempo  en  que  comenzaron  á  usarse  en  Es- 
paña, y  aquel  en  que  se  empezaron  á  escribir,  por 
creerse  que  valia  la  pena  de  consignar  aquellas  reliquias 
trasmitidas  por  la  tradición  oral :  colección  notable,  que 
retrata  la  masa  entera  del  pueblo  español,  sus  senti- 
mientos, ideas,  pasiones  y  carácter,  como  un  romance 
aislado  retrata  el  carácter  individual  de  su  autor. 

Cualquiera  comprenderá  que  por  mucho  tiempo  estos 
romances  primitivos  existieron  solo  en  la  memoria  de 
las  gentes  entre  las  cuales  nacieron ,  y  que  luego  fueron 
trasmitiéndose  y  conservándose  en  los  siglos  siguientes, 
por  medio  de  la  tradición  corroborada  y  sostenida  por 
sentimientos  é  intereses  análogos  á  los  que  los  crearon. 
Es  por  lo  mismo  muy  difícil ,  por  no  decir  imposible, 
que  los  poseamos  exactamente  y  en  la  misma  forma  que 
se  escribieron  ó  cantaron,  y  de  la  misma  manera  muy 
pocos  habrá  cuya  fecha  pueda  fijarse  con  alguna  pro- 
babilidad de  acierto.  Veráad  es  que  unos  pocos  de  en- 
tre ellos,  por  la  sencillez  de  sus  pensamientos  y  la  me- 
lodía que  en^Uos  se  observa,  parecen  ser  los  primeros 
ecos  de  aquel  entusiasmo  popular  y  guerrero  que  desde 
el  siglo  XII  hasta  el  xv  arrastraba  en  pos  de  sí  los  cris- 
tianos españoles  á  la  defensa  de  su  patria  y  hogares  ; 
romances  cantados  en  las  gargantas  de  Sierra  More-^ 
na ,  y  en  las  vegas  del  Turia  y  del  Guadalquivir ,  con 
los  primeros  acentos  de  la  lengua  que  mas  tarde  se 
derramó  por  toda  la  Península.  Pero  el  cantor  vaga- 
bundo é  indolente  que  en  aquellos  tiempos  revueltos 
buscaba  de  choza  en  choza  una  subsistencia  precaria. 


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PRIMERA   ÉPOCA. — CAPÍTULO   VI.  125 

y  el  soldado  indiferente  y  distraído  que ,  concluida  la 
batalla,  cantaba  sus  trances  y  hechos  notables  á  la 
puerta  de  su  tienda,  acompañándose  con  el  laúd,  solo 
podian  pensar  en  aquello  que  tenían  presente  ;  y  si  sus 
versos  rudos  y  sin  artificio  se  conservaron  á  la  posteri- 
dad, es  porque  los  oyentes  los  recogieron  para  repetir- 
los, mudando  la  entonación  y  el  lenguaje,  según  muda- 
ban los  tiempos,  las  opiniones,  y  aun  los  sucesos  que  los 
recordaban.  Por  lo  mismo,  todo  lo  relativo  á  esta  época 
primitiva,  y  que  pertenece  también  á  la  vida  doméstica  y 
carácter  del  pueblo,  puede  considerarse  como  la  pintura 
fiel  y  exacta  de  sentimientos  y  costumbres  que  busca- 
riamos  en  vano  en  las  crónicas ;  y  aunque  es  de  supo- 
ner que  muchos  de  los  romances  así  compuestos  han 
sobrevivido  á  la  marcha  de  los  siglos,  también  lo  es  que 
muchos  más  yacen  olvidados  con  los  poéticos  trovado- 
res que  los  hicieron. 

£sta  es,  en  efecto,  la  gran  dificultad  con  que  se  tro- 
pieza en  toda  investigación  relativa  á  los  romances  mas 
antiguos  :  la  misma  excitación  del  espíritu  nacional  que 
les  dio  vida ,  fué  efecto  de  una  época  tan  llena  de  vio- 
lencia y  sufrimientos ,  que  los  versos  que  produjo  no 
llamaban  suficientemente  la  atención  para  ser  escritos. 
Concíbese  muy  bien  que  hubiese  esmero  en  escribir  y 
conservar  poemas  individuales  como  el  del  Cid,  y  obras 
de  autores  especíales,  como  el  Arcipreste  de  Hita  y  Don 
Juan  Manuel;  pero  la  poesía  popular  quedó  enteramente 
olvidada.  Aun  mas  adelante,  en  el  reinado  de  D.  Juan  II, 
cuando  los  Cancioneros  y  otras  colecciones  de  poe- 
sías ,  hechas  según  el  gusto  y  capricho  de  los  compila- 
dores, ó  según  los  medios  que  cada  uno  tenia  á  su  al- 


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126  HISTORIA  DE   LA   LITERATURA   ESPAfíOLA. 

canee ,  comenzaron  á  estar  en  boga,  el  mal  gusto  rei- 
nante se  declaró  contra  la  antigua  poesía  nacional,  en 
términos  que  no  se  encuentra  en  todas  ellas  un  solo 


romance  **. 


El  que  quiera  pues  buscar  los  primeros  romances 
impresos,  habrá  de  acudir  á  la  edición  mas  antigua  del 
Cancionero  general ,  recopilado  por  Hernando  del  Cas- 
tillo, é  impreso  en  Valencia  en  1 51 1 .  Hay  en  ella  hasta 
treinta  y  siete ,  inclusos  fragmentos  é  imitaciones  ,  de 
los  cuales  diez  y  nueve  son  de  autores  conocidos ,  co- 
mo D.  Juan  Manuel  de  Portugal ,  Alonso  de  Cartagena, 
Juan  del  Enzina  y  Diego  de  San  Pedro ,  que  se  sabe 
florecieron  entre  4  450  y  1 500 ,  ó  de  otros,  como  Lope 
de  Sosa ,  cuyo  nombre  suena  con  tanta  frecuencia  en 
aquellas  colecciones,  que  es  de  suponer  existió  hacia  el 
mismo  tiempo.  Los  restantes  son  mucho  mas  antiguos,  y 
por  lo  tanto  mas  curiosos  é  importantes. 

El  primero,  por  ejemplo,  intitulado  Romance  del 
conde  Claros,  es  fragmento  de  otro  muy  antiguo  que 
después  se  ha  impreso  íntegro.  Insértase  en  este  Can- 
cionero solamente  por  una  elaborada  glosa,  que  al  estilo 
provenzal  hizo  sobre  él  Francisco  de  León ,  así  como 
por  una  imitación  de  Lope  de  Sosa ;  y  otra  glosa  á  dicha 
imitación  que  trabajó  Soria  :  todas  estas  composiciones 
están  seguidas,  y  demuestran  que  el  romance  primitivo 
fué  muy  generalmente  conocido  y  admirado.  El  frag- 
mento ,  que  por  sí  solo  es  curiosísimo ,  consiste  en  un 

^  Canción  ,  cantone  en  italiano ,  i829,  8.^^  p.  29.)  Del  mismo  modo  la 

chantó  en  proVenzai ,  significaba  en  voz  cancionero»,  en  español ,  se  usó 

la  lengua  románica  cualquiera  espe-  durante  mucho  tiempo  para  signifí- 

cié  de  poesia;  porque  toda  ella,  ó  car  una  colección  de  poesías,  ya  de 

casi  toda,  se  cantaba.  (Giovani  Calva-  un  solo  autor,  ya  de  muchos, 
ni ,  Poesia  dei  Trovatori ,  Modena , 


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PRIMERA  ÉPOCA  —  CAPÍTULO  VI.  127 

diálogo  entre  el  conde  Claros  y  su  tio  el  Arzobispo,  y 
tanto  la  materia  como  el  modo  con  que  está  tratada 
hacen  del  héroe  el  prototipo  del  verdadero  y  fino  amor. 
Dice  así  : 

Pésame  de  tos,  el  Conde ,  dignos  son  de  perdonar, 

porque  asi  os  quieren  matar ;  Supliqué  por  vos  al  Rey 

porque  el  yerro  que  hezistes  vos  mandasse  delibrar ; 

no  fué  mucho  de  culpar ;  mas  el  Rey  con  grande  enojo 

que  los  yerros  por  amores  no  me  quisiera  escuchar,  etc. 


tR 


El  siguiente  es  también  un  fragmento ,  y  refiere  con 
mucha  sencillez  un  suceso  que  pinta  bien  el  estado  so- 
cial de  la  Península  entre  los  siglos  xui  y  xvi ,  cuando 
las  dos  razas  cristiana  y  mahometana  estaban  en  con- 
tinuo contacto  y  enemistad. 

Yo  m'  era  mora  Morayma,  «hermano  de  la  tu  madre, 

morilla  d'  un  bel  catare ,  »que  un  christiano  dejo  muerto, 

christiano  vino  á  rol  puerta ,  »tra8  mi  venia  el  alcalde, 

cnytada,  por  m'  engañare.  »Si  no  me  abres,  tú,  mi  vida. 

Hablóme  en  algaravia  i»aqui  me  veras  matare.  y> 

como  aquel  que  bien  la  sabe :  Quando  esto  oy,  cuytada 

» abrasme  las  puertas ,  mora ,  comentóme  á  levantare ; 

»si  Alá  te  guarde  de  male. »  vistierame  un  almexia, 

«Gomo  te  abriré  mosquina  no  hallando  mi  briale, 

wque  no  se  quien  tu  serás  ?»  fueramc  para  la  puerta, 

«Yo  soy  el  moro  Macote  y  abrila  de  par  en  pare. 

El  inmediato  está  completo,  y  por  las  imitaciones  y 
glosas  que  de  él  existen,  debe  también  ser  muy  anti- 
guo :  comienza  «Fonte  frida,  fonte  frida»  ,  y  quizá  sea 

»  «Cancionero  general »,  45535,  fo-  compuso  antes  de  la  invención  de  los 

lio  lOe.Todo  el  romance,  aunque  con  relojes.   Las  aventuras  del  conde 

algunasvariante8,se  halla  también  en  Claros ,  como  otras  muchas  de  las 

el  «Cancionero  de  romances».  Zara-  referidas  en  estos  antiguos  roman- 

goza,  i550 ,  i2.®,  parte  m ,  fol.  i88 ;  y  ees,  no  se  hallan  mencionadas  en  las 

empieza  asi :  «  Media  noche  era  por  crónicas, 
filo  > ;  lo  cual  parece  indicar  que  se 


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128  HISTORIA    DE   LA   LITERATURA   ESPAÑOLA. 

imitación  de  «Rosa  fresca ,  rosa  fresca » ,  otro  de  los  ro- 
maiíces  líricos  primitivos  que  respiran  mas  gracia  y  ori- 
ginalidad y  que  por  lo  mismo  debió  ser  muy  popular. 


Fonte  frida,  fonte  frida, 
fonte  fiída  y  con  amor, 
do  todas  las  avezicas 
van  tomar  consolación, 
sinoeslatortolica, 
que  esta  biuda  y  con  dolor. 
Per  ay  fué  á  passar 
el  traydor  del  ruyseñor : 
las  palabras  que  él  dezia 
llenas  son  de  traycion  : 
«si  tu  quissieses,  señora, 
vyo  sería  tu  servidor. » 
(tVete  de  ay,  enemigo. 


»malo,  falso,  engañador 
nque  ni  poso  en  ramo  verde , 
nni  en  prado  que  tenga  flor ; 
»que  si  hallo  el  agua  clara, 
» turbia  la  bebia  yo : 
»que  no  quiero  aver  marido, 
«porque  hijos  no  aya,  no, 
»no  quiero  plazer  con  ellos 
»ni  menos  consolación. 
wDéjame,  triste  enemigo, 
»malo,  falso,  mal  traydor, 
«que  no  quiero  ser  tu  amiga, 
»ni  casar  contigo,  no.  v 


El  de  «Rosa  fresca,  rosa  fresca»  no  es  menos  sen- 
cillo y  característico ,  expresando  al  mismo  tiempo  el 
nombre  de  la  dama ,  que  se  llamaba  Rosa  : 


«Rosa  fresca,  rosa  fresca 
Dtan  garrida,  y  con  amor, 
)>quando  y^os  tuve  en  mis  brazos> 
«non  vos  supe  servir,  no. 
»Y  agora  que  os  serviría, 
Dnon  vos  puedo  aver,  non.  v 
«Vuestra  fué  la  culpa ,  amigo 
» vuestra  fué,  que  mía,  non. 
»Embiastesme  una  carta , 
i»con  un  vuestro  servidor, 
y>y  en  lugar  de  recaudar. 


»él  dixera  otra  razón  : 
dQu'  erades  casado  >  amigo 
»allá  en  tierras  de  León ; 
«que  tenéis  rouger  hermosa, 
«y  hijos  como  una  flor.  y> 
«Quien  vos  lo  dijo,  señora, 
nnon  vos  dijo  verdad,  non , 
nque  yo  nunca  entré  en  Castilla , 
»ni  allí  en  tierras  de  León , 
Asino  quando  era  pequeño, 
)>que  non  sabia  de  amor.  »*^ 


Otros  romances  anónimos  de  esta  pequeña  colección 
son  no  menos  curiosos  y  antiguos,  y  entre  ellos  los  que 

*^  Estos  dos  romances  están  en  la   uso  de  la  voz  «  carta  »  para  significar 
edición  de  1555,  fol.  107  y  108  :  am-    un  mensaje  verbal, 
bos  son  antiquísimos,  y  lo  prueba  el 


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PRIMERA  ÉPOCA.  —  CAPITULO   ?I.  129 

comienzaD  :  « Decidme  vos,  pensamiento ; »  —  «Que  por 
mayo  era,  por  mayo» ;  y  «  Duraadarie,  Durandarte» ;  así 
como  parte  de  los  que  empiezan  :  «Triste  estaba  el  ca- 
ballero » ;  y  «  Amara  yo  una  señora» .  Los  restantes  y 
todos  los  de  autores  conocidos  son  de  menos  valor  y  de 
época  mucho  mas  moderna. 

El  (/oncionerdde  Hernando  del  Castillo,  donde  por  prime- 
ra vezseimprimieron,  se  amplióyalteróen  ochoedicíones 
consecutivas,  inclusa  la  última,  que  es  de  1 573 ;  pero  en 
todasellasesta  pequeña  colección  deromances  primitivos 
permaneció  intacta  y  sin  aumento,  como  en  la  primera, 
aunque  en  ediciones  mas  modernas  se  encuentra  de  vez 
en  cuando  intercaladoentre  ellos  algún  romance  nuevo*. 

Es  por  lo  tanto  muy  cuestionable  que  los  Cancioneros 
contribuyesen  á  llamar  la  atención  general  hacia  la  poe- 
sía popular  de  los  romances ,  sobre  todo  si  se  toma  en 
cuenta  que  todos  ellos  están  llenos  de  obras  de  aquella 
escuela  conceptuosa  y  metafísica  del  período  en  que  se 
escribieron,  y  que  eran  poco  conocidos,  excepto  éntrela 
gente  cortesana ,  que  miraba  con  desden  la  parte  mas 
antigua  y  nacional  de  la  literatura  poética  *^ 

Por  fortuna,  al  mismo  tiempo  que  se  publicaban  los 
Cancioneros,  se  hacia  un  esfuerzo  individual  para  con- 
servar los  antiguos  romances ,  el  cual  tuvo  un  éxito  fe- 
liz. En  el  año  de  4  550,  Esteban  G.,  de  Nájera,  imprimió 
en  Zaragoza  un  libro  en  dos  partes,  que  intituló  Silva 

V  En  la  edición  de  1573  se  encuen-  algún  cortesano  de  los  ane  acompa- 

tra  un  gracioso  y  tierno  romance,  ñaron  ¿  Felipe  II,  y  echaba  de  menos 

nuevo,  que  empieza  asi :  á  su  patria. 

¡A?,  Dios  de  mi  ücrra ,  *•  Salv*  (Catálogo,  Londres,  1826, 

Saqneisme  de  aqof !  8.®,  n.<*  60)  cuenta  basta  nueve  Can- 

¡Ay ,  que  Ingalatem  cioneros  generales ;  hablaremos  mas 

Yt  no  es  para  mi !  adelante  del  principal. 
Probablemente  está  compuesto  por 

T.  I.  9 


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130  HISTORIA   DE   LA   LITERATURA   ESPAÍlOLA. 

de  romances^  manifestando  en  el  prólogo  el  derecho 
que  tenia  á  que  se  le  disimulasen  las  faltas  y  errores  de 
su  trabajo ,  atendida  la  imperfección  de  las  tradiciones 
que  servian  de  base  á  su  publicación.  Este  es,  propia- 
mente hablando,  el  primer  Romancero,  recogido  sin  duda 
de  la  tradición  oral,  lo  cual  hace  importantes  y  curiosos 
cuantos  en  él  se  insertaron.  Verdad  es  que  muchos  solo 
son  fragmentos  de  otros  ya  perdidos;  pero  en  cam- 
bio ,  el  del  conde  Claros  está  íntegro ,  cuando  el  Can- 
cionero publicado  cuarenta  años  antes  solo  contiene  de  él 
lo  poco  que  el  editor  pudo  recoger  :  estos  dos  hedios, 
opuestos  entre  sí,  prueban  reunidos  que  las  colecciones 
de  este  género  se  formaban  materialmente,  como  dice  el 
prólogo ,  consultando  la  memoria  del  pueblo. 

Como  procedentes  de  tal  fuente,  los  romances  son  muy 
diversos  en  entonación  y  carácter  :  unos  se  enlazan  con 
las  ficciones  caballerescas  y  la  historia  de  Carlo-Magno, 
siendo  los  mas  notables  el  de  D.  Gaiferos  y  Melisendra, 
y  los  del  marques  de  Mantua  y  el  conde  d'Irlos**.  Otros, 
como  el  de  la  Santa  Cruz  de  Oviedo,  y  el  de  la  conquista 
de  Valencia,  pertenecen  á  los  orígenes  de  la  historia  de 
España  " ,  y  quizá  también  á  aquella  clase  de  romances 
antiguos  castellanos  que  según  Argote  de  Molina  sirvie- 
ron para  formar  la  Crónica  general.  Por  último,  tenemos 
la  tragedia  doméstica  y  dolorosa  del  conde  Alárcos,  que 

*^  Los  que  tratan  de  D.  Gaiferos,  para  el  rey  D.Alonso  el  Católico,  año 

empiezan  :  «  Estábase  la  Condesa  »,  de  794,  como  la  cuenta  el  romance 

t  Vamonos,  dijo  mi  tio » ,  y  c  Assen-  «Reinando  el  rey  Alfonso»,  inserto  en 

tado  está  Gaiferos».  Los  dos  larguí-  el  «  Romancero  de  1550  »,  con  la  nar- 

simos  del  marques  de  Mantua  y  del  ración  de  la  cCrónica  general»  (1604, 

conde  d  *Irlos,  empiezan  :  « De  Man-  parte  iii ,  fol.  29);  y  compárese  tam- 

tua  salió  el  Marques, »  y  c Estábase  bien  el  romance  «  Apretada  está  Va- 

el  conde  d*Irlos».  lencia  »  (Romancero  de  1550),  con  la 

'1  Compárese  la  historia  de  los  án-  «r  Crónica  del  Cid  »,  1583 ,  cap.  183 , 

geles  que  hicieron  la  Santa  Cruz  p.  154. 


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PRIURRA   ÉPOCA.  —  CAPITULO   Yl. 


131 


DOS  lleva  á  un  período  desconocido  de  la  historia  na- 
cional ,  ó  á  alguna  tradición  de  la  cual  solo  ha  quedado 
esta  reliquia  ".  Poquísimos  son  los  que,  en  medio  de  su 
brevedad  é  imperfección,  no  ofrecen  grande  interés,  co- 
mo por  ejemplo,  el  antiquísimo  de  D.  Yergilios,  en  que 
se  le  representa  castigado  por  haber  seducido^á  la  bija  de 
un  rey  ".  Pero  como  muestras  del  espíritu  nacional  que 
predomina  en  toda  la  colección,  son  preferibles  el  de  la 
rota  del  rey  D.  Rodrigo,  al  octavo  dia  de  la  batalla  del 
Guadalete,  en  que  la  España  toda  se  rindió  al  yugo  mu- 
sulmán^, ó  el  de  Garci  Pérez  de  Vargas»  tomado  pro- 
bablemente de  la  Crónica  general,  y  fundado  en  un 
hechot  tan  importante,  que  mereció  el  recuerdo  de  Ma-^ 
riana ,  y  tan  popular ,  que  Cervantes  le  citó  como  muy 
conocido  en  su  tiempo  ". 


s*  Comienza :  «Retraída  está  la  In- 
fanta »  (Romancero,  i550),  v  es  una 
de  las  composiciones  mas  tiernas  y 
bellas  que  hay  en  lengua  alguna. 
Hay  traducciones  de  él  por  Bowring 
( p.  51 ) ,  y  por  Lockbart  ( Roman- 
ces españoles,  Londres,  i823,  4.<*, 
p.  202).  Este  asunto  se  ha  presen- 
tado en  el  teatro  cuando  menos 
cuatro  feces ,  á  saber  :  por  Lope  de 
Veaa,  en  su  «Fuerza  lastimosas»;  por 
Guillen  de  Castro,  por  Mira  de  Ames- 
cua,y  por  José  J.  Milanés,  poeta  haba- 
nero, cuyas  obras  se  imprimieron  en 
aquella  ciudad  en  1846  (o  tomos,  8.°)t 
Los  tres  ültimos  intitulan  sus  dra- 
mas «El  conde  Alárcos» ;  el  mejor,  á 
nuestro  juicio,  es  la  comedia  de  Mira 
de  Amescua ,  que  está  en  el  tomo  v 
de  las  «  Comedias  escogidas  »  (16K5, 
4.*^);  pero  la  de  Milanés  tiene  trozos 
llenos  de  pasión  v  de  fuego. 

»*  «Mandó  el  Rey  prender  Verci- 
lios»  (Romancero  de  1550),  es  de  los 
mas  antiguos,  y  está  lleno  de  la  leal- 
tad y  caballerosidad  de  aquellos  tiem- 
pos* Sabido  es  que  Virgilio,  en  la  edad 
media,  representó  diversos  papeles, 
ya  de  caballero,  ya  de  encantador* 


.  ^*  Compárense  los  romances  que 
empiezan  « Las  huestes  de  Don  Ro- 
drigo )s  y  «  Después  que  el  rey  Don 
Rodrigo»,  con  la  «  Crónica  del  rey 
Don  Rodrigo» y  la  Destruvcion  de 
España».  ( Alcalá ,  1567 ,  fól.,  capí- 
tulos 238,  254.)  Hay  una  valiente  y 
hermosa  traducción  del  primero, he- 
cha por  Lockhart,  y  publicada  en 
sus  «  Antiguos  romances  españoles  » 
(Londres,  1823, 4.°,  p.  5),  obra  llena 
de  ingenio ,  y  superior  en  su  clase 
á  cuantas  conocemos  en  otras  len- 
guas. 

55  Ortiz  de  Zúniga  (Anales  de  Se- 
viira,  apéndice,  p.  851)  imprimió  este 
romance ,  y  dice  que  estaba  ya  im- 

Í»reso  doscientos  años  antes.  Si  esto 
uese  cierto,  seria ,  a  no  dudarlo,  el 
primer  romance  impreso  en  lengua 
castellana.  Pero  Ortiz  de  Zúñiga, co- 
mo muchos  de  sus  compatriotas, 
tiene  escasa  crítica  en  esta  materia. 
La  historia  de  Garci  Pérez  de  Vargas 
está  en  la  «  Crónica  general » ,  par- 
te IV ;  en  la  « Crónica  de  Don  Fer- 
nando 111» ,  cap.  48 ;  y  en  Mariana, « His- 
toria», lib.  XII,  cap.  7. 


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132  tllSTOniA  DE   LA  LITERATURA  ESPAt^OLA. 

El  Bomancero  de  que  hablamos  obtuvo  tal  éicito,  que 
en  menos  de  cinco  años  se  reprodujo  en  tres  nuevas 
ediciones ,  de  las  cuales  la  última ,  publicada  en  1 555, 
es  la  mas  conocida,  con  el  nombre  de  Cancionero  de  Am- 
béres,  y  también  la  mas  completa.  Siguiéronse  otras  co- 
lecciones del  mismo  género ,  y  principalmente  una  en 
nueve  partes,  que  se  publicaron  separadamente,  desde  el 
año  de  4  593  hasta  el  de  4  597,  en  Valencia ,  Buidos,  To- 
ledo, Alcalá  y  Madrid ;  variedad  de  orígenes  ala  que  de- 
bemos no  solo  el  gran  número  de  romances  que  aun  se 
conserva ,  sino  que  también  la  riqueza  y  diversidad  de 
los  asuntos,  porque  todas  las  provincias  de  España, 
exceptuando  la  parte  del  sudoeste,  enviaron  sus  tesoros 
á  este  inmenso  depósito  de  la  poesía  popular  nacional. 
Recibido  con  el  mismo  entusiasmo  que  su  humilde  pre- 
decesor, quizá  mayor  todavía,  á  pesar  de  su  aumento  y 
volumen,  dicha  colección  obtuvo  desde  luego  gran  po- 
pularidad y  se  hicieron  cuatro  reimpresiones  en  quince 
años ,  siendo  la  última  lá  que  salió  en  trece  partes,  pu- 
blicadas desde  1 605  á  1 61 4 ,  con  el  título  de  Romancero 
general ,  en  el  cual,  y  en  otros  anteriores  y  mas  reduci- 
dos, hallamos  hoy  dia  lo  mas  interesante  y  curioso  de  la 
poesía  primitiva  popular  de  España.  Pasan  de  mil  los  ro- 
mances comprendidos  en  estas  diferentes  colecciones'*. 

Pero  es  preciso  confesar  que  desde  entonces  acá  es 
muy  poco  lo  que  se  ha  trabajado  por  enriquecer  y  au- 
mentar este  tesoro  :  verdad  es  que  se  han  reimpreso 
varias  veces ,  según  la  necesidad  y  pedido  que  de  ellas 
habia,  las  colecciones  especiales  de  los  Doce  Pares,  y 
del  Cid ;  pero  desde  mediados,  ó  mas  bien  desde  fines 

^  Apéndice  B ,  sobre  los  Romanceros. 


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PRIMERA  ÉPOCA.  —  CAPÍTULO   VI.  133 

del  siglo  xYii ,  los  verdaderos  romances  populares,  hi<- 
jos  del  corazoD  y  de  las  tradiciones  del  pueblo ,  fueron 
mirados  con  desprecio ,  y  quedaron  depositados  entre 
las  clases  mas  humildes  del  mismo.  Allí,  como  en  su 
suelo  nativo ,  se  han  guardado  y  cultivado  con  el  mis- 
mo cariño  que  los  acogió  á  su  aparición ;  allí  se  encon^ 
traban  también  los  únicos  Romanceros,  hasta  que  Quin- 
tana, Depping  y  Duran,  verdaderos  intérpretes  déla 
opinión  del  siglo  en  que  vivimos,  los  han  vuelto  á  pre- 
sentar á  la  luz  y  al  favor  público. 

Sin  embargo ,  las  colecciones  antiguas  del  siglo  xvi 
deben  ser  miradas  como  las  legítimas  y  verdaderas  fuen^ 
tes  donde  habrán  de  buscarse  los  romances  primitivos; 
sobre  lodo,  la  publicada  desde  1593  &  1597  es  muy 
apreciablé,  por  la  circunstancia  que  hemos  señalado 
de  que  todas  las  provincias  de  la  Península  contribuye- 
ron á  su  formación.  Si  pues  al  tesoro  de  romances  que 
contiene  añadimos  los  insertos  en  el  Cancionero  de  1 51 1 , 
y  los  del  Bomancero  de  1 550,  tendremos  el  gran  cuerpo 
de  antiguos  romances  españoles  anónimos  mas  con- 
forme y  ajustado  á  la  tradición  popular,  á  la  que  deben 
sus  mejores  galas. 

Dejando  á  un  lado  la  cuestión  de  su  conservación  y 
compilación,  lo  que  casi  raya  en  lo  imposible  es  el  dis- 
ponerlos en  orden  cronológico.  Imprimiéronse  desde 
luego  en  tomos  pequeños  ó  en  pliegos  sueltos,  según  se 
encontraban  ó  componían ;  los  antiguos,  conservados  por 
la  tradición  oral  y  cantados  por  los  ciegos  en  las  calles, 
al  lado  de  los  compuestos  por  Lope  de  Vega  ,  Góngora 
y  otros  poetas  :  de  esta  manera  se  fueron  aglomerando 
en  los  Romanceros  generales ,  sin  expresar  el  nombre 


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134  KISTORIA   DE   LA   LITERATURA   ESPAf^OLA. 

de  los  autores  ni  establecer  distinción  alguna  entre  los 
antiguos  y  los  modernos ;  aun  mas ,  sin  reunir  siquiera 
en  un  cuerpo  los  pertenecientes  al  mismo  asunto.  Todo 
lo  cual  nos  induce  á  creer  que  su  impresión  no  tuvo  mas 
objeto  que  el  proporcionar  solaz  á  las  clases  laboriosas 
del  pais ,  y  divertir  el  ocio  del  soldado  que  combatia 
bajo  las  banderas  del  Emperador  y  de  su  hijo,  en  Italia, 
Alemania  y  Flándes;  de  donde  procede  que  su  coordi- 
nación se  miró  desde  luego  como  cosa  poco  importante. 
Solo  resta  tratar  de  ellos  bajo  el  aspecto  de  la  materia 
á  que  se  refieren ,  y  para  esto  los  distribuiremos  en  el 
orden  siguiente  :  1  .•  Romances  de  ficciones  caballeres- 
cas, y  principalmente  de  Carlo-Magno  y  los  Doce  Pa- 
res ;  2."  Romances  relativos  á  la  historia  de  España  y 
sus  tradiciones,  á  que  van  agregados  algunos  de  la  his- 
toria antigua  ;  3.*  Romances  moriscos,  y  4.**  Romances 
de  costumbres  y  de  la  vida  doméstica  de  los  españoles. 
Todo  romance  antiguo  que  no  pueda  clasificarse  natural- 
mente en  una  de  estas  cuatro  grandes  divisiones «  no 
merece  rigurosamente  el  nombre  de  tal,  y  si  alguno 
existe ,  su  escasa  importancia  no  vale  la')pena  de  tratar 
de  él  por  separado. 


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CAPITULO  Vil. 

Romances  caballerescos.— Romances  históricos.— Bernardo  del  Carpió. 
—Fernán  González.— Los  Siete  Infantes  de  Lara.— El  Cid.— Romances 
sobre  asuntos  de  la  historia  antigua ,  y  de  la  fábula ,  sagrados  y  profa- 
nos.—Romances  moriscos.— Romances  varios,  amatorios,  jocosos,  satí- 
ricos, etc. — Carácter  de  los  antiguos  romances  castellanos. 

Romances  caballerescos.  Lo  primero  que  llama  la 
atención  en  los  romances  antiguos  castellanos  es  el 
espíritu  verdaderamente  nacional  que  en  todos  y  cada 
uno  de  ellos  domina.  Pero  en  vano  buscaríamos  en  ellos 
aquellas  ficciones  que  tanto  abundan  en  los  cantos  po- 
pulares de  otras  naciones  en  aquella  época  :  hasta  los 
mismos  personajes  caballerescos ,  y  su  acostumbrado 
séquito,  que  forman  la  base  de  estas  ficciones,  se  echan 
de  menos  en  los  romances ,  á  pesar  de  su  afinidad  con 
el  carácter  y  condición  social  de  los  españoles.  Nada, 
en  efecto,  se  dice  en  ellos  del  rey  Arturo  y  su  Tabla  re- 
donda ;  nada  de  la  Mervoile  del  Graal,  ó  Maravilla  del 
Graal ;  nada  de  Perceval ,  ni  de  los  Palmerines ,  ni  de 
otros  muchos  famosos  héroes  de  la  tierra  clásica  de  la 
caballería.  Algunos,  sin  embargo,  hacen  mas  adelante 
gran  papel  en  las  novelas  castellanas  en  prosa ;  pero  por 
mucho  tiempo  tuvo  España  bastante  con  su  propia  his- 
toria para  alimentar  su  poesía  popular.  Así  pues,  aun- 
que Amadis,  Lanzarote  del  Lago,  Trislan  de  Leonis  y 


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136  UISTORU   DE   LA. LITERATURA   ESPAÑOLA. 

SUS  compañeros  se  preseütan  de  vez  en  cuaodo  en  los 
romances,  es  solo  después  qae  las  novelas  en  prosa, 
llenas  de  sus  aventuras,  los  han  dado  á  conocer  :  aun 
entonces  aparecen  como  advenedizos,  sin  ocupar  un  lu- 
gar bien  definido ,  porque*  las  historias  del  Cid  y  de 
Bernardo  del  Carpió  llenaban  casi  exclusivamente  los 
corazones  castellanos,  dejando  en  ellos  poco  espacio 
para  invenciones  comparativamente  mas  frias  é  insus- 
tanciales. 

La  única  excepción  notable  áesta  regla,  casi  general, 
se  halla  en  las  historias  enlazadas  con  Carlo-Magno  y 
sus  Doce  Pares.  Este  gran  monarca ,  que  en  la  época 
mas  sombría  y  aciaga  de  la  Europa,  desde  los  tiempos 
de  la  república  romana ,  sacó  á  las  demás  naciones  de 
su  letargo,  no  solo  por  la  gloria  de  sus  conquistas,  sino 
que  también  por  la  magnificencia  de  sus  instituciones 
civiles,  atravesó  el  Pirineo  á  fines  del  siglo  viii,  llamado 
por  uncf  de  sus  aliados  musulmanes,  y  devastó  las  fron- 
teras españolas  hasta  la  ribera  del  Ebro,  tomando  también 
á  Pamplona  y  Zaragoza\  La  impresión  que  allí  produjo 
parece  haber  sido  la  misma  que  en  todas  las  demás  par- 
tes en  que  estuvo,  y  desde  entonces  el  esplendor  de  su 
renombre  y  de  sus  hechos  se  mezcló  qn  la  mente  del 
pueblo  castellano  con  la  idea  fantástica  de  sus  propias 
hazañas,  dando  origen  á  aquella  serie  de  ficciones  po- 
pulares que  anda  unida  con  la  historia  de  Bernardo  del 
Carpió,  y  concluye  en  la  gran  derrota,  donde,  según  se 
persuade  la  vanidad  nacional, 

«Garlomagno  y  su  pairia 
DSQCurobió  en  Fuenterrabía. » 

1  SismoDdi,  ff  Histoire  des  Franjáis  »,  París ,  1831»  8.^,  t  n,  pp.  357-960. 


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PRIMERA  ÉPOCA.  —  CAPITVLO   Vil.  137 

Estas  novelescas  aventuras  (dejando  á  un  lado  la  his- 
toria)» en  las  que  aparecen  los  paladines  franceses  aso- 
ciados con  héroes  españoles  fabulosos,  tales  como  Mon- 
tesinos y  Durandarte*,  y  á  veces  con  el  noble  moro  Ca- 
laínos, están  descritas  con  bastante  minuciosidad  en  los 
antiguos  romances.  La  mayor  parte,  que  comprende  los 
mas  laicos  y  los  mejores,  se  encuentra  en  el  Romancero 
de  4  550-1 555 ,  á  los  que  pueden  añadirse  unos  cuantos 
del  de  1593-1597,  entre  todos  como  unos  cincuenta, 
de  los  cuales  treinta  están  exclusivamente  dedicados 
álos  Doce  Pares,  y  se  publicaron  juntos  por  primera 
vez  en|1 608.  Algunos  son  evidentemente  muy  antiguos ; 
como,  por  ejemplo,  el  del  conde  d'Irlos,  el  del  mar- 
ques de  Mantua ,  dos  del  conde  Claros  de  Montalvan ,  y 
los  dos  fragmentos  del  de  Durandarte,  el  último  de  los 
cuales  se  encuentra  ya  en  el  Cancionero  de  1 51 1 '. 

Los  romances  de  esta  clase  son  por  lo  común  bastante 
largos,  y  tienen  alguna  analogía  con  las  antiguas  no- 
velas métricas  inglesas  y  francesas,  como,  por  ejemplo, 
el  del  conde  d'Irlos,  que  consta  de  unos  mil  trescientos 
versos.  Los  mas  extensos  son  generalmente  los  mejores, 
al  paso  que  aquellos  en  que  por  largos  trozos  se  conserva 
el  mismo  asonante,  y  á  veces  también  el  mismo  consonan- 

s  Fígaran  tanto  Durandarte  y  MoD-  hilo»,  que  lleva  en  si  mismo  la 

tesinos  en  la  Tisíta  de  Don  QuUote  á  prueba  de  su  antigftedad,  por  la  cir^ 

la  Carnosa  cueva ,  que  todo  cuanto  de  cunstancia  de  contarse  las  horas  por 

ellos  pueda  decirse,  se  encuentra  el  gotear  del  agua;  tAca^a  va  el  Em- 

ya  en  las  notas  de  Pellicer  y  de  Cíe-  perador» ,  citado  también  con  fre- 

mencin  á  la  seffunda  parte  de  tLa  cuencia  por  Cervantes ;  ;r  tOBeler- 

vida  y  hechos  del  ingenioso  hidalgo»,  ma ,  6  Belerma  »,  traduado  al  inglés 

*  Estos  romances  comienzan  asi :  porM.G.Lewis;  pudiendo  añadirse: 

c  Estábase  el  conde  d*lrlos  »,  que  es  c  Durandarte ,  Durandarte  » ,  que  se 

el  mas  largo  que  yo  conozco ;  «  Asen-  encuentra  en  el  cRomancero  de  Am- 

tado  está  Gaiferos»,  que  es  uno  de  béres»,  y  en  los  antiguos  Caneionerotf 

los  mejores ,  citado  varias  veces  por  generales. 
Cervantes;  «Media  noche  era  por 


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138  HISTORIA   DE    LA   LITERATURA    BSPAfJOLA. 

te ,  presentan  con  la  prolongación  de  sus  cadencias  un 
tono  compasado  y  solemne ,  que  produce  el  efecto  de 
un  armonioso  y  sostenido  recitado. 

Considerados  englobo  los  romances  ofrecen  un  estilo 
grave  y  pausado,  que  no  excluye  la  viveza  de  una  nar- 
ración pintoresca  y  animada,  y  que  en  nada  se  asemeja 
al  de  las  desvariadas  y  extravagantes  ficciones  de  la 
misma  clase  que  posteriormente  se  compusieron  en  Ita- 
lia, ni  aun  á  los  pocos  romances  que  se  hicieron  mas 
tarde  en  la  misma  España  ,  tomando  por  base  las  fan- 
tásticas creaciones  de  Boyardo  y  del  Ariosto ;  pero  en 
todos  tiempos  y  bajo  cualquiera  forma  esta  clase  de  ro- 
mances ha  sido  siempre  la  poesía  del  pueblo  :  hállanse 
ya  mencionados  como  tales ,  hace  cerca  de  quinientos 
años,  en  las  antiguas  crónicas  nacionales ;  y  al  hablar 
el  padre  Sarmiento,  á  fines  del  siglo  pasado,  del  Roman- 
cero de  los  Doce  Pares,  dice  que  le  sabian  de  coro  el 
vulgo  y  hasta  los  niños  ^. 

RoMAMCEs  HISTÓRICOS.  La  mayor  parte,  y  la  mas  im- 
portante de  los  romances  castellanos,  se  compone  de  los 
históricos ;  y  esto  se  explica  fácilmente.  Los  antiguos 
héroes  castellanos  participan  hasta  tal  punto  del  carácter 
popular,  y  sus  hazañas  afectaban  tan  de  cerca  á  la  con- 
dición personal  de  los  cristianos  de  la  Península,  que 
aquellos  héroes  y  aquellas  hazañas  debieron  ser  natural- 
mente el  primero  y  principal  objeto  de  una  poesía  que  ha 
ofrecido  constantemente  la  forma  mas  adecuada  para  la 
expresión  de  los  sentimientos  y  pasiones  populares.  Sería 
muy  fácil,  por  tanto,  formar  una  colección  de  estos 
romances,  si  bien  escasa  por  lo  tocante  á  las  épocas 

*  « Memorias  para  la  historia  de  la  poe*  )  castellana ,»  seoc.  528. 


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PRIMERA  ÉPOCA.  —  CAPITULO  Vil,  139 

romana  y  goda ,  muy  numerosa  á  contar  desde  el  tiempo 
de  D.  Rodrigo  y  la  dominación  sarracena,  hasta  que  los 
Reyes  Católicos  terminaron  gloriosamente  la  reconquista 
con  la  toma  de  Granada  :  colección  que  constituiría  por 
sí  sola  una  ilustración  poética  á  la  historia  de  España, 
tal  cual  no  puede  presentarla  ninguna  otra  nación.  Pero 
basta  á  nuestro  intento  escoger  algunos  trozos  de  estos 
notables  romances,  consagrados  á  los  principales  héroes 
(personajes  medio  fantásticos,  medio  históricos]  que, 
desde  fines  del  siglo  vm  hasta  principios  del  xii,  forman 
completamente  la  base  de  las  antiguas  tradiciones,  y 
sirven  para  ilustrar  el  primitivo  carácter  español,  y  la 
poesía  que  de  él  nació. 

El  primero  de  estos  héroes  en  el  orden  cronológico 
es  Bernardo  del  Carpió,  sobre  el  cual  tenemos  cerca  de 
cua^renta  romances,  que,  con.  lo  que  acerca  de  él  refiere 
la  Crónica  de  Alfonso  X ,  han  dado  materia  para  muchos 
dramas  y  novelas ,  y  para  tres  poemas  heroicos  de  mu- 
cha extensión.  Según  estas  antiguas  narraciones,  Ber- 
nardo del  Carpió  floreció  hacia  el  año  de  800,  siendo 
el  fruto  de  los  amores  clandestinos  del  c^nde  de  Saldaña 
con  la  hermana  de  Alonso  el  Casto ;  lo  cual  ofendió  de  tal 
manera  al  Rey ,  que  mandó  encerrar  al  Conde  en  una 
prisión  perpetua,  y  á  la  Infanta  en  un  monasterio,  edu- 
cando á  Bernardo  como  si  fuera  hijo  suyo, aunque  pro- 
curando que  ignorara  siempre  el  nombre  de  sus  padres. 
Las  hazañas  de  Bernardo,  que  concluyen  con  la  batalla  de 
Roncesvalles ;  sus  esfuerzos  para  libertar  á  su  padre, 
luego  que  supo  quién  era ;  la  doblez  del  Rey,  faltando 
repetidas  veces  á  la  palabra  que  habia  empeñado  de  darle 
libertad;  la  desesperación  de  Bernardo,  y  su  rebelión 


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140  HISTORIA   DR   LA   LITERATURA   ESPAÑOLA. 

al  oir  que  el  Conde  su  padre  ha  muerto  eu  el  encierro, 
están  tratadas  en  los  romances  con  tanta  extensión  como 
en  las  Crónicas,  y  constituyen  la  parte  mas  interesante 
y  novelesca  de  unos  y  otras*. 

De  los  romances  relativos  á  esta  historia,  que  gene- 
ralmente se  supone  pasó  toda  durante  un  reinado,  mien- 
tras la  Crónica  la  extiende  á  tres,  ninguno  hay  acaso 
mas  bello  que  aquel  en  que  el  conde  de  Saldaña ,  en  su 
solitario  encierro,  se  querella  de  su  hijo,  suponiéndole 
sabedor  de  que  él  es  su  padre,  y  de  la  Infanta,  de  quien 
sospecha  que  se  halla  en  connivencia  con  el  Rey,  su 
hermano.  Después  de  la  descripción  del  castillo  que  le 
sirve  de  prisión ,  dice  así  el  Conde  : 

Los  tiempos  de  mi  prisión  Todos  tres  sois  mis  contraríos ; 

Un  aborrecida  y  larga ,  qae  á  un  desdichado  no  basta 

por  momentos  me  lo  dizen  que  sus  contraríos  lo  sean , 

aquestas  mis  trístes  canas.  sino  sus  propias  entrañas. 

Quando  entré  en  este  castillo.         Todos  los  que  aquí  me  tienen 

apenas  entré  con  barbas,  me  cuentan  de  tus  liazañas ; 

y  agora  por  mis  pecados  si  para  tu  padre  no , 

las  veo  crecidas  y  blancas.  dime  para  quien  las  guardas  ? 

¿  Qué  descuido  es  este,  hijo  ?  Aqui  estoy  en  estos  hierros, 

¿  Cómo  á  yozes  no  te  llama  y  pues  dellos  no  me  sacas , 

la  sangre  que  tienes  mia  mal  padre  debo  de  ser, 

á  socorrer  donde  falta!  ó  mal  hijo ,  pues  me  faltas. 

Sin  duda  que  te  detiene  Perdóname  si  te  ofendo, 

la  que  de  tu  madre  alcan^,  que  descanso  en  las  palabras , 

que  por  ser  de  la  del  Rey  que  yo  como  viejo  lloro, 

juzgarás  cual  él  mi  causa.  y  tú  como  ausente  callas  *. 

Los  antiguos  romances  españoles  tienen  entre  sí  mu- 
cha analogía  y  semejanza ,  tanto  en  el  tono  como  en  las 


'  La  historia  de  Bernardo  se  en-  cioo  de  1604;  pero  debe  ser  casi  del 
cuentra  en  la  «Crónica  general »,  par-   todo  fabulosa, 
te  ni ,  y  principia  al  fol.  30  en  la  edi-      •  cRomancero  general»,  1602,  f.  46 ; 


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PBIMRRA   ÉPOCA.  —  CAPITULO   VII.  141 

palabras ;  algunos  dan  á  veces  claros  indicios  de  haber 
sido  tomados  de  una  misma  fuente ;  por  ejemplo ,  otro 
de  ellos,  también  relativo  á  la  prisión  del  conde  de  Sal- 
daña  ,  reproduce  la  larga  duración  de  su  encierro ,  y 
otras  varias  ideas  del  anterior  ^  en  las  siguientes  nolables 
palabras,  puestas  en  boca  de  Bernardo  dirigiéndose  al 
Rey: 


Cansadas  ya  las  paredes 
de  guardar  en  tanto  tiempo 
á  un  hombre  que  vieron  mo^o 
y  ya  le  ven  cano  y  viejo. 


Si  ya  sus  colpas  merecen 
qoe  sangre  sea  en  su  descuento, 
harta  suya  he  derramado, 
y  toda  en  servicio  vuestro  t. 


Al  leer  los  romances  de  Bernardo  del  Carpió  llama 
notablemente  la  atención  su  gran  semejanza  con  ciertos 
pasajes  análogos  de  la  Crónica  general,  y  así  no  cabe 
duda  que  algunos  de  ellos  están  copiados  de  esta ;  asC 
como  es  posible  y  aun  probable  que  otros  hayan  exis- 
tido, bajo  una  forma  mas  antigua,  entre  los  materiales 
poéticos,  con  los  cuales  consta  se  formó  dicha  Crónica*. 


pero  ya  se  babia  impreso  en  i505. 

^  Este  es  sin  duda  alguna  uno  de 
los  romances  mas  antiguos  oue  se 
conocen,  á  pesar  de  que  no  se  impri- 
mió ,  que  sepamos,  basta  el  año  de 
iS07.  c  Flor  de  romances , »  ( novena 
parte,  Madrid,  12.»,  fol.  45.)--Duran 
lo  pone  entre  los  suyos,  aunque  con 
algunas  variantes. 

*  El  romance  que  comienza  «En 
corte  del  casto  Alfonso  »  ( Roman- 
cero de  1553),  está  sacado  de  la  «Cró- 
nica general  >  ( parte  in ,  fol.  52 ,  55 , 
edic.  de  1604),  como  lo  prueba  el  si- 
gniente  pasaje : 

Quando  Bernaldo  lo  tupo 
Pesoie  A  grzn  demasfa , 
Tanto  que  dentro  en  el  cuerpo 
La  sangre  te  le  vohia. 
Yendo  para  tu  potada 
Muy  grande  llanto  hacia , 
YitÜote pañot  de  luto, 
Y  delante  el  Rey  se  iba. 
El  Bey  quando  asi  le  vid. 


Desta  suerte  le  deeia : 
•Bernaldo,  por  aventura, 
Cobdieíat  la  muerte  mía  ?• 

La  «  Crónica  »  dice  asi :  <  B  él  ( Ber- 
nardo) quandol  supo ,  que  su  padre 
era  preso,  pésol  mucho  de  coraron,  e 
boUnásele  la  sangre  en  el  cuerpo,  e 
fuesse  para  su  posada ,  faciendo  el 
mayor  duelo  del  mundo ;  e  vistióse 
paños  de  duelo,  e  fuesse  para  el  Rey 
Don  Alfonso:  e  el  Rey,  cuando  lo  vi- 
do,  dixol :  Bernaldo,  cobdiciades  la 
muerte  nUaT»  Claro  está  que  en  el 
caso  presente  la  «Crónica»  sirvió  de 
original  al  romance.  Algo  mas  difícil, 
por  no  decir  imposible,  es  designar 
algún  romance  que  haya  servido  de 
origínala  la  «Crónica», porque seeu- 
ramente  no  existe  ya  ninguno  de  ellos 
en  la  misma  forma  que  tenían  cuan- 
do esta  se  compilaba  á  mediados  del 
siglo  xui ,  y  por  lo  tanto  no  podemos 
presentar  muestras,  en  este  sentido. 


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142  HISTORIA   DE   LA   LITERATURA   BSPAftOLA. 

Los  mejores  son  los  que  menos  se  ajustan  al  texto 
literal  de  la  historia ;  pero  su  conjunto  forma  una  cu- 
riosa é  interesante  serie,  que  derrama  mucha  luz  sobre 
las  costumbres  y  sentimientos  populares,  tanto  de  la 
época  borrascosa  á  que  se  refieren ,  como  de  las  pos- 
teriores, en  que  se  escribieron  sin  duda  muchos  de 
ellos. 

Siguen  á  estos  los  de  Fernán  González,  caudillo  po- 
pular, que  ya  hemos  nombrado  al  hablar  de  su  Crónica 
rimada,  y  que  á  mediados  del  siglo  x  reconquistó  á 
Castilla  de  los  moros ,  y  fué  el  primero  de  sus  condes 
soberanos.  El  número  de  estos  romances  no  pasa  de 
veinte,  siéndolos  mas  poéticos  aquellos  donde  se  cuenta 
cómo  fué  por  dos  veces  rescatado  de  la  prisión  por  su 
alentada  esposa ,  y  los  que  refieren  sus  cuestiones  con 
el  rey  D.  Sancho,  en  las  cuales  dio  pruebas  del  espíritu 
mañero  y  turbulento  que  tanto  distingue  á  los  señores 
feudales  de  la  edad  media.  La  mayor  parte  de  los  hechos 
que  en  ellos  se  refieren  están  en  la  tercera  parte  de  la  Cró- 
nica general;  y  aunque  no  son  muchos  los  romances  que 
puedan  señalarse  como  derivados  déla  misma,  con  tanta 
claridad  como  algunos  de  los  de  Bernardo  del  Carpió, 
hay  sin  embargo  dos  ó  tres,  por  lo  menos,  que  la  deben 
su  origen,  al  paso  que  otros  dan  indicios  de  haber  sido, 

de  una  correspondencia  de  palabras  Gesta,  á  que  él  mismo  alude,  pu- 

como  la  que  hemos  citado  arriba.  No  díendo  entre  otros  servir  de  ejemplo 

sena  sin  embargo  de  extrañar  que  los  tres  que  comienzan :  <  Contan- 

'  algunos  de  estos  romances  de  Ber-  dolé  estaba  un  día  » ,  <  Antes  que 

nardo,  incluidos  en  la  sexta  parte  de  barbas  tuviese ,  >  y  «  Mal  mis  servi- 

la  c  Flor  de  Romances»  (Toledo  ,  cios  pagaste,»  cuyo  lenguaje  perte- 

1584,  iS,**),  y  que  Pedro  Flores  nos  nece  sin  duda  alguna  á  la  época  de 

dice  baber  recogido  de  la  tradición,  Carlos  V  y  Felipe  11;  pero  cuyas  ideas 

hubiesen  sido  conocidos  en  los  tiem-  y  sentimientos  se  remontan  á  otra 

pos  de  Alonso  el  Sabio ,  y  hubiesen  mucho  mas  antigua, 
formado  parte  de  los  Cantares  de 


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PIUMBRA  ÉPOCA.  —  CAPÍTULO   Vil.  143 

bajo  formas  mas  toscas,  anteriores  á  ella,  y  haberla  tam- 
bién provisto  de  materiales*. 

Vienen  naturalmente  á  continuación  los  de  los  Siete 
Infantes  de  Lara  ♦  que  vivieron  en  tiempo  de  Garci  Fer- 
nandez, el  hijo  de  Fernán  González.  Algunos  son  muy 
bellos,  y  la  leyenda  á  que  hacen  referencia  una  de  las 
mas  atractivas  de  la  historia  de  España.  Los  Siete  In- 
fantes de  Lara ,  á  consecuencia  de  una  disputa  doméstica, 
fueron  alevosamente  entregados  por  su  tio  á  los  moros, 
que  les  dieron  la  muerte;  y  su  padre,  por  medio  de  una 
indigna  traición ,  se  vio  encerrado  en  una  prisión  mo- 
risca, donde  una  noble  dama  musulmana  le  hizo  padre 
del  famoso  Mudarra,  que  vino  á  ser  con  el  tiempo  el 
vengador  de  la  familia.  Acerca  de  este  asunto  existen 
como  unos  treinta  romances,  paite  de  ellos  muy  antiguos, 
y  en  los  cuales  se  refieren  sucesos  que,  ya  sean  de  pura 
invención ,  ya  sean  tradicionales,  no  se  encuentran  en 
ninguna  otra  parte,  aunque  en  otros  varios  se  echa 
bien  de  ver  su  procedencia  directa  de  la  Crónica  gene- 
ral. El  trozo  siguiente  pertenece  á  uno  de  los  de  esta 
última  clase,  y  presenta  una  hermosa  muestra  de  los 
demás"  : 

^  Uno  de  los  romances  qoe,  según  don  de  una  de  sos  victorias  sobre 

creemos,  deben  su  origen  á  la  «Giró-  Almanzor,  no  referida  en  otra  parte, 

nica  general  v ,  es  el  que  en  el  Ro-  y  es  por  tanto  uno  de  los  mas  nota- 

BUkocero  de  1555  principia  :  «  Preso  bles. 

está  Fernán  Gonr^lez»,  aunaue  la  ^®  La  historia  de  los  Siete  Infantes 

«Crónica»  (parte  ni,  fol.  62,  edic.  de  de  Lara,  en  la  «  Crónica  general  » 

1604)  habla  de  un  conde  normando  (parte  ni,  edic.  de  1604),  comienza  al 

que  sobornó  al  castellano ,  mientras  rol.  74.  —  Poseemos  también  un  cu- 

en  el  romance  se  dice  que  era  lom-  rioso  libro ,  con  cuarenta  grabados, 

bardo.  Otro ,  escrito  con  tanto  brío  ane  contiene  esta  historia,  por  Othon 

como  los  dos  últimamente  citados,  Vaenius  /literato  y  artista ,  que  mu- 

que  se  encuentra  en  la  «Flor  de  ro-  rió  en  1654.  Su  titulo  es:  «  Historia 

manees  »  (sétima  parte ,  Alcalá,  1597,  septeminfantium  de  Lara.>(Ambéres, 

18.^,  fol.  65) ,  y  principia :  «El  conde  1612,  folio.)  De  un  ejemplar,  aunque 

Fernán  González, »  contiene  la  reía-  falto,  da  eita  obra,  se  valió  sin  duda 


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144  HISTORU  DE  LA  LITCRATÜRA  ESPAÑOLA. 

á  huir  luego  echarfan; 
ysiellosYOsagaardan 


íQaién  es  aquel  caballero 
que  tan  gran  traición  hacia? 
Ruy  Velazquez  es  de  Lara 
que  á  sus  sobrinos  vendía. 
En  el  campo  de  Almenar 
á  los  Infantes  decia; 
que  fuesen  á  correr  moros, 
que  él  los  acorrería, 
que  habrían  muy  gran  ganancia, 
muchos  captivos  traerían. 
Ellos  en  aquesto  estando 
grandes  gentes  parecían ; 
mas  de  diez  mil  son  los  moros, 
las  enseñas  traen  tendidas. 
Los  Infantes  le  preguntan 
qué  gente  es  la  que  venia. 
-*No  hayáis  mi¿do,  mis  sobrinos, 
Ruy  Yelazques  i'ei^Mmdia, 
todos  son  moros  astrosos, 
moros  de  poca  valia', 
que  viendo  que  vais  á  ellos 


yo  en  vuestro  socorro  iria : 
corrílos  yo  muchas  veces, 
ninguno  lo  defendía. 
A  ellos  id,  mis  sobrinos, 
no  mostredes  cobardía. — 
¡  Palabras  son  engañosas 
y  de  muy  grande  falsía ! 
Los  Infantes  como  buenos 
con  moros  arremetían : 
Caballeros  son  doscientos 
los  que  su  guarda  seguían. 
El  á  furto  de  cristianos 
é  los  moros  se  venía: 
dijoles  que  sus  sobrinos 
no  escape  ninguno  á  vida, 
que  les  corten  las  cabezas 
quel  no  los  defenderia : 
docientos  hombres  no  mas 
lleban  en  compañía. 


Pero,  como  ha  podido  verse,  el  objeto  predilecto  de 
que  se  apoderó  la  poesía  popular,  cuando  el  lenguaje 
principiaba  á  formarse,  fue  el  Cid,  acerca  del  cual  exis- 
ten mayor  número  de  romances  que  de  ninguno  de  los 
demás  héroes  que  ofrece  en  España  la  historia  ó  la  tra- 
dición *^ 


Southey,  para  sus  notas  ¿  la  «Crónica 
del  Cid  >  (p.  401).— Sepúl veda  {Uñí, 
Si)  tiene  muy  buenos  romances  so- 
bre este  asunto ,  uno  de  los  cuales 
queda  ya  citado  en  el  texto ;  y  el  pa- 
saje de  la  «Crónica  general  v,  de  don- 
de se  tomó ,  está  al  fol.  78  de  la  ci- 
Uda  edición  de  1604. 


**  En  un  poema  escrito  en  latin 
bárbaro ,  impreso  con  gran  esmero 
por  Sandoval  (Reyes  de  Castilla, 
Pamplona,  1615,  fol.  189,  etc.),  y  cuyo 
autor  debió  sin  dada  bailarse  en  el 
sitio  de  Almeria  en  1147,  se  encuen- 
tran los  versos  siguientes : 


Ijpse  Rodericos ,  Mió  CU  semper  vocatos. 

De  quo  eantatur,  qood  ab  hoatibns  haifd  superatns , 

Qui  domnit  Moros,  comités  qvoqoe  domuit  nostros,  etc. 

Este  poema  debió  haber  estado  es-  pudiera  haber  sido  otra  cosa  sino 
crito  en  castellano,  según  la  frase   una  colección  de  romances. 
Mío  Cidf  en  cuyo  caso  difícilmente 


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PRIMRflA   ÉPOCA.  —  CAPITULO   Vil.  145 

La  primera  colección  separada  que  de  ellos  se  hizo 
fué  la  de  1 61 2 ,  que  ha  continuado  desde  entonces  reim- 
primiéndose, tanto  en  España  como  en  el  extranjero,  hasta 
nuestros  dias^*.  Contiene  hasta  ciento  y  sesenta  roman- 
ces, algunos  muy  antiguos,  muy  poéticos  otros,  y  muchos 
de  ellos  prosaicos  y  pobres ;  siendo  muy  pocos  los  que 
se  pueden  designar  como  sacados  de  las  Crónicas*',  pues 
las  circunstancias  de  la  historia  del  Cid,  verdaderas  unas, 
y  otras  fabulosas,  se  hallaban  de  tal  manera  arraigadas 
en  la  creencia  popular,  y  eran  tan  familiares  á  los  cris 
üanos  de  la  Península ,  que  hacian  innecesario  el  acudir 
á  semejantes  fuentes.  No  existe,  por  lo  tanto,  colección 
alguna  de  romances  antiguos  que  lleve  un  sello  tan  mar- 
cado del  espíritu  de  la  época  y  del  pais  á  que  pertenecen, 
y  que  constituya  una  serie  tan  completa.  Su  conjunto 
ofrece  la  historia  del  Cid  entera,  como  no  se  encuentra 
en  ningún  otro  documento ,  ya  sea  el  antiguo  Poema , 
que  no  aspira  á  ser  una  vida  del  héroe,  ya  la  Crónica 
en  prosa,  que  no  se  remonta  á  sus  primeros  hechos,  ya 
en  fin,  el  breve  y  compendioso  códice  latino.  En  el  prin- 
cipio del  primer  romance  se  encuentra  una  ligera  y  ani- 
mada pintura  del  dolor  y  angustia  de  Diego  Lainez , 
padre  del  Cid,  á  consecuencia  de  la  afrenta  que  le  había 

^  Nic.  Antonio  (Bib.  Nova,  1. 1,  p.  ran  añadirse  todavia  algunos  otros. 

684)8eñalaelañoael612coniolafe-  ^' Los  romances  que  comienzan 

cba  del  mas  antiguo  Romancero  del  t  Gnarte,  guarte,  rey  Don  Sancho»,  y 

Cid.  El  mas  antiguo  que  poseemos  es  cDe  Zamora  sale  Dólfos  » ,  están  lo- 

el  de  Pamplona  (1706,  en  i8.<^);  pero  mados  de  la  t Crónica  del  Cid  >,  1S85, 

la  edición  de  Madrid  (1818,  i8.<»),  Cop.6i,62.  Otros,  especialmente  los 

la  de  Prankfort  (1827, 12.»} ,  y  la  co-  de  la  colección  de  Sepúlveda ,  dan 

lección  de  Duran  ( Caballerescos,  indicios  de  proceder  también  de  la 

Madrid,  1832 ,  12.<»,  t.  ii,  pp.;l3, 191 )  misma ,  ó  de  la  tCrónica  general  >, 

son  mas  completas.  Lo  es  aun  mas  parte  iv;  pero  el  número  total  de  los 

que  ninguna  de  ellas  la  de  Keller  [>asaje8  que  las  crónicas  han  fácil i- 

(Stuttgard,  1840,  12),  t  contiene  tado  para  los  romances  del  Cid  es 

154  romances ,  ¿  los  cuales  pudie-  sumamente  corto. 

T-  I.  10 


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146  HISTORIA   VE    LA   LITERATURA   ESPAÑOLA. 

hecho  el  conde  Lozano ,  y  de  la  cual  no  podia  vengarse 
por  su  vejez. 

Cuydando  Diego  Laynez  sin  que  nadie  se  ]o  impida , 

en  la  mengua  de  su  casa ,  lozano  en  nombre  y  en  gala : 

fidalga^  rica  y  antigua  non  puede  dormir  de  noclie , 

antes  de  Ñuño  y  Abarca ,  nin  gustar  de  las  viandas, 

y  viendo  que  le  fallecen  ni  alzar  del  suelo  los  ojos , 

fuerzas  para  la  vengan^ ,  ni  osa  salir  de  su  casa , 

porque  por  sus  luengos  años  nin  fablar  con  sus  amigos , 

por  sí  no  puede  tomatla ,  antes  les  niega  la  fabla , 

y  que  el  de  Orgaz  se  passea  temiendo  no  les  ofenda 

seguro  y  libre  en  la  pla^a ,  el  aliento  de  su  infamia  *^. 

En  tal  situación  Rodrigo,  que  es  todavía  mancebo  de 
pocos  años  9  resuelve  vengar  aquel  agravio  :  desafía  al 
conde  Lozano ,  el  principal  y  el  mas  temible  de  los  no- 
ble? caballeros  del  reino  ;  vence  y  corla  la  cabeza  á  su 
arrogante  enemigo ;  preséntase  la  hermosa  Jimena ,  hija 
del  muerto  Conde,  á  pedh*  venganza  ante  el  Rey;  pero, 
conforme  á  las  rudas  costumbres  de  la  época ,  queda 
zanjada  esta  querella  admitiendo  la  ofendida  por  esposo 
al  matador  de  su  padre. 

Hasta  aquí  los  romances  refieren  solo  los  hechos  del 
Cid  en  sus  primeros  años,  bajo  el  reinado  de  Fernando 
el  Magno,  y  puede  decirse  que  forman  una  sección  ó 
serie  separada,  que  proporcionó  á  Guillen  de  Castro,  y 
después  de  él  á  Corneille,  los  mejores  materiales  para 
sus  respectivas  tragedias  sobre  este  período  delahisto- 
ria  del  héroe  castellano.  Pero  dividido  el  reino,  á  la 
muerte  de  Fernando,  con  arreglo  á  su  última  voluntad, 
entre  sus  cuatro  hijos,  comienza  otra  nueva  serie,  donde 
se  cuenta  la  parte  que  el  Cid  tomó  en  las  guerras  que 

"  El  libro  mas  antiguo,  en  que  be-   dada  alguna ,  es  la  t  Flor  de  roman- 
mos  visto  esteromaoce,  muy  nejo  sin   ees  »,  novena  parte,  1507,  fol.  133. 


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PRIMERA   ÉPOCA.  — CAPÍTULO    VIL  147 

necesariamente  debía  producir  semejante  partición  del 
territorio ,  y  en  el  asedio  de  Zamora,  que  cupo  en  suerte 
á  la  infanta  D/  Urraca ,  á  quien  se  la  disputó  su  her- 
mano D.  Sancho.  En  uno  de  estos  romances ,  el  Cid, 
enviado  por  D.  Sancho  á  solicitar  la  entrega  de  la  plaza, 
es  reconvenido  por  la  Infanta,  que  «puesto  el  pecho  sobre 
el  muro»,  como  el  romance  cuenta,  le  dirige  las  siguien- 
tes palabras : 

A  faera,  á  fuera  Rodrigo,  porque  fuesses  mas  honrado , 

el  soberbio  castellano^  que  pensé  casar  contigo ; 

acordársete  debiera  no  lo  qiMiso  mi  pecado : 

de  aquel  tiempo  ya  paseado  ^  casaste  con  Ximena  Gómez , 

cuando  fuiste  caballero  hija  del  conde  Lozano, 

en  el  altar  de  Santiago ;  con  ella  u  viste  dineros , 

cuando  el  rey  fué  tu  padrino  ^  conmigo  uvieras  estado* 

tú,  Rodrigo,  el  ahijado.  Si  bien  casaste ,  Rodrigo , 

Mi  padre  te  dio  las  armas,  muy  mejor  fueras  casado ; 

mi  madre  te  dio  el  caballo ,  dejaste  hija  de  rey, 

yo  te  calzé  las  espuelas  por  tomar  la  de  vasallo  ^. 

Alfonso  el  VI  sucedió  á  D.  Sancho ,  muerto  alevosa- 
mente ante  los  muros  de  Zamora ;  y  el  Cid,  indispuesto 
con  su  nuevo  soberano,  salió  desterrado  de  Castilla.  En 
este  punto  comienza  el  antiguo  Poema;  pero  aun  desdo 
aquí,  y  en  los  sucesos  subsiguientes,ofrecen  los  roman- 
ces una  relación  mas  minuciosa  y  continuada  de  los 


*'  Este  es  uno  de  los  mas  antiguos  riacion.  Se  han  suprimido  los  últi- 

y  de  los  mas  sentidos  romances  de  mos  versos,  que  parecen  visible- 

aquel  tiempo;  imprimióse  por  pri-  mente  añadidos.  La  mejor  prueba  de 

mera  vez  en  15B5,  y  aunque  el  de  que  este  es  uno  de  los  romances  mas 

«  Durandarte ,  Durandarte  »,  se  en-  populares  y  antiguos ,  es  la  frecuen- 

cuentra  ya  impreso  en  i51i ,  es  sin  cía  con  que  se  halla  citado  por  los 

duda  una  imitación  de  este ,  que  ya  autores  del  buen  tiempo  de  la  lite- 

debia  ser  antiguo  y  famoso  cuando  ratura  aspañola ;  siendo  uno  de  ellos 

aquel  se  imprimió.  Xa  copia  mas  an-  Cervantes  en  <r  Persües  y  Sigismun- 

tigua  que  hoy  se  conoce  le  presenta  da»  (lib.  ni,  c.  21).  Guillen  de  Castro 

como  está  iaserto  en  el  texto ;  pero  se  aprovechó  de  él  en  sus  t  Moceda- 

posteriormente  ha  sufrido  alguna  va-  des  del  Cid  ». 


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148  HISTORIA   DE   LA   LITERATURA   ESPAÑOLA. 

sucesos  de  su  vida ,  describiendo  con  muchos  pormeno- 
res la  conquista  de  Valencia,  su  vuelta  al  favor  del  Rey,  su 
triunfo  sobre  los  condes  de  Carríon,  su  ancianidad,  su 
muerte  y  sus  exequias;  y  ofreciendo  un  conjunto  que 
el  historiador  Mttller  y  el  filósofo  Herder  consideran  en 
su  mayor  parte  como  una  historia  fidedigna ;  pero  que 
difícilmente  puede  pasar  por  otra  cosa  mas  que  por  una 
versión  poética  de  las  tradiciones  vulgares  que  corrían 
en  las  diversas  épocas  en  que  aquellos  se  compusieron. 

Con  efecto,  parece  que  los  romances  históricos  toma- 
ban por  asunto  en  sus  principios  mas  bien  los  héroes 
tradicionales  del  pais ,  que  los  sucesos  conocidos  y  cla- 
ros de  sus  anales,  rodeando  á  semejantes  personajes  de 
ficciones  á  que  se  prestaba  entonces  sin  esfuerzo  la  fácil 
credulidad  del  patriotismo ;  pero  que  nuestra  fe ,  hoy 
dia  menos  viva  y  fervorosa ,  nos  obliga  á  calificar  de 
increibles.  No  podemos  menos,  por  tanto,  de  convenir 
con  el  buen  canónigo,  en  el  Quijote^  cuando  dice  :  «En 
x»lo  de  que  hubo  Cid,  no  hay  duda,  ni  menos  Bernardo 
»  del  Carpió ;  pero  de  que  hicieron  las  hazañas  que  dic^n , 
»creo  que  la  hay  muy  grande*'.»  Ni  podemos  tampoco 
desconocer  la  exactitud  de  aquella  maliciosa ,  aunque 
sensata  observación  de  Sancho ,  que  «al  cabo  los  roman- 
ices antiguos  son  demasiado  antiguos  para  contar  men- 
» tiras» .  Y  ciertamente  que  de  algunos  de  ellos  puede 
muy  bien  decirse  esto. 

Posteriormente  los  romances  se  extendieron  á  toda 


«•  Parte  primera,  cap.  49.— OpinioD  ran  los  romances  como  documentos 

juiciosa  y  sensata,  como  todas  las  de  históricos  fidedignos,  y  la  necia  in- 

Gervántes ,  y  oue  forma  tan  notable  credulidad  de  otros ,  como  Masdeu , 

contraste  con  (a  ciega  fe  de  aquellos  que  niegan  hasta  la  existencia  del 

que,  como  Müller  y  Herder,  conside-  Cid. 


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PRIMERA   ÉPOCA.  —  CAPITULO   Vil.  149 

clase  de  asuntos  :  anligaost  modernos,  sagrados  y  pro- 
fanos. Hasia  la  mitología  griega  y  romana  se  puso  á 
contribución,  como  si  sus  invenciones  fueran  verdades 
históricas  ;  pero  con  todo  hay  mucho  mayor  número  de 
romances  basados  en  la  historia  nacional,  que  en  las 
extrañas,  y,  generalmente  hablando,  son  los  mejores. 

La  particularidad  mas  notable  en  todos  ellos  es  la  de 
no  desmentir  jamas  el  carácter  español ,  sobresaliendo 
constantemente  la  lealtad  entre  los  rasgos  que  mas  le 
distinguen.  £1  señor  de  Buitrago  sacrifica  su  vida  por 
salvar  la  de  su  soberano  " ;  el  Cid  envia  ricos  despojos 
de  sus  conquistas  en  Valencia  á  su  ingrato  Rey  ,  que  le 
habia  desterrado*^;  Bernardo  del  Carpió  permanece  su- 
miso á  su  tio,  que  le  habia  ofendido  baja  y  brutalmente 
en  sus  mas  caros  sentimientos  de  amor  filial  *® ;  y  cuando, 
lleno  ya  de  despecho,  llega  á  rebelarse,  le  olvidan  de  todo 
punto  los  romances  y  las  crónicas.  Este  y  otros  rasgos 
peculiares  del  carácter  nacional ,  son  los  que  descuellan 
constantemente  en  los  romances  históricos ,  y  constitu- 
yen el  principal  encanto  que  produce  su  lectura. 

RoMANCBS  MORISCOS.  Formau  estos  por  sí  una  clase  nu- 
merosa y  brillante,  mas  ninguno  se  remonta  á  la  anti- 

*^  Véase  el  hermoso  romaDce  que        Tratado  de  so  Rey  con  aspereza 
comienza  :  «Si  el  caballo  vos  han        Jamas  le  dio  lurar so  virtud  alu 
muerto  »,  que  apareció  por  primera        ««««*» »« '«»'^<*        ic^^i^\ 
vez  en  la  «Flor  ae  romances»,  octava  ^^^  pnmero.) 

parte  (Alcalá ,  iK97,  fol.  1^) ,  tmdu-       49  En  una  de  las  ocasiones  en  que 

cido  libremente  y  con  mucha  valentía  mag  inicuamente  se  vio  traudo  Ber- 

^' «  S^^ni'®'*  Lockbart  nardo  por  el  Rey,  le  decia  : 

*»  Refiérese  esle  suceso  en  el  ro- 
mance que  principia:  «  Llegó  Alvar  Sefior»  rey  sois,  y  baredes 
Fañez  á  Burgos  »,  y  en  la  carta  que            A  vuestro  querer  y  guisa. 

le  sigue :  tí:i  vasallo  desleale».— De  r.     ,     mmanrp  1p  ñ\c^  tamhípn    v 

poema  del  «Héroe  castellano»,  i579,  De  servir  no  os  dejaré 

donde  dice :  Mientras  que  tenga  la  vida. 


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150  HISTORIA   DE   LA    LITERATURA   ESPAfíOLA. 

güedad  de  los  primitivos  romances  históricos ,  rev^andó, 
los  mismos  asantos  que  tratan,  un  origen  mas  moder- 
no. Con  efecto,  pocos  hay  que  se  refieran  á  sucesos 
anteriores  á  la  época  que  precedió  á  la  toma  de  Granada; 
y  aun  estos  ofrecen  pruebas  abundantes  de  un  carácter 
mas  reciente  y  de  su  procedencia  cristiana*  Parece  in* 
dudable  que  después  de  la  caida  completa  del  poder 
sarraceno,  y  cuando  los  conquistadores  se  hallaron  en 
posesión  de  los  ricos  despojos  de  la  civilización  de  sus 
enemigos,  los  asuntos  que  desde  luego  les  ofrecía  su 
nueva  situación ,  se  acomodaran  á  las  formas,  y  particí^ 
paran  del  carácter  de  su  poesía  popular.  El  voluptuoso 
mediodía,  con  su  pintoresco,  aunque  afeminado  refi«- 
namiento;  las  costumbres  extranjeras,  aunque  no  de 
todo  punto  extrañas ,  del  pueblo  conquistado ;  su  rica 
y  fantástica  arquitectura ,  la  relación  de  sus  hazañas  y 
desastres  en  Baza,  Ronda  y  Alhama,  las  románticas  aven- 
turas y  sangrientas  discordias  de  los  Zegríes  y  Aben* 
cerrajes,  Gomelesy  Aliatares;  todo  esto  debió  herir  pro* 
fundamente  la  imaginación  de  ios  conquistadores,  pre* 
sentando  á  sus  ojos  á  Granada ,  con  su  vega  deliciosa  y 
sus  nevadas  montanas,  como  un  verdadero  paraíso  de 
que  no  podian  darles  idea  los  antiguos  y  severos  román* 
ees  septentrionales.  Así  pues,  á  contar  desde  esta  época , 
se  lee  ya  en  los  romances  una  nueva  especie  de  asuntos, 
como  los  amores  de  Gazul  y  de  Abindarraez,  las  zambras 
y  torneos  en  )a  plaza  de  Vivarrambla ,  los  cuentos  de  las 
noches  árabes  en  el  Generalife ;  en  una  palabra ,  todo 
cuanto  tenia  reladon  con  las  tradiciones  ó  costumbres 
moriscas,  ó  podia  ser  considerado  bajo  este  punto  de  vista 
por  la  imaginación  popular,  tuvo  cabida  en  los  román* 


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PElliBRA   ÉPOCA.  —  capítulo   Vil.  151 

ees  castellanos ,  hasta  que  el  mismo  exceso  llegó  ya  á 
parecer  ridículo,  dando  ocasión  á  que  en  algunos  ro- 
mances se  acusase  á  los  autores  de  liaber  renegado  de 
su  ley,  de  su  nacionalidad  y  de  su  patriotismo  *°. 

La  ^oca  en  que  mas  en  boga  estuvo  esta  clase  de 
poesía  fué  durante  él  siglo  inmediato  á  la  toma  de 
Granada ,  en  el  cual  se  recopilaron  también  y  dieron 
p(^  primera  vez  á  la  estampa  todas  las  demás  especies 
de  romances.  La  prueba  de  ello  se  encuentra  en  las 
mismas  colecciones.  Las  de  4  51 1  y  1 550 ,  contienen  ya 
bastantes  romances  moriscos ,  y  en  la  de  1 593  pasan 
de  doscientos.  Mas  aunque  en  ellos  se  hace  alusión  á 
sucesos  notorios,  difícilmente  puede  concedérseles  el 
nombre  de  históricos;  como  por  ejemplo,  aquél  bien 
conocido  del  torneo  de  Toledo ,  que  se  supone  haber 
tenido  lugar  en  1085 ,  mientras  que  los  non]l)res  que  en 
él  se  citan  corresponden  al  período  próximamente  an- 
terior á  la  conquista  de  Granada ;  y  el  romance  del  rey 
Belchite,  que  es ,  como  otros  muchos,  un  asunto  pura- 
mente imaginario.  En  este  género  de  romances  preva- 
lece un  carácter  novelesco  que  les  da  mucho  interés. 
Véase,  en  prueba  de  ello,  el  que  comienza  « Sale  la  es- 
trella de  Venus  » ,  que  es  uno  de  los  mejores  del  Ro- 
mancero general,  y  en  el  que  por  las  alusiones  á  Venus 
y  á  Rodamonte,  y  por  el  hecho  de  suponer  á  un  moro, 

^  En  el  romance  burlesco  «  Tanta  Dejaron  los  graves  hechos 

Zaida  y  Adalifa»  (impreso  por  pri-  5®  ^°  ▼encedora  patria  , 

mera  vez  en  la  «  Flor  de  romances  »,  Í.ÍÍSÍÍISÍ  í  nl?.24o? 

guinta  parle ,  Burdos ,  i394 ,  I8.0 ,  InveDciones  y  patrañas. 

íol.  158),  se  lee  lo  siguiente  :  También  Góngora  los  atacó  en  un  ro- 

Reneffaron  de  sn  lev  manee  JOCOSO,  que  empieza  :  «  A  mis 

Los  romancistas  detlspafla ,  señores  poetas»,  y  fueron  defendidos 

Y  ofrecieron  á  Mahoma  ©n  otro :  «  Por  qué,  señores  poetas». 
Las  primicias  de  sns  galas. 


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152  HISTORIA   DE   LA   LITERATURA   BSPAllOLA. 

alcaide  de  Sevilla ,  un  siglo  después  de  estar  esta  du- 
dad en  poder  de  cristianos,  se  echa  bien  de  ver  que  no 
presidió  á  su  composición  un  pensamiento  grave,  sino 
solamente  una  intención  poética*'. 

Estos,  con  algunos  de  los  romances  del  famoso  Ga- 
zul ,  se  encuentran  en  la  popular  historia  de  las  Guer^ 
ras  de  Granada,  donde  i^  consideran  como  contempo- 
ráneos á  los  hechos  que  recuerdan ,  y  son  por  cierto 
bellísimas  muestras  de  la  poesía  que  la  imaginación  es- 
pañola se  complacia'en  combinar  con  aquella  brillante 
página  de  su  historia  nacional^.  Otros  varios  se  en- 
cuentran ,  escritos  en  el  mismo  tono ,  en  las  historias, 
verdaderas  ó  fabulosas,  de  Muza,  Jarifo,  Lisaro y  Tar- 
fe  ;  mientras  otros,  en  námero  considerable,  se  refie- 
ren á  las  traiciones ,  rivalidades,  conjuraciones  y  aven- 
turas de  los  famosos  Zegríes  y  Abencerrajes ,  y  de- 
muestran por  la  realidad  de  los  hechos  principales  que 
les  sirven  de  base ,  cómo  las  profundas  divisiones  in- 
testinas y  desastres  exteriores  fueron  preparando  el 
camino  para  la  completa  destrucción  del  imperio  mu- 
sulmán. Algunos  pertenecen  probablemente  al  tiempo 
de  los  Reyes  Católicos,  la  mayor  parte  al  de  Carlos  V; 
los  mas  brillantes,  aunque  no  los  mejores,  se  escribie- 
ron algo  mas  adelante. 

Romances  varios  db  costumbres,  t  asuntos  db  la  vida 
PRIVADA.  —  Pero  los  romances  castellanos  no  se  limitan 


*<  tOcho  á  ocho,  diez  á  diez»,  y  española,  en  la  t  Revista  de  Edimbur- 

«Sale  la  estrella  de  Venas»,  dos  de  los  go»,  ?ol.  xxxix,  p.  4i9. 

romances  ¿  qoe  el  texto  se  refiere,  "  Entre  los  hermosos  romances  de 

se  encuentran  en  el  Romancero  de  Gazul ,  se  encuentran  :  «  Por  la  olarAi 

1585.  Del  último  existe  una  buena  de  San  Juan  >,  y  t  Estando  toda  la 

traducción  inglesa,  inserta  en  un  corte», 
excelente  articulo  sobre  la  poesia 


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PRIMERA   ÉPOCA. — CAPITULO   Vil.  153 

á  objetos  heroicos  tomados  de  la  fábula  ó  de  la  historia^ 
ó  á  asantes  relativos  á  las  tradiciones  y  costumbres  mo* 
riscas  ;  y  por  lo  tanto,  aunque  estas  son  las  tres  clases 
principales  en  que  pueden  dividirse»  debe  añadirse 
otra  que  llamaremos  mista,  y  que  es  también  muy  digna 
de  atención.  Porque  en  efecto,  el  sentimiento  poético, 
aun  de  la  clase  inferior  del  pueblo  español,  se  extendió 
á  mas  objetos  de  los  que  hemos  enunciado ;  y  su  genio, 
que  en  los  principios  era  tan  libre  como  el  viento ,  nos 
ha  dejado  consignados  de  esta  manera  un  gran  número 
de  recuerdos,  que  prueban  cuando  menos  la  gran  va- 
riedad de  percepciones ,  y  la  vivacidad  y  ternura  de  la 
sensibilidad  popular.  Muchos  de  estos  romances  (quizá 
la  mayor  parte)  son  efusiones  del  autor  :  unos  son  pas- 
toriles, otros  burlescos,  satíricos  y  picarescos;  otros 
llevan  el  nombre  de  letrillas,  aun  cuando  nada  tienen 
de  epistolares  mas  que  el  nombre  ;  otros  son  líricos  en 
el  tono,  aunque  no  en  la  forma  ;  otros,  en  fin,  son  des- 
criptivos de  las  costumbres  ó  diversiones  del  pueblo  en 
general.  Pero  todos  van  marcados  de  un  carácter  co- 
mún ;  todos  son  verdaderas  representaciones  de  la  vida 
española.  De  algunos  de  los  impresos  primitivamenle 
ya  hemos  hablado  en  otro  lugar ;  existe  sin  embargo 
una  clase  numerosa ,  que  se  distingue  por  una  seductora 
sencillez  de  pensamiento  y  de  expresión,  unida  á  cierta 
travesura  maliciosa,  y  que  merece  por  lo  tanto  particu- 
lar mención  :  no  se  halla  en  ninguna  otra  lengua  poesía 
mas  popular.  Parte  de  estos  romances  se  encuentra  en  la 
inapreciable  colección  intitulada  Sexta  parle  del  Roman- 
cero, publicada  en  1 594,  por  Pedro  de  Flores,  quien,  se- 
gún él  mismo  lo  indica  en  el  prólogo,  la  recogió  princi- 


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154  HISTORIA  DB   LA  UTBRATURA   ESPAÍlOLA. 

pálmente  de  ios  recaerdos  y  tradiciones  populares  ^'. 
Estas  composiciones  nos  traen  á  la  mente  con  frecuencia 
la  musa  ligera  del  Arcipreste  de  Hita*  á  mediados  del  si* 
glo  xiVt  y  podrían  probablemente  remontarse  mas  allá 
por  su  tono  y  su  carácter.  De  todos  modos,  el  bec&o  es 
que  constituyen  una  parte  considerable,  y  no  la  menos 
seductora  de  los  primitivos  Romanceros,  y  que  muchas 
de  eilas  ofrecen  la  misma  sencillez  maligna  y  juguetona 
de  que  da  muestra  la  siguiente  letrilla,  en  que  una  her* 
mana  reprende  á  otra  mas  pequeña  por  los  síntomas 
amorosos  que  en  ella  ha  descubierto. 


Riñó  con  Juanilla 
su  hermana  Miguela ; 
palabras  le  dice 
que  mucho  le  duelan. 
«  Ayer  en  mantillas 
andauas  pequeña, 
oy  andas  galana 
roas  que  otras  donzellas. 
Tu  gozo  es  suspiros, 
tu  cantar  endechas ; 
al  alúa  madrugas , 
muy  tarde  te  acuestas ; 
quando  estás  labrando 
no  sé  en  que  te  piensas, 
al  dechado  miras 
y  los  puntos  yerras. 
Dizenme  que  hazes 
amorosas  señas : 
si  madre  lo  sabe, 
aura  cosas  nueuas. 
Glauará  ventanas, 
cerrará  las  puertas ; 


para  que  baylemos 
no  dará  licencia ; 
mandará  que  tía 
nos  Ueue  á  la  iglesia, 
porque  no  nos  hablen 
las  amigas  nuestras. 
Quando  fuera  salga, 
dirále  á  la  dueña 
que  con  nuestros  ojos 
tenga  mucha  cuenta ; 
que  mire  quien  passa, 
si  miró  ala  reja, 
y  cual  de  nosotras 
boluió  la  cabera. 
Por  tus  libertades 
seré  yo  sujeta ; 
pagaremos  justos 
lo  que  malos  pecan.  1» 
«  Ay !  Miguela  hermana 
que  mal  que  sospechas ! 
mis  males  presumes, 
y  no  los  aciertas. 


^  Por  ejemplo  :  «Qué  es  de  mi  cMadre,  un  caballero»,— «Malhayan 
contento  »,  —  «  Plega  á  Dios  que  si  mis  ojos  »,  —  «Miña,  que  yiyes»,  etc. 
yo  creo  » ,  —  «  Aquella  morena  » ,  — 


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PRIMERA  ÉPOCA.  CAPITULO   VII.  155 

A  Pedro  el  de  Juan,  qae  Pedro  no  vuelva» 

que  se  fué  á  la  guerra ,  respondió  burlando 

aíicion  le  tuve  su  hermana  Miguela , 

y  escuché  sus  quexas ;  «  que  el  amor  comprado 

mas  visto  que  es  vario  con  tan  ricas  prendas 

mediante  el  ausencia ,  no  saldrá  del  alma 

de  su  fé  fingida,  sin  salir  con  ella, 

ya  no  se  me  acuerda.  Creciendo  tus  años 

Fingida  la  llamo,  crecerán  tus  penas , 

porque,  quien  se  absenta,  y  sino  lo  sabes, 

ún  foer^  y  con  gusto  escucha  esta  letra : 

no  es  bien  que  le  quiera. »  si  eres  niña  y  has  amor, 

«Ruégale  tu  á  Dios  que  será  quando  mayor ^?ii 

Esta  muestra  aislada  no  puede,  sin  embargo,  dar 
idea  de  la  gran  variedad  de  esta  clase  de  composicio- 
nes, ni  de  sus  bellezas  poéticas.  Para  conocer  su  ver- 
dadero valor  y  mérito  es  preciso  leer  gran  número  de 
ellas,  y  leerlas  en  castellano;  porque  ninguna  traduc- 
ción, ya  sea  literal,  ya  libre,  puede  conservar  aquella  fres- 
cura, aquel  encanto  seductor  que  tienen  los  originales^ 
tal  como  se  leen  en  los  antiguos  Romanceros  :  observa- 
ción que  puede  hacerse  extensiva ,  tanto  á  la  parte  de 
romances  históricos,  como  á  ia  de  los  que  hemos  llama- 
do mistos,  que  se  hallan  en  los  primitivos  Romanceros, 
y  constituyen  una  gran  parte  de  la  poesía  popular ,  sin 
que  se  les  haya  dado  hasta  ahora  toda  la  consideración 
que  se  merecen,  aun  cuando  tienen  á  su  favor  la  anti- 
güedad de  cerca  de  tres  siglos,  y  algunos  de  ellos 
aun  mas. 

^  La  impresión  mas  antigua  que  la  novena  parte  de  la  misma  colee- 

hemos  visto  de  este  romance  ó  le-  cion,  1587,  fol.  116.  No  se  han  puesto 

trilto  está  en  la  «Flor  de  romances»,  en  el  texto  los  versos  del  final ,  por- 

sexta  parte  (1594, fol.  27),  recogida,  que  parecen  ser  una  mala  glosa  de 

por  Pedro  de  Flores,  de  las  tradi-  mano  mas  moderna,  y  de  diferente 

cienes  populares.  De  ella  se  publicó  medida, 
por  descuido  una  copia  incorrecta,  eo 


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156  HISTORIA   DE   LA   LITERATURA   ESPAÜOLA. 

Pero  hay  ciertamente  muy  pocos  ramos  de  literatura 
en  ningún  otro  pais  que  puedan  mejor  recompensar  los 
esfuerzos  de  una  asidua  investigación ,  que  los  antiguos 
romances  españoles.  Bajo  muchos  aspectos  no  tienen  su 
semejante  entre  las  primitivas  narraciones  poéticas  de 
ninguna  parte  del  mundo ;  bajo  otros  las  exceden  á  to- 
das. Las  baladas  inglesas  y  escocesas,  con  las  cuales 
pudieran  tener  mas  puntos  de  contacto,  pertenecen 
á  un  estado  social  mas  rudo ,  en  que  prevalecia  la  rus- 
ticidad y  la  violencia  personal ;  pero  que  si  bien  pudo 
dar  origen  á  aquellas  composiciones,  porque  ofrecía 
como  elementos  poéticos  una  grande  enerjía  de  carác- 
ter, y  aun  á  veces  ciertos  rasgos  de  ternura ,  presenta 
necesariamente  menos  dignidad  y  elevación  de  la  que 
corresponde  al  carácter  y  á  las  condiciones  de  un  pue- 
blo que ,  como  el  español ,  sostuvo  durante  varios  siglos 
una  lucha  ennoblecida  por  el  espíritu  de  religión  y  de 
lealtad  :  lucha  que  ofrecia  con  frecuencia  ocasiones  para 
elevar  la  mente  de  los  que  en  ella  se  hallaban  empeña- 
dos, á  una  altura  superior  á  la  reducida  atmósfera  donde 
se  agitaban  unos  cuantos  barones  envidiosos,  envueltos 
en  enemistades  sangrientas  con  sus  rivales,  ó  en  mu- 
tuas depredaciones  con  sus  vecinos.  Puede  comprobarse 
esta  verdad,  comparando  la  notable  serie  de  las  baladas 
de  Robín  Hood  con  las  de  Bernardo  del  Carpió,  ó  el 
trágico  suceso  de  Edon  ó  Gordon  con  el  del  conde  Alár- 
cos  ;  y  aun  todavía  mejor  si  de  la  lectura  de  los  frag- 
mentos de  Percy  ó  los  cantos  de  Scott,  pasamos  en  se- 
guida la  vista  al  Romancero  general,  con  su  poético  amal- 
gama de  esplendor  morisco  y  de  lealtad  cristiana  *'. 

^  Si  queremos  ampliar  todavía  las  comparacionee ,  no  bay  mas  que  lo- 


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PRIMERA   ÉPOCA.  CAPÍTULO   VII.  157 

Mas  aoQ  cuando  los  romances  españoles  difieren  de 
las  poesías  populares  del  resto  de  la  Europa ,  ofrecen, 
con  todo,  en  mas  alto  grado  aquel  espíritu  de  nacionali- 
dad que  es  en  todas  partes  el  verdadero  elemento  de  las 
composiciones  de  esta  clase.  Parécenos,  con  efecto,  al 
leerlos,  que  no  son  en  muchos  casos  otra  cosa  sino  los 
grandes  rasgos  del  antiguo  carácter  español,  dados  á  luz 
por  la  sola  fuerza  del  entusiasmo  poético;  hasta  tal  punto, 
que,  si  se  hace  abstracción  en  ellos  de  su  nacionalidad, 
quedan,  por  decirlo  así,  reducidos* á  la  nada.  Es(a  cir- 
cunstancia, á  su  vez,  ha  contribuido  á  conservarlos 
hasta  el  presente,  y  los  conservará  sin  duda  en  ade- 
lante; porque  los  grandes  héroes  de  Castilla,  tales  co- 
mo Pelayo ,  el  Cid  y  Bernardo  del  Carpió ,  constituyen 
aun  hoy  en  España  una  parte  esencial  de  la  fe  y  de  la 
poesía  del  vulgo.  Las  aventuras  de  Guarinos ,  y  la  rota 
de  Roncesvalles ,  se  escuchan  todavía  en  boca  de  los 
tragineros  y  de  los  mozos  de  labranza,  ni  mas  ni  menos 
que  cuando  D.  Quijote,  yendo  á  visitar  el  Toboso,  oyó 
cantar  á  un  labrador  que  salia  á  su  trabajo  : 

«Mala  la  hubisteis,  franceses, 
la  caza  de  Roncesvalles.  n 

Y  en  las  calles  de  Sevilla  siguen  los  titiriteros  enseñando 
todavía  el  retablo  de  Melisendra  y  D.  Gaiferos,  como 
hizo  maese  Pedro  al  encontrarse  en  una  venta  solitaria 
delante  del  héroe  manchego.  En  suma,  los  antiguos 

marlosinsipidostPabliauxiantignos,  nacioa  durante  la  época  en  que  el 

j  las  pesadas  composiciones  de  los  poder  musulmán  iba  poco  á  poco 

troTaoores  y  juglares ,  y  el  resultado  i>erd¡endo  (tierzas ,  á  impulso  de  un 

será  aun  mucho  mas  favorable  á  los  entusiasmo  que  llegó  flnalm^te  á 

romances  españoles ,  que  represen-  ser  irresistible,  por  bailarse  fundado 

tan  un  conjunto  del  exaltado  sentí-  originariamente  en  un  principio  de 

miento  poético  que  llenaba  toda  la  lealtad  y  de  deber  religioso. 


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158  HISTORIA   DE   LA   LITERATURA   ESPAÑOLA. 

romances  son  tan  verdaderamente  españoles,  y  su  espí- 
ritu se  halla  tan  identificado  con  el  carácter  del  pueblo 
que  los  produjo ,  que  continuarán  siempre  sin  duda  al- 
guna marchando  estrechamente  enlazados «  mientras  la 
España  no  pierda  su  existencia  independiente*^ 

^  Véase  el  apéndice  B. 


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CAPITULO  VIIL 

Segunda  clase. -^ Las  crónicas.— Sa  otigeD.— Crónicas  reales.— Crónica 
general  del  rey  D.  Alfonso  el  X.  -^Sus  divisiones  j  objeto.  —  Sus  trozos 
mas  poéticos.— Su  carácter.— Crónica  del  Cid.— Su  oHgen,  objeto  y  ca- 
rácter. 

r 

Crónicas.  —  Los  romances  en  verso  fueron  sin  doda 
alguna,  en  su  origen,  el  recreo  y  solaz  de  la  gran  masa 
del  pueblo  español ;  porque,  durante  un  largo  período 
de  su  primitiva  historia,  habia  muy  poca  diferencia  de 
costumbres  y  de  cultura  entre  las  diversas  clases  socia- 
les. Las  guerras  prologadas  de  siglo  en  siglo  con  in- 
cesante violencia ,  si  bien  no  carecían  por  su  carácter 
de  cierta  elevación  y  cierta  influencia  poética  sobre  la 
sociedad  entera,  la  agobiaban  y  oprimían  por  igual  con 
los  estragos  que  forman  siempre  su  séquito,  reduciendo 
la  condición  general  de  todos  los  habitantes  á  un  mismo 
grado  y  á  un  nivel  común,  de  una  manera  mucho  mas 
perceptible  que  en  ningún  otro  peis  cristiano,  al  menos 
por  tan  prolongado  período  de  tiempo.  Pero  luego  que 
la  lucha  con  los  árabes  se  trasladó  á  las  comarcas  me- 
ridiórii^,  León,  Castilla  y  toda  la  parte  del  norte  quedó 
hasta  cierto  punto  sosegada  y  tranquila.  Los  monaste- 
rios se  hicieron  poco  á  poco  ricos,  y  á  la  riqueza  siguió 
un  cómodo  reposo.  Los  castillos,  que  ya  no  estaban  en 


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160  HISTORIA  DE   LA   LITERATURA   ESPAÑOLA. 

una  constanie  y  ansiosa  espectaliva ,  apercibidos  á  todas 
horas  contra  el  enemigo  común,  se  fueron  convirtiendo 
en  moradas  que  ofrecian  una  ruda,  pero  franca  hospita- 
lidad ;  y  desde  entonces  las  distinciones  sociales  que 
nacen  de  los  diversos  grados  de  riqueza ,  de  poder  y 
de  cultura,  fueron  haciéndose  cada  vez  mas  percep- 
tibles :  los  romances,  aunque  no  ciertamente  olvidados, 
vinieron  á  ser  desde  aquel  tiempo  patrimonio  de  las  cla- 
ses inferiores ,  donde  permanecieron  por  largo  período ; 
mientras  las  mas  adelantadas  y  cultas  adoptaron  ó  crea- 
ron por  s(  mismas  formas  literarias  mas  adecuadas  á 
su  nueva  condición,  que  muestran  mayor  meditación  y 
mas  conocimientos,  y  revelan  al  propio  tiempo  un  mé- 
todo de  vida  social  mas  pacífico  y  estable. 

La  mas  antigua  de  estas  formas  fué  la  de  las  crónicas 
en  prosa,  que,  si  bien  con  el  nombre  algún  tanto  modi-* 
ficado,  eran  una  continuación  de  los  cronicones  latinos 
y  leyendas  monacales ,  conocidas  mucho  tiempo  antes 
ea  el  pais,  obtuvieron  fácilmente  y  desde  luego  el  favor 
de  gentes  que,  empeñadas  diariamente  en  empresas  de 
la  clase  que  en  aquellas  leyendas  se  celebran,  considera- 
ban tales  obras  como  prenda  y  garantía  de  su  renombre 
futuro.  Las  crónicas  pues  no  solo  fueron  un  producto 
natural  y  espontáneo  de  aquella  época ,  sino  que  reci- 
bieron impulso  y  favor  de  los  mismos  legisladores  \ 

1.  Crónicas  gbnbralis  v  reales.  Bajo  tales  auspicios, 


*  En  el  código  de  las  Partída8(bácia  balleros  enteoderian  entonces  el  la- 

el  año  1260)  se  prescribe  á  los  bue-  Un ;  y  las  cHestorias  »  de  que  habla 

nos  caballeros  que  presten  atención  la  ley,  debían  ser  probablemente  las 

durante  (a  comida  á  la  lectura  de  las  crónicas  de  que  vamos  hablando ,  y 

«Hestorias  de  los  grandes  fechos  de  los  romances  ó  gestas  que  en  parte 

armas  que  los  otros  fecieron  >,  etc.  les  sinrieron  de  base. 
(Partida  ii,  tit.  xxi,  ley  20.)  Pocos  ca- 


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PRIMERA   ÉPOCA.  —  CAPÍTULO    Vil!.  161 

bien  puede  desde  luego  asegurarse  que  las  crónicas  de- 
bieron aparecer  primeramente  en  la  corte  ó  á  la  inme- 
diación del  trono,  porque  allí  era  donde  se  encontraba 
mas  predispuesto  el  espíritu  que  las  distingue,  y  mas  á 
mano  los  materiales  necesarios  para  su  composición. 
Pero  es  circunstancia  harto  notable  que  la  primera  en  el 
orden  cronológico,  y  la  mejor  de  todas,  sea  debida  á  la 
pluma  de  un  rey.  Lleva  en  las  impresiones  el  título  de 
Crónica  de  España  ó  Crónica  general  de  España,  siendo 
sin  duda  alguna  el  mismo  libro  conocido  anteriormente 
en  manuscrito,  con  el  nombre  de  Esloria  de  España^. 
En  el  prólogo,  verdaderamente  singular  y  característi- 
co, que  precede  á  este  libro,  después  de  dar  con  mucha 
solemnidad  las  razones  por  qué  debió  compilarse ,  se 
lee  lo  siguiente  :  «  E  por  ende,  nos  D.  Alfonso,  por  la 
ngracia  de  Dios ,  Rey  de  Castilla  é  de  Toledo,  y  de  León , 

•y  de  Galicia  etc fijo  del  muy  nobre  Rey  D.  Fer- 

»nando,  y  de  la  Reina  D.' Beatriz,  mandamos  ayuntar 
Acuantos  libros  pudimos  aver  de  historias  que  alguna 
»cosa  contasen  de  fechos  de  España,  y  tomamos  la 

•coronica  del  Argobispo  D.  Rodrigo y  de  Maestre 

•Lucas,  Obispo  de  Tuy y  composimos  este  libro.  >» 

En  las  cuales  palabras  vemos  nosotros  una  declaración 
de  que  Alfonso  el  Sabio  fué  él  mismo  autor  de  la  Cróni- 
ca* j  y  que  seguramente  la  continuó  hasta  poco  antes  del 


*  Tal  es  la  opinión  de  Mondéjar,  (composimos  este  libro),  parece  de- 

3uíen  asegura  que  el  titulo  prímiti?o  mostrar  que  él  fué  el  autor  ó  compi- 

e  la  c  Crónica  de  España  »  era  c  Es-  lador,  y  seguramente  que  pretendía 

toria  de  España  >.  (Memorias  de  Al-  pasar  por  tal.— Hay,  sin  embargo,  va- 

fonso  el  Sabio,  p.  464. )  rías  opiniones  sobre  este  punto :  Flo- 

'  La  distinción  que  hace  Alfonso  rian  de  Ocampo,  que  en  I54i  publicó 

entre  mandar  á  otros  reunir  los  ma-  en  Zamora  la  primera  edición  de  esta 

ieriales  (mandamos  ayuntar),  v  com-  Crónica ,  dice  en  sus  notas,  al  fin  de 

poner  él  mismo  ó  compilar  la  ¿tánica  las  partes  tercera  y  cuarta,  que,  «se- 

T.  I.  M 


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162  HISTORIA   DE    LA   LITERATURA   ESPAÍ«ÍOLA. 

año  4284,  en  que  ocurrió  su  muerte.  Puede  creerse»  cod 
bástanle  fundamento ,  que  la  compuso  en  la  primera 
época  de  su  reinado,  que  comenzó  en  4252 ,  y  que  le 
ayudaron  en  este  trabajo  personas  familiarizadas  con  la 
literatura  arábiga  y  con  los  demás  conocimientos  á  que 
alcanzaba  la  cultura  de  aquel  tiempo^. 

Hállase  dividida  la  obra,  aunque  no  quizá  por  su 
mismo  autor,  en  cuatro  partes :  la  primera  comienza  con 


gun  opinión  de  algunos,  solo  las  tres 
primeras  han  sido  escritas  por  el 
Rey,  y  que  la  cuarta  ha  sido  compi- 
lada posteriormente;»  opinión  á  (fue 
claramente  se  inclina  él  mismo,  aun 
cuando  dice  que  nada  pretende  afir- 
mar ni  negar  sobre  el  particular.  Otros 
han  ido  mas  lejos ,  suponiendo  que 
toda  la  obra  se  compilo  por  diferen- 
tes personas.  Mas  á  todo  esto  puede 
responderse  :  l.^Qne  la  Crónica  está 
mas  ó  menos  bien  ordenada,  mejor 
ó  peor  escrita,  según  eran  los  mate- 
riales que  entraron  en  su  composi- 
ción; y  que  las  objeciones  de  floje- 
dad y  falta  de  corrección  hechas  á  la 
parte  cuarta,  alcanzan  también  en 
alto  grado  á  la  tercera ,  con  lo  cual 
se  probaria  aun  mas  de  lo  que  Flo- 
rian  de  Ocampo  concede,  puesto  que 
declara  estar  seguro  (sanemos  por 
eierto)  de  que  las  tres  primeras  par- 
tes son  obra  de  Alfonso.  2.*'  Este  rey 
declara  mas  de  una  vez  «n  su  pró- 
logo (cuya  autenticidad  está  puesta 
fuera  de  duda  por  Mondéjar,  bajo  la 
fe  de  los  cuatro  mejores  manuscri- 
tos) ,  que  su  historia  llega  hasta  su 
mismo  tiempo  (fasta  el  nuestro  liem- 

Eo),  lo  cual  no  se  verifica  basta  el  fin  de 
I  cuarta  parte,  ademas  de  que  en  el 
prólogo  habla  de  la  obra  entera  como 
de  cosa  suya.  3.^  Produce  ademas  la 
lectura  de  algunos  pasajes  cierta 
evidencia  interna  de  que  aquel  mo- 
narca escribió  la  última  parte  de  la 
obra,  como,  porejemplo,  aquel  bellí- 
simo trozo  en  que  renere  las  relacio- 
nes entre  S.  Fernando  y  su  madre 
Berenguela  (edic.  1541 ,  fol.  404),  la 
solemne  relación  de  la  muerte  del 


santo  Rey,  al  final  de  la  obra,  y  otros 
varios  contenidos,  desde  el  fol.  402 
hasta  el  426.  4.°  Su  sobrino  D.  Juan 
Manuel ,  que  hizo  un  compendio  de 
la  «Crónica  de  España»,  habla  de  su 
tio  D.  Alfonso  como  del  verdadero  y 
reconocido  autor  de  ella.— También 
debe  tenerse  presente  que  Mondéjar 
afirma  ser  la  edición  de  Florian  de 
Ocampo  muy  infiel  é  imperfecta  , 
omitiéndose  á  veces  en  ella  reinados 
enteros ,  lo  cual  prueba  con  pasajes 
tomados  de  los  antiguos  manuscri- 
tos que  contienen  la  obra  completa. 
(Memorias,  Hb.  7,  cap.  15  y  16. )  La 
otra  edición  de  esta  crónica  (Vallado- 
lid,  fol.  1604)  es  aun  mas  defectuo- 
sa y  está  plagada  de  ¡numerables  y 
crasos  errores:  á  la  verdad  que  no  he- 
mos visto  nunca  libro  peor  impreso. 
*  Cuando  la  «Crónica»  cuenta  que 
fué  compuesta  cuatrocientos  anos 
después  del  tiempo  de  Garlo  Magno, 
debe  considerarse  que  es  una  fÉ*ase  va- 
ga, y  como  para  indicar  próximamen- 
te la  época,  puesto  que  Alfonso  no  ha- 
bía nacido  aun  en  1210.  Pero  yo  creo 
que  no  se  hubiera  contentado  con  de- 
cir «ca  bien  ha  400 años  quel  murió» 
(edic.  de  1541 ,  fol.  228),  si  hubie- 
sen ya  trascurrido  cuatrocientos  cin- 
cuenta. De  lo  cualpuede  inferirse  que 
la  Crónica  fué  compuesta  antes  de 
1260.  Otros  varios  pasajes  confirman 
esta  opinión.— Conde,  en  su  prólogo 
á  la  «Historia  de  los  Árabes  en  Espa- 
ña», alude  al  sabor  arábigo  déla  Cró- 
nica, que,  sin  embargo,  nos  parece  ser 
mas  bien  el  estilo  general  de  aquella 
época  en  toda  Europa. 


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PRIMERA   ÉPOCA.  CAPITULO    VIII.  163 

la  creación  del  mundo,  ocupando  largo  espacio  con  la 
historia  de  Roma,  aunque  pasa  lijeramente  sobre  todos 
los  demás  acontecimientos,  basta  llegar  á  la  ocupación 
de  España  por  los  visigodos ;  la  segunda  comprende  el 
imperio  gótico  y  la  conquista  musulmana ;  la  tercera  lle- 
ga basta  el  reinado  de  D.  Fernando  el  Magno,  á  princi- 
pios del  siglo  XI ;  y  la  cuarta  concluye  en  1252  con  la 
muerte  de  S.  Fernando,  conquistador  de  Andalucía  y 
padre  del  mismo  Alfonso. 

Los  primeros  trozos  son  los  menos  interesantes.  Con- 
tienen, acerca  déla  antigüedad,  y  especialmente  del  im- 
perio romano,  las  noticias  y  relaciones  que  corrian  co- 
munmente entre  los  escritores  de  la  edad  media ;  aun- 
que á  veces ,  como  en  el  caso  de  la  reina  Dido  ( cuya 
memoria  ba  sido  siempre  defendida  por  los  cronistas  y 
poetas  mas  populares  de  España  contra  las  imputacio- 
nes de  Virgilio)*,  bailamos  cierta  vislumbre  de  senti- 
mientos y  opiniones  que  pueden  considerarse  como  mas 
decididamente  nacionales.  Estos  pasajes  son  ya  mas  fre- 
cuentes en  la  segunda  parte,  que  se  refiere  al  imperio 
de  los  visigodos  en  España;  aunque ,  como  los  escrito- 
res eclesiásticos  son  casi  la  única  autoridad  que  en  ella 
se  sigue,  es  muy  natural  que  predomine  .el  estilo  pecu- 
liar de  aquellos.  La  tercera  está  escrita  con  mas  soltura, 
y  ofrece  un  espíritu  español  mas  caracterizado,  refi- 
riéndose en  ella  las  abundantes  tradiciones  antiguas  del 


^  La«Historia  de  Dido»  merece  ver-  trase  este  pasaje  en  la  «Crónica  de 
se,  y  especialmente  por  aquellos  que  España»  (parte  i ,  cap.  51-57),  y  con- 
han  leido  las  extrañas  alusiones  de  cluyecon  una  carta,  verdaderamente 
Ercilla,  Lope  de  Vega  y  otros  poetas  heroica,  de  la  Reina  á  Eneas.  La  re- 
populares,  las  cuales  no  están  p(nr  lacion  de  la  Crónica  española  está  to<- 
ciertomuy  conformes  con  la  versión  mada  de  la  «Historia  universal  de 
romana  dada  por  Virgilio.  Encuén-  Justino»,  lib.  i8,  cap.  4-6. 


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164  HISTORIA   DE   LA   UTERATURA  ESPACIÓLA. 

país  acerca  del  levantamiento  de  Pelayo  en  las  monta- 
ñas de  Asturias*;  las  historias  de  Bernardo  del  Carpio\ 
Fernán  González*,  y  los  Siete  Infantes  de  Lara";  con 
algunos  pasajes  vigorosos  sobre  Garlo-Magno",  y  la 
relación  de  varios  milagros,  como  el  de  la  cruz  fabrica* 
da  por  los  ángeles  para  Alonso  el  Gasto**,  y  el  de  Santia- 
go peleando  contra  los  moros  en  las  gloriosas  jornadas 
de  Glavijo  y  de  Hacinas  ^*. 

La  última  parte,  aunque  compilada  y  escrita  con 
menos  esmero,  conserva  sin  embargo  el  mismo  tono. 
Principia  con  la  sabida  historia  del  Cid",  á  quien, 
como  al  mayor  de  los  héroes  nacionales ,  se  dedica  en 
ella  un  lugar  de  desproporcionada  extensión.  Mas  ade- 
lante ,  y  á  contar  desde  los  ciento  cincuenta  años  an- 
teriores al  tiempo  en  que  vivía  el  autor^  hallamos  ya  una 
relación  histórica  mas  regular ;  y  finalmente,  el  reinado 
de  su  padre  S.  Fernando  está  redactado  sobre  memorias 
autenticas  y  descansa  ya  sobre  mas  sólidos  cimientos. 
Lo  que  mas  llama  la  atención  en  esta  notable  crónica , 
es  el  ser  en  su  tercera  parte ,  y  en  gran  porción  de  la 
cuarta,  una  traducción,  si  así  puede  decirse,  de  las  anti- 
guas leyendas  y  tradiciones  del  pais,á  una  prosa  sencilla 
y  pintoresca ,  pon  pretensiones  de  historia  grave  y  for- 
mal. Cuáles  sean  las  fuentes  originales  de  estos  pasajes 

*  <  Crónica  de  España  »,  parte  iii ,    cVoto  de  Santiago  y  batalla  de  Cla- 
cap.  i  j  2.  vijo»  (Comedias  escogidas,  t.  xxxni, 

^  Ibid.,  cap.  10  y  15.  1670, 4.^),  está  fundada  en  el  primero 

*  Ibid.,  cap.  18,  etc.  de  estos  pasajes;  pero  su  autor  no 

*  Ibí d. ,  cap.  20.  supo  aprovecharse  de  los  buenos  ma- 
*^  Ibid.,  cap.  10.  teriales  que  ofrece. 

**  Ibid.,  cap.  10,  juntamente  con  el  *>  La  nistorla  particular  del  Cid 

romance  tomado  de  su  historia,  que  comienza  al  principio  de  la  parte  iv, 

comienza  «Reynando  el  re?  Alfonso»,  fol.  279,  y  concluye  en  el  rol.  546, 

<«  Ibid.,  cap.  11  y  19.  —Una  come-  edlc.  de  1541. 
dia  de  Rodrigo  de  Herrera ,  titulada 


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PRIMERA   ÉPOCA.  CAPÍTULO   VIII.  165 

purameQle  nacioaales,  cuya  auteDlícidad  desearíamos 
mucho  poder  comprobar ,  lo  ignoramos  de  todo  punto. 
Unas  veces,  como  en  las  relaciones  de  Bernardo  del 
Carpió  y  de  Garlo-Magno,  se  apela  claramente  á  los 
antiguos  Cantares  de  gesta  **.  Otras,  como  la  de  los  In- 
fantes de  Lara ,  la  narración  puede  estar  fundada  en 
alguno  de  los  antiguos  cronicones  latinos ,  ó  quizá  en 
alguna  leyenda  poética ,  cuyo  rastro  debe  haberse  per- 
dido completamente^^.  Y  una  vez,  por  lo  menos,  ha- 
llamos inserta  íntegramente,  y  no  muy  bien  colocada 
por  cierto  en  el  lugar  que  ocupa,  una  historia  sepa- 
rada, como  es  la  del  Cid.  Echase  de  ver  en  los  tro- 
zos de  que  vamos  hablando  un  carácter  poético  mas 
determinado  que  en  los  restantes ;  porque  mientras 
las  partes  anteriores,  tomadas  de  la  historia  antigua, 
presentan  cierta  austera  exactitud  que  las  hace  áridas 
y  desmayadas ,  en  las  siguientes  se  encuentra  ya  una 
narración  sencilla  y  animada ,  como,  por  ejemplo ,  la 
Relación  de  la  muerte  de  S.  Fernando,  en  la  cual  no  po- 
demos menos  de  reconocer  la  mano  fidedigna  de  un  tes- 
tigo presencial  de  sucesos  que  le  afectaban  vivamente. 
Entre  los  pasajes  mas  poéticos  de  la  Crónica,  hay  dos 
al  final  de  la  segunda  parte ,  que  contrastan  entre  sí  y 
están  colocados  con  cierta  habilidad  v  arte,  no  comunes 
en  las  antiguas  crónicas ,  cuyo  carácter  distintivo  es 
siempre  el  de  una  sencilla  espontaneidad.  Refiérense  á 


**  Parte  m ,  cap.  10  y  13.  nica  mas  anticua,  probablemente  de 

*^  Estov  persuadido  de  que  la  bella  alguna  leyendfa  monacal  latina ;  mas 

historia  de  los  Infantes  de  I..ara,  tal  nada  encuentro  anterior  á  este  pa- 

cual  se  lee  en  la  tercera  parte  de  la  saje,  que  conserve  vestigios  de  poe- 

«Crónica  de  España»,  fol.  261,  edi-  sias  y  romances  españoles,  relati- 

cion  de  1541 ,  procede  de  otra  eró-  vamente  á  los  Infantes  de  Lara. 


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166  HISTORIA   DE   LA   LITBEATURA   ESPAllOLA. 

lo  que  por  macho  tiempo  %e  ha  designado  con  el  nombre 
de  «La  pérdida  de  España^*»,  ó  sea  la  conquista  de  Es- 
paña por  los  árabes,  y  consisten  en  dos  (descripciones 
pintorescas  de  la  condición  del  país  antes  y  después  de 
aquel  suceso,  que  los  españoles  acostumbraron  por  largo 
tiempo  á  considerar  como  la  división  natural  déla  histo- 
ria del  mundo  en  dos  grandes  épocas.  En  el  primero  de 
estos  pasajes,  cuyo  título  es  Los  bienes  que  tiene  España*\ 
después  de  algunas  observaciones  generales,  prosigue 
asila  Crónica.  aPues  esta  España  que  deximos,  tal  es 
jicomo  el  parayso  de  Dios  :  ca  riégase  con  cinco  rios  cá- 
ndales, que  son  Duero,  ed  Ebro,  e  Tajo,  e  Guadalquevir, 
x>e  Guadiana  :  e  cada  vno  dellos  tiene  entre  sí  e  el  otro 
» grandes  montañas  e  tierras  *^  :  e  ios  valles  e  los  llanos 
»son  grandes  e  anchos  :  e  por  la  bondad  de  la  (ierra  y 
»el  humor  da  los  rios  llevan  muchas  frutas  e  son  abon- 
•dados.  Otrosí  en  España,  la  mayor  parte  se  riega  con 
» arroyos  e  de  fuentes  :  e  nunca  le  menguan  pozos  en 
»cada  logar  que  los  han  menester.  E  otrosí  España  es 
Dbien  ahondada  de  mieses  e  deleitosa  de  frutas,  viciosa 
» de  pescados ,  sabrosa  de  leche ,  e  de  todas  las  cosas 
»  que  se  de  ella  facen ,  e  llena  de  venados  e  de  caza, 
«cubierta  de  ganados ,  lozana  de  cavallos,  provechosa 
Dde  mulos  e  de  muías,  e  segura  e  abastada  de  castie- 
»llos,  alegre  por  buenos  vinos,  folgada  de  abonda- 
» miento  de  pan ,  rica  de  metales  de  plomo  e  de  estaño, 
»  e  de  argén  vivo  e  de  fierro  e  de  arambre  e  de  plata  e 

*<  Así  llaman  los  antiguos  escrito-  **  El  original ,  en  las  dos  ediclo- 

res  la  conquista  musulmana.  nes  impresas,  dice  tierraij  lo  cual  es 

^^  «  Los  bienes  oue  tiene  España  »  errata  manifiesta  en  lugar  de  sierraSy 

(edíc.de  154i,  fol.202);  y  á  la  vuelta  según  el  contexto,  y  sea  este  un 

de  la  hoja  se  baila  el  pasaje  que  si-  ejemplo  de  los  mil  errores  tipográfí- 

gue,  titulado  « El  llanto  de  España  ».  eos  que  deslucen  ambas  ediciones. 


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PRIMERA   ÉPOCA  —  CAPÍTULO   Ylll.  167 

» de  oro  e  de  piedras  preciosas ,  e  de  toda  manera  de 
«piedra  marmol,  e  de  sales  de  mar,  e  de  salinas  de 
» üerra ,  e  de  sal  en  peñas,  e  de  otros  veneros  muchos 
»de  azul,  e  almagra ,  greda,  e  alumbre ,  e  otros  mu- 
» chos  de  quantos  se  fallan  en  otras  tierras.  Briosa  de 
Dsirgo,  e  de  cuanto  se  falla  de  dulzor  de  miel  e  de  azu- 
lear, alumbrada  de  cera,  alumbrada  de  olio,  alegre 
«de  azafrán.  E  España  sobre  todas  las  cosas  es  enge- 
Ȗosa  e  aun  temida  e  mucho  esforzada  en  lid,  ligera  en 
»afan ,  leal  al  Señor ,  afirmada  en  el  estudio ,  palan- 
vciana  en  palabra,  complida  de  todo  bien  :  e  non  ha 
D tierra  en  el  mundo  quel  semeje  en  bondad,  nin  se 
«yguale  ninguna  a  ella  en  fortalezas,  e  pocas  ha  en  el 
•  mundo  tan  grandes  como  ella.  E  sobre  todas  España 
»es  ahondada  en  grandeza  :  mas  que  todas  preciada  por 
«lealtad.  ¡O  España!  non  ha  ninguno  que  pueda  ct)n- 
»tar  tu  bien.»  • 

Pero  veamos  ahora  el  reverso  de  la  medalla,  y  lea- 
mos el  otro  pasaje,  titulado  El  llanto  de  España,  cuando 
(según  cuenta  la  Crónica)  después  de  la  victoria  de  los 
moros,  «  fincara  toda  la  tierra  vazía  del  pueblo,  bañada 
i>de  lagrimas,  complida  de  apellido,  huéspeda  de  los 
»estraños,  engañada  de  los  vecinos,  desamparada  de 
» los  moradores ,  viuda  y  asolada  de  los  sus  fijos ,  con- 
wfondida  de  los  barbaros,  desmedrada  por  llanto  e  por 
«llaga,  fallesgida  de  fortaleza,  flaca  de  fuerza,  men- 

•guada  de  conorte,  asolada  de  los  suyos Olvidados 

»le  son  los  sus  cantares  :  e  el  su  lenguaje  ya  tornado 
»es  en  ageno  e  en  palabra  estraña.  » 

Los  pasajes  mas  seductores  de  la  Crónica  son  sin  duda 
alguna  sus  largas  narraciones ;  son  también  los  mas  poé- 


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168  UISTOniA   DE    LA    LITERATURA   BSPAÍlOLA. 

ticos,  y  en  tal  manera,  que  machos  de  ellos  han  sido 
convertidos  posteriormente  en  romances,  sin  mas  que 
modificar  algún  tanto  la  frase  para  acomodarla  al  me- 
tro". Otros,  por  el  contrario,  y  en  námero  conside- 
rable, proceden  probablemente  de  poesías  análogas, 
mucho  mas  antiguas,  hoy  dia  enteramente  perdidas, 
ó  de  tal  modo  alteradas  por  la  sucesión  de  las  tradi- 
ciones orales,  que  no  es  posible  dar  una  prueba  com- 
pleta de  su  analogía  con  las  rdaciones  de  la  Cró- 
nica &  que  originariamente  sirvieron  de  base.  Uno  de 
estos  pasajes  es  la  historia  de  Bernardo  del  Carpió,  en 
la  cual  la  misma  Crónica  hace  referencia  á  romances 
mas  antiguos  que  ella  ;  al  paso  que  la  narración  de 
esta  se  convirtió  mas  adelante ,  y  casi  literalmente ,  en 
nuevos  romances.  Tiene  por  base  esta  historia  de  Ber- 
nardo la  lucha  entre  la  lealtad  á  su  rey  por  una  parte, 
y  por  la  otra  el  afecto  á  su  padre  encarcelado ;  porque, 
según  ya  dijimos  anteriormente,  al  hablar  de  los  anti- 
guos romances  y  tradiciones ,  aquel  héroe  era  fruto  de 
los  secretos  amores  de  la  hermana  de  Alfonso  con  el 
conde  D.  Sandias  de  Saldaña ,  cuyo  suceso  ofendió  de 

^^  Esta  observación  es  aplicable  á  mente  se  compaso  para  recitar  ó 

machos  pasajes  de  la  tercera  parte  cantar,  enseñando  algon  retablo  ú 

de  la  Crónica,  mas  á  ninguno  con  otro  espectáculo  semejante,  en  que 

tanta  exactitud  como  á  las  bístorias  de  se  mostrase  al  público  el  suceso  ; 

Bernardo  del  Carpió  y  de  los  Infan>  «Llegados  son  los  Infantesi,— «Quién 

tes  de  Lara,  de  las  cuales  se  encuen-  es  aquel  caballero  » ,  y  <  Ruy  Velaz- 

tran  largos  trozos  en  los  romances,  quez  el  de  Lara».— -Todos  estos  se  en- 

copiados  al  pié  de  la  letra.  Citaremos  cuentran  en  las  antiguas  colecciones 

solamente  como  muestra  :  i.^  Sobre  de  romances,  y  según  creo,  también 

Bernardo  del  Carpió ,  los  romances  en  las  anteriores  á  i860,  siendo  muy 

<iue  empiezan  :  c  El  conde  Don  San-  digno  de  notarse  que  en  la  misma 

cno  Díaz»,— « En  corte  del  Casto  AJ-  Crónica  general  se  hace  particular 

fonso»,— «Estando  en  ^azposiego»,  mención  de  «Cantares  de  Gesta»  re- 

~« Andados  treinta  y  seis  anos»,  y  «En  ferentes  á  Bernardo  del  Carpió,  los 

f;ran  pesar  y  tristeza  ».  2.^  Sóbrelos  cuales  eran  ya  conocidos  y  populares 

ufantes  de  Lara,  los  siguientes  :  «A  wando  aquella  se  compilaba  en  el 

Calatrava  la  vieja  » ,  que  evidente-  siglo  mi. 


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PRIMERA   ÉPOCA.  CAPITULO   VIII.  169 

tal  manera  al  Rey»  que  de  sus  resaltas  encerró  al  Con- 
de en  un  castillo ,  procurando  ocultar  cuidadosamente 
el  origen  de  Bernardo,  aunque  le  criaba  al  mismo 
tiempo  como  si  fuera  hijo  propio.  Uegado  ya  á  mance- 
bo, vino  á  ser  Bernardo  el  héroe  de  su  tiempo,  prestan- 
do en  la  guerra  importantes  servicios  á  su  rey  y  á  su 
pais.  «E  él  (según  dice  la  enérjica  relación  de  la  Cró- 
)»ntca*^)  cuando  sopo  que  su  padre  era  preso,  pesoF 
» mucho  de  corazón  :  e  bolviósele  la  sangre  en  el 
»cuerpo^  e  fuese  para  su  posada  faziendo  el  mayor  due- 
»lo  del  mundo  :  e  vistióse  paños  de  duelo  :  e  fuese  pa- 
»ra  el  Rey  D.  Alfonso.  E  el  Rey  cuando  lo  vido,  dixol: 
«Bernaldo  por  aventura  cobdíciades  la  muerte  mia? 
)»por  que  Bemaldo  siempre  tovo  fasta  aquí  que  era  fi- 
» jo  del  Rey  D.  Alfonso.  E  Bemaldo  le  dixo :  Señor,  non 
vquerrie  yo  vuestra  muerte,  mas  he  muy  grande  pesar 
«porque  mi  padre,  el  conde  D.  Sandias,  yace  en  prisión, 
»e  pido  vos  por  merced  que  me  lo  mandedes  dar.  E  el 
•Rey  D.  Alfonso  cuando  esto  oyó,  dixole :  Berlialdo,  pará- 
is vos  delante  de  mi  e  nunca  jamas  seades  vos  osado  de 
)» esto  me  decir,  ca  yo  vos  juro  que  nunca  veades  á  vues- 
»tro  padre  fuera  de  prisión  en  cuantos  dias  yo  viva. 
»E  Bernaldo  le  dixo :  Señor,  Rey  sodes  e  faredes  lo  que 
jitovierdes  por  bien  :  e  ruego  á  Dios  que  vos  meta  en 
» coraron  que  lo  saquedes  dende :  ca  yo,  Señor,  non  de- 
Dxaré  de  vos  servir  cuanto  yo  mas  pudiere.» 

A  pesar  de  esta  negativa ,  siempre  que  en  las  turbu* 
lencias  de  aquell$i  época  eran  necesarios  los  servicios 
de  Bernardo,  se  le  ofrecia  como  recompensa  de  ellos 
la  libertad  de  su  padre;  pero,  como  estas  promesas  ja- 

**  «Crónica  general  de  España»,  edic.  154i ,  fol.  227. 


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170  HISTORIA   DE   LA   LITERATURA  ESPAJIOLA. 

mas  se  llegaban  á  camplir,  rompió  al  ñu  cod  su  falso 
tío,  y  se  puso  con  él  en  lucha  abierta,  que  continuó 
después  contra  Alfonso  el  Magno,  uno  de  sus  sucesores'S 
llegando  á  poner  en  tal  aprieto  la  autoridad  del  Rey, 
que  este  le  volvió  á  ofrecer  de  nuevo  y  de  una  manera 
mas  solemne  la  libertad  del  prisionero,  si  Bernardo, 
por  su  parte,  entregaba  el  castillo  del  Carpió,  cuya  po- 
sesión le  hacia  formidable.  No  vacila  un  momento  este 
hijo  fiel,  y  el  Rey  envia  á  buscar  al  anciano  Conde,  á 
quien  encuentran  ya  sin  vida,  por  disposición  tal  vez 
del  monarca  mismo,  quien  no  vaciló  en  apoderarse, 
aunque  por  medio  de  una  indigna  bajeza,  del  cas- 
tillo que  era  el  precio  convenido  de  la  entrega  de  su 
cautivo.  Dispone  pues  que  traigan  el  cadáver. cabal- 
gando, cual  si  estuviera  vivo,  y  sale  á  su  encuentro  en 
compañía  de  Bernardo,  que  no  tenia  sospecha  alguna 
de  tan  cruel  superchería. 

«E  después  que  se  llegaron  todos  en  uno  (conti- 
u  núa  la  Crónica),  comenzó  Bernaldo  á  dar  vozes  con  gran 
» alegría  e  decir,  lay  Dios!  do  viene  aqui  el  conde  Don 
» Sandias  de  Saldaña.  E  el  Rey  D.  Alfonso  le  dixo  :  vé- 
» deslo  do  está ;  ydlo  á  saludar,  pues  que  tanto  lo  cob- 
»diciastes  ver.  E  Bernaldo  fué  estonces  para  él  e  besol 
x>la  mano,  mas  cuando  gela  falló  fria,  e  le  vido  toda  la 
» color  denegrida ,  entendió  que  era  muerto ,  e  con  el 
» pesar  que  ende  ovo,  comenzó  de  dar  grandes  boces,  e 
»facer  gran  duelo  diziendo :  i  Ay  conde  D.  Sandias!  que 
»malhora  me  engendrastes,  ca  nunca  fui  ome  perdido 
»assí  como  yo  soy  agora  por  vos,  ca  pues  vos  sodes 
» muerto  e  el  castillo  yo  he  perdido,  non  sé  conseio  en 

*^  <  Crónica  general «,  edic.  i54i ,  foL  256. 


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PRIMERA  ÉPOCA.  —  CAPITULO   VH!.  171 

»el  mundo  que  faga.  E  algunos  dicen  en  sus  Cantares 
»de  gesta  que  le  dixo  estonces  el  Rey :  D.  Bernaldo  oy 
«mas  non  es  tiempo  de  mucho  fablar  y  digovos  que 
»me  salgades  luego  de  la  tierra ,  et  non  me  estedes  y 
»mas,  etc.» 

Esta  relación  es  uno  de  los  trozos  mas  interesantes 
de  la  antigua  Crónica  general,  aunque  toda  ella  es  muy 
curiosa,  animada  y  pintoresca.  Nótase  en  ella  mas  li- 
bertad de  estilo  y  menos  exactitud  que  en  las  de- 
mas  obras  de  su  noble  autor ;  y  la  última  parte  ofrece 
una  falta  de  corrección  que  no  se  advierte  en  las  dos 
primeras ,  si  bien  ya  se  echa  algún  tanto  de  ver  en  ia 
tercera.  Rebosa,  sin  embargo,  en  todas  sus  páginas  el 
espíritu  de  la  edad  en  que  se  escribió ;  y  considerada 
en  conjunto,  es  la  mas  interesante,  no  solo  de  las  cró- 
nicas españolas ,  sino  de  todas  las  que  en  cualquier 
otro  pais  señalan  el  paso  de  las  tradiciones  poéticas 
y  románticas  á  la  severa  exactitud  de  la  verdad  his- 
tórica. 

Reclama  en  seguida  nuestra  atención  la  que  se  de- 
signa con  el  sencillo  título  de  Crónica  del  Cid,  tan  im- 
portante bajo  ciertos  aspectos  como  la  que  acabamos 
de  examinar,  aunque  bajo  otros  no  tanto.  Desde  luego 
ofrece  la  circunstancia  notable  de  que,  aun  cuando 
parece  constituir  una  obra  separada  é  independíente, 
no  es,  en  sustancia,  otra  cosa  mas  que  las  ciento  ochen- 
ta páginas  que  forman  el  primer  trozo  del  libro  4.'' de  la 
Crónica  general  de  España;  de  suerte  que  pudiera  muy 
bien  creerse  que  la  una  se  lomó  de  la  otra,  ó  bien  que 
ambas  proceden  de  una  fuente  común.  Esta  última  es 
quizá  la  suposición  mas  natural,  y  algunos  ia  han  ^dop- 


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172  U16T0IUA   DB   LA   LITBIUTURA   ESPAÑOLA. 

lado^;  pero  haciendo  uo  examen  mas  detenido  de  ella, 
se  puede  conjeturar  con  fundamento  que  la  Crónica  del 
Cid  mas  bien  está  tomada  de  la  de  Alfonso  el  Sabio,  que 
de  ningún  otro  original  común  á  ambas  y  anterior  á 
ellas.  En  primer  lugar,  aun  cuando  el  uso  de  unas  mis- 
mas palabras  en  una  y  en  otra  induce  á  sospechar  que 
se  han  trasladado  de  una  misma  fuente,  como  el  len- 
guaje es  muchas  veces  el  mismo  en  páginas  ente- 
ras, no  puede  admitirse  la  identidad  de  origen  sino  en 
el  concepto  de  que  una  de  ellas  esté  copiada  de  la  otra. 
En  segundo  lugar,  la  Crónica  del  Cid  corrige  en  ciertos 
pasajes  algunos  errores  de  la  Crónica  general;  y  en 
uno,  por  lo  menos,  hace  una  adición  referente  á  hechos 
posteriores  á  la  fecha  de  aquella **.  Pasando,  sin  em- 


**  Tal  es  la  opinión  de  South  ey,  en 
el  prólogo  á  su  <  Crónica  del  Cid  », 
obra  que,  aunque  de  las  mas  entrete- 
nidas é  instructivas  que  se  han  es- 
crito con  relación  ¿  las  costumbres 
y  sentimientos  de  la  edad  media, 
está  lejos  de  ser  una  versión  com- 
pleta, como  se  pretende ,  de  los  tres 
originales  españoles.  La  opinión  de 
Huber  acerca  de  este  punto  con- 
viene con  la  de  Soutbey. 

^  Ambas  Crónicas  citan  como  au- 
toridades al  arzobispo  D.  Rodrigo, 
de  Toledo,  V  al  obispo  Lúeas,  de  Tuy, 
en  Galicia  (Cid ,  cap.  293.—  General , 
160i,  fol.  313,  v,y  en  otros  lugares),  y 
los  suponen  ya  muertos.  Ahora  bien: 
el  primero  murió  en  1247,  y  el  se- 
gundo en  1250; y  como  la  «Crónica  de 
Alonso  el  X»  í\ié  necesariamente  escri- 
ta entre  1232  y  1282^  probablemente 
poco  después  de  1232,  no  es  de  su- 
poner que  la<Crónica  del  Cid»,  ni  otra 
ninffuna  crónica  castellana  sobfe  la 
cual  la  General  hubiese  podido  apro- 
vecharse, estuviera  ya  entonces  com- 
pilada. Hay  ademas  pasajes  en  la  del 
Cid  que  prueban  su  posterioridad  á 
la  General.  Por  ejemplo,  en  los  capí- 
tulos 204,  2d5  y  290  de  la  primera 


está  corregido  un  error  de  dos  años 
que  se  nota  en  la  cronología  de  la 
segunda.  Por  otra  parte,  la  <r  Crónica 

general»  (edic.  1604,  fol.  313,  v.). 
espues  de  referir  el  entierro  del 
Cid  por  los  obispos,  en  una  bóveda , 
ff  vestido  con  sus  paños ,  »  añade  : 
ff  £  assi  yaze  ay  do  agora  yaze » ;  mas 
en  la  «Crónica  del  Cid»  estas  palabras 
han  desaparecido,  y  en  su  lu^ar  se 
lee :  «£  hy  esíudo  muy  grané  tiempo, 
fasta  que  vino  el  rey  Don  Alfonso  á 
reynari»:  después  de  cuyas  palabras 
continúa  refiriendo  la  traslación  del 
cadáver  á  otro  sepulcro  por  Alfonso 
el  Sabio ,  el  hijo  de  S.  Fernando  : 
en  medio  de  lo  cual  (que  prueba  cla- 
ramente haberse  hecho  la  adición  en 
la  «Crónica  del  Cid  »  después  de  es- 
crita la  relación  de  la  «Crónica  gene- 
ral») se  advierte  un  descuido  nota- 
ble y  muy  curioso  para  la  cuestión 
presente.  Hablando  de  S.  Fernando 
con  la  fórmula  acostumbrada  de  «  el 

S[ue  conquistó  la  Andalucía,  y  ganó  á 
aen ,  y  otras  muchas  villas  y  casti- 
llos,» añade  en  seguida :  «según que 
adelante  vos  lo  contará  la  historia  ». 
La  historia  del  Cid  nada  tiene  que 
ver  sin  embargo  con  la  de  S.Fernan- 


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PRIMERA  ÉPOCA.  — CAPÍTULO  VIII.  173 

bargo,  por  alto  los  detalles  de'este  punto  oscuro,  aun- 
que no  desnudo  de  importancia ,  basta  á  nuestro  pro- 
pósito consignar  aquí  que  la  Crónica  del  Cid  es  sus- 
tancial mente  la  misma  historia  del  héroe  contenida  en 
la  Crónica  general,  y  que  según  todas  las  probabilida- 
des está  tomada  de  esta. 

Cuándo  se  haya  redactado  en  la  forma  que  hoy  tiene, 
y  á  quién  se  deba  este  trabajo  no  hemos  podido  ave- 
riguarlo^V  Sábese  tan  solo  que  se  encontró  manuscrita 


do,  que  vi?ió  cien  años  des[>ues  de  él, 
y  ¿  qaien  no  vuelve  á  mencionar.  Por 
consiguiente  el  corto  pasaje  en  que  se 
reñere  la  traslación  del  cadáver  del 
Cid  á  otro  sepulcro ,  en  el  siglo  zui , 
debió  haberse  tomado  probablemente 
de  alguna  otra  crónica  que  contuvie- 
se la  historia  de  S.  Fernando ,  y  al 
mismo  tiempo  la  del  Cid.  Yo  me  in- 
clino á  creer  aue  se  tomó  del  «(Com- 
pendio de  la  Crónica  general  de  Al- 
fonso el  Sabio»,  hecho  por  su  sobrino 
D.  Juan  Manuel  ^  quien  aprovecharía 
gustoso  la  ocasión  de  introducir  una 
adición  tan  honorífica  para  su  tio  al 
llegar  al  punto  del  nuevo  enterra- 
miento del  Cid,  en  cuya  relación  la 
«Crónica  general»  hubiera  cesado  de 
ser  una  verdad  (cap.  29i). 

Es  también  notable,  aunque  ajeno 
de  la  cuestión  presente,  que  los  res- 
tos del  Cid ,  removidos  por  Alfonso 
el  Sabio  en  1372 ,  fueron  sucesiva- 
mente trasladados  á  diversos  luga- 
res, en  1447  y  en  i541,  otra  vez  á  pnn- 
cipios  del  siglo  xvni,  v  de  nuevo,  con 
mal  acuerdo ,  de  orden  del  general 
francés  Thibaut ,  en  1809  ó  1810 , 
hasta  que  por  último ,  en  1824 ,  vol- 
vieron á  descansar  en  su  primitivo 
santuario  de  San  Pedro  de  Cárdena. 
(Semanario  pintoresco,  1838,  pági- 
na 648.) 

^  Si  se  pregunta  cuáles  fueron  las 
autoridades  ó  materiales  en  que  se 
fundó  la  «Crónica  general»,  en  la  par- 
te relativa  al  Cid ,  pudiera  contes- 
tarse :  1.°  Las  que  se  citan  en  el 
prólogo  á  la  misma  obra  de  D.  Al- 


fonso ,  algunas  de  las  cuales  vuel- 
ven á  citarse  de  nuevo  cuando  llega 
á  hablar  del  Cid ,  siendo  la  mas  im- 
portante la « Historia  gothica» ,  del  ar- 
zobispo D.  Rodrigo  (véase  Nic.  Ant., 
«Bibl.  Ver.,»  lib.8,cap.2,§28).2.»  Es 
probable  que  hubiese  algunas  me- 
morias árabes  relativas  al  Cid ,  tales 
como  la  vida  del  mismo,  ó  parte  al  me- 
nos de  ella,  por  un  sobrino  de  Alfaxa- 
ti,  moro  converso,  que  la  misma  Cró- 
nica menciona  ^cap.  278),  y  la  Crónica 
general  ( 1341,  rol.  359,  v. ) ;  aunque, 
por  otra  parte,  nada  hay  en  la  Crónica 
que  conserve  sabor  arábigo,  excepto 
el  lamento  por  la  toma  de  Valencia, 
que  principia :  «Valencia,Va]encia,vi- 
nieron  sobre  ti  muchos  quebrantos», 
el  cual  se  lee  al  fol.  329,  y  otra  vez,  po- 
bremente amplificado,  al  fol.  329,  v.; 
de  donde  salió  aquel  bellísimo  roman- 
ce yle  «Apretada  está  Valencia»,  cuya 
antigüedad  puede  remontarse  hasta 
el  Cancionero  impreso  por  Martin- 
Nucio  en  Ambéres,  1550;  pero  no  mas 
allá ,  según  mi  juicio.  En  tal  con- 
cepto, síalgo  encierra  la  «Crónica  del 
Cid  9  tomado  de  documentos  arábi- 
gos, estos  son  obra  de  cristianos ,  ó 
por  lo  menos  los  hechos  en  elloscon- 
signados  han  tomado,  al  pasar  á  la 
Crónica,  un  carácter  exclusivamente 
cristiano*.  3.®  Los  traductores  cas- 
tellanos de  Bouterwek  (p.  255)  insi- 

*  Después  de  escrita  esta  nota,  he  sabido 
que  mi  amigo  D.  Pascual  de  Gayangos  posee 
ana  Crónica  árabe  que  derrama  macha  luz 
sobre  esta  Crónica  castellana  y  sobre  la 
vida  del  Cid. 


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174  HISTORIA  DE   LA   LITERATURA   ESP  AIRÓLA. 

como  actualmente  se  lee ,  en  el  mismo  monasterio  de 
San  Pedro  de  Cárdena,  donde  el  Cid  yace  sepultado^  y 
que  alli  la  vio  en  su  juventud  D.  Femando,  biznieto  de 
los  Reyes  Católicos  (que  fué  después  emperador  de  Ale- 
mania), el  cual  dio  orden  al  abad  para  imprimirla  ", 
según  lo  ejecutó  en  1512;  no  habiéndose  hecho  des- 
de entonces  mas  ediciones  que  otras  dos,  la  de  1652  y 
la  de  1593,  hasta  que  en  1 844  se  reimprimió  de  nuevo 
en  Marburgo ,  ciudad  de  Alemania ,  con  una  excelente 
introducción  crítica,  escrita  en  castellano  por  Huber**. 


DÚan  que  la  Crónica  castellana  del 
Cid  esU  tomada  sustancialmente  de 
la  «Historia  Roderici  Didaci»,  publi- 
cada por  Risco  en  t  La  Castilla  y  el 
mas  ramoso  castellano»  (1792,  App., 
pp.  xvi,  Iz);  mas  la  historia  latina, 
aunque  curiosa  y  estimable ,  es  solo 
un  reducido  compendio ,  en  el  cual 
no  se  encuentra  nada  de  las  intere- 
santes relaciones  y  aventuras  de  la 
Crónica  castellana; antes  bien  á  veces 
ofrece  pasajes  que  las  contradicen  ó 
menoscaban.  4.^  Del  antiguo  «Poema 
del  Cid »  se  aprovechó  indudable- 
mente el  cronista,  cualquiera  que  él 
fuese ,  y  con  bastante  libertad ,  aun 
cuando  nunca  lo  cita.  Asi  lo  indica 
Sánchez  (t.  i,  p.  226-228),  y  nosotros 
tendremos  que  repetirlo  al  llegar 
á  la  nota  28  >  donde  daremos  un  ex- 
tracto de  la  Crónica,  dejando  consig- 
nado aqui  (lue  indudablemente  el 
poema  sirvió  de  guia  á  la  Crónica,  y 
no  esta  á  aquel. 

^  Proemio.  —  El  Imen  abad  con- 
sidera que  la  crónicffse  escribió  en 
vida  del  mismo  Cid ,  esto  es ,  antes 
del  año  4100,  sin  hacerse  cargo  de 
que  en  ella  se  cita  al  arzobispo  de 
Toledo  y  al  obispo  de  Tuy,  los  cuales 
pertenecen  al  siglo  xiii.  Habla  tam- 
bién del  celo  inteligente  que  mostró 
en  este  asunto  el  principe  D.  Fer- 
nando ;  pero  Oviedo,  en  su « Diálogo 
del  cardenal  Ximenez »,  dice  que  el 
joven  príncipe  solo  tenia  ocho  años 
y  algunos  días  cuando  dio  aquella 
orden.  (Quinquagena ,  MS.) 


^  Alúdese  á  veces  en  ella  antici- 
padamente á  algún  pasaje  de  la  his- 
toria del  Cid,  añadiendo  «como  lueffo 
vos  contará  la  historia  »;  se^un  lo 
cual  no  cabe  duda  que  la  historia 
del  Cid  fué  originariamente  consi- 
derada como  parte  de  la  «Crónica  ge- 
neral». (Crónica  general,  edic.  1604, 
tercera  parte,  fol.  92,  v.).  Asi  es  que 
al  llegar  á  la  cuarta  parte ,  á  la  cual 
corresponde  realmente  ,  encontra- 
mos en  primer  lu^ar  un  capítulo  re- 
ferente al  advenimiento  de  Fernando 
el  Magno,  y  luego  la  historia  del  Cid 
enlazada  con  la  de  los  reinados  de 
Fernando  1 ,  Sancho  II  y  Alfonso  VI , 
siendo  tan  indudable  que  su  con- 
junto es  parle  integrante  de  la  «Cró- 
nica general»,  y  no  una  crónica  sepa- 
rada del  Cid,  que  cuando  fué  segre- 
gada para  formar  una  crónica  aprte, 
se  tomaron  ¡os  tres  reinados  de  los 
tres  soberanos  referidos,  principian- 
do con  un  capitulo  relativo  á  una 
época  anterior  de  diez  años  al  naci- 
miento del  Cid ,  y  concluyendo  con 
otros  cinco  que  se  refieren  á  sucesos 
ocurridos  diez  años  después  de  su 
muerte,  cerrándose,  por  ultimo,  el  li- 
bro con  unos  cuantos  renglones  en 
que  se  procura  excusar  (Crónica  del 
Cid,Bürgos,  4503,  folio, fol. 277) que 
contenga  mas  bien  una  crónica  de 
aciuellos  tres  reyes,  oue  no  una  cró- 
nica exclusivamente  ael  Cid :  todo  lo 
cual,  ademas  de  las  diferencias  ca- 
racterísticas entre  una  y  olra,  de  que 
ya  hemos  dado  idea ,  nos  persuaden 


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PRIMERA   ÉPOCA. — CAPÍTULO   VIH.  175 

Como  parte  de  la  Crónica  genertU  de  España  debe- 
mos manifestar,  aunque  con  algún  recelo,  que  la  Cró- 
nica del  Cid  nos  parece  menos  interesante  que  algunos 
de  los  trozos  que  inmediatamente  la  preceden.  Debe,  sin 
embargo,  ser  considerada  como  la  versión  nacional  de 
las  hazañas  del  grande  héroe  que  libertó  la  cuarta  parte 
de  su  paisdel  ominoso  yugo  sarraceno,  y  cuyo  recuerdo 
continúa  hasta  nuestros  dias ,  enlazado  con  los  mas 
preciados  timbres  de  la  gloria  de  España.  Comienza  con 
los  primeros  triunfos  del  Cid  bajo  Fernando  el  Magno, 
y  por  lo  tanto  solo  alude  lijeramente  á  los  años  de  su 
primera  juventud,  y  á  los  extraordinarios  sucesos  en 
que  Comeille,  siguiendo  los  antiguos  dramas  y  romances 
españoles,  ha  fundado  su  tragedia;  pero  luego  refiere 
menudamente  casi  todas  las  aventuras  que  le  atribuyen 
las  mas  antiguas  tradiciones,  hasta  su  muerte,  acae- 
cida en  1099 ,  ó  mas  bien,  hasta  la  de  Alfonso  el  VI, 
que  tuvo  lugar  diez  años  mas  tarde. 

Es  en  gran  parte  tan  fabulosa*^  como  las  relaciones  de 
Bernardo  del  Carpió  y  de  los  Infantes  de  Lara  ,  aunque 
quizá  no  lo  es  tanto  como  pudiera  esperarse  de  una 
obra  escrita  en  semejante  período  y  con  tales  preten- 
siones. Su  estilo  está  en  armonía  con  su  carácter  ro- 
mántico, y  es  mas  difuso  y  grave  que  el  de  otras  be- 
llas narraciones  que  presenta  la  Crónica  general.  Pero 
brilla,  en  cambio,  en  todas  sus  páginas  el  espíritu  pe- 


á  que  la'cCrónJca  del  Cid»  se  sacó  de  baila  tratada  con  agudeza  y  erudición 

la  General.  en  «r  Josepb  Ascbbacb ,  De  Cidi  Hit- 

^7  Ifasdeu  (Historia  critica  de  Es-  torioí  Fontibm  Dissertatio»,  aunque 

paña,  Madrid,  1785-1805,  4.%  t.  xx)  respecto  ¿i  becbos  individuales  del 

pretende  demostrar  que  todo  es  una  Cid  poco  es  lo  que  puede  aclararse 

lábula;  pero  esto  es  exigir  demasía-  con  seguridad, 
do  de  sus  lectores.  Esta  cuestión  se 


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176  HISTORIA   DE   LA   LITERATURA   ESPAÑOLA. 

culiar  de  los  tiempos  en  que  se  escribió,  y  nos  ofrece 
una  pintura  tan  fiel  de  sus  generosas  virtudes  y  de  su 
ruda  violencia,  que  puede  considerarse  como  uno  de  los 
mejores  libros  que  se  han  escrito  para  el  estudio  del 
verdadero  carácter  y  de  las  costumbres  de  la  edad  caba- 
lleresca. Hay  á  veces  pasajes,  tales  como  la  siguiente 
descripción  de  los  sentimientos  y  conducta  del  Cid,  cruel 
é  injustamente  desterrado  por  el  Rey  al  abandonar  sú 
buen  castillo  de  Bivar,  que  están  escritos  con  una  verdad 
tal  y  de  una  manera  tan  conforme  con  la  índole  de  la 
época  á  que  se  refieren,  que  el  conjunto  de  sus  porme- 
nores, sean  ó  no  inventados,  producen  en  el  ánimo  el 
efecto  de  una  relación  autentica  de  hechos  reales  y  po- 
sitivos. 

<tE  cuando  el  vio  los  sus  palacios  desheredados  e 
»sin  gentes,  e  las  perchas  sin  acores,  e  los  portales  sin 
«estrados,  tornóse  contra  Oriente,  e  fincó  los  finojos, 
»e  dixo:— Santa  María  madre,  e. todos  los  Santos,  ha- 
» ved  por  bien  de  rogar  á  Dios  que  me  dé  poder  para 
»que  pueda  destruir  á  todos  los  paganos,  e  que  dellos 
» pueda  ganar  de  que  faga  bien  á  mis  amigos  e  á  todos 
»los  otros  que  conmigo  fueren  e  me  ayudaren.  E  en- 
»tonces  devantóse  e  demandó  por  Alvar  Fañez,  c  di- 
»xole  : — Primo,  qué  culpa  han  los  pobres  por  el  mal 
»que  nos  face  el  Rey?  mandad  castigar  essas  gentes  que 
» non  fagan  mal  por  onde  fuéremos :  —  e  demandó  la 
» bestia  para  cabalgar.  E  entonce  dixo  una  vieja  á  la 
» su  puerta  :  —  Vé  en  tal  punto ,  que  todo  lo  estragues 
»quanto  fallares  e  quisieres. — E  el  Cid  con  este  pro- 
»verbio  ca valgo,  que  se  non  quiso  detener:  et  en  sa- 
vliendo  de  Bivar,  dijo  -.—Amigos,  quiero  que  sepades 


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PRIMERA   ttPOCA.  — CAPITULO    VIII.  177 

»qne  placerá  á  la  volaatad  de  Dios  que  tomaremos  á 
» Castilla  con  grand  honra  e  con  grand  ganancia*^.» 
Algunos  rasgos  caracterísUcos  de  costumbres  en  este 
corto  trozo,  tales  como  la  alusión  al  tribunal  colocado 
en  la  puerta,  donde  el  Cid  con  la  sencillez  patriarcal 
de  aquel  tiempo  habia  administrado  justicia  á  3U3  va- 
sallos, y  el  pobre  agüero  sacado  de  la  benévola  excla- 
mación de  una  vieja ,  que  parece  haber  infundido  ma- 
yor confianza  en  el  ánimo  del  héroe,  que  las  preces  que 
acababa  de  dirigir  al  cielo ,  ó  que  el  natural  ardimiento 
que  le  impelia  hacia  las  fronteras  musulmanas;  estos 
rasgos,  decimos,  dan  tanta  animación,  y  un  colorido 
tal  de  verdad  á  esta  antigua  Crónica,  que  no  parece 
sino  que  su  lectura,  descorriendo  el  velo  que  oculta 
aquellos  siglos,  nos  trasporta  en  medio  de  ellos,  y 
nos  pone  de  manifiesto  la  realidad  de  las  costumbres 
y  sentimientos  que  los  caracterizan.  Reunidas  pues  las 
joyas  de  su  animada  narración  con  los  tesoros  del  mis- 
me  género  que  encierra  la  Crónica  general,  hallaremos 
en  poético  conjunto  casi  todas  las  hazañas  semiiabulosas 

^  El  trozo  de  la  «Crónica  del  Cid»,  de  nen ,  la  semejanza  es  tal ,  qae  hasta 
donde  está  tomado  este  pasaje,  es  uno  se  emplean  as  mismas  palabras, 
de  aquellos  aue  menos  semejanza  Creemos  que  el  trozo  copiado  en  el 
conservan  con  los  lugares  correspon-  texto  está  tomado  de  las  primeras 
dientes  de  la  Crónica  general ,  y  se  líneas  del « Poema  del  Cid  »;  y  quizá 
encuentra  en  el  cap.  91;  bállanse  si  poseyéramos  las  anteriores  po- 
asimismo  otros  muchos,  desde  elca-  driamos  tácilmente  hallar  el  origen 
pitulo  88  al  95,  aue  no  tienen  su  de  otras  muchas  adiciones  que  se 
equivalente  en  dicna  Crónica  (i604 ,  notan  en  este  pass^e  de  la  Crónica, 
fol.  2S4,  etc.);  aunque  en  aquellos  Las  lineas  á  que  nos  referimos  son 
periodos  donde  una  y  otra  confie-    las  siguientes  : 

De  l08  808  oíos  tan  ftierte  I  mientre  lorando 
Tornaba  la  cabeza ,  |  e  estábalos  catando. 
Vio  poertas  abiertas  |  e  ozos  sin  callados. 
Alcándaras  vacias,  |  sin  pleUes  e  sin  mantos, 
B  sin  raleones  e  sin  |  adtores  madados. 
Sospird  mió  Cid ,  |  ca  mncho  avie  grandes  cnidados. 

Otros  varios  pasages  se  ve  claramente  que  están  tomados  del  Poema. 
T.  I.  12 


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i  78  HISTORIA   DB   LA   LITERATURA   BSPAÍ^OLA. 

de  los  prímitiyos  tiempos  de  la  historia  de  España.  Asi- 
mismo tendremos  una  viva  pintura  del  estado  de  las  cos- 
tumbres, en  aquel  oscuro  período  en  que  los  elementos 
de  la  sociedad  moderna  comenzaban  á  salir  del  caos 
en  que  por  largo  tiempo  se  habían  agitado  confusa- 
mente, y  fuera  ya  del  cual  han  ido  gradualmente,  por 
la  acción  sucesiva  de  los  tiempos,  tomando  formas  mas 
regulares ,  que  proporcionan  hoy  estabilidad  á  las  na- 
ciones, y  tranquilidad  á  los  hombres  para  su  mutuo 
comercio  y  comunicación. 


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CAPITULO  IX. 

Efectos  producidos  por  el  ejemplo  de  Alonso  X.— Crónicas  de  su  reinado 
y  de  los  de  Sandio  el  Bravo  y  Femando  IV.— Crónica  deAlonsoXl,  por  Vi- 
llaizan.— Crónicas  de  Don  Pedro  el  Crael ,  Henriqae  II ,  Jaan  I  y  Henri- 
qae  III ,  por  Ayala.—Crónica  de  Juan  II.~Dos  crónicas  de  Henrique  IV, 
y  otras  dos  de  Femando  é  Isabel. 

La  idea  de  Alfonso  el  Sabio,  sencilla  y  noblemente 
expresada  en  el  principio  de  su  Crónica ,  de  que  de- 
seaba legar  á  la  posteridad  un  recuerdo  de  lo  que  Es- 
paña había  sido  y  había  hecho  en  los  pasados  tiem- 
pos', no  dejó  de  ejercer  su  influencia  en  la  nación ,  á 
pesar  del  estado  en  que  entonces  se  hallaba ,  y  en  que 
todavía  continuó  por  cerca  de  un  siglo.  Su  ejemplo,  sin 
embargo,  no  fué  inmediatamente  seguido;  porque,  así 
como  su  proyecto  de  uniformar  la  administración  de 
justicia  por  medio  de  un  código  regular,  iba  mas  ade- 
lante de  lo  que  permitía  el  estado  de  la  sociedad  en 
aquella  época :  y  si  bien  no  dejó  de  producir,  como  aquel, 
frutos  abundantes,  cuando,  algo  mas  tarde,  fué  secun- 
dado su  impulso ,  sus  sucesores  Sancho  el  Bravo  y  Fer- 

*  Tiene  bastante  analogía  con  la  in-  »los  otros  que  avien  de  venir  como 

troduccion  de  las  Partidas :  c  Los  sa-  tpara  si  mesmos  ó  para  los  otros  que 

»bÍos  antiguos  que  fuemn  en  los  tiem-  »eran  en  su  tiempo ,  etc. »  Pero  estas 

»pos  prtmems ,  y  fallaron  los  saberes  introducciones  son  comunes  á  otras 

»y  las  otras  cosas ,  tovieron  que  men^  varias  crónicas  y  libros  antiguos  cas- 

«guarien  en  sus  fechos  y  en  su  leal-  tellanos. 
»Ud ,  si  también  no  lo  quisiesen  para  ^ 


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180  HISTOBIA   DE   LA    LITERATURA   ESPAÜOLA. 

nando  IV  no  se  cuidaron  ,  al  menos  que  sepamos ,  de 
procurar  la  publicación  de  la  historia  de  sus  respeclivos 
reinados.  Pero  Alfonso  XI,  en  cuyo  tiempo  (téngase  esto 
presente)  las  Partidas  se  establecieron  como  ley  del  rei- 
no, siguió  el  ejemplo  de  su  sabio  progenitor,  ordenan- 
do que  se  continuasen  los  anales  desde  la  época  en  que 
concluía  la  Odmca  general  basta  sus  días,  abrazando  los 
reinados  de  Alonso  el  Sabio,  Sancho  el  Bravo  y  Feman- 
do IV,  ó  lo  que  es  lo  mismo,  el  período  desde  1252 
hasta  1312^.  Este  es  el  primer  ejemplo  del  estableci- 
miento de  un  cronista  real,  y  puede  por  lo  tanto  fijarse 
en  esta  época  la  creación  de  un  oficio  importante  en 
todo  lo  concerniente  á  la  historia  del  pais,  que,  si  bien 
desatendido  en  tiempos  posteriores,  nos  ha  provisto  de 
documentos  interesantes  hasta  el  reinado  de  Carlos  V, 
y  continuó  subsistente,  á  lo  menos  en  la  forma,  hasta 
el  establecimiento  de  la  Real  Academia  de  la  Historia, 
á  principios  del  siglo  xviii. 

Se  ignora  quién  haya  desempeñado  primeramente 
las  funciones  de  cronista  oficial ,  si  bien  parece  que  la 
Crónica  de  que  hablamos  haya  sido  ordenada  por  los 
años  de  1320.  En  un  principio  se  atribuyó  á  Fernán 
Sánchez  de  Tovar;  mas  siendo  este  un  personaje  de 
gran  consideración ,  práctico  en  los  negocios  de  Estado 
y  entendido  en  materias  históricas,  difícilmente  pueden 
atribuírsele  los  muchos  errores  en  que  esta  Crónica  abun- 
da, sobre  todo  en  la  parte  relativa  á  Alonso  el  Sabio*. 

*  «Chronica  del  muy  esclarecido   (Valladolid,  i554,  folio)  ;  á  las  que 


de  este  Libro  va  encorporada  la  Chro-   ( Valladolid ,  i554 ,  folio. ) 

nica  del  Rey  D.  Sancho  el  Bravo,  etc.»       '  Puede  verse  una  amplia  discu- 


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PRIMERA   ÉPOCA.  —  CAPtTOLO   IX.  181 

Sea 9  sin  embargo,  qpien  qaiera  su  autor,  la  Crónica, 
que  dividida  distintamente  en  los  tres  reinados,  puede 
considerarse  mas  bien  como  tres  crónicas,  que  no  como 
una  sola,  tiene  en  sí  misma  poco  mérito.  Su  narración 
es  tosca,  seca  y  grave,  y  si  algunas  veces  despierta  el 
interés,  no  es  seguramente  por  su  estilo,  sino  por  el 
carácter  de  los  sucesos  que  refiere ,  los  cuales  tienen 
en  sí  mismos  cierto  sabor  caballeresco  y  aventurero, 
propio  de  los  tiempos  antiguos,  que  los  hace  interesan- 
tes y  pintorescos. 

Establecido  ya  en  la  corte  de  Castilla  un  sistema  fijo 
de  escribir  la  crónica  del  tiempo,  Henrique  II  ordenó  á 
su  canciller  y  justicia  mayor,  Juan  Nuñez  de  Villaizan, 
que  arreglase,  según  se  lee  en  su  prefacio,  «imitando 
á  los  antiguos,»  una  relación  del  reinado  de  su  padre. 
Así  pues,  la  serie  no  interrumpida  nos  ofrece  ahora  la 
Crónica  de  Alonso  XI*,  que  principia  con  su  nacimiento 
y  crianza,  de  que  da  muy  breves  noticias,  aunque  refie- 
re extensamente  los  sucesos  desde  su  advenimiento  al 
trono  en  1312,  hasta  su  muerte  en  1350.  Qué  parte  tu- 
viese el  canciller  del  Reino  en  la  redacción  de  la  obra, 
no  es  fácil  asegurar*.  Según  se  deduce  de  diferentes  pa- 
sajes, parece  haberse  tenido  presente  al  escribirla,  otra 
Crónica  mas  antigua* ;  y  por  lo  tanto  el  conjunto  po- 

sioD  sobre  este  punto  en  las  «  Memo-  pero  la  mejor  de  todas  es  la  de  Ma- 
rías de  Alfonso  el  Sabio»,  por  el  mar-  drid,  1787,  por  Cerda  y  Rico,  publi- 
ques de  Mondéiar,pp.  569-655. —Cíe-  cada  bajo  los  auspicios  de  la  Real 
mencin,  sin  embarco,  á  pesar  de  todo,  Academia  de  la  Historia, 
atribuye  ía  <  Crónica  á  Fernán  San-  ^  La  frase  es: «  Mando  á  Juan  Nuñes 
chez  de  Tovar».  (Memorias  de  la  Real  »de  Villaizan ,  Alguacil  de  la  su  casa  , 
Acad.  de  la  Historia,  t.  vi ,  p.  451.}  »que  la  ficiese  trasladar  en  per^ami-* 
*  Hav  una  edición  de  esta  Crónica  »nos ,  é  fizóla  trasladar,  et  escribióla 
(Valladolid,  1551,  folio)  mejor  de  lo  »Ruy  Martínez  de  Medina  de  Riose- 
que  suelen  serlo  las  antiguas  edicio-  »co,  etc. »  (Véase  el  Prefacio. ) 
nes  de  esta  clase  de  obras  en  España ;  *  En  el  cap.  340y  en  otros  lugares. 


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i83  UISTORU  DE  LA   LITERATURA   SSPAÍ^OLA. 

dría  oonsideraree  como  una  compilacíoQ  hedba  bajo  la 
responsabilidad  de  uno  de  los  mas  altos  personajes  del 
reino.  El  siguien  te  trozo ,  tomado  del  principio  de  di* 
cha  Grónicat  podrá  servir  como  muestra  del  tono  grave 
y  mesurado  que  en  ella  se  emplea ,  y  del  esm^o  que 
la  distingue  en  la  exactitud  de  las  fechas  y  sucesos. 

«Dios  es  comienzo  et  medianería  et  acabamiento  de 
» todas  las  cosas ,  et  sin  él  no  pueden  ser;  ca  por  el  su 
»  poder  son  fechas,  et  por  el  su  saber  gobernadas,  et  por 
»la  su  bondat  mantenidas:  et  él  es  Señor,  et  en  todas 
»las  cosas  Todo  Poderoso ,  et  vencedor  de  todas  las  ba- 
•tallas.  Onde  todo  ome  que  algún  buen  fecho  quisiere 
» comenzar «  primero  debe  poner  et  nombrar  et  adelan- 
jitar  á  Dios  et  rogándole  et  pidiéndole  merced  que  le 
»dé  saber  et  voluntad  et  poder  porque  le  pueda  bien 
» acabar.  E  de  aquí  adelante  esta  Sancta  Coronica  con- 
stará las  cosas  que  pasó  el  muy  noble  Bey  D.  Alfonso 
»de  Castiella  et  de  León ,  et  de  las  lides  et  conquistas  et 
•  victorias  que  ovo  et  fízo  en  la  su  vida  con  Moros  et 
»con  Chrístianos,  et  comenzará  en  el  año  XV.  de  su 
«reygnado  del  muy  noble  Rey  D.  Fernando  su  padre  \» 
El  reinado  de  su  padre  no  ocupa ,  sin  embargo,  mas 
que  tres  capítulos  cortos,  después  de  los  cuales,  la  Cró- 
nica,  compuesta  en  su  totalidad  de  trescientos  cuarenta 
y  dos  capítulos,  continúa  hasta  el  fallecimiento  de  D.  Al- 
fonso, que  murió  de  la  peste  delante  de  Gibraltar,  con- 
cluyendo bruscamente  con  este  suceso.  Su  tono  en  ge- 
neral es  grave  y  resuelto,  como  de  persona  qué  habla 
*  con  autoridad  y  sobre  asuntos  de  importancia ,  esca- 
seando en  ella  las  pinturas  animadas  de  costumbres  que 

?  Edic.  de  i787,  p.  5. 


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PRIMERA  Apoca.  —  capitulo  a.  183 

se  baUan  en  otras  crónicas ,  y  de  las  que  quisca  sea  el 
único  ejemplo  la  sigoiente  descripción  del  joven  rey  á 
la  edad  de  catorce  ó  quince  años. 

«E  como  quier  que  en  cuanto  él  estido  en  la  villa  de 
» Valledolitf  oviesen  y  estado  con  él  caballeros  et  esou- 
»deros,  et  su  amo  Martin  Fernandez  de  Toledo  que  lo 
» criaba ,  et  que  estaba  con  él  desde  gran  tiempo»  ante 
»qoe  la  Reyna  finase,  é  otros  ornes  que  de  luengo  avian 
»usado  los  palacios  el  las  cortes  de  los  Keyes,  et  todos 
«estos  le  mostraban  buenas  costumbres ,  et  otrosí  avien- 
•dose  criado  con  él  fijos  de  rícos-homes,  et  caballo- 
»ros  fijos-dalgo,  pero  el  Rey  en  sí  de  su  condición 
»era  bien  acostumbrado  en  comer,  et  b^ia  muy  poco, 
»et  era  muy  apuesto  en  su  vestir,  et  en  todas  las  otras 
»sas  costumbres  avia  bpenas  condiciones;  ca  la  pala- 
V  bra  del  era  bien  castellana,  et  non  dubdaba  en  lo  que 
» había  de  decir.  Et  en  cuanto  él  estido  en  YaUedolit, 
•  asentábase  tres  dias  en  la  semana  á  oír  las  querellas 
»et  los  pleitos  que  ante  él  venían,  et  era  bien  enviso 
»en  entender  los  fechos ,  et  ^^  de  grand  poridad,  et 
»amaba  los  que  le  servían  -cada  uno  en  su  manera,  tíí 
«fiaba  bien  et  complidamiente  de  los  que  avía  de  fiar. 
»Et  luego  comenzó  de  ser  mucho  cavalgante,  et  pagóse 
» mucho  de  las  armas;  et  placíale  mucho  de  aver  en  su 
» casa  omes  de  grand  fuerza ,  et  que  fuesen  ardites,  et 
»de  buenas  condiciones.  Et  amaba  mucho  todos  los 
»sayos,  et  sentíase  del  grand  daño  et  grand  mal  que 
»era  en  la  tierra  por  mengua  de  justicia,  et  avia  muy 
•mal  talante  contra  los  mal  fechores'.» 

Pero  aunque  la  Crónica  de  Alfonso  XI  presenta  pocos 

«  Edic.  1787,  p.  80. 


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184  HISTORIA  DE  LA   LITERATURA   ESPAÍ^IOLA. 

rasgos  como  el  precedente ,  ofrece  en  general  una  muy 
bien  ordenada  relación  de  los  sucesos  del  lai^o  y  fe- 
cundo reinado  de  aquel  monarca ,  escrita  con  cierta 
sencilla  ingenuidad ,  que ,  á  despecho  de  la  grave  lla- 
neza de  su  estilo,  la  hace  casi  siempre  interesante,  y 
á  veces  entretenida. 

Los  ensayos  próximamente  posteriores  que  merecen 
alguna  consideración ,  se  acercan  ya  algo  mas  á  la  his- 
toria propiamente  dicha,  y  constituyen  la  serie  de  cró- 
nicas relativas  á  los  turbulentos  reinados  de  Pedro  q1 
Cruel  y  Enrique  II ,  á  los  no  menos  agitados  tiempos 
de  Juan  I ,  y  á  la  época  algo  mas  próspera  y  tranquila 
de  Enrique  III.  Su  autor  Pero  López  de  Ayala  fué, 
bajo  ciertos  respectos,  el  primer  español  de  su  tiempo : 
ya  hemos  visto  que  ocupa  un  lugar  distinguido  entre 
los  poetas  de  la  última  parte  del  siglo  xiv ,  y  ahora  de- 
bemos considerarle  como  el  mejor  prosador  del  mismo 
período.  Nació  en  1332  *,  y  aunque  solo  contaba  diez 
y  ocho  años  cuando  D.  Pedro  subió  al  trono,  pronto, 
sin  embargo ,  fué  distinguido  y  empleado  por  este  mo- 
narca perspicaz.  Pero  cuando  estallaron  las  turbulen- 
cias civiles,  Ayala  se  apartó  de  su  tiránico  señor,  que 
habia  ya  mostrado  ser  capaz  de  toda  especie  de  malda- 
des, y  unió  su  fortuna  con  la  de  Enrique  de  Trastama- 
ra,  hermano  bastardo  del  Rey,  cuyas  pretensiones  al  tro- 
no se  apoyaban,  ya  que  no  en  la  legitimidad  de  su  na- 
cimiento, en  ^s  crímenes  del  que  lo  ocupaba,  y  en  los 
deseos  de  los  nobles  y  del  pueblo  cansados  de  sufrirle. 

En  un  principio  obtuvo  algunas  ventajas  la  causa  de 
D.  Henrique;  pero  D.  Pedro  solicitó  el  auxilio  del  príncipe 

^  Para  la  vida  de  Ayala  véase  á  Nic.  Antonio ,  <Bib.  Vet.»,  lib.  40 ,  cap.  i. 


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PRIMERA   ÉPOCA — CAPITULO   IX.  185 

negro  t  Edaardo,  duque  entonces  de  Aquilania,  quien, 
según  cuenta  Froissart ,  considerando  que  redundaría  en 
grave  detrimento  del  poder  Real  '\  el  que  ocupase  el 
trono  un  usurpador,  entró  en  España  con  un  poderoso 
ejército,  y  restableció  en  él  al  monarca  despojado.  En 
la  batalla  de  Nájera ,  que  decidió  por  entonces  esta 
contienda,  cayó  prisionero  Ayala'*,  que  llevaba  el  es- 
tandarte de  su  príncipe ,  y  fué  conducido  á  Inglaterra, 
donde  escribió  una  parle  al  menos  de  sus  poesías  sobre 
la  vida  cortesana.  Algún  tiempo  después,  D.  Pedro, 
no  sostenido  ya  por  el  príncipe  negro ,  perdió  á  manos 
de  su  hermano  el  trono  con  la  vida ;  y  Ayala ,  que  sa- 
lió entonces  de  su  enojoso  cautiverio,  volvió  á  su  pais, 
llegando  á  ser  después  gran  canciller  de  Enrique  II, 
en  cuyo  servicio  se  grangeó  tanta  consideración  é  in- 
fluencia, que  parece  haber  continuado  como  una  espe- 
cie de  ministro  de  Estado  tradicional ,  durante  los  rei- 
nados de  Juan  I  y  Henrique  IIL  Algunas  veces,  según 
sucedía  con  otros  graves  personajes  civiles  y  aun  ecle- 
siásticos, figura  como  caudillo  militar,  y  en  1385  fué 
hecho  prisionero  nuevamente  en  la  desastrosa  jomada 
de  Aljubarrota.  No  parece  sin  embargo  que  su  cautín 
verio  en  Portugal  haya  sido  tan  largo  ni  tan  penoso 
como  el  que  sufrió  en  Inglaterra;  de  todos  modos  pasó 
los  últimos  años  de  su  vida  tranquilamente  en  España, 
muriendo  en  Calahorra,  en  1 407 ,  á  los  setenta  y  cinco 
años  de  su  edad. 

«Fué,  dice  su  sobrino,  el  noble  Fernán  Pérez  de 

*^  Merece  leerse  U  relación  de  mo  ana  ilustración  de  la  vida  de  Ayala. 

Froissart,  sobre  todo  en  la  tradac-  "  Véase  el  pasaje  en  que  Mariana 

cioo  inglesa  de  Lord  Berners(Lón-  refiere  esta  batalla.  (Hist. ,  lib.  17, 

dres,  1813, 4.<>,  1 1,  cap.  331,  etc.),  co-  cap.  10. ) 


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186  HISTORIA  DB  U   LITERATURA  ESPAfüOLA. 

Guzman ,  ea  la  interesante  Gatería  de  retratos  que  nos 
ha  dejado  ^*,  a  de  mny  dulce  condición  é  de  muy  bue- 
»na  conversación,  y  de  gran  consciencia,  que  lemia 
»mucho  á  Dios.  Amó  mucho  las  sciencias,  dióse  mu- 
vcho  á  los  libros  e  historias,  tanto,  que  como  quier 
»que  él  fuese  asaz  caballero  e  de  gran  discreción  en 
vía  prática  del  mundo,  pero  naturaknente  fué  incli- 
)»nado  á  las  sciencias.  E  con  esto  gran  parte  del  tiempo 
"> ocupaba  en  leer  y  estudiar,  no  en  las  obras  de  dere- 
»cho,  sino  en  filosofía  é  historias.  Por  causa  del  son 
«conocidos  algunos  libros  en  Castilla  que  antes  no 
vio  eran:  ansi  como  el  Tito  Livio,  que  es  la  mas  no-- 
atable  Historia  Romana:  la  Caida  de  Príncipes:  los  ¿fo- 
V rales  de  San  Gregorio:  el  Isidoro,  De  summo  bono:  el 
•Boecio:  la  Historia  de  Troya.  El  ordenó  la  Historia  de 
» Castilla  desde  el  rey  D.  Pedro  hasta  el  rey  D.  Enrique 
»el  III,  e  hizo  un  buen  libro  de  Caza,  que  él  fué  mucho 
«cazador,  e  otro  libro  llamado  :  Rimado  del  Palacio. 9 
Quizá  nosotros  no  nos  pagaríamos  mucho  en  la  ac- 
tualidad de  la  gran  reputación  que  su  deudo  atribuye 
al  canciller  Ayala,  por  el  trabajo  que  se  tomó  con  unos 
libros  de  tan  dudoso  mérito  como  la  Guerra  de  Troya^ 
de  Guido  de  Colonna,  y  el  de  Casibus  Principum,  de 
Bocaccio;  aunque  es  incuestionable  que  con  la  tra- 
ducción de  Tito  Livio  "  hizo  á  su  pais  un  servicio  im- 
portante. No  se  le  hizo  menor,  sin  duda,  á  sí  mismo, 


^  <  Generaciones  y  semblanzas  »,  ro  de  Sevilla  entre  los  autores  que 

cap.  7,  Madrid ,  1775, 4.®,  p.  ^2.  hizo  conocidos,  parece  confirmarlo, 

*>  Es  probable  que  Ayaia  tradujese  pues  como  español  de  gran  fama,  san 

ó  dispusiese  la  traducción  de  todas  Isidoro  debié  siempre  ser  conocido 

estas  obras ;  á  lo  menos  tal  es  la  ge-  en  España  de  todas  maneras,  excepto 

neral  opinión ,  ademas  de  que  la  cir-  por  medio  de  una  traducción  espa- 

cunstancia  de  mencionarse  á  Isido-  ñola.  —  Véase  también  el  prefacio  á 


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PRIMERA   ÉPOCA  —  CAPÍTULO   IX.  187 

pues  el  haberse  familiarizado  con  este  autor,  debió  ser- 
virle de  mucho  para  la  ordenación  de  su  Crónica ,  que 
constituye  actualmente  su  principal  mérito  y  renom- 
bre ^^.  Comienza  esta  en  1350,  donde  concluye  la  de 
Alfonso  XI,  y  llega  hasta  el  año  sexto  de  Enrique  III, 
ó  sea  i  396 :  comprende  el  período  de  la  vida  del  mis- 
mo autor ,  que  media  entre  sus  diez  .y  ocho  y  sesenta 
y  cuatro  años,  y  encierra  los  primeros  materiales  mas 
auténticos  para  la  historia  de  su  patria. 

Hallóse  Ayala  colocado  en  una  posición  muy  favora- 
ble para  su  empresa.  La  prosa  castellana  estaba  ya  bas- 
tante adelantada,  pues  D.  Juan  Manuel,  el  último  de 
la  antigua  escuela  de  buenos  escritores,  no  murió  hasta 
que  Ayala  contaba  cincuenta  años  de  edad.  Era  este 
ademas,  según  lo  hemos  visto,  un  hombre  instruido,  y 
atendida  la  época  en  que  floreció,  eminente;  y,  lo  que 
aun  es  mas  importante ,  habiase  familiarizado  con  los 
negocios  públicos  durante  los  cuarenta  y  seis  años  que 
comprende  su  Crónica.  El  efecto  de  todas  estas  circuns^ 
tancias  reunidas ,  se  echa  de  ver  en  su  mismo  libro. 
No  es  su  estilo  de  una  vivacidad  tan  rica  y  espontánea 
como  el  délos  antiguos  cronistas;  pero,  sin  ser  dema- 
siadamente esmerado,  es  sencillo  y  oportuno,  al  paso 
que,  para  dar  un  carácter  mas  importante,  sino  mas 

la  traducción  de  Bocaccio  c  Caída  de  tario  D.  Eugenio  de  Uaguno  y  Amiro- 

Príncipes,  1403».  (Méndez,  Tipogra-  la.  (Madrid,  1779-2, 1.  iv.)— Que  fuese 

fia  Española  ,    Madrid ,  1796 ,  4.<*,  Avala  el  cronista  autorizado  de  Cas- 

p.  203. )  tilla,  aparece  del  tono  general  que  usa 

*^  La  primera  edición  de  las  <Gr6-  en  su  obra ,  y  lo  asegura  ademas  ter- 

nicas  de  Ayala»  es  de  Sevilla,  1495,  fo-  minantemente  un  antiguo  manuscrito 

Ko;  pero  parece  haberse  hecho  por  un  que  contiene  parte  de  ella,  ^  que  Ba- 

manuscrito  que  no  contenía  la  serie  yer  cita  en  sus  notas  á  la  c  Bib.  Vet. » 

completa.  La  mejor  edición  es  la  pu-  de  Nicolás  Antonio ,  lib.  10,  cap.  1 , 

blicada  baio  los  auspicios  de  la  Real  nám.  10. 
Academia  de  la  Historia,  por  su  seere- 


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188  HISTORIA   DE   LA   LITERATimA   ESPAÍlOLA. 

verdadero  al  conjunto,  atribuye  á  los  principales  per- 
sonajes, á  imitación  de  Tito  Livio,  en  el  curso  de  su 
narración,  arengas  estudiadas  y  epístolas,  creyendo  ha- 
cer mas  perceptibles  de  este  modo  los  sentimientos  y 
opiniones  de  aquellos,  que  si  se  limitara  á  referir  sim- 
plemente los  hechos  como  mero  narrador.  Comparadas 
con  la  Crónica  de  Alfonso  el  Sabio,  que  la  preceden  de 
cerca  de  un  siglo,  las  de  Ayala  carecen  del  encanto  de 
aquella  poética  credulidad  que  se  complace  mas  bien 
en  las  dudosas  tradiciones  de  gloria ,  que  en  los  hechos 
mas  auténticos ,  aunque  á  veces  poco  honrosos  para  la 
fama  nacional  y  los  sentimientos  de  humanidad.  Puestas 
en  parangón  con  la  de  Froissart,  cuyo  contemporáneo 
ñié,  échase  de  menos  en  las  Crónicas  de  Ayala  aquel 
entusiasmo  candoroso,  y  á  veces  infantil ,  que  contem- 
pla con  inocente  delicia  y  admiración  el  brillante  fan- 
tasma de  la  caballería;  hallándose  en  su  lugar  la  pene- 
trante sagacidad  de  experto  hombre  de  eslado ,  que  es- 
cudriña impasible  las  acciones  humanas,  y  juzga,  como 
Commines,  que  no  hay  para  qué  tomarse  el  cuidado  de 
ocultar  los  grandes  crímenes,  con  los  cuales  se  halla  fa- 
miliarizada su  vista,  siempre  que  puedan  referirse  sa- 
biamente y  de  una  manera  oportuna  y  feliz.  No  puede, 
por  lo  tanto,  dudarse,  al  leer  las  Crónicas  del  Canciller, 
que  son  ya  un  gran  paso  en  el  modo  de  escribir  esta 
clase  de  libros,  y  que  nos  vamos  aproximando  á  la  épo- 
ca en  que  la  historia  habrá  de  presentarnos  con  mas  ri- 
gurosa exactitud  las  lecciones  recogidas  en  la  dura  ex- 
periencia de  lo  pasado. 

Entre  los  muchos  pasajes  notables  y  curiosos  que 
presenta  la  Crónica  de  Don  Pedro  el  Cruel^  ninguno  hay 


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PRIMERA   ÉPOCA. — CAPÍTULO   H.  189 

mas  ínleresante  que  el  relativo  á  la  joven  y  bella  espo- 
sa de  D.  Pedro  el  Cruel,  D.*  Blanca  de  Borbon,  abando- 
nada por  él  á  los  dos  días  de  matrimonio,  sometida  á 
una  lai^a  prisión,  y  sacrificada,  por  último,  en  las  impu- 
ras aras  del  amor  de  la  regia  concubina  María  de  Padi- 
lla :  suceso  que  excitó,  según  cuenta  Froissart,  un  senti- 
miento de  horror,  no  solamente  en  España,  sino  en  toda 
la  Europa,  y  del  cual  la  poesía  popular  tomó  asunto  para 
algunos  romances*^.  Pero  aun  el  mejor  de  estos  se 
queda  muy  a  tiras  en  viveza  é  interés ,  comparado  con 
la  pintura  que  Ayala  hace  de  los  crueles  sufrimientos  de 
aquella  señora,  cuando,  prosiguiendo  en  su  impasible 
narración ,  nos  présenla  á  la  desgraciada  princesa ,  prime- 
ro arrancada  solemnemente  de  la  catedral  de  Toledo, 
y  después  encarcelada  en  Medina  Sidonia;  los  nobles  en 
conmoción ,  indignada  la  misma  madre  del  Rey  y  su  pro- 
pia familia ;  y  todo  esto  conduciéndonos  con  una  descon- 
soladora exactitud  á  través  de  la  larga  serie  de  desafue- 
ros y  atrocidades  por  donde  D.  Pedro  llegó  al  cabo  al 
último  crimen,  que  durante  ocho  dias  estuvo  vacilando 
en  consumar.  Porque  en  la  sucesión  de  estas  escenas, 
tal  como  Ayala  las  describe,  hay  una  minuciosidad  de 
pormenores,  á  la  cual  nada  es  comparable,  y  que  nos 
patentiza  el  carácter  de  aquel  maligno  monarca,  con 
mayor  viveza  que  pudiera  hacerlo  el  estilo  mas  elo- 
cuente ,  ó  la  mas  animada  poesía  **.  Y  precisamente 


**  Hay  como  unos  doce  romances  ila  » ;  el  último  de  los  cuales  se  en- 
referentes  al  rey  D.  Pedro ,  de  los  cuentra  en  el « Cancionero  de  Zara- 
cuales  los  mejores ,  eo  mi  concepto,  goza »,  1550 ,  parte  n ,  fol.  46. 
son  los  que  comienzan  :  «  D.*  Blanca  *^  Véase  la  «  Crónica  de  Don  Pe- 
está  en  sidonia  »,  ~  «  Bn  un  retrete  dro»,  1353,  cap.  4, 5,  i1,  42, 14  y  2i ; 
en  oue  apenas  »,  —  c  No  contento  el  1354,  cap.  19 ,  21 ;  1358,  cap.  2  y  3, 
rey  D.  Pedro  »,  y  «  D"  Maria  de  Padi-  y  1361,  cap.  3. 


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190  HISTORIA   DE   LA   LITERATURA   ESPAÑOLA. 

esta  minuciosidad  fria  y  paciente  del  cronista,  fon- 
dada en  su  propia  experiencia,  es  lo  que  imprime  un 
carácter  especial  á  la  relación  que  nos  ha  dejado  de  los 
cuatro  turbulentos  reinados  en  que  vivió,  presentándo- 
los á  nuestra  vista  en  un  estilo,  menos  vivo  y  vigoroso 
sin  duda  que  el  de  algunas  de  las  antiguas  crónicas  cas- 
tellanas; pero  mas  sencillo  seguramente,  y  mas  acomo- 
dado á  los  verdaderos  principios  de  la  historia  ^^ 

La  última  de  las  Crónicas  Reales  que  merece  ser 
mencionada,  es  la  de  Don  Juan  II,  que  principia  con 

*''  La  imparcialidad  de  Ayala  res- 
pecto á  D.  Pedro  ha  sido  puesta  en 
duda,  y  atendidas  sus  relaciones  con 
aquel  monarca ,  puede  muy  bien  ser 
sospechosa ;  punto  que  Mariana  to- 
ca tñist. ,  lib.  17,  cap.  10),  sin  de- 


cidirlo ,  y  que  no  deía  de  ser  de  al- 
guna importancia  en  la  historia  lite- 
raria de  España ,  donde  el  carácter 
del  rey  D.  Pedro  aparece  á  menudo 
en  las  poesías  y  en  el  teatro.  El  pri- 
mero, según  creo ,  que  haya  atacado 
á  Ayala,  fué  Pedro  de  Gracia  Dei, 
cortesano  de  los  tiempos  de  Fernan- 
do é  Isabel,  y  de  Carlos  V,  rey  de 
armas  y  cronista  de  los  Reyes  Cató- 
licos, del  cual  poseo  manuscritas 
nn^s coplas,  tocantes  á  los  linajes  y 
armas  de  las  principales  familias  de 
España  y  á  la  historia  general  del 
país  :  pequeño  poema,  desnudo  de 
mérito  poético,  y  despreciado  por 
Argote  de  Molina ,  en  el  prólogo  a  su 
c Nobleza  del  Andalucía»  (i588), 
por  el  poco  conocimiento  con  que 
está  escrito.  No  es  mejor  su  defensa 
de  D.  Pedro,  que  se  halla  en  el « Se- 
manario Erudito»  (Madrid ,  1790,  to- 
mos xxvra  y  xxn ) ,  con  adiciones  de 
mano  posterior , -probablemente  de 
Diego  de  Castilla ,  deán  de  Toledo, 

2ue  era ,  según  presumo,  uno  de  los 
escondientes  del  rey  D.  Pedro.  Ca- 
recen de  solidez  las  autoridades  en 
que  se  apoya,  tratándose  de  sucesos 
ocurridos  en  una  época  anterior  de 
siglo  y  medio ,  y  respecto  á  los  cua- 
les no  es  suficiente  testimonio  la 


voz  de  la  tradición.  Francisco  de  Cas- 
tilla ,  en  cuyas  venas  corria  también 
sin  duda  la  sancre  de  D.  Pedro,  siguió 
la  misma  senda;  y  en  su  «Práctica 
de  las  virtudes»  ((¡aragoza,  1552, 4.o, 
fol.  28),  dice ,  hablando  del  monarca 
y  de  su  cronista  Ayala  : 

El  gran  rey  D.  Pedro,  qnel  vulgo  repnieva 
Por  selle  enemigo  quien  hizo  sn  hi8toria,etc. 

Todo  esto,  sin  embargo,  produjo 
poco  efecto ;  pero  andando  el  tiempo 
se  publicaron  dos  libros  sobre  esta 
cuestión  :  la  c  Apología  del  rey  don 
Pedro»,  por  Ledo  del  Pozo  (Madrid, 
folio ,  s.  a. ) ,  y  «  El  rev  D.  Pedro  de- 
fendido» (Madrid,  1(M8,  4.»),  por 
Vert  y  Figueroa,  diplomático  del 
tiempo  de  Felipe  IV ;  obras  cuyo  ob- 
jeto no  parece  haber  sido  otro  que 
el  de  adular  las  pretensiones  de  la 
corona ,  y  cuyas  consecuencias  toca- 
remos al  ocupamos  del «  Rey  valiente 
5  justiciero  >,  de  Moreto;  del^Mé- 
ico  de  su  honra»,  de  Calderón,  y  de 
otros  bosquejos  poéticos  del  carác- 
ter del  rey  D.  Pedro,  en  el  siglo  xvn. 
Debe,  con  todo,  tenerse  presente  que 
los  romances  van  casi  siempre  con- 
formes con  el  reflrato  que  nos  de- 
jó Ayala  de  aquel  monarca,  salvas 
algunas  leves  excepciones;  siendo  la 
mas  digna  de  atención  que  yo  re- 
cuerdo, el  admirable  romance  que 
principia  :  «  A  los  pies  de  don  Enri- 
que »,  quinta  parte  de  «  Flor  de  ro- 
mances » ,  recopilada  por  Sebastian 
Velez  de  Guevara.  (Burgos,  15W,  IS.**) 


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PRIMBRA  ÉPOCA.  — ^  CAPÍTULO   IX.  191 

la  mnerte  de  Henríqoe  III,  y  ll^a  basta  la  del  mismo 
D.  Juan,  ocurrida  en  1454*^  Es  obra  de  varias  ma- 
nos, y  no  puede  dudarse  que  se  haya  escrito  en  dife- 
rentes períodos.  Alvar  García  de  Santa  María  ordenó 
indudablemente  la  relación  de  los  catorce  años  pri- 
meros, ó  sea  hasta  el  de  1420,  que  constituye  próxi- 
mamente un  tercio  de  toda  la  obra'%  habiendo  ce- 
sado después  en  este  trabajo ,  por  su  adhesión  tal  vez 
al  infante  D.  Femando,  que  fué  regente  durante  la  me- 
nor edad  del  rey,  y  muy  aborrecido  de  él  posterior- 
mente ^.  Se  ignora  quién  haya  sido  el  continuador  in- 
mediato de  esta  Crónica  *' ;  pero  desde  1 429  á  1 445, 
Juan  de  Mena,  el  príncipe  de  los  poetas  de  su  tiempo, 
era  cronista  real ,  y  si  hemos  de  dar  crédito  á  las  car- 
tas de  uno  de  sus  amigos,  parece  haber  empleado  gran 
diligencia  en  recoger  materiales  para  su  tarea ,  aunque 
no  grande  actividad  en  llevarla  á  cabo'*.  También  se 
atribuye  parte  en  esta  obra  al  poeta  Juan  Rodríguez  del 
Padrón ,  y  á  Diego  de  Valera  ** ,  caballero  y  gentil- 

M  La  primera  edteioii  de  la  « Gró-  lario», Madrid ,  Í77;L4.^  epístolas  23 
nica  del  señor  rey  Don  Joan  segundo  yT'l;  obra,  sin  embargo,  cnya  an- 
de este  nombre»  fué  impresa  en  Lo-  tenticidad  habremos  de  poner  en  da- 
grofio,  Í5i7 ,  folio ,  y  es  la  mas  cor-  da  mas  adelante» 
recta  que  he  visto  de  las  antiguas  ^  Prefación  de  Carvajal.  Las  poe- 
ediciones.  La  mejor  de  todas,  sin  sias  de  Rodríguez  del  Padrón  se  en- 
embargo,  es  la  de  Valencia ,  por  cuentran  en  ios  Cancioneros  gene- 
Monfort,  1770,  folio,  á  la  cual  debe  rales.  De  Dieso  de  Valera  existe  la 
afiadirse  un  c  Apéndice » ,  por  el  pa-  « Crónica  de  España ,  abreviada  por 
dre  Fray  Liciniano  Saez,  Madríd,i786,  Mandado  de  la  muy  Poderosa  Señora 
folio.  doña  Isabel,  Reyna  de  Castilla  »,  es- 

**  Véase  el  próloso  á  la  edición  crita  ep  i48i ,  cuando  el  autor  con- 
de i779.  p.  nx,  y  Gallndez  de  Carva-  taba  sesenta  y  nueve  años  de  edad,  é 
jal, prefación,  p.  10.  impresa  en  i4S2.  i493,  i405, etc. ; 

^  Vivió  hasta  1444,  puesto  que  la  crónica  de  considerable  mérito  por 

Crónica  hace  de  él  mención  mas  de  su  estilo ,  y  bastante  apreciable ,  ¿ 

una  vez  en  dicho  año.  Véase  1444,  pesar  de  ser  solo  un  compendio,  por 

can.  14, 15.  los  documentos  originales  que  con- 

^*  Prefación  de  Carvajal.  tiene  hacia  el  fln ,  tales  como  dos 

^  Fernán  Gómez  de  Cibdad-Real,  elocuentes  cartas  dirigidas  por  el 

médico  de  Juan  ü,  c  Centón  Episto-  mismo  Valera  á  D.  Juan  H ,  sobre  las 


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192  HISTORIA   DE   LA   LITERATURA   ESP  AIRÓLA. 

hombre,  á  qoieo  varías  veces  menciona  la  misma  Cró- 
nica ,  y  que  fué  después  nombrado  cronista  por  la 
reina  Isabel. 

Pero  sean  quiénes  fueren  los  que  hayan  intervenido 
en  ella  en  un  principio,  la  obra  fué  definitivamente 
encomendada  á  Fernán  Pérez  de  Guzman,  literato,  cor- 
tesano, y  uno  de  los  mas  agudos  é  ingeniosos  obser- 
vadores de  costumbres  que  sobrevivió  á  Juan  II ,  y  que 
probablemente  ordenó  y  completó  la  Crónica  de  este 
rey,  tal  como  se  publicó  de  orden  del  emperador  Car- 
los y  **;  habiéndose  añadido  algunos  pasajes  en  tiempo 
de  Fernando  é  Isabel,  puesto  que  se  alude  á  ellos  mas 
de  una  vez  como  soberanos  reinantes  *^  Se  halla  divi- 
dida esta  Crónica ,  lo  mismo  que  la  de  Ayala ,  que  debió 
naturalmente  servirle  de  modelo ,  en  los  años  del  rei* 
nado  del  soberano ,  y  cada  año  en  vanos  capítulos ; 


turbulencias  de  sa  tiempo;  y  una  re- 
lación que  bace  como  testigo  ocular 
de  lo  ocurrido  en  los  últimos  dias 
del  Gran  Condestable  (parte  iv,  ca- 
pitulo 125),  que  es  el  ultimo  y  el 
mas  importante  de  los  capítulos  de 
la  obra.  (Méndez,  p.  438.— Capraa- 
ny, « Elocuencia  Espaiíola»,  Madrid, 
1786 .  8.°,  1. 1 ,  p.  180. )  Debemos  aña- 
dir que  el  editor  de  la  «  Crónica  de 
D.  Juan  11  >  M779)  pretende  que  Va- 
lera  fué  quien  la  ordenó  dennitiva- 
mente ;  pero  la  opinión  de  Carvajal 
parece  la  mas  probable :  no  pudien- 
do  ciertamente  creerse  que  sean  del 
mismo  Valera  las  alabanzas  que  se 
le  prodigan  en  la  citada  «  Crónicas 
( \fá7 ,  cap.  3 ) ,  al  hablar  del  notable 
paso  de  armas  que  sostuvo  en  Pra- 
ga ante  el  rey  de  Bohemia ,  en  hon- 
ra de  su  seííor  natural  el  rey  de  Cas- 
tilla.— Un  tratadito  de  pocas  páginas, 
sobre  la  Providencia ,  por  Diego  de 
Valera ,  impreso  en  la  edición  de  la 
«  Vision  Deleylable »  de  Í4/8Q ,  y  re- 
impreso casi  entero  en  el  primer  to- 
mo de  la  <  Elocuencia  española »,  de 


Capmany,  es  digno  de  leerse ,  como 
muestra  de  prosa  didáctica  grave,  en 
el  siglo  XV.  Una  «Crónica  de  Fer- 
nando é  Isabel»,  por  el  mismo  Vale« 
ra,  que  quizá  sea  la  mejor  y  la  mas 
importante  de  sus  obras ,  no  ha  visto 
nunca  la  luz  pública.— Jerónimo  Gu- 
diel , « Compendio  de  algunas  histo- 
rias de  España  >,  Alcalá,  1577,  folio, 
fol.  m ,  V. 

^  Según  las  palabras  de  Carvajal 
(p.  20),  puede  atribuirse  principal- 
mente á  Fernán  Pérez  de  Guzman  el 
estilo  y  el  carácter  ffeneral  de  esta 
Crónica.  «Co^ió  (dice}  de  cada  uno  lo 
«que  le  pareció  mas  probable,  y  abre- 
ivió  aigunascosas,  tomando  la  sustan- 
»cia  de  ellas ;  porque  asi  creyó  que 
»  convenia.»  El  mismo  escritor  añade 
que  Isabel ,  hija  del  rej  D.  Juan  O, 
tenia  en  mucha  estimación  esta  obra. 

«  1361 ,  cap.  2 ,  y  1433.  cap.  2.  — 
Véanse  también  algunas  observacio- 
nes sobre  el  autor  de  esta  Crónica, 
por  el  editor  de  la  de  «Don  Alvaro  de 
Luna».  (Madrid,  1787,  4.^  prólogo, 
pp.  xxv-xxviii. ) 


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PRIMERA   ÉPOCA.  —  CAPITULO   IX.  193 

y  contiene  gran  número  de  cartas  y  otros  documen- 
tos contemporáneos  originales  ** ;  por  cuya  razón ,  así 
como  por  el  esmero  con  que  está  compilada »  se  la  ha 
considerado  mucho  más  fidedigna  que  ninguna  de  las 
Crónicas  que  la  precedieron  *'. 

Ofrece  abundantes  noticias  de  las  costumbres  de  aquel 
tiempo,  tales  como  la  relación  de  las  ceremonias  de  la 
corte,  así  como  de  las  fiestas  y  torneos,  que  eran  tan  del 
gusto  de  Juan  II;  y  su  estilo,  aunque  generalmente  des- 
nudo de  adorno  y  de  pretensiones,  no  deja  de  ser  inge- 
nioso, variado  y  solemne.  Con  motivo  de  la  caida  é  igno- 
miniosa muerte  del  gran  condestable D.  Alvaro  de  Luna, 
cuyo  espíritu  dominante  dejó  por  espacio  de  mucho 
tiempo  hondas  huellas  en  los  negocios  públicos,  el  honra- 
do cronista,  aunque  poco  favorable  al  arrogante  priva- 
do, parece  como  que  no  es  dueño  de  contener  su  senti- 
miento, y  trayendo  á  la  memoria  el  tratado  de  La  caida 
de  Príncipes ,  que  Ayala  habia  traducido  al  castellano, 
exclama  de  este  modo :  «¡O  Juan  Bocacio,  si  oy fueses 
»  vivo,  no  creo  que  tu  pluma  olvidase  poner  en  escrípto 
»la  caida  de  este  tan  estrenuo  y  esforzado  varón,  entre 
» aquellas  que  de  muy  grandes  principes  mencionó. 
»>¿Qnal  exemplo  mayor  á  todo  estado  puede  ser?  Qual 
9 mayor  castigo?  Qual  mayor  doctrina  para  conocerla 
» variedad  é  movimiento  de  la  engañosa  é  incierta  for- 
»tnna?  ¡O  ceguedad  de  todo  el  linage  humano!  ¡O 
» acaecimientos  sin  sospecha  de  las  cosas  de  este  mun- 


^  Por  ejemplo,  1406,  cap.  6,  etc. ;   »yan  antiguas.»  (Mondéjar,  «Noticia 
4430 ,  cap.  2 ;  i44i ,  cap.  30 ;  i4K5 ,   y  juicio  de  los  mas  principales  his- 


cap.  3.  toriadores  de  España  »,  Madrid,  1746, 

«^  «  Es  sin  duda  la  más  puntual  i  folio ,  p.  112. ) 
»la  más  segura  de  cuantas  se  conser> 

T.  I.  13 


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194  HISTORIA   DB    LA    LITERATURA   ESPAÑOLA. 

»doI»  Y  á  este  tenor  continúa  largamente  por  un  ca- 
pítulo entero*^,  el  único  de  su  ciase  que  se  encuentra 
en  la  Crónica,  cuyo  estilo  general  manifiesta,  por  el 
contrario,  que  la  manera  de  escribir  la  historia  estaba  á 
punto  de  sufrir  en  España  un  cambio  radical.  Hállanse, 
con  efecto,  en  esta  Crónica,  desde  su  principio**,  aren- 
gas estudiadas ,  atribuidas  á  los  principales  personajes, 
según  Ayala  lo  habia  hecho  en  la  suya;  y  aunque  á 
través  de  su  conjunto,  que  constituye  una  bien  enten- 
dida relación  de  sucesos,  se  descubren  todavía  las  hue- 
llas de  las  preocupaciones  y  sentimientos  propios  de 
aquella  época  turbulenta,  no  deja  de  acercarse  á  la 
exactitud  de  una  historia  regular,  procurando  alcanzar 
en  algunas  ocasiones  el  estilo  grave  y  levantado  que 
la  corresponde*". 


*  Anno  1453,  cap.  4. 

»  Anno  4406,  cap.  2,3,4, 3,6  y  45; 
anno  4407 ,  cap.  6,7,8,  etc. 

*^  En  un  lugar  de  esta  tCrónica  », 
del  cual  se  ba  hecho  ya  mención  ar- 
riba, y  que  no  será  probablemente  el 
üuico,  se  halla  un  ejemplo  curioso  del 
modo  con  que  los  autores  de  antiguos 
romances  castellanos  se  aprovecha- 
ban del  texto  de  esta  clase  de  cróni- 
cas. El  ejemplo  de  que  hablamos  ^ 
halla  en  la  relación  del  suceso  má# 
notable  de'aquel  tiempo,  el  suplicio 
del  gran  condestable  D.  Alvaro  de 
Luna;  y  el  romance  que  principia 
«  Un  miércoles  de  mañana  »,  está  sa- 
cado casi  literalmente  de  la  <  Cró- 
nica de  Don  Juan  II».  No  hay  masque 
compararlos  para  conocer  desde  lúe- 
KO  su  identidad ,  de  la  cual  daremos 
una  corta  muestra  á  los  lectores. 

La  «Crónica»  (año  4453,  cap.  2)  di- 
ce así :  cE  vido  á  Barrasa,  caballerl- 
»zo  del  Principe ,  é  llamóle  é  dijole  : 
»Vén  acá,  Barrasa,  tü  estás  aquí  mi- 
trando la  muerte  que  me  dan.  Yo  te 
»raego  que  digas  al  Principe,  mi  se- 
»ñor,  que  dé  mejor  gualardon  á  sus 


«criados,  que  el  Rey,  mi  señor,  man- 
ido dar  á  mi.  > 

El  romance  que  Duran  cita  como 
anónimo,  pero  que  se  encuentra  en- 
tre los  «Romances,  etc.»  de  Sepülveda 
(4584,  f.  204),  aunque  no  en  la  edi- 
ción de  4554,  contiene  con  muy  lere 
diferencia  las  mismas  palabras  : 

Y jrido  estar  á  Barrasa , 
Que  al  Príncipe  le  &ernz 
^  De  ser  so  caballerizo, 
T  vino  á  ver  aquel  dia 
A  ejecutar  la  justicia 
Que  el  Maestre  recebia  : 
«Ven  acá,  hermano  Barrasa, 
Di  al  Principe,  por  tu  vida , 
Que  dé  mejor  galardón 
A  quien  sirve  á  su  señoría , 
Que  no  el  que  el  Rey,  mi  seior , 
He  ba  mandado  dar  este  dia». 

Tan  cerca  se  hallan  de  ser  roman- 
ces las  antiguas  crónicas  castellanas, 
V  tan  intimo  parentesco  tienen  aque- 
llos con  estas.  La  de  «Don  Juan  11»  es 
sin  embargo  la  última,  en  mi  con- 
cepto, á  que  puede  aplicarse  esta 
reflexión. 

Si  no  pudiéramos  dudar  de  la  au- 
tenticidad del  «  Centón  Epistolario » 


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PRIMERA  ÉPOCA.  —  CAPÍTULO   IX.  195 

Del  borrascoso  y  corrompido  reinado  de  Enrique  IV, 
á  quien  estuvo  á  punto  de  destronar  su  hermano  Al- 
fonso ,  existen  dos  Crónicas  :  una  de  Diego  Enriquez 
del  Castillo,  capellán  y  cronista  del  rey  legítimo ,  y  otra 
de  Alonso  de  Falencia ,  igualmente  cronista  de  su  com- 
petidor; y  aunque  las  pretensiones  de  este  á  la  corona 
no  fueron  sustentadas  por  mas  de  tres  anos,  la  Crónica 
de  Falencia  se  extiende,  asi  como  la  de  Castillo,  á  todÉ^ 
el  período  del  reinado  de  Enrique,  desde  1454  á  1 474. 
Dífíeren  tanto  una  de  otra ,  como  los  hechos  de  los  prín- 
cipes que  recuerdan.  La  Crónica  de  Castillo  está  escrita 
con  gran  sencillez  de  estilo ,  y  exceptuando  algunas 
pocas  reflexiones  morales,  sobre  todo  al  principio  y  al 
fín ,  no  sale  de  los  estrechos  límites  de  una  descarnada 
narración'*;  al  paso  que  la  de  Falencia,  educado  al 
lado  de  los  griegos  refugiados  en  Italia  á  la  caida  del 
imperio  de  Oriente,  ofrece  un  estilo  falso  y  enmara^- 
ñado,  reflexiones  prolongadas  á  veces  durante  capí- 
tulos enteros ,  y  un  conjunto ,  en  fin ,  que  revela  sola- 
mente la  afectación  y  el  mal  gusto  adquiridos  por  el 
autor,  bajo  la  dirección  de  Juan  Lascaris  y  Jorge  de  Tre- 
bisonda".  Una  y  otra  no  son  más  que  unos  meros  aña- 
de Gómez  Gibdareal,  citaríamos  la  car-  gina  92,  etc.)»  babian  de  ella  como  si 
ta  105  del  mismo,  como  fuente  origi-  no  estuviera  aun  impresa ;  y  sin  em- 
na)  de  la  relación  que  bace  la  «Oró-  bar^o,  la  bella  edición  preparada  por 
nica  ».  José  Miguel  deFlorez,  ypubiicadaen 

**  Ignoramos  cuándo  se  publicó  la  Madrid  por  Sancba  (1787,  4.^)  como 
primera  edición  de  la  «Crónica  de  parte  de  la  colección  déla  Acaaemia, 
Castillo».  Mondéjar  en  1746  ( Adver-  anuncia  en  su  portada  ser  la  segunda. 
tencias,  p.  112);Bayer,  en  sus  no-  Sería  por  cierto  cosa  extraña  que 
tas  á  Níc.  Antonio  (« Bibbot.  Vetus  »,  sobre  este  punto  se  hubieran  equi- 
t.  n,  p.  3^),  que,  aunque  escritas  vocado  todos  estos  eruditos, 
algo  antes ,  se  publicaron  en  1788;  y  '^  Yo  be  tenido  á  mi  disposición 
Ocnoa  en  las  notas  á  los  poemas  in-  una  copia  manuscrita  de  la  «Crónica 
éd  i  tos  del  marqués  de  Santillana  de  Falencia»,  que  me  facilitó  mi  ami- 
( París ,  1844 ,  8.*»,  p.  307 ) ,  yen  sus  go  el  caballero  W.  H.  Prescolt,  quien 
«  Manuscritos  Españoles »( 1844,  pá-   la  cita  como  uno  de  los  materiales 


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196  HISTORIA   DE   LA   LITBRATURA  ESPAÑOLA. 

les»  en  coya  lectura  nada  puede  aprovecharse  más  que 
la  simple  relación  de  los  hechos  que  refieren. 

Las  mismas  observaciones  son  aplicables  á  las  Cróni- 
cas del  reinado  de  Femando  é  Isabel,  que  comprenden 
los  años  desde  1 474  á  1 504-1 6,  y  de  las  cuales,  aun- 
que existen  varias,  solo  haremos  mención  de  dos.  La 
una  es  de  Andrés  Bemaldez,  llamado  comunmente  «el 
cura  de  los  Palacios» ,  por  haber  sido  párroco  de  un  pue- 
blecillo  de  este  nombre,  si  bien  es  probable  que  los  ma- 
teriales para  su  Crónica  debió  recogerlos  principalmente 
en  la  inmediata  y  suntuosa  ciudad  de  Sevilla,  de  cuyo  ar- 
zobispo fué  capellán.  Esta  Crónica,  escrita,  á  lo  que  pare- 
ce, sin  carácter  oficial,  se  extiende  desde  1 488  á  1 5i  3. 
Su  estilo  es  natural  y  sencillo,  y  refleja  fielmente  la  fi- 
sonomía de  aquellos  tiempos,  su  credulidad  supersti- 
ciosa y  sus  preocupaciones  grandes.  Se  conoce  desde 
luego  que  es  obra  de  un  hombre  que  observaba  los  su- 
cesos contemporáneos  de  que  se  ocupa,  sin  tomar  parte 
activa  en  ellos,  y  que  se  hallaba  relacionado,  sin  em- 
baído, porcircunstancias  accidentales,  con  los  principa- 
les personajes  é  ingenios  de  su  época  y  nación''.  El  trozo 


que  le  sirvieron  para  su  «Historia  de  peras  Sicilianas  (cap.  i33),  á  las  islas 
los  Reyes  Católicos,  i»  (T.  i,  p.  136,  Canarias  (cap.  64),  al  terremoto  de 
edic.  amer.)— D.  Juan  Antonio  Pe-  i564  (cap.  200)or  á  la  elección  de 
Uicer  ha  incluido  una  biografía  com-  León  X  (cap.  229).  Comparada  la 
pleta  del  cronista  Patencia,  en  su  relación  que  hace  el  Sr.  Prescott 
cBiblioteca  de  Traductores».  (Madrid,  de  la  atrevida  visita  del  gran  mar- 
1778, 4.^  parte  ii,  pp.  7-12.)  qués  de  Cádiz  á  Isabel  (parte  i,  ca- 
*s  También  debo  á  mi  amigo  el  i>itulo6),  con  la  versión  del  cronista 
Sr.  Prescott  el  conocimiento  de  este  (cap.  29),  se  descubre  bien  la  par- 
manuscrito,  pues  me  ha  facilitado  la  cialidad  y  preocupación  de  este  úl- 
copia  que  él  posee.  Contiene  esta  timo ;  y  los  cap.  110  - 114 ,  relati- 
solamente  ciento  cuarenta  y  cuatro  vos  á  los  judíos ,  ofrecen  una  prue- 
ea|>itnlos,y  la  credulidad  y  supers-  ba  de  intolerancia,  llevada  aun  más 
ticion  de  su  autor,  como  igualmente  allá  de  lo  que  podía  esperarse  de 
sus  buenas  cualidades  ^  pueden  ver-  aquella  época.  La  «Bibliot  Nov.»  de 
se  en  los  pasiges  relativos  á  las  Vis-  D.  Nicolás  Antonio  contiene  un  re- 


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PRIMERA   ÉPOCA.  —  CAPÍTULO   IX.  197 

más  apreciable  é  interesante  es  el  referente  á  Cristóbal 
Colon,  á  quien  consagra  trece  capítulos,  y  para  cuya  his- 
toria debió  contar  con  excelentes  materiales,  puesto  que 
no  solamente  el  arzobispo  Deza ,  á  cuya  servidumbre  per- 
tenecía el  cronista,  era  uno  de  los  amigos  y  protectores 
de  Colon,  sino  que  este  mismo  fué  por  algún  tiempo, 
en  1 496,  huésped  de  Bernaldez,  y  le  confió  manuscritos, 
que  le  sirvieron,  según  dice,  para  su  verídica  relación ; 
lo  cual  coloca  á  esta  Crónica  entre  los  documentos  im- 
portantes, así  para  la  historia  de  América,  como  para  la 
de  España". 

La  otra  Crónica  que  hemos  considerado  digna  de 
mención,  es  la  de  Fernando  del  Pulgar,  canciller  y  se- 
cretario de  los  Reyes  Católicos ,  y  su  cronista  oficial, 
persona  de  mucho  crédito  en  su  tiempo ;  pero  cuyo  na- 
cimiento y  muerte  se  ignoran".  Que  fuese  hombre 
erudito,  de  agudo  ingenio,  y  exacto  observador,  nos 
consta  por  sus  noticias  de  los  Claros  varones  de  Cas- 
tilla, por  sus  Comenlarios  á  las  coplas  de  Mingo  Re- 
vulgo, y  por  algunas  de  sus  cartas  familiares  que  han 
llegado  hasta  nosotros ;  pero  como  cronista  tiene  poco 
mérito ''.  La  primera  parte  de  su  obra  no  merece  gran  fe, 

dacido  articulo  sobre  Bernaldez;  pe-  ^  Algunas  noticias  de  si  mismo, 
ro  los  mejores  datos  para  su  biogra-  aunque  escasas,  nos  ha  dejado  en  sus 
fia  existen  en  su  misma  Crónica.  «  Claros  varones  ».  (  Madrid ,  1775 .) 
^  La  parte  relativa  á  Colon  com-  Por  ellas  sabemos  que  era  ya  hombre 
prende  los  capítulos  118-  131.  De  la  de  edad  en  1490. 
visita  hecha  al  autor  por  el  célebre  *^  La  primera  edición  de  esta  Cró- 
marino,  habla  en  el  cap.  131,  y  de  los  nica  se  publicó  en  1365,  en  Vallado- 
manuscritos  que  le  confió,  en  el  123.  lid,  atribuyéndose  al  famoso  Antonio 
Cuenta  el  cronista  que  cuando  vino  de  Lebrija.  Mas  este  error  se  des- 
Colon  i  la  corte ,  llevaba  vestido  por  cubrió  bien  pronto,  y  en  1567  se  im- 
devoción  el  hábito  de  S.  Francisco,  primió  de  nuevo  en  Zaragoza  con  el 
Cita  también  los  viajes  de  Sir  John  nombre  del  verdadero  autor.  La  úni- 
Mandeville,  y  ¡tareco  haberlos  leido  ca  edición  posterior  que  se  conoce, 
(cap.  123) :  circunstancia  notable,  de  un  ménto  muy  superior  á  las 
si  se  tiene  en  cuenta  sus  relaciones  otras  d9s,es  la  de  Valencia,  1780,  fo-  . 
con  Colon.  lio ,  en  cuyo  prólogo  se  explica  el 


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198  HISTORIA   DE    LA   LITERATURA   ESPAf^QLA. 

y  la  última ,  que  comienza  en  i  482  y  concluye  en  i  490, 
es  breve  en  su  narrack)n ,  y  pesada  por  las  arengas  am^ 
pulosas  en  que  abunda.  Lo  mejor  que  tiene  es  su  estilo, 
digno  y  decoroso  en  general,  pero  más  propio  en  rea- 
lidad de  la  verdadera  historia  que  de  la  crónica ;  y 
con  efecto,  por  la  acertada  división  de  su  trabajo  en 
tres  partes,  acomodadas  á  los  objetos  de  que  se  ocupa, 
y  por  las  reflexiones  filosóficas  con  que  la  exornó ,  se 
advierte  el  estudio  del  autor  sobre  los  antiguos  histo- 
riadores ,  y  su  deseo  de  imitarlos  '\  Ignórase  el  motivo 
de  no  haber  continuado  su  trabajo  después  de  1490; 
y  aunque  algunos  presumen  que  debió  haber  fallecido 
por  entonces**,  hay  en  esta  opinión  error  manifiesto, 
pues  existe  una  curiosa  y  bien  escrita  relación  de  los 
reyes  moros  de  Granada,  hecha  por  él  mismo  á  la 
Reina,  después  de  la  toma  de  esta  ciudad,  en  1492'^ 
La  Crónica  de  los  Reyes  Católicos,  de  Hernando  del  Pul- 
gar, es  pues  la  última  obra  de  este  género  que  merece 
mencionarse;:  porque,  como  ya  lo  hemos  dicho  anterior- 
mente, aunque  por  largo  tiempo  después  se  juzgó  pro- 
pio de  la  dignidad  de  la  monarquía  el  dar  una  forma 
grave  y  majestuosa  á  los  anales  públicos  y  oficiales,  por 
decirlo  así,  del  pais,  no  se  ve  ya  en  ellos  el  espíritu  libre 

error  de  haberse  atribuido  primera-  festado  arriba,  ya  las  babia  emplea- 
mente  á  Lebríja.  do  Ayala  en  sus  crónicas,  ochenta  ó 

>^  Léase  por  ejemplo  la  extensa  noventa  años  antes, 

arenga  de  Gromez  Manrique  á  los  to-  ^^  «Indicio  harto  probable  de  que 

ledanos  (parte  ii,  cap.  79).  Es  una  falleció  antes  de  la  toma  de  Grat: 

de  las  mejores,  y  tiene  bastante  mé-  nada ,  dice  Martínez  de  la  Rosa.  9 

rito,  considerada  como  trabajo  ora-  ( Hernán  Pérez  de  Pulgar,  el  de  las 

torio ;  pero  por  su  sabor  romano  es  hazañas,  Madrid,  1834, S.^^,  p.  229.) 

sjena  de  una  crónica  de  esta  especie.  ''  Este  importante  documento,  que 

Yerra  el  editor  de  1780  en  suponer  hace  honor  a  Pulgar  como  hombre  de 

que  Pulgar  fué  el  primero  que  in-  estado,  se  encuentra  en  el  «Semana-: 

trodujo  en  España  esta   clase  de  rio  Erudito».  (Madrid,  1788,  t.  xu, 

)»rengas ,  pues ,  como  hemos'  man  i-  páginas  57-144. ) 


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PRIMERA  ÉPOCA. —  CAPITULO    IX.  199 

ni  el  colorido  y  espontaneidad  que  en  un  principio  bri- 
llaron en  este  ramo  de  literatura  ;  y  así  es  que  aun 
cuando  se  continuó  nombrando  cronistas,  y  lo  fueron 
Florían  de  Ocampo,  Mexia  y  otros,  las  verdaderas  cró- 
nicas pasaron  para  no  volver  nunca. 


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CAPITULO  X. 

Crónicas  de  sucesos  parUcolares.— El  Paso  Honroso.— Seguro  de  Torde- 
sillas.— Crónicas  de  personajes  notables.— D.  Pero  Nifio.— D.  Alyaro  de 
Luna.— Gonzalo  Fernandez  de  Córdoba.— Crónicas  de  ▼iajes.- Ruy  Gon- 
zález de  Clavyo.— Cristóbal  Colon,  Balboa  y  otros.— Crónicas  caballe- 
rescas.—Crónica  del  rey  Don  Rodrigo  y  la  Destruycion  de  Espaüa.— Ob- 
servaciones generales  sobre  las  crónicas. 

Crónicas  db  sucesos  particulares.— El  lector  debe 
tener  presente  que  hasta  ahora  no  hemos  hecho  otra  cosa 
sino  recorrer  la  serie  de  las  que  pueden  propiamente 
llamarse  Crónicas  generales ,  y  que  escritas  por  los 
mismos  reyes  ó  por  su  mandato ,  forman  la  historia  del 
pais  y  de  sus  tradiciones  fabulosas,  desde  sus  principios, 
hasta  que,  vencido  ya  el  poder  de  la  morisma ,  se  cons- 
tituyó una  monarquía  compacta  y  tranquila.  Su  objeto  y 
carácter  las  hace,  por  lo  misma,  las  obras  más  impor- 
tantes, y  en  general  las  más  curiosas  de  su  clase;  pero 
la  influencia  que  ejercieron  y  la  popularidad  de  que  go- 
zaron ,  debió  necesariamente  producir  numerosas  imi- 
taciones del  mismo  género.  Escribiéronse  pues  mu- 
chas crónicas  de  diferentes  sucesos^  y  obros  libros 
que,  sin  llevar  el  nombre  de  tales,  tenian  el  mismo 
estilo  :  el  mayor  número  es  de  escaso  valor,  pero  hay 
algunas  que  por  su  lenguaje  ó  asunto  son  acreedoras 
á  una  mención  particular ,  y  por  lo  mismo  vamos  á 


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PRIMERA  ÉPOCA.  —  CAPÍTULO  X.  201 

examinarlas  rápidamente ,  comenzando  por  las  que  re- 
fieren sucesos  particulares. 

Hay  dos  crónicas  especiales  de  acontecimientos  ocur^ 
ridos  en  el  reinado  de  D.  Juan  II,  ambas  no  solo  cu- 
riosas por  su  índole  y  estilo,  sino  apreciables  por  lo 
mucho  que  ilustran  las  costumbres  de  aquel  tiempo.  La 
primera ,  siguiendo  el  orden  cronológico  de  los  suce- 
sos ,  es  el  Paso  Honroso ,  ó  sea  la  relación  formal  y 
minuciosa  de  un  paso  de  armas  sostenido  contra  todos 
los  caballeros  que  se  presentaron  en  el  puente  de  Or- 
bigo,  cerca  de  León ,  el  año  de  1 434 :  duró  treinta  dias, 
y  celebróse  en  ocasión  que  el  camino  de  Santiago  se 
hallaba  cubierto  de  gentes,  así  nobles  como  plebeyos, 
que  acudían  en  peregrinación  á  Santiago  de  Gompos- 
tela.  El  mantenedor  fué  Suero  de  Quiñones,  caballero 
de  noble  alcurnia,  el  cual  propuso  esta  empresa  para 
libertarse  del  juramento  hecho  á  una  dama,  de  llevar 
al  cuello  una  cadena  de  hierro  todos  los  jueves.  Los 
preparativos  para  este  singular  torneo  se  hicieron  de  or- 
den del  Rey  :  nueve  campeones  ó  mantenedores  acom- 
pañaban á  Suero  de  Quiñones ,  y  pasados  los  treinta 
días ,  resultó  que  habían  aceptado  el  reto  sesenta  y  ocho 
caballeros  aventureros ;  que  se  habían  verificado  seis- 
cientos veinte  y  siete  encuentros,  y  se  habían  quebrado 
sesenta  y  seis  lanzas  :  un  caballero  aragonés  murió  en 
la  demanda,  y  hubo  ademas  muchos  heridos,  entre 
ellos  Quiñones  y  ocho  de  sus  compañeros '. 

*  Hállanse  noticias  del  «Paso  Hon-  Suero  de  Quifiones » ,  se  escribió  en 

roso  >  en  la  c  Crónica  de  Don  Jnan  11  >  el  mismo  puente  de  Orbigo,  por  Pero 

(Ad.  ann.  1433,  cap.  5K  y  en  Zurita,  Rodríguez  Delena,  escribano  y  no- 

«Anales  de  Ara¡zon>  (lio.  14,  cap.  82j.  tario  público  de  D.  Jnan  II.  Después 

El  libro  intitulado  c  Paso  Honroso ,  le  compendió  j  publicó  en  Salaman- 

defendido  por  el  excelente  caballero  ca,  en  1388  (por  Gomelio  Bonai- 


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202  HISTORIA  DE   LA   LITERATURA   ESPAÑOLA. 

Seguramente,  aunque  todo  esto  nos  parezca  muy 
extraño  hoy  dia.  y  por  más  que  al  leerlo  nos  creemos 
trasportados  á  los  tiempos  en  que  los  caballeros  andan- 
tes «combatían  en  Aspremont  y  en  Montalban »,  cuando 
Rodamonte  mantenía  el  puente  de  Montpeller  por  la 
dama  de  sus  pensamientos,  es  preciso  convenir  que 
el  libro  de  que  tratamos  no  es  una  ficción  caballeresca, 
sino  obra  de  un  testigo  de  vista,  que  refiere  los  hechos 
con  toda  la  sencillez  y  candor  de  su  época ,  y  describe 
menudamente  todas  las  ceremonias  religiosas  y  caballe- 
rescas que  en  él  hubo.  £1  caso  fué  que  Suero  de  Qui- 
ñones, reconociéndose  esclavo  de  aquella  dama  ilustre, 
á  cuya  honra  habia  llevado  una  cadena  al  cuello  un  dia 
cada  semana,  durante  mucho  tiempo ,  trató  de  resca- 
tarse de  aquella  prisión  fantástica ,  satisfaciendo  su 
obligación  con  romper,  auxiliado  de  algunos  amigos, 
nn  número  determinado  de  lanzas  en  leal  combate. 
Verdad  es  que  todo  esto  es  muy  singular  y  fantástico; 
pero  las  ideas  de  amor ,  honor  y  religión  que  animaban 
á  los  campeones,  el  oir  devotamente  misa  todos  los 
dias ,  y  negar  al  mismo  tiempo  sepultura  cristiana  al 
caballero  aragonés  que  murió  en  el  torneo;  finalmente, 
las  circunstancia  de  que  Suero  de  Quiñones  ayunaba  to- 
dos los  martes  en  honor  de  la  Virgen  y  de  su  dama, 

do,  8®),  el  P.  Jnan  de  Pineda,  y  poste-  cbos  de  esta  Crónica,  y  lo  mismo  el 

nórmente  se  reimprimió  en  Madrid  intitulado  «  El  Paso  Honroso  » ,  de 

bajo  los  auspicios  de  la  Real  Academia  D.  Ángel  de  Saavedra ,  duque  de  Ri- 

de  la  Historia.  (1783, 4.^)  Trozos  ente-  vas ,  c[ue  consta  de  cuatro  cantos,  y 

ros  de  la  obra  original  se  conservan  está  inserto  en  el  segundo  tomo  de 

íntegros  en  los  §§.  1,4,7, 14,  74,  sus  obras.  (Madrid,  1820-21, 2  tomos 

75,  etc.;  en  lo  demás  Pineda  la  des-  12.^) 

figuró  mucho.  (Pellicer,  notas  al  Qui-  *  Véanse,  §§.  23  y  64 ,  y  en  el  25  un 

jote,  parte  i,  cap.  49.)  El  poema  «Esve-  curiosísimo  voto  que  hace  uno  de  los 

ro  y  Aknedora»,  en  doce  cantos,  por  caballeros  herickw,  en  el  que  prome- 

D.  Juan  María  Maury  (Paris ,  1840,  te  no  volver  á  enamorar  monjas,  co- 

12.<>),  está  fundado  en  algunos  he-  mo  antes  lo  habia  hecho. 


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PRIMERA   ÉPOCA.  —  CAPÍTULO   X.  203 

son  coses  todavía  más  fantásticas  y  extrañas;  y  al  re^ 
cordarlas  no  podemos  menos  de  mirarlas  con  la  mis^ 
ma  sorpresa  que  D.  Quijote  manifestaba  en  su  disputa 
con  el  buen  canónigo',  única  sensación  que  nos  causan. 
No  admira  menos  ver  consignado  este  suceso  en  la  Orrf- 
nica  contemporánea  del  rey  Don  Juan ,  y  ocupando  des^ 
pues  un  capítulo  entero  en  los  Anales  de  Zurita.  De 
todos  modos,  este  gran  torneo  debió  ser  un  aconteci- 
miento notable  en  los  tiempos  en  que  ocurrió,  y  da  mu- 
cha luz  sobre  los  usos  y  costumbres  de  la  época^. 
Con  justicia  pues  ocupa  su  lugar  en  las  crónicas  y  en 
la  historia ;  y  aun  en  la  época  en  que  vivimos ,  la  me- 
moria detallada  y  curiosa  de  los  pormenores  y  cere- 
monias del  Paso  Honroso ,  es  un  monumento  inapre- 
ciable, en  cuanto  presenta  la  pintura  exacta  del  espí- 
ritu caballeresco  y  del  hecho  más  importante  y  carac- 
terístico de  aquellas  instituciones,  que  han  desaparecido 
ya  completamente. 

El  otro  libro ,  del  mismo  período  á  que  antes  hici- 
mos referencia ,  es  también  un  cuadro  que  retrata  muy 
al  vivo  aquellos  tiempos;  menos  pintoresco,  si  se  quiere 
que  el  anterior,  pero  no  menos  instructivo.  Intitúlase  El 
Seguro  de  Tordesillas ,  y  da  cuenta  de  una  serie  de  con- 
ferencias y  capitulaciones  celebradas  «1  año  de  1439, 
entre  D.  Juan  II  y  parte  de  la  nobleza,  que  capitaneada 

>  D.  Quijote  hace  precisamente  ^  Recórranse  los  años  inmediatos 
del  «  Paso  Honroso  »  el  uso  que  era  al  «  Paso  Honroso  » ,  y  se  encontra- 
do esperar  de  aquel  instinto  y  agu-  rán  cuatro  6  cinco  casos  semejantes, 
deza  que  con  tanta  frecuencia  se  ob-  (Crónica  de  D.  Juan  H,  1453,  cap.  2 ; 
serva  en  los  dementes ,  y  este  trozo  1434 ,  cap.  4;  1435,  cap.  3  y  8 ;  i436, 
es  uno  de  los  muchos  ejemplos  en  cap.  4. )  Toda  la  Crónica  está  llena 
que  se  ve  el  profundo  conocimiento  de  ellos,  y  en  algunos  figura  el  con-r 
que  Cervantes  tenia  del  corazón  hu-  destable  0.  Alvaro  de  Luna, 
^ano.  (Parte  i,  cap.  49.) 


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204  HISTORIA  DE   LA   LITERATURA   BSPAÍVOLA. 

por  SU  mismo  hijo,  ÍDtervenia  con  sedición  y  violencia 
en  los  negocios  del  Estado,  para  derribar  el  poder  y 
deslrnir  la  influencia  del  Condestable  \  Tomó  su  nom- 
bre el  libro  de  una  circunstancia  bien  repugnante  por 
cierto.  Cabalmente  al  tiempo  que  se  celebraba  el  Paso 
Honroso/  y  entre  algunos  de  los  caballeros  que  con- 
currieron á  aquel  espectáculo  grandioso  y  caballeres- 
co, el  honor  y  la  buena  fe  hablan  venido  tan  á  menos 
en  Castilla ,  que  ninguna  de  las  partes  interesadas  en 
la  cuestión,  ni  el  mismo  Rey,  ni  el  Príncipe,  podían 
empeñar  su  palabra  en  favor  de  la  seguridad  personal 
de  los  que  intervenían  en  las  capitulaciones  de  Torde- 
sillas,  con  la  confianza  de  que  fuese  aceptada.  Fué  por 
lo  mismo  necesario  buscar  una  persona  imparcial  y  aje- 
na á  toda  bandería ,  que  revestida  de  grandes  faculta- 
des y  con  el  aparato  de  la  fuerza  militar,  se  hiciese 
depositaría  de  la  fe  pública,  ejercitase  un  poder  omní- 
modo, sin  mas  límites  que  los  que  le  impusiesen  su 
honradez  é  integridad  personal,  é  impusiese,  tanto  al 
Rey  como  á  sus  subditos  rebeldes,  en  términos  que  to- 
dos le  obedeciesen  y  acatasen  ^. 

Tamaña  distinción  estaba  reservada  á  Pedro  Fernan- 
dez de  Velasco,  llamado  comunmente  «el  buen  conde 
de  Haro» ,  y  el  libro  del  Seguro  de  Tordesillas,  dispuesto 
por  él  algún  tiempo  después,  manifiesta  el  honroso  des- 
empeño de  la  extraordinaria  confianza  que  en  él  se  de- 

^  El  <  Seguro  de  Tordesillas  »  se  k>s  principales  personajes ,  y  enlre 

imprimió  por  primera  vez  en  Milán ,  ellos  el  mismo  condestable  D.  Alva- 

i6ii ;  luego  en  Madrid,  i784, 4.^,  y  rodé  Luna,  significando  con  ella  que 

es  la  mejor  edición.  durante  los  tratados  se  consideraban 

*  <  Nos  desnaturamos  : » tal  es  la  exentos  de  la  obligación  de  obede- 

antigua  y  expresiva  frase  castellana  cer  al  mismo  Rey. 
de  que  se  valieron  en  aquel  lance 


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PRIMERA   ÉPOCA.  —  CAPlTCLO   X.  205 

poeitó.  Pocas  obras  históricas  pueden  enyanecerse  de 
origen  tan  auténtico  :  los  documentos  fehacientes,  que 
constituyen  su  principal  parte  >  se  presentan  á  la  vista 
del  lector,  y  lo  que  no  está  así  comprobado,  tiene  por 
base  el  honrado  testimonio  del  buen  Conde,  en  cu- 
yas manos  los  hombres  más  ilustres  y  distinguidos  del 
pais  pusieron  sin  el  menor  recelo  su  honra  y  vida.  De 
aquí  nace  que,  como  trabajo  literario,  el  Seguro  se  dis- 
tingue más  bien  por  la  sencillez  y  claridad  de  estilo, 
que  por  su  elegancia  y  elocuencia ;  y  consiste  más  bien 
en  una  colección  de  documentos,  que  en  una  narración : 
pero  de  todos  modos  es  un  libro  interesante,  y  un  re- 
cuerdo triste  de  su  época.  Porque  el  pacto  hecho  en 
Tprdesillas  no  produjo  beneficios  de  larga  duración : 
al  poco  tiempo  el  conde  de  Haro  se  retiró  enojado 
á  sus  estados,  y  antes  de  dos  años,  el  desgraciado  y 
débil  monarca  fué  de  nuevo  embestido  y  cercado  en 
Medina  del  Campo  por  su  familia  rebelde  y  los  nobles 
turbulentos  que  seguían  su  bandera\  Poco  se  oye^  des- 
pués de  este  suceso,  del  conde  de  Haro,  y  solo  sabe- 
mos que  continuó  asistiendo  de  vez  en  cuando  al  Rey 
en  sus  continuas  desgracias,  hasta  que,  tan  quebrantado 
de  cuerpo  como  de  espíritu,  se  retiró  del  mundo,  y  pasó 
los  áltimos  diez  años  de  su  vida  en  un  monasterio  que 
habia  fundado,  y  en  el  que  falleció  á  la  edad  de  se- 
senta años  •. 

Crómicas  de  personajes  notables. — Cuando  sucesos 


'  Véase  la  «Crónica  de  Don  Juan  11»,  Los  infantes  de  Aragón , 

ÍHO-U  y  iUl,  cap.  3.  Con  razón  ex-  iQ»*  »«  »»»cicron  ? 

cbmaba  Jorge  Blanríque  en  sus  her-       *  Pulgar  (Claros  varones  de  Cas- 

mosas  y  sentidas  coplas  :  tilla,  Bfadrid,  i775, 4.<>,  tit.  3),  hace  de 

iQ«é  se  hizo  el  rey  Don  Jaan  ?  él  un  hermosísimo  retrato. 


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206  HISTORIA  ÜE   LA   LITERATURA  ESPAÑOLA. 

señalados,  como  el  Paso  Honroso  del  puente  de  Orbigo 
y  el  Seguro  de  Tordesíllas ,  se  consignaban  en  obras 
históricas,  no  era  posible  que  los  personajes  distingui- 
dos de  la  época  careciesen  de  crónicas  dedicadas  á 
describir  sus  hechos  y  vicisitudes. 

£1  primero  que  encontramos  honrado  de  este  modo 
es  D.  Pero  Niño,  conde  de  Buelna,  que  floreció  entre 
lósanos  de  1379  y  1453,  y  desempeñó  el  cargo  de 
almirante  durante  los  reinados  de  D.  Enrique  III  y 
D*  Juan  II.  Su  Crónica  es  obra  de  Gutierre  Diez  de  Gamez, 
que  estuvo  constantemente  á  su  lado  desde  que  tenia 
veinte  y  tres  años ,  y  fué  su  alférez  y  compañero  en  las 
peligrosas  batallas  y  sangrientos  combates  en  que  se 
halló.  Difícil  era,  por  lo  mismo,  encontrar  un  cronista 
más  fiel  y  caballero;  en  esta  parte  es  comparable  Gamez 
al  Loyal  Serviteur,  biógrafo  del  célebre  Bayardo,  y  de 
todo  punto  igual,  no  solo  en  la  confianza  que  obtuvo 
de  su  señor,  sino  en  ser  tan  animoso  y  bizarro'.  Las 
noticias  que  da  de  la  crianza  de  D.  Pero  Niño,  de  los 
consejos  que  su  tutor  le  daba,  de  su  casamiento  con  su 
primera  mujer  D.'  Constanza  de  Guevara,  de  su  expe- 
dición contra  los  corsarios  y  el  bey  de  Tánez ,  de  la 
parte  que  tomó  en  la  guerra  contra  la  Inglaterra,  des- 
pués de  la  muerte  de  Ricardo  II ,  cuando  mandó  la  ex- 
pedición que  desembarcó  en  Cornualles,  y  según  su 


^  La  c  Crónica  de  Don  Pero  Niño  >  « fábulas  caballerescas  ».  Las  stipre- 
era  muy  nombrada,  y  citada  como  siones  se  notan  en  la  parte  i,cap.  i5; 
un  rico  depósito  de  noticias  impor-  parte  ii,  cap.  i8, 40^  etc.;  sin  em- 
tantes  para  el  reinado  de  D.  Cnri-  bargo,  hubiéramos  agradecido  al  se- 
que ni ;  pero  no  se  conocía  general-  Bor  Llaguno  que  la  hubiese  impreso 
mente  hasta  que  la  imprimió  y  pu-  integra ,  especialmente  la  parte  que 
blicó  D.  Eugenio  de  Llaguno  y  Ami-  menciona,  intitulada  «Crónica  de  los 
rola  (Madrid,  1783,  4.<^),  el  cual  su-  Reyes  de  Inglaterra», 
primió  mucha  parte  de  lo  que  él  llama 


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PRIMERA  ÉPOCA.  —  CAPITULO   X.  207 

cronista,  incendió  la  ciudad  de  Poole  y  se  apoderó  de 
las  islas  de  Jersey  y  Guernesey,  y  finalmente,  sus  he- 
chos en  la  guerra  de  Granada ,  ocurridos  en  el  último 
tercio  de  su  vida,  militando  á  las  órdenes  del  condes^ 
table  D.  Alvaro  de  Luna ,  son  hechos  interesantes  y  cu-^ 
riosos,  y  están  referidos  con  sencillez  y  enerjía.  Pero 
los  pasajes  más  característicos  y  entretenidos  de  toda 
la  Crónica ,  son  los  que  hacen  relación ,  el  uno  á  la  visita « 
llena  de  galantería,  hecha  por  el  Conde  á  Girfontaine, 
cerca  de  Rouen,  donde  á  la  sazón  residian  el  viejo  al- 
mirante de  Francia  y  su  esposa,  joven  y  de  carácter 
jovial,  y  el  otro  á  sus  amores  con  D.'  Beatriz,  hija  del- 
infante  D.  Juan ,  dama  con  quien  después  de  muchos 
contratiempos  y  peligros,  contrajo  segundas  nupcias  **. 
Desgraciadamente  nada  sabemos  del  escritor  de  esta 
amena  historia,  sino  lo  que  él  modestamente  nos  quiso 
decir ;  pero  no  cabe  duda  que  su  lealtad  y  caballerosi- 
dad se  traslucen  á  cada  paso  en  la  sentida  cuanto  no- 
ble relación  que  hace  de  las  aventuras  y  hazañas  de  su 
señor. 

Después  de  la  Crónica  de  Don  Pero  Niño ,  citaremos 
la  del  condestable  D.  Alvaro  de  Luna,  personaje  prin- 
cipal del  reinado  de  D.  Juan  II,  desde  que ,  niño  aun^ 
aparece  en  la  Corte  como  paje  en  1408,  hasta  1453, 
en  que  pereció  en  un  patíbulo,  víctima  de  su  des- 
mesurada ambición,  de  la  envidia  de  los  grandes,  y 
de  la  debilidad  criminal  del  monarca  ^^  Se  ignora  en-^ 

*^  Parte  lo,  cap.  3-5. « Los  amores  y  de  D.  Jaan  II ,  le  escribiese  versos 

de  Doú  Pero  Niño  y  de  Doña  Beatriz»  para  dirigírselos  á  su  amada.  (Vea-* 

están  enlazados  con  la  poesía  con-  se  á  Castro ,  «  Bibiiot.  Esp. » ,  t,  i , 

temporánea ,  porque  se  sabe  que  el  pp.  27Í-275.) 
Conde  encargo  á  villasandino,  poeta       **  La  t  Crónica  de  Don  Alraro  de 

célebre  de  la  corte  de  D.  Enrique  III  Luna»  se  imprimió  por  primera  vez 


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208  HISTORIA  DB   LA   LITEAATDRA   ESPAÑOLA. 

teramenle  el  nombre  del  antor  de  esta  Crónica ;  pero 
9u  lectura  y  estudio  dan  á  conocer  que  fué  probable- 
mente algún  eclesiástico  instruido ,  de  la  misma  casa 
del  Condestable,  muy  allegado  á  su  persona  y  decla- 
rado partidario  suyo.  Todo  en  ella  recuerda  la  hermosa 
y  antigua  Biografía  del  cardenal  Wolsey ,  escrita  por  su 
camarero  Cavendish :  ambos  libros  están  escritos  des- 
pués de  la  ruina  de  los  grandes  hombres,  cuyas  vidas  y 
hechos  se  refieren  por  personas  que  los  sirvieron  y  qui- 
sieron en  su  prosperidad,  y  que  luego  se  propusieron 
vindicar  su  memoria  con  una  gratitud  y  cariño  tal,  que 
se  revela  constantemente  en  su  estilo  candoroso,  vivo, 
y  en  ocasiones  elocuente.  La  Crónica  española  es  más 
antigua,  de  un  siglo,  que  la  del  cardenal  inglés  :  es 
grave  y  majestuosa,  á  veces  con  exceso;  pero  al  mismo 
tiempo  tiene  toda  la  apariencia  de  ser  verídica  y  fide- 
digna. La  relación  del  cerco  de  Palenzuela  **,  la  mag- 
nífica pintura  de  la  persona  y  porte  del  Condestable, 
la  escena  de  la  visita  del  Rey  á  su  privado  en  su  cas- 
tillo de  Escalona,  las  fiestas  celebradas  con  este  motivo, 
y  sobre  todo,  los  dolorosos  y  melancólicos  pormenores 
en  que  entra  el  autor  al  referir  la  caida  de  D.  Alvaro, 
y  su  prisión  y  muerte ,  manifiestan  la  soltura  y  desem- 
barazo de  un  testigo  de  vista,  ó  á  lo  menos  de  una  per- 
sona muy  al  corriente  de  la  materia  de  que  escribe. 

en  Milán  (i546,  folio),  por  uno  de  los  voz  que  pasó  casi  á  la  lengua  inglesa, 

descendientes  del  Condestable ;  des-  porque  lord  Bacon,  en  su  Ensayo  27, 

{mes ,  á  pesar  de  su  importancia  é  dice  :  « Las  lenguas  modernas  11a- 

nteres,solo  se  ha  reimpreso  una  man  átales  bonmres  favoritos  ó  pn- 

Tez,  gracias  al  Sr.  Flores,  celoso  vados.i» 

secretario  de  la  Real  Academia  de  la       ^  Tit.  91-95,  y  véanse  también  los 

Historia.  (Madrid,  1784,  4.^)  «Privado  curiosos  versos  de  Juan  de  Mena , 

del  Rey»,  es  el  titulo  ordinario  de  poeta  de  la  corte ,  á  la  herida  que  el 

D.  Alvaro  de  Luna ;  y  Manrique ,  ha-  Condestable  recibió  en  aquel  sitio, 
blando  de  él,  le  llama  «tan  privado»; 


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PRIMBRA   ÉPOCA.  —  CAPtTULO   X.  209 

Por  todas  estas  razones  es  una  de  las  crónicas  espa- 
ñolas más  ricas  en  detalles  y  más  interesantes,  siendo, 
comees,  de  todo  punto  indispensable  para  el  que  quiera 
conocer  á  fondo  el  espíritu  turbulento  de  aquel  siglo, 
en  el  que  los  «bandos j»  ,  ó  partidos  armados,  tenian di- 
vidido el  país  en  un  sin  número  de  jefes  y  caudillos 
que,  como  otros  tantos  régulos,  hacian  la  guerra  por  su 
cuenta  y  riesgo,  sin  respeto  ni  obediencia  á  la  autori- 
dad real. 

La  última  crónica  de  este  género,  escrita  á  la  manera 
de  las  antiguas  y  que  merece  mencionarse,  es  la  de 
Gonzalo  de  Córdoba  ,  por  otro  nombre  « el  Gran  Ca- 
pitán», que  floreció  desde  poco  antes  de  comenzar  la 
guerra  de  Granada  hasta  fínes  del  reinado  de  los  Reyes 
Católicos;  hombre  singular,  y  que  produjo  en  la  Es- 
paña de  entonces  la  misma  impresión  que  produjera 
en  la  antigua,  y  durante  la  lucha  con  los  árabes,  el  ciclo 
de  héroes  nacionales  que,  propiamente  hablando,  ter- 
minó en  él.  El  emperador  Carlos  Y  quiso  >  hacia  los 
años  de  1 526,  que  uno  de  los  compañeros  del  Gran  Ca- 
pitán, llamado  Hernán  Pérez  del  Pulgar,  escribiese 
una  relación  de  sus  hechos.  No  era  fácil  buscar  cro- 
nista más  á  propósito ,  porque  es  de  advertir  que  este 
Pulgar  no  es ,  como  se  ha  creido  por  mucho  tiempo, 
aquel  Hernando  del  Pulgar,  ingenioso  cortesano  y  es- 
critor del  tiempo  de  los  Reyes  Católicos^' ,  ni  tampoco 


*>  El  equivocar  á  los  dos  Pulgares,  ¿  Pedro  de  Toledo,  dice:  «E  paes  que- 
el  ano  llamado  ^^itan  Pérez  del  ureys  saber  como  me  habéis  de  lia- 
Pulgar^  y  el  otro  Hernando  del  Pul-  »mar,  sabed,  señor,  qoe  me  llaman 
gar^  debió  va  ocarrrr  en  vida  de  am-  «Fernando ,  é  me  llamaban  é  lláma- 
nos :  al  menos  asi  lo  hace  presumir  »rán  Fernando,  é  si  me  dan  el  maes- 
iin  pas^^e  muy  gracioso,  en  una  epis-  «trazgo  de  Santiago,  también  Feman- 
tola  de  este  último,  que,  escribiendo  »do ,  etc. » ( Letra  xn ,  Madrid ,  i77d, 

T.  I.  14 


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210  HISTOHIA  bK   LA   LITBHATURA   ESPAÑOLA. 

es  obra  suya  la  indigesta  y  pesada  Crónica  de  Gonzalo 
de  Córdoba j  publicada  eo  1580  ó  antes,  y  atribuida 
por  muchos  á  él'^;  sino  que  es  el  caballero  animoso 
y  valiente  que,  seguido  de  pocos,  penetró  hasta  el 
centro  de  la  misma  Granada,  llena  entonces  de  de- 
fensores, y  clavando  un  Ave  María  con  la  señal  de  la 
cruz  en  las  puertas  de  su  mezquita  principal,  consagró 
aquel  imponente  edificio  al!  culto  de  Dios ,  mientras 
los  Reyes  Católicos  asediaban  la  ciudad  :  aventura  he- 
roica ,  que  en  aquella  época  se  hizo  famosa  en  el  país, 
y  cuyo  recuerdo  han  conservado  á  la  par  los  roman- 
ces y  el  teatro  *'. 

Como  era  de  esperar  del  carácter  de  un  autor  que, 
para  distinguirle  del  pacífico  y  cortesano  Hernando  del 
Pulgar,  recibió  el  sobrenombre  de  «El  de  las  hazañas» , 
el  libro  que  presentó  al  Emperador  no  es  una  vida  de 


4.^,  p.  i55.)  En  cuanto  á  las  equivoca- 
ciones de  estos  dos  personajes ,  he- 
chas en  tiempos  más  modernos,véase 
4D.  Nicolás  Antonio  (<Bíb.  Nova»,  1 1, 
p.  387),  que  por  cierto  anda  bastante 
confuso  al  tratar  este  punto. 

**  Esta  pesada  Crónica  anónima, 
es  la  t  Crónica  del  Gran  Capitán 
•Gonzalo  Fernandez  de  Córdoba  y 
»AguiIar,  en  la  cual  se  contienen  las 
»dos  Conquistas  del  reino  de  Nápo- 
»les,  etc.»  (Sevilla,  i580,  folio.)  Pero 
no  nos  parece  la  primera  edición, 
porque  en  la  licencia  se  dice  que  se 
imprimía  cporque  hay  falta  de  ellas». 
Contiene  algunos  documentos  de 
familia  que  se  hallan  en  la  obra  de 
Pulgar,  y  se  imprimió  después  dos 
veces  á  lómenos.  (Sevilla,  id82,  y  Al- 
calá, 4584.) 

*^  Llenos  de  admiración  los  Reyes, 
concedieron  á  Pulgar  su  sepultura 
en  el  mismo  sitio  en  que  se  habia  ar- 
rodillado para  clavar  el  Ave  Marta  en 
la  puerta  de  la  mezquita;  y  sus  des- 
cendientes conservan  aun  el  sepulcro 
con  todo  respeto,  y  disfrutan  sitio  esr 


pecial  en  el  coro  de  la  catedral .  en 
virtud  de  la  concesión  hecha  á  Pulgar 
y  á  sus  herederos  varones  en  línea 
recia.  (Alcántara,  Historia  de  Grana- 
da. Ibid.  i846, 8.«,t.  IV,  p.  i02,  y  los 
documentos  curiosos  recogidos  por 
Martínez  de  la  Rosa  en  su  c  Hernán  Pé- 
rez del  Pulgar»,  pp.  279-283,  acerca 
del  cual  véase  la  nota  Inmediata.)  La 
comedia  más  antigua  que  conocemos 
sobre  la  notable  hazaña  de  Fernán 
Pérez  del  Pulgar  es  el  <  Cerco  de 
Santa  Fe  >,  que  está  en  el  primer  to- 
mo de  las  «Comedias  de  Lope  de 
Vega».  (Valladolid,  1604, 4.«)  Pero  la 

a'  ue  se  representa  comunmente  es 
e  autor  desconocido,  intitulada  «  El 
Triunfo  del  Ave  Maria,  de  un  ingenio 
de  esta  corte» ,  escrita  probable- 
mente en  tiempo  de  Felipe  IV.  El 
ejemplar  que  tenemos  á  la  vista  está 
impreso  en  i793.  Martínez  de  la  Rosa 
dice  haberla  visto  representar  mu- 
chas veces,  y  habla  de  la  viva  impre- 
sión que  causó  á  su  imaginación 
jttvenif. 


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PlilMBRA   ÉPOCA.  —  CAPITULO   1.  211 

Gonzalo,  sino  más  bien  un  bosquejo  vigoroso  de  él,  inti- 
tolado  Algunas  de  las  hazañas  del  muy  excelente  Señor,  ¡kir 
modo  El  Gran  Capitán,  6  como  se  dice  con  más  solem- 
nidad aun  y  más  prosopopeya,  de  las  hazañas  y  sumas 
virtudes  del  Gran  Capitán  en  la  paz  y  en  la  guerra  *^.  La 
modestia  del  autor  es  tanta  como  su  valor  :  apenas  se 
nombra  él  mismo  en  la  narración ,  y  la  pasión  y  cariño  á 
su  general  dan  á  su  estilo  tal  calor ,  que,  en  medio  de 
que  ostenta  con  frecuencia  una  erudición  importuna  y 
cansada ,  su  libro  es  en  extremo  curioso  é  interesan- 
te, porque  presenta  al  héroe  tal  cual  le  contempló  la 
admiración  de  sus  coetáneos.  En  partes,  á  pesar  de  su 
brevedad ,  entra  en  pormenores  notables  y  dignos  de 
atención,  y  algunas  arengas,  como  la  del  alfaquí  á 
los  partidos  enconados  de  Granada ,  y  la  de  Gonzalo  á 
la  población  del  Albaicin,  están  tan  bien  escritas  como 
pensadas.  Mirada  como  bosquejo  del  carácter  de  un 
individuo,  pocas  crónicas  habrá  que  tengan  el  aspecto 
de  veracidad  que  en  ella  se  encuentra;  y  por  otra 
parte,  atendidas  la  vida  agitada  y  guerrera,  tanto  del 
autor  como  de  su  héroe,  nada  admira  tanto  como  el 
espíritu  de  humanidad  que  brilla  en  sus  páginas,  y  que 
parece  ajeno  de  la  época  '^ 

Cbómicas  de  viajes. — A  imitación  de  las  crónicas  de 
reyes  y  personajes  ilustres,  se  escribieron  en  España 

**  Imprimióse  esta  vida  del  Gran  apreciables  notas.  Gracias  al  celo  y 

Capitán,  por  Pulgar,  en  Sevilla,  por  perseyerante  curiosidad  literaria  del 

Gromberger,i527;pero  no  se  sabe  distinguido  hombre  de  Estado  que 

que  exista  más  ejemplar  que  el  de  le  descubrió,  disfrutamos  y  leemos 

la  biblioteca  de  la  Academia  Espa-  ahora  este  curioso  libríto  en  una  íor- 

ñolá.  En  1854  se  reimprimió  en  Ha-  ma  asradable. 
drid  (8.®,  publicada  por  D.  Francisco       ^^  Hernán  Pérez  del  Pulsar,  el  de 

Martínez  de  la  Rosat  con  el  titulo  de  las  hazañas,  nació  el  año  de  i45i,  y 

«Reman  Pérez  del  Pulgar»,  con  una  murió  en  el  de  ÍS0I. 
vida  del  autor,  muy  bien  escrita,  y 


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212  HISTORIA  DE   LA   LITERATURA  ESPAÑOLA. 

varios  libros,  como  son,  relaciones  de  viajes  y  des- 
cubrimientos ,  los  cuales ,  si  bien  no  llevan  el  título 
de  «Crónicas»,  pueden,  sin  embargo,  ser  conside- 
rados como  tales.  La  más  antigua  ,  quizá  también  la 
más  interesante  de  estas  relaciones ,  es  la  de  un  viaje 
y  embajada  hecha  al  Tamorlan ,  el  gran  potentado  y 
conquistador  tártaro,  en  tiempo  de  D.  Enrique  III. 
La  causa  que  dio  origen  á  dicha  embajada  es  muy 
curiosa  por  cierto :  parece  ser  que  el  monarca  caste- 
llano, cuyo  reinado,  ya  sea  por  su  casamiento  con 
Catalina  de  Lancáster,  ya  sea  por  otras  causas,  fué 
más  feliz  y  tranquilo  que  el  de  sus  inmediatos  predece- 
sores en  el  trono ,  concibió  en  medio  de  su  prosperidad 
el  proyecto  de  extender  su  fama  á  las  más  remotas  re- 
giones de  la  tierra,  para  lo  cuaU  dicen,  trató  de  esta- 
blecer relaciones  amistosas  con  el  Emperador  griego  de 
Consta ntinopla,  con  el  Soldán  de  Babilonia,  con  la- 
merían (el  Timur  Beg  de  los  tártaros),  y  aun  con  el  fa- 
buloso Preste  Juan  de  las  Indias ,  motivo  en  aquellos 
tiempos  de  innumerables  sueños  y  delirios. 

No  sabemos  qué  resultados  tuvo  este  cúmulo  de  ges- 
tiones diplomáticas,  tan  extraordinario  á  fines  del  si- 
glo XIV,  salvo  que  los  embajadores  enviados  al  Tamor- 
lan y  Bayaceto  se  hallaron  en  la  batalla  sangrienta  y 
decisiva  entre  estos  dos  grandes  potentados  del  Orien- 
te, y  que  Tamorlan  correspondió  con  otra  embaja- 
da suntuosa,  remitiendo  algunos  despojos  de  su  vic- 
toria, y  entre  ellos  dos  hermosas  cautivas,  que  figuran 
en  la  poesía  española  de  aquel  tiempo ".  No  fué  Enrí- 
as Discorso  hecho  por  Argote  de  González  de  Clavijo».  (Madrid,  Í78S, 
Molina  sobre  el  «Itinerario  de  Ruy   4.^,  p.  3.) 


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PRIMERA   ÉPOCA.  CAPITULO    X.  213 

que  III  ingrato  á  tal  demostración^  y  para  pagarla  des- 
pachó al  Tamorlan  tres  personas  de  su  corle  :  fué  una 
de  ellas  Ruy  González  de  Clavijo,  de  quien  tenemos 
una  relación  muy  curiosa  de  toda  la  embajada  y  sus 
resultados,  así  como  de  sus  aventuras  personales.  Pu- 
blicóla por  primera  vez  Gonzalo  Argote  de  Molina , 
diligente  anticuario  que  floreció  en  el  reinado  de  Fe- 
lipe IP\  y  que,  sin  duda  para  excitar  aun  más  la 
curiosidad  pública ,  la  intituló  Vida  del  Gran  Tamorlan, 
aunque  realmente  no  es  más  que  un  diario  de  las  na-^ 
vegaciones,  viajes  y  residencia  en  Oriente  de  los  em- 
bajadores de  D.  Enrique  III,  el  cual  comienza  en  mayo 
de  1 403 ,  al  darse  á  la  vela  del  Puerto  de  Santa  María, 
y  concluye  en  marzo  de  1 406 ,  con  su  desembarco  en 
el  mismo  punto,  de  vuelta  de  su  viaje. 

Hay  en  él  una  descripción  de  Constantinopla  muy 
curiosa ,  por  estar  hecha  cuando  se  acercaba  el  mo- 
mento de  su  ruina  *•;  otra  de  Trapisonda ,  con  sus  igle- 
sias y  clero  griego;  de  Teherán,  hoy  capital  de  Persia; 
y  de  Samarcanda,  donde  los  embajadores  se  presenta- 
ron al  gran  conquistador,  quien  los  recibió  nniy  bien, 
é  hizo  celebrar  magníficas  fiestas,  que  duraron  hasta  su 
muerto,  ocurrida  cuando  los  embajadores  estaban  aun 
en  la  corto ,  y  cuyos  efectos  fueron  sumamente  perju- 
diciales para  ellos,  causándoles  muchos  tropiezos  y  mo* 
lestias  en  su  viaje  de  vuelta.  El  buen  Clavijo  desempeñó 
cumplidamente  su  misión,  dando  cuenta  de  ella  al  Rey, 

<*  La  edición  de  Argote  de  Molina  repetidas  veces  (pp.  51 ,  59  y  otras), 

se  publicó  en  1582,  y  ioego  solo  se  Dice  qiie  no  vieron  el  primer  dia , 

ba  reimpreso  una  vez,  aunque  muy  como  lo  deseaban,  las  reliquias  de 

m^orada.  (Madrid,  1782, 4.<>)  la  iglesia  de  San  Juan  de  la  Piedra, 

4  Las  obras  de  mosaico  existen-  y  la  razón  que  da  es  original,  y  pinta 

tes  en  Constantinopla  llamaron  mu-  al  viro  la  sencilles  de  la  corte  iin- 

cbo  su  atención,  y  así  las  menciona  perial. 


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214  HISTORIA   DE   LA   LITERATURA   ESPAftOLA. 

á  quien  encontró  en  Alcalá ;  y  aunque  anduvo  un  año 
en  la  corte  y  fué  uno  de  los  testigos  del  testamento  del 
Rey,  otorgado  por  Navidad,  después  de  muerto  este 
se  retiró  á  Madrid,  pueblo  de  su  nacimiento,  donde 
pasó  los  últimos  cuatro  ó  cinco  años  de  su  vida ,  hasta 
que  falleció  en  1412,  y  fué  sepultado  en  el  convento 
de  San  Francisco  el  Grande,  cuya  capilla  mayor  hablan 
reedificado  sus  padres  á  su  costa  *'. 

Ciertamente  que  los  viajes  de  Clavijo  no  son  compa- 
rables con  los  de  Marco  Polo  ó  Sir  Juan  de  MandeviUe; 
pero  si  descubrió  menos  que  el  mercader  italiano,  lo 
que  vio  es  tan  notable  como  lo  del  viajero  inglés,  y 
también  es  preciso  confesar  que  en  la  narración  es 
superior  á  ambos.  En  toda  la  obra  brilla  la  lealtad 
española  y  la  fe  católica  del  autor,  el  cual  cree  can- 
dorosamente que  su  modesta  embajada  va  á  causar 
en  las  innumerables  é  indolentes  poblaciones  del  Asia 
una  impresión  profunda  del  poder  é  importancia  de  sa 
soberano,  y  que  esta  impresión  será  duradera.  Durante 
su  residencia  en  la  suntuosa  capital  del  Oriente,  no 
piensa  en  otra  cosa  más  que  en  las  reliquias  imagina- 
rias de  santos  y  apóstoles,  que  entonces  llenaban  los 
nichos,  arcas  y  relicarios  de  sus  iglesias.  Esto,  al  fin, 
satisface  y  agrada,  porque  es  nacional;  pero  cuando 
después  le  vemos  llenar  la  isla  de  Ponza  de  edificios 
construidos  por  Virgilio  ** ,  y  más  adelante  decir,  al  pa- 


**  cHUos  de  Mudrid  ilustres  en  san-  rosos ,  sobre  todo  en  lo  relativo  á  la 
tidad/  dignidades,  armas,  ciencias  y  historia  literaria  de  la  capital  de  Es- 
artes.  Diccionario  Histórico  » ,  su  paña.  En  él  se  baila  una  vida  de  Gla- 
autor,  D.  José  Antonio  Alvarezy  Bae-  vyo  (t.  iv,  p.  302). 
na,naturaldelami8nia  villa.  (Madrid,  <*  «Hay  en  ella  grandes  edificios 
1789-91 ,  4  tomos  4.<>)  Libro  cuyos  de  muy  mn  obra,  que  fizo  Virgi- 
materiales ,  si  bien  desordenados  y  lio»  (p.  30). 
confusos,  son  importantes  y  nume- 


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PRIMERA   ÉPOCA.  —  CAPITULO   X.  215 

sar  por  Amalfi,  que  solo  es  notable  por  conservarse  allí 
la  cabeza  del  apóstol  S.  Andrés** ,  se  necesita  tener 
may  presentes  su  celo,  patriotismo,  franqueza  y  de- 
más dotes  que  le  adornan  >  para  no  enfadarse  al  ver  su 
supina  ignorancia.  Dice  el  P.  Mariana  que  hay  que  po- 
ner en  cuarentena  mucho  de  lo  que  Clavijo  refiere; 
pero  así  como  con  otros  viajeros  antiguos ,  cuyas  rela- 
ciones se  han  puesto  en  duda  por  lo  extrañas  y  mara- 
villosas, ha  sucedido  con  la  del  embajador  castellano  : 
que  investigaciones  hechas  recientemente  con  esmero 
y  cuidado,  han  confirmado  cuanto  él  ha  dicho.  Pode- 
mos pues  fiar  en  su  fidelidad ,  asi  como  en  el  espíritu 
de  sagacidad  y  observación  que  constantemente  mues- 
tra ,  menos  cuando  se  atreviesan  su  fe  religiosa ,  ó  su 
españolismo ,  no  menos  religioso  ^. 

Pero  no  era  en  Oriente  donde  los  españoles  estaban 
llamados  á  viajar  y  descubrir  :  los  portugueses,  guiados 
por  el  príncipe  D.  Enrique,  uno  de  los  hombres  más 
extraordinarios  de  su  tiempo ,  se  habian ,  por  decirlo 
así,  apropiado  aquella  parte  del  mundo,  descubriendo 
el  camino  cómodo  y  fácil  del  cabo  de  Buena  Esperanza; 
aun  más ,  en  virtud  del  derecho  de  descubrimiento  y 
de  las  disposiciones  contenidas  en  la  famosa  bula  de 
Alejandro  VI ,  y  del  no  menos  célebre  tratado  de  1 479, 
habian  con  suma  cautela  alejado  á  sus  rivales  los  espa- 
ñoles de  toda  tentativa  en  aquella  dirección ,  dejándo- 


«  No  dice  más  de  Amalfl  que  tY  «Variedades»  (1.  i,  pp.  516-518),  aflr- 

en  esU  ciudad  de  Blalfa  dicen  que  ma,  refiriéndose  á  un  examen  del 

estala  cabeza  de Sant  Andrés» (p. 53).  «Itinerario  de  Ruy  González  de  Cla- 

*^  Marianadice  que  el  «Itinerario»  rijo»,  becho  por  el  mayor  Rennell,  y 

contiene  «mucbas  cosas  asaz  mará-  á  otros  trabajos  análogos ,  que  su 

rillosas,si  verdaderas»(Hist.,lib.l9,  narración  es  fiel  y  digna  de  con- 

cap.  11) ;  pero  Blanco  Wbite ,  en  sus  fianza. 


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216  HISTORIA   DE   LA   LITERATURA   BSPAHOLA. 

les,  sin  embargo,  abiertos  los  inmensos  mares  de  Oc- 
cidente. Vivia  por  fortuna  en  este  tiempo  un  hombre  á 
cuyo  valor  y  arrojo  el  espanto  de  aquel  Océano  miste- 
rioso y  desconocido  sirvió  solo  de  espuela  é  incentivo»  y 
cuya  sola  natural  perspicacia ,  aunque  á  menudo  des- 
lumbrada por  la  elevación  á  que  solia  remontarse,  logró 
ver  tras  de  aquellas  olas  solitarias  el  inmenso  continente 
que  su  inflamada  imaginación  conceptuaba  indispensa- 
ble para  el  equilibrio  del  mundo.  Verdad  es  que  Colon 
no  era  español;  pero  español  y  eminent^nente  español 
fué  su  espíritu,  españolas  y  no  italianas  fueron  su  leal- 
tad, su  fe  y  su  entusiasmo  religioso,  su  amor  á  las  em- 
presas gigantescas  y  extraordinarias :  cualidades  todas 
que  estaban  en  completa  armonía  con  el  carácter  nacio- 
nal español,  cuando  él  llegó  á  formar  parte  de  sus  glo- 
rias. El  mismo  dice  haber  visto  con  sus  propios  ojos  ele- 
varse lentamente  y  por  la  vez  primera  la  cruz  de  plata 
sobre  las  torres  de  la  Alhambra,  anunciando  al  mundo 
la  destrucción  y  ruina  de  los  infieles  en  España''';  y 
desde  aquel  momento,  ó  quizá  antes,  cuando  unos  po- 
bres religiosos  que  venían  de  Jerusalen  se  presentaron* 
á  los  Reyes  Católicos ,  en  el  campamento  de  Granada, 
suplicando  su  ayuda  y  protección  contra  I03  musulma- 
nes de  Palestina,  concibió  el  gran  proyepto  de  consa- 

^  En  la  relaeion  del  primer  vía-  mirableyde  mocho  mérito,  porffne 
Je ,  remitida  á  ios  Reyes ,  dice  que  contiene  los  materiales  auténticos 
en  4492  estaba  en  Granada  «  adonde  para  la  historia  del  descubrimiento 
este  presente  año,  á  dos  diasdel  mes  de  la  América.  El  cura  Bernaldez, 
de  enero,  por  fuerza  de  armas,  vide  amigo  de  Colon,  describe  todavia 
poner  las  banderas  reales  de  núes-  con  mayor  exactitud  lo  que  este  tío: 
tras  altezas  en  las  torres  de  Alfam-  c  E  mostraron  en  la  mas  alta  torre 
bra  etc.», « Navarrete,  Colección  de  primeramente  el  estandarte  de  Jesu- 
los  visees  y  descubrimientos  que  hi-  Cbristo,  que  fué  la  santa  cruz  de  pla- 
cieron por  mar  los  españoles  desde  ta,  que  el  Rey  traía  siempre  consi- 
fines  del  siglo  xv»  (Madrid,  1825,4.^,  go  en  la  santa  conquista.  («  Hist.  de 
1. 1,  p.  i):  obra  verdaderamente  ad-  los  .Reyes  Católicos,»  cap.  102,  MS.) 


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PmilBRA  ÉPOCA. — CAPÍTUtO   1.  217 

grar  la  inaudita  riqueza  que  él  confiaba  encontrar  en 
sus  descubrimientos  occidentales,  á  libertar  la  Santa 
Ciudad  y  el  Sepulcro  de  Jesucristo ;  ejecutando  por  si 
solo ,  y  únicamente  con  sus  propias  fuerzas  y  recursos, 
lo  que  no  hablan  podido  conseguir  la  cristiandad  entera 
y  las  cruzadas**. 

Estas  ideas  y  otras  del  mismo  género ,  que  fueron  poco 
á  poco  apoderándosede  su  ánimo,  se  hallan  diseminadas 
en  sus  últimos  diarios,  dartas  y  meditaciones^  dando  á 
su  estilo  grave,  reposado  y  naturalmente  digno ,  una  en- 
tonación elevacte  y  semipro£ética.  Es  cierto  que  su  es- 
píritu emprendedor,  al  rayar  en  su  mente  la  misión  su* 
blime  á  que  estaba  destinado,  cobró,  si  cabe,  mayor 
elevación ,  y  con  una  visión  mas  perspicaz,  y  en  una 
atmósfera  mas  trasparente  y  clara,  vio  desde  luego  lo 
que  con  tanta  gloría  suya  logró  ejecutar ;  pero  tam- 
bién lo  es  que,  si  se  sigue  y  estudia  la  marcha  de  sus 
pensamientos ,  se  le  verá  á  menudo  usar  frases,  y  basta 
palabras  que  no  dejan  la  menor  duda  de  que  allá  en  lo 
íntimo  de  su  corazón,  el  principal  cimiento  de  sus 
magníficas  esperanzas  y  objeto  lo  constituían  algunas  de 
las  ilusiones  más  bellas  y  agradables  que  puede  abri- 
gar el  entendimiento  humano,  creyéndose  en  cierto 
modo  inspirado  y  escogido  por  el  cielo  para  cumplir 
las  altas  y  solemnes  profecías  del  Antiguo  Testamento*'. 

^  Esto  se  ve  bien  claramente  en  sa  se  adquirir ,  en  este  senríeio  santo  y 

carta  al  Pontifico ,  escrita  en  febrero  sagrado.  (Navarrete,  Coleceion,  t.  u, 

de  1502,  en  la  que  le  dice  cuenta  con  p.  282.) 

presentar  en  el  término  de  doce  años  '^  Una  de  las  profecías  que  decía 

diez  mil  jinetes  y  cien  mil  infantes  estaba  destinado  á  cumplir ,  es  la 

para  laconquista  de  Jerusalen, y  que  que  se  encuentra  consignada  en  el 

su  intención  y  empresa  de  descubrir  salmo  18.  (Navarrete,  Colección,  1. 1, 

un  nuevo  mundo,  solo  babia  tenido  p.  48-48,  noU;  t.  ii,  pp.  262-266.) 

por  objeto  el  emplear  cuanto  pudie-  El  salmo  dice  lo  siguiente :  «Tú  me 


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218  HISTORIA   DB   LA   LITERATURA   ESP  AIRÓLA. 

En  1501  escribió  á  sus  soberanos,  qne  lo  que  le  hábia 
movido  á  emprender  sus  naregaciones  á  la  India,  no 
era  el  estudio  ni  el  conocimiento  humano,  sino  un 
impulso  divino  "^^  y  la  fuerza  de  las  profecías  de  la  Sa- 
grada Escritura.  Declaró  que  el  mundo  no  duraria  más 
que  ciento  y  cincuenta  anos,  y  que  muchos  antes  de 
terminar  este  período,  contaba  con  la  segundad  de  re- 
cobrar ia  Ciudad  Santa  ^.  Manifestó  su  creencia  de  que 
el  paraíso  terrestre ,  acerca  del  cual  cita  las  fantásticas 
elucubraciones  de  S.  Ambrosio  y  S.  Agustín,  debia 
encontrarse  en  las  regiones  meridionales  de  aquellas 
tierras  recien  descubiertas,  que  describe  en  estilo  ame- 
no y  agradable,  y  añade  que  el  Orinoco  era  uno  de  los 
ríos  misteriosos  que  nacen  de  aquel  recinto  privile- 
giado, é  insinúa  que  tal  vez  sea  él  el  único  mortal  que 
por  voluntad  divina  podría  llegar  á  él  y  gozarle  ^.  En 


»ba8  becbo  cabeza  de  los  paganos,  y 
»aD  pueblo  á  quien  do  conozco  me 
•servirá ;  asi  que  oisan  mi  nombre, 
»me  prestarán  obeaíencia  ,  y  basta 
»l08  extranjeros  se  someterán  á  mi.» 
**  c  Ya  dije  que  para  la  esecucion 
»de  la  impresa  de  las  Indias  no  me 
laprovechó  razón ,  ni  matemática,  ni 
»mapamundos ;  llenamente  se  cum- 
»pl¡o  lo  que  dijo  lsaias;y  esto  es  lo 
»que  deseo  de  escrebir  aqni ,  por  le 
•reducir  á  V.  A.  á  memoria ,  y  por- 
•que  se  alegren  del  otro  que  yo  le 
idije  de  Jerusalen  por  las  mesmas 
•autoridades ,  de  la  cual  impresa,  si 
•bay  fe ,  tengo  por  muy  cierto  la  vi- 
ctoria. »  Carta  ae  Colon  á  Fernando 
é  Isabel.  (Navarrete,  Colección,  t.  ii, 
p.  265. )  Y  en  otro  pasaje  de  la  mis- 
ma carta,  dice  :  «Yo  dije  que  diría  la 
•razón  que  tengo  de  la  institución 
•de  la  Casa  Santa  á  la  Santa  Iglesia; 
•digo  que  vo  dejo  todo  mi  navegar 
•desde  edad  nueva  y  las  pláticas  que 
•yo  haya  tenido  con  tanta  gente  en 
•tantas  tierras  y  de  tantas  setas ;  y 


•dejo  las  artes  y  escrituras  de  que  yo 
•dije  arriba;  solamente  me  tengo  á 
•la  Santa  y  Sacra  Escritura,  y  á  al- 
agunas autoridades  proféticas  deal- 
•gunas  personas  santas,  que  por  re- 
•velación  divina,  han  dicbo  algo  des- 
»to.  •  (Ibid.,  p.  363.) 

**  «Según  esta  cuenta,  no  falta  sal- 
>vo  ciento  é  cincuenta  aftos  para 
•complimiento  de  siete  mil,  en  los 
•cuales  digo  arriba  por  las  autorida- 
•des  dicbas  que  babrá  de  fenecer  el 
•mundo.  •  (Ibid.,  p.  964.) 

'O  Véase  el  bermosisimo  passje 
sobre  el  Orinoco,  mezclado  con  in- 
terpretaciones proféticas  en  su  no- 
ticia del  tercer  viaje  al  Rey  y  á  la  Rei- 
na (Navarrete,  Colección,  1. 1,  pp.  2S6y 
siguientes);  mezcla  singular  de  recto 
juicio  y  de  extravagancias  fantásti- 
cas. « (Üreo,  dice«  que  allá  es  el  pa- 
•raíso  terrenal,  donde  no  puede  ne- 
sgar nadie ,  salvo  por  voluntad  divl- 
•na.»  El  buen  Clavijo  creyó  también 
baber  encontrado  otro  de  los  rios 
del  paráiso»  en  la  parte  opuesta  del 


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PRIMEIA  ÉPOCA.  —  CAPITULO   X.  219 

Otra  carta  may  notable*  de  diez  y  seis  páginas,  dirigida 
á  los  Reyes  desde  la  Jamaica  en  1503,  y  escrita  con 
un  yigor  de  estilo  cual  no  se  ve  en  documento  alguno 
de  aquella  época,  refiere  con  gran  ternura  y  sentimiento 
una  visión  milagrosa  que  creyó  recibida  para  su  con- 
suelo «  cuando  hallándose  pocos  meses  antes  en  Vera- 
gua, algunos  de  sus  marineros  que  hablan  ido  á  buscar 
agua  y  sal,  fueron  muertos  por  los  naturales,  quedando 
él  en  la  boca  del  rio  y  en  el  mayor  peligro. 

«Mi  hermano  y  la  otra  gente  toda  estaban  en  un  na- 
» vio  que  quedó  adentro ;  yo  muy  solo  de  fuera,  en  tan 
» brava  costa,  con  fuerte  fiebre:  en  tanta  fatiga,  la  es- 
uperanza  de  escapar  era  muerta.  Subí,  así  trabajando,  lo 
»mas  alto,  llamando  á  voz  temerosa,  llorando  y  muy 
»  aprisa ,  los  maestros  de  la  guerra  de  Vuestras  Altezas, 
)» á  todos  cuatro  los  vientos ,  por  socorro ;  mas  nunca 
»  me  respondieron .  Cansado ,  me  dormecí  gimiendo ;  una 
»  voz  muy  piadosa  oí,  diciendo :  Oh  estulto  y  tardo  á  creer 
»y  á  servir  á  Dios,  Dios  de  todos  I  ¿Qué  hizo  él  más  por 
» Moisés  ó  por  David  su  siervo?  desque  naciste ,  siem- 
»pre  él  tuvo  de  tí  muy  grande  cai^o.  Cuando  te  vido 
»en  edad  de  que  él  fué  contento,  maravillosamente  hizo 
•sonar  tu  nombre  en  la  tierra.  Las  Indias ,  que  son 
»parte  del  mundo,  tan  ricas ,  te  las  dio  por  tuyas  :  tú 
»las  repartiste  adonde  te  plugo;  y  te  dio  poder  para 
»ello.  De  los  atamientos  de  la  mar  Océana,  que  estaban 
«cerrados  con  cadenas  tan  fuertes,  te  dio  las  llaves : 
•fuiste  obedecido  en  tantas  tierras,  y  de  los  cristia- 
» nos  cobraste  tan  honrada  fama.  ¿Qué  hizo  el  mas  alto 

Slobo ,  viajando  un  siglo  antes  por  las  cereanias  de  Samarcanda.  ( Vida 
el  Gran  Tamorlan ,  p.  437.) 


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220  HISTORU   DE   LA   LITERATORA   BSPAÍlOLA. 

» pueblo  de  Israel  cuando  le  sacó  de  Egipto?  ¿Ni  por 
^  David,  que  de  pastor  hizo  rey  ea  Judea?  Tórnale  á  él, 
»  y  conoce  ya  tu  yerro ;  su  misericordia  es  infinita  :  tu 
» vejez  no  impedirá  á  toda  cosa  grande  :  muchas  here* 
» dades  tiene  él  grandísimas.  Abrabam  pasaba  de  cien 
»años  cuando  engendró  á  Isaac ,  ni  Sara  era  moza.  Tú 
» llamas  por  socorro  incierto,  responde  ¿quién  te  ha  afli- 
«gido  tanto  y  tantas  veces?  ¿Dios  ó  el  mundo?  Losprí- 
vvilegios  y  promesas  que  da  Dios,  no  las  quebranta ,  ni 
»dice  después  de  haber  recibido  el  servicio  que  su  inten- 
«cionno  era  esta,  y  que  se  entiende  de  otra  manera  ni 
vda  martirio  por  dar  color  á  la  fuerza  :  él  va  al  pie  déla 
» letra  :  todo  lo  que  él  promete  cumple  con  acrecentar 
«miento  ¿esto  es  uso?  Dicho  te  tengo  lo  que  tu  Criador 
»  ha  fecho  por  tí  y  hace  con  todos.  Ahora  medio  mués- 
» tra  el  galardón  de  estos  afones  y  peligros  que  has  pa- 
jísado  sirviendo  á  otros.—  Yo  así  amortecido,  oí  todo; 
*  mas  no  tuve  yo  respuesta  á  palabras  tan  ciertas ,  salvo 
» llorar  por  mis  hierros.  Acabó  él  de  fablar ,  quien  quiera 
»  que  fuese ,  diciendo  :  No  temas ,  confía  :  todas  estas 
«tribulaciones  están  escritas  en  piedra  mármol,  y  no 
»sin  causa.  —  Levánteme  cuando  pude,  y  á  cabo  de 
«nueve  dias  hizo  bonanza '^» 

Tres  años  después,  en  4506,  murió  Colon  en  Valla- 
dolid,  lleno  de  sinsabores  y  de  desengaños,  ya  viejo, 
comprendiendo  poco  lo  que  habia  hecho  por  el  género 
humano ,  y  menos  todavía  la  gloria  y  homenajes  que 
las  generaciones  futuras  rendirían  á  su  nombre  'V 

'*  Véase  la  carta  á  los  Reyes  so-  ordinario.  (Navarrete,  Colección,  1. 1, 

bre  su  cuarto  y  último  viaje  ,  fecha  p.  303 .) 

en  la  Jamaica ,  el  7  de  julio  de  1503,  '^  A  los  qne  deseen  conocer  á  Colon 

en  que  se  halla  este  pasaje  extra-  como  escritor,  ademas  de  estvdiar- 


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PMMBRA   ÉPOCA.  —  CAPITULO   X.  221 

Pero  el  manto  de  su  espíritu  heroico  y  religioso  no 
cobijó  á  ninguno  de  sus  sucesores  :  los  descubrimientos 
hechos  en  el  nuevo  continente ,  que  muy  pronto  se  re- 
conoció no  ser  el  Asia ,  como  en  un  principio  se  habia 
creido ,  fueron  continuados  con  resolución  y  brillantes  re- 
sultados por  Vasco  Nuñez  de  Balboa,  Américo  Vespuc- 
do,  Hojeda,  Pedrarias  Dávila,  el  portugués  Magallanes, 
Loaysa ,  Saavedra  y  otros  mudios ;  de  modo  que  á  los 
veinte  y  siete  años  del  descubrimiento,  el  antiguo  mundo 
conocia  ya  la  forma  y  configuración  general  del  nuevo; 
pero,  aunque  algunos  de  estos  aventureros,  como  Hoje- 
da, por  ejemplo,  fueron  hombres  honrados,  y  que,  des- 
pués de  haber  padecido  mucho ,  murieron  en  la  miseria 
y  en  la  aflicción,  ninguno  tuvo  el  espíritu  altivo  y  su- 
perior de  Colon,  ninguno  habló  ni  escribió  con  el  tono 


le  como  Krande  hombre  en  la  vida 
clásica  escrita  por  Irving.  recomen- 
daremos como  lectura  indispensable 
los  sigaientes  documentos  :  1.®  La 
noticia  de  su  primer  viaje,  dirigida  á 
lo6  Reyes,  y  la  carta  de  Rafael  Sán- 
chez sobre  el  mismo  asunto.  (Navar- 
rete,Colecdon,  1 1,  pp.  i-i97.)  El  pri- 
mer documento  esta  solo  en  extracto, 
pero  contiene  muchos  trozos  del  ori- 
ginal, que  hizo  Las  Casas,  y  del  que  se 
na  publicado  una  buena  traducción 
inglesa,  en  Boston,  1827, 8."  Lo  más 
notable  de  todas  estas  relaciones  es 
el  espíritu  de  fervor  y  devoción  que 
en  ellas  domina.  2."  La  relación  de  su 
tercer  viaje,  escritapor  el  mismo  Co- 
lon, en  una  carta  á  los  Reyes  y  otra  á 
la  ama  de  cria  del  príncipe  D.  Juan : 
la  primera  tiene  algunos  trozos  inte- 
resantes, que  demuestran  cuan  apa- 
sionado era  Colon  á  las  bellezas  de  la 
naturaleza.  (Navárrete,Goleccion,t.  i, 
pp.  242-276. )  3.»  La  carta  á  los  Re- 
yes de  su  cuarto  y  último  viaje,  donde 
está  la  narración,  que  hemos  citado 
en  el  texto,  de  su  visión  en  Veragua. 


(Navarrete,  Colecccion,  1. 1,  pp.  297- 
312.)  4."  Quince  cartas  sobre  diversos 
asuntos.  (Ibid,  t.  i,  pp.  330-352).  Sus 
discursos  sobre  las  profecias  ( t.  ii, 
pp.  260-273),  y  su  carta  al  Papa  (t.  n, 
pp.  280-228).  Pero  el  que  quiera  ha- 
blar de  Colon  como  se  debe,  y  cono- 
cer lo  más  noble  y  elevado  de  su  ca- 
rácter, cometerá  un  descuido  imper- 
donable si  no  lee  las  reflexiones  que 
sobre  él  hace  Alejandro  de  Uumboldt 
en  su  «Examen  criticiue  de  mistoire 
déla  Géograpbie  duNouveau  Conti- 
nent»,  (Paris  1836-1838,  8.",  vol.  ii, 
pp.  XiO,  etc.;  y  vol.  iii,  pp.  227-262), 
libro  no  menos  notable  por  la  gran- 
deza de  los  pensamientos ,  que  por 
los  esmerados  pormenores  de  erudi- 
ción sobre  vanos  puntos  históricos 
muy  oscuros.  Nadie  ha  comprendido 
el  carácter  de  Colon  como  el,  su  ^- 
nerosidad,  su  entusiasmo,  sus  visio- 
nes llenas  de  sagacidad  y  penetra- 
ción, que  parece  adivinaban  muy  de 
antemano  los  grandes  descubrimien- 
tos científicos  del  siglo  xvi. 


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222  HISTORIA  DB   LA   UTERATtJRA   ESPAÜOLA. 

de  autoridad  y  dignidad  propio  de  un  hombre  tan  singu- 
lar y  tan  sublime  como  Colon,  cuyas  convicciones  y  he- 
chos se  fundaban  en  algunos  de  los  sentimientos  más  pro- 
fundos y  misteriosos  de  nuestra  naturaleza  religiosa  **. 
Crónicas  fabulosas.  —  Réstanos  solo  hablar  de  otra 
clase  de  crónicas  antiguas :  clase  representada,  en  el  pe- 
ríodo de  que  tratamos,  por  una  sola  muestra,  aunque 
muy  curiosa,  y  que  por  su  fecha  y  carácter  terminará 
estas  investigaciones,  y  señalará  el  punto  de  transición 
para  las  que  siguen.  La  crónica  á  que  aludimos  se  in- 
titula Crónica  del  rey  Don  Rodrigo  con  la  destruicion  de 
España;  y  es  una  narración,  en  sú  mayor  parte  fabulosa, 
del  reinado  de  este  monarca,  de  la  conquista  de  Es- 
paña por  los  árabes ,  y  de  las  primerbs  tentativas  de 
la  restauración,  hechas  á  principios  del  siglo  viii.  Cítase 
una  edición  de  ella  de  1511 ,  y  pueden  contarse  cuando 
menos  seis  hasta  la  última  hecha  en  1 587 ,  lo  cual  ma- 
nifiesta la  popularidad  de  que  gozó,  atendido  el  numero 
de  lectores  en  España  en  el  siglo  xvi'\  Su  autor  es  des- 
conocido, aunque,  según  la  costumbre  de  la  época,  se 
supone  escrita  por  Eleastres,  uno  de  los  personajes  que 
en  ella  figuran  ;  pero  cabalmente  muere  en  una  batalla 
antes  de  concluir  la  obra,  y  el  resto,  que  en  efecto 
puede  ser  una  añadidura  de  mano  ajena,  se  atribuye 

*>  Todo  lo  relativo  á  estos  viajes,  **  Poseemos  la  edición  de  Alcalá 
verdaderamente  digno  de  atención  de  Henares,  1587,  que  tiene  el  titulo 
bajo  el  aspecto  del  lenguaje  y  estilo,  se  significativoy  característico  de  tCró- 
encuentra  en  los  tomos  iii,  iv  y  v  de  nica  del  rey  Don  Rodrigo,  con  ladéa- 
la Colección  de  Navarrete,  publicada  traición  de  España ,  y  cómo  los  mo- 
por  el  gobierno  (Madrid  18^-37):  ros  la  ganaron;  nuevamente  corro- 
desgraciadamente  no  se  continuó  gida:  contiene,  demás  de  la  historia, 
este  trabajo  importante^  que  hubiera  muchas  vivas  razones  y  avisos  muy 
dado  noticias  de  sumo  ínteres  sobre  provechosos».  Folio,  á  dos  columnas, 
el  descubrimiento  y  conquista  de  Mé-  de  impresión  muy  nutrida,  y  ocupa 
jico ,  el  Perú,  etc.,  etc.  225  hojas ,  ó  sean  450  páginas. 


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PRIMERA  ÉPOCA.  CAPÍTULO   X.  223 

del  mismo  modo  á  Carestes,  caballero  de  la  corte  de 
D,  Alonso  el  Católico  »*. 

La  mayor  parte  de  los  nombres  propios  mencionados 
en  la  Crónica,  son  tan  imaginarios  como  los  de  sus  su- 
puestos autores,  y  las  circunstancias  que  en  ella  se  re- 
fieren, tan  de  pura  invención  como  los  diálogos  de  los 
personajes  que,  sobre  estar  llenos  de  pormenores  festi- 
diosísimos ,  son  desnudos  de  interés  é  impropios  de  la 
época  que  se  ha  querido  pintar.  En  una  palabra,  no  es 
en  realidad  más  que  un  libro  de  caballerías,  fundado 
en  los  materiales  que  componen  la  historia  de  D.  Ro- 
drigo y  de  Pelayo ,  según  la  cuentan  la  Crónica  general 
y  los  romances  :  de  modo  que ,  si  bien  figuran  en  ella 
el  conde  D.  Julián,  la  Cava,  D.  Opas,  el  traidor  arzo- 
bispo de  Sevilla,  y  otros  personajes  que  nos  son  familia- 
res y  conocidos,  nos  hallamos  á  lo  mejor  en  medio  de 
torneos  imposibles  ^  y  aventuras  increíbles  de  caballe- 
rías. Los  reyes  viajan  como  caballeros  andantes",  y 
las  damas  desventuradas  corren  la  tierra  en  busca  de 
un  protector**,  como  en  el  Palmerin  de  Inglaterra ;  al 
mismo  tiempo  que  tropezamos  á  menudo  con  persona- 


^  Desde  la  parte  ii,  cap.  257,  hasta  Deos»V{ena,i857, 8.^),  pone  el  primer 

el  fin,  que  contiene  la  penitenciara-  torneo  en  el  año  de  936:  Clemencin 

hulosa  y  repugnante  de  D.  Rodrigo,  opina  que  no  se  conocieron  en  Es- 

y  su  muerte.  paña  hasta  después  de  1131.  (Véase 

^  Véase  el  gran  torneo  celebrado  su  nota  al  Quijote,  t.  iv,  p.  315.) 

en  la  coronación  deD.  Rodrigo,  par-  '^  El  rev  de  Polonia  es  uno  de  los 

tei,cap.27;elotrodeveintemilcaba-  que  van  a  la  corte  de  D.  Rodrigo 

Ueros  en  el  cap.  40,  y  el  del  cap.  49,  «  como  un  hermoso  y  galán  caballero 

que  son  idénticos  á  los  que  reneren  andante»  (parle  i,  cap.  39).  Bueno  se- 

los  libros  de  caballerías,  y  absurdos  ria  saber  quién  era  el  rey  de  Polo- 

en  una  obra  de  esta  naturaleza,  por-  nía  hacia  los  años  de  700. 

que  los  sucesos  de  la  crónica  son  de  ^  Asi  la  duquesa  de  Lorena  se  pre- 

principios  del  siglo  tiu,  y  los  torneos  senta  á  D.  Rodrigo  ( parte  i,  cap.  37), 

no  fueron  conocidos  hasta  el  x.  —  muy  por  el  estilo  que  usa  la  prince- 

A.  P.  Budik  (cPrinciplos,  desarrollo,  sa  Micomicona  para  ver  y  hablar  á 

decadencia ,  y  total  mina  de  los  tor-  D.  Quiote. 


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224  HISTORIA   DE   LA   LITERATURA  BSPAHOLA. 

jes  absolutamente  desconocidos,  y  cuyos  nombres  solo 
se  oyen  en  esta  Crónica  apócrifa. 

De  este  lijero  examen  podónos  deducir  que  el  princi- 
pio de  esta  obra  es  el  mismo  que  creó  más  tarde  la  no- 
vela histórica  moderna  :  la  parte  que  entonces  se  con- 
sideraba como  histórica  se  tomaba  de  las  crónicas  an* 
tiguas ,  mezclando  luego  á  ella  las  formas  más  ingeniosas 
de  la  ñccion,  en  su  punto  más  adelantado,  á  la  manera 
que  lo  hizo  después  el  inglés  Defoe  en  una  serie  de 
novelas  que  empica  con  las  Memorias  de  un  realista. 
La  única  diferencia  consiste  en  la  pintura  general  de 
costumbres  y  en  la  ejecución  literaria ,  que  hoy  están 
muy  mejoradas ,  y  a§{  es  que,  aunque  Southey  tomó 
gran  parte  de  su  bellísimo  poema ,  intitulado  Rodrigo^ 
úUimo  rey  de  los  godos  ^  de  esta  antigua  Crónica ,  es  obra 
que  apenas  puede  leerse,  por  estar  escrita  en  estilo  di* 
fuso  y  pesado,  y  tener  una  introducción  y  un  desenlace 
de  sabor  tan  monacal ,  que  nos  hace  ver  en  su  autor 
la  intención  de  predicar  la  necesidad  de  la  penitencia, 
ó  al  menos  la  de  trabajar  á  un  objeto  especial  de  devo- 
ción**. 

>*  Para  ver  kts  mudanzas  sucesi-  de  Soutbev  (canto  xxxiii),  donde  el 
vas  que  toma  una  misma  idea  en  di-  hecho  vuelve  á  aparecer  engalanado 
versas  manos,  basta  comparar  en  la  con  las  formas  de  la  poesiay  de  la  no- 
«Crónica general»  (i604,parte  in,f.6)  vela.  La  escena  es  ciertamente  admi- 
la  narración  orígipal  de  la  famosa  ba-  rabie,  asi  para  el  cronista  como  para 
talla  de  Covadonga ,  en  que  se  ve  á  el  poeta;  pero  en  esta  competencia 
D.  Opas,  pintado  muy  al  vivo,  dirigir-  se  llevan  lo  mejor  D.  Alonso  el  Sabio 
se  en  su  muía  hacia  la  cueva  donde  y  el  poeta  inglés,  y  la  comparación 
estaban  Pelayoy  los  suyos,  con  la  re-  de  los  cuatro  escritores  deja  á  la  po- 
lacion  fría  y  pesada  del  mismo  suceso  bre  «  Crónica  del  rey  Don  Rodrigo  » 
que  se  encuentra  en  la  «  Crónica  de  en  el  puesto  que  se  merece. 
Don  Rodrigo»  ( parte  ii,  cap.  196).  En  Hay  otro  libro  bastante  parecido  á 
seguida  véase  a  Mariana fHist.,  lib.vn,  esta  Crónica,  pero  todavía  más  des- 
cap.  2),  donde  ya  está  mas  trabajada  y  preciable,  que  se  publicó  en  dos  par- 
pulida,  formando  una  especie  de  bis-  tes,  en  159¿  y  1600,  reproduciéudo- 
toría  dramática;  y  por  último,  en  el  se  nuevamente  siete  ú  ocho  años 
«Rodrigo,  último  rey  de  los  godos»,  después,  lo  cual  hace  ver  que  fué 


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PRIMERA   ItPOGA.  —  CAPITULO   X.  225 

Esta  Crónica  es  la  áltima ,  y  bajo  mochos  puntos  de 
vista  la  peor  de  las  del  siglo  xv ,  y  señala  la  triste  tran- 
sición á  los  libros  de  caballerías,  que  entonces  mismo 
comenzaban  á  inundará  España.  Pero  al  terminar  esta 
parte  de  nuestro  trabajo ,  no  debemos  olvidar  que  la 
serie  de  Crónicas,  que  se  extiende  por  espacio  de  ciento 
y  cincuenta  años,  desde  el  rey  D.  Alonso  el  Sabio  hasta 
Carlos  V,  y  que  abraza  el  antiguo  y  nuevo  mundo,  es 
incoqaparable  por  su  riqueza ,  variedad  y  elementos 
poéticos  y  pintorescos.  En  estas  cualidades  ningunas 
crónicas  rivalizan  con  ellas,  ni  aun  las  portuguesas,  que 
más  se  les  parecen  en  originalidad  y  antigüedad  de  sus 
materiales ;  ni  las  francesas ,  á  pesar  de  que  Joinville 
y  Froissart  ocupan,  bajo  otro  aspecto,  muy  alto  puesto; 
porque  las  crónicas  españolas,  ya  estén  fundadas  en  la 
historia,  ya  en  In  fábula,  respiran  más  que  las  de  otras 
naciones  los  verdaderos  sentimienlos  y  carácter  del 
pueblo.  La  antigua  lealtad,  la  fe  religiosa,  según  se  fue- 
ron formando  y  alimentando  en  los  largos  períodos  de 


recibido  con  mas  favor  de!  que  de- 
biera. Escribióle  en  1589  Miguel  de 
Luna ,  como  se  ve  por  una  nota  en 
la  parte  i,  y  se  intitula  «Verdadera 
historia  del  rey  Rodrigo ,  con  la  pér- 
dida de  España,  y  vida  del  rey  Jacob 
Almanzor,  traducida  de  lengua  arábi- 
ga, etc.»  Tenemos  á  la  vista  la  impre- 
sión de  Valencia,  1606, 4.<*— Southev, 
en  sus  notas  al  «Rodrigo»  (canto  iv), 
parece  considerar  esta  obra  como 
una  historia  auténtica  de  la  invasión 

Í  conquista  musulmana,  oue  lle^p 
asta  el  año  de  Cristo  de  761 ,  escri- 
ta en  arábigo  á  los  dos  años  de  esta 
fecha;  pero  es  un  error :  el  libro  es 
una  superchería  atrevida  y  escanda- 
losa, de  menos  mérito  que  la  Cróni- 
ca antigua  sobre  la  materia,  y  sin 
ninguna  de  las  aventuras  fantásti- 
cas que  tanto  interés  dan  á  aquella 

T.  I. 


obra  semimonacal  y  semicaballeres- 
ca.  Cómo  Miguel  de  Luna,  que,  aun- 
que cristiano,  era  de  una  familia  mo- 
risca de  Granada  é  intérprete  oficial 
de  Felipe  II,  mostró  tanta  ignorancia 
de  su  lengua  nativa  y  de  la  historia 
de  España,  y  cómo  en  medio  de  esto 
logró  nacer  pasar  por  auténticos  sus 
miserables  delirios ,  es  cosa  que  no 
se  comprende.  Pero  el  hecho  es  cier- 
to, y  lo  aseguran  de  un  modo  positi- 
vo ,  Conde ,  « Historia  de  la  domina- 
ción de  ios  árabes, »  prólogo,  p.  x, 
V  Gayan gos,  en  sus  «Dinastías  ma- 
hometanas en  España»,  vol.  i,p.  viii: 
el  último  escritor  cita  esta  singu- 
laridad como  una  prueba  evidente 
de  la  postración  á  que  habia  venido 
el  estudio  de  la  lengua  y  la  literatura 
árabe  en  España  en  el  siglo  xvi. 


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226  HISTORIA   DE   LA   LITERATURA   ESPA!90LA. 

prueba  y  de  sufrimientos  para  la  nación,  se  vén  constan- 
temente brillar  en  ellas  :  lo  mismo  puede  decirse  de  los 
viajes  de  Colon  y  sus  compañeros,  de  las  horrorosas 
escenas  de  la  conquista  del  Nuevo  Munda,  de  las  rela- 
ciones casi  portentosas  de  las  batallas  de  Hacinas  y  las 
Navas,  y  del  drama  grandioso  y  magnífico  de  la  caida 
de  Granada.  En  efecto ,  donde  quiera  que  nos  guien 
estos  cronistas,  ora  nos  lleven  á  la  corte  del  Tamprlan, 
ora  á  la  de  S.  Fernando,  contemplamos  siempre  en 
derredor  nuestro  los  elementos  heroicos  del  carácter 
nacional ;  y  en  medio  de  este  rico  y  copioso  tesoro  de 
crónicas,  vasto  depósito  de  antigüedades,  tradiciones 
y  fábulas,  que  ningún  otro  pueblo  posee,  descubrimos 
constantemente,  no  solo  el  manantial  de  un  sin  número 
de  romances  antiguos ,  comedias  y  coplas  populares, 
sino  también  una  mina  que  han  explotado  incesante- 
mente las  demás  naciones  europeas ,  y  que ,  sin  em- 
bargo, continúa  siempre  inagotable**. 


*^  Merecen  citarse  aquí  dos  tra- 
ducciones españolas  de  crónicas  an- 
tiguas :  la  una  por  el  nombre  de  su 
autor  y  el  estilo  en  que  está  escrita, 
y  la  otra  por  el  asunto  de  que  trata. 
Es  la  primera  la  cCrónica universal», 
de  Felipe  Foresto,  monje  de  Bér- 
^mo ,  tan  modesto,  que  se  negó 
siempre  á  admitir  dignidades  ecle- 
siásticas^ á  fin  de  dedicarse  exclusi- 
vamente á  las  letras,  y  que  falleció 
en  1520,  á  la  edad  de  ochenta  y  seis 
afios.  En  1488  publicó  su  gran  cróni- 
ca latina  intitulada  «Suplementum 
Chronicarum»,  obra  cuyo  objeto  es 
más  bien  recopilar  la  suma  de  cono- 
cimientos históricos  que  entonces 
babia,  que  suplir  las  que  existían 
de  su  especie:  fué  tan  apreciada  en 
su  tiempo,  que  se  hicieron  diez  edi- 
ciones sucesivas,  y  tiene  alguri  valor 
en  el  dia  por  varios  hechos  poco  co- 


nocidos, y  que  se  apoyan  en  stt  auto- 
ridad personal.  Trasladólo  al  caste- 
llano, a  petición  de  D.  Luis  Carroz  y 
D.  Pedro  Boy!,  Narciso  Vinotes,  poeta 
valenciano  muy  conocido  en  los  an- 
tiguos Cancioneros  por  sus  compo- 
siciones en  su  lengua  nativa  y  en  la 
castellana.  Tal  vez  sea  también  suya 
otra  traducción  italiana  que  se  pu- 
blicó en  1491,  pues  dice  que  la  habia 
ya  traducido  antes;  pero  la  española 
se  imprimió  en  Valencia  en  1510,  con 
licencia  de  D.  Fernando  el  Católico, 
expedida  á  nombre  de  su  hija  D.*  Jua- 
na. Es  un  tomo  muy  grueso,  en  folio, 
de  cerca  de  noveaentas  páginas,  in- 
titulado «Suma  de  todas  las  crónicas 
del  mundo»;  y  aunque  Viñoles  dice 
que  en  él  es  un  atrevimiento  escri- 
bir en  castellano,  el  estilo  es  en 
general  bueno,  y  tal,  que  ameniza 
aquellos  anales  áridos  y  pesados.  (Ji- 


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PRIMERA  ÉPOCA.  —  CAPÍTULO   X.  227 

menOy  «Bibl.  Val.»«t.  i,  p.  67.~Fus-  bien  de  Valois  ó  de  la  Paz,  euando 
ter,t.i.,  p. 54.— «Diana  Enamorada»,  fino  á  España  á  casarse  con  Feli- 
de  Gil  Polo,  edic.  1802,  p.  540.— «Bio-  pe  II.  Mirada  como  obra  de  un  ex- 
grafía  Univ.»,  artic.  «Foresto».)  tranjero,  la  traducción  es  digna  de 
La  otra  crónica  á  que  aludimos  es  aprecio ;  y  aunque  impresa  en  1567, 
la  de  S.  Luis,  escrita  por  su  fiel  ser-  su  colorido  y  entonación  la  hacen 
yidor  Joinville ;  monumento  el  más  acreedora  á  ocupar  un  puesto  entre 
pintoresco  de  la  lengua  y  literatura  las  crónicas  antiguas  :  reimprimió- 
francesa  del  siglo  xni.  Tradújola  al  se  después  en  Bfadrid,  1794,  con  el 
castellano  Jacques  Ledel,  uno  de  los  mismo  titulo  de  «Crónica  de  San 
que  acompañaron  á  la  princesa  fran-  Luis ,  etc. »,  traducida  por  Jacques 
cesa  Isabel  de  Borbon,  llamada  tam-  Ledel ,  folio. 


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CAPITULO  XI. 

Tercera  clase.— Libros  de  caballerías.— Arturo.— Carlo-Magno.—Amadls 
de  Gaula.— Sq  fecha,  autor,  traducción  al  castellano,  mérito  y  carác- 
ter .—Esplandian.—Florisando.—Lísuarte  de  Grecia.- Amadis  de  Gre- 
cia. —  Don  Florisel  de  Niquea. — Anaxartes.  —  Don  Sil  ves  de  la  Selva.  — 
Continuación  firancesa.— Influencia  de  estas  ficciones.— Palmerin  de  Oli- 
va.—El  Primaleon.— El  caballero  Platir.— Palmerin  de  Inglaterra. 

Los  romances  fueron  en  su  origen  patrimonio  de  la 
nación  entera,  pero  particularmente  de  las  clases  menos 
instruidas;  las  Crónicas,  al  contrario,  fueron  la  lectura 
favorita  de  la  nobleza  y  de  los  magnates,  que  buscaban 
en  aquellos  recuerdos  pintorescos ,  no  solo  la  historia 
de  sus  primogenitores ,  sino  también  el  estímulo  propio 
de  sus  virtudes  y  el  de  sus  hijos;  mas  á  proporción  que 
el  pais  fué  entrando  en  una  era  de  paz  y  seguridad,  y 
se  declaró  una  tendencia  pronunciada  á  la  civilización 
y  al  saber ,  empezáronse  á  sentir  nuevas  necesidades. 
Pedíanse  libros  que  proporcionasen  un  entretenimiento 
menos  vulgar  que  los  romances,  y  un  interés  no  tan 
grave  como  el  de  las  Crónicas  :  este  gusto  fué  satisfecho, 
y  probablemente  con  poca  dificultad ;  porque  el  espíritu 
de  invención  poética,  desarrollado  ya  en  el  pais,  no  te- 
nia más  que  dirigirse  por  el  camino  de  las  antiguas  tra- 
diciones y  de  las  épocas  primitivas  para  producir  ficcio- 
nes análogas  á  ambos  géneros,  y  más  entretenidas  aun 


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PRIMERA  ÉPOCA.  —  CAPÍTULO   XI.  229 

que  oingano  de  ellos.  En  efecto,  es  muy  fácil  ver  que 
solo  media  un  paso  eutre  mucha  parte  de  las  antiguas 
Crónicas,  especialmente; la  de  D.  Rodrigo  ya  citada, 
y  los  verdaderos  libros  de  caballerías \ 

Estas  ficciones,  con  formas  más  ó  menos  regulares, 
hablan  existido  ya  en  Normandía ,  y  quizá  también  en 
el  centro  de  Francia ,  dos  siglos  antes  que  fuesen  co- 
nocidas en  la  Península  :  la  Historia  de  Artus  y  los  ca- 
balleros de  la  Tabla  Redonda  fué  llevada  de  Bretaña  á 
aquel  páis  por  Godofrexio  de  Monmouth ,  á  principios 
del  siglo  3Lii';  vino  luego  del  Mediodía  la  Historia  de 
Carlo-Magno  y  de  los  Doce  Pares,  tal  como  se  halla  en 
la  crónica  fabulosa  del  arzobispo  Turpino '.  Ambas  se 
publicaron,  ó  más  bien  se  escribieron,  en  latín;  pero  se 
tradujeron  muy  en  breve  al  francés,  que  entonces  se 
hablaba  en  las  cortes  de  Normandía  é  Inglaterra,  y 
adquirieron  al  momento  inmensa  popularidad.  Roberto 
Wace ,  natural  de  la  isla  de  Jersey ,  escribió  en  4  4  68  una 
historia  metrificada,  fundada  en  la  obra  de  Monmouth, 
que,  ademas  de  la  historia  de  Arturo,  contiene  una  serie 
de  tradiciones 'sobre  los  reyes  bretones,  á  quienes  hace 
descender  del  fabuloso  Bruto,  nieto  de  Enéas^.  Un  si- 

'  Cítase  ya ,  j  con  toda  seguridad,  inglesa  » ,  disertación  primera .  con 
nna  edición  de  la « Crónica áeuon  Ro-  notas  de  Price,  Londres,  IC^ ,  4  toI . 
drigo  » ,  hecha  en  1511 ;  ninguna  hay  en  8.^— «Monumentos  de  los  poemas 
de  « Amadis  de  Caula  »  hasta  1510,  y  métricos  ingleses  de  la  época  mas  re- 
aun  esta  es  incierta.  Pero  el  «Tirant  mota  >,  por  Ellis,  Londres,  1811, 8.®, 
lo  Blanch  »  se  imprimió  en  dialecto  1. 1.  —  «  Vindicación  de  los  antiguos 
▼alenciano  en  1490,  y  poco  después  poemas  ingleses  »,  por  Turner,  Lón- 
apareció  el  «  Amadis  i  en  castellano  ;  ares,  1803 ,  8.^ 
por  lo  mismo  no  es  inverosímil  que  ^  Turpin  J.,  «De  vita  Caroli  Magni 
la  «  Crónica  de  Don  Rodrigo  »,  ya  por  et  Rolandi  >,  edit.  S.  Ciaropi ,  Florenc- 
ia época  en  que  se  publicó,  ya  por  tiae,  1822, 8.** 
su  espíritu  y  contenido ,  marque  la  *  Prólogo  al  <  Román  di  Rou  >,  por 
▼ariacion  del  género  que  caracteriza  Roberto  Wace,  edic.  de  F.  Pluguet , 
notablemente.  París ,  1827, 8.*^,  1. 1. 

'  Warton,  <  Historia  de  la  Poesía 


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230  HISTORIA   DE   LA   LITERATURA   BSPAÍflOLA. 

glo  despnes,  ó  sea  hacia  1270  ó  1280,  y  después  de 
algunas  tentativas  menos  felices,  Adenez  hizo  el  mismo 
servicio  á  la  historia  de  Carlo-Magno,  con  su  novela 
métrica  de  Ogier  le  Danois^  cuyas  principales  escenas 
ocurren  en  España  ó  en  paises  imaginarios  y  encan- 
tados '.  Estas  y  otras  invenciones  poéticas  del  mismo 
género,  sacadas  de  una  fuente  común  por  los  trova- 
dores del  norte  9  fueron  en  los  tiempos  siguientes  la 
base  de  los  famosos  libros  de  caballerías  en  prosa ,  que 
durante  tres  siglos  constituyeron  la  principal  literatura 
popular  de  Francia,  y  que,  continuando  hasta  nuestros 
tiempos,  han  sido  la  gran  mina  de  fábulas  explotada 
por  el  Ariosto,  Spencer,  Wieland  y  otros  poetas  que 
podemos  llamar  caballerescos,  por  haber  tomado  sus 
ficciones  de  las  historias  de  Artus  y  la  Tabla  Redonda, 
y  de  la  de  Garlo-Magno  y  sus  Doce  Pares  *. 

Sin  embargo,  en  el  período  á  que  aludimos,  y  que 
concluye  á  mediados  del  siglo  xiv,  casi  es  indudable 
que  no  existian  tales  ficciones  en  España,  donde  los  hé- 
roes nacionales  bastaban  ya  para  llenar  la  imaginación 
y  satisfacer  el  patriotismo  de  la  nación  entera.  Artus 
era  absolutamente  desconocido ,  y  el  mismo  Garlo-Magno 
solo  aparece  en  los  romances  y  libros  españoles  con  el 
carácter  imaginario  de  un  invasor  del  suelo  español, 
que  sufrió  una  derrota  completa  en  las  gargantas  de 
los  Pirineos.  Al  siguiente  siglo  todo  cambia  de  aspecto : 
vese  claramente  ya  que  las  obras  francesas  de  ficción  y 

B  ffCarU á  Mr.  de Monmerquéi,  por  y  26,  cuaderno  xxvi,<p.  20;  xxix,  p.  7i; 

Paulino  París,  que  antecede  á  cLi  xxxi,  p.  99,  y  xxxiii,  p.  16.  Guando 

Román  de  Berle  aux  grands  pies»,  hablemos  de  los  libros  españoles  de 

Paris ,  1836 , 8.^.  la  eran  familia  de  los  Amadises ,  ha- 

^  Véanse  en  esta  materia  los  «  En-  bremos  de  recurrir  á  dichos  c  Ensa- 

sayos  »  de  F.  W.  Valentine  Scbmidt,  yos. » 
« Anuario  de  literatura  >,  Viena ,  1824 


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PRIMBBA  ÉPOCA. — CAPÍTULO   XI.  231 

caballerías  habían  penetrado  en  España,  y  se  notan 
sus  efeclos ;  verdad  es  que  en  un  principio  ni  se  tra- 
dujeron ni  se  metrificaron,  pero  fueron  imitadas,  y  con 
esto  se  inventó  una  nueva  serie  de  fábulas,  que  se  es- 
parcieron por  el  mundo,  y  llegaron  á  ser  con  el  tiempo 
mucho  más  célebres  que  las  primitivas. 

Esta  familia  extraordinaria  de  libros  de  caballerías, 
cuyos  descendientes,  como  dice  Cervantes \  eran  innu- 
merables, tiene  por  cabeza  y  tipo  á  Amadis  de  Gaula. 
La  primera  noticia  que  de  él  tenemos  nos  la  da  un  per- 
sonaje grave  y  de  autoridad,  como  es  el  canciller  y  cro- 
nista Pero  López  de  Ayala,  el  cual,  como  hemos  dicho, 
falleció  en  4407*;  pero  el  Amadis  es  de  fecha  ante- 
rior, aun  cuando  no  fuese  conocido  en  España.  Gómez 
Eannes  de  Zurara,  archivero  de  Portugal  en  1 454,  que 
escribió  tres  crónicas  muy  notables  sobre  asuntos  de 
su  patria ,  no  deja  duda  sustancial  de  que  el  autor  del 
Amadis  de  Gavia  fué  Vasco  de  Lobeyra ,  hidalgo  por- 
tugués ,  asistente  en  la  corte  de  D.  Juan  I  de  Portugal, 
armado  caballero  por  aquel  monarca  poco  antes  de  la 
batalla  de  Aljubarrota ,  en  1 385,  y  que  murió  en  1 403  *. 
Las  palabras  de  este  analista  exacto  y  veraz  son  ter- 
minantes :  dice  que  no  quiere  que  su  obra  fidedigna 

^  D.  Quijote,  en  su  conversación  viviese  t  alguno  de  los  del  innume- 

con  el  Cura  (  parte  i,  cap.  1),  dice  »rable  lini^e  de  Amadis  de  Gaula». 
aue  para  derrotar  un  ejército  de       ^  Ayala ,  en  su  «  Rimado  de  Pala- 

doscientos  mil  hombres  bastaba  que  ció  »  ya  citado ,  dice  : 

Plegóme  otros!  oir  mochas  vegadas 
Libros  de  devaneos  é  mentiras  probadas, 
Amadis  é  Lanzarotes ,  é  borlas  a  sacadas , 
En  qoe  perdi  mi  tiempo  á  moy  malas  jomadas. 

*  Barbosa  («  Bibl.  Lusit.»,  Lisboa ,  de  Barros,  historiador  eminente  que 

i7i^,  folio ,  t.  III ,  p.  775),  V  muchas  nació  en  4486,  y  cita  á  otro  autor  más 

autoridades  aducidas  por  él  mismo ,  antiguo ,  dan  peso  al  testimonio  en 

entre  ellas  la  respetabilísima  de  Juan  favor  de  Lobeyra. 


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232 


HISTORIA  DE    LA   LITERATURA   ESPAI^IOLA. 


y  yeraz  de  la  Crónica  del  cande  Pedro  de  Meneses  se  con- 
funda con  historias  como  el  libro  de  Amadis,  compuesto 
á  gusto  de  un  hombre  llamado  Vasco  de  Lobeyra ,  en 
tiempo  del  rey  D.  Fernando,  porque  todo  lo  de  dicho 
libro  es  pura  invención  de  su  autor  '^ 

Es  casi  imposible  el  averiguar  hoy  dia  si  Lobeyra,  al 
escribir  su  Amadis ,  tuvo  presente  otras  noticias,  datos  y 
tradiciones  más  antiguas  que  le  facilitasen  su  trabajo  y 
le  indicasen  el  camino  que  debia  seguir;  pero  no  cabe 
duda  de  que  conoció  algunos  libros  franceses  antiguos* 
como  la  Demanda  del  Santo  Grial,  ó  sea  la  Santa  Copa, 
principal  ficción  de  los  caballeros  de  la  Tabla  Bedonda*\ 
El  mismo  afirma  que,  por  consejo  del  infiante  D.  Alonso 
(que  nació  en  1370),  habia  alterado  el  carácter  de  su 
Amadis*^;  pero  la  acusación  formulada  contra  él,  deque 


*^  Gómez  de  Zurara ,  al  comenzar 
su  «  Crónica  del  conde  Pedro  de  Me- 
neses», dice  que  su  propósito  es  es- 
cribir solo  « las  cosas  acaecidas  en 
>su  tiempo,  ó  tan  cerca  de  él,  que 
ypudiese  saberlas  bien  y  lealmente»: 
esta  frase  esfuerza  lo  que  dice  de 
Lobeyra  en  el  pasaje  que  citamos 
eo  el  texto ,  y  que  se  halla  en  el  ca- 
pítulo 63  de  su  obra.  El  rey  D.  Fer- 
nando á  quien  se  refiere  Zurara,  era 
el  padre  de  D.  Juan  I,  y  murió  en 
1383.  Se  ha  publicado  la  Crónica  de 
Zurara  por  la  academia  de  Lisboa  en 
su  «  Colección  de  libros  inéditos  de 
Historia  portuguesa  » ,  Lisboa ,  i7^, 
folio.  Hav  una  curiosa  disertación, 
manuscrita,  sobre  el  verdadero  au- 
tor del  t Amadis  de  Gaula»,  trabajada 
por  el  P.  Sarmiento  ,  que  escribió 
el  apreciable  libro  de  la  <t  Historia 
de  la  Poesía  española»,  citado  tantas 
veces.  El  erudito  gallego  da  mil 
vueltas  á  la  cuestión ,  negando  pri- 
mero que  autor  alguno  baya  atrioui- 
do  el  «Amadis»  á  Lobevra;  aseguran- 
do después  que  si  Lobeyra  le  escri- 
bió, era  gallego ;  y  proponiendo,  por 
último,  algunas  conjeturas  sobre  sí  el 


t  Amadis  »  puediera  ser  obra  de  Vasco 
Pérez  de  Camoes,  del  canciller  Ayala, 
de  Montalvo,  ó  del  obispo  de  Carta- 
gena :  presunciones  toaas  absurdas, 
y  que  manifiestan  el  notable  empeño 
que  siempre  tuvo  aquel  literato  en 
atribuir  el  origen  de  toda  la  poesía 
española  á  su  patria  Galicia.  Sar- 
miento no  conoció  sin  duda  el  pasaje 
de  la  Crónica  de  Gómez  de  Zurara 
que  hemos  citado. 

^ '  El  Sanio  Grial,  ó  la  Santa  Copa  en 
que  el  Salvador  bebió  el  vino  en  la 
última  cena ,  y  que,  según  la  «Histo- 
ria del  rey  Artus  »,  llevó  á  Inglaterra 
José  de  Arimatias,  se  menciona  en  el 
«Amadis  de  Gaula»  (lib.  4,  cap.  48). 
También  se  habla  en  el  lib.  1,  cap.  if 
del  Rey  Artus ,  llamándole  «  el  muy 
virtuoso  rey  Artur  »,  y  en  el  lib.  4, 
cap.  49,  se  cita  «el  libro  de  Don  Tris- 
tan  y  Lanzarote  ».  Sería  muy  fácil 
agrupar  datos  de  esta  clase,  hasta 
poner  fuera  de  duda  el  hecho  de 
que  el  autor  del « Amadis »  conoció 
muchos  libros  franceses  de  este  gé- 
nero. 

«s  Véase  el  fin  del  cap.  40,  lib.  i, 
en  que  dice  que  «  compadecido  el 


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PRIMERA   ÉPOCA. — CAPITULO   XI.  233 

le  ayudaron  mucho  para  formar  su  obra  ficciones  co- 
nocidas en  la  Picardía 'francesa  durante  el  siglo  xvm, 
y  cuya  existencia  en  el  siglo  xii  se  ha  querido  establecer 
sin  prueba  alguna ,  es  de  tan  flacos  fundamentos ,  que 
no  merece  ser  combatida  con  seriedad  *'.  Debemos  por 
lo  tanto  inferir  de  los  pocos,  pero  clarísimos  hechos  co- 
nocidos en  la  materia,  que  el  Amadis  es  un  libro  por- 
tugués, escrito  antes  del  año  de  1400,  y  que  su  ver* 
dadero  autor  es  el  caballero  Vasco  de  Lobeyra. 

Sin  embargo ,  el  original  portugués  se  ha  perdido  : 
aseguran  que  á  fines  del  siglo  xvi  existia  aun  manus- 
crito en  el  archivo  de  los  duques  de  Aveiro,  en  Lisboa; 
reprodájose  esta  noticia  con  buenos  fundamentos  hacia 
los  años  de  1 750 ;  pero  después  acá  se  ha  perdido  toda 
hue^a  de  él,  y  las  diligencias  más  exquisitas  sobre  la 
existencia  de  este  manuscrito ,  que  ha  dado  motivo  á 
tantas  discusiones,  hacen  creer  que  pereció  en  el  ter- 
rible terremoto  de  17S5«  en  que  se  arruinó  el  palacio 
ducal  de  los  Aveiros,  destruyéndose  enteramente  y  pe- 
reciendo las  muchas  preciosidades  que  coutenia  *^- 

Sustituye,  por  consiguiente,  al  original  portugués 

yinfonte  D.  Alonso  de  Portugal  de  la  en  alabanza  de  Vasco  de  Lobeyra, 

•hermosa  dama  (la  Sra.  Briolaiia),  que  Soatbey,  en  su  prólogo  ale  Ama- 

»mand6  que  este  paso  se  pusiese  de  ais  de  Caula  »  (Londres ,  iS05,  i2.®, 

«otra  manera ,  y  que  asi  se  hizo  por  t.  i ,  p.  7),  atribuye  equivocadamente 

•darle  gusto  >.  al  infante  D.  Antonio,  de  Portugal,  lo 

*^  Guin^uené  «(Hist.  Littér.  d'lta-  cual,  si  fuera  cierto,  seria  un  dato 
lie»,  Pari&,  i8iS,  8.",  t.  v,  p.  62,  muy  importante  en  materia  tan  dis- 
nota 4),  en  contestación  al  prólogo  putada.—D.  Nicolás  Antonio,  que  no 
que  el  conde  de  Tressan  paso  en  su  deja  duda  en  cuanto  al  autor  de  di- 
•r  Epitome  ó  Compendio  ael  Amadis  cho  soneto ,  se  refiere  á  la  nota  de 
de  Caula»,  trabajo  bien  lijero  por  Ferreyra  para  probar  la  existencia  del 
cierto.  París,  1787, 8.",  1. 1,  p.  xxii.  manuscrito  del  «Amadis»;  por  con- 

^^  La  existencia  del  manuscrito  en  siguiente,  ambos  escritores  solos, 

el  archivo  de  los  Aveiros,  la  afirma  constituyen  una  autoridad ,  y  no  dos 

Ferreyra,  «Poesías  Lusitanas »  (Lis-  como  supone  Soutbey  ( «Bibl.  Vet», 

boa,  1598,  4°),  donde  está  el  so-  lib.  8,  cap.  7,  sect.  291}.— Barbosa  es 

neto  núm.  33,  escrito  por  el  autor  aun  más  expUcito  («Bibl.  Lasit.»,t.iii, 


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234  HISTORIA   DE   LA   LITERATURA   BSPA190U. 

la  traduccíoD  castellana,  que  hizo,  entre  los  años  de 
1492  y  4504t  García  Ordoñez  de  Montalvo,  castellano 
de  Medina  del  Campo ,  y  coya  primera  impresión  es 
probable  sea  del  periodo  citado  *^  Pero  si  tal  edición 
ha  existido /no  se  conoce,  ni  tampoco  la  que  se  cita 
como  hecha  en  Salamanca  en  1510*®,  y  así  la  única 
que  se  disfruta  y  ocupa  el  puesto  de  primera,  es  la  de 
1 51 9  :  ea  los  cincuenta  años  siguientes  se  reimprimió 
hasta  doce  veces ;  de  manera  que  el  Amadis  logró  ñjar 
su  fortuna  y  la  de  sus  descendientes  sobre  la  sólida 
base  del  favor  popular  en  España;  tradujese  al  italiano 
en  1546,  con  no  menos  éxito,  logrando  seis  ediciones 
en  menos  de  treinta  años";  y  en  Francia,  donde  la  pri- 
mera traducción  se  hizo  en  1540,  se  granjeó  un  aprecio 
tal,  que  no  ha  desaparecido  del  todo  en  nuestros  di^*'. 
Multiplicábase  al  mismo  tiempo  en  toda  Europa  por 
medio  de  imitaciones  y  traducciones  que  parece  han 


p.  775);  pero  Giemencin,  en  sus  notas 
al  t  Quijote»  (t.  i,pp.  105-106),  Ilus- 
tra la  materia  en  términos  que  nada 
Kuede  añadirse  á  1q  que  él  dice  so- 
re  la  suerte  del  original  portugués. 

*^  Nontalvo  alude  en  su  prólogo  á 
la  conquista  de  Granada  en  141^,  y 
habla  de  los  Reyes  Católicos  como 
vivos :  se  sabe  pues  que  D.*  Isabel, 
que  Alé  la  primera  que  murió,  falle- 
ció en  1501. 

*^  Sospechamos  que  la  edición  que 
con  fecha  de  1510  y  en  Salamanca 
cita  Barbosa  (articulo  «Vasco  de  Lo- 
beyra ») ,  sea  la  misma  que  cita  Bm- 
net  como  hecha  en  1519  por  Anto- 
nio de  Salamanca.  El  error  de  copia 
ó  impresión  es  muy  fácil ,  y  nadie 
sino  Barbosa  cita  semejante  edición: 
la  fecha  de  la  primera  se  ignora. 

*7  Ferrario,  «  Storia  ed  Analisi  de- 

?;li  antichi  Romanzi  di  cavalleria ,  » 
Milano.  1829, 8.«,  t.  iv,  p.  242),  y  el 
«Manual»  de  Brunet :  puede  también 


añadirse  el  «Amadigi  >,  de  Bernardo 
Tasso,  1560,  tomado  casi  entera- 
mente del  libro  español ;  poema  que 
ha  perdido  mucha  de  la  popularioad 
de  que  gozó  en  su  tiempo,  y  que 
Guinguené  elogia  mucho. 

^  Para  la  antigua  traducción  firan- 
cesa  véase  el  «Manuel  du  libraire», 
de  Brunet;  el  «  Rifacimento»,  hecho 
después  por  el  conde  Tressan,  é  im- 
preso por  primera  vez  en  1779,  ha 
conservado  la  memoria  del  libro,  y  se 
ha  hecho  muy  conocido  en  Francia, 
donde  todavía  tiene  lectores.  La  pri- 
mera traducción  alemana  se  bnpri- 
mió  en  1583,  y  la  inglesa  en  4619;  pero 
el  «  Compendio »  de  Soulhey  (Lon- 
dres, 1803,  4  vol.  12.<>)  es  la  forma 
en  que  mejor  puede  leerse;  también 
se  tradujo  al  holandés;  y  Castro,  en 
su  «Biblioteca»,  no  recordamos  pre- 
cisamente dónde ,  habla  de  una  tra- 
ducción hebraica. 


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PRIMEEA   ÉPOCA. — CAPÍTULO   XI.  235 

dilatado  y  extendido  la  fama  del  héroe  y  de  su  estirpe, 
como  decía  D.  Quijote»  desde  poco  después  de  la  in- 
troduccioD  del  Cristianismo  hasta  los  tiempos  en  que  él 
vivió  *•. 

Montalvo  no  le  tradujo  literalmente»  porque  insinúa 
haber  mejorado  el  estilo  y  fraseología  del  original»  ha- 
ciendo muchas  alteraciones»  y  particularmente  en  la 
última  parte ;  pero  la  forma  y  tono  de  toda  la  obra  ma- 
nifiestan bien  sú  originalidad  y  carácter»  más  franco  y 
libre  que  el  de  los  libros  franceses  que  le  precedieron. 
La  historia  de  Artus  y  del  Santo  Grial  es  esencialmente 
religiosa;  la  de  Garlo-Magno  esencialmente  militar»  y 
ambas  están  exornadas  de  una  serie  de  aventuras  atri- 
buidas por  las  Crónicas  y  tradiciones  á  sus  respectivos 
héroes»  que  falsas  ó  verdaderas»  señalan  con  claridad 
los  límites  de  la  invención  á  los  que  después  las  toma- 
ron por  modelo;  pero  el  Amadis  en  el  fondo  es  una 
pura  ficción  :  en  él  no  se  fija  la  época  de  los  aconteci- 
mientos sino  con  el  dato  general  y  vago  de  que  ocur- 
ren á  muy  poco  de  comenzar  la  era  cristiana,  y  la  geo- 
grafía es  tan  incierta  y  confusa»  como  el  tiempo  en  que 
vivió  el  héroe ;  si  bien  hasta  cierto  punto  es  preciso 
confesar  que  tales  datos  son  enteramente  inútiles  para 
trazar  el  carácter  de  un  completo  caballero »  y  pintar 
la  castidad  y  el  valor,  que  forman  la  base  de  sus  per- 
fecciones. 

Para  llevar  á  efecto  dicha  idea »  el  autor  hace  á  Ama- 


*v  cCasi  que  en  nuestroé  dUu  yi-  accesos  de  locura,  y  continúa  sa- 

•mos,  y  comunicamos,  y  oimos  al  in-  cando  consecuencias  que  dan  más  de 

•vencible  y  valeroso  caballero  D.  Be-  doscientos  años  de  vida  á  Amadis .  y 

»Iianis  de  Grecia  »,  dice  el  buen  ca-  bacen  innumerable  su  descendencia, 

ballero  en  uno  de  sus  mas  felices  (Parte  i,  cap.  i3.) 


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236  HISTORIA   DB   LA   LITERATURA   BSPAJ^OLA. 

dis,  hijo  de  ud  rey  imaginario ,  del  imaginario  reino 
de  Gaula  :  es  ilegítimo ,  y  su  madre  Elisena ,  princesa 
de  Inglaterra,  avergonzada  de  su  falta,  expone  al  niño 
á  la  orilla  del  mar,  donde  le  halla  un  caballero  escocés, 
del  cual  es  llevado,  primero  á  Inglaterra,  y  después  á 
Escocia  :  en  este  pais  se  enamora  de  la  señora  Oríana, 
dama  de  sin  par  hermosura  y  perfección,  hija  de  un 
Lisuarte,  rey  de  Inglaterra ,  persona  tan  real  y  positiva 
como  el  mismo  Amadis  y  su  padre.  Entre  tanto  Perion, 
rey  de  Gaula,  que  algunos  han  querido  suponer  sea 
parte  del  principado  de  Gales ,  se  casa  con  la  madre 
de  Amadis,  que  tiene  de  él  otro  hijo  llamado  Gálaor. 
Las  aventuras  de  los  dos  hermanos  en  Francia ,  Ingla- 
terra ,  Alemania ,  Turquía  y  otras  regiones  desconoci- 
das y  hasta  encantadas,  favorecidos  unas  veces  por  sus 
damas,  y  otras,  como  en  la  ermita  de  la  Isla  fíime, 
desdeñados  de  ellas,  son  las  que  forman  el  libro,  que 
después  de  contar  sus  viajes  y  andanzas «  y  un  gran 
número  de  combates  con  otros  caballeros,  mágicos  y 
gigantes,  acaba  con  el  casamiento  de  Amadis  y  Oríana, 
destruyéndose  y  acabando  los  encantamientos  que  por 
tanto  tiempo  se  habían  opuesto  á  sus  amores. 

Está  universalmente  reconocido  y  confesado,  que  el 
Amadis  es  el  primero  y  el  mejor  de  todos  los  libros  de  ca- 
ballerías ,  y  la  razón  es  obvia  :  pinta  con  la  mayor  fi- 
delidad las  costumbres  y  espíritu  caballeresco,  y  está 
ademas  escrito  con  una  soltura  y  fluidez  de  invención,  y 
con  una  variedad  de  tonos  tal,  que  no  se  encuentran  en 
ninguna  otra  obra  de  su  clase.  Hállanse  también  en  él 
algunas  veces  (cosa  bastante  rara  en  libros  de  esta 
especie)  pasos  llenos  de  naturalidad,  belleza  y  ternura. 


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PRIMERA   ÉPOCA  —  CAPITULO   XI.  237 

y  para  convemierse  de  ello,  basta  la  siguiente  descrip- 
cioo  de  lois^prímeros  amores  de  Amadis  y  Oriana: 

«Este  Lifiíiactei'  tfg^a  consigo  á  Brisena  su  muger  et 
«una  hija  ^'é  en  eUa^ouo  quando  en  Denamarcha  mo- 
•rara,  que  Oriana  aiiia; nombre ,  de  fasta  diez  años,  la 
» mas  hermosa  criatura  qye^  nunca  se  uió  :  tanto  que 
»esta  fué  la  que  sin  par  selltopó;  por  que  en  su  tiempo 
•ningtma  ouo  que  ygual  le  fuese.  E  por  que  de  la  mar 
•enojada  andaua ,  acordó  de  la.ilexar  allí,  rogando  al 
» rey  Languines,  é  á  la  Reyna  ifuegiria  guardassen.  Ellos 
•fueron  muy  alegres  dello,  é  la^Reyna  dixo  :  Creed  que 
•yo  la  guardaré  como  su  madre  Id  baria.  Y  entrado  Li- 

•  suarte  en  sus  naos,  con  mucha  priesa  en  la  gran^Si^- 
•taña  arribado  fué  :  é  falló  á  alguiu^&qy^Jp^tory^iEQP^ 

•  como  hazer  se  suele  en  semejanM»i]MMifiS,{i{)#,^ta 
» causa  no  se  membró  de  su  hij«p^tilgHb  ti^ppj^^s  é  fué 
»Rey  con  gran  trabajo  que  ay  tomo/é^Ml^^f oiejorRey 
•que  ende  ouo :  ni  que  mejor  mantug|ABfe  la  cauallería 
•en  su  derecho,  fasta  quel  rey  ^ipR'eynó  que  passó 

•  á  todos  los  reyes  de  bondad  quemite  del  fueron;  aun- 

•  que  muchos  reynaron  entre  el  uno  y  el  otro.  El  autor 
» dexa  reinando  á  Lisuarte  con  mucha  paz  é  sossiego 
•en  la  gran  Bretaña,  é  toma  al  donzel  del  mar,  que  en 
•esta  sazón  era  de  doce  años;  y  en  su  grandeza  é  mien- 
•bros  parecia  bien  de  quince.  El  seruia  ante  la  Reyna  : 
•é  assi  della ,  como  de  todas  las  damas  é  donzellas,  era 
•mucho  amado ;  mas  desque  allí  fué  Oriana  ,  la  hija 

•  del  rey  Lisuarte,  diole  la  Reyna  al  doncel  del  mar  que 
•la  semiesse,  dizendo  :  Amiga,  este  es  un  dongel  que 
•os  seruirá  :  él  la  dixo,  que  le  plagia.  El  doncel  tuuo 
» esta  palabra  en  su  coragon  de  tal  guisa ,  que  después 


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238  HISTORIA   DE   LA   LITERATURA  ESPAflOLA. 

» nunca  déla  memoria  la  apartó,  que  sin  falta,  assí 
» como  esta  historia  lo  dize ,  en  días  de  su  uida  no  fué 
» enojado  de  la  seruir  y  en  ella  su  coraron  fué  siempre 
» otorgado.  Y  este  amor  duró  quanto  ellos  duraron  : 
»que  assí  como  la  él  amaua,  assí  amana  ella  á  él,  en 
» tal  guisa  que  una  hora  nunca  de  amar  se  dexaron; 
» mas  el  donzel  del  mar  que  no  conocía  ni  sabia  nada 
» de  como  ella  le  amaua,  teniase  por  muy  osado  en  auer 
i>en  ella  puesto  su  pensamiento,  según  la  grandeza  y 
«fermosura  suya ,  sin  cuydar  de  ser  osado  á  le  dezir 
»una  sola  palabra,  y  ella  que  le  amaua  de  coraron, 
«guardauase  de  hablar  con  él  mas  que  con  otro,  por- 
» que  ninguna  cosa  sospechassen ;  mas  los  ojos  auian 
«gran  plazer  de  mostrar  al  coraron  la  cosa  del  mundo 
» que  mas  amaua.  Assí  biuia  encubiertamente ,  sin  que 
» de  su  hazienda  ninguna  cosa  el  uno  al  otro  se  dixes- 
»sen.  Pues,  passando  el  tiempo,  como  os  digo,  enten- 
»díó  el  donzel  d^l  mar  en  sí  que  ya  podía  tomar  armas, 
«si  ouiesse  quien  le  |iziesse  cauallero  :  y  esto  dessedua 
»él,  considerando  que  él  sería  tal,  é  haría  tales  co- 
»sas  por  donde  muriesse;  ó  hiñiendo,  su  señora  le  pre- 
«ciaría.  E  con  este  desseo  fué  al  Rey  que  en  una  huerta 
«estaña,  é  hincando  los  ynojos,  le  dixo :  Señor,  sí  á 
«vos  pluguíesse,  tiempo  seria  de  ser  yo  cauallero.  El 
«Rey  dixo  ¿Como  donzel  del  mar?  ya  os  esfforgays  para 
«mantener  cauallería?  sabed  que  es  ligero  de  auer,  é 
«grane  de  mantener.  E  quien  este  nombre  de  caualle- 
»ro  ganar  quisiere ,  é  mantenerlo  en  su  honra ,  tantas 
« é  tan  graves  son  las  cosas  que  ha  de  fazer ,  que  mu- 
«chas  uezes  se  le  enoja  el  coraron  :  e  si  tal  cauallero 
«es  que  por  miedo  ó  couardía  dexa  de  fazer  lo  que 


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PRIMERA   ÉPOCA.  —  CAPITULO   XI.  239 

» conuieae,  mas  le  ualdria  la  muerte  que  en  uergüenga 
» vivir;  é  por  ende  ternia  por  bien  que  por  algún  tiempo 
» os  sufrays.  El  donzel  del  mar  le  dixo  :  ni  por  todo 
»esso  no  dexaré  yo  de  ser  cauallero ,  que  si  en  mi  pen- 
»samiento  no  touiesse  de  complir  esso  que  aueys  di- 
»cho,  no  se  esfíbrcaria  mi  coragon  para  lo  ser.  E  pues 
ȇ  la  vuestra  merced  soy  criado,  complid  en  esto  con- 
»migo  lo  que  deueys,  sino  buscaré  otro  que  lo  faga. » 
No  son  menos  dignos  de  atención  otros  pasajes  de 
diferente  carácter,  como,  por  ejemplo,  cuando  la  maga 
Urganda  viene  en  sus  galeras  de  fuego ,  y  la  visita  del 
venerable  Nasciano  á  Oriana ;  pero  los  más  notables 
son  aquellos  que  ilustran  el  espíritu  caballeresco,  é  in- 
culcan los  deberes  de  los  principes  y  caballeros :  en 
estos  trozos  hay  una  elevación  que  llega  á  veces  hasta  la 
elocuencia ,  y  una  ternura  llena  de  verdad  y  de  fuego  ^. 
También  la  historia  en  sí  es  más  sencilla  y  agradable 
que  las  de  los  libros  franceses  de  caballerías  :  en  vez 
de  distraer  la  atención  del  lector  con  las  aventuras  de 
un  sin  número  de  caballeros,  todos  señalados  é  ilustres, 
el  libro  de  Vasco  de  Lobeyra  se  concreta  á  solos  dos 
personajes  bien  retratados :  Amadis,  modelo  de  virtu- 
des caballerescas,  y  su  hermano  D.  Galaor,  no  menos 
caballero  en  el  campo,  ni  menos  fíel  y  leal  en  sus  amo- 
res; está  pues  guardada  la  proporción  épica,  y  soste- 
nido el  interés  con  más  habilidad  y  talento  que  en  nin- 
guno de  sus  sucesores  ó  rivales. 


^  Véase  la  lamentación  que  hace  es  creíble  que  este  trozo  sea  del  ori- 

de  los  tiempos  én  que  vivía  ( lib.  4 ,  ginal  de  Vasco  de  Lobeyra,  que  quiso 

cap.  S3).  Como  esta  descripción,  apli-  sin  duda  hacer  alusión  á  las  turbu- 

cada  á  España  en  el  reinado  de  los  lencias  ocurridas  en  Portugal. 
Reyes  GatéHcos,  seria  muy  inexacta. 


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240  HISTORIA  DE  LA   LITERATURA   ESPAÑOLA. 

El  gran  defecto  de  que  adolece  el  Amadis,  y  es  común 
á  todos  los  libros  de  su  clase,  es  su  extensión,  que  llega 
á  cansar ,  y  la  repetición  continua  de  los  mismos  lances, 
aventuras  y  peligros,  de  los  que  estamos  seguros  saldrá 
siempre  victorioso  el  héroe.  Pero  cuando  por  primera 
vez  se  publicó,  y  aun  mucho  después,  nadie  reparaba  en 
esta  pesadez  y  repeticiones-,  las  fícciones  de  caballería, 
único  ramo  de  la  amena  literatura  que  los  pueblos  mo- 
dernos añadieron  á  las  fábulas  maravillosas  del  ingenio 
griego,  eran  aun  recientes  y  nuevas,  y  las  pocas  perso- 
nas que  leían  por  distracción  y  recreo,  gozaban  con 
la  invención  más  pobre  y  escasa  de  mérito,  con  tal  que 
encontrasen  en  ella  las  reglas  y  principios  de  la  caba- 
llería, más  conformes  á  sus  gustos  y  opiniones,  que  las 
glorias  severas  y  graves  de  la  antigüedad.  De  todo  esto 
deducimos  que  el  Amadis,  desde  que  el  gran  canciller 
de  Castilla  lamentaba  el  tiempo  perdido  en  leerlo,  hasta 
que  desapareció  enteramente  de  la  escena,  con  sus  de- 
mas  satélites,  ante  la  sátira  cáustica  é  ingeniosa  de  Cer- 
vantes ,  fué  un  libro  sumamente  popular  en  España ,  y 
que  durante  dos  siglos  obtuvo  el  mayor  favor,  y  fué 
más  leido  que  ningún  otro  libro  castellano. 

Tampoco  es  de  pasar  en  silencio ,  (|ue  el  mismo  Cer- 
vantes hizo  justicia  á  su  mérito.  Al  referir  el  escrutinio 
de  la  librería  de  D.  Quijote,  dice  que  el  primer  libro 
que  le  vino  á  las  manos  al  Barbero,  y  pasó  á  las  del  Cu- 
ra, era  el  Amadis  de  Gaula;  y  al  verle,  pone  en  boca  de 
los  interlocutores  el  siguiente  diálogo :  «Y  dijo  el  Cura: 
»  Parece  cosa  de  misterio  esta ;  porque ,  según  he  oido 
«decir,  este  libro  fué  el  primero  de  caballerías  que  se 
» imprimió  en  España ,  y  así  me  parece  que  como  á  dog- 


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PIUMBRA  ÉPOCA.  —  CAPtTCLO   Xl.  241 

•  malizador  de  ana  secta  tan  mala ,  le  debemos  sia  ex- 
itcusa  alguna  condenar  al  fuego.  No  señor,  dijo  el  Bar- 
»bero;  que  también  he  oido  decir  que  es  el  mejor  de 
•todos  los  libros  que  de  este  género  se  han  compuesto, 
»yasí,  como  á  único  en  su  arte,  se  debe  perdonar.  Así 
»es  la  verdad,  dijo  el  Cura,  y  por  esa  razón  se  le  otoi^a 
»la  vida  por  ahora.»  Sentencia  que  ha  confirmado  la 
posteridad,  y  por  la  misma  razón  precisamente  que 
movió  á  Cervantes  á  pronunciarla  ^\ 

Pero  antes  que  Mental vo  publicase  su  traducción,  y 
tal  vez  antes  que  la  hiciese ,  habia  ya  escrito  la  con- 
tinuación de  que  habla  en  su  prólogo  al  Amadis,  como 
Libro  Quinto  del  mismo.  Es  obra  original,  que  tendrá 
como  la  tercera  parte  del  Amadisy  y  contiene  la  his- 
toria de  un  hijo  suyo  y  su  esposa  Oriana ,  llamado  Es- 
plandian,  cuyo  nacimiento  y  educación  refiere  ya  el 
libro  de  las  aventuras  de  su  padre ,  constituyendo  un 
episodio  muy  agradable.  Sin  embargo,  como  dice  el 


*>  «  Don  Quijote  »,  parle  i ,  cap.  6. 
Pero  Cervantes  se  eqnivoea  en  panto 
á  bibliografía,  cuando  dice  que  el 
ff AmadlsB  fué  el  primer  libra  Ae  ca- 
ballerías impreso  en  España.  Mucbas 
veces  se  ha  dicho  que  esta  honra 
pertenece  al  «  Tirani  lo  Blanch  > , 
1480 ,  aunque  Soutbey  ( «Omniana  », 
Londres,  1812,11%  t.  ii,  p.  219) 
dice  que  le  halla  enteramente  falto 
de  espíritu  caballeresco.  No  es  me- 
nos digno  de  notarse  que,  aunque 
<  Tirant  lo  Blanch  »  se  imprimió  en 
valenciano  en  1480,  en  castellano  en 
1541,  y  en  italiano  en  1538,  es,  como  el 
« Amadis  >,  obra  original  portuguesa, 
escrita  para  diversión  de  un  príncipe 
portugués,  y  que  el  original  también 
se  ha  perdido :  coincidencias  cierta- 
mente singulares.  Véase  la  nota  al 
cap.  17  de  este  periodo.  En  cuanto 
al  mérito  general  del  «Amadis»,  me- 
recen citarse  dos  opiniones  :  la  pri- 

T.   I. 


mera,  relativa  á  su  estilo,  es  del  se- 
vero autor  del « IMálogo  de  las  len- 
guas», del  tiempo  de  Carlos  V,  que« 
después  de  habUr  de  la  totalidad  del 
libro ,  dice  «r  que  deben  leerle  todos 
•los  que  quieran  aprender  nuestra 
«lengua». ( May ans  v Sisear,  «Oríge- 
nes», Madrid,  i737,*12.",  t.  n,p.  ife). 
La  otra,  acerca  de  su  invención  é  his- 
toria ,  es  de  Torcuato  Tasso ,  que  se 
expresa  de  este  modo : « En  opinión 
de  muchos,  y  particularmente  en  la 
mia ,  es  la  mas  nermosa  y  quixi  pro- 
vechosa historia  qne  puede  leerse 
en  su  clase ;  porque  en  materia  de 
sentimientos  y  tono  deja  atrás  á  todas 
las  demás ,  y  en  punto  á  variedad  de 
sucesos ,  ií  ninguna  cede  de  cuantas 
.se  han  escrito  antes  ó  después  de 
ella».  («Apología  de  la  Jerusalamme 
Liberata»,  Opere,  Pisa,  1824,8.°,  t.  x, 
p.7.) 

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242  HISTORIA    DE   LA    LITERATURA    ESPATÍOLA. 

Cura  cuando  tropieza  cou  él  en  ia  librería  de  D.  Qui- 
jote :  «En  verdad  que  no  le.  ha  de  valer  al  hijo  la 
)>bondad  del  padre» ;  no  hay  en  la  historia  de  Espían- 
dian  atractivo,  ingenio  ni  dignidad.  Comienza  en  el 
punto  mismo  en  que  le  deja  el  libro  de  su  padre,  re- 
cien armado  caballero ,  y  refiere  las  aventuras  que  le 
suceden  andando  por  el  mundo,  sin  omitir  las  hazañas 
de  Amadis,  que  vive  hasta  lo  último  y  ve  á  su  hijo  co- 
ronado emperador  de  Constantinopla ,  después  que  él 
mismo  es  ya  rey  de  la  Gran  Bretaña ,  por  muerte  de 
Lisuarte  **. 

Desde  el  principio  se  notan  ya  dos  imperfecciones 
que  continúan  por  toda  la  obra  :  Amadis,  á  quien  se 
supone  vivo,  ocupa  gran  parte  del  plan,  y  al  mismo 
tiempo  se  cuentan  de  Espiandian  hazañas  más  brillan- 
tes aun  que  las  de  su  padre  ;  pero  que  en  realidad  no 
son  sino  más  extravagantes.  Esta  especie  de  emulación 
hace  íria  y  hasta  absurda  la  historia ;  en  ella  se  conser- 
van muchos  personajes  del  Amadis,  como  Lisuarte,  á 
quien  en  su  primera  aventura  Espiandian  liberta  de  una 
prisión  misteriosa;  Urganda,  que  de  una  encantadora 

**  Poseo  entre  mis  libros  la  cu-  ran  una  continuación  de  aquel ,  co- 
riosa  edición  del  <  Espiandian  » ,  im-  mo  por  ejemplo  en  el  líb.  4 ;  ademas 
presa  en  Burgos,  folio,  á  dos  colum-  en  el  lib.  3,  cap.  4,  se  habla  del 
ñas ,  i587,  por  Simón  de  Aguayo  :  nacimiento  y  bautismo  de  Esplan- 
tiene  i36  bojas,  y  está  dividida  en  dian;  en  el  mismo  libro,  cap .'8,  se 
184  capítulos.  Como  en  otras  edicio-  cuenta  su  crecer  maravilloso ,  y  asi  á 
nes  citadas  el  titulo  es  «Las  Sergas  este  tenor,  basta  el  último  capitulo, 
del  muy  esforzado  caballero  Espían-  en  que  es  armado  caballero  :  de 
dian  >,  con  el  objeto  sin  duda  de  ba-  modoque  el  «Espiandian»  esreal  y  po- 
tería pasar  como  una  traducción  del'  sitivamente  continuación  del  «  Ama- 
original  griego  del  maestro  Elisa-  disi>.Soutbey(«Omn¡ana»,t.  i,p.  145) 
bad,  porque  S^^a«  es  evidentemente  opina  que  hay  algún  error  sobre  el 
una  corrupción  mala  de  la  voz  grie-  verdadero  autor  del  «Espiandian»,  lo 
ga  ep7a,  obras ,  hechos  6  hazañas.  ^^^  ^^  podemos  conceder ,  sino  en 
En  /anas  parles  del  «Amadis.  se  ha  ^^'?,  ^^  ^"«  «^«  meramente  tipo- 
ce  alusión  á  las  Sergas  como  si  fue-  o*^""^"* 


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PHIMEIIA    ÉPOCA. CAPÍTULO    XI.  243 

bella  y  graciosa,  Irasforma  el  autor  en  una  maga  salvaje 
y  feroz ;  y  «  el  gran  maestro  Elizabad » ,  sabio  sacerdo- 
te, á  quien  ya  cónociamos  como  médico  de  Amadis, 
y  que  ahora  aparece  como  autor  del  libro  de  Espían- 
atan,,  que  se  supone  escribió  en  griego.  Pero  ninguno 
de  los  caracteres  ya  conocidos,  ni  de  los  inventados, 
está  trazado  con  tino  y  habilidad. 

La  escena  general  de  los  hechos  es  en  Oriente ,  así 
como  las  continuas  batallas  con  turcos  y  mahometa- 
nos: circunstancia  que  prueba  la  tendencia  .y  giro  de 
las  ideas  cuando  se  escribió  el  libro ,  y  los  temores  que 
el  estado  de  las  cosas  en  Oriente  causaba  en  las  partes 
mas  occidentales  de  la  Europa ,  después  de  la  ruina  de 
Gonstantinopla ;  pero  nada  hay  que  haga  referencia  á  la 
verdadera  historia  ó  á  la  geografía ,  como  lo  demues- 
tra suficientemente  el  que  una  dama  llamada  Calafria, 
reina  de  la  isla  de  Califemia,  figure  en  gran  parte  del 
libro ,  como  enemiga  furiosa  de  la  Cristiandad ,  y  se 
diga  que  Ck)nstantinopla  estuvo  una  vez  cercada  por 
tres  millones  de  paganos.  El  estilo  no  es  mejor  que  la 
fábula  :  no  solo  se  echa  de  menos  en  el  Esplandian  la 
elocuencia  que  brilla  en  muchos  pasajes  del  Amadis, 
sino  que  se  encuentran  también  muchos  trozos  escritos 
en  estilo  lánguido  y  arrastrado,  y  el  argumento  en 
verso,  que  precede  á  cada  capítulo,  es  todo  lo  que  se 
quiera  menos  poesía ,  y  muy  inÉprior  á  los  pocos  ver^ 
sos  esparcidos  en  el  Amadis  **. 

*>  Hay  en  el  «Amadis»  dos  canciones  serta  Bobl  de  FabérensucProresta». 

( lib.  i2 ,  cap.  8-ii )  que ,  aunque  se  La  segutida  comienza  asi : 
resienten  (fel  estilo  conceptuoso  y  Leonoreía ,  sin  rósela , 

alambicado  de  aquel  tiempo,  en  que  gi^n^jj,  5^jj,rc  loda  flor, 

dominaba  el   gusto  provenzal ,  son  sin  roseta ,  no  me  meta 

muy  agradables  y  merecen  ocupar  un  En  tai  cuyta  vuestro  amor, 

puesto  eiilre  las  de  su  género  que  in- 


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244  HISTORIA   DE   LA   LITERATURA   ESPANOLA. 

La  edición  más  aatigua  que^  conoce  del  Esplandian 
es  del  año  i  526 ,  á  la  que  se  siguieron  en  el  resto  del 
siglo  hasta  cinco  más;  de  suerte  que  también  tuvo  su 
parle  de  popularidad.  Lo  que  no  admite  duda  es  que 
el  ejemplo  fué  seguido  muy  en  breve.  Sus  principales 
personajes  figuran  de  nuevo  en  una  serie  de  ficciones, 
cuyo  héroe  es  siempre  un  descendiente  de  Amadis ,  el 
cual  lleva  á  cabo  aventuras  más  increibles  aun  que  las 
de  sus  antecesores ,  y  deja  el  puesto  á  un  hijo  más  ex- 
travagante ,  y  si  puede  decirse  así ,  más  imposible  aun 
que  su  padre.  Así  es  que  en  el  mismo  año  de  1 5S6 
tenemos  el  sexto  libro  de  Amadis  de  Gaulüy  que  es  La 
historia  de  Florisando ,  su  sobrino ;  sigue  á  esta  la  mi& 
maravillosa  aun  de  lisuarte  de  Grecia «  hijo  de  Esplan- 
dian j  y  la  maravillosísima  de  Amadis  de  Grecia  I  que 
forman  los  libros  vn  y  vin.  Vienen  en  seguida  Dan 
Flarisd  de  Niquea  y  Anaooartes,  hijo  de  Usuarte,  cuya 
historia,  con  la  de  los  hijos  de  este  último,  ocupa  tres 
libros;  y  por  último,  el  libro  xn  contiene  Los  grandes 
hechas  de  armas  del  coftaUero  Don  Silves  de  la  Selva^  que 
se  imprimió  en  1549;  prueba  evidente  de  la  extraor- 
dinaria popularidad  que  obtuvo  toda  la  serie,  pues  por 
las  fechas  mismas  se  ve  que  en  medio  siglo  escaso  se 
escribieron  en  castellano  todos  estos  libros  de  caballe- 
rías, reproduciéndose  en  el  mismo  período  los  más  do 
ellos  en  varias  ediciones ,  y  algunos  en  muchas. 

Ni  paró  en  esto  la  desmedida  afición  que  despertó 
su  lectura  :  publicáronse  otros  muchos  relativos  á  hé- 
roes del  mismo  linaje  y  descendencia ,  aunque  no  todos 
forman  una  sucesión  regular,  tales  como  un  duplica- 
do del  libro  vii  de  Lisuarle,  que  escribió  el  canónigo 


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PRIMERA   ÉPOCA  —  CAPÍTULO   XI.  245 

Díaz,  en  1526 ;  y  el  de  Leandro  él  Bel,  publicado  tam- 
bién en  1 626,  por  Pedro  de  Luxan,  y  contado  por  algu- 
nos como  el  libro  xiu  de  Amadis.  Al  mismo  tiempo,  en 
Francia,  donde  estos  libros  se  traducían  todos  á  medi- 
da que  iban  saliendo  en  España,  y  se  hacian  famosos, 
la  serie  verdadera  de  los  Amadises  se  extendió  hasta 
veinte  y  cuatro  libros;  y  terminados  estos,  todavía  un 
señor  Duverdier ,  echando  sin  duda  de  menos  en  los 
más  de  ellos  una  conclusión  regular  y  bien  acabada , 
recogió  todos  los  cabos  sueltos  de  aquella  multitud  de 
historias,  y  las  terminó  simultáneamente  en  siete  gran- 
des volúmenes ,  bajo  el  título  propio  y  significativo  de 
Boman  des  romans.  Así  cierra  la  historia  del  original 
portugués,  tal  cual  la  presentaron  al  mundo  los  libros 
españoles  de  caballerías  :  ficción  que,  si  se  toma  en 
cuenta  la  admiración  y  entusiasmo  que  excitó,  y  la  in- 
fluencia que  á  pesar  de  su  escaso  mérito  ha  tenido  en 
la  poesía  y  novelas  de  todas  las  naciones,  es  un  fenó- 
meno sin  ejemplo  en  la  historia  literaria  *^. 


**  La  cuestión  de  los  doce  libros 
de  t  Amadis»,  en  casteU»o ,  y  de  los 
veinte  y  cuatro ,  en  francés,  es  más 
bibliográfica  que  literaria,  y  en  ambos 
concentos  muy  oscura.  Según  Bru- 
net,  ningún  bibliófilo  ba  logrado  aun 
ver  reunidos  los  doce  libros  españo- 
les :  nosotros  bemos  visto  unos  siete 
ú  ocbo,  entre  ellos  los  dos  principa- 
les ,  y  que  en  realidad  tienen  alsun 
valor,  á  saber :  el  «Amadis  de  GauTa», 
de  la  rarísima  y  hermosa  impresión 
de  Venecia,  por  Juan  Antonio  de  Sa- 
bia, 1533,  y  el  cEsplandiam»,  de  laque 
arriba  hemos  citado ,  no  tan  buena , 
aunque  mucho  más  rara.  Presumi- 
mos oue  es  muy  difícil  fijar  con  exac- 
titud la  fecha  de  las  primeras  edicio- 
nes de  estos  libros.  D.  Nicolás  Antonio 
citaunade«Esplandian»de  1510;  pero 
en  los  ciento  y  cincuenta  aííos  tras-- 


curridos  desde  que  él  escribió ,  na 
die,  que  yo  sepa,  la  ba  visto,  y  como 
en  estas  materias  el  bibliógrafo  es- 
pañol suele  no  ser  muy  exacto ,  su 
autoridad  no  es  de  gran  peso.  Tam- 
bién habla  de  una  edición  del  sépti- 
mo libro,ósea«(Lisuarte  de  Grecia», 
hecha  en  1S^ ;  pero  como  es  un  he- 
cho averiguado  que  el  libro  12  se 
imprimió  en  1548,  esta  circunstancia 
pone  fuera  de  duda  nuestra  princi- 
pal aserción,  á  saber :  que  en  medio 
siglo ,  poco  más  ó  menos,  se  publi- 
caron los  doce  libros  españoles.  En 
punto  á  erudición  y  noticias  sobre 
estas  curiosidades  bibliográficas , 
puede  verse  el  artículo  del  Sr.  Salva, 
en  el  <  Repertorio  americano  >  (Lon- 
dres, agosto  de  1827,  pp.  29-30); 
P.A.Ebert,  «Lexicón»,  Leipzig,  1821, 
4.<>,  números  479-489);  Bninet,«Ma- 


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246  HISTORIA   DE   LA    LITERATURA   ESPA5Í0LA. 

El  estado  de  la  opinión  y  de  las  costumbres,  que  en 
España  dio  origen  á  ^ta  serie  singularísima  de  libros, 
no  podía  menos  de  producir  con  el  tiempo  otros  héroes 
fíclicios,  menos  brillantes  y  faníosos  quizá  que  Amadis, 
pero  reuniendo  algunas  de  sus*  prendas  y  cualidades; 
y  así  sucedió ,  porque  al  ver  el  éxito  de  su  patriarca  y 
fundador,  salieron  luego  á  la  luz  pública  otros  varios 
libros  de  caballerías,  y  algún  tiempo  después  se  publi- 
caron otros  nuevos.  El  primero,  si  no  en  fecha,  en  im- 
portancia, es  el  Pabnerin  de  Otiva,  personaje  de  mucha 
consideración ,  por  el  gran  séquito  qu^  tras  sí  lleva ,  y 
que  le  da  de  derecho  el  puesto  inmediato  á  Amadis. 

Se  ha  pretendido  por  algunos,  y  está  casi  general- 
mente admitido ,  que  el  Palmerin  se  escribió  original- 
mente en  portugués,  y  es  obra  de  una  señora ;  si  bien 
las  pruebas  aducidas  en  favor  de  uno  y  otro  aserto  son, 
á  nuestro  modo  de  ver,  algo  insuticientes.  De  todos  mo- 
dos, si  los  hechos  alegados  son  ciertos,  no  deja  de  ser 
circunstancia  bien  notable  el  que,  como  el  Amadis,  el 
Palmerin  portugués  se  haya  también  perdido ,  y  que 
solo  conozcamos  su  historia  por  la  versión  castellana. 
La  edición  más  antigua  que  de  él  se  cita  es  la  de  Sevi- 
lla ,  1525,  que  es  muy  posible  no  sea  la  primera. 

Dejando  á  un  lado  la  cuestión  de  su  origen,  el  éxito 
de  la  obra  fué  completo :  reprodujese  desde  luego  en  es- 
pañol, y  los  franceses  é  italianos  la  trasladaron  inmedia- 
tamente á  sus  respectivas  lenguas»  También  apareció  á 
muy  poco  tiempo  una  continuación  de  él ,  con  ^1  título 
dé  El  segundo  libro  de  Palmerin ,  que  trata  de  las  hazañas 

nuel  du  libraire,  articie  Amadis»,  y   en  el  «Anuario  de  literatura»  (Viena> 
sobre  todo  el  notabilísimo  articulo,    cuaderno  35,  i8^). 
ya  antes  ci^do,  de  F.  W.  V.  Scbmidt, 


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PRIMERA    ÉPOCA.  CAPÍTULO    XI.  247 

de  sus  hijos  Primaleou  y  Polendos,  del  cual  hay  uua 
edición  española,  hecha  eu  1 524.  La  forma  del  Palmerín 
anuncia  desde  luego  una  imitación  del  Amadis:  el  fondo 
de  la  obra  lo  confirma  completamente.  El  autor  hace  á 
su  héroe  nieto  de  un  emperador  griego  de  Gonstanti- 
nopla,  y,  como  Amadis,  hijo  ilegítimo  :  su  madre  le  ex- 
pone, recien  nacido,  en  medio  de  un  monte,  donde,  y  en 
una  cuna  de  mimbres  colgada  entre  olivos  y  palmeras, 
es  hallado  por  un  labrador  rico  y  dueño  de  muchas  col- 
menas, el  cual  le  lleva  á  su  casa  y  le  pone  el  nombre 
de  Palmerin  de  Oliva ,  por  el  sitio  en  que  le  habia  en- 
contrado. Muy  pronto  da  el  mancebo  pruebas  de  su 
ilustre. nacimiento,  y  haciéndose  célebre  por  sus  innu- 
merables hazañas  en  Alemania,  Inglaterra  y  Oriente, 
contra  paganos  y  encantadores ,  llega  por  fin  á  Cons- 
tantinopla,  donde  le  reconoce  su  madre,  y  se  casa  con 
la  hija  del  emperador  de  Alemania ,  que  es  la  heroina 
de  la  historia ,  heredando  después  el  imperio  de  Bizan- 
cio.  Las  aventuras  de  Primaleon  y  de  Polendos,  que  pa- 
recen obra  de  autor  desconocido ,  son  por  el  mismo 
estilo ,  y  fueron  seguidas  de  las  del  caballero  Platir, 
nieto  de  Palmerin,  que  se  imprimieron  en  1533.  Reu- 
nidos todos  estos  libros ,  no  cabe  duda  de  que  son  imi- 
taciones del  Amadis  y  aunque  muy  inferiores  á  su  mo- 
delo ^ 

El  inmediato  en  la  serie  de  los  Palmerines  es  el  Pal- 
merin dt'  Inglaterra ,  hijo  de  D.  Duarte  ó  Eduardo,  rey 

*5  La  misma  oscuridad  que  hay  en  torio  americano  »,  t.  iv,  pp.  39.  etc.; 

la  serie  de  los  Amudises,  reina  en  la  Bmnet,  articulo  «  Palmerin  »;  Perra- 

de  los  Palmerines.  Los  materiales  rio,  «  Romanzi  di  cavaíleria,»  t.  iv, 

para  esclarecer  esta  cuestión  se  pue-  pp.  256,  etc. ;  y  Ciemencin ,  notas  al 

den  ver  en  D.  Nicol.  Ant.,  «  Bioliot.  «Qnijote»,  part.  i,  pp.  124-135. 
Nova,»  l.  II,  p.  305 ;  encalva,  *Reper- 


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248  HISTORIA   1)B   LA    LITERATURA   ESPAÑOLA. 

de  Inglaterra,  y  de  Flérida,  hija  de  Palmerin  de  Oliva, 
rival  más  formidable  de  Amadís ,  que  todos  los  demás 
de  su  estirpe.  Durante  mucho  ti^npo  creyóse  ser  origi- 
nal portugués  y  obra  de  Francisco  Moraes,  que  en  ver-* 
dad  fué  el  primero  que  la  publicó  en  dicho  idioma,  en 
Evora,  1567,  y  cuyo  anuncio  de  estar  traducida  del 
francés,  como  deanes  se  ha  visto  ser  cierto,  se  atribu- 
yó entonces  á  excesiva  modestia  del  autor-  Pero  pos- 
teriormente se  ha  descubierto  un  ejemplar  del  original 
español ,  en  dos  partes,  impreso  en  Toledo,  en  4547 
y  4548,  y  en  el  cual,  al  fin  de  la  dedicatoria,  se  hallan 
unos  versos  acrósticos,  dirigidos  por  el  autor  al  lector, 
por  los  que  se  viene  en  conocimiento  de  que  es  obra 
de  Luis  Hurtado,  poeta  conocido  á  la  sazón  en  aquella 
ciudad '\ 

Considerado  como  trabajo  literario  el  Palmerin  de  In- 
glaterra ocupa,  enti^  los  libros  de  caballerías,  el  puesto 
inmediato  al  Amadis.  Gomo  el  gran  prototipo  de  su  gé- 
nero, sus  principales  héroes  son  dos  hermanos :  Palme- 


M  La  suerte  del  «Palmerin  de  In- 

flaterrax  ha  sido  muy  extrafia:  hasta 
ace  pocos  años  la  única  cuestión 
se  reoucia  á  si  el  original  era  francés 
ó  portugués,  porque  los  ejemplares 
por  donde  se  conocían  eran  los  si- 
guientes :  1.  La  obra  francesa  de  San- 
tiago Vicent,  1533,  y  la  italiana  de 
Mambrino  Roseo,  1535,  publicadas 
ambas  como  traducciones  del  espa- 
fk)L  U.  La  portuguesa  de  Moraes , 
impresa  en  1567,  y  que  pasaba  por 
ser  traducción  del  francés ,  annaue 
la  opinión  más  común  la  suponía  obra 
oriéinal  del  mismo  Moraes,  quien  por 
su  larffa  residencia  en  Francia,  pudo 
muy  hí&k  haber  franqueado  su  manus- 
crito al  traductor  francés ,  como  lo 
indicó  Barbosa  («  Bibl.  Lusit. »,  t.  ii, 
p.  200).  En  esta  creencia  se  reimpri- 
mió, como  obra  suya,  en  Lisboa, 


en  1786,3  tomos,  4.%  y  se  tradujo  al 
inglés  por  Southej,  Londres,  1807, 
cuatro  volúmenes,  8.®  Hasta  el  mismo 
Clemencin  <edic.  «Don  Quijote»,  1. 1, 

8p.  125-136)  la  consideró,  si  no  ya  obra 
e  Moraes ,  ¿  lo  menos  portuguesa. 
Por  último.  Salva  encontró  un  ejem- 
plar del  original  español,  que  se  nabia 
extraviado,  y  fijó  la  cuestión,  estable- 
ciendo la  fecha  del  libro  en  1547-48; 
Toledo,  3  tomos,  folio.  («  Repertorio 
americano»,  t.  iv,  pp.  42-46.)  Lo  poco 
que  sabemos  de  su  autor,  Luis  Hur- 
tado, es  lo  que  dice  D.  Nic.  Ant.,  «Bi- 
blioteca Nova,»  t.n,  p.  44»  donde  cita 
otra  obra  suya,  intitulada  «Cortes  del 
casto  amor  y  de  la  muerte»,  añadien- 
do que  se  imprimió  en  1557.  Tam- 
bién tradujo  al  castellano  los  meta- 
morfóseos  de  Ovidio. 


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PRIMERA  ÉPOCA.  CAPÍTULO  \l.  249 

río,  caballero  fiel  y  leal,  y  Florían,  galanteador  y  bi- 
zarro ;  y  tiene  asimismo  un  gran  encantador,  llamado 
Deliante,  y  nna  isla  peligrosa,  donde  ocarren  muchas 
de  las  aventuras  más  agradables  del  libro.  Hay  partes 
en  que  puede  entrar  en  parangón  con  su  modelo,  como 
en  la  pintura  de  las  sensaciones  producidas  por  el  es- 
pectáculo de  la  naturaleza,  y  en  el  diálogo,  que  es  más 
fácil  y  suelto;  tampoco  se  queda  atrás  en  retratar  los 
caracteres  de  sus  personajes.  Pero  también  es  preci- 
so confesar  que  el  Pabnerin  adolece  aun  de  mayores 
defectos  qVíeeAAmadis:  la  marcha  es  aun  más  lánguida, 
forzada  y  entorpecida ,  con  un  número  prodigioso  de 
caballeros  andantes  y  una  serie  interminable  de  aven- 
turas,  duelos,  combates  y  hazañas,  todas  imaginarias 
y  destituidas  de  todo  asomo  de  realidad;  si  bien  el  au- 
tor pretende  haberlas  tomado  de  crónicas  inglesas  y  li- 
bros auténticos ,  lo  cual  es  para  nosotros  una  prueba  más 
de  lo  enlazados  que  están  los  libros  de  caballerías  con 
los  más  antiguos  romances.  Cervantes  profesaba  grande 
admiración  por  el  Palmerin  :  «Esa  palma  de  Inglaterra, 
•dice  el  Cura,  se  guarde  y  se  conserve  como  á  cosa 
» única ,  y  se  haga  para  ella  otra  caja,  como  la  que  ha- 
»Uó  Alejandro  en  los  despojos  de  Darío,  que  la  dispu- 
»tó  para  guardar  en  ella  las  obras  del  poeta  Homero  » : 
alabanza  sin  duda  alguna  exagerada,  pero  que  mani- 
fiesta bien  el  concepto  general  que  merecia  la  obra, 
cuando  se  publicó  el  Quijote. 

Pero  la  prosperidad  de  los  Palmerines  decayó  de 
pronto  en  España.  Es  cierto  que  en  1587  se  imprimie- 
ron dos  partes  más,  tercera  y  cuarta ,  que  escribió  en 
portugués  Diego  Fernandez,  con  el  título  de  Aventuras  de 


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250  HISTORIA   DE   LA   LITERATURA   ESPAfiOLA. 

üm  üuardos  el  Segundo;  y  que  Alvarez  do  Oriente,  poeta 
de  DO  escasa  reputación  en  su  tiempo,  añadió  la  quinta 
y  sexta  ;  pero  estas  últimas  do  parece  se  hao  impreso, 
y  DÍDguDa  de  las  cuatro  es  muy  coDOcida  fuera  de  su 
pais  uatal.  Puede  por  lo  tauto  afirmarse  que  los  Palme- 
riñes ,  á  pesar  del  gran  mérito  de  uno  de  ellos,  nuDca 
llegaron^á  obteoer  tal  reputacioD  y  oombradía,  que  pu- 
diese competir  cod  la  de  Amadis  y  sus  desceDdientes^\ 


*^  Repelidas  Teces  hemos  citado 
eo  este  capitulo  la  <  Biblioteca  His- 
pana >,  y  'lo  mismo  haremos  en  los 
siguientes ,  lo  cual  nos  pone  en  el 
caso  de  dar  algunas  noticias  acerca 
de  ella.  Su  autor,  D.  Nicolás  Antonio, 
nació  en  Sevilla,  en  1617;  estudió 
primero  con  el  maestro  Francisco  Ji- 
ménez, profesor  ciego  de  nacimiento, 
pero  de  un  mérito  singular,  que  en-, 
señaba  énelcolegio  de  Santo  tomas; 
y  de  alli  pasó  á  Salamanca ,  donde  se 
dedicó  con  sumo  aprovechamiento  al 
estudio  de  la  historia  y  del  derecho 
canónico.  Concluida  su  carrera  en 
aquella  universidad ,  volvió  á  su  pa- 
tria, y  vivió  mucho  tiempo  en  un  con- 
vento, de  monjes  Benitos ,  donde  se 
había  educado,  y  cuya  copiosa  y  es- 
cogida librería  le  proporcionó  em- 
prender estudios  que  después  siguió 
con  el  mavor  ardor  y  asiduidad. 

En  medio  de  esto  no  manifestó 
deseos  de  darse  á  conocer  antes  de 
tiempo,  y  nadapubl|có  hasta  1559,  en 
que,  á  la  edad  de  cuarenta  y  dos 
años,  dio  á  luz  su  tratado  latino  t  De 
Exilio».  En  aquel  mismo  año  fué 
nombrado  por  Felipe  IV  agente  ge- 
tieral  de  preces  en  Roma,  puesto 
honroso  y  lucrativo ;  y  desde  enton- 
ces hasta  su  muerte  estuvo  constan- 
temente ocupado  en  el  desempeño 
de  empleos  públicos ,  algunos  de  no 
poca  responsabilidad.  Vivió  en  Roma 
veinte  anos»  formando  una  librería 
inferior  solo  á  la  del  Vaticano,  y  con- 
sagrando sus  ocios  al  estudio ,  que 
eré  toda  su  distracción  y  regalo. 
Después  de  tan  larga  ausencia ,  vol- 
vió á  Madrid ,  donde  continuó  des- 


empeñando destinos  püblicos  basta 
su  muerte ,  ocurrida  en  1684.  Dejó 
varias  obras  manuscritas,  entre  ellas 
la  «Censura  de  historias  fabulosas», 
que  es  un  examen  crítico  de  los  fal- 
sos cronicones  publicados  en  el  siglo 
.anterior ,  que  dio  á  luz  después  Ma- 
ivans,  y  del  que  hablaremos  más  ade- 
lante. 

Pero  su  gran  trabajo,  el  fruto  pre- 
dilecto de  las  vif^lias  de  toda  su  vida, 
fué  la  historia  bteraria  de  su  patria: 
comenzóla  en  su  juventud  y  viviendo 
con  los  benedictinos ,  orden  monás- 
tica de  la  Iglesia  católica ,  muy  ilus- 
tre por  su  celo  en  la  historia  de  las 
.letras ;  y  la  continuó  empleando  cuan- 
tos auxilios  le  proporcionaban  su  in- 
mensa biblioteca  y  las  de  las  capita- 
les de  su  patria  y  del  orbe  cristiano, 
sin  levantar  mano  hasta  el  momento 
de  su  muerte.  Está  dividida  en  dos 
partes  :  la  primera,  que  comienza  en 
el  siglo  de  Augusto  y  acaba  en  el 
año  de  1500,  se  nallóá  su  muerte  es- 
crita en  forma  de  historia ;  pero  como 
durante  su  vida  había  dedicado  ex- 
clusivamente sus  medios  pecuniarios 
á  la  adquisición  de  libros,  no  pudo 
publicarse  hasta  que  su  amigo  el 
cardenal  Aguirre  lo  hizo  n  su  cosU, 
en  Roma,  el  año  de  1696.  La  segun- 
da, que  ya  sehabia  impreso  en  dicha 
ciudad  en  1672,  está  en  forma  de  dic  - 
cionariov  por  orden  alfabético,  coor- 
dinados los  artículos,  como  en  otras 
obras  de  la  misma  clase,  por  los 
nombres  de  lo^  autores  :  honor  dis- 
pensado á  los  santos,  que  hace  algún 
tanto  embarazoso  el  uso  de  tales  li- 
bros ,  aun  cuando ,  como  el  que  nos 


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PRIMERA   ÉPOCA.  CAPÍTULO    XI. 


251 


ocupa ,  contengan  Índices  completos 
que  facilitan  la  referencia  á  determi- 
nados artículos,  por  apellidos,  pa- 
trias, materias,  etc.  etc. 

De  ambas  partes  se  bizo  en  Ma- 
drid ,  por  los  anos  de  1787-Í788,  una 
lujosa  edición  del  original  latino,  que 
forma  cuatro  tomos  en  folio  :  enri- 
quecida la  primera,  ó  sea  la  tBiblio- 
teca  Vetus  »  con  notas  curiosas,  por 
PerezBayer,  sabio  valenciano,  que  fué 
mucbo  tiempo  bibliotecario  mayor 
de  la  Real  de  Madrid ;  y  aumentada 
la  segunda ,  «  Biblioteca  Nova,»  con 
las  adiciones  manuscritas  del  autor 
hasta  el  año  de  1684,  en  que  murió. 
En  la  parte  antigua  poco  queda  que 
desear,  porque  abraza  basta  mil  y 
trescientos  autores  aue  ban  figurado 
en  la  historia  literaria  de  España,  va 
romana ,  ya  eclesiástica ;  pero  en  lo 
relativo  á  los  árabes  es  preciso  re- 
currir á  Casiri  y  Gayangos;  v  en 
cuanto  á  los  judíos,  á  Castro  y.  Ama- 
dor de  los  Ríos ;  mientras  para  la  li- 


teratura verdaderamente  anterior  al 
reinado  de  Carlos  V,  deben  consul- 
tarse las  adiciones  de  Bayer,  que 
consignan  el  descubrimiento  de  mu- 
chos manuscritos  importantes.  La 
moderna,  que  da  noticia  de  cerca  de 
ocho  mil  escritores  de  los  mejores 
tiempos  de  la  literatura  española ,  á 
pesar  de  algunos  descuidos  y  dis- 
tracciones inevitables  en  un  trabajo 
tan  inmenso  y  variado ,  es  un  monu- 
mento de  erudición ,  candor  y  labo- 
riosidad, que  no  podrán  menos  de 
mirar  con  gratitud  cuantos  consulten 
,su  obra.  Ambas  épocas,  es  decir,  las 
'dos  bibliotecas  antigua  y  moderna , 
hacen  de  D.  Nicolás  Antonio  el  pa- 
triarca y  fundador  de  la  historia  lite- 
raria de  España. 

Véase  su  vida  :  la  de  Mayans,  que 
precede  á  su  edición  de  la  «Censura 
de  historias  fabulosas»  (Valencia, 
1742,  folio),  y  la  de  Bayer,  al  frente  de 
la  «Biblioteca  Vetus»,  Madrid ,  1787. 


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CAPITULO  XII. 

Otros  libros  de  caballerías. —El  caballero  Lepolemo.— Traducciones  del 
francés.— Libros  de  caballerías  á  lodivino.-— Caballería  Celestial.— Época 
en  que  principalmente  se  escribieron  estos  libros.— Su  número.— Es- 
tado social  que  motivó  su  creación.— Afición  desmedida  que  á  ellos  hu- 
bo.— Su  suerte  y  destino. 

AuKQOB  la  familia  de  los  Palmerines  do  llegó  nunca 
á  rivalizar  en  importancia  con  la  de  los  Amadises,  no  por 
eso  deja  de  gozar  alguna  influencia  y  consideración. 
Como  los  demás  libros  de  su  género,  y  superiores  al 
mayor  número,  contribuyeron  poderosamente  á  aumen- 
tar el  gusto  y  afición  á  las  ficciones  caballerescas ,  que 
más  lozano  en  España  que  en  ningún  otro  pais,  pro- 
ducía á  la  sazón  multitud  de  libros,  ya  originales,  ya 
traducidos ,  en  términos  que  admira  su  cantidad ,  ex- 
tensión y  extravagancia.  Separadas  las  dos  series  de 
los  Amadises  y  Palmerines,  no  sería  difícil  recogerlos 
títulos  de  más  de  otros  cuarenta  libros  de  caballerías, 
todos  originales  españoles,  y  todos  publicados  durante 
el  siglo  XVI.  Algunos  son  más  vulgares  y  conocidos, 
como  el  Don  Bdianis  de  Grecia  y  el  Don  Olivante  de  Lau- 
ra^ que  estaban  en  la  librería-  de  D.  Quijote,  y  el  Fe- 
liamarte  de  Hircania,  que  durante  un  verano  entero  en- 
tretuvo los  ocios  del  célebre  Johnson*.  Pero  en  general, 

^  Dice  el  obispo  Percy  que  el  doctor  Johnson  se  leyó  todo  el « Félix- 


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PRIMERA  ÉPOCA.  —  CAPITULO   XII.  253 

como  se  ve  en  el  Famoso  Caballero  Cifar  y  en  el  Aire- 
vido  Caballero  Claribaltet  hasta  sus  mismos  títulos  di- 
suenan y  dejan  de  excitar  interés  y  curiosidad.  Puede 
bien  decirse  que  la  mayor  parfe  de  estos  libros,  quizá 
todos ,  merecen  el  profundo  olvido  en  que  hoy  dia  ya* 
cen;  si  bien  hay  unos  cuantos  que  por  su  mérito  espe* 
cial  lograron  en  los  buenos  tiempos  ocupar  un  punto 
muy  inmediato  al  de  los  mejores  ya  mencionados. 

Entre  estos  debe  contarse  el  Iwencible  caballero  Lepo- 
lemOy  llamado  el  Caballero  de  la  Cruz,  hijo  del  emperador 
de  Alemania,  libro  publicado  ya  en  1525,  y  que  ade- 
mas de  haber  producido  una  continuación ,  se  reimpri- 
mió tres  veces,  y  se  tradujo  al  francés  y  al  italiano^. 
Es  ciertamente  obra  inuy  notable  en  su  género ,  no  solo 
por  las  varias  y  continuas  vicisitudes  del  héroe,  sino 
también  en  cierto  modo  por  su  estilo  y  objeto  :  Lepo- 
lemo,  siendo  niño ,  es  robado  del  abrigo  del  trono  que 
debia  heredar,  y  se  le  pierde  enteramente  de  vista  por 
mucho  tiempo;  vive  entre  paganos,  primereen  calidad 
de  esclavo,  y  después,  como  ilustre  caballero  andante, 
en  la  corte  del  Soldán ;  á  fuerza  de  valor  y  méritos, 
llega  á  distinguirse,  y  haciendo  un  viaje  á  Francia ,  se 
encuentra  con  su  familia,  que  le  reconoce,  y  entonces 
recobra  con  universal  satisfacción  su  estado  real. 

En  todo  esto ,  y  especialmente  en  la  serie  fatigosa  y 

marte  de  Hircania  »  darante  un  ve-  mencin  de  otra  de  iSI3,  existente  en 
rano  pasado  en  su  iglesia  parroquial :  la  Biblioteca  Real  de  Madrid ;  y  Pelli- 
muy  dudoso  es  que  haya  nabido  des-  cer  usó  una  de  1562.  Ignoramos  cuál 
pues  inglés  que  naya  hecho  otro  tan-  sea  la  que  tenemos  á  la  vista,  porque 
to.  ( Vida  de  Johnson ,  por  EU)swell ,  falta  en  ella  el  colophon,  y  no  hay^fe- 
edición  Groker,  Londres ,  i83i ,  8.®,  cha  en  la  portada,'  pero  el  papel  y 
vol.  I.  p.  24.)  carácter  de  letra  parecen  de  Ambé- 
'  Ebertcita  laedicion  de  1325 como  res :  las  arriba  citadas  son  todas  es- 
la  primera  que  se  conoce ;  Bowle  pañolas. 
hace  m^idon  de  una  de  1534;  Gle^ 


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254  HISTORIA    DE    LA    LITERATURA   ESf»AI^OLA. 

pesada  de  sus  aventuras  caballerescas,  el  Lepolemo  se 
parece  á  4odos  los  demás  libros  de  caballerías;  pero 
tiene  dos  cosas  peculiares  y  exclusivas  :  la  primera  es 
que  ia  obra  se  supone  traducida  por  Pedro  de  Luxan 
(que  es  su  verdadero  autor),  del  original  arábigo»  escrito 
por  un  sabio  encantador  de  la  corte  del  Soldán ,  á  pe- 
sar de  lo  cual  se  pinta  á  Lepolemo  como  un  caballero 
muy  cabal  y  cristiano ,  y  á  los  emperadores,  sus  padres, 
animando  con  su  ejemplo  las  peregrinaciones  al  Santo 
Sepulcro  ;  de  manera  que  el  libro  es,  propiamente  ha- 
blando ,  una  predicación  de  la  fe  y  doctrinas  de  la  Igle- 
sia católica ,  muy  por  el  estilo  de  la  Crónica  fabulosa 
de  Turpin.  La  segunda  singularidad  es  el  colorido  y 
verdad  con  que  pinta  las  costumbres  y  usos  del  pais, 
como,  por  ejemplo,  los  amores  entre  el  Caballero  de  la 
Cruz  y  la  infanta  de  Francia,  y  cómo  estando  esta  de- 
tras de  un  balcx>n  con  celosías,  tomando  el  fresco  de  la 
noche,  viene  el  caballero  á  hablarla,  según  lo  haría  un 
galán  del  teatro  de  Calderón.  Aparte  de  estas  dos  ex- 
cepciones, el  Lepolemo  se  parece  enlodo  á  sus  com- 
pañeros ,  y  es  no  menos  cansado  y  fastidioso. 

A  pesar  de  la  fecundidad  á  que  hemos  aludido ,  no 
se  contentó  la  España  con  regalar  á  la  Europa  gran 
número  de  libros  de  caballerías,  sino  qué  los  recibió 
también  de  fuera,  en  justa  proporción  á  los  que  daba. 
Muy  desde  el  principio  fueron  conocidas  en  la  Península 
las  ficciones  francesas,  como  lo  prueban  las  frecuentes 
alusiones  á  ellas,  que  contiene  el  Amadis  de  Gaula: 
circunstancia'que  pudo  tener  origen,  bien  en  las  anti- 
guas relaciones  con  la  familia  de  Borgoña,  que  ocupaba 
el  trono' por  tugues;  bien  en  algún  suceso  extraño  ó 


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PRIMEIIA    ÉPOCA.  CAPITULO    XII.  255 

círunstancia  fortuita,  como  la  que  llevó  el  Palmerin 
de  Inglaterra  á  Portugal,  no  desde  España,  su  patria, 
sino  desde  Francia.  De  todos  modos,  poco  después,  y 
cuando  ya  se  había  propagado  la  afición  á  esta  clase  de 
lectura ,  se  tradujeron  al  español  ó  se  imitaron  muchas 
de  las  historias  francesas,  llegando  á  constituir  una 
parte,  no  insignificante  por  cierto.,  de  la  literatura  na- 
cional. En  1 498  se  imprimieron  los  Baladras  de  Merlin, 
seguidos,  como  era  de  esperar,  con  escaso  intervalo , 
del  Libro  de  Tristón  de  Leonis  y  la  Demanda  del  Santo 
Grial\ 

Pero  la  que  más  predominó  fué  la  Historia  de  Cario- 
Magno,  efecto  sin  duda  del  gran  renombre  y  fama  de 
su  héroe  :  está  traducida  del  francés,  y  por  consiguiente 
nada  dice  de  la  célebre  rota  de  Roncesvalles,  por  Ber- 
nardo del  Carpió ,  suceso  que  en  las  crónicas  y  roman- 
ces españoles  es  el  orgullo  y  vanidad  de  la  nación.  Re- 
6ere ,  sí,  las  aventuras  tan  conocidas  de  Oliveros  y  del 
gigante  Fierabrás ,  y  las  de  Orlando  y  del  traidor  Ca- 
nelón ;  hechos  sacados  de  la  Crónica  fabulosa  del  arzo- 
bispo Turpin.  A  pesar  de  esto,  fué  acogida  con  extraor- 
dinario entusiasmo  por  toda  cla^  de  lectores ;  y  desde 
que  Nicolás  de  Piamónte  la  imprimió  por  primera  vez 
en  castellano ,  el  año  de  1 528 ,  con  el  título  de  Historia 
del  emperador  Cario  Magno  ,  se  *  ha  continuado  reim- 


'  <  MerliD , »  1488;  «  Artus, »  ISSOi,  de  esta  clase  de  literatura.  Y  ya  c[ae 

tTristan.»  i528;  «  Él  Santo  Grial  »,  se  trata  de  traducciones  ó  imitacio- 

i555;  y  «La  segunda  tabla  redonda»,  nes  del  francés,  creemos  deber  in- 

1567  :  tal  es  la  serie-  en  que  los  co-  dicar  las  siguientes  :  «  Fierres  y  la 

locan  los  bibliógrafos.  Este  último  linda  Magalona»,  i526; « Tallante  de 

es  casi  imposible  encontrarle ,  á  pe-  Ricamonte  »,  y  «  El  conde  Tomillas». 

sar  de  que  bace  mención  .de  él  el  De  este  último  no  nos  quedaría  ni 

abate  Quadrio  en  el  cuarto  tomo  de  aun  la  noticia ,  á  no  hacer  mención 

su  obra ,  dopde  da  muchas  noticias  de  él  Cerrantes  en  su  «Quijote». 


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PRIMERA   ÉPOCA.  —  CAPÍTULO    XII.  257 

tiempo  grande  importancia ,  dándoseles  una  dirección 
determinada  y  escribiéndose  en  sentido  completamente 
religioso  :  presentáronse  en  general  en  forma  de  alego- 
ría, como  la  CabaUería  Cristiana,  la  Caballería  Celestial, 
El  caballero  de  la  clara  Estrella,  y  la  Historia  Cristiana  y 
sucesos  del  caballero  eootrangero^  conquistador  del  Cielo, 
impresas  todas  á  mediados  del  siglo  xvi>  y  cuando  más 
viva  estaba  la  afición  á  los  libros  de  caballerías^. 

Una  de  las  más  antiguas,  y  tal  vez  la  más  curiosa  y 
notable  de  todas,  es  la  intitulada  con  mucha  propiedad 
Caballería  Cdestial,  escrita  porHierónimo  de  San  Pedro, 
en  Valencia;  éimpresa*en  dicha  ciudad,  el  año  Í5ft4, 
en  dos  tomos  en  folio,  delgados^.  El  autor  manifiesta 
en  el  prólogo ,  que  su  objeto  es  acabar  con  los  libros 
de  caballería  profanos,  cuyos  malos  efectos  explica. 


Tbeagenes  ?  Cbariclea » ,  escrH^i  en 
griego  por  Heliodoro  ,  que  floreció 
en  tiempo  de  los  emperadores  Teo- 
dosio ,  Arcadio  y  Honorio ,  fué  libro 
muy  conocido  en  Espai^a  en  la  época 
de  qae  hablamos,  poraue,  aunque  el 
original  no  se  imprimió  basta  1534 , 
veinte  años  después  se  publicaba  ya 
una  traducción  española,  anónima,  y 
ea  i587  otra  de  Femando  de  Mena, 
de  que  se  hicieron  dos  ediciones  en 
treinta  años.  ( Nic.  Ant.,  c  Bibl.  Nova,» 
t  I,  p.  380;  y  Catálogo  de  Conde, 
Londres,  i824,  8.S  números  263  y 
96i.)  Se  ha  dicho  que  el  obispo  He- 
Hodoro  prefirió  renunciar  su  puesto 
V  dignidad  á  consentir  que  la  obra , 
imto  de  su  juventud ,  fuese  auema- 
da  públicamente.  («Erotíci  Graeci,» 
edic.  Mitscherlich ,  Biponti ,  1792, 8.^, 
t«ii,p.  8.) 

s  La  <  Cavalleria  cristiana  j»  se  im- 
primió en  1570 ,  el  «  Caballero  de  la 
Clara  Estrella»  en  1580,  el  «Caballero 
peregrino»  en  1601.  Ademas  de  estos, 
el  «Roberto  el  Diablo»,  historia  famo- 
sísima en  Europa  durante  los  si- 

T.   I. 


glos  zv,  xvr  y  xvn ,  y  renovada  con 
aplauso  en  nuestros  tiempos,  fue 
conocida  en  España  en  16ft,  y  qui- 
zá antes.  (Nic.  Ant.,  «Bibl.  Nov.», 
t.  II,  p.  251.)  Er  Fraucia  se  impri- 
mió en  1496(Ebert,  núm.  19175).  y 
en  Inglaterra  por  Wynkin  de  Worae. 
( Véase  á  Tboms ,  Lmros  de  caballe- 
rías »,  Londres,  1828, 12.»,. 1. 1,  p.  5.) 
B  Seria  mnv  curioso  saber  quién 
fué  este  Hierónimo  de  San  Pedro :  el 
privilegio  le  calilica  de  valenciano,  y 
dice  que  vivía  en  1554.  En  las  biblio- 
tecas de  Ximeney  Fnster  se  encuen- 
tra hacia  1560  un  Jerónimo  Sempere, 
citado  como  autor  de  la  «  Carolea  », 
poema  larguísimo,  impreso  en  dicho 
año;  pero  nf  en  dichos  libros  ni  en 
D.  Nicolás  Antonio ,  ni  en  ninguna 
otra  biblioteca  que  sepamos  se  en- 
cuentra á  Hierónimo  de  San  Pedra. 
¿Consistirá  esto  en  que  sean  una  mis- 
ma persona ,  y  que  el  apellido  se  es- 
cribiese de  los  dos  modos ,  Samper 
en  valenciano,  y  San  Pedro  en  caste- 
llano? 


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258  HISTORIA    DE   LA    LITERATURA   ESPAiSOLA. 

aludiendo  á  lá  historia  de  Francisca  de  Rimini ,  contada 
por  el  Dante.  Para  llevar  á  efecto  su  propósito,  inti- 
tula su  primera  parte,  Raiz  de  la  rosa  fragante,  que  en 
vez  de  capítulos  está  dividida  en  maravillas ,  y  contiene 
una  narración  alegórica  de  las  principales  historias  del 
Antiguo  Testamento,  hasta  ios  tiempos  del. buen  rey 
Ezekías ,  contada  de  la  misma  manera  que  las  de  los 
caballeros  andantes.  La  segunda  parte  está  dividida 
conforme  á  la  misma  idea,  en  Hojas  de  la  rosa  fragante; 
y  prosiguiendo  el  hilo  de  la  narración ,  llega  con  las 
mismas  aventuras  caballerescas,  hasta  la  muerte  y  as- 
censión del  Señor..  Prometió  el*  autor  una  tercera  parte 
con  el  título  de  La  flor  de  la  rosa  fragante,  que  nunca 
llegó  á  publicarse,  y  cuya  materia  es  difícil  calcular, 
habiendo  ya  recorrido  completamente  en  las  dos  ante- 
riores el  Antiguo  y  Nuevo  Testamento. 

La  alegoría  principal  hace  relación,  como  es  natural, 
al  Salvador,  y  ocupa  setenta  y  cuatro  hojas  ó  capítulos 
de  los  ciento  y  uno  que  forman  la  segunda  parte  :  en 
eUa  Jesucristo  está  representado  como  el  caballero  del 
León;  los  doce  Apóstoles  son  los  doce  caballeros  de  la 
Tabla  Redonda;  S.  Juan,  el  caballero  del  Desierto;  y 
Lucifer,  el  caballero  de  la  Serpiente ;  siendo  el  princi- 
pal objeto  de  la  obra  el  combate  entre  el  caballero  del 
León  y  el  de  la  Serpiente.  Comienza  la  historia  en  el 
pesebre  de  Belén  y  concluye  en  el  monte  Calvario,  abra- 
zando todos  los  pormenores  de  la  narración  evangélica, 
y  usando  con  frecuencia  las  mismas  palabras  de  la  Sa- 
grada Escritura.  Sin  embargo,  todo  ello  es  forzado  y 
violento,  y  constituye  una  alegoría  extraña  y  repugnan- 
te :  así,  por  ejemplo,  en  la  aventura  de  la  tentación,  el 


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PRIMERA   ÉPOCA. — CAPÍTULO   XII.  259 

caballero  del  León  lleva  el  escudo  del  leou  de  la  tribu 
de  Judá,  y  monta  el  caballo  de  la  Penitencia,  que  le  da 
nuestro  primer  padre  Adán.  Despídese  de  su  madre, 
que  es  hija  del  Emperador  celestial ,  del  mismo  modo 
que  un  novel  caballero  que  marcha  á  su  primer  paso  de 
armas,  y  atraviesa  un  pars  desierto  y  estéril,  donde  es- 
pera hallar  aventuras.  Al  acercarse,  el  caballero  del  De- 
sierto se  prepara  para  el  combate ,  pero  luego  que  le 
conoce,  se  humilla  ante  su  señor  y  maestro.  Sigue  el 
bautismo ;  es  decir,  el  caballero  del  León  recibe  la  or- 
den de  la  caballería  del  Bautismo,  en  presencia  de  un 
anciano,  que  resulta  ser  el  maestro  Anagogino,  ó  sea  el 
intérprete  de  todos  los  misterios ,  y  dos  mujeres ,  una 
vieja  y  otra  joven.  Estos  tres  personajes  entablan  una 
cuestión  muy  viva  sobre  la  naturaleza  del  rito  que  han 
presenciado ;  el  anciano  se  extiende  mucho,  y  concluye 
explicándole  como  una  alegoría  celestial ;  la  vieja ,  que 
representa  la  sinagoga,  ósea  la  ley  antigua,  reñere  la 
ceremonia  primitiva  de  Abraham,  autorizada,  según 
ella  dice,  por  aquel  antiguo  doctor  Moisés,  al  nuevo 
rito  del  bautismo;  la  joven  combate  esta  doctrina  y  de- 
fiende la  institución  nueva ,  ó  sea  la  Iglesia  militante, 
y  el  caballero  del  Desierto  sentencia  en  su  favor,  mar- 
chando la  sinagoga  llena  de  cólera ,  con  la  cual  acaba 
la  primera  parte. 

El  gran  maestre  Anagogino,  según  acuerdo  hecho 
de  antemano  con  la  Iglesia  militante,  sigue  al  caballero 
del  León  al  desierto ,  y  allí  le  explica  el  verdadero  mis- 
terio y  la  eficacia  del  bautismo  cristiano.  Con  este  pre- 
parativo acomete  el  caballero  su  primera  aventura  y 
entra  en  batalla  con  el  caballero  de  la  Serpiente,  ba- 


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260  HISTORIA   DE   LA   LITERATURA   ESPAfiOLA. 

talla  que  está  pintada  como  un  duelo  fonnaU  porque 
cada  parte  entra  en  la  lid  con  sus  padrinos  :  acompanao 
al  caballero  del  León»  Abel ,  Moisés  y  David,  y  al  de  la 
Serpiente,  Caín,  Goliat  y  Haman.  El  autor  trasforma 
cada  discurso»  sermón  ó  parábola  del  Evangelio  en  un 
flechazo  ó  en  una  estocada ;  la  escena  se  pasa  en  el  pi- 
náculo del  templo,  y  las  promesas  que  hace  el  diablo 
se  materializan  hasta  donde  lo  permite  su  índole  in- 
congruente y  vaga,  condoyendo  esta  parte  con  la  fuga 
precipitada  y  vergonzosa  del  caballero  de  la  Serpiente. 
Por  extraña  que  nos  parezca  esta  escena  de  la  tenta- 
ción, es  ona  muestra  muy  aproximada  de  la  ficción 
en  general :  en  toda  día  la  alegoría  es  tan  singular  y 
extravagante,  y  á  veces  tan  absurda,  que  cansa  y  dis- 
gusta ;  por  otra  parte  hay  trozos  en  que  el  autor  da 
pruebas  de  una  imaginación  risueña  y  agradable,  y  el 
mismo  estilo  grave  y  estrafalario  en  que  está  escrita  la 
obra ,  demuestra  á  cada  pasa  que  su  autor  no  descono- 
cía ni  los  primores  ni  los  recursos  de  su  lengua,  aun- 
que abusa  á  menudo  de  ellos  ^*. 

Hay,  á  la  verdad,  una  distancia  inmensa  entre  la  fic- 
ción de  la  CabaUmia  celestial  y  la  historia  sencilla  y 
clara  del  Amadis  de  Gmda;  de  tal  suerte,  que  al  pen- 
sar que  solo  median  cincuenta  años  entre  la  aparición 
de  una  y  otra  obras,  nos  causa  admiración  la  transición 
rápida  de  un  gusto  al  otra;  así  como  el  ver  cómo  en  un 
periodo  tan  corto  de  tiempo  los  autores  de  libros  de 
caballería  recorrieron  todos  los  géneros.  Bueno  será, 
con  todo ,  tener  presente  que  el  éxito  de  estas  ficcio- 

*^  Se  prohibió,  según  el  «lodice  Expurgatorio»  de  1667,  Madrid,  folio, 
p.863. 


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PRIMERA   ÉPOCA.  —  CAPtTOLO   XII.  261 

aes,  repentino  en  an  principio  y  casi  inesperado,  se 
extendió  luego  por  espacio  de  muchos  años.  Los  pri-- 
meros  fueron  muy  conocidos  durante  el  siglo  xv ;  el  xvi 
estuvo  plagado  de  ellos,  y  aun  se  leian  mucho  á  me- 
diados del  xvn;  de  suerte  que  puede  decirse  influye- 
ron en  €l  carácter  nacional  por  espacio  de  doscientos 
aáos.  También  es  de  notar  que  en  la  última  época  se 
aumentó  considerablemente  su  número ,  pues  pasan  de 
setenta^  la  mayor  parte  en  folio,  y  algunos  compuestos 
de  dos,  tres  y  más  tomos  :  circunstancia  que,  en  tiem- 
pos en  que  no  abundaban  mucho  los  libros,  ni  eran 
frecuentes  las  reimpresiones,  demuestra  que  su  popu- 
laridad fué  tan  rápida  en  su  origen ,  como  continua  en 
su  prolongación. 

Tal  popularidad  debe  quizá  ser  mirada  como  un  re- 
sultado natural ,  en  un  país  donde  las  instituciones  y 
sentimientos  caballerescos  estaban  tan  arraigados  como 
en  España ;  porque  la  Península ,  cuando  apareció  por 
la  primera  rez  en  ella  esta  clase  de  libros,  habia  sido 
durante  mucho  tiempo  el  suelo  privilegiado  de  la  caba* 
Hería.  Las  guerras  con  los  moros,  que  convirtieron  todo 
caballero  eo  soldado ,  debieron  naturalmente  producir 
dicho  efecto;  ni  contribuyó  menos  á  ella  el  espíritu  in- 
dependíente de  las  corporaciones  municipales,  regidas 
y  guiadas  en  el  período  inmediato  por  magnates  que 
continuaron  mucho  tiempo  siendo  tan  señores  en  sus 
fortalezas,  como  el  rey  lo  era  en  su  trono.  Tal  era ,  sin 
duda  „el  estado  de  la  sociedad  á  principios  del  siglo  xiii , 
en  que  las  Partíaos,  con  su  legislación  minuciosa  y  de- 
tallada, nos  hacen  entrever  un  estado  de  costumbres  y 
creencias  no  muy  diverso  por  cierto  del  que  pintan  ql 


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262  HISTORIA   DE   LA   LITERATURA   ESPACIÓLA. 

Amadis  ó  el  Palmerin  " ;  el  estado  social  qae  el  Poema 
y  la  Crónica  del  Cid  atestiguan  igaalmente,  desde  muy 
antiguo,  de  una  manera  evidente,  aunque  indirecta,  y 
que  confirman  muchos  de  los  romances  antiguos,  y  otras 
memorias  tradicionales  y  características  del  siglo  xiv. 
Pero  en  el  siglo  xv  las  Crónicas  están  ya  llenas  de 
ese  mismo  espíritu,  y  lo  manifiestan  en  formas  graves  é 
imponentes  :  torneos  peligrosos  en  que  toman  parte  los 
principales  señores  del  país,  y  á  veces  los  mismos  mo- 
narcas^ ocurren  constantemente  y  se  describen  como  si 
fueran  sucesos  importantes  de  la  época  **.  Hemos  visto 
que  en  el  paso  de  armas  del  Puente  de  Orbigo ,  durante 
el  reinado  de  D.  Juan  II,  ochenta  caballeros  arriesga- 
ron sus  vidas  por  un  simulacro  de  galantería  tan  fan- 
tástico como  las  mismas  ficciones  que  se  encuentran  en 
los  libros  de  caballerías  :  locura  por  cierto  de  que  hay 
otros  varios  ejemplos  en  el  mismo  siglo  ".  Y  no  se  crea 
que  esta  extravagancia  se  circunscribió  en  los  límites  de 
España  :  en  el  mismo  reinado  de  D.  Juan  11,  dos  caba- 
lleros españoles  se  fueron  nada  menos  que  á  Boi^oña, 
en  busca  de  aventuras  extrañamente  combinadas  con 
una  peregrinación  devota  á  Jerusalen,  y  considerando 
ambas  empresas  como  ejercicios  de  piedad  y  devoción. 

"  Véanse  las  curiosísimas  leyes  dos  de  ellos  hubo  maertos :  todos  se 
que  forman  el  titulo  xxi  de  la  Partida  celebraban  bajo  los  auspicios  y  cod 
sejjunda ,  y  que  contienen  las  reglas  autorización  de  la  corona, 
mas  minuciosas  sobre  todos  los  actos  **  Véase  la  relación  del  Paso  Hod- 
de  la  caballería ,  explicando  hasta  roso ,  ya  citada,  y  las  noticias  que  la 
cómo  debe  el  caballero  lavarse,  ves-  «Crónica  de  Don  Juan  H  »  da  de  otro 
lirse  y  demás.  paso  de  armas  comenzado  en  Vallá- 
is En  la  c  Crónica  de  Don  Juan  11 »  dolíd  por  Ruy  Diaz  de  Mendoza,  con 
pasan  de  treinta  los  torneos  que  se  motivo  del  casamiento  del  príncipe 
mencionan.  También  hay  citados  mu-  D.  Enrique,  en  i440;  pero  que  n« 
chos  en  la  de  D.  Alvaro  de  Luna,  pasóadelante,v  fué  prohibido  por  el 
y  generalmente  en  todas  las  histo-  Rey  en  vista  de  las  fatales  cense- 
rías  de  España  relativas  al  siglo  xv.  cuencias  que  tuvo.  (Crónica  de  Don 
Solo  en  1428  se  hicieron  cuatro,  y  en  Juan  11 ,  1440,  cap.  16.) 


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PRIMERA   ÉPOCA  —  capítulo   XII.  263 

Por  úllimo,  en  el  reinado  de  D.  Fernando  y  D.'  Isa- 
bel, el  juicioso  Hernando  del  Pulgar,  su  secretario  y 
cronista,  nombra  varios  caballeros  ilustres  á  quien  él 
mismo  conocía  personalmente ,  y  marcharon  á  paises  ex- 
tranjeros «á  facer  armas  con  qualquier  caballero  que 
» quisiese  facerlas  con  ellos ,  é  por  ellas  ganaron  honra 
»para  sí,  é  fama  de  valientes  y  esforzados  caballeros 
» para  los  fijodalgos  de  Castilla  **» . 

Este  estado  social  fué  resultado  natural  del  extraor- 
dinario desarrollo  que  las  instituciones  caballerescas 
recibieron  en  España  :  una  parte  era  propia  de  aquella 
edad  y  de  aquellos  tiempos ,  y  puede  en  cierto  modo 
ser  considerada  como  útil  y  hasta  conveniente;  otra 
no  era  más  que  la  caballería  andante  personificada,  con 
todas  sus  extravagancias  y  delirios.  Pero  cuando  la  ima- 
ginación de  las  gentes  llegó  á  excitarse  hasta  el  punto 
de  comprender  y  considerar  como  reales  y  positivas 
instituciones  y  costumbres  de  tal  naturaleza  ,  nopodia 
menos  de  recrearse  con  la  pintura  atrevida  y  libre  de 
una  sociedad  como  la  que  se  representaba  en  aquellas 
ficciones  monstruosas.  Hubo'aun  más  :  por  imposibles 
y  descabelladas  que  sean  mqchas  de  las  aventuras  que 
se  leen  en  los  libros  de  caballerías,  no  llegaban,  ni  con 
mucho,  á  los  absurdos  que  diariamente  se  veian  y  con- 
taban de  personas  conocidas  y  vivas;  y  así  muchas 
gentes  leian  y  creían  cuanto  contaban  aquellos  libros, 
considerándolos  en  todo  como  historias  verdaderas.  Así 
es,  que  el  fidedigno  y  veraz  Mexia,  cronista  del  em- 

**  «Claros  varones  de  Casülla»,tit.i7.  en  tierras  extraSas ,  que  los  caballe- 

En  el  mismo  pasaje  se  precia  de  qae  ros  extranjeros  que  venían  á  Castilla 

eran  más  los  caballeros  españoles  y  León  :  beobo  muy  importante  en  la 

que  hablan  salido  á  buscar  aventuras  materia  de  que  se  trata. 


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264  HISTORIA   DE   LA    LITERATURA    ESPAÑOLA. 

perador  Carlos  V ,  al  hablar  de  esto  asunto,  dice :  «Pido 
» agora  esta  atención  y  aviso,  pues  lo  suelen  prestar  al- 
agunes á  las  trufas  y  mentiras  de  Amadis  y  de  lisuarte 
»y  de  Glarianes,  y  otros  portentos,  que  con  tanta  razón 
»devian  ser  desterrados  de  España  conio  cosa  contagiosa 
»y  dañosa  á  la  república ,  pues  tan  mal  baceu  gastar  el 
» tiempo  á  los  auctores  y  lectores  dellos. »  Y  otro  cronis- 
ta, Julián  del  Castillo,  que  escribía  en  1587,  refiere 
con  la  mayor  gravedad,  que  Felipe  II,  al  casarse  con 
María  de  Inglaterra ,  cuarenta  años  antes,  hizo  promesa 
solemne  de  que  si  el  rey  Artus  volvia  y  reclamaba  sus 
derechos,  le  cedería  pacíficamente  el' trono;  lo  cual, 
tanto  quiere  decir,  como  que  el  bueno  de  Castillo  y 
muchos  de  sus  lectores  creían  de  buena  fe  en  el  rey  Ar- 
tos y  en  su  Tabla  Redonda  ^. 

Es  verdad  que  hoy  día  tanta  credulidad  nos  parece 
imposible,  aun  suponiéndola  reducida  á  un  corto  nú- 
mero de  personas  racionales,  y  aun  cuando  tengamos 
el  testimonio  de  Cervantes,  quien,  al  pintar  con  mano 
maestra  la  fe  ci^;a  del  posadero  y  de  su  criada  Mari- 
tornes en  los  libros  de  caballerías,  nos  prueba  hasta 
qué  punto  dicha  creencia  reinaba  entre  el  pueblo  ". 
Pero  antes  de  negar  nuestro  asentimiento  á  cronistas 
tan  fidedignos  como  Mexia ,  solo  porque  su  aserto  nos 
parece  increíble,  debemos  tener  presente ,  que  en  el  si- 
glo en  que  ellos  vivían ,  las  gentes  estaban  acostumbra- 
das á  creer  y  augurar  diariamente  cosas  tan  increíbles 
como  las  que  refieren  los  libros  de  caballerías.  La  Igle- 


<s  f  Historia  imperial  y  cesárea»,       **PelUcer,nota8al «Quiote i, parle 
edíc.  1545,  p.  ii3.  primera,  cap.  i5. 

«^  Parte  i,  cap.  32. 


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PRIMERA   ÉFO€A. CAPÍTULO    XM.  265 

sia  Católica  exigía  entonces  una  fe  implícita  en  toda 
clase  de  milagros,  que  sobre  ser  muy  frecuentes,  exi- 
gían de  los  fíeles  mayor  dosis  de  credulidad  aun ,  que 
la  necesaria  para  leer  tales  libros;  y  sin  embargo ,  era 
muy  corto  el  námero  de  los  incrédulos.  Nada  diremos 
de  la  seguridad  con  que  todo  el  mundo  referia  las  ha- 
zañas, muchas  absolutamente  imposibles,  desús  ante- 
pasados ,  durante  la  lucha  de  siete  siglos  con  los  árabes; 
ni  de  las  tradiciones  de  gloria  y  heroísmos,  que  consti- 
tuyen aun  el  atractivo  y  encanto  de  los  cronicones,  por 
más  que  hoy  dia  las  consideremos  tan  fabulosas  en  su 
mayor  parte,  como  las  de  los  Palmerines  y  Lanzarotes. 
Mas  prescindiendo  de  la  fe  ciega  que  hubo  en  los  li- 
bros caballerescos,  lo  que  no  admite  duda  es,  que  en 
España  reinó  durante  el  siglo  xyi  una  afición  y  entu- 
siasmo tal  por  esta  clase  de  lectura,  cual  no  se  ha  visto 
después  en  ningún  pais.  Los  comprobantes  de  esta  ver- 
dad se  encuentran  en  todas  partes  :  pruébanlo  la  poesía 
popular  y  los  romances  caballerescos ,  que  viven  aun 
en  la  memoria  de  las  gentes;  las  comedias  antiguas, 
que  han  desaparecido  del  teatro;  bs  poemas  épicos, 
relegados  hoy  al  gabinete  del  erudito.  Vense  sus  hue- 
llas en  las  costumbres  y  hábitos  del  pueblo,  en  el  traje 
nacional,  más  singular  y  pintoresco  que  el  de  otras  na- 
ciones; y  por  último  en  la  misma  legislación.  A  tanto 
llegó  la  demencia ,  que  el  gobierno  tuvo  que  interve- 
nir, y  que  en  1S53  mandó  no  pudiesen  imprimirse, 
venderse  ni  leerse  libros  de  caballerías  en  las  posesio- 
nes de  ultramar ;  que  en  1 595  las  Cortes  pidieron  que 
la  prohibición  se  extendiese  á  la  metrópoli,  y  se  que- 
masen públicamente  todoys  los  ejemplares  que  de  tales 


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266  HISTORIA   DE   LA   LITERATURA   ESPAJflOLA. 

libros  se  encontrasen  **.  Por  último ,  un  siglo  después, 
la  obra  más  feliz  y  más  bella,  del  mayor  ingenio  que 
ha  producido  el  suelo  español»  hace  ver  en  todas  sus 
páginas  la  afición  fenática  que  hubo  por  las  ficciones 
caballerescas ,  y  es  por  consiguiente  el  testimonio  más 
auténtico  de  su  inmensa  popularidad,  así  como  el  mo- 
numento de  su  destino. 

^  En  este  año  abdicó  el  Empero-  iDflueiicia  y  dominio  de  los  libros  de 

dor,  por  cuya  causa  no  se  resolYie-  caballerías,  desde  su  primera  apari- 

ron  estas  y  otras  peticiones  de  las  cion  hasta  la  publicación  del  «  Qui- 

Cortes.  En  cuanto  á  las  leyes  que  jote»,  véase  eípróloffodeClemencin 

hemos  citado,  y  otras  pruebas  de  la  á  su  edición  del  «Quijote». 


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CAPITULO  XIII. 

Cuarta  clase.'-El  tealro.-^EiUncioQ  de  los  teatros  griego  y  romano.— 
Origen  religioso  del  drama  moderno.— Sus  primeras  noticiasen  España. 
— Indicaciones  sobre  la  época  del  siglo  xv.— El  marqués  de  Villena. — Co- 
plas de  Mingo  Revulgo.— Rodrigo  Cota.— La  Celestina.— Su  primer  acto. 
—Los  restantes.— Su  historia ,  carácter  é  influencia  en  la  literatura  es- 
pañola. 

El  teatro.— El  antiguo  teatro  de  los  griegps  y  ro- 
manos continuó  con  algunas  de  sus  primitivas  formas, 
rudas  y  populares,  en  Constantinopla ,  Italia  y  otros 
puntos  del  imperio ,  que  se  desmoronaba ,  prolongán- 
dose así  hasta  entrada  ya  la  edad  media ;  pero  conser- 
vando siempre  en  su  esencia  la  índole  pagana ,  porque 
el  asunto ,  la  frase  y  el  color  eran  completamente  mi- 
tológicos. De  aquí  provino  el  odio  y  horror  con  que  al 
principio  lo  miró  la  Iglesia  cristiana ,  que »  favorecida 
por  la  confusión  é  ignorancia  de  los  tiempos,  logró  al 
fin  destruirlo  enteramente,  aunque  no  sin  una  lucha 
tenaz ,  y  sin  que  antes  su  misma  impureza  y  degrada- 
ción le  hicieran  digno  de  la  suerte  que  tuvo,  y  mere- 
cedor de  los  anatemas  lanzados  contra  él  por  S.  Agus- 
tin  y  Tertuliano  *. 


*  Un  obispo  de  Barcelona  fué  de-  cíon  de  comedias ,  con  alusiones  ¿ 
puesto  en  el  siglo  vii,  por  haber  per-  la  mitología  griega.  (Mariana ,  Hist. , 
mitido  en  su  diócesis  la  representa-  lib.  6,  cap.  3T) 


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268  HISTORIA   DE    LA    LITERATURA   ESPAÑOLA. 

Sobrevivió  sin  embargo  á  estas  miserables  reliquias 
del  drama  clásico ,  una  afición  desmedida  á  las  repre- 
sentaciones teatrales,  y  el  clero ,  que  ni  quería  hacerse 
odioso  ni  perder  ocasión  oportuna  de  aumentar  su  in- 
fluencia y  poderío,  buscó  muy  á  los  principios  un  es- 
pectáculo que  sustituyese  al  que  habia  destruido,  en  la 
importante  tarea  de  entretener  y  divertir  al  pueblo.  Sea 
esto  como  fuere ,  lo  cierto  es  que  el  nuevo  espectá- 
culo apareció  y  se  presentó  desde  luego  en  las  ceremo- 
nias y  fiestas  solemnes  de  la  Iglesia.  Su  origen  fué 
fácil ,  sencillo  y  natural :  habíanse  celebrado  estas  so- 
lemnidades por  largo  tiempo  con  la  ruda  magnificencia 
y  el  lujo  tosco  que  podían  dar  de  sí  aquellos  siglos  de 
guerras  y  revueltas;  y  á  este  atractivo  se  unió  en  todas 
partes,  desde  Londres  hasta  Koma,  el  elemento  dramá- 
tico ,  de  suerte  que  todos  los  años  por  la  fiesta  de  Navidad 
se  presentó  en  los  templos  el  Pesebre  de  Belén  y  la  Ado- 
ración de  los  Reyes  Magos,  así  como  los  últimos  días 
y  la  muerte  del  Salvador  durante  la  cuaresma ,  y  más 
particularmente  en  la  Semana  Santa. 

Es  indudable  que  más  tarde  se  mezclaron  con  estas 
representaciones  abusos  groseros,  tan  indignos  del  sa- 
cerdocio como  de  la  religión  misma ,  ya  cuando  solo 
eran  representaciones  mudas  ó  pantomimas»  ya  cuando, 
puestas  en  diálogo,  pasaron  á  ser  lo  que  se  llamaban 
misterios ;  pero  en  muchas  partes  de  la  Europa,  y  hasta 
fecha  comparativamente  muy  moderna,  aquellas  repre- 
sentaciones parecieron  tan  acomodadas  al  espíritu  de 
los  tiempos  en  que  se  hacían ,  que  varios  pontífices  lle- 
garon á  conceder  indulgencias  especiales  á  los  que  asis- 
tiesen á  ellas;  y  que  se  celebraban  no  como  espectáculo 


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PRIMERA   ÉPOCA.  —  CAPÍTULO    XUI.  269 

de  diversión ,  sino  como  estímulo  á  la  devoción  y  para 
ejemplo  de  la  multitud  ignorante.  En  Inglaterra  dura- 
ron por  espado  de  cuatrocientos  años :  vida  que  no  ha 
disfrutado  nunca  el  drama  nacional  inglés  según  hoy 
lo  poseemos;  mientras  en  Italia  y  otros  paises  más  suje- 
tos á  la  influencia  de  la  Sede  romana,  han  continuado, 
con  alguna  variación  de  formas,  siendo  el  entreteni- 
miento y  edificación  del  vulgo  basta  nuestros  dias '. 

No  puede  racionahnesite  ponerse  en  duda  que  todas 
las  reliquias  del  antiguo  teatro  romano ,  menos  los  res- 
tos arquitectónicos  que  han  quedado  para  maestra  de 
su  esplendor',  desaparecieron  en  España  á  la  invasión 
de  los  árabes,  cuyo  espíritu  nacional  r^ugnaba  las  re- 
presentaciones escénicas;  pero  es  muy  difícil  fijar  con 
exactitud  la  época  en  que  comenzaron  estos  espectácu- 
los de  asuntos  religiosos  bajo  el  amparo  de  la  autori- 
dad eclesiástica.  Es  indudable  que  son  muy  antiguos, 
porque  á  mediados  del  siglo  xm  eran  ya,  no  solamente 
comunes  y  conocidos  hacia  tiempo,  sino  que  habian 
tomado  diferente  forma  y  se  resentían  de  la  introduc- 
ción de  varios  abusos.  Esto  lo  demuestra  con  toda  evi- 
denda  el  código  de  D.  Alonso  el  Sabio »  formado  ha- 
cia 1260,  en  el  cual,  después  de  prohibir  al  clero  va- 
rias diversiones  groseras,  prosigue  la  ley  diciendo  así : 
«Nin  deben  ser  facedores  de  juegos  por  ^caraio^,  por- 

*  ODéxime  le  Roy, «  Estadios  sobre  mas  ^scenas  de  la  Natividad  del  Sal- 
ios Misterios, »  París,  1837, 8.^  cap.  i.  vador. 

—-De  la  Rae, «  Ensayos  sobre  los  Bar-  '  En  Sevilla ,  Tarragona ,  Murvie- 

dos,  Jaglares,  etc..»  Caen,  i854,  8.**,  dro ,  Mérida  y  otras  ciudades  de  Es- 

1. 1 ,  p.  Í99.— Anécdotas  de  Spences ,  paña,  se  encuentran  restos  preciosos 

edit.  Sioffer,  Londres ,  Í8a0 ,  8.%  de  loa  teatros  y  anfiteatros  romanos, 

p.  307.— A  la  misma  clase  pertenece  ^  Jaegos  por  escarnio.  Esta  fnise 

la  exhibición  anual  que  se  nace  en  la  es  oscura ;  pero  hemos  seguido  la 

iglesia  de  Araoeli ,  en  el  Capitolio  de  opinión  de  liartinez  de  la  Rosa ,  au- 

Roma ,  del  pesebre ,  adoración  y  de-  toridad  respetable,  que  asegora  son 


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270  HISTOBIA  DE   LA   LITEBATURA   BSPAllOU. 

» que  ios  vengan  á  ver  las  gentes  como  los  facen ,  el 
»8i  los  otros  bornes  los  facieren,  non  deben  los  ele- 
»rigos  hi  venir,  porque  se  facen  hi  muchas  villanias  et 
»desaposturas;  nin  deben  otrosí  estas  cosas  facer  en 
«las  eglesias,  ante  decimos  que  los  deben  ende  echar 
» deshonradamente  sin  pena  ninguna  á  los  que  los  fe- 
»cieren;  ca  la  eglesia  de  Dios  fue  fecha  para  orar,  et 
» non  para  facer  escarnios  en  ella  :  et  asi  lo  dixo  núes- 
»tro  señor  Jesucristo  en  el  Evangelio,  que  la  su  casa 
•era  llamada  casa  de  oración ,  et  non  debe  ser  fecha 
»cueva  de  ladrones.  Pero  representaciones  hi  ha  que 
«pueden  los  clérigos  facer,  asi  como  de  la  nasgencia 
»de  nuestro  Señor  Jesucristo ,  que  demuestra  como  el 
»angel  vino  á  los  pastores  et  dixoles  como  era  nacido, 
«etotro  si  de  su  aparecimiento  como  le  venieron  los  tres 
«Reyes  adorar,  et  de  la  resurrección  que  demuestra 
«como  fué  crucificado ,  et  resurgió  al  tercer  dia.  Tales 
«cosas  como  estas  que  mueven  á  los  homes  á  facer  bien 
«et  haver  devoción  en  la  fé,  facerlas  pueden  :  et  demás 
«porque  los  homes  hayan  remembranza  que  segunl 
«aquello  fueron  fechas  de  verdal;  mas  esto  deben  facer 
«apueslamienle  et  con  grant  devoción  et  en  las  cibda- 
«des  grandes  do  oviere  arzobispos  ó  obispos,  et  con  su 
«mandado  dellos  ó  de  los  otros  que  tovieren  sus  veces, 
«et  non  lo  deben  facer  en  las  aldeas  nin  en  los  lugares 
«viles,  nin  por  ganar  dineros  con  ello '. «  Pero,  aun- 
que estas  primeras  representaciones  religiosas  en  Es- 


composiciones  satíricas  de  corta  ex-  Escarnido,  en  el  •  Quijote  >  (parte  ii, 
tensiOD ,  y  de  las  cuales  pudieron  cap.  Si ),  se  usa  por  t  befado ,  burla- 
nacer  más  adelante  los  entremeses  y  do ,  escarnecido  ». 
saínetes.  (Doña  Isabel  de  Solis,  Ma-  >  Partida  i,  titulo  6 ,  ley  34,  edic. 
drid,  i857,  ll«,  1. 1,  p.  395,  nota  i3.)  de  ia  Academia. 


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PRIMERA   ÉPOCA.  —  CAPÍTULO  Xlll.  271 

paña,  ya  pantomímicas,  ya  dialogadas,  se  hacian  por 
eclesiásticos  y  seglares  desde  poco  antes  de  mediados 
del  siglo  XIII,  y  probablemente  mucho  antes;  y  aunque 
continuaron  por  algunos  siglos,  no  ha  quedado  noti- 
cia clara,  ni  el  menor  fragmenlo  de  ellas;  y  no  se  en- 
cuentra en  la  poesía  profana  española  ninguna  composi- 
ción que  merezca  el  nombre  de  dramática ,  hasta  ñnes 
del  siglo  XV ;  aunque  tal  vez  haya  habido  alguna  poco 
anterior,  como  lo  da  á  entender  un  pasaje  de  la  carta 
del  marqués  de  SantiUan  al  condestable,  de  Portugal  ^ ; 
la  noticia  de  una  comedia  moral  escrita  por  el  mar- 
qués de  Villena ,  hoy  perdida »  que  dicen  se  representó 
en  1 41 4,  en  presencia  del  rey  D.  Fernando  de  Aragón  % 
y  una  indicación  muy  ligera  que  hace  el  autor  de  la  inte*- 
resante  y  animada  Crénica  de  Don  Alvaro  de  Luna^  sobre 
los  entremeses  * ,  ó  pasos ,  que  algunas  veces  disponía 
aquel  orgulloso  privado,  poco  después  y  en  el  mismo 
siglo;  pero  todas  estas  especies  son  vagas,  inciertas  é 
inseguras  *. 


*  Dice  el  Marqués  qiie  ra  abuelo  »i  fallar  invenciones  é  sapar  entre- 
D.  Pedro  González  de  Mendoza ,  que  unieses  en  fiestas»,  etc.  (Crónica  del 
▼ivió  en  tiempo  del  rey  D.  Pedro  el  condestable  don  Alvaro  de  Lana , 
Cruel ,  escribió  poemas  escénicos ,  edic.  Flores ,  Madrid ,  i784, 4.*^,  títn- 
i  la  manera  de  Planto  y  Terencio ,  lo  68).  No  es  de  creer  oue  estas  com- 
en coplas  á  estilo  de  las  serranas,  posiciones  fuesen  las  farsas  joviales , 
(Sancnca,  Poesias  anteriores ,  t.  i,  conocidas  después  con  el  mismo  nom- 
p.  49.)  bre ;  pero  no  cabe  duda  en  que  erun 
^  Velazquez,  «Orígenes  de  la  poesia  poesías  y  se  representaban.  El  Con- 
castellana » ,  Málaga,  i754, 4.<',  p.  9K.  destable  fué  degollado  en  i455. 
Parece  probable  oue  Zurita  aluda  i  *  No  ignoramos  que  se  bao  hecho 
esta  comedia  de  Villena,  cuando  dice  varias  tentativas  para  explicar  el  ori- 
(Anales,  lib.  i3,  año  de  Í4i4),  que  gen  del  teatro  español,  de  distinto 
en  la  coronación  de  D.  Femando  modo  que  nosotros  lo  hemos  hecho, 
hubo  grandes  juegos  y  entremeses.  —1  .*  «El  matrimonio  de  D.*  Endrina  y 
De  otro  modo  sería  preciso  suponer  D.  Melón,»  se  ha  citado,  como  prueba 
que  habla  varios  géneros  de  diver-  de  su  procedencia ,  en  la  tracluccion 
siones  dramáticas,  lo  cual,  aunque  francesa  de  la  «Celestina»,  por  De 
posible ,  es  poco  probable.  *  Lavigne  ( París,  i2.'',  i84i ,  pp.  5-6); 
,     *  «  Fué  muy  inventivo  é  mucho  dado  pero  las  aventuras  de  dichos  perso- 


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272  HISTORfA    DE    LA    LITERATURA    ESPA?iOLA. 

Algo  más  se  aproxima  al  espíritu  y  carácter  dramático, 
y  particularmeole  á  las  formas  con  que  se  presentó  el 
teatro  profano  en  España ,  un  diálogo  curiueo  intitulado 
Coplas  de  Mingo  Revulgo ,  sátira  en  el  género  pastoril^ 
escrita  en  lenguaje  crudo ,  enérjico  y  vigoroso  de  las 
clases  populares,  que  pinta  el  estado  fatal  de  las  cosas 
públicas  al  terminar  el  reinado  débil  del  impotente 
Enrique  IV  ^\  Los  interlocutores  de  esta  obra ,  que  se 
cree  escrita  en  4472,  son  dos  pastores,  el  uno  llamado 
Mingo  Revulgo.,  nombre  corrompido  de  Domingo  vulgo, 
y  viva  representación  del  pensamiento  popular^  y  el 
otro,  Gil  de  Ribato,  es  decir,  que  está  arriba  ó  elevado, 
y  es  el  intérprete  de  la  nobleza :  este  habla  eo  tono  pro- 
fetice ,  y  al  mismo  tiempo  que  se  queja  del  estado  á 

osjes.  tomadas,  segun  ya  dijimos,  de 
Panfilo  Mauriano,  consUtuven  mera- 
mente BD  cuento  sacado  de  un  diá- 
logo latino  muy  antiguo,  oue  vulga- 
rizó luego  el  arcipreste  de  Hita  (Sán- 
chez, t.  IV,  copl.  550-865),  y  que  no 
se  diferencia  en  nada  de  las  demás 
historias  del  Arcipreste,  ni  es  sus- 
ceptible de  representación  dramática. 
(Véase  el  prólogo  de  Sánchez  al  mis- 
mo tomo ,  p.  23,  etc. )  2.*  «  La  Danza 
General  de  la  Muerte»,  de  laque  tam- 
bién hemos  ya  hablado,  y  que  se  es- 
cribió hacia  1350  (Castro,  Bibl.  Esp. , 
1. 1,  pp.  200,  etc.),  puede  considerar- 
se, según  Bforatin  (Obras,  edic.  de 
fa  Academia ,  Madrid .  i830, 8.** ,  1. 1 , 
p.  i12),  como  el  primer  ensayo  dra- 
mático español;  pero  es  indudable- 
mente didáctico ,  y  sería  un  absurdo 
ponerle  en  escena.  3.*  La  «Comedieta 
de  Ponza» ,  poema  sobre  la  gran  ba- 
talla naval  aada  en  1435,  cerca  de  la 
isla  de  Ponza,  escrito  por  el  marqués 
de  Santillana,  que  murió  en  i454,  es 
considerado  como  drama  por  Mar- 
tínez de  la  Rosa  (Obras  -literarias, 
París,  4827.  12.",  t.  ii,  p.  518),  que  lo 
fija  hacia  1436;  pero  en  realidad  es 
una  obra  alegórica,  escrita  en  diálo- 
go y  en  coplas  de  arte  mayor;  y  de 


la  cual  bablarémos  más  adelaate ;  y 
finalmente ,  4.*  Nasarre ,  en  su  pró- 
logo á  las  comedias  de  Cervantes 
( Madrid ,  1749,  4.^  vol.  i ),  dice  que 
en  i469se  representó  en  casa  del  con- 
de de  Drena  una  comedia  delante  de 
loe  Reyes  Católicos,  y  en  celebridad 
de  su  casamiento.  Pero  no  hay  otro 
testimonio  que  el  dicho  de  Nasarre , 
autoridad  poco  respetable;  y  como 
por  otra  parte  añade  que  la  come- 
dia era  obra  de  Juan  del  Encina ,  y 
este  escritor  nació  cabalmente  el  año 
de  i468,  es  difícil  creerlo  :  prescin- 
diendo de  que  el  casamiento  apre- 
surado y  semísecrelo  de  aquellos 
dos  principes ,  en  momentos  de  an- 
siedad y  riesgo ,  no  es  probaJMe  se 
solemnizase  con  fiestas  y  farsas.  Véase 
los  €  Reyes  Católicos  »,  por  Prescott , 
lib.  i,  cap.  ^. 

*o  «r  Coplas  de  Mingo  Revulgo  > « 
impresas  muchas  veces  en  los  si- 
glos XV  y  XVI ,  con  las  hermosas  co- 
plas de  Jorge  Manrique.  Las  edicio- 
nes que  usamos  son  de  1568, 1632,  y 
la  que  hay  al  fin  de  la  « Crónica  de 
Enrique  iv».  (M^idrid,  1787,  4.o,  edic- 
cion  de  la  Real  Academia),  con  el 
comentario  de  Femando  del  Pulgar. 


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PRIMBBA   ÉPOCA.  —  CAPITULO    XIII.  273 

que  han  venido  á  parar  los  negocios  páblíeos,  echa  la 
culpa  de  todo  el  mal  al  pueblo,  que  con  sus  excesos 
y  crímenes  ha  merecido,  dice,  caer  bajo  el  dominio 
de  un  pastor  tan  indolente  y  corrompido.  El  poema  co- 
mienza con  la  exclamación  de  Arríbate,  que  viendo  ve- 
nir un  domingo  por  la  mañana  á  Mingo  Revulgo,  mai 
vestido  y  cabizbajo,  le  llama  á  gritos  de  esta  manera  : 

A  Mingo  Revulgo ,  Mingo !  porque  traes  tal  sobrecejo  ? 

á  Mingo  Revalgo ,  bao !  andas  esta  madrugada 

que  es  de  tu  sayo  de  blao?  la  cabeza  desgreñada : 

no  le  "vistes  en  domingo?  no  te  Uotras  de  buen  rejo? 
Que  es  de  tu  jubón  bermejo? 

Respóndele  Mingo  Revulgo  diciendo  que  el  estar  el 
rebaño  gobernado  por  un  pastor  tan  imbécil ,  es  causa 
de  su  miserable  estado;  y  luego  entablan  bajo  esta  ale- 
goría una  sátira  mordaz,  pero  fundada  y  verídica,  con- 
tra las  disposiciones  del  gobierno,  contra  el  carácter 
miserable  y  bajo  del  monarca ,  y  su  escandalosa  pasión 
por  su  favorita  portuguesa ,  y  conira  el  descuido  é  in- 
dolencia imperdonable  del  pueblo,  terminando  con  un 
encomio  de  los  placeres  y  satisfacciones  que  se  hallan 
en  una  honrada  medianía.  Consta  el  diálogo  de  treinta 
y  dos  coplas,  de  á  nueve  versos  cada  una;  y  debió  cau- 
sar mucha  impresión  en  su  tiempo,  puesto  que  se  reim- 
primió varias  veces  en  el  siguiente  siglo,  y  hasta  fué 
ilustrado  en  dos  ocasiones  con  doctos  comentarios*'.  Su 
autor  ocultó  prudentemente  su  nombre,  y  nunca  ha 
sido  posible  averiguarlo**.  Las  primeras  ediciones  su- 

H  Velazquez  (Orígenes,  p.  52),  dirigido  contra  aquel  infeliz  monar- 

tapone  que  es  una  sátira  de  la  corte  ca.  La  copla  6  parece  que  alude  con 

de  D.  Juan  II;  pero  se  aplica  mejor  y  mucha  claridad  á  sus  amores  con 

con  más  naturalidad  á  los  tiempos  de  D.*  Guiomar  de  Castro. 

Enrique  IV,  y  siempre  ha  pasado  por  *^  Antiguamente  se  atribuyeron 

T.  I.  48 


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274  HISTORIA  DE  LA   LITERATURA  ESPAÜOLA. 

ponen  en  general  que  lo  faé  Rodrigo  Cota  el  Viejo,  na-*^ 
tural  de  Toledo,  á  quien  también  se  atribuye  un  Diálogo 
entre  el  Amor  y  un  viejo,  obra  del  mismo  tiempo,  aunque 
mas  enérjica  y  vigorosa,  y  también  mas  dramática.  En 
él  se  figura  á  un  viejo  metido  en  una  pobre  choza,  en 
medio  de  un  jardín  abandonado  y  destruido.  El  Amor 
se  le  presenta ,  y  el  anciano  exclama  al  verle  : 


Cerrada  estaba  roí  puerta  : 
á  que  vienes?  por  do  entraste? 
di^  traidor^  como  saltaste 
las  paredes  de  mi  huerta? 
La  edad  y  la  razón 


de  ti  me  habían  libertado ; 
deja  al  pobre  corazón 
retraidoen  su  rincón 
contemplar  en  lo  pasado. 


Sigue  pintando  su  miserable  condición  y  haciendo 
una  descripción  tristísima  del  Amor,  que  lo  replica  con 
mucha  sangre  fria  : 

En  tu  habla  cuentas 

que  no  me  has  bien  conocido. 

Sigue  una  cuestión  muy  viva,  en  la  que,  como  es 
natural,  el  Amor  vence,  prometiendo  al  viejo  que  se 
compondrá  su  jardin  y  que  recobrará  la  juventud.  El 


las  coplas  de  Minso  Revulgo  á  Juan 
de  Mena,  famosísimo  poeta  de  su 
tieBQpo(N.  Antonio,  «Bill.  Nov.>,  1. 1, 

Í».  3o7);  pero  esta  conjetura  es  in- 
undada ,  porque  Juan  de  Mena  si- 
guió precisamente  el  partido  contra- 
rio. Mariana,  que  dio  á  esta  sátira 
bastante  importancia  para  citarla ,  al 
hablar  de  las  alteraciones  del  rei- 
nado de  D.  Ensique  IV,  declara  (His- 
toria, lib.  23,  cap.  i7,  t.  ii,  p.  47S), 
aue  el  autor  de  ella  fué  el  cronista 
[ernando  del  Pulgar;  pero  ninguna 
razón  alega  en  apoyo  de  su  opinión, 
á  no  ser  que  Hernando  del  Pulgar 
escribió  un  comentario  sobre  ellas , 
haciendo  más  clara  é  inteligible  la 


alegoría  que  encierran,  lo  cual  no 
hubiera  podido  hacer  ningún  otro 
escritor  que  no  hubiera  estado  bien 
informado  del  pensamiento  é  in- 
tenciones del  autor.  Véa9e  la  dedi- 
catoria que  hace  de  su  «Comentario» 
al  conde  de  Haro,  y  el  prólogo  que 
antecede.  También  merece  consul- 
tarse en  este  punto  á  Sarniento, 
t  Memorias  para  la  historia  de  la 

fi)esia  y  de  los  poetas  españoles,» 
adrid,  1775,  4.",  |.  872.  Pero  sea 
auien  fuere  el  autor  de  las  coplas  de 
lingo  Revulgo,  no  cabe  duda  de  que 
fueron  en  su  tiempo  un  poema  po- 
pular é  importante. 


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PRIMERA   ÉPOCA.  CAPÍT4JL0    XIII.  275 

viejo  se  rüide  á  discreción ,  y  es  tratado  después  con  la 
ironía  y  burla  más  sangrienta  por  su  vencedor,  quien 
le  pregunta  si  á  sus  años  tiene  todavía  |[^nsamientos  de 
ser  feliz  en  amores.  Todo  él  está  escrito  en  estilo  fácil  y 
agradable,  y  dispuesto  con  algún  ingenio;  pero  aunque 
susceptible,  couk)  otras  églogas,  de  ser  representado « 
hay  casi  seguridad  de  que  nunca  lo  fué.  Sin  embargo, 
así  como  las  coplas  de  Mingo  Revulgo,  es  tan  parecido  á 
las  églogas  que  algún  tiempo  después  se  representaron 
ya  como  dramas,  que  puede  fundadamente  suponerse 
tuvieron  alguna  intluencia,  y  contribuyeron  en  cierto 
modo  á  la  creaóion  del  género  dramático^'. 

El  trabajo  literario  que  echó  en  seguida  los  cimien- 
tos del  teatro  español ,  es  la  Celestina,  historia  ó  novela 
dramática,  coetánea  de  los  poemas  que  acabamos  de 
nombrar,  y  probablemente  obra  de  la  misma  mano.  Es 
una  composición  en  prosa,  dividida  en  veinte  y  un  ac- 
tos ó  partes,  y  llamada  en  su  origen  Tragicomedia  de 
Calixto  y  Melibea;  y  aunque  por  su  extensión  y  estruc- 
tura no  es  creíble  se  haya  representado  nunca,  su  es- 
píritu y  movimiento  dramático  han  dejado  huellas  ine- 
quívocas de  su  iniluencia  en  el  drama  nacional*^. 

El  primer  acto ,  que  es  el  más  largo ,  es  probable- 

*'  El  c  Diiloffo  entre  el  Amor  y  un  Juan  del  Encina,  que  comienza :« Vá- 

Tiejo  »  se  imprimió,  según  creemos,  vmonos ,  Gil ,  al  aldea  > ,  como  tam- 

por  la  vez  primera  en  el  t  Caneione-  bien  de  nn  pasaje  de  dicha  égloga, 

ro  general »  de  iSti ;  pero  también  en  gue  su  autor  alude  claramente  al 

anoa  unido  á  las  «  Coplas  de  Jorge  «Dialogoj»  de  Cota.  Es  el  villancico  ñ- 

Manrigue»,  i588  y  1652.  Puede  verse  nal ,  que  empieza  : 

á  D.  Nic.  Ant.,  «Bibl.  Nov.,»  t.  ii,  pá-  Ningiino  derre  las  poeitas , 

ginas  265-954,  quien  da  algunas  noti'  Si  Amor  viniese  á  llamar: 

das  de  Cota.  Que  este  antiguo  «Oiálo-  Q»«  "» >«  *»  <>«  aprof  echar. 

So»  influyó  algún  tanto  en  la  creación  **  En  el  original  las  divisiones  se 
el  drama  y  parece  como  anunciarlo,  llaman  actos ;  pero,  propiamente  ba- 
se colige  basta  cierto  punto  de  su  se-  blando,  no  son  actos ,  sino  escenas, 
mejaon  eon  una  de  las  églogas  de  las  partes  que  componen  la  «Celes* 


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276  HISTORIA   DB   LA   LITERATURA  ESPAÑOLA. 

mente  obra  de  Rodrigo  Gota ,  de  Toledo,  y  sí  es  así,  puede 
afirmarse  se  escribió  por  los  años  de  1480**.  Principia 
en  las  cercanÉHle  una  ciudad  que  no  se  nombra *%  y 
la  primera  escena  es  entre  Calixto t  noble  mancebo,  y 
Melibea ,  doncella  ilustre  y  de  más  altas  cualidades  y 
prendas  qoe  su  amante.  Este  la  encuentra  en  el  jardin 
de  sus  padres,  adonde  habia  bajado  por  casualidad  en 
busca  de  un  azor,  y  ella  le  recibe  como  una  dama  de 
alto  linaje  recibiría  á  un  extraño  que  empezase  á  enamo- 
rarla desde  el  momento  que  la  ve.  El  resultado  es  que 
el  joven  orgulloso  se  retira  mortificado  y  lleno  de  des- 


tina», porque  su  autor  mezcla  del 
modo  más  confuso  que  puede  darse, 
y  en  un  mismo  acto ,  conversaciones 
simultáneas  habidas  en  diversos  si- 
tios. Por  ejemplo,  en  el  acto  xir  ve- 
mos á  Calixto  7  Melibea  hablando  en 
el  jardin  del  padre  de  esta,  y  al  mis- 
mo tiempo  vemos  conversar  á  los 
criados ,  que  están  fuera  del  jardin; 
y  sin  embargo  el  diálogo  es  segui- 
do, como  si  ocurriese  sin  variación 
de  lugar. 

*^  Rojas ,  autor  de  la  cCelestina» 
( exceptuando  el  primer  acto^ ,  dice 
en  una  carta  preliminar  dirigida  á 
un  amigo,  que  el  primer  acto  se  su- 
ponía por  unos  ser  de  Juan  de  Mena, 
y  por  otros  de  Rodrigo  Cota.  Ya  don 
Nicolás  Antonio  demostró  que  la  pri- 
mera conjetura  era  absurda ,  al  paso 
3ue  todas  las  noticias  que  tenemos 
e  Rodrigo  Cota  son  de  que  él  fué 
su  verdadero  autor ;  ademas ,  Alon- 
so de  Villegas,  en  los  versos  <rne  an- 
teceden á  su  c  Selvagia  »,  1554  (de  la 
cual  hablaremos  después ),  dice  ex- 
mresamente,  al  hablar  de  Rodrigo 
Gota ,  « que  aunque  era  pobre  y  de 
»b9jo  lugar,  su  ciencia  le  hizo  capaz 
»de  comenzar  la  gran  Celestina,  (|ue 
«después  acabó  Rojas  con  felicísimo 
»mgenio ,  que  nunca  podrá  ser  ala- 
>bado  bastantemente»;  testimonio 
hasta  ahora  poco  conocido,  y  que 
atendidas  sus  circunstancias ,  pare- 


ce suficiente  para  decidir  en  la  cues- 
tión. En  cuanto  al  tiempo  en  que  se 
escribió  la  cCelestina»,  creemos  que 
debió  ser  durante  el  reinado  de  los 
Reyes  Católicos,  porque  no  es  de 
suponer  la  existencia  de  tal  prosa 
castellana  en  época  anterior.  Es  muy 
curiosa  la  observación  hecha  por 
Blanco  White  (Variedades,  Londres, 
1824 ,  S.^",  1. 1 ,  p .  226)  sobre  un  pasj^e 
del  tercer  acto  :  supone  este  escri- 
tor que  Rojas  compuso  su  parte  an- 
tes de  la  caída  de  Granada ;  y  Ger- 
mond  de  Lavigne  (tCelestine»,  tra- 
ducción francesa,  p.  63),  fundán- 
dose en  el  mismo  pasaje ,  pretende 
que  fué  escrita,  ó  durante  el  sitio  ó 
poco  después.  Pero  Blanco  White,  á 
nuestro  entender,  resuelve  la  cues- 
tión con  mucho  acierto,  opinando 
que  ambas  partes  se  escribieron  an- 
tes de  i480.  Si  á  esto  añadimos  las 
alusiones  á  los  cautos  de  fe»,  en  los 
actos  IV  y  vil ,  puede  fijarse  con  fun- 
damento la  fechado  la  cCelestina» 
con  posterioridad  al  año  de  i480,  en 
que  se  estableció  la  inquisición,  si 
bien  esta  es  materia  que  da  lugar  á 
muchas  dudas. 

^  Blanco  White  alega  una  porción 
de  razones  ingeniosas,  y  supone  que 
Sevilla  es  la  ciudad  á  que  se  alude 
en  la  cCelestina»;  y  como  él  era  na- 
cido alli,  puede  ser  considerado  co- 
mo juez  competente  en  la  materia. 


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PRIMERA   ÉPOCA.  —  CAPÍTULO   XIII.  277 

esperacion ,  y  se  eacierra  en  su  habitación ,  á  oscuras. 
Sempronio,  criado  de  toda  su  confianza,  entendien- 
do la  causa  de  la  turbación  de  su  i^É* ,  le  aconseja 
acuda  á  una  vieja  con  quien  él  tiene  relaciones  íntimas 
y  reservadas «  y  que  se  supone  ser  una  especie  de  bruja 
y  maestra  en  fabricar  filtros.  Esta  mujer  no  es  otra  que 
Celestina,  y  su  carácter,  que  parece  tomado  del  bosquejo 
hecho  por  el  arcipreste  de  Hita ,  de  una  mujer  con  las 
mismas  pretensiones,  se  revela  al  instante  con  toda  cla- 
ridad :  promete  desde  luego  y  resueltamente  á  Calixto 
que  conseguirá  á  Melibea,  y  desde  aquel  momento  ejer- 
ce un  dominio  completo  sobre  él  y  sobre  cuantos  le 
rodean". 

Hasta  aquí  llegó  Cota  con  su  obra,  que  por  razones 
que  nos  son  desconocidas  dejó  sin  concluir;  pero  ha- 
biendo circulado  este  fragmento  entre  los  curiosos,  y 
siendo  generalmente  admirado.  Femando  de  Rojas, 
natural  de  Montalvan,  y  bachiller  en  leyes ,  que  vivía 
en  Salamanca,  lo  recogió,  y  á  petición  de  algunos  ami- 
gos suyos,  según  él  mismo  dice,  escribió,  aprovechando 
quince  dias  de  vacaciones,  los  veinte  actos  ó  escenas  res- 
tantes, que  constituyen  siete  octavas  partes  de  la  obra'*. 
No  puede  admitirse  que  la  conclusión  ó  desenlace  que 


^^  « La  TroUconventos »  de  Jaan  el  autor  de  la  obra ,  en  unos  ver- 
Ruiz ,  arcipreste  de  Hiu ,  parece  ser  sos  acrósticos ,  con  el  titalo  de  c  El 
el  modelo  de  la  cCelestina» ;  y  cier-  autor,  excusando  su  obra »,  que  es- 
tamento no  deja  de  presentar  alguna  tan  á  continuación  de  la  carta ,  y  cu- 
semejanza  :  en  el  segundo  acto  de  yas  iniciales  forman  la  ft^se  siguien- 
«Calixto  y  Melibea»,  Celestina  se  lia-  te :  «El  bachiller  Femando  de  Rojas 
ma  ik  si  misma  Trotaconventos.  »acabó  la  comedía  de  Calixto  y  Me- 

'^  Rojas  consigna  estos  hechos  en  »libea,?fhé  nascido  en  la  Puebla  de 

nna  carta  preliminar,  anónima,  de  »Montafyan.»Por  lomismo,  si  cree- 

que  ya  hemos  hablado,  intitulada  :  mosá  Rojas,  no  queda  la  menor  duda 

«  El  autor,  á  un  su  amigo»;  decía-  en  el  asunto, 
raudo  ademas  su  nombre  y  ser  él 


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278  HISTORIA   DE   LA   LITERATURA  SSPAfidLA. 

él  puso  sea  el  mismo  que  meditaba  el  autor  original, 
puesto  que  d  mismo  Bojas  dudaba  quién  fuese  este, 
y  nada  sabía  dBsu  plan  y  objeto  :  dice  ademas  que  la 
parte  que  Uegoa  sus  manos  era  una  comedia,  y  la  con- 
tinuación es  tan  violenta  y  melancólica ,  que  hubo  de 
intitular  el  todo  «tragicomedia» ,  nombre  que  después 
ba  conservado,  y  que  tal  vez  inventó  el  mismo  Rojas 
expresamente  para  el  caso.  Hay  sin  embargo  una  oír* 
cunstancia  muy  notable,  que  es  preciso  no  perder  de 
vista ;  y  es ,  que  algunos  trozos  de  las  partes  diferí- 
tes  atribuidas  á  los  dos  autores,  son  tan  iguales  en  la 
dicción  y  en  lo  acabado  del  estilo,  que  hacen  presumir 
tal  vez  sea  toda  obra  de  Rojas ,  quien  por  su  calidad  de 
eclesiástico ,  no  ouiso  quizá  cargar  con  la  responsabili- 
dad de  pasar  por  único  autor  de  la  Cek^na*^.  Verdad 
es  que  contradicen  esta  presunción  las  palabras  del  mis- 
mo Rojas ,  el  cual  dice  terminantemente  haber  encon- 
trado ya  escrito  el  primer  acto ,  y  así  el  segundo  co- 
mienza con  la  impaciencia  de  Calixto,  que  estrecha  más 
y  más  á  Celestina  para  que  le  proporcione  una  entre- 
vista con  la  hermosa  y  noble  Melibea ;  la  taimada  terce- 
ra consigue  su  objeto,  presentándose  en  casa  del  padre 
de  aquella ,  so  color  de  vender  galas  y  otras  frioleras 
mujeriles;  y  obtenida  la  entrada,  encuentra  fácilmente 
pretextos  para  volver,  y  aun  derecho  para  repetir  sus 
visitas.  Hay  luego  entre  los  criados  y  sirvientes  intrigas 

*^  Blanco  White,  en  un  articulo  diversidad  de  estilo  en  ambas  partes» 

critico  sobre  la  «Celestina»  (Varieda-  aunque  las  cree  de  diferentes  manos . 

des ,  1. 1 ,  pp.  S94-S96) ,  es  de  esta  Pero  el  sagaz  autor  del  «  Diálogo  de 

misma  opinión,  que  también  admite  las  lenguas»  (Mayans  y  Sisear,  Ori- 

Mr.  Germond  de  LaTigne  en  el  pro-  genes,  Madria,  i737,  i2.®,  t.  ii,  p¿- 

logo  á  su  traducción  rrancesa  die  la  gina  165)  es  de  diverso  parecer,  y  lo 

«Gelestina».Morat¡n(Obras,t.  I,  par-  mismo  Lampillas.  (Ensayo,  Madrid, 

le  I,  p.  88)  uo  encuentra  tampoco  1789, 4.^  t.  vi,  p.  54.) 


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PRIMERA  ÉPOCA.  — CAPÍTULO   XIII.  279 

groseras  y  de  mal  género,  en  medio  de  las  cuales  se  de- 
jan entrever  las  maquinaciones  del  principal  personaje 
y  autor  de  la  desgracia ,  dirigiéndolas  rila  misma  y  em- 
pleando todo  su  poder  y  recursos.  Así  es  que  nada  se 
resiste  á  su  actividad  y  talento  para  el  mal :  habla  como 
un  santo  ó  un  filósofo,  según  cuadra  á  sus  miras ;  adu- 
la, amenaza,  impone,  y  su  maligno  ingenio  no  conoce 
escrúpulo  ni  tropiezo;  en  una  palabra,  no  se  distrae  ni 
olvida  por  un  solo  momento  el  objeto  que  tiene  delante. 
Entretanto  la  desventurada  Melibea,  estrechada  por 
cuantos  medios  pueden  sugerir  la  seducción  y  la  mal- 
dad, tiene  por  último  que  confesar  su  amor  á  Calixto; 
y  desde  aquel  momento  su  suerte  queda  irrevocable- 
mente fijada :  Calixto  la  visita  de  noche  y  en  secreto,  á 
la  manera  de  los  antiguos  galanes  españoles,  y  la  in- 
triga camina  rápidamente  ¿  su  desenlace,  al  propio 
tiempo  que  también  se  prepara  el  condigno  castigo.  Las 
personas  que  más  han  contribuido  á  que  Calixto  y  Me- 
libea se  vean ,  arman  una  cuestión  sobre  «1  galardón 
debido  á  sus  servicios;  y  Celestina,  en  el  momento  mis- 
mo de  su  triunfo,  es  asesinada  por  sus  agentes  misera- 
bles; dos  de  estos  intentan  fugarse,  y  perecen  á  manos 
de  la  justicia;  reina  lu^o  una  confusión  espantosa;  cul- 
pan á  Calixto  de  la  muerte  de  Celestina ,  porque  esta 
ha  muerto  por  servirle;  y  algunos  favoritos  y  depen- 
dientes de  aquella  infame  mujer,  llenos  de  ira  ,  le  dan 
una  cita  para  arruinarle  y  vengarse ;  riñen  con  los  cria- 
dos que  Calixto  tiene  apostados  en  una  calle  para  que 
le  guarden;  oye  este  el  ruido,  acude  en  su  auxilio, 
cae  de  una  escalera  y  queda  muerto.  Melibea  confiesa 
á  voces  su  crimen  y  su  flaqueza,  y  en  seguida  se  arroja 


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280  HISTORIA   DE   LA   LITERATURA   ESPAÑOLA. 

desde  lo  alto  de  una  torre;  terminando  esta  horrible  y 
lastimosa  historia  con  los  lamentos  del  infeliz  padre  so- 
bre el  cadáver  de  su  hya. 

La  Celestina,  según  ya  hemos  dicho,  es  más  bien 
una  novela  dramática,  que  un  verdadero  drama,  ó  una 
tentativa,  al  menos ,  de  producir  efectos  estrictamente 
dramáticos;  pero  tal  cual  es,  la  Europa  no  puede  pre- 
sentar en  aquel  tiempo  nada  comparable  áella  en  mérito 
literario.  Toda  ella  está  llena  de  movimiento  y  de  vida; 
sus  caracteres,  comenzando  por  el  de  Celestina  y  aca- 
bando por  el  de  sus  insolentes  rufianes,  y  las  compa- 
ñeras de  su  brutalidad  y  disolución ,  están  pintados  €on 
una  verdad  y  maestría  que  rara  vez  se  encuentra  en  los 
mejores  tiempos  del  teatro  español.  El  estilo  es  puro, 
fácil  y  suelto,  á  veces  brillante  y  siempre  castizo,  os- 
tentando todas  las  galas  y  recursos  del  buen  castellano 
antiguo,  estilo  á  que  nunca  antes  habia  llegado  la 
prosa  española,  y  áque  pocas  veces  ha  llegado  después. 
Bay  en  verdad  ocasiones  en  que  se  resiente  de  una 
erudición  inoportuna  y  fria;  pero  este  es  defecto  propio 
de  aquellos  tiempos. 

Lo  más  notable  de  la  Celestina  es  el  cinismo  desca- 
rado que  reina  en  los  pensamientos  y  en  el  lenguaje : 
apenas  puede  comprenderse  hoy  dia  cómo  las  autorida- 
des política  y  eclesiástica  permitieron  su  circulación ;  y 
si  algo  lo  explica,  es  que  la  obra  tuvo  por  objeto  él 
amonestar  á  la  juventud  y  precaverla  contra  los  críme- 
nes y  seducción  que  tan  libremente  pinta ,  juntamente 
con  la  creencia  de  que  la  intención  de  su  autor  fué  bue- 
na en  el  fondo.  Por  extraño  que  esto  nos  parezca  hoy 
dia,  no  cabe  duda  sino  que  muchos  la  consideraron  tal; 


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PiíniBRA  ÉPOCA.  -^  GAPtTfJLO   UH.  281 

así  es  que  se  dedicó  á  eclesiásticos  respetables  y  á  damas 
ilustres  y  virtuosas,  tanto  en  España  como  fuera  de  ella; 
y  parece  que  su  lectura  fué  general  y  común  entre  sabios, 
personas  morigeradas  y  hasta  modestas,  sin  que  causase 
el  menor  rubor  su  lectura.  De  aquí  provino  que  cuando 
los  que  tenían  facultad  para  castigar  el  libro,  hubieron 
de  acometer  la  empresa,  lo  hicieron  con  cierto  mira- 
miento ,  introdudendo  solo  leves  variaciones ,  y  que  la 
Celestina  recorrió  libremente  el  campo  que  le  abrió  el 
favor  público*^.  Publicada  por  la  vez  primera  en  1499, 
se  reprodujo  en  treinta  ó  más  ediciones  durante  el  si- 
guiente siglo,  en  que  el  número  de  los  lectores  parece 
no  debía  ser  muy  crecido  :  al  mismo  tiempo  ó  poco  des- 
pués, se  tradujo  al  inglés,  al  holandés  y  al  alemán,  tres 
veces  al  francés  y  otras  tantas  al  italiano,  y  para  que 
ningún  erudito  careciese  de  su  lectura,  se  trasladó  tam- 
bién al  latín,  lengua  universal  de  los  sabios.  El  severo 
y  concienzudo  autor  del  Diálogo  de  las  lenguas^  el  pro- 
testante Juan  de  Yaldes,  la  elogia  sobremanera  *^  Lo 


*•  El  que  desee  noticias  acerca  de 
la  edición  de  i499,  la  másantigoa 
qae  se  conoce,  con  el  titulo  de  «Co- 
media »,  y  (liTidida  en  diez  y  seis  ac- 
tos, las  hallará  mnv  circunstanciadas 
ennn  articulo  de  F.  Wolf,  en  el  «Dic- 
cionario de  la  conversación  »  ( BlSt- 
ter,  1845,  números  213  á  217).  Es 
muy  poco  lo  expurgado  en  las  edi- 
ciones de  Alcalá,  1^;  y  de  Madrid, 
1985 ,  y  nada  en  la  «  Plantiniana  >,  de 
la  misma  fecha.  En  el  «índice  de  1667» 
se  tachan  solo  algunos  pasages  ( pá- 
gina 948),  y  la  obra  toda  no  se  pro- 
nibi6  basta  1795,  permitiéodose,  ex- 
purgada, en  1790,  y  no  apareciendo 
la  prohibición  solemne ,  sino  en  el 
«índice  de  1805».  Pocos  libros  habrá 

Sae  mejor  prueben  la  sagacidad  y 
no  con  que  procedía  la  inquisición 


siempre  que  conceptuaba  imposible 
contrarestar  el  gusto  popular.  En 
Venecia  se  imprimió,  el  año  de  1535» 
una  traducción  italiana  muy  bien  he- 
cha, y  dedicada  á  una  dama,  en  la 
cual  el  texto  está  integro  y  sin  ex- 
purgar. Moratin  (Obras ,  1. 1,  parte  i, 
p.  9a),  y  Aribau  (Biblioteca  de  au- 
tores españoles ,  Madrid ,  1846 , 9.^, 
t.  u,  p.  XII )  insertan  una  lista  de  las 
ediciones  que  tuvo  este  libro  singu- 
lar ;  pero  para  completarlas  hay  que 
añadir  las  noticias  ae  Brunet,  Ebert 
y  otros  bibliógrafos.  Las  mejores 
ediciones  son  la  de  Amarita(1823),. 
y  la  de  Aribau  (1846). 

**  Mayans  y  Sisear,  «Orígenes,» 
t.  n,  p.  167  :  «  Ningún  libro  castella- 
»no  hay  escrito  en  lenguaje  mas 
•propio,  natural  y  elegante.» 


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282  HISTORU  DB  LA  LITEBATUBA  BSPAÜOUl. 

mismo  hace  Cervantes**.  El  nombre  de  Celestina  se  ha 
hecho  proverbial ,  así  como  también  un  sin  número  de 
frases  y  modismos  puestos  en  boca  de  dicha  mujer ,  y 
llenos  de  ingenio  y  de  gracia**;  y  no  será  por  cierto 
exagerado  el  decir  que  hasta  la  aparición  del  Don  Qui-- 
jote,  ningún  otro  libro  español  ha  sido  tan  conocido  y 
leido  en  España  y  fuera  de  ella. 

Una  acogida  y  éxito  tan  singulares  dieron  natural- 
mente lugar  á  una  serie  de  imitaciones ,  muchas  de 
ellas  más  perjudiciales  á  la  moral  y  á  las  costumbres^ 
que  la  misma  JCáesUna;  y  todas,  como  era  de  esperar, 
inferiores  á  su  mod^  en  mérito  literario.  Una,  intitu- 
lada La  segunda  comedia  de  Celestina,  en  que  se  su- 
pone su  resurrección,  se  publicó  en  1 530,  por  Feliciano 
de  Silva,  autor  del  Don  Fl/orisei  de  Niqviea,  y  se  im- 
primió cuatro  veces;  oU*a,  de  Domingo  de  Castega,  cor- 
rió añadida  á  las  reimpresiones  sucesivas  del  original, 
hechas  después  del  año  de  4534.  En  4537  apareció  la 
tercera,  escrita  por  Gaspar  Gómez  de  Toledo;  diez  años 
después  salió  la  cuarta,  de  autor  desconocido,  con  el  tí- 
tulo de  La  tragedia  de  PoKciana,  en  veinte  y  nueve 
actos;  Juan  Rodríguez  Florian  imprimió  en  4554  la 
quinta,  llamada  La  comedia  Florinea,  en  cuarenta  y 
tres  escenas ;  y  la  sexta ,  intitulada  La  Selvagia ,  salió 
también  en  4554,  dividida  en  cinco  actos,  y  publicada 
por  su  autor,  Alonso  de  Villegas.  Ya  en  4543  Pedro 
de  ürrea,  pariente  del  traductor  del  Ariosto ,  puso  el 
primer  acto  de  la  Celestina  en  buenos  versos  caste- 


"  Versos  de  cEI  donoso  »,  que  ^  GoTarruTias,  «Tesoro  de  la  leu- 
están  al  principio  de  la  c  Primera  gua  castellana  ,>  Madrid,  i674,  folio, 
parte  del  Quiote  ».  ad  verb. 


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PRIMBRA   ÉPOCA.  —  CAFÍTULQ  XUI.  283 

Ilaaos,  y  lo  dedicó  á  su  madre;  y  en  1540,  Juan  Sede- 
ño, tradaclor  del  Tasso^  hizo  el  mismo  servicio  al  resto 
de  la  obra.  Siguiéronse,  aunque  con  mucha  posteriori- 
dad ,  cuentos  y  novelas  en  gran  número,  más  ó  menos 
imitadas  ¿  la  Celestina  unas ,  como  la  Ingeniosa  Elena 
y  la  Flora  MalsabiHlla,  de  algún  mérito;  otras,  como 
La  Eufrosina,  alabada  con  demasía  por  Quevedo,  poco 
estimadas*^. 


^  Puibusqne ,  «  Hist.  comparada 
de  las  Ifterataras  española  y  france- 
sa». (París,  1847,  8.%  1. 1,  p.  478.V- 
Ensayo  que  precede  á  la  traducción 
francesa  de  Lavisne.  (París.  i84i, 
i^.^')— Montiano  jLuyando,  cDiscurso 
Aobre  las  tragedias  españolas ».  (Ma- 
drid, Í750,i2.»,  p.  9  y  posl.,  cap.  21.) 
— c  La  inpeniosa  Blena » (1613)  y  la 
«Flora  Malsabídilla >  (1623)  son  de 
Salas  Barbadilk),  y  trataremos  de 
ellas  al  hablar  de  las  novelas  en  prosa 
del  siglo  xvn.  «La  Enfrosina»  es  de 
Perreyra  de  Vasconcellos,  escritor 
portugués ,  y  en  verdad  que  no  sa- 
bemos qué  razón  tuvo  Ballesteros 
Saavedra,  que  la  tradujo  al  castella- 
no en  1631 ,  para  decir  que  era  anó- 
nima. Háse  citado  varias  veces  como 
obra  del  portugués  Lobo  ( Barbosa, 
«Bibl.  Lusit, »  t.  II ,  p.  242 ,  y  t.  iv, 
p.  143);  y  Quevedo,  en  su  prólogo 
á  la  traducción  castellana,  parece 
opina  del  mismo  modo ;  pero  tam- 
poco tiene  razón.  Lo  que  Lobo  hizo 
rué  imprimir  una  nueva  edición  del 
oriffinal  portugués ,  en  1613. 

De  las  imitaciones  de  la  «Celestina» 
citadas  en  el  texto,  hay  dos  que  me- 
recen especial  mención.  La  primera 
es  la  intitulada  «  Florinea  »,  impresa 
en  Medina  del  Campeen  1354, y oue, 
aunque  muy  distante  de  su  moclelo 
en  punto  á  vigor  y  animación ,  está 
escrita  en  estilo  terso  y  puro.  El 
personaje  principal  es  Bfarcelia,  bru- 
ja y  alcanueta  asquerosa ,  que  acude 
con  reguhiridad  á  los  deberes  de 
cristiana ,  y  habla  continuamente  de 
filosofía  y  religión ,  en  tanto  que  su 
vida  y  casa  son  el  colmo  de  la  infa- 


1?; 


mía  :  hay  escenas  tan  indecentes  co- 
mo en  la  «Celestina»,  pero  el  asunto 
no  es  tan  desagradable ,  y  concluve 
con  la  promesa  de  casamiento  de 
Floriano  y  Belisea,  héroes  del  dra- 
ma, ofreciendo  para  la  realización 
de  la  boda  una  continuación,  que  nt> 
llegó  á  publicarse.  Es  más  larga  que 
la  «Celestina»,  pues  tiene  trescientas 
doce  páginas  de  letra  gótica  muy  me- 
nuda, y  algunos  trozos  de  poesfa, 
aue  es  no  tan  buena  como  la  prosa. 
Su  autor,  Rodrieuez  Florian,  dice 
le,  aunque  su  obra  es  «  comedia  », 
es  «historiador  cómico  ». 
La  otra  es  la  «  Selvagia  »,  de  Alon- 
so de  Villeeas,  impresa  en  Toledo 
en  1554, 4,^  el  mismo  año  que  la 
<  Florinea  »,  que  está  allí  citada  con 
admiración  y  respeto.  El  asunto  es 
ingenioso  :  Flerinardo,  mancebo  no- 
ble V  rico  de  Méjico ,  se  enamora  de 
Rosíana ,  por  haberla  visto  asomada 
al  balcón  de  la  casa  de  sus  padres ; 
su  amigo  Selvago,  que  sabe  esta  cir- 
cunstancia ,  anda  acechando  el  mis- 
mo balcón ,  y  se  enamora  de  otra 
dama,  suponiendo  ser  la  misma  que 
Flerinardo  babia  visto ;  de  aquí  na- 
ce naturalmente  un  eran  enredo; 
fiero  por  fortuna  se  descubre  que 
a  dama  no  es  la  misma ;  y  después, 
aparte  de  los  episodios  de  los  se- 
gundos personajes,  el  matón  y  los 
criados ,  la  intriga  camina  felizmen- 
te ,  dirigida  por  una  persona ,  copia 
exacta  de  la  perversa  Celestina,  y 
concluye  con  el  casamiento  de  los 
cuatro  amantes.  No  es  tan  larga  como 
la  «Florinea»  ni  la  «Celestina»,  pues 
ocupa  solo  setenta  y  tres  hojas ;  pe- 


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284  HISTORIA  DB  U  LirBRATORA   BSPAÜOLA. 

Presentóse  por  último  en  el  teatro,  de  que  tan  propia 
la  hacia  su  carácter  primitivo.  En  1582 ,  Joaquín  Ro* 
mero  de  Cepeda  tomó  parte  de  ella  para  formar  la  mi- 
tad de  su  Comedia  Salvaje ,  que  consiste  en  los  cuor 
tro  primeros  años  de  la  CdesHna,  puestos  en  versos  fáciles 
y  agradables;  y  Alfonso  de  Velasco  en  4602  publicó 
un  drama  en  prosa  intitulado  El  Cdoso,  fundado  tam- 
bién en  la  Celestina,  cuyo  carácter  está  representado 
con  la  viveza  y  enerjía  del  original,  bajo  el  nombre  de 
Lena*.  No  sabemos  cómo  fueron  recibidas  las  come- 
dias de  Velasco  y  de  Cepeda ;  pero  es  tal  la  rusticidad 
é  indecencia  de  ambas,  que  no  solo  la  Iglesia ,  pero 
ni  aun  el  público  debió  tolerarlas  por  mucho  tiempo. 
El  tipo  esencial  de  la  Celestina,  es  decir,  el  carácter 
primitivo  creado  por  Rodrigo  Cota  y  Femando  de  Ro- 
jas ,  continuó  sin  embargo  en  el  teatro,  y  se  halla  en 
comedias :  como  La  Celestina ,  de  Mendoza ,  La  Se- 
gunda Celestina ,  de  Agustin  de  Salazar,  y  La  Escuela 


ro  es  Indudablemenlc  imiladOD  de 
ambu.  Poco  6  nada  hay  en  ella  qoe 
recuerde  el  estilo  de  la  •  Celestina  »; 
pero,  con  todOj»  algunos  trozos  de- 
clamatorios ,  si  bien  mezclados  con 
ridiculas  pedanterías,  tienen  nervio, 
7  el  di41o^o  de  vez  en  cuando  no  ca- 
rece de  aerta  gracia  y  naturalidad : 
por  todas  partes  ostenta  ser  moral  y 
religiosa,  y  por  oferto  que  nada  tiene 
de  lo  uno  ni  de  lo  otro.  Acerca  de  su 
autor  no  cabe  la  menor  duda.  ▲  fin 
de  imitar  en  todo  4  la  cGelestina»,  tie- 
ne una  introducdon  con  sus  corres- 
pondiente versos  acrósticos,  en  cuyas 
iniciales  se  lee  lo  siguiente  :  «  Alon- 
ase de  Villesas  Selvago  compuso  la 
«comedia  Selvagia,  en  servicio  de  su 
vsennora  Isabel  de  Barrionuevo, 
•siendo  de  edad  de  veinte  annos,  en 
«Toledo,  su  patria.»  ¡Singular  ob- 
sequio piara  una  mujer  á  quien  se 


ama!  Está  dividida  en  escenas  y  en 
actos. 

*>  Parece  que  el  nombre  de  este 
autor  es  incierto  y  dudoso,  pues  se 
encuentra  escrito  de  dos  6  tres  ma- 
neras :  Alfonso  Vaz,  Vázquez,  Ve- 
lazquez  y  Vz.  de  Velasco  (Véase  á  don 
Nicolás  Antonio  cBibl.Nov.«,t.  i,  pa- 
gina 52).  Ésta  comedia  libre  y  des- 
vergonzada, esta  reimpresa  en  la 
edición  de  Óclioa  de  los  c  Orígenes 
del  teatro  español».  (París,  i838,8.<') 
Tieoe  algunos  caracteres  bien  pin- 
tados: por  ejemplo,  el  de  Inocencio, 
que  recuerda  ¿  veces  al  inimitable 
Domine  Sansón,  de  Walter  Scott. 
Esu  comedia  se  publicó  en  Hilan 
en  i602 ;  pero  tal  vez,  como  entonces 
sucedia  casi  siempre,  se  publicase 
antes  en  Espafia :  lo  que  es  cierto 
es  que  se  reimprimió  en  Barcelona 
en  mz. 


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PEINERA  ÉPOCA.  —  CAPITULO   XIII.  285 

de  Celestina^  de  Salas  Barbadillo,  escritas  todas  des- 
pués del  año  de  4600,  y  eo  otras  posteriores.  Y  aun  en 
nuestros  días,  un  drama  fundado  en  su  carácter,  hasta 
donde  lo  permite  la  índole  del  páblico  moderno ,  ha 
sido  acogido  favorablemente,  y  la  obra  original  se  ha 
reimpreso  con  todos  sus  variantes,  mereciendo  ser  nue- 
vamente traducida  al  francés  y  al  alemán  con  vigor  y 
eneijía  ••. 

La  influencia  pues  de  la  CelesUna  no  parece  haber 
concluido  aun  del  todo,  á  pesar  de  que  solamente  es 
digna  de  atención  como  pintura  inimitable  de  la  última 
depravación  del  corazón  humano,  y  por  la  riqueza  de 
su  estilo  verdaderamente  puro,  exquisito,  castizo  y  cas- 
tellano. 


*s  Gnstiiie ,  c  L*Espaene  soas  Fer- 
dlaaod  Vil ,» tercera  edición.  ( París, 
Í838,8A t.  i,p.  279.)La  edición  déla 
«Celestina»,  con  variantes,  es  de  1S22, 
8.*,  por  León  Amarita.  La  traduc- 
ción francesa  es  la  misma  qae  tantas 
▼eces  hemos  citado,  por  Germond 
de  Lavigne  (Paris,  Í84Í ,  i2.*),  y  la 
tradaccion  alemana,  que  es  muy  fiel 
y  exacta,  es  de  Edw.  Bülow  (Leip- 
sik ,  i845 .  ll^").  Hállanse  ya  rastros 
de  la  «  Celestina  •  en  el  teatro  inglés 
desde  1830  (CoUier,  Hlst.de  lapoesia 


dramática ,  etc.,  Londres ,  183i ,  8.^. 
t.  u,  p.  406);  y  bay  ademas  ana  tra- 
ducción inglesa,  hecha  por  Juan  Mab- 
be  (Londres,  4631,  folio),  que  es  muy 
notable  por  su  enerjia,  propiedad  é 
idiotismos.  EnBrunet,  Ebert  y  otros 
autores  de  bibliografía,  se  hallarán 
citadas  las  tres  traducciones  al  fran- 
cés ,  hechas  en  el  siglo  xii ,  Uis  tres 
que  se  hicieron  al  italiano,  y  que  se 
reimprimieron  varias  veces,  una  al 
alemán  y  otra  al  latin,  de  que  ya  he- 
mos hablado. 


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CAPITULO  XIV. 

GonUnuacion  de  la  historia  del  drama.— Joan  del  Encina. —Su  vida  y  obras 
—Sos  representaciones  y  carácter  de  ellas.— -Primeros  dnunas*  represen- 
tados en  Espaíía.— Sagrados  los  unos,  profanos  los  otros.-— El  portugués 
Gil  Vicente.— Sus  dramas  castellanos.— El  anfo  de  la  Casandra.— La  co- 
media de  la  Viuda.— Influencia  de  esta  en  el  drama  espaiol. 

La  Celestina^  según  ya  dejamos  indicado  en  otro  lu- 
gar t  influyó  muy  poco  ó  nada  en  los  rudos  ensayos  del 
éh*ama  español,  quizá  no  tanto  como  los  diálogos  de 
Mingo  Revulgo  y  de  El  Amor  y  un  viejo;  pero  considera- 
das colectivamente,  estas  tres  producciones  nos  servi- 
rán sin  duda  para  descubrir  quién  fuese  el  verdadero 
fundador  del  teatro  español.  Juan  del  Encina\  natu- 
ral probablemente  de  la  aldea  de  su  nombre,  cerca  de 
Salamanca,  nació  por  los  años  de  1468  ó  1469,  y  se 
educó  en  su  célebre  universidad «  donde  tuvo  la  suerte 
de  granjearse  el  favor  y  protección  de  un  miopbro  de 
la  ilustre  casa  de  Alba ,  á  la  sazón  rector  de  aquella. 
Después  de  haber  andado^  algún  tiempo  eQ  la  corte,  y 
de  edad  ya  de  veinte  y  cinco  años,  entró  á  servir  á  Don 
Fadrique  de  Toledo,  primer  duque  de  Alba,  al  cual,  y  á 
su  esposa  la  Duquesa  dedicó  muchas  de  sus  poesías. 


*  Su  nombre  se  halla  escrito  con   de  sus  obras.  En  la  de  1496,  Encina ; 
variedad  en  las  diferentes  ediciones   en  la  de  1909  y  otras ,  Enzina. 


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PRDIBRA   ÉPOCA. CAPÍTULO   XIV.  287 

En  1496  publicó  la  primera  edicioo  de  sus  obras,  divi- 
didas en  cuatro  partes,  y  dirigidas  á  los  Reyes  Católicos 
D.  Femando  y  D/  Isabel,  al  duque  y  duquesa  de  Alba, 
al  príncipe  D.  Juan,  y  á  D.  García  de  Toledo ,  hijo  de 
su  ilustre  protector. 

Algunos  años  después,  Juan  del  Encina  pasó  á  Roma 
y  abrazó  el  estado  eclesiástico,  logrando,  por  su  gran 
pericia  en  la  música ,  que  el  papa  León  X  le  confiase  la 
dirección  de  su  capilla,  el  mayor  honor  que  en  aquellos 
tiempos  podia  conferirse  á  un  profesor  de  dicho  arte. 
En  1519  fué  en  peregrinación  de  Roma  áJerusalen,  en 
compañía  de  D.  Fadrique  Afán  de  Ribera ,  marqués  de 
Tarifa;  y  á  su  vuelta,  en  1521 ,  publicó  en  verso  una 
relación  de  su  viaje,  de  escaso  mérito  literario  y  muy 
mezclada  de  alabanzas  al  Marqués ,  en  la  que  concluye 
manifestando  lo  muy  contento  y  satisfecho  que  estaba 
de  vivir  en  Roma*;  á  pesar  de  lo  cual,  habiendo  sido 
agraciado ,  en  edad  ya  avanzada ,  con  un  priorato  en 
León,  en  recompensa  de  sus  servicios,  volvió  á  su  pais 
natal,  y  murió  en  1 534 ,  habiendo  sido  enterrado  en  la 
catedral  de  Salamanca ,  donde  es  de  creer  se  conserve 
aun  el  monumento  erigido  á  su  memoria'. 

*  De  este  viaje  y  peregrínadoii  hay  Santa  pasando  por  Egipto,  y  en  Jeru-> 

ana  edición  de  Bladrid,  1788, 8.S  la  salen  entró  en  la  orden  y  religión  del 

caal  consta  de  cien  páginas,  y  tiene  Temple.  Su  relación  de  lo  que  vio  y 

al  fin  nn  samario  de  toda  la  obra,  en  observó  durante  su  perecrrinacion , 

verso,  y  en  la  forma  de  los  romances  podrá  ser  interesante  para  la  historia 

que  se  escribían  para  el  pueblo;  si  oe  la  geografía ;  pero  en  cuanto  á 

bienacasonoseaoora  del  mismo  En-  mérito  poético,  tiene  muv  poco  ó 

ciña.  También  el  alférez  Pedro  de  Es-  ninguno.  La  mayor  parte ,  a  pesar  de 

cobar  Cabeza  de  Vaca  publicó  en  iS87  estar  en  verso ,  pudiera ,  sin  mucho 

S^alladolid,8.')unareiacioiienverso  trabado,  convertirse  en  excelente 
e  su  peregrinación  á  Tierra  Santa,  la  prosa . 
cual  consta  de  veinte  y  cinco  cantos  *  El  autor  que  mejor  y  con  másd&- 
en  verso  suelto,  y  se  intitula  «Lucero  tos  ha  escrito  la  vi^  de  Juan  del  En- 
de Tierra  Santa  y  grandezas  de  Egipto  ciña,  es  Femando  Wolf,  de  Viena,  cín 
y  Monte  Sinay*.  El  autor  fué  á  Tierra  eWAllgemeineencydopediederWls- 


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288  HISTORU  DB  LA  LITERATURA  ISPAflOU. 

Son  por  lo  menos  seis  las  ediciones  de  las  obras 
de  Joan  del  Encina  hechas  entre  los  años  de  1496 
y  1 54  6 ;  lo  cual  es  una  prueba  de  que  para  el  tiempo  en 
que  vivió >  gozó,  como  autor»  de  mucha  popularidad. 
Consisten  estas  en  poesías  líricas  de  bastante  amenidad» 
canciones  y  villancicos  en  el  estilo  antiguo  popular ,  y 
dos  ó  tres  poemas  descriptivos^  y  principalmente  uno 
intitulado  Vision  del  templo  de  la  Fama  y  glorias  de  Cas- 
tilla, en  el  cual  elogia  sobremanera  á  D.  Femando  y 
á  D/  Isabel,  y  alude  á  ellos  como  si  fueran  sus  patro- 
nos. De  sus  poesías  sueltas»  la  mayor  parte  son  com- 
posiciones á  diversos  asuntos»  y  escritas  en  diferentes 
ocasiones;  pero  las  más  importantes  son  sus  obras  dra- 
máticas »  las  cuales  forman  la  cuarta  parte  de  su  Con- 
eionero. 

Estas»  que  el  mismo  Endna  llama  «representaciones»» 
son  en  número  de  nueve  en  la  edición  príncipe  de  4  496> 
si  bien  en  las  dos  últimas  son  once»  de  las  cuales,  una 
tiene  la  fecha  de  1498.  Todas  pertenecen  al  género  de  ^ 
la  égloga»  aunque  una  de  ellas  se  intitula  Auto;  deno- 
minación que  no  atinamos  por  qué  razón  se  le  dio  ^.  Re- 


8eD8Cha(tenandKdDste«(Enciclope-  como  los  aatos  saonmentales  del 
dia  aniTersal  de  ciencias  y  artes),  Corpas,  y  los  autos  de  fe  déla  inqni- 
sección  primera,  Leipzig,  4.®,  t.  xxxi?,  sicion.  Véase  á  GoTarmbias,  c Tesoro 
pp.  Í87-9.— Véase  también  k  Gil  Gon-  de  la  lengua  castellana»,  y  loque  más 
xalezDávila,  cHístoriade  las  antigüe-  adelante  diremos  acerca  de  los  dra- 
dades  de  la  ciudad  de  Salamanca»  mas  de  Lope  de  Vega,  en  el  segundo 
(Sai.,  1604, 4.*).  lib.  3,  cap.  tt,  el  cual  pertodo.  En  í;H4,  Juan  del  Encina  pu- 
le llama  cbtjo  de  esta  patriat,  es  de-  blicó  en  Roma  un  drama  intitulado 
cir,  natural  de  Salamanca.  cplácida  y  Victoriano  »,  que  él  llama 
^  «Auto  del  Repelón» ;  es  una  riña  égloga,  y  del  cual  hace  grandes  elo- 
en  el  mercado  de  Salamanca  entre  gíos  el  autor  del  «Diálogo  de  las  len- 
algunos  estudiantes  de  la  universi-  guas»;perojaenelañolSKOseballa 
dad  y  varios  pastores.  La  palabra  incluido  en  el  «bidice  Expurgatorio», 
«auto»  se  derí?a  del  latin  actui,  y  se  y  también  aparece  en  el  de  1667, 
aplicaba  á  todo  acto  6  ceremonia  so-  p.  733.  Es  ¡probable  no  quede  ejem- 
lemne,  de  cualquier  clase  que  fbese,  piar  alguno  de  él. 


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PRIMERA  ÉPOCA.  — CAPÍTULO   XIV.  289 

presentáronse  delante  del  duque  y  duquesa  de  Alba; 
del  príncipe  D.  Juan,  del  duque  del  Infentado,  y  de 
otros  ilustres  personajes ,  cuyos  nombres  van  puestos 
en  el  prólogo  ú  encabezamiento.  Todas  ellas  están  es- 
critas en  alguna  de  las  formas  del  antiguo  metro  espa- 
ñol ;  en  todas  hay  canto,  y  en  una  baile ,  participando 
así  de  muchos  de  los  elementos  que  constituyen  el  dra- 
ma profano  propiamente  dicho»  de  cuya  existencia  en 
España  no  hallamos  memoria  alguna  más  antigua. 

Dos  cosas»  sin  embargo,  han  de  tenerse  presentes  él 
considerar  los  esfuerzos  dramáticos  de  Juan  del  En- 
cina ,  como  la  piedra  fundamental  del  drama  español : 
á  saber,  su  esencia  y  su  forma.  Aunque  denominadas 
églogas,  no  son  tales  en  su  esencia,  y  sí  tan  solo  en  el 
nombre  y  en  la  forma.  Juan  del  Encina,  que  era  buen 
humanista ,  como  lo  prueba  la  relación  poética  de  su 
viaje  á  Tierra  Santa,  comentó  por  traducir,  ó  más  bien 
pagl^sear,  las  diez  égoglas  de  Yirgílio,  acomodando- 
l/mén  su  mayor  parte  á  sucesos  del  reinado  de  D.  Fer- 
nando y  D.*  Isabel ,  ó  á  trances  de  fortuna  de  la  casa 
de  Alba '.  De  aquí  pasó  naturalmente  á  componer  églo- 
gas que  hablan  de  representarse  delante  de  sus  ilustres 
patronos  y  sus  amigos  de  la  corte;  si  bien,  al  hacerlo, 
no  pudo  menos  de  tener  presentes  los  autos  tan  co- 
nocidos y  popularizados  en  España  desde  los  tiempos  de 
Alonso  el  Sabio ,  y  que  soiian  representarse  en  las  fies- 


*  Quizá  ftiéronrepresentadas,  ann-  Por  ejemplo,  en  la  primera ,  el  pastor 
jaenopuedoaducir  más  prueba  en  fa-  Tysiro  se  dirige  á  menudo  al  Re 
▼or  de  esta  conjetura,  oue  la  de  baber   en  la  quinta,  se  trata  de  la  muerte  c 


que  nopuedoaducir  más  prueba  en  fa-  Tysiro  se  dirige  á  menudo  aÍReY: 
▼or  de  esta  conjetura,  oue  la  de  baber  en  la  quinta,  se  trata  de  la  muerte  del 
su  autor  acomodado  el  diálogo  á  al-   príncipe  de  Portugul ;  la  sexta  es  una 


Sunos  de  los  personajes  que  conocí-  especie  de  amonestación  dirigida  al 

amenté  formaron  parte  de  su  audi-  principe  D.  Juan ,  hijo  de  los  Reyes 

torio  en  otras  ocasiones  semejantes.  Católicos,  y  asi  á  este  tenor. 

T,  I.  19 


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290  HISTORIA   DE   LA   LITERATURA   fiSPAf^lOLA. 

tas  solemnes  de  la  Iglesia.  As(  pues,  seis  de  sus  églo* 
gas,  siguiendo  la  antigua  costumbre,  no  son  más  que 
simples  diálogos  representables,  ya  en  Noche  Buena  ó 
en  pascua  de  Resurrección,  ya  durante  el  carnaval  y  la 
cuaresma ;  en  una  de  las  cuales  se  introduce  el  Pesebre 
de  Belén,  y  en  otra  el  Santo  Sepulcro ,  representán<iose 
el  modo  como  fué  sepultado  el  Salvador.  Todas  parece 
se  representaron  en  la  capilla  ú  oratorio  de  los  Duques, 
si  bien  dos  de  ellas  no  son  muy  devotas,  que  digamos, 
ni  en  el  fondo  ni  en  la  forma. 

Las  cinco  églogas  restantes  son  de  todo  punto  pro- 
fluyas  :  tres  de  ellas  versan  sobre  asuntos  novelescos; 
la  cuarta  presenta  á  un  pastor  tan  perdido  de  amores 
por  una  pastora  llamada  Zefíra ,  que  no  pudiendo  so- 
brellevar por  más  tiempo  su  pena,  se  da  la  muerte  de- 
sesperado; y  por  último,  el  asunto  de  la  quinta,  lla- 
mada el  Aucto  del  Repelón  ^  es  una  escena  de  mercado 
en  Salamanca,  con  burlas,  y  una  refriega  entre  estu- 
diantes y  aldeanos,  de  las  que  Juan  del  Encina  debid 
presenciar  muchas  durante  su  vida  estudiantina  en  aque- 
lla universidad.  Estas  cinco  églogas,  pues,  se  ligan  y 
eslabonan  con  el  drama  profano,  que  se  desarrolló  más 
tarde  en  España,  al  paso  que  las  seis  primeras  parecen 
más  bien  continuación  é  imitación  de  las  antiguas  re- 
presentaciones sagradas. 

Hay  otra  circunstancia  más,  que  es  preciso  no  perder 
de  vista  al  considerar  las  églogas  de  Juan  del  Encina 
como  el  fundamento  y  principio  del  teatro  español :  á  sa- 
ber, que  todas  ó  la  mayor  parte  fueron  representadas, 
como  se  colige  de  sus  respectivos  títulos,  en  los  cuales, 
no  tan  solo  declara  y  nombra  los  personajes  presentes. 


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PRIMERA    ÉPOCA.  CAPlTUrO   XIV.  291 

sino  que  el  mismo  Encina  á  menudo  habla  de  si  mismo, 
como  sí  hubiera  tomado  parte  en  la  representación. 
Agustin  de  Rojas ,  cuyo  teslimonio  es  de  la  mayor  au- 
toridad en  todo  lo  concerniente  al  teatro ,  confirma  este 
hecho ,  asignando  una  misma  fecha  á  la  conquista  de 
Granada  y  descubrimiento  del  Nuevo  Muúdo  por  Co- 
lon, que  al  establédtioiiento  del  teatro  español  por  Juan 
del  Encina;  sdcesos  que,  penetrado  del  verdadero  es- 
píritu de  su  profesión ,  aquel  autor  parece  considerar 
como  de  igual  importancia^.  Un  diligente  e^ritor  del 
tiempo  de  Felipe  IV'  fija  el  año  en  que  esto  sucedió, 
diciendo  :  «Año  de  4492  comiengaron  en  Castilla  las 
1»  compañías  á  representar  públicamente  comedias  por 
1»  Juan  del  Enzina» ;  de  suerte  que  en  el  mismo  año  en 
que  Colon  descubria  la  América ,  se  echaban ,  por  de- 
cirlo as(,  los  cimientos  del  teatro  español. 

No  debe  sin  embargo  ínferiirse  de  lo  dicho  anterior- 
mente^ que  las  «representaciones»  de  Juan  dé\  Encina, 
como  él  mismo  las  Hama ,  tengan  mucho  interés  dra- 
n^co  :  al  contrario,  son  rudas  en  la  forma  y  pobres 
de  ingenio.  En  algunas  no  hay  más  que  dos  ó  tres  ín- 
teriocutores,  la  (pie  más  tiene  seis,  y  todas  calecen  de 
enredó  y  demás  accidentes  que  constituyen  el  drama. 

*  Agustín  de  Rojas,  «ñ^ane  éntrete^  de  su  «  Población  de  Éspaflá »  (Ma- 
nido,* Madrid,  Í6i4»  8.«,  fol.  46  y  47.  drid,  1675,  folio,  fol.  250,  v.«).  Mende?; 
Al  tratar  este  autor  de  los  dramas  Silva  fUé  autor  muy  erudito,  y  <}ue  de- 
bacóiicos  de  Juan  del  Encina  que  se  Jó  escritas  mocbas  obras  de  diversas 
representaron  delante  de  los  duques  materias.  Véase  su  vida  en  Barbosa, 
de  Alba,  Infantado  y  otros  persona-  «Bib.  Lusit.,»  t.  in,  p.  649,  donde  se 
jes,  dice  terminantemente  que  cfue-  inserta  un  soneto  de  Lone  de  Vega 
ron  los  prhneros  representados»,  en  alabanea  de  su  c Catálogo  real». 
Bofos  no  nadó  basta  elaik>  4577,  pero  La  etftesifm  en  púNko,  habrá  de 
dedicó  toda  su  vida  al  teatro,  cuya  entenoerse  tan  solo  en  casa  de  los 
historia  parece  haber  conocido  mejor  protectores  de  Juan  del  Encina,  y  no 
que  ningún  otro  autor  de  su  tiempo,  de  otra  manera ,  como  veremos  más 

^  Rodrigo  Méndez  Silva,  «Catáloao  adelante, 
real  genealógico  de  España,»  al  fin 


Vi^^ 


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292  HISTORIA   DB   LA   LITERATURA   ESPAÑOLA. 

En  una  que  compaso  para  representarse  en  la  noche 
de  Navidad ,  los  cuatro  pastores  son  real  y  verdadera- 
mente los  cuatro  evangelistas ,  y  S.  Juan  encubre  en 
cierto  modo  la  persona  del  autor.  Sale  en  efecto  prime- 
ro, y  después  de  hablar  un  rato  acerca  de  sí  mismo,  va- 
nagloriándose y  elogiando  sus  obras  como  poeta,  ensal- 
za al  duque  de  Alba,  su  patrono,  calificándole  de  hom- 
bre temido  «dentro  en  Francia  é  en  Portugal» ,  paises 
con  los  cuales  la  España  no  mantenia  entonces  las  me- 
jores relaciones  políticas.  Viene  en  seguida  Mateo,  y  re- 
prende á  Juan,  echándole  en  cara  su  excesiva  vanidad, 
y  diciéndole  que  «sus  obras  todas  no  valen  dos  pajas» , 
á  lo  que  Juan  replica  que  en  el  género  bucólico  y  otros 
más  elevados,  desafía  á  todos  sus  competidores;  y  que 
para  el  próximo  mayo  se  propone  trael*  tales  obras  en 
verso,  que  le  coloquen  en  el  rango  de  los  más  ilustres 
poetas,  y  hagan  callar  á  sus  detractores.  Ambos  convie- 
nen sin  embargo  en  que  el  Duque  y  la  Duquesa  son  muy 
buenos  amos ;  y  Mateo  añade  que  está  deseando  ser  ad- 
mitido á  su  servicio.  En  este  punto  entran  en  la  escena 
Lúeas  y  Marcos,  anunciando  al  auditorio  el  nacimiento 
del  Salvador;  y  después  de  conversar  los  cuatro  acerca 
de  dicho  suceso ,  aludiendo  al  Evangelio  de  San  Juan, 
cokno  ya  publicado,  se  resuelven  á  ir  á  Belén,  cantando 
de  camino  un  villancico  *,  que  no  tiene  por  cierto  nada 
de  devoto.  Toda  la  égloga  consta  de  unas  cuarenta  co- 

*  Los  ▼iUancicos  conservaron  por  yiHancicoB.  Colmenares,  tHistoria  de 
lar^o  tiempo  en  España  la  forma  pas-  la  insigne  ciudad  de  Segovia»  (Sego- 
tonl,  y  algún  tanto  del  carácter  dra-  via,  ÍGÍJ^  folio,  p.  SS58)  ;y  más  tarde, 
mático.  En  el  casamiento  de  Felipe  II,  en  el  año  1600 ,  cuando  Felipe  IR  rí- 
en Segovia,  en  1570,  cnueve  mucha-  sitó  aquella  ciudad,  toyó  un  coloquio 
»chos,  mocos  de  coro,  en  hábito  de  ty  villancicos  de  los  mo^os  decoro.» 
«pastores ,  bien  adornados ,  salieron  Ibid. ,  p.  584. 
•del  sagrario,  y  danzando  cantaron  un 


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PRIMERA   ÉPOCA.  —  CAPÍTULO  XIV.  293 

pías  rimadas  >  de  á  nueve  versos,  incloso  el  villancico 
que  concluye  con  una  especie  de  coro  ú  estrivillo  de 
bastante  buen  efecto^. 

La  égloga  que  acabamos  de  analizar  pertenece  al  gé- 
nero sagrado ;  mas  otra  que  se  representó  al  fin  del 
carnaval,  durante  el  período  conocido  vulgarmente  en 
Salamanca  y  su  tierra  por  «antruejo»  '*,  participa  algún 
tanto  del  paganismo ,  así  como  la  ceremonia  á  que  se 
refiere.  Toda  ella  se  reduce  á  un  diálogo  rústico,  aun- 
que animado ,  entre  cuatro  pastores,  y  empieza  con  la 
descripción  de  una  de  esas  farsas  tan  comunes  en  tiem- 
po de  Juan  del  Encina ,  figurándose  un  combate  entre 
el  Carnaval  y  la  Cuaresma,  en  que  aquel  sale  vencido, 
y  una  francachela  en  que  los  cuatro  pastores  comen  y 
beben  á  porfía;  terminando,  como  las  demás,  con  un 
villancico,  en  que  por  causas  que  no  podemos  adivi- 
nar, el  Antruejo  hace  el  papel  de  santo ^\ 

Muy  diferente  de  las  dos  ya  citadas  es  la  represen- 
tación del  Viernes  Santo,  en  la  cual  se  introducen  dos 


*  Es  la  égloga  que  empieza :  «Dios 
salve  acá  buena  gente»,  y  se  halla  al 
fol.  105  del  c  Cancionero  de  todas  las 
obras  de  Juan  del  Enzina ;  impresso 
en  Salamanca,  á  Teinte  dias  del  mes 
de  junio  de  necee  b xevi  años»  (116 
hojas,  en  folio).  Representóse  de- 
lante del  duque  ▼  duquesa  de  Alba , 
y  en  alguna  sala  de  su  palacio,  donde 
aquellos  estaban  oyendo  maitines. 
La  siguiente ,  que  empieza  :  «  Dios 
mantensa.  Dios  mantenga»,  se  re- 
presento en  el  mismo  sitio,  á  la  hora 
de  vísperas. 

*^ « Este  vocablo,  dice  Covarrubias, 
»se  usa  en  Salamanca,y  vale  lomesmo 
»que  Carnestolendas:  y  en  las  aldeas 
»le  llaman  Antruydo.  Son  ciertos  dias 
•antes  de  quaresma,  y  tienen  un  poco 
»de  resabio  á  la  gentilidad  y  uso  an- 
»tiguo  de  las  fiestas  que  llamaban  Sa- 


»turnales.»  Más  tarde,  Villalobos,  en 
su  entretenido  «Diálogo  del  duque  y 
el  médico»,  usó  de  esta  voz :  «  y  en 
el  dia  de  antruejo  »,  etc.  (Obras,  (a- 
rago^,  1544,  folio,  fol.  35).  El  «Dic- 
cionario de  la  Academia  » la  adoptó 
posteriormente,  definiéndola  «los 
tres  últimos  dias  de  carnaval ». 

*^  La  égloga  del  Antruejo  empieza : 
«¡Carnal  fuera!  ¡camal  fuera!»  y 
nos  recuerda  aquel  romance  antiguo 
de  «¡Afuera,  afuera,  Rodriso!»  Hálla- 
se al  fol.  85  de  la  edición  de  1500,  y 
está  precedida  de  otra,  también  re- 
presentada en  la  noche  postrera  de 
antruejo,delante  de  los  duques,  y  que 
empieza  de  esta  manera  :  « ¡  0  triste 
de  mi,  cuvtado ! »  (fol.  85),  acabando 
con  un  villancico  en  que  se  manifiesta 
el  deseo  de  una  paz  verdadera  con  la 
Francia. 


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294  HISTARIA  MS,   LA   UTERATUBA   ESPAÑOLA. 

ermitaños ,  la  Verónica  y  un  ángel.  Loe  ermitaños,  uno 
viejo  y  el  otro  mozo ,  9e  oncneotran «  y  después  de  sa- 
ludarse mutuamente  y  continuar  su  oaminQt  b1  mayor 
le  dice  al  vmüpr  coa  muestras  de  grande  «Oicoion, 
cómo  isl  Salvador  ha  sido  crucificado  en  aquel  mismo 
día,  y  )e  persuade  á  visitar  con  él  el  Santo  Sepolcro. 
En  medio  de  su  plática  la  Verónica  se  une  á  ellos,  y  les 
refiere  muy  detalladamente  y  con  bastante  sentimiento 
poético  la  muerte  de  nuestro  Redentor,  en  la  cruz, 
ensenáadc^  al  propio  tiempo  el  pana  en  que  el  Sal- 
vador dejó  milagrosamente  impreso  su  rostro,  al  lim- 
piar el  sudor  que  le  bañaba  en  su  agonía.  Llegados  al 
Santo  Sepulcro,  que  era  un  monumento  del  Corpus  en 
la  capilla  de  los  Duques,  donde  se  hacia  la  represen- 
tación, los  tres  se  arrodillan;  y  un  áq^l  que  hallan 
en  aquel  sitio  les  explica  el  misterio  de  la  cruz,  y  por 
ultimo  los  cuatro  interlocutores  cantan  un  villancico  en 
q\ie  alaban  á  Dios,  y  se  animan  mutuam^ate,  recor- 
dando la  promesa  de  la  resurrección  **. 

Pero  donde  Juan  del  Encina  se  acercó  más  á  la  ver- 
dadera composición  dramática,  fué  en  dos  de  sus  églo- 
gas :  la  del  «escudero  que  se  tornó  pastor» ,  y  la  de  «los 
pastores  que  se  tomaron  palaciegos  >» ,  las  cuales  deben 
ser  consideradas  como  una  misma ,  aunque  el  autor  en 
su  simplicidad  las  hizo  distintas  é  independientes  una 
de  otra  **.  En  la  primera  una  pastorcica  algo  coqueta, 

<*  Empieza  asi :  c  Deo  gradas,  pa-  pausa  en  medio,  como  los  entreactos 
dre  honrado ! «,  y  se  baila  al  fol.  80  de  en  nuestra  comedia  moderna ;  du- 
la edic.  de  1509.  rante  cuya  ñausa ,  Juan  del  Encina 

*^  Son  las  dos  églogas  :  cPascuala,  presenta  al  Duque  y  ¿  la  Duquesa  la 

Dios  te  mantenga!»  (fol.  86),  y  t  Ha,  compilación  de  sus  obras ,  « prome- 

Mingo,  quedaste  atrás  » (fol.  ^),  las  »tíendo  no  trovar  más,  salvo  que  sus 

cuales  no  tengo  duda  sino  que  se  re-  «señorías  se  lo  manden. » 
presentaron  una  tras  otra,  con  una 


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PRIMERA  ÉPOCA,  —  CAPÍTULO  XI¥.  295 

llamada  Pascuala ,  se  muestra  dispuesta  á  admitir  los 
obsequios  del  pastor  Mingo ,  hasta  tanto  que  presen- 
tándose en  la  escena  un  escudero  joven  y  gentil ,  le 
acepta  por  su  amante  á  condición  de  que  se  volverá 
pastor.  Este  consiente,  y  hecha  la  trasformacion  y 
cantado  el  villancico  de  ordenanza,  concluyela  égloga. 
La  segunda,  que  según  arriba  dijimos,  no  es  más  que 
la  continuaron  de  la  primera ,  introduce  al  escodero, 
cansado  ya  de  la  vida  pastoril,  y  persuadiendo  á  los  de- 
mas  pastores  á  que  dejen  el  cayado  y  se  metan  á  pa- 
laciegos; aprovechando  el  autoría  ocasión  que  le  ofrece 
el  diálogo,  para  criticar  las  costumbres  de  los  corlesa- 
nos  y  encomiar  con  bastante  gracia  y  naturalidad  la 
vida  del  campo.  El  escudero,  por  último,  se  sale  con  la 
suya ;  los  pastores  cambian  de  vestido  y  se  disponen  á 
entrar  en  «la  vida  palanciana»,  cantando  por  conclu- 
sión un  excelente  villancico  en  alabanza  del  amor,  que 
con  su  poder  trasforma  los  pastores  en  palaciegos ,  y  los 
palaciegos  en  pastores. 

El  pasaje  más  poético  que  hallamos  en  las  dos  églo- 
gas arriba  citadas ,  es  aquel  en  que  Mingo,  el  mejor  y 
más  honrado  de  los  pastores,  resistiéndose  aun  á  cam- 
biar la  vida  del  campo  por  el  bullicio  de  la  corte,  des- 
cribe sus  placeres  y  recursos  con  un  sentimiento  tal  de 
ternura  y  naturalidad,  cual  no  se  halla  en  ninguna  de 
las  demás  églogas : 

Cata,  Gil ,  que  las  mañanas  cod  el  ganado  de  noche 

en  el  campo  hay  gran  frescor,     ,     no  creas  que  no  reproche 
e  tiene  muy  gran  sabor  el  palaciego  biuir : 

la  sombra  de  las  cabanas.  ¡  ó  qué  gasajo  es  oyr 

el  sonido  de  los  grillos ; 
Quien  es  ducho  de  dormir  é  el  tañer  de  los  caramillos ! 


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S06  HISTORIA   DB   LA   UTBRATURA   BSPAÍlOLA. 

no  ay  quien  lo  pueda  dezir.  de  brujas  agua  en  la  fuente : 

o  de  la  que  va  corriente 
Ya  sabes  qué  gozo  siente  por  el  cascajal  corriendo , 

el  pastor  muy  caluroso  que  se  va  toda  riendo, 

en  beuer  con  gran  repeso  |  ó  qué  praxer  tan  valiente  ^ ! 


Ambas  oomposiciones  están  escritas  en  redondillas 
dobles,  formando  octavas  de  versos  octosílabos,  y  con- 
tienen entre  las  dos  caatrocieotos  y  cincuenta  versos, 
lo  cual  es  más  que  snfíciente  para  indicar  la  dirección 
que  tomaba  el  genio  de  Joan  del  Encina,  y  la  altura  á 
que  se  elevó. 

Juan  del  Encina ,  pues ,  debe  ser  considerado  como  el 
fundador,  no  solo  del  teatro  español,  sino  que  también 
del  portugués,  cuyos  primeros  ensayos  están  de  tal  ma- 
nera calcados  sobre  los  suyos,  y  contribuyeron  tan  pode- 
rosamente al  desarrollo  del  drama,  que  necesariamente 
tienen  que  formar  parte  de  su  historia.  Debiéronse  es- 
tos ensayos  á  Gil  Vicente ,  caballero  portugués  de  no- 
ble cuna,  el  cual  parece  haber  seguido  en  un  principio 
la  carrera  de  las  leyes,  que  abandonó  después  para 
dedicarse  enteramente  á  la  compo^cion  de  piezas  dra- 
máticas representables ,  particularmente  para  las  casas 
de  D.  Manuel  el  Grande  y  D.  Juan  lU.  El  año  de  su  na- 
cimiento se  ignora;  pero  consta  que  murió  en  4557» 
y  que  como  autor  dramático  floreció  entre  los  años  de 
4502  y  4536".  Dejó  escritas  cuarenta  y  dos  composi- 

«*  Es  tal  la  sencillez  dórica  que  se  pp.  383  y  sig.  Las  fechas  de  Í8QS  y 
observa  en  este  (rozo,  que  no  he  po-  1ÍS36  están  tomadas  del  prefacio  ó  lu- 
dido resistir  á  la  tentación  de  trasla-  troduceion  que  el  hijo  de  Gil  Vicente 
darlo  aqui ,  como  modelo  de  poesia  puso  á  las  «  Obras  de  Devocao  •,  que 
descríptiTa,  muy  notable  ya  para  el  son  las  primeras,  y  ¿  b  tFIoresU  de 
tiempo  en  que  se  escribió.  Hállase  al  engaños»,  que  es  la  última  de  laa 
fol.  00  de  la  edic.  de  i300.  obras  de  su  padre. 

•■  Barbosa,  «Bib.  LusiL,»  t.  u. 


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PRllflIU  ÉPOCA.  —  CAPITULO  XIV.  297 

cíooes  bajo  el  sombre  de  obras  de  derocioD ,  cosiedias, 
tragicomedias  y  farsas  t  si  bien  la  mayor  parte,  á  pesar 
de  sas  títulos,  bo  soneo  realidad  más  que  dramas  cor- 
tos y  animados,  ó  églogas  sagradas.  Tomadas  colecti- 
vamente, son  lo  mejor  que  se  halla  en  la  literatura  por- 
tuguesa dramática.  Lo  primero  que  llama  la  atención  en 
las  composiciones  de  Gil  Vicente ,  es  su  forma  entera- 
mente española ,  y  el  estar  la  mayor  parte  escritas  en 
idioma  castellano.  En  efecto ,  así  sucede  con  diez  de 
ellas;  otras  quince  están,  parte  en  castellano  y  parte 
en  portugués;  y  las  diez  y  siete  restantes  solo  en  este 
idioma.  Por  qué  razón  Gil  Vicente  adoptó  este  método, 
no  es  ftcil  atinar;  las  dos  lenguas  tienen  sin  duda  al^ 
guna  mucha  afinidad,  y  los  esmtores  de  una  y  de  otra 
nación,  particularmente  los  portugueses,  se  han  distin- 
guido muy  á  menudo  en  el  uso  de  ambas ;  si  bien  estos 
no  han  querido  nunca  conceder  que  la  suya  fuese  ni 
menos  rica,  ni  menos  apta  para  todo  género  de  com- 
posición que  la  de  sus  vecinos  y  rivales.  Quizá  se  deba 
en  este  caso  á  la  circunstancia  de  que  las  cortes  de 
Castilla  y  Portugal  estaban  á  la  sazón  estrechamente 
unidas  por  dobles  casamientos ;  á  que  el  rey  D.  Ma- 
nuel llevaba  continuamente  consigo  truhanes  y  juglares 
castellanos  que  le  divertian**;  á  que  la  Pioina,  esposa  de 
este,  era  española'^ ;  ó  finalmente,  á  que  Gil  Vicente  cre- 

*^  Damüiode  Goes,  t Crónica  de  dará  las  Reinas,  no  puedo  conTe- 

D.  Manoel,»  Lisboa,  1745,  folio, par-  nir  con  Rapp.  «Pruths  Liter&rhis- 

te  IV,  cap.  84,  p.  seo :  c  Prazia  conti-  torisch  Tascbenbnch  » (Manual  de  la 

»niiadamente  na  sua  corte  choqoar-  historia  de  la  literatura),  1846,  p.34i« 

»reiro6  castellanos.».  en  que  Gil  Vicente  empleó  el  caste- 

^^  Casóse  en  el  año  iSOO  (Ibid.,  llano  en  sus  églogas  pastoriles,  á 

parte  I,  cap.  88).  Gomo  muchos  de  ffuisa  de  idioma  rústico  y  vulgar, 

loa  versos  castellanos  de  Gil  Vicente  Ademas ,  si  asi  fuera ,  ¿en  qué  con- 

fuéron  escritos  con  el  fin  de  agrá-  siste  que  Saa  de  Miranda  y  Gamoens, 


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298  HISTOMA   DE   LA   LITCRATimA   BSPAÍlOLA. 

yó  deber  imitar  en  esto,  como  en  otras  muchas  cosas,  ¿ 
su  maestro  Juan  del  Encina.  Sea  de  esto  loque  fuere, 
lo  cierto  es  que  Gil  Vicente,  aunque  nacido  y  habitante 
en  Portugal,  debe  ser  contado  en  el  número  de  los  poe- 
tas españoles,  al  mismo  tiempo  que  en  el  de  los  portu- 
gueses. 

*  Su  primer  ensayo  es  del  año  1603 ,  en  ocasión  del 
nacimiento  del  príncipe  D.  Juan ,  que  subió  más  tarde 
al  trono  con  el  nombre  de  D.  Juan  III  '*.  Es  un  solilo- 
quio en  castellano,  de  más  de  cien  versos,  que  según 
todas  las  apariencias,  d^ió  recitarse,  en  presencia  del 
Rey,  de  la  Reina  madre  y  de  la  duquesa  de  Braganza, 
por  el  autor  mismo,  vestido  de  pastor,  el  cual  entra  en 
la  cámara  real,  y  después  de  haberse  dirigido  á  la  Reina 
madre,  es  seguido  de  otros  pastores  que  traen  dones 
para  el  recien  nacido.  La  poesía  es  natural,  viva  y  ani- 
mada,  y  expresa  bastante  bien  los  sentimientos  de  ad- 

dos  de  los  cuatro  grandes  poetas  que  de  lo  que  él  mismo  dice  en  el  nóm.  i9 
ha  producido  Portugal ,  y  otros  mu-  de  su  t  Catálogo  de  piezas  dramáti- 
cbos  autores  que  pudiera  citar,  es-  cas  ».  Mucho  se  debe  por  tanto  i  dos 
cribieron  de  vez  en  cuando  en  caste-  caballeros  portugueses ,  J.  V.  Barrete 
llano?  Feio  and  J.  M.  Ilonteiro,  que  en  i834 
^  El  hijo  menor  de  Gil  Vicente  pu-  publicaron  en  Hamburffo  una  exce- 
blioó  las  obras  de  su  padre  en  i962  lente  edición  de  todas  las  obras  de 
(Lisboa,  folio) :  reimprimiéronse  más  Gil  Vicente,  en  tres  tomos,  en  8.®,  va- 
tarde  en  1SI86,mu;r  enmendadas  y  des-  liéndose  para  ello  del  ejemplar  de  la 
figuradas  por  la  inouisicion.  A  pesar  biblioteca  de  Gottingen.  En  dicha  edi- 
cto esto,  es  uno  de  los  libros  mas  cu-  cion  (t.  i ,  p.  i )  se  encuentra  el  suli- 
riosos  y  raros  de  la  literatura  mo-  loquio  de  oue  va  hemos  hablado  •  el 
derna:  tanto,  que  no  me  acuerdo  ha-  cual  se  halla  el  primero  en  el  texto , 
ber  visto  más  que  cinco  ejemplares,  porque  c  fué  (dice  el  hijo)  a  primeira 
de  los  cuales  uno  en  la  biblioteca  »cousaqueoautorfez,  eqneemPor- 
páblica  de  Gottingen,  y  otro  en  la  de  »tugal  se  representen.»  También  di- 
Lisboa  ,  el  primero  en  folio ,  el  se-  ce  que  la  representación  se  hizo  la 
gundo  en  A.^  El  mismo  Moratin »  á  nocne  siguiente  á  la  del  nacimiento 
quien  tanto  importaba  el  ver  un  del  Principe,  y  por  lo  Unto  el  primer 
ejemplar  de  este  libro ,  y  que  sabia  drama  profano  portugués  debió  re- 
muy  Dien  lo  que  contenían  las  bi-  presentarse  el  8  de  ínnio  de  1502 , 
blíotecas  de  Paris  v  Madrid ,  capíta-  puesto  que  el  6nacié  Juan  III. —Véase 
lee  en  que  residió  largo  tiempo ,  no  a  Damiao  de  Goes ,  t  Crónica  de  Don 
logró  nunca  ver  uno,  como  se  infiere  Manoel,»  parte  i,  cap.  02. 


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PRIMERA  tPOCA.  -^  CAPllULO  XIT.  299 

miración  y  scHrpresa  que  naturalmente  debienm  sobre- 
coger á  un  rúatiao  aldeano «  al  entrar  por  la  primera 
vez  en  palacio.  CooBiderada  biyo  el  punto  de  vista  de 
una  lisonja  cortesana  •  la  composición  produjo  su  efec- 
to. En  ana  breve  y  modesta  noticia  añadida  por  el  hijo 
de  Gil  Vicente ,  leemos  que  siendo  este  el  primer  tra- 
bsyo  de  su  padre  y  la  primera  representación  dramática 
que  hubo  en  Portugal «  fué  tanto  lo  que  agradó  á  la 
Reina  madre*  que  le  mandó  preparar  otra  para  el  dia 
de  Noche  Buena*  en  conmemoración  del  nacimiento  de 
Cristo- 
Gil  Vicente  comprmidió  desde  luego  que  lo  que  la 
Reina  deseaba  era  una  fiesta  igual  á  las  que  habia  pre- 
senciado en  la  corte  de  Castilla,  cuando  Juan  del  En- 
cina contribuía  á  divertirla  con  su  musa  en  las  fiestas 
de  Navidad ;  y  así  compuso  un  «auto  pastoril^,  en  el 
cual  introdujo  como  interlocutores  á  cuatro  pastores  y 
á  los  dos  evangelistas  Lúeas  y  Mateo.  Y  no  solo  imitó 
servilmente  la  forma  empleada  por.  Juan  del  Encina* 
introduciendo  en  su  auto  el  pesebre  de  Belén  *  como 
este  autor  lo  habia  hecho  antes,  sino  que  copió  con 
bastante  libertad  hasta  sus  mismos  versos.  La  Reina 
quedó  muy  satisfecha  con  este  segundo  ensayo  del  poe- 
ta, según  nos  dice  su  hijo,  y  le  pidió  escribiese  otro 
auto  para  representarse  en  la  noche  del  dia  de  Reyes 
de  4503;  y  Gil  Vicente,  obediente  á  sus  mandatos,  com- 
puso otros  cuatro,  que  se  representaron  en  otros  tantos 
dias  festivos.  De  suerte  que  los  seis  autos  pastoriles  de 
Gil  Vicente  que  versan  sobre  asuntos  sagrados  *  escri- 
tos como  están  en  castellano  para  representarse  con 
acompañamiento  de  música  y  baile  delante  del  rey  Don 


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300  HISTORIA  DB   LA  LITERATUIU  ESPAÑOLA. 

Manuel,  de  la  Reina  su  esposa  y  de  los  caballeros  y  se* 
ñores  de  su  corte ,  deben  ser  considerados  como  meras 
imitaciones  de  las  églogas  de  Juan  del  Encina'*. 

De  estas  seis  composiciones  i  de  las  cuales  tres  fue- 
ron escritas  en  1502  y  1503,  y  las  restantes  probable- 
mente poco  después ,  la  más  importante  y  caracterís* 
tica  es  la  intitulada  Aula  de  la  Sibtfla  Cassandra,  la  cual 
se  representó  en  el  opulento  monasterio  de  Enxobre- 
gas,  el  dia  de  Noche  Buena,  por  la  mañana,  delante 
de  la  Reina  madre.  Es  una  égloga  castellana  de  más  de 
ochocientos  versos ,  escrita  en  el  metro  de  que  más  usó 
Juan  del  Encina.  Gassaüdra,  la  hacina,  es  una  pastora, 
dotada,  á  lo  que  parece,  del  don  de  profecía,  y  que  ha 
tenido  anuncios  del  nacimiento  de  Cristo.  Entra  en  la 
escena,  donde  permanece  hasta  el  fin,  agrupándose  en 
derredor  suyo  los  demás  personajes  del  drama ,  de  una 
manera  bastante  artificiosa.  No  bien  ha  manifestado  su 
resolución  de  vivir  soltera,  cuando  Salomón  se  presenta 
y  le  declara  su  amor,  diciéndole  con  mucha  simplici- 
dad que  tiene  ya  habladas  á  sus  tias ,  y  que  todo  está 
dispuesto  para  celebrar  la  boda  dentro  de  tres  dias. 
Cassandra  se  mantiene  firme  en  su  propósito  de  no 
casarse,  y  Salomón  sale  á  buscar  las  tias  para  que  ven* 


**  Los  editores  de  Hamburgo  han  G  vimos  singularmente 

hecho  noUr  los  pasajes  en  que  Gil  Faier  representacoes 

Vicente  imitó  ó  copió  á  Juan  del  Enci-  Rf  mí»íííoíÍ!l'i«^^^ 

na.(Vol,i,.Ensaif,p.38^Enefecto,  g^fífS^prcliTiS' 

la  semejanza  es  demasiado  palpable  EHe  foi  o  qae  o  inventos 

para  no  ser  notada  :  un  autor  con>  lato  ca  e  o  nson 

temporáneo  de  Gil  Vicente,  Garda  de  C6  mas  graca  e  mais  dotrína ; 

Resende ,  compilador  del  n  Cando-  Posto  qneJoam  del  Eniina 

ñero  portugués  de  1517  »,  la  advierte  ^  ^*^^^^  comencon. 

también,  y  dice  en  unos  versos  muy  Véase  la  «Miscellania  e  Variedades 

inconexos,  en  que  refiere  los  sucesos  de  Historias» ,  al  fin  de  su  t Crónica  de 

acaecidos  en  su  tiempo  :  loao  II ».  Lisboa,  1622,  folio,  fol.  164. 


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PRIMERA  ÉPOCA.  —  CAPÍTULO  XIV.  30( 

gan  eo  su  ayuda.  Durante  su  auseoda,  Cassandra  canta 
los  siguientes  versos : 

Dizen  que  me  case  yo,  ó  quizá  mal  empleada 

¡  no  quiero  mando,  no !  la  gracia  que  Dios  rae  dio : 

mas  quiero  vifir  segura  dizen  que  me  case  yo, 

nesta  tierra  á  mi  soltura ,  ¡  no  quiero  marido,  no ! 
que  no  estar  en  ventura 

si  casaré  bien  ó  no :  ^o  será,  m  es  nacido 

dizen  que  me  case  yo,  *»>  ^"^  «^^  «"^  ««^«^^ ' 

¡  no  quiero  marido,  no !  y  P»f  ^fl»«  ^«"«^  ^^'^^^ 

que  la  flor  yo  me  lasó. 

Madre,  no  seré  casada  dizen  que  me  case  yo 

por  no  ver  vida  cansada ,  ¡  no  quiero  marido,  no  1 

Vuelve  Salomón  con  las  lias  de  Cassandra ,  llamadas 
Cimeria,  Peresica  y  Erutea,  y  que  no  son  otra  cosa  que 
las  sibilas,  Cumea,  Persia  y  Erythrea;  y  todos  juntos 
tratan  de  persuadir  á  Cassandra  que  acepte  la  mano 
de  Salomón ,  declarando  al  propio  tiempo  los  mereci- 
mientos y  pretensiones  de  este,  y  ponderando  su  ar- 
rogante fígura,  sus  excelentes  prendas  y  sus  muchos 
bienes  de  fortuna.  Pero  como  aun  así ,  y  á  pesar  de  las 
muchas  instancias  que  le  hacen  sus  tres  tías,  Cassandra 
se  mantiene  en  su  resolución ,  Salomón  sale  desespe- 
rado en  busca  de  los  tres  tíos  de  aquella,  Moisés, 
Abraham  é  Isaías,  y  vuelve  con  ellos  á  la  escena,  bai- 
lando todos  como  unos  energúmenos,  y  cantando : 

Sañosa  está  la  niña ,  hermosa  como  las  ñores , 

\  ay  Dios  I  quien  le  hablaría?  sañosa  como  la  mar. 

Sañosa  está  la  niña. 
En  la  sierra  anda  la  nma  ^.^  j  ^^^  j^  ^^^^^  ^ 

su  ganado  á  repastar. 

Los  tíos  tratan  primero  de  ganar  á  Cassandra  con 
dádivas,  pero  viendo  que  no  pueden  vencer  su  repug- 


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302  HISTOMA   BR   LA   LITERATURA   RSPAÜOLA. 

nancia,  Moisés  se  prepara  á  probarla,  con  su  historia 
de  la  creación,  que  el  matrimonio  es  un  precepto  di- 
vino y  un  sacramento,  y  que  por  lo  tanto  no  debe  ni 
puede  rehusarlo :  á  lo  que  Cassandra  contesta  larga- 
mente; y  después  de  una  conversación  algo  chistosa 
con  Abraham  acerca  de  los  buenos  maridos,  concluye 
por  anunciar  que  Cristo  ha  de  nacer  de  una  virgen; 
agüero  que  las  tres  sibilas ,  sus  tias ,  se  apresuran  á 
confirmar ;  y  Cassandra  añade  que  tiene  esperanzas  de 
ser  la  madre  del  Salvador.  Al  oir  tal  irreverencia,  los 
tíos  se  revuelven  contra  ella,  la  tratan  de  loca  y  de  de- 
mente ,  y  emprenden  una  discusión  teológica  y  mística, 
en  la  cual  todos  toman  parte,  hasta  tanto  que,  le- 
vantándose un  telón ,  aparece  súbitamente  el  niño  Je^ 
sus  en  et  pesebre  de  Beten ,  con  cuatro  ángeles  entonan^ 
do  «n  himno  en  alabanza  suya.  Lo  restante  del  auto  se 
compone  de  diálogos  devotos,  propios  de  la  ocasión,  y 
de  una  graciosísima  canción  á  la  Virgen  liaría ,  que 
entonan ,  bailando  el  autor  y  tos  demás  die  la  compar- 
sa, y  dice  así: 

Muy  graciosa  es  la  donzella ;         que  las  armas  vestías, 

¡  como  es  bella  y  hermosa !  sitel  caballo  ó  las  armas  ó  la  guerra 

,     .       .  68  tan  bella. 

Digas,  tu,  el  manuero, 

que  en  las  naves  vivfas.  Digas  tú,  el  pastorcíco 

si  la  nave  6  la  vela  ó  la  estrella       que  el  ganado  gtiardas, 

es  tan  bella.  Si  el  ganado  ó  los  valles  ó  la  sierra 

^.       ,     ,    ^  „  es  tan  bella. 

Digas  tu,  el  caballero. 

Así  concluye  este  drama  extravagante**,  unión  exlra- 

^  Hállase  en  el  1. 1 ,  pp.  36-62  de  cion  á  la  Virgen,  hállase  después  por 

la  edidoD  de  Hamborgo;  pero  aun^  via  de  ñamada  el  siguiente  villancete, 

que,  propiamente  hablandot  acaba,  que  es  muv  curioso,  por  cuanto-de-^ 

según  hemos  dicho,  con  una  can-  muesUra  como  en  aqtieüos  remotos 


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PRIMBIU  ¿POCA.  —  CáPiTCLO   XIV.  303 

ña  de  la  índole  de  los  antiguos  misterios,  y  del  vaude- 
ville  moderno ,  aunque  no  falto  del  todo  de  espirita 
poéiíeo ;  no  tan  extravagante  por  cierto ,  ni  tan  inde- 
cente como  otros  draows  que  hacia  el  mismo  tiempo  se 
representaban  en  otros  reinos,  en  los  palacios  de  los 
grandes,  ó  en  monasterios  y  catedrales  consagrados  á 
la  religión ,  y  eran  escuchado6  con  la  mayor  atención 
por  un  escogido  auditorio^ 

Gil  Vicente,  sin  embaído,  fué  aun  más  adelante. 
Doctrinado  por  la  experiencia ,  y  alentado  por  el  buen 
éxito,  se  puso  á  escribir  dramas,  que  aunque  no  se 
distinguen  ni  por  lo  bien  llevado  del  enredo,  ni  por  su 
conformidad  con  las  r^as  de  la  armonía  y  del  buen 
gusto,  soa,  con  todo,  lo  más  perfecto  y  acabado  que  ^ 
halla  en  los  teatros,  tanto  pcurtugues  como  español,  de 
aquella  época.  Tal  es  su  comedia ,  como  él  la  llama,  del 
Viudo  f  que  se  representó  delante  del  Rey  y  de  su  co^ 
en  4544^,  la  cual  empieza  asi :  Un  mercader  de  Bur- 
gos se  lamenta  de  la  prieto  de  una  esposa  fíel  y 
querida ,  y  recibe  el  pésame  de  un  clérigo ,  quien  trata 
de  ofrecerle  consuelo,  valiéndose  para  ello  de  devotas 
consideractoaes;  y  en  seguida,  de  un  vecino  y  compa- 

Uempos  se  hacia  ya  servir  el  taatM  Coi  armas  resplandecientes 

para  excitar  las  pasiones  del  público  Vienen  del  elelo  ▼oUnéo , 

y  dirigirlas  hacia  un  objeto  patriótico  SÍ^ULÍSS  /f  ÚÍ^^IÍJÍ. 

y  político.  El  villancete  en  cuestión  F^  if5SS?a .       ' 

se  escribió  con  el  laudable  fin  de  es*  ¿abalieros  es'fonadot ; 

timular  el  valor  de  los  nobles,  alli  Pnes  los  ángeles  sagrados 

presentes,  contra  los  morosatHoaaos,  A.  soeorro  son  en  tierra, 

pues  el  rey  Don  Manoel  no  tenia  á  la  ¡A  ¡a  .fo«p  \    ^.        .         «. , 

SasoD  mas  enemigos  que  ellos.  Dice  í^^"  Vlcentc,.Obra»..  1. 1,  p.  «í.) 

asi :  Un  canto  de  esta  especie  se  halla 

en  otro  drama  de  Gil  Yicente,  intitu- 

C¿aKS;^e.for«dos;  ?™p±?'A^'*  ^"'''"'* ''"'' 

Paés  los  ángeles  sagrados  *® J^ít?^""I  ®"  í?*'*     „     k 

A  socorro  son  en  tterra.  ^  ^il  Vicente,  f  Obras,»  Hamburgo , 

¡  A  li  gnerra !  iS34, 8.*,  t.  ii,  pp.  68  y  sig. 


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304  H1ST0RU  De  LA   UTBIlATimA  BSPAllOLA. 

dre,  muy  hablador  y  entremetido «  el  cual,  como  esté 
casado  con  una  mujer  que  á  sus  ojos  es  una  sierpe,  le 
dice,  que  todo  bien  considerado  es  muy  posible  que  su 
pérdida  no  sea  tan  grande  y  sensible  como  él  la  ima- 
gina. Dos  hijas  de  la  difunta  se  unen  á  su  desconsolado 
padre;  pero  su  dolor  es  algún  tanto  mitigado  por  los 
obsequios  de  un  joven  amante,  quien  para  poder  acer- 
carse á  ellas ,  se  disfraza  de  pastor.  El  amor  que  este 
las  profesa  es  puro  y  sincero ;  p^o  desgraciadamente 
ama  al  mismo  tiempo  á  entrambas ,  y  no  puede  deci- 
dirse por  ninguna  de  ellas :  apenas  las  habla,  sino  cuan- 
do están  juntas.  En  este  conflicto ,  el  padre  viene  á  au- 
mentar la  incertidumbre  del  galán ,  anunciándole  que 
qna  de  sus  hijas  se  va  á  casar  inmediatamente,  y  que 
la  otra  se  casará  una  semana  después.  Al  oir  esto,  el 
amante  desesperado  resuelve  quitarse  la  vida,  decla- 
rando que  mientras  viva  continuará  amando  á  ambas 
hermanas  con  igual  ternura  y  fidelidad;  pero  de  repente 
se  le  ocurre  la  peregrina  idea  de  echar  suertes  entre 
ellas ,  proposición  que  queda  algún  tanto  modificada 
con  el  expediente  de  acudir  al  príncipe  D.  Juan,  mozo 
de  unos  doce  años ,  y  que  se  hallaba  á  la  sazón  entre 
los  concurrentes,  para  que  decida  lo  que  en  tan  apre- 
tado caso  convenia  hacer.  El  Príncipe  decide  en  favor 
de  la  hermana  mayor,  elección  que  deja  al  amante  tan 
perplejo  y  desazonado  como  antes,  hasta  que  por  úl- 
timo un  hermano  del  galán  aparece  en  la  escena  y 
consiente  generosamente  en  casarse  con  la  otra  herma- 
na. El  padre,  al  principio,  se  muestra  disgustado,  pero 
al  fin  y  á  la  postre  da  su  consentimiento  para  el  doble 
matrimonio,  y  el  drama  concluye  con  las  dos  bodas  y 


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PRIMERA   ÉPOCA.  —  CAPÍTULO   XI?.  305 

las  piadosas  exhortaciones  del  sacerdote  qoe  preside  á 
la  ceremonia. 

Podrá  ai^aírsenos  que  esto  no  es  enredo  dramático  : 
y  contestaremos,  que  si  no  lo  es,  se  le  parece  mucho. 
La  Rubena,  que  se  representó  en  1524 ,  se  acerca  aun 
más**;  así  como  el  Don  Duardos,  sacado  de  la  historia 
de  Palmerín  de  Inglaterra  y  el  Amadis  de  Gaula  *•,  to- 
mado del  libro  de  caballerías  de  su  nombre;  en  los  cua- 
les se  introduce  ya  gran  número  de  interlocutores ,  y 
se  descubren  también,  aunque  en  realidad  carecen  de 
verdadera  acción  dramática ,  los  principios  del  drama 
heroico  español,  según  se  escribió  y  representó  medio 
siglo  después.  Por  lo  demás,  su  comedia  del  Teníq)lo 
d'Apollo*\  que  fué  representada  en  4526,  en  celebri- 
dad descasamiento  de  Carlos  Y  con  la  princesa  María 
de  Portugal ,  pertenece  al  mismo  género  que  las  come- 
dias alegóricas  que  más  tarde  se  representaron  en  Es- 
paña. Los  tres  autos  de  los  tres  barcos  que  trasportan 
las  almas  al  infierno ,  al  purgatorio  y  á  la  gloria,  pare- 
cen haber  sugerido  á  Lope  de  Vega  el  asuüto  de  una  de 
sus  primeras  comedias  morales  *";  por  últiino,  el  auto 


o  «La  Rabena  »  es  el  primer  dra-  cual  está  en  castellano  en  su  mayor 

roa  llamado  por  Gil  Vicente  ó  por  su  parte. 

bijo  y  editor,  comedia^  aunque  no      *  El  primero  de  estos  tres  autos, 

aunamos  porqué  razón.  Está  escrito  la  cBarca  do  Inferno»,  se  representó 

parte  en  castellano  y  parte  en  portu-  en  Í5i7  delante  de  la  reina  D.*  Ma- 

gueSf  y  es  uno  de  los  prohibidos  por  ría  de  Castilb ,  hallándose  esta  en 

el  €  índice  Expurgatorio  de  1067»  cama  y  enferma  de  la  dolencia  que 

(p.  464) ,  y  más  tarde  por  el  de  1790.  la  IIctó  al  sepulcro.  Está  escrito  en 

V  Estos  dos  dramas,  que  son  muy  portugués,  como  la  c  Barca  do  Pur- 
largos,  y  están  escritos  en  castellano,  catorio»,  al  paso  que  la  t  Barca  da 
son  los  dos  primeros  á  que  se  da  el  Gloria  »  lo  está  en  castellano.  Estos 
titulo  de  tragicomedias  en  el  t.  in  dos  últimos  autos  fueron  representa- 
de  las  obras  de  Gil  Vicente.  No  sé  dos  en  la  capilla  real ,  el  primero 
qué  razón  pueda  alegarse  en  favor  en  1518,  y  el  segundo  en  1519.  La  co- 
cle  dicha  denominación.  media  moral  de  Lope  de  Vega ,  cuya 

**  otra  de  sus  tragicomedias ,  la  idea  parece  tomada  de  estos  autos , 


T.  i. 


20 


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306  HISTORIA   DB-LA   LITERATURA   ESPAÍlOLA. 

eo  que  la**  Fe  explica  y  dedara  á  ios  pastores  el  origen 
y  misterios  del  Cristianismo,  pudiera  muy  bien  haber 
servido,  iijeramente  alterado,  para  el  auto  compuesto 
por  Calderón  de  la  Barca  para  una  procesión  del  Corpus 
en  Madrid*^ 


es  t  El  viije  del  alma  »,  y  se  halla 
en  el  primer  libro  del  cPeregrmoeD 
sapatrjaj».  La  entrada  del  auto  de 
Gil  Vicente  tiene  notable  semejanza 
con  los  preparativos  de  viaje  que  el 
demonio  hace  en  la  comedia  de  Lope 
de  Vega ;  y  ademas  la  idea  y  orden  de 
la  fábula  son  casi  las  mismas  en  uno 
y  otro  autor.  También  Gil  Vicente 
manifiesta  de  vez  en  cuando  lo  muy 
leido  que  era  en  laaiitigua  literatura 
castellana.  En  una  de  sus  farQa$ 
portui^iesas ,  intitulada  «  Os  dos  físi- 
cos» (t.  III,  p.  523),  se  hallan  los  si- 
guientes versos : 

En  el  mes  ert  de  mayo, 
Vespora  de  Navidad , 
Cuando  canta  la  cigarra,  etc. 

los  cuales  son  una  imitación  de  aquel 
bellísimo  romance  castellano,  que 
empieza  asi : 

Por  el  mes  era  de  mayo , 

Soando  hace  la  calor, 
oando  canta  la  calandria ,  etc. 
Este  romance  no  se  halla ,  que  yo 
sepa,  en  ninguna  colección  impresa 
anteriormente  al  afio  1885,  ó  á  lo  más 
al  de  1550,  y  sin  embargo  le  hallamos 
ya  imitado  en  1536,  lo  cual  prueba  lo 


extendida  que  estaba  la  poesía  po- 
pular en  EsfMiña,  y  cómo  los  roman- 
ces se  conservaban  tenazmente  en  la 
memoria  del  pueblo,  antes  de  ser 
escritos  é  impresos,  sirviendo  y 
ad«>tándose  luego  para  la  escena  aun 
en  los  tiempos  primitivos  del  teatro. 

^  Este  lleva  el  titulo,  asaz  eztrafio 
por  cierto ,  de  c  Auto  da  Fe  >,  y  está 
todo  en  castellano.  (Obras,  1. 1,  pp.64 
y  sig.)  Otro  hay  en  portugués,  y  que 
se  representó  delante  deD.  Juan  \ñ 
en  1527,  con  un  título ,  si  cabe,  aun 
más  chocante,  á  saber :  t  Breve  sum- 
marío  da  historia  de  Déos,»  cuya  ac- 
ción empieza  con  Adán  y  Eva,  y 
concluye  con  Jesucristo.  (Ibid.,  1. 1, 
pp.  306  y  sig.) 

<^  Juan  de  Barros,  el  historiador, 
en  su  €  Diálogo  da  lengua  portusue- 
sa  Ji(yarias  obras,  Lisboa,  17S5,12.S 
p.  222)  ensalza  á  Gil  Vicente  por  la 
pureza  de  su  estilo  é  ideas,  y  le  pone 
en  parangón  con  el  autor  de  «La  Ce- 
lestina», libro  (dice  orgullosamente 
el  escritor  portugués)  oue  no  tuvo 
por  fortuna  su  igual  en  lengua  por- 
tuguesa. 


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CAPITULO  XV. 

Gonüiraaeion  de  la  historia  del  drasia. — Eserívá. — Villalobo0.  —  Cn'estion 
de  Amor.  —Torres  Nabarro  en  Italia.  —Sus  ocho  comedias. —Su  teoria 
de!  drama.  —  División  de  sus  comedias  y  enredo  de  ellas. —Comedia 
Trofea.— Comedia  flymenea.— Drama  de  intriga.— Gracioso.— Carác- 
ter y  efectos  probables  de  las  comedias  de  Torres  Nabarro. — Bstado  del 
teatro  español  al  concluir  el  reinado  de  Fernando  é  Isabel. 

Al  tiempo  que  Gil  Vicente  daba  impulso  en  Portugal 
á  la  iiteralora  dramática  española  (pues  unidos  como 
estaban  entonces  los  dos  paises  y  sus  respectivas  cortes 
con  tan  estrechos  lazos ,  no  podía  menos  de  sentirse  su 
influencia  en  España,  como  efectivamente  se  sintió  más 
tarde),  poco  ó  nada  se  hacia  en  España  para  su  per- 
fección y  adelanjtamiento.  Durante  los  veinte  y  cinco 
años  siguientes  á  la  aparición  de  Juan  del  Encina  como 
poeta  dramático,  ningún  otro  autor,  que  sepamos,  cul- 
tivó el  mismo  género,  y  por  consiguiente  ningún  ade- 
lanto se  hizo  en  el  drama  español.  Como  si  Juan  del 
Encina  hubiera  bastado  para  las  escasas  necesidades  de 
sus  ilustres  patronos  en  palacio  y  en  la  corte ,  según 
hemos  visto,  el  drama  continuó  siendo  en  España  y 
Portugal  una  mera  diversión  cortesana,  limitada  á  un 
corto  número  de  personas  de  la  alta  aristocracia.  Es  ver- 
dad que  el  comendador  Eserívá^  que  floreció  por  estos 
tiempos,  y  es  autor  de  unos  pocos  bellísimos  versos  que  * 


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908  HISTORIA  DB  LA  LITERATURA  ESPA!90LA. 

se  hallan  en  las  más  antiguas  ediciones  del  Cancionero 
general  S  compuso  un  diálogo ,  mitad  en  prosa  y  mitad 
en  verso»  en  el  que  introduce  varios  interlocutores,  y 
presenta  al  dios  de  Amor  una  querella  contra  su  amiga. 
Pero  todo  él  no  es  más  que  una  alegoría,  salpicada,  es 
verdad,  de  gracias,  y  escrita  en  estilo  encantador;  pero 
evidentemente  no  apta  para  la  representación :  de  modo 
que  no  hay  motivo  alguno  para  suponer  que  influyera 
lo  más  mínimo  en  un  género  de  composición  que  esta- 
ba ya  bastante  adelantado.  Otro  tanto  puede  decirse 
de  una  traducción  del  Amphitryon  de  Planto,  hecha  en 
elegante  prosa,  por  Francisco  de  Villalobos,  médico  de 
Don  Fernando  el  Católico,  y  de  su  nieto  el  empera- 
dor Carlos  Y,  la  cual  se  imprimió  por  la  primera  vez 
en  151 5*,  pero  probablemente  no  fué  nunca  representa- 
da. Exceptuando  pues  estos  dos  autores,  que  según  ya 
dejamos  sentado,  no  contribuyeron  en  lo  más  mínimo  al 
adelantamiento  del  drama,  no  hallamos  ni  en  España 
ni  en  Portugal,  antes  del  año  1 61 7 ,  escritor  alguno  que 


*  Stts  Uernos  versos ,  qae  emple-  fonso  de  Cartáffiena .  Pnertocarrero 
zan :  cVen,  muerte,  tan  escondida,»  y  otros,  los  cuales  de  ninguna  ma- 
y  que  han  sido  citados  tan  á  meou-  ñera  pueden  ser  considerados  como 
do,  particularmente  por  el  autor  del  dramas.  Glemencin ,  en  sus  notas  al 
c  Don  Quijote »  (parte  n ,  cap.  38} ,  «Quijote»  (t.  nr,  p.  tu),  y  en  las  «Me- 
se hallan  ya  en  el  «  Cancionero  »  de  monas  de  la  Real  Academia  de  la  His- 
151  i ;  no  sucede  asi  con  otra  bellisi-  toria  >  Q.  vi ,  p.  406)  cita  á  un  tal  Pe- 
roa  composición  suya,  «  Quexa  de  su  dro  de  Lerma  como  uno  de  los  pri- 
amiga , »  la  cual  se  encuentra  |)or  meros  autores  dramáticos  que  hubo 
la  pnmera  vez  en  la  edición  del  mis-  en  España ;  pero  ni  Nicolás  Antonio, 
mo  « Cancionero  »,  hecha  en  Sevilla  ni  Moratin,  ni  PelUcer  hacen  men- 
en  iS55  (fol.  i75  v.«).  Escrívá  debió  cion  de  él. 

florecer  por  los  años  de  1500-1510.  *  Moratin  cita  tres  ediciones  dis- 
No  le  huoiera  citado  en  este  lugar,  tintas  de  esta  obra  (Catálogo ,  ná- 
á  no  haber  hecho  mención  de  él  co-  mero  20) ,  de  las  cuales  la  más  anti- 
mo  autor  dramático  el  señor  Marti-  gua  es  del  año  1515.  No  vio,  sin  em- 
nez  de  la  Rosa(Obras ,  París,  1827,  bargo,  una  de  Caracola,  mdxluii  (por 
12.®,  t.  II,  p.  3W).  Hállanse  también  George  Coci ,  folio),  la  cual  esü  al 
.  en  el  «  Cancionero  >  varios  poemas  fin  de  las  demás  obras  del  doctor  Vi- 
escritos  en  forma  de  diálogo  por  Al-  .  llalobos ,  y  se  halla  en  mi  biblioteca. 


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PRIMERA   ÉPOCA.  —  CAPITULO   XV.  309 

siguiese  las  huellas  de  Juan  del  EDcina  y  de  Gil  Vicente. 

Pero  ya  en  1 517  ó  poco  antes,  se  empezó  á  notar  al- 
gún moTimiento  en  los  trabajosos  principios  del  drama 
español,  y,  cosa  singular,  así  como  los  últimos  impul-* 
sos  vinieron  de  Portugal,  estos  tuTieron  su  cuna  en  Ita- 
lia ,  si  bien  los  promovedores  fueron  ambos  españoles; 
Fué  el  primero  el  autor  anónimo  de  la  Cuesti(m  de  Amarj 
novela  compuesta  en  Ferrara  por  los  años  de  1612,  y 
en  la  que  se  halla  inserta  una  égloga  de  bastante  mé- 
rito poético,  y  que  según  parece  fué  representada  en 
la  corte  de  Ñápeles '. 

El  otro,  persona  de  mayor  consecuencia  y  autoridad 
en  la  historia  del  drama  español,  fué  Bartolomé  de  Tor- 
res Naharro,  natural  de  Torres,  cerca  de  Badajoz,  en 
la  frontera  de  Portugal ,  el  cual  después  de  haber  es- 
tado algún  tiempo  cautivo  en  Argel,  obtuvo  su  rescate 
y  pasó  á  Roma,  esperando  obtener  favor  con  el  papa 
León  X ;  lo  cual  debe  haber  sido  después  del  año  151 3, 
época  en  que  Juan  del  Encina ,  según  ya  dijimos ,  se 
hallaba  aun  en  Roma.  Pero  habiendo  Torres  Naharro 
compuesto  una  sátira  contra  los  vicios  de  aquella  corte, 
hubo  de  ausentarse  y  pasar  á  Ñapóles,  donde  habitó  al- 
gún tiempo  bajo  la  protección  y  salvaguardia  del  ilus- 
tre Fabricio  Colonna ,  y  donde  le  perdemos  de  vista, 
muriendo,  según  parece,  en  la  indigencia^. 

Sus  obras,  dedicadas  á  un  noble  caballero  español. 


>  La  églogt  consta  de  seiscientos      *  Estas  bretes  noticias  de  Torres 

versos,  cuya  mayor  parte  son  octa-  Naharro  están  tomadas  de  lo  <iae  su 

vas  de  arte  mayor,?  ocupa  unas  veinte  editor  iuan  Baverio  Messinerio  dice 

y  seis  pánnas  de  la  edición  de  Am-  de  él  en  el  prólogo  á  la  edición  prin- 

béres,  i976.  AlH  mismo  se  cuenta  cipe  de  su  c  Propaladla  »,  asi  como 

detalladamente  lo  que  pasó  en  su  de  Nicolás  Antonio,  «Bib.  Nov.,f  1. 1, 

representación.  p.  203. 


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310  HISTOBIA   DE   LA   LITBRATORA   ESPAÑOLA. 

llamado  D.  Fernando  Dávalos ,  muy  amante  de  las  le- 
tras ',  y  esposo  de  la  célebre  poetisa  Victoria  Colonna ,  se 
imprimieron  por  la  primera  vez  en  Ñapóles  en  1 51 7 ,  con 
el  titulo  de  PropaUadia  ó  las  primicias  del  ingenio^.  Gom- 
pónense  de  sátiras,  epístolas,  romances,  una  lamenta- 
ción á  la  muerte  del  rey  D.  Femando,  acaecida  en  1 54  6, 
y  otras  varias  poesías,  y  principalmente  de  ocho  dra- 
mas ,  que  él  denomina  «  comedias » ,  y  llenan  casi  todo 
el  tomo  \  Hallóse  Torres  Naharro  más  que  otro  alguno 
en  situación  de  mejorar  el  drama  nacional,  y  logrólo  en 
parte.  Al  tiempo  que  él  vivia,  habia  en  la  Italia  toda, 
y  principalmente  en  la  corte  de  Roma ,  grande  movi- 
miento literario,  y  según  él  mismo  dice  en  su  dedica- 
toria á  D.  Femando  Davales,  biciéronse  muy  frecuentes 
las  representaciones  teatrales  *.  Y  aunque  es  de  suponer 
que  lo  ignorase  >  Trissino  babia  ya  escrito  en  4515  la 
primera  tragedia ,  arreglada  á  las  formas,  que  se  conoce 


>  Nicolás  Antonio,  en  el  prólogo  i 
80  cBib.NoT.»  (sec.  20  K  dice  que 
educaba  jóvenes  para  el  tfle  de  la 
guerra,  dándoles  4  leer  libros  de 
caballerías. 

ft  ff  Intitúlelas  (dice  al  lector)  Pro- 
•paladia  a  Prothon,  quod  ett  pnmum, 
)tet  Pallade,  id  ut,  primm  ret  Palla- 
>tN#;  á  diferencia  de  las  que  según- 
vdariamente  y  con  más  maduro  esto- 
«dio  podrían  succeder.»  De  lo  que  se 
infiere  qoe  probablemente  las  com- 
poso en  sojoventod. 

^  No  be  logrado  ver  la  primera 
edición  de  esta  obra,  oue  según  unos 
(Ebert,  etc.)  es  de  Ñapóles,  y  se- 
gún otros,  como  Moratin ,  de  Roma; 
pero  como  Torres  Nabarro  dedicó  su 
«  PropaUadia  »  á  uno  de  sus  protec- 
tores en  Ñapóles ,  y  como  por  otra 
parte,  su  editor  M essmerio,  quien  pa- 
rece conoció  y  trató  á  Nabarro,  ase- 
gura que  aquella  obra  se  imprimió 
alguna  vex-en  Ñapóles,  be  creído  de- 


ber designar  dicba  ciudad  como  el 
punto  donde  Torres  Naharro  impri- 
mió por  la  primera  vea  sus  obras. 
Reimprímiéronse  sucesivamento  en 
Sevilb,  ÍS»0,  1553  y  i545;  Toledo, 
i535 ,  y  Madrid ,  1573.  sin  contar  una 
de  Ambéres,  sin  fecha.  Heme  ser- 
Tido  de  la  de  Sevilla,  1533,  folio,  y 
Madrid,  1573,  8.",  si  bien  esta  Altt- 
Hia,  que  tiene  añadida  la  c  Vida  del 
Lazarillo  de  Tórmes  >,  está  muy  cas- 
tigada por  la  inquisición.  Las  edi- 
ciones antiguas  no  contienen  más 
que  seis  comedias;  las  más  moder- 
nas tienen  añadidas  «La  Calamita»  y 
«  La  Aouilana  », 

*  c  Viendo  assimismo  todo  el  mun- 
ido en  fiestas  de  comedias  y  des- 
»tas  cosas  >,  es  una  de  las  discul- 
pas qoe  el  aotor  alega  en  so  dedica- 
toria á  D.  Femando  Dávalos,  para 
atreverse  á  implorar  so  protección 
y  el  permiso  de  dedicarie  sos  obras. 


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PRIMERA   ÉPOCA.  —  CAPÍTULO   XV.  31 1 

eD  el  teatro  italíaDOt  y  comunicado  á  la  literatura  dra- 
mática un  impulso  eficaz  y  duradero  *. 

Las  ocho  comedias  de  Nabarro  prueban ,  sin  embargo, 
que  no  estaba  muy  familiarizado  con  los  modelos  de  la 
antigüedad,  ni  muy  dispuesto  á  seguirlos;  al  contrario : 
propone  una  teoría  enteramente  suya,  y  no  del  todo 
desprovista  de  razón  y  fundamento.  «Horacio,  dice, 
»  quiere  que  un  drama  tenga  cinco  actos » ,  lo  cual  le  pa- 
rece conveniente  y  razonable ;  pero  considera  las  pau* 
sas  ó  intermedios  como  descansos,  y  quiere  que  se  lla- 
men «jornadas»  *®,  y  no  « actos» .  En  cuanto  al  número 
de  interlocutores,  es  de  opinión  que  no  sean  ni  menos 
de  seis  ni  más  de  doce;  y  por  lo  que  loca 'al  buen  sen- 
tido, que  requiere  no  se  mezclen  en  el  asunto  materia- 
les extraños  y  ni  se  permita  á  los  personajes  el  hablar  y 
obrar  de  una  manera  incongrua,  opina. que  es  cosa  tan 
precisa  é  indispensable  como  el  timón  lo  es  á  la  nave. 

Todas  sus  comedias  están  escritas  en  verso ,  y  empie- 
zan con  un  prólogo  que  él  llama  introyto,  y  no  es  sino 
una  relación  en  estilo  rústico  y  gracioso,  acomodado  al 
personaje  grosero  que  la  representa ,  en  la  cual  el  au- 
tor pide  silencio  y  atención  á  los  oyentes.  Acabado  el 
introito  sigue  el  argumento,  en  el  cual  se  da  razón  de 
la  fábula  que  va  á  representarse. 

En  cuanto  á  las  comedias  en  sí ,  si  bien  en  algunas 
de  ellas  se  nota  mayor  perfección  y  adelanto  que  en  los 
dramas  de  los  escritores  que  le  precedieron,  es  preciso 

'  «La  SofoQisba»  de  TrissiDO  se  labor  de  nn  dia,  aqaella  parte  de  la 

escribió  en  Í5i5,  aonqae  no  se  im-  representación  que  podia  Terificarse 

primió  hasta  más  tarde.  dentro  del  limite  ó  espacio  de  tiem- 

^  Los  antiguos  misterios  fhince-  po  señalado  por  la  Iglesia  para  estas 

ses  se  dividían  en  joumées,  ó  Jorna-  diversiones  en  un  solo  dia. 
das,  entendiéndose  ¡tor  jornada,  ó 


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3t2  HISTOBU  DE  LA   LITBRATIIRA  B8PAÜ0LA. 

también  confesar  que,  miradas  bajo  otro  punto  de  vista, 
son  rodas  y  extravagantes  :  so  asunto  es  varío ;  una  de 
ellas,  La  Soldadesca,  trata  del  modo  de  reclutar  gente 
en  Roma  para  el  servicio  del  papa ;  otra ,  La  Tinelaria  ó 
El  comedor  de  los  criados,  pone  en  escena  las  orgias  y 
francachelas  que  diariamente  se  repiten  en  casa  de  on 
cardenal,  donde  reina  la  disolución  y  el  abandono.  £a 
Jadnla  nos  cuenta  la  historia  de  una  señora  princi- 
pal, llamada  Divina,  que  vive  en  un  castillo  ó  palacio 
poco  distante  del  camino  de  Roma,  y  tiene  por  costum- 
bre detener  por  fuerza  á  los  transeúntes  para  agasa- 
jarlos^ hasta  que  por  último,  prendada  de  uno  de  ellos, 
le  escoge  por  marido.  En  La  Aquilana  se  describen  las 
aventuras  de  un  príncipe  desconocido  que  llega  á  la 
corte  de  D.  Bermudo,  rey  de  León ,  y  gana  la  mano  de 
su  hija  Felicina  á  la  usanza  de  los  antiguos  paladines  ; 
y  por  último  La  Calamita  refiere  la  historia  de  una  jo- 
ven recogida  en  su  infancia  por  un  fiel  servidor,  y  cria- 
da como  hija  suya,  para  evitar  la  cólera  del  padre,  que 
había  amenazado  á  su  esposa  de  matar  la  criatura  que 
diese  á  luz,  si  no  era  varón. 

Pero  un  análisis  más  detenido  de  dos  de  estas  co- 
medias nos  dará  á  conocer  los  recursos  de  Torres  Na- 
harro  como  poeta  dramático,  y  el  modo  de  presentar 
sus  asuntos  en  la  escena.  La  primera  de  ellas,  La  Tro- 
fea ,  está  escrita  en  honor  de  D.  Manuel,  rey  de  Portu- 
gal, y  de  los  descubrimientos  y  conquistas  hechas  en  la 
India  y  en  el  África,  bajo  su  reinado :  el  diálogo  es  in- 
sípido y  dilatado,  con  episodios  impertinentes ,  y  toda 
ella  vale  poco.  Concluido  el  prólogo  ú  introito,  que  se 
compone  de  unos  trescientos  versos,  entra  la  Fama  en 


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PRIMERA  ÉPOCA.  — CAPITULO   XV.  313 

el  pfimer  acto,  y  anuncia  que  el  rey  D.  Manuel  ba  ga- 
nado más  tierras  con  sus  armas»  que  describió  el  geó- 
grafo Ptolomeo  con  su  pluma.  Sale  este  del  infierno  me- 
diante la  licencia  que  dice  haber  recibido  de  Plulon,  y 
se  presenta  en  la  escena,  quejándose  de  lo  que  ha  di- 
cho la  Fama  en  mengua  suya;  y  después  de  una  discu- 
sión bastante  acalorada,  Ptolomeo  se  ve  precisado  á 
confesar  que  la  Fama  tiene  razón ,  si  bien  él  por  su  parte 
trata  de  quedar  en  buen  lugar.  En  el  segundo  acto  dos 
pastores  barren  el  salón  preparado  para  el  Rey,  y  uno 
de  los  dos  se  sienta  en  el  trono,  é  imita  grotescamente 
al  cura  de  su  lugar  cuando  anunda  las  fiestas  el  do- 
mingo. A  poco  riñen  y  se  echan  maldiciones  el  uno  al 
otro ,  hasta  que  un  paje  los  pone  en  paz,  y  les  manda 
apresurar  el  barrido  y  aderezar  la  estancia  para  la  ve- 
nida del  Rey.  Todo  el  tercer  acto  lo  ocupa  el  lai^o  ra- 
zonamiento de  un  intérprete  que  va  nombrando  uno 
por  uno  veinte  reyes  de  Oriente  y  de  África,  que  se 
hallan  allí  presentes  sin  hablar  palabra,  si  bien  es  cierto 
que  el  intérprete  suple  por  todos,  diciendo  que  están 
prontos  á  bautizarse  y  á  recibir  leyes  del  monarca  por- 
tugués, el  cual  á  todo  esto  guarda  el  más  profundo 
silencio.  En  el  cuarto  acto  el  Rey  vuelve  á  ocupar  su 
trono,  y  recibe  á  cuatro  pastores  que  le  presentan  una 
zorra,  un  cordero,  un  águila  y  un  gallo,  explicándole 
con  algún  chiste  la  alusión  política  y  moral  de  aquellos 
presentes ;  pero  el  Rey  permanece  tan  mudo  é  impasi- 
ble como  cuando  recibió  á  los  veinte  reyes  paganos. 
En  el  quinto  y  último  Apolo  entrega  á  la  Fama  unos 
versos  compuestos  en  elogio  del  Rey ,  de  la  Reina  y  del 
Príncipe,  y  le  da  varías  copias  de  ellos,  para  que  los 


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314  HISTORU   DB   LA   LlTeiUTURA  ESPAÍlOLA. 

reparla  entre  los  oyentes.  Un  pastor  le  pide  que  le  dé 
también  á  él,  la  Fama  se  lo  niega,  y  altercan  sobre 
esto.  El  pastor  enojado  se  ofrece  á  publicar  por  el 
mundo  las  glorias  del  Rey,  con  tal  que  la  Fama  le  preste 
sus  alas.  Esta  consiente,  y  habiéndoselas  ajustado,  el 
pastor  se  esfuerza  por  volar,  pero  cae  al  suelo  y  se 
rompe  la  cabeza;  con  lo  cual,  y  con  un  villancico  can- 
tado entre  todos ,  concluye  la  comedia. 

La  segunda,  intitulada  Hymenea,  es  mejor,  y  pre- 
senta algunos  indicios  de  lo  que  en  tiempos  más  mo- 
dernos formó  los  cimientos  del  teatro  nacional.  Su 
prólogo  ó  introito  es  tosco  y  grosero,  aunque  no  deja 
de  tener  algún  chiste,  principalmente  en  ciertos  pasa- 
jes en  que  se  pone  algún  tanto  en  ridículo  á  la  reli- 
gión ,  cosa  tolerada  y  permitida  por  aquellos  tiempos, 
con  tal  que  se  guardase  el  decoro  debido  á  sus  minis- 
tros. El  asunto  es  de  pura  invención ,  y  la  acción  puede 
suponerse  ocurrida  en  cualquiera  ciudad  de  España. 
La  escena  empieza  frente  á  casa  de  Febea,  la  beroina, 
antes  del  amanecer,  en  ocasión  en  que  Hymeneo,  su 
amante ,  llega  acompañado  de  dos  criados ,  y  después 
de  conversar  un  rato  con  ella ,  manda  á  aquellos  que 
guarden  el  puesto ,  mientras  él  va  á  disponer  una  mú- 
sica. Estos,  quedándose  solos,  discuten  la  posición  en 
que  respectivamente  se  encuentran ,  y  Bóreas  confia  á 
Eliso  su  pasión  por  Doresta,  una  de  las  doncellas  de 
Febea ,  pasión  que  en  toda  la  comedia  es  un  puro  re- 
medo de  la  de  su  amo.  Llega  el  Marqués ,  hermano  de 
Febea,  seguido  de  sus  criados ;  los  ele  Hymeneo  aban- 
donan el-campo,  y  el  Marqués,  receloso  de  su  hermana, 
sospecha  que  alguien  la  galantea,  y  se  retira  resuelto  á 


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PRIMBRA  ÉPOCA.  — CAPtTDLO  XV.  3t5 

guardarla  más  estrechameote.  Así  coDcluye  la  primera 
jornada ,  que  pudiera  muy  bien  suministrar  materiales 
para  una  comedia  de  capa  y  espada  del  siglo  xvn. 

En  la  segunda  vuelve  Hymeneo  acompañado  de  sus 
criados  y  de  algunos  músicos ,  y  todos  juntos  cantan 
una  canción  que  nos  recuerda  aquel  mal  soneto  de  Mo- 
liere en  su  «Misántropo» «  y  en  seguida  un  villancico 
que  no  es  mucho  mejor.  Febea  se  asoma  á  la  ventana 
y  habla  con  Hymeneo «  y  después  de  una  dulce  plática, 
digna,  por  el  estilo  y  la  gracia  con  que  está  escrita,  de 
figurar  en  comedias  como  Dar  la  vida  por  gu  dama ,  de 
Calderón,  promete ,  obligada  por  sus  instancias,  que  á 
la  noche  siguiente  le  permitirá  la  entrada  en  su  aposen- 
to. Lleno  Hymeneo  de  lisonjeras  esperanzas,  se  mues- 
tra muy  generoso  con  sus  criados,  y  se  retira;  pero  el 
Marqués  le  descubre  á  lo  lejos,  y  viendo  confirmadas 
sus  sospechas ,  intenta  correr  tras  él;  su  paje  Turpedio 
se  lo  impide,  diciéndole  que  conviene  remitir  su  ven- 
ganza para  otra  ocasión  en  que  salgan  mejor  armados. 

La  tercera  jomada  se  ocupa  enteramente  con  los 
amores  de  los  criados.  Divierte,  porque  en  ella  se  re- 
meda y  pone  en  ridículo  la  pasión  y  tormentos  de  los 
amos;  pero  la  acción  no  adelanta  en  lo  más  mínimo. 
En  la  cuarta,  el  héroe  de  la  comedia,  Hymeneo,  se 
entra  en  casa  de  Febea,  encargando  á  sus  criados  que 
le  guárdenla  puerta.  Quédanse estos  en  la  calle,  tem- 
blando de  miedo,  y  pónense  de  acuerdo  para  huir  y  de- 
jar el  campo  al  menor  indicio  de  la  venida  del  Marqués. 
Sobreviene  este,  y  ellos  huyen  inmediatamente,  deján- 
dose Bóreas  la  capa;  por  donde  el  Marqués ,  dueño  ya 
del  campo  t  descubre  quién  es  el  galán  de  su  hermana. 


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3t6  HISTORIA  OB   U   LITERATURA  BSPAÜOLA. 

La  quinta  y  última  jornada  representa  al  Marqués 
furioso,  al  ver  su  deshonra,  punto  principal  sobre  que 
versan  tantos  dramas  españoles  de  época  más  moder- 
na, y  resuelto  á  lavar  su  afrenta  en  la  sangre  de  los 
culpables,  si  bien  estos  no  lo  son  más  que  de  haber  es- 
tado juntos  algunos  instantes.  Sale  Febea  huyendo ,  y 
el  Marqués  la  persigue  espada  en  mano;  aquella  le  con^ 
fíesa  su  amor ,  y  le  suplica  que  no  mate  á  su  amante; 
el  Marqués  se  ablanda ,  y  en  un  diálogo  tierno  y  de 
mucho  afecto,  aunque  sobradamente  largo,  discuten 
acerca  del  derecho  que  como  hermano  tiene  de  mez- 
clarse en  tal  asunto.  Por  último,  imaginando  el  Marqués 
que  solo  con  matarla  satisface  la  injuria  hecha  á  su 
honra ,  va  á  ponerlo  en  ejecución,  cuando  sale  Hyme- 
neo,  y  explica  en  términos  corteses  quién  es,  y  cuáles 
son  sus  intenciones;  con  lo  que,  y  con  admitir  el  amante 
la  gravedad  de  la  ofensa,  y  declarar  que  el  Marqués 
hubiera  obrado  bien  quitando  la  vida  á  su  hermana,  el 
enojo  de  este  se  mitiga,  hasta  el  punto  que,  persuadido 
de  sus  razones  y  de  las  de  su  hermana,  todo  queda  ar- 
reglado ,  y  la  comedia  concluye  con  un  doble  casa- 
miento de  amos  y  criados ,  y  un  buen  villancico  en  ho- 
nor del  amor  y  de  sus  victorias. 

Las  dos  comedias  que  acabamos  de  examinar  son  no 
solo  muy  diferentes  en  su  esencia ,  sino  que  marcan 
bien  los  varios  medios  que  Naharro  empleó  para  pro- 
ducir interés  dramático.  «  En  cuanto  á  los  géneros  de 
» drama,  dice,  dos  me  parecen  suficientes  para  nues- 
•tra  lengua  castellana ;  á  saber :  las  comedias  á  noticia  y 
» la  comedia  á  fantasía**»  .No  hay  duda  sino  que  La  Tro^ 

**  « Es  decir,  de  cosa  nota  y  vista  en  realidad. »  Asi  explica  el  autor 


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PRIMB1U  ÉPOCA.  *—  CAPITULO  XV.  3i7 

fea  fué  escrita  con  arreglo  al  primer  género ,  pues  toda 
ella  respira  alabanzas  de  D.  Manuel ,  monarca  verda- 
deramente grande,  que  reinaba  entonces  en  Portugal; 
y  ademas  un  pasaje  de  su  tercera  jomada  nos  hace  sos- 
pechar que  fué  representada  en  Roma,  delante  del  em- 
bajador de  Portugal,  el  venerable  Tristan  d' Acuña. 
El  tosco  y  hasta  grosero  diálogo  pastoril,  que  entorpece 
y  empaña  su  acción ,  prueba  hasta  la  evidencia  que 
Torres  Naharro  conocía  perfectamente  las  obras  dra- 
máticas de  sus  predecesores  Juan  del  Encina  y  Gil  Vi- 
cente ;  al  paso  que  lo  restante  de  su  comedia ,  es  decir, 
la  parte  que  se  supone  histórica,  es,  según  hemos 
visto,  aun  peor.  La  Hymenea^  al  contrario,  presenta 
una  fábula  de  bastante  interés,  y  da  indicios  del  enredo, 
que  fué  más  adelante  el  principal  carácter  del  teatro  es- 
pañol. Tiene  hasta  su  gracioso  que  hace  el  amor  á  la 
'  criada  de  la  heroína  ;  papel  que  se  encuentra  también 
en  otra  comedia  de  Torres  Naharro,  La  Serafina,  y  que 
más  de  un  siglo  después  Lope  de  Vega  reclamó  como 
invención  suya". 

Hay  otra  singularidad  en  esta  comedia,  y  es  que  se 
observa  cierta  tendencia  á  respetar  las  unidades  de 
tiempo  y  lugar,  no  habiendo  en  ella  otra  acción  prin- 
cipal ,  sino  el  casamiento  de  Febea ,  la  cual  se  completa 
dentro  de  las  veinte  y  cuatro  horas ;  y  toda  ella  pasa 
en  la  calle,  y  delante  de  la  casa  de  la  dama,  á  no  ser 

lo  que  entiende  por  comedía  á  noti-  sentada ;  otra  tiene  apenas  mil  dos- 
cia  f  advirtiendo  que  <  La  Soldades-  cientos.  Todas  sin  embargo  se  com- 
ea »  y  «  La  Tinelaria  »  pertenecen  á  ponen  de  cinco  jornadas, 
dicbo  género.  Sus  comedias  ?arian  ^  En  la  dedicatoria  de  «  La  Fran- 
mucho  en  extensión  :  una  de  ellas  cesilla  »,  en  el  t.  xm  de  sus  comedias, 
consta  de  dos  mil  seiscientos  versos,  Madrid ,  1090,  4.® 
j  es  demasiado  larga  para  ser  repre- 


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3t8  HfSTOitfA  ftB  U   LITERATURA   fiSPAf^OLA. 

que  supongamos  que  el  quinto  acto  se  ejecuta  dentro 
de  ella,  lo  cual  es  dudoso*'.  Toda  la  comedia  está 
fundada  en  costumbres  nacionales,  y  conserva  el  carác- 
ter del  tiempo.  Los  mejores  papeles  son  en  general 
los  de  los  graciosos;  pero  hay  también  pasajes  muy 
tiernos  entre  el  hermano  y  la  hermana,  y  chistosos 
diálogos  entre  el  galán  y  su  dama.  El  papel  de  los 
criados  Bóreas  y  Doresta ,  que  remedan  la  pasión  desús 
amos ,  está  escrito  con  mucho  vigor  y  originalidad,  y 
contiene  bellísimos  trozos,  sobre  todo  el  siguiente  diá- 
logo ,  que  no  estaría  de  más  en  una  comedia  de  Cal- 
derón : 


BÓREAS. 

Pluguiera,  señora,  á  Dios 
en  aquel  punto  que  os  vi 
que  quisieras  tanto  á  mí , 
como  luego  quise  á  vos. 

DORESTA. 

Bueno  es  esso ; 

I  á  otro  can  con  esse  liuesso } 

BÓREAS. 

Ensayad  yos  de  mandarme 
quanto  yo  podré  hazer, 
pues  os  desseo  servir ; 
siquiera  por  qu'en  provarme 
conozcays  si  mi  querer 
concierta  con  mi  dezir. 

DORESTA. 

Si  mis  ganas  fuessen  ciertas 
de  quereros  yo  mandar, 
qoi^  de  vuestro  hablar 
saldrían  menos  offertas. 


BÓREAS. 

Si  mirays 

señora ,  mal  me  tratays. 

DORESTA. 

¿Gomo  puedo  maltrataros 
con  palabras  tan  honestas 
y  por  tan  cortesanas  mañas? 

BÓREAS. 

¿Cómo?  ya  no  osso  hablaros, 
que  teneys  ciertas  respuestas 
que  lastiman  las  entrañas. 

DORESTA. 

Por  mi  fé,  tengo  manzilla 
de  veros  assi  mortal: 
¿moriréis  de  aquese  mal? 

BÓREAS. 

No  sería  maravilla 

DORESTA. 

Pues,  galán. 


<>  « La  Aqnilana  »,  por  más  absor*  zA  aun  más  á  la  completa  regularidad 
da  qne  sea  sn  fábula ,  se  acerca  qni-  de  formas. 


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PRIMBRA  ÉPOCA.  —  CAPÍTULO   XV.  3t9 

ya  las  toman  dó  las  dan.  pudiesse  dar  y  tomar : 

BÓREAS.  mas  ves,  señora  mia« 

Por  mi  fé,  que  holgaría ,  que  recibo  dos  mil  males 

si  como  otros  mis  yguales ,  y  ninguno  puedo  dar  ^. 

Y  continúa  de  este  modo  hasta  confesar  plenamente 
que  no  está  ni  menos  lastimada  ni  menos  enamorada  de 
lo  que  él  lo  está. 

Usó  Naharro  en  todas  sus  comedias  de  una  versifi- 
cación fácil  y  armoniosa «  si  se  atiende  al  tiempo  en 
que  vivió*';  todas  ellas  contienen  trozos  de  lindísima 
poesía,  y  sus  diálogos  son  por  lo  común  muy  anima- 
dos. Algunos  sin  embargo  pecan  por  demasiada  li- 
cencia ;  dos  de  ellos  están  escritos  en  diferentes  idio- 
mas :  el  uno  en  cuatro  y  el  otro  en  seis**,  y  todos  llevan 
marcada  la  rudeza  de  la  época ,  en  el  fondo  y  en  las 
formas.  Por  lo  demás,  el  pocD  respeto  con  que  Naharro 
trató  á  la  Iglesia  fué  causa  de  que  sus  obras  fuesen  cas- 
tigadas por  la  inquisición  *\ 


^  cPropalladia»,  edic  de  Madrid, 
1873, 8.*,  fol.  22J. 

^  Hay  mucho  arte  en  la  versifica- 
clon  de  Torres  Naharro.  Por  ejem- 
plo: c  La  Hymeneai»  esU  escrita  en  co- 
plas de  doce  versos,  de  los  coales  el 
Jienültimo  es  en  pié  quebrado.  «  La 
acinta»,  también  en  coplas  de  doce 
versos,  aunque  sin  el  pié  quebrado. 
«  La  Calamita  »,  en  quintillas  unidas 
por  el  pié  quebrado.  «La  Aquilana», 
en  cuartetas  unidas  del  mismo  modo. 
Pero  el  número  de  pies  en  cada  ver- 
so no  es  siempre  el  mismo,  y  ade- 
mas la  rima  cojea  de  vez  en  cuando ; 
aunque  á  pesar  de  todo,  el  efecto  ge- 
neral es  bueno  y  armonioso. 

<•  En  el  prólogo  al  lector  Torres 
Naharro  trata  de  disculparse,  ale- 
ftando  por  raion  que  sus  comedias 
fueron  compuestas  en  Italia ,  y  para 
un  auditorio  compuesto  generalmen* 
te  de  lulianos.  Pase  pues  por  este 


idioma;  pero  ¿qué  razón  hubo  para 
mezclar  también  el  latin ,  valeociano, 
portugués  y  francés?  En  el  introito  á 
«  La  serafina  >  él  mismo  hace  jácara 
de  ello,  diciendo : 

Mas  taeis  destar  alerta 
Por  sentir  los  personajes 

8ae  hablan  enatro  lengones 
asta  acabar  sa  rebierta. 
No  salen  de  caenta  cierta 
Por  latin  é  italiano , 
Castellano  y  ?alenciano , 
Que  ninguno  deseoncierta. 

De  aquí  se  infiere  que  sus  comedias 
se  recitaron  delante  de  un  corto,  ann- 

Í[ue  escogido '  número  de  persona- 
es  ,  que  comprendían  los  diferentes 
diomas  allí  traídos ,  y  quizá  por  lo 
mismo  escuchaban  con  mayor  inte- 
rés y  atención. 

*7  Es  muy  notable  que  un  pasi^e 
de  t  La  Jacinta»,  en  que  el  autor  tra- 
to con  tu  acostumbrada  severidad  al 


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320  HISTORIA   DE   LA   LITERATURA  BSPAfiOLA. 

El  mismo  nos  lo  dice  en  su  prólogo**,  que  todas  ó 
algunas  de  sus  comedias  se  representaron  en  Italia, 
antes  de  ser  impresas  *^,  y  circularon  en  manos  de  los 
curiosos  antes  de  ser  dadas  á  la  eslampa ,  de  manera 
que  no  pudo  hacer  en  ellas  aquellas  .correcciones  que 
de  otro  modo  hubiera  quizá  hecho.  También  da  á  en- 
tender que  un  gran  número  de  eclesiásticos  asistió  á  la 
representación ,  á  lo  menos,  de  una  de  ellas;  si  bien 
es  de  creer  que ,  como  las  églogas  de  Juan  del  Enci- 
na y  los  autos  de  Gil  Vicente,  no  se  representaron  sino 
delante  de  un  reducido  auditorio ,  bien  sea  en  algún 
palacio  de  Ñapóles*®,  bien  en  Boma ;  y  por  lo  tanto  no 
debieron  influir  mucho  en  un  principio  en  la  condición 
del  drama ,  ni  contribuir  por  de  pronto  á  su  desarrollo. 
Influyeron,  sí,  aunque  más  tarde,  por  medio  de  la 
imprenta ,  habiéndose  hecho  en  Sevilla ,  entre  los  años 
de  1520  y  1545,  nada  menos  que  tres  ediciones  de 
ellas,  incompletas,  es  verdad,  y  en  la  última  expur- 
gadas ;  pero  suficientes  para  dar  á  conocer  ensayos  de 


papa  y  al  dero,  se  haya  dejado  sabsia- 
tir  en  la  edición  expurgada  de  iS73 
(fol.  256  y.^);  lo  cual  praeba  lo  capri- 
chosa y  descuidada  qtie  era  la  inqui- 
sición en  estas  materias.  En  el  c  Ín- 
dice Expurgatorio  de  1667 1  (p.  HA) 
solo  se  da  por  prot^ibida  «  La  Aqui- 
lana». 

*^  «  Las  mas  destas  obrillas  anda- 
>rán  ya  fuera  de  mi  obediencia  y  vo- 
«luntad. » 

**  Como  la  cuestión  de  si  las  co- 
medias de  Torres  Nahárro  se  repre- 
sentaron ó  no  en  Italia ,  ha  sido  dis- 
cutida con  mucho  calor  y  pasión  en- 
tre Lampillas  ( Ensayo,  Madrid,1789, 
4.«,  t.  VI,  pp.  160-7;  y  Signorelli 
cStoriadei  teatrí»,  Napoli,  1815, 
8.*,  t.  VI,  pp.  171  y  siguientes),  de- 
bido todo  á  una  proposición  que 


aventuró  Nasarre,  en  su  prólogo  á  las 
c Comedias  de  Cervantes»  (Madrid, 
1749,  4.^),  trasladaré  aqui  lo  que  el 
mismo  Torres  Naharro  dice  acerca 
de  ello,  advirtlendo  que  tanto  el  uno 
como  el  otro,  ignoraron  la  existencia 
de  un  pasaje  que  hubiera  indudable- 
mente puesto  fin  á  su  contienda.  Tra- 
tando pues  Torres  Naharro  de  dis- 
culpar el  uso  que  hace  del  idioma 
italiano  en  algunas  de  sus  comedias, 
se  explica  asi :  c  Aviendo  respeto  ni 
»lugar  y  á  las  personas  á  ouien  se 
»reciíaron.M  Ni  Lampillas  ni  Signo- 
relli sabian  que  la  edición  principe  de 
«La  Propalladia  »  se  imprimió  proba- 
blemente en'  Italia,  y  que  otra  edi- 
ción de  las  primeras  se  imprimió  se- 
guramente alli. 
*"  En  el  introito  de  « La  Trofea  ». 


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PRIMERA   ÉPOCA.  —  CAPITULO    XV.  321 

composición  dramática,  muy  superiores  á  todo  lo  pro- 
ducido hasta  entonces. 

Pero  si  bien  es  cierto  que  Juan  del  Encina,  Gil  Vi- 
cente y  Bartolomé  de  Torres  Naharro  se  dedicaron 
casi  exclnsivamente  á  componer  dramas ,  también  lo 
es  que  ninguno  de  ellos  abrigó  la  idea  de  fundar  un 
drama  nacional  popular.  Este  no  le  hallamos  hasta  el 
período  siguiente,  pues  á  fines  del  reinado  de  D.  Fer- 
nando y  D.'  Isabel  no  existia  en  España  rastro  alguno 
de  él. 


*i  No  ignoro  que  en  el  pasige  im- 
portante del  cronista  Méndez  SilYa, 
que  ya  cité  en  otro  lugar  ( p.  291 ), 
alusivo  á  las  primeras  represenlacio- 
nes  teatrales ,  se  dice :  c  Año  de  1402 
«comenzaron  en  Castilla  las  compa- 
»gias  á  representar  públicamente  co- 
imedias  ae  Juan  de  la  Encina; »  pero 
la  palabra  púiflieametUe  no  significa 
en  este  caso  cante  el  público  »,  y  si 


solamente  «  ante  un  número  reduci- 
do de  personas  que  componían  el 
auditorio » ;  y  lo  prueba  lo  que  el 
mismo  autor  dice  más  adelante  : 
«  Festejando  con  ellas  á  D.  Fadrique 
»de  Toledo ,  á  D.  Fadrique  Enriquez, 
•almirante  de  Castilla ,  y  á  D.  Iñigo 
» López  de  Mendoza ,  segundo  duque 
»del  infantado.  * 


T.    1. 


ál 


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CAPITULO  XVI. 

LiterKura  provenzal  en  España. —La  Proveoza. — Los  borgoftones. — Ori- 
gen de  la  lengua  y  fíteratnra  de  los  proveníales.  —  Barcelona.— Dialecto 
catalán. — Aragón. —Poetas  trovadores  en  Catalnña  y  Aragón.— Guer- 
ra de  los  albigenses.  —Pedro  el  segando  de  Aragón. —D.  Jaime  el  Con- 
quistador y  su  crónica. — Ramón  Muntaner. — Decadencia  de  la  poesía 
en  Provenza  y  de  la  poesia  provenzal  en  España. 

La  literatura  provenzal  apareció  en  España  tan  pronto 
como  cualquiera  de  los  géneros  de  la  castellana  de  que 
hasta  ahora  nos  hemos  ocupado.  Introdujese  natural- 
mente y  sin  esfuerzo  alguno;  pero  como  quiera  que  su 
introducción,  tanteen  Provenza  como  en  España,  esté 
intimamente  unida  con  la  historia  política  de  ambos 
paises»  y  no  sea  fácil  apreciar  debidamente  la  una  sin 
examinar  la  otra ,  bueno  será  que  tomemos  la  cuestión 
desde  el  principio,  y  digamos  algo  acerca  de  su  forma- 
ción en  Provenza,  para  explicamos  cómo  y  de  qué  ma- 
nera llegó  á  arraigarse  en  la  parte  oriental  de  la  Penín- 
sula, floreciendo  con  lozanía  por  más  de  tres  siglos,  y 
cómo  llegó  entonces  y  después  á  ejercer  larga  y  pode- 
rosa influencia  en  todo  el  resto  de  España. 

La  Provenza,  ó  sea  aquella  parte  del  mediodía  de 
Francia  que  se  extiende  desde  Italia  á  España ,  y  fué 
así  llamada  por  haber  sido  una  de  las  más  antiguas  y 
más  importantes  provincias  de  Boma ,  gozó  de  coropa- 


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PRIMERA   ÉPOCA.  —  CAl»lTÜLO   XVI.  323 

rativa  felicidad  durante  el  último  período  de  la  edad 
inedia,  librándose  quizá  mejor  que  otras  provincias  de 
los  disturbios  de  aquellos  siglos  de  confusión  y  revuel- 
tas\  Mientras  duró  el  gran  movimiento  de  los  bárbaros 
del  Norte,  la  Provenza  fué  visitada  tan  solo  por  los 
visigodos  que  prosiguieron  su  marcha  hacia  España, 
dejando  pocos  ó  ningunos  rastros  de  su  dominación  y 
costumbres;  y  por  los  borgoñones,  nación  la  más  ci- 
vilizada entre  las  de  origen  teutónico,  los  cuales  no 
entraron  en  el  mediodía  de  Francia  sino  después  de 
haber  habitado  por  largo  tiempo  la  Italia ,  y  que  á  su 
llegada  allí  se  establecieron  desde  luego  en  sus  risue- 
ñas y  fértiles  campiñas. 

Grandemente  favorecida  por  la  paz ,  que  aunque  in- 
terrumpida de  vez  en  cuando  por  disensiones  intesti- 
nas, ó  por  las  frecuentes  aunque  pasajeras  algaras  de 
sus  nuevos  vecinos,  los  árabes  españoles,  fué  sin  em- 
bargo más  sólida  y  duradera  que  la  que  se  disfrutaba 
en  otros  paises  por  el  mismo  tiempo ;  dotada  por  la 
Providencia  con  suelo  fértil  y  apacible  clima ,  la  Pro- 
venza  adelantó ,  más  que  otro  reino  alguno  de  Europa, 
en  la  carrera  de  la  civilización  y  de  las  artes.  Ya  desde 
el  año  879  gran  parle  de  dicho  pais  se  hallaba  cons- 
tituido en  reino  separado  é  independiente,  y  continuó 
siéndolo,  bajo  el  imperio  de  la  misma  casa  ó  familia, 
hasta  el  de  1 092 ,  ó  sea  durante  un  período  de  doscien- 
tos y  trece  años* :  hecho  notable,  que  no  tiene  ejemplo 
en  la  historia  de  Europa  durante  aquellos  siglos  de 
guerras  y  trastornos.  Durante  este  segundo  período, 

*  F.  Diez ,  «Troubadours ,  »  Zwic-  '  Sismondi,  tHisloire  des  franjáis,» 
kau,  1826,  8.0,  p.  5.  París,  1821,  8.*,  t.  in,  p.  259. 


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324  HISTORIA    DE    LA    LITERATITRA    ESPAÍíOLA. 

la  Provenza  se  libró  providencialmente  de  las  guerras 
y  disturbios  que  por  do  quiera  amenazaban  sus  fronte- 
ras; las  que  por  aquel  tiempo  agitaron  el  norte  de  Ita- 
lia, no  pasaron  del  Var,  ni  atravesaron  los  Alpes;  los 
árabes  españoles,  lejos  de  lanzarse  á  nuevas  conquis- 
tas, se  mantenian  con  dificultad  en  Cataluña;  y  las 
guerras  que  desolaron  el  norte  de  Francia,  desde  la 
muerte  de  Cario  Magno  hasta  el  reinado  de  Felipe  Au- 
gusto, llevaron  una  dirección  opuesta,  suministrando 
á  aquella  nación  guerrera  y  emprendedora  ancho  cam- 
po en  que  ejercitarse. 

Durante  estos  dos  siglos,  pues,  se  empezó  á  formar, 
en  el  mediodía  de  la  Francia  y  por  las  costas  del  Me- 
diterráneo, una  lengua  compuesta  del  dialecto  bor- 
goñon  y  del  latin  corrompido,  tal  cual  debieron  ha- 
blarle los  naturales  de  aquel  pais;  la  cual,  poco  á  poco 
y  casi  insensiblemente  llegó  á  reemplazar  á  entrambas. 
De  la  misma  manera  y  por  el  mismo  tiempo ,  es  decir, 
hacia  mediados  del  siglo  x,  comenzó  á  formarse  una 
literatura  nueva ,  acomodada  al  genio  y  costumbres  de 
los  habitantes,  así  como  al  clima  del  suelo  en  que  na- 
ció,  y  á  la  época  en  que  se  produjo ;  literatura  que 
durante  trescientos  años  consecutivos  fué  creciendo  y 
ensanchándose,  hasta  adquirir  tal  gracia  y  perfección, 
cual  no  se  habia  visto  en  ninguna  otra  desde  la  caida 
del  imperio  romano. 

De  esta  suerte  continuó  la  Provenza,  gobernada  por 
doce  reyes  de  raza  borgoñona ,  los  cuales,  si  bien  no  se 
distinguieron  por  grandes  empresas  militares ,  rigieron 
al  menos  sus  estados  con  suma  moderación  y  pruden- 
cia ,  cosa  por  cierto  rara  en  aquellos  siglos  de  guerra 


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PRIMERA    ÉPOCA. CAPÍTULO    XVI.  325 

y  de  barbarie.  i]lon  la  extÍDcion  de  la  dinastía  borgo- 
nona  en  1092,  la  corona  de  Provenza  pasó,  hacia  el 
año  1 1 1 3,  á  D.  Ramón  Berenguer,  tercer  conde  de  Bar- 
celona', casado  con  la  heredera  de  aquel  reino;  y  ios 
poetas  provenzales,  nobles  por  la  mayor  parte,  y  como 
es  consiguiente  adictos  á  la  corte  y  á  la  aristocracia , 
siguieron  á  su  señor  natural,  de  Arles  á  Barcelona,  y 
se  establecieron  sin  dificultad  en  la  nueva  capital ,  y 
bajo  la  protección  de  un  príncipe  que,  aunque  marcial 
y  guerrero,  no  se  mostró  nunca  enemigo  de  las  letras. 
El  cambio  apenas  fué  sensible :  entonces ,  como  ahora, 
el  Pirineo  era  una  barrera  natural  entre  Francia  y  Es- 
paña ;  pero  los  dialectos  que  se  hablaban  de  una  y  otra 
parte  y  en  sus  vertientes,  eran  casi  idénticos;  los  mis- 
mos hábitos  en  los  habitantes  de  Marsella  y  de  Barce- 
lona  habian  naturalmente  producido  idoneidad  de  cos- 
tumbres; y  si  bien  es  cierto  que  los  provenzales,  por  las 
causas  arriba  explicadas^  eran  más  pacíficos  y  habian 
quizá  alcanzado  mayor  grado  de  civilización  y  cultura, 
el  carácter  de  los  catalanes ,  por  sus  guerras  con  los 
moros,  habia  tomado  proporciones  más  varoniles  y 
vigorosas*.  Quede  pues  sentado  que  á  principios  del 
siglo  xii  la  literatura  provenzal  empezó  á  introducir- 
se en  España ,  por  las  provincias  del  nordeste ,  cir- 
cunstancia que  no  deja  de  ser  notable,  puesto  que 
hacia  el  mismo  tiempo  nacia  en  el  opuesto  rincón  de 


'  E.  A.  Scbmidt ,  «  Gescbichle  ara-  cap.  9.)  Todo  lo  conceraiente  á  las 

goniens  im  Millelalter , »  Leipzig ,  antiguas  glorias  de  esta  célebre  cia- 

18^,  %.**,  p.  92.  dad,  se  haltará  en  Capmany  (Memorias 

*  Barcelona  fué  muy  disputada  por  de  la  antiffua  ciudad  de  Barcelona,  Ma- 
ní oros  y  cristianos ,  basta  que  estos  drid,  4779-92,  cuatro  tomos, 4.®),  y  so- 
úi timos  la  recuperaron  en  985  ó  986.  bre  todo  en  los  interesantes documen 
(Zurita,  Anales  de  Aragón,  lib.  i,  tosynotas  añadidas  á  los  tomos  ii  y  iv- 


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326  HISTORIA   DE   LA   LITERATURA   ESPAllOLA. 

la  Península ,  entre  las  montañas  de  Asturias  y  de  Viz- 
caya, la  verdadera  poesía  nacional  ^. 

Causas  políticas  análogas  á  las  que  llevaron  el  es- 
píritu provenzal  desde  Arles  y  Marsella  á  Barcelona, 
le  ü*asladaron  muy  en  breve  al  centro  de  España. 
En  1 1 37,  los  condes  de  Barcelona  obtuvieron  por  casa- 
miento el  reino  de  Aragón;  y  si  bien  al  pronto  no  lleva- 
ron su  corte  á  Zaragoza ,  con  todo  derramaron ,  en  los 
territorios  nuevamente  adquiridos ,  parte  de  la  nueva 
civilización  que  les  viniera  deProvenza.  Esta  ilustre 
familia,  cuya  dominación  se  extendió  hasta  el  norte  de 
la  Península,  habia  poseído  en  épocas  diferentes,  y 
durante  cerca  de  tres  siglos ,  varios  territorios  á  una  y 
otra  parte  del  Pirineo,  que  ejercían  influencia  política 
sobre  una  gran  parte  del  mediodía  de  Francia  ,  y  del 
nordeste  de  España.  Entre  los  años  de  1 229  y  i  253,  sus 
más  distinguidos  individuos  aumentaron  considerable- 
mente su  territorio  con  frecuentes  y  dilatadas  conquis- 
tas hechas  á  los  moros ;  si  bien  más  tarde  el  poder  de 
los  reyes  de  Aragón  se  fué  circunscribiendo  gradual- 
mente, y  disminuyéndose  su  territorio  por  casamientos, 
herencias  y  desastres  militares.  Bajo  once  príncipes,  sin 
embargo,  que  reinaron  en  línea  recta ,  y  tres  más  en 
línea  trasversal ,  Aragón  mantuvo  sus  derechos  á  aquel 
reino,  hasta  que  en  el  año  1479  se  unió  á  Castilla  en 
la  persona  de  su  último  príncipe  D.  Fernando ,  echán- 
dose de  esta  manera  los  sólidos  cimientos  de  la  Monar- 
quía española. 


^  Los  académicos  franceses  conti-  nos  (París,  Á.^j  t.  xvi,  p.  19^,  señalan 
nuadores  de  la  «Historia  literaria  de  á  este  acontecimiento  una  fecha  algo 
Francia  »,  escrita  por  los  benedicti-   anterior. 


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PRIMERA  ÉPOCA.  —  CAPITULO   XVI.  327 

Con  este  ligero  bosquejo  del  curso  de  los  sucesos  po- 
líticos en  España,  no  nos  será  difícil  señalar  el  origen 
y  precisar  la  historia  de  la  literatura  que  prevaleció  en 
la  Península,  desde  principios  del  siglo  xii  hasta  la  mi- 
tad del  XIV ;  la  que  venida ,  según  hemos  visto ,  de  la 
Pro  venza,  retuvo  por  algún  tiempo  su  carácter  pro- 
venzal ,  hasta  tanto  que,  puesta  ya  en  contacto  con  las 
más  rigorosas  concepciones  del  nordeste,  logró  comu- 
nicar su  tono  y  colorido  á  la  literatura  de  toda  la  Mo* 
narqnía  ^ 

El  carácter  de  la  antigua  poesía  provenzal  es  uno 
mismo  en  ambos  lados  del  Pirineo  :  graciosa  y  apasio- 
nada, las  más  veces  canta  el  amor  y  sus  devaneos ;  de 
vez  en  cuando  se  mezcla  también  en  la  política  de  aque- 
llos tiempos,  y  otras  degenera  en  sátira  mordaz  y  poco 
decorosa.  En  Cataluña ,  como  en  el  pais  donde  nació, 
pertenecía  casi  exclusivamente  á  la  corte ,  cultivándola 
á  porfía  los  más  ilustres  y  poderosos  señores.  Así  es 
que  los  dos  primeros  príncipes  que  reunieron  en  su  ca- 
beza las  coronas  de  Barcelona  y  Provenza  unidas ,  y 
que  reinaron  desde  1113  hasta  1 1 62,  han  sido  conta- 
dos en  el  número  de  los  poetas  lemosines  ó  provenza- 

^  El  patriotismo  de  los  catalanes  res  Amat.  obispo  de  A8torga(Barce- 
les  ha  hecho  negar  una  verdad  tan  lona,  1836,  Á.%  es  obra  apreciable,  y 
patente,  pretendiendo  algunos,  como  en  extremo  útil  para  la  historia  de  la 
Forres  Amat  (prólogo  a  las  Memo-  literatura  catalana,  puesto  que  su 
rías  de  los  escritores  catalanes),  que  autor,  vastago  de  una  de  las  mes  au- 
la literatura ,  dicha  provenzal ,  nació  tig[uas  y  distinguidas  familias  del 
en  Cataluña.  Pero  basta  leer  los  argu-  pais ,  y  sobrino  del  erudito  arzobispo 
mentes  presentados  por  los  partida-  Amat,  que  murió  en  4824,  empleó 
rios  de  esta  teoría,  para  convencerse  gran  parte  de  su  vida  y  abundantes 
de  su  ningún  valor.  El  solo  hecho  recursos  en  reunir  materiales  para 
de  haber  existido  dicha  literatura  en  ella.  El  libro,  en  verdad,  pudiera  es- 
la  Provenza  un  siglo  intes  que  en  tarmeiorhechodelo  queestá;  pero 
Cataluña ,  es  por  si  concluyente.  Por  aun  asi,  y  con  todo ,  tiene  noticias 
lo  demás,  las  cMemorias  para  ayudar  que  se  buscarían  en  vano  en  otros 
á  formar  un  diccionarilbritico  de  los  ubros  impresos, 
autores  catalanes»,  por%.  Félix  Tor- 


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3^  HISTORIA    DE    LA    LITERATURA    ESPAÍlOLA. 

les ,  aunque ,  á  decir  verdad ,  ui  el  uno  ni  el  otro  tienen 
grandes  títulos  que  presentar  para  aspirar  á  dicho  ho- 
nor, puesto  que  no  se  ha  publicado  aun  ni  un  solo 
verso  que  pueda  decirse  suyo  \ 

Alfonso  el  segundo  de  Aragón,  que  subió  al  trono 
en  1 4  62  y  reinó  hasta  1196,  pasa  generalmente  por  ha- 
ber sido  trovador;  y  de- él  se  conservan  algunas  cobles 
dirigidas  á  su  dama,  que  tienen  cierto  mérito,  y  son  en 
extremo  curiosas,  por  ser  la  poesía  más  antigua  de  autor 
conocido,  que  exista  en  cualquiera  de  los  dialectos 
modernos  de  la  España ,  y  tan  antigua  quizá  como  las 
poesías  anónimas  de  Castilla  y  de  las  provincias  del 
norte".  Siguiendo  el  ejemplo  de  otros  monarcas  de  su 
tiempo,  que  cultivaban  la « gaya  ciencia» ,  Alfonso  se  ro- 
deó de  poetas  y  trovadores.  Pedro  Rogiers^  Pedro  Remon 
de  Tolosa,  Aimeric  de  Péguilain,  que  compuso  una 
elegía  á  la  muerte  de  su  rey  y  señor,  y  otros  varios,  si- 
guieron su  corte,  y  vivieron  en  Barcelona  honrados  y 
colmados  de  favores.  Es  pues  un  hecho  averiguado  que 


^  Véanse  sus  respectivQS  arUculos 
en  Torres  Amal,  «Memorias,»  pági- 
nas 104-S. 

*  Hállanse  estas  coplas  en  Ray- 
nouard,  «Troubadours,»  t.  iii,  p.  118, 
y  empiezan  así : 

Per  mantas  guizas  m'es  datz 
Joys  e  deport  e  solalz. 
La  Yída  del  autor  está  en  Zurita, 
«Anales  de  Aragón»  (lib.  u);  pero 
las  noticias  literarias  relativas  á  él, 
habrán  de  buscarse  en  Latassa,  «  Bi- 
blioteca antigua  de  los  escritores  ara- 
goneses,» Zaragoza,  1796,  8.",  1.  i, 
p.  175;  y  en  «  Histoire  ültéraire  de 
la  France»,  t.  xi.  En  cuanto  á  la  pala- 
bra cobles,  por  más  que  digan  Ray- 
nouard  (t.  ii,  pp.  174-8),  y  Diez,  «Trou- 
badours » (p.  3),  no  puedo  menos  do 
creerqueequívale  al  castellano  cop/a$. 


o  Acerca  de  Pedro  Rogiei*s»  véase 
á  Raynouard ,  «Troubadours , »  t.  v , 
p.  530,  yt.  iii,p.  27;  Millot,cHis* 
loire  litléraire  des  Troubadours ,» 
París,  1774,12.«,l.  I,  p.  113;  y  la 
«Histoire  littérarie  de  la  France.  t.  xv, 
p.  459.  De  Pedro  Ramón  de  Tolosa 
tratan  el  mismo  Raynouard,  t.  v, 
p.  332,  y  t.  lu,  p.  120;  «  Histoire  lit- 
léraire de  la  France»,  t.  xv,  p.  437 ; 
y  Crescimbeni,  « Istoria  délla  vol^r 
poesía  »  (Roma,  1710,  4.«,  t.  ii,  p.  55). 
bste  último  escritor,  refiriénaose  á 
un  manuscrito  del  Vaticano ,  dice  de 
Pedro  Ramón  :  «  Ando  en  corte  del 
»Re  Alfonso  d*Aragona,  cbe  Taccolse 
»e  molto  onoró.»  De  Aymeric  de  Pé- 
guilain se  hallarán  noticias  en  la  ya 
citada  «Hist.  Littér.»,  t.  xviii,  p.  QM. 


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PRIMERA   ÉPOCA.  CAPÍTULO   XVI.  320 

antes  de  terminar  el  siglo  xii  la  poesía  provenzal  es- 
taba ya  aclimatada  y  extendiéndose  en  aquella  parte  de 
España. 

En  el  siguiente  siglo,  varias  circunstancias  contribu- 
yeron á  desarrollar  más  y  más  en  Aragón  el  germen 
nuevamente  importado.  Fué  una  de  ellas  la  guerra  es- 
candalosa que  se  hizo  á  los  albigenses ,  y  se  prosiguió 
con  inaudita  crueldad  desde  el  año  de  i  209  hasta  el 
de  1229,  dando  origen  ó  pretexto  para  el  estableci- 
miento de  la  inquisición.  Eran  los  albigenses  ciertos 
sectarios  de  la  Provenza ,  á  quienes  «e  acusaba  de  here- 
jía -.victimas  del  odio  implacable  y  desmedida  ambición 
de  los  papas,  á  cuyas  pretensiones  intentaron  oponerse, 
fueron  completamente  exterminados  en  una  cruzada 
general  dirigida  por  la  Santa  Sede.  A  esta  secta  per- 
tenecían la  mayor  parte  de  los  trovadores  de  aquel 
tiempo ,  cuyas  poesías  están  llenas  de  amargas  quejas 
contra  el  injusto  proceder  de  sus  enemigos,  y  revelan 
asimismo  lo  mucho  que  sufrieron ^^.  Los  albigenses  ha- 
llaron un  fiel  aliado  en  D.  Pedro  U  de  Aragón,  el  cual 
murió  en  1213,  peleando  por  su  causa,  en  la  célebre 
jornada  deMuret;  y  así  no  es  de  extrañar  que  precisa- 
dos á  abandonar  sus  hogares,  los  trovadores  de  la  Pro- 
venza  buscasen  un  asilo  en  el  vecino  reino  de  Aragón, 
y  se  pusiesen  bajo  la  protección  y  amparo  de  príncipes 
amigos  que  cultivaban  la  poesía  y  honraban  las  letras. 

^0  Sismondi ,  <  Histoire  des  fran-  quisicioD.  El  hecbo  de  que  casi  todos 

^is  »  (Paris ,  8.**,  t.  vi  y  vii) ,  da  noli-  los  trovadores  abrazaron  la  secta  de 

cias  muy  detalladas  de  la  cruel  perse-  los  albigenses,  está  también  compe- 

cucion  y  guerras  con  los  albigenses ;  tentemenle  probado.  Véase  «Histoire 

y  Llórente  (Histoire  de  l'Inquisition,  liltéraire  de  la  France»,  t.  xviii,  p.  588, 

París,  1817, 1. 1,  p.  43)  demuestra  la  y  Fauriel,  «r  Introduction  á  Thistoire 

relación  que  aquella  guerra  tuvo  con  de  la  croisade  contre  les  héretiques 

el  origen  y  establecimiento  de  la  In-  albígeois,»  Paris,  1837,  p.  xv. 


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330  HISTORU  DB  LA  LITERATURA   ESPAÜOLA. 

Entre  los  trovadores  que  pasaron  á  España  en  tiempo 
de  D.  Pedro  11,  se  cuenta  á  Hugo  de  Saint  Cyr",  Aze- 
mar  le  Noir**,  Pons  Barba",  Raimundo  de  Miravai,  ios 
cuales  todos  lograron  persuadirle  á  que  tomase  las  ar- 
mas en  defensa  de  los  albigenses ,  como  en  efecto  lo 
hizo,  pereciendo  en  la  demanda*^;  y  por  último  Perdi- 
gón^', que  después  de  haber  sido  tratado  con  la  mayor 
munificencia  por  el  Rey;  fué  traidor  á  su  causa,  como 
lo  fué  también  Folquet ,  de  Marsella  *^  y  mostró  su  ale- 
gría por  la  muerte  prematura  de  aquel  monarca.  Pero 
ninguno  de  los  poetas  que  andaban  en  la  corte  de  don 
Pedro  le  hizo  tanto  honor  como  el  autor  de  un  largo 
é  interesante  poema  de  la  Guerra  de  los  Albigenses ,  en 
el  cual  están  referidas  muchas  de  las  acciones  del  rey 
de  AragQn ,  y  se  dan  minuciosos  detalles  acerca  de  su 
muerte  desastrosa*'.  Todos,  á  excepción  solo  de  per- 
digón y  Folquet,  se  mostraron  reconocidos  á  sus  mu- 
chos favores,  considerándole  como  su  patrono,  y  dán- 
dole ademas  el  dictado  de  poeta  *^ ;  al  que  Pons  Barba 

**  Raynoaard,  cTroubadours,»  t.Y,  siglo,  y  forma  parte  de  una  serie  de 

p.  222,  y  t.  ni,  p.  330 ;  MiUot,  cHist.,»  obras  relatíTas  á  la  historia  de  Fran- 

t.  II,  p.  174.  cía ,  é  impresas  á  expensas  del  go- 

**  tHist.  littér.  de  la  Prance»,  t.  xvín,  biemo  francés,  á  la  sazón  que  M.  Güi- 

p.  386.  zot  desempeñaba  el  ministerio  de 

*^  Ibid.,  p.644.  Instrucción  pública.  Intitulase  <  His- 

*^  Raynouard,  tTroubadonrs,»  t.  v,  toire  de  la  croisade  contre  les  béré- 
pp.  382-386;  tHist.  littér.  de  la  Fran-  tiques  albigeois,  écrite  en  vers  pro- 
ce,  » t.  x>ii,  pp.  436-67.  vencauxpar  un  poete  contemporain», 

^  Millol,  Hist.  1 1 ,  p.  428.  París,  1837.  Contiene  el  poema  nueve 

*^  Acerca  de  este  alevoso  y  cruel  mil  quinientos  setenta  y  ocho  versos, 

caudillo  entre  los  cruzados,  tan  elo-  y  las  noticias  de  Pedro  II  se  hallan 

giado  por  Petrarca  (Triunfo  de  amor,  principalmente  en  la  parte  i,  y  las  de 

^P*  ^)  >  y  por  Dante  (Paraíso,  ix ,  94),  su  muerte,  en  el  verso  tres  mil  sesen- 

véase  la  c  Hist.  littér.  de  la  France»,  ta  v  uno  y  siguientes. 

t.  xviu ,  p.  394.  Sus  poesías  se  halla-  »  Lo  que  se  conserva  de  sus  poe- 

rán  en  Raynouard ,  c  Troubadours, »  sias  se  hallará  en  Raynouard,  «Trou- 

t.  ni ,  pp.  149-62.  badours ,  >  t.  v,  pp.  290  y  siguientes ; 

*''  Éste  interesante  poema  ha  sido  y  en  «Hist. littér.  de  la  France,»  t.  xvn, 

publicado  por  Mr.  Fauriel,  uno  de  los  pp.  4-437,  donde  se  da  noticia  bastante 

más  distinguidos  literatos  de  este  circunstanciada  de  su  vida  y  escritos. 


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PIUNBRA   ÉPOCA. ' —  CAPÍTULO   XVI.  33i 

añadió  el  de  «jefe  de  los  trovadores,  y  cabeza  de  sus 
honores  *^» . 

Durante  el  glorioso  reinado  de  O.  Jaime  el  Conquis- 
tador^ que  duró  desde  1 213  hasta  1276,  se  observa  el 
mismo  carácter  poético  que  distinguió  el  menos  feliz  de 
su  antecesor  Pedro.  También  él  protegió  á  los  trova- 
dores »  y  estos  á  su  vez  le  encomiaron  y  honraron  en  sus 
escritos.  Guillermo  Ameller  le  dirigió  una  sirvente,  en 
la  que  le  apellida  «  el  jóvetí  rey  de  Aragón  que  confir- 
ma mercedes,  y  deshace  tuertos*»;  Nat  de  Mons  le  en- 
vió dos  epístolas  en  verso ,  en  una  de  las  cuales  le  da 
sanos  consejos  acerca  de  la  administración  del  reino  y 
régimen  de  su  corte''*» ;  Amaldo  Plagues  presentó  á  su 
esposa,  la  bella  Eleonor  de  Castilla,  una  chansó^;  y 
Mateo  de  Quercy,  que  le  sobrevivió,  compuso  á  su 
muerte  una  elegía ,  siendo  fiel  intérprete  del  sentimiento 
de  sus  vasallos,  al  verse  privados  de  un  rey  tan  guer- 
rero y  que  tantas  y  tan  grandes  conquistas  hiciera  á  los 
infieles  ^.  Por  el  mismo  tiempo,  Hugo  de  Mataplana, 
noble  caballero  catalán ,  celebraba  en  su  castillo  cortes 
de  amor  y  justas  poéticas,  en  las  cuales  él  misma  to- 
maba parte  *^;  al  paso  que  un  vecino  suyo,  llamado  Gui-- 
Uermo  de  Berguedan,  no  menos  distinguido  que  él  por 
su  nobleza  y  por  su  talento  para  la  poesía ,  aunque  de 
carácter  menos  apreciable  y  digno,  ejercitaba  su  fácil 


*^   Reís  d' Aragón,  tornen  a  vos  o  cHist.  KUér.  de  la  France,»  t.  xnn, 

Car  eu  caps  de  bes  et  de  nos.  p.  535 ;  t  Raynouard,  cTroabadours,» 

Pons  Barba.  t.  v,  p.  50. 

M  cHist.  littér.  de  la  France»»  i.  XTOi,  »  Raynouard  ,  <  Troubadours , » 

p.  553.  El  poema  empieza  asi :  t.  ▼,  páginas  961-3 ;  <  Hist.  liUér.  de 

Al  joYC  reí  d'Arago,  que  eonrerma  La  France,»  t.  xix,  p.  607. 

Merce  e  dreg,  e  malresut  desíerma.  u  «Hist.  littér.de  la  France,»  t.xviu, 

«<  Blillot,  «  Hist.  des  Troub., »  t.  n,  pp.  571-5. 
pp.  i86  y  siguientes. 


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332  HISTORIA    DB   LA    LITERATURA   KSPAfiOLA. 

musa  en  composiciones  del  género  erótico,  pero  tan  li- 
bres y  obscenas ,  que  apenas  se  hallará  su  igual  en  toda 
la  literatura  proveuzal**.  Todos,  sin  embargo,  buenos 
y  malos,  los  que  como  SordeP*  y  Bernardo  de  Rove- 
nac*^  hicieron  al  Rey  blanco  de  sus  punzantes  sátiras; 
y  los  que  como  Pedro  Cardenal  gozaron  de  su  real  fa- 
vor y  le  encomiaron  en  sus  escritos",  todos  convienen 
en  que  los  trovadores  siguieron,  como  antes,  buscando 
asilo  en  Aragón  y  Cataluña,  paises  donde  siempre  ha- 
llaron protección  y  buena  acogida,  y  que  su  poesía  se 
fué  arraigando  más  y  más  en  un  terreno  tan  favorable 
y  propicio. 

No  falta  tampoco  quien  cuente  al  rey  D.  Jaime  en- 
tre los  poetas  de  su  tiempo*';  lo  cual  es  harto  verosí- 
mil ,  si  se  atiende  á  que  la  lengua  fácil  y  armoniosa  de 
aquel  tiempo  se  prestaba  mucho  á  la  poesía,  y  á  que  el 
ejemplo  de  su  padre  y  de  su  abuejo,  ambos  poetas,  de- 
bió quizá  estimularle  en  tan  agradable  tarea.  Hasla  ahora 
no  se  han  hallado  versos  suyos,  aunque  por  otra  parte 
consta  que  fué  en  extremo  amante  de  las  letras.  Como 
quiera  que  esto  sea,  O.  Jaime'^  dejó  escrita  una  larga 
obra  en  prosa ,  la  cual  está  más  en  armonía  con  su  ca- 

^  Hist.Litlér.delaFraDce,t.xTin,  sepultadas.  Eotre  ellos  se  halló  el 

pp.  576-9.  cuerpo  del  rey  D.  Jaime ,  perfecta- 

**  'Millot,  «Hist.,>  t.  II,  p.  92.  mente  conservado  después  ae  un  pe- 

'7  Raynouard ,    <  Troubadours , »  ríodo  de  seiscientos  y  setenta  anos, 

t.  nr,  páffínas  203-5.  Gonociósele  desde  luego  por  su  colo- 

^  ibid.,  t.  V,  p.  302;  «Hist.  littér.  sal  estatura  (pues  dicen  los  autores 

de  la  France,»  t.  xx,  p.  574.  que  D.  Jaime  fué  alto  de  siete  pies), 

*•  Quadrio  ( Storia  d*ogni  poesía ,  y  por  la  ancha  cicatriz  que  dejó  en  su 
Bolpgna,  1741, 4.<>,  t.  ii,  p.  132),  j  Zu-  frente  cierto  saetazo  recibido  en  el  si- 
rila  (Anales ,  lib.  x ,  cap.  42)  señalan  tío  de  Valencia.  Un  testigo  ocular  afir- 
este  hecho  sin  aducir  prueba  alguna,  ma  ser  tal  la  conservación  del  rostro 

^0  En  la  «Guia del  comercio  de  Ma-  y  facciones,  que  un  pintor  hubiera 

drid » ,  1848 ,  hay  una  relación  muy  podido  fácilmente  sacar  el  perfil  de 

detallada  de  la  exhumación  hecha  en  ellas,  t  Faro  industrial  de  la  Habana», 

Poblet,  en  1846,  de  los  cadáveres  de  6  abril,  1848. 
varías  personas  reales  que  yacían  a  II  i 


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PRIMERA   ÉPOCA.  —  CAPÍTULO   XVI.  333 

rácter  de  rey  sabio  y  guerrero  :  cualidades  que  no  se  le 
pueden  disputar,  puesto  que  sus  leyes  y  gobierno  le 
colocan  á  mayor  altura  que  la  generalidad  de  sus  sub- 
ditos, al  paso  que  sus  muchas  victorias  le  valieron  el 
dictado  hoDoríñco  de  Conquistador. 

La  obra  en  cuestión  es  una  crónica,  ó  más  bien  co- 
mentario de  los  principales  sucesos  de  su  reinado,  di- 
vidido en  cuatro  parles.  Trata  la  primera  de  las  revuel- 
tas que  agitaban  el  reino  al  subir  él  al  trono ,  después 
de  una  larga  menoría ,  y  de  la  toma  de  Mallorca  y  Me- 
norca, entre  lósanos  de  1229  y  1233.  La  segunda 
refiere  muy  detalladamente  los  sucesos  de  otra  guerra  y 
conquista  aun  mayor ,  á  saber ,  la  del  reino  y  ciudad 
de  Valencia ,  que  se  rindió  por  último  en  1239,  desde 
cuya  época  los  agarenos  infieles  no  volvieron  nunca  á 
poner  la  planta  en  las  provincias  del  nordeste.  La  ter- 
cera ,  describe  la  guerra  que  D.  Jaime  hizo  á  los  moros 
de  Murcia  hasta  el  año  1 266 ,  por  cuenta  y  á  beneficio 
de  su  pariente,  D.  Alfonso  el  Sabio,  rey  de  Castilla.  La 
cuarta  y  última ,  cuenta  las  embajadas  que  le  enviaron 
el  Khan  de  Tartaria  y  Miguel  Palaeiogo,  emperador.de 
Constantinopla,  y  la  tentativa  que  él  mismo  hizo  en  1 268 
de  conducir  una  expedición  á  Palestina  y  rescatar- el 
Santo  Sepulcro,  tentativa  que  salió  frustrada,  de  re- 
sultas de  una  brava  tempestad  que  dispei*só  la  armada 
destinada  á  conducirla.  La  historia  continúa  basta  el  fin 
de  su  reinado  con  breves  noticias  que  llevan  el  sello  de 
la  originalidad  >  y  parecen  igualmente  escritas  por  don 
Jaime ,  exceptuando  tan  solo  la  última,  que  en  muy  po- 
cas palabras  refiere  su  muerte ,  y  es  la  sola  escrita  en 
tercera  persona. 


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^3%  HISTORU  DE   LA   LITERATURA   ESPAÑOLA. 

/De  esta  Crónica  de  Don  Jaime  el  Conquistador  se  sacó 
^e  mny  antiguo ,  aunque  en  extracto,  una  relación  de 
la  conquista  de  Valencia ,  la  cual  empieza  con  la  mayor 
naturalidad  y  sencillez,  refiriendo  la  conversación  que 
el  Bey  tuvo  en  Alcañizas  con  D.  Blasco  de  Alagon  y  el 
maestre  de  la  orden  de  San  Juan,  Nuch  de  Follalquer, 
los  cuales  le  incitan  á  que  aprovechando  la  ocasión ,  y 
visto  el  terror  que  ha  producido  en  los  moros  la  toma 
de  Menorca ,  emprenda  desde  luego  la  conquista  de  Va- 
lencia ;  y  termina  con  la  relación  de  los  disturbios  y  al- 
borotos causados  por  la  partición  de  los  despojos  en  la 
conquista  de  aquel  opulento  reino.  Esta  última  obra  fué 
impresa  en  1515,  sirviendo  como  de  prefacio  ó  intro- 
ducción á  la  colección  de  fueros  y  privilegios  concedidos 
á  la  ciudad  de  Valencia,  desde  su  conquista  hasta  los 
tiempos  de  D,  Femando  el  Católico'*;  pero  la  obra  com- 
pleta» es  decir,  la  Crónica^  novio  la  luz  pública  hasta 
el  año  de  1 557 ,  que  se  imprimió  á  instancias  de  Fe- 
lipe II. 

El  estilo  de  la  Crónica  es  sencillo,  al  par  que  vigo- 
roso; sin  pretensiones  de  elegancia,  el  autor  narra  los 
sucesos  con  cierto  aire  de  verdad,  y  á  veces  con  tal  pro- 
piedad y  tan  buena  elección  de  frases ,  que  en  vano  se 
buscarían  en  obras  de  mayor  ciencia  y  artificio.  Si  se 
emprendió  y  compuso,  á  consecuencia  del  impulso  dado 
por  Alfonso  el  Sabio  á  la  historia ,  en  lengua  vulgar,  ó 

"  El  titulo  principal  es  como  si-  tulos;  pero  si  inicíales  grabadas  al 

gue :  c  Aureum  opusregalium  piiví-  principio  de  cada  párrafo.  Esta  parte 

legioram  ciTítatisetregniValentiae;»  de  la  obra  consta  de  cuarenta  y  dos 

pero  la  obra  á  que  aludlinos  empieza  hojas  á  dobles  columnas,  letra  de  tor- 

asi :  c  Comenta  la  conquesta  per  lo  tis,  y  se  imprimió,  según  se  lee  ai  fin 

«serenísimo  e  catholic  princepde  in-  en  el  colofón ,  por  Diego  Gumiel ,  en 

•mortal  memoria ,  Don  Jaume. »  No  Valencia,  año  de  1515. 
tiene  ni  foliatura  ni  división  de  capi- 


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PRIMERA  ÉPOCA.  —  CAPJ^OJfl.  335 

SÍ  la  idea  nació  en  Aragón,  es^efuepIlDn  difícil  de  resol- 
ver. Es  probable  que  una  y  ArtTniéron  el  producto  de 
las  necesidades  de  la  época ;  pero  como  fueron  escritas 
casi  á  un  mismo  tiempo,  y  como  por  otra  parte  los  dos 
reyes  estaban  unidos  por  los  vínculos  estrechos  .del  pa- 
rentesco, y  mantenían  ademas  frecuentes  relaciones,  el 
conocimiento  íntimo  de  todo  lo  perteneciente  á  estas 
dos  crónicas,  escritas  en  diferentes  partes  de  la  Penín- 
sula ,  nos  ayudaría  sin  duda  á  descubrir  algún  punto  de 
contacto  entre  ellas.  Esto  supuesto,  debería  darse  la 
priorídad  ó  precedencia  á  la  Crónica  del  Rey  de  Aragón, 
puesto  que  no  solamente  era  mayor  en  *años  que  su 
contemporáneo  Alfonso  el  Sabio,  sino  que  fué  también 
en  muchas  ocasiones  su  fiel  y  acertado  consejero  *'. 


^  Rodríguez,  c  Biblioteca  valenti- 
na,» Valencia,  1747,  folio,  p.  574.  In- 
titúlase «Chrónica  o  commentari  del 
gloriosissim  e  invictissim  rey  en  Jac- 
me,  rev  d'Arago,  de  Mallorques  e  de 
Valencia ,  compte  de  Barcelona  e  de 
Urgell  e  de  Muntpeiller,  feita  é  scrita 
per  aquell  en  sa  lengna  natural ,  e 
treita  del  Arcbiu  del  molt  masniflch 
Ratíonal  de  la  insigne  ciutat  de  Va- 
lencia ,  hon  stave  custodita. »  Impri- 
mióse de  orden  de  los  jurados  de  Va- 
lencia ,  ppr  la  viuda  de  Juan  Mev,  en 
folio ,  aDo'^OiiSS^.  Ademas ,  la  dedi- 
catoria á  Féfipenjio  deja  duda  nin- 
guna en  cnaiito  á  la  autenticidad  de 
[a  obra.  Cada  ^na  de  sus  partes  está 
dividida  en  oapitulos :  la  primera  tiene 
ciento  y  Cinco  ,tla  segunda  ciento  y 
quince ,  y  así  á  este  lenor.  D.  José 
Villaroya,  dn  una  serie  de  cartas  im- 
presas en  Valencia  en  1800 ,  trató  de 
probar  que  fX,  J^ime  no  fué  el  ver- 
dadero autor  d<  su  crónica ;  pero 
aunque  escritas  con  ingenio  y  eru- 
dición, no  es  lanceen,  á  mi  modo  de 
ver,  lo  que  su  aiptor  se  propuso  pro- 
bar. 

'>  Alfonso  el  Sabio  nació  en  1221  y 
murió  en  12^ ^-Ji  D.  Jaime,  cuyo 


g 


nombre  se  escribe  también  Jaume^ 
Jaime  y  Jacme,  nació  en  1208,  y  mu- 
rió en  1276.  Es  verosímil,  según  in- 
dicamos ya  en  otro  lugar,  que  la 
«Crónica  general »  se  escribió  poco 
antes  del  año  1260,  período  posterior 
de  cerca  de  veinte  y  un  años  á  todos 
los  sucesos  referidos  en  la  t  Crónica 
de  la  conquista  de  Valencia»,  por 
D.  Jaime.  Hav  ademas  otra  circuns- 
tancia aue  deberá  tenerse  presente , 
al  deciair  la  cuestión  de  preceden- 
cia entre  estas  dos  crónicas,  y  es  la 
de  que  algunos  escritores  han  creído 
que  treinta  años  antes  que  el  rey 
D.  Alfonso  mandase  sustituir  en  Cas- 
tilla el  romance  al  latín  en  las  escri- 
turas públicas,  el  rey  D.  Jaiihe  babia 
intentado  igual  reforma  en  sus  esta- 
dos, en  favor  del  dialecto  catalán. 
Villanueva,  «Viaje  literario  á  las  Igle- 
sias de  España, »  Valencia,  1821 ,  t.  vu, 
p.  195. 

Oír»  obra  hay  de  D.  Jaime  que  no 
ha  visto  aun  la  luz  pública.  Es  un  tra- 
tado moral  y  filosóuco,  llamado  «Lo  li- 
bro de  la  Saviesa»,  de  que  da  noticia 
Castro  en  su  «Biblioteca»,  t.  ii,  pá- 
gina 605. 


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336  HISTORIA    DE    LA    LITEBATURA   ESPAÑOLA. 

Pero  Jaime  de  Aragón  tuvo  ademas  la  fortona  de 
hallar  en  la  persona  de  Ramón  Muntaner  un  cronista 
hábil  de  sus  gloriosas  hazañas.  Ramón  Muntaner,  noble 
caballero  catalán,  nació  en  Peralada,  nueve  años  antes 
de  la  muerte  del  rey  D.  Jaime.  De  edad  ya  muy  avan- 
zada, y  después  de  una  vida  bastante  agitada  y  llena 
de  aventuras,  creyóse  llamado  á  escribir  la  historia  de 
sus  tiempos  **.  «  Porque  un  dia ,  dice ,  estando  yo  en  mi 
nalqueria  de  Xiluella,  que  está  situada  en  la  huerta  de 
»  Valencia,  y  durmiendo  en  mi  cama,  vino  á  mí  una  vi- 
»sion  en  figura  de  un  hombre  muy  bello,  y  vestido  todo 
»de  blanco, 'el  cual  me  dijo :  Ea,  Muntaner,  levántate  y 
«piensa  en  componer  un  libro  de  las  grandes  maravillas 
»que  has  presenciado  y  que  ha  obrado  Dios  en  las  guer- 
>íras  en  que  te  has  hallado;  pues  place  á  Dios  que  por  tí 
»sean  publicadas. »  Al  principio,  según  él  mismo  lo  de- 
clara, Muntaner  no  se  cuidó  de  obedecer  al  fantasma, 
teniendo  en  poco  las  lisonjeras  palabras  que  este  pro- 
firió ,  al  darle  el  espinoso  encargo  de  narrar  los  suce- 
sos de  su  tiempo ;  pero  « otro  dia  y  en  el  mismo  lugar, 
» continúa,  volví  á  ver  al  viejo,  que  me  dijo  :  ¡O  hijo  mió! 

'^  E8  de  creer  que  la  mejor  bio-  Hits  e  descendeots,  c  setroba  presen l 

grafía  de  Muntaner  sea  la  que  se  ha  lia  á  las  coses  contengudes  en  la  pré- 

en  Nicolás  Antonio.  «  Bib.  Vetus»  sent  historia.»  Imprimióse  por  la  pri* 

(ed.  Bayer,  t.  ii,  p.  145).  Hay  sin  em-  mera  vez  en  Valencia  en  i5te,  y  des- 

bargootra  más  lata  y  extensa  en  Tor-  pues  en  Barcelona  en  1562,  ambas 

res  Amat,  <  Memorias » (p.  457) ;  y  en  en  folio ;  y  la  última,  que  tenemos  á 

otras  obras  se  bailan  también  noti-  la  vista ,  consta  de  doscientas  cua- 

cias  para  su  vida.  La  crónica  que  renta  y  pcho  hojas ,  siu  contar  trece 

compuso  tiene  por  titulo :  «Crónica  o  de  preliminares.  Usóla  mucho  Zuri- 

descripcio  deis  fets  e  bazanyes  del  ta,  quien  hacia  gran  mérito  de  ella  y 

iuclyt  rey  Don  Jaume  primer,  rey  de  su  autor  ( Anales ,  lib.  vn,  cap.  1). 

Darágó,  de  Mallorques,  e  de  Valen-  En  1844  se  publicó  una  nueva  edi- 

cia,  compte   de  Barcelona,   e   de  cion,  por  el  Verdnóunion  de  Stutt- 

Munspeyller,  e  de  molts  de  sos  des-  gard,  cuidando  de  ella  el  distinguido 

cendents ,  feta  per  lo  magnifich  en  profesor  Karl  Lanz,  el  mismo  oue  en 

Ramón  Mon tañer,  lo  qual  servi  axf  al  1842  la  tradujo  al  alemán,  en  aos  to- 

dit  inclyt  rey  Don  Jaume  com  á  sos  mos  en  8.® 


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PRIMERA   ÉPOCA.  —  CAPÍTOLO  XVI.  337 

«que  haces?  ¿Por  qaé  tienes  en  menos  mi  mandado?  Le- 
»  yántate  y  haz  lo  que  yo  te  mando,  y  ten  entendido  que 
»  si  así  lo  hicieres,  tú  y  tus  hijos,  tus  parientes  y  amigos 
» todos  habrán  mérito  á  los  ojos  de  Dios.»  Así  amones- 
tado por  la  segunda  vez,  Muntaner  puso  manos  á  la 
obra,  el  dia  1 5  de  mayo  de  1 325,  y  dióla  por  concluida 
en  abril  de  1328,  después  de  un  asiduo  trabajo  de  tres 
años  por  lo  menos. 

.    La  Crónica  empieza  con  gran  naturalidad  y  sencillez 
refiriendo  el  acontecimiento  más  importante  de  que 
conservaba  memoria  su  autor^  á  saber :  la  visita  que  el 
conquistador  de  Valencia  hizo  á  su  padre  en  su  propia 
casa ,  hiendo  él  aun  muy  niño''.  Un  suceso  de  esta  na- 
turaleza debió  necesariamente  quedar  impreso  en  una 
imaginación  infontil;  en  la  de  Muntaner  parece  haber 
ejercido  singular  influencia.  Desde  aquel  inslante  el  Rey 
fué  para  él ,  no  solo  el  héroe  que  ya  era ,  sino  dn  ente 
casi  sobrenatural ,  cuya  venida  al  mundo  fué  acompa- 
ñada de  milagros,  y  cuya  vida  y  hechos  fueron  más  gra- 
tos y  aceptables  á  Dios,  que  los  de  ninguna  otra  cria- 
tura humana;  porque,  según  él  mismo  refiere,  «era  don 
•  Jaime  el  príncipe  mas  hermoso  del  mundo,  y  el  mas 
» sabio  y  el  mas  gracioso  y  el  mas  derechero  y  el  que 
»mas  fué  amado  de  todas  las  gentes,  así  de  los  suyos 
»como  de  los  extraños  » . 
La  vida  de  D.  Jaime^  sin  embargo,  no  es  más  que  la 

>*  tEt  per  (O  roen^  al  feyt  del  dit  «alberchs  daqnell  loch ,  e  era  al  cap 

»seDyor  Rey  en  Jacme,  com  yol  vio :  »de  la  playa  »  (cap.  Sn.  En  equivale  á 

»e  asenyaladament  essent  yo  fadri»  e  don  en  castellano.  (Véase  A  Andrés 

»lo  dit  senyor  Rey  essent  a  la  diu  Boscb)  tTitols  de  honor  de  Catba^ 

•yila  de  Peralada  bon  yo  naxqni,  Innya,  etc.,» Perpinya, folio,  1628, 

»e  posa  en  lalbercb  de  mon  pare  en  p«  SF74. 
•Joan  Mantaner,  qui  era  deis  majors 

T.  I.  2S 


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338  HISTORIA  DE   LA   LITEBATUEA  ESPAÜOLA. 

introducción  ¿  la  Crónica  ^  pues  el  mismo  Muntaner  noe 
anuncia  en  el  prólogo  su  intención  de  no  tratar  de  otros 
sucesos  que  los  que  él  mismo  presenció  ó  pasaron  en  su 
tiempo,  y  por  lo  tanto  del  reinado  de  D.  Jaime  tan  solo 
cuenta  las  ultimas  glorias.  Su  Crónica,  pues,  refiere  prin- 
cipalmente los  hechos  de  tres  monarcas  de  la  misma 
familia,  y  sobre  todo  los  de  D.  Pedro  III  (te  Aragón ,  su 
héroe  principal ;  estando  ademas  adornada  con  un  poema 
de  doscientos  y  cuarenta  versos ,  que  en  cierta  ocasión, 
presentó  al  rey  D.  Jaime  y  á  su  hijo  D.  Alfonso,  por  via 
de  amonestación  y  consejo  sobre  la  expedición  que  este 
último  intentaba  contra  Córcega  y  Cerdeña*^. 

Toda  la  obra  es  curiosa  en  extremo,  y  revela  á  cada 
paso  el  carácter  de  su  autor ,  hombre  valiente  y  amigo 
de  aventuras,  aficionado  á  galas,  torneos  y  todo  género 
de  ostentación ;  cortés  y  leal;  no  sin  cierta  educación 
intelectual ,  aun(^e  poco  versado  en  estudios  clásicos; 
franco  y  desinteresado ,  pero  en  extremo  vanidoso,  vi- 
cio que  ó  no  podia  ó  no  quería  disimular.  Fiel  cual  nin- 
guno á  la  casa  real  de  Aragón ,  pasó  los  mejores  años 
de  su  vida  en  su  servicio,  y  filé  varias  veces  cautivo, 
habiéndose  hallado  en  más  de  treinta  y  dos  acciones 
de  guerra,  defendiendo  con  espada  en  mano  los  dóre- 
se Hállase  en  el  capitalo  cclxsii  de  si  bien  este  hubiera  sido  aan  mejor  á 
la  tCrónica,»  y  consta  de  doce  coplas  haber  el  Rey  segnido  al  pié  de  la  le- 
de  á  veinte  versos  cada  ana.  Las  co-  tra  lo  que  le  fué  aconsejado.  Hasta 
pías  son  monorimicas ,  concluyendo  qué  punto  los  consejos  del  cronista 
la  primera  en  o,  la  segunda  en  eiU,  eran  acertados,  no  podemos  hoy  dia 
la  tercera  en  ayle ,  y  así  á  este  tenor,  determinar ;  pero  sus  versos  valen 
El  poema  se  reduce  á  proponer  el  muy  poco ,  y  pertenecen  al  género 
consejo  que  Muntaner  dio  al  Rey  y  al  más  afectado  de  la  poesia  provenzal, 
principe  su  hjjo ,  acerca  de  su  pro-  cuadrándoles  muy  bien  el  titulo  de 
yectadiai  expedición  á  Gerde&a ;  con-  tSermó»,  que  el  autor  les  dio.  Por  lo 
sejo  <]ue  el  poeta  cronista  dice  fué  demás ,  parece  que  el  poema  fué 
seguido  solo  en  parte ,  razón  por  la  puesto  en  manos  del  Rey  por  el  mis- 
cual  la  expedición  tuvo  buen  éxito ;   mo  Muntaner. 


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PRlIfBBA  ÉPOCA.  —  CAPITULO   XVI.  339 

cbos  de  su  monarca ,  ó  peleando  contra  los  moros  in- 
fieles. Su  vida  k)da  fué  un  dechado  de  acrisolada  leal- 
tad, y  los  doscientos  y  noventa  y  ocho  capítulos  de  que 
se  compone  su  Crónica  ^  rebosan  los  mismos  sentimien- 
tos de  que  estaba  animado  su  corazón. 

Al  referir  lo  que  él  mismo  hizo  y  vio ,  su  narración 
parece  exacta ,  al  propio  tiempo  que  es  animada ;  en 
otras  partes  incurre  en  graves  errores  cronológicos,  y 
de  vez  en  cuando  se  manifiesta  crédulo  en  demasía ,  ad- 
mitiendo hechos  imposibles  que  otros  le  contaron.  En 
su  estilo  simple,  aunque  gracioso,  y  su  afición  á  esce- 
nas de  amor  y  pompa,  se  parece  bastante  al  francés 
Froissart,  sobre  todo  hacia  el  fin  de  su  Crónica,  donde 
introduce  una  prolija  descripción  de  las  fiestas  y  cere- 
monias hechas  en  la  coronación  de  Alfonso  lY  en  Zara- 
goza ,  ¿  la  que  asistió  como  síndico  de  la  ciudad  de  Va- 
lencia: último  suceso  que  se  refiere  en  la  Crónica,  y  el 
último  quizá  en  que  debió  figurar  su  noble  autor,  el 
cual  contaba  á  la  sazón  cerca  de  setenta  anos. 

Mas  durante  el  último  período  á  que  se  refiere  la 
dicha  Crónicaj  se  operaba  un  cambio  en  la  literatura  á 
que  pertenece.  La  confusión  y  revueltas  que  agitaron  la 
Prorenza  desde  el  tiempo  de  los  albigenses,  la  cruel 
persecución  de  que  estos  fueron  víctimas,  y  sobre  todo 
d  e^íritu  de  conquista  de  que  se  hallaban  poseídos 
sos  vecinos  del  norte ,  que  de^e  el  reinado  de  Felipe 
Augusto  no  cesaron  un  punto  de  dirigirse  hacia  las  cos- 
tas del  Mediterráneo,  todas  estas  causas  reunidas  hi- 
cieron que  los  trovadores  fuesen  poco  á  poco  sucum- 
biendo. Unos  huyeron,  otros  se  sometieron,  y  todos 
perdieron  el  espíritu  poético  de  que  en  tiempos  más 


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340  HISTORIA   DE   LA   LITERATURA  ESPAÑOLA. 

felices  estuvieron  poseídos.  Desde  fines  del  siglo  xiiu 
apenas  se  oyen  ya  sus  cantos  en  el  suelo  en  que  reso- 
naran trescientos  años  antes ;  al  principiar  el  siguiente 
la  pureza  de  su  dialecto  se  pierde ,  y  poco  después  su 
misma  lengua  cesa  de  ser  cultivada '\ 

Como  era  de  esperar ,  la  tierna  y  delicada  planta  que 
no  se  dejó  florecer  en  su  suelo  natal «  mal  podia  pros- 
perar en  aquel  á  que  fué  trasplantada.  Es  cierto  que 
durante  algún  tiempo  los  trovadores  emigrados ,  que 
frecuentaban  la  corte  de  D.  Jaime  y  la  de  su  padre, 
comunicaron  á  Zaragoza  y  á  Barcelona  las  gracias  poé- 
ticas que  les  eran  naturales,  y  que  tanto  distinguieron 
á  Arles  y  á  Marsella;  pero  también  lo  es,  que  tanto 
el  uno  como  el  otro  tuvieron  que  defenderse  de  las  sos- 
pechas del  vulgo,  que  les  hubiera  acusado  de  la  he- 
rejía atribuida  á  los  aibigenses,  y  que  hablan  abraza- 
do los  más  de  los  trovadores.  Así  es  que  en  1 223  el  rey 
D.  Jaime,  entre  otras  severas  pragmáticas,  promulgó 
una  prohibiendo  á  los  legos  la  lectura  de  la  Santa  Bi- 
blia, que  acababa  de  traducirse  al  lemosin  para  su  uso, 
y  hubiera  contribuido  á  robustecer  la  lengua  y  formar 
la  literatura  del  pais**.  Sus  sucesores,  empero,  se  mos- 
traron partidarios  del  impulso  dado  por  los  cantores 
provenzales,  y  le  fomentaron  poderosamente.  Cuéntase 
en  el  número  de  estos  al  rey  D.  Pedro  IIP,  y  ya  que  no 
se  pueda  decir  otro  tanto  de  Alfonso  III  y  Jaime  II ,  es 


*7  Asi  lo  evidencia  Raynouard  en  v  Scbmidt,  cGescbicbten  AnigoníeDS 

el  t.  III  de  su  obra ,  y  más  particu-  m  BliUelalter  >  ( Historia  de  Aragón 

larmente  en  el  t.  v,  en  la  lista  de  en  la  edad  media),  p.  465. 
poetas.  Véase  también  «  Hist.  littér.       '^  Latassa ,  t  Bib.  antigua  de  los 

de  la  Prance»,  t.  zviti,  y  Faoriel ,  In-  escritores  aragoneses,»  L  i ,  p.  242; 

troduction,  etc.,  pp.  x?,  zvi.  tHistoire  litteraire  de  la  Prance,» 

*•  Castro,  <Bib!.  Esp.,»  1. 1,  p.  441,  t.  xx ,  p.  529. 


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PIUMERA   ÉPOCA.  -—  CAPITULO   XYl.  344 

preciso  confesar  que  en  sus  palacios  y  en  su  corte  re- 
sonaron constantemente  los  dulces  acentos  de  la  poe- 
sía^. Por  último;  en  la  coronación  de  su  inmediato  su- 
cesor, Alfonso  IV,  becha  en  Zaragoza,  en  1328,  se  reci- 
taron, según  Muntaner,  varios  poemas  del  infante  don 
Pedro,  hermano  del  Rey,  y  entre  ellos  uno  de  setecientos 
versos,  escrito  en  solemnidad  de  aquella  ceremonia^'. 
Estos  sin  embargo  son  ya  los  últimos  esfuerzos  de  la 
literatura  provenzal  en  España.  De  aquí  en  adelante  la 
vemos  poco  á  poco  ceder  el  campo  á  otra  más  impreg- 
nada ya  del  dialecto  catalán ,  de  cuya  formación  y  ori- 
gen ya  tratamos  en  otro  lugar.  Llamóse  comunmente 
«catalán» ,  del  nombre  del  pais  en  que  nació,  si  bien 
es  probable  que  en  985,  época  en  que  Barcelona  se 
tomó  á  losYnoros,  se  difei^nciaba  muy  poco  del  proven- 
zal, tal  cual  se  hablaba  en  Perpiñan  y  del  otro  lado  del 
Pirineo^*.  A  medida  pues  que  el  provenzal  fué  ganando 
en  elegancia  y  en  dulzura ,  el  rudo  y  descuidado  dia- 
lecto catalán  fué  creciendo  en  robustez  y  enerjía;  y  más 


*•  Antonio,  «Bíb.  Vet.,»  ed.  Baver, 
t.  II ,  lil).  8 ,  cap.  6  y  7 ;  Amat,  c  Me- 
morias , »  p.  207.  —  Serveri  de  Ge- 
rona ,  hacia  el  año  i277 ,  recuerda 
los  felices  años  del  reinado  de  Jai- 
me I,  como  si  en  dicho  tiempo  em- 
pezasen ya  »  escasear  los  poetas  en 
la  corte  de  Aragón,  tHist.  littér.  de  la 
France,»  t.  xx ,  p.  552. 

**  Nuntaner,  «Crónica,»  edic.  1562, 
rol.  347,  8. 

^  Da  Canse ,  <  Glossariom  medias 
et  inflmae  latmiutis,»  Parisiis ,  1735. 
t.  i;  praefatio  sect.,  54-6;  Raynouara 
(Troub.,  1. 1,  p.  i2,  13)  quiere  que 
los  dialectos  catalán  y  valenciano  es- 
tUYiesen  ya  formados  por  los  anos 
de  728;  pero  el  testimonio  de  Luit- 
prando,  en  que  se  apoya ,  es  de  muy 
poca  autoridad,  por  cnanto  este  mis- 
mo autor  propone  en  otro  lugar  la 


ridicula  teoría  de  que  ya  se  habla- 
ban dichos  dialectos  en  tiempo  de 
Estrabon.  Lo  más  que  puede  y  debe 
inferirse  del  dicho  pasaje  citado  por 
Raynouard,  es  que  por  los  años  de 
960 ,  en  que  escribió  Luitprando ,  el 
catalán  estaba  ya  formado,  y  era  co- 
mún á  los  habitantes  de  aquella  parte 
de  España;  aunque  también  es  de 
presumir  que  debió  ser  sumamente 
tosco  y  ruao  en  sus  formas.  El  eru- 
dito Gapmany  hizo  algunas  observa- . 
clones  muy  oportunas  sobre  las  re- 
laciones del  mediodía  de  Francia  con 
las  provincias  del  nordeste  de  Espa- 
ña y  su  idioma  común ,  en  sus  <  Me- 
morias históricas  de  Barcelona»  (Ma- 
drid ,  i77»-02).  Los  tomos  tercero  y 
cuarto  de  esta  apreciable  obra  con- 
tienen documentos  muy  importantes 
para  la  historia  del  dialecto  catalam. 


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342  HISTORIA  OS  LA  LITBRATOBA  BSPAfilOLA. 

adelante,  cuando  los  límites  del  reino  se  ensancharoo 
considerablemente  con  la  conquista  de  Zaragoza  en  1 14  8 
y  la  de  Valencia  en  1238 ,  hubo  necesariamwte  de  mo- 
dificarse y  acomodarse  al  genio,  costumbres  y  necesi-^ 
dades  de  los  pueblos  nuevamente  adquiridos,  perdiendo 
mudia  de  su  semejanza  con  el  idioma  más  cultivado  de 
los  trovadores  proveníales,  hasta  formar  casi  un  dia^ 
ledo  aparte. 

Quizá  si  los  trovadores  hubieran  mantenido  su  ascen^ 
diente  en  la  Provenza ,  su  influencia  en  España  hubiera 
sido  más  duradera;  á  lo  menos  hay  mot^s  fundados 
para  creer  que  no  hubiera  desaparecido  tan  prontamen- 
te. Alfonso  X  de  Castilla  tuvo  en  su  corte  algunos  de  los 
más  distinguidos  de  entre  ellos,  y  ya  que  no  compuso, 
imitó  al  menos  los  versos  provenzales.  Ante6  de  él,  en 
tiempo  de  Alonso  IX,  que  murió  en  121 4,  se  encuen-^ 
tran  ya  rastros  evidentes  del  progreso  que  la  poesía  pro- 
venzal  debió  hacer  en  el  centro  de  España^.  Pero  falta 
de  vigor  y  fuerza  en  su  propio  suelo ,  mal  podia  con- 
servarse y  florecer  en  tierra  extraña;  y  así  es  que  el 
ingerto  pereció,  juntamente  con  el  árbol  del  cual  saliera. 

Entrado  el  siglo  xiv,  no  hallamos  ya  en  Castilla 
vestigio  alguno  de  la  poesía  provenzal  propiamente  di- 
cha ;  y  á  partir  de  m^iados  de  dicho  siglo ,  la  vemos 
retirarse  de  Cataluña  y  de  Aragón,  ó  más  bien  perderse 
en  el  dialecto  más  tosco,  aunque  más  vigoroso,  délos 
habitantes  de  aquellos  paises.  En  unos  lijeros  extractos 


^  Millot,  «  Híst.  des  Troobadours,  dada  si  no  fué  Riquier  el  que  esfirí- 

t.  II,  pp.  1806-201;  t  Hist.  liuér.  de  bió  la  respuesta  de  Alfonso,  asi  como 

la  Fraoce,»  t.  ivui,  pp.  588, 634, 635 ;  la  petición  6  memorial  á  él  hecha ,  j 

Diez ,  «  Troubadours , »  pp.  75-227  y  que  cita  Diez. 
331-350,  aunq«ie  p«ede  ponerse  en 


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PIUMBRA  ÉPOCA.  —  CAPITULO   XVI.  343 

de  las  poesías  de  D.  Pedro  IV  de  Aragón ,  que  reinó 
desde  1336  hasta  1387,  así  como  en  una  carta  que 
aquel  monarca  dirigió  á  su  hijo^,  se  ve  claramente  la 
pugna  y  cojiflicto  de  los  dos  elementos,  provenzal  y  ca- 
talán, y  se  advierte  la  transición  de  una  á  otra  litera- 
tura; transición  que  hubiéramos  podido  quizá  definir  y 
calificar  más  circunstanciadsamente »  á  h|d)er  tenido  de- 
lante el  curiosísimo  Diccmiano  de  Rimas,  compuesto 
por  orden  de  aquel  Rey,  en  1371,  por  Jaime  March, 
miembro  de  una  familia  de  poetas  de  que  hablaremos 
después ,  el  cual  se  conserva  aun  en  su  original^.  Sea 
de  esto  lo  que  fuere,  no  hay  razón  alguna  de  peso  para 
dudar  que  desde  la  mitad  del  siglo  xiv,  si  no  es  antes, 
el  dialecto  catalán^  propiamente  dicho,  comenzó  á  ma- 
nifestarse en  la  poesía  y  en  la  prosa  del  pais  en  que 
nació  *•. 

^  Boaterwek,  «Hist.  de  la  Liter.  es-  «ros.»  Véase  también  á  Cerda  y  Rico 

paiola,»  tradadda  por  Cortín» ,  i.  i,  en  las  notas  á  la  t  Diana  enamorada» 

p.  ia2;  Latassa,  tBib.  antigua,»  t.  ii,  de  Montemayor ,  i802  ,  pp.  487-90  y 

pp.  25-38.  295-5. 

'  **  Bonterwek,  trad.  Cortina,  p.  177.  *•  Bruce-Whyte  («Histoire  des  lan- 
El  manuscrito  á  qne  aludimos  fué  cues  romanes  et de  lenrlittérature», 
propiedad  de  Femando  Colon,  hyo  Paris,  1841, 8.^  t.  n,  pp.  406-14),  en 
del  célebre  navegante  descubridor  un  extracto  muy  notable  de  cierto 
del  Nuevo  Mundo,  y  se  halla  aun  en-  manuscrito  de  la  Biblioteca  Real  de 
tre  los  restos  de  su  librería  en  la  ca-  Paris,  presenta  una  prueba  eviden- 
tedral  de  Sevilla.  Una  ñola  de  su  te  de  la  mezcla  del  provenzal  con  el 
puño  y  letra  al  fin  del  códice  dice  dialectocatalan.  Elautordaáenten- 
asi  :  <  Este  libro  costó  ansi  encaa-  der  ^ne  los  troeos  que  copia  son  de 
»dernado  doce  dineros  en  Barcelona,  mediados  del  siglo  nv,  pero  no  lo 
r  janio  de  1536 ,  y  el  ducado  va-  prueba. 


»le  quinientos  ochenta  y  ocho  dine- 


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CAPITULO  XVII. 

Tentativas  becfaat  para  reanimar  el  espirita  proTenial.—>  Juegos  florales 
en  Tolosa.— Consistorio  de  la  gaya  ciencia  en  Barcelona.— Poesia  ca- 
talana y  valenciana.— Ansias  Mareii.—Janme  Roig.— Decadencia  de  es- 
tas poesias. -^Influencia  de  Castilla. —Gertám^  poético  en  Valencia.— 
Poetas  valencianos  que  escribieron  en  castellano.— Preponderancia  de 
este  ultimo  idioma. 

La  decadencia  del  idioma  provenzal,  y  la  casi  total 
extinción  de  su  literatura ,  no  podían  ser  miradas  con 
indiferencia  en  aquellos  paises,  donde  por  tan  largo 
tiempo  hablan  prevalecido ;  y  así  es  que  primeramente 
en  Francia  y  después  en  España  se  hicieron  repetidos 
esfuerzos  para  su  restablecimiento.  En  Tolosa,  sobre  el 
Carona,  no  lejos  de  las  vertientes  del  Pirineo,  los  ma* 
gistrados  ó  concejales  acordaron ,  en  1323,  formar  una 
compañía  ó  gremio  para  dicho  efecto,  con  el  nombre  de 
«Sobregaya  companhia  deis  sept  trovadors  de  Tolosai», 
la  cual  despachó  luego  una  carta,  escrita  parte  en  prosa 
y  parte  en  verso,  citando  para  el  dia  primero  de  mayo 
de  1324 ,  en  Tolosa,  á  todos  los  poetas  «que  quisieran 
disputar  con  alegría  de  corazón  la  violeta  de  oroi» ,  que 
habia  de  a(]yudicarse  en  premio  al  que  en  dicha  oca- 
sión presentase  el  mejor  poema.  El  concurso  fué  grande 
y  numeroso,  adjudicándose  el  primer  premio  á  un  poe-  \ 
ma  en  honor  de  Nuestra  Señora ,  compuesto  por  Ramón 

\ 


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1 


PRIMERA   ÉPOCA.  —  CAPÍTULO   XVII.  345 

Vidal,  de  Besalú,  caballero  catalán,  autor,  según  pa- 
rece, del  programa  para  la  fiesta,  y  el  cual  fué  nom- 
brado en  el  acto  doctor  del  «gay  sab^r».  En  1325  esta 
compañía  se  di6  á  sí  misma  un  reglamento  más  amplio, 
escrito  en  prosa  ;y  verso,  con  el  título  de  Ordenanzas  deis 
sept  senhors  manlenedars  del  Gay  saber,  el  cual ,  con  las 
modificaciones  y  enmiendas  que  eran  consiguientes,  ba 
continuado  en  uso  y  vigor  hasta  nuestros  tiempos,  y 
sirve  aun  de  base  ¿  las  fiestas  que  con  el  nombre  de 
«Juegos  florales»  se  celebran  en  Tolosa  el  dia  primero 
de  mayo  de  cada  año^ 

Tolosa  está  separada  del  Aragón  por  la  pintoresca 
cordillera  del  Pirineo,  que  en  aquellos  tiempos  no  era 
como  hoy  una  barrera  entre  los  dos  reinos,  atendida  la 
semejanza  de  idioma ,  traje  y  costumbres  en  ambos  paí- 
ses, y  los  vínculos  políticos  que  de  antiguo  los  unieron. 
Así  es  que  lo  que  se  hacia  en  Tolosa ,  se  sabía  muy 
pronto  en  Barcelona,  donde  los  reyes  de  Aragón  tenian 
por  lo  común  su  corle,  y  donde  circunstancias  particu- 
lares introdujeron  muy  luego  las  instituciones  poéticas 
de  los  trovadores.  Juan  I ,  que  en  1 387  sucedió  á  Pe- 
dro IV,  fué  un  monarca  de  genio  blando  é  índole  pa- 
cífica; más  aficionado  á  fiestas  y  pompas  de  lo  que  con- 
venia á  la  salud  y  bienestar  de  su  pueblo  en  aquellos 
tiempos  de  guerra ,  y  atendido  el  carácter  activo  y  tur- 
bulento de  su  nobleza  *.  Fué  este  príncipe  muy  dado  á 

«  Sarmiento,  <  Memorias»,  sec.  7S0-  pp.  226-230.— Andrés,  <  Storia  d*ogni 

768.  —  Torres  Amat,  «Memctrias»,  litteratara»,  Roma,  i808,  4.^,  t  u, 

{K  65i ,  en  la  vida  de  Vidal  de  Besa-  lib.  i ,  cap.  i,  sec, 23, y  especialmen- 

ú.  — Santillana  •  <  Proverbios  »  (Ma-  te  las  pp.  49  y  SO ,  donde  sus  obser- 

drld ,  i799,  i2.<^) ,  introdoccion ,  pá-  vaclones  son  muy  importantes, 

gina  XXIII.— Sánchez,  <  Poesias  ante-  *  Mariana,  t  Hist.  de  España  »,  li- 

nores ,  t.  i ,  pp.  5-9.  —  Sismondi ,  bro  18 ,  cap.  14. 
«Lit  damidi»,  París,  1815, 8.%  1. 1, 


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346  HISTOEIA  DE   LA   LITERATURA  ESPAÑOLA. 

la  poesía»  tanto  que  en  el  año  de  1388  ennó  una  em- 
bajada solemne  á  Carlos  VI,  rey  de  Francia»  con  el  solo 
y  único  obj^o  de  pedirle  licencia  para  que  algunos  de 
los  poetas  del  gremio  de  Tolosa  pasasen  á  Barcelona  y 
formasen  allí  una  institucioQ  análoga.  A  consecuencia 
de  esta  invitación,  dos  de  los  siete  conservadores  de  los 
c  Juegos  florales »  se  trasladaron  ¿  Barcelona  en  1 390,  y 
fundaron  allí  un  establecimiento  denominado  «  Consis- 
torio de  la  Gaya  ciencia»,  el  cualhabiá  de  regirse  por  le- 
yes y  estatutos  bastante  parecidos  ¿  los  de  la  institución 
de  Tolosa.  Martin,  que  sucedió  á  Juan  I  en  el  trono,  con- 
cedió nuevos  privilegios  y  franquicias  al  «  Consistorio  » , 
y  aumentó  considerablemente  su  dotación ;  pero  á  su 
muerte,  acaecida  en  4409,  el  aConsistorio»  fué  trasla- 
dado á  Tortosa,  y  suspendidas  sus  reuniones  ¿  conse- 
cuencia de  los  disturbios  y  revueltas  que  se  originaron 
sobre  la  sucesión  de  aquellos  reinos.    . 

Por  último,  cuando  Femando  el  Justo  filé  definitiva- 
mente jurado  y  coronado  rey  de  Aragón,  el  «Consistorio» 
volvió  á  reunirse,  celebrando  como  antes  sus  sesiones. 

D.  Enrique  de  Yillena,  de  quien  solamente  diremos 
en  este  lugar  que  fué  un  caballero  de  la  primera  no- 
bleza del  reino  y  emparentado  con  las  casas  reales  de 
Castilla  y  de  Aragón,  acompañó  al  nuevo  rey  á  Barce- 
lona, en  1412;  y  siendo,  como  era,  en  extremo  aficio^ 
nado  á  la  poesía,  se  ocupó  en  restablecer  y  formar  d 
«Consistorio» ,  del  cual  fué  por  algún  tiempo  el  principal 
director.  Asi  que,  este  puede  con  razón  llamarse  su  pe- 
ríodo de  mayor  gloria  :  el  Rey  en  persona  asistía  á  me- 
nudo á  las  sesiones;  los  poetas  leían  sus  obras  ante  un 
tribunal  encargado  de  examinarlas,  ^sí  como  de  distri- 


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PRIMERA  ÉPOCA.  —  CAPITULO   XVU.  347 

buir  los  premios  y  otras  distinciones  ¿  los  que  más  so- 
bresalian'.  Desde  este  tiempo  pues  se  comenzó  en  Bar- 
celona y  Zaragoza  á  cultivar  con  ardor  y  á  mirar  con 
estimación  todo  género  de  poesía  escrita  en  los  dialectos 
del  pais;  instituyéronse  certámenes  poéticos,  á  los  que 
acodian  los  poetas  ansiosos  de  gloria ;  y  por  último,  el 
impulso  que  de  este  modo  recibió  la  literatura ,  duró 
todo  el  reinado  de  A|ibnso  V  y  el  de  su  hijo  y  sucesor  don 
Juan  II»  á  cuya  mtiérte,  en  1 479,  siguió  la  consolidación 
de  la  monarquía  española,  y  la  preponderancia  natural 
del  poder  y  lengua  de  CastUla^. 

Durante  el  período  á  que  hemos  aludido,  y  que  com- 
prende todo  el  siglo  anterior  al  reinado  de  D.  Femando 
y  de  D/  Isabel,  la  poesía  provenzal,  modificada,  según 
hemos  visto,  por  el  elemento  catalán,  dio  sus  más  opi- 
mos frutos,  y  produjo  casi  todos  los  escritores  que  en 
ella  se  cuentan  de  alguna  nota.  Al  describir  Zurita  el 
reinado  de  D.  Juan  1,  dice  así :  «En  lugar  de  las  armas 
»y  ejercicios  de  guerra,  que  eran  los  ordinarios  pása- 
te tiempos  de  los  príncipes  pasados,  sucedieron  las  trovas, 
»  y  poesía  vulgar,  y  el  arte  della  que  Uamavan  « la  Gaya 
«ciencia» ,  y  de  la  qual  se  comentaron á  instituir  escuelas 
•públicas»;  escuelas  que,  según  el  mismo  autor  añade 

*  Las  mejores  noticias  v  más  latas  importancia  para  bacer  mención  de 

del  Consistorio  de  Barcelona  se  ha-  él  en  sos  respectivas  historias.  El 

lian  en  un  tratadíto  intitulado  «  Déla  tratado  de  Villena  no  se  ha  impreso 

Kiya  ciencia  »,  que  D.  Enrique  de  Vi-  aun  en  su  totalidad ,  y  solo  conoce- 
ena  escribió  en  4433,  v  envió  á  su  mos  el  extracto  que  oe  él  publicó  el 
pariente  el  célebre  D.  Iñigo  López  erudito  Mayans  y  Sisear,  en  su0« Orí- 
de  Mendoza ,  marqués  de  Santillana,  senes  de  la  lengua  castellana».  (Ma- 
cón el  fin  laudable  de  introducfar  en  drid,  1737, 8.®,  t.  ii.) 
Castilla  la  costumbre  de  tales  acade-  *  Véase  á  Zuríta ,  pasdm ,  y  á 
mías.  En  dicho  tratado  se  halla  una  Elchom,  cAllgemeine  Geschichte  der 
Botida  bastante  extensa  del  estable-  cultur  >  ( Hist.  general  de  U  civiliza- 
cimiento  del  Consistorio  barcelonés,  ekm) ,  Gottinguen ,  4796, 1. 1 ,  pá^i- 
snceso  que  Mariana,  Zurita  y  otros  ñas  427-31 ,  con  los  autores  que  cita 
graves  autores  Juzgaron  de  bastante  eú  sus  notas. 


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348  HISTORIA   OE   LA   LITERATURA   ESPAÑOLA. 

más  adelante,  fueron  tan  atendidas  y  frecuentadas,  que 
el  arte  vino  á  envilecerse,  y  los  poetas  parecían  juglares. 
El  docto  historiador  no  se  cuida  de  decimos  quiénes 
fueron  estos  poetas  y  qué  obras  dieron  á  luz;  pero  afor- 
tunadamente existen  otras  fuentes,  á  las  cuales  acudire- 
mos en  busca  de  dichas  noticias*.  Tal  es  una  colección 
hecha,  según  la  costumbre  de  aquellos  tiempos,  si  no  de 
todas»  á  lo  menos  de  la  mayor  parte  de  las  obras  de  los 
mejores  y  más  distinguidos  poetas  de  aquel  tiempo.  Di- 
cha colección,  que  parece  haber  sido  formada  en  la  úl- 
tima mitad  del  siglo  xv,  empieza  con  el  aclo  de  conce- 
sión de  una  suma  anual  de  cuatrocientos  florines,  hecha 
por  D.  Fernando  el  Justo,  al  «Consistorio»  de  Barcelona^ 
en  1 413;  y  en  seguida,  remontándose  hasta  los  tiempos 
de  Jaime  March,  quien,  según  ya  vimos,  floreció  por 
los  años  de  1 371 ,  ofrece  una  serie  de  más  de  trescientas 
poesías  diferentes,  y  los  nombres  de  unos  treinta  poetas, 
hasta  los  tiempos  de  Ansias  March,  quien  sabemos, 
á  no  dudarlo,  vivia  en  1460,  y  cuyas  obras,  como  era 
natural,  ocupan  un  lugar  preferente  en  la  colección. 
Entre  los  poetas  allí  citados  hallamos  á  Luis  de  Vila- 
rasa,  que  vivió  en  1416*;  á  Berenguerde  Masdovellas, 
que  floreció,  según  parece,  poco  después  del  año  1 453^; 
á  Mosen  Jordi,  acerca  del  cual  han  disputado  tanto  los 
eruditos,  pero  que  la  sana  crítica  nos  obliga  á  colocar 
entre  1 450  y  1 460^  á  Antonio  de  Vallmanya ,  del  cual 

<(  Zuriu ,  t  Anales  de  Aragón  » ,  li-  á  saber :  i.®  Que  hubo  un  poeta  lla- 

broi0,cap.43,edic.i610,t.ii,fol.383.  mado  Jordi,  que  floreció  en  el  si- 

A  Torres  Amat,  c  Memorias  » ,  pá-  glo  xiii ,  y  bajo  el  reinado  de  D.  Jai- 

gina  666.  me  el  Conquistador ,  fué  intimo  de 

7  Ibid.fp.  408.  dicho  monarca,  y  describió  como 

*  Gn  cuestión  tan  debatida  como  testigo  de  vista  la  tormenta  que  su- 

lo  ha  sido  esta,  dos  hechos  hay  que  frió  la  armada  real  en  las  costas  de 

no  admiten  ningún  género  de  duda,  Mallorca ,  en  setiembre  de  Í269.  ( Véa- 


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PRIMERA   ÉPOCA. — CAPÍTULO   XVII.  349 

tenemos  poesías  con  la  fecha  de  1457  y  4458*;  y  por 
último,  á  Juan  Rocaberti,  Fogagot  y  Guerau  ^  y  á  otros 
varios  poetas  de  la  misma  época,  de  todos  los  cuales  se 
conservan  allí  poesías ;  de  suerte  que  la  colección  pa- 
rece más  bien  una  imitación  catalana  ó  valenciana,  he- 
cha en  el  siglo  xv ,  de  las  obras  de  los  trovadores  pro- 
venzales.  Si  á  este  curiosísimo  Cancionero  *^  añadimos 
la  traducción  de  la  Divina  Comedia  del  Dante,  hecha  al 
catalán  por  Andrés  Febrer^*  en  1428,  y  el  libro  de  caba- 
llerías intitulado  Tirante  el  BlancOf  que  su  autor  loannot 


se  á  Ximeno,  « Escritores  de  Valen- 
cia »,  1. 1 ,  p.  i ;  y  á*  Faster,  «  Biblio- 
teca valenciana», 1. 1,  p.  i);  2."  Que 
bobo  en  el  siglo  xv  otro  Jordi ,  tam- 
bién poeta ,  pues  el  marqués  de  San- 
tillaua ,  en  su  carta  escrita  entre  los 
años  de  1454  y  1458,  babla  de  él  co- 
mo de  persona  q[ue  vivió  en  su  tiem- 
po. (Véase  la  dicha  carta  en  Sancha, 
1. 1 ,  pp.  LVi  y  LVii ,  y  las  notas,  pági- 
nas 81-5.)  Ahora  bien,  la  cuestión 
es  saber  á  cuál  de  estos  dos  habrán 
de  atribuirse  las  poesías  que  se  ha- 
llan en  los  «Cancioneros»  con  el 
nombre  de  Jordi ,  como  son ,  en  el 
«General »  de  1573,  las  que  sé  hallan 
al  fol.  301 ,  y  las  que  se  encuentran 
en  el  Cancionero  manuscrito  de  h 
Biblioteca  Real  de  París,  que,  según 
hemos  visto,  es  del  siglo  zv.  (Torres 
Amat,  pp.  328-33.)  La  cuestión  es 
de  -alguna  importancia ,  por  cuanto 
ciertos  versos  atribuidos  á  Jordi  tie- 
nen tal  semejanza  con  el  soneto  103 
de  Petrarca  (parte  i),  que  es  evi- 
dente que  la  una  de  las  dos  compo- 
siciones ha  sido  lisa  y  llanamente  to- 
mada de  la  otra.  Los  literatos  espa- 
ñoles, y  principalmente  los  catalanes, 
pretenden  que  los  dichos  versos  son 
del  primero  de  los  dos  Jordi ,  lo  que 
equivale  á  decir  que  Petrarca  se  los 
apropió ;  opinión  por  cierto  de  que 
han  panJci[)ado  también  algunos  li- 
teratos extranjeros.  (<  Retrospectivo, 
Review  »,  t.  iv ,  pp.  46-7 ;  y  Foseólo, 
«  Essay  on  Petrach  >,  London ,  1823, 
p.  05.)  Pero  quien  lea  sin  prevención 


los  versos  que  Torres  Amat  cita  co- 
mo de  Jordi ,  sacados  del  Cancione- 
ro manuscrito  de  Paris,  hallará  que 
pertenecen  á  la  misma  época  y  siglo 
en  que  se  hizo  dicha  colección ;  y  por 
lo  tanto,  siendo  obra  del  Jordi  que 
vivió  después  de  1400 ,  eljplagio  es 
de  este  y  no  de  Petrarca.  El  hallarse 
dichos  versos  en  una  compilación  del 
siglo  XV ,  sería  ya  una  prueba  sufi- 
ciente de  lo  que  acabamos  de  decir, 
á  no  confirmado  también  el  tono  y 
carácter  de  la  composición. 

*  Torres  Amat ,  pp.  838-43. 

*^  De  este  notable  códice ,  que.se 
conserva  en  la  Biblioteca  Real  de  Pa- 
ris, envió  Mr.  Tastu,  en  1834,  una 
extensa  descripción  á  Torres  Amat, 

Sue  preparaba  á  la  sazón  sus  «Jfemo- 
aspara  un  diccionario  de  autores 
catalanes  » ( Barcelona ,  1836 ).  Hálla- 
se bajo  el  núm.  7669 ,  y  consta  de 
doscientas  sesenta  hojas  en  folio. 
Véanse  las  dichas  < Memorias»  (pá- 
ginas xviu  y  XL),  y  los  muchos  tro- 
zos que  de  él  copia  su  autor.  Se- 
ría de  desear  que  este  interesante 
manuscrito  se  publicase  íntegro ;  pe- 
ro en  el  ínterin ,  los  abundantes  ex- 
tractos que  imprímió  Torres  Amat 
dan  una  idea  bastante  general  de  su 
contenido.  También  se  hallará  des- 
crito en  Ochoa  («  Catálogo  de  ma- 
nuscritos», pp.  286-374),  al  cual  de- 
bemos la  noticia  de  que  los  poetas 
allí  nombrados  son  en  número  de 
treinta  y  uno. 
«t  Torres  Amat,  p.  237.— Febrerdi- 


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350  HISTORIA   DB   LA   IJTERATUBA   BSPAÜOLA. 

MartoreU  tradujo  al  dialecto  valenciano,  y  que  Cervan- 
tes califica  de  «tesoro  de  contentos,  y  mina  de  pasa- 
tiempos**» ,  tendremos  lo  suficiente  para  calificar  la  li- 
teratura del  nordeste  de  la  Península,  durante  la  mayor 
parte  del  siglo  en  que  floreció.  Dos  escritores,  sin  em- 
baído, que  contribuyeron  sobremanera  á  su  lusbne  y 
esplendor,  merecen  particular  mención. 

Fué  el  primero  Ansias  March  ó  Agustín  March,  oriundo 
de  una  familia  catalana,  establecida  en  Valencia  desde 
los  tiempos  de  su  conquista  eo  1S38,  y  que  se  distin- 
guió de  padres  á  hijos  por  su  amor  á  las  letras.  Ausias 
fué  caballero  de  noble  cuna ,  y  señor  de  la  villa  de  Be  • 
niarjó  y  sus  dependencias,  asistiendo  como  tal  á  las 
cortes  de  Valencia  en  1446.  Salvo  estas  escasas  noti- 
cias, lo  demás  que  de  él  sabemos  se  reduce  á  que  fué 
amigo  íntimo  y  querido  del  célebre  y  malogrado  prín* 
cipe  D.  Garlos  de  Viana,  y  que  murió,  según  todas  las 
probabilidades,  en  1 460,  y  seguramente  antes  de  4  462, 
mereciendo  la  honrosa  calificación  de  su  contemporá- 
neo el  marqués  de  Santillana  de  Castilla,  que  le  Ha- 
ce exprest  y  terminanteinente  que  la  las  que  dan  :  Glemeocin ,  en  su  edi* 
tradujo  t  en  rims  valgars  calhalans» .  cion  del  t  Quijote »« 1. 1 .  pp.  i^-  4 ; 
La  traducción  empieza  asi :  DIosdado ,  t  De  prima  T^poarapbia 

En  lo  mlg  del  cami  de  nostra  fida         Hispaníae  i£Ute  »  ( Rom» ,  Í7M,  A.*", 

Me  retrobe  per  una  selva  oscura,  ete.  p.  33),  y  Méndez »  cTyp.  Esp.»,  pági- 
V  iHmrinvA  •  ñas  72-0.  Lo  que  dken  Ximeno  (t.  i, 

I  concluye  .         ,      ,    ,        ..  p.  12)  y  Fuster  (L  i,  p.  iO),  es  Iwijo 

L-amor  qni  moa  lo  sol  e  les  steUes.  J,  gapuesto  falso  de  aire  el  t  Tirante. 
Según  la  copia  manuscrita  que  se  se  compaso  en  castellatto  antes  del 
oonsenra  en  el  Escorial ,  parece  que  aio  1385,  y  se  imprimió  en  1480.  El 
la  traducción  se  bizo  en  Barcelona^  hecho  es  que  se  escribió  primero  en 
y  fué  acabada  á  1.*  de  agosto  de  1428.  portugués ,  y  se  imprinié  traducido 
A  cDon  Quijote»,  parte  i,  cap.  6,  al  valenciano  en  1400.  De  esta  edi- 
en  oue  <  Tirante  »  es  uno  de  los  po-  cion  solo  se  conocen  dos  ejemplares, 
eos  libros  de  caballerías  que  se  II-  por  uno  de  los  cuales  se  pagaron 
bertan  de  las  llamas.  Southey  sin  treinta  mil  reales  en  1835.  (Reper- 
embargo  es  de  opinión  contraria,  torio  americano,  Londres,  1887,  to- 
Vide  tupra ,  cap.  11 ,  nota...  Las  más  roo  i,  pp.  87-60.) 
extensas  noticias  de  este  libro  son 


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PIUMBRA  ÉPOCA. -r  capítulo   XYII.  351 

ma  «gran  trovador  y  varón  de  esclarecido  ingenio*'». 
La  mayor  parte  de  las  poesías  qae  de  él  se  conser- 
van, están  dirigidas  á  la  dama  de  sus  afectos,  una  se- 
ñora á  quien  sirvió  y  amó  en  vida  y  muerte;  y  á  qnien, 
si  hemos  de  creer  lo  qne  él  mismo  nos  dice,  vio  por  la 
primera  vez  en  la  iglesia  nn  Viernes  Santo,  como  Pe- 
trarca vio  á  su  Laura.  Todas  ellas  están  en  la  forma 
llamada  por  él  «Cants»,  cada  ano  de  los  cuales  contiene 
de  cinco  á  diez  coplas.  La  colección  toda  se  compone 
de  ciento  diez  y  seis  poemas  cortos,  de  la  clase  que  aca- 
bamos de  señalar,  y  está  dividida  en  cuatro  partes, 
comprendiendo  noventa  y  tres  cantos  ó  canciones  de 
amor,  en  que  se  queja  y  lamenta  mucho  de  la  infideli- 
dad de  su  querida,  otras  catorce  morales  y  didácticas, 
una  sola  espiritual,  y  ocho  á  la  muerte.  Pero  aunque  Au- 
sias  March  en  la  esencia  parece  haber  imitado  á  Pe- 
trarca, la  forpia  es  original* suya ;  su  estilo  es  grave, 
sentencioso,  simple  y  lacónico,  con  poco  ó  ningún  ar- 
tificio, y  mucho  sentimiento  natural ;  á  lo  que  se  añade 
tal  verdad  y  pureza  de  dicción,  producida  en  parte  por 
el  dialecto  que  emplea  y  parte  por  la  ternura  y  sensi- 
bilidad de  su  temperamento,  que  el  efecto  es  verdade- 
ramente encantador.  No  hay  duda  sino  que  Ausiás  March 
es  el  más  afamado  de  todos  los  poetas  catalanes  y  va- 
lencianos cuyas  obras  han  llegado  hasta  nosotros;  pero 
lo  que  más  le  distingue  de  todos  ellos,  y  de  la  escuela 

**  La  vida  de  Ansias  March  se  ha-  de  Viana,  «mozo  (seeun  Mariana) 

Hará  enXimeno,  c  Escritores  de  Va-  idígnisimo  de  mejor  fortnna,  y  de 

lencia»  (t.i,  p.  41),  y  en  la  conti-  »padre  mas  manso»,  se  puede  con- 

noacion  de  Fuster,  (t.  i,  pp.  12,  d5  y  saltar  á  Zurita,  «  Anaies  »  (lib.  xyii, 

34),  asi  como  en  las  notas  de  Cerda  cap.  24),  y  la  elegante  biografía  de 

y  Rico  á  la  «  Diana  »  de  Gil  Polo  ( pá-  aquel  malogrado  principe ,  por  Quin- 

ginas  290,  203 ,  486}.  Acerca  de  sus  tana ,  en  el  1. 1  de  sus  <  Españoles  cé- 

relaciones  y  amistad  con  el  principe  lebres »,  Madrid ,  1S07. 


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352  H1ST0RU  DE  LA  LITERATURA  ESPAflOLA. 

provenzal  en  general,  es  la  ternura  y  sentido  moral  que 
reina  en  la  mayor  parte  de  sus  obras  poéticas :  cualida- 
des que  han  asegurado  su  reputación  y  popularidad  hasta 
los  tiempos  presentes.  Sus  obras  se  imprimieron  cuatro 
veces  en  el  siglo  xvi,  y  fueron  leídas  á  Felipe  II,  por  su 
tutor,  cuando  aun  era  mozo;  traducidas  al  latin  y  al 
italiano,  y  por  áltimo  en  verso  castellano,  nada  menos 
que  por  el  célebre  Jorge  de  Montemayor^^. 

Otro  poeta  no  menos  célebre  fué  un  contemporáneo 
de  March ,  natural  también  de  Valencia,  llamado  Jaume 
Roíg.  Si  hemos  de  dar  crédito  á  lo  que  él  mismo  dice  en 
sus  poesías,  fué  médico  de  cámara  de  la  reina  María, 
esposa  de  Alfonso  Y  de  Aragón ,  y  persona  de  conside- 
ración y  muy  respetada  en  su  patria  y  fuera  de  ella. 
Salvo  estas  escasas  noticias,  muy  poco  ó  nada  sabemos 
de  él ,  excepto  que  en  4  474  fué  uno  de  los  contrincan- 
tes que  disputaron  en  Valencia  el  precio  de  la  poesía,  y 
que  cuatro  aí^s  más  t^rde,  el  dia  4  de  abril  de  4  478^*, 
murió  en  dicba  ciudad  de  un  ataque  de  apoplegía.  Sus 
obras,  notables  bsyo  más  de  un  concepto,  nos  son  tan 
poco  conocidas  como  su  vida;  y  exceptuando  un  poe- 
ma de  trescientas  páginas,  llamado  en  unas  ediciones 

**  Hay  ediciones  de  Ausias  March  breYisimaé  incompleta  lista  de  voca- 
de  1543 ,  1545,  íiSñ  j  1500 ,  en  cata-  blos  oscuros ,  con  su  corresponden- 
lan ,  y  traducciones  castellanas  de  cia  castellana ,  que  se  supone  traba- 
todas  ó  parte  de  ellas  por  Romani,  jada  por  el  obispo  de  Osma,  tutor  de 
1530 ,  y  Montemayor ,  1502 ;  las  cua-  Felipe  II ,  al  tiempo  que  leía  á  dicho 
les  se  hallan  reunidas  en  la  edición  principe  y  a  sus  cortesanos  las  obras 
de  1579.  También  hay  otra  completa,  de  Ausias  Blarch.  De  las  traduccio- 
aunque  inédita ,  por  Araño  ▼  Odate.  nes  de  Ausias  March ,  no  he  visto  más 
Vicente  Mariner  tradmo  á  March  en  que  las  de  Montemayor  y  Mariner, 
latin,  y  escribió  su  vida.  («Opera  »,  ambas  buenas, aunque  la  última  no 
Turnoní ,  1083,  8.<>,  pp.  407-850. )  En  completa. 

cuanto  á  su  traductor  italiano,  no  me  ^  Ximeno,  c  Escritores  de  Valen- 

ha  sido  posible  averiguar  quién  fue-  cia  >,  1. 1,  p.  50;  Fuster,  t.  i ,  p.  30; 

se.  La  edición  de  Barcelona,  1500,  Cerda  y  Rico,  « Not.  á  la  Diana»,  pá- 

8.**,  es  muy  linda ,  y  tiene  al  iin  una  ginas  ftO-SOl 


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PRIMERA   ÉPOCA.  -^  CAPÍTULO   XTII.  353 

Libre  de  conseUs,  y  en  otras  lo  Libre  de  les^  dones  *^, 
todo  lo  demás  que  de  él  se  conserva  es  muy  poco.  El 
asunto  de  este  poema  es  principalmente  una  sátira  con- 
tra las  mujeres ,  que  concluye  con  algunos  versos  á  loor 
y  honra  de  la  Virgen  María  :  contiene  ademas  varías 
noticias  de  sí  mismo  y  de  sus  tiempos,  y  consejos  á  su 
sobrino  Balthasar  Bou ,  para  cuyo  aprovechamiento  per- 
sonal parece  compuso  la  obra^ 

Divídese  esta  en  cuatro  libros,  cada  uno  délos  cua- 
les se  subdivide  en  partes,  que  tienen  poca  ó  ninguna 
relación  entre  sí»  y  á  veces  no  están  en  armonía  con  el 
asunto  general  del  poema.  Una  buena  parte  de  él  re- 
bosa erudición  y  está  llena  de  nombres  propios ,  y  el 
resto  tiene  una  tendencia  devota,  aunque,  á  decir  ver- 
dad, el  carácter  general  del  libro  no  es  ni  con  mucho 
el  de  la  devoción.  Está  escrito  en  versos  cortos  rima- 
dos, que  varían  desde  dos  á  cinco  sílabas,  medida  ir- 
regular conocida  en  valenciano  por  el  nombre  de  cíh 
dolada,  y  que  usada  en  casos  como  el  presente,  ha  sido 
calificada  de  dulce  y  armoniosa  en  extremo,  por  todos 
aquellos  que  conocen  suficientemente  las  reglas  de  su 
estructura ,  para  hacer  en  tiempo  y  lugar  oportuno  las 
síncopas  y  sinalefas  convenientes;  aunque  otros  la  han 
tachado  de  rara  y  extravagant6*^  El  siguiente  trozo,  en 
que  el  poeta  se  descríbe  á  sí  mismo,  puede  servir  de 
ejemplo,  probando  que  Roig  tenia  tan  poco  genio  poé«- 
tico  como  Skelton,  al  cual  se  parece  bajo  más  de  un 

*^  «Libre  de  coiisells  fet  per  lo  En  la  edición  de  1735,  qne  también 

magnitich  Mestre  Jaume  Roig»,  es  el  poseo,  el  titulo  es  :  «  Lo  libre  de  les 

titalo  de  la  edición  principe  de  1551,  clones  e  de  consells. » 

según  Ximeno ,  y  también  el  de  la  de  ^^  t  Orígenes  de  la  lengua  españo- 

1561  (Valencia,  8.*^,  ciento  cuarenta  la  »,  de  Blayans,  1. 1,  p.  57. 
y  nueve  hojas) ,  que  tengo  6  la  vista. 

T.  I.  25 


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354  mSTORIA  DE   LA   LITERATURA   ESPAÑOLA. 

concepto.  Represéntase  como  habiendo  estado  enfermo 
de  unas  calenturas  cuando  niño,  y  entrado,  apenas  con- 
valeciente, al  servicio  de  un  aventurero  catalán,  muy 
parecido  en  todo  á  aquel  Roque  Guinart  ó  Rocha  Gui- 
narda ,  personaje  histórico  de  Cataluña,  casi  de  la  mis- 
ma época ,  que  figura  en  la  segunda  parte  del  Quijote. 


Sortidelllit 
6  mig  guarít 
yomenparti, 
a  pea  ani 
segaint  fortuna. 
En  Catalunya 
un  cayaller, 
gran  bandoler, 
dantichllinatge. 


me  pres  per  patge. 
AbellTÍxquí, 
riasqQem^cqai, 
ja  borne  fet. 
Ab  Ihom  discret 
temps  non  hi  perdí ; 
dellaprengoi, 
de  ben  servir, 
armes  seguir. 


fiiy  calador 
cavalcador, 
de  cetrería 
menescalia 
sonar,  bailar, 
fens  á  tallar 
ell  men  roostra. 


El  poema,  según  nos  dice  su  autor,  se  escribió 
en  1460,  y  debió  gozar  de  mucha  popularidad,  puesto 
que  en  4562  se  habia  ya  impreso  cinco  veces.  Algunos 
trozos,  sin  embargo,  son  tan  libres  é  indecentes,  que  al 
reimprimirse  en  4735,  el  editor,  no  hallando  otro  modo 
de  cohonestar  las  mudias  omisiones  que  se  vio  obligado 
á  hacer  en  él,  se  valió  del  chistoso  expediente  de  decla- 
rar que  no  habia  hallado  edición  alguna  de  las  antiguas 
que  tuviera  los  dichos  pasajes^^.  El  libro  de  Roig,  como 
era  de  suponer,  no  es  muy  leído  hoy  dia  :  lo  licencioso 
y  oscuro  de  su  estilo  ha  contribuido  sin  duda  mucho  á 
desterrarlo  de  la  parte  más  sensata  y  culta  de  la  socie- 


^  Rolff,  «Libre  de  les  Dones,»  edi- 
ción 1S6i ,  fol.  XT.  «El  cavaller  grant 
fandoler,  dantích  llinatge»,  de  quien 
el  aator  habla  en  estos  versos,  era 
tin  SQcesor  de  aqnellos  avenlareros 
de  te  edad  media ,  hombres  dotados 
de  cierta  generosidad  y  nobles  sen- 
timientos ,  á  pesar  de  qne  no  reco- 


nocían por  lo  común  más  derecho 
qne  el  de  la  fnerxa;  hombres  en  todo 

rrecídos  al  famoso  Roque  Guinart, 
Rocha  Guinarda,  de  quién  habla 
Cerrantes  en  la  segunda  parte  de  su 
«Quijote  »,  cap.  60  y  61 ,  caliOcándole 
¿  él  y  á  sus  partidarios  de  bandoU" 
roi,  nombre  que  les  fué  dado  por 


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PRIMERA   ÉPOCA. CAPITITLO    XVIÍ.  355 

dad  española ;  pero,  á  pesar  de  todo,  no  sería  difícil  en- 
tresacar de  sus  libres  y  animadas  sátiras,  datos  precio- 
sos para  ilustrar  la  historia  de  las  costumbres  y  vida  do- 
méstica de  aquel  tiempo. 

La  muerte  de  Boig ,  acaecida ,  según  ya  dijimos, 
en  4478,  nos  conduce  naturalmente  al  período  en  que 
la  literatura  de  las  provincias  del  nordeste  de  España, 
lindantes  con  el  Mediterráneo,  comenzó  á  declinar :  re- 
sultado triste,  aunque  natural,  del  carácter  de  dicha  lite- 
ratura, y  de  las  circunstancias  en  que  casualmente  se 
halló.  En  un  principio  fué  enteramente  provenzal  en 
su  esencia  y  en  su  forma,  y  por  consiguiente  creció  rá- 
pidamente, aunque  sin  echar  hondas  raices  -.vegetación 
lozana  que  brotó  espontáneamente  con  los  primeros  ca- 
lores de  la  primavera ;  pero  que  no  podia  durar  en  otra 
estación  ni  crecer  en  otro  suelo  que  en  aquel  que  la  dio  el 
ser.  A  medida  pues  que  fué  avanzando,  llevada  por  las 
revoluciones  y  cambios  políticos,  de  Aix  á  Barcelona,  y 
de  Barcelona  á  Zaragoza ,  fué  perdiendo  su  prístina  ori- 
ginalidad, y  confundiéndose  con  otra  literatura  nacida 
en  las  montañas  del  nordeste ,  y  con  la  cual  no  podia 
luchar  mucho  tiempo.  Así  es,  que  apenas  chocaron, 
quedó  la  victoria  por  aquella  que,  producida  por  un  ele- 
mento más  robusto  y  vigoroso ,  y  que  habia  de  dominar 
con  el  tiempo  en  toda  la  Península,  reunía  en  sí  misilia 
fuerzas  y  calidades  contra  las  cuales  su  festivo  y  gracio- 
so rival  habia  naturalmente  de  luchar  con  desventaja. 

No  es  fácil  fijar  el  período  exacto  en  que  estas  dos 
literaturas,  avanzando  de  puntos  opuestos  de  la  Penín- 

]as  bandas  qac  llevaban.  La  comedia  bandolero  que  títíó  en  los  tiempos 
«Luis  Pérez  »,  de  Calderón,  está  fun-  de  la  invencible  armada,  hacia  el  año 
dada  en  la  historia  de  un  célebre    de  1588. 


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356  HISfORIA   DE   LA    LITERATURA   ESPAÑOLA. 

sola ,  se  encontraroo ,  sí  bien  su  marcha  parece  haber 
sido  el  resultado  de  causas  y  teodeDcias  poh'ticas  que 
son  obvias  y  patentes.  La  familia  que  reinaba  en  Aragón 
estuvo,  desde  los  tiempos  de  D.  Jaime  el  Conquistador, 
unida  por  los  lazos  del  parentesco  con  las  de  Castilla 
y  de  León ;  Fernando  el  Justo,  que  fué  coronado  en  Za- 
ragoza en  1414,  era  un  príncipe  castellano;  de  suerte 
que  desde  dicha  época  las  coronas  de  Castilla  y  de  Ara- 
gón recayeron,  por  decir  así,  en  príncipes  de  una  mis- 
ma familia.  Bárgos  y  Valencia,  cortes  respectivas,  die- 
ron impulso  á  la  literatura,  en  cuanto  estuvieron  sujetas 
á  una  misma  influencia»  la  cual  debió  ser  considera- 
ble, si  se  atiende  á  que  la  poesía  en  aquellos  tiem- 
pos buscaba  siempre  el  abrigo  de  una  corte ,  y  que  en 
España  le  halló  fácilmente.  Juan  II  de  Aragón  fué  pa- 
trono decidido  de  las  letras,  que  él  mismo  cultivó  con 
honra;  y  cuando  D.  Fernando,  el  de  Antequera,  fué  á 
tomar  posesión  de  la  corona ,  llevó  en  su  compañía  al 
marqués  de  Yillena,  cuyos  vastos  estados  lindaban  con 
el  reino  de  Valencia,  y  el  que,  á  pesar  del  interés  que 
se  tomó  en  fomentar  aquella  literatura  semiprovenzal, 
y  en  regularizar  el  Consistorio  de  Barcelona ,  hablaba 
el  castellano  como  su  idioma  materno ,  y  no  escribió 
nunca  en  otra  lengua. 

Es  pues  de  presumir ,  que  entre  los  años  de  1 44  4 
y  4438,  y  durante  los  reinados  de  D.  Femando  el  Justo 
y  D.  Alonso  Y  de  Aragón,  la  influencia  del  norte  co- 
menzó á  dejarse  sentir  en  la  poesía  del  mediodía,  aun- 
que por  otra  parte  no  hay  indicios  de  que  Ansias  March, 
Jaume  Roig,  ni  otro  alguno  de  su  escuela  hiciese  trai- 
ción á  su  dialecto  nativo. 


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PRIMERA   ÉPOCA. CAPÍTULO    XVII.  357 

Por  áttimo ,  cuarenta  anos  después  de  la  muerte  de 
Villena  hallamos  ya  una  prueba  positiva  de  que  el 
castellano  comenzaba  á  ser  conocido  y  cultivado  en  las 
costas  del  Mediterráneo.  En  4474  se  celebró  en  Valen- 
cia un  certamen  público  en  honor  de  Nuestra  Señora; 
especie  de  justa  literaria ,  parecida  á  las  que  más  tarde 
se  hicieron  tan  comunes  en  tiempo  de  Cervantes  y  de 
Lope  de  Vega.  Cuarenta  fueron  los  poetas  que  se  dis- 
putaron el  premio ,  hallándose  presente  el  Virey.  La  ce- 
remonia fué  solemnizada  con  gran  pompa,  y  las  poesías 
presentadas  se  imprimieron  en  aquel  mismo  año,  por 
Bernardo  FenoUar,  secretario  de  la  junta,  siendo  este 
el  primer  libro  que  se  imprimió  en  España  ^V  Cuatro  de 
estas  poesías  están  en  castellano ,  lo  cual  prueba  que 
dicho  idioma  empezaba  ya  á  abrirse  camino,  puesto 
que  se  le  toleraba  y  admitía  en  una  audiencia  popular 
en  Valencia.  Fenollar,  que  compuso ,  ademas  de  los  ver- 
sos para  este  certamen,  un  tomito  de  poesías  á  la  pa- 
sión de  Jesucristo ,  nos  ha  dejado  también  más  de  una 
canción  en  castellano,  si  bien  es  cierto  que  sus  demás 
obras  están  por  la  mayor  parte  escritas  en  dialecto  va- 
lenciano ,  y  aparentemente  para  diversión  de  sus  ami- 
gos de  Valencia ,  donde  parece  haber  sido  persona  no- 
table, y  de  cuya  universidad,  fundada  en  H99,  fué 
catedrático*®. 

Es  probable  que  durante  el  siglo  xv  la  poesía  caste- 
llana fué  poco  cultivada  en  Valencia,  al  paso  que  el  dia- 

*^  Paster,  t.  i ,  p.  52 ,  v  Méndez,  este  Fenollar  en  el  f  Cancionero  ge- 

«  Typ.  Esp. »,  p.  se.  Rolg  faé  uno  de  neral  •,  1573  ( á  fol.  Í40 ,  254  y  307 ), 

los  competidores  al  premio.  y  en  las  «  Obras  de  Ausias  Blarcb  » 

*•  Ximeno ,  1. 1,  p.  59 ;  Puster,  1. 1,  (edic.  i560,  fol.  154),  y  en  el  «Preces 

p.  51 ,  y  la  tDiana»  de  Polo,  de  Cerda  de  les  olives  » ,  de  que  hablaremos 

y  Rico,  p.  5i7.  Hállanse  poesias  de  en  la  siguiente  nota.  La  c  Hist.  de  la 


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3S8  HISTORIA   DE   LA   LITBfUTORA   ESPAÜOLA. 

lecto  valenciano  mereció  general  aceptación.  Por  ejem- 
plo, lo  Proces  de  les  olives  fué  compuesto  en  aquel  día* 
tecto  por  Jaume  Gagull,  Feuollar  y  Juan  Moreno,  tres 
poetas,  alo  que  parece,  amigos  íntimos,  y  que  se  reunie- 
ron para  escribir  mía  sátira,  en  que  bajo  la  alegoría  de 
unos  olivos,  y  en  estilo  menos  modesto  á  veces  de  lo 
que  pide  el  buen  gusto,  se  discuten  los  peligros  á  que  se 
exponen  los  jóvenes  y  viejos  que  corren  en  busca  de 
los  placeres  mundanos*'.  Otro  diálogo,  compuesto  por  los 
mismos  tres  poetas,  en  4  497,  y  escrito  también  en  dia- 
lecto valenciano ,  se  supone  ocurrido  en  la  alcoba  de 
una  señora  principal  que  está  de  sobreparto ;  y  en  él  se 
examina  y  discute  la  cuestión  de  quiénes  hacen  mejores 
maridos,  si  los  jóvenes  ó  los  viejos,  decidiendo  Yénus 
en  favor  de  los  jóvenes ,  y  terminando  de  una  manera 
muy  poco  adecuada ,  con  un  himno  religioso  **.  Otros 
poetas  pudiéramos  nombrar,  que  también  se  conserva- 
ron fieles  á  su  dialecto  materno,  y  entre  ellos  á  Juan 
Escrivá,  embajador  de  los  Reyes  Católicos  cerca  de  la 
Santa  Sede,  en  4  497,  quizá  el  último  personaje  de  nota 
que  escribió  en  valenciano";  y  Vicente  Ferrandis,  que 
tomó  parte  en  un  certamen  poético  celebrado  en  Valen- 

Passio  de  nostreSenyor»  se  imprimió  denatper  lo  MagiiiOch  Mossen  Jau- 

en  Valencia  en  4483,  y  después,  en  me  Ga^all ,  cavaller,  Natural  de  Va- 

1564.  lencia.»  (Val.,  1561,  S."")  Al  fin  se 

*^  El  «  Process  de  les  olives  e  des-  halla  una  composición  del  género 

pula  del  Jovens  bi  del  Veis  >,  se  im  -  ioooso ,  por  Gacull ,  contestando  á 

firimió  por  la  primera  vez  en  Barce-  Fenollar,  el  cual  había  criticado  al- 
ona, en  1532;  el  ejeínplar  de  qué  gunas  voces  del  dialecto  valenciano, 
me  he  servido  es  de  Valencia,  Joan  y  que  Ga^uIl  defiende.  Intitúlase  «La 
de  Arcos  (1561,  8.^  cuarenta  hojas).  Brama  deis  14  Uauradors  del  orto  de 
Alguno  que  otro  poeta  más  buboaue  Valencia  ».  También  se  bailan  poe- 
tóme parte  en  esta  discusionpoética.  sias  de  GaQull  en  el  «  Procos  de  les 
^  Hay  una  edición  de  1497  ( Men-  olives  >,  y  en  la  iusta  ó  certamen  poé- 
dez,  p.  88) ;  pero  la  que  yo  uso  es  tico  de  1474.  Véase  su  vida  en  Xiroe- 
de  VaJenda ,  1561 ,  con  este  titulo :  no,  1. 1 ,  p.  58  ;  y  Fuster,  1. 1 ,  p.  37. 
^Comen^  lo  Somni  de  Joan  Joan,  or-  ^'  Ximeno,  1. 1 ,  p.  64. 


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pruisra  época.  —  capitulo  xyíi.  359 

cia  en  4514 ,  en  honor  de  Sta.  Catalina  de  Sena,  y 
cuyas  poesías  á  otros  asuntos  parecen  haber  sido  muy 
estimadas,  y  haber  merecido  por  su  dulzura  y  nervio  el 
premio  en  varias  ocasiones  ^. 

Mientras  tanto ,  más  de  un  poeta  valenciano  escribía 
poco  ó  mucho  en  castellano:  tales  son  Francisco  de  Gas- 
telvi",  amigo  y  compañero  de  FenoUar ;  Narcis  Yiñoles» 
que  floreció  antes  del  año  4500 ,  y  que  usó  indistinta-*- 
mente  los  dialectos  toscano  y  valenciano  y  el  idioma 
de  Castilla ,  y  que  evidentemente  reputaba  el  suyo  ma- 
terno como  algo  bárbaro*^;  Juan  Tallante,  cuyas  poesías 
á  lo  divino  se  hallan  al  principio  del  antiguo  Cancionero 
general*^;  Luis  Crespi,  miembro  de  la  antigua  familia 
de  Yaldaura,  y  en  4506  rector  de  la  universidad  de 
Valencia*^;  y  por  último»  Juan  Fernandez  de  Heredia, 
que  murió  en  4  549,  y  del  cual  se  conservan  algunas  poe- 


**  Las  poesias  de  Ferrandis  se  ba- 
ilan en  el  «Cancionero  general»  (Se- 
villa 1535,  fol.  i7  V  ÍS),  y  en  el  de  Am- 
bares (i573,  á  fol.  51-4).  La  descrip- 
ción del  certamen  poético  de  1511  se 
hallará  en  Fnster,  1. 1,  pp.  56-8. 

Citanse  otros  poetas  antiffuos  va- 
lencianos ,  como  Juan  Roiz  de  Core- 
lla  (Ximeno,  1. 1,  p.  6S),  amigo  del 
malogrado  principe  Carlos  de  Via- 
na;  otros  dos  ó  tres  anónimos,  y 
cuyas  obras  no  carecen  de  cierto  nié- 
rito  ( Fuster,  1. 1 ,  pp.  284-03 ) ,  y  otros 
mucDOS  que  tomaron  parte  en  el 
certamen  poético  celebrado  en  1498 
.  en  honor  de  S.  Cristóbal  (Ibid,  pá- 
ginas 296-7).  Pero  la  tentativa  de 
atribuir  á  un  poeta  valenciano  del  si- 

glo  XIII ,  los  poemas  de  <  Santa  Bf  aria 
gipciaca»  y  del  «Rey  Apollonio», 
que  se  hallan  en  el  Escorial ,  y  de  los 
cuales  hemos  hablado  ya  anterior- 
mente (p.  28),  al  colocarlos  en  el 
uámero  de  los  más  antiguos  poemas 
castellanos,  debe  necesariamente  ser 
vana  y  de  ningún  valor. 


ts  «  Cancionero  general »,  1573,  fo- 
lio 251 ,  y  en  otras  partes. 

*•  Ximeno,  t.  i,  p.  61.  —  Fuster, 
1. 1,  p.  54.  —  «  Cancionero  general », 
1573,  fols.  241 ,  251 ,  316, 318.— Cer- 
da ,  «  Notas  á  la  Diana  de  Gil  Polo  », 
p.  304.— Vínoles ,  en  el  prólogo  á  so 
traducción  de  la  «  Summa  chronica- 
rum  »  citada  en  la  p.  226  dice :  t  osé 
«alargar  la  temerosa  mano  mia  para 
«ponerla  en  esta  limpia ,  elesante  y 
«graciosa  len^a  castellana ,  la  qual 
«puede  muy  bien  y  sin  mentira  m  li- 
«sopja  entre  muchasfbárbaras  y  salva- 
«jes  de  aquesta  nuestra  España,  lati- 
«na ,  sonante,  y  elegantísima  ser  Ua- 
«mada. » 

*?  Las  poesias  sagradas  de  Tallan- 
te ocupan,  según  creo,  las  prime- 
ras hojas  en  todos  los  Cancioneros 
generales ,  desde  1511  á  1573. 

**  «  Cancionero  general «,  1573,  fo- 
lios 238,  248,  300,  301.  —  Fuster, 
1. 1 .  p.  65.*-Gerdá ,  p.  30Q. 


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360  HISTORIA   DE    LA    LITERATURA   ESPAÍ^OLA. 

sías  valencianas  y  muchas  castellanas*^.  En  efecto ,  es 
un  hecho  indudable  que  en  el  primer  tercio  del  siglo  xvi 
el  castellano  predominaba  ya  en  la  poesía  y  amena  li- 
teratura ,  en  toda  la  costa  del  Mediterráneo.  Porque* 
antes  de  la  muerte  de  Juan  Fernandez  de  Heredia ,  ya 
Boscan ,  dejando  á  un  lado  el  catalán ,  su  dialecto  ma- 
terno* empezaba  á  formar  una  escuela  de  literatura 
española,  que  nunca  después  se  perdió  del  todo;  y  poco 
después,  Timoneda  y  sus  discípulos  comenzaron  á  re- 
presentar en  las  plazas  de  Valencia  farsas  castellanas, 
que  fueron  muy  aplaudidas ,  siendo  esto  una  prueba  de 
que  el  dialecto  materno  había  dejado  de  ser  una  nece- 
sidad para  los  habitantes  cultos  de  aquella  ciudad ,  y 
que  el  idioma  castellano  empezaba  á  prevalecer,  al  me- 
nos en  semejantes  ocasiones  y  para  dichos  fines. 

Tales  fueron  pues  las  circunstancias  fortuitas  que 
acarrearon  la  ruina  de  los  débiles  restos  de  la  cultura 
provenzal.  Sallábanse  reunidas  las  dos  coronas  de  Ara- 
gón y  Castilla  por  el  casamiento  de  D.  Fernando  y  doña 
Isabel ;  Zaragoza  dejó  de  ser  corle  de  los  Reyes ,  si  bien 
reclamó  por  mucho  tiempo  el  honor  de  ser  considerada 
como  capital  independiente;  y  á  medida  que  la  nueva 
monarquía  se  fué  robusteciendo,  la  civilización  y  cul- 
tura fueron  emigrando  hacia  el  occidente  y  al  norte. 
Algunos  poetas  del  este  de  España  siguieron  aun  culti- 
vando las  letras  y  escribiendo  en  el  dialecto  materno,  y . 
entre  ellos  Vicente  García,  que  fué  amigo  de  Lope  de  Ve- 
ga, y  murió  en  4623^°;  pero  las  poesías  de  este  autor 


*o  Ximeiip.t.  i,p.  lOá.  —  Fasler,   general*,  4573,  fols.  85,  222,  225, 
t.  I,  p.  87.— «  Diana*  de  Polo,  edi-   t^,  230,  305. 
d'im  Cerda ,  p.  326.  —  «  Cancionero       >o  Las  obra?  de  García  se  iu)pri- 


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PIUMBRA  ÉPOCA.  —  GAPITULO   XVU.  361 

Bo  son,  propiamente  hablando,  más  que  una  mezcla  de 
muchos  dialectos,  y  maniñestan,  á  pesar  de  su  carácter 
puramente  provincial,  la  influencia  de  la  corte  de  Feli- 
pe IV,  donde  su  autor  residió  algún  tiempo;  al  paso  que 
la  poesía  impresa  en  tiempos  más  modernos,  ó  recitada 
en  nuestros  dias  en  los  teatros  populares  de  Valencia 
y  Barcelona ,  está  escrita  en  un  dialecto  tan  corrupto  y 
adulterado,  que  no  es  fácil  ya  (distinguirlo  como  el  de 
los  descendientes  de  Muntaner  y  de  Ansias  March''. 


mieron  por  primera  vez  en  noo,  can 
el  siguiente  litólo :  c  La  Armonia  del 
Paroas  mes  numerosa  en  las  Poe- 
sías varias  del  Atlant  del  cel  Poétic. 
lo  Dr.  Vicent.  García. »  (Barcelona, 
4700, 4.«,  p.  201.)  Han  mediado  dis- 
putas en  cuanto  a  la  verdadera  fincha 
de  esta  edición,  y  por  lo  tanto  he  co- 
piado el  título,  según  se  halla  en  mi 
ejemplar.  (Torres  Amat,  pp.  271-4.) 
Consisten  principalmente  en  poesías 
líricas,  sonetos,  décimas,  redon- 
dillas, romances,  etc.;  pero  al  fin 
se  halla  un  drama  intitulado  c  Santa 
Bárbara  »,  dividido  en  tres  jornadas 
cortas,  y  con  cuarenta  ó  cincuenta 

1>ersonaJes,  los  unos  alegóricos  v 
08  otros  sobrenaturales ,  y  todos  a 
cual  más  fantásticos.  En  1840  se  hizo 
en  Barcelona  una  nueva  edición  de 
estas  poesías ,  v  en  el  t  Semanario 
pintoresco  >  de  Madrid  (afio  1843,  pá- 
gina 84)  se  halla  una  oreve  vida  de 
su  autor. 

'*  El  valenciano  Tué  siempre ,  y  es 
aun ,  un  dulcísimo  dialecto.  Cervan- 
tes lo  alaba  repetidas  veces  por  su 
«  meliflua  gracia  ».  Véase  el  secundo 
acto  de  su  « Gran  sultana  v,  y  elprin- 
cipio  del  cap.  xii  del  lib.  lu  de  <  Per- 
siles  y  Sigismunda  ».  Mayans  y  Sis- 
car  nunca  dejó  pasar  ocasión  de 
alabarlo  y  encarecerlo;  pero  Hayans 
era  valenciano,  y  tenia  un  amor  patrio 
algo  exagerado. 

La  historia  literaria  del  reino  de 
Valencia,  tanto  de  los  tiempos  en 
que  prevaleció  su  dialecto  provincial , 
como  la  de  época  más  moderna .  en 


que  el  castellano  obtuvo  la  suprema- 
cía ,  ha  sido  ilustrada  por  vanos  es- 
critores con  singular  diligencia  y  muy 
buen  éxito.  El  primero  que  se  dedi- 
có á  tan  útil  trabajo  fué  Josef  Rodri- 
suez ,  docto  eclesiástico,  nacido  en 
Valencia  en  1630,  y  que  falleció  en 
dicha  ciudad  en  1703 ,  al  tiempo  que 
se  preparaba  á  dar  á  luz  el  fruto  de 
sus  investigaciones ,  y  cuando  ya  no 
quedaba  más  que  Imprimir  algunos 
pliegos  de  su  «Biblioteca  valencia- 
na». Pero,  aunque  faltaba  tan  poco 
para  su  publicación ,  trascurrió  mu- 
cho tiempo  antes  de  que  se  diese  al 
publico,  pues  su  amigo  Ignacio  Sa- 
valls,  á  quien  fué  confiada  la  empre- 
sa de  terminarla  y  concluirla ,  y  que 
en  efecto  puso  con  todo  ardor  manos 
á  la  obra ,  falleció  también  en  1746, 
sin  lograr  verla  concluida. 

En  el  entre  tanto,  circulaban  entre 
los  eruditos  copias  de  la  obra,  y  una  de 
ellas  vino  á  parar  ámanos  de  Vicente 
Ximeno,  también  natural  de  Valencia, 
como  Rodríguez,  y  no  menos  intere- 
sado en  la  historia  literaria  de  su  pro- 
vincia. Xi  meno  pensó  al  principio  con- 
tinuar la  obra  de  su  predecesor ;  mas 
luego  mudó  de  parecer,  y  determinó 
refundirla ,  aprovechando  sus  mate- 
riales para  otra  más  lata  y  extensa,  que 
llegase  hasta  sus  tiempos.  Hizolo  asi, 
y  en  1747-9  publicó  é  imprnnió  en  di- 
cha ciudad  sus  «Escritores  de  Valen- 
cia >,  en  dos  tomos  en  folio.  Sin  em- 
bargo, por  más  diligencia  que  usó 
Ximeno,  no  pudo  impedir  que  la 
t Biblioteca»  de  Rodríguez,  ya  del 


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362  HISTORIA   DE  LA   LITERATURA   ESPAÑOLA. 

La  degeMracioD  y  eDvílecímíeQU)  de  los  dos  dialeo- 
tos  más  cultivados  en  las  proyíncias  del  este  de  es- 
paña,  que  comeuzó,  según  hemos  visto,  en  el  reinado 
de  los  Beyes  Católicos,  puede  decirse  que  se  consumó 
con  el  establecimiento  de  la  corte  de  la  monarquía, 
primeramente  en  Castilla  la  Vieja ,  y  después  en  Cas- 
tilla la  Nueva,  pues  desde  este  momento  la  superior 
autoridad  del  castollano  quedó  finalmente  asegurada  y 
reconocida.  El  cambio  no  fué  por  cierto  ni  injusto  ni 
inoportuno  :  la  lengua  del  norte  era  en  aquel  tiempo 
más  llena ,  robusta  y  rica  en  idiotismos ,  y  bajo  todos 
conceptos  más  apta  y  adecuada  que  los  dialectos  del 
sur,  para  ser  la  lengua  nacional.  Y  sin  embargo,  ape- 
nas podemos  seguir  los  resultados  de  dicha  revolución 
sin  cierto  sentimiento  de  lástima  que  es  bastante  natu- 
ral, porque  la  decadencia  lenta  y  progi*esiva,  y  final 
pérdida  de  un  idioma,  hacen  agolpar  á  la  imaginación 
ideas  tristes,  que  son  en  cierto  modo  peculiares  de  la 


todo  terminada,  saliese  á  luz  algunos 
meses  antes  que  la  suya ,  en  el  mis- 
mo año  de  1747. 

La  otnra  de  Xiraeno,  que  murió  en 
1764,  comprende  la  historia  litera- 
ria de  Valencia  hasta  el  año  1748,  des- 
de cuya  época  basta  1829,  los  conti- 
nuó, con  el  titulo  de  c  Biblioteca  va- 
lenciana >,  D.  Justo  Pastor  Fuster. 
( Valencia ,  1827-30,  dos  tomos  folio.) 
£s  obra  apreciable,  que  contiene  gran 
número  de  artículos  nuevos  aumen- 
tados al  periodo  que  trataron  Rodrí- 
guez y  Ximeno,  y  en  oue  se  corrigen 
ademas  muchos  de  los  errores  en 
que  aquellos  cayeron. 

Los  cinco  tomos  en  folio  de  oue 
consta  toda  la  serie ,  comprenden  dos 
mil  ochocientos  cuarenta  y  un  articu- 
los.Cuántosdelos  citados  por  Ximeno 
son  repetición  de  los  de  Rodrigues, 
y  cuántos  de  los  de  Fuster  se  hallan 
en  las  obras  de  sus  dos  predeceso- 


res ,  es  punto  que  no  me  he  parado 
en  averiguar;  pero  ciertamente  su 
número  es  roncho  menor  de  lo  que 
podria  pensarse ,  al  paso  que  los  ar- 
tículos añadidos  son  muchos  y  muy 
importantes.  Quisa  no  haya  en  Eu- 
ropa reino  alguno  de  igual  extensión, 
cuya  historia  literaria  haya  sido  tan 
cultivada  é  ilustrada  como  el  de  Va- 
lencia, con  una  circunstancia,  por 
cierto  muy  notable ,  y  es  que  Roori- 
guez,  que  comenzó  la  obra,  fué,  co- 
mo él  aice,  el  primero  que  escribió 
una  biblioteca  en  lengua  vulgar ;  y 
que  Fuster ,  que  la  terminó,  aunque 

Íiersona  de  bastante  erudición,  no 
úé  más  que  un  simple  encuaderna- 
dor, á  quien  la  proporción  que  so 
oficio  le  daba  de  ver  libros  raros, 
sugirió  probablemente  la  idea  de 
continuar  las  investigaciones  litera- 
rias de  sus  predecesores. 


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PWMBiU  ÉPOCA. — CAPITULO   IVU.  363 

ocasión.  Figúrasenos  que  uaa  parte  de  la  ialeUgeocia 
del  muodo  ha  sido  extinguida ,  y  que  nosotros  mis- 
mos hemos  sido  privados  repentinamente  de  nuestra 
herencia  intelectoal,  á  la  que  teníamos  tanto  derecho 
como  aquellos. que  la  destruyeron,  y  en  quien  resi- 
día la  obligación  de  trasmitírnosla  intacta ,  y  tal  cual 
ellos  la  recibieron.  El  mismo  sentimiento  de  dolor  y 
lástima  nos  aqueja  al  contemplar  la  lengua  griega  y  la- 
tina* cuando  los  que  la  hablaban  llegaron  al  más  alto 
grado  de  civilización  y  cultura»  dejando  á  la  posteridad 
monumentos  perennes  que  nos  ayudan  á  apreciar  y 
compartir  su  gloria.  Pero  aun  es  mayor  nuestra  lástima, 
al  ver  la  lengua  de  una  nación  morir  en  sus  primeros 
anos,  antes  de  llegar  á  la  edad  madura,  cuando  sus 
atributos  poéticos  comienzan  á  desarrollarse,  y  cuando 
todo  respira  las  más  lisonjeras  esperanzas  de  buen 
éxito". 

Tal  fué  desgraciadamente  el  destino  de  la  lengua  pro- 
venzal  y  de  los  dos  principales  dialectos  en  que  aque- 
lla se  amoldó.  Porque  el  idioma  provenzal,  nacido  en 
los  tiempos  de  mayor  ignorancia  y  barbarie  que  la  Eu* 
ropa  viera  desde  la  ruina  de  la  civilización  griega,  ilu- 
minó á  la  vez  el  mediodía  de  la  Francia  con  sus  res- 
plandores, y  esparció  su  inQuencia,  no  solo  á  los  reinos 
vecinos,  sino  que  también  á  las  cortes  más  adustas  y 
rígidas  del  norte.  Floreció  por  largo  tiempo  con  la  loza- 
nía y  exhuberancia  de  los  trópicos,  dando  desde  un 

*s  E«to  lo  han  sentido  y  lo  sienten  nando  é  Isabel  mncbo  más  abundan- 

ann  los  catalanes ,  los  cuales  conser-  te ,  armoniosa  y  rica  que  la  orgullosa 

van  tenazmente  sa  dialecto,  y  no  tian  rival ,  que  en  cierto  modo  lia  venido 

qnerido  nunca  reconocer  la  superior  k  sustituirla.  ( Villanueva ,  Viaje  á  las 

ridad  del  castellano,  asegurando  que  iglesias  de  Espafia,  Valencia,  i8S1, 

su  lengua  era  en  los  tiempos  de  Per-  8.*,  t.  vii,  p.  903. ) 


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364  HISTORU   Dfi   LA   LITERATURA   BSPAHOLA. 

principio  señales  de  tal  bizarría  y  espirito ,  que  prometia 
para  tiempos  más  avanzados  los  opimos  frutos  de  una  poe- 
sía, diferente  sin  duda  de  la  de  la  antigüedad,  con  la  cual 
no  tenia  conexión  de  ningún  género,  pero  fresca  y  virgen 
como  el  suelo  que  le  dio  el  ser ,  y  tan  apacible  y  dulce 
como  el  clima  que  contribuyó  á  su  desarrollo.  Mas  la 
guerra  cruel  é  injusta  hecha  á  los  albigenses,  y  que 
echó  á  los  trovadores  del  otro  lado  del  Pirineo ;  las  re- 
voluciones políticas  y  la  superioridad  del  espíritu  del 
Norte,  acabaron  por  destruir  dicha  lengua  en  las  costas 
españolas  del  Mediterráneo.  Seguimos,  por  lo  tanto,  con 
un  sentimiento  natural  é  invencible  de  lástima,  su  larga 
y  trabajosa  retirada ,  marcada,  por  decirlo  así,  con  los 
restos  y  fragmentos  de  su  poesía  y  cultura ,  trasladados 
primeramente  desde  Aix  á  Barcelona,  y  desde  esta  últi- 
ma ciudad  á  Zaragoza  y  Valencia.  Allí*  oprimida  por  el 
castellano,  su  poderoso  rival,  sucumbe  al  fin;  y  los 
restos  de  una  lengua  que  dio  el  primer  impulso  al  es- 
píritu poético  de  los  tiempos  modernos,  quedan  redu- 
cidos y  rebajados  á  las  proporciones  de  un  dialecto  casi 
ignorado,  que  sin  haber  alcanzado  tal  grado  dé  per- 
fección y  cultura  que  trasmita  su  gloria  y  su  nombre  á 
los  siglos  venideros ,  llega  á  ser  un  idioma  tan  muerto 
casi  como  el  griego  y  el  latin**. 

^  Uoo  de  los  mas  apreciables  mo-   extractos  de  él  en  sn  «  Bib.  Esp.  i».  1. 1» 

Í44-8.  Véase  UmbieD  á  líe  Cr' 
formation  of  Spain  » ,  1 

,  , ,  ^  ^-^   ffo,  4829,  pp.i91  y 414.  Sisme.-., 

fué  hermano  de  S.  Vicente  Ferrer.    del  capitulo  que  trata  de  la  literatu- 


numentos  de  este  antiguo  dialecto  pp.  444-8.  Véase  también  á  Me  Crie, 

es  la  «Biblia  catalana»  de  Bonifacio  «Reformation  of  Spain  »,  Edimbnr- 

Ferrer,  que  murió  en  1477,  y  que  ffo,1829,pp.i91y4i4.SÍ8mondi,alfln 

fué  hermano  de  S.  Vicente  Ferrer.  del  capitulo  que  trata  de  la  literatu- 

Imprimióse  en  Valencia,  en  1478  (fo-  ra  provenzal ,  en  su  <  Littérature  du 

lio  ) ;  pero  la  Inquisición  la  mandó  re-  mioi  de  TEurope  »,  presenta  algunas 


coger  casi  al  instante ,  de  suerte  que  observaciones  acerca  de  su  decaden- 

nunca  ejerció  grande  influencia  en  cía ,  que  en  el  tono  se  parecen  algo 

la  lengua  y  literatura  del  pais.  Casi  á  las  que  acabamos  de  nacer,  y  por 

todos  los  ejemplares  de  este  libro  lo  tanto  nos  referimos  i  su  obra, 
perecieron ;  pero  Castro  da  algunos 


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CAPITULO  xvra. 

Bseiiela  proTenul  cortesana  en  la  IHeratnra  castellana.— Influencia  qne 
^rció  sobre  ella  la  literatura  de  Italia. —Relaciones  religiosas  intelec- 
tuales y  políticas  entre  Italia  y  Espaiía. — Semejanza  de  idioma  en  ambos 
paises.  — Traducciones  del  italiano.— Reinado  de  D.  Juan  11.— Trovado- 
res y  Juglares  por  toda  Europa.— Corte  de  Castilla.— El  Rey.— El  mar- 
qués de  Villena*— Su  Arte  cisoria. — Su  Arte  de  trovar.- Sus  Trabados 
de  Hércules. 

La  literatura  provenzal,  que  tan  pronto  apareció  en 
España,  y  que  durante  la  mayor  parte  del  tiempo  que 
allí  floreció  superó  en  adelantamiento  y  cultura ,  así 
como  en  espíritu  poético,  á  casi  todas  las  literaturas  del 
resto  de  la  Europa ,  no  podia  menos  de  ejercer  visible 
influencia  en  la  literatura  castellana  que  nacia  al  lado 
suyo.  Pero  antes  de  tratar  dicho  punto  fuerza  será  que 
señalemos  la  influencia  que  ejerció  en  ella  otra  litera- 
tura, influencia  menos  visible  al  pronto  y  de  menor  im- 
portancia que  la  ejercida  por  la  provenzal,  pero  que 
debia  llegar  con  el  tiempo  á  ser  más  poderosa  y  du- 
radera. 

Nuestros  lectores  habrán  comprendido  que  queremos 
hablar  de  la  italiana ,  cuya  influencia  sobre  el  carácter 
y  civilización  del  pueblo  español  se  nota  ya  de  muy 
antiguo.  Mucho  tiempo  antes  que  el  espíritu  poético  se 
reanimase  en  el  mediodía  de  la  Europa ,  ya  los  cris- 


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366  HISTORIA   DE   LA   LITERATURA   ESPAÑOLA. 

líanos  españoles,  en  su  larga  y  encarnizada  lucha  con 
los  moros  infieles ,  se  hablan  acostumbrado  á  volver  la 
vista  hacia  la  Italia ,  silla  de  un  imperio  cimentado  en 
la  fe  y  la  esperanza,  y  cuyo  poder  se  extendía  mis  allá 
de  la  lucha  mortal  en  que  se  hallaban  comprometidos; 
no  porque  la  Santa  Sede,  en  su  capacidad  política  y 
temporal,  tuviese  entonces  grande  autoridad  en  España, 
sino  que  la  Iglesia  romana,  por  las  particulares  circuns- 
tancias en  que  se  hallaban  los  españoles ,  por  sus  con- 
tinuas exigencias  y  constantes  padecimientos,  en  nin- 
guna parte  halló  ni  más  fieles  ni  más  obsequiosos  servi- 
dores que  entre  los  cristianos  de  la  Península. 

En  efecto ,  desde  los  tiempos  de  la  invasión  sarracena 
hasta  la  toma  de  Granada ,  las  relaciones  políticas  de 
España  con  los  demás  reinos  de  Europa  fueron  pocas 
ó  ningunas.  Debilitada  por  una  guerra  intestina  que  ocu- 
paba todo  su  tiempo  y  atención ,  no  habia  sido  hasta 
entonces  blanco  de  la  codicia  y  ambición  del  extranjero; 
y  por  otra  parte  sus  habitantes  no  habían  nunca  gozado 
de  los  bienes  de  la  paz  de  una  manera  tan  perma- 
nente, que  les  permitiera  mezclarse  en  las  grandes 
cuestiones  que  se  ventilaban  del  otro  lado  del  Pirineo; 
ni  tampoco  ganarse  la  simpatía  de  aquellos  países  más 
favorecidos  de  la  suerte,  cpe  guiados  por  la  Italia,  iban 
poco  á  poco  constituyendo  y  consolidando  el  imperio 
civilizado  de  la  cristiandad.  Pero  los  españoles  sintie- 
ron que  al  defender  sus  hogares  peleaban  también  por 
la  religión,  y  así  es  que  siempre  y  ante  todas  cosas  se 
consideraron  como  cristianos  peleando  contra  infieles. 
Sus  sentimientos  religiosos,  pues ,  estaban  siempre  de 
manifiesto ,  y  aun  á  veces  sobrepujaban  á  todos  los  de- 


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PRIMERA   ÉPOCA CAPITULO   XVIU.  367 

mas ;  así  es ,  que  al  paso  que  estaban  ligados  con  la 
Iglesia  romana  por  los  lazos  políticos  que  iban  reducien- 
do la  mitad  de  la  Europa  á  la  esclavitud ,  estaban  más 
unidos  con  su  espíritu  religioso  que  ningún  otro  pueblo 
moderno;  más  aun  quizá  que  los  mismos  ejércitos  de 
cruzados  arrancados  por  Roma  á  la  paz  de  sus  fami- 
lias ,  y  á  quien  la  Iglesia  comunicó  lo  más  que  pudo  de 
su  propio  carácter  y  recursos. 

A  esta  influencia  religiosa  de  Italia  sobre  España 
se  unió  pronto  otra  de  origen  más  intelectual.  Antes 
del  año  1300,  la  Italia  contaba  ya  en  su  seno  cinco 
universidades,  algunas  de  ellas  célebres  por  toda  Eu- 
ropa y  muy  frecuentadas  por  estudiantes  de  los  reinos 
más  lejanos.  Por  el  mismo  tiempo  la  España  no  tenia 
más  que  una ,  la  de  Salamanca ,  y  esa  estaba  á  la  sazón 
bastante  desorganizada ^  Las  que  durante  el  siglo  xrv  se 
establecieron  en  Huesca  y  en  Yalladolid  produjeron  es- 
casos resultados,  pues  la  Península  estaba  aun  tan  agita- 
da, que  mal  podían  florecer  las  letras;  y  por  lo  tanto 
los  estudiosos  concurrían,  unos  á  París,  los  más  á  Italia. 
En  Bolonia,  probablemente  la  más  antigua,  y  por  mucho 
tiempo  la  más  ilustre  de  las  universidades  de  Italia ,  sa- 
bemos que  los  españoles  fueron  recibidos  como  estu- 
diantes, y  honrados  como  catedráticos,  durante  todo  el 
siglo  XIII*.  En  la  de  Padua,  que  era  la  segunda  en  rango 
é  importancia,  un  español'  mereció  ser  nombrado  rector, 

<  La uniTersidad  de  SalamaDca  es  dríd,  i789,  4.®),  t.  xvaí,  pp.  IMI. 

fandacioD  de  Alonso  X  en  i254;  pero  *  Tiraboschi ,  c  Storía  dalla  Lelle- 

en  1310  estaba  ya  muy  decaída,  y  no  ratura  italiana, »  Roma ,  1782 ,  t.  iv, 

llegó  á  cobrar  importancia  hasU  al-  lib.  1 ,  cap.  3;  y  Fuster,  «  Bib.  Val.,» 

gun  tiempo  despoes.  Véase  á  Cha-  t.  i,pp.  8y9. 

con ,  c  Hist  de  la  uniT.  de  Salaman-  *  Tiraboschi ,  «t  snpra. 
ea , »  en  el  t  Semanario  emdito  » (Ha; 


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368  HISTORIA  DE  LA   LITERATURA   ESPAÜOLA. 

en  1260;  y  no  cabe  duda  «ino  que  en  todos  los  semi- 
narios y  escuelas  italianas ,  y  principalmente  en  las  de 
Roma  y  Ñapóles ,  los  españoles  fueron  de  muy  antiguo 
á  buscar  aquella  civilización  y  cultura  que,  ó  no  podian 
alcanzar,  en  su  propia  patria,  ó  no  les  era  dado  procu- 
rarse sino  con  mucha  dificultad  ó  por  una  mera  ca- 
sualidad. 

En  el  siguiente  siglo  la  educación  de  los  españoles 
en  Italia  recibió  grande  impulso  á  manos  del  carde- 
nal Carrillo  de  Albornoz,  ilustre  prelado,  guerrero  y 
hombre  de  estado,  que  en  tiempo  de  D.  Alfonso  XI  fué 
arzobispo  de  Toledo  y  primado  de  las  Españas ,  y  que 
más  tarde,  en  su  cualidad  de  Regente  por  el  Papa,  con- 
quistó y  gobernó  gran  parte  de  los  estados  romanos  que 
desde  los  tiempos  del  tribuno  Rienzi  habian  sacudido  el 
yugo  de  la  Iglesia.  Este  distinguido  personaje  conoció, 
durante  su  permanencia  en  Italia ,  la  necesidad  de  pro- 
porcionar á  sus  paisanos  mejor  educación  de  la  que 
hastaentónces  habian  teqido,  y  fundó  á  dicho  fin ,  en  4  364, 
el  colegio  de  San  Clemente,  en  Bolonia :  institución  bajo 
todos  conceptos  magnifica,  y  que  se  ha  conservado  hasta 
nuestros  dias^.  Es  pues  indudable  que  desde  mediados 
del  siglo  XIV  existían  ya  medios  directos  de  trasmitir 
la  cultura  de  Italia  á  España,  pudiendo  citarse  un  ejem- 
plo palpable  en  la  persona  de  Antonio  Nebrissense,  vul- 
garmente llamado  Antonio  de  Lebrixa',  educado  en  dicho 
colegio,  un  siglo  después  de  su  fundación  por  el  carde- 
nal Carrillo ,  y  que  á  su  vuelta  á  España  hizo  más  por 


*  Tiraboschi,  t.  nr,  lib.  I,  cap.  3,       «  Nicolás  Antonio,  tBib.  Nova,» 
sect.  8.— Antonio,  cBibl.  Vet,»  edic.   L  i ,  pp.  133-138. 
Bayer,  t.  ii,  pp.  160  y  170. 


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PRIMERA  ÉPOCA.  —  CAPÍTULO  XVIII.  369 

el  adelantamieaU)  de  las  letras,  que  ningún  otro  escri- 
tor de  su  tiempo. 

Relaciones  políticas  y  de  comercio  contribuyeron  aun 
más  eficazmente  á  poner  en  intimo  contacto  las  cos- 
tumbres y  literatura  de  ambos  países.  Barcelona ,  por 
mucho  tiempo  silla  y  morada  de  una  corte  civilizada, 
y  cuyas  instituciones  liberales  habian  producido  el  pri- 
mer banco  que  se  conoció  en  Europa ,  así  como  provo- 
cado el  primer  código  comercial  de  los  tiempos  moder- 
nos, ejerció  desde  la  época  de  D.  Jaime  el  Conquistador 
visible  influencia  en  todas  las  costas  del  Mediterráneo, 
compitiendo  y  rivalizando  en  el  comercio  de  Italia  con 
la  misma  Pisa ,  Genova  y  otras  ciudades  célebres  por 
su  actividad  mercantil.  Las  noticias  y  riquezas  que  sus 
buques  traian  á  la  vuelta ,  unidas  al  espíritu  aventurero 
y  emprendedor  que  los  fletaba ,  hicieron  de  Barcelona, 
durante  los  siglos  xiii,  xiv  y  xv,  una  de  las  ciudades 
más  magníficas  y  opulentas  de  Europa ,  y  extendieron 
su  influencia  no  tan  solo  á  los  reinos  de  Aragón  y  Va- 
lencia, de  los  cuales  era  en  cierto  modo  capital  y  corte, 
sino  que  también  al  reino  vecino  de  Castilla,  con  el  cual 
el  de  Aragón  estuvo  íntimamente  unido  durante  mucha 
parte  del  dicho  período*. 

Relaciones  aun  más  íntimas,  si  cabe,  que  las  que  Es- 
paña mantuvo  con  la  Italia ,  la  unian  con  Sicilia  desde 
una  época  muy  anterior.  Juan  de  Próxida,  después  de 
haber  preparado  su  patria  á  sacudir  el  yugo  abominable 

*  Prescott ,  fl  Hist.  de  los  Reyes  Ga-  1. 1.  Véase  también  la  ioteresante  des- 

tólicos, »  introd. ,  sect.  2;  y  la  reía-  eripcion  de  Barcelona  en  el  «  Rilter- 

don  de  la  estancia  en  Barcelona  del  llor-undPilger-Relse»(El  castillo  feu- 

desgraciado  D.  Garlos,  principe  de  dal  y  viaje  de  un  peregrino),  por  León 

Viana ,  seguu  la  refiere  Quintana  en  Von  Rozmital.  (Sluttgard,  i844 ,  8.^, 

sus  «  Vidas  de  españoles  célebres  »,  p.  iii.) 

T.  I.  24 


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370  HISTORU   DE   LA   LITERATURA   ESPAÑOLA. 

del  francés,  por  medio  de  la  memorable  tragedia  de  las 
Vísperas  Sicilianas,  se  apresuró  á  poner  la  corona  de 
aquella  afortunada  isla  á  los  pies  de  Pedro  III  de  Ara- 
gón, que  la  reclamaba  como  parte  de  la  dote  de  su 
esposa,  heredera  de  Conradino,  último  descendiente  va- 
rón de  la  casa  imperial  de  HohenstaufFen  \  La  revolu- 
ción, comenzada  bs^o  las  inspiraciones  de  un  patriotismo 
exaltado  y  ciego,  produjo  su  efecto;  pero  la  Sicilia  no 
conquistó  su  libertad ,  y  desde  aquel  momento  fué,  ya 
feudo  de  la  corona  de  Aragón,  ya  reino  separado  é  in- 
dependiente en  manos  de  príncipes  de  aquella  familia, 
hasta  que  unida  á  los  demás  estados  de  D.  Femando  el 
Católico,  vino  á  formar  parte  de  la  monarquía  española. 
Relaciones  no  menos  estrechas  y  de  la  mi^ma  clase, 
aunque  de  época  posterior,  unieron  á  España  con  Ña- 
póles. Alfonso  Y  de  Aragón,  monarca  hábil  y  entendí- 
do,  y  que  reunió  á  estas  cualidades  una  grande  afición 
á  las  letras,  adquirió  por  conquista ,  y  después  de  una 
prolongada  lucha,  el  reino  de  Ñapóles;  y  aunque  la 
corona  así  ganada  pasó  poco  después  á  una  línea  late- 
ral de  su  propia  familia,  en  cuatro  príncipes  sucesores 
suyos,  en  el  año  de  1 503 ,  el  escandaloso  tratado  cele- 
brado con  la  Francia ,  y  la  pericia  militar  de  Gonzalo  de 
Córdoba ,  fueron  causa  de  que  el  reino  de  Ñapóles  fue- 
se de  nuevo  conquistado  y  formase  parte  de  la  corona 
de  España^.  En  este  estado,  y  como  feudos  de  la  corona, 

^  Zorita,  «Anales  de  AragoD,»  Za-  '  Schmidt ,  «  Geschichte  Arago- 

raffoza,  1604,  folio,  lib.  4,  cap.  i3,  etc.  niens  iro  Miltelalter  »  (Historia  de 

—Mariana , «  Historia , » lib.  i4,  cap.  6.  Aragón  en  la  edad  media) ,  pp.  357- 

Estos  dos  autores  deben  ser  consolr  354.— Heeren ,  c  Geschichte  des  sto- 

tados ,  por  cnanto  nos  dan  la  rersion  dinms  der  Glassischen  Lilteratnr  » 

española  de  sucesos  qne  hasta  ahora  (Historia  de  los  estudios  de  la  litersi- 

han  sido  considerados  solamente  ba-  tura  clásica} ,  Gottingen ,  1797 , 8.*^, 

Jo  su  punto  de  rista  italiano  ó  francés,  t.  u,  pp.  109-111. 


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PBIMERA   ÉPOCA.  —  CAPÍTULO   XVni.  371 

Sicilia  y  Ñápeles  cootinuaron  siendo  reinos  españoles, 
hasta  después  del  advenimiento  de  la  casa  de  Borbon; 
suministrando  ambos,  por  la  naturaleza  de  sus  relacio- 
nes con  los  tronos  de  Castilla  y  Aragón ,  medios  am- 
plios y  ocasiones  frecuentes  para  trasmitir  á  España  la 
civilización  y  literatura  de  la  Italia. 

Pero  no  son  estas  las  únicas  causas  que  marcan  la 
influencia  de  la  literatura  italiana :  el  mismo  idioma,  por 
su  afinidad  y  semejanza  con  el  castellano ,  fué  un  ve- 
hículo suficiente  y  quizá  más  eficaz  que  ninguno  de  los 
que  hemos  señalado.  Ambas  lenguas  son  hijas  de  la 
latina,  y  tal  su  semejanza,  que  ninguna  de  ellas  puede 
pretender  tener  facciones  suyas  propias. 

Facies  non  una^  nec  diversa  lamen;  gualem  decet  este 
sororem.  Poco  ó  ningún  trabajo  le  costaba  á  un  español 
el  aprender  con  perfección  la  lengua  italiana ;  y  por  lo 
tanto,  las  traducciones  castellanas  de  dicha  lengua, 
atendido  el  corto  número  de  escritores  italianos  que  ha- 
bla en  aquellos  tiempos  remotos ,  no  son  tan  comunes 
como  pudieran  serlo ;  hay,  sin  embargo,  las  suficientes 
para  probar  que  los  escritores  italianos  y  su  literatu- 
ra no  eran  del  todo  desconocidos  en  España.  Pero  Ló- 
pez de  Ayala,  el  cronista,  que  murió  en  1 407,  conocia, 
según  ya  hicimos  notar  en  otrp  lugar ,  las  obras  de  Bo- 
caccio'**.  Un  poco  más  tarde,  en  1428,  La  Divina  Oh 
media  del  Dante ,  se  traducía  al  catalán ,  por  Febrer, 
y  en  el  mismo  año  al  castellano  por  D.  Enrique  de 
Villena:  hecho  muy  notable  por  cierto.  Veinte  años  des- 
pués, el  marqués  de  Santillana  es  elogiado  y  aplaudido 

•  Prescrott,  «f  Historia  del  reinado       *•  Véase  la  p.  486. 
de  los  Reyes  Católicos, »  vol.  iii. 


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372  msToiuA  db  la  litbeatura  bspaHola. 

por  UD  escritoras  como  hombre  capaz  de  enmendar  y 
aon  de  exceder  á  aqael  gran  poeta ;  y  el  mismo  Mar- 
qués nos  habla  de  Dante ,  Petrarca  y  Bocaccio,  como  si 
estuviera  muy  familiarizado  con  sus  escritos.  Mas  el 
nombre  de  este  noble  caballero  nos  lleva  naturalmente 
á  los  tiempos  de  D.  Juan  li ,  en  cuyo  reinado  se  observa 
ya,  de  una  manera  que  no  admite  duda,  no  solo  la  in- 
fluencia de  la  literatura  italiana ,  sino  que  también  las 
tentativas  hechas  por  algunos  de  fundar  en  España  una 
escuela  italiana.  A  este  período,  pues,  debemos  circuns- 
cribir nuestra  atención. 

El  largo  reinado  de  D.  Juan  II,  que  duró  desde  1 407 
hasta  4  454,  si  bien  desastroso  para  él  mismo  y  para  su 
pais,  fué  bastante  propicio  y  favorable  á  alguna  de  las 
formas  de  la  bella  literatura.  Durante  su  mayor  parte, 
el  débil  Monarca  estuvo  avasallado  y  sujeto  al  genio 
superior  del  condestable  D.  Alvaro  de  Luna,  cuyo  pre- 
dominio, aunque  intolerable  á  veces,  le  parecia  lleva- 
dero, siempre  que  alguna  nueva  revolución,  ó  los  tras- 
tornos tan  frecuentes  en  aquellos  tiempos  de  desorden, 
alejaban  á  su  favorito  y  le  reducian  á  llevar  solo  el  peso 
de  la  monarquía.  Parece  en  efecto  como  si  el  Condes- 
table hubiera  hecho  consistir  parte  de  su  política  en  en- 
tregar al  Rey  á  su  pereza  habitual ,  y  hacerle  aun  más 
afeminado  y  flojo  de  lo  que  naturalmente  era,  pro- 
porcionándole á  cada  paso  fíestas  y  diversiones  que  le 


**  «Con  vos,  que  emeodays  las  palabras,  siempre  resoltará  qne  el 

obras  de  Dante»,  dice  Gómez  Man-  Marqués  conocía  perfeclamente  el 

riqae enanos  tersos  dirigidos  á  su  Dante,  como  él  mismo  nos  lo  daá 

tio  el  gran  marqués  de  Sanlillana ,  y  entender  de  una  manera  más  posi- 

que  se  hallan  en  el « Cancionero  ge-  tiva  en  su  célebre  carta  al  condesta- 

neral. » (1573,  fol.  26  t.»)  Cualquiera  ble  de  Portu^.  (Véase  á  Sánchez, 

que  sea  el  sentido  que  demos  á  estas  Poesías  anteriores ,  tom.  i ,  p.  liv.) 


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PRIMERA   I^OGA.  CAPITULO    XVIII.  373 

hicieseD  aborrecer  los  negocios,  aun  más  que  la  tutela 
de  su  favorito". 

Entre  estas  diversiones  y  pasatiempos  ninguno  ha- 
bia  más  propio  del  carácter  y  humor  del  Rey  que  el 
^ercicio  de  las  letras.  Fué  D.  Juan  11  hombre  de  algún 
talento ,  y  muy  aficionado  á  la  poesía ,  que  cultivó  de 
vez  en  cuando;  los  mejores  poetas  de  su  tiempo  an- 
daban constantemente  en  su  corte  y  al  rededor  de  su 
persona ,  y  no  pocas  veces  supo  favorecerlos  y  distin- 
guirlos aun  más  de  lo  que  dictaba  la  prudencia.  Quizá 
llegó  á  concebir,  aunque  remotamente ,  las  ventajas  que 
podían  resultar  á  su  reino  y  á  su  corle  del  cultivo  inte- 
lectual :  así  es  que  con  el  solo  fin  de  agradarle,  uno  de 
sus  secretarios  particulares,  y  de  los  más  allegados  á 
su  persona,  formó  en  1449  una  extensa  colección  de 
poesías  castellanas,  las  más  en  boga  en  su  tiempo, 
comprendiendo  obras  de  cincuenta  autores  diferentes  *'. 
Juan  de  Mena,  el  más  célebre  poeta  de  su  tiempo,  fué 
su  cronista ;  y  el  Rey  le  enviaba  con  gran  escrupulosi- 
dad ,  no  solo  los  documentos  necesarios  para  su  obra, 
sino  que  también  avisos  y  consejos  acerca  del  modo  de 
escribir  la  historia  de  su  reinado,  en  lo  cual  mostraba 
una  no  pequeña  dosis  de  vanidad ;  al  paso  que  Juan  de 
Mena,  como  hábil  cortesano,  remitia  sus  versos  al  Rey 
para  que  se  los  corrigiese  y  enmendase*^.  Su  médico, 
que  le  asistió  en  todas  sus  dolencias  y  le  acompañó  en 
sus  viajes,  fué  el  bachiller  Fernán  Gómez  de  Cibdareal, 

4^  Mariana,  c  Historia  ,  »  Madrid,  ^'  Castro,  «  Bib.  españ. , » 1. 1,  pá- 

1780,  folio,  t.  lí ,  pp.  966-407.  Véanse  ginas  965-346. 

también  los  interesantes  pormenores  **  Véase  el  c  Centón  epistolario» 

aue  nos  suministra  Fernán  Pérez  de  de  Fernán  Gómez  de  Cibdadreal ,  y 

ozman ,  en  sns  c  Generaciones  y  particularmente  sus  muy  entreteni- 

semblanzas » ,  cap.  33.  das  cartas  señaladas  con  )os  núroe- 


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374  HISTORIA   DE   LA   LITERATURA   ESPAllOLA. 

hombre  de  humor  alegre  y  festivo ,  y  del  cual  se  coa- 
serva  (dado  caso  que  sea  suyo  el  Epistolario  publicado 
con  su  nombre)  una  interesante  y  divertida  colección 
de  cartas,  que  caracterizan  y  describen  admirablemen- 
te la  época  en  que  vivió.  Después  de  haber  servido  á 
su  amo  y  señor  por  más  de  cuarenta  años,  durmiendo, 
ségun  él  mismo  dice,  en  su  cámara,  y  comiendo  en  su 
mesa ,  el  buen  Bachiller  lloró  la  muerte  del  rey  D.  Juan 
como  la  de  un  bienhechor". 

Rodeado  de  hombres  como  Juan  de  Mena  y  Fernán 
Gómez,  en  relación  continua  con  otros  no  menos  dis- 
tinguidos y  sabios,  cultivando  á  veces  las  letras,  para 
libertarse  de  los  cuidados  y  afianes  del  Reino,  poco  gra- 
tos á  su  carácter  perezoso  é  indolente,  el  rey  D.  Juan  II, 
cuyo  infeliz  reinado  fué  poco  honroso  á  él  mismo,  como 
monarca,  y  hasta  desastroso  para  Castilla,  como  estado 
independiente,  supo  sin  embargo  agrupar  en  rededor 
suyo  todas  las  inteligencias  de  la  época ,  y  formar  una 
corte  poética ,  dando  un  impulso  tal  á  las  letras  y  á  la 
civilización ,  que  aun  se  notan  sus  efectos  después  de 
muchas  generaciones. 

Un  período  muy  semejante  á  este  se  advierte  en  la 
historia  de  casi  todas  las  naciones  de  Europa ,  período 
en  que  el  gusto  por  la  poesía  se  desarrolla  rápidamente 
y  se  hace  general  en  la  corte  y  en  las  altas  clases  déla 
sociedad ,  á  las  cuales  no  hablan  llegado  aun ,  sino  de 
una  manera  muy  imperfecta ,  las  ventajas  de  una  edu- 
cación intelectual.  Así  sucedió  en  Alemania  en  los  si- 
glos XII  y  XIII,  siendo  el  desgraciado  Conradino,  muerto 

ros  47, 49, 56  y  76.  De  esta  obra ,  sin  ofrecen  acerca  de  su  autenticidad, 
embargo ,  trataremos  en  otro  lagar,  ^  «Centón  epistolario »  de  Pemau 
presentando  la<:  dnda^  qne  se  nos   Gómez  de  Cibdadreal,  epfst.  iOS. 


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PRIMERA   ÉPOCA.  CAPITULO    XVIÜ.  375 

60  4S68,  y  nombrado  con  elogio  en  la  Divina  Comedia 
del  Dante,  uno  de  los  áltimos  príncipes  de  la  ilustre  fa- 
milia que  preparó  el  movimiento.  Este  comenzó  en  Italia 
casi  al  mismo  tiempo  que  en  Sicilia ,  y  aunque  impedido 
en  su  carrera  y  desarrollo  por  el  espíritu  y  tendencias 
de  la  Iglesia ,  así  como  por  las  costumbres  mercantiles 
de  Pisa,  Genova,  Florencia  y  otras  repúblicas,  ninguna 
de  las  cuales  estaba  suficientemente  imbuida  de  ese  es^ 
píritu  caballeresco  que  dio  origen  y  vida  á  la  poesía  en 
otras  partes  de  Europa ,  puede  sin  embargo  seguirse 
observando  hasta  el  tiempo  de  Petrarca. 

De  la  aparición  de  dicho  gusto  en  el  mediodía  de 
Francia ,  en  Cataluña  y  Aragón ,  así  como  de  su  paso  á 
Castilla,  bajo  la  protección  de  D.  Alonso  el  Sabio,  ya 
dijimos  en  otro  lugar.  En  el  período  de  que  se  trata  le 
hallamos  ya  en  el  centro  y  en  el  norte  de  la  Península, 
extendiéndose  también  á  Portugal  y  á  la  Andalucía,  lleno 
de  vida  y  respirando  por  todas  partes  amor  y  caballe- 
ría, acompañado,  es  cierto,  de  esa  pedantería  escolás- 
tica que  parece  inherente  á  su  formación  en  todas  par- 
tes ;  pero  brotando  por  do  quiera  gracia  y  naturalidad, 
y  empleando  tal  sencillez  en  las  formas ,  que  aun  hoy 
día  nos  encanta  y  embelesa.  A  su  influencia  se  debe  la 
formación  de  una  escuela  de  poesía,  que,  tomando  su 
nombre  de  uno  de  sus  principales  atributos,  ha  sido 
denominada  de  los  «Minnesingers»  ó  cantores  de  amor'^ 

*^  Minne  es  la  palabra  equivalente  oa  de  la  etimología  y  acepción  prir 

á  amor  en  los  Nibelangen ,  y  en  to-  mitiva  de  esta  voz  en  los  diccionarios 

das  las  poesías  alemanas  mas  anti-  de Wachter,Ménage,Adelangv  otros; 

guas ;  y  sd  baila  aplicada  de  vez  en  pero  basta  para  nuestro  proposito  el 

cuando  á  las  afecciones  espirituales  saber  que  es  muy  propia  para  signi- 

y  religiosas;  pero  más  comunmente  ticar  aquella  escuela  de  poesia  más 

á  las  del  amor  en  relación  con  la  ga-  imaginativa  y  menos  artificiosa  que , 

lamería.  Mucho  se  ha  disputado  acer*  apareció  en  toda  Europio  bajo  U  |n- 


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376  HISTORIA  DE   LA   LITERATURA   ESPAÜOU. 

y  galantería;  escuela  que,  ó  debe  su  existencia  en  todas 
partes  á  los  trovadores  provenzales»  ó  tomó,  á  medida 
que  se  fué  extendiendo,  el  carácter  de  su  poesía.  Afines 
del  siglo  XIII,  hállanseya  en  Castilla  rastros  de  esta  es- 
cuela ,  que  no  es  difícil  seguir  basta  los  tiempos  de  don 
Juan  II,  en  cuya  época  la  encontramos  ya  Ujeramente 
saturada  con  una  mezcla  de  la  italiana ,  y  desarrollán- 
dose con  tal  rapidez  y  lozanía,  que  fuerza  nos  será  exa- 
minarla separadamente  y  con  la  debida  atención. 

La  primera  figura  que  llama  nuestra  atención  en  el 
grupo,  es  la  del  rey  D.  Juan,  del  cual  su  cronista  ha 
dicho  con  mucha  verdad,  aunque  no  sin  alguna  lisonja, 
«que  era  home  muy  trayente  e  muy  franco  e  muy  gra- 
ncioso,  muy  devoto  ,  muy  esforzado  :  davase  mucho  á 
»leer  libros  de  filósofos  e  poetas :  era  buen  eclesiástico, 
»assaz  docto  en  la  lengua  latina: mucho  honrador  de 
» las  personas  de  sciencia ,  tenia  muchas  gracias  natu- 
» rales  :  era  gran  músico,  tañia  e  cantava,  e  trovava  e 
» dangava  muy  bien*'. »  Otro  escritor,  que  le  conocia  me- 
jor, le  pinta  con  más  maestría :  «Era,  dice  Fernán  Pe- 
orez  de  Guzman,  hombre  que  habla  va  cuerda  e  razo- 
»nablemente,  e  avia  conoscimiento  de  los  hombres  para 
» entender  qual  hablava  mejor  e  mas  atentado  e  mas 
«gracioso.  Plaziale  oyr  los  hombres  avisados  e  notaba 
»mucho  lo  que  dellos  oya ;  sabia  hablar  e  entender  la- 
•tin;  leya  muy  bien  e  placianle  mucho  libros  e  hys- 
»tor¡as ;  oya  muy  degradólos  dezires  rimados,  e  cono- 
ocia  los  vicios  dellos;  havia  gran  plazer  en  oyr  palabras 
» alegres  e  bien  apuntadas,  e  aun  el  mismo  las  sabia 

fluencia  del  espirito  cabaUeresco.  Por      ^^  c  Crónica  de  Don  Joan  U  » ,  afio 
úllimo,  de  minne  se  derivan  el  fran-  1454,  cap.  2. 
*ees  núgwm  y  el  inglés  minian. 


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PRIMERA  ÉPOCA.  — CAPITULO   XVllI.  377 

»bien  dezir.  Usaba  mucho  la  caga  e  el  monte,  entendía 
»bien  en  toda  la  arte  della ;  sabia  delarte  de  la  música, 
»cantava  e  tañía  bien  e  aun  justava  bien ;  en  juego  de 
»  cañas  se  avia,  bien  *^» 

Cuántos  y  qué  clase  de  versos  cooi^uso ,  no  lo  sabe- 
mos. Su  médico ,  el  bachiller  Fernán  Gómez ,  dice  en 
una  de  sus  cartas ^%  «el  Rey  se  recrea  de  metrificar,» 
y  otros  después  de  él  han  dicho  lo  mismo ;  pero  la  me- 
jor prueba  que  podemos  aducir  de  su  talento  poético  es 
la  siguiente  composición ,  de  gusto  y  forma  provenzal, 
en  que  se  queja  de  la  infidelidad  de  su  dama  : 

Amor,  yo  nunca  pensé  mas  no  pudiera  creer 

que  tan  poderoso  eras,  que  fueras  tan  mal  sabido, 
que  podrías  tener  maneras 

para  trastornar  la  fé ,  ^i  jamas  no  !o  pensé , 

fasu  agora  que  lo  sé.  aunque  poderoso  eras, 

que  podrías  tener  maneras 

Pensaba  que  conocido  para  trastornar  la  fé , 

te  de  viera  yo  tener,  fasta  agora  que  lo  sé^. 

Uno  de  los  que  más  se  interesaron  por  el  progreso 
de  la  poesía  en  España ,  y  de  los  que  con  más  ahinco 
y  más  directamente  trabajaron  para  su  introducción  en 
la  corte  de  Castilla,  fué  D.  Enrique,  marqués  de  Yi- 
Uena ,  nacido  en  4  384 ,  pariente  cercano  del  Rey ,  y  el 
más  ilustre  caballero  de  su  reino ,  puesto  que  descen- 

**  « Generaciones  y  semblanzas  » ,  »bien ,  plaziale  mocho  la  ca^ ,  leya 

cap.  33.  Diego  de  Valera,  que,  como  »de  buena  voluntad  libros  de  philo- 

el  bachiller  Fernán  Pérez ,  tuvo  mu-  »sophos  e  poetas.  Era  buen  ecleslas- 

cbo  trato  personal  con  el  Rey,  pre-  »tico.>  ( Crónica  de  Hispana,  Sala- 

senta  de  él  el  siguiente  bosquejo  :  manca,  1495,  fol.40.) 

c  Fué  muy  devoto  e  humano,  liberal,  *^  Fernán  Gómez ,  c  Cent,  epíst. ,  > 

vffracioso,  assaz  docto  en  la  lengua  epíst.  20. 

«latina;  taé  esforzado,  gracioso,  e  ^  Hillanse seneralmente impresos 

»muv  plaziente ,  de  gran  cuerpo  e  con  las  obras  de  Juan  de  Mena,  como, 

»real  presencia.  Tuvo  muchas  gracias  por  ejemplo,  en  la  edición  de  Sevilla 

«naturales  :  fué  gran  músico,  canta-  de  1535,  lol.  104,  y  en  otras  varias. 
I» va  e  tañia ,  dangava  e  trobava  muy 


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378  UISTORU   DE  LA   LITERATURA  ESPAÑOLA. 

dia  por  parte  de  padre,  de  la  casa  reinante  de  Aragón, 
y  en  línea  materna,  de  la  de  Castilla *\  Un  escritor  que 
vivia  en  su  tiempo  y  le  conoció  y  trató,  dice  acerca  de 
él  lo  siguiente:  «Fué  naturalmente  inclinado  alas  scien- 
»cias  y  artes,  mas  que  á  la  cavallería  e  aun  á  los  nego- 
»cios  del  mundo  civiles  ni  curiales,  ca  no  aviendo 
«maestro para  ello,  ni  alguno  le  constriñendo  á  apren- 
»der],  antes  defendiendogelo  el  Marqués  su  abuelo, 
»  que  lo  quisiera  para  cavallero ,  en  su  niñez  quando  los 
» niños  suelen  por  fuerga  ser  llevados  á  las  escuelas,  él 
» contra  voluntad  de  todos  se  dispuso  á  aprender  e  tan 
» sotíl  e  alto  ingenio  avia  que  ligeramente  aprendia  qual- 
•quier  sgiengia  e  arte  á  que  se  davsi^  ansi  que  bien  pa- 
»resgia  que  lo  avia  á  natura".» 

A  pesar  de  su  natural  inclinación  y  de  su  poca  ó  nin- 
guna aptitud  para  los  negocios  públicos ,  su  alto  ran- 
go y  la  posición  que  ocupaba  en  la  corte  fueron  causa 
de  que  el  Marqués  tomase  también  parte  en  las  revuel- 
tas de  su  tiempo.  Nombrado  gran  maestre  de  Gala- 
trava,  fué  privado  de  dicha  dignidad  á  causa  de  cier- 
tas irregularidades  ocurridas  en  su  elección,  quedando 
por  lo  tanto  en  peor  posición  que  antes  de  su  nombra- 
miento^. Durante  este  tiempo  habitó  principalmente  en 

^  So  familia,  cuando  él  nació,  poseia  >lo  que  le  jcumplia. »  En  las  «  Gome- 

el  único  marquesado  qne  entonces  dias  escogidas  »  (Bladrid,  Í6S7,  t.  ix) 

habia  en  Castilla.  (Véase  ¿  Salazar  de  hay  una  bastante  mala ,  de  seis  in- 

Mendoza,  Origen  de  las  dignidades  genios ,  intitulada  :  «El  rey  Enrique 

seglares  de  Castilla  y  León ,  Tole-  el  Enfermo , »  en  la  qne  dicho  infe- 

do,  1618,  folio,  lib.  3,  cap.  12.)  liz  monarca,  contra  toda  la  Térdad 

M  Fernán  Pérez  de  Guzman,  c  Gen.  hístóHca ,  nombra  al  marqués  de  Vi- 

y  Semblanzas, »  cap.  28.  llena  gran  maestre  de  Calatrava ,  con 

*>  «  Crónica  de  Don  Juan  U  » ,  año  el  solo  fin  de  provocar  el  divorcio  de 

1407,  cap.  4,  y  1434,  cap.  8,  donde  su  mujer,  y  poderse  casar  con  ella, 

se  describe  su  carácter  en  estos  tér-  No  consta  quienes  fueron  los  seis  in- 

minos  :  c  Este  caballero  fué  muy  genios  que  inventaron  tan  ttroi  ct- 

»grande  letrado,  e  supo  muy  poco  en  iumnia. 


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PRiMEiu  Apoca.  —  capitulo  xviu.  379 

la  corte  de  Castilla  ;  pero  entre  4  412  y  4444  asis- 
tió en  la  de  su  pariente ,  D.  Femando  el  Justo,  rey  de 
Aragón,  para  cuya  coronación,  en  Zaragoza,  compuso 
un  drama  alegórico  que  por  desgracia  se  ha  perdido. 
Habiendo  después  acompañado  á  dicho  monarca  á  Bar- 
celona ,  contribuyó  sobremanera ,  según  ya  hemos  vis- 
to, á  restablecer  y  fomentar  la  escuela  poética,  deno* 
minada  «el  Consistorio  de  la  Gaya  Ciencia».  Posterior- 
mente volvió  á  Castilla,  donde  hizo  una  vida  bastante 
oscura.  Los  regentes  del  Reino,  queriendo  en  cierta 
manera  indemnizarle  de  la  pérdida  del  maestrazgo  de 
Calatrava,  le  confirieron  el  mezquino  señorío  de  Inies- 
ta,  en  el  obispado  de  Cuenca,  donde  pasó  los  veinte 
últimos  años  de  su  vida ,  comparativamente  pobre  y 
entregado  con  ardor  á  los  estudios  conocidos  y  en  boga 
en  su  tiempo.  Murió  en  4  434,  en  Madrid,  á  la  sazón  que 
habia  ido  á  visitar  al  Rey,  y  fué  el  último  de  su  ilustre 
familia**. 

Entre  sus  estudios  favoritos,  ademas  de  la  poesía,  la 
historia  y  la  amena  literatura ,  deben  contarse  la  filo- 
sofía, las  matemáticas  y  la  astrología,  ciencias  que,  en 
un  siglo  de  ignorancia  y  superstición  como  aquel ,  no 
podian  ser  cultivadas  sino  con  graves  inconvenientes  y 
mucho  riesgo  personal.  Así  es,  que  D.  Enrique  de  Vi- 
llena  fué  tachado  de  nigromántico,  como  lo  fueron  otros 
antes  que  él ;  y  esta  creencia  echó  tales  raices  entre  el 

**  Zorita ,  t  Anales  de  Aragón  t »  Vet. ,  edlc.  Bayer ,  lib.  10 ,  cap.  6)  ,jr 

lib.  i9,  cap.  22.  La  mejor  biografía  Mariana.  (Hist.,  lib.  90,  cap.  6.)  El 

del  marqués  de  Víllena  es  la  que  se  carácter  de  hombre  ambicioso  y  al- 

balla  en  Juan  Antonio  Pellicer ,  cBi-  lanero  que  Larra  da  al  Marqués,  en 

blioteca  de  traductores  españoles »  su  norela  intitulada  c  El  Doncel  de 

(Madrid,  i778,  t.  ii,  pp.  58-76).  Véa-  Don  Enrique  el  Doliente»,  no  esti 

se  también  á  Nicolás  Antonio  (Bib.  fondado  en  la  historia. 


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380  HISTORIA  DE   LA    LITERATURA    ESPAÑOLA. 

vulgo,  que  aun  boy  día  se  conserva  viva  la  tradición  de 
su  pacto  criminal  con  los  espíritus  infernales*".  Los  efec- 
tos que  de  tan  absurda  creencia  resultaron,  se  hicieron 
sentir  inmediatamente  después  de  su  muerte :  su  nume- 
rosa y  selecta  biblioteca  excitó  la  alarma  y  se  determinó 
entregarla  á  las  llamas.  « Dos  carretas  (dice  un  escritor 
•que  pretende  haber  sido  coetáneo  y  amigo  del  Mar- 
»qués)  son  cargadas  de  los  libros  que  dejó,  que  al  Rey 
«le  han  traido :  e porque  diz  que  son  mágicos  e  de  artes 
»no  cumplideras  de  leer ,  el  Rey  mandó  que  á  la  posada 
»de  Fray  Lope  de  Barrientos  fuesen  llevados :  e  Fray 
» Lope^,  que  más  se  cura  de  andar  del  Príncipe  que  de 
» ser  revisor  de  nigromancias,  fizo  quemar  más  de  cien 
» libros ,  que  no  los  vio  él ,  más  que  el  rey  de  Mar- 
«ruécos,  ni  más  los  entiende  que  el  deán  de  Cibdá 
•Rodrigo;  ca  son  muchos  los  que  en  este  tiempo  se  fan 
•  dotos,  faciendo  á  otros  insipientes  é  magos:  e  peor  es 
•que  se  fazen  beatos  fazíendo  á  otros  nigrománticos *\  » 
Juan  de  Mena,  á  quien  va  dirigida  la  carta  que  contiene 

*«  Pellicertrau  largamente  de  la  lib.  iO,  cap.  4i);  pero  de  los  cuales 

tradición ,  aun  viva  en  su  tiempo,  de  he  visto  copiosos  extractos ,  que  debo 

que  el  Marqués  tuvo  pacto  con  el  día-  á  la  fineza  de  mi  amigo  D.  P.  de  G. 

blo  (p.  65).  Guán  absurdas  fuesen  al-  En  uno  de  ellos  dice  que  entre  los 

gunas  de  estas  consejas ,  inventadas  libros  del  Marqués  estaba  el  denomi- 

por  el  vulgo,  el  mismo  Pellicer  lo  nado  de  Ráziel,  uno  de  los  ángeles 

Srueba  en  una  nota  al  «  Quijote  »  que  guardaban  el  paraíso ,  j  enseñó 

>arte  i,  cap.  49).  Véase  también  á  albiJodeAdanelartedívinatoria,por 

eijoó  ,  «  Teatro  crítico  ,  »  I.  vi ,  tradición  del  cual  el  dicho  libro  fué 
dis.  2.  Mariana  sin  duda  tenia  al  Mar-  ^mpilado.  Debe  advertirse  que  Lope 
qués  por  nigromántico ,  ó  al  menos  •>jb  Barrientos  fué  fraile  dominico,  y 

quiso  que  sus  lectores  le  tuviesen  fwteneció  á  la  orden  religiosa  que 

por  tal  (lib.  i9,  cap.  8).  Seiiita  afios  después  contribuyó  po- 

*<^  Lope  de  Barrientos  fué  confesor  derosamente  al  establecimiento  de  la 

de  Juan  el  Segundo ;  y  quizá  el  cono-  inquisición,  y  concluyó  por  quemar, 

cimiento  y  lectura  de  estos  mismos  li-  no  solo  los  libros,  sino  los  hombres 

bros  que  quemó  por  orden  del  Rey,  le  también.  Murió  D.  Lope  en  i409,  ha- 

sugirieron  la  idea  de  escribir  varios  hiendo  desempeñado,  mientras  vivió, 

tratados  contra  el  arte  de  la  adivina-  los  principales  destinos  del  Reino, 

cion ,  que  no  han  sido  nunca  impre-  '^  Cibdadreal ,  epíst.  06. 
sos  (Nicolás  Antonio,  tBib.Vet.,» 


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PRIMERA   ÉPOCA. — CAPITULO    XVIII.  381 

esta  noticia  del  Marqués,  pagó  on  tributo  á  su  memo* 
na,  consagrándole  tres  coplas  de  sus  trescientas ''^  y 
también  el  marqués  de  Santillana ,  personaje  muy  dis- 
tinguido y  célebre  por  su  afición  á  las  letras,  compuso 
un  poema  *^  á  la  muerte  de  su  noble  amigo  el  de  Yule- 
na,  ensalzándole,  según  la  usanza  del  tiempo,  y  colo- 
cándole á  mayor  altura  que  los  más  ilustres  escritores 
griegos  y  romanos. 

Pero  si  bien  es  cierto  que  el  desgraciado  marqués  de 
Yillena  se  adelantó  á  su  siglo  en  la  clase  de  estudios  y 
conocimientos  varios  que  suipo  abarcar,  también  lo  es 
que  los  pocos  escritos  que  de  él  nos  quedan  no  son 
de  un  mérito  tal ,  que  justifiquen  la  alta  opinión  for- 
mada por  sus  contemporáneos.  Una  prueba  de  esto' ha- 
llamos en  su  Arle  cisoria  ó  Iraíado  del  arte  del  cortar  del 
cuchillo,  que  compuso  en  4  423,  á  instancias  de  su  amigo 
Sancho  de  Jara  va,  cortador  mayor  del  rey  D.  Juan  II. 
Empieza  aquel  con  una  especie  de  prólogo  ó  introduc- 
ción, en  que  se  trata  de  una  manera  harto  pedante,  de 
la  creación  del  mundo  y  de  la  invención  de  las  arles, 
entre  las  cuales  el  autor  coloca  la  Cisoria  como  una  de 
las  primeras  y  principales.  Sigue  después  un  tratado  «de 
x>  las  condiciones  e  costumbres ,  que  pertenecen  al  cor- 
»tador  de  cuchillo,  mayormente  ante  el  Rey»,  y  con- 
cluye la  obra  con  una  declaración  muy  detallada  de 
todos  los  misterios  del  arte,  tal  cual  debia  practicarse 
en  la  real  mesa.  Es  evidente,  por  varios  pasajes  de  este 
singular  escrito ,  que  el  Marqués  no  era  del  todo  in- 
diferente á  los  placeres  de  la  mesa,  acerca  de  los  que 

^  Coplas  126-8.  ral  •  de  1S73  (¿  fol.  34-7),  y  es  nna 

^  Hállase  en  el  c  Cancionero  gene-  visión  imitando  á  la  del  Dante. 


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382  mSTORIA  DB   LA   LITERATURA   BSPAÜOU. 

tan  largamente  discarre :  circunstaDcia  á  la  que  debió 
sin  duda  la  podagra,  dolencia  qué,  según  dicen,  le 
aquejó  sobremanera  en  los  últimos  años  de  su  vida ,  y 
concluyó  por  llevarle  al  sepulcro.  Como  estilo  y  com- 
posición, este  ensayo  de  prosa  didáctica  es  de  muy  es- 
caso mérito,  si  bien  es  libro  muy  curioso  é  importante 
para  los  que  quieran  estudiar  las  costumbres  de  la 
época**. 

Otro  tanto  pudiera  decirse  de  su  tratado  del  Arte  de 
Trovar  ó  Gaya  Ciencia*\  enviado  en  forma  de  carta  al 
marqués  de  Santillana,  con  el  laudable  fin  de  introducir 
en  Castilla  los  adelantos  hechos  en  la  poesía  por  los 
trovadores  provenzales;  pero  solo  poseemos  de  dicha 
obra  un  resumen  acompañado  de  lijeros  extractos,  que 
si  bien  son  muy  importantes  por  ser  la  primera  que  se 
escribió  en  Castilla  á  dicho  asunto,  no  manifiestan  por 
otra  parte  gran  mérito  literario.  Algo  más  interesantes 
d^ieron  ser  sus  traducciones  de  la  Retórica  de  Cicerón, 
de  la  Divina  Comedia  del  Dante  y  de  la  Eneida  de  Vir- 
gilio; pero  la  primera  de  dichas  obras  se  ha  perdido; 
de  la  segunda  solo  sabemos  que  estaba  escrita  en  prosa 
y  dirigida  á  su  amigo  y  pariente ,  el  marqués  de  San- 
tillana; y  de  la  tercera  y  última,  que  es  la  versión  de 
la  Eneida  f  solo  se  conservan  siete  libros ,  tres  de  ellos 
comentados,  y  de  los  cuales  se  han  publicado  algunos 
extractos". 

^  El  «Arte  cisoría»,  ó  cTrátado  del  *<  Lo  ünico  que  está  impreso  de 

arte  de  cortar  del  cuchillo»  se  impri-  este  «  Arte  de  trovar  »  se  halla  en  Ma- 

mió  por  la  primera  vez  á  expensas  de  yans  y  Sisear ,  «  Orígenes  de  la  len- 

la  comunidad  del  Escorial  (Madrid,  guaespañola».  (Madrid,  1737,  S.^tn, 

i766,4.^),  por  un  manuscrito  de  su  li-  pp.  321-42.)  Parece  ^e  escribió  hacia 

breria»  salvado  del  incendio  de  id71.  el  año  de  1433. 

No  es  probable  que  pase  pronto  á  se-  »*  Pellicer  (Bib.  de  trad. ,  p.  68). 

gunda  edición.  Mucho  sentimos,  sin  embargo,  el 


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PRIMERA  ÉPOCA. CAPÍTULO   XVIIl.  383 

La  repatacioD,  pues,  del  marqués  de  Villena  estriba 
principalmente  en  sus  Trabajos  de  Hércules,  libro  com- 
puesto á  instancias  de  Alosen  Pero  Pardo,  caballero 
catalán  y  muy  amigo  suyo,  quien  lepidio  una  declara- 
ción de  las  virtudes  y  empresas  de  Hércules,  en  todos 
tiempos  el  héroe  nacional  de  España.  Dicha  obra  pa- 
rece haber  sido  muy  admirada  de  los  eruditos  y  muy 
leída  en  manuscrito,  y  cuando  la  imprenta  se  introdujo 
en  £spaña ,  impresa  dos  veces  antes  del  año  1 500 ;  pero 
quedó  poco  después  tan  oscurecida ,  que  los  más  dili- 
gentes escritores  de  la  historia  literaria  en  España,  hasta 
nuestros  dias ,  han  hablado  de  ella  como  si  fuera  un 
poema  en  verso,  siendo  así  que  no  es  sino  un  breve 
tratado  en  prosa,  que  ocupa  en  la  edición  príncipe 
de  1483,  treinta  hojas  en  folio.  Divídese  en  doc«  capí- 
tulos, uno  para  cada  trabajo,  subdivididos  cada  uno 
en  cuatro  partes.  En  la  primera  (historia  muda)  se  ex- 
pone sencillamente  la  versión  mitológica  del  trabajo;  en 
la  segunda  (declaración),  se  explica  la  historia  á  guisa 
de  alegoría ;  en  la  tercera  (verdad),  se  proponen  los  he- 
chos históricos  sobre  que  parece  fundada  la  fábula;  y 
en  la  cuarta  y  última,  llamada  aplicación,  hace  el  au- 
tor la  aplicación  moral  á  alguno  de  los  doce  estados  en 
que  arbitrariamente  divide  el  género  humano,  empe- 

tener  que  decir  que  el  trozo  que  allí  demia  de  la  Historia»,  t.  vi,  p.  455.  En 

se  presenta,  como  maestra  de  la  tra-  la  Biblioteca  Real  de  París  baj  ana 

daccion  del  Marqaés,  nos  da  motivos  traducción  manuscrita  de  los  nueve 

sobrados  para  dudar  fuese  muy  buen  últimos  libros  de  la  «  Eneida  »  de  Vir- 

latino.  Dicha  traducción  es  en  prosa,  «[ufo,  hecha  en  i430  por  un  tal  Jutn 

y  en  el  proemio  se  dice  fué  hecha  á  de  Villena,  que  se  intitula  críadc  de 

ruegos  del  rey  D.  Juan  de  Navarra,  D.  Iñigo  Lopex  de  Mendoza.  (Ochoa, 

deseoso  de  conocer  las  obras  de  Vir-  Catálogo  de  manuscritos,  p.  375.) 

giUo,porloquede  él  habia  leidoen  Seria,  por  cierto,  muy  curíoso  el 

la  cDivma  Comedia»  del  Dante. Véanse  averiguar  qué  relación  tienen  entre 

también  las  cMemorías  de  la  Real  Acá-  si  estas  dos  traducciones  áet  Virgilio. 


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384  HISTORIA   DE   LA    LITERATURA   E8PA!90U. 

zando  por  los  príDcipes  y  concluyeodo  con  las  majeres. 
En  el  capftuto  iv ,  por  ejemplo ,  después  de  con* 
tar  la  fábula  tan  conocida  del  Jardín  de  las  Hespérides, 
nos  la  vuelve  á  presentar  bajo  el  punto  de  vista  alegó- 
rico, diciéndonos  que  la  Lybia,  donde  se  halla  situado 
aquel  verjel,  se  entiende  por  la  nuestra  humanidad 
seca  y  arenosa,  pero  dispuesta  á  producir  maravillosos 
frutos;  que  Atalante,  señor  del  verjel,  es  el  hombre 
sabio  y  entendido  que  labra  bien  sif  huerto;  que  el  ver- 
jel mismo  está  plantado  de  diversas  ciencias,  y  que  en 
medio  de  él  se  halla  el  árbol  de  la  filosofía,  en  el  cual 
se  da  el  mayor  y  mejor  fruto ;  que  el  fiero  dragón  que 
volando  noche  y  dia  guarda  tan  precioso  manjar,  es  el 
estudio  intrincado  y  la  sutileza ;  y  por  último ,  que  las 
tres  doncellas  Hespérides,  son,  Inteligencia,  Memoria  y 
Elocuencia.  Todo  esto  lt>  vuelve  á  explicar  en  la  segunda 
parte,  presentando  los  hechos,  en  los  cuales,  según  él, 
se  fundó  la  tradición,  declarando  que  Atalante  fué  un 
rey  sabio  de  la  antigüedad,  y  él  primero  que  ordenó 
y  dividió  la  ciencia ;  que  Hércules  fué  á  verle  y  estudió 
con  él,  y  que  después  de  algún  tiempo  se  volvió  á  su 
tierra  y  comunicó  toda  su  ciencia  al  rey  Heurístes,  que 
era  muy  inclinado  al  saber.  Por  áltimo ,  en  la  cuarta 
parte  del  dicho  capítulo,  aplica  la  moralidad  del  cuento 
al  estado  religioso ,  «al  cual ,  dice ,  perlenes^e  propia- 
» mente  darse  del  todo  á  la  ciencia,  para  que  puedan 
»bien  exponer  e  demostrar  los  secretos  e  bienes  de  la 
«santa  scriptura»,  como  si  existiera  alguna  analogía 
entre  los  sagrados  libros  y  la  fabulosa  historia  de  Hér- 
cules". 

**  tLos  trabajos  de  Hércules»,  es  uno  de  los  libros  mis  raros qaeexit- 


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PRIMERA  ÉPOCA.  —  CAPITULO   XVIII.  385 

La  obra  toda  merece  bien  leerse  :  tiene,  á  la  verdad» 
machos  de  los  defectos  comunes  á  la  época ,  y  está  ates- 
tada de  citas  indigestas,  y  no  siempre  bien  traídas,  de 
Virgilio,  Ovidio,  Lucaoo  y  oíros  autores  latinos,  á  la 
sazón  muy  difíciles  de  hallar ,  y  tan  poco  conocidos  en 
España,  que  debieron  naturalmente  aumentar  el  inte- 
rés del  asunto'* ;  pero  la  alegoría  es  algunas  veces  di- 
vertida, y  el  estilo  casi  siempre  bueno,  y  de  vez  en 
cuando  mezclado  de  notables  arcaísmos ;  toda  ella  en 
soma  respira  cierta  dignidad  no  desprovista  de  vigor 
y  gracia '\ 

Del  marqués  de  Villena ,  habremos  naturalmente  de 
pasar  á  uno  de  sus  sirvientes,  llamado  Macías,  más  co- 
nocido por  su  epíteto  de  «El  enamorado » ,  bajo  el  cual 
le  hallamos  á  menudo  citado  por  los  literatos  españoles, 
como  si  hubieran  querido  recordar  el  trágico  fin  que 
tuvo.  Era  Macías  un  caballero  gallego,  que  servia  al 


ten ,  á  pesar  de  que  se  imprimió  tres 
veces,  ana  en  i4}{5,  otra  en  1499 ,  y 
la  última  en  150Í.E1  ejemplar  de  qae 
me  he  servido  es  de  la  edición  prin- 
ciije,  y  es  propio  de  D.  P.  de  G.  Im- 
primióse en  Zamora,  por  Centenera,  y 
se  acabó,  según  se  lee  en  la  nota  Unal, 
á  i5  de  enero  de  i483.  Consta  la  obra 
de  treinta  hojas  en  folio,  á  dos  colum- 
nas, 7  está  ¡lustrada  con  once  graba- 
dos en  madera,  bastante  bien  ejecu- 
tados si  se  considera  el  tiempo  y  el 
lugar  en  que  se  hicieron.  Las  equi- 
vocaciones á  que  esta  obra  ha  dado 
margen  son  muy  notables,  y  valen 
la  pena  de  que  nos  detengamos  algún 
tanto  en  señalarlas.  Nicolás  Antonio 
(Bib.  Vet.,  II,  p.  222),  Velazquez 
(Origenes,  p.  A),  Moratin  (Obras, 
parte  i,  p.  114),  y  Torres  Amat  (Me- 
morias ,  p.  068;)  hablan  de  dicha  obra 
como  si  estuviera  escrita  en  verso. 
De  la  edición  impresa  en  Burgos  en 
1488, y  ciUda  por  Méndez  (p.  289), 
no  he  visto  ningún  ejempbr;  y  ex- 

T.  I. 


ceptuando  el  ya  citado  de  la  prime- 
ra edición,  y  otro  falto  de  hojas  en 
la  Biblioteca  Real  de  Paris ,  no  sé  de 
ningún  otro :  tan  raro  se  ha  hecho  ya 
este  Kbro. 

**  Véase  á  HeereD,<Geschichte  der 
class.  litteratur  inMíttelalter» (Histo- 
ria de  la  literatura  clásica  en  la  edad 
media),  t.  n,  pp.  126-31.  Si  hemos  de 
juzgar  por  el  preámbulo  á  la  traduc- 
ción de  la  c  Eneida  »  por  el  marones 
de  Villena ,  que  publicó  Pellicer,  Vir- 
gilio era  poco  conocido  en  España  á 
principios  del  siglo  xv. 

*5  Otra  obra  del  marqués  de  Ville- 
na se  halla  citada  por  Sempere  y  Gua- 
rióos, «Historia  del  luxo  de  Espa- 
ña» (Madrid.  1788,  1. 1,  pp.  176-9), 
con  el  titulo  ae  «  Triunfo  ae  las  do- 
nas ».  Hállase  en  un  tomo  de  obras 
del  Marqués ,  que  disfrutó  aquel  eru- 
dito escritor.  Los  extractos  que  da, 
tratan  de  los  petimetres  de  la  época, 
y  no  carecen  de  cierto  mérito. 

25 


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386  HISTORIA    DE   LA    LITERATIIRA    ESPAÑOLA. 

marqués  de  Villena  en  clase  de  escudero,  y  se  pren- 
dó de  una  doncella  de  la  misma  noble  casa.  La  donce- 
lla, según  parece,  aunque  correspondía  á  Macfas  con 
igual  ñncza ,  hubo  de  casarse  por  orden  del  Marqués 
con  un  caballero  de  la  villa  de  Porcuna.  Ni  este  con- 
tratiempo ni  las  duras  reprensiones  del  Marqués  fueron 
parte  para  amortiguar  la  pasión  de  Macfas ,  que  conti- 
nuó manifestándola  en  tiern(simos  versos,  hasia  que 
aqueU  á  instancias  del  marido  y  en  uso  de  su  autori- 
dad ,  como  gran  maestre  de  Calatrava  que  era  á  la  sa- 
zón ,  encerró  á  Maclas  en  un  calabozo.  Pero  aun  allí 
mismo  encontró  el  constante  enamorado  medios  de  en- 
viar á  su  dama  los  versos  que  componía ,  hasta  que  ir- 
ritado el  marido ,  que  le  habia  seguido  secretamente  á 
su  prisión  en  Arjonilla ,  y  le  acechaba  un  dia  que  este 
cantaba  sus  amores  y  tormentos ,  en  an  súbito  arrebato 
de  celos,  le  tiró  un  venablo  por  entre  los  hierros  de  la 
ventana,  y  el  infeliz  poeta  espiró  con  el  nombre  de  su 
señora  entre  los  labios. 

El  efecto  producido  por  la  desastrosa  muerte  delena- 
morado  Maclas  fué  tal  cual  podía  esperarse  de  su  siglo 
poético,  y  de  la  simpatía  que  naturalmente  debió  ex- 
citar en  los  corazones  la  muerte  de  uno  que  no  tuvo 
más  crimen  que  el  de  ser  trovador  y  enamorado  á  un 
mismo  tiempo  :  todos  los  que  en  su  tiempo  se  preciaban 
de  poetas  escribieron  versos  á  su  memoria.  Sus  poesías, 
en  dialecto  gallego,  de  las  que  solo  se  conserva  entera 
una  de  escaso  mérito,  se  generalizaron  muy  pronto  y 
fueron  admiradas  por  todo  el  mundo.  Su  mismo  amo  y 
señor,  el  marqués  de  Villena,  Rodríguez  del  Padrón, 
que  era  su  paisano ,  Juan  de  Mena  ,  el  gran  poeta  de  la 


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PRIMERA   ÉPOCA.  —  CAPITULO    XVIII.  387 

Corte,  y  el  marqués  deSantillana,  aun  más  ilustre,  todos 
nos  han  dejado  en  sus  versos  un  testimonio  auténtico 
del  dolor  producido  en  todas  las  clases  por  la  muerte 
deMacías.  Otros  poetas  siguieron  su  ejemplo,  aludiendo 
continuamente  á  él  en  sus  romances  y  canciones  popu- 
lares, hasta  que  ya  más  tarde,  en  la  poesía  de  Lope  de 
Vega,  Calderón  y  Quevedo,  el  nombre  deMacías  pasó 
en  proverbio ,  y  se  halla  á  menudo  empleado  como  el 
prototipo  del  amor  más  tierno  y  acendrado  "^^ 


'^  La  mejor  noticia  de  Macias  y  de 
sns  Tersos  se  baila  en  c  Alte  Lieder- 
bücber  der  Portuguiesen  »  (Los  an- 
tigaos cancioneros  portugueses),  por 
Beüerman  (Berlín,  i840,4.^  pp.  24- 
96).  Véase  también  á  Argote  de  Moli^ 
na ,  c  Nobleza  de  Andalucía,»  (Sevilla, 
1588,  folio,  lib.  2,  cap.  148,  fol.  272); 
Castro ,  ff  Biblioteca  española  »  (t.  i , 
p.  312),  y  las  notas  de  Cortina  á  la 
traducción  del  cBouterwek»  (p.  \96). 
Mas  las  pruebas  de  su  gran  reputa- 
ción como  trovador  y  como  enamo- 
rado se  bailan  solo  en  Sancbez,  «Poe- 
sías anteriores  »  (t.  i,  p.  158; ;  en  el 
<  Cancionero  general» ,  1S35  (fol.  07, 
91);  en  Juan  de  Mena  (copla  106) ;  y 
en  la  nota  ó  glosa  correspondiente 
de  la  edición  de  Alcalá,  1506;  en  la 
c Celestina»,  acto  2$  en  varias  come^ 
días  de  Calderón ,  como  son  :  «  Para 


vencer  amor  querer  vencerlo , »  y 
« Cuál  es  mayor  perfección» ;  en  los 
romances  de  Góngora  y  en  muchos 
pasajes  de  Lope  de  Vega  y  de  Cer\'án- 
tes.  También  se  encuentran  algunas 
noticias  de  Macias  en  Ochoa,  «Manus- 
critos españoles  »  (París ,  1844 , 4.^, 
p.  505):  y  en  el  t.  xLvín  de  «Comedias 
escogidas  »  bay  una  anónima  inUtil* 
lada  «  El  Español  más  amante  » ,  que 
trata  de  Macias ,  y  en  la  que  se  le  na^ 
ce  morir  en  el  momento  mismo  en 
que  el  marqués  de  Villena  llega  para 
sacarle  de  la  cárcel.  También  Larra, 
en  nuestros  dias ,  le  ba  becbo  el  bé- 
roe  de  una  novela  intitulada  «El  Don^ 
cel  de  Don  Enrique  el  Doliente»,  asi 
como  de  un  drama ,  si  bien  ni  en  la 
ana  ni  en  el  otro  está  observada  la 
verdad  bistórica. 


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CAPITUIX)  XIX. 

El  marqués  de  Santíllana.— Sa  vida.  >- Su  tendencia  k  imitar  las  escuelas 
italiana  y  provenzal.  —Su  estilocortesano.— Sus  obras.— Su  carácter.— 
Juan  de  Mena.— Su  vida.— Sus  poesias  sueltas.— Su  Laberinto.  —  Mé- 
rito literario  de  esta  obra. 

Dbspobs  del  rey  D.  Joan  II  y  del  marqués  de  Viilena, 
inferior  á  ellos  en  rango,  aunque  superior  en  mérito, 
aparece  á  la  cabeza  de  los  poetas  y  cortesanos  de  su 
tiempo,  D.  Iñigo  López  de  Mendoza,  marqués  de  San- 
tillana,  uno  de  los  más  distinguidos  miembros  de  aque- 
lla ilustre  familia  que  más  de  una  vez  reclamó  al  Cid 
por  abuelo\  y  que  ciertamente  ha  llegado  hasta  nues- 
tros dias  con  larga  sucesión  de  honores  y  gloria  *. 

Nació  D.  Iñigo  en  1 398 ,  quedando  huérfano  en  su 
niñez;  y  aunque  su  padre,  el  almirante  de  Castilla, 
poseía  á  su  muerte  estados  mas  pingües  que  ningún 
otro  señor  del  Reino ,  su  hijo ,  cuando  tuvo  ya  edad 
bastante  para  conocer  lo  que  valen  las  riquezas,  halló 
la  mayor  parte  de  su  herencia  usurpada  por  la  tur- 

*  PerezdeGuzman,  «Generaciones  héroe  de  aquel  bellísimo  romance 
7  semblanzas, »  cap.  9.  que  dice  : 

*  Esta  ilustre  familia  está  de  muy  Si  el  eavallo  ?ob  han  maerto , 
antiguo  relacionada  con   la  poesía  Snbid ,  Rey,  en  mi  cavallo. 
bístorica  de  España.  El  abuelo  de  Hállase  al  fin  de  la  octava  parte  del 
D.  Iñigo  vendió  su  vida  por  salvar  la  «  Romancero  de  iS97  *,  y  ha  sido  tra- 
•del  rey  D.  Juan  I ,  en  la  batalla  de  ducido  con  mucha  valentía ,  aunque 
Aljubarrota,  en  1385,'y  llegó  á*  ser  el  con  poca  fidelidad,  por  Lokhart. 


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PRIMERA  ÉPOCA.  —  CAPÍTOLO    XIX .  389 

búlenla  nobleza  que  en  aquellos  tiempos  de  confusión 
y  desorden  se  repartían  sin  escrúpulo  el  poder  y  recur- 
sos de  la  corona.  Pero  el  joven  Mendoza  no  era  hombre 
que  se  dejase  despojar  impunemente.  Apenas  con- 
taba diez  y  seis  años,  le  vemos  ya  figurar  en  las  cró- 
nicas de  su  tiempo ,  como  uno  de  los  nobles  que  asis- 
tieron á  la  coronación  de  D.  Femando  de  Aragón';  y 
dos  años  después  reclamaba  con  intrepidez  y  enerjía 
la  herencia  de  su  padre,. recobrando  parte  de  ella  con 
las  armas,  y  parte  por  las  vias  legales  de  la  justicia S 
Desde  este  momento ,  y  durante  el  reinado  de  D.  Juan  II, 
le  vemos  siempre  mezclado  en  los  asuntos  del  Reino, 
ya  políticos,  ya  militares,  haciendo  el  papel  de  un  per- 
sonaje de  grande  autoridad,  y  desplegando  en  circuns- 
tancias difíciles  y  tiempos  de  revueltas  suma  prudencia 
y  resolución  varonil.  A  la  edad  de  treinta  años  se  dis- 
tinguió en  la. corte  como  uno  de  los  caballeros  que  in- 
tervinieron en  el  casamiento  de  la  infanta  de  Aragón',  y 
poco  después  obtuvo  el  mando  de  un  ejército  contra 
los  navarros;  y  si  bien  es  cierto  que  sufrió  una  derrota, 
debida  en  parte  á  la  gran  superioridad  del  enemigo, 
también  lo  es  que  adquirió  mucha  fama  por  su  valor 
personal  y  firmeza^.  Ademas  de  esto  mandó  fuerzas 
contra  los  moros ,  saliendo  victorioso  en  varios  encuen- 
tros ;  y  por  úUimó ,  después  de  la  célebre  batalla  de  Ol- 
medo, en  1 445 ,  fué  elevado  á  la  dignidad  de  marqués, 

*  «Crónica  de  Don  Joan  el  Según-  Castilla  » ;  á  lo  que  podremos  añadir 

do  y,  año  1414,  cap.  2.  lo  que  Oviedo  dice  en  sus  «Quincuage- 

^  Fernán  Pérez  de  Guzman,  tío  del  ñas».  (Batalla  1,  Diáloffo  8,  MS.) 
Marqués ,  es  el  que  dice  (Genera-  ^  «Crónica  de  Don  Juan  el  Segun- 
dones 7  semblanzas,  cap.  9)  que  do»,  año  1428,  cap.  7. 
D.  Diego  Hurtado  de  Mendoza,  padre  «  Sánchez ,  «  Poesías  anteriores ,» 
del  Marqués,  «fué  el  caballero  mejor  1. 1 ,  pp.  5  y  sig. 
«heredado  que  huvo  en  su  tiempo  en 


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390  HISTORIA   DB   LA   LITERATURA   BSPAflOLA. 

título  que  nadie  en  Castilla  habla  usado  antes  que  él, 
exceptuando  solo  al  de  Villena,  que  no  dejó  here- 
deros'. 

En  sus  relaciones  con  D.  Alvaro  de  Luna  mostróse 
desde  luego  opuesto  á  él ,  aunque  no  con  la  enemistad 
y  rencor  que  otros.  En  i  432 ,  y  de  resultas  de  la  pri- 
sión de  algunos  de  sus  parientes  y  allegados ,  como  el 
buen  conde  de  Haro ,  el  obispo  de  Falencia  y  sus  pare- 
cíales,  decretada  por  el  Condestable,  el  Marqués  se 
encerró  en  uno  de  sus  castillos,  y  no  salió  de  él  hasta 
que  se  conceptuó  seguro*.  Desde  aquel  momento  las  re- 
laciones entre  ambos  personajes  no  debieron  de  ser  muy 
amistosas ,  á  pesar  de  que  por  una  y  otra  parte  se  guar- 
daban las  apariencias.  Al  año  siguiente ,  en  un  gran 
torneo  que  se  celebró  en  Madrid  en  presencia  del  Rey, 
y  en  el  que  el  Marqués  fué  mantenedor  de  la  justa ,  el 
Condestable  salió  de  aventurero  y  rompió  una  lanza  con 
él,  después  de  lo  cual  se  retiraron  á  cenar  juntos*. 

Poca  ó  ninguna  parte  tomó  el  Marqués  en  las  grandes 
alteraciones  del  Reino  ocurridas  en  los  años  de  1 448 
y  1449;  pero  las  medidas  violentas  decretadas  por  el 
Condestable,  contra  algunos  de  sus  parientes  más  cer- 
canos, le  obligaron  á  tomar  una  parte  más  activa  contra 
aquel**,  concluyendo  por  conspirar  abiertamente  en  com- 
pañía de  otros  dos  de  los  principales  nobles  del  Reino. 
Al  siguiente  año  el  privado  mismo  cayó  de  su  alto  pues- 
to**, y  murió  en  un  cadalso,  si  bien  el  Marqués  no  pa- 


^  <  Crónica  de  Don  Joan  el  Según-  do»,  año  1452,  capitalos  4  y  5. 
do»,  año  1458,  cap.  3 ;  1445,  cap.  17 ;  y       9  «  Crónica  de  Don  Juan  el  Segun- 

Salazar  de  Mendoxa,  c  Dignidades  de  do»,  año  1455,  cap.  2. 
Castilla , »  lib.  ni,  cap.  14.  *^  Ibid.,  año  1449,  cap.  2. 

*  «  Crónica  de  Don  Juan  el  Según-       **  Ibid.,  año  14K2,  cap.  1  y  sig. 


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PRIMERA   ÉPOCA.  —  CAPÍTULO    XIX.  391 

rece  tomó  mucha  parte  en  el  último  acto  de  tan  ex- 
traordinaria tragedia. 

ElRey,  desesperado  y  atligido  con  la  pérdida  del  hábil 
ministro  en  quien  habia  depositado  toda  su  confianza, 
murió  en  1545,  y  su  sucesor  Enrique  IV  se  mostró  más 
dispuesto  aun  á  distinguir  la  gran  familia  de  los  Men- 
dozas.  El  Marqués ,  sin  embargo,  se  hallaba  á  la  sazón 
muy  poco  dispuesto  á  aprovecharse  del  favor  del  mo- 
narca. La  muerte  de  su  esposa,  acaecida  en  1455»  y  la 
romería  que  en  dicha  ocasión  hizo  á  la  ermita  de  nues- 
tra Señora  de  Guadalupe,  dieron  otra  dirección  á  sus 
ideas,  como  lo  prueban  las  poesías  que  compuso  en  aquel 
mismo  año.  En  tal  estado  vivió  por  algún  tiempo,  pues 
aunque  en  cierta  ocasión  se  unió  á  otros  nobles  de  Cas- 
tilla para  representar  al  Rey  el  estado  de  confusión  y 
anarquía  en  que  se  hallaba  su  Reino,  consta  que  desde 
la  caida  del  Condestable,  hasta  su  propia  muerte,  ocur- 
rida en  1458«  el  Marqués,  abandonando  la  política,  se 
entregó  enteramente  al  estudio  de  las  letras,  y  á  otras 
ocupaciones  análogas  á  su  vida  de  retraimiento  y  sole- 
dad'*. 

Es  muy  notable,  por  cierto,  que  un  caballero  que  por 
su  nacimiento  y  elevada  posición  se  halló  tan  mez- 
clado en  los  negocios  del  Estado  en  tiempos  de  desor- 
den y  anarquía,  hubiera  tenido  tiempo  é  inclinación 
para  dedicarse  con  pasión  al  cultivo  de  las  letras  y  de 

^*  Los  principales  hechos  en  la  mente  flgnrar  en  dicha  t Crónica», 

vida  del  marquf^s  de  Santillana  se  También  en  el  cap.  4  de  los  «  Claros 

hallaráo^  la  «Crónica  de  D.  Juan  el  varones  »,  de  Pulgar,  hay  un  bosquejo 

Segundo!,  como  es  consiguiente  ,  muy  animado  de  su  persona  y  carác- 

atendido  su  alto  rango  y  la  conside-  ter;  y  Sánchez  (Poesías,  1. 1)  nos  ha 

ración  de  aue  gozó.  Desde  el  año  dado  una  biografía  copiosa ,  aunque 

UU  en  adelante  le  vemos  continua-  indigesta. 


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392  HISTORIA   DE   LA   LITERATURA   ESPAÜOLA. 

la  poesía.  Pero  el  marqués  de  SantillaDa ,  como  él  mis- 
mo se  lo  escribía  aun  amigo ,  y  se  lo  decia  al  iofante 
D.  Enrique,  era  de  opinión  que  «la  sciengia  no  em- 
»bota  el  hierro  de  la  lan^ ,  ni  baze  floxa  la  espada  en 
»la  mano  del  caballero*'» ,  y  por  lo  tanto  se  entregó  li- 
bremente al  cultivo  de  la  poesía  y  otros  cortesanos  pa- 
satiempos, estimulado  quizá  por  la  idea  de  que  de  esa 
manera  lograría  mejor  agradar  al  vacilante  y  capríchoso 
monarca  á  quien  servia,  ya  que  no  atraerse  al  adusto 
privado  que  los  gobernaba  á  todos.  Un  escritor,  criado 
en  la  corte  de  que  el  Marqués  formaba  parte  y  adorno, 
ha  dicho  de  él :  «  Tenia  grand  copia  de  libros^  e  dábase 
»al  estudio,  especialmente  de  la  fílosofía  moral,  e  de 
» cosas  peregrinase  antiguas :  e  tenia  siempre  en  su  casa 
» doctores  e  maestros  con  quienes  platicaba  en  las  s(ien- 
» gias  e  lecturas  que  estudiaba  :  Fizo  asimismo  otros  trac- 
»tadosen  metros  y  en  prosa,  muy  doctrinablespara  pro- 
» vocar  á  virtudes,  e  refrenar  vicios :  y  en  estas  cosas  pasó 
»él  lo  más  del  tiempo  de  su  retraimiento.  Tenia  grand 
>»fama  e  claro  renombre  en  muchos  reinos  fuera  de 
» España,  pero  reputaba  muy  mucho  más  la  estimación 
»entre  los  sabios,  que  la  fama  entre  los  muchos*^. » 

Las  obras  del  marqués  de  Santillana  demuestran  su- 
ficientemente en  qué  relación  estuvo  con  su  época,  y 
qué  objeto  se  propuso  en  sus  escritos.  Su  posición  so- 
cial fué  tal  que  pudo  fácilmente  ver  cumplidos  sus  de- 
seos y  satisfecha  su  curiosidad  literaria;  pues  los  recur- 
sos del  Reino  estaban  á  su  disposición ,  y  pudo  por  lo 
tanto  proporcionarse,  no  solo  las  poesías  que  andaban 

*>  En  U  < Introdaccion  á  sus  pro-       <^  Pulgar,  «Claros  varones,»  at 
verbios*,  Ambéres,  1552,12.^  fol.  i50.   supra. 


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PRIMERA   ÉPOCA.  —  CAPÍTULO   XtX.  393 

por  el  mundo,  sino  qae  también  llamar  á  su  presencia 
á  los  poetas  mismos.  Nació  en  Asturias,  donde  su  fami- 
lia tenia  sus  principales  señoríos ,  y  educóse  en  Castilla, 
de  suerte  que  por  un  lado  al  menos  pertenecía  á  la 
escuela  verdaderamente  indígena  de  poesía  española ; 
pero  al  propio  tiempo  fué  amigo  íntimo  del  marqués 
de  Yillena ,  jefe  del  Consistorio  poético  de  Barcelona, 
quien,  á  fin  de  alentarle  en  sus  estudios  poéticos  é  in- 
troducir en  Castilla*^  el  gusto  de  la  poesía  provenzal,  le 
escribió ,  en  1 433,  su  notable  carta  sobre  el  «  arte  de 
trovar».  Ademas,  vivió  casi  siempre  en  la  corte  de  don 
Juan  el  Secundo,  y  fué  allí  el  amigo  y  protector  de  los 
poetas;  por  cuyo  medio,  como  también  por  su  amor  á  la 
literatura  extranjera,  es  natural  se  femiliarizase  con  las 
obras  de  los  grandes  escritores  italianos  que  por  aquel 
tiempo  ejercían  ya  vdsta  influencia  en  toda  la  península 
de  Italia.  No  es  pues  de  extrañar  que  sus  obras  todas 
pertenezcan  más  ó  menos  á  una  de  aquellas  dos  escuelas 
de  poesía,  participando á  la  vez  del  gusto  provenzal,  tal 
cual  se  desarrolló  en  España,  del  italiano,  que  por  pri- 
mera vez  se  daba  á  conocer  en  la  Península,  y  del  na- 
cional, que,  aunque  mezclado  á  veces  con  uno  de  los 
otros  dos,  es  sin  embargo  el  que  más  predomina  en  sus 
composiciones. 

De  sus  conocimientos  en  literatura  provenzal  halla- 
mos una  prueba  evidente  en  el  prólogo  á  sus  Prover- 
bios, compuestos  cuando  aun  era  joven,  y  en  su  carta 
al  condestable  de  Portugal,  escrita  en  el  último  período 
de  su  vida.  En  ambas  composiciones  califica  de  bien 
fundadas  las  reglas  de  dicha  poesía ,  exponiéndolas  y 

<8  Véanse  las  aoteriores  noticias  de  Villena. 


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394  HISTORIA   DE    LA    LITERATURA    ESPAflOLA. 

comentándolas  á  la  manera  de  su  amigo  y  pariente  el 
marqués  de  Villena  •  y  ademas  habla  siempre  en  térmi- 
nos honoríficos  y  con  el  mayor  respeto*^  de  Berguedan, 
de  Pedro  y  Ansias  March,  y  de  otros  insignes  poetas  par- 
tidarios de  dicha  escuela ;  sin  contar  que  también  com* 
puso  en  honor  de  su  contemporáneo,  Mossen  Jordi,  un 
poema  bastante  lai^o  y  de  no  escaso  mériío,  en  que  le 
tributa  cuantos  elogios  y  alabanzas  pueden  dirigirse  al 
más  ilustre  trovador  *\ 

Ademas  de  lo  dicho ,  podríamos  citar  muchas  obras 
del  Marqués,  en  que  conocida  y  directamente  imitó  á 
Petrarca.  La  más  linda ,  con  mucho ,  de  todas  sus  com- 
posiciones poéticas,  y  la  que  puede  competir  en  gracia 
y  sencillez  con  cualquiera  canción  ó  poesía  del  mismo 
género,  antigua  ó  moderna,  es  enteramente  del  gusto 
provenzal.  Llámase  Serranilla,  y  está  compuesta  á  una 
muchacha  que  el  Marqués,  durante  una  de  sus  expe- 
diciones militares,  halló  apacentando  los  ganados  de 
su  padre  por  las  cañadas  de  una  sierra.  Entre  los  poetas 
provenzales  de  la  última  época  se  hallan  á  menudo  can- 
ciones con  el  nombre  de  «Pastoretas  y  Yaqueiras»,  una 
de  las  cuales,  compuesta  por  Giraud  Riquier ,  autor  de 
los  versos  á  la  muerte  de  D.  Alfonso  el  Sabio^  pudiera 
muy  bien  haber  servido  al  Marqués  de  modelo  para  la 
suya :  tanta  y  tan  grande  es  la  semejanza  entre  ambas. 
Pero  ninguno  de  ellos,  ya  provenzal,  ya  español,  es* 
cribió  nada  parecido  á  esta  Serranilla  del  soldado,  que 
á  su  natural  dulzura  y  sencillez  primitiva  reúne  tal 

*^  En  la  « Inlrodaccion  á  sus  pro-  '^  Hállase  en  la  edición  principe 

▼erbios  *,  el  Marqués  se  jacta  de  co-  del  «  Cancionero  general  » ,  cono 

nocer  á  fondo  las  reglas  de  la  versi-  también  en  la  «Floresta  de  Bohl  de 

ficacion  provenzal.  Faber»,  núm.  87. 


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PRIMERA   ÉPOCA.  —  CAPÍTULO   XIX.  395 

gracia  y  encanto  en  sus  movimientos,  que  no  quedan  en 
ella  señales  de  servi  limitación ,  sino  que,  al  contrario, 
puede  y  debe  ser  mirada  como  un  modelo  de  antigua 
canción  castellana ,  intraducibie  á  ninguna  otra  lengua, 
y  casi  inimitable  en  la  propia  **. 

No  son  menos  frecuentes  sus  imitaciones  de  la  poesía 
italiana.  Ademas  de  encomiar  al  Dante,  Petrarca  y  Bo- 
caccio*%  imita  la  apertura  del  Inferno  en  un  extenso 
poema  á  la  muerte  del  marqués  de  Villena*^  al  paso  que 
en  la  coronación  de  Jordi  manifiesta  más  de  una  vez 
no  haber  sido  del  todo  insensible  á  las  bellezas  de  ala- 
gunes pasajes  del  Purgatorio^*.  Tuvo  ademas  el  Mar- 
qués el  mérito,  si  puede  llamarse  tal,  de  haber  intro- 
ducido en  la  poesía  castellana  la  forma  puramente 
italiana  del  soneto ;  pues  con  las  varias  maestras  de  este 
que  se  conservan  entre  sus  obras  empieza  la  larguísi- 
ma serie  de  ellos,  que  desde  los  tiempos  de  Boscan  hasta 
nuestros  dias  forma  una  parte  muy  considerable  de  la 


*^  Las  ierranoi  del  areipreste  de 
Hita  han  sido  ya  examinadas  a!  tratar 
de  sos  obras ;  las  seis  que  compuso 
el  Marqués  se  acercan  aun  más  al 
modelo  provenzal,  y  son  de  mayor 
mérito  poético.  Acerca  de  su  forma 
y  estructura,  véase  lo  que  dice  Diez, 
cTroubadours,»  p.  HA.  La  que  cita- 
mos en  el  texto  es  tan  bella ,  que  no 
podemos  resistir  á  la  tentación  de 
copiar  algunos  trozos,  y  compararlos 
con  la  de  Riquier. 


Moia  tan  fermosa 
Non  tí  en  It  ft'ontera 
Como  ana  vaquera 
De  la  Flnofosa. 

En  UB  verde  prado 
De  rosas  e  flores 


Gnardando  ganado , 
Con  otros  pastores , 
La  vi  tan  fermosa , 

8ue  apenas  creyera 
ae  fuese  vaqnera 
De  la  Finofosa. 


( Sancbes,  «Poesías  anteriores,» 

t.  I,  p.XLlll.) 

La  de  Riquier  empieza  de  este  modo : 


Gaya  pastorelha 
Trobey  l'antre  dia 
En  una  ribeira , 
Qhc  per  caut  la  belha 
Sos  anhels  tenia 
Desotz  un  ombreira ; 
Un  capelh  fazia 
De  flors  e  seria , 
Sus  en  la  fresqneira,  etc. 

(Raynooard,  «Troubadours,'* 
t.  III»  p.  470.) 

Ninguno  de  los  poetas  provenza-- 
les ,  que  yo  sepa ,  escribió  tan  liú- 
das pastoreías  como  Riquier ;  y  por 
lo  tanto  no  pudo  el  Marqués  escoger 
mejor  modelo. 

*^  Véase  su  carta  al  condestable  de 
Portugal. 

*®  «  Cancionero  general  » ,  i573 , 
fol.  54.  Escribióla  después  del  año 
i434,  en  que  murió  el  de  Villena. 

*f  Faber,  «  Floresta  »  ut  supra. 


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396  HISIVRIA   DE   LA   LITERATURA   ESPAllOLA. 

literatura  poética  española.  Diez  y  siete  sonetos  del 
Marqués  han  viisto  la  luz  pública ,  los  cuales  él  mismo 
confiesa  fueron  escritos  á  la  manera  italiana  y  á  imita- 
ción de  los  de  Cavalcanto,^,  Guido  d'Ascoli,  Dante,  y 
principalmente  de  Petrarca :  confesión  ingenua,  aunque 
innecesaria  para  todos  aquellos  que  los  han  leido,  puesto 
que  son  evidentes  su  conato  y  esfuerzos  por  imitar  á  los 
poetas  que  tomó  por  modelo ,  y  sobre  todo  al  último  y 
más  ilustre  de  ellos.  Por  lo  demás,  los  sonetos  del  mar- 
qués de  Santillana  no  tienen  otro  mérito  que  el  de  una 
versificación  muy  esmerada ,  y  así  fueron  pronto  olvi- 
dados**. 

Sus  obras  principales  están,  sin  embargo,  escritas  se- 
gún el  gusto  que  entonces  dominaba  en  la  corte  :  la 
mayor  parte  son  en  verso ,  y  tan  llenas  de  conceptos  y 
de  afectación  escolástica ,  que  valen  muy  poco  ó  nada  **; 
como  un  poema  corto  á  la  Reina ,  varias  preguntas  á 
manera  de  adivinanzas ,  y  algunas  composiciones  de- 
votas. Dos  ó  tres  tan  solo  son  de  alguna  importancia : 
una,  intitulada  la  Querella  de  amor,  alusiva  probable- 
mente á  la  historia  de  Macías ,  está  escrita  con  mucha 
soltura  y  notable  suavidad,  y  es  muy  interesante  por 
cuanto  contiene  algunos  versos  en  gallego;  lo  cual,  unido 
á  su  carta  al  condestable  de  Portugal ,  prueba  que  el 

**  SaDcbez,  «  Poesías  anteriores,  una  carta  del  Marqués,  con  fecha  del 

etc.,»  1. 1,  pp.  20,  21 ,  40;  Quintana ,  4  de  mayo  de  ÍÁU,  dirigida  á  doña 

c  Poesías  castellanas ,»  Madrid ,  1807,  Violante  de  Pradas ,  y  publicada  por 

t.i,p.  13.  Mucho  se  ha  disputado  Ochoa  en  sus  «Rimas  inéditas  de  don 

acerca  de  la  introducción  del  soneto  Iñigo  López  de  Mendoza  »,  en  la  cual 

en  la  poesía  castellana,  habiendo  tra-  carta  el  Marqués  dice  terminante- 

tado  la  cuestión  Argote  de  Molina ,  mente  que  imitó  á  los  poetas  italia- 

« Discurso  de  la  Poesía,  »  al  í)n  del  nos. 

Conde  Lucanor  (1»75,  fol.  97),  y  Her-  «  Hállanse  en  el « Cancionero  ge- 

rera   en  sus  «Notes  á   Garcilaso»  neral  de  1575*,  fol.  24,  27,37,i0  y 

(Sevilla,  1580,  p.  75) ;  pero  toda  duda  234. 
se  desTanece  ante  el  testimonio  de 


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PRIMERA   ÉPOCA.  —  CAPÍTULO   XIX.  397 

Marqués  se  ocupaba  de  vez  en  cuando  de  aquel  antiguo 
dialecto,  en  que  se  encuentran  los  primeros  destellos  de 
la  literatura  española*^.  Otra  de  sus  obras  es  el  poema  in- 
titulado Las  edades  del  mundo^^^  que  viene  á  ser  un  com- 
pendio de  historia  universal,  desde  la  creación  hasta  los 
tiempos  de  D.  Juan  el  Segundo,  terminando  con  una  es- 
trofa en  alabanza  de  dicho  monarca.  Escribióse  en  1 426, 
y  consta  de  trescientas  treinta  y  dos  coplas  de  redon- 
dillas dobles,  pesadas  y  prosaicas  hasta  el  extremo.  La 
tercera  es  un  poema  moral,  puesto  en  forma  de  diálogo, 
entre  Bias  y  la  Fortuna ,  en  que  se  declara  la  doctrina 
profesada  por  los  estoicos  acerca  de  la  vanidad  de  todo 
bien  mundano;  tiene  ciento  y  ochenta  y  ocho  coplas  de 
verso  corto  español ,  y  fué  escrito  para  consuelo  de  un 
primo  suyo  muy  querido,  de  la  familia  de  los  Toledos, 
cuya  prisión,  decretada  por  el  Condestable  en  4  448, 
produjo  serias  alteraciones  en  Castilla,  y  fué  por  lUtimo 
causa  de  que  el  Marqués  rompiera  con  aquel  poderoso 
privado*".  La  cuarta  trata  de  la  caida  y  muerte  del 
Condestable,  en  4  453  :  contiene  cincuenta  y  ocho  coplas 
de  redondillas  dobles,  y  refiere  la  confesión  que  se  su- 
pone hecha  por  aquel  en  el  patíbulo ,  parte  á  su  con- 
fesor y  parte  á  la  multitud  que  presenciaba  su  desgra- 
cia *\  En  estos  dos  últimos  poemas,  y  principalmente  en 
el  diálogo  entre  Bias  y  la  Fortuna,  se  hallan  á  menudo 


**  Sánchez, « Poesías,»  1. 1,  pági-  de  Santa  Marfa,  de  quien  hablaremos 

ñas  143-7.  mas  adelante. 

**  Este  es  el  título  (lue  le  poso  ^  Bohl  de  Faber,  «  Floresta,» 
Ochoa,  quien  lo  imprimió  por  la pri-  núm.743;  Sánchez,  1. 1,  p.  xli;  Pul- 
mera  Tez  entre  las  «  Rimas  inéditas  gar ,  « Claros  varones ,  >  edic.  i775, 
del  Marqués»  (pp.  97-ÜO);  aunque  p.  224;  «Crónica  de  Don  Juan  II», 
Amador  de  los  Ríos ,  en  sus  «  Estu-  año  1448,  cap.  4. 
dios  sobre  los  judíos  de  España»,  *^  «  Cancionero  general  »,  i573, 
alega  razones  para  atribuirlo  a  Pablo  fol.  37. 


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398  HISTORIA   DK    LA   LITERATURA   ESPAtOLA. 

irózos  escritos  con  soltara  y  vigor ,  y  en  estilo  terso  y 
agudo,  al  par  que  gracioso**. 

Pero  la  más  importante  de  todas  las  obras  poéticas 
del  Marqués  es  sin  duda  alguna  su  Comedieta  de  Ponza^ 
la  cual  se  acerca  bastante  á  las  formas  del  drama ,  y 
está  fundada  en  la  historia  de  un  gran  combate  navaU 
habido  cerca  de  la  isla  de  Ponza*  en  \  435,  y  en  el  que 
los  reyes  de  Aragón  y  Navarra,  y  el  infante B.  Enrique 
de  Castilla,  con  otros  muchos  nobles  y  caballeros  de 
sus  respectivos  reinos,  fueron  hechos  prisioneros  por  los 
genoveses  :  jornada  desastrosa,  y  de  te  cual  se  han  ocu- 
pado largamente  las  crónicas  españolas  ^.  El  poema, 
escrito  inmediatamente  después  de  la  catástrofe  que  en 
él  se  refiere,  está  intitulado  Comedia ,  porque  su  desen- 
lace es  feliz,  citándose  á  Dante  como  autoridad  en  el 
uso  de  dicha  voz'^.  Pero  en  realidad,  no  es  otra  cosa 
que  un  sueño  ó  visión ;  y  ademas,  la  imitación  de  uno 
de  los  pasajes  del  Inferno^  que  se  encuentra  al  principio, 
no  nos  deja  duda  alguna  en  cuanto  á  la  idea  que  su 
autor  tuvo  al  escribirlo''.  Las  reinas  de  Aragón  y  Navar- 
ra,  y  la  infanta  D.'  Catalina ,  como  más  interesadas  en 
aquel  desgraciado  suceso,  son  los  principales  interlo- 


**  Otras  dos  ó  tres  composiciones  bargo,  son  cortas  y  de  escaso  mérito, 
del  Marqués  se  bailan  entre  las  po-  '>  < Crónica  de  Don  Juan  II»,  año 
blicadas  por  Ochoa ,  como  son  la  1435,  cap.  9. 
«PreganU  de  Nobles»,  especie  de  ^  En  la  cartóá  D."  Violante  dice 
canto  moral  en  que  el  autor  se  la-  que « la  empezó  inmediatamente  des- 
menta de  no  poder  ver  y  tratar  á  los  >pues  de  acaecida  aquella  batalla  na- 
grandes  bombres  de  todos  los  tiem-  »val  >. 

Bos  y  paises  :  los  c  Doce  trabajos  de  'i  Aludiendo  á  un  diálogo  que  oyó 

¡érenles  », alguna  vezconfundida con  acerca  de  la  batalla,  el  Marques  dice, 

la  obra  en  prosa  aue  á  dicho  asunto  á  la  manera  del  Dante  y  empleando 

escribió  el  marques  de  Villcna ;  y  por  casi  sus  mismas  palabras  : 

último  el  « InGerno  de  los  enamora-  «Tan  paoroso , 

dos  »,  que  imitó  más  tarde  Garci  San-  Que  solo  en  pensarlo  me  vence  piedad.* 
cbez  de  Badajoz.  Todas  tres,  sin  em- 


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pRnnmA  época.  —  capítulo  xix.  399 

cu  lores.  También  Bocaccio  aparece,  sin  más  razón  que 
la  de  haber  escrito  el  tratado  de  Caida  de  Principes^ 
y  después  de  escuchar  los  elogios  que  las  tres  princesas 
y  el  mismo  marqués  de  Santiüana  le  dirigen  por  turnea 
como^utor  de  tal  libro,  contesta  con  la  mayor  soiem* 
nidad  y  compostura  en  idioma  italiano.  La  reina  doña 
I^eonor  le  cuenta  en  seguida  las  glorías  y  grandezas  de 
su  casa,  acompañando  sus  relatos  de  malos  agtieros  para 
el  porvenir ;  y  apenas  ha  terminado  su  relación,  cuando 
viene  una  carta  anunciando  la  catástrofe  ocurrida  en 
Ponza  y  el  cumplimiento  de  su  profecía.  La  Reina  ma* 
dre«  al  oir  las  nuevas  contenidas  en  la  carta,  cae  al  suelo 
desmayada  :  la  Fortuna,  en  fígura  de  mujer,  magnífi- 
camente vestida  y  ataviada,  consuela  á  todos,  primero 
con  el  recuerdo  de  las  pasadas  glorías ,  y  la  promesa 
de  otras  aun  mayores  para  lo  venidero,  y  últimamente 
con  presentar  á  las  desconsoladas  princesas  los  prín- 
cipes cuya  ausencia  y  cautiverio  les  habia  causado  tanto 
dolor  y  aflicción. 

Así  termina  la  Camedieta,  que  se  compone  de  ciento  y 
veinte  coplas,  parecidas  á  las  antiguas  octavas  italianas, 
y  tales  cuales  las  usó  Bocaccio  en  su  Filoslrato.  La  obra, 
en  su  mayor  parte,  está  escrita  con  soltura,  aunque 
con  cierto  aparato  de  erudición  indigesta  y  de  muy  mal 
gusto.  Hay  en  ella  un  pasaje  hábilmente  tomado  del 
séptimo  canto  del  Inferno,  y  es  el  en  que  se  describe  á 
la  Fortuna;  y  otro  que  es  una  agradable  paráfrasis  del 
Beatus  Ule,  de  Horacio**.  Es  claro  que  el  enredo  y  la  parte 
escénica  no  pueden  ser  peores;  y  sin  embargo,  ala  sa- 
zón en  que  aquella  se  escribió,  y  recitada,  según  es  pro- 

^^  Para  muestra  del  estilo  de  la  « Gomedieta  *  pondré  aquí  la  para- 


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400  HISTORIA   Oe    LA   LITERATURA   BSPAÍlOLA. 

bable,  delante  de  alguaas  de  las  personas  que  sufrieron 
en  la  catástrofe  á  que  se  refiere ,  debió  ser  considerada 
como  una  composición  de  mucho  efecto ,  y  como  la  re- 
presentación al  vivo  de  un  suceso  muy  grave  en  la  his- 
toria de  aquel  tiempo.  Bajo  este  punto  de  vista  la  Ce- 
medieta  es  muy  importante. 

Esta^  sin  embargo,  no  fué  ni  con  mucho  la  obra  más 
importante  del  Marqués,  ni  la  que  más  popularidad  al- 
canzó. Este  honor  se  debe  á  una  colección  de  prover- 
bios ó  refranes  hecha  á  petición  del  rey  D.  Juan  el  Se- 
gundo, para  servir  de  aprovechamiento  y  educación  al 
príncipe  su  hijo ,  que  reinó  después  con  el  nombre  de 
Enrique  IV.  Consta  de  cien  coplas  rimadas,  cada  una 
de  las  cuales  encierra  un  proveii)io  ó  sentencia ,  razón 
por  la  cual  es  más  conocida  por  el  título  de  Centiloqtdo. 
Los  proverbios,  en  su  mayor  parte,  están  sin  duda  to- 
mados de  esa  filosofía  vulgar  no  escrita ,  en  la  que  la 
España  ha  alcanzado  mayor  celebridad  que  ninguna 
otra  nación  de  Europa ;  si  bien  es  cierto  que  en  el  plan 
general ,  y  en  algunos  detalles  el  Marqués  parece  haber 
tomado  bastante  del  rey  Salomón  y  del  Nuevo  Testamen- 
to. Tales  como  son,  los  «Proverbios»  merecieron  gran- 
de aceptación  del  público,  como  lo  prueban  los  muchos 
manuscritos  que  de  ellos  se  conservan.  Quizá  debieron 

frasis,  segan  se  halla  en  un  códice ,  Nin  las  venideras  do  an  nascimiento. 

mejor  y  más  correcto,  á  mi  entender, 

que  el  que  disfrutó  Ochoa  :  ^^"• 

jryw  Benditos  aquellos  que  siguen  las  fieras 

Con  las  «mesas  redes  y  cane&  ardidos , 

Benditos  aquellos  que  con  el  acada  Y  saben  las  troxas  y  las  delanteras , 

Sustentan  sus  vidas  y  viven  contentos,  Y  Aeren  de  arcos  en  tiempos  devidos. 

T  de  cuando  en  coando  conosccn  morada,  C<  estos  por  safla  no  son  conmovidos , 

Y  sufren  plazientes  las  lluvias  y  vientos.  ^in  v>n>  cobdicia  los  tiene  subjetos ; 

Ca  estos  non  temen  los  sus  movimientos,  Nin  quieren  tesoros,  ni  sienten  defelos , 

Nin  saben  las  cosas  del  tiempo  pasado ,  Nin  turba  fortuna  sus  libres  sentidos. 
Nin  de  las  presentes  se  hacen  cuidado. 


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PRIMERA   ÉPOCA.  CAPITULO    XIX.  401 

eo  gran  parte  su  popularidad  á  la  circuustancia  de  ha- 
ber sido  escritos  para  el  heredero  presunto  de  la  co- 
rona. Impresos  por  la  primera  vez  en  1496,  pasaron 
al  siguiente  siglo  por  nueve  ó  diez  ediciones  distintas, 
recargadas  con  un  erudito  y  voluminoso  comentario  del 
doctor  Pero  Diaz  de  Toledo".  Considerados  bajo  el  as- 
pecto poético,  no  tienen  ningún  valor,  y  tan  solo  pueden 
interesar  por  las  circunstancias  bajo  que  fueron  com- 
puestos, y  por  ser  la  colección  más  antigua  de  prover- 
bios ó  refranes  vulgares  hecha  en  los  tiempos  modernos. 
Hacia  el  último  período  de  su  vida  la  reputación  li- 
teraria del  Marqués  creció  considerablemente.  Juan  de 
Mena  dice^  que  las  gentes  venían  de  reinos  extranjeros, 
expresamente  para  verle  y  hablarle;  y  el  joven  condes- 
table de  Portugal,  el  mismo  príncipe  que  más  tarde 
tomó  parte  en  las  alteraciones  de  Cataluña  y  pretendió 
la  corona  de  Aragón,  le  escribió  pidiéndole  formal- 
mente una  copia  de  sus  poesías,  la  que  el  Marqués  le 


•*  Hay  otra  colección  de  refranes 
distinta  de  esta,  liecha  por  el  Mar- 
qués, y  publicada  por  Mayans  en  sus 
fOrígenes»  (t.n,pp.  i79ysig.}.  No  es- 
tán ni  rimados  ni  glosados,  sino  sim- 
plemente puestos  por  orden  alfabé- 
tico ,  y  según  los  recogió  su  autor, 
tomándolos  de  «las  yiejas  tras  el 
fuego  ».  En  cuanto  ¿  las  varias  edi- 
ciones del  t  Centiloquio  »,  véase  lo 
que  dicen  Méndez  (Typog.,  p.  i96),  y 
Sancbex  (t.  i,  p.  34).  Para  muestra  de 
los  proverbios  copiaré  aqui  el  décimo- 
séptimo,  que  dice  asi : 

Si  faeres  gran  eloqnente 

Bien  será , 

Pero  mas  te  converrá 

Ser  prudente. 

Qne  el  prudente  es  obediente , 

Todavia 

A  moral  fllosorfa 

Obediente. 

T.    I. 


El  Marqués  mismo  glosó  en  prosa 
algunos  de  sus  proverbios;  pero  ni 
aun  estos  se  libertaron  de  las  erudi- 
tas investigaciones  del  doctor  Pero 
Diaz.  El  autor  del  c  Diálogo  de  las 
lenguas»  habla  de  la  colección  en 
términos  poco  favorables.  (Mayans , 
t.  u,p.  43.) 

•  El  mismo  Pero  Diaz,  que  comentó 
los  «Proverbios»  del  Marqués,  formó 
para  el  rey  D.  Juan  el  Segundo  una 
colección  de  los  de  Séneca ,  que  se 
imprimió  en  i482,  y  varias  veces  des- 
pués. (Méndez,  Typog.,  i97y266.)Yo 
tengo  entre  mis  libros  la  edición  de 
Sevilla,  1500,  folio  (sesenta  y  seis  bo- 
ias).  Son  en  todo  ciento  y  cincuenta,  y 
la  glosa  en  prosa  conque  están  ilustra- 
dos ,  es  de  mejor  gusto  y  más  propia 
que  la  que  puso  á  los  del  Marqués. 

^  En  el  prólogo  á  la  «  Coronación, 
Obras»,  Alcalá,  iS66,  S.»,  fol.  260. 


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402  HISTORIA   DB   LA   LITERATURA   ESPAHOU. 

remitió  t  juntamente  con  una  caria  sobre  la  Gaya  cien- 
cia ,  para  servirles  de  prólogo  ó  introducción ,  escrita 
hacia  el  año  de  1 445 ,  y  que  contiene  una  noticia  de 
los  poetas  españoles  que  le  habian  precedido  ó  vivían 
en  su  tiempo;  carta  que,  á  decir  verdad,  es  el  docu- 
mento más  importante  que  tenemos  sobre  la  antigua 
literatura  española ,  y  que  contrasta  visiblemente  con 
la  curiosa  epístola  que  él  mismo  recibió  del  marqués  de 
Yillena  al  propio  asunto,  probando  cuan  adelantado  es- 
taba el  de  Santillana  á  su  siglo,  en  crítica  y  en  amor 
bien  entendido  á  las  letras"^. 

En  efecto ;  el  Marqués  fué  bajo  todos  conceptos  un 
hombre  muy  notable ,  gran  conocedor  de  su  época ,  y 
dotüdo  de  mucha  resolución  y  firmeza ,  como  lo  prueba 
suficientemente  su  conducta  desde  que  tuvo  uso  de  ra? 
zon,  el  tono  mismo  de  sus  proverbios,  la  carta  á  su 
primo  cuando  estuvo  preso,  y  su  poema  á  la  muerte  de 
don  Alvaro  de  Luna.  Fué  también  poeta,  aunque  no  de 
primer  orden,  hombre  de  varia  y  extensa  lectura,  en 
tiempo  en  que  el  leer  no  estaba  muy  de  moda**,  y  crítico 
razonable ,  á  la  sazón  que  el  buen  juicio  y  el  criterio 
apenas  iban  juntos.  Y  por  último  fué  el  fundador  en 
España  de  una  escuela  italiana  y  cortesana ,  contraria 

SB  Esta  importante  carta,  que  se-»  cena,  autor  coetáneo  y  amigo  suyo , 

fun  Argote  de  Molina  (Nobleza  de  el  Marqués  dice,  hablando  de  si  mis- 
ndalucla,  i588,  fol.  335)  era  una  mo :  «Me  veo  defetuoso  en  letras  la- 
especie  de  introducción  al  «  Cancio-  »tioa8  v ;  y  después  añade  «  que  el 
ñero  »  del  Marqués,  se  baila  ilustrada  «obispo  de  Burgos  y  Juan  de  Mena 
con  eruditas  anotaciones,  en  el  tomo  vhubieran  discutido  en  latín ,  en  lu- 
primero  de  la  colección  de  Sánchez,  «sar  de  emplear  el  castellano,  á  haber 
£1  condestable  de  Portugal,  á  quien  >el  sido  perito  en  dicha  lengua».  Sin 
está  diríffida,  murió  en  i406.  embargo,  si  hemos  de  juzgar  por  sus 
*^  No  Te  llamo  erudito  porque  no  obras,  ^ue  por  lo  común  están  llenas 
sabia  latín,  como  otros  escritores  de  de  alusiones  á  escritores  latinos  de 
su  siglo;  y  si  lo  sabia,  era  muy  imper  la  antigüedad,  y  alguna  ?ez  que  otra 
rectamente.  En  el  curioso  tratado  de  de  imitaciones  de  sus  escritos,  el 
«Viu  Beata  v,  escrito  por  Juan  de  Lu-  Blarqués  podia  leer  los  clásicos. 


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PMMBRA  ÉPOCA.  —  CAPITULO   XIX.  403 

y  opnesta  en  un  principio  al  espíritu  nacional ,  pero  que 
hubo  de  cederte  definitivamente  el  puesto,  á  pesar  de 
que  ejerció  por  largo  tiempo  considerable  influencia ,  y 
contribuyó  eficazmente  á  echar  en  el  siglo  xvi  los  ci- 
mientos de  la  literatura  española  propiamente  dicha. 

Vivia,  sin  embaigo,  en  el  reinado  de  D.  Juan  el  Se- 
gundo y  en  su  corle,  otro  poeta,  cuya  influencia  fué 
menos  sentida  en  su  tiempo  que  la  de  su  patrono  el 
marqués  de  Villena ,  pero  que  posteriormenle  ha  sido 
más  veces  nombrado  y  recordado ,  á  saber,  Juan  de 
Mena ,  denominado  por  algunos  aunque  impropiamente 
el  Enq^;  español. 

Náíió  Juan  de  Mena  en  Córdoba,  hacia  el  año 
d^fll  1 ,  de  padres  honrados ,  aunque  pertenecientes 
gestado  llano;  y  habiendo  quedado  huérfano  en  su 
mocedad ,  se  dedicó  voluntariamente  y  de  su  propia  in- 
clinación al  estudio  de  las  letras,  cursando  primero  en 
Salamanca  y  después  en  Roma,  donde  completó  su 
educación.  De  vuelta  á  su  patria  fué  nombrado  caba* 
Uero  veinticuatro  de  Córdoba ,  y  poco  después  le  vemos 
en  la  corte  viviendo  en  grande  intimidad  con  los  más 
poderosos  señores,  en  su  cualidad  de  poeta,  y  desem- 
peñando ademas  los  cargos  de  secretario  de  cartas  lati- 
nas, y  cronista  del  rey  D.  Juan  el  Segundo'^;  empleos 
que  le  pusieron  naturalmente  en  contacto  y  en  relación 
directa  con  el  Rey  y  el  Condestable,  y  á  los  que  debemos 
por  casualidad  algunas  revelaciones  curiosas  é  impor- 

'7  Las  principales  noticias  para  la  manca,  Í5SES,  folio.)  En  caanto  al  lu- 

vida  de  Juan  de  Mena  se  hallarán  en  gar  de  su  nacimiento,  no  queda  duda 

el  «Epicedio»,  que  Valerio  Francisco  ninguna;  él  mismo  lo  dice  en  sus 

Romero  compuso  á  la  muerte  del  co-  « Trescientas  »,  copla  i24,  de  una  nuH 

mendador  Hernán  Nuñez,  y  anda  im-  ñera  que  le  hace  honor, 
preso  al  linde  sus  refranes.  (Sala- 


\ 

I 


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404  HISTORIA   DB   LA   LITERATURA   BSPAÍlOLA. 

tantes  para  la  historia.  Por  ejemplo  :  si  hemos  de  creer 
el  testimonio  de  un  autor,  del  cual  hablaremos  más  ade- 
lante, el  Rey  deseaba  mucho  ser  bien  tratado  en  la  histo- 
ria, para  lo  cual  mandaba  á  su  médico  y  confidente,  que 
de  vez  en  cuando  instruyese  al  cronista  y  le  dijese  de 
qué  manera  debia  tratar  tal  y  tal  punto.  En  una  carta,  en 
efecto,  le  dice  este  con  la  mayor  formalidad  :  «El  Rey  es 
codicioso  de  loa,  como  de  meterse  en  arduos  fechos" , » 
y  pasa  en  seguida  á  hacerle  relación  de  ciertos  sucesos, 
de  la  manera  que  habrán  de  contarse «  tratándose  nada 
menos  que  de  la  negativa  del  conde  de  Castro  á  obedecer 
las  órdenes  del  Rey.  En  otra  se  le  dice : « El  Rey,  que  de 
vos  espera  mucha  gloria,  me  manda  que  os  narre,  etc.», 
y  sigue  la  relación  de  los  hechos  según  el  Rey  quería 
que  se  consignasen  en  su  historia**.  Pero  aunque  Juan 
de  Mena  se  ocupó  en  escribir  dicha  obra  hasta  el  ano 
de  1445,  y  que  según  todas  las  apariencias  fué  muy 
protegido  por  el  Rey  y  por  el  Condestable,  no  hay  mo- 
tivos para  suponer  que  todo  ó  parte  de  lo  que  escríbió 
se  halle  embebido  en  la  Crónica  de  Don  Juan  el  Segun- 
do, según  salió  de  su  pluma. 

El  cronista,  sin  embargo,  que  parece  haber  sido 
dotado  de  genio  y  carácter  á  propósito  para  medrar  en 
la  corte,  nos  ha  dejado  pruebas  bastantes  de  los  me- 
dios que  empleó  para  hacerse  lugar  y.  ganar  el  favor  del 
monarca.  Fué  una  especie  de  poeta,  laureado,  sin  titu- 
lo, que  escríbia  versos  á  la  batalla  de  Olmedo  en  i  445, 
á  la  reconciliación  del  Rey  con  su  hijo  en  1446,  á  los 
sucesos  de  Peñafiel  en  1449,  á  la  herida  que  el  Con- 
destable recibió  en  Palencia  en  1452;  en  todas  las 

**  Cibdareal,  epist.  xlvii.  >*  Citxlareal,  epfst.  lxix. 


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PRlUBRA   ÉPeCA.  CAPITULO    XIX.  405 

cuales  obras  •  así  como  eu  otros  poemas  de  mayor  di- 
meosioD,  maoifiesta  siempre  gran  devoción  y  respeto  á 
los  grandes  poderes  del  Estado^. 

También  en  Portugal  logró  Juan  de  Mena  Éavor  y  Jt¿, 

protección.  El  infante  D.  Pedro ,  poeta  de  bastante  nom- 
bradía,  y  que  anduvo,  según  la  vulgar  tradición,  las 
siete  partidas  del  mundo,  le  conoció  en  España,  y  á 
su  vuelta  á  Lisboa  le  dirigió  unos  pocos  versos,  algo 
mejores  por  cierto  que  los  que  este  le  envió  en  respues- 
ta ,  imitando  ademas  con  bastante  buen  éxito  su  Labe- 
rifUo ,  en  un  poema  castellano  de  ciento  y  veinte  y  cinco 
octavas  ^^  Con  tales  hábitos  y  relaciones,  dotado  de  un 
ingenio  fácil  y  agudo,  de  humor  festivo  y  modales  cor- 
tesanos que  hacian  su  trato  agradable  á  todos  ^*,  Juan 
de  Mena  parece  haber  vivido  contento  y  satisfecho,  en 
medio  de  los  partidos  que  se  disputaban  el  poder  ^, 
hasta  su  muerte,  acaecida  súbitamente  en  4  45G,  de  re- 
sultas de  una  caida  de  su  muía.  El  marqués  de Santillana, 
su  constante  amigo  y  protector ,  le  compuso  un  epitafio 
y  erigió  un  monumento  á  su  memoria ,  que  se  ve  aun 
hoy  dia  en  Torrelaguna  ^\ 

^  Sus  versos  á  la  batalla  de  Olmedo  D.  Pedro  es,  según  creo,  el  mismo  á 
se  hallan  en  Castro  ( Bib.  esp. ,  t.  i,  quien  alude  Cervantes  (Don  Quijote, 
p.  331);  y  los  que  escribió  á  la  herida  parte  w ,  cap.  23 )  diciendo  que  an- 
del Condestable ,  en  la  «  Crónica  de  duvo  las  siete  partidas ,  á  pesar  de 
Don  Alvaro,  v  (Edic.  de  Milán ,  1346,  que  ni  Pellicer  ni  Clemencin  aclaran 
fol.  60,  vuelto. )  la  especie. 

^*  Los  versos  aqui  citados  con  este  ^*  Véase  el  «  Diálogo  de  Juan  de 

titulo :  ff  Do  Infante  Dom  Pedro,  Fylbo  Lucena»,  en  que  Juan  de  Mena  es  uno 

«del  Rey  Dom  Joam,  em  loor  de  Joam  de  los  principales  interlocutores. 

»de  Mena,»  la  respuesta  de  Juan  de  ^^  Mantúvose  siempre  en  términos 

Mena,  una  corta  réplica  del  Infante ,  de  amistad  y  buena  correspondencia 

y  una  ^nida  ó  remate,  se  hallan  en  el  con  el  Rey»  los  infantes ,  el  Condes- 

t Cancionero  de  Resende  ».  (Lisboa,  table,  el  marqués  de  Santillana,  y 

i516,  fol.  72.)  Véase  también  á  Be-  otros. 

Hermán  (De  la  antigua  literatura  por-  ^  Ponz,  c  Viaje  de  España ,»  t.  xii , 

tuguesa,  Berlín,  1840,  pp.  27, 64),  y  á  p.  38;  Clemencin»  noUs  al  «Quijote», 

Méndez  (Typog.,  p.  137).  Este  infante  parte  ii,  cap.  44,  t.  v,  p. 379. 


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406  HISTORIA   DE  LA   LITERATURA   ESPAl^OLA. 

Las  obras  de  Juan  de  Mena  gozaron  evidentemente 
de  los  primeros  favores  del  Rey  y  de  su  corte,  desde  el 
momento  mismo  que  salieron  á  luz^.  Aun  contaba  el 
poeta  muy  pocos  años,  y  ya  sus  producciones  eran  ge- 
neralmente aplaudidas  en  palacio ,  si  hemos  de  dar  fe 
á  las  sencillas,  al  par  que  ingeniosas  cartas  atribuidas 
al  médico  de  cámara  del  rey  D.  Juan  el  Segundo.  Hay 
más  :  las  colecciones  de  poesías  hechas  por  Baena  y 
Stuñiga ,  para  divertimiento  y  solaz  de  aquel  monarca, 
hacia  el  año  4  450 ,  son  una  prueba  fehaciente  de  que 
su  favor  en  la  corte  no  fué  adquirido  á  fuerza  de  años, 
puesto  que  cuantos  versos  suyos  pudieron  hallarse,  otros 
tantos  fueron  incluidos  en  ambas.  Pero  aunque  dicha 
circunstancia ,  así  como  la  de  haber  sus  poesías  apare- 
cido antes  de  terminado  aquel  siglo ,  en  dos  ó  tres  co- 
lecciones ,  las  más  antiguas  que  salieron  de  la  prensa 
española,  no  dejan  duda  alguna  en  cuanto  al  favor  de 
que  gozaron  en  la  corte ,  puede  razonablemente  du- 
darse de  que  tuviesen  un  éxito  verdaderamente  popular. 

Dos  ó  tres  de  sus  poesías  sueltas,  como  los  versos 
dirigidos  á  su  dama ,  diciéndole  cuan  temible  es  en  todas 
cosas,  y  oirás  á  un  macho  que  compró  de  un  fraile,  es- 
tán escritas  de  modo  que  pasarían  por  divertidas  en 
cualquier  parte^;  mas  la  generalidad  de  sus  poesías 
sueltas ,  de  las  cuales  como  unas  veinte  se  encuentran 
esparcidas  en  libros  raros  ^\  pertenecen  más  bien  al  es- 

^  Cibdareal,  epist.  zx.  Doce  de  las  ^  La  vdtima,  que  do  carece  de 
ciento  y  cinco  cartas,  de  oue^  com-  cierta  gracia ,  se  halla  dos  veces  ci- 
pone  el  epistolario  del  célebre  físico  tada  en  el  tEpistolario»  de  Cibdareal, 
de  D.  Juan  el  Segundo,  están  dirlgi-  j  parece  haber  merecido  la  aproba- 
das á  Juan  de  Mena ;  lo  cuaÚ  dado  clon  del  Rey  y  de  la  corte.  (Véanse 
caso  que  dichas  cartas  sean  auténti-  las  epístolas  xxxiii  y  xxxvi.) 
cas ,  prueba  basu  aué  punto  gozaba  ^^  Las  poesías  sueltas  de  Juan  de 
el  poeta  del  favor  ae  la  corte.  Mena  están  por  lo  común  en  los  au- 


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PRIMBRA   ÉPOCA.  —  CAPÍTULO   XIIC.  407 

tilo  cortesano  de  la  sociedad  en  que  él  vivía;  y  estan- 
do; como  están,  llenas  de  conceptos  y  alusiones  os- 
curas y  escritas  ademas  con  notable  afectación ,  solo 
pudieron  ser  apreciadas  de  las  personas  á  quienes  iban 
dirigidas,  ó  del  estrecho  círculo  de  sus  amigos  y  co- 
nocidos. 

Su  poema  de  los  Siete  pecados  mortales,  compuesto 
de  unos  ochocientos  versos  cortos,  divididos  en  redon- 
dillas dobles,  es  obra  de  mayores  pretensiones ;  si  bien 
no  es  otra  cosa  que  una  fábula  alegórica,  llena  de  pe- 
dantería y  de  sutilezas  metafísicas  á  propósito  de  una 
guerra  entre  la  Razón  y  la  Voluntad.  A  pesar  de  su  ex- 
tensión, Juan  de  Mena  la  dejó  sin  concluir;  y  un  fraile, 
llamado  Jerónimo  de  Olivares,  le  añadió  cuatrocientos 
versos  más,  á  fin  de  llevar  la  discusión  al  punto  en  que 
él  creyó  debia  concluir.  Ambas  á  dos  son  tan  fastidio- 
sas y  cansadas  como  podia  hacerlas  la  teología  de  aquel 
tiempo. 

Algo  mejor  es  su  Coronación,  la  cual  consta  de  unos 
quinientos  versos ,  arreglados  en  quintillas  dobles.  El 
título  de  la  obra  está  en  armonía  con  su  asunto,  á  saber : 
el  viaje  imaginario  de  Juan  de  Mena  al  monte  Parnaso, 
para  presenciar  la  coronación  del  marqués  de  Santi- 
llana ,  como  poeta  y  como  héroe ,  por  las  Musas  y  las 
Virtudes.  Es  pues ,  en  rigor ,  un  poema  en  honor  y  ala- 
banza de  su  esclarecido  protector,  y  como  tal  es  bas- 
tante extraño  que  lo  escribiese  en  estilo  lijero  y  satl- 


tfgnos  Cancioneros  generales ;  otras  nación  »  forman  dos  tratados  separa- 
se encuentran  en  las  varias  edicio-  dos,  con  distinta  portada ,  foliatura  y 
nes  de  sus  obras.  Por  ejemplo,  en  colophon  aparte,  cada  una  de  aque- 
ta muy  apreciable  de  Valladolid,i536,  lias  está  seguida  de  poesías  sueltas 
'  en  que  ns  «Trescientas  »  y  la  «Coro-  del  autor. 


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408  HISTORIA   DE   LA    LITERATURA   ESPAÑOLA. 

rico.  Al  principio ,  como  en  otras  partes ,  parece  una 
imitación  servil  de  la  Divina  Comedia  ^  pues  empieza, 
como  esta ,  refiriendo  que  el  autor  vaga  extraviado  por 
una  oscura  selva ;  pasa  después  á  las  regiones  de  la  mi^ 
seria ,  en  donde  ve  y  presencia  el  castigo  que  se  da  á 
los  muertos ;  visita  también  la  morada  de  los  bienaven- 
turados, y  reconoce  á  los  héroes  de  los  siglos  pasados; 
por  último  llega  al  monte  Parnaso,  donde  asiste  á  una 
especie  de  apoteosis  de  los  poetas,  objetos  de  su  reve- 
rencia y  admiración ,  que  aun  vivían  en  su  tiempo.  La 
versiñcacíon  es  fácil  y  algunos  trozos  divertidos;  pero 
la  indigesta  erudición  de  que  está  saturado  el  poema 
lo  hace  árido  y  fastidioso :  los  mejores  trozos  son  los 
meramente  descriptivos. 

Pero  si  Juan  de  Mena  tuvo  intención  de  imitar  al 
Dante  en  su  Coronación,  no  cabe  duda  sino  que  en  la 
principal  y  más  larga  de  todas  sus  obras,  que  es  el  Lü" 
berinto ,  no  solo  se  propuso  tomar  á  aquel  célebre  poeta 
por  modelo ,  sino  que  le  imitó  completamente.  Dicho 
poema ,  que  empezó  muy  joven  y  que  dejó  sin  concluir 
al  tiempo  de  su  muerte  repentina ,  á  pesar  de  que  se 
ocupó  mucho  en  él ,  se  compone  de  un^^  dos  mil  y 
quinientos  versos,  repartidos  en  coj^{  Compuestas  cada 
una  de  dos  redondillas  ,«j^^^metro  llamado  entonces 
«versos  de  arle  máy&r» ,  por  suponerse  que  su  compo-. 
sS!^on  requería  mayor  ciencia  y  arte  que  la  de  los  ver- 
sos cortos  usados  antiguamente.  Intitúlase  el  Laberinto^  y 
también  las  Trescientas,  por  ser  este  el  número  de  las 
coplas  de  que  Juan  de  Mena  quiso  que  constase  :  su 
asunto  se  reduce  á  mostrar»  por  visión  y  alegoría,  todo 
lo  relativo  á  los  deberes  y  destino  del  hombre;  y  las  re- 


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PRIMERA   ÉPOCA. CAPtTULO   XIX.  409 

glas  que  el  autor  siguió  eu  su  composición  no  son  otras 
que  las  propuestas  por  Dante,  en  su  tratado  De  mdgari 
eloquentia,  y  puestas  eo  práctica  en  su  Divina  Commedia. 

Después  de  la  dedicatoria  al  rey  D.  Juan  el  Segun- 
do ,  invocación  á  las  Musas  y  otras  cosas ,  el  poema  em- 
pieza, como  el  -del  Dante,  con  la  traslación  del  autor  á 
un  gran  desierto.  Allí  encuentra  á  la  Providencia,  que 
se  le  aparece  en  forma  de  una  hermosa  doncella,  y 
ofrece  conducirle  por  un  camino  seguro,  y  librarle  de 
los  peligros  que  le  rodean,  prometiendo  explicarle  al 
propio  tiempo  los  grandes  misterios  de  la  vida  «en 
quanto  puede  ser  apalpado  de  humano  intellecto » .  La 
doncella  cumple  la  promesa,  guiando  al  autor  hacia  un 
sitio  desde  el  cual  se  ven  el  «spherico  centro  y  las  cinco 
zonas» ,  y  por  consiguiente  todos  los  reinos  y  naciones 
de  la  tierra.  Desde  allí  le  enseña  tres  grandes  ruedas 
místicas,  las  ruedas  del  destino :  dos,  que  representan  lo 
pasado  y  lo  futuro,  «firmes,  inmotas  y  quedas» ,  y  la 
tercera,  que  representa  lo  presente,  en  continuo  movi- 
miento. Cada  una  de  estas  ruedas  comprende  su  parte 
alícuota  del  género  humano,  y  está  toda  tejida  de  «  or- 
bes setenes  » ,  que  son  los  planetas  que  influyen  y  go- 
biernan los  destinos.de  los  hombres ;  explicando  la  Pro- 
videncia al  autor  los  caracteres  y  condiciones  de  los  más 
ilustres  y  distinguidos,  á  medida  que  sus  sombras  se  van 
ofreciendo  á  su  vista  en  aquellos  misteriosos  círculos. 

Desde  este  punto,  pues,  en  adelante,  el  poema  se  con- 
vierte en  una  galería  confusa  de  retratos  mitológicos  é 
históricos,  colocados,  como  en  el  Paraíso  del  Dante,  por 
el  orden  de  los  siete  planetas  ** .  Generalmente  tienen  poco 

^  El  autor  del  « Diálogo  de  las  kioguas »  ( Mayans  y  Sisear ,  Orige- 


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410  HISTORIA  DB   LA   LITERATURA  ESPAÑOLA. 

mérito,  y  algunos  de  ellos  están  tan  lijeramenle  bosque- 
jados, y  con  expresiones  tan  ambiguas  y  oscuras,  que 
no  es  fácil  reconocerlos  :  los  mejores  son  aquellos  que 
representan  á  poetas  coetáneos  ó  paisanos  del  autor, 
delineados  unos  con  lisonja  cortesana,  como  los  del  R^ 
'  y  del  Condestable ;  otros  con  mas  verdad ,  como  los  del 
marqués  de  VíUena ,  D.  Juan  de  Merlo  y  el  joven  Da- 
vales, cuya  muerte  prematura  se  refiere  en  una  copla 
escrita  con  mucho  vigor  y  ternura  **. 

El  suceso  que  cuenta  con  más  detalles  es  la  muerte 
de  D.  Enrique  de  Guzman ,  conde  de  Niebla ,  quien  du- 
rante el  sitio  de  Gibraltar,  en  1436,  perdióla  vida  por 
salvar  la  de  un  criado :  la  barca  en  que  él  y  su  gente 
iban,  siendo  demasiado  pequeña  para  admitir  tanta  gen- 
te como  á  ella  se  agolpó,  fué  volcada  por  un  golpe 
de  mar,  y  todos  perecieron  juntos.  Suceso  tan  desas- 
troso, acaecido  en  la  persona  de  uno  de  los  más  nobles 
y  más  considerados  magnates  del  Reino ,  junto  con  el 
heroismo  y  decisión  del  Conde,  ocupado  á  la  sazón  en 


nes,  t.  n,  p.  i48)  se  qugaba,  hace  más 
de  tres  siglos,  de  los  muchos  pasajes 
oscuros  aae  se  hallan  en  las  ooras  de 
Juan  de  Mena ;  defecto  que  ponen  de 
manifiesto  á  cada  paso  los  eruditos 
cuanto  prolijos  comentarios  de  dos 
de  sus  mas  antiguos  y  sabios  intér- 
pretes. 

*^  Aunque  Juan  de  Mena  no  fué  un 
autor  muy  popular,  ha  sido  siem- 
pre muy  considerado  por  los  escri- 
tores de  su  nación.  Va  durante  su 
vida  se  incluyeron  algunas  de  sus 
poesías  en  el  «Cancionero  de  Baena», 
é  Inmediatamente  después  de  su 
muerte,  en  la  «Crónica  de  Don  Alvaro 
de  Luna».  También  se  hallan  algunas 
en  una  colección,  impresa  en  Za- 
ragoza, en  i482,  ¿  que  ya  aludimos 
en  otro  lugar;  asi   como  en  otra 


colección  impresa  bácla  el  mismo 
tiempo,  aunque  sin  fecha.  Hállanse 
asimismo  en  los  antiguos  «  Cancio- 
neros generales  »  y  en  varias  edicio- 
nes de  sus  obras,  desde  el  año  i496 
hasta  nuestros  dias.  Y  ademas  el  eru- 
dito comendador,  Hernán  Nu5ez  de 
Guzman,  publicó  en  1409  una  glosa  á 
las  «  Trescientas»  y  otra  á  las  « Cin- 
cuenta)», ó  sea  la  «Coronación»;  y  más 
tarde,  enlS^,  otro  escritor,  aun  más 
docto  y  erudito  que  el  anterior, 
Francisco  Sánchez  de  las  Brozas,  co- 
munmente llamado  el  Brócense,  pu- 
blicó unas  nuevas  anotaciones  á  to- 
das sus  obras  :  de  suerte  que  casi 
todas  las  ediciones  de  Juan  de  Mena 
van  acompañadas  de  uno  ú  otro  co- 
mentario. 


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PRIMERA  ÉPOCA.  —  CAPÍTULO   XIX.  411 

hacer  denodadamente  la  guerra  á  los  moros,  produjo 
un  llanto  universal  en  Castilla ,  y  se  halla  consignado 
en  todas  las  crónicas  de  aquel  tiempo.  Juan  de  Mena 
lo  introduce  en  sus  Trescientas  de  la  manera  siguiento'*: 

CLX. 

Aquel  que  en  la  barca  parece  sentado, 
vestido,  en  engaño  de  las  bravas  ondas, 
en  aguas  crueles,  ya  mas  que  no  hondas, 
con  mucha  gente  en  la  mar  anegado, 
es  el  valiente,  no  bien  fortunado, 
muy  virtuoso,  perínclito  conde, 
de  Niebla ,  que  todos  sabéis  bien  adonde 
dio  fin  al  día  del  curso  hadado. 

CLXl. 

Y  los  que  lo  cercan  por  el  derredor, 
puesto  que  fuessen  magnifícos  hombres, 
los  títulos  todos  de  todos  sus  nombres , 
el  nombre  le  cubre  de  aquel  su  señor ; 
que  todos  los  hechos  que  son  de  valor 
para  se  mostrar  por  si  cada  uno , 
quando  se  juntan  y  van  de  consuno, 
pierden  el  nombre  delante  el  mayor. 

CLXIl. 

Arlanza,  Pisuerga  y  aun  Carrion 
gozan  de  nombre  de  rios ;  empero 
después  de  juntados  llamamoslos  Duero ; 
hacemos  de  muchos  una  relación. 

Es  muy  poco ,  sin  embargo ,  lo  que  se  encuentra  en 
las  obras  de  Juan  de  Mena,  parecido  al  trozo  que  aca- 
bamos de  citar,  el  cual,  ya  que  no  tenga  otro  mérito, 
tiene  el  de  estar  libre  de  la  pedantería  y  conceptismo 
que  en  general  afean  y  desfiguran  las  más  de  sus  obras. 

Tal  cual  es ,  el  Laberinto  obtuvo  la  admiración  de  la 

M  cGrónica  de  Don  Juan  el  Segundo»,  año  i436,  cap.  3. 


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412  HISTORIA   OE   LA   LITBRATURA   ESPAllOLA. 

cortCt  y  sobre  todo  la  del  rey  D.  Juan  el  Segundo,  quien, 
si  hemos  de  creer  el  testimonio  de  su  médico,  le  lleva* 
ba  siempre  consigo.  «  La  muy  poiida  é  erudita  obra  de 
» vuestra  merced  (escribía  este  á  Juan  de  Mena),  que  lleva 
o  por  nombre  La  segunda  orden  de  Mercurio,  ha  placido 
»asaz  al  Rey,  que  por  deporte  la  leva  á  los  caminos  é 
»á  las  cazas '^. »  En  otra  ocasión  le  escribe  :  «El  fíni- 
«miento  del  tercer  círculo  le  plugo  al  Rey  mucho,  é  yo 
» lo  he  leido  una  vez  á  su  señoría,  é  su  Alteza  lo  ha  en 
»  su  tabla,  á  par  del  libro  de  sus  oraciones,  é  lo  toma  é  lo 
» dexa  asaz  muchas  vezes"*. »  El  poema  todo  fué  someti- 
do, según  parece,  trozo  por  trozo  y  á  medida  que  se  fíié 
componiendo ,  á  la  sanción  del  Rey ,  el  cual  hizo  en  él 
varias  correcciones,  y  una,  por  lo  menos,  que  aun  sub- 
siste sin  alteración".  También  aconsejó  este  al  poeta, 
que  le  añadiese  sesenta  y  cinco  coplas  más,  para  que 
igualase  con  los  dias  del  año ;  y  por  lo  tanto  las  veinte 
y  cuatro  que  en  algunas  impresiones  van  añadidas  al 
fin  del  poema,  son,  según  algunos,  obra  de  Juan  ^e 
Mena ,  y  escritas  en  cumplimiento  de  las  órdenes  de  su 
soberano.  Sea  de  esto  loque  fuere,  nadie  desea  hoy 
dia  que  el  poema  sea  más  largo  de  lo  que  es^. 

^*  «Cibdareal  >,  epíst.  xx.  que  las  compuso  después  de  muerlo 

**  Ibid.y  epist.  xLix.  el  rey  D.  Juan  el  Sesundo ,  pues  su 

^  Ibid.,  episl.  XX.  contexto  do  es  oada  lisonjero  i  este 

^^  Imprimáronse   aparte   en    el  monarca.  Por  este  motiTo  nos  Incli- 

«Cancionero  general  de  4573  * ;  pero  namos  á  creer  que  las  veinte  v  cua- 

no  se  hallan  en  la  edición  de  las  obras  tro  coplas  adicionales  do  son  obra  de 

de  Juan  de  Mena  hecha  en  4566,  ni  Juan  de  Mena,  ouien  al  elogiar  al  Rey 

ÍViéron  tampoco  glosadas  por  el  co-  y  ai  Condestable  no  podía  menos  de 

mendador  Hernán  Nuikez,  lo  cual  nos  desear  que  elogios  tan  prodigados 

hace  dudar  sí  fueron  6  no  escritas  durasen  basta  después  de  la  muerte 

por  aquel.  Sí  le  fueron,  es  eTídenie  de  ambos. 


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CAPITULO  XX. 


Progresos  de  la  literatara  castellana.  —  Poetas  del  tiempo  de  D.  Juan  II.— 
Villasandino. — Francisco  Imperial.  — Baena. — Rodrigaez  del  Padrón.— 
Escritores  en  prosa.  —  Cibdareal  y  Peman  Pérez  de  GuEman. 


Consideradas  bajo  cierto  punto  de  vista,  las  obras 
todas  de  Juan  de  Mena  son  de  bastante  importancia,  en 
cuanto  marcan  el  progreso  y  desarrollo  de  la  lengua 
castellana,  la  que  adelantó  más  en  sus  manos  de  lo  que 
había  adelantado  en  un  largo  período  anterior.  Cerca 
de  dos  siglos  habian  trascurrido  desde  los  tiempos  de 
Don  Alfonso  el  Sabio,  y  poco  se  habia  hecho  para  en- 
riquecer ,  nada  para  elevar  y  purificar  un  idioma  na- 
turalmente rico  y  armonioso,  y  que  circunstancias  polí- 
ticas habian  generalizado  en  gran  parte  de  la  España. 
El  estilo  grave  y  mesurado  de  las  Partidas  y  de  la  Cró- 
nica  general  no  habia  tenido  imitadores ,  al  par  que  la 
dicción  más  lijera  del  Conde  Lucanor  tampoco  dejó  es- 
cuela ;  porque  no  era  de  esperar  que  en  tiempos  de 
trastornos  y  revueltas,  como  lo  fueron  los  del  rey  D.  Pe- 
dro el  Cruel  y  sus  tres  inmediatos  sucesores,  tuvieran  los 
españoles  tiempo  y  humor  para  ocuparse  de  otras  cosas 
que  no  fueran  su  seguridad  personal  y  su  propio  bien- 
estar. 


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414  HISTORIA  DE   LA   LITBRATURA   BSPAflOLA. 

Mas  en  la  época  á  que  nos  referimos,  durante. el 
reinado  de  D.  Juan  el  Segundo,  aunque  hubo  grandes 
alteraciones  en  Castilla,  estas  tuvieron  más  bien  el  ca- 
rácter de  feudos  entre  los  varios  magnates  que  se  dis- 
putaban el  poder ,  que  no  el  de  guerras  contra  la  co- 
rona ;  al  paso  que,  por  causas  enteramente  fortuitas,  las 
ciencias  y  las  letras  fueron,  no  solo  honradas,  sino  que 
llegaron  á  ser  el  pasatiempo  de  la  corte.  El  estilo,  pues, 
comenzó  á  ser  mirado  como  cosa  de  alguna  importan- 
cia ,  y  la  buena  elección  de  las  palabras,  como  el  pri- 
mer paso  hacia  la  elevación  y  mejora  de  aquel :  todos 
aquellos  que  buscaban  el  favor  de  los  nobles  y  corte- 
sanos que  en  aquel  reinado  daban  la  moda ,  así  en  tra- 
je-s  y  modales  como  en  literatura ,  se  propusieron  cul- 
tivarlo como  el  único  medio  de  ganar  el  favor  y  pro- 
tección que  apetecían.  Obstáculos,  empero,  de  gran 
monta  se  opusieron  al  pronto  á  la  formación  de  un  estilo 
tal  cual  se  requería.  El  romance  castellano  habia  sido, 
desde  su  principio,  digno,  mesurado,  festivo  si  cabe, 
pero  nunca  ríco :  Juan  de  Mena,  pues,  se  vio  en  la  ne- 
cesidad de  aumentar  su  vocabulario  poético,  y  para  con- 
seguirlo hubo  de  buscar  en  derredor  suyo  y  en  otras 
lenguas  los  elementos  que  le  faltaban;  y  si  hubiera  usado 
de  más  discreción  y  de  mayor  criterio  en  el  uso  de  los 
vocablos  que  adoptó  é  introdujo ,  no  cabe  duda  sino 
que  el  idioma  español  hubiera  desde  luego  recibido  la 
forma  que  él  quería  imprimirle.  Así  y  con  todo,  no  cabe 
duda  sino  que  Juan  de  Mena  contribuyó  eficazmente  á 
la  formación  del  lenguaje,  introduciendo  palabras  de 
otros  idiomas,  y  principalmente  del  latin.  Por  desgracia 
su  elección  no  fué  siempre  atinada  :  algunos  de  los  vo- 


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MUMBRA   ÉPOCA.  — CAPÍTULO  XX.  415 

cabios  que  adoptó  son  bajos  y  triviales' ,  y  por  consi- 
guiente su  autoridad  como  escritor  no  fué  bastante  para 
hacerlos  dignos;  otros  no  valian  más,  ni  eran  más  ex- 
presivos que  aquellos  que  reemplazaban,  y  por  lo  tanto 
cayeron  en  desuso;  al  paso  que  otros,  demasiado  ex- 
tranjeros en  su  estructura  y  sonido,  no  arraigaron  nunca 
en  un  suelo  á  que  no  debieron  ser  trasplantados.  La 
mayor  parte,  pues ,  de  lo  que  Juan  de  Mena  trabajó  en 
este  concepto  fué  improductivo,  si  bien  es  preciso  con- 
fesar que  el  estilo  de  la  poesía  castellana  recibió  nuevo 
vigor,  que  la  versiñcacion  ganó  mucho  en  sus  manos,  y 
que  su  ejemplo,  seguido  por  Lucena,  Diego  de  San 
Pedro,  Garci  Sánchez  de  Badajoz,  los  Manriques  y  oíros 
escritores,  fué  la  base  de  los  grandes  adelantamientos 
que  el  vocabulario  castellano  recibió  en  el  siguiente 
siglo. 

Otro  poeta  que,  durante  el  reinado  de  D.  Juan  el  Se- 
gundo, cobró  gran  fama  y  celebridad,  si  bien  menos 


*  Como,  por  ejemplo,  el  valenciano 
ó  protenzal  fi  por  h^jo ,  en  las  «Tres- 
cientas » ,  copla  37;  y  trinquete,  por  ve- 
la de  proa,  en  la  copla  i65.  Lope  de 
Vega  (Obras  sueltas ,  t.  iv ,  p.  474)  se 

aaeja  de  los  UUinismoi  de  iaan  de 
lena ,  que  abundan  mucho  en  todas 
sus  obras,  y  son  algunas  veces  en  ex- 
trenío  chocantes,  y  cita  ademas  este 
▼erso: 

El  amor  es  fleto ,  vuiiloco ,  pigro. 

No  me  acuerdo  de  haberlo  leido  en 
sus  obras;  pero  si  en  efecto  se  halla 
en  ellas ,  solo  sabré  decir  que  es  tan 
malo  como  el  peor  de  los  versos  de 
Ronsard,  á  quien  justamente  se  ri- 
diculizó por  el  mismo  defecto.  No 
debe,  sin  embargo,  perderse  de  vista 
que  en  los  primeros  tiempos  la  len- 
gua castellana  estaba  más  mezcla- 
da de  francés ,  de  lo  que  lo  estuvo 
en  los  tiempos  de  Juan  de  Mena.  Asi 


pues  hallamos  á  menudo  en  el  c  Poe- 
ma del  Cid»  ctier (codnr)poT  corazón, 
y  tiesta  (tele)  por  cabeza ;  y  en  Ber- 
ceo  a$emblar  (s*assembler)  por  jun- 
tarse ;  sopear  ( souper )  por  cenar 
(  Véase  á  Glemencin ,  Quijote ,  t.  iv, 

&,  56).  Si  pues  hallamos  en  Juan  de 
ena  algunas  voces  francesas  que  ya 
DO  están  en  uso,  como  sage,  de  que 
dicho  poeta  hace  un  disilabo  gutural 
para  rimar  con  uiage,  en  la  copla  167, 
es  de  presumir  que  dicha  voz  se  usa- 
ba en  su  tiempo,  y  aue  desde  enton- 
ces acá  se  ha  perdido.  Sea  de  esto  lo 
Sie  fuere ,  lo  cierto  es  que  Juan  de 
ena  fué  muy  atrevido  en  esto  de 
formar  vocablos  é  introdudr  en  la 
lengua  voces  extrañas.  El  docto  Sar- 
miento dice  de  él,  en  un  manuscrito 
que  tengo  en  mí  biblioteca :  cMn- 
uchas  de  las  voces  que  usó  no  son 
«castellanas ,  v  no  se  usaron  antes  ni 
«después  de  él  en  España.  • 


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416  HISTOBIA   DE   LA   LITERATURA   ESPAÜOLA. 

duradera  aun  que  la  de  Juan  de  Mena «  es  Alfonso  Al- 
yarez  de  Yillasandino,  llamado  también  «  De  Illescas» . 
Sus  primeras  poesías  parecen  haber  sido  escritas  du- 
rante el  reinado  de  D.  Juan  el  Primero;  pero  la  mayor 
parte  lo  fueron  sin  duda  en  el  de  su  hijo  Enrique  III,  y 
principalmente  en  tiempo  de  D.  Juan  el  Segundo.  Unas 
cuantas  están  dirigidas  á  este  monarca «  y  la  mayor  parte 
á  la  reina  D/  María,  al  condestable  D.  Alvaro  de  Luna, 
al  infante  D.  Fernando,  después  rey  de  Aragón ,  y  á 
otros  ilustres  personajes  de  aquel  tiempo.  De  ellas  se 
deduce  que  el  autor  fué  soldado  y  cortesano ,  que  es- 
tuvo casado  dos  veces ,  que  su  segundo  matrimonio  fué 
muy  infeliz  y  que  vivió  casi  siempre  pobre «  mendi- 
gando continuamente  de  todo  el  mundo ,  desde  el  Bey 
hasta  el  último  cortesano,  empleos,  dinero,  y  hasta 
ropa  con  que  cubrirse. 

Como  poeta ,  VUlasandino  no  tiene  gran  mérito  :  al- 
gunas veces  habla  del  Dante ,  pero  no  da  pruebas  nin- 
gunas de  estar  versado  en  la  literatura  italiana.  Sus 
poesías,  en  realidad,  pertenecen  más  bien  al  género 
provenzal ,  que  no  á  otro  alguno ;  pero  predominan  de 
tal  manera  en  sus  obras  la  lisonja  cortesana  y  el  con- 
tinuo clamoreo  de  sus  incesantes  cuanto  extrañas  pe- 
ticiones, que  apenas  se  descubre  en  ellas  otro  senti- 
miento. Chistes  de  mal  género,  conceptos  y  retruécanos, 
introducidos  sin  duda  para  halagar  el  gusto  dominante 
de  la  corte  y  captarse  la  benevolencia  de  sus  augustos 
patronos  y  nobles  amigos,  forman  la  base  de  todas  sus 
composiciones ;  á  pesar  de  lo  cual  es  muy  posible  que 
VUlasandino  debiese  el  favor  de  que  realmente  gozó  en 
la  corte  á  su  fácil  versificación,  que  en  algunos  lugares 


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PRIMERA  ÉPOCA. CAPÍTULO   XX.  417 

es  en  extremo  suelta ,  y  al  empleo  de  la  rima  por  lo 
común  abundante  y  casi  siempre  exacta*. 

Como  quiera  que  esto  sea ,  Villasandino  fué  on  poeta 
muy  considerado  en  su  tiempo.  El  marqués  de  Villena 
dice,  hablando  de  él ,  que  fué  muy  docto  en  su  arte,  y 
gran  decidor,  y  que  compuso  gran  número  de  cancio- 
nes y  decires  muy  aplaudidos  del  público  y  muy  es- 
parcidos por  todas  partes. 

No  es  pues  de  extrañar  que  « el  judino  Juan  Alfonso 
de  Baena  » ,  al  formar  su  colección  de  poesías  para  en- 
tretenimiento y  solaz  del  rey  D.  Juan  el  Segundo  y  de 
sus  cortesanos ,  incluyese  en  ella  (antas  de  las  obras  de 
Villasandino,  á  quien  más  de  una  vez  califica  de  «es- 
» malte,  e  lus,  e  espejo,  e  corona,  e  monarca  de  todos 
» los  poetas  e  trovadores  que  fasta  oy  fueron  en  toda 
•España».  Mas  las  poesías  que  tanto  admiraba  el  docto 
converso  son  por  lo  común  tan  cortas  y  al  mismo  tiem- 
po tan  personales,  que  debieron  ser  muy  pronto  olvida- 
das, juntamente  con  los  sucesos  que  las  motivaron. 
Algunas  hay  muy  curiosas,  por  haberse  escrito  para  el 
adelantado  Manrique,  el  conde  de  Buelna ,  y  el  condes- 
table D.  Alvaro  de  Luna ,  sus  amigos  y  admiradores, 
que  le  empleaban  á  menudo  en  escribir  versos  que  ellos 
después  se  apropiaban  y  hacían  correr  con  su  nombre. 
De  una  cantiga  suya  á  la  Virgen  María  «  con  su  desfe- 
cha por  arte  destrybote^,  el  poeta  tenia  formada  tal 


*  Estas  noticias  de  Villasandiuo  se  por  D.  Pedro  López  de  Ayala,  pp.  604. 

bailan  en  Nicolás  Antonio  (Bib.  Vet.,  615,  621 ,  6i6  y  646:  pero  la  mayor 

I.  II,  p.  541),  y  en  Sanche/.,  «Poesías»  parte  están  aun  inéditas  ,  y  se  na- 

(t.  i,pp.  200  y  si^aicntes).  Algunas  lian  en  el  « Cancionero  de  Baena», 

de  'SUS  poesias  se  imprimieron  en  el  que  extractó  Castro.  (Bib.  Esp. ,  1. 1, 

c  Apéndice  á  las  crónicas  de  Enrí-  pp.  268-296.) 
que  U,  D.  Juan  I  y  D.  Enrique  111», 

T.   !.  Í7 


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4i8  HISTORIA  OB   LA   LITERATURA   BSPAÍ^OLA.     • 

opinión,  que  muchas  veces  se  le  oyó  decir  «que  serya 
libertado  del  enemigo  por  ella  »*. 

Micer  Francisco  Imperial ,  natural  de  Genova ,  pero 
hijo  de  padres  españoles  y  vecino  de  Sevilla ,  fué  otro 
de  los  poetas  que  gozaron  por  este  tiempo  del  favor  de 
la  corte ,  y  siguió  la  misma  escuela  que  Villasandino.  Su 
principal  poema  es  uno  al  nacimiento  del  rey  D.  Juan  II, 
en  1 405,  y  los  demás,  en  su  mayor  parte,  hacen  relación 
á  sucesos  transitorios.  Uno  de  elloá ,  sin  embargo ,  por 
su  asunto  y  el  modo  con  que  está  escrito ,  merece  parti- 
cular  mención.  Trátase  en  él  de  una  señora  principal,  que 
habiendo  caido  en  poder  de  Tamur-lenk,  vulgarmente 
llamado  Tamorlan,  con  otros  muchos  despojos ,  en  una 
batalla  ganada  al  turco,  fué  enviada,  en  presente  al 
rey  D.  Enrique  III,  por  aquel  conquistador;  y  es  preciso 
confesar  que  Micer  Francisco  retiere  el  suceso  y  pinta 
la  situación  delicada  de  aquella  señora  con  gran  senti- 
miento poético  *. 

De  los  demás  poetas  que  florecieron  á  mediados  4^1 

*  La  cantiga  de  oue  se  trata,  se  ba-  >lan  y  á  cualquiera  otra  dama  ;  de 
lia  en  Castro  (Bib.  Esp. ,  1. 1,  p.  269^ ;  «manera  que  al  parecer  hacia  Villa- 
pero  como  maestra  de  la  manera  fa-  «sandino  este  género  de  coplas  para 
cil  y  estilo  de  Villasandino,  preferí-  »darlas  al  primero  que  se  las  pidie- 
mos  la  siguiente  canción  que  com-  »se;»  palabras  textuales  que  copia- 
puso  para  que  el  conde  D.  Pedro  Niiío  mos  aquí ,  por  cuanto  pueden  muy 
se  la  diese  como  suya  a  D.*  Beatriz ,  bien  aplicarse  á  muchas  de  las  poe- 
de  quien  ya  dijimos  estuvo   largo  sias  de  este  reinado,  llenas  por  lo 
tiempo  prendado :  común  de  triviales  conceptos,  y  es- 
I  •  ™  .I..,»».  ^K^<i«oi.i  critas  para  ser  usadas  como  las  que 
teA'S'g.rvl.?'*'  hi«,/nasandino,                .       ^ 
Mal  pecado ,  solo  un  dia  *  Acerca  de  Micer  Francisco  Im- 
Non  se  le  membra  de  mi.  perial,  véase  lo  que  dice  Sánchez 
Perdi  ft.  I ,  pp.  LX ,  205),  Argote  de  Molina 
Meo  lempo  en  senir  (Nobleza  de  Andalucía,  fol.  244, 260), 
i-Jíi3?f  J!?/?!  1.  Ü'  *  V  el  discurso  puesto  por  el  mismo  á 
Coldoso  desque  It  vi.  j^  ^ y.^^  ^,^,  ^¡^^  Tamorlan  » (Madrid, 

Pero ,  como  observa  muy  bien  el  '  1782,  p.  3).  Las  poesfas  de  Imperial 
editor  de  la  <  Crónica  de  Don  Pedro  se  hallarán  en  el  o  Cancionero  de 
Niño»,  «estos  son  versos  que  se  pu-  Bacna » ,  ven  Castro ,  «c  Bib.  Esp.  > 
•dieran  atribuir  á  cualquier  otro  ga-   (t.  i ,  pp.  296,  301). 


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PRIMERA   ÉPOCA.  —  CAPÍTULO   XX.  419 

siglo  XLV,  y  fueron  más  ó  menos  eslimados  en  España, 
creemos  excusado  el  tratar.  La  mayor  parte  son  tan  solo 
conocidos  hoy  dia  por  algunos  pocos  anticuarios,  siendo 
muy  escasas  las  obras  que  de  ellos  se  conservan ;  y  ade- 
mas hay  motivos  fundados  para  dudar  en  algunos  casos, 
si  son  ó  no  autores  de  las  poesías  que  corren  con  su 
nombre..  Juan  Alfonso  de  Baena,  autor  de  )a  colección 
en  que  figuran  tantos  de  ellos ,  compuso  muchas  poe- 
sías %  como  también  Ferrant  Manuel  de  Lando  *,  Juan 
Rodríguez  del  Padrón',  Pedro  Velez  de  Guevara,  Ge- 
rona y  Calavera.  Es  probable  que  entre  los  poetas  de 
segundo  órden^,  ninguno  se  distinguió  tanto  como  el 
cronista  Diego  del  Castillo®,  autor  de  una  Vision,  en  ver- 
so, á  la  muerte  de  Alfonso  V  de  Aragón ,  ó  como  Pero 
Ferus*^  de  quien  tenemos  una  pintura  de  la  vida  y  ac- 
ciones del  rey  D.  Enrique  III  de  Castilla,  puesta  en  boca 
del  mismo  monarca :  composiciones  ambas  que  nos  re- 
cuerdan muy  al  vivo  iguales  descripciones  en  un  an- 
tiguo libro  inglés,  intitulado  El  espejo  para  magistrados. 
Pero  al  propio  tiempo  que  se  cultivaba  oon  tanto  ar- 
dor la  poesía ,  la  prosa ,  aunque  no  tan  considerada,  y 

^  Castro,  1. 1,  pp.  319-330.  yo  tengo  mis  dadas  de  que  sea  el 

0  Ferrant  Manuel  de  Lando  fué  don-  mismo, 
celde  D.  Juan  el  Segundo,  y  suspoe-  ^  Sánchez,  1. 1,  pp.  199, 307 ,  209. 
sias  han  sido  calificadas  de  cmuy  '  Publicóla  Ochoa,  juntamente  con 
agradables  para  aquel  siglo  ».  Véase  las  «  Rimas  inéditas  del  marqués  de 
el  discurso  de  Argote  de  Molina  «so-  Saotillana»,  y  seguida  de  algunas 
bre  la  sucesión  de  los  Manueles)»,  poesías  por  Suero  de  Ribera  (cuyo 
publicado  con  «  El  Conde  Lucanor  ».  nombre  figura  entre  los  del  Gan- 
de D.  Juan  Manuel  (Sevilla ,  1575).  cionero  de  Baena ,  y  en  el  de  Lope 

^  Esto  es  suponiendo  que  el  Juan  de  Stúñiga),  de  otras  de  Juan  de 

Rodríguez  del  Padrón ,  cuyas  obras  Dueñas  (que  se  hallan  también  en 

se  leen  en  Castro  (t.  i,  p.  331),  y  en  Stúñiga),  v  de  las  de  dos  ó  tres  poe- 

el  Cancionero  manuscrito  atribuido  tas  más,  de  poca  nota,  y  todos  perte- 

á  Lope  de  Stúñiga  (fol.  18),  sea  el  mis-  necientes  al  tiempo  de  D.  Juan  el  Se- 

mo  cuyas  poesías  se  hallan  en  el  «Can-  gundo. 

cionero  general»  (1573,  fol.  121-4),  *«  Castro,  1. 1,  pp.  310-2. 
como  se  cree  comunmente,  aunque 


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420  HISTORIA  DE   LA   LITERATURA   ESPAÍ^OLA. 

sin  formar,  por  decirio  así,  parte  de  la  literatura  que  tan 
eu  boga  estuvo  eo  aquel  siglo ,  hacia  también  algunos 
progresos.  Volvamos  pues  nuestra  atención  hacia  dos 
escritores  que  florecieron  en  el  reinado  de  D.  Juan  el 
Segundo,  y  cuyos  escritos,  unidos  á  las  crónicas  del 
tiempo  y  á  otras  obras  en  prosa  ya  examinadas,  cons- 
tijtuyen  el  verdadero  carácter  de  la  prosa  castellana  en 
aquel  siglo. 

Es  el  primero  de  ellos  Ferran  Gómez  de  Cibdareal, 
el  cual,  si  realmente  existió  tal  personaje,  ñié  médico 
de  cámara  del  Rey ,  y  también  su  conñdente  y  amigo. 
Si  hemos  de  dar  crédito  á  la  colección  de  cartas  publi- 
cada con  su  nombre,  nació  hacia  el  año  de  1386*\  y 
aunque  sus  padres  no  eran  nobles,  fué  ahijado  de  don 
Pero  López  de  Ayala,  canciller  y  cronista  de  Castilla. 
Aun  no  habia  cumplido  los  veinte  y  cuatro  años,  y  el 
rey  D.  Juan  el  Segundo  era  todavía  niño,  cuando  entró 
en  la  servidumbre  de  palacio,  y  continuó  en  ella  hasta  la 
muerte  del  Rey  su  amo ,  desde  cuya  época  no  sabemos 
más  de  él.  .Durante  el  largo  período  de  más  de  cua- 
renta años ,  siguió  una  correspondencia ,  á  la  que  he- 
mos aludido  ya  más  de  una  vez,  con  los  principales, 
personajes  de  su  tiempo ,  con  el  mismo  Rey ,  con  mu- 
chos obispos  y  arzobispos ,  y  con  gran  número  de  se- 
ñores, escritores  y  poetas ,  entre  los  cuales  se  cuenta  á 
Alfonso  de  Cartagena  y  á  Juan  de  Mena.  Parte  de  esta 


**  La  mejor  Vida  de  Cibdareal  es  la  dice  que  tenia  sesenta  y  ocho  a&os 

•que  se  lee  at  frente  de  su  «  epístola-  eu  i4SA;  lo  cual  daría  el  año  de  1586. 

rio  > ,  de  la  edición  de  Madrid  (1775,  Por  lo  demás ,  no  sabemos  absolula- 

4.®),  preparada  por  D.  Eugenio  Lia-  mente  nada  del  Bachiller,  excepto 

Ínno  y  Amirola.  Su  nacimiento  se  lo  que  él  mismo.nos  dice  en  las  car- 
ia hacia  el  año  1388,  i  pesar  de  que  tas  que  corren  con  sn  nombre. 
<el  mismo  Bachiller,  en  la  epístola  105, 


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PRIMERA   ÉPOCA.  CAPITÜLO   XX.  %  42i 

correspondencia ,  que  comprende  ciento  y  cinco  cartas, 
escritas  entre  los  años  de  1425  y  1454,  está  impresa, 
habiendo  de  ella  dos  ediciones:  la  primera,  que  se  pre- 
tende ser  de  1 499 ,  y  la  segunda  hecha  y  preparada 
con  bastante  diligencia  por  D.  Eugenio  Llaguno  y  Ami- 
rola,  secretario  de  la  Real  Academia  de  la  Historia.  El 
asunto  de  las  cartas  es  en  general  interesante ,  y  algu- 
nas ,  como  la  que  el  honrado  Bachiller  dirigió  al  arzo- 
bispo de  Toledo ,  dándole  cuenta  puntual  y  minuciosa 
de  todo  lo  ocurrido  en  la  muerte  del  condestable  don 
Alvaro  de  Luna,  ya  que  auténticas,  son  de  mucha  im- 
portancia para  la  historia.  En  todas  ellas  deja  traslu- 
cir la  honradez  y  la  simplicidad  de  carácter ,  asi  como 
la  prudencia  y  discreción  con  que  supo  ganarse  y  con- 
servar el  favor  de  los  grandte  de  uno  y  otro  bando; 
pues  aunque  él  mismo  pertenecía  al  partido  del  Con- 
destable ,  no  por  eso  desconoció  los  defectos  de  aquel 
grande  hombre,  y  por  lo  tanto  no  ñgé  envuelto  en  su 
desgracia.  El  tono  de  ellas  es  el  de  la  sencillez  y  na- 
turalidad, sin  afectación  de  ningún  género;  siempre 
castellano ,  y  de  vez  en  cuando  ameno  y  divertido,  co- 
mo cuando  le  escribe  al  Gran  Justicia  de  Castilla  las  ha- 
bladurías de  la  corte,  ó  reñere  á  Juan  de  Mena  cuentos 
entretenidos.  Pero  una  interesantísima  carta  dirigida 
al  obispo  de  Orense,  en  que  le  participa  la  muerte  de 
D.  Juan  el  Segundo,  dará  quizá  mejor  idea  del  estilo  y 
manera,  así  como  del  carácter  personal  del  Bachiller: 
«Bien  antevedo  que  si  yo  con  llanto  de  angustia  es- 
» cribo  esta  epistola,  vtra.  mrd.  con  llanto  de  aflicion 
»la  legerá;  ca  de  consuno  lo  debemos  á  la  horfandad 
»con  que  quedamos,  e  queda  toda  España.  Ha  fallecido 


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422  HISTORIA   DE  LA   UTERATÜRA   ESPAfiOLA. 

^él  bueno  e  sublimado,  el  noble  e  el  justo  rey  D.  Juan* 
» nuestro  señor :e yo  mísero,  que  no  avia  veinte  y  qua- 
»tro  años  quando  á  servir  á  su  $eñorfa  vine ,  comensal 
»del  bachiller  Arévalo,  cumplidos  sesenta  y  ocho  años, 
»é  en  su  palacio,  que  mejor  dixera  en  su  cámara,  cerca 
»de  su  lecho ,  cerca  de  su  mas  puridad ,  e  no  pensando 
»en  mi,  coo  xxx  mil  maravedís  de  juro  me  hallara  un 
«luengo  servir,  si  quaodo  finándose  estaba ,  no  dixera 
»que  la  Alcaldía  de  gobernación  de  Cibdadreal  se  la 
»daba  por  el  tiempo  de  su  vida  al  Bachiller  mi  fijo,  que 
9  mas  ventura  haya  que  fué  su  padre :  ca  bien  pense  yo 
» acabar  mis  días  en  la  vida  de  su  Alteza.  E  su  señoría 
» acabd  sus  días  en  mi  presencia ,  víspera  de  la  Mada- 
» lena ,  que  en  plañir  sus  culpas  bien  mm^  á  la  ben- 
» dita  Santa.  Finó  de  ftebre,  que  mucho  le  apretó.  Como 
»el  Rey  estaba  tanto  trabajado  de  caminar  dacá  parallá, 
»e  la  muerte  de  D.  Alvaro  siempre  delante  la  traya, 
»^lañiendo  en  s^  secreto,  e  veía  no  por  esto  á  los 
«grandes  mas  reposados ,  antes  que  el  rey  de  Navarra 
»al  rey  de  Portugal  persuadiera  que  por  las  guerras 
»de  Berbería  con  el  rey  D.  Juan  oviese  debates,  e  que 
» el  Rey  le  mandó  á  este  fin  una  carta  e  respuesta  zor- 
»rera,  todo  le  fatigaba  el  vital  órgano  :  e  así  caminando 
>»  de  Avila  para  Medina ,  le  dio  en  el  camino  un  paro- 
» gismo  con  una  fiebre  acrecentada,  que  por  muerto  fué 
» tenido.  El  prior  de  Guadalupe  súpito  mandó  á  llamar 
»al  príncipe  D.  Enrique,  ca  temió  que  algunos  grandes 
Dse  llevaran  al  infante  D.  Alonso;  pero  á  Dios  plugo 
»que  volvió  el  Rey  en  su  acuerdo,  ca  le  eché  una  me- 
vlecina  que  le  volvió.  Efué  á  Yalladolí ,  e  el -mal  des- 
» que  en  la  villa  entró  fué  de  muerte ,  e  el  Bachiller 


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PRmeRA   ÉPOCA.  —  CAPITULO   XX.  423 

» Frias  me  lo  oyó  quando  él  por  menor  lo  teaia ,  e  el  br4  • 
»  chiiler  Beteta  por  pasabola ;  e  no  fué  sino  pasamnndo, 
»que  fablando  verdá,  es  como  bola  en  su  rodar.  La 
»  consolación  que  me  queda  es  que  el  fin  lo  oyó  de  Bey 
» christiano  e  bueno  e  leal  al  su  Criador :  e  me  dixo 
» tres  horas  antes  de  dar  el  anima  :  Bachiller  Cibdareal, 
«naciera  yo  fijo  de  un  mecánico ,  e  hobiera  sido  frayle 
» del  Abrojo ,  e  no  rey  de  Castilla.  E  á  todos  demandaba 
» perdón,  si  algo  les  ovíese  fecho  de  mal :  e  á  mi  me 
»dixo,  que  por  su  Señoría  lo  demandase  á  los  que  él 
«>no  podia.  Fasta  á  la  tumba  de  San  Pablo  le  acudí :  e 
nenpues  á  un  solo  aposento  me  he  venido  al  arrabal; 
oca  de  vivir  estoy  con  tal  hastío,  que  como  otros  la 
«muerte  temen ,  yo  pienso  que  el  vivir  no  se  ha  de  des- 
«pegar  de  mi.  Ande  á  ver  á  la  Beina  dos  dias  son;  e 
» todo  el  palacio  lo  vide  tan  darriba  abajo  sin  los  quo 
«primero,  que  la  casa  del  Almirante  e  del  conde  de 
«Bena vente  mas  populadas  son.  El  rey  D.  Enrique  re- 
» cibe  á  los  criados  del  rey  D.  Juan ;  mas  yo  soy  viejo 
«para  tomar  de  nuevo  otro  amo,  e  andar  caminos  :  e 
«  sí  Dios  quiere  á  Cibdadreal  con  mi  fijo  andaré ,  .ca  allí 
«del  Bey  esperaré  con  que  pasar**.» 

Esto  es  lo  último  que  se  sabe  del  pobre  y  afligido 
Bachiller ,  que  murió  sin  duda  alguna  poco  después  de 
la  fecha  de  esta  carta,  al  parecer  escrita  en  julio  de  1 454. 

Otro  de  los  escritores  que  ganó  nombradía  en  tiempo 
del  rey  D.  Juan  el  Segundo,  es  Fernán  Pérez  de  Guz- 
man,  soldado  y  literato  como  muchos  otros  españoles, 
ilustres ,  perteneciente  á  la  aristocracia  del  pais,  y  mez- 

^^  Esta  es  la  ultima  carta  de  la  co-   autenticidad  decimos  en  el  apéndi- 
leccion.  Véase  lo  qne  acerca  de  su    ce  (C). 


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424  HISTORIA   DE   LA   LITERATURA   ESPAÑOLA. 

dado  también  á  veces  ea  los  negocios  políticos  del 
Reino.  Su  madre  fué  hermana  del  gran  canciller  Ayala, 
y  su  padre  lo  fué  del  marqués  de  Santillana,  de  suerte 
que  estaba  emparentado  por  uno  y  otro  lado  con  las 
familias  más  nobles  y  aristocráticas  del  Reino,  al  paso 
que  siendo  uno  de  sus  descendientes  el  célebre  Garci- 
laso  de  la  Vega ,  se  puede  decir  de  él  que  sus  honores 
fueron  reflejados  de  una  generación  á  otra,  tan  brillantes 
como  él  los  recibiera . 

Nació  Fernán  Pérez  de  Guzman  hacia  el  año  1400, 
y  fué  criado  para  el  noble  ejercicio  de  la  caballería.  En 
la  batalla  de  la  Higueruela,  cerca  de  Granada,  en  1431, 
guiado  por  el  obispo  de  Falencia  que,  según  dice  el 
honrado  Bachiller ,  «semejaba  un  Josué  armador» ,  salvó 
la  vida  á  Pero  Melendez  de  Yaldes,  que  cogido  de  su 
caballo  en  tierra ,  estaba  á  pique  de  ser  muerto  de  los 
moros;  y  como  después  de  concluida  la  batalla  Fernán 
Pérez  altercase  y  debatiese  con  otro  caballero,  llamado 
Juan  de  Vera,  sobre  quién  de  los  dos  habia  hecho  aquel 
acto  de  valor ,  el  Rey,  que  presenció  su  acalorada  dis- 
puta ,. mandó  prender  á  Guzman,  si  bien  algún  tiempo 
después  le  puso  en  libertad,  á  intercesión  de  uno  de  sus 
poderosos  amigos*'.  Fernán  Pérez  se  halló  casi  siempre 
en  el  bando  contrario  al  del  Condestable,  si  bien  no  se 
mostró  en  ninguna  ocasión,  ni  tan  violento  ni  tan  po- 
seído como  btros  del  espíritu  de  facción;  y  habiendo 
sido  una  vez  preso  sin  justa  causa,  halló  su  posición 
tan  falsa  y  desagradable ,  que  se  retiró  enteramente  de 
los  negocios 

£ntre  los  amigos  de  Fernán  Pérez  de  Guzman «  y  que 

"  Cibüareal,  epist.  51. 


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PRIMERA   ÉPOCA.  CAPÍTULO    XX.  425 

como  él  cultivaban  las  letras,  se  cuenta  á  los  dos  San- 
ta María,  ambos  obispos  de  Burgos,  y  más  conocidos 
por  el  nombre  de  «Cartagena»  por  haber  uno  de  ellos 
administrado  dicha  Sede.  El  mayor  habia  sido  judfo^ 
y  abrazó  la  religión  cristiana  en  1390,  de  edad  ya  de 
cuarenta  años ,  cambiando  el  nombre  de  Selomph  Ha- 
levi  que  antes  llevaba,  por  el  de  Pablo  de  Santa  María, 
con  que  fué  bautizado.  Sus  vastos  conocimientos  y  la 
lirmeza  de  su  carácter  fueron  causa  de  su  engrandeci- 
miento, y  de  que  obtuviese  con  el  tiempo  algunas  de 
las  más  altas  dignidades  eclesiásticas,  continuando  en 
ellas  hasta  su  muerte,  ocurrida  en  1 432.  Su  hermano, 
Alvar  García  de  Santa  María,  y  sus  tres  hijos,  Gonzalo, 
Alonso  y  Pedro,  de  los  cuales  el  último  alcanzó  los 
tiempos  de  Fernando  é  Isabel ,  se  distinguieron  también 
por  su  afición  á  las  letras,  como  lo  prueban  las  muchas 
composiciones  que  de  ellos  se  hallan  en  los  antiguos 
Cancioneros ,  y  el  gran  favor  c[ue  gozaron  en  la  corte  de 
don  Juan  el  Segundo. 

De  los  tres  hermanos,  el  que  más  íntimamente  estuvo 
ligado  con  Pérez  de  Guzman ,  fué  Alonso,  obispo  de  Car- 
tagena ,  el  cual  escribió  para  su  uso  un  tratado  moral. 
A  su  muerte,  acaecida  en  1435,  Pérez  de  Guzman  com- 
puso en  alabanza  suya  un  poema  en  que  le  compara 
á  Séneca  y  á  Platón  *\ 

Al  dejar  la  vida  política ,  Fernán  Pérez  de  Guzman  se 

**  Las  mejores  noticias ,  asi  como  del  género  amatorio,  y  en  nada  des- 
los  extractos  más  amplios  de  las  obras  merecen  de  las  demás.  Dos  obras  an- 
de esta  notable  familia  de  judios,  se  dan  impresas  de  D.  Alonso  de  Santa 
bailarán  en  Castro  (Bib.  Ésp.,  1. 1,  María,  á  saber:  el  «Oracional»,  que  se 
p.  235),  y  en  Rios  (Estudios  sobre  los  escribió  para  Pérez  de  Guzman  (Mnr- 
judíos  de  España ,  pp.  339-96 ,  485,  cia,  1487);  y  el  «Doctrinal  de  cavalle- 
etc.  Muchas  de  sus  poesías ,  que  es-  ros» ,  que  se  imprimió  en  el  mismo 
tan  en  los  Cancioneros  generales,  son  año  en  Burgos.  Ambos  tratados  son 


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426  HISTORIA  DE   LA    LITERATURA   ESPAÍ^OLA. 

retiró  á  8u  señorío  de  Batres.  Allí  pasó  el  resto  de  su 
vida,  y  murió  hacía  el  año  de  1470,  ocupado  princi- 
palmente en  cultivar  las  letras  y  en  otros  ejercicios  pro- 
pios de  su  carácter  y  de  la  época  en  que  vivió.  Escribió 
muchas  poesías  de  la  clase  y  género  que  entonces  estaba 
en  boga  entre  gentes  de  su  clase ,  y  que  fueron  muy 
admiradas  de  su  tio,  el  marqués  de  Santillana«  Hállanse 
algunas  en  la  colección  formada  por  Juan  Alfonso  de 
Baená ,  lo  cual  manifiesta  que  obtuvieron  favor  en  la 
corte  de  D.  Juan  el  Segundo;  otras,  y  son  las  más,  en 
el  Cancionero  de  Uavia^  impreso  en  1 492,  y  en  otros  pu- 
blicados algunos  años  después;  de  suerte  que  puede 
razonablemente  inferirse  que  las  poesías  de  Fernán  Pé- 
rez de  Gnzman  fueron  aplaudidas  y  apreciadas  por  el 
corto  número  de  personas  que  tomaban  interés  por  las 
letras  en  el  reinado  de  D.  Fernando  y  D.'  Isabel. 

La  más  larga  y  quizá  la  más  importante  de  todas  sus 
obras  poéticas ,  es  la  intitulada  Loores  de  los  claros  vor- 
roñes  de  España,  especie  de  crónica  rimada,  compuesta 
de  cuatrocientas  y  nueve  octavas.  También  escribió 
unos  proverbios  en  verso,  en  número  de  ciento  y  dos, 
de  que  liiabla  el  marqués  de  Santillana  en  el  prólogo  á 
su  Centiloquio,  aunque  es  probable  los  compusiera  pos- 
teriormente á  esta  obra  que ,  según  ya  dijimos  en  otro 
lugar,  se  hizo  para  la  educación  del  príncipe  D.  Enri- 
que. Ademas  de  las  dos  obras  arriba  citadas,  Fernán 
Pérez  de  Guzman  escribió  otras  varias ,  de  las  cuales 
las  más  largas  son  un  poema  alegórico  de  las  Cuatro 
virtudes  cardinales,  compuesto  de  sesenta  y  tres  coplas, 

curiosos;  pero  el  último  está  en  su   do,  «De  Prima  TvpograpbiaeHispaiue 
mayor  parte  tomado  de  las  «Partidas»   i£tate,  pp.  32,  2d,  64. 
de  Alfonso  el  Sabio.  (Véase  á  Diosda- 


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pRimu  ÉPOCA.  —  capítulo  XX.  427 

y  otro  de  ciento  á  los  Siete  pecados  mortales  y  Siete  obras 
de  misericordia.  Sus  mejores  versos  se  hallan  sin  duda 
en  las  poesías  cortas  y  en  los  himnos;  pero  unas  y  otras 
están  hoy  dia  olykladas,  y  merecen  serlo  ^^ 

Algo  mejor  que  sus  versos,  es  la  prosa  de  Pérez  de 
Guzman.  De  la  parte  que  pudo  caberle  en  la  Crónica 
de  Don  Juan  el  Segundo,  ya  tratamos  en  otro  lugar;  en 
épocas  diferentes,  antes  y  después  de  haber  trabajado 
en  dicha  obra,  estuvo  ocupado  en  escribir  otra,  de  ca- 
rácter más  original  y  de  mayor  mérito  literario ,  intitu- 
lada Las  generaciones  y  semHanMS.  En  esta  obra ,  que 
está  dividida  en  treinta  y  cuatro  capítulos ,  da  el  autor 
noticia  individual  y  separada  de  treinta  y  cuatro  de  los 
principales  personajes  que  vivieron  en  su  tiempo,  como 
el  rey  D.  Enrique  III,  D.  Juan  el  Segundo,  el  condes- 
table D.  Alvaro*  de  Luna ,  el  marqués  de  Villena"  y 
otros ;  y  no  solamente  señala  los  linajes  de  que  des- 


*'  El  manascrito  de  aue  me  he  ser- 
vido es  copia  de  un  códice,  ai  pare- 
cer del  siglo  XV ,  que  se  conserva  en 
la  magnittca  iibreria  de  Sir  Thomas 
Phillips,  en  Middie-Hill,  condado  de 
Worcester,  en  Inglaterra.  Lo  qne  hay 
impreso  de  Fernán  Pérez  de  üuzman 
se  Dallará  en  el  «Cancionero  gene- 
ral >  de  1555,  á  fol.  28;  en  las  «Obras 
de  Juan  de  Mena»,  ed.  i566,  al  fin; 
en  Castro,  1. 1,  pp.  296,  540-2;  y  en 
Ochoa,  «Rimas  inéditas».  Véase  tam- 
bién á  Méndez,  «Typog.,»p.  585;  y  el 
«Cancionero  general»  de  Í575 ,  á  fo- 
lios U,  i5, 20-22. 

*•  Las  «  Generaciones  y  semblan- 
zas »  salieron  por  la  primera  vea  4 
luz  en  1512,  juntas  con  el  «Mar  de 
historiafi»,  especie  de  compilaoion 
del  «  Mare  historiarum  »  de  Giovanni 
Cok)nQa,q]ie  acaso  sea  también  obra 
de  Pérez  de  Guzman.  Empiezan,  en 
dicha  edición,  en  el  capitolo  127,  des- 
pués de  haber  el  autor  tratado  larga- 
mente de  los  grandes  héroes  de  la 


antigüedad ,  tróvanos ,  griegos ,  ro- 
manos ,  padres  de  la  I^esia ,  papas, 
santos  y  otros  personajes ;  todo  te- 
mado ,  según  va  dijimos ,  de  Golonna 
(Memorias  de  la  Academia  de  la  His- 
toria ,  t.  VI,  pp.  452 ,  455).  La  primera 
edición  separada  de  las  «  Generacio- 
nes »  es  la  de  Logrofio ,  1517 ,  al  fin 
de  la  «Crónica  de  D.  Juan  el  Seáundo» 
repetida  después  en  las  dos  reimpre- 
siones posteriores  de  1545  y  1779. 
También  se  reimprimieron  con  el 
«  Centón  epistolario  »  (ed.  de  LlafU- 
no ,  1775) ,  precedidas  de  nna  Vida 
del  autor ,  con  lo  poco  crae  de  él  se 
sabe.  En  cuanto  á  la  conjetura  pro- 

Buesta  en  el  prólogo  á  la  «Crónica  de 
od  Juan»  de  la  edidon  de  1779  (p.xi), 
de  que  los  dos  últimos  y  más  impor- 
tantes capítulos  de  las  «  Generacio- 
nes» no  son  obra  de  Pérez  de  Cis- 
man ,  la  creo  suficientemente  reba- 
tida por  el  editor  de  la  «Crónica  de' 
Don  Alvaro  de  Luna».  (Madrid ,  1784, 
pról.,  p.  xxHi.) 


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428  HISTORIA   DE   LA    LITERATURA   ESPAÍ^OLA. 

cienden,  y  refiere  los  sucesos  políticos  en  que  tomaron 
parte,  sino  que  también  pinta,  con  escrupulosa  exacti- 
tud y  mano  maestra,  hasta  las  facciones,  figura  y  ca- 
rácter personal  de  cada  uno.  Parte  de  e.sta  interesante 
y  agradable  obra  parece  haber  sido  escrita ,  según  se 
colige  de  varios  lugares,  hacía  el  año  de  1 430 ;  lo  res- 
tante de  ella  debió  escribirse  después  de  1 454 ,  si  bien 
es  de  creer  que  toda  ella  quedó  en  manos  del  autor 
hasta  después  de  muertos  los  principales  personajes  que 
en  ellas  se  nombran ,  es  decir,  hasta  el  reinado  de  En- 
rique IV ,  en  cuyo  tiempo  es  probable  muriera  Fer- 
nán Pérez  de  Guzman.  Obsérvase  en  toda  ella  un  estilo 
conciso  y  nervioso ,  marcado  á  veces  de  pensamientos 
originales  y  vigorosos.  Algunos  de  los  bosquejos  son 
breves  y  desabridos,  como  el  de  la  reina  D.'  Catalina, 
hija  de  Juan  de  Gante ;  otros  hay  más  largos  y  escritos 
con  más  esmero,  como  el  del  infante  D.  Fernando.  Nó- 
tase de  vez  en  cuando  cierto  espíritu  superior  á  su  siglo, 
como  cuando  defiende  á  los  judíos  recien  convertidos, 
de  las  crueles  acusaciones  que  el  vulgo  fulminaba  con- 
tra ellos ;  y  más  frecuentemente  cierta  propensión  á  de- 
nunciar y  corregir  los  vicios  de  la  sociedad,  como 
cuando  en  la  semblanza  de  D.  Gonzalo  Nuñez  de  Guz- 
man, dejando  á  un  lado  el  asunto,  dice  en  tono  so- 
lemne : 

«E  sin  dubda  eran  notables  autos,  e  dignos  de  loar, 
«guardar  la  memoria  d^  los  nobles  linajes,  e  de  los 
»  servicios  hechos  á  los  reyes  e  á  la  repáblica ;  de  lo  qual 
»poca  cuenta  se  hace  en  Castilla.  Y  á  decir  verdad  es 
»  poco  necesario ;  ca  en  este  tiempo  aquel  es  más  noble 
»  que  es  más  rico.  ¿Pues  para  qué  cataremos  el  libro  de 


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PRIMBRÁ  ÉPOCA.  —  CAPITULO   XX.  429 

» los  linajes ,  ca  en  la  riqueza  hallaremos  la  nobleza  de- 
» líos?  Otro  si  los  servicios  no  es  necesario  de  se  escribir 
» para  memoria ;  ca  los  reyes  no  dkn  galardón  á  quien 
» mejor  sirve,  ni  á  quien  más  virtuosamente  obra;  sino 
» á  quien  más  les  sigue,  la  voluntad  e  les  complace  » *^ 
En  este  y  otros  pasajes  de  sus  Semblanzas  Pérez  de 
Guzman  habla  como  un  hombre  que  ha  sufrido  los  des- 
engaños del  mundo  y  de  la  corte;  pero  en  general  reina 
en  su  obra  cierto  espíritu  de  buena  fe  y  de  justicia,  que 
le  honran  sobre  manera ,  como,  por  ejemplo ,  en  el  ca- 
pitulo relativo  al  Condestable ,  á  quien ,  á  pesar  de  ha- 
ber sido  contrario  suyo ,  trata  con  notable  imparciali- 
dad. Algunas  de  sus  semblanzas,  entre  las  cuales  citare- 
mos las  del  marqués  de  Villena  y  la  del  rey  D.  Juan 
el  Segundo ,  están  bosquejadas  de  mano  maestra,  y  en 
todas  brilla  esa  prosa  abundante,  vigorosa  y  concisa, 
mezclada  de  vez  en  cuando  de  dichos  agudos  que  hacen 
resaltar  más  su  dignidad,  y  de  la  que  en  vano  busca- 
riamos  ejemplo  entre  los  escritores  castellanos,  á  no  re- 
montar á  los  tiempos  de  D.  Alonso  el  Sabio  y  de  don 
Juan  Manuel. 

*^  t  GeneracioDes  ▼  semblanzas  »,  cap.  iO.  Igual  severidad  y  darexa  se 
advierte  en  los  capitoJos  5  y  30. 


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CAPITULO  XXI. 

Los  Manriques :  Pedro,  Rodrigo,  Gómez  y  Jorge.  —  Coplas  de  este  úitimo. 
—Los  Urreas.— Juan  de  Padilla. 

Al  mismo  tiempo  que  los  vanos  escritoi*es  coyas 
obras  acabamos  de  examinar,  florecía  en  Castilla,  uni- 
da á  muchos  de  ellos  por  los  vínculos  de  la  sangre  ó  de 
la  amislad,  la  célebre  familia  de  los  Manriques,  poetas, 
soldados  y  políticos,  hombres  todos  amoldados  al  siglo 
eñ  quef  vifvieron  y  fuertemente  marcados  con  el  sello  de 
la  época.  Vastago  ilustre  de  uno  de  los  más  antiguos  y 
nobles  linajes  de  Castilla,  y  trayendo  su  origen  de  los 
Ldras,  tan  nombrados  en  las  crónicas  y  romances  \ 
Pedro  Manrique,  el  mayor  de  ellos,  fué  uno  de  los  más 
furiosos  contrarios  del  condestable  D.  Alvaro  dé  Luna, 
y  tomó  tal  parte  en  las  alteraciones  de  Castilla ,  que  su 
prisión  violenta  é  injusta  ,  verificada  poco  antes  de  su 
muerte,  sacudió  el  trono  hasta  en  sus  cimientos  y  sem- 
bró el  desorden  y  la  anarquía  por  todo  el  Reino.  Así 
fué  que  á  su  muerte,  acaecida  en  1 440 ,  la  injusticia  de 
que  fué  victima  afectó  de  tal  manera  á  los  hombres 
de  uno  y  otro  bando,  que  la  corte  se  vistió  de  luto,  y  que 
el  buen  conde  de  Haro,  el  mismo  que  un  año  antes  tuvo 
en  sus  manos ,  en  Tordesillas ,  el  honor  y  la  buena  fe  del 

*  cGeneracioncs  y  semblanzas»,  capítulos  ii',  i5y  24. 


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PRIBTERA  ÉPOCA.  ^-  CAPÍTULO   XXI.  431 

pais ,  se  presentó  al  rey  D.  Juan ,  y  en  una  solemne  en- 
trevista, que  describe  admirablemente  el  autor  de  su  cró- 
nica, obtuvo  para  los  hijos  del  diñinto  caballero  la  con- 
firmación de  todos  los  honores ,  dignidades  y  privilegios 
de  que  su  padre  fué  tan  injustamente  despojado*. 

Uno  de  estos  hijos  fué  Rodrigo  Manrique,  conde  de 
Paredes,  esforzado  caudillo  que  ganó  á  los  moros  mu- 
chas y  señaladas  victorias.  Nacido  en  1416,  su  nom- 
bre figura  constantemente  en  la  historia  de  este  tiempo, 
ya  peleando  contra  el  enemigo  común  en  la  frontera  de 
Andalucía  y  de  Granada,  ya  mezclado  en  las  civiles  dis- 
cordias y  graves  alteraciones  que  conmovieron  á  Casti-- 
Ua  y  al  norte  de  la  Península.  A  pesar  de  la  vida  ac- 
tiva y  agitada  que  naturalmente  debió  hacer,  parece 
halló  tiempo  y  reposo  para  cultivar  la  poesía ,  como  lo 
prueba  una  canción  suya  de  bastante  mérito,  que  aun 
se  conserva.  Murió  en  1476'. 

Su  hermano  Gómez  Manrique ,  de  cuya  vida  y  he- 
chos tenemos  menos  noticias,  si  bien  sabemos  que  fué 
á  un  tiempo  soldado  y  literato,  nos  ha  dejado  mayores 
pruebas  aun  de  su  afición  á  las  letras  y  de  su  talento 
poético.  Una  de  sus  composiciones  más  cortas  pertenece 
al  reinado  de  D.  Juan  el  Segundo ;  y  otra,  de  mayores 
dimensiones  y  más  artificio,  es  del  período  de  los  Reyes 
Católicos,  de  suerte  que  vivió  y  escribió  bajo  tres  dis- 
tintos reinados^.  A  instancias  del  conde  de  Bena vente, 
recogió  todas  sus  poesías  en  un  volumen  que  quizá  exista 


'  «GrónicadeD.  Juan  el  Segundo»,  Mariana,  «Hist.,»Ub.  xxiv,cap.  14. 
año  i437,  cap.  4;  i438 ,  cap.  6 ;  1440,       *  Las  poesías  de  Gómez  Manrique 

cap.  i8.  se  bailan  en  el  «Cancionero  genera h 

*  Pulgar, «  Claros  varones»,  tit.  13.  de  1375 ,  á  fol.  57-77  y  245. 
«  Cancionero  general, » 1575 ,  f.  185. 


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432  HISTORIA   DE   LA   LITERATURA   ESPAÑOLA. 

aan ,  si  bien  do  ha  sido  nunca  impreso*.  La  más  larga 
de  todas  las  conocidas  es  un  poema  alegórico,  de  mil  y 
doscientos  versos ,  á  la  muerte  de  su  tío  el  marqués  de 
Santillana ,  en  el  cual  las  Siete  Virtudes ,  la  Poesía  y  el 
autor  mismo  se  lamentan  á  una  y  lloran  la  gran  pér- 
dida que  han  sufrido  el  país  y  el  siglo.  Escribióle  poco 
después  del  año  1458,  remitiéndole ,  con  una  epístola 
ridiculamente  afectada,  á  su  primo  el  obispo  de  Cala- 
horra, hijo  del  difunto  Marqués*.  Otro  poema,  dirigido 
á  los  Reyes  Católicos,  y  escrito  por  lo  menos  en  1474, 
si  no  lo  fué  después,  y  que  contiene  algo  más  de  la  mi- 
tad de  aquel,  es  también  alegórico,  y  su  autor  recurre 
otra  yez  en  él  al  pobre  artificio  de  las  Siete  Virtudes, 
que  esta  vez  vienen  á  ofrecer  á  ios  Reyes  Católicos  bue- 
nos consejos  acerca  de  la  gobernación  de  sus  reinos. 
Imprimióse  en  1 482 ,  juntamente  con  un  preámbulo  en 
prosa  y  siendo  una  de  las  primeras  producciones  de  la 
imprenta  española  \ 

Los  dos  poemas  arriba  citados  y  algunas  otras  poe- 
sías sueltas ,  de  las  cuales  la  mejor  es  una  al  mal  go- 
bierno de  cierta  ciudad  en  que  residía  el  autor,  es  todo 
lo  que  nos  queda  de  las  obras  de  Gómez  Manrique.  Ba- 
tíanse en  casi  todos  los  Cancioneros  impresos  del  si- 
glo XVI ,  lo  cual  es  una  prueba  de  la  grande  estimación 
en  que  eran  tenidas;  pero  si  se  exceptúan  algunos  tro- 

>  c  Adiciones  á  Pulgar»,  ed.  1775,  juntamente  ood  la  respuesta  de  aqael, 

p.  239.  las  cuales  se  hallan  ambas  en  los 

*  «  Adiciones  á  Pulgar  »,  ed.  1775,  «  Cancioneros  generales  ».  2.**  Algu- 

p.  239.  ñas  poesías  sueltas  que  se  hallan  en 

7  Méndez ,  «  Typog.  Esp.  j»  ,  p.  965.  un  códice  de  las  obras  de  AlTarezGa- 

A  las  obras  de  Gómez  Manrique  de-  to,  que  se  conserva  en  la  biblioteca 

berán  añadirse  :  i,^  Su  carca  poética  de  la  Real  Academia  de  la  Historia . 

al  marqués  de  Santillana .  su  tío,  pi-  nüm.  114,  las  cuales  merecen  ser 

diéndolc  un  ejemplar  de  sus  obras,  publicadas. 


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PRIMERA   ÉPOCA.  —  €APtTULO   XXI.  433 

zos  eQ  qae  el  poeta ,  inspirado  sin  duda  por  sentimientos 
de  afecto  y  ternura ,  comunica  á  sos  versos  cierto  tono 
de  natural  sencillez ,  lo  demás  no  puede  leerse  hoy  día 
con  gusto;  á  lo  que  añadiremos  que  en  algunos  casos 
el  empleo  de  constantes  latinismos  %  imitando  sin  duda 
á  Juan  de  Mena,  hace  la  lectura  de  sus  poesías  en  ex- 
tremo fastidiosa  y  cansada. 

Jorge  Manrique  es  el  último  de  esta  ilustre  familia,  á 
quien  pertenece ,  como  es  justo ,  un  lugar  preeminente 
en  la  historia  de  la  Península.  Fué  hijo  de  Rodrigo, 
conde  de  Paredes ,  y  parece  haber  sido  joven  de  gentil 
disposición  y  temperamento  afable  y  bondadoso ,  aun- 
que no  falto  del  espíritu  emprendedor  y  caballeresco 
que  distinguió  á  sus  antepasados ;  poeta  lleno  de  sen- 
timiento natural ,  cuando  los  que  le  rodeaban  hacían 
consistir  la  belleza  poética  en  la  abundancia  de  con- 
ceptos metafísioos  y  en  lo  que  entonces  se  llamaba  ele- 
gancia de  estilo.  Es  cierto  que  algonas  de  sus  poesías 
sueltas,  dirigidas  principalmente  á  la  dama  de  sus  pen- 
samientos, no  están  del  todo  exentas  de  un  defecto  tan 
común  á  su  época,  y  nos  recuerdan  vivamente  las  poe^ 
sías  inglesas  de  un  siglo  después ,  cuando  se  introdujo 
el  gusto  italiano  entre  los  cortesanos  de  Enrique  VIH  ^; 
pero  también  lo  es  que  una,  al  menos,  de  sus  obras  poé- 
ticas está  enteramente  libre  de  toda  afectación. 

Es  esta  una  elegía  á  la  muerte  de  su  padre,  ocurrida 

'  Gomo ,  por  ejemplo ,  la  palabra  bres  por  cierto ,  atendida  la  intole* 

definicien  asada  en  el  sentido  de  rancia  de  la  Iglesia  en  España,  se 

«muerte»  (ano  ser  yerro  de  imprenta  hallan  en  el  «Cancionero  general» 

por  «  defunción  » ),  y  otros  eufonismos  de  i!05 ,  á  fol.  72-6 ;  y  en  el  de  i575, 

del  mismo  género.  Sobre  Gómez  Man-  á  fol.  i3i-9,  i66,  i80,  i87,  Í89,2S1, 

rique ,  véase  lo  que  dice  Nicolás  An-  343  v  245.  También  hay  unas  cuantas 

tonio,  «  Bib.  Vet. »,  t.  n ,  p.  342.  en  el  «Cancionero  de  burlas  »  de  13i9. 

*  Algunas  de  ellas ,  demasiado  li- 

?•  I.  28 


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434  HISTORIA   DE   LA   LITERATURA  ESPACIÓLA. 

en  1476 y  que  consta  de  udos  quiaieiitos  versos,  divi- 
didos en  cuarenta  y  dos  coplas ,  y  está  escrita  en  el  an- 
tiguo metro  y  estilo  español.  Intitúlase  pura  y  simple* 
menle  Las  Coplas  de  Jorge  Manrique  ^  como  si  este  mo- 
desto título  bastase  solo  para  darla  á  conocer ,  y  llevase 
en  sí  encerrada  la  idea  de  su  contenido.  Y  en  efecto; 
en  lugar  de  una  manifestación  clamorosa  de  su  dolor, 
ó  lo  que  estarla  más  en  consonancia  con  el  espíritu  de 
la  época ,  un  pedantesco  alarde  de  su  erudición ,  el 
poeta  nos  presenta  una  lamentación  natural  y  sencilla, 
aunque  muy  sentida,  de  la  vanidad  é  inconstancia  délas 
cosas  humanas ;  meras  efusiones  de  un  corazón  lleno 
de  desesperación  y  amargura ,  que  ve  desvanecerse  de 
pronto  sus  más  caras  ilusiones.  Solo  una  parte  muy  pe- 
queña de  la  elegía  está  consagrada  á  su  padre,  y  son 
muy  pocas  las  estrofas  que  tratan  directamente  de  él; 
y  con  todo  desearíamos  que  no  estuviesen  allí.  Toda  la 
composición  respira  tristeza  y  aflicción,  y  aun  antes 
de  entrar  en  materia  se  conoce  ya  que  el  autor  acaba 
de  experimentar  alguna  gran  desgracia  ó  de  sufrir  una 
pérdida  que  aniquila  todas  sus  esperanzas,  y  le  hace  mi- 
rar con  hastío  y  aborrecimiento  las  cosas  de  esta  vida. 
En  las  primeras  estrofas  se  le  ve  lleno  de  aflicción  y  sin 
atreverse  siquiera  á  enunciar  la  causa  de  su  dolor; 
fresca  aun  en  su  imaginación  la  memoria  de  su  desgra- 
cia ,  no  se  acuerda  de  buscar  consuelo  en  derredor  su- 
yo,  y  en  medio  de  su  tormento ,  exclama : 

Nuestras  vidas  son  los  ríos  derechos  á  se  acabar 

que  van  á  dar  en  la  mar,  y  consumir ; 

que  es  el  morír ;  allí  los  ríos  caudales , 

alU  Tan  los  señoríos  allí  los  otros  medianos 


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PRIMERA   ÉPOCA.  —  CAPITULO   XXI.  435 

y  mas  chicos :  los  que  Yiyen  por  sus  manos 

allegados  son  ignales  y  los  ricos. 

La  misma  eQtonacion  de  tristeza ,  aunque  algo  más 
mitigada ,  se  hace  sentir  cuando  el  poeta  trata  de  los 
días  de  su  lozana  juventud  y  de  la  ruidosa  y  alegre  corte 
de  D.  Juan  el  Segundo ,  que  ya  pasó ;  y  el  efecto  que 
produce  es  tanto  mas  bello ,  cuanto  las  bulliciosas  es- 
cenas que  describe  contrastan  singularmente  con  las 
sombrías  y  melancólicas  consideraciones  que  se  agolpan 
á  su  imaginación.  Puede  decirse  que  sus  versos  llegan 
hasta  nuestro  corazón,  le 'afectan  y  le  conmueven,  á 
la  manera  que  hiere  nuestros  oídos  el  compasado  son 
de  una  gran  campana ,  tañida  por  mano  gentil  y  con 
golpe  mesurado,  produciendo  cada  vez  sonidos  más 
tristes  y  lúgubres,  hasta  que  por  íin  sus  últimos  ecos 
llegan  á  nosotros  como  si  fueran  el  apagado  lamento 
de  algún  perdido  objeto  de  nuestro  amor  y  cariño. 
Poco  á  poco  la  escena  cambia ,  y  después  de  haber 
anunciado  en  términos  más  claros  y  distintos  la  muerte 
de  su  padre,  la  entonación  se  vuelve  religiosa  y  sumisa: 
la  luz  de  una  vida  futura  rompe  de  pronto  y  se  présenla 
á  la  imaginación  del  poeta  ya  tranquila  y  resignada,  y 
la  elegía  termina ,  como  el  sol  en  medio  de  los  apaga- 
dos y  dulces  rayos  de  su  ocaso,  con  la  muerte  del  viejo 
guerrero  que  baja  tranquilamente  al  sepulcro,  rodeado 
de  sus  hijos  y  familia  y  contento  de  verse  desembara- 
zado de  los  lazos  mortales**. 

10  Las  estrofas  en  que  se  describe  Qné  fué  úe  tanto  «Jan  ? 

la  corte  del  Rey  D.  Juan ,  son  de  las  9"^  ^"jLÍ®  ^°¡*  ínyencion 

mas  bellas  que  tieoe  la  composicio.:  Jjlís'SátTlis  torneo», 

¿Qué  se  hiio  el  rej  Don  Joan  ?  Paramentos,  bordadoras 

Los  infantes  de  Aragón  T  cimeras , 

Qaé  se  bicieron?  Faéfon  sino  devaneos  Y 


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436  HISTORIA   DE   LA   LITERATURA   ESPAÑOLA. 

NÍQgana  de  las  poesías  antiguas  castellanas  hay ,  si 
exceptuamos  quizá  alguno  que  otro  de  los  antiguos  ro- 
mances t  que  pueda  compararse  con  las  coplas  de  Jorge 
Manrique  en  sentimiento  y  naturalidad;  muy  pocas 
son  las  que  después  acá  las  han  igualado  en  vigor  y 
belleza.  La  versificación  es  excelente ,  suelta  y  franca 
á  la  vez»  participando  á  menudo  de  cierto  estilo  y  for- 
m%  anticuada ,  caracterísca  de  la  época  en  que  se  es- 
cribieron, y  que  aumentan  sobremanera  su  gracia  y  el 
efecto  que  producen.  Su  mayor  encanto  consiste  en  su 
bellísima  sencillez ,  que  sip  pertenecer  exclusivamente 
á  una  época  dada ,  es  en  todas  ellas  el  verdadero  tipo 
del  ingenio. 

Las  coplas ,  como  era  de  suponer ,  produjeron  gran 
sensación  desde  el  momento  que  salieron  á  luz.  Im- 
primiéronse por  la  primera  vez  en  1 492 ,  ó  sea  die^  y 
seis  años  después  de  haber  sido  compuestas  ,  hallán- 
dose incluidas  en  casi  todas  las  colecciones  de  poesías 
de  época  mas  moderna.  Publicáronse  más  tarde  sueltas, 
y  con  la  glosa  de  varios  autores ,  como  la  que  en  1 552 
imprimió  Luis  de  Aranda,  con  el  título  de  Moral  sentido, 
que  es  un  difuso  y  pesado  comentario  en  prosa.  En  1 561 
salió  otra  glosa  en  verso  y  en  la  misma  medida  de  las 

¿Qqó  fueron  tino  Yerdorat  al  ingles  por  H.  W.  Longfellow,  y 

HS  4*  ^'if!       .     a  salieron  á  luz  por  la  primera  vez  en 

tf?í«!:tHní*SílÍ!.ífn"í^*'  Boston,  1835,  41»;  habiendo  sido 
Sos  tocados,  sos  vestidos ,  ^«««„^1  «aí«« J.  .«»«„»•:«» «..^w.»  i«»: 
Sns  olores  ?  después  reimpresas  varias  veces.Imi- 
Qné  se  hizieron  las  llamas  táronlas  muebos  poetas ,  y  entre  ellos 
De  los  faegos  encendidos  el  portugués  Gamoens ,  según  lo  ase- 
De  amadores?  gura  Lope  de  Vega  (Obras  sueltas. 
Qué  se  hiwaqnel  trovar  Madrid,  i777,  i/,  t.  xi,  p.  xm), 
ole  iLfila??  "**"******  aunque  no  hemos  podido  hallar  en« 
Qué  se  hizo  aquel  dancar  ^^^  ^^^  ^^^^  ^^  mnel  las  redondillas 
Aquellas  ropas  chapadas ,  á  que  alude.  Fué  Lope  de  Vega  pan- 
Que  trayanf  de  admirador  de  las  coplas  de  Jorge 
tLas  Coplas  de  Jorge  Manrique  »  Manrique,  diciendo  debían  ser  es- 
han  sido  admirablemente  traducidas    <í"^»8  «»«  letras  de  oro. 


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PRIMERA   ÉPOCA.  —  CAPlTULa   XXI.  437 

coplas,  por  Laiz  Pérez;  y  en  1588 otra,  también eo  verso, 
por  fray  Rodrigo  de  Valdepeñas.  Por  último,  el  célebre 
poeta  Gregorio  Silvestre  las  glosó  también  en  verso, 
en  1 589.  Todas  estas  glosas,  y  sobre  todo  las  dos  pri- 
meras, han  sido  reimpresas  muchas  veces;  resultando  de 
aquí  que  las  modestísin^is  coplas  faéron  de  tal  manera 
sobrecargadas  de  indigesta  erudición  y  oscurecidas  por 
sus  comentadores,  que  llegaron  casi  á  desaparecer  de  la 
general  circulación,  hasta  mediados  del  siglo  xvín ,  que 
volvieron  á  cobrar  su  antigua  y  bien  merecida  popula- 
ridad ,  habiendo  sido  muchas  veces  reimpresas  en  Es- 
paña y  en  otros  paises,  y  tomando  el  lugar  y  puesto 
permanente  que  les  corresponde  entre  las  más  bellas 
y  más  admiradas  producciones  de  la  antigua  literatura 
española  ^\ 


<*  Las  mas  aotígnas  ediciones  de 
las  «Coplas»  sod  de  il93,  i494  y  iSOl . 
Véase  i  Méndez , «  Typoé .  Española^ 
p.  i36.  Tengo  en  mi  biblioteca  diez 
o  doce  de  las  más  modernas, y  entre 
ellas  una  de  Boston,  1835,  con  la 
traducción  de  Longfellow;las  de  1988^ 
i614,  i632  y  1709  tienen  todas  algu- 
na de  las  gUwu  en  verso.  La  de  Luis 
Aranda,  que  está  en  prosa ,  según  ya 
dijimos,  es  de  i552,  en  é.**,  letra  de 
tórtis. 

Al  fin  de  una  traducción  del  «  hi- 
flemo»  del  Dante,  hecha  por  Pera 
Fernandez  de  Villegas ,  arcediano  de 
Burgos ,  é  impresa  en  dicha  ciudad 
en  i515,  en  foMo,  con  un  erudito  co- 
mentario, tomado  nrincipahnente  de^ 
de  «Landinov,  libro  rarísimo  y  en 
extremo  apreciable,  se  encuentra  en 
algunos  ejemplares  un  poema  del 
mismo  traductor,  intitulado  «Aver^ 
sion  del  mundo  y  conversión  á  Dios», 
que  aunque  no  comparable  á  hs  «Co- 
plas »  de  Jorge  Manrique  por  su  mé- 
rito, tiene  bastante  analogía  con  ellas 
en  el  fondo  y  en  el  asunto.  Está  di- 
vidido ,  con  algtma  afectación,  en 


cuarenta  y  cuatro  octavas,  de  his  cua- 
les veinte  y  cuatro  tratan  de  la  aver- 
sión al  mundo,  y  las  veinte  restantes 
de  la  vida  religiosa ;  pero  los  versos, 
(rae  pertenecen  á  la  antigua  escuela 
de  poesía,  corren  con  soltura,  y  el 
lenguaje  es  de  lo  más  puro  y  abun- 
dante que  se  halla  en  castellano. 
Empieza  asi : 

Qvéd^te,  mandb  raalfno{ 
Lleno  de  mal  y  dolor, 
Qoe  me-vo  tras  el  dulzor 
Del  bien,  eterno  dlvlao^ 
Ttt  tósigo,  ta  venino 
Bebemos  a^acaradD , 
Y  la  sierpe  está  en  el'  pradu^ 
De  ta  tan  falso  camino. 
Quédate  eoo  tus  engafios , 
Maguer  qae  te  (texo  tarde ,. 
Que  te  segal  de  cobarde 
Fasta  mis  postreros  aflos. 
Mas  va  tos  males  extraflos- 
De  ti  me  alanzan  forzoso , 
Vome  á' buscar  el  reposo 
De  tus  trabajoso»  dafios. 
Quédate  con  tu  maldad , 
Con  tu  trabajo  inhumano  ; 
Donde  el  hermano  al  hermano* 
No  guarda  fe  ni  verdad  . 
Muerta  es  toda  caridad ,. 


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438  HISTORIA    DE    LA    LiTERATURA   ESPAÑOLA. 

La  muerte  de  Jorge  Manrique  do  fué  por  cierto  in- 
digna de  su  noble  cuna  y  gloriosos  antecedentes.  En  la 
insurrección  del  marqués  de  Viilena,  acaecida  en  1 479, 
Manrique,  que  mandaba  una  división  de  las  tropas  del 
Rey,  se  dejó  llevar  de  su  impetuoso  arrojo,  y  cayó  he- 
rido de  las  lanzas  contrarias.  En  su  seno  se  hallaron 
algunos  versos,  sin  concluir,  á  la  inconstancia  y  vani- 
dad de  las  cosas  mundanas ;  y  hay  un  antiguo  romance 
que,  en  sencillos  al  par  que  bellísimos  versos,  recuerda 
su  gloriosa  muerte  y  pone  fín  á  la  crónica  de  esta  ilus- 
tre y  esclarecida  familia  de  poetas  **. 

Otra  familia,  que  floreció  en  tiempo  de  los  Reyes  Ca- 
tólicos así  como  en  el  reinado  de  Carlos  V,  se  distinguió, 
igualmente  que  la  de  los  Manriques,  por  los  altos  pues- 
tos que  ocupó  y  su  afición  á  las  letras.  Queremos  hablar 
de  los  Urreas,  de  los  cuales  el  primero  fué  D.  Lope, 
creado  conde  de  Aranda  en  1 488,  y  el  último  Jerónimo, 


Todo  bien  en  tí  es  ya  mnerto ; 
Acójome  para  el  paeito , 
Pojendo  tu  tempestad. 

Después  de  lascuareuta  oclavas  ar- 
riba dichas ,  siffue  otro  Doema  inti- 
tulado c  Querella  de  la  fe  »,  comen- 
zado por  Diego  de  Burgos ,  y  con- 
cluido por  el  mismo  arcediano  Pero 
Fernandez  de  Villegas ;  y  por  último, 
una  traducción  libre  y  en  verso  de  la 
décima  sátira  de  Juvenal ,  por  Jeró- 
nimo de  Villegas ,  prior  de  Cuevas- 
Rubias,  y  hermano  del  arcediano. 
Ambos  constan  de  unas  setenta  ú 
ochenta  coplas  llamadas  de  arte  ma- 
yor ;  si  bien  ni  el  uno  ni  el  otro  son 
tan  buenos  como  el  de  la  «  Aversión 
del  mundo  y  conversión  á  Dios»,  ya 
citado.  Hay  otra  traducción  de  la 
sexta  sátira  de  Juvenal,  hecha  por 
Jerónimo  de  Villegas ,  en  coplas  de 
arte  mayor ,  que  se  imprimió  en  Va- 
lladolid,  eni5i9,4.» 

n  Mariana  (Hist. ,  lib.  xxiv,  c.  19), 


al  hablar  de  su  muerte,  dice  :  «  Mu- 
rrio en  lo  mejor  de  su  edad ; »  pero 
sin  decir  cuál  fuese.  En  tres  otros 
lugares  habla  aquel  grande  historia- 
dor de  D.  Jorge  Manrique ,  como  de 
un  personaje  muy  importante  en  su 
tiempo.  Y  en  otra  ocasión ,  al  tratar 
de  la  muerte  de  su  padre  Rodriffo 
Bianríque,  dice  lo  siguiente  :  cSu 
»hijo  D.  Jorge  Manrique,  en  una» 
»trovasmuy  elegantes,  en  que  hay 
«virtudes  poéticas  y  ricos  esmaltes 
»de  ingenio ,  y  sentencias  graves ,  á 
•manera  de  endecha,  lloró  la  muer- 
»te  de  su  padre.»  Lib.  xxiv,  cap.  14. 
Muy  rara  vez  la  historia  del  docto 
jesuíta  deja  su  sangriento  y  terrible 
curso  para  ocuparse  de  la  p^esia  y 
tributarle  el  debido  homenaje ;  aun 
más  rara,  lo  hace  con  tanta  gracia  y 
sencillez.  El  antiguo  romance  rela- 
tivo á  Jorse  Manrique  se  halla  en 
Fuentes ,  c  Libro  de  los  cuarenta  cau- 
tos , »  Alcalá ,  i587 , 8.«,  p.  374. 


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PMHBRA  ÉPOCA. — CAPÍTULO   XXH.  439 

de  quien  hablaremos  mas  adelante,  como  tradnetor  del 
AriosU)  y  autor  de  un  TrcUado  de  la  honra  militar,  que 
se  publicó  en  1566. 

Miguel  y  Pedro  de  Úrrea ,  hijos  ambos  de  D.  Lope , 
primer  conde  de  Aranda,  se  distinguieron  por  su  amor 
á  las  letras ;  pero  solo  Pedro  se  halló  dotado  de  genio 
poético  superior  al  de  su  época ,  y  emancipado  de  sus 
afecciones  y  locuras.  Sus  poesías,  publicadas  en  1 51 3, 
están  dedicadas  á  su  madre^  viuda^  y  son  parte  sagra- 
das y  parte  profanas ;  en  algunas  de  ellas  se  descubren 
indicios  de  no  haberle  sido  enteramente  desconocidos 
los  buenos  maestros  italianos ;  otras  hay  en  las  que  no 
se  nota  ninguna  influencia  que  no  sea  la  nacional,  entre 
las  cuales  citaremos  el  siguiente  romance,  en  que,  refi- 
riendo los  amores  de  su  juventud ,  se  ve  que  la  gran 
desconfianza  de  sí  mismo  no  es  bastante  para  entibiar 
los  ardores  de  una  pasión  vehemente  i 


En  el  placiente  verano 
dó  son  los  días  mayores» 
acabaron  mis  pipetes 
comenzaron  mis  dolores. 

Quando  la  tierra  da  yerv» 
y  los  árboles  dan  flores, 
quando  aves  hacen  nidos 
y  cantan  los  ruiseñores ; 

Quando  en  la  mar  sosegada 
entran  los  navegadores^ 
quando  los  Itrios  y  rosas 
nos  dan  buenos  olores ; 

Y  quando  toda  la  genle, 
ocupados  de  calores, 
van  aliviando  las  ropas , 


y  buscando  los  frescores ; 

dé  son  las  mejores  oras 
las'noches  y  los  albores ; 
en  este  tiempo  que  digo, 
comenzaron  mis  amores. 

De  una  dama  que  yo  vi, 
dama  de  tantos  primores, 
de  quantos  es  conocida 
de  tantos  tiene  loores : 

Su  gracia  per  hermosura 
tiene  tantos  servidores, 
quanto  yo  por  desdichado 
tengo  pena»  y  dolores : 
donde  se  me  otorga  muerto 
y  se  me  niegan  favores. 


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440  HISTORIA   DB   tA   UTEBATUBA  BSPAHOLA. 

Mas  Donca  olvidaré  porque  eo  la  mucha  firniesa 

estos  amargos  dulzores,  se  muestran  los  amadores  " . 

£1  último  poeta  que  escribió  un  poema  de  alguna  ex- 
tensión y  que  ademas  pertenece  á  la  antígua  escuela , 
es  Juan  de  Padilla^  comunmente  llamado  El  Cartujano, 
por  haber  modestamente  ocultado  su  nombre  bajo  el 
de  su  profesión  monacal  ** ;  el  cual,  por  su  imitación 
decidida  del  Dante,  trae  naturalmente  á  nuestra:  memo- 
ria la  escuela  poética  del  tiempo  del  marqués  de  San- 
tiUana.  Padilla  fué  monje  de  la  Cartuja  de  Sania  María 
de  las  Cuevas,  en  Sevilla,  y  escribió»  antes  de  entrar  en 
aquella  austera  religión,  un  poema  compuesto<de  ciento 
y  cincuenta  coplas,  intitulado  El  Laberinto  del  dvque  de 
Cádiz,  y  que  se  imprimió  en  1 493 ;  p^o  sus  principar- 
les obras  son  la&  dos  que  después  compuso,  á  saber. 
El  retablo  de  la  vida  de  Cristo,  extenso  poema  en  octavas 
de  arte  mayor,  en  que  se  cuenta  la  historia  de  nuestro 
redentor  Jesucristo,  según  la  refieren  los  profetas  y  los 
Evangelios,  pero  muy  mezclado  de  oraciones,  sermo- 
nes y  exhortaciones  :  composición  en  extremo  devota, 
pero  asaz  fastidiosa,  á  la  que  dio  la  última  mano  el  dia 
de  Noche  Buena  del  año  1500,  según  él  mismo  dice. 

El  otro  poema,  intitulado  Los  doce  triunfos  de  los  doce 
apóstoles,  que,  según  su  autor  nos  informa  con  la  misma 
precisión,  se  concluyó  en  14  de  febrero  de  1518,  es 
también  de  dimensiones  colosales ,  pues  consta  de  mas 
de  mil  estrofas  de  á  nueve  versos.  Es  en  parte  alegó- 

**  «Cancionero  de  las  obras  de  don       <^  El  buen  monje,  sin  embarco, 

Pedro  Manuel  deUrrea»,  Logroño,  no  podiendo  resistir  á  la  tentación 

15i3,  folio,  citado  por  Ignacio  de  deaivulgarsu  secreto,  dos  declara 

Asso.  a  De  íibrls  qaibusdam  Hispa-  al  fin  su  nombre  en  una  especie  de 

noram  rarioríbus,  CaBsaraugust»  »,  acróstico  al  fin  de  su  «  Retablo'».  Na- 

179i,  4.«,  pp.  Se-et.  ció  en  i46a  v  mttiióei»  Í548. 


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MitMBIU  ÉPOCA.  —  CAPlTDLO   XXI.  34{ 

rico,  aunque  religioso  en  el  fondo,  y  parece  escrito  don 
mas  diligencia  y  esmero  que  ninguna  otra  de  sus  obras. 
Pasa  la  acción  en  los  doce  signos  del  zodíaco,  á  los  que 
el  autor  es  sucesiyamente  trasportado  por  S.  Pablo, 
quien  le  índica,  de  camino,  en  cada  uno  de  ellos,  pri- 
meramente las  maravillas  de  uno  de  los  doce  apóstoles, 
después  la  abertura  de  una  de  las  doce  bocas  de  las  re- 
giones infernales,  y  por  último  le  proporciona  una  li- 
jera  ojeada  de  la  correspondiente  división  del  púi^ato- 
rio.  Dante  es  evidentemente  el  modelo  que  el  buen 
cartujano  se  propuso ,  si  bien  su  imitación  no  tuvo  el 
mejor  éxito.  Empieza  el  poema  con  una  imitación  casi 
servil  del  principio  ó  introducción  déla  Divina  Comme" 
dia,  de  la  cual  hay  tomadas  mas  adelante  frases  y  hasta 
versos  enteros.  Ademas  el  autor  mezcla  de  tal  manera 
lo  relativo  á  la  tierra  y  ai  cielo,  con  lo  concerniente  á  las 
regiones  infernales,  y  produce  tal  confusión  en  su  poe- 
ma, revolviendo  juntas  la  alegoría,  la  mitología,  astro- 
logia  é  historia,  que  su  obra  toda  viene  á  ser  un  con- 
fuso amalgama  de  fantásticos  desvarios,  vagas  é  insig- 
nificantes descripciones.  De  poesía  apenas  se  halla  rastro 
alguno ;  lo  único  recomendable  es  el  estilo ,  que  sobre 
llevar  impresa  la  marca  de  una  época  anterior ,  es  fácil 
y  vigoroso,  y  atendido  el  tiempo  en  que  se  escribió  la 
obra ,  abundante  y  lozano  ^\ 

*^  c  Los  Doce  Triunfos  de  los  Doce  vui ,  ix  v  x).  Acerca  de  su  autor,  Juan 

Apóstoles »  han  sido  reimpresos  en  de  Padilla ,  véase  á  Antonio ,  « Bi- 

su  totalidad  por  D.  Miguel  del  Riego,  blioteca  Nov., »  t.  i ,  p.  7M ,  y  t.  ii. 

canónigo  de  Oyiedo,  y  hermano  ael  p.  232;  Méndez,  cTyp.Esp., »  p.l93; 

desgraciado  patriota  de  su  nombre,  y  Sarmiento, «Memorias,  Sect.,»844- 

en  Londres ,  i843 ,  4.<>  En  el  mismo  847.  Este  último  escritor  dice  que 

tomo  se  hallan  también  algunos  ex-  Padilla  desempeñó  altos  cargos  ecle- 

tractos  del  «  Retablo  de  la  vida  de  siásticos  dentro  y  fuera  de  su  orden. 

Cristo  9  ( suprimidos  los  cantos  vii.  La  primera  edldon  de  « Los  Doce 


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442  HISTORIA  0E   LA   LITERATURA   ESPAÍ^tOLA. 

Triunfos  »  es  de  1521 » y  la  del  c  Re-  lia ,  en  1502.  Es  en  efecto  ana  Tida 

Ublo»  de  1505.  De  la  misma  época  hay  de  Cristo,  sacada  de  los  Eyangelios, 

un  libro  con  título  parecido  al  del  con  extensos  comentarios  y  graves 

ff  Retablo  >,  á  saber :  la  «  Vita  Christi»  sentencias  de  los  padres  de  la  Igle- 

del  Cartujano ;  j  es  una  traducción  sia ,  en  cuatro  tomos  en  folio.  La 

del  «  Vita  Cbrísti  >  de  Ludolfo  de  Sa-  traducción  de  Montesinos,  que  parece 

jonia ,  monje  cartujo ,  que  murió  h4-  ftié  hecha  por  mandado  de  los  Reyes 

cia  el  año  de  1370,  hecha  por  Ambro-  Católicos ,  está  escrita  en  estilo  gra- 

sio  Montesinos,  y  publicada  en  Sevi-  ?e  y  lenguaje  castizo. 


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CAPITULO  XXII. 

Escritores  en  prosa.  — >  Joan  de  Lacena.  —  Alfonso  de  la  Torré.  —  Diego 
de  Almeia.  —  Alonso  Ortiz.  —  Fernando  del  Pulgar.  —  Diego  de  San 
Pedro. 

El  reinado  de  Enrique  lY  fué  mas  propicio  y  favora- 
ble que  el  de  D.  Juan  el  Segundo  para  el  adelantamiento 
y  perfección  de  la  prosa  castellana ,  como  ya  lo  hicimos 
notar  al  hablar  de  las  crónicas  compuestas  en  este  tiem- 
po, y  al  tratar  de  Pérez  de  Guzman  y  del  autor  de  la 
Celestina.  También  la  vemos  progresar  y  robustecerse, 
aunque  de  una  manera  menos  sensible»  en  escritos  de 
otro  género ,  y  por  lo  tanto  habremos  de  pasarlos  en 
revista,  puesto  que,  á  pesar  de  participar  mas  ó  menos 
del  pésimo  guslo  y  ridicula  afectación  de  la  época,  fue- 
ron muy  aplaudidos  del  público  y  leidos  con  avidez. 

Bajo  este  punto  de  vista  uno  de  los  escritores  mas 
distinguidos  en  su  tiempo  fué  Juan  de  Lucena,  del  con- 
sejo privado  del  rey  D.  Juan  el  Segundo,  y  su  embajador 
á  varias  cortes  extranjeras.  Poco  ó  nada  sabemos  de  su 
vida,  y  en  cuanto á  sus  obras,  la  única  que  de  él  se  con- 
serva, dado  caso  que  escribiera  otras,  es  su  tratado, 
en  prosa  didáctica,  de  Vita  beata,  escrito  en  forma  de 
diálogo  entre  algunos  de  los  más  ilustres  personajes  de  su 
tiempo,  como  el  gran  marqués  de  Santillana ,  el  poeta  Juan 


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444  UISTORU   DE   LA  UTBRATURA  ESPAÑOLA. 

de  Mena ,  el  obispo  Alonsa  de  Cartagena  y  el  mismo 
Lucena ,  el  cqal  hace  el  papel  de  arbitro  en  la  discu- 
sión, si  bien  al  fin  el  Obispo  dirime  la  cuestión ,  decla- 
rando que  la  verdadera  felicidad  consiste  solo  en  amar 
y  servir  á  Dios. 

El  diálogo  que  se  supone  haber  pasado  en  una  de 
las  salas  de  palacio ,  y  en  presencia  de  varios  cortesa- 
nos, no  se  escribió  hasta  después  de  la  muerte  del  Con- 
destablei  en  1453,  suceso  á  que  se  alude  en  él.  Es  lisa 
y  llanamente  una  imitación  del  tratado  de  Boecio,  inti- 
tulado De  la  consolación  de  la  fUosofía,  libro  á  la  sazón 
muy  estimado  y  que  estaba  en  gran  boga ,  sí  bien  es 
preciso  confesar  que  la  obra  de  Juan  de  Lucena  está 
escrita  con  más  vigor  y  lozanía,  y  es  de  más  efecto  que 
la  que  se  propuso  por  modelo.  A  veces  sobresale  en 
ella  cierta  dignidad  mezclada  de  agudeza  ,  y  hay  trozos 
bellísimos  y  tiernos  en  extremo.  Por  ejemplo,  la  lamen- 
tación del  marqués  de  Santillana  á  la  muerte  de  su 
hijo  está  escrita  coo  mucho  sentimiento ,  y  lo  mismo 
puede  decirse  del  final  en  que  el  Obispo  recapitula  las 
penas  y  miserias  de  esta  vida.  En  medio  de  la  discu- 
sión se  presenta  la  descripción  festiva  de  una  cena  con 
que  el  Marqués  regala  á  sus  huéspedes ,  y  que  nos  re- 
cuerda las  simposeas  ó  convites  de  los  griegos  y  los 
diálogos  que  de  ellos  tratan.  Las  continuas  referencias 
que  allí  se  hallan  á  costumbres  de  la  antigüedad ,  las 
frecuentes  citas  de  autores  clásicos ,  están  casi  siempre 
bien  traídas,  y  no  tienen  nada  de  aquella  pedantería 
insufrible  que  afea  y  desfigura  la  prosa  didáctica  de 
aquel  tiempo.  De  suerte  qoe,  tomada  en  globo,  la  obra 
de  Juan  de  Lucena  puede  considerante,  á  pesar  del  aso 


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PRIMERA    ÉPOCA.  —  CAPÍTULO    XXII.  445 

demasiado  frecuente  de  palabras  nuevas  y  exóticas,  y 
de  vez  en  cuando  algún  ridículo  concepto,  como  una  de 
las  más  notables  de  su  tiempo  ^ 

A  efte  período  pertenece  también  la  Vision  deleitable, 
la  cual  tenemos  motivos  fundados  para  creer  se  escribió 
antes  del  año  1 463.  Su  autor,  Alfonso  de  la  Torre,  co- 
munmente llamado  el  Bachiller,  fué  natural  del  arzo- 
bispado de  Burgos,  y  colegial,  desde  el  ado  1 437  hasta 
.el  tiempo  de  su  muerte,  de  San  Bartolomé  de  Salamanca^ 
noble  instituto  literario ,  fundado  á  imitación  del  que 
creó  ep  Bolonia  el  cardenal  Gil  de  Albornoz.  El  asunto 
de  la  obra  es  una  visión  alegórica,  en  que  el  autor  toma 
la  voz  del  entendimiento  y  la  figura  de  un  niño  que 
viene  al  mundo  en  ignorancia  y  pecado ,  y  es  educado 
sucesivamente  por  varias  figuras  que  representan  la 
gramática,  lógica,  música,  astrología,  verdad,  razón  y 
naturaleza.  La  intención  del  autor  fué,  según  él  mismq 


*  Mi  ejemplar  déla  «Vita  Beata»  es 
ée  la  edición  príncipe,  Zamora,  Cen- 
tenera, 1485,  en  folio,  de  veinte  y 
tres  hojas,  á  dos  columnas ,  letra  de 
tórtis.  Empieza  con  estas  singula- 
res palabras ,  en  lugar  de  portada  ó 
frontispicio : «  Aqui  comenta  un  tra- 
»tado  en  estillo  breve ,  en  sentencias 
uno  solo  largo,  mas  hondo  y  prolixo, 
»el  qual  ha  nombre  «Vita  Beata )»,  he- 
>ebo  y  compuesto  por  el  honrado  y 
•muy  discreto  Juan  de  Lucena,  etc.» 
Hay  también  ediciones  de  1490  y  1S(41, 
y,  según  creo,  de  1501.  (Antonio, 
«Bib.  Vetus,*  ed.  Bayer,  t.  ii,  p.  250), 
y  Méndez ,  «  Typog. , »  p.  267.)  Para 
muestra  de  su  estilo  citaremos  aqui 
un  pequeño  trozo  en  que  se  alude  á 
la  introducción  de  la  décima  sátira 
de  Juvenal,  y  está  escrito  con  más 

Susto  que  el  general  de  su  época;  es 
e  la  parte  que  contiene  las  obser- 
vaciones del  obispo ,  contestando  al 
poeta  y  al  hombre  de  mundo:  «Resta 


»pue8,  señor  marqués  ,^  tú,  Juan  de 
»Hena,  mi  sentencia  primera  verda- 
)»dera;  que  ninguno  en  esta  vida  vive 
»beato.  Desde  Cádiz  hasta  Ganges, 
»si  toda  la  tierra  expiamos  ( ¿  espia- 
»mos?),á  nfnffund  mortal  contenta 
»su  suerte.  £1  caballero  entre  las 
«puntas  se  codicia  mercader;  y  el 
«mercader ,  cavallero  entre  las  bni- 
»mas  del  mar,  si  los  vientos  austra- 
»le8  empreñian  las  velas.  Al  parir  de 
»las  lombardas  desea  hallarse  el  pas- 
»tor  en  el  poblado ;  en  el  campo  el 
»cibdadano;  fuera  religión  los  de 
»dentro,  como  peces,  y  dentro  quer- 
»rian  estar  los  de  fuera, » etc.  (fol .  xvni 
recto).  El  tratado  contiene  muchos 
latinismos  y  vocablos  latinos,  á  la 
manera  ridicula  de  Juan  de  Mena; 
pero  también  encierra  muchas  y  muy 
expresivas  voces  del  antiguo  caste- 
llano, que  sentimos  mucho  no  estén 
hoy  dia  en  uso. 


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446  HISTORIA   Dfi   LA   LITERATURA   ESPAÍ^OU. 

DOS  dice,  «  hacer  un  breve  compendio  del  fin  de  cada 
Msciencia  que  quasi  prohemialmente  conteniesse  la  es- 
•sencia  de  aquello  que  en  las  sciencias  es  tratado , »  y 
particularmente  lo  relativo  á  la  moral,  á  los  deberes 
del  hombre,  al  alma  y  á  su  immortalidad.  Al  fin  de  la 
obra,  que  está  dirigida  al  noble  D.  Juan  de  Beamonte, 
prior  de  Sant  Juan  en  Navarra,  el  autor  parece  discul- 
parse de  haberla  puesto  «en  palabras  vulgares»,  y  le 
suplica  encarecidamente  no  permita  que  obra  tan  in- 
digna pase  á  manos  de  tercera  persona. 

Hállase  en  toda  ella  mucha  erudición,  y  aun  más  de 
la  sutileza  escolástica  del  tiempo ,  si  bien  se  observa 
cierto  desaliño  y  falta  de  interés  en  todo  lo  relativo  á  la 
estructura  de  la  fábula ;  y  ademas  el  estilo  es  pobre ,  y 
las  ilustraciones  de  poco  mérito  ;  mas  á  pesar  de  estos 
defectos  fué  muy  leida  y  aplaudida  en  su  tiempo  Hay 
una  edición  sin  fecha,  que  probablemente  es  la  primera, 
y  se  imprimió  hacia  el  año  de  1480,  lo  cual  prueba  que 
el  deseo  de  su  autor,  de  que  permaneciese  secreta,  no 
fué  respetado  por  muchos  años ;  hay  ediciones  poste- 
riores de  1 489 ,  i  526  y  1 538 ,  sin  contar  una  versión 
catalana,  impresa  en  1484.  Mas  el  gusto  por  obras  de 
esta  especie  pasó  también  en  España ,  como  habia  pa- 
sado en  otros  paises ;  y  el  bachiller  Alfonso  de  la  Torre 
quedó  tan  completamente  olvidado,  que  no  solo  Domé- 
nico  Delphini  se  apropió  su  obra  y  la  publicó  en  italiano, 
como  si  fuera  suya,  sino  que  un  judío  converso,  llamado 
Francisco  de  Cáceres,  la  volvió  á  poner  en  castellano, 
y  la  imprimió  en  1 663  como  sí  el  original  fuera  italiano 
y  desconocido  en  España  *. 

*  La  edición  más  antigua  de  «La  visión  deleitable »,  si  hemos  dejuz- 


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PRIMERA  ÉPOCA. — CAPÍTULO   XXII.  447 

Un  caso  muy  parecido  á  este  sucedió  con  un  escritor 
coetáneo  de  Alfonso  de  la  Torre,  el  cual  parece  haber 
estado  largo  tiempo  privado  del  honor  de  ser  reconocido 
como  autor  de  un  libro  bastante  notable ,  intitulado  El 
Valerio  de  las  historias,  obra  muy  aplaudida  en  su  tiem- 
po, y  que  aun  hoy  dia  se  lee  con  algún  interés.  Su  au- 
tor, Diego  Rodríguez  de  Almela,  la  escribió  después  de 
muerto  su  protector  el  sabio  obispo  de  Cartagena,  quien 
tuvo  igual  pensamiento ;  y  en  1 472  se  la  envió  á  un 
caballero  de  la  familia  de  los  Manríques.  Pero  aunque 
la  carta  que  Almela  escribió  al  remitírsela,  se  conserva 
hoy  dia ;  y  aunque  en  las  cuatro  primeras  ediciones  del 
Valerio,  comenzando  por  la  de  1487,  la  obra  se  atri- 
buye á  su  verdadero  autor;  la  quinta,  que  se  publicó 


gar  por  el  papel  y  carácter  de  su  le- 
tra ,  parece  ser  ana  de  Zamora  ,.por 
Centenera,  en  cuyo  caso  debió  fm- 

{^rimirse  entre  los  años  de  1480  y  85; 
a  caal  empieza  de  esta  manera  : 
ff  Comenta  el  tratado  llamado  «  Vi- 
»sion  deleitable»,  compuesto  por  Al- 
«fonso  de  la  Torre,  bachiller ,  ende- 
•re^^do  al  muy  noble  D.  Juan  de 
•Beamonte,  [>rior  de  San  Juan  en  Na- 
•varra.»  No  tiene  foliatura,  y  consta 
de  setenta  y  una  hojas  en  folio ,  le- 
tra de  tórtis,  á  dos  columnas.  Lo 
poco  que  se  sabe  de  los  diferentes 
manuscritos  j  ediciones  impresas  de 
la  t  Vision  deleitable  » ,  se  hallará  en 
Nicolás  Antonio  (Bib.  Vetus,  ed.  Ba- 
yer,  t.  m,  pj>.  528-9),  Méndez  (Typog., 
pp.  100y580,conelapéndice,p.402), 
y  Castro  (Bib.  esp.,  1. 1,  pp.  6^55). 
La  «Vision»  se  escribió  para  instruc- 
ción ;r  recreo  de  D.  Carlos ,  principe 
de  Viana ,  del  cual  habla  el  autor  ai 
final  de  su  libro ,  como  si  aun  ?ivie- 
se;  y  pues  que  dicho  príncipe,  na- 
cido en  im ,  no  murió  basta  el  año 
de  65,  estas  dos  épocas  marcan  el 
periodo  en  que  debió  escribirse  la 
obra.  Hay  aun  más  :  la  obra ,  como 
hemos  Tisto ,  está  dirigida  á  D.  Juan 


de  Beamonte,  tutor  de  aquel  prin- 
cipe ,  y  por  lo  tanto,  es  probable  se 
escribiera  entre  ios  años  de  i4!30  y 
1440 ,  en  que  se  comprendió  la  me- 
nor edad  ae  D.  Carlos.  En  un  códice 
antiguo  de  esta  obra  se  lee  lo  si- 
guiente :  t  El  original  ha  seydo  e  es 
»por  ellos  havido  en  muy  grande  es- 
•tima ,  e  por  tal  mucho  guardado  den- 
»tro  en  la  cámara  del  dicho  rey  de 
«Aragón.  »  La  Vida  del  autor  se  ha- 
llará en  Rezabal  y  Uffarte  (Biblioteca 
de  los  autores  <]ne  nan  sido  indivi- 
duos de  los  seis  colegios  mayores. 
Madrid .  1805, 4.%  p.  559.)  El  meior 
pasaje  de  la  «Vision  >  es  la  alocución 

3ue  la  Verdacl  hace  á  la  Razón.  En  la 
ibiioteca  Real  de  París  sé  conser- 
va un  códice,  señalado  con  el  número 
78S6,  que  se  dice  con  tener  las  poesías 
de  Alfonso  de  b  Torre.  (Qchoa,  «Ma- 
nuscritos,» París,  1844, 4.  <*,  479.)  Ade- 
mas, las  poesías  del  bachiller  Fran- 
cisco de  la  Torre ,  que  se  hallan  en 
el  «Cancionero»  de  1575 (fol.  124-27), 

Len  otros  libros ,  v  de  que  tanto  se 
1  hablado  con  referencia  á  Queve- 
do ,  han  sido  por  algunos  atribuidas 
á  Alfonso  de  la  Torre ,  aunque  hay 
diferencia  en  los  nombres. 


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448  HISTORIA   DE    LA    LITEH ATURA   ESPA7ÍOLA. 

eQ  1541 ,  da  por  autor  á  Fernán  Pérez  de  Guzmao;  error 
descubierto  y  señalado  por  Tamayo  de  Vargas,  en  tiempo 
de  Felipe  III,  pero  que  no  fué  geaeralmente  advertido 
hasta  que  la  obra  fué  de  nuevo  dada  á  luz  por  Moreno, 
en  1793. 

Está  escrita  la  obra  en  forma  de  una  disputa  sobre 
moral,  en  la  cual,  después  de  una  breve  declaración  de 
las  diferentes  virtudes  y  vicios  de  los  hombres,  según 
se  entendían  en  aquella  época,  se  presentan  ejemplos 
sacados,  ya  de  la  Sagrada  Escritura,  ya  de  la  historia  de 
España.  Es,  por  lo  tanto,  más  bien  que  un  tratado  didác- 
tico, una  serie  de  historias,  cuyo  principal  mérito  con- 
siste en  el  estilo  grave ,  al  par  que  sencillo  y  agradable , 
eo  que  están  contadas;  estilo  particularmente  apto  y 
adecuado  á  las  más  de  ellas,  tomadas,  como  lo  están, 
de  las  antiguas  crónicas  españolas.  En  su  principio  iba 
la  obra  acompañada  de  otro  tratado  sobre  las  Batallas 
campales;  pero  tanto  esta  como  sus  Crónicas  de  España, 
su  libro  de  los  Milagros  del  apóstol  Santiago  y  otras  obras 
de  menor  importancia ,  hace  mucho  tiempo  que  están 
completamente  olvidadas.  Almela,  que  disfrutó  del  favor 
de  los  Reyes  Católicos,  los  acompañó  al  sitio  de  Granada 
en  1 491 ,  en  cualidad  de  capellán,  llevando  consigo  una 
compañía  de  sus  vasallos  armados,  según  la  costumbre 
observada  por  los  altos  funcionarios  de  la  Iglesia  en  aquel 
siglo  guerrero '. 

En  1 493,  otro  distinguido  eclesiástico,  Alonso  Ortiz, 

»  Antonio,  «Bib.  Vetus,»  ed.  Bajer,  bre  de  Fernán  Pérez  de  Guzman  co- 
t.  II,  p.  525 ;  Méndez,  cTypop.  >  p.  3i5.  mo  autor  de  la  obra,  se  halle  al fol.  2 
Es  cosa  muy  sinffnlar,  por  cierto,  que  la  carta  de  Diego  Rodríguez  de  Al- 
en la  edición  del  «Valerio  de  las  bis-  mela,  fecha  en  1472,  la  cual  no  deja 
lorias  >,  hecha  en  Toledo  en  1541,  fo-  duda  de  que  este ,  y  no  aquel,  ñié  el 
lio,  y  que  tiene  en  la  portada  el  nom-  verdadero  autor  del  Valono. 


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PRIMERA  ÉPOCA.  —  CAPITULO   XXII.  449 

canóoigo  de  Toledo»  puUicó,  en  un  tomo  do  muy  abuU 
tado,  dos  peqa^os  tratados  qqe  no  deben  pasarse  en 
silencio.  En.  el  primero ,  dividido  en  veinte  y  siete  ca- 
pítulos y  dirigido  á  la  princesa  de  Portugal,  por  inter-^ 
medio  de  su  madre  la  reina  D.'  Isabel,  el  canónigo  cor-* 
tesano  se  propone  consolar  á  la  princesa  de  la  muerte 
de  su  esposo.  El  otro  viene  á  ser  una  oración  gratula- 
toria, dirigida  á  los  Reyes  Católicos  por  la  conquista  de 
Granada  en  1 492 ,  en  que  el  autor  muestra  su  alegría 
por  tan  fausto  acontecimiento ,  manifestando  al  propio 
tiempo  igual  gozo  y  satisfacción  por  la  cruel  cuanto  in- 
justa expulsión  de  todos  los  judíos  y  herejes  de  Espa-^ 
ña.  Ambos  están  escritos  en  estilo  sobradamente  retó*- 
rico,  aunque  no  del  todo  desprovistos  de  cierto  mé- 
rito literario ;  en  la  oración,  sobre  todo,  hay  uno  ó  dos 
trozos  muy  buenos  y  hasta  patéticos ,  al  tratar  de  la 
quietud  y  tranquilidad  que  disfrutará  la  España,  ya  que 
un  enemigo  implacable  y  odiado,  después  de  una  lucha 
de  ocho  siglos,  ha  sido  expulso  de  sus  fronteras :  trozos 
que  salieron  sin  duda  del  corazón  del  autor,  y  que  ha- 
llaron eco  do  quiera  que  sus  obras  fueron  leidas  por 
españoles  ^. 

Otr.o  de  los  escritores  en  prosa  que  pertenecen  al  si- 

^  Las  obras  del  erudito  Alonso  Or-  el  7  de  diciembre  de  i492 ;  dos  cartas 
tiz  se  imprimieron  en  Sevilla ,  1^5,  de  la  ciudad  é  iglesia  de  Toledo,  pi^ 
en  folio,  de  cien  hojas ,  á  dos  colam-  diendo  que  el  nombre  de  la  ciudad  de 
ñas.  Hablan  de  ellas  Méndez  (p.  194)  ▼  Granada ,  nueramente  conquistada, 
Nicolás  Antonio.  (Bib.  Nova,  1. 1,  p.  30.)  no  sea  antepuesto  al  de  Toledo  en  la 
Este  ultimo  escritor  no  supo  nada  lista  de  los  títulos  reales;  y  una  grave 
acerca  de  Ortiz ,  excepto  el  hecho  de  censura  contra  el  protonotario  Juan 
haber  legado  á  la  biblioteca  de  la  uni^  de  Lucena  (personaje  al  parecer  dis- 
versidadde  Salamanca  toda  su  libre-  tinto  del  autor  de  su  nomore),  por  ha- 
rta. Ademas  de  los  dos  tratados  cita-  berse  atrevido  á  atacar  la  Inquisición, 
dos  en  el  texto ,  el  tomo  de  sus  obras  que  estaba  á  la  sazón  en  toda  la  loza- 
contiene  una  relación  de  la  herida  nía  y  visor  de  sus  santas  pretensiones, 
que  el  rey  Don  Femando  recibió  de  Por  lo  demás,  todo  el  libro  respira  in- 
manos  de  un  asesino ,  en  Barcelona,  tolerancia  y  fanatismo. 

T.  I.  29 


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4S0  HISTORIA   DE  LA   LITERATURA   ESPA1I6LA. 

glo  XV  y  qae  alcanzó  más  fama  literaria  que  los  dos 
anteriores,  es  Fernando  del  Pulgar,  natural  de  Madrid, 
y  educado,  según  él  nüsmo  dice,  en  la  corte  de  D.  Juan 
el  Segundo.  Que  fué  persona  influyente  y  de  calidad» 
lo  prueba  el  haber  ejercido  altos  cargos  durante  el  rei- 
nado de  Enrique  IV,  y  el  haber  sido  después^  por  mu- 
chos años,  del  consejo  de  los  Reyes  Católicos,  su  seóre- 
tarío  y  cronista".  De  sus  obras  históricas  ya  dijimos  en 
otro  lugar ;  restamos  ahora  tratar  de  otra  no  menos  no- 
table y  mas  interesante,  para  la  cual  recogía  materiales, 
al  paso  que  escribía  su  Crónica  de  Castilla,  hallando, 
como  él  mismo  dice,  «  que  las  historias  no  referían  tan 
^^extensamente ,  como  debieran,  los  notables  fechos  y 
•singulares  hazañas  de  algunos  claros  varones»  •  Movido 
pues  de  su  patriotismo,  y  tomando  por  ejemplo  las  bio- 
grafías de  los  antiguos  y  las  semblanzas  de  Pérez  de 
Guzman,  trabajó  con  esmero  las  vidas  de  los  principa- 
les personajes  de  su  tiempo,  empezando  por  Enrique  IV, 
y  limitándose  principalmente  á  los  que  vivieron  durante 
su  reinado  y  en  su  corte*. 

Algunos  de  estos  bosquejos ,  á  los  que  puso  el  título 
general  de  Claros  varones  de  Castilla,  como  el  del  buen 
conde  de  Haro*  y  el  de  D.  Rodrigo  Manrique  %  son  muy 
importantes  por  su  asunto ;  al  paso  que  otros,  como  los 
de  los  arzobispos,  obispos  y  otros  dignitarios  de  la  Igle- 
sia ,  tan  solo  interesan  por  la  maestría  con  que  están 


^  Estas  noticias  de  Palgar  estiin  de  él ,  en  el  diálogo  de  Mendosa , 

tomadas  del  prólogo  á  la  edición  de  duque  del  Infantaoo,  que  t  Pulgar 

sus  «Claros  varones»  ( Madrid,  1775);  fué  de  Bladrid  natural >.  (Qulncuage* 

fiero  aUi,  como  en  otras  partes,  se  ñas,  MS.) 

e  hace  natural  de  Toledo,  lo  cual  ^  «Claros  varones»,  tit. 5. 

es  probablemente  una  equivocación.  '  Ibid.,  tít  15. 
Oviedo ,  que  le  conoció  y  trató ,  dice  * 


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I»RIIBIIA  ÉIH»CA. CAPÍTULO   XXH.  451 

irasados.  El  estilo  en  general  es  vigoroso ,  al  par  que 
conciso ,  con  más  tendencia  á  ser  elegante  que  la  que 
hallamos  en  los  escritos  de  Cibdareal  6  Guzman »  con 
los  cuales  nos  hallariamos  dispuestos  á  compararle ,  á 
no  echar  de  menos  la  confiada  naturalidad  del  honrado 
Bachiller  y  los  seyeros  juicios  del  político  retirado.  La 
obra  (oda  está  dirigida  á  su  protectora  la  reina  D/  Isa- 
bel, á  quien  sin  duda  creyó  convenía  más  que  á  otra 
persona  alguna  cierto  tono  de  severa  dignidad. 

Para  prueba  de  su  mejor  estilo  citaremos  el  siguiente 
trozo,  en  el  cual,  después  de  aludir  á  algunos  de  los  mas 
notables  personajes  en  la  historia  romana,  se  vuelve  de 
repente  hácta  la  Reina,  y  poniendo  frente  á  frente  los 
héroes  de  Roma  con  los  varones  de  Castilla ,  de  quien 
ya  ha  hablado  mas  largamente,  dice  así : 

ff  E  ni  estos  grandes  señores  e  caballeros  e  Fijosdalgo 
» de  quien  aqui  con  causas  razonables  es  hecha  memo^ 
^  ria,  ni  los  otros  pasados  que  guerreando,  á  España  la 
» ganaron  del  poder  de  los  enemigos ,  no  mataron  por 
» cierto  sus  fijos,  como  fícieron  los  cónsules  Bruto  é 
uTorcato,  ni  quemaron  sus  brazos,  como  fízo  Cevola, 
»ni  ñzieron  en  su  propia  sángrelas  crueldades  que  re- 
»  pugna  natura,  e  defiende  la  razón ;  mas  con  fortaleza 
»  e  perseverancia  y  e  con  prudencia  e  diligencia,  con  jus- 
iiticia  e  cou  clemencia,  ganando  el  amor  de  los  suyos, 
»e  seyendo  terror  á  los  estraños,  gobernaron  huestes, 
» ordenaron  batallas,  vencieron  los  enemigos ,  ganaron 
» tierras  ageoas,  e  defendieron  las  suyas.  Yo,  por  cierto, 
» no  vi  en  mis  tiempos,  ni  leí  que  en  los  pasados  vinie- 
)»sen  tantos  caballeros  de  otros  Reynos,  e  tierras  estra- 
» ñas  a  estos  vuestros  Reynos  de  Castilla  e  de  León  por 


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452  HISTORIA   DB   LA   LITBBATURA   BSPAHOLA. 

» facer  armas  á  todo  trance,  como  vi  que  fueron  caba- 
» lloros  de  Castilla  á  las  buscar  por  otras  partes  de  la 
•  christiandad...  Asi  que,  Reyna  muy  excelente,  estos 
» caballeros  e  perlados,  e  otros  muchos  naturales  de 
n  vuestros  Reynos ,  de  que  no  fago  aqui  mención  por 
» ocupación  de  mi  persona,  alcanzaron  con  sus  loables 
«trabajos  que  ovieron ,  e  virtudes  que  siguieron,  el 
«nombre  de  Varones  Claros,  de  que  sus  descendientes 
» en  especial  se  deben  arrear,  e  todos  los  Fijosdalgo  de 
» vuestros  Reynos  deben  tomar  exemplo  para  limpia- 
» mente  vivir,  porque  puedan  fenescer  sus  días  en  toda 
)» prosperidad ,  como  estos  vivieron  é  fenescieron*.» 

Este  trozo  es  muy  notable  por  su  estilo  y  por  el  es- 
píritu que  le  dictó,  sobre  todo  si  se  considera  que  es 
parte  de  una  obra  escrita  á  fines  del  siglo  xv.  Ni  en  su 
Crónica,  ni  en  la  glosa  que  compuso  á  las  coplas  de 
Mingo  Revulgo,  se  halla  otro  que  pueda  comparársele. 

El  mismo  espíritu  y  fuego  vuelve  á  aparecer  en  sus 
epístolas.  Son  estas  en  número  de  treinta  y  dos,  escri- 
tas todas  durante  el  reinado  de  Femando  é  Isabel,  la 
mas  antigua  con  la  fecha  de  1 473 ,  y  la  mas  moderna 
diez  años  después.  La  mayor  parte  están  dirigidas  á 
personas  de  autoridad  y  distinción  que  vivieron  en  su 
tiempo ,  como  la  reina  D/  Isabel ,  D.  Enrique ,  tío  del 
Rey,  el  arzobispo  de  Toledo  y  el  conde  de  Tendilla. 
Algunas  de  ellas ,  como  la  que  envió  al  rey  de  Portu- 
gal exhortándole  á  no  romper  las  paces  con  Castilla, 
tienen  todo  el  carácter  de  notas  diplomáticas ;  al  paso 
que  otras,  como  la  que  dirigió  á  su  médico,  quejándose 
festivamente  de  los  achaques  y  enfermedades  de  la  ve- 

*  tChros  ▼arones»,  tU.  17. 


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PRIMERA  ÉPOCA. — CAPITULO   XXII.  453 

J6z ,  y  otra  á  su  hija  monja ,  llevan  el  sello  de  la  fami- 
liaridad^. Tomadas  en  globo,  las  obras  de  Fernán  Pérez 
de  Guzman  nos  hacen  concebir  una  idea  muy  grata  del 
carácter  de  este  antiguó  criado  y  consejero  de  los  Reyes 
Católicos ,  el  cual  si  no  dio  grande  impulso  á  su  siglo 
como  escritor,  estuvo  al  menos  á  la  cabeza  de  sus  igua- 
les por  la  elevación  de  sus  pensamientos  y  la  abundan- 
cia de  su  estilo  fócil,  aunque  desaliñado.  Murió  Fernán 
Pérez  del  Pulgar  después  de  1 492 ,  y  probablemente 
antes  del  1500. 

Pero  no  es  justo  que  pasemos  los  límites  del  reinado 
de  Fernando  é  Isabel,  sin  dar  antes  cuenta  de  dos  no- 
tables tentativas  hechas  para  ensanchar  la  esfera  ó  á  lo 
menos  cambiar  las  formas  de  la  fábula  romántica,  se- 
gún se  hallaban  entonces  definidas  y  marcadas  en  los 
libros  de  caballerías. 

La  primera  de  estas  tentativas  tuvo  por  autor  á  Diego 
de  San  Pedro,  decurión  de  Valladolid,  de  cuyas  obras 
poéticas  están  llenos  los  cancioneros  generales**.  Que 
fué  conocido  en  la  corte  de  los  Reyes  Católicos  y  gozó 
de  alguna  consideración,  es  evidente ;  pero  si  hemos  de 
juzgar  por  su  principal  poema ,  intitulado  El  desprecio 
de  la  fortuna,  fué  desgraciado  en  los  últimos  años  de  su 
vida  y  se  arrepintió  de  los  excesos  y  locuras  de  su  ju- 
ventud*', entre  las  cuales  considera  el  haber  compuesto 

9  Sus  letras  6  epístolas  se  hallarán  ñeros  generales  de  i5ii-1S73,  y  en 

al  fin  de  los* Claros  varones».  (Madrid,  este  último  á  fol.  iS5 ,  i6i ,  176, 177, 

1775,  4.®)  Imprimiéronse  por  la  pri-  180,  etc. 
mera  vez  en  Sevilla,  año  de  ISOO.  <^  •  El  desprecio  de  la  fortuna  », 

*^  Las  «  Coplas  de  San  Pedro  á  la  juntamente  con  una  notable  dedica- 
pasión  de  Cristo »  y  <  Las  siete  an-  toria  al  conde  de  UrueÜa ,  á  quien 
gustias  de  nuestra  Señora»  se  hallan  dice  sirvió  por  espacio  de  veinte  y 
en  el  Cancionero  de  1492  (Méndez,  nueve  años ,  se  hallará  al  fin  de  la 
p.  135).  Otras  muchas  de  sus  obras  edición  de  todas  las  obras  de  Juan 
poéticas  se  hallarán  en  los  Canelo-  de  Mena,  hecha  en  1666,  en  Alcalá. 


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454  HISTORIA   DB   LA    LITERATITRA    iUiPA^OLA. 

la  fábula  en  prosa,  sobre  que  estriba  casualrneule  toda 
SQ  reputación  literaria.  Intitúlase  esta  La  cárcel  de  amor, 
y  se  escribió,  según  parece,  á  instancias  de  Diego  Her- 
nández de  Córdoba,  alcaide  de  los  donceles,  en  tiempo 
de  los  Reyes  Católicos,  empezando  con  una  alegoría. 
Supone  di  autor  que  pasando  una  mañana  de  invierno  por 
unos  valles  hondos  y  oscuros  dentro  del  Sierra  Morena, 
vio  salir  á  su  encuentro  por  entre  unos  robledales  un 
caballero,  así  feroz  de  presencia  como  espantoso  de  vista , 
cubierto  todo  de  pelo  á  manera  de  salvaje,  y  llevando 
en  pos  de  sí  un  prisionero  asido  de  fuerte  cadena.  El 
salvaje  era  el  Deseo,  y  su  victima  Leriano,  el  héroe  de 
la  fábula.  Llevado  de  la  natural  simpatía  que  la  vist^ 
de  aquel  desgraciado  le  causó,  el  autor  los  signe  á  la 
cárcel  de  amor,  donde  después  de  pasar  hartos  traba- 
jos y  atravesar  mil  peligros,  llega  y  ve  á  Leriano  sen- 
tado en  una  silla  de  fuego  y  sufriendo  atroces  tormen- 
tos. Leriano  entonces  le  cuenta  como  se  hallan  en  el 
reino  de  Macedonia,  cuyo  rey,  Gaulo,  le  tiene  preso  en 
aquella  torre,  por  haberse  atrevido  á  declarar  su  amor 
á  Laureola,  su  hija;  y  después  de  explicarle  alegóri- 
camente todas  y  cada  una  de  las  partes  del  edificio  que 
le  sirve  de  cárcel,  concluye  rogándole  quiera  llevar  un 
mensaje  suyo  á  Laureola,  á  lo  que  el  autor  consiente, 
quedando  Leriano  al  punto  libre  de  sus  prisiones ;  con 
lo  cual  termina  la  alegoría. 

De  aquí  en  adelante  la  historia  se  parece  al  episodio 
de  un  libro  de  caballerías.  Un  rival  descubre  las  rela- 
ciones de  Leriano  con  Laureola,  y  da  parte  al  rey,  quien 
creyendo  á  su  hija  criminal  la  pone  en  un  encierro.  Le- 
riano desafía  al  delator  y  le  vence  en  la  lid ;  pero  la  acu- 


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l*imiKRA  fiPOCil.  —  CAPÍTULO   XXfl.  455 

sacioD  se  repite ,  y  ooo  la  ayuda  de  testigos  falsos  se 
prueba  el  crimen,  y  Laureola  es  condeaada  á  muerte* 
Entonces  Leriano  la  liberta  espada  en  mano,  y  la  pone 
bigo  la  protección  y  custodia  de  su  tio,  para  evitar  que 
sus  detractores  tomen  pretexto  para  calumniarla.  El  Rey, 
furioso,  sale  en  busca  de  Leriano  y  le  sitia  en  la  ciudad 
de  Susa.  Este  se  defiende  con  valora  y  en  una  salida  que 
hace  al  frente  de  la  guarnición  coge  prisionero  á  uno 
de  los  delatores  y  testigos  falsos,  que  obligado  áello, 
confiesa  su  delito;  sabido  lo  cual  por  el  Rey,  perdona 
lu^o  á  su  hija  y  se  muestra  afable  y  compladdo  con  su 
fiel  amante.  Pero  Laureola ,  ultrajada  en  su  bonor,  se 
niega  á  admitir  por  más  tiempo  los  obsequios  de  aquel ; 
y  Leriano,  desesperado,  enferma  y  muere  de  hambre  y 
de  aflicción.  Así  acaba  la  obra  de  San  Pedro ;  pero  hay 
una  continuación,  no  muy  feliz  por  cierto,  escrita  por 
Nicolás  Nunez,  en  que  se  refiere  la  aflicción  y  tristeza 
de  Laureola  al  oir  la  muerte  de  su  amante  y  la  vuelta 
del  autor  á  España  **. 

El  estilo ,  en  lo  que  toca  á  Diego  de  San  Pedro ,  es 
bueno  para  la  época  en  que  escribió ,  enérjíco ,  vigoroso 
y  lleno  de  aforismos  y  antítesis ;  pero  en  la  estruclora 
de  la  fábula  se  descubre  poco  ó  ningún  ingenio.  Toda  la 
obra^  en  suma,  es  una  prueba  de  lo  poco  adelantada  que 
se  hallaba  la  ficción  romántica  en  los  tiempos  de  Fer- 
nando é  Isabel.  A  pesar  de  lo  dicho ,  la  Cá'cel  de  amor 
fué  un  libro  muy  popular  en  su  siglo.  Imprimióse  por 
la  primera  vez  en  i  492 ,  en  menos  de  ocho  años  se  hi- 
cieron otras  dos  ediciones ,  y  no  habia  aun  trascurrido 

^  Unas  cuantas  poesías  de  este   175 ;  de  las  coales  una  ó  dos  sonbas- 
Nlcolas  Nuflez  se  hallan  en  el  c  Can-   Unte  buenas, 
donero  general  de  4S75,  ¿  fol.17,85, 


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456  HISTORIA  »E  LA  LITERATUIU  ESPAlfOLA* 

un  siglo  que  ya  se  contaban  á  lo  menos  otras  diez,  sin 
incluir  en  este  número  las  versiones  á  otras  lenguas*'. 
En  prueba  de  la  popularidad  que  obtuvo  la  Cárcel  de 
amor,  citaremos  la  aparición  de  la  Quettian  deam^,  no- 
vela anónima,  que,  s^un  la  fecha  puesta  al  fin,  fué 
acabada  el  17  de  abril  de  4512.  En  ella  se  discute  la 
cuestión  tan  debatida  desde  el  tiempo  de  las  «Cortes  del 
amor»  hasta  los  dias  de  Garcilaso  de  la  Vega,  de  quién 
es  más  infeliz,  si  el  amante  á  quien  la  muerte  arrebata 
el  objeto  de  sus  amores,  ó  el  que  sirve  á  una  mujer  sin 
esperanza  de  ser  correspondido.  La  disputa ,  en  este 
caso,  es  entre  Vasqutran  que  ha  perdido  á  su  amada, 
y  Flamiano  que  se  ve  despreciado  por  la  suya.  La  es^ 
cena  pasa  en  Ñapóles  y  en  otras  partes  de  Italia ,  em- 
pezando en  el  año  de  4508 ,  y  concluyendo  con  la  ba* 
talla  de  Ravena  y  sus  desastrosas  consecuencias,  cuatro 
años  después.  Toda  la  obra  respira  el  espíritu  de  la 
época,  describiéndose  minuciosamente  en  ella  pasos  de 
caballería  y  fiestas  públicas  en  Ñapóles,  cacerías,  jus- 
tas, torneos  y  juegos  de  cañas,  sin  olvidar  los  trajes, 
armaduras,  motes  y  divisas  de  los  principales  perso- 
jes  que  en  dichos  pasatiempos  tomaron  parte.  Hállanse 

^>  Méndez ,  pp.  185^,  285 ;  Bmnei,  sllas  cartas  de  amores  escritas  de  dos 

etc.  Ba  <  Cárcel  de  amor  »  se  tradujo  »en  dos  >,  sospecho  que  San  Pedro  es 

al  inglés  por  Lord  Bemers.(Walpole*s  también  autor  del  libro  intitulado 

Rojal  and  Noble  Authors ,  London,  <  Processo  de  cartas  de  amores  que 

i806, 8.^  1. 1,  p.  241 ;  Díddin ,  Ames»  entre  dos  amantes  pasaron»;  y  es  una 

London,  1810, 4.®,  t.  ui,  p.  195,  y  1. 1?,  serie  de  cartas  amorosas ,  llenas  de 

p.  339.)  También  se  atriouye  á  Diego  la  afectación  y  pedantería  de  aquel 

de  San  Pedro  el  «Tratado ae  Aroalte  tiempo.  Dado  caso  que  asi  sea,  po- 

T  Lucenda»,  del  cual  bay  una  edición  driamos  también  atribuirle  la  c  Que- 

(que  probablemente  no  es  la  prime-  xa  y  aviso  contra  amor  »,  ó  la  «Histo- 

ra)  de  Burgos ,  1522,  y  otra  de  1527.  ria  de  Lucindaro  y  Medusina  »,  á  que 

(Asso, « De  Librís  Hisp.  Rarioríbus,»  se  alude  en  la  última  de  aquellas  car- 

CsBsaraugustae,  1794, 4.^,  p.  44.)  Por  tas;  pero  como  no  he  visto  de  dicha 

cierta  expresión  en  su  «Desprecio  de  obra  edición  anterior  i  la  del  año  1553, 

la  Fortuna»  (Cancionero  general,  prefiero  no  hablar  de  ella  aqui,  y  de^ 

1573,  fol.  158),  aonde  habla  de  «aque-  jarla  para  el  periodo  siguiente. 


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PRIMBIU   ÉPOCA.  —  capítulo   XXII.  457 

también  mezcladas  en  ella  muchas  poesías,  villáncicoSt 
motes  é  invenciones  como  las  qne  se  encuentran  en 
los  cancioneros,  sin  contar  una  ^loga  entera  tal  cual 
se  recitó  ó  representó  delante  de  la  corte  en  Ñápeles , 
y  una  visión  poética  en  que  el  amante  que  perdió  á  su 
dama  la  vuelve  á  ver  como  si  estuviera  viva.  La  mayor 
parte  se  refiere  probablemente  á  hechos  ciertos,  de  los 
cuales  algunos  son  históricos;  pero  lo  principal  de  ella, 
y  lo  que  en  aquel  tiempo  debió  constituir  su  mérito,  es 
la  discusión  metafísica  de  los  dos  enamorados,  víctimas 
cada  uno  por  su  estilo;  discusión  que  unas  veces  se  con- 
duce por  medio  de  epístolas,  y  otras  en  forma  de  tier- 
nos diálogos.  Concluye  la  historia  con  la  muerte  de  Fia- 
miaño,  causada  por  heridas  que  recibió  en  la  batalla  de 
Ravena ;  pero  la  cuestión  debatida  se  queda  en  el  mismo 
estado  que  al  principio. 

El  estilo  es  el  de  su  tiempo ,  festivo  y  ameno  á  veces, 
pero  en  general  pesado ;  el  interés  mediano ,  ya  por  lo 
insípido  del  asunto  y  las  sutilezas  metafísicas  de  los  dos 
contrincantes,  ya  por  los  minuciosos  detalles  de  las 
fiestas  y  combates  con  que  la  obra  está  atestada.  Su 
principal  mérito,  pues,  consiste  en  haber  sido  una  de 
las  primeras  tentativas  de  novela  histórica,  de  la  misma 
manera  que  la  Cárcel  de  amor,  que  la  produjo,  lo  fué  de 
la  novela  sentimental  '^. 

**  Imprimióse  la  t  QoestioD   de  si  bien  da  b  preferencia  á  la  t  C¿r- 

amor  »  en  1527  por  la  primera  vez ;  y  cel »  por  so  estilo.  (Mavans  y  Sisear, 

sin  contar  las  machas  ediciones  se-  Origenes  ,  t.  ii ,  p.  167.]  Tanto  la 

paradas  que  de  ella  se  hicieron ,  se  ana  como  la  otra  están  señaladas  en 

Imprimió  también  á  menudo  Janta-  el  Índice  expurgatorio  de  i667  (^ 

mente  con  la  t  Cárcel  de  amor  » ,  de  p.  323,  S64) ,  con  la  particalaridad  de 

Diego  de  San  Pedro.  Ambas  obras  se  <iue  b  «Question»,con  imperdonable 

hallan  entre  los  pocos  libros  citados  ignorancia,  se  supone  ser  obra  por- 

por  el  autor  del  t  Diálogo  de  bs  len-  tuguesa. 
guas»,  quien  bs  elogia  algún  tanto, 


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CAPITULO  XXIII. 

Los  candoaeros  de  Btena  •  Stúftiga  y  Mariioet  de  Bárgos.—  El  general  de 
Castillo.  —  Sus  varias  ediciones.  —  Sas  tlfvisiones,  contenido  y  carácter. 

Los  reinados  de  D.  Jaan  el  Segundo  y  de  sos  hijos 
Enrique  IV  é  Isabel  la  Católica ,  que  airas  dejamos,  se 
extienden  desde  1 407  á  1 504,  llenando  por  consiguiente 
casi  un  siglo  entero,  aunque  solo  comprenden  dos  ge- 
neraciones de  reyes.  De  los  principales  escritores  que 
florecieron  durante  este  tiempo,  ya  fuesen  cronistas,  ya 
dramáticos,  ya  escribiesen  en  verso,  ya  en  prosa,  ya 
perteneciesen  á  la  escuela  provenzal,  ya  á  la  castellana, 
hemos  dicho  lo  bastante  en  otro  lugar.  Con  todo,  acu- 
diendo á  los  antiguos  cancioneros  generales,  vastos  al- 
macenes de  todo  género  de  poesía  anterior  al  siglo  en 
que  se  compilaron ,  formaremos  una  idea  mucho  más 
clara  y  exacta  de  la  cultura  española  durante  este  si- 
glo ,  que  la  que  podría  suministramos  otro  cualquiera 
documento  de  la  época. 

Nada ,  en  efecto ,  de  lo  perteneciente  á  la  literatura 
castellana  en  el  siglo  xv,  marca  tan  perfectamente  su 
carácter  y  formas,  como  estas  voluminosas  y  mal  digeri- 
das colecciones,  de  las  cuales  la  mas  antigua  tiene  por 
autor  á  un  judío  converso ,  llamado  Juan  Alfonso  de 
Baena ,  escribano  ó  secretario  del  rey  D.  Juan  el  Se- 


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PRIilBRA   RPOCA.  —  CAPITULO    XXIIl.  450 

gando.  Dicha  colección,  á  la  cual  hemos  aludido  ya  más 
de  ona  vez,  se  hizo,  á  lo  que  parece,  entre  los  anos  de 
1 449  y  i  454 ,  y  según  el  autor  mismo  nos  dice  en  su 
prólogo ,  principalmente  para  entretenimiento  y  solaz 
del  Rey,  aunque  también  con  la  idea  de  que  su  conté* 
nido  no  sería  desagradable  del  todo  á  la  Reina ,  al  he- 
redero presunto  del  trono  y  á  la  corte  y  nobleza  en 
general.  A  este  fín,  dice,  recogió  y  juntó  todas  las 
obras  de  poetas  españoles  que  en  su  siglo  ó  el  anterior 
hablan  honrado  la  que  él  llama  « la  muy  sotil  é  graciosa 
gaya  ciencia  » . 

Examinado  con  atención  el  Cancionero  de  Alfonso  de 
Baena,  hallamos  que  una  tercera  parte  de  su  contenido 
lo  ocupan  las  poesías  de  Yillasandino,  que  murió  hacia 
el  año  1424,  y  á  quien  llama  «corona  é  monarca  de 
todos  los  poetas  é  trobadores  españoles»;  y  que  los  dos 
tercios  restantes  están  divididos  entre  Diego  de  Valen- 
cia, Francisco  Imperial,  Fernán  Pérez  de  Guzman,  Fer- 
rant  Manuel  de  Lando  y  el  mismo  Baena ;  al  paso  que 
los  nombres  de  otros  cincuenta  poetas,  de  los  cuales  al- 
guno que  otro  vivió  en  el  reinado  de  Enrique  111,  se 
hallan  puestos  al  frente  de  multitud  de  cantigas,  dezi- 
res,  motes,  esparsas  y  otras  poesías  sueltas,  de  las  que 
probablemente  no  fueron  siempre  los  verdaderos  auto- 
res. Una  muy  pequeña  parle  de  la  colección,  como  son 
las  poesías  atribuidas  á  Macías,  está  en  dialecto  gallego, 
y  lo  mas  principal  de  ella  es  obra  de  poetas  castellanos, 
que  se  preciaban  de  escribir  á  la  moda  más  que  de  otra 
cosa,  y  que,  siguiendo  el  gusto  de  su  tiempo,  adopta- 
ron las  formas  fáciles  y  lijeras  de  la  versificación  pro- 
venzal,  y  tomaron  también  de  la  escuela  italiana  aquella 


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460  HISTORU   DB   LA   LITERATURA   ESPACIÓLA. 

parte  que  pudieron  comprender  ó  apropiarse.  De  ver- 
dadera poesía,  si  exceptuamos  algunas  piezas  córtasete 
Ferrant  Manuel  de  Lando,  Alvarez  Gato  y  Pérez  de  Goz- 
man,  el  Cancionero  de  Baena  apenas  contiene  vesti- 
gios*. 

Otras  colecciones  parecidas  á  las  de  Baena  se  hi- 
cieron por  el  mismo  tiempo.  Por  lo  que  de  ellas  nos 
queda,  vemos  que  fueron  una  necesidad  de  la  época,  y 
que  todas,  poco  mas  ó  menos,  participaban  del  mismo 
carácter.  Entre  ellas  citaremos  el  Cancionero  lemoiin,  de 
que  ya  hicimos  mención*  en  otro  lugar;  el  de  Lope  de 
Stúñiga ,  que  comprende  las  obras  de  unos  cuarenta 
poetas';  la  colección  formada  en  1 464  por  Fernán  Mar- 
tínez de  Burgos,  y  otros  siete  Cancioneros,  por  lo  me- 
nos, que  se  guardan  entre  los  manuscritos  de  la  Biblio- 
teca Nacional  de  París,  y  contienen  poesías  de  la  mitad 
del  siglo  XV,  aunque  á  veces  de  los  mismos  autores,  y 


*  La  descripción  del  Cancionero 
de  Baena  se  hallará  en  Castro,  t  Bi- 
blioteca Espaiiola»  (Madrid,  1785, 
folio,  1. 1 ,  pp.  265-546) ;  en  Puybus- 
qae,  c  Histoire  comparee  des  Littéra- 
tures  Espagnole  et  Francaise » (Pa- 
rís, 1843,  S.\  t.  I,  pp.  293-7);  en 
Ochoa,  cManuscritos»  (París,  1844, 
4.*,pp.  281-6),  y  por  último,  en 
Amador  de  los  Rios ,  «  Estudios  so- 
bre los  Judíos  » ( Madrid ,  1848 ,  8.<», 
pp.  408-19).  El  códice  de  que  se  sir- 
vió Castro,perteneció  probablemente 
á  la  reina  D.*  Isabel  (Memorias  de  la 
Acad.  de  Hist.,  t.  vi,  p.  458).  y  se 
halla  hoy  dia  en  la  Bib.  Nac.  de  Pa- 
rís. En  el  Cancionero  de  Fernán  Mar- 
tínez de  Burgos  (Memorias  de  Al- 
fonso VIII,  por  Moodejar ,  Mad. ,  1783, 
4.®,  Apend. ,  cxxxix)  se  hallan  unas 
coplas  de  un  poeta  llamado  Juan, 

2ue  reprende  la  judaica  extracción  de 
aena,  y  califica  sus  versos  de  rui- 
nes composiciones,  diciendo  que 
€  no  Talen  una  blanca  la  docena  ». 


Las  poesías  de  este  Cancionero, 
que  según  todas  las  probabilidades, 
no  fueron  compuestas  por  los  auto- 
res á  que  se  atríbuyen ,  son  en  ge- 
neral cortas  y  de  poca  importancia, 
tales  cuales  debieron  entregarse  á 
los  grandes  señores  por  los  numil- 
des  versificadores  que  buscaban  tu 
protección  ó  formaban  parte  de  su 
servidumbre  y  clientela.  Ya  hemos  vis- 
to que  Villasandino  compuso  para  el 
coBoe  D.Pedro  Nifk>  unos  versos  que 
este  adusto  guerrero,  más  acostum- 
brado á  los  combates  que  á  galante- 
rías cortesanas,  habis^  de  entregar  en 
su  dia,  á  la  dama  de  sus  pensamien- 
tos, llamada  D.*  Beatriz :  hecho  no- 
table que  refiere  el  mismo  Baena,  en 
una  nota. 

*  Véase  el  cap.  xvii ,  nota  10. 

>  El  Cancionero  de  Lope  de  Stíi- 
ñiffa  está,  6  estaba  últimamente,  en 
la  Biblioteca  Nacional  de  Madríd ,  en- 
tre los  MSS.  en  folio ,  con  la  marca 
M.  48.  Consta  de  ciento  sesenta  y  tres 


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PRIMERA  ÉPOCA.  —  CAPITULO   XXni.  461 

frecuentemente  las  mismas  ya  recogidas  por  Baena  y 
por  Stúñiga  ^. 

Todas  ellas  revelan  un  estado  de  sociedad  en  que  la 
alta  nobleza  t  imitando  al  monarca,  man  tenia  en  derre- 
dor suyo  una  corte  poética  como  la  que  el  marqués  de 
Villena  tuvo  en  Barcelona »  ó  la  mas  brillante  aun  del 
duque  D.  Fadrique  de  Castro,  que  se  componía  de  Puer- 
to Carrero»  Gayoso  y  Ferrant  Manuel  de  Lando  y  otros 
célebres  poetas  de  aquel  tiempo.  Que  el  carácter  gene- 
ral de  dichas  poesías  era  provenzal,  aparece  á  su  sim- 
ple lectura ;  y  por  otra  parte  no  cabe  duda  que  la  es- 
cuela italiana  influyó  bastante  en  ellas »  como  se  com- 
prueba fácilmente  no  solo  por  las  que  hay  publicadas , 
sino  que  también  por  lo  que  el  mismo  marqués  de  San- 
tillana  da  á  entender  en  su  carta  al  condestable  de  Por- 
tugal \ 

PerOt  si  bien  los  trabajos  entonces  hechos  para  reco- 
ger las  poesías  de  aquel  siglo  fueron  mayores  de  lo  que 


iMjas  de  lelra  moy  cUra  y  hermosa. 
*  Estas  colecciones  de  poesías,  ge- 
nerafanente  llamadas  Cancioneros, 
estavieron  muy  á  la  moda  en  Espa- 
ña antes  y  después  de  la  introdoc- 
don  del  arte  de  la  imprenta.  Una  de 
ellas,  formada  en  iteé  con  varias 
adiciones  de  época  posterior,  por 
Fernán  Martínez  de  Burgos ,  se  com- 
pone, en  primer  laeMr,  de  varias  poe- 
sías por  el  padre  Mel  colector ;  entran 
en  seguida  las  de  Villasandino,  á 

a  alen  elogia  sobre  manera  como  sol- 
ado y  como  poeta ;  y  signen  des- 
pués las  de  Fernán  Sánchez  de  Tala- 
vera  ,  algunas  de  las  cuales  llevan  la 
fecha  de  ^408 ;  las  de  Pero  Velez  de 
Guevara ,  de  1402;  de  Gómez  Manri- 
aue,  SantiUana,  Fernán  Pérez  de 
Guzman,  y  en  suma,  de  casi  todos 
los  poetas  más  conocidos  de  aquel 
tiempo,  t  Mem.  de  Alfonso  VIH »,  Ma- 


drid, 1785,  4.^,  Apend.  c«xiv-xl. 

Otros  varios  Cancioneros  manus- 
critos de  la  misma  época  se  conser- 
van en  la  Biblioteca  Nacional  de 
Paris,  que  contienen  obras  de  casi 
todos  los  ingenios  de  aquel  sifflo, 
como  Santillana ,  Juan  de  Mena ,  Ló- 
pez de  (uñiga  (lEstüñiga?) ,  Juan  Ro- 
dríguez del  Paaron ,  Juan  de  Villal- 
nando.  Suero  de  Ribera.  Fernán 
Pérez  de  Guzman ,  Gómez  Manrique, 
Diego  del  Castillo ,  Alvar  García  de 
Santa  María,  Alonso  Alvarez  de  To- 
ledo. La  descripción  de  estos  Can- 
cioneros ,  que  son  por  lo  menos  sie- 
te, se  hallará  en  Ocboa,  c  Catálogo 
de  MSS.  españoles  de  la  Biblioteca 
Real  de  París ,  >  Paris ,  1844 , 4.*,  pá- 
ginas 378-525. 

^  Sánchez,  c Poesías  Anteriores , » 
1. 1,  p.  Lii,  con  las  notas  al  pasaje 
relativo  al  duque  D.  Fadrique. 


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402  HISTORIA   DE   LA   LITERATURA   ESi^AÜOLA. 

se  podia  esperar  en  una  época  de  tanta  agUaoion  y  de»- 
órdeD ,  es  preciso  confesar  que  fueron  solo  dirigidos  á 
un  fin ,  y  que  no  siempre  fueron  hechos  con  acierto. 
Está  bien  que  el  Rey  y  los  más  poderosos  de  entre  sus 
nobles  se  recreasen  con  tales  cancioneros  y  mantuvie- 
sen á  su  costa  una  corte  poética ;  el  público  en  general 
nada  ganaba  con  tan  dispendiosos  placeres ,  ni  podía 
tampoco  esperarse  que  el  gusto  poético  adelantase  rá- 
pidamente y  se  generalizase  á  merced  de  una  influencia 
parcial  y  bastarda.  Siguióse*  empero,  muy  pronto  un 
nuevo  orden  de  cosas;  en  1474  hallábase  ya  introdu- 
cida la  imprenta  en  España  de  una  manera  sólida  y 
que  prometía  pingües  resultados ;  y  es  un  hecho ,  por 
cierto  muy  notable*  que  el  primer  Iftro  que  se  sabe  ha- 
ber salido  de  las  prensas  españolas  es  una  colección  de 
poesías  recitadas  en  dicho  año  por  cuarenta  poetas  que 
se  disputaban  un  premio  en  pública  asamblea*.  Es  cierto 
que  el  volumen  á  que  aludimos  no  parece  haber  sido 
compilado  bajo  el  mismo  principio  que  dictó  los  anti- 
guos cancioneros  manuscritos ;  pero  también  lo  es  que 
en  algunas  cosas  se  asemeja  mucho  á  ellos ,  y  que  en 
otras  parece  haber  sido  resultado  natural  de  su  imita- 
ción. Sea  de  esto  lo  que  fuere,  en  1492  se  imprimió  en 
Zaragoza  una  colección  de  poesías ,  por  nueve  autores 
distintos,  entre  los  cuales  figuran  Juan  de  Mena,  el  me- 
nor de  los  Manriques  y  Feruan  Pérez  de  Guzman ;  co- 
lección hecha  sin  duda  bajóla  misma  base  y  con  el  pro- 
pio fin  que  los  cancioneros  de  Baena  y  Stúñiga ,  y  que 
fué  dedicada  á  la  reina  D."  Isabel,  ilustre  protectora  de 

^  Pasler.  «  Bib.  Valenciana ,»  1. 1,    hemos  citado,  anteriores  al  afio  Ii74, 
1».  52.  Todos  los  Cancioneros  que   están  aun  inéditos. 


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PliniBIU   ÉPOCA.  — CAPITULO    XXIII.  603 

toda  empresa  que  podía  contribair  al  adelantamiento  de 
las  letras  \ 

Fué  sin  duda  nn  libro  notable  el  que  así  se  publicaba 
á  los  diez  y  ocho  años  de  introducida  la  imprenta  en  Es- 
paña,  y  cuando  esta  apenas  habia  dado  otros  frutos  más 
que  algunos  tratados  latinos  de  poco  ó  ningún  valor ; 
pero  no  fué  bastante  para  las  necesidades  del  público 
español ,  y  otras  colecciones  mas  copiosas  la  siguieron 
de  cerca.  En  ibii  Femando  del  Castillo  publicó  en 
Valencia  su  Cancionero  general,  primer  libro  que  tuvo 
este  título  tan  conocido,  y  en  el  cual  se  contienen,  se- 
gún en  él  se  expresa,  « varías  y  diversas  obras  de  todos 
» ó  de  los  mad  principales  trobadores  de  España,  así  an- 
»tiguos  como  modernos,  en  obras  de  devoción,  morales 
»y  amatorias,  chistes,  romances,  villancicos,  canciones, 
«divisas,  motes,  glosas,  cuestiones  y  respuestas» . 

Contiene  en  efecto  poesías  de  cien  diferentes  poetas, 
desde  el  tiempo  del  marqués  de  Santíllana  hasta  el  de 
su  compilador ;  la  mayor  parte  de  las  obras  sueltas  se 
hallan  designadas  por  el  nombre  de  sus  respectivos  au- 
tores ,  ó  de  aquellos  que  pasaban  por  tales ;  las  res- 
tantes están  clasificadas  bajo  alguna  de  las  divisiones  ó 
especies  arriba  dichas,  y  que  en  aquel  tiempo  consli- 
tuian  los  asuntos  y  formas  de  verso  mas  usados  en  la 
corte.  Bu  cuanto  al  orden  y  simetría ,  juicio  critico  ó 
gusto  en  la  elección,  no  hay  para  qué  buscarlos,  pues 
el  colector  no  parece  haberlos  tenido  en  cuenta  para 
nada. 

A  pesar  de  dichos  defectos,  la  colección  tuvo  un  éxito 
extraordinario  :  en  1514  salió  á  luz  una  ntieva  edición 

^  Méndez,  «  Typog. , »  pp.  154-137  y  383. 


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464  HISTORIA   m  LA   LITERATURA  K8PA5ÍOU. 

de  ella,  y  antes  de  1540  se  contaban  por  lo  menos  seis* 
hechas  en  Toledo  ó  Sevilla,  ó  sea  ocho  en  poco  menos 
de  treinta  años ;  número  de  ediciones  que,  si  se  atiende 
al  contenido  y  volumen  del  libro,  quizá  no  tenga  ejem- 
plo en  la  literatura  europea  de  la  misma  época.  Mas 
tarde,  en  1557  y  1573,  dos  ediciones  más  completas  y 
aumentadas  se  publicaron  en  Ambéres,  adonde  los  de- 
rechos de  sucesión  y  las  conquistas  de  Carlos  V  lleva- 
ron el  conocimiento  de  la  lengua  castellana  y  el  cultivo 
de  su  literatura.  En  todas  y  c^da  una  de  las  diez  edi- 
ciones de  esta  notable  colección  hallamos  la  poesía  que 
mas  en  boga  estaba  en  la  corte  y  en  la  alta  sociedad 
española,  durante  todo  el  siglo  xv  y  los  primeros  años 
del  XVI,  con  esta  circunstancia,  que  la  última  de  todas 
contiene  las  obras  de  ciento  y  treinta  y  seis  poetas , 
desde  Ids  primeros  años  del  reinado  de  D.  Juan  el  Se- 
gundo hasta  los  tiempos  del  emperador  Carlos  Y  *. 

Considerando,  pues,  este  cancionero  como  la  verda*- 
dera  representación  del  período  poético  en  él  compren- 
dido, lo  primero  que  vemos  al  abrirle  es  una  gran  can- 
tidad de  obras  de  devoción,  sirviendo,  por  decirlo  así, 
de  vestíbulo  á  otras  mas  profanas  y  libres.  Son  sin  em- 
bargo tan  malas  y,  á  pesar  de  su  título ,  tan  poco  de- 
centes, que  nos  cuesta  trabajo  el  comprender  cómo  en 
ningún  tiempo  pudieron  considerarse  como  religiosas. 
Así  es  que  apenas  habia  trascurrido  un  siglo  desde  la 
publicación  del  Cancionero,  que  la  misma  Iglesia,  cuyo 
favor  y  benevolencia  se  quería  ganar  con  dichas  obras, 

*  Los  criie  deseen  noticias  biblio-  Branet ,  t  Manuel.  >»Voc. ,  t  Gancio- 

gráficas  de  las  varias  ediciones  del  ñero  »  y  Castillo.  He  yisto,  si  no  me 

c  Cancionero  General »,  todas  ellas  á  engaño,  ocho  ediciones  distintas 

coal  más  raras ,  las  hallarán  en  Ebert,  de  él. 
<  Bibiiographisches ;  Lexicón , »  y  en 


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PRIMERA   ÉPOCA.  CAPÍTULO    XXIII.  465 

no  pudo  méDos  de  condenarlas ,  y  cuantos  ejemplares 
impresos  cayeron  en  manos  de  celosos  eclesiásticos, 
otros  tantos  fueron  hechos  pedazos ,  entregados  á  las 
llamas,  ó  cuando  menos  arrancadas  de  ellos  las  hojas 
qne  contienen  dichas  obras*. 

No  cabe  duda,  sin  embargo,  de  que  dichas  composi- 
ciones se  escribieron  con  un  fin  devoto,  puesto  que  al- 
gunas de  ellas  son  obra  del  marqués  de  Santillana ,  de 
Fernán  Pérez  de  Guzman  y  de  otros  poetas  bien  cono- 
cidos del  siglo  XV,  que  pretendían  de  este  modo  rodear 
sus  vidas  y  sus  obras  de  cierta  aureola  de  santidad. 
Algunas  de  las  poesías  contenidas  en  esta  parte  del 
CaAcionero,  y  otras  pocas  esparcidas  por  las  demás»  están 
escritas  en  dialecto  lemosin,  lo  cual  habrá  de  atribuirse 
sin  duda  á  la  circunstancia  de  haber  sido  compilado  é 
impreso  por  la  primera  vez  en  Valencia.  Por  lo  demás, 
ninguna  de  las  obras  contenidas  en  dicha  primera  parte 
del  Cancionero  revela  verdadero  carácter  poético,  y  muy 
pocas  inspiran  la  devoción  y  el  recogimiento.  De  las 
poesías  sueltas  la  mejor  quizá  es  una  de  Mossen  Juan 
Tallante,  que  apostrofando  á  un  crucifijo  dice  : 

Inmenso  Dios ,  perdarable,  Paes  te  plugo  tal  passion 

Que  el  inundo  todo  criaste ,  Por  nuestras  culpas  sufrir. 

Verdadero ,  O  Agnus  Dei : 

Y  con  amor  entrañable  Llévanos  do  está  el  ladrón 

Por  nosotros  espiraste  Que  salvaste  por  dezir : 

En  el  madero :  Memento  mei  *•. 

Siguen  á  las  obras  de  devoción  las  de  aquellos  auto- 

'He  visto  un  ejemplar  de  la  edición  pieza  el  tomo  han  sido  arrancadas. 

S ótica  de  1535,  bárbaramente  mutila*  ^^  « Ganciónero  General »,  Anvers, 

o,  y  en  el  cual  se  lee  la  nota  siguien-  1573 ,  fol.  5.  —  Fuster,  c  Bib.  Valeii- 

te  :  «  Este  libro  está  expurgado  por  ciana  »  (t.  i,  p.  81 ) ,  se  esfuerza  en 

•elExpufffatorio  del  Santo  OÜcio,  con  decir  algo  acerca  del  autor  de  estos 

«licencia.  F.  Baptista  Martínez..!  To-  versos;  pero  en  mi  opinión,  no  sale 

»das  las  poesias  devotas  con  que  em-  airoso  de  su  intento. 

T.   I.  30 


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466  HISTORIA   DE   LA   LITERATURA   ESPANOLA. 

res  en  cuya  reputación  y  buen  nombre  se  cifra,  por  de- 
cirlo así ,  la  inmensa  popularidad  que  entonces  tuvo  el 
Cancionera;  serie  numerosa*  y  en  cuya  formación  Cas- 
tillo empleó  veinte  años,  según  él  mismo  dice  en  su 
prólogo  al  conde  de  Oliva.  De  los  mas  distinguidos  de 
entre  ellos ,  como  son  el  marqués  de  Santillana ,  Juan 
de  Mena ,  Fernán  Pérez  de  Guzman  y  los  tres  Manri- 
ques, hemos  tratado  ya  en  diferentes  lugares  de  esta 
obra ;  los  restantes  son  el  vizconde  de  Altamira,  Diego 
López  de  Haro**,  Antonio  de  Velasco ,  Luis  de  Vivero, 
Hernán  Mexia,  Suarez,  Cartagena,  Rodriguez  del  Pa- 
drón, Pedro  Torrellas,  Davales",  Guivara,  Alvarez 
Galo*',  el  marqués  de  Astorga,  Diego  de  San  Pedro  y 


**  En  la  biblioteca  de  la  Real  Aca- 
demia de  b  Historia  ( Mise.  Históri- 
ca ,  MS. ,  t.  ui)  se  conserva  un  poema 
de  Diego  López  de  Haro,  de  letra,  al 

Í carecer,  de' principios  del  siclo  xvi. 
ntitúlase  c  Aviso  para  Cuerdos  » ,  y 
consta  de  unos  mil  versos :  su  forma 
es  la  de  un  diálogo  entre  varios  perso- 
najes célebres,  ya  alegóricos,  ya  his- 
tóricos ,  con  una  respuesta  dirigida 
á  cada  uno  de  ellos  por  el  autor. 
Aquellos  son  en  número  de  sesenta, 
entre  los  cuales  figuran  Adán  y  Eva, 
con  el  ángel  que  los  echó  del  paraí- 
so ;  la  ciudades  de  Troya  y  Jerusalen, 
el  rey  Príamo, Jesucristo,  Julio  César, 
el  rey  Wamba  y  Mahoma.  Todo  él  está 
escrito  en  la  antigua  forma  de  metro 
castellano,  y  no  carece  de  cierto  mé- 
rito poético,  como  puede  verse  por 
el  siguiente  diálogo  entre  Seúl  y  el 
autor  : 

9AÜL. 

Eo  mi  pena  es  de  mirar 
Qué  peligro  es  para  vos 
El  glosar  ú  el  mudar 
Lo  que  manda  el  alto  Dios. 
Porque  él  manda  obedescelle. 
Non  jnzgalle ,  mas  crcelle , 
A  quien  ¿  Dios  a  de  entender. 

AUTOR. 

Pienso  yo  que  en  tal  deíecto 
Cae  presto  el  eoracon 


Del  no  sabio  en  religión , 

Creyendo  que  á  lo  perfecto 

Puede  dar  más  perflcion. 

Este  mal  tiene  el  glosar; 

Luego  á  Di«s  quiere  enmendar. 
Hablando  Oviedo  en  sus  «Quinqua- 
genas  »  de  Diego  López  de  Haro,  di- 
ce que  fué  «  el  espejo  de  los  galanes 
»de  su  tiempo,  y  que  fué  muy  cono- 
»cido,  tanto  ñor  sus  servicios  en  la 
»guerra  de  Granada ,  como  por  ha- 
»ber  desempeñado  la  embajada  de 
»Roma».  (Véase  á  Glcmencin,  «Me- 
morias de  la  Acad.  de  la  Hist., »  t.  vi, 
p.  404.)  Es  ademas  uno  de  los  per- 
sonajes que  figuran  en  el  «Infierno 
de  Amor»,  de  Sánchez  de  Badajoz ,  y 
sus  poesías  se  hallarán  en  el  «Cancio- 
nero General»  de  1575,  á  fol.  82-90, 
y  en  otros  lugares. 

**  Este  Dávalos  fué  el  fundador  de 
la  familia  á  que  perteneció  después 
el  marones  de  Pescara ,  general  de 
Carlos  V ;  su  primer  hecho  de  armas 
fué  matar  en  desafio  á  un  caballero 
portugués ,  á  presencia  de  los  dos 
ejércitos ,  de  cuyas  resullas  llegó  á 
ser  con  el  tiempo  condestable  de 
Castilla.  (Hist.  de  D.  Hernando  Dá- 
valos, marqués  de  Pescara  ,  An- 
vers,  1558,  ^2,^  lib.  i ,  cap.  i.) 

^  Ademas  de  las  poesías  de  este 
autor,  que  se  hallan  en  los  Cancio- 


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PRIMERA  ÉPOCA.  —  CAPÍTULO   XXIII.  467 

Garci  Sánchez  de  Badajoz.  Este  último,  cuyo  principal 
mérito  consiste  en  una  versificación  fácil  y  armoniosa , 
es  muy  citado  de  poetas  posteriores,  por  la  circunstancia 
de  haber  perdido  el  juicio  de  resultas  de  unos  amores 
desgraciados.  Todos  estos  poetas  pertenecen  á  la  escuela 
cortesana ,  y  solo  sabemos  de  ellos  y  de  sus  vidas  lo 
poco  que  ellos  mismos  nos  dicen  en  sus  poesías ;  casi 
todas  las  cuales  son  tan  pesadas  y  fastidiosas,  y  se  pa- 
recen tanto  unas  á  otras,  que  no  es  por  cierto  una  tarea 
muy  agradable  el  leerlas.  Por  ejemplo,  el  vizconde  de 
Altamira  compuso  un  largo  y  cansado  diálogo  en  verso, 
entre  el  Sentido  y  el  Conocimiento ,  y  Diego  López  de 
Haro  otro  entre  la  Razón  y  el  Pensamiento ;  Hernán 
Mexia  uno  entre  el  Sentido  y  el  Pensamiento,  y  Costana 
otro  entre  la  Afición  y  la  Esperanza,  todos  los  que  per- 
tenecen á  la  clase  de  poesía  llamada  Obras  de  mo- 
ral, que  tan  en  boga  estuvo  en  aquel  siglo,  y  están  es- 
critas en  el  mismo  metro,  en  el  mismo  estilo  grave  y 
sentencioso ,  y  con  la  misma  profusión  de  metafísicos 
conceptos.  Al  propio  tiempo  hay  también  poesías  ama- 


ñeros  Generales ,  como  en  el  de  1573, 
á  fol.  148-52  y  189,  hay  an  códice  an- 
tígao  que  contiene  las  obras  de  este 
poeta,  y  se  conserva  en  la  Biblioteca 
de  la  Real  Academia  de  la  Historia  de 
Bladrid.  Alvarez  Gato  faé  persona  de 
importancia  en  los  reinados  de  don 
Jaan  el  Serondo,  Enriqae  IV  y  de  los 
Reyes  Católicos,  á  todos  los  cuales 
sirvió  en  el  departamento  de  Estado. 
Añádese  que  tuvo  intimidad  con  don 
Juan  el  Segundo.  Cierto  dia  que  este 
le  echó  de  menos  en  una  cacería,  pre- 
guntó por  él  á  los  de  su  comitiva ;  y 
como  le  fu  ese  contestado  que  no  asis- 
tía por  hallarse  indispuesto,  replicó: 
«  Pues  vamos  á  verle ,  que  es  mi  ami- 
»ffo,  y  le  debemos  visitar,»  y  con 
erecto,  dejó  la  cacería  y  fué  ¿  ver  al 
poeta.  Murió  Alvarez  Gato  en  1405. 


Í Jerónimo  de  Quintana ,  Historia  de 
ladrid ,  Madrid ,  1629 ,  folio ,  f.  22. ) 
Las  poesías  de  este  autor  hacen 
frecuentemente  referencia  á  nego- 
cios públicos  de  su  tiempo ;  pero  en 
general  prevalece  en  ellas  el  estilo 
cortesano  y  la  afectación  de  su  épo- 
ca, y  las  más  están  consagradas  :tl 
amor  y  sus  devaneos.  Algunas,  sin 
embargo,  están  escritas  con  bastante 
gracia  y  Daturalidad,como  una  en  que, 
respondiendo  á  su  dama  que  le  áicp. 
bable  con  juicio,  contesta  que  lo 
perdió  desde  el  momento  en  que  la 
vio ,  y  continúa : 

Si  qneres  que  de  verdad 
Torne  á  mi  seso  v  sentido , 
Usad  agora  bondad : 
Tómame  mi  libertad 
E  págame  Ío  servido. 


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468  HISTORIA   DB   LA   LITERATURA   ESPANOLA. 

lorias  del  género  alegre  y  festivo,  alguoas  de  las  cua- 
les, como  las  Lecciones  de  Garci  Sánchez  de  Badajoz  al 
libro  de  Job  *\  las  coplas  de  Rodríguez  del  Padrón  á  los 
diez  mandamientos ,  y  las  de  Manrique  el  menor  á  la 
profesión  que  hizo  en  la  orden  del  Amor,  son  esen- 
cialmente profanas,  por  más  que  hayan  sido  considera- 
das como  religiosas  al  tiempo  que  se  escribieron.  En 
ninguna  de  ellas  sin  embargo,  más  diremos,  en  ninguna 
de  las  obras  de  veinte  autores  difj^rentes  que  componen 
esta  parte  importante  del  Cancionero,  se  encuentra  ape- 
nas pensamiento  verdaderamente  poético,  si  se  exceptúa 
solo  alguno  que  otro  en  las  de  los  autores  ya  citados, 
y  principalmente  en  las  del  marqués  de  Santillana,  Juan 
de  Mena  y  el  menor  de  los  Manriques  *^. 

Sigue  después  de  esta  una  colección  de  ciento  y  veinte 
y  seis  cancionesi  con  los  nombres  de  los  más  distingui- 
dos poetas  y  caballeros  del  siglo  xv.  Casi  todas  ella;^ 
son  de  estructura  uniforme,  y  constan  de  dos  estrofas, 
una  de  cuatro  versos  y  la  otra  de  ocho,  de  las  cuales  la 
primera  expresa  y  encierra  la  idea  principal ,  y  la  se- 
gunda la  repite  y  amplifica.  Recuérdannos  estas  cancio- 
nes, por  más  de  un  estilo,  los  sonetos  italianos,  aun- 
que en  general  tienen  menos  soltura  en  sus  movimien- 
tos,  y  se  prestan  con  más  facilidad  que  aquellos  al  con- 
cepto. Apenas  hay  una ,  de  tantas  como  se  contienen  en 

**  «Memorias  de  Ja  Real  Academia  primeras  son  las  obras  de  devoción, 

de  la  Historia  »,  t.  vi,  p.  404.— t Las  La  serie  de  aatores  arriba  citados 

lecciones  de  Job  » ,  de  Garci  Sancbez  ocupa  desde  el  fol.  18  al  27,  siendo 

de  Badajoz,  aparecen  de  muy  antiguo  de  advertir  que  ni  en  esta,  ni  en  nin- 

en  los  «Índices  Expurgatorios  de  la  guna  otra  edición  de  este  Cancione- 

Inquisicion  » .  ro,  compilado  principalmente  para  la 

't^  El  «Cancionero»  de  1535  es  en  fo  gente  de  corte,  se  bailan  las  senti- 

lio ,  letra  de  tórtis ,  ái^^^lumnas,  das  y  lindisimas  coplas  de  Jorge  Man- 

y  consta  de  ciento  ^^^H|una  ho-  rique. 
jas,  de  las  cuales ^^^^V y  ocho 


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PRIMERA   ÉPOCA.  —  CAPITULO   XXIll.  469 

el  Cancionero,  que  pueda  llamarse  fácil  y  suelta  :  la  si- 
guíente ,  de  uq  tal  Cartagena  ,  individuo  de  una  familia 
de  judíos,  que  después  de  su  conversión  al  catolicismo 
llegó  á  obtener  altas  dignidades  en  la  Iglesia,  y  de  quien 
se  hallan  bastantes  composiciones  en  el  Cancionero ,  es 
quizá  una  de  las  mejores  de  su  clase  **  : 

No  sé  para  que  nasci ,  De  la  muerte ,  pues  no  quiere 

Pues  en  tal  estrerao  esto  A  mi ,  queriendo  yo  á  ella. 

tíue  el  morir  no  quiere  á  mi 

Y  el  vivir  no  quiero  yo.  «"«  S"  •»P«'"»  '*««1"» 

Pues  la  muerte  me  negó , 

Todo  el  tiempo  que  viviere  Pues  que  claramente  vio 

Temé  muy  justa  querella  Que*ra  vida  para  mi.  • 

Esto  se  consideraba  como  un  requiebro  á  la  dama 
cuya  indiferencia  hacia  desear  al  amante  la  muerte. 

Vienen  en  seguida  treinta  y  siete  romances ,  lindísi- 
mo ramillete  de  agrestes  y  perfumadas  flores,  de  las  cua- 
les ya  hicimos  mención  en  otro  lugar,  al  tratar  de  los 
primitivos  tiempos  de  la  literatura  castellana ^\ 

Siguen  después  las  «invenciones»,  forma  de  verso 
peculiar  y  característica  de  este  período ,  y  de  las  que 
el  Cancionero  presenta  doscientas  y  veinte  muestras.  To- 
das ellas  pertenecen  á  la  institución  de  la  caballería ,  y 
principalmente  á  los  torneos  y  justas  que  con  grande 
esplendidez  se  celebraban  en  tiempo  de  los  reyes  O.  Juan 
el  Segundo  y  D.  Enrique  IV ,  y  constituían  el  principal 
pasatiempo  de  su  nobleza .  Cada  caballero  tenia  en  tales 
ocasiones  su  divisa ,  ó  tomaba  la  que  le  caia  por  suer^ 
(e;  y  á  esta  divisa  ó  cimera  acompañaba,  pqr  lo  común > 
una  explicación  en  verso,  llamada  « invención».  Algu- 

^^  Hállanse  á  fol.  96-106.  ñero»  ^flfe||Üos  romances  ocupa» 

*^  Véase  el  cap.  6.  En  el  cCancio-    los  foll^^^B5. 


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470  HISTORIA   DE   LA   UTERATI/rA   ESPACIÓLA. 

ñas  de  ellas  sod  muy  ingeniosas ,  pues  que  á  esta  clase 
de  poesía,  más  que?  otra  ninguna,  cuadra  el  concepto. 
Por  ejemplo,  el  rey  D.  Juan  sacó  en  una  ocasión  por 
divisa  una  red  de  cárcel ,  con  una  letra  que  decia  : 

Cualquier  prisión  y  dolor 
Que  se  sufra  ^  es  justa  cosa ; 
Pues  se  sufre  por  amor 
De  la  mayor  y  mejor 
Del  mundo  y  la  mas  hermosa. 

El  conde  de  Haro  sacó  una  noria,  con  la  invención  si- 
guiente : 

Los  llenos,  de  males  míos ; 
D'esperan^a,  losvazios. 

Y  en  otra  ocasión  el  mismo  personaje  sacó  por  cimera 
una  cárcel  y  él  dentro ,  con  una  letra  que  decia  : 

En  esta  caree!  que  yeys , 
Que  no  se  baila  salida ; 
Viviré,  mas  ved  que  vida  *■ ! 

A  la  misma  especie  que  las  «invenciones;»  pertenece 
otro  género  de  poesía  llamado  «motes  con  sus  glosas» , 
que  en  el  Cancionero  general  se  hallan  ennútíoero  de  más 
de  cuarenta ,  seguidos  todos  ellos  de  una  glosa  pesada 
y  monótona,  en  verso.  Los  motes  en  sí  son  generalmente 
proverbios  ó  refranes ,  y  tienen  por  lo  común  un  giro 
nacional  y  á  veces  gracioso.  Así  pues  D/  Catalina  Man- 
rique adoptó  6n  cierta  ocasión  aquel  adagio  antiguo  de 
«Nunca  mucho  costó  poco»,  aludiendo  á  lo  difícil  que 

^  Las  ff  Invenciones»,  aunque  en  cuentemente  en  las  antiguas  Cróni- 

f^ran  número,  ocupan  tan  solo  tres  ho-   cas  y  libros  de  Caballerías.  La  cQue»- 
as  del  «Cancionero»,  desde  115  á  157   tion  de  Amor  »  trae  muchas, 
inclusive.  Hállanse  también  muy  fre- 


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PRIMERA   ÉPOCA.  —  CAPITULO   XXUI.  471 

era  obtener  sas  favores ;  á  lo  que  contestó  Cartagena 
con  este  otro  refrán  :  «Con  merecerlo  se  paga»;  pa- 
sando en  seguida  á  explicarlos  uno  y  otro  en  una  can- 
sada y  mística  glosa.  Los  demás  que  se  hallan  en  la 
colección  son  poco  más  ó  menos  lo  mismo ;  haciéndose 
consistir  su  principal  mérito,  al  tiempo  que  fueron  com- 
puestos, en  lo  mismo  que  hoy  dia  nos  los  hace  parecer 
ridículos  y  despreciables  **. 

Entran  después  los  «villancicos^ ,  que  son  unas  can- 
ciones en  el  antiguo  metro  español ,  con  un  estrivillo,  y 
de  vez  en  cuando  versos  cortos  ingeridos  en  ellos;  gé- 
nero de  poesía  más  agradable ,  y  á  veces  no  del  todo 
desprovisto  de  mérito.  Fueron  así  llamados  á  causa  de 
su  carácter  tosco  y  rústico»  y  compuestos,  según  se 
cree,  al  principio  por  «villanos»  ó  gente  de  campo,  para 
ser  cantados  en  Navidad  y  otras  fiestas  solemnes  de  la 
Iglesia.  Imitaciones  de  estos  villancicos  se  hallan  á  me- 
nudo, según  hemos  visto,  en  las  obras  de  Juan  del  En- 
cina y  en  las  de  otros  muchos  poetas  que  vivieron  des- 
pués de  él;  pero  los  cincuenta  y  cuatro  que  se  hallan 
recogidos  en  el  Cancionero ,  y  entre  los  cuales  algunos 
son  obra  de  los  más  distinguidos  poetas  del  siglo  ante- 
rior ,  son  demasiado  cortesanos  en  su  esencia ,  y  ademas 
participan  bastante  del  carácter  déla  «cancion'%,  recor- 

**  Aunque  Lope  de  Vega  eu  su  sicion  eran  muy  severas,  según  ve- 

<  Justa  Poética  de  San  Isidro  »(Ma-  mos   también  en  Cervantes   (Don 

drid ,  1020, 4.<^,  fol.  70),  dice  que  las  Quijote ,  parte  n,  cap.  81 ) ;  pero  muy 

glosas  son  un  género  cíe  poesía  muy  rara  vez  se  observaban.  Asi  que ,  no 

antiguó  V  propio  de  los  españoles  puedo  menos  de  convenir  con  el 

y  no  usado  de  ninguna  otra  nación,  amigo  del  Ingenioso  Hidalgo,  en  que 

es  evidente  que  su  mvencion  so  debe  los  resultados  poéticos  no  valían  ni 

á  los  poetasJ)rovenzales,  v  fué  intro-  con  mucho  el  trabajo  que  costaba  su 

ducida  en  España  por  ellos.  ( Ray-  composición.  Las  Gloscu  se  bailarán 

nonard,  Troub,  t.  u,  pp.  248-54.)  Las  en  el  «Cancionero  ode  1535,  á  f.  118-20. 

reglas  á  que  estaba  sujeta  su  compo-  ^**  El  autor  del » Diálogo  de  las  Len- 


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472  HISTORIA    DE    LA    LITERATURA    ESPAflOLA. 

dándonos,  bajo  otro  punto  de  vista ,  los  madrigales  fran- 
ceses de  los  tiempos  más  antígaos,  ó  los  poemas  pro- 
vénzales,  á  los  que  se  asemejan  aun  más,  estando  como 
están  escritos  en  la  misma  medida  de  verso  *\ 

La  última  parte  ó  división  de  la  afectadísima*  y  meta- 
física poesía  reunida  en  los  Cancioneros  gen^^Ies,  es  la 
titulada  «  preguntas» ,  ó  más  bien « preguntas  y  respues- 
tas»,  puesto  que  vienen  á  ser  una  serie  de  enigmas  ó 
adivinanzas,  con  su  solución  y  explicación  en  verso* 
Por  más  pueriles  que  ahora  nos  parezcan ,  no  cabe  duda 
de  que  estuvieron  muy  en  boga  en  todo  el  siglo  xv :  Juan 
Alfonso  de  Baena  trata  de  ellas  en  el  prólogo  á  su  Can- 
cionero ^  como  si  fuesen  el  adorno  más  principal  de  su  co- 
lección; al  paso  qiie  la  serie  formada  y  publicada  por 
Castillo,  y  que  comprende  cincuenta  y  cinco  de  ellas, 
empieza  por  autores  como  el  marqués  de  Santillana  y 
Juan  de  Mena ,  y  concluye  con  Garci  Sánchez  de  Bada- 
joz y  otros  notables  poetas  del  reinado  de  D.  Femando 
y  D.*  Isabel.  Es  de  suponer  que  esta  clase  de  composi- 
ción se  considerase  por  los  poetas  de  aquel  tiempo  como 
un  buen  ejercicio  para  adiestrarse  en  la  improvisación, 
á  la  manera  que  un  siglo  después  la  vemos  practicada 
por  los  pastores  en  la  Goiaíea  de  Cervantes**.  En  los  ejem- 
plos que  ocurren  en  el  Cancionero  general  observamos 
comunmente  la  tirantez  que  es  consiguiente  cuando  la 
respuesta  ha  de  concordar  en  medida  ,  número  y  rima 

guas  »  ( Mayaus  y  Sisear ,  Orígenes,  Que  si  seftora  nó's  viera , 

1.  II,  p.  438)  cita  el  estrivillo  de  un  Nunca  veros  mereciera, 

villancico  que ,  según  él ,  se  cantaba  **  Los  «  villancicos »  se  hallarán  en 

generalmente  en  su  tiempo ;  y  lo  eo-  el  «Cancionero»  de  1535,  á  fol.  420-5. 

piamos  aqui  como  el  mejor  ejemplo  Véase  también  áGovarrubías,tfivfr6. 

i\ue  pueda  darse  de  esta  clase  de  ar-  Villancico, 

tificiosa  poesía  :  ^  «  Galaica »,  lib.  vi. 
Puc»  que  os  ví ,  merecí  veros  ; 


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PRIMERA   ÉPOCA.  —  CAPÍTULO   XXIII.  473 

cenia  pregunta  á  que  se  refiere.  Por  otra  parte,  los  enig- 
mas son  sumamente  sencillos,  y  á  veces  hasta  familiar- 
res  :  Juan  de  Mena,  por  etjemplo,  propone  seriamente 
al  marqués  de  Santillana  que  le  resuelva  el  de  la  esfinge 
de  Edipo ,  como  si  fuera  probable  que  aquel  no  lo  hu- 
biese nunca  oido  **. 

En  suma ,  la  poesía  contenida  en  el  Cancionero  gene^ 
ral  es  en  su  mayor  parte  del  siglo  xv,  y  principalmente 
de  la  mitad  y  último  tercio.  Posteriormente  á  dicha  épo- 
ca tenemos  una  serie  de  poetas  que  pertenecen  más  bien 
al  reinado  de  los  Reyes  Católicos  ^  como  son  Puerto  Car- 
rero, el  duque  de  Medina  Sidonia>  D.  Juan  Manuel  de 
Portugal  f  Heredia  y  algunos  más.  Después  de  todo  lo 
cual  siguen  en  las  primitivas  ediciones,  las  llamadas 
«cobras  de  burlas  provocantes  á  risa» ,  que  no  son  más 
que  un  conjunto  de  chocarrerías  é  indecencias  del  peor 
género,  con  las  cuales  y  otras  reunidas  se  formó  pos- 
teriormente en  Valencia  un  Cancionero.  Hay,  sin  em- 
bargo ,  que  advertir  que  estas  «  obras  de  burlas»  fueron 
más  tarde  suprimidas  en  las  ediciones  del  Cancionero 
general,  destinándose  para  llenar  el  lugar  que  dejaban 
vacío  otras  poesías  sueltas,  principalmente  en  dialecto 
valenciano  ^.  El  tono  que  prevalece  en  esta  segunda  di- 

*>  Lis  c preguntas»  ocupan  d^sde  el  nia;[or  parte  de  estos  poetas  solo 

fol.  126  al  fol.  i34.  se  incluyen  alennos  pocos  versos. 

*^  La  lista  completa  de  los  autores  Las  c  obras  de  ourlas,  provocantes  á 
cnvas  obras  se  bailan  en  esta  parte  risa  »  siguen  después  de  las  de  Lu- 
de! Cancionero,  es  como  signe  :Gos-  dueña,  en  la  edición  dei5i4;pero 
tana, Puerto  Carrero,  Avila,  el  duque  en  la  de  1S96  y  siguientes  ya  no  se 
de  MedinasidoDia,  el  conde  de  Cas-  bailan.  La  mayor  parte ,  sin  embargo, 
tro,  Luis  de  Tovar,  don  Juan  Manuel,  se  publicó  en  la  edición  arriba  referí- 
Tapia  ,  Nicolás  Nuñez ,  Soria ,  Pinar,  da,ó  seac Cancionero  de  obras  de  Bur- 
Ayllon ,  Badajoz  el  músico ,  el  conde  lasnrovocantesárisa»(VaIencia,  I5i9, 
de  Oliva,  Cardón»,  Francés  Carrox,  4.^).  Empieza  esta  edición  con  una 
Heredia,  Artes,  Qiiiros,  Coronel,  composición  bastante  larga,  y  con- 
Kscrivá,  Vázquez  y  Ludueña.  De  la  cluye  con  otra  muy  obscena,  y  cuyo 


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474  HISTORIA   DE   LA   LITERATURA   ESPAÑOU. 

visioQ  del  Cancionero  es  el  mismo  que  el  de  la  primera* 
y  su  valor  poético  aun  menor.  Por  último,  al  fin  de  las 
ediciones  ya  más  modernas  de  4  657  y  4  573 ,  hallamos 
algunas  composiciones  de  poetas  del  tiempo  de  Carlos  Y, 
y  entre  ellas  dos  de  Boscan ,  unas  pocas  en  lengua  ita- 
liana, y  algunas  más  que  participan  de  dicha  escuela; 
lo  cual  parece  indicar  ya  un  nuevo  estado  de  cosas  y  el 
desarrollo  de  las  formas  de  la  poesía  castellana  ". 

Mas  como  el  cambio  que  acabamos  de  indicar  per- 
tenezca ya  á  otro  periodo  de  la  literatura  castellana, 
será  conveniente  que  antes  de  entrar  á  tratar  de  él,  se- 
ñalemos aquí  algunas  de  las  circunstancias  que  carac- 
terizan á  los  Cancioneros  generales,  y  principalmente  al 
que  acabamos  de  examinar  detalladamente.  Lo  primero 
que  llama  nuestra  atención  es  el  crecido  número  de  poe- 
tas cuyas  obras  se  hallan  recogidas  en  ellos ;  y  así ,  to- 
mando por  base  el  de  4535,  hallamos  que  su  número 
asciende  á  ciento  y  veinte.  Es  verdad  que  de  esta  mul- 
titud de  autores  tan  solo  unos  pocos  merecen  particular 


solo  titalo  causa  rubor,  escrita  i  imi- 
tación de  las  «  Trescientas  >  de  Juan 
de  Mena.  Las  más  cortas  son  obra  de 
poetas  conocidos,  como  Jorge  Man- 
rique y  Diego  de  San  Pedro,  y  no  son, 
ni  con  mucho ,  tan  reprensibles  co- 
mo aquellas.  Por  lo  demás ,  en  toda 
la  colección^  que  se  supone  hecha 
por  un  eclesiástico,  campéala  obs- 
cenidad y  la  desenvoltura.  De  esta 
obra  se  hizo  una  reimpresión  en  Lon- 
dres ,  8.",  i84^ ,  en  cuya  portada  se 
lee  lo  siguiente  :  uCum  prUñlegief 
»en  Madrid,  por  Luis  Sánchez»;  y 
tiene  ademas  de  un  prólogo  bien  es- 
crito ,  un  corto  aunque  erudito  glo- 
sario al  fin.  Desde  la  p.  907  hasta  el 
fin ,  ó  sea  la  p.  246,  se  hallan  algu- 
nas poesías  que  no  están  en  el  origi- 
nal de  que  esta  es  una  reimpresión, 


como  son  las  c  Lamentaciones  de 
amores  »,  hechas  por  Garcí  Sánchez 
de  Badiúoz;  unas  coplas  de  Francisco 
de  Argiiello ,  otras  de  Francisco  de 
Reynoso,  etc. 

^  Esta  parte  del «  Cancionero  Ge- 
neral »,  que  tiene  poco  ó  ningún  mé- 
rito, se  bailará  á  rol.  34-9i.  Todo  él 
contiene  unos  cuarenta  ▼  nueve  mil 
versos.  Las  ediciones  de-  Ambéres 
de  '1557  y  i573  son  más  completas ,  y 
podrán  tener  como  unos  cincuenta  y 
ocho  mil ;  pero  en  todas  ellas  la  últi- 
ma parte  es  la  peor.  Cerca  del  fin  se 
halla  un  romance  á  la  abdicación  de 
Garlos  V ,  verificada  en  Bruselas  por 
octubre  de  i555,  siendo  esta  la  fecha 
más  moderna  que  pueda  señalarse  á 
ninguna  de  las  obras  incluidas  en  di- 
cha colección. 


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PRIMERA  ÉPOCA.  —  CAPITULO   XXUI.  475 

mención  :  muchos  de  ellos  no  escribieron  más  qae  un 
solo  mote  ó  canción,  y  aun  es  probable  que  algunos  no 
escribiesen  en  realidad  lo  que  allí  se  les  atribuye ;  otros, 
por  fin,  estimulados  de  su  posición  social,  más  bien  que 
inspirados  por  su  genio  y  gusto  poético ,  contribuyeron 
á  la  colección  con  dos  ó  tres  poesías  cortas;  de  suerte 
que  el  número  de  los  que  en  el  Cancionero  general  apa- 
recen en  su  verdadero  carácter  de  poetas,  puede  muy 
bien  reducirse  á  cuarenta,  y  de  estos  tan  solo  cuatro  ó 
cinco  merecen  ser  nombrados  y  que  sus  nombres  pasen 
á  la  posteridad. 

Pero  más  notable  aun  que  su  número  ó  su  talento  poé- 
tico es  el  rango  y  posición  social  de  algunos  de  estos 
poetas.  Entre  ellos  hallamos  los  nombres  del  rey  D.  Juan 
el  Segundo,  del  príncipe  D.  Enrique ,  su  hijo,  después 
Enrique  IV ;  del  condestable  D.  Alvaro  de  Luna  **,  del 
conde  de  Haro  y  del  de  Placencia ,  de  los  duques  de 
Alba,  Alburquerque  y  Medina  Sidonia ;  del  conde  de  Ten- 
dilla  y  de  D.  Juan  Manuel,  de  los  marqueses  deSanti- 
llana ,  Astorga  y  Yillafranca ;  del  vizconde  de  Altamíra 
y  de  otros  personajes  notables  y  ricoshomes  de  aquella 
época ;  de  suerte  que,  como  dijo  muy  bien  Lope  de  Ve- 
ga'^  «los  más  de  los  poetas  de  aquel  tiempo  eran  gran- 
des señores,  almirantes,  condestables,  duques,  condes 


*<^  Ed  la  glosa  que  compaso  el  co-  mente  pasa  por  autor  de  an  tratado 

mendador  Nuñez  á  las  cTrescientasi  en  prosa  c  de  las  Tirtnosas  y  claras 

de  Juan  de  Mena ,  cop.  225 ,  se  citan  mujeres  »,  al  que  Juan  de  Mena  puso 

seis  versos  de  una  composición  que  un  prólogo  ó  proemio,  hallándose  el 

hizo  el  Condestable;  y  su  cronista  Condestable  a  la  sazón  en  el  apogeo 

( tit.  Lxnn)  nos  dice  también  que  «fué  de  su  fortuna  y  poder.  La  obra  es  dis- 

»muy  inTentivo  é  mucho  dado  á  fa-  tinta  dé  la  que  escribió  Bocaccio  con 

»llar  invenwmé9  y  sacar  entremeses,  el  mismo  titulo.  ( Mem.  de  la  Acade- 

>ó  en  justas  ó  en  guerra ;  en  las  cua-  mía  de  la  Hist. ,  t.  ti,  p.  464.) 

»les  invenciones  muy  agudamente  *'  «Obras  Sueltas t,  Madrid,  1777, 

•significaba  lo  que  quena  «.  Igual-  4.**,  t.  xi ,  p.  398. 


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476  HISTORIA    DE    LA    LITERATURA    ESPAÍiOLA. 

y  reyes»,  ó  en  otras  palabras,  el  hacer  versos  estuvo  de 
moda  en  la  corte  deCastilla  durante  todo  el  siglo  xv  **. 
Tal,  en  efecto,  y  no  otro,  es  el  carácter  que  se  halla 
indeleblemente  impreso  en  colecciones  como  la  del  Can- 
cionero general.  De  la  antigua  poesía  castellana ,  tal  cual 
se  encuentra  en  la  Leyenda  del  Cid,  en  los  Milagroi  de 
Berceo  y  en  las  obras  del  Arcipreste  de  Hita,  no  hay  el 
más  mínimo  vestigio;  y  si  de  vez  en  cuando  se  insertan 
algunos  romances ,  es  simplemente  á  causa  de  las  ridí- 
culas  y  cansadas  glosas  con  que  están  agobiados  y  casi 
oscurecidos.  En  todas  partes  se  echa  de  ver  el  gusto  de 
la  escuela  provenzal,  si  bien  unas  veces  más  fuertemente 
marcado  que  otras :  de  vez  en  cuando  también  se  hallan 
imitaciones  del  Dante  y  demás  poetas  de  su  escuela,  las 
cuales  se  recomiendan  menos  por  su  mérito  que  por  el 
servilismo  con  que  están  ejecutadas.  En  una  palabra,  la 
colección ,  tomada  en  globo ,  es  cansada  y  monótona. 
Casi  todas  las  poesías  de  alguna  extensión  están  escri- 
tas en  versos  de  á  ocho  sílabas,  divididos  en  redondi- 
llas que ,  sí  bien  tienen  cierta  facilidad  y  soltura ,  care- 
cen las  más  veces  de  gracia;  otras  veces  la  redondilla 
está  cortada  por  un  verso  de  cuatro  6  cinco  sílabas,  que 
ocupa  siempre  el  mismo  lugar  y  es  conocido  entre  los 
poetas  españoles  por  «  pié  quebrado  »  .  La  otra  división 
aun  más  frecuente  es  la  de  coplaá  de  á  ocho  ó  diez  ver- 
sos uniformes.  En  cuanto  á  la  poesía,  es  casi  siempre  del 
género  amatorio ,  y  rebosa  por  todas  partes  el  concep- 
tismo metafísico  de  la  época;  es  una  poesía  cortesana,  na- 
cida y  nutrida  en  la  corte,  violentamente  esforzada,  for- 
mal y  descolorida.  Lo  que  no  escribieron  altos  personajes 

^  « Obras  Sueltas »»  Madrid ,  i777,  4.»,  l.  xi ,  p.  338. 


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PBIMERA   ÉPOCA.  —  CAPÍTULO   XXHI.  477 

y  nobles  eruditos,  eslá  escrito  por  poetas  queseguian  sus 
inspiraciones  ó  mandatos  y  deseaban  darles  gusto;  y  si 
bien  es  cierto  que  el  espíritu  caballeresco  de  la  época 
no  podía  menos  de  infiltrarse  en  obras  compuestas  bajo 
tan  favorables  auspicios,  también  lo  es  que  las  más  de 
las  veces  se  halla  oscurecido  y  desvirtuado  por  la  afición 
á  formas  pueriles  y  caprichosas  que  entonces  reinaba, 
y  que  acabó  por  destruirle  enteramente. 

No  era  posible ,  sin  embargo ,  que  una  poesía  de  esta 
clase  echase  raices  en  un  pais  tan  esencialmente  caba- 
lleresco como  la  España,  y  en  un  siglo  que  vio  aconte- 
cimientos tan  notables  como  la  conquista  de  Granada  y  el 
descubrimiento  de  la  América.  La  poesía ,  ó  á  lo  menos 
el  amor  á  ella ,  hizo  grandes  adelantos  durante  el  glo- 
rioso reinado  de  los  Reyes  Católicos ,  si  bien  el  gusto  de 
la  corle  en  todo  lo  relativo  á  la  literatura  española  con- 
tinuó siendo  malo  y  errado.  Otras  circunstancias  contri- 
buyeron igualmente  á  promover  y  efectuar  el  cambio  fa- 
vorable que  debia  operarse  muy  en  breve,  y  de  que  ya  se 
notaban  algunos  indicios.  La  lengua  de  Castilla  había  es- 
tablecido ya  su  bien  merecida  superioridad  en  toda  la 
Península  ,  y  seguida  del  espíritu  y  civilización  de  Cas- 
tilla se  extendía  á  Andalucía  y  á  Aragón ,  y  se  estable- 
cía entre  las  ruinas  del  imperio  muslímico  en  las  costas 
del  Mediterráneo.  Las  crónicas  empezaban  ya  á  trocar 
su  forma  anticuada  por  las  formas  de  la  historia  moder- 
na. El «  drama »,  bastante  adelantado  ya ,  había  produ- 
cido la  Celestina  en  prosa,  y  los  trabajos  más  perfectos 
de  Torres  Naharro  en  verso.  Los  romances  se  hallaban 
en  todo  su  vigor,  y  el  antiguo  espíritu  que  los  dictó, 
verdadero  y  único  cimiento  de  la  poesía  española ,  aca- 


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478  HISTORIA   D£   LA   LITERATURA   ESPAÍ90LA. 

baba  de  recibir  nuevo  impulso  y  animacioD ,  así  como 
nuevos  materiales  en  que  emplearse,  no  solo  con  la 
guerra  sangrienta  que  puso  término  á  una  lucha  de  ocho 
siglos ,  sino  también  con  la  toma  de  Granada  y  las  fan- 
tásticas relaciones  de  los  terribles  feudos  y  civiles  dis- 
cordias ocurridas  en  su  recinto.  En  una  palabra ,  todo 
anuúciaba  un  movimiento  decisivo  y  de  progreso  en  la 
literatura  de  ta  nación ,  y  casi  todo  concurría  á  facili- 
tarle y  promoverle. 


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I 


NOTAS 


ADICIONES  DE  LOS  TRADUCTORES. 


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NOTAS  Y  ADICIONES. 


Cap.  1 9  nota  8 ,  p.  14.  —  Después  de  tantas  y  tan  curiosas 
investigaciones  como  se  han  hecho  sobre  el  origen  de  la  poe- 
sia  castellana,  no  creemos  ocioso  el  trasladar  aqui  algunas 
especies  recogidas  por  el  Sr.  Floranes  Robles,  según  se  ha- 
llan en  un  tomo  de  sus  obras,  que,  escrito  de  su  letra,  se 
conserva  en  la  Biblioteca  de  la  Real  Academia  de  la  Historia,  , 
señalado  con  la  letra  E 15.  Fué  el  Sr.  Floranes  muy  aficionado 
á  todo  género  de  literatura,  y  principalmente  al  estudio  de 
nuestras  antigüedades,  y  dejó  escrita,  entre  varias  obras  que 
atestiguan  su  erudición  y  vasta  lectura ,  una  memoria  ó  sea 
breves  apuntes  para  escribir  la  historia  de  nuestra  poesía , 
anteriormente  al  siglo  xv.  De  ella  pues  extractamos  las  si- 
guientes noticias : 

Al  referir  la  Crónica  del  Cid  (cap.  228)  las  bodas  de  las  hi- 
jas del  héroe  castellano,  cuenta  que  este  dio  muchos  paños 
á  los  c  juglares  i  que  asistieron  aellas,  hecho  que  también  se 
halla  consignado  en  la  Crónica  general. 

Las  mismas  dos  crónicas  describen  las  bodas  de  las  tres 
hijas  de  D.  Alonso  VI,  celebradas  en  1098,  y  repiten  la  espe- 
cie, afirmando.que  se  dieron  muchos  guamimientos  á  cjugla- 
resi,  y  que  estos  concurrieron  en  gran  número,  y  los  habia 
cansi  de  boca,  como  de  peñóla  t,  es  decir,  improvisadores 
ó  decidores  de  repente  y  escritores  de  poesías.  Por  el  mismo 
tiempo  floreció  Alonso,  gramático,  poeta  ó  juglar,  autor  de 


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492  HISTORIA   DE   LA   LITERATURA   ESPAf^OLA. 

los  cuatro  epitafios  latinos  para  el  sepulcro  de  D/ Constanza, 
segunda  mujer  del  rey  D.  Alonso  VI,  y  madre  de  D/  Urraca. 
(Flores,  Reinas  Católicas^  1. 1,  al  fin.)  No  seria  extraño  que 
este  mismo  Alonso,  el  juglar,  fuera  el  autor  de  un  poema  la- 
tino celebrando  las  conquistas  de  aquel  rey,  de  que  habla  el 
arzobispo  D.  Rodrigo  en  su  Jitslorta  (lib.  vi,  cap.  S3);  ni  es 
tampoco  desatinada  la  conjetura  de  que  este  Alonso,  el  gra- 
mático ,  sea  el  obispo  D.  Alonso  que  gobernó  la  iglesia  de 
Astorga  desde  1121  á  1132,  y  de  quien  trata  Flores  en  su  Es- 
paña  sagrada,  t.  xvi,  p.  196.     • 

Según  la  Paleographia  del  P.  Terreros,  ó  mas  bien  del 
P.  Burríel,  hay  un  privilegio  de  D.  Alonso  Vil,  el  emperador, 
fecho  en  1145,  en  que  firma  como  testigo  un  cpoetat  llamado 
Palea. 

Hacia  los  años  de  1170  floreció  el  poeta  que  escribió  el 
poema,  en  latín  bárbaro,  de  La  conquista  de  Almería j  hecho  de 
armas  ocurrido  en  1147,  y  cuya  relación  debió  su  autor  oir  á 
testigos  de  vista,  pues  dice  que  cuenta  el  suceso  sieut  ab  illis 
qui  viderunt  didid  et  audivi.  Pudo  también  escribir  la  Crónica 
latina  de  dicho  Emperador,  pues  en  aquellos  tiempos  el  cul- 
tivo de  la  poesía  iba  también  unido  al  de  las  letras. 

En  un  privilegio  del  año  1197,  que  insertó  el  P.  Sota  en 
sus  apéndices  á  la  Crónica  de  los  príncipes  de  Asturias  y  Can- 
tabria, firma  un  testigo  llamado  Gómez,  ctrobadort. 

En  la  escritura  de  donación  del  castillo  de  Caravanchel  y 
varias  tierras  que  habia  comprado  en  Escalona  y  Trasmiera , 
h^cha  en  1203  por  el  conde  D.  Femando  de  Lara  al  convento 
de  Uclés,  aparece  igualmente  la  firmadeunindividuoque  con 
el  mayor  candor  se  apellida  poeta:  GübertuSf  Poeta.  Inserta 
este  documento  D.  Luis  de  Salazar  y  Castro  en  las  pruebas 
de  su  Historia  de  la  casa  de  Lara,  t.  iv,  p.  622 ;  siendo  de 
notar  que  tanto  en  la  Crónica  del  Cid  como  en  la  general 
manuscrita,  del  año  1340,  se  hace  mención  de  un  Gilberto. 

En  1236,  después  de  la  conquista  de  Sevilla,  se  hizo  el  re- 
partimiento, en  el  cual  se  habla  largamente  de  la  casa  y  ca- 
pilla del  Rey  santo,  y  se  mencionan  varios  individuos,  desti- 


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ADICIONES  Y  NOTAS.  493 

nados  unos  á  la  música,  y  otros  á  componer  villancicos,  tro- 
vas y  romances.  En  él  se  cita  un  poeta  llamado  Paja  (¿Palea?), 
de  quiea  hizo  después  mención  el  P.  Pineda  en  su  Memorial 
del  Rey  santo,  y  también  se  nombra  á  Pedro  Abad,  chantre  ó 
cantor,  el  cual  pudiera  muy  bien  ser  el  autor  ó  el  copiante 
del  poema  del  Cid;  puesto  que  si  era  conocido  como  trova- 
dor ó  juglar,  pudo  muy  bien  componer  el  cantar  de  Gesta  del 
héroe  castellano. 

A  esta  misma  época  (siglo  xni)  pertenece  sin  duda  el  poema 
de  Bernardo  del  Carpió ,  que  cita  repetidas  veces  la  Cránica 
generaU  diciendo :  <  e  algunos  dicen  en  sus  cantares  de  gesta, 
que  fué  este  D.  Bernardo,  etc.  (Crónica  general^  Zamora, 
1541,  fol.  22S.)  Cítale  nuevamente  otra  vee,  como  también  los 
cantares  y  romances,  al  fol.  237,  col.  1.*  y  2.* 

£1  doctor  Galindez  de  Carvajal ,  en  sus  adiciones  á  las  Ge^ 
neraeiones  y  semblanzas^  de  Fernán  Pérez  de  Guzman  (ma- 
nuscrito del  año  1517) ,  cita,  hablando  del  mismo  Bernardo 
del  Carpió,  un  romance  antiguo  que  dice  : 

Deperdió  Garlos  la  tierra 
Murieron  los  Doce  Pares. 

Y  pues  era  ya  romanbe  antiguo  á  principios  del  siglo  xvi,  no 
será  exageración  juzgarle  del  xiii  ó  xiv. 

En  la  ermita  de  San  Pelayo,  concejo  de  Varó,  partido  de 
Liébana  y  provincia  de  Santander,  existió  un  monumento 
poético  singularísimo,  cuyo  estado,  actual  ignoramos,  si  bien 
es  de  creer  que  el  trascurso  de  los  tiempos ,  y  más  aun  la 
incuria  y  abandono  con  que  se  han  mirado  estas  reliquias  en 
nuestro  pais,  habrán  casi  acabado  con  él.  Es  del  tiempo  de 
Alfonso  XI,  y  es  un  romance  bastante  largo  esculpido  en  las 
paredes  exteriores  de  dicha  ermita,  del  cual  tan  solo  he  po- 
dido obtener  los  dos  versos  siguientes  : 

Non  TOS  tengo  merecido 
El  tan  menguado  favor. 

Merecen  tenerse  presentes  para  el  estudio  del  origen  de  nues- 
tra poesía  las  leyes  3 ,  4 ,  20 ,  21  del  tftnk)  9,  Partida  7.*,  por 


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494  HISTORIA   DE   LA   LITERATURA  ESPAflOU. 

la  mención  que  en  ellas  se  hace  de  las  tres  especies  de  cooh 
posición  métrica  mas  osadas  en  tiempo  de  D.  Alfonso  el  Sa- 
bio ,  á  saber,  cantigas,  rimas  y  dictados  ó  ditados.  La  ley  5 
del  titulo  7,  parte  6 ,  declara  á  los  juglares  infames ,  y  au- 
toriza á  desheredar  á  los  hijos  que  sigan  c  tan  vil  oficio  t;  cir- 
cunstancia por  cierto  que  no  era  la  mas  á  propósito  para  alen- 
tar \SL  afición  á  la  poesía,  si,  como  presumimos,  el  juglar  era 
una  especie  de  poeta  ó  trovador. 

Gap.  u,  nota  3,  p.  17. —  La  crónica  latina  del  Cid,  titulada 
Historia  Roderiei  CampidoeU^  publicada  por  el  P.  Risco,  y  que 
tanto  excitó  la  bilis  de  Masdeu,  quien  empleó  en  combatirla 
todo  un  tomo  de  su  Historia  critica^  se  hallaba  en  1827  en  el 
colegio  de  San  Isidoro  de  León,  donde  la  vio  el  P.  maestro  La 
Canal :  más  tarde  los  Sres.  Cortina  y  Hugalde,  traductores 
del  Bouterweck,  publicaron  un  facsímile  de  ella.  Desde  en- 
tonces, como  si  la  desgracia  persiguiera  á  todos  los  docu- 
mentos históricos  que  tienen  alguna  relación  con  el  héroe 
castellano,  este  precioso  códice,  que  en  otras  circunstancias 
y  en  cualquiera  otro  pais  celoso  de  sus  glorias  nacionales 
hubiera  sido  custodiado  con  el  mayor  esmero,  ha  sido  ex- 
traído de  allí  con  notable  perjuicio  de  las  letras  y  de  la  his- 
toria. En  1846  lo  vio  y  disfrutó  en  Lisboa  el  erudito  A.  Her- 
culano,  quien,  en  el  t.  iii,  p.  161  de  su  excelente  Historia  de 
Portugal^  dice  en  una  nota  lo  siguiente  :  cEn  1846  tuve  en 
•mis  manos  el  expresado  códice  original,  cuya  antigüedad  re- 

>  monta  por  lo  menos  al  siglo  xni,  y  acaso  afines  del  xii.  Con- 
i  fiómelo  á  su  vuelta  de  Espa&a,  en  cuyos  archivos  y  bibliote- 
i  cas  acababa  de  hacer  largas  y  minuciosas  investigaciones,  el 
» sabio  anticuario  alemán  Mr.  Heyne ,  el  cual  me  dijo  haberlo 
» comprado  á  un  buhonero  francés ,  á  cuyas  manos  llegó,  no 
» se  sabe  cómo  ni  cuándo,  en  la  lastimosa  y  vandálica  destruc- 
•  cion  de  los  monasterios  de  España  (vandálica  allí,  como  aquí), 
i  La  corta  residencia  de  Mr.  Heyne  en  Lisboa  no  me  dio  tiempo 
i  para  cotejarlo  con  el  impreso  de  Risco :  quede  al  menos  esta 

>  noticia  de  un  monumento  precioso  que  la  Península  ha  per- 

>  dido  quizá  para  siempre. » 


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ADICIONES  T  NOTAS.  495 

Asi  se  expresa  el  erudito  portugués,  cuyas  palabras  hemos 
creído  deber  reproducir,  no  solo  para  que  se  averigüe,  si  es 
posible ,  el  paradero  de  uu  monumento  histórico  tan  impor- 
tante, sino  para  desvanecer  las  dudas  que  en  lo  sucesivo  pu- 
dieran ocurrir  acerca  de  un  libro  cuya  existencia  ha  sido 
negada  por  el  jesuíta  Masdeu  y  los  escritores  de  su  escuela. 

Cap.  II,  nota  14,  p.  26.  —  Acerca  de  la  crónica  rimada,  ó 
sea  cantar  de  Gesta  del  Cid^  muy  poco  es  lo  que  tenemos  que 
afiadir  á  lo  que  con  tanto  tino  y  erudición  ha  manifestado  el 
autor.  Considerada  con  relación  á  la  época  en  que  se  escri- 
bió, es  un  esfuerzo  admirable  del  arte.  La  lengua  tosca  aun  y 
recien  formada,  luchando  con  las  formas  latinas  y  pugnando 
por  desasirse  de  ellas,  obedece  al  talento  superior  del  poeta, 
que  marcha  hasta  con  libertad  y  soltura,  al  mismo  tiempo  que 
con  vigor  y  enerjia.  Muy  larga  y  enojosa  seria  la  tarea  de  se- 
ñalar las  muchas  bellezas,  asi  de  sentimiento,  como  de  estilo 
que  en  ella  se  hallan ;  pero  la  pintura  del  héroe,  victima  de  la 
persecución  y  enojo  del  Rey ;  la  de  sus  hijas  maltratadas  y 
abandonadas  en  medio  de  un  bosque  por  los  condes  de  Car- 
rion,  y  la  de  sus  batallas  y  encuentros  con  los  moros ,  tienen 
toda  la  animación  y  colorido  que  pueden  solamente  inspirar 
el  verdadero  talento  poético  y  el  conocimiento  profundo  del 
corazón  humano.  Tenemos  á  la  vista  el  códice  original ,  el 
mismo  de  que  D.  Tomas  Sánchez  se  valió  para  su  edición,  que 
ha  servido  después  de  base  á  todas  las  demás ,  y  á  la  verdad 
que  la  impresión  no  ealió  tan  correcta  y  esmerada  como  hu- 
bier&  sido  de  desear,  tratándose  de  un  monumento  de  nues- 
tra poesía ,  tan  apreciable  y  tan  antiguo. 

Los  señores  Cortina  y  Mollinedo  publicaron,  en  las  notas  á 
su  traducción  castellana  del  Bouterwek,  un  pretendido  facsi- 
tnile  del  códice  original;  pero  podemos  asegurar  que  ninguna 
semejanza  tiene  con  el  que  fué  primero  de  las  monjas  de  Ví- 
bar,  cerca  de  Burgos,  y  poseyó  después  el  erudito  D.  Eugenio 
Llaguno  y  Amirola,  quien  lo  facilitó  á  Sánchez  para  su  publi- 
cación. Creemos,  por  lo  tanto,  que  alguno  abusó  de  la  buena 
fe  de  dichos  señores. 


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496  HISTORIA   DB   LA   LITERATURA    ESPA^tOLA. 

En  cuanto  á  la  fecha  del  códice ,  no  admite  duda  que  se 
escribió  en  mggcilv»  y  que  idgun  canoso  raspó  una  de  las  G, 
á  fin  de  darle  mayor  antigCtedad :  de  haber  habido  una  E  en  lu«- 
gar  de  una  G,  como  algunos  suponen,  la  raspadura  no  hubiera 
sido  tan  grande.  Punto  es  este  que  hemos  examinado  con  de- 
tención y  escrupulosidad  á  la  vista  del  códice  original,  y  acerca 
del  cual  no  nos  queda  la  menor  duda« 

Tiene  ademas  el  códice  una  circunstancia  que  Sánchez 
pasó  por  alto,  creyéndola  sin  duda  de  poca  monta ;  y  es  que 
el  poema  tiene  ciertas  divisiones ,  si  pueden  llamarse  asi  los 
párrafos  aislados  que  comienzan  con  letra  mayúscula.  Gonfe- 
samos  que  al  observarla  nos  ocurrió  por  de  pronto  la  idea  de 
que  el  poema  estaba  compuesto  de  retazos  ó  romances  an- 
tiguos ;  mas  al  examinar  de  cerca  la  cuestión ,  vimos  que  la 
división  de  los  párrafos  era  enteramente  caprichosa  y  obra 
exclusiva  del  copiante.  Hállanse  estas  letras  mayúsculas  en  los 
versos  247, 802,  569,  683,  982, 1140, 1810, 1886, 2123, 2288, 
2412,  2437,  2771  y  3404. 

Cap.  iii,  nota  25,  p.  50.  —  Aunque  son  muy  justas  las  ob- 
servaciones que  el  autor  hace  en  esta  nota,  reli^ivamente  á  la 
Gran  eonquista  de  (JUratnar,  creemos  deber  añadir  algunas 
que  nos  han  sido  sugeridas  por  el  examen  del  precioso  códice 
de  la  Biblioteca  Nacional  y  su  cotejo  con  la  edición  de  1803. 
Es  un  tomo  en  folio,  escrito  en  vitela,  con  360  hojas  útiles,  y 
que  por  la  clase  de  letra,  que  es  de  la  llamada  credondaí, 
conceptuamos  ser  de  mediados  del  siglo  xiv.  Hállanse  de  vez 
en  cuando  huecos  ó  espacios  para  iluminaciones  que  nó  lle- 
garon á  ponerse,  excepto  las  dos  primeras,  que  representan 
cel  cerco  de  Belinas  >  y  cal  socorro  que  el  principe  de  Antio- 
chia  e  el  conde  de  Triple  llevaron  al  rey  de  Ihrusalen  » ,  lo 
cual  manifiesta  haber  sido  hecho  para  algún  personaje  de 
estos  reinos,  pues  es  bien  sabido  cuan  costosas  eran  esta  clase 
de  obras.  Según  una  nota  que  se  lee  al  fin,  parece  que  el  libro 
fué  de  D.  Alonso  Felipe  de  Aragón ,  conde  de  Ribagorza,  y 
posteriormente  de  su  biznieto  D.  Gaspar  Galceran  de  Gnrrea 
y  Aragón,  conde  de  Guimerá,  en  4631.  Desgraciadamente  no 


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ADICIONES  Y  NOTAS.  Wl 

es  más  que  el  Como  segando  de  la  obra,  y  empieza  con  el  ca- 
pitulo 265,  tom.  2,  foU  78  de  la  impresa.  Cotejado  con  esta 
se  advierte  desde  luego  notable  diferencia,  no  solo  en  el  es* 
tilo ^  que  está  bastante  alterado,  habiéndose  acomodado  al 
de  la  época  en  que  se  hizo  la  edición,  sino  que  también 
en  la  interpolación  de  palabras  y  frases  que  no  se  hallan  en 
el  códice ,  y  la  supresión,  á  veces,  de  párrafos  enteros.  Es 
sin  embargo  notable  que  el  último  capitulo  de  la  edición 
impresa,  en  que  se  refiere  la  muerte  de  Conradino  y  el  ase 
sinato  de  Enrique  de  Cornualla ,  en  la  iglesia  de  Viterbo ,  c< 
pitulo  que  el  Sr.  Ticknor  cree  añacUdo  posteriormente,  s? 
halla  en  el  códice;  después  del  cual  siguen  otros  cuatro  que 
no  están  en  la  Crónica  impresa.  También  es  probable  se  ha- 
llase en  ¿1  la  Historia  del  caballero  del  Cisne^  que  el  autor 
cree  igualmente  ser  interpolación;  pues  aun  cuando  por  fal- 
tar, según  ya  dijimos,  el  primer  tomo  de  la  obra  no  podemos 
asegurar  á  ciencia  cierta  que  estaba,  nos  lo  hace  creer  la  nota 
final,  que  dice  asi :  cEste  libro  de  la  gran  conquista  de  Ultra- 
» mar,  que  fué  fecho  sobre  los  nietos  y  los  bisnietos  del  ca- 
» vallero  del  Cisne ,  que  fué  su  comienQo  de  la  grand  hueste 
>de  Antiócha  Godofre  de  Bollón  con  sus  hermanos,  mandó 
»  sacar  de  francés  en  castellano  el  muy  noble  D.  Sancho,  rey 
I  de  Castiella ,  de  Toledo,  de  León,  de  Gallicia,  etc.,  e  sext<) 
•  rey  de  los  que  fueron  en  Castiella  e  en  León ,  que  ovieroii 
tassi  nombre,  fijo  del  muy  noble  rey  O.  Alfonso  el  onceno  e 
»de  la  muy  noble  Reyna  Doña  Yolant.i 

Aunque  no  deba  darse  gran  crédito  á  una  nota  como  esta, 
obra  sin  duda  de  un  copiante  rudo  que  llama  csesto»  á  D.  San- 
cho el  Bravo,y  conceno»  ásupadreD.AIfonsoelSabio,escoii 
todo  muy  notable  la  mención  que  en  ella  se  hace  del  c Caba- 
llero del  Cisnet,  cuya  historia  en  verso  se  supone  escrita  hacia 
el  año  1300,  y  por  consiguiente  posteriormente  al  reinado  de 
Alonso  el  Sabio ;  lo  cual  nos  induciría  naturalmente  é  creer 
que  ó  la  obra  no  se  trasladó  por  mandado  de  este  Rey,  ó  que 
Jefaan  Renault  tomó  los  materiales  de  su  poema  de  una  his- 
toria en  prosa  más  antigua. 

T.  I.  32 


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499  HISTOftlA  DB   LA   UTERATURÁ  ESPAÑOLA. 

Que  la  Gran  conquista  de  Ultramar  sea  en  su  mayor  parte 
traducción  de  la  que,  con  el  titulo  de  BUtoriarerum  in  paríí^ 
bus  transmarinis  gestarum^  escribió  Guiliernio  de  Tyro,  no  ad- 
mite duda  alguna.  Asi  consta  del  prólogo»  etí  que  el  Rey  dice : 
c  llandamos  trasladar  la  historia  de  todo  el  suceso  de  Ultra- 
mar,» y  ademas  al  fol.  i33  se  halla  lo  siguiente :  cEI  obispo  Don 
» Raol  de  Belleem  muriera  el  año  dantes ,  e  por  ruego  de  los 
» rrícos  omnes  el  Rey  fi^o  so  chanciller  a  Don  Guillen,  arzobispo 
» de  Sur  e  aquell  arzobispo  fi^o  esta  estoria  escribir  en  latín.  > 
Es  muy  probable  que  en  la  confección  de  dicho  libro  entraron 
otros  materiales,  quizá  también  la  historia  que  el  mismo  arzo- 
bispo dice  haber  compuesto,  valiéndose  para  ello  de  los  escri- 
tos de  los  árabes  á  tempore  seduetoris  ¡lahumetíii  usque  ad 
annum  mglxxxit. 

Cap.  IV,  nota  11,  p.  70.  —  El  códice  de  la  Biblioteca  Nacio- 
nal t  que  contiene  las  obras  de  D.  Juan  Manuel ,  es  un  tomo 
en  folio  mayor,  y  en  vitela,  con  239  hojas  útiles,  de  letra  al 
parecer  de  fines  del  siglo  xiv  ó  principios  del  siguiente.  Está 
escrito  con  mucho  esmero ,  y  tiene  espacios  en  blanco  para 
iluminaciones  ó  vi&etas  que  no  llegaron  á  hacerse.  Pérez  Ba- 
yer,  en  las  notas  á  la  Biblioiheea  vetus,  de  Nicolás  Antonio 
(t.  II,  lib.  9,  cap.  6,  p.  167),  lo  considera  escrito  en  vida  de 
D.  Juan  Manuel,  y  no  sin  razón,  según  veremos  mas  adelante. • 
Por  desgracia,  no  solo  no  contiene  todas  las  obras  de  aquel 
ilustre  caballero,  sino  que  las  que  encierra  están  mancas  y 
truncadas.  Empieza  con  el  Libro  del  caballero  y  del  escudero ^ 
al  cual  faltan  trece  dkpitulos,  de  los  cincuenta  y  uno  que  de- 
bió tener,  y  son  desde  parte  del  tercero  hasta  parte  del  diez 
y  seis ,  por  haberse  sin  duda  descosido  y  extraviado  el  cua- 
dernillo ó  cuadernillos  que  los  contenían.  Viene  en  seguida, 
al  fol.  26  del  códice,  un  tratado  de  la  declaración  de  sus  ar- 
mas y  por  qué  razón  él  y  sus  hijos  legítimos  pueden  armar 
cabaUeips ,  y  cual  fué  la  conversación  que  tuvo  con  el  rey 
D.  Sancho,  cuando  este  murió  en  Madrid,  todo  dirigido  á  Frey 
Juan  Alfonso.  Sigue ,  al  fol.  31  vuelto,  sin  epígrafe  alguno»  otro 
tratado  que  empieza  de  esta  manera :  t  Entendidos  son  muchos 


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ADICIONES  Y  NOTAS.  490 

i  santos  e  machos  phUoftopho8  e  sabios^  e  es  verdat»  en  si  la 
•  mejor  cosa  que  omne  puede  aver  es  el  saber,  etc*»  ;y  son 
anos  consejos  dirigidos  á  su  hijo  Femando.  Es  probablemente 
el  mismo  libro  que  Argole  de  Molina  llama  d^i/nfon/e,  paesto 
que  aquel  no  tenia  á  la  sazón  mas  que  dos  años  :  otros  lo  in- 
titulan el  Libro  de  los  Castigos^  pero  del  prólogo  á  dicho  libro, 
del  cual  vamos  á  dar  un  extracto,  se  deduce  que  su  verdadero 
titulo  es  el  de  Libro  infinido. 

Et  por  que  la  vida,  dice,  es  corla  e  el  saber  es  luengo  de  aprender,  pre- 
men  los  omnes  de  aprender  lo  que  entienden ,  cada  uno  lo  que  mas  le 
cumple  :  unos  trabajan  en  un  saber  e  otros  en  otro.  Et  porque  Don  Johan, 
fijo  del  Infante  Don  manuel ,  adelantado  mayor  de  la  frontera  e  de  la  Vega 
de  Murcia,  quería  quanto  pudiesse  aiudar  á  mi  e  á  otros,  á  saber  lo  mas 
que  yo  pudiesse,  teniendo  que  el  saber  es  la  cosa  porque  omne  mas 
debia  fazer;  por  ende  asmé  de  componer  este  tratado,  que  tracla  de  cosas 
que  yo  mismo  prové  en  mi  mismo ,  e  en  mi  fazienda ,  e  lo  que  aconteció  á 
otras  de  las  que  fise  e  vide  faser,  e  me  hallé  delias  bien,  yo  e  los  otros.  Et 
en  diziendo  de  las  que  me  fallé  bien  se  entiende  que  si  de  algunas  fiz  en 
contrario,  que  me  fallé  delias  mal.  Et  si  los  que  este  libro  leyeren ,  non  lo 
fEíHaren  por  buena  obra,  ruegoles  yo  que  non  se  maravillen  dello,  nin  me 
maltrayan,  ca  yo  non  lo  fiz  sinon  para  los  que  non  fuessen  de  mejor  enten- 
dimiento que  yo.  Et  si  fallaren  que  ha  en  él  algund  aprouecbamiento,  gra- 
descanlo  á  Dios  e  apronechense  del,  ca  Dios  sabe  que  yo  non  lo  fiz  sinon  a 
buena  enlencion.  E  fizlo  para  D.  Fernando  mío  fijo  que  me  rogé  quel  fiziese 
un  libro.  Et  yo  fiz  este  para  él  et  |[>ara  los  que  non  saben  mas  que  yo,  e  él 
que  es  agora,  cuando  yo  lo  comencé ,  de  dos  aiíos ,  por  que  sabrá  por  este 
libro,  quales  son  las  cosas  que  yo  prové  e  yí.  Et  creed  por  cierto  que  son 
cosas  provadas  et  sin  ninguna  dubda,  e  ruegol  e  mandol  que  entre  las  otras 
sfiengias  e  libros  que  él  aprendiere,  que  aprenda  este  e  le  estudie  bien, 
ca  marabeila  será  si  libro  tan  pequenno  pudiere  fallar  de  que  se  aproue- 
che  tanto.  Et  porque  este  libro  es  de  cosas  que  yo  prové ,  puse  en  él  las 
de  que  me  acordé,  et  por  que  las  que  de  aqui  ad^lant  provaré  non  se  á  que 
recudirán ,  non  las  pude  aqui  poner,  mas  con  la  merced  de  Dios ,  ponerías 
he  commo  las  provaré.  fit  porque  esto  non  sé  quando  se  acabará  puse 
nombre  á  este  libro  el  Libro  infinido,  que  quiere  dezir  libro  sin  acaba- 
miento. Et  por  que  sea  mas  ligero  dé  entender  e  estudiar  es  fecho  á  ca- 
pítulos. 

Consta  de  veinte  y  seis  espitólos,  todos  los  cuales  empie« 
zan  con  estas  palabras  :  c  Fijo  D.  Femando.»  En  el  vigésimo 
seito  y  último  de  ellos  le  dice  que  después  de  haber  acabado 


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500  HISTORIA  DE  LA   LITERATURA   ESPAÑOLA. 

el  Libro  infinido ,  fué  requerido  y  rogtdo  por  Fray  Juan  Al- 
fonso ,  su  amigo»  que  escribiese  lo  que  enteudia  cen  las  ma* 
ñeras  dei  amor» ,  y  que  por  eso  lo  hace  explicando  cuanto  se 
le  alcanza  en  dicha  materia.  Más  adelante  añade : 

Et  commo  quier  qoe  yo  sé  que  algunos  profazan  de  mi  porque  fago  li- 
bros ,  digo  vos  que  por  esso  dou  lo  dejaré ,  ca  quiero  creer  al  enxeinplo 
que  vos  pus  en  el  libro  que  yo  fiz  de  Patronio,  en  que  dize  «por  dicho  de 
las  gentes  sol,  que  non  sea  mal  al  pro,  tened  las  mientes  e  non  Cigades  al.» 
Et  pues  en  los  libros  que  yo  fago,  ay  en  ellos  pro  et  verdat  e  non  daño,  por 
ende  non  lo  quiero  dexar  por  dicho  de  ninguno.  Et  los  que  de  ello  profa- 
zaren, quando  ellos  fízieren  su  pro,  e  vieren  que  fago  yo  mi  daño,  entonce 
deben  ser  creídos  que  fago  lo  que  me  non  cal  de  fazer  libros;  ca  deuedes 
saber  que  todas  las  cosas  que  los  grandes  señores  fazen ,  todas  deuen  ser 
guardando  primeramente  su  estado  e  su  onrra.  Mas  esto  guardado,  quanto 
mas  ha  en  si  de  bondades ,  tanto  mas  son  complidos ,  ca  bien  creed  qui* 
grande  mal  es  a4  grande  Señor,  quando  son  contadas  las  sus  bondades,  e 
grande  su  bien  es  cuando  son  contadas  las  sus  tachas.  Et  pues  yo  tengo 
que,  maguer  en  mi  aya  muchas  menguas ,  que  aun  fasta  aqui  no  he  fecho 
cosa  por  que  se  mengue  mi  estado.  Et  pienso  que  es  mejor  pasar  el  tiempo 
en  fazer  libros,  que  en  jugar  los  dados,  e  fuer  otras  viles  cosas. 

Sigue  después  en  el  códice  el  Libro  de  Paíronio^  por  otro 
nombre  del  Cande  Luctmor^  que  publicó  Gonzalo  Airóte  de 
Molina,  y  del  cual  hay  dos  ediciones,  una  de  Sevilla,  i575,  y 
otra  de  Madrid,  i642,  sin  contar  la  última  de  Leipslg ;  pero 
tan  sumamente  alterado  el  texto  en  todas  ellas,  ya  sea  por 
frecuentes  omisiones,  ya  por  haberse  invertido  el  orden  de 
los  capítulos,  ya  por  fin^  por  haber  su  editor  creido  conve- 
niente modernizar  el  estilo  y  acomodarlo  al  lenguaje  de  la 
época,  que  casi  parece  otro  libro.  Seria  de  desear  que, 
cotejado  el  texto  con  este  códice  y  con  otro  que  se  conser- 
va en  la  Biblioteca  de  la  Real  Academia  de  la  Historia,  se 
hiciese  una  edición  correcta  y  esmerada  de  obra  tan  impor- 
tante. 

Al  fin  del  Libro  de  Patronio  se  halla  la  siguiente  nota  de  la 
misma  letra  que  el  resto  del  Códice :  c  Acabólo  Don  Johan  en 
i  Salmerón,  lunes  ii  dias  de  junio,  era  de  mcgg  e  lxxx  años.^ 
Si  puts,  como  ya  dijo  el  autor  en  el  texto ,  D,  Juan  Manuel 


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ADICIONES   Y   NOTAS.    *  501 

nació  en  Escalona^  á  5  de  mayo  de  1320,  tenia  mas  de  sesenta 
cuando  compuso  dicha  obra. 

Después  del  Libro  de  Patronio  sigue  en  el  códice  de  la  Bi- 
blioteca Nacional  un  breve  tratado  místico  moral,  dirigido  á 
D.  Remon  Malquefa,  y  por  último  un  libro  sin  pf  incipio,  que 
trata  de  las  aves  propias  para  la  caza,  y  en  el  cual  se  descri- 
ben minuciosamente  las  propiedades  de  los  azores,  y  el  modo 
de  cuidarios  y  adiestrarlos  para  la  caza.    ^ 

Tal  es,  en  resumen,  el  contenido  del  códice  de  la  Biblio- 
teca Nacional,  por  el  cual ,  asi  como  por  una  relación  de  los 
escritos  de  D,  Juan  Manuel,  que  se  halla  al  priocipio  del  Libro 
de  PatroniOy  vendremos  en  conocimiento  de  qué  obras  han 
de  atribuírsele,  y  cuáles  son  las  que  aun  se  conservan.  Punto 
es  este  que  hasta  ahora  ha  sido  tratado  con  bastante  lijereza, 
y  que  merece  fijarse.  Dice  asi  la  relación  :  cE  los  libros  que  el 
» fizo  e  ha  picho  fasta  aqui  son  estos  :  La  Coronica  :  et  el  Li- 
»bro  de  los  Sabios  :  et  el  Libro  de  la  Gavallería :  El  libro  del 
t  Infante  :  El  libro  del  Gavallero  :  El  Libro  d^l  Escudero  :  El 
i  libro  de  la  Gaza  :  Et  libro  de  los  Engeños  :  El  libro  de  los 
>  cantares  :  E  los  libros  de  los  frayles  predicadores  que  están 
i  en  el  monesterio  de  Peñafiel. » 

I.""  La  Coronica.  Es  el  sumario  de  la  Crónica  general  de  su 
tio  Alfonso  el  Sabio,  que,  según  diremos  más  adelante,  parece 
no  haber  sido  compuesto  por  él,  sino  c hecho  escribir»  por 
mandado  suyo. 

2.<»  Libro  de  los  Sabios.  Se  ignora  su  paradero,  igualmente 
que  su  asunto. 

S.""  El  Libro  de  la  Caualleria.  Nada  sabemos  de  él,  á  no  ser 
que  sea  el  cTratado»  dirigido  á  Fray  Juan  Alfonso  sobre  el 
privilegio  de  armar  caballeros,  de  que  usaba  su  familia. 

4.<^  El  Libro  del  Infante.  Parece  ser  el  mismo  que  él  inti- 
tula Liftro  infinido^  y  son  consejos  á  su  hiJQ  Femando,  á  la 
sazón  ni&o  de  pocos  años.  Esta  nos  parece  ser  aqui  la  signi- 
ficación propia  de  la  palabra  ¿infante.» 

5.<»  El  Libro  del  Cavallero  y  El  Libro  del  Escudero.  Estos 
dos  forman  un  solo  tratado,  como  se  ve  claramente  en  el  có- 
dice que  acabamos  de  describir. 


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502  HISTORIA   DE   LA    UTERATURA   ESPAÍ^OLA. 

6.**  El  Libro  de  la  Ca^.  Hállase,  aunque  incompleio,  en  el 
códice  de  la  Biblioteca  Nacional. 

I.""  El  libro  de  los  Engeños^  que  Argote  de  Molina  llama 
equiTOcadamente  de  lo$  Engaños.  Es  probable  tratase  de  las 
máquinas  usadas  en  la  guerra;  pero  no  sabemos  que  exista 
en  ninguna  biblioteca. 

S.""  El  Libro  de  los  Cantares.  Argote  de  Molina »  en  el  Di»- 
curso  sobre  la  Poesía  castellana^  impreso  al  ñn  de  su  edición 
del  Conde  Lucanor^  se  refiere  á  un  libro  cque  Don  Juan  Ma- 
» nuel  escribió  en  Coplas  y  Rimas  de  aquel  tiempo» ,  y  que  él, 
Argote,  pensó  dar  á  la  estampa,  aunque  no  lo  verificó.  Quizá 
sea  el  mismo  que  aquí  se  denomina  Libro  de  los  Cantares. 

9.*  Los  libros  de  los  fray  les  predicadores,  etc.  El  titulo  es 
demasiado  vago  para  que  nos  atrevamos  á  determinar  qué  K- 
broB  serian  estos. 

10.  Tratado  sobre  las  varias  maneras  de  amor  :  va  seguido 
al  Libro  infinido^  y  pudiera  formar  parte  de  él. 

11.  Tratado  místico  moral,  dirigido  á  D.  Fray  Remon  Mal- 
qnefa. 

12.  Ubro  de  Patronio  e  del  Conde  Lucanor.  No  se  halla  ci- 
tado en  la  nota  del  Códice,  sin  duda  por  no  haberse  aun  com- 
puesto cuando  este  se  escribió.  Parece  ser  el  mismo  que 
Argote  de  Molina  cita  bajo  el  titulo  de  Libro  de  los  Exemplos. 
En  cuanto  al  Libro  de  los  Consejos  que  cita  también  dicho 
autor,  creemos  ser  el  mismo  que  otros  llaman  Libro  de  los 
Castigos  ó  libro  del  Infante,  aunque  su  verdadero  titulo, 
según  ya  vimos,  es  el  de  Libro  infinido. 

En  la  Biblioteca  Nacional  (129.  A.)  se  conserva  un  códice 
en  4.®,  escrito  en  papel  y  de  letra  al  parecer  de  principios  del 
siglo  XV,  intitulado  Libro  dé  los  enxemploSé  Las  treinta  y  tres 
hojas  primeras  del  códice  contienen  ejemplos  morales,  pre- 
cedidos de  un  texto  latino  y  su  correspondiente  traducción 
en  verso  castellano ;  como  Confessio  denota  debet  esse  ei  lar 
chrymosa:  cMuy  devota  et  con  devoción,  mucho  valle  la 
confession» ;  Wipliani  in  pro  fundiore  parte  infemi  cmeiantur : 
tMayores  penas  sufren  los  males  xpianos,  que  moros,  judíos, 
nin  malos  paganos ; » Confitendum  nullo  est  íempore  de  inimico : 


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ABiaONBS  Y   NOTAS.  503 

c Nunca  fies  de  enemigo  :  esto  de  consejo  te  lo  digo  ;i  y  asi  á 
este  tenor.  Cada  ejemplo  está  seguido  de  un  pequeño  cuento 
que  ilustra  la  moralidad  allí  referida,  Al  folio  138  se  halla  una 
colección  de  apólogos  y  cuentos  con  este  epígrafe  :  Aquico^ 
micfifa  el  libro  de  (os  gatos  ^  e  cuenta  luego  un  enxemplo  de  lo 
que  aeaesdó  entre  el  gallapago  e  el  agúitta.  Este  último  tra- 
tado,  que  está  incompleto  hacia  el  fin,  es  anónimo  como  el 
primero  ^  pero  hay  en  él  giros  y  modismos  que  nos  recuer- 
dan la  prosa  de  D.  Juan  Manuel.  Para  que  nuestros  lectores 
puedan  formar  juicio  de  la  obra  y  de  su  estilo,  trasladaremos 
aqui  el  siguiente  Enxiemplo  de  los  dos  Compañeros: 

Una  vegada  acaesgió  que  dos  compañeros  que  fallaran  una  grand  con- 
paña  de  ximios ,  dlxo  el  uno  al  otro  '•  yo  apostaré  que  gane  yo  agora  mas 
por  decir  mentira  qne  tú  por  decir  verdad ;  e  dixo  el  otro :  digote  que 
non  faras ,  ca  mas  ganaró^o  por  decir  verdad  que  tCi  por  decir  ^entira ,  e 
8i  esto  non  quieres  creer ,  apostemos.  Dixo  el  otro  :  pláceme ,  et  desque 
ovieron  fecho  su  apuesta,  fué  el  mentiroso  e  llegóse  á  losximios,  e  dixole 
Qfi  ximio  que  estaua  y  por  mayoral  de  los  otros :  di ,  amigo,  que  te  pares^e 
de  nosotros.  £  respondió  el  mentiroso  :  Señor,  pares^eme  que  soys  un 
Bey  muy  poderoso ,  e  estos  otros  zimios  que  son  las  mas  fermosas  cosas 
del  mundo,  e  los  ommes  vos  prescian  mucho ,  en  manera  que  los  lisongeó 
Canto  quanto  pudo,  en  guisa  que  perlas  lisonjas  que  les  dixo,  dieronle 
muy  bien  ¿comer,  e  onrraronle  mucho,  e  dieronle  mucha  plata  e  mucho 
oro  e  muchas  otras  riquezas.  E  después  llegó  el  verdadero  >  e  preguntá- 
ronle los  ximios  que  le  páresela  de  aquella  conpaña  e  rrespondió  el  ver- 
dadero ,  e  dixo  :  Que  nunca  viera  tan  sucia  conpaña  nin  tan  feos  e  bru- 
tales commo  vos  pareceys  ser  todos.  Estonce  fueronse  para  él  e  sacáronle 
los  ojos,  e  desque  le  ovieron  sacado  los  ojos,  dexáronle  desanparado.  E 
estonce  buena  verdad  oyó  voces  de  osos  e  de  lobos  e  de  otras  bestias  que 
andauan  por  el  monte ,  e  atentó  16  mejor  que  pudo  e  subióse  en  un  árbol, 
por  miedo  que  le  comerían  las  bestias.  Et  él  que  estaua  encima  de  aquel 
árbol ,  haevos  las  bestias  qoe  se  ayuntaron  todas  á  cabildo  so  el  árbol ,  e 
preguntauanse  las  unas  á  las  otras  de  que  tierra  eran  ó  que  condiciones 
auia  cada  una  de  las  bestias ,  ó  con  qué  arte  habia  sabido  cada  una  escapar 
de  mano  de  Uos  ommes.  E  dixo  la  rraposa :  yo  sé  cerca  daquy  do  ay  un  Reyt 
qne  aquel  Rey  es  el  mas  nescio  omme  que  yo  nunca  vy ,  e  tiene  un  fija 
muda  en  casa,  e  poderla  ya  Iberamente  sanar,  si  quisiese  sino  que  no  sabe. 
Et  dixeron  los  otros  commo  seria  eso ,  e  dixo  ella  :  Yo  vos  lo  diré.  El  do- 
mingo ,  quando  van  ofrecer  las  buenas  mugeres  e  dexan  el  pan  sobre  las 
fáeaaas,  e  vo  yo  e  rrebato  una  torta,  si  el  primero  bocado  que  yo  tomo 
me  lo  sacasen  de  la  boca ,  antes  que  yo  lo  tragase,  e  ge  lo  diesen  ¿  comer, 
luego  fablaria.  £  otra  nes^edad  mayor  vos  diré  que  aquel  Rey  que  está 


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[Í04  HISTORU   DE   LA   LiTERATURA  ESPAÑOLA. 

ciego  e  tiene  im  larcba  de  piedra  en  cabo  de  su  easa ,  si  aqnelli  ftiese  ai- 
rada ,  saldría  ona  fuente  de  alli  e  qoantos  ciegos  se  uutassen  los  ojos  con 
aquel  agua,  luego  guaresgerian  e  desque  fué  amanes^ido,  fueronse  las 
bestias  de  alli,  e  ellas  que  se  yran,  passauan  unos  harrugueros  por  alli 
e  buena  verdad  que  estaña  encima  de  aquel  árbol,  que  avia  miedo  de  lo 
que  las  bestias  dixeron,  dio  boses  á  los  harrugueros  que  jran  edizeron 
los  harrugeros  ¡  Santa  Bfaría!  voses  de  ommes  son  aquellas  que  oymos,  va- 
mos alia,  e  desque  llegaron ,  fallaron  á  buena  verdad  do  staua  encima  del 
árbol.  B  preguntáronle  quien  era ;  d izo  buena  verdad ,  e  ellos  dizeronle  : 
amigo,  ¿que  te  paró  tal  eres?  dizoles :  un  mió  compafíero ,  mas  pido  vos 
de  mercet  que  digades  do  ydes.  Ellos  dizeron  :  ymos  á  tal  Reyno  con  es- 
tas mercadurías :  e  dizoles  rruego  vos  que  me  querays  llevar  allá  por  amor 
de  Dios,  e  que  me  pongades  á  Ha  puerta  dell  Rey,  e  los  harrugueros  dixeron 
que  les  plagia,  e  ficieronlo  ansi.  E  desque  se  vio  y,  dixo  al  portero:  amigo, 
rruegote  que  digas  al  Rey  que  está  aqui  un  omme  que  lo  guarescerá  de 
la  ceguedad  que  él  ha,  e  aun  que  le  mostrará  con  que  su  fija  fable.  E  el 
portero  entró ,  e  dixole  al  Rey  :  Señor ,  alli  está  un  omme  que  dise  que  vos 
sanará  de  los  ojos,  sy  vos  quisieredes  que  entre  é^lante  vos.  E  dixo  estonce 
el  Rey :  amigo ,  dille  que  entre  e  veremos  lo  que  dise.  El  portero  fué  e  tra- 
zólo ante  el  Rey ,  e  desque  fué  ante  el  Rey ,  dizo  :  señor,  sea  la  vuestra 
mercet  servido  que  mandeys  algar  una  larcba  que  está  en  cabo  de  vuestro 
palacio ,  e  saldrá  una  fuente  que  qualquier  ciego  que  liauare  los  ojos  en 
aquella  agua,  luego  será  guarido.  E  señor,  porque  lo  creados  lauaréme  yo 
primero  que  non  vos.  El  Rey.  desque  oyó  aquello,  mandó  luego  á  sus  om-^ 
mes  que  aleasen  la  larcba ,  e  ansi  commo  fué  alfada ,  salió  luego  la  fuente 
e  vino  la  verdad,  e  lauó  luego  sus  ojos  e  nasgieronle  luego  los  ojos  e  cobró 
su  vista ,  e  después  todos  los  ommes  de  lia  tierra ,  que  qualquier  giego  que 
venia  e  se  llauaua  los  ojos  con  ella,  luego  era  guarido.  Estonce  dizo  buena 
verdad  al  Rey  :  señor,  sea  la  vuestra  mercet  servido,  otra  cosa  vos  quiero 
mostrar,  que  quieras  el  domingo  parar  tus  ommes  a  rrededor  de  las  fues- 
sas ,  e  paren  mientes  quando  veniere  la  rraposa  á  tomar  el  pan  que  llevan 
las  buenas  mugares  á  ofres^^er,  e  el  primer  bocado  que  mitiere  en  la  boca, 
échenle  mano  tus  ommes  á  la  rraposa  á  la  garganta  e  saquengelo ,  e  non 
gelo  dezen  comer,  e  denle  á  comer  á  tu  fija  e  luego  fablará.  El  Rey  mando 
lo  fager,  ansi  commo  él  mandara ,  e  los  ommes  desque  ovieron  tomado  el 
bocado  á  lia  rrapossa  de  la  garganta ,  tanto  ovieron  presa  de  Henar  el  pan 
á  la  infanta  con  que  feblase ,  que  non  tovieron  á  lia  rrapossa  e  dezaron  la 
yr,  e  la  ora  que  la  infanta  comió  el  pan,  luego  fabló.  El  Rey  desque  vio 
esto ,  mandó  fager  mucha  merget  á  buena  verdad  ,1o  uno  porque  auia  guar 
rido  á  él  de  los  ojos ,  e  lo  otro  porque  auia  guaresgido  á  su  fija.  Ellos  de  la 
corte  le  facían  mucha  onrra,  e  y  van  con  él  fasta  la  posada ,  e  le  daban  mu- 
chos dones  por  aquel  bien  que  les  habia  fecho.  E  yendo  un  día  por  la  calle, 
mui  bien  vestido  e  en  buen  cauallo,  e  muchas  conpañas  con  él,  encontró 
á  malla  verdad  e  conosgiólo  luego ,  e  marauiUóse  mucho  le  veya  sano  de 
los  ojos  e  tan  bien  andante  e  fué  á  su  posada ,  e  dizole :  Dios  te  salutsami- 


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Al^IClONBS  Y  NOTAS.  ^5 

go,  6  dixole  baeoa  verdad  :  amigo,  bien  seas  venido,  amigo,  quererte— ya 
rrogar  qne  me  dixesses  con  que  gaaresQiste  del  mal  de  los  ojos ,  ca  tengo 
un  fijo  ciego  e  qnerialo  sanar  si  podiesse ,  ruégete  que  me  muestres  cora- 
mo  deprendiese.  E  todo  esto  decia  mala  verdad  por  cuita  de  saber  commo 
llegar  á  aquella  onrra,  e  aquel  estado.  Estonce  buena  verdad  dixole :  viste, 
amigo,  quando  tú  me  sacaste  los  ojos  en  el  monte, e  viste  ese  árbol  grande 
que  y  estaña,  con  cuyta  suby  en  él,  e  Juntáronse  y  todas  las  animalias  del 
mundo  ¿  facer  cabildo,  e  contóle  todo  el  fecho,  commo  le  acaes^iera.  E 
mala  verdad  desque  supo  aquello ,  plególe  mucho  e  fuese  quanto  pudo 
para  allá  e  subióse  encima  de  aquel  árbol ,  e  él  estando  y,  hevos  las  bestias 
do  se  iuAtaron  á  cabildo  so  aquel  árbol,  e  dixo  la  rrapossa  ¿estamos  aqni 
todos ? e  dixeron  todos  :  comadre  si.  E  dixo  la  rrapossa  conpadres,  quanto 
aqui  dixe  en  otra  noche ,  ansi  fue  dicho  al  Rey ,  e  echáronme  sus  ommes 
mano  á  la  garganta  que  á  pocas  non  me  afogaren.  E  dixo  el  uno  :  pues  yo 
non  dixe ,  e  dixo  el  otro  :  yo  non  lo  dixe ,  e  juraron  todos  que  lo  non  dixe- 
ran,  e  dixo  la  rrapossa :  pues  non  lo  dixistes,  quiera  Diosque  non  nos 
aseche  aqui  alguno.  Algo  los  ojos  arriba,  e  vio  a  mala  verdad  e  dixo  :  alia 
estays  vos ,  yo  vos  faro  que  malla  pro  vos  faga  el  bocado  que  me  sacastes 
de  la  boca ,  e  dixo  al  oso ,  conpadre ,  vos  que  soys  mas  lijero ,  sobid  allá. 
El  oso  sobió  e  derribólo  á  tierra  e  estonce  despedazaron  le  las  bestias  e 
comieron  todo. 

Enxiemplo.-^Deüen  parar  mientes  aquellos  que  quieren  fager  o  degir 
tracciones  o  falsedades ,  qnaun  non  se  fallen  mal  un  año,  fallarsean  á  dos,  e 
si  non,  fallarsean  a  líos  diez.  E  si  por  aventura  no  lo  íasen  por  consejo  o  por 
mandado  de  alguno ,  aquellos  que  lo  consejan  ó  que  lo  mandan ,  aquellos 
los  tiene  después  por  partes ,  e  aunque  en  su  vida  non  se  fallen  mal,  fallar- 
sean después  en  la  muerte,  do  les  da  Dios  tan  mal  galardón  por  ello,conimo 
dieron  las  animalias  á  mala  verdad. 

Los  ejemplos  contODÍdos  en  la  obra  son  los  siguientes  : 
Enxiemplo  del  gallapago  e  del  aguilla. — Del  lobo  con  laci- 
güeña. — Del  ave  de  Sant  Martín.— Del  calador  con  las  perdi- 
ces.— ^Del  ave  que  quebranta  huessos. — Del  ereje  con  la  mos- 
ca.— Del  bufo  con  la  liebre — ^Del  mancebo  que  amava  la  vieja. 
— Del  gato  con  el  mus. — De  las  propiedades  de  las  moscas. 
— De  los  mures. — De  la  bestia  altilobi. — Del  gusano  bydrus. 
De  lo  que  acaesció  entre  la  guípela  e  el  lobo. — Del  león  e  el 
lobo  e  la  guípela. — Del  mur  que  comió  el  queso. — De  los  ca- 
nes e  los  cuervos. — Del  mur  e  la  rrana  con  el  milano.  —  Del 
lobo  con  los  monjes. — De  las  ovejas  con  el  lobo. — Del  omme 
bueno  con  el  lobo. — De  lo  que  acaesció  á  los  ommes  con  los 
asnos. — De  lo  que  acaesció  ¿  Gaitero  con  una  muger. — De  la 
gulpeia  con  las  galinas. — De  lo  que  acaesció  á  lagulpeiacon 


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506  HISTORIA   DE   LA   UTBRATURi^  ESPAÑOLA. 

las  ovejas. — Del  conde  con  los  mercaderes.  —  De  una  oveja 
blanca  e  de  un  asno  e  un  cabrón.  —  De  los  dos  compañeros. 
—Del  abispa  e  la  rrana.— De  la  mariposa.— Del  aguilla  con  el 
cuervo. — Del  cavallero  con  el  omme  bueno. — Del  omme  que 
artva  con  los  escaravacos.  —  De  las  avejas  con  los  escarava- 
COS. — ^Del  asno  con  el  omne bueno. — ^De  la  galina  con  el  mila- 
no.— Delleon  con  elgato.— Del  ánsar  con  el  cuervo.— Del  mi- 
Uano  con  las  perdiges. — De  la  gulpeia  con  el  gato  • — Del  cuervo 
con  la  paloma. — De  la  abobilia  e  el  Ruy  señor.  —  Def  firayre. 
—De  los  aldeanos. — De  lo  que  acaesció  á  la  formlga  con  los 
puercos. — De  la  muerte  del  lobo. — Del  perro  con  el  junco. — 
Del  unicornio. — De  la  gulpeia  con  el  marinero. — Del  ximio. — 
Del  caracol. — De  la  rana  con  la  mosca. — ^De  la  gulpeia.— Del 
galápago  con  el  bufo. — De  los  mures  con  el  galo. —  Del  mur 
que  cayó  en  la  cuba.  — Del  omne  que  se  le  quemó  la  casa. — 
Del  llobo  con  la  liebre. 

Cap.  v,  nota  41. — Acerca  del  canciller  D.  Pero  López  de 
Ayala,  célebre  cronista,  poeta  y  hombre  de  Estado,  puede 
verse  lo  que  en  unos  excelentes  articules ,  insertos  en  el  to- 
mo Vi  de  las  Cartas  Españolas ,  dice  el  distinguido  literato 
D.  Bartolomé  José  Gallardo ,  bajo  el  seudónimo  de  Bachiller 
Pomoles.  En  el  Cancionero  de  Fernán  llartinez  de  Burgos, 
cuyo  análisis,  hecho  por  Floranes,  se  halla  en  el  apéndice  á 
las  memorias,  ó  sea  Crónica  de  Alfonso  VIII ^  se  hallan  unos 
proverbios  de  Salomón,  que,  aunque  sin  nombre  de  autor, 
cree  aquel  erudito  deban  atribuirse  al  Canciller;  y  en  efecto, 
el  estilo  y  metro  en  que  están  escritos  es  bastante  parecido 
al  que  usó  en  otras  de  sus  obras. 

Habiendo  casualmente  encontrado  de  letra  del  mismo  se- 
ñor Floranes  las  quince  cuartetas  de  que  consta  aquella  com- 
posición ,  y  no  sabiendo  por  otra  parte  qué  paradero  haya 
tenido  el  citado  códice ,  nos  ha  parecido  conveniente  el  traa- 
ladarlas  aquí,  y  son  las  siguientes  : 

PaOTIBBIOS  EH  RIMO  DEL  SABIO  SaLOMON  ,  RET  DE  ISRABL.  —  TeACTA  ó  FABLA 
DI  LA  BBCORDANZA  DE  LA  MUERTE  t  HENOSPRECIAMIEIITO  DEL  MUDO. 

Prólogo  en  la  tfMtíaáoH. 
Amigos ,  si  queredes  oyr  una  razón 


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APICIONBS  Y   NOTAS.  507 

De  los  proverbios  qne  dixo  el  sabio  R^  Salomón , 
Ftbia  de  aiíiueste  mundo  é  de  las  cosas  que  j  son, 
Gomo  son  d^aderas  á  poca  de  sazón. 

Comienzan  lo$  proverhioi. 

O  mezquino!  diz  del  mundo  de  como  es  lleno  de  engaños 
En  allegar  riquezas  é  aTeres  tamaños. 
Muías  é  palafrenes,  é  vestidos ,  é  paños. 
Por  ser  solo  dejado  en  tan  pocos  de  años. 

Comer  bien  é  vever,  cabalgar  en  muía  gruesa, 
Non  se  miembro  del  tiempo  que  yacerá  en  la  Aiesa, 
El  cabello  mesado,  la  calavera  muesa 
Botica  mucho  noble  de  la  malicia  cesa. 

El  bien  de  aqueste  mundo  la  muerte  lo  desata , 
•  Non  se  puede  ascender  por  ninguna  barata , 
Pallescen  los  dineros ,  el  oro  é  la  plaU , 
El  prez,  é  la  bruneta,  el  verde  é  el  escarlata. 

Morr¿n  los  poderosos,  Reys  e  Pot^tades, 
Obispos  é  Arzobispos,  é  Calonges,  é  Abades,. 
Fincarán  los  averes ,  las  villas  é  cibdades, 
I^  tierras,  é  las  viñas ,  las  casas  é  heredades. 

Átales  son  los  bornes  como  en  el  mar  los  pescados, 
Los  unos  son  menudos ,  los  otros  son  granados , 
Gómense  los  mayores  ¿  los  que  son  menguados , 
Los  Reys,  é  los  Principes,  los  que  son  apoderados. 

Ninguno  por  riqueza  presciar  nunca  se  deve , 
Maguer  que  sea  sano  é  bien  come  ó  bien  veve ; 
Non  ñe  en  este  mundo  ca  la  vida  es  muy  breve , 
Tanbien  se  muere  el  rico  como  el  que  mucho  deve. 

El  rico  y  el  pobre  en  Dios  deven  flar, 
Ga  el  es  poderoso  de  I oller  é  de  dar : 
Asi  como  Dios  quiere  la  cosa  desatar 
Por  mil  sesos  del  Mundo  nott  se  puede  estorbar. 

Elbien  de  aqueste  mundo  la  muerte  lo  destiú^. 
Bien  á  tal  es  el  ome  como  lunbre  de  paja : 
Después  quel  fuego  muere  é  viste  su  mortaja , 
La  ceniza  que  queda ,  non  val  una  meaja. 

La  muerte  es  cosa  cruda  que  non  tiene  velmez , 
A  todos  foce  iguales,  cada  uno  de  su  ves ; 
Hecha  mala  celada  tan  negra  como  pez , 
Quien  cuida  mas  vevir,  ese  muere  mas  reféz. 

Ninguno  non  se  puede  escusar  de  la  muerte , 
Por  maña,  nin  por  arte,  nin  por  ninguna  suerte? 


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508  HISTORIA  OB   LA   LITERATURA   ESPAÑOLA. 

Non  prestan  melerinas ,  nin  otra  cosa  fuerte , 
NiD  trapos  á  los  pies ,  nin  Tizmas  á  la  fhiente. 

£1  orne  qnando  es  muerto  poco  val  su  fsK^enda, 
Qual  fizo  tal  avrá ,  como  diz  la  leyenda ; 
Mortajanlo  privado ,  sotierranlo  corriendo ; 
Ga  qne  y  mocho  lo  tengan ,  nanea'  1  darán  emienda. 

Mezquino  pecador  en  fuerte  panto  nado ! 
Qne  cuenta  podras  dar  de  lo  qae  has  ganado? 
Non  guardaste  tesoro  que  Dios  te  aya  grado : 
El  día  del  juicio  serte  ha  mal  demandado. 

Lo  que  yo  á  uno  digo ,  á  todos  lo  pedrico ; 
Dios  sabe  la  facienda  del  grande  é  del  chico; 
El'que  bien  lo  sirvere,  por  siempre  será  rico , 
Darle  ha  muy  grand  folganza  por  pequeño  jático. 

Fin. 

Bendito  sea  aquel  que  con  Dios  mercará. 
Que  por  el  amor  suyo  de  su  algo  dará  : 
Que  cien  veces  poi  una  de  Dios  rescebirá  , 
E  mas  la  vida  eterna  do  1*  siempre  gozará. 

Hernán  Pérez  del  Pulgar*  en  sus  Generaciones  y  semblan- 
xas^  cap.  vif,  dice  que  tPero  López  d'Ayal^  fizo  un  buen  libro 
de  caza,  que  él  fué  mucho  cazador  i.  En  efecto;  aun  corre 
inédito  y  se  conserva  entre  los  curiosos  un  tratado  con  este 
titulo  :  De  la  caza  de  las  aves^  ¿  de  sus  plumages  jé  dolencias^ 
é  amelecinamientos.  Entre  los  manuscritos  de  la  Real  Acade- 
mia de  la  Historia  se  guarda  uno  de  letra  del  primer  tercio 
del  siglo  XV,  que  contiene  esta  curiosa  obrita,  la  cual  debió 
escribirse  en  Oviedes,  aldea  de  Portugal,  á  la  sazón  que  el 
Canciller  estaba  alli  preso ,  después  de  la  desgraciada  batalla 
de  AIjubarrota.  Dedicósela  á  D.  Gonzalo  de  Mena,  obispo  de 
Burgos,  á  quien  entre  otras  cosas,  escribe  :  cE,  señor, 
i  grand  tiempo  ha  que  fui  é  soy  alongado  de  la  vuestra  pre- 
isencia  é  vista,  por  grandes  departimientos  de  tierra E, 

•  señor,  como  que  en  las  quejas  é  cuidados  sea  grande  con- 
>  solacion  al  paciente  haber  memoria  de  sus  amigos ,  por  en- 
i  de,  señor,  en  la  muy  grand  cuita  é  queja  que  tove  de  tiempo, 
» aquí  en  la  prisión  do  esto ,  hove  por  consolación  acordarme 

•  de  la  vuestra  verdadera  amistanza 


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ADICIONES  Y   NOTAS.  509 

Gap.  VI9  nota  13,  p.  il9. — Acerca  del  asonanle,  aa  extrac- 
tura  y  origen,  puede  verse  una  carta  de  D.  Bartolomé  José 
Gallardo  en  el  núm.  3  de  la  Anthología.  cDel  asonante,  su  na- 
turaleza y  exquisito  mecanismo ,  misterio  rítmico  no  pene- 
trado por  nadie,  hasta  que  lo  descubrió  el  autor  de  la  siguien- 
te! «üar^app.  100,-11. 

Cap.  VI,  nota  25,  p.  126.  —Son  muy  justas  las  observacio- 
nes que  el  autor  hace  en  este  párrafo,  al  considerar  la  época 
de  D.  Juan  II  y  la  escuela  cortesana  que  en  ella  se  desarrolló» 
como  la  causa  iomediata  y  directa  del  descrédito  en  que 
cayó  la  poesia  popular,  hasta  el  puuto  de  no  hallarse  un  solo 
romance ,  en  las  varias  colecciones  de  poesías  formadas  en 
aquel  siglo,  con  el  nombre  de  Cancioneros.  En  el  de  Juan 
Alfonso  de  Baena  no  hay  uno  siquiera;  otro  tanto  puede  de- 
cirse del  de  Fernán  Martínez  de  Burgos.  En  el  de  Lope  de 
Stúñiga,  hecho  en  1448,  se  halla  solo  uno,  y  en  el  de  Juan 
Fernandez  de  Ixar,  que  es  de  época  muy  posterior,  tres  ó 
puatro.  No  habiéndolos  publicado  nuestro  amigo  D.  Agustín 
Duran  en  su  excelente  cuanto  erudito  Romaneero^  cuyo  se- 
gundo tomo  acaba  de  ver  la  luz  pública ,  hemos  creído  de- 
ber trasladar  aquí  tres  de  ellos.  El  primero,  sacado  del  Can» 
donero  de  Lope  de  Slúñigat  colección  que  examinaremos  mas 
adelante,  empieza  así : 

(Fol.  133  vuelto.) 

Retraída  eslava  la  Reyna ,  Como  quien  planto  fasía. 

La  muy  casta  Doña  María ,  Mucho  mas  triste  que  leda. 

Mujer  de  Alfonso  el  Magno ,  Sospirando  asy  desia : 

Pija  del  rey  de  Castilla ,  t  Maldigo  la  mi  fortuna , 

En  el  templo  de  Dyana  jQue  tanto  me  perseguía , 

Do  sacrificio  fasia.  Para  ser  tan  mal  fodada 

Vestida  estaba  de  blanco ,  Muriera  quando  nascia ; 

Un  parche  de  oro  cenia ,  fi  muriera  una  uegada 

Collar  de  larras « al  cuello  Et  non  tantas  cada  día , 

Con  un  griflo  que  pendia,  O  muriera  en  aquel  punto 

Pater  noster  en  sus  manos ,  Que  de  mi  se  despedía 

Corona  de  Palmeria.  Mi  marido  et  mi  sennor 

Acabada  su  oración.  Para  ir  en  Berueria. 
*  La  orden  de  U  Jarra  6  del  Grtfd,  instituida  por  el  rey  D.  Femando  de  Aragón. 


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510 


HISTORIA  DB   LA   LITBRATURA   ESPAÑOLA. 


Ya  tocanan  trompetai , 
La  gente  se  reoogiií ; 
Todos  daban  mucha  priessa 
Contra  mi  ¿  la  porfía  : 
Quien  y^ana,  quien  bogaua, 
Quien  entraña ,  quien  salla ; 
Quien  las  ancoras  I  enana , 
Quien  mas  entrañas  rompía; 
Quien  proises  desataua, 
Quien  mi  coraron  feria ; 
El  terramote  era  tan  grande , 
Que  por  cierto  pares^ia 
Que  la  machina  del  mundo 
Del  todo  se  desfasia. 
¿Quién  sufrió  nunca  dolor 
Qual  entonces  yo  sufría? 
Quando  mi  cunta  flota 
Y  el  estol  uela  fasia , 
Yo  quedé  desamparada 
Gomo  uida  dolorida; 
Mis  sentidos  todos  muertos , 
Qnasi  el  alma  me  salia. 
Buscando  todos  remedios 
Ninguno  no  me  nalia, 
Pediendo  la  muerte  quexosa 
Et  menos  me  obedes^ia. 
Dixe  con  lengua  rauiosa 
Ck)n  dolor  que  me  aflegia: 
¡  O  nMldita  seas  Italia 
Causa  de  la  pena  mia! 
¿Qué  te  flse  reyna  Juana 
Que  rubaste  mi  alegría, 


El  tomaste  me  por  Qo 
Un  marido  que  tenia? 
Fe^iste  perder  el  frutto 
Que  de  mi  flor  altendia ; 
¡  O  madre  desconsolada 
Que  4ja  tal  parido  ania! 
Et  dio  me  por  marido  un  Gesa^ 
Quen  todo  el  mundo  non  cabla  : 
Animoso  de  coraie , 
Muy  sabio  con  valentía, 
Non  nasció  por  ser  regido 
Mas  por  regir  á  quien  regia. 
La  fortuna  ynbídiosa 
Que  ío  tanto  bien  tenia , 
Oírescióle  cosas  altas 
Que  magnánimo  seguía , 
Plasientes  á  su  deseo 
Ck)n  fechos  de  nombradía , 
Et  dióle  luego  nueua  empresa 
Del  realme  de  Se^ilia. 
Seguiendo  el  planeta  Mars, 
Dios  de  la  caualleria, 
Dexó  sus  reynos  et  tierras , 
Las  agenas  conquería 
Dejó  ¿  mi  ¡desventurada! 
Anuos  veynte  et  dos  ania , 
Dando  leys  en  Italia, 
Mandando  á  quien  mas  podía ; 
Soiusgando  con  su  poder 
A  quien  menos  lo  temía , 
En  Afríca  et  en  Italia 
Dos  reys  vencido  auía. 


COPLAS  DE  DISPARATES,  ARREGLADAS  k  LA  GLOSA  DE  ¡  OH  BBLERMA! 

{Cancionero  de  Ixar,  fol.  i38  vuelto.) 


El  conde  Partínuplés , 

Y  el  obispo  de  Zamora , 

Y  el  comendador  Artes , 
En  el  convento  de  Uclés 
Sirven  á  la  reina  mora ; 
Pero  la  Reina  está  enferma , 

Y  Don  Hernando  de  Andrada, 


Le  canta  por  que  se  duerma , 
« ¡  O  Belerma !  4  o  Belerma ! 
Por  mi  mal  fuiste  engendrada.» 

Los  muros  de  las  ciudades , 
En  la  provincia  de  Europa, 
Sin  temer  sus  libertades , 
Se  quejan  de  los  abades 


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ADICIONES   Y   NOTAS. 


511 


Sobre  el  partir  de  la  ropa; 
Resalta  pleito  de  alH 
Qoe-apelan  para  Granada , 
También  en  Valladolid , 
c  Siete  años  te  seryi 
Sin  alcanzar  de  ti  nada.» 
Ya  la  fama  se  estendia , 
€omo  los  tiempos  son  caros , 

Y  el  castillo  de  Bajia 
Con  toda  la  Berbería 
Está  por  el  conde  Claros, 

Y  al  dolor  de  las  encías 
Ningún  remedio  se  halla , 
Sino  el  son  de  Jeremías, 

c  Y  ahora  que  bien  me  querías 
Muero  yo  en  esta  batalla. » 

No  taé  discreto  en  morirse , 
Si  murió  de  mala  gana , 
Ni  monos  pudo  sufrirse 
Que  queden  sin  escribirse 
Los  amores  de  Oriaña 
Por  agrá  tuvo  su  suerte 
Un  rey  que  murió  en  Almaña , 

Y  dijo,  pues  pude  verte , 

«  No  me  pesa  de  mi  muerte , 
Aunque  temprano  me  llama.» 

La  gente  de  Yucatán 
Estaba  en  gran  agonía , 
Porque  ya  su  capitán 
Hizo  paz  con  el  Soldán , 
Por  arte  de  astrología ; 
El  caso  pares^e  fuerte, 

Y  un  solda4o  se  quejaba , 
Diciendo  de  aquesta  suerte , 
e  Mas  pésame  que  de  Terte 

Y  de  escribirte  lejana.» 
Don  Tristan  de  Leonis , 

Y  Lanzarote  de  Lago , 

Y  el  Consejo  de  Paris, 
Sacan  al  rey  Palamis , 
De  la  Tilla  de  Buytrago ; 
Porque  en  los  agrios  caminos 
Inmensa  gente  estropeaba ; 
Va  diciendo  h  sus  vecinos. 


«Montesinos,  Montesinos, 
Una  cosSi  te  ipogaba. » 
Los  condes  de  Carrion, 

Y  el  primer  Rey  de  los  godos. 
Movieron  tan  gran  cuestión. 
Que  vino  descomunión 
Sobre  los  médicos  todos ; 

Y  por  esto  es  muy  mas  cierto 
Que  me  absuelva  la  cruzada 
En  este  campo  desierto , 

«  Que  cuando  yo  fuere  muerto 

Y  el  alma  tendré  arrancada.» 
Tómanle  grandes  dolores , 

Y  no  lo  dice  á  persona , 
Vestido  de  tres  colores , 
Perdido  por  los  amores 
De  la  linda  Magalona; 

Y  con  esta  opilación, 
Toda  la  noche  cantaba 
La  glosa  de  esta  candon , 
«  Que  lleves  mi  corazón 
Adonde  Belerma  estaba. » 

Después  de  sabido  el  hecho , 
Ninguna  afrenta  le  queda ; 
Lastimada  va  en  el  pecho. 
Porque  no  halla  derecho 
Como  le  sobre  moneda. 
En  todo  estremo  se  pierde , 
Quien  su  caballo  sangraba^ 
Si  sale  tierno  del  verde, 
«Y  dile  que  se  le  acuerde 
De  Juan  Caramuótana. » 

El  Alcayde  de  Madrid, 

Y  un  jurado  de  Valencia , 
Tuvieron  una  gran  lid 
Porque  los  hijos  del  Cid , 
Murieron  de  pestilencia; 
La  marquesa  de  Aguilar 
Que  la  cosa  averiguaba. 
Mira  no  la  den  pesar, 

«Y  sírvela  en  mi  lugar 
Como  de  tí  se  esperaba, » 

También  después  de  cerradas 
Las  cortes  en  Cataluila , 


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512 


HISTORIA   DE   LA   LITERATURA   ESPAf90LA. 


Hubo  un  grandes  panadas , 
Qae  estaban  amotinadas 
Seis  banderas  en  Gasca&a ; 

Y  si  miráis  estas  guerras , 
Porque  sepáis  que  la  amaba 
Mandóle  doscientas  perras : 
«Idos  de  todas  mis  tierras 
Las  que  yo  señoreaba,  j» 

Los  armeros  de  Hilan , 

Y  las  moqjas  de  Ferrara,  . 
Sobre  la  falta  del  pan 
Recio  combate  davan 

Al  castillo  de  Almenara ; 
Vino  luego  un  mozo  ezquierdo 
Encima  una  yegua  baya  ^ 
Diciendo  como  hombre  cuerdo  : 
<  Que  pues  yo  á  ella  pierdo , 
Todo  el  bien  con  ella  vaya. » 
Fonseca  y  Don  Peroma^, 

Y  el  secretario  Vaguer, 
En  un  molde  de  cora^ 
Sacaron  toda  la  traQa 
Del  castillo  de  Belver ; 
FuérOn  tan  agros  los  Tinos 


Que  las  gentes  en  Vizcaya 
Gritaban  por  los  caminos  : 
«  Socorrexme ,  Montesinos , 
Que  el  corazón  me  desnáaya.» 
El  capiscol  de  Gandia , 

Y  el  conde  Fernán  González 
•  Pleiteaban  en  Ungría 

Sobre  la  negra  alcaldía 
Del  castillo  de  Canales ; 
Mataron  tanto  pescado 
De  dentro  de  una  privada , 
Que  dijo  un  hombre  barbado  : 
t  El  brazo  traigo  cansado 

Y  la  mano  del  espada.» 

Las  nuevas  están  calladas, 

Y  en  la  corte  hay  maravillas , 
Que  las  mujeres  preñadas 
Están  todas  concertadas. 
De  no  parir  sin  mantillas ; 
Una  de  ellas  muy  sabida , 
Siendo  ya  el  parto  llegado , 
Dijo  con  voz  dolorida  : 

«La  habla  tengo  perdida , 
Mucha  sangre  derramada.» 


(Ibid.,  fol.  335.) 


En  las  cortes  está  el  Rey, 
En  las  cortes  de  Monzón ; 
Con  él  están  caballeros , 
Todos  á  su  mandar  son  : 
Con  él  está  Ruduarte  *, 
H^o  de  Muía ,  y  Monzón , 
Y  su  primo  Supliciano , 
Que  es  hombre  harto  sinson* : 
Parece  galán  fiambre , 
Cerbato  con  contrición  : 
Allí  estaba  Pildoraque  >, 
Bien  preciado  en  sinrazón ; 
Parece  garbanzonero 


Herido  de  niguison ; 
Es  heredero  de  un  viejo  * 
Que  llaman  Don  Quintañón ; 
Aunque  en  los  años  es  viejo 
No  lo  es  en  la  intención ; 
Paréceme  músico  moro 
Hombre  que  vende  jabón ; 
Este  gobierna  un  deftinto* 
Que  murió  de  presunción ; 
Parece  zimio  aguilero 
Grifo  que  está  en  oración ; 
Lloranlé  los  parientes , 
Y  todos  con  gran  rrazon. 


1  D.  Joan  de  Granada, 
t  D.  Hernando  de  Rosas. 
3  D.  Gomes  Manrique. 


*  D.  Luis  de  la  Cerda. 

8  El  daque  de  Albarqaerqne. 


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AD1CI01«ES   T   NOTAS. 


513 


Llorábale  IK»  Pasnelo  « 
De  todo  sa  eomon, 
Gozqueale  en  an  biaroa 
Para  una  cierta  ynbencion. 
A  este  pide  por  marido 
Doña  Coneja  Rf  on  ^ ; 
Llorábale  Don  Baeso, 
Su  hijo  el  patagón*; 
Parece  oso  frisado 
T  a  por  nombre  Don  Prison. 
De  nn  primo  del  grifo 
Es  bien  qne  agamos  mención , 
Lo  qae  aqueste  nos  pares(^  ^ 
Nadie  lo  parezca,  non : 
Paresce  podenco  espeso 
Qne  rresponde  por  pachón, 
O  bend^o  derribado 
Qne  le  higo  Salamon. 
De  un  canal  lero  estrangero 
Es  bien  que  agamos  mención '", 
Paresce  tina'con  pollo 
Relleno  de  diagullon. 
De  este  es  muy  grant  anJgo 
Un  barbato  trasquilón. 
Paresce  Santiago  ru^io  ** 
Que  está  hazíendo  sermón. 
A  un  lirayle  hallo  noirldo  " 
Santo  y  de  buena  intención 
Que  á  los  tales  como  este 
Engaña  con  su  blasón; 
Deste  se  muestra  muy  amigo 
Don  Gudufire  de  Vullon  **, 
Y  hasia  esta  amistad 
Por  le  eredar  el  bastón : 
Es  unmonstruo  retumbante 
Puesto  en  calcas  y  un  jubón , 


Panadero  de  el  de  ante 

Y  sus  pasos  de  anadón. 
No  se  nos  cae  en  olnido 
Esa  espantable  visión. 
Dromedario  con  albarda  ** 
Que  la  viste  per  Jubón ; 

Y  aunque  es  muy  largo  de  cueiipo 
Es  muy  corto  de  razón. 

Alli  estaua  un  culebro  bayo, 
Alcaraban  con  sanción  *', 
Siempre  mas  confiado 
Que  todos  quantos  le  son  ; 
Parece  galán  de  p^ja 
De  buena  disposición. 
Otro  relumbra  en  la  corte 
.  Que  se  llama  Morejon, 
Tono  de  ciego  que  tañe  <* 
La  oración  de  San  León. 
Si  la  prima  se  quiebra , 
Guárdenos  Dios  de  tal  son ; 
Mas  mata  con  su  quixada 
Que  con  la  suya  Sansón , 
Sastre  que  con  malas  tyeras 
Está  cortando  un  sayón  *' 
Para  vestir  su  cuñado 
En  las  vistas  de  León  ^. 
Parece  Marta  gallega 
Con  perfiles  de  lirón , 
O  conejero  sedeño 
Que  se  llama  regañón. 
No  se  nos  quede  en  olbldo 
Ese  un  liando  fürfon  **, 
Parece  mastin  iMroMtjo, 
Tanbien  parece  cabrón ;    • 
Muchos  le  tienen  por  brano, 
Mas  el  que  lo  conoze  non ; 


«    D.  Diego  de  la  Cueva. 

^   D."  Marta  de  Cárdenas. 

«   El  marqués  de  Coetlar. 

•   D.  Ñafio  de  la  Coen. 

*o  D.  Franciseo  de  Este. 

II  El  Comendador  mayor  de  Alcántara. 

K  D.  Francisco  de  Benavldes. 


<«  Gatierre  Lopeí  de  Padilla. 
iA  D.  Miguel  de  Velasco. 
«B  D.  LuU  de  (¡ifliga. 
*^  Don  Sancho  de  Cardona. 
17  D.  Hernando  deMendou. 
<s  D.  Alonso  Manrique. 
«B  El  adeUatado  de  ttalicU. 


T,   I. 


33 


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514  HISTORU  DE   LA   LITIHIATURA   BSPANOLA. 

Sino  digilo  sa  bennano »  Porque  biso  ani  traycion. 

Ese  peladillo  hurón**.  De  otros  machos  canalleros 

Galguillo  que  le  ahorcaron  Se  ños  qaeda  entre  renglón. 

Mr.  Dozy,  en  sus  Reeherehet  mr  thisUnre  polüique  et  litU- 
raire  de  fE^pagne  pendant  le  mayen  age  (Leyde ,  1849,  S.^"), 
obra  bajo  todos  conceptos  apreciabilisima,  y  que  hemos  leido 
con  el  mayor  interés ,  á  pesar  de  que  en  algunos  puntos  di- 
sentimos de  su  autor,  trata  detenidamente  la  cuestión  de  ú  la 
poesia  arábiga  ha  influido  de  alguna  manera  en  la  nacional ; 
y  la  resuelve  de  una  manera,  á  nuestro  modo  de  ver,  de- 
masiado absoluta ,  diciendo  que  la  poesia  de  los  árabes  es- 
pañoles, como  la  de  sus  hermanos  de  Oriente,  era  artística, 
aristocrática  y  del  género  Unco ,  sumamente  artificiosa  y 
oscura,  y  por  lo  tanto  ininteligible  para  el  pueblo.  Hasta 
aquí  estamos  acordes  con  el  autor;  pero  creemos,  aunque  él 
lo  niegue,  que  los  árabes  españoles  tenian  también  su  poesia 
vulgar  al  alcanzo  de  las  masas  del  pueblo ,  y  que  esta  poesía 
produjo  cantares,  cuyo  carácter  y  asunto  tuvo  ciertos  puntos 
de  contacto  con  la  poesia  vulgar  española ,  atendida  la  dife- 
rencia de  origen,  religión  y  costumbres.  Sin  ir  más  lejos,  el 
arcipreste  de  Hita  trata  largamente  en  sus  poesías  de  clos 
>  instrumentos  en  que  non  convienen  los  cantares  de  arábigo  > 
(n.""  1487),  y  cita  uno  que  empezaba :  Cagüil  hallaco;  también 
dice  que  c  arábigo  non  quiere  la  biuela  de  arco  > ,  y  que  cel 
•albogue,  la  mandurria,  el  caramillo  y  la  zampona  non  se  pa* 
>gan  de  arábigo ,  quanto  dellos  Boloña. »  En  el  Cancionero 
que  Juan  Alfonso  de  Baena  compiló  para  solaz  y  recreo  del 
rey  D.  Juan  H,  y  verá  la  luz  pública  dentro  de  breves  dias,  se 
nombra  á  un  poeta  llamado  Garci  Fernandez  de  Gerena ,  el 
cual  casó  con  una  cjuglaresa  mora»  por  creerla  muy  rica. 
Argote  de  Molina,  en  su  Discurso  de  la  poesia  castellana,  im- 
preso al  fin  del  Conde  Lucanor,  de  D.  Juan  Manuel  (Madrid, 
1642,  4.''),  copia,  al  fol.  130  vuelto,  como  muestra  del  verso 
arábigo ,  un  cantar  lastimero  que  asegura  haber  oido  á  los 

^  D.  Joan  de  Mendoza. 


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ADiaONES  Y  NOTAS.  315 

Moñacos  del  reino  de  Granada»  después  de  la  pérdida  de  di- 
cka  ciudad.  Por  último,  en  un  códice  muy  antíguo  de  la  Cró- 
nica gmeraU  qne  se  conserva  en  la  biblioteca  del  excelentí- 
simo Sr.  duque  de  Osuna»  se  halla  la  famosa  elegía  del  moro 
valenciano  que  tanto  da  que  hacer  al  Sr.  Dozy»  escrita  en 
arábigo»  aunque  con  caracteres  españoles.  Copiaremos  los 
dos  primeros  versos  de  ella»  reservándonos  para  más  ade- 
lante el  publicarla  integra»  con  su  correspondencia  en  carac- 
teres ar¿>igos»  para  esclarecimiento  de  cuestión  tan  debatida 
y  satisfiíccion  de  los  aficionados  á  esta  clase  de  literatura. 
Dicen  asi : 

Valensia  Váleosla  gabye  elic  qzera  qbiria  aut  fiha  hac  banta  manic  faymqn 
yetayn  pogdah  abaelepbe  nüede  yota  ageban  qiUbnlfnic  yeric. 

Baeym  ante  buen  ya  melbayr  Ihnaadaba^  unierícb  agebie  anby  amal  bey- 
naUkc  bebedi  malabaz  ma^roya  enebayge  fexq  aocarabem  el  muzlemiB 
babay  ex&co. 

El  Sr«  Dozy  nos  dirá  sin  duda  que  esta  poesia  artificiosa  y 
abundante  en  metáforas  no  pudo  nunca  ser  la  poesia  del  pu^ 
bio»  y  que  probablemente  el  al&qui  valenciano  á  quien  se 
atribuye »  no  la  recitó  desde  lo  alto  de  una  torre »  como  ase- 
gura el  autor  de  la  Crónica  general;  porque»  admitido  este 
supuesto»  caen  al  suelo  todos  sus  argumentos  en  contrario» 
pues  no  es  de  creer  que »  dirigiéndose  al  pueblo  en  ocasión 
tan  critica»  el  poeta  les  hablase  en  estilo  que  no  podian 
entender.  Apelaríamos  entonces  á  otras  razones»  como  son 
la  forma  y  carácter  de  las  endechas  publicadas  por  Argo- 
te»  y  que  el  Sr^  Dozy  convendrá  con  nosotros  están  escritas 
en  árabe  vulgar;  á  las  poesías  y  cantai*es  que  andan  aun  en 
boca  del  pueblo  en  Tánger»  Tetuan»  Arsila  y  otros  puntos  de 
la  costa  de  África»  alusivas  muchas  de  ellas  á  Córdoba  y  Gra- 
nada; á  testimonios  fe  hacientes  sacados  de  nuestras  anti- 
guas crónicas  y  cancioneros »  dtariamos  también  trozos  de 
poesia  arábiga  narrativa  que  no  conoció  el  Sr.  Dozy»  y  por 
último  Uamariamos  en  apoyo  de  nuestro  aserto»  á  saber»  cque 
>  los  árabes  españoles  tuvieron  una  poesia  popular» » la  diferen- 
cia de  hábitos  y  costumbres»  la  rel^acion  del  principio  reli- 


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516  HISTORIA   DE   LA   LITCRATUIU    ESPAÑOLA. 

gloso «  y  el  conlinoo  roce  con  los  cristianos,  qae  biao  de  los 
mmiimes  esps&oles  un  pudilo  may  diverso  del  que  estemos 
acustuBibrtdos  á  ver  y  juzgar  por  las  relaciones  de  los  árabes 
oriénteles* 

La  ñute  de  espacio  y  la  naturaleza  de  este  obra  nos  impi- 
den el  entrar  más  de  lleno  en  este  y  otras  cuestiones  en  que 
tenemos  el  sentimiento  de  no  poder  convenir  con  el  ilustre 
orientdiste  holandés.  Por  lo  demás,  creemos  con  nuestro  au- 
tor, y  con  el  Sr.  D.  Agustín  Duran,  cuyo  Ranumeero  acaba  de 
ver  la  luz  pública,  que  la  influencia  de  la  poesía  arábiga  en  la 
popular  castellana  no  fué  ni  directe  ni  tan  poderosa  como 
Conde  y  otros  han  asegurado. 

Cap.  VIH,  note  23,  p.  173.  —  Hemos  examinado  el  códice 
de  la  Biblioteca  Nacional,  en  que  se  halla  la  Crónica  general 
atribuida  á  D.  Juan  Manuel ,  y  leido  con  atención  el  capítulo 
que  trate  del  enterramiento  del  Cid ;  pero  nada  hemos  hallado 
en  él  que  justifique  la  conjetura  del  autor  :  dicho  capitulo, 
como  los  restantes,  no  es  más  que  un  breve  sumario  de  lo 
contenido  en  la  Crónica  general^  como  se  verá  por  el  si- 
guiente, que  copiamos  á  la  letra  :  c  Cap.  CLXV.  En  el  capi* 
-1  tulo  ciento  et  quarente  el  cinco  dize  que  el  cuerpo  del  Cid 

>  fué  enterrado ,  e  fincó  alli  Gilí  dias  a  faser  las  fiestes  de  sus 
» sennores  :  otrosí  dize  que  se  tornó  Xpiano  el  judio  que 

>  quisso  trauar  de  la  barua  del  Cid ;  e  ovo  nonbre  Diego  Gil  e 

>  fincó  alli  sirviendo  las  sepolturaa  del  Cid  et  de  Doña  Xi- 

>  mena.  > 

Hay  más  :  este  sumario  parece  no  ser  obra  del  mismo 
D.  Juan  Manuel ,  puesto  que  en  el  prólogo  ó  introducción  se 
lee  lo  siguiente :  «E  por  que  Don  Johan,  su  sobrino,  sse  pagó 

>  mucho  deste  su  obra  (la  Crónica  general  del  Rey  Don  Alon- 
1  so  X ,  su  tío)  e  por  la  saber  mejor ;  por  que  por  muchas  ra« 
> sones  non  podría  faser  tal  obra,  commo  el  Rey  fiso,  nin  el 
» su  entendimiento  non  ahondaría  á  retener  todas  las  esto- 
»ría8  que  son  en  las  dichas  crónicas,  por  ende  fiso  poner  en 
1  este  libro  en  pocas  razones ,  todos  los  grandes  fechos  que 

>  se  y  contienen.  Et  esto  fiso  él  porque  non  tono  por  aguisado 


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áMaONES   Y   NOTAS.  517 

».de  oooieiicar  tal  obra,  e  tan  compltda  commo  la  del  Roy  su 

•  tio,  antes  sacó  de  la  su  obra  conplida  una  obra  menor,  e 
»Dan  la  físo  sinon  para  ssi  en  que  leyesse,  etc.,  fol.  35.a 

El  .códice  de  la  Biblioteca  Nacional  es  un  tomo  en  folio,  de 
letra  de  fines  del  «glo  xv,  escrito  en  papel,  á  dos  6<dumnas , 
y  con  las  iniciales  de  vermellon.  Consta  de  i49  hojas,  y  está* 
marcado  F.  81.  En  la  misma  biblioteca,  F.  60,  se  conserva 
otro  códice,  intitulado  Crániea  general  de  España  y  por  el  in- 
fiftnte  D.  Juan  Hanuel ;  pero  examinado  su  contenido ,  se  ve 
no  ser  más  que  una  traducción  castellana  de  la  del  arzobispo 
D.  Rodrigo,  hecha  por  un  anónimo,  y  adicionada  hasta  el 
dk)1402. 

Cap.  IX,  nota  23,  p.  492.  —  Entre  las  obras  históricas  de 
Mosen  Diego  de  Valora,  la  mas  notable,  sin  duda  alguna,  es 
su  crónica  d^  Enrique  IV,  intitulada  Memorial  de  divenas 
bástanos j  la  cual  no  ha  visto  aun  la  luz  pública,  á  pesar  de  su 
importancia.  Es  una  historia  del  reinado  de  aquel  principe 
(1454-74^,  llena  de  anécdotas  curiosas  y  de  interesantes  de- 
talles que  en  vano  se  buscarán  en  las  obras  de  Falencia  y  ^e~ 
Castillo ;  y  en  Itf  que  el  autor  refiere  ademas  los  sucesos  nota- 
bles acaecidos  en  Europa  por  el  mismo  tiempo.  Dice  asi  en  el 
prólogo  :  f  Determiné,  pues,  escrevir  las  cossas  mas  dignas 
» de  memoria,  no  solamente  hechas  en  esta  Espafia,  mas  en 
» otras  partes  desde  el  año  mili  quatroeientos  e  cinquenta  y 

>  cuatro  años,  en  que  comentó  á  reynar  el  serenissimo  Prin- 

>  cipe  Don  Enrique  4.<*  de  este  nombre  en  Castilla  y  en  León, 

•  hasta  el  tiempo  presente ,  las  quales  como  quier  que  ele- 

•  gantemente  están  escritas  enlaschoronicas  de  España,  estas 
» son  tan  largas  y  tan  díficiles  de  aver,  que  mui  pocos  las  pue- 
» den  alcanzar  ni  leer;  por  eso  las  hazañas  y  virtuosas  obras 
» de  aquellos  que  las  hizieron  están  como  sepultadas  y  pues* 
» tas  en  olvido ,  y  ponerlas  en  luz  me  parece  ser  honesto  y 

•  provechoso  trabajo,  si  quiera  por  que  los  hazedores  de 

>  aquellas  y  los  descendientes  suyos  sean  acatados  con  la  re- 
» verencia,  y  honor  que  les  pertenece,  etc. »  Consta  de  258  ca- 
pítulos, y  está  escrita  con  sencillez  y  sin  pretensiones. 


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518  HISTORIA   DE  LA  LITERATURA   ESPAÜOLA. 

Cap.  x,  nota  i4 ,  p.  807. — D.  Rafael  Floranea  Robles ,  en 
k  Vida  y  obra»  MS.  del  Doet&r  Lorenzo  Gálindez  de  Carv^aU 
que  se  conserva  inédita  en  la  Biblioteca  de  la  Real  Academia 
de  la  Historia,  B.  17,  ítaíbaye  la  crónica  de  D.  Ahraro  de 
Lona  i  Alvar  Garda  de  Santa  Haria,  sin  más  razón,  qne  sepa- 
"taoos,  que  la  de  haber  visto  al  final  de  dicha  crónica,  y  entre 
los  cíiballeros  que  llevaban  el  acostamienta  del  Condestable, 
á  un  Alvaro  de  cCartagena»,  el  cual  filé  hijo  de  Pedro  de 
Cartagena ,  según  allí  mismo  se  expresa ,  y  sobrino  del  obispo 
de  Burgos  D.  Alonso  de  Cartagena.  El  Sr.  Ríos  hicurrió  en  el 
mismo  error,  sin  advertir  q«e  Alvaro  de  c  Santa  Maria»  y  Al- 
varo de  €  Cartagena» ,  tío  y  sobrino,  no  son  una  misma  per* 
sona.  (£stedioi  9obr$  losjndios,  p.  370.) 

Cap.  X,  nota  14,  p.  2t0.  —  En  efecto  hay,  como  el  autor 
sospecha,  otra  edición  anterior  de  dicha  cróriica  con  el  si- 
guiente titulo  :  Coroniea  llamada  tLas  dos  conquistas  del  rd- 
no  de  NápoUs%  donde  se  etientan  las  aUas  y  heróieas  virtudes 
del  serenissimo  principe  Rey  don  Alonso  de  Aragón ,  con  los 
hdbhos  y  hasumas  maravillosas  que  en  paz  y  en  guerra  hizo  el 
Gran  Capitán  Gonzalo  Hernández  de  Aguilary  de  Córdoba^ 
con  las  claras  y  notables  obras  de  los  capitanes  Don  Diego  de 
Mendoza^  y  don  Hugo  de  Cardona^  el  conde  Pedro  Navarro^ 
Diego  Garda  de  Paredes  y  de  otros  valerosos  capitanes  de  su 
tiempo.  Qaragoca  en  casa  de  Biiguel  papila,  mercader  de  fi- 
bros,  año  de  mdlix,  fol. ,  let.  gót. ,  á  dos  columnas,  t52  hojas 
y  seis  más  de  preliminares. — Tiene  grabado  en  la  portada  el 
escudo  de  armas  de  los  Córdobas,  y  ademas  tres  retratos  del 
Gran  Capitán :  uno  á  la  vuelta  de  la  primera  hoja ,  otro  al  fin 
•  de  la  introducción ,  y  el  tercero  al  principio  del  libro  ii ,  que 
,  es  donde  verdaderamente  empieza  la  crónica  de  Gonzalo  de 
Córdoba.  La  licencia  para  imprimir  es  del  año  1554,  y  por  lo 
tanto  pudiera  no  ser  esta  la  primera  edición  :  reimprimióse 
después  en  Sevilla,  1682,  foUo,  y  en  Alcalá,  1584,  folio. 

Lo  más  notable  de  esta  edición  de  la  Crónica  es  el  atr3)uir- 
se,  aunque  sin  razón  alguna,  á  Heman,Perez  del  Pulgar,  pues 
al  principio  de  la  cintroduccion  y  argumento  de  la  obra»  y 


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ADICIONBS   Y   NOTAS.  519 

después  del  titulo»  se  lee  lo  siguiente  :  cEscripta  á  pedamos 
1  como  acaes^ieron  por  Hernando  Pérez  del  Pulgar,  señor  del 
1  Salar ; »  lo  cual  probaria  que  IQguel  papila,  á  fin  de  autorizar 
el  libro  y  darle  mejor  salida,  tuvo  por  conveniente  ponerle  el 
nombre  de  aquel  caballero.  Por  lo  demás ,  esta  edición  va  en 
todo  conforme  con  las  posteriores  de  Sevilla  y  de  Alcalá ,  con 
la  sola  diferencia  del  titulo ,  que  ya  en  estas  es  simplemente 
el  de  Cráfiica  del  Gran  Capitán,  y  de  que  la  última  de  ellas 
tiene  añadida  al  fin  la  c  Relación  de  los  hechos  de  Diego 
García  de  Paredes^ . 

Cap.  X ,  nota  34,  p.  322.  —  De  la  Cránica  de  Dan  Rodrigo^ 
ademas  de  las  ediciones  de  Sevilla,  1511 ,  Valladolid,  1627, 
Toledo,  1549,  y  Alcalá  de  Henares,  1587,  citadas  por  Bru- 
net,  hay  una  de  Sevilla,  1527,  también  en  folio,  lo  cual  pro- 
baria hasta  cierto  punto  la  gran  popularidad  de  que  gozó  este 
libro ,  puesto  que  en  un  mismo  año  se  imprimía  en  dos  pun- 
tos diferentes  de  la  Península.  El  titulo  de  esta  edición  poco 
conocida ,  es  :  La  crónica  del  Rey  don  Rodrigo  con  la  de^ruy- 
don  de  España  ^  y  la  lamina  del  frontispicio  representa  á 
D.  Rodrigo,  sentado  en  su  trono,  con  una  espada  desnuda  en 
la  mano  derecha  y  un  globo  en  la  izquierda ;  á  sus  dos  la- 
dos están  dos  obispos  mitrados,  en  pié.  Es  muy  superior  á  la 
de  Valladolid ,  y  tiene  103  hojas,  sin  contar  las  ocho  de  tabla 
que  están  al  fin. 

En  cuanto  á  su  verdadero  autor,  solo  sabemos  lo  que  dice 
Fernán  Pérez  de  Guzman  en  el  prólogo  á  sus  Claros  varones^ 
el  cual  la  atribuye  á  un  tal  Pedro  del  Corral ,  y  la  intitula  Cró^ 
nica  sarracina,  añadiendo  que  se  puede  más  bien  llamar 
i  trufa  ó  mentira  paladinai .  Bernabé  Moreno  de  Vargas,  en  su 
Historia  de  la  Ciudad  de  Herida^  lib.  i,  p.  13,  después  de 
citar  un  gran  trozo  de  la  Crónica,  advierte  :  cesto  es  lo  que 
>díze  aquella  coronica,  cuyo  autor  fué  Pedro  del  Corral,  y 
>  aunque  algunos  no  la  tienen  por  verdadera,  en  muchas  co- 
vsas  lo  es.»  El  autor,  quien  quiera  que  sea,  tomó  mucho  de 
Ar-Rázi  ó  el  moro  Rasis,  como  le  llaman  los  nuestros;  y  so- 
bre todo  la  parte  relativa  á  la  conquista  de  Córdoba. 


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S20  HISTORIA   W  LA   UTERATtJRA  E^AÜOLA. 

En  un  índice  antiguo  de  la  libreria  del  Conde-<iaque  de 
OUvtt^et  ballamot  citada  um  edicioa  da  esta  obra,  becha  en 
Sevilla,  en  1402. 

Gap.  XI»  nota  4,  p.  229. -*Sn  la  Biblioteoa  Colombina,  de 
Sevilla,  se  conaerva  un  eddice  en  vitela,  de  letra  del  siglo  xnr, 
en  el  cual  se  brila  lA  Román  de  Brulm^  de  Maístre  Wace.  En 
una  nota  de  letra  de  D.  Fernando  Colon,  que  está  al  fin,  se 
lee  lo  siguiente  :  tEsie  libro  costó  36  qaatrines  en  MUan, 
tiSl  de  enero  de  U(21,  y  el  d|tcado  de  oro  vale  440  quatri- 
» nes.  1  Esta  obra  se  imprimió  por  primera  vei  en  París,  1543, 
con  el  titulo  de  l£  firul  éTAngüterre  ou  Artus  de  Bretagne^  y 
después  en  Rouen,  1836.  Le  B<mum  dir  íRou,  Rouen,  1827, 
2  Tol.  8/,  es  obra  del  mismo  autor. 

Cap.  XI,  nota  24,  p.  248. — Hemos  extra&ado  cómo  el  au-^ 
tor^  al  tratar  del  Amádis^  no  se  bace  cargo  de  una  cuestión 
<pie  á  juicio  nuestro  es  muy  importante,  i  saber  :  qué  parte 
tuvo  Garci  Ordonez  de  Montalvo  en  la  confección  del  «cuar- 
to » libro.  El  mismo  nos  dice  en  el  prólogo, « que  en  su  tiempo 
«solo  se  conozian  tres  libros  del  Amadis  y  que  él  afiadió, 
» trasladó  y  enmendó  el  quarto».  Esto  de  «añadir,  trasla- 
dar y  enmendar» ,  parece  envolver  contradicción,  y  sin  em- 
bargo hay  razones  muy  poderosas  para  creer  que  el  «cuarto» 
libre  Ceé  añadido  posteriormente  á  la  obra,  ya  que  no  por  el 
mismo  Montalvo ,  al  menos  por  algún  escritor  cuyos  origina- 
les vinieron  á  caer  en  manos  de  aqueL  Prescindiendo  del  ca- 
rácter y  asunto  del  «cuarto»  libro,  que  á  nuestro  modo  de 
▼er  es  muy  diverso  del  de  los  tres  primeros ,  puesto  que  en 
él  se  pinta  á  Amadis  más  bien  como  rey  sabio  gobernando 
con  justicia  sus  estados  y  recibiendo  embajadas  de  otros  re- 
yes, que  como  caballero  andante;  hay  en  el  Cancionero  de 
Juan  Alfonso  de  Baena  un  pasaje  del  cual  resulta  que  el  Ama- 
di$  en  un  principio  constaba  solo  de  ctres»  libros. 

En  un  decir  de  Pero  Ferrus,  dirigido  al  canciller  Pero  Ló- 
pez de  Ayala,  reprendiéndole  porque  no  habita  en  Vizcaya, 
se  hallan  las  siguientes  estrofas  : 

Rey  Artnr  é  Don  Galas ,  Don  Langarote  é  Tristaa ; 


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AmClONBS   Y   NOTAS.  52Í 

Caska  Ma^o ,  Don  RroldtD ,  Las  lluvias  é  las  fent^seas 

Otros  mujr  nobles  asas ,  Nunca  las  Calló  aryscas 

Por  las  tales  asperezas  Por  leal  ser  é  famosso  : 

Non  menguaron  sus  proezas  Sus  proesas  fallaredes 

Según  en  los  lybros  yas.  En  « tres  » libros  é  dyredes 

Aaiadysi  el  muy  fémoso ,  Que  le  Dyos  dé  santo  poso. 

Sin  contar^  poes,  las  firecaentes  alusiones  al  libro  de  Amaáis 
beohas  en  el  citado  Cancimero  de  Baena^  por  Pero  López  de 
A]faia,  Fr.  Mígael ,  Miceí*  Franqjicd  Imperial  y  otros  poetas 
que  florecieron  á  fines  del  siglo  xiv,  alasiones  hechas  de  tal 
manera  9  que  no  dejan  duda  de  que  dicho  libro  era  ya  muy 
conocido  en  España  en  aquella  época,  tenemos  el  testimonio 
de  un  autor  que  declara  no  tenia  á  la  sazón  más  que  ctres»  li- 
bros, y  por  lo  tanto  es  descreer  que  el  €  cuarto»  fué  aikadido 
posteriormente.  Hay  que  advertir  que  Pero  Ferrus  es  quizá 
uno  de  los  poetas  más  antiguos  citados  en  el  expresado  Can- 
cionero :  no  solamente  composo  en  1379  un  decir  á  la  muerte 
de  D.  Enrique  el  Viqo ,  sind  que  Alfonso  Alvarez  de  ViUasan- 
dino ,  que  se  supone  nació  hacía  1340 ,  habla  de  él  en  una  de 
sus  composiciones,  como  de  un  trovador  que  le  precedió  en 
el  noble  arte  de  la  poesía,  ó  al  menos  que  había  ya  muerto 
años  antes.  Dice  asi : 

Por  TOS  non  dirán  de  los  esleydos 
De  casa  del  Rey  Ban  de  Magus 
.    t  E  ya  en  su  tiempo  Pero  Ferrus  » 
Fizo  dezires  mucho  mas  polidos. 

Sin  que  nosotros  pretendamos  en  lo  más  minimo  poner  en 
duda  el  hecho  generalmente  admitido  de  que  el  Ámadis  se 
escribió  primero  en  portugués  y  es  obra  de  Vasco  de  Lobei- 
ra,  se  nos  permitirá  quizá  hacer  una  reflexión.  Pero  Ferrus 
vívia,  según  hemos  visto,  en  tiempo  de  Enrique  II,  á  cuya 
muerte ,  en  1379 ,  compuso  un  c  deziri ;  y  se  halla  aludido  por 
ViUasandino  de  tal  manera,  que  nos  hace  presumir  floreció 
antes  que  él.  Ahora  bten  :  Vasco  de  Lobeira,  en  el  cap.  40 
del  primer  libro  dehAmadis,  dice  que  el  infante  D.  Alfonso 


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522  HISTORIA  DE   LA   LITERATURA   ESPAfiOLA. 

de  Portugal,  habiendo  piedad  de  Oriana,  le  mandó  poner  su 
historia  cde  otraguissa» ;  y  como  dicho  infante  no  nadó  hasta 
elaño  de  1370,  no  puede  racionalmente  suponerse  que  diese 
semejante  orden «  ¿  lo  menos  hasta  los  diez  y  seis  años,  en 
4386,  época  en  que  ya  hallamos,  según  arriba  dijimos,  fire- 
caentes  alusiones  al  libro  de  AmadiSf  dado  caso  que  no  ad- 
mitamos la  cita  de  Pero  Ferrus  como  anterior  al  dicho  año 
de  1370.  Cuestión  es  esta  que  merecería  más  tiempo  y  espacio 
del  que  nosotros  podemos  dedicar  árella;  pero  de  todos  mo- 
dos queda  probado :  4.^  que  el  Amadi$  no  tuvo  en  su  principio 
más  que  ctres»  libros;  2.®  que  el  c cuarto»  fué  añadido  pos- 
teriormente; 3/  que  ya  en  1379  eran  conocidos  los  tres  pri- 
meros en  España,  y  citados  á  menudo  por  poetas  de  aquella 
edad;  4.^  que  según  todas  las  prohabilidades  Montalvo  reu- 
nió los  tres  libros  de  Vasco  de  Lobeira  y  el  c cuarto»  de  autor 
desconocido,  y  los  trasladó  al  castellano,  formando  un  cuerpo 
de  obra  y  c corrigiendo,  como  él  dice,  de  los  antiguos  origi- 
» nales,  quitando  muchas  palabras' superfinas  y  poniendo  otras 
» de  mas  polido  y  elegante  estilo» .  Solo  de  esta  manera  pue- 
den conciliarse  aquellas  tres  palabras  c añadir,  trasladar  y  en- 
mendar» . 

Cap.  XI,  p.  245.  — Leandro  el  Bel.  Equivócanse  los  que 
cuentan  este  libro  de  caballerías  en  la  serie  de  los  Amadises, 
siendo  asi  que  no  es  más  que  una  continuación,  ó  sea  segunda 
parte  del  Lepolemo^  por  otro  nombre  el  caballero  de  la  Cruz, 
como  se  verá  más  adelante  cuando  de  él  tratemos. 

Cap.  XII,  nota  2,  p.  253.  —  Tenemos  á  la  vista  una  edición 
del  Caballero  de  la  Crm^  poco  conocida.  Es  en  folio,  let.  got., 
impreso  á  dos  columnas,  sin  fecha.  La  portada  representa  ai 
Caballero  de  la  Cruz,  armado  de  punta  en  blanco,  con  una  es- 
pada en  la  mano.  Debajo  se  lee ,  en  letras  encamadas  y  ne^ 
»gras  :  c  Libro  del  invencible  cauallero  Lepolemo,  hijo  del 
» emperador  de  Alemana  y  de  los  hechos  que  hizo  llamándose 
» el  cauallero  de  la  Cruz.»  Tiene  101  hojas,  y  una  de  colophon, 
en  el  que  se  lee :  •  Impreso  en  Sevilla,  en  casa  de  Francisca 
» Pérez ,  impresor  de  libros. »  • 


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ADICIONES  Y   NOTAS.  523 

Gomo  conthiaaeion  del  LepoUmOy  hay  la  historia  de  Lean" 
dro  el  Bel  intitalada :  t libro  segundo  del  esfor^do  cauallero 
» de  la  Gnu  Lepolemo,  principe  de  Alemania,  que  trata  de  los 
» grandes  hechos  en  armas  del  alto  principe  y  temido  canallero 
» Leandro,  el  Bel  su  hijo.  Y  del  valiente  cauaUero  Fioramor,  su 

>  hermano.  Y  de  los  maravillosos  amores  que  tuvieron  con  la 

•  hermosa  princesa  Gupidea  de  Constantinopla,  y  de  las  pe* 
» ligrosas  batallas  que  no  conociéndose  uvieron  y  de  las  ex- 
» trañas  aventuras  y  marauillosos  encantamientos  que  andando 
>por  el  mundo  acabaron.  Junto  con  el  fin  que  sus  extraños 
» amores  uvieron.  Según  que  lo  compuso  el  sabio  rey  Artido- 

>  ro  en  lengua  griega,  let.  got.  á  2  column.,  118  hojas.»  Al  fin 
dice :  €  Al  onor  y  gloria  de  Dios  y  de  su  bendita  madre  santa 
»Maria.  Fué  impresa  la  presente  hystoria,  llamada  Libro  se- 
» gundo  del  cauallero  de  la  Crus.  En  la  muy  noble  y  muy  leal 

>  ciudad  de  Toledo.  En  casa  de  Miguel  Ferrer,  impressor  de 
» libros.  Acabóse  á  diez  y  nueve  dias  del  mes  de  mayo.  Año 

»  de  MDLXIU.» 

Cap.  xu,  nota  3,  p.  256.  —  El  rey  Arlas  ó  mas  bien  La 
historia  de  los  nobles  eauálleros^  Oliveros  de  Castilla  y  Artus  de 
Algarve.  Tenemos  á  la  vista  un  ejemplar  de  dicho  libro,  im- 
preso en  Burgos  en  1499,  edición  que  no  vio  Méndez.  Es  en 
folio,  con  figuras  grabadas  en  madera,  y  al  fin  de  él  se  lee  : 
c  A  loor  e  alaban^  dé  nuestro  redemptor  Jesu  Christo  e  de 

•  >  la  bendita  virgen  nuestra  señora  sancta  Maria :  fué  acabada 

>  la  presente  obra  en  la  muy  noble  é  leal  cibdad  de  Burgos, 
»á  XXV  dias  del  mes  de  mayo,  año  de  nuestra  redemf^cion, 
»mil  ccccxcix.  Let.  got.,  á dos  columnas.»  Ademas  de  las 
ediciones  de  este  libro  que  cita  Brunet  de  1801  y  1604,  hay 
una  de  Sevilla,  1510,  por  18001)0  Gromberger,  alemán,  á  xx 
dias  de  noviembre,  folio,  letra  de  tórtis,  i  dos  columnas, 
sin  foliación ,  54  hojas.  Las  figuras  son  diferentes  de  las  de 
la  edición  de  1489.  En  las  primeras  ediciones  se  expresa  que 
la  obra  fué  traducida  del  latin  al  firances  por  Felipe  Camus, 
licenciado  tn  utroque;  pero  en  las  del  siglo  xvni  y  posterio- 
res se  atribuye  ¿  un  tal  Pedro  de  la  Floresta. 


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524  HISTORIA  DB  LA   LITBRATIIRA   ESPAfiOLA. 

Del  libro  iotitulado  La  MUoria  de  la  iinia  Magakmay  l^a 
del  rey  de  Ñapóles,  y  del  muif  esforzado  caoeílero  Fierres  de 
Prmíen^y  hemos  visto  ana  edición  no  citada  por  Branet. 
Es  de  Sevilla «  en  4.''  por  Jacobo  Cromberger*  alemán»  año 
de  MDXUL,  leL  got*»  30  hojas,  sin  foliatura. 

Gap.  XII,  nota  4,  p.  256.  —  En  el  prólogo  ¿  la  curiosisima 
edición  de  La  UsUnia  de  CarUmagno,  ^echa  en  Alcalá  por 
Sebastian  Martínez,  año  de  1570,  que  tenemos  ¿  la  vista,  se 
lee  lo  siguiente  : 

c  Assi  como  «nt  escríptnn  que  á  venido  i  mi  noCica  eo  lengoa  francesa^ 
no  menos  apacible  que  provechosa,  que  babla  de  las  grandes  Tirtiides  y  ha- 
zañas de  Garlomagno,  emperador  de  Roma  y  rey  de  Francia,  y  de  sus  ca- 
ualleros  y  varones  como  Roldan  y  Oliveros,  y  los  otros  pares  de  Francia 
dignos  de  loable  memoria,  por  las  crueles  guerras  que  hicieron  á  los  in- 
leles,  y  por  los  grandes  trabajos  que  por  ensal^  la  fé  católica  resclbieron. 
Y  siendo  cierto  que  en  la  lengua  castellana  no  ay  escritura  que  de  ello  faga 
mención,  sino  tan  solamente  de  la  muerte  De  los  doce  Pares  que  fué  en 
Roncesvalles,  parescióme  justa  y  provechosa  cosa  que  la  dicha  escriptura 
y  los  tan  notables  hechos  fuessen  notorios  en  estas  partes  de  Espafia,  como 
Ion  mam'fiestos  en  otros  reinos.  Por  ende ,  yo,  Nicolás  de  Piamonte,  pro- 
pongo da  trasladar  la  dicha  escriptura  de  lenguaje  firances  en  romance  cas- 
tellano, sin  discrepar,  ni  añadir,  ni  quitar  cosa  alguna  de  la  escriptura 
fhincesa.  Y  es  dividida  la  obra  en  tres  libros:  el  primero  habla  del  princi- 
pio de  Francia,  de  quien  le  quedó  el  nombre ,  y  del  primer  rey  cristiano 
que  uvo  en  Francia :  y  descendió  hasta  el  rey  Carlomagno,  que  después 
fué  Emperador  de  Roma  :  y  fué  trasladado  de  latin  en  lengua  francesa.  El 
segundo  habla  de  la  cruda  batalla  que  uvo  el  conde  Oliveros  con  Fierabrás, . 
rey  de  Alexandría,  h^o  del  gran  Almirante  Balan  y  este  está  en  metro  fran- 
cés miyr  bien  trovado.  El  tercero  bahía  de  algunas  obras  meritorias  que 
Mko  Carlomagno :  y  finalmente  de  la  traición  de  Galalon,  y  de  la  muerte  de 
los  do^  pares,  y  fueron  sacados  estos  libros  de  un  libro  bien  aprobado, 
llamado  Espejo  historial, 

Gap.  xn,  nota  9,  p.  257.  —  A  nuestro  modo  de  ver  no  cabe 
duda  alguna  de  que  Hieronim  Sentpere ,  Sempere  ó  Samper 
(pues  su  nombre  se  halla  escrito  con  variedad)  y  Hierónimo 
de  San  Pedro  sean  una  misma  persona,  y  que  el  autor  de  la 
Cf^aUeria  celestial  lo  sea  también  del  extenso  poema  intitu- 
lado la  Carolea.  En  el  certamen  poético  celebrado  en  Valen- 


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ADlCMmES  T   NOTAS.  525 

cía,  en  iS33,  en  la  iglesia  parroquial  de  Santa  Catalina  már- 
tir, é  impreso  en  dicho  afio  por  Francisco  Diaz  Romano ,  4.'', 
aparece  un  Jhronim  Sentpere,  mercader  de  Valencia,  á  cuyas 
instancias  se  debió  la  celebraron  de  dicho  acto,  siendo  des- 
pués uno  de  los  tres  arbitros  ó  jueces  nombrados  para  la 
distribución  de  los  premios. 

La  Caroleay  que  se  imprimió  también  en  Valencia  (Juan  Ar- 
cos, 1860,  8.^),  tiene  al  principio,  entre  otras  composiciones 
poéticas  en  alabanza  de  su  autor,  una  oda  latina  y  un  soneto 
de  Miguel  Jerónimo  Oliver,  y  en  la  segunda  parte  de  la  Caua^ 
lima  eeksHal^  impresa  en  Valencia  por  Joan  de  Mey  Flandro« 
año  de  mbliii,  en  folio,  se  halla  también  un  duodecasíichon  del 
mismo  Miguel  Jerónimo  Oliver,  en  alabanza  de  la  obra  y  de 
su  autor.  En  la  segunda  parte  del  Arte  de  escribir^  de  Pedro 
de  Madariaga,  impresa  en  Valencia  en  1S61 ,  se  lee  un  so- 
neto de  Jerónimo  Sempere ;  asi  como  en  la  traducción  cas- 
tellana del  Au9ia$  Marcha  hecha  por  Jorge  de  Montemayor 
(Madrid  1879,.8.'')  y  en  la  Diana  enamorada  del  mismo,  donde 
se  le  llama  Sampere ;  todo  lo  cual  nos  persuade  á  que  el  autor 
de  la  farolea  y  el  de  la  Caualleria  celestial  son  una  misma 
|)ersona. 

Cap.  xui,  nota  24,  p.  284.— La  Tragedia  PoUeiana  es  obra 
del  bachiller  Sebastian  Fernandez,  quien  puso  su  nombre 
en  los  siguientes  acrósticos  : 


ni  falso  Cupido,  por  quien  padescemos 
litigios  y  enojos ,  que  non  sé  deiillos , 
amrlando,  burlando,  nos  echa  sus  grillos 
>donde  metidos  salir  no  podremos, 
captivos  subjectos,  sus  grandes  extremos 
sumí  lian,  é  balen  el  seso  é  razón , 
n  quando  amor  finge  soltar  la  prisión , 
r«  pena  es  tan  dulce  que  mas  la  queremos, 
tros  casos  Callaces  que  amor  urde  é  trama , 
costando  el  amante  ya  puesto  en  cadena ; 
soevueltas  que  causa ,  passiones  que  ordena, 
cpospeebas ,  recelos  que  pone  en  la  dama , 
ncttpsan  la  vida,  y  enturbian  la  foma 


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526  HISTORIA   DB   LA  UTBRATURA  BSPAfiOU. 

aforrando  lo  illnstre  con  vicios  may  feos , 
>baten ,  allanan  los  altos  desseos , 
a>i  amor  da  nn  descanso,  mil  cuentos  derrama. 
Han  gran  negligencia,  tan  cierta  locara , 
^uzgad  si  meres^e  castigo  menor , 
>ndando  el  mnndano,  siguiendo  el  amor, 
2d  espera  sossiego  ni  aun  hora  segara  : 
•qalles^e  en  la  casa  de  amor ,  la  cordura  : 
nstá  transformada  memoria  en  ololdo, 
soazon  no  pares^  y  ausenta  el  sentido , 
zotad  amadores  que  es  Tuestra  holgura. 
>-ndays  tras  un  viento  de  amor  acossados , 
aü  el  alma  descanssa  ni  el  cuerpo  reppsa : 
oezis  que  es  amor  y  es  muerte  rauiosa , 
nstays  ya  mortales  con  gustos  dafiados , 
Melosos ,  del  cielo  dexad  los  pecados 
Y  en  solo  buscarle  poned  la  memoria , 
Porque  si  aveys  del  mundo  victoria 
De  gloria  é  honor  sereys  coronados. 

Este  libro  tan  raro,  que  solo  hemos  logrado  ver  un  ejem- 
plar de  él,  tiene  por  titulo :  Tragedia  Policiana|  en  la  qual  $e 
trocían  los  muy  desgraeiados  amore$  de  Policiaoo  e  Pbilomena, 
exeeutadoi  por  industria  de  la  diabólica  vi^a  Glaudina,  madre 
de  Parmeno  y  maestra  de  Celestina.  Hay  debajo  un  grabadd 
en  madera  que  representa  á  Policiano  y  Philomena*  A  la 
vuelta  está  el  prólogo,  en  que  el  autor,  exponiendo  las  ra- 
zones que  le  movieron  á  escribir  la  obra,  dice  :  «Pues  en  el 

•  processo  de  mi  scriptura,  no  solamente  he  huydo  toda  pa- 

>  labra  torpe ;  pero  aun  hf  evitado  las  razones  que  puedan  en- 

>  gendrar  desonesta  ymaginacion,  porque  ni  mi  condición  ja- 
lmas se  agradó  de  coUoquios  suzios,  ni  aun  mi  profession  de 
» tratos  dissolutos.» 

Al  fin :  «Acabóse  esta  tragedia  Polidana,  á  xx  dias  del  mes 

•  de  Noviembre,  i  costa  de  Diego  López,  librero,  vezino  de 

>  Toledo ,  año  de  nuestra  redención  de  mili  é  qijunientos  et 
»quarenta  y  siete  años.  4.*,  letra  de  Tórtis,  80  hojas.» 

A  pesar  de  las  protestaciones  del  autor,  la  tragedia,  que  es 
en  prosa  y  consta  ée  veinte  y  nueve  «actos» ,  ó  por  mejor  de- 
cir, «escenas , » pertenece  al  género  de  las  Celestinas,  y  puede 


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ADICIONES  Y   NOTAS.  827 

correr  parejas  con  cualquiera  de  ellas  en  punto  á  obscenidad 
y  grosería.  Policiano,  caballero  de  ilustre  cuna  y  vecino  de  Se- 
villa, habiendo  acaso  visto  ^n  una  huerta  á  Philomena,hija  de 
llieophilon  y  de  Florinarda,  queda  prendado  de  eUa,  y  vuelve 
á  su  casa  dando  voces  y<gemidos  por  el  dolor  que  le  ha  Cau- 
sado su  vista  :  llama  á  Solino ,  su  criado ,  y  consulta  con  él 
los  medios  de  ver  á  Philomena,  y  él  le  aconseja  que  escriba 
una  carta.  Después  de  varios  incidentes,  en  que  intervienen 
Salucio,  compañero  de  Solino,  y  dos  rameras  llamadas  Cor- 
nelia y  Orosia ,  con  sus  correspondientes  rufianes  Pisarro  y 
Palermo ,  la  carta  de  Policiano  es  entregada  por  Silvanico, 
su  paje,  á  Dorotea,  doncella  de  Pbilomena,  la  cual,  cono- 
ciendo la  honestidad  y  severos  principios  de  su  señora,  se 
vale  del  aibitrío  de  poner  la  carta  de  Policiano  dentro  de  un 
libro  en  que  aquella  acostumbra  á  leer  diariamente*  La  mi- 
siva amorosa  es  muy  mal  recibida  de  Philomena ,  quien  re- 
prende agriamente  á  Dorotea,  y  amenaza  contarlo  todo  á  sus 
padres.  Policiano,  desesperado ,  acude  á  la  vieja  Claudina, 
quien  le  promete  segura  victoria,  y  habiendo  antes  consul- 
tado el  negocio  con  Parmenia,  su  hija,  y  Libertina,  su  cria- 
da, se  introduce  en  casa  de  Philomena  y  le  da  parte  de  los 
amores  de  Policiano,  suministrándole  fd  propio  tiempo  un 
filtro  amoroso  que  lleva  preparado.  Philomena,  presa  de  las 
diabólicas  artes  de  Claudina,  se  siente  arder  en  amores  de 
Policiano,  y  le  escribe  un  billete,  que  la  vieja  le  lleva  á  su 
posada,  dándole  una  cita  para  la  siguiente  noche.  Policiano, 
acompañado  de  Silvanico ,  su  paje ,  se  dirige  á  casa  de  Phi- 
lomena, salta  las  paredes  del  huerto,  tiene  una  entrevista 
con  su  querida,  y  quedan  citados  para  otra  noche.  Theophilo, 
padre  de  Philomena,  nota  en  su  hija  algún  nuevo  desasosie- 
go, reprende  á  su  mujer  Florinarda,  y  llamando  á  Silverio  y 
PanphUo ,  criados  suyos ,  les  encarga  que  en  viendo  á  la  vieja 
Claudina,  la  maten  á  palos  :  asimismo  manda  á  sus  hortelanos 
Machorro  yPolidoro  tengan  particular  cuidado  con  la  huerta, 
y  suelten  de  noche  un  león  que  tiene  ^casa.  Policiano,  se- 
guido de  su  p9je  Silvanico  y  de  sus  dos  criados  Solino  y  Sa- 


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529  HISTORIA  DE   LA    LITERATURA   BSPA!90LA. 

lucio,  llega  á  las  paredes  de  la  huerta ,  pone  la  escala,  salte 
dentro  y  se  dirige  al  sitio  donde  PhilomeDa  y  Dorotea  le  es- 
taban aguardando;  pero  los  perros  sienten  ruido  y  ladran, 
sobrenene  el  león  y  despedaza  al  infeliz  amante ,  ¿  cuya  Tísta 
PhiTomena  cae  en  tierra  y  muere  de  pesar  y  sentimiento,  tlién» 
tras  Unto  los  criados  de  Tbeophilo  maten  á  palos  á  Glaudina, 
la  cual  antes  de  morir  hace  testemento «  y  lega  todos  los  chis- 
mes y  secretos  de  su  oficio  á  Celestina ,  encomendándola  al 
propio  tiempo  la  educación  y  gobierno  de  su  hija  Parmenia. 

Tal  es  el  argumento  de  este  comedia ,  cuyo  principal  papel 
es  el  de  la  viqa  Claudina ,  que  sehaila nombrada  en  el  último 
acto  de  la  Celestina. 

Cap.  ZY,  note  2 ,  p.  287. — En  1621 ,  según  Nicolás  Antonio, 
se  imprimid  en  Roma  La  Tribagia  ó  via  sacra  de  Hierusalem^ 
que  se  cree  ser  la  relación  en  verso  del  viaje  y  peregrinación 
hecha  por  Juan  del  Encina,  en  compañía  de  D.  Fadriqoe  En- 
riquez  de  Ribera,  marqués  de  Tari£i.  Reimprimióse  después 
varias  veces,  juntamente  con  la  relacicm  en  prosa  de  dicho 
viaje,  escrite  por  el  expresado  marqués;  la  primera  en  Lis- 
boa, 1580,  L";  la  segunda  en  Sevilte,  por  Francisco  Pérez, 
1606 , 4.'' ;  la  tercera  en  Lisboa,  por  Antonio  AWarez,  1608, 4.% 
á  instencias  del  duque  de  Alcalá,  virey  de  aquel  reino ;  la 
cuarta  en  Madrid,  por  Francisco  Martínez  Abad,  1733,  folio; 
la  quinte  y  última  por  Pantakon  Aznar,  1786,  8*.  Al  fin  de 
este  última  edición  y  de  la  segunda  de  Lisboa  se  halla  el  ro« 
manee  ó  cSuma  de  todo  el  viaje i ,  que  el  autor  sospecha,  y 
con  razón,  no  ser  obra  de  Juan  del  Encina.  La  edición  de  Se-^ 
villa  lleva  el  siguiente  titulo :  Este  es  el  libro  de  el  viaje  que  ki%e 
áJerusalem^  i  de  todas  las  cosas  que  en  ü  me  pasaron^  desde  que 
sáli  de  mi  casa  de  Bomos,  miércoles  24  de  noviembfe  de  81 8^ 
hasta  20  de  átubre  de  820,  911^  entró  en  Sevilla,  yo  Don  Fo- 
drique  Enrrique  (sic)  de  Rivera,  marqués  de  Tarifa. 

Note  3,  p.  288.— Hay  varias  ediciones  de  las  obras  de  Juan 
del  Encina;  la  más  complete  es  la  de  Salamanca,  1809,  con 
este  titulo :  Cancionero  de  todas  las  obras  de  Juan  del  Encina 
con  las  coplas  de  Zambardo :  e  conelautodel  repelón  en  el  qual 


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AOiaONES  Y   NOTAS.  529 

u  inírodmen  dos  pastorei  Piemicwrio  e  Johan  para  etc.  e  con 
otras  eosa$  nuevamente  añadidas :  foIio«  404  hojas.  Al  fin  :  cfoé 
» esta  presente  obra  emprimida  por  Hans;  Gysser  alemán  de 
» SUgenstat  en  la  muy  noble  e  leal  cibdad.  de  Salamanca  :  la 
»qual  dicha  obra  se  acabó  á  vii  del  mes  d' Agosto  del  año 
»d'mil  e  quinientos  e  nueve  años.» 

Otra  hay  posterior,  de  Zaragoza,  cpor  Jorge  Goci,  á  xv  días 
» del  mes  de  deoiembre ,  año  de  mili  e  quinientos  e  deziseis 
» años» »  en  folio ,  98  fojas. 

Ademas  de  su  égloga  de  Plácida  y  Victoriano  y  probable- 
mente perdida  para  las  letras,  Juan  del  Encina  escribió  va- 
rias obras  en  verso ,  de  las  cuales  hemos  visto  las  siguientes : 
Documento  e  instrucción  provechosa  para  las  don%ellas  despo- 
sadas  y  re%ien  casadas.  Om  una  justa  alamores  hecha  por  Juan 
del  En%ina  á  una  donxella,  que  mucho  le  penaba  xdlvi.  Sin  lu- 
gar de  impresión ,  en  4.®,  letra  de  tórtis. 

Disparates  trobados^  Salamanca,  1496,  4.*  Son  los  mismos 
que  se  hallan  impresos  en  sus  obras.  En  el  Cancionero  gene^ 
ral  de  Hernando  del  Castillo  (ed.  1873,  fol.  263)  hay  también 
una  composición  llamada  Eco ,  que  se  atribuye  á  Juan  del 
Encina. 

Algunas  de  sus  farsas  se  imprimieron  también  aparte.  Una 
hemos  visto  en  4.^  con  este  titulo  :  Égloga  trobada.por  Juan 
del  Enzina,  en  la  cual  se  introduzen  tres  pastores.  Fileno,  Zam- 
bardo, Gardonio.  Donde  se  recuenta  como  este  Fileno,  preso 
de  amor  de  una  mujer  Uamada  Zefira,  de  cuyos  amores  vién^ 
dose  muy  desfavorecido ,  cuenta  su. pena  á  Zambardo  y  á  Gar- 
donio. El  quál,  no  hallando  en  ellos  remedio ,  por  su  propia 
mano  se  mató.  En  4.^,  gótico,  sin  lugar  ni  año  de  impresión. 
Otra  edición  hemos  visto  de  la  misma  farsa,  hecha  en  Tole- 
do, en  casa  de  Juan  de  Ayala,  1853,  también  en  4.^ 

El  monumento  que,  según  Gil  González  Dávila,  se  erigió  á 
la  memoria  de  Juan  del  Encina*  en  la  catedral  de  Salamanca, 
no  existe  ya,  habiendo  quizá  desaparecido  en  alguna  de  las 
muchas  alteraciones  que  posteriormente  se  han  hecho  en 
aquel  edificio. 

T.  I.  34 


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530 


HISTORIA   hE  U  LITERATURA  ESPAÑOLA. 


Gap.  IV,  ñola  4,  p.  309.  —  Eu  la  Florcita  de  vúria  poe$la^ 
del  doctor  Diego  Ramírez  PagaD ,  impresa  en  Valencia  en 
1S62,  uno  de  los  libros  más  raros  de  nuestra  literatura  poé- 
tica, y  del  cual  trataremos  más  adelante,  se  halla  una  cLamen- 
tacion»  en  la  muerte  de  Bartolomé  de  Torres  Nabarro,  que 
trasladamos  á  continuación ,  por  cuanto  en  ella  se  trata  lar- 
gamente de  su  Propalladia : 


Llora  amor  en  este  día , 
Lloran  también  amadores. 
Llora  el  canto  y  armonía , 
Tibios  están  los  amores 

Y  muda  la  poesía  : 

Sube  el  llanto  á  las  estrellas 
De  España ,  madre  dichosa ; 
Dixele :  ¿por  quien  querellas T 
¿Por  quien  estás  tan  llorosa? 
Reyna  de  provincias  bellas. 

¿Qué  príncipe  te  ba  faltado 
Que  no  seas  prevenida 
De  6u  natural  traslado. 
Tan  del  bivo ,  que  la  vida 
Por  este  se  ha  mejorado? 

¿Qué  bien  has  echado  menos , 
De  bienes  tan  principales 
Teniendo  los  barrios  llenos  ? 
¿Qué  mal  padesces ,  los  males 
Siendo  de  ti  tan  ágenos  ? 

Respondióme  :  un  h^o  charo 
Dias  ha  que  me  faltó ; 
Lloré  con  gemido  daro, 

Y  agora  otra  ves  murió , 

Que  esto  me  cuesta  mas  caro. 

Quedóme  de  él  una  nieta. 
Tan  hermosa  para  dama , 
Para  reyna  tan  discreta, 
Que  no  sé  quien  no  la  ama 
Con  fuerza  de  amor  secreta. 

De  los  principales  querida , 
De  los  sabios  fué  estimada , 
Era  un  jardín  de  la  vida 
Donde  agora  es  agostada 
La  rosa  mas  esro^^ída  : 


Porque  bien  ñola  escardó 
De  las  espinas  dañosas 
El  padre  que  la  engendró , 

Y  en  su  niñez  muchas  cosas 
Gomo  á  hija  le  suffrió. 

Mas  los  sabios  labradores 
De  nuestra  huerta  divina,  • 
Que  escardan  las  bellas  flores 
De  la  maliciosa  espina , 
Plantando  yervas  mejores , 

De  la  Propaladla  huerta 
Mandaron  que  á  calicanto 
Puesse  cerrada  la  puerta, 
Hasta  que  con  zelo  sancto 
Reformada,  sea  abierta. 

Y  esto  assi  me  ha  renovado 
Las  lágrimas  de  mi  hijo , 
Que  mas  bivas  las  he  dado 

Y  no  con  tanto  let^o : 
Muerto ,  fué  de  mi  llorado. 

Porque  viendo  su  hechura 
Desecha  y  como  enterrada, 

Y  que  en  la  biva  pintura 
No  ay  mano  tan  avisada 
Que  restaure  esta  figura; 

Pues  lo  que  Apeles  pintor 
Con  grande  cuydado  empieza , 
No  lo  acaba  otro  menor. 
Ni  ay  paño  de  aquella  pie^a 
Ni  matiz  de  aquel  color. 

No  ay  otro  Torres  Naharro 
Aunque  bazasse  entre  nos 
Apolo  en  ardiente  carro , 
Que  el  oro  de  veinte  y  dos 
Con  este  tybar  es  barro. 


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ADICIONES  Y   NOTAS.  531 

¿Quién  el  c6fliico  detir  Caso ,  que  do  de  escrefir* 

Tan  Cicando  y  elegante  Que  á  varón  tan  singular 

Supo  en  el  mondo  sentir?  Corto  quedará  el  dezir, 

¿Quién  yena  tan  abundante  Y  escaso  qualquier  llorar. 
Tuvo  en  tan  liso  escribir?  Dixome  al  cabo  llorando : 

¿Quién  la  propiedad  guardó  Con  este  se  escnresia 

De  las  lenguas  estrangeras  La  copia  y  luzido  Tando 

Y  el  Terso  en  ellas  cantó'  Que  la  toscana  armonía 

Tan  lamido  que  dixeras?  Al  cielo  ya  sublimando. 
Que  en  todas  ellas  nasció?  Vi  ser  digno  de  memoria 

Tan  por  suyas  possehian  Su  llanto,  y  acompáñelo : 

Sos  Tersos  nuestras  passiones ,  Tü  que  lees  esta  bystorla , 

Que ,  alegres ,  reyr  bazian ,  Oirás  devoto  :  en  el  cielo 

Y,  tristes,  los  corazones  Tenga  su  anima  gloria. 
Mas  duros  enteme^ian.  Amen. 

Al  fin  es  mas  de  admirar 

Gap.  XV,  nota  7,  p«  310.  —  Teniendo  acaso  á  la  vista  el 
ejemplar  que  fué  de  Horatin ,  y  ahora  pertenece  ¿  la  selecta 
librería  de  D.  José  Haría  de  Álava,  haremos  una  breve  rese&a 
de  él.  Es  en  folio ,  gótico,  impreso  á  dos  columnas,  y  en  la 
portada  se  lee  :  tPropalladia  de  Bartholoroé  de  Torres  Na- 
»  barro,  dirigida  al  Uimo.  señor :  el  S.  Don  Fernando  Davalos 
ide  Aquino,  marqués  de  Pescara,  conde  de  torito,  gran  Ca- 
>  marlengo  del  rey  de  Ñapóles.  Gontiénense  en  esta  Propa*- 
1  lladia  tres  lamentaciones  de  amor,  una  sátyra ,  on^e  capi* 
» tulos,  siete  epístolas,  Cümedia  Serapkma,  Comedia  Trophea, 

*  Comedia  Soldadesea^  Comedia  Tinellaria^  Comedia  ¡menea  y 
1  Comedia  Jacinta^  Diálogo  del  nascimiento,  una  contempla - 
iciou,  una  exclamación,  al  hierro  de  la  lan^a,  á  la  Verónica. 

•  Retracto,  romances,  canciones,  sonetos.  Comedia  Aquilonar 

El  libro  está  falto  de  hojas  al  fin,  y  por  lo  tanto  no  se  puede 
saber  á  punto  fijo  dónde  se  imprimió.  La  circunstancia  de  no 
hallarse  eo  él  los  dos  sonetos  italianos,  hizo  sio  duda  creer  a 
Horatin  que  fué  en  Roma;  pero  aun  dado  caso  que  asi  fuera, 
nunca  sería,  como  afirmó^dicho  escritor,  la  edición  principe 
de  la  Prapaüadia^  la  cual  hizo  c  Juan  Pasqueto  de  Sallo,  Jueves 
á  XVI  de  Ñar^  de  mdxvii  ».  Nosotros  nos  inclinamos  mas  bien 
á  creer  fué  una  segunda  hecha  en  Ñapóles,  y  nos  lo  persuade 


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532  HISTORIA   DE   LA   UTBRATURA  ESPAÑOLA. 

la  clase  del  papel  y  letra ,  que  en  una  y  otra  edición  parece 
ser  la  misma. 

'  Ademas  de  las  ediciones  que  se  citan  de  esta  obra,  á  saber, 
de  Sevilla,  1620, 1533  y  1545,  todas  en  4.';  la  de  Toledo,  de 
1535,  también  en  4.*;  una  de  Ambéres,  en  8.%  sin  fecha,  y  la 
expurgada  de  Madrid,  hemos  visto  una  de  Sevilla,  hasta  ahora 
desconocida  de  nuestros  bibliógrafos,  la  cual  es  en  folio,  letra 
de  tórtis,  y  contiene  á  más  de  la  Comedia  Aquilana^  la  Cala- 
mito,  que  no  se  halla  en  las  ediciones  anteriores.  Al  fin  de 
ella  se  lee  lo  siguiente  :  i  Fenesce  la  Propaladia  de  Bartho- 

>  lomé  de  Torres  Naharro.  Impressa  en  Sevilla  por  Jacobo 
»Gromberger,  alemán,  y  Juan  de  Gromberger,  año  dé  la  en- 

>  carnación  del  Señor  de  mil  e  quinientos  e  veinte  y  seys  años, 

>  á  3  de  octubre.  > 

Cap.  XVI,  noU  17,  p.  330.  —  En  1847,  D.  Pablo  Uarregui , 
individuo  de  la  comisión  de  monumentos  históricos  y  artísti- 
cos de  Navarra,  dio  á  luz  un  poema  provenzal  del  siglo  xui, 
hallado  entre  los  manuscritos  del  convento  de  Fitero.  Trata 
de  la  guerra  civil  que  hubo  en  Pamplona ,  durante  la  menor 
edad  de  la  reina  D.*  Juana,  hija  de  D.  Enrique,  siendo  go- 
bernador del  reyno  Messire  Eustache  de  Beaumarché,  ó  sea 
Eustaquio  de  Bellamarca,  y  consta  de  unos  cinco  mil  ^ersos. 
El  autor  de  esta  interesante  producción,  hastiante  parecida  en 
la  forma  á  la  que  en  1837  piü)licó  Mr.  Fauriel  con  el  titulo  de 
Histoire  de  la  croisade  contre  les  héréíiques  aUHgeois^  se  lla- 
maba Guillermo  Aneliers,  de  Tolosa,  en  Francia. 

Cap.  XVI ,  nota  30,  p  .  3  32.  —  Aqui  el  autor  ha  omitido  la 
noticia  de  una  obra  muy  importante,  perteneciente  á  este 
siglo  y  reinado  de  D.  Jaime  el  Conquistador,  á  saber:  las  cTro- 
bas>  de  Mosen  Jaume  Feb^r  á  la  conquista  de  Valencia  y  &• 
millas  nobles  que  poblaron  en  dicha  ciudad. 

Jaume  Febrer  floreció  en  el  siglo  xni,  y  es  distinto  de  otro 
Febrer  citado  en  la  carta  del  marqtles  de  Santillana.  (Fnster , 
(Bib.  Valone,  1. 1,  pág.  3. )  Permaoecian  inéditas  estas  cTro- 
bas» ,  cuando  las  pid>licó  en  Valencia  D.  José  March  (1796  4*.); 
pero  luciéronse  tan  raras ,  que  apenas  circulaba  un  ejemplar. 


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ADICIONES   Y   NOTAS.  533 

hasta  que  en  el  año  de  1848  las  imprimió  de  nuevo,  cotejadas 
con  un  códice  antiguo,  é  ilustradas  con  notas,  el  laborioso 
anticuario  D.  Joaquín  María  Bover,  en  Palma  de  Mallorca. 

Gap.  XYii,  nota  3,  p.  347. — El  manuscrito  de  que  se  sirvió 
Mayans  para  su  edición ,  se  halla  hoy  dia  en  la  biblioteca  del 
Museo  Británico  de  Londres.  Es  un  tomo  en  4.%  de  letra,  al 
parecer,  de  fines  del  siglo  xvi ,  y  contiene  entre  otras  cosas 
el  tratado  de  La  Gaya  Cienda  y  el  Diálogo  de  las  lenguas. 
Aquel ,  sin  embargo ,  se  halla  solo  en  extracto  y  tal  cual  lo 
publicó  Mayans ,  sin  que  sepamos  de  ningún  otro  ejemplar 
completo  de  esta  notabilísima  obra. 

Gap.  xYii,  nota  10,  p.  349. — En  la  biblioteca  de  la  univer- 
sidad literaria  de  Zaragoza  se  conserva,  aunque  muy  maltra- 
tado, pues  le  faltan  las  23  primeras  hojas,  un  Ganciouero  ca- 
talán que  contiene  obras  de  treinta  y  tres  poetas.  Es  un  tomo 
en  folio  menor,  con  319  hojas  útiles ,  escrito  en  papel  more- 
no ,  en  la  última  mitad  del  siglo  xv.  Las  106  primeras  hojas 
son  las  obras  de  Ansias  March ,  que ,  cotejadas  con  las  im- 
presas, ofrecen  bastante  variedad;  siguen  después  las  de 
otros  poetas,  la  mayor  parte  catalanes  ó  valencianos,  y  son 
los  siguientes  :  Aman  March,  Bemat  Miqu^U,  el  vizconde  de 
Rocaberti ,  Jacme  March,  Mosen  Jordí  de  Sant  Jordi,  Mosen 
Pere  March ,  Luis  da  Vílarasa ,  Mosen  Luis  de  Requesens, 
Francesch  de  la  Via,  Francesch  Ferrer,  Yaltera,  Perot  Johan, 
Don  Diego,  Pere  Torrellas,  el  capellán  Sagadell,  beneficiado 
de  la  Seu  de  Barcelona ;  Leonart  de  Sors ,  Jacme  Safont,  Mo- 
sen Rodrigo  Diez,  Mosen  Sunyer ,  Marti  Garsia ,  Jacme  Scrivá, 
Pere  Galvany ,  Ramón  Savall ,  Arnau  de  Vill ,  sobrino  de  Fray 
Ramón  Roger  de  Vill  y  comendador  de  Berbens  en  la  orden 
de  San  Juan  de  Jerusalen ;  Mosen  Borra ,  Johan  Boschan,  An- 
dreu  de  Boxados ,  Mosen  Navarro ,  Johan  Garau ,  Saguera, 
Mosen  del  Monestir,  el  duque  Johan. 

Dos  composiciones  tan  solo  tienen  fecha  :  la  una  de  ellas, 
que  es  anónima  y  alusiva  á  la  toma  de  Gonstantinopla  por  el 
Turco,  en  mayo  de  1463,  parece  haberse  compuesto  poco  des- 
pués. La  otra  es  uoa  declaración  ó  sentencia  en  verso,  dada 
por  el  duque  Juan ,  y  publicada  por  su  secretario  Mosen  Johan 


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534  HISTORIA  DB  LK   LITERATURA   BSPAfiOLA. 

Peyró ,  á  30  de  julio  de  i4S8,  sobre  una  disputa  literaria  que 
tuvieron  Mosen  Pedro  dé  Sant  Steue  y  Sanxo  de  Saravia  ,  su 
autor  Mosen  del  Monestir.   * 

Hay  también  un  romance  de  Francesch  Ferrer,  al  sitio  de 
Rodas  por  el  Turco»  que  empieza  así : 

Qai  yeu  present  |  lo  que  maj  no  ha  rót 
Per  novel!  cars  |  lo  cor  fa  mudament 
E  tal  se  fa  del  |  que  oo  veu  e  vist 
Qne  com  si  ven,  |  desige  ser  absent. 

Pero  la  composición  más  notable  de  todo  el  Cancionero  es 
una  á  manera  de  diálogo ,  en  que  intervienen  ios  poetas  si- 
guientes :  Xartier,  Vidall,  Vflarasa,  Amau,  Marcb,  Mexant, 
Pere  Tórrela  (sic).  Ansias  Harch,  Lope  d'Estú&iga,  Pone  d'Or- 
tessa,  Marti  Garsia,  Alfonso  Alueres,  Iñigo  Lopes ,  Mosen 
iordi ,  Blasquasset,  Mi^er  Oto ,  Johan  de  Torres ,  Amau  De- 
niell,  Bemat  ó  Víncent  del  Ventadom,  Francesch  Ferrer, 
Johan  de  Mena,  Francesch  deMescua,  Masias,  Vaqueras, 
Joban  de  Duenyas ,  Mosen  Johan  de  Gastelvi ,  Sentaffé ,  Gui- 
llen de  Bei^eda ,  y  Francesch  Febrer. 

En  dicho  diálogo «  que  versa  todo  sobre  el*  amor  y  sus  pa- 
decimientos, Alfonso  Alvarez,  que  no  puede  ser  otro  que  el 
célebre  Villasandino,  poeta  del  siglo  xiv,  y  cuyas  obras  ocu- 
pan gran  parte  del  Cancionero  recopilado  por  Juan  Alfonso 
de  Baena,  se  expresa  asi : 

Ha  gran  error  No  dar  favor 

Quien  por  amor  Al  mal  sabor ; 

Todos  tiempos  se  guia;  Quel  sabidor 

Mas  la  color  Pone  por  philosofla 

De  tal  error  Este  exeroplo  en  tal  tenor : 

Es  mostrar  alegría ,  c  Hueso  que  cupo  en  parte 

Perder  temor ,  Róelo  con  satil  arte. » 

Don  Iñigo  Lopes  dice  (fol.  198) : 

Por  amar  no  sabia  miente , 
Mas  como  loco  serviente 
He  servido  á  quien  no  siente 
Men  cuvdado. 


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ADICIONES   Y   NOTAS.  535 

Joan  de  Mena  (fol.  302  vuelto) : 

Si  en  alguQ  tiempo  dezado  Mas  es  qae  gloria  passar 

Desespero  de  pasiones ,  Redaiir  á  la  memoria 

Gloria  aTré  d*aTer  passado  Gomo  tanbien  la  Tictoria 

Las  tantas  tribnla^oDes  :  Se  cobró  por  atoar. 
Que  en  el  tiempo  de  la  gloria 

Madaa  (fol.  203) : 

Yo  por  quel  merecimiento  En  qae  anda 

Asi  lo  manda ,  Mia  rentura  é  Tida ; 

Mas  por  sa  mer^el  complida  Mas  que  non  sea  perdida 

Duélete  del  perdimento  En  ti  la  mi  esperaD9a. 

Juan  de  Duefias  (204) : 

Amor,  temor  e  cordura 
Paxen  callar  en  pressencia 
Al  deseo  quen  absen^ia 
Dezir  me  manda  tristura. 

Sentaffé  (fol.  208) : 

Si  mi  senyora  lazrada  Do  mi  coragon  talaya , 

Fuese  del  mal  que  m*aterra  Gonosca  ques  bien  querer, 

Haunque  me  fizés  guerra  Porque  me  quiera  yaler 

Seria  con  paz  mexelada.  Guando  menester  lo  aya. 
Ia  gentil  enamorada , 

Exceptuando  pues  los  pocos  versos  arriba  insertos»  y  al- 
guna que  otra  composición  de  Pedro  Torrellas,  que,  aunque 
catalán ,  escribía  también  en  castellano ,  como  se  puede  ver 
en  el  Cancionero  general,  todas  las  dema^  poesias  contenidas 
en  este  interesante  códice  están  en  lemosín.  Seria  de  desear 
que  algún  literato  versado  eq  los  antiguos  dialectos  catalán  y 
valenciano  cotejase  este  códice  con  los  que  se  conservan  en 
la  Biblioteca  Real  de  Paris  y  describe  el  Sr.  Ochoa  en  su  Ca^ 
tálogo  ra%onado,  números  7699,  78Í9  y  otros. 

Gap.  XVII,  nota  11,  p.  380. — Entre  los  escritores  catalanes 
de  esta  época,  merece  ser  nombrado  Pere  Híquel  (Pedro 
Miguel)  Carbonell ,  el  cual ,  ademas  de  una  Crónica  aprecia- 
ble  en  su  idioma  nativo ,  dejó  escritas  varias  poesias ,  y  entre 
otras  una  traducción  ó  imitación  de  la  Danza  general  de  la 
muerte.  A  pesar  de  ser  muy  conocido,  nada  dice  de  él  Torres 


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536  HISTORU  DE   LA   LITERATURA   ESPAÑOLA. 

Amat  en  su  Diccionario  de  e$criíore$  catalanes ,  y  por  lo  tanto 
hemos  creido  deber  suplir  dicha  falta. 

Nació  Carbonell  hacia  el  año  de  4437 ,  y  fué  notario  público 
de  Barcelona,  escribano  de  mandamientos  de  la  antigua  chan- 
cillería  de  Cataluña,  y  archivero  general  de  la  corona  de  Ara- 
gon/Su  clónica,  intitulada  Chroniques  de  Espanya^  etc.^  que 
traetq  deb  nobles  e  invietissims  Reys  deis  Gots  y  gestes  de  aquells 
y  deis  Comtes  de  Barcelona  e  Reys  d^Arago^  se  imprimió  en 
Barcelona  por  Garles  Amores ,  1546,  en  fol.  got.,  y  com- 
prende hasta  los  tiempos  del  rey  D.  Juan  II  de  Aragón ,  pa- 
dre de  Fernando  V.  Según  él  mismo  dice  al  fin  de.  ella,  co- 
menzó á  escribirla  el  dia  S  de  febrero  de  4495,  y  la  concluyó 
á  26  de  marzo  de  1513.  Es  muy  curiosa,  por  cierto,  la  razón 
que  da  para  no  incluir  en  ella  el  reinado  de  Femando  el  Ca- 
tólico, habiendo  alcanzado  los  tiempos  de  Cários  V,  puesto 
que  murió  en  1517,  á  la  edad  de  ochenta  años,  c  Jatsia  alguns 
1  hagen  dit  que  la  deuía  acabar  descriuir  hi  los  actes  fets  per 
» lo  rey  don  Ferrando ,  fill  del  Rey  don  Juan  de  gloriosa  me- 

>  mona  :  empero  lo  predit  Hisser  Hieronim  Pau  cosi  meu  ha 

>  consellat  lo  contrari :  (o  es  que  non  compones  sino  fins  al 

>  Rey.-don  Juan  inclusive :  leixant  ho  compondré  ais  chronistes 

>  del  Rey  don  Ferrando  quin  son  ben  pagats^  e  yo  forte  no  seré 
^remunerat.*  Más  que  Crónica  de  España ,  como  ¿  su  autor 
plugo  intitularla,  es  ima  historia  de  los  reyes  de  Aragón,  pre- 
cedida de  unos  breves  apuntes  sobre  los  reyes  godos,  y  la 
genealogía  y  descendencia  de  los  de  Navarra;  de  Castilla  y 
León  apenas  trata* 

Carbonell  dejó  manuscritas  algunas  poesías  castellanas  y 
catalanas ,  varias  cartas  en  latín  y  catalán  sobre  puntos  histó- 
ricos y  documentos  del  archivo  que  tuvo  á  su  cargo ,  un  tra- 
tado de  las  exequias  hechas  al  rey  D.  Juan  II,  y  unos  breves 
apuntes  sobre  la  inquisición.  Tradujo,  según  ya  dijimos,  al 
catalán  la  Dan%a  general  de  la  muerte^  en  la  misma  cbise  de 
metro;  y  para  muestra  copiaremos  la  estancia  en  que  la 
Muerte  se  dirige  al  ciego  : 

Vos  cegó  Donquam  havea  vista , 
Palpant,  palpante  al  ball  veDin ; 


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ADICIONBS  T   NOTAS.  537 

No  ISi^ao  la  can  tan  trista, 
M aslca  contraponel  tenlv 
Si  deis  peccats  tos  penedia , 
Satisfet  e  be  oonfessat, 
Vendrea  al  loe  bom  tot  bom  ría  : 
A  morír  cascas  confidat 

D.  üanuel  de  Bofároll,  en  la  actualidad  archivero  de  Ara- 
gón, prepara,  según  tenemos  entendido,  ana  edición  de  las 
obras  poéticas  de  su  predecesor  en  el  cargo ,  Pedro  Miguel 
Garbonell* 

También  pertenece  á  la  misma  época  una  elegante  traduc- 
ción del  Corbaccio,  hecha  al  catalán  por  NarcisFranch,  mer- 
cader y  ciudadano  de  Barcelona ,  la  cual  empieza  asi : 

c  Aquest  libre  se  apella  Goruatxo,  lo  quall  fonch  ffet  he  or- 

>  denat  per  Johan  Bocaci  soberan  poeta  laureat  de  la  ciutat  de 

•  Florerencia,  en  lengua  thóscana  e  apres  es  estat  tomat  per 
» Narcis  Franch,  mercader  e  ciutadá  de  Barchelona  e  tracta  del 

>  molts  maliciosos  engañs  que  las  dones  molt  sovent  fan  ais 

•  homens,  segóos  que  en  lo  dit  libre  se  conté.»  Es  un  tomo 
en  4/,  de  letra  de  fines  del  siglo  xiv. 

Cap.  £vii,  nota  1S,  p.  350.  —  De  este  rarísimo  libro  se  co- 
nocen ya  tres  ejemplares :  el  de  la  Sapiencia  de  Jtoma,  que 
es  el  mismo  descrito  por  Méndez ,  y  se  halla  señalado  en  el 
Índice  antiguo  con  las  letras  zz  b»,  núm.  33,  y  en  el  moderno 
Mh. ;  el  que  perteneció  al  conde  de  Saceda,  y  pasó  después  á 
manos  del  honorable  Mr.  Tbomas  Grenville ,  hallándose  hoy 
dia  en  la  Biblioteca  del  Museo  Brítánióo  de  Londres ;  y  por 
último,  el  que  se  conserva  en  la  Biblioteca  de  la  Universidad 
de  Valencia,  aunque  falto  de  alguna  hoja. 

Lo  que  dice  el  autor  de  que  Joannot  Martorell,  autor  de 
Tbrant  lo  Blanch^  le  tradujo  al  valenciano,  no  nos  parece 
exacto  ni  fundado.  Jimeno  no  hace  más  que  referirse  al  pró- 
logo de  la  obra  en  que  el  autor* dice  haberla  traducido  del 
inglés  al  portugués ,  y  de  este  áltimo  idioma  al  valenciano; 
pero  opina,  como  Nicolás  Antonio  ( Bib.  vet.«  (omo  2.*,  p.  183), 
que  fué  ficción  de  Martorell,  el  cual,  siguiendo  el  ejemplo  de 
otros  escritores  que  pretendieron  hallar  sus  originales  en  el 


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538  MISTORU   DE  LA  UTSRATUiU   BSPAÜOLA. 

griego,  caldeo,  arábigo  y  siriaco,  se  valdría  del  mismo  artifi- 
cio. Otro  tanto  viene  á  decir  Fuster :  ambos  citan  una  edi- 
ción anterior  de  1480  y  otra  de  1497,  aunque  sin  habeilas 
visto. 

Cap.  XVII,  nota  14,  p.  352.  —  La  mas  completa  de  todas  las 
ediciones  de  Ausias  March.,  quizá  también  la  mas  correcta,  es 
la  de  Barceloni^  (Glaudi  Bornat,  1660, 8.®),  la  cual  ademas  de 
tener  numerados  los  cCants» ,  y  divididos  diferentemente  que 
en  la  primera  de  1543,  en  obras  de  amor,  morales,  espiritua- 
les y  de  muerte,  presenta  algunas  poesías  añadidas,  como  son 
al  fol.  133  vuelto,  varias  demandas  ó  preguntas  hechas  por  el 
poeta  á  D."  Anacleta  ae  Borja ,  sobrina  del  papa  Alejandro ; 
otra  de  Hossen  FenoUar  á  Ausias  March,  con  la  respuesta  de 
este  y  de  otro  poeta  llamado  Rodrigo  Diez ,  acerca  del  cual, 
si  fué  también  valenciano,  no  hallamos  noticia  alguna  en  li- 
meño. Rodríguez,  ni  Fuster* 

Cap.  XVII,  nota  16,  p.*  353.  —  El  editor  del  Libre  de  le$  Do^ 
ne$  fué  Carlos  Ros,  notario  apostóUco  en  Valencia ,  y  sugeto 
muy  aficionado  á  su  dialecto  natal,  puesto  que  ademas  de  una 
colección  de  refranes  valencianos  y  de  un  diccionario,  com- 
puso otras  varias  obras  todas  muy  apreciables,  de  que  habla 
Fuster  en  su  Bibliotecay  tomo  ii,  p.  70,  col.  i.  En  el  prólogo 
á  su  edición  que  llama  cuarta^  y  qoe  según  el  citado  Fuster 
debe  serla  sexta,  dice  que  para  reimprimir  dicho  libro  le  fué 
preciso  valerse  de  fragmentos ,  aunque  mas  adelante  añade 
logró  haber  todo  su  contexto  integro  y  perfecto,  lo  cual  está 
en  contradicción  con  h)  que  él  mismo  declara  luego  en  otro 
segundo  prólogo  ú  advertencia  proemial,  diciendo  :  cía  im- 

>  presión  ha  sido  copiada  de  la  segunda  que  en  esta  ciudad  se 

>  hizo  en  8.®,  sin  añadir,  ni  quitar  cosa  alguna.» 

Lo  que  hay  de  cierto,  es  que  exceptuando  noventa  y  cua- 
tro versos  suprimidos  (no  atinamos  por  qué  razón)  en  la 
cuarta  parte  del  primer  libro,  y  algunos  pasajes  de  la  tercera 
del  segundo,  que  trata  de  las  monjas,  y  que  también  se  su- 
primieron, todo  lo  demás  está  conforme  con  la  edición  prin- 
cipe de  1531 ,  ó  con  la  de  1561  que  es  idéntica  á  ella';  ha- 
biéndose dejado  subsistir  muchos  trozos  y  pasajes  que  hoy 


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Al>iaONE8  T   NOTAS.  539 

día  pareceria&  obscenos,  y  qoitadó  solo  aquellos  que  se  ro- 
saban algún  tanto  con  la  Religión  y  sus  ministros*  Por  lo  de- 
maSt  la  edición  de  4531,  que  es  rarísima,  consta  de  140  fojas, 
de  letra  llamada  de  tórtis,  y  á  dos  columnas. 

Algo  parecida  á  la  obra  de  Carlos  Ros,  en  el  estilo  y  asun- 
to, es  una  sátira  en  verso,  compuesta  por  Francesch  de  La  via 
6  Lavia,  del  cual  nada  sabemos,  excepto  que  floreció  á  me- 
diados del  siglo  XT,  pues  en  el  Cancionero  catalán  arriba  des- 
crito (p.  533)  se  insertan  algunas  composiciones  suyas*  La  obra 
á  que  aludimos,  se  intitula  :  Libre  de  Fra  Bemat,  compost 
per  Francesch  de  La  via  per  pendre  sola^ ;  y  es  una  sátira  muy 
amarga  y  punzante  contra  las  mujeres*  El  autor  finge  que 
yendo  de  camino  en  el  mes  de  enero  y  en  lo  mas  riguroso  del 
invierno,  topó  con  un  frayie  de  San  Francisco  : 

Lay.  Qnant  los  gats  eo  amor  Ea  via  Teñir  an  fra  menor, 

Crídant  6  faent  graní  remor  Fort  ben  tallat 

Per  los  taulats  E  portant  son  habet  trossat; 

Que  parsien  endftblats.  El  breviari 

Tant  80Q  calores.  Tras  peniant  com  a  oossari. 

▲ierran  t  ab  ongles  é  dente 

Preguntado  que  de  dónde  venia,  responde  : 

Lay.  Del  comtat  de  Benexi  De  perdonan^a 

Soy  natural,  Prare  so  de  sant  BaHuguet 

É  hay  passat  aíbny  e  mal  De  valí  Empory. 

En  est  regnat.  Frare  si  Dea  vos  de  bonrran^ 

Ara  vaigmen  a  sant  Cugat  Com  bauest  nom  ? 

Veure  Marta,  Frare  Bemat  m*apella  hom . . . 

Que  dien  que  porta  una  carta 

De  este  monasterio  cuenta  cosas  repugnantes  por  su  obs- 
cenidad, y  concluye  ñú : 

Animem  cavalcant  tot  gint 
Vers  Gerona.       -  - 

Al  fin  de  la  obra  se  lee  :  tEs  estat  fet  lo  present  tractatper 
»prendre  sola^;  en  lo  qual  se  descobren  des  engafiys  e  bur- 
» l«;s ,  que  les  dones  males,  e  no  les  bones,  soien  fer.» 


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540  HISTORIA  DB   LA  UTBRATURA   ESPAAOLA. 

Es  QD  tomo  en  4/  de  41  hojas,  letra  de  tórtis ,  sin  año  ni 
lagar  de  impresión ,  aonque  por  el  papel  y  letra  se  puede 
congeturar  ñié  impreso  á  fines  del  siglo  xv  :  hállase  en  la  Bi- 
blioteca Colombina  de  Seyilia*  En  él  se  lee  una  nota  de  mano 
de  don  Femando  Colon,  que  dice  asi :  cEste  libro  costó,  assi 
«encuadernado,  4  dinei^os  en  Barcelona,  por  junio  de  4836  ; 
>  el  ducado  vale  388  dineros.» 

Esta  noticia  y  la  de  otros  códices  y  libros  curiosos  de  la  ci- 
tada  biblioteca,  la  debemos  á  la  fina  amistad  del  Sr.  D.  José 
María  de  41aya. 

Skelton.  p.  383* — Para  conocimiento  de  aquellos  de  nues- 
tros lectores  españoles  que  no  estén  versados  en  la  antigua 
literatura  inglesa,  diremos  que  Juan  Skelton  nació  hacia  1470 
y  floreció  durante  el  reinado  de  Enrique  YIO,  cuyo  ayo  y  tutor 
fué,  y  que  compuso  varias  obras  en  verso  en  que  predomina 
el  humor  satírico.  Su  poema  intitulado  :  Why  come  ye  not  to 
eaurtí  (¿Por  qué  no  venis  á  la  corte?)  que  es  una  critica  des- 
templada del  famoso  cardenal  Wolsey  y  de  sus  actos,  le  atrajo 
el  resentimiento  de  este  prelado,  y  fué  causa  de  su  prisión. 
Skelton  siguió  la  carrera  eclesiástica  y  obtuvo  el  grado  de 
poeta  laureado  en  la  universidad  de  Oxford,  que  entonces  se 
conferia  por  las  universidades,  y  no  como  hoy  dia,  por  la  co- 
roña.  Fué  muy  dado  al  estudio  de  los  clásicos,  traduciendo 
al  inglés  las  Epístolas  de  Cicerón^  las  obras  de  Diodoro  Sicu- 
lo  y  otros,  y  mereciendo  que  Erasmo  en  la  dedicatoria  de  sus 
Epigramas  á  Enrique  VIII  le  diese  el  dictado  de  BrUanniea^ 
rum  LiUerarum  Decus  et  Lumen.  Fué  muy  favorecido  de  Al- 
gernon  Percy,  Duque  de  Nortbumberland ,  y  compuso  una 
elegía  á  la  muerte  de  su  padre,  acaecida  en  1827.  El  más  es- 
timado de  sus  poemas  es  el  que  compuso  con  el  titulo  de 
Crowne  ofLawrell  (Corona  de  laurel).  Murió  Skelton  en  1829 
y  sobre  su  sepulcro  se  gravó  la  siguiente  inscripción :  J.  Sfceí- 
tonus  Vates  Pierius  hic  süus  est.  Ánimam  egit,  21  Junti  Án. 
Dom.  MDxxiz. 

Gap.  XVII,  nota  24,  p.  389.— Fuster  (Bib.  Val.,  u  i,  p.  87) 
habla  largamente  del  certamen  poético  celebrado  en  1811  en 
Valencia,  en  loor  de  Sta.  Catalina  de  Sena;  pero  el  articulo 


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ADIQONBS  T   NOTAS.  *         541 

contiene  varías  inexactítades,  que  nos  será  fácil  corregir,  te- 
niendo,  como  tenemos,  á  la  vista  un  ejemplar  del  libro  en 
que  salieron  impresas  dichas  poesías.  En  el  año  de  15H  Johan 
loffre  de  Brianso  Dunecres  imprimió  en  Valencia,  en  4/,  la 
vida  de  la  santa ,  traducida  del  latín  al  valenciano  por  Fr*  To- 
mas de  Vessach,  religioso*  dominico  en  el  convento  de  San 
Onofi*e,  el  cual,  aunque  no  puso  su  nombre  á  la  obra,,  lo 
declaró  en  el  prólogo  ú  dedicatoria  á  la  priora  del  convento 
de  Santa  Catalina,  diciendo  :  cAquell  religios  indigne,  lo 
>  nom  del  cual  trobareu  escrit  en  los  capUetres  deis  capi- 
»tols  de  la  present  istoria,  frare  del  monestir  del  glorios 
» sent  Honofre.»  Al  fin  pues  del  libro ,  que  es  una  de  las  me- 
jores ediciones  hechas  en  Valencia,  y  está  adornada  con  treinta 
y  dos  valientes  grabados  en  madera,  de  escuela  española,  se 
halla  la  citada  colección  de  poesías  recogidas  por  Jerónimo 
Fuster,  y  cuyo  titulo  ó  encabezamiento  es  como  sigue  :  Libeü 
qui  mülor  dirá  a  la  ioya  en  lohor  de  la  seraphica  senta  Cathe-- 
riña  de  Sena  ardenatper  lo  senyor  mosii  iherani  fiuter^mestre 
en  saeta  theologia*  Sigue  después  una  exhortación  ó  convo- 
catoria en  estos  términos  : 

Asserenan  |  los  nunols  del  entendre 
Mostrant  lo  sol  |  de  vostra  gran  dotrina , 
Lo  boit  iom  I  ans  del  iorn  de  la  pla^ 
Les  donareu  |  per  qnel  iahi  se  fa^. 

Los  reverents  |  Uieolechs  de  gran  fama 
Lo  Sorio  I  y  lo  canonge  Firü 
De  noble  troncb  |  aquella  noble  rama 
Don  Fenoller  |  qne  de  virtnts  seorama 
Vos  iutgaran  |  sens  passio  y  sena  ira. 
E  lo  deuot  I  qai  traduix  la  Tida 
Fara  stampar  |  lotes  les  vostres  ovres 
Per  que  vejam  |  lo  quant  fon  excellida 
Y  en  actes  grans  |  ab  son  espos  unida 
Mirant  tal  Uum  |  den^esos  canelobres. 

Lerau  nos  donchs  |  les  benes  de  la  vista 
Mostrant  nos  dar  |  que  et  quanta  sit  ista. 

Siguen  después  las  poesías,  sin  el  titub,  que  copia  Fuster; 
y  por  último,  entre  los  trovadores  que  concurrieron  al  cer- 


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542  *      HISTORIA   DB   LA    LITERATDIU   BSPAAOLA. 

támen ,  se  hatla  ademas  el  nombre  de  Miguel  García ,  que  no 
insertó  aquel. 

Ricbs  trobadors  |  qne  bastan  a  compendre 
Lo  prim  del  prim  |  e  paiz  no  poden  Tendré 
Del  fin  brocal  |  obrin  la  bala  feria 
AUTiani  I  ab  les  labora  condignos 
Trotes  del  vía  |  de  Tostra  pura  mena 
La  que  ?iTinl  |  fen  actes  tan  insignes 
T  en  Tida  y  mort  |  Tence  tots  los  malignes 
Verge  eieeUnt  |  Gatberína  de  Soia. 

Que  eatrels  serafe  |  esta  bny  coUocada 
Del  fiU  de  Den  |  esposa  coronada. 

§.  En  cobles  set  |  destil  daqaestes  nostres 
Pres  armaren  |  ?ostra  fina  ballesta 
Hil  qni  millor  |  tirant  les  trotes  Tostres 
Acertara  |  en  lo  paper  de  mostree    . 
Don  beU  robi  |  fará  digne  conquesta 
De  sent  Ifiqnel  |  assigne  tos  lo  dia 
Qne  Tint  bi  non  |  comptarem  de  setembre 
Hil  monestir  |  daqnesta  Terge  pia 
.    Sera  lo  locb  |  bils  intges  sens  falsia 

Tantbons  tant  iusts  |  quen  res  no  doTen  rembre. 

Cap.  xviii,  nota  13,  p.  373. — Juan  Alfonso  deBaena  no  fué 
c secretario  particular!  del  rey  D.  Juan  el  Segundo,  sino  es- 
cribano, ó  por  mejor  decir,  escriba  ó  escribiente  en  la  con- 
taduría de  palacio.  En  una  respuesta  de  Ferrant  Manuel  de 
Lando  que  le  está  dirigida ,  se  hallan  los  siguientes  versos  : 
Ga  siyenpre  enTeogistes  de  muy  batallante 
En  obra  de  armas  Tállente ,  perfecta , 
Con  escrybanias  é  tynta  byen  pryeta 
Sumando  las  rrentas  del  ano  passante. 

Tuvo  un  hermano  llamado  Francisco,  también  poeta,  el 
cual  fué  escribano  del  adelantado  Ruy  Paez  de  Ribera. 

Gap.  xvín,  nota  21 ,  p.  378. — \  esta  nota  tenemos  que  ad- 
vertir que  D.  Enrique  de  Aragón ,  llamado  por  otro  nombre 
cel  Astrólogo»,  no  fué  nunca  marqués  de  Villena,  como  lo 
supuso  equivocadamente  D.  José  Pellicer,  y  copiaron  des- 
pués otros  varios  escritores.  Su  abuelo  D.  Alonso  de  Aragón» 
conde  de  Denia  y  de  Ribagorza,  fué  en  efecto  marqués  de 
Villena  por  merced  del  rey  D.  Enrique  II;  pero  desposeído 


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ADICIONES  T   NOTAS.  543 

por  Enrique  III ,  ni  él  ni  su  hijo  D.  Pedro  volTieron  á  usar  del 
título  de  marqués ,  mucho  menos  su  nieto  D.  Enrique,  quien 
en  documentos  de  aquella  época  que  hemos  tenido  á  la  vis- 
ta, se  intitula  siempre  :  cDon  Enrique,  tio  del  Rey,  maestre 
de  la  orden  de  Calatrava,»  y  en  otros,  c señor  de  Iniestap 
mas  nunca  marqués  de  Villeiia.  Vésuse  á  Salazar  y  Castro, 
Addert^  BisL ,  p.  80,  y  i  Salazar  de  Mendoza,  Monarquía  de 
España,  1. 1,  p.  206.  En  la  Crónica  de  Don  Juan  II  se  le  de- 
signa á  menudo  con  el  titulo  de  conde  de  Gangas  de  Tineo, 
que  obtuvo  por  merced  del  rey  D.  Enrique  III. 

Gap.  xviii,  nota  23,  p.  378. — No  tiene  el  autor  razón  en  lo 
que  dice  acerca  de  la  comedia  intitulada  Don  Enrique  el  En~ 
fermo.  Aunque  los  poetas  dramáticos  de  aquel  tiempo  no  se 
distinguían  por  su  exactitud  histórica,  es  preciso  convenir  que 
en  el  caso  presente  los  autores  de  aquella  tienen  á  su  favor 
nada  menos  que  la  Crónica  de  Don  Juan  11,  en  la  que  al  ca- 
pítulo IV  (año  1407)  se  lee  lo  siguiente  :  cEl  rey  D.  Enrique 

>  le  habia  dado  el  maestrazgo  de  Galatrava,  habiendo  traído 
«maneras  con  D.*  Maria  de  Albornoz,  su  muger,  á  la  qual 
•  hizo  que  dixese  que  D.  Enrique  era  impotente ,  é  por  eso  se 
» quería  meter  monja  :  é  que  después  de  Maestre ,  él  habria 
» dispensación  del  Santo  Padre  para  casar ,  é  la  sacaría  del 
» monesterio  de  Santa  Glara  de  Guadalaxara ,  donde  la  llevó  á 
i  meter  monja  el  ministro  Fr.  Juan  Enriquez  :  é  por  esto  re- 

>  nuncio  el  cQudado  de  Gangas  de  Tineo ,  y  el  derecho  que 
habia  ai  marquesado,  i  Véase  también  á  Rades  de  Andrade, 
Chrónicade  las  tres  Ordenes,  en  la  de  Galatrava,  cap.  33. 

Gap.  xvni,  nota  26,  p.  580. —  Habiendo  llegado  á  nuestras 
manos  un  códice  del  siglo  xv  que  contiene  varios  tratados  de 
D.  Lope  de  Barrientes ,  vamos  á  hacer  su  descripción  por  lo 
que  pueda  ilustrar  la  historia  literaria  de  estos  tiempos.  Es  en 
folio ,  con  63  hojas  útiles ,  de  letra  redonda  y  clara ,  con  las 
iniciales  y  epígrafes  de  los  capítulos  de  tinta  encarnada.  Gou- 
tiene  los  siguientes  tratados  : 

I."*  Traetado  délas  espeeies  de  adevinanzascopilado  por  man- 
damiento del  christíaniseimo  Bey  don  Juan ,  por  Don  Lope  de 
Barrientos^  obispo  de  Cuenca.  E^lá  dividido  en  seis  partes,  en 


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544  HISTORIA   DE   LA   LITERATURA   ESPAÑOLA. 

las  cuales  el  autor  trata,  si  es  posiUe  ó  imposible  que  haya 
adevinanza  ó  arte  mágica ,  dóode  nació  dicha  arte ,  en  qué 
manera  pecan  los  que  de  ella  usan,  cuántas  son  las  espedes 
de  adevinanza ,  resolución  de  las  dudas  que  acerca  de  esto  se 
pnedan.ofrecer  :  foL  1-26.  Está  precedido  este  tratado  de  un 
prólogo  ó  dedicatoria  al  Rey ,  en  que  dice  que  después  de 
haberle  enviado  el  Tractado  de  los  sueflos  y  el  de  coiso  y  for^ 
lunaf  le  fué  mandado  componer  el  presente  cpara  que  su  al* 
»teza  pueda  saber  lo  que  le  pertenes^e ,  e  no  lo  sabiendo, 
1  pueda  aprender  lo  necesario  para  juzgar  e  detenninar  por 
>si  en  los  tales  casos  de  arte  mágica,  cuando  ante  su  alteza 
1  sean  denunciados  i .  En  la  segunda  parte  de  este  tratado  alu- 
de el  autor  á  la  quema  de  los  libros  de  D.Enrique  de  Villena, 
la  cual  se  hizo  de  orden  expresa  del  Rey,  y  no,  como  el  ba- 
chiller Gibdareal  y  algunos  han  repetido  después,  á  instiga- 
ción del  Obispo. 

2.*  Tractado  de  casso  e  fortuna^  dividido  en  tres  partes  : 
fol.  27-38. 

3.*  Traetado  del  dormir^ edetperíar  e  del  $oñaredela$  ado^ 
vi$ian%a$  e  agüeros^  e  profería^  partido  en  tres  partes: fol. 39. 

Nació  D.  Lope  de  Rarrientos  en  Medina  del  Campo,  año 
de  1382,  de  padres  nobles.  Después  de  concluir  sus  estudios 
en  Salamanca,  profesó  en  Santo  Domingo,  siendo  el  primer 
catedrático  de  prima  de  teología  que  tuvo  su  orden  en  aque- 
lla universidad.  De  dicho  empleo  le  sacó  el  rey  D.  Juan,  nom- 
brándole confesor  suyo  y  maestro  del  principe  D.  Enrique, 
su  hijo.  Electo  obispo  de  Segoyii^  en  1438,  asistieron  á  su 
consagración  los  Reyes,  el  Principe,  el  Condestable  y  todos 
los  señores  de  la  corte.  En  1442  fué  trasladado  á  la  silla  de 
Avila,  y  posteriormente  promovido  á  la  de  Cuenca,  por  haber 
gobernado  el  reino  en  los  últimos  dias  del  rey  D.  Juan  el  Se- 
gundo, y  asistido  muchos  años  al  rey  D.  Entique  'IV,  siendo 
canciller  mayor  de  Castilla,  murió  en  1469,  á  los  ochenta  y 
siete  afios  de  su  edad. 

Cap.  xviu,  nota  32,  p.  383. — No  es  extraño  que  D.  Enri- 
que de  Aragón  tuviese  tan  escasos  conocimientos  de  la  len- 
gua latina  en  tiempos  que  los  estudios  clásicos  estaban  muy 


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ADICIONES   Y    NOTAS.  545 

poco  generalizados  en  España.  En  el  prólogo  á  la  Cayda  de 
principes  de  Juan  Bocaccio,  cuya  traducción  del  laiinñié  co- 
menzada por  el  canciller  Pero  López  de  Ayala,  su  editor, 
Juan  Alfonso  de  Zamora»  cuenta  la  dificultad  que  tuvo  en  ha- 
llar persona  competente  que  le  tradujese  lo  que  faltaba.  cNo 
i  lo  pudiendo  fallar  en  Castilla ,  dice ,  ovelo  en  Barcelona.  El 
>qual  fallé  en  latin,  porque  quien  me  lo  tomasse  en  nuestra 
1  lengua,  alli  hallar  no  pude.  E  después ,  acá  en  Castilla, assas 
i  de  letrados  dello  requiriendo ,  no  me  dauan  á  ello  remedio, 

>  diziendo  que  la  rhetorica  del  era  muy  escura  para  romanear : 
i  e  por  que  á  aquellos  que  en  algunas  buenas  obras  se  ocu- 

>  pan  siempre  nuestro  señor  Dios  los  guia,  traxo  acaso  que  en 
tuno  el  muy  reverendo  y  sabio  Doctor  Alfonso  García,  deán 
ten  las  iglesias  de  Santiago  y  Segovia,t  etc. 

Cap.  xviu ,  nota  33,  p.  385. — Hemos  visto  un  códice  de  los 
Trabajos  de  Hércules^  escrito  en  vida  de  D.  Enrique  de  Ara- 
gón, al  fin  del  cual  se  lee  la  nota  siguiente  :  c  Acabóse  esta 

>  obra  é  trasladacion  en  Torralva ,  villa  del  dicho  señor  don 
1  Bnrriqne,  la  víspera  de  Sant  Miguell,  en  el  mes  de  setiem- 
>bre  anno  de  mili  e  quatrocientos  e  diez  e  siete  años.» 

^  el  mismo  códice ,  aunque  de  distinta  letra,  se  hallan  los 
siguientes  tratados  :  i  .^  Declaración  sobre  el  verso  Quoniam 
videbo  coelos  tuos.  2."^  Tracltido  de  la  lepra.  S.""  Tractado  de 
la  fascinación  ó  aqj amiento.  Este  tiene  una  nota  final  que  dice 
asi :  c Acabó  describir  este  libro  Femando  de  Rojas ,  en 
»el  mes  de  octubre  del  nascimiento  del  nuestro  salvador 
»Jhu.  xpo.  año  de  mggcclvi  años.»  i."" Poesías  sagradas.  8."* De 
la  manera  y  del  cuidado  familiar  déla  casa,  e.""  Anécdotas  hisló- 
ricas  de  Don  Pedro  el  Cruel.  Los  dos  últimos  tratados,  que  tie-, 
nen  la  fecha  de  1458,  son  conocidamente  obra  posterior,  y  pa- 
recen haber  sido  añadidos  por  el  copiante  ó  dueño  del  códi- 
ce. Tampoco  las  poesias  pueden  con  seguridad  atribuirse  á 
D.  Enrique  de  Aragón,  aunque  intercaladas  con  otros  trata- 
dos suyos  y  escritas  eu  el  estilo  de  la  época.  Empiezan  asi : 

Señores  este  tractado  A  Jesu  crucificado 

Es  fecbo  con  diligencia       ,  Qnes  sa  ?erbo  verdadero, 

T.  I.  35 


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S46  HISTORIA    DE   LA    LITERATURA   ESPAÑOLA. 

Sobre  faser  revereDcia  Dios  e  omme  todo  eatero 

A  Dios  padre  figurado.  En  la  ostia  consagrado. 

También  se  atribuyen  ¿  D.  Enrique  de  Viliena  los  siguien- 
tes tratados  :  1/  La  cadira  del  honor.  S.*"  Triumpho  de  las  do^^ 
na».  S.""  De  cámo  se  entiende  poder  estar  en  las  vestiduras  y  pa^ 
redes.  4.""  Consolatoria.  Todas  estas  oUras  reunidas  con  otras 
ya  citadas  Ytó  el  Sempere  en  un  códice  del  üempo,  que  se 
conservaba  en  la  biblioteca  del  Sr.  duque  de  Frías. 

De  La  cadira  del  honor  y  que  otros  atribuyen  áinan  Rodrí- 
guez del  Padrón  (Nicolás  Antonio,  Bib.  Vet. ,  lib.  x,  cap.  yi), 
yimos  años  atrás  un  códice  antiguo  que  empezaba  asi :  c  Ju- 
1  yentud  de  buenos  deseos  es  benigna  é  amigable  á  los  ami- 
igos,  fiera  é  insoportable  á  los  enemigos,  valerosa  en  los 
>  fechos  de  virtud  é  cavallería,  •  etc.  El  autor  figura  una  mon- 
taña, que  es  la  de  los  c buenos  deseos» ,  con  una  selva,  que 
es  el  c  afán» ,  y  un  verjel,  que  es  el  cmerescimiento» ,  donde* 
las  plantas  llamadas  c virtud  y  nobleza»  echan  raices  y  flore- 
cen, de  cuyas  ramas  está  formada  la  muy  alta  c  cadira  del  ho- 
nor» .  En  contraposición  con  esto  describe  un  valle  de  vicios, 
donde  crecen  dos  plantas  salvajes. 

Cap.  XIX,  nota  38. — Secretarío  de  cartas  latinas  le  llam{t  el 
Ponciano,  comentador  de  sus  obras,  en  la  vida  que  de  él  es- 
cribió, la  cual  tan  solo  se  halla  en  la  edición  de  1499,  hecha 
en  Sevilla  por  Joannes  Pegnizer ,  de  Nurimberga ,  y  compañe- 
ros alemanes,  á  28de  agosto,  suprimiéndose  después  en  todas 
las  demás.  Gonzalo  Fernandez  de  Oviedo ,  en  sus  Quinquage^ 
ñas ,  trata  largamente  de  Joan  de  Mena ,  y  después  de  anun- 
ciar la  intención  en  que  está  de  componer  un  epitafio  para  su 
.sepulcro,  exclama : 

Dichosa  Tordelaguna  El  dexó  tanta  memoria 

Que  tiene  á  Joan  de  Mena ,  En  el  verso  castellano , 

Coya  rama  tanto  suena  Que  todos  le  dan  la  mano ; 

Sin  semejante  ninguna.  Dios  le  dé  á  él  su  gloria. 

Cap.  XIX ,  nota  54 ,  p.  412. — Las  veinte  y  cuatro  coplas  aña- 
didas al  Laberinto  se  imprimieron  por  la  primera  vez  en  Se- 
villa, 1617,  folio,  con  su  correspondiente  glosa  por  un  anónimo. 


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ADICIONES   Y   NOTAS.  547 

el  cual  dice  asi :  «Si  verdad  es  lo  qae  escrive  el  comentador  de 

>  las  trezientas  en  el  fin  de  la  postrera  copla  que  el  Rey  Don  Juan 
1  mandó  al  poeta  Juan  de  Mena  que  añadiese  á  las  trezientas, 

•  sesenta  y  cinco  para  que  el  número  dellas  fuesse  igual  con 
» los  días  del  año ,  muy  bien  se  pueden  estas  xxim  coplas  ajun- 

>  tar  con  las  dichas  eco;  pero  queda  otra  duda,  que  no  cum* 
ipKó  el  dicho  número  de  lxv,  lo  qual  haze  dubdar  estas  no 
lauer  sido  compuestas  por  tan  famoso  poeta  :  mas  o  sean 
t  suyas  o  de  otro ,  pues  la  materia  dellas  es  conforme  con  eV 
> fin  de  las  trezientas,  y  el  estilo  no  muy  difTerente,  es  bien 
» declararlas.»  Hállanse  también  en  la  edición  de  Vallado- 
lid,  1836,  folio,  y  en  otras  posteriores. 

Ademas  de  sus  poesías  Juan  de  Mena  escribió  un  libro 
poco  conocido,  y  del  cual  vamos  á  dar  razón.  Es  una  paráfra- 
sis en  prosa  de  algunos  cantos  de  la  //ioda,  y  sé  halla  en  la  se- 
lecta librería  del  Exmo.  Sr.  duque  de  Osuna  y  del  Infantado , 
en  un  tomito  en  4.*^  de  pocas  hojas,  impreso  en  letra  de  tórtis. 
Léese  en  su  frontis  en  letras  grandes  :  cEsta  es  la  Iliada  de 

•  Homero  en  romance ,  traduzida  por  Juan  de  Mena;»  y  al  fin 
del  libro  :  cAqui  se  acaba  la  Iliada  de  Homero,  historiador  muy 
» excelente.  Traduzida  del  griego  y  latin  en  lengua  vulgar  por 

>  el  poeta  castellano,  Juan  de  Mena.  Embióla  el  licenciado 
» Alonso  Rodríguez  de  Tudela  al  illustre  y  muy  magnifico  se- 
» ñor  el  SQñor  don  Hernando  Enrriquez,  para  en  que  lean  sus 

>  hijos  los  que  han  de  exercitar  la  disciplina  y  acto  militar. 
» Fué  imprimida  en  la  villa  de  Valladolid  por  Arnao  Guillen  de 
» Brocar  á  xxni  dias  del  mes  de  Abril.  Año  de  mil  y  quinien- 

>  tos  y  diez  y  nueve  años. » 

Unido  á  este  tratado,  aunque  con  portada  aparte,  se  halla 
el  siguiente  :  La  contienda  que  ovieron  Ajas  Telamón  y  Ulyxes 
antes  (sic)  los  príncipes  y  pueblo  de  greda  delante  de  troya  so^ 
bre  las  armas  de  Achiles  después  de  su  muerte.  (El  qual  mató 
Paris  a  traycion  y  sobre  seguro  en  el  templo  de  Apolo  dentro  de 
troya)  trasladada  del  principio  del  décimo  tercio  libro  del  Ovi^ 
dio  de  metamorphoseos ,  en  lengua  vulgar  castellana.  Al  fin  : 
« Aqui  se  acaba  la  contienda  que  ovieron  Ajas  Telamón  y  Uly- 


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548  HISTORIA   DE   LA    LITERATURA    ESPAÑOLA. 

>  xes  sobre  las  armas  de  Achiles.  La  qual  embio  el  licenciado 

•  Alonso  Rodríguez  de  Tudela  al  iilustre  y  muy  magnifico  se- 

•  ñor  el  señor  don  Hernando  Enrriquez  juntamente  con  la 
» Iliada  d'liomero  para  en  que  lean  sus  hijos  los  que  han  de 
» exercitar  el  acto  militar.  Fué  imprimida  por  Arnao  Guillen, 

>  de  Brocar  en  la  muy  noble  villa  de  Valladolid»  á  xxix  de  Mar- 

•  co.  Año  de  h.  d.  y  xix  años.» 

En  la  Biblioteca  Nacional  se  conservan  cuatro  códices  de  es- 
la  obra  de  Juan  de  Mena,  de  los  cuales  el  mejor  y  más  antiguo 
es  de  letra  del  siglo  xv,  y  está  señalado  con  la  Q.  224,  y  los 
otros  dos  tienen  respectivamente  las  marcas  T.  130 ,  M.  56  y 
V.  269»  circunstancia  que  ya  advirtió  Bayer  en  sus  notas  á  la 
Biblioteca  Vetus^  de  Nicolás  Antonio,  t.  ii,  p.  268,  c.  1.%  si 
bien  ignoró  que  se  hallaba  impresa.  Alfonso  Rodríguez  de 
Tudela  ,  autor  del  segundo  tratado  y  editor  del  Homero  ro- 
manzado de  Juan  de  Mena «  tradujo  del  latín  al  castellano  el 
Compendio  de  boticarios  del  doctor  Saladino,  ñsico  mayor 
del  principe  de  Taranto,  y  le  dio  á  la  estampa  en  Valladolid, 
en  casa  del  mismo  Arnao  Guillen  de  Brocar,  año  de  1515.  En 
la  misma  ciudad  é  imprenta  publicó  un  año  después  (1516) 
otro  tratado  análogo  con  este  título  :  Servidor  de  Albuchasis 
Benaberacerin,  trasladado  de  arábigo  en  laíin^  por  Simón  ge- 
noves,  siendo  Abraam  judio  de  Tortona  interprete^  etc.,  4.""  leii*a 
de  tórtis. 

Para  muestra  del  estilo  grandiloquo,  lleno  de  latinismos  y 
ridiculamente  amanerado  de  este  autor,  conocido  solo  por 
sus  obras  en  verso,  trasladaremos  aqui  el  proemio  ó  intro- 
ducción á  su  Paráfrasis  de  Homero,  según  se  halla  en  el  más 
antíguo  de  los  códices  arriba  citados  : 

«  Prohemio  al  muy  lllastre  Rey  D.  Juau  el  Segundo  de  esle  nombre.  Juan 
de  Mena. 

» AI  muy  alio  y  poderoso  principe  y  muy  umano  señor  Don  Juan  el  Se- 
gundo, por  aspiración  de  la  divinal  gracia  muy  digno  rey  de  los  reynos  de 
Castilla  y  de  León,  ele,  vueslro  muy  umill  y  natural  siervo,  Juan  de  Mena, 
las  rrodillas  en  tierra,  veso  vuestras  manos,  y  me  recomiendo  en  vuestra 
alteza  y.señorio.  Muy  alto  y  muy  buen  aventurado  Rey,  por  eso  los  fechos 
maravillosos ,  á  vueltas  con  los  que  los  fallan,  se  gozaron  jamas  ocurrir  á  la 


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ADICIONES   Y    NOTAS.  549 

ex^llencia  de  la  real  dignidad  :  por  que  alti  son  las  cosas  puestas  en  rrico 
presólo  y  pro?eydas  de  devido  nombre  y  mesurado  acatamiento,  donde 
mejor  son  especuladas  y  conestidas.  Por  aquesto  les  rieptos  y  desafios 
entre  la  sacra  magestad  de  los  Beyes  se  mandan ,  por  que  los  buenos.que 
su  virtud  ofresgen  al  rriguroso  esaraen  de  las  armas ,  esperen  de  la  real 
casa  corona  de  méritos  en  aprovacion  de  sus  opiniones  :  Asy  como  aque- 
llas, que  es  estudio  de  profanas  y  seglares  virtudes.  E  aun  esta  virtuosa 
ocasión.  Rey  muy.podoroso,  trae  á  la  vuestra  rreal  casa  toda  vía  las  gentes 
estrangeras  con  diversos  presentes  y  dones.  Vienen  los  vagamundos  afor-- 
ros  que  con  los  nopales  y  casas  movedizas  se  cobijan  desde  los  fines  de  la 
arenosa  Libia,  desando  á  sus  espaldas  el  monte  Atbálante,  á  vos  presentar 
leones  yracundos.  Vienen  los  de  Garaftianta  y  los  pobres  areyes  concordes 
en  color  con  los  etíopes,  por  ser  vesinos  de  la  adusta  y  muy  caliente  sona, 
á  vos  ofres^er  las  tigres  odoríferas.  Vienen  los  que  moran  cerca  del  vicome 
monte  Urontio  y  acechan  los  quemados  espiráculos  de  las  bocas  (irreas , 
polvorientas  de  las  cenisas  de  Fiton,  pensando  saber  los  secretos  de  las 
tripodas  y  fuellar  la  desolada  Thebas ,  á  vos  traer  esfinges  quistionantes. 
Traen  á  vuestra  alteza  los  orientales  indios  los  elefantes  mansos  con  las 
argollas  de  oro ,  y  cargados  de  linaloeles ,  los  quales  la  cres^íente  dé  los 
quatro  rríos  por  grandes  aluviones  de  allá  donde  mana  destirpa  y  so  mueve. 
Traen  vos  estos  mesroos  los  relumbrantes  paropos,  los  nubíferos  acates, 
los  duros  diamantes ,  los  claros  rrubis  y  otros  diversos  linajes  de  piedras , 
los  quales  la  circundan^a  de  los  solares  rrayos  en  aquella  tierra  mas  bru- 
ñen y  clarifican.  Vienen  los  de  Siria,  gente  amarilla  de  escodreñar  el  tibar, 
que  es  fino  oro  en  poluo,  á  vos  presentar  lo  que  escarvan  y  trabsgan.  Traen 
vos ,  muy  excellente  Rey,  los  fríos  setentrionales  que  beven  las  aguas  del 
ancho  Danubio  y  aun  el  elado  Reno ,  y  sienten  primero  el  boreal  viento , 
quando  se  comienza  de  mover,  los  blancos  armifios ,  y  las  finas  martas ,  y 
otras  pieles  de  bestias  diversas,  las  quales  la  muy  discreta  sagacidad  de  la 
naturaleza ,  por  guardarlas  de  la  grant  intenperan^  de  frior  en  aquellas 
partes,  de  mas  espeso  y  mejor  pelo  puebla  y  provee.  Vengo  yo,  vuestro « 
umill  siervo  y  natural ,  á  vuestra  clemencia  begnina,  non  de  Etiopia  con 
relumbrantes  piedras,  non  de  Asiría  con  oro  fUluo,  nqn  de  África  con  bes- 
tias mostruosas ,  y  fieras ,  mas  de  aquella  vuestra  cauallerosa  Cordova.  Et 
curao  quier  que  de  Cordova  aquellos  dones ,  nín  semblantes  de  aquellos 
que  los  mayores  y  antiguos  padres  de  aquella  á  los  gloriosos  principes  . 
vuestros  antecesores  y  á  los  que  agora  son  y  aun  después  serán ,  vastaron 
ofresQcr  y  presentar.  Gomo  sy  dixesemos  de  Séneca  el  moral,  de  Lucano 
su  sobrino ,  de  Abenrruys ,  de  Avicenna ,  y  otros  nop  pocos ,  los  quales  te- 
mor de  causar  fastidio  mas  que  mengua  de  multitud  me  devieda  los  sus 
nombres  explicar.  Ca  estos ,  Rey  muy  magnifico ,  presentauan  lo  que  suyo 
era  y  de  los  sus  ingenios  manaua,  y  nas^ie ,  bien  como  fazen  los  gusanos 
que  la  seda  que  ofres^en  á  los  que  los  crian  de  las  sus  entrañas  la  sacan  y 
atraen.  Pero  yo  á  vuestra  alteza  sirvo  agora  por  el  contrario ,  ca  presento 


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550  HISTORIA   DE   LA   UTERATDRA   ESPAÍ^OLA. 

lo  que  mió  no  es.  Como  las  abejas  roban  las  sustancias  de  las  meliflua» 
flores  de  los  bnertos,  y  las  traen  á  sos  cuestas,  y  anteponen  á  la  su  maes- 
tra, bien  asi  yo,  o  muy  poderoso  Rey,  uso  en  aqueste  don  y  presente,  que 
en  estas  flores  que  á  vuestra  señoría  aparejo  presentar  del  huerto  del 
grand  Homero ,  monarcba  de  la  universal  poesía ,  son.  E  aquesta  conside- 
ración antelevando,  gran  don  es  el  que  yo  tyngo,  si  el  mi  feale  }r  rapiña  no 
le  viciare.  E  aun  la  osadía  temeraria  atrevida  es,  á  saber  traducir  una  santa 
serapbíca  obra  como  la  Uiada  de  Omero  de  griego  sacada  en  latín,  y  de 
latin  en  nuestra  materna  y  castellana  lengua  vulgarizar,  la  qual  obra  pudo 
apenas  toda  la  gramática,  y  aun  eloquencia  latina  comprebender,  y  en  si 
res^bir  los  heroicos  cantares  del  vaticinante  poeta  Omero.  Pues  quanto 
mas  fará  el  rudo,  y  desierto  romancé,  acaescerá  por  esta  causa  ¿  la  omerica 
¡liada  como  á  las  dulces  y  sabrosas  frutas  en  la  fin  del  verano,  que  á  la  pri- 
mera agua  se  dañan,  y  á  la  segunda  se  pierden,  y  assi  esta  obra  recibrá 
desagrabíos.  El  uno,  en  la  traducción  latina  y  el  mas  dañoso  y  mayor  en  la 
interpretación  al  romance ,  que  presumo  intento  de  le  dar.  E  por  esta  ra- 
zón ,  muy  prepotente  señor,  dispuse  de  no  interpretar  de  veinte  y  cuatro 
libros  que  son  en  el  volumen  de  la  llíada,  salvo  las  sumas  brevemente.  No 
com(f  Omero,  palabra  por  palabra  lo  canta ,  ni  con  aquellas  poéticas  inven- 
ciones y  ornacion  de  materias,  ca  si  ansí  ovíese  de  escrivír,  muí  maior  vo- 
lumen y  compendio  se  finiera.  E  mas  escribió  Omero  en  las  escripturas 
solas  y  varias  figuras  que  eran  en  el  estudio  de  Achiles  que  ay  en  aqueste 
todo  volumen ,  é  déjelo  de  fazer  por  no  dannar  ni  ofender  del  todo  su  alta 
obra,  trayendo  gela  en  la  humilde  y  baxa  lengua  del  romance,  mayormente 
no  baviendo  para  esto  vuestro  regio  mandato.  Y  aunque  sean  á  vuestra  al- 
teza estas  sumas,  como  las  de  muestras  á  los  que  quisieren  en  finos  paños 
acertar,  ansy.  Rey  muy  excelente ,  estará  en  vuestra  real  mano  y  manda- 
miento, vistas  aquestas  sumas,  ó  muestras,  mandar  ó  vedar  toda  la  otra 
plenaria  ó  intensa  interpretación  traducir,  ó  dejar  en  su  estado  primero. 
E  por  que  aquella  fama,  y  memoria,  sobre  la  qual  han  rodado  siglos  de 
^uthorídad,  es  mas  comendable,  y  de  loar,  sy  después  de  muchos  tiempos, 
á  fuer  de  cosa  inmortal,  es  perpetuada  y  convalesce,  por  ende,  muy  temido 
señor,  noto  en  aqueste  prefación  las  alteraciones  que  los  autores  siguie- 
ron de  los  tiempos  en  que  Omero  haya  seido.» 

Trata  largamente  de  la  patria  y  tiempo  en  que  vivió  Home- 
'  ro,  y  después  continúa  : 

f  Pues  agora ,  esclarecidissimo  Rey  y  señor ,  fize  algunos  títulos  sobre 
ciertos  capítulos  en  qvte  departí  estas  summas ,  aunque  todos  los  poetas , 
según  la  soberbia  y  alteza  de  su  estilo ,  procedan  sin  titulo ;  pero  enmen- 
darlos he  yo  por  fazer  mas  clara  la  obra  á  los  que  en  romanzo  la  leye- 
ren, etc.» 

Toda  la  obra,  que  constará  de  unas  47  hojas  en  4.^,  y  está 


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ADiaONES   Y    NOTAS.  551 

escrita  en  el  mismo  estilo  retumbante  y  ampuloso,  es  tra-' 
duccion  del  libro  escrito  por  Décimo  Magno  Ausonio,  poeta 
y  gramático  del  cuarto  siglo  de  nuestra  era  vulgar,  y  precep- 
tor de  los  emperadores  Graciano  y  Valentiniano,  con  el  titido 
de  PeriochíE  in  Hameri  Itiadem  et  Odysseam. 

Tampoco  concluyó  Juan  de  Mena  sus  coplas  de  Loi  siete 
pecados  mortales^  que  empiezan  : 

Canta  tú ,  christiana  musa. 

Continuólas,  después  de  su  muerte,  un  caballero  de  la  orden 
de  Alcántara  (no  firaile,  como  dice  npestro  autor,  p.  407),  lla- 
mado frey  Jerónimo  de  Olivares.  También  hemos  visto  una 
continuación  hecha  por  Pero  Guillen ,  poeta  del  tiempo  de 
D.  Juan  el  Segundo,  y  autor  de  la  Gaya  de  Segovia^  segun^ 
Clemencin,  Elogio  de  la  Reina  Católica^  p.  405. 

En  la  Biblioteca  Columbina  de  Sevilla  se  conserva  un  códice 
de  letra  del  siglo  xv,  que  contiene,  ademas  de  la  continuación 
arriba  citada,  las  siguientes  obras  de  Pero  Guillen  :  l.'^Un 
Discurso  á  aquel  que  sigue  su  voluntad  en  cualquiera  de  los 
doce  estados  del  mundo.  Está  escrito  en  verso  de  arte  mayor, 
y  consta  de  treinta  y  dos  coplas,  i.^  Los  diez  mandamientos^ 
diez  coplas.  3."^  Los  siete  pecados  mortales  :  es  diferente  de  la 
obra  de  Juan  de  Mena  al  mismo  asunto ,  y  consta  de  doce 
coplas.  4.^  Un  poema  alegórico  sin  titulo,  dirigido  al  arzobispo 
de  Toledo,  D.  Alfonso  Carrillo,  de  quien,  según  Clemencin,  fdé 
contador. 

En  esta  última,  que  es  sin  duda  la  mas  importante  de  todas 
sus  obras ,  y  viene  á  ser  una  especie  de  contienda  entre  la 
Fortuna  y  la  Filosofía,  el  autor  nos  da  algunas  noticiasí  acerca 
de  su  profesión,  patria  y  estado.  En  la  dedicatoria  ó  suplica- 
ción al  arzobispo,  dice  que  habiendo  en  su  juventud  gozado 
de  temporales  bienes, « tantos  con  que  segund  su  estado  po- 

>  diera,  syn  pedyr,  conservar  su  honrra  y  sustentar  la  misera 

>  vida,!  se  vio  de  repente  privado  de  lo  mas  necesario,  hasta 
el  punto  de  c tener  que  escribir  escrituras  ajenas»  para  ganar 
el  preciso  sustento ;  pero  que  no  contenta  aun  la  Fortuna  con 


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552  HISTORIA  DE   LA   LITERATURA   ESPAÑOLA. 

haberle  puesto  en  tan  miserable  condición  y  misero  estado» 
c  quitóle  la  mayor  parte  de  la  vista  de  guisa  que  ya  por  de- 
1  fecto  de  aquella  no  facia  su  obra  como  devia,  i  ni  le  era  po- 
sible mantener  á  csus  fijos  menudos  >.  En  este  estado  apo- 
deróse de  él  la  desesperación,  y  á  no  haber  sido  por  un  santo 
religioso  que  le  consoló  con  ayuda  de  la  religión  y  sana  filo- 
sofía, hubiera  indudablemente  sucumbido  á  su  pesar. 

En  la  copla  diez  y  seis  dice  que  tuvo  por  maestros  en  la 
poesía  al  marqués  de  Santillana  y  á  Juan  de  Mena^  á  quienes 
llora  por  muertos ,  y  en  la  siguiente  habla  de  Gómez  Manri- 
que como  si  viviese  aun.: 

Buscando  las  cabsas  FortoDa  malvada 
Por  donde  mas  dapnos  cabsar  me  podía. 
Falló  en  mí  deseo  muy  bien  titulada 
Aquella  graciosa  solil  polisya  : 

Y  con  presupuesta  contraria  porfla 
Al  bra^o  valiente  del  fljo  d* Almena 
Quitó  al  Marques,  llevó  á  Juan  de  Mena 
Maestros  fundados  de  quien  aprendía. 

Lo  qual  me  cabsó  tan  grande  recelo 
Teniendo  á  sinplesa  que  mas  se  publique 
Que  á  la  yntercesora  Reyna  del  cielo 
Con  grandes  gemidos  conbien  que  suplique , 
Que  guarde  la  vida  del  sabio  fifanrrique , 
Pues  desta  s^ien^ia  sostiene  la  cunbre 
Por  que  mis  ojos  non  queden  sin  lunbre 

Y  á  buenos  conceptos  mis  obras  aplique. 

Por  último,  en  la  copla  veinte  y  tres  da  algunas  noticias  de 
su  patria  : 

Sy  vuestra  prudencia  querrá  saber  quien 
Es  este  que  yase  de  palmas  en  tierra, 
Mandad  preguntar  j^or  Pero  Guillen 
Allende  Pedrasa^  bien  cerca  la  Sierra : 
Mandad  preguntar  adonde  se  encierra 
La  vil  compañera  del  triste  Amiclate , 

Y  adonde  fortuna  mayor  da  conbate 
Con  tantos  y  tales  peltrechos  de  guerra. 

D.  Alfonso  Acuña  Carrillo ,  á  quien  está  dirigida  la  obra » 


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ADICIONES   Y   NOTAS.  553 

murió  en  1484,  habiendo  ocupado  la  silla  arzobispal  treinta  y 

ocho  años,  desde  el  de  1446;  Juan  de  Mena  en  4456,  y  el 

marqués  de  Santillana  en  1458;  Gómez  Manrique  vivia  aun  en 

1481,  y  hacia  este  año  debió  Pero  Guillen  escribir  esta  com- 
posición. 
En  un  cancionero  manuscrito  de  S.  M.,  que  describiremos 

mas  adelante,  se  hallan  varias  composiciones  de  Pero  Guillen, 

á  quien  se  le  Uama  cde  Sevilla  i,  y  natural  de  Segovia.  Son 

las  que  siguen  : 

Coplas  en  respuesta  de  cQuando  Rroma  conquistava»,  fol.  6 
vuelto. 

Respuesta  en  metro  á  una  carta  que  Gómez  Manrique  envió 
á  Diego  Arias,  contador  mayor  del  Rey,  la  qual  ordenósele 
de  hazer  al  gran  servicio  de  dicho  señor  Diego  Arias,  fol.  8. 

Los  Salmos  penitenciales,  fol.  44. 

Le  Salve  Beginüy  dirigida  al  rey  D.  Juan,  fol.  52. 

Decir  sobre  la  muerte  de  D.  Alvaro 4e  Luna,. fol.  55. 

Decir  á  un  amigo  lisonjero  que  sus  ofertas  eran  muchas  e 
nyngunas  sus  obras,  fol.  56  vuelto. 

Decir  que  fiso  quando  se  desposó,  en  que  contiende  el  seso 
con  el  corazón,  57  vuelto. 

Decir  que  fizo  sobre  el  amor  estando  en  las  salinas  de  Aten^ia* 
en  un  valle  que  disen  el  Val  de  parayso,  fol.  59. 

Decir  que  fizo  Pero  Guylien  al  dia  del  juyzio,  63  vuelto. 

Decir  que  fizo  Pero  Guylien  contra  pobreza,  cuyo  efeto  e  ca- 
lidad a  él  en  tanto  grado  como  otro,  el  causador  lo  ha  co- 
nocido, 64  vuelto. 

Dezir  que  fizo  al  rey  nuestro  señor  (D.  Enrique  IV)  luego  que 
rreynó  e  fizo  paces  con  Aragón  é  Navarra,  66  vuelto. 

Respuesta  suya  c  porque  de  los  de  mucho  amador»,  fol.  66. 

Decir  sobre  el  amor,  fol.  66  vuelto. 

Canción  que  empieza  :  c  Doled  vos  de  mis  dolores.» 

Dezir  que  fizo  á  una  dama  carytativa  que  nunca  dijo  á  ninguno 
c ayude  vos  Dios»,  fol.  73  vuelto. 

Dezir  sobre  los  milagros  del  calabozo,  fol.  77. 
Cap.  XX,  nota  1,  p.  415.  —  Mucho  antes  que  Juan  de  Mena 


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554  HISTORIA   ÜE   LA   UTERATURA  ESPA?)OLA. 

escribiese  sus  Trescientas ,  M icer  Fnncisco  Imperial ,  Fray 
Diego  de  Valencia^  Alfonso  Alvarez  deVillasandíno,  el  canci* 
ller  Pero  Lopez.de  Ayala  y  otros  muchos  poetas  introduje- 
ron en  la  poesía  castellana  el  uso  de  vocablos  franceses ;  asi 
pues  hallamos  á  cada  momento  usados  aprés  por  después , 
aylas  como  interjección  de  dolor,  bannido  por  desterrado, 
cote  por  lado,  dayne  por  ciervo,  deessa  por  diosa,  escaque 
por  ajedrez,  firmalle  por  broche,  garcan  por  mancebo ,  hura 
por  cabeza  de  javali,  formage  por  queso,  jomea  por  el  es- 
pacio de  un  dia,  suli  por  bonito ,  landa  por  tierra  ó  región, 
laydo^  laydura  y  laydesa^  por  feo  y  fealdad,  orage  por  tem- 
pestad, etc. 

Gap.  XX,  nota  14,  p.  425.  —  Aunque  D.  José  Amador  de 
los  Ríos,  Estudios  históricos^  etc.,  p.  392,  atribuye  á  D.  Alon- 
so de  Cartagena,  obispo  de  Burgos,  las  poesías  que  con  el 
nombre  de  c Cartagena»  se  encuentran  en  el  Cancionero  ge- 
neraly  lamentándose  de  que  un  personaje  tan  respetado,  y  un 
prelado  que  tantas  veces  habia  sido  medianero  entre  reyes,  y 
que  por  otra  parte  era  un  modelo  de  virtudes,  se  entregase  á 
justas  y  solaces  poéticos  en  que  el  amor  era  el  único  ídolo, 
hasta  el  punto  de  merecer  el  dictado  de  c entendido  en  amo- 
res», que  le  dio  el  festivo  Castillejo,  no  hay  razón  alguna 
para  suponer  fuese  poeta ,  y  menos  aun  que  compusiese  di- 
chas poesías. 

Mal  podia,  en  efecto,  D.  Alonso  de  Cartagena,  obispo  de 
Burgos,  que  murió  en  1466,  hacer  unas  coplas  reprencUendo 
á  Fr.  Iñigo  de  Mendoza,  que  floreció  en  el  reinado  délos 
Reyes  Católicos,  ni  dirigir  otras  al  vizconde  de  Altamira,  título 
que  no  fué  creado  hasta  el  imo  de  1471 ,  según  Jerónimo  de 
Aponte  en  su  Nobiliario  manuscrito;  ni  mucho  menos  com- 
poner versos  en  honor  de  la  reina  D.*  Isabel,  que  empezó  á 
reinar  á  fines  del  año  1474.  Por  último ,  en  unas  coplas  diri- 
gidas á  esta  reina,  y  que  se  hallan  al  fol.  118  del  Cancionero 
general  y  edición  de  1556,  hay  una  alusión  tan  marcada  á  la 
célebre  campaña  que  comenzó  en  1482  y  concluyó  con  la 
toma  de  Granada,  que  este  hecho  por  si  solo  bastarla  para 


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ADICIONES  Y  NOTAS.  555 

probar  qae  el  c Cartagena»  det  Cancionero  no  es  D.  Alonso , 
obispo  de  Burgos.  Dice  asi : 

Por  que  se  conclaya  y  cietre 
Vuestra  étnpresa  comenzada 
Dios  querrá,  sin  que  se  yerre , 
Que  remateys  vos  la  R 
En  el  nombre  de  Granada. 

Pero  ¡qnién  fué  el  t Cartagena  >  del  Cancionero?  Mayans , 
en  sn  Retóriea\  tom.  n,  pp.  230  y  S35^  le  Uama  c  Pedro  > ,  sin 
darmas  noticias  de  él.  Hubo,  en  efecto,  un  Pedro  de  Cartage- 
na, hijo  de  D.  Pablo  de  Santa  María,  el  cual  tuvo  por  hijo  á  Al- 
varo de  Cartagena,  criado  al  parecer  del  condestd)leD.  Alvaro 
de  Luna  9  en  cuya  Crónica  se  hace  varias  veces  mención  de 
él,  llamándole  converso.  El  fué  quien  avisó  al  Condestable  el 
peligro  en  que  estaba  cuando  el  rey  D.  Juan  decretó  su  pri- 
sión, y  le  sirvió  de  guia  luego  que  intentó  fugarse.  (Crónica , 
tít.  cxx.)  En  la  p.  328  se  dice  expresamente  que  Alvaro  de 
Cartagena  era  hijo  de  Pedro  de  Cartagena,  y  en  la  335  se  le 
llama  sobrino  del  obispo  de  Burgos «  el  cual  no  puede  ser 
otro  que  D.  Alonso,  obispo  de  Cartagena,  hijo  de  D.  Pablo 
de  Santa  Haría.  Otro  tanto  viene  ¿  decir  la  Crónica  del  rey 
D.  Juan  11  y  en  el  cap.  128,  año  ui.  La  misma  (>dni<;a  (cap.  219, 
afio  xxxi),  al  tratar  de  los  caballeros  que  se  hallaron  con  el  Rey 
en  la  batalla  de  la  Higueruela,  nombra  entre  otros  á  c  Pedro 
de  Cartagena»  hijo  de  D.  Pablo ,  obispo  de  Burgos » ,  y  en  el 
año  1424  (cap.  iii ,  p.  225)  se  habla  de  un  torneo  celebrado 
en  Burgos,  «en  que  mantuvieron  por  la  cibdad  Pedro  de  Car- 

•  tagena,  hijo  del  obispo  D.  Pablo,  y  Juan  Carrillo  de  Hor* 
>maza. » 

Gracia  Dei ,  rey  de  armas  de  los  Reyes  Católicos ,  trata 
del  linaje  de  lof  Gartagenas ,  y  de  D.  Pablo,  obispo  de  Bur- 
gos. cDexó,  dice,  dos  hijos  obispos,  el  uno  de  Burgos,  y 

>  el  otro  de  Plasencia,  y  el  tercero,  cauallero  que  se  llamaua 

>  Pedro  de  Cartagena  que  oy  biue,  el  qual  ovo  dos  hijos  muy 

•  especiales  caualleros,  y  el  cassó  con  dos  mugeres,  entram* 


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556  HISTORIA   DE   LA   LITERATURA   ESPAflOLA. 

i  bas  de  gran  línage ;  assi  mesmo  sus  bíjos  é  hijas  con  ios 
> principales linages  de  este  Reyno  casafon,  y  es  mas,  que 
» son  del  alto  linage  de  Nuestra  Sefiora,  por  la  qual  cosa  traen 
» por  armas  una  flor  de  lis  blanca  en  campo  verde.  § 

En  una  información ,  hecha  en  Burgos  por  B.  Juan  Suarez 
de  Fígueroa  y  Velasco,  arcediano -de  Valpuesta,  en  1574, 
sobre  la  calidad  y  nobleza  antigua  de  D.  Pablo  de  Carta- 
gena, se  halla  lo  siguiente,  al  fol.  6  vuelto  :  cE  el  dicho  Pe- 
dro de  Cartagena,  hijo  del  dicho  Patriarcha  (Don  Pablo),  foé 

>  casado  primera  vez  con  D/  Haria.Sarabia,  y  segunda  vez  con* 

>  D/  María  de  Rojas,  el  qual  fué  del  consejo  de  los  Reyes  Don 

>  Enrrique  IV,  et  de  Don  Fernando  el  Catholico,  y  fué  nom- 
1  brado  por  guarda  del  cuerpo  del  Rey  Don  Juan  S."*,  e  fué 

>  persona  de  mucho  valor  y  esfuerzo,  como  lo  mostró  en  las 
tvatallas  en  que  se  halló,  que  fueron  muchas,  y  en  desafio» 
«singulares,  y  ganó  la  fortaleza  de  Lara,  que  en  aquellos  tiem- 
>pos  era  cosa  de  mucha  estima,!  etc. 

Si  las  anteriores  noticias  no  están  equivocadas ,  y  no  hay 
razón  alguna  para  creerlo  asi,  puesto  que  las  confirman  el 
maestro  Sanctotis  en  la  Vida  de  Don  Pablo  de  Santa  María , 
y  el  P.  Florez  en  la  Eipañá  sagrada  y  t.  xxvi,  cap.  4,  el  autor 
de  las  poesías  contenidas  en  el  Cancionero  general  no  es  otro 
que  Pedro  de  Cartagena ,  hijo  tercero  de  DJ  Pablo ,  el  cual 
fdcanzó  el  reinado  de  los  Reyes  Católicos,  y  viviaaun  en  1480. 
La  sola  dificultad  que  hallamos,  es  la  mucha  edad  que  debió 
tener  entonces.  D.  Pablo  de  Santa  Alaría  murió  en  4435  (no 
en  1433,  como  supone  equivocadamente  el  Sr.  Rios,  p.  342); 
D.  Gonzalo  de  Santa  María,  obispo  de  Plasencia  y  de  Sigüenza, 
hijo  mayor  de  D.  Pablo,  nació  en  1379,  y  murió  en  1448,  de 
69  años ;  D.  Alfonso^  obispo  de  Burgos,  nació  en  1384,  y  mu- 
rió en  1456,  á  los  72  de  su  edad ;  D.  Pedro,  que  fué  el  tercero, 
nació  en  1387,  y  por  lo  tanto  debió  contar  98  años,  por  lo 
menos,  cuando  escribíalas  coplas  ya  citadas  á  la  reina  D.*  Isa- 
bel, lo  cual  no  es  verosímil.  Has,  como  quiera  que  esto  sea, 
lo  que  no  admite  género  de  duda  es  que  las  poesías  del  Can^ 
cionero  general  no  son  ni  pueden  ser  obra  del  obispo  D.  Alon- 


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ADICIONES  Y   NOTAS.  557 

SO,  como  ha  supuesto  equivocadamente  e)  Sr.  Rios,  y  dice  el 
Sr.  Ticknor. 

Otro  hijo  tuvo  D.  Pablo,  llamado  Pedro  Suarez,  quien,  se- 
gún Sanctotis  (p.  37),  fué  regidor  de  Burgos  y  procurador  de 
dicha  ciudad  en  1407.  Véase  también  la  Crónica  de  D.  Juan 
SegundOj  cap.  xxvi,  p.  7. 

Cap.  xxic,  nota  3 ,  p.  448.— Hemos  visto  un  precioso  códice 
en  folio,  de  fines  del  siglo  xv,  que  contiene  todas  las  obras 
de  Diego  Rodríguez  de  Almela.  Ademas  del  Valerio  de  las 
hislorias  escolásHeaSy  de  la  Compilación  de  las  batallas  campa- 
les^  de  los  ¡Hraglos  del  glorioso  apóstol  Santiago ,  y  de  otros 
tratados  cuyos  títulos  se  hallarán  en  una  nota  del  erudito  Ba- 
yer  ilsLBibliotheca  Vetus  de  D.  Nicolás  Antonio,  tom.  ii,p.  326, 
hállanse  en  él  las  siguientes  no  mencionadas  por  ningún  otro 
escritor. 

•Copia  de  una  scríptura  dirigida  al  venerable  et  discreto 

>  señor  Pero  González  del  Castillo,  criado  de  la  muy  illustris- 

>  sima  señora  nuestra  Doña  Isabel ,  sobre  la  acción  y  derecho 

>  que  S.  A.  et  el  muy  illustríssimo  Rey  Don  Femando ,  su  ma- 
»rido ,  reyes  de  los  reynos  e  señorios  de  Castilla ,  e  de  León 
> e  de  Aragón,  e  de  Cecilia  tienen  á  Gascuña,  e  al  ducado  de 
I  Guiana  e  Navarra.  Murcia,  18  de  octubre  de  1481.»  (6  hojas.) 

c  Copia  de  una  letra  dirigida  al  venerable  e  virtuoso  señor 
»el  licenciado  Antón  Martínez  de  Cáscales,  alcalde  en  la  cib- 
>dad  de  Toledo,  sobre  los  matrimonios,  e  casamientos  entre 
•los  reyes  de  Castilla  e  de  León  de  España,  con  los  reyes  de 

•  Francia.  Murcia,  15  de  septiembre  de  1478.»  (7  hojas.) 

iCopia  de  una  scríptura  dirigida  al  honrado  señor  Johan  de 

>  Cordoua,  jurado,  oltm,  recabdador  de  las  rentad  reales  del 
>regno  de  Murcia,  de  como  et  porque  razón  non  se  deuen 

•  diuidir,  partir,  ninenagenar  los  regnos  e  señoríos  de  Es- 
>paña,  salvo  que  el  señorío  sea  siempre  uno  je  de  un  rey  e 
> señor,  monarchas  de  España.  Murcia,  18  de  julio  de  1482.i 
(9  hojas.) 

iTractado  de  como  las  mugeres  heredaron  siempre  en  Es- 
ipiAa  los  regnos,  ducados,  condados,  señorios,  etmayo-* 


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558  HISTORIA   DE   LA   LITERATURA   ESPAÍÍOLA. 

>  radgos  después  de  la  muerte  de  sus  padres,  non  dexando  hi- 
>jos  varones.  Dirigido  al  muy  magnifico  señor  Don  Joan  Cha- 

>  con ,  adelantado  e  capitán  mayor  del  regno  de  Murcia.  Ib.  ¿ 
•  27  de  junio  de  1483.»  (8  hojas.) 

c  Copia  de  una  carta  que  escribió  el  rey  de  Castilla  al  rey 

>  de  Aragón  sobre  la  scisma  que  havia  en  la  Iglesia.  Sept. 
.de  1497.» 

Consérvase  este  manuscrito  en  la  selecta  Ubreria  de  nues- 
tro amigo  D.  José  Haria  de  Álava,  en  Sevilla. 

Cap.  XXII,  nota  4,  p.  449.  —  No  hay  duda  que  hubo  dos 
tLucenas» ,  el  uno  llamado  simplemente  Juan  de  cLucena» , 
y  el  otro  Juan  cRemirez  de  Lucenai,  acaso  padre  é  hijo. 
Aquel  fué  embajador  de  D.  Juan  el  Segundo ,  y  escribió  el 
tratado  de  Vita  beata ^  en  el  que  hace  intervenir,  dialogando, 
¿  D.  Alfonso  de  Cartagena ,  obispo  de  Burgos ,  y  á  Juan  de 
Mena ,  muertos  en  1456 ,  y  al  marqués  de  Santillana ,  que  mu- 
rió en  1458.  El  otro  fué  protonotario  y  embajador  de  los  Re- 
yes Católicos ,  y  parece  ser  el  mismo  á  quien  alude  Alonso 
Ortiz  en  sus  tratados.  Hubo  aun  otro  c  Lucena» ,  que  en  1495 
escribió  é  imprimió  una  obrita  muy  singular,  de  que  daremos 
noticia;  y  por  último,  dos  hermanos  del  mismo  nombre,  que 
intervinieron  en  la  expulsión  de  los  judíos,  y  uno  de  los  cua- 
les escribió  desde  Zaragoza,  1503,  la  carta  que  inserta  Lló- 
rente. El  libro  á  que  aludimos  se  intitula:  Repetición  de  amo- 
res :  e  Arte  de  Axedrez  cofi  cl  juegos  de  partido.  Es  un  tomo 
en  4.""  español,  de  51  hojas,  letra  de  tórtis.  Al  comenzar  el 
primer  tratado,  de  los  dos  en  que  está  dividida  la  obra,  se 
lee  lo  siguiente  :  c  Repetición  de  amores,  compuesta  porLu- 
>cena,  hijo  del  muy  sapientissimo  doctor  y  reverendo  pro- 

>  thonothario  Don  Ji^an  Remirez  de  Lucena,  embalador  y  del 

>  consejo  de  los  reyes  nuestros  señores  en  servicio  de  la  linda 
i  dama,  su  amiga,  studiando  en  el  preclarissimo  studio  de  la 

>  muy  noble  ciudad  de  Salamanca.»  El  segundo  empieza  con 
un  epígrafe  igual,  añadiendo:  c intitulado  al  serenissimo  Don 

>  Johan  el  tercero  principe  de  las  Spañas.» 

La  Repetición  de  amores  viene  á  ser  un  tratado  sobre  el 


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ADICIONES   T  N01A5.  *  559 

amor  y  sus  efectos ,  en  que  se  introducen  cartas  de  Lucena  á 
su  dama ,  y  respuestas  de  esta ;  versos  de  Torrellas  y  de  Fray 
Iñigo  de  Mendoza  al  mismo  asunto;  todo  ello  atestado  con  ci-* 
tas  y  pasajes  de  Sócrates,  Séneca ,  Platón,  Ovidio,  Juvenal  y 
otros  autores ,  que  hacen  la  obra  indigesta  y  fastidiosísima  en 
extremo.  Al  ñn  de  la  Repetición  de  amores  se  halla  una  cPe- 

•  roracion  hecha  por  el  muy  discreto ,  y  grande  orador  el  ba- 
ichiller  Villoslada  en  lohor  y  gloria  del  que  la  presente  obra 

>  escribiói ,  la  cual  está  parte  en  prosa  y  parte  en  verso. 

Cap.  XXII,  nota  13,. p.  456.  —  La  primera  edición  de  Ar- 
nalte  é  Lucenda  se  hizo  en  1491 ;  su  título  es  Traetado  de 
amores  de  AmaUe  a  (sicj  Lucetidq.  Al  fin  se  lee  :  c  Acabase 

>  este  traetado  llamado  Sant  Pedro  |  a  las  damas  de  la  rryena 
>(sic)  nuestra  señora  fué'|  empreso  en  la  muy  noble  y  muy 
>leal  cibdad  I  de  Burgos  por  Fadrique  alemán  en  el  año  del 

•  nacimiento  de  nuestro  saluador  nqi  christo  |  de  mili  y  cccc 
> y  noventa  E  un  años,  a  xxv  |  dias  de  noviembre.» 

^La  impresión  es  en  4.'',  letra  gótica,  sin  foliatura  ni  recla- 
mos, aunque  con  signaturas  colocadas,  no  en  el  medio,  sino 
en  el  canto  de  afuera  de  la  plana. 

La  noticia  de  esta  edición  nos  ha  sido  comunicada  por 
nuestro  amigo  D.  Bartolomé  José  Gallardo,  quien  posee  mi 
ejemplar  de  ella  en  su  selecta  librería. 

Cap.  xxiii,  nota  3,  p.  461.  —  Cancionero  de  Lope  de  Stú- 
ñiga.  En  efecto ,  con  este  título  se  conserva  en  la  Biblioteca 
Nacional  (M.  48)  un  precioso  códice  en  vitela,  de  letra  de  me- 
diados del  siglo  XV,  encuadernado  en  tabla ,  forrada  de  ba- 
queta labrada,  y  con  165  hojas  útiles.  Vense  en  la  primera 
algunas  iluminaciones,  cuyo  carácter,  asi  como  la  letra  del  có- 
dice y  otras  circunstancias,  no  dejan  duda  de  que  se  escribió 
en  Italia.  Contiene  obras  de  poetas  poco  conocidos,  entre 
los  cuales  se  hallan  los  nombres  de  algunos ,  como  Juan  de 
Tapia,  Arguello,  Santafé,  Suero  de  Ribera,  y  otros  que  si- 
guieron á  Alfonso  V  de  Aragón ,  cuando  pasó  al  reyno  de 
Ñapóles,  ó  le  acompañaron  durante  su  cautiverio  en  Hilan. 
Esta  circunstancia  y  la  de  hallarse  en  la  colección  varias  can* 


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560  HISTORIA   DB   LA   LITERATURA   ESPAÑOLA. 

dones  dirigidas  á  la  condesa  de  Adorno,  á  la  hija  del  duque 
de  Hilan»  á  la  reina  D/  María  de  Aragón ,  y  por  último  á  la 
célebre  Lucrecia  d'Aniano,  querida  de  aquel  Rey,  nos  per« 
suaden  á  que  la  colección  se  hizo  en  Ñapóles  para  Alfonso  V, 
quizá  también  por  su  mandado ,  como  la  del  judino  Juan  Al- 
fonso de  Baena  lo  fué  para  D.  Juan  II  de  Castilla ,  conjetura 
que  no  parecerá  desacertada,  si  se  atiende  á  que  D.  Alfonso 
se  crió  en  Castilla ,  al  lado  de  su  padre  D.  Fernando  de  An- 
tequera, después  rey  de  Aragón. 

Nada  prueba  que  Lope  de  Stúñiga  fuese  el  autor  de  esta 
interesante  colección,  no  habiendo,  que  sepamos,  otra  razón 
para  darle  su  nombre ,  que  ta  de  empezar  el  códice  con  una 
canción  suya  que  dice  asi : 

Cabo  de  mis  dolores ,  Ayas  piedat  et  mesura 

Fin  de  largas  cruesas ;  Contra  mi , 

Principio  de  mis  amores ,  Que  de  tu  sola  flgura , 

Comienzo  de  mis  tristezas.  Me  vencí. 

En  una  de  las  composiciones  se  advierte  la  fecha  de  144^, 
lo  cual,  unido  á  las  demás  circunstancias  arriba  expresadas , 
nos  confirma  en  la  idea  de  que  la  colección  se  formó,  en 
efecto,  á  mediados  del  siglo  xv,  cuando  no  lo  indicara  ya  la 
misma  letra  del  códice.  Es  una  carta  de  Sancho  de  Villegas  á 
su  amiga,  la  cual  empieza  : 

Sobre  escripto. 

A  ti  dama  muy  amada  A  ti ,  dama  muy  querida , 

Sobre  todas  las  amadas ,  Humilmente 

A  ti ,  sennora  loada ,  Suplico  ser  rescebida 

Sobre  todas  las  loadas  La  presente. 

Sigue  la  carta,  y  después  concluye  : 

La  fecha. 

Fecha  con  toda  firmesa ,  En  el  anno  de  quarenta 

Dia  de  mucha  congoxa  *  Etmasií0« 

Uiespera  de  gran  tristeza  Et  los  $ey8  de  mi  tormenta 

Que  jamas  nunca  me  afloxa  Sabe  Dios. 

De  Lope  de  Stúñiga ,  á  quien  se  atribuye  esta  colección, 
tan  solo  sabemos  que  militó  en  Italia  á  las  ordenes  del  rey 


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ADiaONES  Y   NOTAS.  561 

D.  Alfonso ,  y  fué  ano  de  los  caballeros  que  más  se  distin- 
guieron en  el  tpasso  honrosso»  de  Suero  de  Quiñones,  tenido 
en  la  puente  de  Orbigo ,  en  1434.  Sospechamos  fué  hijo  del 
mariscal  Iñigo  Ortiz  de  Stú&iga«  de  quien  también  se  conser- 
van poesias  en  el  Cancionero  de  Baena  y  en  otros ,  aunque 
Pellicer,  en  la  Genealogía  de  la  casa  de  Zúñiga^  no  hace  men- 
ción de  él. 

A  continuación  insertamos  el  índice  de  las  composiciones 
contenidas  en  este  curiosísimo  Cancionero^  con  el  nombre  de 
sus  respectivos  autores,  y  el  primer  verso  de  cada  una,  para 
que  los  aficionados  á  este  género  de  poesía  puedan  formar 
más  cabal  juicio  de  su  contenido.  También  hemos  creido 
deber  señalar  aquellas  que  están  impresas. 

Fol.  1.  L&pe de  Siúñi§a,'-' Cabo  de  mis  dolores.  (Csrü.  gen.,  i81l,  p.  49, 

2  Tuelto.  Id,  —  Triste  purtída  mia. 

4.  Joha»  de  Mena.  —  Gnay  de  aqael  ombre  qie  mira.  ( Cañe,  een. , 
íím,  fol.  48.) 

6  f  uelto.  !d.  —  Ya  non  snfTire  mi  coydado.  ( Carne,  gen,,  fol.  50.) 

10.  Lope  deStúMga.  —(Al  margen  de  otra  letra  «  del  Bachiller  de  la 
Torre»,  como  en  efecto  lo  es.)  El  triste  qnemas  morir.  (Caite,  gen.,  liTTS, 
fol.  80.) 

i4.  Id.  —  Llorad  misHantos,  llorad.  {Cañe,  gen.,  i5ii,  fol.  50.) 

i5  vuelto.  Id,  —  Si  las  mis  llagas  mortales. 

i6  Tuelto.  Id.  —  Si  mis  tristes  pensamientos.  (Cañe,  gen.,  1511,  fol.  50.) 

iS.Johan  Rodríguez  ddPadren.^FnefíO  del  divino  rayo.  (Grite,  gen., 
1511,  fol.  17.) 

18  vaelto.  Kl  marqués  de  SaniéUana.  —  Ya  la  gran  noche  pastna.  (Cañe, 
gen^imí,to\.U.) 

20 vuelto.  Id.  —Antes  que  el  rodante  cielo.  (Cañe,  gen.,  1573,  fol.  40 
vuelto. 

22  vuelto.  ViUaloi  quizá  ViUíOübúi.  —  Quantos  aman  atendiendo. 

25.  Jehan  Rodríguez  del  Pedr&n  (sic).  —  (Los  siete  gosos  de  amor.)  Ante 
las  puertas  del  templo.  (Cañe,  gen.,  1573,  fol  121.) 

27.  Sancho  de  ViUegas.--  (Carta  á  su  amiga.)  A  U  dama  muy  amada. 

28  vuelto.  Id.  —  (Otra  suya.)  Quantos  de  la  fortuna.  > 

29.  Johan  de  Padilla.  —  Bien  pudo  desir  por  Dios. 

29  vuelto.  Lope  de  SíMíga.  —  Llorad  mi  triste  dolor. 

30.  Johan  de  Andújar.  —  Gomo  procede  fortuna. 
34.  Diego  del  Caetiüo.  —  Vuestra  fama  et  crueldat. 
36  vuelto.  Id. »  El  vergel  de  pensamiento. 


T.  I. 


56 


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562  ^  HISTORIA   DE  LA   LITERATURA   ESPAfiOU. 

Fol.  36  ▼aelU).  Diego  del  CagtUlo,  —  Por  la  muy  ¿spera  vía. 
40  vuelto.  Suero  de  Ribera,  —  A  dio,  á  Dios  alegría. 
41.  Marqués  de  Santülana,—  El  inGeroo  de  amor.  (Ocboa,  p.  249.) 
S3.  Johan  de  D«eftita«.— <Lanao  de  amor.)  Ed  altas  ondas  del  mar.  (Ocboa, 
Rimas,  p.  305.) 
56.  Castillo,  ^  Nyo  qaleren  morir  mis  maules. 
59  vuelto.  Mosen  ago  {¿lago?)  —  Diversas  veses  mirando. 
61.  Qapata.  —  Quanto  mas  pienso  cuytado. 
61.  Johan  Rodríguez  de  la  Cámara,  —  Bien  amar,  leal  servir, 
61.  vuelto.  Lope  de  Stúfnga,  —  Lloras ,  mi  triste  dolor. 

61.  Johan  Rodríguez  de  la  Camera,  ^  Solo  por  ver  á  Maclas. 

62.  Diego  Enrriquez  {idél  Castillo?).  —  Dicen  que  fago  follia. 

Id.  Johan  Rodríguez  de  la  Cámara.  -^  Desvelada,  sandía.  (Castellanos 
Bibl.  yTrob.,  p.  81.) 

63.  Moxica,  —  Soys  vos,  desid ,  amigo. 

66  vuelto.  Johan  de  Medina,  —  Alegre  del  qve  vos  viesse. 

66.  Arias  de  Bmlo,  —  El  que  tanto  vos  desea. 

66.  Anónimo.  —  (Desir  de  un  apasionado.)  Si  por  negra  vestidura. 

69  vuelto.  Johan  de  Duennas,  —  La  franqueza  muy  estranna. 

70.  Johan  de  Torres.  —  (Pregunta  á  Johan  de  Padilla.)  Non  sabes,  lobaoa 
de  Padilla. 

70.  Johan  de  Padilla.  —(Respuesta  á  la  anterior  pregunta.)  Johan,  sennor, 
yo  la  fablilla. 

73.  Suero  de  Ribera.  —  Gentil  sennor  de  Centellas. 

75.  Diego  de  Valera.  —  Adiós  mí  libertad. 
'  75.  vuelto.  Id.  —  (El  planto  que  Gzo  la  Pantasilea.)  Yo  sola  membrana 
sea. 

79.  Alonso  Enríquez.— (Su.  testamento.)  En  el  nombre  del  Dios  de  amor. 

gl.  Capola.  —  Pues  que  füistes  la  primera. 

81  vuelto.  Lope  de  Stúñiga.  —  Sennora,  gran  s}^  nracon. 

82.  Macias,  —  Y  el  gentil  niño  Narciso.  (Sarmiento,  Mem.,  p.  318.) 

82.  vuelto.  Villalobos,  —  Pues  me  fálleselo  ventura. 

83.  Rodrigo  de  Torres.  —  Qualquiera  que  me  toviere. 

83.  vuelto.  Johan  de  Andigar.  >~  (A  la  condesa  de  Ademo.)  De  es^  pre* 
ciosas,  Calíope  et  Palas. 

84  vuelto.  Femando  de  la  Torre.  —  (A  Don  Ladrón  de  Guevara,  por  que 
gu  muger  es  una  muy  galana  dama.)  Blirad  que  grande  quesUon. 

85.  Johan  de  Tapia.  —  Trabajos  que  me  matays. 

86.  id.  —  OVlvalá  que  mandó  á  la  fija  de  la  condesa  de  Arenas.)  Donsella 
ytaliana. 

88.  Id.  —(A  la  flja  del  duque  de  Milán,  syendo  él  en  presión.)  Muyalu  et 
muy  excellente. 

89.  Id.  —  (A  la  muy  excellente  reyna  de  Aragón  et  de  (exilia.)  Annqve 
e«tó  en  reyno  estrangero. 


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ADICIONES  Y   NOTAS.  563 

Pol.  89,  Tuelto.  Johan  de  Tapia,  —  (A  madama  Lucrecia.)  Dama  de  tan 
buen  senblaote. 

89.  Id,—  (A  la  devisa  del  sennor  Rey  Don  Fernando. )  Montanna  de  dia- 
mantes. 

90  vuelto.  Id,  —  Sanctus,  sanctas  Deus.  (Faltan  dos  bojas  que  han  sido 
cortadas.) 

91.  Id,  —  Bien  veo  que  fago  mal. 
91.  /(f.  —  Fortuna  sobre  la  tierra. 
91.  ¡d,  —  El  evangelio  de  Sant  Juan.  (Hay  raspados  cinco  versos.) 

91  vuelto,  ¡d.  -^  La  vyda  por  nombre  garryda. 
91.  /tf.  —  Mi  alma  encomiendo  á  Dios. 

fó.  Id,  —  (Contra  un  su  amigo  ytaliano.)  Mal  aya  quien  su  secreto. 

92  vuelto.  Id,  —  Muchas  veses  llamo  á  Dios. 

95  vuelto.  Id.  —  (Canción  fecha  á  la  condesa  de  Buchanico.)  Fermosa, 
gentil  deesa. 

94.  Id.  —  (Glosa.)  Yo  soy  aquel  che  nas^i. 

94  vuelto.  Id,  -^  (Desir  que  fiso  loando  et  nonbrando  todas  las  damas  de 
Turpia.)  Siendo  enemiga  la  tierra. 

96  vuelto.  Diego  de  León.  —  Los  hombres  de  amor  tocados. 

97  vuelto.  Id.  —  Como  en  son  de  injuriada. 

96.  Johan  de  Mena.  —  Seguiendo  el  plasiente  estilo. 

100.  Diego  de  Valera.  —  Non  sé  gracias,  nin  loores. 

101.  Femando  de  la  Torre.  —  En  diversas  opiniones. 

102.  Id.  —  Sennora ,  mal  cabo  ayan. 

109.  Johan  de  Tapia.  ~  (A  su  amiga.)  Non  es  humana  la  lumbre. 
104.  Id,  —  Sennora ,  mi  bien  y  amor. 

105  vuelto.  Villapando.  —  Sepan  todos  mi  tormento. 

106.  Id.  —  Nunca  Inejorar  mi  pena. 

106  vuelto.  Mendoza.  —  Vos  que  sentides  la  vía. 

107.  Diego  de  León.  —  Cobdiclando  ser  amado. 

107  vuelto.  Id.  —  Todo  pesar  agora. 

108.  Diego  de  Yolera.  —•  Sennores ,  mucho  pesar. 

108  vuelto.  Id.  —  Sennores,  mucho  pesar. 

109.  Alfonio  de  Montanos.  —  Mi  bien  y  toda  mi  vida. 

109  vuelto.  Man  de  Orthega.  —  Couarde  de  coraron. 

110.  Anónimo.  —  (Pregunta  que  fué  fecha  ¿  un  gentil  hombre  por  nom- 
bre Sames.)  Mi  buen  amigo  Sames. 

110.  Sarnés.  —  (Respuesta.)  En  el  tiempo  conocerés. 

110  vuelto.  Id.  —  Alegrad  vos  amadores. 

111.  Id.  —  Amor  desagradecido. 

111  vuelto.  Id,  —  Por  acres^entar  dolor. 

112.  Morana.  --  A  la  una,  á  las  dos. 

112  vuelto.  Johan  de  Torres.  —  O  temprana  sepoltura. 

113.  Ferrando  de  la  Torre.  —  Quien  se  puso  en  talcuydado. 


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564  HISTORIA  DE  LA  UTERATORA  ESPAftOLA. 

113  mello.  —  Mfinuú  de  Mímtanno$.  —  El  pintor  rey  Mannel. 
Fol.  116.  Femando  de  la  Torre. — Juego  de  naypes  que  compaso — el  de 
Burgos,  dirigido  á  la  muy  noble  sennora  condesa  de  Gastanneda. 

En  la  dedicatoria  á  dicha  señora  explica  el  autor  el  meca- 
nismo del  juego,  y  dice  : 

Han  de  ser  qnatro  juegos  apropriados  á  quatro  estados  de  amores  en 
esta  manera.  El  primero  de  religiosas,  á  las  espadas  apropiado  por  las  co- 
plas, segund  la  calidat  de  la  cua.  E  ban  de  ser  dose  naypes  en  este  Juego, 
et  en  cada  uno  una  copla  et  a  de  ater  tres  figuras,  la  primera  del  rey,  copla 
de  dose  pies;  la  segunda  del  cauallero  de  once ;  la  sota  de  diez  et  dende 
ayuso  diminuyendo  fasta  llegar  átin  pie,  y  por  conseguiente,  todos  los  otros 
estados,  assi  como  el  de  biudas,  apropiado  á  bastones,  y  de  casadas  á  copas, 
y  el  de  doncellas  á  oros,  por  tal  que  sean  quarenta  et  ocho  cartas,  et  coplas 
syn  las  del  prólogo,  ó  Enperador.  E  pueden  jugar  con  ellos  perseguera,  ó 
trintin,  assy  como  en  otros  naypes,  y  demás  pueden  se  conos^quales 
son  mejores  amores ,  sin  aver  respecto  á  lo  que  puede  contos^r.  Porque 
á  las  veses  es  mejor  el  camero  que  la  gallina,  etc. 

124.  A  Lope  de  Stúñiga  demandaron  estrenas  seys  damas,  é  él  fiso  traer 
seys  adormideras ,  é  fisolas  tefilr,  la  una  blanca,  la  otra  asul,  la  otra  prieta, 
la  otra  colorada ,  la  otra  Terde ,  la  otra  amarilla,  é  puso  en  cada  una  del- 
tas una  copla,  é  metiólas  en  la  manga,  et  fiiso  que  cada  una  de  las  da- 
mas metiese  la  mano  en  la  manga,  é  que  sacase  aquella  con  que  topase , 
et  que  cada  una  la  rescibiese  en  sennal  de  su  yentura :  e  las  coplas  son  es- 
tas.—La  blanca  :  Ye  dormidera  cuytada. 

124  Tuelto.  Marquéi  de  Sgwítftoiig.— Sennora ,  muchas  mercedes. 

125.  Diego  de  Va/^a.— Vuestra  bellesa  syn  par.      * 

125  Tuelto.  Juan  de  Tauiféi.*- Guydados,  dad  ya  tagar. 

125  fuelto.  Pedro  del  CaUt^.— (Respuesta.)  Por  demás  es  porfiar. 

126.  CarvajoZ.— Quien  se  podría  alegrar. 
126.  /d.— O  sy  muerte  fuera  presta. 

126.  /d.— (Para  el  Rey.)  Oyd  que  dise  mi  toóle. 

127.  Carvajalei.—Si  tan  fermosa  como  yos. 
127  vuelto,  /d.— Que  poca  cortesía. 

128.  /d.— (Por  madama  Lucrecia  de  Lanno ,  en  la  mejor  hedat  de  su  be- 
lleza.) Quien  podría  comportar. 

129  Yuelto.  Id.^Sj  desis  que  vos  offeade. 

130.  /d.— Pues  mi  Tida  es  llanto  ó  pena. 

130  vuelto.  /d.—Villanceto.  Saliendo  de  un  olivar. 

131.  /tf.— (Vision  muy  triste  de  mi  enamorada.) Mas  triste  que  nonMaria. 

131  vuelto,  /d.— Buena  nueva ,  buena  nueva.  r 
131  vuelto,  /d.— El  que  mas  leal  os  halló. 

Aqui  comienza  la  epístola  de  la  señora  reyna  de  Aragón  dolía  liaria  em- 


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ADICIONES  Y  NOTAS.  565 

bMa  al  sennor  Bey  don  Alfonso,  marido  suyo,  reinando  en  Italia  paci- 
ficamente. 

i33  f nelto.  Anónimo,  (Romance  por  la  sennora  Reyna  de  Aragón.)  Re- 
traída estaña  la  reyna. 

i96.  Carvaiale$,—Sicai  passer  solitario. 

i36  Tuelto.  /(f .— Gnay  de  tos  si  non  pensays. 

136  Toeito.  /tf.^A  la  princesa  de  Rosano.)  Entre  seso  y  cintura. 

i37.  /d.— Tiempo  fué  qne  ya  pasó. 

i37  Tuelto.  /d.— Dexadme  por  Dios  estar. 

138.  Id,— Si  non  fuesse  tanto  anante. 

138.  id.— Andando  perdido ,  de  noche  ya  era. 

130.  /d.—(^or  mandado  del  senuor  Rey  fablando  en  propia  persona,  siendo 
mal  contento  de  amor,  mientra  Madama  Lucrecia  fué  ¿  Roma.)  Yo  so  el 
triste  qne  perdí. 

130.  Don  Femando  de  Gn^twrff.— (Pregunu  de al  seSor  Rey  et  la  res- 
puesta por  su  mandado  del  señor  Rey,  respondiendo  en  su  persona.)  Voso- 
tros los  amadores. 

140.  Carvaja¡es,--(^espnestA  del  sefiorRey  que  fiso.)  Aquel  que  da  penas 
et  finge  dolores. 

140.  Id.— Vos  decis,  dexame  estar. 
140  vuelto,  /d.— Pues  non  me  Tale  füyr. 

141.  /d.^EI  Tuelo  de  la  ignorancia. 

143.  /d.— (Sueño  de  la  muerte  de  mi  enamorada.)  Muy  noble  castillo  de 
grand  omenage. 

143  Tuelto.  /d.— Aunque  juntos  pagan  guerra. 

144.  /d.— (Por  un  gentil  hombre  que  se  cassó  su  enamorada.)  De  Noia 
Pedro  sennor. 

145.  /d.— Quien  me  apartará  de  tos. 

145  Tuelto.  Dieifo  de  Sa/domia.— (Glosa  de  t  sy  pensays  »  que  fiso  ¿  Car- 
Tajal.)  O  duenna  mas  exceüente. 

147.  Cortra/a^.— Aunque  tos  no  me  querays. 

147.  /d.— (Canción  et  coplas  en  romance  aparte  fechas  con  mucha  tristesa 
et  dolor  por  la  partida  de  mi  enamorada.)  Vos  partis  et  á  mi  dexays. 

140  Tuelto.  id.— Desde  aqui  quiero  jurar. 

150.  Jd.^Paciencia ,  mi  coraron. 

150  Tuelto.  id.— De  mis  males  el  menor. 

151.  /d.— Vos  mirays  á  mi  et  á  ella. 

151  Tuelto.  /d.— 4)ecidme ,  gentil  sennora. 
151  /d.— Donde  soya ,  gentil  galana. 

ISS.  /d.^Tempo  serrebe  hora  may. 

153  Tuelto.  /d.^Non  credo  che  piü  grand  doglia. 

153.  Id.— Adió  madama,  adío  ma  dea. 

153.  id.— Passando  por  la  Toscana. . 

155.  Id.— Acerca  Roma,  Teniendo  de  la  campanna. 


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566  HISTORU  DE   LA  LITBRATDIU  ESPAÑOLA. 

iS5.  Carvitfalei.-^PoT  la  muerte  de  Laamot  Torres ,  capitam  de  los  ba- 
llesteros del  sennor  Rey  que  murió  en  la  cuba  sobre  Carinóla.)  Las  trom 
pas  sonauan  al  punto  del  dia. 

i56  vuelto,  /d.— <Glosa.)  Non  curedes  de  porfiar, 

iSr7.  /d.— Partiendo  de  Roma ,  passando  Blariuo. 

157  vuelto,  /d.— Desnuda  en  una  que^a. 

157  vuelto. /¿.—(Respuesta  en  defensión  de  amor.)  A  vos  erejemalo, 
porque. 

IS^.  Johott  de  Mena.—ynesiní  vista  me  repara. 

159.  Alfonso  de  Afon/annof.— Quando  mas  libre  pensé. 

160.  Johan  de  Andújar.  —  (Al  señor  rey  don  Alfonso.)  Nunca  jamas  ven- 
cedor. 

100.  Moien  Pedro  Torreüag,  (Coplas  de  las  calidades  de  las  donas.)  Quien 
bien  amando  persigue.  {Cana,  gen,  1573,  fol.  127.) 

165.  Suero  de  i{f^¿ni.— (Respuesta  en  defensión  de  las  donas,)  Pestilen- 
cia por  las  lenguas. 

CANCIONERO  DE  JUAN  FERNANDEZ  DE  IXAR. 

En  la  Biblioteca  Nacional  se  conserva  otro  cancionero  ma- 
nuscrito que,  si  no  es  tan  antiguo  como  el  llamado  tde  Es- 
túfUgai  y  es  también  muy  importante ,  por  cuanto  contiene  las 
obras  de  muchos  poetas  desde  los  tiempos  de  D.  Juan  el  Se- 
gundo ó  Enrique  III,  hasta  el  de  Carlos  V.  Es  un  tomo  en  fo- 
lio 9  de  distintas  letras  (la  más  antigua  no  pasa  de  principios 
del  siglo  xvi),  forrado  en  tabla,  y  tiene  en  el  dorso  el  siguiente 
título  :  Obras  de  Don  Juan  Fernandez  de  Ixar^  llamado  el 
Orador. 

Es  claro  que  la  colección  no  pudo  ser  formada  por  este  ilus- 
tre caballero,  que,  según  Latassa  (Bib.  Ant*  de  Aragón,  t  ii, 
p.  199),  murió  en  1456,  ni  por  su  hijo  D.  Juan  Femandes, 
conde  de  Aliaga  y  primer  duque  de  Hijar,  que ,  según  el  ci- 
tado escritor  (loe.  laúd»,  p.  230) ,  falleció  en  1461.  Lo  que 
hay  de  cierto  es  que  el  códice  perteneció  á  dicha  familia,  y 
que  en  1645  lo  poseia  D.  Jaime  Fernandez  de  Ixar,  descen- 
diente de  aquel  caballero ,  cuyos  títulos  y  genealogía  se  ha- 
llan extensamente  declarados  en  la  primera  hoja  del  libro. 
Esto  bastó  sin  duda  para  que  al  encuadernar  de  nuevo  el  có- 
dice se  le  pusiese  título  tan  extraño  y  que  encierra  un  enorme 


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ADICIONES  Y  NOTAS.  567 

anacroaismo ,  puesto  que  se  hallan  en  él  poesías  de  Villasan*- 
dino»  Imperial  y  otros  trovadores  que  florecieron  en  el  si- 
glo XIV. 

97.  Johttti  de  Af^nfl.— (Debate  formado  é  compuesto  por.;...  de  la  razón 
<»iitra  la  voluntad.  Está  impreso  en  sus  obras.) 

i41.  Frey  Pedro  imperla/.— (Pregunta  que  físo á  Alfonso  Alvarez  de 

Toledo.)  Señor  Alfonso  Alvarez ,  grant  sabio  perfecto. 

141.  Alfonso  A/t;ar«2.— (Respuesta  de á  frey  Francisco  Inperial.) 

(Estas  preguntas  y  respuestas ,  que  son  muchas,  se  hallan 
en  el  Cancionero  de  Baena^  atribuidas  á  Mícer  Fraiieisco  Im- 
perial y  á  Alfonso  Alvarez  de.  Villasandino.) 

i44.  Fernando  de  la  7(^r^.— (Qando  enxempio  de  bien  beuir.)  Tu  onbre 
que  estas  leyendo.  (Quince  octavas.) 

146.  Johan  de  Mena.-^X  su  amiga.)  Vuestra  vistxt  me  repara. 

i47.  Gómez  Manrique.---{\\  señor  Rey.)  Quando  Roma  conquistara.  (Can- 
cionero general,  .i573,  fol  74  vuelto.) 

aSOí  Johan  de  ValladoUd.--  (Testamento  del  maestro  de  Santiago  que  fizo. ) 
In  dey'nomine,  por  quanto. 

153.  Alfonso  Eurt^tf^^.— Que  se  fizo  lo  pasado.  (Diez  octavas.) 

159.  Marqués  de  5aii/f7tona.— (Coplas  que  fizo  el á  Don  Alfonso  rey  de 

Portugal.)  Rey  nuestro ,  cuyo  uonbre.  (Oeboa ,  Rimas ,  p.  259.) 

157.  /(f.— (Pregunta  á  Johan  de  Mena.)  Decid,  Juan  de  Mena ,  e  mostrad- 
me  qual. 

157.  Man  de  iÍ0fta,--(Respuesta.) 

157.  Femand  Pérez  de  (7ai^Maii.— (Prólogo  en  los  loores  de  los  claros  va- 
rones de  España  que  embió señor  de  Batres ,  al  noble  e  vertuoso  ca- 

oallero  Don  Femand  Pérez  de  Guzman ,  comendador  mayor  de  Caiatrava. 
— Ochoa,p.  271.) 

188.  Fre¡f  Pedro  /üifieriii/.— (Preguntas  á  Alfonso  Alvarez  de  Toledo. — 
Son  las  mismas  qao  se  hallan  al  fol.  141  y  siguientes.) 

187.  Johan  de  Mena,—(Lsks  Trescientas,) 

211.  JHeg^del  Ca</i7¿0.— (Descripción  del  tienpo  en  que  la  visión  de  lo 
siguiente  se  comienza  sobre  la  muerte  del  rey  Don  Alfonso.)  Avia  reco- 
gido sus  crines  doradas.  (Ochoa ,  RimaSy  p.  357.) 

%n.  Marqués  de  San/i/tena.— (Los  Proverbios.—EstiíU  impresos.) 

224.  Gómez  Manrique,— {Catíü,  que  envió  Gómez  Manrique  al  obispo  de 
Calahorra  sobre  la  muerte  del  marqués  de  Sanlillana.)  Empieza :  Si  des- 
pués de  la  muerte  del  muy  ilustre  y  esclarecido  señor. 

226.  Fernando  de  la  r<>rrd.— (Dando  enxempio  á  todo  onbre  de  bien  be- 
uir.—Repetición  de  la  que  se  halla  é  fol.  144.) 

227.  Masen  Pedro  Torrellas.-^C^ha  fechas  por.....  de  las  calidades  de 


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568  HISTORIA  OB  LA  UTERATURA  ESPAÑOLA. 

las  donas.)  Quien  bien  amando  persigne.  (C^m,  Gen,,  fbl.  i27  mello.) 
228.  Suero  de  Aifr^ra.— (Coplas  qae  fizo contra  los  qae  dizen  mal  de 

las  donas.)  Pestílencia'por  las  lenguas. 
228.  AnioMo  de  Mimtor9.^CoipUs  que  fizo...  contra  Torrellas  en  defensa 

de  las  donas.)  No  sé  quien  vos  soes  Torrellas. 

228.  Jd.—iCophB  del  mismo á  los  sefiores  de  la  iglesia  de  Gordova* 

pedlendoles  emjenda  de  un  caballo  que  se  le  murió  quando  el  Rrey  entró 
en  te  f  ega  de  Granada.)  El  amo  noble  su  firente. 

229.  Gómez  Jíimfí^iM.— (Coplas  para  el  señor  Diego  Arias  de  Avila  con-: 
tador  mayor  del  re j  nuestro  señor,  e  del  su  consto.)  Como  á  la  noticia 
mia  las  continuas  respuestas. 

254.  Ait^fttiiu».— (Disputa  que  Alé  fecha  en  la  dbdad  de  Fez  delante  del 
Rey  é  de  sus  sabios.) 

En  el  prólogo  á  dicha  Disputa,  que  está  en  prosa,  se  declara  que  tuvo 
lugar  en  el  año  de  1304  á  presencia  de  |ohan  Condes  de  Valladares ,  et 
delante  un  primo  hermano  del  Rey  de  Portugal ,  et  delante  de  un  notario. 
Al  fin  de  ella  se  lee  lo  siguiente :  «  Este  treslado  se  sacó  de  un  Cancionero 
»en  Chypre  en  la  cibdad  de  Nicosya,  miércoles  k  tres  de  mayo  de  1469. 
»  Dios  sea  sienpre  loado.  Amen. » 

237.  Marquée  de  Sonfütomi.^EpIstola  que  mandó  el  señor al  conde 

de  Alúa  quando  estftba  en  presión.)  Es  en  prosa  y  empieza  asi :  Quando  yo 
demando  ¿  los  Perreras. 

238.  id.— (Epístola  que  enbió al  conde  de  Alúa  quando  estaba  en 

presión ,  en  la  qual  relata  quien  fué  Vías  e  de  donde ,  e  algunos  de  sus  fe- 
chos.) Empieza :  Fué  Rias  segund  que  plaze  á  Ralerio.  (Está  en  prosa. ) 

290.  Johan  de  Mena,--{La  Gí»rottad(»it.~lm presa.) 

SS4.  Marqués  de  Santülana.-^L¡L  comedieta  de  Pon^a ,  cotejada  con  la 
que  publicó  Ocfaoa  [Rimas  inéditas ,  etc. ,  pp.  12-54],  presenta  variantes 
de  alguna  consideración.) 

206.  Forrando  FiUpo  de  Cérdoba.^EphiolU  á  nuestro  señor  el  Rey.)  Ha* 
vorte  por  lan^  en  potencia  macedo. 

268.  Ferrando  de  la  Torre. (Testamento  del  Maestre  de  Santiago.)  bi 

dey  nomyne  por  quaoto.  (Es  el  mismo  que  se  halla  á  fol.  150,  y  se  atribuye 
á  Juan  de  Valladolid.) 

269  vuelto.  Johan  de  tfejM.— Vuestra  visU  me  rrepara.  (Es  la  misma  del 
folio  146.) 

270.  AnMma.— (Romance  del  señor  rrey  Don  Ferrando.)  En  un  verde 
prado  syn  miedo  segura. 

271.  /tf.— (Índice  de  63  consejos  ó  sentencias  de  sabios  :  los  cuales  están 
en  prosa  y  van  acompañados  de  una  glosa  ó  comentario.)  Empieza :  En 
aqueste  siglo  son  señores  los  francos ,  en  el  otro  aquellos  que  temen  á 
Dios. 

287  vuelto,  /tf.— (Otro  tratado  análogo  al  anterior.)  Empieza  asi :  Cuenta 
llarculitts  filosofo  que  fué  uno  de  los  buenos 


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AMCIQUES  T  ROTAS.  560 

296.  AMónimo.^{lMre9  á  nnstln  sefiora  la  virgen  Márii.) 

iUmamia,  EsU  adora 

Noche  e  dia  EsU  sefiora , 

Loa  la  Tirgen  María :  DesU  sa  fovor  inplora. 

297.  /¿.—(Tratado  deyoto  iDtitulado  Flor  de  virtudet,  en  prosa. 

330.  Id,—     Abre ,  abre  las  orejas  Que  las  trasquilas  k  engaño 

Escucha ,  escucha  pastor  Tantas  vezes  en  el  año 

DI  t  i  no  oyes  el  clamor  Que  nunca  las  cubre  pelo. 

Que  te  húen  tus  of  ejas  ? 

(Son  en  todo  veinte  coplas.) 

De  aqui.en  adelante  el  códice  está  escrito  de  letra  más 
moderna,  como  de  mediados  del  siglo  xvi,  y  contiene  algu- 
nos romances,  glosas,  disparates,  invenciones,  etc. 

353.  Ánénimo.Si  la  causa  de  mi  daño. 

335.  /d.— (Romance.)  En  las  cortes  está  el  Rey. 

336.  /d.— (Treslado  de  una  carta  que  echaron  y  se  hallo  en  la  cámara  det 
Emperador  [Garlos  V]  sobre  lo  de  Milán.) 

39B.  Pedro  Mariinez.'^iCoplM  fechas  por i  Johan  poeU ,  cristiano 

nuef  o.)  Johan  poeta  en  tos  Yenyr. 
341  f  uelto.  /(f.— (Disparates.)  Vi  con  muy  bravo  denuedo. 
338  vuelto,  id.— (Coplas  de  disparates.)  El  Conde  Partinuplés,  etc. 

Lo  restante  del  códice  contiene  poesías  de  época  aun  más 
moderna. 


GANCIOlflROS  MAlCÜSCRrrOS  DE  LA  BIBLIOTECA  DI  CÁMARA  DI  S«  M. 

Con  motivo  de  la  pubncacion  del  Caneionero  de  Joan  Al- 
fonso de  Baena,  qoe  saldrá  á  luz  dentro  de  pocos  dias,  he* 
mos  tenido  ocasión  de  examinar  y  reconocer  varios  códices 
de  la  biblioteca  de  S.  M. ,  que  para  dicho  fin  y  con  la  com- 
petente autorización  tiene  en  su  casa  nuestro  amigo  el  señor 
marqués  de  Pidal.  Dos  de  ellos  son  tan  curiosos,  que  no  he-* 
mos  podido  resistir  á  la  tentación  de  dar  un  resumen  de  su 
contenido,  ya  que  por  la  extensión  de  nuestras  notas,  y  la 
naturaleza  misma  de  esta  publicación,  no  nos  sea  posible  in- 
sertar algunos  extractos,  como  lo  hubiéramos  deseado.  El 


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570  HISTORIA  DE   LA   LITERATURA  ESPAl^OLA* 

uno  de  ellos,  señalado  con  la  marca  Vil»  A.  5»  es  un  tomo 
en  folio  menor,  con  163  hojas  útiles,  y  parece  compuesto  de 
▼arios  fragmentos  de  cancioneros  antigaos,  como  se  ecfaa  de 
ver  por  la  dase  de  letra ,  habiéndola  de  varías  épocas,  como 
del  último  tercio  del  siglo  xv,  de  fines  del  mismo  siglo  y  del 
primer  tercio  del  xvi.  Es  procedente  de  la  librería  del  Cole«- 
gio  mayor  de  Cuenca,  y  contiene  obras  de  treinta  poetas  di- 
ferentes, como  son  :  Alvarez  de  Illescas  (Alonso),  por  otro 
nombre  Alfonso  ATvarez'de  Villasandino ;  Agraz  (Juan),  As- 
torga  (marqués  de);  Baena  (Juan),  sin  duda  el  mismo  que  Juan 
Alfonso  de  Baena,  compilador  del  Cancionero  que  corre  con 
su  nombre ;  Burgos  (Diego  de) ,  secretario  del  niarqués  de 
Santíllana;  Cartagena,  Colon  (ü.  Hernando),  Córdoba  (Gon- 
zalo de).  Dueñas  (Juan  de),  Estúñiga  (Lope  de),  García 
Alonso),  Guillen  (Pero),  Jaén  (Alonso Sánchez  de),  &fanrique 
(Gómez),  Marmolejo  (Juan),  Mena  (Juan  de) ,  Mendoza  (Pedro 
de),  Moxica,  Pedro  de  la  Cal  Traviesa,  Peña,  Palomeqoe 
(Diego),  Rodríguez  del  Padrón  (Juan),  Rey  de  Castilla  (Don 
Juan  11),  Sánchez  de  Badajoz  (Garci) ,  Santíllana  (íharqués  de). 
Torre  (Fernando  de  la).  Torre  (Juan  de  la),  Valera  (Blosen 
Diego  de).  Valencia  (Diego  de),  Viana  (Juan  de). 

Otro  más  antiguo  y  también  en  folio  consta  de  178  hojas 
útiles,  y  tiene  al  margen  algunos  dibujos  de  pluma,  que  so* 
bre  estar  rudamente  hechos ,  nada  tienen  de  común  con  el 
asunto  de  las  poesías.  Está  escrito  en  papel  grueso  y  moreno, 
y  la  letra  es  del  último  tercio  del  siglo  xv.  Contiene  obras  de 
setenta  y  ocho  poetas,  algunos  de  ellos  muy  poco  conocidos, 
y  cuyos  nombres  ponemos  á  continuación,  señalando  el  nú- 
mero de  composiciones  atribuidas  á  cada  uno  : 

Agraz  (Juan),  6;  Agmar  (García  de),  1 ;  Alvarez  (Alonso), 
es  Villasandino,  6;  Arguello  (Gutierre  de),  1;  Barrienlos 
(Alonso  de) ,  1 ;  Bocanegra (Francisco), 4 ;  Borja (García de),  i; 
Campo  (Mendo  de),  1;  Cañizales,  i ,  es  Alvaro  ó  Diego  de 
Cañizares ,  de  quienes  se  conservan  poesías ;  Carrillo  (Go* 
mez),  3;  Cárdenas  (Pero),  2;  Cárdenas  (Rodrigo),  1;  Cha- 
milo  (D.  Mendo) ,  1 ;  Contreras,  2;  Córdoba  (Alfonso  de) ,  1; 


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AmcroVES  T  KOTAS.  571 

Cttello  (sic)  (Pero),  2;  Duenyas  (Juan  de),  11 ;  Deza  (Alonso 
de),  1;  Daqne  (el),  2;  Enríqaez  (Alonso) «  10;  Enriqnez 
(Juan),  6;  Enriquez,  el  hijo  del  almirante ,  1 ;  Escacenal; 
Bstamarín,  8;  Estúniga  (Lope  de),  1;  Fadrique  (el  duque 
D.)«  sin  dndaD.  Fadrique,  duque  de  Castro,  1;  Fairíque 
(el  conde  D.)*  parece  ser  el  mismo,  pues  fué  también  conde 
de  Trastamara,  1;  Fajardo  (Diego),  1;  Guevara  (Fernan- 
do de),  2;  Imperial  (Hicer  Francisco),  1;  Luna  (D.  Alvaro 
de),  18;  Maclas,  5;  Marmolejo  (Juan),  1;  Martin  el  Tañe- 
dor, 1 ;  su  hermano,  7;  Medina  (García  de),  3 ;  Hessia,  5;  Men- 
doza (Diego  Hurtado  de),  6;  Mendoza  (Iñigo  López  de),  20; 
Merlo  (Juan  de) ,  1 ;  Moncayo  (Mosen) ,  3 ;  Montoro ,  8 ;  Mon- 
toro  (Abuso  de),4;  Montoro  (Juan),  1;  Ortiz  de  Calderón 
(Francisco),  1;  Ortiz  de  Calderón  (Sancho),  1 ;  Padilla  (Joan 
de),  8;  Pedro  de  la  Cal  Traviesa;  Pedraza  (García  de),  14; 
Pefialosa,  1;  Pimentel  (Juan),  2;  Portugal  (el  infante  D.  Pe- 
dro de),  1;  Quadros  (Gonzalo  de),  2;  Quiñones  (Suero  de); 
Quiñones  (Pedro  de) ;  Rey  de  Castilla ,  4 ;  Rivera  (Suero  de),  18; 
Rodríguez  del  Padrón  (Juan),  1;  Rojas  (Femando  de),  1; 
Santafé,  39;  Santafé  de  Masniya,  1 ;  Sames,  3;  Sesé  (Moseu 
Juan  de),  3;  Silva  (Juan  de),  4;  Segura  (el  comendador),  1 ; 
Tapia  (Juan  de),  6;  Torquemada  (Gonzalo  de) ,  3 ;  Torres  (Ro- 
drigo de) ,  7 ;  Torres  (Diego  de),  1 ;  Torres  (Juan  de),  34;  VaU 
tierra ,  10;  Villalpando  (Juan  de) ,  2 ;  Villalpando  (Mosen  Fran- 
cisco),  7;  Vizconde  (el),  4;  Urrea  (Pedro  de),  1 ;  Urries (Mo- 
sen Ugod'),l. 

Cap.  XXIII,  nota  1,  p.  460. —  cDe  los  cuales  alguno  que 
•otro  vivió  en  el  reynado  de  Enrique  IIL»  Debió  decir  cEn- 
rtque  II  llamado  el  Viejo» ,  puesto  que  durante  el  reinado  de 
este  monarca  floreció  Alfonso  Alvarez  de  Villasandino ,  natu- 
ral ó  vecino  de  lilescas,  cuyas  poesías  ocupan  más  de  una 
tercera  parte  del  Cmeionero  de  Baena.  Entre  ellas  hay  algu« 
ñas  dirigidas  á  dicho  Rey,  ó  á  sus  mancebas  D/  Juana  de  Sosa 
y  D/  Ihria  de  Cárcamo. 

Algo  aventurada  nos  parece  la  proposición  que  sienta  aquí 
el  autor  respecto  á  las  poesías  contenidas  en  el  Cancioneroíde 


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572  HISTORIA  DE  LA  LITERATURA  ESPAl^OLA. 

Baena^  cuando  <fiee  que,  exceptuando  algunas  composiciones 
cortas  de  Ferrand  Manuel  de  Lando»  Alvarez  Gato  y  Fernán 
Pérez  de  Guzman,  no  se  haOan  en  todo  él  rastros  de  verda* 
dera  poesía.  Los  lijeroS  extractos  publicados  por  Castro,  Lía* 
guno  y  Cerda  son  insuficientes  para  formar  juicio  de  una  obra 
que,  á  nuestro  modo  de  ver,  contiene  bellísimos  trozos  de  poe* 
sia  popular,  en  medio  de  otros  en  que  resalta  la  afectación  y 
amaneramiento  de  las  dos  escuelas  provenzal  é  italiana*  De 
buena  gana  insertaríamos  aquí  algunos  de  ellos,  á  no  impe* 
dímoslo  la  consideración  de  que  dentro  de  breve  tiempo  verá 
la  luz  pública  este  monumento  de  nuestra  antigua  poesía. 

Aunque  el  autor  cita  á  Juan  Alvares  Gato,  natural  y  vecino 
de  Uadríd  entre  los  poetas  del  Cancionero  de  Baena,  debe- 
mos advertir  que  es  una  equivocación.  Gato  floreció  en  el 
reinado  de  Enrique  lY,  y  en  la  colección  de  Baena  no  se  ha* 
Han  poesías  suyas. 

Cap.  xxm,  nota  6,  p.  462.— A  pesar  de  lo  que  dice  el  Pa^ 
dre  Méndez  (Typog.  Españ.,  pp.  55  y  89),  que  las  dos  pri- 
meras obras  impresas  en  EspaBa  fiíéron  el  Certamen  poetích 
y  el  Compreheniorium^  ambas  en  Valencia,  aquella  en  1474, 
y  esta  en  1475,  consta  por  documentos  irrefragables  que  el 
primer  libro  salido  de  las  prensas  españolas  es  el  opúsculo 
gramático  de  Bartolomé  Mates,  que  se  imprimió  en  Barce- 
lona por  Juan  Gherling ,  alemán,  á 9  de  octiibre  del  afio  1468. 
(Véase  la  disertación  publicada  en  Vich  por  D.  Jaime  RipoU, 
Vilamajor,1833,4.<») 

Cap.  xim,  nota  26,  p.  475.  —En  un  cancionero  manus- 
crito ,  propio  de  S.  M. ,  se  hallan  varías  composiciones  de 
D.  Alvaro  de  Luna,  y  también  algunas  del  rey  D.  Juan  II. 
(Véase  el  prólogo  é  introducción  al  Cancionero  de  Baena.) 

Cap.  XXIV,  nota  7,  p.  487.  -«-Llórente  publicó  otras  varias 
obras  que  prueban  sus  extensos  conocimientos  en  la  historia 
civil  yUteraria  de  su  patria,  como  son  :  Noticia$  históriem  de 
las  provincias  VaseangadaSf  enque  $e  procura  investigar  d 
estado  civil  antiguo  de  Akmay  GuipúMCoa^  Yizcagay  y  ^  origen 
de  sus  fueros  j  con  un  apéndice  ó  coleedan  dipUmUieay  que 


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ADICIONES   Y  KOTÁS.  573 

contiene  escrituras  de  los  siflos  viii  al  ix.  Madrid,  1800-7* 
5  tomos  t  4.''— Discursos  sobre  una  constitución  religiosa,  con^ 
siderada  como  parle  de  la  civil  nacional :  San  Sebastian  (Bur- 
deos), 1821,  S."^-- Apología  católica  del  proyecto  de  constitu-^ 
don  religiosa :  San  Sebastian  (Burdeos),  1821 ,  8/  —Obser^ 
vaciones  criticas  sobre  el  romance  de  Gil  Blas  de  Santillana ,  en 
las  cuales  se  hace  ver  que  M.  Le  Sage  lo  desmembró  del  de  El 
Bachiller  de  Salamanca ,  y  se  satisface  á  los  argumentos  del 
conde  de  Neufchateau :  Madrid,  1822,  8.'' 


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ADDENDA  ET  CORRIGENDA. 


-  Prólogo,  p.  VI,  donde  dice :  Mr.  Guillermo  W.  Prescott,  léase  WiHianí 
H.  Prescott. 

Gap.  II ,  p.  15.  —  El  fuero  de  Oviedo  es  anterior  de  diez  años  á  la  carta- 
puebla  de  Aviles ,  y  está  ya  escrito  en  romance.  Velazquez ,  en  una  carta  á 
á  D.  Agustín  Montiano ,  que  obra  original  en  nuestro  poder,  cita  un  pri- 
vilegio del  conde  D.  Garcl  Fernandez  al  conde  Hernán  Mentalez,  su  vasallo, 
con  la  fecha  de  la  era  988  (año  de  G.  950) ,  escrito  en  castellano  antiguo, 
asi  como  un  testamento  del  mismo  Hernán  Mentalez,  otorgado  en  la  misma 
era  de  988 ,  que  después  de  la  invocación  de  la  santísima  Trinidad ,  em- 
pieza :  t  Yo  Fernán  Mentalez  de  godible  corado,  etc.,»  y  está  asimismo  en 
castellano  antiguo.  Dicho  escritor,  que  por  los  años  de  1755  preparaba  una 
obra  sobre  los  orígenes  de  la  lengua  castellana,  que  no  llegó  á  imprimirse, 
cita  unas  constituciones  de  la  Cofradía  de  los  cambeadores ,  otorgadas  por 
D.  Alonso  el  Gasto,  y  escritas  en  lengua  gallega,  en  el  siglo  xix,  y  son  acaso 
las  mismas  de  que  Huerta  presenta  algunos  fragmentos  en  el  tomo  n  de 
sus  Ármales  de  Galicia,  pp.  511-43.  Si  los  dos  dichos  documentos  no  están 
romanceados  en  época  mas  moderna,  es  preciso  confesar  que  son  muy 
curiosos.  El  mismo  Velazquez  establece  diferencia  entre  el  romance  y  el 
castellano ,  entendiendo  por  aquel  la  lengua  que  se  habló  y  escribió  en  Es- 
paña antes  que  Gastitla  la  Vieja  fuese  restaurada.  Por  lo  demás,  como  nues- 
tro autor  vuelve  á  tratar  dicho  punto  en  su  apéndice  sobre  la  historia  de  la 
lengua  castellana,  nos  reservamos  para  entonces  el  emitir  nuestra  opinión 
en  la  materia. 

Gap.  IV,  p.63,  donde  dice :  Sueño  de  media  noche  de  verano,  léase  Sueño 
de  una  noche  de  canícula ,  ó  sea  Midsummer  Nif^hVs  Dream ,  titulo  de  un 
drama  del  célebre  Shakespeare. 

Gap.  XIV,  ñola  14,  p.  296,  añádase  lo  que  sigue : 

D.  Bartolomé  José  Gallardo,  en  el  nám.  4  de  su  Criticón,  papel  volante 
de  literatura  y  bellas  artes,  pp.  96-35,  da  á  conocer  un  nuevo  escritor  dra- 
mático, llamado  Lucas  Fernandez,  natural  de  Salamanca,  posterior,  es 
verdad,  á  Juan  del  Encina,  de  quien  fué  discípulo  é  imitador,  pero  anterior 
al  portugués  Jil  Vicente  y  á  nuestro  Bartolomé  de  Torres  Naharro.  Aunque 
el  autor  se  reserva  para  s«  Hisioria  crílioa  del  ingenio  español,  el  dar  más 


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576  HISTORU  DE  U  UTBIUTURÁ  ESPAfiOU. 

aaipliaf  notkiis  del  poeú  salmioUno ,  describe  mlnudosamente  no  tome 
de  sos  obras,  impreso,  según  parece,  eo  15i4,  en  folio,  letra  gótica,  y  con 
el  siguiente  titulo :  Panoi  y  ¿glogat  tU  moa»  y  e$íüo  paHorü  y  cadeliaMo, 
fechas  par  Lúeas  Fernandez  salmantino,  nuevamente  impresas.  Al  fin  lleva 
esta  nota :  cFué  impresa  la  presente  obra  en  Salamanca,  por  el  muy  bon- 
irado  Taron  Lorenio  de  León  Dedei,  A  diez  días  del  mes  de  noviembre  de 
>  1514  afios.i  Las  farsas  son  seis,  tres  A  lo  divino  y  tres  á  lo  bumano :  una 
de  estas  ultimas,  6  cuasi-comedia ,  sin  titulo  alguno ,  ba  sido  impresa  por 
dicbo  Sr.  Gallardo,  en  el  núm.  5  del  expresado  Critieon,  Juntamente  con  el 
Triunfo  de  amor  y  un  villancico  de  Juan  del  Encina.  Lástima  es  por  cierto 
que  el  distinguido  escritor  A  quien  debemos  esta  y  otras  noticias,  A  cual 
mis  peregrinas ,  de  nuestra  literatura  poética  y  dramAtica ,  no  nos  baya 
basta  abora  dado  sino  muy  escasos  frutos  de  su  erudición  é  ingenio.  Véase 
también  su  articulo  sobre  el  asonante,  en  el  n6m.  3  de  la  AnMoffía  espm- 
Ma. 

Nota  54,  p.  5B1 ,  sobre  Pero  Guillen.  Al  decir  que  las  obras  manuscritas 
de  este  poeta  se  bailaban  en  la  Biblioteca  Golumbibade  Sevilla,  cometimos 
error :  no  se  bailan  sino  en  la  del  cabildo  de  Toledo ,  juntamente  con  su 
Qaya  de  Segovia, 


riü  DEL  Tono  PRIMERO. 


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índice. 


PRIMERA  ÉPOCA. 


ÁDYBRTElfCIA V 

Gapítolo  primero.  —  División  del  asunto.  ->  Origen  de  la  literatura 
española  en  tiempos  turbulentos 7 

Cap.  n,  —  Primera  aparición  de  la  lengua  española  escrita.  —  Poema 
del  Cid. —  Su  héroe ,  asunto ,  lenguaje  y  versificación.— Historia 
de  su  composición.  —  Su  carácter.  — -  Poema  de  Santa  Maria 
Egipciaca.  —  La  adoración  de  los  tres  Reyes.  ^  Berceo,  primer 
poeta  castellano  conocido.—  Sus  obras  y  versificación.  —  La  vida 
de  Santo  Domingo  de  Silos.  —  Su  libro  de  los  Milagros  de  la 
Virgen 13 

Gap.  m.  —  D.  Alonso  el  Sabio.  —  Su  vida.  —  Su  carta  á  D.  Alonso 
Pérez  de  Guzman.  —  Sus  cantigas  en  dialecto  gallego.  —Origen 
de  este  dialecto  y  del  portugués.  —  Su  Tesoro.—  Obras  en  pro- 
sa.—Leyes  relativas  al  castellano.— La  gran  conquista  de  Ultra- 
mar.— Fueros  antiguos.—  El  Fuero  Real.  —  El  Setenario.  —  El 
jBspejo  6  Especulo.  —  £1  Fuero  Real.  —  Las  Partidas  y  su  mé- 
rito. —  Carácter  de  D.  Alonso 58 

Gap.  nr.  —  Juan  Lorenzo  Segura.  —  Confusión  de  las  costumbres  an- 
tiguas y  modernas.  —  £1  poema  de  Alejandro.  —  Su  historia  y 
mérito.  —  Los  votos  del  Pavón.  —  Reinado  de  D.  Sancho  el  Bra- 
vo. —  D.  Juan  Manuel ,  su  vida  y  obras  publicadas  y  inéditas.  — 
Su  Conde  Lucanor 60 

Gap.  V.  —  Alonso  el  onceno.  —  Su  libro  de  montería.  —  Crónica  ri- 
mada.— El  beneficiado  de  (Jbeda.  4-  £1  arcipreste  de  Hita.—  Su 
vida,  obras  y  carácter.—  El  rabbi  O.  Santob.—  La  doctrina  cris- 
tiana. ^  La  relación  de  un  ermitaño.  —  La  danza  general.  —  Ei 

T.  I.  57 


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578  HISTORIA   DK   LA   LITERATURA   BSPAÍlOLA. 

poemí  de  José;-4^ero  Lopex  de  Ay»la  y  su  Rimado  de  ptltefo.— 
Carácter  de  la  literatura  española  eo  estos  tiempos 8S 

Cap.  in.  ~  La  literatura  primitiva  mis  popular  dividida  en  cuatro 
clases.— Primera  clase,  los  romances.— Forma  mas  antigua  de  la 
poesia  castellana.  —Teorías  acerca  de  su  origen.  —  No  es  árabe. 
—  Su  forma  métrica.  —  Redondillas.  —  Asonante.  —  Su  origen 
enteramente  nacional.  —  Propagación  del  romance  y  de  sus  for- 
mas. —  Su  nombre.  —  Primeras  noticias  de  los  roiQances. —Ro- 
mances del  siglo  XVI.  —  Tradicionales  y  no  escritos.  —  Su  pri- 
mera publicación  en  los  Cancioneros,  y  después  en  los  Roman- 
ceros. —  Colecciones  antiguas  de  más  mérito i  11 

Cap.  vil  —  Romances  caballerescos.  —  Romances  históricos.  —  Ber- 
nardo del  Carpió.  —  Fernán  González.  —  Los  siete  Infantes  de 
Lara.— El  Cid.  —  Romances  sobre  asuntos  de  la  historia  antigua 
y  de  la  fábula,  sagrados  y  profanos.  —  Romances  moriscos.  — 
Romances  varios,  amatorios,  Jocosos,  satirices,  etc.  —  Carácter 
de  los  antiguos  romances  castellanos 134 

Cap.  vm.  —  Segunda  clase.  —  Las  crónicas.  —  Su  origen.—  Crónicu 
reales.—  Crónica  general  del  rey  D.  Alfonso  X.—  Sus  divisiones 
y  objeto.  —  Sus  trozos  mas  poéticos.  —  Su  carácter.  —  Cróftici 
del  Cid.  —  Su  origen.  —  Objeto  y  carácter ' .    W 

Cap.  IX.  —  Efectos  producidos  por  el  ejemplo  de  Alfonso  X.— Cróni- 
cas de  su  reinado  y  de  los  de  Sancho  el  Bravo  y  Femando  IV.  — 
Crónica  de  Alfonso  XI ,  por  Villatoitt.  —  Crónicas  de  D.  Pedro  él 
Cruel ,  Enrique  II,  Juan  I  y  Enrique  III ,  por  Ayab.  —Crónica  de 
D.  Juan  II.  —  Dos  crónicas  de  Enrique  IV,  y  otras  dos  de  Fer- 
nando é  Isabel > i79 

Cap.  z.  —  Crónicas  de  sucesos  particulares.  —  El  paso  honroto.  <^ 
Seguro  de  Tordeslllas.  —  Crónicas  de  personijes  notables.  •«- 
D.  Pero  Niño.  —  D.  Alvaro  de  Luna.  —  Gonulo  Femaadei  é% 
Córdoba.  —  Crónicas  de  vii^es.  —  Ruy  González  de  Ctav^o.  — 
Cristóbal  Colon ,  Balboa  y  otros.  —  Crónicas  caballerescas.  *- 
Crónica  del  rey  D.  Rodrigo  y  la  destruycion  de  España.- Obser- 
vaciones generales  sobre  las  crónicas iOO 

Cap.  zi.  —  Tercera  clase.— Libros  de  cabaHerias.— Arturo.— Cario 
Magno.  —  Amadis  de  Gaula.  —  Su  feefaa,  autor,  tradoedon  al 
castellano ,  mérito  y  carácter.  —  Esptandian.  —  Florlsando.  -^ 
Lisuarte  de  Grecia.  —  Amadis  de  Caula.  —  D.  FIoHsel  de  Nf^ 
quea.—  Anaxartes.  —  D.  Silvis  de  la  Selva.  -^Continuación  fran- 
cesa. —  Influencia  de  estas  ficciones.  —  Palmerin  de  OUva.  —  Kl 
Primaleon.  —  El  caballero  Platir.  -^  Palmerin  de  Inglateita.    .    SK 

Cap.  xn.  —  Otros  libros  de  caballerías.  —  El  caballero  Lepolemo.  ^^ 
Traducciones  del  francés.—  Libros  de  eaballeriae  á  lo  étfiño,  — 
Cabafleria  celestial.  —  Época  en  que  principalmente  se  etorttto- 


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580  HISTORIA   DB   LA   LITERATURA   BSPAfiOU. 

Cat.  nx.  —  El  marqués  de  SaotlUtiii.  --  So  ^9  —  So  tendeRcb  á 
imitar  las  escuelas  italiana  y  provemal.  —  So  estilo  oortesano.— 
Sos  obras.  —  So  carácter.  —  Joan  de  Mena.  —  So  vida.  —  Sos 
poesías  soeltas.  —  So  lal>erinto.  —  Mérito  literario  de  esta  obra.    388 

Gap.  n.  —  Progresos  de  la  literatora  castellana.  —  Poetas  del 
tiempo  de  D.  Jhian  n.  —  ViUasandino.  —  Francisco  Imperial.  — 
Baena.  —  Rodrigoez  del  Padrón.  —  Escritores  en  prosa.  ^  Cib- 
dareal  y  Fernán  Peres  de  Goxman 415 

Gap.  XXI.— Los  Manriqoes :  Pedro,  Rodrigo  Gomes  y  Jorge.— Goplas 
de  este  último.  —  Los  Urreas.  —  Joan  de  Padilla 436 

Gap.  xxu.  —  Escritores  en  prosa.  —  Joan  de  Locena.  —  Alfonso  de  la 
Torre.  —  Diego  de  Álmela.  —  Alonso  Ortiz.  —  Hernando  del 
Polgar.  —  Diego  de  Sant  Pedro 445 

Gap.  xxni.  —  Los  cancioneros  de  Baeaa ,  Stúftiga  y  Martínez  de  Bur- 
gos. —  El  general  de  Gastillo.  —  Sos  varias  ediciones.  —  Sos  di- 
visiones, contenido  y  carácter 4SB 

Gap.  xxnr.  —  Intolerancia  espafik>la.  —  Tribonal  del  Santo  Oficio.  — 
Persecocion  de  Jodios  y  moros.  —  De  cristianos ,  por  opiniones 
religiosas.  —  Estado  de  la  prensa  en  España.  —  Observaciones 
sobre  el  periodo  qoe  se  acaba  de  examinar 470 

Notas  T  AiiaoHBs  de  los  tradoctores 491 


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